La Luz Interior
Una tarde de otoño, cuando las fealdades de Londres estaban veladas por una leve neblina azulada y sus vistas y sus largas calles parecían espléndidas, el ,señor Charles Salisbury paseaba tranquilamente por upert Street, de camino hacia su restaurante favorito! "iraba hacia aba#o estudiando el pavimento, y así fue como choc$, al pasar ante la angosta puerta del restaurante, con un hombre que venía en sentido contrario! %Le %Le rueg ruego o que que me disc discul ulpe pe&& cami camina naba ba dist distra raíd ído! o! '(ay '(aya, a, si es )yson* %Sí, en efecto! +C$mo est usted, Salisbury%"uy %"uy bien bien!! .ero .ero +d$n +d$nde de ha esta estado do todo todo este este tiem tiempo po,, )yso )ysonn/ace al menos cinco años que no le veo! %0sí es, efectivamente! +ecuerda que me encontraba ms bien apura purad do cuan cuand do vino vino uste usted d a verm verme e a mi cas casa de Charl harlot otte te Street%.erfectamente! Creo recordar que me cont$ usted que debía cinco semanas de alquiler, y que se había desprendido de su relo# por una insignificante suma! %"i querido Salisbury, su memoria es admirable! 1n efecto, estaba apur apurad ado! o! 0unq 0unque ue poco poco desp despué ués s de nues nuestr tro o encu encuen entr tro o toda todavía vía aumentaron ms mis apuros! Un amigo Utiliz$ la e2presi$n 3sin blanca4 para describir mi situaci$n financiera! ecordar usted que no aprue prueb bo los vulg vulga arism rismos os,, pero pero ésa era real realme men nte mi situac tuacii$n! $n! +5ué le pare parec ce si ent entramo ramos s- .odrí odría a haber aber otra otras s
pers person onas as igua igualm lmen ente te inte interes resad adas as en come comer! r! 1s una una debi debililida dad d humana, Salisbury! %1n efec fecto, to, ser me#or e#or que ent entremo remos s! "ien "ienttras ras pas paseaba eaba me estaba preguntando si estaría libre la mesa #unto a la ventana! Como usted sabe, tiene asientos con respaldo de terciopelo! %6a sé a cul se refiere& casualmente, est vacía! .ues sí, como le decía, llegué a estar ms apurado todavía! %+5u +5ué hizo entonces- %preg regunt$ Salisbury, quitndose el sombrero y acomodndose al borde del asiento, mientras ho#eaba el men7 con vivo interés! %+5ue qué hice- .ues me senté a refle2ionar! /abía recibido una e2celente formaci$n clsica y sentía una absoluta aversi$n por cualquier clase de negocio8 ése fue el capital con el que me enfrenté al mundo! Sabe, he oído a mucha gente calificar las acei aceitu tuna nas s de desa desagr grad adab able les! s! '5ué '5ué lamen amenttable able pros prosaí aísm smo* o* 0 menu menudo do he pens pensad ado, o, Sali Salisb sbury ury,, que que podr podría ía escr escrib ibir ir auté autént ntic ica a poesía ba#o el influ#o de las aceitunas y el vino tinto! .idamos Chianti& puede que no sea muy bueno, pero la botella es sencillamente encantadora! %Se est muy bien aquí! .odríamos pedir una botella grande! %)e acuerdo! Como le decía, entonces refle2ioné sobre mi falta de perspectivas y determiné embarcarme en la literatura! %1s realmente e2traño! .arece usted encontrarse en una situaci$n bastante acomodada, a pesar de ello! %'0 pesar de ello* '5ué stira sobre tan noble profesi$n* "e temo, Salisbury, que no tiene usted una buena opini$n acerca de la dignidad de un artista! "e imagina sentado frente al escritorio %y podría verme, si se molesta en venir a casa% con pluma y tinta, y
pers person onas as igua igualm lmen ente te inte interes resad adas as en come comer! r! 1s una una debi debililida dad d humana, Salisbury! %1n efec fecto, to, ser me#or e#or que ent entremo remos s! "ien "ienttras ras pas paseaba eaba me estaba preguntando si estaría libre la mesa #unto a la ventana! Como usted sabe, tiene asientos con respaldo de terciopelo! %6a sé a cul se refiere& casualmente, est vacía! .ues sí, como le decía, llegué a estar ms apurado todavía! %+5u +5ué hizo entonces- %preg regunt$ Salisbury, quitndose el sombrero y acomodndose al borde del asiento, mientras ho#eaba el men7 con vivo interés! %+5ue qué hice- .ues me senté a refle2ionar! /abía recibido una e2celente formaci$n clsica y sentía una absoluta aversi$n por cualquier clase de negocio8 ése fue el capital con el que me enfrenté al mundo! Sabe, he oído a mucha gente calificar las acei aceitu tuna nas s de desa desagr grad adab able les! s! '5ué '5ué lamen amenttable able pros prosaí aísm smo* o* 0 menu menudo do he pens pensad ado, o, Sali Salisb sbury ury,, que que podr podría ía escr escrib ibir ir auté autént ntic ica a poesía ba#o el influ#o de las aceitunas y el vino tinto! .idamos Chianti& puede que no sea muy bueno, pero la botella es sencillamente encantadora! %Se est muy bien aquí! .odríamos pedir una botella grande! %)e acuerdo! Como le decía, entonces refle2ioné sobre mi falta de perspectivas y determiné embarcarme en la literatura! %1s realmente e2traño! .arece usted encontrarse en una situaci$n bastante acomodada, a pesar de ello! %'0 pesar de ello* '5ué stira sobre tan noble profesi$n* "e temo, Salisbury, que no tiene usted una buena opini$n acerca de la dignidad de un artista! "e imagina sentado frente al escritorio %y podría verme, si se molesta en venir a casa% con pluma y tinta, y
la pura nada ante mí& pero, si vuelve a las pocas horas, con toda probabilidad encontrar una obra de creaci$n! %Sí, es verdad! Creo que la literatura no es muy remunerativa! %.ues est usted equivocado& sus recompensas son inmensas! .uedo decirle, por cierto, que poco después de verle a usted conseguí un pequeño ingreso! Un tío mío muri$ y result$ inesperadamente generoso! %'0h*, ahora lo entiendo! )ebi$ de ser muy oportuno! %9ue alentador, no puedo negarlo! Siempre lo consideré como una aportaci$n para mis investigaciones! Le decía a usted que soy un hombre de letras& aunque quizs sería ms correcto describirme a mí mismo como un hombre de ciencia! %"i querido )yson, verdaderamente ha cambiado usted mucho en los 7ltimos años! Creía que era usted una especie de ciudadano ocioso, el tipo de hombre que puede encontrarse uno en la acera norte de .icadilly i:;< de mayo a #ulio! %0sí es! .ero eso era parte de mi formaci$n, aunque entonces lo ignoraba! Como usted sabe, mi pobre padre no tuvo los medios para enviarme a la universidad! 1n mi ignorancia solía que#arme por por no habe haberr comp comple leta tado do mi form formac aci$ i$n! n! Locur ocuras as de #uven uventu tud, d, Salisbury& .iccadilly era mi universidad! 0llí empecé a estudiar la gran ciencia que todavía me ocupa! %+0 qué ciencia se refiere%0 la ciencia de la gran ciudad& la fisiología de Londres& literal y metafísicamente, el tema ms trascendental que puede concebir la mente humana! '5ué admirable asado de carne* =ndudablemente el definitivo final del faisn! 0 veces me siento todavía absolutamente abrumado cuando pienso en la inmensidad y comple#idad de Londres! .arís puede llegar a conocerse a fondo
mediante una dosis razonable de estudio& pero Londres es siempre un misterio! 1n .arís se puede decir8 30quí viven las actrices, aquí los bohemios y los ratés ii:><4& pero Londres es diferente! Se puede decir de una calle, sin temor a equivocarse, que es donde habitan las lavanderas& pero en el segundo piso de uno de sus edificios puede haber un hombre estudiando los orígenes de los caldeos y, en el desvn, un artista olvidado agoniza lentamente! %6a veo que es usted, )yson, incorregible %di#o Salisbury sorbiendo lentamente su Chianti%! Creo que su imaginaci$n demasiado ferviente le engaña& el misterio de Londres 7nicamente e2iste en su imaginaci$n! 0 mí me parece un lugar bastante aburrido! ara vez se oye hablar en Londres de un auténtico crimen artístico, mientras que, seg7n creo, .arís abunda en este tipo de cosas! %Sírvame ms vino! ?racias! 1st usted equivocado, mi querido amigo, del todo equivocado! Londres no tiene nada de qué avergonzarse en la senda del crimen! Si fracasamos, es por falta de /omeros, no de 0gamenones! Como usted sabe8 Carent quia vate sacroiii:@
cita!
.ero
me
parece
que
no
acabo
de
%Aien, en lengua#e llano, no tenemos en Londres buenos escritores especializados en este género de cosas! Buestros cronistas ms comunes son torpes sabuesos& cada historia que cuentan la echan a perder al contarla! Su idea del terror y de lo que suscita terror es lamentablemente deficiente! Bada los contenta salvo la sangre, la vulgar sangre ro#a, y cuando la encuentran cargan las tintas, considerando que así se redacta un buen artículo! 1s una pobre concepci$n! 6, por alguna curiosa fatalidad, son siempre los asesinos ms comunes y brutales los que atraen con ms frecuencia la atenci$n y consiguen la mayoría
de las veces que se escriba sobre ellos! .or e#emplo, +ha oído usted hablar del caso /arlesden%Bo, no! Bo me resulta familiar! %.or supuesto que no! 6, sin embargo, la historia es muy curiosa! Se la contaré mientras tomamos café! /arlesden, como usted sabe, aunque quiz lo ignore, es un barrio de las afueras de Londres, algo diferente de suburbios venerables y primorosos como Borood o /ampstead, tan diferentes entre sí! /ampstead, por e#emplo, es donde uno buscaría una gran casa china con tres acres de terreno y varios pabellones, aunque recientemente se observa alg7n gusto artístico& mientras que Borood es el hogar de las pr$speras familias de clase media que eligieron la casa 3porque estaba cercana a .alacio4!!! y seis meses después se hartaron del .alacio! Sin embargo, /arlesden es un lugar sin carcter! 1s todavía demasiado nuevo para tener carcter! /ay hileras de casas ro#as e hileras de casas blancas con brillantes celosías verdes, portales descascarillados y pequeños patios traseros a los que llaman #ardines, unos pocos tenduchos, y, de repente, cuando uno se cree a punto de captar la fisonomía del lugar, todo se desvanece! %+5ué diablos significa eso- 'Supongo que las cosas no se desplomarn ante nuestros o#os* %Aueno, no, no es eso e2actamente! .ero como entidad, /arlesden desaparece! Sus calles se convierten en silenciosas calle#uelas, sus llamativas casas en olmos y los #ardines traseros en verdes praderas! Se pasa repentinamente de la ciudad al campo& no hay transici$n, como en una pequeña poblaci$n rural, ni suaves gradaciones de césped y rboles frutales, con una densidad paulatinamente menor de casas, sino una brusca interrupci$n! Creo que la mayor parte de la gente que vive allí cabe en la Cityiv:D
que la que allí e2iste a mediodía! .arece una ciudad muerta& las calles refulgen en su desolaci$n, y al pasar descubre uno repentinamente que también ellas son parte de Londres! 4/ace uno o dos años vivía allí un médico! /abía instalado su placa metlica y su lmpara ro#a en el e2tremo de una de esas calles relucientes y, a espaldas de la casa, los campos se e2tendían a lo le#os hacia el norte! )esconozco la causa por la que se estableci$ en un lugar tan apartado& quizs el doctor AlacE, como lo llamaremos, fuera un hombre previsor y tuviera la mirada puesta en el futuro! Sus amistades, seg7n se supo luego, lo habían perdido de vista hacía muchos años, y ni siquiera sabían que fuera médico, y mucho menos d$nde vivía! Sin embargo, se había establecido en /arlesden, donde tenía alguna clientela y una esposa e2traordinariamente bella! .oco después de llegar a /arlesden la gente solía verlos paseando #untos en las tardes veraniegas, y, por lo que se podía observar, parecían una pare#a muy bien avenida! 1stos paseos continuaron durante el otoño y ms adelante se interrumpieron& aunque, naturalmente, a medida que los días se oscurecían y el tiempo refrescaba, era l$gico suponer que las calle#uelas cercanas a /arlesden perderían muchos de sus atractivos! Ferminado el verano, nadie volvi$ a ver a la señora AlacE& el doctor solía responder a las preguntas de sus pacientes que ella se encontraba 3un poco indispuesta y que, sin duda, estaría me#or al llegar la primavera4! .ero la primavera lleg$, y también el verano, y la señora AlacE no apareci$, y, finalmente, la gente comenz$ a murmurar y se di#eron todo tipo de cosas curiosas a la hora del té, que como usted posiblemente sabr es el 7nico entretenimiento conocido en esos suburbios! 1l doctor AlacE empez$ a sorprender miradas muy e2trañas dirigidas a él, y su clientela, que era numerosa, disminuy$ visiblemente! 1n suma, cuando los vecinos murmuraban sobre el tema, e2presaban la convicci$n de que la señora AlacE estaba muerta y que el doctor se había deshecho de ella! .ero éste no era el caso& la señora AlacE fue vista con vida en #unio! 9ue una tarde de domingo y uno de esos pocos días espléndidos que ofre ce el
clima inglés, por lo que la mitad de los londinenses se había e2traviado por los %campos, en todas direcciones, para aspirar el perfume del florido mayo y comprobar si habían florecido ya las rosas silvestres en los setos! 0quella mañana salí temprano para dar un largo paseo, y, cuando iba de regreso a casa, fui a parar al mismo /arlesden del que hemos estado hablando! Fomé una #arra de cerveza en el ?eneral ?ordon, el establecimiento de moda de la vecindad, y mientras deambulaba sin ob#eto vi un boquete e2traordinariamente tentador en un cercado de arbustos y decidí e2plorar el prado! )espués de caminar por la infernal gravilla esparcida por las aceras suburbanas, la suave hierba resulta muy agradable de pisar, así que, tras pasear un buen rato, pensé que sería una buena idea sentarme en un banco y fumarme un cigarrillo! 0l sacar la petaca miré hacia las casas y, seg7n miraba, sentí que se me cortaba la respiraci$n y que mis dientes empezaban a castañetear, y el bast$n que llevaba en una mano se parti$ en dos del apret$n que le di! 9ue como si una corriente eléctrica me ba#ara por el espinazo y, sin embargo, durante alg7n tiempo, que me pareci$ largo, aunque debi$ de ser muy corto, me contuve preguntndome qué diablos ocurría! 1ntonces comprendí lo que había hecho estremecer mi coraz$n y había helado mis huesos de angustia! 0l mirar en direcci$n a la 7ltima casa de la manzana frente a mí, en la corta fracci$n de un segundo, había visto un rostro en una de las ventanas superiores de la casa! 1ra un rostro de mu#er, y, sin embargo, no era humano! Usted y yo, Salisbury, hemos oído hablar en nuestra época, cuando nos sentbamos en los bancos de la iglesia al sobrio estilo inglés, de una concupiscencia que no puede saciarse y de un fuego ine2tinguible, pero ni uno ni otro teníamos la menor idea de lo que esas palabras querían decir! 1spero que usted nunca la tenga, pues yo, al ver esa cara en la ventana, con el cielo azul so bre mí y el clido viento acaricindome a rfagas, comprendí que había penetrado en otro mundo8 había mirado por la ventana de una casa ordinaria y flamante, y había visto el infierno abierto ante mí! Cuando me recuperé de la primera impresi$n, pensé una o dos veces que me había desmayado& mi
rostro chorreaba sudor frío y mi respiraci$n estallaba en sollozos, como si me ahogara! 0l fin me las arreglé para levantarme y crucé la calle8 en el buz$n de la puerta principal, vi grabado el nombre del 3)r! AlacE4! 1l destino o mi suerte quiso que la puerta se abriera y un hombre ba#ase las escaleras en ese momento! Bo tuve ninguna duda de que era el mismo doctor! Fenía un aspecto bastante corriente en Londres8 alto y delgado, plido de cara y con un deslucido bigote negro! Cuando nos cruzamos sobre el pavimento me dirigi$ una mirada, y, aunque fue simplemente la o#eada casual que un peat$n dirige a otro, mentalmente llegué a la conclusi$n de que aquél era un tipo de trato peligroso! Como usted puede imaginar, seguí mi camino bastante perple#o y también horrorizado por lo que había visto! )espués visité de nuevo el ?eneral ?ordon e hice acopio de la mayoría de los chismes que circulaban por el lugar en relaci$n con los AlacE! Bo mencioné que había visto en la ventana un rostro de mu#er& pero me enteré de que la señora AlacE había sido muy admirada por su hermosa cabellera dorada, y el rostro que me había impresionado con tan desconocido terror estaba rodeado por un vaho de flotantes cabellos rubios, como una aureola de gloria alrededor del rostro de un stirov:G
desvanecido en el fondoH de mi mente Ino creía poder olvidarlo, pues algo como lo ocurrido no puede olvidarse fcilmenteJ& pero una mañana, al leer el peri$dico, me llam$ la atenci$n un titular al que seguían unas dos docenas de renglones de letra pequeña! Las palabras que había visto eran simplemente8 31l caso /arlesden4, pero yo ya sabía lo que iba a leer! La señora AlacE había muerto! AlacE había llamado a otro médico para certificar la causa de la muerte, pero algo o alguien despert$ las sospechas sobre el e2traño doctor y hubo una investigaci$n #udicial con autopsia! 1l resultado, lo confieso, me asombr$ considerablemente8 fue el triunfo de lo inesperado! Los dos médicos que practicaron la autopsia se vieron obligados a admitir que no pudieron descubrir el menor rastro de cualquier tipo de engaño& los ensayos y reactivos ms comple#os no consiguieron detectar presencia de veneno, ni aun en la cantidad ms infinitesimal! )escubrieron que la muerte había sido producida por una especie de enfermedad cerebral, un tanto e2traña y científicamente interesante! 1l te#ido del cerebro y las moléculas de materia gris habían e2perimentado una e2traordinaria serie de cambios& y el ms #oven de los dos médicos, que tenía cierta reputaci$n, seg7n parece, como especialista en enfermedades mentales, hizo algunas observaciones al dar su testimonio que me impresionaron profundamente, aunque en ese momento no comprendí todo su significado! 4%0l comenzar mi e2amen %di#o%, me quedé asombrado de encontrar apariencias de una índole completa mente nueva para mí, a pesar de mi relativamente amplia e2periencia! )e momento no tengo necesidad de dar ms detalles sobre estas apariencias& me bastar con manifestar que, mientras e#ecutaba mi tarea, apenas podía creer que el cerebro que tenía ante mí fuera de un ser humano! 41sta declaraci$n caus$ cierta sorpresa, como usted puede imaginar, y el #uez pregunt$ al médico si quería decir que el cerebro se parecía al de un animal!
4%Bo %contesto él%, yo no diría tanto! /e observado indicios que parecían apuntar en esa direcci$n& pero otros, todavía ms sorprendentes, apuntaban hacia una estructura nerviosa de una índole completamente diferente a la del hombre o a la del ms ínfimo de los animales! 4La declaraci$n caus$ e2trañeza, pero el #urado, naturalmente, present$ un veredicto de muerte por causas naturales, y el caso, para el p7blico, qued$ resuelto! Bo obstante, después de haber leído la declaraci$n del doctor, resolví que me gustaría saber bastante ms, y me puse a traba#ar en lo que prometía ser una interesante investigaci$n! ealmente tuve bastantes problemas, pero hasta cierto punto tuve é2ito! 0unque entonces, mi querido amigo, no tenía ni idea del porqué! +Se ha dado cuenta de que llevamos aquí casi cuatro horas- .idamos la cuenta y vaymonos!4 Los dos hombres salieron en silencio y permanecieron un momento en el frío ambiente viendo pasar frente a ellos el apresurado trfico de Coventry Street, en el que se confundían las estridentes bocinas de los cabriolés vi:K< y los gritos de los vendedores de peri$dicos& el estrépito y el bullicio de la calle sofocaba una y otra vez el intenso murmullo le#ano de Londres! %1s un caso e2traño, +no es cierto- %di#o )yson finalmente%! +5ué opina usted%Fodavía no he oído el final, querido amigo& por tanto, me reservaré la opini$n! +Cundo me contar el resto%(enga a verme alguna tarde& el #ueves pr$2imo, por e#emplo! 0quí tiene mi direcci$n! Auenas noches& ahora me gustaría ir al Strandvii:
II
1l señor Salisbury, como puede haberse deducido de las escasas observaciones que había podido hacer en el transcurso de la tarde, era un #oven caballero de intelecto singularmente s$lido, reservado y un tanto escéptico ante los misterios y lo ins$lito, y con una aversi$n temperamental por la parado#a! )urante el almuerzo en el restaurante se había visto obligado a escuchar casi en completo silencio un e2traño te#ido de inverosimilitudes ensartadas con la ingenuidad propia de alguien proclive a intrigas y misterios, así que se sentía cansado al cruzar Shaftesbury 0venue y zambullirse en las entrañas del Soho viii:M<, pues su vivienda se encontraba en las pro2imidades del lado norte de N2ford Street! "ientras caminaba, iba especulando sobre el futuro que le aguardaba a )yson, a quien veía dependiendo de la literatura y sin el amparo de alg7n pariente considerado, y no pudo menos de concluir que estaba tan sutilmente imbuido de una imaginaci$n e2cesivamente brillante que, con toda probabilidad, sería recompensado con un par de tablas para anuncios o un papel de comparsai2:O
desagPes! Los escasos viandantes que por allí se veían, que ms que pasear por la calle holgazaneaban, echaron a correr como cone#os asustados hacia alg7n invisible refugio, y, aunque Salisbury silb$ ruidosa y repetidamente en busca de un cabriolé, no apareci$ ninguno! "ir$ a su alrededor, intentando averiguar la distancia a la que se hallaba del abrigo de N2ford Street, pero al vagar distraídamente se había apartado de su camino y se encontr$ en una zona desconocida con todo el aspecto de no disponer de hoteles donde pudiera uno guarecerse por la modesta suma de dos peniques! Las farolas escaseaban y estaban muy espaciadas, y lucían escasamente tras los sucios cristales, gracias al leve flu#o de aceite& a esta vacilante luz pudo vislumbrar Salisbury los sombríos e inmensos caserones de que se componía la calle! 0l pasar #unto a ellos, apresurado y encogido ba#o la avalancha de lluvia, repar$ en los innumerables tiradores de las puertas, cuyas inscripciones, grabadas en chapas de bronce, parecían desvanecerse de vie#as, y aquí y all un saledizo ricamente esculpido sobresalía de la puerta, ennegrecido por la mugre de cincuenta años! La tormenta parecía agravarse con furia creciente& Salisbury estaba completamente empapado y había echado a perder su sombrero nuevo, y, con todo, N2ford Street parecía tan ale#ado como siempre& con profundo alivio, el empapado hombre alcanz$ a ver una sombría arcada que parecía brindar protecci$n de la lluvia, si no del viento! Salisbury se refugi$ en la parte ms resguardada de la lluvia y mir$ en torno suyo& se encontraba en una especie de pasa#e artificial, deba#o del saliente de una casa, y tras él se e2tendía una estrecha acera que conducía entre blancas paredes a un oscuro rinc$n! /abía permanecido allí alg7n tiempo, esforzndose vanamente por desembarazarse en parte de la molesta humedad, y alerta al paso de alg7n cabriolé, cuando le llam$ la atenci$n un ruido estrepitoso procedente del pasa#e que quedaba a sus espaldas y que aumentaba al acercarse! 1n un par de minutos pudo distinguir la voz ronca y chillona de una mu#er %que no cesaba de despotricar y amenazar% cuyos acentos resonaban en las mismísimas piedras, mientras que, de cuando en cuando, un hombre gruñía y
protestaba! Sin embargo, y a pesar de su aversi$n por lo novelesco, a Salisbury le agradaban las peleas calle#eras, y ésta parecía derivar hacia las ms divertidas fases de la embriaguez& por consiguiente, se rela#$ y se dispuso a escuchar y a observar con el aspecto de un abonado a la $pera! Bo obstante, para su fastidio, el altercado pareci$ apaciguarse repentinamente, y ya no oy$ ms que los impacientes pasos de la mu#er y el lento vaivén del hombre acercndose a él! Ncultndose en la sombra de la pared, pudo ver c$mo se apro2imaban los dos& el hombre estaba evidentemente borracho y se las veía y se las deseaba para evitar chocar con las paredes de uno y otro lado, a las que se agarraba como una barca sacudida por el viento! La mu#er miraba al frente, con lgrimas en sus resplandecientes o#os, que volvieron a brillar con ms intensidad cuando aquéllas desaparecieron, y finalmente estall$ en una sarta de insultos dirigidos contra su compañero! %(il granu#a, ruin, despreciable canalla %continu$ diciendo ella, tras una incoherente avalancha de maldiciones%! +.iensas que voy a seguir toda la vida traba#ando para ti como una esclava mientras t7 persigues a esa chica de ?reen Street y te bebes cada penique que tienes- Fe equivocas, Sam& ya no lo soporto ms! "aldito ladr$n, estoy cansada de ti y de tu patr$n, así es que ya puedes hacerte tus propios recados, y 7nicamente espero que te metan en apuros! La mu#er sac$ algo parecido a un papel de su regazo, lo arrug$ y lo tir$! Cay$ a los pies de Salisbury! Luego se fue y desapareci$ en la oscuridad, mientras el hombre se tambaleaba en la calle, refunfuñando vagamente contra sí mismo con voz aturdida! Salisbury lo sigui$ con la vista y lo vio hacer eses sobre el pavimento, detenerse de vez en cuando y ladearse indeciso, ; para luego tomar s7bitamente un nuevo rumbo! 1l cielo había aclarado, y blancas nubes aborregadas cruzaban fugaces ante la luna, alta en el firmamento! La luz aparecía y
desaparecía intermitentemente, seg7n las nubes pasaban, despe#ando y volviendo a cubrir el cielo! Cuando los blancos rayos alumbraron el pasa#e, Salisbury divis$ la bolita de papel arrugado que la mu#er había tirado! Curioso por saber lo que podía contener, la recogi$ y se la meti$ en el bolsillo, poniéndose de nuevo en camino!
III
Salisbury era un hombre de costumbres fi#as! Cuando lleg$ a casa empapado hasta los huesos, chorrendole la ropa y con el sombrero impregnado de un lívido rocío, su 7nico pensamiento fue su salud, de la que se ocupaba solícito! .or tanto, después de cambiarse de ropa y embutirse en un clido batín, procedi$ a prepararse un sudorífico a base de ginebra y agua, calentada ésta en una de esas lmparas de alcohol que mitigan las austeridades de la vida de un moderno ermitaño! Cuando hubo ingerido el preparado y hubo calmado su e2citaci$n con una pipa de tabaco, Salisbury pudo irse a la cama en un alegre estado de rela#aci$n, sin pensar en su aventura en la sombría arcada, ni en las ominosas fantasías con que )yson había sazonado su comida! Lo mismo ocurri$ la mañana siguiente durante el desayuno, pues Salisbury persisti$ en no pensar en nada hasta terminar de comer! .ero cuando retiraron la taza y el plato, y encendi$ su primera pipa del día, record$ la bolita de papel y empez$ a revolver en los bolsillos de su mo#ado abrigo! Bo recordaba en qué bolsillo la había puesto y, al meter la mano primero en uno y luego en el otro, e2periment$ una e2traña sensaci$n de temor a que no estuviera allí, aunque ciertamente no podría haber e2plicado la importancia que atribuía a lo que con toda probabilidad no era ms que un desecho! Sin embargo, suspir$ con alivio cuando sus dedos tocaron la arrugada superficie del papel en su bolsillo interior, lo sacaron despacio y lo colocaron sobre el pequeño escritorio #unto a su sill$n, con el mismo cuidado que si se tratara
de una rara #oya! Salisbury se sent$ a fumar y contempl$ fi#amente su hallazgo durante unos cuantos minutos, con la e2traña tentaci$n de arro#arlo al fuego y evitarse con ello tanto la especulaci$n acerca de su posible contenido como conocer la raz$n por la que la ofendida mu#er había arro#ado un trozo de papel con tanta vehemencia! Como puede suponerse, el 7ltimo sentimiento fue el que se impuso, y, finalmente, no sin algo de repugnancia, cogi$ el papel, lo desarrug$ y lo coloc$ frente a él! 1ra un simple trozo de papel sucio, a todas luces arrancado de un cuaderno barato, y en el centro tenía escritas unas pocas líneas con letra curiosamente apretada! Salisbury inclin$ la cabeza y por un momento clav$ la vista en el papel con ansiedad, suspirando profundamente& luego volvi$ a su silla con la mirada perdida, hasta que finalmente, e2perimentando un cambio repentino, estall$ en carca#adas tan prolongadas, sonoras y tumultuosas que el niño de la casera se despert$ en el piso de aba#o y reaccion$ ante su hilaridad con espantosos berridos! .ero él sigui$ riendo y cogi$ el papel para leer por segunda vez lo que parecía tan insensato disparate! 35! tiene que ir a .arís a ver a sus amigos4, comenzaba! 30travesar /andel s! HUna vez alrededor del césped, dos veces alrededor de la amada, y tres veces alrededor del arceH!4 Salisbury cogi$ el papel y lo arrug$ como hiciera la eno#ada mu#er& luego apunt$ en direcci$n al fuego! Sin embargo, no lo arro#$ a él, sino que lo tir$ descuidadamente en el interior del escritorio y volvi$ a reírse! 1l completo desatino de todo el asunto le ofendía, y estaba avergonzado de su propia ansiosa especulaci$n, como el que se quema las ce#as con los altisonantes comunicados de los ecos de sociedad del peri$dico y s$lo encuentra anuncios y trivialidades! 1ntonces se dirigi$ a la ventana y contempl$ la lnguida vida matinal de su barrio8 las criadas con desaliñados vestidos estampados fregando los escalones de entrada a la casa, el pescadero y el carnicero yendo de ac para all, y los
comerciantes, de pie #unto a las puertas de sus pequeñas tiendas, abatidos por la falta de negocio y de actividad! 0 lo le#os una bruma azulada proporcionaba una cierta grandeza a toda la vista, pero en con#unto ésta era deprimente y s$lo habría interesado a un estudioso de la vida londinense, que siempre encuentra algo e2quisito y selecto en cada una de sus facetas! Salisbury abandon$ disgustado la ventana y se aposent$ en el sill$n, tapizado en un tono verde brillante y adornado con tachones dorados, que constituía el orgullo y la atracci$n de sus aposentos! (olvi$ a su ocupaci$n matinal8 la lectura atenta de una novela que trataba de deporte y amor de forma tal que sugería la estrecha cone2i$n entre un mozo de cuadra y un internado de señoritas! 1n circunstancias normales, Salisbury habría seguido interesndose por la historia hasta la hora del almuerzo, pero esa mañana se agitaba en el sill$n, cogía el libro y lo volvía a de#ar, y finalmente #uraba y maldecía de simple irritaci$n! 1n realidad, los versos del papel hallado en la arcada 3se le habían metido en la cabeza4 e, hiciera lo que hiciese, no podía menos de rezongar una y otra vez8 %QUna vez alrededor del césped, dos veces alrededor de la amada, y tres veces alrededor del arce!Q Se convirti$ en un verdadero tormento, como el ridículo estribillo de una canci$n de music%hall, eternamente citado, cantado a todas horas del día y de la noche, y apreciado por los golfillos calle#eros, que lo sustituían por otro ms de moda cada seis meses! Salisbury sali$ a la calle y trat$ de olvidar a su enemigo entre los empu#ones de la multitud y el rugido y el estruendo del trfico, pero al instante se encontr$ a sí mismo ale#ndose silenciosamente y deambulando por para#es desiertos, devanndose los sesos en vano al tratar de encontrar alg7n sentido a frases que seguramente no lo tenían! La llegada del #ueves fue un gran alivio, pues record$ que tenía una cita con )yson! Los f7tiles ensueños del que se hacía llamar hombre de letras parecían divertidos en comparaci$n con esta incesante obsesi$n, esta perple#idad de la que no parecía poder
escapar! )yson residía en una de las calles ms tranquilas que llevan del Strand al río y, al pasar Salisbury por la estrecha escalera que conducía a la morada de su amigo, vio que el tío había sido verdaderamente generoso! 1l suelo resplandecía y flameaba con todos los colores del Nriente& era, como )yson observ$ pomposamente, 3un caso de ensueño4, y sus cortinas primorosamente elaboradas, en las que brillaban hilos dorados aquí y all, impedían ver el crep7sculo en las calles londinenses, con sus faroles encendidos! 1n los estantes de un armario de roble había vasos y platos de vie#a cermica francesa, y grabados en blanco y negro Iimposibles de conseguir en el /aymarEet o en Aond StreetJ destacaban esplendorosamente sobre papel pintado #aponés! Salisbury se sent$ en el banco que había #unto al hogar y aspir$ y mezcl$ los humos de incienso y de tabaco, maravillado at$nito ante todo este esplendor del reps 2:;R< verde y las oleografíasl;, el espe#o de marco dorado y el lustre de su propio apartamento! %"e alegra que haya venido %di#o )yson%! 1ste pequeño aposento es confortable, +no es cierto- Bo parece encontrarse usted muy bien, Salisbury! Bo le ocurrir nada, +verdad%Bo& pero he estado bastante fastidiado estos 7ltimo días! La verdad es que tuve una especie de e2traña aventura Isupongo que así podría llamarlaJ la noche que nos encontramos y me ha preocupado bastante! 6 lo ms irritante es que se trata del disparate ms simple& sin embargo, luego se lo contaré todo! =ba usted a referirme el resto de es e2traña historia que me cont$ en el restaurante! %Sí! .ero me temo, Salisbury, que ser en vano! 1s usted esclavo de lo que llama evidencias! Sabe usted muy bien que en el fondo cree que la singularidad de este caso es invenci$n mía 7nicamente, y que en realidad todo es tan natural como asegura la policía! Sin embargo, ya que he empezado, seguiré adelante! .ero primero beberemos algo y usted puede adems encender su pipa!
)yson se lleg$ hasta la alacena de roble y sac$ del fondo una botella redonda y dos vasitos, pintorescamente decorados! %1s Aenedictine %di#o%! Fomar un poco, +noSalisbury asinti$, y los dos hombres se sentaron a bebe y a fumar durante algunos minutos antes de que )yson comenzara a hablar! %(eamos %di#o finalmente%, estbamos en la pesquisa #udicial, +verdad- Bo, ya terminamos con eso! '0h*, y recuerdo! Le estaba contando que, en general, había tenido é2ito en mi investigaci$n, pesquisa, o como quiera llamarla, sobre el caso! +Bo fue ahí donde me quedé%Sí, así fue! .ara ser preciso, creo que la 7ltima palabra que mencion$ sobre el asunto fue 3aunque !!! 4 %12acto! )esde la otra noche he estado pensando mucho en ello y he llegado a la conclusi$n de que ese 3aunque!!!4 es de veras considerable! /ablando sin rodeos, tengo que confesar que lo que descubrí, o creí descubrir, no significa en realidad nada! 1stoy tan le#os del meollo del asunto como siempre! Sin embargo, puedo contarle lo que sé, de todos modos! Como recordar, le di#e que me quedé muy impresionado con algunas observaciones de uno de los médicos que testimoni$ en el #uicio! 0sí pues, decidí que mi primer paso debía consistir en tratar de sacarle a ese doctor algo ms concreto e inteligible! )e un modo u otro me las arreglé para que me lo presentaran, y me cit$ para ir a verlo! esult$ ser un tipo simptico y afable!, bastante #oven y nada parecido a los típicos médicos, y comenz$ la charla ofreciéndome hisEy y cigarros! Bo creí que valiera la pena andar con rodeos, así que empecé diciéndole que parte de su declaraci$n en la investigaci$n del caso /arlesden me había impresionado por su peculiaridad, y le mostré el recorte impreso con las líneas en cuesti$n subrayadas! 1ch$ s$lo un vistazo al trozo de papel y me mir$ con e2trañeza!
%)e modo que le impresion$ por su peculiaridad, +eh- %di#o%! Aien, debe usted recordar que el caso /arlesden fue muy peculiar! )e hecho, creo que puedo decir que en lo referente a algunos rasgos específicos fue 7nico, verdaderamente 7nico! 4%Completamente de acuerdo %repliqué yo%, y precisamente por eso me interesa y quiero saber ms de él! /e pensado, por otra parte, que si alguien podía darme alguna informaci$n, ése sería usted! +5ué opina del caso4La pregunta era bastante directa, y el doctor pareci$ algo desconcertado! 4%Aien %di#o% Como me imagino que el motivo de su pregunta debe ser simple curiosidad, creo que puedo e2presarle mi opini$n un poco libremente! 0sí que señor!!! +señor )yson-, si quiere usted conocer mi teoría, aquí la tiene8 creo que el doctor AlacE mat$ a su mu#er! 4%.ero el veredicto %argumenté% se pronunci$ a partir de su propia declaraci$n! 4%Cierto& el veredicto se dict$ de acuerdo con la declaraci$n de mi colega y con la mía y, dadas las circunstancias, creo que el #urado actu$ con mucha sensatez! )e hecho, no tuvieron otra opci$n! .ero yo me mantengo en mi opini$n, entiéndalo, y digo también esto8 no me sorprendería que AlacE hubiera hecho lo que yo creo firmemente que hizo! .ienso, adems, que estaba #ustificado! 4%ustificado- +C$mo es eso- %pregunté! 41staba asombrado, como usted puede imaginar, por la respuesta obtenida! 1l doctor gir$ suavemente su silla y por un instante me mir$ resueltamente antes de contestar! 4%Supongo que no es usted un hombre de ciencia, pues en ese caso no serviría de nada que yo le diera ciertos detalles! Siempre
me he opuesto firmemente a cualquier tipo de relaci$n entre la fisiología y la psicología! Creo que ambas apuestan por el sufrimiento! Badie reconoce ms decididamente que yo la impracticable sima, el insondable abismo que separa el mundo consciente de todo cuanto se refiere a la materia! Sabemos que cada cambio de consciencia suele venir acompañado de una nueva disposici$n de las moléculas de la sustancia gris& y eso es todo! Cul es el vínculo entre ellos, o por qué coinciden, no lo sabemos, y la mayoría de los e2pertos cree que nunca podremos saberlo! Con todo, le diré que mientras hacía mi traba#o, con el escalpelo en la mano, tuve la convicci$n de que, a despecho de todas las teorías, lo que yacía frente a mí no era el cerebro de una mu#er muerta, ni siquiera el cerebro de un ser humano! .or supuesto vi el rostro& pero estaba muy tranquilo, desprovisto de e2presi$n! )ebi$ de ser, sin duda, un rostro hermoso, pero debo decir honestamente que no habría mirado ese rostro cuando todavía tenía vida ni por un millar de guineas, ni siquiera por dos veces esa suma! 4%"i querido señor %di#e%, me sorprende usted en e2tremo! )ice usted que no era el cerebro de un ser humano! +5ué era entonces4%1l cerebro de un demonio %replic$%, y no me cabe la menor duda de que AlacE encontr$ alguna forma de acabar con él! Sea lo que fuese la señora AlacE, no estaba en condiciones de continuar en este mundo! +0lgo ms- +Bo- Auenas noches! 41ra una e2traña opini$n viniendo de un hombre deH ciencia, +noCuando me di#o que no habría mirado esa cara mientras tenía vida por un millar de guineas, ni aun por dos millares de guineas, pensé en el rostro que yo había visto, pero no di#e nada! (olví a /arlesden y fui de tienda en tienda, haciendo pequeñas compras y tratando de indagar cuanto podía de los AlacE, pero poco es lo que pude averiguar! Uno de los tenderos a los que me dirigí afirm$ haber conocido bien a la difunta& solía comprarle todos los víveres que necesitaba para su pequeño hogar, pues nunca
tuvieron sirvientes, aunque sí una asistenta ocasionalmente, la cual no había visto a la señora AlacE desde meses antes de que muriera! Seg7n el tendero, la señora AlacE era 3una dama agradable4, siempre amable y considerada, y muy enamorada de su marido y él de ella, seg7n opinaban todos! 6 sin embargo, de#ando a un lado la opini$n del doctor, yo sabía muy bien lo que había visto! .or tanto, después de pensar en ello y atar cabos, me pareci$ que la 7nica persona que probablemente podría ayudarme era el mismo AlacE, de modo que decidí localizarlo! .or supuesto no se le podía encontrar en /arlesden& había abandonado el barrio, como le di#e, inmediatamente después del funeral! Fodo lo que contenía la casa había sido vendido, y un buen día AlacE tom$ el tren con un ba7l y se fue nadie sabe d$nde! 49ortuitamente volví a oír hablar de él, y un día lo encontré por pura casualidad! .aseaba por ?rayHs =nn oad sin ning7n destino en particular, mirando a mi alrededor8 como solía, y sosteniendo fuerte mi sombrero, pues era un día borrascoso de comienzos de marzo y el viento hacía que se mecieran y temblaran las copas de los rboles de la posada! /abía subido desde el final de /olborn y casi había tomado FheobaldHs oad cuando reparé en un hombre que caminaba frente a mí, apoyado en un bast$n y aparentemente muy débil! /abía algo en su mirada que incit$ mi curiosidad, no sé por qué, y comencé a caminar ms rpido con la idea de alcanzarlo, cuando de pronto su sombrero vol$ y, saltando sobre el pavimento, lleg$ a mis pies! .or supuesto, recogí el sombrero y le eché un vistazo mientras me dirigía hacia su propietario! 1ra un pinga#o8 llevaba en su interior el nombre de un fabricante de .iccadilly, pero creo que ni un mendigo lo habría recogido del arroyo! 1ntonces levanté la mirada y vi al doctor AlacE esperndome! Cosa e2traña, +no- .ero 'qué cambio*, Salisbury! Cuando contemplé al doctor AlacE ba#ando las escaleras de su casa de /arlesden era un hombre erguido, que caminaba con firmeza sobre sus bien formados miembros& un hombre, diríamos, en la flor de la vida! 6 ahora esta miserable
criatura se inclinaba ante mí, encorvado y débil, marchitas las me#illas y el pelo prematuramente encanecido, los miembros temblorosos y renqueantes, y el sufrimiento en los o#os! "e dio las gracias por recoger su sombrero diciendo8 4%Creí que nunca podría alcanzarlo& ahora ya no tengo los pies ligeros! '5ué día ms desapacible*, +verdad, señor46 dicho esto, intent$ despedirse de mí& sin embargo, poco a poco conseguí entablar conversaci$n con él y caminamos #untos en direcci$n este! Creo que el hombre se habría alegrado de librarse de mí, pero me propuse acompañarlo, y finalmente se detuvo frente a una miserable casa de una calle miserable! 1n verdad, creo que era uno de los barrios ms pobres que #ams he visto8 casas que debían de haber sido bastante s$rdidas y horribles cuando eran nuevas, que habían acumulado porquería con los años, y ahora parecían desmoronarse y amenazaban con caerse! 4%0ll arriba vivo yo %di#o AlacE, señalando al te#ado%, no en la parte delantera, sino detrs! 0quí estoy muy tranquilo! Bo le pediré que suba ahora, pero tal vez alg7n otro día!!! 4Le tomé la palabra y le di#e que me alegraría mucho ir a verlo! "e lanz$ una e2traña mirada, como si se preguntara por qué demonios yo o cualquier otro se preocupaba de él, y lo de#é tanteando con su llavín en la cerradura! Supongo que me dir usted que hice muy bien cuando le cuente que en unas pocas semanas me convertí en amigo íntimo de AlacE! Bunca olvidaré la primera vez que fui a su habitaci$n& espero no volver nunca a ver una mugre 6 una miseria tan e2trema! Un espantoso papel, del que hacía tiempo había desaparecido cualquier dibu#o o rastros de él, pendía de las paredes en enmohecidos colga#os, impregnados de la mugre de la aciagaQ calle! Solamente era posible mantenerse en posici$n erguida al fondo de la habitaci$n, y la visi$n de la miserable cama y el olor a corrupci$n que lo impregnaba todo me hizo sentir mareos y me .uso enfermo! 0llí
lo encontré mascando un pedazo de pan& .arecía sorprendido al comprobar que había cumplido mi promesa, pero me ofreci$ su silla y se sent$ en la cama mientras hablamos! 4Solía ir a verlo a menudo y tuvimos largas conversaciones, pero nunca mencion$ /arlesden o a su mu#er! =magino que él me creía ignorante del asunto, o pensaba que si había oído hablar de él, nunca relacionaría al respetable doctor AlacE de /arlesden con el pobre morador de una buhardilla en lo ms apartado de Londres! 1ra un hombre raro, y, cuando nos sentbamos a fumar, a menudo me preguntaba yo si estaría loco o cuerdo, pues creo que los ms insensatos sueños de .aracelso y de los rosacruces 2i:;;< .arecerían hechos corrientes en comparaci$n con las teorías que le oí e2poner con profunda convicci$n en aquel mugriento cuchitril! 1n una ocasi$n me aventuré a insinuarle algo por el estilo! Sugerí que parte de lo que había dicho estaba en rotunda contradicci$n con la ciencia y con la e2periencia! 4%Bo %contest$ él%, con toda la e2periencia no, pues la mía también cuenta! 6o no sostengo teorías no comprobadas& lo que digo lo he probado yo mismo, y a un costo terrible! 12iste un rea del conocimiento que usted siempre ignorar, y que los sabios que la contemplan a lo le#os reh7yen como la peste mientras pueden, pero con la que yo he entrado en contacto! Si usted supiera, si pudiera siquiera soñar lo que es posible hacer, lo que uno o dos hombres han hecho en este tranquilo mundo nuestro, su propia alma se estremecería y desfallecería en su interior! Lo que le he dicho no es sino la ms simple envoltura, la capa e2terna de la verdadera ciencia& esa ciencia que significa muerte y que es ms espantosa que la muerte misma para aquellos que la adquieren! Bo, cuando los hombres dicen que en el mundo ocurren cosas e2trañas, saben muy poco del terror y el espanto que siempre las acompaña! 41l hombre e#ercía una especie de fascinaci$n que me atraía hacia él, y sentí bastante tener que abandonar Londres durante uno o dos meses, pues me perdí su singular charla! .ocos días
después de regresar a la ciudad pensé ir a verlo, pero cuando pulsé dos veces el timbre de su casa, no obtuve respuesta! (olví a tocar de nuevo y ya me iba cuando se abri$ la puerta y una mu#er sucia me pregunt$ qué quería! .or su reacci$n supuse que me había tomado por un policía de paisano que buscaba a alguno de sus inquilinos, pero cuando pregunté si estaba el señor AlacE, me dirigi$ una mirada bien distinta! 4%0quí no vive el señor AlacE %di#o%! /a pasado a me#or vida! "uri$ hace seis semanas! Siempre creí que estaba un poco chiflado, o que lo había estado y se había metido en cualquier lío! Solía salir todas las mañanas de diez a una, y un lunes por la mañana lo oímos llegar, meterse en su habitaci$n y cerrar la puerta, y pocos minutos después, cuando nos sentbamos a almorzar, oímos tal grito que pensé que se había ido de este mundo en un instante! Luego se oyeron pisadas y ba#$ enfurecido, maldiciendo espantosamente y #urando que le habían robado algo que valía millones! )espués se desplom$ en el pasillo y creímos que había muerto! Lo subimos a su habitaci$n y lo metimos en la cama, y me senté a esperar mientras mi marido fue a buscar a un médico! La ventana estaba abierta de par en par y había una ca#ita de ho#alata, abierta y vacía, que él había de#ado en el suelo& pero, por supuesto, nadie podía haber entrado por la ventana, y, en cuanto a él, es un disparate pensar que tuviera alg7n ob#eto de valor, pues frecuentemente se retrasaba varias semanas en el pago del alquiler, y mi marido lo amenaz$ muchas veces con echarlo a la calle, pues, como él decía, nosotros también tenemos derecho a vivir como los dems, y, verdaderamente, eso es cierto& pero, de una forma u otra, no me gustaba la idea de echarlo, aunque él era un tipo raro, y me imagino que había vivido tiempos me#ores! 6 luego lleg$ el doctor y lo mir$, y di#o que no podía hacer nada, y esa noche muri$ estando yo sentada #unto a su cama& y puedo decirle que, entre unas cosas y otras, perdimos dinero con él, pues la poca ropa que tenía no vali$ casi nada cuando la fuimos a vender!
4Le di a la mu#er medio soberano por las molestias y me marché a casa pensando en el doctor AlacE y en el epitafio que ella había hecho de él y asombrado ante la e2traña idea de que hubiera sido ob#eto de un robo! Supongo que tenía muy poco que temer a ese respecto el pobre tipo& pero imagino que estaba realmente loco, y que muri$ en un acceso s7bito de su manía! Su patrona di#o que una o dos veces que tuvo ocasi$n de entrar en su habitaci$n Ipara apremiar al pobre desgraciado a pagar su alquiler, lo ms probableJ la tuvo en la puerta cerca de un minuto, y que cuando entr$ le vio guardar una ca#a de ho#alata en la esquina #unto a la ventana& supongo que estaría poseído de la idea de alg7n tesoro fabuloso, y se creería un hombre rico en medio de toda su miseria! 12plicit 2ii:;><, mi cuento se acab$, y como ver usted, aunque conocí a AlacE, nada supe de su mu#er o de la historia de su muerte! 0sí est el caso /arlesden, Salisbury, y creo que me interesa a7n ms profundamente porque no parece e2istir ni la ms remota posibilidad de que yo o cualquier otro sepamos algo ms sobre él! +5ué opina usted%Aueno, )yson, creo que ha conseguido usted rodear a todo el asunto de un misterio de su propia invenci$n! (oto por la soluci$n del doctor8 probablemente AlacE asesin$ a su esposa en un acceso de locura! %+Cree usted entonces que la mu#er era demasiado espantosa, demasiado terrible para permitírsele permanecer sobre la tierraecordar que el doctor di#o que se trataba del cerebro de un diablo! %Sí, sí, pero hablaba metaf$ricamente, por supuesto! ealmente es una cuesti$n simple si usted lo considera s$lamente ba#o esa perspectiva! %6a, bueno, puede que esté usted en lo cierto& aunque todavía no estoy seguro de que lo esté! .ero es me#or que no discutamos ms! +Un poco ms de Aenedictine- 1so es& pruebe un poco de
este tabaco! )ecía usted que ha estado preocupado por algo!!!! algo que sucedi$ la noche que cenamos #untos! TSí, he estado inquieto, )yson, muy inquieto! 6o!!! la verdad es que es un asunto tan trivial, tan absurdo, que me avergPenzo de molestarle con él! %Bo importa, sea o no absurdo, cuéntemelo! Con muchas vacilaciones y no menos reproches a sí mismo por lo disparatado del asunto, Salisbury cont$ su historia, y repiti$ de mala gana todos los absurdos detalles y los todavía ms absurdos versos del recorte de papel, esperando que )yson estallara en carca#adas! %+Bo es una pena que me preocupe por cosas como éstas %pregunt$, después de balbucear los versos una y otra vez! )yson escuch$ gravemente hasta el final y medit$ unos minutos en silencio! %Sí %di#o finalmente%, fue una curiosa coincidencia que se refugiara usted en la arcada #usto cuando pasaban aquellos dos! .ero no sé si debería calificar de tonterías a lo que estaba escrito en el papel& por supuesto es e2traño, pero supongo que para alguien debe tener sentido! +5uiere repetirlo otra vez- 6o lo anotaré! 5uizs podamos encontrar alg7n tipo de clave, aunque lo considero poco probable! )e nuevo los reacios labios de Salisbury balbucearon lentamente los disparates que tanto aborrecía, mientras )yson tomaba nota en una ho#a de papel! %+5uiere echar un vistazo a esto- %di#o, cuando acab$ de anotar%! .uede ser importante que cada palabra esté en su debido lugar! +)e acuerdo-
%Sí& es una copia fiel! .ero no creo que saque usted mucho en claro de ella! Seguro que es una simple bobada, un galimatías sin sentido! 0hora debo marcharme, )yson! Bo, no me diga ms& ese asunto suyo es bastante complicado! Auenas noches! %Supongo que le gustaría tener noticias mías si descubro algo! %Bo, 'ni hablar* Bo quiero volver a oír hablar del asunto! .uede usted considerar el descubrimiento, si e2iste alguno, como propio! %"uy bien! Auenas noches! IV
Aastantes horas después de que Salisbury hubiera regresado #unto a sus sillas de reps verde, )yson continuaba sentado en su escritorio, una verdadera fantasía #aponesa, fumando pipa tras pipa y meditando acerca del relato de su amigo! Las e2trafias palabras que habían molestado a Salisbury tenían para él un enorme atractivo, y de vez en cuando cogía el papel y escudriñaba atentamente lo que en él había escrito, especialmente el pintoresco verso final! Lleg$ a la conclusi$n de que era una señal, un símbolo, y no una clave& y que la mu#er que lo había arro#ado al suelo con toda probabilidad ignoraba por completo su significado& ella era s$lamente el instrumento de aquel Sam al que había insultado y abandonado, y él a su vez era el instrumento de alg7n desconocido& posiblemente del individuo llamado 5!, que había sido obligado a visitar a sus amigos franceses! .ero +qué hacer con la frase 3atravesar /andel s!40quí estaba la raíz y el origen del enigma, y ni todo el tabaco de (irginia parecía probable que le proporcionara alguna pista! La situaci$n parecía casi desesperada, pero )yson se consideraba a sí mismo el e=lington de los misterios y se fue a la cama con la seguridad de que ms tarde o ms temprano daría con la pista adecuada! Los días siguientes estuvo enfrascado en su traba#o literario, que constituía un profundo misterio incluso para el ms íntimo de sus amigos, el cual buscaba infructuosamente en el
quiosco del ferrocarril el resultado de tantas horas pasadas ante el escritorio #aponés en compañía de tabaco fuerte y té cargado! 1n esta ocasi$n, )yson se confin$ en su habitaci$n durante cuatro días, y con verdadero alivio de#$ la pluma y sali$ a la calle en busca de descanso y aire fresco! 0cababan de encender las farolas de gas y la quinta edici$n de los peri$dicos de la tarde era voceada por las calles! Auscando tranquilidad, )yson se desvi$ del ruidoso Strand y empez$ a dirigirse hacia el noroeste! .ronto se encontr$ en calles en donde resonaban sus pasos y, cruzando una nueva y amplia vía y torciendo luego hacia el oeste, )yson descubri$ que había penetrado en lo ms profundo del Soho! 1l barrio rezumaba vida por sus cuatro costados8 raras cosechas de 9rancia y de =talia, a precios que parecían desdeñosamente ba#os, atraían a los transe7ntes& aquí había quesos enormes y sabrosos, allí aceite de oliva, y all un bosque de rabelesianas salchichas, mientras que en una tienda cercana parecía estar a la venta toda la prensa de .arís! 1n medio de la calzada deambulaba de un lado para otro una e2trafia mezcolanza de gentes oriundas de varios países& raramente se aventuraban por allí las berlinas y los cabriolés, y, desde sus ventanas, los vecinos de aquel lugar contemplaban complacidos la escena! )yson sigui$ su camino lentamente, mezclndose con la multitud sobre el adoquinado, escuchando la e2traña babel del francés, el alemn, el italiano y el inglés, y echando un vistazo de vez en cuando a los escaparates de las tiendas con sus filas de botellas alineadas& casi había llegado al final de la calle cuando le llam$ la atenci$n una pequeña tienda en la esquina, que contrastaba vivamente con sus vecinas! 1ra la típica tienda de barrio pobre& una tienda completamente inglesa! 1n ella se vendían tabaco y dulces, baratas pipas de barro y de madera de cerezo& cuadernos y palilleros de a penique alternaban con pliegos con canciones burlescas, y folletines por entregas con espantosos grabados demostraban que la novela reclamaba su lugar #unto a las realidades de la prensa vespertina, cuyos carteles ondeaban en el portal! )yson ech$ una o#eada al nombre que figuraba encima de la puerta y, de pie #unto a la acera, le sobrecogi$ un s7bito
temblor, pues una angustia profunda, como la de alguien que hace un descubrimiento, le había de#ado momentneamente inm$vil! 1l nombre de la tienda era Fravers! )yson mir$ de nuevo hacia arriba, esta vez en direcci$n a la esquina de la pared y por encima de la faro la, y ley$ en letras blancas sobre fondo azul las palabras 3/andel Street, !C!4, leyenda que se repetía en caracteres ms borrosos #usto deba#o! )io un suspiro de satisfacci$n, y sin ms entr$ audazmente en la tienda y mir$ fi#amente en plena cara al hombre gordo que estaba sentado tras el mostrador! 1l individuo se levant$ y le devolvi$ la mirada con curiosidad, y luego le pregunt$ con e2presi$n convencional8 %+1n qué puedo servirle, señor0 )yson le divertía su situaci$n y la naciente perple#idad del rostro del tendero! 0poy$ cuidadosamente su bast$n contra el mostrador e, inclinndose sobre él, di#o lenta e imponentemente8 %Una vez alrededor del césped, dos veces alrededor de la amada, y tres veces alrededor del arce! )yson había calculado que sus palabras producirían alg7n efecto y no qued$ defraudado! 1l vendedor del bazar qued$ con la boca abierta como un pez y se apoy$ en el mostrador! Cuando por fin pudo hablar, tras una breve pausa, lo hizo con voz ronca, trémula y vacilante! %+Le importaría repetirlo, señor- Bo le he entendido del todo! %Bo pienso hacer nada por el estilo, buen hombre! /a oído usted perfectamente bien lo que le he dicho! (eo que tiene usted un relo# en su tienda& un admirable cron$metro, sin duda! Aien, le doy un minuto por su propio relo#! 1l hombre mir$ en torno con perple#a indecisi$n, y a )yson le pareci$ que ya iba siendo hora de mostrarse amenazador!
%"ire allí, Fravers, casi se le ha terminado el tiempo! Creo que usted ha oído hablar de 5! ecuerde, su vida est en mis manos! '(amos* )yson se sorprendi$ por el resultado de su propia audacia! 1l hombre se contra#o y qued$ paralizado por el terror& el sudor caía por su rostro blanco ceniza, y levant$ las manos! %Señor )avies, señor )avies, no diga eso!!! 'por el amor de )ios* Bo le reconocí al principio, créame! ')ios mío, señor )avies*, no querr arruinarme, +verdad- 1n seguida se lo traeré! %"s vale que no pierda ms tiempo! 1l hombre se escabull$ patéticamente del mostrador y entr$ en una habitaci$n trasera! )yson le escuch$ mane#ar torpemente, con sus temblorosos dedos, un mano#o de llaves y, a continuaci$n, oy$ el chirriar de una ca#a al abrirse! .oco después, el hombre regres$ llevando en las manos un pequeño paquete cuidadosamente envuelto en papel marr$n, y, lleno de terror, se lo entreg$ a )yson! %"e alegra poder desembarazarme de él %di#o% Bo volveré a aceptar encargos de esta índole! )yson cogi$ el paquete y su bast$n, y sali$ de la tienda con una inclinaci$n de cabeza, volviéndose al pasar por la puerta! Fravers se había arrellanado en su asiento, con el rostro todavía lívido por el miedo y una mano sobre los o#os! "ientras se marchaba a toda prisa, )yson especul$ mucho sobre lo que podrían ser esos e2traños acordes que tan toscamente había pulsado! Llam$ al primer cabriolé que vio y regres$ a casa! 1n cuanto hubo encendido la lmpara y de#ado el paquete sobre la mesa, se detuvo unos instantes preguntndose por el e2traño ob#eto que pronto iluminaría la luz de la lmpara! Cerr$ la puerta, cort$ las cuerdas, fue retirando el papel capa a capa, y finalmente dio con una pequeña ca#a de madera, sencilla pero s$lida! Bo tenía
cerradura, y )yson no tuvo ms que levantar la tapa, pero, al hacerlo, e2hal$ un prolongado suspiro y retrocedi$! La lmpara parecía brillar tenuemente como una vela& sin embargo, toda la habitaci$n resplandecía de luz, y no de un solo tono, sino con miles de colores, como una vidriera pintada& en las paredes de la habitaci$n y sobre los muebles familiares, el resplandor brillaba de nuevo y parecía retraerse a su lugar de origen, la pequeña ca#a de madera! .ues en ella, sobre un blanco lecho de lana, descansaba la ms espléndida #oya, una #oya como #ams pudo soñar )yson, en cuyo interior brillaba el azul de le#anos cielos, el verde del mar #unto a la costa, el ro#o del rubí y rayos violeta oscuro, y en medio de todo parecía llamear, como si un surtidor de fuego ascendiera y descendiera y volviera a ascender entre destellos, una especie de broche cua#ado de piedras preciosas! )yson lanz$ un profundo suspiro, se de#$ caer en la silla y se cubri$ los o#os con las manos para pensar! La #oya parecía un $palo, pero en su larga e2periencia de escaparates de tiendas no sabía de ning7n $palo que alcanzara una cuarta o una octava parte de ese tamaño! "ir$ de nuevo a la piedra casi con temor y la coloc$ suavemente sobre la mesa, ba#o la lmpara, para poder así contemplar el maravilloso refle#o que brillaba y centelleaba en su centro& entonces volvi$ hacia la ca#a, curioso por saber si contendría otras maravillas! Levant$ el lecho de lana sobre el que se recostaba el $palo y no encontr$ ms #oyas, sino un vie#o libro de pequeño formato, desgastado y raído por el uso! )yson lo abri$ por la primera pgina y lo de#$ caer espantado! /abía leído el nombre de su dueño, esmeradamente escrito con tinta azul!
)r! SF1(1B AL0CV Nranmore, )evon oad, /arlesden!
.asaron varios minutos antes de que )yson se decidiera a abrir por segunda vez el libro! ememor$ el espantoso cautiverio a que se vio reducido el doctor en su buhardilla& su e2traña conversaci$n, el recuerdo del rostro que había visto en la ventana y lo que había dicho el especialista se apoderaron de su mente y, mientras sus dedos asían la cubierta, se estremeci$, temeroso de lo que podía hallar escrito en su interior! Cuando finalmente lo abri$ y pas$ las pginas, encontr$ las dos primeras en blanco, pero la tercera estaba cubierta por una escritura clara y menuda, y )yson empez$ a leer con la luz del $palo brillando en sus o#os!
V
3)esde que era #oven4, comenzaba la anotaci$n, 3he dedicado todo mi ocio, y buena parte del tiempo que debería haber empleado en otros estudios, a la investigaci$n de las ms curiosas y ocultas ramas del saber! Bunca me he sentido atraído por los com7nmente llamados placeres de la vida, así que viví solitario en Londres, eludiendo a mis compañeros de estudios, y a la vez evitado por ellos a causa de mi ensimismamiento y mi indiferencia! 1ra enormemente feliz con tal de poder satisfacer mi ansia de conocimientos de cierta índole peculiar, cuya misma e2istencia constituye un profundo secreto para la mayoría de la humanidad, y a menudo he pasado noches enteras sentado en la oscuridad de mi habitaci$n, pensando en el e2traño mundo a cuyo borde me había asomado! "is estudios académicos, sin embargo, y la necesidad de obtener un título, me obligaron por alg7n tiempo a posponer mis investigaciones secretas, y poco después de doctorarme conocí a 0gnes, que se convirti$ en mi esposa! 0lquilamos una casa nueva en este apartado suburbio y comencé la habitual rutina de una discreta prctica! )urante algunos meses viví bastante feliz, participando ms activamente en la vida de cuantos me rodeaban y pensando s$lo en raras ocasiones en esa
ciencia oculta que tiempo atrs me había fascinado! Conocía lo suficiente acerca de los caminos que había empezado a transitar como para saber que eran difíciles y peligrosos, que mi perseverancia en ellos implicaba con toda probabilidad la destrucci$n de la vida y que conducían a regiones tan terribles que la mente humana retrocedería horrorizada con s$lo pensarlo! 0dems, la tranquilidad y la paz que había gozado desde que me casé me había ale#ado en gran parte de lugares donde sabía que no podía haber paz! .ero s7bitamente Icreo de veras que fue a consecuencia de una noche en que estaba tendido en la cama contemplando la oscuridadJ, s7bitamente, decía, el vie#o deseo, el pasado anhelo, regres$, y lo hizo con una fuerza tal que, tras su ausencia, se había intensificado diez veces! Cuando despunt$ el día y me asomé a la ventana, viendo con o#os e2traviados la salida del sol por el este, supe que mi destino estaba marcado& que al haber llegado tan le#os, ahora debía ir todavía ms all con paso firme! (olví a la cama donde mi esposa dormía apaciblemente y me acosté de nuevo, derramando amargas lgrimas, pues el sol se había puesto sobre nuestra e2istencia feliz para cernerse como una horrible amenaza sobre ambos! Bo pondré aquí por escrito con todo detalle lo que sigui$& aparentemente fui a mi traba#o como cada día y no di#e nada a mi esposa! .ero pronto advirti$ que yo había cambiado& pasaba mi tiempo libre en una habitaci$n que había equipado como un laboratorio, y a menudo me deslizaba escaleras arriba en el gris amanecer, cuando todavía brillaban sobre Londres las luces de innumerables farolas& y cada noche me acercaba ms a esa gran sima que iba a salvar, el abismo entre el mundo consciente y el mundo material! ealicé numerosos e2perimentos comple#os, y pasaron algunos meses antes de que me diera cuenta de la direcci$n en que apuntaban& cuando, por un momento, los pude e2perimentar en mí mismo, sentí que mi rostro palidecía y que mi coraz$n enmudecía dentro de mí! .ero hace ya tiempo que perdí la facultad de volverme atrs, la facultad de detenerme ante las puertas que ahora se me abrían de par en par y renunciar a entrar& la retirada estaba cortada, y yo 7nicamente podía seguir
adelante! "i posici$n era tan absolutamente desesperada como la de un prisionero en una mazmorra, cuya 7nica luz es la de la mazmorra, de arriba& las puertas estaban cerradas y la huida era imposible! Los e2perimentos dieron, uno tras otro, el mismo resultado, y yo sabía, y me acobardaba en cuanto el pensamiento cruzaba mi mente, que para la tarea que tenía que hacer necesitaba medios que ning7n laboratorio podía suministrar, que ninguna balanza podía pesar! 1n esa tarea, de la cual incluso dudaba de escapar con vida, debía tomar parte la vida misma! /abía que arrancar de alg7n ser humano esa esencia que los hombres llaman alma, y en su lugar Ipues en el esquema del mundo no hay aposentos vacíosJ poner algo que los labios difícilmente pueden pronunciar, que la mente no puede concebir sin un terror ms espantoso que el terror a la muerte misma! 6 cuando supe esto, supe también sobre quién recaería este destino8 escruté los o#os de mi esposa! Si en ese momento hubiera salido y, cogiendo una cuerda, me hubiera ahorcado, podría haberme librado, y ella también, pero de ninguna otra manera! 9inalmente se lo conté todo! 1lla se estremeci$ y se lament$, e invoc$ la ayuda de su madre muerta, y me pidi$ clemencia, y yo s$lamente pude suspirar! Bo le oculté nada& le conté en lo que se convertiría y lo que se introduciría en lugar de su vida& le hablé de toda la infamia y de todo el horror! Usted, que ha abierto la ca#a y ha visto su contenido, y que leer esto cuando yo esté muerto Isi es que no acabo por destruir este escritoJ, no sé si podr entender lo que yace oculto en el $palo! .ues una noche mi esposa consinti$ en lo que yo le pedí, y, con lgrimas corriéndole por el hermoso rostro, y el cuello y el pecho ruborizados por la sofocante vergPenza, consinti$ en sufrir esto por mí! 0brí la ventana de par en par y #untos contemplamos por 7ltima vez el cielo y la sombría tierra& era una estupenda noche estrellada y soplaba una agradable brisa& la besé en los labios y sus lgrimas me resbalaron por las me#illas! 0quella noche ella ba#$ a mi laboratorio, y allí, con los postigos cerrados y atrancados, con las cortinas corridas del todo, de manera que hasta las mismas estrellas quedasen fuera del alcance de la vista,
mientras el crisol siseaba y la lmpara rebosaba, hice lo que tenía que hacer y condu#e afuera a lo que ya no era una mu#er! .ero el $palo flameaba y destellaba sobre la mesa con un brillo como #ams contemplaron o#os humanos, y los rayos del fuego que ardía en su interior deslumbraban y relucían, y resplandecían incluso en mi coraz$n! "i esposa s$lamente me pidi$ una cosa8 que la matara cuando finalmente sucediera lo que yo le había contado! /e cumplido esta promesa!4 1so era todo! )yson de#$ caer el pequeño libro y volvi$ a mirar de nuevo el $palo con su llameante luz interior& luego, con el coraz$n embargado de indecible e irresistible horror, cogi$ la #oya, la arro#$ al suelo y la pisote$ con sus tacones! 0l retroceder, su rostro palideci$ de terror y, por un momento, se sinti$ enfermo y tembloroso, y, luego, con un sobresalto, cruz$ la habitaci$n y se apoy$ contra la puerta! .odía escucharse un siseo amenazador, como un escape de vapor a elevada presi$n, y al mirar, inm$vil, la #oya, vio que de su mismo centro brotaba lentamente una densa estela de humo amarillo, que subía en espirales en forma de serpiente! 1ntonces, del humo brot$ una tenue llama blanca que ardi$ vertiginosamente y desapareci$ en el aire& y en el suelo qued$ una especie de ceniza negra que se pulverizaba al tacto!