“La presencia física de las cosas en el mundo es transitoria; duran más las ideas, pero para que no desaparezcan juntamente con esas otras cosas físicas que son los hombres que las pensaron, es necesario que estos hombres las transmitan a sus semejantes y, sobre todo, que las pongan por escrito, para que lo que ha sido presente no se disperse, y se conserve como idea.” INTRODUCCION.
Los guanes –pertenecientes pertenecientes al grupo lingüístico Chibcha, junto a los Muiscas y Laches – habitaron la región de la Mesa de los Santos, el actual municipio de Jordán Sube, Guane y Cabrera, es decir, toda la región baja que limita con el río Chicamocha desde Pescadero hasta las juntas con el Suárez, e igualmente desde la parte baja de Barichara hacia el río Suárez hasta que entra el río Fonce en aquél. "No habitaron Piedecuesta, Floridablanca, Bucaramanga, San Gil, Socorro, Oiba, etc., sino un territorio relativamente pequeño, contrario a lo que se venía diciendo por algunas personas. Dedujimos ello de las costumbres funerarias, la pictografía, los vestidos, costumbres gastronómicas, material cerámico, instrumentos de guerra, deformaciones craneales y corporales, adornos y otros aspectos que con anterioridad no se habían estudiado. La confusión existía por la ausencia de investigac ión de campo, ya que se hacía en su mayoría desde el escritorio”, asevera Alejandro Navas Corona. La noticia más reciente que se tiene de un guane vivo data de 1560, año en que llegó un visitador a averiguar por qué en la Provincia de Guanentá (cuya actual capital es San Gil) quedaba menos del 10% de la población indígena, con apenas 20 años de haber incursionado Martín Galeano y sus hordas españolas. Los pocos aborígenes que quedaban fueron trasladados a resguardos en donde se mezclaron con otras etnias como los Chalalaes, Yariguíes, Poimas y Chitareros. Hay referencias “orales” de que existieron hasta principios del siglo XX algunos descendientes, pero hoy no existe ninguno conocido. “Habría que realizar pruebas de ADN en el territorio ‘propiamente guane’ para poder establecer posibles descendientes directos”, señala Navas Corona. ¿Pero los santandereanos de hoy se sienten guanes? Navas responde: “A medida que hemos
venido realizando las investigaciones y conforme las hemos lanzado al público, el tema identitario ha resultado interesante, en la medida en que al quedar despoblado casi totalmente el territorio santandereano por el genocidio, la mita minera (repartición por sorteo de los indios que se destinaban a esos oficios) y las enfermedades, aquél fue ocupado por extranjeros (blancos); sin embargo, muchas personas se sienten indígenas, y algunas guanes, y cuando escuchan nuestras constataciones históricas, antropológicas y arqueológicas sufren una especie de colapso identitario que luego irán resolviendo en el entendido que la identidad no es un tema que trate únicamente de la sangre o el linaje. La identidad es un asunto de impermanencia y de dinámica espacial, personal, social, histórica y circunstancial”.
Muchas de las costumbres de los guanes siguen manteniéndose, como el consumo de chicha, arepas de maíz, hormigas culonas y tejidos. “La reconstrucción de la figura de un guane, el hallazgo de la tumba, el arte rupestre documentado
y todo lo que estamos haciendo desde El Libro Total sirve para crear, recrear y proyectar los parámetros identitarios que tanto nos están haciendo falta en estos tiempos de iniquidades y desafueros regionales”, concluye Navas Corona.
LOS GUANES la tribu aborigen llamada “Guane” o “Guate”, cuya existencia data aproximadame nte de los siglos
XI a XVI d.c., siglo último en el que la región es invadida por huestes españolas, dándose inicio al desvertebramiento de la cultura indígena. Algunos historiadores afirman que sus integrantes descienden de los chibchas, y otros aseguran que son los mismos Muiscas o “Moscas”, sin embargo, para una porción considerable de personas, los Guanes constituyen una tribu independiente y con características particulares que los diferencian de los dos anteriores, sin negar los vínculos que pudieren tener; esto aún es un punto que debe estudiarse con más seriedad de lo que hasta el momento se ha hecho, para así poder obtener datos más concluyentes. De todas formas, la historia suele construirse sobre las evidencias halladas en determinado momento, que en general no son parte de los albores del grupo o grupos étnicos en estudio, sino de sus tiempos más cercanos. Las civilizaciones, por decirlo de alguna manera, se cocinan lentamente y se hacen famosas o evidentes cuando ya se han desarrollado (sucedió así, por ejemplo, con los egipcios, los sumerios, los asirios, los acadios, etc.) o cuando se les encuentra por casualidad. Es así que en las excavaciones y guaquerías lo encontrado es fruto en general de lo último que la cultura solió realizar, y es pertinente decir que si un objeto es datado del siglo XI, como sucede con los textiles descritos técnicamente con anterioridad, no quiere ello decir que obligadamente la cultura que lo elaboró data de tal época, sino que lo será de periodos temporales anteriores en que aquella cultura nació y se desarrolló, hasta el momento en que se elaboró tal objeto. Es por esto que, seguros estamos que las personas habitantes de lo que propiamente llaman Guane, por evidencias físicas pueden datar del siglo XI en adelante, pero por suposición socio-antropológica se desarrollan definitivamente con mucha anterioridad (quizás allí mismo o en otro lugar). Es importante acercarnos acercarnos lo que más se pueda a la determinación de la zona geográfica geográfica en la que habitaron los Guanes, y así contextualizar la ejecución pictográfica. Futuros estudios del arte rupestre en otros lugares propiamente señalados como de la cultura Guane, serían de suma relevancia para el trabajo que aquí se inicia en una parte del mismo (Mesa de los Santos o de Xerira), asumiendo que los trazos tienen relación íntima con el contexto y los seres humanos que los imprimieron en las rocas. Incluso, sería interesante analizar el tema del territorio Guane, partiendo de las características y semejanzas en el arte rupestre que se halle en los diferentes
lugares signados pretendidamente como de tal cultura, punto este en algún sentido analizado con este escrito. Para poder llegar a una conclusión, así sea temporalmente válida al respecto, veamos qué nos dice el cronista Juan de Castellanos, como el principal autor del cual podemos valernos para conocer los límites del territorio Guane; deseamos precisar que es de aquí que se han extractado la mayoría de teorías acerca de los nativos llamados Guanes: Se trata de un territorio que en toda su extensión tiene más de 12 leguas; en el entendido que la legua castellana tiene 5.572 metros y 7 centímetros, esto daría una distancia aproximada de máximo 66,872 kilómetros, de los cuales un poco más de la mitad correspondería a la Mesa de los Santos (Xerira-35 Km.) y el restante a la parte inferior de la cingla en trayecto lineal (digamos 31 Km. aproximadamente), trayecto y distancia que se puede constatar si recorremos, personal y no por "interpuesta persona" o desde el escritorio, la parte baja del territorio Guane: digamos desde la parte inferior de la Vereda San Rafael sobre el margen del Chicamocha –pescadero –, dirección oriente-occidente y luego norte-sur, hasta antes de la desembocadura del Río Fonce en el Río Saravita o Suárez, que es donde la cingla cambia de dirección. El cacique Guanentá (rey de esta comarca), vivía en la Mesa de Xerira, probablemente en el lugar donde hoy se situa el pueblo de los Santos o posiblemente en uno cercano hacia el occidente, desde donde se divisaba Macaregua en la parte inferior mirando m irando al sur. Bajo una lógica interpretativa del texto que nos lega Juan de Castellanos, y haciendo uso de otros documentos igualmente válidos, el Dr. Emilio Arenas propone que el área habitada por los Guanes o los que así llamaron los españoles, presuntos artífices del arte rupestre estudiado en la segunda parte de este libro, es mucho menos extensa de lo que se venía pensando por los estudiosos y habitantes santandereanos, circunscribiendo esta, así: "el territorio Guane estaría comprendido por la margen oriental del bajo río Suárez, La Mesa de los Santos y una parte de la ribera izquierda del río Sogamoso en el Cañón del Chicamocha".
Idiosincrasia guane.
Es un imperativo reconocer que los Guanes poseían toda una estructura de pensamiento, mitos o creencias, costumbres, organización social, visión artística, escala de valores y demás que los caracterizaron como una verdadera “cultura”; estos rasgos idiosincrásicos se expresan en sus telas, vasijas, disposición de los entierros, arte rupestre, labor agrícola, lugar de poblamiento, objetos de guerra y de uso cotidiano, etc. ¿Sacrificios Humanos?
Sobre los ritos que pudieron tener los Guanes, empecemos por decir que aún no encontramos asidero con las manifestaciones que se hallan en diferentes textos, acaso producto de la ausencia investigativa, como por ejemplo las costumbres vinculadas al sacrificio: "…Fueron Degolladores de niños en rituales de sacrificio a sus dioses, con cuchillos de caña eran degollados y la sangre vertida sobre las peñas en ofrecimiento al sol… Gueza (niño) al que
inmolaban atado al palo indicador del adelanto de la luz solar, al concluir el p eriodo de veinte años lunares…”.
No hallamos evidencias ciertas para afirmaciones como la anterior para los Guanes, que deben tenerse simplemente como “propuestas” que nos inviten a la investigación; claro está, no
descartamos que los indicios de los cuales partió el autor (el escritor Jaime Álvarez Gutiérrez) para tal conclusión, hayan surgido desde una errada inclusión de otros pueblos en la etnia Guane, en los que sí se practicaran estos ritos inmolativos y se hubiere medianamente probado mediante crónicas o documentos; caso en el cual justificaríamos el relato, por supuesto sin compartirlo como aplicable a la etnia Guane. ¿Altos y Blancos? “En Contraposición a la figura desgraciada, pacata y diminuta de los chibchas, los guanes eran de
apostura gallarda y medrada; la piel blanca y despercudida, el mirar altanero, el ademán franco; muy aseados en su persona, de muy buena estampa y pare cer”
Abordando otro asunto, en la cultura popular, el mito urbano y varios textos que han escrito sobre los Guanes, se afirma que aquellos eran Altos y Blancos; principalmente creemos que esto obedece al dicho de cronistas como Juan de Castellanos, Fernández Piedrahita, Fray Pedro Simón y Gonzalo Jiménez de Quesada, así: Castellanos: “…Tienen disposición y gallardía; y e s gente blanca, limpia, curiosa, los rostros aguileños, y facciones de linda y agraciada compostura;…” Fernández Piedrahita: “…y tienen dos calidades que singularmente los diferencian de las otras
naciones del Nuevo Reino. La primera, exceder las mujeres en belleza, blancura y disposición…”
Fray Pedro Simón: “…son los indios bien dispuestos, de buenas caras y más blancos que colorados.
Las mujeres son de muy buen parecer, blancas y bien dispuestas, y más que lo que es menester, en especial con los españoles, aliñosas en todo…” Jiménez de Quesada: “Entre dos ríos caudalosos en unas montañas, una provincia de gentes no muy pequeñas…”
De estos relatos realizados por cronistas como los citados se ha interpretado que los Guanes "efectivamente eran Blancos"; sin embargo nuestra propuesta, sin querer derruir alguna especie de chovinismo criollo o las querencias identificatorias de los invasores con algún grupo local, es que se trataba simplemente de una etnia en la cual el color de piel no era tan cobrizo u oscuro como el de las demás demás que habitaban habitaban el territorio; en toda raza existen diferentes diferentes tonalidades de de piel, sin que ello desdibuje la pertenencia a ella de los individuos que la componen: por ejemplo, en la raza negra hay colores intensos y otros más tenues, pero siguen siendo de la raza negra. Podríamos, desconociendo la lógica y razonabilidad del asunto, decir que eran blancos y que esto reafirma inclusive nuestra idea de que se trataba de un grupo diferenciado de los Muiscas, pero nos parece insensato expresarlo de esta forma. En conclusión, y a nuestro parecer, por un juicio comparativo con los demás nativos conocidos por los cronistas, los Guanes eran menos oscuros y los españoles identificaron aquello como “disposición”, “belleza”, “gallardía” y “buen parecer”,
bajo sus propios, segregacionistas y egoicos parámetros. Seguro un análisis más serio desde la arqueología biológica y fisonomía (e incluso del ADN), sea más adecuado para decidir sobre el asunto, pero entretanto nuestra inclinación está planteada. Sobre la tez de los Guanes también debemos ser sumamente cuidadosos, ya que si asumimos la teoría “caucasoide” terminaremos diciendo que eran de ojos claros, redondos, nariz recta o medianamente aguileña, mejillas poco abultadas, etc., que creemos es en demasía apresurada y sin evidencias.
El cabello de los Guanes que se ha encontrado adherido a los cráneos es generalmente color castaño, lacio y no muy grueso: Don Alfonso contaba (santero de toda la vida. q.e.p.d) que en una tumba de la Mesa encontró una cabeza Guane que tenía todavía el pelo adherido, y además de largo era mono, color fique según él, pero que de todos los hallazgos indígenas que hizo había sido el único caso de estas características. En muchos casos se encontraron cabellos largos, color castaño y trenzados a los dos lados de la cabeza. El otro asunto hace hace referencia referencia a la la estatura de los Guanes, que específicamente específicamente menciona el conquistador Jiménez de Quesada: el estudio de alguna momia y huesos varios, había hasta hace poco llevado a la conclusión de que los Guanes medían entre 1.45 cms y 1.65 cms de estatura; sería conveniente revisar nuevamente esta premisa, a partir de otras muestras ubicadas en la Mesa de Xerira y lo que aquí proponemos fue verdaderamente Guane, que incluso podrían llegar a ubicar el límite en 1.75 metros, o más. Aún hoy, entre los campesinos y algunas personas de la región, existe el mito de los “Guerreros de Oro”, cuya raíz no hemos podido determinar, la cual predica que aquellos eran más altos que los miembros comunes de la población Guane y formaban parte de la guardia personal del Caique Guanentá, es decir, eran los guerreros del cacique. Si sumamos esto a los empíricos cotejos, entre los huesos enterrados y los de campesinos y descubridores en los hallazgos de las cuevas, (como el relato de la Cueva del Guerrero en donde una persona alta –1.70 mts – comparó varios fémures con el suyo y observó que eran iguales o más largos), podríamos hallar un buen tema de pesquisa o, por qué no, de investigación antropoarqueológica. Para esto tendremos que contar con muchos más cotejos óseos que los hasta el momento realizados (bastante precarios). En lo concerniente a la hermosura de las naturales de la etnia Guane, de suyo subjetivo como expresamos si tratándose de los observadores se refiere, claro está que debemos reconocer como santandereanos “de pura cepa”, que aquellos rasgos identificados como inigualables por los Españoles, siguen presentándose en las damas de lo que propiamente llaman Guane. Solo hay que dar un paseo por Macaregua, Choaguete, Bocore, Moncora, Butaregua, y demás, para ver, a pesar de los embates del mestizaje y la modernidad, el hálito indígena indígena que aún da cuenta de nuestras raíces. Culto o Religión
Debido a la tendencia generalizada que se presentó en el pasado identificando a los Guanes con los Muiscas, poco o nada se ha investigado sobre la religión de los primeros; se suele entonces tomar como punto de referencia a los Muiscas para hablar de las expresiones religiosas en los naturales de lo que propiamente llaman Guane. Por ejemplo, no aceptamos sin probanzas, salvo que existan objetos tales en la “intimidad de las
colecciones” y agradeceríamos se sacaran a la luz, que los Guanes acostumbraran tener en sus casas colgadas por arreo cabezas de hombres, brazos y personas, desollados y llenos de hierba como algunos ensayan relatar.
Ya hemos visto especiales evidencias de los enterramientos en la región de la Mesa de Xerira (indicios de ritos funerarios, objetos musicales, coca, estatuillas, etc.), lo cual nos da pistas importantes, así que lo ha seguir puede ser muy prometedor. Podría ser que hallásemos un culto a la luna, al sol o a los astros en general; o que se tuvieran especiales contemplaciones con los cuatro elementos (agua, tierra, fuego y aire); o el empleo del tabaco, la coca, la flor de borrachero u otro elemento para asuntos religiosos o chamánicos. Todo dependerá de las iniciativas investigativas que decidan no solo realizar motu proprio diversas personas, sino también apoyar tanto entes naturales como jurídicos. Estructura Social
De la estructura social tenemos algunos referentes, pocos la verdad, que nos dan una breve luz sobre los Guanes. El primero de estos es el dicho de Juan de Castellanos cuando escribe: “Y ansi Guanentá, rey desta comarca, a quien los otros indios principales por supremo Señor
reconocían y daban vasallaje y obediencia, en esta Mesa tuvo su vivienda, por ser más apacibles estalajes que los inferiores de la cingla; aunque todos son unos y una lengua, unas costumbres, ritos y ropaje de telas de algodón…”
De lo trascrito, y de otros cronistas, podemos proponer que los Guanes tenían una suerte de organización social en donde existía un poder central, en cabeza del llamado Cacique Guanentá, cuyo asiento estaba en la Mesa de Xerira por las condiciones especiales que aquella poseía en punto de estrategia defensiva, religiosidad, control visual del territorio y condiciones climáticas favorables. De este gran cacique dependían y daban vasallaje otros de menor entidad que gobernaban sectores como Macaregua, Butaregua, etc. Nos parece coherente, por el contrario, lo afirmado en variadas crónicas cuando dicen que los pueblos precolombinos en su mayoría mayor ía estaban en proceso de consolidación, es decir, no existía una armonía y poder políticos claros. “…En una palabra, no eran organismos políticos definidos y compactos; parecían Estados en vía de
formación, que se encontraban en un período de desarrollo muy análogo al de los pueblos europeos al principio de la época feudal...”
Todo lo que se pueda de cir de aquí en adelante son meras “proposiciones susceptibles de verificación” Idioma Guane
Claro está que en lo poco que se identifica como lengua Guane y posiblemente subsiste hoy, también hubo una influencia española que acomodó a sus propios fonemas el verdadero sonido del leguaje indígena, como por ejemplo podríamos encontrar la palabra “Gequica” que Castellanos dice es “Xerira” y hoy decimos “jéridas o géridas”, o el caso de “Macaieua” convertida en “Macaregua” y “Bocole” en “Bocore”.
Con la partícula “Gua” se suelen hacer también disquisiciones, pero aquellas adolecen de un trabajo de campo serio y se limitan a las comparaciones del término con otras regiones y países que no llegan a ningún lado, a pesar de notarse como cautivadoras al lector menos aprehensivo e inteligente. De todas formas, es interesante lo que postulan autores como Lienhard, al afirmar que los “textos” como tal en las sociedades amerindias, se suelen insertar en unos “discursos” complejos
que combinan los más variados medios y códigos semióticos: medios propiamente verbales (lenguajes, recursos narrativos y poéticos…), musicales (música, ritmo, entonación…) y gestuales (actuación teatral, coreografía, vestimenta, pintura corpórea…). Estas son, para las colectividades
amerindias, las prácticas “textuales” básicas, su “tradición”. Vinculadas a menudo a determinados momentos sociales (rito, trabajo, ejercicio político), ellas contribuyen en una medida importante, a afianzar y a demostrar su cohesión socio-cultural. Si bien muchas cole ctividades amerindias disponían desde antes de la conquista de “escrituras” o sistemas de notación, la existencia de “textos” escritos (como los códices glíficos), no sebe suscitar
la idea de unas prácticas escritas autosuficientes, destinadas a la lectura individual y a su difusión más allá de los límites de la comunidad. Latentes, los textos prehispánicos “escritos” requerían, para alcanzar su plenitud, su recitación
oral frente a un auditorio. La expresión literaria propia de los colectivos amerindios fue, por lo tanto, predominantemente “oral” e “interna”.
De allí que, si bien es sumamente probable que los pictogramas documentados en la investigación constituyan “escritura” y “texto” de los nativos Guanes, aquella en este momento es casi
imposible de leer, en la medida que como afirma el autor citado, el texto como tal estaba inserto en acciones, objetos, paisaje, costumbres, etc. que se expresaban de forma común mediante la oralidad. Aquellas manifestaciones orales y que “de boca en boca” fueron pasando “generación tras generación”, son las que hoy podemos encontrar en los rescoldos lingüísticos regionales, pero no podríamos siquiera arriesgarnos a decir que las pinturas rupestres se puedan “leer” como un
alfabeto modernamente entendido. También debemos percatarnos de un aspecto sustancial que nutre el asunto, cual es el hecho de que las comunidades nativas tuvieron que cambiar su “discurso” para poder comunicarse con los
foráneos colonizadores, para poder ser escuchados por los europeos invasores, de tal forma que cambiaron a rompientes y rápidamente su anterior estructura comunicativa; la etnia Guane, por dicho de Castellanos, particularmente se adaptó con una facilidad de resaltar a la lengua Española, así que este proceso se surtió, para lo que en este sentido de recuperación de la lengua se refiere, desafortunadamente más rápido aún que en otras regiones.
Sin que por ello se entienda que estamos de acuerdo totalmente con la propuesta, algunos de los toponímicos identificados por la academia, adicionados por otros pocos y que parecen interesantes, son:
Bocore (Bocole): “Bo”: dios; “co”: apoyo; “le”: lugar. Significa entonces “lugar de apoyo divino”.
Butaregua: “Bu”: carga, abundancia; “ta”: labranza; “ie”: camino; “gua”: cerro. Es decir,
podría significar “Labranza camino del cerro”. Chicamocha: Significa cerco de agua que delimita las tribus o naciones de nuestros hombres, según Carlos Gómez. Chuaguete (Choaguete): “Cho”: bueno, útil; “a”: de; “gue”: caserío, pueblo; “te”:
boquerón. Entonces querría decir “Caserío bueno del boquerón”.
Lubigara (Dubigala): “dubi”: lado; “ga”: detrás, espalda; “la”: lugar. Esto es, “lugar del lado de atrás”.
Macaregua (Macaiegua): “Ma”: vuestro; “ca”: propiedad; “ie”: camino; “gua”: cerro. Querría significar “Vuestra propiedad camino del cerro”.
Moncora (Moncogua): “mon”: baño; “co”: apoyo, al pie; “gua”: cerro. Esto es, “Baño al pie del cerro”.
Tocaregua (tocalegua): “Toca”: dominio del río; “le”: lugar; “gua”: Sierra, cerro. “Lugar del cerro donde se domina el río”
Gerida (gequica): “Ge”: parecido, semejante; “quica”: cielo. Parecido al cielo.
Xerira: Aunque proponen algunos que esta palabra no existió como tal en lenguaje Guane, algunos dicen que Xerira significa lugar donde ilumina el cielo o los astros. Otros manifiestan que la etimología de Xerira viene de “Xie” que significa laguna, y de “quira o quica” que se refiere a una población; sería entonces algo como “La población de la laguna” o cerca de ella. Incluso, aunque
es una hipótesis a comprobar, existe una vereda que hoy se denomina la “Laguna” y que según los campesinos tenía un lago (hoy seco), en donde se han encontrado no solo pictografías, sino abundante material lítico (hachas de mano ya referidas), tumbas de calichal, metates, manos de moler y quemaderos con gran cantidad de trozos cerámicos. Esta es una de las razones (no por la raíz lingüística sino dadas las evidencias) por las cuales pensamos que en el lugar, junto con lo que hoy son las veredas “El Garbanzal”, “Los Teres”, “La Loma”, “El Diamante”, “Regadero” y “El Pozo” (con probanzas similares), existió una población
significativa de nativos; incluso podríamos llegar a proponer que en sus inmediaciones vivió el Cacique Guanentá del cual habla Juan de Castellanos. En este sentido, la siguiente gráfica nos ilustra sobre la zona conforme a levantamiento topográfico reciente:
También se denotan fitonímicos aún empleados en la región propiamente Guane, aunque en menor proporción que frente a los toponímicos. Dentro de los fitonímicos identificados podríamos citar:
Anacuma o Nacuma: Hoja ancha que se inclina hacia fuera. Anaco: Arbusto o árbol que abre sus ramas sin apoyo. Bobe: Bejuco. Abqui: Mazorca pequeña y tierna. Jachua: Maíz tierno. Chuchuguaza: Caña de maíz que sirve para el embarazo. Fique: Cedazo fuerte. Guacharaco: Parecido al mancebo. Guadua: Caña del monte. Guamo: Árbol de tierra caliente. Guayaba: Fruta para sacarla fuera de la mata. Guayacán: Árbol duro del monte. Quijisa: Algodón.
Estos significados, tanto de los toponímicos como de los fitonímicos que aún persisten en las comunidades, aunque tienden a perderse por el uso de sinónimos o de la lengua moderna, podríamos considerarlos un intento de develar la lengua o dialecto Guane a partir de su pretendida raíz chibcha (común también a los Muiscas). Aunque es una teoría de difícil constatación, no podemos dejar de admitir lo interesante que es darnos cuenta que muchos de los significados referidos se asemejan a la realidad: hay que recorrer los parajes y ser un buen observador-escucha para percatarse de ello. No tanto estaríamos de acuerdo con quienes a partir de una visión actual del alfabeto, intentan identificar en el arte rupestre Xerirense (pictografías),
una especie de tipografía a modo de alfabeto de la “A a la Z”, ya que el sustento es en demasía débil; como ejercicio intelectual y “creativo” de la modernidad es correcto, pero debe tenerse
cuidado de no exponerlo como una posibilidad interpretativa, ya que caeríamos en los error es que tanto hemos querido aclarar y evitar. Aparte de esta teoría, y para terminar, debemos aceptar que dada la ausencia de representaciones alfabéticas escritas por parte de los Guanes, no existe hoy una fijación de la lengua en nuestro concepto que de ella tenemos, como ha sucedido con muchas otras de Latinoamérica desaparecidas o incluso de las que nunca se supo existieron: los dialectos tienen una vida efímera cuando los pueblos que los hablan no poseen una forma escrita para fijarlos y cuando estando escritas no existe forma de entenderlas. Es por esto que que se hace necesario un estudio estudio más profundo profundo y precaverse de no terminar confundiendo el dialecto Guane con el de los Muiscas, o creer ilusamente que términos como “gua” implican identidades étnicas, ya que llegaríamos a Guatemala, Guantánamo, Aconcagua, y así indefinidamente extendiendo el territorio Guane a todo el planeta. Lo que sí debemos aceptar es que pueden existir influencias entre las dos etnias y coincidencias entre estas y otras más habitantes del territorio colombiano.
LA CONQUISTA
Enviado por la casa Welser de Alemania, a cuyos miembros el rey Carlos V debía por negocios varios una suma considerable de dinero, atraca Ambrosio Alfinger en el continente Americano, el Nuevo Mundo, por allá en el calendado de Mil Quinientos Treinta y Dos, con la predestinación de fundar y conquistar, e incluso, porqué no, "descubrir" o "redescubrir", en tanto los salvajes que antes les antecedieron por milenios en la ocupación americana, mal se podrían considerar según mente obtusa de los conquista-saqueadores, como auténticos habitantes y poseedores de sus tierras, costumbres, religión, religión, economía, y demás de suyo anti-católicas, anti-católicas, anti-modernas. Alfinger, Alfinger, en su afán de riqueza y luego de incursionar varios parajes del territorio, irrumpe en las tierras del hoy Santander llegando al valle que darían por llamar de los caracoles; ya en noticia de Xerira y de un río de oro, como quien se solaza con el encuentro y deja para después la explotación más importante, el saqueo, no solo porque quizás su avidez le impedía revelar el objetivo de su dificultosa empresa al grupo expedicionario, sino definitivamente por razones de agotamiento físico generado por hostigamientos geofísicos y de los nativos, se pierde en dirección oriente por las majestuosas montañas de la cordillera. En Maracaibo se conoce la noticia de su posible muerte a manos de los Barí (nunca confirmada), pero ya corren las voces ocultas de un posible “dorado”
que otros tomarían como bandera genocida. En 1536, casi por las suertes del destino y seguramente para la desdicha de los naturales, soldados del expedicionario Gonzalo Jiménez de Quezada en las barrancas bermejas hallaron sal en conos; significaba ello que los exploradores ya cansados y a punto de rendirse en la búsqueda del
nacimiento del río Yuma o río Grande de la Magdalena, reavivaban su ímpetu ante lo que podría ser indicios de una cultura en donde su jefe se bañaba en polvo de oro: la leyenda del dorado. Comisionado por Gonzalo Jiménez de Quezada, que que por ir a España España a resolver resolver disputas con Federmann y Benalcazar sobre la propiedad del territorio "descubierto" –como si no tuvieran dueño – es precisamente Martín Galeano quien se encargará de sondear el dorado en la Provincia que propiamente llaman Guane, emprendiendo su itinerario en mil quinientos cuarenta, un veintiuno del día del bifronte Jano (enero), con otros sañudos entre los que se contaban Bartolomé Hernández Herreño, Pedro Gutiérrez de Aponte y Bartolomé Hernández de León, que sobrevivieron casualmente en la empresa de Alfinger años atrás. Su recorrido nororiente los lleva por bellos paisajes, pueblos encantadores, a veces guerreros y otras veces cordiales, ríos majestuosos, y finalmente a las montañas altamente pedregosas en donde comienza la provincia. Entra, recorre, saquea, combate, mata inmisericordemente, domina por la fuerza a grandes caciques como Macaregua y Guanentá, aprovechándose en forma infame, entre otras cosas de la superioridad armamentística; revuelve la provincia sin ápice alguno de templanza, para luego de traspasar las juntas del rio Chalalá con el Saravita, donde termina lo propiamente Guane, regresar a Vélez de donde partió varias semanas atrás. A su paso, solo desolación… incluso pasados e scasos diez años de esta incursión… solo desolación:
más del noventa por ciento de los casi cien mil habitantes del territorio han desaparecido por causa de la viruela, el cámara, los ajusticiamientos y los trabajos forzados. En conclusión: un espectáculo miserable quedó quedó al paso de los españoles por América, en cuyo curriculum no se salvó la etnia Guane… sangre de inocentes saliendo a borbotones y corriendo por los campos antes apacibles… generales impasibles… capitanes traidores… ¿llamáis esto Madre Patria? ¿Queréis que
se eleven estatuas en tu honor, cuando este honor, de especial estirpe nauseabunda, sabe a sangre y a miseria humana?... Al filo de los 450 años, bajo la nostalgia del pasado y la incertidumbre del futuro en un País atestado de Galeanos –y pocos nativos- un grupo de personas deambulan por los riscos por donde otrora cayeran los cuerpos aborígenes ante el embate Español, despeñándose a su suerte, sorprendiéndose con lo poco que queda como vestigio del pasado, ese pasado que no perdona; ahí están, un poco cansadas, desvencijadas e hirsutas a nuestra mirada, pero a su vez impertérritas e intrépidas, un mundo de pinturas que ningún Galeano podrá subyugar: solo nos queda maravillarnos y respetarlas tal cual se merecen, como un a cto libertario del yugo que asesinó a sus creadores. Hasta aquí la conquista española de la cual no quisiéramos ni acordarnos, pero que es un paso obligado de la historia… en adelante intentaremos lo propio desde la intelectualidad (poca
academia) para recuperar nuestro patrimonio, y en lo que esperamos este libro sea un pequeño y tímido abrebocas para que la comunidad preste su colaboración en tarea tan importante, como es la de la puesta en valor del tema que aquí nos convoca.
COSMOGONIA
Adoraban al sol y a la luna, e igualmente tenían en gran estimación algunos animales como los micos, los caracoles, las ranas, los felinos y las aves. Los chamanes eran los encargados de predicciones, rituales y sacrificios, además de ser los intérpretes del mundo de los muertos y los dioses. Numeración y cálculo del tiempo Según los cronistas, los primitivos habitantes de estas tierras “Chibchas y Guanes”, se valían para
contar, en primer lugar, los dedos de las manos; para contar de diez en adelante se servían de los dedos de los pies, anteponiendo la palabra quijicha, que significaba “pie”, a los diez primeros
números. Hasta diez contaban así: Uno, ata; Dos, boza; Tres, mica; Cuatro, muijica; Cinco, jizca, Seis, ta; Siete, cujupcua. Ocho, sujuza; Nueve, aca, o acan; Diez, unchihica. De diez en adelante, contaban así: once, quijicha ata; doce, quijicha boza; trece, quijicha mica; y así sucesivamente. Al número veinte, lo llamaban gueta; después sumaban por veintes: un veinte, un gueta; dos veintes, dos guetas. Este sistema de contar por veintes era usado por los pueblos del Asia; según los historiadores, se sabe que los Chibchas y los Guanes dividían el tiempo, como nosotros, en años, meses y días; los días los contaban naturalmente por soles –cada ocho soles (días) hacían el viaje para intercambiar cosas en el mercado; pero no parece que contaran propiamente las horas, pero junto a las casas de los principales de la tribu t enían un poste clavado, muy recto, que les servía con su sombra para indicar el avance del día; era un verdadero reloj de sombra. Al día lo llamaban zua; al día completo, zuasinca; al día lo dividían en dos partes: mañana suamena o simplemente mena y tarde, suameca o meca; a la noche la llamaban zajasa o simplemente za; a la primera mitad de la noche, zasca o zaca, a la segunda mitad, caqui o zagui. Los meses los contaban por lunas, son sus menguantes y crecientes, dividiendo cada una de estas dos partes en otras dos; así resultaban cuatro partes del mes, nuestras semanas. Tenían también el año de doce lunas, la cual llamaban zocam o chocan y que comenzaba con el tiempo de preparar la tierra para las siembras, que más o menos era en el mes de enero de nuestro calendario; así procuraban igualar el año, con el año solar. Para significar el pasado, decían zocamana y al año presente lo identificaban como zocamata. Llevaban cuenta de los años, de
manera que jamás decían solamente zocam, sino que le añadían el número que le correspondía: zocam-ata, zocam-bota, zocam-mica, y así sucesivamente. La mayor división del tiempo entre los Chibchas, y por consiguiente, entre nuestros Guanes, era de setenta (70) años, correspondiente a la edad máxima del hombre de aquella época; este largo espacio de tiempo era llamado por ello Bxogonoa, que traducido al castellano, quiere decir “edad”; era para ellos lo que es para nosotros “el siglo”.
Las anteriores, mal que bien, podríamos inferirlas del acervo documental y museológico existente, pero hay otras que nos parece surgen de la confusión entre los Muiscas y los Guanes. De todas formas, téngase presente que dada la cercanía de estas etnias y algunos puntos comunes entre tribus mesoamericanas, existe una probabilidad, así sea mínima, de que las siguientes situaciones se presentaran entre los habitantes de Xerira y lo que propiamente llaman Guane. Sobre los puntos anteriores “Amanecerá y veremos” si e n verdad es cierto dentro de la cultura Guane.
La Pareidolia
El ser humano, precisamente en la búsqueda de sentido para su vida, para que la cotidianidad sea objeto de su “razón” y su “percepción” de tal forma que le lleven a entenderse a sí mismo y todo
lo que le rodea, realiza procesos mentales complejos, conexiones, deducciones, inferencias lógicas, comparaciones, y demás, todas ellas fruto del acto racional que le caracteriza. Lo que percibimos forma parte de un constructo mental, y dada la limitación de nuestros sentidos y la conversión del registro a través del raciocinio, la representación visual del entorno no es una muestra fiel o idéntica del mismo. Pues bien, este acto racional, más no siempre razonable al ser una forma de percepción engañosa parte de las ilusiones, es el que llamamos pareidolia y con el cual algunos científicos modernos explican la producción del arte rupestre en varios lugares del planeta. La palabra pareidolia proviene etimológicamente del griego eidolon –figura o imagen – y el prefijo par – junto a, o adjunta –, y se emplea en rupestrología para signar aquel acto racional mediante el cual el cerebro humano realiza un proceso de asimilación de las imágenes percibidas a otras ya existentes en su memoria y que hacen de las primeras situaciones objetos entendibles, asimilables o identificables. El término pareidolia es el que mejor designa las alteraciones perceptivas en las que, a partir de un campo real de percepción escasamente estructurado, el individuo cree percibir algo distinto, mezclando lo percibido con lo fantaseado. En este sentido es una forma de ilusión o percepción engañosa que se diferencia claramente de las alucinaciones, seudo-alucinaciones, alucinosis o metamorfopcias. Sería entonces un asunto de metamorfopcia autoprovocada, pero su aparición involuntaria y la adición de un componente irreal al objeto percibido establece la diferencia.
Si no fuera por este, digamos instinto de correlación, el ser humano quizás entraría en una especie de vacío conceptual que podría llevarlo al existencialismo extremo, a la paranoia perceptiva, a la desidia vivencial, u otro fenómeno por fuera de los parámetros de comportamiento humano y social que solemos conocer, y mejor aún aceptar como válidos. De todas formas, también el exceso de correlación, sumado al fanatismo (religioso, escéptico, político, etc.) puede generar dilemas algo contemplativos en los seres humanos, como sucede cuando se dice ver a la Virgen María, a Jesucristo, al Papa, a extraterrestres, al demonio, a los espíritus, donde en realidad no los hay; nuestra mente nos juega una mala pasada y terminamos, como afirma el dicho "viendo lo que queremos ver" o, por qué no, "viendo lo que hemos aprendido o nos han enseñado a ver". Esta clase de experiencias sensoriales, generalmente visuales como las que aquí nos interesan por efectos del tema rupestre, se han presentado constantemente en la historia de la humanidad y en todo el mundo. En las fotos de la región marciana de Cydonia tomadas por la sonda estadounidense 'Viking 1' en 1976, algunos creyentes en los OVNIS ven una esfinge, a la que otros suman pirámides y hasta las ruinas de una ciudad; sin embargo no dejan de ser simples pareidolias, es decir, imaginarios humanos hallando significado a lo que logra percibir con sus sentidos (sus cinco limitados sentidos), a partir de sus personales preconceptos y remembranzas. Es interesante que las pareidolias personales incluso puedan y suelen coincidir con las de otros tantos individuos. Cuando una especial percepción se comparte con los demás, que quizás no ven nada o tienen una idea vaga, la tendencia a la racionalización de lo que se percibe hace que se concrete lo difuso y se reafirme como real, creando pareidolias colectivas que nos llaman la atención. Como expresamos, el cerebro tiende a encontrar significado en lo que percibe, como un tipo de instinto de supervivencia, sea que se trate de imágenes, sonidos, sabores, olores, etc.; nuestro cerebro se va preparando a través de la experiencia personal, e incluso en algunos temas es innata, para hallar significado y encontrar patrones donde en muchas ocasiones no los hay: Se dice que con la pareidolia el individuo se cuestiona alrededor de lo que parece, y luego, con lo que se ha llamado "apofenia" logra darle un significado a lo percibido; la apofenia sería la tendencia innata al ser humano y agudizada en la psicosis, de intentar encontrar sentido en lo que esencialmente es azaroso o en principio indescifrable. En este caso hemos decidido llamar pareidolia al fenómeno en su conjunto. Es por esto que dependiendo de la realidad que se viva, los individuos interpretarán mediante pareidolias diferentes lo que les presenta el mundo real; el observador está condicionado por el instrumento que utiliza, por su fisiología, por su psicología y por su contexto cultural. La interacción gnóstica tiene lugar en condiciones espacio-temporales determinadas dentro de las cuales tienen validez los conocimientos obtenidos; esta validez está respaldada o basada en la habilidad que adquiere el sujeto de predecir o anticipar la reacciones del objeto ante circunstancias que lo afecten; la prueba más contundente de la validez es la habilidad de crear el objeto, de crear objetos concretos que se ajustan a las anticipaciones predictivas. Según ciertos
sectores que analizan el tema, es posible que este instinto sea uno de los factores por los cuales el ser humano tuvo en la historia una ventaja evolutiva: la capacidad de imaginar. Si acudimos a un enfoque un poco más científico-biológico sobre el tema de la pareidolia, y lo relacionado específicamente con las imágenes, es preciso hablar de la hipótesis sobre el funcionamiento de la corteza visual, primaria y secundaria: en la sensación visual el receptor global son nuestros ojos, a través de los conos y bastones fotosensibles. Estas estructuras son denominadas "nivel periférico de la visión", y allí no opera el sistema nervioso central. Éste entra operar en lo que se llama nivel central de la percepción en la corteza cerebral, que es el destino final del estímulo y donde se lleva a cabo el proceso psicológico de la percepción. En el proceso perceptivo, por supuesto, entran a jugar factores diferentes al simple funcionamiento del ojo humano, como son la fuente luminosa (sol o luz artificial; la dirección, la intensidad y el color de la fuente lumínica), el objeto (transparencia, color, forma, tamaño, opacidad, brillo) y el sujeto observador (no todos vemos igual y menos en diferentes circunstancias: si estamos lejos o cerca, si nos hallamos bajo el efecto de un alucinógeno o no, si se sufre de una enfermedad ocular, como por ejemplo: si sufrimos de una agnosia visual aperceptiva o de una agnosia visual asociativa, derivados de una lesión al cerebro, a pesar de que se pueda percibir, la persona pierde la capacidad para reconocer estímulos aprendidos o de aprender nuevos estímulos. etc.). Otros puntos que cobran relevancia son: la reflección, esto es, la acción lumínica en la que se analizan los efectos de la sombra o comportamiento geométrico de la luz, ya que puede darse la sombra propia, la sombra arrojada y la sombra reflejada; también la refracción podría jugar un buen papel, en cuanto el rayo r ayo luminoso cuando entra en un medio m edio no homogéneo (como el agua o el vidrio) se bifurca al contacto con la superficie; la difracción también podría presentarse, y produciría una dispersión y curvado aparente de las ondas lumínicas; o el fenómeno selectivo de filtraje, polarización, que se produce cuando la luz transita por cristales cuya estructura molecular permite el paso de ondas de determinada orientación, obstaculizando obstaculizando otras. También es posible que la costumbre Guane sobre la deformación craneana, considerada por la medicina como un TEC (Traumatismo Encéfalo Craneano), al producir en algunos casos fracturas por estallido de bóveda irradiadas a la base y lesiones en pares craneanos y grandes vasos, produjera alteraciones en la visión o la capacidad de procesamiento de la información visual; sin embargo es una de muchas posibilidades que, como vimos, pueden afectar la percepción. Entonces, estos factores y particularidades de la visión humana y el funcionamiento de la percepción, coadyuva igualmente a la existencia de la pareidolia al momento de intentar describir o interpretar las pictografías y petroglifos. Es así que la Pareidolia podría servirnos como punto de análisis (no necesariamente como explicación definitiva, al igual que las demás teorías) de las obras rupestres documentadas en la
Mesa de Xerira, a partir de lo que valdría suponer observaron los nativos: accidentes de la paisaje, fenómenos naturales, animales, acontecimientos tribales, guerras, manifestaciones metereológicas, etc. Otro ejemplo de pareidolia son las imágenes que a través de los tiempos se han construido empleando como punto de referencia los astros y el espacio sideral en general; de estas representaciones surgen, entonces, las constelaciones y signos zodiacales que aún se identifican cotidianamente; los indígenas igualmente pudieron percibir otras figuras diferentes a las que hoy identificamos. Según relaciona el Dr. Bustamante, los indígenas de los Andes identificaban constelaciones oscuras en el firmamento, de las cuales construyeron diversos mitos o leyendas. En las diferentes visitas que hemos realizado a los lugares con arte rupestre en la Mesa de los Santos, dentro de la inmensa cantidad de pinturas existentes, observamos algunas que quizás puedan obedecer al fenómeno pareidólico en quienes las ejecutaron; aunque siempre nuestras suposiciones serán simplemente simplemente eso y nunca estaremos seguros si los nativos tuvieron similares percepciones, o de si lo que pensamos observar sea a su vez un fenómeno pareidólico de nuestra parte.
Teoría del Plasma
Dentro del universo teórico que ha rodeado las intenciones de los rupestrólogos, para hallar una luz que dilucide los trazos rocosos de nuestros antepasados, una de las más recientes y que causan tanto sorpresa como cierta incredulidad, encontramos la teoría del Plasma, en la que se intenta equiparar el arte rupestre con las figuras que aparecen ante los cambios de la energía, producida por los campos eléctricos, electromagnéticos y/o gravitacionales, entre otras causas. El pionero de esta interpretación, sin quererlo directamente ya que su análisis en ningún momento se dirigió a lo rupestre, fue Anthony L. Peratt, dedicado a los estudios científicos sobre la
energía y el plasma (cuarto estado de la materia); dentro de sus investigaciones, se encuentran las orientadas al estudio de las formaciones producidas por descargas de energía de alta densidad. El Dr. Peratt ha estudiado durante tres décadas en su laboratorio las configuraciones plasmáticas, a efectos de hallar patrones dentro de la misma inestabilidad de las formaciones que se desarrollan en la energía eléctrica de alta descarga. El plasma, así, se compone de una colección de iones y electrones en libre movimiento, que bajo el influjo de la energía produce formaciones identificables por los sentidos humanos. Cabe resaltar que el plasma no es nada “raro”, sino la forma más común de la materia, ya que comprende más
del 99% del universo visible, solamente que no estamos familiarizados con la mención de aquella: el sol, por ejemplo, es plasma, al igual que la ionosfera de la tierra, solo que conocemos generalmente los otros tres estados que son el gaseoso, sólido y líquido. El plasma lo hallamos en rayos de tormentas, luces de neón, lámparas fluorescentes, la aurora boreal, las estrellas, etc. A partir de los estudios del plasma, el científico Peratt ha podido identificar una lista bastante extensa de figuras que se forman con la energía (84 según sabemos, llamadas Peratt Instabilities) y que hoy son asimiladas a las imágenes que aparecen en el arte rupestre. r upestre. Fue precisamente el Dr. David Talbott quien por el año 2000 envió al Dr. Peratt una serie de imágenes rupestrológicas, bajo el supuesto de que habían sido elaboradas por los aborígenes que en su momento habían visto en el cielo las figuras identificadas por el referido investigador. Así, este científico inicia una serie de estudios del arte rupestre atendiendo al lugar de ejecución (latitud y longitud), la orientación de las figuras, la fecha de datación, el campo de visión, etc., principalmente en el Suroeste y Noroeste de América, hallando una correlación tan precisa entre las formas plasmáticas y el arte rupestre, que según Talbott, no puede ser accidental. El Dr. Peratt ha reunido, junto con 30 colaboradores voluntarios, más de 25.000 imágenes de arte rupestre que ha comparado con las del plasma, llegando a la conclusión de que en los petroglifos y pictogramas se reprodujeron los fenómenos del plasma que vieron los indígenas en el espacio, dejando de lado teorías tradicionales sobre el asunto, que ven solamente las figuras del sol, la luna y las estrellas como posibles objetos plasmados en las rocas, adicionando el de los fenómenos energéticos con ocurrencia en todo el mundo. Estas manifestaciones que podemos vincular con los flujos y transformaciones de la energía en forma de plasma, están relacionadas principalmente con los llamados Z-pinch de alta energía, que en el caso del científico mencionado fueron registrados mediante pruebas en laboratorio y simulaciones de plasma. Del artículo publicado al respecto por el Dr. Peratt, podríamos extractar los siguientes puntos sinópticos sobre la teoría del plasma: Cada 11 años, aproximadamente, el sol experimenta un ciclo eruptivo que genera tormentas solares; este impacto del viento solar provoca provoca auroras auroras boreales, boreales, actualmente actualmente visibles sólo en latitudes próximas a los polos, aunque una tormenta solar de una magnitud mayor que las
registradas permitiría observar estos fenómenos en latitudes más próximas a la línea del Ecuador, como pudo suceder en épocas pasadas. La forma de la aurora es determinada por el viento solar supersónico, el escudo magneto-esférico de la Tierra (aproximadamente a 100 km. sobre la superficie de la Tierra), y el campo magnético bipolar terrestre.
La columna de plasma auroral es susceptible a 2 inestabilidades plasmáticas; el haz de los electrones relativista, que forma cortinas; y la inestabilidad diocotron, que causa cortinas para filamentar en una corriente individual y cau sar los “remolinos” o “cortinas”. Estas inestabilidades también generan la radiación observada dentro de un amplio rango del espectro electromagnético. Comunidades ancestrales podrían haber presenciado intensas auroras, fantásticos diseños en el cielo –Peratt instabillities – y tormentas eléctricas de gran magnitud, a consecuencia de la intensa carga atmosférica, las cuales pudieron ser grabadas o pintadas en las rocas al estar para aquellas comunidades relacionadas con seres sobrenaturales, deidades, espíritus, etc. Algunas formas inscritas en el arte rupestre (petroglifos y pictogramas) podrían contener información clave para comprender mejor estos fenómenos ocurridos en épocas remotas y probablemente anticipar la existencia de ciclos de tormentas solares de mayor magnitud. En tal caso, los registros se transformarían t ransformarían en un puente entre pasado y futuro. Dentro de las figuras plasmáticas que más se han representado en el arte rupestre Americano, según Peratt, está la que parece un reloj de arena o una figura antropomorfa en donde el centro más angosto simulará el abdomen del ser vivo.
Es importante destacar que en cuanto se refiere a esta figura, por ejemplo, la configuración de rotación sobre su eje no cambia la forma o el aspecto básico para el observador, que podría estar en cualquier lugar y ver por lo tanto lo mismo, así existan leves variantes en las representaciones indígenas, como podrían ser las diversas formas de las extremidades o de lo que podríamos identificar como la cabeza en las figuras antropomorfas. Es por esto que las preguntas realizadas por Peratt en general fueron ¿Qué impacto tuvieron los sucesos plasmáticos en las primeras civilizaciones? y ¿Qué relación existe entre los fenómenos energéticos del plasma y los orígenes mitológicos del mundo y/o la construcción monumental en la antigüedad? Este investigador opina que el arte rupestre es una prueba de este impacto-relación, y que una vez se hagan los estudios minuciosos pertinentes se dará una luz a la historia de la humanidad. Por el momento, ha identificado tres épocas de ocurrencia en las descargas de plasma posiblemente visualizadas por el hombre.
Un ejemplo latinoamericano esbozado por el Dr. Patricio Gabriel Bustamante, es el que nos muestra en su artículo ya citado, cual es una pictografía de Kayenta-Arizona (izquierda), cuya apariencia es prácticamente idéntica a la figura tridimensional (derecha) que asume la energía en su forma de plasma. Según Bustamante, esta correlación sugiere que la forma del plasma pudo inspirar el petroglifo de Kayenta.
Alrededor de las figuras plasmáticas registradas, aunque sabemos es preciso hacer estudios más especializados alrededor alrededor de ello, quisiéramos a continuación intentar una asimilación con las obras pictográficas de la Mesa de Xerira o Géridas, como hipótesis posible, así:
Por último, y para no hacer más extensa esta exposición comparativa, ya que el lector podrá acudir a los estudios más específicos del principal investigador del asunto (Peratt), tanto en imágenes como en explicación científica, veamos figuras rupestres referidas al plasma que se asimila al “hombre encuclillado”, común en gran cantidad de culturas aborígenes de todo el
mundo.
Para el investigador, general y lamentablemente, en la rupestrología es interpretado este plasma como una figura humana o antropomórfica con piernas y brazos volcados hacia arriba, abajo o mixtos. Como tal, ha sido dejada de lado en la búsqueda de petroglifos más exóticos y con formas más realistas –quizás por esta razón, los petroglifos han sido vistos como historia muda – cuando en realidad, estas formas imitan de manera muy precisa el fenómeno asociado con la más alta liberación de energía conocida, algunas de cuyas formas de inestabilidad no fueron conocidas sino hasta unos pocos años atrás. Esta forma básica fue registrada con independencia de las particularidades culturales o la decoración encontrada en otros petroglifos. El antropomorfismo de las mismas posee una serie de variaciones: el “encuclillado” básico; el “encuclillado” con una barra o estómago en la sección media; el “encuclillado” con uno ó dos puntos alrededor de la cabeza antropomórfica, a menudo
dibujado como orejas extendidas; y la ampliación de la forma básica a reptiles, etc. Las
extremidades pueden estar representadas con concavidad hacia arriba, abajo o mixta, dibujadas a veces con 3 dedos en manos o pies.
A pesar de que el Dr. Peratt saca muchas de sus conclusiones inicialmente sobre petroglifos cuya datación está entre el rango de edad que va desde 10.000 a 2.000 años antes de la era cristiana, bien es cierto que ha continuado haciendo sus investigaciones con aporte de figuras más recientes, que dejan a su vez un manto de duda sobre la ocurrencia de los fenómenos plasmáticos visibles al ser humano, por la época más reciente en que estas se realizaron. De todas formas, esto no es óbice para desechar de plano esta interpretación, porque tanto se pudieron presentar durante el periodo de existencia de la etnia Guane fenómenos plasmáticos, como es también posible que los ocurridos y representados en épocas anteriores pasaren de generación en generación a través de mitos, leyendas, tradición oral o escrita, e inclusive por imitación de las figuras rupestres observadas en otros lugares y que se llevaron consigo las tribus o etnias migratorias que poblaron lo que propiamente llaman Guane. Si la proposición de la tradición rupestre es cierta, podríamos entender porqué muchos grupos indígenas colombianos, que descienden de un tronco común poblacional de hace varios siglos o miles de años, poseen similitudes en las figuras que representaron en la alfarería, orfebrería, tejidos, objetos varios y obras rupestres.
La Importancia Celeste
A partir de las representaciones cosmogónicas también podríamos hallar relaciones entre las diferentes zonas rupestres, sin embargo, vale decir que estas no son tan comunes como las geométricas, las antropomorfas y fitomorfas. Además, lo que podría ser para nosotros una representación de un cuerpo celeste como el sol, la luna, las estrellas e incluso las constelaciones, para los ejecutores Guanes es probable que no lo fuere, así que atendemos más en este sentido a una relación formal de las figuras para dar a entender un vínculo entre las diferentes zonas pictográficas.
Para no hacer más extensa esta sección, pensamos que con los elementos de juicio y gráficos relacionados, es muy probable que los habitantes de Xerira que pintaron en las diferentes zonas, presumiblemente Guanes, Guanes, fuesen los mismos en cada cada caso o tuviesen una íntima conexión conexión entre sí. Es decir, que existiendo pictogramas similares en cada abrigo, lo más factible es que haya sido la misma etnia la que los realizó bajo un sistema de patrones preestablecidos, que obedecían a lo chamanístico, lo político, lo social u otros que faltaría establecer aún con certeza.
FIN