os pasos del
ristiano
MANU MANUAL AL DE DE TICA TICA CRI CRIST STIIANA ANA ALUMNO
Manual de Ética Cristiana Alumno
INDICE 1. L.a Vida en Cristo. Cristo. Los actos actos humanos humanos y la libertad libertad ............ .................. ...... 4 2. La ley ley moral moral y la ley natural.......... natural................ ............ ............ ................. ................. ............ ............ ........ 14 3. La conciencia conciencia ............ .................. ............ ............ ................. ................. ............ ............ ................ ................. ............. ........ .. 27 4. La gracia, gracia, el gran don de Dios Dios y la virtud.............. virtud.................... ............ ............... ......... 34 5. El pecado........ pecado.............. ............. ............. ................ ................ ............ ............ ............. ................. ................ ............ ............ ........ .. 44 6. La fe y la espera esperanza: nza: el el fundament fundamento o de la vida vida moral y la confianza en Dios ................................................................ ................. 56 7. La caridad, caridad, principio principio vital del cristiano cristiano ............ .................. ............ ............ ............ ...... 68 8. Adorar Adorar y dar culto a Dios. Dios. Tomar en serio serio a Dios y servir servir las fiestas con alegría ................................................................ ................ 76 9. Las riquezas riquezas espirit espirituales uales y humanas humanas de la familia familia cristiana cristiana y la maravilla maravilla del amor humano ............ .................. ............ ............ ................. ................. ............ ........... ..... 88 10. La vida, don de Dios ............ .................. ............ ............ ................. ................. ............ ............ ................. ........... 99 11. Los bienes bienes de este mundo: mundo: el hombre hombre y la creación creación...... ............ ........ .. 107 12. El cristiano en la sociedad: construir construir la civilización civilización del amor amor ................................................................ ................................................ 114 13. Vivir en la Verdad Verdad ............ .................. ............ ............ ................. ................. ............ ............ ................. ............. .. 121 14. Los mandam mandamiento ientos s de la Iglesia Iglesia y las las Bienaventur Bienaventuranzas anzas .... 129 15. La moral moral del hombre hombre nuevo: nuevo: la Santidad Santidad en la Iglesia......... Iglesia......... 141
Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno
INDICE 1. L.a Vida en Cristo. Cristo. Los actos actos humanos humanos y la libertad libertad ............ .................. ...... 4 2. La ley ley moral moral y la ley natural.......... natural................ ............ ............ ................. ................. ............ ............ ........ 14 3. La conciencia conciencia ............ .................. ............ ............ ................. ................. ............ ............ ................ ................. ............. ........ .. 27 4. La gracia, gracia, el gran don de Dios Dios y la virtud.............. virtud.................... ............ ............... ......... 34 5. El pecado........ pecado.............. ............. ............. ................ ................ ............ ............ ............. ................. ................ ............ ............ ........ .. 44 6. La fe y la espera esperanza: nza: el el fundament fundamento o de la vida vida moral y la confianza en Dios ................................................................ ................. 56 7. La caridad, caridad, principio principio vital del cristiano cristiano ............ .................. ............ ............ ............ ...... 68 8. Adorar Adorar y dar culto a Dios. Dios. Tomar en serio serio a Dios y servir servir las fiestas con alegría ................................................................ ................ 76 9. Las riquezas riquezas espirit espirituales uales y humanas humanas de la familia familia cristiana cristiana y la maravilla maravilla del amor humano ............ .................. ............ ............ ................. ................. ............ ........... ..... 88 10. La vida, don de Dios ............ .................. ............ ............ ................. ................. ............ ............ ................. ........... 99 11. Los bienes bienes de este mundo: mundo: el hombre hombre y la creación creación...... ............ ........ .. 107 12. El cristiano en la sociedad: construir construir la civilización civilización del amor amor ................................................................ ................................................ 114 13. Vivir en la Verdad Verdad ............ .................. ............ ............ ................. ................. ............ ............ ................. ............. .. 121 14. Los mandam mandamiento ientos s de la Iglesia Iglesia y las las Bienaventur Bienaventuranzas anzas .... 129 15. La moral moral del hombre hombre nuevo: nuevo: la Santidad Santidad en la Iglesia......... Iglesia......... 141
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Manual de Ética Cristiana Alumno
Introducción Cada uno tenemos nuestro ambiente, nuestra educación, nuestros talentos y además, todos llevamos dentro el deseo de mejorar en todos los aspectos. Y trabajamos para conseguirlo. Alcanzar Alcanzar plenamente la propia realización es el motivo fundamental fundamental por el cual nos movemos. movemos. Pero saber en qué consiste consiste la realización realización y cómo alcanzarla, no queda tan claro para todos. Las opiniones se dividen, los caminos se multiplican. Podemos Podemos darnos cuenta cuenta la moral moral está en crisis, crisis, ante ante esta diversida diversidadd de caminos caminos que nos presentan presentan medios medios y posturas, posturas, en su mayoría mayoría subjetiv subjetivas as y relativas, relativas, sin apego apego a la verdad y por consecuencia consecuencia no permiten permiten tener tener los criterios criterios adecuados adecuados que que ayuden a una búsqueda búsqueda real real de la felicidad felicidad del del ser ser humano. humano. La moral cristiana también está en crisis: •
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Se está fraguando un cisma moral dentro de la Iglesia, ya no solo a nivel práctico, sino de convicciones. Ya no se acepta el Magisterio de la Iglesia como criterio objetivo de juicio. No se trata de resistencia a alguna norma moral concreta, sino al conjunto de la moral cristiana en su totalidad; ya no se predica la moral cristiana. Se deja el ámbito moral a la libertad interpretativa de la conciencia. Se olvida por completo completo que la moral Cristiana Cristiana no es solo reflexión y Magisterio, Magisterio, también Tradición y Revelación. Cierto Cierto que que el Conci Concilio lio Vatica Vaticano no II quiere quiere una una renovac renovación ión de de la moral, moral, la cual cual no implica una ruptura con los contenidos sino un perfeccionamiento en la exposición. Hay quien reivindica reivindica como legítimo, legítimo, cierto cierto pluralismo pluralismo moral al interno interno de la Iglesia Católica. Surge la separación de fe y moral y se rompe con la continuidad de la tradición de la Iglesia Iglesia en esta materia materia que es criterio criterio de autenticid autenticidad ad de la teología teología moral. moral. A la raíz está la opinión que el Evangelio no basta para iluminar al hombre en su hacer concreto y que debe mirar a la razón autónoma.
Lo que realmente está en crisis no son los principios sino el sujeto destinatario de tales principios. El hombre está pasando por una profunda crisis de identidad. Para los defensores de la moral de la situación, no hay una moral objetiva. Las Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno normas, (entre otras el asesinato intencional de seres humanos inocentes: aborto), solo son guías útiles para la vida humana, nunca " absolutismos prácticos". De este modo surgen las piruetas teológicas llamadas " principio de proporcionalidad" o "principio de preferencia", según las cuales debemos escoger la alternativa que ofrezca la mayor proporción de bien contra el malo, en situaciones conflictivas, la menos nociva. En Agosto de 1993 Juan Pablo II publicó una encíclica sobre la moral. Es precisamente la 'Veritatis Splendor" donde trata en conjunto los fundamentos de la moral cristiana y toma el reto de responder a las interrogantes presentes en el corazón de todo hombre. Su postura es nuestra postura. La Ética, ciencia del comportamiento humano, es la brújula que nos ayuda a saber si nuestros criterios y nuestros pasos caminan hacia nuestra superación o nos rebajan. No trata sobre discursos. Trata sobre cómo resolver en la práctica, las preguntas claves de la vida: ¿En qué consiste la plena realización de un ser humano? ¿Y cómo se alcanza? La Ética Cristiana es la visión y el plan que Cristo ofrece sobre el ser humano. Es Él quien nos acompaña por el camino y nos asegura la capacidad para desarrollarnos y crecer hasta niveles ni siquiera imaginados. El ideal marcado es “ser perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48). Es Cristo quien nos muestra dónde y cómo encontrar la fuerza para alcanzar tan fabulosa meta. Así podemos caminar por la vida de la mano de Quien nos da la respuesta a las preguntas fundamentales. Ante un panorama tan desorientado, la ética tiene como finalidad el estudio del comportamiento del ser humano para ayudarle a realizarse en cuanto humano y cristiano. Recuerda conceptos claros, principios de vida moral y sugerencias de formación personal a la luz rectora del Evangelio y del Magisterio de la Iglesia. Tiende a lograr la madurez moral en los pensamientos, palabras, obras y omisiones, que comporta el seguimiento de Cristo, fundamento esencial y original de la moral cristiana, no a enlistar puritanamente cosas prohibidas, censurando las acciones de los demás. Solo Dios es juez de los demás. Antes de seguir adelante es necesario recordar que solo en Cristo está la respuesta sobre lo que es bueno y lo que es malo, porque El es el Bien. Su modo de actuar constituye la regla moral de la vida cristiana porque El es nuestro Maestro.
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Manual de Ética Cristiana Alumno Sesión 1
La Vida en Cristo. Los actos humanos y la libertad Esquema de la lección I. II. III. IV. V.
La teología moral La vida en Cristo La Revelación de Dios al hombre La Respuesta del hombre Los actos humanos y la libertad
Profundiza tu fe
“¿Qué diremos entonces? ¿Qué debemos seguir pecando para que abunde la gracia? ¡Ni pensarlo! ¿Cómo es posible que los que hemos muerto al pecado sigamos viviendo en él? ¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, par que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva. Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección. Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser esclavos del pecado. Porque el que está muerto, no debe nada al pecado. Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él. Al morir, él murió al pecado, una vez por todas; y ahora que vive, vive para Dios. Así también ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús. ” (Rm 6, 1-11) Para profundizar en el tema es conveniente leer en el Catecismo de la Iglesia Católica los nn. 1691-1698; 1700, 1701, 1730, 1732, 1749-1756. Catecismo:
Cuerpo doctrinal I. La teología moral
Es la parte de la Teología que estudia los actos humanos, considerándolos en orden a su fin sobrenatural, a la visión amorosa de Dios. Guía al hombre en sus actos, el hombre necesita una orientación en su caminar hacia el cielo, para adecuar su conducta a una norma objetiva que le indique que debe hacer y que debe evitar para que alcance su fin. Esto es por medio de la gracia, de las virtudes y de los dones a la luz de la
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Manual de Ética Cristiana Alumno Revelación y de la razón.1 1. La moral en el Catecismo de la Iglesia Católica (CEC) •
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Ocupa la tercera parte del Catecismo, es presentada como una respuesta del hombre a una llamada personal de Dios que se le revela. La moral presenta a la bienaventuranza como el fin último del hombre y los medios para poder alcanzarla con un obrar recto, con el cumplimiento de la Ley de Dios, la ayuda de su gracia y por medio de obrar con caridad.
Son dos las fases en las que se estudia la moral dentro del CEC: el estudio de la vocación del hombre y el estudio de los mandamientos. 2. Las grandes líneas de la moral cristiana •
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Es una moral Cristológica: Jesucristo es el centro y modelo de la vida moral cristiana. Se apoya en la oración, una vez contemplados en ella y captados los grandes ideales de Jesucristo y la vivencia de estos, así como la verdad del alma humana y el amor personal de Dios hacia cada uno de nosotros, no queda sino el deseo de querer trasmitirlo a todos los hombres a través del apostolado. Se vive en la Iglesia, porque amar a Cristo es amar a la Iglesia. El cristiano está llamado a vivir su respuesta de amor con Dios dentro de la Iglesia, que es su Cuerpo, por eso la vida moral tiene una dimensión comunitaria. Una línea de la moral es el amor, porque a Cristo se le sigue por amor. El cristianismo es la religión del amor, porque en ella se vive un amor auténtico, puro, íntegro, de donación y entrega, basado en la fe y en el amor a Dios.2
3. Desviaciones de la moral
Actualmente se presentan diversos principios que rigen la moral de los hombres, dando cómo resultado diversos comportamientos debidos a que están basados en una moral errónea, a continuación se mencionan alguno de ellos: • • • • • • • •
El relativismo El idealismo La libre interpretación de la Sagrada Escritura La vivencia de la religión como sentimiento El racionalismo Materialismo - Secularización Mala información religiosa Moral pragmática
Cf. PINCKAERS SERVAIS, Las fuentes de la moral cristiana, Navarra, 2000, p.32; S ADA RICARDO Y MONROY ALFONSO. Curso de Teología moral . México. 1992. p. 15. 2 Cf. C ARMENA L AREDO MIGUEL. El amor es más fuerte . México. 1996, p.14-17. 1
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Manual de Ética Cristiana Alumno • • • • • • • • •
Moral de apariencias Perfeccionismo moral Moral independiente o sin obedecer ni a la Iglesia ni al Papa. Indiferentismo, catastrofismo Moral "slogan" Moral del "¿hasta dónde7 " Moral del sexto y noveno mandamiento Moral "negativa" Moral "evolucionista"
II. La vida en Cristo
Los cristianos, reconociendo en la fe su nueva dignidad de ser hijos de Dios y de ser partícipes de Su naturaleza divina (Cf. Jn 1,12, 1 Jn 3,1, 2 Pe 1,4) son llamados a vivir dignamente según el Evangelio de Cristo (Cf. Flp 1, 27), teniendo como medios los sacramentos y la oración por los cuales reciben la gracia de Cristo y los dones del Espíritu Santo. (Cf. CEC 1692). Al estar incorporados a Cristo por el bautismo, están llamados a imitarlo en la comunión con su Padre viviendo en el amor, conformando nuestros pensamientos, las palabras y acciones a los que tuvo Cristo y siguiendo sus ejemplos. (Cf. Rm 6, 5, Jn 13, 12-16; 15, 5, Ef 5, 1). (Cf. CEC 1694). Al ser “santificados y llamados a ser santos”, los cristianos se convierten en el templo del Espíritu Santo (Cf. 1 Co 1, 2; 6, 19) quien enseña a orar al Padre y se hace vida en ellos, que por medio de la caridad, transforman internamente los frutos que el Espíritu Santo les otorgó (Cf. Ga 5, 22, 25). Seguir a Cristo ‘lleva a la vida’, Él es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6), al contemplarlo en la fe, los fieles de Cristo pueden esperar que realice en ellos sus promesas y amándolo con el amor que El nos ha amado, obren de acuerdo a su dignidad. (Cf. CEC 1695, 1698). III. La Revelación de Dios al hombre •
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“El cristianismo es una auténtica revelación de Dios que se hace hombre por amor al hombre para abrirle camino a la vida eterna, infundirle fuerza y mostrarle un ejemplo de conducta. El cristianismo es la respuesta que da el hombre a Dios que se revela en Cristo”. 3 Esta revelación comienza cuando Dios para manifestar su amor, elige a un pueblo y hace con él un pacto. Dios cuida y protege a su pueblo pero este no siempre es fiel con Dios. A pesar de estas infidelidades, Dios quiere mostrarle al hombre el camino a la felicidad, pero sabe que no puede el hombre por sí alcanzarlo y salir de su ibid. p. 2. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno pecado. Dios envía a su Hijo, Jesucristo, que es verdadero Dios y verdadero hombre, es el culmen de la Revelación de Dios al hombre, porque en Él le mostró su amor infinito y su bondad. •
Jesucristo dio su vida por el hombre, para acceder al Cielo y poder tener una vida íntima con Dios, de esta forma el cristiano goza de la amistad con Cristo, participa de su vida divina y es vivificado por el Espíritu Santo; para preservar su revelación Cristo funda una Iglesia.
IV. La Respuesta del hombre •
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Teniendo en cuenta lo anterior, podemos decir que el cristianismo es un compromiso personal con Cristo a quien se sigue e imita. Este compromiso se realiza a través de su Iglesia, es la manera como el hombre responde a la llamada de amor de Cristo. El hombre ante esta llamada, descubre la grandeza de su dignidad que se basa en estar creado a imagen y semejanza de Dios, la cual fue deteriorada por el pecado y restaurada por Jesucristo, elevándolo a la dignidad de Hijo de Dios. Dios le presenta la salvación de Cristo a este hombre, como persona humana, está formado de un alma espiritual. Su cuerpo y su alma están estrechamente unidos. En el alma, que es un don personal de Dios, residen las facultades de la inteligencia y la voluntad. A través de la inteligencia, el hombre puede conocer al Creador, leer su Revelación; con la voluntad puede aprender a dominar sus fuerzas enfocándolas al seguimiento de Cristo. El ser humano puede tomar decisiones, discernir entre el bien y el mal, amar, es un ser responsable y libre, capaz de descubrir la verdad. La naturaleza humana está herida por el pecado, por lo cual, por sí misma no puede levantarse y no puede corresponder al plan que Dios le propone, para esto Él lo auxilia con la gracia divina, a través del Bautismo recibe la dignidad de Hijo de Dios, para que viva en comunión con Cristo. Así unido a su Salvador alcanza la santidad que le permitirá llegar al fin para el que fue creado: vivir en la eternidad con Dios. 4
V. Los actos humanos y la libertad 1. Los actos humanos y los actos morales
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ibid. p.p. 3-4 Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Los actos humanos son los que realiza consciente y voluntariamente el hombre. En ellos interviene la inteligencia y proceden de la libre voluntad. Son los que interesan a la moral.5 Los actos morales son los que se ejecutan libremente y con la advertencia de la norma moral. Son conscientes y queridos por el hombre. Es el acto humano en cuanto si es moralmente bueno o malo. 2. División del acto humano
En relación a la moralidad puede ser: a) Bueno o lícito: si está conforme a la ley moral b) Malo o ilícito: si le es contrario c) Indiferente: cuando no le es contrario o conforme 3. Elementos de la moralidad del acto humano
Elementos: el objeto, las circunstancia y el fin. a) El objeto: es un bien hacia el cual se dirige la voluntad deliberadamente (Cf. CEC 1751). Es la acción misma del sujeto, considerándola moralmente. Si el objeto es malo, el acto será necesariamente malo. Si el objeto es bueno, el acto será bueno en cuanto las circunstancias y el fin también lo sean. b) Las circunstancias: son las consecuencias, son los elementos secundarios de un acto moral. Pueden agravar o reducir la bondad o la maldad moral de los actos humanos. (Cf. CEC 1754). Pueden considerarse los siguientes elementos: ¿quién realiza la acción?, ¿qué cosa? (designa la cualidad o cantidad del objeto), ¿dónde? (el lugar donde se realiza la acción), ¿con qué? (los medios con que se realizó la acción), el modo (con que se realizó la acción), ¿Cuándo? (se realizó la acción). c) El fin: es la intención que se busca al realizar un acto. El fin puede influir de diversas formas: o o o o
Si el fin es bueno, agrega al acto una nueva bondad Si el fin es malo, vicia por completo la bondad de un acto Si el acto es indiferente, el fin puede convertirlo en bueno o malo. Si el fin es malo, agrega una nueva malicia a un acto que sea malo.
Para profundizar sobre el concepto de Acto humano consultar: S ADA – MONROY , o.c. p.p. 25 y S ANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, I-II, q. 1 a.1 5
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o
Manual de Ética Cristiana Alumno El fin bueno, no puede convertir nunca en una buena acción una acción que es mala. 6
Para determinar la moralidad de un acto humano, debe considerarse que: •
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Para que sea una acción buena, es necesario que los tres elementos lo sean: objeto bueno, circunstancias buenas y fin bueno. Para que el acto sea malo, basta que cualquiera de sus elementos lo sea.
4. La libertad •
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“La libertad es el poder, basado en la razón y en la voluntad, de obrar o no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar así por sí mismo acciones deliberadas. Por el libre arbitrio cada uno dispone de sí mismo.” (CEC 1732). La libertad es un don especial que Dios ha hecho al hombre. Le permite decidir sobre su comportamiento y actuarlo, por esta razón es responsable de sus acciones. El hombre es capaz de responder a Dios a través de su libertad, puede donarse a Él y a otros hombres. Pero hay que tener presente que la libertad no es el fin ultimo, va ligada a otros valores, porque con ellos integra un todo unido al hombre. Dentro de los tipos de libertad encontramos la libertad física, interior, moral, evangélica, religiosa.
5. El acto voluntario
Santo Tomás de Aquino nos explica que son los actos voluntarios: Los agentes que tienen conocimiento del fin, se dice que se mueven así mismos porque en ellos está el principio de obrar por un fin, esto hará que sus movimientos y sus actos sean más voluntarios, es decir, que proceden de la propia inclinación. El hombre es el que mejor conoce el fin de sus obrar y se mueve así mismo para obrar, por lo cual, con toda propiedad pueden llamarse sus actos voluntarios.7 6. Obstáculos del acto humano
Hay factores que afectan a los actos humanos, ya sea impidiendo el libre conocimiento de la acción o la libre elección de la voluntad. Como son: • • • •
La ignorancia El miedo Pasiones, concupiscencia, instintos, afectos, apetitos. La violencia
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S ADA-MONROY , o.c. p.p. 36 y 37.
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Cf. S ANTO TOMÁS DE AQUINO, o.c. I-II, q. 6, a. 1 Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno • •
Los hábitos negativos Otros factores de tipo patológico, como la neurosis, psicosis, etc. o sociológicos como el ambiente de la educación, el ámbito familiar, etc.8
Resumen
La Teología moral estudia los actos humanos, considerándolos en orden a su fin sobrenatural. El CEC nos dice que la moral es la respuesta a la vocación que recibe el hombre de parte de Dios; presenta el fin último del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios. La moral cristiana es Cristológica, se apoya en la oración, es vivida en la Iglesia, y es la moral del amor. Actualmente existen principios que rigen a los hombres ocasionando que haya grandes diferencias entre el comportamiento de unos y otros y por consecuencia provocando desviaciones en la moral, como son el relativismo, la libre interpretación de la Sagrada Escritura, el racionalismo, el materialismo, entre otros. Los cristianos, reconociendo en la fe su nueva dignidad de ser hijos de Dios y de ser partícipes de Su naturaleza divina, son llamados a vivir dignamente según el Evangelio de Cristo. Al contemplarlo en la fe, los fieles de Cristo pueden esperar que realice en ellos sus promesas y amándolo con el amor que El nos ha amado obren de acuerdo a su dignidad. El cristianismo es una auténtica revelación de Dios que se hace hombre por amor al hombre para abrirle camino a la vida eterna, infundirle fuerza y mostrarle un ejemplo de conducta. El cristianismo es el compromiso personal con Jesucristo a través de su Iglesia, un seguimiento e imitación de Cristo. Es la respuesta de amor del hombre a la llamada de amor de Cristo. El hombre descubre la grandeza de su dignidad al reconocer que fue creado a imagen y semejanza de Dios. Los actos humanos son los que realiza consciente y voluntariamente el hombre. En ellos interviene la inteligencia y proceden de la libre voluntad. Los actos morales son los que se ejecutan libremente y con la advertencia de la norma moral. En relación con la moralidad el acto humano puede ser: bueno, malo o indiferente. Los elementos de la moralidad del acto humano son: el objeto, las circunstancias y el fin. Para considerar una acción buena es necesario que el objeto, las circunstancias Para una explicación detallada de los obstáculos de la libertad , puede consultarse: C ARMENA, o.c. p.p. 29-31 y S ADA - MONROY , o.c. p.p. 31 y 32. 8
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Manual de Ética Cristiana Alumno y el fin lo sean. Para que sea un acto malo, basta que cualquiera de estos tres elementos lo sean. La libertad es un don especial que Dios ha hecho al hombre. Es la capacidad que tiene el hombre para decidir sobre su comportamiento y actuarlo. La libertad no es el último valor, va ligada a otros valores; va unida al respeto de la libertad ajena y está regida según leyes que el hombre dicta, que le da Dios o que él mismo percibe en su conciencia. Los actos voluntarios: los agentes que tienen conocimiento del fin se mueven así mismos porque en ellos está el principio de obrar por un fin, esto hará que sus movimientos y sus actos sean más voluntarios, es decir, que proceden de la propia inclinación. Hay factores que afectan a los actos humanos, ya sea impidiendo el libre conocimiento de la acción o la libre elección de la voluntad, como son la ignorancia, el miedo, las pasiones, la violencia, los hábitos negativos y otros factores de tipo patológico o sociológico. Para recordar •
El CEC nos dice de la moral como la respuesta del hombre a una llamada personal de Dios que se le revela.
•
Jesucristo es el centro y modelo de la vida moral cristiana.
•
Seguir a Cristo ‘lleva a la vida’, Él es el Camino, la Verdad y la Vida.
•
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Los elementos morales del acto humano son: el objeto, las circunstancias y el fin. “La libertad es el poder, basado en la razón y en la voluntad, de obrar o no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar así por sí mismo acciones deliberadas. Por el libre arbitrio cada uno dispone de sí mismo.” (CEC 1732).
Lecturas complementarias Juan Pablo II, Encíclica Centesimus annus, 1991.
17. Leyendo la encíclica en relación con todo el rico magisterio leoniano, se nota que, en el fondo, está señalando las consecuencias de un error de mayor alcance en el campo económico-social. Es el error que, como ya se ha dicho, consiste en una concepción de la libertad humana que la aparta de la obediencia de la verdad y, por tanto, también del deber de respetar los derechos de los demás hombres. El contenido de la libertad se transforma entonces en amor propio, con Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno desprecio de Dios y del prójimo; amor que conduce al afianzamiento ilimitado del propio interés y que no se deja limitar por ninguna obligación de justicia . Este error precisamente llega a sus extremas consecuencias durante el trágico ciclo de las guerras que sacudieron Europa y el mundo entre 1914 y 1945. Fueron guerras originadas por el militarismo, por el nacionalismo exasperado, por las formas de totalitarismo relacionado con ellas, así como por guerras derivadas de la lucha de clases, de guerras civiles e ideológicas. Sin la terrible carga de odio y rencor, acumulada a causa de tantas injusticias, bien sea a nivel internacional bien sea dentro de cada Estado, no hubieran sido posibles guerras de tanta crueldad en las que se invirtieron las energías de grandes naciones; en las que no se dudó ante la violación de los derechos humanos más sagrados; en las que fue planificado y llevado a cabo el exterminio de pueblos y grupos sociales enteros. Recordamos aquí singularmente al pueblo hebreo, cuyo terrible destino se ha convertido en símbolo de las aberraciones adonde puede llegar el hombre cuando se vuelve contra Dios. Sin embargo, el odio y la injusticia se apoderan de naciones enteras, impulsándolas a la acción, sólo cuando son legitimados y organizados por ideologías que se fundan sobre ellos en vez de hacerlo sobre la verdad del hombre. La Rerum Novarum combatía las ideologías que llevan al odio e indicaba la vía para vencer la violencia y el rencor mediante la justicia. Ojalá el recuerdo de tan terribles acontecimientos guíe las acciones de todos los hombres, en particular las de los gobernantes de los pueblos, en estos tiempos nuestros en que otras injusticias alimentan nuevos odios y se perfilan en el horizonte nuevas ideologías que exaltan la violencia. 46. […] La libertad, no obstante, es valorizada en pleno solamente por la aceptación de la verdad. En un mundo sin verdad la libertad pierde su consistencia y el hombre queda expuesto a la violencia de las pasiones y a condicionamientos patentes o encubiertos. El cristiano vive la libertad y la sirve (Cf. Jn 8, 31-32), proponiendo continuamente, en conformidad con la naturaleza misionera de su vocación, la verdad que ha conocido. En el diálogo con los demás hombres y estando atento a la parte de verdad que encuentra en la experiencia de vida y en la cultura de las personas y de las naciones, el cristiano no renuncia a afirmar todo lo que le han dado a conocer su fe y el correcto ejercicio de su razón. 47. […] La Iglesia ofrece […] el concepto de la dignidad de la persona, que se manifiesta en toda su plenitud en el misterio del Verbo encarnado. Bibliografía
1. C ARMENA L AREDO MIGUEL. El amor es más fuerte. Ed. Diana-Ediciones Escuela de la Fe. 2ª. Edic. México. 1996. 2. C ATECISMO DE LA IGLESIA C ATÓLICA (CEC). Ed. LEV. Roma. 2005. 3. M ARTÍNEZ PUCHE JOSÉ A. Diccionario teológico de Santo Tomás. Ed. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno EDIBESA. Madrid. 4. PINCKAERS SERVAIS, Las fuentes de la moral cristiana, 2ª. Edic. Edit. EUNSA, Navarra, 2000. 5. S ADA RICARDO Y MONROY ALFONSO. Curso de Teología moral. Ed. Mi Minos. México. 1992. Autoevaluación
1. ¿Qué ¿Qué es la teol teologí ogíaa moral moral?? 2. ¿Qué nos indica indica el el CEC acerca de la moral? moral? 3. Menciona Menciona algunas algunas característ características icas de la moral cristia cristiana. na. 4. ¿Por qué hay hay desviaciones desviaciones de la moral? moral? Menciona Menciona algunas algunas de ellas. ellas. 5. ¿Qué ¿Qué es la vida vida en Cris Cristo? to? 6. ¿Para ¿Para qué qué se revel revelaa Dios Dios al hombr hombre? e? 7. ¿Cómo responde responde el hombre hombre a esta revelaci revelación? ón? 8. ¿Cómo ¿Cómo está forma formada da la person personaa humana? humana? 9. Explica Explica brevemente brevemente que es el alma, alma, la inteligen inteligencia cia y la voluntad voluntad.. 10.¿Qué son los actos humanos? 11.¿Qué son los actos morales? 12.¿Cuáles son los elementos de la moralidad de los actos humanos? 13.¿Qué es la libertad? 14.¿Qué es un acto voluntario? 15.Menciona algunos obstáculos del acto humano.
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Manual de Ética Cristiana Alumno Sesi Sesión ón 2
La ley moral y la ley natural Esquema de la lección I. II. III. IV. IV. V.
El bien moral La ley eterna La le ley moral natu atural La ley ley div divin ina a rev revel elad ada a La ley positiva
Profundiza tu fe
“Tú no quisiste víctima ni oblación; pero me diste un oído atento; no pediste holocaustos ni sacrificios, entonces dije: «Aquí estoy. En el libro de la Ley está escrito lo que tengo que hacer: yo amo. Dios mío, tu voluntad, y tu ley está en mi corazón cor azón ».” Salmo 40, 7-9 Para profundizar en el tema es conveniente leer en el Catecismo de la Iglesia Iglesia Católica Católica los nn. 1950-1960, 1950-1960, 1961, 1962, 1962, 1964-1966, 1964-1966, 1968, 1971, 1971, 1972.
Catecismo:
Cuerpo doctrinal I. El bien bien mor moral
Como estudiamos anteriormente, la moral se desarrolla como una relación entre Dios que que llama llama al hombre hombre a una vida vida nueva nueva y el hombre hombre que responde responde libremente libremente a Dios Dios a través través de Su ley y de la la conci concienc encia ia humana humana,, todo con ayuda ayuda de la grac gracia. ia. Recordando que dentro de los elementos de la moralidad del acto humano, está el objeto. Existe un criterio que nos permite evaluar si este es bueno o malo, se le llam llamaa el bien moral que es un bien que está por encima encima de todos todos los bienes. bienes. Da Da valor o autenticidad a todos los demás bienes, da valor a todo el actuar humano.
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Manual de Ética Cristiana Alumno La ley moral nos guía para consegui conseguirr ese bien bien moral moral que que hace al al hombre hombre actuar actuar según su dignidad. El hombre percibe en su conciencia este dictamen: hay que hacer el bien y evitar el mal, porque tiende hacia el Bien supremo. 9 moral es obra obra de la Sabidu Sabiduría ría divina divina” (CE Por Por lo lo tan tanto to “la ley moral (CEC 1950 950), es una llamada divina a participar en la misma vida vida de Dios. Es un mandato dado por Dios ley moral moral supon suponee el orden orden raci raciona onall que que indi indica ca el cami camino no para para alca alcanza nzarl rle. e. “La ley establecido entre las criaturas, para su bien y con miras a su fin, por el poder, la sabiduría y la bondad del Creador.” (CEC 1951).
La ley moral es el conjunto de preceptos que Dios ha promulgado para que con su cumplimiento, la criatura racional alcance su fin último sobrenatural.10 Esta ley ya que el término encuentra encuentra en Cristo Cristo su plenitud plenitud y su unidad. Él Él es el fin de la ley “ ya de la Ley es Cristo, para justificación de todo el que cree.” (Rm 10, 10, 4). 4). (Cf. (Cf. CEC CEC 1953). La ley moral se expresa en diversos principios generales y en normas particulares, se clasif clasifica ica en: en: a) La ley ley de Dios Dios • • •
Ley eterna Ley moral natural Ley revelada
b) Leye Leyes s de los los homb hombre res s o posit positiv iva a
Profundicemos un poco en cada una de estas clasificaciones. II. La ley etern eterna a
Al crear el universo, Dios dio unas leyes concretas que garantizaban su perfecto funcio funcionam namien iento. to. Es "el plan de la divina sabiduría en cuanto señala una dirección a toda acción y movimiento". (Santo (Santo Tomás Tomás de Aquin Aquino) o)11. Dios, infinitamen infinitamente te bueno, dirige sus criaturas a un fin, guiándolos de acuerdo a su naturaleza. la ley eterna eterna su verdad verdad primera primera y última” . (CE “Toda ley tiene en la (CEC 195 1951) 1).. Toda Toda la creación creación la orientó hacia el el hombre, hombre, como el único único ser libre libre que convive convive con todas todas las 12 cosas creadas, siendo él también criatura de Dios. Propiedades
Cf. C ARMENA, o.c. p.p. 37. o.c. p.p. 43-44. Cf. S ADA- MONROY , o.c. 11 Cf. S ANTO TOMÁS DE AQUINO, o.c. I-II, q. 93, a. 1 12 Cf. C ARMENA, o.c. p.p. o.c. p.p. 47 p.p. 39 39 y S ADA-MONROY , o.c.
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Manual de Ética Cristiana Alumno • • •
Es inmutable Es la norma suprema de toda moralidad Es universal
III.La ley moral natural
La ley natural es la misma ley eterna en cuanto se refiere a las criaturas racionales. Nos explica el Catecismo de la Iglesia Católica: La ley natural expresa el sentido moral original que permite al hombre discernir mediante la razón lo que son el bien y el mal, la verdad y la mentira: La ley natural está inscrita y grabada en el alma de todos y cada uno de los hombres porque es la razón humana que ordena hacer el bien y prohíbe pecar... Pero esta prescripción de la razón humana no podría tener fuerza de ley si no fuese la voz y el intérprete de una razón más alta a la que nuestro espíritu y nuestra libertad deben estar sometidos. (León XIII, Enc. "Libertas praestantissimum ").
[…] La ley natural contiene los preceptos primeros y esenciales que rigen la vida moral. Tiene por raíz la aspiración y la sumisión a Dios, fuente y juez de todo bien, así como el sentido del prójimo en cuanto igual a sí mismo. Está expuesta, en sus principales preceptos, en el Decálogo. […] (CEC 1954, 1955)
Dios les ha dado a los hombres, únicos seres libres, dotados de cuerpo y alma, una ley para orientar su libertad hacia una realización perfecta como seres espirituales. “La ley natural, obra maravillosa del Creador, proporciona los fundamentos sólidos sobre los que el hombre puede construir el edificio de las normas morales que guían sus decisiones.” (CEC 1959). Juan Pablo II, explica en la Encíclica Veritatis Splendor: "[…] Muchos dicen: ¿Quién nos mostrará el bien? "; y, respondiendo a esta pregunta, dice: "La luz de tu rostro, Señor, ha quedado impresa en nuestras mentes ", como si la luz de la razón natural, por la cual discernimos lo bueno y lo malo —tal es el fin de la ley natural—, no fuese otra cosa que la luz divina impresa en nosotros». De esto se deduce el motivo por el cual esta ley se llama ley natural: no por relación a la naturaleza de los seres irracionales, sino porque la razón que la promulga es propia de la naturaleza humana.13
Nos dice el CEC que esta prescripción de la razón humana encuentra la fuerza de ley solo a través de una razón más alta, como lo explica Santo Tomás de Aquino: la ley natural “no es otro que la luz de la inteligencia infundida en nosotros por Dios.
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Cf, Encíclica Veritatis Splendor , n. 42, 1993. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Gracias a ella conocemos aquello que se debe cumplir y lo que se debe evitar. Esta luz o esta ley Dios la ha regalado a la creación ”14 Propiedades • •
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Es universal: tiene vigencia en todo el mundo y para todo ser humano. Es inmutable: es característica de esta ley que no cambie con los tiempos ni con las condiciones históricas o culturales, porque la naturaleza humana no cambia su esencia al curso de los años. No admite dispensa: solo puede ser dispensada por Dios. Es evidente porque todo ser humano la conoce porque tiene uso de razón. 15
Los Padres la definen como “la participación de la ley eterna en la criatura racional”. La ley natural es la gloria del ser humano: por ella se distancia de todo el orden creado, es un signo de su condición racional, la participación de la inteligencia divina para conocer el bien y el mal en el orden moral. La racionalidad humana partícipe de la luz de Dios, ilumina al hombre acerca de cómo debe tratar su naturaleza para ser fiel a sí mismo. Es la ley de la persona humana, que por ser natural 16 al hombre se le denomina “ ley natural”.17 Nos explica Juan Pablo II: “la ley natural, la cual se refiere a la naturaleza propia y originaria del hombre, a la «naturaleza de la persona humana», que es la persona misma en la unidad de alma y cuerpo; en la unidad de sus inclinaciones de orden espiritual y biológico, así como de todas las demás características específicas, necesarias para alcanzar su fin.” (VS 50). IV. La ley divina revelada
Como hemos estudiado, todos los hombres tienen la ley natural impresa en sus corazones, de forma que con la razón puedan conocer los principios más básicos, pero a raíz del pecado original, muchas veces se oscurece ese conocimiento, por lo que Dios ha dado a los hombres un conjunto de preceptos para que viviéndolos alcancen la felicidad y la salvación eterna. La componen los mandamientos de la ley de Dios recibidos por Moisés en el Sinaí y enriquecidos con el mandamiento del amor dado y vivido por Cristo. La nueva Ley de Cristo se orienta a la venida del Reino de Dios, a una nueva forma de vida donde S ANTO TOMÁS DE AQUINO, Sobre los dos preceptos de la caridad, prol. Cf. CEC 1956-1958 y S ADA-MONROY , o.c. p.p.49, 50. 16 Natural como lo distinguió Santo Tomás de Aquino: referida “al entendimiento y a la razón ” que “constituye lo principal de la naturaleza del hombre ” (S. Teol. I-II, q. 31. a.7). 17 Cf. FERNÁNDEZ AURELIO. Compendio de Teología Moral. Madrid. 1995, p.p. 191-193. 14 15
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Manual de Ética Cristiana Alumno la norma es Él. 18 Nos da también el Espíritu Santo que interioriza la ley capacitándonos y disponiéndonos para cumplir con libertad la voluntad del Padre. El Catecismo nos indica: “La Ley nueva o Ley evangélica es la perfección aquí abajo de la ley divina, natural y revelada. Es obra de Cristo y se expresa particularmente en el Sermón de la Montaña. Es también obra del Espíritu Santo, y por él viene a ser la ley interior de la caridad: ‘Concertaré con la casa de Israel una alianza nueva... pondré mis leyes en su mente, en sus corazones las grabaré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo’ (Hb 8, 8-10; cf Jr 31, 31-34).” (CEC 1965). “La Iglesia recibe como don la Ley nueva, que es el «cumplimiento» de la ley de Dios en Jesucristo y en su Espíritu. Es una ley «interior» (Cf. Jr 31, 31-33), «escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne, en los corazones» (2 Co 3, 3); una ley de perfección y de libertad (Cf. 2 Co 3, 17); es «la ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús» (Rm 8, 2). ” (VS 45). V. La ley positiva
Son leyes dictadas por los hombres o por instituciones humanas y están también relacionadas con la ley moral. Pueden ser eclesiásticas o civiles. Eclesiásticas: son dadas por hombres que han recibido de Cristo la misión de enseñar a guardar lo que El ha revelado (Cf. Mt 28, 20), el Espíritu Santo los asiste. Civiles: son promulgadas por instituciones políticas, sociales o jurídicas que tienen potestad sobre algún grupo humano. Ante Dios tienen carácter obligatorio cuando son legítimas y justas, es decir: • • •
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Están dirigidas al bien común Son promulgadas por la autoridad legítima Las acciones deben ser moralmente buenas, es decir, deben adecuarse a la ley natural Deben estar acuerdo con la ley divina revelada19
La obligación moral de obedecer la ley positiva es el fundamento de una sociedad decente y libre, pero la ley positiva debe respetar la ley natural. La ley hecha por el hombre no puede exigir de manera válida, la violación de una ley establecida por Dios. Una ley que sea evidentemente inmoral no puede obligar a la conciencia humana. Al encontrarse frente a un claro conflicto entre la ley positiva y la ley natural, se debe obedecer a Dios antes que al hombre. 20 Cf. C ARMENA, o.c. p. 40 y S ADA-MONROY , o.c. p.p. 50-51. Cf. AUBERT JEAN-M ARIE, Compendio de la Moral Católica , EDICEP, España, 1991, p. 105 y C ARMENA, o.c. p. 41. 20 Cf. K ENEALY W. J., Derecho natural y teoría jurídica ., p.p. 143-144. 18 19
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Manual de Ética Cristiana Alumno Resumen
El bien moral que es un bien que está por encima de todos los bienes. Da valor o autenticidad a todos los demás bienes, da valor a todo el actuar humano. La ley moral nos guía para conseguir ese bien moral que hace al hombre actuar según su dignidad. La ley moral es una llamada divina a participar en la misma vida de Dios. Es el conjunto de preceptos que Dios ha promulgado para que con su cumplimiento, la criatura racional alcance su fin último sobrenatural. Esta ley encuentra en Cristo su plenitud y su unidad. Se clasifica en: ley de Dios y ley de los hombres. La ley eterna: Al crear el universo, Dios dio unas leyes concretas que garantizaban su perfecto funcionamiento. Las propiedades de esta ley son: la inmutabilidad, que es norma segura de moralidad y la universalidad. La ley natural es la misma ley eterna en cuanto se refiere a las criaturas racionales. Es dada por Dios al hombre para orientar su libertad hacia su realización perfecta como seres espirituales. El hombre la puede comprender con su inteligencia o razón y aplicarla a diversas circunstancias. La ley moral natural, exprime el sentido moral original que permite al hombre de discernir por medio de la razón el bien y el mal, la verdad y la mentira. Es la ley de la persona humana, que por ser natural al hombre se le denomina “ ley natural”. Las propiedades de la ley moral natural son: es universal, inmutable, no admite dispensa y es evidente. Dios ha dado a los hombres un conjunto de preceptos para que viviéndolos alcancen la felicidad y la salvación eterna, estos preceptos son la ley divina revelada. La componen los mandamientos de la ley de Dios recibidos por Moisés en el Sinaí y enriquecidos con el mandamiento del amor dado y vivido por Cristo. La ley positiva es dictada por los hombres o por instituciones humanas y está también relacionada con la ley moral. Puede ser eclesiástica o civil. Para recordar •
El hombre percibe en su conciencia que: “hay que hacer el bien y evitar el mal”.
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“la ley moral es obra de la Sabiduría divina ” (CEC 1950)
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“el término de la Ley es Cristo, para justificación de todo el que cree.” (Rm 10, 4).
La ley eterna es, “el plan de la divina sabiduría en cuanto señala una
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Manual de Ética Cristiana Alumno dirección a toda acción y movimiento". Sto. Tomás de Aquino. •
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La ley natural es “la luz de la inteligencia infundida en nosotros por Dios. Gracias a ella conocemos aquello que se debe cumplir y lo que se debe evitar. Esta luz o esta ley Dios la ha regalado a la creación ” Santo Tomás de Aquino Los Padres definen la ley natural como “la participación de la ley eterna en la criatura racional”. “La Ley nueva o Ley evangélica es la perfección aquí abajo de la ley divina, natural y revelada. (CEC 1965). La ley positiva civil ante Dios tiene carácter obligatorio cuando es legítima y justa.
Lecturas complementarias Juan Pablo II, Encíclica Veritatis Splendor, 1993.
4. […] Sin embargo, hoy se hace necesario reflexionar sobre el conjunto de la enseñanza moral de la Iglesia, con el fin preciso de recordar algunas verdades fundamentales de la doctrina católica, que en el contexto actual corren el riesgo de ser deformadas o negadas. En efecto, ha venido a crearse una nueva situación dentro de la misma comunidad cristiana, en la que se difunden muchas dudas y objeciones de orden humano y psicológico, social y cultural, religioso e incluso específicamente teológico, sobre las enseñanzas morales de la Iglesia. Ya no se trata de contestaciones parciales y ocasionales, sino que, partiendo de determinadas concepciones antropológicas y éticas, se pone en tela de juicio, de modo global y sistemático, el patrimonio moral. En la base se encuentra el influjo, más o menos velado, de corrientes de pensamiento que terminan por erradicar la libertad humana de su relación esencial y constitutiva con la verdad. Y así, se rechaza la doctrina tradicional sobre la ley natural y sobre la universalidad y permanente validez de sus preceptos; se consideran simplemente inaceptables algunas enseñanzas morales de la Iglesia; se opina que el mismo Magisterio no debe intervenir en cuestiones morales más que para «exhortar a las conciencias» y «proponer los valores» en los que cada uno basará después autónomamente sus decisiones y opciones de vida. 12. Sólo Dios puede responder a la pregunta sobre el bien porque él es el Bien. Pero Dios ya respondió a esta pregunta: lo hizo creando al hombre y ordenándolo a su fin con sabiduría y amor, mediante la ley inscrita en su corazón (cf. Rm 2, 15), la «ley natural». Ésta «no es más que la luz de la inteligencia infundida en nosotros por Dios. Gracias a ella conocemos lo que se debe hacer y lo que se debe evitar. Dios dio esta luz y esta ley en la creación» 19 . Después lo hizo en la historia de Israel, particularmente con las «diez palabras», o sea, con los mandamientos Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno del Sinaí, mediante los cuales él fundó el pueblo de la Alianza (cf. Ex 24) y lo llamó a ser su «propiedad personal entre todos los pueblos», «una nación santa» (Ex 19, 5-6), que hiciera resplandecer su santidad entre todas las naciones (cf. Sb 18, 4; Ez 20, 41). La entrega del Decálogo es promesa y signo de la alianza nueva, cuando la ley será escrita nuevamente y de modo definitivo en el corazón del hombre (cf. Jr 31, 31-34), para sustituir la ley del pecado, que había desfigurado aquel corazón (cf. Jr 17, 1). Entonces será dado «un corazón nuevo» porque en él habitará «un espíritu nuevo», el Espíritu de Dios (cf. Ez 36, 24-28). Por esto, y tras precisar que «uno solo es el Bueno», Jesús responde al joven: «Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos» (Mt 19, 17). De este modo, se enuncia una estrecha relación entre la vida eterna y la obediencia a los mandamientos de Dios: los mandamientos indican al hombre el camino de la vida eterna y a ella conducen. Por boca del mismo Jesús, nuevo Moisés, los mandamientos del Decálogo son nuevamente dados a los hombres; él mismo los confirma definitivamente y nos los propone como camino y condición de salvación. El mandamiento se vincula con una promesa: en la antigua alianza el objeto de la promesa era la posesión de la tierra en la que el pueblo gozaría de una existencia libre y según justicia (cf. Dt 6, 20-25); en la nueva alianza el objeto de la promesa es el «reino de los cielos», tal como lo afirma Jesús al comienzo del «Sermón de la montaña» —discurso que contiene la formulación más amplia y completa de la Ley nueva (cf. Mt 5-7)—, en clara conexión con el Decálogo entregado por Dios a Moisés en el monte Sinaí. A esta misma realidad del reino se refiere la expresión vida eterna, que es participación en la vida misma de Dios; aquélla se realiza en toda su perfección sólo después de la muerte, pero, desde la fe, se convierte ya desde ahora en luz de la verdad, fuente de sentido para la vida, incipiente participación de una plenitud en el seguimiento de Cristo. En efecto, Jesús dice a sus discípulos después del encuentro con el joven rico: «Todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna» (Mt 19, 29). 23. «La ley del Espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del pecado y de la muerte» (Rm 8, 2). Con estas palabras el apóstol Pablo nos introduce a considerar en la perspectiva de la historia de la salvación que se cumple en Cristo la relación entre la ley (antigua) y la gracia (ley nueva). Él reconoce la función pedagógica de la ley, la cual, al permitirle al hombre pecador valorar su propia impotencia y quitarle la presunción de la autosuficiencia, lo abre a la invocación y a la acogida de la «vida en el Espíritu». Sólo en esta vida nueva es posible practicar los mandamientos de Dios. En efecto, es por la fe en Cristo como somos justificados (cf. Rm 3, 28): la justicia que la ley exige, pero que ella no puede dar, la encuentra todo creyente manifestada y concedida por el Señor Jesús. De este modo san Agustín sintetiza admirablemente la dialéctica paulina entre ley y gracia: «Por esto, la ley ha sido dada para que se implorase la gracia; la gracia ha sido dada para que se observase la ley». El amor y la vida según el Evangelio no pueden proponerse ante todo bajo la categoría de precepto, porque lo que exigen supera las fuerzas del hombre. Sólo son posibles como fruto Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno de un don de Dios, que sana, cura y transforma el corazón del hombre por medio de su gracia: «Porque la ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo» (Jn 1, 17). Por esto, la promesa de la vida eterna está vinculada al don de la gracia, y el don del Espíritu que hemos recibido es ya «prenda de nuestra herencia» (Ef 1, 14). 40. La enseñanza del Concilio subraya, por un lado, la actividad de la razón humana cuando determina la aplicación de la ley moral: la vida moral exige la creatividad y la ingeniosidad propias de la persona, origen y causa de sus actos deliberados. Por otro lado, la razón encuentra su verdad y su autoridad en la ley eterna, que no es otra cosa que la misma sabiduría divina. La vida moral se basa, pues, en el principio de una «justa autonomía» del hombre, sujeto personal de sus actos. La ley moral proviene de Dios y en él tiene siempre su origen. En virtud de la razón natural, que deriva de la sabiduría divina, la ley moral es, al mismo tiempo, la ley propia del hombre. En efecto, la ley natural, como se ha visto, «no es otra cosa que la luz de la inteligencia infundida en nosotros por Dios. Gracias a ella conocemos lo que se debe hacer y lo que se debe evitar. Dios ha donado esta luz y esta ley en la creación». La justa autonomía de la razón práctica significa que el hombre posee en sí mismo la propia ley, recibida del Creador. Sin embargo, la autonomía de la razón no puede significar la creación, por parte de la misma razón, de los valores y de las normas morales 72 . Si esta autonomía implicase una negación de la participación de la razón práctica en la sabiduría del Creador y Legislador divino, o bien se sugiriera una libertad creadora de las normas morales, según las contingencias históricas o las diversas sociedades y culturas, tal pretendida autonomía contradiría la enseñanza de la Iglesia sobre la verdad del hombre. Sería la muerte de la verdadera libertad: «Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque, el día que comieres de él, morirás sin remedio» (Gn 2, 17). 43. El concilio Vaticano II recuerda que «la norma suprema de la vida humana es la misma ley divina, eterna, objetiva y universal mediante la cual Dios ordena, dirige y gobierna, con el designio de su sabiduría y de su amor, el mundo y los caminos de la comunidad humana. Dios hace al hombre partícipe de esta ley suya, de modo que el hombre, según ha dispuesto suavemente la Providencia divina, pueda reconocer cada vez más la verdad inmutable». El Concilio remite a la doctrina clásica sobre la ley eterna de Dios. San Agustín la define como «la razón o la voluntad de Dios que manda conservar el orden natural y prohíbe perturbarlo» 79 ; santo Tomás la identifica con «la razón de la sabiduría divina, que mueve todas las cosas hacia su debido fin». Pero la sabiduría de Dios es providencia, amor solícito. Es, pues, Dios mismo quien ama y, en el sentido más literal y fundamental, se cuida de toda la creación (cf. Sb 7, 22; 8-11). Sin embargo, Dios provee a los hombres de manera diversa respecto a los demás seres que no son personas: no desde fuera, mediante las leyes inmutables de la naturaleza física, sino desde dentro, mediante la razón que, conociendo con la luz natural la ley eterna de Dios, es por esto mismo capaz de Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno indicar al hombre la justa dirección de su libre actuación 81. De esta manera, Dios llama al hombre a participar de su providencia, queriendo por medio del hombre mismo, o sea, a través de su cuidado razonable y responsable, dirigir el mundo: no sólo el mundo de la naturaleza, sino también el de las personas humanas. En este contexto, como expresión humana de la ley eterna de Dios, se sitúa la ley natural: «La criatura racional, entre todas las demás —afirma santo Tomás—, está sometida a la divina Providencia de una manera especial, ya que se hace partícipe de esa providencia, siendo providente para sí y para los demás. Participa, pues, de la razón eterna; ésta le inclina naturalmente a la acción y al fin debidos. Y semejante participación de la ley eterna en la criatura racional se llama ley natural». 44. La Iglesia se ha referido a menudo a la doctrina tomista sobre la ley natural, asumiéndola en su enseñanza moral. Así, mi venerado predecesor León XIII ponía de relieve la esencial subordinación de la razón y de la ley humana a la sabiduría de Dios y a su ley. Después de afirmar que «la ley natural está escrita y grabada en el ánimo de todos los hombres y de cada hombre, ya que no es otra cosa que la misma razón humana que nos manda hacer el bien y nos intima a no pecar», León XIII se refiere a la «razón más alta» del Legislador divino. «Pero tal prescripción de la razón humana no podría tener fuerza de ley si no fuese la voz e intérprete de una razón más alta, a la que nuestro espíritu y nuestra libertad deben estar sometidos». En efecto, la fuerza de la ley reside en su autoridad de imponer unos deberes, otorgar unos derechos y sancionar ciertos comportamientos: «Ahora bien, todo esto no podría darse en el hombre si fuese él mismo quien, como legislador supremo, se diera la norma de sus acciones». Y concluye: «De ello se deduce que la ley natural es la misma ley eterna, ínsita en los seres dotados de razón, que los inclina al acto y al fin que les conviene; es la misma razón eterna del Creador y gobernador del universo». El hombre puede reconocer el bien y el mal gracias a aquel discernimiento del bien y del mal que él mismo realiza mediante su razón iluminada por la revelación divina y por la fe, en virtud de la ley que Dios ha dado al pueblo elegido, empezando por los mandamientos del Sinaí. Israel fue llamado a recibir y vivir la ley de Dios como don particular y signo de la elección y de la alianza divina, y a la vez como garantía de la bendición de Dios. Así Moisés podía dirigirse a los hijos de Israel y preguntarles: «¿Hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está el Señor nuestro Dios siempre que le invocamos? Y ¿cuál es la gran nación cuyos preceptos y normas sean tan justos como toda esta Ley que yo os expongo hoy?» (Dt 4, 7-8). Es en los Salmos donde encontramos los sentimientos de alabanza, gratitud y veneración que el pueblo elegido está llamado a tener hacia la ley de Dios, junto con la exhortación a conocerla, meditarla y traducirla en la vida: «¡Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni en la senda de los pecadores se detiene, ni en el banco de los burlones se sienta, mas se complace en la ley del Señor, su ley susurra día y noche!» (Sal 1, 1-2). «La ley del Señor es perfecta, consolación del alma, el dictamen del Señor, veraz, sabiduría del sencillo. Los preceptos del Señor son Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno rectos, gozo del corazón; claro el mandamiento del Señor, luz de los ojos» (Sal 19, 8-9). 45. La Iglesia acoge con reconocimiento y custodia con amor todo el depósito de la Revelación, tratando con religioso respeto y cumpliendo su misión de interpretar la ley de Dios de manera auténtica a la luz del Evangelio. Además, la Iglesia recibe como don la Ley nueva, que es el «cumplimiento» de la ley de Dios en Jesucristo y en su Espíritu. Es una ley «interior» (cf. Jr 31, 31-33), «escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne, en los corazones» (2 Co 3, 3); una ley de perfección y de libertad (cf. 2 Co 3, 17); es «la ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús» (Rm 8, 2). Sobre esta ley dice santo Tomás: «Ésta puede llamarse ley en doble sentido. En primer lugar, ley del espíritu es el Espíritu Santo... que, por inhabitación en el alma, no sólo enseña lo que es necesario realizar iluminando el entendimiento sobre las cosas que hay que hacer, sino también inclina a actuar con rectitud... En segundo lugar, ley del espíritu puede llamarse el efecto propio del Espíritu Santo, es decir, la fe que actúa por la caridad (Ga 5, 6), la cual, por eso mismo, enseña interiormente sobre las cosas que hay que hacer... e inclina el afecto a actuar». Aunque en la reflexión teológico-moral se suele distinguir la ley de Dios positiva o revelada de la natural, y en la economía de la salvación se distingue la ley antigua de la nueva, no se puede olvidar que éstas y otras distinciones útiles se refieren siempre a la ley cuyo autor es el mismo y único Dios, y cuyo destinatario es el hombre. Los diversos modos con que Dios se cuida del mundo y del hombre, no sólo no se excluyen entre sí, sino que se sostienen y se compenetran recíprocamente. Todos tienen su origen y confluyen en el eterno designio sabio y amoroso con el que Dios predestina a los hombres «a reproducir la imagen de su Hijo» (Rm 8, 29). En este designio no hay ninguna amenaza para la verdadera libertad del hombre; al contrario, la aceptación de este designio es la única vía para la consolidación de dicha libertad. 50. Es así como se puede comprender el verdadero significado de la ley natural, la cual se refiere a la naturaleza propia y originaria del hombre, a la «naturaleza de la persona humana», que es la persona misma en la unidad de alma y cuerpo; en la unidad de sus inclinaciones de orden espiritual y biológico, así como de todas las demás características específicas, necesarias para alcanzar su fin. «La ley moral natural evidencia y prescribe las finalidades, los derechos y los deberes, fundamentados en la naturaleza corporal y espiritual de la persona humana. Esa ley no puede entenderse como una normatividad simplemente biológica, sino que ha de ser concebida como el orden racional por el que el hombre es llamado por el Creador a dirigir y regular su vida y sus actos y, más concretamente, a usar y disponer del propio cuerpo». Por ejemplo, el origen y el fundamento del deber de respetar absolutamente la vida humana están en la dignidad propia de la persona y no simplemente en el instinto natural de conservar la propia vida física. De este modo, la vida humana, por ser un bien fundamental del hombre, adquiere un significado moral en relación con el bien de la persona que siempre Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno debe ser afirmada por sí misma: mientras siempre es moralmente ilícito matar un ser humano inocente, puede ser lícito, loable e incluso obligatorio dar la propia vida (cf. Jn 15, 13) por amor al prójimo o para dar testimonio de la verdad. En realidad sólo con referencia a la persona humana en su «totalidad unificada», es decir, «alma que se expresa en el cuerpo informado por un espíritu inmortal», se puede entender el significado específicamente humano del cuerpo. En efecto, las inclinaciones naturales tienen una importancia moral sólo cuando se refieren a la persona humana y a su realización auténtica, la cual se verifica siempre y solamente en la naturaleza humana. La Iglesia, al rechazar las manipulaciones de la corporeidad que alteran su significado humano, sirve al hombre y le indica el camino del amor verdadero, único medio para poder encontrar al verdadero Dios. La ley natural, así entendida, no deja espacio de división entre libertad y naturaleza. En efecto, éstas están armónicamente relacionadas entre sí e íntima y mutuamente aliadas. Bibliografía
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1. ¿Qué es el bien moral? 2. ¿Qué es la ley moral? 3. ¿Qué es la ley eterna? 4. Menciona sus propiedades 5. ¿Qué es la ley moral natural? 6. Explica sus propiedades Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno 7. ¿Qué es la ley divina revelada? 8. ¿Qué es la ley positiva? 9. Ante Dios, ¿qué elementos debe tener para que una ley sea legítima y justa?
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Manual de Ética Cristiana Alumno Sesión 3
La conciencia Esquema de la lección I. II. III. IV.
¿Qué es la conciencia? ¿Como es la conciencia? Tipos de conciencia ¿Cómo formar la conciencia?
Profundiza tu fe
“En cambio, Dios hizo al pueblo este reproche: "Llegarán los días – dice el Señor – en que haré una Nueva Alianza con la casa de Israel y la casa de Judá no como aquella que hice con sus padres el día en que los tomé de la mano para sacarlos de Egipto. Ya que ellos no permanecieron fieles a mi Alianza, yo me despreocupé de ellos – dice el Señor –: Y ésta es la Alianza que estableceré con la casa de Israel después de aquellos días – dice el Señor –: Pondré mis leyes en su conciencia, las grabaré en su corazón; yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo. Entonces nadie tendrá que instruir a su compatriota ni a su hermano, diciendo: «Conoce al Señor»; porque todos me conocerán, desde el más pequeño al más grande. Porque yo perdonaré sus iniquidades y no me acordaré más de sus pecados". ” (Hb 8, 8-12). Para profundizar en el tema es conveniente leer en el Catecismo de la Iglesia Católica los nn. 1776-1794. Catecismo:
Cuerpo doctrinal
En la conciencia, don de Dios, Él nos habla y se nos revela orientándonos hacia un nuevo modo de actuar como cristianos e hijos de Dios. I. ¿Qué es la conciencia?
Distingamos: •
Conciencia psicológica:
sus actos •
conocimiento íntimo que tiene el hombre de sí y de
es la misma inteligencia que hace un juicio práctico, sobre la maldad o bondad de un acto. Es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha realizado. El hombre está obligado a seguir fielmente su conciencia en lo que sabe que es justo y recto. Mediante su conciencia el hombre percibe y reconoce los mandatos de la Ley Divina. (Cf. CEC 1778). Conciencia moral:
Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno •
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•
Su función no se reduce a emitir un juicio moral posterior a la acción, sino que ella misma legisla antes de actuar y es testigo del acto. Es una llamada a optar por el bien. Es la guía moral de todo el actuar humano. La conciencia moral comprende la percepción de los principios de la moralidad, aplicándolos a las circunstancias concretas a través de un discernimiento práctico de las razones y los bienes y el juicio formado por los actos concretos que se van a realizar o se han realizado. Este juicio puede intervenir en dos formas: a) Antes de la acción nos hace ver su naturaleza moral y en consecuencia, la permite, la ordena o la prohíbe. b) Después de la acción el juicio de la conciencia aprueba el acto bueno llenándonos de tranquilidad, o lo reprueba, si fue malo, con el remordimiento.21
Algunas reglas generales de la conciencia: •
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Nunca está permitido hacer el mal para obtener un bien. El fin no justifica los medios La regla de oro: "Todo lo que ustedes desearían de los demás, háganlo con ellos" (Mt 7,12) La caridad debe actuar siempre con respeto hacia el prójimo y hacia su conciencia.
II. ¿Como es la conciencia? •
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Es la “voz de Dios” en el hombre, ninguna instancia humana puede oponerse a ella. Es un principio fundamental para la ética cristiana. Debe ser asumida su voz siempre en referencia a instancias objetivas. Debe confrontarse con su último y absoluto fundamento que es Dios, porque solo así puede garantizarse la autenticidad de la conciencia en el hombre. La conciencia debe crecer y formarse, ejercitarse para que avance gradualmente en la búsqueda de la verdad, integrando valores y normas morales. 22
III. Tipos de conciencia
Los tipos de conciencia no pueden considerarse como absolutamente invariables, porque la conciencia es un factor dinámico. 21 22
Cf. S ADA-MONROY , o.c. p. 58. Para profundizar sobre el tema de la conciencia Cf. C ARMENA, o.c. p.p 45-48. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno 1. Según del objeto
Verdadera: juzga la acción en conformidad con los principios objetivos de la moralidad. Errónea: juzga en desacuerdo con la verdad objetiva de las cosas. Esta conciencia errónea.
Puede serlo: • •
Vencible: la conciencia juzga mal por descuido o negligencia en informarse. Invenciblemente: no se conoce el error por eso no es posible dejarlo.
2. Según el acto juzgado
Recta: juzga de la bondad o malicia de un acto con fundamento y prudencia. Falsa: juzga sin base ni prudencia.
Puede ser: • • •
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Relajada o laxa: por superficialidad, niega o disminuye el pecado donde lo hay Estrecha: con cierta facilidad y sin razón, ve pecado donde no lo hay. Escrupulosa: exageración de la conciencia estrecha que ve pecado en todo o casi todo lo que hace y que desconfía de la confesión y del perdón de los pecados. Farisaica: es una variación de la conciencia estrecha, concede más importancia a las apariencias que a los hechos en sí. Perpleja: ve pecado en hacer una cosa como en el no hacerla.
3. Según la firmeza de juicio
Cierta: juzga de la bondad o malicia de un acto con firmeza sin temor a errar. Dudosa: juzga con temor a errar o no se atreve a juzgar.
La duda puede ser: • •
Negativa: se apoya en motivos pocos serios. Positiva: sí hay razones serias para dudar, pero no suficientes para quitar el temor y equivocarse. 23
Las normas básicas que rigen el comportamiento de la conciencia son: 1º. Hay obligación grave de formar rectamente la conciencia de acuerdo a la ley moral. 23
Para profundizar en el tema de los tipos de conciencia Cf. S ADA-MONROY , o.c. p.p. 60-64. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno 2º. Es necesario actuar siempre con conciencia verdadera, poniendo los medios para salir de la duda o el error. 3º. La conciencia que es culpablemente errónea, que desconoce leyes fundamentales para su estado de vida, actúa siempre con pecado. IV. ¿Cómo formar la conciencia?
Una conciencia bien formada es recta y veraz. Formula sus juicios según la razón, conforme al bien verdadero querido por la sabiduría del Creador. La educación de la conciencia garantiza la libertad y engendra la paz del corazón. Para la formación de nuestra conciencia, la Palabra de Dios es la luz de nuestro caminar. Para formarla se recomienda: •
• • • •
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Estudiar la doctrina moral cristiana, los Evangelios y los documentos y orientaciones de la Iglesia. Reflexionar antes de actuar. Vida de oración y sacramentos, especialmente la confesión. Pedir ayuda y consejo. Plena sinceridad llamando a las cosas por su nombre, ante uno mismo, ante Dios y ante quien dirija el alma Obrar siempre de cara a Dios con el único deseo de agradarle. Pedirle al Espíritu Santo su ayuda constantemente, la relación con Él, ilumina la conciencia. No al desánimo ante los fallos, siempre actitud de volver a empezar. Formar hábitos de buen comportamiento. 24
Resumen
La conciencia psicológica, es el conocimiento íntimo que tiene el hombre de sí y sus actos, mientras la conciencia moral, es la misma inteligencia que hace un juicio práctico sobre la maldad o bondad de un acto. La persona humana reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha realizado. Mediante su conciencia el hombre percibe y reconoce los mandatos de la Ley Divina. La conciencia moral comprende la percepción de los principios de la moralidad, aplicándolos a las circunstancias concretas a través de un discernimiento práctico de las razones y los bienes y el juicio formado por los actos concretos que se van a realizar o se han realizado.
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Para profundizar en el tema de la formación de la conciencia Cf. C ARMENA, o.c. p.p. 50-53. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Algunas reglas generales de la conciencia son: que no está permitido hacer el mal para obtener un bien; la caridad debe actuar siempre con respeto hacia el prójimo y hacia su conciencia. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en que se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más intimo de aquellas. La conciencia tiene necesidad de crecer, de ser formada, de ejercitarse, con la búsqueda de la verdad. La conciencia se clasifica según el objeto en verdadera y errónea; según el acto juzgado en recta y falsa; según la firmeza de juicio en cierta y dudosa. Una conciencia bien formada es recta y veraz. Formula sus juicios según la razón, conforme al bien verdadero querido por la sabiduría del Creador. La educación de la conciencia garantiza la libertad y engendra la paz del corazón. Para la formación de nuestra conciencia, la Palabra de Dios es la luz de nuestro caminar. Para recordar •
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La conciencia, don de Dios, Él nos habla y se nos revela orientándonos hacia un nuevo modo de actuar como cristianos e hijos de Dios. "Todo lo que ustedes desearían de los demás, háganlo con ellos" (Mt 7,12). La “voz de Dios” en el hombre ninguna instancia humana puede oponerse a ella. La conciencia puede ser: verdadera, errónea, recta, falsa, cierta y dudosa. La conciencia puede formarse estudiando la doctrina moral cristiana, los Evangelios y los documentos y orientaciones de la Iglesia; llevando una vida de oración y sacramentos, obrando siempre de cara a Dios; pidiéndole al Espíritu Santo su ayuda constantemente; formando hábitos de buen comportamiento.
Lecturas complementarias Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et Spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 1965.
16. En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer, y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal: haz esto, evita aquello. Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente. La conciencia es Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla. Es la conciencia la que de modo admirable da a conocer esa ley cuyo cumplimiento consiste en el amor de Dios y del prójimo. La fidelidad a esta conciencia une a los cristianos con los demás hombres para buscar la verdad y resolver con acierto los numerosos problemas morales que se presentan al individuo y a la sociedad. Cuanto mayor es el predominio de la recta conciencia, tanto mayor seguridad tienen las personas y las sociedades para apartarse del ciego capricho y para someterse a las normas objetivas de la moralidad. No rara vez, sin embargo, ocurre que yerra la conciencia por ignorancia invencible, sin que ello suponga la pérdida de su dignidad. Cosa que no puede afirmarse cuando el hombre se despreocupa de buscar la verdad y el bien y la conciencia se va progresivamente entenebreciendo por el hábito del pecado. 17. La orientación del hombre hacia el bien sólo se logra con el uso de la libertad, la cual posee un valor que nuestros contemporáneos ensalzan con entusiasmo. Y con toda razón. Con frecuencia, sin embargo, la fomentan de forma depravada, como si fuera pura licencia para hacer cualquier cosa, con tal que deleite, aunque sea mala. La verdadera libertad es signo eminente de la imagen divina en el hombre. Dios ha querido dejar al hombre en manos de su propia decisión para que así busque espontáneamente a su Creador y, adhiriéndose libremente a éste, alcance la plena y bienaventurada perfección. La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre elección, es decir, movido e inducido por convicción interna personal y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa. El hombre logra esta dignidad cuando, liberado totalmente de la cautividad de las pasiones, tiende a su fin con la libre elección del bien y se procura medios adecuados para ello con eficacia y esfuerzo crecientes. La libertad humana, herida por el pecado, para dar la máxima eficacia a esta ordenación a Dios, ha de apoyarse necesariamente en la gracia de Dios. Cada cual tendrá que dar cuanta de su vida ante el tribunal de Dios según la conducta buena o mala que haya observado. Bibliografía
1. C ARMENA L AREDO MIGUEL. El amor es más fuerte. Ed. Diana-Ediciones Escuela de la Fe. 2ª. Edic. México. 1996. 2. C ATECISMO DE LA IGLESIA C ATÓLICA (CEC). Ed. LEV. Roma. 2005. 3. S ADA RICARDO Y MONROY ALFONSO. Curso de Teología moral, Ed. Minos. México. 1992. Autoevaluación
1. ¿Qué es la conciencia psicológica? 2. ¿Qué es la conciencia moral? Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno 3. ¿Cuál es la función de la conciencia moral? 4. Menciona algunas reglas generales de la conciencia. 5. ¿Qué características tiene la conciencia? 6. Explica los tipos de conciencia según el objeto, el acto juzgado y la firmeza de juicio. 7. Explica cómo puede formarse la conciencia.
Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Sesión 4
La gracia, el gran don de Dios y la virtud Esquema de la lección I. II. III. IV. V. VI. VII. VIII.
La gracia presencia de Dios La necesidad de la gracia Clasificación de la gracia Los dones del Espíritu Santo ¿Qué es la virtud? Virtudes adquiridas e infusas El crecimiento en la virtud Las virtudes cardinales según el Catecismo de la Iglesia Católica
Profundiza tu fe
1. 2. 3. 4.
¿Qué es la gracia y para qué nos sirve? ¿Cuáles son los dones del Espíritu Santo? ¿En qué nos ayudan? ¿Cuáles son las virtudes cardinales?
Para profundizar en el tema es conveniente leer en el Catecismo de la Iglesia Católica los nn. 1803-1811; 1830-1832; 1996-2005. Catecismo:
Cuerpo doctrinal I. La gracia presencia de Dios
La gracia es un don sobrenatural concedido por Dios gratuitamente “es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios (Cf. Jn 1, 12-18), hijos adoptivos (Cf. Rm 8, 14-17), partícipes de la naturaleza divina (Cf. 2 P 1, 3-4), de la vida eterna (Cf. Jn 17, 3). La gracia es una participación en la vida de Dios. Nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria: por el Bautismo el cristiano participa de la gracia de Cristo, Cabeza de su Cuerpo.” (CEC 1996, 1997). La vida de gracia es el don gratuito de Dios por el que el cristiano vive unido a Cristo como el sarmiento a la vid (Cf. Jn 15, 1-8) y por el que la vida de Cristo se manifiesta en su cuerpo mortal. Es una participación de la vida de Dios.
Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Inicia con el Bautismo, se pierde con el pecado mortal. Se recupera con el sacramento de la Reconciliación y se sostiene y acrecienta con los sacramentos, participación litúrgica y el esfuerzo ascético. Nuestra vida cristiana consiste en crecer más y más como hijos de Dios, hasta alcanzar la madurez de un discípulo de Cristo. Se nos da para irradiarla en nuestro entorno. Dios nos llama a ser verdaderos hijos suyos mostrándolo con nuestro modo de actuar, de ser, viviendo las virtudes de la caridad, la alegría la generosidad, la humildad, la mansedumbre, etc. vivir practicando estas virtudes no es fácil, pero Dios, que conoce nuestra debilidad y deseando nuestra plena felicidad, nos da la gracia como medio para fortalecernos en la lucha por el bien. II. La necesidad de la gracia
La liberación del pecado (la justificación) y la adopción divina le son concedidas al hombre por los méritos de la redención de Cristo. Es un don gratuito, sin embargo, el hombre debe disponerse a recibirla con actos virtuosos y sobre todo con el acto de la fe. Las obras, para tener valor de cara a la salvación, deben realizarse con la ayuda de la gracia. No nos podemos salvar con nuestras solas fuerzas y tampoco podemos alcanzar por nosotros mismos la santidad, necesitamos la ayuda de Dios. Debemos considerar la gracia como un don personal que Dios me hace a mí porque me ama. III. Clasificación de la gracia 1. La gracia de Cristo
Es el don gratuito que Dios nos hace de su vida infundida por el Espíritu Santo en nuestra alma para sanarla del pecado y santificarla (Cf. CEC 1999): es la gracia santificante o divinizadora, recibida en el Bautismo. Gracia Santificante: es un don habitual, una disposición estable y sobrenatural que perfecciona al alma para hacerla capaz de vivir con Dios (Cf. CEC 2000). Nos hace hijos de Dios y herederos del Cielo. Ayuda al bautizado porque:
a) Le hace capaz de creer en Dios, de esperar en El y de amarlo mediante las virtudes teologales. b) Le concede poder vivir y obrar bajo la moción del Espíritu Santo mediante los dones del Espíritu Santo. c) Le concede crecer en el bien mediante las virtudes morales.
2. Gracia habitual y gracia actual Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Dentro de la gracia santificante hay que distinguir la gracia habitual: es la disposición permanente para vivir y obrar según la vocación divina. La gracia actual es un don de Dios concedido temporalmente, en un momento concreto, en una circunstancia precisa: una inspiración, o un impulso o una moción de la voluntad que nos eleva y hace capaces de recibir otros dones de Dios. La misma gracia prepara al hombre a acogerla, es necesaria para suscitar y sostener nuestra colaboración con el plan de Dios en nosotros. Porque Él completa en nosotros lo que Él mismo comenzó, nos dice San Agustín al respecto: “ porque Él, por su acción, comienza haciendo que nosotros queramos; y termina cooperando con nuestra voluntad ya convertida ” 3. La gracia sacramental
Son los dones propios de los distintos sacramentos, que el Espíritu Santo nos concede para colaborar en la salvación de otros y en el crecimiento de la Iglesia. 4. La gracia especial
El Espíritu Santo entrega estas gracias, conocidas también como carismas. Cualquiera que sea su carácter, veces extraordinario, están ordenados a la gracia santificante y tienen por fin el bien común de la Iglesia. Están al servicio de la caridad, que edifica la Iglesia. 5. La gracia de estado
Acompaña el ejercicio de las responsabilidades en la vida cristiana y de los ministerios en el seno de la Iglesia. IV. Los dones del Espíritu Santo
El Espíritu Santo es motor interior que genera una vida para el cristiano, para convertirlo en otro Cristo. Influye también sobre las cualidades del hombre, sobre su capacidad de entender, decidir y actuar. Esto lo hace a través de sus dones. Estos dones sostienen la vida moral del cristiano, completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben, preparan el alma para obedecer con prontitud a las inspiraciones de Dios. (Cf. CEC 1830). 1. Dones para el entendimiento •
Sabiduría: es la capacidad de discernir siempre desde el Espíritu. Lleva a dar juicios prudentes y exactos sobre las realidades espirituales. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Inteligencia: es una capacidad especial que el Espíritu Santo otorga para comprender y penetrar la Palabra de Dios. Ciencia: es el don que lleva a descubrir el obrar de Dios en la vida.
2. Dones para la voluntad • •
Consejo: es la capacidad de descubrir siempre con certeza la voluntad de Dios. Fortaleza: es la capacidad de tomar decisiones difíciles en fidelidad al plan de Dios, acerca de la propia vida y llevarlas adelante a cualquier cueste lo que cueste.
3. Dones para el actuar • •
Piedad: es la predisposición a actuar siempre como hijo de Dios. Temor de Dios: es el miedo a perder a Dios por el pecado, la tibieza o la indiferencia en el amor. Este don lleva a acrecentar la vida de gracia en el alma y fomentar todo aquello que pueda acercar a la posesión y conocimiento de Dios.
Aunado a los dones del Espíritu Santo, tenemos sus frutos que son las características propias de quien vive su vida buscando la voluntad de Dios, guiándose por el Espíritu Santo. La tradición de la Iglesia considera 12 los frutos del Espíritu Santo en un alma: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad. 25 V. ¿Qué es la virtud?
“Es una disposición habitual y firme para hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas.” (CEC 1803).
El ejercicio de las virtudes es un medio eficaz para conseguir la santidad, la cual viene de Dios, porque solamente Él es santo (Cf. Mc 10, 18). Este ejercicio debe estar unido al amor a Dios, al deseo de seguir a Cristo y a la realización de las inspiraciones del Espíritu Santo. VI. Virtudes adquiridas e infusas •
la que el hombre puede alcanzar por su solo esfuerzo a través de la repetición de actos y el cultivo de las actitudes e ideales que la sostienen.
Virtud natural o adquirida:
Para profundizar en los temas de la gracia, su necesidad, su clasificación y los dones del Espíritu Santo, Cf. C ARMENA, o.c. p.p. 59-67. 25
Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno •
es la predisposición o tendencia de comportamiento que tenemos como un don recibido de Dios. Infusas:
Sin el influjo de la gracia divina no podríamos asegurar nuestra perseverancia en el bien. Para que el hombre ejercite completamente las virtudes, se precisa tanto de la virtud natural que da a la gracia los cimientos para desarrollarse y la virtud sobrenatural que posibilita la santidad. VII.
El crecimiento en la virtud
El cultivo de las virtudes es mediante el esfuerzo cotidiano, constante. Nunca creer que ya no necesitemos trabajar, antes bien, siempre actitud de conquista. •
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•
Al crecer una virtud, crecen también las demás, especialmente las más cercanas a ella. Las virtudes infusas proceden exclusivamente de Dios y el hombre no las puede alcanzar basándose sólo en su esfuerzo. Sin embargo, a aspiración personal a la perfección, el aprovechamiento y fructificación de lo que ya se tiene y la oración humilde, son medios que preparan para recibirla. Las virtudes se consiguen prácticamente por la unión de dos elementos: el deseo real de adquirirlas, que incide sobre las actitudes internas, y la repetición de pequeños actos que conducen a ellas. 26
VIII. Las virtudes cardinales según el Catecismo de la Iglesia Católica
“Virtud cardinal, humana o moral: actitud firme, disposición estable, perfección habitual del entendimiento y de la voluntad que regula nuestros actos, ordena nuestras pasiones y guía nuestra conducta hacia el bien ” (CEC 1834). Constituyen el cimiento humano de todas las demás virtudes, por eso se les llama virtudes cardinales, porque todas las demás se agrupan en torno a ellas, son: dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo; es la prudencia quien guía el juicio de la conciencia. Es la que conduce a las otras virtudes indicándoles regla y medida. (Cf. CEC 1806).
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La prudencia:
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La justicia:
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es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que le es debido. (Cf. CEC 1807).
Para profundizar en los temas de las virtudes y su crecimiento Cf. C ARMENA, o.c. p.p. 73-77. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno La fortaleza: esta virtud asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la resolución de vencer las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral. (Cf. CEC 1808). esta virtud modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y la honestidad de los deseos. (Cf. CEC 1809). La templanza:
Las cuatro están inseparablemente unidas porque la prudencia perfecciona la razón en orden a un juicio recto sobre lo que debe ser hecho en una determinada situación; la justicia dispone a la persona a llevar a cabo una relación interpersonal en la cual se reconoce, realiza y promueve el valor absoluto de las otras personas. La fortaleza hace que habitualmente estén sometidas a la voluntad recta las pasiones cuando el cumplimiento del bien es difícil o arduo. La templanza somete a estas pasiones a la voluntad recta, para que no tiendan siempre hacia el bien moral.27 Resumen
La vida de gracia es el don gratuito de Dios por el que el cristiano vive unido a Cristo como el sarmiento a la vid (Cf. Jn 15, 1-8) y por el que la vida de Cristo se manifiesta en su cuerpo mortal. Es una participación de la vida de Dios. La liberación del pecado (la justificación) y la adopción divina le son concedidas al hombre por los méritos de la redención de Cristo. La gracia es un don gratuito, pero el hombre debe disponerse a recibirla con actos virtuosos y con el acto de la fe. La gracia se clasifica en: La gracia de Cristo o santificante: es un don habitual, una disposición estable y sobrenatural que perfecciona al alma para hacerla capaz de vivir con Dios. La gracia habitual: es la disposición permanente para vivir y obrar según la vocación divina. La gracia actual es un don de Dios concedido temporalmente, en un momento concreto, en una circunstancia precisa. La gracia sacramental: son los dones propios de los distintos sacramentos. La gracia especial: el Espíritu Santo entrega estas gracias, conocidas también como carismas. La gracia de estado: acompaña el ejercicio de las responsabilidades en la vida cristiana y de los ministerios en el seno de la Iglesia.
27
Cf. C AFFARRA C ARLO, Vida en Cristo, EUNSA, p. 172. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Los dones del Espíritu Santo sostienen la vida moral del cristiano, completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben, preparan el alma para obedecer con prontitud a las inspiraciones de Dios. (Cf. CEC 1830). La tradición de la Iglesia considera 12 los frutos del Espíritu Santo en un alma: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad. El ejercicio de las virtudes es un medio eficaz para conseguir la santidad, la cual viene de Dios, porque solamente Él es santo. El cultivo de las virtudes es mediante el esfuerzo cotidiano, constante. Nunca creer que ya no necesitemos trabajar, antes bien, siempre actitud de conquista. Las virtudes morales o cardinales constituyen el cimiento humano de todas las demás virtudes, por eso se les llama virtudes cardinales, porque todas las demás se agrupan en torno a ellas, son: la prudencia, la justicia, la fortaleza, la templanza. Para recordar •
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La gracia es un don sobrenatural concedido por Dios gratuitamente, para que podamos alcanzar la vida eterna. “ porque Él, por su acción, comienza haciendo que nosotros queramos; y termina cooperando con nuestra voluntad ya convertida ” San Agustín Dones para el entendimiento: Sabiduría, inteligencia, ciencia.
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Dones para la voluntad: consejo, fortaleza.
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Dones para el actuar: piedad, temor de Dios.
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“Es una disposición habitual y firme para hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. CEC 1803).
“Virtud cardinal, humana o moral: actitud firme, disposición estable, perfección habitual del entendimiento y de la voluntad que regula nuestros actos, ordena nuestras pasiones y guía nuestra conducta hacia el bien ” (CEC 1834).
Lecturas complementarias Benedicto XVI, Audiencia general, Miércoles 23 de noviembre de 2005. Dios salvador
Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno 1. Cada semana la liturgia de las Vísperas propone a la Iglesia orante el solemne himno de apertura de la carta a los Efesios, el texto que acaba de proclamarse. Pertenece al género de las berakot, o sea, las "bendiciones", que ya aparecen en el Antiguo Testamento y tendrán una difusión ulterior en la tradición judía. Por tanto, se trata de un constante hilo de alabanza que sube a Dios, a quien, en la fe cristiana, se celebra como "Padre de nuestro Señor Jesucristo". Por eso, en nuestro himno de alabanza es central la figura de Cristo, en la que se revela y se realiza la obra de Dios. En efecto, los tres verbos principales de este largo y compacto cántico nos conducen siempre al Hijo. 2. Dios "nos eligió en la persona de Cristo" (Ef 1, 4): es nuestra vocación a la santidad y a la filiación adoptiva y, por tanto, a la fraternidad con Cristo. Este don, que transforma radicalmente nuestro estado de criaturas, se nos ofrece "por obra de Cristo" (v. 5), una obra que entra en el gran proyecto salvífico divino, en el amoroso "beneplácito de la voluntad" (v. 6) del Padre, a quien el Apóstol está contemplando con conmoción. El segundo verbo, después del de la elección ("nos eligió"), designa el don de la gracia: "La gracia que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo" (ib.). En griego tenemos dos veces la misma raíz charis y echaritosen, para subrayar la gratuidad de la iniciativa divina que precede a toda respuesta humana. Así pues, la gracia que el Padre nos da en el Hijo unigénito es manifestación de su amor, que nos envuelve y nos transforma. 3. He aquí el tercer verbo fundamental del cántico paulino: tiene siempre por objeto la gracia divina, que "ha prodigado sobre nosotros" (v. 8). Por consiguiente, estamos ante un verbo de plenitud, podríamos decir —según su tenor originario— de exceso, de entrega sin límites y sin reservas. Así, llegamos a la profundidad infinita y gloriosa del misterio de Dios, abierto y revelado por gracia a quien ha sido llamado por gracia y por amor, al ser esta revelación imposible de alcanzar con la sola dotación de la inteligencia y de las capacidades humanas. "Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman. Porque a nosotros nos lo reveló Dios por medio del Espíritu; y el Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios" (1 Co 2, 9-10). 4. El "misterio de la voluntad" divina tiene un centro que está destinado a coordinar todo el ser y toda la historia, conduciéndolos a la plenitud querida por Dios: es "el designio de recapitular en Cristo todas las cosas" (Ef 1, 10). En este "designio", en griego oikonomia, o sea, en este proyecto armonioso de la arquitectura del ser y del existir, se eleva Cristo como jefe del cuerpo de la Iglesia, pero también como eje que recapitula en sí "todas las cosas, las del cielo y las de la tierra". La dispersión y el límite se superan y se configura la "plenitud", que es Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno la verdadera meta del proyecto que la voluntad divina había preestablecido desde los orígenes. Por tanto, estamos ante un grandioso fresco de la historia de la creación y de la salvación, sobre el que ahora querríamos meditar y profundizar a través de las palabras de san Ireneo, un gran Doctor de la Iglesia del siglo II, el cual, en algunas páginas magistrales de su tratado Contra las herejías, había desarrollado una reflexión articulada precisamente acerca de la recapitulación realizada por Cristo. 5. La fe cristiana —afirma— reconoce que "no hay más que un solo Dios Padre y un solo Cristo Jesús, Señor nuestro, que ha venido por medio de toda "economía" y que ha recapitulado en sí todas las cosas. En esto de "todas las cosas" queda comprendido también el hombre, esta obra modelada por Dios, y así ha recapitulado también en sí al hombre; de invisible haciéndose visible, de inasible asible, de impasible pasible y de Verbo hombre" (III, 16, 6: Già e non ancora, CCCXX, Milán 1979, p. 268). Por eso, "el Verbo de Dios se hizo carne" realmente, no en apariencia, porque entonces "su obra no podía ser verdadera". En cambio, "lo que aparentaba ser, era eso precisamente, o sea Dios recapitulando en sí la antigua plasmación del hombre, a fin de matar el pecado, destruyendo la muerte y vivificar al hombre; por eso eran verdaderas sus obras" (III, 18, 7: ib., pp. 277-278). Se ha constituido Jefe de la Iglesia para atraer a todos a sí en el momento justo. Con el espíritu de estas palabras de san Ireneo oremos: sí, Señor, atráenos a ti, atrae al mundo a ti y danos la paz, tu paz. Bibliografía
1. C AFFARRA C ARLO. Vida en Cristo, EUNSA. Navarra. 2ª. Edic. 1999. 2. C ARMENA L AREDO MIGUEL. El amor es más fuerte. Ed. Diana-Ediciones Escuela de la Fe. 2ª. Edic. México. 1996. 3. C ATECISMO DE LA IGLESIA C ATÓLICA (CEC). Ed. LEV. Roma. 2005. Autoevaluación
1. ¿Qué es la gracia? 2. ¿Qué es la vida de gracia? 3. ¿Para qué sirve la gracia? 4. Menciona la clasificación de la gracia y explica cada una de ellas. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno 5. ¿Qué y cuáles son los dones del Espíritu Santo? 6. ¿Cuáles son los frutos del Espíritu Santo? 7. ¿Qué es la virtud? 8. ¿Qué son las virtudes adquiridas e infusas? 9. ¿Cómo se puede crecer en la virtud? 10.¿Qué son las virtudes cardinales o morales? 11.Menciona cuáles son y explícalas brevemente.
Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Sesión 5
El pecado Esquema de la lección I. II. III. IV. V.
La realidad del pecado y su maldad ¿Qué es el pecado? ¿Cuáles son sus causas y sus consecuencias? ¿Cuáles son sus clases? El perdón de los pecados
Profundiza tu fe Pecado mortal y venial
Las consideraciones en torno a la opción fundamental, como hemos visto, han inducido a algunos teólogos a someter también a una profunda revisión la distinción tradicional entre los pecados mortales y los pecados veniales; subrayan que la oposición a la ley de Dios, que causa la pérdida de la gracia santificante —y, en el caso de muerte en tal estado de pecado, la condenación eterna—, solamente puede ser fruto de un acto que compromete a la persona en su totalidad, es decir, un acto de opción fundamental. Según estos teólogos, el pecado mortal, que separa al hombre de Dios, se verificaría solamente en el rechazo de Dios, que se realiza a un nivel de libertad no identificable con un acto de elección ni al que se puede llegar con un conocimiento sólo reflejo. En este sentido —añaden— es difícil, al menos psicológicamente, aceptar el hecho de que un cristiano, que quiere permanecer unido a Jesucristo y a su Iglesia, pueda cometer pecados mortales tan fácil y repetidamente, como parece indicar a veces la materia misma de sus actos. Igualmente, sería difícil aceptar que el hombre sea capaz, en un breve período de tiempo, de romper radicalmente el vínculo de comunión con Dios y de convertirse sucesivamente a él mediante una penitencia sincera. Por tanto, es necesario —se afirma— medir la gravedad del pecado según el grado de compromiso de libertad de la persona que realiza un acto, y no según la materia de dicho acto. (VS 69).
Para profundizar en el tema es conveniente leer en el Catecismo de la Iglesia Católica los nn. 396-409, 1846 – 1864. Catecismo:
Cuerpo doctrinal I. La realidad del pecado y su maldad
Hemos estudiado como debemos vivir nuestra vida en Cristo, que estamos llamados a ser santos, a vivir las virtudes que nos enseñó en el Evangelio, pero en nuestra realidad estamos aun lejanos de esto, viendo avanzar el mal en diversas formas, teniendo siempre detrás de este al pecado, el cual no es sólo una verdad de fe sino es
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Manual de Ética Cristiana Alumno un hecho empíricamente constatable. En todo pecado se da una rebeldía querida y libre del ser creado contra el creador, Dios. En el pecado hay un doble elemento: 1. Alejamiento o aversión a Dios
Es sobre todo la incompatibilidad entre la acción pecaminosa y la amistad divina, si esto se percibe antes de cometer un pecado y a pesar de esto se lleva a cabo, es un acto de rebeldía contra Dios. Fundamentalmente existen cuatro razones por las cuales se ofende a Dios en el pecado: •
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Se desobedece a la conciencia, y las leyes que se transgreden son obra de Dios que nos brinda para llegar hasta él. Porque Dios es el fin y felicidad del hombre y el hombre al pecar toma como fin a las criaturas en lugar de Dios. Porque Dios es el Bien Sumo e Infinito que se ve rechazado por un bien creado y perecedero. Porque Dios es despreciado ya que el hombrea al pecar se sustrae a su dominio.
2. Conversión a las criaturas
Se toma como fin del actuar lo que debería ser un medio. Esto trae consecuencias nefastas para el ser humano: •
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Es una lesión a la razón natural, va contra la recta razón. Degrada al hombre, ya que al buscar el gozo de bienes finito, el alma se ofusca y puede perder el bien infinito. Las acciones tienen una repercusión social, porque el pecado entraña desequilibrio e injustita en sí mismo rompiendo con el orden de la creación que está orientada a Dios. La persona que peca, daña al cuerpo místico de Cristo, porque es miembro de este. El hombre que peca se cierra en su egoísmo teniendo mayores dificultades para abrirse y darse a los demás. 28
II. ¿Qué es el pecado?
El pecado es una ofensa a Dios, una transgresión o desobediencia voluntaria de la ley divina. Es una alteración del orden creado por Dios. (Cf. CEC 1849-1851). San Agustín lo define como: “una palabra, acto o deseo contrario a la ley Eterna”. 28
Cf. C ARMENA, o.c. p.p. 83-87 y S ADA-MONROY , o.c. p.p. 69-71. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Es una falta contra la razón, la verdad y la recta conciencia; es una trasgresión en orden al amor verdadero, hacia Dios y hacia el prójimo, a causa de un cierto apego a ciertos bienes. El pecado se levanta contra el amor de Dios por nosotros y aleja de Él nuestros corazones. (Cf. CEC 1849, 1850). III.¿Cuáles son sus causas y sus consecuencias?
Actualmente se está perdiendo el sentido del pecado, porque se está perdiendo el sentido de de la presencia presencia real real de Dios en nuestras nuestras vidas, vidas, llevando llevando al hombre hombre a actuar sin valores, cometiendo el mal sin remordimientos logrando solamente mayor infelicidad en su vida y por consiguiente en la sociedad. 1. Causas • •
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Carne o concupiscencia: son los instintos y apetitos humanos desordenados. Vicios o hábitos de pecado: repetición de malos actos que hacen más difícil enmendarse. Tentaciones: son las realidades desfiguradas que aparecen ante el hombre como bienes deseables cuando realmente son nocivas. Peligros de pecado: situaciones situaciones externas que propician propician el ambiente ambiente de pecado. Atractivos del mundo: poder, riqueza, situación social. Simple Simple egoísmo egoísmo o apego apego desordena desordenado do a sí sí mismo: mismo: solo solo busca busca satisfac satisfacer er sus deseos siendo presa fácil de desviaciones morales.
2. Consecu Consecuenc encias ias morale morales s del pecado pecado
Las principales son: •
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Un primer resultado es el hastío, desánimo, desesperación y ansiedad, porque las cosas creadas no satisfacen en sí mismas. Idolatría práctica: crearse pequeños dioses de las cosas. Falta de paz: que nace nace de la incoherencia incoherencia de de no vivir de acuerdo acuerdo con lo que se cree. Vivir sin sentido Inmadurez crónica.29
III.¿Cuáles son sus clases?
Existen diversas causas del pecado que nos permiten a valorar su maldad y a conocer su naturaleza íntima. 1. Según Según el el orige origen n del del pecad pecado o
Distinguimos entre el pecado original y el pecado personal. El primero cometido por nuestros primeros padres, perdonado solo por el Bautismo; el segundo es el 29
Cf. C ARMENA, o.c. p.p. 88, 89. Bajo custodia custodia de la Escuela Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno realiza realizado do libreme libremente nte por el propio propio indiv individu iduo, o, se perdon perdonaa ordinar ordinariam iamente ente con con la Confesión. •
es el primer pecado cometido por el hombre que quiso ser como Dios desobedeciendo sus mandamientos. Por este pecado el hombre perdió la santidad santidad y la justicia originarias originarias.. (Cf. CEC 396-409). 396-409). Pecado original:
2. Segú Según n la la gra grave veda dad d
Disting Distinguim uimos os entre entre el peca pecado do que que mata mata absolu absolutam tamente ente la vida vida de grac gracia, ia, la presencia de Dios, la gracia santificante: pecado mortal o el que la debilita: el pecado venial. •
elección deliberada (es decir, sabida y querida) de una cosa gravemente contraria a la ley divina y al fin último del hombre. Este pecado destruye destruye la caridad. caridad. (Cf. CEC 1874). 1874). En este pecado pecado se incurre incurre en los dos elementos constitutivos del pecado (alejamiento de Dios y conversión a las criaturas). Pecado mortal:
Para que exista el pecado mortal deben darse las tres siguientes condiciones: a) Materia grave: grave: es cuando se se transgrede transgrede una norma norma esencial esencial de la Ley de Dios, rompiendo gravemente el proyecto de Dios sobre el hombre separándose absolutamente de la voluntad de Dios. b) Plena advertenc advertencia ia o conocimiento: conocimiento: darse darse cuenta del del acto mismo mismo que se está cometiendo y darse cuenta de que es grave; de esta forma el hombre es responsable y actúa sabiendo lo que hace. c) Pleno consenti consentimient miento: o: realizado realizado con la interve intervención nción de la la voluntad, voluntad, realizado sin coacciones o distracciones. Si falta alguno de estos elementos estamos ante un pecado venial. Los efectos del pecado mortal son: •
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La muerte del alma, que queda privada de la gracia divina, de las virtudes infusas y de los dones del Espíritu Santo. La pérdida de la Santísima Trinidad en e n el alma. La pérdida de los méritos adquiridos adquiridos durante durante la vida. El oscurecimiento de la inteligencia por la misma ceguedad que la culpa lleva consigo. La pérdida del derecho a la gloria eterna.
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Manual de Ética Cristiana Alumno Pecado venial: es el que ofende y hiere la caridad. Se comete pecado venial cuando se observa en materia leve la ley moral o cuando se desobedece esa ley en materia grave, pero sin pleno conocimiento o consentimiento. (Cf. CEC 1855, 1862, 1863). 1863). No implica implica el elemento elemento esencial esencial del pecado mortal, mortal, que es la aversión a Dios, se da una cierta conversión a las criaturas compatible con la amistad divina.
Las condiciones para que exista pecado venial son: a) Que la materi materiaa sea sea leve. leve. b) Aun siendo la materia materia grave, la adverten advertencia cia o el consent consentimien imiento to no han sido perfectos. Los efectos son: • • • •
• •
Se actualiza la desobediencia, desprecio e ingratitud para con Dios. Disminuye el fervor de la caridad. Manifiesta un afecto desordenado por los bienes creados. Obstaculiza los progresos del alma en el ejercicio de las virtudes y en la práctica del bien moral. Merita penas temporales. temporales. Como efecto más grave, predispone al pecado mortal, pues se va debilitando la fortaleza del alma en ese ceder en lo poco.
También están los pecados especiales: •
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tienen en común el desprecio formal de algún don recibido para apartarse del pecado; la misericordia de Dios no tiene límites pero si se rechaza a través del arrepentimiento, el perdón de los propios pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo. Llevando a la presunción de salvarse sin méritos, la desesperación, la obstinación en el pecado, la impenitencia final, la impugnación de la verdad cristiana conocida. Pecados contra el Espíritu Santo:
son las tendencias desordenadas que conducen a comportamientos pecaminosos. La tendencia en si misma, como consecuencia del pecado original, no se puede considerar pecado si no es porque existe un desorden desorden permitido permitido,, conscien consciente te y voluntar voluntario. io. Son la soberbia, soberbia, avaricia, avaricia, lujuria, lujuria, ira, gula, envidia, pereza. (Cf. CEC 1866). Pecados capitales:
la tradición catequística recuerda que existen estos estos pecados pecados,, por su influenc influencia ia abominab abominable le y perversa perversa en el orden orden social social que gritan hacia el cielo: el homicidio, la homosexualidad, la opresión de los débiles, la retención de salario a los obreros. Pecados que claman al cielo:
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Manual de Ética Cristiana Alumno El pecado es un acto personal, pero tenemos responsabilidad en los actos cometidos por los otros si cooperamos: • • • •
Tomando parte directamente o voluntariamente. Ordenándoles, aconsejándoles, alabándolos o aprobándolos. No denunciándolos o impidiéndolos cuando se tiene obligación de hacerlo. Protegiendo a quienes cometen el mal. 30
IV. El perdón perdón de los los pecados pecados •
• •
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El Verbo de Dios se hizo hombre para redimir a todos los hombres de sus pecados. Ahora al hombre le toca apropiarse los méritos de la redención obrada por Cristo. Esta aplicación concreta del perdón y de la remisión de los pecados se realiza en el Bautismo y la Confesión, también llamada reconciliación. Dios que que conoce conoce al hombre, hombre, ha instituido instituido el el sacramento sacramento de la Penitencia Penitencia o reconciliación, para que el hombre acuda a él, a pedir perdón diciendo sus pecados y donde escucha la respuesta de un sacerdote, que actúa en nombre de Jesucristo y le perdona. Cuando se comete pecado grave es indispensable recibir el sacramento de la reconciliación para poder reanudar la amistad con Dios y poder recibir los demás sacramentos. Para recibir el sacramento de la reconciliación, no es necesario tener pecados graves graves.. Si no se ha perdid perdidoo la grac gracia ia porqu porquee no hay hay pecado pecado grave grave,, es muy muy conveniente conveniente recibirlo recibirlo frecuentemen frecuentemente te para fortalecer la amistad amistad con Dios, para acrecentar la gracia.
Requisitos para una hacer una buena confesión: •
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Examen de conciencia: se trata de revisar la vida con los ojos de Dios, una mirada exigente de amor, teniendo como base los mandamientos de su ley. Arrepentimiento: es el dolor de los pecados porque con ellos hemos ofendido a Dios, Nuestro Nuestro Padre y Creador y a Cristo que murió murió por nosotros para perdonárnoslos. Propósito de enmienda: para que este dolor sea auténtico, se debe proponer sinceramen sinceramente te el no volver a pecar, poniendo los medios medios concretos concretos para no caer, trabajando en las virtudes contrarias al pecado que se han confesado. Confesión de palabra: es decir los pecados al confesor que Dios ha querido sea el medio para para perdonar. perdonar. Él guarda guarda secreto absoluto absoluto de las faltas faltas y perdona perdona en el nombre de Dios marcando una penitencia. Cumplimiento de la penitencia: es el ofrecimiento que hacemos como reparación a Dios.31
Para profundizar en el tema de las clases de pecado , Cf. C ARMENA, o.c. p.p. p.p. 89-92 89-92 y S ADA-MONROY , o.c. p.p.71-80. 30
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Manual de Ética Cristiana Alumno Resumen
El pecado es una ofensa a Dios, una transgresión o desobediencia voluntaria de la ley divina. Es una alteración del orden creado por Dios. En todo pecado se da una rebeldía querida y libre del ser creado contra Dios. En el pecado hay un doble elemento: el alejamiento o aversión a Dios y la conversión a las criaturas. Actualmente se está perdiendo el sentido del pecado, porque se está perdiendo el sentido de la presencia real de Dios en nuestras vidas, llevando al hombre a actuar sin valores. Entre algunas causas del pecado están: la carne, los vicios, las tentaciones, los peligros de pecado y el simple egoísmo o apego desordenado. Algunas consecuencias morales del pecado son: un primer resultado es el hastío, la idolatría práctica, la falta de paz, vivir sin sentido. Los pecados se clasifican según el origen del pecado: Distinguimos entre el pecado original y el pecado personal. Según la gravedad: Distinguimos entre el pecado mortal y el pecado venial. Para que exista el pecado mortal deben darse las tres siguientes condiciones: la materia grave, la plena advertencia o conocimiento, el pleno consentimiento. Si falta alguno de estos elementos estamos ante un pecado venial. Los efectos del pecado mortal son: la muerte del alma, la pérdida de la Santísima Trinidad en el alma, el oscurecimiento de la inteligencia. Las condiciones para que exista pecado venial son: que la materia sea leve. Aun siendo la materia grave, la advertencia o el consentimiento no han sido perfectos. Los efectos son: disminuye el fervor de la caridad, manifiesta un afecto desordenado por los bienes creados , merita penas temporales, predispone al pecado mortal. El Verbo de Dios se hizo hombre para redimir a todos los hombres de sus pecados. Dios que conoce al hombre, ha instituido el sacramento de la Penitencia, para que el hombre acuda a él, a pedir perdón diciendo sus pecados y donde escucha la respuesta de un sacerdote, que actúa en nombre de Jesucristo y le perdona. Cuando se comete pecado grave es indispensable recibir el sacramento de la reconciliación para poder reanudar la amistad con Dios y poder recibir los demás sacramentos. Si no se ha perdido la gracia porque no hay pecado grave, es muy conveniente recibirlo frecuentemente para fortalecer la amistad con Dios. Para recordar
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Cf. C ARMENA, o.c. p.p.92-94. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno San Agustín define al pecado como: “ una palabra, acto o deseo contrario a la ley Eterna”. es el primer pecado cometido por el hombre que quiso ser como Dios desobedeciendo sus mandamientos.
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Pecado original:
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Pecado mortal:
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Pecado venial:
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Pecados contra el Espíritu Santo:
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Pecados capitales:
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Pecados que claman al cielo:
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Los requisitos para una hacer una buena confesión son:
elección deliberada y voluntaria de una cosa gravemente contraria a la ley divina y al fin último del hombre. es el que ofende y hiere la caridad.
tienen en común el desprecio formal de algún don recibido para apartarse del pecado, no confiando en la misericordia de Dios. son las tendencias desordenadas que conducen a comportamientos pecaminosos, son: la soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia, pereza. existen estos pecados, por su influencia abominable y perversa en el orden social. examen de conciencia, arrepentimiento, propósito de enmienda, confesión de palabra, cumplimiento de la penitencia.
Lecturas complementarias Juan Pablo II, Exhortación apostólica post-sinodal Reconciliatio et Paenitentia sobre la reconciliación y la penitencia en la misión de la Iglesia hoy, 1984. Pérdida del sentido del pecado
18. A través del Evangelio leído en la comunión eclesial, la conciencia cristiana ha adquirido, a lo largo de las generaciones, una fina sensibilidad y una aguda percepción de los fermentos de muerte, que están contenidos en el pecado. Sensibilidad y capacidad de percepción también para individuar estos fermentos en las múltiples formas asumidas por el pecado, en los tantos aspectos bajo los cuales se presenta. Es lo que se llama el sentido del pecado. Este sentido tiene su raíz en la conciencia moral del hombre y es como su termómetro. Está unido al sentido de Dios, ya que deriva de la relación consciente que el hombre tiene con Dios como su Creador, Señor y Padre. Por consiguiente, así como no se puede eliminar completamente el sentido de Dios ni apagar la conciencia, tampoco se borra jamás completamente el sentido del pecado. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Sin embargo, sucede frecuentemente en la historia, durante períodos de tiempo más o menos largos y bajo la influencia de múltiples factores, que se oscurece gravemente la conciencia moral en muchos hombres. «¿Tenemos una idea justa de la conciencia?» —preguntaba yo hace dos años en un coloquio con los fieles— . «¿No vive el hombre contemporáneo bajo la amenaza de un eclipse de la conciencia, de una deformación de la conciencia, de un entorpecimiento o de una "anestesia" de la conciencia?».(97) Muchas señales indican que en nuestro tiempo existe este eclipse, que es tanto más inquietante, en cuanto esta conciencia, definida por el Concilio como «el núdeo más secreto y el sagrario del hombre»,(98) está «íntimamente unida a la libertad del hombre (...). Por esto la conciencia, de modo principal, se encuentra en la base de la dignidad interior del hombre y, a la vez, de su relación con Dios».(99) Por lo tanto, es inevitable que en esta situación quede oscurecido también el sentido del pecado, que está íntimamente unido a la conciencia moral, a la búsqueda de la verdad, a la voluntad de hacer un uso responsable de la libertad. Junto a la conciencia queda también oscurecido el sentido de Dios, y entonces, perdido este decisivo punto de referencia interior, se pierde el sentido del pecado. He aquí por qué mi Predecesor Pio XII, con una frase que ha llegado a ser casi proverbial, pudo declarar en una ocasión que «el pecado del siglo es la pérdida del sentido del pecado».(100) ¿Por qué este fenómeno en nuestra época? Una mirada a determinados elementos de la cultura actual puede ayudarnos a entender la progresiva atenuación del sentido del pecado, debido precisamente a la crisis de la conciencia y del sentido de Dios antes indicada. El «secularismo» que por su misma naturaleza y definición es un movimiento de ideas y costumbres, defensor de un humanismo que hace total abstracción de Dios, y que se concentra totalmente en el culto del hacer y del producir, a la vez que embriagado por el consumo y el placer, sin preocuparse por el peligro de «perder la propia alma», no puede menos de minar el sentido del pecado. Este último se reducirá a lo sumo a aquello que ofende al hombre. Pero precisamente aquí se impone la amarga experiencia a la que hacía yo referencia en mi primera Encíclica, o sea que el hombre puede construir un mundo sin Dios, pero este mundo acabará por volverse contra el hombre.(101) En realidad, Dios es la raíz y el fin supremo del hombre y éste lleva en sí un germen divino.(102) Por ello, es la realidad de Dios la que descubre e ilumina el misterio del hombre. Es vano, por lo tanto, esperar que tenga consistencia un sentido del pecado respecto al hombre y a los valores humanos, si falta el sentido de la ofensa cometida contra Dios, o sea, el verdadero sentido del pecado. Se diluye este sentido del pecado en la sociedad contemporánea también a causa de los equívocos en los que se cae al aceptar ciertos resultados de la ciencia humana. Así, en base a determinadas afirmaciones de la psicología, la preocupación por no culpar o por no poner frenos a la libertad, lleva a no reconocer jamás una falta. Por una indebida extrapolación de los criterios de la Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno ciencia sociológica se termina —como ya he indicado— con cargar sobre la sociedad todas las culpas de las que el individuo es declarado inocente. A su vez, también una cierta antropología cultural, a fuerza de agrandar los innegables condicionamientos e influjos ambientales e históricos que actúan en el hombre, limita tanto su responsabilidad que no le reconoce la capacidad de ejecutar verdaderos actos humanos y, por lo tanto, la posibilidad de pecar. Disminuye fácilmente el sentido del pecado también a causa de una ética que deriva de un determinado relativismo historicista. Puede ser la ética que relativiza la norma moral, negando su valor absoluto e incondicional, y negando, consiguientemente, que puedan existir actos intrínsecamente ilícitos, independientemente de las circunstancias en que son realizados por el sujeto. Se trata de un verdadero «vuelco o de una caída de valores morales» y «el problema no es sólo de ignorancia de la ética cristiana», sino «más bien del sentido de los fundamentos y los criterios de la actitud moral».(103) El efecto de este vuelco ético es también el de amortiguar la noción de pecado hasta tal punto que se termina casi afirmando que el pecado existe, pero no se sabe quién lo comete. Se diluye finalmente el sentido del pecado, cuando éste —como puede suceder en la enseñanza a los jóvenes, en las comunicaciones de masa y en la misma vida familiar— se identifica erróneamente con el sentimiento morboso de la culpa o con la simple transgresión de normas y preceptos legales. La pérdida del sentido del pecado es, por lo tanto, una forma o fruto de la negación de Dios: no sólo de la atea, sino además de la secularista. Si el pecado es la interrupción de la relación filial con Dios para vivir la propia existencia fuera de la obediencia a Él, entonces pecar no es solamente negar a Dios; pecar es también vivir como si Él no existiera, es borrarlo de la propia existencia diaria. Un modelo de sociedad mutilado o desequilibrado en uno u otro sentido, como es sostenido a menudo por los medios de comunicación, favorece no poco la pérdida progresiva del sentido del pecado. En tal situación el ofuscamiento o debilitamiento del sentido del pecado deriva ya sea del rechazo de toda referencia a lo trascendente en nombre de la aspiración a la autonomía personal, ya sea del someterse a modelos éticos impuestos por el consenso y la costumbre general, aunque estén condenados por la conciencia individual, ya sea de las dramáticas condiciones socio-económicas que oprimen a gran parte de la humanidad, creando la tendencia a ver errores y culpas sólo en el ámbito de lo social; ya sea, finalmente y sobre todo, del oscurecimiento de la idea de la paternidad de Dios y de su dominio sobre la vida del hombre. Incluso en el terreno del pensamiento y de la vida eclesial algunas tendencias favorecen inevitablemente la decadencia del sentido del pecado. Algunos, por ejemplo, tienden a sustituir actitudes exageradas del pasado con otras exageraciones; pasan de ver pecado en todo, a no verlo en ninguna parte; de acentuar demasiado el temor de las penas eternas, a predicar un amor de Dios Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno que excluiría toda pena merecida por el pecado; de la severidad en el esfuerzo por corregir las conciencias erróneas, a un supuesto respeto de la conciencia, que suprime el deber de decir la verdad. Y ¿por qué no añadir que la confusión, creada en la conciencia de numerosos fieles por la divergencia de opiniones y enseñanzas en la teología, en la predicación, en la catequesis, en la dirección espiritual, sobre cuestiones graves y delicadas de la moral cristiana, termina por hacer disminuir, hasta casi borrarlo, el verdadero sentido del pecado? Ni tampoco han de ser silenciados algunos defectos en la praxis de la Penitencia sacramental: tal es la tendencia a ofuscar el significado eclesial del pecado y de la conversión, reduciéndolos a hechos meramente individuales, o por el contrario, a anular la validez personal del bien y del mal por considerar exclusivamente su dimensión comunitaria; tal es también el peligro, nunca totalmente eliminado, del ritualismo de costumbre que quita al Sacramento su significado pleno y su eficacia formativa. Restablecer el sentido justo del pecado es la primera manera de afrontar la grave crisis espiritual, que afecta al hombre de nuestro tiempo. Pero el sentido del pecado se restablece únicamente con una clara llamada a los principios inderogables de razón y de fe que la doctrina moral de la Iglesia ha sostenido siempre. Es lícito esperar que, sobre todo en el mundo cristiano y eclesial, florezca de nuevo un sentido saludable del pecado. Ayudarán a ello una buena catequesis, iluminada por la teología bíblica de la Alianza, una escucha atenta y una acogida fiel del Magisterio de la Iglesia, que no cesa de iluminar las conciencias, y una praxis cada vez más cuidada del Sacramento de la Penitencia. Bibliografía
1. C ARMENA L AREDO MIGUEL. El amor es más fuerte. Ed. Diana-Ediciones Escuela de la Fe. 2ª. Edic. México. 1996. 2. C ATECISMO DE LA IGLESIA C ATÓLICA (CEC). Ed. LEV. Roma. 2005. 3. JUAN P ABLO II. Encíclica Veritatis Splendor (VS). 6 de agosto de 1993. 4. S ADA RICARDO Y MONROY ALFONSO. Curso de Teología moral, Ed. Minos. México. 1992. Autoevaluación
1. ¿Qué es el pecado? 2. ¿Qué elementos lo componen? 3. Menciona cuales son sus causas y consecuencias. 4. ¿Qué clases de pecados existen? Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno 5. Explica brevemente que es el pecado mortal y venial. 6. ¿Cómo se perdonan los pecados? 7. ¿Cuáles son los requisitos para una buena confesión?
Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Sesión 6
La fe y la esperanza: el fundamento de la vida moral y la confianza en Dios Esquema de la lección I. II. III. IV. V. VI. VII.
Las virtudes teologales Definición y naturaleza de la fe Deberes que la fe impone Pecados contra la fe La esperanza Necesidad de la esperanza Pecados contra la esperanza
Profundiza tu fe
“En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande todas es el amor.” (1 Co 13,13). “ Acerquémonos, entonces, con un corazón sincero y llenos de fe, purificados interiormente de toda mala conciencia y con el cuerpo lavado por el agua pura. Mantengamos firmemente la confesión de nuestra esperanza, porque aquel que ha hecho la promesa es fiel. Velemos los unos por los otros, para estimularnos en el amor y en las buenas obras.” (Hb 10, 22-24). Para profundizar en el tema es conveniente leer en el Catecismo de la Iglesia Católica los nn. 1812-1821. Catecismo:
Cuerpo doctrinal I. Las virtudes teologales
Las virtudes teologales son el fundamento de las virtudes humanas, para adaptar las facultades del hombre a la participación de la naturaleza divina (Cf. 2 P 1, 4). Fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano, vivifican todas las virtudes morales. Dios las infunde en el alma de los fieles para que obren como hijos suyos y merezcan la vida eterna. En ellas se manifiesta el actuar del Espíritu Santo en las facultades del ser humano. (Cf. CEC 1812, 1813). Las virtudes teologales disponen a los cristianos de vivir una relación con la Santísima Trinidad. Su origen, motivo y objeto es Dios Uno y Trino. Tres son las virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad. (Cf. 1 Co 13,13). Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno II. Definición y naturaleza de la fe
La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que El nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque El es la verdad misma. Por la fe ‘el hombre se entrega entera y libremente a Dios ’ (DV 5). Por eso el creyente se esfuerza por conocer y hacer la voluntad de Dios. ‘ El justo vivirá por la fe’ (Rm 1, 17) (Cf. CEC 1814). El Bautismo nos da esta infusión de verdad y certeza. Es el don más grande que puede recibir el hombre, vale más que la vida. La fe es un requisito indispensable para alcanzar la salvación (Cf. Mc 16,16) para llegar a la unión íntima con Dios (vida eterna), es necesario haber tenido antes un incipiente contacto con El (a través de la fe). El fin primario de todas las virtudes teologales es capacitar al hombre para iniciarle en la vida divina que sólo alcanzará su perfección el a vida eterna. La fe es adhesión a la inteligencia a la Palabra de Cristo y entrega confiada a Él de toda su persona. En la fe entran la inteligencia y la voluntad, por esos los actos de fe son actos humanos. La fe es racional aunque a veces al hombre le cueste trabajo encontrarle sentido, pero esta dificultad no se debe a la fe, sino a la limitación humana. 32 III. Deberes que la fe impone
Los deberes que la fe impone son: conocerla, confesarla y preservarla de cualquier peligro. 1. Conocerla • •
Es conocer para amar y por consecuencia para imitar. La Iglesia nos indica las verdades fundamentales que el cristiano debe conocer: o o o o
Lo que debemos creer: el Credo Los medios de salvación: los sacramentos Lo que se debe vivir: los mandamientos de Dios v de la Iglesia. Lo que se debe rezar: el Padrenuestro y las oraciones fundamentales del cristiano (Avemaría, Gloria, etc).
2. Confesarla
Se hace de tres formas: 32
Cf. C ARMENA, o.c. p. 104 Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno • • •
Manifestándola con palabras o gestos. Manifestándola a través de las obras de la vida cristiana. Difundiéndola con la práctica del apostolado que nos lleva a hacer a otros partícipes del don que poseemos, aprovechando todas las oportunidades que tenemos para contagiar y hacer extender la fe.
3. Perseverancia •
•
Por ser un don sobrenatural, debemos evitar todo lo que pueda ponerla en peligro Vivencia fiel de los mandamientos y compromisos del cristiano 33
IV. Pecados contra la fe
Se puede pecar contra la fe por: • • •
Negarla interiormente: incredulidad, apostasía, herejía, dudas contra la fe. Por no confesarla externamente: o por el llamado respeto humano. Por exponerla al peligro: no apartarse de todo lo que pueda hacer daño a
fe.34
la
V. La esperanza
Es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. (Cf. CEC 1817). •
• • • • • •
•
33
La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre. Asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres. Las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos Protege del desaliento. Sostiene en todo desfallecimiento. Dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad. (Cf. CEC 1818). El fundamento de esta virtud lo encontramos en la bondad y el poder infinito de Dios que siempre es fiel a sus promesas.
Cf. C ARMENA, o.c. p.p. 105-107 y S ADA-MONROY , o.c. p.p. 94-96. profundizar en el tema Cf. S ADA-MONROY , o.c. p.p. 96-100.
34Para
Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno La esperanza es la virtud sobrenatural infundida por Dios en el Bautismo, por ella tenemos firme confianza en que Dios nos dará, por los méritos de Jesucristo, la gracia que necesitaremos en esta tierra para alcanzar la vida eterna. 35 VI. Necesidad de la esperanza
Es tan necesaria como la virtud de la fe para conseguir la salvación, pues quien no confía en llegar al fin prometido por Dios fácilmente abandona los medios que le conducen a El. Es la virtud de la alegría, de la motivación, de la fuerza ante la dificultad y del heroísmo de los mártires. Sin ella, el hombre queda encerrado en los horizontes de este mundo sin la posibilidad de abrirse a la vida eterna lo que puede llevarle a la desesperación, porque no será capaz de resolver los enigmas de la vida: la muerte, la culpa, el dolor. El cristiano a pesar de sus muchas faltas y pecados, confía en el Señor, recurre a la oración y a los sacramentos, se esfuerza por forjar virtudes y eliminar defectos por amor a Dios sabiendo que Él cumplirá la promesa de estar en su presencia en la vida eterna. VII. Pecados contra la esperanza
Hay tres formas de pecar contra esta virtud: •
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creer que Dios ya no nos perdonara los pecados o no nos dará la gracia o los medios necesarios para alcanzar la salvación. Presunción: es un exceso de confianza que nos lleva a persuadirnos de que alcanzaremos la vida eterna sin emplear los medios previstos por Dios. Desconfianza: cansancio al constatar los obstáculos que aparecen cuando se quiere vivir a fondo el cristianismo. 36 Desesperación:
Resumen
Las virtudes teologales son el fundamento de las virtudes humanas, para adaptar las facultades del hombre a la participación de la naturaleza divina (Cf. 2 P 1, 4). Fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano, La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que El nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque El es la verdad misma.
Cf. C ARMENA,. o.c. p.p. 113 Cf. para profundizar en el tema de la necesidad de la esperanza y de los pecados contra la esperanza: S ADA-MONROY , o.c. p.p. 102-104 35 36
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Manual de Ética Cristiana Alumno El fin primario de todas las virtudes teologales es capacitar al hombre para iniciarle en la vida divina que sólo alcanzará su perfección el a vida eterna. Los deberes que la fe imponen son: conocerla, a través del Credo, los sacramentos, los mandamientos, las oraciones. Confesarla, manifestándola, viviéndola y difundiéndola. Perseverando y evitar ponerla en peligro, viviendo fielmente los mandamientos y compromisos cristianos. Los pecados contra la fe son: negarla interiormente, no confesarla externamente, exponerla al peligro. La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo. Es tan necesaria como la virtud de la fe para conseguir la salvación, pues quien no confía en llegar al fin prometido por Dios fácilmente abandona los medios que le conducen a El. Hay tres formas de pecar contra esta virtud: desesperación, presunción, desconfianza. Para recordar •
Tres son las virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad.
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Por la fe ‘el hombre se entrega entera y libremente a Dios ’ (DV 5).
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La fe es un requisito indispensable para alcanzar la salvación (Cf. Mc 16,16).
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Los deberes que la fe impone son: conocerla, confesarla y preservarla de cualquier peligro. El fundamento de la virtud de la esperanza lo encontramos en la bondad y el poder infinito de Dios que siempre es fiel a sus promesas.
Lecturas complementarias •
Juan Pablo I, Audiencia general, 13 de septiembre de 1978. La virtud teologal de la fe
Mi primer saludo va a mis hermanos los obispos que veo aquí presentes en gran número. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno El Papa Juan, en unas notas que han sido incluso impresas, decía: “Esta vez he hecho el retiro sobre las siete lámparas de la santificación”. Siete virtudes quería decir, que son fe, esperanza, caridad, prudencia, justicia, fortaleza y templanza. A ver si hoy el Espíritu Santo ayuda al pobre Papa a explicar al menos una de estas lámparas, la primera: la fe. Aquí en Roma ha habido un poeta, Trilussa, que también quiso hablar de la fe. En una de sus poesías ha dicho: “Aquella ancianita ciega que encontré la noche que me perdí en medio del bosque, me dijo: Si no conoces el camino, te acompaño yo que lo conozco. Si tienes el valor de seguirme, te iré dando voces de vez en cuando hasta el fondo, allí donde hay un ciprés, hasta la cima donde hay una cruz. Yo contesté: Puede ser... pero encuentro extraño que me pueda guiar quien no ve... Entonces la ciega me cogió de la mano y suspirando me dijo: ¡Anda!... Era la fe”. Como poesía, tiene su gracia. En cuanto teología, es defectuosa. Porque cuando se trata de la fe el gran director de escena es Dios; pues Jesús ha dicho: ninguno viene a mí si el Padre mío no lo atrae. San Pablo no tenía la fe; es más, perseguía a los fieles. Dios le espera en el camino de Damasco: “Pablo —le dice— no pienses en encabritarte y dar coces como caballo desbocado. Yo soy Jesús a quien tú persigues. Tengo mis planes sobre ti. Es necesario que cambies”. Se rindió Pablo; cambió de arriba a abajo la propia vida. Después de algunos años escribirá a los filipenses: “Aquella vez, en el camino de Damasco, Dios me aferró; desde entonces no hago sino correr tras Él para ver si soy capaz de aferrarle yo también, imitándole y amándole cada vez más”. Esto es la fe: rendirse a Dios, pero transformando la propia vida. Cosa no siempre fácil. Agustín ha narrado la trayectoria de su fe; especialmente las últimas semanas fue algo terrible; al leerlo se siente cómo su alma casi se estremece y se retuerce en luchas interiores. De este lado, Dios que lo llama e insiste; y de aquél, las antiguas costumbres, «viejas amigas—escribe él— que me tiraban suavemente de mi vestido de carne y me decían: “Agustín, pero ¿cómo?, ¿Tú nos abandonas? Mira que ya no podrás hacer esto, ni podrás hacer aquello y, ¡para siempre!”». ¡Qué difícil! «Me encontraba —dice— en la situación de uno que está en la cama por la mañana. Le dicen: “¡Fuera, levántate, Agustín!”. Yo, en cambio, decía: “Sí, más tarde, un poquito más todavía”. Al fin, el Señor me dio un buen empujón y salí». Ahí está, no hay que decir: Sí, pero; sí, luego. Hay que decir: ¡Señor, sí! ¡Enseguida! Ésta es la fe. Responder con generosidad al Señor. Pero, ¿quién dice este sí? El que es humilde y se fía enteramente de Dios. Mi madre me solía decir cuando empecé a ser mayor: de pequeño estuviste muy enfermo; tuve que llevarte de médico en médico y pasarme en vela noches enteras; ¿me crees? ¿Cómo podía contestarle: Mamá, no te creo? Claro que te creo, creo lo que me dices, y sobre todo te creo a ti. Así es en la fe. No se trata sólo de creer las cosas que Dios ha revelado, sino creerle a Él, que merece nuestra fe, que nos ha amado tanto y ha hecho tanto por amor nuestro. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Claro que es difícil también aceptar algunas verdades, porque las verdades de la fe son de dos clases: unas, agradables; otras son duras a nuestro espíritu. Por ejemplo, es agradable oír que Dios tiene mucha ternura con nosotros, más ternura aún que la de una madre con sus hijos, como dice Isaías. Qué agradable es esto y qué acorde con nuestro modo de ser. Un gran obispo francés, Dupanloup, solía decir a los rectores de seminarios: Con los futuros sacerdotes sed padres, sed madres. Esto agrada. En cambio ante otras verdades, sentimos dificultad. Dios debe castigarme si me obstino. Me sigue, me suplica que me convierta, y yo le digo: ¡no! ; y así casi le obligo yo mismo a castigarme. Esto no gusta. Pero es verdad de fe. Hay, además, otra dificultad, la Iglesia. San Pablo preguntó: ¿Quién eres, Señor? —Soy ese Jesús a quien tú persigues. Una luz, un relámpago le pasó por la inteligencia. Yo no persigo a Jesús, ni siquiera lo conozco; persigo a los cristianos, eso sí. Se ve que Jesús y los cristianos, Jesús y la Iglesia, son una misma cosa: indivisible, inseparable. Leed a San Pablo: Corpus Christi quad est Ecclesia. Cristo y Iglesia son una sola cosa. Cristo es la Cabeza, nosotros, la Iglesia, somos sus miembros. No es posible tener fe y decir creo en Jesús, acepto a Jesús, pero no acepto la Iglesia. Hay que aceptar la Iglesia, tal como es; y ¿cómo es esta Iglesia? El Papa Juan la ha llamado «Mater et Magistra». Maestra también. San Pablo ha dicho: “Nos acepte cada uno como ayudantes de Cristo, y administradores y dispensadores de sus misterios”. Cuando el pobre Papa, cuando los obispos y los sacerdotes presentan la doctrina, no hacen más que ayudar a Cristo. No es una doctrina nuestra, es la de Cristo, sólo tenemos que custodiarla y presentarla. Yo estaba presente cuando el Papa Juan inauguró el Concilio el 11 de octubre de 1962. Entre otras cosas, dijo: “Esperamos que con el Concilio la Iglesia dé un salto hacia delante”. Todos lo esperábamos. Un salto hacia adelante, pero ¿por qué caminos? Lo dijo enseguida: sobre las verdades ciertas e inmutables. Ni siquiera le pasó por la cabeza al Papa Juan que eran las verdades las que tenían que caminar, ir hacia adelante, y después cambiar, poco a poco. Las verdades son esas; nosotros debemos andar por el camino de estas verdades, entendiéndolas cada vez mejor, poniéndonos al día, presentándolas de forma adecuada a los nuevos tiempos. También el Papa Pablo tenía la misma preocupación. Lo primero que hice en cuanto fui Papa, fue entrar en la capilla privada de la Casa Pontificia; en ella, al fondo, el Papa Pablo hizo colocar dos mosaicos, uno de San Pedro y otro de San Pablo: San Pedro muriendo y San Pablo muriendo también. Pero debajo de San Pedro figuran estas palabras de Jesús: “Oraré por ti, Pedro, para que no Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno desfallezca tu fe”. Y debajo de San Pablo, que está recibiendo el golpe de la espada: “He cumplido mi carrera, he conservado la fe”. Ya sabéis que en el último discurso del 29 de junio pasado, Pablo VI dijo: “Después de quince años de pontificado puedo dar gracias al Señor porque he defendido la fe y la he conservado”. También es madre la Iglesia. Si es continuadora de Cristo y Cristo es bueno, también la Iglesia debe ser buena, buena con todos; pero ¿y si se diera el caso de que alguna vez hubiera gente mala en la Iglesia? Nosotros tenemos mamá. Si la mamá está enferma, si mi mamá se quedase coja, yo la querría todavía más. Lo mismo en la Iglesia: si existen defectos y faltas —y existen— jamás debe disminuir nuestro amor a la Iglesia. Ayer —y con esto termino— me mandaron el número de Città Nuova: he visto que reproducen, grabado, un discurso mío muy breve, con este episodio: Un predicador inglés, Mac Nabb, hablando en Hyde Park, se había referido a la Iglesia. Al terminar, uno pide la palabra y dice: Bonito lo que ha dicho. Pero yo conozco algunos sacerdotes católicos que no han estado con los pobres y se han hecho ricos. Conozco también maridos católicos que han traicionado a su mujer. No me gusta esta Iglesia formada por pecadores. El Padre le dijo: Tiene algo de razón. Pero ¿puedo hacer una objeción? —Veamos.—Perdone, pero si no me equivoco, lleva el cuello de la camisa un poco sucio. —Sí, lo reconozco.—Pero ¿está sucio porque no ha empleado jabón o porque ha utilizado el jabón y no ha servido para nada? —No, no he usado jabón. Pues bien, la Iglesia católica tiene un jabón excelente: evangelio, sacramentos, oración; evangelio leído y vivido, sacramentos celebrados del modo debido y oración bien hecha, serían un jabón maravilloso capaz de hacernos santos a todos. No somos todos santos por no haber utilizado bastante este jabón. Procuremos responder a las esperanzas de los Papas que han convocado y aplicado el Concilio, el Papa Juan y el Papa Pablo. Tratemos de mejorar la Iglesia haciéndonos más buenos nosotros. Cada uno de nosotros y toda la Iglesia podría recitar la oración que yo tengo costumbre de decir: “Señor, tómame como soy, con mis defectos, con mis faltas, pero hazme como tú me deseas”. Debo decir también una palabra a nuestros queridos enfermos, que veo aquí. Lo sabéis, Jesús lo ha dicho: me escondo tras ellos; lo que a ellos se hace, a mí se me hace. Por tanto, en sus personas veneramos al Señor mismo, y les deseamos que el Señor esté cerca de ellos, les ayude y los sostenga. A la derecha, en cambio, están los recién casados. Han recibido un gran sacramento; deseémosles que el sacramento recibido sea de verdad portador no sólo de bienes materiales, sino más aún de gracias espirituales. El siglo pasado había en Francia un profesor insigne, Federico Ozanam; enseñaba en la Sorbona, Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno era elocuente, estupendo. Tenía un amigo, Lacordaire, que solía decir: “¡Este hombre es tan estupendo y tan bueno que se hará sacerdote y llegará a ser todo un obispo!” Pero no. Encontró a una señorita excelente y se casaron. A Lacordaire no le sentó bien y dijo: «¡Pobre Ozanam! ¡También él ha caído en la trampa!». Dos años después, Lacordaire vino a Roma y fue recibido por Pío IX; «Venga, venga, padre, —le dijo— yo siempre había oído decir que Jesús instituyó siete sacramentos: ahora viene Ud., me revuelve las cartas en la mesa, y me dice que ha instituido seis sacramentos y una trampa. No, padre, el matrimonio no es una trampa, ¡es un gran sacramento!». Con estos deseos, damos la enhorabuena a estos queridos recién casados; ¡que Dios los bendiga! •
Juan Pablo I, Audiencia general, 20 de septiembre de 1978. La virtud teologal de la esperanza
Para el Papa Juan, la segunda entre las siete “lámparas de la santificación” era la esperanza. Hoy voy a hablaros de esta virtud, que es obligatoria para todo cristiano. Dante, en su Paraíso (cantos 24, 25 y 26) imaginó que se presentaba a un examen de cristianismo. El tribunal era de altos vuelos. «¿Tienes fe?», le pregunta, en primer lugar, San Pedro. «¿Tienes esperanza?», continúa Santiago. «¿Tienes caridad?», termina San Juan. «Sí, —responde Dante tengo fe, esperanza y caridad». Lo demuestra y pasa el examen con la máxima calificación. He dicho que la esperanza es obligatoria; pero no por ello es fea o dura. Más aún, quien la vive, viaja en un clima de confianza y abandono, pudiendo decir con el salmista: “Señor, tú eres mi roca, mi escudo, mi fortaleza, mi refugio, mi lámpara, mi pastor, mi salvación. Aunque se enfrentara a mí todo un ejército, no temerá mi corazón; y si se levanta contra mí una batalla, aun entonces estaré confiado”. Diréis quizá: ¿No es exageradamente entusiasta este salmista? ¿Es posible que a él le hayan salido siempre bien todas las cosas? No, no le salieron bien siempre. Sabe también, y lo dice, que los malos son muchas veces afortunados y los buenos oprimidos. Incluso se lamentó de ello alguna vez al Señor. Hasta llegó a decir: “¿Por qué duermes, Señor? ¿Por qué callas? Despiértate, escúchame, Señor”. Pero conservó la esperanza, firme e inquebrantable. A él y a todos los que esperan, se puede aplicar lo que de Abrahán dijo San Pablo: «Creyó esperando contra toda esperanza» (Rom. 4, 18) Diréis todavía: ¿Cómo puede suceder esto? Sucede, porque nos agarramos a tres verdades: Dios es omnipotente, Dios me ama inmensamente, Dios es fiel a las promesas. Y es Él, el Dios de la misericordia, quien enciende en mí la confianza; gracias a Él no me siento solo, ni inútil, ni abandonado, sino comprometido en Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno un destino de salvación, que desembocará un día en el Paraíso. He aludido a los Salmos. La misma segura confianza vibra en los libros de los Santos. Quisiera que leyerais una homilía predicada por San Agustín un día de Pascua sobre el Aleluya. El verdadero Aleluya —dice más o menos— lo cantaremos en el Paraíso. Aquél será el Aleluya del amor pleno; éste de acá abajo, es el Aleluya del amor hambriento, esto es, de la esperanza. Alguno quizá diga: Pero, ¿si soy un pobre pecador? Le responderé como respondí, hace muchos años, a una señora desconocida que vino a confesarse conmigo. Estaba desalentada, porque —decía— había tenido una vida moralmente borrascosa. ¿Puedo preguntarle —le dije— cuántos años tiene? —Treinta y cinco. —¡Treinta y cinco! Pero usted puede vivir todavía otros cuarenta o cincuenta años y hacer un montón de cosas buenas. Entonces, arrepentida como está, en vez de pensar en el pasado, piense en el porvenir y renueve, con la ayuda de Dios, su vida. Cité en aquella ocasión a San Francisco de Sales, que habla de “nuestras queridas imperfecciones”. Y expliqué: Dios detesta las faltas, porque son faltas. Pero, por otra parte, ama, en cierto sentido, las faltas en cuanto le dan ocasión a Él de mostrar su misericordia y a nosotros de permanecer humildes y de comprender también y compadecer las faltas del prójimo. No todos comparten esta simpatía por la esperanza. Nietzsche, por ejemplo, la llama “virtud de los débiles”; haría del cristiano un ser inútil, apartado, resignado, extraño al progreso del mundo. Otros hablan de “alienación”, que mantendría a los cristianos al margen de la lucha por la promoción humana. Pero «el mensaje cristiano —ha dicho el Concilio—, lejos de apartar a los hombres de la tarea de edificar el mundo..., les compromete más bien a ello con una obligación más exigente», (Gaudium et spes núm. 34, cf. núm. 39 y 57, así como el Mensaje al mundo de los Padres Conciliares, del 20 octubre 1962). Han ido también surgiendo de vez en cuando en el transcurso de los siglos afirmaciones y tendencias de cristianos demasiado pesimistas en relación con el hombre. Pero tales afirmaciones han sido desaprobadas por la Iglesia y olvidadas gracias a una pléyade de Santos alegres y activos, al humanismo cristiano, a los maestros ascéticos a quienes Saint-Beuve llamó “les doux”, y a una teología comprensiva. Santo Tomás de Aquino, por ejemplo, incluye entre las virtudes la jucunditas, o sea, la capacidad de convertir en una alegre sonrisa — en la medida y modo convenientes— las cosas oídas y vistas (cf. II-II, q. 168 a. 2). Gracioso, en este sentido —explicaba yo a mis alumnos— era aquel albañil irlandés, que se cayó del andamio y se rompió las piernas. Conducido al hospital, acudieron el doctor y la religiosa enfermera. «Pobrecito —dijo ésta última— os habéis hecho daño al caer». A lo que respondió el herido: «No Madre; no ha sido al caer, ha sido al llegar a tierra cuando me he hecho daño» Declarando virtud al bromear y hacer sonreír, Santo Tomás se colocaba en la línea de la «alegre nueva» predicada por Cristo, de la hilaritas recomendada por San Agustín; derrotaba al pesimismo, vestía de gozo la vida cristiana, nos invitaba a Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno animarnos con las alegrías sanas y puras que encontramos en nuestro camino. Cuando yo era muchacho, leí algo sobre Andrew Carnegie, un escocés que marchó, marchó, con sus padres, padres, a América, América, donde poco poco a poco llegó a ser uno uno de los hombres más ricos del mundo. No era católico, pero me impresionó el hecho de que hablara insistentemente de los gozos sanos y auténticos de su vida. «Nací en la miseria —decía—, —decía—, pero no cambiaría los recuerdos recuerdos de mi infancia infancia por los de los hijos de los millonarios. millonarios. ¿Qué saben saben ellos de las alegrías alegrías familiares, familiares, de la dulce figura de la madre que reúne en sí misma las funciones de niñera, lavandera, cocinera, maestro, ángel y santa?» Se había empleado, muy joven, en una hilandería de Pittsburg, con un estipendio de 56 miserables liras mensuales. Una tarde, en vez de pagarle enseguida, el cajero le dijo que esperase. Carnegie temblaba: «Ahora me despiden», pensó. Por el contrario, después de pagar a los demás, el cajero le dijo: «Andrew, he seguido atentamente tu trabajo y he sacado en conclusión que vale más que el de los otros. Te subo la paga a 67 liras» Carnegie volvió corriendo a su casa, donde la madre lloró de contento por la promoción del hijo. «Habláis de millonarios —decía Carnegie muchos años después—; todos mis millones juntos no me han dado jamás la alegría de aquellas once liras de aumento» Ciertamente, estos goces, aun siendo buenos y estimulantes, no deben ser supervalorados. Son algo, no todo; sirven como medio, no son el objetivo supremo, no duran siempre, siempre, sino poco tiempo. tiempo. «Usen de ellos ellos los cristianos —escribía —escribía San Pablo— como si no los usaran, porque la escena de este mundo es transitoria» (cf. 1Cor 7, 31). Cristo Cristo había dicho dicho ya: « Buscad Buscad ante todo todo el reino de Dios» Dios» (Mt 6, 33). Para terminar, quisiera referirme referirm e a una esperanza, que algunos proclaman como cristiana, pero que es sólo cristiana hasta cierto punto. Me explicaré. En el Concilio, también yo voté el «Mensaje al mundo» de los Padres Conciliares. Decíamos allí: la tarea principal de divinizar no exime a la Iglesia de la tarea tarea de humanizar. humanizar. También También voté la Gaudium Gaudium et spes; me conmoví luego y me entusiasmé entusiasmé cuando cuando salió salió la Populorum Populorum Progressio. Progressio. Creo que que el Magisterio de la Iglesia jamás insistirá suficientemente en presentar y recomendar las soluciones de los grandes problemas de la libertad, de la justicia, de la paz, del desarrollo. Y los seglares católicos nunca lucharán suficientemente por resolver estos problemas. Es un error, en cambio, afirmar que la liberación política, económica y social coincide con la salvación en Jesucristo; que el Regnum Dei se identifica identifica con el Regnum hominis; que Ubi Lenin, Lenin, ibi Jerusalem. Jerusalem. En Friburgo, durante la 85 reunión del Katholikentag, se ha hablado hace pocos días sobre sobre el tema «el futuro de la esperanza» esperanza» Se hablaba hablaba del «mundo» que que había de mejorarse y la palabra «futuro» encajaba bien. Pero si de la esperanza para el «mundo» se pasa a la que afecta a cada una de las almas, entonces hay que hablar también de «eternidad» En Ostia, a la orilla del mar, en un famoso coloquio, coloquio, Agustín y su madre Mónica, Mónica, Bajo custodia custodia de la Escuela Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno «olvidados del pasado y mirando hacia el porvenir, se preguntaban lo que sería la vida eterna» (Confess. IX núm. 10) Ésta es esperanza cristiana; a esa esperanza se refería el Papa Juan y a ella nos referimos nosotros cuando, con el catecismo, rezamos: «Dios mío, espero en vuestra bondad... la vida eterna y las gracias necesarias para merecerla con las buenas obras que debo y quiero hacer. Dios mío, que no quede yo confundido por toda la eternidad» Bibliografía
1. C ARMENA L AREDO MIGUEL. El amor es más fuerte. Ed. Diana-Ediciones Escuela de la Fe. 2ª. Edic. México. 1996. 2. C ATECISMO DE LA IGLESIA C ATÓLICA (CEC). Ed. LEV. Roma. 2005. 3. S ADA RICARDO Y MONROY ALFONSO. Curso de Teología moral, Ed. Minos. México. 1992. Autoevaluación
1. ¿Qué y cuáles cuáles son las virtude virtudess teologale teologales? s? 2. ¿Qué ¿Qué es la virt virtud ud teolo teologal gal de de la fe? fe? 3. ¿Para ¿Para qué qué nos nos sirve sirve esta esta virt virtud? ud? 4. Explica Explica brevemente brevemente que deberes deberes impone impone esta virtud. virtud. 5. Menciona Menciona cuales cuales son son los pecados pecados contra contra la fe. 6. ¿Qué es la virtud teologal teologal de la espera esperanza? nza? 7. ¿Par ¿Paraa qué qué se nece necesi sita ta la esp esper eran anza? za? 8. Menciona Menciona cuales cuales son los pecados pecados contra contra la esperanza. esperanza.
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Manual de Ética Cristiana Alumno Sesi Sesión ón 7
La caridad, principio vital del cristiano Esquema de la lección I. La virt virtud ud por por exc excel elen enci cia a II. II. El amor amor a Dio Dios s III. El amor al al prójimo prójimo IV. Pecados Pecados contrarios contrarios a esta virtud virtud Profundiza tu fe
“El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá” (1 Co 13, 8). “porque “porque he oído hablar del amor y de la fe que manifiestas manifiestas hacia el Señor Jesús Jesús y en favor de todos los santos. Que tu participación pa rticipación en nuestra fe común te lleve al perfecto conocimiento de todo el bien que ustedes poseen por la unión con Cristo.” (Fm 5-6).
Para profundizar profundizar en en el tema es conveniente conveniente leer leer en el Catecismo Catecismo de la Iglesia Iglesia Católica Católica los nn. 1822-1829. 1822-1829.
Catecismo:
Cuerpo doctrinal I. La vir virtu tud d por exc excele elenc ncia ia
por la que amamos a Dios sobre todas las La car carid idad ad es es la vir virtud tud sobr sobrena enatu tura rall “ por cosas y al prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios. ” (CEC 1822).
Es la virtud reina del Evangelio, Jesús hace de la caridad el mandamiento nuevo (Cf. Jn 13, 34). Es la base de toda la espiritualidad cristiana. Es el signo que distingue a todos los seguidores de Cristo. La caridad tiene un doble objeto: el amor a Dios y el amor al prójimo. Es la más excelente de todas las virtudes porque: •
•
•
Nos une más directamente a Dios, porque la mejor definición de Dios es el amor (1 Jn 4, 8). Mediante esta virtud participamos verdaderamente de la misma existencia filial en Jesús. Es la virtud que ordena y dirige hacia Dios todas las demás virtudes, buscando agradarlo.
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•
Manual de Ética Cristiana Alumno Es la única virtud sobrenatural que o termina con la muerte, porque constituye la felicidad en la vida eterna. 37
II. El amor a Dios
Jesucristo en la última Cena, dijo a sus discípulos: "el que me ama, guardará mi palabra" (Jn 14,15: 15,10; 14,21; 15,14). Este es el centro del amor a Dios, en esto se concreta, en la búsqueda constante por hacer su voluntad. Hay dos actitudes fundamentales para apoyar este auténtico amor a Dios: la vida interior y la humildad. •
•
experiencia de la presencia de Dios en el alma. La vida interior designa toda la vida del espíritu humano en su relación con Dios, su creador y salvador.
Vida interior:
actitud interior que nace de la consideración de Dios como creador y salvador, de la condición de creatura del ser humano, de la debilidad del hombre para buscar el bien y de la necesidad de contar con Dios para cumplir los fines fundamentales de la vida del hombre: dar gloria a Dios y salvar el alma. La humildad se traduce en actos de servicio y en un esfuerzo constante por colaborar con Dios en la santificación personal y en la edificación del Reino de Cristo.38 Humildad:
III. El amor al prójimo
Es una virtud sobrenatural que nos lleva a buscar siempre el bien de nuestros semejantes por amor a Dios. No es simplemente un afecto natural, sentimental, sino que procede de la gracia sobrenatural y toca a todo el hombre. El amor al prójimo en general ha de ser: •
• •
Sobrenatural: se ama al prójimo en Cristo, por su dignidad especial como hijo de Dios. Universal: abraza a todos los hombres por igual. Interna y a la vez externa: la caridad debe practicarse con todo el ser para que sea auténtica, con el pensamiento, el corazón, palabras y las obras.
1. La enseñanza de Cristo
Es desinteresado, es eficaz, delicado en sus manifestaciones, exige sacrificar los propios intereses. 37 38
Cf. C ARMENA. o.c. p. 120. Cf. ibid, p.p. 120-122 y S ADA-MONROY , o.c. p.p. 105, 106. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno 2. El ejemplo de Cristo
Punto de partida: Jn 13,1-17 •
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• •
Cristo tiene un conocimiento claro de su dignidad de Hijo de Dios. Se humilla adoptando un papel que en su tiempo se consideraba indigno y se reservaba sólo a los esclavos de origen extranjero: lavar los pies de los comensales. Cristo lava los pies a Judas y el Evangelio dice que ya sabía que le iba a entregar. Primero vive lo que después enseña. Primero les lava los pies y luego les enseña lo que es la servicialidad desinteresada. Se somete a la duda de Pedro y le gana con suavidad llevándole hacia el bien. Este acto se realiza en el momento más dura de la vida de Cristo. (Cf. Jn 13,21; Mc 14,34 y Mt 26,38).
3. Formas concretas del amor al prójimo • • •
Caridad interna: voluntad, estima, perdón. Caridad de palabra: beneficencia Caridad de obra: Las obras de misericordia espirituales y corporales son una forma concreta que desde siempre ha enseñado la tradición de la Iglesia.
IV. Pecados contrarios a esta virtud 1. Contra el amor a Dios •
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Odio a Dios: de aquí proceden las blasfemias, las rebeldías, los sacrilegios, las persecuciones a las Iglesia. La acedía o pereza espiritual: Fano encuentra placer en Dios y considera las cosas que se refieren a Él como algo triste y tedioso. Surge la tibieza, la frivolidad, la superficialidad, el abandono a los medios de perseverancia. El amor desordenado a las criaturas: esto lleva a considerarlas como fines y no como medios para llegar a Dios.
2. Contra el amor al prójimo •
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De omisión: son las faltas que nacen por no cumplir las obras de misericordia y aprovechar las oportunidades de servir a nuestros hermanos. Odio: nos lleva a desear mal al prójimo. Envidia: es el disgusto o tristeza por el bien del prójimo que se considera como mal propio. Escándalo: es toda acción, palabra u omisión que se convierte para el prójimo en ocasión de pecado. Cooperación al mal, a la contienda, a la riña, a la guerra. 39
Para profundizar sobre el tema del amor al prójimo , Cf. Carmena, o.c. p.p.122-129; para el tema de Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Resumen
Es la virtud sobrenatural “ por la que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios.” (CEC 1822). La caridad tiene un doble objeto: el amor a Dios y el amor al prójimo. El amor a Dios, se concreta en la búsqueda constante por hacer su voluntad. Hay dos actitudes fundamentales para apoyar este auténtico amor a Dios: la vida interior y la humildad. El amor al prójimo es una virtud sobrenatural que nos lleva a buscar siempre el bien de nuestros semejantes por amor a Dios. En general el amor al prójimo ha de ser sobrenatural, universal interno y externo a la vez. Cristo nos enseña y nos da el ejemplo que este amor debe ser desinteresado, eficaz, delicado y sacrificado. Las formas concretas de amor al prójimo son: la caridad interna, de palabra y de obra. Los pecados contrarios a esta virtud son: con el amor a Dios: el odio a Dios, la acedía, el amor desordenado a las criaturas; y al prójimo: de omisión, odio, envidia, escándalo, cooperación al mal. Para recordar •
•
•
La caridad es la virtud reina del Evangelio, Jesús hace de la caridad el mandamiento nuevo (Cf. Jn 13, 34). La caridad es la virtud que ordena y dirige hacia Dios todas las demás virtudes, buscando agradarlo. Jesucristo en la última Cena, dijo a sus discípulos: "el que me ama, guardará mi palabra"
•
La caridad es la base de toda la espiritualidad cristiana.
•
La caridad es el signo que distingue a todos los seguidores de Cristo.
Lecturas complementarias Juan Pablo I, Audiencia general, 27 de septiembre de 1978. La virtud teologal de la caridad
los pecados contra la caridad , ibid. p. p. 129, 130. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno «Dios mío, con todo el corazón y sobre todas las cosas os amo a Vos, bien infinito y felicidad eterna nuestra; por amor vuestro amo al prójimo como a mí mismo y perdono las ofensas recibidas. Señor, haced que os ame cada vez más» Es una oración muy conocida entretejida con frases bíblicas. Me la enseñó mi madre. La rezo varias veces al día también ahora; y trataré de explicárosla palabra por palabra como lo haría un catequista de la parroquia. Estamos en la «tercera lámpara de la santificación» de que hablaba el Papa Juan: la caridad. Amo. En clase de filosofía, el profesor me decía: ¿Conoces el campanario de San Marcos? ¿Sí? Esto significa que éste ha entrado de alguna manera en tu mente; físicamente sigue estando donde estaba, pero ha impreso en tu interior una especie de retrato suyo intelectual. En cambio, ¿amas el campanario de San Marcos? Esto quiere decir que ese retrato te empuja desde dentro y te mueve, casi como que te lleva, te hace caminar con el alma hacia el campanario que está fuera. Resumiendo: amar significa viajar, correr con el corazón hacia el objeto amado. Dice la Imitación de Cristo: el que ama currit, volat, laetatur, corre, vuela, disfruta ( I. III, cap. V, 4). Amar a Dios es, por tanto, viajar con el corazón hacia Dios. Un viaje precioso. De muchacho me entusiasmaban los viajes narrados por Julio Verne («Veinte mil leguas de viaje submarino», «De la tierra a la luna», «La vuelta al mundo en 80 días», etc). Pero los viajes del amor a Dios son mucho más interesantes. Están contados en las vidas de los santos. Por ejemplo, San Vicente de Paúl, cuya fiesta celebramos hoy, es un gigante de la caridad: amó a Dios como se ama a un padre y a una madre; él mismo fue un padre para prisioneros, enfermos, huérfanos y pobres. San Pedro Claver, consagrándose enteramente a Dios, se firmaba “Pedro, esclavo de los negros para siempre”. El viaje comporta a veces sacrificios, pero éstos no nos deben detener. Jesús está en la cruz: ¿lo quieres besar? No puedes por menos de inclinarte hacia la cruz y dejar que te puncen algunas espinas de la corona, que tiene la cabeza del Señor (cf. Sales, Oeuvres, Annecy, t. XXI, pág. 153) No puedes hacer lo que el bueno de San Pedro que supo muy bien gritar «Viva Jesús» en el monte Tabor, donde había gozo, pero ni siquiera se dejó ver junto a Jesús en el monte Calvario, donde había peligro y dolor (cf. Sales, Oeuvres, t. XV, pág. 140) El amor a Dios es también viaje misterioso: es decir, uno no lo emprende si Dios no toma la iniciativa primero. “Nadie —ha dicho Jesús— puede venir a mí si el Padre no le atrae” (Jn 6, 44). Se preguntaba San Agustín: y entonces ¿dónde queda la libertad humana? Pero Dios que ha querido y construido esta libertad, sabe cómo respetarla aun llevando los corazones al punto que Él se propone: parum est voluntate, etiam voluptate traheris, Dios te atrae no sólo de modo que tú mismo llegues a quererlo, sino hasta de manera que gustes de ser atraído (San Agustín, In Io. Evang. Tr. 26, 4). Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Con todo el corazón. Subrayo aquí el adjetivo «todo». El totalitarismo en política es malo. En cambio, en religión nuestro totalitarismo respecto a Dios cuadra estupendamente. Está escrito: «Amarás a Yavé, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, y llevarás muy dentro del corazón todos estos mandamientos que yo hoy te doy. Incúlcaselos a tus hijos, y cuando estés en tu casa, cuando viajes, cuando te acuestes, cuando te levantes, habla siempre de ellos. Átatelos a tus manos, para que te sirvan de señal; póntelos en la frente entre tus ojos; escríbelos en los postes de tu casa y en tus puertas» (Deut. 6, 5-9) Ese «todo» repetido y aplicado a la práctica con toda insistencia es de verdad la bandera del maximalismo cristiano. Y es justo: demasiado grande es Dios, demasiado merece Él ante nosotros, para que se le puedan echar, como a un pobre Lázaro, apenas unas migajas de nuestro tiempo y de nuestro corazón. Es el bien infinito y será nuestra felicidad eterna: el dinero, los placeres y las venturas de este mundo comparados con Él, apenas son fragmentos de bien y momentos fugaces de felicidad. No sería prudente dar mucho de nosotros a estas cosas y poco a Jesús. Sobre todas las cosas. Ahora se aboca a una confrontación directa entre Dios y el hombre, entre Dios y el mundo. No sería justo decir: «O Dios o el hombre». Se debe amar «a Dios y al hombre»; pero a este último nunca más que a Dios o contra Dios o igual que a Dios. En otras palabras: el amor a Dios es prevaleciente sin duda, pero no exclusivo. La Biblia llama santo a Jacob (Dan 3, 35) y amado de Dios (Mal 1, 2; Rom 9, 13), nos lo presenta empeñado en siete años de trabajo a fin de conquistarse a Raquel para mujer suya; « y aquellos años le parecieron sólo unos días por el amor que le tenía » (Gén 29,20). Francisco de Sales hace un comentario breve de estas palabras: «Jacob — escribe—ama a Raquel con todas sus fuerzas, y con todas sus fuerzas ama a Dios; pero no por ello ama a Raquel igual que a Dios, ni a Dios igual que a Raquel. Ama a Dios como a su Dios sobre todas las cosas y más que a sí mismo; ama a Raquel como a mujer suya sobre todas las demás mujeres y más que a sí mismo. Ama a Dios con amor absoluto y soberanamente extremo, y a Raquel con sumo amor conyugal; un amor no es contrario al otro, porque el de Raquel no atropella las prerrogativas del amor de Dios» (Oeuvres, t. V, pág. 175). Por amor vuestro amo al prójimo. Estamos aquí ante dos amores que son «hermanos gemelos» e inseparables. A algunas personas es fácil amarlas; a otras, difícil; no nos resultan simpáticas, nos han ofendido y hecho daño; sólo si amo a Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Dios en serio, llego a amarlas, en cuanto que son hijos de Dios y porque Dios me lo pide. Jesús ha señalado también cómo amar al prójimo, o sea, no sólo con el sentimiento, sino también con las obras. Éste es el modo, dijo. Os preguntaré: tenía hambre en la persona de mis hermanos pequeños; ¿me habéis dado de comer cuando estaba hambriento? ¿Me habéis visitado cuando estaba enfermo? (cf. Mt 25, 34 ss.) El catecismo concreta éstas y otras palabras de la Biblia en el doble elenco de las siete obras de misericordia corporales y las siete espirituales. El elenco no está completo y haría falta ponerlo al día. Por ejemplo, entre los hambrientos hoy no se trata ya sólo de este o aquel individuo; hay pueblos enteros. Todos recordamos las graves palabras del Papa Pablo VI: «Con lastimera voz los pueblos hambrientos interpelan a los que abundan en riquezas. Y la Iglesia, conmovida ante tales gritos de angustia, llama a todos y cada uno de los hombres para que movidos por amor respondan finalmente al clamor de los hermanos» (Populorum progressio, 3) Aquí a la caridad se añade la justicia, porque —sigue diciendo Pablo VI— «la propiedad privada para nadie constituye un derecho incondicional y absoluto. Nadie puede reservarse para uso exclusivo suyo lo que de la propia necesidad le sobra, en tanto que a los demás falta lo necesario» (Populorum progressio, 22) Por consiguiente «toda carrera aniquiladora de armamentos resulta un escándalo intolerable» (Populorum progressio, 53). A la luz de estas expresiones tan fuertes se ve cuán lejanos estamos todavía — individuos y pueblos— de amar a los demás «como a nosotros mismos», según el mandamiento de Jesús. Otro mandamiento: perdón de las ofensas recibidas. A este perdón parece que el Señor casi da precedencia sobre el culto: «Si vas, pues, a presentar una ofrenda ante el altar y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano y luego vuelve a presentar tu ofrenda» (Mt 5, 23-24) Las últimas palabras de la oración son: Señor, que os ame cada vez más. También aquí hay obediencia a un mandamiento de Dios, que ha puesto en nuestro corazón la sed del progreso. De los palafitos, las cavernas y las primeras cabañas, hemos pasado a las casas, los palacios y los rascacielos; de los viajes a pie o a lomos de mulo o de camello, a los coches, los trenes y los aviones. Y se desea progresar todavía más con medios cada vez más rápidos, alcanzando metas cada vez más lejanas. Pero amar a Dios —ya lo hemos visto— es también un viaje: y Dios lo quiere cada vez más intenso y perfecto. Ha dicho a todos los suyos: «Vosotros sois la luz del mundo, la sal de la tierra» (cf. Mt 5, 13-14); «sed, pues, perfectos como perfecto es vuestro Padre celestial» (Mt 5, 48). Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Esto quiere decir amar a Dios no poco, sino muchísimo; no detenerse en el punto a que se ha llegado, sino con su ayuda avanzar en el amor. Bibliografía
1. C AFFARRA C ARLO. Vida en Cristo, EUNSA. Navarra. 2ª. Edic. 1999 2. C ARMENA L AREDO MIGUEL. El amor es más fuerte. Ed. Diana-Ediciones Escuela de la Fe. 2ª. Edic. México. 1996. 3. C ATECISMO DE LA IGLESIA C ATÓLICA (CEC). Ed. LEV. Roma. 2005. 4. S ADA RICARDO Y MONROY ALFONSO. Curso de Teología moral, Ed. Minos. México. 1992. Autoevaluación
1. ¿Qué es la caridad? 2. ¿Cuál es el objeto de la caridad? 3. ¿Cuál es el centro del amor a Dios? 4. ¿Con qué actitudes lo expresamos? 5. ¿Cómo debe ser el amor al prójimo? 6. ¿Qué nos enseña Jesús sobre el amor al prójimo? 7. ¿Cómo lo concretamos? 8. Menciona cuáles son los pecados contra esta virtud.
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Manual de Ética Cristiana Alumno Sesión 8
Adorar y dar culto a Dios. Tomar en serio a Dios y servir las fiestas con alegría Esquema de la lección I. II. III. IV. V. VI. VII. VIII. IX.
La virtud de la religión El culto La Eucaristía, centro del culto cristiano Cuatro pecados contra la religión Lo que nos dice la Sagrada Escritura sobre el Segundo Mandamiento Los deberes del Segundo Mandamiento Los pecados contra el Segundo Mandamiento La verdadera forma de vivir las fiestas Pecados contra el tercer mandamiento
Profundiza tu fe
1. 2. 3. 4.
¿Qué es la virtud de la religión? ¿Para qué sirve el culto? ¿Qué tipo de culto damos a Dios? ¿Cuáles pecados están contra el primer, segundo y tercer mandamientos?
Para profundizar en el tema es conveniente leer en el Catecismo de la Iglesia Católica los nn. 2083-2086; 2096-2103; 2110-2112, 2115, 2118, 2121, 2123, 2127, 2142-2144, 2146-2152, 2155, 2168, 2174-2188. Catecismo:
Cuerpo doctrinal I. La virtud de la religión •
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Es la virtud que nos lleva a dar a Dios el culto debido como Creador y Ser supremo. "Es la virtud que inclina al hombre a rendir a Dios el respeto, el honor y el culto debidos" . (Sto. Tomás de Aquino)
La religión nace del deseo de amar y corresponder a Dios, por todos los bienes recibidos. Es un acto de justicia debido a Dios por su dignidad especial, el fundamento de esta virtud es la relación íntima con Dios, que el hombre sigue viviendo en su conciencia.
II. El culto Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno El hombre expresa a través del culto esa relación íntima de amor con Dios. Con el culto se manifiesta la adoración, la alabanza, el agradecimiento, la petición confiada y el arrepentimiento y la reparación por los pecados. •
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Los actos de culto pueden ser: internos (el que se rinde a Dios en la conciencia, en el corazón, la inteligencia y la voluntad) o externos (es la unión de cuerpo y alma, experimentando la necesidad de exteriorizar esa relación de amor con Dios que vive en su alma). Categorías de culto: latría o adoración, (interno o externo se rinde a Dios), dulía o veneración, (se tributa a los santos), hiperdulía o especial veneración, (se reserva sólo a la Santísima Virgen).
III.
La Eucaristía, centro del culto cristiano
Es el centro de la vida cristiana. Es la presencia misteriosa de Dios, del Creador, del Amor, en el mundo. Por eso es el centro del culto que la Iglesia ofrece a Dios. En ella se unen el culto interno y el externo. La Celebración Eucarística consta de dos partes fundamentales: la liturgia de la palabra y la liturgia eucarística. 1. Participación en la Misa •
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a través de las posturas litúrgicas, de los cantos, de la recitación en diálogo y oración de las respuestas, de la escucha atenta y con fe de las lecturas, de las ofrendas que aportamos, del uso del misal en el que vamos leyendo y siguiendo la celebración eucarística, pero sobre todo, recibiendo el Cuerpo Santísimo de Nuestro Señor Jesucristo. Espiritualmente: ofreciéndonos como Cristo para la Redención de todos los hombres; ofreciendo nuestros sacrificios, nuestras buenas obras actitudes, propósitos de santidad; poniendo delante de Dios nuestros sacrificios que completan la pasión de Cristo en la Iglesia. Perpetuando en nuestra vida diaria el sacrificio de Cristo, la santidad de Cristo, el ofrecimiento de Cristo, y asociándonos a través del apostolado y la oración a la obra de la redención en el mundo llevada a cabo por El. 40 Físicamente:
2. Fines de la Misa
Son cuatro: 40
Cf. C ARMENA, o.c. p.p.135-139. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno • • • •
Latréutico. La Iglesia adora a Dios. Eucarístico: Da gracias a Dios por las maravillas que ha hecho con nosotros. Impetratorio: Pide beneficios a través de Cristo. Propiciatorio: Se expían los pecados de los hombres, se hace presente la acción salvadora de Jesucristo.
Después de la Misa, Jesucristo sigue presente en el pan y el vino eucarístico, convertidos en su cuerpo y sangre, allí se le rinde culto de manera privada en las visitas, actos de alabanza, reparación, o pública con el rezo del rosario, la bendición eucarística. La Iglesia recomienda visitar con frecuencia a Cristo Eucaristía. 41 IV. Cuatro pecados contra la religión
En estos pecados aparece como base el dar culto a quien se le debe dar, pero se hace de manera inapropiada o se le niega el culto; o se le rinde a seres a quienes no se les debe dar. •
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Superstición: Se da cuando se rinde culto indebido a Dios o cuando se veneran falsos dioses. Culto indebido a Dios: consiste en la adulteración de la verdadera relación con Dios introduciendo elementos extraños que están en contra de lo que enseña la Santa Iglesia, pues sólo ella tiene una autoridad que le viene de Dios mismo para fijar lo que es verdadero culto. Culto falso, consiste en simular un verdadero culto a Dios buscando inducir a engaño.
Culto indebido a las criaturas. Presenta varias formas: idolatría, adivinación, espiritismo, magia negra o diabólica, vana observancia o vana credulidad. Irreligiosidad. Reviste diversas formas: la impiedad, la tentación a Dios, el sacrilegio, la simonía o voluntad deliberada de comprar con dinero alguna realidad espiritual, exigir a Dios justicia, opinión extendida de que la Iglesia debe dedicarse primordialmente a los actos de caridad material dejando de lado el culto, la caridad espiritual, los sacramentos, etc.42
V. Lo que nos dice la Sagrada Escritura sobre el Segundo Mandamiento 1. El nombre de Dios
41 42
Cf. S ADA-MONROY , o.c. p.p. 113-114 Para profundizar en el tema Cf. ibid. p.p. 114-117. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Nombran a Dios a través de sus atributos o de fórmulas hechas, nunca directamente. En la creencia judía dar nombre o conocer el nombre de alguien era tener un dominio sobre el, conocerlo en su interioridad. Jesucristo nos enseña que Dios es nuestro Padre. No se trata de evitar nombrar a Dios directamente, sino de respetarle y amarle como Padre. (Mt 6,7-15)
2. La santificación de las fiestas • •
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Tiene su origen en el relato de la creación del mundo (Gen 2,1-3). El pueblo de Israel, consagra el sábado al descanso completo y a la "r eunión sagrada" (Lev 23,3). En el Nuevo Testamento, Jesucristo nos explicó el verdadero sentido de esta indicación divina (guardar el sábado): Mt 12,1-8 y Mc 2, 23-28): Cristo es el Señor del sábado y hace el sábado para el bien del hombre.
VI. Los deberes del Segundo Mandamiento
La forma positiva de cumplir el segundo mandamiento de la ley de Dios es dar gloria a Dios con todos los actos de nuestra vida y expresar de palabra o de pensamiento la alabanza debida a su nombre. Además de la alabanza hay otras formas de rendir reverencia a Dios: como todo aquello que la Iglesia reserva sólo para Él: lugares (templos, cementerios, etc) y cosas (cálices, ornamentos, etc): personas (ministros de Dios, consagrados, jerarquía). 1. Invocar, apelar, comprometerse con Dios •
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VII.
consiste en apelar a la voluntad ajena apoyándose en la autoridad de Dios como cuando decimos: "no seas así, por amor de Dios ", o "no hagas esto, por Dios" . Voto: Es una promesa hecha libremente a Dios por la que una persona, en sus plenas facultades, se obliga de forma voluntaria delante de Dios a hacer u omitir algo. Juramento: es la invocación de Dios como testigo de la veracidad de una afirmación sobre algo presente o pasado o como testigo de la recta intención de cumplir una promesa. 43 Conjuro:
Los pecados contra el Segundo Mandamiento
1. Uso irreverente del nombre de Dios
Para profundizar en el tema del nombre de Dios , así como los deberes del segundo mandamiento Cf. C ARMENA, o.c. p.p.147-150 43
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Manual de Ética Cristiana Alumno Maldición: imprecación que se dirige contra una persona o cosa manifestando aversión y enojo hacia ella y particularmente deseo de que le suceda algún daño. Blasfemia: es una expresión injuriosa dirigida a Dios, a la Santísima Virgen, a los santos a todo lo sagrado. Perjurio: Es jurar falsamente poniendo a Dios por testigo. Juramentos innecesarios e injustos: en el primer caso, jurar por cosas que no valen la pena o sobre lo que no se tiene pleno conocimiento y en el segundo, a utilizar el nombre de Dios para jurar sobre cosas ilícitas. Incumplimiento de un voto emitido válidamente. La gravedad de este pecado, viene del grado del compromiso adquirido y de la actitud con que se quebranta.44
VIII. La verdadera forma de vivir las fiestas • •
•
Significa vivirlas a fondo, aprovecharlas para crecer en la vida espiritual. Lo ideal es unir la atención a la familia y el cultivo especial a la vida espiritual, puede ser acercándose a Dios con toda la familia a través de actos sencillos como el rezo del rosario en familia, la lectura y explicación del Evangelio en común, etc. Dios pide algo más que asistir a misa y descansar los días de fiesta, que es la mínima obligación, pero sobre todo santificar las fiestas es dar un sentido de unión con Dios al descanso merecido.
IX. Pecados contra el tercer mandamiento
Pueden venir por actitudes internas de desprecio de Dios en el descanso, buscando un modo de "descanso" inmoral, contra la voluntad de Dios. •
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Búsqueda excesiva del descanso que termina convirtiendo el reposo aconsejado en un fin en sí mismo. Dedicación al trabajo en días de fiesta sin ninguna necesidad, movido sólo por la avaricia de bienes materiales. Se peca contra este mandamiento cuando no se dedican los días de fiesta a un especial reposo acompañado de una sincera intención de acercamiento a Dios y no se ponen los medios para conseguirlo. 45
Resumen
La virtud de la religión nos lleva a dar a Dios el culto debido como Creador y Ser supremo. El fundamento de esta virtud es la relación íntima con Dios, que el hombre sigue viviendo en su conciencia.
44 45
Cf. S ADA-MONROY , o.c. p.p. 123-125. Para profundizar en el tema del tercer mandamiento Cf. C ARMENA, o.c. p.p.152-154. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Con el culto se manifiesta la adoración, la alabanza, el agradecimiento, la petición confiada y el arrepentimiento y la reparación por los pecados. Los actos de culto pueden ser internos o externos. Las categorías de culto son latría o adoración, (interno o externo se rinde a Dios), dulía o veneración, (se tributa a los santos), hiperdulía o especial veneración, (se reserva sólo a la Santísima Virgen). La Eucaristía es la presencia misteriosa de Dios, del Creador, del Amor, en el mundo. Por eso es el centro del culto que la Iglesia ofrece a Dios. La Celebración Eucarística consta de dos partes fundamentales: la liturgia de la palabra y la liturgia eucarística. La participación en la Misa es físicamente, espiritualmente y perpetuando en nuestra vida diaria el sacrificio de Cristo. Los cuatro pecados contra la religión son: la superstición, el culto indebido a Dios, el culto falso, el culto indebido a las criaturas, la irreligiosidad. El nombre de Dios, no se trata de evitar nombrarlo directamente, sino de respetarle y amarle como Padre. (Mt 6.7-15). Jesucristo nos enseña que Dios es nuestro Padre. La forma positiva de cumplir el segundo mandamiento de la ley de Dios es dar gloria a Dios con todos los actos de nuestra vida y expresar de palabra o de pensamiento la alabanza debida a su nombre. Los pecados contra el Segundo Mandamiento son la maldición, la blasfemia, el perjurio, los juramentos innecesarios e injustos, el incumplimiento de un voto. Santificar las fiestas, en el Nuevo Testamento, Jesucristo nos explicó el verdadero sentido de esta indicación divina (guardar el sábado): (Mt 12,1-8 y Mc 2.23-28): Cristo es el Señor del sábado y hace el sábado para el bien del hombre. Significa vivirlas a fondo, aprovecharlas para crecer en la vida espiritual. Sobre todo santificar las fiestas es dar un sentido de unión con Dios al descanso merecido. Pueden venir por actitudes internas de desprecio de Dios en el descanso, buscando un modo de " descanso" inmoral, contra la voluntad de Dios. Para recordar •
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"Es la virtud que inclina al hombre a rendir a Dios el respeto, el honor y el culto debidos" . (Sto. Tomás de Aquino).
El hombre expresa a través del culto esa relación íntima de amor con Dios. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno •
La Eucaristía, centro del culto y la vida cristiana.
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El culto es Latréutico. La Iglesia adora a Dios.
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El culto es Eucarístico: Da gracias a Dios por las maravillas que ha hecho con nosotros. Es Impetratorio: Pide beneficios a través de Cristo. Es Propiciatorio: Se expían los pecados de los hombres, se hace presente la acción salvadora de Jesucristo.
Lecturas complementarias •
Juan Pablo II, “Mensaje a la Asamblea Plenaria de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos”, 21 de septiembre del 2001.
2. La Sagrada Liturgia que la Constitución Sacrosanctum Concilium califica como la cumbre de la vida eclesial, jamás puede reducirse a una simple realidad estética, ni puede ser considerada como un instrumento con fines meramente pedagógicos o ecuménicos. La celebración de los santos misterios es, sobre todo, acción de alabanza a la soberana majestad de Dios, Uno y Trino, y expresión querida por Dios mismo. Con ella el hombre, personal y comunitariamente, se presenta ante Él para darle gracias, consciente de que su mismo ser no puede alcanzar su plenitud sin alabarlo y cumplir su voluntad, en la constante búsqueda del Reino que está ya presente, pero que vendrá definitivamente el día de la Parusía del Señor Jesús. La Liturgia y la vida son realidades inseparables. Una Liturgia que no tuviera un reflejo en la vida, se tornaría vacía y, ciertamente, no sería agradable a Dios. 3. La celebración litúrgica es un acto de la virtud de la religión que, coherentemente con su naturaleza, debe caracterizarse por un profundo sentido de lo sagrado. En ella, el hombre y la comunidad han de ser conscientes de encontrarse, en forma especial, ante Aquel que es tres veces santo y trascendente. Por eso, la actitud apropiada no puede ser otra que una actitud impregnada de reverencia y sentido de estupor, que brota del saberse en la presencia de la majestad de Dios. ¿No era esto, acaso, lo que Dios quería expresar cuando ordenó a Moisés que se quitase las sandalias delante de la zarza ardiente? ¿No nacía, acaso, de esta conciencia, la actitud de Moisés y de Elías, que no osaron mirar a Dios cara a cara? El Pueblo de Dios necesita ver, en los sacerdotes y en los diáconos, un comportamiento lleno de reverencia y de dignidad, que sea capaz de ayudarle a penetrar las cosas invisibles, incluso sin tantas palabras y explicaciones. En el Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Misal Romano, denominado de San Pío V, como en diversas Liturgias orientales, se encuentran oraciones muy hermosas, con las cuales el sacerdote expresa el más profundo sentimiento de humildad y de reverencia delante de los santos misterios: ellas, revelan la sustancia misma de cualquier Liturgia. La celebración litúrgica presidida por el sacerdote es una asamblea orante, reunida en la fe y atenta a la Palabra de Dios. Ella tiene como finalidad primera presentar a la Majestad divina el Sacrificio vivo, puro y santo, ofrecido sobre el Calvario, una vez para siempre, por el Señor Jesús, que se hace presenta cada vez que la Iglesia celebra la Santa Misa, para expresar el culto debido a Dios, en espíritu y en verdad. Conozco el esfuerzo realizado por la Congregación para promover, junto con los Obispos, el fortalecimiento de la vida litúrgica en la Iglesia. Al expresarles mi aprecio, deseo que tan preciosa obra contribuya a que las celebraciones sean, cada vez, más dignas y fructuosas. •
Juan Pablo II, Angelus, 14 de marzo de 1993.
1. Nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Dios. Queridos hermanos y hermanas, esta célebre afirmación de san Agustín (cf. Confesiones, 1, 1) se puede aplicar no sólo a nuestro corazón, sino también a la vida social, en todas sus expresiones. Cuando falta Dios, desaparece la paz dentro y fuera del hombre, porque se deteriora el principio de la unidad. El hombre se postra ante miles de ídolos y termina dividido en sí mismo, volviéndose esclavo de las cosas. ¿Tenemos que maravillarnos, pues, de que la humanidad se convierta en un triste escenario de guerra, y de un sinfín de violencias y tragedias? «Yo, el Señor, soy tu Dios... No habrá para ti otros dioses delante de mí» (Ex 20, 2-3). El primer mandamiento del Decálogo es el fundamento de todos los demás y de la misma existencia humana. Queridos hermanos y hermanas no se trata de la pretensión de un tirano, ni del arbitrio de un déspota; es, más bien, la voz apremiante del Creador que, a pesar de nuestras infidelidades, jamás se cansa de tratarnos como hijos. Reconocer su señorío es, por tanto, nuestro primer deber, es la condición misma de nuestra salvación. Sólo un trágico engaño ha podido llevar a ciertas corrientes de pensamiento a absolutizar el mundo y el hombre. Quien trata de descifrar con objetividad el lenguaje de la creación, considerando la belleza pero también los límites de las cosas de aquí abajo, fácilmente se da cuenta de la verdad: el mundo, por estupendo que sea, es una realidad finita que remite a lo infinito, es lo relativo que exige lo absoluto. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno ¡Sólo Dios es lo absoluto! Es la plenitud del ser y, por esta razón, merece nuestra adoración. 2. Sin embargo, en el primer mandamiento, Dios no se limita a pedirnos un frío reconocimiento de su verdad: nos pide, sobre todo, el libre ofrecimiento de nuestro corazón. «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza» (Dt 6, 5). Nos ama como Padre, y espera a cambio un amor de hijos: amor que responde al Amor. ¿Acaso podría ser de otro modo? «Dios es Amor» (1Jn 4, 8). Habiéndonos amado primero, Dios continúa siendo fiel a su caridad indefectible, a pesar del pecado y la ingratitud humana. ¡Cuánto cambiaría el rostro del mundo si nos dejáramos envolver por el amor divino! Se descubriría cada vez con más asombro la belleza del universo, don de Dios, y el misterio del hombre, creado a imagen del Creador y rodeado por su ternura eterna. Queridos hermanos y hermanas, reflexionemos acerca de estas verdades sobre todo en este tiempo de Cuaresma, itinerario privilegiado de conversión y renovación. 3. Virgen santa, espejo limpio del amor de Dios, en ti el Verbo se hizo carne; en ti se hizo viva la esperanza del hombre. Mira con piedad la fragilidad humana que se olvida de Dios con demasiada frecuencia y, precisamente por esto, está expuesta a faltas de amor insensatas y suicidas: está expuesta al odio, a la guerra, a la indiferencia y al triunfo del egoísmo y de la muerte. Míranos con piedad de Madre y tiéndenos tu mano. Te pedimos: ¡sálvanos oh Madre! •
Juan Pablo II, Angelus, 21 de marzo de 1993.
Amadísimos hermanos y hermanas: 1. Prosiguiendo la reflexión que estamos haciendo en los domingos de Cuaresma acerca de los que se pueden llamar derechos de Dios, considerados no sólo como fuente de deberes concretos sino también como fundamento y garantía de los mismos derechos del hombre, quisiera subrayar hoy las exigencias incluidas en el segundo mandamiento: No tomar el nombre de Dios en vano. El nombre de Dios encierra un gran misterio. Es nombre santo, nombre que exige reverencia y amor. Con respecto a él, por desgracia, se observa una actitud de ligereza, rayana a veces en el desprecio manifiesto: blasfemias, espectáculos desacralizadores, escarnio, publicaciones que ofenden gravemente el sentimiento religioso. El derecho a la libertad de conciencia, de opinión y de expresión ¿exime acaso, del deber de tratar con respeto la experiencia espiritual de millones de creyentes? Por Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno lo demás, ¿no es verdad que el sentimiento religioso constituye lo más vital y precioso que puede tener el hombre? Al ofender públicamente a Dios, no se comete sólo una culpa moral grave, sino que se viola también un derecho concreto de la persona al respeto de sus propias convicciones religiosas. 2. La irreverencia con respecto a Dios, sobre todo, se vuelve contra el hombre. Desinteresándose del sentido del misterio, la persona humana se hace cada vez más incapaz de maravillarse de escuchar, de respetar, y sufre la tentación de abandonarse a la embriaguez falaz del afán de poder, que pretende manipular a las personas y cosas sin regla alguna y por encima de todo límite. El respeto a Dios que no tiene nada que ver con el fanatismo, es, por consiguiente, la garantía más sólida del respeto al hombre. A la luz del Creador resplandece la dignidad de la criatura: el nombre de todo ser humano es, de alguna manera, un reflejo del nombre de Dios. Como ha recordado el nuevo Catecismo de la Iglesia católica, «Dios llama a cada uno por su nombre» (n. 2158). Por esto, también «el nombre de todo hombre es sagrado» (ib.), y resplandecerá con luz eterna en quienes acogen el amor de Dios y se hacen constructores de su reino (cf. ib., 2159). ¿No es precisamente esto lo que nos confirman, con especial elocuencia, las dos nuevas santas, elevadas hoy al honor de los altares? Santa Claudina Thévenet y santa Teresa de Los Andes nos muestran el reflejo de luz que proyecta en el ser humano el honor tributado a Dios. Cultivemos, queridos hermanos y hermanas, una veneración reverente hacia el nombre santo de Dios y aferrémonos a él como a un ancla de salvación. Si el mundo de hoy parece, a veces, atenazado por una violencia absurda y una angustia que debilita ¿no será, entre otras cosas, porque florece poco en los labios y el corazón de los hombres la invocación a Dios? 3. Acudamos a la escuela de la Santísima Virgen, maestra incomparable de oración y alabanza. Pidámosle que, con respecto al nombre santo de Dios, nos inspire los sentimientos que ella tuvo. Digamos con ella: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador... Ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, santo es su nombre» (Lc 1, 46-49). •
Juan Pablo II, Angelus, 28 de marzo de 1993.
Queridos hermanos y hermanas: 1. Meditando acerca de lo que hemos llamado los derechos de Dios, nos detenemos en el tercer mandamiento del decálogo: Acuérdate de santificar el día del Señor. La Biblia lo pone en relación con la obra creadora de Dios (cf. Ex 20, 11). El shabat, el descanso religioso al que el hombre está llamado, es un eco del shabat Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno de Dios después de los días de la creación. El séptimo día el Señor contempló con admiración y gozo la obra de sus manos. Toda la creación y el hombre, que era su cumbre quedaron como envueltos por esa mirada amorosa: sintieron su calor, gozando como un niño con la sonrisa de su madre. La verdad espiritual del sábado bíblico se realiza en el domingo cristiano, día de la resurrección de Cristo, día del Señor por excelencia, en el que la vida triunfó sobre la muerte sembrando la semilla de la nueva creación. Por tanto, la celebración del domingo anuncia ese acontecimiento. Para los creyentes no sólo responde al deber de la oración que en realidad debe florecer en todas las horas de la jornada durante toda la vida sino a una exigencia que podríamos definir de intimidad prolongada con el Señor. El domingo es el día reservado al encuentro especial del Padre con sus hijos es el momento de intimidad entre Cristo y la Iglesia su esposa. La obligación de participar en la misa dominical se comprende a la luz de esta profunda experiencia espiritual y religiosa. 2. Como siempre, lo que Dios nos pide redunda en nuestro beneficio. La experiencia pone de manifiesto que la observancia del domingo, como día de oración y descanso, comporta un efecto regenerador y tonificante para la existencia humana. Frecuentemente, sobre todo hoy, corremos el riesgo de ser arrollados por el ritmo frenético de los compromisos y acontecimientos cotidianos. Es precisamente entonces cuando el domingo como bien subraya el nuevo Catecismo de la Iglesia católica se yergue como protesta del espíritu contra la servidumbre del trabajo y el culto al dinero (cf. Catecismo de la Iglesia católica, 2172). En el devenir inexorable del tiempo, el domingo abre una ventana hacia lo sobrenatural y eterno, y propone al hombre un espacio para la contemplación que le ayuda a gustar profundamente la misma existencia terrena. Además ofrece la ocasión y el aliciente para establecer y profundizar contactos y relaciones sociales caracterizados por la gratuidad, la amistad y la atención hacia los que padecen soledad o los que sufren. Cuando se encuentra tiempo para Dios, también se encuentra tiempo para el hombre. 3. Queridos hermanos y hermanas aprendamos de la Virgen santísima el secreto de una intimidad con Dios tan consoladora. Ella, modelo sublime de silencio y contemplación, nos ayude a apartarnos de la mortificante esclavitud de las cosas y nos haga volver a descubrir la belleza del día del Señor. Consagrando a Dios nuestro tiempo, se suavizará la aspereza del afán de cada día, y nos sentiremos tocados y como regenerados por un aliento de paz. María, modelo de piedad verdadera, ¡ruega por nosotros! 4. Antes del rezo del Ángelus, deseo recordar a los 144 misioneros asesinados «por causa del Evangelio» (Mc 8, 35) en estos últimos diez años. Su ejemplo y el de los catequistas y fieles que han compartido con ellos el sacrificio del martirio, Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno testimonien que la Iglesia experimenta a diario, también hoy, las persecuciones y el martirio en muchas partes del mundo. Al recordar en la oración a estos mártires de nuestro tiempo, rezamos por los numerosos misioneros que sin preocuparse de los riesgos y de las amenazas, optan por permanecer entre su gente, para compartir sus graves dificultades sociales y económicas y los mismos peligros de la guerra. El Señor bendiga su servicio pastoral, que redunda en beneficio de la comunidad de los creyentes y de la sociedad entera. Bibliografía
1. C ARMENA L AREDO MIGUEL. El amor es más fuerte. Ed. Diana-Ediciones Escuela de la Fe. 2ª. Edic. México. 1996. 2. C ATECISMO DE LA IGLESIA C ATÓLICA (CEC). Ed. LEV. Roma. 2005. Autoevaluación
1. ¿Qué es la virtud de la religión? 2. ¿Qué es el culto? 3. ¿Cuáles son las categorías del culto? 4. ¿Por qué la Eucaristía es el centro del culto cristiano? 5. ¿Cómo puede participarse en la Misa? 6. Explica brevemente los fines de la Misa. 7. ¿Cuáles son los pecados contra la religión? 8. Menciona brevemente que dice la Sagrada Escritura sobre el segundo mandamiento. 9. Menciona los deberes de este mandamiento. 10.Explica brevemente los pecados contra este mandamiento. 11.¿Qué es la santificación de las fiestas? 12.¿Cómo se viven verdaderamente las fiestas? 13.¿Cuáles son los pecados que van contra el tercer mandamiento?
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Manual de Ética Cristiana Alumno Sesión 9
Las riquezas espirituales y humanas de la familia cristiana y la maravilla del amor humano Esquema de la lección I. II. III. IV. V. VI. VII. VIII. IX.
Una vocación divina La relación entre los esposos Los deberes de los padres hacia sus hijos Los deberes de los hijos para con sus padres La familia en el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica La sexualidad humana Cristianismo y sexualidad La virtud de la pureza Pecados contra el sexto y el noveno mandamientos
Profundiza tu fe El amor, principio y fuerza de la comunión
La familia, fundada y vivificada por el amor, es una comunidad de personas: del hombre y de la mujer esposos, de los padres y de los hijos, de los parientes. Su primer cometido es el de vivir fielmente la realidad de la comunión con el empeño constante de desarrollar una auténtica comunidad de personas. El principio interior, la fuerza permanente y la meta última de tal cometido es el amor: así como sin el amor la familia no es una comunidad de personas, así también sin el amor la familia no puede vivir, crecer y perfeccionarse como comunidad de personas . Cuanto he escrito en la encíclica Redemptor hominis encuentra su originalidad y aplicación privilegiada precisamente en la familia en cuanto tal: « El hombre no puede vivir sin amor. Permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido, si no le es revelado el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y no lo hace propio, si no participa en él vivamente ». El amor entre el hombre y la mujer en el matrimonio y, de forma derivada y más amplia, el amor entre los miembros de la misma familia —entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas, entre parientes y familiares— está animado e impulsado por un dinamismo interior e incesante que conduce la familia a una comunión cada vez más profunda e intensa, fundamento y alma de la comunidad conyugal y familiar.46
Para profundizar en el tema es conveniente leer en el Catecismo de la Iglesia Católica los nn. 2201-2211, 2214-2231, 2331-2336, 2346-2350, 2517-2527. Catecismo:
Cuerpo doctrinal 46
JUAN P ABLO II, Exhortación apostólica Familiaris Consortio , n. 18, 1981. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno I. Una vocación divina
El hombre normalmente viene al mundo en el seno de una familia, esta es el ámbito donde se educan las virtudes, los comportamientos, donde se recibe la fe, donde el hombre encuentra el amor que necesita desde sus primeros minutos de vida, por lo tanto su fundamento es el amor. Un hombre y una mujer que se aman construyen una comunidad de amor y por ese amor colaboran con Dios dando la vida, por esta razón la familia es una comunidad para dar vida, dándola físicamente a los propios hijos y entregándola al servicio de todos los miembros de la familia. El matrimonio y la fundación de una familia tienen todas las características de una vocación divina: exige fidelidad, colaboración con el plan creador y redentor de Dios, constituye un medio de santificación y requiere una entrega total de toda la vida. Dios es amor y dado que creó al hombre a su imagen y semejanza (Cf. Gen 1, 26-31, 2, 18-25), participa también de ese amor de Dios. Desde su origen Dios pensó al hombre para amar y ser amado y desde el inicio de la creación Dios concibe la familia como el marco natural donde se realiza ese amor. Por este motivo, la auténtica vida de familia debe tener las características del amor: la entrega o donación incondicional, el diálogo, la atención al otro y a sus intereses por encima de los míos, y ante todo, poner a Dios como centro de esa relación. El matrimonio está de acuerdo a la naturaleza humana, ha sido concebido por Dios para dar un marco apropiado a la procreación humana. El hombre necesita un ambiente estable de cariño, una institución que asegure y guíe su desarrollo; esto es el matrimonio. La familia es un magnífico camino de santidad y de formación integral que necesita del esfuerzo personal de todos sus miembros para cumplir su misión, además cuenta con una privilegiada asistencia de Dios a través de gracias muy especiales. II. La relación entre los esposos
El matrimonio se define como la institución concebida por Dios en la que dos seres humanos, hombre y mujer viven una íntima unión indisoluble, se apoyan y ayuda, crecen en el amor y colaboran con Dios para hacer crecer la humanidad. Jesucristo confirió una nueva dimensión al matrimonio, haciéndolo sacramento.
Las principales características de la unión matrimonial son: •
El diálogo Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno • • •
La donación incondicional al otro La ayuda mutua Procreación y educación de la prole 47
III. Los deberes de los padres hacia sus hijos • •
•
El primer deber de los padres es darles la vida. Los padres tienen la obligación de amar a sus hijos de atenderlos y prepararles un porvenir digno poniendo los medios necesarios para prepararles el mejor futuro posible en todos los campos. De darles una formación humana y espiritual.
IV. Los deberes de los hijos para con sus padres •
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Los hijos tienen grandes deberes hacia sus padres, como: el amor, el respeto, la obediencia, la ayuda, etc. Vivir los deberes con amor, convirtiéndolos en expresiones de afecto, detalles que marcan la diferencia por el otro, el respeto y hacen crecer en el amor y educan en el amor. El amor: hay muchas razones para amar a los padres. La primera: la justicia, el agradecimiento. Este amor ha de ser interno y externo, debe ser una actitud interior y debe expresarse en obras. El respeto: es lo mínimo que se pide a un hijo. El respeto debe ser interior y exterior. La obediencia: obediencia dócil y activa llena de iniciativa, de comunicación, de diálogo, desinterés por el otro. Ayudarlos en sus necesidades, especialmente cuando no pueden ya valerse por sí mismos.48
V. La familia en el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica
El nuevo Catecismo de la Iglesia Católica recoge un buen resumen de la doctrina sobre la familia desde dos puntos de vista: la familia en el plan de Dios y la familia ante la sociedad. •
la comunidad conyugal está establecida sobre el consentimiento mutuo de los esposos. El matrimonio y la familia están ordenados al bien de los esposos y a la procreación y educación de los hijos. El amor de los esposos y la generación de los hijos establecen entre los miembros de una familia relaciones personales y responsabilidades primordiales. (Cf. CEC 2201-2203). Naturaleza:
Cf. C ARMENA, o.c. p.p.159-165. Para profundizar en el tema de los deberes de los padres a los hijos y de los hijos con los padres , Cf. S ADA-MONROY , o.c. p.p.138-145. 47 48
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•
•
Manual de Ética Cristiana Alumno La familia cristiana: constituye una revelación y una actuación específica de la comunión eclesial: iglesia doméstica. Es una comunidad de fe, esperanza y caridad, y posee en la Iglesia una importancia singular como aparece en el Nuevo Testamento (Ef 5,21; 6,4; Col 3,18-21; 1 Pe 3,1-7). (Cf. CEC 2204-2206). La familia y la sociedad:
es la "célula original de la vida social" . Es la escuela del más rico humanismo. La familia debe ser ayudada y defendida mediante medidas sociales apropiadas. Importancia de la familia para la vida y el bienestar de la sociedad entraña una responsabilidad particular de ésta en el apoyo y fortalecimiento del matrimonio y de la familia La autoridad civil ha de considerar como deber grave "el reconocimiento de la auténtica naturaleza del matrimonio y de la familia, protegerla y fomentarla, asegurar la moralidad pública y favorecer la prosperidad doméstica" (Gaudium et Spes n 52,2). (Cf. CEC 2207-2210).
VI. La sexualidad humana
Actualmente está muy extendida la concepción del sexo como un placer más junto a otros tantos que nos presenta la sociedad de consumo. Viene trivializado y reducido a un simple desahogo de un instinto de dominación. Ante estas deformaciones de la realidad, es fundamental volver a afirmar que el sexo no es solo una función fisiológica, para entenderlo rectamente debe ir unido siempre al amor y a la familia, pues en la actualidad solamente se reduce el amor solo a la genitalidad. El amor es la gran fuente de felicidad del hombre, lo que más le asemeja y acerca a Dios; en el matrimonio es donde se desarrolla esa relación y los instintos tocados por el pecado original, se humanizan integrándolos con todas las demás facetas de la personalidad: sentimientos, afectos, inteligencia, voluntad, para ponerlas al servicio de la realización del plan de Dios. Los principios generales de la dimensión antropológica de la sexualidad son: • •
•
Cada persona está constituida por dos elementos: alma y cuerpo. El cuerpo es el elemento exterior del hombre, es la expresión o símbolo del elemento interior, el alma, por lo que el hombre manifiesta su interioridad a través del cuerpo. El cuerpo es para el Señor y el Señor para el cuerpo (Cf. 1 Co 6,12-20)
1. La especificidad de la sexualidad humana
El hombre goza de facultades superiores, por tanto no puede dejarse llevar del instinto, antes bien, con su inteligencia y su voluntad ha de encauzarlo por su Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno verdadero cauce y éste es el amor. La entrega total al otro, la fidelidad, es la forma más sublime de expresar el amor en el hombre y la mujer. El hombre y la mujer son seres complementarios. Iguales en dignidad, diversos en su masculinidad y feminidad. 2. Abstinencia sexual
Cuando la sexualidad está integrada en una personalidad armónica, la abstinencia sexual no constituye una preocupación en sí misma. La sexualidad se entiende y completa en el conjunto de toda la personalidad. Mutua donación, la clave para la felicidad de la pareja. Sólo así pueden vivir en un clima de confianza y sinceridad y esta es la garantía de la felicidad mutua. 3. Familia y sexualidad
La sexualidad en sí misma está siempre ordenada a la procreación que no termina en traer un niño al mundo sino que se responsabiliza de él y trata de educarlo lo mejor posible en un ambiente propicio para ello. La sexualidad es en función de la familia y a ella debe orientarse. VII. Cristianismo y sexualidad
La sexualidad es el modo que tiene el hombre de comunicar el gran don recibido de Dios, el don de la vida. Cristo constituye la unión matrimonial como sacramento haciéndolo fuente de gracias para ayudar a los cónyuges. El matrimonio se hace vocación divina, colaboración redentora con Cristo para engendra hijos de Dios destinados a la vida eterna. El amor sexual se inscribe en el marco del amor caridad: se ama a Dios en el cónyuge y al cónyuge en Dios. Esta es la verdadera dimensión cristiana de la sexualidad. 49 VIII. La virtud de la pureza
Es la virtud que nos lleva a respetar el orden establecido por Dios en el uso de la capacidad sexual a fin de vivir un amor humano más perfecto. Busca un amor integral, perfecto. También se le suele llamar castidad. Medios para vivir esta virtud:
49
Para profundizar en el tema de la sexualidad humana Cf. S ADA-MONROY , o.c. p.p. 203-212. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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•
•
Manual de Ética Cristiana Alumno Sobrenaturales: Sacramentos, oración frecuente, devoción a la Santísima Virgen, sacrificio y mortificación, dirección espiritual. Naturales: formación del carácter y de la personalidad, ser muy natural en las relaciones con los demás, cultivar una vida sana, tener un horario equilibrado de trabajo y de descanso, vida familiar, seleccionar bien las amistades. 50
IX. Pecados contra el sexto y el noveno mandamientos
La raíz de los pecados contra el sexto y el noveno mandamiento está en buscar el placer sexual fuera del marco natural ideado por Dios para él, que es la transmisión de la vida y el crecimiento en el amor dentro del matrimonio. deseos, imaginaciones, recuerdos, emociones y afectos consentidos con el fin de procurarse un placer sexual.
•
De pensamiento:
•
De palabra:
indignamente. •
conversaciones donde el tema central es el sexo tratado
fornicación, adulterio, violación, incesto, masturbación, onanismo, homosexualidad, bestialidad, uso de anticonceptivos, contraceptivos, preservativos, profilácticos, difusión de la pornografía, prácticas aberrantes orientadas a experimentar sensaciones sexuales de modo indigno y deshumanizado.51 De
obra:
Tenemos el deber de educar a los niños y jóvenes para el amor y la generosidad cristiana y en ese marco incluir la formación sexual. Resumen
El hombre normalmente viene al mundo en el seno de una familia, esta es el ámbito donde se educan las virtudes, los comportamientos, se recibe la fe, el hombre encuentra el amor que necesita desde sus primeros minutos de vida. El matrimonio y la fundación de una familia tienen todas las características de una vocación divina: exige fidelidad, colaboración con el plan creador y redentor de Dios, constituye un medio de santificación y requiere una entrega total de toda la vida. La auténtica vida de familia debe tener las características del amor: la entrega o donación incondicional, el diálogo, la atención al otro y ante todo, poner a Dios como centro de esa relación.
50 51
Cf. C ARMENA, o.c. p.p. 213-217. Cf. S ADA-MONROY , o.c. p.p. 186-190. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno El matrimonio se define como la institución concebida por Dios en la que dos seres humanos, hombre y mujer viven una íntima unión indisoluble, se apoyan y ayuda, crecen en el amor y colaboran con Dios para hacer crecer la humanidad. El primer deber de los padres con los hijos es darles la vida y amarlos. Los hijos tienen grandes deberes hacia sus padres, como: el amor, el respeto, la obediencia, la ayuda. La comunidad conyugal está establecida sobre el consentimiento mutuo de los esposos. El matrimonio y la familia están ordenados al bien de los esposos y a la procreación y educación de los hijos. La familia cristiana: constituye una revelación y una actuación específica de la comunión eclesial: iglesia doméstica. La importancia de la familia para la vida y el bienestar de la sociedad entraña una responsabilidad particular de ésta en el apoyo y fortalecimiento del matrimonio y de la familia El amor es la gran fuente de felicidad del hombre, lo que más le asemeja y acerca a Dios; en el matrimonio es donde se desarrolla esa relación y los instintos se humanizan integrándolos con todas las demás facetas de la personalidad para ponerlas al servicio de la realización del plan de Dios. La entrega total al otro, la fidelidad, es la forma más sublime de expresar el amor en el hombre y la mujer. El matrimonio se hace vocación divina, colaboración redentora con Cristo para engendrar hijos de Dios destinados a la vida eterna. El amor sexual se inscribe en el marco del amor caridad: se ama a Dios en el cónyuge y al cónyuge en Dios. La pureza es la virtud que nos lleva a respetar el orden establecido por Dios en el uso de la capacidad sexual a fin de vivir un amor humano más perfecto. Los medios para vivirlas son: sobrenaturales (sacramentos, oración frecuente, devoción a la Santísima Virgen) y naturales (formación del carácter y de la personalidad, cultivar una vida sana). La raíz de los pecados contra el sexto y el noveno mandamiento está en buscar el placer sexual fuera del marco natural ideado por Dios para él, que es la transmisión de la vida y el crecimiento en el amor dentro del matrimonio. Para recordar •
El matrimonio está de acuerdo a la naturaleza humana, ha sido concebido por Dios para dar un marco apropiado a la procreación humana. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Jesucristo confirió una nueva dimensión al matrimonio, haciéndolo sacramento.
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La familia es “célula original de la vida social" .
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La familia es la escuela del más rico humanismo.
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La sexualidad es el modo que tiene el hombre de comunicar el gran don recibido de Dios, el don de la vida. Tenemos el deber de educar a los niños y jóvenes para el amor, lo importante es formar en el amor.
Lecturas complementarias Benedicto XVI, Videomensaje al evento testimonial del Encuentro de las Familias, 18 enero 2008 La familia cristiana, "Evangelio vivo", que todos pueden leer
1. A todos ustedes congregados para celebrar el VI Encuentro Mundial de las Familias bajo la maternal mirada de Nuestra Señora de Guadalupe, "les deseo la gracia y la paz de Dios Padre y del Señor Jesucristo" (2 Ts 1,2). Acaban de rezar el Santo Rosario, contemplando los misterios gozosos del Hijo de Dios hecho hombre, que nació en la familia de María y José, y creció en Nazaret dentro de la intimidad doméstica, entre las ocupaciones diarias, la oración y las relaciones con los vecinos. Su familia lo acogió y lo protegió con amor, lo inició en la observancia de las tradiciones religiosas y de las leyes de su pueblo, lo acompañó hacia la madurez humana y hacia la misión a la cual estaba destinado. "Y Jesús -dice el Evangelio de San Lucas- crecía en sabiduría, edad y gracia delante de Dios y de los hombres" (Lc 2,52). Los misterios gozosos se han ido alternando con el testimonio de algunas familias cristianas provenientes de los cinco continentes, que son como un eco y un reflejo en nuestro tiempo de la historia de Jesús y su familia. Estos testimonios nos han mostrado cómo la semilla del Evangelio continúa germinando y dando fruto en las diversas situaciones del mundo de hoy. 2. El tema de este VI Encuentro Mundial de las Familias -La familia formadora en los valores humanos y cristianos- viene a recordar que el ambiente doméstico es una escuela de humanidad y de vida cristiana para todos sus miembros, con consecuencias beneficiosas para las personas, la Iglesia y la sociedad. En efecto, el hogar está llamado a vivir y cultivar el amor recíproco y la verdad, el respeto y la justicia, la lealtad y la colaboración, el servicio y la disponibilidad para con los demás, especialmente para con los más débiles. El hogar cristiano, que debe Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno "manifestar a todos la presencia viva del Salvador en el mundo y la naturaleza auténtica de la Iglesia" (Gaudium et spes, 48), ha de estar impregnado de la presencia de Dios, poniendo en sus manos el acontecer cotidiano y pidiendo su ayuda para cumplir adecuadamente su imprescindible misión. 3. Para ello es de suma importancia la oración en familia en los momentos más adecuados y significativos, pues, como el Señor mismo ha asegurado: "Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, yo estoy ahí en medio de ellos" (Mt 18,20). Y el Maestro está ciertamente con la familia que escucha y medita la Palabra de Dios, que aprende de Él lo más importante en la vida (cfr. Lc 10,41-42) y pone en práctica sus enseñanzas (cf. Lc 11, 28). De este modo, se transforma y se mejora gradualmente la vida personal y familiar, se enriquece el diálogo, se transmite la fe a los hijos, se acrecienta el gusto de estar juntos y el hogar se une y consolida más, como una casa construida sobre roca (cf. Mt 7,24-25). No dejen los Pastores de ayudar a las familias a que gusten fructuosamente la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura. 4. Con la fuerza que brota de la oración, la familia se transforma en una comunidad de discípulos y misioneros de Cristo. En ella se acoge, se transmite y se irradia el Evangelio. Como decía mi venerado predecesor el Papa Pablo VI: "Los padres no sólo comunican a los hijos el Evangelio, sino que pueden a su vez recibir de ellos este mismo Evangelio profundamente vivido" (Evangelii nuntiandi, 71). La familia cristiana, viviendo la confianza y la obediencia filial a Dios, la fidelidad y la acogida generosa de los hijos, el cuidado de los más débiles y la prontitud para perdonar, se convierte en un Evangelio vivo, que todos pueden leer (Cf. 2 Co 3,2), en signo de credibilidad quizás más persuasivo y capaz de interpelar al mundo de hoy. Ha de llevar también su testimonio de vida y su explícita profesión de fe a los diversos ámbitos de su entorno, como la escuela y las diversas asociaciones, así como comprometerse en la formación catequética de sus hijos y las actividades pastorales de su comunidad parroquial, especialmente aquellas relacionadas con la preparación al matrimonio o dirigidas específicamente a la vida familiar. 5. La convivencia en el hogar, al mostrar que libertad y solidaridad se complementan, que el bien de cada uno ha de contar con el bien de los otros, que las exigencias de la estricta justicia han de estar abiertas a la comprensión y el perdón en aras de un bien común, es un don para las personas y una fuente de inspiración para la convivencia social. En efecto, las relaciones sociales pueden tomar como referencia los valores constitutivos de la auténtica vida familiar para humanizarse cada día más y encaminarse hacia la construcción de "la civilización del amor". Además, la familia es también célula vital de la sociedad, el primer y decisivo recurso para su desarrollo, y tantas veces el último amparo de las personas a las Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno que las estructuras establecidas no llegan a cubrir satisfactoriamente en sus necesidades. Por su función social esencial, la familia tiene derecho a ser reconocida en su propia identidad y a no ser confundida con otras formas de convivencia, así como a poder contar con la debida protección cultural, jurídica, económica, social, sanitaria y, muy particularmente, con un apoyo que, teniendo en cuenta el número de los hijos y los recursos económicos disponibles, sea suficiente para permitir la libertad de educación y de elección de la escuela. Es necesario, por tanto, desarrollar una cultura y una política de la familia, que sean impulsadas también de manera organizada por las familias mismas. Por ello las aliento a unirse a las asociaciones que promueven la identidad y los derechos de la familia, según una visión antropológica coherente con el Evangelio, así como invito a dichas asociaciones a coordinarse y a colaborar entre ellas para que su actividad sea más incisiva. 6. Al terminar, exhorto a todos ustedes a tener una gran confianza, pues la familia está en el corazón de Dios, Creador y Salvador. Trabajar por la familia es trabajar por el futuro digno y luminoso de la humanidad y por la edificación del Reino de Dios. Invoquemos unidos humildemente la gracia divina, para que nos ayude a colaborar con ahínco y alegría en la noble causa de la familia, llamada a ser evangelizada y evangelizadora, humana y humanizadora. En esta hermosa tarea, nos acompaña con su maternal intercesión y con su protección celestial la Santísima Virgen María, a quien hoy invoco con el glorioso título de Nuestra Señora de Guadalupe, y en cuyas manos de Madre pongo a las familias de todo el mundo. Muchas gracias. Bibliografía
1. C ARMENA L AREDO MIGUEL. El amor es más fuerte. Ed. Diana-Ediciones Escuela de la Fe. 2ª. Edic. México. 1996. 2. C ATECISMO DE LA IGLESIA C ATÓLICA (CEC). Ed. LEV. Roma. 2005. Autoevaluación
1. ¿Por qué el matrimonio y la familia tienen las características de una vocación divina? 2. ¿Qué es el matrimonio? 3. ¿Cuáles son las principales características de la unión matrimonial? Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno 4. Menciona cuáles son los deberes de los padres hacia los hijos. 5. Menciona cuáles son los deberes de los hijos para con sus padres. 6. Explica cuál es la naturaleza de la familia. 7. Explica brevemente qué dice el CEC sobre la familia cristiana y la familia y la sociedad. 8. Explica brevemente que dice la doctrina cristiana sobre la sexualidad humana. 9. ¿Qué es la virtud de la pureza? 10.Menciona algunos medios para vivirla. 11.Menciona cuáles son los pecados contre el sexto y el noveno mandamiento.
Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Sesión 10
La vida, don de Dios Esquema de la lección I. II. III. IV.
La vida, don de Dios y colaboración del hombre Deberes que contiene el quinto mandamiento Pecados contra el quinto mandamiento Visión cristiana del sufrimiento y de la muerte
Profundiza tu fe
Leamos a continuación un doloroso testimonio de la vida real: “Tengo un sueño recurrente: me veo flotando en medio de la oscuridad mientras giro cada vez más de prisa en una región sin nombre, fuera del tiempo, casi no terrenal. Me angustio y quiero poner los pies en el suelo. Pero no hay nada sobre lo que plantar los pies. Esta es mi pesadilla: soy una persona engendrada por inseminación artificial con esperma de un donante y nunca conoceré la mitad de mi identidad".
Estas dramáticas palabras son el impresionante testimonio de Margaret R. Brown, norteamericana de 19 años de edad, engendrada por inseminación artificial. Para profundizar en el tema es conveniente leer en el Catecismo de la Iglesia Católica los nn. 2258-2267, 2270, 2273, 2276-2278, 2280, 2284, 2288, 22922293, 2297, 2302, 2307-2309. Catecismo:
Cuerpo doctrinal I. La vida, don de Dios y colaboración del hombre
VIDA: "La vida humana es sagrada porque desde su inicio comporta la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el creador, su único fin. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su termino: nadie, en ninguna circunstancia puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente".52 La vida nace en el seno del amor, entre un hombre y una mujer que se aman y colaboran con Dios, concibiendo a otro ser humano. Este ser tiene una dignidad especial, tiene propia personalidad, un modo de ser único e irrepetible. Dios lo ha pensado desde la eternidad, le ha dado un alma espiritual, lo ama como es, de ahí su dignidad que confiere un valor especialísimo a 52
JUAN P ABLO II, Encíclica Evangelium Vitae n.53, 1995. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno su vida. La vida humana es un bien, es un valor incomparable que está por encima de todo, sin ella no hay posibilidad de acceder a la gloria eterna de Dios, además que todos estamos llamados a ser hijos de Dios, razones para defender y respetar la vida humana en todo momento, desde su comienzo hasta su fin natural. 53 II. Deberes que contiene el quinto mandamiento 54
Son todos aquellos que van orientados a defender la vida propia y la ajena, la dignidad del hombre en todas sus manifestaciones. No hay que perder de vista que la vida es un don de Dios, que solamente Él puede dar y que no nos pertenece. 1. Principios fundamentales •
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El hombre es creatura, Dios es su Señor y Padre. Sólo Dios es dueño y Señor de la vida. El hombre es una unidad de cuerpo y alma. El hombre goza de una dignidad especial y, defender la vida es defender el cuerpo y el alma.
2. Deberes relacionados con el cuerpo
El cuerpo es un don de Dios que se debe apreciar, agradecer, conservar y hacer rendir al máximo para el servicio de Dios. 3. Deberes relacionados con el alma
Desarrollar y formar rectamente todas las capacidades que contiene: la inteligencia, la voluntad, la conciencia, la vida espiritual, la vida de gracia, las virtudes teologales y morales, especialmente la vida de unión con Dios por la gracia. Cuidar y acrecentar la vida de gracia es velar la vida eterna. III. Pecados contra el quinto mandamiento •
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Contra uno mismo: consumo de drogas, de bebidas alcohólicas en exceso, suicidio, mutilación, eutanasia. Contra los demás: asesinato, esterilización, aborto, faltas contra la dignidad de las personas, la muerte moral, otros como promover peleas, ataques verbales o físicos, insultos, bromas pesadas, indirectas, dejarse llevar de la ira. etc.
1. Casos especiales
Cf. C ARMENA, o.c. p.p. 180-181. Para profundizar con mayor detalle en el tema de los deberes del quinto mandamiento Cf. S ADAMONROY , o.c. p.p. 154-172. 53 54
Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno a. Los casos de doble efecto
Son situaciones en que es lícito realizar acciones de las que se seguirán dos efectos: uno bueno, querido en sí, y otro malo, no querido aunque si conocido. Siempre se deben dar estas condiciones: • • •
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Que la acción realizada no sea en sí mala. Que el efecto inmediato o primero que se produzca sea el bueno. Que lo que se busque realmente sea el efecto bueno, y el malo solamente se permita. Que haya un motivo suficiente o proporcionado para permitir el efecto malo.
b. Homicidio en legítima defensa
Siempre tiene uno el deber de defenderse y, si en alguna ocasión la única defensa posible es quitarle la vida al agresor, puede hacerlo. Deben cumplirse estas condiciones: •
•
Que los medios que se usan para defenderse sean los absolutamente necesarios. Matar en defensa propia es lícito pero no siempre obligatorio, es decir, el agredido puede renunciar a defenderse cuando sólo corre peligro su vida.
c. Pena de muerte
El fundamento de la pena de muerte el la autodefensa de la sociedad a través de sus instancias legítimas en casos extremos. Es un último recurso aplicable como único medio para salvar la sociedad. Si un país la aprueba, deberá tener presente estos principios: • •
•
La pena de muerte debe evitarse al máximo. En caso de aplicarla, sólo se hará en situaciones especiales que pongan en serio peligro a la sociedad. Sólo corresponderá al Estado, a través de sus instancias legislativas, después del correspondiente juicio y de haber fallado un veredicto claro y exacto, aplicar esta pena.
d. Manejo imprudente de vehículos
Especialmente de grandes camiones que pueden poner en peligro la vida de muchas personas es un gravísimo pecado contra la vida, mas grave cuando siendo causante de un accidente se reacciona con frialdad, indiferencia y cinismo sin ni siquiera notificar el hecho a la autoridad; y peor aún, cuando el que lo causa se da a la fuga. Esto se aplica a los accidentes de trabajo producidos por imprudencia, a los deportes peligrosos. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno e. La guerra
Para que se de una guerra justa ha de ser defensiva, nunca agresiva. Debe tener estas características: • • • •
•
Declarada ante una grave amenaza: militar o económica. Como última instancia, es decir, después de haber agotado todos los medios diplomáticos. Con posibilidad de éxito, sin que los daños que sufra el pueblo sean superiores a los que produciría la invasión. Empleando sólo medios proporcionados, sin ensañarse con la población civil, sin destruir bienes vitales, sin asesinar inocentes ni maltratar a los prisioneros, etc.55
V. Visión cristiana del sufrimiento y de la muerte 1. El problema del mal
El hombre hace el mal porque es libre, pero también hace el bien porque es libre, y sólo porque es libre puede llegar a conocer a Dios y disfrutar eternamente junto a El. Luego, la libertad es un gran valor que Dios ha dado al ser humano pero que está supeditado a otros valores. El mal se da cuando el hombre hace mal uso de sus talentos. Dios dio al hombre esos dones como medios para poseerlo a Él, pero no lo dejo solo, también le dio otros dones: sacramentos, Iglesia, Escritura, Encarnación de Cristo, para ayudarle a hacer un buen uso de su vida, al hombre le toca hacer buen uso de ellos y darle un sentido y cumplimiento a su vida. 56 2. Sentido del dolor y de la muerte
El Evangelio nos dice que el dolor no solamente es uno de los temas de la Buena Nueva, "sino además la revelación de la fuerza salvadora y del significado salvífico del sufrimiento en la misión mesiánica de Cristo y luego en la misión y en la vocación de la Iglesia." 57 Resumen
La vida humana es un bien, es un valor incomparable que está por encima de todo, sin ella no hay posibilidad de acceder a la gloria eterna de Dios, todos estamos llamados a ser hijos de Dios, razones para defender y respetar la vida humana en todo momento, desde su comienzo hasta su fin natural. Los deberes que contiene el quinto mandamiento son todos aquellos que van orientados a defender la vida propia y la ajena, la dignidad del hombre en todas sus manifestaciones. Para profundizar en los casos especiales Cf. C ARMENA, o.c. p.p. 190-195. Cf. ibid. p.p. 195, 196. 57 JUAN P ABLO II, Carta Apostólica Salvifici doloris. n. 25,8, 1984. 55 56
Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno No hay que perder de vista que la vida es un don de Dios, que solamente Él puede dar y que no nos pertenece. Los principios fundamentales son: el hombre es creatura, Dios es su Señor y Padre. Sólo Dios es dueño y Señor de la vida. El hombre es una unidad de cuerpo y alma. El hombre goza de una dignidad especial y, defender la vida es defender el cuerpo y el alma. Los pecados contra este mandamiento son: contra uno mismo: consumo de drogas, de bebidas alcohólicas en exceso, suicidio, mutilación, eutanasia. Contra los demás: asesinato, esterilización, aborto, faltas contra la dignidad de las personas, la muerte moral, otros como promover peleas, ataques verbales o físicos, insultos, etc. Los casos especiales son: los casos de doble efecto, el homicidio en legítima defensa, la pena de muerte, el manejo imprudente de vehículos, la guerra. Para recordar •
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La vida humana es sagrada porque desde su inicio comporta la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el creador, su único fin. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su termino.(EV 53)
El mal se da cuando el hombre hace mal uso de sus talentos. La libertad es un gran valor que Dios ha dado al ser humano pero que está supeditado a otros valores. El hombre hace el mal porque es libre, pero también hace el bien porque es libre, y sólo porque es libre puede llegar a conocer a Dios y disfrutar eternamente junto a El. “además la revelación de la fuerza salvadora y del significado salvífico del sufrimiento en la misión mesiánica de Cristo y luego en la misión y en la vocación de la Iglesia." (Salvifici doloris. n. 25,8)
Lecturas complementarias Juan Pablo II, Encíclica Evangelium Vitae, 1995. Valor incomparable de la persona humana
2. El hombre está llamado a una plenitud de vida que va más allá de las dimensiones de su existencia terrena, ya que consiste en la participación de la Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno vida misma de Dios. Lo sublime de esta vocación sobrenatural manifiesta la grandeza y el valor de la vida humana incluso en su fase temporal. En efecto, la vida en el tiempo es condición básica, momento inicial y parte integrante de todo el proceso unitario de la vida humana. Un proceso que, inesperada e inmerecidamente, es iluminado por la promesa y renovado por el don de la vida divina, que alcanzará su plena realización en la eternidad (cf. 1 Jn 3, 1-2). Al mismo tiempo, esta llamada sobrenatural subraya precisamente el carácter relativo de la vida terrena del hombre y de la mujer. En verdad, esa no es realidad « última », sino « penúltima »; es realidad sagrada, que se nos confía para que la custodiemos con sentido de responsabilidad y la llevemos a perfección en el amor y en el don de nosotros mismos a Dios y a los hermanos. La Iglesia sabe que este Evangelio de la vida, recibido de su Señor, tiene un eco profundo y persuasivo en el corazón de cada persona, creyente e incluso no creyente, porque, superando infinitamente sus expectativas, se ajusta a ella de modo sorprendente. Todo hombre abierto sinceramente a la verdad y al bien, aun entre dificultades e incertidumbres, con la luz de la razón y no sin el influjo secreto de la gracia, puede llegar a descubrir en la ley natural escrita en su corazón (cf. Rm 2, 14-15) el valor sagrado de la vida humana desde su inicio hasta su término, y afirmar el derecho de cada ser humano a ver respetado totalmente este bien primario suyo. En el reconocimiento de este derecho se fundamenta la convivencia humana y la misma comunidad política. Los creyentes en Cristo deben, de modo particular, defender y promover este derecho, conscientes de la maravillosa verdad recordada por el Concilio Vaticano II: « El Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre ».2 En efecto, en este acontecimiento salvífico se revela a la humanidad no sólo el amor infinito de Dios que « tanto amó al mundo que dio a su Hijo único » (Jn 3, 16), sino también el valor incomparable de cada persona humana. La Iglesia, escrutando asiduamente el misterio de la Redención, descubre con renovado asombro este valor y se siente llamada a anunciar a los hombres de todos los tiempos este « evangelio », fuente de esperanza inquebrantable y de verdadera alegría para cada época de la historia. El Evangelio del amor de Dios al hombre, el Evangelio de la dignidad de la persona y el Evangelio de la vida son un único e indivisible Evangelio. Por ello el hombre, el hombre viviente, constituye el camino primero y fundamental de la Iglesia. No habrá ya muerte » (Ap 21, 4): esplendor de la resurrección
105. La anunciación del ángel a María se encuentra entre estas confortadoras palabras: « No temas, María » y « Ninguna cosa es imposible para Dios » (Lc 1, 30.37). En verdad, toda la existencia de la Virgen Madre está marcada por la certeza de que Dios está a su lado y la acompaña con su providencia benévola. Esta es también la existencia de la Iglesia, que encuentra « un lugar » (Ap 12, 6) en el desierto, lugar de la prueba, pero también de la manifestación del amor de Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Dios hacia su pueblo (cf. Os 2, 16). María es la palabra viva de consuelo para la Iglesia en su lucha contra la muerte. Mostrándonos a su Hijo, nos asegura que las fuerzas de la muerte han sido ya derrotadas en El: « Lucharon vida y muerte en singular batalla, y, muerto el que es la Vida, triunfante se levanta ». El Cordero inmolado vive con las señales de la pasión en el esplendor de la resurrección. Sólo El domina todos los acontecimientos de la historia: desata sus « sellos » (cf. Ap 5, 1-10) y afirma, en el tiempo y más allá del tiempo, el poder de la vida sobre la muerte. En la « nueva Jerusalén », es decir, en el mundo nuevo, hacia el que tiende la historia de los hombres, « no habrá ya muerte, ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado » (Ap 21, 4). Y mientras, como pueblo peregrino, pueblo de la vida y para la vida, caminamos confiados hacia « un cielo nuevo y una tierra nueva » (Ap 21, 1), dirigimos la mirada a aquélla que es para nosotros « señal de esperanza cierta y de consuelo » Oh María, aurora del mundo nuevo, Madre de los vivientes, a Ti confiamos la causa de la vida: mira, Madre, el número inmenso de niños a quienes se impide nacer, de pobres a quienes se hace difícil vivir, de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana, de ancianos y enfermos muertos a causa de la indiferencia o de una presunta piedad. Haz que quienes creen en tu Hijo sepan anunciar con firmeza y amor a los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida. Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo, la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia, para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad, la civilización de la verdad y del amor, para alabanza y gloria de Dios Creador y amante de la vida. Bibliografía
1. C ARMENA L AREDO MIGUEL. El amor es más fuerte. Ed. Diana-Ediciones Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Escuela de la Fe. 2ª. Edic. México. 1996. 2. C ATECISMO DE LA IGLESIA C ATÓLICA (CEC). Ed. LEV. Roma. 2005. Autoevaluación
1. ¿Por qué es sagrada la vida humana? 2. ¿Cuáles son los deberes del quinto mandamiento? 3. ¿Cuáles son los pecados contra el quinto mandamiento? 4. ¿Cuál es la raíz del problema del mal? 5. ¿Qué sentido da el cristianismo al dolor y a la muerte?
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Manual de Ética Cristiana Alumno Sesión 11
Los bienes de este mundo: el hombre y la creación Esquema de la lección I. II. III. IV. V.
El uso correcto de los bienes creados A propiedad privada Pecados contra el séptimo mandamiento El décimo mandamiento La función de la propiedad privada
Profundiza tu fe
El hombre tiene así una cierta afinidad con las demás creaturas: está llamado a utilizarlas, a ocuparse de ellas y —siempre según la narración del Génesis (2, 15)— es colocado en el jardín para cultivarlo y custodiarlo, por encima de todos los demás seres puestos por Dios bajo su dominio (cf. ibid. 1, 15 s.). Pero al mismo tiempo, el hombre debe someterse a la voluntad de Dios, que le pone límites en el uso y dominio de las cosas (cf. ibid. 2, 16 s.), a la par que le promete la inmortalidad (cf. ibid. 2, 9; Sab 2, 23). El hombre, pues, al ser imagen de Dios, tiene una verdadera afinidad con El. Según esta enseñanza, el desarrollo no puede consistir solamente en el uso, dominio y posesión indiscriminada de las cosas creadas y de los productos de la industria humana, sino más bien en subordinar la posesión, el dominio y el uso a la semejanza divina del hombre y a su vocación a la inmortalidad. Esta es la realidad trascendente del ser humano, la cual desde el principio aparece participada por una pareja, hombre y mujer (cf. Gén 1, 27), y es por consiguiente fundamentalmente social. 58
Para profundizar en el tema es conveniente leer en el Catecismo de la Iglesia Católica los nn. 2401-2408, 2415, 2419-2423, 2535-2550. Catecismo:
Cuerpo doctrinal I.
El uso correcto de los bienes creados
El hombre es el único ser dotado de razón, de inteligencia, el único que puede romper el orden de la naturaleza, transformarla y ejercer dominio sobre ella. Esta facultad de dominio sobre los seres creados responde a un mandato de Dios (Cf. Gen 1, 28). Dios es Señor de todo y a El debe ser sometido todo. Todo lo creado es medio para que el hombre llegue al Bien. II. La propiedad privada 58
JUAN P ABLO II, Encíclica Sollicitudo Rei Socialis , n. 29, 1987. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Es un derecho fundamental del ser humano, de la persona, es un derecho natural que refleja dos cosas: la primacía del hombre sobre las cosas y la capacidad del hombre, gracias a su inteligencia y libertad, para administrarlas rectamente. Es un derecho del hombre por el solo hecho de ser hombre.59 III. Pecados contra el séptimo mandamiento
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El séptimo mandamiento prohíbe tomar o retener el bien del prójimo injustamente y perjudicar de cualquier manera al prójimo en sus bienes. Exige el respeto del destino universal de los bienes y del derecho de propiedad privada. Los pecados que atentan contra este mandamiento son: el robo en todas sus formas, la retención injusta, el daño injusto. IV. El décimo mandamiento 1. Actitud ante las riquezas
El Evangelio nos enseña cómo debe ser nuestra actitud ante las riquezas y los bienes de este mundo: "allí donde está tu tesoro está tu corazón" . (Cf. Mt 6,21). El primer mandamiento nos dice que el amor a Dios esta por encima de todo. Si nuestro corazón se desvía y pasa a amar a los bienes como fines, empezamos a cultivar actitudes contrarias a los criterios del Evangelio. 2. Valor de los bienes materiales
Jesucristo, en su paso por la tierra, nos ha enseñado a devolver a los bienes materiales su auténtico valor y a centrarnos en la búsqueda de Dios. Nos ha enseñado que todas las cosas creadas de este mundo son buenas en sí pero que pueden convertirse en enemigos si nos apegamos a ella y dejamos a Dios fuera de nuestro corazón. Hay que desapegarse de lo creado para buscar al Creador. V. La función social de la propiedad privada
Toda propiedad, incluso la privada, está instituida para el bien del hombre. La propiedad privada es el modo racional de hacer efectivo y ordenado el destino universal de los bienes respetando la libertad humana. El derecho de todos los hombres a los bienes de este mundo se actúa a través de ella.
Cf. C ARMENA, o.c. p.p. 228-230. Para profundizar en el tema de los pecados contra el séptimo mandamiento Cf. S ADA-MONROY , o.c. p.p. 204-208. 59 60
Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Los bienes los adquiere el hombre con su trabajo y todo hombre tiene por ello derecho a un trabajo y a su justa retribución. Sobre este principio se fundamenta la obligación de pagar impuestos (dar el destino universal a los bienes). El Estado es administrador, no dueño de estas contribuciones. En caso de extrema necesidad hay derecho, y a veces incluso el deber, de apropiarse de bienes ajenos. Cada persona es administrador de los bienes materiales y ha de dar cuenta a Dios de su administración.61 Resumen
El hombre es el único ser dotado de razón, de inteligencia, el único que puede romper el orden de la naturaleza, transformarla y ejercer dominio sobre ella. Dios es Señor de todo y a El debe ser sometido todo. Todo lo creado es medio para que el hombre llegue al Bien. La propiedad privada es un derecho fundamental del ser humano, que refleja dos cosas: a) La primacía del hombre sobre las cosas b) La capacidad del hombre, gracias a su inteligencia y libertad, para administrarlas rectamente. Los pecados contra el séptimo mandamiento son: el robo en todas sus formas, la retención injusta, el daño injusto. El Evangelio nos enseña nuestra actitud ante las riquezas y los bienes de este mundo: "allí donde está tu tesoro está tu corazón" . El primer mandamiento nos dice que el amor a Dios esta por encima de todo. Jesucristo, en su paso por la tierra, nos ha enseñado a devolver a los bienes materiales su auténtico valor y a centrarnos en la búsqueda de Dios. Toda propiedad, incluso la privada, está instituida para el bien del hombre. La propiedad privada es el modo racional de hacer efectivo y ordenado el destino universal de los bienes respetando la libertad humana. Los bienes los adquiere el hombre con su trabajo y todo hombre tiene por ello derecho a un trabajo y a su justa retribución. Para profundizar en el tema del décimo mandamiento y en la función de la propiedad privada Cf. C ARMENA, o.c. p.p.234-239. 61
Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Para recordar •
Sólo Dios es Señor de todo y a El debe ser sometido todo.
•
Todo lo creado es medio para que el hombre llegue al Bien.
•
“allí donde está tu tesoro está tu corazón” (Mt 6,21)
•
La propiedad privada es un derecho del hombre por el hecho de ser hombre.
•
Cada persona es administrador de los bienes materiales y ha de dar cuenta a Dios de su administración.
Lecturas complementarias Juan Pablo II, Encíclica Centesimus Annus, 1991. IV. La propiedad privada y el destino universal de los bienes
30. En la Rerum novarum León XIII afirmaba enérgicamente y con varios argumentos el carácter natural del derecho a la propiedad privada, en contra del socialismo de su tiempo. Este derecho, fundamental en toda persona para su autonomía y su desarrollo, ha sido defendido siempre por la Iglesia hasta nuestros días. Asimismo, la Iglesia enseña que la propiedad de los bienes no es un derecho absoluto, ya que en su naturaleza de derecho humano lleva inscrita la propia limitación. A la vez que proclamaba con fuerza el derecho a la propiedad privada, el Pontífice afirmaba con igual claridad que el «uso» de los bienes, confiado a la propia libertad, está subordinado al destino primigenio y común de los bienes creados y también a la voluntad de Jesucristo, manifestada en el Evangelio. Escribía a este respecto: «Así pues los afortunados quedan avisados...; los ricos deben temer las tremendas amenazas de Jesucristo, ya que más pronto o más tarde habrán de dar cuenta severísima al divino Juez del uso de las riquezas»; y, citando a santo Tomás de Aquino, añadía: «Si se pregunta cómo debe ser el uso de los bienes, la Iglesia responderá sin vacilación alguna: "a este respecto el hombre no debe considerar los bienes externos como propios, sino como comunes"... porque "por encima de las leyes y de los juicios de los hombres está la ley, el juicio de Cristo"» Los sucesores de León XIII han repetido esta doble afirmación: la necesidad y, por tanto, la licitud de la propiedad privada, así como los límites que pesan sobre ella-También el Concilio Vaticano II ha propuesto de nuevo la doctrina tradicional con palabras que merecen ser citadas aquí textualmente: «El hombre, usando estos bienes, no debe considerar las cosas exteriores que legítimamente Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás». Y un poco más adelante: «La propiedad privada o un cierto dominio sobre los bienes externos aseguran a cada cual una zona absolutamente necesaria de autonomía personal y familiar, y deben ser considerados como una ampliación de la libertad humana... La propiedad privada, por su misma naturaleza, tiene también una índole social, cuyo fundamento reside en el destino común de los bienes». La misma doctrina social ha sido objeto de consideración por mi parte, primeramente en el discurso a la III Conferencia del Episcopado latinoamericano en Puebla y posteriormente en las encíclicas Laborem exercens y Sollicitudo rei socialis. 31. Releyendo estas enseñanzas sobre el derecho a la propiedad y el destino común de los bienes en relación con nuestro tiempo, se puede plantear la cuestión acerca del origen de los bienes que sustentan la vida del hombre, que satisfacen sus necesidades y son objeto de sus derechos. El origen primigenio de todo lo que es un bien es el acto mismo de Dios que ha creado el mundo y el hombre, y que ha dado a éste la tierra para que la domine con su trabajo y goce de sus frutos (cf. Gn 1, 28-29). Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno. He ahí, pues, la raíz primera del destino universal de los bienes de la tierra. Ésta, por su misma fecundidad y capacidad de satisfacer las necesidades del hombre, es el primer don de Dios para el sustento de la vida humana. Ahora bien, la tierra no da sus frutos sin una peculiar respuesta del hombre al don de Dios, es decir, sin el trabajo. Mediante el trabajo, el hombre, usando su inteligencia y su libertad, logra dominarla y hacer de ella su digna morada. De este modo, se apropia una parte de la tierra, la que se ha conquistado con su trabajo: he ahí el origen de la propiedad individual. Obviamente le incumbe también la responsabilidad de no impedir que otros hombres obtengan su parte del don de Dios, es más, debe cooperar con ellos para dominar juntos toda la tierra. A lo largo de la historia, en los comienzos de toda sociedad humana, encontramos siempre estos dos factores, el trabajo y la tierra; en cambio, no siempre hay entre ellos la misma relación. En otros tiempos la natural fecundidad de la tierra aparecía, y era de hecho, como el factor principal de riqueza, mientras que el trabajo servía de ayuda y favorecía tal fecundidad. En nuestro tiempo es cada vez más importante el papel del trabajo humano en cuanto factor productivo de las riquezas inmateriales y materiales; por otra parte, es evidente que el trabajo de un hombre se conecta naturalmente con el de otros hombres. Hoy más que nunca, trabajar es trabajar con otros y trabajar para otros: es hacer algo para alguien. El trabajo es tanto más fecundo y productivo, cuanto el hombre se hace más capaz de conocer las potencialidades productivas de la tierra y ver en profundidad las necesidades de los otros hombres, para quienes se trabaja.
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Manual de Ética Cristiana Alumno 32. Existe otra forma de propiedad, concretamente en nuestro tiempo, que tiene una importancia no inferior a la de la tierra: es la propiedad del conocimiento, de la técnica y del saber. En este tipo de propiedad, mucho más que en los recursos naturales, se funda la riqueza de las naciones industrializadas. Se ha aludido al hecho de que el hombre trabaja con los otros hombres, tomando parte en un «trabajo social» que abarca círculos progresivamente más amplios. Quien produce una cosa lo hace generalmente —aparte del uso personal que de ella pueda hacer— para que otros puedan disfrutar de la misma, después de haber pagado el justo precio, establecido de común acuerdo mediante una libre negociación. Precisamente la capacidad de conocer oportunamente las necesidades de los demás hombres y el conjunto de los factores productivos más apropiados para satisfacerlas es otra fuente importante de riqueza en una sociedad moderna. Por lo demás, muchos bienes no pueden ser producidos de manera adecuada por un solo individuo, sino que exigen la colaboración de muchos. Organizar ese esfuerzo productivo, programar su duración en el tiempo, procurar que corresponda de manera positiva a las necesidades que debe satisfacer, asumiendo los riesgos necesarios: todo esto es también una fuente de riqueza en la sociedad actual. Así se hace cada vez más evidente y determinante el papel del trabajo humano, disciplinado y creativo, y el de las capacidades de iniciativa y de espíritu emprendedor, como parte esencial del mismo trabajo. Dicho proceso, que pone concretamente de manifiesto una verdad sobre la persona, afirmada sin cesar por el cristianismo, debe ser mirado con atención y positivamente. En efecto, el principal recurso del hombre es, junto con la tierra, el hombre mismo. Es su inteligencia la que descubre las potencialidades productivas de la tierra y las múltiples modalidades con que se pueden satisfacer las necesidades humanas. Es su trabajo disciplinado, en solidaria colaboración, el que permite la creación de comunidades de trabajo cada vez más amplias y seguras para llevar a cabo la transformación del ambiente natural y la del mismo ambiente humano. En este proceso están comprometidas importantes virtudes, como son la diligencia, la laboriosidad, la prudencia en asumir los riesgos razonables, la fiabilidad y la lealtad en las relaciones interpersonales, la resolución de ánimo en la ejecución de decisiones difíciles y dolorosas, pero necesarias para el trabajo común de la empresa y para hacer frente a los eventuales reveses de fortuna. La moderna economía de empresa comporta aspectos positivos, cuya raíz es la libertad de la persona, que se expresa en el campo económico y en otros campos. En efecto, la economía es un sector de la múltiple actividad humana y en ella, como en todos los demás campos, es tan válido el derecho a la libertad como el deber de hacer uso responsable del mismo. Hay, además, diferencias específicas entre estas tendencias de la sociedad moderna y las del pasado incluso reciente. Si en otros tiempos el factor decisivo de la producción era la tierra y luego lo fue el capital, entendido como conjunto masivo de maquinaria y de bienes instrumentales, hoy día el factor decisivo es cada vez más el hombre mismo, es Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno decir, su capacidad de conocimiento, que se pone de manifiesto mediante el saber científico, y su capacidad de organización solidaria, así como la de intuir y satisfacer las necesidades de los demás. Bibliografía
1. C ARMENA L AREDO MIGUEL. El amor es más fuerte. Ed. Diana-Ediciones Escuela de la Fe. 2ª. Edic. México. 1996. 2. C ATECISMO DE LA IGLESIA C ATÓLICA (CEC). Ed. LEV. Roma. 2005. Autoevaluación
1. ¿Qué es la propiedad privada? 2. ¿Cuáles son los pecados contra el séptimo mandamiento? 3. ¿Cuál debe ser la actitud del hombre frente a las riquezas? 4. ¿Cuál es el valor de los bienes materiales? 5. Explica cuál es la función de la propiedad privada.
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Manual de Ética Cristiana Alumno Sesión 12
El cristiano en la sociedad: construir la civilización del amor Esquema de la lección I. La Iglesia ante la cuestión social II. El pensamiento de la iglesia sobre la persona y la sociedad III. Los conceptos principales de la Doctrina Social, según el Catecismo de la Iglesia Católica Profundiza tu fe
A los hombres y mujeres de nuestro tiempo, sus compañeros de viaje, la Iglesia ofrece también su doctrina social. En efecto, cuando la Iglesia « cumple su misión de anunciar el Evangelio, enseña al hombre, en nombre de Cristo, su dignidad propia y su vocación a la comunión de las personas; y le descubre las exigencias de la justicia y de la paz, conformes a la sabiduría divina ». Esta doctrina tiene una profunda unidad, que brota de la Fe en una salvación integral, de la Esperanza en una justicia plena, de la Caridad que hace verdaderamente hermanos a todos los hombres en Cristo: es una expresión del amor de Dios por el mundo, que Él ha amado tanto « que dio a su Hijo único » ( Jn 3,16). La ley nueva del amor abarca la humanidad entera y no conoce fronteras, porque el anuncio de la salvación en Cristo se extiende «hasta los confines de la tierra» ( Hch 1,8).62
Para profundizar en el tema es conveniente leer en el Catecismo de la Iglesia Católica los nn. 1877- 1849; 2419-2449. Catecismo:
Cuerpo doctrinal I. La Iglesia ante la cuestión social
La Iglesia ha mostrado siempre un interés verdadero por la justicia social y el respeto del hombre en las relaciones sociales. Jesús enseñó este modo de actuar y lo legó a la Iglesia. Desde fines del siglo pasado hasta nuestros días, periodo caracterizado por la diversidad de cambios sociales, los Papas y la Iglesia han levantado la voz para defender la dignidad humana ante todo lo que ataca al plan maravilloso de Dios sobre el hombre y lo convierte en un simple instrumento al servicio de oscuros intereses. Tenemos la Encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII hasta la Centesimus Annus de Juan Pablo II, además de más de un centenar de documentos que han PONTIFICIO CONSEJO DE LA JUSTICIA Y LA P AZ, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia , n. 3, 2005. 62
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Manual de Ética Cristiana Alumno marcado a los hombres de buena voluntad una guía para la construcción de una sociedad más justa y humana, teniendo un medio eficaz de santificar las realidades temporales. Estas enseñanzas forman lo que conocemos como la Doctrina Social de la Iglesia. La Doctrina Social de la Iglesia es la parte del Magisterio de la Iglesia que, fundada en la Revelación, en la Tradición de la Iglesia y en la ley natural, aplica la moral cristiana a las diversas situaciones que encuentra el hombre en su actuar dentro del mundo. La Doctrina Social Católica: es la elaboración de los teólogos y expertos sobre la base de la Doctrina Social de la Iglesia. También se denomina Doctrina Social Cristiana. Por formar parte del Magisterio de la Iglesia, la Doctrina Social de la Iglesia goza de una autoridad única ante todos los católicos, además de contener una gran riqueza que todo católico debe conocer y entender. 63 II. El pensamiento de la Iglesia sobre la persona y la sociedad. 1. Principios fundamentales
En el Catecismo de la Iglesia Católica nos presenta dos principios fundamentales sobre el hombre y la sociedad: •
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El hombre necesita de la sociedad para desarrollarse de acuerdo a su propia naturaleza de persona humana (imagen de Dios Uno y Trino). Ciertas sociedades como la familia y la comunidad civil corresponden inmediatamente a la naturaleza del hombre. La persona humana es y debe ser principio, sujeto y fin de todas las instituciones sociales.
2. Fundamentos de la doctrina sobre el hombre y la sociedad.
El CEC recoge los fundamentos de la Doctrina de la Iglesia que podemos resumirlos en: •
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La vocación de la humanidad es manifestar la imagen de Dios y ser transformada a imagen de Jesucristo. (Cf. CEC 1878). Todos los hombres son llamados al mismo fin: Dios. El hombre es un ser social. Necesita vivir en sociedad para alcanzar su fin. (Cf. CEC 1879).
Cf. C ARMENA, o.c. p.p. 246, 247. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Una sociedad es un conjunto de personas ligadas de manera orgánica por un principio de unidad que supera a cada una de ellas. El principio, sujeto y fin de todas las instituciones sociales es la persona humana. (Cf. CEC 1880). La sociedad es indispensable para la realización de la vocación humana. Se debe apelar a las capacidades espirituales y morales de la persona y a la exigencia permanente de su conversión interior para obtener cambios sociales que estén realmente a su servicio. (Cf. CEC 1886). El hombre requiere de la ayuda de la Gracia. La caridad representa el mayor mandamiento social: a través del camino de la caridad, es decir, del amor de Dios y del prójimo. (Cf. CEC 1883-1885, 1888-1889).
III. Los conceptos principales de la Doctrina Social, según el Catecismo de la Iglesia Católica
Estos conceptos los extrae la CEC de las principales encíclicas escritas por los Papas sobre estos temas y de la Constitución pastoral Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II, (Cf. CEC 1897-1948). • • • • • • • •
Principio de subsidiariedad Principio de autoridad Principio del bien común Responsabilidad y Participación Justicia social Respeto a la persona humana Igualdades y diferencias Principio de solidaridad
Resumen
La Iglesia ha mostrado siempre un interés verdadero por la justicia social y el respeto del hombre en las relaciones sociales. Los Papas y la Iglesia han levantado la voz para defender la dignidad humana ante todo lo que ataca al plan maravilloso de Dios sobre el hombre y lo convierte en un simple instrumento al servicio de oscuros intereses. La Doctrina social de la Iglesia es la parte del Magisterio de la Iglesia que, fundada en la Revelación, en la Tradición de la Iglesia y en la ley natural, aplica la moral cristiana a las diversas situaciones que encuentra el hombre en su actuar dentro del mundo. Los principios que nos presenta el CEC sobre el hombre y la sociedad son: que el hombre necesita de la sociedad para desarrollarse de acuerdo a su propia naturaleza de persona humana y que la persona humana es y debe ser principio, sujeto y fin de todas las instituciones sociales.
Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Los principales fundamentos que recoge la Doctrina de la Iglesia son entre otros: •
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La vocación de la humanidad es manifestar la imagen de Dios y ser transformada a imagen de Jesucristo. Todos los hombres son llamados al mismo fin: Dios. El hombre es un ser social. Una sociedad es un conjunto de personas ligadas de manera orgánica por un principio de unidad que supera a cada una de ellas. La sociedad es indispensable para la realización de la vocación humana. Se debe apelar a las capacidades espirituales y morales de la persona y a la exigencia permanente de su conversión interior para obtener cambios sociales que estén realmente a su servicio. El hombre requiere de la ayuda de la Gracia. La caridad representa el mayor mandamiento social: a través del camino de la caridad, es decir, del amor de Dios y del prójimo.
Los principales conceptos que toma el CEC de las encíclicas escritas por los Papas sobre el tema son: • • • • • • • •
Principio de subsidiariedad Principio de autoridad Principio del bien común Responsabilidad y Participación Justicia social Respeto a la persona humana Igualdades y diferencias Principio de solidaridad
Para recordar •
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Los Papas y la Iglesia han levantado la voz para defender la dignidad humana ante todo lo que ataca al plan maravilloso de Dios sobre el hombre y lo convierte en un simple instrumento al servicio de oscuros intereses. La Doctrina Social de la Iglesia aplica la moral cristiana a las diversas situaciones que encuentra el hombre en su actuar dentro del mundo. La persona humana es y debe ser principio, sujeto y fin de todas las instituciones sociales. La vocación de la humanidad es manifestar la imagen de Dios y ser transformada a imagen de Jesucristo. El hombre es un ser social. Necesita vivir en sociedad para alcanzar su fin.
Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno •
El hombre requiere de la ayuda de la Gracia.
Lecturas complementarias Angelo Card. Sodano, Carta al Sr. Card. Renato Raffaele Martino, Presidente del Pontificio Consejo “Justicia y Paz”, 29 de junio de 2004.
Señor Cardenal: En el transcurso de su historia, y en particular en los últimos cien años, la Iglesia nunca ha renunciado —según la expresión del Papa León XIII— a decir la « palabra que le corresponde » acerca de las cuestiones de la vida social. Continuando con la elaboración y la actualización de la rica herencia de la Doctrina Social Católica, el Papa Juan Pablo II, por su parte, ha publicado tres grandes encíclicas —Laborem exercens, Sollicitudo rei socialis y Centesimus annus—, que constituyen etapas fundamentales del pensamiento católico sobre el argumento. Por su parte, numerosos Obispos, en todas las partes del mundo, han contribuido en estos últimos años a profundizar la doctrina social de la Iglesia. Lo mismo han hecho muchos estudiosos, en todos los Continentes. 1. Era de esperarse, por tanto, que se proveyera a la redacción de un compendio de toda la materia, presentando en modo sistemático los puntos esenciales de la doctrina social católica. El Pontificio Consejo «Justicia y Paz», laudablemente se hizo cargo de ello, dedicando a la iniciativa un intenso trabajo a lo largo de los últimos años. Me complazco, por ello, de la publicación del volumen Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, compartiendo con Usted la alegría de ofrecerlo a los creyentes y a todos los hombres de buena voluntad, como alimento para el crecimiento humano y espiritual, personal y comunitario. 2. La obra muestra cómo la doctrina social católica tiene también el valor de instrumento de evangelización (cf. Centesimus annus, 54), porque pone en relación la persona humana y la sociedad con la luz del Evangelio. Los principios de la doctrina social de la Iglesia, que se apoyan en la ley natural, resultan después confirmados y valorizados, en la fe de la Iglesia, por el Evangelio de Jesucristo. Con esta luz, se invita al hombre, ante todo, a descubrirse como ser trascendente, en todas las dimensiones de su vida, incluida la que se refiere a los ámbitos sociales, económicos y políticos. La fe lleva a su plenitud el significado de la familia que, fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, constituye la célula primera y vital de la sociedad; la fe ilumina además la dignidad del trabajo que, en cuanto actividad del hombre destinada a su realización, tiene la prioridad sobre el capital y constituye un título de participación en los frutos que produce. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno 3. El presente texto resalta además la importancia de los valores morales, fundados en la ley natural escrita en la conciencia de cada ser humano, que por ello está obligado a reconocerla y respetarla. La humanidad reclama actualmente una mayor justicia al afrontar el vasto fenómeno de la globalización; siente viva la preocupación por la ecología y por una correcta gestión de las funciones públicas; advierte la necesidad de salvaguardar la identidad nacional, sin perder de vista el camino del derecho y la conciencia de la unidad de la familia humana. El mundo del trabajo, profundamente modificado por las modernas conquistas tecnológicas, ha alcanzado niveles extraordinarios de calidad, pero desafortunadamente registra también formas inéditas de precariedad, de explotación e incluso de esclavitud, en las mismas sociedades "opulentas". En diversas áreas del planeta, el nivel de bienestar sigue creciendo, pero también aumenta peligrosamente el número de los nuevos pobres y se amplía, por diversas razones, la distancia entre los países menos desarrollados y los países ricos. El libre mercado, que es un proceso económico con aspectos positivos, manifiesta sin embargo sus limitaciones. Por otra parte, el amor preferencial por los pobres representa una opción fundamental de la Iglesia, y Ella la propone a todos los hombres de buena voluntad. Se advierte así que la Iglesia debe hacer oír su voz sobre las res novae, típicas de la época moderna, porque le corresponde invitar a todos a prodigarse para que se consolide cada vez con mayor firmeza una auténtica civilización, orientada hacia la búsqueda de un desarrollo humano integral y solidario. 4. Las actuales cuestiones culturales y sociales atañen sobre todo a los fieles laicos, llamados, como recuerda el Concilio Ecuménico Vaticano II, a ocuparse de las realidades temporales ordenándolas según Dios (cf. Lumen gentium, 31). Se comprende así, la importancia fundamental de la formación de los laicos, para que con la santidad de su vida y con la fuerza de su testimonio, contribu yan al progreso de la humanidad. Este documento quiere ayudarles en su misión cotidiana. Además, es interesante hacer notar cómo muchos de los elementos aquí recogidos, son compartidos por las demás Iglesias y Comunidades eclesiales, así como por otras Religiones. El texto ha sido elaborado en modo que pueda ser aprovechado no sólo ad intra, es decir por los católicos, sino también ad extra. En efecto, los hermanos con quienes estamos unidos por el mismo Bautismo, los seguidores de otras Religiones y todos los hombres de buena voluntad, pueden encontrar aquí inspiraciones para una reflexión fecunda y un impulso común para el desarrollo integral de todos los hombres y de todo el hombre. 5. El Santo Padre confía que el presente documento ayude a la humanidad en la búsqueda diligente del bien común, e invoca las bendiciones de Dios sobre cuantos se detendrán a reflexionar en las enseñanzas de esta publicación. Al expresarle también mi personal deseo por el éxito de esta obra, me congratulo con Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Vuestra Eminencia y con los Colaboradores del Pontificio Consejo « Justicia y Paz » por el importante trabajo realizado, mientras que con sentimientos de especial estima me es grato confirmarme Devotísimo suyo en el Señor Angelo Card. Sodano
Secretario de Estado Bibliografía
1. C ARMENA L AREDO MIGUEL. El amor es más fuerte. Ed. Diana-Ediciones Escuela de la Fe. 2ª. Edic. México. 1996. 2. C ATECISMO DE LA IGLESIA C ATÓLICA (CEC). Ed. LEV. Roma. 2005. Autoevaluación
1. ¿Cómo han actuado los Papas y la Iglesia para defender la dignidad humana? 2. ¿Qué es la Doctrina Social de la Iglesia? 3. Menciona los principios fundamentales de la Iglesia sobre la persona y la sociedad. 4. Según el CEC, ¿cuáles son los principios fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia? Menciónalos.
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Manual de Ética Cristiana Alumno Sesión 13
Vivir en la Verdad Esquema de la lección I. La veracidad II. La mentira III. ¿Se puede ocultarla verdad? IV. Pecados contra la fama y el honor del prójimo Profundiza tu fe
«Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?» . La pregunta moral, a la que responde Cristo, no puede prescindir del problema de la libertad, es más, lo considera central, porque no existe moral sin libertad: «El hombre puede convertirse al bien sólo en la libertad». Pero, ¿qué libertad? El Concilio —frente a aquellos contemporáneos nuestros que «tanto defienden» la libertad y que la « buscan ardientemente », pero que «a menudo la cultivan de mala manera, como si fuera lícito todo con tal de que guste, incluso el mal »—, presenta la verdadera libertad: «La verdadera libertad es signo eminente de la imagen divina en el hombre. Pues quiso Dios "dejar al hombre en manos de su propia decisión" (cf. Si 15, 14), de modo que busque sin coacciones a su Creador y, adhiriéndose a él, llegue libremente a la plena y feliz perfección». Si existe el derecho de ser respetados en el propio camino de búsqueda de la verdad, existe aún antes la obligación moral, grave para cada uno, de buscar la verdad y de seguirla una vez conocida. En este sentido el cardenal J. H. Newman, gran defensor de los derechos de la conciencia, afirmaba con decisión: « La conciencia tiene unos derechos porque tiene unos deberes ». Algunas tendencias de la teología moral actual, bajo el influjo de las corrientes subjetivistas e individualistas a que acabamos de aludir, interpretan de manera nueva la relación de la libertad con la ley moral, con la naturaleza humana y con la conciencia, y proponen criterios innovadores de valoración moral de los actos. Se trata de tendencias que, aun en su diversidad, coinciden en el hecho de debilitar o incluso negar la dependencia de la libertad con respecto a la verdad. Si queremos hacer un discernimiento crítico de estas tendencias —capaz de reconocer cuanto hay en ellas de legítimo, útil y valioso y de indicar, al mismo tiempo, sus ambigüedades, peligros y errores—, debemos examinarlas teniendo en cuenta que la libertad depende fundamentalmente de la verdad. Dependencia que ha sido expresada de manera límpida y autorizada por las palabras de Cristo: « Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres» (Jn 8, 32).64
Para profundizar en el tema es conveniente leer en el Catecismo de la Iglesia Católica los nn. 2464-2488. Catecismo:
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JUAN P ABLO II, Encíclica Veritatis Splendor , n. 34, 1993. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Cuerpo doctrinal I. La veracidad
Parece que el mundo actual no contemplase más la verdad como un valor. El hombre vive inmerso en un mundo donde importa más tener que ser y no es difícil que mucha gente renuncie a sus convicciones por quedar bien u obtener un buen puesto. Ante estos comportamientos, el hombre ha admirado más que nunca la autenticidad y la veracidad, porque es más difícil vivirlas. Veamos los conceptos de verdad y veracidad: es la adecuación o correspondencia entre la realidad y lo que pensamos o decimos de ella.
Verdad:
virtud o hábito que nos inclina a decir siempre la verdad y a manifestarnos al exterior tal y como somos interiormente. Es la virtud que nos hace ser siempre fieles a la verdad.
Veracidad:
El hombre es el único ser en la tierra que es capaz de conocer la verdad y transmitirla y también es el único capaz de mentir. El hombre puede comunicarse, entregar parte su yo a otro, esta es una capacidad que ha recibido de Dios, que le asemeja a Él, por lo cual debe asemejarse a Él, dándole el mismo uso que Dios le da. El hombre es una unidad perfecta, lo que sea mentira, falsedad, inautenticidad rompe esa unidad, el ser y el actuar, el pensar y el decir, teniendo como consecuencias la infelicidad, la insatisfacción, la ruptura de la armonía de la personalidad. Jesucristo, se denomina a sí mismo “ la Verdad” (Cf. Jn 14,6), su misión es dar testimonio de la Verdad (Cf. Jn 17, 17-19). El da testimonio de autenticidad, de sencillez y coherencia. Seguirlo significa seguirlo en la verdad, imitar su autenticidad; ser fiel a Cristo es ser fiel a la verdad. La veracidad y la sinceridad son también virtudes del Espíritu Santo, presencia viva de Dios en nosotros. El Espíritu Santo guía hacia la verdad a quien lo escucha y pone en práctica sus inspiraciones. II. La mentira Mentira: Es decir o hacer lo contrario de lo que se piensa, con intención de engañar. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Falsedad: Se da cuando lo que se dice o piensa está equivocado. Mentir es como una falsedad querida o intencionada. La malicia de la mentira radica en que va contra la caridad porque busca confundir y engañar al otro. Las diversas formas de presentarse la mentira son: la hipocresía, calumnia, simulación o conducta simulada, falso testimonio, imprecisión, adulación. III. ¿Se puede ocultarla verdad? •
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La virtud de la discreción consiste en no revelar lo que no es necesario o lo que puede ser malentendido. La Iglesia la ha tenido siempre como virtud cristiana, al igual que la reserva, por estar al servicio de la caridad, pues evita reacciones equivocadas ante verdades no bien comprendidas, ayuda a respetar la intimidad y dignidad del hombre. La razón de fondo es que la mentira es un pecado pero no el ocultar la verdad. Muchas veces se dan situaciones en las que no conviene decir la verdad. La prudencia ha de aconsejar cuándo sí y cuándo no. Todo hombre tiene derecho a mantener reservados todos aquellos aspectos de su vida que no servirían al bien común y que, sin embargo, haciéndolos públicos, podrían acarrear graves consecuencias o dañar legítimos intereses personales, de su familia o de otras personas.
El secreto:
es el conocimiento de algo que no debe manifestarse.
Existen realidades o verdades que en sí mismas son materia de secreto como son los defectos del prójimo, los medios de comunicación privados, la correspondencia epistolar. Otros son secretos porque se ha hecho una promesa de guardarlo como tal. Existe también el secreto profesional que afecta a ciertas profesiones. Las reglas fundamentales de la moral del secreto son: •
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Nunca es lícito poner los medios para conocer secretos ajenos ni meterse en la vida privada de los demás La obligación de guardar un secreto desaparece cuando se dan estas condiciones: o o
o
Cuando lo conocido llegue a ser público por otro medio. Cuando se pueda legítimamente suponer la autorización a revelarlo del que nos lo confió. Cuando revelándolo se evite un mal grave a la sociedad.
Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno Cualquier secreto conocido accidentalmente, o por algún tipo de investigación personal sigue siendo secreto y, si no hay una razón más fuerte, no debe ser comunicado, aunque no se haya hecho promesa de guardarlo
El secreto que no se puede revelar a menos que el que lo ha confiado exprese su deseo es el secreto sacramental de la confesión. Debe defenderse con la vida si es necesario. Restricción mental
Para defender un secreto se puede utilizar la restricción mental. Esta consiste en decir una frase o dar una explicación con un significado oculto para el que la escucha. Tomada al pie de la letra es falsa. Es en sí una mentira y no debe usarse, pero existen casos de convención social, en que es lícito usarla como algo aceptado universalmente, ya que todo el mundo puede comprender el significado auténtico. En la restricción mental vale el principio de doble efecto estudiado con anterioridad. 65 IV. Pecados contra la fama y el honor del prójimo
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Jesucristo promueve el amor entre los hombres, el tratarlos como le gustaría a cada uno ser tratado por los demás. Los pecados que destruyen la buena imagen del otro son muy graves porque atentan contra la caridad y el amor al prójimo. Pecados contra la fama:
El hombre tiene derecho a la buena fama o a la opinión que tengan los demás, por el hecho de ser imagen y semejanza de Dios, hijo suyo. Estos pueden ser: • •
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De pensamiento: sospecha temeraria, juicio temerario. De palabra: murmuración o difamación, calumnia, susurración (sembrar cizaña), el falso testimonio. De omisión: no salir a la defensa de los demás cuando son atacados o no borrar la imagen que deja una crítica negativa.
Pecados contra el honor: Resumen
contumelia o injuria, burla, maldición.
Parece que el mundo actual no contemplase más la verdad como un valor. El hombre vive inmerso en un mundo donde importa más tener que ser
Para profundizar en el tema de la verdad, la mentira y si es válido ocultar la verdad Cf. C ARMENA, o.c. p.p. 265-271. 66 Para profundizar en este tema Cf. S ADA-MONROY , o.c. p.p.229-233. 65
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Manual de Ética Cristiana Alumno Verdad: es la adecuación o correspondencia entre la realidad y lo que pensamos o decimos de ella. virtud o hábito que nos inclina a decir siempre la verdad y a manifestarnos al exterior tal y como somos interiormente. Es la virtud que nos hace ser siempre fieles a la verdad.
Veracidad:
El hombre es una unidad perfecta, lo que sea mentira, falsedad, inautenticidad rompe esa unidad. Jesucristo, se denomina a sí mismo “ la Verdad” (Cf. Jn 14,6), Él da testimonio de autenticidad, de sencillez y coherencia. Seguirlo significa seguirlo en la verdad. Mentira: Es decir o hacer lo contrario de lo que se piensa, con intención de engañar. Falsedad:
Se da cuando lo que se dice o piensa está equivocado.
Las diversas formas de presentarse la mentira son: la hipocresía, calumnia, simulación o conducta simulada, falso testimonio, imprecisión, adulación. La virtud de la discreción consiste en no revelar lo que no es necesario o lo que puede ser malentendido. Muchas veces se dan situaciones en las que no conviene decir la verdad. La prudencia ha de aconsejar cuándo sí y cuándo no. es el conocimiento de algo que no debe manifestarse. Cualquier secreto conocido accidentalmente, o por algún tipo de investigación personal sigue siendo secreto y, si no hay una razón más fuerte, no debe ser comunicado, aunque no se haya hecho promesa de guardarlo. Secreto:
El hombre tiene derecho a la buena fama o a la opinión que tengan los demás, por el hecho de ser imagen y semejanza de Dios, hijo suyo. Los pecados contra la fama pueden ser: • •
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De pensamiento: sospecha temeraria, juicio temerario. De palabra: murmuración o difamación, calumnia, susurración (sembrar cizaña), el falso testimonio. De omisión.
Los pecados contra el honor: contumelia o injuria, burla, maldición. Para recordar •
La veracidad y la sinceridad son también virtudes del Espíritu Santo, presencia viva de Dios en nosotros.
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Manual de Ética Cristiana Alumno Jesucristo, su misión es dar testimonio de la Verdad (Cf. Jn 17, 19).
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Ser fiel a Cristo es ser fiel a la verdad.
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La malicia de la mentira radica en que va contra la caridad porque busca confundir y engañar al otro. Todo hombre tiene derecho a mantener reservados todos aquellos aspectos de su vida que no servirían al bien común. El secreto que no se puede revelar a menos que el que lo ha confiado exprese su deseo es el secreto sacramental de la confesión.
Lecturas complementarias Juan Pablo II, Encíclica Veritatis Splendor , 1993.
Venerables hermanos en el episcopado, salud y bendición apostólica. El esplendor de la verdad brilla en todas las obras del Creador y, de modo particular, en el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1, 26), pues la verdad ilumina la inteligencia y modela la libertad del hombre, que de esta manera es ayudado a conocer y amar al Señor. Por esto el salmista exclama: «¡Alza sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor!» (Sal 4, 7). 1. Llamados a la salvación mediante la fe en Jesucristo, «luz verdadera que ilumina a todo hombre» (Jn 1, 9), los hombres llegan a ser «luz en el Señor» e «hijos de la luz» (Ef 5, 8), y se santifican «obedeciendo a la verdad» (1 P 1, 22). Mas esta obediencia no siempre es fácil. Debido al misterioso pecado del principio, cometido por instigación de Satanás, que es «mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8, 44), el hombre es tentado continuamente a apartar su mirada del Dios vivo y verdadero y dirigirla a los ídolos (cf. 1 Ts 1, 9), cambiando «la verdad de Dios por la mentira» (Rm 1, 25); de esta manera, su capacidad para conocer la verdad queda ofuscada y debilitada su voluntad para someterse a ella. Y así, abandonándose al relativismo y al escepticismo (cf. Jn 18, 38), busca una libertad ilusoria fuera de la verdad misma. Pero las tinieblas del error o del pecado no pueden eliminar totalmente en el hombre la luz de Dios creador. Por esto, siempre permanece en lo más profundo de su corazón la nostalgia de la verdad absoluta y la sed de alcanzar la plenitud de su conocimiento. Lo prueba de modo elocuente la incansable búsqueda del hombre en todo campo o sector. Lo prueba aún más su búsqueda del sentido de la vida. El desarrollo de la ciencia y la técnica —testimonio espléndido de las capacidades de la inteligencia y de la tenacidad de los hombres—, no exime a la Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno humanidad de plantearse los interrogantes religiosos fundamentales, sino que más bien la estimula a afrontar las luchas más dolorosas y decisivas, como son las del corazón y de la conciencia moral. 2. Ningún hombre puede eludir las preguntas fundamentales: ¿qué debo hacer?, ¿cómo puedo discernir el bien del mal? La respuesta es posible sólo gracias al esplendor de la verdad que brilla en lo más íntimo del espíritu humano, como dice el salmista: «Muchos dicen: "¿Quién nos hará ver la dicha?". ¡Alza sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor!» (Sal 4, 7). La luz del rostro de Dios resplandece con toda su belleza en el rostro de Jesucristo, «imagen de Dios invisible» (Col 1, 15), «resplandor de su gloria» (Hb 1, 3), «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1, 14): él es «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14, 6). Por esto la respuesta decisiva a cada interrogante del hombre, en particular a sus interrogantes religiosos y morales, la da Jesucristo; más aún, como recuerda el concilio Vaticano II, la respuesta es la persona misma de Jesucristo: «Realmente, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Pues Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, de Cristo, el Señor. Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación». Jesucristo, «luz de los pueblos», ilumina el rostro de su Iglesia, la cual es enviada por él para anunciar el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16, 15). Así la Iglesia, pueblo de Dios en medio de las naciones 3 , mientras mira atentamente a los nuevos desafíos de la historia y a los esfuerzos que los hombres realizan en la búsqueda del sentido de la vida, ofrece a todos la respuesta que brota de la verdad de Jesucristo y de su Evangelio. En la Iglesia está siempre viva la conciencia de su «deber permanente de escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, de manera adecuada a cada generación, pueda responder a los permanentes interrogantes de los hombres sobre el sentido de la vida presente y futura y sobre la relación mutua entre ambas». 3. Los pastores de la Iglesia, en comunión con el Sucesor de Pedro, están siempre cercanos a los fieles en este esfuerzo, los acompañan y guían con su magisterio, hallando expresiones siempre nuevas de amor y misericordia para dirigirse no sólo a los creyentes sino también a todos los hombres de buena voluntad. El concilio Vaticano II sigue siendo un testimonio privilegiado de esta actitud de la Iglesia que, «experta en humanidad» 5 , se pone al servicio de cada hombre y de todo el mundo. La Iglesia sabe que la cuestión moral incide profundamente en cada hombre; implica a todos, incluso a quienes no conocen a Cristo, su Evangelio y ni siquiera a Dios. Ella sabe que precisamente por la senda de la vida moral está abierto a todos el camino de la salvación, como lo ha recordado claramente el concilio Vaticano II: «Los que sin culpa suya no conocen el evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sincero corazón e intentan Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna». Y prosigue: «Dios, en su providencia, tampoco niega la ayuda necesaria a los que, sin culpa, todavía no han llegado a conocer claramente a Dios, pero se esfuerzan con su gracia en vivir con honradez. La Iglesia aprecia todo lo bueno y verdadero que hay en ellos, como una preparación al Evangelio y como un don de Aquel que ilumina a todos los hombres para que puedan tener finalmente vida». Bibliografía
1. C ARMENA L AREDO MIGUEL. El amor es más fuerte. Ed. Diana-Ediciones Escuela de la Fe. 2ª. Edic. México. 1996. 2. C ATECISMO DE LA IGLESIA C ATÓLICA (CEC). Ed. LEV. Roma. 2005. Autoevaluación
1. ¿Por qué consideras que es tan apreciada la autenticidad y la veracidad actualmente? 2. ¿Qué es la verdad? 3. ¿Qué es la veracidad? 4. ¿Qué nos enseña Jesucristo sobre la verdad? 5. ¿Qué es la mentira? 6. ¿Cómo se presenta? 7. ¿Se puede ocultar la verdad? ¿En qué casos? 8. ¿Qué son el secreto y la restricción mental? 9. ¿Cuáles son los pecados contra la fama y el honor del prójimo?
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Manual de Ética Cristiana Alumno Sesión 14
Los mandamientos de la Iglesia y las Bienaventuranzas Esquema de la lección I. II. III. IV. V. VI. VII. VIII. IX. X. XI. XII.
Los mandamientos de la Iglesia Oír Misa todos los domingos y días de precepto Confesarse al menos una vez al año Comulgar por lo menos en la Pascua de Resurrección Ayunar y abstenerse de comer carne en los días señalados Ayudar a la Iglesia en sus necesidades Las bienaventuranzas La pobreza evangélica, pobreza de espíritu La mansedumbre La misericordia humana Trabajar por la paz Justicia y caridad
Profundiza tu fe
"Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados serán cuando los injurien, y los persigan y digan con mentira toda clase de mal contra ustedes por mi causa. Alégrense y regocíjense, porque su recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a ustedes.” (Mt 5, 3-12).
Para profundizar en el tema es conveniente leer en el Catecismo de la Iglesia Católica los nn. 1716-1724, 2041-2043. Catecismo:
Cuerpo doctrinal
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Manual de Ética Cristiana Alumno I. Los mandamientos de la Iglesia
Jesucristo fundó la Iglesia y la constituyó como Madre y Maestra para guardar sus enseñanzas y administrar a todos los hombres, los dones sobrenaturales que Él había conquistado con su muerte y resurrección. La Iglesia acerca a los hombres a Dios y mantiene, guarda y transmite el legado que le encomendó Cristo. Para cumplir esa misión, da normas que orientan y ayudan a todos los cristianos a vivir los mandamientos de Dios. Por la autoridad que le viene conferida por Cristo, la Iglesia puede promulgar leyes, lo hace con el fin de llevar a los hombres a la salvación, son una muestra de caridad, de preocupación por el bien del hombre y de ayudarlo a cumplir sus deberes con Cristo y a beneficiarse de los dones que Él nos entregó. La desobediencia de ellas es indiferencia hacia Jesucristo y su obra de salvación que quiere llevar a cabo a través de la Iglesia.67 Nos indica el CEC sobre los mandamientos de la Iglesia: “se sitúan en la línea de una vida moral referida a la vida litúrgica y que se alimenta de ella. El carácter obligatorio de estas leyes positivas promulgadas por la autoridad eclesiástica tiene por fin garantizar a los fieles el mínimo indispensable en el espíritu de oración y en el esfuerzo moral, en el crecimiento del amor de Dios y del prójimo.”. (CEC 2041) II. Oír Misa todos los domingos y días de precepto
Sacrificio eucarístico del Cuerpo y de la Sangre de Jesucristo. Instituido por El, que perpetua por los siglos, hasta el regreso e Cristo, el sacrificio de la cruz. Es sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual en el cual se recibe como alimento a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria venidera. Misa:
Día señalado de fiesta religiosa en el que la Iglesia rinde un homenaje especial a Dios, a los misterios de la salvación, a la Santísima Virgen o a los santos protectores. Día de precepto:
Este primer mandamiento exige a los fieles a participar con la comunidad cristiana, en la celebración eucarística el día domingo, que es cuando se conmemora la Resurrección del Señor. Por tradición apostólica ha de observarse en toda la Iglesia como fiesta primordial de precepto, considerando también las principales fiestas litúrgicas que conmemoran los misterios del Señor, la Virgen María y los santos. (Cf. CEC 2042).
Para profundizar en el tema se recomienda consultar: C ARMENA, o.c. p.p. 282-283 y S ADA-MONROY , o.c. p.p. 247-249. 67
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Manual de Ética Cristiana Alumno El fundamento de este primer mandamiento se basa en la ley natural de rendirle culto a Dios y el acto fundamental es la Santa Misa por ser el culto de adoración digno de Dios. III. Confesarse al menos una vez al año
El segundo mandamiento “asegura la preparación para la Eucaristía mediante la recepción del sacramento de la Reconciliación, que continúa la obra de conversión y de perdón del Bautismo.” (CEC 2042). La Iglesia pretende, con este mandamiento, exhortar a sus hijos para que acudan a la confesión (al menos una vez al año) y reciban el perdón de sus pecados para que no pierdan irremediablemente la amistad con Jesucristo. IV. Comulgar por lo menos en la Pascua de Resurrección
El tercer mandamiento “ garantiza un mínimo en la recepción del Cuerpo y la Sangre del Señor en relación con el tiempo de Pascua, origen y centro de la liturgia cristiana.” (CEC 2042). La Iglesia señala este mandamiento por el infinito valor que tiene la Eucaristía para la vida del cristiano. En la Eucaristía está presente, se contiene verdadera y realmente el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesucristo, Nuestro Señor. Toda la vida de la Iglesia está centrada en este misterio de amor. No acercarse a recibir este sacramento es despreciar el don del Cuerpo y la Sangre de Cristo y, en cierto modo, es también rechazar la salvación, pues este sacramento es necesario para alcanzar la vida eterna. V. Ayunar y abstenerse de comer carne en los días señalados
El cuarto mandamiento “asegura los tiempos de ascesis y de penitencia que nos preparan para las fiestas litúrgicas; contribuyen a hacernos adquirir el dominio sobre nuestros instintos y la libertad del corazón.” (CEC 2043). La Iglesia, siguiendo el ejemplo de Cristo, siempre ha proclamado la penitencia y, más concretamente, el ayuno y la abstinencia como medios adecuados para fomentar la unión con Cristo. El fin y el fundamento de esta norma es hacer un sacrificio que una a los cristianos a Cristo crucificado y que al mismo tiempo sea una forma de penitencia externa y social. El sentido de este mandamiento es recordar la muerte de Jesucristo en la cruz para salvarnos de nuestros pecados, para hacemos hijos de Dios, para hacer nacer el amor en nosotros. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno La penitencia es el modo de reparar por los pecados propios y los de todos los hombres a Cristo, que por amor, se entregó a la muerte para redimirnos. VI. Ayudar a la Iglesia en sus necesidades
El quinto mandamiento “señala la obligación de ayudar, cada uno según su capacidad, a subvenir a las necesidades materiales de la Iglesia .” (CEC 2043). Ayudar a la Iglesia a ser eficaz en el desempeño de la labor que le encomendó Jesucristo aportando nuestras ideas, trabajo, disponibilidad, económicamente y todo lo que podamos hacer para avanzar aunque sea un poco el Reino de Nuestro Señor Jesucristo. La Iglesia es una realidad divino-humana y, por ello, aunque ya cuente con todos los dones que Dios le ha dado, ahora necesita de la colaboración de los hombres para desarrollar su misión. La Iglesia como Madre, reclama de sus hijos la atención por las necesidades espirituales y materiales de ellos, a través de oraciones, sacrificios y limosnas. El mandamiento obliga a todos los cristianos. Vivir la fe, vivir el cristianismo, seguir a Cristo, significa también no permanecer indiferente ante las necesidades de la Iglesia que son las necesidades de Jesucristo. 68 VII. Las bienaventuranzas
Las bienaventuranzas son el centro de la predicación de Cristo, porque expresan su caridad y nuestra vocación a asociarnos a la gloria de su Pasión y Resurrección. Iluminan las actitudes y las acciones de la vida cristiana; son las promesas que en la tribulación permite que surja la esperanza, anuncian las bendiciones y recompensas seguramente anticipadas a los discípulos; son inauguradas ya en la vida de la Virgen María y de todos los santos. (Cf. CEC 1717). Invitan a purificar el corazón, buscando sobre todas las cosas en las obras, en los pensamientos, en los sentimientos y palabras, en el amor de Dios. Santo Tomás de Aquino habla sobre las recompensas que prometen estas bienaventuranzas se consumarán perfectamente en la vida futura, pero se inician ya de algún modo en esta vida: […] el reino de los cielos puede entenderse, según San Agustín, como el principio de sabiduría perfecta, es decir, cuando empieza a reinar en las almas el espíritu. La Para profundizar en el tema de los Mandamientos de la Iglesia se recomienda consultar: C ARMENA, o.c. p.p. 283-293 o S ADA-MONROY , o.c. p.p. 253-284. 68
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Manual de Ética Cristiana Alumno posesión de la tierra señala también el buen afecto del alma que reposa, por el deseo, en la estabilidad de la herencia perpetua, significada por la tierra . Son consolados también en esta vida, participando del Espíritu Santo, que es el Paráclito o Consolador. Y son saciados, aun en esta vida, con aquel alimento de que habla el Señor: “ Mi comida es hacer la voluntad de mi Padre ” (Jn 4, 34). También en esta vida consiguen los hombres misericordia de Dios, e igualmente, purificar el ojo por el don de entendimiento, puede en algún modo ver a Dios. Y a su vez, en esta vida los que pacifican sus movimientos y van acercándose así a la semejanza divina, se llaman hijos de Dios . Todo esto, no obstante, se realizará de un modo perfecto en la patria. 69 VIII. La pobreza evangélica, pobreza de espíritu
La pobreza es la virtud de las personas que viven desprendidas de todo lo creado.Es fruto de una elección personal, pero sobre todo, es don que Dios da a las almas que le aman y ponen en El su esperanza. El pobre el aquel que pone en Dios todas sus esperanzas. Es un modo único de imitar a Cristo que pasó por este mundo sin apegarse a nada, sin entretenerse con nada que fuera capaz de desviarlo de su misión. Para seguir el ejemplo de Cristo es necesario amar la pobreza de espíritu, cultivarla desapegando el corazón de las cosas que se usan, evitando la vana ostentación y viviendo como peregrinos en camino hacia la posesión eterna de Dios. Nos dice el CEC sobre esta virtud: “‘Bienaventurados los pobres en el espíritu’ (Mt 5, 3). Las bienaventuranzas revelan un orden de felicidad y de gracia, de belleza y de paz. Jesús celebra la alegría de los pobres, a quienes pertenece ya el Reino (Lc 6, 20). El Verbo llama ‘pobreza en el Espíritu’ a la humildad voluntaria de un espíritu humano y su renuncia; el apóstol nos da como ejemplo la pobreza de Dios cuando dice: ‘Se hizo pobre por nosotros’ (2 Co 8, 9) (S. Gregorio de Nisa, beat, 1).” (CEC 2546). La pobreza de espíritu mantiene el alma abierta a Dios y a los hombres. Crea el clima espiritual que es propicio para la docilidad interior, a la oración y al diálogo. Alimenta la esperanza, engendra la justicia y la misericordia, aumenta el amor y dona la serenidad, la paz y la libertad de espíritu. Jesucristo dice que de los pobres es el Reino de los Cielos, en el sentido que están desprendidos de todo en este mundo, poseen desde esta vida, los tesoros del Reino de los cielos. El pobre verdadero vive con el corazón puesto en Dios, su fin último. IX. La mansedumbre
Es la aceptación amorosa de la vocación personal a la que nos llama Cristo. Aceptarla con todas sus consecuencias. Aceptar no es soportar. Nace de una 69
S ANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, I-II, 69, 2 ad 3. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno identificación positiva por amor con el plan de Dios, de la esperanza y de la confianza en Él. Mansedumbre: en el sentido bíblico se entiende como la respuesta amorosa a Dios que se realiza con un corazón benigno y una disposición generosa. La mansedumbre es un fruto del Espíritu Santo (Cf. CEC 1832), atrae, armoniza, acerca a los hombres y facilita el cumplimiento del mandamiento del amor al prójimo. El premio que Cristo asegura a los mansos es la posesión de la tierra. El manso se sabe dueño de todo puesto que nada le domina, su fuerza le viene de Dios y por eso es invencible. Es dueño de todas las cosas porque todas perteneces a su Padre del Cielo, sabe leer su voluntad y su presencia en ellas. X. La misericordia humana
En la Sagrada Escritura aparece como el comportamiento más característico de Dios. Por su misericordia Dios siempre busca al hombre para perdonarle, para mantener su pacto con él. Consiste en el acercamiento del corazón, del interior del hombre, a los seres humanos que experimentan la miseria y el dolor del pecado, y en la compasión ante los males que sufren los hombres. Es también perdón, y al mismo tiempo, rechazo y superación del odio, del rencor oculto, ante las ofensas que se sufren en esta vida; es fruto de la caridad. (Cf. CEC 1829). El premio que promete Cristo a los misericordiosos: alcanzarán la misericordia de Dios en esta vida y serán juzgados con misericordia en la hora de la muerte. Es la vida eterna y el saber que su vida consuela verdaderamente al corazón de Jesucristo. Dios tendrá compasión de los misericordiosos y juzgará con benevolencia sus pecados, porque durante su vida han sabido perdonar de corazón siguiendo el ejemplo de Cristo. XI.
Trabajar por la paz
El reto que ha lanzado el Papa Juan Pablo II a todos los cristianos es trabajar por la civilización del amor y de la paz. Cada cristiano en sí mismo, en su familia y en su ambiente ha de trabajar para alcanzar la paz, cultivar el amor, vivir una relación auténtica de apertura y donación sacrificada a los demás. Rezar por la paz, desear la paz. La paz de Cristo enseña a no doblegarse ni acobardarse ante los retos de la vida, educa al hombre a mantener una profunda actitud de estabilidad de ánimo nacida de la unión íntima con El. Su paz da sentido nuevo al dolor, en todo encontrar a Dios y descubrir un nuevo sentido, una nueva alegría, que le da fortaleza haciendo al hombre imperturbable. La Beata Isabel de la Trinidad escribió: Dios mío, Trinidad que adoro, ayúdame a olvidarme enteramente de mí mismo para establecerme en ti, inmóvil y apacible como si mi alma estuviera ya en la eternidad; que Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de ti, mi inmutable, sino que cada minuto me lleve más lejos en la profundidad de tu Misterio. Pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora. (Oración de la Beata Isabel de la Trinidad) 70
Los pacíficos serán llamados hijos de Dios, reconocidos como tales. El cristiano que busca la paz se parece a Dios que ama infinitamente al hombre. XII.
Justicia y caridad
el cumplimiento de la ley, pero no se queda ahí: la justicia de las bienaventuranzas nace del amor a Dios. Sentido:
Es una búsqueda de la fidelidad a los mandatos de Dios, por amor, que busca restablecer en toda la creación, comenzando por la propia vida, el orden querido por Dios. Es apertura a las necesidades de los hombres, a sus justas reclamaciones, a sus inquietudes. Sabe escuchar al prójimo y ofrecerle una respuesta desde Dios. Nace del conocimiento de Dios y de su imitación, de la búsqueda sincera de su voluntad. Buscar la justicia es poner a Dios en primer lugar en la vida y, como consecuencia, los intereses de los hombres, por su salvación, sus necesidades, dispuesto a sufrir cualquier persecución o incomprensión, buscando el bien de los demás y la realización del plan de Dios en la propia vida. Entre los perseguidos a causa de la justicia caben los mártires de las persecuciones religiosas que ha sufrido la I glesia. Los justos son los propietarios del Reino de los Cielos porque lo quieren instaurar en este mundo y esperan confiado su posesión definitiva en el Cielo. 71 Resumen
Jesucristo fundó la Iglesia y la constituyó como Madre y Maestra para guardar sus enseñanzas y administrar a todos los hombres, los dones sobrenaturales que Él había conquistado con su muerte y resurrección. Los mandamientos de la Iglesia son preceptos o leyes dados por la Iglesia para ayudar a los cristianos a cumplir sus deberes con Cristo y a beneficiarse de esos dones que El nos entregó. El carácter obligatorio de estas leyes tiene por fin garantizar a los fieles el mínimo indispensable en el espíritu de oración y en el esfuerzo moral, en el crecimiento del amor de Dios y del prójimo. Cf. CEC 260 Para profundizar en el tema de las Bienaventuranzas se recomienda consultar: C ARMENA, o.c. p.p. 298-310. 70 71
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Manual de Ética Cristiana Alumno Oír Misa todos los domingos y días de precepto: este primer mandamiento exige a los fieles a participar con la comunidad cristiana, en la celebración eucarística el día domingo, que es cuando se conmemora la Resurrección del Señor. Por tradición apostólica ha de observarse en toda la Iglesia como fiesta primordial de precepto. Confesarse al menos una vez al año: exhortar a sus hijos para que acudan a la confesión y reciban el perdón de sus pecados, para que se reconcilien con Dios y no pierdan irremediablemente la amistad con Jesucristo. Comulgar por lo menos en la Pascua de Resurrección: en la Eucaristía está presente, se contiene verdadera y realmente el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesucristo, Nuestro Señor. Toda la vida de la Iglesia está centrada en este misterio de amor. Ayunar y abstenerse de comer carne en los días señalados: la Iglesia, siempre ha proclamado la penitencia y el ayuno y la abstinencia como medios adecuados para fomentar la unión con Cristo. El sentido de este mandamiento es recordar la muerte de Jesucristo en la cruz para salvarnos de nuestros pecados y hacemos hijos de Dios. Ayudar a la Iglesia en sus necesidades: siendo eficaces en el desempeño de la labor que le encomendó Jesucristo aportando nuestras ideas, trabajo, disponibilidad, económicamente y todo lo que podamos hacer que crezca el Reino de Nuestro Señor Jesucristo. Las bienaventuranzas son el centro de la predicación de Cristo, porque expresan su caridad y nuestra vocación a asociarnos a la gloria de su Pasión y Resurrección. Invitan a purificar el corazón, buscando sobre todas las cosas en las obras, en los pensamientos, en los sentimientos y palabras, el amor de Dios. La pobreza es la virtud de las personas que viven desprendidas de todo lo creado. Sobre todo, es don que Dios da a las almas que le aman y ponen en El su esperanza. La mansedumbre es la aceptación amorosa de la vocación personal a la que nos llama Cristo. Aceptarla con todas sus consecuencias. La misericordia consiste en el acercamiento del corazón, del interior del hombre, a los seres humanos que experimentan la miseria y el dolor del pecado, y en la compasión ante los males que sufren los hombres. Trabajar por la paz: la paz de Cristo enseña a no doblegarse ni acobardarse ante los retos de la vida, educa al hombre a mantener una profunda actitud de estabilidad de ánimo nacida de la unión íntima con El. Justicia y caridad: es encontrarle sentido nuevo al dolor, en todo encontrar a Dios y descubrir un nuevo sentido, una nueva alegría, que le da fortaleza haciendo al Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno hombre imperturbable. Buscar la justicia es poner a Dios en primer lugar en la vida y, como consecuencia, los intereses de los hombres, por su salvación. Para recordar •
Oír Misa todos los domingos y días de precepto
•
Confesarse al menos una vez al año
•
Comulgar por lo menos en la Pascua de Resurrección
•
Ayunar y abstenerse de comer carne en los días señalados
•
Ayudar a la Iglesia en sus necesidades
•
El premio que Cristo asegura a los mansos es la posesión de la tierra.
•
Los pacíficos serán llamados hijos de Dios, reconocidos como tales.
•
La justicia de las bienaventuranzas nace del amor a Dios.
Lecturas complementarias Juan Pablo II, Encíclica Veritatis Splendor , 1993. «Si quieres ser perfecto» (Mt 19, 21)
16. La respuesta sobre los mandamientos no satisface al joven, que de nuevo pregunta a Jesús: «Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?» (Mt 19, 20). No es fácil decir con la conciencia tranquila «todo eso lo he guardado», si se comprende todo el alcance de las exigencias contenidas en la Ley de Dios. Sin embargo, aunque el joven rico sea capaz de dar una respuesta tal; aunque de verdad haya puesto en práctica el ideal moral con seriedad y generosidad desde la infancia, él sabe que aún está lejos de la meta; en efecto, ante la persona de Jesús se da cuenta de que todavía le falta algo. Jesús, en su última respuesta, se refiere a esa conciencia de que aún falta algo: comprendiendo la nostalgia de una plenitud que supere la interpretación legalista de los mandamientos, el Maestro bueno invita al joven a emprender el camino de la perfección: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme» (Mt 19, 21). Al igual que el fragmento anterior, también éste debe ser leído e interpretado en el contexto de todo el mensaje moral del Evangelio y, especialmente, en el contexto del Sermón de la montaña, de las bienaventuranzas (cf. Mt 5, 3-12), la primera de las cuales es precisamente la de los pobres, los «pobres de espíritu», como precisa san Mateo (Mt 5, 3), esto es, los humildes. En este sentido, se puede decir Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno que también las bienaventuranzas pueden ser encuadradas en el amplio espacio que se abre con la respuesta que da Jesús a la pregunta del joven: «¿qué he de hacer de bueno para conseguir la vida eterna?». En efecto, cada bienaventuranza, desde su propia perspectiva, promete precisamente aquel bien que abre al hombre a la vida eterna; más aún, que es la misma vida eterna. Las bienaventuranzas no tienen propiamente como objeto unas normas particulares de comportamiento, sino que se refieren a actitudes y disposiciones básicas de la existencia y, por consiguiente, no coinciden exactamente con los mandamientos. Por otra parte, no hay separación o discrepancia entre las bienaventuranzas y los mandamientos: ambos se refieren al bien, a la vida eterna. El Sermón de la montaña comienza con el anuncio de las bienaventuranzas, pero hace también referencia a los mandamientos (cf. Mt 5, 20-48). Además, el Sermón muestra la apertura y orientación de los mandamientos con la perspectiva de la perfección que es propia de las bienaventuranzas. Éstas son, ante todo, promesas de las que también se derivan, de forma indirecta, indicaciones normativas para la vida moral. En su profundidad original son una especie de autorretrato de Cristo y, precisamente por esto, son invitaciones a su seguimiento y a la comunión de vida con él. 17. No sabemos hasta qué punto el joven del evangelio comprendió el contenido profundo y exigente de la primera respuesta dada por Jesús: «Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos»; sin embargo, es cierto que la afirmación manifestada por el joven de haber respetado todas las exigencias morales de los mandamientos constituye el terreno indispensable sobre el que puede brotar y madurar el deseo de la perfección, es decir, la realización de su significado mediante el seguimiento de Cristo. El coloquio de Jesús con el joven nos ayuda a comprender las condiciones para el crecimiento moral del hombre llamado a la perfección: el joven, que ha observado todos los mandamientos, se muestra incapaz de dar el paso siguiente sólo con sus fuerzas. Para hacerlo se necesita una libertad madura («si quieres») y el don divino de la gracia («ven, y sígueme»). La perfección exige aquella madurez en el darse a sí mismo, a que está llamada la libertad del hombre. Jesús indica al joven los mandamientos como la primera condición irrenunciable para conseguir la vida eterna; el abandono de todo lo que el joven posee y el seguimiento del Señor asumen, en cambio, el carácter de una propuesta: «Si quieres...». La palabra de Jesús manifiesta la dinámica particular del crecimiento de la libertad hacia su madurez y, al mismo tiempo, atestigua la relación fundamental de la libertad con la ley divina. La libertad del hombre y la ley de Dios no se oponen, sino, al contrario, se reclaman mutuamente. El discípulo de Cristo sabe que la suya es una vocación a la libertad. «Hermanos, habéis sido llamados a la libertad» (Ga 5, 13), proclama con alegría y decisión el apóstol Pablo. Pero, a continuación, precisa: «No toméis de esa libertad pretexto para la carne; antes al contrario, servíos por amor los unos a los otros» (ib.). La firmeza con la cual el Apóstol se opone a quien confía la propia justificación a la Ley, no tiene nada que ver con la «liberación» del hombre con respecto a los Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno preceptos, los cuales, en verdad, están al servicio del amor: «Pues el que ama al prójimo ha cumplido la ley. En efecto, lo de: No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás, y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Rm 13, 8-9). El mismo san Agustín, después de haber hablado de la observancia de los mandamientos como de la primera libertad imperfecta, prosigue así: «¿Por qué, preguntará alguno, no perfecta todavía? Porque "siento en mis miembros otra ley en conflicto con la ley de mi razón"... Libertad parcial, parcial esclavitud: la libertad no es aún completa, aún no es pura ni plena porque todavía no estamos en la eternidad. Conservamos en parte la debilidad y en parte hemos alcanzado la libertad. Todos nuestros pecados han sido borrados en el bautismo, pero ¿acaso ha desaparecido la debilidad después de que la iniquidad ha sido destruida? Si aquella hubiera desaparecido, se viviría sin pecado en la tierra. ¿Quién osará afirmar esto sino el soberbio, el indigno de la misericordia del liberador?... Mas, como nos ha quedado alguna debilidad, me atrevo a decir que, en la medida en que sirvamos a Dios, somos libres, mientras que en la medida en que sigamos la ley del pecado somos esclavos». 18. Quien «vive según la carne» siente la ley de Dios como un peso, más aún, como una negación o, de cualquier modo, como una restricción de la propia libertad. En cambio, quien está movido por el amor y «vive según el Espíritu» (Ga 5, 16), y desea servir a los demás, encuentra en la ley de Dios el camino fundamental y necesario para practicar el amor libremente elegido y vivido. Más aún, siente la urgencia interior —una verdadera y propia necesidad, y no ya una constricción— de no detenerse ante las exigencias mínimas de la ley, sino de vivirlas en su plenitud. Es un camino todavía incierto y frágil mientras estemos en la tierra, pero que la gracia hace posible al darnos la plena «libertad de los hijos de Dios» (cf. Rm 8, 21) y, consiguientemente, la capacidad de poder responder en la vida moral a la sublime vocación de ser «hijos en el Hijo». Esta vocación al amor perfecto no está reservada de modo exclusivo a una élite de personas. La invitación: «anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres», junto con la promesa: «tendrás un tesoro en los cielos», se dirige a todos, porque es una radicalización del mandamiento del amor al prójimo. De la misma manera, la siguiente invitación: «ven y sígueme», es la nueva forma concreta del mandamiento del amor a Dios. Los mandamientos y la invitación de Jesús al joven rico están al servicio de una única e indivisible caridad, que espontáneamente tiende a la perfección, cuya medida es Dios mismo: «Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial» (Mt 5, 48). En el evangelio de Lucas, Jesús precisa aún más el sentido de esta perfección: «Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6, 36). Bibliografía
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Manual de Ética Cristiana Alumno 1. C ARMENA L AREDO MIGUEL. El amor es más fuerte. Ed. Diana-Ediciones Escuela de la Fe. 2ª. Edic. México. 1996. 2. C ATECISMO DE LA IGLESIA C ATÓLICA (CEC). Ed. LEV. Roma. 2005. 3. M ARTÍNEZ PUCHE JOSÉ A. Diccionario teológico de Santo Tomás. Ed. EDIBESA. Madrid. Autoevaluación
1. ¿Por qué la Iglesia nos da unos mandamientos? 2. Explica brevemente los mandamientos de la Iglesia. 3. ¿Qué son las bienaventuranzas? 4. ¿Qué es la pobreza evangélica? 5. ¿Qué es la mansedumbre? 6. ¿Qué es la misericordia? 7. Explica la bienaventuranza de trabajar por la paz. 8. Explica la bienaventuranza de la justicia y la caridad.
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Manual de Ética Cristiana Alumno Sesión 15
La moral del hombre nuevo: la Santidad en la Iglesia Esquema de la lección I. II. III. IV. V.
La vida en el Espíritu El bautismo, la confirmación y la vocación universal a la santidad La cruz y el sacrificio en la vida cristiana Vivir e n obediencia y amor al Papa y al Magisterio de la Iglesia Conclusión: moral y vida sobrenatural
Profundiza tu fe
1. 2. 3. 4. 5.
¿Qué es la santidad? ¿Todos podemos ser santos? ¿Por qué? ¿Qué sentido tienen la cruz y el sacrifico para ti? ¿Por qué obedecemos al Papa? ¿Qué es el Magisterio de la Iglesia?
Para profundizar en el tema es conveniente leer en el Catecismo de la Iglesia Católica los nn. 824-829, 1213, 1267-1270, 1285, 2012-2016, 2030-2039. Catecismo:
Cuerpo doctrinal I. La vida en el Espíritu
La santidad se construye sobre las tres virtudes teologales que son un don de Dios, si se consigue que sean norma de vida, se puede hablar de santidad. La santidad, la vida según Dios, es un don del Espíritu Santo. Él edifica la santidad, al hombre le toca corresponder. Él nos hace hijos de Dios por el Bautismo, abriéndonos la posibilidad de llevar una vida nueva como hijos de Dios y regenerados por el sacrificio de Cristo. En la perfección del hombre nuevo, debe contarse con la ayuda del Espíritu Santo, dejarlo hablar en nuestro interior, escucharle y poner por obra sus enseñanzas. “Consiste en el no obrar ya, sino en el consentir que sea sólo Él el que obre en nosotros. Es la muerte definitiva del amor a sí mismo.” 72 El hombre nuevo nace por obra del Espíritu Santo (Cf. Col 3, 10, Ef 4, 24).
Cf. C AFFARRA C ARLO, o.c., p. 204. El autor habla sobre como la vida en Cristo es una vida de conversión, para profundizar se recomienda consultar las p.p . 201-207. 72
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Manual de Ética Cristiana Alumno Por esto la Iglesia le reza para pedirle insistentemente que ilumine a los hombres. Pidiendo rectitud de los actos humanos, el gozo y el consuelo y la felicidad, que son fruto del Espíritu Santo. II. El bautismo, la confirmación y la vocación universal a la santidad
La vida moral que buscamos no es la del hasta donde podemos llegar sin pecar sino la búsqueda real y eficaz de la santidad, de la imitación de Jesucristo. Todos los hombres estamos llamados a vivir esta santidad que Cristo nos propone personalmente y que es capaz de llenar todos los anhelos humanos. Esta forma de vivir buscando la santidad es verdadera fuente de felicidad y de realización personal que se irradia a los que nos rodean. Por el Bautismo entramos a formar parte de la Iglesia, de la familia de los hijos de Dios, iniciamos una vida nueva. El sacramento de la Confirmación añade todavía alguna nota más: confiere las gracias para ser testigo de Jesucristo en todas las realidades de la vida, especialmente en las más difíciles; da fuerza y valentía; es una presencia muy especial del Espíritu Santo en el alma. Estos dos sacramentos lanzan al cristiano a la santidad. Hay otro sacramento que tiene un influjo en la vida moral, en nuestra respuesta personal a Jesucristo: la Eucaristía. La Eucaristía es la mayor fuente de gracias, de ayuda espiritual, de fuerza divina, que recibe el cristiano. III. La cruz y el sacrificio en la vida cristiana
Una de las más grandes muestras de amor que nos ha dejado Cristo ha sido la de la muerte en la cruz. Con ésta acción salvaba a los hombres del pecado. Al mismo tiempo dio un nuevo sentido al sufrimiento humano, fruto del pecado original. El sufrimiento es una realidad ineludible en la vida del hombre. Cristo nos ha dicho: El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío (Lc 14,27). Es la señal de los cristianos, seguirlo en la cruz y el sufrimiento. El sufrimiento sigue siendo un misterio para la mayoría de los hombres, pero para los cristianos tiene un valor soteriológico, lo convierte en un punto principal de la vida moral cristiana, en un medio para expresar el amor a Dios y a los hombres. El cristiano ofrece sus sufrimientos a Dios y consigue gracias de salvación para sí y para los demás, completa y se une al amor infinito y al sufrimiento de Jesucristo.
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Manual de Ética Cristiana Alumno El sufrimiento es efímero, se pasa y se acaba con la muerte; mientras que la vida eterna es para siempre, en plenitud total con Cristo. Cristo no vino a borrar el dolor, si a darle sentido convirtiéndolo en medio de salvación, de amor y confianza en Dios. IV. Vivir e n obediencia y amor al Papa y al Magisterio de la Iglesia
Por la fe, apoyada en la Revelación en la historia de la Iglesia, reconocemos en el Papa, el encargo para guiar a su Pueblo. El Papa es el Vicario de Cristo, Cabeza visible de la Iglesia. Por eso para el cristiano es un deber fundamental el estudiar los escritos del Santo Padre y atender sus enseñanzas, es vínculo de unión, para los católicos de todo el mundo. Aparte el cristiano debe difundir su doctrina, en la medida de sus posibilidades; el obedecer fielmente a sus indicaciones y deseos, el defender su persona o su imagen de cualquier crítica y ataque. Los cristianos deben aprender a considerar y fijarse más en la guía segura del Papa y de la Iglesia universal ante los grandes problemas de la vida del hombre. 1. Los obispos
Los obispos en comunión con el Papa, desempeñan en la Iglesia la función de guía del pueblo de Dios y celosos conservadores y difusores de los tesoros de Cristo. Ellos tienen tres tareas: enseñar, regir, santificar. 2. El Magisterio de la Iglesia
El Magisterio de la Iglesia no puede promulgar nada que vaya contra la enseñanza de Cristo o contra la Tradición auténtica que ha vivido la Iglesia desde sus inicios como herencia de Cristo. El CEC nos dice que “el Magisterio de los pastores de la Iglesia, en materia moral se ejerce en la catequesis y en la predicación, con ayuda de teólogos y autores espirituales.” (CEC 2033). “El Romano Pontífice y los obispos como ‘maestros auténticos por estar dotados de la autoridad de Cristo... predican al pueblo que tienen confiado la fe que hay que creer y que hay que llevar a la práctica’ (LG 25). El magisterio ordinario y universal del Papa y de los obispos en comunión con él enseña a los fieles la verdad que han de creer, la caridad que han de practicar, la bienaventuranza que han de esperar.” (CEC 2034). V. Conclusión: moral y vida sobrenatural
No se puede desligar la vida moral de la vida sobrenatural, de la vida espiritual, que consiste en orientar todo hacia Dios. Si la moral es actuar según Dios, la vida Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno espiritual es ser según Dios. La vida sobrenatural es una actitud profunda de centrar la vida en Dios y orientarla hacia Él; se busca identificar la propia voluntad con la voluntad de Dios. Es conducir toda la personalidad, todo el ser hacia Cristo, este es el verdadero camino hacia la santidad. La santidad solo puede darla Dios, porque solo Dios es santo (Cf. Mc 10, 18) pero no puede conseguirse sin la libre colaboración del hombre, porque Dios respeta absolutamente la libertad humana. Si se quiere usar rectamente la libertad, debe ser en el marco de una opción sublime que sea capaz de poner en marcha la voluntad, de motivarla y de lanzarla a buscar a la identificación de todo el ser con un ideal. Hay cuatros pasos para identificarse con este ideal: •
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Claridad de propósito: reflexionar sobre lo que se quiere conseguir y sobre el real deseo que se tiene de alcanzarlo, para posteriormente tomar la decisión de conseguirlo. El mundo de hoy es un reto para el cristiano. Sin embargo, el mensaje cristiano sigue siendo la verdadera fuente de felicidad. Opción por la santidad: una vez cumplido este paso hay que matizar la opción desde la fe y el amor. La libre opción por la santidad consiste en una decisión de apropiársela en concreto y entender cómo esa santidad que Dios pide y lanzarse a conseguirla en lo concreto de la vida. La fe juega un papel fundamental porque Dios nos consigue la santidad con la correspondencia constante del hombre. Constancia: trabajar duro por poner en práctica esta opción en cada momento de la vida. Se trata de hacer realidad en la vida de todos los días. La santidad debe estar presente como intención, como propósito en cada segundo del día. Confianza: significa salir airoso con la ayuda de la gracia de Dios, apoyado en la fe, en la esperanza y en el amor, ante todas las tentaciones. Para el que confía en Dios, para el que ama y para el que cree de verdad en Dios, las dificultades son retos donde se puede demostrar la opción personal hecha por Cristo
El trabajar con constancia implica tener siempre un ESPIRITU DE VOLVER A EMPEZAR. NUNCA ADMITIR EL DESALIENTO. 73 Resumen
La santidad se construye sobre las tres virtudes teologales que son un don de Dios, si se consigue que sean norma de vida, se puede hablar de santidad.
Para profundizar más en el tema de la moralidad del hombre nuevo, se recomienda consultar C ARMENA,. o.c. p.p. 314-327. 73
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Manual de Ética Cristiana Alumno La santidad, la vida según Dios, es un don del Espíritu Santo. Él edifica la santidad, al hombre le toca corresponder. En la perfección del hombre nuevo, debe contarse con la ayuda del Espíritu Santo, dejarlo hablar en nuestro interior, escucharle y poner por obra sus enseñanzas. Por el Bautismo entramos a formar parte de la Iglesia, de la familia de los hijos de Dios. El sacramento de la Confirmación confiere las gracias para ser testigo de Jesucristo en todas las realidades de la vida, es una presencia muy especial del Espíritu Santo en el alma. La Eucaristía tiene un influjo en la vida moral, en nuestra respuesta personal a Jesucristo. Una de las más grandes muestras de amor que nos ha dejado Cristo ha sido la de la muerte en la cruz, para la salvación de los hombres y dando un nuevo sentido al sufrimiento humano. El cristiano ofrece sus sufrimientos a Dios y consigue gracias de salvación para sí y para los demás, completa y se une al amor infinito y al sufrimiento de Jesucristo. Por la fe, apoyada en la Revelación en la historia de la Iglesia, reconocemos en el Papa, el encargo para guiar a su Pueblo. El Vicario de Cristo, Cabeza visible de la Iglesia para el cristiano es un deber fundamental el estudiar sus escritos, el obedecer fielmente a sus indicaciones y deseos, el defender su persona o su imagen de cualquier crítica y ataque. Los obispos desempeñan en la Iglesia la función de guía del pueblo de Dios tienen tres tareas principales: enseñar, regir, santificar. El Magisterio de los pastores de la Iglesia, en materia moral se ejerce en la catequesis y en la predicación, con ayuda de teólogos y autores espirituales. No se puede desligar la vida moral de la vida sobrenatural, de la vida espiritual, que consiste en orientar todo hacia Dios. La vida sobrenatural es una actitud profunda de centrar la vida en Dios y orientarla hacia Él; se busca identificar la propia voluntad con la voluntad de Dios. Si se quiere usar rectamente la libertad, debe ser en el marco de una opción sublime que sea capaz de poner en marcha la voluntad, de motivarla y de lanzarla a buscar a la identificación de todo el ser con un ideal. Hay cuatros pasos para identificarse con este ideal: claridad de propósito, opción por la santidad, constancia, confianza. Para recordar •
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La santidad se construye sobre las tres virtudes teologales que son un don de Dios. El hombre nuevo nace por obra del Espíritu Santo (Cf. Col 3, 10, Ef 4, 24). Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno El bautismo, la confirmación son dos sacramentos que lanzan al cristiano a la santidad. La Eucaristía es la mayor fuente de gracias, de ayuda espiritual, de fuerza divina, que recibe el cristiano. Todos los hombres estamos llamados a vivir esta santidad que Cristo nos propone personalmente y que es capaz de llenar todos los anhelos humanos. Cristo nos ha dicho: El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío (Lc 14,27). Cristo no vino a borrar el dolor, si a darle sentido. El Magisterio de la Iglesia no puede promulgar nada que vaya contra la enseñanza de Cristo o contra la Tradición auténtica que ha vivido la Iglesia Si la moral es actuar según Dios, la vida espiritual es ser según Dios. La santidad se debe trabajar con constancia con Espíritu de volver a empezar, sin admitir nunca el desaliento.
Lecturas complementarias Juan Pablo II, Encuentro con los jóvenes en el campo Nu Guazu, 18 de mayo de 1988. “Maestro, ¿qué he de hacer yo de bueno para conseguir la vida eterna?” (Mt 19, 16).
Queridos jóvenes del Paraguay: 1. Con gran ilusión he esperado el encuentro con vosotros al final de mi viaje apostólico par esta hermosa tierra, por este vuestro Paraguay porá, del cual, junto con sus alegrías, virtudes y esperanzas, he podido percibir también dolores, sufrimientos y inquietudes. En esta noche de diálogo y reflexión habéis querido hacerme partícipe de algunos aspectos salientes de la realidad que os toca vivir. He escuchado con cariño, al comprobar una vez más, aquí, al igual que en otras muchas partes del mundo, los propósitos y anhelos vibrantes de generosidad de vuestras almas jóvenes. Durante los años de la juventud se va configurando en cada uno la propia personalidad. El futuro comienza ya a hacerse presente y el porvenir se ve como algo que está al alcance de las manos. Estos años son el tiempo más propicio para “un descubrimiento particularmente intenso del yo humano, y de las propiedades Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno y capacidades que éste encierra” (Carta a los jóvenes con motivo del Año internacional de la juventud, 31 de marzo de 1985). Es el período en que se ve la vida como un proyecto prometedor a realizar del cual cada uno es y quiere ser protagonista. Es también el tiempo adecuado para discernir y tomar conciencia con más radicalidad de que la vida no puede desarrollarse al margen de Dios y de los demás. Es la hora de afrontar las grandes cuestiones, de la opción entre el egoísmo o la generosidad. En una palabra: el joven se halla ante una ocasión irrepetible de orientar toda su existencia al servicio de Dios y de los hombres, contribuyendo así a la construcción de un mundo más cristiano y, por lo mismo, más humano. Ante toda esta amplia perspectiva que se ofrece a vuestros ojos, es lógico que se os planteen grandes cuestiones: ¿Cuál es el sentido de la vida?, ¿hacia dónde debo orientarla?, ¿cuál es el fundamento sobre el que tengo que construirla?, ¿con qué medios cuento? Son éstas preguntas cruciales, densas de significado, que no pueden zanjarse con una respuesta precipitada. Estos mismos interrogantes acuciaban probablemente a aquel joven del Evangelio que se acercó a Jesús para preguntarle: “Maestro, ¿qué he de hacer yo de bueno para conseguir la vida eterna?” (Mt 19, 16). Igual que a vosotros, la vida se abría prometedora ante los ojos de aquel muchacho y deseaba vivirla intensamente, de un modo generoso, con decisiones definitivas. Quería alcanzar la vida eterna y buscaba para ello un camino seguro. Era un buen israelita, que cumplía la ley desde joven (cf. Mc 10, 20), pero percibía horizontes más amplios para su amor; por ello fue en busca del maestro, en busca de Jesús, el único que tiene “palabras de vida eterna” (Jn 6, 88). Queridos jóvenes: Acercaos también vosotros al Maestro si queréis encontrar respuesta a los anhelos de vuestro corazón. Buscad a Cristo, que siendo Maestro, modelo, amigo y compañero, es el Hijo de Dios hecho hombre, Dios con nosotros. Dios vivo que, muerto en la cruz y resucitado, ha querido permanecer a nuestro lado para brindarnos el calor de su amistad divina, perdonándonos, llenándonos de su gracia y haciéndonos semejantes a El. Cristo es quien tiene palabras de vida eterna porque El es la vida misma. Buscadle a través de la oración, en el diálogo sincero y asiduo con El. Hacedle partícipe de los interrogantes que os van planteando los problemas y proyectos propios de vuestra juventud y el futuro de vuestra patria. Buscadle en su Palabra, en los santos Evangelios, y en la vida litúrgica de la Iglesia. Acudid a los sacramentos. Abrid con confianza vuestras aspiraciones más intimas al amor de Cristo, que os espera en la Eucaristía. Hallaréis respuesta a todas vuestras inquietudes y veréis con gozo que la coherencia de vida que El os pide es la puerta para lograr la realización de los más nobles deseos de vuestra alma joven. Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno 2. Volviendo a la narración evangélica que hemos escuchado, vemos que a la pregunta del joven israelita, el Señor responde: “¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mt 19, 17-18), Queridos jóvenes, la enseñanza que se desprende de este diálogo es evidente: para entrar en la Vida, para llegar al cielo, hay que cumplir los mandamientos. «No todo el que dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre, ése entrará» (Ibíd., 7, 21). No bastan pues las palabras: Cristo os pide que lo améis de obra. “El que ha recibido mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre: y yo lo amaré y me manifestaré a él” (Jn 4, 21). “La fe y el amor –como os decía con motivo de la III Jornada mundial de la Juventud, celebrada este año en Roma– no se reducen a palabras o a sentimientos vagos. Creer en Dios y amar a Dios significa vivir toda la vida con coherencia, a la luz del Evangelio..., y esto no es fácil. ¡Sí! Muchas veces se necesita mucho coraje para ir contra la corriente de la moda o la mentalidad de este mundo. Pero, lo repito, ésta es la única vía para edificarse una vida bien lograda y plena” (Homilía durante la celebración de la III Jornada Mundial de la Juventud, n. 3, 27 de marzo de 1988). 3. A la nueva pregunta del joven del Evangelio, que desea saber de labios del Maestro cuáles son esos mandamientos, Jesús los enumera: “No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás testimonio falso, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 19, 18-19). En otra ocasión, cuando un doctor de la ley, con ánimo de tentarlo, le pregunta cuál es el mandamiento más grande, el Señor le responde: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” (Ibíd., 22, 37). Jóvenes del Paraguay, con las mismas palabras de Cristo, yo os digo: amad al Señor con todo vuestro corazón, con toda vuestra alma y con toda vuestra mente. No veáis nunca los mandamientos como algo negativo, como preceptos que limitan la libertad o como avisos de castigo. Los mandamientos se entienden, se convierten en fuerza liberadora, cuando uno procura entender y cumplir el gran mandamiento del amor a Dios sobre todas las cosas. Amar a Dios sobre todas las cosas quiere decir sencillamente aspirar a ser santos. Jóvenes que me escucháis, con esa valentía tan propia de vuestro pueblo guaraní, con el coraje de vuestros mayores, no rehuyáis iniciar la exigente y tenaz tarea de vuestra santificación personal. Vuestro país y el mundo entero siguen necesitando santos: personas de todas las edades, pero especialmente jóvenes, dispuestos a amar a Dios con todo su corazón, con toda su alma, con todas sus fuerzas.
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Manual de Ética Cristiana Alumno Amar a Dios sobre todas las cosas es además el secreto para conseguir la felicidad incluso ya en esta vida. Jóvenes paraguayos, no busquéis la felicidad en el placer, en la posesión de bienes materiales, en el afán de dominio. Se es feliz por lo que se es, no por lo que se tiene: la felicidad está en el corazón, está en amar, está en darse por el bien de los demás sin esperar nada a cambio. 4. “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente...; amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22, 37. 39). En esta respuesta de Jesús al doctor de la ley se compendian todos los mandamientos. Y San Juan precisa a este respecto en su primera Carta: “Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1Jn 4, 20). El camino señalado por los mandamientos para llegar al cielo, para alcanzar la felicidad, pasa por el amor, por el servicio al hermano. El Señor espera que confirméis la autenticidad de vuestro amor a Dios con obras de caridad hacia el prójimo. Cristo os da cita junto al hermano sufriente, olvidado, oprimido. El os llama a un decidido compromiso con el hombre, en la defensa de sus derechos y dignidad como hijo de Dios que es. Tenéis que amar a Dios y a vuestros semejantes contribuyendo así a la edificación de una sociedad en la que los bienes sean compartidos por todos, una sociedad donde todos puedan vivir de modo conforme a su condición de personas. El camino para entrar en la vida nueva que Cristo os presenta, os exigirá construir vuestro futuro con la conciencia de que la formación, profesional o laboral –el estudio–, así como el trabajo, son medios de santificación, de realización personal y instrumentos de servicio a los demás. Aliento por ello a todos vosotros, jóvenes trabajadores, estudiantes universitarios, a un renovado empeño en vuestra formación laboral, en vuestros estudios. En modo particular invito a los alumnos y profesores de la Universidad Católica del Paraguay a incrementar su voluntad de servicio y su preparación doctrinal, profesional y científica en fidelidad a las enseñanzas de la Iglesia, bajo la guía de los obispos. No es el provecho material o el afán de poseer lo que ha de motivaros en vuestro estudio o en vuestro trabajo. El camino hacia la vida os exigirá también ser conscientes en todo momento de que se debe evitar el lucro fácil por medios que sean contrarios a la ley de Dios, pues cualquier ventaja obtenida de ese modo es ciertamente injusta y supone un perjuicio para el prójimo –“no robarás, no levantarás testimonio falso” (Mt 19, 18), dijo Jesús al joven–. Asumid dentro de vosotros como un imperioso deber la defensa de la moralidad pública, viviéndola, en primer lugar, vosotros mismos, por el pudor, la sobriedad y la templanza de vida. Asimismo os aliento a la práctica constante de la solidaridad con los demás, lo cual os llevará a participar en tantas iniciativas en favor de vuestros hermanos, y a crearlas allí donde falten, empeñando lo mejor de vuestra inteligencia y iniciativas.
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Manual de Ética Cristiana Alumno Tomad el ejemplo de San Roque González de Santa Cruz, paraguayo como vosotros, misionero animoso y incansable evangelizador. El supo conjugar una extensa y intensa predicación del mensaje de Cristo con el inicio de aquella gran obra de civilización y progreso, las reducciones guaraníes, a cuya creación y desarrollo contribuyó decisivamente. Toda esta fecundidad apostólica fue posible por una excelsa santidad que, en la gran concentración del Campo Ñu Guazú, hemos declarado solemnemente en nombre de toda la Iglesia. Imitadle, antes que nada, en la lucha por manteneros unidos a Cristo para que vuestra vida produzca frutos semejantes en las circunstancias que os tocará vivir. “Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15, 13). ¡Muchachos y muchachas del Paraguay! ¡No tengáis miedo a empeñar la vida por los demás! ¡No os acobardéis ante los problemas! ¡No queráis huir de vuestro compromiso transigiendo con la mediocridad o el conformismo! Es la hora de asumir responsabilidades, de comprometerse, de no retroceder. El lema que habéis elegido para este Año Eucarístico, “Cristo Eucaristía para un nuevo Paraguay”, resulta muy elocuente. ¡Una nueva sociedad edificada sobre la ley del amor!, porque Cristo se ha quedado en la Eucaristía por amor. A una sociedad así no se puede llegar por el recurso a la violencia, porque es la antítesis del amor. La violencia nunca es solución. Aunque, a veces, pueda parecer una senda fácil y rápida, nunca es el camino para entrar en la vida. 5. ¡Jóvenes que me escucháis y jóvenes de toda esta tierra! Este es también un momento propicio de vuestra vida en el que comienza a manifestarse un aspecto muy particular y profundo del amor: el amor que nace entre el hombre y la mujer. “Una experiencia nueva: ...que, desde el primer instante, pide ser esculpida en aquel proyecto de vida” (Carta a los jóvenes con motivo del Año internacional de la juventud, 31 de marzo de 1985). Un gran acontecimiento para vuestro corazón, un tema central de vuestras vidas, lleno de belleza, de promesas, y, al mismo tiempo, de trascendencia y responsabilidad. Un modo singular, querido por Dios, para amarlo, para concretar el amor al prójimo y para construir su reino en este mundo. Una realidad de amor que sólo se realiza auténticamente en el matrimonio único y indisoluble, instituido por Dios al principio y elevado luego a la dignidad de sacramento. “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5, 8). ¡Sólo un corazón limpio puede amar plenamente a Dios! ¡Sólo un corazón limpio puede llevar plenamente a cabo la gran empresa de amor que es el matrimonio! ¡Sólo un corazón limpio puede servir plenamente a los demás!
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Manual de Ética Cristiana Alumno Sabéis bien que cuando no se respetan los principios de la ley natural sobre la sexualidad se convierte a las personas en objetos, y todo el gran contenido del amor viene a reducirse a un mero intercambio egoísta. Se despoja de verdadera humanidad a la unión entre varón y mujer, rebajándola a la dimensión animal, que es incompatible con la dignidad de hijos de Dios. No faltan quienes convierten la capacidad generativa del hombre y de la mujer en objeto de comercio, proclamando como conquistas de la libertad lo que es pura y llanamente degradación de la persona y ofensa al Creador. Jóvenes paraguayos, no dejéis que destruyan vuestro futuro, ¡no os dejéis arrebatar la riqueza del amor! Asegurad vuestra fidelidad, la de vuestras futuras familias que formaréis en el amor de Cristo. 6. Escuchad ahora la respuesta que el joven del Evangelio da a Jesús: “Todo esto lo he guardado” (Mt 19, 20) “desde mi adolescencia” (Mc 10, 20). Aquel joven había cumplido los mandamientos; por eso, podía acercarse confiadamente al Señor; por eso, podía llamarlo Maestro. Si vosotros, muchachos y muchachas que me escucháis, queréis reconocer al Señor, debéis también estar dispuestos a cumplir los mandamientos. Si alguna vez el rostro de Jesús se difumina en vuestra vida; si alguna vez os asalta incluso la idea de que Dios no existe, preguntaos seriamente si estáis cumpliendo los mandamientos. No olvidéis que, con frecuencia, la pérdida de la fe no es un problema intelectual, sino más bien una cuestión de comportamiento. Y recordad que el primer paso para recuperar una fe aparentemente perdida, puede ser acudir al sacramento de la penitencia, en el que el mismo Cristo os espera para perdonaros, para abrazaros, para empezar una nueva vida. Y si a pesar de vuestro esfuerzo personal por seguir a Cristo, alguna vez sois débiles no viviendo conforme a su ley de amor, a sus mandamientos, ¡no os desaniméis! ¡Cristo os sigue esperando! El, Jesús, es el Buen Pastor que carga la oveja perdida sobre sus hombros y la cuida con cariño para que sane (cf. Lc 15, 47). Cristo es el amigo que nunca defrauda. 7. En el relato evangélico vemos que el joven, tras afirmar que ha guardado todos los mandamientos, añade: “¿Qué me falta?” (Mt 19, 20). Aquel corazón joven, movido por la gracia de Dios, siente un deseo de más generosidad, de más entrega, de más amor. Un más que es propio de la juventud; porque un corazón enamorado no calcula, no regatea, quiere darse sin medida. “Jesús, fijando en él su mirada, lo amó y le dijo: Una cosa te falta; vete, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme” (Mc 10, 21). A los que han entrado por la senda de la vida en el cumplimiento de los mandamientos, en la observancia de la ley del amor como aquel joven (cf. Lc 18, Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno 21), el Señor les propone nuevos horizontes; el Señor les propone mesas más elevadas y les llama a entregarse a ese amor sin reservas. Descubrir esta llamada, esta vocación, es caer en la cuenta de que Cristo tiene fijos los ojos en ti y que te invita con la mirada a la donación total en el amor. Ante esta mirada, ante este amor suyo, el corazón abre sus puertas de par en par y es capaz de decirle que sí. Sed generosos en la entrega a vuestros hermanos; sed generosos en el sacrificio por los demás y en el trabajo; sed generosos en el cumplimiento de vuestras obligaciones familiares y cívicas; sed generosos en la construcción de la civilización del amor. Y, sobre todo, si alguno de vosotros siente una llamada a seguirle más de cerca, a dedicarle el corazón entero, como los Apóstoles Juan y Pablo, que sea generoso, que no tenga miedo, porque no hay nada que temer cuando el premio que espera es Dios mismo, a quien, a veces sin saberlo, todo joven busca. 8. Hemos escuchado al final de este relato: “Al oír estas palabras, el joven se marchó apenado, porque tenía muchos bienes” (Mt 19, 22). “El joven se marchó apenado”. San Mateo relata lo que en realidad es una experiencia personal de tantos, quizá también de algunos de vosotros: la tristeza que se siente cuando se dice que no a Dios, cuando no se cumplen los mandamientos o cuando no se quiere seguir su llamada. Aquel joven “tenía muchos bienes”. Tenia, sobre todo, como vosotros, una juventud que ofrecer: una vida entera que podía entregar al Señor. ¡Qué alegría si hubiera dicho que sí! ¡Qué maravillas habría podido realizar Dios en un alma generosa que se entrega sin reservas! Pero no, él prefirió “sus bienes”: su tranquilidad, su casa, sus cosas, sus proyectos, su egoísmo. Ante la alternativa de elegir entre Dios y su propio yo, prefirió esto último; y se marchó triste, nos dice el Evangelio. Optó por su propio egoísmo y encontró la tristeza. ¡Jóvenes paraguayos! Cuando en vuestro seguimiento a Cristo se os presente la opción entre El –entre uno de sus mandamientos– y el placer pasajero de algo material y sensible, cuando se os presente la opción entre el ayudar al que os necesita y vuestro propio interés, cuando, en definitiva, tengáis que elegir entre el amor y el egoísmo, recordad el ejemplo de Cristo y haced valientemente la opción por el amor. Jóvenes que me escucháis, jóvenes que, sobre todo, queréis saber lo que habéis de hacer para alcanzar la vida eterna (cf. Mt 19, 16): decid siempre que sí a Dios y El os llenará de su alegría. Queridos amigos del Paraguay, esta es vuestra hora. Cristo os llama y os dice: ¡Sígueme! Este seguirle es vivir sus mandamientos, guardar con fidelidad su Palabra, para que se forje en vuestro corazón un verdadero amor, para que vuestra vida sea una vida llena. Amadísimos jóvenes, decidle que sí; el Señor, la Iglesia y “el mundo necesitan, hoy más que nunca, vuestra alegría y vuestro servicio, vuestra vida limpia y vuestro trabajo, vuestra fortaleza y vuestra Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno entrega” (Discurso a los jóvenes reunidos en Buenos Aires para la Jornada Mundial de la Juventud, 11 de abril de 1987) 9. La vida de María fue un continuo sí al amor. A Ella que, desde el anuncio del ángel, “se ha abandonado a Dios completamente, manifestando la obediencia de la fe a Aquel que le hablaba a través de su mensajero” (Redemptoris Mater, 13), a Ella acudo, bajo la advocación de la Virgen de los Milagros de Caacupé, para que os ayude en vuestro camino y en vuestra misión. Con Ella, que es la Estrella de la mañana, la Causa de nuestra alegría, nunca os marcharéis tristes, porque siempre os indicará el camino que lleva a su divino Hijo: el camino de la fraternidad, del servicio al hermano, de la honradez y la justicia; el camino del amor. ¡Che corazoité güivé, po mo maitei ha aipotá peeme guará mborayhu, tekovoyá ha yekopyty! (Os saludo de todo corazón y deseo para todos vosotros amor, justicia y concordia). Bibliografía
1. C AFFARRA C ARLO. Vida en Cristo, EUNSA. Navarra. 2ª. Edic. 1999 2. C ARMENA L AREDO MIGUEL. El amor es más fuerte. Ed. Diana-Ediciones Escuela de la Fe. 2ª. Edic. México. 1996. 3. C ATECISMO DE LA IGLESIA C ATÓLICA (CEC). Ed. LEV. Roma. 2005 Autoevaluación
1. ¿Qué es la santidad? 2. ¿Cómo se construye? 3. ¿Cómo nos ayudan el Bautismo y la Confirmación en nuestra vocación a la santidad? 4. ¿Cómo ayuda la Eucaristía? 5. ¿Qué sentido tiene el sufrimiento en el cristianismo? 6. ¿Quién es el Papa? 7. ¿Quiénes son los obispos? 8. ¿Qué enseña el magisterio ordinario y universal del Papa? 9. ¿Qué es la vida sobrenatural? 10.¿Cómo puede usar rectamente el hombre su libertad? Bajo custodia de la Escuela de la Fe
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Manual de Ética Cristiana Alumno 11.Explica brevemente los pasos para identificarse con el ideal para alcanzar la santidad.
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