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Maria Moira Mackinnon Mario Alberto Petrone compiladores Eudeba Carrera de Sociología - Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Buenos Aires
roTeLlsmo y
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la edición.: mano de 1998
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Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Buenos Aires
Introducción
Los complejos de la Cenicienta María Moira Mackinnon y Mario Alberto Petrone .
Es
casi un lugar común en la literatura
bierno, una actitud) es de dificil determi-
acerca del populismo comenzar señalando
nación y no entra en ninguna categoría
la vaguedad e imprecisión del término y la
convencional.
multitud heterogénea de fenómenos que
En el lenguaje periodístico actual, los go-
abarca. "A la oscuridad del concepto emplea-
biernos que siguen políticas económicas
do se une la indeterminación del fenómeno
neoliberale.s afirman con frecuencia que no
a que se alude" (Laclau, 1986:165) sintetiza
están dispuestos a aplicar y/o volver a polí-
la opinión de muchos. Es, parece, la inexac-
ticas "populistas". En este caso, utilizan el
titud terminológica crónica lo que aqueja al
término como sinónimo de un Estado
términopopulismo pues sirve para referirse
interventor y asistencialista que controla los
a una variedad de fenómenos: movilizacio-
servicios públicos, es dueño de empresas,
nes de masas (de raíces urbanas o rurales)
alienta el proceso de industrialización a tra-
elitistas y/o anti-elite, a partidos políticos,
vés de regulaciones, subsidios y protección
movimientos, ideologías, actitudes discursi-
aduanera, y usa el gasto público con fines
vas, regímenes y formas de gobierno,
políticos. Es decir, todo lo contrario cle lo que
mecanismos de democracia directa (referen-
el neoliberalismo propone.:Otras veces, en
dums, participación), dictaduras, políticas y
el uso cotidiano, el populismo aparece corno
programas de gobierno, reformismos, etc.
la negación de los valores elementales de la
Académicos, políticos de diversas orientacio-
democracia representativa al poner el énfa-
nes, religiosos y periodistas echan mano al
sis en la cuestión del liderazgo "demagógi-
téimino para salvar el vacío cuando el obje-
co", las relaciones clientelistas y la "manipula-
to referido (una política, un régimen, un go-
ción de las masas".
" Querernos agradecer a Patrbia Funes y a Waldo Ansaldi (Profesora Adjunta y Profesor Titular de Social Latinoamericana. materia de la cual somos docentes). y a Juan Carlos Torre (Director del Centro de Investigaciones Sociales del Instituto Di Tella) por sus comentarlos sobre las primeras vCrS[Ont717, trabajo. y también liberarlos de la responsabilidad de nuestras obstinaciones, También agradecemos a
Carlos viles y a nuestros compañeros del curso que dictó ("El Populismo Latinoamericano en Perspect,1 Comparada"). con quienes debatimos este controversia) concepto durante el segundo cuatrimestre de 1997. Damos las gracias también a Steve Levitsky y a Mark Healey por los comentarios y el alerto, Marcela Dabas, por mecanografiar varios de los artículos. y a Orlando Barrionuevo, por su valioso apoyo en la gestación de esta introducción.
Mario Alberto Prtront Mara M.na Markinnon y
También en el plano político genera fuertes adhesiones y rechazos. El populismo corno
el populismo porque una de las cuestiones
puntos de vista de los académicos sobre su
los elementos componentes del mismo, la
recurrentes en este tema es la problemática
propia situación política y las relaciones entre
jerarquía, los vínculos. Denostado por científicos sociales, con-
relación entre la masa y la elite, incluyendo
la elite y las masas. Se sigue, entonces, que
dentro de ella a la elite intelectual a la que
cuando la perspectiva política predominan-
condenado unto por las izquierdas como por
denado por políticos de izquierda y de
pertenecen los académicos. Las dificultades
las derechas. Drake (1982: 240) afirma que
derecha, portador de una fuerte carga pe-
aumentan cuando estos movimientos mani-
te en círculos académicos varia (por ejemplo, desde la desconfianza de las masas al entusias-
yorativa, no reivindicado por ningún mo-
fiestan hostilidad hacia los intelectuales como
mo sesentista por la democracia participativa)
vimiento o partido político de América La-
lo han hecho muchos movimientos populis-
las interpretaciones del populismo también
tina para autodefinirse, el populismo —esa
tas; cuando la gente común expresa sus opi-
varíen, creando un estado de perplejidad.
impulsaban expectativas excesivas en las ma-
Cenicienta de las ciencias sociales— es, en
niones, con frecuencia éstas resultan opues-
La tensión entre el populismo y sus analis-
sas, fomentaban la inflación, ahuyentaban los
resumidas cuentas, un problema.
tas a los sesgos liberales y progresistas de los
tas en el mundo intelectual debe mucho también a que apareció como fenómeno político
fenómeno político ha sido temido, criticado y
'entre 1920 y 1970, en forma repetida los conservadores hostigaron a los populistas acusándolos de ser agitadores demagógicos que
A pesar de todo, el concepto muestra una
capitales nacionales y extranjeros y ponían en peligro la estabilidad política. Al mismo
gran resistencia a ser pasado a retiro; más bien
tiemrx), los sectores de izquierda los han vitu-
se obstina en perdurar, ronda el lenguaje coti-
perado calificándolos de charlatanes que embaucaban a las masas, llevándolas a apo-
diano, asoma con frecuencia en los trabajos
yar reformas paliativas que sutilmente preservaban las jerarquías existentes del poder y el privilegio". Estas críticas de derecha y de izquierda se han acompañado, con frecuencia, por un lamento sobre la capacidad
académicos, señalando quizás, la existencia de una zona de experiencia política y social particularmente importante y a la vez muy ambigua,' cuyo nombre, hasta puede no ser -
populismo". Este rasgo de ambigüedad encuentra sus
razones en varias fuentes. Por un lado, en la
intelectuales. "En este sentido", sostiene Canovan (1981:11), "las interpretaciones del populismo han estado fuertemente influenciadas por los resquemores de algunos intelectuales hacia lo popular y toda su progenie repulsiva, y por el idealismo de otros que han exaltado al hombre común y sus simples virtudes". A raíz de la relevancia personal que tienen para los intelectuales los temas populistas, las interpretaciones académicas de este fenóme-
en el contexto de la profunda crisis de la democracia liberal después de la primera guerra, bajo la expansión del fascismo y la victoriosa revolución rusa con sus efectos disruptivos —aunque en direcciones muy diferentes—sobre el orden institucional formado en las fuentes liberales.= En un escenario semejante, en que el populismo osciló entre la demagogia y la protesta, la concepción liberal fue radicalmente antipopulista y su reacción expresó el
Por oto) lado, existen científicos sociales
relación entre el concepto y aquellos que lo
no han sido polémicas al punto de que muchas veces resultan irreconocibles los mismos
que le niegan status científico al término ya
construyen. Se ha dicho que, en realidad, los
movimientos en las distintas descripciones. Por
estudios sobre el pasado revelan más sobre
ejemplo, "algunos académicos han considerado a los populistas de Estados Unidos como
de las masas' y el estilo groseramente
los autores y su presente que sobre ese pasado investigado. Esto parece particularmente
neuróticos retrógrados de tendencias
demagógica (Taguieff, 1996: 47-8). Por otro
cierto en el caso del populismo. Como todos
peligrosamente fascistas mientras otros los han
sabemos, no existen "populismos" (ni "nacio-
retratado como heroicos combatientes por la
lado, el populismo corno fenómeno histórico, afirma Weffort, tuvo siempre un impacto
nes", ni "clases", ni siquiera 'sociedad")
democracia, luchando en desventaja contra
considerable sobre las ideologías modernas en
deambulando al azar, a la espera de que al-
fuerzas imbatibles" (Canovan, 1981:11). Es-
cualquiera de sus tendencias. Una de las razones de ese potencial pertubador "fue su espe-
moviliwdora de los políticos populistas.
Sea porque alegan que no existe un mínimo
común que fundamente la existencia de una categoría analítica como 'populismo", ya sea porque sostienen que la definición no se adecua a la realidad económica, social y política que el concepto pretende ordenar y explicar. Aquellos que usan el término saben intuitivamente lo que significa pero parece haber cierta dificultad para construir el concepto, explicar su con:cilicio, eslablecer las relaciones entre
gún científico social se interese por estudiarlos. Los conceptos deben ser construidos y este punto es particularmente relevante para
tas interpretaciones contrapuestas (que pueden hacerse fácilmente extensivas a los estudios sobre el fenómeno en América Latina), opina Canovan, revelan en cierta medida los
temor y la repulsión de las elites tradicionales ante la nueva alianza entre el 'poder irracional personalista de ciertos líderes de tendencia
cial capacidad de conciliar aspectos esencialmente contradictorios en la perspectiva de las leyes que rigen una sociedad capitalista y un
en
tod - r: ion rey meres politices de América Latina han edo catalogados coso populistas desde Bate 1 Fujimori en Perú, Menem en Uruguay. 't iicniyen rJr, Argenlina y Alessandn en Chile a principios de siglo hasta Mello en Brasil y Cuauhtémoc Cardenas en Mexico en los ochenta y noventa, pasando por Argentina, Cape ce CáJcenas. Velasco Aivarado, Bolivia con Paz Estenssoro durante la revolución de 1952, GuatemaPerón. Va , la durante les penceos de Arévalo y de Arbenz. Chile durante el Frente Popular y los gobiernos de Ibáñez. Perú en las prin.eias ataras del APRA y el gobierno de Belaunde Terry, la figura de Galán y también el gobierno de Rojas ['milla en Colombia, el breve periodo de Bosch en República Dominicana, Ceda entre 1934 y 1958, etc.,
2. Weflort (1968: 68-9). Según este aulor, ios temas más caros a la sociología y a la ciencia política inspirados en los valoresliberales fueron: la preocupación por la crisis del 'público' democrática y racional, la tendencia a su sustitución por las 'situaciones de masa', cargadas de emotividad, la crisis del equilibrio de los poderes y la desmoralización de los parlamentos y !a tendencia a la hipertrofia de los ejecutivos, la emergencia de formasmasivas de autoritarismo político. Otro articulo que se puede consultar sobre la relación entre intelectuales y Pueblo es el de de Ipola y Portantiero (1994).
etc , etc 15
Los completos de la Cenicienta Maria Moino Matkinnon y Mario Alberto Persone
estado moderno"; por ejemplo, afirma, ciertos gobiernos populistas son antiliberales y antisocialistas al mismo tiempo y sin embargo, son capaces de 'usurpar' los objetivos que 'normalmente' podrían atribuirse unos a los liberales y otros a los socialistas tales como la lucha contra la oligarquía, la formación de una burguesía urbana y la intensificación del desarrollo industrial, la expansión del sindicalismo y el liderazgo del comportamiento obrero, etc. Podríamos concluir, como Canovan, que al estudiar al populismo es necesario ser conscientes de la relación entre el fenómeno y sus intérpretes, revisar las categorías y los cambios en el clima académico que influyeron e influyen sobre los estudios y las evaluaciones del populismo (los contenidos ideológicos subyacentes" en palabras de Weffort), examinar las relaciones que puede haber entre las supuestas "actitudes reaccionarias desde abajo" y "visiones progresistas" de los círculos académicos y también las idealizaciones intelectuales de la participación de los sectores populares en política. Hecha esta advertencia sobre la relación entre el populismo y los intelectuales, nos interesa llamar la atención sobre otra peculiaridad del concepto en la acción política que también refuerza su contenido de ambigüedad. Si bien el término fue utilizado por los populistas norteamericanos para designarse a sí mismos, en América Latina, aquellos que los observadores llaman populistas, no se consideran a sí mismos populistas. Worsley afirma que el vocablo ruso narodnichestto se tradujo como 'populista', pero que esta traducción consiste en sí misma en una imputación de significado, y no una equivalencia simple y 'neutral', cosa que nunca puede ser una traducción, dado que debe recurrir a las categorías disponibles en la lengua (Worsley, 1970: 265). Uno podría preguntar-
se si tiene algún peso el hecho de que los protagonistas se refieran a sí mismos como populistas, como en Estados Unidos, o que no lo hayan hecho nunca, como en América Latina, donde, además, el término tiene una fuerte carga peyorativa y es más bien rechazada por aquellos que la reciben. La designación "comunista" o "socialista" es subjetiva y propia de los mismos participantes, como también de sus opositores y no una mera atribución analítica. A diferencia de socialistas y comunistas, el populismo no es parte de una tradición compartida más amplia a lo cual se relaciona el uso del término, su status tipológico es sólo analítico (Worsley, 1970: 265). Uno de los problemas o las consecuencias de una situación como ésta es que al no haber nadie que autodefina el término, lo definen los de afuera (Canovan, 1981: 5). Una tercera fuente de ambigüedad del término populismo es la heterogénea realidad histórica a la que se refiere. Pero antes de recorrer algunos de los diversos fenómenos que han sido denominados populistas y las distintas maneras en que ha sido abordado el tema en América Latina, señalemos rápidamente que ésta es una compilación para estudiantes y que razones de espacio y de intención nos llevan a una elección de.rioridades (se desarrollan los criterios de selección de los trabajos en la sección IV): no nos referiremos a algunos temas que suelen ser tratados en relación al populismo como: pueblo, nación, bonapartismo, fascismo, cesarismo. Tampoco nos detendremos en caracterizaciones de la estructura económica aunque este tema está desarrollado en algunos de los artículos compilados. Mils bien, nos interesa en primer lugar, recorrer los populismos originados (el ruso y el estadounidense) y la emergencia del término; en segundo lugar, presentar un panorama de los enfoques de la literatura sobre el populismo latinoamericano y,
por último, examinar algunas cuestiones epis-
ternológicas y plantear, lo más claramente posible, al menos los perímetros y los ejes del problema. En este sentido, nos interesa centrar la atención en los problemas relacionados con la construcción del concepto de populismo. La pregunta que orienta esta introducción es la siguiente: el así llamado "populismo". ¿es un fenómeno histórico singular que se manifestó en un tiempo y espacio determinado, que representa una etapa particular del desarrollo de una sociedad?; ¿o es una categoría analítica que puede aplicarse a un fenómeno "populista" más amplio que se manifiesta en diferentes sociedades y épocas?; ¿o es un fenómeno histórico y una categoría analítica a la vez? Para abordar esta pregunta detengámonos previamente en una sintética reconstrucción de las experiencias históricas que han sido englobadas bajo el término populismo.
II. El populismo en la historia a. Los primeros populismos
J. B. Allock (1971: 372) afirma que los referentes históricos del término 'populismo" —hasta mediados de la década de 1950 objeto de atención de historiadores y luego también de sociólogos—
en un primer momento fueron, por un lado, los movimientos rurales radicales del
Mecho Oeste americano de fines del siglo pasado y, por otro, el "temprano movimiento socialista utópico de intelectuales rusos' del mismo período, los llamados narodnik, que viene del vocablo ruso narod ('pueblo', 'folk' o 'nación'). El uso correcto del término narochtichesao y el terna de quiénes deben o no deben ser considerados populistas son cuestiones alrededor de las cuales ha girado bastante debate académico. Dicho en forma sintética, existe un uso más restringido y otro mas amplio. En el primer caso, la intelligentsia rusa utilizaba el término naroch¿iki o 'populista' para señalar una actitud en particular dentro del movimiento radical, una nueva actitud de humildad hacia el pueblo, que llevó a los narodniki a sostener que los intelectuales no deberían conducir al pueblo en nombre de ideas abstractas, extranjeras y sacadas de los libros sino adaptarse ellos al pueblo tal cual es, fomentando la resistencia al gobierno en nombre de las necesidades cotidianas reales. En el segundo caso, el término populismo se utiliza para referirse a todo el movimiento revolucionario ruso no marxista desde los escritores pioneros hasta fa década de 1890 y aun más allá; en otras palabras narodnichestvo denota unn socialismo agrario de la segunda mitad del siglo diecinueve, que postula que Rusia podía evitarse la etapa capitalista ole desarrollo y proceder a través del arel (cooperativa de obreros o artesanos) y la comuna campesina directamente al socialismo.'
3. Desde la polémica entre marxis:as y populistas a fines del siglo pasado, ha sido usual que los marxistas desechen al populismo corno la lírica ideología reaccionaria y autoengañosa de los campesinos en contrasle con la visión Cientilrga y progresista del proletariado Quizá la objeción más fuerte que se puede hacer a la visión leninista del populismo corro ideología del pequeño productor es que ignora el rasgo mas conspi• ceo del populis•o ruso: 'Esto es. el pathos de la distancia entre los populis:as y el pueblo, el abismo entre
17
•nn•
veamos ahora quiénes fueron los popullk-
para unos pocos privilegiados se había logra-
respuestas entre las cuales se dividió el movi-
tasrusos. 4 En la Rusia de fines del siglo XIX,
do gradas al trabajo y al sufrimiento de la masa
miento: a) una elitista y conspirativa que sos- •
la nwsta población rural trabajaba penosamente
del pueblo y que, por lo tanto, las 'clases cul-
tenía que la única posibilidad de construir un
eneondiciones de miseria y sujeción sin pa-
tas' debían reconocer que tenían una enorme
amplio movimiento popular residía en la or-
ruido en Europa, bajo un estado autocrático y
deuda moral con el pueblo. Luego de literal-
ganización de un partido estrechamente
rertesivo. Entre el estado y los campesinos
mente "ir al pueblo"
(khozbdenie i narod)
cohesionado que golpeara al gobierno de la
se encontraba una tercera fuerza, una elite
en 1874, los que participaron de la aventura
instuida, pequeña pero de vital importancia,
volvieron con una nueva conciencia de las
• única manera posible para un grupo pequeño —con actos de terrorismo individual— cuyo
cada vez más orientada hacia las formas occi-
dificultades que implicaba hacer la revolución
objetivo final era tomar el poder y construir
dentales de pensamiento. Según Margaret
y, sobre todo, de las diferencias entre la pers-
una sociedad socialista; b) la otra respuesta
nw
su
puesto en "ir al pueblo" acatando sus deseos y luchando por defender sus intereses, en particular la tierra campesina y la libertad respecto de los terratenientes y el estado. Canovan afirma que, mientras que en su sentido más amplio, el populismo tuso mantenía un núcleo de compromiso con el socialismo agrario basado en la comuna campesina, el término también incluye otros elementos relacionados histórica aunque no lógicamen , tecons,mlrioevucna-
Qu'ovan, esta minoría privilegiada, consterna-
pectiva de los intelectuales y la de los
cb por la injusticia de su sociedad e inacapaz
campesinos. Sin embargo, su compromiso con
fue populista en el sentido estricto del término: la nueva política de narodnichestvo o
rio y el desdén hacia la reforma política gra-
de soportar el sentimiento de culpa al verse
un futuro socialista seguía en pie y en 1876
'populismo' significaba abandonar el aire en-
dual y las medias tintas liberales, la oposición
beneficiada por este estado de cosas, alentó
emergió un partido llamado
Zemlya i Volya
rarecido de la elite intelectual y sus teorías
al determinismo histórico y un énfasis en la
y sobajó para la revolución. Sin embargo, no
(Tierra y Libertad). 5 El ideal de los populistas
abstractas y adaptarse a las necesidades, las
posibilidad de caminos históricos alternativos
se proponían seguir ciegamente las formas e
rusos era una Rusia socialista, despojada del
perspectivas y los intereses del pueblo. En
insitudones occidentales, sino que construye-
estado autocrático y sus iniquidades sociales
1879 el partido finalmente se dividió en mo-
y en el rol de las ideas y las acciones individuales en su producción; y, lasa but not least, un
ror una visión específicamente rusa del futu-
y económicas, en la cual reinaran la herman-
ro Haciendo una síntesis entre las ideas de los
dad y la armonía. Creían que esa armonía y
derados y radicales. Un sector llamado Cberrzy Peredel (Repartición Negra) para significar su
egannfifilos conservadores que valoraban las tra -
hermandad estaban profundamente enraiza-
demanda primordial de redistribución
ideología totalmente coherente, sí constitu-
elicones de las comunas campesinas y las ideas
das en las tradiciones de la aldea rusa, en par-
igualitaria de la tierra entre los "negros" o "clase
yen un estilo de pensamiento característico
frzernales del socialismo europeo, postularon
ticular en la práctica de la tenencia comunal
servil" se quedó a trabajar con el pueblo, diri-
que va a ser muy distinto al populismo de
:;)osibilidad de construir una nueva sociedad
de la tierra en virtud de la cual no existía la
gidos por Plekhanov (quien posteriormente
slkaalista sin pasar- por las mismas etapas euro-
propiedad absoluta y exclusiva de la tierra
se convirtió al marxismo). La fracción más fuer-
Estados Unidos. Por la misma época pero en forma inde-
peas de capitalismo y expropiación.
dentro de la aldea y los lotes se reasignaban equitativamente en forma periódica a través
te, Narodnaya Vo/Ja (la Voluntad del Pueblo), decidió concentrarse en la lucha terrorista con-
de la repartición.
tra el estado autocrático. Luego de muchos
Hacia principios de 1870, el impulso de lia¿er sacrificios por el pueblo se volvía precio=ante en círculos intelectuales. Se 'en-
La cuestión era cómo trabajar hacia este
ten.lia que el desarrollo de la civilización
objetivo. Según Canovan, la pregunta tuvo dos
znqueño productor y sus supuestos representantes y los electos que este abismo tuvo sobre los
pirrpstas el ser: miento de culpa de parte de los privilegiados; el sacrificio heroico de tantos jóvenes que ofrznicaron su vida, su libertad y sus futuras expectativas en aras de lo que ellos creyeron que era la causa de 7,,nblo. la atmósfera de un idealismo exacerbado y la ausencia absoluta de intereses personales que
fracasos, asesinaron al zar Alejandro II en marzo de 1881. Resumiendo, entonces, el populismo ruso,
Middle West unieron sus losagricuted voces para protestar contra los políticos y los banqueros de la Costa Este. El apoyo del occidentales y de los sureños y en su enorme mayoría estaba integrado porfarm els (gran-
incluye una amplia variedad de pensadores y activistas; por lo tanto, es difícil establecer un conjunto de proposiciones que todos los caso de los narodniki de la década de 1870 el significado es más claro: el énfasis está
1 F,
que muy lejos había otros grupos a los que se denominaría populistas, en Estados Unidos 6
movimiento populista provino de los estados
populistas hubieran aceptado. Pero en el
de" frnper io ruso y gobierno locol autónomo para las cbshchinas (comunas campesinas).
pendiente, aparentemente sin siquiera saber
aproximadamente desde 1870 hasta 1917 e
cc insoirte" (Cr- r- ovan. 1981 93). Para leer con mayor profundidad sobre estos temas, se puede consultar zr.dríej 1970 87-8, Worsley, 1970: 292 y Canovan. 1970, capitulo II. wrrisi.ey (19 79) y Ardrzei Walicki (1970). También puede consultarse Carlos Vilas (1994: 25-34). 5 Las demandas formulaban fueron las siguientes: la división igualitaria de la tierra entre los campesinos smuque este; organicen sus cultivos a través de las comunas rurales, libertad para los pueblos subordinados
Aunque estos elementos no constituyen una
en su uso convencional amplio, abarca
cz:r2c:erizawn aun sus campañas terroristas y que vuelve al populismo ruso, en perspectiva. tan atractivo
4 lis paf UVI SCr •,:` populismo ruso están armados sobre la base de Margaret Canovan (1981) capitulo II, Peter
tremendo compromiso y conciencia moral.
jeros) que demandaban intervenciones socializantes más amplias por parte del gobierno. Los problemas de los farmers estadounidenses de fines del siglo pasado eran los siguientes: a) las corporaciones ferroviarias
Margaret
6. Estos párrafos sobre el populismo en Estados Unidos están armados sobre la base del texto de Canovan (capitulo I) y de Peter Wersley, citados. También puede consultarse Carlos Viles (1994: 15-25).
19
Maria Moka Mackinnosy Mario Alberto Persone
Los completos de la Ceno erra
cobraban precios monopólicos pues los
farmers eran clientes cautivos: dependían de ellos para obtener equipos y provisiones y para enviar sus granos al mercado. El poder de las compañías se veía aumentado porque dominaban la política estadual del Oeste: tornaban cuidadosos recaudos para mantener controladas las legislaturas y asegurarse, a través de sobomosy corruptelas, de que sus in-
tereses serían protegidos; b) la sujeción a los acreedores era una pesadilla permanente. Los farmers necesitaban capital para comprar maquinaria y alambrar, pero cuando la cosecha era abundante, el mercado se saturaba y los precios caían, a laque se sumaban las pérdidas de cosechas en los períodos de sequía. Por otro lado, estaban en manos de los comerciantes locales, quienes les vendían a crédito obligando a bs familias a hipotecar la cosecha del año venidero sin siquiera haberla sembrado. El endeudamiento y la experiencia de sometimiento y humillación que implicaba el endeudamiento constituía un vivencia frecuente para los farmers, quienes formaron la espina dorsal del movimiento populista; c) otro problema era la reducción del circulante que forzó una baja en los precios de sus productosa la vez que un incremento en el valor del dólar, aumentando de esta manera el endeudamiento de los farmers. Hacia 'principios de 1880, con la consigna de que la unión hace la fuerza y la ilusión de volver a ser libres e independientes, los farmers intentaron crear cooperativas de compra y venta para defenderse frente a 7. Se nominó el pr.i7er .
los acreedores. Sin embargo, la mayoría de las cooperativas fracasó gracias a la oposición enconada de comerciantes y banqueros locales y también porque su base financiera era demasiado endeble, sus patrocinadores, demasiado pobres. El intento de obligar al gobierno a hacer por ellos lo que no podían hacer por sí mismos, los forzó a entrar en la política a la vez que convirtió a su movimiento en populista. Pero entrar en política no era una cuestión simple. Aunque fueron creciendo alianzas en varios estados,.los disensos variaban entre líneas moderadas y otras radicales, y divisiones en torno a la cuestión racial debido a la actitud ambigua de la Alianza hacia losfarmers negros; por otro lado, no pudo llevarse a cabo la idea de una gran coalición entre el Sur y el Norte, una unión de farmers y trabajadores, de productores contra monopolistas y financistas del Este plutocrático. Entrar en política también significaba que el control del movimiento pasaría inevitablemente de los farmers a los políticos profesionales hacia quienes losfarmers manifestaron una permanente hostilidad y, por otro lado, que se tensionaba el problema de Lis lealtades partidarias. Construir un tercer partido era una tarea harto difícil. Se siguieron distintas estrategias según las circunstancias y tradiciones políticas de cada estado. Aunque finalmente emergió un partido de carácter nacional en 1592," el camino fue difícil y muchos abandonaron sobre la marcha. El fracaso de las cooperativas cobraba sus bajas, pero las tensiones
candidato y se estableció el primer programa populista. Luego de una descripción de [as condiciones mizerables a que había sido reducida la gente común debido al poder de los Plutócratas. el preámbulo declaraba que se buscaba "restituir el gobierno de la república a la gente común, clase de la cual ese gobierno haba surgido". Los populistas declaraban que 'para remediar el slitrimient0 de 'la clase prcductora', los poderes del gobierno debían ser ampliados. que la riqueza pertenecia a quien la creaba. que tos 'intereses del trabajo rural y civico eran los mismos y sus enemigos idénticos". • .90
que implicó romper Con viejas lealtades partidarias alejó a muchos más. De todas mane-
ras, hasta el sur formó un Partido del Pueblo (Peoplek Party) y dio, además, el dramático paso de incluir a miembros negros en sus filas. Finalmente, en 1896 se produjo una fusión a nivel nacional entre el Partido del Pueblo y el Partido Demócrata, que nombró un candidato de estilo y posiCiones populistas e incluyó varias demandas de este grupo en su plataforma, pero perdió las elecciones y los populistas descubrieron que habían destruido su partido inútilmente. Con posterioridad a 1896, cuando lo que quedaba del Partido del Pueblo se perdía en el olvido, se produjo un auge de prosperidad económica causado por aquello mismo que los populistas habían estado reclamando: un aumento en el volumen de la base monetaria al descubrirse nuevos campos mineros y procesos extractivos. Ambos populismos se enfrentaron al desafío "del industrialismo, el urbanismo, la grandiosidad, la centralización, la jerarquía; ambos trataron de resistir estas tendencias y de descentralizar lo social..." (\Vorsley, 1970: 271) y se opusieron al avance del capitalismo y a uno de sus resultados principales: la destrucción o el severo agotamiento de la pequeña propiedad y la producción en pequeña escala (Vilas, 1994: 34). Aunque los dos son populismos agrarios", los populistas rusos, -
con su desprecio hacia la reforma constirucional liberal y "la adopción del terrorismo como opción ética", ofrecen un fuerte contraste con el compromiso de los populistas estadounidenses con los procesos políticos y la búsqueda de leyes e instituciones para proteger sus intereses. Ambos idealizaron al pueblo y aspiraron a un control de la sociedad desde abajo pero resulta obvia la diferencia entre un impulso corno éste que proviene del pueblo mismo y aquel que proviene de una intelh-
sus remordimientos de conciencia (Canovan, 1981: 96). Por otro lado, mientras el populismo de Estados Unidos contaba con una base rural de masas, los rusos no contaban con nada por el estilo; mientras los ideólogos del populismo de Estados unidos provenían del "pueblo" (eran editores de periclicas destinadas a las agricultores, predicadores o hijos de predicadores de tendencia fundamentalista), los populistas rusos provenían de las ciudades y de sectores sociales distintos de los campesinos. El populismo ruso proponía como elemento central de su diseño reformista el fortalecimiento de la propiedad comunitaria y el apoyo a federaciones y cooperativas; muchos de los naruchiiki fueron socialistas y la ideología fue un ingrediente importante. El populismo estadounidense, en cambio, fue siempre un firme defensor de la propiedad individual o familiar y su socialismo más bien una cuestión de interpretación externa y ciposrerion y la ideología y las teorizaciones jugaron un papel menor (Vilas, 1994: 35). Mientras en el populismo ruso aparece la tensión entre "pueblo" e intelectuales, en el estadounidense se manifiesta la tensión entre - pueblo" y políticas profesionales; ambos rasgos de los populismos latinoamericanos de este siglo. El término "populismo", en fin, entró a la literatura desde Rusia y los Estadas Unichs para hacer referencia a movimientos de base rural y con un fuerte contenido anti-elite. Pero hay ocro populismo en el mundo tan famoso como los primeros: el latinoamericano. gentsiasacuclida por
b. La literatura sobre populismo en América Latina
El populismo ha constituido uno de los fenómenos históricos principales en la experiencia política de América Latina en este
Morí,: MoirwMac-kinnon 7 Mario Alberto l'aro ne
siglo. Drake (1982: 237-9) sugiere que podría ser útil considerar las nociones de populis~ -knipra no", -clásico" y "tardío". Sin caer en una mirada rígida, afirma que se podria argurrrntar que el timing, de las condiciones apropiadas para estos tipos de populismo variaron de país en país. En las primeras décadas del siglo XX, América Latina era predominantemente agraria, tenía sistemas poIticos ariszocráticos y excluyentes, no se habían desarrollado grupos de interés, sindicatos fuertes ni partidos de masas. A medida que el crecimiento capitalista y urbano erosionó la hegemonía tradicional de las clases altas, emergieron los precursores del populismo en las ciudades más grandes y los países más prósperos, los que podrían denominarse los populistas temprz2nas o liberales. Aunque atraían algunas simpatías del sector obrero, se apoyaban en las elites no comprometidas con el ejeitici-.> del poder y la emergencia de las cbases metlias. Generalmente limitaron sus promesas reformistas a la democratizaeion lega:ista destinada a las minorías alfabetizadas (Yrigoyen en Argentina, Alessandri en Chile). t)urante los anos treinta y cuarenta, afirma Drake, aparecieron los populistas ckísicos. Las tipras Z:rosaiientes incluyen a Haya de la Torre. eirove, Cárdenas, Betancourt, Gaitán y Perón. Mucho más que los primeros, estos líderes movilizaron amplias franjas de las masas urbanas ras programas animados por ciertos sknans e ideas socialistas. El temprano ra,lie.xlistrm de algumn.: injeri -mis del APRA en el Perú, del movimiento de Cárdenas en
Mt'xico. Arcr- n Democrática en Venezuela del creme popular en Chile no debería perdrnc en la it-p nia de la mirada retrospectiva. Aderrois, estos movimientos se autopercibían (-rimo coliesi,onados por el fin de la reforma
social a favor de los trabajadores, la democracia electoral y el nacionalismo continental (indoamericano) contra el imperialismo y el fascismo (estas posiciones fueron expresadas en el primer Congreso Latino Americano de Partidos de Izquierda organizado en Chile en 1940 por los socialistas chilenos; los principales participantes incluyeron al APRA, la AD, y el oficialista Partido Revolucionario de México). Según Drake, el populismo constituyó una respuesta coherente a los procesos de aceleración de la industrialización, la diferenciación social y la urbanización. Los populistas prometieron medidas de bienestar y crecimiento industrial protegido. Aunque el establishttzent sin duda prefería los arreglos ordenados del pasado sin la intrusión de estos movimientos de masa, a los ojos de muchos líderes reformistas y aun de algunas elites del establishment, continuar excluyendo a las clases medias y a los trabajadores urbanos pronto pareció representar un precio más alto que permitir su incorporación gradual. Hacia los cincuenta y sesenta las perspectivas del populismo policlasista declinaron. Importantes populistas continuaron apareciendo en escena, incluyendo a Paz Estenssoro en Bolivia, Vargas, Quadros, Brizola y Goulart en Brasil, Ibáñez y algunos demócratas cristianos en Chile y Velasco Ibarra en Ecuador. Sin embargo, se enfrentaron a graves problemas económicos: el proceso de industrialización por sustitución de importaciones (151) comenzó a encontrar obstáculos, se produjo un relativo estancamiento industrial y una inflación aguda. Además, afirma Drake adoptando una perspectiva germaniana, la proliferación de actores políticamente relevantes que habían motivado la aparición del populismo y las demandas de trabajadores, campesinos, migrantes urbano-rurales y mujeres comenzó a desfasnrse del proceso de in..q.irucionalización.
Ante las condiciones cambiantes, algunos populistas como Haya y Betancourt se volcaron a la derecha y de esta manera se volvieron más aceptables para las elites nativas y extranjeras. Otros, sobre todo en Perú y Venezuela, se volcaron hacia la izquierda del partido matriz y hasta formaron fracciones guerrilleras. Los populistas tardíos de los setenta incluyen, para Drake, a Echeverría en México y Perón en Argentina. Fue muy difícil para ellos revitalizar las alianzas y los programas populistas de épocas anteriores que aparecían como inadecuados para lidiar con el pluralismo social y los conflictos que años de modernización y políticas populistas habían alimentado. A medida que la red de intereses se multiplicó y solidificó, el espacio de maniobra en la arena política se redujo. Las elites percibían que el precio que se debía pagar por la inclusión de las masas —aumentos de sueldos, inflación, transferencias de recursos y aun el desplazamiento social, el fantasma de Cuba y Chile— ahora parecía ser mayor que los riesgos de una exclusión forzada. En consecuencia, hacia mediados de 1970, bajo severas presiones económicas y sociales, las fuerzas armadas proscribieron al populismo en la mayoría de los países de América Latina. Científicos sociales, tanto nativos como extranjeros, han intentado descifrar los enigmas de estos populismos latinoamericanos desde distintas perspectivas. Aunque algunos sostienen que el término alude a una variedad tan grande de fenómenos que es imposible encontrar rasgos en común que justifiquen el uso científico del concepto - - la tesis negativa", corno la llama Mouzelis (1985:329)—, la mayoría de los autores ha intentado pensar el fenómeno desde las ciencias sociales, si bien generalmente hacen de la carencia su rasgo
fundamental. Existen, por lo tanto, distintas. formas de clasificar los enfoques con los que se ha abordado al populismo; en realidad, casi tantas como artículos sobre el tema. Desde un punto de vista metodológico podemos decir que existen proposiciones sobre su naturaleza, proposiciones sobre su entigencia y proposiciones sobre sus efectos. A-Continuación presentamos una síntesis de alivinos enfoques que han ejercido influenció sobre los estudios del populismo en América Latina, ordenada en torno a las siguientes preguntas: ¿cuándo, cómo y por qué aparece? ¿Qué hace el populismo? Dejaremos la discusión sobre su naturaleza (¿qué es?; ¿cuáles son sus rasgos fundamentales?) para el final. i. Interpretaciones sobre la emergencia y la
dinámica del populismo clásico
Con fines exclusivamente de descripción y ordenamiento, a lo sumo heurísticos, si revisamos las formas en que distintos autores han abordado el estudio del populismo clásicocon referencia a las causas o condiciones de su emergéncia, podríamos dividir a losautores, a grandes rasgos, en cuatro grupos: 1:/una línea de inteipretación en clave del proceso de modernización, tributaria del funcionalismo, piensa al populismo como fenómeno que aparece en los países "subdesarrollados" en la transición desde la sociedad tradicional a la moderna (G. Germani, T. Di Tella, S. Stein); 2. otra línea mucho más amplia y heterogénea que
llamaremos línea de interpretación "histórico-estructural" vincula al populismo con el estadio de desarrollo del capitalismo latinoamericano que surge con la crisis del modelo agroexportador y del estado oligárquico. Los autores destacan el rol interventor del estado que, ante la debilidad de la burguesía, debe 23
~ría ~1l »debutan" Mario Albrto Parone
asumir Un rolde dirección de los procesos de cambio. Dentro de esta línea interpretativa existen distintos énfasis: mientras Cardoso y Faletto, desde un perspectiva depenclentista, ponen a atenta en la reconstrucción del proceso histórico-estructural de las sociedades para entender cómo se relacionan las clases y cuál es el movimiento que en cada período las impele a fa transformación, lanni, desde una óptica marxista, considera que el "Estado populista", si bien no es un nuevo modelo de Estado, es intervencionista y nacionalista en lo económico dentro del marco del capitalismo, y culmina con la metamorfosis de la política de masas en lucha de clases. Murmis, Portantiero, Weffort y Torre (aunque con preguntas distintas según la época) analizan al populismo corno un femimen° que resulta de la crisis de hegemonía: populinno sería la expresión de una alianza la que ninguna clase tiene la fuerza sufiC-iente como para romper con la oligarquía y llevar adelante un proyecto hegemónico propiio. Touraine sostiene que el populismo es la identificación del movimiento con el Estado y por eso se define mejor como una política de integración nacional. 3. El tercer grupo, también amplio y heterogéneo, es el de los coyzinturalistas(Adelman, 1992): James, French, Doyon, Adelman, E-Ioroxvitz.lvIntsushita, Tamarin, Fausto Boris, Murilo De C_analho. Estos autores realizan estudios monopáficos que hacen hincapié en las oportunidades y las restricciones que rodean a lasclistintas clases o sectores sociales, en particula ' r a los trabajadores, en determinadas coyunturas históricasy cuestionan las explicaciones que remiten los orígenes del populismo al pasado pre-populista de América Latina. Existen distintas inclinaciones y corrientes en este grupo, entre ellos James, que destaca la cultura social y política de la clase, la constitución de los sujews y los sentidos que tienen para
Los compiejos de la Cenicienta
los actores sociales las experiencias vividas y French que se centra en el estudio de la compleja red de alianzas, relacionada a su vez con procesos socio-económicos que crearon distintas dinámicas y posibilidades de alianzas entre las clases. 4. Podríamos proponer una cuarta línea interpretativa, definida más bien desde su método de análisis, que ubica la especificidad del populismo en el plano del discurso ideológico (Laclau, de Ipola, Taguieff, Worsley). Mientras Laclau sostiene que lo que transforma a un discurso ideológico en populista es la articulación de las interpelaciones popular-democráticas como conjunto sintético-antagónico respecto a la ideología dominante y que existe una relación de continuidad entre populismo y socialismo, De Ipola y Portantiero argumentan, desde la noción gramsciana de construcción de una voluntad nacional y popular, que la relación entre socialismo y populismo es, sobre todo, una de ruptura. i. El marco teórico de Gino Germani —quien escribió los primeros trabajos sistematizados sobre el tema en la década de 1950— fue la predominante teoría de la modernización y el estructural-funcionalismo. Utilizando un modelo dicotómico, Germani analizó el período en términos del tránsito de una sociedad tradicional a una sociedad desarrollada, producto del desarrollo económico. Aunque el cambio es un aspecto normal de las sociedades, Germani sostiene que al ser emergente y rápido, coexisten en una misma etapa elementos que pertenecen a la sociedad tradicional y la industrial. Ante la superposición de distintos principios básicos de funcionamiento de la estructura social (acción social tradicional o moderna, la actitud de rechazo o de institucionalización del cambio) se producen distintos tipos de asincronía de los procesos de transformación, elemento
fundamental que lo preocupa: a) geográfica (el desarrollo no se produce al mismo tiempo, creando países o regiones centrales y periféricos, y "sociedades duales'); b) asincronía institucional (normas contradictorias de distintas etapas pueden regir la misma institución); c) asincronía de grupos sociales (las características 'objetivas' y 'subjetivas' de ciertos grupos corresponden a etapas 'avanzadas" mientras las de otros a una etapa 'retrasada"); d) asincronía motivacional (coexisten actitudes, ideas, motivaciones correspondientes a sucesivas épocas diversas lo que puede originar ideologías peculiares) (Germani, 1977: 12-13). Caracterizan la asincronía dos fenómenos: el "efecto de demostración" y el "efecto de fusión'. El primero resulta de la difusión en
países menos desarrollados del nivel de vida alcanzado en los más desarrollados, es decir, que el conocimiento de la existencia de determinado nivel de consumo produce aspiraciones similares y determina la conducta política tanto de las clases populares como de los grupos medios y superiores. El conflicto se produce en torno a la forma de alcanzarlas. El segundo es un fenómeno que consiste en la fusión de expresiones ideológicas o actitudes de un contexto avanzado con las actitudes o creencias y otros contenidos psíquicos de grupos - atrasados"; esto refuerza los rasgos tradicionales que parecen adquirir nueva vigencia o bien los contenidos tradicionales influyen sobre su significado originario, moderno. Otros dos conceptos claves son los de mor•ilizacióri y de integración. El primero consiste en el proceso por el cual grupos anteriormente pasivos comienzan a intervenir en la vida nacional, ya sea en forma inorgánica o en forma canalizada a través de los partidos políticos; por el segundo se entiende aquel tipo de
movilización que se lleva a cabo a través de los canales político-institucionales vigentes y en el que el marco de legitimidad del régimen es aceptado implícita o explícitamente por los grupos movilizados, que aceptan así las reglas de juego de la legalidad vigente (Laclau, 1986: 172). Con estos conceptos, Germaní elabora el marco teórico del proceso de transición en los países que comienzan su desarrollo en forma tardía y lo compara con la experiencia histórica de la transición europea. En palabras de Germani: - La diferencia que existe entre el caso de Inglaterra o de otros países occidentales y el caso de América Latina depende pues, de un grado distinto de correspondencia entre la movilización gradual de una proporción creciente de la población (hasta alcanzar su totalidad) y la aparición de múltiples mecanismos de integración: sindicatos, escuelas, legislación social, partidos políticos, sufragio, consumo de masa, que son capaces de absorber estos grupos sucesivos y de proporcionarles medios de expresión adecuados al nivel económico y político, como en otros terrenos fundamentales de la cultura moderna" (Germani, 1977: 25). Así, a diferencia de Europa, donde se produce una consolidación de la democracia representativa en dos etapas (deMocracia con participación limitada y luego con participación total) en la que las masas son incorporadas sin traumas al aparato político a través de rc firmas y participación en partidos liberales u obreros, en América Latina la rápida industrialización, la urbanización y la masiva migración interna que se acelera desde la década del '30 en adelante, lleva a la temprana intervención de las masas en la política, excediendo los canales institucionales existentes, donde los trabia¡adore.s pueden expresar sus demandas crecientes, sin valorar el sistema democrático.
Marfa Morse liferekinnan MarisAlbrrro l'erran(
Así, para Germani, "los movimientos nacionales-populares" son "la forma de intervención en la vida política nacional de las capas sociales tradicionales, en el transcurso de su movilización acelerada" (1977: 29), es decir, cuando el grado de movilización rebasa la capacidad de los mecanismos de interacir'in. Califica a estos movimientos corno autoritarios (no fascistas)" sobre todo porque el peronismo "se vio obligado a tolerar' cierta participación efectiva."' Corno los partidos existentes no pueden ofrecer posibilidades adecuadas de expresión a estas masas, se origina una verdadera situacion de :momia para estos grupos cuya "disponibilidad" puede dar oh. gen a movimientos nuevos (Germani, 1977: 32-4). Latransición desde una mentalicbd tradicional forjada en una matriz autoritaria y paternalista a una moderna basada en individuos autónomos y libres produce un estado de anornia ante la falta de canales institucionales adecuados. Salidos de la pasividad de la mentalidad tradicional pero aún incapaces de llevara cribo ninuna acción colectiva autó-
noma, estas masas son vistas como potencialmente explosivas. La rigidez del sistema político y la incapacidad de los actores políticos de dirigir la crisis favorece la emergencia de una figura carismática, que junto con distintas elites los recluta y manipula. Este líder populista logra crear vínculos poderosos y directos con esas masas disponibles-como apoyo electoral- pero también logra atraer a los nuevos sectores modemizantes como el ejército y los industriales (Walton, 1993). Estas masas son consideradas "en disponibilidad" y su comportamiento se interpreta en términos de irracionalidad y de heteronomía. l>
Aunque admite que el populismo surge y se desarrolla en el tránsito de la sociedad tradicional a la moderna, Di Tella pone el énfasis en la necesidad, para una movilización populista de masas, de la existencia de una elite comprometida con dicho proceso de movilización y en la decadencia del liberalismo como motor de cambio que, al fracasar, posibilitará la experiencia populista. Cree, de todas maneras, que con todas sus limitaciones, el populismo es el único vehículo disponible de
diferencia es que en el caso del peronismo se le dio participación efectiva, aunque populares para obtener su apoyo. En Europa. en cambio, la participación se fundaba lir nitada. a leis Oreslig , 0 social y delorarquia, de superioridad nacional y racial, ademas, en contraste, en un el fascismo euresco nunca logro realmente el apoyo activo de las masas entre la mayoria de los trabajadores urbanos y aiin 'os rurales Hubo más bien aceptación pasiva (1962: 339-40). Además, los movimientos nacional popu'ares nunca alcanzaron la pedección tecnica del totalitarismo (1977: 35).
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9. Para German', •a originalidad de los regimenes nacional-populares reside en la naturaleza de esta participacion, rsc ce produce a ;rayes de los mecanismos de la democracia representativa sino que -entraña el eieri:rao de c. ,_:•2 grado de libertad efectiva, completamente desconocida e imposible en la situación anterior - . entrara re sPlo un elemento de espontaneidad sino un grado inmediato de experiencia personal, con concretas en la vida personal de los individuos, son 'formas inmediatas de participación" (1977 33) ro in Iroria de
5' '7
genes sociales del populismo de Germani ha sido rebatida por varios autores, entre ellos Sati;d ,cs sobre los enyeses col peionsrw, Buenos Aires. Siglo XXI, 1971; Tulio Halpenn
Donqft, 'Alqu - ds cl:servaciones sobre Germani. el surcimienio del peronismo y los migrantes internos", en N' SG. Vol 14. erieio-marzo 1975: y Juan Carlos Torre en la Vieja Guardia Sindical, Sobre Oxi:iarria`;o 10:;
7 C'Cr.::TrO,
Buenos Aires. Sudamericana.
reforma -o de revolución- en América Latina. Aquí el esquema de reforma social liberal como en Europa no es posible por la debilidad del liberalismo como alternativa -ya no es una ideología anti - stcau quo- y porque la clase obrera no pudo plantear su propia alternativa (Moscoso, 1990: 83). Di Tella pone el acento en la "revolución de las expectativas": "el deseo de tenerlo todo de una vez sin esperar que se consoliden los mecanismos que lo proporcionan ... les] lo que luirá difícil el funcionamiento de la democracia ya que se pedirá más de lo que ella puede dar". Estos grupos crecientes formarán una masa disponible numéricamente importante que no ha visto en la alternativa liberal-democrática la forma de satisfacer sus expectativas. Se disponen, entonces, a seguir su propia guía, guía que le será ofrecida por una elite dispuesta a aceptar el proceso de movilización. En consecuencia, la aparición de un líder, que a su vez encabeza la elite, es imprescindible para que se origine la experiencia populista. El enlace `masa clisponibleVelite dirigente se explica por: a) la proliferación de grupos incongruentes que producirán sus propias elites para que los representen; b) por cuestiones de status entre sus aspiraciones y la satisfacción de empleo; c) la aceptación por parte de las masas de esas elites de clase (Moscoso, 1990: 86-7).
Según Di Tella, "El populismo, por consiguiente, es un movimiento político con fuerte apoyo popular, con la participación de sectores de clases no obreras con importante influencia en el partido, y sustentador de una ideología anti-statu quo. Sus fuentes de fuerza o 'nexos de organización' son: a) una elite ubicada en los niveles medios o altos de la estratificación y provista de motivaciones anti-statir quo-, b) una masa
movilizada formada como resultado de la 'revolución de las aspiraciones', y, c) una ideología o un estado emocional difundido que favorezca la comunicación entre líderes y seguidores y cree un entusiasmo colectivo" (Di Tella, 1977: 47-8). Germani y Di Tella comparten usi enfoque similar: las transiciones para aritibs son momentos de tensión estructural que llevan a la emergencia de fenómenos &lino el populismo. Estas tensiones del cambio acelerado generan dos actores importantes: las masas, de las que se ocupa en mayor medida Germani, y las elites con las que completa el cuadro Di Tella. También podríamos ubicar dentro de esta línea de interpretación a Steve Stein (1980), quien considera que el populismo constituye la principal forma política de control social en la América Latina moderna, producto de una cultura política patrimonialista heredada del pasado iberoamericano. Según este autor, la alta concentración del poder en manos de elites reducidas contribuyó a crear un sistema patrimonial de'valores e instituciones que sostenía la desigualdad y desactivaba la protesta de las masas. Como ideología producida originalmente por los sistemas coloniales semi-feudalede España y Portugal y reforzada por el-eutolicismo oficial y popular, el patrimónialismo enfatiza la jerarquía y el organicismó De esta forma, para Stein, la dinámica central de los movimientos populistas han sido los vínculos particularistas y personalistas entre líderes poderosos y seguidores dependientes. Contribuyendo directamente a socavar los partidos obreros autónomos, los populistas construyeron coaliciones multidasistas que integran a las masas sin cambiar demasiado el sistema existente. A través de la distribución de concesiones materiales y simbólicas por parte de líderes altamente carismáticos y personalistas,
1990.
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tuvieron éxito en integrar estos caracterizar la estructura de las distintas "sieilmeroscada vez más amplios de elementuaciones de desarrollo". aos de clase baja en la política, impidiéndoles Para Cardoso Faleno las formas que adopta -sobrverir'el proceso de torna de decisiones a el "populismo desarrollista" (que se extendenivel nadaran] y, al mismo tiempo, funcionando ría aproximadamente entre 1930 y 1960) van como várvula de seguridad para disipar prea depender de las alianzas de poder realizadas siones potencialmente revolucionarias, durante la "fase de transición", que se extienprovenientes de la clase obrera sin compro. de a lo largo de las primeras tres décadas del ineterseeon cambios estructurales o con la exsiglo XX. Según los autores, la presencia y parpulsión& las elites establecidas (Stein, 1987). ticipación creciente de las clases medias urbaEn la década de los '60, la creciente nas y de las burguesías industriales y comerinfluencia de los estudios sobre la dependenciales en el sistema de dominación se exprecia y el marxismo selló la suerte de la teoría san en las políticas de consolidación del merde la modernización y la explicación del cado interno y de industralización, que consispopulismo corno resultado de la capacidad ten, sobre todo, en una política de acuerdos de convJcitoria demagógica y emocional de entre sectores muy diversos (clases medias asara lfdercarismático y/o de la ceguera de las cendentes, burguesía urbana, sectores del anmasas Elconjunto de los trabajos surgidos de tiguo sistema exportador-importador, incluso esta corfluencia, que hemos llamado histórisectores de baja productividad) que debían co-estrumurd, ya no puso el énfasis en las tradicompatibilizar la creación de una base econócior joie-modernas sino que viró su atención mica para sustentar a los grupos nuevos con hacia lascoricliciones históricas que hacían pooportunidades de inserción económico-social sible el surgimiento de la coalición populista. para los grupos populares cuya presencia en El pauto de partida de Cardoso y Faletto las ciudades podría alterar el sistema de domina(1959) para pensar las distintas trayectorias ción. Eso supone la constitución de una "alianza históric..s de los países latinoamericanos es la desarrollista" entre fuerzas contradictorias, reklenzifimcióeri de dos tipos de economías de servándose el papel de grupo dominante el expertadón que se formaron durante una prisector empresarial. El Estado es visto en conmera fase que denominan "crecimiento hacia junción como agente económico de desarrollo afuera" y que se extendió aproximadamente interno y de la dependencia externa. Como el duranteel último cuarto del siglo XIX: econopopulismo desarrollista variará según los paíMía5 Cal control nacional de la producción ses, los autores señalan la existencia de tres ikArgentem, Brasil) y economías de enclave formas de populismo (aunque también clasifi?adineras o de plantación) (México, Chile, can a la alianza desarrollista en dos: una verlerd). En esta construcción de tipos ideales, sión nacional populista, varguismo, peronismo, r dependencia --concepto socio-político que y otra estatal desarrollista, México): el popuse erai=de como un modo particular de relismo y economía de libre empresa (Argentilación. entre lo externo y lo interno, entre gruna); populismo y desarrollo nacional (Brasil) y pos ases sociales "periféricas" y "centrael Estado desarrollista (Chile). les" y cite implica una situación de dominio lanni plantea que uno de los problemas tre cotilev estructuralmente la vinculación de la política latinoamericana es la forma en con el enerior— es un concepto central para que las masas desaparecen del escenario po-
Les complejos de la Come:cota
lítico de cada país o pasan a ocupar un segundo plano. Sostiene que ya se ha estudiado satisfactoriamente de qué manera surgieron estas masas: los procesos de urbanización e industrialización, las transformaciones tecnológicas y sociales en el mundo agrario, la revolución de las expectativas y la explosión demográfica son los principales factores señalados (1977: 83). No tiene dudas de que las experiencias nacionales son diferentes unas de otras pues en cada caso las masas revelaron madurez política especial, conquistando posiciones políticas en diferentes grados. Sin embargo, afirma que las experiencias populistas tienen elementos en común. Uno de ellos es que ocurren durante la época en que se conforman definitivamente las sociedades de clase cuando quedan superadas las relaciones estamentales o de castas de la época colonial. Otro es que las manifestaciones del populismo aparecen en la fase crítica de la lucha política de las clases sociales surgidas de los centros urbanos y centros industriales contra las oligarquías y las formas arcaicas del imperialismo. Así, afirma que "en varios aspectos. el populismo latinoamericano corresponde a una etapa determinada en la evolución de las contradicciones entre la sociedad nacional y la economía dependiente" (1977: 85). El gobierno populista es entonces el reflejo de una nueva combinación entre las tendencias del sistema social y las imposiciones de la dependencia económica. Ahí es donde las masas asalariadas aparecen como un elemento político dinámico y creador que posibilita una reelaboración de la estructura del Estado que revela una novedosa combinación de grupos y clases sociales, tanto interna como externamente. Otra característica importante, según este autor, es que el populismo corresponde a la
etapa final del proceso cle disociación entre los trabajadores y los medios de producción; corresponde a la época en que se constituye el mercado de fuerza de trabajo a causa de la formalización de las relaciones de
producción de tipo capitalista avanzado. En esta etapa las masas trabajadoras abandonan los esquemas sociales y culturales creados durante el estado oligárquico y adoptan paulatinamente valores creados en el ambiente urbano industrial. Pero el carácter de clase del populismo no aparece inmediatamente en los análisis. Para comprender dicho carácter es preciso distinguir dos niveles: a) el populismo de las elites burguesas y de la clase media, que usan tácticamente a las masas trabajadoras, al mismo tiempo que manipulan las manifestaciones y posibilidades de su conciencia; y, b) el populismo de las propias masas (trabajadores, emigrantes de origen rural, baja clase media, estudiantes universitarios, intelectuales de izquierda). En situaciones normales parece existir una armonía total entre los dos populismos. embargo, en los momentos críticos, cuando las contradicciones políticas y económicas se agudizan, el populismo de las masas tiende a asumir formas propiamente revolucionarias. En estas situaciones ocurre la ineramorfosis (le los movimientos de masas en lucha de clases" (1977: 88). Otros autores, que comparten algunos rasgos generales cle los autores :interiores, centran su análisis del populismo en la crisis de hegemonía. Aquí ubicarnos a Nlurinis y Portantiero, Wefton y Torre. Dentro de un contexto de revalorización del peronismo desde la izquierda, Murrnis y Ponantiero recuperaron la racionalidad del comportamiento de los obreros, fenómeno que estaba opacado por las interpretaciones que hacían
Los complejos de la Cenicienta Mari MoinsMrckasnaaJ Mario Aihrno Perro ne
hinimpié en la anemia y el caudillismo. Según Adelman, se propusieron explicar la permanencia del peronismo como fenómeno dé masas centrándose en dos procesos subfacentes. la industrialización urdía y una cromo de hegemonía burguesa que permaneel:lig-resuelta dide el quiebre institucional de 197. Como también lo afirmaban los estudies sobrebdepend=cia, la crisis del orden comercial internacional en 1930 disparó la industrialización por sustitución de importacienes. El crecimiento del sector manufactutino no fue el resultado de un triunfo de intereses urbanos industriales por sobre intereses rimles propietarios; no se produjo una revoindustrLal sobre la base de la reconsolidxion de un nuevo bloque hegemónico. luensificárÁlcise lucia mediados de la década del ',30, esta'- industrialización sin revolución n-dustrial" fragmentó la clase dominante en 14ir de reciansaalidirlia sobre fundamentos nuevas, mas 1-urg,- ueses. Así, los países de la regrin se edrentaion a una crisis de hegernora que debitiaó los patrones establecidos de representac.-ión institucional. Las clases dorciantes no lideraron un proyecto de 7iidustrialuneír5n racional, en su lugar lo hicieran distintos grupos ,que detentaban el poder Estad:a. Rec_ltuando el nuirco dicotónlico de la leoiii de 33 nxxlennzación y poniendo el énfasis rn la racionaliidad de las masas, en el interés ..e clase de los trabajadores, NIurrnis y loirantiero voZviiirort su mirada hacia una base ristruc-tural al:leí-ruin:a de las relaciones socia itS: la conszni:4,7(:}1 , 11 ileconstrucción de alían_a_s ; - en la saciedad ca-vil. Así, en Argentina y en en Arnérica latina, capitalistas ridtisiria?ies débiles y clases trabajadoras narg'.[1:1 n 11, t'Oertlfle:111:11i .f.:Icios en movimiental ruicienal, --pc-pubres Inas que en moca-nientios -C`t'1:7;i3 ,..e clasista . El problema rad ion-
tu en la peculiar disposición de la clase capitalista industrial y en un movimiento sindical cercado por gobiernos ilegítimos, despreocupados por el potencial electoral de una clase obrera descontenta. A medida que estas clases flotantes convergieron en 'una nueva alianza vertical constituyendo un nuevo bloque histórico, desafiaron la decadente hegemonía de la vieja elite terrateniente (Adelman, 1992: 246-8). Centrándose en el papel que jugó la vieja guardia sindical en el acercamiento de las rnasas a Perón, Torre (1990) se propone recuperar la problemática de la doble realidad de la acción de masas, ampliando el concepto de racionalidad en el comportamiento obrero ya avanzado por Murrnis y Porantiero en el campo social, para incluir también en el análisis el campo de la política. Por un lado, desde la perspectiva del interés de clase, el criterio de racionalidad está basado en la maximización de los beneficios en el plano material; por otro, para comprender la identificación política con Perón es necesario, afirma, introducir otro criterio de racionalidad: el del reforzamiento de la cohesión y la solidan- ' dad de las masas obreras. De esta manera, la acción política deviene no un medio para aumenta las ventajas materiales, sino un fin en si mismo: la consolidación de la identidad política colectiva de los sujetos implicados. Para Weffort (1968b), que aborda el fenómeno desde el proceso de crisis política y desarrollo económico que se abre con la revolución de 1930 en Brasil, el populismo fue la expresión del periodo de crisis de la °ligarqu ia y el liberalismo, del proceso de democratización del estado, y una de las nunife.sucíones de las debilidades políticas de los grupos dominantes urbanos al intentar sustituir a la oligarquía en las funciones de dominio político. Pero, sobre todo, el populismo
fue la expresión de la irrupción de las clases populares en el proceso de desarrollo urbano e industrial de esos decenios, única fuente social posible de poder personal autónomo para el gobernante y, en cierto sentido, la única fuente de legitimidad posible para el propio Estado. Postulando la noción de "Estado de compromiso", Weffort sostiene que la derrota de las oligarquías no afectó de manera decisiva el control que ellas mantenían sobre los sectores básicos de la economía. Esto llevó a que el nuevo gobierno, luego de la rebelión de 1930,
tuviera que moverse dentro de una complicada red de compromisos y conciliaciones entre intereses diferentes y a veces contradictorios. Ninguno de los. grupos participantes -las clases medias, los grupos menos vinculados a la exportación, los sectores vinculados a la agricultura del café- ejercía con exclusividad el poder ni tenía aseguradas las funciones de hegemonía. política. El autor aduce que este equilibrio inestable entre los grupos dominantes y, básicamente, esta incapacidad de cualquiera de ellos de asumir, como expresión del conjunto de la clase dominante, el control de las funciones políticas, constituye uno de los rasgos notorios de la política brasileña del período. Así, este "Estado de compromiso", que es al mismo tiempo un Estado de masas, es expresión de la prolongada crisis agraria, de la dependencia social de los grupos de clase media, de la dependencia social y económica de la burguesía industrial y de la creciente presión popular. Para terminar este segundo grupo, nos referiremos a Touraine (1987). En su análisis, este autor parte del supuesto de que en América Latina existe una "confusión" -que se habría corregido con los regímenes actuales,
según artículos recientes- entre estado, sistema político y actores sociales en virtud del cual: 1) los actores sociales no pueden ser definidos por su función socioeconómica; 2) el sistema político no constituye un sistema de reglas de juego como la democracfa, sino un espacio de fusión entre estado y,Tdores sociales; y, 3) el estado no es un 04ncipe soberano con esfera propia sino uri -a ctor complejo y múltiple permanenteméhte incorporado. a fuerzas políticas y dividido
por conflictos políticos. Esta conceptualización lleva a dos consecuencias: 'a) la sobredeterminación de las categorías políticas sobre las sociales, y, b) la ausencia de diferenciación entre el sistema político y el estado. Mientras en Europa las fuerzas sociales son importantes en cuanto representan adecuadamente a actores y movimientos sociales, en América Latina, sostiene este autor, las clases sociales no son elementos básicos de la organización social, no se definen sino corno respuesta a una intervención del estado. Los grupos o movimientos sociales son dependientes y se encuentran permanentemente amenazados por una ruptura interna entre la incorporación corporativa del Estacloy la formación de partidos y sindicatos irIdependientes, con función de representatividad. La política nacional popular no es representativa y, por lo tanto, no es democrática, afirma Touraine. Sobre esta base, propone que el elemento clave del populismo es, justamente, la fusión de los tres elementos en un conjunto que es a la vez social, político y estatal. La forma de intervención social del estado más característica del modelo latinoamericano es la política nacional poptilar que combina tres temas: independencia nacional, modernización política e iniciativa popular. El populismo es la identificación del movimiento con el estado y 31
MaríaMoent Mackinnon 7 Mario Alberto Perectne
por eso se define mejor como una política. Sobre la base de la presencia de tres dimensiones-participación política, poder de estado nacional, presión popular- Touraine propone distinguir entre partidos populistas, estados populistas y movimientos populistas. Ahora bien, más allá de los aspectos nuevos.originales y enriquecedores que tuvieron estos enfoques en su momento, tanto las interpretaciones funcionalistas como las histórico-estructurales, con sus distintos énfasis, computen por lo menos dos formas de caracterizar al populismo: en primer lugar, ambos lo vinculan más o menos directamente a determinado estadio de desarrollo del capitalismo latinoamericano (para unos el populismo es el resultado de acelerados procesos de migraciones a las ciudades, urbanización e industrialización; para otros, se vincula al momento de la industrialización por sustitución de importaciones). Asimismo, ambos enfoques, desde distintos lugares, piensan desde un paIrán normativo de desarrollo del cual América Latina se desvió, ya no porque el período esparlo' y post-independentista forjó estructuras y tradiciones de las que los latinoamericanos no podían escapar, sino porque la fuerza del boom de exportaciones anterior a 1930 retrasó h industrialización y la reconsolidación de uniáloque hegemónico. Una vez más, las ca usasdel populismo descansan en un patrón estructural distorsionado del desarrollo. No se ha trascendido el paradigma de la modernización, éste ha sido invertido: la heteronomía ya no se localiza en la clase trabajadora, sino en las burguesías (Adelman, 1992: 243). En segundo lugar, comparten una perspectiva negativa sobre el populismo: la manipulación por parte de un líder personalista y autoritario, la movilización fuera de los cauces institucionales apropiados y masas sin concie-ncia en disponibilidad son conceptos
Los completos Ce la Cenicienta
claves del primer grupo; la falta de "clasidad" y por lo tanto de autonomía, la falsa conciencia, la subOrdinación al estado y la heteronomía, la burocratización de los sindicatos, cierta polarización entre el Estado y la sociedad civil, lo son para los segundos. (aunque habría que relativizar esta afirmación en el caso de Murmis, Portantiero, Torre y Weffort). iii. En la década de los ochenta aparecen estudios monográficos cuyos autores desarrollan textos con miradas críticas -que también profundizan y expanden cuestionamientos colocados por autores revisionistas- hacia trabajos anteriores cuestionando la versión clásica de la supuesta pasividad y anoria de los trabajadores y presentando un cuadro de situación bastante alejado de las interpretaciones que caracterizaban a los sindicatos como estructuras burocráticas subordinadas al estado a través de la manipulación y la cooptación. También había cambiado el ambiente político e ideológico en que se debatían estos temas: ya había aparecido la crisis de los paradigmas y también la teoría del discurso. Seguimos a Adelman (1992) para presentar al tercer grupo denominado los coyunturalistas (Adelman, 1992; Doyon, 1978; Horowitz, 1990; James, 1988; Matsushita, 1987; Tamarin, 1985; French, 1989; Fausto Boris, 1988; Murilo De Carvalho, 1982). Este afirma que en los últimos años se ha publicado un conjunto de trabajos que cuestionan los enfoques "desarroHist:1s" ya sea pertenecientes a la corriente de la teoría de la modernización o a la de los revisionistas radicales y las explicaciones estructurales profundas de los orígenes del populismo. Conscientes de las falacias ideológicas de los primeros autores, Doyon, James y otros señalan las oportunidades y las restricciones para la acción de los trabajadores en coyunturas particulares: a cada momento los trabajadores se enfrentan a un conjunto de
opciones y sólo al moverse de decisión colectiva en decisión colectiva pueden los historiadores reconstruir los pasos de las victorias populistas. Cualquiera sea la forma en que se reconstruya la secuencia, estos autores afirman que las condiciones del populismo y las formas de las verticales alianzas policlasistas no pueden ser anticipadas antes de su emergencia; en otras palabras, no pueden ser encontradas en el pasado pre-populista, como si América Latina se inclinara naturalmente hacia este tipo de fenómeno (Adelma n,1992: 248). Rechazando la tendencia a estudiar el populismo como un fenómeno patológico y disfuncional que explica y/o ilustra el desvío del camino normal de la modernización, Daniel James (1990) analiza las experiencias populistas desde una perspectiva que desmenuza las condiciones subjetivas del movimiento social, la constitución de los sujetos, los sentidos que tienen para los actores sociales las experiencias vividas. James subraya la necesidad de entender los movimientos populistas desde la óptica de los actores involucrados como un momento crucial para la participación y actuación social en el sistema político, un momento en que los actores deciden construir sus propias alternativas. El autor sostiene que esto no significa restringirse a los aspectos psico-sociales, también se deben vincular estas experiencias subjetivas con aspectos estructurales que caractericen al estado, la cultura y la historia. Siguiendo a Laclau, James afirma que en cualquier práctica política existe un momento populista que se convierte en una estrategia de interpelación a los actores sociales y políticos (y que puede desembocar en experiencias que apunten en diferentes direcciones). En otras palabras, existe un momento necesario donde se recurre al populismo como interpelación para rearticular el sistema político y equilibrarlo, integrando a las masas. Cualquier proyecto andhegemónico
de transformación total, si no tiene su momento populista, está condenado a ser una expenencia ineficaz sin ninguna influencia en las masas. John French (1992) afirma que si bien Weffort sostuvo que el concepto más adecuado para entender las relaciones entre las masas urbanas y los populistas es el de una alianza tácita entre las distintas clases sociales, los trabajos subsiguientes se han revelado incapaces de moverse más allá de imágenes de dominación corporativa, manipulación de elite o cooptación insidiosa en sus esfuerzos por explicar el acertijo populista. El autor postula que un modelo interactivo de clase social provee la clave para vincular realidades económicas objetivas con fenómenos políticos tales como el populismo y que, en última instancia, la explicación del resultado político en el ABC brasileño de la posguerra sólo puede encontrarse estudiando la transformación radical de la naturaleza de texlas las clases sociales generada por el proceso de desarrollo económico desde comienzos de siglo. Según French, el fenómeno populista en Brasil fue modelado por los imperativos que se derivaron de la alteración de las reglas y normas básicas de la participación y competencia electoral. Una vez eslableciesus formas electorales clemocníticas proveyeron el medio ambiente ideal para una amplia gama de interacciones entre todas las clases y estratos sociales. Así, la relación entre trabajadores y populistas debe ser conceptualiza da en términos ele "alianza'', concepto dinámico que reconoce que cada parte tiene un rol que jugar, por más desigual que sea, en la definición de los términos del acuerdo. French sostiene que si se juzga al populismo a la luz de una interpretación unilateral o exclusiva del conflicto de clase, no se comprenderá la política en tiempos electorales ni que las luchas entre las clases sociales sólo pueden desplegarse a través de una compleja red de alianzas
Los complejos de la Cenicienta
Moría Aleins Mackinnon y llfa n.o Alberro Perrone
nes del mundo en forma tal que el antagonis-
posible de fusión entre ideología popular-de-
Hekn;eue que cambiaron no sólo a la clase obre-
mo potencial de las mismas resulte neutraliza-
mocrática e ideología socialista; por ejemplo,
ra sino también a las clases medias y a los
do» De forma similar, las ideologías de las cla-
los movimientos de Mao, Tito, el PC italiano,
industriales y gerentes de fábricas, creando
ses dominadas consisten en proyectos articu-
etc.). Lulau se pregunta: ;por qué a partir de
latorios que intentan desarrollar los antagonis-
1930 en América Latina los discursos ideoló-
mos potenciales constitutivos de una forma-
gicos de movimientos políticos de orientación
vinculacb, a su vez, con los procesos socio-eco-
nuevas posibilidades de alianza para los trabajadores. iv. Otros autores, como Ernesto Laclau y
Ante la crisis mundial y la depresión económica, y la crisis del transformismo, la oligarquía no puede tolerar más las generosas políticas redistributivas de los gobiernos radicales y debe cerrar a las clases medias el acceso al poder político; la escisión entre liberalismo y democracia llega a ser completa. Ante la cri-
ción social determinada. Las tradiciones po-
y base social muy distintas debieron recurrir
Emilio de Ipola, descartan las interpreta-
pulares constituyen el conjunto de
crecientemente al populismo, es decir, a de-
ciones del populismo que lo vinculan a
interpelaciones que expresan la contradicción
sarrollar el antagonismo potencial de las
una determinada etapa del desarrollo como
pueblo/bloque de poder corno distinta de una
interpelaciones popular-democráticas? Res-
contradicción de clase; pueblo entonces cons-
ponde primero que en la Argentina anterior a
cífica como la clase trabajadora y lo analizan
tituye un polo de una contradicción específi-
la crisis de 1930 la clase hegemónica dentro
desde una perspectiva diferente. Sitúan la
ca. Pero lo que transforma a un discurso ideo-
del bloque de poder era la oligarquía terrate-
especificidad del populismo en el plano del
lógico en populista es una peculiar forma de
niente, y el principio articulatorio fundamen-
Para Laclau (1978), la
tal de su discurso ideológico era el liberalis-
única forma de concebir la presencia de las
articulación de las interpelaciones populardemocráticas al mismo. La tesis de Laclau es
afirmando que el carácter de clase
clases es de una ideología está dado por su forma y
que el populismo consiste en la articulación de las interpelaciones popular-democráticas
mo. A diferencia de Europa, poder parlamentario y hegemonía terrateniente se transformaron en sinónimos en América Latina. Este pro-
no por su contenido. La forma de una ideo-
como conjunto sintético-antagónico respecto
ceso histórico, sostiene, explica el campo al
logia consiste en el principio articulatorio de sus interpelaciones constitutivas, y el carác-
de la ideología dominante. El populismo co-
que la ideología liberal estuvo articulada: a) el
mienza cuando los elementos popular-demo-
liberalismo en sus comienzos tuvo poca ca-
ter de clase de un discurso ideológico se re-
cráticos se presentan como opción antagóni-
pacidad de absorber la ideología democrática
vela en lo que llama su principio articulatorio
ca frente a la ideología del bloque dominan-
de las masas: democracia y liberalismo estu- .
específico (el nacionalismo, por ejemplo,
te. Basta que una clase o fracción de clase
puede estar aniculado a distintos discur-
requiera, para asegurar su hegemonía, una
el liberalismo estaba connotativamente arti-
sos ideológicos de clase, feudal, burgués o
transformación sustancial del bloque de po-
culado al desarrollo económico y al progreso
comunista). Laciau afirma que los discursos políticos de las diversas clases consisten en
der para que el populismo sea posible. En
material como valores positivos; c) la ideolo-
este sentido, puede existir un populismo de las clases dominanies(por ejemplo si el blo-
gía liberal estuvo articulada al "europeísrno",
que dominante está en crisis, un sector de
los valores ideológicos europeos como repre-
two representante del "pueblo", del "interés
ella puede hacer un llamamiento directo a las
sentativos de la "civilización". Frente a ello
nacional", etc.
masas para desarrollar su antagonismo frente al estado como en el nazismo) y un popa/É.s-
hubo un rechazo radical de las tradiciones
cuanto logra imponer una concepción uni-
mo
la contienda
das sinónimo de atraso, oscurantismo y estan-
forme del inundo al resto de la sociedad, si nr ) en Limo iogra articular diferentes visio-
ideológica, la lucha de la clase obrera por
camiento; d) fue una ideología consecuente-
su hegemonía consiste en lograr el máximo
mente antipersonalista recelosa de los cau-
la industrializo cióno a una base social espe-
discurso ideológico.
es fii,c/os .tiocilaionos antagónicos en los que cad., una de e;:zt, Ne presenta como el auti.ln-
Una clase es hegemónica no tanto en
de las clases dominadas(en
sis del discurso ideológico dominante, parte de una crisis social más general, resultado de una fractura en el bloque de poder o de una crisis del transformismo (es decir, una crisis en la capacidad del sistema para neutralizar a los sectores dominados), el populisrrio consistirá en reunir al conjunto de interpelaciones que expresaban la oposición al bloque de poder oligárquico —democracia, industrialismo, nacionalismo, antiimperialismo—, condensarlas en un nuevo sujeto y desarrollar su potencial antagonismo enfrentándolo con el punto mismo en el que el discurso oligárquico encontraba su principio de articulación: el liberalismo. Basándose en Gramsci, de Ipola y vieronftads;b)uepriod,
es decir a una defensa de las formas de vida y
populares nacionales que fueron considera-
dillos que establecieron contacto directo con las masas prescindiendo de las maquinarias por ejemplo. pasa 1z:rabien por la aceptación. de !a ;ornada de ocho t 1 El discu!s( ;:c.sco de la burgues í a, horas curro ce-anda 'fusta - y por una legis!ación social avanzada. Esto derriestra que no es en la presencia de cele•ininados contenidos en un discurso. sino en el principio articu!atar:o que los unifica. ideologia . Cuneese date n ,...itcar el carácter de clase de una pOlit ∎ Ca y una
políticas locales de base clientelística. El positivismo fue la influencia filosófica que sistematizó en un todo homogéneo estos distintos elementos.
Portantiero (1994) parten de la noción de lo nacional-popular como la construcción de una voluntad colectiva nacional y popular, ligada con una reforma intelectual y moral. Gaptado en su totalidad, este proceso es el de la construcción de hegemonía, definida corno una actividad de transformación. El terreno donde lo nacional-popular se produce es un campo de lucha contra otra opción hegemónica, el ámbito heterogéneo y contradictorio de la cultura, del "sentido común" como efectiva manifestación de un proceso de constitución de cada pueblo-nación. Respecto de la relación entre populismo y socialismo, a diferencia de Laclau, postulan que ideológica y políticamente no hay continuidad entre ellos sino ruptura: la hay en su estructura interpelativa, en la forma en que sus respectivas tradiciones se acercan al
35 `2 a
María Moine Macirinnotty Marro Alberto Petra ne
principio general del fortalecimiento del estado y en 12 forma en que ambas conciben la democracia. Mientras el populismo constituye al pueblo cómo sujeto sobre la base de premisas organicisas que lo reifican en el estado y le niegan su despliegue pluralista, enalteciendo la semejanza y la unanimidad sobre la diferencia y el disenso, el socialismo tiene una concepción pluralista de la hege" _l'Aunque reconocen el papel históricamonia mente progresista de algunos populismos y que todo discurso de los dirigentes es recibido creativamente por el saber popular que funciona como un universo de descifre condicionado por las circunstancias y las prácticas económicas de los actores, los autores sostienen que el componente nacional-estatal jugó siempre un papel dominante, es decir que no se puso realmente en tela de juicio la forma del poder y con ella la relación de dominación/subordinación propia del peronismo. La crítica que le hacen a Laclau es que al definir el concepto de populismo como un elemento ideológico cuya característica constitutiva sería articular los símbolos y los valores popular-democráticos en términos antagónicos respecto a la forma general de dominación, éste pierde de visa la mencionada dimensión proestaral frasita históricamente en toda experiencia populista conocida. ü. interpretaciones sobre la emergencia y dinarnicade los pcoulismos contemporáneos
Recorramos ahora un segundo grupo de autores& la literatura reciente sobre "neopo-
pulismo" que ha recuperado este término para aplicarlo a fenómenos contemporáneos. Uno de ellos es Zermeño (1989), quien, analizando el caso mexicano, relaciona la reaparición de lo "popular-nacional" con los efectos de la salida de un orden tradicional y el crecimiento acelerado, y el encuentro posterior con el estancamiento; con su consecuente impacto modernizador en la urbanización, en la industrialización —en una matriz social muy diferente a la europea que fue cuna del . industralmo—,epi ntoyel choque contra el muro del estancamiento sin ninguna previsión, en el segundo. El problema que está en la base de estos procesos, para Zermeño, es el debilitamiento de los precarios órdenes intermedios de estas sociedades en tránsito acelerado hacia el estancamiento. Las dificultades para denotar identidades consistentes en el tiempo, la descomposición de las endebles identidades previas, desnaturalizadas por la propagación irrefrenable de la pobreza —que genera la individuación anómica en el mundo de la exclusión en lugar de tender a la confrontación y a la formación de actores globalizadores en lucha por apropiarse de la orientación del todo social— actúa en favor de la relación líder-masas, culmina en el regreso del líder. Cuando una sociedad está atomizada, sin grupos secundarios, asociaciones intermediarias o corporaciones, sostiene el autor, en los hechos delega su unidad a la institución estatal y está inerme frente a ella. En esas condiciones el Estado es libre para manipular a la población sin que nada amenace a su independencia.
12. El.' caso histórico que tratan es el del peronismo que constituyó a las masas populares en sujeto (el puebic.). en el misro movimiento por el
cual
-en virtud de la estructura interpelatoria que le era inherente-
sorre:::a a ese mistt-o sujeto al Estado, corporizado y letichizado al mismo tiempo en la persona del jefe carisrnatico (1994: 533).
36
Alberti (1995), también con una mirada pesimista, sostiene que es la lógica antiinstitucional del movimientismo, característica del proceso político de los países de América Latina, la que aún gravita sobre la naturaleza de sus democracias actuales. Destacando la importancia del rol explicativo de la cultura política (definido como la forma predominante en que hacen política los distintos actores políticos), el autor sostiene que la forma predominante de expresión de las identidades e intereses en la mayor parte de América Latina desde el comienzo del intenso desarrollo capitalista a principios de este siglo ha sido la movilización de fuerzas sociales emergentes a través de movimientos colectivos anti-instirucionales. Estos movimientos proveyeron la base para la formación de nuevas identidades políticas, siguieron una lógica de articulación política amigo-enemigo que chocó con un orden institucional en descomposición pero elástico. El movimientismo, entonces, es una cultura política, una forma particular de hacer política en la cual todos los principales intereses de la sociedad están expresados en movimientos poco organizados, dirigidos por líderes carismáticos que dicen representar los "verdaderos" intereses de la nación, que no reconocen la legitimidad de sus contrincantes; al existir un solo movimiento y no partes, el movimientismo se vuelve antitético al pluralismo clemck.-ratico. El autor sostiene que esta lógica, que se desplegó como el modo predominante de articulación entre Estado y sociedad civil en la larga duración, explica mejor que nuevas denominaciones como neopopulismo o democracia delegativa, los rasgos de !as nuevas democracias latinoamericanas. Su hipótesis central es que en la mayoría de los países latinoamericanos la lógica movimientista de la articulación política ha impedido la diferenciación estructural entre
el estado, el sistema político y la sociedad civil y también ha determinado, en gran parte, su naturaleza peculiar. El Estado se ha identificado con la conducción del movimiento en el poder o con las fuerzas amimovimiento que lo derrotaron, y el sistema político nunca ha avanzado más allá de una etapa embriónica a raíz de la lógica hegemónica del modo movimientista de hacer política. Como consecuencia, la sociedad civil ha permanecido horizontalmente débil y ha sido incorporada verticalmente en forma segmentada. El autor afirma que la lógica movimientista política de expresión, agregación, articulación y lucha de identidades e intereses ha llevado ya sea a la fusión (Carretón, 1983; Touraine, 1993) entre Estado, sistema político y segmentos de la sociedad civil en una tendencia algo totalitaria (lo que Germani llamó 'regímenes naciona lpopulares') desnaturalizando al Estado, sistema político y sociedad civil, ya sea a la represión del sistema político y a la desarticulación de estado y sociedad civil. Éstas son las condiciones estructurales que no sólo bloquearon la institucionalización de todo régimen desde la crisis oligárquica sino que también dificultaron cada intento nuevo de institucionalización debido a la progresiva expansión de la arena política y la proliferación de rivales por el poder, cada uno de los cuales seguía la misma lógica movimientista. Otra forma de enfocar los fenómenos recientes que algunos han llamado "neopopulismo" es la de Lazarte (1992), quien, analizando el caso boliviano, sostiene que el surgimiento rápido de nuevos liderazgos con fuerte apoyo social (sobre todo en el sector informal), es a la vez, resultado de las fallas de los partidos en tanto estructuras de mediación y de las reorientaciones de la población. Como no se trata únicamente de los movimientos, sino
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/Wird., ~Ir« .itotrkinnowyMarie
Alberto Perrone
debilidad de las instituciones intermedias que de una fonta de hacer política, en lugar de preferirá reusar cl térrIál0 'neopopulismo", ferirse al coe¡unto en términos de "inforrnalización de iz política", entiendiendo como tal el proceso que se desarrolla al margen y en contra de la política tradicional pero también de la instirunonalidad democrática, con la cual mantiene vinculaciones ambiguas. En la uudicional desconfianza de la población a toda forma de representación indirecta, sostiene que han juldoonto tradiciones culturales como experiencias políticas pasadas y presentes expropiatorias de la voluntad colectiva. Según este autor, una de lás vías de legitimación cielsistema político democrático es la acción de sus actores centrales, los partidos políticos, ree deben producir legitimidad del sistema y ir ellos mismos ante la sociedad. Esta producción de legitimidad depende a su vez de que7os partidos cumplan su función de mediación entre la sociedad civil y el sistema político, fuición imprescindible, unto o más que el moranismo élecioral o la universalización ciudaennii que ddine la titularidad del poder. El problema principal de los partidos en un país eriel que 5 fuente de legitimidad electoral con farcuenda ha sido subsidiaria a otras (como par. ejemplo, la legitimidad que emanaba de la revolución de 1952). El problema que los tril n'id ita rara realizar adecuadamente esta funcatn central reside en que no pueden abandona- la pura lógica del poder con la que siempre funcionaron; es decir, que se han dejado gana: por el juego interior al sistema político y handejado de representar. Entonces, la s
descalitcrlos y no se explica su surgimiento
como una respuesta funcional a determinadas demandas sociales no cubiertas; entre ellas las que provienen de las fallas en el sistema de representación y las de servido y de bienestar para una población afectada profundamente por la crisis. Los autores anteriores llaman la atención a los problemas relacionados con el debilitamiento de los órdenes intermedios, la lógica anti-
articulan y canalizan las demandas sociales dentro de la arena política. El nexo teórico entre el populismo y el neoliberalismo tiene su fundamento, afirma, ena la tendencia recíproca a explotar —y exacerbar— la desinstitucionalización de la representación política. En última instancia los dos fenómenos se refuerzan mutuamente.
institucional, y los problemas de la función mediadora de los partidos. A estos temas, Roberts agrega otro elemento. Este autor postula que a pesar de que previos trabajos han sostenido que populismo y neoliberalismo son antitéticos porque el populismo se asocia con políticas estatistas y redistributivas y con el derroche fiscal, neoliberalismo y populismo tienen sorprendentes simetrías y afinidades. A través de la presentación del caso peruano, afirma que la emergencia de nuevas formas de populismo puede complementar y reforzar al neoliberalismo en ciertos contextos aunque adopte una forma diferente del populismo clásico de Perón, Vargas y Haya de la Torre. Esta nueva variante liberal del populismo (en oposición a una forma estatista) está asociada a la desintegración de las formas institucionalizadas de representación política, que ocurre con frecuencia durante períodos de trastornos sociales y económicos. Roberts postula que en lugar de representar el eclipse del populismo, el
ductor en fenómenos aparentemente diversos y que buscan ordenar los casos particulares dentro de categorías más amplias, y aquellos que tienden a detectar las diferencias, los contrastes, los atributos singulares entre fenómenos aparentemente similares (Roxborough, 1981: 82). Éste es un ;dilema intrínseco al conocimiento organizado además, de típica aparición en ámbitos académicos donde trabajan juntos historia4ores y sociólogos). Uno de los peligros que acechan
III . ¿Populismo, un concepto Cenicienta?
a los áplitters es atomizar los procesos históricos, volviéndolos fragmentados y contingen-
a. Algunos problemas epistemolbgicos
tes, impidiendo la captación de su sentido y
En la primera parte de esta introducción señalamos que nos interesa pensar en tomo a la siguiente pregunta: el así llamado "populismo", ¿es un fenómeno histórico singular que se manifestó en un tiempo y espacio determinado, que representa una etapa particular del desarrollo de una sociedad? o ¿es una categoría analítica que puede aplicarse a un fenómeno "populista" más amplio que se manifesta en diferentes sociedades y épocas?; ¿o es un fenómeno histórico y una categoría analítica a la vez? Un historiador estadounidense llamado A. J. Hexter sostuvo una vez que todos los historiadores se podían dividir en lumpers (agrupadores) y splitters (singularizadores); es decir, aquellos que tienden a encontrar un hilo común, con-
dirección más amplios. Por otro lado, el peligro que acecha a los lumperses la posibilidad de distorsionar la información empírica para forzarla a encajar en las categorías de su análisis conceptual." Podemos ilustrar estas diferencias de perspectiva epistemológica con el debate entre aquellos que sostienen que el concepto "populismo" como tipo ideal no sirve para pensar ciertos fenómenos y procesos históricos de América Latina y aquellos que consideran que es posible, aun recomendable, conformar un modelo teórico general y contrastarlo con los casos concretos. Veamos algumps ejemplos. lan Roxborough," por ejemplo, sostiene una posición contraria al uso del concepto "populismo". Se basa en la no adecuación de la definición con la realidad económica, social y política que el concepto pretende ordenar y
neoliberalismo podría ser un componente necesario de su transfomtación, a medida que el populismo se adapta a las estructuras cambiantes de restricciones y oportunidades. Para este autor, el populismo, que debe desvincularse de cualquier fase o modelo de desarrollo socioeconómico, es un rasgo recurrente de la política en América Latina atribuible a la fragilidad de la organización política autónoma entre los sectores populares y la
13. De todas formas, la información detallada que generalmenle proveen los 'singularizadores' es fundamental para arrojar luz sobre información nueva, generar nuevas hipótesis y proveer los datos sobre los cuales se basa cualquier estudio comparativo. Por su lado, los 'agrupadores' también cumplen un papel esencial al sintetizar los 'detalles presentados en los estudios de caso, vinculando casos particulares con categorías más amplias, encontrando los rasgos analiticos comunes que proveen un nivel mínimo sin el cual no se pueden comparar los fenómenos que se estudian (Collier y Collier, 1991). 14. Las opiniones de este autor han sido tomadas de lan Roxborough, 1981. 1984 y 1987. 39
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María Moya Mackinnon y Mario Alberto Perrone
explicar_ Al mismo tiempo, el autor tiende a mostrarse contrario a la construcción de modelos o tipos ideales ante el riesgo de simplificación de la realidad y de reificación de los patrones y dicotomías que con frecuencia implican (como en el caso de los debates sobre el populismo, de la reificación de la supuesta dicotomía de la economía en un polo marginal y un sector manufacturero dinámico y del "patrón modal ).as Sostiene que en lugar de construir rápidamente tipos ideales o modelos teóricos, sería de mayor utilidad proceder con mayor precaución vía intentos de definir varia-: bles aisladas. Entonces quedaría abierta la cues- tión de cómo las variables se combinan en la realidad para formar modelos concretos. Los científicos sociales se han movido demasiado directamente desde la realidad empírica a los constructor teóricos y, por lo tanto, estos tipos ideales deben ser deconstruidos y las variables constituyentes tratadas en forma separada mientras se acumula un mayor conocimiento empírico sobre distintos aspectos del fenómeno. Concluye que lo que emerge es la necesidad de un enfoque multidimensional del tema. Respecto del término "populismo", Roxborough va a sostener que en la definición que denomina 'clásica"' es importante la noción de que el apoyo de las masas a los movimientos populistas no está estructurado
Los complejos de la Cenicienta
principalmente en tomo a líneas de clase,' a diferencia de la supuesta naturaleza clasista de la política en las sociedades industriales avanzadas de Europa occidental. En otras palabras, el apoyo a los líderes populistas no se plasma en una alianza multi-clasista con sindicatos independientes que prestan el apoyo de una clase trabajadora organizada en forma autónoma a una figura bonapartista, sino más bien consiste en un movimiento de masas amorfo o en una coalición con vínculos directos entre los individuos y su líder carismático; análisis, por otro lado -sostiene el autor-, que surge de cierta interpretación del concepto de "carisma" de Weber y la teoría de la sociedad de masas de Durkheim. Para que esta definición tenga alguna utilidad, se debería demostrar que estamos analizando situaciones donde las clases o estratos subordinados son incorporados a la coalición populista en forma heterónoma. Si éste no es el caso, argumenta Roxborough, entonces lo que existe son alianzas de clase más que "populismo". La evidencia disponible sugiere que tanto Perón como Cárdenas fueron apoyados por instituciones autónomas de la clase obrera, es decir, sindicatos relativamente independientes (Argentina, México y Brasil son los casos sobre los cuales se basan los autores
15. El 'patrón modal" consiste en la noción de que varias naciones de América Latina pasaron por un procesa de cesar:rollo globalmente similar y paralelo que puede ser descrito corno una secuencia de etapas históricas (la fase del "desarrollo hacia fuera', la de industrialización por sustitución de importaciones (ISI) y finalmente, la tase de 'desarrollo dependiente asociado", etc. Cada etapa económica, se postula, tuvo su correlato potro: parlamentarismo oligárquico con un desafio radical de las clases medias, bonapartismo con expansiCri populista y corporativismo autoritario con exclusión autoritaria, respectivamente. 16. Se está refiriendo a los siguientes autores: Germani, ODonnell, Sunkel, Furtado, Malloy, quienes, afirma. sostienen que el populismo es un movimiento polictasista, poco organizado, unificado por un líder carismático tras una ádeotgia y un programa de justicia social y nacionalismo. El vinculo entre ideología y organización es lo importante de la definición, relaciona ideología con un modo especifico de participación politica, en contraste con la politica de orientación clasista en los países industrializados de Europa occidental (Roxborough, 1987:119).
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que él critica para construir el concepto, de allí que toma esos casos para refutarlos). Por lo tanto, .estos movimientos pueden ser analizados en términos de alianzas más o menos explícitas y deliberadas entre la clase trabajadora e individuos que detentan el poder en el Estado. Para explicar esto sostiene que no sería necesaria ninguna referencia al concepto de populismo, pues no agregaría nada al análisis. Es sólo en un momento posterior que los sindicatos pierden autonomía y la clase obrera se subordina al Estado. Desde una perspectiva empírica ni el primer peronismo ni el gobierno de Cárdenas se adecuan a la definición clásica de populismo en la que las nociones de clase movilizable y clase trabajadora heterónoma son cruciales. Vargas tampoco sería populista, según Roxborough, porque no apelaba al pueblo y porque Fue un régimen conservador, autoritario y desmovil izante. Fue sólo después de 1945, con el advenimiento de la política electoral, que Vargas apeló en forma más sostenida al pueblo. Por lo tanto, afirma que la pregunta clave es: "¿Cuánta falta de nitidez respecto de los límites de un paradigma es suficiente para justificar su abandono?" (Roxborough, 1981: 82). 1 " Margaret Canovan también pertenece a esta línea en la medida en que afirma que no se pueden reducir todos los casos de
populismo a una simple definición ni encontrar una sola esencia detrás de todos los usos
establecidos del término. Sostiene que el gran número de diferentes enfoques termina mostrando que se usa el término para describir • tantas cosas que uno hasta puede preguntarse si tiene algún significado. De todas formas, a diferencia de Roxborough, quien cuestiona la existencia de la categoría misma, ella cree que vale la pena tratar de ordenar este fenómeno tan múltiple y confuso en un patrón medianamente coherente. En su opinión, los académicos han abordado al populismo desde dos ángulos diferentes y muchas de las confusiones y contradicciones de la literatura sobre el tema se originan en el choque entre estas distintas perspectivas. Sostiene que se pueden encontrar dos 'familias' de populismos en la literatura: un populismo agrario que enfatiza el carácter rural y enfoca de forma sociológica sus raíces y su relevancia; en general, se dice que el populismo tiene una base socioeconómica particular -campesinos o farmers proclive a sublevarse en circunstancias socioeconómicas particulares, especialmente en períodos de mcxlcmización. Por otro lado, cuando el término se aplica a mecanismos de democracia directa, a la movilización de las pasiones cle las masas, a la idealización del hombre común o a los -
17. El autor sostiene que se podría dar cuenta más ajustadamente de los gobiernos de Cárdenas. Perón y Vargas estudiando las relaciones entre la clase trabajadora, el Estado y las clases dominantes. Los resultados finales se podrian explicar postulando la prosecución relativamente racional de intereses de clase por los diversos actores. Las. diferencias en las situaciones finales serian el resultado de las diferencias en la naturaleza de estas clases sociales en términos de su unidad interna, etc. y las dishntas relaciones entre
estos actores sociales y el Estado. Roxborough afirma cue la clase obrera surgió como fuerza politica de Peso en forma temprana en la historia de México. Brasil, Perú, Argentina y Chile. Sugiere que un análisis mas productivo se debería centrar en las crisis de incorporación, no de las clases medias (como lo hacen Cardoso y Faletto) sino de la burguesía industrial y luego de las clases trabajadoras, construyendo una bpologia compleja y teniendo en cuenta las reacciones de la clase dominante a la amenaza que plantea el crecimiento de la clase trabajadora urbana. Rafael Quintero también sostiene una posición contraria a la existencia del concepto 'populismo' (t980).
41
María »Jira Markinnon y Mario Alberto l'erren(
intentos de las políticos de sostener precarias coaliciones en el nombre del "pueblo", se está
pensando en un fenómeno político en el cual las tensiones entre elite y bases ocupan un lugar fundamental (Canovan, 1981: 7-9).
supuestamente todo lo explica. Valoriza sobre todo el enfoque de Daniel James, quien, mientras reconoce el poder explicativo de los enfoques que enfatizan la racionalidad instrumental de los trabajadores, cuestiona la
Desde una perspectiva diferente, De la
validez de la visión economicista de la histo-
Torre (1992) critica a los que se proponen eliminar el populismo de la terminología de
ria común a tales perspectivas." Por otro lado, Aníbal Viguera (1993) sostie-
las ciencias sociales, y sostiene que más allá de
ne que si lo que se busca con el término
los malos usos y abusos del término vale la
"populismo" es un concepto que dé cuenta
pena preservarlo y redefinirlo. Los fenómenos que han sido designados como populistas tie-
efectivamente de elementos generales de la realidad de América Latina en un determinado
nen en común ciertas características que pueden ser identificadas y comparadas a través
sirve en ninguna de sus formulaciones vigen-
del uso de este concepto. Citando a Laclau afir-
tes. Ninguna de las interpretaciones definen
ma que el populismo ha existido como experiencia concreta de vida de grandes sectores de personas que han definido y definen sus
algo que se encuentra en forma paradigmática
identidades colectivas a través de su participa-
período, es evidente que el de populismo no
y generalizable en todos los países latinoamericanos. Al designar un tipo de movimiento o de gobierno se apunta a algo demasiado concreto
ción populista. Finalmente, sostiene que los autores que descartan el concepto de popu-
para ser generalizable: las diferencias siempre serán más importantes a rescatar que las similitu-
lismo a favor de categorías objetivistas para analizar la realidadsocial no pueden tomar en
des. Otro problema es que si el concepto es tan amplio que engloba a todas las transforma-
cuenta gran pare de la experiencia populista tal como la formación de identidad, los ritua-
ciones económicas, sociales y políticas relativas a un período o si toma algún elemento
les, los mitos, y los significados ambiguos del populismo para los actores que se vieron
tan formal como un tipo de ideología, pierde utilidad porque su alcance es infinito. Así, el
involucrados en estos procesos. Para este autor, el desafío central del estudio del populismo radica en explicar el poder de convocatoria de
autor afirma que la forma de recuperar al concepto populismo no será generalizando hechos que empíricamente resisten su homoge-
los líderes para sus seguidores, sin reducir el
neización sino como "Lao ideal" que, a la ma-
comportamiento de estos últimos ya sea a manipulación o a la acción irracional o anómica
nera weberiana, no pretende reflejar la reali-
y tanipc›co a un racionalismo utilitario que
para conformar un modelo teórico, cuyo fin
dad sino abstraer de ella ciertos elementos
necesidades materiales 18 Aun cuando el per onsmo -por ejemplo, alirma- puede haber respondido a !as del peronismo en lugar de la previamente ignorada clase trabajadora, esto no explica por qué ocurrió centro Por lo tanto. lo que se debe politices que también se dirigian a los trabajadores. de otros mev:mentos examinar -alirma. citando a James- 'es el éxito de Perón, lo que tenia de distinto. por qué su convocatoria polilica fue tras creible para los trabajadores, qué zonas tocó que otros no rozaron. Para entender esto es necesaiio tomar seriamente la atracción politica e ideológica de Perón y examinar la naturaleza de su retórica
es contrastarlo con los casos concretos para ex„ . plicar sus características históricas especificas. El
cer la relevancia teórica de esos hallazgos ni
' tipo ideal debe permitir iluminar la realidad como
otras palabras, el rechazo del formalismo
un prisma y observar por contraste ciertos ele-
simplificante puede llevar a un craso
. meritos presentes o no en ella. Su justificación
empirismo en el cual cada caso termina sien-
no estaría dada por su grado de generalidad en
do un tipo, en el que los criterios para definir
América Latina sino porque permitiría medir
cada caso-tipo dejan de ser homogérieos y
en cada caso la presencia o ausencia de elementos que aparecen de manera recurren-
donde, por lo tanto, el análisis se resuOVe en un mar de datos carentes de guías para su
te pero no necesaria en los distintos países.
interpretación teórica y para la tarea compara-
O'Donnell (1972: 110-111) menciona otro problema vinculado con la construcción de
tiva entre las unidades estudiadas. Por él con-
conceptos: cómo relacionar los rasgos centrales, generales de determinado fenómeno con sus manifestaciones más particulares, delimitadas en el tiempo y espacio de las unidades de análisis (generalmente casos nacionales). El autor sostiene que habría dos niveles de análisis: primero, uno que establece tipos generales distintos en el cual predominad peso de las regularidades o similitudes (por ejemplo, los factores que llevan a la implantación de regímenes burocráticos autoritarios en Argentina y Brasil). Un segundo nivel de análisis, en cambio, requeriría una mayor especificidad de datos y análisis y permitiría ubicar mejor las diferencias específicamente observables en el desempeño y grado de consolidación de' las unidades (por ejemplo, identificar las diferencias entre Argentina y Brasil que pertenecen a un tipo común de alta modernización
para la comparación entre las unidades. En
trario, el uso de criterios en un nivel escogido (con inevitable arbitrariedad, es cierto) de generalidad permite la inclusión de varios casos dentro del mismo tipo general. Volviendo, entonces, a la pregunta central en tomo al alcance y la aplicación del concepto populismo, uno podría pensar en principio que aquellos que tienden hacia los lumpers estarían de acuerdo con la construcción de tipos ideales o, en términos de Theda Skcopol (1994: 172), con la búsqueda de configuraciones o regularidades causales que den cuenta de ciertos procesos históricos importantes, estrategia que, según la autora, evita los extremos de la particularización versus la universalización que limitan la utilidad y el atractivo de otros abordajes. Es decir, este grupo podría estar de acuerdo con la necesidad de construir conceptos que tengan una aplicación relativa-
tiene en cuenta el problema teórico de deci-
mente amplia en el tiempo y el espacio. Por otro lado, aquellos cuyos enfoques se acercan en mayor medida al de los splitters, que valo-
dir en qué nivel de generalidad es útil mane-
ran y realzan el valor de los contrastes, de los
jarse para tratar de indagar y establecer diferencias y similitudes entre las unidades, es fácil
atributos singulares, y defienden la necesidad
caer en un riesgo inverso al de la simplifica-
profundización de las investigaciones empíri-
ción formalista en que caen presuposiciones
cas ante el peligro de simplificación de la rea-
del tipo de la equivalencia de procesos causa-
lidad y de reificación de los patrones y
les: terminar haciendo un largo inventario de
dicotomías, tenderán a argumentar a favor del populismo como fenómeno histórico, espacial
sudamericana). El autor advierte que si no se
las
especificidades identificables en cada uni-
dad, sin ningún criterio que guíe para estable-
de la deconstrucción de los conceptos y la
y temporalmente delimitado.
y compararla con la de sus rivales por la lealtad de la clase obrera' (De la Torre. 1992: 410).
43 42
cz...4inrun y Mario Alberto Perrone María Mins Af.
Ahora bierk hasta aquí hemos planteado algunos problernasepistemológicos vinculados con la construcción de conceptos: la forma de relacionar te o ría y empina, las bondades y desventajas de la elaboración de tipos ideales, las diferencias y similitudes en la información empírica en relación con el nivel de generalidad o difereraciación. Lo que se busca es navegar el dlcil camino entre el peligro de caer en la Simplificaiá5n formalista que cree en la equivalencia de Dos procesos causales o de adoptar un enfoque esencialista que afirme la existencia delira praicipio o una tradición común que subyace a las historias de todas las repúblicas de América latina (distintas formas de cometer un misma° pecado) y, por otro lado, el peligro de un -craso empirismo que nos pierda en el 'inventario de las especificidades identificables en cada unidad', que reduce la historia a patea contingencia, sin ningún criterio que nos sima de guía para establecer la relevancia teórica de esos hallazgos ni para la ' las unidades. comparación b. ¿Una Cienidenta sin complejos?
Para recorrer el último tramo de esta introducción, señalemos primero que el problema principal que tienen, a nuestro juicio, la mayoría de lis interpretaciones, estudios y articulas sobre populismo, antiguos y/o recientes, es que en su gran mayoría se parte desde tira lugar que lleva a destacar las características negativas del fenómeno y, por ende, a definiiio por la carencia (lo que no se desarrolla, lo que se frustra, lo que falta, lo que queda trunco); una suma de ausencias, en fin. Con frecuencia los trabajos revelan una
actitud más bien normativa hacia la elucidación ydefinición del fenómeno, fundada en una contrastación con el modelo clásico de desarrollo capitalista europeo respecto del cual América Latina es, en el mejor de los casos, una desviación. En particular, los fenómenos de populismo se definen por la falta de conciencia de clase y de autonomía política de los sectores trabajadores, rasgos que presentarían en abierto contraste con los países de referencia, atribuidos generalmente a la falta de conciencia de una clase trabajadora masificada, en estado de disponiblidad política, muy distante de la nítida conciencia de clase y los lazos de solidaridad interna entre los trabajadores europeos del siglo XIX. De los análisis del populismo clásico emergen sociedades de masa, precariamente cohesionadas, que sobreviven gracias a frágiles e inestables equilibrios, meros regímenes de sustitución para sobrevivir la crisis; de los trabajos sobre "neopopulismo" emergen sociedades anómicas a la merced de gobiernos autoritarios e instituciones, social y políticamente fragmentadas a la deriva, sin capacidad de representarse políticamente. A diferencia de estos enfoques, nos interesa pensar el fenómeno populista, esa franja de experiencia política y social tan recurrentemente mentada en América Latina, en primer lugar, de manera afirmativa, identificando y destacando lo que hay y no lo que no hay. En segundo lugar, a diferencia de algunos autores que hacen hincapié en una sola dimensión, reduciendo un fenómeno rico y complejo a un único elemento aislado, querernos pensar en la dirección de una articulación de rasgos.'9 Si se quiere utilizar el término
19. Un ejemplo de esta manera de pensar una conceptualización de populismo es la de Drake (1982: 21920), para cr....iien el término ha sido utilizado principalmente en América Latina. con mucha amplitud, para
«populismo y el de "neopopulismo' (aunque la existencia de "neopopulismo" es parte del debate) para abarcar a los dos momentos históricos, es necesario, en todo caso, proceder como los lumpers y proponer una "unidad analítica mínima" que trascienda los distintos períodos históricos y los diversos espacios nacionales y sustente el concepto "populismo". Los atributos que podrían conformar esta unidad analítica mínima son los siguientes: a) la crisis corno condición de emergencia; b) la experiencia de participación como sustento de la movilización popular; y, c) el carácter ambiguo de los movimientos populistas. a) Desde el plano de las condiciones de emergencia se puede señalar, primero, una situación de crisis y de cambio. Cada vez que aparece el término populismo' (incluso en los primeros lejanos casos de Rusia y Estados Unidos) en trabajos académicos o en la prensa, América Latina transita una coyuntura de crisis y cambio estructural profundo: ya sea la que derivó de la confluencia de la crisis del Estado oligárquico y la crisis económica internacional de 1929, en la que
cambiaba no sólo la relación entre el Estado y el patrón de acumulación sino también la relación entre Estado y masas; ya sea la emergencia económica resultante de la crisis de la deuda externa de los ochenta que ha conducido a un nuevo "patrón de desarrollo" orientado por las reformas neoliberales. Las coyunturas de crisis, los momentos de rupturas y grandes transformaciones parecen ser campo propicio para los populismo, cuando todo salta por los aires, cuando se despliegan situaciones vertiginosas de gran fluidez política y social con inestabilidad, cambio, problemas (le incoqxwación, etc., aparecen los grandes articuladores integrando a las masas, introduciendo cambios que rearticulan el sistema político y el funcionamiento del Estado, disminuyendo las zonas de incertidumbre colectivas provocadas por las coyunairas de cambio a través de su estilo personalizado y plebiscitario de gestión del poder político. b) Un segundo rasgo fundamental, que se refiere a la naturaleza del populismo, es la valoración de la dimensión participativa, sustantiva de la democracia, por sobre
referencia a tres patrones políticos interrelacionados: un estilo de movilización politica. una heterogéhacer catan nea coaliciOn social y un conjunto de políticas reformistas. Agrega el autor que las tres caracte,risticas movimiento que evidenciara claramente la conjunc;ón de los tres elementos se interre'acionadas y que un corresconderia bastante bien con una definición descriptiva aceptable del populismo. Werfort lar -tibien Conceptualización de populismo como articulación de rasgos. Su modelo de populismo se Propone una de transición políticamente inestable. un intento de modernización, basa en 'una crisis en curso, una forma esfera politica y la demagogia electoral de líderes ansiosos por la integración de nuevos grupos sociales a la segun Taguieff (1996 49). Roberts (1992). en una propuesta interesante en crecimiento', controlar masas y el desde la forma, propone tratar al populismo como 'categoría radial' que abarque el populismo clasico siguientes cinco rasgos que actual Propone una construcción sintética del térmico que se base en los hacen al núcleo del concepto un parrón personalista y paternalista de liderazgo politice, una coalición polit:ca policlasista. heterogénea. concentrada en los Sectores suba ternos de la sociedad, un proceso de ailo las formas institucionalizadas de mediación o movilización politica de arriba hacia abajo, que pasa por las masas, una ideología amorfa o ecléctica. caractey las s'ucordina a vincules mas directos entre el lider un exalta los sectores subalternos o es antielitista yío antiestablishment, y que rizada por un discurso fin de que utiliza métodos reciistributivos o clientelistas ampliamente difundidos con el proyecto económico base material para el apoyo del sector popular crear 45
LOS Cornpielub ue María Moira Matkirrnarn '
la dimensión representativa o "liberal". Se trata de una idea que también se puede conjugar con el comentario de Germani (1977: 33) de que la originalidad de los regímenes nacional-populares reside en la naturaleza de la participación: no se produce a través de los mecanismos de la democracia representativa, sino que "entraña el ejercicio de cierto grado de libertad efectiva, completamente desconocida e imposible en la situación anterior", entraña no sólo un elemento de espontaneidad sino un grado inmediato de experiencia personal, son "formas inmediatas de participación'', con consecuencias concretas en la vida personal de los individuos_ Los populismos son experiencias que tienen que ver con una idea de participación, de democracia directa y con un énfasis en el heterogéneo conjunto de sectores sociales, en la unidad del pueblo como valor ultimo; pero, aunque son antiaxmiles, no son anti-democráticos. Aunque en general los autores acuerdan sobre la existencia dela participación como característica cenool de :os populismos, surgen profundas divergencias: a la hora de su caracterización. Para muchos es una dimensión crítica porque:. di-senvue:ve a espaldas de las mediaciones instin icionales y está asociada a una participación heterónoma. Esta visión crítica es una visión que define la institucionalización en ter:linos de 1:1 democracia liberal, y es una definición, uno podría decir, restringida porque no da cabida a otras formas de participaciaín institucional. Con fi ea t:cocia ...malisus del populismo parecen ire;ioner esta nala res de liderazgo, pana - le:ación de masas, coherencia de clase, (son sIslenc:a ideológica y cumplimiento pulcra:Ti/tico excesivamente altos a los
Id t./CHO-Atina
Mario Alberto Petrone
inoviinienics populistas de América
Latina (Drale 1s2 O)7). En este sentido,
parece necesario, en todo caso, revisar con
autonomía. Si uno abandona este tipo de pers-
cuidado los dos momentos históricos y
pectiva, se advierte que los populismos en la
decidir la forma en que se va a caracteri-
realidad contienen un componente de cam-
zar al populismo clásico en este sentido,
bio, un elemento revulsivo que supera a los
definir lo que significa el término
procesos que los líderes populistas han con-
"institucionalización" y también hacer claros los patrones históricos contra los cua-
u-ibtiido a poner en marcha. Muchas elites promotoras son outsiders del escenario polí-
les es medido en cada caso. Hasta Zerme-
tico. En la plaza pública a veces no se sabe
ño (19S9: 137), hablando de "neopopulismo", afirma que sería mejor hablar de una
bien quién dirige la palabra, la figura en el
relación líder-masas, o popular nacional,
componente de dominación, cooptación y
que de populismo, pues en muchos ejem-
manipulación (donde hay fenómenos más
plos de América del Sur, el populismo sig-
represivos y más incorporadores) encontra-
nificó el fortalecimiento de los órdenes
mos el movimiento de una experiencia
intermedios de representación (a través de
participativa, liberadora, una experiencia de
partidos y sindicatos). Roberts (1995: 115)
revulsión y de conflictualidad. Una forma de expresar esta ambigüedad .
también señala que los populistas clásicos construyeron partidos y organizaciones
balcón o la multitud en la plaza. Junto con el
sindicales para complementar su capaci-
la de Weffort (1968b: 56-64) quien afirma es que el populismo fue un "modo determinado
dad de convocatoria personal e incorporar a
y concreto de manipulación de las clases po-
sus seguidores en el sistema político, algo que
pulares que no participaron en forma autóno-
la nueva generación de populistas liberales pa-
ma pero fue también un modo de expresión
rece poco dispuesta a hacer. c) Otra característica que permanece (y ya hemos señalado) es la ambigüedad his-
de sus insatisfacciones; una estructura de po-
tórica inherente del populismo o de los
ción popular en el proceso de desarrollo in-
populismos. Como hemos señalado, el
. dustrial y urbano; un mecanismo de ejercicio
populismo clásico aparece en el escenario con
de dominio pero también una rranera a través
la revolución mexicana y la revolución rusa
de la cual ese dominio se encontraba potencial-
como telón de fondo; en la mirada de algu-
mente amenzado". Otra manera de expresar
nas elites está la conciencia del peligro y la
esta ambigüedad es la de James (1990: 346),
der para los grupos dominantes pero también una forma de expresión política de la irrup-
intención de aventarlo en lo posible: sofocar
que señala la existencia de lo que llama "la
el genio popular que, librado a sus desig-
paradójica conciencia de la clase obrera". El
nios, podría hacer estallar el orden burgués.
autor afirma que "la lealtad a un movimiento
El populismo puede ser pensado desde la
cuya ideología formal predicaba la virtud de la
intención de sus promotores como una ope-
armonía de clases, la necesidad de subordinar
ración de cooptación en gran escala que
los intereses de los trabajadores a los de la na-
deviene en elemento conflicrual del orden
ción, y la importancia de obedecer con disci-
que quiere preservar. Pero una visión pura-
plina a un Estado paternalista, no eliminaron la
mente normativa de este tipo capta solamente
posibilidad de resistencia de la clase obrera ni
los elementos de cooptación, de manipula-
del surgimiento de una fuerte cultura de oposición entre los trabajadores" olarnes señala el
ción, de atrofiamiento de una posibilidad de
doble carácter de la conciencia obrera: junto con la posibilidad de subordinación de los intereses de clase a los de la nación y a un estado paternalista, existe también la posibilidad de que se desarrolle conciencia de clase y el carácter herético
y plebeyo que tuvo —en este
caso— el peronismo. Ahora bien, éstos son algunos rasgos que conformarían esa "unidad analítica mínima" que abarcaría al populismo a través etilla historia. Sin embargo, existen también importantes diferencias entre ambos períodos y entre los casos nacionales en cada uno de esos períodos. Cada país tiene matices específicos, resultado de una trayectoria particular, de una conformación social diferente y de tradiciones políticas propias. Procediendo ahora, corno los splitters, señalemos algunas de las diferencias que podríamos organizar en torno de los siguientes ejes: a) la base social: ¿quiénes son los sujetos sociales que participan de la experiencia populista clásica? Uno de los problemas del análisis del populismo, relacionado con el carácter social heterogéneo de las coaliciones, es la caracterización de los grupos o clases sociales y la relación entre ellos: cómo se vinculan burguesías, trabajadores industriales urbanos, clases medias urbanas y/o rurales, campesinos y terratenientes, según el caso. Si se desagrega el estudio del populismo clásico en términos de actores, podríamos afirmar que existe más coincidencia entre el varguismo y el peronismo que con el cardenismo o la revolución boliviana de 1952 (aunque no todos están de acuerdo en que Bolivia sea un caso populista). En los dos primeros casos la burguesía local (como la llama O'Donnell) y el proletariado industrial aparecen como actores imprescindibles del populismo latinoamericano. En el México cardenista, sin embargo, aparecen unos
47
Los complelos de la CeNc:enta
Maria Maira Mackinnvon Mario Alberto Perrone
protagonistas nuevos: los campesinos, que ampliaron las bases sociales de la revolución. En el caso boliviano podríamos preguntar: ¿quiénes forman parte de la alianza o la base social que sustenta al MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario) en 19522 ¿Incluye o excluye a los campesinos? Por otro lado, ¿qué papel juegan las clases medias en los distintos casos nacionales? En la discusión de los casos se deberá prestar atención, entonces, a la presencia o ausencia de las distintas clases (por ejemplo, es difícil hablar sobre trabajadores industriales en el Ecuador de la década del '40), el papel que juegan en las alianzas o coaliciones y cómo se articulan en cada país. Por último, otro punto que debe tenerse en cuenta es que en América Larina se superponen relaciones de clase y relaciones étnicas e interétnicas. En general, la literatura reciente sostiene que el populismo clásico se basó sobre todo en la clase trabajadora urbana en ascenso y en los "sectores populares", mientras que en los tiempos del "neopopulismo", el apoyo principal proviene de los sectores urbanos informales y los pobres rurales. Se sostiene que los trabajadores constituyeron una base más estable, menos volátil que los segundos, tenían más capacidad organizativa, autonomía relativa y, por lo tanto, una mayor capacidad de presión y de control sobre la acción del Estado, y menor susceptibilidad frente a las promesas de líderes populistas. Además, como los sectores informales no tienen vehículos de representación estables, la acción colectiva se atomiza y/ o se transforma en una combinación caótica de elementos que en los hechos delega su unidad en el Estado, generando la independización de los aparatos y las dirigencias (Zermeño, 1989; Roberts, 1995; Weyland, 1996; Cameron, 1991; Arce, 1996). el
b) Incoporación-exclusión: esta diaria tan importante de la tradición política latinoamericana parece ser el indicador más claro de las diferencias entre los dos períodos populistas. En esta introducción sostenemos que la dimensión fundamental del populismo clásico es la capacidad de incorporación no solamente en el nivel social (a través de la legislación, de los derechos sociales) sino también en el nivel político (a través de la institucionalización de la participación política por parte de Estado) y en el plano simbólico (a través de la noción de pueblo y el nacionalismo) de una amplia franja de sectores sociales excluidos en los regímenes anteriores (este punto se desarrolla también en la sección IV). De todas maneras, esta incorporación debería ser referida a cada caso nacional y examinada en mayor profundidad no sólo respecto de los sectores sociales incluidos sino también respecto al carácter de la incorporación efectuada. Frente a la lógica incorporadora universal del populismo clásico, el "neopopulismo", en cambio, llevaría adelante una incorporaCión selectiva que fragmenta a los sectores subalternos. Gran parte de la integración durante el primer período se realizó a través de la incorporación amplia a sindicatos y partidos y a través de la sanción de legislación social (legislación laboral, creación de sistemas de salud, vacaciones, jubilación, aumento del salario real, etc.); el "neopopulismo", en cambio, incorporaría a través de programas económicos focalizados en determinados sectores de la población, erosionando los mecanismos institucionales e integrando en forma fragmentada. Además se sostiene que acciona en contra de los sectores organizados de la sociedad civil (trabajadores, clases medias, empresarios, y -en otro nivel- las "clases políticas"), que pierden peso social, se desarticulan y se convierten en las
víctimas de las nuevas medidas reordenadoras del mercado. Por último, señalemos que el objetivo de esta sección ha sido -luego de ordenado el panorama de la literatura identificando algunos ejes de análisis- plantear algunos problemas epistemológicos de la construcción del concepto para su discusión y debate. Aparentemente, a diferencia del cuento popular, la búsqueda del príncipe no ha terminado aún, y probablemente pase mucho tiempo antes de que encuentre a su Cenicienta.
IV. La Compilación En primer lugar, debemos señalar que esta compilación se hizo en el marco de la UDISHAL (Unidad de Docencia e Investigación Sociohistóricas de América Latina, dirigida por Waldo Ansaldi) y que está destinada a los estudiantes de la materia Historia Social Latinoamericana de la Facultad de Ciencias Sociales (Universidad de Buenos Aires), en la cual somos docentes. Ellos son los que definen nuestros objetivos: que esta introducción sirva como una entrada general al terna del populismo -que se deberá complementar con los artículos de los diversos autores incluidas en la compilación- suministrando los instrumemos básicos, analíticos e hist óricas, para promover el debate en los cursos y estimular la capacidad de análisis y de formular buenas preguntas en tomo al fenómeno populista. La compilación, que reúne autores latinoamericanos y anglosajones, trabajos más típicamente académicos, otros más ensayísticos,
20. Distintos
Torre,
autores
le dedica más espacio al populismo clásico que al "neopopulismo" por razones curriculares. Como afirma la mayoría de los autores, el período del populismo clásico se extendió aproximadamente entre las décadas de 1930 y 1960, o entre la crisis del estado oligárquico y la crisis económica de 1929 hasta la emergencia del llamado "estado burocrarico-autoMario" (O'Donnell, 1972) y la revolución cubana. Enfatizamos como coyuntura populista clásica por excelencia las décadas de 1940 y 1950 (salvo en ,léxico que se procluce en la década del treinta), pues es entonces cuando se produce el pasaje de los partidos y la politica de notables a los partidos y la política de masas. Es decir, cuando la política orientada por la dinámica electoral se transforma por primera vez en la historia de América Latina en un fenómeno de masas. El advenimiento de esta democracia electoral, con la inauguración de nuevos estilos político-electorales, no incorporó a todos los sectores (hay variaciones según los casos nacionales, a veces no se incopora a los analfabetos, a los sectores rurales y a las mujeres), pero implicó el reconocimiento del derecho al sufragio de las masas en las zonas urbanas y un grado considerable de participación popular, ampliando la ciuda danía social y política. Esta medida, traducida a la vida cotidiana de las masas, tiene una importancia no desdeñable porque implicó que las conductas de candidatos y aucori(Lades estaban más sujetas a los imperativos políticos de las elecciones, lo cual significó que las masas previamente excluidas pasaron a gravitar aunque a veces en forma indirecta- sobre Lis condiciones del equilibrio del poder!'
han enfat , :ado a:gún o algunos de estos aspectos French. 1992; Wettott. 1968. De la
1994.
49
Alberro Prtrorse María Moira Mackinnan y Afaria
construye un cuadro rico en detalles históriLos casos de populismo clásico que tomamos son los siguientes: a) el Brasil de Vargas (1945-1954); b) el México de Cárdenas (1934-1940), proceso temporal y cualitativamente distinto de otros por la experiencia de participación política de las clases subalternas en la Revolución Mexicana; c) la Argentina peronista (1945-1955); d) el Perú desde los postulados de Haya de la Torre, fundador del
ADRA. (Alianza Popular Revolucionaria Americana), en la década del '20, hasta la llegada al poder de Velasco Alvarado en 196S; e) el Ecuador de Velasco Ibarra (aunque accede cinco veces al gobierno, nos interesa, sobre todo, la presidencia de la década del '40, porque es entonces, y no en 1933, cuando se producen los fenómenos antes señalados). Los casos - neopopulistas" que incluye la compilación se refieren a Fujimori en el l'erú, a los últimos quince años en Bolivia y, con menor grado de profundidad, a Salinas de Gortari en México y Menem en Argentina. Aunque la compilación le dedica más espacio al populismo clásico, hemos incluido algunos textos sobre neopopulis,mo porque nos interesa plantear el debate actual sobre la caracrerizacron de los procesos socio-políticos de la última década englobados bajo el nombre de -neopopulismo" que vuelve a poner el tema del populismo sobre el tapete. Este debate, entre otras cosas, reactualiza el viejo problema te..nco y político de la relación entre modernidad y democracia y tiende líneas de análisis unificadoras entre pasado y presente al relacionar a través de la lectura de los textos las preocupaciones sociológicas del pasado con las del presente (por ejemplo, liberalismo y democracia, modernización, insainalonalización, ciudadanía política, ciudadanía social, movimiento obrero). En otras palabras, coloca el pasado en el debate del pre-
so
sente y revela con bastante claridad las rela-
cos del retomo de Getúlio Vargas a la presi- .
ciones, las continuidades y las rupturas, entre
dencia gracias a elecciones libres y de su ges-
las líneas teóricas de interpretación que se de-
tión de gobierno desde 1950 hasta su suicidio
sarrollaron desde 1950. Distintos tipos de razones justifican la
en 1954. Destaca la compleja estructura de
selección de artículos que aquí se presen-
sectores sociales, partidos y organizaciones
tan. A los fines de una presentación más
obreras que le permite volver al poder y plan-
clara de los casos, hemos tratado de que
tear una política económica de estabilización
sobre cada caso nacional se incluya: i. in-
y de desarrollo "nacionalista". Pone énfasis en
formación histórica o empírica básica so-
las líneas de disenso dentro de las fuerzas ar-
bre aspectos económicos, sociales y polí-
modas, árbitro en última instancia de la políti-
ticos del país en cuestión; ii. artículos que
ca brasileña respecto de las medidas econó-
trabajen distintas línea/s interpretativa/s y/
micas del varguismo y a los vínculos con los
o categorías teóricas; iii. algún artículo que
Estados Unidos. Francisco Weffort, en su ya
trabaje los populismos desde una perspec-
clásico pero siempre sugestivo trabajo que
tiva múltiple, ensayística; iv. hemos elegi-
interpreta el populismo en Brasil en términos
do los trabajos en función del corpus
de "Estado de compromiso", revela los as-
bibliográfico existente: nos interesan aquellos
pectos contradictorios del populismo (su di-
casos relevantes de regímenes nacional-po-
mensión de dominación y su potencial ex-
pulares o populistas sobre los que hay sufi-
presivo, la nada simple relación entre
ciente cantidad de trabajos escritos como para permitir la contrastación de información y lí-
democratización y autoritarismo). También
neas interpretativas; v. hemos priorizado, en algunos casos, la inclusión de trabajos nuevos o
fenómeno dentro de su complejo contexto
de acceso más difícil por estar en inglés.
términos de manipulación, indica la dificul-
alianzas que establece Vargas con diferentes
pone de relieve la necesidad de colocar este histórico, de no interpretarlo solamente en
En su artículo, John French trata la co-
tad de medir al populismo con los mismos
y-untura de la'posguerra 1945-47 en Brasil, en la cual examina el momento efervescente
patrones analíticos de clase que los casos eu-
cuando, por primera vez, la política orientada
gislación laboral y la participación como
por la dinámica electoral se tranforma en un
experiencia significativa ante la condición
fenómeno de masas y, a diferencia de la segunda presidencia de Vargas en 1950, el Par-
anterior de no participación. En su trabajo sobre la Argentina de la
tido Comunista Brasilero cosecha un relativo
primera década peronista, Ricardo Sidicaro
y breve éxito electoral debido a la unidad del
postula que la adhesión de la clase obrera
sentir, sin precedentes, de los trabajadores,
al peronismo debe explicarse, sobre todo,
sean ellos simpatizantes de los comunistas o
a partir de la politización de los conflictos
ropeos y señala la doble dimensión de la le-
sociales. Más que la magnitud de las reformas introducidas por el gobierno de Perón, fue el proceso de luchas sociales generado en tomo de las mismas lo que llevó a los obreros a asumir esas reformas como una conquista y reivindicación propia..Se produjo así la unificación de la clase obrera argentina, quien proyectó su presencia en las'relaciones políticas, estableciendo'una fuerte identidad entre su identificación política y su condición social. Desde los aspectos rikls inmediatos, tales como la constitución de organizaciones sindicales, hasta los más complejos y generales, como la percepción del carácter político y parcial del Estado, todas las relaciones establecidas por la clase obrera se politizaron en clave peronista. Juan Carlos Torre propone ver al peronismo —siguiendo a Touraine— como un caso de democratización por vía autoritaria en el cual el cambio político no sigue la secuencia que va desde las luchas sociales a las reformas institucionales sino que es motorizado por la acción de ruptura de una elite estatal. La fusión de las dos vertientes de la movilización dentro de un movimiento político —la lucha de clases y la demanda de participación o, en otras palabras, el enfrentamiento con los patrones pero también con las estructuras de poder que protegen sus privilegios— no llega a serusegurada por los agentes directos de clase (los sindicatos y los partidos obreros) sino por la nueva elite dirigente, cuya acción de ruptura del orden dominante comanda el cambio político. Pero aunque el peronismo puede ser considerado un caso de intervención externa," la relativa homogeneidad del mundo del trabajo
de los trtrfxtlhisias. Según el autor, el carácter singular de este fenómeno de expresión pode clase del sistema político populista que
que, mediante el recurso a una 21. Es la intervención del estado, orientada por una elite de nuevo tipo. la para, de un acción de ruptura, puede deoilitar las interdicciones sociales y desbloquear al sistema politiCO
emergió de la declinación de este movimiento
mismo golpe, abrir las puertas a la participación de los sectores populares.
litica clasista sirve para destacar el contenido
y su clima de ideas. Thomas Skidmore 51
Marta MoiraMackinnony MarioAlberro Perrone
argentino y la fuerte articulación de clase de los trabajadores marcó ciertos límites a los alcances de esa intervención y le otorgó un papel relevante en la dirección de su desarrollo. Así, bajo el peronismo, estado, movimiento e ideología estarán marcados, pues, por el lugar sobresaliente y singularizado que ocupan los trabajadores, presencia que permanecerá como una tensión irreductible que condicionará la gestión de estado del peronismo y su intervención en las luchas políticas. Alan 1Cnight, en un trabajo que sintetiza enfoques teóricos e información fáctica en un considerable esfuerzo de interpretación, se propone llegar, en primer lugar, a una conclusión sobre el grado de radicalización del régimen cardenista mexicano en términos de sus metas y sus políticas (es decir sobre su capacidad transformadora); en segundo lugar, también aborda el carácter cupular y centralista o de base y descentralizador del cardenismo (es decir, hasta qué punto fue democrático o autoritario); en tercer lugar examina la medida de su poder frente a la oposición. Por último, y en consecuencia, se pregunta sobre los logros del cardenismo en la práctica y su legado. Partiendo del régimen callista, Ilán Semo analiza la reforma política y social promovida por Lázaro Cárdenas. entre 1934 y 1940 como la última estación de la Revolución Mexicana y el resultado más inesperado de la Constitución de 1917. Señala, fundamentalmente, la ambigüedad de su régimen, el último encabezado por un caudillo y el primer gobierno institucional, que se propuso fundar la hegemonía de su proyecto en el encuentro entre la modernidad y la tradición. Un complejo sistema de balances entre las fuerzas de la reforma social y el Estado asistencial, las fuerzas del interés privado y empresarial, y las del pasado, forma el triángulo de fuerzas que le permite a México, lue-
Los Complejos de la Cerac,enia
go de una infructuosa búsqueda de un siglo de conflictos interminables, pasar de la inestabilidad del estado cuasiliberal a un estado relativamente institucional y consensual. El articulo de Manucelli y Svampa pone en evidencia el carácter incompleto de las experiencias populistas en el Perú del siglo XX: los avatares del APRA y de Haya de la Torre, el gobierno militar de Velasco Alvarado y la gestión de Alan García. El modelo analítico parte de la consideración de que el éxito de una experiencia populista se debe, fundamentalmente, a la articulación de tres ejes mayores: el primero, se refiere al estilo político particular del liderazgo; el segundo, remite al modelo de desarrollo encaminado a la expansión del mercado interno; el tercero y último, se refiere al vínculo orgánico que se establece entre un conjunto de organizaciones sociales heterogéneas y el líder. En suma, el artículo realiza una breve exposición de los impasses que conocieron los diversos ensayos efectuados para centrarse en el análisis de cómo estas experiencias frustradas explican, en la larga duración, los particulares desafíos que hoy enfrenta la sociedad peruana. El ensayo de Adrianzén parte de la hipótesis de que el populismo es condición e identidad del peruano, casi la única forma de hacer política en el Perú. Para analizar esta afirmación examina las relaciones entre Estado y sociedad en dos momentos claves: a) el surgimiento del Estado moderno que sienta las bases de una modernización tradicionalista que bloquea la modernidad. Corno consecuencia de un capitalismo deforme y descentrado, una sociedad esta mental y estratificada jerárquicamente y de una cultura racista, elitista y 'huachafa' no surgirá el individuo moderno y :a posibilidad de pensar la identidad naciona: en términos políticos de ciudadanía en lugar de términos .
raciales de mestizo. La persistencia de'estas características es clave para entender las distintas manifestaciones políticas, particularmente el populismo -la cara plebeya del régimen oligárquico-; b) analiza el retomo al liberalismo señorial, cosmopolita y racista" y a un "populismo caudillista de corte plebeyo no democrático", debido al fracaso de conformar un nuevo orden democrático y modernizar al país y al propio Estado. Carlos de la Torre estudia el surgimiento del líder populista Velasco Ibarra, quien introduce la política de masas en el Ecuador, durante la llamada Gloriosa Revolución de 1944. El trabajo explica por qué Velasco Ibarra se convirtió en la figura política cen-
tral tanto a través de un análisis de la creación social del líder y los significados de la violencia colectiva en Guayaquil durante - 1.;.1 Gloriosa" como del examen de su autoconstrucción discursiva en la solución de todos los males de Ecuador utilizando tres estrategias: presentación maniquea de la realidad como una lucha entre dos campos antagonistas, subjetivación o personalización de la política y transmutación de la politica en ética. Respecto de los trabajos de Touraine sobre populismo clásico y de Zermeño, Roberts y Lazarte sobre neopopulismo, remitimos al lector a la sección 11, donde la reseña sobre sus contribuciones ha sido redactada según los textos aquí compilados.
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Populismo Clásico
".^
71.~ E Skisbnorr
todavía contaba con poder organizar una
al punto de obligarnos a rendimos". La carta
msiistcylcia contra los generales - rebeldes", que ahora representaban a casi la totalidad de la
dejaba pocas dudas sobre la manera de cómo
Aeronáutica y la Marina, y gran parte del Ejér-
tado: - Yo ofrezco mi vida en holocausto. Eli-
cito. Después de conferenciar con los gene-
jo esta manera de estar siempre con uste-
rales opositores del Ejército, el Ministro de
des". El mensaje concluía: - Yo les di mí vida.
Guerra finalmente se convenció de que la li-
Ahora ofrezco mi muerte. Nada queda.
cencia de Vargas tenía que ser permanente.
Serenamente doy el primer paso del camino
Se transmitieron noticias del ultimátum final
a la eternidad y salgo de la vida para entrar
de los militares, ahora apoyado por el propio Ministro de Guerra, al palacio presidencial,
en la historia"."
donde Vargas fue informado poco después
mediatamente aceptada como tal por el pueblo.
de las 8 horas de la mañana del 24 de agosto.
Terminó con la indecisión de Getúlio entre
Getúlio mantuvo su palabra. No dudando
un política ortodoxa y una nacionalista. Su carta
un solo momento acerca de su defensa Anal
de suicidio era la apelación nacionalista más
contra sus enemigos, apuntó cuidadosamente
vigorosa que jamás había hecho.
el suicidio del Presidente debía ser interpre-
Auténtica o no, la carta testamento fue in-
el arma contra su corazón y apretó el gatillo.
La reacción del pueblo tomó por sorpresa
Su familia y sus ayudantes se precipitaron hacia su habitación y encontraron al Presidente
a sus oponentes. Una ola de compasión por Getúlio envolvió al país. Lacerda, el periodis-
muerto. Oswaldo Aranha, compañero de tan-
ta de la cruzada contra Vargas, cuyo coraje
tas batallas en el pasado, estalló en lágrimas.
había galvanizado a la oposición, se ocultó y
Una encendida-carta, dejada por Getúlio,
poco después huyó del país a la espera de
fue inmediatamente entregada a los diarios. Denunciaba que - una campaña subterránea
que el furor se aquietara. Multitudes enfurecidas quemaron los camiones de reparto del
de grupos internacionales unidos a grupos
diario de oposición O Globo y luego asaltaron
nacionales - había intentado bloquear "las ga-
el edificio de la Embajada de los Estados Uni-
rantías- de los trabajadores", las limitaciones a
dos. Durante su campaña: los antigetulistas
las ganancias excesivas y las propuestas de
habían concentrado el fuego de ataque en la
crear a netrobras y Electrobeis. - Las ganancias
persona del Presidente. A través de su acto
de las empresas extranjeras alcanzaban has-
final de autosacrificio, Vargas neutralizó la ven-
ta el 500% por año - , afirrnaba, mientras que
taja política y psicológica que sus oponentes
las medidas del gobierno brasileño para pro-
habían acumulado. En la muerte, como en la
teger sus exportaciones de café provocaban
vida, los actos de Getúlio fueron bien diseña-
"una violenta presión sobre nuestra economía
dos para producir el máximo efecto político.
93 El texto de la carta testamento• tal como fue proporcionada a la prensa, se publica en César, Politica, cittio e sangue. pp. 219-20 La traducción Inglesa, un poco mutilada. publicada en el New York Times. 25 de agosto de 1954. se reproduce en E Bradtord Burns, A Docurnentary History of Erazil. Nueva York, 166, 363 70 John W F Duifes sostiene la autenticidad de la carta testamento en "Farewell Messagers of Getúlio Vargas'. Hrspamc Amenc..in Htstorical Review, XLIV. N'4. noviembre 1964, pp. 551 - 53. lamben la sostiene lounval Fontes en Glauco Carneiro. 'A Face Final de Vargas". en O Cruzeiro, 15 de mayo de 196'5.
El populismo en la política brasileña* Francisco Weffort**
El populismo es el resultado de la larga etapa de transformaciones de la sociedad brasileña a partir de 1930. Como estilo de
parecían existir posibilidades de desarrollo capitalista nacional. Expresa, sobre todo, de manera acabada, la emergencia de las cla-
gobierno, siempre sensible a las presiones
ses populares en el seno del desarrollo ur-
populares, o como política de masas que bus-
bano e industrial de la época y la necesidad, sentida por algunos de los nuevos gru-
ca conducirlas manipulando sus aspiraciones, el populismo sólo puede ser comprendido dentro del contexto del proceso de crisis política y desarrollo económico que inaugu-
pos dominantes, de incorporar a las masas al juego político. Resultado de un período de crisis, por un
ra la revolución de 1930. El populismo ex-
lado, y permeado por las peculiaridades de
presa el período de crisis que atraviesan a la
esta época, por otro, el populismo es un fe-
vez la oligarquía y el liberalismo, siempre
nómeno político con aspectos frecuentemen-
muy ligados en la historia del Brasil; y tam-
te contradictorios. A veces resulta difícil, para
bién expresa la democratización del Estado
aquellos que vivieron, de una manera o de
que debió apoyarse en algún tipo de autori-
otra, los problemas políticos de esta época
tarismo,. sea el autoritarismo institucional de
histórica, presentar una visión de conjunto
la dictadura de Vargas (1937-1945), sea el
del movimiento populista que pueda dar
autoritarismo paternalista o carismático de los
cuenta de toda su diversidad. Dejde 1945
líderes de masa de la democracia de pos-
hasta 1964, muchos líderes de renoinbre na-
guerra (1945-1964). El populismo fue tam-
cional (tres presidentes y algunosgobema-
bién una de las manifestaciones de la fragili-
dores de estado) buscan asegurarse la adhe-
dad política de los grupos urbanos dominan-
sión popular en los centros más urbanizados
tes, cuando éstos intentaron reemplazar a la
del país. Cada uno de ellos tiene su "estilo",
oligarquía en los puestos de mando político
su política propia casi siempre poco explíci-
de un país tradicionalmente agrario y
ta y su ideología menos explícita aún y mu-
dependiente en un momento en el cual
chas veces confusa. Las diferencias, a veces
Paris, fascículo 257, 1967. Traducido por Andrea Este articulo fue publicado en Les Temps Modernes. Poggi y Mario Alberto Patrona; super."sado por Maristella Svampa. Francisco Weffort es profesor de !a Universidad de Sao Paulo y actualmente Ministro de Cultura del Gobierno de Brasil.
135
134
• tan«.
Fnrneiur 177dror
las contradicciones, que existen entre ellos son tales que es d&il desentrañar un significado fundamental común, más allá del interés que todos tienen en conquistar los votos populares y en manipular sus aspiraciones. Inclusive, estamos tentados de emitir un juicio fragmentario y a concebir el populismo más como un fenómeno de naturaleza personal que social y polític. Los bruscos cambios de orientación política de líderes como Vargas o yánio Quadros, por ejemplo, pueden dar la impresión de que el populismo es nada más que una suerte de "oportunismo esencial" ck algunos líderes, una ambición desmesuradade poder asociada a una capacidad casi ilimitada de manipulación de masas. Esta concepciln —que parece traducir la esencia del puntode vista de algunos liberales de la clase media, perplejos frente a la orientación que tomó el proceso político después de 1945—' puede tener su grado de verdad. Muchos iombres de izquierda —que también son horibres de clase media— tienen una visión mejante. Nos parece, sin embargo, que no se puede caracterizar un estilo de régimen pol ítico únicamente como manipulación; rimen que, de todas maneras, se confundeen muchos sentidos con la historia de Brasil en el curso de los últimos treinta años. El populismo, sin ninguna duda, sirvió para manipular a las masas, pero esta manipulación nenca fue absoluta. De otro
El
modo, estaríamos obligados a aceptar la con- "-'cepción liberal de la elite que, en defini t iva, ve en el populismo una suerte de aberración de la historia, alimentada por la emotividad de las masas y la ausencia de principios de los líderes. En realidad, la complejidad política del populismo pone de relieve la complejidad de las condiciones históricas dentro de las cuales se produce. El populismo fue una manera determinante y concreta de manipulación de las clases populares, pero de la misma manera representó un medio de expresión de sus inquietudes. El populismo puede significar al mismo tiempo una forma de organización del poder para los grupos dominantes y, a la vez, la principal forma de expresión política del ascenso popular en el proceso de desarrollo industrial y urbano; esto es, un mecanismo a través del cual los grupos dominantes ejercían su dominación y, a la vez, un medio de amenazar potencialmente esa dominación. Si este estilo de gobierno y de comportamiento político es esencialmente ambiguo, se debe ciertamente por una parte a la ambivalencia personal de los políticos divididos entre el amor hacia pueblo y el amor hacia las funciones gubernamentales. Pero el populismo tiene raíces.sociales más profundas y la restitución de su unidad en tanto fenómeno social y político plantea un problema a quien estudie la formación histórica del Brasil en el curso de los últimos treinta años.
1. En 1947, PlinioBarreto. un liberal sorprendido por las derrotas de su partido (UDN. partido liberal que se pasó después a la terecha) y por la irrupción politica de las masas, escribió una crónica que es un ejemplo de la perplejidad y del espíritu de elite de algunos sectores de la clase media. Decepcionado por la democracia, busca -aconsejar" a quien pretenda tener éxito en politica. y dice, entre otras cosas. que las masas tienen una -irresistible tendencia hacia la pulla"; 'evite por todos los medios obligar al pueblo a reflexionar. La reflejen es un trabajo penoso al que el pueblo no está habituado. Déle siempre la razón. Prométale todo lo zjue le pide y estréchelo en un abrazo lo más posible. El único talento permitido al candidato es el deramelot.", 'O Estado de Sáo Paulo, 26 de enero de 1947.
La crisis de la oligarquía y las nuevas clases La revolución de 1930 es el punto de inflexión entre dos épocas. Este movimiento dirigido por hombres de clase media y por algunos jefes oligárquicos (entre ellos el mismo Getúlio Vargas) abre la crisis del sistema de poder oligárquico, establecido desde los primeros años de la República (1889) y consagrado por la Constitución liberal de 1891. Una de las particularidades del proceso de transforMación política desencadenado por la insurrección de 1930 parece haber sido que las verdaderas fuerzas sociales y los motivos reales de su comportamiento no siempre fueron muy claros. Sin embargo, podemos señalar algunos de sus rasgos más visibles. En primer lugar, se u-ata de la decadencia de los grupos oligárquicos en tanto factor de poder. Se vieron obligados a abandonar las funciones de dominación política que cumplieron hasta 1930 de manera ostensible y casi exclusiva, para pasar a subsistir en las sombras (aun cuando ellos están presentes en el nuevo régimen, en el ámbito regional o municipal en numerosos estados) hasta 1945, fecha en la que obtienen una representación privilegiada en el Congreso.= Por otro lado, se observa a partir de 1930 una tendencia a la ampliación institucional de las bases sociales del Estado. Sobre este punto que nos interesa más, conviene mencionar primero la participación de las clases medias y de los sectores de la burguesía ligados a la industrialización en el proceso que condujo a la crisis del régimen oligárquico. La participación política de las clases populares tiene mu-
populismo en la politica brasileña
cho que ver con las condiciones en las que se instala el nuevo régimen y con la incapacidad de las clases medias y de los sectores industriales de reemplazar a la oligarquía en las funciones del Estado. Los sectores industriales fueron tal vez los mayores beneficiarios de los cambios políticos que se produjeron después de 1930. Sin embargo, sería ilusorio suponer que tuvieron un rol importante en los acontecimientos que condujeron a la crisis de la oligarquía. El movimiento de la Alianza Liberal contra el antiguo régimen fue esencialmente el resultado de una transacción entre algunos grupos urbanos de clase media y algunos sectores agrarios que conservaban una posición divergente en el interior del sistema oligárquico. LA burguesía industrial, como fuerza política individualizada, estuvo prácticamente ausente de los procesos revolucionarios. Analizando las condiciones iniciales de la industrialización del Brasil, Celso Furtado observa que no existen, en esta época de crisis de la economía agraria, condiciones que bubienm permitido la aparición de un conflicto abierto entre los intereses agrícolas y los intereses industriales en gestación. Es cierto que la política económica del gobierno revolucionario, consecuencia de las repercusiones
internas de la gran crisis de 1929, tuvo como uno de sus resultados el estimulo del desarrollo industrial. Furtado observa, sin embargo, que la reorientación de la
economía brasileña hacia la industria dependerá menos de una política consciente de industrialización que de ciertas circunstancias estrechamente asociadas a
2. Sobre !a representación privilegiada ce las fuerzas tradicionales en el Congreso, ver el articulo de Celso Furtado. 'Le Bresil ou les entraves au dei.eioppement". en Esprit, enero 1966
El populismo en la política brasileña Frraecisre07954Yrr
los efectos internos de la crisis. La crisis de la
ción y beneficios materiales. También, dice
posibilitaron la emergencia de simpatías ge-
banas o rurales y sus acciones tendían más
economía agraria es, en primer lugar, un sim-
Cardoso, - el hombre de negocios extrae el
nerales en la opinión pública urbana. No
hacia un radicalismo romántico que hacia
ple reflejo de la disminución de los estímulos
máximo de provecho del hecho de que per-
obstante, lo que parece cierto es que la pro-
una política revolucionaria eficaz. Su estilo
del mercado externo y la política guberna-
tenece a una clase económicamente domi-
testa de las clases medias jarcias fue capaz de
de acción se manifiesta en los heroicos y
mental consistió, en lo esencial, en transferir
nante sin serlo totalmente desde el punto de
ser verdaderamente eficaz fuera de un cierto
trágicos episodios de 1922, cuando una
hacia el conjunto del país las pérdidas provo-
vista politico".'
tipo de alianza con un grupo situado en el
docena de jóvenes militares se enfrenta a las fuerzas del régimen en el curso de una
cadas en el cultivo del café, nuestro principal
Las clases medias constituyen una de las
interior mismo de la oligarquía. Obligados
producto de exportación. Esta política permi-
fuerzas más importantes entre aquellas que
por una situación de dependencia social, en
lucha absolutamente desigual en-Río de
tió la defensa del nivel de empleo y también
buscan hacer presión para derribar al régimen
un estructura donde la gran propiedad era el
Janeiro, capital de Brasil en la época. Está
de la demanda interna en un momento en
oligárquico. De estos sectores, construidos en
elemento económico y social dominante,'
igualmente presente, con toda su grande-
que se reducia la capacidad para importar.
su mayoría por funcionarios públiCos, milita-
estos grupos no llegaron a formular una ideo-
za, en la marcha de la Columna Prestes,
.Además, esta política creó indirectamente
res y profesionales liberales, surgen los líde-
logía propia; esto es, un programa de trans-
que después de recorrer luchando más de
condiciones favorables para las inversiones en
res más radicales de las insurrecciones
formación social que expresara un punto de
20.000 kilómetros por el interior del Bra-
el mercado interno, sobre todo para las inver-
antioligárquicas de la década de 1920. Ellos
vista original contra el sistema vigente. Sus
sil, fue obligada a recurrir al exilio: imagen
representan también la parte más influyente
reivindicaciones de base, "representación y
de una revuelta que no ha encontrado la
Un análisis de este tipo nos permite com-
de la opinión pública que buscan dirigir con
justicia", tendían a formularse en el marco de
posibilidad de una vía política autónoma.
prender las condiciones fundamentales de la
el objetivo'de aplicar los principios liberales
los principios liberales consagrados en la
En la Revolución de 1930, los líderes más
ausencia política de los grupos industriales en
consagrados en la constitución de 1591, pero
constitución de 1891 que constituían parte del
importantes del tenentismo, con excepción
los inicios de la crisis oligárquica. Es más, te-
sistemáticamente desplazados por las oligar-
horizonte ideológico de la oligarquía.
de Luis Carlos Prestes, el jefe del movi-
nemos aquí algunas de las condiciones que
quías en el poder. Desde este punto de vista,
siones en la industria.'
La desconfianza en relación con los "po-
miento que ingresa al Partido Comunista,
se asocian con algunos de sus antiguos ene-
explican el comportamiento político de los
la revolución aparecería como el punto cul-
líticos" fue siempre una de las característi-
sectores industriales de los años siguientes. El
minante de la presión de las clases medias
cas del tenentismo, designación común-
migos para promover la caída del poder
desarrollo industrial jugará siempre un rol
que buscaban obtener las garantías para el
mente aplicada a los movimientos dirigi-
oligárquico. Ellos marcan los primeros años
secundario, y en cierta medida complemen-
sufragio, hasta entonces manipulado de ma-
dos por los jóvenes militares que se cons-
de gobierno revolucionario por su posición
tario en relación a las actividades del sector
nera fraudulenta, y a moralizar las costumbres
tituyeron en los líderes más representati-
de lucha contra las instituciones oligárquicas
externo de la economía. La ausencia de los
políticas. Sin embargo las clases medias no
vos de las clases medias.' Sin embargo,
todavía existentes, pero no encontraron los
grupos industriales en la revolución de 1930
demostraron poseer aquella - vocación de
durante su largo período de relativo aisla-
medios de llegar al control del poder.
será confirmada, más tarde, por su incapaci-
poder" que les habría permitido transformar
miento político, los lenentes no se mostra-
La divisa de un jefe dula oligarquía que
dad para asumir responsabilidades políticas
el movimiento de 1930 en el punto de parti-
ron capaces o interesados en construir alian-
participa enla Alianza Liberal —"hagamos la
en el nuevo régimen. A pesar del crecimiento
da de un nuevo régimen coherente con sus
zas efectivas con las masas populares ur-
revolución antes que la haga el pueblo"— es
del sector empresarial en el curso de este
aspiraciones liberal-democráticas.
periodo, Fernando Flenrique Cardoso nos
El inconformismo de las clases medias vie-
muestra en las investigaciones que efectúa
ne de lejos y se manifestó de diferentes ma-
en 1962-1963, cómo los actuales empresa-
neras, desde las campañas de opinión en el
rios no se identifican subjetivamente con el
momento de las elecciones, hasta las insurrec-
gobierno, y como se sitúan subjetivamente
ciones militares de 1922-1924 y 1926, que fue-
junto al Pueblo y, como tal, exigen protec-
ron sin duda sus expresiones más radicales y
3. Celso Furtado. C 3 .ét:C3 do Desonvolomenlo, Rio de Janeiro, Fundo de Cultura. 2' gane, cap. 2, I. 4. Fernando Hervlq.,.e Cardoso. Empresario industrial e Desenvolvimento Económco, Sáo Paulo, Difusáo Europóia du Loro, 1964, p. 168.
5. A diferencia de la antigua clase media americana, las clases medias brasileñas no tenían su principal actividad social y económica en la pequeña propiedad independiente sino en sectores subsidiarios (administración pública y servicios) de una estructura cuya pauta está dada por la gran propiedad de la tierra. 6. Dice Werneck Sodré que los 'movimientos más importantes, que tuvieron eco en la opinión pública y amplio apoyo en la prensa, eran de orden militar: se sucedían los levantamientos de jóvenes oficiales, inconformes con el estado de cosas reinante. No había, en ese momento, otra válvula de escape y de ahi el predominio de los militares en esos pronunciamientos'. Agrega a continuación que el tenentismo 'sólo en su etapa final se compone de fuerzas partidarias tradicionales, escindidas del grueso de aquellas que figuraban en el plano político'. Nelson Werneck Sodré, História da Burguesia Brasileira, Río de Janeiro, Civilizagáo Brasileira, 1964, p. 281. Sobre el tenentismo ver también Virgilio Santa Rosa, O sentido do tenentismo, Rio de Janeiro, Schmidt Editor, 1932 (?) sic, y la trilogía de Helio Silva sobre O Ciclo Vargas. Río de Janeiro, Civilizagáo Brasileira, 1965/66.
12g 1
'-
El populismo en la politica brasileña
Frow‘co Worroes
reveladora de la actitud de este movimiento en rebción con las masas populares. El movimiento revolucionario que, como lo muestra José Honorio Rodrigues, surge de la escisión de las minorías dominantes y tenía objetivos casi exclusivamente limitados a la "represenRación" y a la "justicia", consiguió conquistar la simpatía de las masas populares urbanas pero no llegó a interesarse por su participación activa. En verdad, la Alianza Liberal sólo aspiraba a atender una muy pequeña parte de las aspiraciones populares y, en lo que. es fundamental, buscaba prevenir un posible movimiento popular.' Por otro lado, las clases populares parecían no tener aún condiciones para ejercer ellas mismas presiones para obtener una participación autónoma en el proceso político." La incorporación de las clases populares al juego político dependerá del curso ulterior de los acontecimientos y, en particular, de la inestabilidad característica del nuevo equilibrio de poder que se establece a partir de la crisis de la oligarquía. No solamente el movimiento de 1930 fue fundamencalmente un cambio en la estructura. de poder operada "desde arriba" y, en este sentido, capaz de actuar antes que las masas populares, sino que la misma participación de estas últimas en el juego político se hará también "desde arriba hacia abajo". Ésta, una de las condiciones históricas del "régimen" y de la `política" populista vigente en los decenios siguientes, es también uno de los problemas que es necesario examinar a continuación.
Conviene antes interrogarnos acerca de la ausencia de clases populares en el proceso revolucionario. Es sabido que esta "ausencia" no significa de ningún modo una posición de indiferencia en relación a los acontecimientos. La Alianza Liberal, lo mismo que el tenentismo en los años precedentes, conquistó ampliamente las simpatías populares. Por otro lado, las clases populares, en 1930 y aún antes, son percibidas como problema por los grupos dominantes: ellas estarán presentes en sus cálculos políticos antes y después de la insurrección. En este sentido, la descripción que hace uno de los mejores intérpretes de la época de la Alianza Liberal en la fase electoral (pre-insurreccional) es muy clara: "La Alianza Liberal era una suerte de puerto para todos los inconformismos y todas las esperanzas. El pobre, el millonario, el obrero, el funcionario, el comunista, la feminista, todos podían tener confianza en la acción del candidato que ellos designaban"? ¿Por qué, en efecto, suponer que las masas populares no miraban con simpatía a un movimiento que se presenta, en definitiva, como la encarnación de la nación en su lucha contra un régimen político cuya actitud en relación a las reivindicaciones populares era esencialmente represiva? "La agitación obrera es una cuestión que interesa más al orden público que al orden social":'° así se expresaba el último presidente de la oligarquía que había gobernado de 1926 a 1930. La actitud de la Alianza Liberal, tal como se encuentra definida en su plataforma electoral,
7. Jóse Honorio Rodrigues, Conciliacáo e Reforma, Río de Janeiro, Diviliznáo Brasileira, 1965, p. 91. B. Le.oncio Martins Rodrigues, Conflicto Industrial e Sindicalismo no Brasil, Sáo Paulo, Difusáo Européia do UVrj. 1966.
115 ss.
9. Santa Rosa op cit p 62 10. Cf. J. t-t. Rodrigues, op. cit., p. 83.
tenía una orientación totalmente diferente: se buscaba transferir los conflictos sociales de la esfera policial a la del derecho social. Decía Getúlio Vargas ya en el año 1930, definiendo una política de incorporación de las masas populares que será en adelante uno de los leit motiv de su gobierno, que "si nuestro proteccionismo (se refiere al proteccionismo del Estado) favorece a los industriales, se impone igualmente el deber de ayudar al proletario con medidas que le aseguren un confort relativo, estabilidad y ayuda cuando esté enfermo o anciano"; 'lo poco que tenemos en materia de legislación social no se aplica o se aplica muy poco y esporádicamente"." Para las masas populares, la legislación laboral representará la primera forma en que se expresa su -
ciudadanía así corno sus derechos de participación en los asuntos de Estado. Esto será uno de los elementos fundamentales para comprender el tipo de alianza que establecieron con los grupos dominantes por medio de líderes populistas.
La ausencia de las masas en la in.s-u rrección no puede ser pues interpretada como un indicador de la pasividad global de su comportamiento. Ellas están ausentes de la acción pero están presentes para cualquiera de las dos facciones en conflicto como una presión permanente sobre el statu quo oligárquico. Sus luchas, que se prolongan durante los primeros años de este siglo, si bien no condujeron a perspectivas claras de transformaciones políticas, representaron, sin embargo. a los ojos
de las minorías dominantes, un problema real y, hasta cierto punto, una amenaza.
Estado y clases populares
La exclusión de las clases populares de los procesos políticos fue una de las características notorias del régimen derribado en 1930. Si hubo participación popular en el proceso electoral, ella fue bien débil, pues no llegó de ningún modo a gravitar sobre los procesos "democráticos" vigentes en la epoca " En el curso de las elecciones posrevolucionarias de 1933, la proporción de electores inscriptos sobre el total de la población llegaba apenas a cerca del 3,5%, y no hay razón de creer que el nivel de participación hubiera sido mayor en el periodo anterior. En las elecciones de 1934, las últimas del régimen revolucionario, esta misma proporción sube a cerca del 6,5%, para llegar en el segundo escrutinio realizado en la etapa democrática (1950) a cerca de un 22% y a un 22,2% en las elecciones de 1960. Si bien el nivel de participacióh electoral alcanzado en 1950 y 1969 es inferior al número de adultos —excluidos los analfabetos, que implica de hecho la no participación de la mayoría de la población rural—u conviene subrayar el aumento producido y las enormes transformaciones que este crecimiento provoca en el proceso electoral. Si la presión electoral sobre las estructuras del listado no
Olympio Editora. 1938. p 27. 11. Getúlio Vargas, A nóva Politica cc Brasil, Rio de Janeiro. José 12. Virginio Santa Rosa. op.cit, p. 25 con 20 años de edad o MJS 13. La proporción de electores insz• :tos sobre el total de la población alcanzaba en 1950 solamente a 46 .5% Estas proporciones están basadas en las informaciones censales (censos de 1950 y 1960) y en los ca::'s electorales y estimaciones de población publicados en los anuarios estadisticos de Brasil de 1939/40 y ce 1965.
El populismo en la puntica brasileña Froscisorldfrrt
puede ser percibida en el proceso anterior a 1930 más que por la minoría dominante, esta presión se transformará a continuación en uno
se media sin horizontes políticos y algunos sectores de la oligarquía que ocupaban en el -
antiguo régimen" una posición secundaria,
de los elementos principales del proceso político, por lo menos en el sentido de que las
deberá pasar por un largo período de inestabi-
formas de adquisición o de preservación del
establece la dictadura. Hay numerosas crisis
poder estarán cada vez más impregnadas de
derivadas de las luchas entre los
la presencia popular. Pero conviene obser-
los jefes de la oligarquía, luchas en el curso
var que, si en el período oligárquico las masas están distanciadas de toda posibilidad de
de las cuales se oponen en lo sucesivo no
participación real, en el período siguiente
los amigos. Las mayores dificultades surgen
durante la dictadura de Vargas, o durante la
en el sur, principalmente en el Estado de Sáo
etapa democrática (1945-1961), su partici-
Paulo —el estado en el cual la agricultura de
lidad que se prolonga hasta 1937, cuando se
tenen tes y
solamente el enemigo de ayer sino también
pación se producirá siempre bajo la tutela
exportación está más desarrollada y que está
de los representantes de algunos de los gru-
en la base misma del antiguo sistema de po-
pos dominantes. Dejando de lado ciertas
der—, que en 1932 se levanta contra el nue-
situaciones excepcionales, en especial en los
vo régimen. Sin embargo, los problemas no
últimos años del gobierno de Goulart, sería
emergen solamente de las confrontaciones
difícil decir que las masas populares o algu-
con la oligarquía que había perdido sus fun-
nos de sus sectores hayan logrado participar
ciones de dominación. Los sectores de la cla-
en los procesos políticos con un mínimo de
se media radical se agrupan, bajo la direc-
autonomía. Cuando se habla del ascenso político de
ción de Luis Carlos Prestes, en la Alianza
las masas en el periodo posterior a 1930, hay
derecha encuentran expresión en el integra-
que tener en cuenta 'el hecho de que este
lismo, el movimiento de estilo fascista que
ascenso fue condicionado desde su inicio. Esto,
trata de conquistar las simpatías de Vargas.
sin embargo, no nos permite comprender to-
La estabilidad del nuevo régimen sólo será
davía has condiciones históricas en las cuales
alcanzada con la derrota de estos dos movi-
Nacional Libertadora (ANL) y los sectores de
se produce el populismo. la promoción de la
mientos. La insurrección del ANL en 1935
oligarquías en 1930 no afectó de manera decisiva el control que ellas conservaban sobre los sectores principales de la economía. Más exactamente: las derrotas sufridas por la oligarquía de Sáo Paulo entre 1930 y 1932 pudieron conmover las raíces del régimen político del cual era el principal sostén, pero no pudieron hacer olvidar que la exportación de café continuaba y continuaría siendo el elemento central de la situación económica. Los grupos oligárquicos que ocupan las nuevas posiciones de mando son relativamente marginales respecto de la economía de exportación" y sus intereses particulares no podrían servir de orientación a una reorganización global de poder. Por otro lado, los terzentes perdieron rápidamente las posiciones de influencia obtenidas en las primeras etapas del movimiento revolucionario que les habían permitido ejercer un control casi absoluto sobre las regiones del norte y noreste del país. En estas condiciones, el nuevo gobierno no podrá más que moverse siempre en un contexto complejo de compromisos y conciliaciones entre intereses diferentes y a veces contradictorios. De ninguno de los grupos participantes —las clases medias, los grupos menos vinculados a la exportación y a los sectores interesados en la agricultura del café— se podría decir que ejerce
participación popular no se realizará a través
dará a Vargas la posibilidad de consolidarse
de los grupos dominantes, considerados en
personalmente como jefe de gobierno apo-
bloque, puesto que siempre vieron con ma-
yándose en las fuerzas interesadas en com-
los ojos el ascenso político del pueblo. La pro-
batir la amenaza comunista. Una vez
moción de las masas dependerá de nuevas
estabilizada la dictadura en 1937, Vargas li-
condiciones de presentar sus propios in-
condiciones especificamente políticas creadas
quida, en los años siguientes, el movimiento
tereses particulares como expresión de los
por la crisis de la oligarquía y, fundamental-
"integralista" que, al no poder participar en
intereses generales de la nación: las clases me-
mente, de la incapacidad, manifestada por
el gobierno, intenta un putsch.
todas las fuerzas sociales que componen la
Conviene llamar la atención sobre un dato
Alianza Liberal, para establecer sólidamente
de base económica que nos parece funda-
las t-~ de una nueva estructura del Estado.
mental en el proceso de estructuración del
El nuevo gobierno, formado sobre la base
régimen que surgirá después de la fase de
de una alianza tácita entre los grupos de cla-
inestabilidad. La derrota politica de las
con exclusividad el poder o que ha asegurado una hegemonía política. Por otra parte, ninguno de estos grupos está en
días porque son socialmente dependientes, los intereses del café porque perdieron las funciones de dominio que ejercían antes de 1930 y porque se encuentran profundamente Afectados por.los efectos internos de lá crisis de 1929, los demás grupos agrarios por- questánmovicladste de exportación fundamentales en el conjUn, to de la economía. Este equilibrio inestable entre los. gril pos dominantes y, esenci almente, la incapacidad de cualquiera de ellos de asumir, como la expresión del conjunto de la clase dominante, el control de las funciones políticas, constituye uno de los rasgos relevantes de la política brasileña en el curso de los últimos años. En estas condiciones de compromiso e inestabilidad se forman algunas de las características más conocidas de la política brasileña en ese momento; entre ellas, componentes de lo que se convertirá en esencial
la personalización del poder, la imagen (mitad real y mitad mítica) de la soberanía del Estado sobre el conjunto de la sociedad y la necesidad de la participación de las masas popu lares urlxmas Por otro lado, ema
en el populismo,
situación de compromiso significa que las personas que ejercen las funciones gubernamentales ya no representan en forma directora los grupos que ejercen hegemonía sobre Ciertos sectores fundamentales de la economíay de la sociedad. La nueva estructura política es profundamente diferente de la anterior por lo menos en un aspecto: ya no constituye la expresión inmediata de la jerarquía social y económica, ya no es más la expresión inmediata de los intereses de una sola clase social como lo había sido el régimen oligárquico." En esta
14. Cf. Celso Furtado, opicit., 2° parle, cap. 2. 1. de este Estado de compromiso, véase también 15. Sobre las condiciones en que se da la formación Desenvolvimento e Mundanea Social, mimeo, Brasil, 1966, pp. 93 ss. Brandáo Lopes y Juarez Rubens,
143
Francis' co77gifort
El populismo en la poidica brasileña
esta persona tiende a confundirse con el Estido
ca que tiende, aun si esto no es siempre posible, a optar por las soluciones que despiertan menor resistencia o mayor apoyo popular. Esta tendencia no es simplemente vir-
nueva estructura, el jefe de Estado asume la posición de árbitro y allí se encuentra una de las fuentes de su fuerza personal. Por otro lado,
política, diríamos que se trata de un Estado de
Compromiso que
Presión popular y ciudadanía
es al mismo tiempo
un Estado de Masas, expresión de la pro-
El condiciona miento del ascenso político
longada crisis agraria, de la dependencia
de las clases populares por el Estado también sufrió la interacción de factores ligados al pro-
mismo en tanto institución. Sin embargo, una
tual y se manifestó de una manera social-
social de los grupos de clase media, de la
situación de este tipo no podría ser durable y la
mente significativa con Vargas y con casi to-
dependencia social y económica de la bur-
pio comportamiento popular. El Estado no - in-
manifiesta inestabilidad de los primeros años del
dos los demás jefes de Estado desde 1930
guesía industrial y de la creciente presión
ventó" una nueva fuerza social únicamente
nuevo régimen revelaba claramente la preca-
hasta 1964. 16
popular.r
para responder a las necesidades de su juego
riedad de ese equilibrio entre intereses diferen-
Aparece así en la historia del Brasil el fan-
De este modo, una de las fuentes de la
interno. Una noción como ésta no tiene nin-
tes y a veces contrarios. La dictadura sirvió para
tasma popular que será manipulado por
capacidad de manipulación de los grupos
guna base histórica a pesar de que pueda te-
consolidar el poder personal de Vargas e impo-
Vargas durante veinte años. A través de
dominantes sobre las masas se encuentra en
ner algún sentido si el análisis del ascenso
ner la soberanía del alado a las fuerzas sociales presentes. Condicionadas desde el comienzo por la crisis interna de los grupos dominantes, las masas populares urbanas penetran en la po-
los mecanismos de manipulación que las funciones gubernamentales le aseguran dadas las condiciones de crisis interna entre los mismos grupos dominantes, Vargas encontrará la manera de responder a todo tipo de
su propia debilidad en tanto clase, en su divi-
popular se realila únicamente desde el pun-
sión interna y en su incapacidad de asumir en
to de vista de los grupos dominantes y de su
nombre propio las responsabilidades de Esta-
crisis interna.
do. Incapaces de legitimar por sí mismos la
Conviene entonces volver sobre la idea va
dominación que ejercen, estos grupos domi-
mencionada de la pasividad de las clases populares en el régimen populista. Si nos refi-
lítica brasileña. Ellas representan la única fuen-
presiones sin someterse, de manera exclu-
nantes necesitarán recurrir a intennediarios —
te social posible de poder personal autóno-
siva y duradera, a los intereses inmediatos
primero Vargas, y luego a los líderes populis-
riéramos a la tradición europea de la lucha de
mo para el gobierno y, en cierto sentido, se
de ninguno de ellos. De este modo el nue-
tas de la etapa democrática— que puedan es-
clases, deberíamos sostener que una activa
transformarán en la única fuente posible de
vo régimen no es más oligárquico, si bien la
tablecer alianzas con los sectores urbanos de
participación política implica una conciencia
legitimidad para el Estado mismo. El jefe de
hegemonía social y política de las oligar-
las clases dominadas. Éstos son los límites del
común de intereses de clases y de capaci-
Estado comenzará a actuar como árbitro en
quías no ha sido verdaderamente afectada
populismo. Primero, la eficacia del líder po-
dad de autorrepresentación politica. Segura-
una situación de compromiso que, inicial-
en el ámbito local y regional en los que se encuentran de cierta forma representados
pulista en las funciones gubernamentales de-
mente será necesario, entonces, concluir que
penderá del margen de compromiso que exis-
todas las clases sociales del Brasil fueron
mente formada por los intereses dominantes, deberá contar desde ahora con un nue-
en el Estado. Se trata sin duda alguna de un
ta ocasionalmente entre los grupos dominan-
políticamente pasivas en los años posterio-
vo socio: las masas populares urbanas, la
'Estado burgués sin que pueda hablarse, sin
tes y de su habilidad personal para resolver
res a la revolución de 1930. Es justamente la
representación de las masas en este juego
embargo, de una democracia burguesa tal
los conflictos como árbitro, encamando la ima-
incapacidad de autorrepresentación de los
estará controlada por el mismo jefe de Esta-
como ella es concebida en la tradición eu-
gen de la soberanía del Estado frente a las
grupos dominantes y su división interna lo
do. En tanto árbitro, él decide en nombre de
ropea. Si fuera necesario designar de algún
fuerzas sociales en conflicto. En segundo lu-
que permitió la instauración de un régimen
los intereses de todo el pueblo; esto signifi-
modo esta forma particular dé estructura
gar, la manipulación populista estará siempre
político centrado en el poder personal del
limitada, por parte de las masas populares.
Presidente.
por la presión que ellas pueden ejercer 16. El ejemplo más notable de esta tendencia es sin duda el de la propia carrera politica de Vargas. Jefe de una oligarquía reg cinal hasta 1930, Vargas gobierna hasta 1945 según un esquema de fuerzas en el que los grupos oligárquicos aparecen como aliados pero no como factores determinantes de la orientación gubernamental. Es en esta epoca que construyó su prestigio personal junto a las masas urbanas. En su segundo gobierno (1950-54) intenta realizar una política de desarrollo capitalista nacional pero es derrotado frente a las presiones externas e íntemas. Negándose a renunciar a sus funciones, se suicida y su carta testamento es uno de los documentos más notables del populismo y del nacionalismo brasileños. El ejemplo de Vargas es el más claro pues cubre todo un periodo histórico, pero no es el único. En menor medida es posible observar tendencias más o menos semejantes en Jánio Quadros y Joáo Goulart. En este sentido, la única excepción clara es fa det gobierno de Dutra (1945-1950) que, aunque electo sobre la base del prestigio de Vargas, una vez en el poder estableció una fuerte alianza conservadora.
Es dudoso que
se
pueda, sin
Iltly0f eX:1-
espontáneamente y por el nivel creciente de
men, aplicar a las relaciones entre las clases
sus reivindicaciones.
en Brasil —como en cualquier otro país
17 Cl. Ruy Mauro Marini, en su interesante articulo sobre las 'Contradicciones y conflictos en el Brasil contemporáneo", en revista Ara co. Orle. octubre de 1966, prefiere designar como "bonaPartista . el nuevo régimen. Dentro de la experiencia his:ó.fica europea el "bonapartismo" seria tal vez la situación politica rr.as próxima a ésta que procuramos descf bit para el Brasil De todos modos nos pareció correcto evitar el empleo de esta expresión que nos huoiera obligado a comparaciones que escapan al alcance de este articulo entre paises de diferentes fcm,aciones capitalistas.
El populismo en la politica brasileña
Franciuo Criffrorr
igualdad fundamental dentro del sistema
dependiente y periférico de América Latina—
relaciones políticas que las clases populares
El contenido social de la manipulación ejer-
los esquemas inrrprebtivos procedentes de
urbanas mantuvieron con el Estado y con otras
cida sobre la legislación laboral va más allá
institucional. La mejor prueba de esta igual-
la u-adición europea del siglo X1X. Respecto
clases en los últimos años de la historia del
del mero juego personal del jefe de Estado,
dad es esta relación de identidad que las ma-
del Brasil, ¿cómo podría analizarse la partici-
Brasil, fueron relaciones esencialmente indi-
aun si éste se presenta ante las masas como
sas establecen con el líder, ciudadano de otra
pación política &clases sociales sin tener en
viduales y el contenido de clase en estas rela-
un "donador" y un "protector". Evidentemen-
clase social que se encuentra en las funciones
cuenta b lp-an heterogeneidad interna de cada una de ellas? Y esa heterogeneidad no es un
ciones no se manifiesta de manera directa. Fueron, podría decirse, relaciones individua-
te, fue sobre actos de esta naturaleza que
de Estado.
Vargas construyó su prestigio y obtuvo la con-
La manipulación populista es una relación
atributo exclusivo de las clases dominantes,
les de clase el aspecto específico de las rela-
fianza necesaria para hablar en nombre de las
ambigua, tanto desde punto de vista social,
es particular:me= notoria en las clases que
ciones es el encubrimiento de su contenido
masas populares, inclusive sobre aquellos te-
como desde el político. Desde 'punto de
deberíamos desipar teóricamente como pro-
de clase, de tal manera que la posible signifi-
mas —tales como la política económica— res-
vista político, es. por un lado, una ladón de
letarios. en - tia de proletarización" o "asimilables al prietariado": obreros industria-
cación clasista allí presente no puede ser en-
pecto de los cuales ellas habían permanecido
identidad entre individuos, entre el líder que
tendida sin que se pase primero por sus expre-
ajenas hasta entonces. Una vez establecida la
"dona" y los individuos que constituyen la gran
les, obreros agirobs, obreros urbanos no
siones individuales. Es en el nivel de las rela-
legislación laboral, su reglamentación pasa a
masa de asalariados; y, por otro lado, es una
industnaies, trahniadores urbanos por cuenta
ciones individuales que convendría estudiar
constituir una función permanente del Esta-
relación entre el Estado como institución, y
propia, Ira babdoves rurales sin salario, peque-
el populismo si queremos comprender su
do. Esto hace que se transfiera en cierta me-
ciertas clases sociales. Desde el punto de vis-
ños asalariados de comercio y de servicios
significación como manipulación y política de
dida al Estado el prestigio que las masas ha-
ta social, la legislación laboral es, por una par-
públicos, erc. Et:_,a-e estos sectores —y en el interior de al:.= de ellos— existen diferen-
clase: ¿hasta qué punto los intereses reales de
bían conferido a Vargas. Esta transferencia re-
te, un mecanismo regulador de las relaciones
las clases populares fueron satisfechos efecti-
presenta uno de los elementos importantes
entre ciudadanos, entre empleadores y asala-
cias marcadas cm relación a las condiciones
vamente por los líderes y hasta qué punto
de la política populista en general, tanto en
riados; y, por otra, un mecanismo regulador
de vida. Lis relaciones de trabajo, la "situación
éstas sirvieron pasivamente de "masa
el período de la dictadura como en la fase
de las relaciones entre clases sociales. En el
ecológica tdderca..-ia.s regionales, campo-du-
manipulable" de los grupos dominantes?
democrática: el líder será siempre alguien que
populismo, el rasgo característico de estas re-
dad, capital :emir). etc. Además, ninguno de
¿Qué significación puede atribuirse, por
tenga ya el control de una función pública
laciones se encuentra en el hecho de que las
estos sectores jacicha ser considerado corito un
ejemplo, a las iniciativas del Estado respecto
—un presidente, un gobernador, un diputa-
relaciones entre individuos de clases sociales
grupo politican=re homogéneo, a excepción
de la legislación laboral? Vargas, apoyado en
do, etc.—, es decir que, por su posición en el
diferentes tienen más importancia que las re-
quizás de lo' eihitros industriales en relación
el control de las funciones políticas, "otorga"
sistema institucional de poder, tiene la posibi-
laciones entre estas mismas clases concebi-
a su compenamento sindical. Ciertamente,
a las masas urbanas una legislación que co-
das como un todo social y políticamente
se puede hablar de clases populares o de
mienza a formularse en los primeros años de
lidad de - donar", sea una ley favorable a las masas, sea un aumento de salario o, por lo
masas populares.expresiones vagas pero úti-
gobierno provisorio y que se consolida en
menos, una esperanza de días mejores.
les para captar la homogeneidad posible de
1943. La legislación está limitada a los secto-
Pero por otro lado, una vez que se ha es-
manifiestan, preferentemente, corno relacio-
este gran canjuaro de gente que ocupa los
res urbanos: ellos poseen la mayor capacidad
tablecido la legislación laboral como derecho,
nes entre individuos. De ahí queel político
escalones y -,ctalei y económicos inferiores de
de presión sobre el Estado y una tradición de
cuando un asalariado reivindica la puesta en
populista haya tenido siempre poco interés
los diver-os secures del sistema capita lista vi-
lucha; son igualmente los sectores disponibles
práctica de una disposición legal precisa, aque-
en ofrecer a las clases populares que él diri-
gente en 13r-.L.11.5:: puede diferenciar, dentro
para la manipulación política, puesto que, a
lla relación original de - donación" (y por lo
ge, la oportunidad de organizarse, a menos
de este vas cm;unto, el sector urbano de
pesar de que las reglas del juego electoral
tanto de dependencia) desaparece. Lo que
que esta organización implicara un control
las IllatiLS 170171.11.Tes cuyos rasgos particulares son sus Yin1.7.:hiszon la economía urbana y su
estaban suspendidas desde 1937 y que fue-
cuenta de ahora en más, es el ciudadano que
estricto del comportamiento popular, como
ron una de las primeras conquistas de la
reivindica sus - derechos" de hombre libre en
se dio durante el período de la dictadura, con
presenta rS.:^hZ1..
revolución de 1930, continuaron teniendo una
las relaciones de trabajo. Lo que esta relación
el movimiento sindical organizado de manera
No iihstante.ieria todavía ilusorio intentar
existencia virtual. Por otro lado, la restricción
paternalista entre líder y masas contiene esen-
semicorporativa. La introducción de la
--tnente, en términos de cominterpretar cfrzer-
de la legislación laboral a las ciudades tiene la
cialmente, desde el punto de vista político,
organización, aun con fines exclusivamente
portamiento decirse, según la tradición eu-
ventaja de satisfacer a las masas urbanas sin
es, a pesar de la asimetría típica de todo
reivindicativos, habría ocasionado la posibi-
ropea, el compKrUITIICIII0 político de los sec-
interferir con los intereses de los grandes
paternalismo. el reconocimiento de la ciuda-
lidad de una ruptura en la relación de identi-
tores urbanos y las obreros industriales. Las
terratenientes.
danía de las masas, el reconocimiento de su
dad entre líder y masas, como de hecho se
146
homogéneo. Esto significa que en el populismo las relaciones entre las clasessociales se
147
FrancisroWsifort El populismo en la poitica brar;iiena
observó en los últimos años del gobierno de Goulart.
cionales de lealtad y de sometimiento a los
al menos una satisfacción relativa de los ver-
potentados rurales o a los jefes políticos de
zas liberales de la clase inedia que, desde anres
daderos intereses de las clases populares, sin
de 1930, deseaba establecer una democracia pluralista al estilo clásico. La ¡oven derma;ra-
La reivindicación de la ciudadanía, o sea, la
las pequeños municipios. Estas nuevas masas
reivindicación de la participación política en
la cual el apoyo concedido a los líderes pro-
presionan para lograr su propio ascenso so-
cedentes de otras clases sociales no hubiera
cial. En Brasil se dice, exagerando un poco,
cia brasileña tendrá como sustento el MISMO
persistido. En efecto, la manipulación de las
compromiso social vigente antes de 1945: ella
condiciones de igualdad, es uno de los aspectos fundamentales de la presión popular realizada sobre el Estado en los últimos años. No nos referimos solamente a la significación jurídico-política de la ciudadanía. El ascenso de las clases populares en el plano político está íntimamente asociado a su irrupción en los planos sociales y económicos. En efecto, ya bajo la dictadura la concesión de la ciudadanía a través de los derechos sociales se ve complementada, en sus efectos políticos, por la intensidad de los procesos de urbanización y de industrialización. Entre 1920 y 1940, el proletariado industrial aumentó de 275.512 a 781.185 para alcanzar, en 1950,1.256.807. En el curso de estos mismos años, la población de la ciudad de Sáo Paulo, primera base del populismo varguista, asciende de 587.072 en 1940 a 2.227.512 en 1950. Además de Sao Paulo, otras ciudades crecen a un ritmo mucho más acentuado que el de sus estados o regiones» La masa de migrantes rurales que obtienen los nuevos empleos, creados por el desarrollo urbano-industrial, dan el primer paso hacia la conquista de sú ciudadanía social y política. El ingreso de los migrantes internos en la vida urbana inaugura su conversión en ciudadanos sociales y políticamente activos y disuelve los vínculos tradi-
que el hombre que consigue migrar del cam-
masas entró en crisis: ésta abrió la vía a una
po a la ciudad hace su `revolución individual"
funda su legitimidad sobre las masas urbanas
verdadera movilización política popular, exac-
y sobre sus jefes, los líderes populistas. La
pero, una vez más, no nos apresuremos a in-
tamente cuando la economía urbano-indus-
terpretar este proceso "a la manera europea". 1 9 Esta incorporación de las masas populares a
amarga perplejidad de cienos grupos de la
trial comenzaba a agotar su capacidad de ab-
clase media (generalmente grupos de la CDS,
sorción de nuevos migrantes y cuando se res-
Unión Democrática Nacional) es muy Sigil:riCtlIk'S. En 1950, una revista liberal describe
la vida urbana, no significa la atomización de las clases obreras, el debilitamiento de sus antiguos lazos de solidaridad en razón del aumento de su capacidad de consumo y de la difusión de técnicas de manipulación ideológica. Si en Europa se puede hablar de una rela-
tringían los márgenes de la redistribución económica. Es en ésta fase cuando la temáti-
en los términos siguientes la campaña electo-
ca de las reformas estructurales comienza a
ral que terminó con la elección de Vargas
hacerse popular.
corno Presidente de la República: - El 3 de
La imagen, si no el concepto, más apro-
octubre, en Rio de Janeiro, medio millón de
piada para comprender las relaciones po-
miserables, analfabetos, mendigos hambrien-
pulistas entre las masas urbanas y ciertos
tos y andrajosos, espíritus reprimidos y justa-
tiva ciespolitización de las clases obreras, en un país como el Brasil, el proceso de
grupos representados en el Estado es la
masificación tuvo resultados muy diferentes:
mente decepcionados, individuos a los que
de una alianza (tácita) entre sectores de
el abandono de los boluhres había convenido
este conlleva una posibilidad de participación
diferentes clases sociales. Alianza en la cual,
política, participación que, a pesar de la ma-
en seres groseros, malos y vengativos, descen-
evidentemente, la hegemonía coincide
dieron de las colinas de la ciudad, de los mo-
nipulación populista, significa mucho,
siempre con los intereses de las clases
simplemente porque su condición anterior ha
rros, embaucados por el canto de la demago-
dominantes, no sin dejar de satisfacer cier-
gia vociferada desde ventanas y automóviles,
tas aspiraciones fundamentales de las clases populares: reivindicación del empleo,
para votar a la única esperanza que les quedaba: a aquél que se proclamaba padre de leas
sido la de no participación. De hecho, una triple presión es ejercida por las masas de migrantes internos: presión para acceder a los
mejores posibilidades de consumo y de-
empleos urbanos; presión tendiente a ampliar
pobres, el mesías-charlatán...". "
recho de participación en los asuntos de
las posibilidades de consumo (logradas por
Estado.
Por primera vez en la histuria del Brasil. !as masas urbanas, aparecen libremente en el
las nuevas masas urbanas e igualmente por
escenario político. Libertad relativa y sólo
las antiguas), y la presión que apunta a la participación política dentro de los marcos institu-
posible dentro de los límites de una esta:criara de poder cuya composición de fuerzas
El Estado en crisis
cionales. Se trata siempre de formas individuales de presión, y aquí encontrarnos otro límite a la idea de manipulación: ella supone
permanece, en sus aspectos esenciales, igual La presión popular es, ciertamente, el he-
que la del período precedente. De todos
cho político nuevo de la etapa democrática
modos, una vez terminada la dictadura, termina también el monopolio ejercido por
que se inicia en 19-45. La continuación del mis18. Datos censaies. Azis Sima° en su libro Sindicato e Estado (Dominus Editora, Brasil, 1966) realiza un
amplio análisis empírico del crecimiento del proletariado industrial. 19. Entiéndase bien: nuestras reticencias hacen referencia solamente a la transposición más o menos mecánica de esquemas elaborados a partir de la formación de las clases obreras europeas. Pero uno de los estudios más sugestivos que conocemos sobre las condiciones especificamente brasileñas de !a formación de conciencia social de la clase obrera es de un europeo. A!ain Touraine, "Industrialisation et consciente ouvriére á Sáo Paulo", en Sociologie du Travail, año III, N:4,
mo esquema de poder vigente durante la dictadura y el descubrimiento político electoral de la presencia de las masas populares, significan la frustración definitiva de las esperan-
20 Revista Anhembr,
vol. I, diciembre de 1950
Vargas sobre 1:1 manipulación de la opinión popular, no obstante que continúe siendo hasta su muerte en 1951, el gran jefe del populismo al cual todos los demás líderes
El populismo en la política brasileña
Fra n jira Wejj9rt
estuvieron vinculados. con la única excepción
media. Este partido mantuvo durante casi todo
de pnio Quadros. En los primeros años de
el período democratico una línea política de
cambios que se produjeron a partir de 1930 (en particular en los '50), las características •
con el comienzo de la movilización de las masas rurales-significaba que se había inicia-
vida democrática reaparece la figura de Luis
oposición al sistema PSD-PTB y al populismo
generales de las estructuras sociales y
do el desplazamiento de uno de los elemen-
Carlos Prestes, de ahora en más líder del Par-
en general (aunque en la fase final haya partici-
económicas permanecían fundamentalmente
tos básicos de la estructura de poder-la gran propiedad-, lo que el populismo nunca había osado intentar. Aun en la fase final del período democráti-
pado en la campaña de Jilnio Quadros para la
iguales. Por un lado, el proceso de industria-
que le confiere su pasado de tenente revolucio-
presidencia de la República) y se caracterizaría,
lización, aunque se había intensificado a par-
nano. Pero el PC, que llegó a ser en esos mo-
rápidamente, como un partido de derecha.
tir de 1950, no logró resolver las limitaciones impuestas por el sector exportador de productos primarios y tendió a debilitarse. 22 Por
tido Comunista, dotado de todo el prestigio
mentos uno de los grandes partidos del Brasil.
A pesar de los semejanzas con el período
fue declarado ilegal en 19 ,r7, con una eviden-
anterior, ésta es la etapa en que se hace más
te pt.rd ida de influencia sobre las masas.''
claro el enfrentamiento entre las fuerzas so-
co, el marco político general continuó siendo el del populismo. Las reformas estructurales eran esenciales tanto en Fa política de desarrollo industrial nacional corno en el proceso
La continuidad del mismo esquema de
ciales en el gran compromiso que sirve de
el otro, el desarrollo industrial pasó a depender cada vez más de los capitales extranjeros
poder se expresa, por ejemplo, en el he-
sustento al Estado y es también la etapa
sin que se constituya un grupo de empresa-
de democratización social y política. Sin em-
en que ese compromiso entra en crisis.
rios capaz de formular una política independiente de esos intereses. 23 Más importante aún: comienzan a surgir
bargo, ninguno de los grupos dominantes era
formas de acción popular que, en ciertos casos, van más allá de los esquemas tradi-
se puede admitir que algunos habían sacado
cho de que el sistema de partidos -que además tuvo muy poca autonomía en re-
Los golpes de Estado se presentan desde
lación al Ejecutivo- se basaba sobre dos
los primeros años de democracia corno un
grupos creados por Vargas al término del
recurso al cual la derecha amenaza recu-
régimen dictatorial, agrupaciones que no
rrir para reparar la pérdida de su gravita-
capaz de ofrecer los apoyos indispensables para una política de reformas, incluso cuando
provecho de la misma. Todos se volvían ha-
hacen mas que traducir, en el nuevo len-
ción electoral y para neutralizar los meca-
guaje político, el compromiso social sobre
nismos institucionales que abren paso a la
cionales. Las huelgas frecuentes de los trabajadores, la creciente importancia de
el cual se apoyaba la dictadura. El PSI) (Par-
presión popular. La oposición de la dere-
los grupos nacionalistas, la movilización ele
cia el Estado y, más de una vez, las masas populares se perfilaron como la gran fuerza social capaz de proporcionar las bases a esa
tido Social Democrático) debía ser la ex-
cha a la toma de poder por Vargas en 1950,
la opinión pública sobre el temar de las re-
política y al Estado mismo. La nueva situación
presiOn de los sectores conservadores vinculados a la actividad agraria; efectivamente
la crisis ele 1954 que termina con su suici-
planteaba, no obstante, problemas difíciles. Mientras que en los años anteriores la acción
dio, las dificultades manifestadas a la torna
formas estructurales (en particular la reforma agraria), la extensión de los dere-
consigue mantener por muchos años un control de la - cliente!a" ele varias áreas m-
de poder de Kubitschek en 1955, la re-
chos sociales a los trabajadores del cam-
de los gobernantes no fue nunca más allá
nuncia de Jánio Quadros en 1961, la opo-
po, la movilización de los campesinos para
i ales del país; el P'FB (Partido Trabalhista
sición civil y militar a la toma de poder de
la organización sindical o pata las ligas cam-
de optar, a través del juego de los intereses dominantes, por la línea de menor resistencia popular, en „esta nueva situa-
asileiro), mucho menos eficaz en rela-
Goulart como sucesor de Pi-1i° Quadros, son
pesinas" de Francisco Juliüo, son algunos
ci
algunos de los episodios característicos de una
ción era el Estado el que tenía la respon-
pular, funcionó sobre todo como un apa-
inestabilidad que parecía marcar el fin del es-
de los hechos que anuncian la emergencia de un movimiento popular de un nue-
rato personal de su fundador. El tercer gran partido. la VD Uni:10 Democrática
cenario político surgido en 1930.
vo estilo. Aunque emergió dentro del mar-
En los últimos años de este período de-
co institucional y conservó relaciones de
go. En tanto que en el período precedente el proceso político creó a través del
Nacional), se habia formado durante la
mocrático, en particular después de la renun-
dependencia respecto de la política populis-
populismo -combinado con la relativa im-
campana a favor del derrocamiento de la
cia de Jrinio Quadros, la presión popular sobre
ta de Goulart, este movimiento planteaba
potencia de los grupos dominantes- la
Lidort, apoyándose principal aunque no
Ira estructura de las instituciones se hace cada
problemas cuyas soluciones implicaban
imagen de un Estado soberano, ahora era ne-
vez más fuerte. A pesar de los importantes
cambios de base en la composición de las
cesario que el Estado probara su soberanía
fuerzas sociales en que se apoyaba el régimen. En realidad, el rebasamiento de los lí-
frente a esos grupos dominantes. La importancia política de las masas ha-
mites urbanos de la manipulación de masas-
bía dependido siempre de una transacción
exclusivamente, en grupos urbanos de clase
.?1 En sus pos afros de 5..ca legal, el Parido Comunista aparecía como la única fuerza politica capaz de d n sputat la n nfluenc,a popu:tsta sobre las masas populares, particularmente en las elecciones legislativas. No obstante, su capacidad Ce iiderw.go parecía no haber sido la misma en las elecciones ejecutivas federales en 1.1; que part,c,pó en 19-15 El candidato comunista Obtuvo solo el 9,7% de los volos. en tanto candidato apOyado por Vargas alcanzó el 55,4%.
150
que
el
sabilidad de resolver los intereses en jue-
22. Celso Furtado, op. cit., 2? parte, cap. 2. III. 23. E H. CardOso, op. cit., pp. 84.85.
151
FranciscoWdfirt
entre los grupos dombantes, y esta transacción se encontraba ahora en crisis. Si las masas sirvieron como fuente de legitimidad del Estado, esto sólo fue posible mientras estuvieron contenidas dentro de un esquema de alianza policlasista„ la cual las privaba de autonomía. • Buscando seguir el camino de las reformas estructurales, Goulart provocó la crisis del régimen. A pesar de que él, como jefe de Estado, condiciOrnba por acción o por omisión el conjunto dd gobierno popular que comenzaba a formars.e, Goulart estaba lejos de tener el control de) proceso político. Dependiendo a menudo de la iniciativa del Estado, la movilización popular crecía en importancia y tendía a sobrepasar los límites institucionales vigentes.
El gran compromiso social sobre el cual se apoyaba el régimen se vio así condenado por todas las fuerzas sociales que lo componían: por la derecha y por las clases medias aterrorizadas ante la presión popular en aumento; por .
Consideraciones sociológicas sobre las relaciones entre el peronismo y la clase obrera en la Argentina, 1943-1955* losgrandepit morzadsnel
Ricardo Sidicaro**
debate sobre la reforma agraria y la movilización de las masas rurales; por la burguesía industrial temerosa también de la presión popular, ya vinculada a través de algunos de sus sectores más importantes a los intereses extranjeros. Y, a pesar de las intenciones de 'algunos de sus líderes, el régimen se encontraba igualmente condenado por la fragilidad del populismo, que se mostraba incapaz no sólo de mantener el equilibrio de todas estas fuer- zas sino también de ejercer un control efectivo sobre el proceso de ascenso de las masas.
Este texto tiene por objeto formular un conjunto de proposiciones sociológicas sobre las relaciones que se establecieron entre el peronismo y la clase obrera argentina, en el período comprendido entre el surgimiento de esa
orientación política y la intervención militar que interrumpió la presidencia de Perón en septiembre de 1955. El análisis se centrará en tres problemáticas articuladas entre sí. En primer término, desarrollaremos nuestras hipótesis sobre las causas por las que la clase obrera apoyó, en los años inmediatamente anteriores a 1946, a los sectores políticos que promovieron la creación del peronismo. En segundo lugar, analizaremos los vínculos más generales que se establecieron entre el Estado y la clase obrera en el periodo 1946-1955, enfatizando
la importancia ;asumida por la politiiracii:in d e .axiales en unto elemento teóri- loscnfit co principal a partir del alai debe explica rs.e Lr
continuidad de la adhesión de dicha clase al gobierno peronista. Por último, estudiaremos las modalidades en que se desencolk•ieron las• relaciones entre el Estado y las organizaciones sindicales en el citado periodo. En el desarrollo de nuestro análisis presentaremos un conjunto de referencias económicas e históricas, si bien no es nuestro objetivo realizar una exposición sistemática en ninguno de esos dominios del conocimiento de lo social. Desde la perspectiva teórica que formularemos en nuestro análisis, la clase obreni' será considerada corno un actor social que no puede definirse: con independencia de
' Este artículo reproduce con algunas modificaciones un capitulo de la tesis de doctorado L'Etar Perwisre por el profesor Alain Touraine, en l'Ecote des Hautes Etudes en Sciences Socia:es, Paris. 1977.
dirigida
y lee
originalmente publicado en A JOurnai c/ Latir American and Caribce, -3n Stucies, Bo n etin ce Est .. .,Cios Larircurne. ricanos y del Caribe, N, 31, Amisiercam, diciembre de 1931 Investigador del CONICET-UBA (Argentina) 1. En el Postfach:, a la segunda edoón de The 11, 1,9 ,:lltg Ot the EngiSh Wrrkira C.1,5S, el !iislor:acor ingles E P. Thompson, retomando un fragmento de su articulo -The i ties of concepluall.ta una 'clase' con términos con los que coincidimos plenamente. Afirma Thompson. 'Clase es una lormacion social y cultural (que a menudo encuentra una expresión institucional) que no puede definirse absiracta o aislada. mente, sino sólo en términos de sus relaciones con otras clases: y en fin, la riueanicipn soto puede ser hecha a través del tiempo, es decir, de los procesos de acción y reacción, cambio y cantlic:o Cuando hablamos de una clase pensamos en un cuerpo de personas definidas muy sueltamente, el cual comparte un mismo intereses, experiencias sociales, tradiciones y sistemas de vatores, que iienen una disoos,c,onconjutde a comportarse como una clase, definiéndose a si mismas en sus acciones y su conciencia en relacion con otros grupos de personas. Pero la clase como tal no es una cosa. sino un acontecer' E P Thompson. The Making of the English Working Class. England, Pelican Books, 1963, p. 939 .
Rir.trelo Sidicarr,
Entendernos que la secuencia de las posi-
hados," encontraba, sin embargo, una relati-
ciones de la CGT ante los acontecimientos
va continuidad con la modalidad con que la
de la caída del peronismo revelan el tipo de
CGT tomaba decisiones en los últimos años
vínculo que se había establecido entre los sin-
del gobierno peronista. Si bien los acontecimien-
dicatos y el personal político peronista. De la
tos posteriores — mostraron la imposibilidad de
defensa del gobierno, en tanto éste controla-
mantener buenas relaciones con el nuevo go-
ba la situación, pasaron a reivindicar su
bierno, puede afirmarse que los sindicalistas
especifidad de organizaciones sindicales e in-
buscaron, frente a la revolución de 1955, en-
tentaron buscar acuerdas con los nuevos equi-
contrar los acuerdos que les permitiesen de-
pos que se hicieron cargo del Estado.
fender las conquistas sociales logradas durante
La autonomía respecto a sus bases que
el Estado Peronista y conservar sus situaciones
en la segunda mitad del gobierno pero-
sectoriales. Ambos objetivos parecían presen-
nista se había visto aumentada, permitió a
társeles como realizables en virtud de la alta
los sindicatos realizar una política inicial
institucionalización lograda por el movimien-
de aceptación del sucesor de Perón. Esa
to obrero organizado y por las orientaciones
posición, aun cuando podía no ser com-
que en ese ámbito expresaba el gobierno del
partida por la mayoría de los sectores asala-
general Lonardi.
V
Interpretando (una vez más) los orígenes del peronismo* Juan Carlos Torre**
Introducción
tiene relaciones difusas y directas con un liderazgo de tipo paternalista, y un movimien-
El surgimiento del sindicalismo de masas en
to popular igualmente ligado a una direc-
la Argentina nos remite en primer lugar, a un
ción política externa pero basado en los sin-
momento de crisis y reorganización del Es-
dicatos, hay diferencias, y éstas son las que
tado a mitad de los años cuarenta, en el cual
separan la experiencia inicial de Getúlio Var-
surge una nueva elite dirigente, de origen
gas en Brasil y la de Perón en la Argentina.
militar, que procura darse una base de apo-
Este distingo nos lleva a ocuparnos, en se-
yo social apelando a la movilización de los
gundo lugar, de la intervención que le cupo
sectores populares. Pero esta iniciativa de la
a los cuadros del viejo sindicalismo argenti-
elite militar, importante como es, no nos dice
no en la canalización y la organización de las
nada todavía sobre la forma que toma la ani-
bases populares del peronismo.
colación de ese apoyo de masas. Entre una masa obrera débilmente organizada, que man-
vieja guardia sindical fue un tema inexistente
Por mucho tiempo, la participación de la
• Este articulo fue publicado en Desarrollo Económico, V. 28, N5 112, enero-marzo 1989. " Director del Centro de Investigaciones Sociales del Instituto Torcuato Di Tella, Buenos Aires. En un trabajo de tesis terminado en 1982 me ocupé de reconstruir los origenes del peronismo centrando la atención en las relaciones entre la vieja guardia sindical que dirigía el movimiento obrero y el liderazgo emergente det,entorces Cnel. Perón. Circunscripto al examen de la coyuntura que va desde el golpe de estado de junio de 1943 hasta la instalación del nuevo régimen político luego del triunfo electoral de 1946, dicho trabajo sirvió de base para interpretar, una vez más, las condiciones en las que surgió y las modalidades que revistió el movimiento peronista. El marco teórico dentro del que funciona esta propuesta de interpretación está constituido por las contribuciones de Gino Germani, cuya obra ha servido de renovado estímulo a quienes hemos procurado comprender este fenómeno político tan decisivo en la Argentina contemporánea. El otro aporte presente en mi interpretación es el de Alain Touraine, cuyos estudios sobre los movimientos sociales de América Latina contienen claves teóricas imprescindibles, a mi juicio, para abordar los procesos de movilización de las masas populares en el continente. Finalmente ha sido la segura guía provista por los análisis históricos de Tulio
39. Frente al golpe de estado se produjeron movilizaciones espontáneas en numerosas zonas obreras que fueron reprimidas por las tuerzas de seguridad
40 El 13 de noviembre de 1955 el general LOnard, fue sustituido en el cargo de presidente de la Nación y su sucesor. el general Ararnburu, intervino tres días después la CGT.
Halperin Donghi los que me han facilitado la reconstrucción de la situación en la que surgió el peronismo. Estas contribuciones han sido revisadas e incorporadas en el texto que hoy se publica, que contiene las conclusiones finales de la investigación presentada como tesis de doctorado en la École de Hautes Etudes de Paris. Finalmente quiero reconocer mi deuda intelectual con Silvia Sigal. con quien a lo largo de los años he mantenido un provechoso y exigente diálogo. que mucho ha contribuido a la gestación de las ideas aqui expuestas
173 1 72
Interpretando
(una vez mas)
los onocines del peronismo
Juan Carlos Torrr
en la historia del peronismo, debido a que fue suprimida en la versión oficial que dicho movimiento se dio de sus orígenes. Es un hecho frecuente que en la memoria ideológica de los movimientos políticos, el comienzo de la historia sea el lugar de una ruptura, el momento en que, por sobre los escombros del antiguo orden, surge una voluntad revolucionaria sin lazos con el pasado inmediato. A este ejercicio de manipulación del pasado no escapó el peronismo. Según su propia imagen de la sociedad en la que nació, fueron los nuevos trabajadores, recién llegados a la dudad y la industria con las migraciones provenientes del interior del país, los que desempeñaron el papel de esa fuerza regeneradora, correspondiendo a Perón el papel no menos decisivo de ser su intérprete y líder. Tan persuasiva fue esta visión del peronismo que los primeros estudios realizados en los medios académicos la hicieron suya, concediendo a los nuevos trabajadores un lugar preponderante en la compresión del movimiento político que arriba al poder en 1946. Esta coincidencia en el sujeto no fue'siempre acompañada por un acuerdo en su evaluar ción. Mientras que los ideólogos del peronismo vieron en esos trabajadores el elemento de renovación de un orden de jerarquías y privilegios, muchos analistas tendieron a considerarlos como la base social de una experiencia de autoritarismo de masas. Así, los nuevos trabajadores, celebrados por su rol en la gestación de una sociedad más igualitaria o visualizados como la fuerza social impulsora de la instauración de un régimen no democrático, ganaron el centro de la escena en los orígenes del peronismo.
1. M. Murmis y J. C. Perantiero.
Esta imagen era demasiado superficial para salir airosa de una investigación más fiel a los hechos históricos. En un ensayo justamente importante, M. Murmis y J. C. Portantiero han mostrado que los dirigentes del movimiento obrero formado durante los quince años previos —integrado por sindicatos de servicios como los ferroviarios, el comercio, el transporte, los teléfonos— participaron de la operación política que llevó a la consolidación de la nueva elite dirigente surgida del golpe de 1943) Que ocuparan esa posición es comprensible: sus organizaciones eran !as más importantes de la época y dichos dirigentes eran los más experimentados en la lucha social —a diferencia de los nuevos trabajadores, todavía no organizados—. Perón se dirigió, pues, primeramente, a la vieja guardia sindical para ganar su apoyo y poner los recursos organizacionales y políticos con los que ésta contaba, al servicio de su penetración en el mundo obrero y de la conquista del poder. De esta manera, se cierra una brecha histórica existente en la interpretación tradicional. En efecto, entre el llamado a las masas realizado desde el Estado y la formación de un movimiento político popular fuertemente articulado en los sindicatos hay una experiencia de organización que la referencia a los nuevos trabajadores no logra llenar. Esta experiencia es indisociable de la acción de los antiguos militantes: si es verdad que hay un apoyo oficial a la sindicalización, no es menos verdad que el proceso de aculturación de las nuevas generaciones en las prácticas de la lucha social se lleva a cabo
Estudios sobre los orígenes del peronismo.
Buenos Aires, Siglo XXI, 1971.
a través del saber acumulado en los sindi. catos existentes. Pero el redescubrimiento de la vieja guardia sindical no estuvo dictado exclusivamente, en la intención de los autores mencionados, por la fidelidad a la historia. Intentaban también cuestionar la línea interpretativa expuesta por G. Germani que, al poner el acento en los nuevos trabajadores, acudía tanto a factores psicosociales —el trauma de la repentina entrada al medio urbano— como a la persistencia de una cultura tradicional, para explicar la identificación de las masas con un liderazgo personalista externo al mundo del trabajo.' En el caso de la vieja guardia sindical y del sector obrero por ella representado estamos, más bien, frente a un sujeto que puede ser definido con independencia de los cambios económicos y sociales que preceden al ascenso de Perón. Es decir, que es un grupo social ya adaptado a la vida urbana y, además, con una larga experiencia en la lucha social. A partir de esta caracterización, la respuesta positiva de los antiguos militantes a la gestión de Perón es, antes que tributaria de un fenómeno de anoinia colectiva o de un síndrome clientelista, el resultado de una deliberación racional, que opone las desventajas del orden social y político anterior a las oportunidades nuevas que un orden también nuevo ofrece. Aquí, el énfasis está puesto en la racionalidad del comportamiento obrero. De allí que en el movimiento que aproxima los trabajadores al líder militar se ponga el énfasis en la intervención social del Estado, para ver en ella las satisfacción de reinvindicaciones largamente postergadas. La consecuencia casi natural
de este enfoque, centrado en las vicisitudes de la situación del trabajo en el marco de la industrialización de los años treinta, es que desdibuja la distinción entre vie ja y nuera clase obrera, dominante en la interpretación tradicional. De hecho, ya la sola mención del ilp0yo brindado a Perón por los antiguos militantes, confinados inicialmente en la versión convencional :t un papel opositor, tiene por efecto el debilitamiento de los fundamentos históricos de esa distinción. A esto Mumns y Portantiero agregan que, al margen de las diferencias en cuanto a su experiencia previa, uno y otro sector del mundo del trabajo comparten una experiencia común en los años treinta: la de la explotación dentro de un proceso de acumulación capitalista sin distribución de ingresos. Esa experiencia común es la que esta en la base del interés de clase que los acerca y asocia en la movilización de apoyo a la intervención social del Estado. No obstante la importancia que reviste la contribución de estos autores, en la medida en que reintroduce a un actor hasta entonces descuidado y, por su intermedio. una perspectiva de análisis también ausente, creemos sin embargo que su enfoque no abarca en toda su complejidad el proceso en el que las masas obreras se ligan a Perón. A su manera, por cierto discutible, la interpretación tradicional intenta dar cuenta de otra y también importante dimensión de ese proceso, cual es la constitución de nuevas identidades coNada nos obliga a hacer nuestro el enfoque a través del cual Cennani estudia este fenómeno. Pero es preciso prestar atención y no eliminar esta otra prt)biemiltica lectivas populares.
de transición. 2. G. German , . Pciffica y scc:edad en una época
Buenos Aires. Paidós.
1966
I '7e
uan
Carlos Tn nr
se
las claves que permiten comprender la na-
transforma? A este respecto, es sugestivo recordar el contrastante lugar que tie-
de racionalidad es otro, el reforzamiento de
turaleza de la inserción de los trabajadores
ne reservada la etapa precedente (la dé-
la cohesión y la solidaridad de las masas
en el peronismo. Para ampliar esta nueva des-
cada del treinta) en la historia intelectual
:nfoque de Murmis y Portantiero: en su es-
obreras. Desde este ángulo la acción políti-
cripción, dirijamos ahora la atención al con-
que se escribe en la Argentina.
uerzo por exocizar la hipótesis del irracioialismo obrero. desplazan el foco de análisis
ca deviene, no un medio para aumentar las
Jel campo de la política —donde se plantea la aaestión del tipo de vínculo entre las masas y
ventajas materiales de acuerdo con los inte-
echazando los conceptos y el razonamiento
rrollo no es preciso salir de la idea de racio-
ion les que ha sido convencionalmente abor-
nalidad.' Sólo que, en este caso, el criterio
lada. Éste es, precisamente, el riesgo del
'orón— y dirigen su mirada hacia el campo de
reses preexistentes, sino un fin en sí mismo, cual es la consolidación de la identidad
a lucha social, en el que se articula el interés
política colectiva de los sujetos implicados.
Je clase. 5 Es verdad que en la movilización obre-
La pregunta que se impone inmediatamen-
ra un interés de clase está presente; no
referencia a Perón actúa como un princi-
lo es menos que ella expresa también una
pio de unificación política de los trabaja-
conciencia política heterónoma. La pro-
dores? Esto es, ¿cuáles son los mecanis-
blemática de esta doble realidad de la ac-
mos —distintos de la lógica propia del in-
ción de masas será el objeto de estas re-
terés de clase— a través de los cuales ope-
flexiones. Pero anticipemos ya las líneas
ra esta lógica de la representación hete-
principales de nuestra argumentación. La primera de ellas concierne a la necesidad
rónoma? Se comprende bien que, para responder
de ampliar el concepto de racionalidad
este interrogante, es preciso contar con una
de la acción de masas. Visto desde la pers-
nueva descripción de la situación; es decir
pectiva del interés de clase, como lo ha-
que allí donde se habla de reinvindicaciones
cen NIurrms y Portantiero, el criterio de
económicas insatisfechas, se debe subrayar
racionalidad está basado en la maximiza-
también la existencia de la alienación políti-
ción de los beneficios; de allí que la ad-
ca de las masas asas en un orden social excluyen-
hesión a Perón pueda ser considerada vero-
te; donde se habla de un intervencionismo
símilmente corro una función de la satisfac-
social que eleva el nivel de vida y de traba-
ción de las reinvindicaciones del trabajo por
jo, hay que ver también el gesto de recono-
pa rte del Estado. Sabemos, sin embargo, que
cimiento que hace de los trabajadores miem-
si es el calculo de utilidades el que preside
bros de pleno derecho de la comunidad po-
el acercamiento inicial a Perón, éste se re-
lítica nacional. En estos elementos, que son
suelve, muy pronto, en una identificación
los del estado de marginalidad política de los
politica directa. Para comprender este desa-
sectores laborales y de la modalidad de su
te es ésta: ¿cuál es el marco en el que la
1 En rigor, estos autores hacen referencia a esta problemática, pero lo hacen desde otro ángulo: así, a las diferencias de participación dentro del movimiento de masas y los ligan
distinguen entre distintos tipos distinción, muy útil en la reconstrucción de en cearao al une de expenenc , 3 industrial y sindical previa. Esta termina, sin embargo. por dar las prácticas de las organizacrnes obreras en relación con el Estado, no cuenta de la tolinagion de las ideraidades colectivas politicas de los trabajadores. la acción politica ver A. Pizzorno, 4 Con reiacirin a esta perspectiva sobre el concepto de racionalidad en 7. abril 1983. Sraro e Mercato, NQ - Sulta razionakta della &celtas democratica". en
acceso a la ciudadanía están, entendemos,
texto de la coyuntura de los años 1943-1946.
Eri los ensayos económicos, éstos son los años dedicados a hacer el inventario de los ajustes e innovaciones a los que apela 1“lite
I. La modernización conservadora de los años treinta y la crisis de participación
conservadora para hacer frente a la desfavorable situación internacional planteada p'er la crisis de 1929, los cuales, no obstante estar
Si hay una categoría general que permite
presididos por la esperanza de un rápido re-
dar cuenta de esta coyuntura, ésta es la
torno al equilibrio previo, van alejando natu-
de "proceso de cambio político". Sin duda,
ralmente al país de ese punto de partida y
es todavía una conceptualización muy vaga,
colocándolo en la senda de la industrializa-
pero tiene el mérito de clarificar nuestro
ción. Aunque son pocos los que se privan de
punto de vista al descartar una visión al-
ironizar retrospectivamente sobre las ilusio-
ternativa: la que nos presenta el período
nes fallidas de la elite conservadora, los hist°-
bajo consideración en términos de la tran-
riadores de la economía tienden a reconocer,
sición hacia una economía industrial y una
de manera más o menos explícita, la flexibili-
sociedad burguesa. No estamos, en ver-
dad que ésta puso de manifiesto en la admi-
dad, ante un cambio societal. La expansión de la industria se cumple en la déca-
nistración de la emergencia.
da anterior bajo la dirección de la elite con-
te de los años treinta es menos celebratoria,
servadora; es una industrialización carac-
como lo refleja bien el nombre balo el cual se
terizada por la escasa intervención directa
los recuerda: la Década Infame. El recurso al
del Estado y por la progresiva interpene-
fraude electoral, la corrupción, he ahí los ras-
(ración de los grupos agroexportadores y
gos a los que ha quedado asociada la restau-
los sectores industriales emergentes.
ración conservadora que irrumpe por lafuer-
En los escritos políticos la imagen domina-
Así, estamos lejos de la lucha de fuerzas
za en 1930. A partir de entonces vemos Cómo
modernizantes contra una organización pro-
el sistema político cesa de ser el vehículo de
ductiva arcaica e inmóvil. Además, habida
la presión de los sectores medios y populares
cuenta de que el debate económico ocupa
y es confinado a un papel crecientemente
un lugar público secundario entre 1943 y 1946,
marginal, mientras que el Estado deviene el
cuando éste se plantea se inscribe dentro de
canal directo de las influencias del bloque
un modelo de desarrollo del que la indus-
económico dominante.
tria es ya parte integrante, y que no cuestiona tampoco la subordinación que ella guarda con respecto a "la rueda maestra
Transmitidas a menudo en forma independiente, estas dos imágenes, una vez yuxtapuestas, combinan las luces y las sombras de
de la economía", que continúa siendo la
una escena histórica cuya unidad está dada
acumulación agraria. ¿Dónde están, pues,
no por una clase de empresarios modernos ni
los puntos débiles de esta sociedad que
por una oligarquía tradicional, sino por ambos
177
176
Juan Garlen Torre
tipos sociales juntos, reunidos en un mismo personaje—la gran burguesía agraria ea pitalista—,en quien se complementan el papel económico dirigente con una gestión encaminada a la reproducción de su control político y sus privilegios. En esta escena, donde plasticidad y rigidez, dinamismo y consertadurismo se mezclan solidariamente, se hallan los puntos débiles de una sociedad que se transforma pero lo hace reforzando un orden excluyente. Si este es un diagnósti-
co válido, la coyuntura 1943-46 aparece como el marco de un proceso de cambio político que rompe las fronteras de ese orden excluyente, incorporando a las fuerzas populares consolidadas durante el impulso modernizador. Con los elementos reunidos, es posible sostener que la Argentina de los años treinta encaja bien en las situaciones analizadas por el esquema de la modernización. Dicho esquema parte de la identificación de una discontinuidad en la estructura económico-demográfica, habitualmente de origen externo. De allí se sigue la diversificación de las actividades productivas y urbanas y, con ella, el desarrollo de una trama más compleja de intereses sociales. El esquema se interesa luego por la reacorriodación de las instituciones a los efectos generados por la modernización de la sociedad. El proceso de cambio global se resolvería idealmente por una ampliación y diferenciación institucional, la cual transformaría los nuevos intereses sociales en demandas reconocidas dentro de la comunidad política. Que ésta sea la secuencia ideal no excluye, empero, que se produzcan desfasajes a lo largo del proceso; precisamente este esquema se propone analizar las tensiones deriva-
Interpretando (una vez mas) los orígenes del percnisr-o
das de la interacción entre la magnitud y velocidad de la Modernización, y la flexibilidad y profundidad con la que se produce la recomposición institucional. Tal es el objetivo de los estudios de Gino Gerrnani, sobre los que habremos de volver enseguida- 5 Lo que nos importa retener de esta fórmula descriptiva es la dimensión modernizaciónparticipación como principio de análisis del período bajo estudio. Los indicadores disponibles desde la mitad de la década del tmota son, en este sentido, elocuentes. De un lado ellos nos revelan, definiendo el perfil de un sociedad que cambia, la integración estructural y el ascenso objetivo del mundo del trabajo. Bajo el estímulo de la sustitución de importaciones se acortan las distancias entre regiones periféricas y regiones centrales, entre campo y ciudad, por los desplazamientos de población que suman nuevos contingentes de mano de obra al núcleo obrero urbano original, acrecido él mismo por la afluencia de los descendientes de los trala¿lores inmigrantes de procedencia europea. La industrialización acelera la unificación del mercado de trabajo nacional y, a través de la creación de empleos para los recién llegados y la apertura de oportunidades nuevas para los ya establecidos; funde a unos y otros en un solo movimiento de ascenso colectivo. Sin duda entre las distintas corrientes que confluyen en el mundo del trabajo existen diferencias, como no podría ser de otro modo cuando los migrantes internos inician su entrada a un medio urbano-industrial en el que los viejos trabajadores y sus familias han tenido tiempo de adquirir una experiencia de trabajo y organización. Pero estas diferencias nos parecen menos cruciales que la común exposición de
ambos a ese proceso que se ha llamado de movilización social, a los efectos de subrayar la quiebra de la deferencia' tradicional y el aumento de las expectativas que acompañan la marcha de la modernización. De otro lado, dicho proceso de movilización social no se traduce, sin embargo, en cambios apreciables en el carácter de la cuestión obrera. Es verdad que se pueden observar los comienzos de la institucionalización de las relaciones de trabajo; pero sus alcances son todavía limitados. En ausencia de una legislación general sobrevive, en rigor, una estructura de tipo escamental, cuya heterogeneidad non-nativa refleja el desigual poder de presión de los diversos estratos obreros. Así, se puede hablar de los ferroviarios, los empleados de comercio, los textiles, pero muy difícilmente de una fuera obrera consolidada en tomo de un estatuto compartido de garantías y derechos. La misma dificultad existe con el sindicalismo. La penetración de las organizaciones sindicales no sigue ni el ritmo ni la dirección del ingreso de los nuevos reclutas al mercado de trabajo. Si bien se observa un incremento del activismo obrero en las fábricas, éste se refleja muy parcialmente en logros desde un punto de vista organizativo. En consecuencia, la influencia sindical queda confinada a los antiguossecto-
res de servicios en momentos en que se agranda el lugar de la industria en la estructura ocupacional. Finalmente, la evolución de los sa-
II. La exclusión politica y la centralidad económica: las dos caras de la situación de los trabajadores
Hasta aquí hemos razonado a partir del esquema de la modernización. Pero esta con-
cepción, que considera a la sociedad corno una organización más o menos diversificada y se interesa por establecer la reacción de las instituciones ante los desafio; de la movilización social, ¿no es, en si misma, una visión parcial de la Argentina de la época? De hecho, cuanto hemos señalado con referencia a los cambios estructurales que se operan durante la década del treinta nos está indicando la importancia nueva que cobra otra dimensión: la ae wrzfirctos de clase. ¿\c so no es elite el efecto
6. Hemos preferido traducir iiteraimete el termino inglés deJerence. para conservar el uso que ha hecho de él la literatura académica a fin de a:utir al acatamiento/subordinaciOnAntegraciOn a un orden social y politice
Este término es la cen:rapartida en el nivel de conciencia de los actores de los conceptos de autoridad Tradicional en Max Weber y hegemonia en A. Gramsci E. P. Thompson ha examinado este aspecto de las relaciones de domnaciOn en - Patrician soc : ety. Piebeian Cuiture -, Journal ol Social H,stLyy. determinado.
Vol. 7. (q, 4, 1974. El primer
mame,-;o
movilización social en el esquema de Germani es, es. el fin de la aceptación del lugar que en un sistema actores sociales involucrados.
del proceso de
precisamente, la quiebra de la deterencia. esto 5. G. Germani, Sociología de la modernización, Buenos Aires, Paidós. 1971.
brios está lejos de corresponder a la expansión del empleo, marginando a los trabajadores de los frutos del crecimiento. Si bien las transformaciones estructurales tienden-idurzale.cer y a poner en cnovinuento al mundo del trabajo, las instituciones de la restauración conservadora permanecen en gran medida sordas :t esos cambios: he aquí que se perfila la escena característica de una crisis de participación. Pero antes de continuar con su ánalisis y el de las modalidades de su resolución, una observación se impone.
normativo o en un orden hegernen.ca llenen los
Interpretando (una vez más) los orígenes del peronismo Juan Carlos- Torra'
previsible del crecimiento de las fábricas, de la unificación progresiva del mercado de trabajo, del reforz a miento de la presencia obrera dentro de un proceso de industrialización de tipo liberal? A medida que la sustitución de imponacione.s desplazo el dinamismo del desarrollo hacia adentro, se va gestando el espacio para confrontación entre trabajadores y empresarios en el terreno de la producción. Sin embargo, la persistencia de formas de'organización y de autoridad tradicional en las empresas, así como la falta de protección legal. obstaculizan las negociaciones y afirman el arbitrio patronal. La militancia obrera, impotente para imponer su reconocimiento en las empresas, se orienta fuera de ellas y toma la forma de huelgas dirigidas a atraer la atención de los funcionarios F,r-r ilsernamentales para su causa. Pero esta voluntad de instalarse en los mecanismos del patronazgo estatal raramente encuentra el eco esperado, y la desidia o la represión suelen ser las respuestas mis frecuentes. En un contexto donde las relaciones de clase estan recubiertas por el peso de la do:inri:K- 1On politica y social conservadora, la expresión directa de los conflictos se debilita. Si es posible, no obstante, identificar una orientación de clase en el movimiento de los trab:Ii:Idores durante estos años es a condición de definirla como urna orientación ros defensiva que ofensiva. vuelta menos hacia los empresarios quo buco el Estado, que opera como agente de sus:réntación de privilegios y de represión de Lis rernvintlicaciones populares. la ) que nos lleva nuevamente (sobrayémoNlo de paso), a través de un planteo diferente, al nivel polOico, cuya centralidad en el periodo previo a 1943 ya hemos visto al referirnos a Li crisis de participación. Lo que hemos dicho hasta aquí con respecto al funcionannento del mundo de la
producción y las transformaciones de la modernización se puede sintetizar así: estamos en presencia de una sociedad que, en efecto, cambia y se moderniza, pero que al mismo tiempo es una sociedad ya dominada por las realidades y los problemas de una economía industrial. Esto implica, que paralelamente a las demandas de participación que entraña la puesta en movimiento de los estratos populares, los conflictos de clase se desarrollan, aunque se manifiestan en forma indirecta. Para decirlo en los términos de la acción social: en el que estamos ante la formación de un movimiento social
177 iXt0,
en el que coexis-
ten ramito la dimensión de la modernización y la integración política, como la de las relaciones de clase y los conflictos en el campo del trabajo.
Para denominar a dicho movimiento, el concepto tan utilizado de movimiento nacional-popular nos parece inadecuado y parcial. Este concepto acentúa unilateralmente la primera de las dimensiones, la de modernización-integración, y está asociado a una cierta indeterminación social. Esto lo hace más apropiado para aquellas situaciones en las que el grado de consistencia de clase de las masas movilizadas es bajo, por lo que en su búsqueda de la incorporación politica, frecuentemen-. te pueden entrar en alianzas sociales de las más diversas y amplias. El telón de fondo de este tipo de situaciones es un avance más rápido de la urbanización sobre la industrialización y la limitida capacidad de generar empleo por parte del polo moderno de la economía; de tal suerte, la fábrica capitalista no llega a convertise en un principio de homogeneización del conjunto de los u-abajadores. Así, junto al proletariado moderno se forma una población urbana flotante, definida por una marginalidad que es tanto de naturaleza
económica y social como política. Ésta no es, creemos, la situación de la Argentina. Aquí el movimiento popular está caracterizado simultáneamente por un componente de clase, derivado del hecho de que el sujeto de las demandas de participación es el proletariado antiguo y nuevo que crece al ritmo de la expansión de la ocupación urbana y la integración del mercado de trabajo. Es, pues, la doble vertiente de la exclúsión del orden político y de la inserción en el núcleo dinámico del desarrollo la que intert.dene para dar su complejidad y su fuerza al movimiento po-
pular y obrero.
La contrapartida de este perfil del movimiento de los trabajadores la encontrarnos en los rasgos de las fuerzas -a las que se confronta. Desde este ángulo es posible hablar, igualmente, de articulación, puesto que a nivel político y en el terreno de la producción el adversario es el mismo: el conjunto de los grupos nuevos y antiguos que conducen el desarrollo, asegurando a la vez la Continuidad, esto es, la restauración de un orden el excluyente. Se trata del sector social que en el lenguaje sindical de la época aparece a la vez como la fuerza del capital" y la minoría privilegiada", conceptos uno y otro que aluden a la complementariedad del papel dirigente-empresario y el papel político y culturalmente conservador del bloque en el poder. Se está lejos de esa fragmentación de los sectores dominantes en la que una burguesía modernizante se opone a una oligarquía arcaica. En consecuencia, falta el marco histórico que a menudo lleva a una acción política obrera insertada en una coalición de sectores sociales altos y bajos construida en nombre del desarrollo y la ampliación de la comunidad política nacional. Al contrario, lo que es previsible es
que los clivajes políticos tengan una fuerte connotación de clase.
III. Los obstáculos a la emergencia de un nuevo movimiento social
Se ha hablado de modernización y de ml-aciones de clase, del proceso de movill'ziación social que pone en movimiento a los sectores proletarios y de la constitución del campo virtual de los conflictos del trabajo. Pero, ¿dónde se encuentra el punto de confluencia de estos dos órdenes de fenómenos? Él está, lo hemos anticipado también, en el nivel político. Esto es claro apenas se advierte el progresivo desajuste de las instituciones ante la complejidad nueva de la sociedad civil, que está en la base de la crisis de participación. Pero es igualmente manifiesto desde la perspectiva de las relaciones de clase, pues si la industrialización va definiendo a los protagonistas del conflicto social, éste no llega a articularse: para que el terreno de la producción sea el lugar de un conflicto abierto de clases es preciso que se levanten las barreras e interdicciones que reproducen la autocracia patronal. Lo que noztrernite en este caso a la limitada institucionalización de las relaciones del trabajo. Hacia'el fin de la década del treinta, una cuestión importante en la agenda de la sociedad argentina es la del acceso de los sectores populares y obreros a la ciudadanía industrial, como lo fuera a comienzos de siglo el acceso de los sectores medios a la ciudadanía política. ¿Cuáles son los datos de la situación histórica en el momento en que se plantea la recomposición del campo institucional para dar cabida al reconocimiento de las fuerzas del trabajo? La respuesta a esta pregunta contiene las claves que habrán de explicar tanto la modalidad de la incorporación política de dichas 181
Interpretando (una vez más) los orígenes del peronismo
Juan Cado Torre
el mundo del trabajo en los años treinta: aquí
el que habrán de expresarse. La experiencia
mandan la libertad de sufragio. Se trata de una
sus privilegios que de avanzar sus intereses económicos. Así vemos que los empresarios
recién evocada de los sectores medios puede
movilización que opone a las resistencias de la
se resisten a la legislación social y a la nego-
ra. La afluencia de nuevos trabajadores al
fuerzas, como los atributos del movimiento en
la legitimidad de las prácticas políticas y de-
se plantea la cuestión de la elite interna obre-
ser útil como marco de referencia. En el origen
elite conser•adom el recurso a la insurrección
ciación salarial en nombre de las exigencias
medio urbano-industrial no puede no afectar
de los conflictos políticos de la Argentina mo-
y al abstencionismo electoral. Finalmente, ya
de la acumulación, transformando las empre-
el liderazgo de las viejas direcciones sindica-
derna estuvo el colapso de la fórmula fundacional ensayada por la elite conservadora a fi-
sabemos que es un sector de dicha elite, lide-
sas en bastiones celosamente protegidos de
les y políticas, que deben revalidar sus títulos
rado por R. Sáenz Peña, el que, no ajeno a una tentativa transformista, promulga la reforma
la autoridad de la gerencia. En una situación
ame una audiencia más amplia y heterogé-
donde las prohibiciones y la represión ocu-
electoral de 1912. En este breve resumen; varios son los ele-
pan el lugar natural de los enfrentamientos,
nea. Esta cuestión ha merecido un interés privilegiado en los estudios sobre los orígenes
se multiplican las dificultades para articular la
del peronismo y aquí también lo tendrá.
mentos que pueden surbayarse: a) la posibilidad de la articulación de la protesta por los
y puntuales no impide que se pueda caracte-
nes del siglo XIX. Dos eran los elementos que organizaban ese proyecto, según las categorías empleadas por sus estudiosos.' Por un lado, la creación de una república abierta, basada en las garantías de la libertad civil, reputada como el medio apropiado para incorporar valores de innovación, atraer a la in-
sectores excluidos; b) la gestión de una elite
migración europea, acelerar la ocupación
interna que orienta la movilización; c) la reacción favorable a las demandas de participa-
productiva del territorio, implantar el co-
ción por parte del bloque en el poder, y
protesta. Que existan huelgas intermitentes rizar este período (en particular su último tramo) por una parálisis de la acción obrera, tan-
IV. Acerca del debate sobre la vieja y nueva clase obrera
to más significativa cuanto que, contemporánea mente, se expande el mercado de trabajo.
Lis dificultades que enfrenta el antiguo li-
mercio, extender la educación. Por otro, la consolidación de una república restrictiva, en la que el ejercicio de la libertad política
d) el desenlace, que es el de un proceso de incorporación a través de los mecanis-
En segundo lugar, están los obstáculos
derazgo han sido abordadas a menudo con
puestos por el estado del sistema político. Con
independencia de la consideración de las ba-
mos del sistema político. El contraste con
la restauración conservadora, las instituciones
rreras sociales e institucionales a la acción
queda reservado al núcleo dominante tra-
pasan a ser apéndices más o menos directos
obrera que acaban de ser evocadas. El hecho
dicional, cuyos miembros se controlan en-
el caso que estamos analizando no puede ser más evidente. Si hay una similitud, ella
de una dominación social hostil a toda forma
en tomo del cual se discute es el lento incre-
tre sí con exclusión de una mayoría que no está en condiciones ni de ser electora ni de ser representante. El éxito mismo del
termina después de constatar, en una experiencia y en otra, un cambio de sociedad. A partir de allí los senderos se sepa-
de militancia obrera. Además, la vigencia del
mento de la tasa de sindicalización en mo-
fraude quita importancia electoral a la cues-
mentos en que aumenta rápidamente la fuer-
tión social. Para las organizaciones obreras, la
za de trabajo urbana. G. Germani, entre
. esfuerzo modernizador condujo bien pronto, sin embargo, al estallido de las tensio-
ran. No obstante que es posible hablar de
posibilidad de suplir las debilidades de sus
otros, entrevé allí la expresión de dos fe-
la constitución de nuevos actores sociales bajo el impacto de la modernización y la
posiciones en el terreno de la producción re-
nómenos paralelos." El primero es una ver-
curriendo a la presión sobre el sistema institu-
sión más cle la usincronia del cambio so-
industrialización durante los años treinta, éstos no encuentran, sino muy parcialmen-
cional se encuentra, por todo ello, bloqueada. Aunque desde un punto de vista estructural
cietal y del cambio institucional que co-
te, el espacio para traducir sus orientaciones de acción en un movimiento colectivo.
la sociedad se halla "madura", la pérdida de
en las vísperas de 19-i3. La velocidad y la
autonomía de las instituciones políticas impi-
amplitud que revistió el proceso de movi-
Retomemos lo dicho. El pasaje de las
de la emergencia de movimientos sociales de
lización social provocado por la moderni-
orientaciones que animan al movimiento so-
base, puesto que éstos no pueden formarse
zación, apunta Germani, impidieron la ab-
y crecer sin la existencia previa de un míni-
sorción de las 111:15:15 movilizadas por los canales institucionales existentes; esto fue va-
.
nes presentes en ese proyecto. La población extranjera afluyó hacia el país, florecieron los oficios, el comercio y la educación, y se desarrolló, junto a un proletariado incipiente, una vasta clase media gracias a los efectos redistributivos de la economía agroexportadora y los canales de movilidad propios de una sociedad de frontera. Esto hace entrar en conflicto a los valo-
cial en formación, integrado por los sectores populares y obreros, a la acción reinvindi-
res igualitarios de la república abierta con los valores jerárquicos de la república res-
cativa tropieza con numerosos obstáculos. En primer lugar, están los obstáculos pues-
trictiva. Los sectores medios se movilizan y,
tos por la naturaleza de sus adversarios, unos
bajo la dirección del Partido Radical, impugnan
sectores dominantes más ávidos de preservar
mo de libertades y de garantías. A estos obstáculos externos es preciso agre-
lido tanto para el sistema político en general
gar los problemas específicos que dominan
cuanto para las asociaciones del mundo del
Mulino. Bologna. 1975. cap Iv y - El surgimiento dei peronismo: el rol de los obreros y los migrantes internos', en M. Mora y Araujo y I Llorente (comps El voto peronista. Buenos Aires, Sudamericana, 1980.
8. G. Germani, Autoritarismo. lascis-r-b e classi 7. N. Botana, El orden conservador, Buenos Aires, Sudamericana, 1979.
manda su interpretación de la Argentina
Interpretando (una vez más) los orígenes del peronismo Juan Carlos Tirar
trabajo. Esta discontinuidad demográfica y
flexibilidad o la rigidez de las instituciones
social, de naturaleza casi física en su defini-
políticas estará igualmente determinada por
ción, actuó junto a la intervención de un segundo fenómeno más cualitativo: las masas
el peso relativo que tengan dentro de aquel
movilizadlas eran portadoras de valores de tipo
defensa del orderi establecido. Las vicisitu-
tradicional muy opuestos a los valores de cla-
des de la ampliación de la democracia tien-
se de las viejas direcciones obreras. La suma de la inercia institucional, de un lado, y del
den a estar asociadas, es innecesario subra-
choque de culturas politices, de otro, amplió
tengan, en una coyuntura concreta, el com-
la distancia en:re la base y la elite del movi-
ponente de innovación o el componente de
miento laboral, lo que se tradujo en un \.1d0
dominación dentro del bloque en el poder.
organizacional o, más propiamente, en la
En este sentido, el caso de la Argentina du-
puesta en disponibilidad de los nuevos con-
rante los años treinta está bien ubicado e
tingentes de trabajadores y la pérdida de re-
identificado cuando se habla de la restaura-
presentatividad de los antiguos líderes.
ción conservadora. Lo que aparece como
los sectores vueltos hacia el pasado, hacia la
yarlo, al predominio que alternativamente
Diversos son los comentarios que nos su-
inercia institucional es también, en rigor,
giere esta intemretacion. Para comenzar, pue-
la manifestación del costado dominante,
de decirse que concebir tan sólo en términos de la física social la relación existente
esto es, el aspecto autoritario de la elite que dirige el desarrollo. Dentro de este contex-
entre mutaciones sociales y diferenciación
to hay que situar la lenta y trabajosa pene-
institucional, es discutible. Veamos, por ejem-
tración de la institución sindical.'
plo, el argumento de Germani según el cual
A pesar de que la influencia sindical no
cuanto mayor es el ritmo y la escala de los cambios y más breve !a duración del proce-
acompaña la evolución de la población tra-
- so, tanto menor será la capacidad de los mecanismos institucionales preexistentes
ble, sin embargo, en las nuevas ramas indus-
los sectores movilizados. Si
los frigoríficos y la construcción, pueden ser
bien no se debe descartar el impacto específico de variables corno la magnitud y la ra-
considerados la vía de entrada de una mano
pidez de los cambios sociales, a los efectos
jo. Esta referencia nos lleva a examinar la
de analizar su influencia es preciso introducir hipótesis sobre las características del blo-
otra dimensión que es parte de la interpreta-
que en el poder Es plausible pensar que la
políticas en el seno del mundo del trabajo.
para integrar a
bajadora sino muy parcialmente, ella es visitriales, como la textil, y en sectores que, como
de obra poco calificada al mercado de traba-
ción tradicional, la del choque de culturas
Antes de cco . 'ruar el analisis, vate la pena destacar que, desde un punto de vista comparativo, el de sorprendente. Sin necesidestasaie entre - dustria: , zac:on y sindicalización no tiene, en sí mismo. nada de las elites dirigentes, es comprensible que los patrones se resistie-
Este punto ha sido ya debatido por Tulio Halperin Donghi, rn quien ha observado que:
en la acción colectiva no fue mayor —según
a) el núcleo obrero urbano original era me-
sindicalización— las razones hay que buscar-
nos cosmopolita y extranjero de lo que se
las en la coraza autoritaria que rodea al desa-
lo indican los índices de huelgas y la tasa de
supone, y b) las regiones de origen de los
rrollo de signo conservador y no en un re-
trabajadores migrantes mal pueden ser vis-
chazo de naturaleza ideológica al llamado de
tas como áreas marcadas por una cultura
las organizaciones obreras.
política criolla, a la que el aislamiento geo-
Cualquiera sea la interpretación que se dé,
gráfico hubiera preservado intacta. En ausen-
es preciso admitir que, de todos modol;,...per-
cia de investigaciones que permitan pasar
manece inamovible el punto inicial, el del li-
del nivel demográfico-ecológico en el que
derazgo de la vieja guardia sindical. En el mar-
está localizado el debate entre Germani y
co de la recomposición del mundo del trabajo
sus críticos, al conocimiento de las orienta-
que se opera en los años treinta, la vieja guar-
ciones culturales de loá diversos sectores
dia sindical tiene dificultades parra revalidar sus
obreros en ese momento de cambio de la
títulos y devenir el agente político capaz de
sociedad argentina, es difícil avanzar más allá
articular y expresar los conflictos y demandas
de las conjeturas. Lo que nos importa desta-
que animan el crecimiento de las rapas popu-
car es que si ese conflicto de valores políti-
lares y obreras. Sobre la naturaleza de estas
cos existió, debería haber sido posible reco-
dificultades volveremos más adelante.
nocerlo por sus presuntos efectos. Pero en
Resumiendo los datos de la escena his-
ese plano se constata una imagen opuesta a
tórica tenemos, entonces, un nuevo mo-
la que se desprende de la interpretación tradicional, puesto que quienes están a la Ca ,
vimiento social que no alcanza a consti-
beza de las primeras luchas de los trabajado-
dominación arcaizante y un sistema polí-
res de la industria en los años treinta no son
tico cerrado. En una coyuntura en la que
otros que la expresión por excelencia de lo
el e'spacio para la intervención de las:fuer-
tuirse, trabado por las restricciones de una
que dicha interpretación sobreentiende como
zas de base está casi congelado, el centro
orientación de clase, a saber, los militantes
de gravedad se desplaza hacia arribl; ha-
comunistas» Aunque precarios, los logros de
cia las elites dirigentes. Es allí, en el::'nivel
los comunistas entre los trabajadores texti-
del Estado, 'que todo se juega, sea el re- •
les, de la construcción y los frigoríficos pare-
forzamiento de un orden excluyente, sea
cen contradecir la idea de la existencia de
la reversión de las antiguas barreras y la
barreras culturales entre la nueva clase obre-
extensión de la participación social y po-
ra y la antigua dirección sindical. Más bien, si
lítica. Arribamos así a las vísperas del gol-
la participación de esta nueva clase obrera
pe de 19i3.
9
dad de hacer ic'erencia a les rasgos ran a poner en x a de it., , ce su poder de decisión unilateral en las empresas. La misma resistencia encon-
traron a la irn.p;a - tactór ce C I 0 en los Estados Unidos en la década del treinta y las organizaciones antes del Frente Popular. dos situaciones que, juzgadas en el plano político,
obreras en la inc-sana francesa
cfr. t. Bernstein, The lean no ton asirnita:'rs a la ce la Argentina conservadora. Sobre los Estados Unidos, Paris, 1956. 1972: L'esprit du syndicatisme. Francia. en M. Collinet, y(lar.S. Boston.
10. T. Halperin Donghi, 'Algunas cose-aciones sobre Germani, el surgimiento del peronismo y los migrantes internos", en M. Mora y Araujo y I. U:rente, op. cit. 11. El papel de los comunistas en el mundo del trabajo y Les luchas obreras en la segunda mitad de los años treinta fue primero destacado por Celia Durruty en Case obrera y peronismo, Buenos Aires, Pasado y Presente, 1968. Retomado luego por otros autores es, no obstante, una experiencia insuficientemente reconstruida todavía.
185
Interpretando (una vez
Juan Cariar Torre
mismo golpe, abrir las puertas a la participación de los sectores populares. Aquí, la
V. El fracaso de la tentativa de sustitución política lanzada r.or Perón
constitución del movimiento popular no preexiste sino que es posterior a la iniciativa transformadora del agente estatal; ello habrá de traducirse en la subordinación de ese movimiento, por falta de una expresión política propia, respecto de las orientaciones de la nueva dite dirigente en el poder. Por cieno que es esta última situación la que se esboza, en la Argentina de 1944, a medida que pierde terreno entre los militares la tentativa anacrónica y puramente represiva de la facción más integrista, en beneficio de la política de apertura social del núcleo revolucionario que rodea al coronel Perón. Más que suscitada por la fuerza de la movilización popular, que sabemos muy limitada en esa época, dicha política se inspira en los peligros potenciales de un orden regresivo e ilegítimo para el mantenimiento de los pilares del equilibrio social existente. El Estado irrumpe en la vida de las empresas, impone la negociación colectiva, repara viejos agravios, altera las normas de trabajo, se lanza, en fin, a la modernización de las clases patronales por decreto. La otra vertiente de esta política de apertura es la liberación de las energías del mundo del trabajo. Precedidas por la protección del Estado, las asociaciones sindicales salen de su forzado letargo, van al encuentro de las bases obreras, incursionan en los dominios hasta entonces bien salvaguardados del poder patronal. En este contexto, que es el debilitamiento de los obstáculos organizacionales e institucionales, crecen los movimientos reivindicativos, al tiempo que se desarrollan los conflictos propiamente capitalistas.
A los efectos de analizar el proceso de cambio político que sgue a la revolución militar del 4 de junio, nos parece oportuno evocar doS tipos de situaciones distinguidas por Alain Touraine. 0 La prrnem de ellas es propia de una sociedad reformista. Allí la incorporación de fuerzas nuevas se opera a través de las instituciones periticus, que representan el lugar de tratarrfrnto de los problemas sociales. En una sruación semejante, se forma, por un lado. un movimiento que presiona en favor de b participación de sectores hasta entonces marginados, mientras que por en- o lado hay agentes políticos -típicamente los partidos- que se hacen careo de esas demandas y procuran su reconocimiento. Si bien el movimiento popular depende de estos agentes políticos para redefinir su posición dentro del cuadro institucional, - no se somete enteramente a ellos y retiene una autonomía que le viene de su origen previo, de su arraigo en la sociedad civil. Diferente es la situación en la que la vía de las reformaS políticas está clausurada y en la que prevalece un aparato de dominación y control autoritario. En este caso, el movimiento popular no logra organizarse en forma directa, en tanto que el papel de los mediadores políticos está práckarriente ausente. Así las co-
sas, es la inzervereción del lisiado, orientada por una ‹ .-te de nuevo tipo, la que mediante el rewso a una acción de ruptura puede debilitar las interdicciones sociales y deshloquearei sistema político para, de un
12. A. Touraine.
L.3
societé
invisible,
Paris, Seuil, 1977.
Pero bien pronto se percibe que esta intervención en el campo de las relaciones de clase es sólo un aspecto de la acción de ruptura de la elite militar. Lo que comanda los esfuerzos de este actor emergente es un proyecto de reorganización institucional que apunta, por una parre, a resolverla crisis de participación del antiguo ordena través del reconocimiento de los sectores populares y, por otra, a afirmar un principio de autoridad estatal por encima de la pluralidad de lasfuercas sociales. Ampliación de las bases
de la comunidad política, consolidación de la autonomía del Estado: he ahí los contornos del proyecto que se propone levantar un verdadero Estado nacional en el lugar ocupado por el Estado parcial y representativo, de la restauración conservadora. Para seguir las peripecias del proyecto de cambio político desatado desde el aparato del Estado por la elite militar y del propósito que lo anima, habremos de abordar, primeramente, la respuesta de los sectores dominantes. Después dirigiremos la atención a las relaciones que se establecen entre dicha elite y el movimiento popular dentro del marco de la modalidad de incorporación política en el acto. A modo de introducción digamos que en ausencia de una aguda polarización social, de un desbordamiento del sistema político, de u nfraccionan? iettto del viejo bloque en el poder, las chances para el fortalecimiento de
un actor estatal emergente son inciertas»
Y, en la Argentina anterior a 1943, no estamos ante unas clases dominantes atemorizadas por una revolución inminente. De hecho los propietarios y los empresarios no se muestran inclinados a pagar altos precios, a renun-
13. S. Zermeño. 'Estado 1977.
más) los
orígenes del peronismo
ciar a sus privilegios, para librarse de una amenaza que juzgan, a partir de su visión de la situación, improbable. Ni están dispuestos tampoco a ponerla defensa de sus intereses en manos de la nueva elite que se aucopo.tu-
la para esa misión. Por lo demás, lejos está de facilitar la entente una política social que en nombre de la reconciliación cle clases alienta la movilización de los trabajadores. Esta política es. empero, parte inseparable del proyecto en curso: es la presencia de las masas movilizadas la que confiere a la elite militar su papel excepcional de árbitro. Ciertamente desde la perspectiva de Perón no se trata de dejar abierto el campo a la espontaneidad popular: esta debe ser disciplinada y canalizada. Pero los reaseguros estatales no debilitan la hostilidad de los patrones, que no ven diferencia alguna entre las banderas rojas del pasado. frágiles como eran y las banderas azules y blancas que el régimen militar reparte entre las masas
1110VitililibS.
Es que los objetivos de la intervención estatal, a pesar de no ser revolucionarios -su inspirador rechaza en todo momento verse asociado a un propósito semejante-, com porta n transformaciones muy profundas del anta,guo orden. No solamente en lo que la nueva politica social tiene de más evidente la limitación del poder de decisión unilateral de los jefes de empresa. Por los derechos que reconoce, por la influencia que otorga a quienes han estado hasta entonces excluidos, el proyecto del Estado trasciende el ten'eno de la producción para acelerar la crasis de la ckli,rencia que la vieja sociedad jeninluica acostumbraba a esperar de sus estratos mas bajos.
y sociedad en el capitalismo tardío', Revista Mexicana de Socioicya. \.ti 39. N , 1.
Interpretando (una
vez más) los
orígenes del peronismo
Juan Cartas Torne
De esta manera, la gestión de la elite militar virvuelve efectivo lo que existía en forma en el origen. en Lis condiciones iniciales tual del proceso de cambio politico por efecto de la modernización: nos referimos a la descomposición de un modelo hegemónico global y al desencadenamiento de un estado de movilización social generalizado. Todo esto no escapa a la percepción de los sectores dominan:es. que reaccionan primero con frialdad, para pasar luego a la resistencia frente a Lis reformas sociales y a la tentativa de sustitución politica lanzada desde el Estado. Pero esa acción de ruptura del agente estatal, que profundiza el derrumbe de un orden basado en la marginalidad popular y la distancia SOCia I, no vuelca únicamente a la oposición al mundo del dinero y los privilegios. son los sectores medios urbanos los que primero engniesan el frente de resistencia. Vino a confirmarse así que la relativa plasticidad con In (pie la Argentina tradicional había asignado a estos sectores un lugar relevante en el se,teina sirvió para inculcar, también entre ellos, la adhe , iOn que otros mejor situados pr ofesaban poi el equilibrio social y político existente. Frente a las masas en inoenniento, un reflejo cultural conservador reemplaza a ese progresismo que había sido característico de los sectores medios en el pasado, y en nombre de la defensa de la ley y las instituciones se colocan a la cabeza de la ofensiva civilista Contra las innovaciones del eganen Oposición de clase y resistencia cultotal se confunden y refuerzan en el frente coman que aproxima a los sectores dominantes y los sectores medios. Esto explica, de un lado, el caracter tommatico del acceso de las capas populares y obreras a la ciudadania industrial; de otro, el hecho de que el Estado se vea (ibli::,ndo a abandonar su pretensión
de arbitraje. a tomar partido y a descender al combate social y político que dividirá en dos campos la sociedad argentina.
VI. La democratización por vía aulcritaria y sus alcanceS Ya anticipamos que las relaciones entre la nueva elite dirigente y el movimiento popular están influidas por la modalidad que asume la incorporación política de las masas. A fin de extraer de ella todo su valor histórico, esta proposición general debe ser especificada, tomando en cuenta, en primer lugar, el perfil social e institucional de la sociedad de la época y, en segundo lugar, los efectos de la lucha por el poder en la coyuntura de 1943 a 1946. Para comenzar, subrayamos una vez más que los derechos adquiridos por los trabajadores después de 1943 no son el resultado de prolongadas luchas contra un poder de clase adverso entronizado en el Estado. Más bien, estamos ante lin proceso (le dernocratizac ;tia por tapa 171110ritalla (utilizando la definición de A. Touraine), en el cual el cambio político no sigue la secuencia que va desde las luchas sociales a las reformas institucionales • sino que es motorizado por la acción de ruptura de la chic estatal. Es. pues, en el contexto de una iniciativa lanzada desde arriba que surge en la sociedad una movilización que combina la lucha de clases y la demanda de o:mil:in:u:ion, el enfrentamiento con los patrones pero también con las estructuras de poder que protegen sus privilegios. Así las cosas, la fusión de las dos vertientes de la movilizacion dentro de un movimiento político no llega a ser asegurada por los agentes directos de clase —los sindicatos y partidos obreros— sino por la nueva elite dirigente, cuya acción
1 Si
de ruptura del orden dominante comanda el cambio político. La interpretación que proponemos guarda una cierta similitud con la realizada por A. Touraine sobre la formación de movimientos populares en América Latina." El punto de contacto reside en el papel que cumplen en su articulación los agentes políticos externos al movimiento popular —típicamente, los líderes nacionalistas y las elites de origen estatal—. Hay, sin embargo, diferencias que deben ser explicitadas y que remiten a las peculiaridades del caso argentino dentro de los países de la región. En el esquema de Touraine, la intervención de dichos agentes políticos externos es una función de la desarticulación característica de las sociedades en desarrollo de América Latina. En las condiciones iniciales tenemos, pues, una sociedad en la que coexisten un polo capitalista dinámico, controlado por una burguesía extranjera, orientado en general hacia el mercado internacional, y una vasta periferia subordinada, que opera como reserva de mano de obra y como abastecedora de alimentos y servicios personales baratos, sometida a la dominación de oligarquías locales. La consecuencia de esta penetración capitalista limitada, que toma la forma de una dualización del espacio económico, es un mercado de trabajo débilmente integrado, donde se yuxtaponen las relaciones salariales propias de la fábrica capitalista con una variedad de otras formas arcaicas de inserción de la fuerza de trabajo. En este cuadro, donde la heterogeneidad de las relaciones sociales debilita la articulación de las posiciones de clase, es difícil hablar de un conjunto de trabajadores
unificados como clase a nivel nacional. Así se tiene, de un lado, un sindicalismo que es menos un movimiento de clase y más el portavoz corporativo del sector obrero asalariado, que presiona en defensa de sus ingresos mientras procura aumentar al misma tiempo las ventajas relativas derivadas de su pertenencia al núcleo capitalista modeMo. Del otro, está la protesta intermitente cielos trabajadores poco ligados a la industria, para quienes no se trata de combatir la explotación cuanto de escapar a la marginalidad social y económica. Si en una situación semejante puede hablarse del mundo del trabajo, es a condición —agrega Touraine— de subrayar a la vez que la clase de referencia está dividida en dos por el dualismo económico y social. De allí que se pueda afirmar que, dado un mundo del trabajo fragmentado, es una intervención de origen externo la que provee la cohesión que los mismos trabajadores no están en condiciones de generar a partir de su propia experiencia de trabajo. Esta intervención puede ser, diríamos, indirecta. Este es el caso de las políticas del Estado de signo autoritario y regresivo, que afectan al conjunto de los:diversos actores obreros y tienen poréfecto una reacción defensiva generalizada: un ejemplo de ello son las huelgas genérales en el Perú de los años cincuenta y sesenta, en las que, al regionalismo y al seccionalismo creados por la débil integración nacional y el dualismo económico, se sobreimpone, aunque de manera temporaria y puntual, un movimiento de masas concertado. Esta intervención externa tiene repercusiones más vastas cuando es más directa: tal es la situación en la que un agente político
14. A. Touraine, Las sociedades dependientes. Siglo XXI, México, 1976.
189
Interpretando (una vez más) los origenes del peronismo
Juan Carlos Torre
toma a su cargo o estimula la unificación del
turas internas, por su heterogeneidad. En
fragmentado mundo del trabajo. Los ejemplos
estos caso, dicha unidad pennanece depen-
VII. La coyuntura de 1945: la disputa por la representación de la voluntad popular
armadas el sostén de las reformas y la Iglesia quien les da la bendición. Son las verdaderas fuerzas conservadoras del país las que pro-
aquí son los provistos por la acción de los lí-
diente de la acción del agente político ex-
deres nacionalistas que surgen entre los años
terno que la hace posible: lo que implica
Con estos elementos, podemos ocupamos
yectan el futuro y preparan la escena para la
veinte y cuarenta en América Latina (Haya
que se desarrolla una fuerza social manipu-
de las relaciOnes entre la elite dirigente y el
entrada de las masas a la comunidad politica
de la Torre, Cárdenas, Vargas), y cuya inter-
Jable, que sobrevive mal a la crisis de las
movimiento popular, pero ahora a partir del
nacional.
vención consistió en dar un principio de iden-
coyunturas políticas en las que surge. El
segundo ángulo de análisis, que es el de la
La voluntad transformista que alienta al
tific-ación,, un lenguaje compartido a las masas
ejemplo del sindicalismo brasileño patroci-
relación de Fuerzas durante la coyuntura de la
proyecto del jefe de la elite mildar cesta pre-
trabajadoras, haciendo pasar al primer plano
nado por Vargas y Goulart, la discontinui-
lucha por el poder que tiene lugar entre 1943
sente igualmente: en el diseno de 1:1 apertura
la experiencia de alienación política que, por
dad de su peso social y político. esto es. el
y 1946.'' También aquí el punto de partida
social: así, las viejas organizaciones sindicales
sobre las diferentes modalidades de su inser-
desenvolvimiento y luego la atrofia de sus
es el proceso de cambio político de.satado
son convocadas a colaborar con el Estado
ción en la estructura productiva, constituía el
organizaciones, es una prueba de ello.
desde el Estado y lo que interesa considerar
Confinados corno han estado a una existencia
es el lugar que habrán cle tener las masas tra-
siempre en las fronteras ele la legalidad, los
el peronismo tuvieron un signo diferente.
bajadoras en el nuevo orden que surge. Los
dirigentes obreros cae origen socialista y sindi-
La experiencia del peronismo puede ser
La protección estatal entre 1944 y 1945 con-
elementos a tener en cuenta son, a este res-
calista no pueden evitar, a su turno, la tenta-
considerada una variante de ese tipo de in-
tribuyó, es verdad, a la constitución de un
pecto, la magnitud y la unidad de la reacción
ción de responder al llamado, pero su res•
tervención externa. En efecto, a través de
sindicalismo de masas nacional. Pero este
de los sectores dominantes y la cohesión de
puesta está cargada de dudas y recelos sobre
su discurso, de su política social, Perón faci-
sindicalismo, una vez estructurado, movili-
la elite dirigente estatal.
litó la confluencia de los sectores de la vie-
zó a una masa obrera cuyo poderío estaba
Recordemos que el intervencionismo so-
ce a que se establezca una alianza de com.
ja clase obrera y los nuevos trabajadores in-
en su fuerte articulación como clase, cum-
cial del poder militar comienza siendo mucho
promiso, en la diere la vieja guardia sindical
dustriales en un movimiento sindical y polí-
pliendo así un papel decisivo en la consoli-
más modesto de lo que luego será llevado a
procura extraer beneficios preservando su
tico organizado nacionalmente. Aquí termi-
dación del propio régimen peronista --e in-
ser por los avatares de las luchas polí ticas. En
independencia, mientras que Perón se sin
nan, no obstante, las similitudes con los
cluso lo sobrevivió luego de su cuida—. Los
primer lugar, está el hecho de que dicha in-
de ella para iniciar su penetración entre los
denominador común de la condición popular en el antiguo orden patritnonialista.
Las relaciones del movimiento obrero y
las finalidades de la colaboración. Ello condu-
ejemplos evocados. Porque si la contrapar-
obstáculos que impedían su desarrollo no
tervención forma parte de una modernización
trabajadores. En esta etapa, dicha operaci(ni
tida de la unidad política popular alcanzada
'estaban en un mercado de trabajo dualiza-
de las relaciones de trabajo que intenta refor-
de :r penort es lOtlavia si da ria con el caric-
por intermedio de los líderes nacionalistas
do por la penetración limitada del capitalis-
mar el orden existente sin romper abiertamen-
ter limitado que tiene el apoyo obrero en los
ha sido, habitualmente, un mundo del tra-
mo, sino en las barreras organizacionales e
te con las clases patronales. En segundo lu-
cálculos políticos del jefe Militar, o Hza, con la
bajo heterogéneo. en la Argentina de los
institucionales puestas por el orden jerár-
gar, la búsqueda de apoyos políticos por par-
pretensión de organizar al conjunto de las fuer-
años cuarenta dicho mundo del trabajo mar-
quicOy excluyente. La intervención disrup-
te cíe Perón está orientada en la dirección de
Zas de la prtxlucción bajo el arbitraje del Estado
chaba hacia su progresiva homogeneización
tiva de la elite militar, al quebrar dichas ba-
los partidos tradicionales. como cienos secto-
Se sabe ya que este proyecto cuidadosa-
en torno de la condición obrera moderna.
rreras, abrió el campo a una fuerza obrera
res del radicalismo y el conservadurismo. Se
mente esbozado a la imagen de un tx.mapartismo está destinado a expenmermar un giro
Este contraste comporta diferencias muy
previamente formada en el marco de la in-
trata de una intervención cuyas innovaciones
significativas en cuanto a los alcances de la
dustrialización de la década del treinta. Esto
son presentadas como si estuvieran al servi-
rotundo cuando se pone en movimiento la
intervención política externa. Cuando la
nos coloca delante de una doble realidad: si
cio de la regeneración del antiguo régimen y
ofensiva concertada de los sectores medios y las organizaciones empresarias durante
de los trabajadores está
las características de su incorporación
no en favor del establecimiento de otro total-
asociada a un grado elevado de consisten-
política nos obligan a hablar de la betero-
mente nuevo: razonamiento que si está dic-
1945. Cerrado el camino de los partidos so-
cia como clase, aumenta la capacidad del
nomsú popular, no es menos cierro que,
tado por la prudencia política no es, sin em-
bre todo después de la negativa a colaborar
movimiento social que así se forma para
paralelamente a esa acción politica subor-
bargo, independiente de que sean las fuerzas
del líder radical A. Sabanini, confrontado a una
actuar e influir sobre la sociedad. No suce-
dinada a las orientaciones que le vienen
de lo mismo cuando, detrás de la unidad
del Estado, es una acción de clase obrera _la que se organiza y pasa a animar los
cohesión política
lograda en el nivel político, subsiste Un inundo del trabajo desgarrado por sus frac-
conflictos de la sociedad argentina.
15. Sobre la coyuntura de 1943-1946 ver T. Halperin Donghi, Argentina en el calle,ón. Montevideo, Arca, 1964 y Argentina. la democracia de masas. E.3,:eros Aires. Paidós, 1972
Interpretando
Juan Galas Torre
oposición social y económica que se moviliza sin fnuras contra sus reformas laborales, el hombre fuerte de la Revolución de Junio se vuelve hacia las [nasas obreras. Este vuelco es asi contemporá neo 3 un momento de debilitbd. En estas circunstancias, son los decorados de la escena los que cambian, fa efecto. hasta aquí y desde 1943 el proceso de cambio político y la coyuntura histórica coinciden en la dirección que a uno y a otro k imprime la elite dirkente. Con la movilización del frente adversario y las divisiones del ejército, esa dirección flaquea y diSminuye su control sobre los acontecimientos. así que el poder autoritariamente alojado en el Estado se libera, se dispersa por todos lados, dando lugar a un juego político en el que Perón deviene un actor entre otros. La priondad de 1:1 inIclarrVa estatal sobre el cornt'Y tr-nniento del movimiento popular tiende, emences, a encogerse. lo que habrá de expresarse en la dilatación del margen de maniobra independiente de los dirigentes del annguó sindicalismo. Tal es la situación que pievede a 1:1 crisis de octubre de 19.15, en la que Perón, luego de ser destituido y encarcelada, izar un sector del ejército aliado a la oposicrán, es rescatado (le su muerte politica graC12. a la inteiveneion de las masas organizadas 1x ir los Sindicatos El 17 de octubre corporiza en el centro de la eseena la presencia de esa nueva fuente delegionudad coniuracla desde las alturas del poder, la de 1:1 voluntad popular de las masas. Y, explicablemente, esa voluntad popular que se desprende de la descomposición del viejo onkn conservador se convierte en el eje de luchas políticas. 'limos, así, que entre Perón y :U ruja guanha Sindical se entabla una competencra pm oc•upar esa p»ICicin simix'tca, ¡Sirl'Oblar ert su lunba, aprupiarm-de lea npresentatuldad que emana de ella.
A ese fin, el líder militar radicaliza su discurso, multiplica sus gestos reformistas, en tanto que los dirigentes sindicales dan forma a un proyecto de autonomía política obrera creando el Partido Laborista. ,ed, paralelamente a la lucha política y social que polariza la sociedad argentina en dos campos opuestos durante la campaña electoral con vistas a los comicios de febrero de 1946, habrá de desarrollarse otra confrontación entre las palabras rivales de Perón y la vieja guardia sindical, que buscan hacer suya la expresión de la voluntad del movimiento de masas emergente. Existe, sin embargo, entre quienes protagonizan esta disputa una igualdad ilusoria, que es producto de la debilidad política de Perón en los meses previos. Con In victoria electoral y la consagración plebiscitaria del jefe de la coalición triunfante, la realidad recupera SUS derechos: es el InOrnentó en que se repone la centralidad de la iniciativa estatal que estaba en los orígenes del proceso de cambio político.
VIII. El peronismo se impone al laborismo Evoquemos el contexto de este desenlace, iluminando desde un nuevo ángulo las fuentes de la lieteronomía popular. En el pasado, el lugar polihco de las masas obreras estaba en los séquitos populares de los partidos tradicionales: el voto de los trabajadores era un voto radical en las zonas urbanas y un soto conservador en la campaña. Los partidos de clase (el socialista y, en menor proporción, el comunista) contaban con las lealtades políticas de fracciones muy reducidas del mundo del trabajo. Lo contrario sucedía en el plano sindical, donde los cuadros dirigentes se reclutaban entre militantes que respondían a ideologías de clase, con el
apoyo incluso de los trabajadores simpatizantes de los partidos tradicionales: tal era el caso ejemplar de la Unión Ferroviaria, en el que la dirección era de origen socialista y sindicalista pero cuya reputación en los medios políticos era la de ser "un sindicato radical". Esta disociación de las lealtades obreras era la expresión de la coexistencia de un sistema político relativamente abierto en el marco del sufra: gio universal y de unas relaciones de trabajo débilmente institucionalizadas. En un escenario semejante, los estratos obreros tienen un acceso indirecto a los recursos distribuidos a través del sistema político, corno parte de las clientelas plebeyas de los partidos tradicionales -un acceso que no se interrumpe del todo en los perídos de fraude debido a la penetración popular de las máquinas electorales de cuño conser•dor-. Por- otro lado, estos estratos obreros están insertos dentro de relaciones de trabajo marcadas por la precaria protección de las leyes y el predominio de la fuerza. Esta doble y contrastante pertenencia es la que tiende a movilizar sus lealtades políticas en torno de las luchas de influencias entre los partidos, al tiempo que orienta su adhesión en las empresas hacia los militantes que expresan, aún en la práctica sindical moderada de la época, la resistencia al arbitrio de las clases patronales. Sobre este telón de fondo es preciso colocar el viraje de los alineamientos políticos y sociales que se produce a lo largo de 1945. Con la ofensiva concertada de los partidos y los intereses económicos contra Perón desaparecen los matices y es un orden político y social el que se unifica, compacto, en el rechazo a las reformas que apuntan a ampliar la participación de los trabajadores. Y al hacerlo, cambia la trama en la que se definían las
(una vez más) los orígenes del peronismo
orientaciones obreras. Así, aquello que emerge en primer lugar en la movilización de masas del 17 de octubre es una suerte de exorcismo colectivo -el acto de liberación por el cual los sectores obreros rompen con los antiguos lazos que caucionaban sus lealtades-. Esta imagen primera, la de una clase que parece encontrar al fin su cohesión interna, la correspondencia entre sus orientaciones políticas y sus orientaciones sociales, es la que habrá de animar la acción de los fundadores del laborismo. Pero lo que esta confiada visión de los líderes laboristas no logra capturar en su real significación es la consigna que desencadena la movilización de octubre: la libertad de Perón encarcelado. En rigor, durante la coyuntura de 1945 no tenemos a una masa obrera directamente enfrentada a una oposición política y social unida detrás de la defensa del viejo orden. Si éste hubiera sido el caso, es probable que los fragmentos dispersos de la lealtades obreras se huberan soldado espontáneamente en un movimiento político de clase ¿Acaso no había sido en medio de los enfrentamientos contra un sistema político cerrado y un poder patronal hostil a toda forma de militancia Obrera, que las masas trabajadoras de principios de siglo hallaron su unidad bajo las banderas del anarquismo? Lo que en esa época estaba ausente, para ocupar, en cambio, un lugar prominente en los conflictos de la Argentina de 1945, era la intervención de una elite estatal -una elite estatal que comenzara por asignarse el papel de árbitro para terminar siendo llevada a hacer un llamado directo a tos trabajadores-. He aquí el elemento crucial que reorganiza el campo dentro del cual pasan a definirse las orientaciones obreras. Pero lo que más importa destacar es que tanto la crisis de la dominación política
193
Interpretando (una vez más) los orígenes dei peronismo
Pon Cirios Torre
tradidonal sobre los sectores obreros, como la gestión de Perón dirigida a hacer de ellos miembros plenos de la comunidad politica nacional, son los componentes de un proceso único y simultáneo. hay, pues, como lo quiere la visión que impera al provecto laborista, prUnero la ruptura de los trabajadores con los antiguos lazos de partido. luego la rearticulación de Lis lealtades politica.s por una elite interna y finalmente el apoyo a un líder que por su origen es externo a ellos. Si es verdad que el 17 de 17,cn lime se asiste al surgimiento de una fuerza social rx)iitica mente nueva, por sobre las minas de 1:1 hegemonia de los partidos tradicionales, no es menos cierto que esa fuerza nue(1:1 sus pruneroS pasos en defensa de PeElpen-,,,, 1‹,nr, habrá de imponerse, asr al laborisino la que refleja el papel decisivo que plega el agente de movd,zacuín estatal agentes directas de clase e n le par s‹,lny sa de u IficaciCii de las ;nasas obreras pmc , como sujeto politica. la disolllion del l'anido Laborista por orden de Peit'›n, la cooptación de la CGT en medio (lel silencio de las bases obreras, hacen caer, luego, de manera brutal, el velo de las ilusiones de la vieja guard1:1 sindical. Prougonista de la kToy-tIntura de los años 19-i3-19-46, el sindicalismo no llega a ser, empero, un ['Cngor, él no controla las hil . nuhpeyz,lit'l condiciones que hacen posible su intervención en la escena politica, las que dependen, ampliaineilte, de la apertura estatal. Y es ese mismo Estado el que, investido ahora de la legitimidad popular rc le impone, subordinándolo :1 las necesidades de la cuestión del nuevo régimen
16 E Ipola ,te 17 S S ∎ qal y
y garantías al trabajo incorporados a las insti-
IX, La marca de los trabajadores en el peronismo
Aunque la reconstrución realizada en nuestra investigación concluye en el momento del ascenso del peronismo al poder, hay una cierta arbitrariedad histórica en detener el análisis en la imagen fija del apogeo de la autoridad de Perón sobre el movimiento popular. El llamarlo a las masas corno recurso para fortalecer la autonomía del Estado con respecto a los sectores dominantes es una constatación frecuente en los estudios sobre las elites nacionalistas en América Latina. En cambio, no es tan frecuente comprobar que por esa vía estas elites no hacen más que alejarse de su objetivo, terminando habitualmente a la cabeza de un movimiento que rompe el equilibrio de las fuerzas políticas existentes y activa las tensiones sociales.'" El resultado no puede ser otro que la pérdida consiguiente de la autonomía del Estado y su absorción en el campo de los conflictos ole la sociedad. Estas consecuencias son tanto más profundas cuanto inás se estrecha el margen de sus alianzas y más estructurada es la consistencia de clase de los sectores populares convocados. Sabemos que estas condiciones se cumplen en el caso del peronismo. En efecto, el triunfo del liderazgo popular de Perón es, paradójicamente, la instancia en la que el Estado queda expuesto a la acción de los trabajadores sindicalizados y se convierte en un instrumento más de su participación social y política. El conjunto de derechos
y discurso populista. México, Folios . 1982 . C 70'e. .Synd n cals el travaaleurs en canlcncture popuiiste*, en Amerique Latine,
tuciones, la penetración del sindicalismo en el aparato estatal, todo ello aleja a Perón de su proyecto original, además de introducir límites ciertos a sus políticas, particularmente en el terreno económico. La tentativa de constitución de un Estado nacional termina dando lugar a un Estado que es —como lo era el de la restauración conservadora, si bien con un signo diferente— también un Estado repreSentatiro. Lo cual habrá de debilitar su legitimidad política. Igualmente, el movimiento de unanimidad nacional, que debía replicar un modelo de partido semejante al PRI mexicano, concluye siendo un movimiento fuertemente determinado por la presencia obrera organizada. Incluso la ideología de paz social y orden bajo
cuyo auspicios el país debía marchar hacia la integración de su comunidad política estará atravesada por los efectos del componente de clase del peronismo. Así, el liderazgo popular de Perón le impondrá una renegaciación constante de su hegemonía sobre las masas obreras; y esto lleva al régimen a recrear periódicamente sus condiciones de origen. Entonces la palabra de Perón se desdobla y por la voz desgarrada de Evita es revivido el clima de 1945 y se actualiza en toda su fuerza primigenia la conflic-tualidad de los antagonismo sociales. Estado, movimiento e ideología estarán marcados, pues. por el sobredimensionanziento del lugar político de los trabajadores, resultante de la gestación y el desenlace de la coyuntura en la que el peronismo llega al poder. ,
ldeoicri.3
Paris.
N' 7, 19131
194
195
Cardenismo: ¿coloso o catramina?* Atan Knight**
Todos los historiadores concuerdan en que la presidencia de Cárdenas constituyó un período crucial en el desarrollo del México del siglo veinte. No se pondrían de acuerdo, sin embargo, en torno a las razones de cal relevancia.' La gama de interpretaciones es tan amplia y, a veces, tan variada, que resulta peligroso tratar de resumir los desacuerdo subyacentes. No obstante. existen ciertas diferencias clave que se pueden destacar; y comenzaré este artículo con una rápida revisión de lo que yo considero tales diferencias clave. Hay cuatro preguntas interrelacionadas de gran importancia: 1) ¿Hasta qué punto fue radical el régimen curdenista, en términos de S US nietas - 1• políticas? En otras palabras, ¿hasta qué punto rompió con el pasado y buscó transformar la sociedad mexicana?
2) ¿Hasta qué punto se concebía la política en las altas esferas y se 1:1 dictaba 21 los de abajo (dicho de otra manera, hasta qué punto se diseñaba la politica en la ciudad ele México y se imponía a las provincias), en lugar de ser determinada ya sea por presiones populares (de abajo hacia arriba) o provinciales (de la periferia hacia adentro)? En otras palabras, ¿basta qué punto fue democrático el cardenismo, en oposición a la idea de autoritario?' 3) ¿Cuán poderosos fueron el régimen y el movimiento cardenista? Es decir, ,qué capacidad tuvo de lograr sus nietas, especialmente frente a la resistencia? i) Por último, y en consd...vuencia, ,hasta qué punto fue radical el régimen carelenista en ter , miraos ele sus lot rus .11 la pnict:ca- En uts palabras, ¿hasta qué punto puso en practica, y naltit:itleri•? no simplemente auspició, ca
' Este articulo fue publicado en Jcuf,7.21 oí La:in Amencan Studies. N'26, p 73-107, Cambridge University Press, 1994. Traducido por Maria Moira Mackinnon y Colina Suárez. Alan Knight es Profesor de Historia Latinoamericana en la Universidad de adord. Oxfcrd, Ingic,terra El autor quisiera agradecer al Sr. Alberto Partida :el Archivo General de la Nación, ce la Ciudad de fi.1¿ixico. per SU V.2j .H1,';:.:1 ayuda en la investigación de archivo. y a John Gledhill per sus comenlarics scbre el borrador Ce este artcl...;o 1. Samuel León, "Cárdenas en el poder (Ir. en Javier Garciadiego e! a!, Evolución d¿?! es:Jdo rre.x.io ario Reestructuración, 1910-1940. México. 1986, p. 219.
2. Por •derncrático" no necesariarrehte quiero decir libera.licemocratico' (como aclaro mas adelante en este mismo articulo). "Derrocrático - simplemente significa una medida .genuina de c•oreseniacón. que puede tomar diversas formas. 'Autcrtario" significa la ausencia de representación popular torna de decisiones desde arriba.
197
Cardenismo: ¿coloso o catiarnina ¿Cuál fue el legado que perduró?
contribuciones acumulativas de los suce-
Una revisión de la literatura, tanto
sivos gobiernos al avance de la Revolu-
grado de autonomía del estado, tomando la
contemporánea como reciente, sugiere
ción. De esta forma, produciendo cierta
iniciativa para promover los intereses de la
que los análisis se pueden categorizar
incomodidad en el PRI actual que se en-
burguesía; en algunas versiones, hasta ali-
aproximadamente, según Lis respuestas
frenta a un fuerte desafío neocardenista,
mentando a la incipiente burguesía misma.'
ferirnos a ella como a una interpretación estarista, algunas veces marxista,. otras no.
Arnaldo Córdova hace hincapié en el surgimiento del Estado en tanto se mantiene den-
que se dan a estas cuatro preguntas: ¿Qué
los íconos cardenistas tapizan el panora-
El régimen de Cárdenas no es la excepción.
tro del campo marxista (de hecho, pone gran
se proponía el Estado? ¿A quién repre-
ma político, tanto en forma literal como
Según esta visión, sus políticas sirvieron para
empeño para defender su ortodoxia marxista
sentaba el Estado? ¿Cuán fuerte era el
figurativa. Un busto de bronce de Lázaro
cooptar a los movimientos populares, para
contra las supuestas imputaciones de desvia-
Estado? Y ¿cuál fue el resultado a largo
Cárdenas hace guardia a la entrada de Los Pi-
subordinarlos al estado, y para desarrollar el
ción). Para él, el cardenismo representa la
mercado interno en beneficio del capital.' Al-
culminación exitosa de la revolucionaria política de masas; la subordinación de las clases
plazo de la politica estatal? Las preguntas dos y tres requieren un análisis del
nos. Cabe destacar que este énfasis oficial sobre la continuidad tiende a acompañara una
Estado revolucionario: un tema polémi-
creencia declarada en el carácter democráti-
gunos historiadores destacarían que estas políticas fueron adoptadas en forma consciente
co, generador de múltiples opiniones conflictivas. Las preguntas uno y cuatro
co y popular del cardenismo, y de la Revolu-
y adrede.' Otros abordan el resultado, sin im-
Sin duda, esta visión concuerda estrechamente
ción en su totalidad. En respuesta a la pre-
putar necesariamente una intención: Warman
con la de Anguiano: la diferencia, a mi juicio,
presentan el viejo problema -conocido
gunta dos, los apologistaS del partido tende-
considera al período de finales de la década
reside en el énfasis relativo que se le da al
por todos los historiadores- de la conti-
rían a destacar el carácter genuinamente po-
del '30 como el lapso en que se adoptó en
Estado y a su capacidad para la acción autó-
nuidad versus el cambio. ;El cardenismo
pular del cardenisnc.).
forma definitiva un camino de desarrollo ca-
noma. Mientras la primera perspectiva consi-
fue en si: intención y en. la práctica-
Li imagen opuesta de la visión oficial es la que plantean numerosos académicos (quie-
pitalista: Haber argumenta que el sector em-
dera que el Estado actúa como el protagonis-
presario mexicano floreció durante la década
ta del capital que provee la raison d 'etre de
nes, en forma tentativa, se podrían denominar - revisionistas").` También ellos enfatizan
del '30 y obtuvo beneficios significativos de
la política estatal, las interpretaciones estatis-
la política gubernamental; Garrido considera
tris suponen que el Estado tiene un grado con-
ajustes limitados, de la política post-revo-
la continuidad del cardenismo, pero desde un
que el cardenista PNR - respaldaba el proyec-
siderable de autonomía (por ello, a menudo
lucionaria (o tal vez hasta porfiriana)?
punto de vista crítico. Surgen dos tipos de
to de una burguesía nacional":
u o movimiento "proyecto/régimen radi-
cal transformador? ¿O representó más de lo mismo, una continuación, con ciertos
populares al poderoso Estado revolucionario."
introducen el concepto impreciso de
Por supuesto, tales diferencias de interpre-
revisionismo. Uno, inclinado hacia un punto
La segunda variante de la tesis revisionista
tación se revelan mejor tomadas en un contexto de c()ntinuidad i ris que en comparti-
de vista marxista en sentido amplio, concep-
de la continuidad se centra en el estado (y
•bonapardsrho'). 9 Podemos considerar que estas diferencias dentro de -la historiografía
tualiza !a revolución institucional como un
puede implicar o no un análisis de clase).
marxista de México reflejan diferencias
motor de! desarrollo capitalista de la acu-
Debido a su interés primordial, podemos re-
teóricas más amplias que han agitado (y
ierel is estancos. A menudo, las diferencias
son de énfasis -y de un énfasis no enantificable- más que de mera polaridad. Sin ernlmtgo, no se pueden tragaren forma ligera. La visión oficial del 1:1 (por lo que pudiera valer) ubica a Cárdenas dentro del contex-
mul•ción de capital. Por lo menos desde la derrota de los movimientos populares de 1910-15: sucesivos regímenes han represen-
1982. cap. 1.
(como implicaría una teoría "agente" o "ins-
5. La exposición más convincente sobre este punto de vista pertenece a Arturo Anguiano, El Estado y la
to del progreso teleológico de la Revolución
trumentalista" del estado) llevando a cabo el
Mexicana: enfatiza la continuidad y Lis
deseo político de la burguesía, o, dado cierto
3
no es
4. Véase fa discusión en Nova Hamilton, The Limits of State Aulonomy: Post-Revolutionany Mexico, Prince:on,
tado a los intereses de la burguesía: ya sea
un ternero iniuooso y
no tiene rada que ver con Edua:d Bernstein. Denota una nto de interprelación histórica que. reaccionando contra las coirio-.es ortodoxas soo , e la nevoruoon mexicana, tiende a destacar 1as tendencias de arriba-abajo, elitistas. ccnstructoras del estado. y aniipopulares de la Revolución Los expertos pueden tener opiniones distintas respecto de lo que es cxacla:nerlle e 'revisonismo", pero la corrwrie lucir
mayoría cree en su existencia y no tienen problema en usar el termino, a veces, hasta aplicándolo a si mismos
politica obrera del cardenismo, ed., México, 1964. 6. - Los seguidores de Cárdenas (...] pensaban fundamentalmente en términos de la modernización del sistema capitalista de la libre empresa a fin asegurar mejor su supervivencia": Albert L. Michaels y Marvin Bernstein, "The Modernizalion of the Old Order: Organization and Periodization of Twentieth-Century Mexican History". en James C. Wilkie, Micnael C. Meyer y Edna Monzón de Wilkie (eds.), Contemporary Mexico. Berkeley, 1976. p. 701; véase también Anguiano, Ef Estado, pp. 42-45, 65, 79-80: Hamilton, Limits oí State Autonomy. pp. 139-40; y Heather Fowler Salamini, Agrarian Radicalism in Veracruz, 1920-38, Lincoln, 1978, pp. 112-13. 7. Arturo Warman, Y venimos a contradecir: los campesinos de Morelos y el estado nacional, México, 1976, p. 195; Stephen R. Haber, industry and Underdevelopment: The lndustrialization in Mexico, 1890-1940,
Stantord, 1989, cap. 10; Luis Javier Garrido, El Partido de la Revolución Institucionalizada, México, 1986, p. 294. 8. Arnaldo Córdova, La politica de masas del cardenismo. 2' ed., México, 1976. 9. Atan Knight, "The Mexican Revolution: Bourgeois? Nationalist? Or just a 'Great Rebellion'?", en Bulletin of Latín Arneritan Research, Vol. 4, NI 1 2, 1985, pp. 4-5, para consultar algunas dudas sobre el bonapartismo.
198
199
C a rd e n is rno, ¿c o loso o Catr a rni na 7 Alan Knight
enriquecido) la teoría marxista en forma más general?' Sin embargo, en la mexicana como en otras historiografías, el enfoque estatista no es monopolio de los marxistas. La preocupación por - el regreso del estado" atraviesa las fronteras teóricas (marxistas y no marxistas)» En el caso mexicano, muchos académicos no marxistas (dudo en llamarlos "burgueles" ya que, en cierto sentido, no son más "burgueses" que sus colegas marxistas) han considerado el surgimiento del estado corno el sello distintivo de la historia mexicana moderna y, en consecuencia, han destacado la continuidad del proceso de construcción del estado a través del período post-revolucionario (y, aun también a través del período porfiriano).' 2 Para ellos, Cárdenas continúa con el trabajo de Calles, Obregón, y tal vez hasta de Díaz; se destaca la continuidad en oposición a la ruptura. Además, estos académicos destacan el éxito de este proceso- Se describe el estado revolucionario como un poderoso Leviatán, que progresivamente subordina a la sociedad civil a su imperiosa voluntad. Esta visión resulta evidente en muchos estudios regionales y locales que han profundizado nuestro conocimiento de la historia mexi-
cana, así como también en estudios sintéticos del régimen postrevolucionario." De esto se deduce que el gobierno de Cárdenas no sólo encaja perfectamente dentro de .una secuencia de largo plazo de gobiernos constructores del estado, sino que también ejemplifica —quizá por excelencia— un proceso verticalista de centralización, de imposición cultural, de aumento de las facultades del estado, más que las del pueblo." El cardenismo "consolida y perfecciona" el sistema político vigente; y el mismo Cárdenas asume un rol autocrático, "amo y señor de México", no tanto como el zorro de San Francisco sino más bien como un ladino zorro maquiavélico (o. lo que es aún peor, un zorro con sayal franciscano)." En respuesta a las preguntas dos y tres (cuál fue el carácter del estado cardenista? y ¿cuán poderoso fue?) estos académicos responderían 'autoritario" y "muy". Para ellos —en los términos del título de este artículo— el cardenismo fue un Coloso, dirigido por un resuelto conductor. En oposición a estos puntos de vista, con sus diferentes énfasis pero con el acento común sobre la continuidad, aparece una opinión contraria que sostiene el carácter distintivo del cardenismo, su contenido
10. John Hotloway y Sol Picciotto, State and Capital: A Marxist Debate, Londres. 1978, es una compilación útil. 11. Peter Evans et al. (eds.). Bringing the State Back In, Cambridae, 1985. 12. Alan Knight, 'The Mexican Revolution...', p. 11; Presentación, en Garciadiego et al., Evolución del Estado Mexicano,
p. 11.
13. Jean Meyer, La Revolución Mexicana, 1910-40, Barcelona, 1973. 14. Marjorie Becker, "Lázaro Cárdenas, cultural cartographers, and the limits oí everyday resistance in Michoacán, 1934-40", trabajo presentado en la 46 9 Conferencia Internacional de Americanistas, Amsterdam, 1988; Enrique Krauze, General misionero: Lázaro Cárdenas, México, 1987, pp. 39, 147, define a Cárdenas corno 'un manipulador implacable de las masas' que, según palabras de Rubén Salazar Mallen (1939), presidió un 'nuevo porfirismo'. 15. Anguiano. El Estado, p. 65; Tomás Martinez Saldaña, 'Formación y transformación de una oligarquia: el caso de Arandas, Jalisco", en Martinez Saldaña y Leticia Gándara Mendoza. Politica y sociedad en México: el caso de los Altos de Jalisco. México, 1976, p. 109; Krauze, El general misionero, p. 67.
radical, sus metas y, quizás logros, transformadores. Nuevamente, vale la pena repetir que estas opiniones se encuentran diseminadas en un amplio continuum; y un debate minucioso implicaría realizar consideraciones sobre la definición (iqué fue el cardenismo?; ¿quiénes fueron los cardenistas?), el lugar (¿qué estados o regiones estamos analizando?) y el tiempo (:destaca-
mos el cardenismo más radical y seguro de 1936-38, o el cardenismo más cauteloso y tímido posterior a 1938?). Pero creo que no se puede negar que, en oposición a los argumentos en favor de la continuidad y la uniformidad que sostienen los autores anteriormente citados, algunos historiadores han enfatizado la discontinuidad, el radicalismo y la "especificidad" del cardenismo: David Raby, Fernando Benítez, Nora Hamilton, Anatol Shulgovski y Tzvi Medin (para quienes el cardenismo es la "negación" del
genuinamente radical, y al actual neo-cardenisrno como una continuación de estas corrientes populares y radicales.' En resumen, la literatura sobre el cardenismo sugiere algunas diferencias de opinión significativas, que a su vez, implican la. revointerpretaciones C011tra.5(anteti lución. Lis diferencias parecen gira talrededor de las siguientes cuestiones vinculadas: 1) continuidad versus ruptura a nivel de las políticas; 2) la relación entre Escudo y sudedad civil; 3) el poder del Estado; y, 4) la continuidad en oposición a la mptura a nivel de los logros perdurables. También cabe recordar que estas cuestiones no son nada nuevas. En su momento, el cardenismo despertó fuertes opiniones, a favor y en contra. Existieron críticos católicos y libc.T.1 les que Consi-
callismo). 16 Adolfo Gilly, quien sostuvo que la revolución popular de 1910-17 había sido
que Cárdenas encajaba dentro de la trayectoria (lamentable) de la Revolución: sus puntos de vista eran exactamente lo contrario de la línea oficial.'' Antes de 1935, también el Partido Comunista Mexicano se ne-
"interrumpida" por la derrota de Villa y de Zapata y por la instalación de un régimen bonapartista pequeño-burgués, considera al (proto-) cardenismo corno una segunda ola
gaba a hacer distinciones entre Calles y Cárdenas; después de 1938, la 'alianza del Partido con el gobierno dio lugar a la aparición de graves tensiones y divisiones internas.'''
deraban
16. Liisa Nor,h y David Raby, 'The Dynamics of Revolution and Counter-revolution México under Cárdenas, 1934-40", en Latin American Research L'hit Studies. vol. 2, N'1. 1977; Fernando Benitez. Lázaro Cárdenas y la Revolución Mexicana, t. III; El Cardenismo, México, 1978. Hamilton, The LimilS Ol State Autonorry Anatoi Shulgovski, México en la encrucijada de su historia, México, 1968: Tzvi Medin, Ideología y praxis politica de Lázaro Cárdenas, 14 4 ed., México, 1987, p. 225. 17. Adolfo Gilly, La revolución interrumpida. México. 1971. cap 10. Cartas a CuaurWmcc Carclenas. k1,1:070. 1989. En breve, Gilly publicará un importarle estudio sobre el gobierno de Cárdenas 18. Para los críticos católicos. la Revolución se desvirtuó aprox:madamente en 1913, lOscriticesliberalettimadeuzLts (por ejemplo, Federico González Garza) podrian fechar la calda de la Revolución en turma similar, otros (per ejemplo. Cabrera). preferirian datarla aproximadamente en 1920 o (por ejemplo. Vasconuelos) alrededor de 192-1 La oposición liberal se inclinó a recibir refuerzos cada vez ci-ie !a maquinaria politica giraba y se creabil una nueva tanda de 'expulsados" politices véase nota 20. 19. Barry Carr, 'Crisis in Mexican Communism The Extracriinary Congress ot the Mexican (7.ornmlinist Party', en Science and Society, vol. 50. N , 4 y vol. 51, I\1=1, 1957.
nun "fugo: Cardenismo: ¿coloso o catramina?
A la inversa, había cardenistas que creían
dículo neófito Cárdenas") y del poder abso-
que "su" régimen era el único que distri-
luto del mismo Cárdenas!' En forma deliberada o no, muchos de los historiadores
compleja» Pero sugiero analizar cuatro pun-
buía los bienes entre el pueblo, en forma
tos relacionados: que el cardenismo fue, en tér-
ta aclaración sobre el grupo que se analiza.
literal y figurativa: antes de 193-í, la Revolu-
de la actualidad repiten de esta manera los
minos de sus objetivos, un movimiento genui-
¿Quiénes fueron los cardenistas? Como cual-
ción había sido detenida; después de 19•i0,
argumentos de la clécada del treinta: ciertas
namente radical que prometió un cambio sus-
quier movimiento político importante (made-
les fue arrebatada. En forma similar, había
críticas recientes de la reforma agraria
tancial; que también n - ehiculizó un apoyo po-
rismo, villismo, carrancisino, obregonismo, cu-
veteranos re n olueionarios que invertían el
cardenista se hacen eco de las opiniones
pular sustancial, si bien éste no fue mediado
ltismo), el cardenismo fue una coalición poco
cuadro y etiquetaban a Cárdenas de traidor
de Cabrera (lo que no quiere decir que por
por formas de representación democráticas li-
compacta, heterogénea y cambiante, que se
a la Revolución: alguien que -a pesar de
ello tengan razón o estén equivocadas); la
berales; que debido precisamente a su radica-
formó en circunstancias particulares: en este
sus protestas en contrario- rompió con las
disección liberal de Krauze --Casi podríamos
lismo, enfrentó una gran resistencia, no sólo
tradiciones revolucionarias nativas, traicio-
decir vasconcelista- sobre Cárdenas le debe
manifiesta sino también de tipo más .subrepti-
caso, la campaña presidencial de 1933-34 y la batalla por el poder de 1934-36." Un elemen-
no a su mentor Calles y se embarcó en un
gran parte de su argumento a Anguiano
do, oculto y exitoso, que restringió gravemen-
experimento 'comunista". En este sentido,
Equ num ." Como sugieren estos ejemplos,
te su libertad de acción y lo llevó a eludir, a
las quejas de Cabrera, Cedillo, De la Huerta, Portes Gil y otros de pedigree revolucio-
las discusiones recientes dentro de la historiografía se basan en las disputas de la
hacer concesiones y a dar marcha atrás en varios temas; y que, en consecuencia, sus logros
naria concordaban con las lamentaciones de
en la práctica fueron limitados y aun aquéllos
catión de motivos e intenciones requiere cier-
to clave de mi argumento, que desarrollaré más adelante, es que "el cardenismo" (definido en forma amplia como grupo que incluía a quie-
nes respaldaron al gobierno durante el período 1934-40) abarcaba 71 una multitud de aduladores y oportunistas. Su lealtad cardenista fue
los obse rvadoies emranjeros. 20 Hasta la una-
década del treinta. Y, con el advenimiento del neocarclenismo, la superposición entre
p,en
historia y política ha aumentado notoriamen-
corrieron el riesgo de ser subvertidos en años
superficial y táctica. Por otra parte, existían al-
)urge Prieto Laurens denunció la "odiosa
te. La evaluación del carácter del (proto-)
posteriores por gobiernos más conservadores.
aplanadora" del PNR; Vasconcelos anticipó
cardenismo es, quizás, una tarea tanto más
Nada de esta, tal vez, resulte muy nuevo o
gunos grupos -casi con seguridad una minoría- que d esplegaron una lealtad cardenista más
irmaciones revisionistas de continuidad
relevante, pero tanto más difícil y contro-
sorprendente. Pero la implicación del argumen-
genuina y duradera. Para algunos, la simpatía
(los sucesos de 1935, escribió, sólo significaron que la -- mafia del aciago Calles" sim-
vertida también.
to es, creo, significativa y ciertamente está re-
ideológica era fundamental (y la del treinta fue
ñida con algunas de las opiniones citadas ante-
plemente había caído en las manos del "ri-
der realizar una evaluación demasiado
En un breve artículo, no se puede preten-
. 0 Luis CilbrCra. Un en;:;.lyn comunista en Mexico. 2 Mclx:co. 1937: Saturnino Cedilla, "Manil.esto a todo el earnpe: .,ir.aje de 1,1 ,1xico . , 16 de acorto de 1936, denunciando al Dictador Cárdenas' y urgiendo a su
a,:1,er, n 7.1 a no ;aair:tt que - are dores operlunislas manchen el honor de la verdadera Pero:r..cion Mexicana
con cninutirh::ar.:". Archivo Francisco Muoica, Centro de Estudios de la Revolución Mexicana Lázaro ( n-
r1 adelante, AFM). vol, 106. doc. 365, la critica de De la Huerta fue mes indirecta
(propia de un exiliado, que ha regresado recientemente), Murray, Ciudad de México. al Fcreicn Office. 29 de novtoo:bre Ce 19:15 • LO 371/18707. A107139, El Hombre Libre, 11
de diciembre de 1935, sobre el repudio de Poi tes Gil a la - exótica teoría" del comunismo, Murray. Ciudad de México, al Foreign Office, 25 de noviembre de t035, E() 371/18707, A10560, coincide en que 'el gobierno que ahora está en el poder intenta imponer y
que se alcanzaron durante el período 1934-40
riormente: la implicación es que el cardenismo
una década en la que las polaridades y lealtades ideológicas fueron inusualmente fuertes y
-como vehículo para la reforma radical- fue
apremiantes: ésta fue una década de moviliza-
menos poderoso, expeditivo y hábil para se-
ción y compromiso político). Los cardenistas
guir la ruta propuesta a través de un terreno
ideológicos se identificaban con las reformas
hostil de lo que a menudo se supone; que, en
laborales y agrarias del gobierno, su nacionalis-
otras palabras, fue más catramina que coloso.
mo económico, la educación socialista y la
Mi primer punto, entonces, se refiere a las intenciones radicales del cardenismo. Surgen
estas políticas innovadoras a antiguas tradicio-
política exterior progresista; pero vinculaban .
dos problemas inmediatos: la definición del
nes políticas y al patriotismo liberal, la maso-
grupo y la elucidación de sus metas. La impu-
nería y el jacobinismo."
hacer tragar ideas marxistas a gente que de ninguna manera puede asimilarlas". La diatriba de Cabrera de
1937 se debe léci teniendo en cuenta su prolongado trabajo como abogado de la Tlahualito Conon Co.. una de las principales victimas del reparto Laguna de 1936
23. Este articulo deriva de un trabajo aún sin terminar; sus conclusiones no son de ninguna manera definitivas, y puede ser que algunas de las fuentes primarias citadas -por ejemplo, los informes del Foreign Office
21 Juran Prieto Laurea: a \Acento. Lombardo Toledano. 17 de septiembre de 1936, AFM 106/.-.."1.;9; manifiesto
británico y la correspondencia recogida en el Archivo Francisco Múgica- tiendan a reforzar, desde sus posiciones encontradas, los argumentos que se presentan. 24. Hamiltcn, Limits ol Slate Autonomy, pp. 129 - 30; Alicia Hernández Chávez, Historia de la Revolución
vascencebsia, Nuevo León, 23 de agosto de 1935. AFM 106/41; 'Juicio del Maestro Con José Vasconcelos" en Viole:cirro Anqurano Equihua. Lázaro Cárdenas su leudo y la politica nacional, México,
1951, p.11.
2:> Kr .11):e, 1:1 gen.val insioncro Anguiano Equihua, Lázaro Cárdenas Para estudiar las opinicres ce Cárdenas suure Anguiano Egrnhaia -una - gallina estéril" • consumida por una ambición politica insalsfecha- véase su
discurso a les ex alumnos de Escuelas Secundarias para Hijas de Trabajadores. 20 de abril de 1957, en Lázaro Carden:1S, Archivo Paniculat, Archivo General de la Nación, Ciudad de México, rollo II, parte 2.
Mexicana, periodo 1934-40. La trecanida cardenista. México. 1979. 25. El análisis de estos vínculos -y de la mutación del patriotismo liberal en un nacionalismo cardenistamerecerla una investigación más profunda. He tocado el tema en "Revolulionary Project, Recalcitrant People: Popular Culture and the Mexican Revolution", en Jaime Rodriguez O. (ed.), The Revolutionary Process in
Mexico: Essays on Political and Social Change, 1880-1940, Los Angeles, 1990, pp. 227-64. 202 203
Cardenisrno' ccotoso o eatrarrina7 Alan ICnight
En algunos casos, esta simpatía se unía al interés material, ya que la politica cardenista ofrecía beneficios concretos: para los petroleros (al menos hasta 1938), o para los ejidatarios de La Laguna. No existía una clara frontera entre esta identificación material y cierto tipo de clientelismo político, que resultó más obvio (y duradero) en el caso de Michoacán, donde los cardenistas de hueso colorado compartían una lealtad ideológica, clientelista y material con Cárdenas, contando con él para obtener favores políticos, recompensas y protección. 26 Por último, existió un elemento afectivo: el atractivo carismático del presidente austero, honesto, de vida limpia, frugal, buen jinete, amante de la naturaleza y patriótico; un hombre que recorría el país incesantemente, llegando a lugares "poco menos que inaccesibles", 2' a los que ningún presidente (y a menudo, ningún gobernador) había llegado antes; un hombre que se agachaba para hablar con los campesinos en las plazas polvorientas de pueblos remotos. Si bien este modo directo inspiró el apoyo popular, tani - bién provocó la ansiedad de la elite. Éste era un presidente que no sólo mostraba una in-
usual integridad financiera, sino que aparen- temente se tornaba en serio sus promesas retóricas: "el Presidente ha demostrado una tendencia desconcertante, una tendencia bastante contraria a todo lo conocido: a poner en práctica sus declaraciones políticas". 28 0, corno declaró un propietario católico: ''Calles es un malvado y un bribón y todo lo que hizo fue únicamente para su conveniencia; pero Cárdenas es un bolchevique de convicción". 2" Si bien estos factores -ideológicos, materiales, clientelistas y afectivos- alimentaron una lealtad poderosa y duradera en algunos grupos, no es fácil calcular su número; menos aún medir la profundidad de su lealtad. Se puede considerar al cardenismo como una galaxia vertiginosa de grupos políticos e individuos: algunos ubicados en el centro de la galaxia, otros en la periferia; algunos sujetos por una firme fuerza gravitacional, otros sujetos tenuemente y pasibles de echar vuelo ante alguna atracción rival. La historia del régimen . está llena de ejemplos de lealtades condicionales: Lombardo y los lombardistas fueron aliados cruciales de Cárdenas, pero ellos tenían su propia agenda y disentían con el Presidente
Austin, 1986; John Gledhill, 26. Paul Friedrich, The Princess of Naranja. An Essay in Anthrohistorical Method. Albany, 1991, caps. 2-4. Casi Nada: A Study of Agrarian Reform in the Homeland of Cardenismo, 27.. Rees, Ciudad de México, al Foreign Office, 19 de diciembre de 1939, FO 371/24217, A359. Se pueden Pueblo en vilo: mtdrdnistdria d e San encontrar relatos sobre las visitas presidenciales, en Luis González, The First Agraristas: An Oral History of a L. Craig, José de Gracia. 2a. ed.. México, 1972, pp. 191-92; Ann Berkeley. 1983. pp. 136-37. Tanto el Fondo Lázaro Cárdenas como la Mexican Agrarian Reform Movement, Dirección General de Gobierno del Archivo General de la Nación (en adelante: AGN/FLC y AGNIDGG respectivamente) se encuentran atestados de peticiones y solicitudes, algunas de las cuales tocan una fibra Personal y dan alguna pauta sobre la imagen popular y paternalista de Cárdenas. Por ejemplo, Consuelo Torres, taouigrafa del tribunal de Toluca. en una carta a Cárdenas, del 17 de diciembre de 1935. AGNiDGG 2.331.8 (12)723, caja 29A, enumera una serie de tribulaciones personales (su padre muerto, su madre enferma, el balo salario, el alquiler atrasado por una única habitación en una casa de vecindad) y termina diciendo: "he abierto a Ud. mi corazón como si fuera Ud. mi padre". 28. Murray. Ciudad de México, al Foreign Office, 28 de abril de 1936, FO 371/19792. A4142. - Mamacita"). Guadalajara, 29. David (Fonseca Mora), Lookout Mt, Tenn., a la sra. Antonia Mora vda. de Fonseca ( 16 de nosto de 1935, AFM 106/48.
sobre temas importantes (en particular, cabe destacar la cuestión de quién debería organizar al crimpesinaclo). -") Los comunistas, aunque en general excesivamente leales después de 1935, tuvieron que lidiar con obligaciones contrapuestas:" Los políticos también viraron varias veces en el turbulento océano político de la década del treinta: Cediilo ayudó a crear a Cárdenas y más tarde fue eliminado por éste: Almazán, un aliado en 1934-35, se volvió vengador en 1939-40. Portes Gil tipificó al político que saca ventaja del momento: - callista con Calles, cardenista con Cárdenas, en el fondo sólo es un portesgil isla convencido".'' Los cardenistas del núcleo duro -carderástas de hueso colorado, cardenistas definidos y de corazón- constituían una minoría. st:óeraclos en numero por los reclutas tácticos, los
hio, en las políticas, aunque con la salvedad de que cualquier discusión sobre las - políticas del cardenismo• involucra cierto grado de reificación: es decir, la abstracción de 'políticas" de la matriz sociopolítica en la que fueron concebidas. Mientras algunos análisis recientes enfatizan la relativa moderación de. la politica cardenista -su mantenimiento de gran parte del statu quo, su compromiso con la continuidad, su aversión a 1.1 transformación radical, enmascarada por la retórica radical-,' a mí me impresiona más el genuino radicalis-
cardenisus tibios, los aduladores y los oportunistas (aquellos que la jerarquía ca:51ica caritativamente se negó á excomulgar. ya que su adhesión al partido y sus principios ateístas se consideraban correctamente tibios e involuntarios)." Este hecho complica la cuestión c'le la motivación, de' lo que pretendía lograr el cardenistno. Un análisis exhaustivo del • cardenismo -sus metas, su radical:s17.c.- debe tener en cuenta los diferentes comi:onentes del movimiento y las agendas con:rastantes que éstos adoptaron. Ya que ello no es posible en este trabajo, me concentrar en cam-
mo del proyecto cardenista. Por supuesto, el radicalismo puede ser más retórico que práctico; y cualquier análisis que dependa dema. abstructo siado del discurso Cardenisra seria es idealista. Sin embargo, la retórica también
importante para establecer el tono político y
para transmitir los mensajes políticos; por ello, merece ser considerado junto con la política práctica. Asimismo, se debe medir el radicalismo en forma comparativa, de acuerdo con criterios históricos significativos. En tal sentido, es más sensato comparar al cardenisino no con algún modelo abstracto, sino más bien con la realidad empírica: .con lo que sucedió antes -y lo que se produjo después-- en N-le \ico; o con lo que sucedía en el resto de la América Luina contemj-x)ránea (y en el mundo un.b bién). Aquí, el concepto atrápalo-cod()(catl a a10 de populismo -que tiende a englobar
George
Lyle C. Brown. 'Cárdenas; Crea: --.: a Campesino Power Base lar Presidentiai Policy'. en Lejderj. ol 30. the MeN: can Revolu!,en Woltskill y Douglas W. Richmond (ecs Essays en Austin, 1979, pp. 109, 114-23 —' 31. Can, "Crisis in Mexican Communis oiciernbre :5 32. El Horrbre Libre, 11 de 33. "Advertencias al ve.neranie d e t a lladamente e l h e s,90 de
cle5z:
poiiticas (especialmanle. la edcz.z.: El Estado, p 92 Ancelano. 34.
sus
335
n Lit . AFI.t I0611 te. e ,plicando "e'es del arzobispado de 1.1eico - , el PNIfl y implicaban los pilerenles nn,o:cs de compromi so con socialista)
Atan Knight
Cardenismo: ¿coloso o calamina?
Cárdenas con Vargas, Perón y otros— puede resultar más problemático que útil."
riente había sido golpeado durante el período 1910-17, y a partir de entonces, había sufrido
Consideremos los áreas principales de las
una erosión política y económica. En algunos
políticas cardenistas y las penumbras de su
casos, la expropiación afectó a haciendas que
retórica. En primer lugar, la reforma agraria
pasaban por malos momentos, que tenían difi-
—al borde de 1:1 extinción oficial a comienzos
cultades para generar ganancias; por lo tanto,
de la década del treinta— fue extensa, rá-
en algunos aspectos y en ciertos casos, la re-
pida y, en ciertos aspectos, estructu-
forma agraria podría ser considerada como una
ralmente innovadora. Cárdenas distribuyó
forma de "socialización de las pérdidas". Las
más tierras que todos sus predecesores re-
agotadas haciendas se parecían al agotado sis-
volucionarios juntos (un aumento del
tema ferroviario; en ambos casos, los obreros
100%, se lamentaban los propietarios de
emancipados debían vivir con las obligaciones
Jalisco);" aceleró el proceso, a menudo
apremiantes de la colectivización (esto, como
por medio de dramáticas intervenciones personales ; y promovió el ejido colectivo
lo denominó un empresario extranjero, era el enfoque "ju-jitsu": las empresas rodaban, acom-
(hasta la fecha, una institución poco co-
pañando al puñetazo, se retiraban del comba-
mún) a fin de justificar la expropiación de
te con el mejor trato que podían obtener, y
extensas propiedades comerciales: La La-
dejaban a los trabajadores para que gozaran de
guna, Yueatan, B4iCalifornia, Sonora, Chiapas,
una victoria posiblemente a lo Pin-0)..°
Michoacán."` Desde el punto de vista actual, en el que las reformas agrarias se consideran
Sin embargo, este argumento no se puede forzar demasiado. En primer lugar, resulta algo
no sólo comunes sino también en feliz conso-
circular. Las haciendas (y algunas emprL-sms) eran
naneia con el capitalismo,• este logro puede
improductivas precisamente porque se enfren-
parecer poco importante y pasar inadvertido.
taban a un desafío popular, la amenaza de re-
Pero en su momento, fue dramático, original
forma, la sindicalización, salarios e impuestos
y (a tntrcveri ido En vendad, el sector remate-
más altos." Los propietarios se rehusaban a
Hernan Laborda, el ticer del PCM, hizo una distinción directa entre el gobierno de Cárdenas y los de Balitla y varea:.-.. - gcbierros traidores vendidos a Wall Street»: discurso dado en Cleveland, Ohio, 28 de diciembre de 1935. AFM '261155, Se pueden encontrar diferencias académicas más recientes de este tipo en 1- 1.irriilton, Tlrr firnis c, S'ate Aurcnorny, pp. 137-38. 141; y. una critica a la categoría atraoalo-todo de - ;iopt,Ins,niu , en Ill'ioxtic.r-ough, 'Unity and Diversity in Latin American History", en Journal oí Latín An7er...can 16. 1354, pp 1 - 26 30 Craig, The .4,-2,3-;.::r35. pp 129- 30 Anton.osap,r3-ieri V. ... Pre-isidente, Unión Aorrco!a Raciona; de Chacal& a Lázaro Cárdenas, enero de 1938, Al 1.1 vol 1:9, p 295 98 I Gen.- ate: kiiazícria aó la Reviólviiiii,óri F2rrodo 1934.40 Los días del presidente Cárdenas, pp 59-107. 145 - 51, 157 - 63, 2C;i6 - 11 Asa n Jan vly. The A: .Jr.an C.)uel-4:on ano Relorrnisrn in Latir; Arreiza, Ballimcre, 1981. .10 Coriway hes:cente utti Tramways Co citado en Murray, Ciudad de México, al Foreicn Otf;ce, 17 0,-. octubre 1! n-.! 1935. FO 271'18703. 9251. .11 Atar; kninrit, laod Sccuy in Re.vo;utionary Mexico: The Destruction of the Great Haciendas", en rtfekrc;in Srirefeilsrlicicrs Mexicanos, vol 7. 0 , 1, invierno de 1991, pp. 73-104.
invertir (algunos, se podría decir, sabotearon
co será declarado abiertamente una república
sus empresas), asegurándose de esta forma de
comunista, como Rusia"-'S Como sugiere este
que sus expropiadores se enfrentaran con una
comentario, la posibilidad de que Cárdenas —como Ortiz Rubio— quizás no completara su
ardua lucha. Pero, en segundo lugar, muchas empresas continuaban siendo rentables; y, más
mandato fue rápidamente acariciada; pulula-
allá de las ganancias, esta tremenda embestida
ron las conspiraciones y los rumores de cons-
sobre los derechos de propiedad no podía sino
piraciones; la expropiación de La Laguna —la
ofender a la clase propietaria en general. Ha-
primera embestida cardenista importante sobre la clase terrateniente— despertó el miedo
bía, quizás, unos pocos empresarios perspicaces que aclamaron la reforma agraria como un
(o la esperanza) de una insurrección conserva-
medio de profundizar el mercado intemo;"
dora." Evidentemente, los terratenientes y los
pero hubo muchos más que denunciaron este
hombres de negocios no aceptaron en forma
experimento radical, con sus connotaciones so-
complaciente una benigna "socialización de las
cialistas. En Chihuahua (1935), la sensación
pérdidas". Tampoco simplemente enarbolaban
[...I entre los terratenientes y los industriales es
el fantasma teatral del socialismo. Cárdenas mis-
particularmente amarga antelas políticas agrarias y laborales del gobierno"; durante el mis-
mo no era comunista, pero los comunistas desempeñaron su rol en la movilización agra-
mo año, un miembro de una familia de terrate-
ria (en forma destacada, en La Laguna, pero
nientes de Jalisco predijo que "si Cárdenas per-
también en Veracruz, Michoacán, Jalisco y
manece en el poder dos o tres años más, Méxi-
otros lugares).. 5 Los ideólogos cardenistas
42. Anguiano, El Estado, p. 42. 43. Pyke, Ciudad de México, al Foreign Office, 29 de noviembre de 1935, FO 371/18707, 10787; David (Fonseca Mora), Lookout Mt., Tenn,, a la sra. Antonia Mora vda. de Fonseca ("Mamacita"), Guadalajara, 16 de agosto de 1935, AFM 106/48. Tres años más tarde, México seguía sin ser comunista, pero los terratenientes continuaban lamentando su suerte. Un ejemplo, entre muchos, se puede encontrar en el informe de la agente de la Gobernación Concepción González, 19 de marzo de 1938, referente a *algún hacendado del estado de Guanajuato (que) manifestó su disgusto por la situación que prevalece en el pais respecto a la situación económica y haciendo infinidad de censuras para el gobierno": AGN, Dirección General de Información Política y Social. 000/93, t.1. caja 4. 44. Murray. Ciudad de México. 3 de octubre de 1936, FO 371/19790, A7912. Se debe agregar que abundaron los rumores de golpes y revueltas durante 1935-36; después de un breve respiro, se reanudaron tras la nacionalización del petróleo en marzo de 1938, y recibieron un estimulo aún mayor con la revuelta de Cadillo (mayo de 1938) y la campaña presidencial de 1940. 45. Barry Carr, 'El Partido Comunista y la .movilización,agraria en La Laguna, 1920-40: ¿una alianza obrerocampesina?", en Revista Mexicana de Socología, vol. 51, N''2, 1989, pp. 115-50; Fowler Salamini, Agrarian Radicalisrn, pp. 49-64; Craig, The Firs: Agrarislas, p. 147. Benigno Serrato, que reemplazó a Cárdenas como Gobernador de Michoacán en 1932 y se propuso destruir la Confederación Revolucionaria Michoacana de Trabajo, cardenista y radical, estaba convencido de que -en el caso de las grandes plantaciones de Nueva Italia- 'el descontento y la rebelión de los trabajadores han sida causados por los lideres comunistas', hombres 'muy peligrosos", que han 'alcanzado tal autoridad que los trabajadores repudian y cuestionan a sus antiguos representantes": Se - ratos a la Gobernación, 15 de enero de 1933, citando a Victoriano Anguiano, AGN/DGG 2.331.8 (12) caja 29A. Nueva Italia más tarde se convertirla en uno de los principales experimentos de la colectivización agraria bajo Cárdenas.
20 G 207
Cardenisrno ¿coloso o catramina 7
Atan Knight
justificaban la reforma agraria en términos de su potencial socialista: representaba una alternativa amenazadora -no (como se tomaría más tarde) un apéndice conveniente- del capitalismo. Dejando de lado la ideología, se pensó que algunos, como Gabino Vázquez, alimentaban un odio personal contra la clase de los hacendados." Lo mismo sucedió con el movimiento obrero y la industria. La política cardenista favoreció la industrialización y el desarrollo económico. Pero también implicó una regulación estatal mucho mayor de lo que los empresarios estaban dispuestos a aceptar: "la intervención del Estado (en la economía)", prometió Cárdenas en su discurso inaugural, "debe ser cada vez mayor, más frecuente, y más profunda'.'" Aun cuando, en el largo plazo, cierta regulación estatal redundó en beneficio del mundo de los negocios, ello no fue suficiente para apaciguar los miedos y las sospechas de la comunidad empresarial, especialmente del implacable Grupo de Monterrey, que veía a Cárdenas como el "heraldo pro-comunista de un régimen socialista", y cuyo "odioconstante" contra el Presidente no fue mitigado de ninguna manera por el progreso económico de los años de la administración de Cárdenas." Una vez más, si bien los críticos de Cárdenas exageraron su extremismo -y el de su gobierno-, no inven-
taron el radicalismo cardenista de la nada. Estaban reaccionando contra una amenaza genuina. Los dirigentes cardenistas distinguían (aproximadamente) entre intereses comerciales progresistas y parasitarios, estos últimos incluían "el gran comercio que Lino representa ningún derecho social que merezca ser protegido por un gobierno revolucionario"." Las empresas que se negaban a colaborar con el régimen, y que recurrían a los despidos y huelgas patronales, se arriesgaban a la expropiación.' Una ambivalencia similar afectaba a la política laboral cardenista. Cárdenas necesitaba el apoyó del movimiento obrero en su batalla contra Calles, en la que la CNDP, el núcleo de la posterior CTN1, resultó ser un aliado formidable:" Pero los eventos posteriores demostraron que la alianza era condicional y que el gobierno y la Cral tenían diferencias sobre cuestiones importantes; sobre todo en torno a la cuestión clave del reclutamiento de los campesinosY Con respecto a los sindicatos específicos y las disputas industriales, también, la administración juzgaba los casos según sus méritos. Aun durante la fase radical del gobierno se negó un apoyo total a grupos como los ferroviarios y los empleados de la Aguila Co.;" durante y después de 1938, a medida que el gobierno se moderaba, comenzó a chocar con los petroleros, los ferroviarios y
46. Galtop, Ciudad de México, al Foreign Office. octubre de 1936, FO 371/19790, A9081. 47. Palabras y documerws públicos de Lázaro Cárdenas, 1928-1940,1. 1, México, 1978, p. 139. 48. Alex M. Saragoza. Tte Monterrey Elite and the Mexican Sta:e. 1880-1940, Austin, 1988, pp. 170-83.
49.Múgica a Cárdenas, 16 de junio de 1938, AFM vol. 179, p. 261. 50. Palabras y documentos. pp. 191-92.
51. Samuel León e croco Marván, La clase obrera en ia n:storia de México: en el carderismo (1934-40). México, 1985, pp. 38-98. 52. Brown, "Cárdenas: Creating a Campesino Power Base for Piiesidential Policy", pp. 114-23.
otros trabajadores; por ende, los radicales corno Múgica (el entonces ministro de Comunicaciones) redactaron diatribas contra los sindicatos que defendían sólo sus propios intereses, que mantenían su militancia en forma "•! egoísta, incluso después de que sus patrOnes capitalistas hubieron sido reemplazados por empresas públicas, que merecían un respaldo patriótico» No obstante, en comparación con lo que había sucedido en el pasado (por ejemplo, Calles había diezmado a los trabajadores ferroviarios en 1929), y con lo que estaba sucediendo en otros lugares, durante la década del treinta (Italia, Alemania, Argentina), la política laboral del régimen de Cárdenas fue genuinamente radical, en particular antes de 1938. Algunos especialistas extranjeros que volvieron a México a mediados de la década del treinta, después de varios años de ausencia, se encontraron con una escena diferente." Una vez más, vale la pena recordar -teniendo en cuenta cieno grado de exageración propagandística- la reacción tanto de los grupos políticos anticardenisias como de los intereses empresarios mismos. Los callistas hablaban de "caos comunista", de "una
agitación incesante entre las organizaciones obreras y la propaganda extremista, que ha producido una enorme incertidumbre entre los intereses creados"." Un banquero norteamericano expresó su temor sobre LIS tendencias - ultra:sud:a/1sta e• que boa:ay: a m a a México;lsempadrnuciolsemandas - extravagantes", "descaben:10s' y totalmente inaceptables" de los trabajadores, que el gobierno parecía mas preocupado estimular que por sofocar.'" Una vez más, ésta era una distorsión, pero de ningún modo era tina parodia de la realidad. Al asumir Cárdenas se enfrentó a una -ex-
plosión sindican en un irles, sólo en el PLstrito
Federal, estaban por producirse o
se pro-
dujeron mas de sesenta huelgas; duruue la
mitad de 1935, se contabilizaron 2.295 paros sorpresivos." Y, mientras lo,
Segunda
últimos años del gobierno fueron testigos de
uno disminución de la actividad huelguiar,c.1 y de la simpatía oficial hacia los sir -lile:1rue ello no apaciguó los miedos de los empresarios. Este sector rechazaba la S unedid3 ,-; ancrintlacionarias, los continuos esfuerzos niz:itivos tic la Cl'N I, y (como declaró 1.1
54. Múgica a Cárdenas, 15 de agosto y 30 de septiembre de 1937, ,AFM, vol. 179. pp. 119, 141. 55. Murray, Ciudad de fizlexico, al Foreign Orfice. 17 de septiembre de 1935. FO 371/ 18708, 8586 con re vi.ice a Reuben Clerk. oi 56. "Memorándum confidencia!". n_ d., probablemente en diciembre de 1935, sobro las actividaei,os Pa!aras y documentos, p 153 Se nrcdrian dar muchos c1,-;s c:err.ple7, Coahuil,AF1.06/47;Padlen 57. Murray. Ciudad de México, al Foreign 011ice, 29 de octubre de 1935, FO 371/15707, A96 1.-20, ¡bid, 31 de octubre de 1935, FO 371/18707, A9693: Farquhar. Ciudad do México. al Foreign Otlice (ref /hucha cace Ag_-1J Co.). 30 de enero de 1935. FO 371/18705. A14532. Monson. Ciudad de Mexico. al Foreign Oftic, 31 do enero de 1935. FO 371113703. A667. 58. Herí andez Chaiiez, La .7ecár , ca ca'aen , sla. p. 110. que tarnoien provee las citas das (13 en 1932. 202 en 1931. 650 en 1935). Las cifras mas atas que aparecen en el teto corres :tren...ie., a Fui Farquhar,CJdad det).1exico. Foreign Cince. 24 de enero de 1935 F0 371,15735 . A13,37 . y m
mé:aco, al
53. Farquhar, Ciudad de México, al Foreign Office. 30 de enero de 1935, FO 371118705, A14532; Murray, Ciudad
Foreign OffIce. 27 Ce febrera de 1936. FO 371/19792. A1876, citando datos de la 0GC1.1 mides:ra el irabalo que está :_izando Ma'ccs Aguila sobre la "JAM-Alz- capo:ialco. las cdras c5; muere.; 1s r, n,; Paro no mencionar onesinclioaaores de la p7o:es53 tradaS, cr774endo las nce:gas 'ea es
de México, 20 de febrero de 1936, FO 371/19792, A1876.
subestiman significa:ni:amen:e:a incidenda de dicha protesta daian;a e! pericdo 1933.35
208
a.
uardenismo: ¿coloso o catraminat
Alarr Knisht
Cámara Nacional de Comercio e Industria en su informe de 1939) la 'fantástica política del gobierno de mc;‹,ramiento unilateral que se aplica para cumplir' los compromisos con el proletariado".'" Por ello, los eMpresarios, especialmente el Grupo de Monterrey, encauzaron sus esfuerzos para orz...(aniZarse, hacer lobby y movilizarse en oposición al gobierno V a la (,-bada "> movilizjción obrera estuvo, por supuesto, íntimamente vinculada al nacionalismo económico de la presidencia de Cárdenas. Aunque el gobierno declaró su compromiso de nacionalizar los recursos mexicanos (continuando de esta manera —y acelerando— las tendencias ya evidentes en la década del veinte, y aun antes), Ira nacionalización económica no constituyó un principio doginauco. Los dase adores de Lis pi iiiticas cardene.itas, aun-
que a menudo profunda y, quizás justificadamente, desconfiados de las empresas extranjeras, de su politiquería, racismo y dudosa contabilidad, creían no obstante que se necesitaba capital extranjero para el desarrollo de México; y también creían, que las medidas abiertamente radicales provocarían la ira de Estados Unidos.` a Se exageraron sobremanera los argumentos sobre un nacionalismo económico generalizado, ligado a una xenofobia loxeriana." Sin embargo, aunque la política del régimen fue relativamente pragmática, ello no descartó nuevos rumbos e innovaciones radicales. Las empresas extranjeras deploraban el nuevo sesgo contra ellas —y a favor de los sindicatos— que ahora mostraban los tribunales lalx.)rales y las autoridades políticas; tambin se sentían perplejos ante el hecho de que el mismo Cárdenas fuera insobomable. 0
50 hiedul. /cierir".7 y pfaxis politica de Lázaro Cárdenas. pp. 205-6; Rees, Ciudad de México, a: Foreign 011,c•, 3 de enero de 1040. FO 371/24217, A547. El e;érclio, también, desconfiaba del poder sindical: un
ininimanie de la GobeIncien comunicó una conversación en un café entre das rni:.:ares que - di ieren esiet'rin hartos de las barbaridades de los larnosos s , ndicafos .. que el Pres:ciente era demasiado tc,ieianie cce ellos pero que ahora el Ejercito es:aba cansado de soportar tanto aeopello": informe del S-19, Ciudad Ce Me‘nco. 12
de mayo de 1938, en la AGN/Direccion General de Ir,crrnacien Poi tica y caj a 4, OC•r93, tuno II La misma fuente, el 22 de marzo de 1933, torno I. in`orrra sobre un amplio (eiie tk7.5utut evinente de las "conversaciones tenidas con diversas personas en :a cale) a la ecer:era, pero lamben de dudas considerables sobre la capacidad dei sirdicazo de los peiruieres, - opinando casi toda la gente que cuanto antes el Ciudadano Presidente cese terminar con las ideas cemunistas. fin de cimentar la prosperidad de la nación, pues de lo centrarlo remen que será un rotundo fracasa la mei-le:orlada disposición (sc. de eNorediación)". Saragoza. The kkv, túrrey Ebto. pp 188 97. 61 011f7f;;In. Departamento de Estado, 5 de enero de 1938. Peeistro del Depanarnento ce Estado. 812.6363/ 3065; P„inlels, Ciudad do Maxiao, al Departamento de Estaco, 19 de marzo de 1939, 812.8303/3103: Marte R Gómez. a Er11150 Portes Gil, 3 de febrero de 1928. en vide, Poii•ica Contemporánea.. Cartas de Marte R.
Hasta el final, la mayoría de los observadores extranjeros continuaron considerando a Cárdenas un radical peligroso.'>' Obviamente, esta imagen se confirmó en forma dramática con la nacionalización del petróleo en marzo de 1938. En oposición a la opinión empresarial, la expropiación no se planificó de antemano (de hecho, la Ley de Expropiaciones, tres años antes, no se había elaborado teniendo en cuenta esta eventualidad);" más bien, la expropiación surgió de una situación compleja y fluida en la que la militancia de los obreros petroleros y la intransigencia de las compañías petroleras generó tina difícil impasse que, a los ojos de Cárdenas, amenazaba tanto el bienestar económico como el honor y el decoro nacionales. De allí que se realizara la expropiación de marzo de 1938 que, en su momento, constituyó un ejemplo sin precedentes del nacionalismo del Tercer Mundo; un desafío a las compañías petroleras y, por ende, al capital internacional, que generó una enérgica respuesta."' Nuevamente, la opinión vigente en ese momento no consideró que esta medida hubiera sido calculada para beneficiar a la burguesía mexicana nacional; en verdad, la burguesía, si bien se cuidó de no demostrar una comprensión traidora hacia las compañías expropiadas, evidentemente no se
alegró de este ata que sobre el capital extranjero."' Entre las bien orquestadas demostraciones patrióticas de la primavera de 1938, las clases empresarias y profesionales permanecieron relativamente silenciosas y circunspectas. 6' Los empresarios extranjeros (y al-. gunos mexicanos) se consolaban con la idea de que el experimento nacionalista fracasaría y que las compañías pronto serían invitadas a volver; el empresariado mexicano se frotaba las manos con satisfacción ante la perspectiva de que Cárdenas sufriera un gran revés como resultado de la expropiación'" Mientras tanto, el compromiso del régimen con la educación socialista (y sexual) desper-
taba violentas pasiones. Una vez más, el tema de la "educación socialista" impone numerosas preguntas. Significaba diferentes cosas para diferentes personas (un estudiante ha contado hasta 33 interpretaciones distintas). Para algunos era el viejo mensaje laicista, anticlerical, disfrazado con un nuevo atuendo; para otros, una emulación de la Unión Soviética (por lo tanto, obedecía a una rationale produceionista); para otros, una incitación al antagonismo de clase (inculcaría
en la juventud, explicaba el ministro de Educación García Téllez, "el espíritu revolucionario, con miras a la lucha contra el régimen
-
r
1 (México. 197d), pp. 191-6
de la Compañia Aguda sobre vi lenta agitación arriloranea" en su plania de Minwt:an. tenía una de verdad Miaray, Ciudad de México, al Fcreiqn 011ice. 29 de mayo Ce 1935. FO 37:118797, 1:,1 in!Drrne
A5I.,:yfi I !iches inlormes inspiraron arinnaciones generales sobre la 'epidemia de nadcralismo e:en:mico que continua atlir;- endo al mundo", y que se considero •essecialmente aguda' en México Murray, Ciudad de M1xico, al Fereion Off ice. 12 de marzo de 1935, FO 371/18705. A3050. 63 C.'irderias era 'curiesamente inocente en estos asLniss y no entendia bien las convenciones empresaria!: que se praccaban en México": Murray, Ciudad de Me,xico, al Foreign Office, 15 de julio de 1935, FO 371/18708.
210
elementos de extrema izquierda del pais': Davidson (Aguila Co.) a Godber, 3 de mayo de 1940, FO 371/24217, A2619. 65. Memorando del ministro Campos Gómez, 13 de julio de 1938, AFM vol. 182/4. 66. George Philip, "The Expropriation in Cornparative Perspectiva", en Jonathan C. Brown y Alan Knight (eds.), Toe Mexican Perrofeum Industry ir? the Tyventieth Century, Austin. 1992, pp. 173 88. 67. Aian Knight, 'The Politics of the Expropriation". en Brown y Knight (eds.), The Mexican Petroleum Industry, pa. 90128. 68. Victor Manuel viliaseñor, Memorias de un hombre de izquierda, México, 1976. pp. 414-15. Mi propia revisión de las fuentes del Departamento de Estado (véase n. 67) tiende a confirmar esto. 69 Blocker, Monterrey y Boyle. Agua Prieta, al Departamento de Estado. 21, 24 de marzo de 1938, SO 812.63E3/ 3134, 3168. 70. John A. Britton, Educación y radicalismo en México, 2 vols., México, 1976: 64. "Cárdenas se ha aliado definitiva y completamente con los
-
211
Cardenisrr o ¿colo -^.o o catrarnirvi7
Atan KnigIn
capitalista y al establecimiento de una dicta-
plicó una cierta adulación no critica y un re-
pudo disipar los fuertes antagonismos engen-
en términos de los conflictos internaciona-
medo de la Unión Soviética: el ejido como
drados en los primeros años."' Porque, y en
les. "Cárdenas vencido en Teruel", procla-
interpretaciones, las distorsiones polémicas o,
particular en lo concerniente a la educación,
maba un graffiti en .1938; se dijo que la mili-
el Lo/l•foo.);
de hecho, el resultado final, es evidente que
estos antagonismos involucraban lealtades y
cia de los trabajadores que desfiló en la Ciu-
mió el disenso y fomento la disciplina (por
el programa de educación socialista desper-
odios atávicos: si los cardenistas, invocando a Hidalgo o Juárez, se situaban dentro de la tra-
dad de México el Día del Trabajo en 19-'10 había sido entrenada por refugiados españo-
ejemplo, el modisto frrnúsrnv popular
taba fuertes sentimientos, sintomáticos de la carga ideológica de la década del treinta. Éste,
dición radical, patriótica, liberal, sus enemigos
les republicanos.. r' Estos últimos, por supues-
dad hizo la internacionalización fue ;1 ,,111-
después de todo, era el tiempo en que los
católicos evocaban la memoria del "inmortal
to, fueron recibidos en formas contrapues-
dizar las divisiones políticas dentro del
textos soviéticos circulaban en el Colegio Mi-
Iturbide"."
tas: héroes para la izquierda mexicana (in-
país: de forma más evidente enfrentó a la
dura del proletariado -). - ' Más allá de las
litar; cuando, corno dijo el callista Ezequiel
a Veces, por otra parte, repri-
del P(.7,NI)."' Sin embargo, lo que en ver-
En esta atmósfera cargada ideológicamen-
cluyendo a la masonería mexicana), eran
izquierda con la derecha, pero también
te, la política exterior también cobró suma
dividió a los grupos tanto de la izquierda como de la derecha (conservadores 'clerica-
de frases soviéticas"; cuando la católica Liga
importancia. Y, por una vez, - la política ex-
ateos subversivos a los ojos de la derecha. Cuando Almazán hizo su campaña en 19 , i0,
Nacional Defensora de la Libertad alegaba que
terior' fue mucho más allá de la relación bi-
encontró un nuevo uso para el viejo grito de
existía un complot encubierto entre Cárde-
lateral básica entre México y su amenazador
guerra: mueran los gachupines.' Por lo tan-
les" versus radicales "seculares'', es decir, fascistas o cuasi-fascistiLsr i Los mexicanos sin duda sentian que había mucho en juego. 1.c
Padilla, "estamos sumergidos en una marea
(lombardistas, estalinistas, trotskistas)
nas y Hernán Laborde para la diseminación
vecino del norte. Por supuesto, las conoci-
to, y hasta un punto poco usual, los mexica-
del comunismo en México y el Obispo de
das cuestiones de la deuda, la inversión ex-
Huejutia se quejó ante el Rey Jorge V de In-
tranjera, los límites de la intervención norte-
nos veían ahora sus propios conflictos políticos como parte de un proceso global. - El
glaterra de que México se había convertido
americana, seguían pendientes. Pero ahora
estado de ánimo predominante en Jalisco es
lentas, polémicas y apocalípticas florecieron
en "un verdadero infierno de bolchevismo"»
rivalizaban con temas de política exterior, nue-
el fascismo", declaraba un agrarista local en
en todo el espectro político 1lios La ilusas
Los sentimientos violentos generaron accio-
vos y más apremiantes, que adquirían una
1936; durante el mismo año, un terratenien-
Doradas fascistas pelearon con los comu-
fuerte coloratura ideológica y que rápidamen-
te español arruinado, víctima de la reforma
nistas en el Zócalo durante el vieésinfo quinto aniversario de la Revolución, los a too.
nes violentas: ataques a los maestros que se
antagonismos eran profundos: visiones viru-
extendieron desde fines de la década del trein-
te se insertaban en la política interna: la re-
agraria, comprometió su modesta ayuda a la
ta y continuaron a comienzos de los cuarenta
sistencia al fascismo, el frentismo popular, la
causa franquista."9 En el sector de la izquier-
móviles y );r caballería se enfrentaron, dejan-
• (y que, por supuesto, provocaron represalias
guerra civil austríaca, la invasión italiana a
da, esta nueva internacionalización de la
do tres muertos y cincuenta heridos." En la
anticlericales, tales como la sangrienta toma
Abisinia, la agresión - japonesa contra China,
política mexicana a menudo alentó nuevos
remota y bucólica San José de Gracia, donde
de Cherán, Michoacán, el Jueves Santo de
y sobre todo, la Guerra Civil Española. En un
rumbos radicales (por ejemplo. cuando im-
los muertos víctimas de la violencia agrama
1937)."3 Estos ataques se pr'odujeron no sólo
momento en que la economía mexicana es-
en las célebres regiones Cristero del centro-
taba pasando por una marcada introversión,
oeste, sino también en estados menos - faná-
la política mexicana experimentaba una ex-
ticos" como Veracruz; e indicaron que la mo-
traversión sin precedentes: las diferencias po-
deración de Cárdenas posterior a 1938 no
líticas internas se redel-alían y proFundizaban
76. Jean Meyer, El sinarquismo: ¿un fascismo mexicano? 1937 - •7, México. 1979, p 37 Va3se, trama va Olivia Gall, Tro:sky en México, México. 1991. pp 34. 41, 83. que descarta la simpatia icleoloiitica de Cárdenas por la República Española. y T. G. Powejl, - Mexico", en Mark Falooft y Frederick T Pike (etil; ), Spanish Civil War, 1936 - 39; Amer,can Hem:sphéric Perspectivas. Lincoln, 1952, pp 45 - 99. en espeuial, cp 59. 73.81, Que. en contraste, destaca esta simpalia, en forma correcta según mi opintón 77. González. Los días del Presidente Cárdenas, pp. 132.7. 229 - 39.
71. Farquhar, Ciudad de México, al Foreign Office. 24 de enero de 1935, FO 371/18705, A1338 72. Palabras y documentos, 160: Bolelin de la LNDL. 1935, AFM 106/117; José de Jesús, San Antonio, al Rey
Jorge V, 17 de diciembre de 1934, FO 371/18707, A1008. 73. David Raby. Educación y revolución social en México, 1921 - 1940, México, 1974; Friedrich. Frincess of Naranja, pp. 162-63. 74. Para obtener más datos sobre la violencia católica y sinarquista (principalmente en Veracruz). véase AGNI Gobernación, 2f280(26)/8. Caja 40. 75. Boletin de la LNDL (n. 72 anterior); Artemio Martín, Oxuluama. a la Gobernación, 25 de febrero de 1947, AGN/Gobernación 2/380(26)/8. informa sobre la celebración sinarouipta de la memoria de lturbida y 13 denigración de las chusmas de Hidalgo
212
78. Reas al Fcreign Office. 2 de mayo de 1940. FO 371/24217, A2619 riel C„tb.1( 79, Craig, The First Agraristas. p 133, Pio Noriega, Higueras, Nuevo León. al genera Burgos. 21 de septiembre de 1935. AFM 1061318. 50. Carr, Crasis in Mexican Cerrimunism''. Pa:a encontrar entus:astas apoyos a la sat:neclad y polita sovieiicas, vea:15e las cartas de ylotp ,' Manuel Ulasenot" a su tan -1,1 , a Glesje la 1». 1:;.5). ata, 21 Ce septiembre de 1935. AFM 106.71. 72. 73. nVr:`v:C;), 133') 9 . 81. Gall, Trotsky en Nfé.xico. pp 20, 144.45. Ht.tcn G Campbell. La derecha (13,- 31 en Mecido. 1976. . 52. Mcrray, Ciudad de México. al Futre.it;n 0:fice. 21 de noviembre de 1335, FO 301n t-.5707 . At1,w Los dias del Presidente Cárdenas, p 69, !kis:fa en forma Taloa la super cridad del Jiutow0vri :-,it.)re la cataa: ,:Ta
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llegaban a la puerta norte de la iglesia a un promedio de uno por mes, el pueblo se consolaba con la idea de que "en los pueblos vecinos, el número de riñas y muertes era mucho mayor que en San José".' 3 Decididamente, la década del treinta no fue una era de populismo moderado. Por ello, cualquier análisis de los años cardenistas debe tener en cuenta estos poderosos factores subjetivos que, con el perverso beneficio de la visión retrospectiva, a menudo se omiten o se subestiman. La dirección del argumento hasta ahora es que el régimen de Cárdenas adoptó políticas y una retórica radicales y, lo que también resulta importante, tanto sus seguidores como sus oponentes consideraban que el régimen intentaba dar curso a nuevas iniciativas radicales, que amaban u odiaban, según los gustos. Al final, muchas de estas iniciativas fracasaron. O bien sufrieron una muerte prematura o sobrevivieron bajo una nueva dispensa, adoptando diferentes roles y características. Volveremos a este punto en la conclusión. En primer lugar, en tanto el centro de atención continúa siendo la ciécada del treinta, deberíamos preguntarnos por qué fue tan frecuente el fracaso. Esto nos lleva a la segunda y a la tercer pregunta que planteamos anteriormente: ¿el origen de la política cardenista fue popular o elitista? (En otras palabras, ¿fue éste un proyecto de reforma de arriba hacia abajo o de abajo hacia arriba?) Y, ¿hasta qué punto fue efectivo el estado en la implementación de políticas, en particular aquellas que encontraron una fuerte oposición? La respuesta a la primera de estas preguntas es, como tantas respuestas históri-
83. González, Pueblo en vilo, p. 186.
214
cas, "un poco dé ambas". Es decir, la política emanaba desde arriba, pero también estaba influenciada por la presión desde abajo. No podemos cuantificar esta proporción, pero podemos intentar cierta evaluación impresionista. Por ejemplo, podemos hacer comparaciones con otros tiempos y regímenes; podemos intentar distinguir entre regiones y comunidades dentro del país; y podemos sugerir que la toma de decisiones "de arriba hacia abajo" resultaba más evidente en algunas áreas de la política, y la presión de "abajo hacia arriba", en otras. Una vez más, este artículo sólo puede bosquejar algunos argumentos. En primer lugar, es muy fuerte la evidencia sobre la movilización popular en la década del treinta. La revolución armada había iniciado un proceso que, si bien perdió cierto ímpetu aproximadamente entre 1917 y 1932, revivió a partir de entonces. Las demandas agrarias se aceleraron; avanzó la sindicalización rural; se multiplicaron las organizaciones obreras nacionales. La CROM se fragmentó, dando lugar al nacimiento de la CGOCM, la CNDP, y más tarde la CTM. El progreso organizativo fue igualado por una clara radicalización. Los obreros petroleros presionaban para lograr un contrato colectivo amplio; algunos (en particular, los del distrito de Poza Rica) comenzaron a proponer la nacionalización. Tendencias similares resultaban evidentes en el caso de los ferroviarios. A medida que los obreros y los campesinos se movilizaban, muchos en respaldo de la candidatura presidencial de Cárdenas y de su programa, las elites establecidas se enfrentaban a serios desafíos. "La situación laboral de La Laguna es intolerable", escribió un administrador
de una plantación en enero de 1936; y la amenaza de expropiación pendía sobre el reino del algodón como una "espada de Damocles". 84 Se deben destacar cuatro puntos sobre la movilización popular de la década del treinta. Primero, no debemos pasar por alto el hecho de que la movilización popular podía asumir una forma conservadora y católica. La "Segunda Cristiada" fue un juego de niños comparada con la gran insurrección de 192629 ; pero la UNS, fundada oficialmente en 1937, hacía alarde de más de medio millón de miembros en 1943; y contaba con el apoyo no sólo de la importante zona tradicionalmente católica del Bajío y Centro-Oeste. 85 Ésteunpoalqdbremsv en la conclusión. Segundo, la movilización popular, ya sea de la derecha o de la izquierda, no tuvo precedentes en términos de magnitud y organización. Resulta difícil hacer comparaciones con la primera década del siglo, precisamente porque los modos de organización habían cambiado. La insurrección gue-
rrillera local había dado paso a la movilización política de masas. Es cierto que las guerrillas locales —tales como El Tallarín— permanecían activas en algunas regiones; pero sul fuerzas eran escasas y, vale la pena mencionar, que a menudo estaban presumiblemente vinculadas a movimientos políticos más grandes, como el caso de El Tallarín a los Camisas Doradas.' Si alejamos la comparación de la década revolucionaria (1910-20), podemos decir con seguridad que la movilización popular de la década del treinta fue mayor que la de los años veinte o los cincuenta. 8 ' También fue más sofisticada: las comunidades campesinas fusionaban cada vez más sus esfuerzos locales con organizaciones más grandes; las huelgas solidarias entre los trabajadores eran usuales, en algunos casos amenazando o produciendo huelgas generales; los maestros hacían causa común con los obreros y los campesinos. La nacionalización del petróleo ofrecía un indicador revelador de la capacidad de las organizaciones de masas (sindicatos, escuelas, ejidos, ligas de campesinos)
84. T. Fairbairn a R. Benson, 7, 10 de enero de 1938, Mexican Cotton Estates of Tlahualilo Papers, Archivo Kleinwort Benson, Speen, Newbury, Berks, Reino Unido. pp. 44-47; los registros de la Gobernación sobre la década del cuarenta mues85. Meyer, El sinarquismo, tran el apoyo sinarquista y la agitación en Veracruz (véase n. 74). 86. Murray, Ciudad de México, al Foreign Office, 17 de octubre de 1935, FO 371/18707, A9252; Ramón Ramírez Melgarejo, "La bola chiquita, un movimiento campesino", en Laura Helguera R. et al., Los campesinos de la tierra de Zapata, t.1, Adaptación, cambio y rebelión, México, 1974, sobre la continua protesta campesina "tradicional", que involucró a El Tallarín, en la década del cuarenta; los vínculos de El Tallarín con los Camisas Doradas se afirman... en un memorando sobre la actividad de los Camisas Doradas, 11 de septiembre de 1936, AFM 106/192. 87. No hago referencia a la década del cuarenta, porque contamos con pocos estudios sobre la protesta popular durante esa década; un análisis superficial de la literatura, y de algunas fuentes secundarias limitadas, sugiere que la toma de tierras, las marchas por el hambre, las manifestaciones urbanas, y las protestas contra la conscripción fueron bastante numerosas: "en realidad, estamos viviendo sobre un volcán social ahora", informó el Embajador de los EE.UU. en mayo de 1944. Véase Stephen R. Niblo, "The Impact of War: Mexico and World War II", Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad La Trobe, ()ocasional Paper N 2 10, 1988, p. 12.
215
Lardenismo ,cuidso o cairanoria?
Alan Knisht
para movilizarse en apoyo del régimen." Ahora las comunidades rurales de la remota tierra caliente de Guerrero, o de la distante Chiapas en la costa del Pacífico, se reagrupaban en torno de la radical causa nacionalista."9 La ideología, también, se volvió más sofisticada (por lo menos, según los criterios convencionales). 9) Tercero, el rol del Estado creció en importancia. En este punto, los revisionistas hacen una afinación válida. Las organizaciones populares se convirtieron en un capital importante del régimen en la construcción de un Estado fuerte; específicamente, ayudaron al gobierno a derribar a los caudillos, a domesticar al ejército, a enfrentar a los intereses extranjeros, y a potenciar su propio poder. Sin embargo, de ello no se deduce que estas organizaciones fueran dóciles títeres de un régimen maquiavélico. Aquí, entrarnos en un debate familiar que ha adquirido una nueva relevancia con el crecimiento de los llamados - nuevos movimientos sociales" en
México, como también en América Latina y en el resto del mundo. ¿Hasta dónde puede , llegar un movimiento popular sin tener que establecer una relación con el Etado? ;El aislamiento intencional —fundado en una desconfianza 1.:n el estado— denota integridad, o simplemente asegura la impotencia? Algunos debates recientes sugieren que, dejando de lado los juicios normativos, resulta casi imposible desde el punto de vista empírico que los movimientos populares puedan eludir el abrazo del estado; en verdad, sólo aceptando ese abrazo (cautelosamente, con los ojos abiertos y la pasión sosegada) pueden los movimientos populares lograr resultados positivos. 91 En otras palabras, la relación entre el Estado y los movimientos populares es una relación mutuamente condicional, aunque raramente, o nunca, de igualdad. Lo Mismo resulta aplicable para la década del treinta: el estado necesitaba el apoyo popular; las causas populares necesitaban adalides del estado. Se 'sabia que Cárdenas simpatizaba con la
"The Poiitics of the Expropriation". El ministro británico se lamentaba de que 'Ja situación no ha 88. Knig mejorado debido a que los sindicatos descubrieron hasta qué punto pueden aplicar más presión, aun por medio de huelgas solidarias, sobre un gobiernd cuya tendencia es inclinarse, cada vez que es posible, en favor de los obreros'; Murray, Ciudad de México, al Foreign Office, 15 de febrero de 1935, FO 371/18075, A2058. 89. Fidel Hernández, comisario ejidal, Las Cruces, Gro, a Lázaro Cárdenas, 19 de marzo de 1938; Amado Pérez IJilca. Sindicato Trabajadores Socialistas, Pippapam, Chis., a Francisco Múgica, 19 de marzo de 1938, AFM 182/155, 178. 90. Es decir que, los modos más "tradicionales" de expresión de la protesta popular -basada en la patria
chica, imbuida de la religiosidad popular, remontándose a los héroes del pasado como Hidalgo y Juárez- .• • tendieron a dar paso a (o a fusionarse con) modos más 'modernos': socialistas, comunistas. internacionalistas.
causa popular y, en especial cuando se enfrentó a Calles en 1935-36, necesitaba apoyo y estaba dispuesto a pagar (políticamente) por él.'" Lo mismo sucedía en las provincias: en Tlaxcala, Jalisco, y otros lugares. los líderes políticos locales, que no eran de origen campesino ni de convicción agrarista, se sintieron obligados a buscar el respaldo del campesinado (no, como analizaré brevemente, los cotos del campesinado); en La Laguna, - los burócratas se dieron cuenta de que habían creado una organización de campesinos autónoma e inde pe ndiente, con poder '9 Los obreros y los campesinos, de esta forma, operaban dentro de un contexto político inusualmente favorable; su campo de maniobra —aunque nunca muy amplio— era mayor de lo que había sido en !os años veinte, o de
lo que seria en los cuarenta y los cincuenta. De hecho, algunos observadores hostiles temieron un proceso incontrolable, que caracterizaron con el cliché ahora familiar: "el
gobierno ha (sic) creado un monstruo, como Frankenszein, que no sabe cómo controlar".'" Ciertamente, la movilización de los primeros años de Cárdenas llevó a resultados (tales corno la nacionalización del petróleo) no incluidos en la agenda con anticipación, y que fueron producto de una fluida dialéctica política." Además, fue precisamente en aquellas
áreas en las que el respaldo popular era más evidente (por ejemplo, la reforma laboral y
agrada) en las que el gobierno forjó los cano bios más radicales y duraderos; por Otra pa rte , donde el apoyo popular fue escaso, donde las reformas fueron Inas elitistas en su ungen y -de arriba hacia abajo" en cuanto a su dirección, el éxito fue limitado y de cona duración: el proyecto de educación sNialista fue un fracaso, sin duda, en términos de sus ambiciosos objetivos (especialmente en estados como Puebla; un poco menos, en Sonora. por' ejemplo). 9-' los programas indigenistas (que rara vez fueron resultado de Lis presiones al>orígenes) fueron decepcionantes: los intentos del régimen de consular un consenso nacional Ilt1 uttcontra el fascismo internacional pacto limitado (si la experiencia de 1:1 Se.,zund:1 Guerra Mundial se puede usar como o:mon de comparación). Aqui, las afirmaciones sobre la imposición de la politica "de arriba hacia abajo" tienen cierto asidero; pero lo que se clube destacar es la iuc/3cacrcrde (di imposición. A la inversa, en algunas arcas —de la politica, del país— las presiones populares fueron decisivas. Los amplias reformas agrarias de la década del treinta se produleron después de muchos años de protesta, de represión, de una contienda agraria de baja intensidad. Si en algunas ocasiones Cárdenas impuso la
92. Hernández Chávez. La rnecanca ca-denista. pp 140-47, Craig, The Firsr Agraostas. p 102 93. Payrnond Buvé. "State Governors ard Peasant Mebilization in Tlaxcala", en D A. Brading (ad ). and Peasant in the Mexican Revc;uticl, Carnoridge. 1980. po 229.35: Craig, The F:rst Agranssas. pp 13.15: Tomás Martínez Saldaña. Ei costo
ca un éxi,,u, perca La pc'ir'ca e.xpansien:sta col Estado rre.VC,71,,O
Las denuncias contra funcionarios locales arbitrarios eran tan antiguas como la colonia; ahora. sin embargo. 7: se insertaban en un discurso diferente. Damos un ejemplo de la región caliente, políticamente violenta, de los Vicente Cervantes, secretario general del Comité Permanente del Frente (Lin= de Obreros bailes
94. Murray. Ciudad de laex zo. al Fz-e
y Campesinos del Istmo, Puerto México, 12 de julio de 1935, protesta ante el Gobernador ce Veracruz con
95. Knight, - Politics of
relación a los métodos de represión de tipo fachista" que empleaba el presidente municipal de Sayuta que, con sus pistoleros, atacó una manifestación del Día del Trabajo, "pues... este señor cree que tienen más
96. Véase el excelente [rebelo reciente te Mary Hay Vaughan, - The ir-rait-:menta:ion ol nation.:11 polio ,/ in the conferencia courtryside: socialist education in Fuera !n the Cárdenas period - . trabajo pre5e•iado en la
fuerza sus pistolas que las fuerzas incontenibles del proletariado': AGN/DGG, 2.331.8(26) 3173. caja 44A.i . "Eoulder, 91. Véase aloe Foweraker y Ann L. Craig, Popular Movements and Political Change in México,
216
en el agro lagurero. Chao--neo. 195.0. p 35.
Wce, 15 de fed , aro
do 1975, FO 371/18705. A1(758
the E., ,otopria:icn . .1,1ortn y Raby. - The Dynamics ot Revolution and Colinier,revolution"
de Historiadores Mexicanos y Ncrlearcetcancs. Oaxaca, 1956, y *Vilornan School Teaolters in ihe Mexioan Revolution: The Story pf Fei: rais Braca - , en ,.tunal of ) 1.1drnenis 1-i,sL)ry, vol 2, N`c I 19.90, pp 143 tii4-1
2 17
uaroentsmo: ¿coloso o catrarnina?
Al-ni Kr- right
reforma desde arriba, destruyendo las comu-
la reforma agraria derivó, en gran parte si no
nidades ruralesgeozeinscbaplicb, esto fue la
en su totalidad, de los esfuerzos de los mis-
excepción. En la mayoría de los casos, la re-
mos agraristas. Resultan ilustrativos los casos
forma estuvo precedida por un:: importante
de San Diego y Río Verde ISLP): el debilita-
lucha agraria: en 12 Laguna, en Chiapas, en el
miento interno se produjo antes de la inter-
Valle de Vaqui, en Nlichoacán, y en los nunk:-
vención política externa: "es un hecho que
rusos casos menores, más localizados, en los
Saturnino Cedillo y las fuerzas del gobierno
que las fuerzas agraristas veían que ahora el
no hubieran podido afectar la propiedad sin
"centro" se inclinaba hacia su callsa."- En
el apoyo de los trabajadores" . 9' •
efecto, avaro deben aceptar los revisionistas,
Lo mismo se aplica a la reforma laboral:
salvo que hubiera habido cierta movilización
los sindicatos debían demostrar cierta fuer-
previa --cierta demostración fehaciente de la
za si iban a integrar el equipo del gobierno.
fuerza agrarista— no existía razón alguna piano
Además, los sindicatos también desplega-
que un estado supuestamente cínico y mani-
ron una autonomía considerable. El relato
pulador :mentara imponer su cínica manipu-
de la disputa petrolera demuestra que los
lación. La reforma de - arriba hacia abajo - cons-
sindicatos no eran de ningún modo clientes
titu•ó una imposición ir racional y dogmática.
del régimen (menos aún que los sindicatos
de di dosis
político, o bien significó
tenían al gobierno en el bolsillo). También
un reconocimiento por parte de los reforma-
los otros sindicatos industriales más impor-
dores de que el electorado agransta era po-
tantes consideraban su alianza con el gobier-
deroso y 'Merecía Net cortejado. Tal vez
no —v la C-TM— como una maniobra táctica y
Yucatán fue un ejemplo del printcl- caso, del
condicional (de allí, el creciente disenso pro-
doy,rna qUe excede la conveniencia (aunque
ducido después de 1938). En pocas palabras,
1.r inla:Zell de un dc.lel campesinado maya exi-
la relación entre el Estado y el movimiento
ge cautela e:1 Ski descripción).'" Pero en la
popular fue bidireccional, y las presiones se
mayo' la de los casos, el saldo fue diferente y
produjeron en ambas direcciones.'" , Quizás
9? ftirry C;irr, 'Fi :',crudo Co-71.;n,sta", T-ornas benian-..r.. A R,c.n Lord, A Peor Pecple. Pc2Cs arto< Socie!y in __ Chupas. A•t-, uo,:orcue. 1989, cap 6, Crag, F Agranstas, Paul Frecr , ch, in a Wago. Chicago, 1077 Murray. Ciudad de 1,.1,!, x co, al Fc-e•cn Office. 17 ce octubre de 1935, FO 371/18707, A9252, informa 1 ,,,:mrcamcnte q u e en el Yucatán - !cs campeones enc;ados parecen haberse rebelacz y desafiaron a las •Iuleridadel; lecale:". Fernando Eendez, Ki El croma ce un pueblo y una planta, Mex:co. 1985, no ctrece Un antecedente inmediato para el reparto ce 1937. Sin embargo, la actual fl:.est , cación de C. aucrt j0,,, , ph y hien \„v e,1:5 (con re:actn a un p n-jticeo ar:eriOr)mattza nuestra impresien ce un peonaje
ir aya dücii. lo m rano votara resultar ce una inveshcacion
MAr,,csi.n Amer n re, de 2cntempo 'La reforma agrava en la hac,enda ce San Diego de P:o verde - , en 1.. ,)D2110. Ct'SCLIS
ce os
y que, aun cuando éstas se reduzcan, es posible cuestionar el grado de "representación"
dar, tanto desde el punto de vista teórico
que brinda la política liberal). En algunos
corno empírico), pero esta coerción era
casos, de hecho, la representación "no de-
menor de lo que lo,que sería en años pos-
mocrática" de la década del treinta pudo ha-
teriores, cuando la CTM y la CNC se habían
ber sido relativamente directa y efectiva.
convertido en poderosos instrumentos de
Los líderes y sus seguidores actuaron estre-
control corporativo, en lugar de representa-
chamente unidos. Ese fue el caso de algu-
ción. - En la actualidad, el movimiento obre-
nos movimientos agrarioá, en los que los lí-
ro es el que tiene más poder", informó un
deres —como Macedonio Ayala de Lagos—
observador británico en 1935, "y ningún
combinaron destreza política (y, como sue-
funcionario (...] osaría implementar una de-
le suceder, un pasado no campesino) con
cisión, no importa lo justa que ésta sea, si
ideal isnlo y autosacrificio; o, como argumen-
no satisface todas las demandas de los sin-
ta Olvem, del campo petrolero de Poza Rica,
dicatos"." Una hipérbole, sin duda, pero una
donde las reuniones masivas y regulares res-
hipérbole que no habría sido escrita en 1925,
tringieron el liderazgo sindical?"
menos aún en 1945.
Pero aun cuando tales ejemplos de de-
Sin embargo, la "representación" no tomó
mocracia directa son escasos, y hasta cues-
necesariamente formas liberales-demo-
tionables, ello no significa que la represen-
cráticas. La crítica "liberal/vasconcelista" del
tación per Se esté ausente. México tenía (y
cardenistno es válida, si bien, según mi opi-
tiene) una tradición pobre en cuanto a de-
nión, un tanto mal orientada. La moviliza-
mocracia electoral, pero rica en moviliza-
ción popular de la década del treinta, que
ción popular. Los caciques pueden obsta-
quise destacar aquí, no adoptó formas libe-
culizar los procedimientos electorales, pero
rales democráticas convencionales. No se
también pueden liderar movimientos popu-
caracterizó por elecciones transparentes ni
lares genuinos para lograr metas populares
nociones gladstonianas de responsabilidad
genuinas. Los líderes agrarios de Naranja
cívica. Por el contrario, estuvo teñida de ca-
—"príncipes" maquiavélicos, según Friedri-
ciquismo, violencia, vendettas, y corrupción.
ch— no eran demócratas modelo: se enfren-
No obstante, estas deficiencias liberales no
taban en disputas, libraban batallas caudi-
hicieron que el proceso fuera totalmente no
llescas, traficaban con los puestos públicos
representativo. (Casi resulta innecesario des-
y conspiraban.'" Pero gozaban de un cierto
tacar que los regímenes liberales-de-
grado de apoyo genuino de la comunidad
mocráticos presentan deficiencias similares
y, en virtud de sus métodos maquiavélicos,
mas minuciosa sobre los ccmienzos de la
recadi 1,-”berlo tkverli
el Estado tenía mayor capacidad de coerción (ésta es una cuestión difícil de diluci-
cs (La Jes.nteg -ación de la gran pro: eaar., agraria en
me,,cry) 7.-wrora 1982 pp. 153.Q5
0 Ser rued n 'n e - cc, t,it mas eierr,c'cs sobre trabaz.,•cices (pan., , arieS y mineros) que se ozcr:an y ejercían :,obre mas autertdades, en mk. , 13/ Ciudad de merco. al Foreign Oyrce. 1° de agosto ce 1335, FO 371/ 15703, Aun Id. Ptyke. C:udad Ce tvlex.'co al Foregn Otf,ce. 29 de noviembre de 1935, FO 371/18707, 10787. - •„,
101. Vicecónsul británico Puerto México. 28 de mayo de 1935, FO 371/18708, A5487. El escritor, por Supuesto, era testigo de las condiciones laborales en el Istmo, en especial en la fábrica de la Aguila Co., que tenis un movimiento sindical particularmente poderoso (y discolo a los ojos de los británicos). 102. Creig, The First Agrarislaa pp. 116, 119; Alberto Olvera, 'The Rise and Fall of Union Democracy al Poza Rica, 1932-1940", en Brown y Knight (eds.), T"e Mexican Petroleum lndustry, pp. 63-89. 103. Friedrich, Princesa of Naranja.
219
Cardenismo: ¿cotoso
Alcen Knight
ganaron y mantuvieron un ejido, frente a la. tenaz oposición terrateniente y clerical. La reforma de La Laguna, también, se implementó -y posteriormente se mantuvo, frente a una considerable oposición- por la acción de los caciques agraristas, que gozaban de un importante apoyo popular: el liderazgo emanaba de las comunidades, "los campesinos ejercían control sobre sus líderes", y la combativa Unión Central permaneció "leal a sus bases, no al gobierno ni al Estado")°' Por supuesto, es difícil evaluar los niveles de apoyo. A menudo, la reforma dividía a una comunidad en facciones (los terratenientes no eran ajenos a la confabulación para lograr este resultado); y las facciones rivales, ya sea en los ejidos o los sindicatos, alegaban invariablemente que representaban a la mayoría. Dada la historia anterior de México y la cultura política predominante, esto era poco sorprendente: era probable que los conflictos locales se mediaran a través de un turbio caciquismo más que una transparente democracia. Sin embargo, como han demostrado numerosos estudios, los caciques no fueron invariablemente pequeños dictadores impuestos; en verdad, tampoco la ausencia ele una competencia partidaria intensa y limpia fue un obstáculo para la representación (considérese la historia política de juchitán)."'s Más que destacar la
atemporalidad del caciquismo, y por ende, la pretendida continuidad de la práctica que perduró desde la RevoluCión hasta el presente, deberíamos distinguir entre las formas de caciquismo y los objetivos que perseguían los caciques. Porque él caciquismo -corno la democracia liberal- es un mecanismo de procedimiento; puede hacer que las políticas produzcan distintos resultados. Por lo tanto, deberíamos tratar de clarificar las convicciones políticas, las bases sociales, y las carreras de los caciques; deberíamos distinguir entre radicales y conservadores, anticlericales y clericales; entre caciques que gozaban de un importante apoyo local, y aquellos cuyo poder derivaba de arriba, o del centro.'''' Esto no es fácil; y puede tornarse más difícil por la tendencia de los caciques a cambiar progresivamente su apoyo popular por el apoyo del centro y.'o de las elites locales (podríamos decir: el único cacique bueno es -si no un cacique muerto- por lo menos un cacique de corta vida). Quizás esto explique algunas de las grandes divergencias de interpretación que aparecen en esta área clave de la historia política mexicana: por ejemplo, ;luan Paxtion de San Andrés Tuxtla fue el campeón popular retratado por Miguel Covarrubias o, el tirano vicioso descripto por Heather Fowler Salamini?" . Se podrían
104. Martínez Saldar'ía, El costo social. pp. 33. 35. 105. Jeffrey W. Rubín, "Popular Mobifization and the Myth of State Corporatisrn", en Creí,: y Foweraker, Popular Movements. pp. 247.67. Uno de los puntos principales de Rubín es que la represe-ladón popular -como la interpreta 'el pueblo" mismo- no necesariamente tenia o tiene que imcfucrer :a competencia multiparlidaria. 106. Un buen ejemplo de ello es la discusión sobre las formas de caciquismo, basada en las carreras de Saturnino Cedilto y Gonzalo N. Santos, de Enrique Márquez. 'Gonzalo N. Santos o la na:uraíeza del'tanteómel ro político ", en Carlos Martínez Assad (ed.), Estadistas, caciques y caudillos, México, 19.c.'5. ca 385-94. 107. Cf. Fowler Sa:amini, Agrarian Radicalism, p. 160, y Miguel Covarrubias, El sur Ce México, México. 1980, pp. 55-63.
hacer preguntas similares sobre Don Flavio de Arandas.'' Dejando de lado los juicios de valor, existen cl os puntos consistentes que se pueden destacar. En primer lugar, durante la tormentosa década del treinta, hasta el cacique más cínicamente egoísta tuvo que orientar sus velas para ponerse a la par del viento popular: como lo tuvo que hacer Rubén Carrizosa en Tlaxcala, o Porfirio Rubio en la Sierra Alta de Hidalgo. m En segundo lugar, como ejemplifica este caso, Cárdenas tuvo que coexistir con los caciques. Del mismo modo que para poder consolidar su poder presidencial tuvo que hacer una serie de tratos con políticos clave (Cedilla Amaro, Alntazán, Pones Gil), también a nivel regional y local Cárdenas tuvo que trabajar con los materiales políticos disponibles. Algunos clientes cacicales (corno Ernesto Prado de Michoacán) eran vie j os aliados; otros, corno los caciques de Morelos. eran intereses creados con los que la colaboración era conveniente; algunos, como los caciques indígenas de Chiapas, eran productos indirectos pero (se podría decir) inevitables de las políticas cardeniscas."" El caciquismo era un hecho de la vida política que debía afrontar un presidente reformista, ansioso por obtener resultados. Haber ignorado al caciquismo -o haber tratado de eliminarlo- hubiera sido
o cauarniria?
arriesgarse al suicidio político, desafiar al destino, sufrir el mismo fin que Ortiz Rubio, y archivar sine die los planes de la reforma social que no eran inherentemente incompatibles con los estilos caciquistas de dominio. La permanencia del caciquismo, por lo tanto, no descalifica las re4v indicaciones cardenistas sobre su carácter radical y popular. Pero plantea el siguiente tema: la cuestión del poder del estado. un lugar común decir que la administración de Cárdenas reforzó tanto al Estado corno al partido, afianzando, de esta forma, el dominio del gobierno central como nunca antes se había hechu. Sin embargo, como muchos fugares comunes, se tiende a repetirlo más que a analizarlo. La "fuerza del Estado - es un concepto vtigtE,.qué significa en la práctica? En un nivel, se lo puede medir, en forma aproximada y p‹.isizivista, en términos del - tamaño - del gobierno: el tamaño de la nómina federal, el presupuesto federal. Con cierta justificación, se ha ccinsiderado a Cárdenas momo el iniciador del -surgimiento del Estado activo"."' Sin embar;.to. el aumento en el gasto del Estad), evidente durante el periodo 193-i-íO, reflejó ciertas tendencias globales, presentes en regímenes de carácter radicalmente diferente; en especial. reflejo el aumento en el gasto económico durante una fase de introversión económica
108. Según lo expresado por N.1ar:inez SadaAa, 'Formación y transformador de una ell ,garoura", pa t78-69, Den Flavio carecía "de una base de apoyo popular", pero orovenia de la zona. era diestro ¡irle:e y tiradr. carácter simpático bondadoso._ con un gran don de ce.níe". poseía una red de compadrazocs y una cantina que nunca cerraba. Su ceder nc descansaba lineamento en la coercion o el respaloo oef gcb.erro federal. 109. 9w/e. 'State Governors and Peasaní Mobilizaten in Tlaxcala", p 2.11, Frans Schryer, The Fi; ,nc`er a ot Pisa flores: the History ol a Peasant Eoz.-gec:sie in nventie:h-Century Mexico, Toronto, 1980, p. 92. 110 Anoliiano Equihua. Lázaro Cafdei"as, co. 40-41: Arturo Warrnan, Y VCIIITCS 3 contradecir Los de Morelos y el estado nacional. México. 1976. p. 206. een;arrlin, Rich Land, Peor People, pp 002-23 Fede:a! Exce.nd:ture and Social Changa 5;nee t911) 111. James W. Wilkie. The Mexica^ 1973. pp. 74-81.
(evidente durante el New Deal,
el
Plan de
Cuatro años nazi, el Plan de Seis años del
mando el período de Morrow 'como ernbaja-. dor, 1927-29, como el punto de inflexión); y
precisamente por eso) sean débiles: la Nueva España de los Habsburgos sería un caso
se pudo combatir de de lo políticamente aceptable; no acataban la ReTal abierto desafío
frente. Los sinarquistas estaban más allá
PNR). No resulta claro si la nómina federal
a medida que las elites revolucionarias se unie-
clásico. A la inversa, los Estados que desplie-
creció, o si hubo un brusco aumento agrega-
ron para formar el PNR en 1929. A partir de
gan una fuerza ejecutiva —que ejercitan sus
do en el conjunto del personal burocrático."'
entonces, una cierta disciplina de elite impreg-
el "Estado activo" continuó crecien-
músculos políticos en la arena social. bregan-
nó la política mexicana: las elites "in" (es de-
bieron dejado de lado su liderazgo radical y
do y creciendo después de 1940: durante el
do por lograr cambios significativos— pueden
cir, los revolucionarios) manejaron sus asun-
moderado su intransigencia integralista) fue-
poner en peligro su propia supervivencia y
gobierno de Ruiz Cortines, por ejemplo, el
ron proscriptos por el gobierno de Ávila
tos recurriendo cada vez menos a la lucha fra-
reproducción. Ese fue el riesgo que corrió el
Camacho."' Mucho más significativa fue la • oposición mantenida, a menudo en secreto,
Además,
gasto real per capita del gobierno federal fine
volución; finalmente (aun después de que hu-
tricida, lo que por supuesto, no impedía que
gobierno de los Borbones: dejó de lado el
había sido durante el go-
siguiera existiendo una gran cuota de derra-
consenso y adoptó reformas de largo alcance
bierno de Cárdenas: este hecho, ¿hace que
mamiento de sangre a nivel de las bases, donde
por grupos que eligieron resistir al cardenis-
pero muy prOvocativas."' Los gobiernos
mo en forma más sutil, por medio de la eva-
el 220% de lo
que
la administración ruizcortinista haya sido dos
el sectarismo político no conocía tal modera-
veces más - activa" que la cardenista?" 3 El au-
revolucionarios de la década del veinte y del
sión, el camuflaje y la colonización discreta.
ción interesada. Los militares, en particular,
treinta fueron fundidos en el molde Borbón:
mento bruto del gasto del gobierno es clara-
James Scott ha analizado ingeniosamente las
tomaron conciencia de la futilidad del
es decir que ellos también buscaron cambiar
mente significativo, pero constituye sólo un
"armas de los débiles", el humilde arsenal de
pretorianismo, al que fueron instados por lá
la sociedad civil, en forma bastante radical en
los campesinos que enfrentan a sus opreso-
el caso del cardenismo, como he sostenido.
res con la simulación, la obstrucción y la desobediencia."' Pero también debernos
índice entre muchos de la "fuerza" del esta-
tendencia de los EE.UU de respaldar el régi-
do y creo que s‹.e lo debe relacionar con otros
men establecido en Nléxico.'" Por lo tanto, la
criterios más - impresionistas" (pero no menos importantes).
política revolucionaria se volvió menos san-
borbónico, se enfrentaron a una importante
reconocer que estas mismas armas fueron
grienta: el triunfante Cárdenas exilió a Calles
oposición: algunas veces, abierta y militante;
Se deben distinguir dos criterios en parti-
utilizadas por grupos más privilegiados, en
y no lo mandó fusilar (compárese con el tra-
otras veces, más solapada e insidiosa. Un
cular. Como sucede tan a menudo en la histo-
respuesta a un desafío radical como el
tamiento de Calles a los disidentes revolucio-
ejemplo de la primera variante fue el
cardenismo. Las "armas de los poderosos' fue-
Pero, como todos los gobiernos de estilo
ria, parecen contradictorios. Primero, el Esta-
narios en 1927); la rebelión de Cedillo fue un
sinarquismo, un movimiento de .grandes pro-
do se puede considerar 'fuerte" en la medida
ron, se podría decir, los más efectivos frenos
fiasco en 1938; el flirteo de Almazán con la
y se reproduce a sí mismo, que no se enfrenta a desafíos :portales contra
rebelión de 1910 nunca se consumó. La pre-
porciones que negaba la legitimidad misma del Estado revolucionario, que propiciaba una
y la más segura ganintia de su fracaso.
sidencia de Cárdenas, de esta forma, contri-
su existencia y estabilidad. En este sentido, el
buyó aún más al proceso de fortalecimiento
filosofía antitética católica integra lista, y que se alineaba con aquellas corrientes interna-
la jerarquía eclesiástica, los laicos católicos (y aún más, las mujeres laicas: de allí que el régi-
en que sobrevive
para la ejecución plena del proyecto cardeni.sta, Los enemigos del cardenismo eran legión:
Estado mexicano - se fortaleció" durante la
del Estado, por lo menos en el sentido más
cionales (el falangismo, en especial) -a las que
década del veinte, a medida que se comba-
restringido de disminuir el riesgo de rebelión
tieron sucesivas rebeliones militares (compárense las dificultades de 1923 con la súbita
se oponía denodadamente el cardenismo."
men renegara de su compromiso con el su-
directa y de los golpes de estado pretorianos.
Este conflicto, como he dicho, también recu-
fragio femenino), los grupos empresariales,
No obstante, ésta es una definición restrin-
rría a los símbolos y lealtades tradicionales y
denota de Escobar en 1929); a medida que
los universitarios, los terratenientes, la clase
gida y muy limitada. Los Estados pueden so-
representó otro roundsangriento de la antigua batalla entre el conservadurismo clerical y
media, los n ve rsores extranjeros y —quizás lo
mejoraban las relaciones con los FE Uli - (lo-
brevivir y reproducirse aun cuando (a veces
112 Merrilee S Onnd:e, Eureaucra!s Po/dic. /ars and Peasants in Mexico. A Cast Sfz. ,cy in Public f-',vrke1ey, 1977. p 189 113 W n lk ∎ e, Ihe xcan Revoiu: ,on s pp 36.37 114. El v∎ cepfestcer;fe Henry Viallace asistió a la ceremonia de asunción de Ávila Carrac`o, haciendo tañer de cura forma las "campanas que anunciaban la muere definitiva de las esperanzas presidenciales del General Juan Andrew Alma. -.1n" (que ya elan C5CCS:15), los airnazanistas manifestaron contra la visita de Rces. Cludad de 1.1exicd, al Fore,gn Off ce. 14, 29 de noviembre de 1910. FO 371/24217, 4825, 481'0
más importante, pero menos notorio— las eli-
el secularismo jacobino; por lo tanto, había poco
tes provinciales (que, por supuesto, abarca-
espacio para la negociación y el acuerdo.
ban a muchas de estas categorías mezcladas).
115. Esto repite un argumento presentado en Alan Knight, "State Power and Political Stability in Mexico - , en
Neil Harvey (ed.), Mexico: Dilemmas of Transition, Londres, 1993, pp. 29-63. 116. Meyer. El sinarquismo, cap. 4.
117. /bid., cap. 3; Informe Hadow sobe ci sinarquismo, Washington, 14 de diciembre de 1944, en FO 371/ 44478, AN 56. 118. James C. Scout, Weapons of :he eatc Everyday Forms o! Peasant Resistance, New Haven, 1965.
222
223
Cardenismo ¿coloso o catrarrina?
Alan Knight
Estos grupos advertían cada vez más que el estado revolucionario estaba para quedarse, que resultaba más sensato conspirar en forma inteligente para lograr su desradicalización que luchar quijotescamente por su destrucción. Esta fue, por ejemplo, la conclusión elaborada por la Aguila Company en 1935.' 19 La jerarquía eclesiástica, 'nunca muy entusiasta en su apoyo a los rebeldes Cristeros, dio la bienvenida a la detente de 1929 y no prestó gran ayuda y consuelo a la Segunda Cristiacla; vio con beneplácito que Cárdenas mitigara en cierta forma el extremismo anticlerical (en especial, que hubiera echado a Garrido Canabál), sospechaba del extremismo sinarquista, y, en un astuto golpe político, dio su apoyo al régimen en el momento de la expropiación petrolera. En esa ocasión, los obispos ofrecieron un trato tácito: respaldo patriótico a cambio de una atenuación del • radicalismo carcienista (los conservadores dentro del gobierno buscaban un quid pro quo similar). 12" Como siempre, la jerarquía estaba más adelantada —y era más pragmática que— los miembros de la grey católica, muchos de los cuales se sentían atraídos por la intransigencia mesiánica del sinarquista Abascal. Pero la jerarquía se subió a la ola: en dos años el presidente electo Ávila Camacho se declaraba ca: tólico públicamente, enterraba a su madre con todos los ritos católicos, y recibía una entu-
puesto como modelo, se convirtió en el testi-
siasta bienvenida en Los Altas de Jalisca!' Mtiy
Monterrey, en particular, desarrolló una ideo-
pronto, la educación socialista sería liquidada
logía persuasiva de patriotismo empresario,
(la prensa nacional había estado denostándola
y resistió con éxito las incursiones de la CTM
durante años) y las últimas•brasas encendidas
en Nuevo León, donde, ya desde 1937, "los
del anticlericalismo oficial serían extinguidas-
simpatizantes de los trabajadores parecían
Después de 1945, a medida que la ideología
estar en fuga", y donde la CTM se había
de la Guerra Fría comenzó a permear la polí-
debilitado hasta convertirla en una organi-
tica mexicana, la jerarquía católica se sintió justificada por su política de déteuite. se cele-
zación "casi impotente".'" Ávila Camacho hacía esfuerzos para cortejar a los empresa-
sus buenas relaciones con la familia Ávila
bró abiertamente el quincuagésimo aniversa-
rios del nordeste que, después de 1940,
Camuflo— conservó su ingenio azucarero y el
rio de la coronación de la Virgen de Guadalupe,
gozaron de un clima más cordial. Si bien el
correspondiente poder económica''' . El relato
con la asistencia de prelados extranjeros y un
Grupo de Monterrey tuvo particular éxito
era sintomático de un estado en el que los
abierto despliegue de vestiduras clericales y
en su lucha contra el cardenismo, otros em-
gobernadores conservadores eran la regla
hasta de los colores papales amarillo y blan-
presarios y terratenientes obtuvieron sus
(Máximo Ávila Ca macho, que sucedió al ca-
co; las protestas anticlericales fueron escasas
propios beneficios menos espectaculares
llista Nlijares Palencia en 1936, fue, aun a los
y débiles; el evento (que anticipó los poste-
pero no menos significativos.
ojos de los extranjeros conservadores, "un reaccionario inescnapuloso") y en el que el pro-
riores jolgorios católicos) era una prueba posi-
plantoeracia del Yucatán que, subordi-
tiva del "fervor de la vasta mayoría del pueblo
nando o asesinando a sus enemigos, había lo-
mexicano" (y, podríamos agregar, una prueba
grado frustrar los esfuerzos anteriores para.im-
negativa del fracaso de la desfanatización revoluciona ria).wEl PAN, reflejando esta tenden-
poner la reforma radical en la península, ahora volvía a sus defensas de clase. El gobernador
cia, perdió su tinte falangista y resurgió con los
López Cárdenas, un reformador genuino aun-
colores de un partido pro-empresario,
que ineficaz, fue hábilmente depuesto (junio
anticomunista y cristiano democrático.
de 1937) y el torbellino de la reforma agraria
monio del sotx)mo y del fracaso.' Muchos otros terratenientes, aunque tuvieron que enfrentarse a un grave desafío por parte de un nuevo agrarismo, también se las aneglaron para sobrevivir y, finalmente, prosperar. En Atencingo (Puebla), 'William JenkinS acompa-
ñó el puñetazo ap,rarista, y —en pone gracias a
grama de educación socialista había en ∎rentado terribles obstáculos y avanzado muy poco.'" (1 2 S) Cruzando el límite del estado, en Veracruz también terratenientes como el
infame Manuel Parra sobrevivieron al desafío del cardenismo, aunque recurriendo en mayor medida a la violencia frontal.''''
Los empresarios y los terratenientes tam-
auspiciada por el Presidente Cárdenas, vulne-
Por lo tanto, para muchos propietarios, el
bién tomaron las armas de los poderosos
rable desde el comienzo debido a su preci-
para mellar el filo del cardenismo. Promo-
pitada improvisación, fue posteriormente so-
patrón fue el mismo: una exitosa retaguardia contra el cardenismo a mediados de la 'cléca-
vieron nuevas formas de representación cor-
cavada y detenida. Un caso de agrarisrno pro-
da del treinta (de 1934-35); y 00 sostenido
porativa, apoyaron a los grupos opositores (en especial, al PAN), y desplegaron el poder de su veto económico." El Grupo de
Murray, Ciudad de México, al Foreign Office, 20 de junio de 1935, FO 371118708, A5546. El ministro 119. británico estuvo de acuerdo. p. 236. - : Hamillon, The Limits oí State Autoncrry, 120. Atan Knight, 'The Politics oí the ExproPriation Rees. Ciudad de México. al Foreign Office. 9 de febrero, 20 de septiembre de 1940, FO 371/24217, 121. 1654, A4492. México, Historia de la Revolución Mexicana. Periodo 1934-40 La eCucacien socialista, 122. Victoria Lerner, 1979, pp. 175-92; Medin, Ideología y praxis, p. 219. al Foreign Office, 15 de enero de 1946, FO 371/51592. AN3382. 123. Elateman. Ciudad de México, pp. 196-7. 209, pp. 163, 188-89, 193: Hamilton, Limits o! State Autonorry, The Monterrey Dite, Saragoza, 124. 226-27, 235.
continuo siendo una 125, Saragoza, The Monterrey Elite. p. 189. El reciclado partido oficial, el PRO, también COMO le declaro organización un tanto esquelética en Nuevo Lean: 'en realidad no existe PR1.-1 en el Estado', sin ambages un funcionario del comité recional estatal a Cárdenas. Véase Fructoso F10driguez a Cárdenas, de quejas de organizaciones 3 de agosto de 1938. AGN/FLC 543.1/35. El mismo legajo contiene una serie Gobernador de Nuevo Leen, Anacleio de campesinos, denunciando al régimen corruo:o. conservador del Guerrero. 126. Benitez, Ki, pp. 120-52. an Struggie in a Maxican Ejido, Sranforcf, 1973 127. David Ronfetdt. Aterunge: The Polilics o Agta:' , Countryside", Bateman, Ciudad de México, al Fel -ign 128. Vaughan, 'The Implerrentafion of Naticnaf Pof:cy in the Office. 20 de diciembre de 1945, FO 371;51586, AN69. pp. 131-32. 136-37. La violencia de Parra. sin embargo, no habria 129. Fowler Salarnini, Agrarian Radicaiisrn del treinta) no hubiera adoptado una costura electiva si el gobierno estatal (aun durante la década tan sido antiagrarista: ibid., p. 131.
A lan Knixht
cardenismo: ¿cotoso o catramina?
resurgimiento a partir de entonces. Ello fue
bierno aún mas consemidor, presidido por el
un cedillista de vieja data que combinaba un
posible por la connivencia de Lis elite:: ryoliti-
ladino obregonista Fuman Yocupicio. El go-
las figuras conservadoras dentro del establishment político tuvieron que adaptarse, tuvie-
ras (por supuesto. la diferencia entre los pro-
bernador Yocupicio pudo sortear los ataques
poder caciquista perdurable, la propiedad de la tierra, y en general, buenas relaciones con
pietarios" y las - elites pot:ticas' no es tan níti-
de la CTM (con considerable éxito) y no res-
la clase propietaria; hasta estimuló la presen-
reo. Pero permanecieron en funciones, en las
da, en especial a nivel leca!). En Tlaxcala, por ejemplo, lo.; eilci( 'kW% en pugna lucharon para
paldó el proyecto de educación socialista.
cia de ex cedillistas en su camarilla de clien-
gobernaciones provinciales yen las intenden-
Como sucedió en Chiapas, se llevó a cabo
tes.'" Lo mismo sucedió en otros lugares, a
equilibrar los intereses de clase; clurante un
una reforma agraria relevante (en los valles,
nivel local. En San José (Michoacán) el partido
cias. A mediados de la década del treinta, los críticos radicales se quejaban de la presencia de los conservadores (usualmente, llamados "callistas", pero dicha etiqueta, como he su-
ron que hacer alarde de un radicalismo espú-
tiempo tuvieron que rugar el juego agrarista,
no en la zona montañosa), pero ello no impi-
aceptando retiaava de la boca para afuera,
dió el resurgimiento de los intereses conser-
de los terratenientes tomó el control del municipio en 1936 y se consolidó durante la prime-
y hasta respaldando algún grado de reforma;
vadores en la década del cuarenta. El cambio
ra parte de la década del cuarenta; en Aranda,
gerido, resulta un tanto cambiante y confu-
pero también rest.i.i.on concierto éxito las
agrario estructural, producto de la moviliza-
la oligarquía local recuperó el control directo
sa): en el Ministerio de Fomento, en numero-
incursiones de la CINI y de Li CNC, mante-
ción popular, no condenó a muerte a la bur-
del municipio en la década del cuarenta.' 34
sos estados (y territorios, tales como Quinta-
niendo de esta forrni: el poder en sus propias
guesía regional; a pesar de que los forzó a
ruanos, y en las de sus aliados en la elite.'
resguardar sus defensas y, en algunos casos, a
militares (donde, aparte de los famosos casos
En Chiapas, el gobernador Victorico Grajales
cambiar sus recursos económicos de la agri-
Este patrón uniforme de recuperación "burguesa" derivó de la lógica interna del cardenismo, y pudo ser posible gracias a ella. Como
(1912-36) favoievio abiertamente al sector
cultura a la industria, el comercio y la ganade-
na Roo), en las municipalidades, y entre los
ranoia provinciana 7.... asesinando a los líderes
cuarenta: en 1943 Abelardo Rodríguez, el
con la izquierda. Durante un tiempo, la ma-
de Almazán, los generales como Pablo Quiroga y Alejandro Manje tenían reputación de pro-empresarios y pro-Iglesia).'" El régimen cardenista, en otras palabras, fue colonizado por una multitud de "saltambiques y giraso-
obreros y auranas de la zona.'" Aunque el
modelo del conservadurismo oficial norteño,
rea había fluido a favor del radicalismo; hasta
les", conversos tácticos de la "mafia callista".°
desalojo de Grades produio uta reforma agra-
asumió como gobernador; los rodriguistas y
terrateniente y resii.795 la refezma, combatien-
ría. La acción de retaguardia de Yecupicio pre-
do las iniciativas del gobierno central con pa-
sagió la recuperación conservadora de los
he argumentado, el cardenismo fue una "religión" tolerante. Al deponer a Calles, Cárdenas tuvo que hacer tratos con la derecha y
ria significativa, esta pronto siguió el camino
los callistas controlaron Sonora hasta la déca-
de la cis.piaciirin- en :9•W un gobernador pro-
da del cincuenta.'" En San Luis, donde los
einwesario -y amigo de Ávila Camacho
cardenistas -el Presidente y la MI- dieron
mancialia las riendas y, a Loes de la (beoda
un golpe muy importante deponiendo a
del cimienta, erial a nuevamente en el poder
Codillo, esto no significó el fin del cedillismo,
la vieja camarilla mapachelgrajalista. En So-
menos aún del caciquismo; más bien, el subse-
nora, la denota de] impuesto régimen onnis13
cuente vacío político fue ocupado por un nue-
lievo, IV:mi:tinten:e, a l.a instalación de un go-
vo cacique más "moderno - , Gonzalo Santos,
170
•Siat:t?. Ge,.:::incis and Peasant Mcbil n zabon in Tia,:cata". Compárese la critica tcejsrna a Saturnino Ciieietato, y sus secuaces y:cientos. corruptos y pseudoradicales:':coos [...) flamantes
er,orno,
tiene antecedentes tevciucionarlos": José Siurob a Cárdenas, n. d 131 /Vt7 - 3r,:o
Con!ederacion Carroesna y Obrera del Estado de Chiapas, Ben¡arrin, Lard. Pccr F-'eople. pp. 181.91.
seplir.,•irttie
132_ Anicete
1. /-,7
1935. AGN/
a Múgica. 7 de
a C.,irciieras. 8 de abril de 1936, AGNYLC 559 3125, denuncia la 'ociosa camarilla' de los
cailli..tas r.,ore.r.i. "nefastos o corrompidos carlistas que se hacen pasar per cardenistas disfra7,,dos - rara lee, la hisioria completa, véase Carlos N.ioncad.a. O., 'El escenario politico de Senara'. en Carlos Asrad ). ,.!urt., ,cods en eentiieto. Hé tico. 19E5. pp 31 - 35 y Adrian Banties. 'Po:tics, Class and
Culture m
FL-Julrevuls.;.,:r3ry MexIcoi
Teas en Aur.t:n. 12'711
Cardenismo and Sonora, 1929-40", tesis de doctcia:a. Univers:dad de
133. Márquez, "Gonzalo N. Santos". Véase también el informe del coronel Miguel Badillo, Tantoyuca, a Cárdenas, 18 de junio de 1938, AGN/FLC 606.3/206, que describe la lozana supervivencia de cediliistas entre las autoridades municipales y las reservas (militares) locales de la región, quienes 'se han acogido la protección del senador Gonzalo N. Santos a quién reconocen como jefe". 134. González, Pueblo en vilo, p. 186; Martínez Saldaña, "Formación y transformación de-una oligarquía". p. 71. No es que Arandas haya sido alguna vez un semillero de la reforma: véase el informe de"Miguel Morones de la Vanguardia Cardenista Arandense, 29 de febrero de 1938, AGN/DGG 2.311.6 (11). cija 252, t. I, sobre los esfuerzos de las autoridades municipales 'hasta para entorpecer cualquier intento o esftterzo de que las leyes obreras y agrarias tengan efectividad'. 135. Informes a Múgica de J. Hernández Solis, 2 de enero de 1934; anón., 2 de julio de 1936: anón., Dolores Hidalgo. Gto.. 12 de agosto de 1935; José Berger, Guadalajara, 10 de octubre de 1935; AFM 106/5, 181. 15. 81. Compárese también Ignacio Tovar, Cd. Victoria, Tamps., a Emilio Portes Gil, 24 de abril de 1936, AGN, Emilio Portes Gil, Archivo Particular, caja 68, exp. 5; José Moreno, Tehuacán, Pue., a Cárdenas, 24 de abril de 1936, AGN/DGG, 2.311.8, caja 35A ("todavia impera en esta región un reducto del viejo callisrno refundido dentro del -partido— laborista"). En el momento en que México entró en la Segunda Guerra Mundial, Manje (aún definido como callista) era uno de los tres generales de más alto rango, que comandaba la zona de la costa del Golfo; Davidson, Ciudad de P.Iéxico, al Foreign Office, 17 de enero de 1944, FO 371/38302, AN 927. Se dijo que Manje habla conspiraco no sólo con los Cristeros (informe Berger) sino también con Ics guardias blancos de las haciendas en Jalisco: Jorge Regalado, "Los agraristas", en Laura Patricia Romero (ccord ), Jalisco desde la revolución: Mov:rrientos sociales, 1929-40, t. IV (Guadalajara, 1988), pp. 140-41. Sobre la permanente influencia de la facción Riva Palacio (callista) en el estado de México, véanse las numerosas peticiones (aptos. enero de 1936) en AGN/DGG 2/311 M (12) 21545, caja 20B. 136. Felizardo Frias a Múgica (informe sobre Sonora), 29 de octubre de 1935, AGN/FLC, 559.325.
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Cardemsmo. ¿coioso o catrarnir,a7
Atan Kight
Después de 1938, a medida que el sol transitaba par el ci lo político, de la izquierda a la derecta, los girasoles lo siguieron fielmente; para ellos, el régimen cardenista no fue tanto una csusa por defender sino un interludio que debían sobrevivir. Deesta forma, el retroceso del cardenismo resultó ser rápido y exitoso. A nivel federal, las administraciones de Ávila Camacho y Alemán comenzaron cambiando el personal del Confieso, el partido, las gobernaciones y los sindicatos: Ávila Camacho gradualmente (el cardenismo, aunque en decadencia, estaba lejos de estar muerto), Alemán (que no sólo planificó los famosos charrazos sino que tambien presidió una importante rotación de cargos políticos) en forma brusca y decidida.u" La creencia cardertista/lornb-ardista de que las organizaciones populares de la década del treinta —en especial la CTM— podrían mamenerdva la llama durante la década del cuarenn y aun después, comenzó a parecer decididamente ingenua. Al período de colaboración con los EE.UU durante la guerra siguióla retórica y la práctica de la Guerra Fría: el rzoineticlo —o temido— regreso carclenista nunca se produjo, ni siquiera en 1952, tal vez la última y mejor oportunidad para su
e
rea rnO. a 'a
Este cambio en el personal político (o en algunos casos, el retorno del viejo personal) fue paralelo al bien conocido giro en las paidcas y la ideología que experimentó Méxi-
co durante la década del cuarenta. Como lo han demostrado claramente los historiadores, este giro ya se estaba produciendo mucho antes de que Cárdenas terminara su mandato.' 39 Entre 1938 y 1940, enfrentando graves dificultades económicas y desafíos políticos, el gobierno recortó los gastos. Puso freno a sus reformas y cortó el gasto social; en consecuencia, expulsó a muchos de sus antiguos seguidores y la perjudicial campaña presidencial de 1940 estuvo signada por la desilusión general y la defección de las fuerzas cardenistas —incluyendo a los sindicalistas y ejidatarios— a la oposición almazanista. La retórica se atenuó junto con la política y Cárdenas permitió (aparentemente, sin gestarla en forma activa) la sucesión de un PR-Mista moderado, cuya propia retórica de campaña se distinguía muy poco de la retórica de su oponente conservador."' Los contemporáneos tenían clara conciencia de que se estaba produciendo un cambio ideológico. El dirigismo y el colectivismo, los elementos típicos de la economía política de los treinta, eran puestos en tela de juicio cada vez con más frecuencia; sus protagonistas pbrclían seguridad, sus críticos ganaban terreno. Los observadores extranjeros se alegraron de informar que "la gran mayoría del pueblo pensante de México está cansada ahora del socialismo", de allí que se pudo predecir con bastante seguridad que "la tendencia de los próximos años será hacia la derecha"."'
Luis Montes de Oca, el presidente del Banco de México, declaró alborozadamente que "el comunismo está muriendo en México"."' A medida que transcurrían los años de la guerra, los ideólogos cardenistas de antaño parecieron desorientarse. Efrén Buenrostro, el presidente de Pernex en 1944, estaba - muy afectado por los eventos"; Ramón Beteta, que aun en 193S parecía un rzarorinik. radical, al prometer que México podía eludir los males del capitalismo, en 1947 se desempeñaba corno ministro de Economía en el gobierno de Miguel Alemán.''' Este giro ideológico en parte fue producto de las inexorables tendencias internacionales. Salvo por una breve interrupción de 1939 a 1941, el Comintem abogó por el frentismo popular y la sumersión de los partidos comunistas dentro de regímenes "burgueses" progresistas. Aún más importante resulta el hedio de que la guerra vinculó la economía mexicana a la norteamericana hasta un punto nunca antes conocido. La colaboración económica durante los tiempos de guerra impulsó la industria, provocó inflación, e hizo necesario que se disciplinara al sindicalismo) .- Por último, la Guerra Fría legitimó los ataques contra los comunistas, y hasta contra los cardenistas. Pero los factores internos, también, fueron decisivos para producir esta importante reorientación política. Los cardenistas fueron desalojados —y hasta cierzo punto, desacreditados— porque los opositores tanto dentro del partido como fuera de él pudieron acumular un alto grado de apoyo; y porque la
coalición cardenista misma se fragmentó, perdiendo seguidores y socavando su espíritu de lucha. Tal vez, este resultado fue inevitable, la consecuencia de contradicciones intrínsecas al tratar de reformar una sociedad 'capitalista dependiente" sin producir confrontaciones revolucionarias importantes, y al intentar solucionar los problemas de pn.xlucciún y distribución simultáneamente.' "'Pero, el rracaso final del cardenismo, inevitable:o simplemente probable, tuvo mucho que ver con sus debilidades intrínsecas, que tanto sus seguidores y
opositores se resistían a proclamar. A los seguidores, por supuesto, les gustaba declarar que la historia estaba de su lado (muy prolyablemente, estaban convencidos de ello). Los opositores, estableciendo precedentes explicativos que seguirían fielmente una generación posterior de historiadores, denunciaban el carácter "totalitario - del cardenismo, su ranicter no democriitiCo, intervencionista, de
colono. En mi opinión, ambos alimentalMil ilusiones. El cardenismo fue un vehículo de cambio mucho más débil de lo que sostenían unto sus seguidores como sus opositores. Esto no quiere decir, por supuesto, que su trayec-
(Orla reformista sea insignificante. Por el contrario, el régimen cardenisia forjó cambios decisivos: la reforma agraria y laboral (por la cual pudo contar con el decisivo apoyo popular); la nacionalización de la industria del petróleo; la reorganización del partido gotrnante. Pero el resultado final de estas políticas estuvo lejos de alcanzar Lis metas que buscaron los diseñadores de la politica
137.Gorizález. Put, rito en vilo. p. 206. citando a Salvador Nóvo sobre el relevo político en la administración en '1946. Luis Medina, Historia de la Revolución Mexicana, Periodo 1940-52. Civitismo y modernización del autotarismo, México, 1979: es un pionero en el análisis de este periodo tan crucial. 135.. A menos que se considere 1988. 139 Hamilton, Lirngs of State Autonomy, cap. 8; Albert L. Michaels. "The Crisis of Cardenisrro**, Journal of Laan American Stcdies, vol. 2, 1970, pp. 51-79. 140. González, Los dias del Presidente Cárdenas, p. 259. 141. Oaviclson, Ciscad de México, al Foreign Office. 4 de enero. de 1940, FO 371/24217, A813.
142. Memorando de la ccnversacien ce Fletcher, Eme- da. Stdanica, Wash,nglon. y E D. Ruiz, es cónsul general de México en los EE.UU., 5 ce agosto de 1940, FO 371/24217. 3818 143. Santord A. Mosk, Industrial Revettcrtt in Mexioo, Berkelx.ry, 1950. p. 55 N,b; 0 , 'The Impact ef Wat - .
145. Hamilton, Limits o` State Autoraí:7; P. 285. Se han, d.r,g n de crilicas s ∎ milares a :a revoluc:an bel n viana.
Alan Arusb:
cardenista (en algunos casos, este alejamiento se hizo evidente aun antes de 1940). Deslas instituciones claves del , pués de 1940, cardenismo -el ejido y la escuela socialista, la CI"NI, la CNC, y el Plt,M; Petnex y los ferrocarriles del listado— ;Tienas satisficieron la gran esperan a Eldie:11 de mediados de la década del treinta; tampoco, para decirlo de otra
manera, justificaron los fuertes temores de los empresarios y los conservadores. La caparazón institucional del cardenismo permaneció, pero su dinámica interna se perdió. En otras palabras, nuevos conductores se apoderaron de la catramina; volvieron a afinar el motor, cargaron nuevos pasajeros. y luego la condujeron en una dirección bastante diferente.
El cardenismo revisado: la tercera vía y otras utopías inciertas*
V II
¡Un Semo**
El ascenso de Lázaro Cárdenas a la presidencia del país en 1934 marca la última estación de la Revolución mexicana. Prolongación y revocación de los años veinte, el cardenismo es el corolario más inesperado de la Constitución de 1917. Ranke lo habría referido acaso corno una proyección de su metáfora favorita: la historia es la lección de lo imprevisto. La distancia que separa a la presidencia de Venustiano Carranza del inédito movimiento político y social que encabezó el general michoacano en los años treinta, es la misma que existe entre los empeños del viejo régimen por moldear la rebelión social y los afanes del nuevo régimen por encontrar la naturaleza de un orden político y social estable. Vista desde la perspectiva de esta parábola, la Revolución mexicana no fue distinta a otras revoluciones modernas. La Revolución inglesa tardó un siglo y medio en recorrer la misma distancia, mientras que la Revolución francesa lo hizo con más celeridad aunque en ello se llevara medio siglo. La Revolución rusa parecía haber consumado el recorrido en tan sólo una década y media hasta que las reformas de ^tiui il Gorbachov disolvieron este espejismo.
De la Revolución de Octubre sólo queda una imagen vaga de la naturaleza de su obra. Los historiadores contemporáneos han querido encontrar 'reglar y "leyes" que expliquen este tránsito. Es una labor de Sísifo: una vez en la cima de "la teoría" hay que empezar de nuevo. Así como ninguna revolución habría sido posible si sus protagonistas supieran de antemano su desenlace final, "las leyes" que podrían explicarla son igual de inexpugnables. La razón es sencilla: no existen. El misterio de las revoluciones modernas es su singularidad, su carácter único, irrepetible. Son las grandes disidentes de la historia. La reforma política y social promovida por Lázaro Cárdenas no sólo se distingue por su compleja ubicación en la historia contemporánea del país, sino por la ambigüedad de su paso por la política nacional. Fue el último régimen encabezado por un caudillo y el primer gobierno propiamente institucional. Como ninguno de sus, predecesores concentró el poder del Estado en manos de la presidencia, pero fue el primero que la abandonó por motu propio. Tuvo su origen en la acción de un grupo de hombres de armas cuyo propósito
Este articulo fue publicado en Revista Mexicana de Sociología, Año LV, N°2, abril•junio, 1993. •• Pan Semo es profesor de Historia de México en la Universidad Iberoamericana en México, D.F. Este ensayo fue elaborado gracias al auspicio del Social Science Research Council. En su versión inicial fue p r esentado en el seminario sobre movimientos sociales que dirige Friedrich Katz en la Universidad de Chicago. Quisiera agradecer al profesor Katz, así como a Robin Derby y Richard Turits, sus generosas
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