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LOS LUPERCALIA Y LA MUERTE DE REMO
Jo rge MARTêNEZ-PINNA Universidad de M‡laga
So n co no cido s lo s verso s de Ovidio a pro p—sito de la etio lo g’a so bre la desnudez de lo s luperco s, que relacio na co n la vida juvenil de R—mulo y Remo .1 Dice el po eta que cuando lo s gemelo s, junto a o tro s j—venes, jugaban desnudo s durante la celebraci—n de lo s Lupercalia, uno s ladro nes ro baro n su ganado ; inmediatamente saliero n en su persecuci—n y fue Remo quien recuper— el bo t’n, y habiendo regresado el primero adelant‡ndo se a su hermano , to m— las entra–as de las v’ctimas sacrificadas que se estaban asando y semicrudas las co mi— co n sus co mpa–ero s, lo s Fabio s. El relato de Ovidio co ntiene do s aspecto s muy singulares, la victo ria de Remo so bre R—mulo y la ingesti—n de lo s exta po r parte del primero de ello s. Esto s hecho s han dado pie para una interpretaci—n glo bal de la figura de Remo , y especialmente el segundo de ello s pro po rcio na la justificaci—n que explica su fatal destino . Cierto es que la primac’a de Remo so bre R—mulo , en co ntra de lo expuesto en la versi—n can—nica, se encuentra avalada po r diferentes indicio s: as’, la fo rma Altellus , diminutivo de alter , co mo no mbre alternativo de R—mulo , o la expresi—n Remus et Romulus, co nsiderada co mo la m‡s antigua, parecen denunciar una mayo r impo rtancia de Remo .2 Y en efecto , existe la po sibilidad de que en el nivel m‡s antiguo de la leyenda de lo s gemelo s, co nservado en el relato so bre la primera etapa de su vida, antes de aco meter la fundaci—n de Ro ma, Remo go zase de cierta primac’a so bre su hermano . Pero en cualquier caso no deja de ser este un aspecto secundario , pues po r un lado la elecci—n de R—mulo co mo fundado r no parece que sea co nsecuencia de una supuesta primo genitura, y po r o tro , y m‡s impo rtante, aquello que caracteriza a lo s gemelo s durante la fase prefundacio nal es la co mpleta igualdad entre uno y o tro , manifestada desde la misma co ncepci—n al ser ambo s Martigenae. Esto œltimo es en s’ mismo un dato relevante, pues no so lo diferencia la leyenda de R—mulo y Remo de o tro s relato s m’tico s so bre gemelo s, do nde po r regla general uno es hijo de dio s y o tro de mo rtal, co mo bien se–ala A. Meurant,3 sino que adem‡s predispo ne a ambo s hacia similar destino hero ico , truncado en œltima *
Este art’culo se integra en el grupo de investigaci—n HUM-696 financiado po r la Junta de Andaluc’a. 1 Ovid., Fast ., 2.359 ss. 2 Paul. Diac., 6 L: Altellus Romulus dicebatur . A favo r de esta primac’a o riginaria de Remo , se muestran Kretschmer, 1909 (su principal argumento , dif’cilmente admisible, es que Remo sustituy— al Rho mo s griego ); Puhvel, 1975. 3 Meurant, 2000: 63; Meurant, 2004: 47 ss.
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instancia en el caso de Remo por circunstancias en principio ajenas a la versi—n original. M‡s sorprendente es el asunto relativo a las entra–as. Sabido es que en la religi—n 4 romana los exta representan la parte m‡s excelente de la v’ctima sacrificial, y por tanto sus destinatarios naturales en principio no son otros que los dioses. En consecuencia la acci—n de Remo al ingerir las v’sceras significa la comisi—n de un sacrilegio. En opini—n de R. Schilling, este hecho condicion— de forma irremediable el futuro de Remo, cuyo destino se separa dr‡sticamente del de su hermano: Le vrai 5 est quÕˆ partir de ce moment RŽmus devient un rŽprouvŽ. Esta idea ha sido ampliamente desarrollada por D. Briquel, segœn el cual el episodio narrado por 6 Ovidio se situar’a en el nivel m‡s antiguo de la leyenda. La originaria primac’a de Remo se trunca con la manducaci—n de los exta, un delito religioso que anuncia su derrota final. Remo se ve entonces relegado al universo de la Wildnis, inmerso para siempre en el dominio de Fauno, al margen de la civilizaci—n representada por la ciudad. La vida de Remo se desarrolla pues segœn un esquema ÇlupercalÈ, mientras que en el caso de R—mulo, por el contrario, este modo de vida se limita exclusivamente a la etapa de formaci—n. La muerte de Remo se explica entonces en funci—n de esta cualidad, en cuanto que viene a personificar el mundo salvaje que se opone y amenaza a la ciudad. Esta interpretaci—n es muy sugerente, si bien se suscitan algunas cuestiones que ponen en duda su absoluta validez. Ante todo, conviene considerar la supuesta antigŸedad de la versi—n que relata Ovidio. El poeta es el œnico en mencionar el episodio de la manducaci—n de los exta, pero no en relacionar de manera directa a los gemelos con la festividad de los Lupercalia. Esto œltimo es conocido asimismo por otros autores, aunque con diferencias de contexto: Butas, Valerio M‡ximo y el pseudo-Aurelio V’ctor les atribuyen la instituci—n de la fiesta, si bien no coinciden 7 en el momento, mientras que C. Acilio, Elio Tuber—n, Livio y Servio, al igual que Ovidio, lo enmarcan en el episodio del robo del ganado, que en ocasiones se une al 8 motivo del apresamiento de Remo. Como se puede observar, la primera noticia conocida sobre este hecho procede del analista Acilio, quien debi— escribir a mediados del siglo II a.C. No faltan sin embargo opiniones que miran hacia el poeta 9 Ennio, quien habr’a influido directamente sobre Ovidio. La base de esta interpretaci—n se encuentra sobre todo en un fragmento del libro I de los Annales que hace referencia a unos juegos cuyos participantes tiran piedras y apuestan entre s’,
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Cf. Paul. Diac., 69 L. Schilling, 1961; la cita en p. 193. 6 Briquel, 1980: 269 ss; Briquel, 1983: 60 ss; Briquel, 1990: 177. En esta misma l’nea, recientemente, Ver Eecke, 2008: 194 ss. 7 Butas, en Plut., Rom., 21.8-9; Val. Max., 3.2.9; OGR, 22.1. 8 Acilio, fr. 2 P = fr. 3 Ch (= Plut., Rom., 21.9); Tuber—n, fr. 3 P = fr. 4 Ch (= Dion., 1.80.1-2); Liv., 1.5.3; Serv., Aen., 8.343. 9 Skutsch, 1985: 219; Barchiesi, 1997: 157 ss. 5
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acci—n que en parte se repite en unos versos de Ovidio. Pero los Lupercalia no 11 inclu’an celebraci—n de juegos, ni una contienda entre grupos opuestos, por lo que los mencionados versos de Ennio quiz‡ bien pudieran referirse a las actividades de R—mulo y Remo durante su per’odo de formaci—n. Pero esto no significa que Ennio no hablase del robo del ganado, y en otro fragmento parece en efecto referirse a este 12 asunto atribuyendo el Žxito a R—mulo. Aun as’, no se puede descartar que Ovidio, 13 en la visi—n tan particular que ofrece sobre los Lupercales, se hubiese inspirado en Ennio, pero modificando el contexto de sus versos. Conviene sin embargo llamar la atenci—n sobre un aspecto que en mi opini—n tiene no escasa relevancia. Es muy posible que esta relaci—n de los gemelos con los Lupercalia no fuese contemplada en la obra de Fabio P’ctor, segœn ha denunciado P. 14 Marchetti a partir de los relatos de Dionisio y de Plutarco. Al referirse al conflicto entre los gemelos y los pastores de Numitor que culminar‡ con el apresamiento de Remo, Dionisio afirma que transmite la versi—n m‡s extendida y, adem‡s de Fabio, cita a L. Cincio, Cat—n y Calpurnio Pis—n; en esta parte de su relato no hay menci—n a los Lupercales. Pero a continuaci—n refiere tambiŽn, teniŽndola como secundaria, la versi—n de Tuber—n, donde por el contrario s’ est‡ presente la fiesta, ocasi—n en la 15 cual Remo fue hecho prisionero. Con anterioridad a Tuber—n, segœn hemos visto, Acilio relataba el episodio del robo del ganado, con una referencia secundaria a los Lupercales. Para determinar entonces el origen de la relaci—n de R—mulo y Remo con esta fiesta se abren dos posibilidades: o bien ya exist’a de antiguo y los analistas primitivos la obviaron, o por el contrario fue ideada por el propio Acilio con un objetivo etiol—gico. Esta segunda opci—n me parece la m‡s probable. Como se sabe, Acilio se mostraba muy interesado por el origen de las fiestas romanas, y la explicaci—n que ofrece sobre la desnudez de los lupercos no puede ser m‡s absurda: en la persecuci—n de los ladrones, los gemelos se desnudaron para que las ropas no desprendiesen olor, y a partir de entonces se perpetu— la costumbre de los luperci 16 nudi. Es por tanto muy posible que Acilio no hablase expresamente sobre una participaci—n directa de R—mulo y Remo en los Lupercales, sino que tan solo estableci— un primer v’nculo que posteriormente ser’a desarrollado con una inclusi—n de los gemelos. As’ se explica que Dionisio de Halicarnaso, quien conoce y utiliza la 10
Ennio, Ann., vv. 73-74 V = 69-70 S (= Non., 134 L): pars ludicre saxa iactant, inter se licitantur ; Ovid., Fast ., 2.366 ss: caestibus et iaculis et mi-sso pondere saxi brachia per lusus experienda dabant . 11 Vid . no obstante Rose, 1933; Piccaluga, 1962, ambos con conclusiones que no resultan convincentes. 12 Enn., Ann., v. 75 V = 71 S (= Fest., 340 L). 13 Por ejemplo, la referencia a un banquete sacrificial, sobre lo que existen dudas (Scholz, 1981: 305), o la extra–a intervenci—n del Flamen Dialis (Holleman, 1973; Marco, 1996: 187 ss.; Blaive, 2004), que quiz‡ haya que considerar como innovaciones introducidas por Augusto. 14 Marchetti, 2002: 82 ss. 15 Dion., 1.79-80. 16 Sachs, 1963: 270 ss: The is in fact little logical connection between the legends and the Lupercalia, y a continuaci—n se refiere al texto de Acilio.
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obra de Acilio, no le mencione en esta ocasi—n, sino que invoca a Tuber—n como portavoz de una versi—n diferente a la can—nica. Si esta conclusi—n fuese acertada, habr’a que aceptar entonces que la manducaci—n de los exta por parte de Remo y sus 17 compa–eros es una invenci—n de Ovidio, quien adem‡s nada dice sobre el apresamiento de Remo en contra de las versiones de Tub er—n y de Livio. Pero no cabe duda que la ingesti—n de la entra–as provoca ciertas dificultades de interpretaci—n, y por tanto las opiniones no son un‡nimes. As’, y sin ‡nimo de cat‡logo, J. Hubeaux, A. Alfšldi y D. Porte comparan el relato de Ovidio con otros episodios similares que proporcionan a esta acci—n un car‡cter ominal, con el 18 significado de una promesa de victoria. Por su parte, M. Corsano interpreta la competici—n entre R—mulo y Remo y su resultado final en funci—n de la comensalidad, siendo este aspecto el que marca la diferencia entre los do s grupos, de la misma manera que sucede en la leyenda de los Potitios y los Pinarios en el ara 19 maxima de HŽrcules. Perso segœn creo, D. Briquel responde acertadamente defendiendo la singularidad del caso de Remo, ya que es el œnico en un contexto religioso latino en el que se produce la manducaci—n de los exta, lo que tambiŽn sucede en el episodio del ara maxima, pero con la diferencia que aqu’ se sacrificaba 20 segœn el rito griego, donde las v’sceras ten’an un destino humano. No obstante, conviene atender asimismo a la opini—n de A. Fraschetti, quien se–ala que el tŽrmino exta puede designar no solo las v’sceras sino tambiŽn las carnes, lo que parece concordar con las palabras de Ovidio al decir que cuando se present— R—mulo vio ossa nuda, dando a entender que Remo y sus compa–eros comieron las partes de 21 carne. Adem‡s, si la ingesti—n de los exta fuese tenida por sacrilegio, Ovidio ofender’a con ello a los Fabios, compa–eros de Remo y part’cipes del mismo hecho, 22 y el poeta estaba muy vinculado a esta familia patricia. Pero si por el contrario se contempla la cuesti—n desde la perspectiva de R—mulo, derrotado por su hermano, el ofendido podr’a ser Augusto, quien como se sabe se presentaba como un nuevo 23 fundador. Consideremos ahora la imagen de Remo como representante del mundo salvaje, consecuencia de su acto sacr’lego. Esta idea cuenta con otros defensores, que no siempre conceden un valor negativo a la ingesti—n de los exta, aunque s’ explican a 24 travŽs de esta misma v’a la muerte de Remo. Segœn creo, para comprender mejor 17
Cf. Porte, 1984: 288 ss; Barchiesi, 1997: 157. Hubeaux, 1958: 21 ss; Alfšldi, 1975: 175 ss; Porte, 1984: 88 ss. Estos episodios fueron protagonizados por los Potitios y los Pinarios (Liv., 1.7.12; Dion., 1.40.4; Serv., Aen., 8.269), Camilo (Liv., 5.22.8; Plut., Cam., 5.6), Sila (Aug., Civ. Dei, 2.24) y Octavio (Suet., Aug., 1.1). 19 Corsano, 1977: 141 ss. 20 Briquel, 1980: 271 ss. 21 Fraschetti, 2002: 24 s. 22 Vid . Harries, 1991. En pp. 163 ss. interpreta el episodio de los Lupercalia precisamente en funci—n de los Fabios. 23 Cf. Porte, 1984: 294 ss. 24 Por ejemplo, Fraschetti, 2002: 32 ss; Ver Eecke, 2008: 200. TambiŽn insiste en la marginalidad de Remo, aunque desde el punto de vista augural, Coarelli, 2003: 48. 18
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la leyenda de R—mulo y Remo es necesario diferenciar las partes que la componen, pues no todas ellas fueron ideadas simult‡neamente. Con total acierto D. Briquel distingue tres fases principales en la gesta del fundador de Roma, a saber la etapa prefundacional, la propia fundaci—n de la ciudad y el reinado de R—mulo sobre una 25 Roma ya fundada. Parece evidente que la primera de estas fases era en origen independiente de las otras dos, que no fue concebida en funci—n de Roma, sino captada del fondo mitogr‡fico latino por los romanos para componer su propio relato fundacional. Caso contrario no se comprender’a la necesidad de inventar dos gemelos, en absoluta igualdad entre ellos, para luego eliminar uno. Es entonces cuando R—mulo y Remo se presentan en estado casi puro, ajust‡ndose perfectamente 26 al esquema tradicional del hŽroe latino. Cubre los tres momentos esenciales de la gesta de los hŽroes, concepci—n divina, exposici—n en la naturaleza salvaje y educaci—n en un mundo agreste e incivilizado. Esta fase finaliza cuando sus protagonistas se reintegran en la ciudad, que naturalmente no puede ser Roma, sino m‡s bien Alba, lugar de donde proceden y a donde deben regresar una vez cumplido ese largo proceso inici‡tico de convivencia entre pastores. La muerte de Remo se produce durante el desarrollo de la segunda etapa, en el momento de la fundaci—n de Roma, cuando ambos hermanos Ðy no solo R—muloÐ han superado la fase de formaci—n. A favor del hecho de que cuando tiene lugar la desaparici—n de Remo este ya ha abandonado el Çdominio de FaunoÈ, se puede invocar su predisposici—n para fundar la ciudad, pues se encuentra preparado para ello tanto desde el punto de vista social como religioso. El conflicto entre los hermanos surge a causa de quiŽn debe ser el fundador y para resolverlo acuerdan acudir al designio divino. A tal fin, R—mulo se sitœa en el Palatino y Remo sobre el Aventino para observar los signos. Si Remo hubiese estado contaminado por un delito religioso tan grave como el que le atribuye Ovidio, dif’cilmente habr’a podido asumir esta funci—n de augur. Adem‡s Remo practica en estos momentos el nivel m‡s elevado de la adivinaci—n, el m‡s civilizado, aquel que afecta de una manera m‡s directa a la praxis pol’tica. No puede considerarse entonces que su figura incorpore la imagen de un personaje marginal y salvaje, pues se encuentra muy alejado de las formas adivinatorias caracter’sticas del universo de Fauno. Este ten’a virtudes profŽticas, pero de muy diferente signo, pues se manifestaban a travŽs de las voces ÇinvisiblesÈ que se oyen en el bosque o que se sienten durante el sue–o, segœn se expresaba en las respuestas del or‡culo que pose’a 27 en Albunea. Si como bien se–ala D. Briquel, las formas oraculares que patrocina
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Briquel, 2001: 230 ss. Briquel, 2001: 233: ce quÕon peut considŽrer comme la prŽhistoire de la lŽgende Romulus renvoie ˆ un schŽma traditionnel gŽnŽral, qui pouvait sÕappliquer ˆ des hŽros qui nÕavaient pas fondŽ des citŽs. En tŽrminos generales, me permito remitir a Mart’nez-Pinna, 1997. 27 Sobre la naturaleza profŽtica de Fauno: Cic., Nat. Deor ., 2.6; Div., 1.101; Serv., Aen., 6.775; 7.47; 7.81; 8.314; Mart. Cap., 2.167. El or‡culo de Albunea: Verg., Aen., 7.81; Ovid., Fast ., 4.649; Calp. Sic., Ecl ., 1. 26
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Fauno definen una adivinaci—n incivilizada, no sometida a regla alguna, podemos considerar que en el ‡mbito adivinatorio tambiŽn Remo ha abandonado el dominio de Fauno. La muerte de Remo tiene lugar en el momento de fundaci—n de la ciudad, cuando asimismo sucede la ruptura de la igualdad entre los hermanos, por lo que se puede suponer que ambos hechos est‡n de algœn modo relacionados. No creo que se pueda pensar que el fatal desenlace que pone fin al conflicto entre R—mulo y Remo sea consecuencia de la etapa anterior. Es evidente que solo uno de ellos puede ser el fundador y primer rey, y si este papel correspondi— a R—mulo Ðposiblemente por razones epon’micasÐ, Remo debe ser eliminado. La desaparici—n de este œltimo est‡ por tanto en funci—n de Roma, es decir no es un elemento que pertenece a la leyenda original de R—mulo y Remo, sino a la construcci—n pseudo-hist—rica de la fundaci—n de la ciudad. Que no se trata de un episodio antiguo lo muestran las variaciones que ofrece la tradici—n al considerar tan dram‡tico acontecimiento, pues no solo llegaron a forjarse diversas versiones sobre quiŽn provoc— la muerte de Remo (el propio R—mulo, Celer, una mano an—nima), sino que tambiŽn en algunos casos se negaba tal hecho, como esa especie de ÇMitkšnigtumÈ que aparece por vez primera en la 29 obra del analista Casio HŽmina en el siglo II a.C. La identificaci—n de aquel que produjo la muerte de Remo se incluye pues entre los llamados Çmotifs libresÈ en la 30 clasificaci—n de J. Poucet. Pero sin duda existe una primera versi—n, y esta no es otra que aquella que Livio califica como volgatior fama, segœn la cual Remo muri— a 31 manos de su propio hermano. Para comprender el significado de la muerte de Remo es necesario intentar fijar la fecha de composici—n del relato can—nico sobre la fundaci—n de Roma, aunque tan solo sea de forma aproximada. La tarea no es sencilla. Se trata de un problema espinoso, con respuestas que var’an entre los siglos VI y IV a.C. Justo es reconocer que los datos son muy escasos y por tanto las interpretaciones posibles siempre ser‡n inseguras. Si nos acogemos a los hechos conocidos, las primeras noticias ciertas conducen a la segunda mitad del siglo IV. Por un lado, est‡ la versi—n sobre el 32 origen de Roma atribuida al historiador siciliano Alcimo, donde aparece por vez primera el nombre de R—mulo, aunque no en el papel que le concede la vulgata 33 romana, sino como hijo de Eneas y abuelo del fundador, Rhomo. En la galer’a de 28
Briquel, 1993: 79 ss. Cas. Hem., fr 11 P = fr. 14 Ch (= Diomed., I, 384 K); vŽase sobre el fragmento Santini, 1995: 152 ss. Acerca de esta doble realeza, Bruggisser, 1987: 148 ss; Richard, 1991: 136 ss; Martin, 2001. 30 Poucet, 1985: 241 ss. 31 Liv., 1.7.2. Esta versi—n ya era conocida por Ennio, Ann., vv. 99-100 V = 94-95 S (= Macr., Sat ., 6.1.15). Vid . KrŠmer, 1965: 356; Briquel, 1976: 164 ss; Briquel, 1990: 171 s. 32 Sobre la exacta cronolog’a de Alcimo existen dudas, si bien las tendencias actuales le sitœan en la corte del tirano Dionisio II de Siracusa: puede verse una reciente discusi—n en Muccioli, 2002: 147 ss. 33 Alcimo, FGH 560 F 4 (= Fest. 326 L): Alcimus ait, Tyrrhenia Aeneae natum filium Romulum fui-sse, atque eo ortam Albam Aeneae neptem, cuius filius nomine Rhodius condiderit 29
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person ajes con ten ida en el fragmen to se observa con claridad las diversas compon en tes que, en la visi—n de Alcimo, con tribuyeron a la defin ici—n de Roma, a saber la griega (En eas, Rhomo), la etrusca (Tirren ia) y la latin a (Alba, R—mulo). Especial importan cia reviste esta œltima, que den ota c—mo Alcimo con oc’a la leyen da in d’gen a, aun que solo fuese superficialmen te, pero la man ipula a su an tojo: Alba, con siderada hija de R—mulo y madre de Rhomo, es la person ificaci—n de Alba Lon ga, que con serva parte de su esen cia origin al en cuan to progen itora del fun dador, de forma paralela a la tradici—n roman a don de era la ciudad madre de R—mulo. En segun do lugar se en cuen tra el con ocido espejo de Praen este, de la segun da mitad del siglo IV, con la represen taci—n de los gemelos amaman tados por la loba en 34 presen cia de diversos person ajes. A pesar de la autoridad de T.P. Wiseman , quien 35 aboga por un a in terpretaci—n relacion ada con los Lares Praestites, casi n adie duda que se trata de un a escen ificaci—n de la leyen da de R—mulo y Remo. Sin embargo, es eviden te que la multiplicidad e icon ograf’a de las figuras represen tadas n o se adapta con facilidad a cuan to dice el relato tradicion al, de forma que quiz‡ debiera en ten derse como un a especie de interpretatio Praenestina de un a leyen da sobre el 36 origen de Roma que todav’a estaba en fase de formaci—n . Se trata de la m‡s an tigua represen taci—n figurada con ocida de este mito, por lo que jun to al an terior testimon io de Alcimo, defin en el tŽrmin o ante quem para la formaci—n del relato can —n ico. 37 Pero quiz‡ n o fuese muy an terior. El siglo IV represen ta un momen to de especial sign ificaci—n en la historia de Roma: sus preten sion es a poten cia it‡lica n o solo se man ifiestan en los aspectos pol’tico, militar y econ —mico, sin o tambiŽn en el cultural, sien do probablemen te en ton ces cuan do surge la in quietud por la propia 38 historia, y sobre todo por la m‡s lejan a. La colocaci—n en el Comitium de la estatua 39 con la loba y los gemelos en el a–o 296 a in iciativa de los herman os Oguln io, primera con este motivo erigida en Roma, con firma un a aceptaci—n pœblica de la leyen da. Es por tan to posible que fuese en este ambien te cuan do se gesta la con strucci—n pseudo-hist—rica sobre los or’gen es, dan do lugar a un relato en el que participan elemen tos de muy diversa proceden cia. Aun que solo sea con valor in diciario, se puede in vocar la person alidad de M. Furio Camilo, saludado como 40 segun do fun dador de Roma. Se sabe que este calificativo fue ideado en la baja 41 Repœblica, pero esto n o impide recon ocer en la actitud pol’tica de Camilo un a urbem Romam (el n ombre de Rhodius que aparece en el texto es sin duda producto de un a con fusi—n por Rhomus). 34 Fun damen tal, con referen cias, Adam y Briquel, 1982. Pueden verse tambiŽn Pairault Massa, 1992: 178 ss; Fraschetti, 2002: 9 ss; Zwierlein , 2003: 39 ss. 35 Wiseman , 1993; Wiseman , 1995: 65 ss; Wiseman , 1997. Aimismo Coarelli, 2003: 51 ss. 36 Cf. Adam y Briquel, 1982: 56. 37 Cf. Classen , 1963: 454 ss. 38 In teresan tes observacion es en Corn ell, 1986. 39 Liv., 10.23.12. 40 Liv., 5.49.7; Plut., Cam., 1.1; Eutr., 1.20.5; 2.4. 41 VŽan se Miles, 1995: 88 ss; Un gern -Stern berg, 2001; Ver Eecke, 2008: 111 ss.
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mirada al pasado, 42 y en efecto sus referen tes ideol—gicos son tan to Servio Tulio como los Tarquin ios, pero n o as’ R—mulo. Este silen cio sobre el fun dador quiz‡ habr’a que en ten derlo porque todav’a n o exist’a como tal, por lo que Camilo se vuelve hacia los verdaderos Çfun dadoresÈ. La tradici—n sobre la muerte de Remo hay que con siderarla pues en el con texto hist—rico del siglo IV. Un aspecto relevan te es que el fratricidio n o man ch— la imagen de R—mulo. La an gustia por este Çpecado origin alÈ es m‡s recien te, producto de las guerras civiles del œltimo siglo de la Repœblica. 43 En la versi—n origin al R—mulo es presen tado como un rey sabio y justo, segœn se aprecia en un os versos de En n io,44 de forma que la violen ta actitud que expres— hacia Remo era con siderada acorde a los valores morales y jur’dicos vigen tes en la Žpoca. Como se sabe, las murallas ten ’an para los roman os un car‡cter sacro que las hac’a in violables,45 por lo que la acci—n de Remo burl‡n dose de la obra fun dacion al de su herman o con stitu’a un grave delito. Esta idea del castigo ejemplar era la que justificaba, a ojos de los an tiguos, la muerte de Remo a man os de su herman o en cuan to que este era el titular del poder, y as’ es tambiŽn como lo ven algun os modern os. 46 Como se–ala H.J. KrŠmer, en la forma m‡s an tigua de la leyen da, R—mulo se caracteriza por un a severidad arcaica, que en cuen tra paralelos similares en otros episodios de la alta Repœblica (e in cluso con tempor‡n eos a la redacci—n del relato tradicion al) don de se resalta la firmeza de los valores tradicion ales y la igualdad an te la ley, que n o se detien e an te los parien tes de san gre.47 Bibliograf’a
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