Tema: La Globalización: de la multiculturalidad a la interculturalidad, el reto de la identidad.
Dentro del fenómeno de globalización, es importante reconocer las implicaciones de carácter socioeconómico, político y cultural; como lo dice Martín Hopenhayn "Desde la perspectiva socioeconómica, la globalización es el argumento neoliberal que justifica la necesidad de someter el desarrollo de los países al mercado, bajo el supuesto de la igualdad de oportunidades para todos, sin embargo, en la realidad globalización no significa igualdad de las economías, sino más bien profundización de la brecha económica y tecnológica entre los países más desarrollados, los países en vías de desarrollo y los mal llamados países del tercer mundo".
Desde las perspectivas políticas y culturales, la globalización ha afectado las culturas ya que borra las fronteras nacionales y las identidades asociadas a ellas, que lenta y constantemente asumen patrones de comportamiento sociocultural de las naciones más desarrolladas. Sin embargo, paralelo a este proceso se da el resurgir de los nacionalismos, la lucha por su diferenciación sociocultural cobra más visibilidad y voz dentro de las propias sociedades nacionales apoyándose en el fortalecimiento de los valores locales, así como la globalización de los canales de comunicación, generando nuevas oportunidades para la internacionalización y reconocimiento de culturas antes ignoradas.
De esta forma cobra importancia el multiculturalismo en la medida que las prácticas ciudadanas se diseminan en una pluralidad de campos de acción, de espacios de reconocimiento y negociación de conflictos, territorios e interlocutores (conflictos culturales o “identitarios”), sin embargo es importante reconocer que una de las características de la globalización es buscar consumos individuales y a medida que estos se expanden tanto material como simbólicamente en la vida de la sociedad, el sentido de pertenencia se desplaza desde el eje Estado-Nación hacia una gran dispersión en la producción de sentido y en la interacción de sujetos. (Se desdibujan las fronteras físicas y se dibujan las fronteras culturales).
Sin embargo el capitalismo avanza, y hace de la diferencia una nueva mercancía, y es allí donde las industrias culturales exaltan el papel del multiculturalismo, promocionando la
diversidad:
diferencias
de
género,
etnia,
cosmovisión,
culturas
tribales
y
postmodernas, entre otras. El mercado se convierte en eje regulador de las relaciones que se dan entre las diversas culturas, integrando las diferencias identitarias dentro de su discurso hegemónico.
La globalización trae consigo una mayor conciencia de las diferencias entre identidades culturales generando nuevos tipos de conflictos regionales que inundan las pantallas en todo el planeta. De este modo, aumenta la visibilidad política del campo de la afirmación cultural y de los derechos de la diferencia. Cuando lo cultural se convierte en político tiene un reclamo claro: El reconocimiento y respeto a de la diferencia, esto genera una tensión entre promover y apoyar la diferencia, entendida doblemente como diversidad cultural, pluralismo en valores y mayor autonomía de los sujetos, pero sin que esto se convierta en justificación de la desigualdad o de la no inclusión de los excluidos
Como lo hemos visto hasta ahora, el multiculturalismo reconoce las diferencias de cada cultura y pese a que el concepto ha sido utilizado antes por otras disciplinas, es ahora desde la agenda de la globalización que propone un respeto y una mercantilización de esa diferencia, el término multicultural, se basa en la defensa de la existencia de diversas identidades culturales, sin embargo asume que cada una de estas identidades culturales se ha desarrollado por separado, en una desconexión y desconocimiento mutuo, comportándose de manera radical y excluyente, desconociendo que: 1) entre las diferentes culturas hay relaciones de convivencia, 2) que en las distintas relaciones que se dan entre las culturas la identidad no es estática y la diversidad no es arbitraria. Por lo tanto las relaciones que se van dando entre culturas no son excluyentes ni radicales, por ejemplo, en barrios periféricos de la ciudad de Bogotá muchas familias de diferentes regiones del país y diferentes etnias (indígenas, afrocolombianos, campesinos), conviven, comparten, interactúan y enriquecen o cambian algunas de sus costumbres
(hibridación cultural), sin embargo por esto no dejan de ser lo que son, en este punto cito a García Canclini quien define "hibridación", como proceso que da cuenta del cambio de reglas para definir la integración: "la hibridación es la modificación de las identidades en amplios sectores populares, que son ahora multiétnicos, migrantes, políglotas y que cruzan elementos de varias culturas". El proceso de hibridación permite entender la integración como un campo de lucha, así podemos concluir que las identidades no son previas a la integración, sino que "el proceso de integración se define por las identidades que en su trama se constituyen y, viceversa, que las identidades se construyen en el proceso de integración" (García Canclini 1990).
A este fenómeno de interrelación e integración, se le llama interculturalidad, esta propuesta de comprender y leer la cultura no desconoce que respetar al otro, al diferente, es esencial para la convivencia de los grupos, sin embargo es necesario crear espacios donde se produzca una comunicación intercultural, que permita creaciones conjuntas "yo y el otro", el otro y yo", en donde el "otro" ya no es visto como aquel diferente y alejado con quien no puedo construir (aunque lo reconozco y lo respeto, la diferencia nos separa), para esto resulta importante como lo advierte García Canclini, corregir desigualdades, reconocer las diferencias y conectar a la mayoría posible de manera integrada y paralela.
En este sentido partiríamos de considerar la diferencia como la identidad de una cultura, lo étnico, lo nacional, que posibilita una relación y no como una oposición o exclusión. Una relación en donde, por un lado, los distintos grupos oprimidos insisten en el valor positivo de su cultura y experiencias específicas, resultando, por tanto, cada vez más difícil para los grupos dominantes mostrar sus normas como neutrales y universales; y por el otro lado, esas diferencias nos ayudan a reconocer y reconocernos en nuestra propia identidad. (relación de integración, que no da cuenta de una homogenización de las diferencias, sino por el contrario una integración que se haga cargo de las diferencias.)
En este aspecto la propuesta de la interculturalidad va más allá de la convivencia cultural, pues propone una nueva organización del orden mundial al proponer un encuentro, una comunicación de igual a igual entre los diferentes y desde la diferencia una nueva concepción de lo universal, un espacio de negociación, diálogo, cooperación y construcción social, buscar el consenso sin pretender la homogenización, es en este punto donde la interculturalidad puede ser comprendida como una alternativa a la globalización, sin embargo para que esto se dé, y en esto estoy de acuerdo con García Canclini, resulta imperante que se incluyan en la agenda de lo nacional el tema de las conexiones y desconexiones, foco de atención en los campos comunicacional e informático, relacionándolos con los fenómenos de inclusión y la exclusión a fin de llegar a conectarse, sin que se atropellen las diferencias o se les condene a la desigualdad.
Bibliografía:
Martín Hopenhayn, El reto de las Identidades y la Multiculturalidad. Néstor Grcía Canclini, Culturas Hibridas. Néstor García Canclini, Diferentes Desiguales y Desconectados.