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Las familias tardías, una modalidad emergente
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Nancy Konvalinka (Ed.)
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Las familias tardías, una modalidad emergente
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INTRODUCCIÓN, INTROD UCCIÓN, Nancy Konvalinka PRIMERA PARTE LAS FAMILIAS EN LA EUROPA DEL SIGLO XXI CAPÍTULO 1. CE QUE L'AGE TARDIF A LA NAISSANCE FAIT AUX CAPÍTULO FAMILLES, Martine Segalen CAPÍTULO 2. THE IMPLICIT CONTRACTS OF EUROPEAN KINSHIP: GENDER, GEND ER, GENERATION AND SOCIETY, Patrick Heady SEGUNDA PARTE MÉTODOS Y REFLEXIONES PARA EL ESTUDIO DE LAS FAMILIAS TARDÍAS CAPÍTULO 3. EL CUIDADO. Lo PÚBLICO Y LO PRIVADO, M.a Teresa López de la Vieja de la Torre CAPÍTULO 4. CAMBIOS DEMOGRÁFICOS Y FAMILIAS TARDÍAS EN ESPA ÑA, Miguel Requena TERCERA PARTE FAMILIAS TARDÍAS, PROBLEMA U OPORTUNIDAD CAPÍTULO 5. FAMILIAS TARDÍAS: ¿NUEVOS RETOS PARA LA SOCIEDAD DEL BIENESTAR?, Elena Hernández Corrochano CAPÍTULO 6. RELACIONES DE CUIDADO Y REDES DE PARENTESCO EN LOS NUEVOS MODELOS DE FAMILIAS: LAS FAMILIAS TARDÍAS, Nancy Anne Konvalinka CAPÍTULO 7. ¿HACIA UN NUEVO CONCEPTO DE MATERNIDAD?: UNA MIRADA DESDE LA PERSPECTIVA FEMINISTA, Luz Stella León Hernández CUARTA PARTE FAMILIAS EMERGENTES Y NUEVOS MODOS DE HACER FAMILIAS TARDÍAS
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CAPÍTULO 8. LA MATERNIDAD TARDÍA: EL PAPEL DE LOS FOROS ONLINE EN EL CASO DE LAS MADRES SOLTERAS POR ELECCIÓN (MSPE), Ana M" Rivas y M." Isabel Jociles CAPÍTULO 9. LOS NUEVOS MODELOS DE TURISMO: LAS NTRA, Alfredo Francesch CAPÍTULO 10. ADOPCIÓN INTERNACIONAL: CONSIDERACIONES EN TORNO A ESTA NUEVA FORMA DE CONSTITUIRSE EN FAMILIA, Juan Alonso Casalilla Galán CAPÍTULO 11. REFLEXIONES SOBRE LA MATERNIDAD/PATERNIDAD EN PACIENTES QUE RECURREN A DONACIÓN DE GAMETOS: ¿QUÉ NOS REVELA EL SECRETO?, Giuliana Baccino QUINTA PARTE SOBRE LA CONSTRUCCIÓN DEL PARENTESCO Y EL PARENTESCO CONSTRUIDO CAPÍTULO 12. LA REFORMULACIÓN DEL PARENTESCO EN PARIS Is BURNING, Fernando Requena CAPÍTULO 13. FAMILIAS DE UREKA. MONOGAMIA SECUENCIAL, MATRIFOCALIDAD Y PERTENENCIA, Nuria Fernández Moreno EPÍLOGO
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Después de su destierro por Schneider como «no-tema», el estudio del parentesco ha vuelto a valorarse en la antropología como una manera útil de abordar muchos aspectos de la vida de los grupos humanos. Desde los años 90 del siglo pasado se han multiplicado los estudios del parentesco en varios contextos, desde el relatedness desarrollado por Carsten (1995) hasta el kinning de Howell (2004, 2006). A finales del siglo xx, la antropología del parentesco en América del Norte y Europa comenzó a abrirse a nuevas temáticas de análisis e investigación, muchas de ellas surgidas en las sociedades occidentales. Por un lado, el aumento en el número de divorcios en muchos países ha causado un incremento tanto de las familias monoparentales como de las familias «reconstituidas», lo que ha llevado a una reflexión - tanto entre las personas que se encuentran en estas situaciones como entre los antropólogos - sobre el significado de ser madre, padre, hijo o hija, hermano o hermana. Por otro, el reconocimiento de las parejas homosexuales y de la formación de familias homoparentales en algunos países puede llevar a nuevas configuraciones familiares y nuevas formas de filiación (Weston 1991; Hayden 1995; Cadoret 2009; Pichardo 2009). A estas dos situaciones habría que añadir cómo los avances y el uso cada vez más habitual de las nuevas técnicas de reproducción asistida y la adopción internacional han abierto nuevas formas de hacer familia y han creado la necesidad de repensar el parentesco en general y la filiación filiac ión en particular. Como han puesto de manifiesto numerosas investigaciones sobre el uso de las nuevas técnicas de reproducción asistida (Ragone 1994; Hayden 1995; Kahn 2000; Bonaccorso 2009; Edwards 2009, entre otras), los mismos usuarios encuentran necesario plantearse cómo entender su relación con los niños y niñas nacidos de estas técnicas de reproducción. La adopción, a su vez, no es un fenó meno nuevo, pero su carácter internacional actual muestra distintos matices que llevan a nuevas prácticas destinadas a filiar a personas previamente desconocidas, llegadas llega das de lejos (Marre y Bestard 2009; Melhuus y Howell 2009). Todos estos estudios observan momentos críticos del parentesco, en los que el engranaje de las relaciones de paternidad, maternidad, filiación y familiares se hacen visibles y se problematizan por un motivo u otro. Las últimas líneas de investigación mencionadas, los trabajos sobre las nuevas técnicas de reproducción asistida y sobre la adopción, intentan dar respuesta a una pregunta específica: ¿Cómo se hacen las personas parientes?, proceso que puede ser más largo o más corto en el tiempo. tie mpo. Por ejemplo, en el caso de las nuevas técnicas de reproducción asistida es definitoria la confirmación de embarazo y el nacimiento del bebé, momento en el que los padres se 8
pueden olvidar estas técnicas y los distintos disti ntos tipos de donaciones que se hayan empleado. Mientras que en el caso de la adopción, el proceso puede ser más largo comenzando mucho antes de la llegada de la niña o del niño a la familia y pudiendo alargarse durante años, dependiendo de las circunstancias que han rodeado al niño o niña antes de la adopción, del contexto familiar o del proceso de aceptación del nuevo miembro por parte del grupo de parientes (Marre y Bestard 2009). En ambos casos, el enfoque está en la producción de los vínculos que hacen que las personas sean parientes, en la creación de parentesco. parent esco. En este marco de complejidad social y teórico, el grupo de investigación de la UNED, Familia y Parentesco en el Siglo XXI, abre una nueva línea de investigación con el fin de responder a otra pregunta: ¿Cómo se practica el parentesco en el día a día de las familias? En este sentido, este grupo, al cual pertenecemos varios de los autores de este libro, propone estudiar las relaciones entre las generaciones y las nuevas y diversas formas de cubrir las necesidades de cuidado, en las denominadas «familias tardías», objeto de nuestro estudio. Esta investigación, definida de manera muy amplia, se propone analizar cómo las personas involucradas en una matriz de parentesco con características característi cas específicas manejan y plasman estas relaciones relac iones en su vida diaria. En su contribución a este vol men, Elena Hernández Corrochano define de la siguiente manera la familia tardía: ... una familia tardía es aquella que se caracteriza por estar integrada por padres/madres primerizos considerados, biológica biológi ca y socialmente, mayores y donde la diferencia generacional entre padres/madres e hijos es superior a la convencionalmente establecida, es decir, de 35 a 40 años, según los casos y dependiendo si utilizamos criterios científicos o sociales (Hernández Corrochano, cap. 5). Estas familias tardías se forman en los límites, o más allá, de las capacidades reproductivas de las mujeres y este hecho les dota de dos características que creemos que las convierten en un caso particularmente relevante para responder a la pregunta que anteriormente planteamos: ¿Cómo se practica el parentesco en el día a día de las familias? La primera particularidad de las familias tardías, como nos explica Elena Hernández Corrochano en su contribución, es la impugnación del concepto de generación, desdibujando los límites de las distintas fases del curso de vida. Esta flexibilización del concepto puede tener muchas repercusiones en la organización de los intercambios intergeneracionales, especialmente en los intercambios de las actividades de cuidado.
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Este hecho subraya la segunda característica específica de las familias tardías, que es analizada en el capítulo 6, cuya autoría me pertenece. A nuestro entender, las familias tardías requieren una reorganización de las relaciones de cuidado ya establecidas tanto dentro de las relaciones de parentesco más cercanas como, a veces, en la matriz más amplia del parentesco. Las personas de estas familias, al haber retrasado el nacimiento de sus hijos, se encuentran a menudo en la obligación de prestar cuidados tanto a sus mayores como a sus hijos e hijas pequeños. Puesto que este grupo tiene una presencia cada vez mayor en nuestra sociedad, en un futuro próximo planteará con toda seguridad ciertas ci ertas demandas al estado de bienestar. En este sentido, el enfoque que pretendemos adoptar en nuestra investigación no se limita a la construcción del parentesco o al vínculo filial, sino a cómo, a partir de este acontecimiento y a lo largo de los años, estas familias tardías, con relaciones intergeneracionales distintas de las que existen en otras familias formadas a edades más tempranas, buscan solucionar las demandas de cuidados de sus familiares. En septiembre de 2010 el grupo de la UNED, Familia y Parentesco en el Siglo XXI, el cual dirijo, organizó en el marco de esta investigación el I Seminario Internacional sobre nuevos modelos de familia: Las familias tardías', en el que se convocó a académicos de renombrado prestigio, agentes sociales involucrados en temas de adopción y profesionales de la reproducción asistida, con el fin de poner en común estudios y experiencias relacionados con nuestro campo de estudio. Según nuestro criterio y también según nos manifestaron los participantes, las discusiones fueron fructíferas y dieron mucho que pensar. Este libro, que reúne las conferencias, ponencias y comunicaciones de ese 1 Seminario Internacional, pretende que todo el trabajo, las reflexiones y las conclusiones que se extrajeron en dicho Seminario no se queden solo en el recuerdo de los participantes y puedan ser compartidas con cualquier persona interesada en el tema. Los capítulos del libro ofrecen una buena muestra de las distintas áreas de trabajo y estudio que por su relación con las familias tardías pueden ser relevantes para la investigación de este tema. te ma. Este libro está pensado fundamentalmente para los alumnos de la UNED que cursan algunas de las asignaturas de Antropología del parentesco que ofrece el Grado de Antropología Social y Cultural. Esperamos que los textos académicos aquí reunidos puedan ofrecerles una visión amplia de los temas que se están investigando dentro y fuera de España en relación con las familias y el parentesco. Mientras que los textos de las personas implicadas directamente en estos procesos - expertos del área de familia de instituciones públicas, profesionales de clínicas de reproducción y de la adopción - puedan servirles de material de estudio y reflexión.
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Estarnos convencidos, además, de que este libro llegará a un público más amplio. Estos artículos harán reflexionar a cualquier persona interesada en la familia y el parentesco hoy en día, en las relaciones de cuidado cu idado y las demandas que se hacen a estas familias desde la sociedad. Esperarnos que estas personas disfruten de las perspectivas presentadas aquí. El libro se divide en cinco apartados temáticos. La primera parte, Las famalías en la Europa del siglo XXI, reúne los artículos de dos antropólogos con gran experiencia en el estudio de la familia, Martine Segalen, profesora emérita de la Université Paris Ouest Nanterre La Défense y Patrick Heady, investigador del Max Planck Institute for Social Anthropology. Martine Segalen analiza el retraso en la edad de formación de las familias, un rasgo compartido por varios países europeos. Según Segalen, los conceptos de maternidad y de lo que es un hijo o una hija han cambiado mucho en las últimas décadas; ella vincula claramente estos cambios a la transformación que ha habido en los tiempos de la vida y a la disociación que ha habido entre juventud y procreación. Patrick Heady, investigador del Max Planck Institute for Social Anthropology, enfatiza la importancia de entender las diversas características de los modelos familiares anteriores para comprender los nuevos modelos que están surgiendo. Describe estos modelos en términos de contratos implícitos entre las generaciones, entre los cónyuges y entre las familias y la sociedad en general, ofreciendo ejemplos de su trabajo de campo de estos contratos. Métodos y reflexiones para el estudio de las familias tardías es el título de la segunda parte. En este apartado se presentan dos planteamientos de los campos de la filosofía y de la sociología que son imprescindibles para avanzar en nuestro campo. María Teresa López de la Vieja de la Torre, catedrática de Filosofía Moral de la Universidad de Salamanca, aborda uno de los temas fundamentales de las relaciones familiares, el cuidado y su realización en las condiciones actuales. Aplicando una perspectiva de género, trata de la distribución dist ribución de las tareas de cuidado entre las l as esferas pública y privada y entre las personas de la familia, llamando la atención sobre la necesidad de políticas sociales que se adapten a las necesidades actuales. Miguel Requena, catedrático de Sociología de la UNED, ofrece una visión desde la demografía, aclarando los distintos factores que influyen en la aparición de las nuevas configuraciones familiares en el marco de los cambios generales que se están desarrollando en la sociedad española hoy. Familias tardías, problema u oportunidad es fa parte que analiza directamente el porqué de la elección de nuestro objeto obje to de estudio, las familias tardías. Elena Hernández Corrochano, profesora de Antropología de la UNED, explica la 11
investigación que el Grupo de Investigación de la UNED Familia y Parentesco en el Siglo XXI está desarrollando. Define el concepto de «familia tardía» y relaciona su aparición con los cambios cronológicos que influyen en su configuración, tratando también el uso de un concepto problemático, el de generación, para llegar a preguntarse por las necesidades de cuidado cuida do que pueden llegar a plantear estas familias famil ias tardías al estado de bienestar. El capítulo siguiente, cuya autoría me pertenece, plantea la cuestión de por qué tomar como objeto de estudio las familias tardías. En este texto se fundamenta con datos empíricos el carácter de grupo en crecimiento de las familias tardías, detallando, además, los cambios en la cronología del curso de vida, cambios que alteran las relaciones entre las generaciones en estas familias. Finalmente, en esta sección, Stella León, teórica feminista, nos da una visión de la maternidad desde este enfoque académico. En su texto, incide especialmente en la idea de que la maternidad no ha de considerarse como un asunto privado, sino un asunto público que concierne a toda la sociedad. La cuarta parte del libro, Familias emergentes y nuevos modos de hacer familias tardías, explora distintas configuraciones familiares que a menudo son, además, familias tardías. Ana Rivas y María Isabel Jociles, profesoras titulares de Antropología la Universidad Complutense de Madrid, exponen un aspecto de su trabajo sobre las madres solteras por elección y cómo se construye, en los foros de los grupos en internet, la maternidad tardía. Esta construcción que se produce, no sin desacuerdos, en las discusiones on-line entre las mujeres con este perfil, es un proceso cuyo desarrollo ofrece mucha información informaci ón para analizar. Alfredo Francesch Díaz, profesor de Antropología de la UNED, sugiere que las nuevas técnicas de reproducción asistida y su distinta regulación legal en los distintos países conforman un mercado de turismo reproductivo que permite permi te buscar un bonito paquete de hotel y playa en un país extranjero extra njero para realizar tratamientos tratamient os con las nuevas técnicas de reproducción asistida que no existen o no se permiten en el propio país. También apunta el efecto legitimizador legiti mizador o normalizador que esta participación participa ción en el mercado tiene sobre estas maneras de reproducción. El capítulo siguiente, de Juan Antonio Casalilla, técnico en evaluación de padres adoptantes de la Comunidad de Madrid, explica los procesos de evaluación de las familias que desean adoptar, teniendo siempre como prioridad los intereses del niño o la niña. Nos recuerda que el concepto del cuidado, elemento fundamental en la relación entre la familia adoptiva y su nuevo miembro, es un concepto muy complejo, especialmente en estos casos. Giuliana Baccino, psicóloga de la FIV Madrid dedicada a las técnicas de 12
reproducción asistida, indaga en los discursos de hombres y mujeres que acuden a las nuevas técnicas reproductivas en una clínica, cuando la solución a su infertilidad pasa por recibir gametos en donación. La aceptación aceptaci ón de la donación hace surgir preguntas muy interesantes sobre las relaciones entre padre, madre e hijo o hija, que se intenta responder desde el apoyo psicológico. Finalmente, en todo estudio antropológico, son fundamentales los casos que contrastan fuertemente con el objeto de estudio, para hacernos cuestionar los aspectos que nos parecen obvios. En la quinta y última sección, Sobre la construcción del parentesco y el parentesco construido, construi do, tenemos la suerte de contar con dos casos que ofrecen este contraste. Fernando González de Requena, doctorando y becario en el Departamento de Antropología Social y Cultural de la UNED, analiza la construcción del parentesco en la película documental Paris Is Burning, que trata el tema de los concursos de bailes y vestuario de una parte de la comunidad gay y transexual en ueva York. Estos concursos se organizan alrededor del concepto de «casa», cuya organización en familias con «madre» y con afecto y cuidado mutuo reformula el parentesco experimentado con anterioridad ant erioridad por estas personas. En cambio, Nuria Fernández Moreno, profesora de Antropología de la UNED, desde su trabajo de campo en Guinea Ecuatorial, nos ofrece el ejemplo de una sociedad en la que el matrimonio y el nacimiento de los hijos ocurren a edades más bien jóvenes y se practica un sistema de matrimonio secuencial sec uencial y organización matrifocal. Su texto comenta los cambios recientes que están ocurriendo en el parentesco y en la organización familiar fa miliar en este contexto. Para terminar, el Epílogo recoge las conclusiones a las que se llegaron en la mesa de trabajo previa a la clausura del Seminario y en la que participaron algunos de los colaboradores del libro y todas aquellas personas que quisieron asistir. Estas conclusiones, por lo tanto, son fruto del intercambio de ideas y de las reflexiones que tanto conferenciantes como asistentes aportaron en el transcurso de la semana que duró el seminario. Esperamos que los textos ofrecidos aquí no solo aporten información sino, además, inspiración para la investigación y la reflexión a todas aquellas personas que se interesan por estos temas. AGRADECIMIENTOS Además, quiero dar las gracias a los autores de los capítulos de este libro por su asistencia y por haber enfocado su mirada sobre un asunto novedoso hasta ahora. Igualmente, a todos los ponentes del 1 Seminario Internacional sobre Nuevos Modelos de Familia: Las Familias Tardías quienes, por diferentes motivos, no participan en este texto pero que nos no s enriquecieron con sus conocimientos. Doy las 13
gracias a Monica Bonaccorso, Diana Marre, Julián López García, Amelía Pleite Corredor, Josefa Sánchez y Rosario de Palma. Hay que recordar que, aunque no figuren sus nombres como editoras, este libro no existiría sin los esfuerzos del grupo de dirección del Seminario, Elena, Stella y Sandra, no solo colegas sino también amigas. No quiero olvidarme de la ayuda institucional instituc ional recibida. Agradezco al Programa de Acciones Complementarias de I+D+i del Ministerio de Ciencia e Innovación (FEM2009-08664-E); la Ayuda de Investigación y uso de sus instalaciones de la UNED; la Cátedra de Telefónica en la UNED Responsabilidad Corporativa y Sostenibilidad; el Departamento de Antropología Social y Cultural de la UNED, y la Facultad de Filosofía de la UNED. Finalmente, me parece importante reconocer la colaboración de la Asociación ATLAS en Defensa de la Adopción, nuestro Ente Promotor/Observador, cuyos integrantes han compartido y siguen compartiendo sus conocimientos, su experiencia sus ideas con nosotros en nuestra investigación. Nancy Konvalinka, editora. BIBLIOGRAFÍA BONACCORSO, Monica M. E. (2009), Conceiving Kinship. Assisted Conception, Procreation and Family in Southern Europe. CADORET, Anne (2009), «The Contribution of Homoparental Families to the Current Debate on Kinship», en Kinship and Beyond. The Genealogical Model Reconsidered, Nueva York, Berghahn Books, págs. 79-96. CARSTEN, Janet (1995), «The Substance of Kinship and the Heat of the Hearth: Feeding, Personhood and Relatedness among Malays in Pulau Langkawi», American Ethnologist 22, 223 - 241. EDWARDS, Jeanette (2009), «Skipping a Generation and Assisting Conception», en Kinship and Beyond. The Genealogical Model Reconsidered, Nueva York, Berghahn Books, págs.138-158. HAYDEN, Corinne (1995), «Gender, Genetics, and Generation: Reformulating Biology», en Lesbian Kinship, Cultural Anthropology, vol. 10, núm. 1, págs. 4163. HO ELL, Signe (2004), «Quién soy yo, entonces? Perspectivas de los adoptados transnacionales acerca de la identidad y la etnia», en D.Marre y J.Bestard (eds.), La adopción y el acogimiento. Presente y perspectivas, Barcelona, Universitat de 14
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MARTINE SEGALEN Professeur émérite Université Paris Ouest Nanterre La Défense
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Ce fut un choc pour les démographes historiens lorsqu'i1s découvrirent, dans les années 1960, que dans les sociétés rurales de l'Europe, les époux n'avaient pas l'áge de Roméo et Juliette. Le mariage dans les populations anciennes se caractérise par son áge élevé. Dés que les données permettent de l'établir de facon exacte, á partir des actes des registres paroissiaux, on constate que l'áge moyen dans les classes populaires des villes et des campagnes est de 27-28 ans an s pour les garcons et de 25-26 ans pour les filles. Le mariage tardif apparaissait comme caractéristique de la société occidentale, un modéle uníque dans l'éventail des cultures (John Hajnal, 1965). Dans la plupart des sociétés du monde, le couple réunit des adolescents, voire méme des époux non pubéres, car ceux-ci sont insérés dans la lignée qui organise les choix matrimoniaux. Le mariage tardif, par contraste, est le signe d'une certaine individualisation des couples (l'Eglise catholique insistant sur le choix libre des époux), mais qui doivent attendre la mort de leurs parents et leur part d'héritage pour s'installer. En réalité, comme l'ont montré les recherches portant sur les systémes successoraux, les couples paysans obéissent aussi á des régles d'endogamie, et le mariage est l'association de deux parentéles plus que de deux individus. C'est plutót la rareté en terres, la limitation des ressources du terroir rural qui freinent la nuptialité et donc les naissances, dans une société strictement con trólée par l'Eglise et dans laquelle la contraception n'existe pas. Pour preuve, on yerra l'áge au mariage s'abaisser lorsque les emplois industriels permettront aux jeunes d'accéder á un salaire. Avec ce salaire individuel, ils seront indépendants de leurs parents et n'auront plus besoin d'attendre leur mort pour se marier et s'installer. s'inst aller. La conséquence remarquable de ce retard au mariage est le raccourcissement de la période de fécondité chez la femme. Au lieu qu'elle qu'e lle procrée á partir de 20 ans et usqu'á 45 ans révolus, elle ne commencera sa carriére procréative qu'á partir de 25 ou 26 ans, ce qui réduit d'au moins trois le nombre possible des enfants, car on sait maintenant que le modéle fécond ancien n'était pas d'un enfant par an, mais d'un enfant tous les dix-huit ou vingt-quatre mois. Selon le mot célébre de Pierre Chaunu, le mariage tardif constitue donc «la véritable arme contraceptive de l'Europe classique». Réponse consciente ou inconsciente á un monde en croissance démographique dans lequel les ressources demeuraient stables, oú les famines se faisaient plus rares et moins mortelles. LES OSCILLATIONS DÉMOGRAPHIQUES DE LÁGE A LA MATERNITÉ 17
La baisse de l'áge au mariage au cours du xixe siécle et dans la premiére moitié du xxe siécle constitue un phénoméne complexe qui traduit autant des changements dans les mentalités (l'apprentissage de la contraception) que les transformations économiques et sociales. On a notamment imputé cette diminution au développement de l'économie salariale qui libérait les individus du poids de la parenté. Avec une contraception encore imparfaite, dans un cadre normatif oú amour rimait avec mariage, dans un contexte économique favorable au développement de l'emploi, les couples, formés jeunes, procréaient aussitót aprés la célébration de leur union. Cette baisse de l'áge au mariage a été constante constan te tout au long du xixe et du début du xxe siécle, á l'exception des périodes de guerre: un áge minimum est atteint dans les années 1960 (autour de 24 ans en moyenne pour les femmes). C'est l'époque oú triomphe le mariage d'amour, ou la liberté de choisir son conjoint se conjugue avec le sentiment amoureux qui s'épanouit dans le mariage. La contraception moderne n'est pas encore autorisée en Europe, de sorte que les enfants naissent nai ssent trés vite aprés le mariage, d'autant plus que les couple fonctionnent selon le modéle parsonien avec M.Gagnepain et Mine Alamaison. Mame dans les milieux ouvriers oú l'emploi féminin est important, les jeunes filies travaillent en usine avant leur mariage, et se retirent du marché de l'emploi lorsque naissent les enfants. Ce modéle dessine un cycle de vie qui voit se succéder une phase consacrée á la naissance des enfants et á leur élevage et éducation, puis une phase assez longue et qui démarre autour de l'áge de 45-50 ans, celle que les démographes ont appelée la phase de «empty nest», le nid vide. C'est une période d'une vingtaine d'années oú le couple peut se consacrer á luiméane. Michel Sardou, un chanteur francais a fait une chanson qui a eu beaucoup de succés il y a plus de quarante ans (1973):
L'áge au mariage et á la premiére naissance recommence á s'élever á nouveau dés les années 1970, en mame temps que se développe la cohabitation juvénile, qu'augmentent le nombre des divorces, tandis que les taux de fécondité, encore assez élevés pour assurer le renouvellement des générations en 1960, chutent durablement. Ces sont les prolégoménes d'un bouleversement de l'institution familiale, dus au développement de la contraception moderne, á l'élévation du niveau d'éducation des eunes filles, á l'ouverture du marché de l'emploi aux femmes, á l'avénement d'une quate d'égalité entre hommes et femmes. Les démographes s'inquiétent alors du décalage dans le calendrier féminin, qui se traduit par une chute de la fécondité. Ce qu'i1s n'avaient pas vu, c'est que l'élévation de l'áge á la maternité était le résultat d'un changement de calendrier, d'un report de la procréation. Depuis les années 196018
1980, l'espérance de vie s'allonge: en France, cette espérance était de 67 ans pour les hommes et 73 ans pour les femmes en 1960. En 2009, elle est de 77,8 et 84,5 respectivement (Pison, 2010). De ce fait, tous les áges se décalent dans le temps: la eunesse dure plus longtemps, la vieillesse survient plus tard. Dans les années 2000, le changement de climat économique contribue á renforcer ce comportement de retard: le chómage important, la difficulté pour les jeunes de trouver un emploi stable, un logement indépendant se conjuguent pour retarder la venue des enfants. Insi donc, partout en Europe, avec certes des différences, on observe un retard á la formation des familles, soit qu'elles s'établissent par mariage (comme en Espagne, Italie, Pologne) soit qu'elles s'établissent á la naissance du premier enfant. Selon Gilles Pison (2010), l'áge moyen á la premiére naissance qui s'établissait á 24 ans dans les années 1960-1970 atteint 30 ans en 2009: de toutes les époques auxquelles on peut le calculer, c'est l'áge le plus élevé, si l'on exclut la parenthése de la premiére guerre mondiale. Un áge qui a rattrapé et méme dépassé ceux que Pon a relevés aux xviie et xvllle siécles, mais qui s'inscrit dans un contexte sociologique tout autre. Quant au cycle de la vie du couple, il ne connait plus la phase précoce du «nid vide», parce que la naissance de deux ou trois enfants enfant s conduisent á les voir partir du foyer lorsque les parents auront dépassé la cinquantaine. De plus avec les ruptures d'union et les recompositions familiales suivies de nouvelles naissances, le moment oú le couple pourra penser «un peu á lui», se confondra avec le temps de la retraite et de la grand-parentalité (pour les premiers nés). En effet, les unions se fragilisent partout en Europe, et notamment dans les cinq premiéres années de la mise en couple, plus dans les unions libres que dans les mariages. Séparations et divorces étant plus fréquents, la proportion de reformer une nouvelle union augmente d'autant plus que la rupture survient á un áge jeune (Prioux, 2006). Ce modéle touche toute l'Europe avec des différences sensibles néanmoins du Nord au Sud, et de l'Ouest á l'Est. En méme temps que changeaient les modéles conjugaux avec la diffusion de la cohabitation sans mariage, les rapports á l'enfance ont été bouleversés. On se mariait tard pour avoir moins d'enfants autrefois, et une fois mariés, on les laissait venir. Aujourd'hui on choisit de les faire arriver tard. Hier ils étaient les enfants de Dieu, aujourd'hui ils sont les enfants du couple; hier, ils étaient des enfants pour la société, aujourd'hui i1s sont des enfant pour soi. Hier i1s étaient des enfants imposés ou subis bien souvent, aujourd'hui ils sont des enfants désirés dési rés et choisis. Toujours selon Gilles Pison, se distinguent deux groupes en Europe. D'abord, un groupe á fécondité tardive; hétérogéne sur le plan culturel, avec des pays du Nord, comete les Pays-Bas, l'Irlande, la Suéde, la France et des pays méditerranéens comete la Gréce et l'Espagne. Un second groupe qui se caractérise encore par une fécondité précoce comprend les autres pays de l'Union européenne, europ éenne, notamment les plus récemment entrés, comete la Rournanie et la Bulgarie. Ce n'est pas le lieu ici de 19
développer le rapport entre áge á la maternité et taux de fécondité, mais si Pon se fonde sur l'exemple de la France, on constate que le recul á l'áge de la maternité ne s'accompagne pas nécessairement d'une chute de la fécondité. Bien au contraire. Le but de cette communication est d'analyser les causes et les conséquences de cette mutation importante. Jeunesse et maternité ne sont plus désormais associés et ce retard á l'áge á la parentalité (le fait de devenir parent) redessine de nouvelles relations entre parents et enfants et plus généralement au sein de la famille. 11 convient au préalable de distinguer deux situations, selon qu'il s'agit de familles qui se «forment» tardivement (méres ágées de 30 ans et plus), ou bien de familles qui se «reforment» avec des méres encore plus ágées, mais pas toujours, et des péres davantage encore. Ces derniéres configurations d'áge élevé ne doivent d'ailleurs pas étre confondues avec les áges élevés observés dans les familles dites trés nombreuses (six enfants ou plus). Etre pére á 60 ans ne répond pas á la méme logique, si Pon est dans le cadre d'une seconde union ou d'une union intacte et trés féconde. UN CHOIX MÚREMENT RÉFLÉCHI DANS LE CADRE D'UNE CONJUGALITÉ FLOUE La formation des couples a radicalement changé depuis les années 1970. Les eunes gens d'aujourd'hui forment des couples dés leur jeune áge, parmi toutes les classes sociales: il s'agit du copain, de la copine rencontrée sur les bancs de la fac, á l'usine ou en boite de nuit, dans une soirée entre amis. Trés vite s'instaurent des relations sexuelles, puis, la relation peut se stabiliser, alors que le couple conserve des liens étroits avec sa famille d'origine: on habite la mame chambre, le mame studio, mais on rapporte son unge á laver chez ses parents. De cette mise en couple, autorisée on le comprend bien par la contra ception (chimique pour les filies, ou préservatif masculin), le projet et le désir d'enfant est absent. 11 s'agit d'abord d'achever des études qui sont de plus en plus longues, de trouver un emploi stable. On ne s'étonnera pas de trouver des áges á la premiére naissance encore relativement re lativement bas parmi les personnes les moins diplómées. Pour les autres, et notamment les femmes, il s'agit d'engager d'abord sa carriére et de la stabiliser. Ce qui conduit á la trentaine dans l'état actuel du marché du travail. Les socio-démographes constatent que ce sont les femmes cadres et appartenant aux professions intermédiaires qui sont les meres les plus tardives (Bessin et al., 2005). Le couple doit maintenant prendre le temps d'évaluer sa relation amoureuse et affective, pour éprouver si chacun et chacune y trouvent son compte. Ensuite peutétre, quelques mois ou quelques années plus tard, se formera le désir d'un enfant signe de stabilisation affective et professionnelle du couple, ou pensé comete stabilisateur de la relation. Un PACS sera peut-étre signé, un mariage suivra peut-étre, ou pas, ou le couple choisira de demeurer en union libre. 11 existe donc un long temps de 20
latence entre la mise en couple et la formation du projet d'enfant. Avant l'enfant, il faut d'abord «vivre sa vie», profiter de son statut de «jeune»; il faut «construire» la relation amoureuse, s'assurer que celle-ci est suffisamment gratifiante et qu'en méme temps, l'autre sera bien le pére ou la mére dont on réve pour son enfant (Le Voyer, 1999). Tout ce qui était acquis par le contrat du mariage, qui invite á ne plus se poser de question, est, dans la relation de couple informel, examiné, sotunis á des choix, sources d'hésitations et d'incertitudes. Au schéma antérieur, quasi mécanique: mariage, naissance, succéde une temporalité aux limites floues. L'augmentation de l'áge á la maternité s'observe surtout parmi les jeunes femmes cadres trés engagées professionnellement et qui se rendent compte, co mpte, selon la formule, que «leur horloge biologique tourne». Vient un moment oú Pon se sent «prat»; il faut fa ut alors choisir un compagnon pour une relation qui sera peut-étre éphémére ou durable. Avant la contraception chimique, les couples essayaient tant bien que mal de limiter les naissances. Depuis, c'est de tout autre maniere que prend forme le désir d'enfant, dans un geste volontariste: la protection contraceptive est arrétée, le couple se décide á tenter de donner la vie. Le désir d'enfant s'installe, d'autant plus fort que, passé l'áge de 30 ans, la fécondabilité des de s femmes diminue. Une fois l'enfant désiré, le couple le souhaite tout de suite, sans attendre, d'oú la multiplication des consultations de gynécologie pour stérilité et les dérives parfois observées du «droit á l'enfant». Le couple a examiné les paramétres socio-économiques liés á la naissance de l'enfant, qui sont évidemment sans rapport avec les calculs économiques d'autrefois. Le logement doit permettre d'accueillir l'enfant comme il le faut en fonction des exigences contemporaines. 11 lui faut une chambre pour lui seul, et tout le matériel de puériculture qui va avec. Le couple s'emploie á «créer les conditions» de l'accueil avant de se mettre á la fabrication du bébé. Evidemment, la dimension économique n'est pas la seule á intervenir dans cette décision majeure. Ainsi demeure une certaine ambivalence: l'usage de la contraception est devenu si naturel, comme allant de soi, que les couples n'ont pas toujours le sentiment d'adopter une stratégie. La réalité de l'enfant programmé, planifié va á l'encontre de la perception qu'i1s se font de ce que doit acre la reproduction, acte naturel et désintéressé (Régnier-Loilier, 2007). Selon les psychanalystes, la décision d'enfanter estfomentée par 1'inconscient, le désir d'enfant échappant par conséquent largement aux souhaits rationnels des géniteurs. Ainsi le subconscient explique les oublis de la contraception, les conceptions á une date telle que la naissance aura lieu á un moment symbolique dans l'histoire de la famille, ou pour «remplir un vide» aprés le décés d'un de ses membres (Le Voyer, 1999: 110). Le désir d'enfant répondrait donc aussi á des aspirations non rationnelles, méme si les considérations matérielles comptent: s'inscrire dans la normalité et conformité du groupe, porter une aspiration á la filiation, qui ne se rabat 21
pas nécessairement sur la continuation continuatio n de la lignée. Cet enfant qu'on fabrique lorsque c'est le bon moment, on le fait sur la base d'un nouveau contrat. Le nouveau-né aide l'autre, le géniteur, á accéder au stade d'adulte. Porteur des désirs de ses parents, ce que Serge Tisseron (1994) nomine le «contrat narcissique», l'enfant doit réaliser les aspirations de ses parents en échange de leurs soins et de leur amour. DES PARENTS PLUS ÁGÉS DANS UNE SOCIÉTÉ «BÉBÉPHILE» Contre Simone de Beauvoir et les mouvements féministes des années 1970, il est aujourd'hui entendu que la maternité est une des composantes centrale de l'identité féminine. Dans les sociétés rurales d'autrefois, la stérilité-toujours attribuée aux femmes-apparaissait comete un grand malheur. Aujourd'hui la procréation est une des formes de l'accomplissement de soi. Sur une femme qui n'a pas d'enfants, on s'apitoie, et on s'étonne encore plus si elle affirme (et ose le faire) que c'est un choix múrement réfléchi. Elle en a d'autant plus de mérite que la société est «bébéphile», tout au moins dans ses discours et ses représentations. Contrairement aux Etats-Unis, oú les couples peuvent afficher publiquement leur choix de rester des DINKS (Double income, no kidsDouble revenu, pas d'enfant), le modéle francais comporte une incitation á «faire un enfant»: «la femme qui veut mais ne peut pas procréer se considére comme mise au ban de la société, qu'elle se place elle-mame en retrait du groupe ou que celui-ci l'exclue de ses rangs. Les femmes elles-mames, leur famille et leur groupe d'appartenance vivent la stérilité comme une malédiction» (Flis-Tréves, 1990: 27). Etre enceinte est á la mode. Pour s'en convaincre, il suffit d'observer le changement radical intervenu dans la garde-robe pour future maman. Jusque dans les années 1960, toutes sortes de sacs tentaient, sans succés, de cacher ce qu'on nommait encore par euphémisme «le doux secret», protubérance qu'on ne souhaitait pas exhiber. Des couleurs ternes, des vétements amples n'incitaient guére á sortir de chez soi, ce qui était une facon de se protéger contre les dangers censés guetter guett er les futures méres. Aujourd'hui, celles-ci ceignent leurs ventres d'écharpes multicolores qui en soulignent les rondeurs; elles s'exhibent en maillot de bain deux piéces, arborant fiérement leur rotondité, á l'instar de toutes les vedettes dites «people» qui peuplent les magazines du méme nom. Les psychanalystes s'inquiétent d'ailleurs d' ailleurs de la «fétichisation» «fétichisatio n» de la grossesse, de la célébration d'une sorte de «maternel érotique» dont le premier signe fut la photo par Annie Leibovitz en 1991 de Demi Moore posant, en couverture du magazine américain Vanity F air, enceinte de sept mois, avec pour unique parure une bague en diamants. Si la photo déclare de facon fracassante la fierté et la beauté du corps gravide, la «Bébé attitude» n'est toutefois pas sans danger lorsque l'enfant réel, ses pleurs nocturnes et ses coliques, sera lá pour de bon (FlisTréves, 2005). 11 existe 22
aujourd'hui d'ailleurs des unités psychiatriques pour soigner le «mal de mére», souvent fréquent chez de jeunes femmes tres angoissées Pace á leur nouveau-né, comme des spécialistes qui tentent de comprendre les pleurs redoublés des nouveaux nés. DES PARENTS PLUS ÁGÉS FACE AUX NOUVELLES NORMES D'ÉLEVAGE ET D'ÉDUCATION Sur les épaules de cet enfant qui vient tard, si désiré, si protégé, on fait peser de lourdes charges, celles notamment de fonder le couple et la famille en l'inscrivant dans la lignée familiale. Alors qu'autrefois les enfants étaient mis au monde pour travailler aux cótés de leurs parents et s'occuper d'eux dans leur vieillesse, aujourd'hui on leur demande de les maintenir dans l'état de jeunesse, de leur permettre de rester «dans le coup» des modes et des cultures. De nouveaux rapports parents-enfants s'instaurent. En méme temps que croissait l'áge á la maternité/paternité, les principes d'élevage et d'éducation sont devenus plus normés, «scientifiquement» normés. Ces nouveaux principes pésent sur toutes les méres et péres, mais ils sont suivis de plus prés par les parents plus ágés, soucieux toujours de bien faire. Plus ágées, ágée s, plus mares, les méres ont pensé pouvoir appliquer l'efficacité dont elles font preuve en milieu professionnel á l'élevage de leurs enfants, mais cela ne fonctionne pas toujours aussi bien. Pendant les premiers mois de sa vie, les nouvelles normes spécifient que les parents se doivent á l'enfant presque exclusivement. exc lusivement. Les parents primipares ont tant idéalisé l'enfant avant sa naissance que le choc est souvent rude Pace, par exemple, aux pleurs nocturnes. Selon la nouvelle vulgate de la puériculture, la mére doit le nourrir au sein. Sur-protectives, parfois déboussolées et refusant á tort ou á raison les conseils des méres et grands-méres, les voici soumises á de nouvelles injonctions. Les psychanalystes sont de plus en plus convoqués pour résoudre les le s difficultés de ces eunes-vieilles méres: ils font remarquer que ce n'est pas en portant sur so¡ l'enfant, en allaitant trés tard que l'on peut aider l'enfant á grandir, c'est-á-dire á lui apprendre á se séparer d'elle. Travail de l'enfant, mais aussi travail de la mére qui doit renoncer á ne voir en lui qu'une projection narcissique. Autant que les enfants, ce sont les parents qui doivent apprendre á naitre et se développer. En méme temps, la jeune-vieille mére se trouve tiraillée entre ces injonctions et les conditions de son retour á 1'emploi, avec tous les problémes liés au mode de garde de 1'enfant. A une maternité relativement insouciante, celle des années 1960, celles de méres ayant á peine dépassé l'age de 20 ans, non encore trop normée par le corps des médecins ou des psy, se substitue une maternité anxieuse, anxiogéne, avide de repéres, dans une société qui a tendance á de plus en plus étalonner le développement 23
de l'enfant. Car autant que la formation des couples a pu changer, autant le rapport á l'enfant s'est bouleversé au cours des trente derniéres années (Segalen, 2010). Etape aprés étape, les parents surveilleront les «progrés» de leur enfant, dans le domaine de l'éveil effectif, moteur et cérébral. Car il existe maintenant un barométre de ses performances. La régression de l'emploi du terme «nourrisson», qui renvoie au biologique au profit de celui de «bébé», «bé bé», est un signe langagier fort qui révéle déjá un un eune étre dont on doit surveiller le développement psychique et intellectuel. «Ce qui n'était qu'une période indifférenciée de maturation devient un cursus scientifiquement défini: il y a un áge pour la marche et un áge du langage, un áge du dessin etc. Ceci introduit une rupture profonde dans le rapport á l'enfance. La pratique traditionnelle des performances enfantines s'accomplissait dans un contexte oú la norme tenait sa seule force de sa généralité, alors que s'impose maintenant une norme légitime, "scientifiquement" fondée» (Chamboredon et Prévót, 1973: 313-314). Les conseils de la puériculture, de la psychologie et de la psychanalyse infantiles se sont maintenant vulgarisés dans tout le corps social á travers la diffusion des magazines spécialisés. Etre parent devient de plus en plus difficile. L'enfant est désormais pensé comete un petit individu autonome. 11 n'est plus un étre sur lequel imprimer les traditions familiales et auquel imposer l'autorité du pére, mais un adulte en devenir dont les parents ont pour róle de faire advenir ses qualités quali tés profondes. Surveiller son évolution, sa croissance, ses acquisitions, les stimuler aussi, telle est la fonction nouvelle des éducateurs de l'enfant, essentiellement la mére. Et c'est une tache difficile, dans une société de consommation qui fait de l'enfant une cible de choix. Un exemple parmi d'autres: combien de méres féministes n'ont-elles pas capitulé devant le désir de la petite fille d'avoir une poupée poupé e Barbie? A cet enfant si désiré, si chouchouté, on demande, dés un age tendre, son avis sur tout: se vétir, ce qu'il lui plan de manger, s'il consent á se coucher. Lorsqu'i1s s'adressent á eux, les parents achévent souvent leur demande par un «c'est d'accord?» interrogatif. A cette aune, l'enfant devient souvent un petit tyran, ce mode d'élevage conduisant souvent á des difficultés relationnelles au sein de la famille. Ce n'est plus l'enfant-roi, mais l'enfant, probléme incontrólable. Avec l'enfant venu tardivement dans le couple, se fonde un contrat générationnel neuf. Cet enfant désiré, auquel on ne demande plus de seconder ses parents aux champs ou á l'usine, leur doit évidemment un contre-don: l'apport de gratifications affectives et sociales. C'est aussi lui qui, dans les familles unies, est le fabricant et le moteur du couple: il est en droit d'exiger beaucoup en retour. PARENTALITÉS TARDIVES Avoir un enfant á 40 ans et au-delá pour les méres, et 45 ans et au-delá pour les péres, ce que les démographes nomment les paternités et maternités mate rnités tardives, n'est pas 24
un phénoméne nouveau. Dans les contextes démographiques anciens, tel était le cas. En Bretagne, par exemple, dans le pays bigouden caractérisé par un áge exceptionnellement bas au mariage, jusqu'aux débuts du xxe siécle, les fratries de huit ou dix enfants étaient chose courante avec des écarts d'áge entre le premier et le dernier de prés de 20 ans, de sorte que la fille et la mére étaient parfois enceintes ensemble. On nommait le dernier «vidohicq», petit cochon, et il était élevé par les ainés. Sans aller aussi loin, dans la famille de ma mére, cinq garcons et une fille, il y avait 18 années d'écart entre l'ainé et elle, la petite derniére. De telles situations sont courantes encore aujourd'hui dans les familles immigrées qui continuent á avoir des comportements de grande fécondité (Bessin et Levilain, 2005). Le phénoméne réellement nouveau concerne les personnes qui commencent ou recommencent une carriére procréative sur le tard. Méme si elles sont statistiquement peu importantes, ces naissances tardives interpellent inte rpellent la facon de penser la famille car c ar elles contribuent á transformer les relations conjugales, les relations de germanité et de filiation. Selon Gilles Pison, le nombre de naissances issues de méres de 40 ans et plus ne représente que 4 % du total des naissances francaises. franc aises. C'est peu, mais c'est une image qui s'est inscrite désormais dans l'imaginaire, notamment avec la mise en avant des grossesses tardives et méme trés tardives de vedettes qui parviennent á procréer gráce aux techniques de l'aide l' aide médicale á la procréation. 11 ne s'agit s'agi t plus alors de familles qui se forment tardivement, mais plutót de familles qui se reforment. Ce qui manque le plus aujourd'hui, le temps, est offert á ceux qui procréent tardivement, lorsqu'i1s sont dégagés de leurs soucis professionnels, voire proches de la retraite. On peut donc penser que les enfants de vieux seront des enfants choyés et suivis par leurs parents, mieux que par leurs parents jeunes. Ces naissances sont le résultat de stratégies de fécondité qui sont différentes pour les hommes et les femmes. En effet, si la sociologie de la famille ou des rapports sociaux de sexe refuse que Pon naturalise les comportements, on est bien obligé ici de tenir compte des données de la biologie. Cependant, sur ces considérations biologiques se greffent des paramétres qui concernent conc ernent le rapport au travail et aux relations entre les sexes: hommes et femmes ne sont pas égaux face á ces naissanceslá. Pour les femmes, les naissances autour de 40-45 ans sont généralement associées á une remise en couple. Je rappelle le vieux proverbe populaire: «qu'il neige, qu'il pleuve ou qu'il tombe des glands, les femmes sont bonnes jusqu'á 40 ans». On en comprend le sens lorsqu'on rappelle que le mariage détestait la stérilité. Entre 1901 et 1980, le nombre de naissances vivantes de méres de 40 ans et plus a diminué de 6,5 á l,1 % des naissance (Daguet, 1999). Or ce chiffre remonte récemment. 11 s'agit de refaire famille avec le nouveau compagnon, qu'il y ait ou non des enfants de 25
précédentes unions. 11 convient aussi de signaler signa ler les parentés tardives par adoption: plus d'un enfant sur deux qui est adopté entre dans un foyer foye r qui est composé d'un pére ágé de plus de 45 ans et d'une mére ágé de plus de 40 ans. (Bessin et Levilain, 2005: 22). Ce qui il y a trente ans aurait pu paraitre comme un frein á la démarche d'adoption pour des couples stériles ne Test plus aujourd'hui, compte tenu des nouvelles normes d'áge qui se sont diffusées, notamment á travers les résultats de l'assistance médicale á la procréation. Les bonnes conditions du vieillissement, garanties par une prise en charge médicale adéquate, repoussent les frontiéres de l'áge acceptable auquel on peut devenir pére et mére. En ce qui concerne les hommes, il n'est pas surprenant de voir de nouveaux péres qui ont 50, 60 ans ou méme plus. Les media qui en reproduisent l'image fabriquent ainsi une nouvelle normalité. On connaissait Charlie Chaplin, Anthony Queen qui avaient procréé encore á 80 ans, ou en France, Yves Montand (ce qui avait fait chuter sa cote d'amour, dans la mesure oú il semblait ainsi repousser dans l'oubli sa Simone); plus récemment, citons Paul Mac Cartney ou julio Iglesias Igl esias qui ont procréé á 61 et 63 ans á nouveau. En Amérique, on les appelle SOD - Start Over Dads-. Prouvant ainsi leur virilité, les hommes continuent de se penser jeunes. En dehors du milieu des vedettes, les péres ágés sont souvent des péres divorcés. On sait qu'i1s ont plus de chances statistiques que les femmes de se remettre en couple, á un áge plus avancé. Ils reforment une union avec une femme nettement plus eune qui désire souvent un enfant. Cette paternité est alors múrement réfléchie; elle se situe dans un contexte professionnel probablement plus favorable que pour les eunes péres qui doivent encore faire leurs preuves professionnelles, tandis que la carriére des péres tardifs est derriére eux. Les relations au sein du couple vont associer, contrairement á la norme actuelle qui veut que les époux aient un faible écart d'áge, un homme plus ágé á une femme plus jeune, ce qui suppose une économie des relations conjugales plus inégalitaire. En méme temps, le pére s'implique davantage dans son róle de pére, notamment plus qu'il ne l'avait fait lors de la naissance des ses premiers enfants, lorsqu'il était plus jeune et accaparé par son activité professionnelle. De plus, il peut également avoir été frustré dans son róle paternel, lorsqu'aprés son divorce, la garde de ses enfants enfa nts avait été confiée á la mére et qu'il s'en était peu á peu éloigné-cas trés fréquent d'aprés les enquétes sociodémographiques (prés du quart des péres divorcés cessent toute relation avec leurs enfants d'aprés Villeneuve-Gokalp, 1999). Le voici pére beaucoup plus concerné, et maternant que pour ses premiers enfants. Et quand l'enfant sera scolarisé, on observe un investissement dans son suivi, notamment par la participation aux associations de parents d'éléves. Des enquétes qualitatives conduites auprés de ces péres (Bessin et Levilain, 2005) font apparaitre que la paternité tardive est l'objet de négociations au seín du couple 26
refait: quel est l'áge ultime auquel procréer en fonction du poíds normatif du «bon áge». L'homme peut étre réticent et sa jeune compagne peut le mettre devant le fait accompli. Cette paternité tardíve est marquée par une ambívalence: c'est une facon de ralentir son vieillissement, de s'obliger á rester dans le coup par le fait qu'on partage les intéréts et les soucis de personnes plus jeunes, un moyen de se prolonger, de rester plus jeune. D'un autre cóté, ces péres tardifs sont des péres soucieux soucie ux du devenir de leurs enfants, qui savent qu'ils auront peu de chances d'étre encore en bonne forme physique lorsque ceux-ci atteindront attein dront l'áge de 1'adolescence. Les parents ágés ágé s ont plus d'inquiétudes pour les enfants, redoutent leur fragilité lorsqu'ils seront plus ágés. Etre pére tardif, c'est donc souvent entamer une seconde carriére de pére, c'est-ádire avoir un ou deux enfants, alors qu'il en existe déjá d'une autre union. Contrairement aux familles nombreuses dont tous les enfants se suivent, dans ces nouvelles configurations, l'écart d'áge entre les premiers et les seconds enfants, loro de les rapprocher, les sépare. Qu'y a-t-il de commun entre un jeune adulte de 18 ans et son demi-frére de deux ans? La relation ne peut étre que d'indifférence ou de jalousie lorsque viendra le temps de l'héritage. L'ordre des générations est perturbé d'une part; et l'enfant du nouveau couple, loro d'étre élevé en famille, est le plus souvent un enfant seul. Sur cette perturbation dans l'ordre symbolique de la fratrie, se greffent des répercussions plutót négatives relatives á l'ordre des génératíons. Les grands-parents contemporains offrent un soutíen considérable aux jeunes générations, notamment á travers la garde des petíts-enfants. Ils apportent aínsi un soutien matériel, mais aussi symbolique: ils représentent la stabilité de la lignée qui compense l'instabilité conjugale; ils permettent á l'enfant de construire une identité. Des enquétes européennes ont bien montré la place considérable qu'ils occupent dares l'institution familiale contemporaine (Attias-Donfut et Segalen, 2001, Heady et Schweitzer, 2010). Entre autres faits sociaux, l'engagement grand-parental est dú á leur bonne santé, un acquis récent qui repousse le grand áge au-delá de 75 ans. Mais lorsque la mére a 45 ans, et le pére 55, leurs parents ne peuvent pas offrir le méme recours: non seulement ils seront trop fatigués pour s'occuper des petits-enfants, mais encore ils ne donneront pas 1'iinage d'une ancestralité assumée, mais celle plus classique d'une vieillesse entrant peut-étre dans le moment de la dépendance. CONCLUSION Dans un ouvrage au titre évocateur «The marriage go-round» (par allusion au «merry-go-round», le manége), un sociologue américain observe que les Etats-Unis sont les champions du mariage et du divorce: il en examine le coút pour les enfants, en suggérant que ceux qui ont l'intention de devenir parents devraíent y réfléchir á deux fois avant de monter ou de descendre du manége matrimonial (Cherlin, 2009). De mame, on peut se demander quel est le coút pour l'enfant d'avoir des parents ágés? 27
Un de mes amis, dont le pére s'était marié sur le tard avec une femme plus jeune que lui de vingt ans, me racontait sa gane et mame sa honte, lorsque, enfant, celui-ci venait le chercher á la sortie de l'école; ses petits camarades lui disaient: c'est ton grand-pére? 11 se sentait nettement stigmatisé. En dehors de ces cas qui sont finalement relativement rares, la question de l'élévation de l'áge á la maternité et paternité pose d'intéressantes questions á l'histoire, la démographee et la sociologie de la famille. Le regard historique montre qu'il y a eu des fluctuations importantes, avec une situation d'áge élevé qui s'est abaissée avec l'industrialisation et le salariat au xixe siécle pour augmenter á nouveau dans les années récentes. Nul ne peut prédire si Pon n'observera pas á nouveau une chute de l'áge au mariage et á la maternité, qui serait consécutive á des crises graves. Ainsi, contre toute attente, le babyboom observé en France avait démarré au cceur de la période d'Occupation, mame s'il s'est amplifié aprés la guerre, gráce aux mesures de l'Etat providence. Evidemment on interroge le lien entre áge au mariage et niveau de fécondité. Un áge á la premiére naissance élevé n'est pas nécessairement signe de la chute de la fécondité. En suivant l'indice de la descendance finale, les démographes ont observé pour la France que le nombre total d'enfant par femme n'avait pas diminué, mais que les naissances avaient été reportées de quatre á cinq ans par rapport au modéle des années 1970. A 1'inverse, un áge élevé á la premiére naissance s'accompagne dans les pays du sud de l'Europe, dont l'Espagne d'un taux de fécondité faible. L'áge élevé á la premiére naissance n'est pas davantage associé á une stabilité des unions. On aurait pu penser que ces maternités/paternités réfléchies et planifiées inciteraient les parents á maintenir leur union pour élever ensemble les enfants. Tel n'est pas le cas. Le phénoméne des familles monoparentales concerne des méres plus ágées et donc qui auront d'autant plus de mal á retrouver un conjoint ou un compagnon sur le marché matrimonial. Dans le meilleur des cas, s'organise entre les parents une co-parentalité avec av ec partage de la garde et des soins aux enfants. Sinon, comete il a été souligné plus haut, c'est le détachement du pére. Le cycle de la vie das les sociétés contemporaines connait ainsi de nouvelles temporalités: le temps de la jeunesse comme le premier áge adulte sont dissociés de la procréation (si Pon exclut le cas particulier parti culier des teen age pregnancies observé en en Angleterre, Irlande ou Etats-Unis et qui apparait comme un probléme social spécifique). La rupture conjugale pour un tiers des couples (quelquefois la moitié) va induire la formation d'une nouvelle union qui portera, á un áge encore plus avancé, ses fruits. L'áge de la maturité et de la premiére jeunesse n'est plus celle du nid vide, mais du nid plein, et peut-atre trop plein, entre les soucis que donnent les enfants ainés non encore installés de facon indépendante, et les plus petits dont il faut assurer l'éducation. Si d'un cóté la pression professionnelle se desserre, pour les hommes en 28
tout cas, la pression familiale ne se reláche pas. Et Pon yerra peut-atre s'établir un renver sement des róles, les péres ágés seront plus impliqués dans le domaine domestique et parental, tandis que la jeune femme pourra elle s'investir dans son travail professionnel. Cet exemple nous montre que le choix de donner la vie á un áge élevé montre que hommes et femmes ne sont pas égaux face á ces décisions: outre la différence biologique, c'est dans l'articulation l'articu lation des temporalités conjugales, conjugal es, professionnelles et familiales que l'une et l'autre choisiront ou non de procréer. Le cas des parentalités tardives (ou trés tardives) est un révélateur puissant des rapports sociaux de sexe. BIBLIOGRAPHIE ATTIAS-DONFUT, Claudine et MARTINE, Segalen (dir.) (2001), Le sie'cle des grands-parents. Une génération phare ici et ailleurs, Paris, Autrement, coll. Mutations, 210, novembre. BESSIN, Marc et HERVÉ, Levilain, avec la collaboration de Arnaud Régnier-Loilier (2005), La parentalité tardive. Logiques biographiques et pratiques éducatives, Dossier d'études n.° 67, CNAE BESSIN, Marc (2006), «Aspects sociologiques de la «paternité tardive», Gynécologie obstétrique et fertilité, 4, 9, pp. 860-872. CHAMBOREDON, Jean-Claude et PRÉVOT, jean (1973), «Le métier d'enfant. Définition sociale de la prime enfance et fonctions différentielles de l'école maternelle», Revue francaise de Sociologie, XIV, 3, pp. 295-335. CHERLIN, Andrew (2009), The Marriage-Go-Round: The State of Marriage and the Family in America Today, New York, Random House. DAGUET, Fabienne (1999), «Maman aprés 40 ans», Données Sociales, Insee. FLIS-TRÉVES, Muriel (1990), Elles veulent un enfant, Paris, Albin Michel. -(2005), Bébé attitude, Paris, Plon. HA)NAL, John (1965), «European marriage patterns in perspective», in Glass D. V. et Eversley D.E.C. (eds.), Population in History, Chicago, pp. 101-143. HEADY, Patrick and ScHwEITZER, Peter (ed.) (2010), Family, Kinship and State in Contemporary Europe, vol. 2. The View form Below: Nineteen Localities, Francfort, Campus. LE VoYER, Anne-Claude (1999), Le processus menant au désir d'enfant en France, avril, INED, Dossiers et recherches, n° 75. 29
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INTRODUCTION This volume is dedicated to "New Family Models", reflecting the fact that recent decades have seen major changes in family life in most parts of Europe. Parenthood now typically begins later in life than it did in the mid-twentieth century, and parents have fewer children. The tic between parenthood and formal marriage has also loosened. A higher proportion of children are born before their parents marry, if indeed their parents marry at all. There has been a development of new forms of marriage, or marriage-like contract - partly to make it possible to formalise the relationships of same-sex couples, but also to provide a way for hetero-sexual couples to mark their unions without incurring the full-range of social and symbolic implications of traditional marriage. Divorces are generally easier and more frequent than in the mid-twentieth century - if indeed they were allowed at all at that point in time. Relations have changed, to some extent at least, within the conjugal family. Legal changes Nave generally weakened the unilateral authority of the husband and father, increasing the rights of women and children within the family unit. Anecdotal evidence suggests that these changes in formal status have been accompanied by at least some changes in domestic roles. However, when studying "new" family models, we should not make the mistake of assuming that the "old" or "traditional" family models which prevailed before the mid-twentieth century were always and everywhere the same. There were major differences between different parts of Europe, and also between the countryside and the towns - and indeed many of these differences have persisted until the present day. They constitute the point of departure - or rather a range of different departure points - for the development of new family forros. In this paper 1 will try to explore the reasons for these pre-existing differences, and go on to ask whether the factors underlying existing family forros can also help us to understand the emergence of new ones. EXPLANATORY RESOURCES Explanations depend on both data and theory - so it is appropriate to start by outlining the sources of information 1 will draw on, and also to say something about the theoretical approach and how it relates to other possible perspectives. 31
DATA SOURCES 1 will draw on a number of different sources - including historical studies, comparative social surveys, and demographic statistics - to sketch in the background picture of the geographical distribution dist ribution of different family patterns and their th eir development over time. In the foreground however, will be data from one particular comparative project, KASS ("Kinship and Social Security" in Europe) designed specifically to investigate practical assistance between betwee n relatives in different European societies, societ ies, and to place family relationships within the context of wider kinship networks and of local communitiesi. An important aim was to identify local models of family life, and the ways they interact with economic and political developments. The prime concern has been with the extent to which kinship networks ne tworks offer their members a form of social security, but the data we have collected provides an opportunity to investigate many other aspects of family life, including fertility. KASS research strategy - what did KASS do? Focussed on 8 countries and 19 field sites. 1.Looked at state social security and legal systems as they affect families, and how these developed over the twentieth century. This was done using secondary sources. 2.Looked empirically at help between relatives (and factors promoting and hindering it) in 19 field sites -via ethnography via information from computerised kinship network interviews collecting30 ego-centred kinship networks per field site •with an average 80 members per network (including some helpful nonrelatives) •recording assistance which the informant (ego) gave to and received from each network member, other social interactions with them, and background information -via local population statistics 3.Also Looked at fertility in the sane 19 arcas, using the sane data sources. THEORETTCAL FRAMEWORKS 32
Although KASS was an interdisciplinary project, we placed particular emphasis on anthropological ideas - which involved us in an interesting paradox to do with the idea of `culture'. Once at the very centre of anthropological thinking, it has lost ground in recent decades to Bourdieu's (1977) idea of habitus, or been reinterpreted (in the so-called `cultural turn') as the outcome of a process of self-determination. Both of these developments, and particularly the second, make it difficult for anthropologists to argue, as they once might have done, that a group of people behave in a certain way because that is their culture. However, despite its near abandonment within anthropology, family historians and demographers - notably Reher (1998) and Dalla Zuanna (2001), whose ideas are discussed later in this paper - have recently used just this kind of `cultural' argument to explain continuities and changes in European family patterns. They have done so because of a feeling that economic explanations, powerful though they are, do not account for all variations in family behaviour. One attraction of the word `model' - as in `new family models' - may be that it offers a way of discussing social arrangements which allows for something more than economic pragmatism, while side-stepping the critiques which Bourdieu (1977, 2007 [1996]) and others have aimed at the relativism and philosophical idealism implicit in many analyses which invoke the idea of `culture'. Faced with a similar tension between idealist and materialist material ist perspectives the KASS project also drew on the idea of local kinship models as a way of organising the ethnographic material. However the authors of the concluding chapter of the KASS book series presented the findings in a somewhat different way, formulating its argument in terms of `implicit contracts' - between the generations, between marriage partners, and between family units and society at large (Kohli & Heady 2010). Why did we adopt this particular formulation? In fact there were several reasons. •The phrase `generational contract' is already used metaphorically by sociologists dealing with the intersection between family systems and state policies, so it was convenient to add further `contracts' to catch other aspects of kinship and social ties. •Contracts generally involve a quid pro quo and, although altruism plays a major role in family behaviour, there is also clear evidence that a degree of reciprocal obligation is often involved. •Contracts typically involve an economic element, and there is strong evidence that economic considerations do affect kinship behaviour. •But contracts are also more than just economic. They can be influenced by law and custom, can involve several parties, and the interests of these parties need not be only material. 33
Nevertheless contracts in the ordinary ordina ry sense are explicit, and so the idea of implicit contracts is a metaphor. Whether it is a useful metaphor, and how it relates to other metaphors, such as `family models' or `path dependency' should emerge in the course of this article. PAST AND PRESENT Writing in the 1980s, and basing his analysis on the results so far of the emerging discipline of family history, Laslett (1983) proposed a division of Europe into four macro-regions characterised by different household structures - with nuclear family households most common in the north and west and multi-generational and extended family households most common in the south and east. This stimulated further historical studies which have criticised the initial formulation: pointing both to marked local variations within the macro-regional pattern, and querying the sharpness and location of the macroregional boundaries. Nevertheless, even critical authors who reject Laslett's original formulation are inclined to accept the general point that preindustrial Europe was characterised by a broad northwest/southeast gradient of family forros (Szoltysek 2008; Viazzo 2010). In the last couple of decades comparative survey research and the work of the European statistical office have greatly increased our knowledge of contemporary European family patterns (Eurostat 2002; Murphy 2008; Kohli et al., 2010) indicating that even today different parts of Europe are charac terised by major differences in residential patterns and in contacts and mutual assistance between relatives. Reher was the first author to bring the historical and contemporary data together in a celebrated article which pointed out that the regions of Europe which now show greatest statistical evidence of family solidarity are those in which, according to historical studies, multi-generational households and other indicators of family solidarity were most frequent in previous centuries (Reher 1998). He explains this by a persistence of long standing cultural differences between what he refers to as weakfamily cultures, found in northern Europe and the strong-family cultures of the Mediterranean south. Reher saw the different fatnily cultures as directly affecting the behaviour of individuals and fatnilies, but this is not the only way of explaining the continuity of geographic patterns. In another article Laslett (1988) advanced the `nuclear hardship hypothesis', arguing that nuclear family systems required public institutions to care for elderly and vulnerable individuals who, elsewhere, would have been incorporated into complex family households. Contemporary welfare state scholars note that macro-regional differences in family patterns are accompanied by differences in 34
public welfare systems (Kohli et al., 2010), and it may well be the case that th at the continuance of historical differences in family cultures owes a good deal to the persistence of differences in state welfare welfa re policies (Viazzo 2010). Of course the causal arrow might equally well point the other way - from culture to policy. The essential point is that the data does not make it possible to set up and test a contrast between cultural and materialistic material istic explanations, since cultural cultu ral values, state policies and economic provision appear to be mutually intertwined. This would seem to be a good point to move on from contrasts between cultural and economistic lines of explanation, and between state-and familylevels of analysis, and to investigate what we can learn from the research strategy adopted in KASS. This makes it possible to extend the results reported in this section in two important ways: firstly in the attention given to intermediate levels of kinship networks and local communities, and secondly in the aspects of family life that are taken into account. THREE CONTRACTS AND TWO MODELS STATISTICAL ASSOCIATIONS 1 will come back to macro-regional distribution of family patterns later on - but first 1 want to look at some other statistical indicators of family arrangements, and the connections between them. The variables are important in their own right, but they may also tell us something about the three implicit contracts defined earlier in this article: between the generations; between reproductive partners; and between the individual and the community at large. FIGURE 2.1.-Scatterplot of spatial endogamy by inter-generational coresidence
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Figure 1 brings together an indicator of the intergenerational contract - the proportion of adults living in 3 - generacional generaci onal households, measured along the bottom of the graph - with an indicator of the connection between kinship ties and local involvement. This second indicator, measured up the side of the graph, is referred to as spatial endogarny, and is defined as the proportion of couples in which both partners originated within ten kilometres ki lometres of where they now live. This is a measure of attachment to the local arca and may also be an indicator of continuing involvement with early family ties - since, unless their parents have subsequently moved, the couple are continuing to live near both sets of parents. The strong correlation with the first, more direct, measure of continuing involvement with the parental generation confirms this and suggests an association between the intergenerational contract and the contract between the individual and society at large: with persistent family ties being associated with a high degree of involvement invo lvement in the local community. The spatial concentration of relatives can thus be seen as an indicator of both `familism' and `localism'. Figure 2 shows that this combination is closely associated with a third implicit contract: concerning the division of labour between married partners, or more generally between men and women. The variable measures the extent to which men help with one of the tasks that is everywhere defined as the primary responsibility of women: namely preparing the t he falnily meals - and is an indicator of the degree of emphasis placed on women's particular involvement with 36
the domestic sphere. It turras out that a sharp distinction between gender roles is particularly characteristic characte ristic of localities where intergenerational interge nerational ties and the sense of local community are both strong. FIGURE 2.2.-Scatterplot of gendering of domestic tasks by spatial concentration of kindred
the impression left by this preliminary statisticaflook at variations in the three implicit contracts is that there must be a strong connection between them. The forros taken by the three contracts appear to vary together, placing each locality sornewhere on a continuum between two contrasting kinship models which might be described provisionally as Model 1: "intergenerational, gender segregated, locally embedded" and Model 2: "nuclear, less gender segregated, locally detached". ETHNOGRAPHIC ACCOUNTS Ethnographic accounts can give us a fuller idea of what is involved in the three contracts and their combination into different overall models. For this reason the second volume in the KASS series presents ethnographies of kin ship in each of the nineteen field sites - enabling readers to build up a cumulative impression of 37
differences and commonalities (Heady and Schweitzer 2010). In the following paragraphs 1 will use selective quotations quotat ions to bring out some of the main points. Intergenerational help flows mainly between parents and their own children or grandchildren. He1p flows in both directions, though over the lile cycle as a whole most people are net recipients from their parents and grandparents, and net donors to their children and grandchildren. Strict reciprocity is not insisted on, but there is nevertheless a feeling that the help provided by parents creates some obligation on their children to return help if it is needed. The main difference between Model 1 and Model 2 societies is whether the flows of help in both directions are actively emphasised, or whether there is an attempt to minimise them in the interests of an ideal of mutual independence. Describing the situation in Tramonti, a rural field site in southern Italy, the ethnographers write that The social obligation to help a child set up house (sistemarsi) is coupled with the norm that children are expected to look after elderly parents. The adult generation, married couples with children, find thernselves at the centre of support chains. On the one hand they have to look alter their parents, who took care of them when they thernselves were young, and, on the other hand must provide for their own children's needs. Attias-Donfut's (2002) term `génération pivot' (pivot generation) is an excellent description of their role. [Capello and Colclough 2010: 315]. It is not just a question of moral pressure. Children who look after their elderly parents often receive a greater share of the th e inheritance in return. Contrast this with the situation in the German field sites (in the former East Germany, in the outskirts of, and near, Berlin). [Elderly informants] frequently insisted that they did not expect their children or grandchildren to take care of thern. There was a strong emphasis on individual autonorny for as long as possible, repeatedly expressed in the comment: "I don't want to be a burden" (Streif 2006). Not wanting to become a burden in old age is a characteristic characteristi c attitude of the current older generation. genera tion. Some oppose the idea vehemently. [Thelen and Baerwolf 2010: 260]. Nevertheless, this topic "introduced a degree deg ree of tension and quietness to the interviews" (op. cit.) suggesting that elderly people actually found the consequences of these social norms hard to bear. Turning to the contract with society at large, the ethnographies show that local endogamy is associated with a more general sense of involvement with the local community. In Dziekanowice, in rural Poland, the ethnographers reported that
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One of our interlocutors grasped the actuality of kinship relations in Dziekanowice when he aptly claimed: "If you were to go into detall, it would turn out that we're all one farnily here". To sorne extent it was true, since many kinship networks in the village either overlap or are interconnected. [Buchowski et al., 2010: 354] This consciousness of interrelatedness, which is typical of other endogamous communities in the KASS sample, does not mean that families can draw on genealogically distant kin for regular practical help - though spatial clustering does mean that a family can typically draw on help from a number of close relatives, and in the case of Dziekanowice the whole community rallied round to replace a house that had burned down [op. cit. p. 354]. The main way in which endogamous communities express their mutual involvement is by social control. As a young man remarked in Schónau, the rural field site in Austria, Sure social pressure exists. Around here you Nave to have a job, an education, and everything else that fits into the norm: building houses, having kids, planting trees, getting old, and going to church regularly. This is the situation in the village. L..] There are people who deviate from the norms, but they never feel happy about it. People more or less avoid them. 1 don't really see so much wrong with it either, because they've made their bed and now they have to lie in it. [Seiser and Schweitzer 2010: 121]. Social control can extend to the living standards and educational opportunities provided for one's children. In Tramonti it is the custom for young people peopl e to stay at home until their marriage, after which they move to their own home, which their parents may have provided or helped them to build. build . The ethnographers point out that staying in the parental home enables the children to pursue further education, and also to enjoy material living standards that would otherwise be beyond their resources. They remark that Parents too gain from this arrangement: offering children a good start in life and the prospect of finding better jobs, as well as providing them with consumer goods, adds to their social prestige. [Capello and Colclough 2010: 318]. The wedding itself, held when `the young man has a secure job and the prospect of home ownership' (op. cit. p. 318) provides a further opportunity for both sets of parents to garner social prestige. Implicitly endogamy seems to be an aspect of a system in which local society attempts to perpetuate itself as a working, property-owning and biological community 39
- with personal identity attached to all of these elements. The following description of gender roles in Dziekanowice suggests that the third implicit contract - between men and women, and in particular between married partners - follows the sane underlying principles. The general pattem of gender relations in Dziekanowice corresponds to the traditional Polish rural model with clearly defined gender roles. One of the paradigms of this model is the strong belief that the kitchen ki tchen is the female domain ("A man wants to have his dinner ready", "Dinner must be served"...). In farming families duties are strictly divided. The domestic sphere... including cleaning, cooking and raising children, belongs to the woman; farmyard duties are split...; work in the fields is mostly a male domain. [Buchowki et al., 3633641. A woman who took a job outside the village while her children were still young described the reaction. Her husband opposed her decision, but despite a terrible quarrel she persisted. Most people were indignant about it. One day 1 was coming back on my bike - 1 went to work by bike - it was winter and it was late. The priest was standing by the road and shouted at me that 1 had no shame, that 1 had small children and a husband, and what was 1 thinking of to go to work! [Buchowski et al., 3651. By now the reader probably has a fairly clear idea of how the three contracts fit together in a Model 1 system - but the image given of a Model 2 system is probably much vaguer. After all, Figure 2 shows us that even in Model 2 systems there is still a fairly clear distinction between gender roles - it is just that it is not quite so sharp. Are Model 2 systems merely fainter versions of Model 1 systems, diluted by the increased geographical distance between parents and adult children? This may sometimes be the case, where the physical distance between relatives is due purely to practical reasons. But there are other examples - particularly the field sites in Sweden and Germany, and the urban field sites in France (Marks and Gaunt 2010; Thelen and Baerwolf 2010; Segalen et al., 2010) - where physical distance has not been imposed by practical necessity but is part of an ideal of mutual independence between successive adult generations. Though this means that close relatives are often not available for day-to-day interactions, they still care about each other, and are meant to be ready to help each other in time of need. If a close relative (a parent, child or sibling) fans to do so the result can be great bitterness (Segalen et al., 2010). Family still matters in a Model 2 system - and still gives individuals their starting position in the social grid (Bourdieu 2007 200 7 [1996]). It is just that the resulting network 40
is much more spread out, and is less likely to curl back on itself in succeeding generations. As a result there is less need to keep in touch with genealogically distant relatives, and less reason to concern oneself with the detailed behaviour of one's neighbours whose children are much less likely than in endogamous systems to be the marriage partners of one's own descendants. EXPLAINING THE CONTRACTUAL MODELS: ECONOMIC FACTORS AND MACRO-REGIONAL CONTINUITY What can we say about the reasons for these different systems? Looking back at previous scatterplots, we see the Model 1 systems are concentrated concen trated in rural arcas. More detailed statistical analysis shows that intergenerational co residence and endogatnous marriage are particularly characteristic of fatnilies with some involvement with farming. This suggests that Model 1 might have something to do with the specific requirements of fanning society: ensuring that farmers can draw on the practical cooperation of close relatives, and that the inheritance of farros benefits the descendants of the existing community. Model 2 systems, in which the nuclear family is separated from intergenerational relationships and from productive life, may well be more suited to a more dynamic economy-freeing economic relationships from the constraints of kinship and community, and making it easier for younger adults to move away from home in pursuit of changing economic opportunities. opportunit ies. This is not to say that kinship systems are necessarily determined by economic requirements, or conversely that kinship systems determine the pattern of economic development - but it does suggest that, as Macfarlane has argued, there could be at least an elective affinity between different economic systems and particular models of fatnily and community. It would therefore be no surprise if Model 2 systems were particularly characteristic characte ristic of those parts of Europe which industrialised early earl y on, and if Model 1 systems were associated with the persistence until very recently of a large agricultura) sector - which brings us back to the earlier discussion of the continuing historical differences between macro-regional fatnily patterns. FIGURE 2.3.-Scatterplot of spatial endogamy cross-classified by maco-region and area type
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In Figure 3 our field sites are grouped finto three macro-regions: northwest Europe (containing only Sweden), central (France, Gennany and Austria), and lastly southern and eastern (including Italy, Croatia, Poland and Russia). These macro-regions correspond roughly to those picked out by comparative social surveys and by historical studies. They also correspond in general tercos to the historical order of industrialisation and urbanisation, which took place earliest in the northwestern and central regions and latest in the Mediterranean and eastern Europe. (Even today, the percentage of the labour force involved invol ved in agriculture is lowest in Sweden and Germany, and highest in Croatia, Poland and Russia). The variable measured on the vertical axis is spatial endogamy - and the graph shows a steady increase in the level of endogamy as the eye moves from northwest to south and east. Within each macro-region endogamy is more frequent in rural than in urban areas. The distributions for the variables measuring inter-generational coresidence and the gender segregation of domestic roles are very similar. The macroregional pattern suggests that our three variables are picking up the same dimension of variation that Reher (1998) describes by his strong-family / weak family contrast: with Reher's "strong-families" corresponding to our Model 1 - "intergenerational, gender segregated, locally embedded" - and his "weak families" corresponding to our Model 2 - "nuclear, less gender segregated, locally detached". FIGuaE 2.4.-Intense domestic help by macro-region 42
This is confirmed by Figure 4, which shows that the extent of domestic help received from relatives follows the same geographical pattern2. However, if the macro-regional distribution is the saíne as that described by Reher, the explanation has shifted. The contrast between Models 1 and 2 is not just a matter of family relationships but of implicit contracts affecting many different aspects of local society reflecting what Bourdieu would describe as two distinct habitus - one of which has an affinity with agricultura) production while the other corresponds better to a more rapidly changing manufacturing and service economy. It is not clear whether the habitus also responds to other sources of social values, or to the effects of state policies - and so we cannot be sure whether the macro-regional macro-regi onal differences in habitus are simply a lagged response to the differently timed processes of economic change and urbanisation, or whether they reflect independent political or cultural factors which themselves affect both social and economic relationships. Although we cannot resolve this problem here, it may be possible to refine our ideas by extending the analysis to the new developments in family patterns. EXPLAINING NEW DEVELOPMENTS Throughout Europe recent decades have seen a twofold change: a loosening of the rules of family life, particularly the celebration and permanence of marriage; and a move towards later and lower fertility. However, the relative magnitude of these two 43
changes has not been uniformly distributed. The loosening of formal family ties has been most marked in northern and western Europe, where Model 2 ("weak family") systems prevail. The fall in fertility, by way of contrast, has been greatest in southern and eastern Europe where Model 1 ("strong family") systems are or used to be the rule. The explanations we offer for each of the two changes need to take account both of the shared overall trend, and of the regional differences. LOOSENING OF THE RULES OF FAMILY FORMATION Rules matter most, and are therefore likely to be more strictly adhered to, when the actions in question affect a number of other people besides those most directly involved. In agricultura) communities, where conjugal families are links in a system of kin-based cooperation and of property transmission, one would therefore expect the processes of family formation to be more formalised than in places where active cooperation is more nearly limited to the members of the conjugal family - and in fact informal unions do appear to be less common amongst farming fami ies (Heady et al., 2010). The continuing move out of agriculture, and finto urban arcas, in several parts of Europe duríng the second half of the twentieth century must therefore have lessened the social pressures in favour of marriage. Ru1es are also more likely to be followed when the people most directly concerned face a serious sanction for breaching them. The economic consequences of dissolving a union, particularly one with dependent children, are still very serious for the female partner - but the greater involvement of women in the labour market mearas that they are less devastating than they would have been in the mid-twentieth century when many women relied entirely on their husband's income. The incentive for women to insist on a binding marriage contract with their partner, and to remain in a marriage once that contract has been made, has therefore diminished considerably. Shifts of economic power have also had an impact on authority relationships within the family. The rise of women's earning power has helped to underwrite a relative decline in male authority. There has also been a shift in the way economic advantages are transmitted down the generations - movíng away frote the direct transmission of property and skills frote parent to child characteristic of much farming and small scale business, towards a system dominated by the transmission of educational advantage which provides far less scope for the direct use of economic power by the older generation to assert their thei r authority over the young. The decreasing emphasis on the direct transmission of productive property has also removed a practical incentive for íntergenerational ín tergenerational co-residence co-residen ce - and may Nave much to do with the declining number of 3-generation households in Italy and elsewhere.
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From this perspective it is easy to see why the relaxation of the rules of family formation, and the liberalisation of family life generally, should have proceeded furthest in northern and western Europe. This is the region where the economic changes started earliest and have gone furthest, and where they are least in conflict with the pre-existing habitus of family and social life. FERTILITY LEVELS: PRACTICAL CONSTRAINTS AND SOCIAL COHESION The recent, and unpredicted, decline of birth rates to exceptionally low levels in many parts of Europe revealed how little demographers and other social scientists really understand about this fundamental aspect of social lífe. A central issue for any theory of fertility is how much importance to assign to practical constraints - the opportunity costs, or possibly the benefits, of parenthood - and how much importance, if any, to assign to social or cultural constraints that affect the desire for parenthood itself. Equally important is the question que stion of how these social or cultural constraints should be thought of. For some theorists it is a matter of value sets: the relative ímportance accorded to reproduction as compared with personal fulfilment (Lesthaeghe 1983) or material living standards (Dalla Zuanna 2001); for others biological reproduc tion should be thought t hought of as part of a wider process of social reproduction aimed at perpetuating both the biological membership and the structural forro of the society in question (Augustins 1989; Bourdieu 2007 [1996]). The close connection between physical and social reproduction is underlined in virtually all societies by life cycle rituals which link the processes of birth, maturation, marriage and death to membership in specific social categories (Van Gennep 1981 [1909]). It is worth noting that this is a connection whose causal implications might run in either of two directions: either fertility enabling the renewal of social structures, or the existence of recognised social niches for new couples and for potential children providing a precondition for biological biologi cal reproduction. These are deep issues, and not ones which can be resolved in an article such as this. Nevertheless, the different theoretical perspectives on offer may help us make provisional interpretations interpretati ons of the data emerging from demographic statistics and from studies such as KASS. 11 ~Practical constraints provide the most direct explanation of the Europewide fall in fertility over recent decades. The declining frequency of 3-generation households must have limited the extent to which grandparents could help with child care. More importantly the increasing participation of married wornen in paid work means that the peed to devote time to each additional child represents an opportunity cost in tercos of earnings, and career options, forgone in a way that would not Nave applied when wornen were expected to devote themselves to domestic work. This is consistent with the geographical distribution of contemporary fertility levels in the 45
nineteen KASS field sites. The results shown in Figure 5 confirm that fertility levels are indeed generally higher in the economically and socially more conservative countryside. FIGURE 2.5.-Population ratios by macro-region and urban rural
The central puzzle in contemporary European demography is how to reconcile this rather unsurprising positive association within countries between fertility and kinship-dense agricultura) communities, with the much more puzzling negative association between fertility and kinship-dense (Model 1) systems that we find when comparing contemporary fertility levels between countries in different macro-regions. This negative association is particularly clear in the case of urban field sites, which means that the key point that we need to explain is why the fertility-depressing effects of urban life and economic change are particularly strong in countries with Model 1 "strongfamily" a.k.a "intergenerational, gender segregated, locally embedded" systems. One possible reason lies in the tendency, noted earlier in this article, for kinship, market and state welfare systems to complement each other - so that where the kinship system has traditionally provided strong support for young parents, it is less likely that state welfare does so, or that housing markets provide young couples with 46
affordable rented accommodation. When urbanisation and economic change undermine earlier patterns of practical support from co-resident and local kin in Model 1 countries, the state and the market are not ready to step in with alternative help - and so the practical impact of socio-economic change on the ability of young adults to support young families is particularly severe. Information from the KASS field-sites (both ethnographic findings and data on housing tenure) provides a good deal of support for this "path-dependency" argument. However, not everyone is convinced by this argument. If young people's desire to found their own families is being held back by economic constraints, one would expect them to find the prolonged periods of unmarried residence in the parental home that now characterise Mediterranean Europe profoundly frustrating. However it is not clear that this is actually the case. In a separate ethnographic study of urban Spain, Douglass (2005) reported that young adults were typically quite content with this situation and in no particular hurry to found families of their own. The Italian demographer, Dalla Zuanna (2001), has argued that a similar phenomenon exists in Italy. In a brilliant article on "The banquet of Aeolus" he proposed a culture-based explanation, arguing that the exceptionally late age at which Italian young people now set up their own honres is due to the massive material support they receive from their family, while still remaining in the parental home. He explained this as a logical application, in new economic conditions, of Italy's traditional familistic values, and suggested cautiously that the same explanation might hold for a number of other Mediterranean countries. However, in rural arcas at least, fatnilistic values do include a positive valuation of fertility. People are expected to marry and have children to reproduce both the family liase and the community as a whole. Low fertility is actually experienced as a breach of the implicit contracts underlying Model 1 "strong fatnily" systems. In Tramonti this tension often emerges in arguments between husband and wife. This point was underlined by Maria, housewife and former worker, in opposing the arguments of Franco, her builder husband, who wished for more children. In her husband's words: "I would have liked more children. She says no [...] Because bringing up children today is so burdensome. She says that they give gi ve you so much to do, that she cannot cope. But 1 would have liked more, if not, otherwise 1 don't know to whom 1 can leave my houses. Doesn't that strike you as important?" [Capello and Colclough 2010, 317]. The question this leaves is why parents - whose background values emphasised both material provision for their family and the t he perpetuation of the family line - now stress material living standards at the expense of reproduction. It is clear that this change of emphasis within the overall fratnework of Model 1 ("strong family") 47
systems has accompanied the process of economic change and urbanisation; but why? At this point it may be helpful to think of desired reproduction levels in the context of the reproduction of the system of social relationships. In Model 2 ("weak family") systems the social relationships of reproduction and kinship are spatially diffuse, and thus independent of the economic fate of any particular local community. Although economic conditions may influence the practical feasibility of parenthood, there is little reason in such a system for economic change to have an impact on socially desired reproduction levels. The position in the Model 1 systems of southern and eastern Europe is very different. Parenthood is valued as a contribution to the continuity not just of the family line but of the local community as a whole -a community defined by implicit contracts that include both marriage ties and economic cooperation, combining production and reproduction in a single grand pattern. If, in such a system, a community loses control of the economic and practical pract ical relationships which formerly underlay its social life, it has also lost the ability to provide a meaningful social context contex t for biological reproduction itself. itsel f. This is of course an argument, not a simple statement of fact - so it needs to be supported by more direct evidence that this loss of social meaning is depressing fertility levels. It would be nice if our informants said so directly, but unfortunately they did not. However, perhaps that would be to expect too much. The social contracts involved in reproduction are implicit, a matter of habitus, and not part of an explicitly thought out strategy In these circumstances we should expect our infonnants' explanations of low fertility to allude to the relevant circumstantial changes, but not necessarily to spell out the precise nature of the causal connection. So it is significant that in all the Italian field sites, infonnants' discussions of the difficulties emphasised their loss of control over their practical lile - both as economic agents and as parents [Colclough 2010: 272-273]. One example of this is the feeling of the man at Tramonti, already cited, that he and his wife were giving in to childcare standards that were imposed from outside. The sense of operating in a system outside their own control also emerges from the comments of informants in our two north Italian field sites at the heart of the modere economy - in the large city of Milan (Ghezzi 2010) and in the small town of Maranzano (Lorenzini 2010), where a former tradition of independent craft production has recently given way to a system of larger large r scale and less personal productive enterprises. In both places potential pot ential parents explain their low l ow fertility by saying that they simply have no time to look alter children. There are doubtless specific practical reasons for this, but it also indicates a loss of control over the rhythms of practical life which is incompatible with a social model that views practical interactions interacti ons as meaningful tokens within a coherent system of social relationships. Lorenzini links the sense that time is short to the way that changes in technology, and new developments in the market for furniture (the main local 48
product), have altered the structure of the th e local economy, undermining family firms, threatening the continued existence of the local industry - and hence the continuity of the community itself. Though the evidence is certainly not conclusive, it suggests the possibility of a further dimension to the implicit contract between potential parents and society at large: that, when things are going well, the society provides parents and their children with a secure social position, and in return parents ensure the biological continuity of the society itself. CONCLUSION Much anthropological work on modern European kinship has been strongly influenced by Schneider's (2002 (1984)) critique of kinship studies and by the "cultural turn" in anthropology as a whole. There has been a particular fascination with the cultural construction of ideas of biological relatedness and with contexts such as adoption or new reproductive technologies - in which cultural definitions of the "natural" appear to be called into question (Carsten 2004; Strathern 1992; Edwards and Salazar 2009). Writers in this "new kinship" tradition have typically paid rather little attention atte ntion to earlier concerns about the social soci al structures defined by inheritance and marriage, the economic significance of kinship, or the debates about materialism, idealism and practice theory to which this body of work gave rise. the contention of this article has been that Chis earlier body of anthropological theory provides some very effective - though not definitive - ways of understanding recent developments in European kinship, and of integrating them with earlier ethnographic research and with work in other disciplines. 1 hope that the treatment of specific issues, though inevitably sornewhat sketchy, illustrates the continuing relevance of these explanations - while also showing that many of the research findings and theoretical formulations are far from cut and dried. Indeed the openness of this tradition to new developments is illustrated by the range of different concepts `model', `implicit contract', `habitus', `social reproduction' and so on - on which this article has drawn. While this may just be a personal stylistic quirk, 1 am inclined to think that it reflects a wider feeling that more theoretical work is still needed on the underlying connections between individual action and social structure. The continuing challenge is to find ways of factoring both practical rationality and social meanings into analytic accounts that do full justice to the complexity of both ethnographic findings and quantitative data. ACKNOWLEDGMENTS This paper could not Nave been written without the work and support of all those involved in the KASS project, whether or not they have been cited directly in this 49
text. 1 am very grateful to all of them - including the many members of the public who gave up considerable amounts of time to answering our questions. In addition specific thanks go to Nancy Konvalinka and her colleagues at the Madrid conference on New Family Forms, September 2010, for challenging and perceptive comments on an earlier draft of this paper. Thanks are due to Campus Verlag for permission to reproduce extracts and graphs from volumes 2 and 3 of Family, kinship and state in contemporary Europe. REFERENCES ATTIAS-DONFUT, C., LAPIERRE, N., SEGALEN, M. (2002), Le nouvel esprit de famille, Paris, Odille Jacob. AUGUSTINS, G. (f989), Comment se perpétuer? Devenir des lignées et destins des patrimoines dans les paysanneries européennes, europée nnes, Nanterre, Société d'Ethnologie. BouuHwu, P. (1977), Outline of a theory of practice, Cambridge, Cambridge University Press. -(2007) (1996), Raisons pratiques: sur la théorie de l'action, Paris, Seuil. BucuowsKl, M., KOLBORN, i., STINISZ, A. (2010), Some aspects of family life in Dziekanowice: and ethnographic account, pp. 352 - 3 68 in Heady and Schweitzer ¡bid. CAPELLO, C., COLCLOUGH, N. (2010), A moral familism? Family clusters, neighbourhood an social welfare in a south Italian community, pp. 304-319, in Heady and Schweitzer ibid. CARSTEN, J. (2004), After kinship, Cambridge, Cambridge University Press. COLCLOUGH, N. (2010), Three Italian localities, Introduction, pp. 271-273, in Heady and Schweitzer ibid. DALLA ZUANNA, G. (2001), The banquet of Aeolus: a familistic interpretation of Italy's lowest low fertility. Demographic Research 4(5), pp. 133-162. DOUGLASS, C. (ed.) (2005), Barren states: the population "implosion" in Europe, Oxford, Berg. EDwARDS J., SALAZAR, C. (eds.) (2009), European kinship in the age of biotechnology, Oxford, Berghahn. EUROSTAT (Statistical Office of the European Community), The lives of women and men in Europe. GuEZZI, S. (2010), The familistic arrangements of urban households: the case of 50
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M.' TERESA LÓPEZ DE LA VIEJA DE LA TORRE Catedrática de Filosofía Moral Universidad de Salamanca
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No hay que olvidar que, hasta ahora, han sido las familias, y en en especial las mujeres, las que tradicionalmente han asumido el cuidado de las personas dependientes, constituyendo lo que ha dado en llamarse el «apoyo informal». Los cambios en el modelo de familia y la incorporación progresiva de casi tres millones de mujeres, en la última década, al mercado de trabajo introducen nuevos factores en esta situación que hacen imprescindible una revisión del sistema tradicional (Ley 39/2006). La normativa del año 2006 reconocía que, a lo largo de los últimos años, en este país se han producido cambios demográficos y sociales sociale s importantes. Estos afectan al envejecimiento de la población y, por lo mismo, explican la creciente presencia de grupos que se encuentran en la etapa denominada «envejecimiento del envejecimiento» envejeci miento» 1. Como parece evidente, este cambio en la población significa significa que aumenta la necesidad de atender a quienes, por su avanzada edad o por algún algún tipo de discapacidad discapacidad y enfermedad, se encuentran o se van a encontrar en breve en una situación de situación de dependencia. Por este motivo, la Ley/39/2006 regula la prestación prestación de los cuidados profesionales, como una parte de las políticas sociales a cargo del Estado también de las Comunidades Autónomas-, en beneficio de aquellos ciudadanos que se encuentren en situación del vulnerabilidad y, en consecuencia, tienen dificultades para desarrollar sin ayuda de otros las actividades activ idades cotidianas. La normativa recuerda, además, que la atención a estas personas con dificultades ha sido asumida casi siempre por las familias y, en particular, por las mujeres. Este tipo de cuidado no profesional o informal predomina aun sobre el cuidado cuida do remunerado, a pesar de que la estructura familiar ha ido evolucionando a lo largo de las últimas décadas, a pesar también de que la presencia de las mujeres en la esfera pública es ahora mayor que en etapas precedentes. Ambas circunstancias invitan a hacerse algunas preguntas. Por ejemplo ¿Quiénes cuidan a aquellas personas que se encuentran en situación de dependencia? En el caso de afianzarse la tendencia a organizar de otra forma la vida privada, un fenómeno que afecta ya a muchas sociedades2, ¿Quién va a seguir cuidando de quienes están enfermos o necesitan de otros para el funcionamiento diario? La emergencia de las denominadas «familias tardías» agudiza estos problemas de distribución de los cuidados, debido a que se puede reducir de forma significativa el lapso de tiempo -y las energías disponibles - entre las obligaciones para con los hijos menores de edad y las responsabilidades hacia la generación anterior, ya envejecida. En las páginas siguientes se enfoca este problema, el cuidado de la salud, desde la perspectiva de género por tres motivos: 54
1.Los cuidadores son, por lo general, «las cuidadoras», tanto en la atención informal como en la atención formal de personas con problemas de salud y de dependencia. La atención hospitalaria a domicilio es un buen ejemplo de ello, ya que permite entender hasta qué punto son relevantes los cuidados que asumen las familias - las mujeres - en la esfera privada. A pesar de ello, los costes de la atención informal no suelen ser tenidos demasiado en cuenta, continúan siendo invisibles. Las cuidadoras son poco visibles, desde luego. 2.La conducta responsable, el compromiso con quienes están en una situación de vulnerabilidad es algo necesario, puesto que ningún grupo, ninguna sociedad puede funcionar correctamente sin cierto c ierto grado de generosidad, solidaridad o altruismo en las relaciones interpersonales. Es cierto, solo que el problema radica en que las actitudes y la práctica del cuidado han sido atribuidas y asignadas casi siempre a las mujeres, ha ocurrido así en todas las tradiciones y las culturas. No tendría por qué seguir ocurriendo de esta forma. En consecuencia, el principio del cuidado - la Ética del cuidado según C.Gilligan es importante, muy valioso, siempre recomendable, pero no está exento de riesgos para las mujeres. ¿Puede reforzar la división del trabajo, los papeles tradicionales? Haría falta que el otro principio general, la justicia, organizara un reparto más equilibrado de la atención a las personas con enfermedades graves o en situación de dependencia. 3.Lo personal es político, tal y como han defendido las teorías feministas. En este caso, significaría que la atención a la salud tiene que ser distribuida de forma equitativa, de modo que los cuidados profesionales sean parte de las políticas públicas y, de acuerdo con esto, sean una responsabilidad responsabili dad a asumir también por parte de las administraciones. La Ley 39/2006 va en esta dirección, dire cción, al crear el marco para un sistema público con vistas al mantenimiento de la autonomía personal y la atención a la dependencia depende ncia (SAAD). Al mismo tiempo conviene insistir en que los cuidados informales, en la esfera privada, han de ser responsabilidad de todos los agentes, se tienen que distribuir de forma equilibrada para que la autonomía personal sea también autonomía para los/ las cuidadores/as. En resumen, el cuidado y justicia han de ser principios complementarios, pues no hay duda de que la enfermedad, la pérdida de facultades, la dependencia pueden afectar a cualquiera a lo largo de la vida, sea hombre o mujer. En fin, no hay una buena razón para que los cuidados necesarios en tales circunstancias sean casi siempre responsabilidad de las mujeres. Como en todos los demás ámbitos, el principio de igualdad - igualdad efectiva, como dice la Ley 3/2007- será la clave para evitar un trato discriminatorio. LA ESFERA PRIVADA 5. Cuidados no profesionales: la atención prestada a personas en situación de dependencia en su domicilio, por personas de la familia o de su entorno, no vinculadas a un servicio de atención profesionalizada3. 55
Los cambios demográficos - muy acusados en países como este - no solo afectan a las familias, a la vida privada, sino que, además, han dado ocasión a la puesta en marcha de nuevos programas de atención a la salud. Los programas de «hospitalización a domicilio» (HaD) cuentan ya con distintas iniciativas, funcionan en varios centros de salud, por ejemplo en Andalucía y en la Comunidad de Madrid. Entre otros, están en marcha proyectos con UCI, unidades de cuidados intensivos en el domicilio familiar para menores de edad, siempre bajo supervisión de profesionales de la salud, también existen proyectos de atención a ancianos con tratamientos que realizar en su domicilio. Son apenas una muestra de las alternativas asistenciales que pretenden cubrir las necesidades necesidade s de la población y, a la vez, reducir los costes de la asistencia hos pitalaria. La información disponible indica que, al margen de su aspecto económico, estos proyectos suelen ser bastante bien aceptados, en la medida que contribuyen a que la recuperación de los enfermos suele ser más rápida cuando están en su entorno habitual. Por lo tanto, si los pacientes se benefician del sistema, si los familiares lo prefieren, los profesionales lo apoyan, las administraciones liberan recursos para la atención sanitaria. ¿Dónde estaría el problema? Lo hay, porque en la hospitalización a domicilio es necesario que haya un «cuidador principal», alguien que se haga directamente responsable del paciente, de atenderle, de los tratamientos, aun estando bajo la supervisión de los profesionales. Los responsables de un centro aceptarán el ingreso de pacientes en la HaD solo con el consentimiento del paciente - o de quien sea su representante legal - y el del cuidador. Si esto es así, si se cumplen todos los requisitos necesarios ¿por qué la HaD tendría que ser un problema? Según los datos al respecto, el cuidador tipo suele ser un familiar en primer grado, en torno a los 55 años, con cierto apoyo social, con estudios primarios y, casi siempre, mujer. Al final, el cuidador tipo es una «cuidadora»4. «cuidado ra»4. La hospitalización a domicilio implica dedicación al enfermo, atención a sus necesidades básicas y, en consecuencia, pasan a un segundo plano las la s ocupaciones de quien asume el cuidado. Algunas veces, es preciso abandonar el trabajo, las propias actividades, se reduce el tiempo para el cuidado de sí - de sí misma - e incluso se deterioran las relaciones personales. La HaD significa un cambio importante en la vida del cuidador/a principal, un aspecto a tener en cuenta incluso cuando este/esta toma la decisión de forma voluntaria y con satisfacción por haber asumido tal responsabilidad. Pero esta tiene ciertos costes. No solo porque el cuidado obliga a realizar esfuerzos importantes, también porque la preocupación por la salud del enfermo lleva a situaciones de ansiedad o a posibles depresiones. Esto es, los cuidadores acaban padeciendo alguna enfermedad. Se trata, en fin, de «pacientes ocultos» - ocultas - con riesgos de morbilidad física y psíquica. Ellos/ellas necesitan alguna atención específica y, por tanto, deberían ser incluidos/as en los programas de atención a los pacientes. No suele ser así. Este tipo de atención no formal, no profesional, es interesante para los sistemas de salud, salud , para todas las administraciones, lo es también para los pacientes, sin duda. 56
El domicilio, el «hogar» tiene una influencia positiva en quienes padecen alguna enfermedad, posiblemente esta se agravaría de ser atendida en un entorno no habitual para el enfermo. Parece, entonces, que no habría nada que objetar obj etar al respecto. Sin embargo, los cuidados informales tienen un lado oculto que ha de ser tomado en cuenta, ahora y para el futuro. Aun siendo positivos, estos cuidados son gravosos para quienes los asumen, gravosos en muchos sentidos; no solo están los costes de oportunidad, aquello que se deja de hacer por hacer por atender a los pacientes, sino que las cuidadoras verán reducidas sus expectativas de empleo, de educación, de ocio, de salud al hacerse cargo de las necesidades de otra persona. Es cierto que lo hacen o lo harán de manera voluntaria, aun así sería necesario que estuvieran informadas sobre los posibles costes, en términos de tiempo, de dinero, de oportunidades, de calidad de vida. Por lo menos, estos «costes invisibles» 5 de las actividades no remuneradas deberían ser reconocidos, al igual que merecen todo el reconocimiento los, las cuidadoras. Los cambios demográficos indican que, en lo sucesivo, habrá menos cuidadoras disponibles y, en cambio, crecerá el número de personas con patologías que provocan el deterioro cognitivo y el de las capacidades, tal y como sucede con las enfermedades degenerativas, las demencias asociadas al envejecimiento y, en especial, la devastadora enfermedad de Alzheimer6. ¿Quiénes cuidarán de estos enfermos? ¿Quién se hará cargo de la población dependiente? Lo que sucede o va a suceder en la esfera privada es también un asunto social y político, no solo de buena voluntad en la esfera privada. Según esto, sería necesario contar con datos fiables sobre el avance de ciertas enfermedades y con previsiones adecuadas para hacer frente fren te a las situaciones de vulnerabilidad. vulnerabili dad. Pero también habría que hacer visible el otro aspecto de estos temas, la distribución injusta de la atención a las personas con problemas de salud y de autonomía. La perspectiva de género contribuye a que se perciba con claridad la asimetría entre cuidadores y cuidadoras, entre la escasez de políticas públicas y las muchas responsabilidades que se asumen en la esfera privada. Es decir, la legislación en esta materia supone un avance considerable, con una nueva política de atención equitativa a los ciudadanos' con problemas de dependencia. Es necesario, sin embargo, que sea realmente equitativa para mujeres y hombres. En tal sentido, hay que recordar que la legislación del año 2007 sobre igualdad se refiere a las políticas activas y, ante todo, a la conveniencia de seguir un método específico para todas las actuaciones, la transversalidad8. EL CUIDADO 6. Cuidados profesionales: los prestados por una institución pública o entidad, con y sin ánimo de lucro, o profesional autónomo entre cuyas finalidades se encuentre la prestación de servicios a personas en situación de dependencia, ya sean en su hogar o en un centro9. 57
Las instituciones pueden o, aun mejor, deben intervenir en asuntos que afectan a la salud, al reparto de tareas en las familias y, desde luego, han de poner en marcha y velar por el buen funcionamiento de todas las medidas necesarias contra la violencia de género10. Lo personal es un asunto político, por buenos motivos. La atención a la salud y al bienestar de los ciudadanos es quizá, una de las áreas donde se aprecia mejor que la imparcialidad de las instituciones no ha de entenderse como neutralidad ni como falta de interés por lo que ocurre en la esfera privada. Los «cuidados profesionales» a los que se refiere la Ley/39/2006 Ley/39/200 6 son una muestra de ello, de cómo se tendría que llevar a la práctica el compromiso institucional con las personas dependientes. La intervención de las instituciones está justificada, ya que la salud es un derecho básico, fundamental. Por esta razón, algunos documentos como la Declaración de Charlottentownll insisten en el derecho a la salud como un bien público y no como un bien privado o de consumo. Se trata de un bien que, además, ha de ser accesible para todos, sin ningún tipo de discriminación, tampoco discriminación de género. La pregunta, una vez más, es ¿quién asume el cuidado de la salud? Gran parte de los problemas señalados, de distribución o de equidad, están relacionados con la pervivencia de estereotipos, de los papeles convencionales asignados a mujeres y a hombres. La atención a la salud no solo se halla entre lo público y lo privado sino que, además, muestra que lo convencional convenci onal y lo posconvencional tienen efectos efe ctos prácticos muy distintos. El análisis del cuidado corno principio moral y corno práctica tradicional tiene un lugar propio en las teorías feministas contemporáneas. Los trabajos de C.Gilligan siguen siendo punto de referencia para los debates sobre cómo llegar al equilibrio entre cuidado y justicia. Por tanto, la noción de «Ética del cuidado»12 ayuda a entender por qué hay tanta diferencia entre los cuidados que siguen pautas tradicionales y los cuidados que todavía dejan espacio -y tiempo - para la autonomía personal. Las tesis de C.Gilligan sobre la falta de visibilidad de las mujeres son bien conocidas: la «otra voz» ha de ser atendida, no solo la voz patriarcal. También se conoce su revisión de la teoría estándar sobre el desarrollo moral, de L.Kohlberg. De todo ello, conviene recordar ahora la insistencia de la autora en separar las formas de entender la responsabilidad hacia los demás, la «femenina» y la «feminista» 13. ¿Por qué son tan distintas? La primera vincula la atención a las necesidades, la responsabilidad hacia los demás, con los papeles convencionales, la mujer como hija, madre, esposa, etc. La segunda forma continúa dando importancia a las relaciones personales - no podría ser de otro modo-, pero las actividades ligadas li gadas al cuidado no tendrían por qué llevar a la perdida de la propia libertad, tampoco al sacrificio de sí misma. «Cuidado»14 significa, entonces, atender las necesidades ajenas, hacerse responsable de los demás, evitar lo que les dañe; corresponde a un punto de vista moral diferente al principio de justicia, punto de vista moral que universaliza. Aun así, el cuidado no implica sacrificio, al modo convencional. 58
Este principio moral alternativo permitía también examinar desde otro ángulo uno de los problemas más difíciles en Ética aplicada, el aborto. ¿Cómo defender la interrupción voluntaria del embarazo desde el cuidado? La visión preconvencional y la convencional del bien conducirán al interés por la supervivencia individual y al bien, entendido como sacrifico. En la visión posconvencional posconven cional de los dilemas relacionados con el embarazo no deseado, las mujeres podrán generalizar la no violencia, el bien y, por lo mismo, tendrán también en cuenta su propio bien, la no violencia hacia sí mismas 15. La distancia entre la idea tradicional y formas más equitativas del cuidado se aprecia bien en todo lo relacionado con la salud reproductiva y, en general, en todos los temas de salud. Por ejemplo, los cuidados profesionales" están todavía muy ligados a la visión vi sión de las mujeres como cuidadoras por antonomasia. Hay algunos casos en los que el peso de las convenciones convenci ones produce resultados sorprendentes, e injustos. En la donación de órganos para trasplantes, donación entre personas vivas, se suele repetir la división tradicional de papeles, hasta el punto de que, en buen número de países, la mayor parte de los donantes vivos acaban siendo «las donantes»17 y los receptores son, sobre todo, ellos. Resulta evidente que, como en otras si tuaciones relacionadas con la atención a la salud, la distribución de cargas y de beneficios resulta poco equitativa, a causa de la pertenencia de género. No se trataría de disuadir a los/las potenciales potenc iales donantes para que dejen de ayudar a la supervivencia de otros, al contrario. Se trataría más bien de insistir en la necesidad de fomentar conductas desinteresadas, altruistas, más allá de la regla habitual en los intercambios, la reciprocidad. Hacer algo por nada18, por solidaridad, por beneficencia, de forma generosa, hacerlo así a sí es fundamental para que haya cierto equilibrio y, en suma, cierto nivel de civilización en las sociedades. Todos podemos encontrarnos en situaciones de desventaja y sin capacidad para seguir las reglas de un intercambio simétrico. Ahora bien, los cuidados que se brindan a quienes se hallan en situación difícil no deberían estar tan mal distribuidos como ahora lo están. En la práctica, un mejor equilibrio entre cuidado c uidado y justicia podría significar, significa r, sin ir más lejos, que los potenciales donantes y quienes cuidan de otros, dejando en ello sus energías y, a veces, propia salud, fueran por igual mujeres y hombres. Hacer visibles estos problemas, tener la oportunidad de hablar de ello con otra voz sigue siendo muy necesario, sobre todo porque se trata de un ámbito bastante especial, la salud, que es, además, un derecho básico, tal como reiteraba la Declaración de Charlottentown en el año 2001. En esto, la perspectiva de género no se limita a mostrar la diferente incidencia de enfermedades en hombres y mujeres19 o el uso diferenciado de los servicios de salud, por mencionar tan solo dos ejemplos muy comunes. Acercarse a los datos desde el género significa entender que el cuidado va más allá de la esfera privada, sin duda va más allá de lo que afecta a la salud salu d reproductiva, significa que lo personal - la salud lo es, una de las más personales - es también un asunto social y político20. 59
LA ESFERA PÚBLICA Se considera que el mainstreaming de género en la salud es la estrategia más efectiva para alcanzar la equidad de género. Esta estrategia promueve la integración de los condicionantes de género en el diseño, seguimiento y análisis de las políticas, programas y proyectos, para garantizar que las mujeres y los hombres alcancen un estado de salud óptimo. La estrategia de mainstreaming no descarta las iniciativas dirigidas específicamente a alcanzar la igualdad entre las mujeres y los hombres. Estas acciones positivas son necesarias y complementarias21. En el año 2004, la Organización Mundial de la Salud (WHO) se ocupó de la perspectiva de género, insistió en su importancia, importanc ia, con objeto de que en un futuro próximo se pueda llegar a una situación equitativa equi tativa en temas de salud. Por la misma razón, el documento se refería a la transversalidad, mainstreaming, como estrategia clave, ya que esta permite tratar los problemas de forma integral, la forma más correcta de abordar las cuestiones que afectan a la desigualdad de género. La intervención de las administraciones, con políticas activas, será eficaz solo si se adopta esta estrategia. El aumento en las expectativas de vida y, por tanto, el progresivo envejecimiento de la población po blación han de ser tenidos en cuenta por las instituciones, por eso hay que insistir en que lo personal es político. Solo que, sin la perspectiva de genero, las autentica autenti ca dimensión de estos desafíos22 pendientes desafíos22 pendientes continuará siendo invisible en su mayor parte. Hasta ahora, las mujeres han estado atendiendo a enfermos y a personas dependientes en la esfera privada, las expectativas al respecto han sido y son todavía importantes. En realidad, los papeles sociales más convencionales siguen teniendo bastante fuerza, en cambio las formas no convencionales de interacción entre mujeres y hombres son aceptadas con ciertas dificultades, todavía. A consecuencia de ello, la imagen de la mujer-cuidadora sigue estando muy presente en la esfera privada. Da la impresión, además, de que las familias tardías repiten a menudo el reparto de funciones al modo convencional. Los modelos de familia están cambiando23 con rapidez, no cabe duda. Ahora bien, el problema demográfico incide de manera muy especial espe cial en el equilibrio en la demanda y la oferta de cuidados, tanto en la esfera privada como en la esfera pública. Se va reduciendo en número de cuidadoras disponibles, en oferta, por así decirlo. ¿Qué sucederá más adelante, con una población envejecida? ¿Quién asumirá las responsabilidades hacia enfermos, ancianos y, en general, personas con problemas de dependencia? Los cuidados formales, profesionales son todavía insuficientes, entonces ¿cómo podrán sustituir a los cuidados informales? La probabilidad de una «sociedad geriátrica»24 a gran escala, con enfermedades crónicas, demencias severas, el aumento de pacientes con la enfermedad de Alzheimer, etc., llevaría a la crisis de los sistemas actuales de salud. Por lo demás, la noción misma de cuidado no parece haberse adaptado bien a los cambios que se han producido en la familia25 y en la 60
actividad de las mujeres. Lo convencional predomina aun sobre lo postconvencional. Es decir, hay indicios suficientes para pensar que, en efecto, los cuidados en la esfera privada y en la esfera pública entrarán entrará n en una fase bastante crítica. Si esto es o va a ser así, ¿Cómo y quiénes atenderán a los enfermos que ya no puedan valerse por sí mismos? ¿Qué sucederá con los programas de hospitalización a domicilio? Está cada vez más claro que las políticas sociales han de ser diseñadas a partir de los cambios demográficos que se están ya produciendo. La familia suministra todavía el apoyo básico y la atención a las necesidades, si bien su estructura es ahora diferente, sujeta también al proceso de envejecimiento de la población. La perspectiva de género26 aporta información inf ormación muy relevante al respecto, ya que los cuidados no profesionales siguen sosteniéndose, a día de hoy, gracias a las mujeres. Los datos sobre la proporción de cuidadores, hombres y mujeres, en los distintos países suelen ser muy elocuentes a este respecto. respecto . Esta distribución desigual de las actividades -y de los costes - indica que existe un problema de fondo en la atención sanitaria, no profesional y profesional: un problema de justicia. Entre tanto, la calidad de vida de quienes tienen mayores cargas se resiente, aunque se trate de cargas asumidas de forma voluntaria. De nuevo, el enfoque de género expone a la luz - se expresa con otra voz - aspectos de la salud que, de otro modo, seguirían ocultos en la esfera privada, con efectos negativos y con costes mal conocidos. Por último, ese enfoque permite comprender que la esfera pública' está relacionada de forma directa con lo que sucede en la esfera privada, es más, demuestra que esa esfera pública tiene fronteras muy difusas, que cada vez es más 8. Las soluciones serán laboriosas y complejas, sin duda. Comoquiera que sea, haría falta que la Ley 39/2006, cuyo objetivo es establecer el marco para un sistema público en apoyo de la autonomía y de la atención a la dependencia (SAAD), esta norma debería ir a la par que el desarrollo y el cumplimiento de la Ley 3/2007, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres. BIBLIOGRAFÍA APPELROS, P., STEGMAYR, B. y TEiNT, A. (2009), «Sex Differences in Stroke», Stroke, abril, págs. 1-15. CASTAÑO-LÓPEZ, E., PLAZAOLA-CASTAÑO, J., BOLÍVAR-MUÑOZ, J. y Ruiz-PÉREz, I (2006), «Publicaciones sobre mujeres, salud y género en España (1990-2005), Rev Esp Salud Pública, 80:, págs. 705-716. DURÁN, M. A., «Dependientes y cuidadores: el desafío de los próximos años», Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 60, págs. 57-7. -(2000), «La nueva división del trabajo en el cuidado de la salud», Política y Sociedad, 35, págs. 9-30. 61
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Los procesos de cambio implicados en la llamada segunda transición demográfica (STD) constituyen el contexto sociodemográfico en el que se generaliza el fenómeno de las familias tardías en las sociedades contemporáneas. Algunos de los distintos componentes de esa segunda transición - básicamente, la posposición de la emancipación de los jóvenes, el retraso en la formación de las parejas, la caída de la fecundidad o la ruptura matrimonial- convierten la formación de estas familias tardías en un mecanismo básico de adaptación a los cambios demográficos de las sociedades avanzadas, al tiempo que impulsan transformaciones decisivas en las formas contemporáneas de familia. En este capítulo se describe en términos generales ese contexto sociodemográfico de la segunda transición demográfica, se ilustran empíricamente las principales dimensiones del cambio en España y se analizan sus posibles implicaciones para la formación de familias tardías, entendiendo por tales aquellas que se forman como nuevas unidades domésticas a edades relativamente muy avanzadas del ciclo vital y cuyas posibilidades de reproducción biológica se ven seriamente comprometidas debido a los límites del calendario femenino de la maternidad. EL CONTEXTO DEMOGRÁFICO: LA SEGUNDA TRANSICIÓN DEMOGRÁFICA El contexto demográfico que nos permite entender la gran difusión actual de las familias tardías y su creciente significación en las sociedades contemporáneas es el de la llamada segunda transición demográfica (STD). La tesis de la STD (Lesthaege, 1992 y Van der Kaa, 1987) sostiene que desde los años 60 y 70 del siglo pasado se está produciendo en las sociedades demográficas avanzadas un cambio masivo de comportamientos familiares que define las nuevas condiciones de equilibrio demográfico del mundo postindustrial. Como se sabe, la primera transición demográfica fue un proceso de cambio social en la larga duración mediante el cual las sociedades industriales pasaron de un equilibrio demográfico basado en altas tasas de mortalidad y altas tasas de natalidad a otra fórmula, inédita a lo largo de la historia humana, basada en bajas tasas de natalidad y también bajas tasas de fecundidad (Lee, 2003). Existe un consenso amplio en torno a las causas más generales de la transición a sus macro-mecanismos desencadenantes, que se localizan en el cambio de cultura material y el aumento del nivel de vida asociados a la industrialización, al desarrollo 64
económico y a la modernización social y cultural: elevación general del bienestar, mejora de las condiciones de salud y avances médicos y progreso de la higiene pública y privada. Todos esos cambios redundan en un mayor y mejor control de la mortalidad. En respuesta a la caída secular de la mortalidad, las familias producen menos hijos que, sin embargo, mueren menos y viven durante períodos mucho más largos de tiempo que sus predecesores. Él control de la mortalidad y la natalidad da lugar a una situación demográfica completamente nueva en términos históricos. Lo propio de la STD es que esos comportamientos que definen el nuevo modelo de equilibrio demográfico tienden a auto-mantenerse y estabilizarse. Al final del proceso de cambio, las sociedades que lo han experimentado se aproximan a un estado de bajo (o nulo) crecimiento vegetativo que, además, se retroalimenta a sí mismo. El conjunto de comportamientos demográficos y familiares que permiten esa estabilización - junto a las nuevas representaciones colectivas que los avalan y los hacen aparecer como legítimos y aceptables-, es lo que caracteriza a esa STD. Historiadores y demógrafos vienen discutiendo con cierta intensidad si esta segunda oleada masiva de cambios demográficos es, en realidad, una segunda transición o solo el desenlace último de la primera (Bongaarts, 2002)1. Sea como fuere, lo interesante de la tesis de la STD es precisamente que, en la medida en que clarifica los factores que operan bajo este nuevo equilibrio demográfico, perfila también el panorama de los recientes cambios familiares sobre los que aquel descansa. Aquí resultan trascendentales los cambios que se están produciendo en la vida de las unidades familiares, en las relaciones familiares, en las transiciones familiares y en las representaciones culturales de la familia. Se trata, además, de procesos que se desarrollan en el largo plazo, que son intrínsecamente int rínsecamente complejos y que no responden a una causalidad única, sino a múltiples factores que se van entrecruzando e interaccionan entre sí. Por lo que se refiere al fenómeno de las familias tardías, los cambios decisivos son la prolongación de la juventud y la posposición de la emancipación de los hijos, el retraso en la formación de las parejas, la intensa caída de la fecundidad y la ruptura matrimonial. Todos ellos forman parte de ese proceso complejo que es la STD y es en ese contexto de la STD en el que deben enmarcarse para calibrar su impacto en la vida familiar y su potencial transformador de las formas, relaciones y representaciones familiares en las sociedades avanzadas. El caso español es especialmente interesante a este respecto por dos razones. Primera, porque por una serie bien conocida de razones, en su mayor parte históricas, nuestro país se ha incorporado tarde a la corriente de estos cambios implicados en la STD. Segunda, porque nuestro país no converge en todos los aspectos del cambio 65
sociodemográfico con lo que está sucediendo en otros países europeos. No en vano se suele hablar de una demografía, un sistema o un régimen familiar del sur de Europa distintivo (Reher, 1998). Procede, por ello, plantearse, paso a paso, la incidencia en nuestro país de algunos de los procesos de cambio que integran la STD en la medida en que demuestran tener implicaciones importantes en la formación de las familias tardías. LA DEPENDENCIA FAMILIAR Y DOMÉSTICA DE LOS JÓVENES En todas las modernas sociedades desarrolladas implicadas en la STD las fronteras que tradicionalmente delimitaban las diferentes edades se han ido difuminando de forma progresiva y las transiciones básicas entre las distintas fases del ciclo vital han perdido intensidad y nitidez. Con toda probabilidad, p robabilidad, el ejemplo más palpable de esa creciente difuminación del ciclo vital en las sociedades avanzadas es la transición desde la juventud hacia la edad adulta; y una de sus consecuencias más obvias es la prolongación de la fase del ciclo vital vi tal de la juventud gracias a los largos períodos perí odos de dependencia doméstica y familiar de los jóvenes. En este sentido, es sabido que en nuestro país, y desde aproximadamente la segunda mitad de los años 70, se viene produciendo un intenso proceso de prolongación prolonga ción de la dependencia familiar y doméstica de los jóvenes (Garrido y Requena, 1996, Requena, 2001, Requena, 2002; Requena, 2006c). ¿A qué se debe esta masiva prolongación de la dependencia familiar de los óvenes? En las sociedades desarrolladas cada uno de los pasos que los jóvenes dan en pos de su incorporación al mundo de los adultos - el logro de una cierta formación, la integración laboral, el acceso a la vivienda y una mínima formalización de las relaciones de pareja - sigue lógicas relativamente independientes y, lo que seguramente es tanto o más importante, desacompasadas. El hecho de que esos procesos no se produzcan de forma sincrónica y sigan lógicas lógic as autónomas empaña el sentido del conjunto de la transición a la vida adulta, tiende a restarle coherencia y, en definitiva, lo hace más difícil. Una de las implicaciones fundamentales de esa falta de sincronía de las transiciones hacia la madurez es que la fase de la juventud se prolonga en el tiempo merced al progresivo retraso de la edad a la que los jóvenes se emancipan de sus familias de origen. Los períodos formativos se alargan de forma extraordinaria, se pospone la consecución de un puesto de trabajo traba jo remunerado, se aplaza el logro de un empleo estable, se demora el acceso a la vivienda de uso propio y la institucionalización de las relaciones de pareja tiene lugar, cuando de hecho se produce, a edades muy avanzadas en términos comparados. Dicho en otros otro s términos, hoy día los jóvenes de las sociedades desarrolladas son jóvenes durante mucho más tiempo que nunca antes'. 66
La extensión de la etapa juvenil mediante la prolongación de la dependencia familiar de los hijos - que con mayor o menor intensidad es ya característica de todas las sociedades desarrolladas (Booth, Crouter y Sanan, 1999) - se ha hecho especialmente acusada en los países del sur de Europa (Jurado, 2001). A este respecto, una muy considerable masa de evidencia empírica permite comprobar el creciente alargamiento de la fase de la juventud en la España de estos últimos años: es sabido que desde aproximadamente comienzos de los años 80 se viene produciendo en nuestro país un intenso proceso de prolongación pro longación en el tiempo de la dependencia familiar y doméstica de los jóvenes. Para el período comprendido entre el final de los años 80 y finales de los años 90, de los indicadores disponibles en nuestro país se infiere, de un lado, que la edad promedio a la emancipación de los óvenes españoles se ha retrasado en estos últimos años de forma más que apreciable; , paralelamente, de otro, que los contingentes de jóvenes que viven en situación de dependencia de sus familias de origen han experimentado un acusado crecimiento en ese mismo período (Requena, 2001, 2002). El gráfico 1 permite apreciar las tasas de emancipación de los jóvenes españoles de entre 16 y 29 años desde 1987 hasta 2010. Mientras que a lo largo de los últimos años del pasado siglo las tasas de emancipación descendieron de forma apreciable tanto para los varones como para las mujeres, su recuperación durante los primeros años del nuevo siglo, asociada al ciclo de crecimiento económico y a la intensa expansión del mercado de trabajo, se ha interrumpido abrupta y drásticamente a partir de 2008, coincidiendo con la recesión económica y la crisis del mercado inmobiliario. En cualquier caso, cabe subrayar que incluso en los momentos más favorables a la emancipación, solo un 30 por 100 de las mujeres y un 20 por 100 de los varones de estas edades vivían de forma independiente de sus familias de origen. Dicho de otro modo, la situación más común para alguien comprendido entre esas edades ha sido la de la dependencia doméstica de sus padres. Además, es muy posible que la pauta de dependencia familiar prolongada de los jóvenes no sea solo una práctica generalizada entre las familias españolas que tratan de adaptarse a los extensos períodos formativos y a un medio laboral e inmobiliario hostil, sino que se haya convertido ya en un comportamiento reforzado por un componente específicamente normativo. Su muy alto grado de consolidación, su masiva difusión y su creciente aceptación por parte de los actores implicados sugieren la existencia e xistencia de una norma ampliamente aceptada y compartida por los jóvenes españoles, al tiempo que bien establecida entre sus familiares (Requena 2006c). GiÁFico 4.1.-Tasa de emancipación* (jóvenes de entre 16 y 20 años) por sexo (en porcentajes)
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Fuente: Encuesta de Población Activa. Se consideran jóvenes emancipados a aquellos que son personas principales o cónyuges de la persona principal de su hogar. Corno se ha señalado (Blossfeld y Mills, 2005), los sistemas educativos, los mercados laborales, las instituciones del bienestar y las relaciones familiares tienen un impacto decisivo en el curso vital de la juventud y en su transición a la vida adulta. En el caso español, la formidable expansión del sistema educativo y la rigidez del mercado de trabajo se han combinado con el desarrollo de un régimen de bienestar orientado a la familia para transformar radicalmente, en el marco de una sociedad de corte abiertamente familista, las pautas juveniles de integración en el mundo adulto. En primer lugar, las bajas tasas de ocupación de los jóvenes españoles, la temporalidad contractual de los que conseguían emplearse y la creciente carestía de la vivienda han facilitado la ampliación de los períodos de aprendizaje en un sistema educativo en el que la oferta pública, de bajo coste para los usuarios incluso en el nivel de la enseñanza superior, ha estado ampliamente disponible (Requena y Bernardi, 2005). En segundo lugar, un entramado de relaciones familiares que para los propios jóvenes constituye un ambiente muy favorable, acogedor, tolerante, cómodo y permisivo ha contribuido también, y de forma decisiva, a frenar la salida de los jóvenes de sus hogares de procedencia. En resumen, la pauta de la dependencia familiar prolongada de los jóvenes se encuentra muy difundida y se viene prolongando durante un ya largo período de tiempo en España. En nuestro país son ya varias las generaciones de jóvenes que se 68
comportan según ese mismo modelo, con la benevolente aquiescencia y la imprescindible colaboración de sus pacientes familias. Los efectos de ese proceso de retardo de la independencia juvenil no son en absoluto despreciables. Entre las trascendentales consecuencias demográficas que de él se derivan cabe hacer hincapié en la ralentización del ritmo de formación de nuevas unidades familiares, el retraso en la institucionalización matrimonial de las parejas y la consiguiente posposición de las decisiones reproductivas (con lo que ello pueda implicar de oportunidades de hecho perdidas). Todo ello redunda, lógicamente, en la formación formaci ón y creciente difusión de familias tardías. FORMACIÓN DE LA PAREJA Y FECUNDIDAD Como no podía ser de otro modo, la prolongación de la dependencia juvenil influye en las pautas, ritmos y calendarios de formación de las parejas. De hecho, todas las sociedades que han iniciado la senda de la STD se caracterizan por un retraso en la edad a la que se forman las parejas, por un aumento de las uniones de hecho (cohabitación) y por un aumento de la inestabilidad marital. Es decir, la consolidación de la pareja se produce a una edad más tardía, pero son muchas las parejas que deciden iniciar su vida en e n común sin aceptar el grado de institucionalización que supone el reconocimiento legal mediante la figura del matrimonio (Castro, 2003). Las tasas de nupcialidad, en consecuencia, caen también en todas estas sociedades demográficamente avanzadas. Por otra parte, entre las parejas que se casan son cada vez más comunes las separaciones separacione s y los divorcios. Estos tres fenómenos que sintetizan el cambio de pautas en la constitución de las parejas - retraso del calendario matrimonial, matri monial, caída de las tasas de nupcialidad y crecimiento de la cohabitación y ruptura matrimonial - tienen obvias implicaciones para la formación de las familias tardías. En primer lugar, el caso de la transformación del calendario matrimonial en España es singular en el sentido de que la evolución de los últimos 30 años supone una absoluta inversión de las tendencias que se había registrado hasta los años 70 del siglo pasado. Hay que tener en cuenta que hacia finales de los años 70 los españoles se casaban a las edades más jóvenes de todo el siglo xx. Desde entonces y hasta el momento actual, el calendario matrimonial se ha ido retrasando de manera prácticamente ininterrumpida ininterrumpi da hasta nuestros días. Con los datos disponibles, se puede evaluar dicho retraso en aproximadamente ocho años durante los últimos treinta años: si en 1979 la edad media al matrimonio de los españoles de ambos sexos se situaba en los 25 años, en 2008 se había elevado hasta superar los 33 (gráfico 2, eje izquierdo)3. Como resume un experto (Martínez-Pastor, 2009), el extraordinario aumento de la edad media al matrimonio en la España de estos últimos años ha supuesto, de hecho, una auténtica convulsión histórica en el calendario de formación de las parejas.
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Pero las transformaciones de las pautas de formación de las parejas no se limitan solo a su calendario. Así, en segundo lugar, el proceso de la STD implica, también, una tendencia muy acusada a aceptar un menor grado de compromiso con la propia institución del matrimonio y, en consecuencia, abre la puerta a una acusada desinstitucionalización de las relaciones de pareja. Un buen indicador de ese menor compromiso - fácilmente comprobable con los datos que suministran las estadísticas vitales - es el creciente número de nacimientos extramatrimoniales, que a su vez apunta al hecho de que el proceso de la reproducción se va desvinculando cada vez más de la institución matrimonial. Tal y como se aprecia en el gráfico 2 (eje derecho), los nacimientos de madres no casadas han crecido extraordinariamente en nuestro país, hasta el punto de que a día de hoy casi una tercera terce ra parte de los hijos españoles nacen fuera del matrimonio. La intensidad del cambio está fuera de toda duda: en los últimos 30 años el fenómeno de los nacimientos de madre no casada se ha multiplicado por casi quince veces4. En tercer lugar, también el fenómeno de la ruptura marital se ha ido generalizando en España. Un indicador clásico de inestabilidad matrimonial son los divorcios que se producen al año por cada 100 matrimonios'. En el gráfico 3 se puede comprobar la evolución de este indicador en España desde el año 1982, que es el primer año tras la aprobación de la Ley de Divorcio en el año 1981, hasta el año 2005. España ha pasado de alrededor de 12 divorcios por cada 100 matrimonios matri monios al entorno de los 35. Hay que señalar que la subida brusca subida brusca de los divorcios entre el año 2004 y el 2005 no se debe a un súbito incremento de circunstancias adversas para la vida conyugal, sino más bien a los efectos de la aprobación de las nuevas condiciones jurídicas que regulan la tramitación del divorcio. Y no porque lo que ha dado en llamarse el divorcio exprés6 necesariamente promueva una mayor cantidad de divorcios; sino, más bien, porque las facilidades en cuanto a los plazos previos de separación favorecieron el divorcio rápido de un stock de separados que, de manera casi automática y de acuerdo con las nuevas condiciones legales, se convirtieron en divorciados. GRÁFICO 4.2.-Edad media al primer matrimonio y proporción de nacimientos de madre no casada (1975-2009)
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Fuente: Instituto Nacional de Estadística. En cualquier caso, y aun no teniendo en cuenta los datos de 2005, es claro que el fenómeno del divorcio se ha extendido en la sociedad española de manera muy notable, en especial tras los años 80 del siglo pasado, durante los que permaneció estable en torno a una tasa de 10 divorcios por cada 100 matrimonios. GRÁFICO 4.3.-Divorcios por cada 100 matrimonios en España
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Fuente: Instituto Nacional de Estadística. En conexión con la prolongación de la dependencia doméstica de los jóvenes y la creciente desinstitucionalización de las relaciones de pareja, hay que dejar constancia, también, de la reducción, intensa y sostenida, de la fecundidad en España (Requena, 2004a y 2006b), otro de los cambios implicados en la STD. Todas las sociedades avanzadas han experimentado niveles muy acusados de reducción de la fecundidad, hasta el punto de que en Europa prácticamente todos los países están hoy día por debajo del nivel de reemplazo que los demógrafos sitúan en 2,1 hijos por mujer. El origen del proceso de caída de la fecundidad, desde el punto de vista de los individuos, está en los mismos factores que vienen impulsando la transformación familiar en las sociedades avanzadas: el cambio de posición social y económica de las mujeres que se produce como consecuencia de las mayores dotaciones de capital humano de que disfrutan en las sociedades avanzadas (Requena y Salazar, 2006). La caída de la fecundidad supone, además, una transformación radical del calendario reproductivo de las mujeres, en el sentido de que va acompañada de retrasos importantísimos en la maternidad, fundamentalmente en la edad a la que se tienen los primeros hijos. Ello transforma de una manera radical y decisiva el calendario vital de las mujeres. Conviene también insistir en un aspecto muy importante de esta caída de la fecundidad como es el hecho de que se consiga con unos niveles altísimos de infecundidad (Requena, 1997). Es decir, en el horizonte de la segunda transición demográfica las mujeres tienen menos hijos y los tienen más tarde que antes; también hay una proporción muy alta de mujeres que concluirán su ciclo reproductivo sin haber tenido ningún hijo. 72
Es imprescindible subrayar a este respecto la significación de estos cambios en términos históricos. Hasta mediados de los años 70 del pasado siglo España era un país reconocidamente natalista, natali sta, con unas tasas de fecundidad relativamente relativamen te altas en comparación con las de los países de nuestro entorno. Desde entonces, España ha experimentado una caída fortísima de sus niveles de fecundidad. Tal y como refleja el gráfico 4, entre 1975 y 2008 hemos pasado de alrededor de 3 hijos por mujer a unos niveles que apenas superan los 1,4. A finales de los años 90 llegamos incluso a movernos por debajo de los 1,2 hijos por mujer. Esta reciente tendencia a reducir la fecundidad es, de nuevo, típica de los países del sur de Europa, aunque también Alemania nos acompaña en estos niveles bajos o muy bajos de fecundidad, a diferencia de Francia, Suecia o el Reino Unido. En todo caso, todos estos países europeos que han iniciado el camino de la STD se sitúan por debajo del nivel de reemplazo generacional (2,1 hijos por mujer). Otra de las dimensiones de esta caída importantísima de los niveles de fecundidad, con un indudable impacto en la formación de familias tardías, es precisamente el retraso generalizado en la edad de la reproducción. Como en todas las sociedades demográficamente avanzadas, las mujeres españolas se convierten en madres a edades altas, es decir, en un momento relativamente muy avanzado de su ciclo vital. La línea discontinua del gráfico 4 (que se mide en el eje de la izquierda) representa la edad media al primer hijo (EMM1) de las mujeres en España. Como se puede apreciar, desde algo menos de 25 años a finales de los años 70 nos hemos situado muy cerca de los 30 años en el último año para el que tenemos cifras (2008). Estos retrasos de 4 o 5 años en el ciclo vital, particularmente en el ciclo reproductivo femenino, son muy importantes, pues como reza el viejo adagio de los demógrafos, fecundidad pospuesta es fecundidad perdida. Por consiguiente, se puede asegurar que estos dos fenómenos van mutuamente entrelazados, en la medida en que la posposición de la fecundidad al final repercute en una caída de los niveles agregados agre gados de fecundidad'. GRÁFICO 4.4.-Divorcios por cada 100 matrimonios en España
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Fuente: Instituto Nacional de Estadística. EL IMPACTO EN LAS FORMAS DE FAMILIA Los procesos que caracterizan la STD tienen su inevitable correspondencia en la transformación de las formas de familia, los tipos de hogares y las estructuras domésticas que se está produciendo en las sociedades avanzadas. En ellas, las llamadas nuevas formas de familia vienen a concretar pautas y modelos de organización de la vida cotidiana que suponen una ruptura con las formas tradicionales de estructurar la convivencia doméstica. De hecho, la aparición y la difusión y aceptación crecientes de las llamadas nuevas formas de familia es el resultado, conjunto y combinado, de esa serie de cambios que tipifican la STD a los que ya nos hemos referido: la debilidad institucional del matrimonio, el indudable auge de las separaciones y divorcios, la extensión de la cohabitación, la mayor importancia de la crianza al margen de la pareja, la reconstrucción de hogares con miembros que proceden de diferentes familias de procreación y la cada día más extendida opción por la vida doméstica en soledad. Yendo un paso más allá de la demografía, se puede decir que las nuevas configuraciones domésticas a las que da lugar la transformación familiar responden, en términos generales, a la creciente importancia que han adquirido las estrategias y los estilos de vida que evitan, a veces durante lapsos muy prolongados de tiempo, los compromisos que tradicionalmente han caracterizado la convivencia familiar. La formación de familias tardías se inscribe, asimismo, en este mismo contexto de cambio de los hogares y las 74
estructuras domésticas. Un resultado muy general de esos cambios en el ámbito de las formas familiares puede resumirse en la doble tendencia que presenta p resenta la evolución de los hogares en las sociedades contemporáneas: los hogares son cada vez más pequeños y la heterogeneidad de los tipos de familia parece haber aumentado de forma considerable en todas estas sociedades demográficamente avanzadas. Es decir, por una parte, está cada vez más extendida la propensión a la formación de hogares no solo de tamaño más reducido, sino también de estructura cada vez más simple, en el sentido de que contienen una menor variedad relacional interna; por otra, el aumento de la heterogeneidad familiar viene impulsado por la proliferación de las nuevas formas de familia que representan, durante períodos crecientes del ciclo vital, modos de convivencia alternativos al típico de la familia nuclear o conyugal. Con toda probabilidad, ambos rasgos - tamaño reducido y simplicidad simplicida d relacional - van a caracterizar a los hogares que típicamente albergan a las familias tardías. El caso español ofrece una buena ilustración del fenómeno. Los hogares y familias españoles no han permanecido al margen de esos cambios (Requena, 2004b y 2006a). En efecto, la reciente evolución de las estructuras familiares en España durante los últimos 40 años se puede caracterizar por los siguientes rasgos: (1) el crecimiento de los hogares de un solo miembro, el tipo de hogar que más y más deprisa ha aumentado a lo largo de esos últimos años; (2) el leve aumento de los hogares con un núcleo monoparental; (3) el crecimiento lento, pero continuo, de los hogares formados exclusivamente por po r parejas sin hijos; (4) la cada vez menor proporción de hogares típicamente nucleares compuestos por parejas con hijos, que pierden peso a costa de la ganancia de los tipos que crecen; y (5) el descenso sostenido de los hogares más complejos desde el punto de vista del tipo de relaciones que albergan, es decir, las llamadas familias extensas (formadas por un núcleo y otras personas ajenas al mismo) y múltiples (formadas por dos o más núcleos). La incidencia de estos cambios en la formación de familias tardías está fuera de toda duda. Aquí conviene matizar la evolución de los distintos tipos de hogares en España para fijar la atención en el cambio de tres estructuras domésticas que tienen una relación directa y estrecha con el fenómeno de las familias tardías (gráfico 4). En primer lugar, es sabido que los hogares unipersonales han experimentado un notable crecimiento a lo largo de los últimos años. Dentro de esta categoría, los hogares unipersonales formados por personas menores de 65 años (es decir, no vinculados estrictamente al bien conocido fenómeno de la independencia residencial de los ancianos) se han multiplicado por un factor próximo a tres, pasando de representar un escaso 3 por 100 de la totalidad de los hogares a mediados de los años 80 a todo un 9 por 100 a finales de la primera década del nuevo siglo. La 75
proliferación de estos hogares de jóvenes jóvene s y adultos que viven solos (a los que en realidad no se debe considerar familias) es un fenómeno paralelo al de la formación de familias tardías, en el sentido de que este tipo de hogares se aparta de la forma canónica de las típicas unidades nucleares o conyugales al tiempo que constituye una reserva de individuos disponibles para la constitución de nuevas unidades familiares que, debido a la edad de sus integrantes, necesariamente deberemos considerar tardías. GRÁFIco 4.5.-Tipos de hogar en España: unipersonales, parejas sin hijos, parejas con hijos (en porcentajes)
Fuente: Instituto Nacional de Estadística. En segundo lugar, las parejas sin hijos cuyos miembros tienen menos de 50 años han experimentado una evolución muy similar: en el lapso de tiempo considerado se han multiplicado por un factor superior a dos. Si al principio de nuestro período (1987) suponían apenas el 3 por 100 de todos los hogares españoles, al final (2008) superaban el 7 por 100. Es claro que, debido a la edad de la pareja que las integra, en este tipo de unidades domésticas no se incluyen las familias nucleares en la llamada fase del «nido vacío» (cuando el último de los hijos mayores se ha independizado) sino más bien en la del «nido sin usar» (parejas que no se han reproducido, algunas de las cuales nunca tendrán hijos). Constituyen así un claro ejemplo del fenómeno creciente de las familias tardías, que resulta congruente con la caída generalizada de la fecundidad, el retraso del calendario reproductivo de las familias y el aumento de la infecundidad femenina. 76
En tercer lugar, es también importante subrayar otro de los correlatos - por así decirlo, inverso - de la formación de familias tardías: la caída constante del número y la proporción de hogares integrados por parejas con hijos menores. En los más de 20 años que median entre 1987 y 2008 este tipo de hogares compuestos de una pareja con algún hijo menor de 16 años ha experimentado una importante reducción en España, de prácticamente un 30 por 100, pasando de representar un 37 por 100 de los hogares a solo un 25 por 100 (la curva que representa a estos hogares en el gráfico 4 se mide en el eje de la derecha). La importante disminución de estos hogares8 viene a resumir todos los cambios socio-demográficos involucrados en la evolución de las estructuras domésticas en España y en la formación de familias tardías. RECAPITULACIÓN El fenómeno de las familias tardías - aquellas que se forman como nuevas unidades domésticas a edades relativamente muy avanzadas del ciclo vital y cuyas posibilidades de reproducción biológica bi ológica se ven seriamente comprometidas debido debid o a los límites del calendario femenino de la maternidad - está destinado a ganar importancia en las sociedades demográficamente avanzadas. El proceso conocido como segunda transición demográfica constituye, de una parte, el contexto en el que aparecen, se difunden y crecientemente se aceptan estas nuevas formas de familia; implica, de otra, una serie de cambios decisivos que tienen un alto impacto potencial tanto en la organización del ciclo vital de individuos y familias como en la estructuración de su vida doméstica y que favorecen la formación de familias tardías. Entre esa serie de cambios implicados en la segunda transición demográfica destacan, a los efectos de la formación de familias tardías, la posposición de la emancipación de los jóvenes, el retraso en la formación de las parejas, la caída de la fecundidad o la ruptura matrimonial. En todos esos casos, la evolución que ha experimentado la sociedad española en los últimos 40 años ha sido muy favorable a la formación de familias tardías: las posibilidades de independencia de los jóvenes se han visto bloqueadas ante unos mercados de trabajo y vivienda adversos y ante la duración cada vez mayor de los períodos formativos; la formación de parejas y matrimonios se han retardado de manera muy notable, al tiempo que se ha ido aceptando la alternativa de la mera cohabitación y se han generalizado las rupturas familiares; finalmente, y como no podía ser de otro modo, el calendario de la reproducción se retrasa y la fecundidad pierde intensidad. La información disponible deja constancia de la importancia de todos y cada uno de esos cambios en la sociedad española durante los últimos años. No es extraño, por ello, que los nuevos tipos de hogares que albergan a las l as familias tardías, o que constituyen una importante reserva para su eventual formación, hayan crecido de forma muy importante en España. Tal es el caso tanto de 77
los hogares unipersonales de personas jóvenes y adultas como de los hogares formados por parejas jóvenes sin hijos. Paralelamente, han disminui do los hogares integrados por parejas jóvenes con hijos pequeños, la forma canónica que las típicas familias nucleares o conyugales adoptan durante buena parte de su ciclo vital. El fenómeno de las familias tardías, en suma, se enmarca en los grandes cambios societales y familiares que están experimentando las sociedades desarrolladas para adaptarse a las exigencias del nuevo equilibrio demográfico de muy baja intensidad reproductiva que caracteriza al mundo postindustrial. Y, en la medida en que este tipo de familias representa una forma de adaptarse a estos cambios sociodemográficos, se puede apostar a que serán un fenómeno en auge en los próximos años. BIBLIOGRAFÍA BERNARDI, E. y REQUENA, M. (2003), «La caída de la fecundidad y el déficit de natalidad en España», Revista Española de Sociología, 3, págs. 29-50. BEOSSEEED, H. P. y MILES, M. (2005), «Globalization, Uncertainty and the Early Life Course», en, H.P.Blossfeld, E.Klijzing, M.Mills y K.Kurz (eds.), Globalization, Uncertainty and Youth in Society, Londres, Routledge, págs. 1-24. BONGAARTS, J. (2002), «The End of the Fertility Transition in the Developed World», Population and Development Review, 28 (3), págs. 419-443. BooTH, A., CROUTER, A. G. y SHANAHAN, M. J. (eds.) (1999), Transitions to Adulthood in a Changing Economy. No Work, No Family, No Future? Westport, Praeger. CASTRO, T. (2003), «Matrimonios de hecho, de derecho y en eterno aplazamiento: la nupcialidad española al inicio del siglo xxi», Sistema 175-176, págs. 89-112. CHULIA, E. (2008), «Familia y mujer en España. Las claves familiares del creciente protagonismo público de las españolas», en E.Chuliá y J. E Sanz (coords.), En torno a la familia española: análisis y reflexiones desde perspectivas sociológicas y económicas, Madrid, Fundación de las Cajas de Ahorros, págs. 75-95. JURADO, T. (2001), Youth in Transition. Housing, Employment, and Social Policies in France and Spain, Ashgate, Aldershot. LEE, R. (2003), «The Demographic Transition: Three Centuries of Fundamental Change», Journal of Economic Perspectives, 17 (4), págs. 167-190. LESTHAEOE, R. (1992), «The Second Demographic Transition in Western Countries: An Interpretation». Ponencia presentada al Seminar on Gender and Family Change in Industrialized Countries, Roma, IUSSP Comittee on Gender and Population. 78
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ELENA HERNÁNDEZ CORROCHANO Dpto. de Antropología Social y Cultural Facultad de Filosofía UNED
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INTRODUCCIÓN En este capítulo presentamos algunos de los fundamentos teóricos de la investigación que estamos realizando sobre las familias «tardías» en España. Después de la contextualización al estudio, expondremos la importancia que tiene el principio de generación para acceder a la paternidad, en concreto, a la paternidad «tardía». Con este fin, hemos utilizado los argumentos que esgrimen algunos expertos en reproducción y las disposiciones que sobre el tema de la edad imponen las diferentes legislaciones de adopción, tanto estatales como autonómicas, analizando brevemente sus discursos y artículos. En segundo lugar, profundizaremos en la importancia que tienen los factores cronológicos y biológicos en la configuración de este tipo de familias, diferenciando maternidad/paternidad tardía de familia tardía y definiendo qué entendemos en esta investigación por una familia tardía, utilizada como categoría de análisis en nuestro estudio. Esta categoría la hemos determinado a partir de la importancia que cobra desde una perspectiva social y a través del discurso dominante, el convencional y polémico concepto de generación. generaci ón. En tercer y último lugar, analizaremos brevemente las relaciones que se establecen entre los diferentes miembros de una familia tardía y su entorno, objetivo principal de nuestro estudio y que desarrollará ampliamente la Dra. Konvalinka en el capítulo de este libro, Relaciones de cuidado y redes de parentesco en los nuevos modelos de familias: las familias tardías. CONTEXTUALIZACIÓN AL ESTUDIO DE LAS FAMILIAS TARDÍAS El texto que presentamos en este capítulo y que forma parte del proyecto, Las familias «tardías»: Estudio etnográfico de las conformaciones familiares en España y sus implicaciones sociales, que está realizando el grupo de investigación Familia y Parentesco en el siglo xxi del Departamento de Antropología Social y Cultural de la UNED', expone casi dos años de trabajo en el que hemos estado recopilando información bibliográfica, contactando con grupos de investigación que tienen nuestros mismos intereses y realizando un trabajo de campo prospectivo para valorar la viabilidad del proyecto. 81
En el transcurso de este tiempo, una de las primeras cuestiones que hemos podido percibir es cómo los términos que definen nuestro objeto objet o de investigación, familias y tardías, provocan cierta controversia dentro de nuestro ámbito de estudio, la antropología, en el sentido de: ¿por qué nos limitamos en el estudio a las familias que tienen hijos y no incluimos a las parejas sin hijos que «formalizan» una relación a una edad considerada socialmente «tardía»?, o ¿por qué utilizamos un término tan etnocéntrico y cargado de prejuicios como «tardías» para definirlas? Para contestar a estas y otras cuestiones, hemos creído pertinente dedicar este apartado del capítulo a explicar de manera breve, pero precisa, desde qué perspectiva epistemológica tratamos dichos vocablos y dar respuesta a estos y otros porqués2. A partir del siglo xviii la consanguinidad, la nupcialidad y la filiación son vínculos que definirán las relaciones de los miembros de la institución familiar frente a otras relaciones como el padrinazgo, el primazgo o la vecindad, que tenían su importancia en la familia pre-moderna, lo que convierte a la familia desde la modernidad hasta nuestros días en un concepto excluyente`. Estos hechos han generado con el tiempo un discurso dominante (institucional, legal, e incluso académico) donde la familia, fundamento de la sociedad moderna, es aquella configurada por una pareja heterosexual y sus hijos, considerando el círculo de sujetos cercanos al grupo y unidos por lazos de consanguinidad o alianza (padres, hermanos, hermanos de los padres, hijos de los hermanos de los padres, etc.), parientes en diferentes diferente s grados y con distintas obligaciones de reciprocidad entre ellos. Esta familia moderna, considerada por parte del discurso dominante como la tradicional, tiene un carácter individualista cuyas características fundamentales parten de la formación del vínculo entre una pareja, hombre-mujer, basado en el amor. En esta familia tradicional moderna se disocia la sexualidad de la procreación, mientras que la filiación alcanza una especial relevancia, tomando el niño un lugar privilegiado dentro del grupo y produciéndose lo que se ha denominado la «maternalización» del grupo familiar4. La importancia que adquiere el componente femenino y su relación con los vástagos dentro de este grupo familiar restringido, marcará muchos de los discursos dominantes de expertos que vamos a analizar posteriormente y donde la unidad matricéntrica difumina, en cierta medida, el resto de relaciones que se dan entre los otros miembros del grupo familiar. El concepto de tardío aplicado a nuestros grupos familiares, surge fundamentalmente por este discurso dominante de expertos, en concreto médico y psicológico, que define como madres tardías a las mujeres mujere s que tienen sus primeros hijos a una edad superior a los 35 o 40 años. Este discurso es reflejo, como nos señalan Sampedro, Gómez y Montero (2002), de un discurso sociocultural que históricamente ha prejuiciado a las madres tardías y que nos muestra la simbiosis, que continuamente encontramos en este tema, entre el discurso positivista de algunos 82
expertos y el discurso de la calle. CUESTIONANDO EL PRINCIPIO DE GENERACIÓN Las características que hemos expuesto sobre la familia moderna como institución social han perdurado hasta nuestros días. Aunque desde hace unas décadas el incremento de los derechos individuales de algunas minorías han puesto en cuestionamiento no solo la conyugalidad, sino también la heterosexualidad de la pareja como germen fundador de una familia (familias (famili as monoparentales por elección, familias homoparentales), también es cierto que las reivindicaciones de dichos colectivos, como señala Roudinesco (2004), han estado destinadas más a la normalización de su situación que a la impugnación del modelo familiar existente: «el gran deseo de normatividad de la antiguas minorías perseguidas siembra el desorden en la sociedad. [...] lo que perturba que perturba a los conservadores [...] no es ya la impugnación del modelo familiar, sino al contrario, la voluntad de someterse a él» 5. Del mismo modo, las nuevas formas de acceso a la paternidad/maternidad, a través de las TRA, la adopción internacional o la subrogación, aunque han abierto la posibilidad de convertirse en madres/padres madres/p adres a sujetos que biológica o socialmente antes no podían o no se les permitían (homoparentalidad), disociando la reproducción de la sexualidad, en ningún caso cuestionan el modelo de familia restringida tal y como la conocemos en occidente. En este variado panorama de configuraciones familiares, entendemos que solo dos representaciones familiares, las familias tempranas, fruto de una maternidad precoz, y las familias tardías, fruto de una maternidad/paternidad tardía, ponen en cuestionamiento uno de los dos principios en los que se basa el parentesco occidental, el principio de generación. Sin embargo, aunque dentro de estas dos representaciones familiares podremos encontrar diversas estructuras familiares (nucleares, homoparentales o monoparentales), casi con exclusividad será en las familias tardías donde hallaremos hijos provenidos de cualquiera de los caminos alternativos a la concepción coital6. És decir, en las familias tardías encontramos no solo variadas estructuras familiares, sino también diversas formas de acceso a la paternidad, que nos muestran cómo el proceso de formación del grupo es fruto de un proceso de reflexión personal activo de los sujetos padres/madres. Este proceso de reflexión, reivindicado por nuestros informantes, contrasta con algunos de los discursos dominantes de expertos que expresan un rechazo a la formación de estos grupos familiares por ser irreflexivos poco procedentes'. El análisis de estos discursos nos muestra, no solo una preocupación ética y clínica por el bienestar de los sujetos, sino también un temor al cuestionamiento cuest ionamiento del principio 83
de generación, estructura elemental del parentesco para muchos antropólogos, que «compromete un orden del tiempo. [...] porque la sucesión de edades, en la vida de cada individuo, debe articularse en la continuidad de las generaciones, respetarla para armonizarse con ella, so pena de un retorno al caos»8. LA EDAD COMO FACTOR DE «IDONEIDAD» En 2008 se celebra en Barcelona el XXIV Congreso Anual de la Sociedad Europea de Reproducción Humana y Embriología (ESHRE). En dicho even to, la doctora Anna Veiga, miembro del comité organizador, señalaba que el retraso de la maternidad por parte de las mujeres es uno de los factores que cada vez más infiere en el uso de las TRA, apuntando: «con los años disminuye la reserva ovárica y cada vez cuesta más conseguir óvulos de buena calidad»9. Este hecho, que según los expertos reunidos en este Congreso justificaría por sí solo el consenso «no escrito» que existe entre los profesionales de no inseminar a mujeres mayores de 50 años, pone de manifiesto la importancia que la edad e dad de los futuros padres tiene y ha tenido en el tema de la reproducción: «No somos nosotros los que decidimos si es ético llevar a cabo una fecundación a los 60 o 70 años [señalará la doctora Veiga]. Es la sociedad la que debe decidir si las mujeres pueden tener hijos más allá de los 50». La edad, según este comentario, se convierte en un requisito biológico que limitará socialmente no solo el uso de las TRA para las personas que desean convertirse en madres tardíamente, puesto que es factible fecundar con éxito a mujeres mayores de 50 años, sino también a la hora de poder acceder a la paternidad por cualquiera de los otros caminos alternativos a la concepción coital, ya sea la adopción o las madres de alquiler. Asi, en el caso de la adopción el requisito edad aparece en el Art. 175 del Código Civil, donde se dispone que al menos uno de los sujetos de la pareja adoptante tiene que ser mayor de 25 años para poder adoptar, señalando que la diferencia máxima de edad entre adoptado y adoptante no sea superior a 40 años, haciéndose la media de edad en caso de parejas10. Mientras que en el proceso de las madres de alquiler, no reglamentado en nuestro país, podemos apuntar que los expertos reunidos en el Congreso anteriormente citado abogaban por su regulación, basándose en «razones estrictamente médicas y tras examinar detenidamente cada caso»ti, lo que evitaría, a nuestro entender, que en España mujeres mayores de 50 años, privadas por razones éticas al acceso de las TRA, tampoco pudieran convertirse en madres por esta vía. La edad, teniendo en cuenta todo lo dicho, parece ser un factor que marca en nuestra sociedad el correcto acceso a la maternidad, como decía la doctora Veiga, en un consenso biológico-cultural que ya sea por defecto o por exceso, dejará a ambos lados del espectro de lo normalizado a aquellas personas que se han convertido en 84
madres antes de la edad convenientemente recomendada - adolescentes-, y a aquellas que lo son fuera de la edad convencionalmente aceptada - personas (mujeres) mayores de 40 o 50 años, según los casos-. En este sentido, señalan Sampedro, Gómez y Montero (2002): El retraso que experimenta la maternidad en las sociedades industriales desarrolladas en los últimos años tiende a presentarse ante la opinión pública como un «problema» al igual que es un «problema», por ejemplo, la maternidad adolescente. Como la maternidad adolescente, la maternidad tardía aparece asociada a la quiebra de determinados modelos familiares, a la pérdida de ciertos valores morales o la disminución de la responsabilidad social de los individuos (sobre todo de las mujeres, en este caso), que les lleva a retrasar el momento de la maternidad hasta los límites de lo biológicamente aceptable12. Sin embargo, tanto una como otra maternidad son una realidad en nuestra sociedad: el número anual de mujeres embarazas menores de 19 años en España es de 18.00013; mientras que el número de nacimientos biológicos, es decir mediante el coito o por TRA, entre mujeres de 40 a 50 años fue en 2006 de 18.186, según la Encuesta de Movimiento Natural de Población del INE, aumentando en un 79 por 100 respecto al año 200014. PATERNIDAD TARDÍA Y FAMILIAS TARDÍAS: LA IMPORTANCIA DEL CONCEPTO DE GENERACIÓN La paternidad tardía, como hemos venido observando y señalan Sampedro, Gómez Velasco (2002), se suele identificar a nivel científico, social y académico con la maternidad tardía. Este hecho constata, según estas autoras, la existencia de «sesgos ideológicos relacionados con el género en la práctica científica, que atañen tanto a la construcción de los problemas de investigación, a la elaboración de los conceptos utilizados, a la metodología y a las técnicas de investigación»15. Además, a estos sesgos de género debemos añadirles los sesgos culturales que aporta, entre otras cosas, el calificativo tardío y que en nuestra cultura se vincula fundamentalmente a razones biológicas o biologicistasl6, que determinan que las madres tardías son aquellas «que se enfrentan a su primera maternidad con 35 años o más [...] edad a partir de la cual las mujeres ven calificado califi cado su embarazo como embarazo de riesgo»17. En este sentido, identificar paternidad tardía con maternidad tardía o fruto de esta (si hablamos desde la perspectiva del sujeto varón), no solo obvia que al «igual que los óvulos de las mujeres, los espermatozoides también envejecen y se deterioran con el paso del tiempo»18, disminuyendo las opciones de concebir a partir de los 40 años; o que los sujetos varones pueden convertirse en padres tardíos, solos o con pareja masculina, gracias a la adopción o la subrogación (madres de alquiler)19; sino que también asocia la maternidad tardía, 85
a todos los peligros que se intuyen en la manipulación científica de los «límites» que la naturaleza viene imponiendo a los seres humanos desde el principio de los tiempos. [Dando una] lectura «problemática» «pro blemática» de la maternidad tardía, [como ya indicamos arriba, que] no se limita a la opinión pública y publicada, sino que desde ámbitos científicos cient íficos y académicos [...este] comportamiento reproductivo de las mujeres y de las parejas aparece teñido de matices negativos20. Así, las madres tardías se perciben actualmente y con mayor frecuencia en el discurso emic, como madres primerizas que utilizando las TRA ponen en riesgo su salud para tener un hijo neonato y no tanto a aquellas que teniendo hijos mayores, se han quedado embarazadas a una edad avanzada por vía coital, lo cual se califica de descuido, lapsus o milagro, según los discursos. Este niño, en todo caso, será criado por un sujeto femenino que ha sido calificado tradicionalmente t radicionalmente como abuelas-madres abuelas-madre s o madres añosas, que haciendo gala de una gran irresponsabilidad, contribuyen a reducir los índices de fecundidad «por debajo de los niveles que aseguran el reemplazo de las generaciones»21. En este sentido, siguiendo la argumentación teórica de Satnpedro, Gómez y Velasco (2002), se puede entender que las indicaciones médicas sobre la edad de la maternidad muestran un velado interés por el mantenimiento de la diferencia generacional entre padres e hijos, una diferencia que desde la Antigua Grecia se basa en el «tópico universal, que durará hasta nuestro días», de una media de 30 a 40 años22. Un interés que queda claramente registrado en las legislaciones estatales y autonómicas sobre la adopción, como observamos en Art. 175 del Código Civil, con el objetivo de evitar «que personas de edad muy avanzada se conviertan en padres adoptivos»23. No obstante, si nos atenemos al espíritu de la ley, lo que dicho artículo a rtículo dispone no es que personas mayores se conviertan en padres primerizos adoptivos, sino que estas personas solo puedan adoptar a niños mayores (por ejemplo, entre 5 y 7 años para personas con una edad de 45), lo que ratifica la importancia importa ncia que socialmente damos a la preservación de la diferencia generacionah4. Así, podemos deducir que aunque la edad es un factor biológico-social importante en el calificativo de paternidad tardía, no lo es menos la diferencia generacional que debe existir entre padres e hijos a la hora de definir la paternidad/maternidad. Por lo tanto, la importancia que tiene el concepto de generación nos permite señalar en primer lugar, que el hecho que una persona o pareja considerada mayor acceda «tardíamente» a su primera experiencia de paternidad/ maternidad obligatoriamente no va a originar una familia tardía si se mantiene la diferencia generacional, caso de los sujetos que por su edad solo pueden adoptar niños mayores. En segundo lugar, esta afirmación nos lleva a definir que la familia tardía, categoría 86
de análisis en nuestra investigación, es aquella que se caracteriza por estar integrada por padres/madres primerizos, considerados biológica biológi ca y socialmente mayores y donde la diferencia generacional entre padres/madres e hijos es superior a la convencionalmente establecida, es decir, de 35 a 40 años, según utilicemos criterios científicos o sociales25. LAS FAMILIAS TARDÍAS: DEL CONCEPTO EXCLUYENTE AL CONCEPTO INCLUSIVO DE FAMILIA La investigación que estarnos realizando, Las familias «tardías»: Estudio etnográfico de las conformaciones familiares en España y sus implicaciones sociales, aunque se centra en el estudio de las familias tardías partiendo del concepto moderno de familia, entiende no solo por familia a padres e hijos, sino a todo el círculo de personas cercanas al grupo y con las que establecen establec en relaciones de parentesco real o ficticio. Es decir, nuestro estudio no solo se centra en las relaciones de la parentalidad «tardía»26 que «conforman un pequeño, pero significativo grupo de padres [con hijos] que están vivenciado un nuevo tipo de crisis reproductiva»27, sino también y en primer lugar, a su entorno más cercano, padres y hermanos, con el fin de valorar si el desfase generacional que se produce entre hijos, padres y abuelos afecta al objetivo principal de nuestro estudio, la gestión gestió n y la organización de las necesidades y las relaciones de cuidad021. La primacía ontológica que tiene el cuidado en los ternas de la reproducción, pues según Joan Bestard «Los humanos nos organizarnos en torno a quien cuidar y por lo que tener cuidado»29, nos ha permitido diseñar una metodología de tipo comparativo entre el antes y el después de la configuración de las familias tardías, analizando el cuidado desde una doble perspectiva: la más instrumental, cuidado físico de las personas dependientes del grupo (particularmente, (partic ularmente, niños pequeños y abuelos con una alta esperanza de vida); y la emocional, lo que comprende entre otras cuestiones las diferentes formas de inclusión de los nuevos miembros del grupo, sobre todo en el caso de la adopción30. En segundo lugar y basándonos en nuestro trabajo de campo prospectivo, incluimos también en la investigación a los amigos, compañeros de asociación de adoptantes, etc., que según el discurso de nuestros informantes terminan siendo parte de la familia. Un parentesco construido no en la consanguinidad o afinidad, sino en las relaciones de apoyo y cuidado recíprocas que se ofrecen. Estos pactos, a veces implícitos, que se establecen entre los diferentes miembros de estas redes, conllevan una interrelación de acciones que están enfocadas la mayoría de los casos a cubrir las necesidades que el estado de bienestar no cubre y que a pesar de lo que se pueda 87
pensar, no siempre coinciden con las necesidades necesidad es de las familias tradicionales31 CONCLUSIONES Las familias tardías cuestionan el principio de generación, una de las estructuras elementales del parentesco occidental y sobre la que se sustenta gran parte de nuestro sistema social basado en el reemplazo generacional. Solo hay que pensar en la estructura de nuestro mercado laboral para entender que el aumento significativo de este modelo de familia generará un «cierto caos». El retraso de la maternidad y paternidad, el normal uso de las TRA y de la adopción, o el aumento de la esperanza de vida que, entre otras causas, están posibilitando la emergencia de este e ste modelo, nos llevan a plantearnos no tanto «qué tipo de sociedad queremos», sino cómo afectará su incremento en los futuros estados de bienestar. Un incremento que lejos de ser obstaculizado por los discursos dominantes de médicos, psicólogos o institucionales, parece imparable si tenemos en cuenta no solo la incorporación de la mujer a la vida laboral y su derecho a desarrollarla plenamente, cuestión que siempre sale a colación cuando se habla de las familias «tardías», sino también otros temas como: la edad en la que los jóvenes abandonan el hogar paterno; la edad en la que tienen su primer empleo; o la idealización de las relaciones de pareja que lleva a tener nuestro primer vástago vá stago cuando se piensa que dicha relación relació n es sólida y duradera32, por duradera32, por mencionar algunos de ellos. BIBLIOGRAFÍA «A partir de los 40, el esperma no es el mismo». Elmundo.es.SALUD. 2008/07/03. BASE DE DATOS DE LEGISLACIÓN. Relaciones Paterno Filiales. Capítulo Primero. Disposiciones Generales. http://noticias.juridicas.com. BESTARD, Joan (2009), «Los hechos de la reproducción asistida: entre el esencialismo biológico y el constructivismo social», Revista de Antropología, 18, UCM. PP., págs. 83-95. BOLETÍN ESTADÍSTICO 09/2007. Datos estadísticos extraídos de la publicación «Estadística Básica de Medidas de Protección de la Infancia» (datos 2006). Dirección General de Familia e Infancia. http://www.educacion.es/ dctm/mepsyd/politica-social. BOURGUIERE, André et ál. (1998), Historia de la Familia, tomo II, Madrid, Ed. Guadarrama. COLLARD, Chantal y KASHMERI, Shireen (2009), «De embriones congelados a 88
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Cuando, por primera vez, nos planteamos como objeto de estudio las familias tardías y la hipótesis de que las relaciones de cuidado que se puedan dar en estas tendrían unas características específicas en comparación con familias no-tardías, hubo gente que se extrañó'. Varias personas nos dijeron que no veían ese objeto de estudio, que las familias tardías no tenían nada de específico en ese sentido. Nos decían que las familias tardías hacían lo mismo que otras familias para cuidar de los hijos pequeños, los mayores y otras personas vulnerables en su seno. Lo que quiero hacer aquí es explicar por qué las familias tardías y las relaciones de cuidado a las que dan lugar dentro de las redes de parentesco son un objeto de estudio muy interesante, por qué creemos que tienen características específicas que merecen nuestra atención. Son numerosos numerosos los estudios sobre la maternidad tardía, desde perspectivas perspectivas biológicas biológicas y médicas, psicológicas y demográficas. El consenso en la medicina medicina parece ser ser que la maternidad tardía es la maternidad que tiene lugar a partir partir de los 35 años (Iglesias, 1994, Matey, 2010), cuando ya empieza a disminuir la fertilidad de la mujer. Sin embargo, como bien ha apuntado Elena Hernández Corrochano en su artículo en este mismo volumen y como nos recuerdan Sampedro, Gómez y Montero (2002), tardío es un término que se define socialmente, no solo médicamente. La edad al tener el primer hijo es temprana o tardía siempre en comparación con alguna edad considerada «normal», «más común» o «ideal». Hasta fechas relativamente recientes, no tenemos datos estadísticos en España de la edad media de las mujeres al nacimiento del primer hijo: el INE solo dispone de esos datos desde 1975. Sería posible reconstruirlos, hasta cierto punto, punt o, para años y siglos anteriores a partir de padrones y documentos parroquiales (registros de matrimonios, matri monios, de bautismos y Status Animarum), pero esta tarea se la dejaremos a los historiadores de la población y a los demógrafos. Según la tabla de edad media al matrimonio que nos da Reher (1996: 208), podemos ver que, a principios del siglo xx, por no irnos más lejos en el tiempo, las mujeres se casaban con 24 años como media; esto nos permite asumir, de forma muy aproximada y siempre entendiendo que la fecundidad en España ha sido, hasta muy recientemente, fundamentalmente dentro del matrimonio, que tendrían el primer hijo 91
con 25 o 26 años. Sube la edad media al matrimonio hasta 26 años a mediados del siglo xx, con el consiguiente retraso en el nacimiento del primer hijo. Utilizando ya datos del INE, vemos que la edad media al nacimiento del primer hijo es de 25 años en 1975, baja ligeramente para los años 1976 hasta 1979 y después empieza una tendencia a subir que continúa hasta la actualidad. Si en 1980 la edad media al nacer el primer hijo es de 25 años, en 1990 es casi 26, en 2000 algo más que 29 y en 2008, la última fecha para la que tenemos datos, es casi 29,3, con una bajada muy ligera con referencia al 2007. Es decir, la tendencia a retrasar el nacimiento del primer hijo ha durado ya casi 30 años. Vemos, entonces, que tenemos que aclarar lo que queremos decir con el concepto de maternidad tardía, más allá de su definición médica. Por una parte, la edad media al nacimiento del primer hijo es tardía para las mujeres actuales en comparación con las cohortes que daban a luz hace 30 años e incluso con las mujeres de siglos anteriores. Por otra parte, otro dato proporcionado por el INE, la edad media a la maternidad (que no es lo mismo que la edad media al nacimiento del primer hijo) señala una división en dos grupos en la población residente en España: madres de nacionalidad española y madres de nacionalidad extranjera. A partir del 2002, tenemos datos desagregados para estos dos grupos y la edad de madres de nacionalidad española es, desde esa fecha hasta el 2009, de unos 3 años más que la edad de las madres de otras nacionalidades. Aunque no disponemos de estos datos desagregados para la edad al nacimiento del primer hijo, podemos sospechar que aquí también tendríamos dos grupos, con las madres de nacionalidad española mostrando una edad al nacimiento del primer hijo mayor que las medias que tenemos. Tenemos, entonces, una maternidad tardía con referencia al siglo xx y otros siglos pasados en general. En su artículo, Miguel Requena ha analizado an alizado las razones por este retraso en la maternidad; también han hecho referencia a este tema otros ponentes, por lo tanto no volveré sobre ello. En su artículo «Sobre el calendario ca lendario reproductivo de las mujeres españolas» (REIS 79/97 4379) Requena utilizó los datos de la Encuesta Sociodemográfica del INE de 1991 para analizar la contracción de intervalo genésico, es decir, el intervalo entre el nacimiento de un hijo y el siguiente. Aunque en esos momentos encontró que las mujeres adelantaban la edad a la que tenían el último hijo, es decir, lo tenían antes, ahora estamos viendo una nueva contracción desde abajo, con un retraso notable en el nacimiento del primer hijo. Con respecto a este retraso en el nacimiento del primer hijo, sería interesante saber si se está, en la actualidad, retrasando la edad a la que se tiene el último hijo, ya que en la maternidad tardía el primer hijo es a menudo también el último. De todas formas, esta tendencia se engloba dentro de lo que Segalen ha llamado «la segunda revolución contraceptiva», es decir, el uso de técnicas contraceptivas modernas y muy eficaces que dan a las mujeres que las utilizan un gran control sobre 92
el nacimiento de los hijos y la planificación familiar; como dice Segalen, «Para una pareja el estado normal es el de la no-concepción, no-conce pción, y la concepción, en lugar de ser sufrida y aceptada, debe ser decidida» (Segalen, 1992, 152). Como puntualiza Segalen, esto no es un «rechazo al hijo»; es solo que, como apuntan Sampedro, Gómez y Montero, muchas mujeres en España se plantean una trayectoria vital en la que hay que cumplir ciertos objetivos, como la educación y la estabilidad laboral, además de cierto período de desarrollo personal libre de las responsabilidades de los hijos, como preparación previa a asumir esta responsabilidad (Sampedro, Gómez y Montero, 2002, 18-19). Más allá de lo «tardío» de la edad al nacimiento del primer hijo hoy en día, nos referimos a mujeres que, dentro de esta tardanza que ya se ha convertido en la norma, tienen el primer hijo aún más tarde, a partir de los 35 años e incluso de los 40. Como se comenta en algunos artículos de este libro, el retraso «normal» en la edad al nacimiento del primer hijo puede llevar a mayores problemas de infertilidad cuando al final se quiere tener ese hijo. Estas dificultades para concebir pueden llevar a la mujer a acudir a distintos tratamientos de fertilidad y/o al uso de las nuevas técnicas de reproducción asistida; estos procesos toman su tiempo y la mujer se hace aún más mayor, si es que logra tener el hijo deseado. La adopción es otro camino para conseguir este hijo, que se puede emprender en lugar de someterse a las nuevas técnicas de reproducción asistida o tras el fracaso de estas. De hecho, aunque mujeres de un amplio abanico de edades hacen uso de la reproducción asistida y la adopción, estas dos maneras de conseguir tener un hijo permiten a las mujeres ser madres más allá de lo que han sido, hasta ahora, los límites biológicos. Bien, ya se ha establecido la importancia de la maternidad tardía. Pero, ¿por qué insistimos en hablar de las «familias tardías»? ¿Qué diferencia hay entre un concepto otro? Y ¿de dónde ha salido el concepto? Cuando empezamos a plantear esta investigación, no teníamos aún este término. La primera vez que me lo encontré fue en un artículo en internet titulado «La educación ambiental en el turismo» (Guzmán Ramos y Fernández, sin fecha: 1), aunque la frase parece venir de un artículo de Torres Berníer en un libro titulado Turismo y promoción de destinos turísticos: implicaciones empresariales (Valdés Peláez, Luis y Ruiz Vega, Agustín, 1996). El contexto es la consideración de las «megatendencias demográficas» que afectan al turismo, para poder identificar sectores nuevos de demanda; el autor habla del «envejecimiento de la población», de la mayor presencia entre los demandantes de mujeres independientes, solteras y parejas sin hijos y del «aumento en las familias tardías, es decir, parejas mayores con hijos pequeños» (Torres Bernier, 1996: 13). En un lugar inesperado, encontramos el concepto que necesitábamos. Más recientemente, avarro López ha utilizado un término similar: formación de familia tardía (Navarro López, 2004: 399).
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Para definir este grupo, sigo la definición que nos ha dado Elena Hernández Corrochano en su artículo en este mismo volumen: «una familia tardía es aquella que se caracteriza por estar integrada por padres considerados biológica y socialmente mayores y donde la diferencia generacional entre padres e hijos es superior a la convencionalmente establecida, es decir, unos 40 años». Pero vuelvo a la pregunta: ¿por qué nos parece importante este grupo de personas? Parece ser un grupo numeroso y que va en aumento, aunque es sumamente difícil cuantificarlo; al no existir oficialmente como una categoría demográfica, no se recogen datos específicos sobre ello. Son muy diversas, como se está viendo, las maneras de llegar a ser familia tardía. En las estadísticas oficiales, podemos encontrar datos dispersos. Como nos comentó Elena Hernández Corrochano en su artículo, «el número de nacimientos biológicos, es decir mediante el coito o por TRA, entre mujeres de 40 a 50 años fue en 2006 de 18.186, según la Encuesta de Movimiento atural de Población del INE, aumentando en un 79 por 100 respecto al año 2000». Claro que no todos eran primeros hijos, con lo cual no estamos hablando de 18.000 nuevas familias tardías. Pero este aumento es una pista de que las familias tardías están aumentando en número. El aumento en la edad al nacimiento del primer hijo es otro indicio indirecto de que probablemente esté creciendo el número de familias tardías. Otra pista es el dato, algo antiguo ya, de la Encuesta de fecundidad de 1999: de las mujeres encuestadas, un 3,82 por 100 de las mujeres entre 40 y 45 años, y un 3,56 por 100 de las de 45 a 50 años han tenido algún tratamiento para conseguir el embarazo y un 2,28 por 100 de las primeras y un 2,12 por 100 de las segundas han tenido un hijo. Otro indicador es el número de adopciones internacionales. Las estadísticas de la sección Familias e Infancia del Ministerio de Sanidad y Política Social muestran un incremento en las solicitudes desde 3.062 en el año 2000 a 4.472 en 2006 (Boletín Estadístico 11, D.G. de Política Social, de las Familias y de la Infancia), aunque ha bajado a 3.006 en el año 2009 (Estadísticas de Adopción Internacional Int ernacional Años 20052009, D.G. de Política Social, de las Familias y de la Infancia), una disminución que parece deberse en gran parte a nuevas restricciones restri cciones en los países de origen (Lucas, 2009; Rodríguez, 2009). Para el período 2005-2009, el total de las adopciones internacionales en España es de 19.705. Es cierto, corno también nos apuntó Elena Hernández Corrochano, que no todas estas adopciones dan lugar a familias tardías: en unos casos, las nuevas madres son óvenes; en otros, aunque mayores, adoptan a niños también mayores y no son, por lo tanto, familias tardías. Además, algunas de estas familias ya tienen sus propios hijos biológicos o adoptan un segundo hijo. Sin embargo, está claro cl aro que muchas de estas familias serán familias tardías.
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El problema es, precisamente, que no se ha identificado este grupo como un grupo de interés, ni para el gobierno, ni para la sociedad. No tenemos datos exactos sobre el número de familias tardías que puede haber aunque, como hemos visto, todos los datos parecen indicar que es un grupo que va en aumento. Pero si el turismo lo ha identificado como un grupo emergente de consumidores y desde sus manuales recomienda la preparación de ofertas específicas para este grupo, algo habrá. Es necesario recoger datos sobre el número de familias tardías que puede haber en España y sus características, pero para eso hace falta reconocer la relevancia de este grupo. Tampoco ha recibido mucha atención este grupo de familias desde las ciencias sociales ni desde nuestro campo particular, la antropología. Hay muchos estudios, y excelentes, sobre el parentesco y las nuevas tecnologías de reproducción asistida y sobre el parentesco y la adopción; para un resumen hasta el 2008, tenernos el artículo de Nancy Levine, «Alternative Kinship, Marriage and Reproduction», mientras que un número reciente de la Revista de Antropología Social (vol. 18, 2009) da una visión de lo que se está haciendo en España. En cuanto a nuestro volumen actual, nos explica Alfredo Francesch el nuevo turismo al que dan lugar las nuevas tecnologías reproductivas, con la variación de legislación en los distintos países; Giuliana Baccino de la Fundación FIV nos habla, en su texto, de las nuevas tecnologías reproductivas, mientras que Ana Rivas y M.' Isabel Jociles tratan el terna de las madres solas por elección. En general, los estudios sobre estos temas tratan la trayectoria mediante la cual se logra la formación de la familia y cómo se configura el parentesco. Como sabemos, estas trayectorias son múltiples: parejas heterosexuales que pueden formar una familia tardíamente, con o sin el uso de las nuevas tecnologías de reproducción asistida o la adopción; parejas homosexuales que crean familias mediante estos medios; mujeres solas u hombres solos, también. Esta diversidad en las maneras de formar familias que luego resultan ser tardías es tan interesante que apenas se ha prestado atención al hecho de que, una vez formadas, fo rmadas, son todas familias tardías y pueden tener sus propios procesos, dinámicas y relaciones relacion es que también merecen nuestra atención. No quiero decir que todas las familias tardías tardía s sean iguales, independientemente del camino que ha llevado a ese resultado. Tenemos constancia, por ejemplo, que tanto las familias adoptantes como las madres solas (ver Rivas, en este volumen) forman unos grupos solidarios de interés a lo largo de su proceso de formación que permanecen activos a modo de apoyo y manera de relacionarse relac ionarse e intercambiar objetos ayuda. Cosa que parece que no ocurre en los casos de parejas heterosexuales que recurren a las nuevas tecnologías de reproducción para conseguir el hijo, por ejemplo. Sin embargo, todas las familias tardías tienen ciertas características en común, a pesar 95
de sus diferencias. ¿Por qué no ha sido tratado este tema desde la antropología del parentesco? Creo que esta omisión se debe a la novedad nove dad de estas formas familiares y el interés en las reformulaciones que presentan del parentesco; abordar su estudio de esta manera lleva a enfocar la mirada en los primeros procesos de formación de estas familias, no en cómo siguen haciendo familia posteriormente. Pero también es necesario pensar en el resultado final, la familia tardía, una forma de familia emergente en nuestra sociedad actual cuyos rasgos específicos plantean unos retos considerables al estado de bienestar. Corno nos ha explicado Martine Segalen en su capítulo y otros muchos investigadores, el retraso de la natalidad no es una novedad en Europa; a lo largo de la historia, esta ha sido una manera muy común de limitar la natalidad. ¿En qué se diferencia, entonces, la familia tardía de hoy de estas otras familias de matrimonio tardía de antes? Corno nos ha comentado Requena en su capítulo, uno de los aspectos más novedosos de las familias de hoy día, en general, son los cambios en los ritmos del curso de vida y en la duración de sus etapas. Mientras que la edad media al primer matrimonio en 1975, por ejemplo, era casi 27 años para los hombres y algo más de 24 años para las mujeres y la edad media de la mujer al nacimiento del primer hijo era de algo más de 25 años, en 2008 estas edades superan los 32 años para los hombres y los 30 años para las mujeres para el primer matrimonio, además de superar los 29 años para el nacimiento del primer hijo para las l as mujeres y los 30 años si hablamos solo de las mujeres de nacionalidad española. Los distintos procesos demográficos interactúan con esta edad tardía de nacimiento del primer hijo para producir una red de parentesco con una configuración especial. Antes de seguir, quiero aclarar que utilizo la palabra «red» no con la intención de seguir una teoría de red (Bott, 2001 [1957]), sino como una palabra para entendernos. También es importante aclarar que será el trabajo de campo que proyectamos llevar a cabo en nuestro proyecto, proyec to, con su observación y sus entrevistas, el que nos dará los datos para perfilar con exactitud el funcionamiento de estas redes de parentesco y las relaciones de cuidado que se producen en ellas y fuera de ellas. En este artículo, de momento, estoy exponiendo los razonamientos que nos hacen pensar que la configuración de las familias famili as tardías llevará a unas relaciones de cuidado y de parentesco distintas de las de las demás familias. Puesto que las principales relaciones de cuidado suelen tener lugar dentro de la familia más inmediata en España, esta configuración de la red de paren tesco es fundamental para saber quién está disponible para cuidar de quién. Por ejemplo, el cuidado de unos padres ancianos repartido entre cuatro hermanos y hermanas, es distinto de si hay un solo hijo para cuidarlos. Aunque sabemos que a menudo el cuidado recae más sobre uno, que, como nos explicó Teresa de la Vieja en su capítulo, suele ser una. 96
Veamos, entonces, cuáles podrían ser las relaciones de cuidado en nuestras familias tardías. En común con las demás familias, estas familias tardías acusarán una relativa escasez de parientes, debido al descenso del número medio de hijos por mujer que ya experimentaron sus padres (INE, Indicador coyuntural de fecundidad). Esto significa que las relaciones de cuidado recaerán sobre un menor número de personas, especialmente el cuidado de los padres mayores por sus hijos (INE, Tasa de dependencia de la población mayor de 64 años). También ocurre un cambio importante en las edades relativas de las demás personas de la red de parentesco. En comparación con la juventud juve ntud relativa, generalmente, de los padres de una mujer que tiene su primer hijo con 25 años, quienes tendrán 50 o 55 años, los padres de una mujer que tiene el primer hijo con 35 o 40 años tendrán 60 o 65 años o más. Esto repercutirá en las relaciones de cuidado que se pueden establecer dentro de este grupo de parientes más cercanos. El incremento en la esperanza de vida actual hace que una mayor proporción de sus padres y madres estarán vivos que en décadas anteriores, anterio res, y debido a las mejoras en la salud de las personas mayores, estas personas pueden estar en buenas condiciones físicas y mentales, pero es probable que estos abuelos no puedan ayudar de la misma manera con el nuevo bebé o hijo adoptivo. Además, al tener más edad los abuelos, tendrán progresivamente más necesidad de cuidados ellos mismos, llegando a producirse una situación en la que los padres padre s de una familia tardía estarán cuidando a la vez a sus padres ancianos y sus hijos muy jóvenes, en una nueva versión de la «sandwich generation» o generación bocadillo (Miller, 1981, Zal, 1992, Williams, 2004). Y esta es una situación que puede prolongarse durante varios años. Aquí caben dos posibilidades: las tareas de cuidado pueden llevarse a cabo dentro de la red de parentesco o se pueden externalizar, externaliz ar, contratando servicios a terceros. Como muchas de estas familias tardías parecen gozar de un nivel adquisitivo medio-alto - son caros tanto los procesos de reproducción asistida como los de adopción - es posible que se tienda a contratar servicios a terceros en lugar de depender de la red de parentescos. Se organice como se organice, en muchos casos parece obvio que se producirán situaciones de estrés que probablemente afecten más a las mujeres, quienes suelen asumir una proporción mayor de las tareas de cuidado. La censura social recae sobre las personas que procrean fuera de las edades consideradas, socialmente, ideales. Entiendo que la censura social que recae sobre la familia tardía está relacionada, como sugirió Elena Hernández Corrochano en su artículo, con que estas personas están procreando en una edad que está muy al límite de lo que se considera la norma. Si trasladamos esta idea a las redes de parentesco y las relaciones de cuidado, podemos entender que la formación de una familia tardía implica la reorganización de las relaciones de cuidado ya acordadas y en funcionamiento en la red de parentesco. Los padres de la familia tardía pueden requerir ayuda ellos mismos o pueden necesitar liberarse de algunas de las tareas de 97
cuidado de personas dependientes que habían asumido precisamente por no tener hijos. Esta situación puede dar lugar a tensiones con los demás miembros de la red de parentesco, cuyas responsabilidades responsabilidade s pueden aumentar por «culpa» de esta nueva familia que es, en su opinión, una familia a destiempo. Las madres solteras por elección (véase el capítulo de Rivas) me parecen particularmente vulnerables a problemas de este tipo, por la tendencia a cargar car gar a las mujeres sin responsabilidades familiares propias con el cuidado de los mayores. Pensando incluso en la siguiente generación, los hijos de estas familias tardías podrán encontrarse en situaciones situacione s realmente complicadas. Hijos únicos, muchos de ellos, o con un solo hermano o hermana, serán responsables de sus padres que les llevan una distancia generacional mayor: si nacieron cuando sus padres tenían 40 años, cuando tengan 40 años ellos mismos, sus padres tendrán 80. Si estos hijos tardíos se convierten ellos mismos en padres tardíos, pueden darse casos de dos personas de 40 años responsables a la vez de su hijo pequeño y de cuatro cua tro abuelos ancianos longevos. Es decir, de seguir las cosas como hasta ahora, parece que habrá cada vez más familias tardías en las que se concentra el cuidado de un mayor número de personas dependientes y necesitadas de cuidado en un menor número de cuidadores. ¿Cuáles serán las demandas que harán estas familias tardías al estado de bienestar? Probablemente pedirán ayuda para estas tareas de cuidado, sobre todo en relación con los familiares ancianos. La respuesta del estado de bienestar les afectará poderosamente. Si hace caso omiso a sus demandas, con la actitud de que el e l cuidado es asunto de la esfera privada, de que nadie te mandó tener un hijo tan tarde, las repercusiones sobre estas familias y, de forma especial, sobre las mujeres en ellas, será muy negativa. Pero incluso una respuesta en la línea de la Ley de Dependencia, que contempla remunerar al familiar que queda al cuidado de los dependientes, perjudica a las mujeres, al abocarlas a dejar deja r el mundo del trabajo y dedicarse a cuidar de sus niños y mayores. Si se elige otro camino, sin embargo, el camino que menciona Segalen en su artículo referente al caso de Francia, de promover activamente la igualdad entre hombres y mujeres y la conciliación real de trabajo y familia, a lo mejor se pueden resolver estos problemas sin perjudicar a nadie. Estas medidas podrían incluso reducir el número de familias tardías, al eliminar algunas de las razones por el retraso en la formación de la familia. Pero resolver los problemas del mundo no es, afortunadamente, nuestra tarea en la investigación que tenemos por delante. Nos conformaremos, de momento, con observar, preguntar y escuchar a las personas en estas familias tardías, para hacernos una idea de cómo funcionan las relaciones de cuidado en ellas. BIBLIOGRAFÍA 98
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INTRODUCCIÓN Anthony Giddens (2003: 51) afirma que hay un cambio global en la manera en que nos concebimos y formamos lazos con los demás, subraya que de todos los cambios en el mundo actual, los más significativos conciernen a nuestras vidas privadas, la sexualidad, las relaciones afectivas, el matrimonio y la familia. Y podemos agregar las cuestiones relativas a la reproducción humana, que hasta ahora se habían considerado tradicionalmente temas que pertenecen a la esfera privada de las personas, y en las que, por lo tanto, el Estado no debería intervenir a menos que se considerase que entran en colisión con otros intereses generales de la sociedad. Las actuales leyes sobre protección de la maternidad utilizan un concepto de maternidad esencialmente biológico, que se limita al período del embarazo, parto y lactancia. La maternidad, la reproducción y'el cambio en los modelos de familia, todo ello es asunto público y es necesario que formen parte de la agenda pública. La teoría feminista y el enfoque de género son fundamentales para esta investigación, ya que nos ayudan a responder a una mayor cantidad de variables y nos aportan conceptos que nos permiten politizar, poner de relieve que «lo personal es político» y por lo tanto la maternidad, la reproducción y todas sus consecuencias deben formar parte de la arena pública y política. De ahí que sea fundamental en este artículo inicial definir los conceptos claves que pueden servir de orientación y exponer de forma breve el estado de la cuestión. Nuestro proyecto se enmarca en el ámbito de reflexión reflex ión occidental y específicamente en el ámbito europeo. A largo plazo trataremos el objeto de estudio, que es la maternidad tardía, su marco ideológico y disciplinar, el ámbito de la representación o las epistemologías de la maternidad y los discursos políticos y médicos, entre otros. La hipótesis de partida es que la maternidad convierte a la mujer su cuerpo en objeto de un discurso público; discurso que a su vez está sujeto a narrativas y normas diversas, siempre partiendo del sujeto que decide ser madre como sujeto del discurso y nunca como objeto de un discurso disciplinario. Es necesario plantear las diferencias entre reproducción re producción y maternidad, y discutir asuntos tan relevantes como: ¿quién y cómo, en función de qué utilidad social o política se puede acceder o no a los derechos reproductivos? ¿La revalorización masculina de la maternidad incluye el momento reproductivo?, etc. 101
Ahora bien, este artículo pretende ser un punto de partida para el análisis de la maternidad en la formación de las familias tardías. Por lo tanto empezaremos por subrayar la importancia de incluir la perspectiva teórica del feminismo, que nos proveerá de un aporte conceptual, conceptual , no añadido, y que cumple el papel fundamental de visibilizar y analizar todas las posibles aristas de nuestra problemática que es la formación de familias tardías y todos los cambios que acarrean las mismas: En primer lugar, los cambios en los modelos familiares, las transformaciones de los métodos reproductivos y el cambio demográfico son todas cuestiones que involucran el tema de sexo-género. En segundo lugar, presentaremos un breve contexto teórico del concepto de maternidad y, finalmente, apuntamos una pequeña reflexión sobre la relación entre ciencia y género. TEORÍA Y CRÍTICA FEMINISTA La definición de Feminismo en el Diccionario de la RAE es la siguiente: a) doctrina social favorable a la mujer y b) movimiento que exige la igualdad de derecho entre hombres y mujeres'. Nos centraremos en el feminismo como teoría social, como teoría política pol ítica y ética. Pero ¿cuál es la relación entre teoría y práctica? ¿En qué medida puede sernos de utilidad para esta investigación la reflexión teórica feminista? En una entrevista Celia Amorós responde: «la función de la teoría feminista como toda teoría, ya lo dice su raíz griega, es «hacer ver». Pero la teoría feminista tiene la particularidad de que su hacer ver, es inseparable de un irracionalizar las relaciones jerárquicas entre los sexos en multitud de ámbitos, siempre des de una mirada crítica, y por ello la teoría feminista va íntimamente unida al feminismo como movimiento social, entendidos estos como «laboratorios culturales» que operan transformando la sensibilidad social ante determinados fenómenos: así, podemos llamar ahora actos de «violencia de género» a lo que antes se denominaba «crimen pasional», por ejemplo. Como ha señalado Celia Amorós en varias ocasiones, se trata de una verdadera transformación epistemológica y política a la vez, porque, a la vez que conceptualizamos estamos politizando, llevando a la arena are na pública, reivindicando, transformando, repensando repen sando (Amorós, 2005: 53). Las teorías feministas son teorías que racionalizan, dotan de conceptos y clarifican. Desde esta perspectiva el feminismo, como teoría práctica, repercute en la praxis social y académica concreta concret a y, como horizonte propositivo (o utópico) de referencia, nos permitirá proponer una visión epistemológica más amplia, igualitaria e inclusiva del objeto de nuestra investigación. Frente a la epistemología tradicional, donde el sujeto es una abstracción con facultades universales e incontaminadas de razonamiento y sensación, desde el 102
feminismo se defiende que el sujeto del conocimiento es un individuo histórico particular cuyo cuerpo, intereses, emociones emocio nes y razón están constituidos por su contexto histórico concreto, y este es relevantes para la epistemología. La relevancia del sujeto cognoscente implica que el conocimiento es siempre «situado» (Haraway, 1991), es decir, que está condicionado por el sujeto y su situación particular (espaciotemporal, histórica, social y cultural), y que los estándares de justificación son siempre contextuales. Nociones «como conocimiento, justificación y objetividad... se revolucionan y transforman» (González García, 1997; González García y Pérez Sedeño, 2002). LA DIVISIÓN PÚBLICO/PRIVADO Desde las premisas filosóficas de la modernidad y la constitución del sujeto moderno, la llamada segunda ola denuncia el control político - privado y público - de las dimensiones reproductivas y sexuales como la expresión más emblemática de su subordinación y desigualdad sexual. Por lo tanto, se exige la autonomía del cuerpo, el ejercicio de la sexualidad y la reproducción, el acceso a todos los medios de regulación de la fertilidad - incluyendo la despenalización del aborto-, etc. Con el lema de «lo personal es político», se inició una transformación en la manera de percibir los espacios de lo público y lo privado, priva do, repensando los límites y codificaciones de estas esferas para sacar al espacio público el ámbito de la reproducción, el espacio privado y doméstico sujeto a normativa política pero invisibilizado como asunto público político. De esa forma se sitúan en la agenda pública el cuerpo, la familia, el hogar, las relaciones rela ciones entre producción y reproducción, reproducci ón, etc. Desde esta perspectiva se exigen políticas públicas sobre la igualdad de oportunidades económicas, sociales, políticas, culturales, etc., leyes que tipifiquen la violencia machista, el reconocimiento jurídico de los derechos de parejas del mismo sexo, y de ma nera especial subrayarnos una normativa nueva y adaptada a nuestro tiempo de los derechos reproductivos y el acceso a la salud sexual y reproductiva. La teoría feminista hace hincapié en que se esencializan las jerarquías, las reglas y los mandatos socialmente diferenciados según sexo, por ello el cuerpo de la mujer pasa a ser un campo político disciplinado disciplinad o por inscripciones de subalternidad, complementariedad y objetivización a partir de complejos procesos sociales que lo identifican a la vez como medio y texto de cultura (Bordo, 1997: 90). SEXO Y PATRIARCADO COMO IDEOLOGÍA Uno de los ejes fundamentales de tal sistema es la división sexuada de roles y la consecuente división entre el ámbito doméstico y el ámbito público, pero desde mediados del xx, gracias a los movimientos vindicativos en pro de la igualdad, y utilizando la capacidad crítica de la filosofía, se están redefiniendo y renegociando 103
constantemente estos límites. El concepto básico del que partirnos es el patriarcado entendido corno la dominación ideológica. Aparece en 1970, cuando Keith Millet (Millet, 1995) acuñó el término de «patriarcado», o «estratificación de los sexos» o «sistema género-sexo. Es una categoría que señala un sistema de dominación de poder en un sentido amplio, imponiendo normas y ejerciendo ejercien do control social y político. La ideología, entendida en un sentido amplio, se define como un conjunto de creencias relacionadas unas con otras de manera coherente y nos habla del «deber ser» y ha de dar cuenta de su propia legitimidad. En el caso de ideología sexual, lo definimos como sistemas que explican cómo y en qué se diferencian los hombres de las mujeres. Particularmente la medicina ha sido el campo para el desarrollo de las ideologías sexuales y esta se presenta en los más variados ámbitos culturales. Hay áreas de la sociedad que siempre se controlan, estas constantes son el trabajo, el reparto de poder, y las prácticas sexuales, entre otras. El control de la sexualidad responde históricamente al interés por parte de las élites de varones en el traspaso de la propiedad privada institucionalizado en la familia. El control de la sexualidad afecta a hombres y mujeres, pero aunque la sexualidad masculina está también codificada, suele haber desventajas mayores en su aplicación sobre las mujeres que sobre los hombres. Las normas son la concreción de las ideologías, es «lo que esperarnos que suceda» en el ámbito de la acción personal. Estas actitudes se presentan a su vez corno normas, corno un «deber ser». Y son estas normas las que evalúan cuando una conduc ta es adecuada o inadecuada en función de roles o identidades sociales. Las normas sexuales son normas que regulan la conducta de las personas atendiendo al sexo, a lo que Millet llama l lama género. El hecho de nacer mujer, dentro del patriarcado, determina por ejemplo que no podrá acceder a determinados status sociales. Estas normas pueden o no estar codificadas pero son históricas, varían, y por lo tanto poseen una contingencia, se pueden y se deben redefinir y transformar constantemente. LA MATERNIDAD: BREVE CONTEXTO TEÓRICO Según H.Establier (2005) en Teorías de la maternidad en el contexto crítico español, la reflexión sobre la maternidad en España ha sido tardía y escasa y se inicia al menos una década después de que el debate estalle en Francia y EEUU. En los 70 aparecen los primeros textos cerrando filas contra la «mística de la feminidad» que tan brillantemente había descrito Betty Friedan (1974) en 1963. Según la autora se pueden distinguir tres momentos claves en el discurso de la maternidad en España: los primeros textos que enfocan el tema de la maternidad aparecen en los 80 después de la aparición del «feminismo de la diferencia» que 104
propone una ruptura radical con el orden patriarcal pa triarcal a través de un nuevo orden femenino. El debate en torno a la maternidad se debate en las dos últimas décadas del siglo xx en torno al debate diferencia vs. igualdad, pero la autora pone de manifiesto que en los últimos tiempos el debate ha dejado de girar en torno a la maternidad sí o no para centrarse en el estudio de las representaciones y construcciones discursivas en distintos ámbitos y contextos. Cabe señalar que en una búsqueda bibliográfica sobre el tema hoy en día encontramos pocos trabajos. Si bien hay publicaciones médicas, científicas y filosóficas sobre la reproducción, encontramos pocas sobre la maternidad en sí misma y menos aún con el enfoque de género. Ahora bien, a efectos de nuestra investigación, proponemos entretejer varios hilos argumentativos y teóricos: por un lado, centrar el análisis filosófico de la maternidad desde el punto de vista teórico del feminismo ilustrado o feminismo de la igualdad, a que este nos provee de todo un andamiaje conceptual como es el de los Derechos o la universalidad del sujeto, entre otros (Amorós, 1997), rechazando entre otras cosas el esencialismo que supone identificar mujer y maternidad. Brevemente podemos subrayar que la posición del feminismo ilustrado respecto a la maternidad es la de rechazar las concepciones tradicionales construidas por el patriarcado y algunos «cantos de sirenas» propuestos por diferentes sectores del movimiento feminista3. Por otro lado, atender a la teoría de la maternidad corno hecho construido y biológico, además de mantener un diálogo constante con las investigaciones recientes sobre técnicas de reproducción, ciencia y género. LA MATERNIDAD COMO CONSTRUCCIÓN CULTURAL Como pone de manifiesto Silvia Tubert (1996) en su libro Figuras de la madre desde las perspectiva feminista, se ha puesto de manifiesto que la ecuación mujer = madre no corresponde a ninguna esencia, sino que es más bien una representación producida por la cultura. La mayor parte de las culturas, cultu ras, en la medida en que se tratan de organizaciones patriarcales, identifican la feminidad con la maternidad. A partir de la posibilidad biológica - la capacidad reproductora de las mujeres - se instaura un deber ser, una norma, cuya finalidad es el control tanto de la sexualidad como de la fecundidad. No se trata de una legalidad explícita sino de un conjunto de estrategias y prácticas discursivas que, al definir la feminidad, fe minidad, la construyen y la limitan, de manera tal que la mujer desaparece tras su función materna, que queda configurada corno su ideal (Tubert, 1996: 7). La definición de la identidad femenina en función del ideal maternal es mistificadora. Lo femenino y lo maternal mantienen relaciones lógicas complejas porque la gestación tiene lugar luga r en el cuerpo de la mujer. El ejercicio de la maternidad maternida d supone la articulación del cuerpo en la cultura. La autonomía del sujeto femenino se encuentra limitada en su singularidad cuando su cuerpo pasa a ser lugar del origen de 105
otro ser humano; el dominio sobre el propio cuerpo - la maternidad voluntariamente elegida-, a su vez, se halla limitado en tanto aquel ha sido construido como cuerpo significante por las prácticas y discursos dominantes en la sociedad, a través del lenguaje y de los vínculos sociales (Tubert, 1996: 13). Tubert explica que el feminismo ha generado históricamente tres tipos de propuestas para abordar la cuestión de la maternidad. mat ernidad. La primera se construye sobre el rechazo de la identificación de lo femenino con lo materno que condujo a la afirmación de una existencia de la mujer con exclusión del papel de madre (De Beauvoir, 1981). La segunda se asienta sobre la transvaloración de la maternidad exaltada en lo imaginario pero desvalorizada en la práctica social, excluida del espacio público y desalojada de lo simbólico-, considerada como fuente de placer, conocimiento y poder específicamente femeninos (Rich, 1976 y Kristeva, 1997). La tercera, mantenida por la autora, que propone el análisis de la construcción de las distintas representaciones sobre la cualidad de madre y el proceso por el que ellas crean o configuran la realidad. Así, para Tubert «la maternidad es un conjunto de fenómenos de gran complejidad que no podría ser abarcado por una única disciplina: la reproducción de los cuerpos es un hecho biológico que se localiza, efectivamente, en el cuerpo de la mujer pero, en tanto que se trata de la generación de un nuevo ser humano, no es puramente un hecho biológico sino que integra otras dimensiones» (Tubert, 1996: 7 y sigs.). La construcción histórica de la maternidad como equivalente a la reproducción de la especie y como único sentido de la existencia femenina entraña una doble falacia, puesto que la categoría de madre no agota totalmente t otalmente a la de mujer y, por otra parte, la maternidad no incluye la totalidad de la reproducción, en tanto que la fecundidad de la mujer solo se realiza por la intervención del principio biológico masculino. Pero además de las condiciones biológicas de la reproducción sexuada, las condiciones sociales, económicas y políticas de la reproducción de vida social configuran la función materna: la división sexual del trabajo propia de toda estructura patriarcal, o al menos de la mayoría, establece que las mujeres, además de la concepción, gestación, parto y lactancia se ocupen casi en exclusiva de la crianza de los niños, que por otra parte no es reconocida como trabajo social soci al (Tubert, 1996: 8-9). Él orden simbólico de la cultura crea determinadas representaciones, imágenes o figuras atravesadas por relaciones de poder, de modo que el orden dominante es el resultado de la imposición de unos discursos y prácticas sobre los otros, articulada con el ejercicio del poder de los hombres-padres como grupo o colectivo sobre las mujeres como grupo social. Por tanto Tubert señala que en la medida en que se impone una voz, con sus definiciones, representaciones, ideales, se anula la expresión de otras voces que quedan, entonces, subordinadas, tal como lo están las prácticas sociales de las mujeres, se establece el monopolio de la producción de sentido, se 106
codifica el significado de las características anatómicas y funciones biológicas que, en sí mismas, no significan nada. Por tanto, las representaciones o figuras de la maternidad, lejos de ser un reflejo o un efecto directo de la maternidad biológica, son producto de una operación simbólica que asigna una significación a la dimensión materna de la feminidad, y por ello, son al mismo tiempo portadoras y productoras de sentido. Pero, a su vez, este sentido es producto de las luchas de fuerzas en juego de la sociedad y las culturas determinadas (Tubert, 1996: 10). La identificación de la maternidad con la reproducción biológica niega que lo más importante en la reproducción humana no sea el proceso de concepción y gestación, sino la tarea social, cultural, simbólica y ética de hacer posible la creación de un nuevo sujeto humano. La fertilidad de las mujeres tiene una duración limitada, un reloj biológico es un elemento fundamental, tiene un plazo determinado para afrontar su deseo de maternidad y esta elección acarrea un coste demasiado alto para ser sufragado solo por la mujer, siendo que se trata de una función social y que, sin duda, duda , la sociedad necesita del ejercicio de esta función, ese es un hecho real. REFLEXIÓN SOBRE CIENCIA Y GÉNERO Los estudios sobre ciencia, tecnología y género, si bien son heterogéneos, comparten el objetivo político de oponerse al sexismo y al androcentrismo que se refleja en la práctica científica. Es un tema fundamental para entender los nuevos procesos reproductivos, las nuevas maternidades maternidade s y su influencia en la formación de las familias tardías. La pregunta que debernos hacernos es en qué medida el desarrollo tecnológico contribuye a la liberación o a la opresión de las mujeres. Las posibles respuestas que subrayan el carácter inherentemente patriarcal4 de la tecnología occidental van desde el «tecno-optimismo» (e.g., Firestone, 1970), hasta el «tecno-pesimismo» y entre estos dos extremos encontrarnos posiciones adscritas al feminismo liberal (que asume la neutralidad de la tecnología), el ecofeminismo (que defiende que las mujeres están más cerca de la naturaleza y rechaza la tecnología masculina basada en la dominación de lo natural) o enfoques sociohistóricos (que se centran en el análisis de la construcción cultural de la tecnología corno masculina) (González y Sedeño, 2002). Investigar y comprender los discursos y las prácticas de la maternidad entendiéndola en un triple sentido: como campo simbólico, como función social y como componente de la subjetividad; y ante todo como construcción cultural e histórica. 107
La consideración esencialista de la maternidad corno una «función» primordial de las mujeres, por parte de los discursos morales y de las instituciones sociales en cada época, ha constituido en buena medida una constante histórica; sin embargo, las formas en que se ha concebido, imaginado y organizado dicha «función» han variado sustancialmente a través de los tiempos. Ahora bien, ante la formidable evolución que en tiempos recientes han experimentado la biotecnología, la biología y en especial las ciencias médicas, se abren un abanico de posibilidades para llegar a ser madres y/o padres. Para introducir en el debate la nueva nue va realidad basta con referirnos a ternas tan relevantes corno el alquiler de úteros para concebir un ser en cuya conformación genética no interviene la «madre de alquiler», las posibilidades abiertas con la fecundación médica asistida, los embriones, las células madres, etc. Dejando de lado todo esencialismo debemos preguntarnos por cuáles son las estrategias individuales y colectivas de los individuos - mujeres y hombres - que desean convertirse en progenitores en un momento dado de su vida. Siempre hablando de Occidente, la maternidad parece un valor en alza si nos fijamos en el boom de embarazos de modelos y actrices que ya no esconden sus barrigas, de presentadoras entradas en los 40 que deciden decide n tener gemelos, pero también de personajes famosos hombres y mujeres que «encargan» sus bebés a madres de alquiler, vientres sin rostro que cumplen la «función» de incubar el deseado bebé. Las estrategias y las posibilidades varían enormemente pero básicamente van en función de si se es hombre o mujer y del estatus económico. Una mujer de clase media o baja con más de 38 años en España difícilmente puede adoptar un bebé - las políticas adoptivas son más restrictivas con la edad de las mujeres que con la edad del padre-; no puede acceder a trata mientos de fertilidad de la sanidad pública; si puede, se tendrá que costear los tratamientos en la sanidad privada. CONCLUSIONES Si subrayamos la necesidad de tomar a la mujer como sujeto protagonista de actitudes, comportamientos y relecturas de las normas, bajo esta perspectiva, es necesario reconocer la maternidad como producto de la historia y de la ideología. La maternidad, a pesar de ser un hecho individual, debe encuadrarse y definirse también como un hecho social. El estudio de la maternidad institucionalizada en el ámbito de reflexión académica es importante porque se materializa públicamente. La maternidad como experiencia privada se mezcla y se entrecruza con la maternidad mate rnidad institucionalizada, institucionaliza da, demostrándonos, una vez más, que las fronteras entre lo público y lo privado son difusas y permeables. 108
Creemos que ya no es posible ni admisible buscar identidades femeninas, no se identifica tal supuesta identidad con la función biológica de la maternidad, pues, si bien es cierto que todas las madres (al menos por ahora) son mujeres, no todas las mujeres son madres o desean serlo. Rechazamos la mistificación o idealización de la maternidad. La identificamos, por el contrario, con la necesaria visibilización, teorización y politización de la maternidad como asunto público, sujeto a políticas públicas, a reconocimiento político, polít ico, etc., como un tema prioritario de interés político políti co social, ético y económico y no «simplemente» un asunto de mujeres, de familias o de parejas y de sus decisiones privadas sujetas al ámbito ámbit o privado. La redefinición del concepto de maternidad desde la perspectiva de género se encuentra con varios ejes problemáticos sobre los que intentará incidir, pongamos algunos ejemplos: •En España la incorporación de la mujer al mercado laboral ha retrasado de tal manera la maternidad hasta el punto de producirse la infertilidad «estructural» que intenta ser sustentada de diversas maneras, ya sea a través de la reproducción asistida o de la deslocalización de la maternidad, haciendo que sean las mujeres cuyo tiempo «vale menos» las que se encarguen de proveer bebé. •La necesidad de abordar la maternidad situada, histórica y culturalmente definida en constante cambio. •La decisión de la procreación en nuevos ciclos sociales de la vida: teniendo en cuenta la tendencia a alargar los diferentes períodos vitales (aumento de la etapa de la juventud, vejez en mejores condiciones, proyectos vitales que se logran con retraso..., etc.). •Él hecho de que se desee un hijo como bien de consumo. •Las diferentes formas de llegar a las familias de formación tardía por dos vías, o bien las técnicas de reproducción reproducció n asistida o la adopción. •Por otro lado, los parámetros que definen la maternidad tardía en torno a los 4050 años no es un fenómeno nuevo. Estadísticamente aún es poco significativa pero los embarazos tardíos y la tecnología de la l a procreación son factores que nos llevan a repensar la manera en que se forman las nuevas familias. •Los procesos de biotecnología reproductiva deben ser acompañados de perspectiva de género. •Los cambios demográficos van a ir en aumento y sin duda presionarán las bajas tasas de natalidad y sus consecuencias, con la consecuente revalorización de la reproducción. 109
BIBLIOGRAFÍA AmoRÓs, C. (2005), «La Gran Diferencia y sus pequeñas consecuencias... para las luchas de las mujeres», Ediciones Cátedra, Universitat de Valencia, Instituto de la Mujer. -(1997), Tiempo de feminismo, Madrid, Cátedra, Col. Feminismo. Boiwo, S. (1997), «The Body and the Reproduction of Femininity», en K.Conboy, N. Medina y S.Stanbury (eds.), Writing on the body. Female embodiment and feminist theory, Nueva York, Columbia University Press, págs. 91-110. DE BEAUVOIR, S. (1981), El segundo sexo, trad. de Pablo Palant, Buenos Aires, Ed. Siglo Veinte. EsTTBLIER PÉi z, H. (2005), «La teoría de la maternidad en el contexto crítico español», en S.Caporale Bizzini, Discursos teóricos en torno a la(s) maternidad(es): una visión integradora, Madrid, Ed. Entinema. FIRsTONE, S. (1970), The Dialectic of Sex, Nueva York, William Morrow. FIUEDAN, B. (1974), La mística de la feminidad, Madrid-Gijón, Júcar. GIDDENS, A. (2003), Runaway world: How globalization is reshaping our lives, Nueva York, Routlege. GONZÁLEZ GARCÍA, I. y PÉREZ SEDEÑO, Eulalia (2002), «Ciencia, Tecnología y Género», Revista iberoamericana de ciencia, tecnología, sociedad e innovación, 2, enero-abril, Ed. OEI. Edición electrónica: http://wwwoei.es/revistactsi/ numero2/varios2.htm GONZÁLEZ GARCÍA, M. I. (1997), «Reacción y proyección de la epistemología feminista», Boletín de la Sociedad de Lógica, Metodología y Filosofía de la Ciencia en España 13. HAms, M. (1996), Antropología cultural, Madrid, Alianza, http://e-mujeres. net/sites/ default/files/El%20feminismo%filosófico%20en%20España.pdf KRISTEVA, J. (1997), «¿La femme, ce n'est jamais ca?», en Polylogue, París, Aux Editions du Seuil. LEóN HERNÁNDEZ, L. S. (2008), «La teoría filosófica feminista en Europa: Celia Amorós y Amelia Valcárcel», Isegoría, 38 (Feminismos. Nuevas tendencias, coord. Concha Roldán Panadero CSIC), págs. 197-203. MILLET, K. (1995), Política sexual, traá de Ana María Bravo García, Madrid, Cátedra. 110
RICH, A. (1976), Of Woman Born: Motherhood as Experience and Institution, Nueva York. TUBERT, S. (1996), Figuras de la madre, Madrid, Cátedra, Feminismos.
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ANA M.a RIVAS Universidad Complutense de Madrid M.a ISABEL JOCILES Universidad Complutense de Madrid
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INTRODUCCIÓN Durante el período 2008-2009 realizamos una investigación etnográfica, centrada en la Comunidad de Madrid, sobre las madres solteras por elección (a partir de ahora MSPE)r, mujeres que han optado por la maternidad en solitario - sin pareja - a través de la reproducción asistida, las relaciones sexuales con fines reproductivos y la adopción. El proyecto llevaba por título: «Ma dres solteras por elección: Proyectos familiares y políticas públicas» y una de las hipótesis de partida del proyecto era que las familias monoparentales por elección desarrollan estrategias específicas (de conciliación de la vida laboral, familiar y personal, económicas, socio-educativas, de ocupación del tiempo libre tanto personal como de los hijos/as, etc.), unas veces porque no cuentan con entornos sociales sociale s que les posibiliten desplegar las mismas a las que acuden acuden otras familias monoparentales (sobre todo las ligadas a las las redes familiares), familiares), otras veces porque excluyen expresamente este tipo de estrategias estrategias de sus proyectos familiares y vitales, y más frecuentemente frecuentement e porque la valoración moral de la maternidad sin vínculo de pareja así como la deslegitimación de demandas para hacer frente a una situación «elegida» dificultan, cuando no impiden, que las puedan desarrollar. Como consecuencia, se generan en este colectivo formas de conciliación novedosas corno, por ejemplo, comunidades virtuales (foros, listas de distribución, blogs...) y kedadas (encuentros presenciales), a través de las cuales cua les circula información, recursos, servicios... que acaban configurando redes de apoyo y de amistad independientes de las familiares, para la organización y disfrute del ocio/tiempo libre y para reforzar una identidad que no goza de una aprobación moral generalizada. En el contexto de la investigación cualitativo-etnográfico con que dotamos de base empírica al estudio, realizamos 52 entrevistas cualitativas a madres solteras por elección: 33 de ellas son mujeres que han adoptado o están en proceso de adopción (en 32 casos internacional y en 1 nacional), 16 han acudido a la procreación asistida, 2 de las cuales han hecho (o están haciendo) también uso de la adopción para tener a su segundo hijo, y 3 han recurrido a la fecundación sexual con «donante conocido». Asimismo, en el período de duración de la investigación, hemos recogido datos mediante observación sistemática en diversos foros de Internet creados por y para 113
ellas: especialmente, en los denominados Madres Solteras por Elección y Adoptarsiendosoltero; hemos acudido a encuentros de carácter informal entre grupos restringidos de MSPE que son amigas/conocidas, así como a diversas kedadas, reuniones presenciales de algunas de estas comunidades virtuales, realizando observación participante durante las mismas y, de un modo más continuado, en las organizadas por Adoptarsiendosoltero y Adoptanepal, pues esta última, aunque abierta a todo tipo de familias que han adoptado o están adoptando en Nepal, es frecuentada de manera casi exclusiva por monoparentales. Firralrnente, hemos recopilado información documental derivada de diversas fuentes: manuales de evaluación de la idoneidad y de formación de padres adoptivos, dirigidos a los profesionales de la Comunidad de Madrid que trabajan en el ámbito de las adopciones internacionales, así como a blogs y webs2 creadas por MSPE residentes en este ámbito territorial. Las MSPE que hemos entrevistado han sido las que se han definido a sí mismas como tales al responder a nuestra llamada de contactar con mujeres que fueran o estuvieran en camino de convertirse en madres solteras por elección, es decir, las que se han autoidentificado o han sido identificadas de esta manera por otras. Si analizamos el perfil que presentan las 52 entrevistadas de nuestro estudio, nos encontramos ante un colectivo de mujeres que, en su mayoría, se convierten en madres a edades maduras - por lo general, entre los 35 y los 45 años-, tienen un alto nivel académico, son económicamente solventes y se inscriben en las clases mediasaltas, características socioeconómicas ya resaltadas por otras investigaciones (Jordana, 2007; González, Jiménez, Morgado y Díez, 2008). Todas ellas comparten además otro conjunto de rasgos que nos permiten conocer la definición que de sí mismas elaboran en cuanto MSPE y que nos han permitido también delimitar conceptualmente el universo de nuestra investigación; un universo que, con todo, está conformado no solo por las MSPE que han sido entrevistadas, sino asimismo por otras que frecuentan espacios (virtuales y presenciales) que les están específicamente destinados. En el caso de las MSPE españolas y, por consiguiente, de las madrileñas, los dos espacios virtuales que las agrupan son los foros, ya mencionados, de Madres solteras por elección (http://groups.msn. com/madresoltera) com/madresolt era) y Adoptasiendosoltero (http://es.groups.yahoo. com/group/ adoptarsiendosoltero)3. El primero se orienta a cualquier mujer que elija o haya elegido de manera planeada la maternidad en solitario, aunque - de hecho - la mayoría de sus miembros/participantes han acudido a la reproducción asistida, de modo que la sección de «Adopción», que forma parte de las secciones (canales o paneles) del mismo, tiene muy escaso movimiento. En cambio, el segundo - como se desprende de su propio nombre - está dirigido únicamente a las mujeres (y hombres) que adoptan. 114
La creación y participación en estos foros forma parte de las estrategias específicas de conciliación que desarrollan las MSPE, cuyas circunstancias personales y sociales difieren del resto de familias con hijos: en primer lugar la edad a la que acceden la mayoría de ellas a la maternidad - entre 35 y 45 años como ya se ha indicado implica que muchas veces no se pueda contar con la red familiar por la edad avanzada de los padres, ni con la red de amigos quienes de tener hijos, estos estarán a en una etapa de su ciclo vital - preadolescentes, adolescentes - con demandas muy diferentes a las de los niños de las MSPE; en segundo lugar, la opción por la maternidad en solitario representa para ellas otra experiencia de emancipación y autorrealización, junto con la profesional/laboral, que afirma su imagen de mujeres autónomas e independientes y, por tanto, autosuficientes a la hora de sacar adelante sus proyectos familiares y vitales; y por último, porque su elección de ser madres en solitario sin vínculo de pareja, al desafiar la moral familiar basada aún en el modelo biparental, les quita legitimidad legiti midad a la hora de recurrir, en caso de que quisieran, a las estrategias que desarrollan la mayoría de familias convencionales. «¡DE REPENTE SOMOS UNA FAMILIA!» Los foros, como comunidades virtuales - también presenciales como veremos más adelante-, representan un espacio de encuentro en el que las MSPE se ven identificadas plenamente, en la medida que su estructura recoge todas las etapas que comprende su proceso, desde que empiezan a pensar en la posibilidad de ser madres en solitario hasta la incorporación del niño/a - sea adoptado, por reproducción asistida o con donante conocido-, incluyendo también el período posterior, que en el caso de la adopción se materializa en la apertura de paneles de postadopción y, en los otros casos, de categorías según grupos de edad: «niños de 0 a 2 años», «niños de 3 a 5 años», «niños de 6 a 12 años», sin contar con la sección «el segundo hij@», presente a en estos foros. Es decir, se trata de espacios que abarcan el antes, el durante y el después de la experiencia de ser madre, por lo que es raro que una participante no encuentre a alguien que no esté pasando por su misma situación: Todavía no he entrado (al panel de crianza del niño), porque yo hasta que realmente no tenga yo ya mi embarazo... Yo seguiré luego por partes. Pues ya me meteré en embarazo... Entonces, según las fases en las que estoy, si tengo que pasar a FIV, al otro canal, pues, pasaré. O sea que vas un poco leyendo... poco a poco. Yo leo dos paneles: el de FIV y el de INSE (-¿El de?) El de FIV, el de in Vitro y el de las inseminaciones. O el de pruebas, por ejemplo. Como luego además se guardan un montón de tiempo, pues, vas dando marcha atrás y vas viendo gente que le ha pasado lo que a ti (Salomé, 35-40 años, divorciada, estudios universitarios, profesora instituto, reproducción asistida en proceso). La funcionalidad de estos foros consiste, sobre todo en las etapas iniciales de estos 115
proyectos familiares monoparentales, monoparentale s, en la información práctica que se encuentra en en ellos y que transforma un campo dominado por el conocimiento de los expertos en un ámbito accesible a toda persona que se esté planteando cualquiera de las opciones disponibles para ser madre en solitario, practicando la socialización del conocimiento a partir de la experiencia. Así, para el caso de las que optan por la adopción, se cuenta con información sobre las instituciones que intervienen en el proceso para lograr el certificado de idoneidad, los cursos de formación, el estudio psicosocial, las ECAIs4, los países que aceptan monoparentales, las motivaciones legítimas e ilegítimas para la adopción desde el punto de vista profesional, trámites, viajes, cuestiones legales, protocolos, etc.; respecto a la postadopción, postadopc ión, los temas tratados hacen referencia a la cuestión de los orígenes, el racismo del que pueden ser objeto los hijos, los factores de riesgo en los re-abandonos, etc. Para el caso de las que van por procreación asistida, la información comprende tipos de tratamientos, clínicas, precios, pruebas médicas, ayudas públicas, cuestiones legales, etc. He preguntado muchas dudas, la última vez fue después del viaje, que dije a ver cómo es esto de la familia, cómo reclaman la tutela y tal, y rápidamente recibí las respuestas... (Amparo, 45-50 años, soltera, estudios universitarios, traductora, adopción en proceso en Rusia). Pero además de información, estos espacios virtuales desempeñan una importante función psicológica, la de compartir sentimientos y emociones, común a otros foros, pero más apreciada si cabe, en el caso de las MSPE, habida cuenta que se decantan dec antan por modelos familiares minoritarios y no es fácil encontrar, encont rar, en sus entornos cercanos, posibilidades de encuentro y/o de comunicación co municación de ideas, perspectivas o experiencias experi encias similares: El foro ayuda mucho. El foro ayuda muchísimo, porque con mis amigas... Ellas no lo han pasado. Eso es lo que marca la diferencia. Si no has pasado por un tratamiento de reproducción asistida todo te suena a chino, no entiendes lo que te pueden contar... y yo cuento, y entonces... En el momento en que has pasado por reproducción asistida, sabe perfectamente perfe ctamente esa persona lo que le estás contando, y ya lo ha pasado. Y ya sabe ella y te entiende perfectamente. Por eso digo que el foro ayuda muchísimo, porque estamos pasando todas por lo mismo (Kora, 35-40 años, soltera, estudios universitarios, trabajo en consultoría, reproducción asistida en proceso). Pero aparte de compartir - en el sentido de poner en común - las dificultades, los contratiempos, las dudas, las preocupaciones, las alegrías..., hay un acompañamiento emocional, vital, que se traduce en un seguimiento pormenorizado de los avances y retrocesos durante los procesos personales de adopción o de procreación asistida. Las participantes no son simples lectoras de los mensajes mensaj es que aparecen, sino que con sus intervenciones demuestran la existencia de un vínculo especial que las une y que las 116
convierte en una «familia»: Yo creo que el foro cumple una función fundamental de apoyo. Y que te sientes... Es muy curioso, a mí no me había pasado nunca esto, ¿no? ¡De repente somos una familia! Es virtual, pero al mismo tiempo tiene su parte que deja de ser virtual, ¿no? Entonces, el hecho de compartir tantas cosas... que compartimos todas ¿no?, desde el tratamiento, hasta las que queremos ser madres y hacerlo solas... Tantas cosas que, claro, te hace sentir como si fuera una familia. i (Kora, 35-40 años, soltera, estudios universitarios, trabajo en consultoría, reproducción asistida en proceso). Es decir, un sentimiento que hace que se preocupen, que estén pendientes unas de otras, que esperen noticias, que soliciten estar al corriente de los acontecimientos y, sobre todo, que se sepa que están ahí para cuando se las necesite. Sirva de ejemplo la respuesta de una de las participantes del foro Adoptarsiendosoltero ante las dificultades que estaba teniendo otra participante con el acogimiento de una niña: 0. (nombre de la destinataria del post), el no quererte ver probablemente también forma parte del proceso... ella tiene que aprender a gestionar y administrar todas las novedades y emociones de su vida, seguramente está muerta de miedo por todo lo que va a perder y por empezar una vida nueva que no sabe cómo será, imagínate la cantidad de preguntas y de miedos que la rondan, por mucho que le hayan explicado... es un cambio brutal y es muy difícil para cualquiera. Si cuando esté en casa tienes un rato, escríbenos a ver cómo os va. Respira hondo, ármate de paciencia, prepárate para cualquier reacción, date tiempo y pide tanta ayuda como necesites. Un abrazo enorme a las dos (Adoptarsiendosoltero, 23 de septiembre de 2010). En las respuestas a una MSPE que lleva tiempo intentando tener a su segundo hijo por reproducción asistida, se puede apreciar apreci ar igualmente el tipo de lazos que une a estas mujeres: Bien!! ya estamos en marcha!! un beso enorme, te seguimos... (Mamasolteraxelecczon, 26 de agosto de 2010) Te tengo todo el día en la mente desde que me he enterado del negativo, pero ahora que he visto que has escrito un poco más, te veo un poco más animada. Eres muy fuerte. Ya estás pensando en otra transfer! Te admiro y no se de dónde sacas las fuerzas! un beso muy grande (Mamasolteraxeleccion, 24 septiembre 2010). Mucha suerte!!! Me alegra que recuperes la ilusión. Cruzamos los dedos para que esta sea la definitiva (Mamasolteraxeleccion, (Mamasol teraxeleccion, 30 octubre de 2010). La experiencia de estar siendo cuidada y apoyada por todo el grupo conectado a su 117
panel de discusión se hace evidente en e n su respuesta de reconocimiento y agradecimiento: «Lo primero gracias por estar atentas.... y ya paso al relato... (Maznasolteraxeleccion, 6 de septiembre de 2010)». La experiencia acumulada y transmitida en los foros explica también la labor de asesoramiento que se realiza a través de ellos, así como la seguridad y confianza que esta genera en las mujeres que la solicitan. La petición de consejos va desde cuestiones prácticas del día a día hasta otras que se refieren a las posibles dificultades derivadas de optar por un donante conocido, pasando por cuestiones como qué relación hay que mantener con la escuela o qué hacer en el día del padre. Lo que en otras situaciones se preguntaría a la madre, la hermana, la cuñada o la amiga con hijos - trámites, papeleos, decoración de la habitación del niño/a, ropa para el bebé, cremas, lociones, geles, colonias, pañales, carritos, etc. - se plantea en estos espacios, rompiendo la transmisión de conocimientos y prácticas relacionadas con el acceso a la maternidad y con la organización de los cuidados infantiles por las cadenas femeninas tradicionales. No es por ello extraño encontrar paneles de discusión dedicados a las «Compras», pero también al «Intercambio» de ropa, utensilios de bebés, medicinas, cunas, capazos, portabebés, sillas, ropa de embarazada, embaraz ada, juguetes, etc. Es decir, lo que habitualmente se realiza entre parientes (hermanas, cuñadas...) que, al coincidir en su ciclo vital, intercambian objetos y ropas de sus respectivos hijos, las MSPE lo llevan a cabo, si bien no de manera exclusiva, entre pequeños grupos de madres que mantienen un estrecho contacto entre sí fuera de los espacios virtuales, en encuentros cara a cara pero que han tenido su origen en los primeros. Los encuentros presenciales de las MSPE que participan en los foros adquieren diversas formas, ámbitos (local, autonómico, estatal...), funciones, etc. Están, por un lado, los que se conocen como kedadas, es decir, reuniones periódicas y abiertas a toda la comunidad virtual, para las que eligen un lugar donde pasar un día o fin de semana juntas con sus hijos/as. Pero, por otro lado, también hacen reuniones de pequeños grupos que viven en una misma ciudad o comunidad autónoma, aut ónoma, y organizan actividades lúdicas semanales, mensuales, de fin de semana... para el tiempo libre de sus hijos/as, incluidas las vacaciones de verano. Este tipo de redes sociales se utiliza asimismo para cuidar de los niños/as y facilitar de este modo la vida social de las madres. Se trata de prácticas que van estrechando los vínculos entre las MSPE, dando origen a grupos de amigas que aportan un complemento al (en algunos casos, incluso un sustituto del) apoyo afectivo y material que suele proporcionar la red familiar. El recurso a estas redes sociales no es uniforme en las MSPE, dependiendo de su situación familiar. Lo mismo ocurre con respecto al cuidado de los niños/as en horario laboral, puesto que dependiendo de las circunstancias personales y familiares de cada una, pueden recurrir a los parientes más cercanos (normalmente la madre), a 118
un servicio remunerado, a bancos del tiempo, o bien no comienzan su proyecto familiar hasta no tener las condiciones laborales idóneas para compaginar el cuidado del hijo con su trabajo remunerado. «ES COMO SALIR DEL ARMARIO» Los vínculos socio-afectivos que se generan a partir de estos espacios virtuales y presenciales convierten a estos foros en comunidades comuni dades de aprendizaje y de formación en el camino a la maternidad. Al poner en común sus vivencias, las MSPE van acumulando y originando una historia colectiva sobre el proceso de devenir madre, de aprender a ser madres, que, en este caso, no se transmite de modo intergeneracional de madres a hijas - sino entre iguales. Este aprendizaje se ve reflejado en los foros con paneles que van indicando, a modo de acompañamiento ritual, las etapas por las que tienen que transitar las neófitas: «Tomando la decisión», «Pensándomelo», «Preocupaciones laborales», «¿Cómo le cuentas a tu familia?», «¿Y el papá?», «Hablando a tu hijo», «Hablando con otros niños», «El Preescolar», «Los cuidadores», «El segundo hijo», «En busca de la maternidad», «Adopción», «Embarazo y parto», «Alimentación», «Familia marental», «Relaciones sociales y ocio», «Manifestaciones artísticas y culturales sobre la maternidad». En esta iniciación, las propias administradoras de uno de los foros (Madres Solteras por Elección de MSN) asumen el rol de veteranas recomendando mediante uno de los paneles, titulado «Comenzar por aquí», aquí» , el recorrido a seguir en el camino a la maternidad para que las recién llegadas no se pierdan. Podríamos decir que asumen, en nombre del colectivo, el papel de «doulas» 5. Pero esta iniciación no solo comprende introducirse en las etapas que van a recorrer en su viaje a la maternidad, sino la inmersión en lo que no deja de ser una propuesta, coherente y sistemática acerca ac erca de qué es la monoparentalídad por elección ele cción , por tanto, acerca de quiénes y cómo son quienes han optado por ella. A las funciones de información, acompañamiento emocional, apoyo mutuo y aprendizaje moral, hay que añadir el papel central que desempeñan estos foros en la construcción de la identidad de las MSPE como colectivo y en la legitimación de sus opciones familiares. La constitución de una conciencia de pertenencia a una comunidad se va generando a través de los debates que giran en torno a temas y cuestiones fundamentales para su autodefinicíón y autoidentificación. La primera es la de su nombre: ¿cómo llamarse?, ¿madres solteras por elección?, ¿madres solas?, ¿familia marental?, ¿monoparentales?, ¿monomarentales?, ¿quién es madre soltera por elección?, ¿qué tienen en común con otras monoparentales y en qué se diferencian?...; esto último debido a que la construcción de una identidad colectiva y de pertenencia a una comunidad pasa por distinguirse no solo de la familia convencional biparental, sino también de las otras familias monoparentales. La segunda cuestión es la ausencia del padre: cómo abordar este tema con los hijos/as, con su entorno más inmediato 119
(familia extensa, amigos, escuela) y con el entorno más amplio (medios de comunicación e instituciones políticas), y qué estrategias desplegar de cara a su desproblematización y normalización (Jociles y Rivas 2010). La tercera cuestión es el trato discriminatorio que reciben respecto a otras familias cuando se trata de solicitar ayudas públicas, puesto que el nivel de ingresos requerido para acceder a estas es tan bajo que raramente se encuentran entre ent re las posibles beneficiarias, lo que a veces las deja en una situación paradójica: si bien no pueden acceder a las subvenciones públicas por sobrepasar los ingresos exigidos, tampoco disponen dispon en de los medios necesarios corno para cubrir los gastos de servicios privados (sean escuelas infantiles, atención domiciliaria, etc.). Desde los foros contribuyen de modo cooperativo a aportar recursos y materiales con los que explicar a sus hijos/as la singularidad de su familia: la no existencia de un padre en el caso de las MSPE que han optado por la vía de la reproducción reproducc ión asistida o del donante conocido, y/o la existencia de otra familia en su país de origen en el caso de las MSPE que han ido por adopción. De este modo, también dotan de recursos a sus hijos/as para cuando tengan que dar cuenta a otros de su tipo de familia. En eso me ha ayudado mucho el foro, porque incluso yo, hasta cierto punto, no me lo había planteado hasta que empecé a leerlo en el foro. Y las chicas decían que lo explican como un cuento que se les puede contar desde pequeñitos, o sea, tampoco esperar a que el niño te lo pregunte preg unte de repente: «¿Y por qué no tengo papá?». No. Entonces, desde pequeñito, pues inventarte invent arte un cuento. Hay un cuento muy bonito, que lo escribió Mamáfeliz (nick de una administradora de dicho foro), que le explica a su hijo: «Mira, ¿sabes cómo crece una flor?, ¿qué necesita una semillita para crecer? Pues, lo mismo: mamá encontró un médico muy bueno para que le pusiese una semillita, y de esa semillita naciste tú. ¿Y esa semillita dónde se encuentra? Pues, en los bancos. ¿Qué bancos? Pues, bancos hay: bancos de dinero, bancos de sangre... Pues de un banco de semillitas...». Entonces, hacer un cuento para que él desde pequeño vaya creciendo en una comprensión compre nsión normal, en una normalidad, de que no tenga un padre (Kora, 35-40 años, soltera, estudios universitarios, trabajo en consultoría, reproducción asistida en proceso). La reflexión permanente sobre estos ternas que los foros propician y el sentimiento de pertenencia a una comunidad que generan los convierten en plataformas reivindicativas para defender y visibilizar la opción familiar de estas mujeres, así corno para denunciar y luchar contra el trato discriminatorio que ellas perciben y constatan respecto a otras formas familiares. El trabajo reivindicativo y de visibilización del colectivo se intensifica a partir de 2007 con la creación de la «Asociación de Mujeres Solteras por Elección», de carácter estatal, cuyos fines son: 120
1.PROMOVER nuestra asociación para dar a conocer un nuevo tipo de familia en la sociedad, y sensibilizar a esta para que la maternidad en solitario sea aceptada corno una opción responsable de la mujer, que se ha realizado de forma libre y voluntaria independientemente de su estado civil. 2.SER UN GRUPO DE APOYO con un denominador común que sirva como intercambio de experiencias e información para todas aquellas mujeres que deseen llegar a la maternidad en solitario. 3.PONER EN MARCHA todos aquellos proyectos con los cuales se beneficie y ayude a las Madres sin pareja. 4.DAR A CONOCER en la sociedad la definición de familia monoparental para familias que tengan un solo progenitor. 5.COORDINAR y llevar a cabo actividades con otras Asociaciones y entidades similares. 6.REIVINDICAR de diversos Organismos públicos y/o privados que se atiendan las necesidades específicas de nuestro tipo de familia, ya sean sociales, educativas, sanitarias, etc. (Página web: www.madresolterasporeleccion.com). Esta asociación se ha hecho cargo de la representación de las MSPE, en el doble sentido del término puesto que, por un lado, se ha erigido en responsable de la defensa de sus intereses y, por otro, se ha ocupado de incidir en la imagen social que se está generando acerca de este modelo familiar, así como de difundirlo y visibilizarlo, canalizando las noticias y reportajes que los medios de comunicación dedican al tema: Pues, hombre (lo que buscamos con la asociación es), difundir este tipo de familia, para que la sociedad lo acepte mejor, y servir de apoyo también a otras madres en esta situación y tal. Y, bueno, sí, algunos de los objetivos se cumplen, la verdad, porque sí, porque hay mucha prensa, mucha televisión... que se hace constantemente reportajes, y es la asociación la que más o menos canaliza la demanda que hay de esto ¿no? Pero, vamos, poco a poco, porque también lleva poco tiempo, y una cosa así lleva tiempo (Carmina, 40-45 años, soltera, estudios universitarios, profesora, 1 hija de 0-5 años por reproducción asistida). En el caso de las MSPE que han seguido la vía de la adopción, también han protagonizado acciones reivindicativas reiv indicativas ante el trato diferencial dife rencial que reciben en tanto que madres o futuras madres solteras, sobre todo con ocasión del cierre de algún país concreto a los expedientes de mujeres solas y del intento de que continuasen tramitándose, al menos, los que ya estaban en curso. Es lo que sucedió en 2007, ante el cierre de China, y a finales de 2008, con el de Etiopía. 121
Y luego me dieron el Cl (certificado de idoneidad) en diciembre del 2006, y a la semana China decide que ya no quiere monoparentales. Y entonces, pues, nada, al principio un disgusto impresionante, me puse a mirar otras opciones que hay por varias ECAIs, miré otros países... Y un día, pues, decidí que no, pues, que no me iba a resignar y a tirar la toalla. Total, que me puse a remover Roma con Santiago, y entre otras dos chicas, que conocí en el foro precisamente, pues, decidimos que íbamos a intentar intenta r ir a China como fuera. Total, que me puse a escribir a todo el mundo: desde el ministro de Administraciones Públicas, que yo había trabajado con él, que nos atendió, ¿sabes?, muy amablemente y tal, hasta... llegué a hablar con el embajador de España en China. Y les escribimos una carta. Bueno, de todo. Que, vamos, yo me negaba, ¿sabes?, a que después de todo el tiempo que llevaba esperando, que ahora de repente y por una semana, me dijeran que no. [..1 Y al final, pues, nos dijeron que los que estábamos en el cupo de Madrid de ese año, los que teníamos ya el C.I. para China, que sí que entrábamos; los que no lo tenían, pues no (Lidia, 35-40 años, estudios universitarios, secretaria, adopción en proceso en China). En todo caso, tanto las acciones reivindicativas del colectivo corno su visibilización a través de los medios de comunicación, corno las acciones en pro del mismo que, en general, ha desarrollado la asociación o corno la propia existencia de los foros on-line han abocado en una especie de «salida del armario» de esta opción familiar que, entre otras cosas, ha propiciado - corno asegura Eulalia en el siguiente verbatim - que mujeres que «fantaseaban» con ella «pero no se atrevían» a emprenderla, después sí lo hayan hecho. Se nos van uniendo mujeres a través del foro, que les ha cambiado la vida saber que existimos porque, claro, lo fantaseaban pero no se atrevían, pensaban que iban a estar solas y de repente nos han encontrado. enc ontrado. Y nada muy contentas. Luego salió un artículo en El País, pues como... o sea, fue como salir del armario (Eulalia, 35-40 años, soltera, estudios universitarios, mundo del espectáculo, 1 hijo de 0-5 años por reproducción asistida). CONCLUSIONES El terna que hemos abordado es el de los foros o comunidades virtuales constituidos por las madres solteras por elección, entendidas estas últimas corno aquellas que han iniciado de manera planeada y deliberada una familia monoparental. Hemos analizado dos de estos foros activos en España durante el período en el que llevarnos a cabo nuestra investigación: Adoptarsiendosoltero, en el que participan mujeres (y hombres) que han optado por la vía de la adopción internacional y Madresolterasporelecczon, que agrupa a aquellas otras que han escogido la vía de la procreación asistida con donante donant e anónimo o la fecundación sexual con donante donant e conocido. Dichos foros representan un lugar de encuentro entre iguales que, entre 122
otras cosas, les permiten transmitir y conseguir información valiosa para sus proyectos familiares, encontrar apoyo emocional emoci onal por parte de otras mujeres que comprenden sus problemas, estados de ánimo y objetivos, algo fundamental al tratarse de un colectivo con un modelo familiar minoritario y, por tanto, con ninguno o escasos referentes en su entorno inmediato, o servir de plataforma para la creación de redes sociales y para la celebración de kedadas. Han promovido, en un caso, la creación de una asociación de MSPE, cuyo objetivo principal es la defensa y visibilización de su modelo familiar y, en otros, han sido el punto de arranque de acciones reivindicativas de carácter puntual para hacer frente a resoluciones administrativas discriminatorias (excluirlas de la posibilidad de adoptar en algunos países, por ejemplo). Estos foros tienen - además - un papel central en la construcción de la identidad de estas mujeres, así como en la constitución de una conciencia de pertenencia a una comunidad de MSPE; comunidad que integra de forma compleja lo presencial y lo virtual. En suma, saliéndose de los cauces tradicionales, las MSPE han sido capaces de desarrollar estrategias novedosas con las que enriquecer y aumentar sus recursos de cara a hacer posible un proyecto familiar aún minoritario, pero muy deseado y meditado en su caso. BIBLIOGRAFÍA GONZÁLEZ, M.' M., et ál. (2008), Madres solteras por elección. Análisis de la monoparentalidad emergente, Madrid, Instituto de la Mujer, Secretaría General de Política de Igualdad, Ministerio de Igualdad. JociiES, M.' I., RIVAS, A. M.' (2010), «¿Es la ausencia del padre un problema? La disociación de los roles paternos entre las madres solteras por elección», Gazeta de Antropología 26-1, http://www.ugr.es/ -pwlac/G26_04lsabel,Jociles-AnaMaria_ Rivas. html. JORDANA, Ó. (2007), La maternidad voluntariamente sola en Barcelona: una aproximación antropológica, Tesis doctoral inédita, Departamento de Antropología Social, Universidad de Barcelona. ALFREDO FRANCESCH Dpto. de Antropología Social y Cultural Facultad de Filosofía UNED
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UEVAS UEVAS FORMAS DE FAMILIA Hace ya algunas décadas que David M.Schneider (2008 [1972], 1984) planteó 1984) planteó el fin de la antropología del parentesco, sobre la base de un vicio de origen: su naturaleza naturaleza fatalmente etnocéntrica. Pero lo cierto es que el fin de la antropología antropología del parentesco parentesco parece haber seguido el mismo destino que el fin de la historia, historia, propuesto por Francis Francis Fukuyama en los años 80, o el recurrente fin de la novela o del del teatro, que recuerdo inminente recuerdo inminente desde mi adolescencia. Los vaticinios de Schneider están están muy lejos de haberse haberse cumplido. Creo que esta misma publicación puede dar fe de que estos vaticinios vaticinios no pasan casi nunca de lo abracadabrante. Sin embargo, embargo, no es mi intención juzgar las habilidades proféticas de Schneider. Schneider. Más bien lo bien lo es partir de sus propios postulados y reconocer que bien podemos podemos aceptar, como como mínimo, la existencia de algo que podemos denominar «parentesco» «parentesco» en nuestros sistemas socioculturales - lo que llamaremos, a falta de término mejor, «occidente»-, «occidente»-, que no hay por qué proyectar a manifestaciones culturales a jenas. Este reconocimiento reconocimiento es consecuencia necesaria e inevitable de seguir los planteamientos planteamientos de Schneider Schneider (1980 [1968]), basados en su propia investigación en Estados Estados Unidos. Schneider Schneider determinó que, en la cultura estadounidense, se considera pariente pariente a alguien bajo, bajo, al menos, uno de los dos requisitos siguientes, o ambos a la vez: una sustancia biogenética sustancia biogenética compartida y un código de conducta de corte solidario, solidario, difuso y perdurable, perdurable, con características algo vagas («amor» es un rótulo frecuentemente frecuentemente empleado empleado para este código de conducta, lo que - en mí opinión - pone muy muy en claro su vaguedad). vaguedad). Este doble criterio se fundamenta en el coito heterosexual con fines con fines procreativos. procreativos. Estos planteamientos fueron objeto de revisiones críticas no carentes de acierto'. La pretendida familia estadounidense venía más bien a ser blanca, anglosajona, protestante y de clase media, lo que dejaba al a l margen de todo análisis un buen número de variedades conyugales, familiares y de filiación. Con todo, a mi parecer el modelo propuesto apunta a lo fundamental. El imaginario social y cultural de «occidente» propugna, o ha propugnado durante mucho tiempo, una modalidad de familia acaso canónica, acaso ideal, acaso platónica, pero no por ello menos existente, que coincide con el modelo planteado por Schneíder. En la práctica, las formas diferentes de estructuración familiar han sido vistas, durante mucho tiempo, desde las instituciones públicas, la academia, o agentes enculturadores de toda índole, como 124
variaciones, deficiencias o desviaciones en comparación con un modelo de referencia, el modelo de referencia, perfilado en esa familia estadounidense de clase media, blanca, anglosajona y protestante2. protestant e2. La ley británica de 1990 sobre fertilización humana y embriología puede ser una buena muestra de lo dicho, cuando, con el propósito de defender defe nder los derechos del niño, plantea la necesidad de que los niños cuenten con un padre. Es indiscutible que la procreación humana requiere de espermatozoides y que estos provendrán de un varón, es decir, que habrá un padre (o «genitor», o «progenitor», o como quiera que le llamemos): en la ley, esto ha equivalido a exigir que los espermatozoides tengan un origen identificable, con nombre y apellido. La confusión entre el papel social de «padre» y un inevitable progenitor masculino pone bien a las claras que existe una tendencia palpable a imponer el modelo sobre realidades empíricas a las que coloca en un incómodo lecho de Procusto. Cuando las divergencias sobre este modelo se han planteado de forma consciente, incluso abriendo frentes de antagonismo desde posiciones claramente políticas, las alternativas han sido planteadas a la contra, enfrentadas con ese modelo canónico, pero, precisamente por ello, tornándolo como referente refere nte inevitable3. En definitiva, hasta muy recientemente el modelo ha sido la referencia del imaginario cultural de las sociedades occidentales, aunque sea para combatirlo en forma abierta. Solo últimamente este modelo cuya expresión simbólica viene dado por lo biológico ha quebrado. Cuando la mítica mític a «célula mínima de la sociedad», la pareja humana formada por un varón y una mujer que mantienen una relación sexual con fines procreativos y su descendencia, ceden espacios a modalidades en las cuales los fines procreativos incluyen material genético no portado por alguno de los cónyuges, por medio de técnicas de reproducción diversas, div ersas, el modelo parece resquebrajarse. Pero, si bien las realidades empíricas parecen disolverlo, su naturaleza canónica, ejemplar, puede mantenerse. Lo biológico es, sin duda, empíricamente biológico, mas no por ello deja de ser también la expresión simbólica del parentesco occidental canónico. Ya Durkheim, a finales del siglo xix, o van Gennep, poco después, mantuvieron que la naturaleza del parentesco es tan cultural como biológica`'. Évidentemente, lo que he apuntado hasta el momento no es muy novedoso. Aunque en términos históricos estas posibilidades técnicas sean cosa de anteayer, o poco más, la literatura experta ha tenido teni do tiempo para recoger, analizar e interpretar, interp retar, incluso a tomar partido y decidir sobre cuanto he expuesto, y casi en tiempo real. Las cuestiones que pone sobre la mesa esta disponibilidad de nuevas técnicas reproductivas son muchas. Siguiendo el análisis propuesto por Shore (1992), básicamente, tres: de índole práctica, prácti ca, legal, moral; de alteraciones en la estructura est ructura de parentesco; y las suscitadas por los análisis análisi s feministas, en torno a los cambios en una 125
identidad femenina culturalmente construida sobre su capacidad reproductiva. Junto a ellas, una cuarta cuestión, que yo me atrevería a denominar metacuestión, pues recoge y engloba las tres anteriores: ¿qué nos dice el impacto de estas tecnologías sobre nuestras propias presunciones, creencias, sobre nuestro imaginario cultural en torno a la familia y el parentesco? Este último asunto es el que aquí nos incumbe. Prima facie, podría decirse que sí lo biológico desaparece, pues la filiación simbólica se traza con independencia de lo genético, es que las realidades cotidianas de nuestra vida han lanzado un torpedo a la línea de flotación del modelo canónico. La racionalización biologicista del aparato simbólico de parentesco se volatiliza por efecto de las prácticas cotidianas. Pero, ¿es así? Schneider (1992) se opone frontalmente a esta interpretación de los hechos. Argumenta que las NTRA se han limitado a alterar la naturaleza de los vínculos biológicos, pero no su relevancia, lo que mantendría mantend ría indemnes las características básicas de los presupuestos culturales occidentales occi dentales sobre el parentesco y su organización simbólica. Teniendo en cuenta que Schneider viene a ser el padre teórico del modelo, esta duda sobre una afirmación generalizada no es de despreciar. Y es la que trataré de dilucidar. UEVAS FORMAS DE FAMILIA, RACIONALIDAD Y MERCADO Lo cierto es que las nuevas formas de familia, las reformulaciones del parentesco, las quiebras de modelos o el reconocimiento de nuevas modalidades familiares, tienen lugar en contextos determinados, que, para el caso que nos ocupa, son sociedades a las que podernos describir corno «capitalistas», o de «mercado libre», de modo algo grosero aunque fácilmente comprensible. Sociedades, pues, en las que las necesidades se satisfacen, básicamente, a través de mecanismos de compra y venta de bienes y servicios (aunque existan modos de provisión ajenos aj enos a estos procedimientos); en las que incluso se estimulan estimul an o crean necesidades, con el fin de mantener los mecanismos productivos en continua expansión'. Omitir este tipo de hechos por el simple motivo de que son palmarios supondría un grave error de método. Y sería así porque las anteriores afirmaciones implican que la constitución de familias, en la forma que fuere, se realiza dentro de, junto a, conforme con esta configuración económica, que, en ocasiones, canaliza y abre espacios a las aspiraciones individuales. Cuando estas aspiraciones individuales encuentran vías de materialización en el mercado de bienes y servicios, este legitima las aspiraciones y, en el entorno social y simbólico de los individuos, el mero hecho de satisfacerlas a través de instituciones reconocidas, las sella como razonables, racionales, reconocidas. Si determinadas 126
instituciones públicas o empresas suministran vías para la satisfacción de aspiraciones, la traducción de tal estado de cosas es que existe un conjunto de usuarios, o un mercado, lo suficientemente amplio como para haber llamado la atención de estas entidades de acción pública, lo que también legitima esas aspiraciones. Las aspiraciones dejan de ser posibles extravagancias o esnobismos para hacerse con el marchamo de seriedad y sensatez. sensatez . En nuestra economía política - la de ciudadanos europeos del siglo xxise da un cierto número de aspiraciones marginales o minoritarias que, sin embargo, se entiende pueden - o deben - ser satisfechas por instituciones públicas. Ejemplos de ello pueden ser el tratamiento de enfermedades raras o auxiliar a los ciudadanos del país propio cuando se enfrentan a graves complicaciones complic aciones en un país distinto. Sin embargo, se entiende que la racionalidad económica de los agentes empresariales los mantiene a un lado de estas modalidades de acción y solo emprenderán actividades que consideren rentables, si el número de consumidores es lo suficientemente amplio corno para generar beneficios, descontando los errores de apreciación. Consecuentemente, dado que los modelos de racionalidad se funden en nuestras categorías cognitivas con los criterios de optimización de beneficios - ahí están la teoría de juegos, la teoría de la acción racional, etc.-, los comportamientos de los consumidores se impregnan de la racionalidad de los comportamientos de los agentes empresariales, y sus aspiraciones, materializadas a través del consumo, quedan definitivamente legitimadas. No puede ser insensata una aspiración a la que brindan satisfacción agentes que se constituyen en paradigma de la racionalidad. Que el «mercado» sea o no racional, razonable, etc., no es algo que venga al caso. En paralelo a (o con independencia de) la racionalidad, etc., está el imaginario simbólico en torno a lo que la racionalidad pueda ser. Esto es análogo a lo que antes se dijo del parentesco y su fundamentación biológico-empírica. Lo relevante en este punto es que las representaciones sociales social es del mercado le atribuyan racionalidad. racional idad. Posiblemente, lo adecuado sea aquí recordar lo aportado hace ya tiempo por Sahlins (1997 [1976]), cuando escribió que la racionalidad es nuestra racionalizaciónb. La circunstancia de que la actividad económica de intercambio sea legal o no lo sea no resta ni racionalidad ni legitimidad a las aspiraciones. Se entiende razonable, aunque acaso inmoral y, desde luego, ilegal, el comercio de ciertas drogas o de órganos humanos: pero buena prueba de su racionalidad es su existencia (lo que satisfaría notablemente a Hegel). En el imaginario colectivo no se califica como absurdo, aunque pueda acaso ser inmoral, el buscar en el mercado clandestino de órganos el corazón que necesita nuestro hijo para mantenerse con vida. Comprar la revista Penthouse o un fusil de asalto AK-47, jugar a la ruleta o adquirir marihuana, son conductas ilegales en muchos sitios, pero también hay personas sometidas a esas legislaciones que encuentran esos deseos legítimos y razonables, y en un grado de 127
legitimidad y racionalidad muy superior al de la legislación que se los proscribe. Por contrapartida, no conozco empresas que se dediquen a crear, por ejemplo, desprestigio social para el cliente que pague por ese servicio. Este ejemplo, evidentemente absurdo, ilustra esa lógica en la que la racionalidad y la existencia de un conjunto de clientes se dan la mano y se confunden. En principio, nadie quiere perder su prestigio - del tipo que sea-, aspiración manifiestamente mani fiestamente insensata, por lo cual nadie satisface esa necesidad; pero el hecho de que nadie la satisfaga pone en claro su insensatez. Si el caso se diera, lo normal sería sospechar algún tipo de retorcidos intereses ocultos tras una actividad tan extraña. UEVAS FORMAS DE FAMILIA, RACIONALIDAD, MERCADO Y TURISMO Y es en este contexto económico donde debemos también situar al sector turístico. Dejando a un lado las complicaciones de definir qué pueda ser «turismo»', nos atenderemos a sus nociones folk y usaremos el término para referirnos al conjunto de personas que viajan, al de empresas relacionadas relacionad as con esas actividades y al de las actividades asociadas a unas y otras, personas y empresas. Nos atendremos, también, a lo propuesto por la OMT, cuando define el turismo al margen de su propósito, es decir, denominando «turista» a cualquier persona que viaje, dentro de determinados márgenes de tiempo, sea cual fuere el motivo de su viaje. Dentro del campo así delimitado (o más bien falto de delimitación), es perceptible cómo, una vez más las aspiraciones muy diversas de los individuos y las acciones de los agentes empresariales se encuentran en el terreno de la racionalidad. Es razonable y racional, legítimo, legitimante y legitimado, querer hacer fotos a las cebras del Serengeti, tomar el sol en Varadero o visitar bodegas manchegas, como lo es satisfacer tales aspiraciones en el mercado de bienes y servicios. No encuentro dificultad en percibir perci bir los cambios que, con el paso del tiempo, ha experimentado lo turísticamente razonable. Hace poco más de un siglo, el Serengeti era un lugar para aventureros o viajeros intrépidos, pero no para turistas. En el siglo xix, la guía Baedeker de París incluía entre los enclaves imprescindibles para su visita el matadero y el alcantarillado (MacCannell 2003: 77 [19771), lugares que, con toda certeza, soslayará la generalidad de los turistas hoy día. El «turismo activo», modalidad creciente de ocio, ofrece al turista la posibilidad de trabajar con campesinos peruanos en labores agrícolas o con organizaciones ambientalistas en trabajo de campo; permite realizar, en fin, múltiples actividades por las que se paga, llevadas a cabo en tiempo de vacaciones, aunque sean trabajos generalmente remunerados. Pagar en lugar de cobrar, visitar el Barrio Latino en lugar del matadero, marcharse al Serengetí en vez de irse a San Sebastián o Montecarlo, son modificaciones de la activídad turística que evidencian cómo lo razonable es cambiante y está sujeto a vaivenes. Pero no deja por ello de ser racional y razonable. 128
Y aquí hay un punto de convergencia que ofrecen la racionalidad y legitimidad del mercado, las que este refleja, proporciona y expresa. En él confluyen las nuevas variedades de familia, en cualquier forma que adopten; y el conjunto de actividades, personas y empresas que, en sus características diacrónicas, diacróni cas, componen el fenómeno turístico, excediendo lo limitado al ocio o las vacaciones. Centrándonos en aquellas familias que incluyen en sus componentes a personas nacidas a partir de nuevas técnicas reproductivas, es perceptible cómo, a medida que tales técnicas se han ido generalizando y globalizando, se ha producido en paralelo un incremento visible en el número de personas que desean acceder a ellas y lo hacen por medio del viaje, dentro de los límites del propio propi o estado, o en viajes que cruzan fronteras. Acaso estos últimos sean los desplazamientos más llamativos y, por ello, concentraré en ellos la vista por unos instantes. ¿Cuántos podrían ser estos desplazamientos? ¿Cuánto dinero mueven? ¿En qué direcciones se orientarían principalmente estos flujos? ¿Cuáles son los motivos que llevan a las mujeres a cruzar fronteras para acceder a nuevas técnicas reproductivas? Estas son preguntas que surgen fácilmente y en primera instancia, al hacer frente a fenómenos recientes y complejos. Lamentablemente, pocas de ellas pueden ser respondidas fácilmente. No es sencillo encontrar datos numéricos sobre los flujos flujo s de capitales y personas inherentes a estos viajes, cuando muchos de ellos se realizan mediante empresas privadas. No es sencillo, además, cuando los viajes de estas mujeres tienen tie nen por objeto la satisfacción de deseos que se entiende son de carácter muy especialmente íntimo, de estricta privacidad, sobre los que no es fácil recabar información, aunque sea meramente cuantitativa. Esta materia, a caballo entre lo sexual, lo reproductivo, lo emocional, está cubierta por un denso velo que hace especialmente difícil asignarle magnitudes. Con todo, es factible aventurar algunas cifras, o algunas proporciones. Algunas de las empresas españolas más conocidas en el campo de las NRTA hablan de que sus clientes provienen del extranjero en cantidad aproximada al tercio del total. El Osservatorio sul Turismo Procreativo8 habla de casi cinco mil mujeres italianas por año que buscan estos servicios fuera de su país, de las que casi 1.400 viajan a España. Un reciente trabajo realizado por componentes del Europe IVF Monitoring Group de la Taskforce on Ethics and Law (Shenfield et ál., 2010), grupos ambos integrados en ESHRE, European Society of Human Reproduction and Embriology, trata de ser el primer estudio sociométrico de calado en torno a estos aspectos. Los procedimientos seguidos en la elaboración elabora ción de datos presentan muchas deficiencias. deficienci as. Pese a ello, citaré que los resultados nos ofrecen un perfil configurado por una gran 129
proporción de mujeres italianas entre los l os países emisores; Bélgica, República Checa, Chec a, Suiza y España como principales países receptores; una edad entre las mujeres consumidoras de estos productos entre los 35 y los 39 años, casadas y heterosexuales; en general motivadas al viaje por las restricciones legales de sus países de origen o la calidad de los servicios ofertados en los países de destino. Ahora bien, estos países receptores lo serían dentro de un enmarañado tejido de idas y venidas, que incluiría también personas llegadas a España, pongamos por caso, desde países latinoamericanos o Estados Unidos. Con el propósito de tratar de poner límites a esta confusión, restringiré el análisis a Europa. Las causas que harían de España uno de los países receptores más sobresalientes, según los profesionales de las clínicas que atienden a las mujeres llegadas desde el extranjero, son de muy diversa naturaleza. La calidad del servicio, los precios, la oferta hotelera española y la facilidad para el desplazamiento, serían algunas de ellas. Pero tal vez la causa principal sea la legislación legislaci ón española en materia de reproducción asistida asi stida y sus diferencias frente a otros países. Tal vez sirva como muestra del papel desempeñado por las empresas españolas el hecho de que, entre los sitios de Internet frecuentados por mujeres británicas interesadas en nuevas técnicas de reproducción, exista un espacio web, , con un foro dedicado exclusiva mente a España, atiborrado por los numerosos mensajes dejados por sus creadoras, que facilitan informaciones, info rmaciones, dan consejos, o valoran las experiencias vividas, que, en fin, se configuran de la forma habitual en este tipo de puntos de encuentro virtualesio Así pues, un abigarrado conjunto de motivos impulsaría a las personas al viaje en busca de estas técnicas: ahorrarse listas list as de espera, ahorrar dinero, esquivar las legislaciones del país propio, comodidades y facilidades, tratar de obtener el servicio que ofrezca mejores y mayores garantías... Un conjunto multifacético que, en definitiva, pone en marcha esos flujos. Las restricciones legales parecen ser, en cualquier caso, uno de los elementos impulsores. Así lo recoge, para el caso de Italia, la documentación producida por el observatorio citado supra. Las afirmaciones de algunos profesionales de las clínicas españolas especializadas también parecen inclinarse a dar relevancia a este hecho. También constatan en su clientela un número apreciable de parejas formadas por mujeres lesbianas que, posiblemente, con anterioridad al reconocimiento legal de su relación en el Estado español, ya consumían estos servicios sin hacer pública su relación. En cualquier caso, sea cual fuere la jerarquía de relevancia en las motivaciones, se producen flujos transnacionales. transnacionale s. Comienzan, entonces, a producirse contactos y 130
asociaciones entre las clínicas que ofertan técnicas reproductivas y empresas especializadas en el transporte y el alojamiento de personas. Los contactos varían en grado de profundidad y publicidad, yendo de las recomendaciones cara a cara de alojamientos, a la puesta en marcha de joint ventures. Un caso conocido de asociación que tuvo, en su momento, repercusión en los medios, fue el que se produjo entre Rainbow, una empresa de servicios especializada, entre otras cosas, en viajes para parejas gays, y el Instituto Bernabéu, una entidad ent idad que cuenta con diversas clínicas en la costa levantina. Esta asociación, al parecer iniciativa del conglomerado clínico, fue recogida por diversos medios de comunicación a escala internacional. The Guardian escribía en junio de 2009, sobre estos paquetes turísticos: «se invita a las lesbianas británicas a tentarse los bolsillos, coger un vuelo a las costas españolas y regresar embarazadas, casadas, o ambas cosas». Con o sin presencia de conexiones formales entre las empresas clínicas y las turísticas, esta afluencia de personas a nuestro país ha llevado a ampliar la oferta de servicios de las primeras. Las empresas más notorias ofrecen, amén de las técnicas reproductivas y la oferta complementaria tradicional (un trato personalizado, equipos de vanguardia tecnológica, etc.), servicios de intérpretes y traductores (una conocida clínica cuenta con servicios en inglés, francés, alemán, portugués, italiano y sueco), así como precios especiales para transportes y alojamientos. En términos más amplios, los flujos humanos y de capi tal han concluido en la existencia de rótulos corno «turismo procreativo», denominación empleada por instituciones corno la italiana anteriormente citada. Es cierto que los profesionales clínicos parecen mostrar cierto rechazo a esta denominación, a la que consideran acaso algo frívola, ya que parece insinuar analogías entre mujeres muj eres que desean tener descendencia y personas persona s que desean tornar el sol o visitar el Partenón, y ya que desde su punto de vista los deseos de las primeras tienen un rango más imperativo que los de las segundas. Y es por ello que prefieren usar la locución cross-borden patients. Pero este punto puede revelar nuevos elementos de interés para el análisis". El término «paciente» sitúa este fenómeno en una posición similar a la de otros tipos de turismo, como el que ha dado en llamarse «turismo sanitario». O a la del turismo «quirúrgico», en el que se ofrecen paquetes combinados de playa y cirugía plástica en Brasil, modalidad no menos clínica, clíni ca, pero que ofrece también, digamos, un aspecto más frívolo que el del «paciente» o «turista» que desea someterse a tratamientos que mejoren su salud, y no se limitan a dar satisfacción a sus anhelos de contar con labios carnosos o pechos turgentes, un abdomen musculoso o nalgas firmes: caprichos frente a necesidades. Ahora bien, el «turismo reproductivo» - por usar esta expresión - no contiene solo componentes clínicos, sino también asociados al parentesco. Desde esta óptica, las posiciones que ocupa son similares a las que presentan presenta n otras modalidades de viaje, ya 131
no relacionadas con lo clínico, sino con las nuevas variedades de familia. Ahí están los viajes meramente ociosos que se ofrecen corno friendly, esto es, productos turísticos especialmente diseñados para parejas homosexuales, con alojamientos, actividades, entornos especialmente seleccionados para evitar personas hostiles a gays y lesbianas. Pero están también los viajes realizados para adopción internacional, que están generando la aparición de empresas de vocación internacional dedicadas, por ejemplo, al asesoramiento jurídico. O los desplazamientos realizados con el fin de encontrar madres de alquiler, que están generando un conjunto de empresas orientadas a la intermediación entre la oferta y la demanda de vientres, en función de los deseos de las personas demandantes y las ofertantes, así corno de las diferentes legislaciones estatales, según permitan o no este tipo de transacción comercial. O nuevas agencias de viajes que se dirigen a un público formado por mujeres con hijos, pero sin pareja, y que ofrecen cuidado cu idado de los niños mientras sus madres visitan, pongamos por caso, baños turcos. El turismo, conjunto de desplazamientos provisionales fuera del domicilio propio, configura un campo social de enorme complejidad. Pero, cuando se delimitan algunas de sus facetas con propósitos analíticos concretos, da acceso a un observatorio privilegiado desde el cual se pueden pued en catalogar y analizar conductas, conduc tas, expresiones simbólicas, categorizaciones y racionalizaciones cognitivas, que sintetizan y concentran fenómenos socioculturales de alcance más extenso y más profundo. Las actividades turísticas perfilan campos sociales en los que se concitan fuerzas encontradas, agentes sociales poseedores de muy distintos propósitos e intelecciones, tramas culturales de toda índole. Consecuentemente, al ampliar la escala del mapa, el campo social se hace más inteligible. Dando cabida a fenómenos turísticos anexos y conexos a los desplazamientos originados en la demanda de técnicas de reproducción, estos se ven vinculados a los que embolsan en un mismo saco cirugía plástica y playas brasileñas, a las adopciones mediadas por empresas jurídicas rusas, las vacacionesfriendly en una isla griega o tantos otros actos turísticos. Conductas todas ellas caracterizadas no solo por la propiedad del desplazamiento, desplazamient o, sino también por las de llevarse a cabo por medio de actos de consumo, con fines clínicos, vinculados al parentesco o ambas cosas a un tiempo. Y es en este punto donde se debe retomar lo escrito páginas atrás. Desde el momento en que las intervenciones quirúrgicas destinadas a erguir pechos o muscular vientres, combinadas con baños de sol en Ipanema, o las fertilizaciones in vitro combinadas con placenteros hoteles, reciben el adecuado tratamiento empresarial de acogida, de recepción y canalización hacia conductas de pago, su racionalidad, su legitimidad, su adecuación sociocultural, quedan garantizadas y sancionadas. Lejos de ser necesidades excéntricas o minoritarias, marginales o alternativas, devienen en 132
conductas normalizadas, caracterizables por los agentes sociométricos que proporcionan magnitudes y perfiles en estudios estudi os sociales y de mercado. Las aspiraciones de obtener descendencia por medio de técnicas de precio elevado, las aspiraciones de obtener vientres de alquiler o vacaciones amistosas, todas y cada una de ellas, adquieren legitimación, satisfacción y racionalización por medio del mercado, que, al tiempo que legitima esas aspiraciones y las racionaliza, legitima su propia oferta y la racionaliza. racionaliza . El mercado hace de cualesquiera deseos, deseos racionales, razonables, por la propia naturaleza del mercado, que es en sí racional, raci onal, razonable, optimizadora y marginalista, en el imaginario de los sistemas socioculturales «capitalistas». Turismo NTRA se dan cita en el mercado, donde se satisfacen mediante actos de compra los deseos de contar con descendencia, utilizando el desplazamiento como modo de sortear las normas jurídicas o la moral convencional; de evitar problemas sanitarios o de organización sanitaria; de acceder a mejores técnicas y un mayor número de ellas. O, sencillamente, porque, según me manifestó una informante, unos días en la playa, en un buen hotel, pueden ser un perfecto lenitivo para la tensión nerviosa, las fatigas físicas y los demás padecimientos de estos procesos: «si encima les puedes ofertar un buen destino turístico, pues mejor que mejor». FAMILIAS LIBREMENTE ELEGIDAS (SEGÚN EL MERCADO) En este universo de deseos y legitimaciones, en el que se encuentran consumidores de productos técnicos y turísticos con empresas proveedoras, hay un elemento adicional que ha quedado sin revisar, pero que resulta estricta mente necesario para que, según mantenemos, estas aspiraciones sean razonables y legítimas y lo sean también los servicios de las instituciones proveedoras. Como espero sea sencillo aceptar, todo este espectro de conductas se produce libremente. Ni la compra, ni el viaje, ni el deseo, pueden ser forzosos para ser razonables y legítimos, o nos encontraríamos ante actos muy distintos: el chantaje, la deportación o el lavado de cerebro. El plexo de viajes reproductivos, materializado en la compra de servicios, se instala en el mundo de la racionalidad económica si y solo si es producto de un acto de libre elección, ejecutado, se supone, tras un proceso de reflexión en el que se sopesan pros y contras, costes y beneficios. Según escribo estas líneas, escucho en uno de tantos programas de radio, dedicados a lo que suele llamarse «tertulias políticas», una afirmación tan contundente como esta: «siempre dentro de las posibilidades de cada uno, comprar es un placer». Cito esta frase porque presumo que no puede resultar sorprendente para nadie. La cito por su manifiesta trivialidad. Se pueden encontrar centenares de miles de expresiones así en nuestra vida cotidiana. Es una frase sensata, razonable, que incluye una reflexión sobre posibilidades sopesadas por parte de los compradores. 133
Pero, fundamentalmente, en lo que a mis propósitos se refiere, pretendo señalar que los actos de compra son tan libres que pueden llegar a constituir un placer. Es difícil pensar en placeres obligados, salvo que nos adentremos adentr emos en el pantanoso terreno de la psicopatología, el psicoanálisis, psicoanál isis, u otras pantanosas psicodisciplinas. La libertad de materializar los deseos, siempre y cuando exista la posibilidad de pagar por ellos en un mercado ortodoxo, es una vindicación vindicac ión social, cultural, de esos deseos. Supone, en la práctica, que son factibles, desde luego, pero también, por repetir una vez más términos recurrentes, que son razonables, racionales, legítimos, legitimables, legitimados y legitimantes respecto al mercado, que a su vez los legitima y hace racionales y razonables, suministrando medios para que la realidad y el deseo sean la misma cosa. La realidad y el deseo pueden ser la misma cosa si el mercado y los compradores se ordenan, se señalan pautas ordenadas, se sustraen a la imprudencia. La libertad de compra es, por consiguiente, la condición imprescindible de la racionalidad del mercado, si seguimos lo que creo es el imaginario cultural de las sociedades «occidentales». En la práctica turística con fines reproductivos, no lo es menos. Ahora bien, desde el momento en que esta se realiza partiendo de una elección libre, la construcción familiar o la reproducción dejan de constituirse, en el imaginario cultural, como obligaciones o como ajustes al modelo, como remedio de las deficiencias respecto al modelo, para pasar a ser actos elegidos. Dicho en otras palabras, el modelo canónico, cuando no se cumple en la práctica, es objeto de remedos, parches, reciclados, imitaciones, más o menos fidedignas. Pero esos apaños no son una auténtica familia, sino un simulacro más o menos conseguido. Sin embargo, cuando una reelaboración del modelo canónico, una variación, un camino independiente, se toman por libre voluntad, son tan auténticas como el modelo canónico, ya que, a la postre, el mode lo ha dejado incluso de ser tal, para ser un modelo posible entre tantos otros. Las prácticas del mundo de la vida así lo ponen de relieve. La documentación informativa que facilitan las clínicas omite sistemáticamente emplear la palabra «paciente» para sus clientes y, para aludir a las dificultades de la pareja a la hora de conseguir descendencia, descenden cia, huye también del campo semántico relacionado con «enfermedad», «afección», «mal» y elige palabras como «desórdenes», lo que no deja de ser llamativo en un campo social médico'2. No médico'2. No hay, por tanto, deficiencias, carencias, carencia s, minusvalías: hay «desórdenes», otros órdenes, otras ordenaciones, otras vías. No se reparan en estas clínicas familias defectivas frente al modelo, sino que se muestran propuestas para hacer viables nuevas familias, tan completas, auténticas y rematadas como la que más.
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Rastrear los foros o blogs de Internet permite comprobar con facilidad que las TRA no se perciben como solución a deficiencias, sino como medios para consecución de fines libremente elegidos; permite comprobar que una mujer italiana decide libremente elegir entre el tratamiento en Alicante o en Barcelona, evaluando las carencias de la prestación del servicio en su país y las ventajas que pueda ofrecerle una u otra ciudad. Las consumidoras de estos servicios se apropian del término «elección» e incluso lo constituyen en referente identitario (Jociles y Rivas 2009). Por último, la literatura científica en relación a las nuevas modalidades de familia abunda en su uso del término «elección», o términos derivados. Citaré a vuelapluma a Strathern, Enterprising kinship: consumen choice and the new reproductive technologies (1992); Weston, Las familias que elegimos (2003 [1997]); Jociles, Rivas, Moncó y Villaamil, «Madres solteras por elección: entre el `engaño' y la solidaridad» (2010); o el número monográfico de la Revista de Antropología Social, «Pluriparentalidades y parentescos electivos» (2009), por mencionar solo textos que incluyen este referente en su título. Obviamente, la elección es materia constante en innumerables textos más, aunque no figure en su título. A mi modo de ver, esta construcción familiar, fundamentada en la elección libre, desintegra los dos requisitos del modelo canónico, tanto en cuanto ambos están enraizados en una copulación que ha desaparecido de la esfera de las NTRA. Por añadidura, los desplazamientos en el espacio, el turismo con fines reproductivos, demuestra que no solo se ha alterado la naturaleza de los vínculos biológicos, sino que incluso, en ocasiones, se ha puesto énfasis en eliminarlos, como en el caso de las ciudadanas británicas que salen del Reino Unido para esquivar progenitores identificables. La relevancia que, según Schneider, mantiene la vinculación biológica se ha perdido por completo. No se dan aquí expresiones simbólicas o alambicadas racionalizaciones de vínculos genómicos. Muy por el contrario, lo que se busca es en muchas ocasiones eludirlos, o, en el caso de parejas de lesbianas, prescindir obviamente de ellos en aras a satisfacer las elecciones decididas. En lo relativo al código de conducta solidario, su naturaleza ha quedado completamente irreconocible. La procreación pasa del campo semántico del «deber» conyugal al de la «elección», lo que es notablemente distinto. Y esto equipara a las familias que se han servido de las NTRA con las redes familiares creadas a partir de parejas homosexuales, donde los lazos «de sangre» se subordinan subordina n a los lazos electivos, lazos creados y recreados, y en las cuales incluso los lazos «de sangre» pueden quedar rotos por elección, como en los casos en que, a consecuencia consec uencia de salir del armario, una persona rompe sus relaciones con determinados miembros de su familia. Si las madres solteras por elección eligen tener descendencia, pero no cónyuge, el modelo de familia schneideriano se ha volatilizado.
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Este modelo puramente teórico se demuestra incapaz de cubrir el campo de prácticas sociales, posiblemente, posiblemente , por estar basado en construcciones puramente folk, muy concretas además en el espacio y en el tiempo, de lo que es una «familia». Esto muestra las virtudes de ese modelo schneideriano, cronotópicamente definido, etnográficamente correcto. Pero, justo por ello, sus lacras en otros momentos, en otros espacios, o, al tratar de turismo, en condiciones multisituadas (Marcus, 1995). Puede argumentarse que tanto los códigos de derechos y deberes, de solidaridad difusa y duradera, como los vínculos biológicos admiten una multiplicidad de manifestaciones. Pero si estas vinculaciones admiten casi cualquier posibilidad, empieza a ser difícil diferenciar a una familia de una empresa, una unidad militar o un equipo de balonmano. Cuando el modelo se convierte en un cajón de sastre, es que ha sido desbordado por las prácticas cotidianas, por el mundo de la vida de las personas, es necesario cuestionarlo y parchearlo, como mínimo, o prescindir de él y tratar de esbozar modelos más capaces. BIBLIOGRAFÍA BouIwIEU, Pierre (2003) [20001, Las estructuras sociales de la economía, Barcelona, Anagrama. DURKHEIM, Emile (1898), «Review of Kohler», L'Annee Sociologique, 1. FRANCESCH, Alfredo (2004), «Los conceptos del turismo. Una revisión y una propuesta», Gazeta de Antropología, 20. GENNEP, Arnold (1906), Mythes et Legendes dAustralie, París, Guilmoto. GRAU, Jordi (2004), «Parentesco y adopción. Adoptio imitatur naturam. ¿Nature vs. nurture?», Quaderns-e de l'Institut Catald d'Antropologia, Edición electrónica: . JOCILES, María Isabel, Rives, Ana María, MONCó, Beatriz y VILLAAMIL, Fernando (2010), «Madres solteras por elección: entre el `engaño' y la solidaridad», Revista de Antropología Iberoamericana, 5, 2. JOCILES, María Isabel y RivAS, Ana María (2009), «Entre el empoderamiento y la vulnerabilidad: la monoparentalidad como proyecto familiar de las MSPE por reproducción asistida y adopción internacional», Revista de Antropología Social, 18. JOCILES, María Isabel y RIVAS, Ana María (2010), «¿Es la ausencia del padre un problema? La disociación de los roles paternos paterno s entre las madres solteras por elección», Gazeta de Antropología, 20. MACCANNELL, Dean (2003) [1976], El turista, una nueva teoría de la clase ociosa, 136
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Adoptar supone filiar a ese hijo de otros, hacerle nuestro, más allá de quererle, hacerle propio, legitimarle para que nos represente. INTRODUCCIÓN La adopción, regulada legalmente, tiene su nacimiento dentro de nuestro contexto histórico-cultural en el Derecho romano, con el fin de permitir la subsistencia de las familias carentes de descendencia, procurando de esta manera la pervivencia del culto del patrimonio familiar a través de la herencia. A pesar de la poca atención recibida por parte de los textos legales, las legislaciones han ido poniendo de relieve cada vez más el interés del menor en lo que a la adopción se refiere, especialmente a partir de comienzos del siglo xx con la aparición en el derecho de la noción «interés del niño». Podemos decir que se ha ido produciendo un cambio en el foco de la adopción, pasándose progresivamente de los intereses interese s individuales del adop tante o adoptantes adopta ntes (dar hijos a quien carece de ellos), hacia el interés del menor necesitado de una familia que ponga remedio a su situación de desamparo. La adopción queda así en nuestro ordenamiento jurídico como una medida de protección de menores, y no corno un recurso para las familias. Pero además, y junto con este cambio de «foco de intereses» a satisfacer con la adopción, se ha venido dando también un proceso de «globalización» de la misma, pues si hasta hace unas décadas la adopción tenía t enía lugar dentro de cada país de acuerdo a sus legislaciones particulares, en los últimos tiempos son las adopciones internacionales las que han tomado un auge importante. 139
Esto ha ocurrido corno consecuencia de múltiples factores entre los que destaca el descenso de la natalidad, la disminución del nacimiento de hijos no deseados y la mejora de los recursos de apoyo a las familias, lo que ha llevado corno resultado lógico a un descenso importante del número de niños susceptibles de ser adoptados dentro de los países desarrollados. Estos hechos han provocado el desarrollo de la adopción internacional en Europa, sobre todo a partir de los años 70, corno una consecuencia del desequilibrio demográfico y socio-económico entre países desarrollados y no desarrollados o en serias crisis. De esta manera, la adopción internacional, casi desconocida en España a principios de la década de los 90, se ha transformado en pocos años año s en una opción cada vez más generalizada de acceso a la paternidad. UN BREVE ACERCAMIENTO CUANTITATIVO Son ya más de 43.000 los niños de origen extranjero que forman parte de familias españolas gracias a la adopción internacional. Las familias que han hecho hijos a estos menores, procedentes de sistemas de protección extranjeros, tienen como antecedentes en la inmensa mayoría de los casos una imposibilidad biológica para procrear, hablamos del 80 por 100 de los casos. Aunque son cada vez más las familias que ven en la adopción un «opción» más para tener hijos o ampliar la familia. En fa mayoría de los casos son parejas (85 por 100) con una edad media al comienzo del proceso de alrededor de 40 años y sin hijos previos. LA ADOPCIÓN INTERROGA A LA FAMILIA En este contexto la Adopción se ha venido revelando para los profesionales que trabajan en ella, como un ámbito privilegiado de cara a investigar e interrogarse por el sentido, el fundamento y la función de la familia. En especial sobre los fundamentos de las relaciones paterno-filiales así como el lugar de los hijos en la familia y la sociedad actual. Tal y como dijimos más arriba, en estas dos últimas décadas hemos asistido a un verdadero «boom» de la adopción internacional dentro de nuestro contexto. Esta nueva forma de convertirse en familia ha supuesto unos retos im portantes para los profesionales que trabajarnos en la administración admin istración en las áreas de menor y familia ya que nos ha obligado a resolver provisionalmente determinados interrogantes. Dos de ellos servirán de guía a nuestra intervención: •¿Qué características, capacidades y disposiciones son las más idóneas para llegar a convertirse en padres de un menor fruto del abandono y el maltrato? Pregunta 140
que nos llevará a hablar de la evaluación-valoración de las familias. •¿Qué aspectos de los mencionados anteriormente jugarán un papel determinante en la construcción posterior de las relaciones entre padres e hijos adoptivos? Pregunta que nos llevará a hablar del seguimiento tras la adopción. LA EVALUACIÓN-VALORACIÓN DE LAS FAMILIAS Los modelos que se han ido desarrollando para la valoración de la idoneidad en adopción internacional están sujetos a determinadas concepciones sobre lo que se entiende por «familia adecuada». Refiriéndonos al concepto de idoneidad desde el marco legislativo de donde nace, «idoneidad» se asimilaría a «familia», en el sentido de que lo que se busca en la adopción es una familia adecuada para un menor que no la tiene. Desde esta perspectiva, los solicitantes que hacen un ofrecimiento para la adopción serían aptos en la medida de que fueran capaces de cumplir las funciones propias de la familia, es decir: proteger, educar educa r y socializar a un niño. La idoneidad, así entendida, consistiría en la aptitud necesaria para ejercer todas estas funciones de manera eficaz, lo cual exige contar con una serie de capacidades y circunstancias psicológicas y sociales, que permitan satisfacer sati sfacer las necesidades del menor hasta su acceso a la plena independencia. Nos interesa señalar en este punto el cada vez ve z más constatado fracaso del poder de predicción de los modelos de evaluación evaluaci ón basados en características de los solicitantes. solici tantes. Son modelos que asimilan la idoneidad a determinadas características personales de los solicitantes (edad, tipología de la familia...etc.) ya que hasta el momento y a pesar de los intentos por mejorar los procesos de valoración psico-social, no se han llegado a identificar patrones o perfiles del buen padre o madre (Palacios, 2007). Es necesario que se siga investigando sobre aquellas variables que pueden ser factores de riesgo para la adopción o, por el contrario, elementos elemento s facilitadores del éxito del proceso proce so adoptivo así como sobre las herramientas técnicas para detectarlas. En este contexto han nacido en los últimos cinco años dos modelos de evaluación de la idoneidad que se desmarcan de la mera evaluación y posterior valoración de las características de los solicitantes. A) Modelo de evaluación de la idoneidad en adopción basado en el análisis de necesidades y capacidades (Palacios, 2007). El modelo plantea que si las necesidades infantiles son el eje de nuestro interés de cara a la adopción, las capacidades que interesa conocer en los potenciales adoptantes serán el conjunto de características y habilidades de los adultos que se consideran más adecuadas para responder 141
satisfactoriamente a las necesidades infantiles previamente identificadas. Se entiende que los niños que son dados en adopción han pasado por circunstancias difíciles y que vienen generalmente con unas necesidades específicas, las cuales los padres adoptivos han de satisfacer adecuadamente, respondiendo a las demandas de la situación en función de sus capacidades. Hablarnos de las tareas específicas que en el ámbito de las funciones educadora, cuidadora y socializadora deberán enfrentar las parejas y/o los solicitantes más allá de un perfil descrito por unas características. B) Modelo de evaluación de la idoneidad en adopción basado en el análisis de la disposición actual de la familia a incorporar, a un menor concretizado en un ofrecimiento (Casalilla, Bermejo y Romero, 2006). En este modelo se analiza el proyecto adoptivo que presenta la familia en el momento de su demanda ante la institución, valorándose la adecuación de su ofrecimiento concreto, motivaciones-expectativas, aptitudes y actitudes. Esta forma de enfrentar la idoneidad centra su foco de valoración en la adecuación del «producto» proyecto adoptivo que trae la familia actualmente, quedando las características y los perfiles del lado de las disposiciones normativas. El capítulo capacidades no ocupa un lugar central, aunque sí es uno de sus aspectos fundamentales, pero añade la necesaria disposición a ejercerlas oportunamente dentro del proyecto que la familia presenta en el momento de la demanda. Por ello, que una familia o solicitante individual sean idóneos exige una serie de aptitudes, una disposición especial en forma de motivaciones, actitudes y expectativas hacia el menor que desea adoptar. Én este caso, entraríamos en una concepción dinámica y relacional de la idoneidad, pues dependiendo de las características del menor que se va a incorporar, serán distintas las características y funciones familiares que tendrán que ser puestas en juego para proporcionarle un desarrollo e integración adecuados. Así, en la evaluación de la idoneidad se tiende a evaluar más determinadas capacidades y disposiciones de las familias que su adecuación a un perfil o tipo característico. EL SEGUIMIENTO TRAS LA ADOPCIÓN La segunda tarea a la que nos vemos abocados desde la institución es detectar e intervenir en las problemáticas que aparecen en las familias adoptivas ya constituidas 142
legalmente, cuando ejercen sus funciones. En este punto dirigiremos nuestra atención a los casos más graves, en los cuales la conflictiva familiar desemboca en el abandono del menor previamente adoptado. Las investigaciones que han dirigido su mirada a este fenómeno arrogan a nivel cuantitativo, datos que van desde una tasa del 1,5 por 100 al 10 por 100 de abandonos según las muestras y entornos elegidos para investigar (Berástegui, 2005). No obstante en este texto nos ocuparemos de las narrativas de las familias que en nuestro servicio pasan por esta circunstancia, lo que nos permitirá reflexionar conjuntamente sobre dos aspectos importantes: •¿Cómo saber qué procesos operan desde el punto de vista de los adultos en el momento del comienzo de la convivencia que dificultan su capacidad para erigirse en figuras de referencias estables y seguras, capaces de sostener su crecimiento? •La importancia del sentimiento de pertenencia mutua, filiación. De cómo esta necesidad de pertenecer (ser filiado por esas personas que no le engendraron) puede entrar en conflicto con la necesidad ne cesidad de apego seguro, representada hasta el momento, por los padres adoptivos. En primer lugar dirigiremos nuestra mirada a las crisis en la incorporación inicial que desembocan en la ruptura de la convivencia incluso antes de la propia constitución del vínculo. En segundo lugar orientaremos nuestra atención a las crisis más tardías cuando el menor llega a la pre-adolescencia o a la adolescencia y la convivencia se torna imposible. En el primer caso nos estamos refiriendo a las situaciones que han desembocado en el abandono del menor antes de cumplido el primer año de convivencia. Estos casos se presentan en los servicios de protección con manifestaciones, que salvando la singularidad de cada caso, presentan similitudes que pueden ayudarnos a pensar algunos aspectos de la filiación adoptiva. Desde la perspectiva de las familias, el problema detonante aparece con la queja de que el menor presenta una conducta problemática que compromete muy seriamente el funcionamiento familiar. Las quejas más habituales hacen referencia a conductas agresivas y/o sexuales inapropiadas. El niño se muestra especialmente violento con sus padres y hermanos cuando no consigue lo que quiere o ante la más «mínima» frustración, con frecuencia es el hijo preexistente al que se quiere proteger, pues queda comprometida seriamente su educación educac ión e incluso corre peligro físico, peligro físico del que no son ajenos los padres. 143
Así las conductas inadecuadas: agresividad, desobediencia, robos, indisciplina... etc., son descritas como «incontrolables». Sin embargo esa conducta no concierne a la familia, no tiene nada que ver con lo actual de las relaciones establecidas. La problemática es atribuida a procesos proce sos traumáticos y aprendizajes de su anterior vida, vida , de su anterior situación, es una herencia patológica, nada tiene que ver con la relación actual establecida con el niño. Algo muy patológico y extraño se ha introducido en sus vidas... la única solución en estos casos es la renuncia, el abandono de ese hijo. El diagnóstico más frecuente que desde los sistemas de atención se da en estos casos es el de hiperactividad, trastorno de personalidad. La explicación que da la familia es reduccionista; el menor padecía y padece unos trastornos conductuales que no pueden ser abordados, estos ponen en peligro la estabilidad de la familia, y la convivencia se torna imposible. Esta lectura de los hechos es avalada en muchas ocasiones por profesionales de la psicología y la psiquiatría a través del diagnóstico, diagnósti co, el cual se convierte en explicación explica ción de lo que ocurre. Sin descartar el peso que la historia, los trastornos y dificultades que el niño con una historia de desamparo puede padecer, y que sin duda hay que tener en cuenta a la hora de integrarlo en las familias, es necesario tener también en cuenta: el marco relacional que el niño se encuentra en la actualidad (el cual viene proporcionado fundamentalmente por las relaciones actuales establecidas), el trauma que supone en sí el hecho de la adopción (al margen de la historia y origen del niño), lo que la familia espera de él y si esta familia es capaz de establecer un relación actual con ese niño singular y concreto que supone una renuncia a ese niño que imaginó. La edad del menor sí parece influir considerablemente en las dificultades de adaptación de este a la familia, de manera que a mayor edad, mayores porcentajes existen de truncamiento. Estas variables, nos deben hacer pensar, basándonos en investigaciones previas, en la importancia de las variables de la historia del menor que quedan enmascaradas detrás de su edad, en la conducta de estos y también en las expectativas y comportamientos de los padres con respecto a la edad de los menores... (Berastegui, 2005). La capacidad para hacer ese tránsito entre el niño que se espera, y lo que se espera de él, al niño real que llega, con sus demandas concretas y sus peculiaridades por historia y origen, así como la relación actual que establezcamos, va a ser clave a la hora de que la integración tenga éxito o no. En los casos más graves, vemos que los padres no han podido fundar una relación en ese encontrarse con lo extraño que no esperan, requisito imprescindible para establecer una relación, crear un vínculo con otro radicalmente distinto y no con la 144
imagen interna idealizada que se tiene del niño antes de llegar. Vemos que el proyecto de adopción de la familia, reservaba un espacio muy estrecho al niño por venir. Descubrimos en ese momento que le pedimos que sea el compañero ideal de juegos, compañía de nuestro hijo único, la niña ideal frente a los demás hijos varones, el niño que nos hace olvidar que tenemos problemas de fertilidad, etc. Pero difícilmente el niño que vendrá y que reclama como cualquier otro ser humano, un lugar en el mundo, un espacio de pertenencia, una familia con la que sentirse identificado y que le identifique, que respete su origen e historia singulares, encajará en proyectos tan estrechos y cosificantes, donde las expectativas se convierten en guiones no negociables, en mandatos que cumplir. Tentativamente podemos avanzar algunas de las causas que aparecen, entre las cuales podríamos destacar: la rigidez de las expectativas de relación y el extrañamiento de la conducta del hijo por atribución (en exclusiva) al pasado de los aspectos negativos que aparecen en la relación y sobre todo ausencia de preguntas sobre las condiciones actuales de la relación. En casos de rupturas tardías, asistirnos, bien es verdad que cada vez con menos sorpresa, a que el menor que ha venido creciendo con relativa normalidad en el seno de su nueva familia, casi desde la cuna, empieza a presentar problemáticas de rebeldía extrema, conductas antisociales, robos, vinculación con grupos marginales, etc. Conductas que se tornan incontrolables por parte de los padres, deterioran la relación acaban con el niño/a en el sistema de protección. La posición de los padres es parecida a la descrita en los primeros casos. Sin embargo aquí vemos que los padres sí han podido cuidar, proteger y asumir los retos de la paternidad «hasta cierta edad». Sin embargo esto no ha sido suficiente como para construir un vínculo lo suficientemente suficient emente sólido como para soportar el tránsito de niño a adulto, así como los requerimientos de una incorporación social más amplia y compleja que cuestiona su manera singular de estar en el mundo. En estos casos sí contarnos con la «versión» de los chicos, muchos de ellos nos relatan desde su punto de vista corno se han sentido siempre «ajenos» a su nueva familia. Una familia que les ha cuestionado cuando han elegido pareja o profesión «muy por debajo de lo que sus padres esperaban». Que han podido percibir la vergüenza en la actitud de sus padres cuando otros señalaban su condición de adoptivos y/o su diferencia étnica. Padres que han sido incapaces de sostener sus angustias, dudas, miedos y preocupaciones en relación a su historia y vínculos pasados. Son chicos que dicen haber encontrado en otros ot ros la aceptación y la comprensión que nunca encontraron en sus familias. 145
Muchos adolescentes encuentran esa sensación de valoración, aceptación y pertenencia fuera de la familia, familia , lo que es fuente de muchos desencuentros. Esta casuística pone en primer plano que el vínculo paterno filial no solo implica que los nuevos padres sean capaces de convertirse en una figura segura y confiable que sea capaz de cuidar y educar, sino que además, y esto es adoptar en último término, filiemos a ese hijo de otros, que le hagamos de nuestra familia, que surja ese sentimiento de pertenencia mutua. Además de cuidar, proteger y educar, la adopción supone que filiemos a ese hijo de otros, que sea «uno de los nuestros». Pues llevará los apellidos de su nueva familia, lo que implica que será su representante frente a los demás. Más allá del apego y del trato adecuado en la Adopción, no así en otras figuras de protección, se tiene que dar en el niño un sentimiento senti miento de pertenencia que hará hijo hij o al menor que en su día fue asignado. Es por lo que no podemos dejar de mencionar esta dimensión que es determinante en el proceso de incorporación a la familia adoptiva y que trasciende a las vicisitudes de la incorporación inicial; el sentimiento de pertenencia, ya que con respecto a la adopción se viene insistiendo profusamente en aspectos de vínculo-apego, buen trato, manejo eficaz de la conducta, dejando de lado un aspecto que es quizá el «más humano». Es importante tener en cuenta que a medida que el niño crece y su círculo social se amplía esta dimensión cobrará más importancia, pues sus relaciones y contactos se harán más complejos y le permitirá identificarse, como hijo nuestro, en su condición de adoptivo, frente a los demás. Para el niño, corno para cualquier persona, pertenecer, tener una identidad, un ser, un lugar en el mundo, puede llegar a ser, en un momento de su ciclo evolutivo más relevante que ser «bien cuidado». Estos casos de abandonos tardíos ponen de manifiesto el cómo se hace necesario contemplar los procesos de interacción compleja entre las necesidades de apego de los menores y las necesidades de aceptación y pertenencia a lo largo del ciclo vital de la familia adoptiva. Las dificultades de las familias adoptivas para conjugar estas dos necesidades de los hijos quizá radiquen en la dificultad para asumir que la condición adoptiva forma parte intrínseca del vínculo víncul o con sus hijos y comprometen seriamente sus capacidades para acompañar a sus hijos, desde su incorporación hasta la vida vi da adulta, a descifrar cuál es su significado, pues todo lo que viene de atrás, de su historia, de su familia 146
biológica es vivido como algo dañino y ajeno. aj eno. CONCLUSIONES El trabajo en adopción nos hace pensar, gracias al estudio de la «adecuación» de las familias, y de la observación de determinados procesos en los momentos claves de su constitución, en la necesidad de contemplar el cuidado y atención por parte de la familia adoptiva, como un concepto complejo, del que hay que diferenciar diversos factores, los cuales por otra parte no parecen ligados a determinados perfiles o prototipos familiares. BIBLIOGRAFÍA AMORÓS, P. (1987), «La Adopción y el Acogimiento Familiar». Madrid. Narcea. BERÁSTEGUI, A. (2003), «Las adopciones internacionales truncadas y en riesgo en la Comunidad de Madrid», Madrid, Consejo Económico y Social. (2005), «La adaptación familiar en adopción internacional: Una muestra de adoptados mayores de tres años en la Comunidad de Madrid», Madrid, Consejo Económico y Social. BERMEJO, E A., ESTÉVEZ, l., GARCÍA, M. I., GARCÍA-RUBIO, E., LAPASTORA, M., LETAMENDÍA, P., PARRA, J. C., POLO, A., SUEIRO, M. J. y VELÁZQUEZ DE CASTRO, E (2006), CUIDA, «Cuestionario para la Evaluación de Adoptantes, Cuidadores, Tutores y Mediadores», Madrid, TEA Ediciones. BERMMEJo, E A. y CASALILLA, J. A. (2009), «La jurisprudencia española sobre la no idoneidad de los solicitantes de adopción: Análisis e implicaciones», Anuario de Psicología Jurídica, 19, págs. 73-91. CASALILLA, J. A. (2006), «Consideraciones legales y psicológicas en torno a la Adopción Internacional. Newsletter», Psiquiatría Legal, 15, págs. 2-9. CASALILLA, J. A., BERMEJO, E A. y ROMERO, A. (2006), «Manual para la Valoración de la Idoneidad en Adopción Internacional», Madrid, Comunidad de Madrid, IMAP y Consejería de Familia y Asuntos Sociales. (2008), «Manual para la Valoración de la Idoneidad en Adopción Internacional», Comunidad de Madrid, Instituto Madrileño del Menor y la Familia (IMMF). CASALILLA, J. A. (2008), «La incorporación del menor: posible aparición de problemas» (págs. 55-97) y «Ayudando a construir su identidad» (págs. (pá gs. 97-131), en EL RETO DE SER PADRES: Guía práctica de Postadopción, Madrid, Editorial SalvatBruño. 147
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Resulta cada vez más frecuente en la consulta de reproducción encontrarnos con parejas y mujeres solas que recurren a la donación de gametos ga metos (óvulos y espermatozoides) para tener un hijo. El retraso en la decisión de ser padres es una de las causas que, fundamentalmente en mujeres, hace que la donación de óvulos sea la única opción para llevar adelante su proyecto de tener un hijo biológicamente relacionado. Tomar la decisión de recurrir a este tipo de tratamiento no es fácil y tampoco lo son las consecuencias que esta decisión conlleva en relación con la familia que se creará. Contar o no contar, esta es la duda por la que atraviesan muchas familias creadas a partir de donación de gametos. ¿Debe el niño nacido nac ido por donación de gametos conocer su origen? ¿Qué efectos psicosociales conlleva no revelar sus orígenes? ¿Qué nos revela la decisión de no contarlo? La investigación en este ámbito resulta fundamental a la hora de colaborar en la toma de decisión, acompañar en el proceso de búsqueda de un hijo, y reflexionar sobre algunos aspectos específicos, como por ejemplo si es conveniente mantener el secreto de padres receptores de gametos hacia sus hijos. Este tema novedoso y controvertido, resulta de interés no solo en términos reproductivos, sino también psicológicos y sociales, ya que conocer y profundizar en las características de esta nueva forma de familia es un reto para nuestras sociedades actuales. INTRODUCCIÓN El avance científico y tecnológico de los últimos años ha hecho posible la puesta a punto de procedimientos de extraordinaria extraordi naria complejidad en el campo de la medicina medici na reproductiva. Sin embargo, algunos de estos procedimientos exigen a las/los pacientes con trastornos reproductivos afrontar situaciones de gran dificultad emocional y a tomar decisiones de una trascendencia extrema. 149
Éste es sin duda el caso de parejas, o mujeres solas, que acuden a los centros de reproducción asistida y cuya única opción terapéutica es acogerse a los programas de donación de gametos. Existen dos tipos de pacientes que recurren a donación de gametos, las mujeres sin pareja masculina y las parejas heterosexuales heterose xuales donde la línea germinal de uno de los miembros de la pareja no puede dar lugar a una gestación. Es este último caso, el que suele presentar mayores dificultades a la hora de aceptar la donación de gametos y sobre el que nos centraremos. Para facilitar la exposición dividiremos los contenidos de la presentación en dos fases: 1. Perfil de los pacientes receptores de gametos 2. Su mayor cuestionamiento ¿debería contarle al niño su origen? PACIENTES RECEPTORES DE GAMETOS Cuando una pareja heterosexual decide tener un hijo, habitualmente piensa que logrará rápidamente una gestación espontánea y, por consiguiente, ese niño estará genéticamente vinculado a ellos. Cuando pasa el tiempo y esa gestación no se logra, consultan al especialista. Veremos aquí tres etapas que habitualmente atraviesan estas parejas cuando recurren a donación de gametos: Toma de decisión, Seguridad ilusoria, Aceptación. Toma de decisión El momento en que se enfrentan a un diagnóstico que les indica que la única posibilidad de tener un hijo es recurriendo recurrie ndo a la donación de gametos, resulta ser una situación muy estresante. Necesitar de la colaboración de un tercero para tener un hijo genera dudas, incertidumbres, y en ocasiones un profundo malestar. En una investigación que hemos realizado en FivMadrid y la Fundación Hospital Alcorcón en el período 2007-2008, hemos hallado que la donación de gametos es mejor aceptada por los hombres, quienes aceptan rápidamente tanto la donación de óvulos como de esperma; mientras que las mujeres, si bien sí aceptan la donación de esperma, no aceptan con facilidad la de óvulos (Baccino et ál., 2008). En relación con el número de manifestaciones de dudas, hemos hallado que las mujeres presentan más dudas a la hora de recurrir a donación de gametos, más específicamente a donación de óvulos:
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GRÁFICO 11.1.-Dudas (en porcentajes)
En relación con la necesidad de apoyo psicológico son las mujeres las que, cuando se trata de donación de óvulos, reportan mayor necesidad de asesoramiento psicológico; mientras que cuando se trata tra ta de donación de semen ni hombres ni mujeres tienen dudas: GRÁFICO 11.2.-Necesidad de apoyo psicológico (en porcentajes)
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GRÁFICO 11.3.-Donación de óvulos (en porcentajes)
GRÁFICO 11.4.-Donación de semen (en porcentajes)
Al momento de decidir sobre si recurrir o no a la donación, hemos observado que las mujeres tardan más tiempo en decidirse cuando se trata de donación de óvulos, mientras que los hombres deciden rápidamente tanto recurrir a donación de semen como de óvulos.
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Si bien son necesarios más estudios sobre esta temática, esta investigación demuestra que los hombres se deciden más rápidamente que las mujeres a utilizar gametos donados para tener un hijo. Las mujeres, sin embargo, presentan manifiestamente más dificultades para aceptar el uso de ovocitos donados. Si bien, una de las razones para esta diferencia de género podría deberse a los resultados negativos concluyentes a los que se enfrenta el hombre infértil, por ejemplo: ausencia de espermatozoides tras biopsia testicular, otras razones de índole social podrían estar involucradas en su pronta decisión. Es decir, la fuerte necesidad social de las mujeres a ser madres genéticas de sus niños cobra un peso importante a la hora de aceptar una donación de gametos, mientras que los proyectos sociales de los hombres parecen recorrer otras vías no prioritariamente familiares, familiare s, lo que podría explicar su pronta decisión. Seguridad ilusoria Estas parejas conservan hasta el último momento la esperanza de tener hijos genéticamente vinculados, por tanto la vivencia de desilusión casi siempre estará presente. Una vez pasado el duelo por no estar genéticamente vinculado al niño, sobreviene la etapa de seguridad ilusoria acerca de que, al ser un tratamiento con donación de gametos, se obtendrá un embarazo y, por tanto, se intenta no presentar mucha atención al medio que utilizaron para conseguirlo. Esta idea se vuelve en contra cuando la prueba de embarazo es negativa. La desilusión es mucho mayor, y recomenzar un nuevo tratamiento les resulta difícil. Aceptación Esta fase es la última dentro de un tratamiento de donación de gametos. Una vez que la pareja ha hecho el duelo por no tener un hijo genéticamente vinculado, por aceptar gametos de una persona desconocida y sobre la cual tendrán mínima información si el tratamiento resulta positivo, sobreviene la fase de ilusión desmedida por el tratamiento. Una vez superada también esta e sta fase, la pareja ingresa en una dinámica más real de aceptación del tratamiento con los porcentajes de éxito acordes a su situación. SU MAYOR CUESTIONAMIENTO: ¿DEBERÍA CONTARLE AL NIÑO SU ORIGEN? En el ámbito de la donación de gametos, existen discrepancias sobre si es recomendable dar a conocer al niño sus orígenes. En la actualidad, hay dos 153
perspectivas claramente diferenciadas. difere nciadas. Una es la que valora negativamente negativament e la revelación al niño; y otra inversa, que valora positivamente la información al niño. Estas dos perspectivas se presentan como dos posicionamientos en relación a la construcción de la historia personal y el origen de un ser humano, y dependerá de cómo consideremos el secreto dentro de una familia y la influencia positiva o negativa que pueda tener en el funcionamiento familiar, la postura que tomemos como profesionales del ámbito sanitario ante la recomendación de dar a conocer o ocultar al niño la información sobre la donación. Postura actual Actualmente, la tendencia es de apertura hacia el niño, de conocimiento sobre la donación, y de sostén a las familias que optan por la revelación a sus hijos (The Ethics Committee of the ASRM, 2004). Inclusive, en esta misma línea, las legislaciones vigentes de Suecia, Austria, Suiza, Inglaterra, Nueva Zelanda, Noruega, Holanda y dentro de Australia los estados de Australia occidental y Victoria, han establecido normas para abolir el anonimato de los donantes de gametos y proveer de información si el niño lo solicitara (Daniels, 2007). En España, la ley vigente establece que la donación de gametos «[...] será anónima deberá garantizarse la confidencialidad de los datos de identidad de los donantes por los bancos de gametos, así como, en su caso, por los registros de donantes y de actividad de los centros que se constituyan». En relación con la información a los hijos, establece que «[...] los hijos nacidos tienen derecho por sí o por sus representantes legales a obtener información general de los donantes que no incluya su identidad» (Ley 14/2006 sobre Técnicas de Reproducción Asistida). Es decir, la ley española deja la libertad y responsabilidad a los padres para dar a conocer al hijo sobre sus orígenes, ya que, si desean mantenerlo en secreto, ni los donantes, ni el niño podrán tener información sobre la donación. ¿Es beneficioso mantener el secreto? Numerosas investigaciones sugieren mantener mantene r una postura de apertura hacia el niño, ya que evidencian que no decírselo y mantener el secreto puede causar un daño psicológico importante en el niño (Paul (Pau l y Berger, 2007; Vangelisti, 1994; Lycett et ál., 2004). En este sentido, se propone que los profesionales de la salud deberían brindar información a la pareja sobre cuándo, cuán do, cómo y quién debe decírselo al niño, ya que el secreto siempre estará presente en la mente de quienes lo llevan y, por consiguiente, la pregunta: ¿Me aceptaría mi hijo como su madre/padre si supiera que no soy completamente su madre/ padre? (Mc Gee et ál, 2001).
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Existe evidencia en cuanto a que en una relación afectiva es más beneficioso si no se tienen secretos. Específicamente, en relación con los secretos entre padres e hijos, se ha estudiado que los niños descubren las «claves ocultas» que desarrollan sus padres a la hora de hablar entre ellos sobre lo que se le está e stá ocultando (Mc Whinnie, 1995; Karpel, 1980; Mc Whinnie, 1984), y esto genera un distanciamiento en la relación. Por ejemplo, un estudio realizado en adultos entre 26 y 55 años de edad, concebidos por Inseminación Artificial con Donante (IAD) reveló que todos los entrevistados manifestaron que el secreto, la privacidad o la confidencial¡dad de su familia sobre su origen tuvo efectos negativos en la relación familiar y que vivieron «... la vida como una mentira» (Turner y Coyle, 2000). El secreto ha sido ampliamente estudiado en campos como la adopción, donde existen similitudes con la donación de gametos, ya que en ambos casos no existe vínculo genético, pero sí el deseo de ser padres. Estudios realizados en adopción han demostrado que no revelar las circunstancias del origen del niño tiene efectos negativos en el relacionamiento interpersonal dentro de la familia; mientras que hablar sobre la adopción está asociado con la satisfacción parental, comunicación activa padres-hijos, y satisfacción en los niños adoptados (Berry et ál., 1998; Wrobel et ál., 1998). Én cuanto a la intención de contarle al niño su origen, estudios recientes realizados en familias creadas por IAD o donación de ovocitos, revelan que entre un 46 por 100 un 75 por 100 de estos padres planean contarles a sus hijos sobre sus orígenes genéticos (Golombok et ál., 2004; Nachtigall, 2005). Un estudio realizado con familias con hijos entre 2-5 años, creadas por donación de embriones, reveló que el 9 por 100 de las madres se lo habían contado a sus hijos, que un 24 por 100 estaban planeando contárselo, que un 43 por 100 habían decidido de cidido no contárselo a sus hijos, y que un 24 por 100 aún estaban indecisas. Curiosamente el 72 por 100 de estas madres se lo había contado a alguien de su familia (Maccallum y Golombok, 2007). Las razones citadas para mantener en secreto la donación fueron: el deseo de proteger al niño, la creencia de que revelárselo rev elárselo era innecesario, y la fantasía de que q ue la relación se dañará si se lo contaban al niño. Mientras que las razones para dar a conocer al niño sus orígenes, fueron: evitar que accidentalmente se enterase (teniendo en cuenta que el 72 por 100 de estas madres lo habían contado a alguien) y la creencia de que el niño tiene derecho a saber. Pero, ¿conocen las parejas qué se transmite genéticamente? Genéticamente los seres humanos somos 99 por 100 iguales, y solo un 1 por 100 de nuestro ADN nos hace diferentes, dentro de ese 1 por 100 los mayores cambios se han encontrado entre 155
los genes involucrados en la defensa del cuerpo (Internacional HapMap Proyect, 2007). 0 sea, que de un 100 por 100 de herencia genética que transmitimos a nuestros hijos, solo un 1 por 100 es diferente a la transmisión de otros padres a hijos. Lo que mayoritariamente se transmite en ese 1 por 100 son rasgos fenotípicos y potenciales predisposiciones a enfermedades. Murray y Golombok en una investigación realizada con usuarios de donación de ovocitos en la que analizaron si alguien de su familia o amigos conocían sobre la ovodonación, resultó que en el 75 por 100 de los casos sí conocían, mientras que un 47 por 100 no pensaban revelárselo a sus hijos, y solo un 29 por 100 sí lo harían (Murray y Golombok, 2003). La diferencia que establecen estas familias sobre contárselo a un familiar o amigo contárselo a su hijo se basa en la creencia de que si no le contamos al niño este no se va a enterar. Sin embargo, podría ocurrir, en cualquier momento en la vida de ese niño que la verdad hasta entonces oculta aflore y el conflicto psicosocial que se genere puede causar mucho más daño a la relación con sus padres y a la confianza que habían depositado en ellos, que si hubiese crecido conociendo la forma en la que fue concebido. Esto ha quedado plasmado en la investigación de Turner y Coyle, donde los hijos expresaban el importante daño psicológico que les había causado haberse enterado tarde y accidentalmente sobre las circunstancias de su origen (Turner y Coyle, 2000). Los pacientes con problemas reproductivos que acuden a una clínica de reproducción asistida (no así las mujeres solas y las parejas homosexuales), suelen sentir una fuerte incomodidad que se traduce en varias ocasiones en vergüenza por su situación. Lo manifiestan de diversas maneras, con apodos en los foros, ocultando por qué faltan a sus trabajos, comentando a sus familias que no tienen niños porque prefieren viajar, etc. Estas manifestaciones manifestacione s de vergüenza pueden verse trasladadas al niño una vez que nazca y, por ello, prefieren dejar en el olvido todo lo que pasaron para conseguirlo. Lo cierto es que cada vez son más las parejas que recurren a un tratamiento de reproducción, y aún más con donación de gametos por diversas circunstancias, una de ellas la edad a la que deciden tener un niño. CONCLUSIONES El trato con el paciente en reproducción es habitualmente complejo, pero cuando a un problema reproductivo se le añade la necesidad de recurrir a donación de gametos, la situación se vuelve aún más compleja, tanto desde el punto de vista psicológico como social. 156
El estudio del secreto hacia el niño en la donación de gametos nos puede revelar la importancia que para madres y/o padres puede tener la vinculación genética a ese niño, y cómo no estar genéticamente vinculados puede implicar no sentirse completamente sus padres. ¿Qué subyace a la dificultad de percibir la importancia del rol social de la maternidad/paternidad en los pacientes receptores de gametos? ¿Qué rol desempeña el vínculo genético en el imaginario de la maternidad/paternidad? Posiblemente, en el imaginario social la genética sea percibida como un componente primordial de la maternidad/paternidad, y por ello el motivo de mantener el secreto al niño sobre sus orígenes. Pero como hemos visto, de un 100 por 100 de herencia genética que transmitimos a nuestros hijos, solo un 1 por 100 es diferente a la transmisión de otros padres a hijos. Resulta fundamental tener en cuenta que la donación de gametos es el comienzo de un proyecto de vida, no el final y por tanto poder reflexionar sobre el día después podría marcar una diferencia sustancial sustanci al en la futura calidad de vida de esa familia famil ia y su entorno. BIBLIOGRAFÍA BACCINO, G. (2008), «Cómo trabajar con parejas homosexuales femeninas en los centros de reproducción. Fases del apoyo y asesoramiento psicológico», Revista Iberoamericana de Fertilidad y Reproducción Asistida, 25 (5), págs. 347-353. -(2010), «El secreto de padres receptores de gametos hacia sus hijos ¿Hemos pensado en el bienestar del niño?» en Manual de Intervención Psicológica, 131-138 Edikamed. BACCINO, G., SÁNCHEZ-APARICIO, P., GÓMEZ, J. L., MARTÍN CABALLERO, C.RICCIARELLI, E. y HERNÁNDEZ E. R. (2008), Gender Ge nder differences in gamete donation. Do women and men respond the same way? Trabajo presentado en el European Society of Human Reproduction and Embriology Congress, Barcelona. BERRY, M., DYELA, D. J., BARTH, R. P. y NEEDELL, B. (1998), «The role of open adoption in the adjustment of adopted children and their families», Children & Youth Services Review, 20, págs. 151-171. DANIELS, K. (2007), «Donor gametes: anonymous or identified?», Best Practice Research in Clinical Obstetrics & Gynaecology, 21, págs. 113-128. GOLOMBOK, S., LYCETT, E., MACCAEEUM, E, JADVA, V., MURRAY, C., RUST, J., ABDALLA, H., JENKINS, J. y MARGARA, R. (2004), «Parenting infants conceived by gamete donation», Journal of Family Psychology, 18, págs. 157
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FERNANDO REQUENA Becario del Dpto. de Antropología social y cultural Facultad de Filosofía UNED
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En este trabajo pretendo mostrar algunos de los cambios que, desde que David Schneider publicó su obra sobre el Parentesco Americano, han transformado la concepción occidental sobre lo que constituye el parentesco. Lo haré centrándome en el análisis del documental Paris Is Burning, a través de la concepción del parentesco que observamos en él, y de la reformulación de los vínculos del parentesco que realizan sus protagonistas. El documental de 1990, ganador del premio, entre otros, al mejor documental en el festival de Sundance de 1991, fue dirigido por la directora Jennie Livingston. Refleja el circuito de los Drag Balls y el sistema de Casas en las que se organizan sus participantes, que se desarrolló en Nueva York, muy especialmente especi almente en Harlem, desde los años 20 hasta la actualidad. Y lo hace a través de filmaciones de estos Balls, concursos donde la comunidad gay y transexual, especialmente negra y latina, compite para ganar determinados premios en categorías que incluyen el baile, la «cara», la vestimenta o la «realidad» de la actuación, y a través de una serie de entrevistas con los integrantes de esta comunidad. Fue precisamente la aparición de este documental lo que permitió conocer ampliamente esta subcultura, la Ball Culture (Varios autores, 2010). Pero la historia de los Drag Balls se remonta al Harlem de los años 20. Estos primeros espectáculos eran organizados por blancos, aunque tenían una audiencia multiétnica y se vivían como un espacio donde tanto los prejuicios raciales como los sexuales y de género se ponían en cuestión (Roberts, 2007). Sin embargo, el hecho de que eran era n acontecimientos organizados por las elites blancas y de que las drag queens negras realmente tenían pocas posibilidades de ganar los premios, hizo que se desarrollara una subcultura independiente y autoorganizada a partir de los años 60. Y es a partir de finales de los años 70 cuando esta subcultura se entrelaza con la de las «Casas» gay, en un contexto marcado por la disminución de los servicios sociales, la gentrificación del entorno urbano donde se desarrollaba, el aumento del desempleo entre los jóvenes negros y latinos, y la falta de atención a los afectados por el HIV/AIDS, lo que provocó que muchos jóvenes gays, negros y latinos, se encontraran en la calle sin recursos y sin una red de parentesco capaz de ofrecerles ayuda (Roberts, 2007). En este contexto surgen las «Casas» corno redes de parentesco capaces de realizar 161
algunas de las funciones que habían sido abandonadas por las familias tradicionales, o bien no eran capaces de satisfacer. Esta estructura de «Casas» surgió inextricablemente unida al circuito de balls que ya llevaba tiempo funcionando. De hecho, su origen tuvo lugar cuando Crystal LaBeija, una queen que alcanzó el estatuto de «leyenda», afirmó que el ball que había organizado iba a ser ofrecido por la «Casa de LaBeija», dando así nombre a los grupos en que los participantes se organizaban. El nombre hizo fortuna, y pronto las casas se multiplicaron (Cunningham, 2002). A finales de los años 80, las casas eran incluso más importantes que los balls en sí mismos. Con cientos de individuos pertenecientes a estas casas, la drag ball scene empezó a ser conocida corno la house ball scene. A partir de los 90, esta subcultura se extendió fuera de Nueva York hacia Washington D.C., Philadelphia, Detroit, Chicago, Miami, Los Angeles y otras ciudades. En 2007 había más de 100 casas activas, al menos 30 de ellas en Nueva York (Roberts, 2007). Un momento importante en esta historia fue precisamente la aparición del documental París is Burning a principios de los 90, coincidiendo con la utilización por parte de Madonna del baile que llegó lle gó a ser una de las principales señas de identidad de la subcultura de los balls, el Voguing. Alternando escenas filmadas en estos balls con entrevistas personales, en la calle o en entornos más íntimos, el interés documental y la riqueza de temas de interés para la etnografía de esta producción es muy grande. También las polémicas en que se vio envuelta, y que nos recuerdan precisamente algunas de las discusiones discusione s y replanteamientos en que se vio envuelta la antropología de manera más o menos contemporánea. La más conocida es la de Bell Hooks, que pone en cuestión el papel de la mirada de la propia Livingston como una mirada blanca: «Hooks está en lo cierto al sostener que, dentro de esta cultura, la pretensión etnográfica de una mirada neutral n eutral será siempre una mirada blanca, una mirada blanca no marcada, una mirada que transmite su propia perspectiva como la omnisciente, una mirada que supone y promulga su propia perspectiva como si no fuera una perspectiva en absoluto» (Butler, 2002, pág. 197). Pero aquí nos centraremos en la reformulación del parentesco que se muestra en el documental. ¿Por qué es relevante para comprender las transformaciones del parentesco un análisis de esta película? pelíc ula? ¿Y por qué es relevante en un contexto de reflexión sobre las familias tardías? En primer lugar, en este fenómeno se anudan algunos de los temas centrales para la teoría del parentesco en las últimas décadas: la cuestión del género y de la sexualidad en relación con nuestra comprensión de lo que constituye el parentesco; las nuevas formas de familia creadas por gays, lesbianas y transexuales; la teorización en torno al concepto de «Casa» de Lévi-Strauss; la reformulación de los símbolos que constituyen el dominio cultural del parentesco según Schneider; o el interés por la «agencia» (agency) humana en las estructuración de las relaciones de parentesco, y su utilización estratégica. Por otra parte, estos temas son importantes para entender desde una perspectiva amplia la nueva situación 162
las dinámicas que se producen en torno a las «familias tardías». El fenómeno más característico que se ha mencionado es la organización en «Casas». Inmediatamente, este término nos remite al concepto de maison elaborado por Lévi-Strauss. Este lo define así: «persona moral detentadora detentador a de una propiedad, que se perpetúa por la transmisión de su nombre, de su fortuna y de sus títulos en línea real o ficticia, tenida por legítima con la sola condición de que dicha continuidad pueda expresarse en el lenguaje del parentesco o de la alianza, y, lo más a menudo de los dos juntos» (1987: 180). ¿Hasta qué punto es útil este concepto para entender las «casas» que encontramos en la house ball scene? No del todo, puesto que estas casas no reúnen todos los requisitos que Lévi-Strauss y quienes han realizado investigaciones etnográficas asignan al concepto. Pero sí en parte, puesto que dirige nuestra atención a algunos fenómenos característicos. Intentemos en primer lugar determinar en qué consisten estas «casas». Uno de los personajes lo explica así: ¿Qué es una casa? A ver si puedo explicártelo en pocas palabras. Son familias. Se puede decir así. Son familias, para un montón de niños que no tienen familia. Pero este es un nuevo significado de familia. Los hippies también formaban familias, y a nadie le parecía mal, si bien tampoco era la idea de familia que nos inculcaron de niños: un hombre y una mujer que tienen hijos. Se trata de un grupo de personas con lazos mutuos. Otro de los personajes dice: «Mi madre es Angie Xtravaganza y mi padre es David Xtravaganza. La casa Xtravaganza ha hecho mucho por mí. Me hizo sentir que tenía una familia. Siempre estamos juntas. Si no lo estamos, nos llamamos por teléfono». Estos grupos de jóvenes negros e hispanos drag queens, butch queens, transexuales, e incluso algunas chicas no transexuales y algún chico heterosexual (Cunningham, 2002), definen así sus relaciones como constitutivas de una familia, y como vemos en la primera cita, situando esta transformación del significado de familia en un contexto histórico, y en relación a otras formas de familia. Se puede decir que se conceptualizan como familia en tanto que forman una red de relaciones que sustituyen a una familia supuestamente natural que no existe o que ha expulsado a sus miembros, asumiendo sus funciones. En este sentido, es fundamental el papel que juega la «madre», de protección, alimentación y consejo. Dice una de las madres más conocidas: «Me llamo Angie Xtravaganza y soy la madre de la casa Xtravaganza. Cuando hay un desfile, siempre estoy haciendo algo para todas las de la casa. Le arreglo el pelo a una, el maquillaje de otra. Escojo sus zapatos, sus accesorios. Siempre doy consejos.» Y para confirmar que efectivamente sus hijos entienden este papel como el de una madre, oímos a uno de ellos declarar:
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Angie siempre me hace un regalo para mi cumpleaños. Mi verdadera madre nunca me regala nada. Cuando me echaron de casa, Angie me dejó quedarme con ella hasta que puse mi vida en orden y conseguí trabajo. Siempre me dio de comer. A veces se pone pesada, pero no la cambiaría por ninguna madre del mundo. Es decir, encontramos aquí una simbolización de determinadas relaciones en términos de relaciones de parentesco. Pero esta resimbolización depende del establecimiento de una serie de relaciones entre madres e hijas. Como en el estudio de Janet Carsten sobre los habitantes de Langkawi, «la condición de persona (personhood), los modos de establecer relación (relatedness) y la alimentación están íntimamente conectados» (Carsten, 2007). En un contexto marcado en gran medida por la exclusión social, como el que estamos considerando, considera ndo, el soporte material, sobre todo en cuanto al alojamiento y la alimentación, es ciertamente una parte importante de la consideración de estas relaciones como relaciones de «maternidad». Y sin embargo, en nuestro caso parece más importante la relación que se establece a través de la vestimenta e incluso el maquillaje. Estas madres cumplen una función educativa, en cuanto enseñan cómo adaptarse al mundo drag del circuito, y cómo participar de manera efectiva en e n los concursos. Si Carsten y Hugh-Dones tienen razón, esta estrecha conexión entre la pertenencia a una casa y el modo en que se muestra y viste el cuerpo, la representación de la casa en el exterior precisamente a partir de la apariencia corporal y de la propia autopresentación sugiere un motivo para la elección del término Casa: «The house and the body are intimately linked. The house is a extension of the person; like an extra skin, carapace or second layer of clothes, it serves as much to reveal and display as it does to hide and protect» (Carsten y HughJones, 1995). Pero quizás el hecho más llamativo en la elección del término casa para denominar estas estructuras es la importancia otorgada a los nombres y los títulos: Las casas surgieron porque queríamos un nombre. Los nombres que se ponen a las casas son los de quienes se hicieron famosas desfilando desfilan do [...1 Tras el establecimiento de las primeras casas, que llevaban los nombres de quienes habían ganado trofeos, todas se pusieron a fundar casas. Un nuevo grupo de chicos fundaba una casa. Entonces trabajaban para que su nombre fuera conocido. Los estudios que han intentado mostrar la aplicabílídad del concepto de casa para el análisis del sistema de parentesco en diferentes sociedades, han insistido precisamente en cómo «las casas echan a andar estrategias estra tegias a largo plazo para adquirir, mantener o reemplazar recursos que son la base del estatus y del poder» (Olavarría, pág. 101). Como explica Cunningham: 164
The ball circuit turned, by slow degrees, into a team effort, as much like organized sports as it was like show business. Houses carne to be ruled by their biggest stars, who were known as mothers and who exhorted their members-their children-to accumulate as many prizes as possible for the greater glory of the house (Cunningham, 2002). Es decir, una de las funciones principales de las casas que estamos considerando es la creación y el mantenimiento de un patrimonio, inmaterial en este caso, compuesto de prestigio asociado al nombre de la casa, un prestigio que se consigue ganando trofeos para las casas. Como en las casas de las que habla Lévi-Strauss, el reclutamiento de nuevos miembros se realiza intentando maximizar las estrategias que permitan el crecimiento de este patrimonio. Así, dice Venus Xtravaganza: «They saw me and they all liked me, all the rest of the Xtravaganzas. And they decided, «Well, if you want to become an Xtravaganza, you have to walk a ball first.» «And if ou snatch a trophy, then you can become the Xtravaganza.» That's how it's supposed to work with any... everyone.» Corno señala Stone (2007), el concepto de casa permite establecer algunos paralelismos con otros desarrollos de los estudios contemporáneos cont emporáneos sobre el parentesco. Algunos de ellos son la separación de las la s relaciones de parentesco de los vínculos biológicos; su encaje con los términos nativos, emic; el espacio que abren para pensar la dimensión estratégica en e n la construcción del parentesco; o la historicidad de este tipo de organización. La nuestra es una casa y una familia que ha renunciado a entenderse en términos biológicos. En esto, podría considerarse como una más de las nuevas formas de familia, especialmente las que dependen de las Nuevas Tecnologías Reproductivas (NTR), o las formadas por gays, lesbianas, o transexuales. Como muestran Ragoné (2007), Kahn (2007) y Hayden (2007), estas nuevas formas de familia muestran «una tensión entre el parentesco coi-no elección y construcción social y la concepción cultural más antigua del parentesco en tanto que enraizado en la reproducción biológica» (Stone, 2007: 547). Lo que estas aportaciones aportacio nes nos descubren es el juego complejo entre estas dos concepciones del parentesco, producido por la utilización estratégica de los símbolos (la sangre, los genes, el amor, la elección) por parte de los sujetos. Según la situación concreta, y dependiendo del contexto, se enfatizarán unos u otros. Esto es cierto también, como muestra Hayden (2007), para las fami lías constituidas por gays y lesbianas. En este caso, a la familia entendida como conjunto de lazos basados en la biología se opone la familia entendida como producto de la elección, según la caracterización desarrollada por Weston (1991). Esta autora defiende la existencia de un parentesco gay y lésbico fundamentalmente diferente, e independiente, del parentesco basado en la sangre y las relaciones biológicas. Si bien es, más que un lugar común, una obviedad señalar que existen familias y relaciones 165
de parentesco que no están basadas en conexiones biológicas, la centralidad, según Schneider, del coito heterosexual como símbolo fundamental del amor capaz de crear estos lazos excluía por principio la existencia de familias gays y lesbianas. Como dice Weston: In the United States, Schneider (1968) argues, «sexual intercourse» is the symbol that brings together relations of marriage and blood, supplying the distinctive features in terms of which kinship relations are defined and differentiated. A relationship mediated by procreation binds a mother to a daughter, a brother to a sister, and so on [...1 Immediately apparent to a gay man or lesbian is that what passes here for sex per se is actually the heterosexual union of two differently gendered persons (Weston, 1991, pág. 35). Pero este símbolo deja las relaciones entre personas del mismo sexo fuera de los fundamentos simbólicos del parentesco: «By reworking familiar symbolic materials in the context of nonprocreative relationships, lesbians and gay men in the United States have formulated a critique of kinship that contests assumptions about the bearing of biology, genetics, and heterosexual heterosex ual intercourse on the meaning of family in their own culture» (Weston, 1991, pág. 34). En su etnografía, Weston muestra cómo las familias constituidas por gays y lesbianas, las «familias que escogemos», tienen unos límites más borrosos y se componen a partir de unos lazos más fluidos que las «familias biológicas». Si no son simplemente una extensión del Parentesco Americano teorizado por Schneider es porque en el centro de este se encuentra la relación re lación heterosexual como fundamentación simbólica (Weston, 1991, págs. 106-107). En este sentido, suponen un modelo alternativo e independiente más que una transformación. En contraste con esta caracterización por parte de Weston aparece uno de los rasgos más llamativos de las casas que estamos considerando. Si esta autora impugnaba la centralidad de la relación heterosexual como fundamento de la familia, en las casas de la drag ball scene lo que encontramos es una suspensión de la relación sexual sin más. No porque las haya o las deje de haber, sino porque la formación de la familia no depende del establecimiento de una relación de alianza. Son familias construidas a partir de relaciones de «filiación» entre una madre y sus hijos, y de relaciones de «germanidad» entre los diferentes hijos. Quizá la muestra más clara de la renuncia simbólica al modelo biológico de familia no sea la «ficcionalidad» de las relaciones de maternidad y filiación, sino la ausencia de la figura del padre. Esta ausencia no es total, puesto que algunas casas tienen su padre, pero en ningún caso la relación entre padre y madre es el fundamento de las relaciones de parentesco. Para terminar, parece inevitable que nos preguntemos por la autenticidad de este 166
parentesco. ¿Estamos hablando realmente de parentesco? pare ntesco? ¿no estamos llevando demasiado lejos lo que no es sino una manera de hablar, una representación? Parece fácil aceptar que la reformulación que hacen los participantes en esta subcultura de sus relaciones en términos propios del parentesco nos dice algo respecto a cómo interpretan sus relaciones mutuas. Pero, ¿nos dice algo también de cómo se interpreta el ámbito del parentesco en las sociedades euroamericanas? Y sobre todo, ¿debemos entender este fenómeno como una repetición subordinada y legitimadora del sistema de parentesco, con su privilegio de una determinada forma de familia, por parte de quienes no pueden tener una familia más «verdadera»? ¿O más bien como una transformación liberadora respecto a este sistema, capaz de exponer críticamente sus presupuestos y sus límites? Esta cuestión no afecta solo a la apropiación ap ropiación del sistema de parentesco, también a las representaciones que del sexo, el género y la raza se realizan en el contexto de la ball scene. Uno de los principales objetivos de las actuaciones era producir precisamente una representación con efectos de autenticidad respecto al género, la raza o la clase social. Los trofeos se consiguen en función de cómo la actuación pueda representar exactamente la apariencia y la actuación de una modelo, un ejecutivo, un militar, un escolar, etc. Como dice Butler: «En las producciones de autenticidad autenticid ad del baile travesti, vemos y producimos la constitución constitu ción fantasmática de un sujeto, un sujeto que repite y parodia las normas de legitimidad mediante las cuales se lo ha degradado, un sujeto establecido en el proyecto de dominio que impulsa y desbarata todas sus repeticiones» (Butler, 2002, pág. 192). Respecto a la primera cuestión, podernos decir que, efectivamente, la estructura de casas que estarnos considerando es relevante, junto a otros fenómenos ya citados, para entender y situar las transformaciones transformacione s en la concepción del parentesco en nuestras sociedades, en cuanto supone una vuelta de tuerca más para mostrar que lo que llamamos parentesco puede construirse «en términos de residencia compartida, alimentación común u otro tipo de crianza en común, rituales o lo que fuere» (Stone, 2007, pág. 414). Y lo que se muestra con fenómenos corno el que estarnos considerando es que, si bien Carsten puede tener razón en su construcción del parentesco corno un tipo específico específic o de relatedness, en el contexto euroamericano euroameric ano el parentesco sigue siendo un símbolo privilegiado privileg iado para conceptualizar las la s relaciones mutuas y reforzar, o poner en cuestión, las estructuras sociales dentro de la propia sociedad. Respecto a la segunda cuestión, nos quedamos con una cita de Butler que recoge la ambigüedad de la cuestión: Lo que queda claro en la enumeración del sistema de parentesco que rodea el baile es, no solo que las «casas» y las «madres» y los «niños» apoyan el baile, sino además que el baile mismo es una ocasión de construir constru ir una serie de relaciones de parentesco que dominan y sostienen a quienes pertenecen a las 167
casas, frente a la deslocalización, la pobreza y la falta de un hogar. Estos hombres «hacen de madre» unos de otros, son su «casa» y «se crían» entre sí y la resignificación de la familia a través de estos términos no es una imitación vana o inútil, sino la construcción discursiva y social de una comunidad, una comunidad, que une, cuida y enseña, que protege y habilita. Indudablemente, se trata de una reelaboración del parentesco que cualquiera que esté fuera del privilegio de la familia heterosexual hete rosexual [...] necesita ver, conocer y de la que puede aprender. L..] En este sentido, París en llamas no documenta ni una insurrección eficaz ni una subordinación dolorosa, sino una coexistencia inestable de ambas (Butler, 2002, pág. 199). BIBLIOGRAFÍA BUTLER, Judith (2002), Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del «sexo», Barcelona, Paidós. CARsTEN, Janet (2007), «La sustancia del parentesco y el calor del hogar: alimentación, condición de persona y modos de vinculación (relatedness) entre los malayos de Pulau Langkawi», en R.Parkin y L.Stone (eds.), Antropología del parentesco y de la familia, Madrid, Ramón Areces. CARSTEN, Janet y HuGH-JONES, Stephen (1995), «Introduction», en J.Carsten y S. Hugh-Jones (eds.), About the house: Lévi-Strauss and beyond, Cambridge, Cambridge University Press. CUNNINGHAM, Michael (2002), «The Slap of Love», Open City Magazine, núm. 6, disponible en http://opencity.org/ cunningham.html. HAYDEN, Corinne (2007), «Género, genética y generación: reformulación de la biología en el parentesco lésbico», lésbi co», en R.Parkin y L.Stone (eds.), Antropología del parentesco y de la familia, Madrid, Ramón Areces. KAHN, Susan (2007), «Óvulos y úteros: los orígenes de la condición judía», en R.Parkin y L.Stone (eds.), Antropología del parentesco y de la familia, Madrid, Ramón Areces. LÉvi-STRAUSS, Claude (1987), La vía de las máscaras, México, Siglo XXI. RAGONÉ, Helena (2007), «Maternidad subrogada y parentesco americano», en R.Parkin y L.Stone (eds.), Antropología del parentesco y de la familia, Madrid, Ramón Areces. ROBERTS, Frank L. (2007), «There's No Place Like Home: A History of House Ball Culture», en Wiretap, junio de 2007, accesible en http://www.wiretapmag.org/ arts/43120/. SCHNEIDER, David (1968), American Kinship: A Cultural Account, Chicago, 168
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Este texto texto expone el caso contrario de lo que constituyen las «familias tardías», analiza las las pautas matrimoniales de una comunidad donde el matrimonio y la formaciónn de la familia comienzan a edades más «tempranas» 1. Más allá de formació allá de esta constatación constatación de la diversidad cultural en las estrategias matrimoniales y en en las formas de agrupación agrupación familiar, este capítulo analiza los factores que confluyen en una en una comunidad comunidad concreta para que una peculiar pauta de alianza, como es el matrimonio matrimonio secuencial, secuencial, tenga una incidencia significativamente elevada. Esta práctica, práctica, según la cual los individuos individuos entablan sucesivos matrimonios a lo largo de su vida, da lugar a una com posición familiar predominantemente predominante mente matrifocal y a un tipo de residencia residencia matrilocal. matrilocal. El trabajo de campo realizado reveló que ese asentamiento del núcleo del núcleo familiar en torno a la madre, en realidad, deriva de una pauta de residencia residencia patrilocal. Esta contradicción contradicción entre núcleos matrifoca les asentados patrilocalmente, responde a otra forma forma de alianza paralela a la monogamia secuencial, que es la alianza alianza que entabla la la mujer con un espíritu. Este matrimonio es el que otorga la legitimidad legitimidad a la descendencia descendencia de la mujer, es decir, la pertenencia del individuo a un grupo. grupo. Esta etnografía etnografía ilustra, asimismo, cómo las relaciones de filiación no siempre siempre se identificann necesariamente con las relaciones biológicas, con los lazos de parentesco identifica de parentesco consanguíneo, consangu íneo, sino que también se pueden establecer a través de vínculos rituales. vínculos rituales. La distinciónn entre los roles de paternidad al separar el páter biológico (cónyuge) distinció (cónyuge) del páter legal legal (espíritu) solo se hace visible con el registro de una doble genealogía genealogía solapandoo ambas dimensiones de los vínculos de parentesco. En definitiva, solapand definitiva, mi intención es intención es poner de manifiesto la relación que existe entre los principios de principios de filiación, los tipos de matrimonio, la constitución de grupos domésticos y unidades familiares y las pautas residencialCS2. Ureka es un pueblo situado en el extremo meridional de la isla de Bioko (Guinea Ecuatorial) cuya población nativa es la etnia bubi. La organización social bubi se articula en torno a dos grupos de filiación: el matriclán o «carichobo» y el patriclán o «loká», de manera que, la descendencia hereda ambos clanes. Son clanes exógamos y segmentados en linajes sin nombre. Todos los patriclanes, a su vez, se dividen en subpatriclanes con distinto rango social, lo cual evidencia la existencia en el pasado de una jerarquización social interna muy estructurada. Tanto los patriclanes como los matriclanes tienen un jefe denominado «mochuku» 3. Asimismo, la mujer de mayor edad del matriclán, la «mochukuari», comparte la jefatura del matriclán con el 170
varón4. La sucesión a las jefaturas es patrilineal y por orden de primogenitura entre los varones, mientras que la sucesión de los cargos de sacerdote o sacerdotisa tiene lugar tanto a través de los patriclanes como de los matriclanes. La transmisión de la herencia en el pasado era matrilineal, de forma que, para mantener la propiedad dentro del matrilinaje el hombre deja la herencia a los sobrinos uterinos. Hoy en día, la herencia tiende hacia un modo más bilateral del reparto ya que la propiedad de los padres (u otros parientes) pasa a todos los hijos de ambos sexos. MATRIMONIOS Entre los bubis se practican dos tipos de matrimonio: el matrimonio «tradicional» el matrimonio «a estilo de país». Este último es el tipo de unión más frecuente actualmente entre los bubis. El matrimonio «a estilo de país» es concebido corno la relación entre un hombre y una mujer que conviven juntos corno marido y esposa. Se considera también cónyuges, aquellos que, aún sin haber convivido tuvieron descendencia. Esta última condición es muy importante para el reconocimiento social de la existencia de un cónyuge, así corno el cumplimiento de las obligaciones que han contraído para el cuidado de la descendencia en común, y el reconocimiento de la paternidad biológica otorgando otorg ando el apellido del padre a los hijos. Aunque socialmente socia lmente son reconocidos corno cónyuges puesto que están sometidos a todos los derechos y obligaciones que entraña la relación, en lo que atañe a las leyes tradicionales bubis, no tiene ninguna relevancia. En esta unión no es necesario el consentimiento formal de los parientes mayores de ambas partes, sin embargo, para otras uniones sí es requerido por las leyes tradicionales. No existe un control sobre la elección de pareja en los jóvenes, salvo en lo que se refiere a la observancia de las normas de exogamia. El otro tipo de matrimonio llamado «tradicional» tiene dos acepciones según el momento histórico al que se refiera. Una de ellas es para el matrimonio que se llevaba a cabo en el pasado denominado «rivala re coto» o «matrimonio por virgindad». Esta unión podía ser poligínica, aunque esta era una práctica restringida a las jerarquías altas. En estos matrimonios se establecía la «riqueza de la novia» o «voolo» que literalmente significa «dar el valor a la novia». El principal objeto que intervenía en esta transacción era el «lokó»: unas pequeñas cuentas hechas de concha ensartadas en ristras que se empleaban como moneda de cambio y como adornos. La otra acepción de «matrimonio tradicional» es una alianza ritual que se practica actualmente junto con el matrimonio «a estilo de país» y solo se lleva a cabo en los poblados meridionales de la isla de Bioko. Bioko . A lo largo de este ritual nupcial se reproducen varios elementos del antiguo matrimonio «rivala re coto». Según esta alianza, a la mujer se le otorga un espíritu por esposo al que llaman el «mochuku»5. Este esposo ritual será el páter legal de la descendencia y, por tanto, quien otorga la legitimidad a los hijos que la mujer tenga con cualquier hombre, en lugar de hacerlo 171
el propio genitor. De manera que, los hijos que esta mujer tenga adquieren el patriclán del «mochuku», en lugar de adquirir adqui rir el de su padre biológico En esta alianza simbólica, son los clanes de la joven quienes llevan la iniciativa de establecer la alianza, es decir, de buscarle el marido ritual por medio de la consulta al oráculo. Esta ceremonia es conocida como «elovayo» o «la elección del mochuku para la joven» y se lleva a cabo cuando la joven j oven entra en la pubertad. En esta alianza, como el esposo es un difunto, la joven también lleva a cabo una ritualización de luto por la muerte de su esposo. Así, en la última fase del ritual, la mujer pasa de esposa a viuda y libre. De manera que la joven debe atravesar un triple proceso de transición sim bólica: de soltera-casada, de casada-viuda y de viuda-libre (N.Fernández, 1996). El estatus de libertad que ha conseguido le permite entablar relaciones con otros hombres o continuar con su vida conyugal actual, en el caso de que ya estuviera casada «a estilo de país». La distinción entre los roles de paternidad biológica y legal tiene evidentemente implicaciones no solo en la adscripción de los individuos, sino que también regula con quién puede o debe casarse un individuo, dónde y con qué grupo de parientes va a vivir y trabajar antes y después del matrimonio y de quienes puede heredar. En definitiva, regula las relaciones que intervienen en la construcción del parentesco. MONOGAMIA SECUENCIAL H.Moore (1991: 144) explica el «matrimonio secuencial» como resultado de un incremento en el índice de divorcios y sugiere que al hablar de los aspectos relacionados con el proceso de modernización en las prácticas matrimoniales, tales como el aumento de divorcios y el descenso de la poligamia, debe prestarse atención a fenómenos como el matrimonio secuencial. En este sentido, la alianza bubi descrita más arriba puede tener relación con la práctica del matrimonio secuencial, ya que el hecho de que el esposo legal sea un espíritu implica, necesariamente, la unión con otro u otros cónyuges que desempeñen los roles de genitor y páter social. Puesto que la ruptura de esta última unión no tiene consecuencias legales (en la dimensión tradicional de la norma) facilita la posibilidad de entablar nuevas relaciones conyugales. La monogamia secuencíal no es una norma ideal o esperada entre los bubis, pero está perfectamente asumida. El siguiente texto t exto corrobora la existencia de esta práctica a principios del siglo xx de la monogamia secuencial «en Moka es bastante corriente que cambien las l as parejas, bien por aburrimiento de él o por coquetería de ella, sin que haya el menor resentimiento entre ambos, ni escándalo o sorpresa entre los demás» (Bonelli Rubio, 1934: 517). A continuación exponemos el caso del poblado de Ureka. La elevada tasa de monogamia secuencial que aquí encontramos se debe a la confluencia de varios 172
factores. De un lado, su aislamiento geográfico limita la movilidad territorial de la población a otras localidades, localidade s, al igual que tampoco recibe apenas población poblac ión foránea, por tanto, la población se casa dentro de una zona zo na muy restringida. Sin embargo, hay una emigración temporal de varones en la estación seca (de noviembre a mayo) durante la cosecha del cacao. En este período es cuando se producen con más frecuencia los divorcios, las infidelidades y los cambios de pareja, una movilidad conyugal que no está exenta de conflictos. Recogimos las uniones matrimoniales de cada uno de los individuos mayores de 18 años, edad en la que algunos individuos poseen ya un cónyuge. Dado que la familia matrifocal es bastante frecuente, pudimos constatar con mayor certeza los matrimonios sucesivos de las mujeres que los de los hombres. En primer lugar, debido al hecho de estar agrupados tres generaciones en la misma unidad residencial: la madre, los hijos e hijas solteros y una o varias hijas con su descendencia y, en segundo, basándose en a los apellidos de los hijos que viven en torno a la madre, pudimos conocer el número de cónyuges que ella había habí a tenido. Sin embargo, el censo de varones adultos no pudo completarse con exactitud debido a esa migración masculina hacia la zona litoral para trabajar durante gran parte del año en el cultivo del cacao'. Del total de la población censada en Ureka (80 mujeres y 74 varones), 43 mujeres 37 hombres son mayores de 18 años. De ellos, el porcentaje de población femenina casada, 86 por 100, es algo mayor que el de la masculina con el 73 por 100. Las mujeres también se casan a una edad más temprana, y el número de cónyuges que tienen también supera al que tienen los varones: el 62 por 100 de la población femenina casada ha tenido más de un cónyuge, frente al 45 por 100 en los varones. Si nos fijamos en la información que proporciona el gráfico 1 desglosado por grupos de edad, se observa un descenso en las mujeres entre 59 y 78. Esto se debe a que el momento en el que estas mujeres accedieron al matrimonio coincide con el período en el que la evangelización dirigía gran parte de su empeño a extender el ideal de matrimonio monógamo cristiano. Los misioneros consiguieron que una buena parte de la población celebrara sus matrimonios canónicamente frenando, entonces, la monogamia secuencial y la poliginia7. Por otra parte, la pauta dominante de relacionarse las mujeres con sus sucesivos cónyuges a edades más tempranas que los hombres, tiene relación con la duración de su ciclo reproductor. Por ello, la edad a la que las mujeres tienen sus últimos cónyuges es mucho menor que la de los hombres, coincidiendo aproximadamente con el final de su ciclo reproductor. Mientras que los hombres, al poseer un ciclo más largo, continúan durante un período mayor de tiempo contrayendo nuevos vínculos. Este hecho evidencia la importancia que tiene la descendencia en las uniones matrimoniales. 173
G 13.1.-Número medio de cónyuges según grupo de edad
TABLA 13.2.-Edad mímina a la que han tenido el último cónyuge
Hablarnos de matrifocalidad para referimos al grupo de personas que se agrupan en torno a una madre, abuela, o parientes vinculados por lazos maternos entre los cuales la cabeza de familia es una mujer. Debido a la práctica de matrimonios secuenciales en Ureka, la mayoría de los cónyuges residen bilocalmente manteniendo sus hogares independientes a lo largo de toda su vida conyugal y agrupándose la descendencia en torno a la madre. Esta pauta da lugar a la formación de grupos, por ejemplo, de germanos maternos viviendo en el mismo hogar mientras que los germanos paternos viven separados en diferentes hogares. La mayoría de los matrimonios se contraen dentro de la misma localidad. Esta proximidad facilita que los cónyuges vivan separados lo cual, en cierta medida, favorece que se contraigan sucesivos matrimonios, por ello la matrifocalidad resulta ser la estrategia más viable 174
para este tipo de matrimonios. No es casualidad, entonces, entonce s, que en Ureka se produzca con tanta regularidad. GRÁFICO 13.2.-Porcentaje de cónyuges
GRÁFICO 13.3.-Porcentaje de matrifocalidad
Es preciso señalar que, al igual que ocurre con categorías corno «matrimonio» o 175
«cónyuge», la noción misma de «residir» o «habitar» también plantea algunos problemas. Por ejemplo, en el caso de que las personas realicen sus actividades act ividades cotidianas en más de un hogar, ¿cuánto tiempo debe durar la estancia en el hogar para que sea considerada corno su residencia?; la residencia también puede ser el lugar donde se come o bien donde se duerma. He adoptado la propia definición bubi de «hogar» que hace referencia al lugar donde se duerme y donde se tienen la mayor parte de las pertenencias, aunque las la s corridas se hagan en otro hogar e incluso cuando el individuo pase una buena parte del día en este último. Al mantener cada cónyuge su propia vivienda el hombre realiza continuos desplazamientos entre las dos residencias, ya que pasa gran parte del tiempo con la familia y luego regresa a su vivienda por la noche. Mientras que la mujer, se desplaza ocasionalmente para pernoctar con su marido, pero tiene su residencia estable est able junto a su descendencia con la que vive todo el tiempo. El censo genealógico que elaborarnos en este poblado nos permitió también estudiar el tipo de residencia de cada individuo a lo largo de su ciclo vital. De los 32 hogares que hay en el poblado, tan solo cuatro están constituidos por familias nucleares. Dos de los esposos de estas familias nucleares seguían manteniendo además otra casa propia. Sin embargo, encontrarnos 16 hogares integrados por unidades matrifocales los cuales representan el 50 por 100 de las residencias del poblado. Si a estas residencias matrifocales matrifocale s de las esposas añadirnos las neolocales de los esposos, ambas constituyen el 72 por 100 de los hogares del poblado cuyos cónyuges no viven juntos. Esto significa que de los 31 matrimonios que había en el poblado en el momento de realizar el estudio, estud io, tan solo cuatro vivían juntos, mientras que el 87 por 100 de los matrimonios vivían en hogares separados (Gráfico 3). El hecho de que las unidades domésticas y familiares matrifocales se agrupen en torno a un núcleo permanente de madres, hijas, hermanas, etc., tiene unas repercusiones para la mujer bien diferentes a las que experiementa la mujer en las sociedades patrilineales. Estas últimas, por lo general, están asociadas a la residencia patrivirilocal, según la cual, cual , la mujer debe residir con la familia del esposo. En esta situación la mujer se encuentra más aislada y alejada del apoyo de su grupo familiar, su autonomía se reduce, y el marido puede ejercer más autoridad sobre ella. Por el contrario, cuando las mujeres parientes entre sí permanecen juntas, forman estrechos lazos de unidad familiar, social y de residencia, incluso después de su matrimonio. Esta solidaridad favorece no solo la cooperación en las tareas, sino también la identificación de estas con sus propios intereses. En otro texto (Fernández Moreno, 2005), he analizado cómo la responsabilidad de la crianza y la educación recae principalmente sobre los parientes pariente s femeninos de la línea materna. De este modo, establecen mecanismos de solidaridad informal que implican el intercambio de favores en las tareas domésticas como: la preparación de la comida, la redistribución de alimentos, el compartir utensilios... hasta permanecer al cuidado de los niños 176
durante los primeros meses de crianza o, incluso, durante períodos más prolongados cuando la madre debe ausentarse para trabajar. Durante este tiempo, una hermana, una tía o, generalmente, la abuela que ya no dispone de tanta movilidad, cuida de la casa y de los hijos pequeños. El beneficio de estas relaciones es recíproco ya que, con frecuencia, alguno de los nietos o nietas, al cumplir los 6 o 7 años, se traslada a vivir con la abuela para ayudarle en la casa mientras ella se queda a cargo de su alimentación, cuidado, educación, etc. Con este tipo de relaciones familiares, como señala Hocart (1975), los niños aprenden a relacionarse y a vincularse afectivamente con otros parientes además de sus progenitores y las obligaciones que asumirán en un futuro hacia aquellos parientes que les han acogido serán primordiales. Para concluir podemos apuntar algunas tendencias sociales que se observan actualmente en la sociedad bubi y que indican las transformaciones propias que tienen lugar en todo proceso social. Al igual que ha ocurrido con las transformaciones del matrimonio, las pautas de residencia también han experimentado una importante evolución. Antiguamente, cuando la pareja no se establecía de forma independiente en una residencia neolocal, era frecuente que la mujer fuera a vivir con los parientes del esposo. En la actualidad, se han desarrollado nuevas pautas sociales de residencia existe cierta libertad de criterio para que los jóvenes se independicen. En este sentido, la tendencia más relevante que se percibe es la preferencia por constituir la familia nuclear, como consecuencia de las pautas actuales en las relaciones matrimoniales, así como por el cambio de valores en la pareja. La idea de establecer una familia nuclear, resulta especialmente atractiva para los matrimonios jóvenes porque les permite escapar de las imposiciones imposicione s y del control de la red de parentesco, o al menos, obtener cierta independencia. Sin embargo, además de los valores positivos que pueda haber adquirido el modelo mode lo nuclear, existen los condicionantes condicionant es económicos. Por ello, junto a esta pauta actual de separación de hogares y de unidades familiares, en el ámbito rural bubi continúan formándose grupos domésticos extensos. Esto se debe a las ventajas que aporta este funcionamiento, dada la dependencia mutua que tienen para organizar las tareas domésticas y desempeñar el trabajo agrícola. Si aceptamos la tesis de que la «nuclearización» está asociada al crecimiento económico, este proceso se implantaría extensamente solo en la medida que los individuos fueran independientes económicamente y pudieran abandonar las redes de parentesco. De lo contrario, es previsible que continúen adoptando modelos mixtos según las necesidades que deban satisfacer. BIBLIOGRAFÍA BALDO, J. (1944), El derecho matrimonial entre los indígenas de Guinea. FERNÁNDEZ MORENO, N. (1996), «Social, demographic and cultural aspects of Ecuatorial Guinea», Research and Reviews in Parasitology, 2-3, vol. 56, págs. 8589. ISSN: 1133-8466. 177
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Corno ya se indicó en la Introducción, este libro es el resultado de la reunión de expertos en diversos ternas que incumben a las familias y que, desde diferentes ámbitos, han aportado su granito de arena en lo referente a los modos y maneras de hacer familia centrándose en el modelo emergente de las familias tardías. Las conclusiones a las que se llegó en este 1 Seminario Internacional sobre uevos Modelos de Familia: Familias Tardías, y que son fruto de la reflexión de algunos de los participantes en este libro y de asistentes anónimos a los que agradecemos sus aportaciones, se resumen en dos puntos principales: 1.Articular un «lenguaje común» entre los estudiosos del parentesco y los expertos que trabajan en las instituciones públicas y entidades privadas en ternas de familia y reproducción. 2.Con este objetivo, se valoró la importancia de tener en cuenta la perspectiva cultural y de género, incorporando la epistemología feminista en el diseño y desarrollo de los proyectos que trabajan estos temas. Estas conclusiones generales articulan los resultados concretos a los que se llegó y que afectan directamente al objeto de estudio, las familias tardías. En este sentido se concluyó: 1.Es necesario sustituir la expresión «nuevos modelos de familia» por «nuevas formas de hacer familia», entendiendo que el calificativo modelo esencializa una realidad compleja y dinámica. 2.Las familias tardías se definen como categoría de análisis por una serie de características comunes que las connotan como grupo. 3.No obstante, los caminos que llevan a su formación, ya sea la adopción, las TRA, etc., generan especificidades dentro del grupo. 4.Tener en cuenta en los discursos que trabajan la adopción o las TRA, corno cairinos para la formación de una familia tardía, la diferencia entre vínculo genético y filiación, reproducción y maternidad. 5.Aunque metodológicamente una de las características que definen una familia tardía es la edad, los expertos de las instituciones públicas que trabajan con familias entienden que la edad de los futuros padres es un factor que influye pero no condiciona a la hora de hacerse cargo ca rgo de un niño, aunque las legislaciones actuales sobre adopción y los argumentos científicos la tengan en cuenta en sus disposiciones legales y éticas. 179
6.En este sentido, se señaló la importancia de considerar las diferentes dimensiones del cuidado y no centrarse en el cuidado físico de las personas dependientes, incluyendo en las relaciones de cuidado a todos lo miembros del grupo familiar y no solo a los padres. 7.Así, el proyecto de incluir a un nuevo miembro en el grupo, un bebé o un niño, se debe analizar como un proyecto compartido por la pareja y el grupo de parientes cercanos, y no como un deseo exclusivo de la futura fut ura madre. 8.La configuración de una «familia tardía» es, por lo tanto, no solo un proyecto de vida personal que parte de las decisiones individuales de un sujeto o una pareja, sino una empresa que involucra a toda la sociedad. 9.Por lo tanto, es fundamental analizar el imaginario que existe sobre la maternidad, la paternidad, la pareja, la familia y el hijo, y los diferentes significados que estos términos tienen para los distintos sujetos del estudio, con el objetivo de valorar cuáles son las circunstancias estructurales y coyunturales que animan a las personas a formar una familia tardía y que afectan directamente a los estados de bienestar. En este sentido, los indicadores que vaticinan un aumento significativo de las llamadas familias tardías en España señalan a este grupo como un grupo de interés para los profesionales y un reto para los investigadores, investiga dores, ya que las familias tardías, como se expresa en las conclusiones, se presentan con características comunes que las definen como grupo, pero también excepcionales dependiendo de los caminos que se han seguido para su configuración. Los indicadores que en principio hay que tener en cuenta y que serán contrastados en el transcurso de nuestra investigación para establecer acciones en el trabajo con las familias tardías, por lo tanto, no solo deben centrarse en los deseos de profesionalización de las mujeres que deciden de ciden tardíamente ser madres, sino también en: •Los cambios sociales en las relaciones de las parejas y aquellos que afectan en exclusividad a los padres tardíos. •La maternidad como vía de empoderamiento de las mujeres que deciden convertirse en madres tardías de grupos monoparentales, ya sea por TRA o adopción. •Las relaciones que se establecen con el grupo de parientes próximos una vez se ha configurado la familia tardía y que reestructuran los pactos implícitos que existían en la familia extensa sobre el cuidado de las personas mayores del grupo, padres con una alta esperanza de vida, y que por norma recaerían en aquellas personas o parejas que no tenían hijos (ahora padres tardíos). 180
•Las relaciones de cuidado emocional que permiten el proceso de inclusión del niño o el bebé, filiación, en el grupo familiar extenso. En concreto, hay que valorar la importancia de los abuelos como transmisores de la memoria histórica familiar. •Analizar dentro de las valoraciones de idoneidad de los futuros padres las diferentes dimensiones del cuidado y no solo el cuidado físico. •Valorar las relaciones de solidaridad que las familias tardías establecen fuera del grupo de parientes cercanos (amigos/as) y que, en algunos casos, pueden constituir una nueva forma de construir parentesco.
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úLTIMOS TÍTULOS PUBLICADOS Teorías e instituciones contempordneas de educación, M.a del Mar del Pozo (Ed.). La organización escolar normativa y aplicada, Isabel Cantón Mayo. Compendio de teoría teatral, María Paz Grillo. uestra personalidad. En qué y por qué somos diferentes, Manuel de Juan Espinosa y Luis Francisco García. Mente y personalidad. Teoría de la red de sistemas, Josep M.a Lluís-Font. Filosofía de la ciencia, Antonio Diéguez Lucena. Problemas sociales. Desigualdad, pobreza y exclusión social, Eduardo López Aranguren. Psicología del desarrollo cognitivo y adquisición del lenguaje, Sergio Moreno Ríos. Psicología forense. Manual de técnicas y aplicaciones, Juan Carlos Sierra, Eva M.a Jiménez y Gualberto Buela-Casal (Coords.). La mentalización en el fútbol moderno. Guía práctica para entrenadores y futbolistas, David Boillos García. La reforma constitucional, Santiago Roura y Javier Tajadura (Dirs.). Fundamentos constitucionales del Unión Europea, Luis Jimena Quesada y Miguel Ángel Alegre. Psicología del trabajo en un mundo globalizado. Cómo hacer frente al mobbing y al estrés laboral, Anastasio Ovejero Bernal. La percepción visual. La arquitectura del psiquismo desde el enfoque de la percepción visual (2.a ed.), Javier Monserrat. Manual de psicopatología general, Jordi E.Obiols (Ed.). Geografía, paisaje e identidad, Clara Copeta y Rubén Lois (Eds.). Expresión corporal: arte del movimiento. Las bases prácticas del lenguaje expresivo, 182
Mercedes Ridocci. Violencia de género. Tratado psicológico y legal, Francisca Fariña, Ramón Arce y Gualberto Buela-Casal (Eds.). Orientación profesional. Nuevos escenarios y perspectivas, Luis M.Sobrado y Alejandra Cortés. La educación motriz para niños de 0 a 6 años, Ana Ponce de León (Coord.) Socioeconomía de las migraciones en un mundo globalizado, jesús Javier Sánchez Barricarte. El laberinto de la hominización, Juan Gavilán. Opinión pública. La tradición americana (1808-1965), Juan Ignacio Rospir. Teoría psicoanalítica, Antonio García de la Hoz. Las filosofías de la Edad Media. Crisis, controversias y condenas, Francisco León Florido. Psicología social. Algunas claves para entender la conducta humana, Anastasio Ovejero Bernal. Psicología social crítica, Anastasio Ovejero y Júpiter Ramos (Coords.). La imagen del ser humano. Historia, Literatura y Hermenéutica, Javier San Martín y Tomás Domingo Moratalla (Eds.). Perspectivas sobre la vida humana. Cuerpo, mente, género y persona, Javier San Martín y Tomás Domingo Moratalla (Eds.). Teorías de ll sociología contempordnea, Javier Noya. Modos y maneras de hacer familia. Las familias tardías, una modalidad emergente, Nancy Konvalinka (Ed.): i Este Seminario fue posible gracias a la financiación del MICINN FEM200908664-E, de la UNED, de la Cátedra de Responsabilidad Corporativa y Sostenibilidad de Telefónica en la UNED, de la Facultad de Filosofía y del Departamento de Antropología Social y Cultural de dicha Universidad. i KASS was financed by a grant from the European Union's Sixth Framework Research Programme, and coordinated by the Max Planck Institute for Social Anthropology, Halle, Germany. The results have been published in three volumes: Grandits 2010; Heady and Schweitzer 2010; Heady and Kohli 2010. 183
2 Intense' domestic help is defined as help provided on most days of the last week. The helpers mayor may not live in the same household as the recipient. 1 Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia. 2 Estos cambios afectan también a las familias de las sociedades no europeas, E.Hernández Corrochano, «Diferentes perspectivas sobre el estudio de la familia en el norte urbano de Marruecos: un analisis en perspectiva de genero», Papeles del CEIC, marzo, 2008, págs. 1-29. 3 Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia, art. 2. 6 Algunos datos sobre el creciente número de enfermos de Alzheimer y su costes se pueden encontrar en: The International Federation of Alzheimer's Disease and Related Disorders Societies (1999), «The Demography of Ageing around the World», Alzheimer's Disease International, Factsheet 4 • March, 1-2.; The International Federation of Alzheimer's Disease and Related Disorders Societies (2010) «The Global Cost of Dementia», Alzheimer's Disease International, 20, septiembre, págs. 1-2. a M.-S. Moral Serrano, J.Juan Ortega, M.J.López Matoses y P.Pellicer Magraner, «Perfil y riesgo de morbilidad psíquica en cuidadores, de pacientes ingresados en su domicilio», Aten. Primaria 32 (2), 2003, págs. 77-87. 8 «El principio de igualdad de trato y oportunidades entre mujeres y hombres informará, con carácter transversal, la actuación de todos los Poderes Públicos. Las Administraciones públicas lo integrarán, de forma activa, en la adopción y ejecución de sus disposiciones normativas, en la definición y presupuestación de politicas públicas en todos los ámbitos y en el desarrollo del conjunto co njunto de todas sus actividades», Ley orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, «Transversalidad del principio de igualdad de trato entre mujeres hombres», art. 15. s M.A.Durán, «La nueva división del trabajo en el cuidado de la salud», Política y Sociedad, 35, 2000, págs. 9-30. 7 Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia, «Exposición de motivos», 3. 9 Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia, art. 2. 10 Ley orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. 184
13 C.Gilligan, «Hearing the Difference: Theorizing Connection», Hypatia, 10, 1995, páginas 20-127. 14 C.Gilligan, «Do the Social Sciences Have an Adequate Theory of Moral Development?», 1983, N.Haan y N.Bellah, Social Science as Moral Inquiry, Nueva York, Columbia Universiry Press, págs. 33-51. 12 C.Gilligan, «In a Different Voice: Women's Conceptions of Self and of Morality», Harvard Educational Review, 17, 1977, págs. 481-517; In a Different Voice, Cambridge, Harvard University Press, 1982. ii The Charlottetown Declaration on the right to care, 2001. 15 M.T.López de la Vieja, «Crítica Feminista», La mitad del mundo. Ética y Critica feminista, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2004, págs. 28-32. 17 M.T.López de la Vieja, «Organ Donors». Something for Nothing», M.T.López de la Vieja y C.Velayos, Educación en Bioetica. Domnacion y trasplante de órganos/Bioethical Education. Organ Procurement and Transplantation, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2008, págs. 69-80. ib S.Fry, «The Role of Caring in a Theory of Nursing Ethics», Hypatia, 4, 1989, páginas 88-103. 18 A.Gouldner, «The Norm of Reciprocity: A Preliminary Statement», American Sociological Review, 25, 1960, págs. 161-178. 19 P.Appelros, B Stegmayr y A.Terent, «Sex Differences in Stroke», Stroke, abril de 2009, págs. 1-15. 21 World Health Organisation, Declaración. La equidad de género en la salud, mediante el mainstreaming, 2004, Madrid. ~2O S.Moller Okin y J.Mansbridge, «Feminism», R.Goodin y Ph. Pettit, A Companion to Contemporary Political Philosophy, Londres, Blackwell, 1993, págs. 269-290 22 M.A.Duran, «Dependientes y cuidadores: el desafío de los próximos años», Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 60, págs. 57-73 23 E.Hernández Corrochano, «Modelos de familia en España: entre la permanencia el cambio. El caso concreto de Castilla y León», Humanismo y Trabajo social, 8, 2009, págs. 201-220. 24 The President's Council en Bioethics, «Aging and Contemporary Society»,Taking Care, septiembre de 2005, págs. 4-11.
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25 C.Levine se ha referido a esta cuestión: «Family caregivers can be related by blood or marriage, but they can also be domestic partners partne rs or friends. Changes in family structure have not diminished the basic instinct of people to care for others, but the health care, legal, and policy polic y systems have not kept pace with these changes», «Family Caregiving», M.Crowly, From Birth to Death and Bench to Clinic, Garrison, Y, The Hastings Center, 2008, págs. 63-68. 26 M.T.López de la Vieja, «Bioética. Del cuidado al género», Estudios multidisczplinares de género, 3, 2006, págs. 107-127 27 A.Jagga, «Globalizing Feminist Ethics», Hypatia, 13, 1998, págs. 7-31. 28 S.Moller Okin, «Gender the Public and the Private», D.Held, Political Theory Today, Cambridge, Polity Press, 1991, págs. 66-90. i La idea de una segunda transición demográfica ha tenido hasta ahora más éxito académico en Europa que en los Estados Unidos. 2 Como Coleman y Husén señalaban ya a finales de los años 80 (1989: 56), «la uventud de los países altamente industrializados y ricos tiene una clara tendencia a aplazar el momento en que juzga bueno `establecerse'... Ya se vea en este alargamiento del período durante el cual los jóvenes rehúsan establecerse, bien un tanteo o bien un deseo de retrasar el momento en que tendrán que asumir las responsabilidades del adulto, esta es una de las características de la juventud de los países desarrollados». 3 Como es sabido, la edad al matrimonio de los varones es superior a la de las mujeres, que se casan más jóvenes. Concretamente, la edad media al matrimonio de los varones que se casaron en 2008 fue de más de 34 años, mientras que la de las mujeres superaba los 31. No obstante, hay que señalar a este respecto que en e n los datos sobre el crecimiento de los nacimientos extramatrimoniales en España está pesando, sobre todo en los últimos años, el comportamiento de algunos inmigrantes, que mantienen unos niveles de cohabitación y de formación y mantenimiento de parejas de hecho muy superiores a los de las españolas. 5 A veces se malinterpreta este indicador pensando que es la proporción de matrimonios que acaban en divorcio. No es el caso. Se trata simplemente de los divorcios que se producen cada año por cada 100 nuevos matrimonios que se celebran. 6 La entrada en vigor en 2005 de la Ley 15/2005, de 8 de julio, por la que se modificó el Código Civil y la Ley de Enjuiciamiento Civil en materia de separación y divorcio provocó un importante trasvase desde separaciones hacia divorcios. En el proceso de la baja fecundidad española influyen, obviamente, muchos 186
factores derivados en su mayor parte del cambio de posición de la mujer. Pero merece la pena resaltar ahora dos de ellos. Uno es la dificultad para constituir nuevas unidades familiares que ha experimentado la sociedad española durante todos estos años de caída de la fecundidad. Otro es el subdesarrollo de las políticas de apoyo a la natalidad en España. 8 Tanto más importante cuanto que su número es mucho mayor que el de los dos tipos anteriores considerados: según los datos de la Encuesta de Población Activa, en 2008 entraban en esta categoría casi 4,2 millones de hogares españoles. 2 Uno de los proyectos realizados por este equipo de investigación ha sido el 1 Seminario Internacional sobre Nuevos Modelos de Familia: Familias Tardías, que se realizó en septiembre de 2010 en Madrid. En dicho Seminario se expusieron y debatieron las primeras conclusiones de nuestra investigación. Las aportaciones de los asistentes a este evento y que agradecemos, quedan reflejadas en este texto. 1 Grupo dirigido por la Dra. Konvalinka y al que pertenezco junto con los Drs. Raúl Sánchez Molina y Alfredo Francesch y la doctoranda Sandra Fernández García. s El hecho que en las etapas premodernas las familias extensas fueran mayoritarias, no exime que este tipo de familias coexistieran con familias nucleares, monoparentales..., de la misma manera que desde la Modernidad conviven diferentes modelos de familias en una misma área. No obstante, la percepción social, las legislaciones, etc., en muchos casos señalan qué es familia o cuál es el modelo ideal de familia, a la que todos los sujetos deben aspirar. Véase A.Burguiére, Lebrum, E 21/123, 1998. 1 E.Roudinesco, 10, 2004. 6 Las legislaciones sobre adopción hablan de sujetos mayores de 25 años para poder adoptar solos, mientras que la Ley 35/1988, de 22 de noviembre, sobre Técnicas de Reproducción Asistida (vigente hasta el 28 de mayo de 2006), señala en el Artículo 6 punto 1, que la mujer usuaria de TRA «deberá tener dieciocho años al menos y plena capacidad de obrar». Una madre temprana, en el discurso médico, es aquella mujer que ha tenido un hijo antes de los 19 años. 8 J. P Vernant y P.Vidal-Naquet, 63, 2006' 9 El mundo.es. 07/07/2008. E.Roudinesco, 10, 2004. 7 http://www.bioeticaweb. com/index2.php?opúon= com_content&do_pdf=l&id=4375. 10 Art. 175 del Código Civil. Algunas Comunidades Autónomas, como El Principado de Asturias, han previsto aumentar la diferencia de edad entre adoptante y 187
adoptado hasta los 45 años. ii Juan Antonio García Velasco, director del Instituto Valenciano de Infertilidad, El mundo. es. 07/07/2008. 12 R.Sampedro, V.Gómez, M.Montero, 2002, 2/3. 13 http://www.paginadigital.com/ artículos/2004/2004curt/t aecnologia3/teclllpD.asp. 14 Según el INÉ en 2006 se registraron 481.295 nacimientos en España, de los cuales un 3,77 por 100 fueron madres tardías (parecidos a los datos de Francia, de un 4 por 100, como ha indicado Martine Segalen). Notas de prensa del INE de 22 de unio de 2010. Este dato incluye no solo a las mujeres que han sido madres primerizas, sino también a aquellas que teniendo teni endo hijos han sido madres a una edad superior a los 40, ya sea con la primera pareja o con otra. Los datos del INE no desglosan la primera maternidad, lo cual nos sería muy útil en esta investigación. 17 «El calificativo de tardío depende del contexto social y cultural en el que nos situemos [...1 Treinta y cinco años es la edad a partir de la cual las mujeres ven calificado su embarazo como «embarazo de riesgo» y en la que empieza a informarse sistemáticamente a las mujeres de la posibilidad de someterse a pruebas de diagnóstico prenatal, destinadas a detectar posibles enfermedades o malformaciones fetales. Treinta y cinco años es también la edad límite para ser donante de óvulos. Pero las definiciones médicas de lo que es o no tardío no tienen por qué ser un referente para el análisis sociológico, ya que ellas mismas son en gran medida producto de una construcción social», social », R.Sampedro, V.Gómez y M.Montero, 2002, 4. ls R.Sampedro, V.Gómez y M.Montero, 2002, 2. Los sesgos de género indican una diferencia clara de sexos en la concepción social del acceso a la paternidad/maternidad por vía coital. El hecho de que los varones eventualmente puedan tener hijos a edades muy avanzadas hace que la paternidad tardía no se considere socialmente excepcional, aunque los casos no sean muchos, pero si muy publicitados, y casi siempre tengan hijos con mujeres muje res más jóvenes. 16 Los argumentos que médicamente se esgrimen a la hora de calificar que una mujer accede a una maternidad tardía están íntimamente unidos a su resistencia física a la disminución de su reserva ovárica, lo que hace más difícil tener óvulos viables para ser fecundados. No obstante, en la actualidad actualida d la calidad de vida de las mujeres occidentales hace que mujeres de 30 años o más tengan mejor forma física que mujeres jóvenes del tercer mundo, por poner un ejemplo, a la vez que la donación de óvulos y su Fecundación In Vitro, permite que mujeres muy mayores puedan afrontar un embarazo. 18 El mundo.es 03/08/2008. 188
19 En España es posible acceder a empresas de Servicios jurídicos y Asistenciales, como Defengay, que asesoran y ayudan a que «podáis llevar a cabo vuestro sueño de ser padres o madres de forma natural», arreglando los trámites jurídicos para personas que quieren ser padres haciendo uso de las madres de alquiler. Según señala su página web, ofrecen las mejores clínicas, un seguimiento seguimie nto desde el FIV y las garantías médicas para las madres subrogadas y para los futuros padres y madres en Rusia y Estados Unidos. Esta página esta suscrita por GayFriendly, coordinadora de gays y lesbianas. 20 R.Sampedro, V.Gómez y M.Montero, 2002, 3M. 21 Ídem, 2002, 2. 22 Rosa María Martínez, autora de la cita, hace un estudio crítico del concepto generación desde una perspectiva histórico-filosófica. Este análisis crítico, aunque es asumido por los miembros del equipo, no evita que la definición de familia tardía que proponemos se centre en dicho concepto. En este sentido, utilizamos uti lizamos el concepto generación y diferencia generacional partiendo del uso predeterminado que la sociedad hace («mas padres son de otra generación», «la generación de mis hijos»), y los expertos en TRA y las leyes de adopción asumen, directa o indirectamente. R.M.Martínez, 53, 2005. 23 La Voz de Asturias. Lunes, 2 de agosto de 2010. Comentario de la Consejería de Vivienda y Bienestar Social. 25 R.M.Martínez, 2005. 24 A.Rivas e I.Jociles, 2009, 157. 26 «Desde esta perspectiva el aspecto construido del parentesco viene determinado por un nuevo aspecto dado: es el deseo de la parentalidad parent alidad el elemento constituyente constituye nte de la filiación», J. Bestard, 2009, 91. 29 J.Bestard, 2009, 88. 30 S.Segalen, 2009. 31 Ana M.a Rivas e Isabel Jociles, 2009. 2' Ch. Collard y S.Kashmeri, 2009, 52. 28 Tema tratado en este libro por la Dra. Konvalinka. 32 M.Segalen, 2003. i Este trabajo se ha llevado a cabo dentro del grupo de investigación integrado por Elena Hernández Corrochano, Stella León y yo misma, todas de la Facultad de 189
Filosofía de la UNED. 1 Entrada de la palabra Feminismo en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, http://www.rae.es/RAE/ Noticias.nsf/Home?ReadForm 2 El concepto antropológico de patriarcado se define como el complejo social en el que las supuestas claves de poder politico, económico, religioso, militar se hallan ocupadas mayoritariamente por varones (Harris, 1996) y el orden que legitima la figura de la madre es el orden patriarcal. El patriarcado o sistema de sexo género es aplicado a todas las sociedades conocidas tanto en el pasado como en el presente. 3 Cfr. H.Establier Pérez, «La teoría de la maternidad en el contexto crítico español», en S. Caporale Bizzini, ob. cit., 2005, págs. 178 y sigs. La autora resume en pocas páginas los presupuestos teóricos del feminismo femini smo ilustrado y su «contienda» con el feminismo culturalista y el feminismo de la diferencia. 4 El carácter patriarcal de la ciencia occidental y, por tanto, la no neutralidad de la tecnología y sus derivados ha sido un tema largamente tratado por las teóricas feministas a partir de los años 70. i Consiguió apoyo económico en la convocatoria Santander/Complutense para proyectos de investigación durante durant e el periodo mencionado. Los miembros del equipo, aparte de las dos autoras de este artículo, han sido Beatriz Moncó, Fernando Villaamil y, como colaborador, Pablo Díaz. Actualmente continuamos investigando sobre el tema con el apoyo del M.° de Ciencia e Innovación, a través del proyecto «Monoparentalidad por elección: estrategias de autodefinición, distinción y legitimación de nuevos modelos familiares» (I+D+i, FEM-2009-07717). 2 Tales como Masola (http://www.masola.org/), Yendo a por el segundo (http://mspe.blogspot.com/), Esperando a Raquel (http://mascercaderaquel. blogspot.com/), Asociación Madres Solteras por Elección Elecció n (http://madressolterasporeleccion. org/index.php), etc. s Actualmente, en 2010, existen seis foros: a los dos ya citados de Adoptarsiendosoltero y Madres Solteras por Elección (que migró de la plataforma MSN a Multiply: http://www.madremspe.multiply.com), hay que sumar el de la Asociación Madres Solteras por Elección (http://www. madressolterasporeleccion.com), el conocido como Mares, una decisió en solitari, con ámbito en Cataluña (http://www.maresds.forocatalan. com/forum.htm), otro también llamado Madres Solteras por Elección (http://www.mamasolteraxeleccion.forosactivos.com), y recientemente (octubre 2010) se ha creado, por parte de algunas participantes en Adoptarsiendosoltero, un nuevo foro para abordar cuestiones específicas de postadopción (http://es.groups.yahoo. com/group/ post_adopcion). 4 Entidades Colaboradoras en Adopción Internacional. 190
s Las doulas son mujeres, en su mayoría madres, que acompañan a otras mujeres durante el camino a la maternidad. Su labor fundamental es dar soporte, tanto físico como emocional, durante el embarazo, el parto y el puerperio. 2 Textos recientes sobre este asunto pueden ser Grau (2004) o Salazar (2004). 3 Véase, por ejemplo, Pichardo (2009) o Weston (2003 [1997]). Por ejemplo, Yanagisako (1978) o Wallace (1969). 4 Durkheim (1898) yvan Gennep (1906), apud Schneider (1984). s Qué pueda ser necesidad o qué no es asunto demasiado complejo. A este respecto pueden verse los trabajos de Amartya Sen, Martha Nussbaum o, en España, de Riechmann (1999). En cuanto a «mercado», no hay duda de que es una palabra demasiado polisémica, que utilizaré relajadamente en su sentido más folk. Sobre precisiones posibles está, por supuesto, el trabajo de Polanyi Pol anyi (2009: 213 y sigs.) [1977]). 6 En todo caso, sobre esta conceptualización folk del mercado y los agentes económicos puede verse Bourdieu (2003 [20001), o textos tan antiguos como Veblen (1898). 7 Véase Muñoz de Escalona (1990, 2003) o Francesch (2004). s Osservatorio sul Turismo Procreativo, Conferenza Stampa, 2006. Estas cifras experimentan un continuo crecimiento desde la promulgación de la conocida como «Ley 40», muy restrictiva en el acceso a las NTRA. 10 El foro cuenta con más de 7.500 mensajes, contabilizados en agosto de 2010. Las referencias a España son frecuentes en otros espacios web, menciono por el hecho de que cuente con un apartado exclusivo para las interesadas en adquirir estos servicios en territorio español. 11 No creo superfluo mencionar la alternativa de Matorras (2005) a la locución «turismo reproductivo»: «exilio reproductivo». 12 Paradójicamente, recordemos que recientemente se prefirió acuñar la expresión «crossborder patients» para eludir «turismo procreativo», que los especialistas médicos percibían como excesivamente frívola. El término «paciente», al parecer, se elude también de cara a los consumidores y se reserva para uso interno de puertas adentro, en el ámbito profesional. i Resulta inevitable utilizar términos como «tardío» al describir comportamientos demográficos dentro de una misma sociedad a lo largo del tiempo o calificativos como «temprano» cuando se comparan diferentes sociedades contemporáneas, pero 191
no deja de ser un tanto inadecuado puesto que desde el punto de vista emic, esta «nupcialidad temprana» es lo habitual en esa comunidad, lo cual, pone de manifiesto la naturaleza subjetiva y la dimensión contextual de estas categorías. 2 Llevé a cabo el trabajo de campo en el marco de una investigación mayor que realicé de 1988 a 1992 y, posteriormente, durante breves períodos de tiempo entre 1995-2000 y 20082009. Este apelativo se emplea no solo para designar a los jefes de los clanes, sino también para referirse a todo aquel hombre relevante por su estatus jerárquico. Una explicación más amplia del parentesco y de la organización política bubi se encuentra en N.Fernández (2011). s Los esposos rituales suelen ser espíritus de personas que fueron relevantes, de ahí el apelativo «mochuku» o jefe como ya hemos explicado en párrafos anteriores. 6 Para corregir esta cifra infraestimada de varones adultos, se repitió el censo durante la época de captura de las tortugas marinas en Ureka. Esta actividad coincide prácticamente con el final de la l a cosecha de cacao y es cuando regresan la mayoría de los hombres. Los primeros matrimonios que se acogieron a los ritos católicos fueron muy celebrados, y contaron incluso con la asistencia de las autoridades españolas. Los incentivos a estos matrimonios quedaron establecidos en la ordenanza del 10 agosto de 1943, según la cual, se aplicaba un impuesto progresivo a partir de la tercera esposa. La recaudación era destinada en favor de los matrimonios monogámicos católicos en concepto de «préstamos a la nupcialidad» (Salvador, 1944). La administración colonial estableció una cantidad única de 300 pesetas por la primera o segunda esposa, 500 por la tercera, 1000 por la cuarta, 1500 por la quinta y 2500 por la sexta. Esta normativa transformó el valor de «la riqueza de la novia» en un impuesto. No obstante, la población nativa, especialmente la etnia fang, para quienes el valor de la «riqueza de la novia» no era simbólico como en los bubis, pagaban en privado incluso 3000 pesetas por la primera esposa, después de haber ha ber entregado lo estipulado ante las autoridades (Baldo, 1944).
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Índice INTRODUCCIÓN, Nancy Konvalinka 7 CAPÍTULO 1. CE QUE L'AGE TARDIF A LA NAISSANCE NA ISSANCE 16 FAIT AUX FAMILLES, Martine Segalen CAPÍTULO 2. THE IMPLICIT CONTRACTS OF EUROPEAN KINSHIP: GENDER, GENERATION AND SOCIETY, Patrick 30 Head CAPÍTULO 3. EL CUIDADO. Lo PÚBLICO Y LO PRIVADO, 53 M.a Teresa López de la Vieja de la Torre CAPÍTULO 4. CAMBIOS DEMOGRÁFICOS Y FAMILIAS 63 TARDÍAS EN ESPAÑA, Miguel Requena CAPÍTULO 5. FAMILIAS TARDÍAS: ¿NUEVOS RETOS PARA LA SOCIEDAD DEL BIENESTAR?, Elena Hernández 80 Corroch CAPÍTULO 6. RELACIONES DE CUIDADO Y REDES DE PARENTESCO EN LOS NUEVOS MODELOS DE 90 FAMILIAS: LAS FAMIL CAPÍTULO 7. ¿HACIA UN NUEVO CONCEPTO DE MATERNIDAD?: UNA MIRADA DESDE LA PERSPECTIVA 100 FEMINISTA, Luz CAPÍTULO 8. LA MATERNIDAD TARDÍA: EL PAPEL DE LOS FOROS ON-LINE EN EL CASO DE LAS MADRES 112 SOLTERAS PO CAPÍTULO 9. LOS NUEVOS MODELOS DE TURISMO: LAS 123 NTRA, Alfredo Francesch Francesch CAPÍTULO 10. ADOPCIÓN INTERNACIONAL: CONSIDERACIONES EN TORNO A ESTA NUEVA FORMA 138 DE CONSTITUIRSE EN CAPÍTULO 11. REFLEXIONES SOBRE LA MATERNIDAD/PATERNIDAD EN PACIENTES QUE 148 RECURREN A DONACIÓN DE GAME CAPÍTULO 12. LA REFORMULACIÓN DEL PARENTESCO 160 EN PARIS Is BURNING, Fernando Requena CAPÍTULO 13. FAMILIAS DE UREKA. MONOGAMIA SECUENCIAL, MATRIFOCALIDAD Y PERTENENCIA, 169 193
Nuria Fernández EPÍLOGO En septiembre de 2010 el grupo de la UNED, Familia y Parentesco en el Siglo XXI, el cual dirijo, org In the foreground however, will be data from one particular comparative project, KASS ("Kinship and This is confirmed by Figure 4, which shows that the extent of domestic help received from relatives La normativa del año 2006 reconocía que, a lo largo de los últimos años, en este país se han produci Por ejemplo ¿Quiénes cuidan a aquellas personas que se encuentran en situación de dependencia? En el 5. Cuidados no profesionales: la atención prestada a personas en situación de dependencia en su domi Los responsables de un centro aceptarán el ingreso de pacientes en la HaD solo con el consentimiento por atender a los pacientes, pacientes, sino que las las cuidadoras verán verán reducidas sus expectativas de empleo, de de las actividades no remuneradas deberían ser reconocidos, al igual que merecen todo el reconocim ¿Quiénes cuidarán de estos enfermos? ¿Quién se hará cargo de la población dependiente? dependiente? Lo que sucede sucede con problemas de dependencia. Es necesario, sin embargo, que sea realmente equitativa para mujeres 6. Cuidados profesionales: los prestados por una institución pública o entidad, entidad, con y sin ánimo de l Las instituciones pueden o, aun mejor, deben intervenir en asuntos que afectan a la salud, al repart Lo personal es un asunto político, por buenos motivos. La atención a la salud y al bienestar de lo El análisis del cuidado corno principio moral y corno práctica tradicional tiene un lugar propio en visibilidad de las mujeres son bien conocidas: la «otra voz» ha de ser atendida, no solo la voz patr ¿Por qué son tan distintas? La primera vincula la atención a las 194
178 183 183 183 184 184 184 184 184 184 184 184 184 184 185 185 184 185
necesidades, la responsabilidad h
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Este principio moral alternativo permitía también examinar desde 185 otro ángulo uno de los problemas má La distancia entre la idea tradicional y formas más equitativas del 185 cuidado se aprecia bien en tod están todavía muy ligados a la visión de las mujeres como 185 cuidadoras por antonomasia. Hay algunos No se trataría de disuadir disuadir a los/las potenciales potenciales donantes donantes para que 185 dejen de ayudar a la supervivenci por solidaridad, solidaridad, por beneficencia, beneficencia, de forma generosa, hacerlo hacerlo así 185 es fundamental para que haya cie o el uso diferenciado de los servicios de salud, por mencionar tan 185 solo dos ejemplos muy comunes. Se considera que el mainstreaming de género en la salud es la 185 estrategia más efectiva para alcanzar En el año 2004, la Organización Mundial de la Salud (WHO) se 185 ocupó de la perspectiva de género, insi Los modelos de familia están cambiando23 185 con rapidez, no cabe duda. Ahora bien, el problema demográfico 185 incide de manera muy especial en el a gran escala, con enfermedades crónicas, demencias severas, el 185 aumento de pacientes con la enferm Está cada vez más claro que las políticas sociales han de ser 186 diseñadas a partir de los cambios demo aporta información muy relevante al respecto, ya que los 186 cuidados no profesionales siguen sostenié está relacionada de forma directa con lo que sucede en la esfera 186 privada, es más, demuestra demuestra que es Historiadores y demógrafos vienen discutiendo con cierta 186 intensidad si esta segunda oleada masiva de Una de las implicaciones fundamentales fundamentales de esa falta de sincronía 186 de las transiciones hacia la madure supone una absoluta inversión de las tendencias que se había 186 registrado hasta los años 70 del siglo 195
parejas no se limitan limitan solo a su calendar
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