Juan David Nasio
En psic psicoa oaná nális lisis is,, el conc concep epto to de “cas “castr trac ació ión n” no respo espond nde e a la acep acepci ción ón corr corrie ient nte e de mutilación de los órganos sexuales masculinos, sino que designa una experiencia psíquica compleja, vivida inconscientemente por el niño a los cinco años aproximadamente, y que es decisiva para la asunción de su futura identidad sexual. o esencial de esta experiencia radica en el !ec!o de que el niño reconoce reconoce por primera ve" #al precio de la angustia# la diferencia anatómica de los sexos. $asta ese momento vivía en la ilusión de la omnipotencia% de a!í en más, con la experiencia de la castración, podrá aceptar que el universo está compuesto por !om&res y mujeres, y que el cuerpo tiene límites% es decir, aceptar que su pene de niño jamás le permitirá concretar sus intensos deseos sexuales dirigidos a la madre. 'in em&ar em&argo, go, el compl complejo ejo de castr castraci ación ón que vamos vamos a prese presenta ntarr como como una etapa en la evolución de la sexualidad infantil, no se reduce a un simple momento cronológico. (or el contrario, la experiencia inconsciente de la castración se ve renovada sin cesar a lo largo de la exist existenc encia ia y puesta puesta en juego juego nueva nuevamen mente te de modo modo peculi peculiar ar en la cura cura analí analític tica a del paciente adulto. En efecto, uno de los )nes de la l a experiencia analítica es posi&ilitar y reactivar en la vida adulta la experiencia por la que atravesamos en la infancia* admitir con dolor que los límites del cuerpo son más estrec!os que los límites del deseo.
El complejo de castración en el niño. Entre el amor narcisista por su pene y el amor incestuoso por por su madre, madre, el niño elige su pene. +on +on ocas ocasió ión n del del tra& tra&aj ajo o con con un niño niño de cinc cinco o años años,, “uan uanit itoo-,, reud eud desc descu& u&rre lo que que denom denomina inará rá el complejo de castración. castración . / trav0s del análisis de este niñito, pero tam&i0n apoyándose en los recuerdos infantiles de sus pacientes adultos, reud aísla este complejo, descrito por primera ve" en 1234. (odemos esquemati"ar la constitución del complejo de castración castración masculino en cuatro tiempos. Primer tiempo: todo el mundo tiene un pene. 'ólo a partir de esta )cción del niño, seg5n la cual todo el mundo poseería un pene semejante al suyo, se puede comprender qu0 es lo que está realmente en juego en la castración. 'e trata del tiempo preliminar de las creencias infantiles, seg5n las cuales no !a&ría diferencia anatómica entre los órganos sexuales masculinos y femeninos. Esta creencia, reconocida por reud en todos los niños #varones y mujeres#, constituye la premisa necesaria del proceso de castración. El descu&rimiento de la realidad de un ser cercano que no posee este atri&uto que se supone universal #madre, !ermanita, etc0tera# pondrá en jaque la creencia del niño y a&rirá la vía a la angustia de ser un día tam&i0n 0l privado de igual manera. (uesto que al
menos un ser !a mostrado estar estar desprovisto del pene #piensa el niñito#, de a!ora en más la posesión de mi propio pene deja de estar asegurada. 6epitámoslo, 6epitámoslo, la condición previa para la experiencia psíquica de la castración es, entonces, esta )cción de la posesión universal del pene. Segundo tiempo: el pene está amenazado. amenazado . Es el tiem tiempo po de las las amen amena" a"as as ver& ver&al ales es que que apun apunta tan n a pro! pro!i& i&ir ir al niño niño sus sus prác prácti tica cas s autoeróticas y a o&ligarlo a renunciar a sus fantasmas incestuosos. Explícitamente, estas amena"as alertan al niño contra la p0rdida de su miem&ro si persiste en sus tocamientos, pero lo implícito en juego en las advertencias parentales estri&a en !acer a&andonar al niño toda esperan"a de ocupar un día el lugar del padre en el comercio con la madre. madre. a amena"a de castración apunta al pene, pero sus efectos recaen so&re el fantasma del fantasma del niño de poseer un día su o&jeto amado* la madre. (or lo tanto, a eso de&erá renunciar. as advertencias ver& ver&al ales es,, en espe especi cial al aque aquella llas s prof profer erid idas as por por el padr padre, e, que que poco poco a poco poco van van sien siendo do internali"adas por el niño, darán origen al superyó. Es preciso aclarar que las advertencias parentales sólo tendrán in7uencia so&re el niño una ve" que atraviese la siguiente etapa, la del tercer tiempo. ercer tiempo: !a" seres sin pene# la amenaza# entonces# es real. Es el tiempo del descu&rimiento visual de la "ona genital femenina. En este estadio, la "ona genital femenina que se ofrece a los ojos del niño no es el órgano sexual femenino sino más &ien la "ona pu&iana del cuerpo de la mujer. o que el niño descu&re visualmente no es la vagina sino la falta de pene. En un primer momento el niño parece no prestar inter0s alguno a esta esta falta falta,, pero pero el recue recuerd rdo o de las amena amena"a "as s ver&a ver&ales les oídas oídas durant durante e el segund segundo o tiempo tiempo conferirá a!ora su plena signi)cación a la percepción visual de un peligro !asta entonces desestimado. “'iempre se le presenta alguna ocasión de contemplar la región genital de una niña y convencerse de la falta de aquel órgano de que tan orgulloso está, en un ser tan semejante a 0l. 8e este modo se !ace ya posi&le representarse representarse la p0rdida de su propio pene, y la amena"a de la castración comien"a entonces 9 a posteriori: posteriori : a surtir sus efectos. El niño, dada la ad!esión afectiva narcisista con que carga a su pene, no puede admitir que existen seres semejantes a 0l que están desprovistos de ese miem&ro. Este es el motivo por el cual, ante la primera percepción visual de la "ona genital de la niña, su tena" prejuicio #es decir, su creencia seg5n la cual es imposi&le que existan seres !umanos sin pene# resiste con fuer"a a la evidencia. El valor afectivo que acuerda a su cuerpo es tan intenso que no puede conce&ir un ser semejante a 0l sin este elemento primordial% pre)ere defender la )cción que se forjó en detrimento de la realidad perci&ida de la falta. En lugar de reconocer la ausencia radical de pene en la mujer, el niño se o&stinará en atri&uirle un órgano peniano peniano al que asocia un comentario* “a niña tiene un pene todavía, c!iquito, pero que va a crecer.” $uarto tiempo: la madre tam%i&n está castrada' emergencia de la angustia. / pesar de la percepción visual del cuerpo de la niña, el niño seguirá manteniendo su creencia seg5n la cual las mujeres mayores y respeta&les como su madre están dotadas de un pene. ;ás adelante, cuando el niño descu&ra que las mujeres pueden parir, llegará a la idea de que tam&i0n su madre está desprovista del pene. Ese es el momento en el cual surgirá realmente la angustia de castración.
menos un ser !a mostrado estar estar desprovisto del pene #piensa el niñito#, de a!ora en más la posesión de mi propio pene deja de estar asegurada. 6epitámoslo, 6epitámoslo, la condición previa para la experiencia psíquica de la castración es, entonces, esta )cción de la posesión universal del pene. Segundo tiempo: el pene está amenazado. amenazado . Es el tiem tiempo po de las las amen amena" a"as as ver& ver&al ales es que que apun apunta tan n a pro! pro!i& i&ir ir al niño niño sus sus prác prácti tica cas s autoeróticas y a o&ligarlo a renunciar a sus fantasmas incestuosos. Explícitamente, estas amena"as alertan al niño contra la p0rdida de su miem&ro si persiste en sus tocamientos, pero lo implícito en juego en las advertencias parentales estri&a en !acer a&andonar al niño toda esperan"a de ocupar un día el lugar del padre en el comercio con la madre. madre. a amena"a de castración apunta al pene, pero sus efectos recaen so&re el fantasma del fantasma del niño de poseer un día su o&jeto amado* la madre. (or lo tanto, a eso de&erá renunciar. as advertencias ver& ver&al ales es,, en espe especi cial al aque aquella llas s prof profer erid idas as por por el padr padre, e, que que poco poco a poco poco van van sien siendo do internali"adas por el niño, darán origen al superyó. Es preciso aclarar que las advertencias parentales sólo tendrán in7uencia so&re el niño una ve" que atraviese la siguiente etapa, la del tercer tiempo. ercer tiempo: !a" seres sin pene# la amenaza# entonces# es real. Es el tiempo del descu&rimiento visual de la "ona genital femenina. En este estadio, la "ona genital femenina que se ofrece a los ojos del niño no es el órgano sexual femenino sino más &ien la "ona pu&iana del cuerpo de la mujer. o que el niño descu&re visualmente no es la vagina sino la falta de pene. En un primer momento el niño parece no prestar inter0s alguno a esta esta falta falta,, pero pero el recue recuerd rdo o de las amena amena"a "as s ver&a ver&ales les oídas oídas durant durante e el segund segundo o tiempo tiempo conferirá a!ora su plena signi)cación a la percepción visual de un peligro !asta entonces desestimado. “'iempre se le presenta alguna ocasión de contemplar la región genital de una niña y convencerse de la falta de aquel órgano de que tan orgulloso está, en un ser tan semejante a 0l. 8e este modo se !ace ya posi&le representarse representarse la p0rdida de su propio pene, y la amena"a de la castración comien"a entonces 9 a posteriori: posteriori : a surtir sus efectos. El niño, dada la ad!esión afectiva narcisista con que carga a su pene, no puede admitir que existen seres semejantes a 0l que están desprovistos de ese miem&ro. Este es el motivo por el cual, ante la primera percepción visual de la "ona genital de la niña, su tena" prejuicio #es decir, su creencia seg5n la cual es imposi&le que existan seres !umanos sin pene# resiste con fuer"a a la evidencia. El valor afectivo que acuerda a su cuerpo es tan intenso que no puede conce&ir un ser semejante a 0l sin este elemento primordial% pre)ere defender la )cción que se forjó en detrimento de la realidad perci&ida de la falta. En lugar de reconocer la ausencia radical de pene en la mujer, el niño se o&stinará en atri&uirle un órgano peniano peniano al que asocia un comentario* “a niña tiene un pene todavía, c!iquito, pero que va a crecer.” $uarto tiempo: la madre tam%i&n está castrada' emergencia de la angustia. / pesar de la percepción visual del cuerpo de la niña, el niño seguirá manteniendo su creencia seg5n la cual las mujeres mayores y respeta&les como su madre están dotadas de un pene. ;ás adelante, cuando el niño descu&ra que las mujeres pueden parir, llegará a la idea de que tam&i0n su madre está desprovista del pene. Ese es el momento en el cual surgirá realmente la angustia de castración.
el placer que o&tenía de la excita&ilidad de su pene. a visión de visión de la ausencia de pene en la mujer por una parte, y la evocación auditiva de auditiva de las amena"as ver&ales parentales por otra, de)nen las dos condiciones principales del complejo de castración. Es preciso preciso dejar en claro que la angustia de castración no castración no es sentida efectivamente por el niño, es inconsciente. inconsciente. =o se de&e confundir esta angustia con l a angustia que o&servamos en los los niño niños s &ajo &ajo la form forma a de mied miedos os,, pesa pesadil dilla las, s, etc0 etc0te tera ra.. Esto Estos s tras trasto torn rnos os son son sólo sólo las las manifestaciones de defensas contra el carácter intolera&le de la angustia inconsciente. >na angustia vivida puede ser, por ejemplo, una defensa contra esta otra angustia no vivida e inconsciente que denominamos angustia de castración. iempo (nal: (n del complejo de castración " (n del complejo de Edipo. ?ajo ?ajo el efec efecto to de la irru irrupc pció ión n de la angu angust stia ia de cast castra raci ción ón,, el niño niño acep acepta ta la ley ley de la interdicción y elige salvar su pene a costa de renunciar a la madre como partenaire partenaire sexual. +on la renuncia a la madre y el reconocimiento de la ley paterna )nali"a la fase del amor edípico y se !ace posi&le la a)rmación de la identidad masculina. Esta crisis que el niño tuvo que atravesar atravesar fue fecunda y estructurante estructurante ya que lo capacitó capacitó para asumir asumir su falta y producir su propio límite. 8ic!o de otra manera, el )nal del complejo de castración es, para el niño, tam&i0n el )nal del complejo de Edipo. +a&e o&servar que la desaparición del complejo de castració castración n es especialm especialmente ente violenta y de)nitiva de)nitiva.. Estas Estas son las pala&ras pala&ras de reud* reud* “...el “...el compl complejo ejo 9de Edipo Edipo:: no es simple simplemen mente te repri reprimid mido o en el varó varón, n, sino sino que se desint desintegr egra a literalmente &ajo el impacto de la amena"a de castración @...A en el caso ideal ya no su&siste entonces complejo de Edipo alguno, ni aun en el inconsciente”. El complejo de castración en la niña. / pesar de tener dos rasgos en com5n con el complejo de castración masculino, el complejo de castración femenino se organi"a de modo muy distinto. 'u punto de partida es en un comien"o similar% en un primer tiempo que situamos como previo al complejo de castración, tanto los niños como las niñas sostienen sin distinción la )cción que atri&uye un pene a todos los seres !umanos. Es decir que la creencia en la universalidad del pene es la premisa necesaria para la constitución del complejo de Edipo para am&os sexos. El segundo rasgo en com5n se re)ere a la importancia del rol de la madre. ;ás allá de todas las variaciones de la experiencia de la castración masculina y femenina, la madre es siempre el personaje principal !asta el momento en que el niño se separa de ella con angustia y la niña con odio. Ba sea que est0 marcado por la angustia o por el odio, el acontecimiento más importan importante te del complejo complejo de castració castración n es, sin lugar a dudas, la separació separación n del niño de su madre en el momento preciso en que la descu&re castrada. Exceptuados estos dos rasgos en com5n #universalidad del pene y separación de la madre cast castra rada da#, #, la cast castra raci ción ón feme femeni nina na,, que que estr estruc uctu tura ramo mos s en cuat cuatrro tiem tiempo pos, s, sigu sigue e un movimiento totalmente diferente a la masculina. /nticipemo /nticipemos s desde desde a!ora a!ora dos diferen diferencias cias importantes importantes entre entre la castrac castración ión masculina masculina y la femenina* C El complejo de castración en el varón termina con una renuncia al amor a la madre, mientras que en la mujer este complejo a&re la vía al amor al padre. “;ientras el complejo de Edipo del varón se aniquila en el complejo de castración, el de la niña es posi&ilitado e iniciado por el complejo de castración.” El Edipo en el varón se inicia y se termina con la castración. El Edipo en la mujer se inicia con la castración pero no se termina con 0sta.
C El acontecimiento más importante del complejo de castración femenino es #tal como lo !emos señalado# la separación de la madre, pero con la particularidad de que es la repetición de otra separación anterior. El primer sentimiento amoroso de la niña por su madre #desde el comien"o de la vida# será interrumpido con la p0rdida del seno materno. 'eg5n reud la mujer no se consuela jamás de semejante separación y por consiguiente llevará en sí la !uella del resentimiento por !a&er sido dejada en la insatisfacción. Este resentimiento primitivo, este odio antiguo, desaparecerá &ajo los efectos de una represión inexora&le para reaparecer más tarde, durante el complejo de castración, en el momento de este acontecimiento mayor constituido por la separación de la niña de su madre. Entonces, resurge en la niña el odio de antaño, esta ve" &ajo la forma de la !ostilidad y el rencor !acia una madre a la que se responsa&ili"ará por !a&erla !ec!o mujer. a actuali"ación de los antiguos sentimientos negativos respecto de la madre marcará el )n del complejo de castración. Es importante !acer !incapi0 en el !ec!o de que, contrariamente a lo que vulgarmente se cree, el rol de la madre es muc!o más importante en la vida sexual de la niña que el del padre% la madre está en el inicio y en el )n del complejo de castración femenino. Primer tiempo: todo el mundo tiene un pene )el cl*toris es un pene+. En este primer tiempo, la niña ignora la diferencia entre los sexos y la existencia de su propio órgano sexual, es decir, la vagina. Está a&solutamente feli" de poseer como todo el mundo un atri&uto clitoriano similar al pene y al cual otorga igual valor que el que el niño atri&uye a su órgano. (or lo tanto, ya sea que se presente &ajo la forma del órgano peniano en el varón o del órgano clitoriano en la niña, el pene es un atri&uto universal para am&os sexos.
Segundo tiempo: el cl*toris es demasiado pe,ueño para ser un pene: -o /ui castrada0. Es el momento en que la niña descu&re visualmente la región genital masculina. a visión del pene la o&liga a admitir, de modo de)nitivo, que ella no posee el verdadero órgano peniano. “9a niña: advierte el pene de un !ermano o de un compañero de juegos, llamativamente visi&le y de grandes proporciones, lo reconoce al punto como símil superior de su propio órgano pequeño e inconspicuo 9clítoris: y desde ese momento cae víctima de la envidia fálica.” / diferencia del varón, para quien los efectos de la experiencia visual son progresivos, para la niña los efectos de la visión del sexo masculino son inmediatos. “/l instante adopta su juicio y !ace su decisión. o !a visto, sa&e que no lo tiene y quiere tenerlo.- a experiencia del niño es muy diferente a la experiencia de la niña* ante la visión del pene, la niña reconoce al instante que ella fue castrada #la, castración ya fue reali"ada* “Bo fui castrada#. /nte la visión del pu&is femenino, el niño teme ser castrado #la castración podría reali"arse* “Bo podría ser castrado”. (ara distinguir mejor la castración femenina de la castración masculina de&emos tener presente que el varón vive la angustia de la amena"a, mientras que la niña experimenta el deseo de poseer lo que vio y de lo cual ella fue castrada. ercer tiempo: la madre tam%i&n está castrada' resurgimiento del odio !acia la madre. En el momento en que la niña reconoce su castración en el sentido de que su clítoris es más pequeño que el pene, sólo se trata, todavía, de un “infortunio individual”, pero poco a poco toma conciencia de que las otras mujeres #y entre ellas su propia madre# padecen igual desventaja. Entonces, la madre es despreciada por la niña por no !a&er podido transmitirle los atri&utos fálicos y, más adelante, por no !a&er podido enseñarle a valorar su verdadero
cuerpo de mujer. El odio primordial de la primera separación de la madre, !asta este momento sepultado, a!ora resurge en la niña &ajo la forma de reproc!es constantes. (or lo tanto, el descu&rimiento de la castración de la madre conduce a la niña a separarse de 0sta una segunda ve" y a elegir de allí en más al padre como o&jeto de amor. Dueremos !acer notar otro rasgo particular de la castración femenina* la niña perci&e visualmente el pene de un niño de su entorno pero no se arriesga a la confrontación visual con el cuerpo del padre. 8espu0s de la experiencia visual, la niña se ve for"ada a admitir que está castrada de una cosa de la cual sa&ía inconscientemente y desde siempre que esta&a privada. (or lo tanto, está castrada de un pene universal sim&ólico, que nunca creyó verdaderamente poseer. 'u cuerpo de mujer sa&ía desde siempre que esta&a realmente privada del mismo. 'eg5n acan, la privación se de)ne como la falta real de un o&jeto sim&ólico @pene universalA. iempo (nal: las tres salidas del complejo de castración' nacimiento del complejo de Edipo. /nte la evidencia de su falta de pene, la niña puede adoptar tres actitudes diferentes, decisivas para el destino de su femineidad. (or cierto, estas tres salidas no siempre están claramente distinguidas en la realidad. 1. No hay envidia del pene. a primera reacción de la niña ante la falta es alarmarse tanto por su desventaja anatómica que se aleja de toda sexualidad en general. 'e niega a entrar en la rivalidad con el varón y en consecuencia no anida en ella la envidia del pene. 2. Deseo de estar dotada del pene del hombre. a segunda reacción de la niña, siempre ante esta falta, es o&stinarse en creer que un día ella podría poseer un pene tan grande como el que vio en el varón, y así llegar a ser semejante a los !om&res. En este caso, deniega del !ec!o de su castración y mantiene la esperan"a de ser un día detentora de un pene. Esta segunda salida la conduce a “... aferrarse en tena" autoa)rmación a la masculinidad amena"ada”. El fantasma de ser un !om&re a pesar de todo constituye el o&jetivo de su vida. -Fam&i0n este complejo de masculinidad de la mujer puede desem&ocar en una elección de o&jeto mani)estamente !omosexual.” /quí, el deseo del pene es el deseo de estar dotada del pene del !om&re. El clítoris, en tanto “pequeño pene”, sigue siendo la "ona erógena dominante. 3. Deseo de tener sustitutos del pene. a tercera reacción de la niña es la del reconocimiento inmediato y de)nitivo de la castración. Esta 5ltima actitud femenina, que reud cali)ca como “normal”, se caracteri"a por tres cam&ios importantes. a. Cambio del partenaire amado: la madre cede el lugar al padre . / lo largo de los distintos tiempos que !emos desarrollado, el partenaire amado por la niña es principalmente la madre. Este vínculo privilegiado con la madre persiste !asta el momento en que la niña constata que tam&i0n su madre fue desde siempre castrada. Entonces se aleja de ella con desprecio y se vuelve !acia el padre, suscepti&le de responder positivamente a su deseo de tener un pene. $ay, por lo tanto, un cam&io de o&jeto de amor. Es al padre a quien se dirigen a!ora los sentimientos tiernos de la niña. /sí se inicia el complejo de Edipo femenino que persistirá a lo largo de toda la vida de la mujer. &. Cambio de la zona erógena: el clítoris cede el lugar a la vagina. $asta el descu&rimiento de la castración de la madre el clítorisGpene mantiene su supremacía erógena.
El reconocimiento de la propia castración y de la castración materna así como la orientación de su amor !acia el padre, implica un despla"amiento de la li&ido en el cuerpo de la niña. En el curso de los años que van de la infancia a la adolescencia, el investimiento del clítoris se irá transmutando a la vagina. Entonces, el deseo del pene signi)ca deseo de gozar de un pene en el coito, y la “vagina es reconocida ya entonces como al&ergue del pene y viene a !eredar al seno materno”. c. Cambio del obeto deseado: el pene cede el lugar a un hio . El deseo de go"ar de un pene en el coito se meta&oli"a, en esta tercera salida, en el deseo de procrear un !ijo. El despla"amiento de los investimientos erógenos del clítoris a la vagina se traducirá por el pasaje, del deseo de acoger en su cuerpo el órgano peniano, al deseo de ser madre. 6esumamos en pocas líneas el recorrido que conduce a una niña a ser mujer. En un comien"o la &e&ita desea a su madre, se separa de ella por primera ve" en el momento del destete y por segunda ve" en el momento del descu&rimiento de la castración materna. 'u deseo de un pene se dirige entonces al padre &ajo la forma de deseo de un !ijo. 'e puede compro&ar que el complejo de Edipo femenino es una formación secundaria, mientras que el masculino es una formación primaria. En de)nitiva, la femineidad es un constante devenir entramado por una multiplicidad de intercam&ios, todos ellos destinados a encontrar el mejor equivalente para el pene.
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1ragmentos de las o%ras de S. 1reud so%re la castración. !anto para el ni"o como para la ni"a# el pene es un atributo universal. a primera 9de las teorías sexuales infantiles: se enla"a con el desconocimiento de las diferencias sexuales @...A consiste en atri&uir a toda persona, incluso a las de sexo femenino, órganos genitales masculinos como los que el niño conoce por su propio cuerpo @1234A. El carácter principal de esta -organi"ación genital infantil” @...A consiste en que el sujeto infantil no admite sino un órgano genital, el masculino, para am&os sexos. =o existe, pues, una primacía genital, sino una primacía del falo. @12HIA $ara el ni"o# el pene est% amenazado. Ba es conocido cómo reaccionan 9los niños: a la primera percepción de la falta del pene en las niñas. =iegan tal falta, creen ver el miem&ro y salvan la contradicción entre la o&servación y el prejuicio pretendiendo que el órgano es todavía muy pequeño y crecerá cuando la niña vaya siendo mayor. (oco a poco llagan luego a la conclusión, efectivamente muy importante, de que la niña poseía al principio un miem&ro análogo al suyo, del cual luego fue despojada. a carencia de pene es interpretada como el resultado de una castración, surgiendo entonces en el niño el temor a la posi&ilidad de una mutilación análoga @12HIA. &a e'periencia visual del ni"o reactiva las amenazas verbales anteriores. 9a madre: recurre al expediente violento, amena"ándolo 9al niño: con quitarle esa cosa con la cual la desafía 9el pene, o&jeto de prácticas mastur&atorias:. Jeneralmente, delega en el padre la reali"ación de tal amena"a, para tornarla más digna de cr0dito* le contará todo al padre y 0ste le cortará el miem&ro. /unque pare"ca extraño, tal amena"a sólo surte su efecto siempre que antes !aya sido cumplida otra condición, pues, en sí misma, al niño le parece demasiado inconce&i&le que tal cosa pueda suceder. (ero si @...A poco despu0s llega a ver el órgano genital femenino, al cual le falta, en efecto, esa parte apreciada por so&re todo lo demás, entonces toma en serio lo que le !an dic!o y, cayendo &ajo la in7uencia del complejo de castración, sufre el trauma más poderoso de su joven existencia @12I4A. &a creencia del ni"o en la universalidad del pene es m%s (uerte )ue la realidad de la percepción de la (alta de pene. +uando el niño ve desnuda a una !ermanita suya o a otra niña, sus manifestaciones demuestran que su prejuicio !a llegado a ser lo &astante en0rgico para falsear la percepción de lo real. /sí, no comprue&a la falta del miem&ro, sino que dice regularmente, como con intención consoladora y conciliante* “El... es a5n pequeñito, pero ya le crecerá cuando 9la niña: vaya siendo mayor” @1234A. *ntre el amor narcisista por su pene y el amor incestuoso por su madre# el ni"o elige su pene. 'i la satisfacción amorosa &asada en el complejo de Edipo !a de costar la p0rdida del pene, surgirá un con7icto entre el inter0s narcisista por esta parte del cuerpo y la carga li&idinosa de los o&jetos parentales. En este con7icto vence normalmente el primer poder y el yo del niño se aparta del complejo de Edipo @12HKA. a masculinidad del niño casi nunca soporta esa primera conmoción 9de la angustia de castración:. / )n de salvar su miem&ro sexual, renuncia más o menos completamente a la posesión de la madre @12I4A. *l compleo de castración en la ni"a.
En la niña el complejo de Edipo es una formación secundaria* lo preceden y lo preparan las repercusiones del complejo de castración. En lo que se re)ere a la relación entre los complejos de Edipo y de castración, surge un contraste fundamental entre am&os sexos. ;ientras el complejo de Edipo del varón se aniquila en el complejo de castración, el de la niña es posi&ilitado e iniciado por el complejo de castración. Esta contradicción se explica considerando que el complejo de castración act5a siempre en el sentido dictado por su propio contenido* in!i&e y restringe la masculinidad, estimula la femineidad @12HLA. $ara la ni"a# su clítoris es un pene. El clítoris de la niña se comporta al principio exactamente como un pene @12HKA. a mujer tiene dos 9"onas genitales predominantes:* la vagina, órgano femenino propiamente dic!o, y el clítoris, órgano análogo al pene masculino. 8urante muc!os años la vagina es virtualmente inexistente @...A. o esencial de la genitalidad femenina de&e girar alrededor del clítoris de la infancia @12I1A. &a ni"a sabe )ue siempre estuvo castrada. a mujer no necesita este fantasma 9de castración: puesto que ya !a venido al mundo castrada, en tanto mujer. &a ni"a# luego la muer# e'perimenta la envidia del pene. a esperan"a 9de la niña: de que, a pesar de todo, o&tendrá alguna ve" un pene y será entonces igual al !om&re, es suscepti&le de persistir !asta una edad insospec!adamente madura y puede convertirse en motivo de la conducta más extraña e inexplica&le de otro modo @12HLA. Fam&i0n el complejo de castración de la niña es iniciado por la visión genital del otro sexo. a niña advierte enseguida la diferencia @...A. 'e siente en grave situación de inferioridad, mani)esta con gran frecuencia que tam&i0n ella “quisiera tener una cosita así”, y sucum&e a la envidia del pene, que dejará !uellas perdura&les en su evolución y en la formación de su carácter. El que la niña recono"ca su carencia de pene no quiere decir que la acepte de &uen grado. /5n en tiempos en que el conocimiento de la realidad la !a !ec!o ya a&andonar semejante deseo por irreali"a&le, el análisis puede demostrar que el mismo perdura en lo inconsciente y !a conservado una considera&le carga de energía @12IIA. &a madre est% castrada: resurgimiento del odio. ... la niña considera al principio su castración como un infortunio individual, y sólo paulatinamente lo va extendiendo a otras criaturas femeninas y, por 5ltimo, tam&i0n a la madre. El o&jeto de su amor era la madre fálica% con el descu&rimiento de que la madre está castrada se le !ace posi&le a&andonarla como o&jeto amoroso, y entonces los motivos de !ostilidad, durante tanto tiempo acumulados, vencen en toda la línea @12IIA. >na consecuencia de la envidia fálica parece radicar en el relajamiento de los la"os cariñosos con el o&jeto materno. @...A la falta de pene es casi siempre ac!acada a la madre de la niña que la ec!ó al mundo tan insu)cientemente dotada @12HLA. a enemistad de algunas !ijas contra su madre tiene como 5ltima raí" el reproc!e de !a&erlas parido mujeres y no !om&res @121MA. Cambio del partenaire amado: la madre cede el lugar al padre.
... lleva 9a la niña: al a&andono de la madre amada, a quien la !ija, &ajo el in7ujo de la envidia fálica, no puede perdonar el que la !aya traído al mundo tan insu)cientemente dotada. En medio de este resentimiento a&andona a la madre y la sustituye, en calidad de o&jeto amoroso, por otra persona* por el padre @...A. 9Ella: odia a!ora a la madre que antes amara, aprovec!ando una do&le motivación* la odia tanto por celos como por el rencor que le guarda de&ido a su falta de pene. /l principio su nueva relación con el padre puede tener por contenido el deseo de disponer de su pene @12I4A. Cambio de la zona erógena de la ni"a: el clitoris cede lugar a la vagina. (odemos, pues, mantener que en la fase fálica de la niña es el clítoris la "ona erógena directiva. (ero no con carácter de permanencia, pues, con el viraje !acia la femineidad, el clítoris de&e ceder, total o parcialmente, su sensi&ilidad y con ella su signi)cación a la vagina @12IIA. Cambio del obeto deseado: el pene cede lugar a un ni"o. El deseo con el que la niña se orienta !acia el padre es qui"ás, originalmente, el de conseguir de 0l el pene que la madre le !a negado. (ero la situación femenina se constituye luego, cuando el deseo de tener un pene es relevado por el de tener un niño, sustituy0ndose así el niño al pene, conforme a la antigua equivalencia sim&ólica @12IIA. *l compleo de *dipo es el devenir +normal+ de la muer. 'u an!elo de poseer un pene, an!elo en realidad inextingui&le, puede llegar a satisfacerse si logra completar el amor al órgano convirti0ndolo en amor al portador del mismo @12I4A.
El concepto de 1234. El t0rmino “falo”, rara ve" utili"ado en los escritos freudianos, es empleado en ocasiones para nom&rar el “estadio fálico”% momento particular del desarrollo de la sexualidad infantil durante el cual culmina el complejo de castración. reud utili"a con más frecuencia el t0rmino “pene” cada ve" que tiene que designar la parte amena"ada del cuerpo del varón y ausente del cuerpo de la mujer. En el capítulo anterior, dedicado a la castración, se dejó en suspenso esta distinción peneGfalo y se mantuvo #en pos de una mayor claridad# el voca&ulario freudiano. ue acques acan quien elevó el voca&lo “falo” al rango de concepto analítico y reservó el voca&lo “pene” para denominar sólo el órgano anatómico masculino. =o o&stante, en muc!as ocasiones, reud ya !a&ía es&o"ado esta diferencia que acan se esfor"ará por acentuar, mostrando !asta qu0 punto la referencia al falo es preponderante en la teoría freudiana. Es así como acan puede escri&ir* “Este es un !ec!o verdaderamente esencial @...A cualquiera sea el reordenamiento que 9reud: !aya introducido en su teori"ación @...A la prevalencia del centro fálico nunca fue modi)cada.” a primacía del falo no de&e ser confundida con una supuesta primacía del pene. +uando reud insiste en el carácter exclusivamente masculino de la li&ido, de lo que se trata no es de li&ido peniana sino de li&ido fálica. Es decir que el elemento organi"ador de la sexualidad !umana no es el órgano genital masculino sino la representación construida so&re esta parte anatómica del cuerpo del !om&re. a preponderancia del falo signi)ca que la evolución sexual infantil y adulta se ordena seg5n la presencia o ausencia de este pene imaginario # denominado falo# en el mundo de los !umanos. acan sistemati"ará la dial0ctica de la presencia y de la ausencia en torno al falo a trav0s de los conceptos de falta y de signi)cante. N(ero qu0 es el faloO 'i retomamos la totalidad del proceso de la castración tal como fue estudiado en el varón y en la niña, podemos deducir que el o&jeto central en torno al cual se organi"a el complejo de castración no es, a decir verdad, el órgano anatómico peniano sino su representación. o que el niño perci&e como el atri&uto poseído por algunos y ausente en otros no es el pene sino su representación psíquica, ya sea &ajo la forma imaginaria o &ajo la forma sim&ólica. $a&laremos entonces de falo imaginario y de falo sim&ólico. 1alo imaginario. a forma imaginaria del pene, o falo imaginario, es la representación psíquica inconsciente que resulta de tres factores* anatómico, li&idinal y fantasmático. /nte todo, el factor anatómico, que resulta del carácter físicamente prominente de este ap0ndice del cuerpo y que con)ere al pene una fuerte pregnancia, a un tiempo táctil y visual. Es la “&uena forma” peniana la que se impone a la percepción del niño &ajo la alternativa de una parte presente o ausente del cuerpo. uego, segundo factor, la intensa carga li&idinal acumulada en esta región peniana y que suscita los frecuentes tocamientos autoeróticos del niño. B para )nali"ar, el tercer factor, fantasmático, ligado a la angustia provocada por el fantasma de que dic!o órgano podría ser alguna ve" mutilado. / partir de todo esto se !ace fácilmente comprensi&le el !ec!o de que el t0rmino “pene” #voca&lo anatómico# resulte impropio para designar esta entidad imaginaria creada por la &uena forma de un órgano pregnante, el intenso amor narcisista que el niño le con)ere y la inquietud extrema de verlo desaparecer. En suma, el pene, en su realidad anatómica, no forma parte del campo del psicoanálisis% sólo entra en este campo en tanto atri&uto imaginarioA #falo imaginario# con el cual están
provistos solamente algunos seres.
genital sino referidos al siguiente !ec!o esencial de la vida li&idinal, a sa&er* las satisfacciones resultan siempre insu)cientes respecto del mito del goce incestuoso. El signi)cante fálico es el límite que separa el mundo de la sexualidad siempre insatisfec!a del mundo del goce que se supone a&soluto. /5n existe una tercera acepción del falo sim&ólico, pero está implicada de modo tan directo en la teoría lacaniana de la castración que tendremos que repasar previaGmente sus puntos fundamentales. /nte todo, recordemos que distinguimos el pene real delfalo imaginario, y 0ste 5ltimo del falo simbólico en sus dos estatutos, el de ser un o&jeto sustitui&le entre otros y el de ser #fuera de esos o&jetos# el referente que garanti"a la operación misma de su sustitución. *l (alo es el signi,cante de la ley. En la concepción lacaniana la castración no se de)ne tan sólo por la amena"a que provoca la angustia del niño, ni por la constatación de una falta que origina la envidia del pene de la niña% se de)ne, fundamentalmente, por la separación entre la madre y el !ijo. (ara acan la castración es el corte producido por un acto que secciona y disocia el vínculo imaginario y narcisista entre la madre y el niño. +omo ya !emos visto, la madre en tanto mujer coloca al niño en el lugar de falo imaginario, y a su ve" el niño se identi)ca con este lugar para colmar el deseo materno. El deseo de la madre, como el de toda mujer, es el de tener el falo. El niño, entonces, se identi)ca como si fuera 0l mismo ese falo, el mismo falo que la madre desea desde que entró en el Edipo. /sí, el niño se aloja en la parte faltante del deseo insatisfec!o del Rtro materno. 8e este modo se esta&lece una relación imaginaria consolidada, entre una madre que cree tener el falo y el niño que cree serlo. (or lo tanto, a diferencia de lo que !a&ríamos enunciado con reud, el acto castrador no recae exclusivamente so&re el niño sino so&re el vínculo madreGniño. (or lo general, el agente de esta operación de corte es el padre, quien representa la ley de pro!i&ición del incesto. /l recordar a la madre que no puede reintegrar el !ijo a su vientre, y al recordar al niño que no puede poseer a su madre, el padre castra a la madre de toda pretensión de tener el falo y al mismo tiempo castra al niño de toda pretensión de ser el falo para la madre. a pala&ra paterna que encarna la ley sim&ólica reali"a entonces una do&le castración* castrar al Rtro materno de tener el falo y castrar al niño de ser el falo. / )n de acentuar mejor la distinción entre la teoría lacaniana de la castración y del falo, y las tesis freudianas, su&rayemos que en acan* #la castración es más un acto de corte que una amena"a o una envidia% #este acto recae más &ien so&re un vínculo que so&re una persona% #este acto apunta a un o&jeto* el falo imaginario, o&jeto deseado por la madre con el cual el niño se identi)ca% #el acto de castración, aun cuando es asumido por el padre, no es en realidad la acción de una persona física sino la operación sim&ólica de la pala&ra paterna. El acto de la castración o&ra por la ley a la cual el padre mismo, como sujeto, está inexora&lemente sometido. ;adre, padre, !ijo, todos ellos están 'ujetos al orden sim&ólico que asigna a cada uno su lugar de)nido e impone un límite a su goce. (ara acan, el agente de la castración es la efectuación en todas sus variantes de esta ley impersonal, estructurada como un lenguaje y profundamente inconsciente. >na prue&a a atravesar, un o&stáculo a franquear, una decisión a tomar, un examen a apro&ar, etc0tera, son todos desafíos de la vida cotidiana que reactuali"an #sin que el sujeto tenga conciencia de ello y al precio de una p0rdida# la fuer"a separadora de un límite sim&ólico. 'e !ace comprensi&le entonces el sentido de la fórmula
lacaniana* la castración es sim&ólica y su o&jeto imaginario. Es decir que es la ley que rompe la ilusión de todo ser !umano de creerse poseedor o de identi)carse con una omnipotencia imaginaria. /!ora podemos conce&ir la tercera acepción del falo sim&ólico en tanto asimilado por acan a la ley misma en su e)cacia interdictora del incesto y separadora del vínculo madreGniño. =os encontramos, entonces, ante una singular paradoja* el mismo falo es, en tanto imaginario, el objeto al cual apunta la castración y, en tanto sim&ólico, elcorte que opera la castración. a di)cultad para despejar con claridad la teoría lacaniana del falo proviene justamente de estas m5ltiples funciones encarnadas por el falo. El pene real, por estar investido, sólo existe como falo imaginario% a su ve" el falo imaginario, por ser intercam&ia&le, sólo existe como falo sim&ólico% y )nalmente el falo sim&ólico, por ser signi)cante del deseo, se confunde con la ley separadora de la castración.
1ragmentos de las o%ras de S. 1reud " de J. 3acan so%re el /alo. 'elección &i&liográ)ca so&re el falo.
1reud. *l (alo es un obeto separable y sustituible. El pene queda así reconocido como algo separa&le del cuerpo y relacionado, por analogía, con el excremento, primer tro"o de nuestro cuerpo al cual tuvimos que renunciar @121SA. ... no sólo en los órganos genitales sit5a 9el niño: la fuente del placer que espera, sino que otras partes de su cuerpo aspiran en 0l a esa misma sensi&ilidad, procuran sensaciones de placer análogas y de este modo pueden jugar el rol de órganos genitales @121SA.
3acan. *l (alo es un patrón simbólico. El falo en la doctrina freudiana no es una fantasía, si !ay que entender por ello un efecto imaginario. =o es tampoco como tal un o&jeto @parcial, interno, &ueno, malo, etc0tera...A en la medida en que ese t0rmino tiende a apreciar la realidad interesada en una relación. ;enos a5n es el órgano, pene o clítoris que sim&oli"a. ... (ues el falo es un signi)cante @...A, el signi)cante destinado a designar en su conjunto los efectos del signi)cado. *l (alo es el signi,cante del deseo. B en primer lugar, Npor qu0 !a&lar de falo y no de peneO Es que no se trata de una forma o de una imagen o de una fantasía, sino de un signi)cante, el signi)cante del deseo. 8e !ec!o lo que !ay que reconocer es la función del falo, no como objeto, sino como signi)cante del deseo, en todos sus avatares. *l (alo simbólico e)uivale a la ley. a metáfora paterna act5a en sí por cuanto la primacía del falo es instaurada en el orden de la cultura. *l ni"o es el (alo imaginario del deseo de la madre.
En la relación primordial con la madre 9el niño: !ace la experiencia de lo que a 0sta le falta* el falo @...A Entonces se esfuer"a por satisfacer 9en ella: ese deseo imposi&le de colmar en una dial0ctica muy particular de señuelo, por ejemplo en actividades de seducción, ordenadas todas ellas en torno al falo 9sim&ólico: presenteGausente. En un primer tiempo, el niño está en relación con el deseo de la madre, es deseo de deseo. El o&jeto de ese deseo es el falo, o&jeto metonímico, esencialmente en cuanto circulará por todas partes en el signi)cado* es en la madre donde se planteará la cuestión del falo y donde el niño de&e descu&rirla. 'i el deseo de la madre es el falo, el niño quiere ser el falo para satisfacerlo. *l ni"o es castrado de -ser el (alo. ... la solución del pro&lema de la castración no está en el dilema* tenerlo o no tenerlo% el sujeto de&e primero reconocer que no lo es. 'ólo a partir de aquí, sea !om&re o mujer, podrá normali"ar su posición natural. /i el ni"o es castrado de -ser el (alo# puede entonces tener el (alo bao la (orma del intercambio simbólico. El falo tiene en efecto una función de equivalencia en la relación con el o&jeto* es en proporción con cierta renuncia al falo como el sujeto entra en posesión de la pluralidad de los o&jetos que caracteri"an al mundo !umano. &a castración es simbólica# su obeto imaginario. a castración, en tanto se la encuentra en la g0nesis de una neurosis, no es jamás real sino sim&ólica y recae so&re un o&jeto imaginario. *l (alo imaginario es una imagen en negativo# un aguero en la imagen del otro. ... el falo, o sea la imagen del pene, es negatividad en su lugar en la imagen especular 9del otro:.
El concepto de N25$6S6S74 Sylvia Le oulic!et a referencia al mito de =arciso, que evoca el amor orientado a la imagen de uno mismo, podría !acer creer que semejante amor sería totalmente independiente de las pulsiones sexuales tal como reud las puso de mani)esto. /!ora &ien, en el campo del psicoanálisis el concepto de narcisismo representa, por el contrario, un modo particular de relación con la sexualidad. / )n de exponer el concepto de narcisismo, seguiremos la evolución de dic!a noción a trav0s de los tra&ajos sucesivos de reud y de acan. =o vamos a esta&lecer en su totalidad las referencias en estos dos autores, sino que intentaremos despejar las líneas centrales que sit5an la comprensión del concepto. ;ediante el montaje de un esquema propuesto por . 8. =asio podremos sostener a lo largo del texto los principales desarrollos teóricos. El concepto de narcisismo en 1reud. En 1424, $avelocT Ellis !ace una primera alusión al mito de =arciso a propósito de las mujeres cautivadas por su imagen en el espejo. (ero es (aul =UcTe quien, en 1422, introduce por primera ve" el t0rmino “narcisismo” en el campo de la psiquiatría. +on este t0rmino designa un estado de amor por uno mismo que constituiría una nueva categoría de perversión. /!ora &ien, en esta 0poca reud se plantea&a la pregunta de la “elección de la neurosis-* Npor qu0 se vuelve uno o&sesivo y no !ist0ricoO En ese momento, explica&a la elección seg5n la edad en la que so&revino el trauma. $a&rá que esperar !asta 1213 para que reud, en reacción a las desviaciones de algunos de sus discípulos, se vea llevado a precisar su posición so&re el narcisismo. +ritica de modo radical las tesis de ung* en efecto, el estudio de las psicosis !a&ía conducido a este 5ltimo a ampliar la noción de li&ido !asta !acerle perder todo carácter propiamente sexual. /l mismo tiempo, se opone a 'adger con respecto a la cuestión del narcisismo en la !omosexualidad. En am&os casos, reud sostiene que un uso incorrecto de la noción de narcisismo podría desviar la investigación psicoanalítica, al su&estimar la función de las pulsiones sexuales cuya preponderancia recuerda una ve" más. inalmente, estos de&ates lo conducen a ela&orar una verdadera teoría del narcisismo. 'i reunimos todos los postulados de reud so&re el narcisismo, descu&riremos algunas contradicciones de&idas en parte a las sucesivas reformulaciones de la teoría. En lugar de seguir la evolución a lo largo de los textos, nuestro intento radicará más &ien en despejar las grandes líneas de la ela&oración freudiana. Es en 1211 cuando reud, con ocasión de su estudio so&re la psicosis del presidente 'c!re&er, plantea por primera ve" el narcisismo como un estadio normal de la evolución de la li&ido. 6ecordemos que con el t0rmino “li&ido” reud designa la energía sexual que parte del cuerpo e inviste los o&jetos. Narcisismo primario " narcisismo secundario. reud distingue dos narcisismos, primario y secundario, que vamos a a&ordar de modo sucesivo. En 121K, reud, en su artículo dedicado a la “introducción” al narcisismo, de)ne el
narcisismo primario como un estado que no se puede o&servar de modo directo pero cuya !ipótesis !ay que plantear por un ra"onamiento deductivo. En un principio no existe una unidad compara&le al yo, 0ste sólo se desarrolla de modo progresivo. El primer modo de satisfacción de la li&ido sería el autoerotismo, es decir el placer que un órgano o&tiene de sí mismo% las pulsiones parciales &uscan, independientemente una de la otra, satisfacerse en el propio cuerpo. Este es, para reud, el tipo de satisfacción que caracteri"a al narcisismo primario, cuando el yo en tanto tal a5n no se constituyó. En ese entonces, los o&jetos investidos por las pulsiones son las propias partes del cuerpo @ "gura #A.
En 121K, reud pone el acento en la posición de los padres en la constitución del narcisismo primario* “El amor parental 9!acia su !ijo: @...A no es más que una resurrección del narcisismo de los padres”, escri&e. 'e produce una “reviviscencia”, una “reproducción” del narcisismo de los padres, quienes atri&uyen al niño todas las perfecciones, proyectan en 0l todos los sueños a los cuales ellos mismos !u&ieron de renunciar. “'u ;ajestad el ?e&0” reali"ará “los sueños de deseo que los padres no reali"aron”, asegurando de este modo la inmortalidad del yo de los padres. 8e alguna forma, el narcisismo primario representa un espacio de omnipotencia que se crea en la con7uencia del narcisismo naciente del niño y el narcisismo renaciente de los padres. En este espacio vendrían a inscri&irse las imágenes y las pala&ras de los padres, a la manera de los votos que, siguiendo la imagen de ranVois (errier, pronuncian las &uenas y las malas !adas so&re la cuna del niño.
'ituemos a!ora el narcisismo secundario, que corresponde al narcisismo del yo% para que se constituya el narcisismo secundario es preciso que se produ"ca un movimiento por el cual el investimiento de los o&jetos retorna e inviste al yo. (or lo tanto, el pasaje al narcisismo secundario supone dos movimientos que podemos seguir en el siguiente esquema @"gura $A*
a G 'eg5n reud, el sujeto concentra so&re un o&jeto sus pulsiones sexuales parciales “que !asta entonces actua&an &ajo el modo autoerótico”% la li&ido inviste el o&jeto, mientras la primacía de las "onas genitales a5n no se !a instaurado. & G ;ás tarde estos investimientos retornan so&re el yo. a li&ido, entonces, toma al yo como o&jeto. N(or qu0 sale el niño del narcisismo primarioO El niño sale de ese estadio cuando su yo se encuentra confrontado a un ideal con el cual de&e medirse, ideal que se formó en su exterior y que desde allí le es impuesto. En efecto, de a poco el niño va siendo sometido a las exigencias del mundo que lo rodea, exigencias que se traducen sim&ólicamente a trav0s del lenguaje. 'u madre le !a&la, pero tam&i0n se dirige a otros. El niño comprende entonces que ella tam&i0n desea fuera de 0l y que 0l no es todo para ella% 0sta es la !erida in7igida al narcisismo primario del niño. 8e allí en más, el o&jetivo será !acerse amar por el otro, complacerlo para reconquistar su amor, pero esto sólo se puede !acer satisfaciendo ciertas exigencias, las del ideal del yo. En reud este concepto designa las representaciones culturales, sociales, los imperativos 0ticos, tal como son transmitidos por los padres. (ara reud, el desarrollo del yo consiste en alejarse del narcisismo primario. En realidad el yo “aspira intensamente” a reencontrarlo, y por eso, para volver a ganar el amor y la perfección narcisista, pasará por la mediación del ideal del yo. o que se perdió es la inmediate" del
amor. ;ientras que con el narcisismo primario el otro era uno mismo, a!ora uno sólo se puede experimentar a trav0s del otro. (ero el elemento más importante que viene a pertur&ar el narcisismo primario no es otro que el -complejo de castración”. ;ediante este complejo se opera el reconocimiento de una incompletud que va a suscitar el deseo de reencontrar la perfección narcisista. 6magen del "o " o%jeto se8ual. El &osquejo del narcisismo que aca&amos de presentar incluye una imagen del o&jeto y una imagen del yo% a!ora vamos a considerar dic!as imágenes en su relación con el investimiento sexual.
@"gura %A. (odemos así representamos con el yo como una ce&olla formada por distintas capas de identi)cación al otro.
En suma, el narcisismo secundario se de)ne como el investimiento li&idinal @sexualA de la imagen del yo, estando esta imagen constituida por las identi)caciones del yo a las imágenes de los o&jetos. Neurosis narcisistas " estancamientos de la li%ido. En su artículo de 121K, reud intentó responder, a partir de su teoría del narcisismo, a la pregunta de la elección de la enfermedad* Npor qu0 se vuelve uno !ist0rico, por ejemplo, y no paranoicoO lega a la conclusión de que el neurótico mantiene una relación erótica con los o&jetos por la mediación de los fantasmas, mientras que en los casos de demencia preco" y de esqui"ofrenia @afecciones que reud denomina “neurosis narcisistas”A, los sujetos retiraron “realmente” su li&ido de las personas y del mundo exterior. En am&as enfermedades narcisistas se produce una retracción de la li&ido con la cual esta&a investido el o&jeto. /sí, toda la li&ido es acumulada por el yo donde se estanca, a la ve" que el o&jeto se separa del mismo. El corte con el o&jeto es correlativo a una detención de la circulación de la li&ido. (odemos representar este corte en el esquema @ "gura &A*
/claremos que, seg5n reud, tam&i0n el neurótico a&andona la relación con la realidad% pero su li&ido permanece ligada en el fantasma a determinadas partes del o&jeto* “W !an sustituido los o&jetos reales por otros imaginarios, o los !an me"clado con ellos.” En ese mismo artículo de 121K, reud descri&e otras formas de “estancamiento de la li&ido”, que representan otras tantas vías que posi&ilitan el a&ordaje de la cuestión del narcisismo* se trata de la enfermedad orgánica y de la !ipocondría. En la enfermedad orgánica el enfermo retira regularmente todo su “inter0s li&idinal” del mundo exterior y de sus o&jetos de amor, al tiempo que se opera un repliegue de la li&ido so&re su yo. (ara ilustrarlo, reud cita una frase sumamente elocuente de X. ?usc!, a propósito del dolor de muelas del poeta* “+oncentrándose está su alma en el estrec!o !oyo de su molar.” +uando se reali"a semejante so&reinvestimiento narcisista so&re “la representación psíquica del lugar doloroso 9del cuerpo:”, la li&ido deja de circular B reud demuestra que en este caso resulta imposi&le diferenciar la li&ido del inter0s del yo. a modi)cación de la li&ido se muestra en un todo semejante en el caso de la !ipocondría, en donde efectivaGmente no es determinante que la enfermedad sea real o imaginaria. El !ipocondríaco inviste una "ona de su cuerpo que adquiere el valor de órgano sexual en estado de excitación% puesto que la erogeneidad es una propiedad general de todos los órganos, cualquier parte del cuerpo puede ser investida como un órgano genital dolorosamente sensi&le. B tam&i0n en este caso la li&ido deja de circular. reud descri&e así dos con)guraciones en las cuales el narcisismo se encuentra de alguna manera cristali"ado% sin que el corte con el o&jeto sea total, am&as instalan un “repliegue narcisista” que detiene el movimiento del deseo. $a&iendo tra"ado de este modo las grandes líneas que se deducen de los textos freudianos, vamos a ver a!ora cómo retoma y prosigue acan la ela&oración del concepto de narcisismo.
El concepto de narcisismo en 3acan.
Primer per*odo )9;< = 9>;+. os primeros textos de acques acan a&ordan la cuestión del narcisismo a partir del estudio de la paranoia. En 12IH, con ocasión de su investigación so&re el caso /im0, se apoya en la noción freudiana de “elección de o&jeto narcisista”, como así tam&i0n en un artículo de 12HH, en el cual reud se dedica al análisis de los mecanismos neuróticos de los celos, la paranoia y la !omosexualidad. 6ecordemos que /im0e, despu0s de !a&er intentado asesinar a una actri" c0le&re, fue internada en el !ospital 'ainteG/nne. En ese momento la conoce acan. 8e la o&servación surge que en el caso de /im0e la li&ido !a&ía quedado )jada a la imagen de su !ermana* sólo se ve a sí misma en la imagen de su !ermana. B este o&jeto adorado se presenta simultáneamente como un o&jeto invasor y persecutorio* existe en /im0e un amor apasionado por la imagen del perseguidor, que se acompaña de una verdadera negación de sí misma. (ara acan, la !ostilidad de /im0e !acia su !ermana fue despla"ada a otras mujeres, y la tentativa de asesinato de la actri" corresponde a una reacción defensiva contra la intrusión invasora del o&jeto adorado. 'emejante reacción se vuelve inteligi&le al o&servar que para todo sujeto narcisismo y agresividad son correlativos y contemporáneos en el momento de la formación del yo. En efecto, puesto que el yo se forma a partir de la imagen del otro, se produce una tensión cuando el sujeto ve su propio cuerpo en la imagen del otro* perci&e su propia perfección reaGlisada en el otro, y sin em&argo este 5ltimo sigue siendo exterior. En el caso de /im0e, que !a&ía quedado cristali"ada y cautivada en la imagen de su !ermana, se !a&ía vuelto imprescindi&le suprimir esta imagen para que la tensión cesara y la li&ido retornara al yo. En efecto, la referencia al ideal del yo parece estar ausente en /im0e% nada viene a regular y mediati"ar su relación imaginaria con el otro. (or lo tanto, fue el estudio de la paranoia lo que llevó a acan a esclarecer y profundi"ar los procesos fundamentales de la formación del yo. a prosecución de estas investigaciones lo conducirá, en 12IM, a la teoría del “estadio del espejo” el cual, entonces, representa el nacimiento mismo del yo. (resentaremos sus características en forma resumida. El yo está ligado a la imagen del propio cuerpo. El niño ve su imagen total re7ejada en el espejo, pero !ay una discordancia entre esta visión glo&al de la forma de su cuerpo, que precipita la formación del yo, y el estado de dependencia y de impotencia motri" en que se encuentra en realidad. En este momento, acan pone el acento en la prematuración, en la condición de impotencia del niño, que sería la ra"ón de una tal alienación imaginaria en el espejo. ;uestra cómo el niño anticipa, a trav0s de esta experiencia, el dominio de su cuerpo* mientras que !asta ese instante se experimenta&a como cuerpo fragmentado, a!ora se encuentra cautivado, fascinado por esta imagen del espejo y siente j5&ilo. (ero 0sta es una imagen ideal de sí mismo que nunca podrá alcan"ar. El niño se identi)ca con esta imagen y se coagula entonces en una “estatura”. 'e toma por la imagen y concluye “la imagen soy yo”, aunque esta imagen se sit5e afuera, sea exterior a 0l. / esto acan lo denomina identi)cación primordial con una imagen ideal de sí mismo. /nteriormente !a&lamos de la formación del yo en referencia a la imagen del semejante% decíamos que el yo se forma por la imagen del otro. En realidad, el otro representa tam&i0n un espejo* aG En un primer momento, el niño rivali"a con su propia imagen en el espejo. (ero )nalmente es la 5nica ve", fugitiva, que ve verdaderamente su imagen total.
&G Esta identi)cación prepara la identi)cación con el semejante, en el curso de la cual el niño va a rivali"ar con la imagen del otro. /quí, es el otro quien posee su imagen, el cuerpo del otro es su imagen. a imagen en el espejo y la imagen en el semejante ocupan el mismo lugar en el esquema, &ajo la forma de un “yo ideal” @ "gura 'A. 'A.
/ lo largo de este período, que va de 12IH a 12LI, acan ela&ora su teoría del narcisismo a trav0 trav0s s de sus inves investig tigac acion iones es so&r so&re e la para paranoi noia, a, la form formac ación ión del del yo y la agres agresivi ividad dad.. inalmente formula varias proposiciones novedosas* aG El yo qued queda a reduc educido ido al nar narcisi cisism smo* o* en ning ning5n 5n caso caso es asim asimil ila& a&le le a un suje sujeto to del del conocimiento en el marco del sistema “percepción G conciencia”. El yo no es más que esta captación imaginaria que caracteri"a al narcisismo. &G El estadio del espejo está u&icado en el nacimiento mismo del yo. / )n de diferencia diferenciarr los t0rminos t0rminos franceses franceses moi @pronom&re moi @pronom&re personal de la primera persona singul singular ar%% corr corresp espon onde de al -yo -yo” de la segund segunda a tópica tópica freud freudian ianaA aA y je @tam&i0n pronom&re pronom&re personal de la primera persona singular, pero que sólo puede cumplir en la frase la función de sujeto, corresponde al sujeto del inconsciente de la teoría lacanianaA se seguirá el siguiente criterio* moi P moi P yo% je P je P yo(je)* moi+je P moi+je P yo(moi+je). En (moi+je). En los casos en que puedan prestarse a confusión se indicará tam&i0n entre corc!etes yo (moi)* 9F.: (moi)* 9F.:
cG =arcisismo y agresividad se constituyen en un 5nico tiempo, que sería el de la formación del yo en la imagen del otro. En cuanto a reud, en su artículo de 12HH, los situa&a en dos tiempos diferentes* primero agresividad, luego conversión en amor por medio de la elección de o&jeto narcisista.
dG (ara )nali"ar, a partir del estudio de la paranoia, acan retiene un aspecto esencial que considera como un rasgo universal* el yo tiene una estructura paranoica, es un lugar de desconocimiento% es decir que yo no recono"co lo que está en mí, lo veo fuera en el otro @como lo muestra de modo notorio el análisis de la proyección en los celosA.
Segundo per*odo )9>; = 9?@+. / lo largo de este período acan va a insistir en l a primacía de lo sim&ólico. 0magen y deseo. / lo largo del Seminario # so&re # so&reLos escritos tcnicos de -reud, -reud , acan prosigue una re7exión so&re la cuestión de la relación con el semejante. 8ada la identi)cación narcisista con el otro, el niño se encuentra fascinado, capturado por la imagen del otro que encarna una posición de dominio. 'upongamos que vea a su !ermanito mamando del seno de la madre* es en esta imagen del otro, entonces, donde el niño se va a reconocer, donde va a perci&ir su propio deseo. Es porque se identi)ca con este otro que su deseo aparece como el deseo del otro. B ante todo quiere estar en el lugar del otro. (ara acan, el !om&re se experimenta como cuerpo, como forma del cuerpo, en un movimiento &ascular, de intercam&io con el otro. Ba que en el sujeto !umano el primer impulso del apetito y del deseo pasa por la mediación de una forma que ve proyectada, exterior a 0l, en su propio re7ejo primero, luego en el otro. Es el deseo originario, confuso, que se expresa en el vagido del niño, el que 0ste aprende luego a reconocer invertido en el otro. /sí, la imagen narcisista constituye una de las condiciones de la aparición del deseo y de su reconocimiento. a imagen del cuerpo “es el anillo, el gollete, por el cual el !a" confuso del deseo y las necesidades !a&rá de pasar...“ &a mediación del ideal del yo.
G
El yo tien tiene e su su ori orige gen n en en el el esp espej ejo% o%
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El ot otro es es un un es espejo%
G
o que sosti sostiene ene el narcis narcisism ismo o es el orden orden del del lenguaje lenguaje,, orden orden sim&óli sim&ólico, co, al organ organi"a i"arr una mediación entre el yo y el semejante.
inalmente, Npara qu0 sirven las imágenesO El mundo sim&ólico preexiste al sujeto, ya está allí% no o&stante los sím&olos, para revelarse, de&en pasar por el soporte corporal. o que sucede en el nivel sim&ólico le sucede a seres vivos. (ara (ara que se produ"ca produ"ca una inserción de la realidad sim&ólica @el lenguaje, la ley...A ley...A en la realidad realidad del sujeto son indispensa&les el yo y la relación imaginaria con el otro. En 12LL, en el Seminario so&re so&re el yo, acan retoma la cuestión del narcisismo* para que se esta&le"ca una relación con el o&jeto del deseo, es preciso que !aya relación narcisista narcisista del yo con el otro. El narcisismo representa la condición necesaria para que los deseos de los otros se inscri&an, o para que los signi)cantes se inscri&an. a siguiente sería, entre otras, una de)nición posi&le del signi)cante* un elemento de una cadena lingYística donde se inscri&e el deseo del otro. B la imagen del cuerpo proporciona el marco de las inscripciones signi)cantes del deseo del otro. a imagen del cuerpo representa el primer lugar de captación de los signi) signi)ca cante ntes, s, y so&r so&re e todo todo de los signi)ca signi)cante ntes s de la madr madre. e. a form forma a en que 0stos 0stos se inscri&en, y en particular la sucesión sucesión de las identi)caciones, identi)caciones, determina determina los modos modos seg5n los cuales se darán las 7uctuaciones de la li&ido. 8e !ec!o, la imagen del otro aparece a!ora como fragmentaria* lo que el sujeto inviste son series de imágenes, un conjunto de rasgos. Existe para cada sujeto una serie de signi)cantes privilegiados, privilegiados, una serie de elementos donde se inscri&e el deseo del otro, y estos signi)cantes van a revelársele en la relación imaginaria con el semejante.
8urante este período acan se dedica en particular a la cuestión de lo real% en lo concerniente al narcisismo a&orda principalmente las relaciones de la imagen y de la pulsión @principalmente en los seminarios so&re la Fransferencia, la Qdenti)cación, los +uatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, y luego en “'u&versión del sujeto y dial0ctica del deseo”A. En las consideraciones que siguen tomaremos como principal punto de apoyo el 'eminario de . 8. =asio de los años 124L y 124M , La douleir inconsciente y Le regard en psyc!analyse. acan retoma la dial0ctica del estadio del espejo y o&serva que la visión de la imagen en el otro no &asta, por sí sola, para constituir la imagen del propio cuerpo% de lo contrario [el ciego carecería de yo\ o importante para que la imagen se consolide es la existencia de un agujero en dic!a imagen* puedo ver mi imagen en el espejo, pero lo que no puedo ver es mi propia mirada. +orrelativamente, la imagen que el otro me devuelve no es completa, está agujereada ya que tam&i0n el otro es un ser pulsional. +onsideremos estos elementos en relación con la fase del espejo. +uando el niño ve su propia imagen, se vuelve !acia la madre% !ay aquí dos aspectos fundamentales* G
(or una parte, espera de ella un signo, un asentimiento, un “sí”% apela a la madre en su dimensión sim&ólica, aquella que nom&ra, que a5na en la nominación%
G
(or otra parte, ve que la madre lo mira* perci&e la mirada, el deseo de la madre% se ve confrontado entonces a la madre pulsional, la que es faltante y por lo tanto deseante.
(uesto que el otro es pulsional, su&siste un agujero en su perfección, un &lanco o una manc!a en su imagen. (or lo tanto existe li&ido que no está recu&ierta por la imagen, resta una parte sexual que agujerea la imagen. Ese agujero en la imagen es lo que acan denomina G ^ _ ) G @falo imaginarioA. /nte este agujero surge la angustia. (or lo tanto, la imagen contiene siempre una parte real, es decir, una parte de lo sexual que ella no recu&re. B so&re este agujero vienen a u&icarse los o&jetos pulsionales, so&re este agujero en la imagen viene a alojarse el o&jeto a, causa del deseo. 6etomemos el esquema @"gura 3A*
El o&jeto de la pulsión jamás se presenta desnudo, tiene que estar velado por imágenes. a relación del sujeto con la pulsión jamás aparece sin que existan imágenes devueltas por el semejante. inalmente, el narcisismo viene a dar su vestidura al o&jeto pulsional, lo envuelve #acan escri&e esto así* i (a). En el esquema u&icamos la letraa en el agujero de la imagen, y a i (a) envolvi0ndola. (or lo tanto el yo, el narcisismo, está compuesto por un conjunto de imágenes investidas que circulan en derredor de una falta% se trata de un montaje en torno a un agujero. Este agujero real representa la causa del montaje del narcisismo, y las imágenes investidas permiten soportar a esta a&ertura. (ero es preciso o&servar desde un comien"o que este agujero real está redo&lado por otro agujero, in!erente al mundo sim&ólico. $ay una relación de redo&lamiento entre dos faltas. El Rtro, a el gran Rtro del lenguaje, tesoro de los signi)cantes, se muestra igualmente agujereado* el Rtro es incapa" de dar al niño un signi)cante adecuado, un signi)cante que lo satisfaga. Ejempli)qu0moslo* la madre puede decir “eres lindo”, “eres mi niñito”, etc0tera, pero sigue siendo imposi&le de decir un signi)cante que por sí mismo lo signi)que todo entero en su ser. 8esde un comien"o aparece una falta en el campo del lenguaje, causando el relan"amiento de la pala&ra y del deseo cuando 0ste se superpone al agujero pulsional.
!acia la la&or analítica y !acia la modi)cación de su estado”. 8ic!o de otra manera, el amor, que siempre incluye una parte de narcisismo, constituye un movimiento necesario para la instauración de la transferencia, a condición de no cristali"ar una relación de “masa de dos”. as imágenes investidas narcisísticamente no de&en detener el movimiento de la li&ido, sino tan sólo canali"arlo. En cuanto a acan, su posición va evolucionando a trav0s de los tres períodos que fueron presentados* En 12IM, cuando acan tra&aja la cuestión del narcisismo a partir del estadio del espejo, en su concepción de la transferencia el yo del analista ocupa, precisaGmente, el lugar de un espejo. B so&re este espejo, so&re esta pantalla virgen, el paciente de&e reconstituir su propia imagen a medida que va formulando aquello de lo que sufre. En efecto, el paciente ignora todo acerca de los ;ovimiento de ida y vuelta entre la imagen del yo agujereado y la imagen del otro agujereado elementos de la imagen que lo !ace actuar y que determina su síntoma% es por esto que el analista le comunica “el destino de esta imagen”. / partir de 12LI, momento en que se plantea la primacía de lo sim&ólico, acan va a darse cuenta de que semejante procedimiento descansa so&re un dominio narcisista ilusorio. /!ora el yo aparece como un puro lugar de desconocimiento y de alienación* constituye un conjunto de certidum&res y de creencias con las cuales el individuo se ciega. En consecuencia, el yo del analista de&e ausentarse totalmente a )n de dar lugar a los efectos del lenguaje. B aquello que el analista comunica pasa a ser menos importante que “el lugar desde donde responde”, es decir, desde el lugar del Rtro, lugar del lenguaje. inalmente, a partir de 12MK, nuevamente aparece la necesidad de apoyarse en las imágenes para que el deseo circule. /l mismo tiempo, la presencia corporal del analista vuelve a ser un lugar de anclaje necesario. (ero el yo del analista, aunque presente, ya no se ofrece como una super)cie lisa, está agujereado* el anali"ante se concentra en las imágenes, se aferra a i (a), y progresivamente ve el o&jeto a, el o&jeto de su deseo, desprenderse de ellas. / )n de que los movimientos pulsionales dejen de coagularse en las imágenes, y a )n de que se profundice la &rec!a entre las imágenes y los o&jetos de deseo, el yo del analista se presenta &ajo la forma de un “canal” agujereado. $e aquí, entonces, presentadas en pocas líneas, las modi)caciones que la teoría del narcisismo pudo aportar a la concepción de la transferencia. B ca&e o&servar que acan parece más próximo a la teoría freudiana en su 5ltima formulación so&re la relación entre el narcisismo y la transferencia. (odemos pensar que la evolución de la teoría de acan respecto al lugar del yo en la cura evoca parcialmente la propia trayectoria del yo a lo largo de la cura. El psicoanálisis no le resta importancia al yo* apunta, entre otros )nes, a la fragmentación de una imagen o de una postura que, en un primer tiempo, se ofrece en un espejismo de perfección. ;ediante la puesta en juego de las a&erturas pulsionales y de los agujeros del discurso, se produce una su&versión de la super)cie yoica que se convierte en un canal laminado de imágenes. El yo, a&ismado por el lenguaje en los círculos de la demanda y del deseo, se fragmenta en peda"os. (ero no se trata de peda"os desordenados, están amarrados al movimiento de relan"amiento del deseo* el proceso analítico trae aparejada una puesta en ór&ita de las imágenes en torno a los o&jetos causa del deseo.
1ragmentos de las o%ras de S. 1reud " de J. 3acan so%re el narcisismo 1reud. El narcisismo primario es un presupuesto teórico necesario. El narcisismo primario del niño por nosotros supuesto, que contiene una de las premisas de nuestras teorías de la li&ido, es más difícil de apre!ender por medio de la o&servación directa que de compro&ar por deducción desde otros puntos @121KA. El narcisismo primario es el estado del "o ,ue contiene toda la li%ido disponi%le . +uanto sa&emos 9de la li&ido: se re)ere al yo, en el que está originalmente acumulada toda la reserva disponi&le de li&ido. / este estado lo denominamos narcisismo a&soluto o primario @...A 8urante toda la vida el yo sigue siendo el gran reservorio del cual emanan las catexias li&idinales !acia los o&jetos y al que se retraen nuevamente, como una masa protoplástica maneja sus seudópodos @12I4A. El narcisismo del niño se constru"e a partir de la reviviscencia del narcisismo de los padres. +onsiderando la actitud de los padres cariñosos con respecto a sus !ijos, !emos de ver en ella una reviviscencia y una reproducción del propio narcisismo, a&andonado muc!o tiempo !a @121KA. El narcisismo secundario es un estadio situado entre el autoerotismo " el v*nculo con el o%jeto. /l principio distinguimos tan sólo la fase del autoerotismo @...A y luego, la síntesis de todos los instintos parciales, para la elección de o&jeto @...A El análisis de las parafrenias nos o&ligó, como es sa&ido, a interpolar entre aquellos elementos un estadio de narcisismo, en el cual !a sido ya efectuada la elección del o&jeto, pero el o&jeto coincide todavía con el propio yo @121IA. El narcicismo secundario se constru"e por el retorno de la li%ido retirada a los o%jetos. ... nos lleva a considerar el narcisismo engendrado por el arrastrar a sí o&jetales, como un narcisismo secundario, superimpuestas a un narcisismo primario encu&ierto por diversas in7uencias @121KA. En el estadio del narcisismo# la li%ido inviste al "o como a un o%jeto se8ual. 8educiremos, pues, que en la paranoia la li&ido li&ertada es acumulada al yo, siendo utili"ada para engrandecerlo. +on ello queda alcan"ado nuevamente el estadio del narcisismo que nos es ya conocido por el estudio de la evolución de la li&ido y en el cual era el propio yo el 5nico o&jeto sexual @1211A. +uando el yo toma los rasgos del o&jeto, se ofrece, por decirlo así, como tal al ello e intenta compensarle la p0rdida experimentada, dici0ndole* “(uedes amarme, pues soy parecido al o&jeto perdido.” @12HIA.
3acan. El "o se origina en la alienación pasional a una imagen.
Esta relación erótica en que el individuo !umano se )ja en una imagen que lo enajena a sí mismo, tal es la energía y tal es la forma en donde toma su origen esa organi"ación pasional a la que llamará su yo. El "o se (ja con odio a la imagen narcisista devuelta por el otro. En efecto, en toda relación narcisista el yo es el otro, y el otro es yo. ... lo que el sujeto encuentra en esa imagen alterada de su cuerpo es el paradigma de todas las formas del parecido que van a aplicar so&re el mundo de los o&jetos un tinte de !ostilidad proyectando en 0l el avatar de la imagen narcisista, que, por el efecto ju&ilatorio de su encuentro en el espejo, se convierte, en el enfrentamiento con el semejante, en el desa!ogo de las más íntima agresividad. Es esta imagen, yo ideal, la que se )ja desde el punto en que el sujeto se detiene como ideal del yo. El niño accede al orden sim%ólico a trav&s del orden imaginario. ... los deseos del niño pasan primero por el otro especular. /llí es donde son apro&ados o rec!a"ados. Esta es la vía por donde el niño aprende el orden sim&ólico y accede a su fundamento* la ley. El sujeto locali"a y reconoce originariamente el deseo por intermedio no sólo de su propia imagen, sino del cuerpo de su semejante. 3a imagen narcisista recu%re el o%jeto del deseo. 'ólo con la vestimenta de la imagen de sí que viene a envolver al o&jeto causa del deseo, suele sostenerse #es la articulación misma del análisis# la relación o&jetal.
El concepto de SBC3672$64N / menudo los psicoanalistas consideraron la su&limación como una noción alejada de su práctica clínica, mal articulada en el seno de la teoría y dotada de un sentido cuya connotación era demasiado general, est0tica, moral o intelectual. En efecto, la utili"ación a&usiva del t0rmino su&limación en el ám&ito siempre am&iguo del psicoanálisis aplicado, sumada al !ec!o de que reud nunca terminó de elucidar verdaderamente dic!o concepto, explican que 0ste !aya sido relegado por diversos autores al rango de una entidad teórica secundaria. =uestra posición es diferente. +reemos, por el contrario, que el concepto de su&limación, si &ien está en el límite del psicoanálisis, constituye sin em&argo un concepto crucial y que sigue siendo una !erramienta teórica fundamental para guiar al psicoanálisis en la dirección de la cura. +rucial, porque está situado en el cruce de distintas ela&oraciones conceptuales tales como la teoría metapsicológica de la pulsión, la teoría dinámica de los mecanismos de defensa del yo y, en especial, la teoría lacaniana de la +osa. (ero es tam&i0n una !erramienta clínica fundamental ya que aun cuando este concepto no es reconoci&le de inmediato en un análisis, su lugar en la escuc!a del clínico es importante para reconocer y puntuar determinadas variaciones del movimiento de la cura. /!ora &ien, más allá de esta do&le importancia conceptual y t0cnica, la noción de su&limación es necesaria para la co!erencia de la teoría freudiana, necesariedad que puede expresarse en la siguiente pregunta* Ncuál es la ra"ón de existir del concepto de su&limaciónO N+uál es su encrucijada teóricaO NDu0 pro&lema en particular viene a solucionarO 6espondemos que la su&limación es la 5nica noción psicoanalítica suscepti&le de explicar el que o&ras creadas por el !om&re #reali"aciones artísticas, cientí)cas e incluso deportivas# alejadas de toda referencia a la vida sexual, sean producidas, no o&stante, gracias a una fuer"a sexual tomada de una fuente sexual. (or lo tanto, las raíces y la savia del proceso de su&limación son pulsionalmente sexuales @pregenitales* orales, anales, fálicasA mientras que el producto de dic!o proceso es una reali"ación no sexual conforme a los ideales más aca&ados de una 0poca dada. En consecuencia, ya desde a!ora podemos a)rmar que el concepto de su&limación responde fundamentalmente a la necesidad de la teoría psicoanalítica de dar cuenta del origen sexual del impulso creador del !om&re. /ca&amos de plantear la su&limación como el medio de transformar y de elevar la energía de las fuer"as sexuales, convirti0ndolas en una fuer"a positiva y creadora. (ero tam&i0n de&emos conce&irla a la inversa, como el medio de atemperar y de atenuar la excesiva intensidad de esas fuer"as. Es en este sentido que reud, desde los inicios de su o&ra, considera la su&limación como una de las defensas del yo contra la irrupción violenta de lo sexual o, como lo escri&iría veinte años más tarde, como uno de los modos de defensa que se oponen a la descarga directa y total de la pulsión. (or lo tanto el concepto de su&limación puede ser considerado seg5n dos puntos de vista complementarios que a5nan los diferentes enfoques freudianos* la su&limación es o &ien la expresión positiva más ela&orada y sociali"ada de la pulsión, o &ien un medio de defensa suscepti&le de atemperar los excesos y los des&ordamientos de la vida pulsional. /&ordaremos los siguientes temas considerando estos dos puntos de vista de manera concomitante* #a su&limación como contrapartida del resurgimiento de un recuerdo sexual intolera&le. #a su&limación como contrapartida del estado pasional en la relación analítica. #a su&limación como contrapartida de la fuer"a desmesurada de la moción pulsional. 8e)nición de una pulsión su&limada.
#a su&limación como la capacidad plástica de la pulsión. #>n ejemplo de su&limación* la curiosidad sexual su&limada en deseo de sa&er. #as dos condiciones del proceso de su&limación* el yo y el ideal del yo del creador. #(resentaremos luego el enfoque lacaniano del concepto de su&limación mediante el comentario de la fórmula* “la su&limación eleva el o&jeto a la dignidad de la +osa.” #En conclusión, resumiremos los rasgos principales de una pulsión su&limada, así como los rasgos especí)cos de una o&ra creada por su&limación. 3a su%limación es una de/ensa contra el recuerdo se8ual intolera%le. En 142S, en las cartas a liess, reud se pregunta por la estructura de la !isteria y descu&re que la causa de esta patología es la voluntad inconsciente del enfermo de olvidar una escena de seducción paterna de carácter sexual. a !ist0rica, para evitar la rememoración &rutal de la escena sexual, inventa fantasmas construidos so&re el terreno del recuerdo que quiere apartar. /sí, la enferma consigue atemperar la tensión de dic!o recuerdo, es decir, sublimarlo. (or consiguiente, estos fantasmas intermediarios tienen por cometido depurar, su&limar y presentar al yo una versión más acepta&le del acontecimiento sexual reprimido. Due quede claro* lo que se su&lima es el recuerdo sexual% en cuanto al fantasma, es a un tiempo el medio que posi&ilita esta su&limación, y el producto )nal de la su&limación. reud da el ejemplo de una joven !ist0rica inconscientemente culpa&le por sus deseos incestuosos !acia el padre. a paciente está en con7icto con un recuerdo inconsciente que quiere olvidar, con el cual está identi)cada a mujeres sexualmente deseantes, con más exactitud, dom0sticas de &aja moralidad de quienes la paciente sospec!a&a !a&ían mantenido un comercio sexual ilícito con su padre. a joven, a )n de impedir el retorno de este recuerdo intolera&le por incestuoso, construyó un argumento fantasmático diferente al argumento del recuerdo, en el cual es ella misma la que se siente despreciada y teme ser tomada por prostituta. En el recuerdo, ella se identi)ca con las dom0sticas que supuestamente desean al padre, mientras que en el fantasma, por la intermediación de una transmutación que reud denomina sublimación, se identi)ca con estas mismas mujeres, pero esta ve" en tanto mujeres corruptas, acusadas de prostitución. Jracias a la su&limación, considerada aquí como una mutación en el sentido de la moralidad , el fantasma !a vuelto moralmente acepta&le un recuerdo incestuoso e inmoral. El sentimiento inconsciente de ser culpa&le de desear al padre fue reempla"ado, gracias a la su&limación, por un sentimiento consiente de ser víctima del deseo de los otros. +a&e o&servar que este cam&io sólo fue posi&le al precio de la aparición de síntomas neuróticos tales como la angustia experimentada por la joven !ist0rica al salir sola por la calle, por miedo a ser tomada por una prostituta. /rri&amos, entonces, a una primera conclusión al conferir a la su&limación una función de defensa que aten5a o transforma el carácter insoporta&le de los recuerdos sexuales que el sujeto quiere ignorar. a su&limación operó el despla"amiento de una representación psíquica inconsciente ligada al deseo incestuoso, !acia otra representación psíquica acepta&le para la conciencia, aunque portadora de síntomas y generadora de sufrimiento. 3a su%limación es una de/ensa contra los e8cesos de la trans/erencia amorosa en la cura. (ero reud tam&i0n sit5a la función defensiva de la su&limación en el interior mismo de la cura analítica. Esta ve", la amena"a de la emergencia de lo sexual surge de modo singular en el marco de la relación transferencial y puede manifestarse, por ejemplo, &ajo la forma de una exigencia amorosa dirigida por la paciente a su analista. “a transferencia puede manifestarse
como una apasionada exigencia amorosa o en formas más mitigadas. @...A 9En este 5ltimo caso: algunas mujeres llegan incluso a su&limar la transferencia y modelarla !asta !acerla en cierto modo via&le” y posi&ilitar así la prosecución de la cura. Entonces, sa&er su&limar la transferencia quiere decir que el vínculo amoroso de carácter pasional puede, e incluso de&e, ir cediendo el lugar #mediante una progresiva deseroti"ación# a una relación analítica via&le. 8espu0s de un primer momento de investimiento li&idinal de un o&jeto erógeno, en este caso el psicoanalista, el proceso de su&limación se desarrolla tan lentamente como por ejemplo el tra&ajo de duelo, o incluso como ese otro tra&ajo que implica para el anali"ante integrar en sí la interpretación enunciada por el analista @tra&ajo denominado de ela&oraciónA. a su&limación consecutiva a la pasión en la transferencia, el duelo consecutivo a la p0rdida, y la ela&oración consecutiva a la interpretación, todos ellos requieren muc!o tiempo, el tiempo indispensa&le para permitir que las m5ltiples representaciones del pensamiento inconsciente se encadenen. (ero a la exigencia de tiempo se le agrega además el peso del dolor in!erente al ejercicio inconsciente del pensamiento. Ba que pensar, es decir el despla"amiento incesante de una representación sexual a otra no sexual, es penoso% para el anali"ante su&limar es una actividad dolorosa. reud, en su correspondencia con el pastor ()ster, no duda en reconocer que las vías de la su&limación son demasiado tra&ajosas para la mayoría de los pacientes. 'e ven constreñidos a someterse a las exigencias del tra&ajo analítico que implica un tiempo de dominio de las pulsiones #y por lo tanto una parte de su&limación#, y a renunciar entonces a su inclinación a ceder de inmediato al placer de una satisfacción sexual directa. 3a su%limación es una de/ensa contra la satis/acción directa de la pulsión. De(nición de una pulsión su%limada . /&ordemos a!ora la su&limación en su relación con lo sexual, estudiado a!ora ya no como un recuerdo insoporta&le, ni como un estado pasional de la transferencia, sino como siendo una moción pulsional que tiende a satisfacerse de modo inmediato. Fengamos presente que la pulsión jamás logra tomar la vía de la descarga directa y total, porque el yo, por temor a ser des&ordado, le opone una acción defensiva. (recisamente, la su&limación es considerada por reud como uno de los cuatro modos de defensa empleados por el yo contra los excesos de la pulsión. Estos modos de defensa son denominados más frecuentemente los destinos de la pulsión, ya que el resultado )nal de una pulsión va a depender de la &arrera que encuentre en su camino. En primer lugar, el 7ujo pulsional puede estar sujeto al destino de la represión, o de una tentativa de represión seguida de un fracaso que, entonces, dará lugar al síntoma neurótico. Este mismo 7ujo tam&i0n puede encontrar #segundo destino# otra forma de oposición* el yo retira el 7ujo pulsional del o&jeto sexual exterior so&re el cual !a&ía recaído y lo vuelve so&re sí mismo. a formación psíquica característica de este segundo destino en el cual la pulsión vuelve so&re el propio yo es el fantasma. /sí, en un fantasma el investimiento que carga&a el o&jeto sexual es reempla"ado por una identi)cación del yo con ese mismo o&jeto. El tercer avatar del 7ujo pulsional consiste en una pura y simple in!ibición. a pulsión in!i&ida se transforma entonces en afecto tierno. B )nalmente #cuarto destino, el que en realidad nos interesa#, la moción pulsional es desviada y toma la vía de la sublimación. En este caso, diremos que una pulsión es su&limada cuando su fuer"a es desviada de su primera )nalidad de o&tener una satisfacción sexual para ponerse al servicio, entonces, de una )nalidad social, ya sea artística, intelectual o moral. /!ora &ien, el cam&io del )n sexual de la pulsión en &ene)cio de otro )n no sexual sólo será posi&le con la condición de que se cam&ie primero el medio empleado para la o&tención del nuevo )n. (ara que la pulsión sea su&limada, es decir, para que o&tenga una satisfacción no sexual, será preciso que se sirva tam&i0n de un o&jeto
no sexual. (or lo tanto, la su&limación consiste en reempla"ar el o&jeto y el )n sexuales de la pulsión por un o&jeto y un )n no sexuales. /!ora &ien, a pesar de ser fundamental para el proceso de su&limación, esta do&le sustitución de o&jeto y de )n no &asta para de)nirlo. alta a5n precisar que una pulsión su&limada depende tam&i0n de dos propiedades comunes a toda pulsión. (or una parte, la pulsión su&limada, como toda pulsión, preserva la cualidad sexual de su energía @trátese de una pulsión su&limada o no su&limada, la li&ido es siempre sexualA% y por otra, la pulsión su&limada, como toda pulsión, se mantiene constantemente activa @est0 o no su&limada la fuer"a de su actividad permanece constante, es decir, siempre en &usca de una plena satisfacción que, en de)nitiva, jamás alcan"aA. o que queremos decir es que la fuer"a pulsional su&limada sigue siendo siempre sexual porque la fuer"a de donde proviene es sexual% y permanece siempre activa porque # puesto que su )n jamás es alcan"ado plenamente# su empuje insiste y persiste. 'a&emos que el )n de una pulsión es el alivio procurado por la descarga de su tensión% pero tam&i0n sa&emos que como esta descarga jamás es completa, la satisfacción es irremedia&lemente parcial. En consecuencia, ya sea la satisfacción sexual @pulsión reprimidaA o no sexual @pulsión su&limadaA sólo puede ser una satisfacción parcial o, si se quiere, insatisfacción. Frátese del síntoma producto de la represión, del fantasma producto de la vuelta de la pulsión so&re el yo, de la ternura producto de la in!i&ición, o aun de la o&ra artística producto de la su&limación, reconoceremos allí las expresiones diversas de una misma insatisfacción, es decir, de una misma satisfacción parcial. / los ojos de reud los seres !umanos son seres deseantes cuya 5nica realidad es la insatisfacción. NDu0 es lo que caracteri"a, en suma, a la su&limaciónO (or la vía de la &5squeda vana de una satisfacción imposi&le, es decir de una descarga total, la su&limación es una satisfacción parcial o&tenida gracias a o&jetos distintos de los o&jetos sexuales eróticos. (or lo tanto podemos formular la siguiente conclusión* >na pulsión su&limada será llamada se4ual si pensamos en su origen y en la naturale"a de su energía li&idinal, y será llamada no se4ual si pensamos en el tipo de satisfacción o&tenida y en el o&jeto que la procura. 3a su%limación designa la capacidad plástica de la pulsión. (ero, si queremos ser rigurosos, de&emos mati"ar esta 5ltima conclusión% de&emos distinguir con claridad la pulsión su&limada de la operación de su&limación que la !i"o posi&le. a su&limación no es tanto una satisfacción cuanto la aptitud de la pulsión para encontrar nuevas satisfacciones no sexuales. 'u&limación quiere decir so&re todo plasticidad, malea&ilidad de la fuer"a pulsional. reud lo escri&e con muc!a precisión* la su&limación es la “ posibilidad de cam&iar el )n sexual @...A por otro, ya no sexual”, es decir, la capacidad de cam&iar una satisfacción sexual por otra, desexuali"ada. El destino de la pulsión que denominamos su&limación es, !a&lando con proGpiedad, la operación misma de cam&io, el !ec!o mismo de la sustitución. (or lo tanto, la su&limación es, ante todo , el pasaje de una satisfacción a otra, más &ien que un modo particular de satisfacción. Bn ejemplo de su%limación: la curiosidad se8ual su%limada. El caso de la curiosidad sexual infantil como expresión directa de la pulsión voyeurista, y su transformación ulterior en sed de sa&er, ilustra &ien esta sustitución de una )nalidad sexual por otra desexuali"ada. El primer )n de la curiosidad sexual es, por ejemplo, o&tener placer en descu&rir las partes genitales ocultas del cuerpo de la mujer, y completar así la imagen incompleta de un cuerpo parcialmente velado. /!ora &ien, la exploración sexual del cuerpo femenino por el niño puede transformarse más tarde en el adulto, gracias a la su&limación, en
deseo de un sa&er más glo&al. (odemos decir con reud que la pulsión de ver está su&limada “cuando es posi&le arrancar su inter0s 9curiosidad: de los genitales y dirigirlo a la forma física y total”. +omo ya lo !a&íamos dic!o, en la su&limación el cam&io de )n sólo puede operarse si !ay cam&io de o&jeto* el cuerpo en su totalidad sustituye la región local de los órganos genitales% el todo toma el lugar de la parte. (or cierto, en la pulsión voyeurista su&limada, tanto el )n como el o&jeto cam&ian de naturale"a* el )n primeramente sexual @o&tener el placer visual de descu&rir y explorar el cuerpo sexual femeninoA se transforma en )n no sexual @por ejemplo, o&tener el placer de conocer la anatomía del cuerpoA, y el o&jeto sexual y local @órganos genitalesA se transforma en no sexual y glo&al @el cuerpo como o&jeto de estudioA. /sí, la su&limación de la pulsión voyeurista consiste en el pasaje de una satisfacción erótica y parcial, ligada a un o&jeto erótico local @los órganos genitales femeninosA, a otra satisfacción no sexual pero igualmente parcial, ligada a un o&jeto más glo&al y desexuali"ado @el cuerpo entero como o&jeto de conocimiento cientí)coA. a imagen local, que vela&a el lugar sexual eroti"ado y atraía la curiosidad infantil, se transforma de modo progresivo por la mediación de la su&limación, en una imagen glo&al del cuerpo que despierta el deseo de sa&er propio del creador. Es 0sta otra sed, la de conocer y de producir, la que empuja al artista a engendrar su o&ra. (ara ilustrar mejor el proceso de la su&limación vamos a apoyarnos en una c0le&re o&servación clínica de reud, en la cual tanto la curiosidad sexual infantil como otras formaciones pulsionales están su&limadas. 'e trata del caso de un niño de cinco años, “uanita-, presa del miedo a ser mordido por ca&allos en la calle. Este miedo fó&ico infantil de estar expuesto en la calle al peligro de los animales proviene de la transformación en angustia de la energía li&idinal de las pulsiones% el empuje sexual de las pulsiones inconscientes se transforma en el niño en angustia fó&ica consiente. En efecto, la energía li&idinal propia de las pulsiones que anidan en uanito @pulsiones sádicas !acia la madre, tendencias !ostiles y !omosexuales respecto del padre, pulsiones voyeuristasGex!i&icionistas, pulsiones fálicas que originan la mastur&aciónA, seguirá dos destinos. >na parte de la li&ido será transformada en angustia luego de !a&er sido sometida a un intento fallido de represión. ;ientras que otra parte de la energía li&idinal, la que escapó al intento de represión, será su&limada &ajo la forma de un muy vivo inter0s del niño por un o&jeto no sexual y glo&al* la m5sica. Este nuevo investimiento li&idinal que carga los sonidos y la armonía musical inicia un largo proceso de su&limación que se continuará !asta la edad adulta cuando uanito llegue a ser un excelente m5sico. 3as dos condiciones del proceso de su%limación. 1. a su&limación requiere de la intervención del yo narcisista para producirse. $emos empleado la expresión “satisfacción desexuali"ada”. (ero Nqu0 se entiende por desexuali"aciónO El t0rmino es am&iguo ya que podría dejar pensar que ya no !ay li&ido sexual en la pulsión. /!ora &ien, !emos a)rmado justamente lo contrario. Qnsistamos una ve" más en el !ec!o de que la li&ido su&limada jamás pierde su origen sexual. 8e lo que se trata en la su&limación no es de “desexuali"ar glo&almente” la pulsión, sino tan sólo de desexuali"ar su o&jeto. 8esexuali"ar equivale a sustraer el investimiento li&idinal que carga un o&jeto considerado erótico, para referirlo a otro o&jeto no sexual y así o&tener una satisfacción igualmente, no sexual. (ero el 0xito de este cam&io desexuali"ante depende de una operación intermedia decisiva para toda su&limación* primero el yo retira la li&ido del o&jeto sexual, luego la vuelve so&re sí mismo y, )nalmente asigna a esta li&ido un nuevo )n no sexual. +omo podemos o&servar, el )n inicial de la pulsión de o&tener una satisfacción sexual directa se sustituye a!ora por una satisfacción su&limada, por ejemplo artística, gracias al placer intermediario de grati)cación narcisista del artista. Es este narcisismo del artista el que condiciona y sostiene la actividad creadora de su pulsión su&limada.
En este punto de&emos !acer una precisión. =o toda desexuali"ación es por ello una su&limación, pero en cam&io, toda su&limación es, necesariamente, una desexuali"ación. 8ic!o de otra manera, !ay desexuali"aciones que no tienen relación alguna con la su&limación, como por ejemplo la actividad del tra&ajo cotidiano o las actividades del ocio. (ero Nqu0 es lo que especi)ca entonces al proceso de su&limaciónO (ara responderlo, !emos de situar primero la segunda condición necesaria para este proceso. H. El ideal del yo inicia y orienta la su&limación. El proceso de su&limación, es decir, el pasaje de una satisfacción eroti"ada e infantil a otra no eroti"ada e intelectual, no podría desarrollarse sin el sost0n imprescindi&le de los ideales sim&ólicos y de los valores sociales de la 0poca. /!ora &ien, que las o&ras creadas por su&limación adquieran un valor social no signi)ca que respondan a una utilidad social determinada. En general, los productos artísticos, intelectuales o morales no están sometidos a ninguna exigencia práctica en particular. a prue&a más tangi&le de esto es la precocidad de los procesos de su&limación en los niños, tal como lo vimos en el caso de uanito, o tam&i0n en la renovada puesta en juego de las pulsiones su&limadas en el marco de la cura analítica durante el tra&ajo del anali"ante. 'e trate de un pintor, de un m5sico, de un niño o de un anali"ante, todos ellos están entregados a una tarea cuyo resultado no puede ser medido por medio de criterios de e)cacia, de utilidad o de ganancia. +uando a)rmamos que los o&jetos que procuran la satisfacción su&limada son o&jetos desexuali"ados y sociales, nos referimos principalmente al !ec!o de que responden a ideales sociales que exaltan la creación de nuevas formas signi)cantes. Estos ideales sociales, interiori"ados e inscritos en el yo del creador, son parte integrante de esa formación psíquica fundamental que reud denomina ideal del yo. as relaciones de esta formación de ideal con la su&limación no siempre fueron claramente elucidadas por reud. =o o&stante, podemos a)rmar que el ideal del yo cumple dos funciones respecto del proceso de su&limación. En primer lugar, tal como aca&amos de señalarlo, el ideal juega el rol de desencadenante del proceso, con la particularidad de que, una ve" iniciado el movimiento de su&limación, el impulso creador de la o&ra se separa del ideal del yo que lo !a&ía suscitado al comien"o. En el caso de uanito, es sin duda la m5sica #ideal an!elado por el padre# la que toma la forma del ideal del yo incitando al niño a go"ar del placer auditivo de los sonidos y las melodías, y a compensar de esta manera el sufrimiento neurótico de su fo&ia. >na ve" experimentado el primer goce auditivo, el impulso pulsional de la su&limación se transformará en puro gusto por los sonidos, fusión íntima, físicamente sensual, con la materialidad del espacio sonoro% de allí en más, toda referencia ideal, toda norma o valor a&stracto se reduce y se funde en el seno de este contacto siempre sensual y apasionado que mantiene el artista con los materiales de su creación. / esta primera función de incentivo sim&ólico se le suma una segunda seg5n la cual el ideal indica la dirección del movimiento iniciado. (recisamente, esta segunda función referencial del ideal del yo permite aclarar una formulación freudiana retomada frecuentemente pero rara ve" explicitada. +uando reud a)rma que la su&limación representa la satisfacción de la pulsión sin la represión, esto no signi)ca en modo alguno que la fuer"a pulsional sea descargada, plena y li&re de toda constricción. (or cierto, la expresión “sin represión- quiere decir ausencia de una censura que impida el paso del empuje de la pulsión, pero no por ello implica la idea de una fuer"a pulsional errática y disminuida. a su&limación de la pulsión no es por cierto la represión, pero es no o&stante una constricción impuesta a la actividad pulsional &ajo la forma de una desviación del curso de su 7ujo !acia una satisfacción distinta de la satisfacción sexual. /!ora &ien, el elemento que impone este desvío no es la censura que reprime, sino justamente el ideal del yo que exalta, guía y enmarca la capacidad plástica de la pulsión.
En/o,ue lacaniano del concepto de su%limación: -la su%limación eleva el o%jeto a la dignidad de la cosa0. a teoría lacaniana de la su&limación descansa íntegramente en una proposición princeps formulada por acan en su seminario so&re La tica del psicoan5lisis* “a su&limación eleva un o&jeto @narcisista e imaginarioA a la dignidad de la +osa.” =os limitaremos aquí a explicar el sentido general de esta fórmula partiendo del efecto provocado por la o&ra #producto de la su&limación# en aquel que la mira. Ba !a&íamos su&rayado una primera característica de las o&ras creadas por su&limación% son en principio o&jetos desprovistos de toda )nalidad práctica y que responden a ideales sociales elevados, internali"ados su&jetivamente &ajo la forma del ideal del yo del creador. (ero la especi)cidad de las producciones intelectuales, cientí)cas y artísticas ela&oradas con la fuer"a sexual de una pulsión su&limada reside principalmente en su cualidad de o&jetos imaginarios. Estas o&ras, y en especial la o&ra de arte, prototipo de creación producida por su&limación, no son cosas materiales sino más &ien formas e imágenes nuevamente creadas, dotadas de una singular e)cacia. 'e trata de imágenes y de formas signi)cantes tra"adas a la manera de la imagen inconsciente de nuestro cuerpo, más exactamente, de nuestro yo inconsciente narcisista. /!ora &ien, estas o&ras imaginarias de la su&limación son capaces de producir dos efectos fundamentales en el espectador* lo deslum&ran por su fascinación, y suscitan en 0l el mismo estado de pasión y de deseo suspendido que !a&ía llevado al artista a engendrar su o&ra. NDu0 deducir de esto sino que una representación de nuestro yo narcisista, proyectada afuera en la existencia o&jetiva de una o&ra, !a sido capa" de reenviar al espectador a su propio deseo de crearO >na imagen modelada por el yo !a provocado en el espectador un similar movimiento pulsional !acia la su&limación, es decir, !acia una satisfacción no sexual, glo&al, cercana a un vacío in)nito, de un goce sin límites. Elevar el o&jeto narcisista a la dignidad de la +osa quiere decir, entonces, que la i mpronta del yo del creador, o&jetivada en o&ra de arte, !a a&ierto en el otro la dimensión intolera&le de un deseo de deseo, de un deseo en suspenso sin ning5n o&jeto asignado. El o&jeto imaginario y narcisista #verdadera condensación de estos tres componentes que son la fuer"a pulsional, el narcisismo del creador y la forma aca&ada de la o&ra# se disuelve y se disipa a!ora en el vacío de la emoción intensa y poderosa que suscita en el admirador fascinado. 5esumen. 6esumamos de modo esquemático los rasgos principales de una pulsión su&limada* G
a fuente de la cual proviene es, como para toda pulsión, una "ona erógena y por lo tanto se4ual.
G
El empuje de la pulsión, marcada por el origen sexual de su fuente, sigue siendo siempre, independientemente de su destino, libido se4ual.
G
El )n especí)co de la pulsión su&limada es una satisfacción parcial pero no se4ual.
G
El o&jeto especí)co de la pulsión su&limada es igualmente no se4ual.
G
En suma, una pulsión su&limada será llamada se4ual si pensamos en su origen y en la naturale"a de su energía li&idinal, y será llamada no se4ual si pensamos en el tipo de satisfacción o&tenida @parcialA y en el o&jeto que la procura.
G
a su&limación no es, !a&lando con propiedad, una satisfacción, sino la capacidad pl5stica de la pulsión de cam&iar de o&jeto y de encontrar nuevas satisfacciones. a )je"a de la pulsión so&re un o&jeto sexual se opone a la movilidad de la su&limación desexuali"ada.
G
El movimiento de la su&limación, que se origina en una fuente sexual y culmina en una o&ra no sexual, sólo puede cumplirse con dos condiciones. (or una parte, el yo del creador de&e estar dotado de una particular potencialidad narcisista capa" de desexuali"ar el o&jeto sexual cargado por las fuer"as pulsionales arcaicas que resultan de la fuente sexual. (or otra, la creación de la o&ra producto de la su&limación responde a los cánones de un ideal an!elado por el yo narcisista del creador. Qnsistimos* una actividad de origen sexual, desexuali"ada a trav0s del narcisismo, orientada !acia el ideal del yo y generadora de una o&ra !umana no sexual, tal es la dinámica propia del movimiento de la su&limación.
(ara concluir, resumamos a!ora los rasgos de las o&ras creadas gracias a la actividad de una pulsión su&limada* G
a o&ra producida por su&limación no tiene ninguna "nalidad pr5ctica o utilitaria.
G
a o&ra de la su&limación responde a ideales sociales elevados, internali"ados su&jetivamente en el ideal del yo del artista creador.
G
as o&ras de la su&limación son imágenes y formas signi)cantes nuevamente creadas, más &ien que cosas materiales.
G
'e trata de imágenes y de formas tra"adas a la manera de la imagen inconsciente de nuestro cuerpo, o más exactamente a la manera de nuestro yo inconsciente narcisista.
G
as o&ras imaginarias de la su&limación son capaces de producir dos efectos fundamentales en el espectador* lo deslum&ran por su fascinación, y suscitan en 0l el mismo estado de pasión y de deseo suspendido que !a&ía llevado al artista a engendrar su o&ra.
G
a o&ra de arte, verdadera condensación de esos tres componentes que son la fuer"a pulsional, el narcisismo del creador y la forma aca&ada de la o&ra, se disuelve y se disipa a!ora en el vacío de la emoción intensa y poderosa que suscita en el admirador.
1ragmentos de las o%ras de S. 1reud " de J. 3acan so%re la su%limación 1reud. 3a su%limación es una de/ensa operada por el /antasma. as fantasías son, efectivamente, antepórticos psíquicos erigidos para &loquear el acceso a esos recuerdos, al mismo tiempo sirven a la tendencia de re)nar los recuerdos, de su&limarlos @124SA. 3a su%limación es un medio de atenuar el contenido se8ual de la trans/erencia entendido como una verdadera /ormación pulsional en la cura. Rtras 9transferencias: muestran un mayor arti)cio, !an experimentado una modi)cación de su contenido, una sublimación y pueden incluso !acerse consientes apoyándose en alguna singularidad real, !á&ilmente aprovec!ada, de la persona o las circunstancias del m0dico @123LA.
Su%limar es# para nuestros pacientes# una actividad dolorosa. >n 0xito perdura&le del psicoanálisis depende de las dos vías que logra a&rir* por una parte, la descarga de la satisfacción, y por otra la dominación y la su&limación de la pulsión re&elde @...A. +omo las vías de la su&limación son demasiado penosas para la mayoría de nuestros pacientes, gran parte de las veces nuestra cura desem&oca en la &5squeda de la satisfacción @1232A. 3a su%limación consiste en un a%andono del (n se8ual de la pulsión. a su&limación es un proceso que se relaciona con la li&ido o&jetal y consiste en que el instinto se orienta so&re un )n diferente y muy alejado de la satisfacción sexual @121KA. 3a su%limación designa la capacidad plástica de la pulsión. Esta posi&ilidad de cam&iar el )n sexual primitivo por otro, ya no sexual, pero psíquicamente afín al primero, es lo que designamos con el nom&re de capacidad de su&limación @1234A. Bn ejemplo de su%limación: la curiosidad se8ual su%limada en deseo de sa%er. +uando las ondas de la excitación concomitantes a la pu&ertad 9de eonardo: lleguen !asta el adolescente @...A la parte más considera&le del instinto sexual podrá quedar su&limada merced al temprano predominio del ansia sexual de sa&er, en un deseo general de sa&er, y escapará así a la represión @1213A. El o%jeto de la pulsión su%limada es un o%jeto más glo%al ,ue el o%jeto se8ual. ... curiosidad sexual @...A que puede derivarse !acia el arte @“su&limación”A cuando es posi&le arrancar su inter0s de los genitales y dirigirlo a la forma física y total @123LA. 3a intervención del "o es una de las dos condiciones del proceso de su%limación. 3a su%limación comporta una dese8ualización %ajo la /orma de una vuelta narcisista so%re el "o. =os !allamos aquí nuevamente ante la posi&ilidad de que la su&limación tenga efecto siempre por mediación del yo @12HIA. a transformación de la li&ido o&jetal en li&ido narcisista trae consigo un a&andono de los )nes sexuales, una desexuali"ación, o sea, una especie de su&limación @12HIA. El ideal del "o )a,u* valores sociales+ orienta el proceso de su%limación . os impulsos sexuales son aquí o&jeto de una su&limación% esto es, son desviados de sus )nes sexuales y dirigidos a )nes socialmente más elevados, faltos ya de todo carácter sexual 121SA. / cierta clase de modi)caciones del )n y cam&ios de o&jeto, en las que entra en juego nuestra valoración social, le damos el nom&re de sublimación @12IIA.
3acan 3a su%limación es un concepto pro%lemático. reud relaciona la su&limación con los 6riebe como tales, y en esto reside, para los analistas, toda la di)cultad de su teori"ación.
3a su%limación es un destino de la pulsión distinto de la represión. a su&limación no deja de ser por ello una satisfacción de la pulsión, y además sin represión. 3a su%limación es el pasaje de un o%jeto imaginario a un vac*o real )la $osa+. Entre el o&jeto tal como está estructurado por la relación narcisista y das /ing 9la +osa: !ay una diferencia y, precisamente, en el espacio de esta diferencia se sit5a para nosotros el pro&lema de la su&limación. a su&limación eleva un o&jeto 9narcisista e imaginario: @...A a la dignidad de la +osa. El arte# la religión " la ciencia son distintas maneras de tratar el vac*o de la $osa. Esta +osa, todas cuyas formas creadas por el !om&re son del registro de la su&limación, estará representada siempre por un vacío, precisamente en tanto que ella no puede ser representada por otra cosa. @...A (ero en toda forma de su&limación el vacío será determinante.
El concepto de 6DEN616$2$64N. Bna perspectiva lacaniana. El o&jetivo de este capítulo no es profundi"ar tal o cual aspecto de la noción de identi)cación, sino presentar su articulación esencial desde el punto de vista lacaniano. +uando empleamos corrientemente el t0rmino “identi)cación” ve!iculi"amos, sin ser conscientes de ello, una idea reci&ida, vagamente tomada de la psicosociología. Esta se reduce a un esquema muy simple compuesto por dos personas diferentes #/ y ?# ligadas entre sí por una relación de identi)cación. a persona /, ya &ien individuali"ada, se transformará progresivamente por identi)cación en ?. En consecuencia, concluimos que / adopta los rasgos de ?, se identi)ca con ?. /!ora &ien, en psicoanálisis tenemos una forma radicalmente opuesta de comprender la relación identi)cadora. Este esquema, resultante de la opinión com5n, será modi)cado en profundidad por el pensamiento psicoanalítico. Fanto el tratamiento operado por reud como aquel, muy diferente, operado por acan, constituyen cada uno a su manera una verdadera su&versión de la forma !a&itual de conce&ir la identi)cación. a su&versión freudiana del esquema tradicional y fundamentalmente la inversión más radical del mismo suscitada por acan, revelarán, cada una, un pro&lema teórico preciso cuya solución adecuada es el concepto de identi)cación. N+uáles son estos pro&lemas con los cuales se enfrentan reud y acanO 6esponder a esta pregunta equivale a reencontrar la encrucijadas freudiana y lacaniana que !acen necesaria la existencia del concepto psicoanalítico de identi)cación. Encrucijada /reudiana del concepto de identi(cación. a identi)cación, lejos de unir a dos individuos distintos transformándose el uno en el otro, se produce por el contrario en el espacio psíquico de un solo y mismo individuo. (or lo tanto, la modi)cación freudiana del esquema !a&itual de la identi)cación recae so&re un punto esencial* el espacio en el cual se encuentra contenido el esquema. En efecto, con reud a&andonamos el espacio usual de la distancia entre dos personas, nos introducimos en la ca&e"a de una de ellas, aislamos la identi)cación como un proceso especí)co del dominio del inconsciente, y )nalmente descu&rimos, en el interior mismo de este dominio, que la así llamada identi)cación sólo tiene lugar entre dos instancias inconscientes. 8el esquema reci&ido mantenemos am&os t0rminos #/ y ?#, así como su transformación del uno en el otro, pero a!ora, al pensarlo a trav0s del prisma del inconsciente, su&vertimos sus &ases situándolo y situándonos tam&i0n nosotros en un ám&ito muy diferente, el ám&ito psíquico. NDu0 !icimosO 'ustituimos las relaciones intersu&jetivas por relaciones intrapsíquicas. 8igámoslo claramente* la identi)cación tal como es conce&ida por el psicoanálisis freudiano es un proceso de transformación efectuado en el seno mismo del aparato psíquico, fuera de nuestro espacio !a&itual y que no puede ser perci&ido en forma directa por medio de nuestros sentidos. (or cierto, en una cura analítica podemos reconocer exteriori"aciones clínicas indirectas de la identi)cación, pero jamás alguna de estas manifestaciones muestra tal cual el mecanismo que opera en una identi)cación psíquica inconsciente. El dato clínico o&serva&le de una identi)cación es siempre indirecto% contrariamente a lo que se podría creer, no se presenta a la manera de los fenómenos de semejan"a, de imitación psicológica o de mimetismo animal. / diferencia de estos fenómenos, que re7ejan de modo &astante transparente la causa que los provoca, la identi)cación inconsciente sólo es percepti&le de manera indirecta. (or ejemplo, que un !ijo reprodu"ca el comportamiento de su padre desaparecido no es un &uen ejemplo de identi)cación tal como nosotros la entendemos% en cam&io que ese mismo !ijo sea presa de un repentino desmayo de carácter !ist0rico, nos parece por el contrario la prue&a indiscuti&le del advenimiento de una identi)cación inconsciente. /nte este joven desmayado, el psicoanalista reconocerá la manifestación de una identi)cación inconsciente
entre el yo del joven y un padre muerto, o para ser más precisos, entre el yo y la representación inconsciente del padre muerto. Esto es lo que quisiera transmitir al lector* cuando de lo que se trata es del inconsciente, dejamos de estar en el terreno conocido de una persona entre otras movi0ndose en el !a&itual espacio tridimensional, dejamos de estar en el nivel del individuo reconocido de acuerdo con un conjunto de referencias psicológicas y sociales% estamos en otro lado, en el lugar impersonal e inconsciente de ese otro individuo, muy singular, !eterog0neo, denominado por reud “ello psíquico”. En efecto, estamos en este espacio psíquico preocupados por entender cómo, en el seno del ám&ito inconsciente, dos polos #el yo y el o&jeto# entran en una relación de identi)cación. Es 0sta la encrucijada freudiana del concepto psicoanalítico de identi)cación* dar un nombre al proceso inconsciente realizado por el yo cuando ste se transforma en un aspecto del objeto. Qnsisto, tanto el yo como el o&jeto son considerados aquí tan sólo en su estricto estatuto de instancias inconscientes. (ero antes de explicitar la naturale"a de estas dos entidades y de desarrollar la teoría freudiana de la identi)cación, planteemos con &revedad lo esencial de la encrucijada lacaniana. Encrucijada lacaniana del concepto de identi(cación. ;ientras que reud propone el nom&re de identi)cación para denominar la relación de intricación entre dos instancias inconscientes #el yo y el o&jeto#, acan, en cam&io, se enfrenta a un pro&lema diferente, más delicado y difícil. El concepto lacaniano de identi)cación responde a una encrucijada más radical que la encrucijada freudiana, puesto que ya no se trata de dar cuenta de la relación entre dos t0rminos relativamente &ien constituidos #un yo determinado se identi)ca con un o&jeto igualmente &ien de)nido#, sino de nom&rar una relación en la cual uno de los t0rminos crea al otro. (ara acan, la identi)cación es el nom&re que sirve para designar el nacimiento de una nueva instancia psíquica, la producción de un nuevo sujeto. $ay aquí, respecto de reud, una torsión a5n más sustancial del pensamiento. Estamos lejos a!ora del esquema tradicional de la identi)cación comprendida como una transformación entre dos t0rminos previamente existentes #/ convirti0ndose en ?#% estamos a!ora ante un esquema muy distinto, el esquema de la causación de uno de estos t0rminos producido por el otro. ;ientras que reud transplanta el esquema tradicional al despla"arlo del espacio psicológico y tridimensional al espacio inconsciente, acan opera además una do&le inversión* la identi)cación no sólo es inconsciente, no sólo signi)ca engendramiento, sino que además, y esto es lo más importante, el sentido del proceso se invierte. En lugar de que / se transforme en ? #como sucedía en el esquema freudiano#, es 7 el que produce a 2. a identi)cación signi)ca que la cosa con la cual el yo se identi)ca es la causa del yo% es decir que el rol activo que antes juga&a el yo es a!ora ejecutado por el o&jeto. 6esumiremos en pocas pala&ras la encrucijada lacaniana sin a&andonar el l0xico freudiano* el agente de la identi)cación no es ya el yo sino el o&jeto. /sí, por medio del concepto de identi)cación, acan resuelve un pro&lema psicoanalítico fundamental* dar un nombre al proceso psíquico de constitución del yo, o formulado de manera más correcta, dar un nombre al proceso de causación del sujeto del inconsciente.
total. B por otro, esta segunda categoría de identi)cación que llamaremos parcial, en la cual el yo se identi)ca con un aspecto, y sólo un aspecto, del o&jeto. (ero antes de a&ordar cada una de estas categorías, examinemos primero el estatuto de estas entidades inconscientes que denominamos yo y o&jeto. Qntentar0 desarrollar aquí 5nicamente aquello que me parece que plantea la mayor di)cultad, a sa&er, la de)nición del o&jeto. En cuanto concierne al yo, les pedir0 que acepten sin más examen la acepción freudiana de un yo inconsciente. En cam&io, me parece indispensa&le para la prosecución de nuestro estudio el que nos pongamos de acuerdo acerca del sentido de la pala&ra o&jeto. ;uc!os malentendidos en los escritos psicoanalíticos, incluidos los de reud, provienen del !ec!o de que a menudo se confunde el yo con la persona que somos, y el o&jeto con la persona del otro. /!ora &ien, el t0rmino o&jeto, poco feli", utili"ado en ocasiones para descri&ir la )gura de un otro amado y deseado, reviste aquí, en el contexto del pro&lema de la identi)cación, un sentido muy preciso. /nte todo, la pala&ra o&jeto no designa la persona exterior del otro, o aquello que de su persona me es dado a perci&ir conscientemente, sino la representación psíquica inconsciente de este otro. En realidad, para ser más exactos, seamos más restrictivos y expres0monos con la de&ida complejidad. (ara !a&lar con propiedad, el o&jeto designa algo diferente de la representación psíquica del otro comprendida como si fuera la !uella de su presencia viva inscrita en mi inconsciente. El t0rmino o&jeto nom&ra en realidad una representación inconsciente previa a la existencia del otro, una representación que ya está a!í y contra la cual vendrá a apoyarse luego la realidad exterior de la persona del otro o de uno cualquiera de sus atri&utos vivientes. (ara !a&lar con todo rigor, en el inconsciente no !ay representaciones del otro, sino tan sólo representaciones inconscientes, impersonales por decirlo de alguna manera, a la espera de un otro exterior que venga a adecuarse a ellas. / )n de reorgani"ar mejor nuestras pala&ras, de&emos !acer o&servar otras dos cuestiones* primeramente, que la adecuación de este otro exterior al molde de una representación inconsciente previa puede producirse sin que lo !ayamos encontrado efectivamente como persona viva. El otro, denominado exterior, puede corresponder a una evocación muy lejana de alguien que qui"á jamás existió* un personaje mitológico, una )gura de la novela familiar, etc0tera. B luego, o&servemos tam&i0n que el así llamado otro, ya sea una presencia inmediata o una evocación antigua, puede ser perci&ido fuera de mi conciencia y registrado sin que yo lo sepa en el inconsciente.
t0rmino más apropiado “representación inconsciente”% es decir, !acer el esfuer"o de no imaginarse una persona, sino de pensar en una instancia psíquica inconsciente. >na ve" esta&lecidas estas premisas, examinemos a!ora las dos grandes categorías freudianas de la identi)cación, tal como las esquemati"amos en la "gura #.
3as categor*as /reudianas: identi(caciones parciales.
la
identi(cación
total
"
las
&a identi,cación total. a primera identi)cación total del yo con el o&jeto total, designada en la o&ra de reud con el nom&re de identi"cación primaria, es esencialmente mítica* !a&lando con propiedad, dic!a identi)cación no existe y no remite a !ec!o clínico directo alguno. +onstituye más &ien una especie de a priori mítico, una alegoría fundamental de la forma en la cual se transmitiría de generación en generación, más allá de los límites de los !om&res, la fuer"a de la vida, la li&ido inmortal. El o&jeto total de esta identi)cación primaria es el (adre mítico de la !orda primitiva, a quien los !ijos devorarán !asta llegar a ser, cada uno de ellos, un padre. os !ijos incorporan por la &oca, y con el placer oral de comer, el cuerpo despeda"ado del (adre, o para ser más exactos, un peda"o del cuerpo que contiene íntegramente la fuer"a paterna. 8e esta manera, el yo ocupa por entero el lugar paterno puesto que asimila li&idinalmente @placer oralA un fragmento corporal de la plena potencia li&idinal del (adre. &as identi,caciones parciales. a segunda categoría de identi)cación concierne a la identi)cación del yo con un aspecto parcial del o&jeto. (ero, Nqu0 se entiende por “aspecto parcial del o&jeto”O (uesto que convinimos en traducir la pala&ra o&jeto por representación inconsciente, el aspecto parcial del o&jeto señala el aspecto o la forma que puede adoptar una representación. 'eg5n el aspecto que tome el o&jeto #ser un rasgo distintivo, una imagen glo&al, una imagen local, o incluso ser una emoción# nos encontraremos en presencia de cuatro modalidades de identi)cación parcial. Existirían, entonces, cuatro fusiones posi&les del yo con una forma del o&jeto, o lo que viene a ser lo mismo, con una forma particular de la representación inconsciente. +laro está que esta clasi)cación de las diversas identi)caciones parciales presentes en la teoría freudiana es ar&itraria. =uestro o&jetivo no es retomar de modo
ex!austivo la teoría freudiana de la identi)cación, sino presentar en forma esquemática sus ejes principales aproximándolos a las tres distinciones lacanianas de la identi)cación* sim&ólica, imaginaria y fantasmática. /sí, podemos esta&lecer un cuadro de correspondencias* 1. 0denti,cación parcial con el rasgo del obeto. /nte todo, la más estudiada de todas las identi)caciones parciales y punto de partida de los desarrollos lacanianos, la identi)cación del yo con un rasgo claramente discernible de un ser desaparecido a quien estuvimos profundamente ligados. /quí, el aspecto parcial del o&jeto es un rasgo saliente, y el o&jeto en sí mismo, un ser amado, deseado y perdido. a modalidad identi)catoria de la cual !a&lamos puede ser ilustrada de modo muy vivido* se trata de la identi)cación del yo con el rasgo de un o&jeto amado, deseado y perdido, luego con el mismo rasgo de un segundo o&jeto, de un tercero y por 5ltimo con el mismo rasgo de toda la serie de los o&jetos amados, deseados y perdidos a lo largo de una vida. 8e esta manera, el yo se transforma en este rasgo repetido incansa&lemente en la sucesión de los o&jetos amados, deseados y perdidos en el curso de una existencia. Es como si uno se identi)cara con tal o cual detalle siempre reencontrado en cada uno de los partenaires de las diferentes relaciones que jalonaron la propia vida. 'i suponemos, por ejemplo, que este rasgo es el tim&re de una vo" y que todos los seres que uno amó, deseó y perdió están marcados por una id0ntica sonoridad vocal, concluiríamos entonces que el propio yo no es más que pura sonoridad, no es sino la singular in7exión de una vo" m5ltiple y no o&stante 5nica. 'i este yo pudiera !a&lar, declararía* “soy esa vi&ración sonora, ese tim&re sin igual de una vo" siempre reencontrada”, o &ien “soy esa sonrisa es&o"ada sin cesar en los rostros de mis amantes”, o si no “soy esa mirada incompara&le que me cautiva en cada ocasión”. Es a esto a lo que reud denomina “identi)cación regresiva”* el yo esta&lece primero un la"o con el o&jeto, se separa de 0l, se repliega, regresa y se disuelve en las !uellas sim&ólicas de aquello que ya no está. es pido que retengan muy cuidadosamente esta modalidad de identi)cación freudiana #la identi)cación con el rasgo distintivo#, porque so&re este tipo de identi)cación apuntalará acan las &ases de su propia teoría de la identi)cación sim&ólica. 2. 0denti,cación parcial con la imagen global del obeto. *l caso de la melancolía. >na segunda modalidad de la identi)cación del yo con un aspecto parcial del o&jeto concierne en este caso no a un rasgo sino a la imagen del o&jeto. Es decir que la representación inconsciente del o&jeto amado, deseado y perdido es una imagen. /!ora &ien, distingo dos tipos de imágenes* o &ien me identi)co #escri&ámoslo en primera persona del singular, como si fuera el yo inconsciente el que enunciara y !a&lara#entonces, o &ien me identi)co con el aspectoGimagen glo&al del o&jeto amado, deseado o perdido% o &ien me identi)co con el aspectoGimagen local del mismo o&jeto. El mejor ejemplo del primer caso # identi"cación con la imagen global# es la identi)cación patológica que tiene lugar en la melancolía. Fomemos por ejemplo a aquel niño cuya intensa ad!esión por un gato !i"o de este 5ltimo su compañero privilegiado en la realidad íntima y cotidiana. >n día, el niño se entera de la trágica muerte del animal% y una semana más tarde, ante el asom&ro general, presenta una conducta &i"arra. 'u cuerpo adopta un andar felino, lame, ma5lla y se despla"a como un gato. Esta es una forma de identi)cación, muy importante clínicamente, que se o&serva con frecuencia en diversos síndromes melancólicos* el yo reproduce con )delidad los per)les y los movimientos de aquel que lo a&andonó, y de esta manera se convierte en el igual de su imagen total. Esta notoria 7exi&ilidad para vestir la piel del otro se puede explicar fácilmente* su fundamento es el narcisismo. a imagen del o&jeto amado, deseado y perdido, que el yo triste !ace a!ora suya, es en realidad su propia imagen a la cual !a&ía investido como si fuera la imagen del otro. El yo no encuentra otra piel que aquella amada antaño, porque al amarla se re7eja&a en ella y se ama&a a sí mismo. 'i el niño melancólico se !ace !oy el gato, es sin duda porque la
imagen de su gato vivo era ya su propia imagen. reud supo resumir el narcisismo de la identi)cación melancólica en una c0le&re y !ermosa frase* “a som&ra del o&jeto cae so&re el yo.” a som&ra del o&jeto amado, deseado y perdido, su imagen y al mismo tiempo imagen del yo, cae so&re el yo, lo recu&re y lo disuelve. 3. 0denti,cación parcial con la imagen local del obeto. El caso de la !isteria.
los o&jetos del deseo. Esta variante, &astante inadmisi&le para el pensamiento, tiene sin em&argo una importancia clínica decisiva. En este caso, el yo !ist0rico se identi)ca no sólo con la imagen local del objeto #ya sea la 'ra. ` sexualmente desea&le, ya sea el padre que desea a la dama# sino tam&i0n con la emoción del orgasmo fantasmado por 8ora en el momento de la unión de un !om&re con una mujer. Ba en 142L, reud no duda&a en !acer del ataque !ist0rico el equivalente de un orgasmo. +uando veáis desvanecerse a una !ist0rica no dud0is #a)rma&a categóricamente reud#, el sujeto no !ace más que go"ar, se identi)ca con la emoción sexual compartida por los partenaires de la pareja fantasmada% fantasmada, se entiende, en el dominio del inconsciente. Ba no &asta con a)rmar que el yo !ist0rico se identi)ca con la imagen del otro sexualmente desea&le, ni con aquella del otro sexualmente deseante% !ay que ir a5n más lejos y concluir #aunque ello pare"ca sorprendente# que !ay una asimilación perfecta del yo al !ec!o mismo del goce de la pareja. 8e&emos precisar aquí que, desde el punto de vista metapsicológico, no podemos considerar esta identi)cación con el goce como una identi)cación del yo con una forma de la representación inconsciente, como era el caso en las anteriores categorías de identi)caciones parciales. En efecto, para ser estrictos, el goce no está representado en el inconsciente, su representación falta y, en consecuencia, la identi)cación del yo con el goc0 de&e ser conce&ida como una identi)cación del yo con una ausencia de representación, y no con un aspecto de la representación. En este caso de identi)cación !ist0rica con el goce, ya no podemos traducir el voca&lo “o&jeto” por “representación inconsciente”, sino que de&emos traducirlo por “falta de representación”. Entonces, a)rmar que el yo se identi)ca con el o&jeto en tanto emoción, signi)ca aquí que el yo va al lugar de un agujero en la trama de las representaciones psíquicas inconscientes. Esta o&servación nos será muy 5til para comprender la identi)cación lacaniana operada en el seno de un fantasma. +omo quedó expuesto, en la unidad de una 5nica entidad clínica, la !isteria, !allamos contenida la diversidad de las tres variantes de la identi)cación del yo con un aspecto parcial del o&jeto. =inguna otra estructura clínica encierra una pluralidad tan neta de identi)caciones parciales, irreducti&les entre sí y al mismo tiempo complementarias. En de)nitiva, la !isteria consiste en la asunción, uno a uno, de todos los lugares del cortejo sexual, de todas las posiciones relativas al deseo. Fodo sueño, síntoma o fantasma !ist0rico condensa y actuali"a una triple identi)cación* identi)cación con el o&jeto deseado, con el o&jeto deseante, y )nalmente, identi)cación con el o&jeto de goce de los dos amantes. (or lo tanto, a la pregunta más general acerca de la naturale"a del o&jeto de la identi)cación !ist0rica, !a&ría que responder* el o&jeto no es la mujer amada, ni el !om&re amante, ni tampoco su com5n emoción sexual, sino todo ello conjunta y simultáneamente. En una pala&ra, el o&jeto central del deseo de la !ist0rica no es un o&jeto determinado sino la relación, el intervalo que une a am&os partenaires de la pareja fantasiada. 3as categor*as lacanianas de la identi(cación. uego de este necesario es&o"o de la teoría freudiana de la identi)cación, vayamos al enfoque lacaniano proGpiamente dic!o. Ba dijimos que el concepto lacaniano de identi)cación responde a una encrucijada teórica más radical que la encrucijada freudiana. (ara acan, la identi)cación deGsigna el nacimiento de un nuevo lugar, la emergencia de una nueva instancia psíquica. 8e acuerdo con la naturale"a de este lugar podemos distinguir dos categorías de identi)caciones* la primera está en el origen del sujeto del inconsciente y la denominamos identi)caciónsimbólica% la segunda está en el origen del yo y la denominamos identi)caciónimaginaria. 8e&emos agregar, además, una tercera categoría más particular que no concierne exactamente a la producción de una nueva instancia, sino a la institución de un complejo psíquico denominado fantasma% consecuentemente, a esta 5ltima modalidad identi)catoria la llamamos fantasm5tica.
Duisiera presentarles estas tres modalidades de la identi)cación lacaniana, de)niendo sucesivamente los elementos intervinientes. os componentes de la identi)cación sim&ólica son el signi)cante y el sujeto del inconsciente% los de la identi)cación imaginaria son la imagen y el yo% )nalmente, los de la identi)cación fantasmática son el sujeto del inconsciente y el o&jeto a. / lo largo de la de)nición de estos elementos se irán esclareciendo las tres categorías de la identi)cación.
6denti(cación sim%ólica del sujeto con un signi(cante: nacimiento del sujeto del inconsciente. +omencemos por el signi)cante. NDu0 es un signi)canteO El t0rmino signi)cante no designa cosa alguna de una realidad tangi&le y o&serva&le de modo directo% responde más &ien a la necesidad del psicoanálisis de a&straer y de formali"ar determinados !ec!os #estos sí o&serva&les# que se reproducen y se repiten con insistencia a lo largo de la vida. >n signi)cante es una entidad estrictamente formal referida de modo indirecto a un !ec!o que se repite, y de)nida por relaciones lógicas con otras entidades igualmente signi)cantes. En suma, la categoría “signi)cante” está determinada por tres referencias. 6n signi,cante es una entidad (ormal . (rimeramente, el signi)cante es la referencia indirecta de un !ec!o repetitivo o&serva&le, consistente en una equivocación o en un acto involuntario en la conducta consiente de un individuo. El signi)cante representa en el orden formal y a&stracto el !ec!o concreto de una confusión que sorprende y excede al ser parlante. (or ejemplo, si cometo un lapsus, puedo llamarlo signi)cante porque no o&stante ser una manifestación producida en mí, sin em&argo se me escapa, me sorprende y revela a los otros y en ocasiones a mí mismo un sentido que !asta ese momento se mantenía oculto. (or lo tanto, la primera referencia en la de)nición de un signi)cante remite al advenimiento de una confusión reveladora de mi deseo% una confusión surgida tan a propósito y tan oportunamente que se me ofrece, fuera de mí, como mi propia verdad. +a&e o&servar que el signi)cante puede presentarse &ajo una gran variedad de formas indistintamente, o más &ien que puede formali"ar una gran variedad de !ec!os. El signi)cante puede ser una pala&ra, un gesto, el detalle de un relato, la inspiración de un poema, la creación de un cuadro, un sueño, incluso un sufrimiento o tam&i0n un silencio. Fodas estas manifestaciones !umanas pueden ser cali)cadas legítimamente como signi)cantes con la estricta condición de que sean la expresión involuntaria de un ser parlante. 6n signi,cante am%s e'iste solo. a segunda referencia del signi)cante, que nos permitirá situar la identi)cación sim&ólica de modo más especí)co, es ya no fáctica sino exclusivamente formal. +oncierne a la articulación lógica entre, por una parte un signi)cante referido a un acto no intencional tomado aisladamente en el momento de su advenimiento, y por otra a todos los signi)cantes que marcan otros actos semejantes pasados o por venir. El valor formal de un signi)cante radica en su pertenencia a una serie de otros signi)cantes, siendo cada uno de ellos la formali"ación a&stracta de una confusión pasada o futura. or lo tanto el signi"cante jam5s e4iste solo, es siempre uno entre otros. $ay un aforismo lacaniano que resume &ien esta relación formal entre un signi)cante y la serie a la cual pertenece* un signi)cante sólo es signi)cante para otros signi)cantes. Es decir que un signi)cante sólo tiene valor #valor formal entonces# si forma parte de un conjunto de unidades id0nticas a 0l. En consecuencia, cuando cali)quemos a tal o cual equivocación como signi)cante, de&eremos pensarla no como 5nica y solitaria, sino contarla como un acontecimiento necesariamente enla"ado a otros acontecimientos del mismo orden. *l sueto del inconsciente es el nombre de una relación abstracta entre un signi,cante y un conunto de signi,cantes. a tercera referencia que de)ne al
signi)cante, más formal a5n que la precedente, nos introducirá de modo directo al centro del mecanismo de la identi)cación sim&ólica o, para ser más exactos, al nacimiento del sujeto del inconsciente. 'eg5n acan, cuando un acontecimiento signi)cante tiene lugar #articulado siempre a otros signi)cantes# se produce un efecto singular que toma el nom&re de sujeto del inconsciente. / pesar de este voca&lo -sujeto” que se presta a confusiones, la expresión lacaniana “sujeto del inconsciente” no designa a la persona que se equivoca al !a&lar ni tampoco a su yo consciente o inconsciente, sino que nom&ra a una instancia sumamente a&stracta y )nalmente no su&jetiva. El sujeto del inconsciente es una función prácticamente semejante a las funciones matemáticas, ya que, estrictamente, se de)ne en el marco de una correspondencia esta&lecida entre el acontecimiento signi)cante actual y todos los otros acontecimientos signi)cantes pasados o por venir, ordenados virtualmente en una serie articulada. 8ic!o de otra manera, el sujeto del inconsciente es el nom&re con el cual designamos la experiencia concreta de una confusión cuando pensamos dic!a experiencia en el registro formal y la contamos como un signi)cante actual en su relación con otros signi)cantes virtuales. Entonces, el ser del sujeto se reduciría a una pura relación entre un elemento y un conjunto de)nido. (ero, Npor qu0 denominar con el nom&re sujeto #voca&lo que connota un sentido tan evocativo# a una relación formal tan fríamente lógicaO Es justamente la respuesta a esta pregunta la que nos introducirá nuevamente en el mecanismo de la identi)cación sim&ólica. *l sueto del inconsciente es un rasgo ausente de mi historia y )ue sin embargo la marca para siempre. +omencemos por examinar más cuidadosamente en qu0 consiste esta relación entre un signi)cante actual y los otros signi)cantes virtuales. 'i, estando u&icados justo en el momento doloroso del advenimiento inesperado de un síntoma, volvemos a pensar en todas las otras ocasiones en que vivimos el mismo sufrimiento, entonces descu&riríamos que, más allá de las circunstancias muy diferentes, aparece un detalle invaria&le que marca todos esos momentos de dolor. acan denomina a este elemento com5n, a este signo distintivo que se repite en cada uno de los acontecimientos signi)cantes más allá de sus diferencias, rasgo unario. 6asgo porque marca cada instante repetido% unario porque es el >no que uni)ca y re5ne los diferentes signi)cantes sucesivos. =o dejaremos de reconocer en este t0rmino “rasgo” el mismo voca&lo que reud empleara para caracteri"ar la identi)cación regresiva o la identi)cación del yo con el rasgo distintivo del o&jeto. ;ientras que reud &usca el yo en el rasgo que se repite y relaciona en un conjunto a seres amados, deseados y perdidos, acan pasa a un registro más a&stracto, enumera a las personas amadas y perdidas como signi)cantes seriados, aísla su rasgo com5n y, )nalmente, encuentra el sujeto del inconsciente. (or lo tanto, el sujeto del inconsciente no es tan sólo el nom&re de una relación entre un acontecimiento actual y otros acontecimientos virtuales, sino que es el nom&re de la marca invaria&lemente presente a lo largo de una vida. El sujeto del inconsciente es más que una relación, es en sí mismo el rasgo que uni)ca el conjunto de los signi)cantes. a identi)cación sim&ólica consiste justamente en la emergencia del sujeto del inconsciente, entendida como la producción de un rasgo singular que se di stingue cuando retomamos uno a uno todos los signi)cantes de una !istoria. (or cierto, !u&i0ramos podido esta&lecer el paralelo con reud y decir, mientras que reud &usca el yo en el rasgo com5n a los o&jetos amados y perdidos, acan &usca el sujeto en el rasgo com5n a los signi)cantes. Esto !u&iera sido legítimo, pero tan sólo a medias, ya que existe una diferencia radical entre am&os autores. acan no sólo se sit5a en el campo estricto de la lógica, sino que además lleva el formalismo al punto de extraer el rasgo uni)cante del conjunto al cual uni)ca. El rasgo, siendo un elemento separado y exterior al conjunto por 0l uni)cado, jamás será reconocido entre las unidades reunidas y enumera&les.
em&argo, sólo muy tarde reconocerá cuánto se parecían estas tres mujeres en el tim&re de vo". (ero lo que es más importante, pro&a&lemente nunca recono"ca !asta qu0 punto residía su propia singularidad, la identidad más íntima y desGconocida de sí mismo, en esa singularidad perci&ida en sus partenaires. +uando 'ergio enumera los momentos de su vida, no sa&e contarse a sí mismo, ya que en la cuenta se olvida. /!ora &ien, 0l sujeto del inconsciente es, precisamente, ese “sí mismo” olvidado en la cuenta. 'ergio se olvida ya que no puede darse cuenta de que es 0l mismo el rasgo sonoro de la vo" de las mujeres amadas, el rasgo unario irremedia&lemente ausente de la cuenta. (uesto que este rasgo no es pasi&le de ser contado, es llamado por acan el 8no+en+menos. NEn menos de qu0O En menos del conjunto contado. $e aquí, pues, en qu0 consiste la identi)cación sim&ólica* el sujeto del inconsciente está identi)cado con un rasgo, siempre el mismo, que jalona invaria&lemente una vida signi)cante y que, no o&stante, está sustraído de esa vida. (recisamente, la identi"cación simbólica designa la producción del sujeto del inconsciente como un sujeto en menos en una vida. ormul0moslo de otra manera respondiendo a la pregunta* Nqu0 !ay que entender por sujeto del inconscienteO El sujeto del inconsciente es un sujeto en menos en la vida de alguien, el rasgo ausente, exterior a esta vida, y que sin em&argo la marca para siempre. (or lo tanto, la singularidad de una vida signi)cante está dada por una marca que nos es exterior. Este es el modo que tenemos de existir en el inconsciente* existimos como una marca que nos singulari"a y de la cual, sin em&argo, estamos desposeídos. ustamente, es esta desposesión, esta sustracción de nuestra vida de un rasgo 5nico e íntimo denominado sujeto, lo que condujo a acan a utili"ar el t0rmino privación* en el inconsciente, la vida está privada del rasgo sim&ólico que desde afuera la singulari"a, es decir, privada del sujeto del inconsciente. / )n de disipar algunos malentendidos terminológicos, me gustaría recordar &revemente las otras fórmulas con las cuales los psicoanalistas lacanianos nom&ran al rasgo unario. +ada una de las siguientes expresiones* ideal del yo y falo, sit5a el rasgo unario en un contexto diferente y, en consecuencia, conci&e de modo distinto la identi)cación sim&ólica. +uando esta instancia es llamada rasgo unario, la inscri&imos en el contexto de la repetición de los signi)cantes% cuando se la nom&ra ideal del yo, la pensamos como el referente constante que regula las sucesivas identi)caciones del yo con las imágenes% y )nalmente, cuando se la denomina falo, la conce&imos como el referente que ordena las distintas modalidades de satisfacción sexual. En suma, se trata siempre de la misma instancia exterior al conjunto por ella regulado, y a la cual le damos el nom&re de rasgo unario cuando el conjunto de que se trata es un conjunto de signi)cantes, el de ideal del yo cuando el conjunto es el de las imágenes y )nalmente el de falo cuando el conjunto es el de los diferentes modos que adopta la sexualidad. 0denti,cación imaginaria del yo con la imagen del otro: nacimiento del yo. /&ordemos a!ora el modo de identi)cación que denominamos imaginaria y que determina la estructura del yo. >na ve" más, encontramos la encrucijada teórica que condujo a acan a designar con el nom&re de identi)cación al proceso de formación de una instancia psíquica nueva, en este caso el yo. En el momento inaugural de este proceso formador, denominado por acan estadio del espejo, el yo es antes que nada un &osquejo, la !uella que dejó en el niño una excepcional experiencia perceptiva. En ese momento el niño está capturado como no volverá a estarlo jamás por el impacto fulgurante que provoca en 0l la visión global de su imagen re7ejada en el espejo. En ese momento, y sólo en ese momento, el yo es solamente la !uella del contorno de la imagen unitaria del niño, el &oceto #simplemente una línea# de la forma !umana del !om&recito. Esta estructura originalmente vacía que denominamos yoG &oceto se irá consolidando a medida que apare"can otras experiencias imaginarias, ya no glo&ales sino parciales. Este primer yoG&oceto será el marco sim&ólico que contendrá todas las imágenes sucesivamente perci&idas constitutivas del yoGimaginario.
En la teoría lacaniana el yoGimaginario no se confunde con la conciencia de sí, ni con una de las tres instancias tópicas despejadas por reud @yo, superyó, elloA, sino que se de)ne como una estrati)cación incesante de imágenes inscritas continuamente en nuestro inconsciente. (ara comprender lo que es el yo y cómo se forma a lo largo de las sucesivas identi)caciones imaginarias, !ay que admitir primero que, para el psicoanálisis, el mundo exterior no está compuesto por cosas y por seres sino que está compuesto fundamentalmente por imágenes. +uando creemos perci&ir un o&jeto, nuestro yo sólo perci&e la imagen del o&jeto. /sí, entre el yo que se nutre de imágenes y el mundo #fuente de imágenes# se extiende una dimensión imaginaria 5nica, sin fronteras, en la cual el mundo y el yo son una sola y misma cosa !ec!a de imágenes. 'i aceptamos estas premisas lacanianas, reconoceremos que, tratándose del yo, la distinción interiorbexterior queda a&olida* el yo se aloja allí en la imagen exterior en apariencia, la de mi semejante por ejemplo, más &ien que en el sentimiento consciente de mí mismo. 'in em&argo, las imágenes constitutivas del yoGimaginario no son imágenes cualesquiera. (ara a can, el yo se estructura siguiendo una estrati)cación &ien ordenada de imágenes sucesivas, siendo cada una de ellas perci&ida con la pasión del odio, del amor y de la ignorancia. El yo sólo se identi)ca de modo selectivo con las imágenes en las cuales se reconoce, es decir, con imágenes pregnantes que con mayor o menor proximidad evocan apasionadamente la )gura !umana del otro, su semejante. (ero, Nqu0 es lo que enla"a afectivamente al yo con estas imágenes elegidas del otro, convertidas en su 5nica sustanciaO =o &asta con de)nir al yo como el precipitado de las imágenes devueltas por otro, es preciso además circunscri&ir lo que de estas imágenes lo cautivan con pasión !asta constituirlo. a 5nica cosa que cautiva, atrae y aliena al yo en la imagen del otro es precisamente aquello que no se perci&e en la imagen, a sa&er, la parte sexual de ese otro. a verdadera captación imaginaria del yo no es aquella operada por la imagen sino por la parte no percepti&le, negativi"ada de la imagen. Es con esta parte agujereada en la imagen con la que el yo se identi)ca realmente. +on esto es con lo que quisi0ramos concluir* la identi)cación imaginaria que da origen al yo es más que una serie de imágenes sucesivas, es, fundamentalmente, la fusión del yo con la parte agujereada de la imagen del semejante. 6etomemos puntualmente nuestras principales proGposiciones acerca de la identi)cación imaginaria* C El yo imaginario se forma en el interior del marco del “yo @ jeA” sim&ólico inaugurado en el momento del estadio del espejo. C (ara el yo, el mundo no es más que imágenes. (or lo tanto, !ay continuidad y constancia entre 0l y el mundo. El yo se aloja allí, en la imagen exterior en apariencia, y el mundo está en el yo, en la imagen más íntima en apariencia. C =o todas las imágenes del mundo son constitutivas del yo. El yo sólo perci&e las imágenes en las cuales se reconoce, es decir, imágenes pregnantes que con mayor o menor proximidad evocan apasionadamente la )gura !umana del otro, su semejante. C a parte imaginaria del semejante que atrae la percepción del yo y lo aliena no es, !a&lando con propiedad, la forma !umana en general sino todo aquello de la imagen que está connotado como sexual. C El narcisismo in!erente a la identi)cación imaginaria del yo no se reduce a la simple fórmula “amarse a sí mismo a trav0s de la imagen del otro-. El yoG=arciso de&ería de)nirse más &ien seg5n la fórmula* “amarse a sí mismo como se ama el sexo de la imagen del otro”, o de modo más directo, “me amo como amo a mi sexo”.
En suma, el yo sólo se forma en las imágenes pregnantes que con mayor o menor proximidad le permitan volver so&re sí mismo y con)rmar su naturale"a imaginaria de ser sexual. 0denti,cación (antasm%tica del sueto con el obeto: nacimiento de un compleo psí)uico denominado (antasma. (ara terminar, trataremos este tercer modo de identi)cación parcial que de)ne la estructura del fantasma inconsciente. (ara acan, un amplio espectro de formaciones clínicas que van desde los ensueños diurnos !asta algunos delirios, se explicaría siguiendo una matri" formal compuesta por dos t0rminos* el sujeto del inconsciente cuyo estatuto de entidad formal aca&amos de justi)car, y el o&jeto, caracteri"ado !asta este momento como siendo la emoción sexual con la cual se identi)ca el yo !ist0rico, y que a!ora vamos a de)nir mejor. a relación entre estos dos t0rminos se reduce, en lo esencial, a una asimilación del uno al otro, expresada por la fórmula en donde el losange identi)cación del sujeto con el o&jeto.
indica la operación misma de la
/ )n de comprender la naturale"a de este o&jeto a con el cual se identi)ca el sujeto, y así conocer el principal resorte de la identi)cación fantasmática, tomemos el ejemplo de un fantasma que se exprese no por medio del relato de un paciente en cura analítica, sino mediante una acción motri" efectuada concretamente en el espacio y el tiempo. +a&e o&servar que el fantasma inconsciente puede manifestarse tanto por la intermediación de pala&ras como, de modo más directo, &ajo la forma de un accionar. na parte, entonces, es meta&oli"ada en fantasma y la otra permanece como un resto irreducti&le que alimenta y arrastra continuamente a la pulsión por la vía de la descarga, es decir por la vía de producir nuevos fantasmas. 8igamos en un primer acercamiento que el o&jeto, seg5n acan el o&jeto a, coincidiría justamente con ese plus de energía constante, no converti&le en fantasma, pero no o&stante causa de fantasmas por venir. &iqu0monos a!ora desde el punto de vista no ya de la causa y del origen sino de la función del fantasma como producto psíquico ya ela&orado. En efecto, el fantasma es una formación psíquica un producto destinado a mantener #a la manera de un señuelo# el empuje de la pulsión y de esta manera a evitar que la pulsión alcance el límite !ipot0tico de un goce intolera&le que signi)caría la descarga total de la energía pulsional. /sí, la función del fantasma inconsciente es la de impedir el acceso a un goce a&soluto y la de satisfacer parcialmente a la pulsión, a costa de mantener siempre vivo ese excedente de energía que el fantasma no logró canali"ar. +omo si en el momento del acceso, el niño del fantasma exclamara* “9(re)ero dejarme llevar por la pulsión de destruir o destruirme, y mantener en mí una excitación inextingui&le, antes de disolverme en el vaciamiento sin límite de una descarga pulsional completa\” R tam&i0n*
“(re)ero sufrir en mi acceso y satisfacer la pulsión de modo parcial antes que desaparecer &ajo el peso de un sufrimiento in)nito.” En una pala&ra, el fantasma es una defensa, una protección del yo del niño contra el temor de aniquilamiento representado por la descarga total de sus pulsiones. Esto al precio de !acerlo sufrir al arrastrarlo a una crisis motri" eventualmente peligrosa, y sin que jamás quede por completo resuelta una fuer"a pulsional siempre activa. (ero el o&jeto no es tan sólo un excedente de energía pulsional a la deriva, que está en el origen de diversas formaciones psíquicas. Es, ante todo, una tensión de naturale"a sexual, en la medida en que está enla"ada a una fuente corporal erógena, a una parte eroti"ada del cuerpo, presente siempre en el seno de un fantasma. En el ejemplo clínico que nos ocupa, la satisfacción pulsional G#o más &ien la parte de energía descargada# se !ace posi&le gracias a la movili"ación del conjunto de los m5sculos que, con ocasión del acceso motor, se convierten en la región corporal eminentemente sexuali"ada. (ongámonos de acuerdo. Ba sea que la tensión pulsional sea transformada en fuer"a muscular o que, por el contrario, permane"ca no utili"ada @o&jeto aA, en el fondo es siempre de naturale"a sexual. a "ona erógena del cuerpo marca con su sexualidad tanto el plus de energía no convertido como la energía descargada. En consecuencia, el o&jeto a adoptará diferentes aspectos y llevará diferentes denominaciones seg5n sea la "ona erógena del cuerpo prevalente en el fantasma. 'i la "ona erógena dominante es la &oca, el o&jeto a tomará la )gura del seno y el fantasma se llamará fantasma oral% si la "ona es el ano el o&jeto tomará la forma excremental y el fantasma será caracteri"ado como un fantasma anal% si la región erógena está locali"ada en el ojo, el o&jeto revestirá la )gura de la mirada y el fantasma será denominado “fantasma escópico”% etc0tera. En el caso clínico de este niño destructor y autodestructor, la fuente erógena dominante corresponde a toda la masa muscular, el o&jeto toma la forma del dolor inconsciente, y )nalmente el fantasma se denomina fantasma sadomasoquista. En suma, las crisis de cólera sufridas por el niño actuali"an un fantasma organi"ado en torno a este o&jeto central a que es el goce inconsciente de sentir dolor. (ero una ve" dic!o todo esto, Ncuál es el lugar de la identi)cación en el fantasmaO /nteriormente, su&rayamos que el mecanismo estructurante de un fantasma se resume en la identi)cación del sujeto con el o&jeto. 'ostener que el sujeto se identi)ca con el o&jeto , o que en el fantasma el sujeto es el o&jeto, signi)ca, sencillamente, que en el momento de la aparición de una formación fantasmática el sujeto se cristali"a en la parte compacta de una tensión que no llega a descargarse. +uando el niño viva el momento culminante de su crisis, pensaremos que todo en 0l es dolor, que 0l no es más que dolor, y que el dolor #polo central del fantasma# a&sor&e y condensa al ser del niño. 6ecordemos que esta asimilación radical, local y provisoria del sujeto al o&jetoGdolor es el mejor modo de defensa contra esta otra asimilación intolera&le del sujeto a un sufrimiento in)nito.
1ragmentos de las o%ras de S. 1reud " de J. 3acan so%re la identi(cación. 1reud. 3a identi(cación no es una imitación. 9?@
/sí, pues, la identi)cación no es una simple imitación, sino una apropiación &asada en la misma causa etiológica, expresa una equivalencia y se re)ere a una comunidad que permanece en lo inconsciente @1422A. (rimeramente, la identi)cación es un enlace afectivo @identi)cación primariaA, luego un sustituto de un enlace sexual @identi)cación regresivaA% y )nalmente, una capacidad para vivir -por contagio psíquico” una situación dramática @identi)cación !ist0ricaA ... 1A la identi)cación es la forma primitiva del enlace afectivo a un o&jeto% HA siguiendo una dirección regresiva, se convierte en sustitución de un enlace li&idinoso a un o&jeto, como por introyección de o&jeto en el yo% y IA puede surgir siempre que el sujeto descu&re en sí un rasgo com5n con otra persona que no es 9directamente: o&jeto de sus intenciones sexuales @12H1A. a identi)cación primaria es la identi)cación del yo al (adre de la !orda primitiva /demás, el violento y tiránico padre constituía seguramente el modelo envidiado y temido de cada uno de los miem&ros de la asociación fraternal y al devorarlo 9a&sorción: se identi)ca&an con 0l y se apropia&an una parte de su fuer"a @121IA. En la identi)cación regresiva, el yo se separa del o&jeto, se repliega y se identi)ca al rasgo sim&ólico del o&jeto que ya no está +uando !emos perdido un o&jeto o !emos tenido que renunciar a 0l, nos compensamos, a menudo, identi)cándonos con 0l, erigi0ndolo de nuevo en nuestro yo, de manera que, en este caso, la elección de o&jeto retroceda a la identi)cación @12IIA. +uando se !a perdido un o&jeto amoroso, la reacción más o&via consiste en identi)carse con 0l, como si se quisiera recuperarlo desde dentro @12I4A. En la identi)cación narcisista @ej. melancolíaA, el yo se identi)ca con la imagen de un o&jeto ya perdido y totalmente desinvestido de li&ido. 8e esta circunstancia deducimos que si &ien !a retirado el melancólico su li&ido del o&jeto, se !a veri)cado, en cam&io, un proceso #la “identi)cación narcisista”#, a resultas del cual !a quedado dic!o o&jeto incorporado al yo, o sea proyectado so&re el @121SA. En la melancolía, es reempla"ado el investimiento del o&jeto perdido por una identi)cación a la imagen del o&jeto perdido. ... sirviendo @la li&idoA para esta&lecer una identi)cación del yo con el o&jeto a&andonado. a som&ra del o&jeto cayó así so&re el yo% este 5ltimo, a partir de este momento, pudo ser ju"gado por una instancia especial, como un o&jeto, y en realidad como el o&jeto a&andonado @121LA. a identi)cación con el padre muerto es una identi)cación fantasmática. El síntoma temprano de los “ataques de muerte” 9epilepsia: se nos explica así como una identi)cación con el padre 9muerto:, tolerada por el superyó con un )n punitivo @12H4A. acan. En la identi)cación imaginaria, el yo se aliena en la imagen del otro. ... la serie de fenómenos tales, que van desde la identi)cación espectacular !asta la sugestión mim0tica y la seducción de prestancia @...A se inscri&en en una am&ivalencia primordial que se nos presenta en espejo, en el sentido de que el sujeto se identi)ca en su sentimiento.
'í con la imagen del otro, y la imagen del otro viene a cautivar en 0l este sentimiento. 8espu0s de la identi)cación primaria y la identi)cación regresiva del yo al rango del o&jeto, la identi)cación !ist0rica es el tercer modo de identi)cación esta&lecido por reud. +onsiste en la identi)cación fantasmática del sujeto al o&jeto en tanto emoción, y tiene por función satisfacer el deseo. ... ese tercer modo de identi)cación que condiciona su función de sost0n del deseo y que especi)ca por lo tanto la indiferencia de su o&jeto. El fantasma es una identi)cación del sujeto con el o&jeto* (ues esos o&jetos, parciales o no, pero sin duda alguna signi)cantes, el seno, el excremento, el falo, el sujeto los gana o los pierde sin duda, es destruido por ellos o los preserva, pero so&re todo es esos o&jetos, seg5n el lugar donde funcionan en su fantasía fundamental, y ese modo de identi)cación no !ace sino mostrar la patología de la pendiente a que se ve empujado el sujeto...
El concepto de SBPE54. El superyó es tanto el enemigo del !om&re como su amigo. =o es exagerado decir que la vida psíquica del !om&re está compuesta, esencialmente, por tenaces esfuer"os, ya sea para escapar al dominio del superyó, ya sea para soportar dic!o dominio. E. ones El origen de esta instancia so&erana de la personalidad #descrita por reud explícitamente en el marco de la segunda teoría del aparato psíquico @aparato compuesto por el yo, el ello y el superyóA#, se remonta al período de la desaparición del complejo de Edipo, a los cinco años aproximadamente. En esta 0poca, la interdicción de reali"ar el deseo incestuoso que los padres imponen al niño edípico se transformará en el yo en un conjunto de exigencias morales y de pro!i&iciones que, de allí en más, el sujeto se impondrá a sí mismo. El psicoanálisis denomina superyó a esta autoridad parental internali"ada en el momento del Edipo y diferenciada en el seno del yo como una de sus partes. reud resumió en una 5nica y muy conocida frase la esencia misma del superyó* “El superyó es el !eredero del complejo de Edipo”. a g0nesis del superyó primordial y sus tres funciones inconscientes* pro!i&ir, ex!ortar, proteger. N(ero qu0 es lo que transmitid el Edipo a ese !ijo psíquico que es el superyóO N$uella de qu0 es esta instanciaO El superyó es la !uella psíquica y duradera de la solución del principal con7icto de la escena edípica. Este con7icto, cuya salida será la resolución )nal del drama, consiste en una franca oposición entre la ley que pro!í&e y la supuesta consumación del incesto. Entendámonos, el con7icto no se sit5a entre la ley interdictora y el deseo incestuoso del niño, sino entre esta ley y la satisfacción impensa&le, es decir, el goce que signi)caría la reali"ación de dic!o deseo. En otros t0rminos, la ley no pro!í&e el deseo, no puede impedir que el niño desee, pro!í&e exclusivamente la plena satisfacción del deseo% en una pala&ra, la ley pro!í&e el goce, /sí, el con7icto del cual resulta el superyó, no se sit5a entre la ley y el deseo, sino entre la ley y el goce a&soluto del incesto. (ero entonces, Ncómo se resolverá ese con7icto, o más &ien, cómo se formará el superyóO El niño, por miedo a ser castrado, se somete resignado a la pro!i&ición parental y acepta renunciar #con temor y odio# a concretar su deseo, pero no por ello queda el deseo suprimido. /!ora &ien, Nqu0 quiere decir exactamente la sumisión del niño a la pro!i&ición, sino que asimila la ley y la !ace psíquicamente suyaO En otras pala&ras, una parte del yo se identi)ca con la )gura paren tal intedictora, mientras que la otra contin5a deseando% entonces, el niño se vuelve capa" #al precio de desdo&larse# de encamar 0l mismo a un tiempo la ley y el deseo. a parte del yo que toma el lugar de ley interdictora de manera duradera constituye lo que denominamos el superyó. En consecuencia, el superyó es en la vida psíquica del adulto no sólo la !uella permanente de la ley de pro!i&ición del incesto, sino tam&i0n el garante de la repetición, a lo largo de la existencia, de los tres gestos fundamentales que marcaron para el niño la salida del Edipo. Estos tres gestos son* renunciar al goce pro!i&ido, mantener su deseo !acia ese mismo goce considerado inaccesi&le y salvar su pene de la amena"a de la castración. En lugar de “salvar su pene” de&eríamos ser más a&arcativos y escri&ir* salvar su integridad física y psíquica del peligro de fragmentación que !u&iera so&revenido si el yo del niño !u&iera accedido al goce trágico del incesto. /quí de&emos aclarar que “pro!i&ido”, “inaccesi&le” y “peligroso” son atri&utos que caracteri"an un mismo goce, seg5n diferentes perspectivas* está pro!i&ido desde el punto de vista de la ley, es inaccesi&le desde el punto de vista del deseo, y peligroso para la consistencia del yo. /claremos tam&i0n que, contrariamente a la a)rmación de algunos autores, la pro!i&ición del
superyó no afecta en modo alguno al deseo. ;ás aun, da testimonio de la vitalidad del deseo puesto que el deseo, al no !a&er sido reali"ado, prosigue incansa&lemente su &5squeda de la satisfacción incestuosa, aunque est0 pro!i&ida. a existencia del superyó es sin duda un signo del vigor del deseo. =o, el superyó no representa la desaparición del deseo, sino la renuncia a experimentar el goce que el niño !u&iera conocido si el incesto !u&iera tenido lugar. Fal como queda expuesto, la instancia del superyó no se reduce a una pura y estricta representación psíquica de la ley, es, ante todo, la !uella sin cesar renovada en el yo de los tres gestos que marcaron la declinación del complejo de Edipo. 8e esta manera, el superyó representa la renuncia al goce pro!i&ido, la exaltación del deseo por un goce imposi&le, y la defensa de la integridad del yo no sólo contra la amena"a de castración, sino tam&i0n contra el peligro del goce terri&le del incesto. 'i el superyó pudiera condensar en una sola fórmula imperativa 0stos tres principios, ordenaría el yo* “[8esea el a&soluto al cual de&erás renunciar porque te está pro!i&ido y es peligroso\” Estas funciones del superyó, pro!i&ir el goce, exaltar el deseo y proteger la integridad yoica #funciones indisocia&les y antagónicas entre sí#, muestran !asta qu0 punto la instancia superyóica regula los movimientos del yo respecto del goce. ;ovimiento de despec!o @odioA ante el goce pro!i&ido, movimiento de atracción @amorA por el goce imposi&le, y movimiento de repulsión @miedoA ante el goce terrorí)co. R&servemos tam&i0n que, precisamente, la instancia superyóica está cargada con estos mismos afectos de odio, de amor y de miedo experimentados por el niño en el momento de la resolución )nal del complejo de Edipo. ;ás tarde, el odio originario se volverá severidad sádica del superyó y la angustia sentimiento de culpa&ilidad del yo. as dos categorías del superyó primordial* el superyóGconciencia y el superyóGinconsciente tiránico /ca&amos de descri&ir la g0nesis del superyó primordial y de esta&lecer las tres funciones que ejerce de manera sorda #es decir, de manera inconsciente# en relación al yo. / partir de esta estructura &ásica, podemos conce&ir dos categorías radicalmente opuestas y no o&stante coexistentes del superyó. (rimero, reconocemos un superyó asimilado a la conciencia en sus variantes de conciencia moral, conciencia crítica y conciencia productora de valores ideales. Este superyóGconciencia corresponde a la de)nición clásica, que designa a la instancia superyóica como la parte de nuestra personalidad que regula nuestras conductas, nos ju"ga y se ofrece como modelo ideal. /sí el yo, &ajo la mirada de un escrupuloso o&servador, respondería a las exigencias consientes de una moral a seguir y de un ideal a alcan"ar. a actividad consiente, generalmente considerada como una derivación racional del superyó primordial, se explica por la incorporación en el seno del yo no sólo de la ley de pro!i&ición del incesto, sino tam&i0n de la in7uencia crítica de los padres y, de modo progresivo, de la sociedad en su conjunto. Este superyó, considerado a la lu" de sus tres roles de conciencia crítica, de jue" y de modelo, representaría la parte su&jetiva de los fundamentos de la moral, del arte, de la religión y de toda aspiración !acia el &ienestar social e individual del !om&re. 'in em&argo, el superyóGconciencia en su carácter espiritual, ideal y autocrítico no es más que una cara del superyó, tal ve" la más conocida, pero tam&i0n la más super)cial y la menos importante para un psicoanalista. 'i el superyó sólo fuera sinónimo de conciencia moral, ideal y crítica, dudaríamos en conferirle un lugar especial en el corpus de la teoría psicoanalítica. /!ora &ien, el concepto de superyó es a&solutamente crucial para dar cuenta de la existencia en nosotros de un otro superyó, no solo diferente sino exactamente opuesto a los principios racionales de la moral &asada en la &5squeda del &ien. ;ientras que la actividad superyóica consiente participa de la promoción del &ienestar, un otro superyó, cruel y fero", es la causa de una gran parte de la miseria !umana y de las a&surdas acciones infernales del !om&re @suicidio, asesinato, destrucción y guerraA. El “&ien” que este superyó salvaje nos ordena
encontrar no es el &ien moral @es decir, lo que está &ien desde el punto de vista de la sociedadA, sino el goce a&soluto en sí mismo% nos ordena infringir todo límite y alcan"ar lo imposi&le de un goce incesantemente sustraído. El superyó tiránico ordena y nosotras o&edecemos sin sa&erlo, aun cuando con frecuencia ello conlleve la p0rdida y la destrucción de aquello que nos es más caro. os excesos del superyó tiránico* condena @interdicción desmesuradaA ordena @ex!ortación desmesuradaA, in!i&e @protección desmesuradaA ;ientras que, clásicamente, se asimila el superyó al superyóGconciencia, garante de la ley moral de la pro!i&ición del incesto, descu&rimos aquí un superyó distinto, instigador inconsciente y perverso que !ec!i"a al yo con los encantos de un ideal de goce. o que este superyó salvaje representa a los ojos del yo #seg5n reud# es, no el sentido de la realidad exterior, sino el llamado irresisti&le del ello que incita al yo a violar la pro!i&ición y a disolverse en un 0xtasis más allá de todo placer. (recisamente, es 0ste el sentido de la fórmula propuesta por acan* “El superyó es el imperativo del goce #[Jo"a\” El yo, acosado por el empuje superyóico, llega a veces a cometer acciones de una rara violencia contra sí mismo o contra el mundo. (or ejemplo, a menudo el acto !omicida está dictado por el imperativo ciego de un superyó inexora&le. Es erróneo creer que el superyó del criminal es d0&il* muy por el contrario, el más odioso !omicidio es siempre la respuesta irreprimi&le a un aullido superyóico que ordena llevar el deseo a su extremo. >n extremo que, sin em&argo, no es alcan"ado jamás, puesto que deseo alguno, ni siquiera el asesino, alcan"ará jamás el goce pleno. >n crimen, un suicidio, o cualquier otro acto violento y mortífero, representan tan sólo satisfacciones parciales en el camino que lleva al sujeto !acia el espejismo de la satisfacción a&soluta. Esto permite comprender que, tal como lo escri&iera reud, en el superyó sólo reina una pura cultura de la pulsión de muerte. =o, el superyó no es 5nicamente el representante psíquico de una ley moral que apunta a nuestro propio &ien y al &ien de los otros @superyóGconcienciaA% no es tan sólo el representante de una ley sim&ólica inconsciente @superyóGprimordialA% es ante todo un sem&lante de ley, una ley inconsciente e insensata cuya intimación, más apremiante que cualquier mandato de la conciencia, nos ordena llevar el deseo !asta su 5ltimo límite. (ero el superyóGfero" no sólo se caracteri"a por la desmesura de su ex!ortación, es igualmente desmesurado en su rol de interdictar del goce y de guardián de la integridad del yo. as tres funciones superyóicas primordiales de ex!ortación, de interdicción y de protección sólo son asumidas por este superyó tiránico de modo violento y mór&ido. a ex!ortación demasiado apremiante conduce, tal como lo expusimos, a reali"aciones &rutales de deseos !omicidas o suicidas. a interdicción demasiado rigurosa conduce a manifestaciones a&surdas de autocastigo, como aquellas propias a los estados patológicos copio la melancolía, algunos delirios de autoacusación o incluso la entidad clínica designada por acan “paranoia de autoGcastigo”. En este sentido, ca&e o&servar que la condena ejercida por el superyó irracional es a tal punto excesiva, que go"a con un placer sádico producido por la severidad de sus sanciones. =os encontramos nuevamente ante la singular paradoja de ver al superyó restringir el goce por una parte, y por la otra go"ar por ejercer la interdicción. inalmente, la tercera función a&usiva del superyó radica en una protección tan celosa respecto del yo que conduce a comportamientos caracteri"ados por la in!i&ición. (or ejemplo, el superyó puede pro!i&ir fácilmente a un !om&re la relación sexual con su mujer representándoseG la como un peligro a&omina&le. a g0nesis de\ superyó tiránico% el superyó tiránico es el !eredero de un trauma primitivo
Fam&i0n este superyó, tan desenfrenado en sus intimaciones, tan cruel en sus pro!i&iciones, tan sádico en su dure"a, y tan celosamente vigilante, emerge #al igual que el superyó primordial# de una crisis en la cual 0l niño se ve confrontado con una pro!i&ición. /!ora &ien, no se trata aquí necesariamente de la crisis edípica, sino de cualquier traumatismo primitivo, sea cual fuere, padecido por el niño con independencia de su edad, cuando sus fantasmas le !ace oír la vo" de un adulto como una imposición &rutal y desgarradora. /turdido, el niño siente el peso de la autoridad y de la intimidación parentales, sin comprender so&re qu0 recae enG realidad la pro!i&ición proferida por la vo" fantasmada de los padres. El sentido de la pro!i&ición, sentido que puede ser ve!iculi"ado a trav0s de cualquier pala&ra sim&ólica y estructurante, queda anulado por el sonido taladrante de la vociferación parental. El sonido fantasmado ec!a al sentido sim&ólico y se convierte en el seno del yo en el n5cleo sonoro, aislado y errante, que constituye el asiento mór&ido del superyó tiránico. inalmente, la tela de que está !ec!o este superyó se reduce a un fragmento de vo" a la deriva, a un o&jeto errático denominado, en la teoría lacaniana, “o&jeto a”. / )n de dar cuenta de este rec!a"o de lo sim&ólico y de sus consecuencias imaginarias en el yo, acan recurre al concepto de forclusión, y explica que el rec!a"o de los mandatos de la pala&ra resurge &ajo la forma de un &oquete a&ierto en lo imaginario. 'i pensamos el origen y la naturale"a del superyó tiránico seg5n nuestra tesis so&re las formaciones del o&jeto a, reconoceremos en este superyó un caso ejemplar de formación de o&jeto a producida por forclusión.H (or lo tanto, podemos reconocer al superyó tiránico una g0nesis especí)ca distingui&le de la del superyó primordial formado en el momento del Edipo. ;ientras que el superyó primordial se construye a partir de la inGcorporación de la imagen de la autoridad parental y de la inscripción en el yo de la ley de pro!i&ición del incesto, el superyó tiránico se origina de modo intempestivo del desgarramiento traumático padecido por el yo en el momento del rec!a"o de una pala&ra sim&ólica. /sí, a la incorporación imaginaria y a la inscripción sim&ólica, factores que originan el superyó primordial, se oponen el desgarramiento traumático y el rec!a"o forclusivo, factores que originan el superyó tiránico. (arafraseando la c0le&re aserción freudiana “el superyó 9primordial: es el !eredero del complejo de Edipo, propongo la siguiente fórmula* el superyó tiránico es el !eredero de un trauma primitivo. /!ora se puede comprender mejor por qu0 el superyó cruel y fero" encarna, no la ley de pro!i&ición primordial, sino un simulacro de ley, una ley agujereada, prácticamente destruida, una vociferación desaforada e insensata de la ley. El 5nico atri&uto que con)ere al superyó una apariencia de ley es el modo imperativo que adopta para !acerse oír por el yo. Exceptuado este modo, la instancia del superyó tiránico no es nada más que un trauma personi)cado por el yo &ajo la forma de un grito aterrador que condena @pro!i&ición desmesuradaA, ordena @ex!ortación desmesuradaA y sofoca @protección desmesuradaA. a culpa&ilidad es una enfermedad imaginaria del yo que reclama el remedio imaginario del autocastigo in7igido por el superyó NDu0 es la culpa&ilidadO N(or qu0 siempre está asociado el superyó a la noción de culpa&ilidadO 8e acuerdo con las enseñan"as de nuestra práctica de las curas, la culpa&ilidad, en el sentido psicoanalítico del t0rmino, es fundamentalmente un sentimiento inconsciente. El concepto de culpa&ilidad fue introducido en la teoría freudiana para revelar, fundamentalmente, que la 5nica culpa&ilidad decisiva en la vida psíquica es el sentimiento de ser culpa&le sin tener, paradójicamente, ninguna representación consciente de ello. “El sentimiento de culpa&ilidad #escri&e reud# permanece mudo para el enfermo. =o le dice que sea culpa&le, y de este modo el sujeto no se siente culpa&le, sino enfermo.” En efecto, para el psicoanálisis, podemos ser culpa&les y sin em&argo ignorar que lo somos, puesto que conscientemente nada nos acusa, y no nos parece !a&er cometido delito alguno. ;ientras que en la conciencia somos inocentes, en el inconsciente somos culpa&les.
/!ora &ien, esta culpa&ilidad de la cual la conciencia no contiene !uella alguna, se expresa de modo indirecto en afecciones psicopatológicas @neurosis o&sesiva, melancolía, duelo no ela&orado, delirio de autoacusación...A, y a trav0s de diversas formaciones psíquicas como fantasmas, situaciones dolorosas o incluso comportamientos de fracaso en el curso de la cura. Entre estas 5ltimas, recordemos el caso ejemplar de la reacción terap0utica negativa. /l ca&o de un tra&ajo analítico seguido de una mejoría del estado del paciente, el psicoanalista comprue&a, contra todo lo esperado, el retorno de los síntomas y el agravamiento de los sufrimientos que creía desaparecidos. +omo si en el anali"ante existiera una fuer"a ignorada que le impidiera progresar y le impusiera un dolor mayor aun que tendría el valor de penitencia. a culpa&ilidad que está en el origen de esta reacción inesperada no se le aparece al paciente en modo alguno% cree, sencillamente, que su estado se complicó en forma inexplica&le% se reconoce enfermo pero no se considera culpa&le. 'entimiento inconsciente de culpa&ilidad, necesidad de castigo y necesidad de nominación. El tra&ajo con nuestros pacientes con)rma plenamente la tesis freudiana seg5n la cual el sufrimiento de los síntomas expía una falta ignorada. El yo cae o recae enfermo a )n de aliviar la opresión de ser inconscientemente culpa&le. =os encontramos aquí ante una rara ecuación* el dolor sentido @autocastigo &ajo forma de nuevos síntomasA es el alivio de un dolor no sentido @culpa&ilidadA. /!ora &ien, para apre!ender mejor el mecanismo íntimo de este !ec!o clínico, de&emos comprender que el sentimiento doloroso de culpa&ilidad consiste #desde el punto de vista económico# en una tensión intolera&le a tal punto que, para li&erarse, ocasiona la acción apaciguadora de un autoG castigo mór&ido. (odemos decir, entonces, que lo propio de la culpa&ilidad inconsciente es despertar de modo automático la irreprimi&le necesidad de ser castigado. (ero la acción punitiva no es solamente la satisfacción de una descarga de energía que rea&sor&e la tensión% es además, desde un punto de vista sim&ólico, una satisfacción de naturale"a distinta. a acción punitiva alivia tam&i0n porque posi&ilita locali"ar una falta desconocida que !asta ese momento carecía de representación. a culpa&ilidad, para ser tolerada, requiere no sólo de una acción que expíe la falta sino tam&i0n de un nom&re que la represente% la necesidad de castigó se redo&la en una imperiosa necesidad de nominación. / veces, esta do&le necesidad de castigar y de nom&rar es tan irresisti&le que llega a empujar a un !om&re a cometer una falta real que indu"ca a un castigo igualmente real y que )nalmente nom&re la falta inconsciente. -En muc!os criminales, so&re todo en los jóvenes, !emos descu&ierto #escri&e reud# un intenso sentimiento de culpa&ilidad, que existía ya antes de la comisión del delito, y no era, por tanto, una consecuencia del mismo, sino su motivo, como si para el sujeto !u&iera constituido un alivio poder enla"ar dic!o sentimiento inconsciente de culpa&ilidad con algo real y actual.” / tal punto es estrec!a la relación culpa&ilidad @causaAGautocastigo @efectoA que identi)camos la una con el otro y consideramos como equivalentes estas tres expresiones* “sentimiento inconsciente de culpa&ilidad”, “necesidad de castigo” y la que aca&amos de proponer, “necesidad de nominación”. El superyó !ace culpa&le al yo de una falta imaginaria y lo castiga. ;e parece que !a llegado el momento de esta&lecer la parte que depende del superyó en el proceso de culpa&ilidad y que esquemati"aremos así* alta desconocida cometida por el yo G sentimiento inconsciente de culpa&ilidad experimentado por el yo G acción punitiva in7igida por el superyó. (ero antes de esta&lecer la presencia superyóica en la culpa&ilidad, de&emos recordar primero que, puesto que el superyó no es más que una parte diferenciada del yo, toda referencia a la acción superyóica de&e ser comprendida en realidad como un movimiento del
yo respecto de sí mismo. /clarado este punto, despejaremos dos incidencias del superyó. a primera se sit5a en el nivel del castigo, donde la consideramos id0ntica a la necesidad de imponerse un sufrimiento. inalmente, la “necesidad de castigo” no es más que una manera particular de designar la fuer"a que de&e emplear el yo para lograr volverse contra sí mismo. (ara descri&ir este movimiento, !u&i0ramos podido utili"ar el t0rmino “superyó” y a)rmar* el superyó arma el &ra"o autodestructor del yo, o tam&i0n sencillaG mente, el superyó castiga al yo. Examinemos a!ora la segunda incidencia superyóica, la que, en este caso, se sit5a en el nivel de la falta que origina el sentimiento inconsciente de culpa&ilidad. /!ora &ien, Ncuál es la falta desconocida que vuelve culpa&le al yoO (ara responder, de&emos considerar la culpa&ilidad como una forma ela&orada de la angustia de castración. El temor del niño en el momento del Edipo ante la pro!i&ición de la autoridad exterior, se transforma más tarde en culpa&ilidad ante la pro!i&ición de la autoridad interna @superyóA. /!ora &ien, estas reacciones imaginarias de temor y de culpa&ilidad son despertadas, no sólo por la amena"a de la interdicción de reali"ar el goce incestuoso, sino tam&i0n por el ardor de su propio deseo que simultáneamente experimenta el yo. El yo sólo se angustia y se culpa&ili"a ante la pro!i&ición si al mismo tiempo perci&e la agitación interna de su propio deseo. B &ien, es a!í cuando el yo se confunde y se instala en 0l ese parásito del neurótico que es la culpa. (ero, Nde qu0 confusión se trataO El yo se equivoca y se considera culpa&le cuando, al perci&ir el impulso de su deseo, cree perci&ir el )n del deseo% siente el deseo pero cree experimentar el goce. /!ora &ien, el yo se vuelve culpa&le no tanto por desear sino por ser incapa" de responder a dos exigencias opuestas y simultáneas del superyó tiránico. (or una parte, de&e someterse a la apremiante demanda de una vo" que lo ex!orta a go"ar, y por la otra, de&e o&edecer a una segunda vo" que, por el contrario, le pro!í&e go"ar. /nte el superyó que ex!orta, el yo es culpa&le de no reali"ar su deseo* es una falta por defecto% y ante el superyó que pro!í&e y condena, es culpa&le de estar a punto de reali"ar ese deseo* es una falta por exceso. El yo, parali"ado, do&lemente culpa&le a los ojos del superyó, de no reali"ar su de seo y, a la inversa, de estar demasiado próximo a reali"arlo, permanece encerrado en el estrec!o círculo del enfrentamiento de las dos demandas antagónicas del superyó. (ero en realidad ninguna de las dos faltas es cometida ya que recordemos que el deseo es imposi&le de ser reali"ado. =o puedo ser culpa&le de un acto que me es imposi&le cometer. 'i el superyó no existiera, el yo en sí mismo jamás sería culpa&le. /!ora &ien, el superyó existe, es decir que el yo se cree culpa&le. 'í, la culpa&ilidad es una creencia imaginaria del yo, el falso presentimiento de experimentar el goce a&soluto, mientras que no puede experimentar más que un goce parcial. ragmentos de las o&ras de '. reud y de . acan so&re el superyó 'elección &i&liográ)ca so&re el superyó ragmentos de las o&ras de '. reud y de . acan so&re el superyó reud El superyó es una de las dos partes de un yo dividido
a instauración del superyó puede ser descrita como un caso plenamente conseguido de identi)cación con la instancia parental @12IIA. El superyó es la !uella psíquica y duradera en el yo de la resolución del con7icto edípico. El superyó es, en efecto, el !eredero del complejo de Edipo y sólo queda esta&lecido una ve" liquidado 0ste @12I4A. El superyó es inconsciente. En nuestro análisis averiguamos que !ay personas en las cuales la autocrítica y la conciencia moral 9superyó: @...A son inconscientes y producen, como tales, importantísimos efectos @12HIA. El superyó no pro!í&e el deseo, sino la satisfacción del deseo% restringe el goce. El superyó puede plantear, a su ve", nuevas necesidades, pero su función principal sigue siendo la restricción de las satisfacciones @12I4A. >na de las dos categorías del superyó* el 4uperyóGconciencia / esta instancia la llamamos superyó, y en sus funciones judicativas la sentimos como conciencia @12I4A. El superyó es una instancia psíquica inferida por nosotros% la conciencia es una de las funciones que le atri&uimos, junto a otras% está destinada a vigilar los actos y las intenciones del yo, ju"gándolos y ejerciendo una actividad censoria @12I3A. as tres funciones del superyóGconciencia. Fomemos a!ora al superyó. e !emos atri&uido las funciones de autoo&servación, conciencia moral e ideal @12IIA. a otra categoría del superyó* el superyó tiránico. Este superyó representa, a los ojos del yo, no la realidad exterior sino el mundo infernal del goce, es decir, el mundo del ello. El superyó, a&ogado del mundo interior, o sea, del ello, se opone al yo, verdadero representante del mundo exterior o de la realidad @12HIA. a energía de carga a estos contenidos del superyó a7uye a ellos desde fuentes situadas en el ello @12HIA. El superyó tiránico es tan amoral y cruel como el ello. El ello es totalmente amoral% el yo se esfuer"a en ser moral y el superyó puede ser “!ipermoral y !acerse entonces tan cruel como el ello @12HIA. El superyó tiránico es un instigador perverso que empuja al yo a go"ar !asta la muerte. En el superyó reina entonces el instinto de muerte, que consigue, con frecuencia, llevar a la muerte al yo @12HIA. acan /sí como para reud el superyó representa el ello, de igual manera para acan el superyó representa el goce y ordena go"ar. El superyó es el imperativo del goce* [Jo"a\
El superyó tiránico es el !eredero de un trauma primitivo. ...el superyó aca&a por identi)carse sólo con lo más devastador, con lo más fascinante de las primitivas experiencias del sujeto. /ca&a por identi)carse con lo que llamo la )gura fero", a las )guras que podemos vincular con los traumatismos primitivos, sean cuales fueren, que el niño !a sufrido. El superyó tiránico nace de un desgarramiento en lo imaginario @traumaA en el momento del reGc!a"o 8e una pala&ra sim&ólica @forclusiónA ... esa )gura o&scena y fero" que el análisis llama el superyó, y que !ay que entender como el &oquete a&ierto en lo imaginario por todo rec!a"o @...A 9forclusión: de los mandamientos de la pala&ra. El superyó tiránico encama, no la ley de la interdicción, sino un simulacro de ley, una ley agujereada, prácticamente destruida, una vociferación desaforada e insensata de la ley. >n enunciado discordante, ignorado en la ley, un enunciado situado en primer plano por un acontecimiento traumático, que reduce la ley a una emergencia de carácter inadmisi&le, no integra&le* !e aquí esa instancia ciega repetitiva, que !a&itualmente de)nimos con el t0rmino superyó. El superyó es, simultáneamente, la ley y su destrucción. El superyó tiene relación con la ley, pero es a la ve" una ley insensata, que llega a ser el desconocimiento de la ley.
El concepto de 145$3BS64N. /ntes de leer este texto comproGmetemos al lector a retomar el primer capítulo so&re el concepto de castración. El concepto de forclusión es una construcción teórica que intenta explicar el mecanismo psíquico que está en el origen de la psicosis. /demás, tam&i0n algunos trastornos episódicos #como una alucinación, un delirio agudo, un pasaje al acto e incluso enfermedades psicosomáticas# podrían esclarecerse a partir de la !ipótesis de la forclusión. Fodas estas manifestaciones clínicas #ya sean duraderas o transitorias# serían ocasionadas por un desorden de la sim&oli"ación de la experiencia de la castración. En efecto, veremos que la forclusión es el nom&re que da el psicoanálisis al defecto de inscripción en el inconsciente de la experiencia normativa de la castración. Experiencia crucial que #en la medida en que es sim&oli"ada# perGmite al niño asumir su propio sexo y así llegar a ser capa" de reconocer sus límites. /demás de las manifestaciones clínicas y sintomáticas propias de la psicosis, esta ausencia de sim&oli"ación de la castración se expresará especialmente por una incertidum&re del paciente psicótico respecto de su identidad sexual y por una p0rdida del sentido de la realidad. 8esde el punto de vista terminológico, el t0rmino forclusión #tomado del voca&ulario jurídico # fue propuesto por acan para traducir el voca&lo alemán
(rimero presentaremos el concepto de forclusión siguiendo a reud en su investigación acerca de la psicosis% luego, en un segundo tiempo, expondremos la concepción lacaniana de esta noción. (ara desarrollar nuestro estudio, nos apoyaremos en la enseñan"a de . acan y retomaremos algunos aspectos de nuestros recientes tra&ajos* “a forclusión local* contri&ución a la teoría lacaniana de la forclusión.” El concepto de forclusión en reud. a psicosis es una defensa inapropiada y mór&ida contra el peligro del recuerdo de la castración. Ba desde sus primeros textos reud se dedicó a aislar un mecanismo de defensa propio de la psicosis. /sí en 124K, momento en el que la teoría de la represión a5n no esta&a concluida, sostiene la tesis seg5n la cual diferentes enfermedades mentales serían la expresión de defensas inapropiadas y mór&idas del yo. ?ajo la denominación de “psiconeurosis de defensa” reud agrupa diversas entidades clínicas, tales como la !isteria, la fo&ia, la o&sesión y algunas psicosis alucinatorias, cada una de ellas dependiente de una forma especí)ca de fracaso de la función defensiva del yo. Frátese de neurosis o de psicosis, en todos los casos nos encontramos ante la incapacidad del yo para defenderse contra el peligro de una representación psíquica intolera&le. (ero Nqu0 es lo que puede constituir un peligro en una representación psíquica o en una idea inconscienteO a representación que amena"a al yo es intolera&le porque recae so&re un fragmento de realidad demasiado investido, ligado a la experiencia de la castración. En efecto, lo que constituye un peligro para el yo es el resurgimiento inminente #&ajo la forma de una idea inconsciente# de la experiencia dolorosa de la castración. (ero, Nde cuál castraciónO Na del sujeto psicóticoO =o, la castración de la que se trata es, ante todo, la castración del Rtro, la de la madre. (ara el niño, lo doloroso de la experiencia de la castración fue constatar y perci&ir en el cuerpo femenino la ausencia del pene que se suponía la madre poseía. 'eamos precises* la representación intolera&le para el yo no es otra sino la !uella dejada por la dolorosa percepción de la falta de pene en la mujer. 8olorosa porque ello signi)ca que tam&i0n el niño puede ser despojado del pene, y dolorosa además porque esta percepción viene a con)rmar la seriedad de la pro!i&ición paterna del incesto. a lógica de la experiencia de la castración. 8e aquí en más tengamos presentes los dos primeros de los cuatro tiempos durante los cuales se desarrolla la experiencia de la castración. (ara comprender la teoría, freudiana a!ora, y más adelante lacaniana, de la forclusión, es indispensa&le la distinción de estos dos primeros tiempos que ya dejamos esta&lecidos en el capítulo dedicado al concepto de castración. El tiempo inaugural es un tiempo mítico en el cual el niño, a partir de su propio cuerpo, supone que todos los seres !umanos, y su madre en particular, poseen un pene. acan identi)ca este a priori mítico con el juicio primordial de atri&ución, es decir de atri&ución universal del pene. El segundo tiempo es aquel en el cual tiene lugar el !ec!o fundamental de la experiencia de castración, a sa&er, la percepción de la falta de pene. a !uella inscrita en el inconsciente de este acontecimiento perceptivo tiene el valor de un juicio referido a la existencia de la castración o, para ser más exactos, a la existencia de una falta de pene en una mujer. Existe al menos una persona, mi madre, que no tiene pene. El juicio de existencia que da testimonio de una ausencia particular es el correlato del juicio de atri&ución que da testimonio de una presencia universal. En suma, el peligro contra el cual se de)ende el yo es la representación en el inconsciente de una experiencia que comporta dos momentos, el de una a)rmación universal y el de la existencia particular de una falta. El
primero es la condición de posi&ilidad del segundo. / la ilusión de la universalidad del pene @juicio de atri&uciónA le sucede la caída dolorosa de dic!a ilusión, de&ida a dos factores* la compro&ación irrevoca&le de la falta del pene en la madre y la sumisión a la ley del padre que pro!í&e el incesto @am&os factores se condensan en un juicio de existenciaA. El desenlace de la experiencia de la castración se suelda con una renuncia que agrava más aun el dolor del niño. Ba comprendió que su pene esta&a amena"ado al !a&er constatado la falta en la madre y al !a&er internali"ado la pro!i&ición del padre% a!ora el niño se decide a perder a la madre, o&jeto de su deseo, para salvar el propio sexo. (or cierto, esta crisis que !u&o de atravesar fue fecunda y estructurante ya que llegó a ser capa" de asumir su falta y de producir su propio límite, pero su yo no quiere sa&er más nada de esta experiencia. o que reud denomina “representación intolera&le” es la inscripción en el inconsciente de la experiencia de la castración, y es contra dic!a representación contra la cual se de)ende el yo, en ocasiones de un modo psicótico @forclusiónA. Ba veremos que a diferencia de reud, acan !ace recaer la forclusión ya no exclusivamente so&re la mera inscripción de la castración en el inconsciente, sino so&re los dos tiempos del complejo de castración* por una parte so&re la creencia en la presencia de un pene universal, y por otra so&re la dolorosa percepción visual de su ausencia, con)rmada por la pro!i&ición paterna. 6ec!a"o de la representación intolera&le /!ora, luego de !a&er recordado por qu0 la representación de la castración es dolorosa, veamos cuáles son los distintos medios de defensa empleados por el yo para protegerse de ella% y en especial aquel más especí)co de la defensa psicótica. En las neurosis #!isteria, fo&ia u o&sesión#, la defensa, más 7exi&le siempre que en las psicosis, se organi"a reempla"ando la representación insoporta&le por otra representación más acepta&le para el yo% el fracaso de este mecanismo de sustitución dará lugar a los síntomas típicamente neuróticos. En cam&io en las psicosis la defensa consiste en una acción &ien determinada, radical y violenta* “(ero !ay a5n #escri&e reud# otra forma de la defensa muc!o más en0rgica y e)ca", consistente en que el yo rec!a"a @verirftA la representación intolera&le juntamente con su afecto y se conduce como si la representación no !u&iese jamás llegado a 0l.”H B agrega más adelante* -... el yo se separa de la representación intolera&le, pero 0sta se !alla insepara&lemente unida a un tro"o de la realidad 9de la castración:, y al desligarse de ella, el yo se desliga tam&i0n, total o parcialGmente, de la realidad.” +omo queda expuesto, entonces, el modo de defensa psicótico consiste, no en un de&ilitamiento de la representación intolera&le como en las neurosis, sino en una separación radical y de)nitiva del yo y de la representación. En consecuencia, el yo expulsa la reGpresentación , y con ella el fragmento de la experiencia de la castración que le esta&a unido. Es decir que el yo, al rec!a"ar la representación, tam&i0n rec!a"a el contenido afectivo de la representación% al rec!a"ar la !uella, rec!a"a aquello que la !uella evoca, a sa&er el deseo sexual !acia la madre. a defensa en las psicosis es más expeditiva que en las neurosis, pero tiene por precio el !undimiento de la persona en un estado grave de confusión alucinatoria. 'u&rayamos que, en esta misma 0poca, reud emplea el t0rmino proyección para designar esta operación de reG c!a"o que aca&amos de desarrollar. /&olición de la representación intolera&le /!ora &ien, la concepción freudiana de la defensa psicótica comprendida en un primer momento como una expulsión de la representación, se va modi)cando de modo progresivo. /!ora se trata de una acción a5n más &rutal que consiste en la a&olición pura y simple del peligro de la representación. “=o era, por lo tanto, exacto decir #escri&e reud en 1211# que la sensación interiormente reprimida es proyectada al exterior, pues a!ora vemos más &ien que lo interiormente reprimido 9a&olido: retorna desde el exterior”. reud endurece notoriamente su posición teórica* a representación no es ya rec!a"ada, sino literalmente
suprimida del interior. Entonces, la a&olición de la representación peligrosa es tan radical que uno se puede preguntar si la experiencia de la castración estuvo inscrita alguna ve" en el inconsciente e incluso si fue vivida alguna ve". “Fal actitud no suponía juicio alguno so&re su existencia 9de la castración:, pero equivalía a !acerla 9la castración: inexistente”. a a&olición es una acción tan neta y tan de)nida que tenemos derec!o a pensar que el sujeto psicótico no conoce el dolor de la castración, no fue alcan"ado jamás por esta experiencia crucial y decisiva. +omo si estuvi0ramos en la alternativa entre dos tesis* o &ien #tesis del rec!a"o forclusivo# la forclusión consiste en la expulsión de la representación inconsciente de la castración fuera del yo, es decir, en el rec!a"o de lo 5nico que la !ace existir en el inconsciente% o &ien #tesis de la a&olición forclusiva# la defensa no es un rec!a"o sino una supresión tan violenta, un &orra miento a tal punto total de dic!a representación que se podría concluir la inexistencia pura y simple de la experiencia de la castración. En suma, podemos resumir estas dos proposiciones de la siguiente manera* o pensamos en el rec!a"o de la !uella de una castración que existió, o pensamos en la a&olición de la !uella de una castración que, paradójicamente, de !ec!o jamás existió. 6etorno de la representación intolera&le +onsista la defensa psicótica en un en0rgico rec!a"o o en una pura y simple a&olición, es siempre fatalmente una defensa inapropiada y mór&ida, ya que el peligro que se ec!ó por la puerta vuelve o&stinadamente por la ventana. En efecto, ya sea que la representación !aya sido rec!a"ada o a&olida, 0sta retomará de modo inevita&le desde el exterior !acia el yo, y traerá así aparejados trasG tomos típicamente psicóticos. Fomemos el c0le&re ejemplo del $om&re de los lo&os y más especí)camente el del acontecimiento de una alucinación acaecida en su infancia. El niño juega en un jardín al lado de su niñera. Esta&a tallando la corte"a de un nogal con su navajita. B de pronto, o&serva con “terri&le so&resalto” que se !a&ía cortado el dedo meñique de la mano, de tal manera que sólo permanecía sujeto por la piel. +uriosamente no siente dolor alguno en ese momento pero sí un miedo terri&le. '5&itamente afectado de mutismo e incapa" de volver a mirarse el dedo, se desploma en el &anco más próximo. +uando )nalmente se tranquili"a, mira su dedo, y ve “que no tenía en 0l !erida alguna”. reud considera que este episodio alucinatorio es testimonio del fracaso de la defensa psicótica% 0sta no logra alejar de modo duradero el peligro de una castración cuya !uella es reactivada. a representación que !a&ía sido rec!a"ada vuelve desde el exterior y se transforma a!ora en algo alucinado @imagen alucinada del dedo meñique cortadoA. +iertamente, la !uella de la castración fue rec!a"ada del inconsciente, pero retoma &ajo la forma de una alucinación. 8iferencia entre la represión neurótica y el rec!a"o psicótico. R&servemos aquí una diferencia fundamental entre la defensa neurótica operada por represión, y la defensa psicótica operada por rec!a"o o a&olición. /m&as fracasan en su tentativa de oponerse a la representación intolera&le de la castración, puesto que 0sta retoma inevita&lemente, pero las modalidades neuróticas y psicóticas de este retomo son muy diferentes. ;ientras que en la neurosis lo reprimido y su retomo son am&os de naturale"a sim&ólica, en la psicosis lo rec!a"ado y lo que retoma son profundamente !eterog0neos. En el caso de la represión, el retomo de la representación contin5a siendo una representación que sigue formando parte del yo% por ejemplo, un síntoma neurótico es un retomo de la misma naturale"a sim&ólica que la representación reprimida, y está igualmente integrado al yo que aqu0lla. El retomo psicótico, en cam&io, es algo totalmente distinto que la representación rec!a"ada% la imagen s5&ita y alucinada del dedo meñique cortado, no sólo no tiene ninguna de las propiedades sim&ólicas de una representación, sino que además es apre!endida por el yo sin afecto alguno y perci&ida con la nitide" de una realidad innega&le que sería extraña a 0l. (odemos
concluir entonces con la siguiente fórmula* en la neurosis lo reprimido y el retorno de lo reprimido son !omog0neos, mientras que en la psicosis lo rec!a"ado y el retorno de lo rec!a"ado son !eterog0neos. El concepto de forclusión en acan. a posición teórica de acan respecto de la forclusión varía seg5n los textos y las 0pocas, pero fundamentalmente se ela&ora a partir de la distinción tripartita que ya esta&lecimos entre el mito de atri&ución universal del pene a todos los !umanos @Fodo universalA, el descu&rimiento que !ace el niño de que existe al menos una persona castrada #la madre# que es una excepción a la universalidad del mito @el >no de la existenciaA, y el !ec!o de la falta en sí misma. Fenemos, entonces, tres elementos* el Fodo universal, el >no de la existencia y la falta de sí misma. Esta tríada del Fodo de una ilusión, del >no de una excepción y de la falta, constituye una matri" que será considerada por acan seg5n una perspectiva y una terminología lógicas, y al mismo tiempo seg5n una perspectiva y una terminología clásicamente edípicas. a primera perspectiva de)ne la dimensión sim&ólica, en tanto que la segunda #la cual le es impeca&lemente superponi&le# de)ne la tríada edípica, padre, madre, !ijo. (ero trátese de una u otra de estas perspectivas, nos manejaremos siempre con un trípode &ásico #el Fodo, el >no y la falta#, so&re el cual actuará la forclusión. +omo ya veremos, la operación forclusiva recaerá o &ien so&re el Fodo, o &ien so&re el >no de la existencia% siendo que el tercer elemento, la falta, sólo es afectado de modo indirecto. /ntes de seguir, ca&e o&servar que reud, a diferencia de acan, siempre focali"ó la forclusión en un 5nico elemento, el de la representación intolera&le @que equivale al >no de la tríada lacanianaA, mientras que acan, a lo largo de sus textos, !ará recaer la forclusión sea so&re el Fodo, sea so&re el >no, sea so&re su com5n articulación. El concepto lacaniano de forclusión seg5n la perspectiva lógica. /rticulación del Fodo y del >no. En efecto, la dimensión denominada por acan dimensión sim&ólica comprende tres componentes esenciales* el Fodo, el >no y la falta. Fres componentes permanentemente articulados en una dinámica propia al orden sim&ólico* el >no de una existencia puntual, siempre cam&iante, que surge y se renueva so&re el fondo de un Fodo afectado de incompletud. (ara condensar en una fórmula el movimiento de la vida sim&ólica diríamos* lo sim&ólico es la perpetua emergencia de una existencia que, positivamente, a)rma un nacimiento, y negativamente, a&re una falta en el Fodo. (or cierto, las pala&ras de nuestra fórmula son a&stractas, pero la lógica de lo sim&ólico que descri&en corresponde con exactitud a la lógica de esa experiencia dolorosa #la castración# vivida en nuestra infancia y reGnovada sin cesar a lo largo de la vida, a sa&er, que sólo logramos a)rmar nuestra identidad de sujeto en el momento de fundar un acto, es decir, de ser capaces de !acer existir un signi)cante en respuesta a las exigencias de la realidad. B para que esto fuera posi&le, primero fue preciso reconocer, no sin dolor, la falta por la que está afectada nuestra realidad. /!ora que aclaramos lo anterior, podemos situar mejor en qu0 consiste la operación forclusiva. ;ientras que el mecanismo de la represión respeta totalmente la co!erencia y la 7uide" del movimiento sim&ólico, la forclusión, en cam&io, rompe &rutalmente la articulación entre el Fodo y la emergencia siempre recomen"ada del >no nuevo. /sí, la forclusión consiste en la noGllegada de una existencia esperada. o nuevo de&ía llegar pero no vino. Entonces, Nqu0 sucede con elloO (recisamente, “lo que sucede con ello pueden ustedes verlo* lo que no !a llegado a la lu" de lo sim&ólico aparece en lo real”. Es decir que la existencia nueva que lo sim&ólico !u&iera de&ido actuali"ar @un síntoma o un lapsus, por ejemploA queda literalmente
a&olida, sofocada, para luego resurgir violentamente en lo real. El >no de la existencia sim&ólica que no llegó allí donde se lo espera&a, a!ora aparece en otro lado, transformado en un !ec!o real, s5&ito, masivo y sin llamado. /sí, si volvemos al episodio alucinatorio del $om&re de los lo&os, reconoceremos en el mutismo del niño petri)cado por su alucinación el signo más revelador del retomo en lo real de una pala&ra que !u&iera de&ido existir, es decir, que !u&iera de&ido ser dic!a por el niño. El niño, aterrado, se quedó sin vo" y entonces la pala&ra que no llegó a la lu" de lo sim&ólico se transformó en la realidad de una imagen alucinada. Es cierto, la forclusión cortó el la"o entre el Fodo y el >no, o entre el juicio de a)rmación y el juicio de existencia. (ero Npodemos precisar con más exactitud el punto de impacto de la operación forclusivaO N+uál es el elemento forcluidoO a posición de acan a este respecto no nos parece estar siempre de)nida. / veces, en algunos textos, so&re todo en los primeros @12LKA, la forclusión corresponde a la a&olición pura y simple de este Fodo previo que acan designa ?ejaTung primaria, o juicio de atri&ución primordial, al cual de)nimos diciendo que era el mito del pene universal. +uando acan sostiene la !ipótesis de la forclusión de la ?ejaTung primaria, entendemos que postula la eventualidad de una forclusión del primer tiempo de la castración, es decir, una ausencia a&soluta de la creencia en la universalidad del pene. (uesto que la ?eja!ung constituye el suelo mismo en el cual arraiga la experiencia de la castración, su forclusión signi)ca que el niño ni siquiera tuvo que enfrentarse al dilema de atravesar esta experiencia o de retroceder ante ella. +omo si el niño, futuro psicótico, no !u&iera tenido siquiera la posi&ilidad de vivir la ilusión primera del mito de un pene atri&uido a todos. /l no !a&er sido vivida por el niño la ilusión de la omnipresencia del pene, queda excluido que perci&a su ausencia en la madre. Franscri&imos a continuación dos pasajes en los cuales acan sostiene que la forclusión es forclusión de la ?eja!ung. En los Escritos QQ, por ejemplo, en la página LI2, leemos que la forclusión -... se articula como la ausencia del juicio de atri&ución”. Fam&i0n en el 'eminario 1, en la página 2S, está escrito que para el $om&re de los lo&os no !u&o ?eja!ung. / la inversa, en otros textos, en general más tardíos @a partir de 12LLG12LMA, acan adoptará una posición teórica diferente, que se irá convirtiendo progresivamente en su posición de)nitiva, seg5n la cual la forclusión no recae so&re el Fodo, sino so&re un signi)cante. (recisamente, esta concepción de la forclusión operando fundamentalmente so&re un signi)cante será desarrollada por acan a la lu" del mito edipico. El concepto lacaniano de forclusión seg5n la perspectiva edípica NDu0 es el =om&reGdelG(adreO =uestra tríada sim&ólica del Fodo, del >no y de la falta pasa a ser a!ora la )gura ternaria del Fodo de la madre todopoderosa, del >no del signi)cante del =om&re del (adre, y de la falta representada por el deseo de la madre. Ba desde a!ora, podemos adelantar que la forclusión se ejercerá exclusivamente so&re el signi)cante del =om&reGdelG(adre. (ara comprender el sentido de esta expresión, “forclusión del =om&reGdelG(adre”, de&emos admitir primero una serie de premisas* El =om&reGdelG(adre, expresión de origen religioso, no es el equivalente del nom&re patronímico de un padre particular, sino que designa la función paterna tal y como es internali"ada y asumida por el niño mismo.
u&icar el signi)cante del =om&reGdelG(adre, de&emos indagar primero en la manera en que se sit5a una madre, en tanto que mujer deseante, respecto de la ley sim&ólica de la pro!i&ición, o en la manera en que un niño, en tanto sujeto deseante, integró en sí la pro!i&ición, y llega entonces a ser capa" de fundar un acto o de instituir su propio límite. +laro está que la persona misma del padre real está igualmente atravesada por la ley sim&ólica del (adre, pero con la di)cultad suplementaria de tener que regular su conducta cotidiana de padre de acuerdo con una ley que, inevita&lemente, lo excede. El =om&reGdelG(adre, entendido como expresión del deseo de la madre o del deseo del niño, es llamado por acan metáfora paterna, es decir, metáfora del deseo del niño atravesado por el deseo de la madre. El =om&reGdelG(adre no designa algo o&jetivo, situa&le, nom&ra&le de una ve" y para siempre, sino cualquier expresión signi)cante que venga a ocupar el lugar de la metáfora del deseo del niño o del deseo de la madre. >n síntoma, un gesto, una pala&ra, una decisión e incluso una acción, todos son, en su diversidad, ejemplos de signi)cantes del =om&reGdelG(adre, siendo cada uno de ellos una expresión singular del deseo. /claremos que el lugar del =om&reGdelG (adre es siempre >no, aun cuando los elementos que lo ocupen circunstancialmente sean m5ltiples e innumera&les. (ara que se desencadene la forclusión, es necesaria la incitación de un llamado. (ero lo que de)ne de modo fundamental al =om&reG delG(adre #y esto es decisivo para comprender el sentido del concepto lacaniano de forclusión# es el siguiente !ec!o* el signi)cante del =om&reGdelG(adre es la respuesta siempre renovada a un llamado proveniente de un otro, de un semejante exterior al sujeto. 'ólo !ay signi)cantes del =om&reGdelG(adre en una sucesión in)nita de respuestas “llegadas a la lu" de lo sim&ólico”. /!ora &ien la forclusión consiste, justamente, en la suspensión de toda respuesta a la solicitación dirigida a un sujeto de que produ"ca un mensaje, funde un acto, o instituya un límite. En consecuencia, la forclusión es la noGllegada del signi)cante del =om&reGdelG(adre en el lugar y en el momento en que esta&a llamado a advenir. Esto permite comprender por qu0 no puede !a&er acción forclusiva sin la condición de un llamado que la desencadene. En suma, para que la operación de forclusión se veri)que, es decir, para que !aya carencia de un signi)cante allí donde de&ía !a&er una emergencia del mismo, es necesaria previamente la incitación de un llamado. (ero, Nde dónde viene este llamadoO a forclusión es lo noGrespuesta a un mensaje o a una demanda que proGviene de una persona en posición tercera respecto de la relación dual e imaginaria entre el sujeto #futuro psicótico# y un semejante amado u odiado apasionadamente. (ara un psicoanalista, locali"ar el origen del llamado equivale a indagar el contexto en el cual se !a iniciado el proceso de la psicosis. a persona que llama a la emergencia del =om&reG delG(adre en el futuro psicótico es, seg5n acan, >nGpadre, es decir una persona “situada en posición tercera en cualquier relación que tenga por &ase la pareja imaginaria yoGo&jeto”, pareja que, con frecuencia, está cargada con una intensa tensión afectiva. (or ejemplo, el llamado estará encarnado -... para la mujer que aca&a de dar a lu" en la )gura de su esposo, para la penitente que con)esa su falta en la persona de su confesor, para la muc!ac!a enamorada en el encuentro del padre del muc!ac!o”. Esposo, confesor o padre, todos ellos son personajes laterales, relativamente menos investidos por el sujeto que el partenaire de la pareja imaginaría. Estos distintos personajes #>nGpadre#, en apariencia &astante secundarios, juegan sin sa&erlo el rol principal en el desencadenamiento de un episodio psicótico.
as dos consecuencias de la forclusión del =om&reGdelG(adre* consecuencias sim&ólicas e imaginarias. (ara concluir, a&ordemos a!ora los efectos producidos por la forclusión. 8istinguiremos de modo esquemático dos órdenes de consecuencias provocadas por la forclusión del signi)cante del =om&reGdelG(adre* desórdenes en lo sim&ólico y desórdenes en lo imaginario. 'i se veri)ca la operación forclusión, es decir, si el =om&reGdelG(adre no surge allí donde se lo espera&a, le suceden en el paciente psicótico una serie de reorgani"aciones de elementos sim&ólicos que trastornan las referencias !a&ituales del espacio, del tiempo y que, fundamentalmente, pertur&an las representaciones relativas a su )liación. Fodas estas reorgani"aciones son inducidas por la vacante creada en lo sim&ólico y que acan denomina “agujero a&ierto en el campo del signi)cante”. En tomo a este agujero se va a al"ar la edi)cación de una nueva realidad que viene a reempla"ar a la realidad perdida, anterior al advenimiento del acontecimiento conclusivo. acan, !aciendo referencia al título de un artículo de reud, “a p0rdida de la realidad en la neurosis y en la psicosis”, sostiene que el pro&lema fundamental en el proceso de una psicosis no es tanto el de la p0rdida de la realidad cuanto el del mecanismo de formación de la nueva realidad que viene a sustituirla @cf. Escritos QQ, página LHKA. (recisemos aquí que el pro&lema de la producción por forclusión de una nueva realidad fue extensamente desarrollado en nuestro artículo ya citado* “a forclusion locale* contri&ution la t!0orie lacanienne de la forclusion”. Ba !emos reconocido en el ejemplo del episodio alucinatorio del $om&re de los lo&os los rasgos so&resalientes de esta nueva realidad. 'e trata de una realidad masiva por invasiva, enquistada por estar aislada de los demás acontecimientos, enigmática por ser insensata @ausencia de signi)cación fálicaA, compacta porque es tan sólo tensión psíquica exacer&ada y, lo más importante, indiscuti&lemente verdadera y cierta para el sujeto. Entendámonos, verdadera y cierta no porque corresponda a una realidad tangi&le y veri)ca&le por medio de la prue&a fáctica, sino porque, indiscuti&lemente, esta realidad precisa se dirige a mí solo. Fengo la certe"a, no del carácter aut0ntico de tal o cual realidad, sino del !ec!o de que esta realidad me concierne. /sí, lo que es indiscuti&le no es la realidad en sí, sino el !ec!o de que sea mía. (or lo tanto, mi “certe"a” psicótica reside en la convicción a&soluta y espontánea de que esa realidad es mi realidad, y yo su 5nico agente. a otra consecuencia provocada por la forclusión, de orden imaginario, puede resumirse en una cristali"ación de la relación imaginaria del yo psicótico con un otro elegido, relación cargada con una extrema agresividad eroti"ada, que puede llegar !asta la desaparición de la imagen especular y, en el límite, !asta la destrucción mortífera del semejante. En este caso se trata, seg5n acan, de una regresión del psicótico al estadio del espejo, -... por cuanto la relación con el otro especular se reduce allí a su )lo mortal.” @Escritos, pág. LL3.A ragmentos de las o&ras de '. reud y de . acan so&re la forclusion. 'elección &i&liográ)ca so&re la forclusion. ragmentos de las o&ras de '. reud y de . acan so&re la forclusion. reud. a forclusión @aquí proyecciónA es la expulsión de una idea sexual que retoma &ajo la forma de una percepción delirante @ejemplo de la paranoiaA. En una mujer surge el deseo del comercio con el !om&re. 'ucum&e a la represión y reaparece &ajo la siguiente forma* se dice afuera que ella tiene tal deseo, cosa que ella niega.
NDu0 sucedió en esta especie de represión y de retorno característicos de la paranoiaO >na idea #el contenido del deseo# nacida en el interior !a sido proyectada al exterior% retorna como una realidad perci&ida contra la cual puede a!ora ejercerse nuevamente la represión, como oposición @123SA. Fres actitudes psíquicas diferentes* la represión, la aceptación y el rec!a"o de la castración, pueden coexistir /l )nal coexistían en 0l 9el $om&re de los lo&os: dos corrientes antit0ticas, una de las cuales rec!a"a&a la castración, en tanto que la otra esta&a dispuesta a admitirla, consolándose con la femineidad como compensación. B tam&i0n la tercera, la más antigua y profunda, que se !a&ía limitado a rec!a"ar la castración sin emitir juicio alguno so&re su realidad, podía ser activada todavía @1214A. 6ec!a"ar la castración no signi)ca expulsarla al exterior sino tratarla como si no existiera /l decir que la rec!a"ó 9la castración: nos referimos a que no quiso sa&er nada de ella en el sentido de la represión. Fal actitud no suponía juicio alguno so&re su existencia 9de la castración:, pero equivalía a !acerla inexistente @124SA. acan o reprimido y el retomo de lo reprimido son !omog0neos @neurosisA, lo rec!a"ado @forclusiónA y el retomo de lo rec!a"ado son !eterog0neos @psicosisA o que cae &ajo la acción de la represión retorna, pues la represión y el retorno de lo reprimido no son sino el derec!o y el rev0s de una misma cosa. o reprimido siempre está a!í y se expresa de modo perfectamente articulado en los síntomas @...A. En cam&io, lo que cae &ajo la acción de la