Machu Picchu Antes de Bingham Paolo Greer1 En 1471, el año en que el conquistador Francisco Pizarro nació, Pachacuti Yupanqui muere. Pachacuti era el noveno Inca y el tatarabuelo de Atahualpa. Cuando joven, Pachacuti era conocido simplemente como Cusi Yupanqui. En ese entonces, el reino inka era pequeño y sus enemigos los Chankas atacaron su hogar, Cusco. El Padre de Cusi, Viracocha, y sus seis hermanos huyeron, mientras que él, el más joven, se quedó a defender la ciudad con éxito. En las décadas que siguieron, Cusi Yupanqui y sus hijos, Yamque y Topa, extendieron el territorio Inca para incluir vastos territorios y numerosas civilizaciones. Cusi llegó a ser conocido como “Pachacuti”, “aquél que cambia el mundo”. “Aquél que cambia el mundo” confinó los ríos del Cusco a canales de piedra e hizo reconstruir su capital por completo. Él creó el sistema de almacenes y carreteras Inca, con mensajeros chasqui para mantener una comunicación rápida. Él definió el calendario, las fiestas, las costumbres y las leyes que su pueblo debería seguir y organizó una clase guerrera para las conquistas venideras. Fue Pachacuti quien ordenó construir el sitio Inca más sagrado, el Templo del Sol o Coricancha. Para ello, reunió a los mejores orfebres y les pidió hacer una figura en tamaño real de un joven muchacho, asemejando al brillante niño que se le había aparecido en una visión en el mismo momento que protegía la ciudad de Cusco. Pachacuti colocó personalmente la estatua terminada en una habitación interior del Coricancha, donde sólo él y algunos señores y cuidadores 1
especiales estaban autorizados a entrar y poder venerar la figura del niño, el más sagrado icono en el reino. Al igual que Pachacuti, la escultura de oro fue considerada un representante del sol. El mismo día que Pachacuti instaló la imagen del niño en el Templo del Sol, había hecho poner una piedra en forma de “pan de azúcar”, un “Intihuatana” o “lugar donde se engancha el sol”, situada en el centro de la plaza principal del Cusco. La roca especialmente tallada representa-
ba al sol, para que todos y cada uno de los pobladores le rindan culto. Aunque las victorias de Pachacuti se extendieron a lo largo del mundo conocido por los Incas, sus primeras invasiones fueron en el Valle de Urubamba. Fue allí donde el envejecido líder mandó construir una villa para su “panaca” o descendencia familiar, para cuidar su tumba y para servir a la memoria de éstos. Llamó a la ciudad Pa ta llac ta, “ciu dad alta”. Ahora conocida como Machu Picchu.
Este artículo, publicado en la edición N° 87 de la revista South American Explorer (2008), fue cortésmente traducido al español por Víctor Irrarazabal Macedo. La versión en inglés se puede ver en la siguiente dirección electrónica: http://saexplorers.org/ var/saemagazine/saemagazine-87.pdf. Para complementar los argumentos que utilizo en este artículo, recomiendo leer la entrevista que me hizo Kim Mac Quarrie en julio y agosto de 2008: http://lastdaysoftheincas.com/wordpress/?p=183, http://lastdaysoftheincas.com/wordpress/?p=213 y http://lastdaysoftheincas.com/wordpress/?p=226. Agradezco profundamente el interés mostrado por la revista «El Antoniano» y la amabilidad de Donaldo Pinedo Macedo.
Machu Picchu Antes de Bingham
LA HISTORIA INCA ES GRABADA Huayna Capac, el nieto de Pachacuti, escogió a la recién nacida Cuxirimay («habla de buena for tuna») para eventualmente casarla con su hijo, Atahualpa. Después de la muer te de Huayna Capac, Cuxirimay se encontraba en el campamento de Atahualpa cuando éste fue capturado por Pizarro. Ella se quedó con el líder Inca hecho prisionero hasta su ejecución a manos de los españoles. Tras el asesinato de Atahualpa, Cuxirimay se convir tió en Doña Angelina Yupanqui, y fue la amante de Francisco Pizarro. Ella le dio dos hijos, Juan y Francisco. Cuando Pizarro fue asesinado en 1541, Angelina Yupanqui tenía diecinueve años. En 1544, Doña Angelina se convirtió en la esposa de Juan de Betanzos, un intérprete quechua que servía a los conquistadores. Tras la conquista de Perú, Betanzos se convirtió en el traductor más respetado en el Virreinato. En el mismo año que él se casó con Angelina, fue el encargado de escribir los manuales de conversión al cristianismo de la Iglesia y los diccionarios español-quechua. En 1551, el Virrey de Mendoza ordenó a Betanzos registrar la historia de los Incas. El único trabajo de Betanzos, «Suma y narracion de los Yngas», fue terminado en 1557. Sin embargo, todos menos los primeros dieciocho capítulos se perdieron por más de 400 años. En 1987, un manuscrito completo, con sesenta y cuatro capítulos adicionales, se encontró en Palma de Mallorca, España.
El “Inca Garcilaso” produjo sus “Comentarios Reales” en 1609, basado principalmente en lo que recordaba de su infancia en Perú antes de partir hacia España en 1560. Bernabé Cobo, al igual que Garcilaso, entre los más citados de las autoridades que escribieron sobre los incas, se basó en los escasos registros disponibles en su época, publicando su historia en 1653, casi cien años después de las traducciones que Betanzos hizo directamente del primo de la esposa de Atahualpa y sus familiares sobrevivientes. Tal vez, fue en ese entonces que Cuxirimay, “Doña Angelina Yupanqui”, finalmente “habla de su buena fortuna” de poder preservar la historia de sus antepasados vencidos. Si ella no le hubiera relatado su historia a Juan de Betanzos, y sin la narración de este reciente redescubrimiento, gran parte de la misma historia Inca tal vez se hubiera perdido para siempre. EL REDESCUBRIMIENTO DE PATALLACTA De “Tierra Inca - Exploraciones en las tierras altas del Perú” (1912) por Hiram Bingham: “Una tarde del 23 de julio llegamos a una cabaña llamada ‘La Máquina’, donde los viajeros suelen detenerse para pasar la noche. El nombre proviene de la presencia de unas grandes ruedas de hierro, partes de una ‘máquina’ destinadas a nunca superar las dificultades de ser transportadas todo el camino hacia un lugar seguro en la parte baja del valle,
Figure 1. Vista actual de la ciudadela de Machu Picchu desde el cerro conocido como Llactapata.
y años atrás dejada aquí para que se oxide en la selva…” La máquina oxidada sobre la que el explorador de Yale escribió no tenía nada que ver con la caña de azúcar. Se trata de un aserradero traído a Perú antes del nacimiento de Bingham por un ale mán, Au gusto R. Berns, con el propósito de producir madera para el ferrocarril del sur. El sitio de La Maquina es ahora conocido como Aguas Calientes, el poblado que está justo debajo de Machu Picchu. En 1867, Berns compró veinticinco kilómetros de la ribera norte del río Urubamba/Vilcanota, junto a la famosa ciudadela. Su finca, “Cercado de San Antonio” o “Torontoy”, se extendió más allá de las ruinas del presente Torontoy, y hasta las crestas de montaña, justo enfrente de Machu Picchu. Incluso hoy en día, este lugar que tiene la mejor vista de la ciudad antigua más co no ci da en el con ti nen te americano, pasa prácticamente por inadvertida. INVESTIGACIÓN PRE-BINGHAM Recorrí el popular Camino Inca en 1974, muchos años antes de que supiera la historia de la zona que antecedía a Hiram Bingham. Al igual que muchas buenas aventuras, esta se inició con el for tuito descubrimiento de un antiguo mapa. Me topé con el boceto durante uno de mis numerosos viajes a la Biblioteca del Congreso de los EE.UU. No tiene título ni fecha, aunque indicaba la ubicación de depósitos de minerales a lo largo del río Vilcanota. Curiosamente, estaba en inglés y en el centro había un lugar marcado que decía “Aserradero”. Me tomó otros veinte años averiguar quién había dibujado el mapa y por qué. Ese mismo año, en 1978, encontré otra pista, que también tomó décadas comprender. Había pedido que me enviaran por correo un gran volumen de 900 páginas, el “Directorio de Archivos y Manuscritos Almacenados”. El índice describía cientos de colecciones históricas en los Estados Unidos. Lo leí cuidadosamente, página por página, separando cualquier referencia que pude encontrar sobre Perú.
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Una breve cita mencionaba “materiales de promoción relacionados a un intento de explotar un área minera del Perú, 1881”. Me llamó la atención, porque en esos años mi pasión fue la exploración de minas olvidadas en “Caravaya”, un remoto sector de selva alta en el departamento de Puno, cerca de la frontera boliviana. Por desgracia, este proyecto estaba en alguna otra parte, en el río Vilcanota, cerca de un lugar llamado Torontoy.
mapa, con la fecha de 1874, indica claramente dos picos, “Machu Picchu” y “Huaina Picchu”, y su texto de 1877 se refiere a las “fortalezas de Chuquillusca, Torontoy y Picchu”. En 1989, el mismo año en que encontré el mapa de Göhring, he dado cientos de copias a historiadores, arqueólogos y a cualquier persona que mostró interés. Aún así, durante más de una década, el mapa más antiguo conocido de Machu Picchu sigue pasando
por inadvertido. Las únicas excepciones de las que sé son de Dan Buck, quién publicó la copia que le envié en la revista “Exploradores de América del Sur” —1993, “Combates de Machu Picchu”— y la que dí al periódico del Cusco “Vía Láctea”, en 1999. En los años que siguieron, cuando yo no estaba trabajando en el oleoducto del norte de Alaska o malgastando mi dinero en la prospección de los manantiales de Inambari en el sud-
EL MAPA MÁS ANTIGUO DE MACHU PICCHU En 1989, se me concedió una entrevista con Juan Mejía Baca, el Director de la Biblioteca Nacional del Perú. Había pasado varias semanas en la biblioteca y finalmente había reunido coraje para hacer algunas sugerencias a Don Juan acerca de cómo él podría hacer sus archivos más accesibles. Resulta que en ese preciso momento yo estaba en la búsqueda de un libro, uno escrito en 1877 por un tal Herman Göhring, relacionado al desventurado intento de descender los traicioneros ríos debajo de Paucartambo por Baltazar La Torre en 1873. Cuando le mencioné esto al señor Mejía Baca, él se río, diciendo que sabía del libro, que había registrado ya toda su biblioteca y estaba seguro de que no estaba allí. Yo le dije que creía que podía encontrarlo. El director educadamente iluminó sus ojos. En una hora, encontré tres ejemplares distintos, usando un índice oculto que conocía. Uno de los libros aún contenía el mapa hecho por Göhring de la expedición, así como de sus propias exploraciones al año siguiente como ingeniero de minas empleado por el Presidente Pardo. Cuando el valiente La Torre fue asesinado por treinta y cuatro flechas nativas, Göhring escapó. Fue atendido hasta su recuperación por una Señora Yábar en Paucartambo, casualmente un familiar de un amigo mío, Rodolfo Bragagnini. De hecho, fue solo gracias a Rodolfo que he visto el manuscrito perdido. Aún así, los trabajos de Göhring en el Vilcanota hicieron surgir un viejo recuerdo. Más impor tante aún, su
Figure 2: Mapa elaborado por Herman Göhring en 1874. Note al lado izquierdo, en el círculo, los cerros de “Macchu Picchu” y “Huaina Picchu”.
Figure 3: Detalle del Mapa de Göhring.
Machu Picchu Antes de Bingham
Figure 4: Mapa elaborado por A.R. Berns, ¿1881?.
Figure 5: Comparación entre el mapa de Berns y Singer.
este de Perú, continuaba mis investigaciones en la región de Machu Picchu antes de Bingham. Incluso hice uso diligente del nuevo fenómeno de la Internet. Después de dos años de buscar, me enteré de unos documentos que los herederos de un americano llamado Berns habían puesto a la venta para conseguir
fondos. Los documentos contenían los prospectos de Berns y un plano detallado de Torontoy que había hecho él mismo: «Resalto estos puntos con un color amarillo oscuro. Solo me tomó unas horas pero deberían hacer mucho más fácil su distinción». También le da un toque elegante al mapa: “Atentamente. A. R. Berns”.
Berns tenía los derechos de autor de su hoja de ruta, para que nadie más la pueda reproducir ni publicar. En 1881, había abandonado sus intentos de cortar las durmientes del ferrocarril y, en cambio, promocionaba “Las minas pérdidas de los Incas”. Esta seudo revelación necesita una nota aclaratoria, dada la posibilidad de que los tabloides sensacionalistas se topen con estos datos. Machu Picchu está hecho de granito. Así también el terreno que lo rodea. Ningún Inca o minero español obtuvo mucho oro, si es que extrajo alguno del granito. Pretender decir que había gente que sacó riquezas de una geología tan estéril nos lleva a la descripción de Mark Twain de una mina de oro: “Un hueco en la tierra con un mentiroso parado justo al lado de la misma”. Cuando vi «el mapa del tesoro» de Berns, me acordé de una ilustración similar, la que yo había visto años antes, a finales de los 70s. Comparé las dos y, aunque hechos por diferentes manos, me di cuenta de que la primera es una copia de una pequeña fracción del dibujo de Berns. El dibujo que había encontrado anteriormente fue hecho por el socio de Berns, “Poker” Harry Singer. Singer era un americano que había estudiado química por seis años en la Universidad de Gottingen en Alemania y participó en la fiebre del oro de 1849 en California. No puedo decir con certeza lo que Singer, un verdadero minero, pensó de los engaños de Berns, pero la asociación llegó a un abrupto final. En 1881, mientras que los dos hombres se alejaban a Panamá de la guerra entre Perú, Bolivia y Chile, Berns escribió en una carta dirigida a sus patrocinadores: “Aquí el Sr. Singer ha recibido un disparo hace como cuatro semanas, ya que había bebido con algunos italianos, etc., se insultaron unos a otros y ellos le dispararon”. Me costó mucho localizar los “mate ria les de pro mo ción re la cio nados…” que había visto en 1978 en el “Directorio de Archivos…”. Entonces, esa historia estaba en la biblioteca de la Universidad de California. Según el iti ne ra rio, habían sido devueltos al Perú.
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Rastreé los registros de posesión desde California a Lima y, finalmente, encontré los únicos registros, sin catalogar, en una gran caja de cartón llena de gusanos de libro y un nido de ratones. Pasé una semana sentado en los pupitres de dos bibliotecas. Lamentablemente, no se me ha permitido copiar nada, ni siquiera tomar fotografías —en la actualidad, la Biblioteca Nacional del Perú permite las reproducciones de libros antiguos, artículos y revistas para que se hagan con la cámara que posea uno mismo por el costo de dos dólares—. Tomé notas, por supuesto, todo el tiempo protestando que este tesoro nacional debería estar mejor preservado. En cualquier caso, consideré la opor tunidad como una tentadora primera mirada Hace un par de años, la Biblioteca Nacional del Perú abrió sus nuevos locales. Probablemente la mayoría de las cosas se movieron en buen estado. Una caja de documentos enmohecidos, llena de huecos hechos por los gusanos de libro, y excrementos de ratón, al parecer no corrió la misma suerte. Mucho se ha dicho y escrito acerca de la cerámica, fragmentos de huesos y momias que Bingham llevó a Yale de Machu Picchu. Me ha encantado leer que los artefactos, por fin, serían devueltos a sus legítimos propietarios, el pueblo peruano —actualización: al parecer, la ex primera dama del Perú, Eliane Karp de Toledo, según el editorial de New York Times de febrero de 2008, pudo haber cesado el intercambio—. En cualquier caso, me preocupa también que una caja de cartón llena de documentos mohosos, quizá la mayor colección de información de Machu Picchu pre-Bingham alguna vez repatriada, ya no exista. Gran parte de lo que sé de las aventuras de Berns en el Vilcanota vino de la breve inspección que hice de los archivos en dicha casilla. Habían 24 folders que contenían los bocetos del alemán, notas y correspondencia. Mencionó a un Señor Oliver, quien “había vivido dos años por aquellos lares”. He encontrado una muestra de certificado de “The Incas Mines Gold & Silver Mi-
ning Company 187”. Solo un folder tenía 57 sobres dirigidos a potenciales patrocinadores. Había un buen dibujo del campamento de Berns. Sospecho que es de “La Maquina”, cabañas que Bingham vio en ruinas más de cuarenta años después. Habría sido en el mismo lugar donde está Aguas Calientes y hoy se nutre de cientos de miles de turistas quienes cogen un bus para un corto paseo por la colina hacia Machu Picchu. Hubo siete borradores escritos a mano de “los datos de Torontoy”, el detallado anuncio de Berns para vender su propiedad. De una versión a otra, era obvio cómo había embellecido una palabra aquí o añade otra mina perdida. ¡La caja incluso contenía el mapa original de Harry Singer, en dos colores! Aunque el “plano amarillo oscuro” de Berns no se encontraba en ningún lugar, había varios ejemplares de color blanco claro. Él había dibujado las líneas a mano sobre ellas, desde “El Aserrade-
ro” hasta las faldas del río, donde esperaba que el gobierno construyera un puente. Un sobre captó mi curiosidad tanto como las demás cosas. Solo contenía fragmentos de metal oxidado. Sin explicación alguna y dirigida a un Sr. Mahon. ¿Por qué Berns enviaría pedazos de metal corroído a otro país? Se me ocurrió que tenía que ver con cruzar el río. En 1877, Göhring había disipado los increíbles reclamos de riqueza mineral de su amigo compatriota. ¡Sin embargo, había algo más, algo más fácil de trabajar y, posiblemente, generaría más riquezas! De una fuente diferente, he descubierto un folleto de 1887 perteneciente a Berns explicando su proyecto más reciente, una empresa que él llamó “Compañía Anónima Limitada Huacas del Inca”, una empresa que tenía que ver con la explotación de una huaca Inca o lugar sagrado. Esto ya no era sobre cortar madera para el ferrocarril minero o aspiraciones en dudosas minas de oro o plata.
Figure 6: Detalle del Mapa de Berns. Según este mapa, Machu Picchu estaría donde «Punto Huaca del Inca» y «Este lado inaccesible» se interceptan. Aguas Calientes, el pueblo que está justo al lado de Machu Picchu, es donde Berns tuvo su campamento y “aserradero”
Machu Picchu Antes de Bingham
¡BERNS QUERÍA SAQUEAR! El 16 de julio de 1887, él escribió: “Durante mi estancia en esas provincias por casi cuatro años continuos de investigaciones y expediciones del lugar, con la ayuda de mis conocimientos profesionales y circunstancias casuales, tuve la oportunidad de descubrir la existencia de importantes construcciones rústicas y estructuras subterráneas que habían sido cerradas con piedras, algunas de ellas cuidadosamente talladas, las que sin duda contienen objetos de gran valor y que forman parte de esos tesoros de los Incas” “Esta empresa cuenta con la participación del Consejo Supremo del gobierno y está patrocinado por varias personas respetables de esta ciudad capital, así como varios distinguidos cuzqueños y coleccionistas de antigüedades que forman la comisión directiva, todas las personas del más alto honor inspiradoras de la más alta confianza y la garantía de los mejores resultados”. Los oficinistas para la compañía fueron los siguientes: Presidente, Augusto R. Berns, Vice Presidente, José M. Ma ce do; Ca je ro, Fer nan do Umlauff; Secretario, José Rufino Macedo. Los Principales miembros de la compañía fueron: Luis Carranza, Luis Esteves, David Matto, Francisco L. Crosby, Jacobo Bakus, Arnaldo Hilfiker y Ricardo Palma. José Mariano Macedo fue profesor de patología en la Universidad de San Marcos en Lima y un oficial de la Academia Nacional de Medicina. También poseía una considerable colección de cerámica antigua. Cuando la guerra con Chile estalló, Macedo llevó su colección a París y, posteriormente, vendió la mayor parte de los artefactos a un museo en Berlín. Ricardo Palma, al parecer, fue el conocido autor y director de la Biblioteca Nacional del Perú de 1883-1912. Berns, a menudo se refería a la cooperación y ayuda del “Gobierno Supremo”. Con esto quería decir Presidente Cáceres. El Presidente probablemente dio instrucciones a Palma de apoyar la empresa del alemán, animando al Director a investigar Machu Picchu mucho antes que Hiram Bingham se to-
Figure 7: Ubicación del campamento de Berns, de las ruinas de Machu Picchu y de los límites de su finca.
para con las ruinas. Otro pedazo de la historia de Berns fue sacado a la luz por la historiadora Mariana Mould de Pease. En su libro de 2003, “Machu Picchu y el Código de Ética de la Sociedad de Arqueología Americana”, la señora Mould publicó una carta de Bingham que había descubierto entre los papeles de Yale. Con fecha del 16 de junio de 1887, la oficina del Presidente peruano Cáceres remite una carta a August R. Berns, dándole permiso para saquear tumbas incas —”Construcciones gentilicias”—. La señora Mould publicó la carta como un ejemplo de la indulgencia con la que las minas peruanas fueron “minadas” en años anteriores. Lo que ella no sabía en ese entonces, pues la carta no daba pista alguna, fue que la “huaca” a echarse a perder es la que ahora llamamos Machu Picchu. El gobierno quiso el diez por ciento del valor de cualquier oro, plata o joyas que fueran encontradas por el alemán, aunque se le otorgó el excedente, así como cualquier objeto de cobre, arcilla, madera, piedra y todo lo demás a Berns sin más obligaciones, ni siquiera impuestos, en caso de que los expatriara. Berns se vio obligado a pagar un oficial de Cusco para asegurarse de
que el Estado se quede con su parte de lo encontrado, y las autoridades proveerían la protección policial si Berns pagaba por ello. En “Tierra Inca”, Bingham escribió: «Con la posible excepción de un prospector minero, nadie en el Cusco había visto las ruinas de Machu Picchu o apreció su importancia. Nadie había reparado en darse cuenta de lo extraordinario que es este lugar que yace en la parte superior de la cresta.» Aunque Bingham fue enviado a Machu Picchu, no por Augusto Berns, pero por Albert Giesecke, el rector de la Universidad de Cuzco, Berns fue probablemente el prospector del cual Bingham había oído hablar, el que había estado en Machu Picchu décadas antes que él. ¿QUIÉN FUE ENTERRADO EN LA TUMBA DE GRANT? Se acepta que Machu Picchu fue construido por Pachacuti Yupanqui, el Genghis Khan de los Incas. Lo que es menos conocido es que las famosas ruinas, tal vez, contengan la tumba del líder Inca. Pachacuti construyó el único Templo del Sol o Coricancha, en Cusco. Antes de su muerte hizo construir un templo similar en Machu Picchu. Además de ser el mayor promotor de turismo que Perú ha tenido, Bing-
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ham también acertó en muchas cosas acerca de Machu Picchu. Llamó a la cueva debajo del templo, “el Mausoleo Real”. La forma del mausoleo y su mampostería son más finas que cualquier otra cámara funeraria Inca que existe. ¿Quién pudo mandar a construir una cripta con tales características en la ciudad que había construido Pachacuti, sino el mismísimo «cambiador del mundo»? La tumba incluso tiene en su interior su propio “Intihuatana”. Mi sospecha es que este “lugar donde se engancha el sol”, al igual que esta piedra en forma de “pan de azúcar” situada en el centro de la plaza principal del Cusco, hace más de 500 años atrás, fue en realidad un «sello presidencial», no sólo para la realeza inca en general, sino para un soberano en particular, Pachacuti Yupanqui. En el piso más alto de Machu Picchu, se encuentra el famoso Intihuatana, el mismo que fue astillado en septiembre de 2000 mientras se filmaba un comercial de cerveza. También creo que los picos de «pan de azúcar» de Huayna Picchu y Putucusi, fueron considerados intihuatanas naturales y, probablemente, fue la razón por la que este lugar fue elegido para “Patallacta” o Machu Picchu. Del trigésimo segundo capítulo de “La Narrativa de los Incas” de Juan de Betanzos: “Después de que él —Pachacuti— muriera, fue trasladado a un pueblo llamado Patallacta, donde había ordenado construir algunas casas en las que su cuerpo sería sepultado”. “Inca Yupanqui ordenó que una estatua de oro hecha a su semejanza fuera puesta sobre su tumba”. Y estaba ahí para que sea adorada en su remplazo por la gente que fuera al lugar... Él ordenó que la estatua sea hecha de sus uñas y cabello que había sido cor tado durante toda su vida. La estatua fue hecha en aquel pueblo donde su cuerpo fue guardado. La torre encima del Mausoleo Real tiene un sólo cuarto, uno casi lleno con una gran joroba en la piedra angular. Se dice que la piedra apunta hacia el solsticio, pero no lo hace. Dudo que apunte hacia algo. Era la base de la estatua de Pachacuti.
Figure 8: El “Inti Huatana” o “lugar donde se engancha el sol” ubicado en Machu Picchu. La piedra tiene la forma de la colina conocida con el nombre de “pan de azúcar”, en Río de Janeiro, Brasil. Al fondo se ve el cerro Huayna Picchu.
Figure 9: Vista de la torre circular encima del “Mausoleo Real”. Note al interior la piedra angular sometida a altas temperaturas y golpes severos. Para mí, es la base de la estatua de Pachacuti. Esta foto fue publicada en la revista de la National Geographic Society, en abril de 1913.
La evidencia indica que el pedestal sufrió un incendio abrasador y muchos golpes severos. Ya que no existe prueba de que los españoles encontraron Machu Picchu, estoy bastante seguro que el vandalismo se ha hecho a toda prisa para romper la imagen de oro en pedazos y ser usada como parte del rescate de Atahualpa a Pizarro.
De Pedro Sarmiento de Gamboa, “Historia de los Incas” (1572): “El Licenciado Polo encontró el cuerpo de Pachacuti en Tococachi, donde ahora es la parroquia de San Blas de la ciudad de Cusco, bien conservado y custodiado. Él lo envió a Lima por orden del Virrey de este reino, el Marqués de Cañete. El guauqui o ídolo de este Inca se llamaba Inti illapa. Era de oro
Machu Picchu Antes de Bingham
y muy grande, y se llevó a Caxamarca en pedazos. El Licenciado Polo constató que esta guauqui o ídolo tenía una casa, finca, servidores y mujeres”. Otra cosa que Hiram Bingham señala en Machu Picchu es la presencia de una “enigmática ventana”. Cier tamente es algo misterioso. La gran aber tura ofrece una espléndida vista del abultamiento vacío del lecho de la roca en la par te superior del Templo del Sol, por encima de la Cripta Real. Hay extraños agujeros perforados a través de su periferia de granito, lo que dio al explorador de Yale la noción para referirse a ella como la «ventana serpiente». Él escribió: “el sacerdote de este templo trató de predecir el futuro observando por cuál de los agujeros saldrían las serpientes”. Talvez Bingham tenía un rústico sentido del humor o simplemente se las arreglaba con algo de cáñamo en su pipa de tabaco, pero dudo que alguna serpiente tome un atajo a través de esa pared de roca. Los estantes en la base de la ventana, similares a huecos, servían como soporte para flores, ofrendas y otros tributos. La vista a través de la ventana enigmática claramente parece haber sido para lo que ya no existe, para el culto y la observación de una escultura de oro que falta. Justo fuera de la ventana hay un altar, una extraordinaria fuente y una cabaña de piedra de tres lados de una finesa única. Es desde esta posición aventajada que sus descendientes muy probablemente honraban la efigie de Pachacuti.
Figure 10: «The snake window» o la «ventada de la serpiente» descrita por Bingham. Foto publicada por la NGS, en 1913.
LOS PUEBLOS PERDIDOS DE LOS MINEROS Prácticamente no hay exploradores, nacionales o extranjeros que hayan descubier to mucho por su cuenta. Había 24 familias que vivían en la propiedad de Berns desde hace 140 años atrás. Unos pocos le sirvieron como sus guías. Cerca de su campamento, en el lado opuesto del río Vilcanota desde Machu Picchu, Berns subió a un «camino bien pavimentado, con muchos escalones» que llevaban a dos pueblos en lo alto de las montañas. Llamó a los asentamientos, que habían sido abandonados hace mucho, “los pueblos de los trabajadores metalúrgicos”, con “hornos”, “casas de fundición”, “canales”, “muchos grandes baños cincelados de la roca” y “hogares con las puertas y ventanas cuidadosamente construidas con piedra como los incas las dejaron en el momento de la conquista”. La compañía de Berns, Huacas del Inca, fue formada para saquear Machu Picchu. Estas aldeas, sin embargo, estaban en algún lugar más, no muy lejos. Tengo una buena idea de donde, exactamente, pero no he estado ahí aún. Lo que me preocupa es que los huaqueros o saqueadores, creo, conocen el lugar y bien. El pueblo principal era conocido como Inkantuyoc o Platerayoc, “lugar de la plata”. Yace a algo de distancia, más allá del granito de Machu Picchu, donde la tierra se vuelve en un lecho de roca donde se pueden encontrar minerales y depósitos auríferos que pudieron haber enriquecido el valle.
Berns escribió que, después de la caída del Imperio Inca, algunos portugueses sacaron grandes fortunas. Eventualmente, los españoles se enteraron de lo bien que les iba a los portugueses, pero justo antes de que los levantamientos de los nativos sucedan, precediendo la guerra de la independencia sudamericana, los mineros huyeron por sus vidas. Ahora, feroces toros descendientes de los que hace mucho tiempo dejaron los portugueses, deambulan por «las llanuras de Plateriayoc». En ocasiones, los pobladores matan a algunos de ellos para vender su carne, aunque sus costillas rotas parecen poca compensación por el esfuerzo de matarlos. Berns también escribió de las panteras que asechaban a este ganado salvaje. Berns también registró haber visto una gran estatua hecha de piedra de un inca, sobre la cual los locales después dirían no saber nada. “Inca Yupanqui ordenó que una imagen de oro sea hecha en el pueblo donde su cuerpo sea guardado” —Betanzos— ¿Podría la estatua que vio Berns haber sido el modelo que los escultores de Pachacuti usaron para hacer la imagen del Inca que estaba encima de la Cripta Real? En 2011, serán cien años desde que Bingham subió la empinada ladera para ser guiado a través de Machu Picchu por el chico local, Pablito. Tal vez, para el centenario, Plateriayoc también haya sido redescubierto, para finalmente iniciar el largo proceso de su preservación y cuidadosa interpretación.