Matrix (1999) Humanos carne de cañón sometidos a una inteligencia artificial. Miles de vidas no conscientes de su esclavitud conectadas en red a un ente despiadado. Un profeta, un oráculo, un mesías. La salida al progreso científico, la fe en la neo religión. Mesianismo justificado. La realidad aparente es una sociedad convencional. La realidad trascendente es una sociedad hipercivilizada, manipuladora, falsa, inexistente. ¿Es posible conocer la verdad? ¿Es posible escapar a los códigos opresores? Unos y ceros, frente a letras, pares de bases, ATGC. Códigos alfanuméricos frente a cadenas de nucleótidos. Dos tipos de programación que predestinan a sus aplicaciones, instrumentos de replicación de sí mismos. Los insumisos, viven proscritos en un nautilus prófugo por las cloacas del sistema, como los primeros cristianos en las catacumbas de la Roma imperial. Para sus acciones de resistencia se conectan a la red, el terreno de juego, a la que acceden y de la que huyen como paquetes de datos en su dualidad código carne, onda corpúsculo. Los hackers son ángeles de la guarda. Los piratas son auditores bienvestidos, programas anti-virus que se emboscan en cualquier individuo en ventaja de proximidad como gusanos. No son hostiles agentes represores, estos sicarios de Matrix, son pulcros asesinos disfrazados de eficaces funcionarios, unos señores como Dios manda, ¿no es así, Mr. Smith? Morpheo, Trinity, Neo, son personajes alegóricos, vestidos como estrellas del rock, construidos sobre antiguos mitos religiosos griegos, cristianos y judíos. La píldora azul, la píldora roja. La encrucijada. Lewis Carroll. Más atrás aun. Son las fuentes de Lete y de Mnemosine. Lete el olvido, la entrada en el Hades, la muerte. Mnemosine la memoria del pasado y del futuro, el conocimiento, la verdad, la vida. En Mileto, el sabio Tales se decidió por la píldora roja. “No es lo mismo conocer el camino que andar el camino”, escribieron los hermanos Wachowski . Que Neo se decida por la misma capsula roja que Tales no es andar el mismo camino. Para Neo posibilita su advenimiento como Elegido, confirma a sus apóstoles y conforta, da esperanza, a su rebaño. “Toma tu cruz y sígueme” (San Marcos, 10-21). Volvemos a la mántica y al mito, para desactivar el avance técnico deshumanizador. La realidad es lo que parece si queremos creer. Ignorantes o ingenuos, pero también conniventes, complacidos, consolados. La verdad es una realidad trascendente a ese espejismo que se ha construido no solo a nuestro alrededor sino en nuestro interior: son los argumentos con los que conocemos, juzgamos y asentimos, dando por sentado que son nuestros. Desenmascarar el poder omnímodo de Matrix es devolver la libertad a unos humanos que no han sido libres nunca. No lo eran en los años 90 del siglo XX, la arcadia en la que sueñan los habitantes lobotomizados de Matrix. No lo han sido como sociedad en ningún momento del pasado. Los individuos no pueden escapar a su propia prisión de códigos genéticos, prejuicios e intereses. No como sociedad organizada y regida por anónimos y más que sigilosos, invisibles, tiranos.
La libertad, la democracia, el progreso, son trampas, caramelos a la puerta de un colegio. Son distracciones, entretenimientos, entre individuos ni fraternos ni iguales. No podemos cambiar la realidad sin cambiar el paradigma. Una nueva realidad se hace inefable a partir de códigos prestablecidos. La vida es corta. Los ciclos son eternos. El bienestar es miserable. El miedo cohíbe; detiene los relojes. El pensamiento es adrenalina súbita y cuando se normaliza un sedante. Nos movemos a enormes velocidades, tanto que aminoran las balas. Seguimos en el punto de partida, Sr. Anderson. Nuestra sociedad es una red de arrastre; solo somos esclavos promocionados: nuestros campos de cultivo están en el tercer mundo y en los suburbios. Somos tan clones como nuestras herramientas biónicas, inteligentes de manera incipiente, copias intercambiables a partir de una matriz, a imagen y semejanza de nuestros amos pero sin su talento. No hay respuesta radical ni anhelo original.
Post-scriptum: El fin de semana vi, con mis hijos, Matrix en DVD. En su primera lectura, identifican Matrix con un ordenador avanzado, una inteligencia artificial, que persigue con agentes robot a humanos refugiados en una nave; humanos que se conectan ocasionalmente mediante una maniobra invasiva y asquerosa, una sonda directa a la médula, al servidor que vincula todo. Entre la confusión y la fascinación, comprenden la situación de explotación que viven ingenuos y esclavizados los seres humanos en Matrix, sospechan de las maniobras de manipulación de la realidad a la que son sometidos: las cosas no son lo que parecen y les hacen creer. Recuerdo que la primera vez vi Matrix fue sobre una pantalla portátil donde podían apreciarse las juntas de los distintos paneles, bajo un cielo estrellado en pleno mes de agosto, instalado el cine de verano en ferias en la plaza de toros del pueblo; fue todo un acontecimiento de modernidad. Sigo apreciándola formalmente a pesar de sus incongruencias, el inevitable envejecimiento de su puesta en escena, su verbo fácil, sus gestos estudiados y sus escenas barrocas y efectistas de artes marciales. Matrix no es burda en ningún caso sin llegar a ser poética como Blade Runner, y si quieres puedes indagar sobre tu propia identidad y la autenticidad del escenario donde actúas o te camuflas cada día. No es poco mérito. Mis hijos querían hablar, no solo de la película, querían entender…