Los fundamentos conservadores del orden liberal
Defendiendo la democracia contra sus enemigos modernos y sus amigos inmoderados
Daniel J. Mahoney
Los fundamentos conservadores del orden liberal
Defendiendo la democracia contra sus enemigos modernos y sus amigos inmoderados
Daniel J. Mahoney
Prólogo a la edición en español
Catalina Siles Valenzuela
Puedee pens Pued pensar arse se que, que, desd desdee un tiem tiempo po a esta esta pa part rte, e, nu nues estr troo modo modo de enfr enfren enta tarr cier cierto to tipo tipo de probl problem emas as tien tienee algo algo de ree ree!o !o cond condic icio iona nado do"" an ante te cualquier di#cultad, tendemos a culpar a las ataduras que nos impiden e!ercer nuestra autonom$a y desplegar nuestros derechos indi%iduales. Desde luego, no todos todos enfati enfatizan zan los mismos mismos derech derechos. os. Para algun algunos, os, es la lib libert ertad ad econ&mi econ&mica ca aquello que debe sal%aguardarse a todo e%ento y sin l$mites 'esta es la posici&n que suele atribuirse a parte de la derecha pol$tica'. Para otros 'los llamados (progresistas)* parece haber una esfera $ntima que no admite ning+n criterio que %aya ms all de los deseos del su!eto, y por tanto, no cabe ninguna restricci&n. -s cierto que ambas posturas suelen ubicarse en %eredas distintas, pero responden a una premisa anloga" la primac$a absoluta de la %oluntad indi%idual. s$, no es de e/tra0ar que los asuntos comunes pierdan rele%ancia. -fecti%amente, queda poco espacio para lo com+n en un mundo dominado por las reglas del mercado, los derechos indi%iduales y las pol$ticas de reconocimiento 1. De distintos modos, en todos estos casos se pone el acento en el indi%iduo particular, despo!ado de referencias al mundo y a los dems. -l libro que ahora presentamos bien puede ser le$do como una propuesta alternati%a a esa %isi&n, a ratos dominante en todo el ancho de todo nuestro espectro pol$tico. Para su autor, hacer de la libertad un dogma irree/i%o amenaza con corroer los fundamentos que hacen posible la libertad misma. Mahoney busca mostrar que ning+n liberalismo digno de ese nombre se basta a s$ mismo y, por ende, que un proyecto pol$tico centrado e/clusi%amente en la a#rmaci&n de la autonom$a indi%idual enfrenta di#cultades serias para dar raz&n de la realidad social. Como bien ha se0alado Pierre Manent, (tal %ez la libertad sea la me!or condici&n para la acci&n humana, pero no puede por s$ sola proporcionar una #nalidad a esa acci&n)2. Por cierto la libertad es una condici&n necesaria para la %ida en com+n, pero no basta para darles un contenido sustanti%o a las que * seg+n Ma/ 3eber* constituyen las preguntas pol$ticas por antonomasia" 4qu5 debemos hacer6 4C&mo debemos %i%ir67
8a tesis central de Mahoney, puede resumirse as$" la formulaci&n de la doctrina liberal necesita de una dimensi&n que 5l llama conser%adora, pues la libertad requiere de ciertos contenidos morales espec$#cos para desplegarse y no quedarse en pura arbitrariedad o capricho. -sto es muy rele%ante porque *guste o no* %i%imos en una era cuyas ideas dominantes pro%ienen, en general, de la tradici&n liberal" si acaso queremos comprender nuestra propia situaci&n, es imprescindible interrogar seriamente sus fundamentos. Desde luego, la tesis de Mahoney resulta pro%ocadora, pues generalmente las tradiciones liberal y conser%adora se entienden de modo antin&mico, aludiendo a la %isi&n ms radical, o tal %ez ms abstracta, de cada una de ellas. s$, se considera que la primera pri%ilegia la libertad y la autonom$a, con la consiguiente erosi&n de las costumbres, tradiciones y sistemas establecidos 9que tienden a %erse como heter&nomos:. -l deseo de mayor libertad, por tanto, tender$a a chocar con las disposiciones conser%adoras, porque estas +ltimas, siguiendo a nthony ;uinton, se caracterizan precisamente por el apego a la tradici&n, entendida como una cierta re%erencia hacia las instituciones y costumbres establecidas, y una hostilidad hacia los cambios re%olucionarios <. mayor libertad, se piensa, mayor posibilidad de sub%ertir la tradici&n y de pro%ocar cambios abruptos. -n este sentido, las diferencias entre ambas corrientes no se reducen a posturas pol$ticas concretas, sino que ms bien consisten en disposiciones morales y an$micas contrapuestas. Por lo mismo, a primera %ista parece inconcebible a#rmar que el liberalismo ha de fundarse en alg+n tipo de conser%adurismo. 8a no%edad de la tesis de Mahoney se re%ela nue%amente cuando consideramos otra de las caracter$sticas del conser%adurismo descritas por ;uinton= , a saber, el organicismo. -ste concepto describe el hecho de que para la tradici&n conser%adora la sociedad no est compuesta de indi%iduos abstractos, sino de seres sociales, %inculados los unos a los otros por medio de instituciones y asociaciones intermedias que proyectan la naturaleza pol$tica del ser humano y le otorgan creencias compartidas con otros. Por el contrario, en una imagen usual del liberalismo, al menos en algunas de sus %ersiones de ra$z contractualista, es posible obser%ar un abierto recelo hacia estas organizaciones intermedias. >obbes, $cono del liberalismo temprano, lo e/presa muy gr#camente" (las corporaciones, que son como -stados menores en el seno de uno ms grande, son como gusanos en las entra0as de un hombre natural) ?. @ant, por su parte, conceptualiza al su!eto aut&nomo como uno que se constituye en conformidad con normas uni%ersales, independientes de cualquier comunidad particular de pertenencia A. -s decir, la libertad pareciera requerir un ser humano capaz de abstraerse de sus relaciones sociales concretas y de las creencias asociadas a ellas.
Visto de esta forma, las diferencias parecen irreconciliables. Pero entonces, 4c&mo podr$a el liberalismo fundarse, aunque fuera parcialmente, en el conser%adurismo6 -l proyecto de Mahoney busca mostrar que esas aparentes diferencias, si se miran con la debida atenci&n, son menos radicales de lo que parecen. Por de pronto, as$ se ad%ierte al %ol%er nuestra mirada sobre la democracia moderna, tal %ez la contribuci&n ms destacada del liberalismo pol$tico. Seg+n Mahoney, as$ como no es posible desconocer las genuinas contribuciones del liberalismo a la democracia moderna, tampoco pueden ob%iarse las tensiones internas que aqu5l pro%oca en la %ida democrtica cuando su (pasi&n por la libertad) se radicaliza. -s en esta tensi&n donde Mahoney encuentra el fundamento para a#rmar la compatibilidad del conser%adurismo con el liberalismo y, ms a+n, la necesidad que tiene un r5gimen basado en la igual libertad y en la participaci&n pol$tica de poner atenci&n a las tradiciones y costumbres establecidas. -l actual panorama de las democracias contemporneas, mal que nos pese, sir%e como e!emplo ilustrati%o al respecto, en la medida en que la democracia, entendida como r5gimen pol$tico y, sobre todo, como un estilo de %ida del hombre moderno, ha tendido a des%incularse de ciertos contenidos morales preser%ados de alg+n modo por la tradici&n conser%adora. Para Mahoney, de hecho, el mayor peligro al que se enfrentan las democracias actuales es la b+squeda de una democracia (pura), entendida como un simple procedimiento de mayor$as que identi#ca la libertad con una total emancipaci&n pol$tica, social y cultural. Se trata de una radicalizaci&n de la democracia que se ale!a, por e!emplo, de autores como Montesquieu, que es quizs uno de los autores que formulan de modo ms acabado el proyecto liberal. -l liberalismo de Montesquieu, bien %ale recordarlo, reconoce abiertamente el %alor de tradiciones y costumbres. Sin ir ms le!os, en El espíritu de las leyes , se habla de (la corrupci&n de los principios de la democracia), a saber, igualdad y libertadB. Cuando estos se con%ierten en principios e/tremos * comenta Schnapper sobre ese cap$tulo de Montesquieu* la democracia se corrompe la libertad se con%ierte en licencia y la igualdad en (indistinci&n. -ste fen&meno es particularmente notorio en cierto liberalismo de carcter progresista que promue%e muchas %eces a priori rei%indicaciones de libertades y derechos sin antes ponderar los dems bienes que estn en !uego. -ste liberalismo #loscamente progresista %a acompa0ado muchas %eces de premisas 'e/presas o no' de carcter historicista, seg+n las cuales los cambios sociales deben ser bien%enidos por el solo hecho de su no%edad. penas hace falta demostrar que %alorar de antemano lo nue%o como algo superior a lo antiguo nos somete a una nue%a tiran$a, la de la inercia de los procesos sociales, mutilando la propia libertad
humana de someter al mismo !uicio cr$tico las instituciones %igentes y las propuestas de transformaci&n. -llo tambi5n se obser%a en las tendencias indi%idualistas, que constituyen quizs una de las di#cultades ms acuciantes de nuestra modernidad. Como se0ala Eocque%ille *acaso uno de los ms profundos obser%adores de los efectos sociales de la democracia*, ellas (predisponeFnG a cada ciudadano a aislarse de la masa de sus seme!antes y a retirarse a solas con su familia y amigos, de modo tal que, despu5s de haberse creado as$ una sociedad a su disposici&n, abandona %oluntariamente la gran sociedad a su suerte) 1H. -ste panorama lle%a a Mahoney a a#rmar que los amigos inmoderados de la democracia son, a #n de cuentas, sus peores enemigos, haciendo suya aquella formidable lecci&n con la que Manent concluye su anlisis de Eocque%ille" (para amar la democracia, hay que amarla moderadamente). -n Chile, por cierto, esa clase de fen&menos parecen manifestarse con creciente intensidad en di%ersas materias. Por e!emplo, en aquellos que parecieran tener una con#anza ciega en el libre mercado y el crecimiento econ&mico a la hora de intentar solucionar los problemas sociales, desconociendo la cara menos amable del (modelo)" enormes desigualdades, segregaci&n, degradaci&n medio ambiental debido al uso indiscriminado de recursos naturales, y tendencia al consumismo, entre otros. Irente a un liberalismo econ&mico completamente aut&nomo, Mahoney ofrece la %isi&n de ertrand de Jou%enel *un reputado liberal*, quien cuestiona la idea de que el desarrollo econ&mico %enga acompa0ado necesariamente de un progreso moral. -l polit&logo y economista franc5s, en efecto, record& a sus contemporneos que la %ida buena implicaba algo ms que la ma/imizaci&n de las preferencias indi%iduales, preocupaci&n que incluso lo lle%& a romper con parte de la corriente liberal de su 5poca, reunida en la Sociedad Mont Pelerin 11. -n todo caso, otro tanto puede decirse de aquellos que promue%en el aborto desde la pura consideraci&n de la autonom$a indi%idual, como si 5sta fuera siempre y automticamente superior a cualquier otro bien en !uego. De este modo, se intenta erigir la autonom$a y los derechos del indi%iduo como dogma absoluto, incluso por sobre la dignidad humana. -ste escenario da cuenta de una de las principales preocupaciones de Mahoney" tanto el progresismo como el indi%idualismo, al que tiende un liberalismo sin contrapesos, pueden constituirse en serios obstculos para el adecuado desarrollo de la %ida democrtica. -n rigor, adoptar la l&gica de la ma/imizaci&n de los derechos en forma indiscriminada impide una real deliberaci&n p+blica, pues al seguir ese camino la argumentaci&n tiende a ser
tautol&gica. -n efecto, se intenta imponer una determinada comprensi&n de las cosas, antes que fundarla en razones de bien p+blico 12. s$, se pretende, tal %ez inconscientemente, resol%er la %ida pol$tica pre-políticamente , es decir, zan!ando el asunto de antemano a partir de la rei%indicaci&n de tal o cual derecho, sin tener en cuenta otro tipo de consideraciones. -sto es muy problemtico, pues tal como recuerda Mary nn Klendon, si algo necesita una aut5ntica democracia son procesos de deliberaci&n libres y razonados" sin ellos se debilita una empresa colecti%a que, en gran parte, depende de la calidad y continuidad de la ree/i&n17. lgo anlogo sucede con la consideraci&n puramente indi%idual de la libertad" ella tiende a renunciar a la pol$tica, que necesariamente guarda relaci&n con las cosas comunes, con aquello que nos afecta a todos. -n rigor, no parece posible dar cuenta de la pol$tica en forma adecuada a partir de categor$as que acent+an los deseos y aspiraciones del indi%iduo de manera irrestricta, sin referencia a bienes ulteriores. 8a democracia ha tendido crecientemente a ensimismar y des%incular a los seres humanos, haci5ndoles perder el sentido de alteridad1<. Mientras la sociedad del ntiguo L5gimen tend$a a %incular a sus miembros en un todo *el (orden de la corporeidad) en los t5rminos de 8efort, donde cada comunidad pol$tica es en cierta manera un cuerpo1=*, la re%oluci&n democrtica apunt& a disol%er los grupos humanos, con el ob!eti%o de garantizar la independencia y los derechos de los indi%iduos. Sin duda es materia de discusi&n la forma en que esa tarea surgi& y fue lle%ada adelante 1? pero, como e/plica Mahoney, cada %ez resulta ms claro que el hombre moderno parece haber e/agerado 94malentendido6: estos prop&sitos, en la medida en que aspira a una libertad (perfecta). Por supuesto, Mahoney no niega la importancia de los derechos ni la necesidad de una esfera de autonom$a o espontaneidad para que las personas se puedan desen%ol%er libremente. -l punto es que no parece posible resguardar de modo adecuado esas esferas sin atender a la condici&n pol$tica del ser humano y sus implicancias. Por de pronto, los hombres solemos acceder a ciertos bienes humanos, como la amistad, el conocimiento o el traba!o, mediante nuestra participaci&n acti%a en comunidades y asociaciones de distinta especie, tales como la familia, las instituciones educacionales y las organizaciones laborales, entre muchas otras. qu$ radica, de hecho, el peligro de !uzgar toda restricci&n social como atadura o limitaci&n arbitraria e in!usti#cada. -llo debilita la cohesi&n social y lle%a a entender que (incorporarse) a una comunidad se traduce en una p5rdida de los espacios de libertad, en la medida que obliga a someterse a criterios que estn fuera del consentimiento indi%idual.
Desde luego, la diferencia con los antiguos es sustancial. Para rist&teles, es en la %ida pol$tica donde el hombre encuentra la %erdadera libertad. Como bien se0ala Constant, mientras la libertad de los antiguos equi%al$a a la participaci&n en los asuntos comunes *no pod$a ser libre quien no perteneciera a una comunidad que se autogobernaba* la libertad de los modernos equi%ale a estar libre de coacci&n por parte de terceros1A. -sto +ltimo es lo que, seg+n nos dice la opini&n dominante, suceder$a hoy" cada persona debe poder elegir sus propios #nes y respetar 9i.e. no interferir con: el derecho de los dems a hacer lo mismo, entendiendo que la realizaci&n humana es puramente indi%idual, y ol%idando cualquier consideraci&n sobre algo as$ como el bien com+n. Pero comprendida de esta manera, se0ala Mahoney, la libertad queda desanclada de los fundamentos morales que la hacen posible, y pasa a ser comprendida como pura autonom$a. 8as mo%ilizaciones sociales de 1?B, que el autor trata en el cap$tulo =, constituyen a su !uicio la consagraci&n de estas pretensiones. Irente a ello, el autor nos in%ita a recordar las ideas de una serie de pensadores que reconoce como los grandes e/ponentes de la tradici&n que 5l denomina liberalconser%adora. -stos %an desde Eocque%ille hasta ron, de #liaci&n ms claramente liberal, pasando por urNe y Solzhenitsyn, usualmente asociados a una actitud ms conser%adora. -sas ideas apuntan a re%italizar, sin perder nunca de %ista el conte/to actual *Mahoney dista de ser un reaccionario*, los fundamentos morales presentes en la larga herencia de la ci%ilizaci&n occidental. -ntre otros, la tradici&n, el reconocimiento de la autoridad, las ense0anzas de las religiones b$blicas, la incesante b+squeda de la %erdad, el respeto por dignidad humana, y el culti%o de la %irtud. -n esto consiste lo que el autor llama el (arte de la libertad)" en orientarla en su e!ercicio, haciendo referencia a los fundamentos que le dan un contenido y un signi#cado. ;uizs la principal nota distinti%a de ese contenido es la cone/i&n de la libertad con las restantes dimensiones del ser humano y con el conte/to en que el hombre se desen%uel%e. s$ por e!emplo, -dmund urNe se0ala que nuestra libertad est siempre fundamentada en un conte/to de tradiciones, instituciones, costumbres y %alores que le dan forma" (8a libertad Oe/tremaO 9que es su perfecci&n abstracta, y su %erdadera ausencia: no lle%a a nada, ya que sabemos que los e/tremos, en todo lo que tenga relaci&n con nuestros deberes o satisfacciones en la %ida, son destructi%os tanto para la %irtud como para el disfrute de ellos. simismo, la libertad debe ser limitada, para ser pose$da) 1B. Ser tarea de los gobernantes descubrir el grado de restricci&n que se requiere *que no puede #!arse de antemano* de acuerdo a las necesidades de la comunidad, empleando para ello e/perimentos prudentes y racionales1. -n el mismo sentido, Laymond
ron sostiene que la libertad no puede de#nirse ob!eti%amente, sin atender a las circunstancias concretas, lo que llama los (mrgenes de la libertad) 2H. -n suma, se trata de un libro que e/plica c&mo la libertad en el mbito democrtico e/cede con mucho la mera ausencia de coacci&n. ms a+n, c&mo esa manera de entender la libertad debilita la democracia y, por ende, atenta contra las aspiraciones del liberalismo pol$tico" por ms parad&!ico que suene, una defensa adecuada de la libertad necesita un fundamento fuera de ella. Para Mahoney, la libertad es un principio acti%o y e/igente, pues los hombres libres son ciudadanos con deberes y no meros indi%iduos con derechos. Si no se entiende esto, argumenta el autor, se hacen muy dif$ciles una participaci&n comprometida con la construcci&n del espacio p+blico, la deliberaci&n pol$tica la promoci&n de las asociaciones intermedias que preser%an las libertades locales y que median entre la esfera indi%idual y el poder central y, en +ltimo t5rmino, dotar de contenido a la democracia. es que, tal como mostr& con crudeza el siglo QQ, el r5gimen democrtico no se sustenta por s$ solo, sino que requiere s&lidos fundamentos para su buen funcionamiento fundamentos que, seg+n argumenta Daniel Mahoney, son pre o e/traliberales y deben hallarse en las fuentes de la tradici&n ci%ilizatoria occidental. -n las pginas siguientes el lector encontrar la articulaci&n y la defensa de esas ideas. Desde luego, este libro no pretende, en ning+n caso, acabar con la ree/i&n acerca del %$nculo entre liberalismo y conser%adurismo, y sin duda hay elementos de este anlisis que pueden complementarse. Por un lado, en su esfuerzo por articular la tradici&n liberalconser%adora, la recuperaci&n de #guras intelectuales y pol$ticas tan di%ersas hace que el te/to, por momentos, pierda en coherencia lo que gana en e/tensi&n. Por momentos, Mahoney no distingue de modo su#cientemente preciso algunos conceptos, como por e!emplo democracia y liberalismo, los que en algunas ocasiones utiliza como t5rminos indiferenciados. otro tanto puede decirse de su de#nici&n de conser%adurismo, tan amplia como la herencia ci%ilizatoria occidental. Con todo, se trata de una %alios$sima contribuci&n a la discusi&n pol$tica, por cuanto nos permite comprender de me!or modo nuestra propia situaci&n.
Ro quisiera de!ar de agradecer a algunas personas que hicieron posible esta publicaci&n. -n primer lugar, al autor, Daniel Mahoney, y al editor de S ooNs, Jed Donahue, por ayudarnos a que este proyecto se lle%e a cabo en Chile. Por supuesto, a todo el equipo del -S, que de alguna forma u otra colaboraron en la
publicaci&n del libro, especialmente a Joaqu$n Castillo, nuestro editor. , por +ltimo, a quienes me ayudaron con sus ideas y comentarios al pr&logo, particularmente a Santiago Trt+zar, Claudio l%arado, Daniel Mansuy, -duardo Iuentes y -duardo Kalaz.
Prefacio
8a nue%a autodeterminaci&n del hombre solo puede ser sal%ada de su propia autodestrucci&n mediante el reconocimiento de sus propios l$mites, a partir del conte/to social tradicional que la sostiene. Eom Paine pudo proclamar el derecho de cada generaci&n de determinar sus propias instituciones, dado que el rango de sus demandas era, de hecho, muy modesto. cept& de manera incuestionable la continuidad de la cultura y del orden social como marco de la autodeterminaci&n. >oy en d$a las ideas de Eom Paine solo pueden ser sal%adas de la autodestrucci&n mediante una consciente rea#rmaci&n de la continuidad de ciertas tradiciones. -l ideal de Paine de un progreso gradual ilimitado solo puede ser sal%ado de la destrucci&n por el tipo de tradicionalismo pensado por el opositor de Paine, -dmund urNe. Michael Polanyi, The Tacit Dimension 91??:
-l cient$#co y #l&sofo h+ngarobritnico Michael Polanyi escribi& las palabras anteriores en la c+spide de la re%oluci&n cultural que transform&, de gran manera, el mundo democrtico occidental entre #nes de las d5cadas de 1?H y 1AH. -l punto culmen de este cambio fue 1?B, un a0o de inmensas con%ulsiones en -stados Unidos y en el e/tran!ero. -n con!unto, los e%entos de ese a0o inauguraron y reforzaron un audaz proyecto pol$tico y cultural que buscaba separar la democracia de las fuentes tradicionales de la ci%ilizaci&n occidental. Como resultado, la noble aspiraci&n moderna de defender la libertad y dignidad de todos los seres humanos fue crecientemente desconectada de aquellos bienes que la sustentaban y, en consecuencia, le otorgaban profundidad moral y espiritual.
De ah$ en adelante, las relaciones humanas fueron comprendidas casi e/clusi%amente en t5rminos de %$nculos contractuales. 8a democracia fue identi#cada con el solo imperati%o del consentimiento, es decir, de la mera elecci&n, a!ena a cualquier %$nculo con la herencia del pasado y con los bienes de nuestra naturaleza. s$, la democracia de la modernidad tard$a se ha distanciado crecientemente de aquello que el te&rico pol$tico franc5s Philippe 5n5ton ha llamado la (memoria com+n, las referencias compartidas, 9y: la conciencia de un destino com+n), que son esenciales para la %italidad y %iabilidad de cualquier orden pol$tico y social, incluido el liberal. -sta distancia era, por cierto, la aspiraci&n de aquellos que estaban comprometidos con la (deconstrucci&n) comprehensi%a de la tradici&n occidental sobre la libertad. -sta re%oluci&n cultural, aunque ha sido signi#cati%amente ms a%anzada en -uropa que en los -stados Unidos, ha seguido un largo trayecto con %istas a trasformar la comprensi&n norteamericana de la libertad y del autogobierno democrtico. Ms a+n, como %eremos en el curso de este traba!o, la doctrina de la libertad como liberaci&n, encaminada a superar sistemticamente toda restricci&n o limitaci&n e/terna al e!ercicio de la autonom$a humana, encuentra un poderoso apoyo en algunos de los supuestos bsicos de la propia #losof$a pol$tica moderna. 8os totalitarismos del siglo QQ representaron el ms pernicioso, %oluntarioso y mort$fero esfuerzo por superar la ci%ilizaci&n cristiana y liberal. -l despotismo ideol&gico de izquierda y derecha de!&, tras su paso, una masi%a destrucci&n f$sica y moral, e hizo de la %iolencia y la mendacidad su (principio) de e/istencia, para citar la sugesti%a formulaci&n de Montesquieu. Eanto en su forma mar/ista leninista como en la nacionalsocialista, el totalitarismo implic& un asalto sistemtico a la ley moral, a las tradiciones 5ticas y espirituales deri%adas de las religiones b$blicas, y a la me!or herencia de la lustraci&n y del constitucionalismo moderno. -l totalitarismo comunista re%el&, a todo aquel que tu%iera o!os para mirar, la locura de la pretensi&n humana de di%inizarse. 8os r5cords de despotismo desmoralizador y mentira sistemtica mostraron que el (progreso) econ&mico y social nunca debe confundirse con una emancipaci&n radical de los l$mites naturales, de las restricciones morales y de un orden trascendente que est por encima de la %oluntad humana. -l comunismo fue enfrentado igualmente por conser%adores y liberales honestos, quienes sab$an que Tccidente, en sus disposiciones tradicional y moderna, era digno de lealtad y defensa. Sin embargo, muchos intelectuales sucumbieron ante la tentaci&n totalitaria *la ilusi&n de que el comunismo representaba el %erdadero (progreso) humano y el mo%imiento de la (historia)*, o bien dieron su apoyo a un nihilismo sua%e, que contribuy& a la erosi&n de los fundamentos morales de la democracia.
-n lugar de acoger la llamada de Polanyi en orden a fortalecer la libertad a partir de los fundamentos del orden ci%ilizado, el mundo occidental *primero y sobre todo su clase intelectual* ha girado ms y ms hacia una idea de (democracia pura), la cual de!a poco espacio para los requisitos 'hist&ricos, pol$ticos, espirituales y culturales' cruciales del orden liberal. 8os llamo (los fundamentos conser%adores del orden liberal) para destacar que la (rea#rmaci&n consciente de la continuidad tradicional) es una e/igencia indispensable para sostener la libertad y dignidad de los seres humanos ba!o las condiciones que impone la modernidad. 8a reducci&n de la libertad a una a#rmaci&n %aga y %ac$a de igualdad y autonom$a 9indi%idual y colecti%a: es ine%itablemente destructi%a de esos (contenidos de %ida) *religi&n, patriotismo, ree/i&n #losca, lazos y %$nculos familiares, administraci&n prudente* que enriquecen la e/istencia humana y le otorgan un signi#cado y un prop&sito a nuestra libertad. -l consentimiento es un principio preciado en la esfera pol$tica, y una protecci&n necesaria contra la autoridad arbitraria. -l (consentimiento de los gobernados) proclamado en la Declaraci&n de ndependencia de los -stados Unidos es una roca sobre la que se fundamenta la libertad democrtica. Pero una elecci&n sin impedimentos no puede ser nunca el +nico criterio para !uzgar el pensamiento y la acci&n de los seres humanos. 8a libertad entendida como pura autonom$a, desconectada de #nes y prop&sitos +ltimos, soca%a fatalmente las dial5cticas de %erdad y libertad, y de libertad y %irtud, que de#nen la %erdadera e/istencia humana. Por tanto, no puede haber libertad sin tradiciones e instituciones de autoridad, ni tampoco sin la necesaria apertura a las demandas que la %erdad hace a seres humanos intelectual y moralmente serios. 8a (cultura del repudio) *el proyecto pol$tico y cultural iniciado en los ?H para desligar la libertad de las tradiciones y presupuestos espirituales que la han apoyado hist&ricamente* solo puede culminar en una desmoralizaci&n de las almas y, en consecuencia, en la erosi&n sistemtica de la libertad occidental. -n contraste, (la libertad ba!o Dios y la ley) 'para citar la grandiosamente sugesti%a formulaci&n de Eocque%ille en la parte #nal de El Antiguo Régimen y la Revolución― destaca con fuerza contra la negaci&n totalitaria del hombre y la noci&n (posmoderna) de la libertad como pura autonom$a o indeterminaci&n. 8a libertad a la que alude Eocque%ille de#ende lo me!or de la herencia de urNe *el gran cr$tico de las abstracciones ideol&gicas de la Le%oluci&n Irancesa y defensor de la continuidad de la ci%ilizaci&n occidental*, y tambi5n de Paine *el algunas %eces intemperante defensor de los (derechos del hombre)*, en contra de quienes parec$an contentos con una humanidad que a%anzaba sonmbula hacia la autodestrucci&n, a tra%5s de un 5nfasis destemplado en la propia soberan$a
humana. -ste libro es un ensayo de #losof$a #losof$a pol$tica y cr$tica cr$tica sociocultu sociocultural. ral. Pretende articular una ree/i&n que de#enda los ideales liberalesconser%adores, sabiendo que el liberalismo tiene enemigos tambi5n a la izquierda y no teniendo miedo de reconocer (los fundamentos conser%adores del orden liberal). Como argumenta el cienti cientista sta pol$tico pol$tico James 3. Ceaser Ceaser en su contribu contribuci& ci&nn al simposio simposio de National diciem embr bree de 2HH 2HH *en *en el que que esta establ blec ecee las las rela relaci cion ones es entr entree el Review de dici conser%adurismo y el liberalismo clsico*, tanto el conser%adurismo liberal como el liberalismo conser%ador 9la distinci&n entre ambos se aclarar en el curso de nuestra presentaci&n: deben mirar ms all de la teor$a liberal, ya sea en su forma hobbesianalocNeana o en formas igualitarias acad5micas contemporneas, pues esta teor$a (nunca desarroll& las herramientas para sostenerse ella misma siempre ha requerido de algo deba!o para sobre%i%ir). Como los cap$tulos de este libro de!arn claro, ese algo incluye la apertura a rei%indicaciones (metaf$sicas) sobre la libertad, la naturaleza humana y la !usticia natural el respeto por el marco pol$tico del del au autog togob obie iern rnoo demo democr crt tic ico, o, que que es el esta estado dona naci ci&n &n y el ap apoy oyoo de (las (las religiones b$blicas que poseen la fuente ms importante de nuestro sistema 5tico, uno de l$mites propios y que supone la creencia en algo mayor a la e/istencia material). Un robusto liberalismo conser%ador tambi5n rechaza el igualitarismo dogmtico y culti%a el respeto por el arte de gobernar, enraizado en la me!or tradici&n pol$tica occidental y estadounidense. (Krandeza de alma) y humildad, primero, y un cierto (orden de las cosas) natural y di%ino, despu5s, son pilares gemelos de un orden ci%ilizado y humano que solo a nuestro propio riesgo ignoramos o negamos. -l libro aborda un amplio rango de preguntas relacionadas con la teor$a y prc prcti tica ca de la libe libert rtad ad.. -mpi -mpiez ezaa y term termin inaa con con trat tratami amien ento toss de (lib (liber erale aless conser%adores) e!emplares" le/is de Eocque%ille 91BH=1B=: y Laymond ron 91H= 91H=1B 1B7: 7:.. -sto -stoss gran grande dess franc frances eses es nos nos aler alerta taro ronn sobr sobree la na natu tura rale leza za de la apare apa rent ntem emen ente te ine/ ine/or orab able le (re% (re%ol oluc uci&n i&n demo democr crt tic ica) a) y de los los peli peligr gros os de la tentaci&n totalitaria, respecti%amente. Eocque%ille pro%ee un modelo inimitable del pensador pol$tico y hombre de -stado, particularmente sensible a los costos y bene#cios espirituales de un orden democrtico. Lee!a profundamente el arte pol$ po l$ti tico co nece necesa sari rioo par paraa sost sosten ener er la libe libert rtad ad y dign dignid idad ad hu huma mana nass en un unaa era era democrtica que implacablemente democratiza. Por su parte, ron, en su lucha contra el totalitarismo, concluye que una %igorosa defensa de la libertad occidental demanda la reno%aci&n de un (conser%adurismo democrtico) humano, y tambi5n de aquellas %irtudes y %alores *cora!e c$%ico, !uicio prudente, amor a la %erdad* que son negados igualmente por el totalitarismo y el nihilismo sua%e.
-ste libro, adems, e/amina el arte de gobernar en una era democrtica, la (inuencia (inuencia mutua) de la religi&n y la libertad democrtica democrtica entre s$, las locuras locuras de la (democracia pura) y la cultura del repudio, y las razones de la indulgencia de inuyentes intelectuales modernos hacia %arias manifestaciones de totalitarismo y terror. borda preguntas sobre pol$tica e/terior de una forma que busca e%itar tanto la postura pusilnime como el apoyo doctrinario a la e/pansi&n democrtica en el mundo21. ntenta confrontar las tendencias autodestructi%as de la modernidad con un esp$ritu que es conser%ador, es decir, ni progresista ni reaccionario. -l tono dominante del libro es anal$tico y ree/i%o, no obstante contiene un llamado a una ciud ciudad adan an$a $a y admi admini nist stra raci ci&n &n razo razona nada das. s. Pret Preten ende de ofre ofrece cerr un unaa defe defens nsaa al autogobierno comprendido apropiadamente, en contra de los enemigos totalitarios de la ci%ilizaci&n, seculares y religiosos, y en contra de los (amigos inmoderados) de la democracia 9en palabras del #l&sofo pol$tico franc5s Pierre Manent:, que parad&!icamente la soca%an al promo%er su radicalizaci&n ilimitada. -n efecto, la democracia tiende a la corrupci&n cuando su principio *la libertad e igualdad de los los sere seress hu huma mano nos* s* se con% con%ie iert rtee en un dogm dogmaa irre irree e/i /i%o %o que que eros erosio iona na las las tradiciones, las instituciones de autoridad y los presupuestos espirituales que permiten al ser humano lle%ar adelante %idas libres, ci%ilizadas y decentes. Con todo, no hay raz&n para la desesperaci&n. Como ha escrito Philippe 5n5ton, (el hombre moderno no es irre%ocablemente el +ltimo hombre. 8a historia no ha terminado). Mi libro pretende contribuir a la re%italizaci&n de una tradici&n de ree/i&n pol$tica y espiritual que permitir al hombre democrtico na%egar en las aguas peligrosas de la democracia posmoderna y relati%ista. Sin embargo, como ha sugerido elocuentemente Lalph >ancocN, (ya no e/iste ninguna alternati%a a la e/posici&n a plena luz del d$a del %ac$o de la democracia formal pura, indicando claramente la dependencia de la democracia de comprensiones de la dignidad humana que no pueden ser e/tra$das de su forma pura 22).
Parte I: El arte de amar la democracia moderadamente
1. Tocqueville y los fundamentos del orden liberal
-ste libro apunta a recuperar una apreciaci&n razonada sobre los fundamentos conser%adores del orden liberal. 4Por qu5, entonces, empezar e/aminando el pensamiento de le/is de Eocque%ille6 Despu5s de todo, 5l fue un hombre de -stado y un pensador pol$tico franc5s decimon&nico, que no enca!aba ni con las categor$as pol$ticas de sus d$as ni tampoco con las nuestras. Ro comparti& el tradicionalismo de los pensadores conser%adores franceses y europeos de su tiempo, pero mientras se llam& a s$ mismo liberal, rpidamente a0adi& que su liberalismo era (e/tra0o). Wl es tal %ez el representante ms penetrante de la tradici&n francesa del (liberalismo triste). -sta tradici&n estaba compuesta por liberales moderados que reconocieron, a la fuerza, luego de la Le%oluci&n Irancesa, que no hab$a una alternati%a %iable al nue%o orden * moderno, democrtico, comercial*, que ya hab$a comenzado su proceso de transformaci&n del mundo europeo cristiano. Lechazaron tanto la nostalgia reaccionaria como la euforia re%olucionaria, incluso mientras ad%ert$an de las amenazas que la democracia desenfrenada planteaba a la libertad e integridad de los seres humanos. De estos pensadores, Eocque%ille destaca por su inigualable perspicacia ante lo que puede perderse y tambi5n ganarse en la transici&n de la disposici&n (aristocrtica) a la (democrtica) 9que pueden ser entendidas como grandes (&rdenes de la humanidad), ms que como reg$menes pol$ticos en el sentido estricto del t5rmino:. Como ha se0alado Pierre Manent, la ecuanimidad de Eocque%ille en el planteamiento de las dos grandes (formas antropol&gicas) de e/periencia pol$tica *democracia y aristocracia* encuentra sus ra$ces en una profunda consideraci&n acerca de la naturaleza humana y de la democracia. Eocque%ille reconoce la !usticia de la democracia y la (similitud) subyacente de los seres humanos, pero sin perder de %ista que este reconocimiento de su igualdad no puede sustituir nunca el culti%o de la (grandeza), (independencia) y (calidad) del alma humana. Joseph -pstein obser%& en su buen y conciso bosque!o biogr#co de Eocque%ille que el apoyo del aristocrtico franc5s a la democracia, si bien era (poco entusiasta), permanec$a, no obstante, sabio y sincero. -sa apreciaci&n sobria y cali#cada de la democracia es una raz&n importante para recomendar la lectura de
Eocque%ille. 8os analistas franceses de la tradici&n intelectual liberal distinguen entre el (liberalismo conser%ador) y el (conser%adurismo liberal). 8os liberales conser%adores no ob!etan los presupuestos fundamentales del orden liberal 9 ie , los derechos del hombre, el liberalismo constitucional y la igualdad c$%ica y moral de los seres humanos:, a la %ez que reconocen la dependencia crucial que tiene la sociedad liberal con hbitos, tradiciones, %irtudes y (herencias) e/traliberales y e/trademocrticos. 8os conser%adores liberales, por su parte, de#enden la libertad contra toda forma de despotismo, pero son ms abiertamente cr$ticos de las categor$as que usa la lustraci&n para !usti#car el r5gimen de libertad moderna. Lechazan ms derechamente las ilusiones de la modernidad, incluyendo la a#rmaci&n de la (autonom$a) o (soberan$a) indi%idual y colecti%a de los seres humanos, la tendencia hacia un relati%ismo indiscriminado, y el (culto ciego al progreso que desestabiliza la sociedad, soca%a la %irtud y tienta al hombre moderno con ideolog$as ut&picas que conducen a sistemas de gobierno totalitarios), para citar al te&rico pol$tico Lobert @raynaN. Por supuesto, no hay una l$nea absoluta que separe el (conser%adurismo liberal) del (liberalismo conser%ador). 8iberales de mente conser%adora tambi5n critican la confusi&n contempornea de libertad con relati%ismo moral y resaltan la la/itud del pensamiento progresista antes que la tentaci&n totalitaria. -n el conte/to de su tiempo, Eocque%ille puede no haberse denominado a s$ mismo conser%ador, pero en aspectos decisi%os concuerda con ambas descripciones, la de (liberal conser%ador) y la de (conser%ador liberal). Iue un perspicaz cr$tico avant la le!re de la modernidad radical y el ms l+cido analista, y !uicioso escrutador, del (dogma democrtico) 9frase de Eocque%ille: que contin+a erosionando los fundamentos morales de la democracia. Eocque%ille tu%o un presentimiento casi prof5tico, en orden a que la moral tradicional y las bases culturales de una sociedad libre, los fundamentos de un orden ci%ilizado 9o las (leyes de la analog$a moral), como las llama en la introducci&n del primer %olumen de "a democracia en América:, continuar$an deteriorndose ba!o nuestros pies. Ser$a dif$cil contradecir su intuici&n. 8os (cidos de la modernidad), por utilizar la e/presi&n de 3alter 8ippmann de 12, contin+an haciendo su traba!o. l parecer no hay un #nal %isible a las tendencias autorradicalizantes de la modernidad, incluida la democracia moderna. -n la lac&nica formulaci&n de >ar%ey Mans#eld, (la democracia democratiza). 8a comprensi&n de Eocque%ille de la (re%oluci&n democrtica) *de seguro (pro%idencial), pero tambi5n implacable y autorradicalizante* pro%ee un marco
ms amplio en que las contingencias de nuestras %idas pol$ticas e intelectuales pueden desplegarse. dems, sus escritos entregan una gu$a importante para preser%ar los (contenidos morales de la %ida) en medio de la interminable tormenta democrtica. l analizar la democracia, Eocque%ille desea transmitir a sus lectores 9en sus inigualables palabras propias: (el saludable temor al futuro que lo hace 9a: uno 9estar: alerta y combati%o, y no esa suerte de terror sua%e y ocioso que desgasta los corazones y los ener%a). -n la conclusi&n de su penetrante libro Toc#ueville and the Nature o$ Democracy , de 1B2, Pierre Manent escribe que la lecci&n que se puede e/traer de Eocque%ille es que (para amar bien a la democracia, hay que amarla moderadamente). -sta idea, me gustar$a sugerir, es el coraz&n y el alma de un liberalconser%ador propiamente tal, como contraposici&n a la respuesta, tanto reaccionaria como progresista, ante el desaf$o de la democracia moderna.
Teora y pr!ctica estadounidense
Sin duda, Eocque%ille no es, entre las sociedades democrticas modernas, el +nico autor estimable para la (pol$tica de la prudencia). 8e!os de eso. 8a tradici&n norteamericana de pensamiento pol$tico y del arte de gobernar es rica en sabidur$a te&rica y prctica, especialmente en lo concerniente al arte del autogobierno y a la naturaleza de la autoridad gubernamental leg$tima dentro de una rep+blica federal. 8a ingeniosa mezcla de autogobierno republicano y constitucionalismo liberal del orden estadounidense es uno de los logros ms impresionantes del mundo moderno. 8os Padres Iundadores de -stados Unidos27 a#rmaron admirablemente la igualdad fundamental de todos los hombres, una a#rmaci&n que fue %ulnerada, pero que dio un poderoso soporte a la lucha contra la escla%itud, la gran mancha en el honor nacional de -stados Unidos. l mismo tiempo, los Padres Iundadores fueron cautelosos al igualitarismo dogmtico y a proyectos ut&picos de cualquier %eta. 8os conser%adores, como otros norteamericanos, honran el logro de sus fundadores y son ms propensos a mostrar deferencia hacia las formas constitucionales. 8a #delidad a la Constituci&n de los fundadores es toda%$a parte integral de cualquier estadounidense
conser%ador aut5ntico. Pero e/isten importantes l$mites a un (retorno) incondicional a la fundaci&n original, ya que podr$a decirse que los arquitectos del e/perimento de autogobierno norteamericano construyeron un sistema me!or de lo que estaban conscientes. -n palabras de 3alNer Percy, ellos supusieron una (mezcolanza antropol&gica) que se bas& de manera desigual en la sabidur$a clsica y cristiana, por un lado, y en los presupuestos ilustrados, por otro. -sta fue, de di%ersas maneras, una tensi&n fruct$fera. Pero fue tambi5n una mezcla inestable, propensa a decaer con el paso del tiempo. -ste hecho se puso de mani#esto una %ez ms ante los %isitantes y obser%adores e/tran!eros. -l dominico franc5s Laymond85opold rucNberger argument& en su elocuente y perspicaz libro %mages o$ America , de 1=, que la genialidad de -stados Unidos fue reconocer la diferencia entre el autogobierno (ba!o Dios y la ley), como lo describi& Eocque%ille, y la monstruosa ilusi&n que tienen los seres humanos del (derecho a di%inizarse y adorarse a s$ mismos). -n el coraz&n de la (teolog$a pol$tica) estadounidense encarnada en la Declaraci&n de ndependencia 9un documento que fue ms bien un compromiso del de$smo doctrinario de JeXerson y de las con%icciones ms te$stas de los miembros del Congreso Continental:, el padre rucNberger %io una sabidur$a que e%itaba los e/tremos de la teocracia y el fanatismo religioso de un polo, y el ate$smo e/altado del otro. Para los estadounidenses, (el pueblo est siempre su!eto y al mismo tiempo es libre y soberano. -stn su!etos a su propia ley y a la !usticia de Dios. Son libres porque obedecen sus propias leyes. Son soberanos porque su soberan$a es parte de la soberan$a de Dios). -n la medida en que los norteamericanos * especialmente sus intelectuales* han rede#nido su libertad como autosoberan$a humana, como pura libertad des%inculada de #nes y prop&sitos que est5n fuera del arbitrio del ser humano mismo, repudian su propia genialidad y, sin saberlo, rea#rman un principio que es parte del coraz&n de los totalitarismos del siglo QQ. l hacer frente a a#rmaciones %oluntariosas sobre la autonom$a humana, es necesario permanecer #eles a la (genialidad) de la fundaci&n norteamericana, pero mo%i5ndonos al mismo tiempo ms all del horizonte te&rico algo constre0ido de los fundadores. Como sugiri& hace largo tiempo Trestes roYnson en The American Repu&lic 91B?=:, ms que en los aspectos te&ricos, los mayores logros de los fundadores estu%ieron en el plano prctico. -n el plano te&rico, rati#caron la teor$a del contrato social, la presunci&n de que la comunidad pol$tica es un constructo arti#cial de indi%iduos libres e iguales que %oluntariamente se apartan de lo que 8ocNe llam& las (incon%eniencias) del (estado de naturaleza). Sin
embargo, no eran plenamente conscientes de las implicaciones metapol$ticas de esa doctrina. Como se0ala Eocque%ille, 5sta pod$a llegar a ser aplicada a cada aspecto de la %ida humana e incluso al gobierno del cosmos mismo. Pero, como sabios y prudentes estadistas, los fundadores respetaron una constituci&n impl$cita o (pro%idencial) estadounidense, los hbitos y costumbres del pueblo de --.UU. tan elocuentemente descritos por John Jay en El 'ederalista () as$ como el carcter (territorial) de la democracia norteamericana. Como argumenta Loger Scruton en The *est and the Rest , ellos consideraron que hab$a un (nosotros) pree/istente *un pueblo con ciertos hbitos y tradiciones* que era condici&n necesaria para formar una (uni&n ms perfecta) en el momento de la fundaci&n constitucional estadounidense. -llos tambi5n se basaron en la ley com+n y en la larga herencia moral de la ci%ilizaci&n occidental. diferencia de los re%olucionarios franceses, no empezaron ni hubieran pretendido empezar desde cero. >oy d$a nos corresponde a nosotros ree/ionar sobre su sabidur$a prctica y por tanto trascender los l$mites de algunos de sus presupuestos te&ricos. -n un debate iluminador, en el cap$tulo introductorio de su traducci&n de "a Democracia en América , >ar%ey C. Mans#eld y Delba 3inthrop argumentan que una de las ideas ms l+cidas de Eocque%ille fue ad%ertir que la prctica norteamericana, que incluye su prodigiosa %ida asociati%a, sus ricas tradiciones de autogobierno local y sus denodados esfuerzos por combinar (el esp$ritu de la libertad) y el (esp$ritu de la religi&n), era superior a la teor$a democrtica. -sto era as$ (en parte porque algunos aspectos de la prctica estadounidense toda%$a no han sido transformados por la teor$a democrtica, y en parte porque la prctica tiende a corregir la teor$a). -l momento fundacional norteamericano no es reducible a la (teor$a) moderna. Pero tampoco est e/enta de algunas de las e/igencias y supuestos ms problemticos de la teor$a de la modernidad.
"ur#e y nuestros descontentos presentes
Como he sugerido, Eocque%ille es indispensable para repensar la dial5ctica entre la teor$a y la prctica de la democracia moderna y para apreciar de manera
reno%ada los fundamentos conser%adores del orden liberal. 4Por qu5, entonces, -dmund urNe6 Porque el gran estadista y #l&sofo pol$tico angloirland5s tiene un leg$timo puesto de honor en la ree/i&n conser%adora posterior a 1<= sobre una (pol$tica de la prudencia) apropiada para las circunstancias modernas. urNe no solo fue la inspiraci&n del (nue%o conser%adurismo) de la d5cada de 1=H *el conser%adurismo de Lussell @irN, Peter VierecN, Loss J. S. >oXman y Lobert Risbet*, sino que tambi5n fue reconocido como el paradigma del estadista prudente por una #gura no menor" 8eo Strauss. -n el destacado ensayo (Consistency in Politics) de su colecci&n Thoughts and Adventures de 172, 3inston Churchill 9un conser%ador burNeano por derecho propio: hace un elocuente tributo al (urNe de la autoridad) y al (urNe de la libertad), el amigo de las libertades estadounidenses y, al mismo tiempo, el agelo del fanatismo re%olucionario franc5s. Como e/plicaba Churchill, las dos caras p+blicas de urNe, en apariencia contradictorias, fueron dos manifestaciones perfectamente complementarias del mismo prop&sito que lo animaba" la defensa de la ci%ilizaci&n y la libertad ordenada. (Radie puede leer al urNe de la libertad y al urNe de la autoridad sin sentir que aqu$ estaba el mismo hombre persiguiendo los mismos #nes). urNe fue el modelo mismo del estadista prudente y (consistente). Ring+n conser%ador que se precie a s$ mismo puede ignorar la incisi%a defensa de la tradici&n y la raz&n prctica de urNe, ni tampoco su saludable esfuerzo por enraizar la libertad moderna en la larga herencia de la ci%ilizaci&n occidental. simismo, urNe contin+a siendo un penetrante cr$tico de las abstracciones re%olucionarias o ideol&gicas que amenazan con sub%ertir los logros de la ci%ilizaci&n moderna. Su cr$tica hacia el protototalitarismo que conoci& al traba!ar en la Irancia re%olucionaria sir%e como presagio ante un nihilismo ms radical y consistente, representado por la re%oluci&n comunista en el siglo QQ. Se opuso a la re%oluci&n !acobina con el mismo cora!e y unidad de prop&sito con que Solzhenitsyn se opuso al totalitarismo comunista de nuestro tiempo. 4;ui5n puede ol%idar la profunda e%ocaci&n de urNe, en su carta de despedida "e!er to a No&le "ord 91A?:, a un nue%o tipo de re%oluci&n, (una re%oluci&n completa 9Z: que se e/tiende incluso a la constituci&n mental del hombre)6 -ste (old whig) sigue siendo un maestro e inspirador, incluso perteneciendo en aspectos decisi%os a un mundo de transici&n entre los restos del antiguo r5gimen europeo y un orden democrtico completamente moderno. urNe no pod$a imaginar una (democracia perfecta) que no fuera una tiran$a disfrazada. Sin embargo, nosotros %i%imos en un mundo tan democrtico que la obligaci&n y la !erarqu$a establecidas no tienen lugar en nuestra autocomprensi&n o#cial pol$tica o moral. Vi%imos en un mundo dominado por el (dogma democrtico), que a#rma
la igualdad natural e independencia de todos. Sin duda, el pensamiento de Eocque%ille debe mucho a urNe" su cr$tica al fanatismo re%olucionario, su ataque a la irresponsable (pol$tica literaria) de los intelectuales franceses, su insistencia en la importancia de las (herencias aristocrticas), como la familia y la religi&n, y del autogobierno local para la salud y bienestar de la democracia moderna estn profundamente en deuda con su gran predecesor. Pero aunque el pensador pol$tico franc5s apreciaba la sabidur$a prctica de urNe, tambi5n lo criticaba por permanecer ciego ante la real trascendencia de la (re%oluci&n democrtica) que se desplegaba ante sus o!os. Como di!o Eocque%ille con cierta se%eridad en El Antiguo Régimen y la Revolución) urNe pensaba que los franceses re%olucionarios hab$an desgarrado un cuerpo %i%o, cuando en realidad hab$an asaltado un cad%er. Desafortunadamente, urNe ha perdido gran parte de su atracti%o, incluso para los conser%adores2<. Su estilo es demasiado ornamentado para los gustos democrticos, y su grandilocuente defensa del (caballero) parece arcaica en una era igualitaria. Como resultado, sus libros no se %enden como antes y parece ser poco atracti%o fuera de un peque0o c$rculo de conser%adores tradicionales. lgunos de los llamados intelectuales conser%adores citan con cierta per%ersidad la autoridad de urNe, para as$ !usti#car un acomodo en cmara lenta al progresismo actual2=. nte el aborto de libre demanda, la disoluci&n del matrimonio al incluir todas las relaciones (consensuadas) y %arias e/presiones de indi%idualismo que tienen profundas ra$ces en la sociedad y cultura contemporneas, los conser%adores son llamados a abandonar toda resistencia a la re%oluci&n cultural que est en proceso de transformar radicalmente el mundo occidental. -l conser%adurismo es de#nido como una adaptaci&n prudente a lo ine%itable. lo (ine%itable) es discernido me!or por aquellos comprometidos con las aplicaciones ms radicales de igualdad y autonom$a. Pero cuando urNe recordaba a sus contemporneos que (la prudencia es el dios de este mundo) de seguro no quer$a decir que toda la (constituci&n moral) del uni%erso estu%iera su!eta a una re%isi&n fundamental. -l pensamiento de urNe permanece %igente, pero su sabidur$a necesita ser complementada por una seria conciencia de que los bienes que defend$a necesitan una articulaci&n diferente en un conte/to donde la democracia implacablemente democratiza. l #nal de su notable aunque poco conocido ensayo (Concerning the Light" Conser%atism in ndustrial Societies), de 1=A, el distinguido pensador pol$tico franc5s Laymond ron habl& sugesti%amente de las dos maneras en que las pol5micas de urNe contra la Le%oluci&n Irancesa pueden ser le$das hoy en d$a" (Por un lado, pueden ser le$das como condenas de#niti%as al racionalismo pol$tico *o al fanatismo ideol&gico*, como una defensa y e!emplo de la !erarqu$a del
ntiguo L5gimen en su particularidad. T, por otro, como una demostraci&n de que toda sociedad implica una !erarqu$a y solo prospera en el respeto rec$proco de derechos y deberes. urNe se ha declarado o bien contra las ideas democrticas, o bien a fa%or de la prudencia). mi !uicio, esta segunda lectura sugerida por ron apunta en la direcci&n del liberalismo conser%ador de Eocque%ille. -lla %iene a iluminar la profunda complementariedad de la sabidur$a burNeana y tocque%illiana, a pesar del error de Eocque%ille de no reconocer completamente la deuda con su predecesor.
$!s all! del individuo autosu%ciente
-l liberalismo de Eocque%ille tiene poco en com+n con el liberalismo de los derechos naturales de Ehomas >obbes y John 8ocNe, que %en la libertad sobre todo como un instrumento para la preser%aci&n de la %ida y la propiedad de indi%iduos que son, en un sentido esencial, (animales pol$ticos). Por supuesto, Eocque%ille nunca cuestion& el atracti%o mismo de las libertades y de los derechos democrticos. Defend$a ambas cosas por principio y estaba orgulloso de la libertad pol$tica. Pero de!& claro que basar una sociedad en el (dogma) del indi%iduo autosu#ciente la condena al fracaso, pues no hace !usticia a la naturaleza del hombre ni a los requerimientos de una genuina %ida social. -n palabras del #l&sofo pol$tico y moral h+ngaro urel @olnai, Eocque%ille consideraba que el bienestar del orden democrtico depend$a de (tradiciones preliberales) que son (ideol&gicamente negadas y condenadas por la misma concepci&n de la autosoberan$a ilimitada del hombre). Eocque%ille e/presaba su preocupaci&n sobre la mantenci&n de estas tradiciones o hbitos pre o e/traliberales precisamente porque las nociones democrticas de soberan$a o consentimiento popular no se limitan por s$ solas a la esfera pol$tica. Como Eocque%ille a#rma en el %olumen de "a Democracia en América) el dogma de la soberan$a popular (regula gran parte de las acciones humanas) y, por tanto, transforma la %ida familiar, la religi&n y otras instituciones heredadas en direcciones a+n ms (democrticas) o indi%idualistas. Eocque%ille ciertamente no era un #l&sofo especulati%o, pero ya hab$a obser%ado lo que, en un lengua!e #losco ms
e/pl$cito, a#rma @olnai en su ensayo (Pri%ilege and 8iberty), de 1<" -l orden liberaldemocrtico reposa en a/iomas, con%enciones, tradiciones y hbitos 9ya sea sostenidos e/presamente o respetados tcitamente: que trascienden el marco liberaldemocrtico mismo e imponen cierta (materialidad) o l$mites (ob!eti%os) tanto a la soberan$a indi%idual como popular, y que ayudan as$ a mantener una especie de acuerdo entre m+ltiples (%oluntades) indi%iduales entre la ciudadan$a libre de los indi%iduos, por un lado, y la (%oluntad general), que encarna monsticamente el poder estatal, por otro. Eocque%ille estaba completamente despro%isto de ilusiones progresistas. Ro cre$a que el carcter (pro%idencial) o (fatal) de la gran (re%oluci&n democrtica) que se desplegaba ante sus o!os fuera una garant$a, en ning+n caso, de que el nue%o orden preser%ar$a la libertad y grandeza de los seres humanos. -so depend$a de la prudencia de los hombres, del (arte de la libertad), cuya tarea era preser%ar las condiciones que hac$an posible un pensamiento serio y una acci&n noble y generosa. Eocque%ille era un cr$tico del dogma democrtico en la medida en que 5ste estu%iera %inculado a la pasi&n irree/i%a por la igualdad. Pero era amigo de la a#rmaci&n cristiana y democrtica de la dignidad inherente del alma humana. -n este sentido, %ale la pena %ol%er sobre su dilogo con rthur de Kobineau, el diplomtico y te&rico del racismo cient$#co franc5s con quien Eocque%ille mantu%o una destacada correspondencia entre 1B<7 y 1B=, a0o de la muerte de Eocque%ille.
&obineau y los lmites del fatalismo
Kobineau, once a0os menor que el autor de "a Democracia en América , fue en muchos aspectos el protegido de Eocque%ille. Eocque%ille estaba impresionado por la inteligencia y erudici&n de Kobineau, y en 1B<2 le encarg& que lo asistiera en un proyecto 'nunca completado' que buscaba descubrir las ra$ces de la moralidad y distinti%a sensibilidad 5tica modernas. Cuando Eocque%ille pas& a ser ministro de suntos -/teriores de Irancia, en 1B<, Kobineau traba!& como asistente y poco despu5s alcanz& una posici&n permanente en el cuerpo diplomtico. Eocque%ille
ten$a un afecto genuino por Kobineau e hizo todo lo posible por su crecimiento profesional, pero detestaba el cienti#cismo y racismo que destilaba cada pgina del +ltimo %olumen de su An Essay in the %ne#uality o$ the Races -n una carta a Kobineau 91A de no%iembre de 1B=7:, escrita poco despu5s de la publicaci&n de este ensayo ) Eocque%ille denuncia el (fatalismo monstruoso) que informa todas las teor$as modernas raciales. Kobineau rechazaba la unidad moral 9y (f$sica): de la raza humana y describi& a pueblos enteros como (degenerados), incapaces de perfecci&n moral o participaci&n en los bene#cios de la ci%ilizaci&n. Eocque%ille %io en las teor$as de Kobineau una forma de (predestinaci&n) materialista y secular, que conduc$a no a una (%asta limitaci&n, sino una completa abolici&n, de la libertad humana). Eocque%ille !uzgaba las doctrinas pol$ticas y morales no solo por su plausibilidad te&rica, sino tambi5n por sus probables efectos en la autocomprensi&n y en el esp$ritu de los hombres. -n la misma carta, Eocque%ille escribi& que, adems de estar con%encido de que tales doctrinas eran lo ms probablemente falsas, estaba totalmente seguro de que eran perniciosas. Eales !uicios (probabil$sticos) son, con raras e/cepciones, los +nicos disponibles en la %ida pol$tica, seg+n Eocque%ille. Mientras 5l estaba estudiando alemn con el #n de facilitar su in%estigaci&n de archi%o para El Antiguo Régimen y la Revolución) not& con iron$a" (Eoda%$a no me he %uelto lo su#cientemente alemn para ser tan cauti%ado por la no%edad o por los m5ritos #loscos de una idea hasta el punto de pasar por alto sus efectos morales o pol$ticos). Predi!o que, de todos los pueblos europeos, solo los alemanes pro%eer$an a Kobineau de una audiencia fa%orable. Ms de un comentarista ha notado el trgico carcter prof5tico de esta obser%aci&n. Eocque%ille desprecia el fatalismo racial de Kobineau, pues 5ste niega la libertad de los seres humanos, que les permite (perfeccionarse, cambiar sus hbitos, 9y: me!orar su estatus). Cre$a que el cienti#cismo racial de Kobineau reforzaba (todos los males producidos por la desigualdad permanente" orgullo, %iolencia, desprecio hacia sus seme!antes, tiran$a y abyecci&n en todas sus formas). -stas palabras merecen mucha ree/i&n, pues capturan la profunda conciencia que ten$a Eocque%ille de las limitaciones de la aristocracia si es despo!ada de la deferencia cristiana a la ley moral y al reconocimiento humanizante de la dignidad de toda alma humana. Eocque%ille y Kobineau continuaron su dilogo sobre estos temas por muchos a0os ms, con Kobineau tratando de con%encer a Eocque%ille, sin 5/ito, de los m5ritos de su tesis y de su compatibilidad con la doctrina tradicional cristiana.
La negativa a la desesperación
>asta cierto punto, Eocque%ille 9quien nunca perdi& su afecto hacia Kobineau: hab$a tenido su#ciente. -n una hermosa carta fechada el 2< de enero de 1B=A, una de las ms memorables de todo el corpus tocque%illiano, el autor declara anatema la posici&n de Kobineau, incompatible tanto con (la letra y el esp$ritu) del cristianismo, que claramente a#rma la (unidad del g5nero humano), como tambi5n con la decencia y el buen !uicio. -n la segunda parte de la carta, Eocque%ille pide permiso para no seguir discutiendo sus teor$as pol$ticas, acompa0ando su requerimiento con una acusaci&n sistemtica del pensamiento de su amigo. rgumenta que la ree/i&n de Kobineau sobre la sociedad moderna supone un profundo desprecio por sus seme!antes. -n la %isi&n del te&rico del racismo, la (constituci&n misma) del hombre, pri%ada de libertad y %oluntad y cualquier posibilidad de perfecci&n moral, lo condena a la ser%idumbre. -n un marcado contraste, Eocque%ille anuncia su negati%a a perder la esperanza en sus seme!antes. Si Kobineau a#rmaba la ine%itable (degeneraci&n) de los pueblos europeos 9que fatalmente se hab$an mezclado con razas supuestamente (inferiores):, Eocque%ille insist$a en que las (sociedades humanas, al igual que los indi%iduos, pod$an con%ertirse en algo solo a tra%5s de la prctica de la libertad). -n este conte/to, reitera sus preocupaciones de larga data sobre las di#cultades de establecer y mantener la libertad en sociedades democrticas. Pero a0ade que nunca ser tan presuntuoso como para pensar dicha tarea como imposible. -n el pen+ltimo prrafo de la carta, Eocque%ille rea#rma su con%icci&n cristiana y liberal, contraria a la crueldad promo%ida o alentada por lo que podr$a llamarse (ate$smo de derecha). Ro ser$a anacr&nico %er en esta a#rmaci&n espl5ndida de la libertad humana y de la bondad y !usticia de Dios una cr$tica a la posici&n de Rie[sche avant la le!re Vale la pena citar de modo e/tenso el hermoso cri de coeur de Eocque%ille" Ro, no creer5 que esta especie humana, que est a la cabeza de la creaci&n %isible, deba con%ertirse en el reba0o degradado que t+ nos dices que es y que no hay nada ms que hacer que entregarla sin futuro y sin recursos a un peque0o n+mero de pastores que, despu5s de todo, no son me!ores animales que nosotros y a menudo son peores. Me permitirs tener menos con#anza en ti que en la bondad
y !usticia de Dios. -n la misma carta, Eocque%ille le dice a Kobineau que ten$a un (profundo y noble placer en seguir) sus propios (principios), aquellos principios fundantes que le imped$an perder la esperanza en la capacidad humana para actuar con libertad ba!o Dios y la ley. ntes, en una importante carta a su amigo 8ouis de @ergorlay, fechada el 1= de diciembre de 1B=H, Eocque%ille declara la naturaleza de estos principios. -llos trascienden la gran di%isi&n hist&rica entre las disposiciones (aristocrtica) y (democrtica). -l #l&sofo le dice a @ergorlay que las (formas) llamadas (constituciones, leyes, dinast$as, clases) no tienen (e/istencia en mis o!os, independientemente de los efectos que producen. Ro tengo otras tradiciones, no tengo otro partido, no tengo otra causa, ms que la libertad y dignidad humanas). 8a #delidad de Eocque%ille a la libertad humana era ms fundamental que su adhesi&n a un -stado social democrtico o aristocrtico, sin mencionar las formas pol$ticas monrquicas o republicanas.
Los bene%cios intrnsecos de la libertad
Se han escrito muchos libros y art$culos acad5micos, algunos de gran calidad, para elucidar la noble y enigmtica concepci&n de Eocque%ille sobre la libertad y la dignidad humana. a hemos %isto que no tiene nada en com+n *de hecho, contiene una cr$tica radical* con el contractualismo liberal de >obbes o 8ocNe, y sus posiciones especulati%as de la libertad e igualdad original de los seres humanos en un (estado de la naturaleza) prepol$tico. 8os seres humanos escapan a las (incon%eniencias) del estado de naturaleza 9amenazas a la %ida y a las perspecti%as de una (%ida confortable), que resulta de la ausencia de una autoridad pol$tica general: por el bien de la seguridad y de aquello que el #l&sofo pol$tico 8eo Strauss ha llamado (autopreser%aci&n confortable). Eocque%ille pertenece a un paradigma moral y pol$tico diferente. -n un celebrado pasa!e, en el tercer cap$tulo del libro tercero de El Antiguo Régimen y la Revolución 9(C&mo los franceses quer$an reformas antes de querer libertades):, Eocque%ille ad%ierte que (quien busca en la libertad otra cosa que ella misma, est hecho para la
escla%itud). Por otra parte, Eocque%ille reconoce que la doctrina del (inter5s propio bien entendida) es un instrumento +til para sacar a los hombres democrticos fuera de s$ mismos, para recordarles que %i%en en sociedad y que tienen obligaciones con otros seres humanos. Sin embargo, est le!os de ennoblecer, y corre el riesgo de con%ertir la libertad en un mero instrumento, como si fuera +til solamente por los bienes materiales que tiende a producir a largo plazo. Eocque%ille de#ende y puede decirse que encarna personalmente una %isi&n de la libertad que enfatiza sus atracti%os intr$nsecos (independientemente de sus bene#cios). -n el mismo cap$tulo, Eocque%ille habla del (placer de ser capaz de hablar, actuar y respirar sin restricciones, solamente ba!o el gobierno de Dios y las leyes). Recesitamos tomar en serio cada parte de esta frase, incluyendo su e%ocaci&n al gobierno de (Dios y las leyes). -l liberalismo conser%ador de Eocque%ille %incula el orgullo por la capacidad humana de autogobierno, y el rechazo a toda forma de ser%ilismo y dependencia, con un reconocimiento humanizante de los l$mites y la necesidad de autorrestricci&n. -l rechazo a los l$mites di%inos y naturales conduce solamente al abismo e impide al hombre trascenderse a s$ mismo. 8a c5lebre defensa (aristocrtica) de Eocque%ille a la grandeza humana es inseparable del reconocimiento cristiano de nuestra humanidad com+n y del reconocimiento de que la libertad es siempre (ba!o Dios). Por otro lado, este (amor puro a la libertad), elocuentemente in%ocado en El Antiguo Régimen y la Revolución) no puede ser uni%ersalizado" es un (gusto) de almas raras que ha sido inculcado por Dios mismo. -sta admirable cualidad no es reducible ni al pri%ilegio aristocrtico ni a la igualdad democrtica. Erasciende a ambas, al tiempo que es necesaria para sostener el amor y la libertad *y el completo rango de posibilidades humanas* en cualquier comunidad humana legal o aut&noma.
La defensa 'probabilstica( de la libertad )umana
Eocque%ille lament& que algunos sistemas #loscos, como los (pante$stas) y aquellos de los (historiadores democrticos), analizados en el %olumen 2 de "a
Democracia en América) no tu%ieran lugar para el elemento humano, para el rol de la
elecci&n y acci&n humanas en la con#guraci&n del curso de la historia. -staba #rmemente con%encido de que los hombres eran seres con almas y de ning+n modo reducibles a (materia en mo%imiento). -n su %isi&n, las almas eran degradadas por doctrinas (falsas y cobardes), que hac$an de ellas !uguetes del proceso hist&rico, o de determinantes subpol$ticos como (la raza, la tierra y el clima). Podr$a a#rmarse que, hoy en d$a, ser$a profundamente receloso de los esfuerzos contemporneos por enraizar el conser%adurismo en una 5tica social darYiniana que reduce a los seres humanos a impulsos naturales, compartidos con otros animales y programados en nosotros por el proceso e%oluti%o. -ste (conser%adurismo darYiniano) soca%a el orgullo humano, subestima la capacidad del hombre de una agencia moral independiente y %uel%e a los l$mites naturales a costa del esp$ritu humano mismo. 8os esfuerzos de Eocque%ille por e%adir ambos e/tremos *un e/agerado racionalismo o con#anza ut&pica en los esfuerzos de la humanidad por transformar el mundo, por un lado, y la negaci&n pesimista y fatalista de la libertad humana, por otro* pueden pro%eer una gu$a para nuestros propios esfuerzos por con!ugar el lugar relati%o tanto de la libertad como de los l$mites en el (orden de las cosas), y lo que Eocque%ille mismo llamaba el (c$rculo fatal) de la modernidad. l pensar en estas materias, podemos inspirarnos en la apro/imaci&n (probabil$stica) de Eocque%ille. Wsta es superior a toda forma de cienti#cismo y escepticismo radical, al igual que a cualquier esfuerzo fuera de lugar por encontrar certezas metaf$sicas donde solo puede haber !uicios y a#rmaciones ms o menos razonables Para Eocque%ille, no hay me!or modo posible para refutar las di%ersas formas de determinismo hist&rico y racial que mostrar su in%erosimilitud, as$ como sus efectos profundamente perniciosos para la libertad humana.
*espotismo suave
-l enfoque cristiano con que Eocque%ille obser%a la democracia da forma incluso a su famosa oposici&n al (despotismo tutelar). -l pen+ltimo cap$tulo de "a
9(;u5 tipo de despotismo deben temer las naciones democrticas): es a menudo malinterpretado, al a#rmarse que conlle%a un respaldo a los presupuestos libertarios y una oposici&n a cualquier forma de -stado de bienestar. -stas lecturas son incorrectas. Por el contrario, Eocque%ille basa los or$genes del colecti%ismo moderno en un indi%idualismo radical, que disuel%e las cone/iones humanas y hace a los hombres dependientes de un -stado (tutelar) impersonal. Wl teme que esta dependencia debilite el esp$ritu humano y destruya las capacidades de iniciati%a indi%idual y de !uicio c$%ico y moral. Su conclusi&n l&gica, por tanto, ser$a que un -stado tutelar pri%ar$a al hombre democrtico de su misma humanidad, ahorrndole (el problema de pensar y el dolor de %i%ir). -sta es la famosa pesadilla de Eocque%ille, un posible resultado de la a%entura democrtica. Democracia en América
-scribiendo a mediados de 1?H, Laymond ron *quien !ug& un papel central en el redescubrimiento franc5s de Eocque%ille luego de la Segunda Kuerra Mundial* argumentaba que el retrato de Eocque%ille de un (despotismo democrtico), donde seres humanos ener%ados estn su!etos a un poder (absoluto, detallado, regular, hiperm5trope y apacible) era (una combinaci&n de percepciones prof5ticas, temores e/cesi%os y errores ob%ios). Para ron, los aspectos (desp&ticos) de la %ida democrtica contempornea fueron lo (su#cientemente incompletos) en la representaci&n de Eocque%ille como para signi#car algo ms que una ad%ertencia saludable contra ciertas tendencias dentro de las sociedades democrticas. -n escritos posteriores, ron se basa en el anlisis de Eocque%ille para ad%ertir la erosi&n del instinto pol$tico de -uropa occidental, la p5rdida del esp$ritu de independencia, y tambi5n de %irtud c$%ica y marcial necesarias incluso en un r5gimen de libertad. Ro obstante, ron no cre$a que la famosa ad%ertencia de Eocque%ille fuera a pro%eer alguna %ez una descripci&n e/acta del presente europeo o del futuro norteamericano, mientras las democracias occidentales continuaran siendo sociedades capaces de autocr$tica, iniciati%a independiente y estu%ieran abiertas al (arte de la libertad), aunque fuera en una forma disminuida. ctualmente, esto es cierto incluso en el -stado y sociedad e/cesi%amente administrada que es hoy la Irancia democrtica.
*emocracia versus socialismo
Eocque%ille tem$a no solo al (despotismo tutelar), sino tambi5n a formas ms radicales de socialismo, donde el -stado se con%ert$a en propietario de los hombres y las cosas. -n su bien conocido (Discurso sobre el derecho al traba!o) del 12 de septiembre de 1B
ayeN, Eocque%ille escribi& que (si 9Z: tu%iera que buscar una concepci&n general y de#niti%a para e/presar lo que el socialismo como un todo me parece que es, dir$a que es una nue%a forma de ser%idumbre). Usando un lengua!e familiar a los lectores de "a Democracia en América) Eocque%ille identi#ca la democracia con la (igualdad en libertad) y al socialismo con la (igualdad en penuria y ser%idumbre). Deseaba para su Irancia nati%a e/tender la esfera de la ciudadan$a y de la independencia indi%idual lo ms ampliamente posible, y no (constre0irla) como era habitual tanto para los partisanos del socialismo como del (ntiguo L5gimen) paternalista. -n el mismo discurso, Eocque%ille insist$a en que es necesario (introducir caridad en la pol$tica), para (desarrollar una idea ms larga, amplia y general de la que e/ist$a antes sobre las obligaciones del -stado con los pobres, hacia los que sufren). Sin duda, en te/tos como el (Discurso sobre el derecho al traba!o) y la (Memoria sobre el pauperismo) 91B7=:, Eocque%ille se preocupaba por los peligros de la dependencia que surg$an de la asistencia p+blica, y recomendaba hacer todo lo posible por preser%ar la responsabilidad e iniciati%a indi%idual cuando se dise0aran estos programas. Pero al mismo tiempo transmit$a la caridad p+blica * el (cristianismo aplicado a la pol$tica), como la llamaba* y diferenciaba #rmemente esta apro/imaci&n de los esfuerzos socialistas por hacer a los hombres meros pupilos del -stado. nunciaba a sus contemporneos que la re%oluci&n francesa de 1B
ofrece una inspiraci&n moral para un conser%adurismo inteligente que nunca confunde la caridad p+blica o la obligaci&n social con el socialismo o el colecti%ismo. -n estos asuntos, tambi5n, permanece sumamente %igente.
+onclusión
D5!enme terminar ms o menos donde empec5. 8a democracia contin+a democratizando. >oy en d$a, en nombre de la #delidad a los principios democrticos, en nombre de la ma/imizaci&n de los derechos humanos, los acti%istas y te&ricos democrticos, por igual, nos dicen que debemos rede#nir la naturaleza del matrimonio, debilitar las soberan$as nacionales, remitir al derecho !udicial en el pa$s y en el e/tran!ero, y mirar con sospecha a todas las instituciones tradicionales y de autoridad. Preguntas que deber$an estar su!etas a un %igoroso debate y discusi&n p+blica son barridas por ciertas elites intelectuales, en nombre de un mal de#nido 'aunque supuestamente todopoderoso' (imperati%o) democrtico. Ro deber$a permitirse que nada se interponga en el camino de la (idea) de democracia, de la ma/imizaci&n de la igualdad y de la autonom$a indi%idual. Pero inmediatamente se enfrenta una parado!a" en nombre de esta abstracta (idea de democracia), somos alentados a abandonar el autogobierno a lo que Pierre Manent llama la %isi&n de una ( +ratos) sin el (pueblo). -sta %isi&n de la democracia, tal como ha tomado forma en la Uni&n -uropea, debilita la soberan$a nacional y las e/presiones concretas de autogobierno dentro de la naci&nestado territorial. -n los -stados Unidos, el imperio de la idea abstracta de democracia toma la forma de la transformaci&n !udicial de la ley y la pol$tica, as$ como de ciertos tipos de se%eridad burocrtica. umenta la presi&n a someterse a la opini&n de la elite, a los requerimientos del humanitarismo y del igualitarismo, a la autoridad moral de la ley internacional. -n contraste con la tiran$a de esta (idea) abstracta de democracia, Eocque%ille nos ense0a a practicar el arte de la libertad dentro de la democracia y a defender la ms amplia herencia de la ci%ilizaci&n occidental. -l orden democrtico
no es autosu#ciente y depende de una preciosa herencia ci%ilizatoria que ha tenido problemas para reno%arse, y a la que algunas %eces soca%a acti%amente. Sin esperanzas de resol%er el (problema) de la democracia, debemos apro%echar su prctica para corregir su teor$a. Pero debemos hacerlo con la conciencia de que e/iste una tensi&n en la misma idea de (soberan$a popular) entre la idea abstracta, siempre tendiente a interpretaciones y aplicaciones ms radicales, y la idea concreta del e!ercicio del autogobierno democrtico. nstruidos por Eocque%ille, estamos en una me!or posici&n para defender la democracia contra quienes la aman sin moderaci&n.
,. $!s all! del ni)ilismo: religión- libertad y el arte de la mediación
Tccidente es una ci%ilizaci&n moldeada, en aspectos decisi%os, por su herencia cristiana. 8e debe al cristianismo y a su esp$ritu la separaci&n entre las cosas del C5sar y las cosas de Dios, el lugar predominante de la conciencia en su %ida moral y el rechazo al monstruoso e id&latra -stado fara&nico. Pero Tccidente es mucho ms que el (%ie!o Teste), para adoptar el re%elador t5rmino del historiador dan5s Da%id Kress. -l (nue%o Teste), el Tccidente que surgi& de la lustraci&n, %alora sobre todo la ciencia, el progreso tecnol&gico y los derechos humanos. -ste Tccidente crece cada %ez ms distanciado de sus fuentes clsicas y cristianas. -nfrentamos, entonces, esta parado!a" la (re%oluci&n democrtica) que Eocque%ille profetiz& y diagnostic& le debe (algo) al cristianismo, aun cuando ella misma erosione los fundamentos cristianos de la ci%ilizaci&n occidental. l mismo tiempo, confrontados por el totalitarismo y otras manifestaciones del nihilismo moderno, liberales y creyentes encuentran nue%as razones para mirar ms all de sus antagonismos pasados. -n su notable conferencia en la Ctedra -ddington de 1?H, (eyond Rihilism), Michael Polanyi anticipa plenamente nuestra situaci&n" (8as glesias *escribi&* parecen con%ocar al hombre moderno, desde un estado ms all del nihilismo, a su condici&n anterior, pre%ia al secularismo ilustrado). Sin embargo, el hombre moderno y democrtico rechaza sin ambig\edad la imposici&n autoritaria de la religi&n y no quiere (%ol%er a un estadio anterior a la re%oluci&n cient$#ca que ha secularizado e/tensos dominios del conocimiento). Ro queremos %ol%er atrs, pero tampoco podemos estar c&modos con la ruptura moderna y posmoderna de %erdad y libertad, de 5sta y los contenidos morales de la %ida. -n este cap$tulo e/plorar5 las m+ltiples dimensiones de este problema con la ayuda de dos estudiosos contemporneos del problema teol&gicopol$tico en su forma occidental" el te&rico pol$tico norteamericano MarN 8illa y el #l&sofo pol$tico franc5s Pierre Manent.
La &ran eparación
Si Pierre Manent insiste en que no puede haber una soluci&n de#niti%a al problema teol&gicopol$tico, MarN 8illa llama a un retorno sin ob!eciones a los fundamentos secularistas de la democracia liberal moderna. 8illa, conser%ador %uelto semiliberal, es profesor de humanidades en la Uni%ersidad de Columbia y un contribuyente frecuente del New ,or+ Review o$ oo+s -n The .till&orn /od0 Religion) 1olitics) and the 2odern *est 92HHA:, el te&rico pol$tico norteamericano destaca las di%ersas amenazas contemporneas a la (Kran Separaci&n) 9lo seguir5 en la capitalizaci&n de la frase: entre religi&n y pol$tica, que fue teorizada por Ehomas >obbes en el siglo QV y que, con modi#caciones, se ha con%ertido en (la) base del constitucionalismo liberal del mundo occidental 2A. Para 8illa, la Kran Separaci&n es nada menos que el fundamento innegociable de la libertad moderna. Su libro da una instruida y elocuente e/presi&n a lo que podr$a llamarse el (fundamentalismo secular)" la creencia de que cualquier papel p+blico de la religi&n o de la a#rmaci&n religiosa amenaza la libertad humana, as$ como el delicado (arte de la separaci&n intelectual) que est en el coraz&n del orden liberal. qu$, 8illa se re#ere a la separaci&n de la in%estigaci&n pol$tica y cient$#ca de una gu$a 5tica sustanti%a, es decir, de cualquier consideraci&n comprehensi%a de la %ida buena de los seres humanos. Con todo, un defecto del libro de 8illa es que trata la democracia liberal o constitucionalista como un epifen&meno de las categor$as y presupuestos de la #losof$a pol$tica moderna temprana. 8illa no demuestra ning+n inter5s en argumentos espec$#camente religiosos sobre la libertad de conciencia y la separaci&n de la glesia y el -stado. gnora tambi5n la perspecti%a de estadistas democrticos que se basaron en fuentes #loscas, tanto cristianas como modernas, al momento de articular los derechos y deberes del hombre y del ciudadano. Por e!emplo, la Declaraci&n de ndependencia norteamericana in%oca c5lebremente la (naturaleza de Dios) y a 5ste como (Creador), (Pro%idente) y (Juez Supremo) del mundo. n%oca (derechos), pero tambi5n e/igencias de (honor) personal y pol$tico. Con igual plausibilidad, esa declaraci&n puede ser interpretada tanto a la luz del de$smo moderno y del (estado de naturaleza) de la doctrina de >obbes y 8ocNe, como desde el prisma de la tradici&n ms antigua de
la ley natural y el derecho natural. >acer !usticia a la perspecti%a de estos estadistas in%ariablemente nos conducir a cuestionar la identi#caci&n simplista de libertad con el secularismo radical y, por consiguiente, la autoe%idencia de la Kran Separaci&n en la mayor$a de sus formas contemporneas. 8illa no est preparado para tomar ese riesgo, por tanto, e/cluye cualquier tipo de posibilidad te&rica y prctica. un as$, no se equi%oca al encontrar en la #losof$a pol$tica de >obbes la articulaci&n ms radical y autoconsciente de la Kran Separaci&n, una comprensi&n que molde& poderosamente teor$as ms moderadas acerca de la separaci&n de glesia y -stado 9como la de John 8ocNe en 3arta so&re la tolerancia:, y que ha inuido profundamente en la teor$a y prctica del constitucionalismo liberal. 8illa est comprometido con una esfera p+blica e/enta de religi&n o de cualquier concepci&n religiosamente inspirada de la %ida buena. -s partidario, aunque notablemente moderado, de lo que Lichard John Reuhaus llam& (la desnuda plaza p+blica), esto es, una arena p+blica despro%ista de cualquier simbolismo o a#rmaci&n religiosa e/pl$cita. l mismo tiempo, es sensible al carcter hist&ricamente e/cepcional y frgil de la separaci&n entre religi&n y pol$tica, poder y opini&n, %erdad y libertad. Cree que el ne/o pol$ticoteol&gico que conecta e/presamente a Dios, al hombre y al mundo corresponde de me!or manera a las necesidades psicol&gicas y anhelos espirituales de los seres humanos, ms que al austero secularismo demandado por el orden liberal moderno. Para 8illa, el arte de la separaci&n pol$tica e intelectual es una singular haza0a hist&rica, e/puesta a la cr$tica por moti%os #loscos, psicol&gicos y pol$ticos. >a estado su!eta, en efecto, a una cr$tica leg$tima por parte de #l&sofos como Lousseau, @ant y los romnticos decimon&nicos, quienes lamentaron su carcter desalmado *su dura abstracci&n del lado espiritual y po5tico de nuestra humanidad*. simismo, est ba!o un creciente ataque por parte de di%ersos fundamentalismos, tanto del mundo occidental como islmico, que demandan la restauraci&n de la teolog$a pol$tica *la completa integraci&n de la religi&n y la ley* como fundamento de todo orden humano %iable. 4Por qu5, entonces, he llamado a la apro/imaci&n de 8illa un e!ercicio de fundamentalismo secular6 Para empezar, 8illa comparte una dosis no menor de lo que 8eo Strauss llam& la (ira antiteol&gica), que distorsion& la apro/imaci&n supuestamente racional de la lustraci&n al problema teol&gicopol$tico. Su tono moderado, su 'en apariencia' ponderado anlisis costobene#cio de la Kran Separaci&n, coe/iste y abre camino a una demanda (iliberal) 2B por una %igilancia interminable a cualquier e/presi&n pol$tica por parte de los creyentes. 8illa parece ol%idar que los creyentes hace tiempo que hicieron las paces con la democracia liberal 9y, ms a+n, en el caso norteamericano !ugaron un papel crucial en el
establecimiento de instituciones democrticas:. dems, la bene#ciosa insistencia p+blica de !usticia y responsabilidad personal por parte de los creyentes es inseparable de ciertos presupuestos religiosos sobre el hombre y el mundo. -n este sentido, 8illa no es menos (autoritario) ni menos comprometido con una rigurosa desnuda plaza p+blica que los te&ricos abiertamente radicales de la (neutralidad) liberal, como John LaYls y Lichard Lorty.
El arte de la mediación
Eal como ha escrito el te&rico pol$tico Lalph C. >ancocN, en una cr$tica particularmente aguda a The .till&orn /od , 8illa no otorga ninguna importancia al (arte de la mediaci&n), a los esfuerzos te&ricos y prcticos por pensar en con!unto o mediar las realidades humanas y di%inas, sin por ello confundir o negar la leg$tima 9incluso apreciada: autonom$a de la esfera pol$tica de la e/istencia humana. 8illa hace, en su libro, solo dos referencias a le/is de Eocque%ille, el estudioso moderno de la democracia ms comprometido con una (mediaci&n) que modi#que y humanice la separaci&n entre libertad y religi&n. -n el coraz&n del proyecto intelectual y pol$tico de Eocque%ille hay un esfuerzo por promo%er una s$ntesis entre el (esp$ritu de la libertad) y el (esp$ritu de la religi&n) de un modo apropiado para la era democrtica moderna. 8o hizo con plena conciencia de los peligros inherentes a la mezcla del antiguo r5gimen entre la autoridad pol$tica y religiosa. poyaba la separaci&n de la glesia y el -stado como algo bueno, tanto para la pol$tica como para la religi&n, aun cuando enfatizaba la necesidad de un robusto 'aunque indirecto ― papel de la religi&n en la %ida p+blica democrtica. 8illa descarta sumariamente este proyecto, argumentando que la (acomodaci&n no es comprensi&n). -n respuesta a esta resumida ob!eci&n, >ancocN plantea la posibilidad de otra apro/imaci&n, que de seguro tambi5n merece el apelati%o de liberal" 4Podr$amos proponer una reno%aci&n del proyecto de comprender la acomodaci&n y basarnos en logros concretos de reconciliaci&n entre bienes pol$ticos y religiosos, no para resol%er el problema, sino para re#nar y administrar
las demandas de trascendencia que deben emerger de una sociedad sustancialmente pluralista6 pesar de su aparente imparcialidad en el tratamiento de las consecuencias humanas de la Kran Separaci&n, 8illa e%ita de manera dogmtica el sendero de la mediaci&n. Su anlisis est congelado en el tiempo" es un retorno a las ra$ces hobbesianas de la democracia liberal. -l "eviat4n de >obbes, (liberalizado) adecuadamente por sus grandes sucesores pol$ticos y #loscos, como John 8ocNe y Da%id >ume, pro%ee el n+cleo, los supuestos innegociables en los que se basa el anlisis de 8illa sobre la relaci&n entre religi&n y pol$tica en el mundo moderno. -s la %erdadera alternati%a a cada forma de romanticismo, decisionismo y entusiasmo religioso. Para 8illa, la religi&n, al igual que la negaci&n de la raz&n, connota casi siempre e/pectati%as mesinicas. Ro es que se proponga defender cada aspecto del pensamiento de >obbes" 8illa concede sin problema que el #l&sofo ingl5s toma el ate$smo como algo dado, que %a muy le!os al reducir la religi&n a un fen&meno meramente antropol&gico y que a#rma de manera poco razonable el haber descartado la posibilidad de una autorre%elaci&n de un Dios trascendente. Pero esos obstculos, aparentemente insuperables para considerar a >obbes como gu$a serio en la cuesti&n religiosa, no se interponen en el camino de 8illa. Con >obbes, somos llamados a aceptar la autoe%idencia de un (mundo natural moralmente mudo) y a (separar nuestra in%estigaci&n sobre la naturaleza de nuestros pensamientos sobre Dios o los deberes del hombre). ncluso aunque tu%i5ramos buenas razones para refutar racionalmente los mecnicos y reduccionistas (hallazgos) cient$#cos de >obbes, argumenta 8illa, podr$amos acoger fa%orablemente su proyecto. Wste no solo ha liberado a la pol$tica del control eclesistico, sino que adems ha liberado a la in%estigaci&n intelectual de las intrusiones de las ree/iones teol&gicas y metaf$sicas. -n la presentaci&n de 8illa, el feroz ataque de >obbes al (%asto reino de la oscuridad) es una condici&n necesaria para la uni%ersidad secular moderna, con su interminable multiplicaci&n de disciplinas aut&nomas y su rechazo a cualquier demanda por uni#car la %erdad sobre el hombre o sobre el todo. >obbes puede haber estado equi%ocado en reducir dogmticamente el origen de la creencia religiosa a nada ms que miedo y superstici&n, pero 8illa no duda en bautizar la posici&n del #l&sofo ingl5s como un (afortunado error). 8illa tambi5n a#rma, contra la l&gica de su propia posici&n, que la Kran Separaci&n no (presume ni promue%e el ate$smo). -s dif$cil reconciliar una gran cruzada contra el (reino de la oscuridad) con una mayor o menor neutralidad hacia las elecciones pri%adas de religi&n dentro de la sociedad ci%il. 4-s plausible sugerir, como 8illa intenta hacer, que >obbes y otros arquitectos de la Kran Separaci&n (simplemente) pensaron que las preguntas concernientes a (la
estructura bsica de la sociedad) deben estar separadas de las (preguntas +ltimas acerca de Dios, el mundo y el destino espiritual del hombre)6 4-s la separaci&n un #n en s$ mismo, o en +ltimo t5rmino est al ser%icio de un ataque ms frontal a la sabidur$a cristiana y clsica, y al mo%imiento natural del esp$ritu humano hacia la %erdad de las cosas6
Las consecuencias polticas de /obbes
8illa presenta una parte limitada, una sola cara, de lo que ertrand de Jou%enel llam& (las consecuencias pol$ticas de >obbes) en un importante cap$tulo de su obra maestra de 1==, .overeignty Jou%enel concuerda con 8eo Strauss y Michael TaNesho] en que >obbes es me!or comprendido como un pensador indi%idualista y liberal 9o protoliberal: y no, como se a#rma com+nmente, como el padre del totalitarismo moderno. 8a defensa de >obbes de la autoridad (absoluta) est al ser%icio de asegurar la %ida y la libertad de los indi%iduos, y no de promo%er el poder estatal. -l 8e%iatn, ese (dios mortal) entre los hombres, es concebido no como un modelo de -stado totalitario, sino ms bien como instrumento para detener (las maldades que la intersecci&n de los apetitos del hombre pueden pro%ocar). -l pensamiento de >obbes ofrece no solo una inspiraci&n te&rica para la separaci&n radical entre la glesia y el -stado, sino tambi5n las premisas bsicas para la econom$a pol$tica moderna, esa (ciencia) hedonista que identi#ca los bienes humanos con las cosas deseadas. Pero si los presupuestos de >obbes son, de hecho, liberales, indi%idualistas y hedonistas, en sus +ltimas consecuencias son incompatibles con el autogobierno, tanto en la comprensi&n moral 9la propia autonom$a: como pol$tica 9el autogobierno c$%ico: del t5rmino. Con >obbes, el (libertarismo absoluto) 9en t5rminos de Jou%enel: da lugar no solo al hedonismo y al relati%ismo moral, sino tambi5n al autoritarismo como medio necesario para mantener el frgil %$nculo social. Una sociedad hedonista *una sociedad sin Dios* demanda nada menos que un (gobierno fuerte y estable). Jou%enel argumenta, de forma con%incente, a mi modo de %er, que la libertad pol$tica necesita presupuestos ms ele%ados acerca
de la naturaleza humana *al tiempo que tendencias ms nobles y generosas en el ser humano* que las permitidas en el (sistema) o#cial de >obbes. Ms all del arte o la ciencia neutral de la separaci&n intelectual, la #losof$a pol$tica de >obbes se articula y luego construye sobre un indi%idualismo temible e imp$o. Parad&!icamente, este indi%idualismo tiene profundas implicaciones colecti%istas. 8os %ie!os cr$ticos pol$ticos y #loscos de >obbes que ridiculizaron al (monstruo de Malmesbury) ten$an, en muchos casos, una mayor apreciaci&n por las consecuencias pol$ticas de su pensamiento que 8illa, preocupado por los peligros planteados por la (derecha cristiana), como escribe en su estudio. 8a apropiaci&n selecti%a de >obbes por parte de 8illa est unida a una falsa dicotom$a, que estructura el libro en su con!unto. Lepetidamente de!a al lector frente a una elecci&n binaria entre (teolog$a pol$tica) y la Kran Separaci&n. Se nos insta a que %i%amos (en la orilla) de la separaci&n, pues la teolog$a pol$tica ya no es una (fuerza %i%a) *una opci&n %iable* en nuestras sociedades democrticas occidentales. 8illa nunca ad%ierte todas las implicancias de insistir, dogmticamente, se podr$a a0adir, en que nosotros, dem&cratas liberales modernos, concebimos la %ida pol$tica (solamente con referencia al hombre). >abla de la necesidad de los seres humanos de seguir el camino trazado por la (lucidez) de este mundo, pero nunca especi#ca cul es la fuente de esta pretendida claridad. Para 8illa, la autosoberan$a humana es ms o menos un asunto benigno que no tiene nada que %er con la tentaci&n de los seres humanos de con%ertirse a s$ mismos en dioses. gnorando la cr$tica sin matices a la autosoberan$a humana, com+n en los cr$ticos cristianos y (conser%adores liberales) de la modernidad radical, culpa al totalitarismo del siglo QQ del (decisionismo) teol&gico 9la %isi&n, seg+n 8illa, de que no hay (nada racional, o incluso comprensible, sobre las decisiones de Dios), y que el hombre (debe decidir, entre s$ mismo o Dios, entre la historia y la eternidad): y contin+a esperando el (apocalipsis religioso). l mismo tiempo, 8illa se niega a reconocer adecuadamente el %$nculo entre el totalitarismo y el fanatismo ateo que niega cualquier l$mite moral, y que culmina en la (autoescla%itud) del hombre.
Lilla y las 'religiones seculares( totalitarias
Cuando discute sobre la ree/i&n teol&gica de @arl arth y Iranz LosenzYeig, 8illa da a entender que ellos son, de alg+n modo, responsables indirectos de la locura que fue el nacionalsocialismo. Su recuento subestima radicalmente el carcter anticristiano de dicho mo%imiento. Sin duda, est en lo cierto cuando a#rma que (el lengua!e escatol&gico engendra una pol$tica escatol&gica, sin importar los l$mites dogmticos que los te&logos intenten establecer en 5l). 8a apro/imaci&n (anal&gica) de la teolog$a cat&lica y su clara defensa de la ley moral natural, sin embargo, e%itan este peligro frente al que ciertas corrientes teol&gicas protestantes parecen procli%es. Sorprendentemente, 8illa no tiene nada que decir acerca de la ree/i&n cat&lica sobre la modernidad porque, a#rma, (el aislamiento institucional de la educaci&n cat&lica) y la (hostilidad de la glesia hacia la sociedad moderna) la hacen perif5rica con respecto a la historia que 5l est narrando. Sin embargo, el hecho de que unos pocos estudiantes de arth 9aunque no arth mismo: sucumbieran a los delirios del nacionalsocialismo y el hecho de que el #l&sofo -rnst loch combinara el (gnosticismo re%olucionario) con su apoyo dado al totalitarismo de lemania del -ste no prueban que la religi&n trascendental fuera de alg+n modo la causa real de las (crueldades imp$as) del siglo QQ. -l nacionalsocialismo fue un neopaganismo brutal que debi& in#nitamente ms a nie[scheanos %ulgares, a un (racismo cient$#co) mal concebido y al socialdarYinismo, que a un decisionismo teol&gico en cualquiera de sus formas. -l comunismo desat& el ataque ms per%erso a las glesias cristianas en la historia de la humanidad. mbos mo%imientos ideol&gicos negaron una moralidad com+n y una ley moral natural *con mortales consecuencias*, y en%iaron a muchos liberales decentes de %uelta a las fuentes morales tradicionales de la ci%ilizaci&n occidental 9incluso, algunos se mo%ieron en direcci&n opuesta y sucumbieron a la tentaci&n totalitaria:. Ms a+n, la con%icci&n religiosa proporcion& el fundamento ms fuerte y duradero para la oposici&n a los totalitarismos durante el siglo QQ, tal como los e!emplos de CzeslaY Milosz, 8eszeN @olaNoYsNi, Juan Pablo y leNsandr Solzhenitsyn atestiguan ampliamente. 8illa ha escrito hbilmente sobre el totalitarismo en el pasado, particularmente en sus ree/iones en New 'rench
Thought ,
sobre las corrientes nomar/istas y noposmodernas que llegaron a la %anguardia de la #losof$a pol$tica francesa desde mediados de la d5cada de 1AH. Pero en este caso, su anlisis est deformado por una ira antiteol&gica pobremente conciliada. -s simplemente irrisorio argumentar, como lo hace 8illa, que >obbes proporcion& el principio fundamental para enfrentar el fen&meno de la (religi&n secular) del totalitarismo durante el siglo QQ. -l totalitarismo no se puede limitar a la categor$a de (entusiasmo) religioso, como si la distinci&n entre (religiones seculares) sucedneas y religiones trascendentales aut5nticas fuera, en +ltimo t5rmino, super#cial. Como se0al& Michael Polanyi en eyond Nihilism , no todo fanatismo posee carcter religioso. 8a moralidad de los totalitarios (se in%irti& y pas& a ser inseparable de la fuerza bruta, pues su %isi&n naturalista del hombre los forz& hacia estas manifestaciones. Una %ez que son inmanentes, los moti%os morales ya no hablan por %oz propia y de!an de ser accesibles a argumentos morales tal es la estructura del fanatismo moral nihilista).
$anent y el problema teológico0poltico en su forma cristiana
Si MarN 8illa sostiene una concepci&n estrecha y dogmtica acerca de la Kran Separaci&n entre religi&n y pol$tica *su tono moderado oculta supuestos ms radicales y problemticos*, los escritos de Pierre Manent ofrecen una rica, balanceada y sugesti%a interpretaci&n del problema teol&gicopol$tico en su forma cristiana occidental. Manent est de acuerdo con 8illa en que la Kran Separaci&n constituye el punto de partida para entender el concepto de libertad seg+n 5l, ha sido concebido y practicado en el Tccidente moderno durante tres siglos. De hecho, Manent argumenta que la Kran Separaci&n es la primera y la ms fundamental de las m+ltiples (separaciones) que en con!unto con#guran el r5gimen de libertad moderna como una (organizaci&n de separaciones) 2 +nica en la historia. Wsta incluye la separaci&n entre glesia y -stado, representantes y representados, y -stado y sociedad ci%il, as$ como la separaci&n de poderes dentro del orden constitucional, la di%isi&n del traba!o dentro del orden econ&mico, y la distinci&n conceptual tard$a entre (hechos) y (%alores). 8a separaci&n del (poder) y la (opini&n) sobre la %ida buena de los seres humanos est en el coraz&n de la
autoconciencia moderna y de la (soluci&n) al problema teol&gicopol$tico, toda%$a duradera. Pero Manent obser%a, a diferencia de 8illa, que el Tccidente liberal es producto de mucho ms que la Kran Separaci&n. Wl piensa en la acomodaci&n de la que Lalph >ancocN ha hablado tan hbilmente. Un r5gimen de consentimiento depende de un (cuerpo) *una forma pol$tica como la naci&n* que es una herencia inestimable del pasado occidental predemocrtico. 8a libertad occidental tom& forma, en la prctica, a partir de un encuentro fruct$fero entre el -stado liberal (neutral) y la naci&n cristiana, dilogo que moder& las pretensiones de la #losof$a pol$tica moderna temprana de recomenzar el mundo de nue%o. Para Manent, el gran imperati%o humano y pol$tico es unir (comuni&n) y (libertad), de forma que se haga !usticia a ambas. 8a consecuci&n hist&rica de la naci&n democrtica era inseparable de su capacidad de lle%ar a cabo esa uni&n. -n contraste, el liberalismo #losco no tiene casi nada que decir acerca de la necesidad y deseabilidad del arte pol$tico de articular comunidad y libertad. Eambi5n falla regularmente al no considerar a la religi&n cristiana en sus propios t5rminos. -n efecto, el cristianismo es una religi&n que en sus formas dominantes rechaza la teocracia y reconoce la autonom$a de la autoridad temporal dentro de su propia esfera. cepta la legitimidad de las dos ciudades, la (ciudad de Dios) y la (ciudad del hombre), y no proclama la necesidad de una ley unitaria dictada por un misterioso, e incluso caprichoso, Dios. diferencia de 8illa, Manent e%ita cualquier habladur$a sobre (teolog$a pol$tica), una categor$a que deri%a de las ree/iones apocal$pticas del !urista y #l&sofo social de derecha Carl Schmi], y que confunde ms de lo que aclara. 8a naturaleza *el orden natural de las cosas* es el punto de partida, o por los menos un punto de partida, de la ree/i&n distinti%amente cristiana sobre la %ida buena y el ordenamiento apropiado de la comunidad pol$tica. Pero en una serie de sutiles anlisis 9%er en particular los cap$tulos introductorios de su 5istoria intelectual del li&eralismo :, Manent destaca el problema estructural que la glesia cat&lica plantea para la integridad del orden pol$tico. -l cristianismo de!a que el orden temporal se organice a s$ mismo libremente, pero se reser%a el derecho y el deber de super%isarlo. -nfrentada al milenario conicto entre demandas ri%ales de papas y emperadores, entre la autoridad eclesistica y temporal 9as$ como las e/igencias de competencia espiritual hechas en nombre de la humildad b$blica y la magnanimidad pagana:, la notable s$ntesis cristiana entre naturaleza y gracia comenz& a desmoronarse. -l golpe de gracia fue la reforma protestante, que termin& con la unidad de
la cristiandad, y las feroces guerras de religi&n que sobre%inieron a ella. 8illa escribe como si las guerras de religi&n fueran la condici&n pol$tica ordinaria y permanente del mundo occidental. 8os intentos por (resol%er) el problema teol&gicopol$tico europeo sobre la base de un retorno a la moderaci&n pol$tica de los #l&sofos clsicos estaba destinada a fracasar, porque la base de esa ense0anza pol$tica era una doctrina de la naturaleza que pod$a triunfar siempre * completarse, perfeccionarse* apelando a la gracia sobrenatural. Pero la feroz condena de >obbes al (reino de la oscuridad) era mucho ms que un repudio al rol pol$tico de la glesia. -ra un rechazo a los supuestos cosmol&gicos y morales subyacentes a la ree/i&n #losca y teol&gica tradicional. -l pol5mico ob!eti%o de >obbes era la autoridad intelectual y moral de rist&teles tal como hab$a sido apropiada por el Tccidente cristiano, el (aristotelismo) como ingeniosa *y despecti%amente* lo llam& en el cap$tulo del "eviat4n 8a (#losof$a natural) de los antiguos fue descartada como un (sue0o) en lugar de una %erdadera ciencia, y su (#losof$a moral) fue enunciada por ellos solo para hablarnos de sus propias pasiones, y nada sobre lo que era intr$nsecamente !usto e in!usto, o bueno y malo. >obbes niega cualquier principio suspendido por encima de la %oluntad humana, y sit+a la fuente de la distinci&n entre el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, en las leyes o con%enciones producidas por la soberan$a. Iundament& su teor$a no en lo que era bueno para los seres humanos *y ciertamente no en alg+n summum &onum*, sino en ese mal +ltimo, ese summun malum *la muerte %iolenta a mano de otros indi%iduos en el (estado de naturaleza)*, donde la %ida del hombre es ine%itablemente (solitaria, repugnante, brutal y bre%e). pesar de la forma (geom5trica) y racionalista de la ciencia pol$tica de >obbes, 5l no ten$a ninguna con#anza en la capacidad racional del hombre de decir nada acerca de la naturaleza sustancial del ser humano o de los prop&sitos de la libertad humana. Sin duda, la arquitectura de la separaci&n de >obbes !ug& un papel crucial en traer la paz a Tccidente y tambi5n en trazar el dise0o de una asociaci&n ci%il despo!ada de un fanatismo sectario. -s un logro nada despreciable. 8iberalizado y democratizado por sus grandes sucesores como 8ocNe, Montesquieu y >ume, el orden de las separaciones ha permitido a masas de seres humanos %i%ir en una paz y prosperidad relati%a, e incluso ha encontrado un lugar real para los bienes del alma *incluyendo la libertad y a#rmaci&n religiosa* dentro de la sociedad ci%il. Pero ese no es el #nal de la historia. -l traba!o de Pierre Manent es particularmente +til, pues nos permite %er c&mo la separaci&n original debe estar mediada en la prctica y superada en el pensamiento, si la libertad y la dignidad de los seres humanos quieren estar genuinamente sal%aguardadas.
Como escribe Manent en su libro "a raison des nations0 Ré6e7ions sur la démocratie en Europe 92HH?:" (si la separaci&n de la glesia y el -stado es %aliosa como regla de nuestras acciones, se empobrece si hacemos de ella la regla de nuestro pensamiento). >acer de ella la regla de nuestro pensamiento es negar la direccionalidad de la mente humana hacia la %erdad, hacia la (soberan$a del ob!eto). -s impedir permanentemente a la libertad buscar un compromiso con los #nes y prop&sitos de la libertad humana. -l (arte de la separaci&n intelectual) de 8illa, en un esfuerzo desesperado por mantener la paz ci%il, arriesga le%antar un nue%o dogmatismo que niegue el mo%imiento natural del esp$ritu humano hacia la %erdad. dems, asume que el problema teol&gicopol$tico est congelado en el tiempo e ignora las nue%as amenazas a la libertad humana que han surgido de la (soluci&n) moderna a este problema. -stas amenazas incluyen los espectros de un despotismo sua%e y duro, as$ como la indiferencia hacia la %erdad. -sto puede resumirse en la llamati%a frase de urel @olnai" la (autoescla%itud del hombre), que es un subproducto de la ms radical y consistente interpretaci&n de la autosoberan$a humana.
$!s all! de la 'solución( moderna
Pero reconocer que la (soluci&n) moderna al problema teol&gicopol$tico ha dado origen a gra%es problemas no signi#ca rechazar la necesidad de algo as$ como una soluci&n (liberal) al problema teol&gicopol$tico occidental. Por cierto, hab$a buenas razones para el reemplazo liberal de la religi&n (autoritaria), (cuyos dogmas y mandamientos eran parte de la ley pol$tica), en palabras de Manent, por un nue%o 5nfasis radical en los (derechos) de libertad de religi&n o conciencia religiosa. Como escribe Manent en "a cité de l8homme) (los modernos tempranos separaron la ley del bien porque llegaron a la conclusi&n de que ya no era posible tener un lugar en la ley para los #nes del hombre. 8os hombres ten$an ideas sobre los #nes muy incompatibles entre s$ estos desacuerdos deterioraban fcilmente lo que importaba por encima de todo era e%itar una guerra ci%il, que es la ms grande de las maldades).
lgunos liberales tambi5n enfatizaron, de manera no incompatible con la #losof$a moral tradicional, que %erdad y %irtud deb$an ser buscadas y escogidas libremente. Manent se0ala que pensadores liberales modernos como Milton 9en su Areopagítica9 y 8essing 9en "a educación de la humanidad : ten$an altas e/pectati%as de que la b+squeda de la %erdad y el bien orecer$a cuando estu%iera libre de un control pol$tico y eclesistico opresi%o. >ab$a, por cierto, algo noble en la a#rmaci&n de la libertad como condici&n esencial para la persecuci&n de la %irtud y la %erdad, y en el reconocimiento concomitante de que la libertad misma no debe nunca perder de %ista la e/celencia humana. Sin embargo, Manent no est siendo e/cesi%amente negati%o cuando sugiere que esas altas e/pectati%as han sido gra%emente decepcionadas. De ah$ la necesidad de nue%os esfuerzos por re%i%ir estas nobles aspiraciones liberales. Sin duda, el orden moderno liberal presupone (contenidos morales de la %ida), y a la %ez permite a los ciudadanos practicar su fe o buscar una sabidur$a #losca pri%adamente ) dentro del mbito de la sociedad ci%il. Pero, como argumentaba Mar/ en su ensayo de 1B<<, "a cuestión :udía , (la presuposici&n es la forma ms d5bil de a#rmaci&n). 8os bienes bsicos de la %ida tienen un estatus necesariamente tenue o restringido dentro del nue%o orden liberal. Ro son p+blicamente reconocidos como bienes 9o dicho reconocimiento es, en gran parte, un residuo de antiguas comprensiones religiosas y #loscas:, y esto no puede sino disminuir su signi#cado para la moderna (b+squeda de la felicidad). Ro se necesita aprobar por completo la cr$tica de Rie[sche a la modernidad liberal * como culminaci&n de la %ictoria del (+ltimo hombre), quien (in%ent& la felicidad) y que %i%e solo para el momento presente y rechaza todo endeudamiento con el pasado* para reconocer las tensiones entre el relati%ismo liberal irrestricto y una %ida humana genuinamente seria. -n "a cité de l8homme) Manent entrega una e/plicaci&n particularmente iluminadora acerca del ale!amiento del liberalismo con respecto a la %erdad, que lo termina acercando a una indiferencia militante hacia ella. 8a autorizaci&n que tiene cada ciudadano de perseguir su bien en el mbito pri%ado corre el riesgo de con%ertirse en un nue%o mandamiento, consistente en ignorar la b+squeda de la %erdad y el bien en nombre del respeto a la igualdad de !uicio sub!eti%o de todo ser humano. -l orden liberal permite la indiferencia (hacia todos los bienes que son ob!eto de b+squeda humana, incluso hacia la %erdad, que es el bien principal). -l esp$ritu de la modernidad radical lle%a las cosas un paso ms adelante. -l relati%ismo radical obliga a ser indiferente hacia la %erdad, dando origen a un nue%o y parad&!ico orden de (mandato autoritario), esta %ez en nombre de un relati%ismo castigador o de lo pol$ticamente correcto. 8o que empez& como un
esfuerzo saludable por pre%enir la apropiaci&n de la idea de bien por parte de tiranos pol$ticos o eclesisticos se con%irti&, de este modo, en una nue%a fuente de tiran$a y deshumanizaci&n" la (dictadura del relati%ismo) se0alada, como es bien sabido, por Joseph La[inger unos d$as antes de su elecci&n como Papa en abril del 2HH=. -ste anlisis no est de ning+n modo formulado con una intenci&n antiliberal. Pero la preser%aci&n de las nobles aspiraciones del liberalismo e/ige cierta resistencia ante la implementaci&n total del proyecto de la separaci&n intelectual, pues dicho proyecto demanda, en +ltimo t5rmino, el quiebre radical entre la libertad humana y los contenidos morales de la %ida. 8a ley no puede ser completamente (neutral) sobre la %ida buena *sobre los #nes y prop&sitos de la %ida humana* sin e%entualmente sub%ertir la idea de la nobleza humana y los fundamentos morales de la propia libertad.
La emancipación de la voluntad
-n un notable y sint5tico ensayo de 17 titulado (Cristianismo y democracia), Pierre Manent destaca de forma brillante las dial5cticas idas y %ueltas que, ba!o las condiciones de la modernidad, han de#nido la relaci&n entre religi&n y pol$tica. -n lo fundamental, argumenta, la modernidad puede ser comprendida como un proyecto autoconsciente, comprometido con la (emancipaci&n de la %oluntad) de cualquier subordinaci&n a los requerimientos tanto de la naturaleza como de la gracia. -sta emancipaci&n tiene su e/presi&n ms deliberada en el radicalismo prctico y te&rico de Maquia%elo y Rie[sche, dos pensadores que, al comienzo y al #nal del mo%imiento moderno, combinaron (la a#rmaci&n ilimitada de la %oluntad humana) con una (ilimitada pol5mica contra el cristianismo). un as$, el 5/ito de nuestra democracia contribuye a ocultar (la e/traordinaria audacia del proyecto original, de establecer el mundo humano en el punto estrecho de la %oluntad humana). Manent se0ala que fue la glesia cat&lica la que por ms largo tiempo insisti& en que el liberalismo 9o el naturalismo, como a %eces lo llama: ine%itablemente
abrir$a camino a formas ms radicales y consistentes de autoa#rmaci&n humana, como sucedi& con el socialismo o el comunismo. -s fcil hoy en d$a criticar a la glesia por su falta de apreciaci&n de los considerables bene#cios del nue%o orden liberal. Pero, a pesar de sus fallas, la glesia fue apropiadamente sensible al (%oluntarismo) inherente al proyecto moderno. Ro se equi%oc&, de hecho, en discernir las tendencias totalitarias que se desarrollaban en la democracia moderna. Como apunta Manent, fue la e/periencia de la (democracia totalitaria), tanto en su forma !acobina como bolche%ique, lo que lle%& a un descubrimiento *o redescubrimiento* espec$#camente liberal de la religi&n y a una defensa cat&lica o cristiana ms robusta del constitucionalismo y los derechos humanos. 8os liberales conser%adores y los cristianos antitotalitarios se unieron a partir de entonces en un rechazo a la autosoberan$a humana. Vinieron a apreciar que la (%oluntad regulada), con deferencia hacia Dios y la ley, y no una %oluntad emancipada de las restricciones naturales y morales, es la marca distinti%a de un orden social aut5nticamente libre y humano.
+onstant y Tocqueville: el redescubrimiento liberal de la religión
Manent cita a en!amin Constant como e!emplo de esta parad&!ica reconciliaci&n entre cristianismo y liberalismo. Constant, nacido en Suiza, era hugonote y anticlerical, y no ten$a ninguna simpat$a por el ntiguo L5gimen, ni tampoco por el poder pol$tico de la glesia cat&lica. Sin embargo, estaba horrorizado por el terrorismo antirreligioso que acompa0& a la Le%oluci&n Irancesa, y defendi& los derechos y la integridad de los creyentes cat&licos ordinarios. Ms a+n, %io en el terrible traba!o de la Con%enci&n Le%olucionaria Irancesa la %erdad efecti%a de las doctrinas modernas de soberan$a *el peligro de lle%ar a cabo la %oluntad, sin importar d&nde se originara, ya fuera de uno, de algunos, o de la mayor$a*, %ale decir, el fundamento de la %ida colecti%a. Como lo puso Constant en el cap$tulo introductorio de 1rincipios de política aplica&les a todos los go&iernos representativos 91B1=:, (hay pesos demasiado agobiantes para la mano de los hombres).
Constant no abandon& enteramente la idea de la %oluntad general, ya que, interpretada apropiadamente, era un modo de combinar el imperio de la mayor$a con el buen gobierno y el bien com+n. Pero rechaz& la (falsa metaf$sica) que confund$a la libertad humana con la irrestricta %oluntad del pueblo. -n sus escritos pol$ticos tom& apuntes sobre la confusi&n de las fuentes populares de autoridad con la garant$a de !usticia y bien general. Se propuso rescatar al liberalismo de la embriaguez re%olucionaria que rechazaba inclinarse ante l$mites o restricciones sagradas. Runca ces& de repetir que (hay una parte de la e/istencia humana que permanece indi%idual e independiente y, por derecho, ms all de toda !urisdicci&n pol$tica). l confrontar las primeras manifestaciones de democracia totalitaria, Constant rompi& con la ideolog$a o#cial de la Le%oluci&n Irancesa y a#rm& que (la soberan$a e/iste solo de una manera limitada o relati%a). Como urNe y los contrarre%olucionarios franceses, como Joseph de Maistre, Constant critic& las pretensiones de la #losof$a moderna y a#rm& la e/istencia de una esfera o espacio espiritual que est por encima de la %oluntad humana. Sin embargo, a diferencia de los cr$ticos reaccionarios de la Le%oluci&n Irancesa, us& esta intuici&n al ser%icio de un liberalismo ms comple!o y moderado. De hecho, hay que notar que nunca situ& la fuente +ltima de esos l$mites en la %oluntad humana. Constant e%oca la religi&n como un recordatorio de lo sublime y un s$mbolo de lo inefable, como una fuente de sentimientos generosos y acci&n noble, y como un consuelo en medio de la miseria. s$, simpatiz& con la religi&n sin ser particularmente religioso, y sin tener ninguna de las simpat$as de Eocque%ille por la fe tradicional. Iinalmente, tiene ms claridad sobre lo que rechaza *la soberan$a absoluta y la %oluntariedad ilimitada* que sobre lo que a#rma. Constant es el primer pensador moderno en presentar un argumento (negati%o) para un orden de las cosas fundado sobre la %oluntad humana. Como muchos pensadores antitotalitarios del siglo QQ, es un hombre demasiado moderno como para creer simplemente en las antiguas %erdades, y muy decente *y ree/i%o* como para de!arlas de lado todas !untas. Como argumenta Manent, los liberales conser%adores como Constant y Eocque%ille encontraron en la religi&n (su espec$#ca credibilidad pol$tica y moral moderna). 8a %aloraron (por la misma raz&n por la cual fue anterior e incluso recientemente criticada" es algo que est por encima de la %oluntad humana). Constant %io que la religi&n manten$a en la mente de los seres humanos lo noble y lo bello, adems de algunas obligaciones que trascienden la %oluntad del hombre. Por su parte, Eocque%ille deploraba el (pante$smo) que confund$a lo humano y lo di%ino, y que debilitaba la %oluntad moral al hacer de los seres humanos !uguetes de %astas fuerzas cosmol&gicas, hist&ricas y sociol&gicas. Eambi5n deploraba la
absoluta e ilimitada soberan$a humana y atacaba la (m/ima imp$a) de que (por el inter5s de la sociedad todo est permitido). Para Eocque%ille, anota Manent, la religi&n pod$a moderar los efectos tanto del (nue%o acti%ismo) como de la (nue%a pasi%idad) a que da pie la democracia. Como argumenta c5lebremente Eocque%ille en los cap$tulos introductorios del segundo %olumen de "a Democracia en América , los te&ricos democrticos proclaman que los seres humanos deber$an regir su conducta solo a partir de sus propias luces, que deber$an ignorar la autoridad de la tradici&n o de cualquier cosa que no sea discernible a la luz de la raz&n. Pero los seres humanos necesitan creencias de autoridad o (dogmas) para %i%ir bien. Sin las m/imas morales pro%istas por la religi&n, los hombres son procli%es a sucumbir ante un (%5rtigo) psicol&gico y espiritual que abre paso ya sea al nihilismo o al conformismo, con todas sus consecuencias pol$ticas contrarias al liberalismo. 8a conclusi&n es clara" la libertad debe ser una (libertad ba!o Dios), si queremos hacer !usticia a la naturaleza espiritual y a las limitaciones de los seres humanos. -n rigor, la libertad entendida como pura indeterminaci&n no permite al ser humano e%adir la doble tentaci&n de la tiran$a democrtica y de la apat$a, que nace de sobrestimar nuestra capacidad de hacer nuestro propio camino en el mundo sin la gu$a de la herencia espiritual y #losca del pasado. la apat$a lle%a al despotismo. De estos pensamientos, 8illa no parece tener ning+n indicio.
*e la autosoberana a la autoesclavitud
8a re%oluci&n comunista del siglo QQ dio un impulso adicional a la reconciliaci&n entre conser%adores liberales y constitucionalistas cristianos. Pensadores como ertrand de Jou%enel, urel @olnai y el #l&sofo polaco y e/ mar/ista 8eszeN @olaNoYsNi han destacado las m+ltiples maneras en que la (autodi%inizaci&n) del hombre conduce ine%itablemente a su (autoescla%itud). Un orden liberal depende de la modestia, el sentido de l$mites y la oposici&n a cualquier esfuerzo por hacer $dolos a una clase o a una raza, o por imbuir al proceso hist&rico de un signi#cado pseudosagrado. -l colecti%ismo totalitario
negaba la distinci&n primordial entre el bien y el mal, y la reemplaz& con una desanclada distinci&n entre progreso y reacci&n. la luz de esta mutilaci&n de la %ida moral de los hombres, los liberales redescubrieron cunto depende la libertad de concepciones relati%as a la !usticia natural y di%ina, requeridas para temperar la %oluntariedad humana y para pro%eer un conte/to intelectual adecuado a la conciencia moral. -n su obra clsica de 1<=, .o&re el poder) Jou%enel subraya la tendencia de la ley en el mundo contemporneo de con%ertirse en (ambulatoria) o desconectada de las %erdades inmutables o eternas, cuando la soberan$a *el poder humano* es tratada como un #n en s$ misma. 8as consecuencias noliberales, e incluso totalitarias, de este mo%imiento estn su#cientemente claras. Ms a+n, el totalitarismo, especialmente en su forma comunista, re%el& la l&gica colecti%ista inherente al humanitarismo secular. Un orden pol$tico que respete la dignidad humana concibe a los seres humanos como (part$cipes) de un orden que ellos no hicieron, y que en +ltimo t5rmino no pueden controlar. Ro obstante, %isiones absolutas de la soberan$a conducen no solo a la tiran$a, sino tambi5n a concepciones (pante$stas) o (identitarias) de la igualdad humana, que tienden a destruir la genuina indi%idualidad de los hombres. Despo!ado de su ancla!e en el derecho natural y en una metaf$sica de la participaci&n, el igualitarismo apunta a una centralizaci&n y uniformidad deshumanizante. -n su ensayo (Pri%ilege and 8iberty), de 1<, urel @olnai rastrea brillantemente la tendencia del humanitarismo ateo a caer en una insistencia (identitaria) o (colecti%ista) en la (unidad de mente) y (uniformidad de clase). Sit+a esta tendencia en la (indeterminaci&n) del concepto de (bien com+n). Puesto que no hay (una entidad ni una ley por encima del hombre, no hay un bien de#nido y subsistente fuera del hombre para medir y dirigir su acci&n corporati%a) e/iste una tendencia ine/orable a !uzgar lo que es bueno u obligatorio seg+n lo que es (autoe%idente) para todos y para nadie. (8a sub!eti%idad humana) se con%ierte en !uez de la %erdad. Como resultado, la anarqu$a moral puede ser e%itada solamente por (la efecti%a igualdad y fusi&n de los pensamientos y %oluntades humanas como tales). 8a falsa unidad presentada por el totalitarismo secular reemplaza a la b+squeda para discernir una causa, medida y #n trascendente detrs del u!o de las cosas. 8a participaci&n en (el orden de las cosas) es reemplazada por un culto colecti%o a una sub!eti%idad humana unitaria. -ste es, por supuesto, solo un resultado entre otros del humanitarismo secular. Pero es un resultado (l&gico) y que da pie a una tiran$a que hace benignas y autolimitadas a las tiran$as de anta0o. Cuando Solzhenitsyn sostu%o, como lo hizo en 1B7 en su Ctedra Eemplation, que los totalitarismos surgieron en gran parte porque (el hombre se hab$a ol%idado de Dios), estaba haciendo una a#rmaci&n #losca y no un argumento enraizado meramente en la
fe o en la piedad. Laymond ron, por otro lado, no era creyente, al menos no en un sentido con%encional. Pero a menudo dec$a que estaba horrorizado por el carcter (idoltrico) de las (religiones seculares), por su indiferencia hacia la moralidad com+n y por su rechazo tanto a principios fundamentales como a un (espacio) que se sit+e sobre la %oluntad humana. -n el que podr$a decirse que es su tratamiento ms profundo de esta cuesti&n, su ensayo de 1=? titulado (-l fanatismo, la prudencia y la fe), argumentaba que el fanatismo ideol&gico ten$a su ra$z +ltima en un radical escepticismo *nihilismo* acerca de los primeros principios de la acci&n y el pensamiento humanos. -staba eno!ado y perple!o por la indulgencia mostrada hacia el comunismo por parte de sus (compa0eros de tra%es$a) e/istencialistas, como Sartre, y por los cristianos progresistas. 8os primeros niegan (cualquier permanencia de la naturaleza humana) y (oscilan entre un %oluntarismo sin ley y un doctrinarismo basado en mitos). 8os cristianos progresistas, por su parte, sucumben ba!o la (idolatr$a de la historia) e ignoran la sal%a!e persecuci&n a los creyentes ba!o el (socialismo real). -n la magistral conclusi&n de ese ensayo, ron escribe" Por petici&n de principios, tanto los e/istencialistas como los cristianos progresistas cuentan con una clase o con la dial5ctica hist&rica para pro%eerlos de con%icci&n. Dogmticos cuando deber$an ser prudentes, los e/istencialistas empezaron por negar lo que deber$an haber a#rmado. Ro hacen uso de la prudencia, (el dios de este mundo) 9urNe: %isten al mo%imiento hist&rico de raz&n despu5s de hab5rsela despo!ado al hombre. 8os progresistas atribuyen a la Le%oluci&n esa cualidad sagrada de la que temen no encontrar ms en la %ida de la glesia y la a%entura de las almas. ron dirige su propio escepticismo cr$tico, entonces, no hacia la (fe aut5ntica), sino hacia (esquemas, modelos y utop$as abstractas). Eermina su ensayo se0alando que est menos en (contra del fanatismo) que en (contra del nihilismo, que es su origen +ltimo). Si el anlisis de @olnai o Jou%enel apunta hacia una comprensi&n ms conser%adora o tradicional de los fundamentos de la libertad humana, ron renue%a la %aloraci&n de Constant a la religi&n y a las leyes morales en t5rminos liberales y #loscos. pesar de las diferencias que separan estas apro/imaciones, todas repudian enfticamente la distorsi&n que hace la ideolog$a, tanto de la realidad como de la libertad humanas. De modos distintos, todos ellos apuntan a
lo inadecuado que es identi#car la libertad humana con el %oluntarismo moderno *y con el ate$smo, cienti#cismo y humanitarismo dogmtico*, que niega la naturaleza espiritual y la responsabilidad moral de los seres humanos. Por supuesto, todo esto puede encontrarse ya en >obbes.
La Iglesia y la democracia liberal: qu2 clase de acomodación3
Ruestro anlisis ha subrayado la %ulnerabilidad del liberalismo #losco frente a la sub%ersi&n interna. Varias formas de autosoberan$a (dura) y (sua%e) 9debo esta +til distinci&n a Jean ethNe -lshtain 7H: amenazan con destruir los fundamentos morales de la democracia. Pero si la tentaci&n de un cierto tipo de liberalismo deteriorado es identi#car (elecci&n) y (consentimiento) con una autoa#rmaci&n deliberada 9en la forma aparentemente ms liberal y benigna de apoyo para el aborto libre, la clonaci&n y las di%ersas formas de (me!ora) biotecnol&gica:, la tentaci&n de los conser%adores 9liberales de ideario conser%ador: es pensar que el problema que supone la autosoberan$a para la democracia moderna puede ser ret&ricamente declarado ine/istente. Para quienes piensan como conser%adores, esto supone %ol%er a de#nir la democracia liberal, de modo tal que se oscurezcan sus cone/iones con el proyecto ilustrado moderno. -sta es la tentaci&n que la glesia cat&lica postVaticano no siempre ha resistido %ictoriosamente. Una serie de prominentes pensadores cat&licos del siglo QQ, desde el #l&sofo tomista franc5s Jacques Maritain hasta Juan Pablo , han localizado los or$genes de la igualdad y los (derechos del hombre) en las ense0anzas del -%angelio mismo. >an sido demasiado impacientes en argumentar la compatibilidad esencial entre cristianismo y democracia, en lugar de poner el 5nfasis en la necesidad de una acomodaci&n prudencial entre la glesia y el orden liberal. pesar de sus m5ritos prcticos, la posici&n democrtica cristiana oscurece el origen del liberalismo #losco al mostrarlo como una reacci&n al poder pol$tico de la glesia. dems, ignora la intuici&n ms antigua, de una facci&n antimoderna de la glesia, de que los derechos del hombre fueron muchas %eces e/igidos a e/pensas de los derechos
de Dios. -n lugar de proclamar el origen cristiano del liberalismo, o confundir el cristianismo con el humanitarismo secular, como los cristianos progresistas tienden a hacer, la glesia puede contribuir a la causa de la libertad sosteniendo su concepci&n de la %erdad. Cuando el papa enedicto QV ad%irti&, en su discurso en la Uni%ersidad de Latisbona de septiembre de 2HH?, sobre la reducci&n del cristianismo a un (mensa!e moral humanitario), estaba hablando a nombre de la integridad de la fe y tambi5n de una genuina preocupaci&n por el bienestar del orden democrtico o liberal. -l cristianismo puede e!ercitar su inuencia en las almas de los hombres, puede ayudar a fortalecer una comprensi&n de la libertad como (libertad ba!o Dios), solo si rechaza la tentaci&n de con%ertirse en una religi&n completamente (democrtica). 8a glesia no sir%e a la causa de la libertad humana si no puede !ugar su parte, si no puede superar el (acti%ismo) o la (pasi%idad) democrtica tan temidas por Eocque%ille, a menos que se alce por algo ms sustancial que el compromiso por (%alores) humanitarios y una (!usticia social) igualitaria. Persistir en las demandas de (democratizaci&n) interna de las glesias no contribuye a su tarea de recordar a las personas democrticas acerca de la dependencia +ltima de la libertad en la %erdad. De otro modo, las glesias tendr$an que someterse entonces al consentimiento como principio de gobierno. >emos llegado a lo que podr$a llamarse el acerti!o o problemtica tocque%illiana" la democracia liberal necesita de la sabidur$a, de la autolimitaci&n y de la ele%aci&n que es pro%ista por la religi&n, pero con el pasar del tiempo tiende a democratizar todos los contenidos de la %ida, incluyendo la religi&n misma. Con el humanitarismo encubierto como proyecto para promo%er la transformaci&n de este mundo, la religi&n de!a de ser (algo que est por encima de la %oluntad humana).
/acia un liberalismo moderado
Una ree/i&n cuidadosa sobre este problema sir%e para moderar cualquier e/pectati%a e/cesi%a por crear un consenso postliberal que pueda purgar al
liberalismo de su intr$nseca *e hist&rica* identi#caci&n con la autosoberan$a humana. -l periodista, escritor y #l&sofo estadounidense decimon&nico Trestes roYnson capt& a la perfecci&n la naturaleza de este acerti!o en su traba!o de 1B?= The American Repu&lic roYnson not& que la doctrina del (estado de naturaleza) *la idea de que el gobierno surge de un pacto o contrato entre indi%iduos iguales, independientes y soberanos* era parte de la (tradici&n pol$tica) de los -stados Unidos. -n las conocidas palabras de su Declaraci&n de ndependencia, el gobierno (deri%a sus !ustos poderes del consentimiento de los gobernados). Eodos los norteamericanos *podr$amos a0adir a casi todos los hombres en el Tccidente liberal de hoy en d$a* concuerdan que ning+n hombre tiene el derecho de gobernar a otro ser humano sin su consentimiento. Pero algunos identi#can la prohibici&n de un gobierno desp&tico con la libertad absoluta o (autonom$a) de los indi%iduos, mientras que otros, incluyendo a muchos de los fundadores mismos, niegan que el indi%iduo tenga un (derecho soberano incluso consigo mismo, o el derecho a disponer de s$ mismo como le plazca), anota roYnson. 8a doctrina del estado de naturaleza es sorprendentemente equ$%oca" puede ser entendida a la luz de los requerimientos ya sea de la autonom$a o de una comprensi&n ms tradicional de la (libertad ba!o Dios). -n esta indeterminaci&n y equi%ocidad se pueden encontrar las ra$ces ms profundas de las (guerras culturales) que han producido estragos en los -stados Unidos 9y en alguna e/tensi&n a otras democracias occidentales: en d5cadas recientes. Se nos de!a frente a una elecci&n" podemos concebir al hombre como amo soberano de la e/istencia, el creador aut&nomo de sus propios (%alores), o podemos %er en 5l a un ser que participa en un orden natural que no hizo, un (orden de las cosas) que da signi#cado a su libertad y que da sentido a su b+squeda de la %erdad. -n esta +ltima comprensi&n, elocuentemente sostenida por roYnson, (el hombre no es Dios, independiente, autoe/istente y autosu#ciente). Ms bien, (es dependiente, y no solo de su Creador, sino tambi5n de sus seme!antes, de la sociedad, e incluso de la naturaleza y del mundo material). 8a tarea del liberalismo moderado, no menor a la labor de la religi&n cristiana respecto a su propia sabidur$a, es recordar a los hombres y mu!eres ebrios de la ideolog$a del consentimiento que los seres humanos son realmente libres solo cuando reconocen que no son dioses. 8a siguiente tarea es trazar las conclusiones pol$ticas y morales apropiadas de esta intuici&n.
Parte II: El arte de gobernar en una era igualitaria
4. Tomar en serio la grande5a: el arte de gobernar en una era democr!tica
-l estudio del arte de gobernar, de la e/celencia en sus di%ersas manifestaciones pol$ticas, es particularmente necesario *y saludable* en una era democrtica. Calma nuestras ilusiones igualitarias y nos recuerda aquellas e/cepcionales cualidades humanas *cora!e, moderaci&n, pre%isi&n, prudencia y magnanimidad, entre otras* que son dignas de admiraci&n en todo tiempo y lugar. -stas cualidades no solo resultan admirables por s$ mismas, sino que tambi5n son necesarias para sostener comunidades pol$ticas libres, especialmente en tiempos de crisis. -l siglo QQ fue deformado por un ubicuo culto al l$der *al Iuhrer, Duce o Vozhd; despo!ado de cualquier preocupaci&n por la ley moral y por las cualidades del alma que son esenciales a la %erdadera grandeza humana. ctualmente, nuestra ciencia social, comprometida con una radical heterogeneidad de hechos y %alores, est preocupada por un (liderazgo carismtico) concebido neutro desde una perspecti%a moral. 3ashington y Churchill, en un e/tremo, y >itler y Stalin, en otro, son puestos en la misma canasta anal$tica, de un modo que borra la crucial diferencia entre el aut5ntico estadista y el demagogo o el tirano ideol&gico. >oy en d$a, por tanto, es especialmente dif$cil tomar en serio la grandeza. dems de la mencionada confusi&n intelectual, el (elitismo) en todas sus formas se ha con%ertido en la bestia negra de los c$rculos eruditos a%anzados. Cuando acad5micos e intelectuales se %uelcan al estudio de los grandes hombres y los grandes te/tos, a menudo es con una intenci&n sub%ersi%a, con el prop&sito e/preso de negar su grandeza. Pero desde luego han e/istido importantes e/cepciones. -l distinguido #l&sofo pol$tico 8eo Strauss, quien tanto hizo por re%i%ir la ciencia pol$tica clsica en nuestro tiempo, en algunas de las declaraciones espontneas que hizo en sus clases en la Uni%ersidad de Chicago, el 2= de enero de 1?=, habl& con elocuencia sobre las contribuciones que un %erdadero estudio de la pol$tica pod$a realizar. 8a ocasi&n fue la muerte de 3inston Churchill. -l estudio acad5mico de la pol$tica, sugiri&, tiene un deber muy alto" (Lecordarnos a nosotros mismos y a nuestros estudiantes sobre la grandeza pol$tica, sobre la grandeza humana, sobre las cumbres de la e/celencia humana). 8a tarea de una genuina ciencia social es %er las
cosas como son, (esto signi#ca, sobre todo, %erlas en su grandeza y su miseria, en su e/celencia y su %ileza, en su nobleza y sus triunfos). l hacer eso, nos entrenamos a nosotros mismos y a nuestros estudiantes (para nunca confundir la mediocridad, aunque sea brillante, con la %erdadera grandeza). Strauss capt& el aspecto esencial del estudio (cient$#co) de la sociedad, ignorado por sus practicantes contemporneos" para comprender la realidad humana de manera adecuada y ob!eti%a debemos esforzarnos por entender la gama completa de moti%os y logros humanos. Debemos hacer todos los esfuerzos posibles para comprender aquellas e/cepcionales cumbres de la %ida pol$tica, que ponen lo ordinario y lo prosaico en su propia perspecti%a. Una apreciaci&n de la %erdadera grandeza humana no nos hace despreciar lo com+n y corriente, pero s$ nos permite ad%ertir sus limitaciones. -l arte de gobierno de 3ashington, 8incoln, Churchill o De Kaulle, por e!emplo, no puede ser entendido a cabalidad si ellos son subsumidos ba!o una teor$a general de liderazgo, o reducidos a la categor$a de (poder) como moti%o generalizado de la %ida pol$tica.
Los obst!culos para el entendimiento poltico
Una ree/i&n %erdaderamente abierta debe permitir que los fen&menos se re%elen por s$ mismos, sin la distorsi&n de reduccionismos hist&ricos o sociol&gicos. Pero los obstculos para comprender las cosas pol$ticas en sus di%ersas (grandeza y miseria) son ms grandes de lo que imaginamos. Ro es tarea fcil %ol%erse na
por el (elitismo). -n efecto, Eocque%ille nos pro%ee de una mayor comprensi&n acerca del desprecio de la grandeza humana en la era democrtica. -n un cap$tulo particularmente llamati%o al comienzo del %olumen de "a Democracia en América , Eocque%ille a#rma que los historiadores democrticos pri%ilegian, en su interpretaci&n de la sociedad moderna, las (grandes causas) generales por sobre la inuencia de los indi%iduos particulares. -ste 5nfasis, sin embargo, no es meramente arbitrario" hay, por cierto, un rol disminuido para la acci&n humana en la sociedad moderna. Eodos estamos familiarizados con las abstracciones * democratizaci&n, industrializaci&n, urbanizaci&n, modernizaci&n y globalizaci&n* que dominan el discurso pol$tico contemporneo. -stas abstracciones re#eren a fen&menos reales que moldean y limitan la elecci&n pol$tica, fen&menos que no podemos ignorar libremente. Eocque%ille mismo no dudaba en recurrir a estas (causas generales) cuando intentaba dar sentido al surgimiento del orden democrtico. Comprend$a que los (hechos generales e/plican ms cosas en los siglos democrticos que en los siglos aristocrticos, y que las inuencias particulares lo hacen menos), insistiendo, sin embargo, en que las %irtudes y los %icios de unos pocos toda%$a tienen el poder de moldear el destino de los pueblos. 8as comunidades pol$ticas no son meros su!etos de lo que Eocque%ille llama (la ine/ible pro%idencia o el destino ciego). Laymond ron actualiza el anlisis de Eocque%ille a la luz de la dominaci&n intelectual del mar/ismo, as$ como de %arias corrientes reduccionistas de las ciencias sociales del siglo QQ. -n un ensayo de 1?H titulado (Ehe DaYn of Uni%ersal >istory), ron argumentaba que los (te&ricos) de la sociolog$a como Mar/ y Comte ense0aron que era ms %alioso preocuparse de las (mutaciones hist&ricas) *capitalismo, sociedad industrial, ciencia, tecnol&gica moderna* que transformaron el mundo moderno. Pero err&neamente (argumentaron como si la historia, en el sentido de sucesi&n de guerras e imperios, de %ictorias y derrotas, hubiera terminado y acabado con ellas), (subestimando la durabilidad del aspecto tradicional de la historia 9el surgimiento y ca$da de los imperios, la ri%alidad entre reg$menes, las bene#ciosas o da0inas proezas de los grandes hombres):. ron, por tanto, llama a una nue%a forma de pensar que pueda hacer !usticia a ambos" al (drama) y al (proceso), a la (historia como de costumbre) y a la (originalidad de la sociedad industrial). 8a tarea del estudiante moderno de pol$tica e historia es abrumadora" nada menos que analizar la (interpenetraci&n dial5ctica) de la historia tradicional, con su ri%alidad entre reg$menes, y las causas generales distinti%as que estn en proceso de transformar la %ida moderna y que a %eces parecieran escapar del control humano.
El estudio del arte de gobierno
>emos abordado algunos de los obstculos para la recuperaci&n de una %erdadera ciencia pol$tica, as$ como las nue%as circunstancias en las que esta disciplina debe operar. -n este conte/to, el estudio del pensamiento y la acci&n de destacados estadistas es central para una correcta comprensi&n de la ciencia pol$tica, y un medio crucial para rea%i%ar una apreciaci&n de la grandeza humana en medio de las tendencias ni%eladoras de la era democrtica. nsisto" debemos estudiar el pensamiento al igual que la acci&n de los grandes gobernantes. hora bien, es cierto que leer las biograf$as de dichos hombres de -stado es popular en buena parte del p+blico lector hoy en d$a. -ste hbito es recomendable. Pero es necesario a0adir dos pre%enciones" en primer lugar, la mayor$a de los bi&grafos prestan una atenci&n super#cial a los escritos de dichos pol$ticos en segundo lugar, muchos escritos hist&ricos estn muy distorsionados, ya sea por un estrecho sentido de (ob!eti%idad), o bien por un resentimiento igualitario contrario a la categor$a de (grandeza), que impide, por tanto, hacer !usticia precisamente a la grandeza de estadistas e/traordinarios. Creo, por lo mismo, que debemos %ol%er a sus discursos y escritos" sin duda, 5stos deben ser abordados cr$ticamente, pero tambi5n con una recepti%idad que nos permita aprender de sus e!emplos y percepciones. Vol%amos ahora a los dos grandes estadistas europeos que condu!eron a sus pa$ses en medio de las tormentas de la Segunda Kuerra Mundial. 3inston Churchill y Charles de Kaulle no solo encarnaron la grandeza, sino que tambi5n pensaron rigurosamente sobre su carcter, sus condiciones permanentes y las amenazas espec$#cas del igualitarismo moderno. -n su grandeza, Churchill y De Kaulle eran tambi5n amigos de la libertad democrtica. -ran amigos de la democracia precisamente porque estaban dispuestos a enfrentar sus restricciones y hacer lo posible por dirigirla dentro de los l$mites de la prudencia y la decencia. Una %$a para lle%ar adelante esto fue su gran ret&rica. Wsta era un recordatorio de que los seres humanos contin+an siendo (animales pol$ticos), aun en una era democrtica. Pero a pesar de su apego a la e/celencia humana, ni Churchill ni De
Kaulle dudaron de la !usticia fundamental de nuestros reg$menes democrticos. Sin embargo, estos estadistas antitotalitarios estaban le!os de ser ingenuos. -ran muy conscientes de las otras posibilidades humanas como para limitar sus horizontes a la modernidad democrtica. dems, ten$an una aguda comprensi&n de las caracter$sticas profundas de la democracia moderna. De Kaulle cre$a que los totalitarismos eran un episodio de una (crisis de la ci%ilizaci&n) ms generalizada, atada al surgimiento de la sociedad de masas y a la erosi&n de la autoridad moral, pol$tica y espiritual tradicional" una de las consecuencias pol$ticas de la (muerte de Dios). Su ree/i&n ms atenta sobre la crisis de la sociedad de masas y las amenazas a la dignidad humana que acompa0aban al despliegue de la modernidad puede encontrarse en su discurso en la Uni%ersidad de T/ford el 2= de no%iembre de 1<1. >e analizado ese discurso con cierta profundidad en mi libro De /aulle0 .tatesmanship) /randeur) and 2odern Democracy 92HHH:. c quisiera discutir un te/to igualmente notable de Churchill llamado (Mass -Xects in Modern 8ife). -ste te/to fue escrito en 12= y publicado en Thoughts and Adventures en 172. -s una meditaci&n profunda sobre las posibilidades y perspecti%as para la grandeza humana en una era igualitaria.
'Efectos de masa en la vida moderna(
(-fectos de masa en la %ida moderna) e/plora el peso relati%o del (drama) y del (proceso) en los asuntos humanos, para emplear la +til formulaci&n de Laymond ron. Un somero recuento de la historia, obser%a Churchill, indica (la parte decisi%a que el accidente o la elecci&n !uegan en cada momento). +n ms formati%a es la inuencia de (maestros, pensadores, descubridores, comandantes) que han de!ado su marca en cada esquina de la historia. Pero, con innegables reminiscencias de Eocque%ille y ron, Churchill se pregunta si el destino de la humanidad no se (est escapando ya del control de los indi%iduos. 4caso nuestros asuntos no estn siendo crecientemente decididos a tra%5s de procesos masi%os6) 4Supone la modernidad una nue%a situaci&n donde la acci&n humana ya no es el elemento decisi%o en la con#guraci&n de los destinos indi%iduales y
colecti%os6 -n el mundo actual se obser%a una marcada declinaci&n de la eminencia personal. 8os (grandes contemporneos), que tanto impresionaron a Churchill en su libro de ese nombre 917A:, eran en su mayor parte estadistas y caballeros %ictorianos, #guras que ya parec$an pertenecer a un pasado muy le!ano. -n el mbito intelectual, cultural y pol$tico abundan los (tronos %acantes). 8a humanidad a%anza a nue%as alturas, pero los hombres indi%iduales estn, aparentemente, en un permanente eclipse. Churchill %io desarrollarse (enormes procesos de colecti%izaci&n) en todos los mbitos de las sociedades modernas. -n algunos casos, estos procesos *como la econom$a de producci&n masi%a* contribuyeron poderosamente al progreso y prosperidad de la sociedad. Sin embargo, a pesar de sus palpables ben5#cos econ&micos, tal colecti%izaci&n de!& un impacto mucho ms cuestionable en el (carcter y psicolog$a) de los hombres y las sociedades. Ruestras sociedades modernas fueron e/itosas en pro%eer una (abundancia inconmensurable), impensable en 5pocas pasadas, pero esto se consigui& a e/pensas de la iniciati%a personal y la independencia c$%ica. -n la moderna sociedad de masas, la opini&n p+blica est en buena medida preen%asada, moldeada por medios que suministran a la muchedumbre (una transmisi&n continua de opini&n estandarizada). 8a educaci&n es (a la %ez uni%ersal y super#cial), produciendo (ciudadanos estandarizados, todos en%ueltos en opiniones, pre!uicios y sentimientos regulados) 71. 8a moderna sociedad de masas puede (e%entualmente conducir a una sociedad razonable, urbana y altamente ser%icial). Sin embargo, Churchill a0ade una nota de ad%ertencia" estos efectos de masa pueden (destruir esas condiciones de presi&n personal y esfuerzo mental a las que se deben las obras maestras de la mente humana). Churchill sugiere que la !usticia democrtica ad%iene a e/pensas de la grandeza humana, as$ como el orden aristocrtico, que dio origen a grandes maestros y a genuinas obras maestras de la mente del hombre, prest& insu#ciente atenci&n a la dignidad del hombre com+n. fortunadamente, anota Churchill, e/isten l$mites a la estandarizaci&n de los seres humanos. -stos l$mites estn indicados por la (estandarizaci&n uni%ersal), que tu%o por ob!eti%o el bolche%ismo so%i5tico. 8os bolche%iques intentaron, a tra%5s de la tiran$a y el terror, (establecer la forma ms completa de %ida de masa y colecti%ismo que la historia haya conocido). a en 12=, Churchill sosten$a en sus escritos que tal empresa totalitaria estaba destinada a fracasar" (8a naturaleza humana es ms ine/tricable que la naturaleza de la hormiga), insist$a sabiamente.
8as a%anzadas sociedades liberales pueden consolarse con haber escapado de las garras del totalitarismo. Sin embargo, (las grandes naciones emancipadas parecen haberse %uelto en gran parte independientes de famosos gu$as y guardianes). -l h5roe, el comandante, el maestro es en gran parte un residuo de (duras 5pocas pasadas). 8a contienda moderna mane!ada por medio de la tecnolog$a no parece necesitar de ellos, y las opiniones estandarizadas parecen hacer obsoletas sus percepciones. Ro obstante, Churchill sent$a que una profunda (inquietud) se desarrollaba entre sus contemporneos" los hombres (echaban de menos a sus gigantes). Churchill no puede e%itar preguntarse si acaso un mundo de efectos masi%os es humanamente satisfactorio. -scribe" 4Pueden las comunidades modernas realizarse sin grandes hombres6 4Pueden prescindir del culto al h5roe6 4Pueden pro%eer una sabidur$a mayor, un sentimiento ms noble, una acci&n ms %igorosa de los que alguna %ez obtu%ieron de los titanes a tra%5s de procesos colecti%os6 4Pueden las naciones permanecer saludables, pueden todas las naciones reunirse en un mundo donde sus estrellas ms brillantes son las estrellas de cine y sus dioses estn sentados en la galer$a6 4Puede el esp$ritu del hombre soltar su chispa %ital a tra%5s de la maquinaria6 4Pueden los problemas de las generaciones sucesi%as resol%erse satisfactoriamente por (el sentido com+n de la mayor$a), por m$tines de partido, por asambleas cuyo balbuceo ya no es escuchado6 4T habr alg+n enorme obstculo en el a%ance de la humanidad, alg+n bloque intolerable en el tr#co, alg+n %agabundo en la tierra sal%a!e y entonces la necesidad de un !efe personal no ser el deseo de la masa6 8a conclusi&n del te/to (-fectos de masa en la %ida moderna) es equ$%oca. Churchill sugiere que la naturaleza aborrece el %ac$o y que el esp$ritu del hombre debe encontrar satisfacciones ms altas que aquellas ofrecidas por un mundo estandarizado. Ro obstante, ad%ierte sombr$amente contra el culto al l$der y sugiere que (debemos tomar las p5rdidas !unto con las ganancias. -n las tierras altas no hay buenas cumbres). Debemos resignarnos entonces, en buena parte, a un tipo de mediocridad decente. Pero desde luego esta no es toda la historia. 8os ciudadanos de comunidades liberales pueden enorgullecerse de la libertad y la iniciati%a que, a pesar de todo, persiste en tales sociedades. Ro obstante, las propias acciones de Churchill son ciertamente su +ltima palabra. Como ciudadano, Churchill acept& %oluntariamente la prioridad de la !usticia por sobre la grandeza. un as$, sab$a muy bien que nuestras tierras altas deben aspirar, ocasionalmente, a ms que a la mediocridad y los efectos de masa. Muchas %eces 5sta se les impone. Sin estas aspiraciones, la democracia pierde su capacidad para hablar o inspirar a las capacidades ms nobles de nuestra
naturaleza. Puede ser que se necesite una crisis profunda *algo del orden de 1B?1 o 1
6p2ndice: verdadera y falsa grande5a
>e sugerido que muchos acad5micos, historiadores y te&ricos pol$ticos inuyentes son partidarios de una (historia democrtica) en el sentido de#nido por Eocque%ille" sospechan de todo lo que huela a (elitismo) y restan importancia o incluso ridiculizan el papel de los grandes hombres en la conformaci&n del curso de la historia. -l libro de Paul Johnson 5éroes0 Desde Ale:andro 2agno y =ulio 3ésar hasta 3hurchill y De /aulle 92HHA: es una notable e/cepci&n. -s una brillante in%estigaci&n, aunque con sus defectos, de las ambig\edades inherentes a la grandeza humana. -l subt$tulo del libro solo comienza a e/presar el impresionante rango que cubre. 8os persona!es de Johnson recorren un %ariado espectro, desde reyes guerreros y conquistadores como le!andro Magno y Julio C5sar *quienes habitan la delgada l$nea entre lo heroico y lo temerario, entre el cora!e sobrehumano y las monstruosas matanzas en bene#cio propio* hasta h5roes y
hero$nas b$blicos como D5bora, Sans&n y Da%id, quienes ponen astucia, poder$o y enga0o al ser%icio de la !usticia y del acosado pueblo de Dios. Johnson aprecia especialmente a (h5roes e!emplares), como -nrique V y Juana de rco, quienes combinaron las %irtudes cristianas y marciales, y nunca perdieron de %ista los requerimientos del bien com+n. Eambi5n tiene en gran consideraci&n a militares como 3ashington, Relson y 3ellington, quienes despertaron admiraci&n entre sus soldados, al tiempo que resist$an la tentaci&n (napole&nica) de con%ertirlos en carne de ca0&n de ambiciones personales o de un despotismo militar o ideol&gico. Johnson relata las historias de estos h5roes con la mirada puesta en detalles re%eladores y con una agudeza admirable. s$, Johnson e/presa con ingenio el admirable %irtuosismo de le!andro y Julio C5sar, aun cuando registra las desmesuradas acciones sangrientas de este +ltimo y la lenta ca$da de le!andro en las crueldades y e/cesos de lo que se ha llamado el (despotismo oriental). -scribe con admiraci&n sobre las mencionadas hero$nas b$blicas, cuyas haza0as contrastan con las limitaciones de un hero$smo reducido a fuerza bruta y despo!ado de poes$a, belleza y astucia. 8os !ud$os b$blicos, escribe Johnson en una notable formulaci&n, (eran d5biles en la f$sica de la super%i%encia, y fuertes en la metaf$sica). dmira el reinado medie%al en su me!or momento, incluso mientras traza una (necrolog$a desalentadora) de los reyes britnicos que murieron en batalla, por enfermedades y achaques gstricos o cruelmente en manos de sus ri%ales. -l desprecio de Johnson a Rapole&n es palpable, tal como su admiraci&n por la templanza de 3ashington y la inimitable combinaci&n de 8incoln de nobleza, !usticia y prudente ambici&n. Johnson muestra que las carreras de los grandes seres humanos pueden (e%ocar sorpresa, admiraci&n, respeto o en algunos casos simpat$a), mientras que al mismo tiempo pueden ser moralmente ambiguos o a %eces incluso monstruosos. Eal es, sin duda, el caso de le!andro y Julio C5sar, pero tambi5n *en menor e/tensi&n, por supuesto* el de la mayor$a de los hombres heroicos a lo largo de la historia humana. unque le!os de ser un paci#sta, Paul Johnson, al igual que su gran predecesor Samuel Johnson, no tiene ninguna simpat$a por (h5roes) que son un poco ms que mquinas de matanza. Laro es, por cierto, encontrar un Cincinato o un 3ashington cuya ambici&n sea lo su#cientemente noble para saber cundo tiene que irse a casa, o un 8incoln que, (luego de haber meditado por tan largo tiempo sobre la naturaleza de la %erdad pol$tica, la !usticia y la aqueza humana), pueda mo%er a los hombres a la acci&n y ree/i&n a tra%5s de po5ticas declaraciones que se (aferran a la memoria), tales como el Discurso de Ke]ysburg y el Segundo Discurso naugural. -n el
mismo rango de aquellos hombres grandes y buenos, Johnson otorga un puesto de honor a Eoms Moro, el estadista ingl5s del siglo QV. dmira a Moro como hombre de -stado, h5roe y mrtir, por su nobleza e/cepcional tanto en la %ida como en la muerte. Ro siendo un e/tra0o a las cosas de este mundo, Moro sab$a la diferencia entre un rey y un tirano, como su inacabada biograf$a de Licardo de!& claro. Letratando a un rey que se con%irti&, en palabras de Johnson, en un (tirano y lobo de%orador) que puso en peligro los cuerpos y las almas de los hombres, el estudio de Moro tambi5n sir%i&, en la estimaci&n de Johnson, como una (preparaci&n te&rica, un ensayo general para su propio conicto con -nrique V). Moro falleci& de una manera digna, en defensa del ideal de un reinado cristiano que no pudiera corromperse por la ilegalidad del tirano. Dada su admiraci&n por el pensamiento y el arte de gobernar de Eoms Moro, es desconcertante que Johnson confunda la >topía de Moro con un proyecto de despotismo (ideol&gico) en el sentido moderno. Como los me!ores acad5micos han establecido, el libro de Moro es, por contraste, un traba!o inserto en la tradici&n de la #losof$a pol$tica clsica" la (sociedad ideal) que trasciende el conicto, la di%isi&n y la pasi&n humana es literalmente ou topos , sin lugar.
+omprendiendo bien a +)urc)ill y a *e &aulle
-l cap$tulo de Johnson sobre Churchill y De Kaulle 9(Un h5roe generoso y un monstruo heroico): deber$a haber sido uno de los destacados del libro. Desafortunadamente, Johnson no entrega ning+n anlisis de los grandes discursos de Churchill durante la 5poca de guerra ni de sus perspicaces libros de pol$tica e historia, aunque s$ tiene cosas interesantes que decir sobre el carcter heroico y generoso de su persona!e, sus %isiones sorprendentemente super#ciales sobre la religi&n 9era un pagano de tomo y lomo: y su asentada piet4 hacia la historia britnica y sus instituciones constitucionales 72. Su tratamiento sobre De Kaulle es a+n menos satisfactorio. Johnson reconoce que De Kaulle es un gran estadista, quien sal%& dos %eces a su amada Irancia de la derrota y la desgracia, en 1
(don trascendental de ree!ar el proceso de la historia) tiene mucho que ense0arnos. Mientras que los matices de Johnson nunca confunden un carcter (autoritario) con un pol$tico autoritario o un tirano ambicioso, hace !uicios e/c5ntricos, como el hecho de que su (halitosis cr&nica) fuera la causa de la austeridad y el retraimiento de Charles de Kaulle. Su +nica fuente para esta a#rmaci&n, Malcolm Muggeridge, anota en sus memorias, 3hronicles o$ *asted Time) solamente su propia e/periencia con Charles de Kaulle, a quien, fresco del campo de batalla, con el pelo agitado y un ligero mal aliento, %io aparecer, sin embargo, como un aut5ntico h5roe. Johnson llama a De Kaulle un (monstruo) inhumano, carente de amabilidad y afecto. Runca menciona la ternura del estadista franc5s con su hi!a de#ciente mental, nne, que muri& a los 2H a0os en 1ierro) combin&, de una manera in5dita para la %ida p+blica, una generosidad personal y una (tremenda %oluntad). Johnson limita a cuatro pginas bien elaboradas el rol de Juan Pablo en derrotar a la bestia comunista. Concluye
que Juan Pablo habitaba (las tierras fronterizas de lo heroico y lo santo), y reconoce que la santidad es ob!eto de otra in%estigaci&n. Sin embargo, no cabe duda de que un hombre como tal pertenece a un libro de hero$smo que se precie preci e de ese nombre.
La necesidad de 'ideas generales(
e%it e%itaa mayo mayore ress ree ree/i /ion ones es #los #los cas cas sobr sobree el sign signi# i#cad cadoo de la grandeza humana, y tal %ez ello se e/plica por el carcter ingl5s de Johnson. Eocque%ille c5lebremente obser%& que los ingleses no tienen gusto por las (ideas generales). -sta es una de las fortalezas del moderado y libre orden pol$tico britnico, pero, tambi5n, una de las debilidades de su %ida intelectual. -l libro de Johnson no ofrece ninguna discusi&n, por e!emplo, acerca de la magnanimidad de rist&teles o Cicer&n, o un e/amen detallado de las tensiones entre bondad y grandeza. Le%isa de modo super#cial, o derechamente ignora, los escritos cla%es de Churchill y De Kaulle, pero tambi5n de otros estadistas democrticos *8incoln y otro otross Padre adress Iund Iundad ador ores es se me %ien %ienen en a la cabe cabeza* za*,, quie quiene ness pens pensar aron on profundamente acerca de la grandeza y la moderaci&n en la era democrtica. Para una discusi&n ms completa de estos temas, se debe cambiar de direcci&n. Un notable notable y reciente reciente libro de un te&rico pol$tico de oston oston College, Lobert IaulNner, The 3ase 3ase $or /reatness0 /reatness0 5onora&le 5onora&le Am&itio Am&ition n and %ts 3ritic 3ritics) s) es un buen lugar para comenzar. 5éroes
-l punto de partida de IaulNner es la (gran di%isi&n) entre, por un lado, (ciudadanos pensantes) e (historiadores apreciati%os), quienes a+n reconocen a aquellos grandes estadistas cuyas cualidades del alma son indispensables para (defender, reformar y fundar un pa$s libre) y, por otro, %arios te&ricos 9John LaYls y sus estudiantes entre ellos: que han sucumbido al escepticismo, cinismo e igualitarismo doctrinario respecto a lo grande y lo bueno. -n la tradici&n de 8eo Strauss, IaulNner establece la distinci&n de sentido com+n entre una honorable ambici&n, una mediocridad oportunista y un tipo de ambici&n %erdaderamente rapaz, despro%ista de (!usticia, amor, nobleza y amistad), esenciales para cualquier
comprensi&n razonable de los asuntos humanos. pro%echando las intuiciones de Plat&n, Jenofonte y rist&teles sobre la ambici&n y sus l$mites, IaulNner I aulNner recupera la diferencia fundamental y duradera entre la ambici&n de un noble estadista como 8incoln, quien buscaba ser digno de la estima de sus conciudadanos, y la ambici&n impe imperi rial al de Ciro iro el Kran Krande de o Rapo Rapole le&n &n,, que que grad graduualme almennte se hici hicier eron on indistinguibles del (fr$o despotismo). -n contrast contrastee con la obr obraa ms anal$tic anal$ticaa de IaulNner, IaulNner, 5éroes de Johnson se limita a instruir a tra%5s del (e!emplo). -s un agrado leer a Johnson porque escribe bien y entiende la naturaleza humana, tal como c omo se re%ela a s$ misma en la caldera ca ldera de la historia. Su %oz humana se %uel%e en ocasiones torcida, pero nunca pierde de %ista la $ntima cone/i&n entre el cora!e moral, el %erdadero hero$smo y el respeto porr la dign po dignid idad ad hu huma mana na.. l pro% pro%eer eer %i% %i%as y conc concre reta tass ilus ilustr trac acio ione ness de la ambig\edad inherente a la grandeza humana, su traba!o nos anima a admirar lo que es digno de ello, y a permanecer suspicaces tanto ante la falsa grandeza que desprecia la !usticia como ante la genuina nobleza.
7. +)urc)ill- sobre la civili5ación civili 5ación y sus descontentos
3inston Churchill est entre los actores ms estimulantes y memorables del grandioso y terrible drama que marc& la primera mitad del siglo QQ. Como hemos %isto, era tanto un hombre de pensamiento como de acci&n. Cuarenta y cinco a0os despu5s de su muerte, sus escritos contin+an pro%eyendo recursos +nicos para comp compre rend nder er las las amen amenaz azas as que que ha afron afronta tado do la ci%i ci%ili liza zaci ci&n &n en los los tiem tiempos pos modernos y adems dan cuenta del m5rito que subyace a la ci%ilizaci&n cristiana y liberal. Casi todos %aloran el e/traordinario papel que la ret&rica b5lica de Churchill !ug& en la inspiraci&n de la naci&n britnica cuando ella qued& sola frente a la amenaza nazi. Ms a+n, las feroces y elocuentes palabras de Churchill fueron una inspiraci&n para todos quienes %aloraban la libertad humana y discern$an la %erdadera cara del (nue%o orden mundial), proferido por >itler y sus subalternos. Lesulta apropiado, entonces, que continuemos rindiendo tributo a la elocuencia y hero$smo del (+ltimo le&n), (el ms grande ser humano de nuestro tiempo), como tan memorablemente lo llam& sir saiah erlin. Ro es del todo incorrecto enfatizar el carcter anacr&nico del modelo de gobierno de Churchill. -n efecto, tra!o consigo %irtudes plutrquicas y un sentido aristocrtico de las posibilidades humanas para resistir el gran drama pol$tico y b5lico del siglo QQ. Su aguda imaginaci&n hist&rica sin duda lo prepar& para un rol eminente, y particularmente bene#cioso, en las dos guerras que dominaron la primera mitad de la centuria. Pero es un error reducir a Churchill, como tienden a hacerlo hacerlo muchos muchos historiado historiadores res y comentarist comentaristas, as, al estatus estatus de un (romntico) cuyo idioma y temperamento ya nada tienen que decir frente a las necesidades y preocupaciones de la era democrtica. Para empezar, tal apro/imaci&n presume que la democracia demo cracia puede realizarse sin un arte de gobierno gobierno que necesariame necesariamente nte tome su inspiraci&n inspiraci&n de la (grandeza) del pasado. dems, esa apro/imaci&n no hace !usticia a Churchill, porque no se toma en serio el pensamiento que molde& su partidismo en fa%or de la ci%ilizaci&n. Wl pod$a ser muy efecti%o en entusiasmar las mentes y los corazones democrticos
+nicamente porque ten$a un profundo conocimiento tanto de los %icios como de las %irtudes que acompa0an al orden democrtico. Como ha notado llan loom, Churchill era sin duda anacr&nico en el sentido de que su pensamiento y acci&n ten$an profundas ra$ces en la tradici&n occidental predemocrtica, pero ellos tambi5n estaban fundamentados en una aguda conciencia de lo que puede denominarse el (problema de la democracia). Churchill actu& con nobleza en fa%or de un r5gimen democrtico liberal aun cuando mantu%o una distancia cr$tica con respecto a algunas de sus tendencias y presupuestos ms problemticos. Vol%amos ahora a su discurso de (8a me!or hora), donde la espontnea combinaci&n de ree/i&n y espiritualidad de Churchill queda en e%idencia como en ninguna otra parte.
El discurso de 'La me8or )ora(
-l discurso de (8a me!or hora) fue pronunciado el mismo d$a *1B de !unio de 1
e/tensamente las palabras de Churchill" 8o que el general 3eygand ha llamado la atalla de Irancia ha terminado. -spero que la atalla de nglaterra est5 por comenzar. De esta batalla depende la super%i%encia de la ci%ilizaci&n cristiana. De ella depende nuestro modo de %ida britnico y la larga continuidad de nuestras instituciones y nuestro imperio. Eoda la furia y el poder$o del mundo caern muy pronto sobre nosotros. >itler sabe que tendr que quebrarnos en esta isla o perder la guerra. Si podemos hacerle frente, toda -uropa podr ser libre y la %ida del mundo podr a%anzar hacia e/tensas y soleadas tierras altas. Pero si fallamos, entonces todo el mundo, incluidos los -stados Unidos, incluido todo lo que hemos conocido y nos ha importado, se hundir ba!o el abismo de una nue%a -ra Tscura, toda%$a ms siniestra y tal %ez ms prolongada gracias a las luces de una ciencia per%ertida. brac5monos, pues, a nuestras obligaciones, y seamos conscientes de que si el mperio britnico y su 3ommonwealth perduran por mil a0os, los hombres seguirn diciendo" (-sa fue su me!or hora). -s mucho lo que puede decirse de esta e/traordinaria alocuci&n. Ms de alg+n comentarista lo ha comparado con el discurso que pronuncia -nrique V, en la hom&nima obra de ShaNespeare, el d$a de San Crisp$n. 8a comparaci&n desde luego es atingente, pero mientras ShaNespeare apela al orgullo de una peque0a (banda de hermanos), Churchill intenta conectar con la incipiente nobleza de un pueblo libre, con poco gusto por las %irtudes marciales o heroicas. -n rigor, tiene que despertar su conciencia colecti%a. Pero lo ms notable del llamado de Churchill al honor democrtico es el anlisis intelectual sobre el cual descansa. Wl traza un agudo contraste entre la ci%ilizaci&n occidental y el nue%o tipo de despotismo totalitario. -ste despotismo pretende no solo abolir las libertades p+blicas, sino tambi5n destruir las fuentes de dicha ci%ilizaci&n. Churchill comprendi& cabalmente que el despotismo nazi implicaba mucho ms que un at%ico retorno a (5pocas oscuras)" en aspectos decisi%os, era un producto de la modernidad intelectual y pol$tica. Su imperialismo feroz y su %oluntariosa indiferencia a la herencia del pasado europeo ten$an poco en com+n con la barbarie, tal como entendemos 5sta habitualmente. Como se0al& Churchill en su impresionante discurso (rms and the co%enant), del 7 de diciembre de 17?, el nazismo, al igual que su $r@re ennemie) el comunismo, era una religi&n secular, (una religi&n sin Dios) que (batalla con las armas del siglo QQ). 8as dos mayores religiones pol$ticas totalitarias del siglo QQ rechazaron la herencia moral de la ci%ilizaci&n occidental y (sustituyeron a Dios por el diablo y al amor por el odio). Churchill nunca sucumbi& ante la ilusi&n de esos autodenominados
(realistas), que aseguraban una y otra %ez, a s$ mismos y a los dems, que >itler estaba persiguiendo el (inter5s nacional) de lemania, aunque tal %ez de una manera un tanto desagradable y agitada 77. Churchill e%it& caer en ese error precisamente porque comprend$a la terrible originalidad del totalitarismo moderno y su ambici&n por manipular el esp$ritu humano, tarea realizada con todos los recursos de una ciencia subordinada a #nes ideol&gicos. Ms a+n, su e%ocaci&n a una (ci%ilizaci&n) en peligro era ms que una alocuci&n ostentosa. -n sus grandes discursos b5licos, Churchill apela abiertamente tanto a la democracia liberal como a la 5tica cristiana, como las bases morales indispensables para resistir a la tiran$a nazi. Su 5nfasis siempre estaba puesto en la (continuidad) de la ci%ilizaci&n occidental, que reconoce las sagradas demandas de compasi&n y !usticia, as$ como tambi5n los derechos y la dignidad in%iolables de los seres humanos libres. Por ende, en el combate mortal de Tccidente contra los totalitarismos era necesario a#rmar tanto las fuentes tradicionales de la libertad occidental como su demanda por ser la aut5ntica encarnaci&n de la libertad moderna. Iue por esa raz&n que Churchill e/hortaba con regularidad a sus compatriotas a defender la ci%ilizaci&n cristiana y liberal contra lo que >erman Lauschning c5lebremente ha llamado (la re%oluci&n del nihilismo). 8a super%i%encia de este doble patrimonio era el +ltimo basti&n en el conicto que enfrentaba a la ascendiente lemania con el resto del orden liberal europeo. Una e/aminaci&n de los discursos pol$ticos de Churchill en el per$odo inmediatamente anterior a la Segunda Kuerra Mundial 9durante sus (a0os sal%a!es), como los llam&, desde la disidencia pol$tica en la d5cada de 17H: re%ela la coherencia que subyace a sus ree/iones sobre pol$tica, ci%ilizaci&n y totalitarismo moderno. Un rpido repaso de estos discursos permite una identi#caci&n ms cabal de los fundamentos intelectuales de la ret&rica pol$tico b5lica de Churchill.
La civili5ación y sus descontentos
8a ree/i&n ms completa y satisfactoria de Churchill acerca del concepto de
ci%ilizaci&n puede encontrarse en el discurso del mismo nombre, pronunciado en la Uni%ersidad de ristol el 2 de !ulio de 17B 7<. -n ese discurso de#ne la ci%ilizaci&n como la aspiraci&n a una sociedad leg$tima y pac$#ca, marcada por la subordinaci&n de los guerreros y los d5spotas a la autoridad ci%il. -l (progresismo) whig de Churchill, si puede llamarse as$, tambi5n incorporaba una comprensi&n de la libertad ci%ilizada como una tradici&n o herencia que debe ser sal%aguardada continuamente por cada generaci&n. De ese modo, fusiona el compromiso liberal hacia el progreso !unto con el reconocimiento conser%ador de indispensabilidad moral y pol$tica de la tradici&n ci%ilizatoria. De#n$a los principios de la ci%ilizaci&n que culminaba en una tradici&n de constitucionalismo. -scribe Churchill" 4;u5 signi#ca 9ci%ilizaci&n:6 Signi#ca una sociedad basada en las opiniones de los ci%iles. Signi#ca que la %iolencia, el imperio de los guerreros y los !efes desp&ticos, las condiciones de los campamentos y los conictos, de los disturbios y las tiran$as, dan lugar a parlamentos donde son hechas las leyes, y a cortes de !usticia independientes donde estas leyes son mantenidas durante largos per$odos. -so es ci%ilizaci&n, y en su suelo crece continuamente la libertad, el bienestar y la cultura. Cuando la ci%ilizaci&n reina en cualquier pa$s, una %ida ms amplia y menos estresada est al alcance de las masas populares. 8as tradiciones de los pueblos son estimadas, el patrimonio cultural es transmitido por la sabidur$a antigua y los hombres %alientes se transforman en un rico estamento que puede ser disfrutado por todos. -l principio central de la ci%ilizaci&n es la subordinaci&n de la autoridad gobernante a las costumbres establecidas del pueblo y a su %oluntad e/presada a tra%5s de la Constituci&n. 8a ci%ilizaci&n no es un logro que se consigue de una %ez para siempre, una dispensaci&n inmerecida del destino o un producto necesario de la marcha de la historia. -s, por el contrario, una herencia que est siempre amenazada por at%icas tentaciones de barbarie y, hoy en d$a, por (las luces de la ciencia per%ertida), para citar la memorable formulaci&n de Churchill en su discurso de (8a me!or hora). 8a ilusi&n idealista confunde el milenario desarrollo de la ci%ilizaci&n con una absoluta paci#caci&n del orden internacional el error del realismo, por el contrario, es asumir que (los mismos principios que han moldeado la libre, ordenada y tolerante ci%ilizaci&n de las islas y el imperio britnico) no pueden (ser de utilidad en la organizaci&n) del resto del mundo. Churchill concibe un orden
internacional donde el imperio de la ley se con%ertir gradualmente en el fundamento de la %ida internacional, al igual que de la nacional. Pero esta (esperanza suprema) apenas describe las realidades de un mundo ansioso y conicti%o. -sta esperanza podr con%ertirse en una realidad solo cuando los pueblos libres del mundo (se congreguen e in%iten ba!o la 8iga de las Raciones a la mayor cantidad de naciones fuertemente armadas) que puedan alinearse para esa tarea 9como se0al& Churchill en (rms and the co%enant):. Sin duda, Churchill no ten$a muchas ilusiones con la 8iga de las Raciones. Su fracaso en detener la agresi&n y su cuestionable #delidad a sus propios principios eran e%identes a todos quienes tu%ieran o!os para %er. Pero estaba con%encido de que la ley internacional, apoyada por el poder$o militar de naciones amantes de la paz, pod$a pro%eer una legitimidad moral para la seguridad colecti%a en un mundo amenazado por nue%as agresiones totalitarias. Ro es que Churchill rechazara la idea tradicional del (equilibrio de poder). Ms bien quer$a construir sobre este pilar del gobierno britnico mientras lo transformaba en el proceso. -n un conocido discurso de marzo de 17? a los conser%adores del Comit5 de suntos -/teriores de la Casa de los Comunes, Churchill elogiaba la tradici&n de la pol$tica britnica 9que ya lle%aba cuatro siglos: de enfrentar a (todo tirano militar continental quienquiera que fuese). -ra este compromiso con el equilibrio europeo de poder y con las libertades de las naciones ms peque0as de la regi&n lo que impidi& que Ielipe , 8uis QV y Rapole&n se con%irtieran en due0os de -uropa. Churchill apela abiertamente a esta (mara%illosamente inconsciente tradici&n de la pol$tica e/terior britnica), en un esfuerzo por despertar a su propio partido de su inacti%idad ante el resurgimiento y militarizaci&n del Reich alemn. Muchos de los colegas conser%adores de Churchill eran reacios a adoptar una postura e/cesi%amente cr$tica hacia lemania, mientras que otros claramente detestaban el bolche%ismo ms de lo que despreciaban a >itler. 8a tarea de Churchill era recordarles a los gobernantes conser%adores sus responsabilidades como custodios de una tradici&n en pol$tica e/terior que nunca hab$a dudado de confrontar al (ms poderoso, ms agresi%o, ms dominante poder) del continente europeo. Ring+n (hecho militar, pol$tico, econ&mico o cient$#co) ha alterado (la !usticia, la sabidur$a, el %alor y la prudencia sobre las cuales actuaron nuestros ancestros). nada (ha sucedido a la naturaleza humana) como para considerar obsoletas dichas ree/iones acerca del poder pol$tico. -sta era la %isi&n perdurable de la tradici&n realista del arte de gobierno europeo, una %isi&n que estaba siendo ignorada, en un esfuerzo equi%ocado por apaciguar a un -stado re%olucionario con ambiciones ilimitadas. -n el discurso de marzo de 17?, Churchill obser%& que la pol$tica
tradicional britnica no ten$a en cuenta qu5 naci&n (buscaba el se0or$o de -uropa). -sta tradici&n inarticulada pod$a permitirse hacer abstracci&n del choque de reg$menes e ideolog$as" le (preocupaba solamente quien fuese el tirano ms fuerte o potencialmente dominante). -minentes autoridades como >ans J. Morgenthau y >enry @issinger han concluido de lo anterior que Churchill tambi5n debe haberse abstra$do de cualquier consideraci&n seria de las caracter$sticas internas de los reg$menes al momento de analizar los moti%os y el comportamiento de los actores estatales. -l Churchill de Morgenthau y @issinger es un (realista) avant la le!re que sab$a que el clculo de la balanza de poder era el alfa y el omega de las relaciones internacionales. Pero ni Morgenthau ni @issinger leyeron el discurso de Churchill con su#ciente sensibilidad hacia el conte/to pol$tico. Ms a+n, desconectan la discusi&n introductoria de Churchill, acerca de la pol$tica tradicional britnica, del argumento profundo del discurso. ncluso en su alocuci&n a los miembros conser%adores del Parlamento Churchill se des%i& del tema principal para destacar el carcter (amante de la paz), (parlamentario) y (liberal) de las democracias britnica y francesa, as$ como el carcter totalitario del r5gimen de >itler. -n contraste con la pol$tica tradicional britnica, Churchill no pod$a sino preocuparse de la lucha de reg$menes e ideolog$as. Wl reconoc$a, de modo impl$cito, la distinci&n entre un orden internacional donde todos los actores aceptaban las reglas del !uego y se somet$an a principios comunes del orden ci%ilizado y otro donde el destino de la humanidad fuera la apuesta de la pol$tica e/terior. -n marcado contraste con las democracias de ideario conser%ador, lemania representaba una amenaza a la integridad del orden internacional. Se encontraba dominada por un (pu0ado de fora!idos) que no respetaban ni las libertades de su propio pueblo ni los requisitos elementales de la ley internacional. -n el curso de su disertaci&n, por tanto, Churchill transform& y (moraliz&) de forma silenciosa la tradici&n del equilibrio de los poderes al hacer de ella el antecedente hist&rico de su noble idea bautizada como (las armas y el pacto). -nfatizaba que (el cuidado y fortalecimiento de la 8iga de las Raciones) era la me!or manera de defender la seguridad de la isla britnica, a#rmando su coherencia con los principios democrticos y con el compromiso de resol%er las disputas a tra%5s de una (paciente discusi&n). simismo, Churchill pre%ino acerca de una c$nica subestimaci&n de la (fuerza que estos ideales e!ercen en la democracia britnica). De este modo, se0alaba que las pol$ticas de poder operaban en un nue%o conte/to hist&rico, y que no deb$an ignorar las aspiraciones morales de los pueblos democrticos hacia un orden internacional ms leg$timo. Pero ley y moralidad son, por supuesto, insu#cientes. 8as democracias britnica y francesa deb$an pro%eer el liderazgo pol$tico y el poder$o militar para hacer del pacto de la 8iga de las Raciones algo ms que una declaraci&n de buenas intenciones o la
cubierta de ilusiones ut&picas sobre un mundo sin conictos y guerras. 8as dos grandes democracias de -uropa Tccidental eran el n+cleo indispensable de un nue%o marco internacional. Deb$an estar dispuestas a e!ercer su poder en ser%icio de la libertad y la !usticia, aun si este marco fuera a romperse completamente. -n con!unto, Churchill comprendi& que las democracias parlamentarias tienen (tremendas inhibiciones para emprender una guerra agresi%a), pero al mismo tiempo deben estar dispuestas a armarse para mantener la paz. Lecomendaba que una gama completa de antiguos y nue%os instrumentos de gobierno pol$tico estu%ieran al ser%icio de la preser%aci&n de la ci%ilizaci&n y en contra de las tiran$as ideol&gicas empe0adas en su destrucci&n. -l realismo moral de Churchill daba lugar tanto al balance de poder como a la seguridad colecti%a, para una poderosa rmada Leal y una %igorosa concepci&n de la ley internacional. -n su discurso de marzo de 17?, Churchill se dirige discretamente a los falsos realistas que ignoran el lugar ineludible de los principios morales en la conducta de la pol$tica e/terior democrtica. -n el discurso (Ci%ilizaci&n), de 17B, 5l critica a los idealistas ingenuos, que dan por asumido el frgil logro de la ci%ilizaci&n. 8os +ltimos prrafos de este bre%e discurso delinean las condiciones esenciales de un idealismo digno de ese nombre" Sin embargo, es %ano imaginar que esta mera percepci&n o declaraci&n de principios, ya sea en un pa$s o en %arios, tendr alg+n %alor si es que no estn apoyados por esas cualidades de %irtud c$%ica y %aronil cora!e, y por esos instrumentos y agentes de fuerza y ciencia que, como +ltimo recurso, deben ser la defensa del bien y la raz&n. 8a ci%ilizaci&n no perdurar, la libertad no sobre%i%ir, la paz no se mantendr mientras una %erdadera gran mayor$a de la humanidad no se una para defenderse y se muestren poseedores de una fuerza ante la cual las #eras barbricas y at%icas se mantengan temerosas. -stas poderosas obser%aciones resonar$an especialmente en los o$dos de los lectores de .e cierne la tormenta 91
pueblos de habla inglesa a tra%5s de su imprudencia, negligencia y buen carcter permitieron a los imp$os rearmarse). Su dramtico relato de c&mo se lleg& a una (guerra innecesaria) era una acusaci&n del fcil consentimiento que dieron los pueblos democrticos al le%antamiento del poder alemn, as$ como una cr$tica a la crueldad de >itler y los nazis. 8o que hace de .e cierne la tormenta un ensayo particularmente interesante para los estudiantes de #losof$a y ciencia pol$tica es el penetrante anlisis de Churchill de c&mo (las estructuras y hbitos de los -stados democrticos) aparentemente (carecen de esos elementos de persistencia y con%icci&n que pueden dar seguridad a las masas modestas). Churchill sugiere que la (opini&n p+blica) es el dios reinante del orden democrtico y que raramente re#ere a %erdades incomodas a pesar de que la autopreser%aci&n nacional est5 en !uego. Ms a+n, el pueblo est ms dispuesto a responder a las alarmas del humanitarismo que a las se%eras demandas del cora!e. Con el ob!eti%o de despertar a sus contemporneos de su letargo, Churchill apela a antiguos precedentes y pone su atenci&n en aquellos aspectos de la e/periencia occidental que estn menos presentes en los pueblos democrticos. -sta apelaci&n a la (sabidur$a del pasado) es particularmente e%idente en su discurso parlamentario del = de octubre de 17B. -n 5l Churchill desaf$a la euforia que acompa0& al regreso de Chamberlain desde M+nich y llama a la capitulaci&n anglofrancesa por su nombre" (Una completa derrota).
9Tomar nuestra postura por la libertad como en los vie8os tiempos9
-l discurso del Pacto de M+nich es en muchos aspectos el discurso churchilliano por e/celencia. Churchill sit+a su cr$tica por la capitulaci&n de las democracias en el conte/to ms amplio de una mordaz acusaci&n de apaciguamiento. Demuestra que el abandono de Checoslo%aquia, el +nico -stado democrtico que quedaba en -uropa del -ste 9y un #el adherente a la 8iga de las Raciones:, era la consecuencia l&gica de una pol$tica e/terior que desgraciadamente descuid& las defensas nacionales y busc& (la l$nea de resistencia
m$nima), al momento de confrontar la clara e%idencia de las malignas intenciones de lemania. 8a acusaci&n irrefutable de Churchill a la pol$tica britnica fue un rayo que atra%es& el clima de autocomplacencia que en%ol%$a al Parlamento, la prensa y la naci&n entera. -n retrospecti%a, lo pro%ey& de un %alioso capital moral que habr$a de reforzar su autoridad durante los a0os cr$ticos del comienzo de la Segunda Kuerra Mundial. -n dicho discurso, Churchill ilustr& una (#rmeza de carcter 9Z: inamo%ible por las corrientes de opini&n) que 5l mismo consideraba como lema de un %erdadero estadista. Se negaba a (corte!ar a la popularidad pol$tica) precisamente porque deseaba proporcionar un necesario, aunque poco bien%enido, conse!o a una naci&n que hab$a llegado a confundir la capitulaci&n ante el mal con la honesta y paciente b+squeda por soluciones pac$#cas a los problemas internacionales. -n la primera parte de su discurso, Churchill e/puso la fatuidad que supuso a#rmar que el abandono de su aliado checoslo%aco era el precio que las democracias deb$an pagar para (sal%ar la paz) en -uropa. Leconoce inmediatamente que nunca hay garant$a absoluta contra el estallido de la guerra, pero tanto la prudencia como la !usticia demandaban que las democracias mantu%ieran la fe en el pueblo checoslo%aco, ofreci5ndoles una garant$a de apoyo en caso de in%asi&n germana. -sta (tercera alternati%a) entre la guerra inmediata, por un lado, y capitular ante las demandas de >itler, por otro, habr$a moti%ado a la acci&n a los elementos antinazis del e!5rcito alemn 9sabemos por .e cierne la tormenta que Churchill sab$a de los esfuerzos del general Iranz >alder en esa direcci&n: y tambi5n habr$a garantizado la disponibilidad de treinta di%isiones checoslo%acas para el combate en caso de que estallara la guerra en -uropa. -n lugar de eso, Irancia y Kran reta0a solo ofrecieron una 9in+til: garant$a de seguridad a un -stado checo desalentado y desmembrado despu5s de que hab$a sido completamente soca%ado por las concesiones territoriales impuestas en M+nich. -n sus obser%aciones al Parlamento, Churchill predi!o la inminente desaparici&n de un -stado checoslo%aco independiente con una precisi&n sorprendente. 98a entrada de las tropas germanas a Praga el 1= de marzo de 17 gatillar$a una garant$a anglofrancesa a una Polonia que estaba signi#cati%amente menos preparada para defenderse de lo que estaba Checoslo%aquia:. Churchill argument& con%incentemente que la pusilanimidad de las democracias solo hab$a ser%ido para lle%ar a -uropa ms cerca de la guerra, y para de!ar a Irancia y a Kran reta0a toda%$a ms %ulnerables cuando llegara el momento de la %erdad. Ms a+n, las democracias hab$an permitido %ergonzosamente a >itler manipular el (principio de autodeterminaci&n) democrtico, en orden a !usti#car la incorporaci&n de muchos millones de alemanes de los Sudetes a un -stado
totalitario, sin su e/preso consentimiento. Churchill dirigi& su ira contra la corrupci&n moral que acompa0& el desarrollo de pol$ticas de paz a cualquier precio. -n lugar de (permanecer #rmes sobre el frente de la ley) y defender Ola soluci&n ordenada de agra%iosO, las democracias fueron conducidas a aceptar concepciones esencialmente totalitarias de paz y autodeterminaci&n. -stas fueron las consecuencias de las buenas intenciones des%inculadas de una lucha %aliente por la libertad. -stas fueron las consecuencias de la identi#caci&n (realista) del imperialismo nazi con la soluci&n para los leg$timos reclamos alemanes. Como queda claro en la parte central del discurso, Churchill tem$a que la aceptaci&n de la dominaci&n nazi en -uropa creara una atm&sfera radicalmente inh&spita para la super%i%encia de los principios y modos de %ida britnicos. Con la dominaci&n de todo el continente, la lemania nazi ciertamente entrar$a a una nue%a, ms radical y totalitaria fase de e/istencia pol$tica. 8a guerra en contra de conser%adores, liberales, dem&cratas, patriotas, cristianos y, especialmente, !ud$os, seguramente se intensi#car$a. s$, la presi&n contra nglaterra para acomodarse al (nue%o orden mundial) nacionalsocialista se con%ertir$a en un problema a%asallador. Como m$nimo, las personas (responsables) e%itar$an decir o hacer algo que pudiera ofender a las autoridades germanas. 8a autocensura se con%ertir$a en la orden del d$a. Churchill, por supuesto, rechaz& rotundamente cualquier indicio de capitulaci&n moral ante el nacionalsocialismo. Continuaba insistiendo en que no podr$a e/istir nunca (una amistad entre la democracia britnica y el poder nazi, un poder que desde0a la 5tica cristiana, que anima el a%ance de un paganismo brbaro, que deri%a en un per%erso placer por la persecuci&n, y que usa, como hemos %isto, la amenaza brbara y despiadada de una fuerza mortal). 8a apaciguadora prudencia, marcada por el deseo de e%itar la guerra a cualquier costo, +nicamente pod$a conducir a lo que Churchill llamaba (dar en el blanco del desastre). -ste consentimiento ciego al mal no solo fallar$a en e%itar la guerra, sino que #nalmente destruir$a la integridad moral del pueblo britnico. Churchill propone otro camino para Kran reta0a. Ve con cierta esperanza la (recuperaci&n suprema de la salud moral y el %igor marcial), elementos que ser%ir$an para que los britnicos (tomaran nuestra postura por la libertad como en los %ie!os tiempos), para citar la notable frase de su discurso. -n una ret&rica que sin esfuerzo fusiona un lengua!e de profeta b$blico con uno ms bien propio del estadista clsico, Churchill dec$a a sus oyentes que ellos hab$an e/perimentado solo (el primer sorbo de un amargo cliz), a no ser que se fortalecieran a ellos
mismos en las animosas fuentes de su patrimonio. 8a preser%aci&n de la ci%ilizaci&n depend$a de esas (cualidades de %irtud c$%ica y cora!e) que son, siempre y en todo lugar, soportes indispensables de la libertad humana. -n ese mismo discurso, Churchill hab$a citado la autoridad de 3rónica anglosa:ona del siglo Q al respecto, y recuerda a sus oyentes que (toda sabidur$a no es nue%a). >ay lecciones que deben ser aprendidas incluso hoy" al estudiar el lamentable reinado de -telredo el ndeciso, se puede contemplar c&mo despilfarr& (la fuerte posici&n) que hered& (de los descendientes del rey lfredo), de!ando a nglaterra postrada ante los in%asores daneses.
+onclusión
-l pensamiento y la ret&rica de Churchill se basan en elementos de teor$a y prctica antigua y moderna, de la pol$tica de dominaci&n y el imperio de la ley, y de la ci%ilizaci&n cristiana y liberal, en un esfuerzo comprehensi%o por despertar a los pueblos democrticos de su somnolencia. -ste hombre de paz estaba dispuesto a prepararse para la guerra con el ob!eti%o de sal%aguardar la herencia misma de la ci%ilizaci&n. -l gobierno de Churchill estu%o cimentado en un profundo reconocimiento de los logros y debilidades de la ci%ilizaci&n y de la dependencia de la democracia moderna de recursos morales y c$%icos tradicionales que sus contemporneos dudaban en reconocer. Como hemos %isto, la ree/i%a obser%aci&n del (problema de la democracia) es particularmente e%idente en su ensayo de 12=, (-fectos de masa en la %ida moderna), que se encuentra en su mara%illosa colecci&n Thoughts and Adventures publicada en 172. tra%5s de su pensamiento y acci&n, este estadista humano y antitotalitario anima a los ciudadanos de las democracias modernas a buscar los preciados recursos c$%icos y espirituales de una tradici&n ci%ilizatoria que es ms e/tensa y profunda que la ideolog$a moderna de (los derechos del hombre).
Parte III: La ilusión de la 'democracia pura(
. 1;<= y el signi%cado de la democracia
-l a0o 1?B fue testigo no solo de una agitaci&n sin precedentes en las calles y en los campus uni%ersitarios, sino tambi5n de un %erdadero desaf$o global, por parte de lo que despu5s se denomin& como Rue%a zquierda, a la ci%ilizaci&n liberal. Por medio de una denuncia tanto al capitalismo burgu5s como al socialismo estatal burocrtico, los te&ricos y acti%istas de la Rue%a zquierda so0aban con una nue%a ci%ilizaci&n sin !erarqu$as ni limitaciones represi%as. -l esp$ritu del ?B era esencialmente antin&mico y dio origen a una (cultura del repudio) 9como la ha denominado Loger Scruton: que ha transformado de manera decisi%a la %ida acad5mica e intelectual de todo el mundo occidental de los +ltimos
seg+n se dice, cambiaron el mundo. "e 2onde) el peri&dico local de izquierda, lleg& tan le!os como para reproducir, en paralelo, la portada correspondiente al mismo d$a en 1?B. -sas portadas capturaban perfectamente el izquierdismo obligatorio y la indulgencia hacia la (!u%entud) que domin& esa %enerable respuesta de papel a la implosi&n del orden social y pol$tico franc5s. Un art$culo de Maurice Du%erger era representati%o de la atm&sfera de 1?B" el alguna %ez famoso cientista pol$tico secund& animadamente la petici&n del mo%imiento estudiantil de abolir los e/menes, dado que las e/aminaciones quitaban tiempo %alioso a los profesores para in%estigar y, al mismo tiempo, reforzaban la alienaci&n de la !u%entud. -n la %ertiginosa y carna%alesca atm&sfera de ese tiempo, esta petici&n pas& por serios anlisis. ctualmente, la mayor$a de los franceses 9o al menos la mayor$a de la clase intelectual francesa: *no todos ellos de izquierda* miran nostlgicamente hacia ese punto de ine/i&n que fue mayo de 1?B. Parte de esto tiene que %er con la autoindulgencia de una generaci&n que ya no es !o%en. Ttra parte se e/plica como forma de compensaci&n por parte de una izquierda que ahora admite reluctantemente que la re%oluci&n, incluso de un tipo mim5tico, ha de!ado de ser una opci&n seria para Irancia y -uropa. Sin embargo, la conmemoraci&n francesa del cuadrag5simo ani%ersario de los e%entos de mayo corre el riesgo de oscurecer dimensiones absurdas de esa erupci&n ms toda%$a, corre el riesgo de oscurecer las %erdaderas caracter$sticas re%olucionarias e ideol&gicas de 1?B.
>n fenómeno global
menudo ol%idamos que 1?B fue un fen&meno %erdaderamente global. 8os norteamericanos recuerdan erNeley y Columbia fcilmente, y los europeos Par$s y la Sorbona. Pero ese crucial a0o tambi5n fue inquieto en DaNar, Ciudad de M5/ico, EoNio y otros lados %io el surgimiento de una Rue%a zquierda re%olucionaria a lo largo de todo el mundo occidental y, en cla%e distinta, contempl& la casi milagrosa (Prima%era de Praga) en Checoslo%aquia. Wsta dio una esperanza e/cesi%a a parte de la izquierda, de que la tiran$a leninista
estalinista pod$a transformarse en un (socialismo con rostro humano). >ab$a tanto causas generales como particulares en desarrollo. 8os e%entos de 1?B seguramente ten$an ra$ces profundas en los procesos culturales y sociales que estaban transformando todo el mundo occidental. 8uego del Concilio Vaticano 91?21?=:, por e!emplo, la glesia Cat&lica sufri& una serie de heridas autoinigidas. -sta antigua instituci&n se transform& a s$ misma, supuestamente entre gallos y medianoche, pasando de ser un basti&n de autoridad de la sabidur$a tradicional a una glesia en aparente ca$da libre. -n -stados Unidos, la promesa moral del mo%imiento de los derechos ci%iles, enraizada en una apelaci&n a los principios norteamericanos de libertad e igualdad reforzados por la tradici&n !udeocristiana, fue cooptada por el mo%imiento del Poder Regro y otras manifestaciones de pol$ticas de reconocimiento. -l mo%imiento de liberaci&n femenina y la recientemente fabricada p$ldora anticoncepti%a 9introducida en Irancia en 1?A: conspiraron, para bien o para mal, para desarraigar la se/ualidad del orden natural y a la libertad indi%idual de un conte/to familiar y social ms amplio. -n Irancia, instituciones sociales tan di%ersas como la glesia y los oy .couts lucharon por adoptar (estructuras de poder) menos !errquicas en los a0os inmediatamente anteriores a 1?B. -n todas partes una ideolog$a de la liberaci&n desa#& el %ie!o ethos burgu5s de autodominio y autocontrol. 8a e/plosi&n de 1?B fue en aspectos importantes un proceso dramtico bastante a%anzado, ms que un anuncio no anticipado de un nue%o mundo.
$ayo de 1;<=
pesar de estas grandes transformaciones sociales y culturales, en Irancia nada parec$a demasiado fuera de lo ordinario en la %$spera de 1?B. Radie anticipaba que las disputas en marcha sobre la organizaci&n del sistema uni%ersitario franc5s dar$an origen a agitaciones sociales y pol$ticas de ese calado. 8a inquietud en la Uni%ersidad de Ranterre, a%i%ada por el acti%ismo de anarquistas re%olucionarios dirigidos por Daniel Cohnendit, pronto se e/tendi& a la Sorbona. -n los d$as posteriores al 7 de mayo esta augusta instituci&n estaba
prcticamente comandada por estudiantes radicales. 8os estudiantes *y %arios profesores simpatizantes* se enfrentaron con la polic$a mientras (impugnaban) las estructuras tradicionales del -stado y la sociedad. 8os estudiantes protestantes combinaban la %iolencia con un ambiente festi%o celebrando su emancipaci&n de las obligaciones educati%as tradicionales y de las restricciones sociales y culturales. Irente a esta situaci&n que se deterioraba rpidamente 9acompa0ada de una notable indulgencia de la opini&n p+blica hacia los estudiantes re%olucionarios:, el gobierno del Primer Ministro Keorges Pompidou comenz& a perder los ner%ios. una fase inicial de los sucesos de mayo, esencialmente estudiantil, sigui& una huelga general a ni%el nacional de ms de diez millones de traba!adores, que dur& dos semanas y suspendi& la %ida econ&mica del pa$s. -sta fase econ&mica de la crisis fue sucedida por una fase pol$tica, que se prolong& desde 2A al 7H de mayo. Por primera %ez parec$a que el fuerte y respetado orden constitucional inaugurado por Charles de Kaulle en 1=B pod$a colapsar ba!o los asaltos combinados de la re%oluci&n estudiantil, la huelga general y las maquinaciones de las fuerzas pol$ticas de izquierda. 8a toma de poder por parte del Partido Comunista y otras fuerzas del Irente Popular se con%irti&, por primera %ez, en una posibilidad real. Iue reci5n el 7H de mayo cuando Irancia empez& a retroceder frente al abismo. 8uego de algunas reser%as iniciales *y un apagado discurso tele%isi%o el 2< de mayo* el presidente De Kaulle tom& la iniciati%a con un discurso %erdaderamente decisi%o a la naci&n el 7H de mayo de 1?B7=. nunci& su decisi&n de disol%er la samblea Racional y llamar a elecciones. Denunci& la (intimidaci&n, into/icaci&n y tiran$a) e!ercida por %arios grupos re%olucionarios, as$ como el peligro planteado por (un partido con una empresa totalitaria). 8ament& el hecho de que, como resultado de esta intimidaci&n, los profesores estaban impedidos de ense0ar, los estudiantes de estudiar y los traba!adores de traba!ar. %ol%i& a asegurar al pueblo franc5s que la (Lep+blica no abdicar$a). Cientos de miles de ciudadanos respondieron al discurso radial del presidente De Kaulle descendiendo a los Campos -l$seos para un mitin masi%o en apoyo a la Lep+blica. 8a corriente hab$a cambiado de direcci&n. 8a huelga general comenz& a perder fuerza. >izo falta otro par de semanas 9y tres (noches de barricadas): para que el orden pudiera ser restaurado en la Sorbona y en el margen izquierdo de Par$s. -n las elecciones de #nes de !unio, los gaullistas ganaron, por primera %ez, la mayor$a absoluta en la samblea Racional. 8as cosas hab$an dado un giro completo. >emos se0alado que los re%olucionarios de izquierda 9trotsNistas y mao$stas de %ariadas corrientes: !ugaron un papel mayor en la radicalizaci&n del
mo%imiento estudiantil. -stos (grup+sculos) subterrneos con ideas re%olucionarias pasaron por encima del Partido Comunista y a#rmaron hablar en nombre de toda la !u%entud. lgunos de estos militantes 9ndr5 KlucNsmann, ernard>enri 85%y y otros (nue%os #l&sofos) de mediana fama me %ienen a la mente: rompieron ms tarde con la ideolog$a re%olucionaria y se con%irtieron en defensores %ocales de los (derechos del hombre). -stos soi7ante-huitards ahora tienden a leer su propia trayectoria intelectual y pol$tica dentro de la naturaleza del e%ento mismo. Siguen siendo partidarios de 1?B incluso desde su nue%o centrismo o, ms a+n, desde posiciones conser%adoras. Pero la %erdad es que hay un elemento de mala fe e ilusi&n que contamina la lectura libertaria de 1?B. -l pretendido libertarismo de 1?B dirigi& casi toda su ira antiautoritaria contra la sociedad burguesa y fue, al mismo tiempo, notablemente indulgente hacia los totalitarismos de izquierda. -l consenso mar/ista tan abundantemente e/puesto ese a0o no ree!& ni la ms m$nima claridad sobre la naturaleza real del totalitarismo comunista. -so %endr$a despu5s, ba!o el impacto de Archipiélago /ulag , de Solzhenitsyn, un traba!o que tu%o un impacto mucho ms dramtico en Irancia que en cualquier otro lugar del mundo occidental.
El testimonio de 6ron
-n retrospecti%a, es fcil ol%idar que muchos de quienes deb$an haber entendido me!or los sucesos de mayo durante el curso de los e%entos renunciaron en masa al sentido com+n. 8a gran e/cepci&n fue el #l&sofo pol$tico, soci&logo y periodista franc5s Laymond ron. Sus columnas en "e 'igaro y su %i%az, elocuente y perspicaz libro "a révolution introuva&le "a revolución estudiantil9 eran faros de claridad y cora!e ci%il en medio del (psicodrama re%olucionario) 9como enfticamente lo llam& en ese tiempo:. ron fue el primero en e/poner el carcter (imitati%o) de la actuaci&n de los estudiantes e intelectuales en la re%oluci&n, quienes amenazaban con la deconstrucci&n de la sociedad burguesa y la uni%ersidad liberal, con poco o nada constructi%o que ofrecer en su lugar. Lecordaba las poderosas cr$ticas de Ilaubert y Eocque%ille a la Le%oluci&n de 1B
en las que rechazaban la tendencia francesa a hacer una re%oluci&n en lugar de un esfuerzo serio por lle%ar a cabo las reformas necesarias. ron, un hombre de un !uicio notablemente balanceado, estaba enfadado con quienes, teniendo puestos de responsabilidad, fueron incapaces o incluso se negaron a resistir el delirio del momento. -n "a revolución estudiantil de#ende elocuentemente su negati%a a (tomar en serio) a los di%ersos actores de esta (comedia re%olucionaria)" Me niego a rendir homena!e a nuestra (admirable !u%entud). Muchos hombres adultos as$ lo han hecho. 8as barricadas, que son simb&licamente efecti%as, no me parece que sean ni un logro moral ni intelectual. Si la gente !o%en tiene una memoria e/altada por las barricadas, est bien. Pero, 4por qu5 las personas mayores tenemos que estar obligadas a simular sentimientos que no poseemos6 Si los !&%enes denuncian la brutalidad de la C.L.S 9Compa0$as Lepublicanas de Seguridad:, mientras que al mismo tiempo predican el culto a la %iolencia, la contradicci&n me parece que es nada ms que una buena t5cnica de sub%ersi&n. Pero los hombres de mi generaci&n o de la generaci&n anterior no quieren sentir que estn atrapados en lo que yo insisto en llamar una locura colecti%a. -llos no estn dispuestos a aceptar que estn fuera de sus cabales. ron hab$a sido un cr$tico del supercentralizado y sobrepoblado sistema uni%ersitario franc5s, y hab$a de!ado (disgustado) su puesto de profesor en la Sorbona, como se0al& 5l mismo, algunos meses antes de mayo del ?B. mientras que respetaba al general De Kaulle como un aut5ntico gran hombre, recalcaba abiertamente los l$mites de la arrogancia gaullista y el estilo casi monrquico que hab$a marcado el tono de la ;uinta Lep+blica francesa. Eambi5n era cr$tico del autoritarismo de la clase gobernante y la cuasineutral inclinaci&n de la pol$tica e/terior francesa. -n la %isi&n de ron, la ;uinta Lep+blica constitu$a, a pesar de todo, un orden liberal que respetaba las libertades pol$ticas y personales fundamentales. Pero criticaba que su apro/imaci&n al gobierno era e/cesi%amente distante y oligrquica y, por tanto, de carcter insu#cientemente (republicano). Un necesario fortalecimiento de la autoridad e!ecuti%a *desafortunadamente ausente durante la Eercera y Cuarta Lep+blica* hab$a lle%ado a una e/cesi%a despolitizaci&n de la sociedad francesa. un as$, si bien ron no pod$a aceptar sin peros la %isi&n gaullista de Irancia, personalmente se sent$a (ms cerca de los gaullistas que de sus oponentes). Se sinti& profundamente herido por la (radical negaci&n de patriotismo 9de los partidarios de las re%ueltas de mayo: y por la sustituci&n del nombre del h5roe de la resistencia 9Charles de Kaulle: por el del Che Kue%ara).
Desafortunadamente, la %oz de ron estu%o ausente en la conmemoraci&n de los sucesos de mayo 9aunque el distinguido trimestral 3ommentaire , fundado por ron en 1AB, public& un e/tracto de "a revolución estudiantil y dos ree/iones aronianas de mayo del ?B en su edici&n del %erano del 2HHB:. -sta relati%a ausencia de la perspecti%a de ron en el debate contemporneo es problemtica por %arias razones. 8os escritos de este #l&sofo sobre 1?B sir%en como un poderoso correcti%o a la tendencia francesa a (obsesionarse por las memorias o mitos del pasado) y a confundir las (re%ueltas y des&rdenes) de las calles de Par$s (con proezas prometeicas), en palabras de ron. simismo, sus escritos de!an muy claro lo que estaba en !uego en los +ltimos d$as re%olucionarios de mayo, antes de que el discurso del presidente De Kaulle despertara la sensatez de la silenciosa mayor$a francesa. >ab$a solamente dos alternati%as pol$ticas plausibles a la ;uinta Lep+blica. 8a primera era el gobierno de una Oempresa totalitariaO" el Partido Comunista condu!o el llamado, a causa del %ac$o de poder a #nes de mayo, a un Ogobierno popularO 9un gobierno de izquierda dominado por el PC:. 8a segunda posibilidad era el establecimiento de una Se/ta Lep+blica, encabezada por un o#cial de la izquierda no comunista como Iran^ois Mi]errand o Pierre Mend_s Irance. -sta Lep+blica ser$a un producto de la anarqu$a, adems de no (ser digna del respeto del pueblo y de la naci&nO. Como hemos %isto, ron era ambi%alente respecto al r5gimen pol$tico establecido en Irancia. Sin embargo, apoy& %igorosamente la continuidad del gobierno legal. 8a Lep+blica gaullista (estaba basada en el sufragio uni%ersal) y no %iolaba las (libertades fundamentales). Eodas las alternati%as pol$ticas disponibles *anarqu$a generalizada, despotismo comunista o el !uego de poder de la oposici&n* eran mucho menos aceptables. -ste tipo de anlisis puede continuarse. -l distinguido historiador franc5s lain esan^on ha escrito una maestra memoria sobre mayo del ?B, que apareci& en la edici&n del %erano del 2HHB de 3ommentaire Como obser%a esan^on, el Partido Comunista no quer$a realmente la re%oluci&n. -n parte, tem$a al abismo abierto por la %erdadera situaci&n re%olucionaria en parte, el Partido Comunista franc5s y sus due0os so%i5ticos estaban ampliamente satisfechos con la pol$tica e/terior independiente de Charles de Kaulle. >ab$a un pacto impl$cito entre los gaullistas y los comunistas, que hab$a ser%ido para mantener el orden en Irancia. Pero en ese momento no hab$a garant$a de que el pacto pudiera mantenerse. De hecho, luego del 2A de mayo el pacto se hab$a trizado peligrosamente. 8os comunistas, agui!oneados por sus propios correligionarios que se opusieron a los acuerdos de Kranelle 9dramtica concesi&n ofrecida por el gobierno de Pompidou para poner #n a la huelga general: y por la agitaci&n re%olucionaria de la
ultraizquierda, estaban preparados para cruzar el Lubic&n *para entrar en una acci&n realmente re%olucionaria*. De Kaulle no estaba siendo demag&gico en su discurso a la naci&n el 7H de mayo" realmente tem$a que la toma comunista fuera una posibilidad en Irancia. -n la %$spera de ese discurso, estos anticomunistas incondicionales 9y cr$ticos de mayo del ?B: como ron, nnie @riegel y lan esan^on contemplaron seriamente la posibilidad de partir al e/ilio si todo estu%iese de#niti%amente perdido. -logiar los acontecimientos franceses de 1?B como una leg$tima protesta democrtica contra el autoritarismo gaullista y las sofocantes conformidades de un orden social !errquico, por tanto, oscurece absurdamente los %erdaderos alcances pol$ticos de los sucesos de mayo. 1?B fue mucho ms que una (erupci&n de lo social) *de la (sua%idad) democrtica y el poder de la sociedad ci%il* como tantos analistas sugieren hoy en d$a. -n mayo de 1?B, un (psicodrama re%olucionario) *un debate aparentemente inofensi%o* lle%& a Irancia, y a Irancia sola en el mundo occidental, peligrosamente cerca de una conagraci&n genuinamente re%olucionaria.
El pensamiento del <=
esan^on ha notado percepti%amente la amplia brecha entre el e/citante lengua!e con que se e/presaban los actores de 1?B y la (uniformidad) de las consecuencias de estos sucesos. Comprender esa brecha es crucial para descifrar el (misterio) y la (ambig\edad) de 1?B. 8os sucesos de mayo no tu%ieron un per#l +nico o uniforme. Sus esl&ganes notablemente !u%eniles *(e/ige lo imposible), (prohibido prohibir), (toma tus deseos por realidades)* carecen en s$ mismos de un contenido o inter5s intelectual serio. Son, sin embargo, e/presiones populares re%eladoras de un autonomismo profundamente establecido, conectado con el pensamiento subyacente de 1?B. -n la medida en que el mo%imiento tu%iera un per#l ideol&gicamente coherente, pod$a con!ugar ciertas corrientes #loscas presentes en la Irancia de la d5cada de los ?H *estructuralista, bizantina, oscura* con una difusa ideolog$a de izquierda que rend$a homena!e a Mao, ErotsNy y Castro. -sta ideolog$a ten$a su
n+cleo duro en los (grup+sculos) re%olucionarios mencionados anteriormente, quienes !ugaron un papel mayor en los radicales sucesos tanto en las uni%ersidades como en las fbricas. -l n+cleo sua%e de esta ideolog$a era antiautoritario y anti!errquico, lo que podr$a generalmente llamarse como (libertarismo de izquierda). Eanto en sus manifestaciones duras como sua%es, el radicalismo de 1?B present& una alternati%a re%olucionaria a la sociedad burguesa, que de alguna manera no culminaba en el despotismo burocrtico de estilo so%i5tico 9por ese entonces, la Uni&n So%i5tica parec$a irremediablemente petri#cada en 5l:. 8os partidarios de 1?B estaban fascinados por la %isi&n de una democracia directa en una sociedad industrial y apelaban a la (participaci&n) 9(autogesti&n): como el +nico principio leg$timo de gobierno dentro de cualquier instituci&n educacional, social, econ&mica y pol$tica. 8a autoridad en s$ misma era identi#cada con dominaci&n y represi&n. Por supuesto, esto subestimaba realidades y necesidades socialmente elementales. ron destaca muy bien el (desprecio por los hechos), por las realidades sociales fundamentales, que subyace en la %isi&n radicalmente igualitaria de los intelectuales parisinos" Muchos grandes intelectuales tienen un incre$ble desprecio por los hechos. 8a f&rmula (no e/isten los hechos) es muy aclamada en los c$rculos parisinos. Por supuesto, soy consciente de que en un sentido esta f&rmula es #loscamente cierta. Ro hay hechos que no hayan sido construidos desde los documentos por los historiadores. Soy consciente de este tipo de consideraciones *despu5s de todo, empec5 mi carrera como #l&sofo haciendo especulaciones de este tipo*. Pero con todo lo dicho y hecho a %eces me %eo tentado a 9Z: a#rmar que toda sociedad est su!eta a los l$mites de los hechos *la necesidad de producci&n, de organizaci&n, de !erarqu$a t5cnica, la necesidad de una burocracia t5cnica, etc5tera*. 8os intelectuales franceses son tan sutiles que acaban por ol%idar lo ob%io. -n un famoso libro que ha dado origen a interminables pol5micas, "a pensée de BC , los #l&sofos franceses 8uc Ierry y lain Lenaut analizan (el pensamiento del ?B), las corrientes #loscas antihumanistas que precedieron, informaron y dieron nue%a %ida al espectculo re%olucionario de ese a0o. lgunos de los cr$ticos de Ierry y Lenaut han negado %ociferantemente que pensadores como Ioucault, Derrida y 8acan tengan algo equi%alente a una agencia causal en los e%entos de mayo. Sus escritos eran muy abstractos como para inuir en un p+blico tan amplio y algunos de ellos 9Ioucault en particular: eran inicialmente esc5pticos respecto a los estudiantes y sus moti%aciones. Pero esa defensa yerra en el foco de la cr$tica. Ierry y Lenaut no a#rman que el antihumanismo o el so#sticado nihilismo parisino causasen los sucesos de mayo. Su a#rmaci&n es ms plausible y limitada"
a saber, que la #losof$a francesa de la d5cada de los ?H cre& una atm&sfera que aliment& el esp$ritu del ?B y dio forma a las acciones de muchos de sus actores cla%es. -n aspectos importantes, Ierry y Lenaut solo desarrollan una intuici&n que ron ya hab$a destacado en "a revolución estudiantil 9lo citan generosamente en un momento crucial del libro:. Como ron not& en medio de estos e%entos, la intelectualidad parisina 9con e/cepciones notables: sucumbi& ante un nihilismo particularmente crudo cuando confundi& su (funci&n cr$tica) con una (condena absoluta de la sociedad). Practicaron *incluso perfeccionaron* la (pol$tica literaria) de la Le%oluci&n de 1B
lugar fue la fusi&n entre libertad y liberaci&n y su negati%a a distinguir autoridad y autoritarismo. Ro era una fase transitoria. -n los a0os posteriores a los sucesos de mayo, como han documentado Loger @imball y Loger Scruton, entre otros, (el pensamiento del ?B) se con%irti& en la #losof$a o#cial de las humanidades en las uni%ersidades de todo el mundo occidental. -l cienti#cismo de los estructuralistas dio paso a un constructi%ismo social radical, y se hicieron esfuerzos desmedidos por sub%ertir *o (deconstruir)* la sabidur$a tradicional de las instituciones sociales establecidas. Un moralismo igualitario coe/ist$a con un repudio fantico a la idea de %erdad, con una dogmtica insistencia en que la moralidad y la !usticia no ten$an otro soporte que las categor$as ling\$sticas y los supuestos culturales del orden social contingente. 8os partidarios acad5micos de la deconstrucci&n no dedicaron ni un pensamiento ms que sus antepasados en Irancia a los efectos que tendr$a un nihilismo tan simple en la capacidad de los hombres y mu!eres libres de %i%ir !untos en un esp$ritu de responsabilidad y respeto mutuo. Sin ning+n tipo de cable a tierra, la igualdad y la !usticia se con%ierten en fuego fatuo, en esl&ganes ideol&gicos para e/presar desprecio por una realidad que no puede estar a la altura de los lnguidos sue0os de estos semiintelectuales.
Las consecuencias 'sociales( de 1;<=
Si los cuasire%olucionarios del ?B fallaron en reemplazar el orden pol$tico e/istente en Irancia, fueron mucho ms e/itosos en el plano social. -s un error negar los reales bene#cios que acompa0aron esta re%uelta. 8a democratizaci&n de la mayor$a el debilitamiento de una fuerte autoridad (paternalista) en la familia, la glesia y el orden pol$tico las crecientes demandas por una genuina relaci&n entre empleados y empleadores y entre gobernados y gobernantes" todos estos cambios sir%ieron para re%italizar las energ$as democrticas de la sociedad moderna. -stos a%ances, tanto leg$timos dentro de los l$mites como correcti%os a las rigideces del orden social tradicional, estaban, sin embargo, reci5n comenzando antes de 1?B. Con la e/plosi&n de mayo, tomaron un papel sorprendentemente destructi%o. Como la #l&sofa y cr$tica cultural francesa Chantal Delsol ha apuntado, !unto con los bene#cios que emergieron de los sucesos de mayo,
%inieron e/cesos de todo tipo. Rue%as ideolog$as se comprometieron (a borrar de la faz de la tierra toda autoridad de la antigua sociedad, con el ob!eti%o de instalar las suyas propias). -ste nue%o autoritarismo era ms iliberal que cualquier cosa encontrada en el %ie!o mundo, ya que mostraba un desprecio ilimitado por los hbitos, prcticas y !uicios que hab$an ser%ido largamente de apoyo a la e/istencia humana ci%ilizada7?. lain esan^on tambi5n sit+a el signi#cado ms profundo de 1?B en un amplio conte/to tocque%illiano. esan^on reconoce que el mo%imiento de mayo ten$a elementos de psicodrama. lgunos de sus rasgos distinti%os eran, por cierto, (accidentales e insigni#cantes), pero su signi#cado profundo solo se hizo e%idente ms tarde. Si las re%oluciones norteamericana y francesa instalaron la democracia en el mbito pol$tico, (el ?B e/tendi& el campo de la democracia a todo el orden social). Con un comentario 9o pathos: digno de Eocque%ille, esan^on a#rma que la (re%oluci&n democrtica) contin+a transformando y soca%ando cada instituci&n de autoridad. Eodo, incluyendo la %erdad misma, debe doblegarse ante el tribunal de la autonom$a y el consentimiento. 1?B fue el momento en que la democracia se con%irti& conscientemente en humanitaria y postpol$tica y, por tanto, rompi& con la continuidad de la ci%ilizaci&n occidental. 8a interpretaci&n ms con%incente de mayo del ?B recoge la perspecti%a pol$tica de ron !unto a la amplia apreciaci&n tocque%illiana de los efectos en curso de la re%oluci&n democrtica moderna. -n el momento de la erupci&n de mayo, ron dud& en respaldar la interpretaci&n de ndr5 Malrau/ sobre ella, que implicaba el (#n de la ci%ilizaci&n). -ste tipo de anlisis le parec$a e/cesi%amente apocal$ptico. Diez a0os despu5s, sin embargo, en su En de$ensa de la li&ertad y de la Europa li&eral) ron habl& libremente de los e%entos de mayo como inaugurales de una (crisis de la ci%ilizaci&n), de un asalto sistemtico a todas aquellas instituciones de autoridad 9por e!emplo, la glesia, las fuerzas armadas, la uni%ersidad: necesarias para sostener el orden humano libre y ci%ilizado. -n lugar de %er mayo del ?B como el momento fundacional de una aut5ntica democracia, ron la %io como una (corrupci&n) profunda del principio democrtico. -sta l$nea argumentati%a ha sido desarrollada por Dominique Schnapper, la distinguida soci&loga francesa, miembro del Conse!o Constitucional de Irancia 9y tambi5n hi!a de Laymond ron:. Schnapper escribe sugesti%amente acerca de la (#losof$a de la indistinci&n) que se ha diseminado por todo el mundo democrtico occidental. -l principio democrtico de la igualdad c$%ica y humana se ha radicalizado, como predi!o Eocque%ille, como una pasi&n por la igualdad que percibe (cada distinci&n 9Z: como discriminatoria, cada diferencia como desigual,
cada desigualdad como inequitati%a). 8as relaciones entre iguales ci%iles, que estn en el coraz&n de la %ida pol$tica democrtica, se con%ierten en el modelo indiscutible de todas las relaciones humanas. Ms a+n, el laudable respeto por los logros de las diferentes culturas ha dado pie a un absoluto relati%ismo que niega la idea misma de !uicios morales uni%ersales y una naturaleza humana uni%ersal. Eal (igualdad e/trema), como Montesquieu la llam& en el libro V de El espíritu de las leyes , es una corrupci&n de la democracia que late en el coraz&n de la erupci&n (democrtica) que caracteriz& a mayo de 1?B7A.
La revolución contin?a
-l problema que enfrenta Tccidente hoy es que la corrupci&n o radicalizaci&n de la democracia es muy a menudo confundida con la democracia misma. -n su magistral Toc#ueville and the Nature o$ Democracy , Pierre Manent se re#ere a los (amigos inmoderados) de la democracia, que son tambi5n sus peores enemigos. Son sus enemigos porque soca%an las distinciones necesarias para preser%ar la salud moral y el %igor pol$tico de la democracia. >oy en d$a, en Irancia ha surgido una nue%a industria intelectual dedicada a sal%aguardar el legado ideol&gico de 1?B. 8os partidarios de la (democracia humanitaria) denuncian %ehementemente a los cr$ticos de 1?B y su legado como (reaccionarios), incluso mientras niegan que e/ista un Fpensée de BCG reconocible. Un libro reciente de Serge udier, por e!emplo, e/presa un %enenoso desd5n por Fla penseé anti-BCG) `aun cuando trata de sal%ar a ron 9aunque de modo poco entusiasta: para el campo del (progreso) 8o importante, nos dice el autor, es reconocer 1?B como un (momento precioso), como el momento fundante de la democracia que acab& con las costumbres autoritarias, liber& las energ$as sociales y defendi& la ciudadan$a en su nue%o signi#cado como (participaci&n). 8a antigua apelaci&n hist&rica a los campos de (progreso) y (reacci&n) continua %i%a. Pero ahora se mide, no seg+n los !uicios respecto a la Uni&n So%i5tica, la patria del socialismo, sino seg+n el compromiso con la memoria *y los %alores* de 1?B. De alguna forma, no %eo un progreso decisi%o.
8a censuradora respuesta de los guardianes ideol&gicos de 1?B a la ms m$nima cr$tica acerca de su autoridad moral ree!a uno de los rasgos ms distinti%os de este suceso" el soca%amiento de la continuidad moral e intelectual de Tccidente. 8os partidarios de 1?B sit+an el nacimiento de una democracia europea que %alga su nombre *humanitaria, abierta, postnacional y postreligiosa * en las re%ueltas sociales de #nes de la d5cada de 1?H. -l (Tccidente antiguo), ms a+n 9como Charles P5guy habr$a a#rmado: todas las palabras antiguas, ya sea cristiano, republicano o liberal clsico, son relegadas a un (pasado culpable). -se pasado es sospechoso precisamente porque reconoc$a la importancia de otros %alores, adems de los derechos del hombre, y e/hib$a una inaceptable 9ba!o la mirada actual: tolerancia a las guerras, el colonialismo, el paternalismo social y el autoritarismo religioso. lo ms, a este Tccidente liberal y cristiano se le otorga un limitado reconocimiento como la (prehistoria) de una autocon#dente y globalmente humanitaria democracia. Con mayor frecuencia ese pasado es obser%ado con cautela, como un modelo que debe ser cuidosamente e%itado. -l Tccidente contemporneo que 1?B nos ha legado se de#ne, sobre todo, por su adherencia a lo que llama los (%alores democrticos). Por mucho tiempo, sin embargo, la %ie!a y la nue%a disposici&n *la democracia pol$tica y las antiguas tradiciones y a#rmaciones morales* coe/istieron sin mayores di#cultades 9prcticas:. -n respuesta a los totalitarismos inhumanos de la izquierda y la derecha, que son el agelo del siglo QQ, los cl5rigos descubrieron las %irtudes del constitucionalismo liberal y los pol$ticos liberales redescubrieron la ley moral en el coraz&n de la ci%ilizaci&n occidental. -nfrentados a la negaci&n totalitaria del constitucionalismo, la ley moral y las ideas mismas de una %erdad inmutable y una humanidad com+n, liberales y conser%adores se unieron en fa%or de un Tccidente que toda%$a es capaz de recurrir a lo me!or de ambas tradiciones" moderna y premoderna. 1?B hizo a0icos este consenso antitotalitario y dio origen a la (democracia posmoderna). -l ataque implacable contra el principio de autoridad a%anza rpidamente. -ste proceso est tan normalizado que hemos de!ado de notar o apreciar su %erdadero carcter re%olucionario. Ruestro orden pol$tico est despo!ado de una %erdadera capacidad de gobierno, la familia es una (cscara) de lo que sol$a ser, y corrientes inuyentes dentro de las glesias ya no saben c&mo diferenciar entre las sublimes demandas de la caridad cristiana y las demag&gicas apelaciones del humanitarismo democrtico. 8os europeos crecientemente han cortado una leg$tima y saludable preocupaci&n por los derechos humanos de su conte/to pol$tico, que es el autogobierno dentro de un -stado territorial, heredero de las amplias tradiciones de la ci%ilizaci&n. Desean lo que Pierre Manent llama
(democracia pura). Crecientemente se someten a una (idea de democracia) que no tiene ning+n tipo de tolerancia por los presupuestos hist&ricos, culturales y pol$ticos cruciales del autogobierno democrtico. 1?B !ug& un papel central, como causa y efecto, en esta reducci&n de una tradici&n de libertad capaz de una idea de democracia comprometida con un solo principio" la ma/imizaci&n de la autonom$a y el consentimiento indi%idual. Sin duda, una de las lecciones perdurables de mayo de 1?B es que la idea de democracia nunca es su#ciente por s$ misma. Como pura abstracci&n o ideolog$a, la democracia corre el riesgo de con%ertirse en el enemigo mortal del autogobierno y de la libertad y la dignidad humanas, correctamente entendidas.
<. +onservadurismo- democracia y poltica e@terior
-n un agudo ensayo de 1<, el #l&sofo pol$tico h+ngaro urel @olnai escribi& que, en nuestro tiempo, una defensa balanceada de la libertad deber$a apuntar (a desplazar el 5nfasis espiritual del sentido com+n de la democracia, a su aspecto constitucional y de continuidad moral con la alta tradici&n de la antig\edad, la cristiandad y las sobre%i%ientes culturas liberales de ayer). 8a ree/i&n profundamente conser%adora de @olnai sobre los fundamentos morales de la democracia proporciona la base para resistir a la (cultura del repudio) *el esp$ritu antin&mico que inspir& y se propag& en 1?B* y traza el camino a seguir en medio de las guerras culturales. -l pensamiento de @olnai tambi5n puede inspirar una pol$tica e/terior prudente y de principios, que no confunda una robusta defensa de la libertad con un apoyo doctrinario al establecimiento de la democracia en el e/terior. @olnai, un temprano cr$tico tanto del nacionalsocialismo como del comunismo so%i5tico, sab$a que el mundo occidental ten$a toda la raz&n en considerar al totalitarismo como el summum malum , el peor mal pol$tico. Ro obstante, e/iste una gran %ariedad de opciones pol$ticas antitotalitarias, incluso en la era democrtica. -n pol$tica e/terior, las alternati%as intelectuales no se acaban en la elecci&n entre el relati%ismo cultural y el progresismo democrtico, que omite la fragilidad de la ci%ilizaci&n pol$tica. mi modo de %er, la %ictoria occidental sobre el comunismo so%i5tico se comprende me!or no como una %ictoria de la democracia per se *especialmente no de la democracia en su manifestaci&n postnacional y postreligiosa actual*, sino ms bien como una derrota de la ilusi&n ut&pica de que el ser humano pod$a, de alguna manera, %i%ir una %ida libre y digna sin propiedad, religi&n, naci&n o pol$tica. -l colapso del comunismo so%i5tico signi#caba el repudio de#niti%o de lo que el #l&sofo hegelianomar/ista le/andre @o!_%e llamaba el (-stado uni%ersal y homog5neo). @o!_%e cre$a que, para mediados del siglo QQ, la %anguardia de la humanidad habr$a puesto (un #n a la historia), a toda contestaci&n pol$tica o ideol&gica con pretensiones de transformar el mundo. Desde este punto de %ista, a partir de ahora no habr$a pol$tica, sino solo administraci&n de las cosas, ya sea por parte de comisarios comunistas o de bur&cratas norteamericanos. -ste era el inevita&le desenlace de la historia. Su condici&n de fantas$a ser$a re%elada el annus
mira&ilis0 1B.
Sin embargo, frente a esta %ertiente historicista sucumbieron, a lo ancho de todo el espectro ideol&gico, numerosos pol$ticos y te&ricos tentados por una interpretaci&n (progresista) del #n de la Kuerra Ir$a. Sorprendentemente, imitando argumentos mar/istas, ac5rrimos anticomunistas aclamaban entonces que la %ictoria occidental en la Kuerra Ir$a era ine%itable, que el comunismo estaba destinado a fracasar porque se encontraba (en el lado equi%ocado de la historia). -n su discurso al Parlamento britnico de 1B2, Lonald Leagan a#rmaba que (la Uni&n So%i5tica 9Z: corre en contra de la corriente de la historia al negar la libertad y la dignidad humana a sus ciudadanos). Ro cabe duda de que este noble estadista estaba en lo cierto, en cuanto a que el comunismo implicaba nada menos que un ataque fundamental al (orden natural de las cosas). Pero otra cosa era darles la %enta!a a los mar/istas y proclamar que la (historia) fa%orec$a el triunfo uni%ersal del ideal democrtico. Con la ruptura sistemtica de la educaci&n clsica y cristiana en el mundo occidental, pocos retu%ieron la capacidad de articular una sabidur$a ms antigua que se negara a identi#car el bien con el supuesto curso de la historia. Con la publicaci&n del art$culo de Irancis IuNuyama (Ehe -nd of >istory6), en el National %nterest en 1B 9y del libro que lo sigui& rpidamente:, el mundo estaba in%itado a una so#sticada interpretaci&n neomar/ista de la ca$da del comunismo, esta %ez al ser%icio de una pol$tica conser%adora ms amplia. Por cierto que, de acuerdo con IuNuyama, el #n de la Kuerra Ir$a culmin& en algo as$ como el (-stado uni%ersal y homog5neo). Pero en esas e/hibiciones de ingenio dial5ctico *amadas por los te&ricos sociales* se dice que solo el capitalismo democrtico encarna el aut5ntico (reconocimiento del hombre por el hombre). -n una (astucia de la raz&n) digna de >egel mismo, la historia ha rei%indicado el orden burgu5s cuya destrucci&n hab$a sido profetizada por un siglo y medio de pensamiento progresista. 8a tesis de IuNuyama dio un poderoso $mpetu a lo que puede llamarse el (segundo neoconser%adurismo)" una corriente intelectual que deseaba continuar la lucha contra el comunismo mediante un apoyo %igoroso a la (re%oluci&n democrtica global), subsidiada y sostenida por el poder pol$tico y militar de los -stados Unidos. -l primer neoconser%adurismo, en contraste con el segundo, hab$a tenido una orientaci&n ms antitotalitaria que democrtica y estaba plenamente dispuesto a reconocer la indi%idualidad propia de cada cultura y ci%ilizaci&n. Cualquiera que fuera el pedigr$ intelectual de algunos de sus adherentes, el nue%o o segundo neoconser%adurismo deb$a ms a le/andre @o!_%e que a 8eo Strauss,
quien hab$a sido un implacable cr$tico del (-stado uni%ersal y homog5neo) en todas sus formas. -l nue%o neoconser%adurismo compart$a, con el antiguo, pocas de las preocupaciones respecto a los perniciosos efectos espirituales y culturales de una pol$tica y una cultura completamente democratizadas 9%5ase casi cualquier ensayo de r%ing @ristol durante la d5cada de 1AH:, o sus dudas respecto al apoyo dogmtico a los derechos humanos en pol$tica e/terior 9el locus classicus de esta posici&n es el ensayo de Jeane J. @irNpatricN (Dictatorships and Double Standards), publicado en 3ommentary en 1A:.
La acusación de Au#uyama
-n América en la encruci:ada 92HH?:, IuNuyama ignora su propio papel en la g5nesis del (segundo neoconser%adurismo). -n aspectos fundamentales, los partidarios actuales de un (Yilsonianismo muscular) 7B basan su doctrina en las premisas de IuNuyama sobre (el #n de la historia) y la indiscutida ascendencia ideol&gica de la democracia liberal, aun cuando ponen en la e#cacia del poder militar ms 5nfasis de lo que IuNuyama considera prudente. -n su presentaci&n actual, IuNuyama interpreta a Mar/ 9o al menche%ique tard$o: al igual que el 8enin de 3illiam @ristol. De#ende la deseabilidad y, en +ltimo t5rmino, la ine%itabilidad de la democratizaci&n global mientras critica los inoportunos esfuerzos por acelerar el proceso. Se considera a s$ mismo como el %erdadero neoconser%ador, que permanece #el tanto a la cr$tica original a la ingenier$a social de gran escala como a su saludable preocupaci&n respecto a las consecuencias in%oluntarias de la acci&n social. -n América en la encruci:ada y en el ep$logo a la edici&n del 2HH? de El Hn de la historia y el Iltimo hom&re , IuNuyama de#ende una %ersi&n relati%amente contro%ersial de la teor$a de la modernizaci&n, cuya deuda est ms con Eocque%ille y 3eber que con @o!_%e. #rma que nunca plante& (una %ersi&n fuerte de la teor$a de la modernizaci&n, con etapas r$gidas de desarrollo o resultados econ&micos determinados. 8a contingencia, el liderazgo y las ideas siempre !uegan un papel complicado, que hace a los contratiempos mayores algo posible, si no probable).
>ay un elemento de %erdad en estas formulaciones. -l segundo neoconser%adurismo es ms acti%ista que cualquier sugerencia en las especulaciones originales de IuNuyama acerca de la naturaleza del mundo post Kuerra Ir$a. Pero, tal como el %oluntarismo leninista *el esfuerzo re%olucionario por dar a la historia un empu!&n hacia su destino +ltimo* era una consecuencia natural de la misma #losof$a de la historia de Mar/, el anuncio de IuNuyama del triunfo ideol&gico de la democracia estaba obligado a ser fuente de inspiraci&n de lo que estaba por con%ertirse en el segundo neoconser%adurismo. IuNuyama no puede e%adir su responsabilidad por el papel decisi%o que !ug& su obra en la manera en que se interpret& el colapso del comunismo ba!o una perspecti%a esencialmente progresista o historicista. Eambi5n es dif$cil comprender por qu5 IuNuyama necesitaba recurrir a una oscura mezcla entre >egel y @o!_%e, o a una ret&rica sobre (el #n de la historia), si todo lo que ten$a en mente desde un comienzo era una %ersi&n relati%amente inocua de la teor$a de la modernizaci&n. -ste renacido tocque%illiano ahora hace una distinci&n ms cuidadosa entre la modernizaci&n econ&mica y social 9que ciertamente tiene un elemento (irresistible): y la libertad pol$tica, que no puede garantizarse simplemente mediante el despliegue de procesos hist&ricos o sociales. >acer esa distinci&n, sin embargo, es negar cualquier identi#caci&n esencial entre modernizaci&n y (el #n de la historia). Supone a#rmar, con Eocque%ille y los clsicos, que el problema hist&rico es en principio insoluble, que la historia nunca puede sustituir al imperati%o de los seres humanos de (poner las razones y las acciones en com+n), como se0al& rist&teles. dems de faltar al reconocimiento l&gico de su propia posici&n, la atribuci&n de un leninismo real o incluso metaf&rico por parte de IuNuyama tanto a la administraci&n de Keorge 3. ush como a los neoconser%adores contemporneos es in!usta e irresponsable. -nturbia las aguas te&ricas mientras que no a0ade nada a nuestra comprensi&n acerca de las alternati%as reales a las que se enfrentan actualmente los ciudadanos y hombres de -stado. -l leninismo implicaba una abolici&n autoconsciente de la ley moral en nombre de un proyecto re%olucionario para crear un (hombre nue%o) y una (sociedad nue%a). -ra la manifestaci&n de un impulso ideol&gico inhumano que -dmund urNe no dud& en llamar 9en circunstancias hist&ricas distintas: (locura metaf$sica). -l leninismo ine%itablemente deb$a dar origen a un totalitarismo, porque sus #nes eran contra naturam y porque pre%e$a una !usti#caci&n ideol&gica a la tiran$a y al terror en una escala %erdaderamente sin precedentes. Reoconser%adores como 3illiam @ristol pueden e/agerar la demanda uni%ersal por la (democracia) y el rol que el poder norteamericano puede !ugar en promo%erla alrededor del mundo. -sta es, seguramente, una cuesti&n para debatir y discutir. Pero son hombres decentes que
nunca han a#rmado que las consideraciones morales puedan suspenderse en la persecuci&n de #nes ut&picos. Ms a+n, los neoconser%adores estn luchando con un problema real, que se hizo ms apremiante luego de los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2HH1 *espec$#camente, las m+ltiples %$as a tra%5s de las cuales el estancamiento social y el autoritarismo pol$tico conspiran para reforzar el fanatismo del mundo islmico *. , sin importar su potente apro/imaci&n a la pol$tica e/terior, no han defendido el uso indiscriminado del poder militar o sucumbido ante la ilusi&n de que la democracia puede ser simplemente impuesta desde el ca0&n de un arma. Sugerir otra cosa es empe0arse en caricaturizar una apro/imaci&n seria, aunque con defectos, a la conducta de la pol$tica e/terior estadounidense. >ay algo de desquiciado en la sugerencia de John Kray, en las pginas del American %nterest 9%erano 2HH?:, de que el neoconser%adurismo representa la continuaci&n del proyecto mar/istaleninista y que ine%itablemente conducir a las mismas consecuencias. -stas formulaciones e/tremas *dignas de un ide&logo y no de un #l&sofo pol$tico* ser$an fciles de desechar si no reiterasen tambi5n, con alarmante regularidad, cr$ticas realistas y paleoconser%adoras al neoconser%adurismo en general, y a la pol$tica e/terior de ush en particular. -l presidente ush fue el primer presidente conser%ador en ser regularmente reprendido como (!acobino) y (leninista) por un n+mero signi#cati%o de cr$ticos dentro de la misma comunidad intelectual conser%adora. Eales cr$ticas oscurecieron, de manera parad&!ica, los genuinos puntos d5biles de la Doctrina ush, al atribuir mero fanatismo a una pol$tica e/terior que en realidad ten$a cantidades iguales de fortaleza y debilidad.
>na poltica e@terior neoconservadora3
8os cr$ticos del presidente ush presuponen que su administraci&n estaba lle%ando a cabo un plan de acci&n dise0ado de antemano por intelectuales neoconser%adores. Desde esta perspecti%a, 5l estaba de alg+n modo cauti%o por una conspiraci&n de intelectuales !ud$os e/ izquierdistas, estudiantes de 8eo
Strauss y un grupo de escritores y pensadores alrededor del *ee+ly .tandard de 3illiam @ristol. Con algo de con%eniencia se ol%idaba o se ignoraba que ninguno de los altos funcionarios de la administraci&n era neoconser%ador *con la discutible e/cepci&n del %icepresidente Cheney, quien ciertamente era cercano a posiciones neoconser%adoras durante su mandato en el American Enterprise %nstitute , en la d5cada de los H*. >ay que recordar que los neoconser%adores partidarios de una pol$tica e/terior neoYilsoniana, militarmente aserti%a, eran inicialmente recelosos de Keorge 3. ush, y tendieron a apoyar al internacionalista John McCain en las primarias republicanas del 2HHH. Como candidato, ush manifest& repetidas %eces su descon#anza hacia las inter%enciones humanitarias en el e/tran!ero y llam& a una mayor (humildad) en la conducta de la pol$tica e/terior norteamericana. 8os ocho primeros meses de su presidencia estu%ieron dedicados a una agenda dom5stica de (conser%adurismo compasi%o), centrado en reformas educacionales e (iniciati%as basadas en la fe). 8os instintos iniciales de ush respecto a pol$tica e/terior *nunca articul& nada tan sistemtico como una doctrina o una gran estrategia* fueron indudablemente unilateralistas, pero de ninguna manera e/cesi%amente inter%encionistas. -n este sentido al menos, el 11 ciertamente (cambi& todo). ush nunca fue neoconser%ador *operaba en un plano mucho ms instinti%o como para unirse a un partido intelectual de ning+n tipo*, pero form& una alianza tctica con aquellos que pro%e$an teor$as para una pol$tica e/terior ms aserti%a. 8a as$ llamada Doctrina ush (llamaba a operaciones ofensi%as, incluyendo la guerra pre%enti%a, contra los terroristas y sus c&mplices, ms espec$#camente contra los reg$menes que patrocinaban, alentaban o meramente toleraban a cualquier grupo terrorista de alcance mundial)7. Si la acci&n pre%enti%a 9no necesariamente de orden militar: contra (-stados delincuentes) que apoyaban a terroristas fue el arma elegida por la nue%a doctrina estrat5gica, la promoci&n de un (cambio de r5gimen) democrtico proporcion& la br+!ula moral para una pol$tica e/terior que quer$a dar la pelea a un enemigo inescrupuloso y nihilista. Sus promotores defend$an %igorosamente la transformaci&n democrtica de Medio Triente como un nue%o tipo de realismo ms que como una cruzada ideol&gica moti%ada por consideraciones abstractas o ut&picas. -ste proyecto en general estaba informado por una fuerte dosis de realismo y conten$a un elemento no menor de audacia y nobleza moral. Por mucho tiempo, -stados Unidos consinti& reg$menes corruptos y autocrticos en Medio Triente, siempre y cuando mantu%ieran el u!o de petr&leo o sir%ieran para sus intereses estrat5gicos. 8a nue%a apro/imaci&n pro%e$a un marco comprehensi%o para dirigir el mundo post 11, y un sentido de misi&n a unos -stados Unidos que hab$an sido despertados de su somnolencia por el sorpresi%o ataque en suelo nacional. -l presidente ush,
sin duda, estaba inspirado por la idea de e/terminar a las fuentes mismas de la tiran$a y el terror en el mundo rabe islmico. Pero su decencia y respeto por la humanidad com+n, %irtudes innegables en un estadista democrtico, lo lle%aron a e/agerar las posibilidades de autogobierno en una regi&n donde los autoritarismos seculares y religiosos a menudo compiten por moldear el destino de sus pueblos. simismo, ush es un moralista que claramente disfrutaba de una confrontaci&n un$%oca con la maldad pol$tica. Se inclinaba a %er cualquier cuali#caci&n de uni%ersalismo democrtico como una elecci&n del (relati%ismo), en lugar de un reconocimiento saludable del hecho innegable de que el autogobierno requiere de condiciones fundamentales de orden hist&rico, moral, cultural y espiritual.
Aortale5as y lmites de la poltica e@terior post011 de septiembre
8a administraci&n de ush no se equi%ocaba al reconocer importantes paralelos entre el radicalismo yihadista y las religiones pol$ticas del siglo QQ. Cualesquiera que fueran las diferencias entre la (piadosa crueldad) de los islamistas y las tiran$as ateas del siglo QQ, ambas corrientes ideol&gicas detestaban la democracia burguesa y repudiaban la ley moral en nombre de aspiraciones y ob!eti%os ostensiblemente ms sublimes. -n América en la encruci:ada) sin embargo, IuNuyama cuestiona leg$timamente si acaso los islamistas representan el mismo tipo de (amenaza e/istencial) a la ci%ilizaci&n occidental que representaron el comunismo y el nazismo. Con su abierto desprecio a la racionalidad, a la sociedad ci%il y a la moralidad ordinaria, como tambi5n hacia corrientes menos %irulentas dentro del islam, el e/tremismo yihadista apela a los marginados y a los desplazados, a aquellos que han sido arrancados por el torbellino de la globalizaci&n. Sin embargo, nunca atraern la simpat$a de los intelectuales occidentales, como lo hizo el comunismo durante la larga crisis social que domin& la primera mitad del siglo QQ. Tccidente debe prepararse para una e/tensa lucha con un mo%imiento fantico internacional que aspira a forzar a toda la humanidad a %i%ir dentro de (la casa del islam). Con un mo%imiento como este no puede haber compromisos o negociaci&n de acuerdos. un as$, es dif$cil argumentar que en esta batalla la e/istencia misma de Tccidente *o la legitimidad moral de la
democracia liberal* est5 %erdaderamente en !uego. Cualquier respuesta adecuada a la amenaza terrorista demanda una mezcla de fortaleza c$%ica y militar y destreza pol$tica que %a mucho ms all de las an5micas medidas de control impulsadas hoy en d$a por europeos cuasipaci#stas. Pero un discurso ine/acto sobre una (guerra contra el terror) sin tregua *que implica una guerra sin #n* no e/presa adecuadamente la inquietante zona gris entre la guerra y la paz que caracterizar la situaci&n internacional en el futuro inmediato
contrario de lo que sus cr$ticos ms fer%ientes sugieren, ten$a poca resistencia para organizar un imperio democrtico global o para embarcarse en nue%as (guerras de elecci&n). Mientras la administraci&n continuaba poniendo mucho 5nfasis en la centralidad de la democracia electoral, sab$a c&mo traba!ar con aliados autoritarios que se opon$an al fanatismo islamista o que, a su !uicio, pro%e$an la me!or esperanza de estabilidad pol$tica y liberalizaci&n gradual.
El conservadurismo y la retórica de la democracia
Pero la ret&rica o#cial de la administraci&n continu& da0ndose por una tendencia a tratar la democracia moderna como un #n autoe%idente, incluso como el r5gimen (de acuerdo con la naturaleza). Eal como cr$ticos amistosos como Iareed aNaria han se0alado, tanto la administraci&n como sus aliados neoconser%adores desafortunadamente subestimaron las tendencias desp&ticas inherentes a la democracia electoral, a pesar de lo que e%idenciaron los progresi%os desempe0os electorales de partidos islamistas como la >ermandad Musulmana y >amas, en Medio Triente, y de autoritarismos de izquierda como el de >ugo Ch%ez en Venezuela. >ablan ritualmente acerca de la (democracia) cuando lo que debiera tenerse en mente es una comple!a s$ntesis entre el imperio de la ley, el constitucionalismo, el federalismo y el gobierno representati%o, s$ntesis que aNaria llama (constitucionalismo liberal). Su monoman$a democrtica marca un quiebre con una antigua tradici&n conser%adora que siempre insisti& en que la libertad occidental se basa en recursos intelectuales y espirituales ms amplios y profundos que los de la democracia moderna. 8os conceptos de constitucionalismo y gobierno representati%o tienen poco espacio en una doctrina que otorga un 5nfasis e/cesi%o al amor a la libertad en el alma humana e/presada, por naturaleza, a tra%5s de %otos mayoritarios. Cr$ticos que han le%antado preguntas perfectamente leg$timas y necesarias sobre los prerrequisitos culturales del autogobierno democrtico fueron despachados con facilidad por el presidente ush o el Primer Ministro lair como relati%istas culturales, o incluso como racistas *como si la democracia surgiera
automticamente una %ez que los obstculos son remo%idos*. Tminosamente, los partidarios de la democracia global hacen %ista gorda a la e%idencia hist&rica que sugiere que no es de reg$menes autoritarios, sino de las frgiles y no%atas (democracias), de donde surgen los totalitarismos" consideren Lusia en 11A, talia en 122 y lemania en 177<2. 8os me!ores pensadores conser%adores de los +ltimos dos siglos han sido recelosos de la democracia pura !ustamente porque muestran una profunda preocupaci&n por preser%ar la libertad humana y reconocen las poderosas a#nidades entre la democracia de masa y el totalitarismo moderno. >ay tendencias totalitarias inherentes en lo que el #l&sofo pol$tico franc5s ertrand de Jou%enel alguna %ez llam& (la soberan$a en s$ misma)" la ilusi&n de que la (soberana) %oluntad humana es el rbitro +ltimo del mundo moral y pol$tico. Ros enfrentamos, entonces, a una pol$tica e/terior que en muchos aspectos operaba dentro de sobrios parmetros de principios y prudencia, pero que se e/presaba a s$ misma en una ret&rica contraproducente que fomentaba los e/cesos y de!aba a la administraci&n %ulnerable a cr$ticas tendenciosas. Cuando la administraci&n de ush traba!& con aut&cratas pronorteamericanos moderados, como el general Per%ez Musharraf en PaNistn, fue ine%itablemente acusado de hipocres$a. Poniendo una presi&n e/cesi%a a la necesidad de construir una democracia en raN y fganistn *en lugar de hablar ms modestamente de fortalecimiento de las leyes y las instituciones representati%as en ambos pa$ses* crearon e/pectati%as irracionales que estaban destinadas a ser defraudadas. Eal ret&rica democrtica tambi5n aplaca las leg$timas preocupaciones sobre el e/tremismo religioso 9por e!emplo, la imposici&n de la sharia: cuando 5ste es legitimado a tra%5s de procesos electorales. 4;ui5nes somos nosotros para desa#ar la soberan$a de un pueblo (democrtico)6 Una ret&rica ms calibrada, que enfatice la necesidad de introducir de manera gradual &rdenes legales y no desp&ticos en pa$ses asolados por la opresi&n o asediados por la corrupci&n y el autoritarismo, ser$a, aunque quizs menos inspiradora, menos dramtica tambi5n. Sin embargo, describir$a me!or las esperanzas ms modestas y a menudo ms realistas que conducen la actual pol$tica norteamericana en pa$ses como raN y fganistn. Una ret&rica e/cesi%amente purista sobre la democracia tambi5n crea presiones inapropiadas para confrontar reg$menes no totalitarios, como la Lusia de Vladimir Putin y Dimitri Med%ede%, con demandas de (liberalizaci&n) que no guardan relaci&n con los intereses nacionales leg$timos de los -stados Unidos, sino con la %isi&n de que la democracia liberal al estilo occidental pro%ee el +nico modelo leg$timo de desarrollo pol$tico en nuestro tiempo. -ste tipo de demandas pusieron a la administraci&n de ush en un aprieto. -l %icepresidente Cheney
proclam& un discurso el < de mayo del 2HH?, en Vilnus, 8ituania, en el que impl$citamente amenazaba a Lusia con una (re%oluci&n a color) si no se mo%$a hacia una direcci&n ms democrtica, y acto seguido %ia!& a @aza!istn y @irguistn a hacer negocios con los tiranos locales. -ste descarado acto de doble !uego con#rma la sospecha de esos esc5pticos con%encidos de que el (uni%ersalismo) norteamericano es poco ms que una cubierta del ego$smo y %oluntad de poder nacional. 8a animada resistencia a la tiran$a, que era el lema de la administraci&n de ush desde el 11 de septiembre, deb$a haber sido moderada y complementada con una mayor conciencia de las condiciones locales y un pudor mayor sobre la capacidad de -stados Unidos para !uzgar *y dictar* las condiciones apropiadas para el autogobierno en el e/tran!ero. -s m5rito de la administraci&n de Tbama haber a%anzado algo en esta direcci&n, especialmente en su pol$tica hacia Lusia, aunque ha sido muy %acilante en apoyar un resurgimiento de sociedad ci%il contra los te&cratas antinorteamericanos en rn. -n Lusia, los (bolche%iques nacionales) del tipo ms repugnante, no liberales al estilo occidental, son tal %ez la alternati%a real al moderado, y comparati%amente liberal, autoritarismo de Putin. 8os in!uriosos intercambios entre los nue%os y %ie!os conser%adores, y entre pol$ticas e/teriores (realistas) e (idealistas), contribuyeron poco a la articulaci&n de una pol$tica de prudencia digna de ese nombre. Eodo el espectro de los intelectuales y pol$ticos conser%adores norteamericanos necesitan aprender c&mo combinar !uiciosamente animosidad y moderaci&n, fortaleza churchilliana y autorrestricci&n prudente, de modo que haga !usticia a los riesgos que contiene tanto una gran como una peque0a autorrei%indicaci&n nacional. 8os e/cesos de la administraci&n de Tbama *en particular su pol$tica e/terior e/cesi%amente apolog5tica* de ning+n modo !usti#can el fracaso en llegar a un acuerdo con las lecciones que debieron ser aprendidas de los errores en pol$tica e/terior de la era ush.
El egundo *iscurso Inaugural: naturale5a- )istoria y el alma )umana
-l uni%ersalismo democrtico de la Doctrina ush se e/pres& con particular lucidez en el Segundo Discurso naugural pronunciado por el presidente el 21 de enero del 2HH=. -se discurso es la me!or articulaci&n indi%idual de las premisas morales y #loscas subyacentes a la pol$tica e/terior del presidente ush *o al menos de la doctrina o#cial que la animaba*. Pero tambi5n re%ela algunos de los supuestos bastante problemticos que informan la pol$tica de la administraci&n de ush, como el inter5s por (buscar y apoyar el crecimiento de mo%imientos e instituciones democrticas en cada naci&n y cultura, con el ob!eti%o +ltimo de terminar con la tiran$a en nuestro mundo). -ste ob!eti%o primordial fue presentado como un ideal completamente prctico incluso cuando ush concedi& en esa ocasi&n que probablemente se trataba del (traba!o concentrado de %arias generaciones). -sta concesi&n super#cial al gradualismo no signi#ca, de ning+n modo, una (completa con#anza en el e%entual triunfo de la libertad) o la creencia, por parte de ush, en que la democracia, y solamente la democracia, es el r5gimen ms coherente con la naturaleza y necesidades de los seres humanos. Para 5l la democracia tiene el apoyo de los anhelos ms profundos del alma humana y de un Dios pro%idente que es tambi5n (autor de la libertad). -n su Segundo Discurso naugural, ush reconoce que la democracia puede tomar una gran %ariedad de e/presiones locales o culturales. Riega que -stados Unidos tenga alg+n inter5s en (imponer el propio estilo de gobierno a quienes no est5n dispuestos). un as$, identi#ca por completo a la democracia como forma pol$tica con el imperati%o del autogobierno. Cualquier libertad de!ada a los ciudadanos y hombres de -stado tiene que %er con el tipo de gobierno que proteger los derechos humanos y la dignidad humana dentro de las condiciones hist&ricas o culturales particulares. ush a#rma impl$citamente que toda la humanidad deber$a, y e%entualmente lo har, %i%ir ba!o un orden democrtico liberal. Por lo menos hasta ese punto, 5l y sus redactores comparten la premisa de @o!_%e y IuNuyama de que el (reconocimiento mutuo) del hombre por el hombre ine%itablemente culminar en un (-stado uni%ersal y homog5neo). -n esa alocuci&n, ush realiza una grandilocuente (apelaci&n global a la libertad) y no hace ninguna distinci&n entre apoyar la libertad y promo%er una (democracia) de contornos bastante imprecisos. Simplemente ignora todas las sugerencias de la e/periencia hist&rica moderna con respecto a que la modernizaci&n es compatible con %arias formas de (despotismo democrtico). 8a derrota del comunismo es interpretado como prueba de#niti%a de que (el mundo se est mo%iendo hacia la libertad), ya que (la llamada de la libertad alcanza a cada mente y cada alma).
-n su discurso al pueblo de >ungr$a, pronunciado el 22 de !unio del 2HH? para conmemorar el medio siglo de la re%oluci&n h+ngara, el presidente ush hace una a#rmaci&n similar" que (el deseo de libertad es uni%ersal, porque est escrito por nuestro Creador en el coraz&n de todos los hombres, mu!eres y ni0os de la tierra). -n ese discurso, ush paga un elocuente tributo a la noble lucha de los h+ngaros en 1=?, al tiempo que trata a esa (re%oluci&n antitotalitaria) 9como Laymond ron la llam& en ese tiempo:, esa re%uelta colecti%a contra la (mentira) ideol&gica, como e%idencia del triunfo ine%itable de la democracia por sobre la (dictadura). Sin embargo, al llamarlo as$, corre el riesgo de interpretar ese gran suceso como un asunto banal, al con%ertirlo en una ilustraci&n ms de la %ersi&n whig de la historia *la %isi&n de que todos los e%entos del pasado son una preparaci&n para la difusi&n del constitucionalismo occidental*. 8a especi#cidad del totalitarismo comunista, el carcter cristiano y europeo del pueblo h+ngaro, el hecho de que ellos mismos tomaran la iniciati%a para restaurar su independencia nacional y el signi#cado aut5ntico de esas palabras son hechos ignorados ba!o esta interpretaci&n. -n %ez de eso, la re%oluci&n h+ngara se con%ierte en material puro para la ine%itable %ictoria de la democracia en todo tiempo y lugar. Como ret&rica perentoria, las palabras del presidente son, sin duda, estimulantes e incluso ennoblecedoras. Como ree/i&n pol$tica re%elan una comprensi&n super#cial de las comple!as pasiones, intereses y moti%os que mue%en a los seres humanos. -l presidente ush presupone dogmticamente que el amor a la libertad es el moti%o predominante y general del esp$ritu humano. Ro solo les resta importancia a los requisitos culturales de un orden libre o un autogobierno democrtico, sino que tambi5n se abstrae del drama sempiterno del bien y el mal en cada alma humana. -l uni%ersalismo incondicional del presidente se abstrae del hecho de que el odio al despotismo no se traduce de modo automtico en amor a la libertad o en una capacidad establecida y disciplinada de autogobierno. gnora la profunda intuici&n de Eocque%ille, luminosamente e/presada en El Antiguo Régimen y la Revolución , respecto a que el puro amor a la libertad *la pasi&n por la libertad pol$tica y por el (gobierno solamente de Dios y las leyes)* es un (gusto sublime) reser%ado solo para algunas almas e incomprensible para las (mediocres). ush recurre algunas %eces a la me!or sabidur$a conser%adora y reconoce que el autogobierno implica necesariamente (el gobierno de s$ mismo). #rma correctamente que los derechos humanos son (ennoblecidos por el ser%icio y la misericordia). Pero por lo general hace e/tra%agantes a#rmaciones sobre que el amor a la libertad es el moti%o incontestable del pensamiento y acci&n humana. Como Charles @esler obser%& en ese tiempo, ush ignora el hecho palpable de que
mientras (todos los pueblos pre#eren la libertad a la escla%itud 9Z: muchos pueblos en todas partes y en todos los tiempos han sido bastante felices de disfrutar su libertad y sus bene#cios sobre la base de la escla%itud de otro). -l autogobierno es una disposici&n que encuentra un apoyo poderoso en la negati%a del alma a ser tiranizada por otros. Pero ambos no son equi%alentes. ush no se equi%oca cuando argumenta que el despotismo %iola la ley moral y mutila las fuentes del esp$ritu humano. Ro obstante, identi#ca de manera apurada la naturaleza humana con un solo impulso o deseo general, y %a demasiado le!os al fusionar los caminos de la pro%idencia con el imperio de la libertad democrtica. Casi al #nal del Segundo Discurso naugural ush anticipa algunas de estas cr$ticas. Mientras contin+a e/presando la (completa con#anza en el e%entual triunfo de la libertad), intenta distanciarse de argumentos de ine%itabilidad hist&rica. 8a (historia) por s$ misma no determina nada. -n lugar de eso, nuestra con#anza en el triunfo uni%ersal de la libertad debe enraizarse en el hecho de que la libertad es la (esperanza permanente de la humanidad) y la ms poderosa (aspiraci&n del alma). -stas in%ocaciones po5ticas no toman en cuenta adecuadamente el carcter decididamente mi/to de la naturaleza humana. -l presidente no deber$a haber esperado, por supuesto, hablar con la precisi&n de un #l&sofo pol$tico. Sin embargo, este pol$tico de una profunda con%icci&n cristiana muestra, con cierta parado!a, poca apreciaci&n por las dimensiones trgicas de la historia y los permanentes y perniciosos efectos de una naturaleza ca$da en la %ida indi%idual y colecti%a.
La democracia )umanitaria versus los Estados >nidos
Ms a+n, la reducci&n del problema pol$tico al imperati%o categ&rico de promo%er la democracia en el e/terior de!& a la administraci&n y al pa$s %ulnerables a aquellos que, desde la izquierda, identi#can la democracia con un proyecto por emancipar a los seres humanos de sus tradicionales l$mites culturales, morales e incluso pol$ticos. Para los partidarios de la democracia (posmoderna) o (humanitaria), los -stados Unidos se quedan cortos en el ideal democrtico. Como
Pierre Manent ha escrito recientemente, las 5lites europeas (estn tratando de separar la %irtud democrtica de todas sus dems caracter$sticas), como la tradici&n, la religi&n y especialmente del marco pol$tico del -stadonaci&n <7. >an sucumbido a lo que puede denominarse (tentaci&n postpol$tica). l mismo tiempo, (los norteamericanos se %en ms dispuestos que nunca *y esta disposici&n se e/tiende mucho ms all de los partidarios de la actual administraci&n 9ush:* a identi#car todo lo que hacen y todo lo que son con la democracia misma)<<. Pero, 4qu5 ha de impedir que los partidarios de la democracia humanitaria nieguen la buena fe democrtica de un pueblo que, por un lado, permanece %inculado a la soberan$a nacional, y por otro, a+n reconoce la importancia de las disposiciones tradicionales a un r5gimen de autogobierno6 l %alidar la democracia como el alfa y omega de la pol$tica en nuestro tiempo, la Doctrina ush de!& a -stados Unidos %ulnerable a la deslegitimizaci&n a manos de formas ms radicales y (consistentes) de a#rmaci&n democrtica. -n cualquier caso, la deferencia a %erdades humanas uni%ersales morales y pol$ticas de ning+n modo signi#ca que cualquier pa$s en particular otorgue a la humanidad un acceso inmediato a lo uni%ersal. braham 8incoln, el noble poeta y estadista del e/perimento norteamericano, captur& hermosamente esta tensi&n cuando habl& de los estadounidenses como un (pueblo casi escogido). -stados Unidos 9y el mundo occidental en general: de!ar de ser honesto consigo mismo si repudia la uni%ersalidad de sus principios. Pero, sin duda, Rorteam5rica debe mucho de su grandeza a caracter$sticas nacionales particulares, a las que Trestes roYnson sugesti%amente llam& nuestra (pro%idencial constituci&n). De otro modo, -stados Unidos es en principio (el mundo), el prototipo de una humanidad uni#cada que est destinada a ser tragada por un imperio global que encarne de forma ms perfecta las aspiraciones democrticas de toda la humanidad. -l presidente ush puede no haber sido un neoconser%ador en cualquier sentido pol$tico o incluso ideol&gico. Pero su Segundo Discurso naugural ree!a perfectamente las contradicciones en el coraz&n del segundo neoconser%adurismo. Como ush, los neoconser%adores son orgullosos defensores de las prerrogati%as de los -stados Unidos como una comunidad nacional libre, independiente y autogobernada. l mismo tiempo, son profundamente suspicaces de cualquier otra autoa#rmaci&n nacional, aunque sea moderada o humana, que rechace, en palabras de Pierre Manent, (identi#car la democracia norteamericana como uni%ersal). l menos a ni%el ret&rico, el segundo neoconser%adurismo y los partidarios de la democracia humanitaria europea +ltimamente di#eren ms acerca de los medios que de los #nes. Son $r@res ennemis quienes promue%en dos caminos distintos hacia el mismo destino, el (-stado uni%ersal y homog5neo).
-l 5nfasis inapropiado del neoconser%adurismo en un lado de la democracia puede ser ms un andamio ret&rico que el coraz&n y el alma de la sabidur$a neoconser%adora. Pero esta monoman$a democrtica act+a como un cido que corroe la coherencia de una corriente de pensamiento cuyo patriotismo, buena %oluntad y compromiso con la causa de la libertad no deber$a dudarse. Ro obstante, esa %isi&n reducida no es capaz de pro%eer los fundamentos de una pol$tica de prudencia en nuestro tiempo. -l %erdadero conser%adurismo est obligado a ser suspicaz de la (religi&n de la humanidad) en todas sus formas.
Parte IB: Totalitarismo y terror: el fondo oscuro de la modernidad
C. La subversión totalitaria de la modernidad: ol5)enitsyn en la autodei%cación del )ombre y los orgenes de la crisis moderna
8a e/periencia del totalitarismo *esa (in%enci&n del siglo QQ), como la llam& leNsandr Solzhenitsyn* deber$a haber desacreditado cualquier tipo de progresismo simple o nanión .oviética 91A7:. Si Agosto de J proporciona una cr$tica de%astadora al carcter escler&tico del ntiguo L5gimen ruso, a la negati%a de sus ciegos bur&cratas y cortesanos para a!ustarse razonablemente a las condiciones de la modernidad, tambi5n de!a claro que Solzhenitsyn no guarda ninguna simpat$a por los liberales de izquierda que irtean con el nihilismo, piden disculpas por el terrorismo y menosprecian las tradiciones espirituales y culturales de la naci&n rusa. 8os luminosos ensayos de
Solzhenitsyn y sus colaboradores en Rusia &a:o los escom&ros contemplan el futuro de Lusia libre de los males del despotismo ideol&gico. l mismo tiempo, sus colaboradores ad%irtieron contra la imitaci&n esla%a de los peores rasgos de la democracia occidental contempornea, incluyendo su cienti#cismo, sub!eti%ismo y su rechazo a las fuentes clsicas y cristianas de la tradici&n occidental. De los tres escritos antes mencionados, 3arta a los dirigentes de la >nión .oviética fue por le!os el ms incomprendido. Se trata de una pieza de escritura (esot5rica) cuyo llamado a los l$deres so%i5ticos para mantenerse en el poder * temporalmente*, incluso aunque eso signi#que tirar por la borda la ideolog$a que pro%ee la +nica !usti#caci&n de su gobierno, era nada menos que una in%itaci&n al estadopartidista totalitario a cometer un suicidio. Su incisi%a disecci&n de las a#rmaciones te&ricas y prcticas del mar/ismo, su defensa a los glasnots en la %ida c$%ica e intelectual, su mordaz acusaci&n a la colecti%izaci&n y su imperceptible defensa agustiniana de la libertad religiosa *pero no de pri%ilegios especiales* para los creyentes fueron completamente ol%idadas en las contro%ersias que le siguieron. -l limitado respaldo de Solzhenitsyn a un autoritarismo no ideol&gico durante el per$odo de transici&n de la dictadura totalitaria fue completamente confundido con un apoyo te&rico a los gobiernos autoritarios. 8as numerosas e/plicaciones de Solzhenitsyn sobre la estrategia ret&rica subyacente a 3arta a los dirigentes de la >nión .oviética) as$ como su defensa del autogobierno local 9(la democracia de espacios peque0os): y del imperio de la ley en traba!os como 3ómo reorganiKar Rusia , de 1H, y El colapso de Rusia , de 1B, han hecho poco por aplacar las cr$ticas. Como resultado, las ideas pol$ticas de Solzhenitsyn son completamente incomprendidas en Tccidente 9y tambi5n por cr$ticos (occidentalizados) en Lusia:. Para el momento en que Solzhenitsyn entreg& sus amistosas aunque duras cr$ticas a ciertos aspectos del mundo occidental en su discurso en >ar%ard, en !unio de 1AB, sus detractores ya estaban preparados para #ltrarlas a tra%5s de un marco interpretati%o esencialmente tendencioso. 8amentablemente, no ha habido un cambio signi#cati%o al respecto en los +ltimos 7H a0os.
La fragilidad de la libertad moderna
Solzhenitsyn, no obstante, contin+a siendo lo que siempre fue *un defensor elocuente y de principios de la libertad y dignidad humanas ar%ard de 1AB, la entre%ista a la C con Janis Sapiets de 1A, el discurso a la cademia Irancesa de Ciencias Pol$ticas y Morales el 2HHH, con ocasi&n del recibimiento del Premio Krand, y en cap$tulos cla%es de su obra maestra "a rueda ro:a* Solzhenitsyn proporciona una sugerente cr$tica de la doctrina pol$tica y social que denomina (humanismo racionalista) o (antropocentrismo). -l autor tambi5n da cuenta de las maneras concretas en que los principios de la modernidad te&rica han de!ado ciertos &rdenes pol$ticos decentes %ulnerables tanto a la sub%ersi&n moral, pol$tica y cultural desde su interior, como a fuerzas hostiles desde su e/terior. -l anlisis de Solzhenitsyn ha sido confundido con un rechazo sistemtico al mundo moderno o como e%idencia de su falta de compromiso con la libertad pol$tica. Pero, como se0al& la pensadora pol$tica Delba 3inthrop en un inuyente
art$culo escrito hace unos 7H a0os, Solzhenitsyn critica, en su discurso en >ar%ard, a los -stados Unidos no por su (amor a la libertad), un amor que 5l comparte, sino por su creciente incapacidad para defender la libertad (contra el materialismo). 3inthrop resume con e/actitud la posici&n de Solzhenitsyn" (Si la libertad debe ser defendida contra el materialismo, entonces la libertad debe tener un signi#cado y un #n distintos al bienestar material). de manera contundente a0ade" (8a raz&n por la cual Solzhenitsyn cr$tica los principios fundamentales de la modernidad es por su fracaso en ayudarnos a %er esos problemas).
Los lmites del ')umanismo antropoc2ntrico(
-n su discurso en >ar%ard, Solzhenitsyn de#ne el humanismo antropoc5ntrico como (la proclamada y lle%ada a la prctica autonom$a del hombre respecto de cualquier fuerza superior sobre 5l). 8a %erdadera alternati%a de Solzhenitsyn a este particular antropocentrismo no tiene nada que %er con una teocracia. De hecho, en el mismo te/to se0ala que (la -dad Media lleg& a su #n natural por agotamiento, tras con%ertirse en una intolerable y desp&tica represi&n de la naturaleza f$sica del hombre en fa%or de una espiritual). Ro llama a un retorno al pasado, que en cualquier caso es imposible e indeseable, sino a una (ascensi&n) a la (siguiente etapa antropol&gica), (donde nuestra naturaleza f$sica no ser maldecida como en la -dad Media, sino que, ms importante a+n, nuestro ser espiritual no ser pisoteado, como en la -ra Moderna). Siguiendo a liberales conser%adores tales como le/is de Eocque%ille o Iran^ois Kuizot en el siglo QQ, o a la manera de la me!or ree/i&n antitotalitaria del siglo QQ, Solzhenitsyn llama a un reconocer y apreciar, de manera reno%ada, los l$mites de cualquier proyecto pol$tico construido sobre los fundamentos siempre problemticos de la %oluntad humana. Como sus predecesores, Solzhenitsyn rechaza sin ambages (la autosoberan$a del hombre). -n respuesta a la aparente reducci&n de la modernidad al antropocentrismo por parte de Solzhenitsyn, surge la tentaci&n de acusarlo de pintar con una brocha muy gruesa. Sin embargo, como ha se0alado Pierre Manent en su ensayo (Cristianismo y
democracia), de 17, (la historia de la #losof$a moderna, desde Maquia%elo a Rie[sche, aparece orientada y animada por la elaboraci&n del concepto de la %oluntad). -n sus formas ms radicales, la (desenfrenada a#rmaci&n de la %oluntad humana) %a unida a (la pol5mica ilimitada contra el cristianismo). 8os arquitectos #loscos de la modernidad *como acon y Descartes* identi#caron la tarea de la #losof$a con nada menos audaz que hacer de los seres humanos (los maestros y poseedores de la naturaleza). -n el "eviat4n 91?=1:, Ehomas >obbes niega e/pl$citamente que e/ista cualquier principio de !usticia superentendido que est5 por encima de la %oluntad humana" (8a !usticia y la propiedad comienzan con la constituci&n de la mancomunidad). Sin duda, Solzhenitsyn reconoce que hombres de -stado, como los Padres Iundadores norteamericanos, siempre fueron deferentes a tradiciones religiosas y #loscas ms antiguas y ms ricas, anteriores al 5nfasis antropoc5ntrico de la modernidad. -sta fue una gran fuente de %italidad para los reg$menes liberales modernos. Sin embargo, en el coraz&n de la a#rmaci&n moderna de los (derechos del hombre), por bene#ciosa que 5sta haya sido en la lucha contra el despotismo, e/iste un rechazo impl$cito a la soberan$a tanto de la naturaleza como de Dios, y de cualquier autoridad fuera de la %oluntad humana. -l humanismo antropoc5ntrico culmina no en una %erdadera libertad, sino en una monstruosa autodei#caci&n del hombre y en la %oluntariosa negaci&n de una (entidad suprema) que (restrin!a nuestras pasiones e irresponsabilidades). Un humanismo esquilado de gratitud por las cosas dadas tiende a negar (la e/istencia del mal intr$nseco en el hombre), escribe Solzhenitsyn, y sucumbir a (la peligrosa tendencia de rendir culto al hombre y a sus necesidades materiales). 8a alternati%a del autor ruso al %oluntarismo moderno no es, como hemos %isto, un retorno a un autoritarismo coerciti%o, sino que ms bien llama a una (autolimitaci&n %oluntaria). Eal autolimitaci&n rechaza la (emancipaci&n total) de (la herencia moral de los siglos cristianos con sus grandes reser%as de misericordia y sacri#cio), tan caracter$stica de la modernidad radical. 8a ilusi&n de la modernidad radical est en que esta emancipaci&n puede dar origen a todo, pero no al embrutecimiento del alma humana ni, en el peor de los casos, al triunfo del mal radical que e/plot& en el siglo QQ.
La crisis moderna y una 'inesperada genealoga(
De una forma familiar para lectores de #l&sofos pol$ticos conser%adores como 8eo Strauss y -ric Voegelin, Solzhenitsyn a#rma que la erosi&n del capital moral del mundo premoderno ha dado origen a una (se%era crisis espiritual y a un impasse pol$tico). (8os celebrados logros tecnol&gicos del progreso, incluida la conquista del espacio, no pueden redimir la pobreza moral del siglo QQ, que no podr$amos haber imaginado incluso hacia #nes del siglo decimon&nico), se0ala en el discurso pronunciado en >ar%ard. De acuerdo con Solzhenitsyn, una fuente y e/presi&n de esta (crisis) es la (inesperada genealog$a) que se ha puesto de mani#esto entre formas moderadas de humanismo y formas ms radicales y consistentes de materialismo moderno. Una %ez que el liberalismo !unto con el socialismo sucumbieron a la (liberaci&n de la religi&n y de la responsabilidad religiosa) *a las consecuencias prcticas del antropocentrismo* se %ol%ieron %ulnerables a esa (corriente de materialismo propia de la izquierda). 8a corriente de materialismo (ms consistente siempre demuestra ser la ms fuerte, la ms atracti%a y la %ictoriosa). Solzhenitsyn cree que la (a#nidad) subyacente entre toda forma de humanismo moderno ayuda a e/plicar el (apoyo entusiasta) que un (enor (enorme me n+ n+me mero ro de inte intele lect ctua uale less occi occide dent ntal ales es)) dio dio al comu comuni nism smoo al nega negar, r, !usti#car o buscar e/cusas a sus cr$menes. Solzhenitsyn di!o en >ar%ard que ellos (`sintieron la a#nidad) y perdieron la capacidad para oponerse resueltamente a las depredaciones del comunismo. -l intelectual ruso desarrolla este punto de manera ms mordaz en las obser%aciones que present& a la cademia Irancesa de Ciencias Pol$ticas y Morales en diciembre del 2HHH" Vol%amos a la d5cada de 12H y 17H. 8as me!ores mentes de -uropa estaban llenas de admiraci&n por el totalitarismo comunista. Ro escatimaban en alabanzas, poni5ndose !ubilosamente a su ser%icio, prestando sus nombres, sus #rmas y aten atendi dien endo do a sus sus reun reunion iones es.. 4C&m 4C&moo pu pudo do suce sucede derr esto6 esto6 4Ro 4Ro deber deber$a $ann estos estos hombres sabios haber sido capaces de %er a tra%5s de la agresi%a ola de la prop propag agan anda da bo bolc lche he%i %iqu que6 e6 Dura Durant ntee ese ese per$ per$od odo, o, como como bien bien recu recuer erdo do,, los los bolche%iques proclamaban a %oz alzada" (Rosotros, los comunistas, somos los
+nicos +nicos %erdad %erdaderos eros hu human manist istas) as).. Ro, estos estos eminen eminentes tes intele intelectu ctuale aless no estaba estabann ciegos, pero se entusiasmaron con el mero sonido de las ideas comunistas, pues sintieron y eran conscientes de los lazos gen5ticos comunes a ellos. 8as ra$ces comunes del liberalismo, el socialismo y el comunismo se remontan al siglo de la lustraci&n. -sta es la raz&n por la cual, en todos los pa$ses sin e/cepci&n, los socialistas han fallado en mostrar cualquier tipo de #rmeza al negociar con los comunistas. Con !usta raz&n, los han mirado como (primos hermanos) *o al menos como (primos segundos)*. Por la misma raz&n, los liberales siempre se hann mostr ha mostrad adoo d5bi d5bile less al enca encara rarr al comu comuni nism smo. o. -llo -lloss tamb tambi5 i5nn tien tienen en ra$c ra$ces es ideol&gicas y seculares comunesooN se me %ienen a la mente. Pero Solzhenitsyn est sin duda en lo correcto cuando se0ala que muchos intelectuales de izquierda sucumbieron a la tentac tentaci&n i&n totali totalitar taria ia precis precisame amente nte por porque que car carec$ ec$an an de pri princi ncipio pioss s&lido s&lidoss par paraa resistirla. Compartiendo muchas de las aspiraciones y ob!eti%os del comunismo, incluyendo el deseo de una completa emancipaci&n de la herencia moral de las tradiciones tradiciones occidentales, occidentales, hicieron %ista gorda a los males cometidos cometidos al ser%icio ser%icio de #nes #nes y pro prop&s p&sito itoss ostens ostensibl ibleme emente nte (pr (progr ogresi esista stas). s). punta puntaron ron a la pri princi ncipal pal debilidad moral del intelectual moderno" la ilusi&n de que (no hay enemigos a la izquierda). -sta historia ha sido relatada hbilmente 9si no depresi%amente: por Paul >ollander en 1olitical 1ilgrims 91BH: y analizada analizada con fuerza y precisi&n precisi&n en la clsica obra de Laymond ron, El opio de los intelectuales , de 1==.
Berdaderos y falsos liberales
ruedaa ro:a ro:a es el an Ttro tro de los tema temass pri princip ncipal ales es de "a rued nli lissis de las (debilidades y capitulaciones) 9como las denomin& Solzhenitsyn en la entre%ista a la C en 1A: de los liberales y socialistas rusos respecto a la izquierda dura o totalitaria -n esta esta magi magist stra rall ob obra ra hist hist&ri &rico coli lite tera rari riaa de %ari %arios os %ol+m %ol+men enes es,, Solzhenitsyn da cuenta de los e%entos que condu!eron a la Le%oluci&n olche%ique de 11A. diferencia de la mayor$a de los liberales en Lusia y Tccidente hoy en d$a, el autor ruso considera la Le%oluci&n de Iebrero de 11A como un absoluto desastre, ms que como la simple ca$da de una lamentablemente corta democracia rusa. 8a primera primera re%oluci&n rusa de ese a0o termin& termin& con cualquier cualquier posibilidad posibilidad de desarrollo y consolidaci&n gradual de un gobierno constitucional leg$timo. 8a determinaci&n de Pyotr Stolypin *Primer Ministro de Lusia entre 1H? y 111 y el +ltimo gran hombre de -stado del antiguo r5gimen* por crear una clase s&lida de ciudadanos ciudadanospropie propietarios tarios fueron desechos desechos por la toma de tierras, tierras, la anarqu$a anarqu$a y los conictos que asolaron a las zonas rurales en 11A. 8os gobernantes liberales que llegaron al poder como resultado de la primera re%oluci&n estaban plenamente con%encidos de la superioridad de los ministros del zar, incluyendo Stolypin 9de quien no ten$an ni una que!a:. Pero, como Solzhenitsyn le di!o a Janis Sapiets en 1A, (se con%irtieron en una colecci&n de mediocres de carcter d5bil que de!aron que las cosas se deslizaran rpidamente hacia el bolche%ismo).
-l gobierno pro%isional, formado por los l$deres de la oposici&n de %ie!a izquierda en la Duma, fue desde el primer d$a incapaz de gobernar. Como se0al& el Premio Robel de 8iteratura en la misma entre%ista, (el gobierno pro%isional e/isti& realmente, matemticamente hablando, durante menos de dos d$as en otras palab pal abra ras, s, perd perdi& i& compl complet etam amen ente te el contr control ol dos dos d$as d$as desp despu5 u5ss de inst instal alar arse se). ). Solzhenitsyn no ob!eta las aspiraciones re%olucionarias de libertad c$%ica y pol$tica, que 5l comparte, sino, como muestra en el cap$tulo A de Noviem&re de JB 9(-l origen de los +adets):, las corrientes dominantes del liberalismo ruso, que no era tan tan libe libera rall desp despu5 u5ss de todo todo.. 8os 8os prin princi cipal pales es %ocer %oceros os del del libe libera rali lism smoo ruso ruso se rehusaron a actuar como mediadores honestos entre el -stado y la sociedad rusa. Lechaz Lechazaron aron inicia iniciati% ti%as as raz razona onable bless del -stado -stado y manife manifesta staron ron una %ergo %ergonzos nzosaa indulgencia hacia el e/tremismo y terrorismo re%olucionarios. 8os dem&cratas
constitucionalistas rusos, o (+adets), como se los llamaba popularmente, se desarrollaron fuera del mo%imiento Kemstvo de asambleas locales en el per$odo inmediatamente anterior a la Le%oluci&n de 1H=. Pero en lugar de conformarse con un rol consulti%o dentro de un orden constitucional gradual, presionaron por la entrega inmediata de una Constituci&n al estilo occidental. una %ez que se estableci& un orden constitucional en octubre de 1H= hicieron todo lo posible para sub%ertirlo en nombre de una transformaci&n re%olucionaria absoluta. Como se0al& el l$der conser%ador Kemstvo en ese entonces, D. M. Shipo%, quienes gobernaron hicieron de los (derechos y las garant$as) la base de todo y (desperdiciaron la idea moral y religiosa que toda%$a estaba intacta en la mente del pueblo). Solzhenitsyn traza algunas conclusiones generales acerca de la debilidad de tales (falsos liberales) ante la posibilidad de ser cooptados por la izquierda re%olucionaria y nihilista. Vale la pena citar en e/tenso sus agudas obser%aciones sobre este tema, presentes en el cap$tulo A de Noviem&re de JB" s$ como el efecto coriolis es contante sobre toda la super#cie de la tierra, y el u!o de los r$os es des%iado de tal manera que es siempre la orilla derecha la que se erosiona y desmorona, mientras que la crecida %a por el lado izquierdo as$ todas las formas de liberalismo democrtico en el mundo golpean siempre a la derecha y acarician la izquierda. Sus simpat$as siempre estn con la izquierda, sus pies solo son capaces de girar hacia el lado izquierdo, sus cabezas se mecen afanosamente mientras escuchan los argumentos de izquierda *pero se sienten desagradados si dan un paso hacia o escuchan una palabra de la derecha*. (-l liberalismo +adet), como lo llama Solzhenitsyn, es un (falso liberalismo) incapaz de (seguir #!o en una l$nea propia). Su desd5n por la tradici&n y la autoridad, su indiferencia o desprecio por la religi&n y su temor a ser superado por la izquierda signi#can que es incapaz de defender (una l$nea media para el desarrollo social) entre los re%olucionarios de izquierda y los reaccionarios de la derecha. Solzhenitsyn guarda el apelati%o de (%erdadero liberal) para aquellos como Stolypin y para su #cticio coronel Vorotyntse%, quienes intentaron mezclar tradici&n y modernidad, que sab$an que orden y libertad son inseparables, que sab$an c&mo e!ercitar la autoridad de forma prudente y que no ten$an miedo de despertar la ira de una izquierda militante. -sa izquierda solo sabe destruir en lugar de edi#car algo constructi%o y duradero.
+onclusión
Solzhenitsyn cre$a que las lecciones de la Le%oluci&n de Iebrero son rele%antes para Lusia y para Tccidente hoy d$a. 8a estrepitosa ca$da hacia la libertad en febrero de 11A prepar& a Lusia no para una democracia *como los liberales contin+an pensando actualmente*, sino que para una e/periencia de setenta a0os de un totalitarismo inhumano. -l fracaso de los rusos en confrontar adecuadamente el signi#cado de la Le%oluci&n de Iebrero durante el largo per$odo del gobierno so%i5tico los hizo %ulnerables a la anrquica libertad de la d5cada de 1H *una libertad igualmente desconectada de la moralidad, el imperio de la ley y un genuino autogobierno*. 8os (falsos liberales) perdieron de %ista una %ez ms los fundamentos morales de la libertad y la $ntima cone/i&n entre autoridad y libertad. Durante un futuro pre%isible los rusos %i%irn con las consecuencias de esta abdicaci&n moral e intelectual. -n un plano #losco ms profundo, Solzhenitsyn comprende estos desarrollos como manifestaciones multifac5ticas de una crisis ms profunda pro%ocada por el humanismo antropoc5ntrico. -n el siglo QQ, las formas moderadas de humanismo secular fueron incapaces de enfrentar a la religi&n secular del totalitarismo comunista. ctualmente, sugiere Solzhenitsyn, el (humanismo racionalista) comparte los contenidos de un (ego$smo ilustrado) como +nica gu$a segura para la %ida p+blica y pri%ada. Ro obstante, si no hay un reno%ado respeto por la (lla%e de oro) de la autolimitaci&n, sin una genuina deferencia al (Creador del uni%erso), tal humanismo estar ms cerca de nue%as formas de autoritarismo y manipulaci&n, ms que de (un auspicioso y prometedor globalismo)<. 8a lecci&n es clara" la genuina promesa del mundo moderno no puede ser actualizada sobre las bases de los principios insostenibles de la teor$a moderna.
=. '*emencia moral( y 'miseria moral(: el terrorismo como fenómeno poltico y cultural
Solzhenitsyn pro%ee una necesaria iluminaci&n acerca de la autodestructi%a (a#nidad) que los intelectuales liberales de izquierda sintieron algunas %eces por el totalitarismo. 8ogra unir su genio de escritor y sus intuiciones de historiador y #l&sofo para enfrentar uno de los fen&menos ms inquietantes y desconcertantes de los tiempos modernos. Eraba!ando en la intersecci&n entre el discurso acad5mico y p+blico, el historiador britnico Michael urleigh presenta una ree/i&n complementaria muy precisa sobre la tendencia de los intelectuales modernos a sucumbir a las abstracciones inhumanas, abstracciones que pro%een un $mpetu y !usti#caci&n por la tiran$a y el terror en los tiempos modernos. 8a obra de urleigh est informada por un conocimiento prodigioso y est escrita con ingenio, claridad y energ$a que destaca al libro por encima de casi todos los escritos acad5micos sobre historia o pol$tica. -specialista en historia alemana, en los +ltimos a0os ha centrado su atenci&n en relatar la (e/plotaci&n abusi%a de los sentimientos religiosos humanos) 9el t5rmino es del estadista y pensador pol$tico cat&lico italiano de inicios del siglo QQ 8uigi Sturzo: por parte de las ideolog$as totalitarias y los mo%imientos pol$ticos en la 5poca moderna. -l libro de urleigh, .angre y ra&ia >na historia cultural del terrorismo =H , al igual que su (nue%a historia) de El Tercer Reich y su anlisis sobre las (religiones pol$ticas) mesinicas en 1oder terrenal y 3ausas sagradas) confronta la (sangrienta intersecci&n) del nihilismo moderno y la %iolencia pol$tica =1. -sos traba!os pre%ios destacan las m+ltiples %$as a tra%5s de las cuales el moderno -stado ideol&gico 9(desde los !acobinos en adelante): fue (responsable de las instancias de terrorismo ms letales) en los tiempos modernos. -ste %olumen e/amina aquellas organizaciones y mo%imientos terroristas que, durante el +ltimo siglo y medio, han intentado (crear un clima psicol&gico de miedo en orden a compensar el leg$timo poder pol$tico que no poseen). Sin perder nunca el foco en las manifestaciones contemporneas de terrorismo, esta rica y pro%ocati%a (historia cultural del terrorismo) recorre un largo camino para e/pandir nuestra memoria hist&rica y profundizar en nuestra comprensi&n de los asuntos morales y pol$ticos que estn en !uego en el terrorismo moderno. Una de sus contribuciones ms importantes es
la luz que e/pande sobre tres mo%imientos pol$ticos del siglo QQ *los fenianos irlandeses, los (populistas) y nihilistas rusos, y los anarquistas* que, indudablemente, dieron forma a la teor$a y prctica del terrorismo moderno. Sin restar importancia a las (ideas o ideolog$as), urleigh se centra en el (terrorismo como carrera, como cultura y como forma de %ida). su modo de %er, la ideolog$a sir%e como (un detonador que permite e/plotar una mezcla pree/istente). urleigh no presta atenci&n a aquellos que (buscan la admiraci&n furti%amente y que quieren cambiar el mundo a tra%5s de la %iolencia). Se niega a dar cr5dito a los e/cesos y !usti#caciones de aquellos que asesinan con impunidad. Su 5nfasis est !ustamente en la (demencia moral) o (miseria moral) de aquellos que eligen el terrorismo como forma de %ida. >bilmente se mue%e a tra%5s de las intuiciones de Dostoie%sNi y Joseph Conrad para mostrar lo que ocurre cuando los seres humanos transforman (agra%ios abstractos) en (furia hist5rica)" abren una %$a para su ansia de destruir el mundo tal como es, con todas sus imperfecciones, pero tambi5n con sus m+ltiples posibilidades de me!ora y cambio.
Los fenianos y las races del ID6
.angre y ra&ia comienza
con tres cap$tulos 9(Verde), (Lo!o), (Regro): que establecen el escenario para todo lo que sigue 9los cap$tulos lle%an el nombre del color de las banderas de los tres mo%imientos re%olucionarios en discusi&n:. -l primero e/plora el terrorismo en su forma (%erde)" los (fenianos dinamiteros), quienes intentaron pro%ocar una insurrecci&n general en rlanda en las +ltimas d5cadas del siglo QQ. falta de un apoyo p+blico e/tendido, desataron una campa0a de terror a lo largo de las islas britnicas. urleigh reconoce abiertamente las in!usticias y opresiones que lle%aron a los irlandeses a armar una re%uelta en contra de las autoridades britnicas. Pero el giro dado por algunos nacionalistas a un terrorismo de carcter crecientemente indiscriminado ocurri& en un momento en el que Charles SteYart Parnell y otros defensores de la causa irlandesa estaban ampliamente representados en el Parlamento y muchos en la clase pol$tica britnica estaban de acuerdo con la necesidad de la autonom$a para rlanda. -n
situaciones comple!as, como la Kuerra de Crimea, en la d5cada de 1B=H, o en la Kran Kuerra de 11<11B, un gran n+mero de irlandeses cat&licos lucharon heroicamente por la causa com+n con el Leino Unido. Pero nacionalistas e/tremos estaban comprometidos con transformar (las di#cultades del imperio britnico en oportunidades para rlanda). -staban dispuestos a cooperar con los enemigos de la libertad mientras fueran tambi5n enemigos de Kran reta0a. 9-ste patr&n continu& durante la d5cada de 1AH y 1BH con la acti%a colaboraci&n del -!5rcito Lepublicano rland5s con ciertos reg$menes y mo%imientos despreciables como 8ibia, Cuba, la Trganizaci&n para la 8iberaci&n Palestina, la -E %asca y la dictadura comunista en Checoslo%aquia:. urleigh destaca la casi completa dependencia de los fenianos hacia emigrantes irlandeses en -stados Unidos y Kran reta0a para apoyo #nanciero y e/periencia militar. su %ez, critica al gobierno norteamericano por haber sido (culpablemente indulgente hacia el terrorismo feniano), al negarse a tomar medidas se%eras contra la abierta solicitud de dinero para lo que eran ob%ios frentes terroristas. Cuando el gobierno britnico amenaz& con la pena capital a aquellos terroristas que fueran sin duda alguna culpables, (celebridades progresistas como Charles radlaugh, John Stuart Mill y @arl Mar/) #rmaron peticiones solicitando un aplazamiento en la e!ecuci&n. -sto tambi5n es un patr&n de la simpat$a poco apropiada que durante los siguientes diez a0os se repetir$a a tra%5s del mundo occidental. Como obser%a urleigh, los fenianos pod$an con#ar en el apoyo acr$tico de muchos inmigrantes irlandeses, as$ como en la tendencia de algunos intelectuales de las clases medias a romantizar a terroristas cuyos #nes eran inseparables de sus s&rdidos medios. 8os fenianos eran, escribe urleigh, (el n+cleo hist&rico y el modelo mitol&gico de lo que luego se transform& en el -!5rcito Lepublicano rland5s 9L:). -l L tambi5n hizo todo lo posible por (capitalizar los problemas imperiales britnicos) y, a tra%5s de la (coreograf$a) del (sacri#cio de sangre) que fue el lzamiento de Pascua de 11?, fue muy e/itoso en crear una mitolog$a del mo%imiento nacional irland5s, que era en realidad un poco ms que una e/presi&n de un (rabioso sectarismo cat&lico). lgunos de los cr$ticos de urleigh han atacado su tratamiento de la (cuesti&n irlandesa), as$ como su particular animosidad hacia la causa irlandesa. -n realidad, urleigh, un cat&lico romano ingl5s, e/coriaba las %ergonzosas mitolog$as tanto de los (unionistas) como de los republicanos irlandeses. -n un cap$tulo posterior destaca el crudo sadismo y criminalidad presentes entre los terroristas y sus partidarios en ambos bandos, republicanos y unionistas.
8o que urleigh no tolera son las mitolog$as sin respaldo hist&rico que conducen a personas inteligentes a simpatizar con ideolog$as y criminales. Mientras da la bien%enida al cese de la %iolencia que sigui& al cuerdo de Viernes Santo en 1BB, argumenta que se logr& a costa de un ele%ado precio" rlanda del Rorte est ahora gobernado por un (condominio) de mo%imientos pol$ticos e/tremistas que ha rati#cado de facto la sectaria partici&n de lster. -l acuerdo de paz ha de!ado muchas (reas republicanas fuera del efecto del control policial y de los tribunales ordinarios). Por el momento, los seis condados de lster que conforman rlanda del Rorte se han escapado de un estado de naturaleza hobbesiano, un desarrollo de los acontecimientos que debe ser muy bien%enido. Ro obstante, ser$a a todas luces incorrecto llamar a los presentes acuerdos una %ictoria del imperio de la ley que tu%o como resultado una sociedad democrtica normal.
*elirio anarquista
urleigh dedica un segundo cap$tulo hist&rico al terrorismo (negro), a la teor$a y prctica del anarquismo. 8os anarquistas practicaban la (propaganda por los hechos). Su implacable campa0a de terror y asesinatos a #nes del siglo QQ e inicios del QQ contra reyes, presidentes y miembros de la alta sociedad origin& un temor casi hist5rico de una (conspiraci&n uni%ersal) que amenazaba con soca%ar los fundamentos mismos de orden ci%ilizado. lgunos te&ricos del anarquismo, como el pr$ncipe ruso @ropotNin, e%itaban (el terror demencial) como (poner bombas en teatros y restaurantes). l mismo tiempo, aceptaban incoherentemente los (m+ltiples efectos) de una l&gica %iolenta que conclu$a que (una mala acci&n se saldar con otra), como escribe urleigh. -sto, esperaban, conducir$a a una (espiral de %iolencia que atacar$a debidamente a los gobiernos ms represi%os). Su ira estaba dirigida contra la (%iolencia estructural) de la sociedad burguesa y no hacia los actos terroristas de aquellos que deseaban establecer un orden social sin !erarqu$a o coerci&n. Ttros te&ricos del anarquismo abogaron ms abiertamente por el terror
como un #n en s$ mismo. -l alemn @arl >einzen escribi& un espeluznante ensayo en 1B=2, (sesino), en el que llamaba a sus compa0eros re%olucionarios a %i%ir y respirar el asesinato como su (consigna), (respuesta), (necesidad), (argumento) y (refutaci&n). Como apunta urleigh, >einzen cre$a que los re%olucionarios de 1Beinzen, matar a (todos los representantes del sistema de %iolencia y asesinato que gobierna al mundo y lo de!a hecho a0icos). Para los anarquistas, nunca ha habido un orden pol$tico %erdaderamente leg$timo en toda la historia de la humanidad. -l orden social mismo era una conspiraci&n de cl5rigos y pr$ncipes en contra de los derechos y dignidad de los indi%iduos comunes. -%ocando de alguna manera a los nihilistas rusos y a los re%olucionarios !acobinos ms fanticos, >einzen a#rmaba que (el camino de la humanidad se e/tiende sobre la cima de la crueldad). Como muchos otros te&ricos de la %iolencia ilimitada como instrumento de emancipaci&n pol$tica y social, >einzen combin& el perfeccionismo moral y social con una indulgencia nihilista hacia el (terrorismo indiscriminado). Pero este hombre de #era y (f5rtil imaginaci&n) nunca mat& a una mosca. ncluso se estableci& en una %ida de encantadora domesticidad luego de mudarse a los -stados Unidos y #!ar su residencia en oston en 1B?H. Ttros anarquistas se sent$an atra$dos a la %iolencia como modo de %ida porque ella se (des%inculaba de teor$as que parec$an frustrar la acci&n). urleigh se concentra en el caso de Johann Most, el anarquistaterrorista alemn ridiculizado por sus cr$ticos como (Keneral oom oom) por su incesante ad%ocaci&n a la (propaganda por los hechos). -n las memorables y perturbadoras palabras de Most, la tarea del anarquista era (disparar, quemar, apu0alar, en%enenar y bombardear). Most termin& en Rorteam5rica, donde se con%irti& en el amante de -mma Koldman, que complac$a a las audiencias en el circuito de oradores radicales, y como te&rico del terrorismo con dinamita. 8os anarquistas como Most estaban acti%amente in%olucrados en promo%er *e intentar radicalizar * el conicto laboral masi%o en los -stados Unidos en la d5cada de 1BBH. 8a agitaci&n era lo su#cientemente real, pero la reacci&n fue desafortunadamente, seg+n argumenta urleigh, a menudo sobrealterada. -/ist$a por cierto una (nternacional Regra) comprometida con e/tirpar la (ci%ilizaci&n burguesa). Wsta no era, como insisten algunos acad5micos, (un producto de la a#ebrada imaginaci&n burguesa). Ro obstante, este mo%imiento anarquista descentralizado fue tomado por muchos de quienes estaban en posiciones de poder como (una sola conspiraci&n) %asta y misteriosa. Muchos la culpan por (una mezcla de atrocidades terroristas), as$ como l;aeda algunas
%eces es culpado, (y ellos oportunamente toman cr5dito), por actos terroristas que son resultado de iniciati%as locales e indi%iduales. >ay una saludable ad%ertencia impl$cita en la discusi&n de urleigh acerca del terrorismo (negro). narquistas en Irancia, -spa0a, talia, Kran reta0a y los -stados Unidos en%ueltos en ataques aleatorios de %iolencia, %olando caf5s, edi#cios de gobierno y &peras e incluso en huelga en el /reenwich 1ar+ de 8ondres. -ntre 1B< y 1H1, hubo una a%alancha de asesinatos de !efes de -stado 9el Primer Ministro de -spa0a, el rey de talia y el presidente 3illiam Mc@inley fueron algunas de las %$ctimas: que hizo de este per$odo (ms letal para los gobernantes que ning+n otro en la historia moderna). Ro obstante lo horribles que fueron estos despliegues de %iolencia anrquica, nunca estu%ieron cerca de derrocar a la autoridad estatal leg$tima o de desarraigar los fundamentos del orden ci%ilizado. Sin embargo, temerosos de una in%asi%a y omnicomprensi%a conspiraci&n anarquista, los l$deres y el pueblo a %eces perdieron la cabeza. 8a ciudad de Chicago construy& (un enorme y forti#cado dep&sito de armas) e insisti& en establecer una di%isi&n armada regular a tan solo treinta millas para mantener a raya a las hordas anarquistas. -l presidente Eheodore Loose%elt tom& duras medidas contra la peste anarquista y cre& nue%as leyes inmigratorias que apuntaban a mantener a los anarquistas reales o imaginarios fuera del pa$s. Ro cabe duda de que cierta %igilancia ante el terrorismo anarquista era prudente y necesaria. Pero tambi5n lo era mantener estas amenazas en perspecti%a y no sucumbir a la ilusi&n apocal$ptica de que (todo) estaba de alguna manera diferente como resultado de la %iolencia desatada por asesinos nihilistas 9como algunas %eces se a#rmaba luego de los ataques terroristas del 11 de septiembre a los -stados Unidos:. -sa es la lecci&n que urleigh saca de los escritos del gran no%elista anglo polaco Joseph Conrad. 8os anarquistas descritos en su clsico de 1HA, El agente secreto) estaban $ntimamente modelados a partir de terroristas anarquistas y nihilistas como MiNail aNunin, Johann Most y algunos de los principales dinamiteros fenianos de ese tiempo. Conrad describe %$%idamente a hombres mezquinos y en mal estado cuya (miseria moral) destaca (por deba!o de su grandioso discurso apocal$ptico). Su urgencia por destruir les da un ilusorio sentido de (poder y prestigio personal). -sta combinaci&n de desali0o con un grandioso sentido de su propia importancia y una urgencia nihilista por destruir caracterizar$an posteriores encarnaciones del impulso terrorista que urleigh describe en su libro. 8os terroristas palestinos que formaron parte de los escuadrones de ataque de (Septiembre Regro) 9recordados sobre todo por su inadmisible ataque a la delegaci&n ol$mpica israel$ en M+nich en 1A2:, los
(mimados ni0os ricos) que formaron parte de las rigadas Lo!as italianas, la pandilla de aaderMeinhof de la d5cada de 1AH y 1BH y los terroristas egipcios y sauditas que planearon y lle%aron a cabo los ataques terroristas del 11 de septiembre son todos ricamente iluminados cuando se medita acerca del retrato que hace Conrad de sus esculidas personalidades como perpetradores del terrorismo moderno. urleigh reconoce que dicha meditaci&n no sustituye la #rme respuesta a aquellos que dedican su %ida a la (destrucci&n de todo lo que es), como lo pone el luntico profesor de El agente secreto. Pero esa ree/i&n pro%ee una %acuna en contra de la tentaci&n de romantizar, simpatizar o, de alguna manera, e/culpar a los terroristas cuyas (doctrinas infernales) a0aden (demencia moral) a su (miseria moral).
La tentación ni)ilista
-n el cap$tulo 2 de .angre y ra&ia , urleigh %uel%e a un tema central de sus anteriores obras 1oder terrenal y 3ausas sagradas" la con%ersi&n de un segmento de la intelligentsia rusa a la causa del nihilismo re%olucionario. Como bien obser%a urleigh, pertenecer a la intelligentsia rusa no ten$a nada que %er per se con tener educaci&n o con ser miembro de las clases profesionales. 8a intelligentsia , ms bien, era una subsecci&n de las clases educadas marcada por (una suscripci&n conformista a estas supuestas ideas progresi%as como el ate$smo, el socialismo y la re%oluci&n). 8a intelligentsia rusa, por lo general liberales de mente occidental que pertenec$an al @adet o al Partido Constitucional Democrtico, se negaban a %er enemigos en la izquierda o a condenar el terrorismo como principio. 8es dieron en el gusto a fuerzas pol$ticas rusas que se opon$an ine/iblemente a las reformas, sin importar cun ben5#cas fuesen para las %idas de los rusos comunes y corrientes. 8os terroristas (populistas) de la d5cada de 1B?H y 1BAH intentaron derrocar al zar le!andro , a pesar de sus a%ances en la abolici&n de la ser%idumbre, la modernizaci&n de los tribunales de !usticia y el e!5rcito, la introducci&n de los !uicios con !urado, el establecimiento de los Kemstvos o conse!os rurales en Lusia y la concesi&n de cierta autonom$a para las uni%ersidades. Cuando el zar le!andro fue asesinado por los terroristas de la Naródnaya Lolya 9Voluntad Popular: en
1BB1, estaba a punto de introducir un conse!o asesor, incluyendo representantes electos por la sociedad ci%il, que habr$a acercado a Lusia a un gobierno constitucional. Su asesinato solo incenti%& a los reaccionarios y condu!o a un cuarto de siglo de un r$gido gobierno autocrtico. Dostoie%sNi realiz& una astuta y profunda cr$tica al nihilismo que, seg+n predi!o, conducir$a a una forma de opresi&n sin precedentes en la e/periencia humana. urleigh cita y comenta las tempranas profec$as que Dostoie%sNi pone en boca del nihilista Shigale% en su obra maestra "os poseídos 9tambi5n conocida como "os demonios:" (-stoy perple!o por mis propios datos y mi conclusi&n es una directa contradicci&n de la idea desde la que parto. Comenzando desde la libertad ilimitada, llego al despotismo absoluto. Debo a0adir, sin embargo, que no puede haber otra soluci&n al problema social que el m$o). Pre%5 la muerte de (cientos de millones) para realizar una utop$a que implica un espiona!e total dise0ado para eliminar el mbito pri%ado. -n orden de lograr la igualdad humana, (a Cicer&n se le cortar la lengua, a Cop5rnico se le sacarn los o!os y ShaNespeare ser drogado). -n lugar de intentar mezclar !uiciosamente lo me!or de las tradiciones culturales y espirituales rusas con el constitucionalismo y el imperio de la ley, la sociedad educada hizo la %ista gorda a la (locura metaf$sica) 9citando nue%amente la formulaci&n de urNe: proferida por los (demonios) re%olucionarios rusos. Cuando la re%olucionaria populista Vera asulich 9que alguna %ez mantu%o correspondencia con Mar/: dispar& e hiri& al !efe de la polic$a de San Petersburgo a plena luz del d$a en enero de 1BAA, un !urado conformado por sus pares tu%o el descaro de absol%erla. -sta indulgencia hacia el terrorismo de ala izquierda continuar$a incluso despu5s de la introducci&n de un orden constitucional en Lusia en octubre de 1H=. -l mo%imiento terrorista Naródnaya Lolya y sus aliados mataron a casi cien personas, entre ellos al zar. 8os mar/istas radicales y los miembros del Partido Social Le%olucionario que aterrorizaron Lusia desde 1H? en adelante mataron a miles, incluyendo un gran n+mero de ci%iles inocentes. -ncontraron su competencia en la #gura de Pyotr Stolypin, Primer Ministro de Lusia en 1H?111 y un hombre de -stado de inusual inteligencia y determinaci&n. Stolypin estaba empe0ado en terminar con el terror re%olucionario de una %ez por todas, en con%ertir a los campesinos rusos en propietarios y en establecer un -stado al mismo tiempo fuerte y libre. Stolypin, la +ltima esperanza de Lusia para escoger el sendero de la reforma inteligente sobre la re%oluci&n nihilista, fue asesinado por Dmitri ogro%, un agente doble de la polic$a secreta y del Partido Social Le%olucionario, en la pera de @ie% en agosto de 111. Cuando
el -stado imperial ruso, debilitado como estaba por la e/tendida guerra mundial, sucumbi& a las tormentas re%olucionarias de 11A, el camino estaba abierto para que las sectas re%olucionarias rusas ms seguras de s$ mismas, me!or organizadas y conspirati%as, llegaran al poder. 8os bolche%iques, comprometidos con el terrorismo de -stado como cuesti&n pol$tica 9su ob!eti%o era (purgar a Lusia de todos los insectos peligrosos) *(enemigos del pueblo), como los llam& 8enin en 11B*:, se basaron en los %iolentos hbitos y talentos de los antiguos demonios. 8os liberales rusos no eran simplemente los (tipos buenos) en una lucha entre la derecha autocrtica y la izquierda re%olucionaria. De hecho, escribe urleigh, (el liberalismo estaba representado por los +adets re%olucionarios con su sua%e tolerancia a la terrible %iolencia terrorista). -stos son los mismos liberales sua%es que gobernaron Lusia por un bre%e per$odo luego de la Le%oluci&n de Iebrero de 11A y que prepararon el camino a los bolche%iques que llegaron al poder en la Le%oluci&n de Tctubre de ese a0o. -ste patr&n de indulgencia izquierdoliberal, o al menos ceguera, hacia el totalitarismo y terrorismo re%olucionarios se e/tender$a notablemente en -uropa occidental en la d5cada de 1?H y 1AH. -n 1A2, leNsandr Solzhenitsyn suger$a que algo como la intelligentsia rusa estaba en proceso de renacer entre las 5lites intelectuales de -uropa occidental. -stas 5lites estaban escla%izadas ba!o lo que Dostoie%sNi hab$a llamado (peque0as nociones progresistas). Como sus antepasados ideol&gicos de cien a0os antes, estos intelectuales de izquierdaliberal se negaban a reconocer enemigos en la izquierda. -n un cap$tulo fascinante, (J&%enes blancos y culpables" las rigadas Lo!as y la Iacci&n del -!5rcito Lo!o), urleigh presenta una gran cantidad de e%idencia para respaldar este !uicio. -n el proceso, restaura %i%amente un momento en la historia de la democracia europea que corremos el riesgo de ol%idar.
'6dicción ideológica( o el giro al terrorismo en Europa occidental
l discutir el ambiente intelectual de -uropa occidental durante la d5cada de 1?H y 1AH, urleigh hace referencia a los semiintelectuales que se con%irtieron
en (adictos a la ideolog$a). Por quince a0os, talia fue desgarrada por terroristas de izquierda, principalmente por las rigadas Lo!as, pero tambi5n por (grup+sculos armados) armados) ri%ales ri%ales como 1rima "inea. -ntre 1? y 1BA, talia sufri& 1<.=1 ataques terroristas terroristas,, con <1 personas personas asesinadas asesinadas y otras 1.1B2 heridas. heridas. lgunos militantes militantes de la e/tr e/trem emaa dere derech cha, a, desi desilu lusi sion onad ados os con con los los esfu esfuer erzo zoss del del neof neofas asci cist staa Mo%imiento Social taliano para entrar a la pol$tica con%encional y creyendo en la nece necesi sida dad d de (form (formar ar un -sta -stado do au auto tori rita tari rio), o), lanz lanzar aron on nu nume mero rosos sos ataq ataque uess e/plosi%os que terminaron con la %ida de 17 personas. Pero las rigadas Lo!as representaron la mayor amenaza e/istencial. biertamente pusieron el blanco en representantes del -stado italiano, prominentes empresarios, y en todos aquellos intelectuales y acad5micos que tu%ieran el cora!e de criticar sus actos per%ersos. 8a era estu%o marcada por una (e/perimentaci&n conformista) y por lo que urleigh ingeniosamente llama (pasi&n moralizadora %isceral), causada por un desd5n unilateral por la sociedad burguesa y, al mismo tiempo, por una reacci&n iracunda hacia (conictos remotos) en m5rica 8atina y el Sudeste asitico. 8as uni%ersidades eran, escribe, (una piscina de fanatismo que alimentar$a casi dos d5ca d5cada dass de terr terror oris ismo mo ro!o ro!o). ). -n tal talia ia,, los los terr terror oris ista tass 9y sus sus ap apol olog ogis ista tass inte intele lect ctua uale les: s: fuer fueron on atra atra$d $dos os desd desdee el cato catoli lici cism smoo y el Parti artido do Comu Comuni nist sta. a. Progresistas seculares y religiosos se unieron en apoyo de la radical transformaci&n mesinica del orden e/istente. Eoda -uropa occidental tend$a a %er el (fascismo) en todas partes. ntelectuales italianos y alemanes, en particular, perdieron la capacidad para distinguir el autoritarismo de las instituciones de autoridad. 8os miembros de la rigada Lo!a taliana y la Iacci&n del -!5rcito Lo!o lemn, as$ como sus simpatizantes ideol&gicos, no pod$an %er ninguna diferencia entre la democ democra raci ciaa libe libera ral,l, au aunq nque ue impe imperf rfect ectaa y pros prosai aica ca,, y un -sta -stado do tota totali lita tari rioo militarizado. -n lemania, abogados radicales manipularon el sistema legal para entregar mensa!es y pro%eer soporte material a terroristas con%ictos. Iinalmente, algunos se con%ir con%irtie tieron ron en terror terrorist istas. as. nclus nclusoo algunos algunos acti%i acti%ista stass lib libera erales les de izquie izquierda rda compararon, con descaro, el destino de estos mimados con%ictos terroristas con el de los !ud$os en uschYi[. -n talia, el ide&logo radical %anguardista ntonio Regri se mo%i& desde el catolicismo de izquierda al terrorismo re%olucionario casi sin pensarlo. Pronto estu%o en%uelto en acti%idades terroristas, huyendo a Irancia !usto cuando su inmunidad parlamentaria estaba a punto de ser remo%ida. 8uego de retornar a talia muchos a0os despu5s y pasar seis a0os en la crcel, Regri %ia!& por todo el mundo como una celebridad intelectual. Empire 92HHH:, una ilegible cr$tica a la globalizaci&n capitalista que escribi& en coautor$a con el profesor de DuNe DuNe Mi Mich chae aell >ard >ardt, t, cont contin in+a +a sien siendo do un impo import rtan ante te pu punt ntoo de refer referen enci ciaa
intelectual en el encla%e izquierdista de la academia conocida como (estudios culturales). Por su parte, JeanPaul Sartre, ese infatigable defensor de la tiran$a y el terror re%olucionario, %isit& al terrorista alemn ndreas aader en la prisi&n para darle apoyo por sus que!as infundadas infundadas sobre las (atroces) (atroces) condiciones condiciones en las que estaba estaba reteni retenido. do. Pri Pri%a %adame damente nte,, Sartre Sartre admiti admiti&& sentir sentir repuls repulsi&n i&n por aader aader y murmur& a sus amigos que era un (idiota). Demasiado para la buena fe del autoproclamado (#l&sofo de la libertad). 8a mayo mayor$ r$aa de los inte intele lectu ctual ales es eu euro rope peos os occid occiden enta tale less ni siqu siquie iera ra se acercaron a Regri o Sartre en su apoyo al nihilismo re%olucionario. Sin embargo, este per$odo de la historia de -uropa occidental e/periment& una e/plosi&n de un sentimentalismo radical y grotesco autodesprecio entre algunos de los principales bene#ciarios de la ci%ilizaci&n occidental. -n esto se parece al ambiente intelectual y cultural que predomin& en Lusia desde 1B?H en adelante. Como se0ala urleigh, hacia #nes de la d5cada de 1?H la izquierda radical ya no ten$a fe en las inclinaciones liberales del socialismo so%i5tico. -l r5gimen se hab$a %uelto muy burocrtico y escler&tico para ser un ob!eto plausible de esperanzas ut&picas. Como ya hemos comentado en el cap$tulo =, en lugar de eso miraron a reg$menes y l$deres le!anos de los cuales sab$an poco o nada *Castro y Kue%ara en Cuba, Mao y Chou -nlai en China*. Con mayor frecuencia apoyaron la re%oluci&n como una maner maneraa de negar negar lo que que consi conside dera raro ronn como como el mal mal +lti +ltimo mo *l *laa (tole (tolera ranc ncia ia represi%a) de la sociedad burguesa* e imaginaron que un futuro libre y humano de alguna manera surgir$a de esta negaci&n re%olucionaria. Seguramente, esto cali#ca como (demencia moral). fortunadamente, la opini&n p+blica se mantu%o, en su mayor parte, en posiciones conser%adoras, apoyando con consistencia a partidos y gobiernos de centroderecha y centroizquierda en contra de los e/tremismos. la larga, los gobi gobier erno noss occi occide dent ntal ales es se basa basaro ronn en el cruc crucia iall test testim imon onio io de terr terror oris ista tass arrepentidos, en el agotamiento y la disoluci&n de los mo%imientos armados mesinicos, y en medidas contraterroristas cada %ez ms efecti%as para poner #n a 2H a0os de erupci&n de locura ideol&gica. 8a pregunta que pre%alece es por qu5 un segmen segmento to inuy inuyent entee de la 5lite 5lite europea europea mostr& mostr& simpat simpat$a $a por re%olu re%olucio cionar narios ios armados armados que que eran eran adictos adictos a abstra abstracci ccione oness ideol&g ideol&gica icass e incons inconscie ciente ntess de las opci op cion ones es po pol$ l$ti tica cass real reales es disp dispon onib ible less dent dentro ro de las las mode modern rnas as soci socied edad ades es democrticas industriales. urleigh argumenta acertadamente que, en contraste con los mo%imientos terroristas de los ?H y AH, es imposible para los intelectuales progresistas simpatizar con los ob!eti%os ideol&gicos de los islamistas radicales. 4;u5 4;u5 supues supuesta ta espera esperanza nza podr$an podr$an tener tener en el establ establecim ecimien iento to de un cal califa ifato to islmico uni%ersal y una %ersi&n draconiana de la ley sharia6 Pero un residuo del
antiguo nihilismo re%olucionario persiste en c$rculos intelectuales progresistas hoy en d$a. Tccidente toda%$a es %isto como una ci%ilizaci&n esencialmente (culpable). Muchos intelectuales y semiintelectuales estn dispuestos a e/cusar o al menos relati%izar los cr$menes de los enemigos ms fanticos de Tccidente. Mientras tanto, las 5lites europeas tienden a dar por sentado que la aplicaci&n de las leyes que #nalmente fueron las adecuadas para enfrentar al terrorismo dom5stico en talia y lemania, o que fueron los medios principales para luchar contra la -E o el L, ser su#ciente para enfrenar la amenaza global presentada por l;aeda y otros e/tremistas islmicos. Sin embargo, hay poca e%idencia para respaldar este !uicio e/cesi%amente optimista.
Islam e islamismo: religión y religión poltica
-n el cap$tulo cap$tulo ms e/tenso e/tenso de .angre y ra&ia , (Labia mundial" terrorismo islmico), urleigh %uel%e al anlisis del islam que realiza en los cap$tulos #nales de 3ausas sagradas. -n 5l, el autor hace un recuento de los acontecimientos que condu!eron a los ataques terroristas de 11 de septiembre de 2HH1. Da cuenta de las ra$c ra$ces es inte intele lect ctua uale less del del e/tr e/trem emis ismo mo isl islmi mico co de Sayy Sayyid id ;u ;utb tb,, el ide& ide&lo logo go antioccidental cuyos escritos inspiraron a la >ermanad Musulmana, al trastornado (occidentalismo) 9Tccidente como la ra$z de todos los males:, antisemitismo y la promoci&n del terror mundial por Tsama in 8aden y su red l;aeda. Ro obsstan ob tante, te, en 3ausas sagradas urleigh gh desafor desafortun tunada adamen mente te e/ager e/ageraa el asunto asunto sagradas urlei cuando sugiere que el terrorismo islamista fue en aspectos importantes (una %ersi&n encubierta de las ideas y mo%imientos que ocurrieron en las sociedades occid occiden enta tale less mode modern rnas as). ). Como Como resu result ltad ado, o, conce concede de mu much choo a t5rm t5rmin inos os como como (islamofascismo) e (islamobolche%ismo) que confunden ms que clari#can. lo largo de 3ausas sagradas) sagradas) urleigh e%it& con sumo cuidado la (terrible simpli#caci&n), tan difundida en nuestro tiempo, que transforma un mo%imiento ideol&gico de alguna especi#cidad hist&rica *fascismo* en un s$mbolo general de cualquier cosa represi%a, autoritaria y propensa a la %iolencia. -l fascismo ten$a el ladrid ladridoo ms furios furiosoo 9Muss 9Mussolin olinii pro procla clamab mabaa ostent ostentosam osament entee sus aspira aspiracio ciones nes
totalitarias:, pero la mordida ms inofensi%a de cualquiera de las religiones pol$ticas del siglo QQ. Sin duda, las corrientes islamistas tienen algo de la a%ersi&n, propia de los totalitarismos occidentales, al desarraigo caracter$stico de las sociedades de masa urbanas e industriales. Pero es un error considerarlos como una mera (%ersi&n encubierta) o una %ariante religiosa local de los totalitarismos europeos del siglo QQ. -n .angre y ra&ia , urleigh a0ade una importante correcci&n a sus te/tos anteriores. Se muestra ms esc5ptico frente a t5rminos como (islamofascismo) e (islamobolche%ismo), pues resultan imprecisos y porque corren el riesgo de (condenar) al islam como un todo. Eambi5n tienden a confundir toda forma de fundamentalismo islmico con terrorismo e/tremo. urleigh habla entonces de los yihadistassala#stas, quienes declaran la (guerra santa) a los in#eles y a todos aquellos que consideran como seudomusulmanes" ans$an la restauraci&n de la gloria islmica apoyando el establecimiento de un califato islmico uni%ersal y (buscan lle%ar a cabo una transformaci&n %iolenta de las sociedades 9islmicas: en -stados islmicos). 8os cl5rigos y te&ricos sala#stas sue0an con una utop$a donde los musulmanes %uel%an a (los sabios fundadores que rodeaban a Mahoma). -ste sue0o implica un re%isionismo hist&rico de la peor clase, ya que el islam ha sido end5micamente propenso a la di%isi&n *un (imperio sin emperador), en palabras de un acad5mico* desde la muerte de Mahoma. urleigh est en lo correcto al distinguir al islam yihadistasala#sta del islam en su con!unto. Pero la (testarudez) de los radicales, rechazando los l$mites de la ley moral y la dignidad inherente al ser humano en cuanto tal, est presente en poderosas corrientes dentro del propio islam hist&rico. -ste es un dilema que enfrenta cualquier persona que pertenezca a un sector moderado de los musulmanes en el mundo moderno. -l %oluntarismo radical de un Dios cuya %oluntad se niega a doblegarse incluso frente a la raz&n y la di%inidad, la di%isi&n de la humanidad entre la (casa de la sumisi&n) y la (casa de la guerra), la tradici&n de reducir a la (gente del libro) a la dhimmitudeM( o peor, la ausencia de cualquier distinci&n fundamental entre las cosas de Dios y las cosas del C5sar son todos ingredientes del radicalismo islmico que hunde algunas de sus ra$ces en el islam hist&rico mismo 9todos estos temas estn descritos con gran intuici&n y precisi&n en el discurso en Latisbona del papa enedicto QV, en septiembre del 2HH?:. -l 5nfasis de los radicales es unilateral e ignora cualquier tendencia atenuada dentro de la tradici&n islmica en sentido amplio. Pero el punto cla%e no deber$a e%adirse" los islamistas a0adieron creati%amente algunos ingredientes ideol&gicos distinti%amente modernos *as$ como una actitud estrictamente utilitaria a la tecnolog$a moderna* a una mezcla ya %oltil.
+onclusiones
-n las pginas #nales de su libro, urleigh llama a los gobiernos occidentales a comprometerse con un esfuerzo sostenido en la diplomacia p+blica y en el mbito cultural con los cientos de millones de musulmanes en Medio Triente que (no ans$an una dictadura de los mullahs). -s particularmente cr$tico a las ilusiones multiculturales y a la correcci&n pol$tica que por muchos a0os ha impedido los esfuerzos para enfrentar la amenaza del islam radical en pa$ses como Kran reta0a y los Pa$ses a!os. nhela una 5poca donde rigurosos (te&logos como Leinhold Riebuhr y Paul Eillich sab$an c&mo responder al mal sin caer en ambig\edades). Un autoproclamado (realista conser%ador), urleigh rechaza tanto los e/cesos del neoconser%adurismo como la tendencia europea a reducir la lucha contra el terrorismo a un asunto de patrulla!e efecti%o y refuerzo de la ley. Sus sugerencias prcticas son en su mayor$a sobrias y sensibles y capaces de inquietar solo a aquellos que niegan que el mundo occidental est5 comprometido con una (guerra contra el terrorismo), por problemtica que sea esta e/presi&n. Sin embargo, el inter5s real de su libro radica en otra parte. .angre y ra&ia se distancia de otros traba!os sobre la materia porque es un libro que e/pande nuestra memoria hist&rica y tiene el poder de dar forma a un !uicio moral y pol$tico maduro. simismo, al tiempo que e/tiende luces sobre la alarmante indulgencia de algunos intelectuales modernos hacia la tiran$a y el terrorismo en sus %ariadas formas, el traba!o de urleigh proporciona una necesaria gu$a para confrontar la intimidaci&n que signi#ca el islamismo a los %alores ci%ilizados. l mismo tiempo, pro%ee una ad%ertencia saludable contra la e/ageraci&n de la amenaza e/istencial que aquel otro paradigma supone a la ci%ilizaci&n occidental. -ste prudente pero riguroso realismo conser%ador es particularmente necesario en nuestro tiempo.
Parte B: >n conservadurismo )umano y moderado
;. El modelo de Daymond 6ron de conservadurismo democr!tico
a hemos tenido numerosas ocasiones para discutir acerca de la ree/i&n pol$tica de Laymond ron 91H=1B7:, un liberal conser%ador que proporciona un modelo inimitable del #l&sofo pol$tico como educador ci%il. -s oportuno terminar nuestras consideraciones sobre los fundamentos conser%adores del orden liberal con un anlisis de la rica, mesurada y dial5ctica concepci&n del (conser%adurismo democrtico) de ron. Su %ida y escritos encarnan el me!or legado de la lustraci&n y, al mismo tiempo, muestran que la defensa de la libertad e/ige cora!e y moderaci&n, as$ como una #delidad considerada, autocr$tica y decidida a la herencia de la ci%ilizaci&n occidental. -n sus columnas en "e 'igaro 91al5%y* que buscaba un camino medio entre un romanticismo re%olucionario y una nostalgia reaccionaria. Como tal, era un elocuente cr$tico de lo que Eocque%ille llam& la (pol$tica literaria), la tendencia de los intelectuales modernos a !uzgar las prosaicas pero decentes sociedades democrticas desde estndares ut&picos que no han sido *y no pueden ser* nunca lle%ados a cabo. Ro tiene ninguna simpat$a por el radicalismo del Eercer Mundo, pero ya en 1=? argumentaba sobre la ine%itabilidad de la independencia argelina sobre bases prcticas o pragmticas. Cr$tico del centralismo del sistema uni%ersitario franc5s, que a su !uicio necesitaba
desesperadamente una reforma, fue, como hemos %isto, uno de los principales cr$ticos del ataque a la uni%ersidad liberal de mayo de 1?B. Como ha obser%ado Pierre Manent, aunque no era ning+n apologista del gaullismo, ron se sinti& fuertemente interpelado por la idea de que la ;uinta Lep+blica Irancesa pod$a %enirse aba!o por las agitaciones re%olucionarias de Daniel Cohnendit y los de su clase. mi modo de %er, ron es me!or comprendido, por lo menos en su rol p+blico, como un educador c$%ico. Plante& cuestiones pol$ticas desde el punto de %ista del ciudadano y del hombre de -stado responsable, y cuando ofrec$a conse!os pol$ticos a sus conciudadanos siempre se preguntaba" (4;u5 har$a yo si estu%iera en el lugar de los ministros6). >ab$a una amplitud en sus apro/imaciones que era admirada por personas de todo el espectro ideol&gico 9aunque parte de la intelectualidad de izquierda persisti& en la per%ersa creencia de que (era me!or estar equi%ocado con Sartre que en lo correcto con ron):. ctualmente, en Irancia hay una creciente tendencia de los hombres de izquierda de sua%izar a ron, de reclamarlo para la socialdemocracia, para el campo del liberalismo de izquierda. Ro obstante, el gran obstculo para esta apropiaci&n es el anticomunismo de ron, su consistente apoyo a los partidos de centroderecha en los a0os posteriores a la Segunda Kuerra Mundial y su menosprecio por el (pensamiento del ?B), aquel re%olti!o de anarquismo, posmodernismo, libertarismo de izquierda y antinomianismo, que 5l cre$a constituti%os de una sola inuencia decisi%a en los acontecimientos de mayo. 8os cincuenta a0os de compromiso p+blico de ron estu%ieron guiados por una distinti%a noci&n de conser%adurismo democrtico, central para su comprensi&n de responsabilidad pol$tica. -n una era de ideolog$as, ron desa#& la complacencia de las 5lites democrticas y actu& como un educador c$%ico en una sociedad francesa desgarrada por di%isiones doctrinarias ms pronunciadas que aquellas presentes en las democracias ms estables del mundo anglosa!&n. Pero es mucho lo que los ciudadanos de las democracias angloparlantes pueden aprender de los esfuerzos de Laymond ron no solo por derrotar las e/presiones ideol&gicas de pensamiento y acci&n, sino tambi5n de su prctica pol$tica responsable y de su modelo de conser%adurismo moderado y humano.
Liberarse del 'progresismo super%cial(
ron comenz& la d5cada de los 7H siendo paci#sta y socialista sus con%icciones pol$ticas eran ms o menos indistinguibles de la mayor$a de sus pares en un ambiente parisino de izquierda liberal y secular. -l punto de quiebre de ron *la etapa %erdaderamente formati%a de su educaci&n pol$tica* fueron los tres a0os que permaneci& en lemania al borde del abismo. Como acad5mico de la Uni%ersidad de Colonia y luego como residente de la Maison cad5mique en erl$n, ron fue testigo de la agon$a de la Lep+blica de 3eimar y del surgimiento del monstruosamente autocon#ado mo%imiento nacionalsocialista. Como se0al& ron en su clase inaugural de 1AH en el Coll_ge de Irance 9(Sobre las condiciones hist&ricas del soci&logo):, fue durante esos a0os que se cur& a s$ mismo del (progresismo super#cial) *la creencia de que (la historia obedece automticamente a los dictados de la raz&n)* y se aferr&, (no sin esfuerzo, a la esperanza). Su e/periencia directa del surgimiento del nacionalsocialismo en lemania *la quema de libros sospechosos en erl$n tu%o un impacto particular en 5l* lo lle%& a rechazar aspectos importantes de la educaci&n uni%ersitaria que hab$a recibido en Irancia. -l esp$ritu que animaba esa educaci&n era, seg+n la %isi&n de ron, carente de un sentido de lo trgico, inconsciente de las realidades pol$ticas discernibles en la lectura atenta de rist&teles y Maquia%elo, y muy con#ado en el poder de la ciencia (positi%a) de pro%eer los fundamentos (racionales) de un mundo humanizado. 8a con#anza dual de la uni%ersidad francesa en la ciencia y el socialismo, su determinismo social y su optimismo end5mico respecto a (los resultados de largo alcance) lleg& a su culmen en una (ciencia de la sociedad) apol$tica del tipo durNheimiano. Eal apro/imaci&n *ms sociologismo que ciencia social* ten$a poco que decir acerca de un mundo confrontado a (tormentas hist&ricas) sin precedentes, y ron nunca de!& de e/presar su (alergia) hacia ella. Iue durante su estad$a en lemania que ron descubri& el pensamiento de Ma/ 3eber y otros representantes de la sociolog$a alemana. Como ha se0alado Pierre Manent, 3eber *con su admirable honestidad intelectual y amor a la %erdad, su defensa del indeterminismo hist&rico, su pesimismo respecto a la
reconciliaci&n +ltima de la ciencia y los %alores humanos* fue el (h5roe) de la !u%entud de ron. -n su madurez tendr$a y e/presar$a gra%es dudas sobre el pathos e/cesi%o y el (nihilismo nie[scheano) que empez& a %islumbrar ba!o la super#cie de las ree/iones metodol&gicamente austeras de 3eber. Sin embargo, continu& creyendo que los (l$mites de la ciencia, las antinomias del pensamiento y la acci&n) eran, tal como fueron articuladas por 3eber, (aut5nticas contribuciones para una descripci&n fenomenol&gica de la condici&n humana). Pero rechaz& la traducci&n de 3eber de 5stas a una (#losof$a de la discordia), que negaba la capacidad de la raz&n por s$ misma (para diferenciar entre %alores %italistas y logros razonables sus hip&tesis incluyen la total irracionalidad de las elecciones entre partidos pol$ticos o entre %arias imgenes del mundo en conicto, y la equi%alencia moral y espiritual de %arias actitudes *las del erudito y del demente, del fantico y del moderado*). -sta no es la ocasi&n para discutir la continuidad y las discrepancias de ron respecto a la ree/i&n sociol&gica y #losca de 3eber=7. 8a deuda es grande, como lo son las diferencias y di%ergencias que la acompa0an. asta con decir que, al articular su propia respuesta a las tragedias del siglo QQ, ron se mo%i& ms all de la sociolog$a alemana para recurrir a los ms amplios recursos de las tradiciones pol$ticas y #loscas occidentales. Su (Yeberianismo), su adquisici&n intelectual de la d5cada de 17H, fue subsecuentemente moderada y complementada por un %asto rango de pensadores *rist&teles, Eocque%ille y Montesquieu, entre ellos*, quienes le proporcionaron un terreno ms #rme que 3eber para elegir la decencia y la moderaci&n por sobre el fanatismo en todas sus formas.
La vo5 de 6ron: el discurso del 1C de 8unio de 1;4;
-l (liberalismo conser%ador) de ron o su (conser%adurismo democrtico), como lo llamaba a %eces, se hizo e%idente sobre todo en su discurso sobre (-stados democrticos y -stados totalitarios), que pronunci& en la Sociedad Iilosca Irancesa el 1A de !unio de 17. 8os argumentos que constituyen este discurso son esenciales para comprender la #losof$a pol$tica que gui& las inter%enciones de ron
en los debates pol$ticos e intelectuales franceses y occidentales en un per$odo de casi cuarenta y cinco a0os. -s la %isi&n de responsabilidad pol$tica que da forma a esa presentaci&n lo que separa a ron de la postura de la pol$tica literaria *una mezcla de ingenuidad, dogmatismo de izquierda y (compromiso) autodramatizado* t$pica de muchos intelectuales no solo de su tiempo, sino tambi5n del nuestro. (-stados democrticos y -stados totalitarios) no es menos notable por el tono de autoridad que lo conforma de principio a #n. 8a (%oz) de ron es inseparable de su argumento. Dirigi5ndose a una audiencia que inclu$a a algunos de los intelectuales ms inuyentes del per$odo de la preguerra, ron, de treinta y cuatro a0os, presenta sus argumentos con una autoridad, una razonada con#anza en s$ mismo que contradec$a su estatus relati%amente marginal en la %ida intelectual francesa en ese tiempo. -ra un hombre sin una posici&n acad5mica reci5n un a0o antes hab$a defendido su contro%ertida tesis doctoral, %ntroducción a la Hloso$ía de la historia -ste traba!o desa#& en5rgicamente los fundamentos intelectuales del positi%ismo y del progresismo hist&rico, e incluso pro%oc& acusaciones febriles de que ron hab$a sucumbido al pesimismo y a la desesperaci&n, y a un completo relati%ismo hist&rico. Sin duda, los dotes de ron fueron ampliamente reconocidos adems, era cercano a distinguidos soci&logos como C5lestin ougl5 y Wlie >al5%y, quienes estaban en el centro, o cerca del centro, de la %ida intelectual francesa. un as$, no debemos e/agerar sobre el carcter radical del desaf$o que ron plante& a una clase intelectual francesa que estaba satisfecha con sus ilusiones progresistas y que era aparentemente inconsciente de la guerra que se apro/imaba y que estaba a punto de destrozar lo que quedaba de la izquierda en la -uropa liberal. ron intenta alertar a sus interlocutores acerca de los peligros planteados por el imperialismo de los nue%os -stados (re%olucionarios), particularmente de la lemania nacionalsocialista, y por la decadencia y falta de resoluci&n colecti%a de las democracias europeas establecidas, especialmente Irancia. Mientras estaba con%encido de que la guerra estaba a la %uelta de la esquina, las democracias no parec$an conscientes de la naturaleza real del enemigo y de los urgentes pasos que hab$a que dar para reno%ar los -stados democrticos. 8a elecci&n de ron de la palabra (re%olucionaria) para caracterizar a la lemania nacionalsocialista no pod$a sino incomodar a aquellos en su audiencia que estaban comprometidos con una ideolog$a antifascista que identi#caba la re%oluci&n con los sacrosantos principios de 1AB, que mostraban indulgencia hacia los totalitarismos de izquierda y que equi%ocadamente tomaron a las nue%as 5lites germanas e italianas como una forma militarizada de dominaci&n aristocrtica y capitalista.
ron desde0aba esta distorsi&n (ideol&gica) de la realidad. unque las nue%as 5lites totalitarias hab$an cooptado con 5/ito a las antiguas 5lites italianas y alemanas y las usaron para sus propios #nes, eran fundamentalmente de carcter re%olucionario, sumergidas en un profundo odio hacia la 5tica cristiana y al ethos (burgu5s) que tomaron equi%ocadamente como una preferencia (corrupta) por el hedonismo y utilitarismo por encima de los ms altos ideales humanos. 8as nue%as 5lites re%olucionarias no solo rechazaron (las %ie!as formas de %ida familiar, de la %ida uni%ersitaria e intelectual), sino que adems repudiaron las %irtudes *(respeto por la persona, por la mente, por la autonom$a personal)* que estaban en el coraz&n de la ci%ilizaci&n liberal. 8as (%irtudes) que culti%aron los totalitarios en su lugar eran (esencialmente %irtudes de carcter militar, %irtudes de acci&n, de ascetismo, de de%oci&n).
Denovar la democracia desde sus fundamentos conservadores
Contrario a la complaciente ideolog$a antifascista y preocupado por la mitol&gica distinci&n entre la (izquierda buena) y la (derecha mala), ron recordaba a sus oyentes que las democracias deb$an ser, en el nue%o conte/to internacional, esencialmente (conser%adoras) y defensoras del legado de la ci%ilizaci&n cristiana y liberal contra el militarismo y nihilismo propios de los totalitarismos. -n respuesta a la amenaza totalitaria, llamaba a una reno%aci&n del liberalismo desde los fundamentos del (conser%adurismo democrtico). l igual que cualquier otro orden humano %iable y respetable, las comunidades liberales necesitaban recurrir a la entrega y la %irtud de sus ciudadanos. -ra infantil, o incluso peor, e%ocar al (fascismo) cada %ez que alguien propon$a reforzar la autoridad del -stado o seguir ciertos m5todos que eran tambi5n utilizados por (los reg$menes a los cuales combat$an). -l reci5n articulado conser%adurismo de ron ten$a un carcter #rmemente liberal. Leconoc$a la e/istencia de (l$mites a la inter%enci&n y coacci&n del -stado), as$ como de ciertas (condiciones sociales y econ&micas que son peculiares a un gobierno libre). -n un momento en que el liberalismo clsico estaba
completamente desacreditado entre los intelectuales europeos, ron insist$a en que no pod$a haber libertad pol$tica sin una (cierta libertad econ&mica). Mientras las sociedades liberales estaban obligadas a rechazar la militarizaci&n del -stado y la econom$a, deb$an apuntar a reconstruir una (5lite gobernante) *las palabras son de ron* (que no sea c$nica, ni cobarde, sino que tenga cora!e pol$tico sin caer en un maquia%elismo puro y simple). -sta elite gobernante deb$a tener con#anza en s$ misma y traba!ar por (restaurar en los gobiernos democrticos un m$nimo de fe o %oluntad com+n). ron articul& una concepci&n de autoridad democrtica en que las 5lites deb$an aprender a distinguir lo que es (esencial) para la idea democrtica de lo que es falso y autodestructi%o en ella. corde a lo me!or de la tradici&n liberal conser%adora, insist$a en que la (soberan$a del pueblo) no constituye una idea esencial, ya que (puede conducir hacia el despotismo tan fcilmente como hacia la libertad). 8o que es esencial es la legalidad o el imperio de la ley, as$ como un digno respeto por los seres humanos como personas y no como meros instrumentos para los (medios de producci&n o como ob!etos de propaganda). -sta noci&n de los seres humanos como personas imbuidas de conciencia y dignidad se debe a las tradiciones cristiana, liberal y Nantiana, y constituye un elemento esencial de la reconciliaci&n #losca y pol$tica de ron entre liberalismo y conser%adurismo. 8a concepci&n re%igorizada de autoridad democrtica que ron ten$a en mente no es (ni mgica ni irracional). Ro es %alidada automticamente por alguna ideolog$a abstracta de (soberan$a popular). ron teme que, sin fe en ellas mismas y sin un (m$nimo de competencias) para administrar las comple!as sociedades modernas, la decadencia de las democracias dar paso inmediatamente a (una peculiar mezcla de demagogia, t5cnica, fe irracional y fuerza policial), como la que domin& a todos los -stados totalitarios, entre ellos a la lemania nacionalsocialista. l #nal de su discurso, ron habl& abiertamente y sin remordimientos acerca de la (forma de conser%adurismo que le gustar$a defender). -ste conser%adurismo requiere (%irtudes elementales de disciplina, consentimiento a la autoridad y competencia t5cnica), elementos que han sido cooptados por los enemigos totalitarios de la ci%ilizaci&n. Eambi5n demanda cora!e intelectual, que de#ne como (la %alent$a para cuestionar todo y e%idenciar los problemas de los que depende la misma e/istencia de un pa$s como Irancia).
La respuesta de 6ron a sus crticos
-l discurso de ron del 1A de !unio de 17 se encontr& con demostraciones de rabia y consternaci&n, as$ como con e/tra0as e/presiones de agradecimiento y admiraci&n. ncluso aquellos que en general estaban de acuerdo con su anlisis, como el #l&sofo tomista y te&rico democratacristiano Jacques Maritain, quedaron sorprendidos y de alg+n modo at&nitos frente a la caracterizaci&n de las democracias modernas como sociedades (conser%adoras). -n su respuesta a ron, Maritain concuerda con que era necesario culti%ar (%irtudes heroicas) en las democracias, pero le preocupaba que si las democracias adoptaban t5cnicas y %irtudes totalitarias se con%ertir$an gradualmente en los mismos reg$menes que se propon$an combatir. 8a respuesta de ron a las preocupaciones de Maritain fue amigable, en5rgica y re%eladora. -n principio acepta que las %irtudes que in%oca, incluido el hero$smo, han sido cooptadas por una comprensi&n del bien com+n y del orden pol$tico radicalmente diferente de aquella a la que 5l hace referencia. 8as %irtudes heroicas fueron manipuladas y distorsionadas por las mquinas de propaganda totalitaria que pretend$an reducir a los seres humanos al estatus de soldados de despotismos militarizados. ron no tiene tiempo para (la idea realmente est+pida), querida por muchos paci#stas de izquierda, de que (tan pronto como uno intenta resistir, uno pone en riesgo las razones de la resistencia). Eal argumento hab$a sido utilizado para oponerse a la conscripci&n en nglaterra y a otros esfuerzos por preparar a las democracias para una guerra ine%itable. Cualquier pueblo que desee sobre%i%ir, insist$a ron, (debe tener un m$nimo de %oluntad de poder, de consentimiento de la %iolencia). Una de las ilusiones del humanitarismo democrtico era simplemente identi#car esa %oluntad con el totalitarismo, en lugar de reconocerla como un elemento esencial del instinto pol$tico. -n la discusi&n que sigui& a su discurso, ron reiter& que se negaba a otorgar un (factor positi%o) al t5rmino re%olucionario y un (factor negati%o) al t5rmino conser%ador. 8as democracias eran fundamentalmente conser%adoras (en el sentido que deseaban conser%ar los %alores tradicionales sobre los cuales est
fundada nuestra ci%ilizaci&n), y se enfrentaban a aquellos que deseaban establecer una sociedad completamente militarizada. quellos que anhelan preser%ar sociedades libres son necesariamente conser%adores y liberales" como ron, rechazan (la destrucci&n radical de nuestra sociedad presente), incluso aunque luchen (por sal%ar algo de dignidad personal y autonom$a para los indi%iduos). -n respuesta a los %ituperios del pensador Victor asch, ron denuncia el infantilismo pol$tico del mo%imiento antifascista franc5s que polariz& innecesariamente la opini&n p+blica gala 9haciendo a+n ms dif$cil la uni&n de la izquierda y la derecha en un solo frente antitotalitario: y que mostr& una indulgencia sin l$mites hacia los totalitarismos de izquierda. ron tambi5n arremeti& contra la demagogia econ&mica del gobierno del Irente Popular en Irancia y su adicci&n por (medidas idiotas) que sir%ieron para disminuir la !ornada laboral en un 2H *aunque hab$an aumentado los salarios en un =H*. ron ya hab$a descrito esta cr$tica *en un tono ms mesurado* en un art$culo en la Revue de métaphysi#ue et de morale en 17?. Pero esta denuncia del (moralismo abstracto) de los partidarios contemporneos de las ideas de 1AB *aunque no de las ideas en s$ mismas* marc& su primer ataque sistemtico contra lo que posteriormente llamar$a (el mito de la izquierda) en El opio de los intelectuales Un cierto (moralismo y progresismo abstracto) sir%i& para oscurecer los caminos concretos a tra%5s de los cuales (el respeto por las personas y por su pensamiento) pod$a ser preser%ado en el conte/to pol$tico del siglo QQ. -n el discurso del 1A de !unio de 17, ron articula con lucidez y franqueza su receta para la democracia conser%adora. -lla apunta conscientemente a una tercera %$a entre el cinismo maquia%5lico y el moralismo humanitario. 8a contribuci&n ms notable a la discusi&n %ino de Wtienne Mantou/, un destacado estudiante y protegido del #l&sofo e historiador liberalconser%ador Wlie >al5%y, adems de autor de la respuesta de#niti%a al libro de @eynes sobre "as consecuencias económicas de la paK Mantou/, de %eintis5is a0os, liberalconser%ador despro%isto de un sentimentalismo humanitario, elogia calurosamente a ron por mostrar (que se puede admirar la democracia sin fallar en el reconocimiento de sus faltas, que se puede amar la libertad sin caer en el sentimentalismo, y que aquel que ama bien castiga bien). Mantou/ distingu$a entre los %erdaderos y los falsos liberales" mientras los primeros !uegan un papel esencial en la conser%aci&n de los %alores de la ci%ilizaci&n occidental, los falsos liberales tienen (la cola entre las piernas) y no estn dispuestos a defender la libertad pol$tica ni econ&mica. -l tono de autoridad de la inter%enci&n de Mantou/ *casi ciceroniana* pro%ee una descripci&n avant la le!re de las %irtudes que darn forma al compromiso pol$tico e intelectual de ron durante el siguiente medio siglo.
-l discurso de ron (-stados democrticos y -stados totalitarios) y la discusi&n que le sigui& son memorables no solo por la yu/taposici&n entre la lucidez respecto a la amenaza totalitaria, la inminencia de la guerra, los pasos necesarios para reno%ar a las (decadentes) democracias y el moralismo y progresismo complacientes de tantos de sus interlocutores. -n su discurso se hace e%idente el conser%adurismo democrtico que a partir de entonces fue coe/tensi%o del liberalismo aroniano. Eal conser%adurismo democrtico o liberalismo conser%ador tu%o una e/presi&n particular en los ensayos que ron escribi& en el peri&dico de cultura e ideas de "a 'rance "i&re , durante la Segunda Kuerra Mundial. ron !ug& un rol esencial como editor de este peri&dico que era patrocinado por De Kaulle y los gaullistas sin con%ertirse en un mero %eh$culo de propaganda para el mo%imiento. -stos ensayos son lo ms cercano que escribi& a un credo pol$tico y espiritual, a un traba!o de #losof$a p+blica en el que traza los fundamentos morales de un reno%ado liberalismo que e/tra!o lecciones pol$ticas y espirituales decisi%as del totalitarismo.
'Dea%rmar la misión espiritual de la )umanidad(
ron se reconoc$a ateo o agn&stico no obstante, rechaza las %ariadas manifestaciones #loscas y pol$ticas del nihilismo moderno. -n una serie de l+cidos ensayos informados por una no peque0a dosis de patetismo, ron repudia la corriente del pensamiento moderno que, desde Maquia%elo a Rie[sche, e/alta la %oluntad humana como el fundamento y #n +ltimo de la %ida colecti%a. Pro%ee una genealog$a del e/tremismo moderno *del nihilismo y pesimismo hist&rico que conformaba al pensamiento fascista y protofascista* y profundiza en la b+squeda de una tercera %$a entre el cinismo y el progresismo super#cial. -n un potente ensayo de 1<2, (Eyrannie et m5pris des hommes) 9(Eiran$a y el desprecio del hombre):, que apareci& en la primera edici&n de "a 'rance "i&re en febrero de 1<2 y fue reeditado en la colecci&n de ron "85omme contre les tyrans , en 1, el autor pro%ee un e/perto anlisis del pensamiento de la derecha (pesimista) desde Maquia%elo a Rie[sche, TsYald Spengler y Carl Schmi]. Por supuesto que el nacionalsocialismo no puede achacarse a ninguno de estos hbiles y serios
pensadores. Ro obstante, su (desprecio por el hombre) ha pro%isto un poderoso soporte te&rico a la (corrupci&n liderada) *la corrupci&n institucionalizada y (dirigida) que de#ni& al despotismo nacionalsocialista*. -l ensayo de ron es un grito del coraz&n condenando el cienti#cismo y el crudo (biologicismo social) que permiti& al nacionalsocialismo destruir seres humanos con impunidad. Seg+n ron, no bastaba con derrotar militarmente a >itler, con %encer al r5gimen nacionalsocialista en la guerra. 8a +nica forma de superar de#niti%amente al nihilismo *al odio o desprecio por el hombre* era (rea#rmando la misi&n espiritual de la humanidad) con todo el poder y cooperaci&n de la fe y la raz&n humanas. -sto nada tiene que %er con un optimismo hist&rico, tan a!eno a la %erdad sobre el hombre como el pesimismo que intentaba superar a tra%5s de un acto contra la %oluntad. 8os acontecimientos de la primera mitad del siglo QQ con#rmaron lo que los pensadores ya supon$an" el hombre era un ser abierto al bien pero con ciertas tendencias pronunciadas a la brutalidad y la maldad. -n contra de ambos e/tremos, ron declara su creencia *su creencia racional* en el alma humana, una (presencia que pro%ee el fundamento para el respeto a la dignidad y a los derechos humanos). -n el ensayo publicado en "85omme contre les tyrans) ron e/presa repetidamente su creencia en la real e inefable dignidad del alma humana. >abla no como creyente religioso *aunque ten$a un gran respeto por las religiones trascendentales en oposici&n a aquellas (seculares) del siglo QQ *, sino como #l&sofo, como ser humano y como ciudadano. -l totalitarismo moderno con#rm& *negati%amente hablando* aquello que la #losof$a y teolog$a occidentales hab$an siempre a#rmado" el hombre solo puede ser reconocido como un ser con conciencia y responsabilidad moral. -l hombre (debe utilizar su conciencia para lograr del me!or modo posible su tarea ci%ilizatoria y no para tratarse a s$ mismo como bestia o reducirse al ni%el de las especies animales). Se necesita un reno%ado compromiso con la conciencia *no como un imperati%o abstracto, mucho menos como un mito o una metfora, sino ms bien como una con#rmaci&n e/istencial de la naturaleza y %ocaci&n espiritual del hombre* como condici&n para superar el despotismo tecnoburocrtico y la (era del repudio). ron obser%aba que las religiones y las tradiciones #loscas premodernas de Tccidente e importantes corrientes de la #losof$a moderna pod$an encontrar un terreno com+n en la defensa y la articulaci&n con%incente de la dignidad humana en respuesta al ataque totalitario hacia el hombre. -l siguiente paso crucial deb$a ser la reno%aci&n de una (fe sin ilusiones), capaz de sacar lecciones del episodio totalitario incluso mientras intentaba reno%ar el racionalismo liberal en fundamentos espirituales ms profundos. (-l futuro de las religiones seculares) *famoso anlisis de las (religiones seculares), el
comunismo y el nacionalsocialismo, publicado en "a 'rance "i&re , en dos partes, en !ulio y agosto de 1<<* termina con una in%ocaci&n a una (rebeli&n de la conciencia). -s la conciencia, informada por el respeto a la %erdad, la que se niega a aceptar las absurdas demandas de los d5spotas totalitarios, tanto de izquierda como de derecha, ya que sus palabras de alguna forma (de#nen el bien y el mal). Solo con esa fe, los hombres se sacri#carn %oluntariamente por la causa de la libertad y la ci%ilizaci&n. 8a condici&n para esta autotrascendencia es una aut5ntica con#anza en la (misi&n espiritual de la humanidad).
El non possum de 6ron al comunismo
8uego de la Segunda Kuerra Mundial, ron %ol%i& crecientemente su atenci&n a la amenaza presentada por la Uni&n So%i5tica a la libertad occidental y a la dignidad humana. Iue el cr$tico franc5s ms inteligente y perse%erante del totalitarismo comunista, as$ como de la indulgencia con que lo obser%aba un amplio espectro de intelectuales y #l&sofos 9MerleauPonty y Sartre, entre ellos:. -n sus columnas en el diario parisino "e 'igaro) en traba!os impresionantemente h$bridos como "a grande schisme 91
QQ. Ms all de su crueldad y %iolencia, lo que horrorizaba a ron era la (mentira forzosa) que de#n$a la teor$a y prctica comunistas. Casi al #nal de 1aK y guerra entre las naciones 9que apareci& en Irancia por primera %ez en 1?2: se0al& que (debido a que hicieron algo distinto a lo que cre$an que har$an, debido a que persiguieron ob!eti%os inaccesibles, ob!eti%os contrarios a la naturaleza del hombre y la sociedad, los comunistas mienten como tal %ez ning+n otro mo%imiento hist&rico lo ha hecho antes). Solzhenitsyn en su 3arta a los líderes soviéticos y en Archipiélago /ulag , una d5cada antes ya denuncia esta gran (mentira ideol&gica). Ro sorprende, entonces, que ron respondiera con tanta admiraci&n a los esfuerzos de Solzhenitsyn por e/poner la maldad de la ideolog$a" (8a ilusi&n de que el hombre y las organizaciones sociales pueden ser transformados de un plumazo), como se0al& ron en un ensayo de 1A?" (Solzhenitsyn y Sartre). ron, el #l&sofo de la historia, era plenamente consciente de la tentaci&n de un fatalismo retrospecti%o, especialmente en una era democrtica adicta a las suposiciones historicistas. Sab$a que una %ez que ocurr$an los acontecimientos era tentador para nuestros contemporneos asumir que dichos e%entos eran de alguna manera ine%itables. -sta tentaci&n estu%o presente durante la Kuerra Ir$a y despu5s de ella. quellos pensadores e intelectuales que resistieron a la tentaci&n totalitaria y traba!aron por moldear un consenso anticomunista inteligente en Tccidente fueron luego criticados por perder el tiempo luchando contra un mo%imiento que en cualquier caso estaba destinado a colapsar. -n 1aK y guerra entre las naciones , ron no solo anticipa estas interpretaciones historicistas de la %ictoria de Tccidente en la Kuerra Ir$a, sino que adems presenta una persuasi%a respuesta a esta l$nea de pensamiento fundamentalmente corrupta. Leprende elocuentemente a aquellos que !usti#can la cobard$a y la abstenci&n a tra%5s de la indiferencia hist&rica" ;ue la fe o el prop&sito totalitario e%entualmente %a a marchitarse es dif$cil de negar, especialmente si se siente que el totalitarismo es contrario a las eternas prima%eras de la naturaleza humana. Pero esto no signi#ca deducir que el dogmatismo de la inmanencia, la pretensi&n de crear un hombre total y un hombre nue%o, es mera superestructura o mito. 8a sociedad so%i5tica es indisolublemente un grupo de instituciones y la intenci&n metaf$sica de aquellos que la construyen. 8a certeza de estas instituciones puede sobre%i%ir incluso %ac$a de las intenciones que las inspiran y distorsionan. Ro obstante, no puede considerarse que esta disociaci&n haya sido conseguida. Ruestro deber es combatir lo que condenamos y asumir por adelantado los pri%ilegios del mero espectador, como si nuestro futuro inmediato fuera ya nuestro pasado distante. Soy yo el que est deliberando y no mi nieto. Si ellos no consideran al totalitarismo como una tragedia, tal %ez yo pueda
haber ayudado a hacer posible su indiferencia mediante el mismo hecho de ad%ertir el peligro. Pero in%ocar la indiferencia a futuro en realidad es buscar una e/cusa para la cobard$a y la abstenci&n.
'Prudencia antinómica(: el papel del conservadurismo en las sociedades modernas
lgunos en la izquierda criticaron a ron por no escribir una cr$tica del (mito de la derecha) comparable a la cr$tica sobre los mitos de la (izquierda), el (proletariado) y la (re%oluci&n) que presenta en los cap$tulos introductorios de El opio de los intelectuales. ron respondi& con un notable ensayo de 11H pginas titulado (De la droite0 "e conservatisme dans les sociétés industriellesG 9(Sobre la derecha" el conser%adurismo en las sociedades industriales):, que apareci& como la primera parte de su libro de 1=A Espoir et peur du si@cle 9-speranza y miedo del siglo:. -ste libro y ensayo, de las pocas piezas de ron de ese per$odo que no aparecieron en ingl5s, son indispensables para apreciar el carcter distinti%o del liberalismo conser%ador de ron, del conser%adurismo democrtico que articul& por primera %ez en el discurso de !unio de 17 a la Sociedad Iilosca Irancesa. Mientras que era e/tremadamente cr$tico de las corrientes de la derecha francesa *ya fuera del monarquismo medio modernista de la Action $ranOaise , o de la derecha tradicionalista nostlgica de una Irancia que ya no e/ist$a, sin mencionar las corrientes fascistas o semifascistas asociadas a la (Le%oluci&n Racional) de Vichy*, ron no present& nada parecido a una cr$tica total de la derecha, o incluso una cr$tica del (mito de la derecha) comparable a la cr$tica del (mito de la izquierda) que traz& en El opio de los intelectuales -/iste una raz&n para esta asimetr$a que no tiene nada que %er con un doble estndar. Como ron de!a claro en las pginas #nales de su ensayo de 1=A, un conser%adurismo consciente de los problemas contemporneos y que (acepta resoluti%amente las e/igencias de la ci%ilizaci&n industrial podr ser aut5nticamente racional). Eal conser%adurismo no reprocha a los ide&logos por ser (te&ricos), de la manera de un cierto tipo de tradicionalismo, sino por tener teor$as
(unilaterales) o (err&neas). ron a#rma categ&ricamente que las ideolog$as de izquierda de ese tiempo, de las que el comunismo era la (e/presi&n e/trema), (deformaban la realidad). ron no incluye en esta cr$tica a la socialdemocracia o a %arios programas reformistas para la reno%aci&n de las sociedades occidentales. Su ob!eti%o es el moralismo y progresismo abstractos a los que apunta en su discurso de 17. -ste moralismo, cuando es reforzado por una (idolatr$a de la historia) mar/ista, se con%ierte en una e/cusa para la preferencia unilateral de ciertos %alores *como la igualdad* sobre otros *como la libertad y la (tradici&n de la libertad)* que son igualmente %itales para el funcionamiento de una sociedad moderna de tipo liberal. -l conser%adurismo democrtico de tipo aroniano no (reh+sa anlisis o abstracci&n). Eampoco censura los principios liberales, los principios de libertad e igualdad. Ms bien, apunta a (sostener sin&pticamente los m+ltiples %alores que intentamos sal%aguardar). rian C. nderson hbilmente ha denominado a esta tarea de preser%ar %alores indispensables pero algunas %eces contradictorios como (prudencia antin&mica). -sta prudencia busca moderar la impaciencia democrtica y disipar la ilusi&n de que algunos %alores pueden ser ma/imizados sin da0ar otros bienes indispensables para una %ida humana libre y decente. Cuando ron atac& duramente al programa pol$tico y econ&mico de la (Uni&n de la izquierda), la coalici&n de comunistas y socialistas ba!o el liderazgo de Iran^ois Mi]errand, en un famoso art$culo en "e 'igaro de 1A7 9(-l programa com+n de la izquierda" o el c$rculo cuadrado):, lo hizo no como un defensor doctrinario del mercado, sino en nombre de la libertad y de un sentido de prudencia de la realidad social. -ra absurdo tratar de combinar una redistribuci&n de ingresos en fa%or de los despose$dos, un ambicioso programa de nacionalizaci&n industrial y un control estatal de la totalidad de sectores bancarios y crediticios con el mantenimiento, incluso la aceleraci&n, del crecimiento. ron no dudaba que Mi]errand, a diferencia del l$der comunista franc5s cuasiestalinista Keorges Marchais, estaba al menos en parte inspirado por (buenas intenciones). Pero por ignorancia y dogmatismo, los socialistas franceses arriesgaban destruir la econom$a francesa, as$ como algunas libertades esenciales. l enfrentarse a la decisi&n entre mantener un sistema econ&mico y de gobierno liberal y radicalizar la ruptura con el capitalismo con el #n de frenar la fuga de capitales, el presidente Mi]errand eligi& el camino de la prudencia en marzo de 1B7, poniendo un #n efecti%o a cualquier esfuerzo por implementar una %ersi&n posterior del (programa com+n de la izquierda). Sin embargo, como se0al& ron en ese momento, Mi]errand nunca e/plic& adecuadamente su decisi&n al pueblo franc5s, permitiendo as$ que el pre!uicio socialista contra la econom$a de mercado
sobre%i%iera al fracaso de los esfuerzos socialistas de crear otra (l&gica) de la sociedad. ron no se mo%i& hacia la derecha en 1A7 9ni en 1B1: al oponerse a la (deformaci&n de la realidad) de la izquierda, sino ms bien permaneci& #el a la prudencia antin&mica que hab$a articulado en un momento menos polarizado de la historia francesa. -n su ensayo de 1=A sobre (-l conser%adurismo en las sociedades industriales), ron argumenta que la tarea de un conser%adurismo inteligente en el mundo moderno es aprender a distinguir entre la (eterna satisfacci&n) de la sabidur$a conser%adora *la necesidad de la defensa de la !erarqu$a, la tradici&n y la autoridad* con su (satisfacci&n transitoria). 8a derecha necesitaba hacer las paces con la ci%ilizaci&n contempornea, que era, para bien o para mal, (popular, industrial, materialista). -l peligro no era que el pensamiento conser%ador degenerara en ideolog$a o fanatismo a la manera de gran parte del pensamiento de izquierda en el siglo QQ, sino que diera paso a un (mito est5ril y retrospecti%o) sobre la sociedad buena que e/ist$a solo en la imaginaci&n de sus adherentes. Un conser%adurismo %iable debe reconocer la legitimidad de las aspiraciones igualitarias no solo como un asunto de !usticia, sino que con el #n de moderar la impaciencia democrtica y para sal%aguardar de un completo rango de %alores integral a cualquier orden social. -ra imperati%o para la derecha europea llegar a un acuerdo con el hecho de que ba!o las condiciones de la modernidad (el progreso de la producti%idad) es esencial para la paz c$%ica y el poder nacional, as$ como para la satisfacci&n de las necesidades humanas bsicas. Un estadista conser%ador temprano como John dams (dudaba que cualquier sociedad tu%iera alguna %ez los recursos y la diligencia para instruir a todos sus ni0os). ron a#rma enfticamente que dams estaba equi%ocado. 8as ambiciones igualitarias y prometeicas de la sociedad moderna sin duda corren el riesgo de aumentar esperanzas irracionales sobre la habilidad de las sociedades modernas para ma/imizar todas las %enta!as de la producti%idad, la libertad y la igualdad. Ro obstante, el (mo%imiento de los acontecimientos 9Z: est orientado hacia la izquierda), por lo menos en el sentido de que la (re%oluci&n democrtica) de la que Eocque%ille habl& c5lebremente requiere que el ideal de desigualdad aristocrtico sea rechazado a ni%el factual y %alorati%o. >acer otra cosa es defender una tradici&n que no tiene ra$ces en la realidad. Supone confundir instituciones y prcticas sociales que alguna %ez sir%ieron al bien com+n con la naturaleza y necesidades permanentes de la sociedad. -l liberalismo conser%ador de ron repar& en la (sabidur$a de
Montesquieu), como a menudo la llama, de defender una reforma prudente y cruciales limitaciones pol$ticas y sociales al poder, as$ como denunciar los (estragos del !acobinismo) en sus e/presiones durante el siglo QQ. 8o hizo como un liberalconser%ador que (aceptaba los principios de la democracia y las conquistas de la t5cnica). Su conser%adurismo democrtico incluso repudiaba el (mito de la izquierda), aunque reconoc$a la %erdad parcial y la atracci&n ine%itable de algunas esperanzas y aspiraciones de la izquierda. 8os libros y art$culos de ron sir%ieron !uiciosamente para educar una opini&n p+blica moderada y conser%adora, incluso hasta llegar a aquellos en la izquierda que rechazaban el fanatismo ideol&gico y que estaban dispuestos a hacer las paces con (la realidad).
abidura versus nostalgia: leer a "ur#e )oy
Ser$a un error e/agerar los rasgos conser%adores del pensamiento pol$tico de ron y de su rol como educador c$%ico en la era de la ideolog$a. Como todos los #l&sofos pol$ticos %erdaderos, y creo que ron es digno de ese apelati%o, el pensador pol$tico franc5s fue capaz de %er ms all del partidismo estrecho o de la contestaci&n ideol&gica aun cuando no dud& en e/presar sus !uicios seg+n el esp$ritu de la (prudencia antin&mica) que describ$ anteriormente. -l pensamiento y la %ocaci&n de ron de ninguna manera son reducibles a un conser%adurismo de cualquier tipo. Pero estn informados por una sabidur$a y una prudencia que permitieron a ron, me!or que casi la mayor$a de sus contemporneos, apreciar el hecho de que el liberal %erdadero es aquel que busca conser%ar una ci%ilizaci&n ms amplia y profunda que el (moralismo abstracto) proferido por los adherentes de la religi&n contempornea de los (derechos del hombre). l #nal de su ensayo de 1=A sobre (-l conser%adurismo en las sociedades industriales), en un pasa!e notable que ya cit5 al inicio de este libro, ron contrasta sugesti%amente dos formas en que la pol5mica de -dmund urNe contra la Le%oluci&n Irancesa puede ser le$da hoy d$a. Vale la pena %ol%er a ese pasa!e una %ez ms" (Puede leerse como una condena de#niti%a al racionalismo pol$tico o al fanatismo ideol&gico. Como una defensa e ilustraci&n de la !erarqu$a del ntiguo L5gimen en su particularidad, o como una demostraci&n de que toda sociedad implica una !erarqu$a y solo
prospera en el respeto rec$proco de los derechos y deberes. urNe aboga contra las ideas democrticas, o a fa%or de la sabidur$a). -stas palabras ilustran mara%illosamente la dimensi&n burNeana de la ree/i&n de ron. Con esta segunda interpretaci&n de la obra de urNe, nos ale!amos del urNe romntico de Lussel @irN 9que es el su!eto de la respetuosa cr$tica del ensayo de 1=A: y de otros tradicionalistas y nos acercamos al pensamiento y la %oz de Laymond ron mismo.
La consistencia subyacente del pensamiento de 6ron
Cr$ticos de izquierda contemporneos como Serge udier, que pretenden admirar a ron y glori#car mayo de 1?B al mismo tiempo, encuentran consuelo en una #cci&n en la cual ron es un centrista, incluso un izquierdista moderado que en los +ltimos quince a0os de su %ida se transform& en un conser%ador (pesimista) en desacuerdo con el (progreso moral) de las sociedades europeas contemporneas==. -l ron real no era ni pesimista ni optimista, aunque lleg& a e/presar gra%es reser%as sobre el humanitarismo democrtico que 5l cre$a hab$a sustituido al !uicio pol$tico en la -uropa posterior a 1?B. Como atestigua parte de su traba!o posterior como %n De$ense o$ Decadent Europe) a ron le preocupaba la crisis de autoridad en la glesia, las fuerzas armadas y la uni%ersidad y que las 5lites europeas hubiesen ol%idado que la virtI *unidad y resoluci&n colecti%a* era indispensable para la super%i%encia y el bienestar de las comunidades liberales. Iue el primer cr$tico prominente de la (despolitizaci&n) de las democracias europeas, la tendencia a abstraerse de los requerimientos del poder pol$tico *de esta historia que toda%$a (escribe con letras de sangre)* y a identi#car la libertad con la e/pansi&n ilimitada de los derechos sociales y econ&micos y el ensimismamiento hedonista. -n The 3ommi!ed P&server 91B1:, ron suplica a sus contemporneos que (recuerden que los indi%iduos en democracia son al mismo tiempo personas y ciudadanos). Un orden liberal, insist$a, es (una sociedad de ciudadanos y no simplemente una de consumidores o productores). Pensar distinto es sucumbir a un (mar/ismo in%erso).
l #nal de su %ida, ron subestim& la fragilidad del comunismo so%i5tico y sobreestim& la virtI 9aunque per%ersa: que tal sistema pod$a lograr. Ro obstante, ten$a razones leg$timas para temer que la decadencia de Tccidente pudiera preser%ar (e/tra0amente) la %ida de un despotismo anticuado basado en el doble pilar de la %iolencia y la mentira. Sus ad%ertencias a Tccidente, por tanto, permanecen %igentes mucho despu5s de la desaparici&n de despotismos ideol&gicos de corte so%i5tico. ron proporciona un rele%ante e!emplo del intelectual que, en la %ida democrtica, trasciende de modo admirable la preocupaci&n del intelectual moderno con el (compromiso) como un #n en s$ mismo, una preocupaci&n alimentada a menudo por un miedo debilitante de mostrarse insu#cientemente progresista. -sta es una lecci&n #nal de cora!e c$%ico e intelectual a ser aprendida del modelo de compromiso responsable en la %ida p+blica democrtica que ofrece ron. -s un e!emplo particularmente instructi%o de un (liberalismo conser%ador) sabio y humano en desarrollo en el gran drama pol$tico e ideol&gico de los tiempos modernos.
Rotas F 1G Manent, Pierre, 3urso de Hloso$ía política 9uenos ires" IC-, 2HH7:. ←
F 2G
Manent, Pierre, (Krandeza y miseria del liberalismo), 3uadernos de pensamiento político , R 7H, abril!unio 2H11, ?<. ←
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V, 2. F G Schnapper, Dominique, (Lelati%ism), .ociety) Volumen , R 2, marzo 2HH, 1A=1A ←
F 1HG Eocque%ille, le/is de, "a Democracia en América , Eomo , parte, ←
cap. 2. F 11G (Pese a que compart$a su a%ersi&n por el inter%encionismo estatal y por las peligrosas tendencias que marcaba el -stado de ienestar, no pod$a estar de acuerdo con su indi%idualismo, y con el consiguiente descuido que hac$an de lo pol$tico y de la importancia moral de las acciones comunes), en Daniel J. Mahoney, ertrand de =ouvenel 93ilmington, DelaYare" S ooNs, 2HH=:, 11?. ←
simismo, 3ilhelm LpNe, uno de los principales e/ponentes del ordoliberalismo y part$cipe de la fundaci&n de la Sociedad Mont Pelerin, decidi& retirarse de ella debido a sus di%ergencias doctrinarias. 8o que se llam& (Ehe >unold Xair). (-/ist$an tres posibles conictos en estas aspiraciones" seguridad %ersus progreso, igualdad %ersus e#ciencia y solidaridad %ersus indi%idualismo. >ab$a algunos en la conferencia, como 8. Von Mises que tomaron una posici&n libertaria en todos estos temas 9Z: otros, como LpNe, cre$an que el sistema
competiti%o sin controles podr$a destruir %aliosas instituciones humanas), en Loy >artYell, A 5istory o$ the 2ont 1elerin .ociety 9ndianpolis" 8iberty Iund, 1=:, 7?. F 12G Mansuy, Daniel, (4Un cambio de ci%ilizaci&n6), en Mauro asaure y Manfred S%ensson 9-ds.: 2atrimonio en con6icto 9Santiago" -ditorial Cuarto Propio, 2H1=:, 1HH1H1. ←
F 17G Klendon, Mary nn ) Rights Tal+ The %mpoverishment o$ 1olitical Discourse 9Rue%a orN" Ehe Iree Press, 11:. ←
F 1
F 1=G 8efort, Claude, O8a imagen del cuerpo y el totalitarismoO, Luelta) %ol. A, n. A? 91B7: 1<1. ←
F 1?G LopNe, 3ilhelm, "a crisis social de nuestro tiempo 9Madrid" -l uey Mudo, 2H1H:, Cap. . ←
F 1AG Constant, en!amin, (Discurso sobre la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos) 91B1:. ←
F 1BG urNe, -dmund, (Carta a los SheriXs de ristol) 91AA:, B. ←
F 1G b$d. ←
F 2HG Mahoney, The "i&eral 1olitical .cience o$ Raymond Aron 9oston" LoYman j 8i]le#eld Publishers, nc., 12:, Cap. <, A7B. ←
F 21G -l libro trata solo tangencialmente cuestiones de pol$tica econ&mica. Un tratamiento adecuado de la materia demanda una in%estigaci&n distinta y ms larga. asta con decir que la econom$a de mercado no es autosu#ciente y el 5/ito de sus operaciones depende de ciertas %irtudes *autocon#anza, autolimitaci&n, obediencia a la ley, un sentido de !uego limpio* que ganaron una fuerza considerable del (capital moral) premoderno de la ci%ilizaci&n occidental. Contra ciertos libertarios y liberales clsicos, la econom$a de mercado no es el producto de un (orden espontneo) solamente, y de ning+n modo puede reducirse a una (ciencia) amoral que puede dispensar de la %irtud humana. 8os escritos de 3ilhelm LpNe, ertrand de Jou%enel e r%ing @ristol son particularmente +tiles para destacar los fundamentos morales de la econom$a libre y para e/poner las sutiles pero profundas a#nidades que %inculan al indi%idualismo en el plano moral y al colecti%ismo en el mbito pol$tico y econ&mico. V5ase mi tratamiento ←
sobre estos asuntos en el cap$tulo = 9(-conomics and the Kood 8ife): de mi libro ertrand de =ouvenel0 The 3onservative "i&eral and the %llusions o$ 2odernity
93ilmington, D-" S ooNs, 2HH=:. F 22G 5n5ton ) Philippe, E#uality &y De$ault0 An Essay on 2odernity as 3onHnement , traducido y prologado por Lalph C. >ancocN 93ilmington, D-" S ooNs, 2HH<:. Debido a que este libro pretende ser un ensayo accesible a un p+blico amplio, he optado por un aparato cr$tico m$nimo. Ro obstante, al #nal del libro, encontrar (lecturas sugeridas) para cada cap$tulo que re#eren a los autores y libros principales ba!o discusi&n y pro%een una gu$a para profundizar en dichos temas. ←
F 27G 8os Padres Iundadores de los -stados Unidos de m5rica 9'ounding 'athers o$ the >nited .tates o$ America : es el nombre colecti%o que reciben los l$deres pol$ticos u hombres de -stado que hicieron posible la independencia de la naci&n. a fuese en la elaboraci&n y #rma de la Declaraci&n de ndependencia 91AA?: o en la redacci&n de la Constituci&n 91ABA:, o por su participaci&n en la Kuerra de la ndependencia como militares o estrategas. 9R. de la E.: ←
F 2arper Press, 2H17:. 9R. de la E.: ←
F 2=G V5ase, por e!emplo, Eanenhaus, Sam, The Death o$ 3onservatism 9Rue%a orN" Landom >ouse, 2HH: y las pginas #nales de >art, JeXrey, The ←
2a+ing o$ the American 3onservative 2ind0 National Review and %ts Times
93ilmington, D-" S ooNs, 2HH=:. F 2?G 8a re%oluci&n francesa de 1B
F 2AG 8illa, MarN, The .till&orn /od0 Religion) 1olitics) and the 2odern *est 9Rue%a orN" @nopf, 2HHA:. ←
F 2BG 8as comillas son de la traductora. ←
F 2G V5ase la notable discusi&n de Manent sobre la (organizaci&n de las separaciones) en A *orld eyond 1oliticsQ0 A De$ense o$ the Nation-.tate 9Princeton" Princeton Uni%ersity Press, 2HH?:. ←
F 7HG V5ase ethNe -lshtain ) Jean, .overeignty0 /od) .tate) and .el$ 9Rue%a orN" asic ooNs, 2HHB:, particularmente el cap$tulo titulado (SelfSo%ereignty" Moralism, Rihilism, and -/istential solation). ←
F 71G -l surgimiento de internet y la proliferaci&n de nue%os medios de comunicaci&n no alteran en forma fundamental los procesos ms amplios de (estandarizaci&n) en desarrollo en el mundo contemporneo. 8a cacofon$a de %oces que puede encontrarse en internet coe/iste con una notable estandarizaci&n ret&rica y de perspecti%as que es caracter$stica de la era democrtica. Sin embargo, las nue%as tecnolog$as hacen al -stado ms dif$cil que nunca monopolizar las comunicaciones y, por tanto, imponer una uniformidad (totalitaria) en la sociedad ci%il. ←
F 72G De cierto modo Johnson intenta llenar esta laguna en su l+cido y perspicaz ensayo biogr#co 3hurchill 9Rue%a orN" ViNing, 2HH:, que construye a partir del tratamiento impresionista del estadista ingl5s en 5éroes , al mismo tiempo que introduce algunos temas y 5nfasis nue%os. -n este ensayo, Johnson muestra un notable dominio de los escritos y discursos del Churchill de The *orld 3risis y de 1ainting as a 1ast Time en tiempos de guerra. Se0ala de forma contundente que (una de las fortalezas de Churchill, como hombre y como estadista, fue que la pol$tica nunca ocup& toda su atenci&n y energ$as) y reconoce su signi#cati%a contribuci&n como escritor, historiador y como artista 9amateur:. Sin embargo, Johnson nunca analiza los escritos y discursos en e/tensi&n. Eal como en 5éroes , su tratamiento ms largo de la obra hist&rica y literaria de Churchill est dedicado a la discusi&n sobre la forma de composici&n de los seis %ol+menes de sus memorias de guerra 9"a .egunda /uerra 2undial:, en lugar de una discusi&n de los temas o ideas de la obra misma 9%5ase 3hurchill) 1
F 77G Sin embargo, Churchill, un anticomunista de toda la %ida, quien inmediatamente comprendi& la amenaza que el bolche%ismo leninista supon$a para el mundo ci%ilizado, durante la Segunda Kuerra Mundial asumi& falsamente que Stalin era un mero zar ruso con un disfraz ideol&gico. -n el curso de la lucha com+n contra la lemania nazi, Churchill quer$a creer que Stalin estaba, aunque per%ersamente, a fa%or de las ambiciones e intereses de un gran pueblo. Por tanto, sucumbi& por un tiempo a la tentaci&n de confundir lo ruso con lo so%i5tico. ←
F 7
F 7=G -l (Discours du 7H mai 1?B) de Charles de Kaulle est disponible en internet. ←
F 7?G V5ase la iluminadora con%ersaci&n con Chantal Delsol 9(8e p_re chasse de sa maison): del 1= de mayo de 2HHB, en YYY.libertepolitique.fr. ←
F 7AG V5ase Dominique Schnapper, (Lelati%isme), 3ommentaire 71, n121 92HHB:, 12?17H. Una %ersi&n en ingl5s del te/to apareci& en la edici&n de mayo abril 2HH de .ociety ←
F 7BG Se re#ere a los partidarios de un compromiso norteamericano ms enftico y unilateral con la difusi&n de sus %alores democrticos en el orbe. -l t5rmino pro%iene de la ideolog$a del presidente estadounidense 3oodroY 3ilson y sus famosos Catorce Puntos, que ten$an como ob!eti%o preser%ar la paz mundial. 9R. de la E.: ←
F 7G @esler, Charles, (Democracy and the ush Doctrine), 3laremont Review o$ oo+s , %ol. =, R1 93inter 2HH<:, 1B. ←
F acia mediados del segundo mandato del presidente ush, altos funcionarios del gobierno intentaron reemplazar el discurso acerca de la (guerra global contra el terrorismo) por una inc&moda, aunque tal%ez ms precisa, e/presi&n de (lucha global contra el e/tremismo %iolento) 9pero n&tese la negati%a de hablar directamente sobre el yihadismo o el islamismo pol$tico:. 8a administraci&n de Tbama fue a+n ms le!os e indic& a sus funcionarios que hablaran no sobre una (lucha) en curso contra el e/tremismo %iolento, sino ms bien de una (operaci&n de contingencia en el e/tran!ero), un t5rmino tibio y orYelliano al mismo tiempo. -l fallo inicial para describir adecuadamente la situaci&n que confrontaba los -stados Unidos luego del 11 ha conducido a una erosi&n sistemtica de su claridad intelectual y moral. ←
F <1G -sto debe contrastarse con la tendencia del presidente Tbama a tratar los conictos internacionales como una consecuencia desafortunada de ciertos malos entendidos o una falta de comunicaci&n, o como una reacci&n predecible de las se%eras pol$ticas de sus predecesores. Si el presidente ush err& ←
algunos %eces en el lado del manique$smo, el presidente Tbama asume muy fcilmente la (culpa) occidental 9y particularmente norteamericana: al momento de identi#car las fuentes de los conictos internacionales. Ro obstante, %5ase el discurso de Tbama por el Premio Robel de la Paz en diciembre del 2HH, donde de#ende la noci&n de (guerra !usta) y reconoce que (habr momentos en que las naciones *actuando indi%idual o colecti%amente* considerarn el uso de la fuerza no solo necesario, sino moralmente !usti#cado). F <2G -ste fue un punto central del (discurso de ayeu/) de Charles de Kaulle, el 1? de !unio de 1. ←
F <7G -l presidente Tbama ree!aba estas tendencias europeas en sus obser%aciones al mundo islmico en -l Cairo el < de !unio del 2HH, donde niega enfticamente que los -stados Unidos fueran en cualquier sentido una (naci&n cristiana). l hacer esto, impl$citamente identi#ca a Rorteam5rica con la democracia pura, un r5gimen sin ra$ces hist&ricas, culturales o espirituales sustanciales. ←
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F <=G 8as citas al comienzo de este prrafo son de la obra de Solzhenitsyn Re&uilding Russia 9Rue%a orN" Iarrar, Strauss and Kirou/, 11: y de su discurso a la cademia nternacional de Iilosof$a" (3e ha%e ceased to see the purpose), del 1< de septiembre de 17. -ste discurso sir%i& como despedida a Tccidente antes del regreso a su Lusia natal en la prima%era de 1<. ←
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YYY.asmp.frpri/kfondationsgrandkpri/kacak2HHH.htm. F <G -n este prrafo me he basado libremente en el discurso de Solzhenitsyn, del 17 de diciembre de 2HHH, a la cademia de Ciencias Morales y Pol$ticas de Irancia. 8a sabia recomendaci&n de (autolimitaci&n %oluntaria) del escritor ruso se %io empa0ada en esa ocasi&n por referencias hiperb&licas a un (totalitarismo econ&mico dictatorial y uni%ersal) supuestamente promo%ido por las fuerzas de la globalizaci&n econ&mica. Pero incluso Solzhenitsyn admite que (algunos pa$ses han conseguido un despegue econ&mico). Cuando entre dichos pa$ses se incluye a %ibrantes democracias como EaiYn y Corea del Sur y a potencias econ&micas emergentes como China y la ndia, seguramente no corresponde hablar de la transformaci&n de un (humanismo de promesas globales en un humanismo controlador). Ro obstante, Solzhenitsyn tiene absolutamente la raz&n en pre%enir acerca de la creciente emancipaci&n de criterios econ&micos, sin importar cun leg$timos sean al interior de su propia esfera, de un control moral y pol$tico saludable. ←
F =HG urleigh, Michael, lood and Rage0 A 3ultural 5istory o$ Terrorism 9Rue%a orN" >arperCollins, 2HHB:. ←
F =1G -l lector debe empezar con la obra de Michael urleigh The Third Reich0 A New 5istory 9Rue%a orN" >ill and 3ang, 2HHH:. -ste traba!o es un proleg&meno a su trilog$a sobre las (religiones pol$ticas) modernas" Earthly 1owers0 ←
The 3lash o$ Religion and 1olitics in Europe $rom the 'rench Revolution to the /reat *ar 9Rue%a orN" >arperCollins, 2HH=:, .acred 3auses0 The 3lash o$ Religion and 1olitics in Europe $rom the /reat *ar to the *ar on Terror 9Rue%a orN" >arperCollins, 2HHA: y lood and Rage V5ase Mahoney, Daniel J., (Michael urleigh as >istorian of Political Leligion), %ntercollegiate Review , prima%era de 2HHB, <2=2.
F =2G -l t5rmino hace referencia a las condiciones de inferioridad legales y sociales de las minor$as religiosas ba!o el dominio islmico 9R. de la E.:. ←
F =7G Sobre esta discusi&n %5ase el cap$tulo introductorio de mi libro The "i&eral 1olitical .cience o$ Raymond Aron0 A 3ritical %ntroduction 98anham, MD" LoYman j 8i]le#eld, 12:. ←
F =
F ==G V5ase la pol5mica (pol$ticamente correcta) de udier, "a pensée anti←