AMELIA DIEZ CUESTA
El teniente A nada sabe de este sujeto, el Hombre de las Ratas, es un significante que aparece en boca del capitán llamado capitán cruel, porque le gusta contar torturas ejemplares, entre ellas la tortura de las ratas, tortura donde al torturado se le introducen ratas por el ano. Teniente A, al que el capitán cruel atribuye haber pagado el coste del contrareembolso de las lentes que su oculista le envía desde Viena, pues «casualmente» las había roto el día que escuchó el relato de la tortura de las ratas. Cuando el capitán cruel le dice que habrá de pagar al Teniente A y después le dicen que al Teniente B, el Hombre de las Ratas, ya sabe que no es ni al Teniente A, ni al Teniente B, sino a la señora de correos a quien tiene que pagar la deuda, no obstante borra ese saber, lo aisla como conocimiento, algo característico de los obsesivos, borrar y aislar, porque le sirven de paredes para su laberinto. Es lo real y no la realidad, como en la interpretación psicoanalítica, lo que hace que el sujeto se posicione dentro o fuera del laberinto protector. Nos podemos preguntar de qué le protege y la respuesta está en la historia que Freud devela en el análisis, la doble deuda impagada del padre que tiene que mantener como impagada, para ello qué mejor que introducirse en un laberinto que no le permita llegar a la salida. Tiempo después de haber comenzado su análisis con Freud, en momentos de resistencia, cuando la transferencia le lleva a proclamarse deudor, todavía prefiere volver al laberinto, sentirse Teseo, atarse al hilo de Ariadna. Se dice de la histeria que busca amo para dominarlo, para hacerlo desear y del obsesivo que ha encontrado amo y espera su muerte, por eso mientras tanto espera fundamentalmente recibir demandas, ponerse en posición de satisfacer las demandas. Como Penélope el obsesivo teje y desteje mientras espera la muerte del amo, pues el regreso de Ulises es incierto, está muerto, es el amo absoluto. La posición de espera en el obsesivo es fundamental. El obsesivo vive esperando la muerte del amo para empezar a vivir, para empezar a tener deseos, por eso que es una coartada para no jugarse en sus deseos, por eso que sus hazañas siempre son en lugares, en cosas que si investigamos no le interesan realmente, por eso siempre está en otro lugar que donde se juega su deseo. El obsesivo se protege en esta situación para librarse de su obligación de vivir, por eso se habla del desfallecimiento del deseo del obsesivo. La histérica promueve la castración a nivel del nombre del padre simbólico, en el lugar del cual ella se plantea como queriendo ser, en último término, su goce. Y es porque este goce no puede ser alcanzado que ella rehúsa todo otro que ella pudiera tener, en tanto entra en juego ese carácter de disminución, de no tener. La histérica después de poner en cuestión el a, es igual a ese a, la irreductible hiancia de una castración realizada. Para el obsesivo el Otro es completo, mientras que para la histérica está agujereado desde el principio.
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LOS LABERINTOS DE LA NEUROSIS OBSESIVA
AUTOEROTISMO, NARCISISMO Y HOMOSEXUALIDAD
En la constitución del sujeto se toma al propio cuerpo como objeto amoroso antes de pasar a la elección de una tercera persona como tal. Esta fase de transición entre el autoerotismo y la elección de objeto es indispensable, fase donde queda constituido el narcisismo y que para algunos sujetos se convierte en destino. Esto quiere decir que la elección de objeto más que quedar marcada por el carácter narcisista del sujeto, queda marcada por la característica sexual de su propia imagen, con lo cual la elección de objeto pasa por una elección homosexual, es decir por un objeto provisto de genitales idénticos a los suyos, antes de alcanzar la elección heterosexual. Todo esto, nos dice Freud, está determinado porque el sujeto no puede desprenderse de aquella teoría sexual infantil según la cual los dos sexos poseen idénticos genitales. En psicoanálisis se habla de una identificación antes de toda relación de objeto, pues no hay una relación establecida del objeto al sujeto. Por esto también cuando decimos experiencia psicoanalítica no hablamos de experiencia en sentido de algo que sería vivido sino de una construcción que incluye las paradojas, pues no se trataría ni tan siquiera de la organización de las fantasías pues se partiría de la idea de una relación sujeto objeto previamente establecida. Freud nos habla de un objeto que se constituye en dos tiempos del desarrollo infantil, que hace que el rehallazgo del objeto, como lo nombra en 1905, en Tres ensayos para una teoría sexual, sea siempre marcado por el hecho de que hay un período de latencia, de la memoria que atraviesa este período, un olvido definitivo, que hace que el objeto primero, este de la Cosa materna, sea rememorado de una manera que no ha podido cambiar, que hace que el objeto sea siempre un objeto reencontrado, objeto siempre marcado por el estilo primero de este objeto que introduce la división esencial, constituyente del sujeto, en este objeto reencontrado y en el hecho mismo de su rehallazgo. Es en torno al hecho mismo de la discordancia entre el objeto buscado y el objeto reencontrado que se introduce la primera dialéctica de la teoría de la sexualidad en Freud. Introduce la noción de libido en este funcionamiento que permite pensar una memoria a espaldas del sujeto, en tanto introduce un objeto que viene a perturbar toda relación de objeto. Esto introduce lo imaginario en esta articulación de la etapa genital, que no pre-edípica, que es de entrada esencialmente una dialéctica de lo simbólico y lo real. Desde el principio, en la historia de la constitución del sujeto, está en juego lo real, lo simbólico y lo imaginario. Aunque en la historia del psicoanálisis, es decir, como escrito, esta introducción de lo imaginario no se produce has72
L o s LABERINTOS DE LA
NEUROS NEU ROSIS IS OBSESIVA
AMELIA DIEZ CUESTA
ta 1914 con Introducción al Narcisismo y con La Organización genital infan-
til, donde Freud introduce la fase fálica. Para Freud es un a razón ética la que se introduce en la época pregenital, época que no se articula sino en la experiencia edípica, época de relaciones vivientes y vividas que sólo se aprehende por apres-coup y como pasado. Es así como se organiza la organización imaginaria. Cuando en psicoanálisis decimos organizar la organización imaginaria no quiere decir que hay que dirigir al paciente sino que como nos dice Lacan se trata de que los sujetos repasen su lección en la gramática del psicoanálisis. Es por esto que no podemos imputar a Freud una tendencia al adoctrinamiento, pues se trata de que los sujetos «repasen su lección» en su gramática. Hablar de organización imaginaria nos lleva a pensar que se opone a toda idea de un desarrollo armónico, ya que desde el origen los objetos son tomados por otra cosa que lo que son, es decir están ya trabajados. Por eso en psicoanálisis es en torno a la falta de objeto que debemos organizar toda la experiencia, lo cual implica un a noción de búsqueda, ya sea bajo la operación de frustración, privación o castración. La experiencia psicoanalítica se organiza a partir de la noción de castración, pues no se trata de la frustración de la palabra para atrapar la cosa, ni de la privación de la palabra para nombrar la cosa, sino de la necesaria castración imaginaria en la palabra de la cosa, a partir de la cual la palabra funciona en su función significante. En la castración hay un a falta que se sitúa en la cadena simbólica, mientras que en la frustración se produce como daño imaginario, y en la privación el sujeto sitúa la falta en lo real. Imaginario, real y simbólico que tanto en la frustración como en la privación, como en la castración están en juego, pero decimos que es desde la castración, desde RSI, donde se realiza simbólicamente lo imaginario, que se organiza hasta la imaginaria frustración. En principio imaginariamente todos tienen idénticos genitales, ya sean seres animados o inanimados, la falta de objeto está en lo real, y es la: madre simbólica, la atribución fálica a la madre, la que permite esta situación. Cuando se simboliza la falta de objeto, en tanto hay seres que tienen falo y otros que están privados de esa posibilidad, se produce un agujero en lo real, y la falta de objeto que está en cuestión es un objeto simbólico, surge la idea del padre imaginario que priva a la madre de su lugar como madre fálica. Pero es la castración materna la que sitúa al padre como portador del falo, es la caída del falo imaginario, la castración imaginaria en la palabra de la cosa, la que permite el funcionamiento inconsciente de la cadena significante. Cada uno de estos estadíos en el desarrollo de la sexualidad humana integra una posibilidad de fijación, diríamos en términos freudiano s, en el camino que se extiende entre el autoerotismo, el narcisismo y la homosexuali73
WS LABERIN1VS DE L A NEUROSIS
OBSESIVA
dad, lugar donde se hallaría localizada su disposición a la enfermedad, ya que son etapas por las que todo sujeto debe pasar en su desarrollo psicosexual. Cuando el falo se considera un objeto real se produce en el sujeto un estado de frustración imaginaria, donde algo que se puede tener él no tiene. Cuando se considera un objeto simbólico se produce en el sujeto un estado de privación en la realidad de algo que los demás tienen. Pero cuando se trata de un objeto imaginario se próduce la castración simbólica de todos, donde nadie puede tener algo que no es de nadie, y nadie puede dar a nadie lo que es de nadie. El obsesivo es alguien que fue colmado por un a madre insatisfecha, pues aunque no toda mujer insatisfecha produce un obsesivo podemos decir que un obsesivo siempre es producto de una madre insatisfecha, por eso para él la madre tiene, la madre es la que si existiera, en el caso de estar muerta, podría darle a él lo que le falta, y en el caso de estar viva, si no tuviera que estar con ese hombre que es su padre, o bien si está viuda y lejos de él para que resulte inalcanzable, si estuviera a su lado. Condiciones que el obsesivo siempre evita, siempre mantiene como imposibles, pues él siempre corre el riesgo en otro lugar, no quiere arriesgarse a que mamá también sea castrada, algo que sabe y la evitación es el mecanismo utilizado para mantenerlo como no sabido, algo que mientras evita le mantiene en estado de espera. Espera que siempre es un a coartada y que para el obsesivo se puede llegar a convertir en destino. Entreteniéndose en sus laberintos para que la eternidad aceche, para que algo, aunque sea la espera se pueda convertir en eterna.
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LA TRANSFERENCIA Y LA NEUROSIS OBSESIVA La significación
nunca remite sino a otra significación, por eso que la pregunta, ¿a qué realidad pertenece?, no ha lugar. En psicoanálisis el método para buscar la significación de una palabra consiste en catalogar la suma de sus empleos. Lacan nos dice que si queremos buscar la significación de la palabra mano debemos hacer el catálogo de sus empleos, y no sólo cuando representa el órgano de la mano, sino cuando figura en «mano de obra», «mano dura», «mano muerta», etc. No se trata, entonces, de agotarnos en la búsqueda de referencias suplementarias. Todo uso es siempre metafórico, y la metáfora no debe distinguirse del símbolo mismo y de su uso. El surgimiento del símbolo crea, literalmente, un orden de ser nuevo en las relaciones entre los hombres. Por eso cuando estamos en el mundo del símbolo no podemos salir del mundo del símbolo. Cuando estamos en el orden de la palabra todo adquiere sentido en función de ese mismo orden. Es a partir del orden simbólico que los otros órdenes, imaginario y real, ocupan su puesto y se ordenan. No podemos olvidar que para que un a palabra sólo sea palabra es necesario que alguien crea en ella. No es necesario que lo que ella dice sea verdadero, pues siempre se trata de una presentación, siempre un espejismo, un intento de representar lo no representable, pero este primer espejismo nos asegura que estamos en el dominio, en la dimensión de la palabra. Sin esta dimensión un a comunicación no es más que algo casi igual a un movimiento mecánico, pero a partir del momento que hay alguien para comprenderlo puede haber lenguaje hasta en los animales. La palabra se instituye en la estructura del mundo que es el del lenguaje. La palabra no tiene nunca un único sentido, ni el vocablo un único empleo. Toda palabra sostiene varias funciones, envuelve varios sentidos, a no ser que lleguemos a decir que la palabra tiene una función creadora y que es ella la que hace surgir la cosa misma. No su forma, ni su realidad, sino que hace que la cosa esté allí. Se trata de una identidad en la diferencia, en el sentido que Hegel plantea que el concepto es el tiempo de la cosa. El elemento tiempo es un a dimensión constitutiva del orden de la palabra. Así en la relación transferencial se trata de la palabra del sujeto frente al analista, es su relación existencial ante el objeto de su deseo. Situación que no tiene nada que sea actual, emocional o real, pero que un a vez alcanzada, cambia el sentido de la palabra, en tanto el sujeto se da cuenta que su palabra no es más que palabra vacía, pues carece de efecto. Pero también es cierto que en psicoanálisis somos remitidos al acto mismo de la palabra, y es el valor de este acto actual el que hace que la palabra sea vacía o plena. En análisis se trata de saber en qué punto de su presencia la palabra es plena. Por eso la transferencia, la palabra Übertragung, en Freud no aparece en los Escritos Técnicos, o a propósito de relaciones reales, imaginarias o simbólicas con el sujeto, es decir, no es en el caso Dora, o en algún otro caso que 75
LOS LABERIN TO S DE LA NEUROSIS OBSESIVA
aparece, sino en el capítulo VII de «La Interpretación de los sueños» (Traumdeutung), en el capítulo que Freud titula, Psicología de los procesos oníricos. Aquí Freud nos muestra cómo la palabra, o sea la transmisión del deseo, puede hacerse reconocer a través de cualquier cosa, con tal de que esa cualquier cosa esté organizado como sistema simbólico. Así como durante mucho tiempo no se supieron entender los jeroglíficos, lo mismo pasó con los sueños. Así como nadie se daba cuenta que un a pequeña silueta humana podía querer decir un hombre, pero también el sonido hombre y entrar en un a palabra como sílaba, así el sueño está formado como los jeroglíficos. Freud nombra la transferencia como un fenómeno constituido po r el hecho de que no existe traducción directa posible po r el sujeto para un cierto deseo reprimido. Lo que no es decidible puede ser expresado y para ello Freud cuando nos quiere hablar de transferencia, Übertragung, nos habla de Tagesrestre, de restos diurnos, estos insignificantes restos, destituidos de su sentido propio y retomados en una nueva organización a través de la cual logra expresarse otro sentido. El deseo inconsciente imposible de expresar, encuentra un medio para expresarse en los restos diurnos. Freud nos señala que los sueños, en el transcurso de un análisis, se van haciendo más claros y analizables, porque tienden a dirigirse al analista. Aquí es necesario que aclaremos que lo mismo que hemos diferenciado la transferencia del automatismo de repetición, también debemos distinguir el acting-out o acting-in del acto de la palabra. Se califica de acting-out cualquier cosa que ocurra durante el tratamiento cuando el paciente tiende a realizar acciones, es decir que cualquier actingout se hace dirigiéndose al analista. Pero en psicoanálisis no se trata del análisis del acting-out, sino del análisis de la transferencia, es decir encontrar en un acto su sentido de palabra, ya que un acto es un a palabra. Por eso la función de la transferencia sólo puede ser comprendida en el plano simbólico. Por eso decimos que toda significación remite a otra significación, no a una realidad, ya sea real, simbólica o imaginaria. El lenguaje no está hecho para designar las cosas, la función de la palabra es creadora. La palabra no como palabra vacía o plena, plena como la palabra en el neurótico obsesivo o vacía como la palabra en la histeria, sino la palabra como función significante. Si partimos de su función significante, los gestos de un sujeto están del lado del lenguaje y no del lado de la manifestación motora. Apenas instaurada la palabra se desplaza en la dimensión de la verdad, pero la palabra no sabe que es ella quien hace la verdad. Frente a las palabras que oímos no sabemos si son verdaderas o falsas, si refutarlas o aceptarlas, o bien dudar de ellas. Sin embargo la significación de todo lo que se emite se sitúa en relación a la verdad. Por eso Freud necesitó de la Verneinung, la Verdichtung y la Verdriingung (la negación, la con76
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densación y la represión) porque lo que habla en el hombre llega más allá de la palabra, llega hasta sus sueños, incluso a su organismo. Para Freud la estructura de la transferencia es el motor del análisis y el motor de su progreso es la palabra, pues la transferencia no puede ser explicada p or una relación dual, imaginaria, no se puede recurrir a la proyección ilusoria, ni hacer intervenir la relación de objeto, o la relación entre la transferencia y la contratransferencia, pues todo lo que tiende a una relación dual es inadecuado, y es para que la relación transferencial no se conciba en espe jo que se introduce ese tercer término que es el acto de la palabra. Lacan llegará a decir que la transferencia es la puesta en acto de la realidad inconsciente, realidad que siempre es sexual reprimido. El psicoanálisis entonces es un a técnica de la palabra y la palabra es el ambiente mismo en el que se desplaza, no se trata de comprobar si el paciente dice o no la verdad, pues siempre dice la verdad, lo que ocurre es que la verdad se produce y po r tanto la realidad también. La realidad no estaba esperándome ahí antes de que yo llegara, la realidad no es lo que parece, sino que lo que parece también es un a representación, una de las máscaras de la verdad. Palabra entonces más allá de que sea engañadora pues para quien habla el engaño mismo exige primero el apoyo de la verdad que se quiere disimular. A medida que la mentira se organiza emite sus tentáculos, pues le es neces,ario el control de la verdad. Se dice que hay que tener buena memoria para saber mentir, incluso un refrán señala que es más fácil pillar a un mentiroso que a un cojo. Hay una idea acerca de que la verdad se propaga en forma de error, incluso se dice que las vías de la verdad pueden ser las vías del error. Pero el error no puede detectarse mientras las definiciones no hayan sido planteada, por eso el error siempre culmina en una contradicción. Sin embargo toda palabra está siempre en un a necesidad interna de error. Por eso decimos que el discurso del sujeto, para el psicoanálisis, se desarrolla entre el error y la mentira, pero irrumpe un a verdad que no es la contradicción, la verdad surge por el representante de la equivocación, el lapsus, el acto fallido, que son actos que triunfan. El sujeto siempre dice más de lo que quiere decir, siempre dice más que lo que sabe que dice, y mediante este algo, el sujeto manifiesta algo más verídico que todo lo que expresa con su discurso de error. En psicoanálisis se trata de un discurso pero distinto al discurso del error, se trata de una palabra verídica que detectamos no po r observación sino po r interpretación, en el síntoma, el sueño, el lapsus, el chiste. Podemos decir que la palabra auténtica tiene otros modos que el discurso corriente. Cuando Freud explica al paciente la causa ocasional de su enfermedad, ésta no es reconocida por el Hombre de las Ratas. El Hombre de las Ratas está entre dos pares de personajes: por un lado 77
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el teniente A y el teniente B, y po r otro lado, la empleada de correos y la
hija del posadero. Todo ocurre, nos dice Lacan, como si los atolladeros propios de la situación original, eso que no está resuelto en ninguna parte, se desplazaran a otro punto del esquema de la red mítica, reproduciéndose siempre en algún punto. La deuda del padre es la que se va a repetir a nivel del hijo, pues lo que se repite es lo que no ha tenido lugar. Por esto la deuda con la empleada de correos, circuito simbólico del intercambio, ha quedado como deuda detenida. En el lugar del Otro surge la voz del Superyó: debes pagar al teniente A, pues a nivel parental, existe falta a la palabra dada, al ejército y a un a mujer. El padre ha cometido una falta con el ejército que ha pagado un amigo a quien no puede restituir y además se ha casado po r interés con un a mujer rica cuando amaba a otra linda pero pobre. La deuda tiene que ser pagada a nivel significante, po r eso es un a deuda inagotable pues el significante tiene la última palabra. Así podemos interpretar ese pensamiento que tiene cada vez que paga a Freud: «Tantos florines, tantas ratas». Cuando Freud le interpreta que la enfermedad surge cuando se ve obligado a casarse po r interés, el Hombre de las Ratas, dirige a Freud las peores injurias, se levanta del diván y se pasea po r la consulta como rata enjaulada, como rata «acorralada». En definitiva pone a Freud a prueba. ¿Cómo puede usted soportar todo esto? le dice a Freud. Pero Freud resiste. El Hombre de las Ratas produce entonces el famoso sueño de transferencia, donde Freud quiere desposarle con su hija que en lugar de ojos tiene basuras. Freud le interpreta que quiere casarse con su hija no por sus lindos ojos, sino po r su dinero. El Hombre de las Ratas asocia que así es pues una vez cuando esperaba en la puerta de la consulta se encontró con una joven que tomó por la hija de Freud e inmediatamente imaginó que Freud quería casarla con él, imaginó además que era rica y que el matrimonio iría en contra de su Dama, un a mujer pobre. Podemos decir que el Hombre de las Ratas retoma a su cargo el deseo de su padre: quiere casarse con un a mujer rica. Lacan escribe un artículo que titula Función y campo de la palabra y del lenguaje, donde nos indica que la palabra es una función del lenguaje que es un campo, donde la palabra revela la estructura del lenguaje que le preexiste. El sujeto no es un ser sino un supuesto a eso que habla. «Que se diga queda olvidado tras lo que se dice en lo que se escucha» nos dice Lacan en L'Etourdit. Lo que cuenta es lo dicho, sabiendo que en psicoanálisis no sirve da r marcha atrás. Recordemos el ejemplo de ¿por qué me mientes al decirme la verdad?, ¿por qué me dices que vas a Cracovia cuando vas a Lemberg?, cuando en realidad el billete que se expende en la estación decide, de todos modos, el asunto. Por eso que la función de lo escrito, nos dice Lacan, no está entonces, en la guía sino en la propia vía férrea. 78
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Freud nos dice que la relación analítica está fundada sobre el amor a la verdad, y el reconocimiento de la realidad, sabiendo que la verdad no puede sino semi-decirse y que la realidad es la realidad psíquica que está en juego, es decir donde lo real imposible también tiene su lugar. Sabemos también que Freud, ya en 1913, nos habla de tareas imposibles, como gobernar, educar y analizar, y que Lacan formula la topología de los cuatro discursos, añadiendo la cuarta tarea imposible: desear. Así hablará del discurso del Amo, de la Universidad, del Análisis y de la Histeria. Freud diferencia entre el lenguaje de la histeria que para él coincide con el lenguaje figurado de los sueños, de los productos idiomáticos, o dialectos de la neurosis obsesiva y de las parafrenias (demencia precoz, conocida también como esquizofrenia y la paranoia). Así podemos ver que aquello que la histeria representa por medio de «vómitos» se exteriorizará en las enfermas de neurosis obsesivas por medio de penosas medidas preventivas contra la «infección» y en las parafrénicas por medio de la acusación o la sospecha de que se trata de envenenarlas. Y lo que todas ellas expresan no es sino un deseo reprimido y rechazado a lo inconsciente de engendrar un hijo, o bien, la defensa de la paciente contra ese deseo.
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LAS DEFENSAS, LA RESISTENCIA Y LA TRANSFERENCIA EN EL ANALISIS
En la relación del am o y el esclavo, el esclavo puede esperar la muerte del amo, puede pasar de vivir en la angustia a vivir en la esperanza. Mientras que el am o está en una relación mucho más abrupta con la muerte. Está en una posición desesperada: nada tiene que esperar sino su propia muerte, pues nada puede esperar de la muerte del esclavo sino algunos inconvenientes. El esclavo tiene mucho que esperar de la muerte del amo, pero más allá de la muerte del amo, será preciso que afronte la muerte, en el sentido hei-
deggeriano, su ser-para-la muerte. Precisamente el obsesivo no asume su ser-para-la muerte, está en suspenso. Esto es lo que hay que mostrarle en el análisis. Esta es la función de la imagen del am o como tal, que se encarna en el analista en el tratamiento del obsesivo. Sólo después de haber intentado varias salidas imaginarias fuera de la prisión del amo, de acuerdo a ciertas escansiones, a cierto timing, sólo entonces podrá el obsesivo realizar el concepto de sus obsesiones, es decir, lo que ellas significan. En cada obsesión hay cierta cantidad de escansiones temporales, e incluso de signos numéricos. El sujeto pensando el pensamiento del otro, ve en el otro la imagen y el esbozo de sus propios movimientos. Pero cada vez que el otro es exactamente el mismo sujeto, no hay más am o que el am o absoluto, la muerte. Pero el esclavo necesita cierto tiempo para percibirlo, ya que está demasiado contento con ser esclavo, como todo el mundo. Decimos más de lo que decimos, en tanto podemos decir en un movimiento de rechazo, en un movimiento de negación. El sujeto se compromete cuando se realiza simbólicamente en la palabra en las vías de realización del ser, no en su realización sino en sus vías, en la vía del amor, del odio o de la ignorancia. Sin palabra hay fascinación imaginaria pero no amor. Ocurre lo mismo con el odio. Existe un a dimensión imaginaria del odio en tanto la destrucción del otro es un polo de la estructura misma de la relación intersubjetiva. El odio no se satisface con la desaparición del adversario. Si el amor aspira al desarrollo del ser del otro, el odio aspira a lo contrario, a su envilecimiento, su pérdida, su desviación, su delirio, su subversión, en este sentido el odio y el amor son un a carrera sin fin. El odio ya no lo vemos desarrollarse ta n libremente, pero somos un a civilización del odio. El odio y el amor como las vías de la realización del ser; no la realización del ser, únicamente sus vías. Cuando el sujeto se compromete en la búsqueda de la verdad es porque se sitúa en la dimensión de la ignorancia; poco importa que lo sepa o no. Esto es lo que llamamos disposición a la transferencia. Existe una disposición a la transferencia po r el solo hecho de colocarse en la posición de confesarse en la palabra y buscar su verdad. 80
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El psicoanalista no debe desconocer al ser de la dimensión de la ignorancia, por eso que no se trata de guiar al sujeto hacia un saber, sino hacia las vías de acceso a ese saber. No se trata de decirle al paciente que se engaña sino mostrarle que habla sin saber, como un ignorante, pues lo que cuenta son las vías del equívoco. El arte de Sócrates en el MEN Ó N consiste en enseñar al esclavo a dar su verdadero sentido a su propia palabra. Este arte es el mismo en Hegel. Mientras que en psicoanálisis la posición del psicoanalista debe ser la de una ignorancia docta, que no quiere decir sabia, sino formal y que puede ser formadora para el sujeto. No se trata de transformar la ignorancia docta en ignorancia docens. Apenas el psicoanalista cree saber algo, comienza su perdición. Lo que el psicoanalista debe saber es ignorar lo que sabe, nos dice Lacan en su artículo sobre Variantes de la cura tipo. Decir yo soy psicoanalista como decir yo soy rey, no depende de la medida de las capacidades. Las legitimaciones simbólicas en función de las cuales un hombre asume lo que otros le confieren escapan por entero al registro de la habilitación de capacidades. Negarse a ser rey no es lo mismo que aceptarlo, pues por el hecho de" rehusar ya no es rey. Cuando un hombre dice yo soy rey, no es simplemente la aceptación de una función. En un instante cambia todo el sentido de sus calificaciones psicológicas. Sus pasiones, sus designios, incluso sus tonterías, adquieren un sentido diferente. Por el mero hecho de ser rey todas estas funciones se vuelven funciones reales. En el registro de la realeza, su inteligencia se convierte en algo distinto, incluso sus incapacidades empiezan a estructurar alrededor toda una serie de destinos que serán profundamente modificados por el hecho de que la autoridad real sea ejercida de talo cual modo por el personaje con ella investido. Todos los días vemos como un señor de cualidades mediocres, que presenta todo tipo de inconvenientes cuando ocupa un cargo inferior, cuando es elevado por una investidura soberana, cambia totalmente, donde el alcance de sus fuerzas y sus debilidades se transforma. Por eso el psicoanálisis está contra los exámenes pues cuando se trata de una calificación simbólica no puede tener una estructura totalmente racionalizada y no puede inscribirse en el registro de sumas de cantidades. La transferencia cuando no se reconoce funciona como un obstáculo. Una vez reconocida se convierte en su mejor apoyo. Freud antes de percatarse de la existencia de la transferencia ya la había designado. Hay quienes quieren comprender el fenómeno de la transferencia en relación a lo real, en tanto fenómeno actual. Donde se habla de aquí y ahora, donde se trata de enseñar al sujeto cómo comportarse con lo real. Como una forma de educación. Otra forma de abordar el problema de la transferencia es hacerlo a partir de ese nivel imaginario cuya importancia no dejamos de subrayar. La teoría psicoanalítica no desconoce la función de lo imaginario, pero es algo que no 81
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sólo encontramos en la transferencia también lo podemos encontrar en la identificación, entonces no se trata de emplearla de cualquier manera. Hablamos del individuo capturado en un a situación dual, en la que se establece mediante la intervención de la relación imaginaria, una identificación momentánea. También se habla de lucha imaginaria entre adversarios. Los adversarios evitan una lucha real, que conduciría a la destrución de uno de ellos y la transforman en una lucha imaginaria. En el hombre lo imaginario está reducido, especializado, centrado en la imagen especular. La imagen del yo que por el hecho de ser imagen el yo es ideal, resume toda la relación imaginaria en el hombre. Se produce en un momento que las funciones no están desarrolladas, y es en la asunción jubilosa del estadio del espejo que se expresa, quedando por su prematuración con una hiancia a la que su estructura queda ligada. Esta imagen el sujeto volverá a encontrarla como marco de su aprehensión del mundo, teniendo de intermediario al otro. Es en el otro siempre donde volverá a encontrar su yo ideal, a partir de allí se desarrolla la dialéctica de sus relaciones con el otro. Si el otro colma esa imagen se convierte en objeto de una carga narcisista que es el enamoramiento y si el otro frustra al sujeto en su ideal y en su propia imagen, genera la tensión destructiva máxima. Por un pelo la relación imaginaria con el otro vira en un sentido o en otro, por eso la súbita transformación del amor en odio. Este fenómeno de carga imaginaria juega el papel pivote en la transferencia. La transferencia aunque se establece en y por la dimensión de la palabra, sólo aporta la revelación de esa relación imaginaria cuando alcanza ciertos puntos cruciales del encuentro hablado con el otro, en este caso el analista. Se abre para el sujeto la vía de esa fecunda equivocación en la que la palabra verídica confluye con el discurso del error. Pero también cuando la palabra huye de la equivocación fecunda, y se desarrolla en el engaño, se descubren esos puntos, en la historia del sujeto, que no fueron asumidos sino reprimidos. De aquí la importancia en la historia de los puntos reprimidos. El sujeto desarrolla en el discurso analítico su verdad, su historia, pero en esa historia hay huecos, allí donde se produjo lo que fue forcluido o reprimido, que llegó al discurso y luego fue rechazado. En el análisis se abre una memoria, cuyo acceso le estaba cerrado, pues ella se abre por la verbalización, por la mediación del psicoanalista. A través de la asunción hablada de su historia, el sujeto se compromete en la vía de la realización. No se trata de ir deprisa, pues cuando la transferencia se hace demasiado intensa se produce la resistencia en su forma más aguda: el silencio. La transferencia se convierte en un obstáculo cuando es excesiva. Hay otros silencios que valen como más allá de la palabra. Por eso que no se trata del análisis de las resistencias o de las defensas, sino de levantarlas, pues ellas son el obstáculo para alcanzar un más allá, un más allá que no es nada, que como es un más allá, poco importa entonces lo que en él se coloca. Si lo consideramos como defensa sólo podemos pensar algo detrás 82
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de lo cual se esconde otra cosa, una máscara tras la cual se esconde otra cosa. Cuando nos centramos en querer levantar los patterns que ocultarían ese más allá, el analista no tiene otra guía sino su propia concepción del comportamiento del sujeto. Pero aquí vemos el modelado de un ego por otro ego, por lo tanto por un ego superior. Pero el ego del analista no es un ego cualquiera. Se dice que la buena voluntad del ego del sujeto debe convertirse en aliado del ego del analista, incluso se plantea el fin normal de todo tratamiento en la identificación con el ego del analista. Podemos hablar de diferentes concepciones con este punto de vista sobre la transferencia, que han llegado a tener relevancia en la historia del movimiento psicoanalítico y como variantes de la concepción de transferencia que Freud propone. Entre estas concepciones están: Introyección en Ferenczi, Identificación con el Superyó del analista en Strachey, Trance narcisista terminal en Balint. Para Freud la transferencia es el concepto mismo del análisis porque es el tiempo del análisis. El análisis de las resistencias no permite un solo paso, por eso cuando acontecen las resistencias en el paciente es preciso esperar. Esperar porque no se trata del análisis de las resistencias, ni se trata de abreviar el tratamiento. Freud en un texto de 1918, Los caminos de la terapia psicoanalítica plantea que en el camino de su investigación, donde tratamiento e investigación eran lo mismo, en uno de sus casos más conocidos, El Hombre de los Lobos, se vio conducido a comunicar a dicho paciente que el tratamiento tendría un fin determinado para que su posición obsesiva de espera se tornara más activa respecto a su propio análisis. Para ello, nos dice, tuvo que esperar a que la relación con él, la relación transferencial, fuera lo suficientemente fuerte como para que no abandonara el tratamiento ante los inconvenientes que eso generaba en el sujeto. Es por eso que en este texto Freud nos dice que en los tratamientos de los obsesivos hay que esperar a que la cura se convierta en una obsesión para así dominar «violentamente» con ella la obsesión patológica. Y nos indica «violentamente» en el sentido que pareciera que el obsesivo es violentado por el goce, en tanto está sumergido en la encrucijada del erotismo anal y sólo alcanza la satisfacción acompañada del horror que ello le produce. Si partimos de que la neurosis es una de las estrategias destinadas a no querer saber nada de la castración del goce del A, donde todo el empeño del neurótico es mantener la consistencia del A para no encontrarse con su castración simbólica, nos encontramos con que todo lo que esté destinado a abreviar el tiempo del análisis, que decíamos era la transferencia misma, todo lo que anticipe el fin, produce la imposibilidad de terminar con la transferencia. El obsesivo vive en la novela familiar, esto podría querer decir que él mismo es un personaje de ficción pero en realidad todo es para mantener vivo al padre idealizado, pues el obsesivo más que padre simbólico tiene padre idealizado, por eso que abreviar el tratamiento, mantener al obsesivo en transfe83
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rencia, es mantener al sujeto en las páginas de su novela familiar, haciéndonos olvidar que toda novela, para serlo, tiene que tener un fin. Lacan nos dice que la transferencia es la puesta en acto de la realidad inconsciente, por lo tanto si tenemos que pensar la dilución de la transferencia, será diluir la idea de que el saber lo tiene alguien, la idea de un sujeto supuesto al saber, tendremos que dejar de amar a alguien a quien suponemos el saber para pasar a desear saber, yeso es someterse al método.
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MAS ALLA DEL LABERINTO
Más allá de las encrucijadas de la estructura obsesiva como necesidad estructural para el sujeto que para serlo padece un a neurosis obsesiva, más allá de ese laberinto o de la ausencia de laberinto, más allá del desierto que sería otra forma de laberinto, sólo el análisis, el tratamiento psicoanalítico es alternativa. y digo sólo porque el psicoanálisis es la única disciplina que propone la necesidad de ser sujeto del inconsciente para que el principio de realidad se instale en el sujeto y así acceder a la realidad, esa realidad cuya historia está avalada por siglos de producción y creación, avalada por el sujeto hablante y por la escritura como lo que permanece del lenguaje, fundamentalmente en forma de poesía. La enfermedad como una forma solitaria de resolver una problemática que se hace humana cuando se establecen relaciones, cuando el lenguaje se usa más allá de la comunicación, cuando la intención va más allá de comunicarse con otros, cuando las palabras no sólo son dichas sino que se usan para establecer un contrato, donde las palabras no sean para estar de acuerdo, especular ilusión, sino para acordar, es decir para mantener la ilusión humana por excelencia, donde el goce no será del orden del beneficio o ganancia sino del usufructo, pues cuando se trata del lenguaje no hay que despilfarrarlo, no hay que usarlo sin ton ni son, sino que bajo contrato se produce un nuevo sentido, donde se diga lo que se diga ya no hay arbitrariedad, nada será del orden del azar, sino que si el contrato es un contrato psicoanalítico habrá una determinación tal que se establecerá el deseo del psicoanalista y donde todo lo que diga el paciente será denominado asociación libre que estará determinado por la transferencia, orden donde entra en juego el deseo inconsciente del paciente que por principio no puede expresarse en palabras, en tanto no puede acceder a la conciencia, pues su condición es permanecer inconsciente, pero que en esa relación transferencial podrá ser interpretado. Podríamos decir que se trata de que el obsesivo salga de su laberinto en tanto lo ha construido él, y en él se gasta todas sus energías, esperando que algún día caiga la presa en su telaraña, sin darse cuenta que la araña cazadora se acerca y que la presa es él mismo. Murió de espera más all á de la eternidad su resurrección nunca aconteció sin embargo invirtió sus años renunció a los placeres vivió siempre al otro lado del espejo.
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HISTORIA DE LA NEUROSIS OBSESIVA HISTORIA DE UN A NOSA
Todo deseo actual para Freud recibe su fuerza de un deseo sexual infantil reprimido. Es por esto que Freud ante un síntoma delirante, p or ejemplo delirio de celos, se pregunta por el deseo que sostiene ese síntoma delirante. En el caso de una señora que padece un delirio de celos por personas más jóvenes que ella misma, llega a interpretar su enamoramiento de un cuñado, por lo cual le señala que... si su marido incurriera en la gravísima falta de enamorarse de alguien más joven, quedaría ella libre de remordimientos de su propia infidelidad... Este es entonces el sentido del síntoma, la intención, el propósito del síntoma. En la clase 16 y 17 de «Lecciones Introductorias», 1915-17, Freud nos presenta innumerables casos de neurosis obsesiva en sujetos femeninos, lo mismo que Lacan en el Seminario V, sobre «Las formaciones del inconsciente», con lo cual no puede permanecer la idea de que la neurosis obsesiva es más propia de sujetos masculinos. Lo mismo ocurre con el caso de la histeria que hasta Charcot, que presenta casos de histeria masculina, era atribuida a la mujer. Con el ejemplo anterior vemos que para Freud un delirio no marca la diferencia entre neurosis y psicosis. Antes de Freud la categoría de obsesión como entidad clínica fue introducida en la nosología como «locura de duda» y «delirio de tacto». La psiquiatría destacaba las ideas y los actos compulsivos, la duda y el estado de irresolución. Algunos autores describen a estos enfermos viviendo bajo un estado de duda perpetuo y que no logran detener el trabajo incesante de su pensamiento que no llega nunca a un resultado definitivo. Durante mucho tiempo se la conoció como la enfermedad de la duda. Antes todavía era considerada como delirio parcial, como una de las formas de delirios parciales. Kraepelin a diferencia de Freud la llama «locura obsesiva», mientras que Freud la denomina neurosis obsesiva. Podemos decir que es Freud quien la rescata de la locura, de su lugar entre las psicosis. Está en juego la distinción entre neurosis y psicosis. En la clasificación de Krafft-Ebing las neurosis son la hipocondría, la histeria, la epilepsia, y más tarde la neurastenia. Es decir que la psiquiatría separaba neurosis y psicosis en la dicotomía mente-cuerpo, mientras que Freud crea un nuevo grupo, el grupo de las neuropsicosis donde distingue neuropsicosis de transferencia y neuropsicosis narcisistas. Entre las neuropsicosis de transferencia incluye histeria y neurosis obsesivas, donde vemos que mientras los síntomas de la histeria se manifiestan en el cuerpo (por conversión), y en la mente los de los obsesivos, sin embargo están en el mismo grupo, pues la diferencia freudiana no pasa por la dicotomía cuerpo-mente, sino que para Freud los mecanismos, en ambas estructuras clínicas, son mecanismos psíquicos. 15
LOS LABERINTOS DE LA NEUROSIS OBSESIVA
Esperando vengarse construyó un laberinto. Olvidó cumplir las reglas po r eso se aconsejó destruir las paredes. Fue entonces cuando se perdió en el desierto. Sólo el diván sólo con otros la posibilidad de lo imposible no deja de serlo.
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Esta obra se terminó de realizar por COMFOT,
S. L.
el 21 de marzo del año 1993.
LOS LABERIN TO S DE LA NEUROSIS OBSESIVA
LA REPRESION Y EL RE T ORNO DE LO REPRIMIDO EN LA HISTERIA Y EN LA NEUROSIS OBSESIVA
Para Freud la neurosis obsesiva es un dialecto de la histeria pero también es un caso más ejemplar de neurosis que la histeria, en tanto el soma no queda afectado, no hay extensión de lo psíquico a lo somático, característico de la histeria, sino que nos describe a los enfermos de neurosis obsesiva como su jetos que experimentan impulsos extraños a su personalidad, sujetos que se ven obligados a realizar actos cuya ejecución no les proporciona placer ninguno pero a los cuales no pueden sustraerse y su pensamiento se encuentra invariablemente fijo a ideas ajenas a su interés normal. Ideas que Freud denomina representaciones obsesivas o compulsivas y que pueden carecer de sentido o bien ser indiferentes para ellos, pero que lo más frecuente es que sean totalmente absurdas. Cualquiera sea el carácter que presenten lo más interesante es que son el comienzo de una gran actividad intelectual po r parte del sujeto, que lo agotan y le hacen cavilar como si de sus asuntos más importantes se tratasen. Distingue Freud entre impulsos, actos y representaciones. Los impulsos presentan un carácter infantil y desatinado, pero generalmente su contenido hace vivir bajo un gran temor al sujeto, pues se ve incitado a cometer graves crímenes de los que huye horrorizado por medio de toda clase de prohibiciones, renuncias y limitaciones. A veces los impulsos son contra su propia persona, como en el caso de «El Hombre de las Ratas» cuando se ve impulsado a cortarse el cuello y encuentra la limitación del desmayo. Pero el impulso es el último acto de un a obra en tres tiempos, en tanto en su análisis se da cuenta que todo había comenzado con el impulso a matar a una anciana que era la causante de que su amada estuviera alejada de él, para después pasar a reprocharse semejante fantasía y en un tercer tiempo como autocastigo hacerse él objeto de dicho impulso. O bien, en este mismo caso, lo que Freud le interpreta como impulso indirecto al suicidio, cuando se somete a un régimen de adelgazamiento y en un primer momento del impulso aparece como deseo de matar al gordo Dick, que se transforma en el intento de matar al gordo que hay en él. Por eso aparece en un segundo tiempo la idea de que está muy gordo y en un tercer tiempo el impulso que lo lleva a adelgazar. Freud nos aclara que tales crímenes y acciones no llegan jamás siquiera a ser iniciados pues la fuga o la prudencia acaban siempre por imponerse. De hecho decimos que los depresivos, los melancólicos, consiguen consumar el suicidio, los histéricos lo consiguien en un error de cálculo, y los neuróticos obsesivos están protegidos contra el suicidio y también contra el crímen. Incluso es por los neuróticos obsesivos que sabemos que el suicida es un asesino tímido. Freud nos dice que la histérica es ese personaje que trata de desnudarse con una mano como hombre y sujeta sus vestidos con la otra como mujer. 18
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Transforma un elemento en su contrario, abraza extendiendo convulsivamente hacia atrás y anuda sus brazos sobre la columna vertebral, lo que en el ataque histérico se conoce como «arco de círculo», se trata de la negación de la posición apropiada al acto sexual. Otra característica del retorno de lo reprimido en la histeria es que invierte el orden temporal de la fantasía representada. Comienza por el final de la acción para terminar por su principio, esto quiere decir que si la fantasía de la que se trata es por ejemplo: Sentada en un banco del parque, leyendo, se acerca un hombre que conversa con ella y se trasladan a otro lugar donde hacen el amor, cuando la fantasía es representada comienza por una fase de convulsiones correspondientes al coito y a continuación se traslada a otra habitación donde se pone a leer y responde a un interlocutor imaginario. Estas deformaciones que se producen es porque todo en ella se opone a lo reprimido en su emergencia en el llamado ataque histérico. En la histeria el complejo reprimido se manifiesta inconsciente para el su jeto, ya sea que lo haga «asociativamente», aludido por un suceso de la vida consciente, «orgánicamente» por medio del mecanismo psíquico de conversión, como beneficio primario de la enfermedad, es decir como «refugio», como consuelo, o bien como beneficio secundario de la enfermedad, es decir aliándose a la enfermedad para que el ataque se manifieste cuando conviene al enfermo. En algunos sujetos, el ataque da la impresión de una simulación consciente, puede prefijarse el momento de su aparición e incluso aplazarse su emergencia. El ataque histérico está destinado a constituir la sustitución de una satisfacción autoerótica infantil. En muchos casos esta satisfacción retorna en el ataque mismo, sin que el sujeto tenga conciencia de ello. Se trata del ciclo típico de actividad sexual infantil, represión, fracaso de la represión y retorno de lo reprimido. La incontinencia de orina en el momento del ataque no hace sino repetir la forma infantil de la polución. También la mordedura de la lengua, que es propia de los juegos amorosos. También cuando (más frecuente en sujetos masculinos), en el ataque se atenta contra su propia integridad personal, suele ser la reproducción de un a pelea infantil. La pérdida de conciencia, la «ausencia», del ataque histérico, corresponde a aquella pérdida concomitante al grado máximo de satisfacción sexual intensa, incluso en la autoerótica. Se trata del mecanismo reflejo del coito, pronto a desarrollarse en todo sujeto, masculino o femenino, por eso decimos que el ataque histérico es un equivalente al coito. Podemos decir que el ataque histérico restablece una parte de la actividad sexual infantil reprimida.
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LO S LABERIN TO S DE LA NEUROSIS OBSESIVA
HISTORIA
CO N FREUD Y EN FREU D
Freud diferencia estructura de mecanismos, distingue etiología de mecanismos psíquicos, nos dice que los síntomas en su formación c o m o tales han seguido el curso de ciertos mecanismos psíquicos. La represión es un meranismo que cuando fracasa pone en juego el retorno de lo reprimido que cuando no es en el lenguaje, es decir, po r medio de la negación, retorna en lo real, es decir como alucinación, o bien como síntomas. En el lugar de lo que es rechazado en lo real, se deja oír una palabra, ocupando el lugar de lo que no tiene nombre. La función de irrealización no está toda en el símbolo, y para que su irrupción en lo real sea indudable, basta con que ésta se presente bajo forma de cadena rota. Diferenciar conceptos de mecanismos nos permite pensar que decir conceptos fundamentales, el inconsciente, la repetición, la transferencia y la pulsión, es pensar que la articulación de estos cuatro conceptos es estructural, mientras que todas las demás nociones, como represión, sublimación, regresión, negación, forclusión, etc., son mecanismos propios del psiquismo, mecanismos que establecen relaciones de forma determinada para cada sujeto. El discurso a veces en su intención de rechazo desemboca en la alucinación. Freud en primer lugar describe los mecanismos, lo que ya le permite diferenciar la neurosis obsesiva de la paranoia, los delirios obsesivos y los delirios paranoicos, y también le permite incluir a la neurosis obsesiva, junto a la histeria y la fobia, en las llamadas neurosis de transferencia, donde el deseo que está en juego es el deseo sexual infantil reprimido frente a lo que denomina neurosis actuales, hipocondría, enfermedades psicosomáticas, donde está implicado el cuerpo fuera de toda intersubjetividad. Lacan nos hablará del esquizofrénico como un sujeto que tiene órganos pero no tiene cuerpo donde colocarlos. Para el psicoanálisis en definitiva se trata de la estructura, y po r eso que va más allá de lo observable, pues la estructura como tal no es observable, incluso es transfenoménica. Esto termina con la idea de que las histéricas son bellas y las obsesivas son desordenadas, pues se trata de algo que va más allá del carácter, ya sea carácter anal o carácter fálico, más bien podríamos decir que lo que para la histeria es un juego, para la neurosis obsesiva es un trabajo. Podemos decir respecto a la seducción que el obsesivo hace de la seducción un a cuestión de trabajo, de «proeza» o «hazaña)). La histeria lleva su teatralidad al extremo de creerse enamorada para seducir mientras que para el obsesivo se trata de que desconoce que está enamorado y hace de la seducción un a apuesta, una hazaña entre amigos. La maestría de Freud, fue darse cuenta que no es el síntoma lo que está en juego, sino que el síntoma es una elaboración de lo que está en juego.
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TEXTOS SOBRE LA NEUROSIS OBSESIVA EN FREUD
Freud en un determinado momento señala que los estudios que el psicoanálisis todavía no ha hecho, no es porque pasen inadvertidos o po r considerarlos faltos de interés sino porque el psicoanálisis sigue un camino determinado que aún no le ha conducido hasta ellos. También nos indica que cuando el psicoanálisis se enfrenta a cualquier estudio se muestra en forma distinta, en tanto los hechos son otros que los que se muestran para otras disciplinas, pues sabemos que los hechos no existen sino después de ser interpretados, es decir son diferentes para cada disciplina. Es po r eso que cuando nos acercamos a los textos donde Freud trabaja la cuestión de la neurosis obsesiva tenemos que pensar que en el camino del psicoanálisis se ve conducido a ellos. Es en 1894 en «Neuropsicosis de defensa», donde po r primera vez enuncia la cuestión. Se trata de un Ensayo de un a teoría psicológica de la histeria adquirida, de muchas fobias y representaciones obsesivas y ciertas psicosis alucinatorias, como lo indica el subtítulo. En 1895 «Obsesiones y Fobias». Su mecanismo psíquico y su etiología. En 1896 «Nuevas observaciones sobre las neuropsicosis de defensa». En 1898 y 1905 «La sexualidad en la etiología de las neurosis». En 1907 «Los actos obsesivos y las prácticas religiosas». En 1909 «Análisis de un caso de neurosis obsesiva». El «Hombre de las Ratas». En 1912 «Totem y Tabú» en el capítulo II de la parte II , donde podemos decir se plantea el mito de la muerte del padre, mito que produce Freud y que algunos autores denominan como el último mito de Occidente. Mito como verdad, que podemos diferenciar del mito de Edipo, en tanto en Edipo el goce es de Edipo y surge después del asesinato del padre, mientras que en el mito del asesinato del padre de la horda primitiva, el goce es del padre y es anterior al asesinato, goce inaccesible para el hijo que después del asesinato igual queda inaccesible para el hijo, en tanto no porque el padre muera todo está permitido sino que queda definitivamente prohibido. El goce queda separado para siempre del deseo. En el caso de Edipo al matar al padre el hijo accede a la madre, po r eso decimos que Edipo no tuvo Edipo, mientras que en este mito al matar al padre las mujeres quedan prohibidas po r Ley. Algunos autores nos dicen que podemos decir que el mito de Edipo es el mito de la histeria mientras que el mito de Totem y Tabú es el mito de la neurosis obsesiva. En 1912 publica tres ensayos sobre Aportaciones a la vida amorosa: La degradación general de la vida amorosa, El tabú de la virginidad y Sobre una especial elección de objeto en el hombre, donde se plantea el desdoblamiento de la mujer, cuestión esta característica en el obsesivo. En este mismo año, 1912, escribe «Sobre los tipos de adquisición de la neurosis» y un año después, 1913, «Sobre la disposición a la neurosis obsesiva». En 1915, en «Duelo y melancolía discrimina el sentimiento de culpa en la neurosis obsesiva y en la melancolía». En «Lecciones Introductorias» de 21
LOS LABERINTOS DE LA NEUROSIS OBSESIVA
1916-17 amplía el estudio sobre el sentido de los síntomas. La discriminación
de la neurosis obsesiva dentro de las enfermedades consideradas como psíquicas continúa en el texto sobre «La pulsión y los destinos de la pulsión» en 1915; también en el trabajo sobre «La represión», considerado como uno de los destinos de la pulsión, de este mismo año. En 1917 avanza sobre esta cuestión y publica «Las transmutaciones de la pulsión, especialmente del erotismo anal». En este mismo añ o realiza un trabajo sobre un recuerdo infantil en el texto «Poesía y verdad» de Goethe, relacionándolo con la cuestión del obsesivo, precisamente porque es un texto que el Hombre de las ratas había leído y habla de ello en alguna de sus sesiones. Así como «Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci» le va a servir para hablar de la estructura fóbica, «Poesía y verdad» de Goethe lo va a traba jar para hablarnos de la estructura obsesiva. En 1919 publica «Pegan a un niño» frase que le permitirá definir el fantasma de la estructura perversa y generalizar la cuestión del fantasma para la estructura del sujeto, manifieste un a estructura perversa o neurótica. Otro texto donde va a trabajar específicamente la cuestión de la neurosis obsesiva va a ser en 1925, en «Inhibición, síntoma y angustia», donde va a discriminar lo que es inhibición, lo que es síntoma y lo que es angustia, intentando una diferencia. En 1934-8 sigue trabajando la cuestión del Nombre-del Padre en el mito del neurótico, publicando «Moisés y la religión monoteista». En 1937, en «Análisis terminable e interminable», una de sus últimas obras sigue estudiando esta estructura obsesiva que podemos considerar una de las denominadas estructuras freudianas, en tanto es Freud quien la produce. Freud sitúa en el lugar de la predisposición un a posición ética, hablándonos de un momento que en el intento de olvidar, en la decisión de apartarse del pensamiento, en el camino de una conducta moral, más allá de sana o enferma, se ve conducido, tiene como consecuencia un a patología. El sujeto enferma para conservar un a conducta moral. Esto Freud no lo plantea del orden de lo necesario sino que nos dice que se trata de un a predisposición. Este tema nos interesa en el sentido que po r primera vez en la historia se desplaza del lugar de la predisposición a la única teoría existente hasta entonces: la teoría de la degeneración. Freud plantea que el intento de olvidar, de hacer que lo ocurrido no haya ocurrido, separa la representación del afecto por un mecanismo psíquico tal que el afecto queda enlazado a una nueva representación, creando un falso enlace, y produciendo un a relación absurda. La división que se produce entre representación y afecto conlleva un a división del sujeto, que resulta insoportable para la estructura histérica del su jeto y también en la estructura obsesiva, es así que cuando el afecto queda libre tiene diferente destino en la histeria que en la neurosis obsesiva, mientras en la histeria la división del sujeto va acompañada de un a división en 22
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el cuerpo, en tanto acontece un desplazamiento al cuerpo mediante el mecanismo psíquico de la conversión, dividiendo el cuerpo, en el neurótico obsesivo el desplazamiento se realiza enlazándose a otra representación transfor-
mando dicha representación en representación obsesiva. En principio Freud plantea una situación traumática sexual para la estructura histérica y para la neurosis obsesiva, donde para uno es un estado de seducido y para otro de seductor, donde uno vive la situación con displacer y otro con placer, que luego serán las situaciones buscadas, es decir para la histeria una búsqueda de deseo insatisfecho y para la neurosis obsesiva un deseo imposible por ya acontecido. Esta teoría de un trauma realmente acontecido cuando Freud deja de creer en sus neuróticos, cuando deja de creer que esta estass experi experien encia ciass traumáticas traumáticas infanti infantiles les constitu constituyen yen hechos hechos realmen realmente te acontecidos, los plantea como hechos fantaseados, con lo cual la fantasía pasa a un primer plano y con ello más que abandonar la teoría implica u na generalización para todo sujeto. Es por eso que en la psicoterapia deja de buscarse lo traumático, en tanto ha pasado a ser constitutivo del sujeto. El encuentro con el deseo del Otro es un momento mítico, que debemos suponer que siempre ocurre, pues se trata de una necesidad estructural. De aquí surge la idea de fantasías originarias. Freud nos dice que en toda neurosis obsesiva nos encontramos con un a histeria y en el historial de El Hombre de las ratas llega a decir que la neurosis obsesiva es un dialecto de la histeria. Freud después de trabajar la transmutación pulsional donde plantea para la neurosis obsesiva una regresión de la organización genital a la organización anal, señalando un predominio en el obsesivo del erotismo anal, nos habla de que una neurosis obsesiva comienza en forma de histeria y a partir de la regresión se constituye como neurosis obsesiva. A lo largo de su obra Freud mantiene que hay una relación de la neurosis sis obsesiva con la histeria. La neurosis obsesiva como un dialecto de la histeria, como una histeria que evoluciona de distinta manera. Es por eso que hay algunos histéricos que son obsesivos y la neurosis obsesiva no excluye la histeria. Esto no ocurre entre neurosis y psicosis que son excluyentes. En cuanto al tratamiento Freud en «Psicoterapia de la histeria» aconseja tratar todos los casos como si se tratara de una histeria. Lacan después dirá que el discurso de la histeria es el discurso del deseo, que es por eso que la entrada en análisis supone un a histerización. Es por eso que el diagnóstico en psicoanálisis siempre es a posteriori, en tanto la aplicación del método psicoanalítico es terapéutico, el tratamiento es el diagnóstico, son a la vez vez y será después cuando se sepa qué estructura ese sujeto que se produce en la experiencia analítica. clínica padecía ese Decimos que en psicoanálisis no se trata de responderle a la madre de una muchacha que no habla, el porqué no habla, sino que se trata de que después del tratamiento si habla se puede responder que se trataba de un rasgo diferencial histérico. 23
NEUROSIS OBSESIVA LOS LO S LABERINTOS DE LA NEUROSIS
ley que prohíbe gozar de la madre Es la ley ley de interdicción del incesto, la ley y matar al padre, la que produce el deseo como deseo de deseo del Otro. En «La Subversión del sujeto» Lacan nos indica que la castración quiere decir que es preciso que el goce sea rechazado para que pueda ser alcanzado en la escala invertida de la ley del deseo. La castración es en todo caso lo que regula el deseo, en el normal y en el anormal, nos dice Lacan en este mismo texto. Es por todo esto que se habla de la economía del goce, pues la economía siempre es economía pulsional, economía libidinal, lo cual quiere decir que es diferente la interdicción del goce autista que el intercambio propio del deseo. Dijimos Dijimos que el deseo es deseo del otro, tiene tiene que constituirse constituirse como deseo deseo del deseo del Otro, en tanto cuando se trata del deseo el Otro siempre tiene que estar implicado. implicado. El goce goce en cambio no remit remitee al Otro, más bien se excluyen. El goce es eso que hace falta que no haya. Mientras que el deseo se articula con el falo como «común medida» el goce está fuera de toda medida, es po r eso que el goce del síntoma, el goce de la autopunición está fuera de medida. Se trata entonces de la renuncia al goce autoerótico, en tanto el síntoma o el castigo dejan al sujeto en la soledad del mismo goce. Es decir que en el goce no se trata de ganancia pues si hay ganancias siempre es un goce a solas, se trata de un goce como perdido, lo cual incluye la relación del deseo con la muerte y el desasosiego consecuente, respecto a lo cual el sujeto no puede pedir ayuda a nadie, sino que se trata de vivir a pesar de ser mortal o más bien por eso mismo. Nadie obliga a nadie a gozar, salvo el superyó. El superyó es el imperativo del goce. A este ¡goza! el sujeto sólo puede responder: Oigo, pues sabemos que el goce es lo que hace falta que no. El superyó tiene la característica que cuanto peor nos va peor nos trata. Lacan llega a decir que el superyó persigue más al individuo en función de sus desdichas que de sus faltas, que se alimenta de las satisfacciones que se le otorgan, que es de una economía tal que cuantos más sacrificios se le hacen más exigente deviene. Freud nos dice que aquel que se dedica a someterse a la ley ley moral encontrará reforzadas las exigencias siempre minuciosas y cruel crueles es del del super superyó. yó. El superyó superyó exige xige el goce, una un a convocatoria a la no castración. Es por eso que las intervenciones del psicoanalista tienen que tender a terminar con el goce, lo cual no quiere decir que la posición del analista sea la del que castiga, en tanto eso ya tendría que ver con el goce. Sabemos que po r la satisfacción, por el goce, que los sujetos penan demasiado y este es por penar demás es lo que justifica un análisis. Se trata de llevar al sujeto a ese punto donde la satisfacción de la palabra responde al goce fálico, la otra satisfacción cuyo soporte es el lenguaje,
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en tanto se satisface a nivel inconsciente y por po r eso decimos que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Lacan nos dice que el único bien para el ser humano es el bien interdicto, ese que hace falta que no haya. También nos dice que la realidad se aborda con los aparatos del goce y aparato no hay otro que el del lenguaje. Así se apareja el goce en el ser que habla.
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LOS LABERINTOS DE LA NEUROSIS OBSESIVA
LA NA NATUR TURAL ALEZ EZA A DE LA
CURA: SUS PRINCIPIOS
En este libro, como el título indica, vamos a trabajar la cuestión de la neurosis obsesiva. Y lo vamos a hacer desde el psicoanálisis, es decir en la
teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica. Freud en 1900 ya era médico neurólogo, ya había estudiado en La Salpetriere con Charcot, donde había escuchado hablar de la histeria en términos más específicos que el sentido de perturbaciones uterinas, es decir más allá de una enfermedad considerada como padecimiento propio de sujetos femeninos ninos sino sino como una estructura clínica clínica padecida también por sujetos sujetos mascumasculinos. Freud ya se había percatado de que la dirección de la cura pasaba por la sugestión y sus aplicaciones en la terapéutica, pues para él no se trata del ejercicio de un poder sino de cuáles son los principios de su poder, llegando a decir que el primero de los principios es que funciona a condición de no utilizarla. Podemos decir que sus investigaciones acerca de la sugestión y los principios de su poder le llevaron a conceptualizar la transferencia como obstáculo y motor de la cura. En 1900, ya ha hecho el estudio comparativo de las parálisis motrices orgánicas e histéricas, por pedido de Charcot, y en el que concluye que las parálisis histéricas no tienen en cuenta la anatomía del sistema nervioso, sino que siguen las rutas de una anatomía de la palabra, en tanto cuando se trata de la parálisis del brazo no tienen en cuenta lo que el brazo es para la anatomía del sistema nervioso sino en términos profanos lo que vulgarmente conocemos como brazo, es decir que un sujeto con padecimientos histéricos puede llegar a paralizar una mano sin necesidad de paralizar el brazo, o bien el brazo sin la necesidad anatómica de una semiparálisis corporal. Descubre así que para un sujeto histéri histérico co un insulto que metafóricamen metafóricamente te es «una bofetada», fetada», puede puede llev llevar ar a ese ese sujeto sujeto a una paráli parálisis sis del rostr rostro. o. Freud descubre que el ser humano habla con palabras y también con su cuerpo. Incluso el grito de un niño que todavía no habla pero que porque su ambiente es entre seres hablantes, por estar inmerso en el orden simbólico, no es sino para ser tenido en cuenta, pues el grito desde el origen, es un grito para que se tome en cuenta e incluso para rendir cuentas a un otro. El niño desde el principio está sumergido en un medio de lenguaje y es por po r esto que puede aprehender y articular estos primeros esbozos. Es por esto que tanto las madres o cuidadores de los niños, como los terapéutas deberían estar atentos a lo que tanto niños como pacientes intentan decir, tanto con sus gritos como con sus síntomas, de eso que para ellos es indecible. Sabemos que ellos hablan, pero también sabemos que ellos no lo saben, po r eso que no es una respuesta lo que hay que exigirles, sino que aprendan a hablar en nuestro lenguaje. Por eso que Freud lo que hace es hacer que hablen en su gramática. En 1900 Freud ya había escrito sobre un caso de curación por la aplica26
AMELlA DIEZ CUESTA
ción de la técnica hipnótica, un caso que diagnostica como histeria de ocasión en términos de Charcot, y sobre la génesis de los síntomas histéricos po r voluntad contraria. También había discriminado entre neurosis de transferencia (histeria, neurosis obsesiva y fobias) y neurosis actuales (neurastenia y neurosis de angustia). Incluso había escrito sobre los mecanismos de defensa en juego en la histeria, en la neurosis obsesiva y en la paranoia, con lo que por primera vez relacionará etiología y mecanismos psíquicos, planteando el mecanismo de conversión como lo propio de la estructura histérica para no saber nada de lo reprimido, la represión y su forma de desplazamiento como mecanismo propio de la neurosis obsesiva y la forclusión, actuar como si nada hubiera acontecido, como el mecanismo acontecido en la formación de la paranoia. Antes de la obra de «La Interpretación de los sueños», Freud había separado de la neurastenia, las obsesiones y las fobias, que incluye entre la neurosis de transferencia y la neurosis de angustia que incluye entre las neurosis actuales. Había dedicado gran parte de su trabajo en la clínica y en los textos al tema de la histeria, su psicoterapia, planteando una etiología que elimina la posibilidad de considerarla de carácter hereditario, en tanto un a histeria como cualquier otra enfermedad denominada psíquica, como el mismo sujeto humano, no nacen sino que se hacen. Y la forma de nacer en un momento determinado de la vida del sujeto psíquico y su formación y tratamiento es lo que a Freud le ocupa durante largos años, hasta 1900. Y no es que en 1900 deje de ocuparse de estas cuestiones sino que Freud nos dice que a partir del estudio acerca de los sueños ya no se encuentra solo ante los padecimientos de sus pacientes, en tanto considera que es en esta obra que él formula por primera vez la teoría del inconsciente. Antes de «La interpretación de los sueños» podemos decir que Freud trabajaba con la teoría del trauma, donde la articulación de teoría, método y técnica se refiere a la teoría de la abreación, afectos que debiendo acontecer no acontecieron, la técnica de la hipnosis y el método catártico o descarga de afectos. Después de «La Interpretación de los sueños», ya no se trata de lo traumático como acontecido, como experiencia vivida, sino de lo real imposible, inasible, como lo inconsciente que nunca llegará a ser consciente, es decir pasa de la teoría del trauma a la teoría del inconsciente, teoría de la cual se desprende un método que tiene las características del inconsciente, método de interpretación-construcción, inconsciente y productor del deseo, y cuya técnica será: asociación libre y transferencia. La palabra tiene en la dirección de la cura, y decimos dirección de la cura porque se trata de esto y no de la dirección del paciente, se trata de la dirección de la cura y no del deseo de sanar al paciente que Freud denomina furor sanandi, la palabra tiene todos los poderes, los poderes especiales de la cura, po r eso que en psicoanálisis estamos lejos de dirigir al sujeto hacia la palabra plena, ni hacia el discurso coherente, sino que lo dejamos libre de intentarlo. Y sabemos que esa libertad es la que más cuesta tolerar, po r eso 27
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que la demanda se pone en el análisis entre paréntesis puesto que está excluido que el psicoanalista satisfaga la demanda que el paciente plantea referida a ¿de qué quiere que le hable doctor? Y es porque no se pone ningún obstáculo a la confesión del deseo, que surge la resistencia a esa confesión, y esto es porque hay una incompatibilidad del deseo con la palabra, pues el deseo siempre será inaccesible, siempre imposible de ser representado, es decir que sólo puede ser interpretado. Deseo inconsciente, permanente e indestructible que Freud nos presenta, planteado y formulado, en 1900, en su obra «La Interpretación de los sueños». Un deseo que determina al sujeto en su viaje por la vida desde que nace hasta que muere, un deseo que se sigue aún en contra de la voluntad, pues se trata de un deseo inconsciente, la estructura de la relación con cierto saber, por eso Freud nos dice que la estructura no da su brazo a torcer, y es durante toda la vida siempre la misma, por eso decimos que el sujeto está determinado en cuanto a su deseo, desde el comienzo al fin. Es por eso que se trata de ser incauto de la estructura, pues se trata de ajustarse a ella, de no ceder en cuanto al deseo. Freud fue un hombre de deseo, de un deseo al que siguió contra su voluntad por los caminos donde se refleja en el sentir, el dominar y el saber, pero del cual supo revelar, el significante impar: ese falo cuya recepción y cuyo don son para el neurótico igualmente imposibles, ya sea que sepa que el otro no lo tiene o bien que lo tiene, porque en los dos casos su deseo está en otra parte: es el de serlo, y es preciso que el hombre, masculino o femenino, acepte tenerlo y no tenerlo, a partir del descubrimiento de que no lo es. Freud cuando nos dice que los sueños se expresan preferentemente en imágenes, lo dice para indicar que se trata de una escritura, es decir que algunas de las imágenes estarán allí, no para ser leídas sino para aportar un exponente a lo que debe ser leído. Es por eso que habla del lenguaje de los sueños como semejante a la escritura jeroglífica, donde la figura de un hombre no solamente es un hombre sino que es el sonido hombre, es decir debe ser leído en el registro fonético. Nos habla también del lenguaje de los síntomas, indicando lo específico de la estructuración significante en las diferentes formas de neurosis y psicosis, llegando a comparar, en 1913 en su obra «Múltiple interés del psicoanálisis», las tres grandes neuropsicosis: histeria, neurosis obsesiva y paranoia. Y nos dice que la forma de expresarse del histérico es semejante a los sueños, de forma figurada, es decir que lo que el histérico expresa vomitando, un obsesivo lo expresará tomando medidas protectoras sumamente penosas contra la infección, mientras que un parafrénico se verá llevado a quejas y sospechas acerca de un posible envenenamiento. En los tres casos, serán diferentes representaciones del deseo reprimido y rechazado a lo inconsciente de embarazarse, o bien la reacción defensiva contra este hecho. La procreación, la muerte, lo masculino, lo femenino, no son datos deducibles de la experiencia si antes no funcionan en nosotros como significan28
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tes. Para el ser humano el único modo de acceder a la realidad es mediante significantes, sólo conoce aquello que sabe nombrar, por eso cuando aumenta nuestro vocabulario aumenta el tamaño del mundo, pues tantas palabras tantas cosas son conocidas. No es como decía Boileau: que lo que se concibe bien se enuncia claramente, sino que es como nos indica Lacan: lo que enunciamos bien lo concebimos claramente. No hay realidad aprehensible fuera de los significantes que la aislan, y cada realidad con la que nos enfrentamos está sostenida, tramada, constituida por una trenza de significantes. Por eso cuando decimos que en la psicosis algo falta en la relación del sujeto con la realidad, estamos marcando que algo falta en la relación del sujeto con el significante. Y la realidad se estructura por la presencia de cierto significante que es heredado, tradicional, transmitido, po r el hecho de que alrededor del sujeto, se habla. Es po r esto que decimos que no haber atravesado la prueba del Edipo deja al sujeto con cierto defecto, con cierta impotencia para precisar esas justas distancias que llaman realidad humana, pues la realidad implica la integración del sujeto a determinado juego de significantes. Decimos que lo que caracteriza la posición histérica es una pregunta que se relaciona con lo masculino y lo femenino, y es una pregunta que la formula no con palabras sino con todo su ser o más precisamente su falta de ser: ¿cómo se puede ser hombre o ser mujer? Pregunta en la que el histérico se introduce y conserva con su identificación fundamentalmente al sexo opuesto al suyo, a través del cual interroga a su propio sexo. A la manera histérica de preguntar o... o... se opone la respuesta del obsesivo, la denegación, ni... ni..., ni hombre ni mujer. Esta denegación se hace sobre el fondo de la experiencia mortal y el escamoteo de su ser a la pregunta, que es un modo de quedar suspendido en ella. El obsesivo precisamente no es ni uno ni otro, po r lo cual puede decirse también que es uno y otro a la vez. El sujeto debe habitar el lenguaje para poder habitar el mundo, y además de habitar el lenguaje debe tomar en él la palabra, con todo su ser, quiere esto decir, en parte sin saberlo. Por eso en psicoanálisis decimos que el neurótico habita el lenguaje mientras que el psicótico es habitado, poseído por el lenguaje. Cuando decimos lenguaje tomamos la noción misma de estructura, pues no es simplemente un mecanismo. Es decir que tenemos que concebirlo en términos de estructura interna del lenguaje. Por eso cuando hablamos de la relación del sujeto con el significante nos referimos a su aspecto más formal, en su aspecto de puro significante. Por eso que tomar la palabra quiere decir la suya, que es justo lo contrario a decirle sí, sí, sí a la del vecino. Y no se trata simplemente de expresarse en palabras. Se trata de la entrada en la relación intersubjetiva, en la estructuración misma de la situación analítica, ahí donde claramente vemos que hay una relación con el otro con minúscula y otra con el Otro absoluto. 29
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El otro con «a» minúscula (con a porque es Lacan quien introduce esta terminología, y refiere a «autre»), es el otro imaginario, la alteridad en espe jo, que nos hace depender de la forma de nuestro semejante. El Otro absoluto es aquel al que nos dirigimos más allá de ese semejante, aquel que estamos obligados a admitir más allá de la relación de espejismo, aquel que frente a nosotros acepta o rechaza, aquel que en ocasiones nos engaña, del que nunca podemos saber si no nos engaña, aquel a quien siempre nos dirigimos. Desconocer estos dos otros en el análisis, donde están presentes po r doquier, está en el origen de todos los falsos problemas, principalmente cuando se habla del análisis en términos de relación de objeto. Cuando distinguimos el otro imaginario como el lugar donde se estructura para el recién nacido humano un a multiplicidad de objetos y el Otro absoluto, como de la no existencia, en el origen, de ningún Otro, en tanto este Otro está todo en sí, pero a la vez está enteramente fuera de sí. Lacan llega a hablar de un a relación de extimidad con el Otro, en relación a la palabra intimidad, pero con un Otro que está fuera. Es por eso que el Otro debe considerarse como un lugar, el lugar donde se constituye la palabra. Lacan nos dice: el Otro es el lugar donde se constituye el yo (je) que habla con el que escucha, pues siempre hay un Otro más allá de todo diálogo concreto. Esto nos dice es un punto de partida, se trata de saber dónde nos conduce, pero lo que sabemos es que nos conduce a otro lugar que si partimos de que el otro es un ser viviente. El paranoico es alguien que relaciona todo consigo mismo, es alguien cuyo egocentrismo es invasor, pero yo, dice Schreber en sus «Memorias», soy completamente diferente, es el Otro quien relaciona todo conmigo. Hay un Otro, y esto es decisivo, estructurativo. Pero va a ser el complejo de Edipo el que ponga en marcha el funcionamiento significante en el sujeto. Complejo de Edipo que tiene que ver con la castración simbólica de un objeto imaginario. El objeto fálico para Freud tiene un lugar central dentro de la economía libidinal, tanto en el hombre como en la mujer. Y el tema de la castración gira en torno a la pérdida del objeto fálico. La función del padre y el complejo de castración son fundamentales y no son simplemente elementos imaginarios, pues lo que encontramos en lo imaginario en forma de madre fálica no es homogéneo al complejo de castración, y el padre tiene un elemento significante, irreductible a toda especie de condicionamiento imaginario. La exigencia de una madre es proveerse de un falo imaginario, y el niño le sirve como soporte real para esta prolongación imaginaria, pues Freud interpreta que el niño es un equivalente del falo. En cuanto al niño, varón o hembra, desde muy temprano localiza el falo, y se lo otorga generosamente a la madre. La relación madre-niño que debería ser regulada por la función fálica, se encuentra en un a situación de conflicto, pues cada quien por su lado está en posición de alienación interna, y esto es porque el falo se pasea. 30
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En la teoría psicoanalítica el padre es el portador del falo, por eso que es en torno a él que se instaura el temor a la pérdida del falo en el niño y la rei-
vindicación, la privación o la nostalgia del falo en la madre. Es en torno a la falta imaginaria del falo que se establecen intercambios entre madre e hijo, el padre en la dialéctica freudiana ni lo cambia, ni lo dona, no hay ninguna circulación, pues la única función del padre en el trío es representar el portador, el que detenta el falo, por eso que el padre en tanto padre tiene el falo y nada más. Po r eso que la función del padre es aquello que debe existir para que en la dialéctica imaginaria se produzca la significación fálica, y para que el falo sea otra cosa que un meteoro. En la concepción freudiana del complejo de Edipo, lo que está en juego no es el triángulo padre-madre-hijo, sino un triángulo (padre)-falo-madre-hijo. El padre está en el anillo que permite que todo se mantenga unido. La noción de padre está provista de toda una serie de connotaciones significantes que le dan existencia y consistencia. Por eso que citar al padre es totalmente diferente que referirse a la función generadora. Por eso decimos que los neuróticos no tienen problemas con el padre real, sino con el padre simbólico o bien con el padre imaginario, es decir con la cuestión de qué es un padre, mientras que en la psicosis la cuestión es con el padre real, con el padre como función generadora.
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EL OBSESIVO Y EL OTRO
Que se diga queda olvidado tras lo que se dice en lo que se escucha. Diga, diga, hable, hable, asocie libremente, emplee libremente la palabra, todo lo libre que la función de la palabra puede ser, ta n libre como un a variable en una relación matemática, ta n libre como pueda serlo en el campo del lenguaje. Libre hasta que habla, hasta que dice, y entramos en el campo del psicoanálisis, en el campo del deseo, en el campo que delimita esta ciencia llamada po r Lacan ciencia de lo real. Y en este campo la regla es que no vale desdecirse, cuando la cadena se rompe, algo ha desencadenado la cadena, y sólo la verdad es capaz de desencadenar. En psicoanálisis no hay posibilidad de engaño en tanto cada uno es engañado por su propia verdad, es decir, en psicoanálisis se es engañado po r el Otro. Que se diga queda olvidado tras lo que se dice en lo que se escucha, marca que la apertura al campo del Otro, que supone esta hiancia con que designamos el inconsciente, como apertura no al mundo subterráneo de los instintos sino donde la pulsión, la exigencia de trabajo psíquico que supone la pulsión va a conformarse al campo del Otro, marca digo que es en la escucha donde se produce que lo que se dice tenga relación con el saber sobre su verdad. La historia del psicoanálisis podemos decir que comienza con el deseo del psicoanalista, ese deseo de Freud que lo condujo por la vía de la producción de un a teoría acerca del deseo inconsciente. Es con el deseo de deseo insatisfecho de las histéricas que comienza el psicoanálisis pero en su relación con el deseo del psicoanalista que era Freud. Es por esto que Lacan en su intento de transmitir las enseñanzas de Freud, un saber que no puede ser transmitido como un saber sabido en tanto se trata del ejercicio del no-saber, transmisión donde se pone en juego la transferencia del que aprende y el deseo del psicoanalista que está en posición de transmitir. El que escucha es entonces el que hace existir los hechos del relato, el que hace el trabajo de construcción de la historia del deseo, esa historia donde se juega un a verdad, donde como proceso va a permitir que lo real sea construido, que el fantasma que sostiene el deseo se construya, en tanto antes de la experiencia psicoanalítica estaba sujetado al deseo del deseo del otro y ahora está sujeto al deseo del deseo del Otro. El psicoanálisis permite pensar un a forma de relación donde la confianza no es lo que trabaja al psicoanalizando, en tanto la confianza es del orden de eludir el trabajo de abrirse a las preguntas que a cada uno nos traba ja n. La confianza o la desconfianza está relacionado con la creencia y la no creencia, y lo que en el psicoanálisis funciona como en toda ciencia es del orden de la no-creencia. Las intervenciones del psicoanalista juegan en el psi32
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coanálisis por el modo en que son eludidas, rechazadas, o bien aceptadas, para lo cual siempre se precisa de la palabra. En psicoanálisis tanto el sí como el no del paciente son tomados en un a estructura significante, donde el sí tiene que ir acompañado de resultados y el no es signo de una afirmación inconsciente, es decir, cuando el paciente dice: no crea, doctor, que esto lo digo porque tenga alguna relación con lo que me pasa, está diciendo que desconoce cual es la relación pero que la hay. El obsesivo es aquel que habla mientras espera la muerte del que escucha, mientras espera que el psicoanalista ponga el punto final a la sesión. Histérico y obsesivo buscan un amo, pero mientras el histérico lo busca para dominarlo, para someterle al poder de sus palabras, donde no busca ser esuchado sino que le escuchen, el obsesivo ya ha encontrado un amo y está esperando mientras se termina su mandato, pero no espera ociosamente, trabaja sin descanso para que la recompensa aumente, su oblatividad, su espíritu de sacrificio tiene el sentido que se manifiesta en la religión, por eso se dice que la neurosis obsesiva es como una religión privada, tiene sus rituales que cumplir en tanto si no los cumple sucederá algo malo, será castigado en él mismo o bien en sus personas más queridas. Como está en juego la muerte del Otro, su trabajo consiste en hacer y deshacer, en afirmar y negar, en dudar indefinidamente de todo. Atrapado por la duda, su duda le salva de hacer pero de forma trabajosa, tiene que hacer para deshacer, como Penélope, sólo espera a Ulises, mientras trabaja para engañar a los otros, un a duda que al obsesivo le asegura contra el suicidio. Así como el melancólico está avocado al suicidio, al pasaje al acto, a caer identificado con el objeto a, y el histérico puede fallar en sus intentos de dividirse sin romper su cuerpo, enfermándose, o bien sin romper la cadena significante inconsciente, donde mareos, ataques o bien olvidos, hacen que el cuerpo se desvanezca sin que su posición de sujeto quede transformada, pues nada sabe, nada recuerda, nada pasó. El obsesivo en cambio atrapado por la duda nos dice: me dispongo a suicidarme y me entra la duda, no sé si hacerlo o no hacerlo, siempre encuentra un culpable a quien se debería castigar antes que a él, siempre encuentra un remedio para no llegar al final, pues llegar no depende de su trabajo, de su hacer, sino de que el otro caiga. Y no importa que su amo haya incluso muerto, como sucede en el caso del Hombre de las ratas, en tanto su padre había muerto y sin embargo producía rituales para su padre, incluso hacía cosas para contárselas, pero como se trata de su relación con el Otro, de su relación con su padre muerto, padre absoluto, en su psicoanálisis Freud construye su fantasma. Construcciones de Freud durante este análisis que le permite acceder a la estructura que sostiene su deseo, sin intervenir en sus síntomas, en las formaciones de su inconsciente, pues el síntoma sabemos que tiene relación con la verdad del sujeto, pero es una verdad que está en el museo, es una obra 33
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en la que ha invertido demasiado trabajo. Por eso la maestría de Freud en darse cuenta que no es el síntoma lo que está en juego, sino que el síntoma es una elaboración de lo que está en juego.
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LABERINTO
II
CON EL HOMBRE DE LAS RATAS
AMELIA DIEZ CUESTA
ANALISIS DE UN CASO DE NEUROSIS OBSESIVA. I El Hombre de las Ratas
El Hombre de las Ratas, es uno de los llamados Cinco grandes casos de Freud. Con el caso Dora, el Hombre de los Lobos, el caso Juanito y el caso Schreber, el Hombre de las Ratas, publicado en 1910, es el caso ejemplar para el estudio del tratamiento de la neurosis obsesiva. Tenemos que tomarlo como un caso de neurosis obsesiva en tratamiento psicoanalítico, es decir una neurosis obsesiva bajo transferencia, pues la descripción de esta enfermedad ya había sido hecha en 1895, cuando Freud la discrimina entre la sintomatología de lo que se conocía como neurastenia, pensando la neurosis obsesiva como otra estructura clínica y con mecanismos propios, nombrada junto a la histeria y a la fobia como neurosis de transferencia frente a las neurosis narcisista y las neurosis actuales, pero es en 1910 cuando publica este caso acerca del tratamiento de un sujeto que padece de neurosis obsesiva. Uno de los apartados del caso es Introducción a la naturaleza de la cura, que dará pie a Lacan para su trabajo La dirección de la cura y los principios de su poder. La importancia del Nombre-del-Padre y su relación con el deseo, queda señalada por Freud en el título de otro de los apartados del Historial clínico: El complejo paterno, la metáfora paterna, y la solución de la idea de las ratas, en tanto el fantasma que sostiene su deseo es el fantasma de las Ratas en tanto el padre está en entredicho. Su goce inconsciente más que con la Ley tiene que ver con el fantasma de las Ratas. El trabajo de Freud se titula análisis de un caso de neurosis obsesiva y sus dos partes: Historial clínico y Parte teórica, nos indica que Freud nos va a hablar de la neurosis obsesiva desde el psicoanálisis. Así en la parte teórica va a marcar algunos caracteres generales de los productos obsesivos, incluso algunos que ya habían sido descritos, pero no psicoanalíticamente, po r Löwenfeld. Freud al comienzo de sus investigaciones y ante el relato de sus pacientes, pensó en un trauma sexual realmente acontecido, pero no quedó ahí su teorización, sino que produjo la idea de un fantasma universal, la escena primaria. Escena primaria que es una construcción teórica, que acontece más allá de que acontezca en la realidad. Escena primaria, copulación de los padres, que sin embargo, se presenta siempre demasiado pronto o demasiado tarde, y en la que el sujeto encuentra o demasiado placer como Freud lee que acontece en el obsesivo, o demasiado poco, como en la histérica. Esto nos muestra un sujeto dividido, bajo una esquizia que persiste más allá del sueño, incluso después del despertar. Es por esto que Freud en 1896 nos dice que las representaciones obsesivas son reproches transformados, resultado de una transacción entre las ideas reprimidas y las ideas represoras, que retornan y se refieren a actos sexuales ejecutados con placer en la niñez, pero esto aunque forma parte de los ele37
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mentos que integra, no da cuenta de que los recuerdos reactivos y los autorreproches de ellos derivados sean inconscientes, en tanto lo que se hace consciente como ideas o afectos obsesivos son resultado de un a transacción entre las ideas reprimidas y las ideas represoras. Es po r esto que Freud prefiere hablar de pensamiento obsesivo. En cuanto a la defensa secundaria que el sujeto desarrolla contra las representaciones obsesivas que han penetrado en su conciencia surgen productos que Freud nombra como «delirios». Lo importante entonces es que las ideas obsesivas, al igual que en los sueños, han sufrido una deformación. «Si me caso con la mujer a la que amo, le sucederá a mi padre una desgracia (en el más allá)>>, idea obsesiva que lo dominaba desde tiempo atrás, que sería: Si mi padre viviera, mi propósito de casarme con esa mujer le haría encolerizarse tanto como en aquella escena infantil, de manera que también yo me enfurecería de nuevo con él y le desearía terribles males que la omnipotencia de mis deseos harían caer irremediablemente sobre él. En aquella escena infantil había respondido a su padre, totalmente enfurecido, con las palabras que él conocía: ¡lámpara, servilleta, armario!, ante lo cual su padre había dicho que no sabía si era un futuro genio o un futuro criminal. Otro caso de elaboración elíptica o deformación po r omisión, es aquella que le surge ante su sobrinita, a la cual quería mucho. Un día surgió en él la idea siguiente: Si te permites realizar un a vez más el coito, le sucederá a la pequeña Ella una desgracia (se morirá). Que en el análisis surge que en realidad se trata de otra cuestión, una cuestión acerca de que su relación sexual con su amada nunca tendría por consecuencia el nacimiento de un hijo, a causa de la esterilidad de su amada. Ello te dolerá tanto, que te hará envidiar a tu hermana por su pequeña Ella, y tu envidia acarrearía la muerte de la niña. La deformación elíptica, po r omisión, que también forma parte en la técnica de los chistes, es característico del pensamiento obsesivo. Freud halló esta técnica en otros sujetos que padecían neurosis obsesiva, como ejemplo nos habla de un a duda desplazada de un a mujer que acompañada de su marido entra en una tienda de compras mientras que su marido decide ir a la tienda del anticuario. La mujer compró, entre otras cosas, un peine y mientras esperaba a su marido, demasiado tiempo para ella, le asaltó la idea obsesiva de que ese peine lo tenía desde siempre. En realidad ella quería decir: si he de creer que no has estado más que en la tienda del anticuario, también puedo pensar que poseo hace ya muchos años este peine que acabo de comprar. Es decir que se trata de la ironía del obsesivo, pero su duda dependía de sus celos inconscientes. Así en el caso que estamos trabajando dice: Sí, tan cierto es que devolveré el dinero al teniente A, como que mi padre y mi amada pueden tener hijos. El lenguaje de la neurosis obsesiva es un dialecto de la histeria, nos dice Freud. Otra diferencia con la histeria la marca Freud cuando nos dice que en la histeria los motivos de la enfermedad sucumben al olvido, mientras que 38
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en el obsesivo se conservan en la memoria, pero despojados de afecto, quedando un contenido ideológico indiferente y calificado de insignificante. Material que no es reproducido y no desempeña papel alguno en la actividad mental del sujeto. Podríamos decir que los conoce pero desconoce su significación, incluso es algo considerado normal por él o bien indiferente. El mecanismo del desplazamiento inconsciente lo ejemplifica Freud con el ejemplo de un paciente que pagaba siempre con billetes tersos y limpios, llegando a manifestar que le daba remordimiento de conciencia entregar a alguien billetes sucios, en los que seguramente habría millones de microbios que podrían causar graves daños. Respecto a su sexualidad este paciente no advertía anormalidad alguna ni carencia, agregando lo siguiente: «Desempeño en muchas casas de la alta burguesía acomodada el papel de un viejo pariente pobre y lo aprovecho para encontrarme a solas con alguna muchacha joven y la masturbo con mis dedos». Preguntado po r Freud si no temía causarle algún daño, infectándole los genitales con sus manos sucias, el sujeto se mostró indignado. ¿Qué daño voy a causarles? A ninguna le hizo mal hasta ahora, algunas ya han llegado a casarse y me siguen tratando. Tomó a mal la observación de Freud y no volvió a la consulta, pero para Freud era claro que su escrupulosidad con los billetes tenía que ver con su falta de escrúpulos con las muchachas que tenía a su custodia. El desplazamiento del reproche le permitía no hacerse ningún reproche a su comportamiento. Otra característica de los pacientes obsesivos es que son supersticiosos, pero se trata de una superstición que nada tiene que ver con las típicas supersticiones, sino que son consecuencia de su pensamiento obsesivo. En este caso vemos que cuando dominaba un a obsesión se burlaba de su credulidad, pero cuando se hallaba bajo su dominio comenzaban a ocurrirle toda clase de accidentes casuales que apoyaban su convición supersticiosa. Este paciente no tenía miedo al número 13, pero creía en los presagios y en los sueños proféticos, tropezaba con las personas cuando justo estaba pensando en ellas. Una vez salió de viaje con la convicción de que no volvería vivo a Viena. Pese a esto también reconocía que esto le ocurría con cosas sin importancia pues cuando se trató de hechos importantes en su vida siempre fue por sorpresa y no hubo presagios, por ejemplo la muerte del padre. Pero entender esto no modificaba que eso le aconteciera. Freud no le da explicaciones racionales del mecanismo al que está sometido sino que en las supersticiones que acontecen durante el tratamiento le muestra que él mismo colabora en la fabricación de tales milagros y le muestra los medios que usa: la lectura, el olvido, y los errores mnémicos, lo que hace que él mismo le ayude a descubrir los pequeños trucos con los que producía tales milagros. El sujeto recuerda que su madre cuando se trataba de fijar fecha de algo futuro, solía decir: «Tal día o tal otro no podré, porque tendré que guardar cama». Y, en efecto, siempre pasaba acostada tales fechas. 39
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Freud nos advierte que no se trata de encontrar enseguida la explicación a la idea obsesiva, pues la regla analítica obliga al psicoanalista a reprimir su curiosidad y dejar que sea el paciente el que fije con plena libertad el orden de sucesión de los temas en análisis. Pues no se trata de dirigir al paciente sino de la dirección de la cura. Esto tiene que ver con la regla de abstinencia que corresponde al psicoanalista frente a la regla de la asociación libre que corresponde al paciente. Es po r esto que Freud en la cuarta sesión recibe al paciente con esta pregunta: ¿cómo va usted a continuar hoy? Otra característica de estos sujetos es la necesidad de la inseguridad o de la duda. La necesidad de inseguridad es uno de los métodos que la neurosis emplea para extraer al enfermo de la realidad y aislarle del mundo. Todo su esfuerzo es para evadir cualquier seguridad y poder permanecer en la duda. Por eso odian especialmente los relojes, en tanto no permiten la duda. Los pacientes eluden todas aquellas informaciones que pudieran llevarle a un a solución del conflicto. Así desconocía el nombre del médico que había operado a su amada y si la operación se había limitado a un ovario o a los dos. Con su inseguridad se adhiere a aquellos temas en que la inseguridad es generalmente humana y en los cuales todos permanecemos necesariamente expuestos a la duda. Tales temas son, ante todo, la paternidad, la duración de la vida, la supervivencia en el más allá y la memoria a la que solemos da r fe sin nada que garantice su exactitud. Como un a vez dijo un astrónomo: «Un astrónomo sabe si la luna está habitada o no, con la misma certeza que sabe quien fue su padre, pero no con la misma seguridad de saber quién fue su madre». Es por esto que Freud piensa que la civilización dio un gran paso hacia adelante cuando se pasó del matriarcado al patriarcado, en tanto fue ponerle un límite a las interferencias de los testimonios de los sentidos. La generación de mujeres por mujeres lanza el proceso pero no lo estructura, sólo cuando se inscribe la descendencia en función de los varones, de varón a varón se introduce un corte, que es la diferencia de generaciones. La introducción del significante padre, introduce de entrada un a ordenación: la serie de generaciones. Es decir que lo que antes era un orden natural, ahora es un orden matemático, cuya estructura es diferente a la del orden natural. y es lo que evita el obsesivo, ser un mortal entre otros mortales, ser un eslabón de la cadena de generaciones. Vive como un muerto, sin deseos, para protegerse de la muerte. Los neuróticos obsesivos utilizan la inseguridad de la memoria para la producción de síntomas. En cuanto a la omnipotencia que atribuye a sus ideas y sentimientos, aunque se pueden considerar como un delirio, sin embargo todos los neuróticos obsesivos parecen tener ese convencimiento. Preguntando al paciente por tal convencimiento, lo refiere a hechos acontecidos en su vida. Un a vez que intentaba ocupar una habitación en la cual ya había estado y que le facilitaba las relaciones con una de las enfermeras, le dijeron que ya estaba ocupada por un anciano profesor. Inmediatamente pensó: ¡Ojalá 40
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le parta un rayo! Quince días después se despertó con la sensación de que tenía cerca de sí un cadáver y al levantarse supo que aquella noche había muerto el anciano profesor. Otro recuerdo que corroboraba la supuesta omnipotencia de su pensamiento se refería a una muchacha mayor que él, que habiéndole hecho claramente la corte, le preguntó si la podría querer un poco, a lo cual él respondió negativamente. Poco después esta muchacha se tiró por el balcón y él se reprochaba haber sido tan huraño, pensando que ha-
bría estado en sus manos haber alargado la vida de aquella muchacha. Desde entonces la omnipotencia de su amor y su odio tenían una razón de ser para él. Podemos decir que estaba en juego su preocupación po r la muerte y en cuanto a su odio no es que fuera omnipotente pero de él provenían muchas de sus ideas obsesivas. Por no poder pensar la mortalidad del padre no podía dejar de desear su muerte, incluso cuando el padre ya había muerto. Nuestro paciente mantenía una relación peculiarísima en relación a la muerte. Condolía cordialmente todas las muertes, iba a todos los entierros, incluso mataba en su fantasía a sus conocidos para condolerse con los sobrevivientes. Freud subraya los rasgos obsesivos del comportamiento del sujeto religioso, donde tanto en el obsesivo como en el religioso lo que les mueve a realizar los rituales es inconsciente a ellos, en tanto son el psicoanalista y el sacerdote los que conocen el sentido simbólico del rito. Los motivos que impulsan a la práctica religiosa son desconocidos para los creyentes, como los actos obsesivos lo son para los neuróticos. Los rituales obsesivos sin embargo tienen una peculiaridad que les despoja de la dignidad del ritual religioso, en tanto el ceremonial recae sobre los actos más nimios de la vida cotidiana. Freud nos dice que podríamos considerar la neurosis obsesiva como pareja patológica de la religiosidad, la neurosis como una religiosidad privada, y la religión como una neurosis obsesiva universal. Freud, en la constitución del sujeto tras la fase de autoerotismo propone un estadio de narcisismo, es decir que entre la fase de autoerotismo y la elección de objeto supone Freud un estadio donde la elección de objeto coincide con su propio yo, después de la cual se produce la elección de objeto, distinto a su propia persona, y antes de establecer la primacía de las zonas genitales, es decir que en este período dominarán las pulsiones anales y sádicas. La disposición a la neurosis obsesiva la encuentra Freud en el erotismo infantil, en la fase pre-genital sádico-anal. Esta etapa que es precursora de la genital, pero que puede ser sucesora y sustitución de la fase genital. Podemos decir que el neurótico obsesivo mantiene un erotismo sádico-anal, que el Hombre de las Ratas muestra en el efecto que le causa un relato acerca de una tortura que era común contarse entre militares, donde el torturado padecía una peculiar tortura: hacían que las ratas se introdujeran por su ano.
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y es el relato
en análisis y la escucha de Freud que queda sorprendido ante el singular goce que se manifestaba en el sujeto. Es contra el erotismo anal-sádico que toma sus medidas de protección, formando productos que le detengan en el camino hacia donde le lleva su tentación y aceptando síntomas po r transacción. El relato del capitán produjo un horror en el sujeto pero fue después, cuando el mismo capitán le recuerda un a deuda impagada que aparece el temor obsesivo de que les ocurra el tormento de las ratas a su padre y a su amada, deuda impagada que le recuerda una doble deuda paterna, con un amigo y con una mujer pobre, en tanto hay un a deuda impagada del padre con un amigo que le había salvado del deshonor social. Amigo que nunca volvió a ver, pero que formaba parte de la leyenda familiar, y po r otro lado hay un a historia del padre con un a mujer pobre que abandonó para casarse con la rica hija de un industrial que era su madre. Esta permanencia bajo la dialéctica del erotismo anal, produce que haya una anticipación del yo respecto a la libido, de manera tal que la elección de objeto se realiza en la fase sádico-anal, ahí donde el odio es precursor del amor. Así en este caso que estudiamos hoy, nos encontramos con que todas sus relaciones, incluida la relación con el padre, estaban dominadas por un intenso amor y po r el mismo intenso odio. El sujeto conocido como el Hombre de las Ratas, enfermó a los 20 años al ser situado ante la tentación de casarse con un a mujer distinta a aquella a la que había amado desde tiempo atrás. Para evitar resolver el conflicto retrasó la decisión po r medio de la neurosis. Pero recuerda que antes tenía conflictos entre el padre y la mujer amada, incluso la primera vez que se sintió atraído por un a niña deseó que su padre muriera para poder casarse con ella. El conflicto entre un a mujer u otra corresponde a la vacilación normal en la elección amorosa, vacilación que comienza cuando el niño es enfrentado a la pregunta: ¿A quién quieres más, a papá o a mamá? Freud señala que su carácter de dilema se pierde en los hombres normales y permanece como característico en la neurosis obsesiva. El hecho de que contra un intenso amor se levanta un intenso odio deja al sujeto en un a incapacidad de adoptar resolución alguna. En realidad duda de su propio amor y esta duda se desplaza po r lo nimio e indiferente. La ambivalencia de sentimientos domina su pensamiento, así paseando por un camino ve un a piedra en medio y pensando que puede provocar un accidente la retira inmediatamente. Comienza a dudar si hizo bien o mal, y termina volviendo a colocar la piedra. Habla de que muchas veces había deseado la muerte del padre sin embargo sabía que eso no le haría feliz. En sus intentos de resolución, de crearse un nombre del padre, en tanto el padre está en entredicho, el fantasma de la muerte del padre no se instala como función, sino como fantasía. 42
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Cuando quiere rezar, diciendo «Dios la proteja» emerge de pronto un «no» hostil, lo que le lleva a suprimir sus rezos. Pero su método es implacable, después de desplazarse sobre un acto insignificante, el impulso hostil se esfuerza en anular su obra. Como Penélope hace y deshace, teje y desteje, mientras espera la muerte de su amo. Histérico y obsesivo buscan un amo, pero mientras el histérico lo busca para dominarlo, para someterle al poder de sus palabras, donde no busca ser escuchado sino que lo escuchen, el obsesivo ya ha encontrado un amo y está esperando mientras se termina su mandato, es decir espera su muerte, pero no espera ociosamente, trabaja sin descanso, todo lo que hace se convierte en trabajo, su oblatividad, su espíritu de sacrificio tiene el sentido que se manifiesta en la religión, espera la recompensa, por eso decimos que la neurosis obsesiva es como una religión privada. Es por esto que también tiene sus rituales que cumplir en tanto si no los cumple sucederá algo malo, bien a él mismo o a las personas más queridas por él. La muerte que espera es la muerte del Otro, pues su padre ha muerto y en cierto sentido todavía está esperando su muerte, todavía cumple rituales para él. El obsesivo en cierto sentido está protegido del suicidio. Así como el melancólico está avocado al suicidio, al pasaje al acto, a caer identificado con el objeto a, está dispuesto a dividir el mundo antes que a dividirse y el histérico puede fallar sus intentos de dividirse sin romper su cuerpo, enfermándose, o bien mediante mareos, ataques u olvidos, donde el cuerpo se desvanece sin que su posición de sujeto quede transformada, pues nada sabe, nada pasó, prefiere dividir el cuerpo que ser sujeto dividido, el obsesivo encuentra en la duda su salvaguardia. Decide suicidarse, pero atrapado por la duda llega a colocarse un cuchillo en el cuello, para inmediatamente desmayarse antes de llegar a la acción. Freud sabe que no son los síntomas lo que está en juego, sino que el síntoma es una elaboración de lo que está en juego, por eso que Freud no atiende tanto a los síntomas, sus idas y vueltas para no llegar a ninguna parte, pero para permanecer en estado deudor, pues su verdadero problema es que la deuda simbólica no opera en él debidamente por eso que tiene que permanecer en estado deudor. Los obsesivos son especialmente inteligentes, tal vez porque encontramos en ellos una emergencia precoz y una represión prematura del instinto sexual visual y del saber, de la pulsión escópica y de la pulsión epistemofílica, componentes normales de la función sexual pero que alcanzan una independencia en el obsesivo. En sus relatos infantiles manifiesta relaciones con una nurse donde ella se dejaba contemplar desnuda y tocar, desde entonces siente grandes impulsos de contemplar mujeres desnudas. Su gran capacidad intelectual cuando la domina el mecanismo obsesivo queda sexualizada no en cuanto al contenido sino en cuanto al proceso intelectual, donde la satisfacción de haber alcanzado algún resultado mental es sentida como satisfacción sexual. Por eso 43
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que los obsesivos no pueden dejar de pensar, aún cuando hay una demora en el pensamiento todo el proceso queda trasladado con todas sus peculiaridades, a un nuevo terreno. Habíamos dicho que la idea obsesiva se protege po r medio de la deformación, deformación que es previa a su aparición en la conciencia, y también hay un intervalo, durante el cual el contenido de la idea obsesiva queda desligado de sus relaciones particulares, po r medio de la generalización. Como ejemplo un a muchacha que nunca lleva joyas y descubre en análisis que era porque había una joya que envidiaba a su madre y esperaba heredar de ella. La deformación, la generalización y por último los delirios, como medio para establecer nuevas conexiones con el contenido y texto verbal de la obsesión inconsciente. En el análisis de este caso no se va a tratar de encontrar sentido a lo que al paciente le pasa, pues vemos ya en la primera entrevista que Freud realiza a este joven universitario, cuando le habla de sus temores respecto a sus seres queridos, sus impulsos obsesivos de cortarse el cuello con un a navaja de afeitar, las prohibiciones que extendía hasta las situaciones más nimias de su vida cotidiana, después de decir que su vida sexual había transcurrido entre su repugnancia a las prostitutas, un a vida sexual limitada y un onanismo que había desempeñado un escaso papel a los 17 años, Freud no se interesa por ninguno de los temas, tan interesantes para desentrañar el caso, porque habíamos dicho es condición del análisis. Lo que Freud hace después de escucharle psicoanalíticamente es preguntar porqué razón había comenzado la anamnesis con informes sobre su vida sexual, a lo cual responde haberlo hecho por saber que así correspondía a sus teorías. En realidad sólo había ho jeado Psicopatología de la vida cotidiana que le recordaba la elaboración mental a la que él mismo sometía sus ideas y que le habían decidido a acudir a su consulta. Al día siguiente, después de comprometerle a observar la única condición del tratamiento, es decir, la de comunicar todo lo que le viniera a las mientes, aunque le fuera desagradable hablar de ello o le pareciera nimio, incoherente o disparatado, y habiendo dejado a su arbitrio la elección del tema inicial del relato, se inició el tratamiento. Como podemos observar Freud no acuerda con ningún yo del sujeto, ni tan siquiera le exige ser verídico, tampoco le pide reflexión, sino más bien observación de sus procesos psíquicos. Asociación libre y transferencia del paciente que permiten a Freud introducirse en el tratamiento de este caso.
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ANALISIS DE UN CASO DE NEUROSIS OBSESIVA. II El Hombre de las Ratas
En 1895 Freud desestima la agresión sexual prematura como factor de la neurosis, y aunque no niega el valor de los «hechos reales» nos dice que son fantasías para borrar el malestar del recuerdo de la masturbación infantil. El descubrimiento de la sexualidad infantil le hace pensar que la sexualización del cuerpo es siempre prematura. Nada es más traumático para el sujeto que la ausencia de trauma, y ese es el ombligo de la fantasía. Ya en el Proyecto nos habla del protón pseudos hysterikón, la primera men-
tira o falsedad histérica, o premisa mayor falsa de un silogismo. El recuerdo despierta un afecto no vivido pero no es por el retardo de la pubertad sino por el retardo constitutivo de la sexualidad. Traza que borra lo que nunca estuvo allí de antemano. El a posteriori llega tarde porque el a priori se reduce al a posteriori. La. proton pseudos como un suplemento en el origen de la falta de origen. En 1910 en el psicoanálisis de un caso de neurosis obsesiva plantea que no es el onanismo de la pubertad, casi típico y general, y al que médicos y enfermos consideran como raíz y fuente de todos sus padecimientos, sino que el onanismo a considerar es el onanismo infantil y no tanto como productor de trastornos neuróticos sino como manifestación más precisa de la sexualidad infantil. Marcación que nos acerca a pensar que los enfermos acusan por un camino indirecto a su sexualidad infantil. El síntoma en el obsesivo se presenta como obstáculo que se interpone entre el sujeto y su destino, surge como obstáculo al cumplimiento del deseo, ya que la estructura de su deseo es deseo de un deseo imposible. Vemos al Hombre de las Ratas perdido en un interminable circuito de trenes ida y vuelta, donde el sujeto se confunde con un mapa y termina no sabiendo qué hacer. El síntoma tiene un a relación a la verdad y por otro lado surge allí donde las decisiones no son posibles. La vertiente del síntoma es la que sostiene al sujeto en su asociación libre, en la articulación SI y S2, mientras que la vertiente del fantasma muestra que el sujeto está articulado en: <> a). Así como el fantasma de la escena primaria lo podemos leer en el Hombre de los Lobos, el fantasma de la muerte del padre se puede leer en el Hombre de las Ratas. El niño puede saber la relación de la copulación con la procreación, pero la función de procrear en cuanto es significante es otra cosa. Es necesaria la relación con la experiencia de la muerte que da al término procrear su pleno sentido. La paternidad y la muerte son dos significantes que Freud relaciona a propósito de los obsesivos. Freud liga la aparición del significante Padre, en cuanto autor de la Ley, con la muerte, incluso con el asesinato del padre, mostrando así que ese ase45
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sinato es el momento fecundo de la deuda con la que el sujeto se liga para toda la vida con la Ley, el Padre simbólico en cuanto que significa la Ley es entonces el Padre muerto. La función paterna no termina de funcionar en este sujeto, pues el padre real no basta para cumplir la función, pues es necesario que el padre sea sustituido por su propia metáfora, po r eso la deuda simbólica es la inscripción ineludible de la función del padre. Aquí Freud plantea que es el complejo de castración el que conduce a la deuda po r donde se constituye el sujeto. El complejo de castración inconsciente, tiene una función de nudo, tanto en la estructuración de los síntomas, como en la instalación en el sujeto de un a posición inconsciente, sin la cual no podrá identificarse sexualmente, ni responder en un a relación sexual. Hay un a relación entre los elementos originales y fundamentales para el sujeto y el desarrollo ulterior de la obsesión fantasmática. Eso desencadena la crisis actual y pone en acto la neurosis. En el síntoma aparece un a obligación de pagar la deuda, pasando por el teniente A, y el teniente B, pero no es allí donde debe pagar. Freud se deja guiar po r el psicoanálisis, se deja guiar por lo real y no por la realidad que rodea al Hombre de las Ratas, en tanto sabemos que al Hombre de las Ratas no lo determina la realidad que lo rodea sino lo real imposible. Sabemos que el paciente sabía que el capitán se equivocaba en la información respecto a la realidad, pero algo de verdad subyace en el error, un a deuda imposible de pagar se plantea de nuevo en otro escenario. Por eso Freud escucha especialmente cuando el paciente dice: « Lo que vaya decir ahora no tiene ninguna relación con todo lo que me ocurrió». Es así como Freud se percata de inmediato de la relación. A su padre lo presenta casado con una mujer de más elevada posición en la jerarquía burguesa y que cada tanto le bromea que antes de casarse estaba enamorado de un a muchacha pobre pero linda, a lo cual el padre cada vez responde que se trató de algo fugitivo y olvidado. Sin embargo esta escena se repetía sin cesar. Otro elemento que está en juego es un amigo del padre, que le había salvado del deshonor de ser descubierto en un gasto de dinero del ejército, pues era suboficial. Amigo a quien nunca pudo devolver el dinero que le prestó. Es po r eso que el conflicto mujer rica, mujer pobre, se desencadena cuando el padre le empuja a casarse con una mujer rica. El obsesivo se disfraza de otro personaje, siempre se excluye, se posiciona siempre fuera de su propia vivencia. El obsesivo no puede asumir sus particularidades, ni sus contingencias, es alguien que no se siente en armonía con su existencia. En análisis es ese sujeto que no está afectado pero que es pura afectación, su relato transcurre sin afecto, esté hablando de un a situación cotidiana o de un a situación de riesgo, relata un a tragedia donde él es protagonista como si relatara un a anécdota. Este disfrazarse para quitarse el disfraz y siempre compulsado a seguir dis46
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frazándose, este desdoblamiento narcisista en el que reside el drama del neurótico, lo muestra Freud en Poesía y Verdad de Goethe un texto que al Hombre de las Ratas había impactado, porque el protagonista logra liberarse de un a maldición, que funciona como prohibición, y que una mujer celosa había arro ja do sobre la primera que después de ella besase sus labios. Este tema lo relata el paciente en relación a sus impulsos onanistas, actividad con la cual no había tenido relación en su pubertad y que después de la muerte del padre, a los 21 años, aparece en él. Lo singular es que surgía en él en raras ocasiones, especialmente en momentos felices o bajo la impresión de bellas lecturas. Freud encuentra un elemento común: la prohibición y el hecho de infringir un mandato. En este sentido explica el sentido de sus rituales nocturnos que practicaba cuando fantaseaba que su padre aú n vivía y estudiaba por si él llegaba en cualquier momento, pero a las 12 en punto, hora tradicional de los aparecidos, abría la puerta, volvía a su cuarto y colocándose frente al espejo contemplaba su pene desnudo. En vida de su padre había sido un mal estudiante y ahora quería que le encontrase estudiando, pero a la vez sus maniobras con el espejo no podían satisfacer a su padre. Más bien lo desafiaba y mostraba así su actitud para con él. Lo mismo le ocurría respecto a su amada, recordemos ese acto obsesivo de quitar la piedra para después volver a ponerla, al paso de su amada. Freud aventura una construcción acerca de que siendo niño habría cometido alguna falta relacionada con el onanismo y que habría sido castigado violentamente por el padre. Este castigo habría puesto término al onanismo, pero había dejado un inextinguible rencor contra el padre que había fijado para siempre su papel de perturbador del goce sexual. Papel que le vemos desempeñar en todas las relaciones amorosas del su jeto. El paciente recordaba haber sido castigado severamente por su padre sin saber porqué, lo que recuerda es la cólera que surgió en él ante el castigo, aquel día que todavía sin saber palabras insultantes, le había lanzado como tales los nombres de todos los objetos que conocía: toalla, lámpara, plato, etc. El padre asustado ante tan violento acceso, dejó de pegarle y dijo: Este chico será un gran hombre o un gran criminal. Desde entonces temeroso del tamaño de su cólera se volvió un cobarde. Sin embargo no recordaba que el castigo hubiera tenido como motivo el onanismo, sólo recordaba que su madre le había informado de tal castigo sin decirle el motivo y que luego tras su insistencia le había dicho que había sido porque había mordido a alguien. De estas palabras no se podía deducir el menor carácter sexual, pero tenemos que pensar que los recuerdos infantiles quedan determinados en la pubertad después de un proceso de elaboración. Lo que vemos es que intenta borrar el recuerdo de su actividad infantil. Freud señala que no se trata de que las construcciones que él hace al pa47
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ciente hayan acontecIdo en la realidad y que no se trata de interpretar todas las ideas obsesivas, pues ha dejado de padecer obsesiones sin que hayamos llenado todas las lagunas. No se trata entonces de dar explicaciones y de rellenar la historia sino de otra historia. Freud marca también que la investigación científica por medio del psicoanálisis es un resultado accesorio a la labo r terapéutica, razón po r la cual sus descubrimientos son más importantes cuando la labor terapéutica fracasa. El paciente no aceptaba gustosamente las interpretaciones y las construcciones de Freud y Freud lo sabía, sabía que tenían un a relación con la verdad, pero el sujeto de la verdad no quería saber nada, se trataba de algo inconsciente y debía ser por medio de un proceso inconsciente, la transferencia del sujeto. Freud en relación al tormento de las ratas no busca un nuevo sentido sino que busca las relaciones que el sujeto establece. Así cuando el paciente recuerda el castigo por haber mordido a alguien asocia con el hecho de que las ratas también muerden. Freud se apoya en el saber de los poetas y trae a Mefistófeles en Fausto de Goethe: «Para abrirme paso a través de la magia yo requeriría dientes de rata. Una dentellada y ya está hecho».
Este joven abogado de 29 años, cuyos padecimientos impedían el trabajo y el estudio, muchas veces había sentido lástima de las ratas. El mismo había sido un animalito sucio y repugnante que mordía a los demás en sus accesos de rata. Fausto nos dice: «Puesto que vé en la hinchada rata un ser vivo semejante a él».
Este sujeto encontraba su pareja en la rata, para él niño y rata son equivalentes. En un artículo acerca de la Transmutación de los instintos en el erotismo anal, Freud plantea que en el inconsciente niño, pene, dinero y regalo son equivalentes para un sujeto obsesivo o un sujeto bajo la dialéctica del erotismo anal. Así meses después de iniciar el tratamiento confiesa a Freud que cuando paga siempre piensa: tantos florines, tantas ratas. Es po r eso que el relato del capitán cruel le afecta en tanto estimula su complejo. Las ratas eran niños, según sus primeras y más importantes experiencias. La mujer que amaba había sido operada y no podría tener hijos, esa era la causa de su indecisión, pues a él le gustan mucho los niños. El relato del tormento de las ratas estableció relación con la escena infantil, donde él mordía a alguien. Ante el relato él había pensado sin decirlo: A tí debía sucederte algo semejante. Y no lo dijo porque ya no estaba 48
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co n el capitán sino en otro escenario, co n su padre, en tanto el capitán ha quedado implicado co n el complejo paterno, como también queda implicado Freud en la transferencia del sujeto. El paciente en la sesión se levantaba y paseaba de un lado para otro, o bien se tumbaba en el diván agarrándose con temor la cabeza o bien su cuerpo parecía temeroso de ser golpeado, y así llegó a expresar que sentía qu e lo qu e decía era injuriante para Freud y que temía que le golpeara. A lo cual Freud le asegura que no tiene ninguna
tendencia a la crueldad. Pero ya está operando la transferencia. Cuando Freud inicia el tratamiento después de la primera entrevista y después de establecer la única condición del tratamiento, decir todo lo que le viniera a las mientes, fuera desagradable, nimio, incoherente o disparatado y habiendo dejado a su elección el tema inicial, comenzó a hablar de su relación con un amigo a quien acude para preguntarle si sus ideas indican que es un delincuente y para que él le asegure que es un hombre irreprochable, aunque examina sus actos con demasiado escrúpulo. Podemos decir que Freud es en el tratamiento el amigo. También habla d e otro amigo que lo traiciona, por eso también es el capitán cruel. En las primeras sesiones donde relata la escena del capitán cruel y el tormento de las ratas, donde habla de la pérdida de sus gafas y la deuda que se le genera cuando su oculista le envía sus nuevas gafas y la empleada de correos paga el importe, pero que el mismo capitán del relato de la tortura de las ratas le indica erróneamente que debe pagar al teniente A, y que aú n sabiendo el error entra en un hacer y deshacer, en un id a y vuelta en trenes que no le conducen a ninguna parte, pero donde la dama de correos y una muchacha pobre que había conocido durante unas maniobras militares se disputaban el destino. Destino al cual nunca llega pues en un a de sus idas y vueltas toma el tren para Viena y va a buscar refugio allí, recurriendo primero a su amigo y después a Freud, habíamos dicho cuando cae en sus manos Psicopatología de la vida cotidiana y encuentra que habla de un tipo de pensamiento que reconoce en él mismo. En el curso de su primera sesión le dice a Freud que en un primer momento había buscado un médico con el único fin de que le diera un certificado que indicara que po r prescripción médica el teniente A, debía aceptar las 3,80 coronas, lo cual le permitiría encontrar la solución a su obsesión. Muchos meses después nos dice Freud, en el punto culminante de la resistencia, le acometió la tentación de ir a buscar al teniente A. Esto tal vez para indicarnos que una cosa es la transferencia y otra la resistencia. Le preocupaba la capacidad del médico para confiar en él pero su miedo era a su propia agresión y la represalia siguiente. Evocó la muerte súbita de su padre mientras él descansaba un a hora, lo que le produjo una gran culpa, y nunca pudo aceptar la realidad de esta muerte. Solía encontrarse pensando: «Tengo que contárselo a papá», tal vez también al psicoanalista, o bien cuando entraba a una habitación esperaba encontrarse allí a su padre, por ejemplo en la consulta de su psicoanalista. 49
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Para Freud el sentimiento de culpa del obsesivo tiene que tener una justificación inconsciente, así la culpa por la muerte de su padre es para Freud el deseo de muerte del padre que debiendo ser inconsciente había llegado a ser consciente en relación a sus relaciones amorosas. Al no operar la función del padre muerto había obstáculos en sus relaciones con la mujer. Cometido el crimen se dispone a buscar castigo, y este fue imponerse un juramento imposible, un deseo imposible. ¡Tienes que devolver el dinero al teniente A, tu padre no puede equivocarse! Tampoco un Rey se equivoca, así cuando interpela a un súbdito con un título que no le corresponde, es que se lo otorga para siempre. Primero no debes devolver el dinero, pues si no sucederá el castigo de las ratas. Después el juramento imposible, transformación en lo contrario, como castigo a la rebelión. La encrucijada en la que se encontraba era «si debía o no obedecer al padre y si debía permanecer fiel a su amada». Obedecer al padre implicaba el abandono de la mujer amada. Para Freud no se trata de encontrar sentido sino soluciones a las ideas obsesivas y con la solución que el análisis procura quedar desvanecido el delirio de las ratas. Desde la constelación original a su surgimiento en la transferencia hay un trabajo en la dirección de la cura. Todo esto surge en el transcurso del análisis, pero no es recordado por el paciente, ni referido a lo que ocurre en el momento actual, sino que es mediante la transferencia como puesta en acto de la realidad inconsciente que el deseo del analista va a operar. Es en el trabajo de transferencia con Freud, cuando realiza la sustitución de la mujer rica por el amigo, es cuando sueña que Freud desea darle a su hija rica por esposa que la experiencia analítica pasa a ser el trampolín para la solución. En el sueño hace de la que imagina hija de Freud un personaje dotado de todos los bienes de la tierra, que en el contenido manifiesto representa en forma harto singular: un personaje provisto, como el paciente mismo, de anteojos, y basuras como ojos. No casarse por sus lindos ojos, sino por su dinero. Vemos al Hombre de las Ratas en un desdoblamiento narcisista, o bien, un desdoblamiento del personaje del padre, antes que pasar por la división que le permite la castración, eso que permitirá que la relación mortal de modo simbólico se instale en él.
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LABERINTO III
EL LABERINTO ROTO
AMELIA DIEZ CUESTA LOS MITOS
Y EL OBSESIVO
En la historia del sujeto el valor de las teorías infantiles de la sexualidad
y demás actividades del niño están estructuradas alrededor de la noción de mito. Estas elucubraciones de los niños juegan un papel muy importante incluso en la determinación del tipo de sintomatología del sujeto. Así vemos en El Hombre de las Ratas desarrollarse bajo la teoría infantil de parto anal un a equivalencia entre niños y ratas. Las teorías infantiles tienen carácter de mito, y el mito es algo que se presenta como un a suerte de relato, ya se trate de un mito religioso, folclórico, etc. Un mito se puede tomar bajo diferentes aspectos estructurales, por ejemplo podemos decir que tiene algo de atemporal, se puede definir su estructura en cuanto a las configuraciones que él define. Se puede también tomar bajo su forma literaria. Pero en conjunto diremos que tiene carácter de ficción, pero una ficción con cierta estabilidad que no es maleable a talo cual modificación, y cuya invariable es la noción de estructura. Como la verdad tiene estructura de ficción, y siempre tiene un a relación singular con la verdad, po r eso que mito y verdad no pueden estar separados. Decimos que la verdad tiene estructura de ficción y estas verdades o esta verdad, este aspecto del mito se presenta con un carácter de eficacia inagotable po r estar más cerca de la estructura que de cualquier contenido o dato. Lo que está estructurado, lo que da la categoría mítica, es un cierto tipo de verdad que marca la relación del hombre, no con la naturaleza, que siempre en relación al hombre es desnaturalizada, tampoco en relación al ser que nos haría desembocar en la filosofía, sino la relación del hombre con los temas de la vida y de la muerte, de la existencia y la no existencia, del nacimiento, muy especialmente de la aparición de lo que no existe aú n y que está particularmente ligado a la existencia del sujeto mismo y es su ser sujeto de un sexo, y muy especialmente del suyo propio. En esto el niño emplea fundamentalmente su actividad mítica. Etnográficamente los mitos apuntan no tanto al origen individual del hombre como a su origen específico, como la creación del hombre, la génesis de sus relaciones nutricias fundamentales, la invención de los grandes recursos humanos, el fuego, la agricultura, la domesticación de animales. Se ha llegado a aislar tal o cual elemento como la unidad de la construcción mítica, que denominaremos mitemas, con lo cual al descomponer los mitos se percibe un a sorprendente unidad entre los mitos más alejados, aú n cuando esté lejos de la analogía facial del mito. Por ejemplo decir que un incesto y un crímen son dos cosas equivalentes es algo que en un primer abordaje, en un cara a cara, no se nos ocurriría, pero se muestra si se comparan dos mitos, o dos etapas del mito, por ejemplo lo que ocurre en dos generaciones diferentes. Así vemos el crimen situarse en el mismo lugar por esta operación de trans53
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formación reglada por un número de hipótesis estructurales de cómo debe ser trabajado el mito. Esto nos da una idea de la instancia del significante como tal, su impacto propio, algo que en sí mismo no significa nada pero que porta todo el orden de las significaciones, algo que donde mejor se muestra es en el mito. Algo que está articulado por un sujeto pasa a otro sujeto en el estado de verdad recibida, donde está en juego la creencia, donde hay una sugestión implicada concerniente a la autenticidad de la construcción de la que se trata. Se trata de una construcción recibida por el sujeto. Los elementos culturales de organización simbólica del mundo son algo que por no pertenecer a nadie, es algo que debe ser recibido, aprehendido. Así es de padre a hijo que se transmite lo que luego en el hijo va a funcionar como orden imaginativo, como carácter para inventar. Incluso podemos pensar que según el carácter de la interrogación del padre las construcciones del hijo serán más o menos prolíferas. Pero estimulada o provocada por un a pregunta, la productividad del niño o, en el caso de analista paciente, del paciente, la proliferación se manifiesta según sus propias estructuras. Hay una necesidad estructural que preside la construcción de cada uno de los mitos infantiles, incluso su progreso y su transformación, sabiendo que no es el contenido lo que importa, sino que por ejemplo todo niño pasará por el complejo anal y por el complejo de castración, esto es algo que se puede preveer, es decir el niño pasará por estas constelaciones y por las resoluciones de las constelaciones. A veces ocurre que el sujeto avanza en sus conocimientos pero de una forma que reniega de ellos, donde se produce la intersección de lo simbólico y lo real pero sin intermediario imaginario, por lo que queda excluido en el tiempo primero de la simbolización. Es por esto que un sujeto puede tener acceso a la realidad genital y quedar como letra muerta para su inconsciente donde sigue reinando por ejemplo la teoría sexual de la fase anal. Este sujeto, nos dice Freud, de la castración no quiere saber nada en el sentido de la represión, con lo cual se produce una forclusión, un a abolición simbólica. Si Freud nos dice que para que el orden simbólico nos constituya, en tanto no se puede concebir como constituido, deberemos pasar por el proceso de la creación simbólica de la negación en relación con la Bejahung (afirmación), querrá decir que será necesario que simbolicemos imaginariamente lo real, como condición primordial para que de lo real venga algo a dejarse ser. Pues lo que no es dejado ser en esa Bejahung, lo que no ha llegado a la luz de lo simbólico aparece en lo real, lo que no se produce como castración, lo que es sustraído a la posibilidad de las palabras, se alucinará como castración. Esto lo podemos ver en el recuerdo alucinatorio del dedo cortado en el Hombre de los Lobos, o en los fenómenos del «déjà vu» o «déjà raconté», o bien en el acting-out, fenómeno donde el sujeto actúa. El sujeto no debe forcluir ninguno de los pasos del proceso donde el ob54
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jeto a se produce, en tanto el nudo hay que serlo aunque luego sólo se trate de parecerlo. No se trata de tener un a idea del ser para parecerlo, sino que se trata de un objeto del que no hay ninguna idea, sin embargo tiene que ser operante en lo real. Y lo real dijimos que es lo que siempre vuelve al mismo lugar. Lacan nos dice que es justamente lo que no anda, lo que no cesa de repetirse para entorpecer la marcha de lo imaginario. Es po r eso que no lo podemos instituir como imaginario sino más bien como lo que hace obstáculo a lo imaginario. Es por eso que no hay manera de alcanzar lo real po r la representación. Por eso decimos que el símbolo de la serpiente no es exactamente del falo sino de lo que falta en su lugar. Decíamos que era la ausencia del goce la condición para que se produzca el objeto a como plus de goce. Se tiene que producir el nudo de lo real, lo simbólico y lo imaginario para que se civilice el goce, es decir que es como sujeto hablante que el cuerpo va a gozar de los objetos. Decimos que lo real siempre se vuelve a hallar en el mismo sitio, está en el mismo sitio esté o no esté allí el hombre. Decimos que el lenguaje preexiste al niño, es por eso que en un principio el lenguaje forma parte de lo real, por eso que será cuando pueda simbolizar que puede conocer lo real, y lo que no entre en lo simbólico va a irrumpir bajo la forma de lo visto o lo oído, lo ya visto, lo ya contado. Es po r eso que decimos que el hombre piensa con ayuda de palabras y que la palabra tiene función creadora, es ella la que hace surgir la cosa misma. No su forma, ni su realidad, sino que hace que la cosa esté allí, aún no estando allí. Es por eso que decimos que la interpretación psicoanalítica es del orden significante. También decimos que el sexo y la muerte en tanto dimensiones de lo real no tienen inscripción en el inconsciente. Por eso decimos que el saber se detiene ante el sexo. Hay un a imposibilidad de conocer lo concerniente al sexo, no puede ni decirse ni escribirse, eso no cesa de no escribirse. y esto es lo imposible mismo, lo real mismo, en oposición a lo posible que es lo que no cesa de escribirse. El hecho de habitar el lenguaje deja trazos, y hay cosas que están cerradas para siempre en el inconsciente, para siempre como un agujero no reconocido. Decimos que el mito del asesinato del padre primordial, el padre de la horda primitiva, es para Freud el episodio con que se inicia la cultura, en tanto después de muerto la interdicción del goce se instala como ley, es entonces cuando los hijos obedecen, en un a posteriori, es cuando se genera el sentimiento de culpa que creará los dos tabúes fundamentales del totemismo, que coinciden con los dos deseos reprimidos del Edipo, asesinato e incesto. En el seminario «La relación de objeto y las estructuras freudianas», Lacan se interroga sobre este mito y nos dice que la muerte es necesaria para que los hijos se prohíban a ellos mismos el asunto, que este padre mítico habría sido muerto para demostrar que es inasesinable, en tanto es muerto para ser conservado. Todo el sistema totémico y las religiones van a ser un intento de reconciliación con el padre y de apaciguamiento de la culpa. 55
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En «El malestar en la cultura» Freud plantea que el sujeto en los primeros años de su vida desarrolla angustia frente a la agresión de la autoridad externa, teme perder el amor y la protección y la consecuencia es que se instala la renuncia pulsional para conservar el amor. Será en la declinación del Edipo que Freud planteará que interiorizada la autoridad se instaurará el superyó, por lo que la angustia se presentará ahora frente a ese lugar, angustia frente a la conciencia moral, que es equivalente al sentimiento de culpa, Lacan llega a decir que la culpa es un a variedad tópica de la angustia y que ambas se encuentran de forma consciente o inconsciente tras todos los síntomas. Va a ser en el segundo tiempo, cuando se instaura el superyó que surge la necesidad de castigo, en tanto el superyó está en relación con el Ello y p or lo tanto tiene acceso a los deseos prohibidos del sujeto, por eso que pensar mal o el actuar no son diferentes para la moral. En esto está en el decir de Freud la desventaja económica de la conciencia moral. No alcanza la renuncia a la satisfacción pulsional, pues esto no anula el deseo inconsciente, que persiste indestructible. De aquí, decíamos las paradojas de la moral, en tanto cuanto más santo sea un individuo mayores exigencias y sacrificios le reclama el superyó. Es por esto que Lacan en «La ética» propone que la experiencia moral de que se trata en psicoanálisis tiene que ver con el imperativo original que Freud propone en la frase «Donde Ello era yo he de llegar a ser». Donde más que seguir el imperativo de la instancia superyoica, imperativo extraño, paradójico y cruel de lo que Lacan dice figura obscena y feroz del superyó, la ética queda articulada en una construcción del real en el transcurso de la dirección de una cura. De aquí la importancia del acto analítico y el deseo del analista que soporta este acto. Es en este sentido que Freud plantea la forma del fantasma «Pegan a un niño» ligado en la historia del sujeto a la introducción de un hermano o una hermana, en definitiva un rival en el amor de los padres. Lo plantea en tanto mito y donde está en juego la construcción de lo real, en tanto necesario para que el sujeto entre en la economía del goce del Ello, del goce imposible de lo real, lejos del imperativo superyoico. Podríamos decir que en psicoanálisis más que de un a clínica del superyó, en tanto no se trata de corregir, o mejorar el imperativo superyoico, se trataría de una clínica del Ello en tanto se trata de instalar un nuevo imperativo donde lo importante es acceder a lo real (que no realidad) allí donde el orden simbólico nos preexiste. Allí donde el Ello era el sujeto ha de llegar a ser. Es por esto que no se trataría de matar a los mayores para crecer sino de aceptar cuales son las vías de acceso al saber, en tanto acceder al deseo de saber. Podemos decir que en la neurosis, en la perversión y en la psicosis se trata de accidentes en el acceso a lo real y en su constitución como real imposible. Podemos decir que el establecimiento del fantasma del neurótico es una 56
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operación equivalente a la construcción del mito en la teoría. Y lejos de hablar de una proliferación de mitos, al estilo de Jung, Freud propone aquellos fundantes del inconsciente: horda primitiva, Edipo, Narciso. Nuestro mito, dice Freud en Totem y tabú, se esfuerza en dar una articulación simbólica más que una imagen. El fantasma es construido en el análisis, en tanto la construcción tiene la función de establecer un texto allí donde hay algo imposible de ser dicho. La construcción no viene a dar respuesta o significación al deseo. Se construye en torno a lo faltante. Freud nos dice: «No pretendemos que una construcción individual sea más que una conjetura que espera examen, confirmación o rechazo». La verdad toca lo real y las palabras faltan para decir toda la verdad, por eso que la construcción posibilita que un fragmento de verdad histórica se diga.
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LA NEUROSIS OBSESIVA
LA LIBIDO Y EL FANTASMA
La libido no se reparte ni se acumula, debe concebirse como un órgano, como un órgano en el sentido de formar parte del organismo y como un
órgano-instrumento, un órgano de relación. El sujeto por estar dividido por efectos del lenguaje, está en la incertidumbre, pues sólo se realiza en el lugar del Otro, lugar de la palabra, donde su deseo cada vez más dividido deja que él tenga que arreglárselas, que salir airoso de toda situación, y sabe que el Otro también se las tiene que arreglar respecto a las vías del deseo. Freud pone de un lado las pulsiones y de otro lado el amor, y esto es porque la pulsión genital no está articulada como las demás pulsiones, en tanto está sometida a la circulación del complejo de Edipo, tiene que conformarse en el campo del Otro, es decir en el campo de la cultura. Por eso que Freud nos dice que para concebir el amor hay que referirse a otro tipo de estructura que el de la pulsión. La estructura de la pulsión Freud la divide en tres niveles: Nivel de lo real: lo que interesa y lo que es indiferente. Nivel de lo económico: lo que da placer y lo que da displacer. Nivel de lo biológico: la oposición actividad-pasividad u oposición amarser amado. En el primer tiempo, el estadio del Real-Ich, estadio de autoerotismo o de criterio de surgimiento y repartición de los objetos, en el segundo tiempo, el económico, consiste en que el segundo Ich, el segundo de un tiempo lógico, es el Lust-Ich, donde se produce la diversidad de las pulsiones parciales, donde su actividad proviene de sus propias pulsiones, por eso en el tercer nivel introduce Freud, el de la actividad-pasividad. Una concepción del amor cuyo carácter es quererse su bien, un altruismo que se satisface preservando el bien de quien nos es necesario. Para Freud el amor es una pasión sexual, sólo con la actividad-pasividad entra en juego lo tocante a la relación sexual. Para Freud actividad-pasividad sirve para metaforizar lo que en la diferencia sexual sigue siendo insondable. Como talla oposición masculino-femenino no se alcanza nunca. Es el Otro entre esos dos mundos opuestos que la sexualidad designa con lo masculino y lo femenino, es el Otro el que introduce el ideal viril y el ideal femenino y que se designa con el término mascarada, tanto para uno como para otro, aunque en algún momento de la historia se le asignó solamente a la actitud sexual femenina. Mascarada que no es sólo lo que se pone en juego en el apareamiento, sino que la mascarada en el dominio humano no se da en lo imaginario sino en lo simbólico. y aunque parezca paradójico la sexualidad se muestra por intermedio de las pulsiones parciales, en ese movimiento circular del empuje que emana del borde erógeno para retornar a él como a su blanco, después de haber con58
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torneado el objeto a. Así es como el sujeto llega a alcanzar la dimensión del Otro. Podemos distinguir entre amarse a través del otro, donde el otro está incluido en el campo narcisista y la circularidad de la pulsión, donde entre la ida y la vuelta se produce una hiancia en el intervalo. Pues entre ver y ser visto está la pulsión escópica. Entre mirar un objeto extraño a ser mirado por un a persona extraña surge el otro. Entre el ir y el venir de la pulsión está el hacerse ver. La actividad de la pulsión se concentra en ese hacerse. Después de hacerse ver, uno quiere hacerse oír, y mientras el hacerse ver retorna al sujeto, el hacerse oír va hacia el otro, pues los oídos son orificios que no pueden cerrarse, es por eso que la razón de que hacerse oír va hacia el otro, es estructural. La otredad de la pulsión oral es hacerse engullir, de ahí los fantasmas de devoración que dominan al niño en este estadio. Como la lactancia es la succión, la pulsión oral es el hacerse chupar, es el vampiro y lo que chupa es el organismo de la madre. Por eso en toda reivindicación está subyacente que lo que el sujeto pide es algo que está separado de él, pero que le pertenece y con el cual puede completarse: es el organismo de la madre. La pulsión al invaginarse a través de la zona erógena, tiene po r misión ir en busca de algo que, cada vez, responde en el Otro. Por eso a nivel de la pulsión anal, hacerse cagar quiere decir que se está en relación con el gran cagador, el gran molesto. Por eso en el obsesivo la caca es un regalo, pero también es polución, purificación, catarsis, en cierto sentido para el obsesivo es como si entregase su alma, de aquí nace la función de oblatividad. Organo de la pulsión en el sentido de órgano-instrumento, como falso órgano que se sitúa en relación al verdadero órgano, órgano inmortal que subsiste a todas las divisiones y su carrera no se detiene, órgano cuya característica es no existir y que no por ello deja de ser órgano, órgano que denominamos como libido. Sus representantes, sus equivalentes son todas las formas enumerables de objeto a, objeto a que lo es cuando se pierde, pues el pecho es objeto a cuando representa lo que el individuo pierde al nacer, igual que todos los demás objetos. Si el sujeto está determinado po r el lenguaje y la palabra, quiere decir que el sujeto, in initio, empieza en el lugar del Otro, en tanto es el lugar donde surge el primer significante. Un significante es significante porque está relacionado con otros significantes, lo mismo que el sujeto es sujeto en la relación con el campo del Otro. Relación con el Otro que hace surgir la libido, esa relación del sujeto viviente con lo que pierde por tener que pasar por el ciclo sexual para reproducirse. Pulsión que presentifica la sexualidad en el inconsciente y representa en su esencia a la muerte. Por eso decimos que el inconsciente es algo que se abre y se cierra, porque su esencia consiste en marcar el tiempo en que po r nacer con el significante, el sujeto nace dividido.
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El sujeto es ese surgimiento que justo antes de nacer, no era nada, y que apenas aparece queda fijado como significante. Es por esta cuestión que la relación sexual no existe, pues está expuesta a los azares del campo del Otro, expuesta a las explicaciones que se le dan, expuesta a las teorías sexuales infantiles, como mitos, como estructuras de ficción, siempre en relación con la verdad. La libido es la que enlaza con el inconsciente a la pulsión oral, anal, escópica, invocante. A nivel pulsional todo es actividad del sujeto, el sujeto suda la gota gorda, hacerse chupar, hacerse cagar, hacerse ver, hacerse oír, mientras que a nivel del amor, campo narcisista, hay reciprocidad entre amar y ser amado. Es lo mismo amar que ser amado, todo es amor, incluso Freud habla de relación anaclítica o masculina donde todo se hace para ser amado y de relación narcisista o femenina donde todo consiste en permitirse amar-se. El niño depende del amor del Otro, de la presencia esencial del Otro exterior, de ese gran Otro primordial, lugar donde se constituye; y po r otro lado y como consecuencia de lo anterior, de la constitución imaginaria y alienante de su yo, constitución que le convierte en el primer objeto privilegiado, objeto sobre el cual recae el amor, amor po r la imagen de sí mismo, en tanto no es ningún objeto sino un a imagen de sí mismo, que produce lo que conocemos como narcisismo. En «Introducción al narcisismo», Freud nos dice que en toda relación amorosa uno se dirige al otro porque a través del otro uno se dirige a sí mismo, que la relación de amor está fundada en un movimiento de idealización del objeto, movimiento por el cual el sujeto am a en primer lugar lo que uno es, en segundo lugar lo que uno ha sido, en tercer lugar lo que uno quisiera ser y en cuarto lugar la persona que ha sido parte de su yo. Freud plantea en el amor una equivalencia absoluta entre el objeto de amor y el Ideal del Yo, po r eso en las elecciones amorosas del tipo neurótico siempre se llevan a cabo en una sobreestimación y un a idealización máxima del objeto, indicando con ello que el narcisismo determina ineludiblemente la relación de objeto. Freud distingue entre este tipo de elección amorosa y la elección anaclítica o conforme a la imagen de la mujer nutriz y el padre protector. El individuo, nos dice Freud, tiene dos objetos sexuales primitivos; él mismo y la mujer nutriz, es decir dos tipos de elección amorosa: un amor al otro semejante, como otro imaginario, amor a lo mismo y un amor al Otro en su condición de gran Otro primordial, en su dimensión simbólica, el gran Otro como alteridad radical, que es siempre nuestra primera pareja. La Ley actúa sobre la Cosa, que al mismo tiempo que pone distancia con la Cosa, funda la palabra y permite al sujeto el ingreso al mundo del lenguaje. Esto opera antes del Edipo, das Ding estaba ahí en el comienzo, pero sólo funciona con la Ley. El niño po r su prematuración necesita del Otro omnipotente que se encarna habitualmente en la madre, quien calma sus necesidades, satisfacción 60
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que queda inscripta como una experiencia mítica de satisfacción absoluta, experiencia de satisfacción, dirá Freud, que se transformará para el sujeto en el modelo de aquello que tratará de alcanzar en el futuro. Surge la imposibilidad de reencontrar ese objeto mítico originario. No pudiendo encontrar este das Ding el sujeto tr ata de repetir la experiencia dirigiéndose a otros ob jetos, las cosas, no la Cosa. Esta primera huella, este primer trazo de la satisfacción inolvidable, pierde su calidad de objeto y lo que queda de ella es la inscripción. Este Otro inolvidable, este Otro que en ese momento es completo y omnipotente permite el surgimiento del objeto del deseo como diferente al objeto de la necesidad. . Freud en Psicología de las masas y análisis del yo, nos dice que la identificación primaria es la manifestación más temprana de un enlace afectivo a otra persona, identificación que no es del orden del tener sino del ser, pues el sujeto quiere ser como el padre y se lleva a cabo a través de un único rasgo, donde lo que está en juego es el sujeto no el objeto, por eso esta identificación es posible antes de toda elección de objeto. Este padre, nos dice Freud, como es previo al reconocimiento de la diferencia sexual, equivale a los dos padres, pues sólo en la identificación secundaria, después de la elección de objeto que recae sobre el padre y la madre, se resignifica. Esta identificación por un único rasgo prepara el camino de la elección de objeto. El campo del Otro se constituye como soporte del sujeto y lo que llamamos identificación primaria es intrínsecamente simbólica, pues está estructurada de una manera original po r la presencia del significante, pues este único rasgo, que Lacan denomina rasgo unario, es en definitiva un significante, identificación que forma el Ideal del Yo. El sujeto se identifica con un Otro, que es el Otro en tanto hablante, formación simbólica más allá del espejo, polo de identificación en tanto no es objeto de necesidad, ni de deseo, y que como nos dice Freud es del orden del amor. Esta necesidad de ser amado ya no abandonará jamás al ser humano. En «El malestar en la cultura» Freud nos dice que al no haber una facultad original que dé cuenta del bien y del mal de sus actos, el ser humano requiere de la participación de un elemento exterior que ejerciendo sobre él una gran influencia lo ayude a tal determinación. Freud se formula la pregunta de por qué el sujeto se subordina a esta influencia extraña y la respuesta es po r su desamparo y su dependencia de los demás, po r su miedo a la pérdida de amor. Textualmente nos dice: «Cuando el hombre pierde el amor del pró jimo de quien depende, pierde con ello su protección frente a muchos peligros y ante todo se expone al riesgo de que este prójimo más poderoso que él, le demuestre su superioridad en forma de castigo». Podemos distinguir entonces el amor como pasión imaginaria y el amor como do n activo, amor que apunta a la particularidad, más allá del cautiverio imaginario, y que se constituye en el plano simbólico, que no apunta al otro imaginario, al sí mismo, sino al Otro, ese amor que trata de conseguir del Otro una respuesta, respecto a qué objeto soy para el Otro, amor del or61
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den del dar lo que no se tiene a quien no es, amor no para reinventar el amor sino como posibilidad de creación, como posibilidad de invención. Amar para seguir siendo amado, no amar para seguir amándome. Freud plantea que en la posición masculina se está inmerso en la relación anaclítica, en la relación con el Otro, en la necesidad de ser amado, mientras que en la posición femenina, que también es la posición perversa, se está inmerso en el narcisismo, en la relación con el otro imaginario, en la necesidad de amar, amarse, es decir amar para amarse a sí mismo. Y decimos posición masculina y posición femenina porque pueden ser posición propias tanto de hombres como de mujeres, en tanto son posiciones del sujeto. Freud nos habla de organización pregenital de la libido y Lacan va a matizar esta cuestión marcando que en cuanto a la constitución del deseo al registro oral, anal, fálico, escópico e invocante le corresponden determinados objetos que serían el seno, el excremento, el falo, en tanto no está, en tanto ha operado la castración, tiene un status diferente a los demás, como (– ϕ ), la mirada y la voz. Cada uno de estos objetos en su nivel funcionaría como causa del deseo, como causa de la desaparición del sujeto, como causa de la división del sujeto, pero Lacan señala que mientras la voz correspondería al registro del sadismo y el masoquismo, es decir sería soporte del deseo del Otro, el objeto anal que corresponde al erotismo anal, estaría determinado por la prevalencia de la demanda del Otro. Hay un antes y un después de la castración. El sujeto para constituirse en el significante necesita situarse en el lugar del Otro, por eso en el Otro el sujeto puede constituir sus ideales, puede identificarse a significantes, puede hacerse Otro, puede encontrar allí su Ideal del Yo. También el sujeto puede identificarse con imágenes, es decir con el otro con minúscula, puede encontrar en el otro sus imágenes ideales, su Yo Ideal. Pero siempre va a haber una parte real del sujeto, el objeto a, esa parte que no puede incluirse como significante, ni como imagen, fuera del espejo y fuera del significante. Objeto a que como causa del deseo nos va a dar a cada su jeto la singularidad, algo que es privado en última instancia, algo que es inalienable, algo que por razones de estructura es imposible que sea del otro, o del Otro. En la cuestión de la neurosis obsesiva el excremento entonces entra en la intersubjetividad por la demanda del Otro, cuyo lugar es ocupado en principio por la madre, con lo cual entra en esa dialéctica entre madre e hijo en la que la madre le pide que haga caca en tal momento, que no lo haga en tal otro, que va acompañado de un ceremonial donde el aroma y la limpieza, donde la aprobación o la desaprobación hace que el objeto excremento se coordine con la demanda del Otro, con la demanda de la madre, y es el excremento en tanto es perdido, en tanto objeto que es solicitado por el Otro. La satisfacción de un a necesidad, la necesidad de defecar, deja de ser necesidad para entrar en la dialéctica de otra satisfacción, la satisfacción de la demanda del Otro. Hay algo más importante que la satisfacción de la necesi62
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dad: la demanda del Otro. La necesidad en el humano está trastornada po r la demanda del Otro y es el deseo lo que aparece como resistencia a la demanda del Otro. La necesidad por un lado queda articulada con la satisfacción de la demanda y po r otro con el deseo, po r eso Lacan nos dice: «el deseo es aquella parte de la necesidad que no se articula en la demanda». Lo que no se articula en la demanda surge como deseo, y surge un a necesidad transforma da porque el deseo de retener no tiene nada que ver con la necesidad originaria de defecar. La caca exigida po r la demanda del Otro, comienza po r ser objeto maravilloso y cobra un valor máximo como objeto, pues además, como nos dice Freud, es el primer objeto de producción propia del sujeto, una parte del cuerpo propio que el sujeto cede al Otro. Esta relación del sujeto al objeto anal es la matriz de todas las relaciones futuras del sujeto a los objetos valiosos, incluso a él mismo, en tanto el sujeto llega a situarse como objeto valioso. Pero también está la otra cara de la cuestión, pues no tiene que deleitarse en exceso con esto, no tiene que tocarlo, no tiene que ensuciarse, tiene que limpiarse, es decir un objeto relevante, digno de admiración pero también es un objeto repugnante, un objeto que hay que excluir, es por un lado objeto maravilloso y po r otro lado objeto perdido, po r eso que en la medida que el sujeto es este objeto anal, es o no es, vale o no vale, puede ser requerido o desechado po r el Otro. Si recordamos que el obsesivo vive bajo la teoría del parto anal, bajo la idea de que los niños se desarrollan en el intestino y son paridos po r el ano, este objeto puede valer po r el hijo, y también por todas las demás equivalencias simbólicas: pene, dinero, regalo. Podemos decir que el objeto oral y el objeto anal entran en la fórmula <> D), pero mientras en el del fantasma de la Demanda del Otro, es decir objeto oral la demanda que prevalece es la demanda del sujeto dirigida al Otro, en tanto es el Otro el que interpreta que es un a demanda del sujeto dirigida al Otro, en el registro anal aparece la inversión de la demanda, en tanto es el Otro el que demanda, podemos decir que para el paso del registro oral al registro anal es necesaria la inversión de la demanda. El objeto anal, el excremento, puede funcionar como sustituto, como metáfora del falo ausente, del falo que no hay, en la estructura del obsesivo, y es po r eso que en el análisis en los obsesivos el analista se ve llevado a aprobar el deseo del sujeto, algo que en realidad refuerza su neurosis obsesiva pues el sujeto desea a partir de este momento, podríamos decir, desea a pedido, sólo después de que su deseo haya sido aprobado y autorizado. Es po r eso que Lacan nos dice que hay un más allá de la relación con el objeto anal, en tanto un a cosa es analizar en el sentido freudiano y otro analizar en el sentido de la logía del Yo, donde el obsesivo acaba teniendo un yo más fuerte, es decir se volvería más anal. Es por eso que es necesario pensar otros registros en la organización 63
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pregenital de la libido, en la constitución del deseo. El objeto escópico e invocante entrarían en la fórmula del fantasma del deseo del Otro, es decir (S<>a). El neurótico necesita encontrar un punto donde fijar su deseo, e interpretar el deseo del Otro, pero así como la histérica lo hace a partir de los signos que encuentra del deseo del Otro, el obsesivo no quiere saber nada con los signos del deseo del Otro, incluso los evita, pues él no necesita de la intermediación del Otro para subsistir como deseante, él sostiene su deseo en un fantasma sólidamente constituido. A <> falo imaginario. El objeto a en función de cierta equivalencia erótica. Erotización de su mundo, especialmente el mundo intelectual. El falo imaginario como unidad de medida, por ejemplo en el Hombre de las ratas la medida era la rata. y sabemos que el objeto a tiene que ser un objeto sin imagen especular, no especularizable, nos dice Lacan, pues es diferente el objeto a que la imagen especular y el yo del sujeto, es diferente el objeto a, que i(a) e i'(a), en tanto el objeto a pertenece al registro de lo real. Así decimos que nuestro campo escópico está en orden en la medida que nuestra propia mirada está de allí excluida, extraída. Cuando nuestra propia mirada, que es el objeto a causa del deseo en este registro, no está extraída del mundo visible, éste se desorganiza, pasamos a ese estado en que otro nos mira con nuestros propios ojos, recordemos lo siniestro. El obsesivo es ese sujeto que le resulta imposible pensar que el otro busca de él un sujeto deseante, un sujeto viviente, cree que el otro am a de él esa imagen de «yo mismo», po r eso vive en un mundo de imágenes, y donde él se encuentra representado por cada una de las imágenes, en todos los ideales que encuentra, incluso puede encontrarse representado po r talo cual compañero más exitoso que él mismo, puede amar exclusivamente un a imagen del otro. El está en todos los lugares interesantes del mundo, pero en ninguno juega auténticamen,te su deseo. El ha desaparecido no se juega en su deseo, de aquí la modalidad imposible del deseo. Es po r eso que mediante la contemplación el obsesivo calma su angustia, porque es en el registro escópico que el otro no es un deseante, es un a imagen y para el obsesivo el otro del registro escópico es su semejante, donde nada de él es enigmático. Así como en la histeria son los síntomas los que le permiten solucionar su angustia, en el obsesivo no es po r el nivel sintomático, no es po r la duda, ni po r la representación obsesiva, sino en el registro del narcisismo, lo cual le permite sólo instantes de tranquilidad pues el deseo irremediablemente va a romper el espejismo, pues sabemos que el obsesivo es altamente deseante, aunque como deseo retenido, como defensa contra otro deseo, como defensa ante la posibilidad de la emergencia del deseo sexual. Decimos que el obsesivo no llega al acto, duda, y en lugar de ser un acto preparatorio lo sustituye. 64
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No hay relación sexual pero hay deseo sexual y el obsesivo permanentemente intenta reprimirlo, intenta borrar todas las huellas que puedan quedar de eso. Es como Lady Macbeth lavándose las manos, queriendo borrar la mancha de sangre que imagina que le ha quedado después del asesinato del rey Duncan. Lavarse las manos como la pantomima del intento permanente del obsesivo de borrar su relación con la experiencia del goce, su relación con la experiencia donde se constituyó su deseo. Intentar borrar sus huellas también tiene relación con el erotismo anal, y por mucho que se lave siempre queda un poco de olor. Para cubrir el deseo del Otro el obsesivo tiene un a vía, nos dice Lacan, que es el recurso a la demanda del Otro, po r eso queda condenado a no alcanzar nunca su objetivo, y siempre le es necesario que le autoricen, que el Otro le demande eso, que se lo pida. Es po r eso que las interpretaciones metafóricas pueden ser entendidas por el obsesivo como pedidos y hacer un uso de obediencia de esas interpretaciones del analista. El obsesivo es ese personaje que necesita autorización, po r eso pregunta ¿te parece que está bien? ¿lo hago o no lo hago? Incluso si se siente autorizado puede cometer un acto perverso pero más que un acto perverso se trata de obediencia debida. Es por esto que cuando lo que el analista dice puede ser entendido por el paciente, cuando puede creer saber lo que el Otro quiere es cuando el analista puede ser reducible a una demanda del Otro y donde no hay margen para el deseo del Otro. El efecto de ese decir entra en la dialéctica de la sugestión. Por esto que si queda un margen de incomprensión, un margen que deje al sujeto en una interpretación angustiante; ¿qué me quiso decir?, ¿qué quiere de mí?, ¿qué me quiere?, entonces sí puede aparecer algo del orden de lo que tiene que ver con el deseo del Otro, cuyo soporte es la voz, aunque no la voz del Otro. Pues la voz es objeto a, es decir exterior al Otro. La interpretación del analista opera sobre el cuerpo y es sensible al decir porque entra po r algún lado, po r los orificios del cuerpo, y el oído es el orificio que no puede cerrarse. Voz que no es un hecho laríngeo, sino un estremecimiento del cuerpo, voz como objeto silencioso y estremecedor, voz que es áfona, que no se escucha, aunque esté articulada con la materialidad fónica del significante. Recordemos la voz del superyó que es angustiante para el sujeto, pero no para el obsesivo que traduce el mandamiento loco en dem anda inteligible y luego la cumple, en el Hombre de las Ratas encontramos numerosos ejemplos de esto. Este Otro interior que comanda al obsesivo pero sólo existe en su fantasma, pues el único soporte real que hay para el deseo, el deseo que viene del Otro, es el a, en este nivel la voz. Pero la voz que busca hacerse oír en el decir, no en el pensar, en el decir que invoca el Otro real, no el Otro fantasmático. (S<>a), no (A<> ϕ ) 65
LOS LABERINTOS DE LA NEUROSIS OBSESIVA
EL LABERINTO Y EL COMPLEJO DE EDIPO
En las obras policíacas siempre nos muestran que la solución del misterio es inferior al misterio. En la leyenda los laberintos siempre son lugares donde acecha la muerte,
recuerdan a las telarañas donde siempre está surgerido el crímen. De cómo el obsesivo invierte en la construcción del laberinto todo su tiempo, incluso el tiempo que tendría que dedicar a su trabajo, a sus estudios, a sus amores, y todo por un crímen que ya ha sido cometido (como deseo no realizado), y todo porque necesita una coartada. Todos sus movimientos son po r temor a su propio odio, no lo mueve la codicia. Aunque pareciera que el dinero es esencial para él, no es porque vale como dinero, sino porque el dinero entra en un a nueva circulación, incluso tiene equivalentes, así el caso ejemplar que es el Hombre de las Ratas, cada vez que pagaba a Freud pensaba: tantos florines, tantas ratas. Su dinero no es como el de otros, puede llegar a pensar que su dinero daña a quien lo recibe, incluso que el psicoanalista quiere precisamente «su dinero». Algunos pacientes obsesivos firman todo billete que pase po r sus manos, otros llegan a lavar y planchar los billetes, padeciendo conscientemente un temor al contagio y, sin embargo, hay una falta de temor en sus quehaceres sexuales, su propia masturbación, o bien, una indiferencia en aprovechar situaciones de gratificación sexual un tanto inmorales. Esto es debido a que el mecanismo de desplazamiento es propio de sus operaciones mentales. Freud nos habla de un caso de un sujeto muy escrupuloso con las cuestiones del dinero, necesitado siempre de billetes a estrenar, y sin embargo, sin culpa alguna para ser el encargado de la iniciación sexual de todas las jóvenes hijas de sus amigos. Es habitual, en el obsesivo, permitirse cualquier mal pensamiento sobre el prójimo, el próximo, el vecino, para inmediatamente pasar al cálculo mental de contar las esquinas de un rincón de la habitación donde se encuentra, o bien, calcular sin descanso el número de baldosas recorridas cada minuto, o buscando su nombre entre los nombres de los muertos que ese día publica el diario, o acusándose de ser el asesino de cada uno de los casos que ese día son noticia, o de ser la causa de la muerte de todos los muertos que descansan en el cementerio más próximo a su lugar de trabajo. Los temas de la muerte y del padre son cuestiones que ponen en jaque al obsesivo. Así como la histérica y el histérico se preguntan ¿qué es ser un a mujer?, el obsesivo se pregunta ¿por qué está ahí? ¿De dónde sale? ¿Qué hace ahí? ¿Por qué va a desaparecer? Preguntas que el significante es incapaz de darle respuesta, po r la sencilla razón de que las preguntas lo ponen precisamente más allá de la muerte. El significante lo considera muerto de antemano, es decir lo inmortaliza po r esencia. 66
AMELlA DIEZ CUESTA
La pregunta de los neuróticos sobre el padre nunca se refiere al padre real, sino al padre simbólico o bien al padre imaginario, preguntas que son consideradas preguntas significantes, en tanto el significante cuanto menos signifique, mejor. En cambio en la psicosis es sobre la función real del padre en la generación. Las fórmulas de Einstein son puro significante, no tienen la menor significación, y es po r eso, gracia a él, que tenemos el mundo en la palma de la mano. Los números llamados naturales y no po r eso menos artificiales, introducen al hombre en un mundo nuevo. Podemos decir que el número cinco es una conquista, y que es un significante, en tanto todo verdadero significante es, en tanto tal, un significante que no significa nada. Mientras más no signifique nada, más indestructible es el significante.
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LOS LABERINTOS DE LA NEUROSIS OBSESIVA
EL COMPLEJO
DE EDIPO
Es el complejo que pone en funcionamiento el significante en el organismo. Hay un a disimetría fundamental del Edipo en ambos sexos. Esta disimetría no se debe a la relación de amor con la madre, ni tan siquiera es debido a que para la niña en principio los dos sexos sean idénticos. Freud mismo escribe varios artículos intentando esclarecer el tema: Consideraciones acerca de la diferencia anatómica entre los sexos. El declinar del complejo de Edipo. La sexualidad femenina. Para decirnos que la razón de esta disimetría está a nivel simbólico, se debe al significante. No hay simbolización del sexo de la mujer en cuanto tal, no tiene el mismo modo de acceso que la simbolización del sexo del hombre, en tanto lo imaginario sólo proporciona una ausencia donde en el sexo masculino hay un símbolo muy prevalente. Es esta prevalencia fálica la que fuerza a la mujer a tomar el rodeo de la identificación al padre y seguir durante un tiempo los mismos caminos que el varón. Es porque el falo es el elemento simbólico central del Edipo el que hace que el acceso de la mujer al complejo de Edipo sea mediante un a identificación imaginaria al padre. Sin olvidar que es en función del padre, el padre como portador del falo, para que el falo no sea un meteoro, porque el falo es un símbolo que no tiene correspondencia ni equivalente. Esta disimetría significante determina las vías por donde pasará el complejo de Edipo, y en ambos sexos estas vías llevan por el mismo sendero, el sendero de la castración. Castración del falo imaginario, es decir asesinato de la cosa por la palabra, funcionamiento del significante en tanto no significa nada, en tanto puro significante, es decir sin significación previa sino como generador de la significación, generando la cosa misma. Por eso decimos que porque el hombre tiene palabras conoce cosas y el número de cosas que conoce corresponde al número de cosas que puede nombrar. Volverse mujer es algo muy distinto que preguntarse qué es una mujer, incluso se pregunta porque no se llega a serlo, y hasta cierto punto preguntarse es lo contrario de llegar a serlo. Esta es la pregunta de la histérica, mientras que en el histérico se trata también de la pregunta po r la posición femenina, pero es en torno al fantasma del embarazo que se hace la pregunta. ¿Podré engendrar? Es una pregunta sobre la procreación, y esto porque tanto la paternidad como la maternidad no son cuestiones que se sitúen a nivel de la experiencia, sino a nivel significante, en tanto todo está hecho para afirmar que la criatura no engendra a la criatura, que la criatura es impensable sin una creación. Como nada explica que unos seres mueran para que otros nazcan. Hay algo radicalmente inasimilable al significante. Por esto decimos que el modo obsesivo de la pregunta va siempre más allá del padre real, va más allá de la muerte real, por eso su pregunta es ya coar68
LOS LABERINTOS DE LA NEUROSIS OBSESIVA
POSICION DEL PSICOANALISTA Y EL OBSESIVO
Toda intervención del psicoanalista es tomada por el paciente en función de su estructura y toma en él una función estructurante en razón de su forma, así podemos hablar de intervenciones psicoterapéuticas no analíticas que pueden calificarse de sistemas obsesivos de sugestión, de sugestiones histéricas de orden fóbico, y de apoyos persecutorios. Las palabras cautivan al su jeto, pueden embarazar a la histérica, pueden hacer que un sujeto se identifique al pene materno, puede representar el flujo de orina de la ambición uretral o el excremento retenido del goce avaricioso. Incluso las palabras pueden sufrir lesiones simbólicas, como en El Hombre de los lobos, la palabra Wespe, queda castrada de la W para que S.P. representen las iniciales del sujeto. La palabra puede convertirse en objeto imaginario o real para que el lenguaje pierda como tal su función, pero esto lo podemos considerar como resistencias, pues de lo que se trata en psicoanálisis es de la realización por el sujeto de su historia en relación con su futuro. Por eso que se trata de una vuelta a Freud cuando se trata de alcanzar la verdad del sujeto. Habrá que dejar de hablar de discurso en función fálico-uretral, o erótico-anal, o incluso sádico-oral para volver a Freud, ese Freud que es capaz de tomarse libertades con la exactitud de los hechos cuando se trata de alcanzar la verdad del sujeto, así cuando habla de la escena primaria en el Hombre de los lobos o bien cuando se percata de la importancia que desempeña en el Hombre de las Ratas la propuesta de matrimonio presentada al sujeto por su madre en el origen de la fase actual de su neurosis. Freud no vacila en interpretar para el sujeto su efecto como de una prohibición impuesta por el padre difunto contra su relación con la dama de sus pensamientos. Esto no sólo es materialmente inexacto, en tanto esta acción castradora del padre, sobre la que Freud insiste de forma sistemática, no tiene sino un papel de segundo plano, pero como interpretación es tan precisa, que desencadena el levantamiento decisivo de los símbolos mortíferos que ligan narcisísticamente al sujeto a la vez con el padre muerto y con la dama idealizada, pues sus dos imágenes se sostienen en una equivalencia característica del obsesivo. Y es en la deuda forzada cuya presión es actuada por el paciente hasta el delirio, demasiado perfecto en la expresión de sus términos imaginarios, como para que el sujeto intente realizarla, es en esa restitución vana que Freud se percata de la cuestión, es en el modo en que hace que el sujeto recupere la historia del matrimonio de su padre por conveniencia pues en boca de su madre está que antes de casarse con su madre había otra mujer, «pobre, pero bonita», y la historia del honor de su padre salvado po r un amigo saludable y a quien nunca pudo pagar la deuda engendrada. Cuando el sujeto que Freud llama El Hombre de las Ratas llega a la consulta está sumido en un laberinto de idas y vueltas y del cual no puede salir. Llega a pensar incluso en visitar a Freud para solicitarle un certificado donde conste que su tratamiento requiere que el teniente A acepte el pago de 3,80 coronas. 70
AMELIA AMELIA DIEZ CU CUES ESTA TA Psicoanalista-Didacta de la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero Madrid
EDITORIAL GRUPO CERO Cl. Cl. Real, Real, 114 - Bajo Bajo A REY (MADRID) 28500 ARGANDA DEL REY
Po rt ada: O leo de M ig iguuel Os c ar ar M Me n assa «Tango II» .
© Amelia Di ez Cuesta © Editorial Editorial Grupo Cero Fer erraz raz,, 22 - 2 .· Izd a. 2800 008 8 Madrid ISBN 978-84-9755-119978-84-9755-119-9 9
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INDICE
Pág.
LABERINTO I CON FREUD y LACAN Introducción Historia de la Neurosis Obsesiva. Historia de una nosa.. La represión y el retorno de lo reprimido en la histeria y en la neurosis obsesiva Historia con Freud y en Freud ...................... Textos sobre la Neurosis Obsesiva en Freud ........... La naturaleza de la cura: sus principios .............. El obsesivo y el Otro
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20 21
26 32
LABERINTO I I CO N EL HOMBRE DE LAS RATAS UN CASO DE NEUROSIS OBSESIVA DE SIGMUND FREUD
Análisis de un caso de Neurosis Obsesiva I Análisis de un caso de Neurosis Obsesiva II
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LABERINTO I I I LABERINTO RO T O Los mitos y el obsesivo............................. La libido y el fantasma El laberinto y el complejo de Edipo El complejo de Edipo Posición del analista y el obsesivo................... Autoerotismo, narcisismo y homosexualidad ........... La transferencia en el análisis de la Neurosis Obsesiva .. Las defensas, las resistencias y la transferencia en el análisis
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MAS ALLA DEL LABERINTO
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Laberinto sin salida, puesto que si no se conoce el espacio original, el paraíso perdido que se busca, nadie sabrá hacia dónde dirigir la huida.
LABERINTO I
CON FREUD Y LACAN
INTRODUCCION
Los conceptos no se sostienen po r las definiciones, más bien los conceptos no soportan la inalterabilidad de las definiciones, no quedan fijados teóricamente y después son puestos a trabajar en la clínica, sino que los conceptos corresponden a un a articulación de la teoría, el método y la técnica, no se trata entonces de un a sucesión sino de un a articulación. Es po r eso que para acercarnos al tema de la neurosis obsesiva lo haremos partiendo de un caso clínico, ahí donde se articulan teoría, método y técnica. En psicoanálisis decimos que lo que opera es el deseo del psicoanalista, ese deseo donde es llevado el psicoanalista en el psicoanálisis didáctico, deseo del psicoanalista que intervendrá en todo comienzo de todo análisis, que permitirá esa puesta en acto de la realidad inconsciente po r la vía de la transferencia, transferencia del paciente en relación al deseo del analista. En principio era el deseo del analista y ahí debe llegar a ser el deseo del paciente que se manifiesta como transferencia, como puesta en acto de su realidad sexual inconsciente. En psicoanálisis hablamos de relación transferencial, como la relación qUe establece un sujeto con el psicoanálisis, relación que desde el discurso analítico, ese discurso que Lacan produce como uno de los cuatro discursos que nos pueden trabajar si nuestras palabras pasan por esas estructuras donde lo que importa son los lugares po r los que pasamos: verdad y saber, apariencia y goce, el Otro y el otro, la producción y el significante como lo que representa el sujeto para otro significante. Sujeto del significante, en tanto el significante representa a un sujeto para otro significante. Discurso como discurso sin palabras, como lazo invisible, como lo que nos introduce en la dialéctica del deseo inconsciente. Y esto sólo es posible en un a experiencia psicoanalítica, marcando que digo experiencia no en tanto vivida, sino como esa relación que el sujeto establece con la relación psicoanalista-paciente, con lo que supone que es la relación psicoanalista-paciente. La transferencia como lo que el paciente hace con el psicoanalista pero también está lo que el psicoanalista permite que el paciente haga con él. Así, nos dice Lacan, Abraham quería ser un a madre completa para sus pacientes. Lacan nos dice que un psicoanálisis es la cura que se espera de un psicoanalista, o bien que el psicoanálisis es el tratamiento dispensado po r un psicoanalista. Pero esto nos lleva a preguntarnos qué es un psicoanalista, quién o qué autoriza a cada quien, qué es la formación del analista, cómo llega un sujeto a posicionarse como psicoanalista, cómo llega un sujeto a posicionarse como paciente, cómo alcanza la posición de sujeto bajo transferencia. 9
LOS LABERINTOS DE LA NEUROSIS OBSESIVA
Hacer clínica bajo transferencia es diferente que hacer clínica descriptiva, yeso no impide que en psicoanálisis también podamos describir los caracteres generales de una nosa, pero cuando leemos a Freud nos encontramos que incluso para hablar de mecanismos psíquicos habla desde su posición clínica, desde su posición en el psicoanálisis, es decir después de poner a traba ja r al psicoanálisis, después de poner a operar la presencia del analista como inherente a la clínica psicoanalítica y ésta a su vez en un a transmisión estructurante. El saber se articula y la verdad es lo que trabaja, la verdad como trabajo, el inconsciente como lo que trabaja como una bestia, de noche y de día, cuando odio y cuando amo, cuando olvido y cuando recuerdo. La transferencia por definición es inconsciente, y es po r eso que primero tendremos que plantear con qué concepción de inconsciente vamos a traba jar, pues según la concepción que tengamos la transferencia será una u otra cosa, y si tenemos en cuenta que los conceptos tampoco soportan la multiplicidad, en tanto no se trata de enumerar tipos de transferencia, como positiva, negativa, contratransferencia, etc., sino que se trata de tener en cuenta el concepto freudiano o de no tenerlo en cuenta, y Freud nos habla de transferencia inconsciente. Si pensamos que el inconsciente es una sensación nuestra guía serán las sensaciones, ahí donde dominan los efectos de ilusión llamados ópticos, donde los ideales estereotipados dirigen la cura, donde la transferencia es vista desde una idea de que hay transferencias que son más transferencia que otras, o mejor otra que la mía, o bien la mía es la mejor, donde más que tener en cuenta la concepción freudiana de transferencia inconsciente se introducen en un mundo donde ciertas sensaciones son signo de transferencia. Si pensamos el inconsciente como automatismo que desarrolla un hábito o como el coconsciente de la doble personalidad, o bien en el sentido de lo no consciente, pensando el inconsciente como lo latente es decir como lo capaz de conciencia, como lo preconsciente, o bien si lo pensamos como fondo adquirido, como inconsciente colectivo, o como lo pasional que sobrepasa nuestro carácter, o bien lo hereditario que se reconoce en nuestra naturaleza, o bien el inconsciente racional o el metafísico, todavía estaríamos lejos del inconsciente freudiano. Y no sólo con qué concepción de inconsciente trabajamos sino también con qué concepción de sujeto. Hay un sujeto que sólo se constituye en un a experiencia psicoanalítica. Hay un sujeto del deseo inconsciente que sólo acontece cuando el sujeto habla sin saber, cuando acepta que hay un saber que no radica en un conocimiento sino en el hecho de ser un sujeto hablante, un sujeto deseante, un sujeto que habla y po r ello sujeto a un saber que sólo le es dado si acepta que no se trata de quién sabe, en tanto no es Yo quien sabe, sino qué sabe, pues Ello piensa sin que Yo lo sepa, sabiendo que el saber se sabe en un decir, que el saber se inventa, se articula en un decir. 10
AMELIA DIEZ CUESTA
Freud nos dice que el psicoanálisis más que una psicología del Yo es un a psicología del Ello, por eso que más que de un a clínica del Superyó se trata de una clínica del Ello, del sujeto. Con el psicoanálisis la conciencia deja de ser el centro del ser hablante que es el humano, pasando a ser algo que no está en el proceso de pensamiento, en tanto el pensamiento pasa a ser pensamiento inconsciente y la conciencia sólo sabe de los resultados, e incluso hay procesos de pensamiento que acontecen sin que la conciencia se percate de ellos. Co n el psicoanálisis cambia la concepción del saber y también de la verdad, ya no se trata de un saber acumulado, como lo pensaba Hegel, un saber que se completa, sino del lenguaje como elucubración de saber. Freud nos dice que no hay necesidad de saber que se sabe para gozar de un saber, pues el hombre piensa con ayuda de palabras. Es en la conjunción de un a existencia inconsciente, un no ser, y un pensamiento inconsciente, un no pienso, que el sujeto que habla relega al sujeto del conocimiento. Sujeto de un saber inconsciente y de un a verdad que sólo se puede decir a medias, que tiene estructura de ficción, sujeto de una verdad de la que no querría saber nada, el hombre se debate entre un a verdad como ficción, como síntoma o como secreto. No se trata de un síntoma que se termina de formar en el análisis sino de un sujeto que sólo se constituye en análisis, donde el sujeto es afectado por su saber inconsciente. Un sujeto en una doble alteridad, en tanto está en relación a u n otro imaginario y en relación a un Otro como lugar de la palabra, un Otro que se reduce al objeto a, pues no es un Otro completo sino un Otro castrado. El psicoanálisis nos dice que el obsesivo es un supersticioso señalando que no es un típico supersticioso sino que a veces con sus ideas obsesivas se comporta como si de una superstición se tratara, así cree en la omnipotencia del pensamiento, en la premonición de los sueños, hace de lo nuevo algo ya conocido, hace de lo nuevo un pensamiento previo. Se teoriza sobre una estructura clínica después de pasar un caso por la gramática del psicoanálisis y es a partir de allí que podemos decir que se trata de un a estructura freudiana. Decir nosa, o bien decir estructura clínica o patológica, o bien entidad clínica, no es lo mismo que hablar de estructuras freudianas, es decir estas estructuras clínicas después de que el deseo de Freud operara sobre la transferencia que podemos leer en cada uno de los casos ejemplares que Freud publica pensando en la transmisión del psicoanálisis. Cinco casos donde Freud trabaja la dirección de la cura y se pregunta sobre la naturaleza de la cura de que se trata, donde no ha lugar preguntarse si son tratamientos completos o fragmentarios, sino que se trata de averiguar po r qué Freud considera casos a esos tratamientos que él produce ya sea sobre pacientes propios, como ocurre con el caso Dora, el caso de neurosis obsesiva, el caso del Hom11
LOS LABERINTOS DE LA NEUROSIS OBSESIVA
bre de los Lobos, ya se trate de tratamiento .de textos como el caso Schreber, o en el caso Juanito donde sostiene la relación que va a permitir que se establezca un padre para Juanito. En este texto nos vamos a acercar a la neurosis obsesiva que Freud produce como tal, donde el diagnóstico es el propio tratamiento y donde nos muestra que aunque cada tratamiento produce una estructura clínica diferente, lo que deja claro es que en todos sus tratamientos aplica el mismo tratamiento, el tratamiento psicoanalítico, que ya describe y formula, en la exposición que hace con «La interpretación de los sueños». No hay variantes de la cura tipo que es el tratamiento psicoanalítico, nos dice Freud, y Lacan escribe bajo este nombre «Variantes de la cura tipo», y nos dice que cualquier innovación en el campo que Freud funda nos hace preguntarnos si a partir de ella estamos o no en el campo psicoanalítico, en el campo freudiano. A todos los llama casos, y a cada uno le podemos considerar caso clínico de Freud, es decir, podemos decir que se trata de estructuras freudianas, clínica después del psicoanálisis, bajo transferencia y donde lo que opera es el deseo del analista. No se trata entonces de corregir o de curar al paciente de sus síntomas, no se trata del furor sanandi, ni de curarle de sus represiones, pues su enfermedad es un fracaso en la represión, no se trata de liberarle de lo que denomina sus síntomas, que nunca tienen nada que ver con sus síntomas reales, sino de dejar que la transferencia haga su obra, transferencia que no se sostiene ni en la contratransferencia del analista, ni se trata de que el psicoanalista se defienda de la transferencia sino de que el deseo del analista sostenga ese tiempo del análisis que es el tiempo de la transferencia. En el caso del Hombre de las Ratas, Freud deja que la transferencia se desarrolle, sin tener ideas previas acerca de lo que se tiene que transferir o el cómo se transfiere, y donde no se trata de un a actualización de otras relaciones en la relación transferencial, o de la repetición de comportamientos pasados, sino de la repetición como retorno del inconsciente, no como síntoma, no como retorno de lo reprimido por fracaso de la represión, sino retorno de lo que le estructura como sujeto. Quiero recordar que la represión no se trata de un proceso patológico en tanto puesta en acto de la operación, o porque esté en juego el retorno de lo reprimido, sino que el síntoma es una solución que el sujeto encuentra entre la fuga y la condena, el síntoma como algo que soluciona el fracaso de la represión, el síntoma como lo que sostiene lo que debería sostener el olvido, pues sólo si es posible el olvido es posible el recuerdo, sólo si olvido la falta de origen habrá origen, sólo si borro lo que nunca se registró como acontecido habrá comienzo, pues todo comienzo tiene que ver con un vacío que trabaja, la cuestión es buscar el borde de lo real, de lo real como agujero. El orden de la paradoja no es el de la contradicción. Todo comienza cuando el niño descubre con horror que su madre está castrada, esa madre que designa ese Otro que es cuestionado en el origen de toda operación lógica. 12
AMELIA DIEZ CUESTA
Todo comienza con esa falta inaugural. El niño despierta con este descubrimiento. La verdad de que no hay Otro viene a desalojar al niño de su impotencia y de la omnipotencia del Otro, por eso decimos que S(/A) es el significante de la falta en el Otro, que será punto de partida en lo que concierne a la lógica del fantasma. Si A está barrado, /A , es para decir que está marcado. No es el Dios perfecto o el Otro de los filósofos y de los sabios que ninguna marca lo merma. Que el Otro está marcado es de lo que se trata en la castración primitiva del ser maternal, S(/A). Pero si ese Otro no existe nos podemos preguntar en qué queda suspendido el deseo. En el caso del neurótico su deseo gira en torno a algo que no se puede articular de otra manera que como demanda del Otro. Es por eso que el sujeto llega al análisis no en nombre de alguna demanda de la exigencia actual, sino para saber lo que él demanda, yeso le lleva a demandar que el Otro le demande algo. Son esos pacientes que nos dicen: pregúnteme usted algo, doctor. El perverso, en cambio, es ese que cree en el Otro, por eso se consagra a obturar ese agujero en el Otro. Podemos decir que está del lado de que el Otro existe, aún a costa de renegar de la castración, en tanto pasa a ser una condición. Así el perverso está interesado en el otro sólo para tapar el agujero del Otro, pues está interesado en el goce del Otro. El psicótico toma otra posición, no cree en el Otro, aún siendo necesario para ello que reniegue de la realidad, que reniegue del apoyo que le brinda la realidad para que el orden simbólico se instale en él. El falo no funciona sino al ser ubicado en el centro, por eso se dice que en psicoanálisis se trata de falocentrismo, en tanto estructura el campo que está en el exterior. Hay un momento que el niño atribuye tanto a los objetos animados como a los inanimados un tener falo, se trata del fantasma universal del falo. Y es fecundo en el momento que cae, cuando ya no puede ser que el falo sea el atributo de todos los seres animados. El objeto a ocupa un lugar en ese vacío, por eso cuando se ama el abismo hay que tener alas, cuando se ama el vacío hay que tener objeto a. El Otro para el obsesivo es completo, mientras que para la histeria está agujereado desde el principio. Mientras en la histeria se trata de la irreductible hiancia de un a castracción realizada, en el obsesivo siempre está por realizarse. Mientras que la histérica busca un amo para dominarlo, el obsesivo ya lo ha encontrado y espera su muerte. Todos debemos representar, por eso lo irónico de aquel que parece un personaje literario, ese que tiene un a máscara de alquiler, sin sospechar siquiera que en ello expresa un problema personal, el problema de la persona. Persona que significa máscara y que en francés nos remite a Nadie. Entre palabras que nos protegen y palabras que nos prohiben buscamos la palabra que humanice el deseo, porque si no es así el deseo quedará confinado a la clandestinidad. Para el psicoanálisis una realización de la vida puede confundirse con el 13
LOS LABERINTOS DE LA NEUROSIS OBSESIVA
anhelo de ponerle un término. El amor es da r lo que no se tiene y el deseo asedia al sujeto ya sea a diestra o a siniestra. Hay una falta que es del orden de la culpa, diferente a la falta como carencia, como falla. Ambas son constituyentes del sujeto, pero en cada estructura freudiana, ya sea neurosis, perversión o psicosis, están estructuradas y son vividas de forma diferente. Así decimos que el obsesivo tiene culpa por algo que no ha cometido, aunque Freud nos señala que debemos atender no al motivo, no a la representación asociada a la culpa, pero sí a la culpa, pues el obsesivo es culpable de haber deseado la muerte del Otro. Mientras que referido a la falta como carencia, que tiene que ver con la falta en el Otro, en el caso del obsesivo podemos decir que el Otro está incólume.
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LOS LABERINTOS DE LA NEUROSIS OBSESIVA
Freud no agrupa a partir de lo observable, no trabaja con la clínica de la mirada, no tiene en cuenta lo que se puede describir de la conducta del paciente, pues no se trata de un a mera descripción de síntomas sino que para él implica una articulación con la terapia psicoanalítica, una articulación de teoría, método y técnica, donde la cuestión de los mecanismos psíquicos de formación de los síntomas, la teoría sobre la sexualidad humana y la etiología sexual tienen un a gran importancia para su formulación de un a teoría de las neurosis. La distinción entre neurosis y psicosis Freud la hace desde la terapia psicoanalítica, es decir bajo transferencia. Podemos decir que es según el método utilizado, ya sea psiquiátrico o psicoanalítico, que se establecen unas u otras relaciones entre las entidades clínicas. Es po r eso que a pesar de que la neurosis obsesiva antes de Freud era confundida con la histeria o bien con la hipocondría, a pesar de observar su presencia simultánea con la histeria, la psiquiatría ubicaba a la histeria y a la locura de duda en lugares muy distintos de la nosología, a la primera entre las neurosis y a la segunda entre los delirios parciales. Freud reconoce en la histeria, a pesar de que sus síntomas sean corporales, un mecanismo psíquico y así puede incluirla en el mismo grupo de las neurosis obsesivas. La psiquiatría ya había destacado alguna de sus sorpresas ante la locura de duda, en parte porque no desembocaba en un a verdadera demencia y en parte porque advertía ciertas posibilidades terapéuticas que también la diferenciaba del resto de los delirantes. Lo que Lacan destaca como la necesidad del obsesivo de responder a la demanda del otro, ya había sido observado por la psiquiatría a su manera, en tanto habían dicho que el obsesivo obedecía, que en el médico buscaba un a autoridad que dominara su voluntad y la subyugara, que buscaba más un amo que ordenara que uno complaciente. Después el psicoanálisis dirá que busca amo para esperar su muerte, para que esa espera le sirva de coartada, para mantenerse en estado de irresolución. Señalaremos aquí que la psiquiatría en tanto estructura de discurso del amo, en tanto diferente al discurso analítico, mantenía al obsesivo en su estado ideal. En 1895 Freud escribe un trabajo que titula «Obsesiones y Fobias» donde trabaja la importancia del mecanismo psíquico de ambas estructuras clínicas y su etiología sexual, rescatándolas del saco de la neurastenia, como después hará con la neurosis de angustia. Quince años más tarde, en 1905, Kraepelin titula uno de sus trabajos con el mismo nombre, sin embargo no parece tener en cuenta la teoría de Freud. Hay autores que destacan que las ideas de Freud se propagaban rápidamente entre los psiquiatras pero desprovistas de su teoría sobre la sexualidad humana y despojadas de la etiología sexual. 16
AMELIA DIEZ CUESTA
Tomado como fenómeno observable la psiquiatría y la psicología lo enmarcan en un cuadro nosológico, donde se describe como un todo, como un conjunto de síntomas. En psicoanálisis un síntoma es una respuesta a una situación que rebasa al sujeto. Por eso en la historia de la neurosis obsesiva hay un antes y un después de Freud. Después de Freud se puede considerar una de las llamadas estructuras clínicas freudianas. Durante mucho tiempo se pensó que la enfermedad del sujeto era lo mismo que sus síntomas, hasta que la histeria vino a ponerlo en cuestión, en tanto se pensó que los síntomas de la histeria eran engañosos, que la enfermedad era ser caprichoso, que los síntomas eran un rasgo del sujeto en lugar de un rasgo diferencial de la histeria. ¿Por qué no habla mi hija? No indica que haya un a mudez, pues si llega a hablar lo que indica es que era un rasgo histérico. Hay una semiología específicamente freudiana de la neurosis obsesiva. Hay que tener en cuenta que la nosología en Freud y el psicoanálisis no es lo mismo que en la psiquiatría. Un a nosa, un sistema nosológico, tiene que sostenerse en su semiología o descripción, en su etiología y mecanismos, y también en los métodos de su tratamiento, en el caso del psicoanálisis, el tratamiento psicoanalítico. Freud nos llama la atención acerca de que la neurosis obsesiva puede ser confundida con la melancolía, en tanto en la neurosis obsesiva se presenta el predominio de la culpabilidad y de los reproches, permaneciendo inconsciente el componente de satisfacción pulsional. También puede ser confundido con un perverso sádico por la relación sádica que establece con el Otro, pero en realidad se defiende encerrándose en una armadura de hierro, para impedirse acceder a lo que Freud llama un horror que él mismo desconoce, un goce, un a satisfacción libidinal, que él mismo desconoce. Mientras que la culpabilidad del melancólico se refiere al otro con el cual se identifica, al cual juzga, condena y ejecuta, consumando su propio asesinato en el suicidio; la culpabilidad en el obsesivo se refiere a un goce consumado fantasmáticamente del cual se castiga sin llegar a la acción. El melancólico se regodea cuando se acusa de ser culpable, quiere que todos lo sepan, lo dice ante otros, que se le reconozca como tal, ese es todo su afán, mientras que el obsesivo se siente culpable de algo que desconoce, de algo que no ha cometido, por eso llega a dudar acerca de si no será él el culpable del crimen cuya noticia lee en la prensa, incluso se acusa de la muerte de todos los muertos del cementerio más próximo a su casa. Freud nos enseña que el melancólico habla de un otro con el cual el sujeto ha tenido una fuerte relación, mientras que el obsesivo habla de una culpa que hay que despejar de su contenido y reconocer como cierta pues se trata de algo que ha cometido en su fantasía. 17
LOS LABERIN TO S DE LA NEUROSIS OBSESIVA
LA REPRESION Y EL RE T ORNO DE LO REPRIMIDO EN LA HISTERIA Y EN LA NEUROSIS OBSESIVA
Para Freud la neurosis obsesiva es un dialecto de la histeria pero también es un caso más ejemplar de neurosis que la histeria, en tanto el soma no queda afectado, no hay extensión de lo psíquico a lo somático, característico de la histeria, sino que nos describe a los enfermos de neurosis obsesiva como su jetos que experimentan impulsos extraños a su personalidad, sujetos que se ven obligados a realizar actos cuya ejecución no les proporciona placer ninguno pero a los cuales no pueden sustraerse y su pensamiento se encuentra invariablemente fijo a ideas ajenas a su interés normal. Ideas que Freud denomina representaciones obsesivas o compulsivas y que pueden carecer de sentido o bien ser indiferentes para ellos, pero que lo más frecuente es que sean totalmente absurdas. Cualquiera sea el carácter que presenten lo más interesante es que son el comienzo de una gran actividad intelectual po r parte del sujeto, que lo agotan y le hacen cavilar como si de sus asuntos más importantes se tratasen. Distingue Freud entre impulsos, actos y representaciones. Los impulsos presentan un carácter infantil y desatinado, pero generalmente su contenido hace vivir bajo un gran temor al sujeto, pues se ve incitado a cometer graves crímenes de los que huye horrorizado por medio de toda clase de prohibiciones, renuncias y limitaciones. A veces los impulsos son contra su propia persona, como en el caso de «El Hombre de las Ratas» cuando se ve impulsado a cortarse el cuello y encuentra la limitación del desmayo. Pero el impulso es el último acto de un a obra en tres tiempos, en tanto en su análisis se da cuenta que todo había comenzado con el impulso a matar a una anciana que era la causante de que su amada estuviera alejada de él, para después pasar a reprocharse semejante fantasía y en un tercer tiempo como autocastigo hacerse él objeto de dicho impulso. O bien, en este mismo caso, lo que Freud le interpreta como impulso indirecto al suicidio, cuando se somete a un régimen de adelgazamiento y en un primer momento del impulso aparece como deseo de matar al gordo Dick, que se transforma en el intento de matar al gordo que hay en él. Por eso aparece en un segundo tiempo la idea de que está muy gordo y en un tercer tiempo el impulso que lo lleva a adelgazar. Freud nos aclara que tales crímenes y acciones no llegan jamás siquiera a ser iniciados pues la fuga o la prudencia acaban siempre por imponerse. De hecho decimos que los depresivos, los melancólicos, consiguen consumar el suicidio, los histéricos lo consiguien en un error de cálculo, y los neuróticos obsesivos están protegidos contra el suicidio y también contra el crímen. Incluso es por los neuróticos obsesivos que sabemos que el suicida es un asesino tímido. Freud nos dice que la histérica es ese personaje que trata de desnudarse con una mano como hombre y sujeta sus vestidos con la otra como mujer. 18