ÍNDICE Serie: Nowtilus Frontera Colección: La puerta del misterio www.nowtilus.com www.lapuertadelmisterio.com
Título de la obra: La cara oculta de Jesús Autor: Mariano Fernández Urresti Editor: Santos Rodríguez Director de la colección: Fernando Jiménez del Oso Coordinación: Lorenzo Fernández Bueno Responsable editorial: Gilberto Sánchez Diseño y realización de cubiertas: Rodil & Herraiz Diseño de interiores: Rodil & Herraiz Maquetación: Rodil & Herraiz www.rodilherraiz.com Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece pena de prisión y/o multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.
Editado por Ediciones Nowtilus S.L.
Prólogo de Fernando Jiménez del Oso . . . . . . . . . . . . . Primera parte: Jesús y los mitos Egipcios 1. El mito de Isis y Osiris . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Los evangelios y el mito egipcio. . . . . . . . . . . . . . . . 3. Jesús y María Magdalena ante el mito egipcio. . . . . Segunda parte: El enigma de los rollos de Qumrán 1. El descubrimiento de los rollos o una película de espías y bucaneros . . . . . . . . . . . 2. La política de consenso del equipo internacional. . . 3. Los rollos del Mar Muerto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4. Jesús y los esenios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Tercera parte: El enigma de Rénnes-le-Château 1. El pueblo más misterioso del mundo . . . . . . . . . . .
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Copyright de la presente edición: © 2002 Ediciones Nowtilus S. L.
Doña Juana I de Castilla 44, 3c, 28027 Madrid Producción: C.D. Form S. L. ISBN: 84-9763-004-1 EAN: 978849763004-7 Fecha: Septiembre 2002 Printed in Spain Imprime: Gráficas Varona S.A. Depósito Legal:
2. François Bérenger y su inquietante hallazgo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. ¿Qué tesoro? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4. ¿La tumba de Jesús? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
P R Ó LO G O
las afueras de la antigua Jericó hay un áspero monte desnudo de vegetación; lo llaman el Monte de la Cuarentena,aunque también es conocido como el Monte de las Tentaciones. A medio camino de su escarpada ladera se levanta un monasterio ortodoxo construido a principios del siglo pasado. El piadoso edificio y las numerosas cuevas abiertas por los eremitas son las únicas señales que recuerdan el carácter sagrado del monte,si es que realmente lo tuvo en algún momento,porque no es la historia, sino la tradición, quien afirma que fue en él donde se refugió Jesús para enfrentarse con su propia sombra, con esa parte oscura del hombre donde anidan pasiones y temores.Lo que allí pasó en esos “cuarenta” días, lo sugiere el propio número, utilizado simbólicamente en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, como en otros textos mágico-religiosos, para significar un cambio trascendente en lo espiritual. Sin entrar en el carácter divino del personaje, que eso es materia de fe y no de historia, es lícito deducir que quien ascendió al monte era un hombre común y el que bajó de él un hombre que había trascendido esa condición. De lo que no hay duda, en el supuesto que el pasaje sea auténtico, es de que su estancia en ese monte implica un “antes”y un “después”,la frontera que separa su vida “oculta” –sin que ese adjetivo tenga otro valor que el de la ausencia de información acerca de ella– de su vida pública.
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La falta de datos previos ha dejado el terreno libre para las más variadas hipótesis, algunas en el terreno de lo verosímil y otras absurdas, incluso entre las aceptadas sin discusión por los creyentes. Y es que resulta difícil separar lo real de lo inventado cuando se trata de un personaje legendario. Lejos de apagarse con su muerte, el movimiento religioso y social creado en torno a la figura de Jesús creció de forma vertiginosa.Sin embargo, aun convencidos de estar venerando a un ser excepcional –ni más ni menos que Dios hecho hombre– sus seguidores no sabían prácticamente nada sobre su vida y origen. Entre cuarenta y sesenta años después de su desaparición, basándose en relatos orales o en testimonios de los más ancianos y armándolo todo en función del carácter divino que se le atribuía, los evangelistas le proporcionaron finalmente una biografía. Que la naturaleza de ésta es más piadosamente tendenciosa que real, queda de manifiesto cuando se comparan los textos. Apócrifos aparte, más alejados de los hechos y menos fiables,ni siquiera los Evangelios que conforman el Nuevo Testamento coinciden entre sí, especialmente en cuanto concierne a los años previos a su vida pública.Así,por citar un ejemplo,Mateo y Lucas afirman que nació en Belén, en lugar de en Nazareth, como sostienen Marcos y Juan con mayor fidelidad a la tradición,ya que inicialmente los cristianos fueron conocidos como la secta de los nazarenos en probable alusión al origen de su líder. La intención de los dos primeros era conciliar la figura de Jesús con la del Mesías anunciado por el profeta Miqueas,que debería nacer en Belén y ser de la estirpe de David.Para también cumplir esa condición, Mateo y Lucas, cada uno por su lado, le inventan sendas genealogías que le vinculan con el rey judío… y que no coinciden entre sí. Otros datos “biográficos”, objeto de encendidas polémicas, como el que Jesús tuviese hermanos –lo que parece desprenderse de algunos pasajes evangélicos–,han sido retorcidos hasta el absurdo para que esa posibilidad no pusiera en tela de juicio la virginidad de María, dogma de fe para los creyentes, pero históricamente irrelevante, ya que era práctica común atribuir una concepción no carnal a los personajes
que, por una u otra razón, alcanzaron categoría legendaria. De esa forma, Jesús comparte tan maravilloso origen con Buda,Quetzalcoatl,Alejandro Magno, Huitilopochtli, Apolonio de Tiana y una larguísima lista de héroes y presuntos dioses encarnados. Aunque los datos documentados se reducen a un par de referencias indirectas, y no contemporáneas a él, los historiadores ya no se cuestionan la existencia real de Jesús, entre otras cosas, porque sería absurdo prescindir de su persona y admitir la innegable existencia de un movimiento religioso basado en ella, por mucho que se le achaque a San Pablo la responsabilidad de haber dado forma y contenido al cristianismo tal como lo conocemos. La práctica ignorancia de la historia respecto a Jesús se debe a que en su época no fue un personaje de relieve, sino uno más de los muchos “agitadores” con pretensiones mesiánicas o independentistas –o de ambas al tiempo, que era lo usual– en la, por entonces, convulsa Palestina. Nos hallamos, pues, ante un hombre con una biografía diseñada a la medida de su dimensión espiritual, en gran parte inventada y con tales discrepancias entre sus hagiógrafos, que se ha especulado si no se están refiriendo a dos personas distintas en lugar de a una sola. Así las cosas, y dada la extraordinaria trascendencia religiosa y social que Jesús tuvo después de su muerte, es lógico que, al margen de la fe, muchos investigadores hayan dedicado su tiempo y su esfuerzo a buscar en otras fuentes material con el que cubrir las páginas no escritas de su vida, sin importarles que, como en este libro, el resultado sea sorprendente y desestabilizador.
Fernando Jiménez del Oso
“Muchos se acercan al pozo, pero ninguno baja a su interior”. Logión 74 atribuido a Jesús en el “Evangelio según Tomás” Para Mariam, por la magia Para Lorenzo, por su amistad y confianza
INTRODUCCIÓN
in duda alguna, pocas figuras han podido ser contempladas desde tantos ángulos como la de Jesús de Nazaret. Su propia existencia –cuestionada en los documentos históricos por unos y apoyada casi en las mismas fuentes por otros–, su vida y su muerte han servido para que los más ilustres investigadores y también los más miserables traficantes de documentos se hayan cruzado y entrecruzado durante siglos. Los misterios del cristianismo son tan grandes que reunirlos todos –como decía el evangelista a propósito de las enseñanzas y dichos de Jesús– sería tarea imposible para ningún libro y ningún autor, y menos aún para este autor. No obstante, seleccionamos tres problemas que se han planteado sobre este hombre (?) o este Dios (?) que durante siglos ha enamorado o hechizado a millones de corazones. Hemos tratado de resumir opiniones vertidas al respecto que permitirán tener una disparidad de criterios, lo cual siempre enriquece, pensamos nosotros. Proponemos un viaje por el Egipto hermético en busca de esos datos que, según algunos autores, hermanan sin opción a discusión ninguna las enseñanzas de Jesús con los mitos del país de las pirámides. Hay quien ha visto en la propia tradición judía una herencia de los secretos egipcios debida a la estancia de los judíos bajo la sombra del faraón,
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aunque las pruebas históricas sobre este particular también son esquivas. Y en especial se identificó a Moisés con un iniciado en los misteriosos rituales egipcios. ¿Se podrá pensar en un Jesús reflejo simbólico de Osiris y en una María Magdalena eco de las voces de Isis? ¿Cómo afirmarlo? Pero también, ¿cómo negarlo? Nos limitaremos a exponer algunas de esas opiniones que tal vez pueden permitir al lector reconstruir en su corazón y en su mente una nueva arqueología a propósito de Jesús de Nazaret. En segundo lugar, nuestra atención se centrará en Qumrán y en los rollos que dormían plácidamente dentro de unas ánforas en pleno desierto de Judea hasta que el destino, burlón, llevó hasta allí en 1947 a un pastor beduino de la tribu de los Ta’amire. Intentaremos describir con algún aplomo todo lo que ocurrió después, que fue mucho: piratería, falsificaciones, ventas ilegales de manuscritos, falta de ética profesional y, sobre todo, lo que parece un interesado estudio del contenido de ese hallazgo. Para muchos, nunca hubo duda de que los textos hacían referencia a la comunidad religiosa esenia, de la que ya habla en su Historia Natural Plinio, a la que cita con nombre propio y sitúa, precisamente, junto a las yermas riberas del Mar Muerto.Y para otros muchos, la relación de Jesús de Nazaret con esa secta judía es incuestionable; llegados a ese punto todos vuelven sus ojos hacia Juan el Bautista para buscar el enlace perfecto entre los sacerdotes esenios y su primo, Jesús. Sin embargo, ¿es ésa la versión correcta? ¿Era Jesús un esenio o se inspiró en ellos de algún modo? ¿Y qué pasaría si todo esto no fuese así y nos encontramos ante el legado de un grupo nacionalista y guerrillero judío al que tal vez pertenecieron los cristianos? Jesús es algo así como una figura maleable a la que todo el mundo da la forma que desea, por eso el paso del tiempo no ha impedido que nuevas lecturas sobre él aparecieran. Incluso a finales del siglo
XIX y con un enigmático cura llamado François Bérenger Saunière por protagonista. En efecto, el párroco de un pueblo del sur de Francia llamado Rénnesle-Château hizo un extraordinario descubrimiento arqueológico mientras se procedía a la rehabilitación de la iglesia del lugar, que, irónicamente, estaba dedicada a María Magdalena. A partir del descubrimiento, el hombre se hizo extraordinariamente rico. ¿Qué descubrió? ¿Por qué el lugar recibe miles de visitantes cada año cuando es un pequeño pueblo encaramado en lo alto de un lugar perdido? Rápidamente se buscaron relaciones con Jesús de Nazaret: ¿encontró documentos procedentes de los templarios, que anduvieron por aquella zona, en los que se demostraba la existencia de una descendencia de Jesús con María Magdalena? ¿O quizá fue un tesoro? ¿Qué tesoro, si nos decantamos por esta opción? ¿Y si resultaba que eran documentos comprometedores para la Iglesia y sirvieron al cura para chantajear nada menos que a Roma? O, rizando el rizo, ¿encontró la ubicación exacta de la tumba de Jesús? De ser así, resultaba evidente que no había podido morir en la cruz –o si lo había hecho no le enterraron en ningún sepulcro propiedad de José de Arimatea–, y eso incomodaba bastante, puesto que a lo mejor resultaba que tampoco había resucitado. ¡Grave contratiempo para las creencias comúnmente admitidas como artículo de fe! Por todo ello, el pequeño pueblo de Rénnes-le-Château se torna Meca de investigadores y curiosos. Y también será objeto de visita en este libro que, esperemos, sirva al menos para profundizar un poco más en la figura de ese enigma que parece resumir a todos los demás: Jesús de Nazaret. Mariano Fernández Urresti
Primera parte
J E S Ú S Y LO S M I TO S EGIPCIOS
Capítulo 1
E L M I TO D E I S I S Y OSIRIS
“En su aspecto más elevado la Cristiandad es en realidad la restauración y continuación de los Misterios egipcios”. Lewis Spencer
lo largo de los siglos la figura de Jesús de Nazaret ha servido para unir y para dividir a los hombres; para provocar guerras y para motivar martirios; para creer y para descreer. Es por ello que no podemos acercarnos a algunas de las teorías que sobre él se han propuesto sin anunciar que sólo pretendemos con ello ofrecer ángulos variados desde los cuales mirar. A veces veremos un ángulo que arrojará en apariencia luz, pero luego el inverso parecerá emborronar la imagen. ¿Tal vez resulte que sólo se pueda ver a Jesús en codificado y que sea sólo la Iglesia la dueña del sistema de pago por visión? Creemos, sinceramente, que no. Sea como fuere, no es nuestro propósito otro que el arriba indicado. No somos tan audaces como para proponer, conforme han hecho algunos autores, que el debate no se centra en si Jesús era un hombre o un Dios, sino si es un personaje real o no. Por ejemplo, se atribuye a Albert Churchward la frase siguiente:“Los evangelios canónicos se pue-
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de demostrar que no pasan de ser una colección de proverbios del Mito y la Escatología egipcios”. Y en su misma línea estaría Joseph Wheless, para quien “los evangelios son todas las falsificaciones sacerdotales concluidas un siglo después de sus fechas figuradas”. Pues bien, no nos adherimos con fervor ni a éstas ni a otras opciones, pero sí vamos a dedicar el capítulo a recordar brevemente algunos aspectos relacionados con la religión egipcia, en concreto con las figuras de dos de sus dioses más emblemáticos, Osiris e Isis, para explicar al menos de forma sucinta las bases en las que se asentarán las comparaciones que se han establecido entre la tradición cristiana y la egipcia.
Jesús y los dioses Son abundantes las propuestas en las que se ofrece la comparación de Jesús con numerosos dioses solares. La investigadora Francisca MartínCano Abreu recordaba en el Boletín del Temple nº 22, de 22 de diciembre de 2000, las afirmaciones de Guichot, para quien no cabe la menor duda de que Cristo es la viva imagen de Krisna –incluso en el nombre–, el cual también habría nacido de una virgen, Maya –cuyo nombre recuerda a su juicio al de María–. Pero Krisna no sería nada más que uno de tantos a los cuales Jesús habría imitado, bien conscientemente o inconscientemente –si es que se admite su realidad histórica–, o bien de los cuales se habrían copiado sus atributos por parte de los redactores de los textos evangélicos –si es que se prefiere creer que su vida fue pura ficción–. En este sentido, podemos recordar lo que nos dice Mircea Eliade a propósito de la abundante presencia de símbolos y elementos culturales solares o de estructura mistérica en el cristianismo, que han llevado a muchos autores a pensar que Jesús no existió históricamente. Se prefiere hablar en algunos casos de un mito “historizado”. Y autores diferentes, como Arthur Drews, Peter Jensen o P. Couchoud, han tra
tado de reconstruir el “mito originario” del que pudo haber surgido este mito llamado Jesús. En todo caso, sería conveniente referir que se cita con regularidad en este apartado a Adonis, Mithra, Zaratustra y una larga lista en la que se incluyen los que hasta aquí nos han traído: los dioses egipcios, y en especial Osiris y Horus. Es por ello que vamos a dejar de lado al resto del panteón internacional y nos centraremos en estos últimos.
Isis, Osiris y Horus Antes de invitar a dar un paso más al lector, nos parece oportuno presentar a quienes se han visto como modelos en los que la tradición cristiana pudo inspirarse, o tal vez copiar, la historia de Jesús. Lo haremos de forma breve, puesto que su análisis con detenimiento excede lo que aquí es posible y se pretende. Isis era el nombre griego que se dio a la diosa Iset egipcia, cuyo nombre significaba, según nos dice Sebastián Vázquez en El Tarot de los dioses egipcios, “la personificación del trono”. Y ello era así porque el concepto de trono era femenino entre los egipcios. Por esa razón,h el mencionado autor propone como traducción más ajustada a la realidad la de “el lugar donde se asienta el señor”. Isis era, sin duda, la principal diosa del panteón egipcio. A su alrededor se tejieron creencias, ritos y misterios a los que más tarde haremos una breve referencia. Pero antes, se debe añadir que Egipto era para sus antiguos habitantes la imagen especular de lo que había en el cielo. Cada cosa en la tierra tenía su reflejo entre los astros, y a la inversa. Y también sus dioses eran identificados con astros. En el caso de Isis, con la estrella Sirio, pero también sobre esta cuestión volveremos más adelante. Digamos ahora que, según la leyenda, Isis era hija de Geb y de Nut, y hermana por tanto de Osiris –de quien también sería posteriormente esposa–, Nephtis, Set y Horus “El viejo”. Se la solía representar como una mujer dotada de grandes alas extendidas.
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Por su parte Osiris, además de hermano de la anterior, debe su nombre a la traducción griega del Usire egipcio. Habitualmente le encontramos representado como un hombre momificado que aprieta contra su pecho un cayado y el mayal. Y, según se ha dicho, como arriba es abajo para el egipcio, se asimiló a Osiris con la estrella Orión. Sebastián Vázquez mira hacia Abidos a la hora de anunciar dónde estaba su principal centro de culto. Allí, nos dice, “según la tradición se guardaba su cabeza, y (...) fue la sede de los famosos misterios osiríacos. Este templo fue un importantísimo centro de peregrinaje precisamente por ser depositario de dicha reliquia”. Y he aquí una curiosidad que tal vez los autores proclives a ver ejemplos en la tradición egipcia de las cosas que luego ocurrieron en el cristianismo pudieran tener en cuenta: había numerosos templos egipcios en donde se decía conservar alguna reliquia de Osiris –y ello debido a lo que la leyenda afirmaba y que a continuación describiremos– . Decimos esto porque, con el devenir de los siglos, resultaría que numerosas reliquias supuestamente relacionadas con Jesús iban a aparecer en decenas de templos de la cristiandad: lienzos que cubrieron su cuerpo muerto, restos de la cruz sobre la que fue clavado, lanzas que atravesaron su costado... Y luego, tal vez por simpatía, la costumbre se extendió a los santos cristianos. Pero ésa es otra historia. Era Osiris un dios bondadoso y civilizado que enseñó la agricultura a sus devotos súbditos. Y ahí tenemos la primera pista para quienes quieren ver en él y en Jesús un mito agrario, como luego se verá. El caso es que Osiris, según leemos en la obra de Plutarco Los misterios de Isis y Osiris, decidió un buen día llevar sus conocimientos a otros pueblos –los que buscan ejemplos cristianos podrían pensar en que salió a predicar su particular “buena nueva”–, y para no dejar desatendido el reino encomendó su gobierno a su hermana y esposa Isis. Esa decisión política no gustó en absoluto a su hermano Set, quien tal vez se veía con más capacidad para ejercer el cargo y que siempre
había envidiado a Osiris. Fue por ello que buscó setenta y dos cómplices para tramar una celada contra Osiris cuando éste regresase. Y la ocasión se presentó pronto, puesto que, una vez volvió a casa, Osiris decidió ofrecer una fiesta. Plutarco cuenta cómo, por algún modo que se nos escapa, Set averigua “la longitud del cuerpo de Osiris en secreto”. Y con esa información encarga la construcción de un arca de madera en la que cabría de forma exacta el cuerpo de su hermano. Entonces, en mitad del festejo, Set anuncia que regalará el valioso cofre a quien de todos los presentes sea capaz de meterse en él y resulte que las medidas del candidato coincidan con las dimensiones del cofre. Se podría hablar de una versión egipcia del cuento de Cenicienta, pero sin zapato y con un cofre en su lugar. Varios de los conjurados se prestan al juego para incitar a Osiris a intentarlo y al final lo consiguen. ¿Qué sucede? Pues de inmediato Set y sus cómplices sellan el cofre y le lanzan al río. Eso, lógicamente, provoca la muerte de Osiris, que viaja en su féretro por el agua hasta desembocar en Biblos, Fenicia. Pronto hay quien ve un buen ejemplo de lo ocurrido en la posterior traición que sufre Jesús a manos también de un allegado suyo, Judas Iscariote. Pero lo relevante para lo que nos ocupa está por llegar. A partir de ese momento, Isis cobra un protagonismo que analizaremos al confrontar su personalidad con la de María Magdalena en el tercer capítulo de este libro. Baste ahora con recordar que, tras muchas vicisitudes, consigue recuperar el cuerpo de su difunto esposo y retorna con él a casa. Pero allí la espera Set, implacable, que en esta ocasión hace trocear en catorce pedazos el cuerpo sin vida de su hermano: cabeza, corazón, pecho, ojo, brazos, pies, orejas, tibias, muslo, puño, dedo, espina dorsal, falo y nuca. Y manda esparcir los restos por el país del Nilo. De nuevo Isis, infatigable y abnegada, sale al mundo en compañía de Nephtis, su hermana, para recuperar los fragmentos y lo consigue,
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con la sola excepción del falo. Entonces, con la ayuda de Thot, Nephtis y Anubis, realiza una serie de ritos mágicos que no se especifican como uno desearía y resucita al muerto. Y tanto logra resucitarle que concibe con él un hijo sin que parezca que hubiera medios para ello. Es decir, una verdadera concepción virginal, se apresurarán a decir los que establecen las comparaciones a las hacemos referencia. Con su acción se consiguen un par de cosas de indudable mérito: nace un hijo, Horus, que vengará a su padre, y logra que a los ojos de los egipcios sea posible nada menos que la resurrección de los muertos. Por ahí nos volvemos a aproximar a Jesús de Nazaret, y no hablamos sólo de la resurrección, sino incluso de Horus, hijo de una virgen, del cual hay estatuas en las que aparece en el regazo de su madre Isis con un modelo iconográfico tan semejante al que después veremos en estatuas cristianas de la Virgen con el Niño.Este dato no podíamos dejar de mencionarlo. Completemos la trinidad –nuevamente una comparación con el cristianismo asalta a quien desee encontrarla– hablando brevemente de Horus, de quien ya sabemos lo esencial: era hijo de Osiris e Isis y concebido de forma imposible, mágica. Su existencia estará marcada por los combates contra Set, su tío. Esas luchas algunos las asemejan a los combates simbólicos que sostuvo Jesús con Satán –su nombre, dicen, recuerda al de Set, aunque tal vez es mucho decir–. En todo caso, no hablamos de cualquier lucha. Pasan cosas tremendas: Set logra arrancar un ojo a Horus, pero Thot se lo vuelve a colocar en su sitio. Finalmente Horus mata a Set tras haberlo castrado, tal vez en recuerdo de lo que le ocurrió a su padre. Sebastián Vázquez nos dice que para los egipcios, siempre según las semejanzas entre el arriba y el abajo, los dos ojos de Horus eran el Sol –derecho– y la Luna –izquierdo–. Son tantas las representaciones egipcias del famoso Ojo de Horus que no será necesario que las citemos aquí, ni tampoco será preciso recordar que se suele representar a este dios con cabeza de halcón.
Los misterios egipcios Ahora que han sido presentados brevemente los protagonistas principales y conocemos algo de sus andanzas, añadamos que a su alrededor creció un secreto culto sobre el cual todas las especulaciones se han planteado. Algunos de los aspectos que dichos misterios contienen tal vez sirvan para buscar nuevos antecedentes en el cristianismo, que paulatinamente quedaría con menos planteamientos originales, si es que el lector opta por abrazar las teorías que aquí tan solo bosquejamos. Pero su análisis presenta un problema no menor: eran rituales secretos. De este modo, no se sabe con certeza qué ocurría en ellos, aunque algo se cree saber. Lewis Spencer nos dice en Los misterios del antiguo Egipto que éstos se dividían en dos fases, Mayores y Menores. Los primeros estaban asociados a Isis y los segundos a Osiris. ¿Qué se pretendía con estos ritos de iniciación? Aunque no lo sepamos con certeza, es posible que Spencer se aproxime cuando afirma que “todo acto de iniciación era considerado como la muerte del antiguo hombre y el nacimiento del Nuevo”. Tal vez por ello Plutarco dice: “En el momento de la muerte, el alma recibe la misma impresión que aquellos iniciados en los Misterios”. Una y otra vez la palabra muerte asociada a la resurrección: imposible evitar la asociación de ideas con lo que siglos después le sucedería a Jesús. Además, y esto es algo de lo que volveremos a hablar en el siguiente capítulo, el suceso de la resurrección de Jesús tiene lugar en total secreto: no hay testigos, o al menos no se citan en ninguna parte, salvo que tomemos por tales a los “ángeles” de los que hablan los evangelios. Pero tampoco estamos seguros de que asistieran al milagro, tan solo entran en escena al llegar las mujeres. ¿Qué tiene que ver con los Misterios? Pues que, además de la propia resurrección –lo cual no es poco– está el secreto. Y en los Misterios, tal secreto no se practicaba por vicio o para fastidiar, si concedemos
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la razón a Spencer, el cual propone estas ideas:“la verdadera razón para el secreto (...) no era el deseo de mantener los Misterios en secreto, sino el temor al peligro que el contacto entre lo sagrado y lo sucio acarreará a ambos”. Es decir, que lo que se pretendía era evitar la contaminación y los peligros consiguientes tanto para el contaminado como para el contaminador. Lo cierto es que allí se estaba jugando con energías cuya naturaleza ni siquiera sospechamos. El cristianismo planteará de algún modo un escenario similar: la caída del hombre, la necesidad de una resurrección espiritual y una comunicación constante con la divinidad, algo que los egipcios conseguirían justamente a través de los Misterios. Lewis Spencer concluye que “en su aspecto más elevado la Cristiandad es en realidad la restauración y continuación de los Misterios”. En igual sintonía se muestra M. Moret en Reyes y dioses de Egipto al afirmar que “el credo de Isis tenía un fuerte impacto sobre los hombres por su llamado directo al individuo (...) El devoto de Isis, presa del éxtasis a los pies de su Dios, interpreta la revelación no en palabra, sino en espíritu (...) Desde ese día ha existido el Misticismo”. Y, según esta tesis, el misticismo cristiano es heredero directo del egipcio. Se podía comunicar uno directamente con la divinidad, tal vez por ello Jesús afirmaba que él y el Padre eran la misma cosa. Moret sostiene que el devoto de Isis era también “su propio sacerdote”, en el sentido de que esas prácticas evitaban la idea de un dios distante. Ahora bien, con el paso del tiempo es posible que esas actividades desconocidas degenerasen en meros rituales, como nos propone Spencer. A su juicio, cuando llegó Heródoto para recibir la iniciación es posible que ya no se supiera muy bien cuál era el espíritu de un ritual que se repetía situando al Misterio a la altura de la ciencia, un ritual en el que cada causa produce el mismo efecto una y otra vez si las condiciones son idénticas. Y ello porque se había perdido el verdadero espíritu mágico que debía abrigar el rito. El autor
de Los misterios del antiguo Egipto lo expresa claramente al decir: “Es el pensamiento, la intención, lo que mueve a lo Absoluto a actuar de conformidad con los deseos del hombre, no los actos, tonos o gestos”. Llegados a este punto podemos encontrar similitudes tal vez en lo que con el devenir de los años ocurriría en otros ritos y credos, tal vez en los que llevaban a cabo los caballeros templarios en los albores del siglo XIV, cuando se buscó su perdición y confesaron actos incluidos en unos rituales de los que ya ni siquiera sabían cuál era su verdadero espíritu. ¿Y qué decir de las misas actuales? ¿Se ora o se recita en ejercicio mnemotécnico jaleado por la fuerza de la costumbre? Sirva el apunte para quien le sirva y regresemos a Egipto. ¿Se podían llevar a cabo los ritos en cualquier parte? Evidentemente, no. El alma humana se ponía en armonía con el Creador en determinados lugares, de modo que a lo mejor resulta que no es tan cierto que Dios está en todas partes –o al menos no está igual en todas ellas–. Y esos lugares eran los templos, envueltos en silencio y penumbra, remedos de las viejas cuevas prehistóricas llenas de energía telúrica. El silencio y la penumbra son, dice Spencer,“la luz y la vida de la existencia arcana”. Es allí donde se produce el rito, la resurrección. ¿Dónde ocurrió la resurrección de Jesús? : en el interior de una tumba excavada en la piedra, y también en secreto, en silencio, sin testigos. Pero sobre la muerte volveremos en el siguiente capítulo. Digamos ahora algo más sobre los Misterios.
Los clásicos y los Misterios Algunos autores clásicos nos dan someras informaciones sobre lo que ocurría en esos ritos. Heródoto (484–486 a.C.) fue testigo de primera mano de cuanto por allí se cocinaba, no en vano reconoce haber sido personalmente iniciado en esas ceremonias. Sin embargo, a la hora de
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escribir sobre ellos se muestra remiso, cauto y hasta se diría que temeroso de contar lo que sabe. Escribe que “los egipcios realizan celebraciones públicas no sólo una vez al año, sino varias veces; la que es mejor y más rígidamente observada es en la ciudad de Bubastis, en honor a Diana; la segunda en la ciudad de Busuris, es en honor a Isis, porque en esta ciudad está el mayor templo a Isis y está situado en medio del Delta Egipcio...”. Tras recordar que los griegos denominaron a Isis como Demeter, cita otros lugares de culto del país de las pirámides. Más adelante explica que durante los ritos de Isis en Busuris “los hombres y mujeres, en número de millares, se golpean a sí mismos después del sacrificio; pero la razón por la que se golpean entre sí sería impío para mí divulgar”.Y de este modo se comporta a la hora de ofrecer otros detalles sobre lo que realmente pasaba en esos actos. Afirma cosas como que los Carianos establecidos en Egipto se cortan las frentes con cuchillos y aporta otros aspectos confusos. Una y otra vez se muestra reticente a dar detalles específicos, como cuando nos dice que en la ciudad de Sais tienen lugar unos ritos en un recinto sagrado en el cual hay una tumba “de uno de cuyo nombre Yo considero impío divulgar en tal ocasión”. Y poco más adelante su relato viene a desembocar en la misma terca postura:“En este lago ejecutan de noche la presentación de las aventuras de esa persona, que se llaman Misterios. Sobre estas materias, sin embargo, si bien con certeza en conocimiento de sus particulares, debo observar un discreto silencio”. También Plutarco (50– 120 d.C.) se ocupó de estas oscuras prácticas y escribió un tratado sobre Isis y Osiris. En esa obra da cumplida información sobre los aspectos metafóricos de las leyendas de ambos dioses y ofrece datos que pudieran permitir tomarlas como hechos históricos. Se trata de una ambigüedad casi estudiada en donde la información y el silencio se entremezclan hábilmente. Se intuye que bajo los ritos existen grandes revelaciones. El alma del iniciado se ve
impelida hacia estadios directos de conocimiento de Dios, pudiera llegar a pensarse, pero todo es tan brumoso como el terreno que separa la leyenda del hito histórico. Tan oscuro como la inscripción que según se dice estaba en la base de una estatua de Minerva en Sais, a la que se considera representación de Isis: “Soy todo lo que ha sido, es, y que será; y hasta ahora ningún mortal ha sido capaz de descubrir lo que está bajo mi velo”. Tras narrar lo que ya sabemos del mito de Isis y de Osiris y haber avanzado algunas opiniones sobre su posible significado, Plutarco estima que ninguna de ellas separadamente contiene la verdadera explicación, aunque tal vez todas juntas se acerquen a ella. En fin, siempre confusión, amagar y no dar puesto que tal vez era imposible hacerlo por ley secreta. Hay otros autores que también se ocuparon de estos asuntos, como Yámblico o como Lucio Apuleyo, nacido en Mandaura (actual Orán) en 114 d.C. en el seno de una noble familia. Apuleyo describe en su obra La metamorfosis o el asno de oro cómo su pasión por saber los secretos del arte de la magia le llevó a realizar un amplio recorrido que inicia en la provincia de Tesalia y concluye con su admisión en el colegio de los sacerdotes de Isis. En el proceso le ocurren cosas ciertamente mágicas como la aparición en sueños de un sacerdote de Osiris, “el cual me denunció los secretos de aquella religión”, amén de recibir al propio Osiris mientras dormía:“a bien pocos días, el dios principal, Osiris, me apareció en sueños...”. El resto de la historia y singulares infortunios que tuvo que superar Apuleyo pueden ser leídos en su propio ensayo. Si ahora han sido traídos aquí, como las anteriores citas de clásicos, ha sido sólo para mostrar al lector que la creencia en estos ritos era común en la antigüedad, si bien es muy posible que cuando estos autores se acercaron a los Misterios éstos ya hubieran perdido parte de su verdadera y mágica esencia. Y si tuvieron influencia en pensadores y buscadores de Dios, aunque fue
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ra dentro del territorio pagano, bien pudieran haber influido en la conformación de otras religiones, como la judía, al igual que sirvieron para inculcar ejemplos en los ritos de Elusis y en tantos otros lugares.
La siembra y las estrellas Ya hemos dicho con anterioridad que son muchas las personas que ven en la leyenda de Osiris un perfecto mito agrario, no en vano él mismo enseñó al pueblo el arte de la agricultura. Y no contento con ello, su cuerpo es troceado y se reparte como una semilla por las tierras de un río Nilo que las riega en la época de la crecida y sabe extraer de esa tierra negra el fruto que da de comer al pueblo. Podemos pensar en lo que significa esta metáfora para la alquimia, palabra que procede del árabe y que justamente evoca esa tierra negra y una posterior transmutación del plomo (tierra oscura) al oro (el mismo color del trigo). Incluso se dice que Isis coloca los restos del difunto en una canasta de trigo. ¿Y Jesús? Sería otro mito agrario, nos dice Francisca Martín-Cano Abreu, lo mismo que lo sería Juan el Bautista. Ambos son, sino iguales, sí muy parecidos, según expone esta autora. Los dos nacen de una virgen y añade que Juan vino al mundo seis meses antes que Jesús, lo que representa los períodos de la siembra. Para ella, ambos fueron protagonistas de la misma historia y en la misma medida, y si los autores de los evangelios no los pusieron a la misma altura se debió a que “no entendieron la simbología compleja que encerraban los personajes de otras mitologías matriarcales de la religión Mistérica, en las que se basaron para crearlos”. Plantea al respecto la existencia de dos parejas de similar importancia: María y Jesús e Isabel y Juan. Las dos mujeres serían herederas de la Gran Diosa Madre y ambas conciben a un hijo divino. Las fechas elegidas por los redactores de los textos evangélicos para situar ambos nacimientos no serían elegidas al azar sino que, según este criterio, se debieron a que las fiestas sagradas en todos los
tiempos se celebraban para pedir a la Gran Diosa Madre bondad en las cosechas. Es por ello que se sitúa el nacimiento de Juan el 24 de junio, en el solsticio de verano y época de siembra, y la de Jesús el 25 de diciembre, cuando el solsticio de invierno invita al agricultor a proceder de igual modo, según Martín–Cano Abreu. A todo ello habría que añadir la relación entre estos datos y otros muchos que no podrían acoger ahora estas páginas. Referencias vinculadas con las estrellas y su tránsito, no en vano ya se dijo que Osiris era visto como la estrella Orión, mientras que Isis era asimilada a Sirio. Nada de todo esto es casual y además guarda relación con la disposición y funcionamiento de pirámides y otros monumentos de Egipto también vinculados a los ritos mistéricos, según explica ampliamente, y con una maestría que aconseja la consulta directa del lector, Robert Bauval en su obra La cámara secreta, de la cual se ha realizado un extracto de interés en “Misterios del Antiguo Egipto”.
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Restos de templos sagrados junto al río Nilo. Según algunos investigadores, Jesús pudo haber recibido enseñanzas secretas en alguno de ellos.
Pinturas en la tumbas faraónicas. La interpretación de alguna de ellas ha provocado disputas entre autores ortodoxos y heterodoxos.
Representaciones pictóricas que recrean la resurrección del faraón. La misteriosa fiesta del Heb Sed también ha permitido emparentar los ritos egipcios con la resurrección de Jesús.
Representación del dios Anubis, dios que jugaba un papel esencial clave en el proceso de la pesada del alma del difunto y también el mito de Osiris.
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Máscara funeraria de Tutankamón que formó parte del descubrimiento de Carter y Carnarvon en el Valle de los Reyes.
La verdad de la muerte se oculta tras el oro alquímico de la máscara. Tal vez la resurrección física se pueda comparar a la transformación alquímica.
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Pinturas para la última morada de los faraones y altos dignatarios y cuya interpretación sigue siendo objeto de polémica por parte de muchos autores.
Representaciones del arte de Amarna, impuesto por Akenatón tras la implantación del culto al dios Atón en el que el naturalismo es uno de sus rasgos característicos.
El arte puede arrojar luz sobre los mitos si se mira con un espíritu más abierto y menos academicista, según algunos autores.
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Luces para tratar de arrojar claridad sobre las tinieblas a las que el espíritu del hombre se ve abocado.
Guardianes imperturbables de secretos milenarios que siguen haciendo correr ríos de tinta sobre la naturaleza última de los mismos.
Entrada en la tumba del faraón en el Valle de los Reyes, uno de los enclaves más enigmáticos y fascinantes de Egipto.
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¿O miles de piedras para construir cunas de resurrección? Esa es la arriesgada propuesta de otras corrientes de interpretación.
¿Miles de piedras para construir tumbas? Así lo creen la mayor parte de los estudiosos e historiadores.
Una trinidad misteriosa. Parece como si el misterio viniera siempre a los ojos del hombre de forma trina, en pirámides; con Isis, Osiris y Horus, o con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
C O L E C C I Ó N L A P U E RTA DEL MISTERIO Dirigida por Fernando Jiménez del Oso
esde NOWTILUS FRONTERA ofrecemos una colección temática única: La Puerta del Misterio. Realizada por un grupo de autores especializados en el periodismo de investigación de todo aquello que resulta desestabilizador, extraño o misterioso; que rezuma frescura, aventura y rigurosidad; que posee los ingredientes necesarios para que el lector sacie su curiosidad por aquellos temas que permanecen situados en los límites de la realidad, pero que no dejan de estar presentes en nuestra sociedad, y en la curiosidad de todos.
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Ediciones Nowtilus presenta una colección diferente, cuyo objetivo es informar con veracidad, crear opinión y que los lectores sean los que saquen sus propias conclusiones. De la mano del Doctor Jiménez del Oso recorremos los enigmas del país de los faraones, las caras desconocidas de Jesús, el uso de las plantas mágicas, el secreto de los templarios en España, los lugares de poder, las claves ocultas del cristianismo, la certeza del fenómeno ovni y los expedientes oficiales, las técnicas de captación de las sectas, y cómo defendernos de ellas. En definitiva, la obra más completa jamás realizada, escrita por autores de reconocido prestigio y solvencia.
Sectas, la amenaza en la sombra Cómo actúan, quiénes son y cómo defendernos. Por Antonio Luis Moyano ISBN: 84-9763-005-X
El problema de las sectas se ha convertido en los últimos años en una de las grandes lacras sociales, aún pendiente de solución. Cualquiera de nosotros, independientemente de la raza, cultura o estrato social, puede caer en las redes de estas agrupaciones que, como demuestra el autor de la obra, no cesan de crecer y expandir su poder. En un excelente trabajo de campo realizado desde dentro y fuera de ellas, aprenderemos a identificarlas, y a defendernos de ellas.
Poltergeist, una incómoda realidad
Las Plantas Mágicas
Fenómenos inexplicables en nuestro hogar.
Sus propiedades desconocidas, los rituales y cómo utilizarlas.
Por Lorenzo Fernández Bueno
Por Mar Rey Bueno
ISBN: 84-9763-006-8
ISBN: 84-9763-008-4
Casas encantadas, fenómenos extraños, sucesos paranormales… parecen formar parte del mundo del celuloide pero que son tan reales como la vida misma. El poltergeist no es selectivo; se manifiesta cómo y cuándo le viene en gana, desencadenando unos fenómenos que casi siempre sorprenden a la “víctima” sin preparación alguna. En esta obra, narrada de forma “diferente”, se habla de los más célebres, de los clásicos, y de los más documentados, desde el rigor y la investigación puramente periodística.
A lo largo de la historia el uso de las plantas, tanto en su vertiente ritual como curativa, ha hecho que aparezca una nueva ciencia cuyo elemento principal es el conocimiento de la botánica. Plantas curativas, malignas, los filtros de amor, etc, son parte de un libro ampliamente documentado y repleto de sorpresas, pero por encima de todo de gran utilidad.
La Espada y la Cruz El enigma de las Momias
Tras las huellas de los templarios en España.
La búsqueda desesperada de la inmortalidad.
Por Xavier Musquera
Por David E. Sentinella Vallvé
ISBN: 84-9763-009-2
ISBN: 84-9763-011-4
Desde que el hombre es hombre el miedo a la muerte, a ese último viaje sin retorno aparente, le ha llevado a utilizar los más variados sistemas para intentar luchar contra ella. La momificación ha sido uno de ellos, y en esta obra están todas las claves, desde las técnicas para realizarla, a las maldiciones de las momias.
Si existe una orden de caballería que ha alcanzado con el paso de los siglos la categoría de mito, ésta es sin lugar a dudas la Orden de los Caballeros Pobres del Templo de Salomón, más conocida como la Orden del Temple. Su misteriosa aparición, sus primeros pasos, el enriquecimiento y poder que atesoraron, y sus secretos son parte de las claves que el autor desvelará en esta obra.
La “invasión” Ovni
Crónicas de Fenómenos Insólitos
La evidencia que los gobiernos ocultan.
Una aventura por el sendero de los dioses.
Por Bruno Cardeñosa
Por Miguel Blanco
ISBN: 84-9763-010-6
ISBN: 84-9763-012-2
La posibilidad de que objetos volantes de origen incierto estén surcando impunemente nuestros cielos se ha convertido en certeza a raíz de las desclasificaciones de informes ovni que en los últimos años han llevado a cabo diferentes gobiernos. A pesar de las críticas, lo que queda de manifiesto es que los ovnis continúan manifestándose, siendo ocultados bajo los epígrafes de máxima confidencialidad de los estamentos militares. Esta sorprendente investigación periodística así lo pone de manifiesto.
Rituales de vudú, chamanes en el Amazonas, áridos desiertos plagados de leyenda. Esta obra es un diario de viaje escrito con el polvo en las botas y el sudor aún resbalando por las mejillas. El autor se introduce en lugares anteriormente vetados a cualquier occidental para demostrar, sin margen a la duda, que lo imposible, en ocasiones, cobra forma en los cinco continentes del planeta.
Los secretos del Antiguo Egipto
Lugares de Poder
Un recorrido diferente por el misterioso país de los faraones.
Los enclaves donde el hombre transciende.
Por Juan Jesús Haro Vallejo
ISBN: 84-9763-013-0
Por Juan Ignacio Cuesta Millán
ISBN: 84-9763-007-6
Hablar de Egipto es hacer referencia a la cultura más impresionante y enigmática que ha pasado por la faz de la Tierra. En un tiempo remoto, en un país en el que tan sólo había desierto y muerte, apareció una cultura que cultivó las artes y las ciencias, una civilización que dio los mejores astrónomos, matemáticos, ingenieros, para llevar a cabo obras imposibles con un elemento siempre presente: el culto a sus dioses y a la magia.
Son muchos los lugares repartidos por el mundo que destacan sutilmente por encima de los demás. Son los conocidos como “lugares de poder”, enclaves en los que se concentran una serie de energías que transforman al individuo, que hacen que éste trascienda. El talante viajero del autor confiere a este volumen un aspecto aventurero, pero también práctico. No en vano le ha llevado a “experimentar” en estos sitios, obteniendo resultados únicos y sorprendentes que nos narra apasionadamente.
Víctimas del Misterio
La Transcomunicación, ¿Quién hay ahí?
Crónica negra de los fenómenos extraños.
El misterio de las psicofonías.
Por Lorenzo Fernández Bueno
Por Pedro Amorós Sogorb
ISBN: 84-9763-014-9
ISBN: 84-9763-016-5
La crónica negra del misterio es, por desgracia, amplia y variada. Desde la investigación periodística, el autor ha reunido en este volumen la serie más destacada de casos. A pesar de la distancia y diferencia social de aquellos que fueron siniestros protagonistas de los mismos, poseen unas características comunes: un absoluto desprecio por la vida humana, e importantes dosis de misterio en sus facetas más dantescas.
Es sin lugar a dudas el fenómeno paranormal más inesperado, impactante y llamativo de cuantos se incluyen en el fascinante universo del misterio. Hablamos de la psicofonía, voces sin rostro que en ocasiones se manifiestan para demostrar que existen otras realidades paralelas a la nuestra. Cómo se realizan, cuáles son sus peligros o qué lugares son los propicios para efectuar la práctica, son algunos de los argumentos de este excepcional estudio.
Tras las huellas del pasado Imposible Enigmas del Cristianismo La Sábana Santa, estigmatizados, apariciones marianas y objetos sagrados.
La arqueoastronomía y el conocimiento oculto de la antigüedad. Por Tomé Martínez ISBN: 84-9763-017-3
Por José Gregorio González Gutiérrez ISBN: 84-9763-015-7
Enigmas del Cristianismo, misterios de la Iglesia, en definitiva todo se incluye dentro de una misma idea: en el seno de la cristiandad se han producido, desde hace siglos hasta nuestros días, una suerte de fenómenos que dada su relevancia han sido rápidamente “callados”para que no traspasaran el grueso muro que separa la Basílica de San Pedro del resto de los mortales.
A lo largo y ancho de nuestro planeta hay una serie de construcciones, yacimientos y objetos que permanecen fuera de su tiempo, construidos hace miles de años con una precisión y técnica que espanta. El conocimiento que alguien en el pasado inculcó a las civilizaciones de esas épocas surge de una manera tan precisa y rápida, que ha despertado las dudas de los arqueólogos “apócrifos”, que se han atrevido a buscar las huellas de aquellos que dejaron, a su paso por nuestro mundo.
Pactos Satánicos
En Busca del Misterio
Blasfemia y magia negra desde tiempos remotos hasta nuestros días.
Memorias de un viaje por la senda de lo desconocido.
Por Santiago Camacho
ISBN: 84-9763-020-3
Por Fernando Jiménez del Oso
ISBN: 84-9763-018-1
Han sido la causa de muchas piras inquisitoriales. Los pactos satánicos se han prodigado en la clandestinidad a lo largo de la historia, llegando hasta nuestros días importantes reminiscencias de unos cultos que se niegan a desaparecer. Religión para unos, filosofía para otros, vandalismo para la mayoría, el autor de esta obra narra de forma amena la evolución del satanismo en los últimos siglos, y se ha “infiltrado” en varios colectivos satánicos para narrarnos directamente su experiencia, eso sí, desde dentro.
Hablar de aventura, de viaje tras las huellas de lo insólito, es hacer referencia a Fernando Jiménez del Oso. En este libro su autor hace crónica viva de cuantos sucesos extraños investigó en un viaje de miles de kilómetros por toda Sudamérica y Centroamérica. Narrado con estilo ágil y ameno, Jiménez del Oso lanza varios guiños al lector, confía anécdotas jamás contadas y desvela qué podemos encontrar si vamos en busca del misterio.
Psycokillers Asesinos sin alma. Por Juan Antonio Cebrián ISBN: 84-9763-019-X
Asesinos en serie, psicópatas que no muestran sentimiento ni piedad a la hora de abalanzarse y descuartizar a sus víctimas, gentes sin alma… Juan Antonio Cebrián nos sorprende una vez más con una obra inédita que saca a la luz los aspectos más oscuros de la naturaleza humana. Narra de forma impecable la personalidad execrable de los psycokillers más célebres de la historia.