B. LLORCA S. I.-R. GARCÍA VILLOSLADA S. I. F. J. MONTALBAN S. I.
HISTORIA DÉLA
IGLESIA
CATÓLICA ni
EDAD
NUEVA
La Iglesia en la época del Renacimiento y de la Reforma católica POR
RICARDO GARCÍA VILLOSLADA S. I. PROFESOR DE HISTORIA ECLESIÁSTICA EN LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD GREGORIANA DE ROMA
BERNARDINO LLORCA S.I. (t) TERCERA
EDICIÓN
BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS MADRID • MCMLXXXV11
II1
PARTE
Desde el levantamiento de Lutero a la paz de Westfalia (1517-1648)
Reforma
protestante
y reforma
católica
MIRADA DE CONJUNTO
Este período comienza con el levantamiento de Lutero en Alemania, al que siguen próximamente los de Zuinglio y Calvino en Suiza y el de Enrique VIII en Inglaterra, todo lo cual constituye lo que se ha designado en conjunto como la reforma protestante. Ahora bien, si toda la Edad Nueva se caracteriza por la decadencia del espíritu religioso y del prestigio pontificio y por el desquiciamiento de aquella 1 C o m o fuentes para t o d o este período véanse las q u e se indican para toda la Edad Nueva y las anotadas para el levantamiento protestante y la reforma católica e n los capítulos siguientes. Notamos en particular:
F u e n t e s . — M o n u m e n t a Vaticana historiam ecelesiastieam saeculi XVI illustrantia (1521-1546), ed. H . LAEMMER ( F r i b u r g o de Br. 1861); D O L L I N G E R , I-, Materialien zur Geschichte des 15. und 16. Jahrh. 2 vols. (Ratisbona 1862); CORPUS CONFESSIONUM, Die Bekenntnisse der Christenheit, ed. C. FABRICIUS (1928S); S P I N I , G., Storia dell'etá moderna. Dalí'impero di Cario V all'illuminismo (Roma 1960); N A F , W . , Epochen der neueren Geschichte. Staatund StaatengemeinschaftvomAusgang des Mittelalterí, bis zur Gegenwart 11,2 (Aarau, 1960); E N N O VAN G E L D E R , H . A . , The two Refoimations in the VXItb century. A study of the religious aspeets and consequences of the Renaissance and humanism t,La Haya 1961); NÍCKERSON, H . , The loss of uníty ( L o n d r e s r g ó i ) ; CAROCCI, G . , Lo Stato della Chiesa nella seconda meta del secólo XVI (Milán 1961); RANDA, A., Das Weltreich. Wagnis und Auftrag Euiopas im XVI. und XVII. Jht. ( F r i b u r g o d e Breim 1962); NAUBJG, K . - H . , Renaissance and Reformation, 1350-1648. Lesewerk zur Geschichte (Ebenhausen-lez-Munich 1962); HUBATSCH, W . , Das Zeitalter des Absolutismus, 1600-1789 (Braunswick 1962); R E Y N O L D , G. DE, Synthése du XVIIe siécle. France classique. Europe barroque (París 1962); H E L M , P . H . , History of Europe, 1450-1660 ( L o n d r e s 1963); PARRY, J. H., The age of renaissance. Discovery, exploration settlement, 1450 and to 1650 (Londres 1963); HAUSER, H . , La modernité du X V l e siécle, nueva e d . : «Cahiersdes Ann.» 21 (París 1963); C O W I E , L . W . , Seventeenth century Europe ( L o n d r e s 1963); ALBERIGO, G . , Lo svilupo della dottrina sui poteri nella Chiesa universale. Monumenti essenziali tra il XVI ed il XIX secólo (Roma 1964); BARBAGALLO, C , Storia universale. N u e v a ed. IV. Etá della Rinascenza, della Riforma e Controriforma, 1556-1699 2 vols. ( T u r í n 1964); HARRIS, H . W . ( Absolutism and Enlightement (Londres 1965); Geschichte der Khche. III. Reformation und Gegenref., por H . Z Ü C H L E , y A. BOUMAN (Eínsiedeln 1965); BAINTON, R. H . t The history of Christianity ( L o n d r e s 1965). Bibliografía.—Véanse, ante todo, las partes correspondientes d e las historias generales d e la Iglesia, en particular BOULENGER, A., Histoire genérale de l'Église 9 vols. (París 1931-1950); B I H L M E Y E R - T Ü C H L E , Kirchengeschichte i3. a ed. de los vols.i al 3 por T Ü C H L E (Paderborn 19521956); F L I C H E - M A R T I N , Histoire de l'Église, en colaboración con muchos autores (París 19341959); JACQUIN, A. M . , Histoire de l'Église 3 vols. (Brujas y París 1928-48); K I R S C H - H E R G E N R Ó THER, Kirchengeschichte, nueva edición enteramente refundida, 4 vols. ( F r i b u r g o d e Br. y Viena 1930-1950) vol.3, 1305-1648; utilizamos la 6. a ed., preparada por K I R S C H ; desde 1555-1648 ha sido refundida por K. E D E R ; LLORCA, B., Manual de historia eclesiástica 6 . a e d . (Barcelona 1966); ID., Nueva visión de la historia del cristianismo 2 vols. (Barcelona 1956); M O U R R E T , F . , Historia general de la Iglesia, trad. por B. DE ECHALAR, 9 vols. ( M a d r i d 1918-1927); P O U L E T , O , Histoire du christianisme 4 vols. (París 1931-1952); TODESCO, L-, Storia della Chiesa, 4 . a e d . por J. D A N I E L E , 5 vols, ( T u r í n 1947-48). Asimismo pueden verse las obras siguientes: SCHAFER, D . , Weltgeschichte der Neuzeit 2 vols. u . a e d . (1922); LEMAN, A., VÉglise dans les temps modernes (1447-1789) (París 1926); HAUSER, H . , La préponderance espagnole: «Peupl. et Civilis.» 9 (París 1933); DUFOURCQ, A., Le christianisme et la réorganisation absolutiste (1527-1622) 3 . a ed. (París 1933); PASTOR, L . VON, Historia de los papas, trad. castell. (Barcelona 1913S); SEPPELT, F . J., Das Papstum in der neuerenZeit (1534-1789) (Leipzig 1936); A U L T , W . O . , Europe in modern times ( L o n d r e s 1947); N E W , C . W . , Modern
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De Lulero
a la paz de
Westfalia
unidad religiosa que distingue la Edad Media, podríamos decir que el primer período (1305-1517). desde la cautividad de los papas en Aviñón hasta el levantamiento de Lutero, significa la preparación, y el segundo período (1517-1648), que es el que sigue al levantamiento de los varios focos protestantes, significa la realización de esa decadencia y la destrucción de la unidad religiosa. Sometidos los papas de Aviñón a la voluntad y caprichos de los reyes de Francia, va aumentando cada día el descontento y la oposición por parte de otros príncipes y se da pábulo a las teorías conciliares y a otros errores, que van minando cada vez más la autoridad pontificia. Estas corrientes siguen en aumento durante el cisma de Occidente, que es el resultado del cautiverio de Aviñón. Dividida la cristiandad en dos y aun en tres obediencias, es natural que disminuya extraordinariamente el prestigio de los papas y lleguen a su apogeo las teorías conciliares, al mismo tiempo que surgen herejías, como las de Wicklyf y Huss, que llegan a negar el primado del papa. El resultado fue la deplorable decadencia de la autoridad pontificia y la relajación general de costumbres que se advierte al fin del cisma de Occidente, y que, no obstante los nobles esfuerzos de los concilios, de algunos papas, como Nicolás V y Pío II, y algunos grandes predicadores de penitencia del siglo xv, fue más bien en aumento hasta principios del siglo xvi. En estas circunstancias tuvieron lugar los levantamientos de Lutero y demás innovadores del siglo xvi, los cuales no hicieron otra cosa que completar o realizar lo que estaba preparado e iniciado en el período anterior. Es verdad que la Iglesia católica reaccionó poderosamente, y consiguió, por una parte, una verdadera reforma interior, y, por otra, poner un dique al avance de la reforma protestante. Sin embargo, no pudo impedir que la obra de ésta se consolidara, por lo cual termina este período y la Edad Nueva bajo el signo de la paz de Westfalia de 1648, que significa el rompimiento definitivo de la unidad religiosa de Europa y el reconocimiento oficial de las enormes conquistas realizadas por el protestantismo. Podríamos decir, para caracterizar en la forma más concreta y objetiva este período, que en él los innovadores, llamados protestantes en conjunto, desencadenan una poderosa revolución contra la Iglesia, que produjo en todas partes enormes efectos. Ante estas realidades, la Iglesia, que ya había iniciado anteriormente su reforma interior, reaccionó poderosamente, y por medio del concilio de Trento, de los History ( L o n d r e s 1947); REDDAWAY, W . F . , A History of Europe (1610-1715) ( L o n d r e s 1948); H A YES, C. I. H . , Historia política y cultural de Europa moderna ( v o l . l : 1500-1830) (Barcelona 1936); C R I S T I A N I , L . , L'Église a l'époque du concüe de Trente; «Hist. de l'Égl.» de F L Í C H E - M A R T I N , 17 (París 1948); EDER, K., Die Gesch. der K. im Zeitalter des konfessionellen Absolutismus (¡¡¡¡-1648) (Viena 1949); V I C É N S VTVES, J., Historia general moderna 2. a ed. 2 vols. (Barcelona T951-1952); RAMSAYER, F . , Chronologie de la civilisation européenne: 1500-1950 (Bourgoin I 9 5 3 ) ; S C H M I D T , K. D . , Gesch. der Kirche im Zeitalter der Ref. und Gegenref: «Grundriss d e r Kg.» 3 (1953); PASSOW, P . , Das Zeitalter Luthers und Karls V: «Dt. Gesch. im Überblick» (1953); G R E E N , V. H . H . , Renaissance and Ref. (1952); BAINTON, R. H . , The Ref. of the 16. century (1953); G R I M M , H . J., The ref. era 1500-1650 (1954); D A N I E L - R O P S , La Iglesia del Renacimiento y de la Reforma 2 vols. (Barcelona 1957-1958); MOUSNIER, R., Historia general de las civilizaciones vol.4, siglos x v i y x v n (Barcelona 1958); The New Cambridge modern history. I I . «The Reformation 1520-1559», p o r G . R. E L T O N (Nueva York, Cambridge 1958); K N A P T O N , E . J., Europe, 1450-1815 ( L o n dres 1959); R I T T E R , G . , Die Weltwirkung der Reformation 2 . a ed. ( M u n i c h 1959); T R E V O R - R O PER, H . R., The general crisis ofthe XVIIth century: «Past a n d Present» (1959) r1.16p.31s; N A F , W . , Die Epochen der neueren Geschichte I 2.* ed. (Aarau 1959); PAUE, L . DAL, LO Stato Pontificio e ií movimento riformatore del Settecento (Milán 1959).
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C.l. El luteranismo hasta la paz de Augsburgo
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grandes papas reformadores y de un conjunto de nuevas fuerzas providenciales, emprendió y realizó una reforma fundamental y al mismo tiempo desarrolló en Europa y en las misiones de Ultramar una actividad fecundísima. Esto le permitió poder mantener con ventaja las luchas que siguieron en la segunda mitad del siglo xvi y principios del xvn, en que llegó a poner coto al avance de los protestantes y aun a hacerles retroceder en diversos territorios. La guerra de los treinta años (1619-1648) es el mejor exponente de las nuevas fuerzas con que contaba la Iglesia y de la verdadera posición del protestantismo. Por esto el resultado final de la paz de Westfalia, debido en gran parte a la intervención de Francia, no responde a la verdadera situación de las fuerzas católicas y protestantes, pero consagra, en definitiva, una posición desfavorable al catolicismo, mientras, por cuestiones políticas, favorece a los protestantes. CAPITULO
El luteranismo
I
hasta la paz de Augsburgo
(1517-1555)
2
El primer acontecimiento de extraordinaria trascendencia con que nos encontramos al iniciarse este período es el levantamiento de Lutero en 1517, al que sigue rápidamente la defección de la Iglesia católica de inmensos territorios del centro y norte de Europa. Ahora bien, 2 Para los diversos problemas del levantamiento d e L u t e r o y del protestantismo e n Alemania p u e d e n verse: F u e n t e s . — A n t e todo, conviene tener presentes las colecciones de d o c u m e n t o s dogmáticos o libros llamados simbólicos: M Ü L L E R , E . F . K., Die Bekenntnisschriften der reformierten Kirche (Leipzig 1903); M I R B T . , K., Quellen zor Geschichte des Papstums und des rómischen Katholizismus 4. a ed. (1924); M Ü L L E R , J. T . , Die symbolischen Bücher der evangelisch-luther. Kirche 12. a ed. ( G ü tersloh 1928); W O L F , G., Quellenfeund'e der deutschen Reormattonsgescíi. 4 vols. ( G o t h a 1915-1923); D E N Z I N G E R , H . , Enchiridion symbolorum, definitionum, etc., 26. a ed. p o r J. B . U M B E R G ( F r i b u r g o d e B r . 1947). Véanse asimismo otras colecciones d e fuentes: C L E M E N , O . , Beitrage zur Reformationsgesch. (Berlín 190OS); BERBIG, G . , Quellen und Darstellungen aus der Gesch. des Reformationsjahrh (Halle 1907S); FRIEDENSBURG, G . , Archiv f. Reformationsgeschichte (Leipzig 1904S); K I D D , B . J., Documents illustrativs of the Continental Reformation (Oxford 1 9 U ) . D e particular interés son algunas colecciones particulares: Corpus Catholicorum. Werke katholischer Schriftsteller im Zeitalter der Glaubenspaltung (1919S); G R E V I N G - E H R H A R D , Re/brmationsgeschichtliche Studien und Texte ( M ü n s t e r 1906S). Son de gran importancia los documentos referentes al e m p e r a d o r y a los nuncios pontificios: L A U R E N T , Recueíl des ordenances de Charles-Quint I (Bruselas 1895); RODRÍGUEZ V I L L A , El emperador Carlos Vy su corte, 1522-1550: «Bol. A c . Hist.» 42-43 ( M a d r i d 1903); Nunliaturberichte aus Deutschland nebst erganz. Aktenstücke, p o r el Inst. P r u s . de R o m a , 12 vols. (Berlín y G o t h a 1903S); ID., 2. a ser., p o r la C o m i s . Hist. de la Acad. I m p . de Viena (Viena 1897S); D E U T S C H E REICHSAKTEN unter Kaiser K a r ! V. 2." ed. fotomec. (Gottinga 1962-1963) 7 vols.; A c t a Reformationis Catholicae, Ecclesiam Germaniae concernentia, saec. X V I . . . p o r G . PFEIFSCHIFTER. I (1520-1532). II (15321542) (Ratisbona 1959-1960). CULLMANN, O . - K A R R E R , O . , E n h e i t ín Christen (Eichstátt 1960); VAN DE P O L , W . H . , Reformat. Chrhtentum ( K o n i s b e r g 1956); I D . , Der Welt-Protestantismus (Essen 1960); SWIHART, A . K., Luther and the lutheran Church, 1483-1960 ( N u e v a York 1960); BLANKE, F . , AUS der Welt der Reformation. Fünf Aufsatze (Zurich 1960): L É O N A R D , E . G . , Histoire genérale du Protestantisme 3 vols. (París 1960-1964); CRISTIANI, L . , L'insurrection protestante: «Je sais, je crois» (París 1961); BORNKAMM, H . , Das ¡ahrhundert der Reformation. Gestalten und Krdfte (Gottinga 1961); E M I LE, E. G . , Histoire genérale du Protestantisme 2 vols. (París 1961); C A N T I M O R I , D . , Humanesimo e luteranesimo di fronte alia scolastica (Bari 1961); M e B R O W N , R., The spirit of Protestantism ( N u e v a York 1961); BREZZI, P . , Le origini del protestantesimo: «Ut u n u m sint» 1 (Roma 1961); R A N K E , U . - H E I N E M A N N , Der Protestantismus (Essen 1962); HOFSTADTER, B . , The age of Reform ( L o n d r e s 1962); ZELLER, W . , Der Protestantismus des XVII. ].: «Klass. des Prot." 5 (Brema 1962);
P R E N T E R , R . - M E I N H O L D , K . - R A H N E R , K . , a r t . Proíestantismus: L e x T h K 8 ( 1 9 6 3 ) 8 1 6 - 8 3 1 ; L O R T Z , J .
art. Re/ormaí¡on: L e x T h K 8 (1963) 1069-1082; I D . , Historia de la Reforma 2 vols. ( M a d r i d 19631964); HAUSER, H . , L a Naissance du protestantisme 2 . a e d . : «Mythes et réligions» (París 1963); BAINTON, R., The Reformation ofthe XVIth century ( L o n d r e s 1963); H I R S C H , E.. DasWesen des
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P.1I. De Lutero a la paz de Westfalia
C.l. El luteranismo hasta la paz de Augsburgo
ante un hecho tan trascendental para la historia de la Iglesia, lo primero que nos preguntamos es cuál fue el desarrollo interno de la ideología de Lutero y cómo llegó a ese paso decisivo frente a la Iglesia tradicional católica; luego seguiremos los rápidos avances de la nueva ideología hasta llegar a la confesión y, más tarde, a la paz de Augsburgo. I.
DESARROLLO DE LA IDEOLOGÍA DE LUTERO
3
Se comprende fácilmente que al estado en que aparece Lutero en noviembre de 1517 al fijar en la puerta de la iglesia de la Universidad de Wittemberg sus noventa y cinco tesis, tenía que haber precedido una evolución lenta de su espíritu. Veamos, pues, cómo se desarrolló reformaiorischen Christentums (Berlín 1963); E L T O N , G . R., Reformation Europe, 1517-1559, en The Fontana history of Europe ( L o n d r e s , Glasgow 1963); BEARD, C , The Reformation of the XVlth century ( L o n d r e s 1963); D O L A N , J. P., History of the Reformation. A concüiatory assenment of opposite views ( N u e v a York 1965). B i b l i o g r a f í a . — D O L L I N G E R , I., Die Reformation, ihre innere Entwicklung und ihre Wirkungen 3 vols. (Ratisbona 1846S); SCHEUBER, JL, etc., Kirche und Reformation. Aufblühendes kathol. Leben im 16. und 17. Jh. 3.* ed. (1917); EHRHARD, A . - T R O E L T S C H , E., Katholizismus 'jnd protestantisches Christentum in der Neuzeit 2. a e d . : «Kirg- der Gegenw.» 1 (1922) 4 ; R A N K E , L . VON, Deutsche Geschichte im Zeitalter der Reformation 6 vols. (1925-1926); JANSSEN, J., Gesch. des deutschen Volites seit dem Ausgang des Mittelalters, 20. a ed. p o r L . v. PASTOR ( F r i b u r g o d e Br. 1913-1917); P A S TOR, L . VON, Gesch- der Papste seit dem Ausgang des Mittelalters 16 vols. en 22 t o m o s . T r a d . castell. Historia de los papas 37 vols. (Barcelona i g o 8 s ) ; B E Z O L D , F R . V., Gesch. der deutschen Reformation: «Allgem. Gesch.» p o r O N C K E N (Leipzig 1890); M E N T Z , G., Deutsche Geschichte im Zeitalter der Ref., der Gegenref. und des dreissigjhr. Krieges (1493-1648) ( T u b i n g a 1913); H E R M E L I N K . - M A U RER, W - , Reformation und Gegenrejormation: «Handb. d e r Kirchengesch.» p o r G. KRÜGER, 2.*ed. ( T u b i n g a 1931); L O R T Z , L, Die Reformation in Deutschland 2 vols. 2.* ed. ( F r i b u r g o d e Br. 1964); BAUDRILLART, A., L'Église cathol., la Renaissance, le protestantisme 5. a ed. (París 1905); IMBART DE LA T O U R , P., Les origines de la Reforme 4 vols. 2. a ed. ( M e l u n 1943S); L O R T Z I N G , J., Wie ist die abendlándische Kirchenspaltung entstanden? (1920); ANDREAS, W . , Deutschland vor der Ref. (1932); B E L L O C , H . , Characters of the Reformation ( L o n d r e s 1936); W Y C K E N S , L . , Les origines du Lutheranisme: «Nouv. Rev. Th,» 59 P.213S; M O N T A L B Á N , F . J., Los orígenes de la reforma protestante ( M a d r i d 1942); BENDISCIOLI, M . , 11 luteranesimo (Milán 1948); Historia de la Contrarreforma, p o r el P . P. DE RIBADENEYRA, S. I.; Vida de San Ignacio de Loyola, Diego Laínez, e t c . : B A C , n . s ( M a d r i d 1945); CONGAR, I. M . J., Vraie et fause reforme dans l'Église: «Unam sanctam» 20 (París, ed. D u Cerf, 1950); DRUMMOND, A . L., Germán Protestantism since Luther ( L o n d r e s 1951); E L E R T , W . , Morphologie des Luthertums 2 vols. Theologie u n d W e l t a n s c h a u n g des L u t h e r t u m s ( M u n i c h 1952-53); T E R N U S , J., Chalkedon und die Entwicklung der protest. Theologie: «Dar K o n z . Chalkedon», 111,53iss ( W u r z b u r g o 1954); W H A L E , J. S., The Protestant Tradition. An essay in interpretation ( L o n d r e s 1955); TORRANCE, T , J., Les réformateurs et la fin du temps (Neuchatel 1955); G E U S I C H E N , H . W . , Damnamus. Die Verwerfung von Irrlehren bei Luther und im Luthertum der XVIJhts. (Berlín 1955); L É O N A R D , E. J., La notion et lefait de l'Église dans la Réf protestante: «Relaz. X Gongr. intern. scienz. stor.» IV (1955) 75S.; VAETZEL, R., Vraie et fausse Église, selon les théologiens protest. frart$. du XVIIe siécle (París 1956); T O R R A N C E , T . J., Kingdom and Church. A study in the theology of the Ref. ( L o n d r e s 1956); JERM, V., Pictorial history of Protestantisme ( N u e v a York 1957); D i GRAZIA, G., // protestantesimo nella storia della Chiesa (Ñapóles 1958); TAVARD, G., Le protestantisme: «je sais, je crois» (París 1958}; // Protestantesimo ieri e oggi ed. p o r A . ProLANTi y otros ( R o m a 1958); H O L B O R N , H . , A history ofmodern Germany. The Reformation, ( N u e v a York 1959).
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la primera formación de Lutero hasta realizar un paso de tanta trascendencia. 1. P r i m e r o s estudios d e Lutero.—Su VIDA RELIGIOSA. Nacido Lutero en Eisleben en 1483 de un minero, cristiano recto y de severas costumbres, en sus primeros años asistió a las escuelas de Mansfeld, Magdeburgo y Eisenach, y desde 1501 a 1505 hizo los estudios superiores en la Universidad de Erfurt. Ya en estos primeros años de su vida aparece su propensión a las angustias interiores y a cierto espíritu supersticioso, todo ello fomentado por una educación estrecha y rígida. Muy significativa para el desarrollo de su espíritu y para la dirección que fue tomando ya desde entonces fue su formación filosófica en la Universidad de Erfurt. Predominaba en ella la llamada vía moderna, es decir, el ockamismo, en el que se pondera la fuerza de la voluntad humana y se disminuye el influjo de la gracia 4 . En 1505 recibió el grado de maestro, cosa que, en vez de alegría, le trajo más bien temor, preocupación y tristeza, como él mismo atestigua. En estas circunstancias, tal como se deduce de las diversas narraciones que se conservan, aterrorizado en cierta ocasión por un rayo
indicadas en las notas a n t e -
J., s. a ed. p o r G. GAWERAU, 2 vols. (Berlín 1903); HAUSRATH, A., 2 vols. 3 . a ed. (Berlín 1913" 1914); BERGER, A. E., 3 vols. (Berlín 1895-1921); K O E H L E R , W . , 3 . a ed. (Constanza 1917); S C H E E L , O . , 2 vols. ( T u b i n g a 1921S); M A C K I N S O N , J., Luther and'the Reformation (Londres 1925-30). D e s d e el p u n t o d e vista católico, se p u e d e n n o t a r las siguientes: a n t e todo, la d e D E N I F L E , H . , Luther und Luthertum, t.2 p o r A . M . W E I S Z (Maguncia 1904-1906); PAQUIER, L . , art. M . Luther, vie et Theologie: «Díct. T h . Cath.»; GRISAR, G., Luther 3 voís. 3 . a ed. ( F r i b u r g o de Br. 1924-1925); I D . , Luthers Leben und sein Werk 2. a ed. (ibid., 1927); I D . , t r a d . cast. p o r V. E S P I N O S ( M a d r i d 1934); I D . , Lutherstudien 6 fase. ( F r i b u r g o d e Br. 1921-1923)- Citemos a d e m á s : BOEHMER, H . , Luther im Lichte der neueren Forschung 5. a ed. (Leipzig 1918); STROHL, H . , L'évolution religieuse de Luther jusqu'en 1515 (Estrasburgo 1922); M A R I T A I N , J., Trois réformateurs: Luther, Descartes, Rousseau (París 1947). E n t r e las obras más recientes n o t a r e m o s : PLASS, E. M . , This is Luther. A character study (San L u i s 1948); SEEBERG, E., Luthers Theologie in ihren Grundzügen 2. a ed. (Stuttgart 1950); M E I S S I N G E R , K. A., Der katholische Luther ( M u n i c h 1952); CESSI, R., Martín Lutero ( T u r í n 1954); H I R S C H , E., Lutherstudien I (Gütersloh 1954); JETTER, W . , Die Taufe bei Luther ( T u b i n g a 1954); CONGAR, J. M . - J . , Regarás et réflexions sur la christologie de Luther: «Das Konz. Chalk.», III p.457s ( W u r z b u r g o 1954); B R I N G , R., Das Verháltnis von Glauben und V/erken in der Lutherischen Theologie ( M u n i c h 1955); BORNKAMM, H . , Luther im Spiegel der deutschen Geistesgesch... ( H e i delberg 1955); B E N Z , E., Luther et VÉglise orthodoxe: «Irén.» 28 (1955) 406S; TAUSSEL, H . , D. Martin Luther. Der Reformator im Kampf um Evangelium u. Kirche. Sein Werden und Wirken im Spiegel eígener Zeugnisse 2. a ed. (Stuttgart 1955); G R E I N E R , A., Luther. Essai biographique ( G i n e bra 1956); BURBA, K., Die Christologie in Luthers Liedern (Gütersloh 1956); F E L Í U , R. V., Lutero en España y en la América española. Fisonomía moral del fundador del protestantismo (Santander 1956); W E I J E M B O R G , R., Neuentdeckte Dokumente im Zusammenhang mit Luthers, Romreise: «Antón.», 32 (1957) i 4 7 s ; F I F E , R. H . , The revolt of Martin Luther ( N . J. 1957); E L E R T , W . , Morphologíe des Luthertums 2. a ed., 2 vols. ( M u n i c h 1958); H E I N T Z E , G., Luthers Predigt von Gesetz und Evangelium ( M u n i c h 1958); HAICOLA, L . , Studien zu Luther und zum Luthertum (Upsala 1958); P E U K A N , J.- PREUTER, R . - PREUS, H . , More about Luther (Decorah 1958).
F u e n t e s . — D e las siete ediciones completas d e las obras d e L u t e r o , citamos las d o s ú l t i m a s : I. E d . d e Erlangen-Frankfurt, en t r e s p a r t e s : 1) escritos en alemán, 67 vols., 1826-1857; 2) escritos en latín, 38 vols., 1829-1886; 3) cartas, 18 vols., 1884-1923. II. Ed. d e Weimar, la m á s moderna, todavía sin terminar, iniciada p o r J. K. F . KNAAKE, G. KAWERAU y otros críticos. Se h a n publicado hasta 1960 93 vols. Se añaden dos secciones: 1) Die deutsche Bibel, 5 vols., 19061924; 2) Luthers Tischreden, ed. E. KROKER y O . B R E N N E R , 6 vols., 1912-1921. Existen a d e m á s ediciones abreviadas o d e selección, como C L E M E N , O . , y CIETZMANN, A., 4 vols.(Bona 1912-1913); SARTORY, T H . , Martin Luther in kathol. Sicht: «Un. sa.» 16 (1961) 3 8 - 5 4 ; STAUFFER, R., Luther vu par les catholíques. L'évolution des recherches sur Luther dans le catholicisme (Neuchatel 1961); STROHL, H . , Luther jusqu'en 1520 2. a ed. (París 1962); R I T T E R , G., Luther. Gestalt und Tat ( G ü tersloh 1962); ZUMKELLER, A., Martin Luther und sein Orden: «AnAug» 25 (1962) 254-290; L O E W E N I C H , W . VON, Luther und der Neuprotestantismus ( W i t t e n [ R u h r ] 1963); T O D D , J. M . Martin Luther. A biographicál study ( L o n d r e s 1964); BRAVO, T . , El sacerdocio común de los creyentes en la teología de Lutero: «Victoriensia» r6 (Vitoria 1964). B i b l i o g r a f í a . — A n t e t o d o d e b e n tenerse en c u e n t a las biografías p r o t e s t a n t e s : K O E S T L I N ,
N o t a m o s en particular: M O R E A U , E. DE, Luther et le Luthéranisme: «Histoire de l'Église» p o r F L I C H E - M A R T I N , 16 (París 1950) 7-164; GRISAR, H . , Martín Lutero, trad. cast. cit. anteriorm e n t e ; JANSSEN, J., Gesch. des deutschen Volkes; L O R T Z , J., Die Reformation in Deutschland; PASTOR, L . V., Historia de los papas, t r a d . cast. vol.7s. 4 Véase sobre t o d o GRISAR, H . , Martín Lutero, trad. cast. i 8 s , y D E M O R E A U , l . c , 14S. A l g u nos biógrafos d e L u t e r o d a n m u y a b u n d a n t e s p o r m e n o r e s sobre su niñez y primeros años. Según observa D E M O R E A U (l.c., 12), es SCHEEL (O.C.) q u i e n ha estudiado todo esto más d e t e n i d a m e n t e y con m á s acierto. El m i s m o observa q u e el más reciente biógrafo y, sin d u d a , el m á s c o m p e t e n t e entre los católicos, P . Grisar, en su obra m o n u m e n t a l sobre L u t e r o , en tres gruesos volúmenes, dedica sólo unas pocas páginas a estos primeros años d e L u t e r o ; en cambio, en la biografía c o m pendiada q u e escribió posteriormente le consagra incomparablemente m á s espacio (más d e 50 p á ginas en la traducción q u e nosotros usamos). Por lo general, Grisar p o n d e r a (tal vez excesivamente) la propensión a la tristeza, el nerviosismo m o r b o s o del niño y joven L u t e r o . Véase, p o r ejemplo, lo q u e escribe ( l . c , 10): «Lutero poseía u n t e m p e r a m e n t o nervioso; la melancolía q u e a toda hora pesaba sobre su corazón tenía un origen nervioso; sus ideas d e p r i m e n t e s y d e desesperación, q u e le acechaban en t o d o instante, provenían d e una psiquis desequilibrada. Es evidente q u e en semejante estado tenía u n a participación la ley d e herencia».
3 Sobre la vida d e L u t e r o , a d e m á s d e las fuentes riores, p u e d e n verse en particular:
y bibliografía
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,
P.U. De Lutero a la paz de Westjalia
que en medio de un temporal cayó cerca de él y atormentado por el pensamiento del estrecho juicio de Dios y del peligro de salvarse si permanecía en el mundo, hizo voto de entrar en la vida religiosa, y el mismo año 1505, no obstante la oposición persistente de su padre y a pesar de que diversas personas se lo desaconsejaron, entró en Erfurt en el convento de los agustinos eremitas observantes. No obstante algunas afirmaciones posteriores y teniendo presentes más bien otros testimonios del mismo Lutero y de otros contemporáneos, debemos afirmar que en este tiempo y durante los primeros años de su vida religiosa se sintió feliz, si bien consta que, sintiendo, como San Pablo, el aguijón de la carne, no lo abandonaba la angustia ante el pensamiento del juicio de Dios y de la predestinación. Por esto, ya desde el principio se dio a hacer algunas penitencias especiales, si bien tampoco se puede dar fe a su testimonio tardío sobre el gran rigor de estas penitencias. Por otra parte, como tenía el grado de maestro, le fueron muy suavizadas las pruebas del noviciado. En 1506 hizo normalmente la profesión, que él dice realizó «sin vacilación y enteramente contento». Hecha la profesión, inició en seguida sus estudios de teología, en la cual utilizó particularmente los escritos de Gabriel Bíel, el más insigne representante del ockamismo del siglo xv, y en 1507 pudo ser ordenado de sacerdote. Es bien conocida la oposición que aun entonces le hizo su propio padre y la contrariedad que manifestó con este acto de su hijo, llegando a afirmar que hubiera preferido estar lejos y que aquello parecía más bien obra del demonio, pues él, Lutero, no era para el claustro 5 . Los acontecimientos posteriores dieron la razón al padre. De hecho, Lutero se entregó de lleno a los trabajos propios de la vida que había abrazado. Ya el año 1508 fue nombrado profesor de filosofía de la nueva Universidad de Wittemberg, si bien sabemos que se dedicaba con preferencia a la Sagrada Escritura bajo la dirección del agustino Staupitz, quien lo preparaba como sucesor suyo en aquella cátedra. Por esto, en marzo de 1509 le hizo tomar el grado de bachiller en Sagrada Escritura. Poco después fue trasladado a Erfurt al escolasticado de la Orden. Este trabajo de enseñanza y de estudio tuvo una interrupción, de particular importancia en la vida de Lutero. En noviembre de 1510 partió para Roma, junto con otro compañero, por asuntos particulares de la Orden, y allí permanecieron hasta fines de enero de 1511. Son interesantes las impresiones que recibió en la Ciudad Eterna. Entró en ella con la mejor buena fe y visitó devotamente los lugares más venerados. Hiciéronle mala impresión multitud de defectos de la curia romana, que bajo el pontificado de Julio II (1503-13) dejaba mucho que desear, así como también ciertas costumbres del bajo clero y del pueblo; sin embargo, nada de esto disminuyó por entonces su adhesión a la fe católica romana. Ciertas ponderacio5 Cf. D E MOREAU, l.c., 18; GRISAR, 35. En general, la posición y conducta del padre de Lutero resulta bastante enigmática. Por una parte, le da el permiso para su entrada en la vida religiosa y para el sacerdocio, y, por otra, manifiesta su disconformidad con su hijo, al que más tarde sigue en su ideología. Los mismos recuerdos que Lutero conservaba de su padre en su edad madura eran muy variados.
C.l.
El luteranhmo hasta la paz de Augsburgo
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ncs que él mismo hizo en sus Conversaciones de sobremesa son fruto de sus prejuicios posteriores 6 . Vuelto de Roma, se dirigió a Erfurt; pero ya en el verano de 1511 fue enviado de nuevo a Wittemberg con diversas ocupaciones y con el objeto de prepararse para el doctorado, y, en efecto, la promoción tuvo lugar el 18 de octubre de 1512. Poco después, Staupitz veía realizado su ideal de que Lutero fuera encargado de la cátedra de Sagrada Escritura de la Universidad de Wittemberg. 2. Años decisivos de Lutero: 1513-17.—CAMBIO INTERIOR 7. En octubre de 1513 inició Lutero sus clases de Sagrada Escritura en la Universidad de Wittemberg, y durante los cuatro años siguientes recorrió los Salmos y las epístolas a los Romanos, a los Calatas y a los Hebreos. Pasados estos cuatro años, se había efectuado en él la más profunda transformación. Ahora bien, ¿cómo se efectuó este cambio en su ideología? Ya en sus Dictados sobre el Salterio, correspondientes a los primeros años, aparecen las primeras pruebas de la evolución que se iba efectuando en su interior. Pero donde aparece ésta más claramente es en el comentario sobre la Epístola a los Romanos, que resume sus lecciones de 1515-1516 8 . En estas fechas ya se había realizado el cambio interior de Lutero. En relación con él debe ponerse lo que él llama el «descubrimiento de la torre». Fue como una luz especial que recibió de Dios, según él, y que le solucionaba todas sus dificultades y angustias. San Pablo (1,17) habla de la justicia de Dios por la fe. Lutero, pues, creyó ver como con una luz sobrenatural que la justificación de los hombres se verifica por medio de una aplicación e imputación de los méritos de Cristo. Por consiguiente, las obras del hombre no sirven para nada. El hombre tiene una naturaleza corrompida. Sólo la fe o confianza en la aplicación de los méritos de Cristo realizan la justificación. Esta, pues, consiste en una aplicación extrínseca de aquellos méritos, no en una renovación interior del hombre, el cual queda tan 6 Abunda la bibliografía sobre este célebre viaje de Lutero a Roma y sus impresiones de la Ciudad Eterna. Véanse solamente algunos trabajos: HAUSRATH, Martin Luthers Reise nach Rom (Berlín 1899); KAWERAU, Von Luthers Romfahrt (Halle 1901); BÓHMER, H., Luthers Romfahrt (Leipzig 1914); PAULUS, N., ZU Luthers Ramreise: «Hist. Jhb.» (1981) 68s; íbid. (1901) líos; ibid. (1903) 72s. Véanse algunas observaciones de GRISAR (l.c, 40): «Lutero procuró compensar su fracaso estudiando el hebreo con un judío alemán a quien tuvo ocasión de conocer en Roma. Visitó con empeño los santuarios y monumentos religiosos.. Dolorosas experiencias desvelaron ante sus ojos la corrupción que reinaba en Roma así e'n el alto clero como en el inferior, y este descubrimiento le produjo honda y amarga impresión.. Estos recuerdos, profundamente grabados en su espíritu, en lo más íntimo de su alma, habían de despertar después, en la hora de sus luchas contra Roma, convirtiéndolos en armas contra el sedicente «anticristianismo del Papado», que él se jactaba haber descubierto por otros caminos. Parece, además, cierto que en Roma frecuentó círculos alemanes e italianos en los que las costumbres del alto clero eran la comidilla de conversaciones frivolas o de recriminaciones llenas de odio. No supo ver, aun cuando seguramente no le faltarían ocasiones, lo que había de bueno en Roma y en el gobierno de la Iglesia. Otro tanto habrá que decir de su viaje por Italia... Pudo ver su riqueza, así como la manera de practicar en ellos la caridad con los enfermos y con los peregrinos Los magníficos edificios, las numerosas obras de arte que ilustran y glorifican esta época así en Roma como en las demás ciudades de su tránsito..., no parecen haber dejado huella en su espíritu. Su sentido artístico está ausente». 7 Véanse en particular D E MOREAU, l.c, 24S, y, sobre todo, GRISAR, l.c, 44S. Asimismo recomendamos íos estudios especiales: STRÓHL, H., L'évolution..., o.c.; CRISTIANI, L., DU ÍUthéranisme au protestantisme. Évolution de Luther de 1517 a 1528 (París 1911): ID., Luther et le luthéranisme 3. a ed. (París 1909). 8 J. FICKER publicó en 1904 el original inédito de este comentario, pero ya anteriormente lo había utilizado DENIFLE en su célebre obra sobre Lutero. Posteriormente se hizo una edición crítica acompañada de los escolios en la ed. de Weimar, vol.65. Es de gran interés a este propósito la exposición de STRÓHL, o.c, II, y, sobre todo, GRISAR, l.c, 54S.
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P.1L De Lutero a la paz de Westjalia
corrompido como antes. Tal fue el descubrimiento fundamental de Lutero, de donde brotaron después todos los demás errores, como la certeza absoluta de la salvación, la negación de la eficacia de los sacramentos, de las indulgencias, de la misa y todo lo demás 9. Para comprender de algún modo este «descubrimiento», clave de la ideología de Lutero, conviene representarse la mentalidad y el carácter de Lutero. Dominado por el ansia de conocer con certeza su salvación eterna, al mismo tiempo que se sentía agitado por las pasiones, llegó a la convicción de que no podía alcanzar esta seguridad por medio de las ordinarias mortificaciones o con el exacto cumplimiento de los preceptos de Dios y las prácticas de la vida religiosa 1". p o r e\ contrario, creyó descubrir esta certeza en la fe viva en la aplicación de los méritos de Cristo, lo cual, según él, constituía la verdadera justificación. Teniendo presente su carácter y la angustiosa preocupación que lo dominaba, se comprende que este «descubrimiento» diera un nuevo sesgo a toda su vida y que la justificación por los méritos de Cristo constituyera en adelante, como él decía, su «evangelio». 3. Cuestión de las indulgencias. Levantamiento de Lutero 11.—Estas ideas las había ido exponiendo, siempre en una forma velada y respetuosa, en las clases, en la predicación, en sus cartas privadas y aun en algunos actos públicos. Más aún: habían encontrado eco en algunas personas significadas, como el profesor de la Universidad Andrés Boden-Stein, llamado Karlstadt por su ciudad de origen, y otros varios; pero, sobre todo, habían comenzado a cundir entre las masas de los estudiantes y del pueblo y aun habían penetrado en algunos de sus hermanos de hábito. Así, pues, el terreno estaba bien preparado, y la predicación de la indulgencia durante el año 1517 no fue más que la ocasión para que tomara cuerpo y saliera al público la nueva ideología. En efecto, siguiendo una costumbre establecida ya de antiguo entre los pueblos cristianos de Europa, el papa León X (151.3-1521) promulgó en 1515 una bula con el objeto particular de reunir fondos para la construcción de la basílica de San Pedro de Roma. Desde el punto de vista dogmático, esta práctica no ofrece ninguna dificultad. Realizada en la forma en que solía realizarse, los fieles entregaban su limosna, con lo cual, previa la confesión y la comunión, ganaban la indulgencia concedida por la Iglesia si estaban en las debidas disposiciones para 9 Sobre esta evolución del pensamiento d e L u t e r o , cf. D E MOREAU, l . c , 3 i s ; STRÓHL, l.c., 104S. E n el primero se expone la doble manera de explicar esta evolución por los dos principales biógrafos católicos modernos, D E N I F L E y GRISAR. Recientemente se da, por lo común, la razón a Grisar, quien insiste particularmente en el gran influjo q u e tuvieron en la mentalidad d e L u tero el ockamismo y la mística del tiempo. Cf. GRISAR, O . C , S7s; Rechtfertigungslehre und Christenglaube. Eine Untersuchung zur Systematik der Rechtfertigungslehre Luthers in ihren Anfungen 2. a ed. ( D a r m s t a d t 1061); L A U , F . , Paulus, Augustinus, Luther. Rechtfertigungslehre nicht aus dem Werk, sondern aus dem Glauben: «Autsátze u n d Vortr. z u r Theologie u n d Relionswiessenschaft» 17 (Beilín 1061); BIZER, E., Fides ex auditu. Eine Untersuchung über die Entdeckung der Gerechtigkeit Gottes durch Martin Luther 2. a ed. (Neukirchen 1961); PETERS, A., Glaube und Werke. Luthers Rechtfertigungslehre im Lichte der Hl. Schrift: «Arbeiten z. Gesch. u n d T h e o l . Luth.» 8 (Berlín 1962); BORNMANN, H . , Zur Frageder ñustitia Den beimjungen Luther I I : «ArchRGesch» 53 (1962) 1-60; E D E L , G.,Dasgemeinkatholische mittelalterl. Erbe beimjungen Luther: Beitr. zu einer methodol. Gundlegung: «Oekumen». T e x t e u. St. 2,1 ( M a r b o u r g s.L. 1962). 10 Cf. H E R T L I N G , Geschichte der katholischen Kirche (Berlín 1949) 239. 11 Véase en particular D E MOREAU, l . c , 40S, y, sobre t o d o , GRISAR, l . c , 68s; ISERLOH, E., Luthers Thesenanschlag. Tatsache oder Legendel (Wiesbaden 1962); L O H S E , B., Der Stand der Debatte über Luthers Thesenanschlag): «Luther» 34 (1963) 132-136.
C.l • El luteranismo hasta la paz de Augsburgo
667
recibirla. La limosna era la ocasión o la condición para obtener la indulgencia; y, aunque es cierto que hubo algunos abusos, no hay duda que el sistema de indulgencias era generalmente bien recibido por el pueblo cristiano. Para la publicación de dicha indulgencia y para recoger las limosnas recaudadas con ella en gran parte de Alemania fue designado por la Santa Sede como comisario el arzobispo de Maguncia, Alberto de Brandeburgo, el cual, entre otros delegados suyos para este efecto, nombró al dominico Juan Tetzel. Entregóse, pues, éste a la predicación de la bula con el entusiasmo propio de los predicadores del tiempo, y justo es declarar que poseía una sólida formación teológica, y, aunque con alguna inexactitud al hablar de las indulgencias aplicables a los difuntos, habló siempre con la mayor corrección 12 . Llegó, pues, durante el verano de 1516 a las proximidades de Wittemberg y predicó con extraordinario éxito en Juterbog, adonde acudían muchos ciudadanos de Wittemberg, con el consiguiente revuelo en toda la población. Tal fue la ocasión del levantamiento de Lutero. Como toda aquella predicación y la doctrina de las indulgencias era contraria a su nueva ideología, procuró Lutero, ante todo, contrarrestar su efecto en todas las formas posibles. Mas, como Juan Tetzel-continuara atrayendo a las masas durante todo el año 1517, Lutero se decidió finalmente a dar la batalla, y asi, en la víspera de Todos los Santos de 1517, siguiendo la costumbre del tiempo, fijó en las puertas de la iglesia de la Universidad de Wittemberg una lista de 95 tesis, en donde, a vueltas de muchos puntos enteramente ortodoxos, incluía una serie de doctrinas contrarias a las que enseñaba la Iglesia católica. Así, en las tesis 6 y 38 negaba el poder de la Iglesia para perdonar los pecados, y en las 8, 10 y 13 negaba el purgatorio y, consiguientemente, las indulgencias. Algunas, en cambio, eran verdaderos latiguillos contra el papa, como la 86, donde dice: «¿Por qué el papa, más rico que Creso, no edifica San Pedro?» 13 12 Respecto d e Tetzel, ha p r e d o m i n a d o e n t r e los protestantes u n a opinión poco favorable. L o s católicos, generalmente, n o se han preocupado d e su defensa, p e r o m o d e r n a m e n t e h a n reivindicado su prestigio. H e a q u í algunos trabajos publicados: KÓRNER, Tetzelt der Ablasspredíger (Frankenberg 1880); PAULUS, N . , Johann Tetzel, der Ablassprediger (Maguncia 1899); Zur Biographie Tetzels: «Hist. Jhb.» (1895) 37S; D I B E H U S , Johann Tetzel (Leipzig 1904); M A N D O N N E T , Jean Tetzel et sa prédication des indulgences: «Rev. Thom.» (1899) 481S; ibid. (1900) 178S. Véase GRISAR, l.c, 70S. Sobre todo el asunto d e las indulgencias véase PASTOR, Hist. de los papas, trad. cast. VII.302S. P u e d e n verse sobre las indulgencias e n t r e los trabajos recientes: KURZ, A . , Die kath. Lehre vom Ablass vor und nach dem Auftreten Luthers (Paderborn 1903): L É P I C I E R , Les indulgences 2 vols. (París 1903); PAULUS, N . : «Z. kath. Theol.» vols.23.24.25.27, m u c h o s trabajos contra las ideas erróneas d e Harnack y otros. 13 El texto de las 95 tesis p u e d e verse en ed. W e i m a r , L233S; ed. crít. K Ó H L E R , W . , L u thers 95 Thesen (Leipzig 1903). E n esta edición se j u n t a n varias respuestas d e los adversarios y las contestaciones d e L u t e r o . HERGENROTHER ( l . c , 374 nt.2) escribe: «Eran particularmente choc a n t e s : P o r las indulgencias no se p e r d o n a n otras penas q u e las impuestas por la Iglesia (5.20.24): no se sabe si todas las almas quieren salir del purgatorio (29): el tesoro del q u e se reparten las indulgencias no son los méritos d e Cristo y de los santos (58); no existen indulgencias para los difuntos (8.13); ía verdadera penitencia d e b e consistir e n el odio d e sí m i s m o (4); el perdón d e las culpas concedido por el papa sólo significa u n a declaración de q u e están perdonadas p o r Dios (6.38): las almas del purgatorio están poseídas d e u n temor próximo a la desesperación; n o tienen seguridad d e su salvación y son capaces d e a u m e n t a r el a m o r y el mérito» (15.16.18.19). Véanse las observaciones d e GRISAR, l . c , 72S. D e sí m i s m o afirma q u e escribió dichas tesis «apoyándose en el común sentir d e todos los maestros y de la Iglesia entera». Es curiosa t a m b i é n la observación de q u e Karlstadt, «pocos meses antes de producirse el relámpago luterano, había d a d o a luz 152 proposiciones en el sentido d e la nueva doctrina y q u e parece q u e L u t e r o no q u e ría dejarse adelantar d e su amigo. Para ello estimó q u e la publicación d e la indulgencia podía darle ocasión para ponerse en W i t t e m b e r g al frente d e u n movimiento popular» (ibid., 72).
668 II.
P.U. De Lulero a la paz de Westfalia PRIMER DESARROLLO DEL LUTERANISMO. PROCESO Y CONDENACIÓN DE LUTERO 1 4
Los efectos de este acto audaz de Lutero fueron extraordinarios, y, desde luego, mucho mayores de lo que el mismo Lutero pudiera imaginar. Es cierto que no se celebró la anunciada disputa; pero las tesis se propagaron rápidamente por todas partes, y, como en toda Alemania existía un disgusto latente contra Roma, aparecieron generalmente las tesis de Lutero como su expresión más eficaz, y, por lo mismo, comenzaron muchos a mirarlo a él como a un héroe nacional. i. Reacción de los teólogos católicos y respuestas de Lutero.— Sin embargo, hubo desde el primer momento teólogos y polemistas católicos que reconocieron claramente el alcance de las doctrinas que se ocultaban debajo de las 95 tesis, y, sin dejarse sorprender ni ganar por el general aplauso, procuraron descubrir su verdadero peligro. El primero que, según parece, opuso a las tesis de Lutero 56 Antitheses fue Conrado Wimpina, rector de la Universidad de Frankfurt, y es indudablemente una honra de Juan Tetzel haberlas defendido el 20 de enero de 1518 añadiéndoles otras 50 1 5 . En ellas aparece claramente cómo Tetzel y Wimpina habían comprendido el punto más peligroso de la doctrina luterana. Mas no se arredró Lutero ante esta primera oposición. Así, pues, respondió a Tetzel con un Sermón sobre la indulgencia y la gracia, al que siguió poco después el libelo Libertad de un sermón sobre la indulgencia, que era una refutación de la doctrina católica sobre la penitencia. Esto aumentó rápidamente el entusiasmo de las masas por el nuevo héroe nacional, hasta tal extremo que públicamente se quemaron 800 ejemplares de las Antitheses del contrincante de Lutero. Más significación debía tener otro polemista que salió bien pronto a la palestra. Era Juan Eck, profesor de teología de Ingolstadt, hábil dialéctico e insigne teólogo 16, el cual, accediendo a los ruegos del obispo de Eichstátt, compuso sus Annotationes, que eran una serie de atinadas observaciones, en las que notaba el agudo polemista el parentesco de las doctrinas de Lutero con las de Juan Huss. Lutero se sintió herido en lo más vivo, por lo cual en su respuesta designó irónicamente estas Anotaciones como Obeliscos 17. Asimismo, el dominico Silvestre Mazzolini, llamado Prierias, maestro del Sacro Palacio, publicó en junio de 1518 un trabajo teológico, en el que expone la doctrina de la Iglesia sobre las indulgencias. A este escrito respondió Lutero sarcásti14
Para t o d o este apartado véanse sobre todo PASTOR, V I I , 3 i 7 s ; GRISAR, l . c , 72s; D E M O -
REAU, l . c , 15
44S.
L a s ioó tesis (Antitheses) d e Tetzel véanse en H E F E L E - H E R G E N R O T H E R . Conziliengeschichte IX,25s. Asimismo en LÓSCHER, Reform. Urkunden I.484S. Véanse también PAULUS, Tetzel .., l . c , 170S; JANSSEN, Geschichte des deutschen Volkes II,85s. Sobre todo PASTOR, VII.320S. Sobre Wimpina y los demás teólogos y polemistas véase en particular PASTOR, Le. La contestación d e L u t e r o en su Sermón sobre la indulgencia y la gracia en ed. W e i m a r , I.243S. J 6 Véase sobre J. Eck GREVING, J., Johann Eck ais junger Gelehrter: «Reform. geschichtl. Stud.» n.7 ( M ü n s t e r i g o 6 ) ; ID., Johann Eck Pradigttatigkeit... (ibid., 1014); PFEILSCHIFTER, G., Acta Reformationis Catholicae Ecclesiam Germaniae concernentia saeculoXVI. 1:1520-1532 (RatisDonai95o);IsERLOH,E.,art. Eck (lean) : DictHistGéogr. 14(1960) 1375.1375.1379; SCHAUERLE, H . , Johannes Eck and das Konzil: «Unió christ. Festschr.» L. Jaeger (Paderborn 1962) 267-277. ! ' Asterisci, ed. W e i m a r , I,28is. Sobre este escrito d e L u t e r o y toda su polémica contra Eck véase GRISAR, H . , Luther (obra mayor en 3 vols., en alemán) I,686s, donde se notará la pasión d e L u t e r o frente a la serenidad de J. Eck.
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camente, manifestando su desprecio de la autoridad de los papas y de los concilios. Finalmente, a otro dominico, Santiago Hochstraten, que había escrito contra él, le contestó echándole en cara su ignorancia. Hasta qué punto había llegado Lutero en 1518 en la convicción interior de sus propias opiniones, aparece en la disputa celebrada en Heildelberg el 18 de abril durante un capítulo de la Orden. En ella defendió lo que él llamó «teología de la cruz», y llegó a afirmar que la libertad humana no es más que un mero nombre; el hombre no puede cometer más que pecados. El resultado fue que se le adhirieron numerosos miembros de la Orden. Poco después, en el mes de mayo, publicó sus Resoluciones sobre el valor de las indulgencias, que es una aclaración de las 95 tesis l s . Este folleto lo envió al romano pontífice con un escrito de presentación, en el que se mezclan expresiones de reconocimiento de la autoridad pontificia y una absoluta decisión en defender sus opiniones. 2. Primera intervención de R o m a contra Lutero 19 .—Bien pronto llegó a Roma la noticia de estos acontecimientos; pero, en medio del estado en que se hallaba a la sazón la curia romana, no se dio la debida importancia al peligro que significaba todo este movimiento. Según parece, fue el mismo arzobispo Alberto de Brandeburgo quien mandó a Roma la primera noticia oficial sobre aquellos hechos. Enterado, pues, el papa León X sobre el nuevo movimiento desencadenado por Lutero, no es cierto, como se ha afirmado, que lo designara como «reyertas de frailes», sin hacerle ningún caso, sino que, por el contrario, consta que inmediatamente se decidió a intervenir en el asunto. Su primera providencia fue encargar al superior de los agustinos, Staupitz, que procurara contener a Lutero. Mas, como Staupitz era uno de sus principales protectores y admiradores, esta primera medida tomada por la curia romana quedó sin ningún resultado. Así se explica que pudiera fácilmente conquistar partidarios entre los miembros de la Orden. Durante los meses siguientes fueron llegando a Roma noticias cada vez más alarmantes. En junio del mismo año 1518 se envió a Lutero la orden de presentarse en Roma en el término de sesenta días, con lo cual se abría en Roma el proceso formal contra él. Pero en estas circunstancias se inició la intervención de los príncipes temporales en todo este asunto, que fue el paso más decisivo en favor del luteranismo. Federico el Sabio, elector de Sajonia, que había comenzado a simpatizar con las nuevas ideas por cuestión más bien política y movido de cierta oposición a Roma, se interesó por Lutero y obtuvo que compareciera en Augsburgo 20 , a lo que ayudó el emperador Maximilia18 Resolutiongs disputationum de indulgentiarum -uirtute, ed. W e i m a r , I.S22S. Son interesantes las expresiones q u e usa en su carta al romano pontífice, d o n d e se presenta como subdito fiel. Cf. D E MOREAU, l . c , 44, y, sobre todo, GRISAR, 74S. Sobre la disputa del capítulo d e Heídelberg véase GRISAR (obra mayor), I,27os-300s. 19 Véase una amplia exposición del proceso y d e la intervención d e la Santa Sede contra L u t e r o en PASTOR, VII,325s. Como se indica, los mejores estudios s o n : M Ü L L E R , L., Luther rom. Prozess: «Z. f. KG» 24 (1903) 46S; KALKOFF, ZU Luthers rom. Prozess: ibid., 25 (1904) 90S y varías continuaciones; I D . , Forschungen zu Luthers rom. Prozess (Roma 1905); SCIIULTE, Die rom. Verhandlungen über Luther: «Quellen. u. Forsch.» (1903) 32S; D E L I U S . W . , Úrbanus von Serra\onga und der Prozess Luthers: «ArchRef Gesch» 52 (1961) 29-48. 20 N o significa esto, como han afirmado algunos, q u e se obtuvo fuese juzgada en Alemania la causa d e L u t e r o . D e p a r t e d e R o m a se deseaba despachar aquel asunto con la mayor rapidez.
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no. Para ello fue nombrado por la Santa Sede el cardenal Tomás de Vio, llamado generalmente Cayetano, quien pasaba por el mejor teólogo de su tiempo. Celebróse desde el 12 al 18 de octubre de 1518 una dieta en Augsburgo, y allí se presentó Lutero ante el cardenal. Este procuró primero atraérselo con su amabilidad y convencerlo de sus errores; pero, ante la tenacidad de Lutero, le intimó la orden de retractarse de sus opiniones sobre la justificación y las indulgencias. Pero él se negó en absoluto, dando por razón que no había defendido nada contra la Escritura ni los Santos Padres. Más aún: ante el temor de ser apresado, escapó Lutero inesperadamente de Augsburgo, dejando una apelación notarial a Papa non bene informato ad melius informandum 21 . Esta conducta disgustó profundamente al cardenal, el cual se quejó de ella ante el príncipe elector de Sajonia e insistió con él para que obligara a Lutero a presentarse en Roma. Pero, lejos de acceder a ello, Federico el Sabio continuó apoyando a Lutero 22 . Entre tanto, con el objeto de quitar todo pretexto a Lutero, el 9 de noviembre de 1518 se publicó en Roma una bula, en la que oficialmente se precisaban los puntos dogmáticos sobre las indulgencias, mientras él por su parte lanzaba desde Wittemberg una segunda apelación a un concilio ecuménico. Roma entonces inicia otro camino. Con el intento de atraerse a Federico el Sabio y conseguir de él que levantara su apoyo a Lutero, le envió el papa la rosa de oro, distinción sumamente grata a los príncipes católicos. El portador de la misma y de multitud de privilegios e indulgencias para la nueva Universidad de Wittemberg, tan cara al príncipe elector, era el camarero pontificio Carlos Miltitz, hombre hábil, pero altanero, el cual intentó por su cuenta y riesgo atraerse a Lutero, para lo cual se empeñó en arriesgadas conversaciones con él, de las que no se obtuvo ningún resultado 23 . 3. Disputa de Leipzig y condenación de Colonia y Lovaina 24 .—Los informes excesivamente optimistas comunicados a Roma por Miltitz dejaron la impresión de que el asunto de Lutero entraba en vías de arreglo definitivo; pero entre tanto tenía lugar en Alemania un acontecimiento de capital importancia en el desarrollo del luteranismo. Tomando pie de las Anotaciones que Juan Eck había publicado contra las tesis de Lutero, Karlstadt invitó a aquel teólogo a una disputa públicamente, cosa entonces relativamente frecuente en las Por esto, ante las seguridades dadas por el emperador de que así se haría, se juzgó que en realidad éste sería el camino más rápido: que en vez-de ir Lutero a Roma, se presentara en Augsburgo ante el legado del papa, cardenal Cayetano. La señal más evidente del deseo de Roma de terminar cuanto antes este asunto es que todo esto se realizó antes de cumplirse el plazo de sesenta días. Véase PASTOR, l.c, 332S. 21 El texto de la apelación puede verse en ed. Weímar, ll,28s. Véase de un modo especial CRISTIANI, L.: «Histoire de 1'Eglise» de FLICHE-MARTIN, XVII, 13S. Trátase ampliamente de esta apelación a un concilio. 22 Para todo este particular, PASTOR, VII,338S, y GRISAR, 785. 23 Sobre la persona, la significación y la misión de Miltitz dan interesantes detalles G R I SAR, 79; HERGENRÓTHER, I I I , 3 8 I ; PASTOR, VII,34i. En particular pueden verse PAULUS, N., Tetzel..., o.c, 7os; KALKOFF, P., Die Milziade. Eine kritische Nachlege zur Gesch. des Ablassstreites (Leipzig 1911). 24 La disputa de Leipzig tuvo extraordinaria importancia. Véanse como base las relaciones de GRISAR, 84S; STRÓHL, o.c, 275S; CRISTIANI, L., DU luthéranisme au protestantisme 83S. El texto puede verse en SEITZ, Der authentische Text der Leipziger Disputation (Berlín 1903); ed. Weímar, II, 153S.241S. Véase asimismo SEIFFERT, Die Reformation in Leipzig (Leipzig 1893); KAHLER, E., Beobachtungen zum Problem von Schrift u. Tradition in der Leipziger Disput. von 1519: «Hóren u. Handeln», ded. a E. Wolf (Munich 1962) 214-229.
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universidades. Celebróse, pues, en el palacio de Pleissenburg, en Leipzig, durante los meses de junio y julio de 1519, en presencia del duque de Sajonia. El 27 de junio se inició la disputa entre Eck y Karlstadt, a quien habían acompañado Lutero, Melanchthon y un buen número de estudiantes de Wittemberg. Cuatro días sostuvo Karlstadt la dialéctica acerada y contundente del teólogo católico; pero, cuando estaba a punto de declararse vencido, entró en la palestra Lutero, el cual con su impetuosidad y decisión comunicó nuevo interés a la contienda. Pero Eck tuvo la habilidad de mantener la ofensiva, señalando algunos puntos de la doctrina de Lutero enteramente semejantes a algunos condenados en Constanza contra Juan Huss, y, por otra parte, obligó a Lutero a admitir que algunos puntos condenados en Constanza eran enteramente cristianos. Más aún: acorralando cada vez más a Lutero, le hizo proclamar abiertamente que la única fuente de la revelación era la Escritura, rechazando la autoridad de los Padres, de los concilios ecuménicos y de los papas. Tal fue el resultado de la célebre disputa de Leipzig. El triunfo moral de Eck consistía principalmente en haber obligado a Lutero a poner de manifiesto ante todo el mundo su verdadera posición frente a la Iglesia y al romano pontífice. El triunfo católico de la disputa de Leipzig aparecía también por algunos resultados que de ella se derivaron. Por una parte, el duque Jorge de Sajonia, ante la evidencia de los errores fundamentales de Lutero, se afirmó definitivamente en la fe católica; y, por otra, las Universidades de Colonia y Lovaina, invocadas como arbitros de la contienda, fallaron luego contra Lutero, mientras las de París y Erfurt tardaron algo más en dar su fallo desfavorable. Además—y esto pesaba mucho ante los innovadores—, en adelante, ya nadie podía llamarse a engaño, pues todo el mundo pudo ver claramente hasta dónde llegaba la nueva ideología. Esto lo comprendieron muy bien Lutero y sus partidarios; por lo cual, a partir de este momento, se lanzaron con verdadero apasionamiento a la defensa y propaganda de sus doctrinas. Puestos en evidencia ante todo el mundo, ya no podían detenerse. No terminaron en adelante en Lutero sus vacilaciones y angustias interiores; pero procuró acallarlas por medio de la lucha más encarnizada contra el Papado. 4. Reacción de Lutero.—Esta lucha se manifestó inmediatamente por medio de una serie de folletos de propaganda y escritos dogmáticos, en lo que ayudó a Lutero de un modo especial su nuevo discípulo, Melanchton, que tanta importancia debía alcanzar en el desarrollo del luteranismo 25 . En estos escritos, que llenan todo el resto del año 25
Sobre Melanchton existe una bibliografía abundante, que conviene tener presente:
Fuentes.—Ante todo, Corpus Reformatorum (Halle 1834S). Las obras de Melanchton están en los volúmenes 1 al 28, ed. por BRETSCHEIDER y BINDSEIL. Más tarde se añadieron Supplementa Melanchtoniana, por O. CLEMEN y H. ZWICKER, 2 vols. (Leipzig 1910-1911). Asimismo: CLEMEN, O., Melanchtoniana: «Theol. St. Krit.» (1905) 395S. Bibliografía.—HARTFELDER, PH., Melanchton ais Praeceptor Cermaniae (Berlín 1889): ELLINGER, G., Ph. Melanchton. Ein Lebensbild (Berlín 1902); KAWERAU, Die Versuche, Melanchton zur Kathol. Kirche zurückzuführen (Halle 1902); GREEN, L. C , Dte Entujtckíung des evangel. Rechtfertigungslehre bei Melanchton bis 1521 im Vergleich mit der Luthers (Erlangen 1955): SCHUVARZENAU, P., Der Wandel im theol. Ansatz bei Melanchton von 1525-1535 (Gütersloh 1956); SICK, H., M. ais Ausleger des Alten Testaments (Tubinga 1959).
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1519 y gran parte de 1520, se aprovecha el estado de descontento en que se hallaba Alemania contra Roma para atizar el fuego de la indignación popular contra el Papado; pero sobre todo se exponen en ellos, en la forma más cruda, los puntos fundamentales de su nueva ideología. Ya a fines de julio, apenas terminada la disputa de Leipzig, apareció su primer folleto: Resoluciones luteranas sobré las proposiciones disputadas en Leipzig. Lutero se esfuerza en probar que en realidad él no fue vencido. Lo único en que triunfó su adversario fue en sus clamores y gestos trágicos. Mas, para que no quede duda sobre su posición doctrinal, repite que los concilios se han equivocado con frecuencia. Un nuevo acontecimiento iba a excitar más todavía a Lutero. La Universidad de Lovaina, después de largo examen sobre los escritos de Lutero, publicaba en febrero de 1520 una amplia censura y condenación de los puntos fundamentales de su doctrina. Esta censura iba acompañada de otra de la Universidad de Colonia y de una introducción del cardenal Adriano de Utrecht, futuro papa Adriano VI 26. Fácilmente se comprende la violenta reacción de Lutero a la lectura de tan importantes censuras. Aunque él mismo había manifestado al cardenal Cayetano en 1518 que se sometía al fallo de las Universidades, ahora que este fallo le era tan desfavorable, se olvidaba en absoluto de sus anteriores promesas. Con maravillosa rapidez, ya en el mes de marzo dio una respuesta a las censuras desfavorables de las Universidades. El, que había invocado su fallo, les niega ahora el derecho de censurar. Además, protesta contra su conducta, pues no hacen más que afirmar y no prueban nada 27 . Luego dedica a ambas Universidades las expresiones más despectivas, llamándolos «teólogos groseros» y «sofistas que deliran». De este modo se fueron caldeando los ánimos, y las nuevas ideologías luteranas, que encontraban en las masas del pueblo alemán un terreno bien abonado, se fueron propagando con extraordinaria rapi^ dez. Así se comprende que ya en los primeros meses de 1520 se calculaban en unos 1.500 los estudiantes de la Universidad de Wittemberg que acudían a escuchar a Lutero. Indudablemente contribuyó a este rápido progreso de las ideas luteranas la colaboración más o menos directa, ante todo, de Erasmo, de quien consta que aprobó el movimiento de Lutero en sus principios 2 8 ; asimismo, del humanista alemán Vírico 26 Sobre este fallo d e la Universidad d e Lovaina véase sobre todo D E MOREAU, I . C , 4 8 S ; ID., Luther et l'Université de Louvain: «Nouv. Rev. Théol.» (1927). El texto de esta censura d e Lovaina puede verse en FREDERICQ, P., Corpus documentorum inquisüionis neerlandicae IV, 145 ( G a n t e 1900). L a censura d e Colonia, en ed. W e i m a r , I V , i 7 8 s . 2 ? Véase D E MOREAU, I . C , 49. T e x t o en ed. W e i m a r , V I , I 8 I S . 28 Sobre Erasmo es m u y a b u n d a n t e la bibliografía existente: Erasmi Opera, ed. BEATUS T H E N A N U S , 3 vols. (1540); ed. I. CLERICUS, 10 vols. (Leiden 1703-1706); N I C O L I , The epistles of Erasmus from his earliest letters to his fifty first year (Nueva York 1904S); Opus epistolarum, ed. P. S. A L L E N , 7 vols. (Oxford 1906-1928); RICHTER, M . , Die Stellung des Erasmus zu Luther und zur Reformation in den Jahren IJ16-1524 (Leipzig 1900); M E Y E R , A., Étude critique sur les relations d'Erasme et de Luther (París 1909); A L L E N , P . S., The Age of Erasmus (Oxford 1914); S E E ROHM, F., The Oxford Reformes, J. Colet, Erasmus u. Thomas Morus 3.* ed. (Londres 1913); R E NAUDET, A . , Erasme, sa vie et son oeuvre jus'qu en 1517 (París 1913); I D . , Erasme. sa pensée relig. etson action de 151801521 (París 1926); SMITH, Erasmus 3 vols. (Nueva York 1923); Q U O N I A N , T H . , Erasme (París 1934); BATAILLON, M . , Erasmo y España 2 vols. 2. a ed. T r a d . cast. por A. ALATORRE (Méjico-Buenos Aires 1950); CAMPBELL, V. E., Erasmus, Tyndale an More (Londres 1949); H U I Z I N G A , J., Erasmus and the age of Ref. (Nueva York 1957;) T E C H T E R , H . , Ulrich von Hutten. (1954); KLEINSCHMIDT, K., Ulrich von Hutten, Ritter, Humanist und Patriot (Berlín 1955); N U L LI, A., Erasmo e il Rinascimento ( T u r í n 1955); BOUYER, L . , Autour d'Erasme. Étude sur le christia-
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Hutten, quien ya desde 1520 se puso al servicio de Lutero con sus sarcásticos escritos, llenos de odio contra los clérigos. Estos triunfos hicieron olvidar de algún modo a Lutero la humillación de Leipzig. Por esto, ya en plena efervescencia de su pasión antipapista, publicó en junio del mismo año 1520 su folleto Del papa de Roma. Este estado de exaltación pasional debe tenerse presente para comprender los hechos que tuvieron lugar durante la segunda mitad del año 1520. El primero es la aparición de los documentos pontificios contra Lutero y su doctrina y la reacción violenta de Lutero; el segundo, la publicación por parte de éste de los tres principales escritos dogmáticos. 5. Final del proceso contra Lutero. Folletos dogmáticos.— A principios de 1520 llegaron a Roma las censuras de Lovaina y Colonia contra las doctrinas luteranas; sin embargo, según todos los indicios, la reanudación de la causa fue independiente y anterior a la llegada de dichas censuras 29 . De hecho, en Alemania se habían ido publicando diversos trabajos contra los innovadores. Tales fueron: los de Juan Cochlaeus y Jerónimo Emser, capellanes del duque Jorge de Sajonia 30 , y el de Tomás Murner, teólogo franciscano, quien con fina sátira respondió a los apasionados folletos de Lutero. Pero el que con más celo y más conocimiento de causa se dedicó a la defensa de la verdad católica fue Juan Eck. Así, pues, libres en Roma, por la elección del nuevo emperador Carlos V, de la preocupación en que este asunto los había mantenido durante largos meses, y movidos, finalmente, por las representaciones de Juan Eck, se decidieron a emprender de nuevo el proceso de Lutero. En estas circunstancias, con el objeto de hacer ambiente en favor de su causa, publicó Lutero, además de otros escritos, tres de sus más célebres tratados, designados por los luteranos como fundamentales de la Reforma protestante. El primero de estos escritos lleva el título A la nobleza cristiana de la nación alemana sobre la reforma del estado cristiano, y se dirige a los príncipes alemanes. Es un manifiesto revolucionario, en el que pone en las manos de los príncipes toda la jurisdicción temporal y religiosa y usa todos los medios posibles para que, en efecto, ellos la asuman. Así, llega a decir: «Ahorcamos justamente a los ladrones ; damos muerte a los bandidos. ¿Por qué, pues, dejar en libertad al avaro... de Roma, que es el mayor de los ladrones y bandidos que hayan existido ni existirán jamás sobre la tierra?» 31 nisme des humanistes catholiques (París 1955); PADBERG, R., Erasmus ais Katechet ( F r i b u r g o d e Br. 1956); BOISSET, J., Erasme et Luther. Livre du serf arbitre. Bibl. Philos. contempor. Hist. de la phil. et philos. génér. (París 1962). 29 Acerca de este p u n t o véase D E M O R E A U , I . c , 50. Asimismo véase PASTOR, VII,352s. 30 F u e de particular interés la polémica de Emser contra Lutero. Véanse KAWERAU, hheron, Emser. Ein Lebensbild aus der Reformationsgesch. (Halle 1898); ENDERS, Luther und Emser. Drei Streitschriften aus dem Jahre 1521 2 vols. (Halle 1889-1891). 31 Véase el texto d e estos'escritos en la ed. W e i m a r : A la nobleza... V I , 3 8 i s ; De la cauüvL dad... VI,48 4s. En general, sobre estos escritos d e p r o p a g a n d a : L E M M E , Die drei grossen Reforma, tionsschriften 2 . ' e d . (Gotha 1884); C L E M E N , O., Flugsrfirt/ten aus den ersten Reformatwnsjahrer, 4 vols. (1906-1910); GRISAR, H . - H E E G E , F., Luíhers Kampfhilder 4 f a s e : «Lutherstud.» 2 -3-5-6 (1922-1923). Sobre todo véanse GRISAR, 120S; D E M O R E A U , I . C , 87S; véanse algunos estudio^ recientes sobre las ideas d e L u t e r o : K I N D E R , E., Der evangelische Glaube und die Kirche. u r u n ^ züge des evangelisch-luther. Kirchenverst andnis 2.* ed. (Berlín 1960); HERMANN, R-, Gesammelte
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El segundo de estos escritos es el gratado De la cautividad babilónica de la Iglesia. En él manifiesta Lutero su habilidad como conocedor de las masas. Presenta a la Iglesia como un verdadero tirano, al procurar mantener a los fieles en el más oprobioso cautiverio de los sacramentos, de la autoridad de los concilios y de los papas. Por esto se impone, dice, «la derogación de todos los preceptos de la Iglesia. Es preciso poner término al celibato eclesiástico, que es una institución maldita». El tercer escrito lo compuso poco después. Es el titulado De la libertad cristiana, en el que da una síntesis de su doctrina sobre la justificación y sobre otros puntos fundamentales de su ideología. A estos tres folletos debe añadirse otro Sobre la misa, en el que rechaza directamente el carácter de sacrificio de la misa, toda la jerarquía y el sacerdocio propiamente tal, pues sólo admite el general de todos los fieles; y, finalmente, otro dirigido al emperador antes de su coronación, realizada el 22 de octubre. Pero entre tanto continuaron en Roma los trabajos preparatorios para la sentencia condenatoria, y, finalmente, el 15 de junio de 1520 salió la bula pontificia Exurge, Domine, que, sin nombrar a Lutero, señala cuarenta y una proposiciones, en las que se resumen sus principales errores y se condenan, parte como heréticos, parte como falsos y escandalosos. En consecuencia, ordena que se quemen los escritos en que se contienen estos errores y se comunique a Lutero que será excomulgado si no se retracta dentro de sesenta días. Añadamos como nota interesante que, según admite el mismo Kalkoff, la mitad de los artículos tienen por base los de Juan Eck, y la otra mitad, las proposiciones censuradas por Lovaina 32 . La primera impresión de Lutero, muy en consonancia con su carácter, fue una mezcla de dos afectos; por una parte, una intensa preocupación y_ angustia sobre lo que debía hacer en un momento tan decisivo y trágico de su vida; mas, por otra, una creciente adhesión a sus ideas, con exclusión absoluta de toda retractación. Como efecto del primer sentimiento se explica que, movido por Miltitz, dirigiera en el mes de octubre a León X una carta en la que protestaba ante el papa de que no había cometido ninguna falta de respeto a su persona. Sin embargo, acuciado por el segundo sentimiento, se desataba luego en recriminaciones contra la Iglesia, a la que designa como «cueva de asesinos..., madriguera de malvados, peor que todas las guaridas de criminales». Studien zar Theol. Luthers u. der Reformation (Gotinga 1960); L O H S E , B . , Luthers Kritik ara Monchtum: «Evangel. Theol.» 20 (1960) 413-32; DIESTELMANN, J., Konsekration. Luthers Abendmahlsglaube in dogmatischliturg. Sicht: «Luthertum» 23 (Berlín 1960); CLARK, F - , Eucaristie sacrifice and the Reformation (Londres 1960); PETERS. A . , Realprasenz. Luthers Zeugnis von Christí Gegenwart im Abendmahl: «Arbeiten z. Gesch. T h e o l . des Luth.» 5 (Berlín 1960); A G N O L " T TO, A . , La filosofía di Lutero (Milán 1961); SCHWARZ, R., Fides, spes, u. caritas beim jungen Luther (Berlín 1962); ALTHAUS, P., Die Theologie Martin Luthers, 2. a ed. (Gütersloh 1963); CASALIS, G . , Luther et l'Eglise confessante: «Miscrocosme. Maítres spirit.» 28 (París 1962); PINOMAA, L . , Die Heiligkeit im Luthers Theologie: «TheolLitZ» 87 (1962) 253-259; L O H S E , B-, Monchtum und Reformation (Gotinga 1962); PETERS, A., Glaube und Werk (Berlín 1962); T A P P O L E T , W - , Das Marienlob der Reformatoren. Martin Luther, Johannes Calvin... ( T u b i n g a 1962); GERRISCH, B . A., Grace und Reason. A study in the theol. of Luther (Londres 1962); BRAVO, F . ( Naturaleza del sacerdocio común de los creyentes, según Lutero: flRevEspTeol» 22 (1962) 179-253; GABAS, R., Clave teológica para la inteligencia de la eclesiología protestante: «Salmantic.» 10 (1963) 161-241; H E A D LEY, J. M . , Luther's view of Church History (New Haven 1963). 32 Zu Luthers rom. Prozess 99. E l texto d e la bula Exsurge, Domine p u e d e verse e n Bullar. Rom., ed. T a u r i n e n s e , V,748s; RAINALDI, Annales a.1520 n . 5 i s ; KALKOFF, P., Die Bulle «Exsurge, Domine»: en «Z. f. KG» (1914) l66s. Para toda esta relación, además d e los trabajos d e M Ü L L E K y K A L K O F F , véanse, s o b r e t o d o , PASTOR, VII,356s y G R I S A R ,
II6S.
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Pero entre tanto la bula pontificia del 15 de junio iba produciendo muy diversos efectos en los territorios germanos. Su publicación, de la que fueron encargados Juan Eck y Jerónimo Aleander, tropezó con grandes obstáculos. Uno de los principales fue la inacción o indiferencia de muchos prelados y, sobre todo, la hostilidad de algunos principes. El mismo Erasmo desacreditó públicamente la acción del romano pontífice 33 . En este ambiente se explica que Lutero, al mismo tiempo que con nuevos escritos dogmáticos consolidaba su posición y hacía ambiente en su favor, fuera envalentonándose cada vez más. Por esto empezó a dar muestras de gran desprecio de la bula pontificia, mientras le hacían eco sus principales seguidores. El humanista Hutten llegaba al extremo de devolverla a Roma, acompañada de un comentario satírico. Finalmente, el mismo Lutero, en noviembre de aquel año 1520, publicó uno de los más apasionados libelos que salieron de su pluma, titulado Contra la bula del anticristo. Mas no se contentó con este acto, sino que quiso manifestar su protesta en una forma solemne y aparatosa. Para ello invitó el 10 de diciembre a gran número de profesores y estudiantes de la Universidad de Wittemberg, y en su presencia quemó públicamente no sólo la bula pontificia, sino también el Código de derecho canónico y varios escritos de Juan Eck 34 . Ante esta actitud de rebeldía de Lutero, pasado el término anunciado, el romano pontífice promulgó el 3 de enero de 1521 la bula de excomunión Decet Romanum Pontificem 35 . III.
DESARROLLO ULTERIOR DEL MOVIMIENTO LUTERANO HASTA LA C O N F E S I Ó N
DE AUGSBURGO
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3 6
Con la condenación de Lutero, por una parte, se ratificaba la división religiosa de Alemania, y, por otra, daba el romano pontífice su fallo definitivo en el asunto de los innovadores. Esto fue de gran trascendencia, pues unos y otros sabían ya en adelante a qué debían atenerse. 1. El emperador Carlos V. Edicto de W o r m s (1521) 37 .—El emperador Carlos V, de convicciones profundamente católicas, apenas 33 Son d e gran interés las diversas manifestaciones d e Erasmo con ocasión d e la condenación d e L u t e r o p o r el papa. Así, el 5 d e noviembre d e 1520 decía al elector d e Sajonia q u e la persecución d e L u t e r o se debía a motivos innobles y q u e era t o d o gritería y p u r a maldad. E n cambio, a L e ó n X le escribía: «Lutherum n o n novi nec libros illius legi nisi forte 10 aut 12 pagellas». 34 Estos escritos d e L u t e r o contra la bula Exsurge, Domine, d e León X, véanse e n ed. W e i m a r , VI.576s.595s; V I I , l 6 r s . Véanse C L E M E N , O . , Uber die Verbrennung der Bannbulle durch Luther: «Theol. St. u. Krit.» (1908) 460S. Sobre t o d o véanse PASTOR, VII,3ó7s; GRISAR, l . c , 129S. 35 Véase u n a exposición amplia d e estos hechos e n KALKOFF, o . c , 165S; PASTOR, V 1 I , 3 6 8 S ; GRISAR, 130. El texto d e la bula Decet véase e n Bullar. Rom., ed. T a u r i n e n s e , V , 7 6 i s . Cf. K A L -
KOFF, I 3 5 s . 3
6 Véanse e n particular PASTOR, VII,37s; GRISAR, o . c , 135S. 7 Sobre Garlos V, particularmente sobre su actitud frente a la reforma protestante y e n p a r ticular a la dieta d e W o r m s : SANDOVAL, P . DE, Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V 2 vols. (Pamplona 1714-1718); N A M E C H E , A . J., L'empereur Charles V et son régne (Lovaina 1889); BAUMGARTEN, H . , Geschichte Karls V 3 vols. (hasta 1539) (1885-1892); ARMSTRONG, O . , The emperor Charles V 2.*ed. 2 vols. (Lovaina 1910); HABLER, K., Geschichte Spaniens unter der Regierung Karls I (Gotha r 907); DEBACHENAL, R., Histoire de Charles V (París 1916); L E W I S , D . B . W . , Charles V, emperor of the West ( L o n d r e s 1936); M E R R I M A N , R . B., Carlos V, el emperador español en el viejo y nuevo mundo, trad. española p o r G . SANS H U E L I N (Buenos Aires 1940); GARCÍA MERCADAL, J., Carlos Vy Francisco I (Zaragoza 1943); BABELON, J., Charles V: 1500-1556. Époques et visages (París 1947); MARAVALL, J. A., Carlos Vy el pensamiento político del Renac. ( M a d r i d 1960); JOVER ZAMORA, J. M . , Carlos V y las formas diplomáticas del Renac., I535~1538: «Anal UnivVal» 34 n . i (Valencia 1960): ZAMORA, F . , El pontificado y el imperio en vida de Carlos VI 3
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PAL De Lulero a la paz de Westjdia
publicada la bula pontificia contra Lutero, hizo quemar públicamente sus escritos en Lieja, Colonia y Maguncia, y, en general, no puede dudarse que emprendió inmediatamente una activa campaña contra la nueva ideología. Por desgracia, las guerras en que se vio casi continuamente envuelto le obligaron a estar ausente de Alemania y apartar su atención del luteranismo, que iba avanzando rápidamente; y, lo que es peor, lo forzaron a hacer frecuentes concesiones a los príncipes protestantes, con lo que el movimiento protestante fue avanzando más y más. La dieta anual del imperio, que se celebraba aquel año 1521 en Worms, fue una excelente ocasión para plantear oficialmente la cuestión de las innovaciones luteranas. Federico el Sabio de Sajonia suplicó que se escuchara a Lutero en la dieta. El legado del papa era de opinión que no debía ser escuchado en la dieta, pues su causa estaba ya juzgada por el papa. Así lo hizo ver en un célebre discurso de tres horas de 13 de febrero. Sin embargo, la mayoría decidió que se le admitiera, con el objeto de exigirle una retractación e interrogarle sobre diversos puntos 38. Así se realizó en efecto. Mas por de pronto, y antes de la llegada de Lutero, renovó la dieta la antigua queja de los cien Gravámenes de la nación germana, y, como era natural, renováronse con esta ocasión todos los resentimientos tan generalizados en Alemania contra la curia romana. Después de esto, el 16 de abril del mismo año 1521 se presentó Lutero ante la dieta. Ya al día siguiente, 17 de abril, se le plantearon las dos cuestiones fundamentales: si reconocía como suyos los escritos allí presentes y si estaba dispuesto a retractarse de los errores señalados. No obstante la decisión con que se había presentado, Lutero quedó profundamente impresionado por esta solemne intimación. Por esto pidió se le concediera tiempo para reflexionar. Concediósele sin dificultad lo que pedía, y al día siguiente, 18 de abril, exigiósele de nuevo una absoluta retractación, a lo cual respondió con un célebre discurso, en el que vino a decir que él no había dicho en sus escritos nada reprobable; el mal consistía en que Roma ejercía en Alemania una verdadera tiranía. Finalmente, a una tercera requisitoria de que hiciera una clara retractación, respondió que no lo haría hasta que se le presentara una refutación con la Sagrada Escritura. El papa y los concilios podían errar. El era esclavo de la palabra de Dios. Todavía permaneció Lutero algunos días en Worms, pero fue imposible obtener nada más de él. El 26 de abril abandonó la ciudad de Worms apoyado en el salvoconducto imperial. Así, pues, por este lado, la dieta fue un fracaso. En cambio, Carlos V entregó al nuncio una declaración escrita por la que se compro«RevArchBiblMus» 68 (1960) 409-449; CUESTA, L., LO que no conocemos de Carlos V: ib., 29-79; RASSOW, P.-SCHALK, F., Karl V. Der Kaiser u. seine Zeü (Colonia-Graz 1960); MARQUÉS DE MULHACÉN, Caries V y su política mediterr. (Madrid 1962); DRION DU CHAPOIS, Charles-Quint et l'Europe. Aspeéis de sa poüttque imperiaie; «Destin de l'Europe» (Bruselas 1962); LUTZ, H., Christianitas affticta. Europa, das Reich und die pdpstl Politik im Niedergang der Hegemoníe Karls V (i532-'SS6) (Gotinga 1964). „ „ „ , . . , 38 Sobre la dieta de Worms; KALKOFF, P., Die Depeschen des Nunüus Aieander vom Vormser Reichstage i¡2l 2.*ed. (Halle 1887); ID., Briefe Depesche und Berichte über Luther am Wormser Retchstage (Halle 1898); ID., Die Entscheidung des Wormser Ediktes (Leipzig 1913); ID., Der Wormser Reichstag vom 2522 (Munich 2922); PACQUIER, J., Lettres familiéres de J. Aleander (1510-1540) (París 1909); RUFFET, Luther et la diéte de Worms (Toulouse 1903); KESSEL, E., Luther vor dem Reichstag in Worms 1521: Festgabe f. P. Kirn (Berlín 2961) 172-290.
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metía a defender la religión de sus padres aun al precio de su sangre y vida, y, después de la partida de Lutero, publicó el célebre edicto de Worms, del 25 de mayo de 1521 39 , en el cual se proscribía decididamente en todo el imperio a Lutero y a sus secuaces y se ordenaba fueran quemados sus escritos. 2. Lutero en la Wartburg. Escritos dogmáticos.—Sin embargo, esta proscripción de Lutero tuvo escaso resultado, en lo que influyó decididamente el hecho de que Carlos V, a quien durante los años siguientes apartaron de Alemania las guerras con Francia, no pudo urgir su exacto cumplimiento. Además, el elector de Sajonia, Federico el Sabio, puso a Lutero inmediatamente a salvo. Mientras volvía de Worms, antes todavía de publicarse la proscripción imperial, se simuló un asalto inesperado en el camino y fue conducido a la fortaleza llamada Wartburg, que pertenecía a dicho elector 4 ". Allí permaneció Lutero durante diez meses, en que su vida pudo correr mayor peligro por efecto de la proscripción imperial. Mas, por otra parte, este tiempo no fue perdido para su causa. Por el contrario, Lutero lo aprovechó para realizar una obra particularmente fecunda. Durante este tiempo redactó, o comenzó a componer, un buen número de obras importantes. Además de otros trabajos, escribió bien pronto su folleto Refutación del razonamiento latomiano, en el que daba respuesta al profesor Latomus, de Lovaina, quien en mayo de 1521 había escrito contra él. Trabajó igualmente en una respuesta a la censura de la Facultad de Teología de París contra sus errores, y en ella designa a la célebre Universidad como «la más vil prostituta que haya alumbrado el sol» y usa otras expresiones más fuertes. Asimismo, compuso el tratado Sobre ¡os votos monásticos, escrito muy significativo, que sirvió de base a innumerables frailes y monjas para abandonar el claustro. Pero los trabajos que más lo ocuparon, e indudablemente los más célebres de este retiro forzoso de Wartburg, que Lutero llamaba su Patmos, fueron las traducciones de la Biblia. Ante todo, compuso la traducción del Nuevo Testamento, que terminó en 1522. Asimismo comenzó la del Antiguo Testamento, que continuó después hasta 1534, en que la terminó. Ciertamente estas traducciones adolecen de defectos capitales, sobre todo los cambios y omisiones cuando se trataba de algo referente a sus ideas, e incluso el rechazar por entero la epístola canónica de Santiago; pero no hay duda que fue, desde el punto de vista de Lutero, un extraordinario acierto para su causa. Literariamente, era un excelente trabajo. Menos valor tenía como traducción del original, pues Lutero no conocía el hebreo y sólo medianamente el griego. A este número de obras fundamentales compuestas o iniciadas durante la estancia de Lutero en la Wartburg debemos añadir la que publicó Melanchton en diciembre del mismo año 1521, titulada Lu39 El texto del edicto puede verse en WREDE, Reichstagsakten II.649S; ID., Der erste Entwurf des Wormser Ediktes: «Z. f. KG» 20 (2900) 546S; KALKOFF, P.. Die Entstehung des Wormser Ediktes.... o.c; BRIEGER, T., Zwei bisher unbekannte Entwürfe des Wormser Ediktes (Leipzig 2920). 40 Sobre la estancia de Lutero en la Wartburg véase en particular GRISAR, 246S. Sobre la traducción de la Biblia allí comenzada, HIRSCH, E., Luthers deutsche Bibel (2938). El texto de los escritos allí compuestos por Lutero véase en ed. Weimar, VII.43S (Refutación...); 504S (Sobre los votos...); 398S (De la abrogación...); 477s (Sobre el abuso...).
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gares comunes de las cuestiones teológicas . Era un compendio de teología, en el que, naturalmente, se exponían los conceptos de la justificación por sola la fe, la falta de libertad del hombre, la inutilidad de las buenas obras y la doctrina luterana sobre los sacramentos, la misa y las indulgencias. En cambio, no se decía nada sobre la Trinidad y la Encarnación, que se suponían de poca importancia para nuestra vida moral. En adelante, esta obra, al lado de los escritos doctrinales de Lutero, constituyó la base de la dogmática de los luteranos. Mas no fue todo paz y tranquilidad para Lutero en la Wartburg. Una documentación abundante, particularmente algunos testimonios del mismo Lutero, confirman el hecho de que durante los meses transcurridos en aquella soledad fue objeto de persistentes ansiedades y luchas interiores 42 . Ya el 13 de julio de 1521 escribía a Melanchton que «ardía en su carne y en la lujuria», y añadía luego: «No sé si Dios se ha apartado de mí». Más aún: insiste en la idea de que el demonio lo perseguía y que tuvo que mantener duras batallas con él. Así, refiere que el mismo demonio se le presentó una tarde en forma de perro, pero que felizmente lo pudo él apresar y arrojar por la ventana. Prescindiendo de la veracidad de estos y otros hechos, ciertamente podemos admitir que, con ocasión de las largas horas que tuvo que pasar Lutero en aquella soledad, se renovaron sus preocupaciones y angustias interiores y tuvo que sostener duras batallas contra ellas. 3. Revueltas de Wittemberg 4 3 .—Otro asunto turbó la tranquilidad de Lutero. Muy a los principios de su estancia en la Wartburg, llegaron de Erfurt noticias de que algunos estudiantes de Wittemberg, apoyados por grupos del pueblo, se habían dedicado a saquear las casas de los canónigos y a cometer otros atropellos. La agitación continuó intensificándose cada vez más, con la tolerancia del príncipe elector, hasta el extremo de destruir las imágenes de la iglesia, eliminar la misa y excitar a los religiosos y religiosas a abandonar sus conventos y romper el celibato. Ante noticias tan alarmantes, según parece, salió Lutero de incógnito de la Wartburg, vestido de caballero, estuvo ocho días en Wittemberg, se informó de todo lo ocurrido y procuró aplacar los ánimos. Luego volvió de nuevo a su retiro, desde donde escribió su Exhortación leal a guardarse de la sedición44. Sin embargo, esto no obtuvo el resultado apetecido. El ex agustino Zwilling y Karlstadt continuaron sus agitaciones. Se sustituyó la misa por la cena eucarística, repartiendo la comunión bajo las dos especies; prohibiéronse los trajes eclesiásticos y se continuó destruyendo imágenes de santos, a las que Karlstadt llamaba ídolos. Ni era sólo en Wittemberg. En Zwickau y en otras poblaciones llegó más adelante el desorden con la intervención de la nueva secta 41 Ph. Melanchtons Loci communes, ed. por P L I T T - K O L D E , 4.»ed- Ü925). Sobre esta o b r a véase H O P P E , T H . : «Z. f. Syst. Th.» 6 (1929) 599S. •*2 Cf. D E M O R E A U , l . c , 54S. Véase, sobre todo, GRISAR, 149S. 43 Sobre las revueltas d e W i t t e m b e r g y los sucesos q u e siguieron, M Ü L L E R , T H . , Die Wittenberger Bewegung ('1521-1522; 2.» ed. (1911); K N O L L E , T H . , Luther ufd die Bilderstürmer (1922); S T E C K . K . G., Luther und ¿ie Schevarhmer: «Theol. Stud.», 4 4 ( Z u r i c h I 9 5 5 ) ; C A M P E N H A U S E N , H . VON, Die Bilderfrage ¡n der Reformation: «Z. Kirch. Gesch.», 68 (1957) f6s. ** E d . W e i m a r , VIII,676s. Karlstadt, m á s radical q u e L u t e r o , se fue separando d e él e n diferentes opiniones. El fue el primero d e los dirigentes q u e t o m ó mujer, eliminó la misa, negó la presencia real en la eucaristía, destruyó imágenes, etc.
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de los anabaptistas, dirigidos por Tomás Münzer y Nicolás Storch. Estos fanáticos, partiendo de la base que debía transformarse por completo el orden social, asentaban el principio de que el bautismo de los niños era inválido por faltarles la fe, y así rebautizaban a todo el mundo. lJor esto fueron designados como anabaptistas. Mas lo peor del caso era que-, llevados de su fanatismo, emprendieron una violenta campaña con el objeto de establecer el nuevo orden de cosas, eliminando la jerarquía para vivir sin ley y sin culto; pero, arrojados de sus territorios, algunos de sus cabecillas escaparon á Wittemberg a fines de 1521, y allí se juntaron con Karlstadt y renovaron todos juntos los mayores desórdenes. Quedaron abolidos los estudios; se obligó a los estudiantes a aprender oficios manuales, y a los obreros a predicar el Evangelio; se eliminó el culto público, la misa, la confesión y los ayunos prescritos por la Iglesia. 4. Lutero sale de la Wartburg.—En estas circunstancias, requerido con insistencia por Melanchton, salió Lutero de la Wartburg en marzo de 1522. Aunque pesaba sobre él la proscripción imperial, seguro de la protección del príncipe elector de Sajonia, se dirigió a Wittemberg, y con su ascendiente personal y el ardor de su palabra restableció rápidamente el orden. Sin embargo, tuvo que ceder a gran parte de las exigencias de los agitadores. Así, pues, con la plena aprobación de Lutero y en inteligencia con ti, se eliminó definitivamente la misa privada, la obligación de la confesión, los ayunos y aun el celibato de los clérigos. Más aún: se alabó y alentó a los monjes, religiosos, sacerdotes y religiosas para que, saliendo de los conventos, contrajesen matrimonio. Así lo hizo Karlstadt con la expresa aprobación de Lutero, y el mismo Lutero en 1524 dejó el hábito religioso, que había vestido hasta entonces, y en junio de 1525 se unió con Catalina Bora, religiosa cisterciense salida de su monasterio en inteligencia con él 4 6 . De hecho fueron numerosos los sacerdotes, religiosos y religiosas que abrazaron la reforma protestante. Así, por no citar más que algunos casos de estos primeros años, fueron unos doce los agustinos eremitas que dejaron el hábito, entre los cuales el ya nombrado Zwilling y Juan Lang, confidente de Lutero. Según parece, fueron varios los abades benedictinos que se le juntaron 47 . El moderno historiador de la Orden «5 Sobre T h . M ü n z e r y los anabaptistas véanse M E R X , O . , Th. Münzer und Heinrich Pfeiffer ((¡«ttingen 1889); M E Y E R , Der Wiedertaufer N. Storch: «Z. f. KG» (1895) H 7 s . M i e n t r a s los tmal>aptistas, en unión con Karlstadt y los suyos, realizaban en W i t t e m b e r g t o d o s estos trastornos religiosos, componía L u t e r o d u r a n t e su estancia e n la W a r t b u r g , a d e m á s d e lo anteriormente indicado, su Comentario del Magníficat (ed. W e i m a r , VII,544S.), una d e las mejores obras d e su pluma. Asimismo escribió a comienzos d e 1522 u n o d e ios trabajos m á s ordinarios q u e salieron de su p l u m a : Sobre la grosera cena de nuestro señor el papa. E n él trata d e la célebre bula In coena Ihtmini, en la q u e se contienen las censuras contra los herejes y, n a t u r a l m e n t e , contra L u t e r o . (Ion frases groseras, hace mofa del pontífice, anota las partes jurídicas d e la bula y llega a afirmar inie toda el agua del Rin no bastaría para arrastrar toda la corrupción d e cardenales, arzobispos, obispos y clérigos. C o m o observa m u y bien GRISAR, «un lenguaje semejante, ¿está d e acuerdo rnii aquellos consejos de prudencia dados poco antes por L u t e r o , y encaminados a evitar desórdenes y rebeliones?» 4 * Pertenecía a u n g r u p o d e doce religiosas cistercienses del monasterio d e N i m b s c h e n , en S,i¡onia, que, alentadas y ayudadas por L u t e r o , a b a n d o n a r o n el monasterio. D u r a n t e algún t i e m p o *r permitió L u t e r o tal familiaridad con estas mujeres, q u e vivían en la m i s m a casa con él, q u e Melanchton se llegó a preocupar y lo comenta amargamente. V é a s e D E M O R E A U , l . c , 62S. Sobre l,i conducta de L u t e r o con las mujeres véase su Carta a Spalatino, ed. W e i m a r , 111,474.
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benedictina Ph. Schmitz, teniendo presentes las defecciones posteriores, cuenta hasta siete. La propaganda por escrito y ia caricatura ayudó de un modo extraordinario a la rápida extensión de las nuevas doctrinas y, sobre todo, contribuyó eficazmente a excitar los ánimos contra el Papado, los eclesiásticos y todo lo católico. En este punto se llegó a un extremo que, aun teniendo presentes las costumbres del tiempo en esta clase de escritos, no hace ningún honor a los innovadores 48 . Los grandes pintores Lucas Granach, Holbein y Granach el Joven contribuyeron por su parte igualmente a ilustrar el Passional de Cristo y del anticristo y la Biblia alemana 4 9 . Pero no fueron todo triunfos para Lutero y los suyos. En primer lugar, el mismo Melanchton quedó muy disgustado de Lutero, según se expresa en una carta dirigida a su amigo Carnerario, donde se lamenta de que, en momentos tan críticos (por la guerra de los campesinos), Lutero se haya entregado a una vida fácil y que, al menos aparentemente, deshonre su vocación 50 . Fue muy significativa también la actitud de Desiderio Erasmo, quien había saludado con entusiasmo y alentado los principios luteranos. Sin embargo, al ver ahora el desarrollo que tomaba la anunciada reforma y lo que él llamaba los «enigmas absurdos» de sus enseñanzas, salió a la palestra en 1524 contra Lutero con su obra Diatriba sobre el libre albedrio51, en -la cual se declaraba decidido defensor de la libertad humana contra los innovadores. No se arredró por esto Lutero. Es cierto que, ante el temor de que Erasmo escribiera contra él, Lutero le había dirigido una carta, donde le suplicaba : «No escribas contra mí; no te sumes al número de mis adversarios..., porque entonces me veré obligado a replicar con otro (libro) análogo». Pero, al ver la obra de su antiguo amigo, le dio en 1525 una respuesta con su tratado De servo arbitrio, que hirió en lo vivo a Erasmo. Así, pues, respondió éste a su vez en 1526 con su Hypersaspistes, que calificaba de irracional y excéntrico a Lutero. De un modo semejante se alejaron de él otros varios humanistas que antes lo habían aplaudido. 5. El papa A d r i a n o VI (1522-33).—DIETA DE NÜREMBERG (1522-23) 52 . Carlos V, ocupado en la guerra contra Francia, no había podido impedir el avance del luteranismo, y su hermano Fernando I se sentía impotente frente a los príncipes que lo favorecían. Estos se sentían particularmente atraídos por las ventajas que Lutero les brin«No se e m p e ñ e n en describirnos el pleito luterano como una tragedia. Yo no veo en todo eso sino una comedia. Siempre acaba en boda». 48 Véanse sobre t o d o G R I S A R - H E E G E , Kampfbilder, citado en la nota 32, y GRISAR, l . c , 176S, d o n d e se reproducen algunas de las láminas o grabados utilizados por L u t e r o en sus propagandas. 49 Ed. W e i m a r , IX.677S. Cf. una buena síntesis en D E MOREAU, l . c , 57S. 50 P u e d e verse algún fragmento d e ésta en D E MOREAU, l . c , 62. Pero sobre todo véase a GRISAR, 2 i 8 s , d o n d e se da un resumen de la campaña de L u t e r o p o r hacer abandonar el celibato a los sacerdotes y religiosas. En esta campaña son célebres los dos libelos publicados en 1523: Razones que tienen las vírgenes para poder abandonar el claustro y De qué modo vino Dios en auxilio de una religiosa (ed. W e i m a r . XI.304S). 51 ERASMUS, De libero arbitrio, ed. p o r J. VON W A L T E R (1910); M E Y E R , A., Etude critique sur les relations d'Erasme et de Luther (París 1909); MURRAY, R. H-, Erasmus and Luther ( L o n d r e s 1920). En GRISAR, 20TS, se p u e d e ver una buena síntesis de la controversia entre Erasmo y L u t e r o q u e dio origen a estas obras. 52 Sobre todo este p u n t o véase, ante todo, la amplia exposición d e PASTOR, IX.I02S y la síntesis de HERGENROTHER, I I I , 4 0 9 S . A d e m á s : R E D L I C H , O . R.,"Der Reichstag von Nüremberg 15221523 (1887); RECHTER, E . A., Der Reichstag zu Nüremberg 1524 (1899).
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daba de apoderarse de los bienes eclesiásticos y constituirse en dueños absolutos en lo civil y en lo religioso. En estas circunstancias y en este ambiente se desarrolló el pontificado de Adriano VI y tuvo lugar la primera dieta de Nüremberg (1522-23), dedicada en gran parte a la cuestión del luteranismo. Adriano VI, antiguo preceptor de Carlos V y antiguo regente de España, era hombre sumamente recto y sincero, y se propuso desde el principio de su pontificado hacer todo lo posible por la reforma eclesiástica, por lo cual, al reunirse la dieta de Nüremberg, envió como legado suyo al nuncio Francisco Chieregati, quien, por encargo expreso del papa, reconoció paladinamente la necesidad de la reforma de la curia romana, de los prelados y del clero y la culpa que les cabía a ellos en los acontecimientos de Alemania. Así, pues, por una parte, proclamaba la voluntad decidida del romano pontífice de realizar esta reforma cuanto antes, y, por otra, suplicaba a los príncipes alemanes la ejecución del edicto de Worms y la lucha seria contra la herejía. Esta confesión pública del romano pontífice por boca de su legado hizo una enorme impresión en todos los asistentes a la dieta y ha hecho célebre este discurso del nuncio 'Chieregati 53 . Sin embargo, se habían ya creado muchos intereses entre algunos príncipes alemanes, y así éstos volvieron a repetir las famosas Quejas de la nación alemana, recomendaron insistentemente los medios de suavidad y dejaron la solución de las cuestiones religiosas a un concilio, que debía reunirse en el término de un año en territorio alemán. 6. Clemente VII (1523-34). Segunda dieta de Nüremberg (1524).—El resultado de la primera dieta de Nüremberg fue en verdad exiguo y la muerte prematura del noble papa Adriano VI frustró las fundadas esperanzas en una acción fecunda de reforma. Entre tanto, Lutero continuaba su intensa propaganda, y a estos años pertenecen algunos de sus libelos más apasionados, como los del Fraile-vaca y el Papa-asno. 54 . El nuevo papa Clemente VII, perteneciente a la familia de los Médicis, era de costumbres intachables; mas, por una parte, era enemigo de un concilio ecuménico, y, por otra, se puso desde el principio frente al emperador Carlos V. Con esto fácilmente se comprende que el arreglo de las cuestiones de Alemania experimentara un sensible entorpecimiento. En la primavera de 1524 reunióse de nuevo en Nüremberg la dieta alemana. Ante los progresos manifiestos de los innovadores, el gobierno central del emperador se mostraba más decidido a tomar medidas enérgicas para defender el catolicismo. El papa envió como legado suyo al cardenal Campegio, el cual desde un principio exigió, en nombre del papa, la ejecución del edicto de Worms. La respuesta de los príncipes fue insuficiente. Admitieron oficialmente dicho edicto, pero sólo se comprometieron a su cumplimiento «en cuanto fuese posible». El legado pontificio dedicóse entonces con el mayor empeño a unir 53 Véase PASTOR, I X , I O 3 S , d o n d e se da una amplia síntesis del discurso de Chieregati y se expone ampliamente su extraordinaria significación y los efectos conseguidos; JEDIN, H . , Eine bisher unbehannte Denkschrift Tommaso Campeggios über die Reform der Rom. Kirche: «FestgLortz» 1,405-417. 54 Por lo q u e se refiere a los libelos sobre el Fraile-vaca y el Papa-asno véase cómo se expresa.
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a los príncipes fieles al romano pontífice 55 . Así, pues, durante el verano de 1524 obtuvo se formara en Ratisbona una alianza entre el archiduque Fernando de Austria, los duques Guillermo y Luis de Baviera y doce obispos del sur de Alemania (alianza de Ratisbona). El año siguiente (1525) se constituyó otra coalición semejante católica (liga de Dessau), bajo la dirección del duque Jorge de Sajonia, en la que tomaban parte varios príncipes del centro de Alemania. A estos actos de energía de los príncipes católicos respondieron los luteranos con la alianza de Gotha-Torgau en mayo de 1526, en la que se comprometían a la mutua defensa. ' 7. G u e r r a de los campesinos 56.—Las predicaciones luteranas sobre la libertad cristiana y contra la opresión de la autoridad eclesiástica y aun contra el emperador contribuyeron, indudablemente, a la revuelta general conocida en la historia como guerra de los campesinos. Tomás Münzer, uno de los fanáticos anabaptistas, que unía las doctrinas luteranas del sacerdocio universal y la seguridad de la salvación con cierto comunismo y algunas utopías sociales, se unió con Karlstadt en Wittemberg, y ambos sembraron la agitación en Turingia y otros territorios. En Fraríconia, el movimiento partió de los territorios eclesiásticos y se extendió rápidamente a otros, donde intervino como agitador particularmente Karlstadt. Bien pronto todo el centro y sur de Alemania, desde la Alsacia y Lorena hasta el Tirol y Carintia, se hallaba en franca revuelta, movida por bandas de paisanos, a los que se juntaban grupos de proletarios urbanos y aun de monjes relajados y nobles arruinados. Los horrores que cometieron por todas partes fueron incalculables: arrasaron castillos y casas señoriales, destruyeron monasterios e iglesias, sembraron por doquier la destrucción. En febrero de 1525, los campesinos de Suabia propusieron sus reivindicaciones en los célebres doce puntos. Entre otras cosas, exigían la abolición de la servidumbre, el libre disfrute de la caza, la supresión de los diezmos, libertad en la elección de sus pastores, todo conforme al Evangelio. Pero al fin se pudo contener tanta barbarie gracias a la unión de algunos príncipes. Distinguióse en Suabia el conde Jorge Truchsess de Waldburg (designado como Bauernjórg), el cual en mayo y junio de 1525 batió a los revolucionarios, pero fue excesivamente duro en la represión. Asimismo fue extremadamente riguroso el duque Antonio de Lorena. También Felipe de Hessen y algún otro de los príncipes luteranos se unieron a la alianza para dominar a los insurrectos. El 15 de mayo tuvo lugar la batalla definitiva en Frankenhausen, donde Münzer cayó prisionero y luego fue decapitado. Es muy significativa la conducta de Lutero frente al levantamiento de los campesinos 57 . Como Karlstadt y otros innovadores animaron 55 HERGENROTHER, l.c, 41SS, donde se encontrarán abundantes datos y documentación sobre toda esta materia. Pero, sobre todo, véase PASTOR, X,67S. 5 <¡ Pueden verse JANSSEN, o.c, 20.» ed. II,475s; WIBBELING, V., Martin Luther und der Bauernkrieg (1925); GÜNTHER, FR., Der deutsche Bauernkrieg 2 vols. (Munich y Berlín 1933-1935). Véase en particular GRISAR, 209S; además: FRANZ, G., Der deutsche Bauernkrieg, 4.a ed. (Darmstadt 1956); MACEK, J., Des revolutionáre Programm des deutschen Bauernkrieges von 1526: «Histórica» II (Praga 1960). « Véanse los escritos de Lutero en ed. Weimar, XVII,37s. Asimismo: Hoix, K., Luther und die Schwarmer I,420s; E. BOHMER, Urkunden zur Gesch. des Bauernkrieges: «Kl. Texte» de H. LIETZMANN, n.50-51; BRANDT, C. H., T/I. Münzer, Sein Leben (Jena 1933); KAMNITZER, H., Zur Vorgeschichte des deutschen Bauemferieges (Berlín 1953); PIAUZOLA, M., Thomas Münzer ou la Guerre
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a los revoltosos, así también Lutero se puso al principio de su parte y contribuyó con sus palabras a mantenerlos en su actitud. Los de Suabia le enviaron sus doce artículos para recibir su aprobación, y entonces les dirigió él su célebre Exhortación a la paz. «No son—dice a los señores—los campesinos los que se levantan contra vosotros, sino la cólera de Dios» 58 . En cambio, se dirige luego a los campesinos, sus «queridos amigos», y reconoce la opresión de que son objeto; les habla de las «vejaciones y exacciones» de que son objeto, y, refiriéndose a los príncipes, dice que sobre su «cabeza está pendiente la espada vengadora». Pero dominada la resistencia de los campesinos, los príncipes quedaron triunfantes en todas partes. Entonces, pues, escribió Lutero el folleto Contra las bandas asesinas y bandoleras de los campesinos 59, donde inflama a los príncipes contra aquellos «demonios» y los excita a aniquilarlos como perros rabiosos. Por otra parte, no fue accidental y pasajero este cambio de Lutero. En toda su mentalidad y, sobre todo, en su conducta se fue realizando un cambio fundamental. Perdida su confianza en la masa y en el pueblo, la puso con toda decisión en los príncipes. Ellos eran los que debían imponer la innovación. Lo importante, pues, era ganarse a los príncipes por todos los medios posibles. 8. Ulterior desarrollo del protestantismo.—La consecuencia de todo esto fue más bien desfavorable a la causa católica, como se manifestó claramente en la dieta de Espira de 1526. Mientras en mayo de 1526 se constituía la Santa Liga de Cognac, entre el papa, Francia y Venecia contra el emperador Carlos V, se envalentonaron los príncipes protestantes. Así, pues, en la dieta se atribuyeron el derecho de reformar, y comenzaron a organizar definitivamente las iglesias territoriales. Fue uno de los pasos más transcendentales y eficaces en el desarrollo de la reforma protestante 6 0 . Los acontecimientos políticos, por otra parte, se fueron desarrollando de una manera sumamente peligrosa para la causa católica. Las tropas de Carlos V, mandadas por el condestable de Borbón, en las que tomaban parte muchos soldados luteranos, penetraron en 1527 en los Estados pontificios, y en mayo escalaron la Ciudad Eterna, que somedes paysans (París 1958); pueden verse las recientes obras: SMIRIN, M. S., Volksreformation de ThomasM. und der grossen Bauernkrieges 2.* ed. (Berlín 1956); ISERLOH, E.,art. Münzer: «LexThK 7 (1962) 689-690; BLOCH, E., Thomas Münzer ais Theologe der Revolution (Frankfurta. M. 1962).. 38
Cf. D E MOREAU, l.c, 61; GRISAR, 212.
5 ' Ibíd. Véase el texto en ed. Weimar, XVIII,344S. He aquí cómo se expresa exhortando a los príncipes a proceder con todo rigor contra los campesinos: «Los campesinos—les dice—roban, saquean, condúcense como verdaderos perros rabiosos... Desgarradlos, pues; estranguladlos, atravesadlos secreta o públicamente dondequiera y comoquiera, como se da fin a un hidrófobo». Y llega a ponderar cómo ésta es la mejor manera de ganar el cielo un príncipe, mejor que hacer oración (GRISAR, 213). Es muy significativa la respuesta que dio a los que, indignados por este lenguaje de Lutero, criticaban su conducta. Compuso entonces el escrito Acerca del severo folleto contra los campesinos, con el objeto de justificarse, y en él escribe: «Lo que yo enseño y escribo será siempre justo y verdadero aunque el mundo estalle de despecho. No quiero oír hablar de misericordia». Y luego repite la consigna y añade: «Al jumento, palos; el populacho debe ser conducido por la fuerza» (ibid., 214). <¡° BRIEGER, TH., Der Speierer Reichstag 1526 (1909). Véanse en particular PASTOR, X,73s; JANSSEN, O.C, III,3ls.52s. Se ha discutido mucho sobre la significación de la fórmula de esta dieta de Espira en 1526. En realidad, como afirma GRISAR (l.c, 247), no «equivalía esto al reconocimiento legal de la constitución de una iglesia territorial». Y, como prueba a continuación, aun los historiadores alemanes así lo reconocen. Sin embargo, muchos príncipes protestantes procedieron desde entonces como si se les hubiera reconocido este derecho.
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tieron al más terrible saqueo. Es el tristemente célebre sacco di Roma . La culpa inmediata de las horribles profanaciones y crueldades que se cometieron recae sobre las tropas y sobre la soldadesca luterana. El papa, quien no está exento de culpa por haberse aliado con los enemigos del emperador, quedó sitiado en el castillo de Sant'Angelo; pero al fin se rindió. Carlos V sintió sinceramente las profanaciones y crímenes cometidos, pero quiso sacar partido de la situación. Finalmente, el tratado de Barcelona, de junio de 1529, y la paz de las Damas, del mes de julio, significan la reconciliación de los jefes de la cristiandad. En febrero de 1530, Carlos V recibía en Bolonia de manos del papa la corona imperial. Por otro lado, también el archiduque Fernando, hermano de Carlos V y representante suyo en el gobierno de Alemania, había pasado durante estos años momentos sumamente difíciles, con lo que los príncipes protestantes habían quedado con las manos libres para la obra de organización de sus iglesias territoriales. En efecto, los turcos habían seguido apretando más y más a Hungría, y Fernando se veía obligado a auxiliar a su rey Luis II. El sultán Solimán II obtuvo en agosto de 1226 la gran victoria de Mohács, que ocasionó la muerte a Luis II. Fernando, su heredero, se vio desde entonces obligado a emplear todas sus fuerzas en contener el avance turco. De esta manera se facilitó, entre 1526 y 1529, la formación de diversas iglesias territoriales, en que el jefe religioso y político era el príncipe secular, que había asumido el derecho de reformar 61. El primer • territorio que tomó la forma del nuevo Estado protestante fue la Prusia de la Orden Teutónica. El maestro de esta Orden, Alberto de Brandeburgo, habiendo abrazado el luteranismo en 1525, se casó al año siguiente e introdujo en el territorio secularizado el culto luterano. Por su parte, Felipe de Hessen celebró en 1526 un sínodo, y, bajo la dirección del ex franciscano Francisco Lambert, introdujo la Reformatio Hessiae, que sirvió luego de modelo a otros territorios. De un modo semejante introdujeron oficialmente el culto protestante Juan de Sajonia y los territorios de Prusia, Mecklemburgo y otros. Melanchton compuso el Manual de visitas, destinado a la introducción del culto luterano, y Lutero mismo los Catecismos, uno más pequeño, en 1526, y otro mayor, en 1529, para los párrocos. Así, pues, hacia el año 1527 y 1528, los príncipes luteranos se sentían extraordinariamente fuertes. Buen indicio de ello es el llamado asunto de Pack, que estuvo a punto de provocar una guerra. Felipe de Hessen, el más animoso de los príncipes luteranos, pretendía estar enterado por medio del secretario del jefe de los católicos, Jorge de Sajonia, llamado Otón de Pack, de que los católicos preparaban una campaña 6 1 Sobre estos acontecimientos véanse MARQUÉS A L C E D O , El cardenal Quiñones y la Sainte Ligue (Bayona I O I O ) ; II Sacco di Roma del 1527. Studi e documenti I (Roma 1001); SCHULZ, Der Sacco di Roma...: «Hall. Abhandl» 32 (Halle 1894); L E B E Y , Le connétable de Bourbon (14901527) (Paris 1904); M A R T I N , J., Charles Quint et Clément VII a Bologne 1529-1530: «Bull. ¡tal.» ( B u r d e o s 1911) 99s.2r8s. 62 Véase p a r a t o d o esto S H I L I N G , E.. Die evang. Kirchenordnungen des 16. Jahrh. I-V (19021913); I D . , Geschichte der protest. Kirchenverfassung (1907); KRÜGER, G., Philipp der Grossmütige ais Politiker (1904); H O L S T E I N . G., Luther und die deutsche Staatsidee (1926); M U R R A Y , R. H., The political consequences of the Reformation (Londres 1926); LAGARDE, G. DE, Recherches sur. l'esprit politique de la Reforme (París 1926); GRISAR, 248S; FABIÁN, E., Die Abschiede der Bündnisu. Bekenntnistage protestantisierender Fürsten u. Stadte zwischen den Reichstagen zu Speyer und Augsburg 1529-1530: «Schriften Kirchen-u. Reichsgesch.» 6 ( T u b i n g a 1960).
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contra los protestantes. Así, pues, quiso adelantarse, y acometió a mano armada los territorios de los obispados de Wurzburgo y Bamberga. Sin embargo, se probó con toda evidencia que el documento de Pack era falsificado 63 . 9. Dieta de Espira de 1529 64 .—Esta violencia tuvo el buen efecto de sacudir la inercia de los príncipes católicos. Por otra parte, con los últimos acontecimientos políticos de los años 1528-29 quedaba aumentado extraordinariamente el prestigio del emperador. Así, pues, en la dieta de Espira, celebrada en marzo y abril de 1529, los príncipes católicos y sus consejeros teólogos se mostraron más resueltos. Así aparece claramente en las decisiones que tomó la mayoría de la dieta. En primer lugar se anuló la de la dieta de 1526. Además, se mantuvo íntegramente el edicto de Worms y se prohibía todo avance de las innovaciones hasta un concilio. Ante estos hechos, los príncipes luteranos Juan de Sajonia, Felipe de Hessen, Jorge de Brandeburgo y otros, junto con catorce ciudades libres, protestaron contra estas decisiones el 19 de abril de 1529. Este fue el motivo de que en adelante se designara a todos los innovadores con el nombre de protestantes. 10. Dieta y confesión de Augsburgo: 1530 6S.—En esta disposición tuvo lugar la dieta de Augsburgo, en la que se presentó y discutió la célebre confesión de Augsburgo. Carlos V anunció esta dieta a principios de 1530 en Bolonia, donde fue coronado por Clemente VIL Presentóse, pues, en Augsburgo acompañado del legado pontificio, Lorenzo Campegio. Hallábanse presentes la mayor parte de los príncipes, protestantes y católicos. Los protestantes habían preparado para este objeto una confesión, para lo cual se había compuesto una fórmula, designada como los artículos de Torgau. Sobre esta base redactó Melanchton la confesión definitiva, la confessio augustana o confesión de Augsburgo. Su importancia proviene de que en adelante fue la que exhibieron ordinariamente los protestantes y la admitida oficialmente hasta la paz de 6 J Pueden verse EHSSES, S T . , Gesch. der Packschen Hdndel (Friburgo de Br. 1881); I D . , Landgraf Philipp von Hessen und Otto von Pack (ibid., 1886); SCHWARZ, Landgraf Philipp von Hessen und die Packschen Hdndel (Leipzig 1884); DÜLFER, K., Die Packschen Hdndel ( M a r b u r g 1958); SKALWEIT, S T . , art. Philipp von Hessen: «LexThK» 8 (1964) 431-432. « MAYER, E., Der Speierer Reichstag 1529 (1929); L I N D , E., Speyer und der Protestanttsmus II (1930); HAUSER, Die Protestation zu Speyer (Neustadt a. d. W . 1904). t5 Sobre la dieta y la confesión de Augsburgo existe m u y abundante bibliografía. H e a q u í algunas o b r a s : Fuentes.—Confessio Augustana, ed. H . H. W E N D T (1927); I D . , ed. J. FICKER (1930); F i c KER, ] . , Die Konfutatton des Augsburger Bekenntnisses (1891); M Ü L L E R , J. T . - K O L D E , T H . , Dte Symbolischen Bücher... (Gütersloh 1912) 35s; BORNKAMM, H., Bekenntnisschr. der evangel. Kirche (1930) I , 3 i s ; Acta comiciorum Augustae..., por G. B E R B I G : «Quell. u. Forsch. G e s c h . Ref.» 2 (Halle 1907); Confessio Tetrapolitana: L E BLAT, Mon. Conc. Trid. II,44ls. B i b l i o g r a f í a . — L E N K , Der Reichstag zu Augsburg 1530 (Barmen 1894): EHSSES, S T . : «Conc. Trid.» IV p . x x x n s (Friburgo de Br. 1904); SCHUBERT, H . VON, Die Anfdnge der evangel. Bekenntnisbildung bis 1529-1530 (1928): I D . , Der Reichstag von Augsburg (1930); L O R T Z I N G , J., Die Augsburger Konfession (1930): N A G E L , N . E., Luthers Anteil an der Konfessio Augustana (1930); (IRUNDMANN. H., Landgraf Ph. von Hessen auf dem Augsburg. Reichstag: Reichst. des 15- "• 16. Jht. (Gotinga 1958) 341-423. Pueden verse también algunos trabajos sobre M e l a n c h t o n : MAURER, W . , Melanchtons Anteil am Streit zw. Luther u. Erasmus: «ArchRelGesch» 49 (1958) 99-115; SPERL, A., Melanchton zw. Humanismus u. Reformation ( M u n i c h 1959): F R A E N K E L , P., Testimonia Patrum. The function of the patrisiic Argument in the Theology of Ph. Melanchton (Ginebra 1961); W O L F , E. ( Ph. Melanchton. Euangef. Humanismus (Gotinga 1961); P H . M E L A N C H TON, Forschungsbeitrage z. 400 Wiederkehr seines Todestages (Gotinga 1961); SCHAFER, R-, Christologie u. Sittlichkeit in Melanchton's frühen Loci ( T u b i n g a 1961); Z O E P F L , F., art. Melanchton: «LexThK» 7 (1962) 247-249.
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Augsburgo de 1555. De sus veintiocho artículos, los veintiuno primeros dan una síntesis relativamente moderada de las doctrinas luteranas, y los siete restantes enumeran algunos abusos católicos. Esta confesión estaba firmada por Juan de Sajonia, Felipe de Hessen y la mayor parte de los príncipes luteranos. Melanchton, su principal autor, estaba dispuesto a suavizar o cambiar algunos puntos; pero Lutero manifestó desde Coburgo que no debía modificarse nada. Por otro lado, no fue la única confesión presentada a la dieta. Zuinglio presentó la llamada confesión zuingliana, que apenas fue tenida en consideración; y las cuatro villas de la alta Alemania Estrasburgo, Constanza, Lindau y Memmingen presentaron la confesión tetrapolitana, compuesta por Bucer y Cápito. Por orden de Carlos V, la confesión de Augsburgo fue examinada por los teólogos católicos Eck, Wimpina, Cochlaeus, Fabri y otros, los cuales, después de muchas discusiones, redactaron la Confutatio confessionis augustanae, o Refutación de la confesión de Augsburgo. A esto siguieron acaloradas discusiones. Nombráronse por ambas partes comisiones de siete miembros, que luego se redujeron a tres. Melanchton, que era el principal teólogo protestante, deseaba sinceramente la unión y hacía algunas concesiones. Pero ni Lutero ni los príncipes protestantes las aprobaron. Fue, pues, imposible llegar a una inteligencia, y así, presentaron al fin los protestantes su Apología de la confesión augustana, que excluía toda esperanza de avenencia. El emperador declaró que no admitía esta réplica, y el 18 de noviembre publicó la Despedida de la dieta de Augsburgo, en la que ordenaba a todos volver a la Iglesia antigua, renovaba el edicto de Worms y disponía la devolución de los bienes eclesiásticos. IV.
E L LUTERANISMO, EN PLENO DESARROLLO HASTA LA PAZ
DE AUGSBURGO (1555)6
Las decisiones de la dieta de Augsburgo fueron desde un principio letra muerta. Los príncipes católicos, que habían esperado un éxito rotundo, volvieron a sus respectivos territorios con las más tristes perspectivas para un porvenir inmediato. 1. C o m p r o m i s o de Nüremberg.—Así, pues, los años que siguieron a la confesión de Augsburgo fueron de gran agitación por ambas partes. Los católicos, no obstante la oposición de los contrarios, obtuvieron en enero de 1531 la considerable ventaja de la elección del archiduque Fernando de Austria como rey de romanos, con derecho a la sucesión al trono imperial. Como réplica, los príncipes protestantes se decidieron a formar una nueva liga de mutua defensa. Así, en marzo del mismo año, Juan de Sajonia, Ernesto de Brunnswick, Felipe de Hessen y otros tres príncipes y once ciudades constituyeron la liga de Esmalcalda. Más tarde se adhirieron a ella otros territorios. No contentos con esto y decididos a contrarrestar el poder del emperador, se pusieron en relaciones con Francia e Inglaterra y otras 6<> WINKELMANN, Der Schmalkaldische Bund 1330-1532 und der Nürnberger Religíonsfriede (Estrasburgo 1892); KOHLER, D., Reformationsplane für die geistlichen Fürstentümer bei den Schmalk. Bund (Berlín 1912); FABIÁN, E., Die Entstehung der Schmalk. Blindes... (Tubinga 1956); FABIÁN, E., Die Beschlüsse der oberd. Schmalk. Stádtetage 1530-1335 3 vols. (Tubinga 1959-1960).
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potencias extranjeras enemigas de Carlos V. El mismo papa Clemente VII, unido a disgusto al carro triunfal del emperador, trabajaba indirectamente contra él. Pero hay más todavía: los príncipes protestantes no dudaron en aprovecharse de la amenaza de los turcos para conseguir nuevas ventajas sobre el emperador. Solimán el Magnífico ni- presentaba en 1532 con un imponente ejército, que algunos hacen mibir a 300.000 hombres, amenazando de nuevo a la ciudad de Viena. Ante la inminencia de una catástrofe, Carlos V tuvo que pedir ayuda a todos los príncipes alemanes, incluso a los protestantes; pero éstos, unte la angustiosa situación del imperio y de toda la cristiandad, le otorgaron el auxilio pedido a condición de que se suspendieran las decisiones de la dieta de Augsburgo. Así, pues, ante la inminencia del peligro de los turcos, Carlos V, que necesitaba a todo trance aquella ayuda, tuvo que ceder a los príncipes protestantes, y el 23 de julio de 1532, en el compromiso o paz religiosa de Nüremberg, prometió suspender las decisiones de la dieta de Augsburgo y tolerar sus innovaciones hasta la celebración de un concilio universal. 2. Los anabaptistas de M ü n s t e r <>7.—A medida que avanzaba y progresaba el luteranismo, tuvo que tropezar diversas veces con los fanáticos, soñadores apocalípticos o anabaptistas. Más aún: aunque en diversas ocasiones, ante las atrocidades que estos espíritus fanáticos cometían, se volvieron contra ellos, en realidad Lutero y los suyos, con sus predicaciones de libertad e individualismo, fomentaron indirectamente aquel espíritu. Después de la derrota de los campesinos quedó algún tiempo amortiguado este espíritu fanático y exaltado. Pero algo más tarde aparecen centros muy considerables de exaltación libertaria en Suiza, sur de Alemania y, sobre todo, por la región de Moravia. Pero donde los anabaptistas, como generalmente eran designados, hicieron más adeptos fué en el norte de Alemania y en los Países Bajos. Llevados de sus sueños apocalípticos y sus planes de formar una nueva sociedad sobre la base de una especie de comunismo libertario, se oponían a la autoridad del Estado y causaban verdaderos desórdenes públicos. Uno de sus principales corifeos fue Melchor Hoffmann, quien de los Países Bajos pasó a Westfalia, donde hizo muchos adeptos. Por otro lado, el sacerdote Bernardo Rottmann, ganado para el luteranismo, trabajó intensamente por introducirlo en Münster y en gran parte de Westfalia; pero, habiendo abrazado las ideas apocalípticas de Hoff67 Además de las obras indicadas en la nota 45, véanse KERSENSENBROICH, H. VON, Anabaptistici furoris Monasterium evertentis histórica nprratio, ed. por. H. DETMER, 2 vols. (1899-1900); BAX, E. B., Rise and fall of the Anabaptists (Londres 1903); SCHONEBAUM, H., Kommunismus in Reformationszeitalter (1919); RUFUS-JONES, M., Spiritual Reformers in the XVI and XVII centuries (Londres 1914): SCHUBERT, H. VON, Der Kommunismus der Wiedertaufer und seine Quellen: «Sitz. Ber. Heideíb. Akad. d. Wissensch.» (1919); RITSCHL, H., Die Kommune der Wiedertaufer in Münster (Bonn-Leipzig 1923); WISWEDEL, W., Bilder und' Führergestalten aus dem Táufertum 2 vols. (1928-1930); SCHIEDUNG, H., Beitrdge über die münstérchen Wiedertaufer. Dissert. (Münster 1934); MURALT, L. VON, Glaube und Lehre der Schwaizer Wiedertaufer (Zurich 1938); VERHEYDEN, A. L. E., Les anabaptistes dans le Pays-Bas mérid. au debut du régne de Philippe II, 15551567 en «Annal. Féder. hist. archéol. Belg.a, 35 Congreso, IV (1953) 477s; FRIEDMANN, R., Recent interpretaron of Anabaptism: «Church hist.» 24 (1955) I32s; BENDER, H. S., The pacifism of the XVIth century anabaptists: íbid., 119S-, VERHEYDEN, A. L. E., Anabaptism in Flandern 1530-1550 (Scottdale 1961); FAST, H., Der linke Flügel der Reformation. Glaubenszeugnisse der Táufer, Spírituaítsten... (Brema 1962); WEISS, R., Herkunft u. Sozialanschauungen der Táufergemeinden im westfitl. Hessen: «ArchRefGesch» 52 (1962) 162-188.
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mann, unido con él y con el predicador popular Knipperdolling, lograron imponerse al consejo de Münster. Ante las noticias de lo allí ocurrido, fueron llegando de Holanda otros fanáticos anabaptistas, Juan Matthys, Juan Bockelson y otros, y, habiendo eliminado a su príncipe-obispo Waldeck, unidos todos ellos, convirtieron bien pronto la ciudad de Münster en centro del más furioso fanatismo, estableciendo lo que llamaron el reino de Sión, con comunidad de bienes y de mujeres. Como rey de este nuevo paraíso del comunismo, sin autoridad religiosa y sin ley, fue proclamado Bockelson. El se llamó Juan de Leyden. Entre tanto, el príncipe-obispo Francisco de Waldeck, que había podido escapar de la ciudad, logró mover a algunos otros príncipes para poner término a tal locura, que amenazaba propagarse a otros territorios. Uno de los que unieron sus fuerzas en esta campaña contra los anabaptistas de Münster fue el protestante Felipe de Hessen. Pusieron, pues, cerco a Münster, y al fin lograron rendirla en junio de 1535. Aunque Rottmann, el más culpable de todos, logró escapar, el reyezuelo Bockelson y otros cabecillas fueron apresados y ajusticiados. Con esto se puede decir que terminó el peligro de los anabaptistas, si bien se observa que persistieron algunos núcleos esporádicos en diversas partes. Uno de los hombres que más caracteriza al luteranismo en estos momentos de evolución y crecimiento es el landgrave Felipe de Hessen, y asimismo es sintomático sobre el espíritu de libertad que movía a estos príncipes lo que por este tiempo realizó. Hasta qué punto llegaba en su espíritu religioso y en su moral privada, lo mostró al empeñarse en tomar una segunda mujer 68 . Había tenido ya siete hijos de su legítima esposa, Cristina, hija de Jorge de Sajonia ; pero, viviendo ésta todavía, quiso tomar como segunda esposa, y que fuera públicamente reconocida, a una mujer con la que ya hacía tiempo mantenía relaciones. Para ello invocaba el ejemplo de los patriarcas y, en general, del Antiguo Testamento. Pero lo más curioso del caso es la conducta que observaron los teólogos protestantes y el mismo Lutero. Pidióles él autorización, bajo la amenaza de que, si no se la concedían, se uniría con el emperador. Melanchton y Lutero manifestaron gran asombro, dando por razón el escándalo que se originaría; pero, ante la insistencia y amenaza del landgrave, respondieron que no se podía acceder a sus deseos; pero, en atención a sus méritos en la defensa del Evangelio, le concedían la dispensa, a condición de que la concesión se mantuviera secreta. Así, pues, en marzo de 1540, Felipe de Hessen tomó una segunda mujer, practicando verdadera poligamia, con la anuencia de Melanchton y Bucer. 3. Artículos de Esmalcalda.—No obstante este percance de la poligamia de Felipe de Hessen, el protestantismo siguió progresando durante los años siguientes. Los príncipes luteranos se aprovecharon ampliamente de las concesiones arrancadas a Carlos V en 1532 por el compromiso de Nüremberg. Paulo III (1534-49), por su parte, sucesor de <>8 ROCKWELL, W . ( Die Doppelehe des Landgrafen Philipp von Hessen (1904); PAULUS, N . , «Hist. pol. Bl.» 135 (1905) I.II7S; 147 (1911) I,503s.56ls; GRIEGER, T H . , Luther und die Nebenehe, des Landgrafen Philipp: «Z. f. KG» 29 (1908) 174S.403S. E n particular GRISAR, 377S; O V E R , J. S., Luteran reformers against Anabaptists (La Haya 1965).
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Clemente VII, quiso desde un principio tomar en serio la celebración de un concilio general. Envió a Alemania a Vergerio como legado suyo con el objeto de preparar los espíritus. Este celebró en 1535 una entrevista con el mismo Lutero y dio toda clase de seguridades a los teólogos protestantes. Según parece, Lutero le prometió la asistencia de los suyos al proyectado concilio, que él mismo había reclamado. Lo convocó Paulo III para mayo de 1537 en Mantua; pero los príncipes protestantes de la liga de Esmalcalda, reunidos el mismo año 1537, se negaron a toda participación en el concilio y al mismo tiempo planearon un sínodo por su cuenta. Esta fue la ocasión de los llamados artículos de Esmalcalda 69 . Reunidos los príncipes pertenecientes a la liga de este nombre, Lutero mismo presentó en veintitrés artículos los puntos fundamentales de su doctrina. Y es digno de tenerse en cuenta que, a diferencia de la confesión de Augsburgo, obra de Melanchton, esta nueva confesión, obra de Lutero, se complace en marcar las diferencias entre la ideología luterana y la católica. Estos artículos de Esmalcalda fueron considerados en adelante como la base más auténtica de la confesión luterana. Mas, por otra parte, tampoco se pudo realizar el serio propósito de Paulo III sobre la celebración del concilio en 1537 y en los años siguientes. Esta dilación y, sobre todo, la ausencia de Carlos V de Alemania fueron fatales para la causa católica, por lo cual el avance de los protestantes continuó sin ningún obstáculo. Frente a la liga de Esmalcalda, Carlos V y su hermano Fernando, junto con los príncipes católicos de Baviera, Sajonia y otros, constituyeron en 1538 la nueva alianza defensiva de Nüremberg. Después de difíciles negociaciones, Carlos V obtuvo los auxilios que necesitaba en su guerra contra los turcos. Así se realizó en el convenio de Frankfurt, de abril de 1538, y poco después iniciaba los coloquios religiosos. 4. Coloquios religiosos 70,—£1 primer coloquio religioso se inició en Hagenau en junio de 1540; luego continuó en Worms y, finalmente, en la dieta de Ratisbona, donde terminó en abril de 1541. Para dar más autoridad al acto y por el interés que tenía en su feliz resultado, Carlos V quiso estar presente en Ratisbona. Para su mejor éxito había hecho preparar un esquema de veintitrés artículos (libro de Ratisbona) , que debían constituir la base de la discusión. En ella tomaron parte, entre los teólogos católicos, Juan Eck, Julio von Pflug y Juan Gropper, y entre los protestantes, Melanchton, Bucer y Pistorius. Estaban también presentes, como legados pontificios, Contarini y Morone. Las discusiones fueron muy laboriosas, pero al fin habían llegado ya a cierta inteligencia acerca del pecado original, la libertad humana «» K O L D E , Zur Gesch. der Schmalkald. Artihel: «Theol. St. Krit.» (1894) i s 7 s ; PFENDER, Les articles de Schmalcalde (Paris 1899). Véanse en particular PASTOR, XI,97s; GRISAR, 324S; Vrkunden und Aktenstücke z. Gesch. von M. Luthers Schmalkald. Artikeln (1536-1574) por H . V O L Z (Herlín 1957); DOMMASCH, G., Die Religionsprozesse... und die Erneuerung des Schmalk. B. 1534¡Si6 ( T u b i n g a 1961); SKALWEIT, S T . , art. Schmalkald. Bund: «LexThKi 9 (1964) 426-427; Z E E IIEN, E. W . , art. Schmalk. Artikel: «LexThK» 9 (1964) 425-426. 70 M O S E S . Die Religionsverhandlungen zu Hagenau und Worms 1540 u. 1541 (Jena 1889); IJI.ATTER, A., Die Tdtigkeit Melanchtons bei den Unionsversuchen 1519-1541 (1899); K O R T E , A., Kanzilspolitik Karls V 1538-1543 (1905). Véanse en particular CRISTIANI, L., Le concile de Trente: «Hist. de l'Égl.B d e F L I C H E - M A R T I N , XVII,36S; HERMELINCK-MAURER, Reformation und Gegenrfformation 160S; PASTOR, XI.325s.339s.351s.
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y, aun de algún modo, sobre la justificación; pero ni Lutero ni el papa la aprobaron. El emperador, por su cuenta, dio buenas esperanzas sobre algunos puntos, como la comunión bajo las dos especies y el matrimonio de los clérigos. Mas, como fracasaron por completo otros conatos de inteligencia sobre el concepto de Iglesia, la eucaristía y la jerarquía, terminó el coloquio sin ningún resultado positivo. Entonces el emperador, a quien apremiaba urgentemente el peligro de los turcos, con su propia autoridad puso término al coloquio y a la dieta con el Interim de Ratisbona (julio de 1541), en el cual publicaba los artículos en que habían convenido y renovaba el compromiso de Nüremberg. Mas como se sintiera más apretado por los turcos y necesitara nuevos auxilios, hizo ulteriores concesiones a los protestantes en la llamada Declaración de Ratisbona. Los años siguientes, en que Carlos V se mantuvo en guerra en Argel y contra Francia, los príncipes protestantes aprovecharon la situación apurada del emperador para realizar nuevos avances y protestantizando otros territorios 71 . Así sucedió en Naumburg-Zeitz, en enero de 1541, y en los territorios de Enrique de Braunschweig. El caso de Colonia tuvo más complicaciones. Ganado para la causa protestante su arzobispo Hermann von Wied, se puso en inteligencia en 1543 con Melanchton para introducir en Colonia el luteranismo; pero allí se encontraron con la más valiente y decidida oposición del cabildo y del teólogo Gropper. La lucha continuó cada vez más exacerbada. En abril de 1546, el arzobispo fue excomulgado por el papa, y, gracias a la enérgica intervención de Carlos V, quien lo obligó a la renuncia en 1547, y a la constante resistencia del cabildo y del pueblo, Colonia no cayó en el protestantismo. Asimismo, en Westfalia, el príncipe-obispo de Münster, Fr. von Waldeck, ganado por el protestantismo, ingresó en la liga de Esmalcalda, pero no logró protestantizar su territorio. 5. Nuevas discusiones religiosas.—Frente a los progresos de los protestantes, el emperador apenas pudo hacer nada mientras estuvo absorbido por las guerras contra Argel (1541), contra los turcos (1542) y contra Francia (1542-44). Por esto, al reunirse la dieta de Espira en 1544, se vio forzado a hacer nuevas concesiones con el objeto de obtener los subsidios que necesitaba. Paulo III protestó contra estas concesiones, con las cuales Carlos V se extralimitaba en sus facultades. Finalmente, en septiembre de 1544 consiguió Carlos V desentenderse de todos sus enemigos por la paz de Crespy, con Francia, y más todavía en noviembre de 1545 con una tregua con los turcos, y entonces pudo dedicarse de lleno a los asuntos alemanes. Ante todo, pues, intentó de nuevo resolver, por medio de coloquios religiosos, las diferencias existentes. En inteligencia con el papa, anunció con toda solemnidad el concilio de Trento para marzo de 1545; pero bien pronto tuvo que conocer la respuesta de los protestantes, quienes rechazaron obstinadamente toda participación en él. Con esta ocasión, Lutero, ya en el ocaso de su vida, puso bien de manifiesto su ánimo hostil, publicando uno de sus folletos más expresivos, Contra 71 Véase HEKGENROTHEK, l.c, 479a.
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A Papado de Roma, creado por el diablo. Ante este fracaso penetró por vi-/, primera en el ánimo del emperador la convicción de que ya no existía otro medio de dominar la arrogancia protestante que las armas. Sin embargo, quiso intentar todavía otros coloquios religiosos. Así, pues, en la dieta de Ratisbona de 1546 7 2 fueron de nuevo invitados los protestantes a discutir sobre los problemas religiosos con el objeto ilc llegar a la unión deseada; pero ellos no hicieron caso de la invita1 ion, con lo que se recibe la impresión de que sus principales corifeos querían la guerra. 6. Muerte de Lutero. Juicio de conjunto 73 .—Estos acontecimientos ya no los pudo presenciar Lutero, muerto el 18 de febrero de 1546. Con su carácter activo e impetuoso, supo comunicar a sus seguidores aquel ansia de conquista y aquel espíritu inquieto y dominador que era el secreto de sus constantes triunfos. Al mismo tiempo había ido componiendo las obras que constituyen la base dogmática del luteranismo. Además siguió trabajando en su traducción de la Biblia, que pudo terminar en 1534 y constituye su obra maestra. En 1535 lanzó también al público otra de sus obras capitales, el Comentario a la Epístola a los Gálatas 74 . Poco después comenzaron sus dolores de piedra, los cuales, unidos a los muchos disgustos que tuvo que sufrir, le depararon días y años muy amargos, que fueron agriando cada vez más su carácter. De ello son clara prueba las célebres Conversaciones de sobremesa. Pero entre tanto fueron aumentando sus enfermedades de un modo amenazador, de modo que en repetidas ocasiones creyeron los suyos llegado el fin de sus días. Por lo que se refiere a sus luchas interiores, en varias ocasiones sus angustias y remordimientos de conciencia lo torturaron de un modo particularmente intenso. Su odio contra el Papado fue más bien en aumento hacia el fin de su vida, por lo cual execraba el concilio de Trento y preparaba una última obra, que no pudo terminar, Contra el Papado, fundado en Roma por el diablo. A principios de 1546 se trasladó de Wittemberg a Eisleben, su ciudad natal. Sus achaques y el disgusto latente de su espíritu por las divisiones internas y la corrupción de costumbres de muchos de los suyos lo hacían cada vez más irascible con los que lo acompañaban. Sobre todo, Melanchton tuvo que sufrir mucho, hasta el punto de confesar que había tenido que «aguantar una servidumbre deforme». En estas circunstancias murió Lutero de muerte natural y relativamente tranquila el 18 de febrero de 1546, a las tres de la madrugada. Contaba a la sazón sesenta y dos años. Es, pues, legendario todo lo que se escribió más tarde acerca de su supuesto suicidio, como también que muriera entre contorsiones de rabia y desesperación. Los testigos de su muerte, entre los cuales se cuenta un farmacéutico católico, confirman su muerte natural y tranquila. 72 CAMMERER, Das Regensburger Religionsgesprach im Jahre 1546 (Berlín 1901). Véase principalmente PASTOR, l . c , 224S. 73 STRIEDER, J., Autentische Berichte über Luthers letzte Lebensjahre: «Kl. Texte» d e H . L I E T Z MANN, n.99 (Bonn 1912); KOSTLIN-KAWERAU, Martin Luther II,6153; JANSSEN, O . C , I I I , 6 6 O S ; PAULUS, N - , Luthers Lebensende (1898); SCHUBART, C H R . , Die Berichte über Luthers Tod und Begrabnis (1917). Véanse asimismo D E MOREAU, l . c , 74S y GRISAR, 415S. 74 Véase una síntesis sobre todas estas obras en D E MOREAU, l . c , 71S, y GRISAR, 293S.312S.
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Ahora bien, el juicio de conjunto que nos merece la figura y actuación de Lutero se puede sintetizar en pocas palabras. Indudablemente, Lutero poseía una naturaleza pujante, una inteligencia despierta, una actividad asombrosa, una imaginación viva y todo ese conjunto de cualidades humanas que disponen a un hombre para mover y conducir las masas. Por otra parte, poseía una idea elevada de Dios y un alto espíritu de sacrificio, con lo que se unían, pero entendidos a su manera, un profundo sentimiento religioso y un alto ideal cristiano. Mas, por otra parte, aparece en él un conjunto de defectos fundamentales. Su carácter angustioso hizo que no se tranquilizara con la solución que da el dogma católico a la inquietud por los pecados cometidos y el problema de la seguridad de la salvación, y su espíritu de independencia lo sugestionaron con la idea de la justificación por sola la fe. En adelante, el rasgo dominante de su carácter será esa autosugestión, que pone su criterio y sus opiniones por encima de todo, que designa a sus ideas como su evangelio, y que ya no quiere doblegarse ni a la autoridad de los Santos Padres, ni a la de los concilios, ni a la de los papas. Añadamos a esto su carácter apasionado y vehemente, que no conoce límite en su odio a las personas y a las instituciones que se oponen a su ideología, como lo fueron, sobre todo, el Papado, los monjes y algunas personas en particular. Su estilo es a las' veces grosero, como lo reconocen los mismos protestantes, y llega en ocasiones a la inconveniencia en las palabras y en los grabados que ilustran sus folletos de propaganda, cosa que no puede disculparse suficientemente por el modo de ser del tiempo; y lo que es peor, su mismo proceder y su falta de escrúpulos al aprobar la poligamia de Felipe de Hessen y recomendar en los momentos de pasión y de tristeza cierto trato con mujeres 7S , todo esto nos da una idea de conjunto de la figura moral de Lutero. Ciertamente, Lutero obtuvo un triunfo material extraordinario y brillante, a lo que contribuyeron sus cualidades humanas y otras causas que más adelante indicaremos. Pero junto con este éxito material y humano fue inmenso el daño que hizo a la humanidad. Pretendía reformar a la Iglesia y conducirla a la pureza del cristianismo primitivo, y no sólo no la reformó, sino que la dividió, y puso entre los suyos los gérmenes de la división, de la independencia y de una relajación de costumbres de que él mismo se lamentaba. 7. Guerra de Esmalcalda 76.—Convencido Carlos V de que para hacer respetar su autoridad por los príncipes protestantes no existía ya otro medio que la guerra, empezó a trabajar en este sentido en la dieta de Ratisbona de 1546, procurando dividir lo más posible a los jefes de la liga de Esmalcalda. Consiguió ganar para su causa al protestante Mauricio de Sajonía y algo después a Juan de Küstrin y Eríco II de Brunswick, dando siempre a su campaña el carácter puramente político, como de ofensiva contra la insubordinación de los miembros de la liga de Esmalcalda. 75
El texto correspondiente en ed. Weimar, Tischreden n. 122 (I,49s); n.833 (1,406). Cf. G R Í '
SAR, 2I7S.373S. 76
EGELHAAF, Archivalische Beitrdge zur Gesch. des Schmaíkald. Krieges (Stuttgart 1896}; HASEN-CLEVER, A., Die Politih Karls V und Philipps von Hessen var Ausbruch des Schmaíkald. Krieges (Marburg 1903).
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Sin embargo, fueron los príncipes protestantes, ansiosos, sin duda, de provocar un conflicto con el emperador y de sacudir su tutela, los que rompieron las hostilidades. En julio de 1546 irrumpieron algunas de sus fuerzas en los Estados de Enrique de Brunswick-Wolfenbütel por lo cual, acusados solemnemente ante el emperador, éste lanzó sobre los jefes protestantes la proscripción imperial, e inmediatamente salió con su ejército de Ratisbona. Rápidamente fue sometiendo algunos territorios y reuniendo grandes contingentes de ejército, con lo que mantuvo en jaque y fue desgastando las fuerzas de los protestantes. Logró someter a Würtemberg y algunas ciudades libres del sur, y, entrado ya el año 1547, mientras Juan Federico de Sajonía acudía a defender sus Estados, invadidos por Mauricio de Sajonia, las tropas protestantes fueron completamente derrotadas por el emperador en la célebre batalla de Mühlberg, del 24 de abril de 1547. En ella quedaron prisioneros los dos jefes principales protestantes, Juan Federico de Sajonia y Felipe de Hessen. La liga de Esmalcalda quedaba deshecha. Mas, por desgracia, Carlos V no supo o no pudo aprovechar suficientemente su gran victoria. De hecho, se contentó casi exclusivamente con mantener en cautividad mitigada a los dos jefes prisioneros hasta 1552 y en arreglar los asuntos de Colonia y Schaumburg, que volvieron al catolicismo, y algunos otros asuntos parecidos. El arreglo de la cuestión religiosa se dejó por entero al concilio de Trento. 8. Dieta e «Interim de Augsburgo» 77 .—Pero entonces precisamente se complicó más la situación. El concilio de Trento, después de haber dictado excelentes decretos sobre la Sagrada Escritura, el pecado original, la justificación y los sacramentos, fue trasladado a Bolonia por orden del papa. Con esto se inició un período de descontento mutuo y de verdadera tirantez entre Carlos V y Paulo III, que contribuyó eficazmente a frustrar el efecto de la victoria de Esmalcalda sobre los protestantes. Trastornado en sus planes Carlos V, quien había sinceramente esperado la solución religiosa del concilio, volvió entonces a los proyectos de los coloquios religiosos y se decidió a procurar resolver por sí mismo las divisiones religiosas de Alemania. Así lo intentó, en efecto, en la dieta de Augsburgo de 1547-48. Tomaron parte en ella, del lado católico, los teólogos de tendencias conciliadoras Julio von Pflug y Miguel Helding, a quienes se juntó el célebre dominico español Pedro de Soto. De los protestantes, el único teólogo de nota que participó en la discusión fue Juan Agrícola. Al fin se convino en la fórmula, que se designó como Interim de Augsburgo, católica en los puntos substanciales del dogma, pero que hacía a los protestantes excesivas concesiones. Mas, como era de prever, dada la naturaleza del Interim, levantóse inmediatamente de ambos lados una clamorosa protesta. El intento de Carlos V de ordenar los asuntos religiosos fracasó rotundamente. Ni los protestantes, demasiado celosos de su independencia, ni mucho " MEYER, Vom Augsburger Reíchstag 1548: «Quell. u. Forsch.» (1903) 390S. Véanse sobre todo PASTOR, XII,3iis.329s, y HERGENRÓTHER, l.c, 491S. La discusión principal gira en torno al célebre Interim. Véanse además de las obras citadas: BEUTEL, Über den Ursprung des Augsburger Interims (Dresden 1888); WOLF, Das Augsburger Interim: «Deutsche 2. f. Gesch.» 2 (1897-1898) 39s; Melanchton acerca del Interim: «Corpus Reform.» VI,325s.S37s.625s.
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menos los católicos quedaron satisfechos. Así, pues, el Interim sólo se pudo aplicar en algunos territorios. Desde Roma particularmente se hizo una guerra tenaz y decidida al Interim18. q. Paz de Augsburgo (i555)-—Entre tanto, el nuevo papa Julio III (1550-55) convocó por segunda vez para 1551 el concilio de Trento. Por su parte, Carlos V, que veía en él una nueva esperanza de inteligencia con los protestantes, los invitó oficialmente en la dieta de Augsburgo de 1550, y al fin consiguió la promesa de enviar sus representantes. El concilio inició su segunda etapa, según se había anunciado, en mayo de 1551, y, finalmente, aparecieron en él los representantes de los protestantes. Los acontecimientos se iban desarrollando en la forma más ideal y todo parecía prometer un resultado favorable, cuando inesperadamente tuvo lugar la traición de Mauricio de Sajonia 79. Efectivamente, Mauricio de Sajonia, uno de los principales colaboradores de Carlos V en la derrota de los príncipes protestantes, aunque después de la batalla de Mühlberg había recibido la dignidad de elector y otras muestras de la gratitud del emperador, no estaba todavía satisfecho. Como protestante que era, por una parte, se sentía humillado delante de los suyos por su actuación al lado de Carlos V, y, por otra, aspiraba a ser el jefe de la liga protestante. Deseoso, pues, de dar un golpe sensacional, con el que pudiera de una vez alcanzar sus ideales, siguió disimulando al lado del emperador al mismo tiempo que, como lo hacían los demás príncipes protestantes, trataba con el rey de Francia y tramaba su traición. Así, pues, cuando lo tuvo todo bien preparado, en marzo de I55 2 cayó de improviso sobre Innsbruck, donde se encontraba a la sazón Carlos V, con intención de apoderarse de él; pero éste logró a duras penas escapar. Ante estos hechos y la guerra que inmediatamente estalló, disolvióse el concilio de Trento, y sólo después de difíciles discusiones entre D. Fernando, como representante de Carlos V, y los príncipes protestantes se llegó a la transacción de Passau (junio de i552)> por la que se suspendía el Interim de Augsburgo y se aseguraba interinamente a los protestantes el libre ejercicio de su religión hasta la próxima dieta imperial 80 . Pero este arreglo definitivo, planeado para el año siguiente, se fue retrasando a causa de las guerras en que se vieron envueltos contra Francia y contra los turcos. Al mismo tiempo, Carlos V, sumamente abatido por los últimos acontecimientos, había abandonado todos los negocios del imperio en manos de su hermano D. Fernando y, renunciando a todos sus Estados, se retiró más tarde al monasterio de Yuste. La anunciada dieta pudo, finalmente, celebrarse en 1555, y en ella se llegó a la célebre paz de Augsburgo 81 , que marca uno de los estadios 78 79
Véase una amplia descripción en PASTOR, XII.330S. Sobre Mauricio de Sajonia: BRANDENBURG, Moritz von Sachsen l (Leipzig 1898); ScKLlNG, Die hirchl. Gesetzgebung unter M. von S. (Leipzig 1899); SCHONHERR, Der Einfall des Kurfürsten von sSachsen in Tirol (Innsbruck 1868). ° WOLF, Der Passauer Vertrag und seine Bedeutung: «N. Arch. f. Gesch.» (1894) 2 37 s ; BRANDI, K., Passauer Vertrag (Stuttgart 1890); KÜNUS, W., Gesch. des Passauischen Vertrage (1907); FISCHER, Die personliche Stellung und polit. Lage Kbnig Ferdinands 1552 (Kónigsberg 1891 )• >• El texto critico de la paz de Augsburgo puede verse en BRANOI, K., Der Augsburger R«ugionsfriede 2.* ed. (1927). Véanse además RITTER, Der Augsburger Religionsfriede: «Hist. Taschb.» 1 (1882) 213S; PAULUS, N., Religionsfreiheit und Augsburger Religionsfriede: «Hist. pol. B1-» 149 (1912) 356S.401S. En particular JANSSEN, o.c, III,8o9s; RASSOV, P., Die Reichstage zu Augsburg m
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más significativos del avance del protestantismo. Su significación proviene de haber sellado definitivamente la división religiosa de Alemania. Por ella los católicos reconocían oficialmente la existencia de los luteranos en el imperio alemán. En consecuencia, las dos confesiones, la católica y la protestante, debían tener completa libertad en su ejercicio dentro del imperio. Los jefes de los territorios podían elegir entre la religión católica y la confesión de Augsburgo e imponerla a sus subditos. Los subditos debían someterse a esta elección; pero, si no estaban conformes, podían emigrar. Es el principio del ius reformandi, concretado en la expresión Cuius regio, eius et religio. Solamente se hizo una excepción a este principio, lo que se llamó el reservado eclesiástico, consistente en que los jefes de territorios eclesiásticos que abrazaban el protestantismo debían abandonar sus territorios, dejándolos en manos de los católicos. Precisamente este reservado eclesiástico dio luego ocasión a largas y sangrientas contiendas. V.
CAUSAS DEL TRIUNFO DEL PROTESTANTISMO
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Llegados a este punto, vale la pena examinar brevemente cuáles fueron las verdaderas causas de un triunfo tan considerable del protestantismo. Si a lo expuesto sobre el luteranismo añadimos las defecciones de otros países del norte de Europa y las ocasionadas igualmente por el calvinismo y el cisma de Inglaterra, que en 1555 estaban ya en completo desarrollo, y de que luego se hablará, podemos decir que, a mediados del siglo xvi, una buena parte de Europa se había separado de la Iglesia católica. Se ha calculado en unos 60 millones el número de habitantes de Europa a mediados del siglo xvi. Ahora bien, seguramente habían caído en la herejía o en el cisma cerca de 20 millones. Nunca hasta entonces había experimentado la Iglesia católica una catástrofe tan grande. Así, pues, nos preguntamos: ¿Cuáles fueron en realidad las causas de tal catástrofe? 1. Diversas causas insuficientes.—Como es natural, han sido muchos los historiadores, tanto en el campo protestante como en el católico, que han intentado estudiar y resolver desde su punto de vista esta cuestión. Ante todo, no nos parecen suficientes las que propone el P. E. de Moreau, que son «el ansia de poseer integralmente la palabra de Dios, la Biblia, tal como ella salió de la pluma de los autores inspirados y sin interpretación de un intermediario cualquiera, aunque sea la misma Iglesia», y la necesidad de poseer la certeza de la propia salvación por un medio distinto del de la confesión y el de las buenas obras» 83 . Ciertamente aparecen indicios de estas aspiraciones, promovidas por muy diversas causas del siglo xv. Pero creemos sinceramente que no constituyen una base suficiente para explicar el fenómeno de der Re/ormatiotiszeit (Munich 1955); GRISAR, J., Die Stellung der Pápste zura Reichstag und Religionsfrieden von Augsburg ísss- í S t - Zeit» 156 (I954-I95S) 440s; ID., Die Sendung der Kard. Morone ais Legat zum Reichstag von A. r 5 í j : «Z. hist. Vereins» 61 (1955) 34is; TÜCHLE, H., Der Augsburgen Religionsfriede und die Retchsstá'dte: «Z. hist. Vereins Schival.» 61 (1955) 213S; SCHOEMAKER, R. W., The origin and meaning ofthe ñame tProtestant Episcopal» (Nueva York 1959). 82 Véanse en particular D E MOREAU, l.c, 78S; FEBVRE, L., Une question mal posee. Les origines de la Reforme et le probíéme general des causes de la Reforme: «Rev. Hist.» 159 (1929) is; LORTZ, J., Die Reformation in Deutschland L96S.205S; HERTLING, L., Gesch. der kathol. Kirche 249s; ViLLOSLADA, R. G., Causas y factores históricos de la ruptura protestante (Bérriz 1961). «' L . c , 79-
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la defección general del siglo xvi. Sin embargo, estas causas contribuyeron eficazmente al triunfo del luteranismo. La doctrina de la certeza de la salvación por sola le fe; la libertad absoluta dada al hombre para la lectura e interpretación de la Biblia y para prescindir de toda autoridad jerárquica; el desatarlo de gran número de trabas morales con que lo mantenía la religión católica, no hay duda que estos principios eran particularmente aptos para fascinar a las masas y conducirlas a la nueva ideología y a la nueva confesión. Por otro lado, se ha insistido en que la causa principal del triunfo de los protestantes eran los abusos existentes en la Iglesia a fines del siglo xv y principios del xvi 84 . La situación general de la Iglesia era, en verdad, lamentable. Ante todo era evidente la mundanizacíón de la curia pontificia, con todos los defectos que de ella procedían en la venalidad de muchos de sus miembros, en la falta de espíritu eclesiástico y en la relajación de costumbres que se manifestaba en todas partes. Defectos semejantes aparecían, en general, en el clero, tanto secular como regular. El alto clero, que procedía en gran parte de la nobleza, tomaba las dignidades eclesiásticas como un modo de vivir, y así, era muy general su falta de espíritu eclesiástico y su corrupción. El bajo clero, en el que predominaba la ignorancia y la miseria, fácilmente se dejaba llevar de la simonía y de la sensualidad. El clero regular y el estado religioso había caído en muchas partes en una verdadera relajación de costumbres. En los elementos seglares se reflejaban, como era natural, estos mismos defectos, sobre todo la falta de espíritu cristiano y corrupción de costumbres, a lo que se añadía una aversión creciente a los eclesiásticos, a los monjes y, sobre todo, a la curia romana y al mismo romano pontífice. En realidad, pues, existía este estado de corrupción y de relajación, y, aunque no debe exagerarse, suponiendo fuera general en toda la Iglesia, sin embargo, estaba muy extendido, particularmente en el centro de Europa. Pues bien, esta situación de la Iglesia suele presentarse como la causa principal de los extraordinarios progresos realizados por la reforma de Lutero y demás innovadores. Pero a este propósito nos parecen muy sensatas las observaciones que hace el P. Hertling: «Abusos—dice—los ha habido siempre en la Iglesia, unas veces más, otras menos... Los abusos en el gobierno eclesiástico han llevado muchas veces a discusiones y a rebeliones, pero no a cambios de religión y a herejías. Las grandes herejías que nos salen al encuentro en el curso de la historia de la Iglesia, comenzando por los gnósticos y arrianos hasta los jansenistas... y modernistas, no eran propiamente reacciones contra abusos ni surgieron precisamente en tiempos y lugares de especial decadencia de la vida religiosa, sino más bien en medio de una atmósfera de elevada religiosidad» 85 . Y sigue el mismo historiador: «Si la corrupción de la Iglesia hubiera sido la causa de la separación, entonces la línea de separación debía ser muy diversa. Más bien, los mejores elementos, que ya no 84 Este p u n t o d e vista lo expone ampliamente PASTOR, V I I , 2 Ó 7 S . Véanse asimismo S C H N Ü RER, G., Kirche und Kultur im Mittelalter III,2595; F I N K E , E., Die kirchenpolit. und kirchl. Verhciltnisse zu Ende des M . A.: «Rom. Quart.» suplem.4 (1806); LORTZING, ]., Wie ist die abendlánd. Kirchenspaltung entstanden? (1029); ANDREAS, W . , Deutschland vor der Reformation (1932); W Y C K E N S , L., Les origines du Luthéranisme: «Nouv. Rev. Théol.» 59 P.213S. 85
HERTLING, l.c,
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encontraban en la antigua Iglesia la satisfacción de sus ideales, debían ser los que le volvieran las espaldas y formaran una nueva Iglesia más pura y más ideal. Ciertamente entre los reformadores había algunos idealistas; pero no fue precisamente esto lo que contribuyó a que el mundo se dividiera en dos campos, los buenos y los malos. La línea de división fue más bien, a través de la masa, en una y en otra dirección» 86 . 2. Verdaderas causas del triunfo protestante.—En realidad, estamos conformes, en conjunto, con este razonamiento del historiador alemán. Sin embargo, como él mismo implícitamente concede, debemos admitir que los abusos existentes en la Iglesia y la situación general en que ella se encontraba contribuyeron también eficazmente a facilitar el triunfo protestante. Así, pues, teniendo presentes y completando las observaciones que acabamos de reproducir de los dos eminentes profesores de las Universidades de Lovaina y la Gregoriana de Roma, expresaríamos de este modo las verdaderas causas del triunfo protestante: Ante todo, las doctrinas predicadas por Lutero eran sumamente a propósito para atraer y fanatizar a las masas. Si a esto se añaden las cualidades extraordinarias de Lutero, la fogosidad y actividad de su carácter, su talento de organizador, su ardiente imaginación y su habilidad en aprovechar la situación de descontento y aversión contra Roma y algunos abusos reales, se comprenderá mejor cómo pudo obtener tan rápidamente un éxito tan considerable. En segundo lugar influyó indudablemente la situación bastante general, que se caracterizaba por los abusos y corrupción de la Iglesia. Sin embargo, añadamos que estos abusos y relajación eclesiástica no constituyen una causa directa de la defección, y en este sentido son acertadas las observaciones del P. Hertling; pero ciertamente son un terreno bien abonado para que más fácilmente se propague en él la rebelión contra la Iglesia. Así ha sucedido, en efecto, en otras ocasiones semejantes en la historia eclesiástica. Todos aquellos cristianos, clérigos y monjes, obispos y príncipes eclesiásticos, así como también los caballeros y príncipes seculares, faltos de espíritu eclesiástico, víctimas de la relajación y corrupción de costumbres y llenos de prejuicios y aversión contra el estado eclesiástico y contra Roma, eran como ramas secas de un bosque, y bastó se les aplicara la tea encendida de un predicador ardoroso y activo como Lutero para que prendiera un fuego gigantesco. En los siglos xiv y xv existía también un estado de relajación semejante; pero los conatos de rebelión de los herejes W i clif y Huss no consiguieron aplicar la tea que hiciera prender la llama, como sucedió con los protestantes del siglo xvi. A estas circunstancias o causas, que directa o indirectamente favorecieron el triunfo protestante, debe añadirse otra, que, a nuestro juicio, es la que más influyó en él y la que dio fuerza a l a s demás. Tal fue la intervención decidida de los príncipes seculares y eclesiásticos en favor de las nuevas doctrinas. Más aún: creemos que ésta es la verdadera y única causa, sin la cual apenas hubieran tenido efecto las demás 87 . ss ibid. 87 Véase H E R T L I N G , l . c , quien comparte esta solución.
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P.1I. De Lutero a la paz de Westfalia
C.2. La falsa reforma en Suiza e Inglaterra
Si los abusos y el estado de relajación hubieran sido la causa del cambio de religión, debiera observarse siempre y en todas partes este mismo efecto. Pero vemos que no sucedió así. Dependió, pues, de otra causa, que es la que decidió que en este caso se produjeran tales efectos. Esta causa, pues, fue el favor que los príncipes prestaron a la reforma protestante y la falta de personas que defendieran decididamente el catolicismo. • Era, pues, cuestión de personas. Por esto, como dice muy bien el P. Hertling, «donde el príncipe permaneció católico, como en Baviera, o en donde el príncipe quería apostatar, pero hubo personas que le ofrecieron oposición eficaz, como en Colonia y Münster, el territorio perseveró católico». Si Lutero no hubiera tenido desde un principio al elector de Sajonia, Federico el Sabio, quien lo apoyó, y luego otros príncipes que lo favorecieron con todo su poder, no hubiera obtenido el éxito que obtuvo. Los abusos existentes se hubieran podido corregir, como en otras ocasiones, pero Europa hubiera permanecido católica. Así, pues, los príncipes que apoyaron y defendieron la innovación en Alemania; los reyes de los países escandinavos y Enrique VIII de Inglaterra, que la introdujeron por la fuerza, fueron las causas decisivas del triunfo del protestantismo y de la gran catástrofe de la Iglesia católica. Todos ellos, movidos principalmente por el aliciente con que los brindaba la nueva ideología de aumentar su poder apoderándose de los bienes eclesiásticos y constituyéndose en dueños absolutos en lo espiritual y en lo temporal, se entregaron de lleno a las nuevas doctrinas y las hicieron triunfar.
CAPITULO
La falsa reforma
II
en Suiza e
Inglaterra
Mientras se desarrollaban en Alemania los acontecimientos que acabamos de exponer, con lo que se formó la iglesia luterana, surgían también en Suiza otros movimientos semejantes, primero con la reforma de Zuinglio y luego con la de Calvino, que constituyó en definitiva la iglesia reformada. Por causas muy diversas, pero coincidiendo con estos hechos, también Enrique VIII precipitaba a Inglaterra en el cisma, que poco después se transformó en anglicanismo y constituye el tercer núcleo de la reforma protestante. Vamos, pues, a recorrer rápidamente el desarrollo de estos dos núcleos del protestantismo, el zuinglianismo-calvinismo y el anglicanismo. I.
ZUINGLIO: LA INNOVACIÓN EN LA SUIZA ALEMANA I
I. Zuinglio. P r i m e r desarrollo de sus ideas.—La situación de la Suiza alemana a principios del siglo xvi era muy semejante a la de Alemania. Allí encontramos los mismos abusos y la misma situación del clero alto y bajo, del estado monástico y del elemento secular, con i Sobre la reforma protestante en Suiza en general y sobre Zuinglio en particular verse:
pueden
F u e n t e s . — E G L I . E., Analecta reformatoria I-II (1899-1901); Quellen und Abhandlungen zu schw. Reform. Gesch., ed. G. FINSLEK y W . KOCHLER (1912-1926). Las obras d e Zuinglio: E G L I ,
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una aversión manifiesta a los abusos, supuestos y reales, de los eclesiásticos. Además, en este territorio se habían propagado mucho los escritos de Wiclif y Huss. Así se explica que hubieran cundido ya mucho todos los prejuicios contra el Papado y contra muchas prácticas católicas. Para empeorar la situación, se introdujeron bien pronto en Basilea, Zurich, Ginebra y otros centros más importantes las obras de Lutero, que contribuyeron eficazmente a engrosar el número de los innovadores. En estas circunstancias se presentó Zuinglio. Nacido en 1484 en Wildhaus, tenía unos dos meses menos que Lutero, e hizo sus estudios en Berna y Basilea, donde tuvo por maestro al humanista Wólflin. En la Universidad de Viena estudió filosofía, y luego en la de Basilea teología, bajo la dirección de Tomás Wittenbach, que se distinguía como buen escriturario. Ordenado de sacerdote en 1506, ejerció su primera actividad en Glaris, donde intensificó sus estudios exegéticos, y en este trabajo continuó hasta 1516, en que entró como Plebanus, o capellán, del santuario de Nuestra Señora de Einsiedeln, en el célebre monasterio de este nombre. Sobre la base de algunas ideas wiclefitas y hussitas, empezó a fomentar cierta aversión a la curia romana y a muchas costumbres y prácticas católicas, como el ayuno, las indulgencias e incluso los votos religiosos y todo lo que fomentaba la piedad exterior; sin embargo, conservaba su adhesión a la Iglesia católica. Esto no obstante, ya en su capellanía de Einsiedeln empezó a flagelar en sus sermones los defectos, muchos de ellos reales, de las iglesias; pero, sobre todo, empezó a atacar las peregrinaciones a santuarios y el culto de la Virgen. Estando así las cosas, al quedar vacante en 1518 la dignidad de predicador en la catedral de Zurich, Zuinglio fue nombrado para ella, y con la fama y cualidades de orador de que gozaba se entregó de lleno a la predicación. Tomando como base el Evangelio, iba mezclando al mismo tiempo digresiones sobre diversos puntos y no pocas invectivas contra los ayunos, indulgencias, votos y otras prácticas piadosas, y, sobre todo, contra la relajación de costumbres, siendo así que en las E . - F I N S T E R , G., etc., ed. crít.: Corpus Reformatorum vols.1-4.7-10 (Berlín 1909S). Sobre E c o lampadio: STACHLIN, E., Briefe und Akten zura Leben Oecolampads I-II (Leipzig 1927-1934). Bibliografía.—Véase ante todo el reciente art. Zwingli, de L . CRISTIANI : «Dict. T h . Cath.» A s i m i s m o : P O L L E T , J. V. M. f art. Zwinglianisme: ibid. A d e m á s : HADORN, W . , Kirchengesch., der reformierten Schweiz (1907); F L E I S C H L I N , B., Schweizer. Reformations-Geschichte 2 vols. (1907-1909): E G L I , E., Schweizerische Reformationsgesch. 1,1519-1525 (1910); D U E R R , R., Aktensammlung zur Gesch. der Basler Reformation 2 vols. (Basilea 1923): GAGLIARDI, E-, Gesch. der Schweiz von den Anfángen bis zur Gegenwart 2 vols. 2. a ed. (Zurich 1933-1936); DIERAMER, J . - S C H N E I D E R , H . , Gesch. der schw. Eidgen 6 vols. (1920-1931). Biografías d e Z u i n g l i o : STACHLIN, Ulrich Zwingli 2 vols. (Elberfeld 1895-1897); F L E I S C H L I N , B., Zwingli (1930); BAUR, A . , Zwinglis Theologie. 2 vols. (1885-1889); L A N D , A., Zwingli und Calvin (1913); R E C H , A., Die Anfdnge der Theologie Zwinglis (Zurich 1949); PFISTER, R., Die Seligkeit erwdhlter Heiden bel Zwingli. Eine Untersuchung zu seiner Theologie (Zurich 1952); SCHWEIZER, J., Reformierte Abendmahlsgestaltung in der Schau Zwinglis (Basilea 1953); R O H L E R , W . , Zwingli und Luther. Ihr Streit über das Abendmahl... 2 vols. (Gütersloh 1953): JARNER, O . , Huldrych Zwingli. Seine Verteidigung, ihre ersten Früchte, (Zurich 1954): ROTHER, J-, Die relig. und geist. Grundlagen der Politik H. Zwingli... (Erlangen 1956); VASELLO, O., Reform und Reformation in der Schweiz. Zur Würdigung der Glaubenskrise: «Vereinschr. C o r p . Cath.», 16 ( M ü n s t e r in W . 1958); SCHMID, H . , Zwnglis Lehre von der góttlichen und menschl. Gerechtigkeit (Zurich 1959); M A R T I N , W . , Histoire de laSuisse... (Lausana 1959). Véanse en particular HERGENRÓTHER, IIL420S; PASTOR, I X , I I 8 S ; X,2i4s.222s; GRISAR, l . c , 24IS.258S; HAUSWIRTH, R., Landgraf Ph. vonHessen u.Zwingli... «Zwingliana» II (1962) 499-552; COURVOISIER, J., Zwingli. A reformed theologian (Rechmond 1963); P O L L E T , J.-V., Huldrich Zwingli et la Reformation en Suisse d'aprés les réchercher recentes (París 1963).
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P.II. De Latero a la paz de Westfalia
suyas dejaba bastante que desear 2 . Precisamente en este tiempo, en 1518 y 1519, tuvo noticia de los primeros escritos de Lutero, de sus tesis y de las controversias que en torno a las mismas se habían suscitado. Así, pues, no obstante el testimonio suyo en contrario, no dudamos en afirmar que, más o menos conscientemente, fue influido por él y por toda su ideología, si bien Zuínglio le dio una tendencia más radical. 2. La nueva reforma en Zurich.—Ya desde un célebre sermón del año nuevo de 1519, inició una campaña más radical contra los llamados abusos de la Iglesia y en favor de la verdadera reforma. A ello dio ocasión el franciscano de Milán Bernardino Sansón, quien predicaba por aquel territorio la célebre indulgencia ordenada por León X. Por lo demás, consta que Sansón, aunque tal vez cometiera alguna exageración en la forma, predicó correctamente desde el punto de vista doctrinal. Pero, en todo caso, no pudo predicar allí mismo mucho tiempo, pues el obispo de Constanza ordenó bien pronto a sus clérigos que no permitieran la predicación de la indulgencia. Esto no obstante, Zuinglio desencadenó desde este día una campaña cada vez más violenta contra las indulgencias y las prácticas exteriores de piedad, que designaba como «santidad material», afirmando que se debía volver a la «filosofía de Cristo». Pero bien pronto su campaña se dirigió contra la autoridad eclesiástica, en lo que aparece también el influjo luterano, y desde entonces ya no tuvo ninguna clase de trabas en sus críticas e insubordinación. Hizo suyas y expuso en sus sermones las ideas luteranas sobre la justificación por sola la fe, contra las buenas obras y sobre la Sagrada Escritura como única fuente de la verdad. Más aún: él, que tanto flagelaba la corrupción de los monjes y eclesiásticos y la curia romana, empezó a dejarse llevar y a patrocinar en los suyos la mayor libertad de costumbres y a incitar a los sacerdotes y religiosos a abandonar el celibato y los votos. La agitación siguió en aumento, y Zuinglio supo darle un matiz político y nacionalista, con el que llegó pronto a hacerse dueño de la ciudad. Pero ya en 1522 se llegó al primer conflicto ruidoso. Un buen número de ciudadanos empezaron por suprimir públicamente el ayuno en la Cuaresma de este año. El obispo de Constanza, a la que pertenecía Zurich, elevó su protesta al Consejo de la ciudad; mas como, en lugar de someterse, escribiera Zuinglio su primer tratado dogmático, Sobre la elección y libertad de los alimentos, el obispo publicó una carta pastoral y acudió a la dieta helvética, reunida en Lucerna en mayo de este año. Todo fue inútil. La dieta dio una disposición general por la que prohibía toda predicación que turbara el orden público; pero en Zurich fue letra muerta, y Zuinglio siguió predicando con mayor libertad. Más 2 Véase sobre todo CRISTIANI, art. Zwingli: «Dict. Th. Cath.». Según parece, Zuinglio, aunque un tanto libre de conducta y en su manera de enjuiciar las instituciones de la Iglesia católica, no había tenido ninguna idea de rebelión; pero la lectura de los primeros escritos de Lutero y, sobre todo, la noticia de las tesis sostenidas por él en la disputa de Leipzig en 1510, particularmente contra el romano pontífice, inició en él sus primeras dudas y vacilaciones. Luego, continuando en la lectura de Lutero y de los demás innovadores, se fue apropiando sus ideas, a las que dio un carácter individual, hasta llegar a declararse abiertamente contra la Iglesia católica (ibid., C0I.3727S). Véase asimismo toda esta discusión sobre el influjo de Lutero en Calvino en POLLET: «Dict. Théol. Cath.» coI.3755s.
C.2. ha falsa reforma en Suiza e Inglaterra
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aún: en nombre propio y de otros diez sacerdotes, envió una súplica al obispo y a la dieta helvética para que los dispensaran del celibato, y, entre otros argumentos, atestiguaba que ni él ni los otros lo habían podido observar. De hecho, él vivía con una mujer, con la que se casó privadamente en 1522 y públicamente en 1524. Como es natural, otros sacerdotes siguieron su ejemplo. 3. Consolidación del zuinglianismo.—Puesto ya en el camino de la rebelión contra la jerarquía y contra la Iglesia, compuso entonces y dirigió a su obispo una obra titulada Apologeticus Archeteles, en la que se desligaba de la autoridad del ordinario y hacía su propia apología. Tal era el tono que empleaba en este primer escrito, que significaba una verdadera declaración de guerra. Por esto no es de sorprender que Erasmo, antes amigo de Zuinglio, se decidiera a escribirle en tono amistoso, pero severo, notándole la falta de seriedad y respeto de aquella obra. Hace, sin duda, honra a Erasmo, que precisamente por este tiempo, siendo así que anteriormente había alentado a Lutero y demás innovadores, había reconocido sus extralimitaciones y trataba de reducirlos a una verdadera sobriedad. Pero ya era tarde. Como no sirvió para nada su oposición a Lutero, tampoco su intento de enderezar a Zuinglio. Este, por el contrario, publicó poco después otro escrito de tonos más violentos todavía, pero en forma de anónimo, a lo cual volvió a escribirle Erasmo, fingiendo que no conocía al autor, tratando de insensato al autor de aquel engendro anónimo. A este tiempo pertenece también un documento del papa Adriano VI que ha dado ocasión a malignas interpretaciones. El 23 de enero de 1523 le dirigía un breve, en el que usaba con él un tono paternal, dedicándole juntamente notables alabanzas. Los enemigos del Pontificado no ven en ello otra cosa que miras rastreras de los papas, lisonjas y adulaciones, con el objeto de conseguir el favor de los suizos para reclutar los ejércitos que necesitaba. Pero, tratándose de Adriano VI, debemos excluir tan innobles intenciones y sólo debemos ver en ello el noble esfuerzo de un padre por atraer al hijo descarriado. Pero tampoco este intento obtuvo resultado. Por el contrario, envalentonado con su éxito inicial y con la adhesión que Zurich le demostraba, obtuvo fácilmente de su Consejo la celebración de la primera disputa solemne en enero de 1523 3 . Para ella compuso Zuinglio 67 tesis, más radicales en conjunto que las de Lutero. En ellas proponía la Escritura como única regla de la fe; a Jesucristo, como único jefe de la Iglesia, por lo cual rechazaba la autoridad del papa y de los obispos; defendía que la misa no es un sacrificio y negaba la existencia del purgatorio, el culto de los santos, el celibato, los votos religiosos. De hecho, el obispo de Constanza envió a la disputa a dos representantes suyos, que fueron su vicario general, Juan Faber, y el teólogo 3 Sobre esta primera disputa y sus 67 tesis véase el texto en Corpus Ref., Zuinglio I,l6os. Véanse asimismo MAYER, Die Disputation von Zurich, am 29. Januar 1523 (Lucerna 1895); HERGENRÓTHER, l.c, 424. De hecho, ya antes, el 21 de junio de 1522, había provocado una discusión con los monjes encargados de la predicación. Pero, aunque ya manifestó en ella con bastante claridad sus ideas revolucionarias, aquella discusión no había tenido bastante publicidad. Por esto quiso dar a ésta la mayor solemnidad posible. De la gran importancia que él le atribuyó, da una idea la obra que luego dio a luz. Exposición de las pruebas de las tesis, que es una amplia exposición de las 67 tesis presentadas en la disputa. Cf. Opera 11,3.
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P.H. De Lulero a la paz de Weslfalia
Martín Blantsch; pero su intención era que no tomaran parte en la discusión. Túvose ésta con gran solemnidad. Zuinglio se las compuso de manera que obligó a Faber a intervenir; y, como estaba ya determinado, el Consejo, a quien previamente Zuinglio había reconocido toda la jurisdicción en asuntos religiosos, le atribuyó a él la victoria. Como conclusión de la disputa, se decidió que los predicadores sólo deberían predicar la Sagrada Escritura y que los religiosos podrían abandonar sus conventos y tomar mujeres. Muchos así lo realizaron. Como resultado de todo esto, el mismo Faber escribía a un amigo de Maguncia. «Un segundo Lutero ha surgido en Zurich, y es tanto más peligroso, porque su pueblo toma más seriamente partido por él». No mucho después, el 26 de octubre del mismo año 1523, se celebró una segunda disputa solemne, organizada por el Consejo de Zurich. La ocasión fueron las destrucciones de imágenes realizadas por el pueblo, y su objeto era decidir sobre la eliminación de las imágenes y de la misa. Los obispos de Constanza y Basilea enviaron algunos representantes o testigos suyos ; pero, sin intervención de éstos, se determinó introducir en la ciudad la reforma que Zuinglio había presentado. Entonces compuso Zuinglio su obra Introducción a la doctrina católica, que el Consejo de Zurich envió a todos los párrocos. Además, el mismo Consejo estableció una comisión, compuesta por Zuinglio y sus cuatro más íntimos colaboradores—Judá, Engenhardt, Hitzer y Schmidt—, con el objeto de que urgieran y vigilaran la introducción de las innovaciones en las diversas parroquias. De este modo fueron rápidamente desapareciendo las imágenes de Zurich y de todo el departamento; clausuráronse los monasterios; fue desterrada la misa; se eliminaron los sacramentos, los ayunos, etc. El año 1525 se había realizado ya la eliminación del culto antiguo, y entonces se introdujo el nuevo, consistente en la predicación y en la cena bajo las dos especies, pero esto último únicamente como una imagen o representación del cuerpo de Cristo. Incluso estaba prohibido el canto y el órgano. Por otra parte, el bautismo perdió su valor como signo eficaz de la gracia, y sólo se conservó como símbolo exterior de la entrada en el cristianismo. Zuinglio, el verdadero autor de este cambio religioso, escribió entonces su obra principal, De vera et falsa religione, la primera exposición completa de la nueva doctrina, y no mucho después una traducción de parte de la Biblia en la lengua vulgar del país 4 . 4. Extensión a otros cantones. Oposición.—Ya desde 1522, el antiguo cartujo Francisco Kilb predicaba las nuevas doctrinas en Berna, si bien consta que con escaso resultado. Siguióle el discípulo de Melanchton Juan Haller, proveniente de Alemania, que se había casado en 1521. Aunque lentamente, se fue poco a poco introduciendo la nueva doctrina en diversos territorios. En 1523, Ecolampadio, bien conocido como humanista y discípulo de Erasmo, ganado para las nuevas ideas, comenzó a extenderlas en 4 L e ó n Judá trasladó al alemán suizo la traducción alemana del N u e v o T e s t a m e n t o d e L u tero. M á s tarde tradujo el Antiguo T e s t a m e n t o . Véase KAPPELER, Die schweiz. Bilbelübersetzungen neubeleuchtet (Zurich 1898). El comentario De vera et falsa religione p u e d e verse en L E PLAT Mon. Cono. Trid. II.723S apénd.; ibid., 75OS. L a obra fue dedicada a Francisco I.
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5
liítsilea . En esta tarea fueron auxiliares suyos Guillermo Farel y otros varios, y, aunque tuvieron que sostener enconadas luchas, ya en 1525 llegaron a abolir el culto antiguo y en 1527 obtuvieron el libre ejercicio del nuevo; el obispo y algunos miembros católicos del Consejo de la ciudad fueron eliminados; se abrogó la enseñanza católica y se inició una verdadera persecución de las imágenes. A partir de 1524 se introdujo igualmente la nueva ideología e n el cantón de Toggenbourg y en gran parte del de Appenzell. En el cantón de San Gallen introdujo la reforma, asimismo en 1524, un amig° de Zuinglio, Joaquín de Watt, no obstante la oposición del poderoso abad Francisco Geisberg. Fue arrojado el abad y se eliminó la misa, la confesión y todo el culto católico. En realidad, pues, el movimiento de defección de la Iglesia católica había ido arrastrando tras sí a algunos cantones de Suiza cas cuteros. Sin embargo, encontró una oposición decidida en algunos canIones antiguos del interior. Tales fueron los de Uri, Lucerna, Schwyz, I Inlerwalden, Zug, Friburgo, Soloturm, formados por campesinos y P a s " lores, de simples costumbres y fe sencilla, y dirigidos por clérigos de Integras costumbres. Como los innovadores iniciaran algunas incursiones violentas hacia estos territorios y realizaran algunas destrucciones de imágenes y otras escenas semejantes, se procuró primero llegar a un acuerdo por medios pacíficos, y así convinieron en la celebración ilo una conferencia en Badén, cerca de Zurich, en mayo de 1526. En fila tomaron parte, entre los teólogos católicos, Eck, venido de Alemania; Fabri y Murner; y entre los protestantes, Ecolampadio y Ha^er> pues Zuinglio se negó a asistir 6 . El resultado no pudo ser más favorable a los católicos. Juan Eck, como lo había hecho en Leipzig con Lutero, puso aquí en evidencia los errores de los innovadores. Por esto los católicos, fieles a la fe a n ~ tigua, prohibieron toda clase de innovación, y, por consiguiente, la entrada de los libros de Lutero y de Zuinglio. De este modo, la división se fue enconando cada vez más.
Míentras en Zurich se maltrataba a los católicos, en los cantones católicos se perseguía a los innovadores. Estas luchas, que degeneraban a l a s veces en batallas callejeras, tuvieron lugar particularmente en lasun 11a-e 3
Ecolampadio y Farel fueron los héroes de Basilea. Véanse PAULUS, N . , Oeskolampad g ™ (llaubensfretheit: «Hist. pol. Bl.» 143 (1009) 805S; BURCKHARDT, Die Basler Táufer ( B a s i l e a 1898). 6 Véanse BAUR, Zur Vorgesch. der Disputation von Badén (1526): «Z. f. KG» 21 ( 1 9 0 * ) 9*s; W I E D E M A N N , T H , , Dr. J. v. Eck auf der Disputation in Badén: «Vierteljahressch. f. T h e o l - * I.63S; ID., Joh. Eck: ibid., 215S. E n general, tuvo gran trascendencia esta disputa, sobre t o d o P o r ) a intervención del excelente dialéctico y polemista J. Eck. A propósito d e la negación d e Z^15?.® u asistir a esta disputa y enfrentarse con el polemista católico Juan Eck, escribe C r i s t i a r 1 1 í*•*-•' *
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madas ciudades o regiones neutras. Unos y otros querían tener en ellas la supremacía y no querían ceder al partido contrario. El resultado fue que, como sucedía en este mismo tiempo en Alemania, empezaron a formarse alianzas y ligas políticas. Ya en 1527 Zurich constituyó una alianza con Constanza, a la que se juntaron Basilea, Berna, San Gallen y otras ciudades. Frente a esta coalición, los cantones católicos se unieron en 1529 con Fernando de Austria: la alianza de Wallis. 5. Guerra y paz de Kappel. Muerte de Zuinglio.—Estas dos coaliciones eran el más claro indicio de que la situación iba a desembocar en una guerra. Pero ésta pudo evitarse durante algún tiempo por medio de la primera paz de Kappel, de 1529. En realidad quedaban por ella favorecidos los zuinglianos; pero Zuinglio no quedó satisfecho. Por esto, como aspiraba a dominar toda Suiza, continuó luchando con redoblada energía. Entre tanto tuvo lugar en Alemania la dieta de Augsburgo de 1530, y en ella se presentó y fue discutida una confesión zuingliana. Mas como los innovadores continuaran en Suiza cada vez más agresivos y llegaran a arrojar de sus dominios al abad de San Gallen, no tuvieron los católicos otro remedio, para defenderse a sí mismos y a su fe, que acudir a las armas. Así, pues, se llegó a la batalla de Kappel, del 11 de octubre de 1531, contra los cantones zuinglianos, excepto el de Berna. El resultado fue que Zuinglio, presente en la batalla, fue completamente derrotado y murió en ella junto con otros siete de sus jefes. No se dieron por vencidos los zuinglianos, por lo cual continuaron las hostilidades hasta una segunda victoria de los cantones católicos en el monte de Zug (24 de octubre), después de lo cual se concluyó la segunda paz de Kappel. Por ella se establecía que cada cantón podía conservar la religión que quisiera y que debía restablecerse el culto católico en los territorios neutros, donde ambas confesiones debían ser permitidas. Como consecuencia fue restablecido parcialmente el catolicismo en Appenzell y Glaris, y totalmente en Mellingen y otros territorios. El abad de San Gallen volvió a su abadía. Por lo que se refiere a la suerte ulterior del zuinglianismo después de la muerte de su fundador, los cantones zuinglianos continuaron fieles a la nueva ideología y no se pudo restablecer en ellos el catolicismo. De este modo, Suiza quedó definitivamente dividida en dos confesiones y en dos partes. Bullinger, que fue el sucesor de Zuinglio, compuso en 1536 la llamada Primera y en 1564 la Segunda confesión helvética. Pero, a la larga, no pudo mantener su independencia, y se fundió parte con el luteranismo, parte con el calvinismo. 6. Cuestiones sacramentarías 7 .—Zuinglio era de un carácter y poseía una educación completamente distintos de los de Lutero. 7 Existe a b u n d a n t e bibliografía sobre esta discusión entre L u t e r o , Zuinglio y otros jefes protestantes acerca de la eucaristía. Véanse entre otras o b r a s : KOLDE, Zur Chronologie Lutherscher Schriften im Abendmahisstreit: «Z. f. KG» (1800) 472s; GAUDARD, La doctrine de la sainte Cene d'aprés Zwingle (París 1890); JAGER, Luthers religióses Interesse an seiner Lehre von der Realprásenz ( G i n s e n 1900); G O T Z . Die Ábendmahlsfrage in ehrer geschichtlichen Entw. (Leipzig 1904). En particular véanse GRISAR, 262S; POLLET, art. Zwinglianisme: «Dict. T h é o l . Cath.» C0I.3826S. En este excelente trabajo pueden verse expuestos los diversos puntos d e vista doctrinales d e Zuinglio sobre la Sagrada Escritura, la naturaleza h u m a n a , libertad del h o m b r e , las buenas obras, la
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Educado en el seno de una familia rica, no había conocido los rigores y estrecheces familiares. No poseía un alma angustiosa ni había llevado en el claustro una vida de penitencia. Por el contrario, tenía un carácter jovial y abierto y, como sacerdote secular, llevaba una vida fácil y agradable. Así se explican muchas particularidades y matices de ¡imbas doctrinas. Lutero es más sentimental y místico; Zuinglio, más natural y optimista. Ambos ponen como base la Sagrada Escritura como única norma de fe, interpretada según la propia inspiración de cada uno. Así, pues, ambos rechazan la tradición apostólica, que se nos transmite por la autoridad patrística, conciliar y pontificia. Sin embargo, no atribuyen ambos el mismo valor a la Biblia. Lutero le da generalmente más importancia. Zuinglio insiste más en cierta inspiración interior. Uno de los puntos fundamentales de todo el sistema luterano es la corrupción de la naturaleza humana, que podemos llamar punto de vista antropológico. En cambio, Zuinglio insiste poco en ese principio y parte del terreno filosófico-teológico, de un concepto semipanteísta de la divinidad; pues, según él, Dios es todo el ser, y las criaturas, una especie de emanación suya, por lo cual el hombre no es un ser libre, sino que está totalmente en manos de Dios. De ahí proviene su concepto de la predestinación absoluta de todo el mundo y que Dios es origen de lo bueno y de lo malo, del pecado y de todo. Por otra parte, Zuinglio rechaza igualmente las buenas obras, en particular los votos, la vida monástica, las indulgencias, el purgatorio y el sacerdocio. Pero mientras Lutero pone como base de todas sus teorías la justificación por los méritos de Cristo, Zuinglio insiste más bien en la predestinación. Lutero admite la divinidad de Cristo y manifiesta una íntima adhesión a su persona; Zuinglio, en cambio, tiende a disminuir sus grandezas a la manera de los arríanos. Finalmente, mientras Lutero admite al menos tres sacramentos, Zuinglio los reduce a la mínima expresión. El bautismo y eucaristía, que son los únicos que conserva, son rebajados a meros signos exteriores. Es particularmente digna de mención la contienda de ambos acerca de la eucaristía. Lutero negaba la transubstanciación, pero defendía con ardor la presencia real de Cristo en la eucaristía. Para ello sostenía la teoría de la empanación, por la que se suponía que juntamente quedaban las dos substancias. Pero ya durante su estancia en la Wartburg (1521-22) inició sobre este punto una polémica contra Karlstadt, que se había atrevido a negar la presencia real. Karlstadt se calló, más o menos convencido por Lutero. Pero Zuinglio y los suyos renovaron la contienda, e incluso hablaban de una especie de inspiración al interpretar el verbo est de la fórmula de consagración como significa o es símbolo. Algo parecido defendían Ecolampadio y Bucer. Así, pues, entre los años 1526 y 1528 se produjo vina enconada contienda, en la que Lutero manifestó, como en otros casos, su temperamento pasional contra Zuinglio y Ecolampadio. La excitación llegó a tal extremo, que parecía inevitable el rompimiento entre Lutero y Iglesia y los sacramentos; en particular sobre la eucaristía, y asimismo otras doctrinas del zujpglíanismo; SCHMIDT-CLAUSING, F . , Zwinglis Stellung zum Konzil: «Zwingliana» 11 (1959-1963) 479-498; COURVOISIER, J., Vom Abendmahl bei Zwingli: ibíd., 415-426; ISERLOH, E., art. Aecolampad(ius): «LexThK» 7 (1962) 1125-1126.
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Zuinglio; pero la necesidad de unirse frente a la Iglesia católica hizo que se reconciliaran de nuevo. Para ello, Felipe de Hessen, actuando como mediador, en octubre de 1529 organizó una disputa religiosa en Marburg entre Lutero y Melanchton, por una parte, y Zuinglio y Ecolampadio, por otra, y otros teólogos protestantes. Pero después de tres días de discusión se convencieron de que era imposible entenderse. Esto no obstante, quedaron unidos, si bien cada uno con su opinión en este punto.
la competencia de sus estudios de dialéctica, de lo que dio luego Calvino excelentes pruebas en toda su actuación futura. Terminada la filosofía, se graduó de maestro en artes. Obligado por su padre, se dedicó entonces a la carrera de leyes, para lo cual se trasladó a la Universidad de Orleáns; pero al año siguiente prosiguió los estudios en Bourges con el objeto de escuchar al maestro italiano Andrés Aliciati, simpatizante con las doctrinas de los innovadores. El estudio de derecho contribuyó eficazmente a la formación de sus facultades, con lo cual se marcó en él una nota típica de su carácter al lado del espíritu dialéctico adquirido en Montaigu. A las dos disciplinas que forman la base de la formación de Calvino, la escolástica y el derecho, se juntó poco después el clasicismo. Habiendo terminado sus estudios de derecho, y muerto poco después su padre, en mayo de 1531, se vio en libertad para escoger la carrera, y entonces se dirigió a París para dedicarse a las letras clásicas, donde tuvo como maestros a Pedro Danés y Francisco Varable, y hasta tal punto se adentró en los estudios humanísticos, que llegó a componer, como primicias de sus trabajos escritos, un Comentario al tratado De Clementia, de Séneca. Según todos los indicios, en este tiempo se realizó su paso del catolicismo a las nuevas ideas, lo que se suele denominar su conversión. Por esto, aunque él habla de «una conversión repentina», sin embargo, más bien parece que se desarrolló lentamente, si bien al fin vino una determinación rápida 9 . Ya en Orleáns, donde permanece de 1528 a 1529, consta que estuvo relacionado con varios caracterizados luteranos, sobre todo su primo Olivétan, por lo cual algunos biógrafos suyos suponen que allí se inició su conversión. En Bourges, donde permaneció de 1529 a 1531, se encontró en medio de una juventud entusiasta por las nuevas ideas. Finalmente, en París, a partir de 1531, se pone en contacto con la familia Cop, conocida por sus ideas reformistas. Más significativo todavía es el hecho que ya en los escritos de este tiempo aparece preocupado por la corrupción de la naturaleza humana, contra los falsos predicadores y contra las prácticas eclesiásticas. Podemos, pues, afirmar que el año 1533 estaba ya interiormente predispuesto en favor de las nuevas ideas, pero no pensaba en un rompimiento con Roma. Este rompimiento con Roma debió de tener lugar durante este último año 1533 a 1534. Así lo afirman buen número de los historiadores de la reforma protestante o de los biógrafos particulares suyos, en particular M . Cristiani10 e Imbart de la Tour n . Así, en noviembre de 1533 tomó una parte activa en el discurso que Nicolás Cop pronunció al tomar posesión de su nuevo cargo de rector de la Universidad. En
II.
CALVINO. L A IGLESIA REFORMADA
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A partir de 1534 surge un nuevo núcleo de innovación religiosa, el calvinismo, que, al lado del luteranismo y con el título de iglesia reformada, debía ser el movimiento más poderoso de protestantismo. Además, el calvinismo influyó en el tercero de los grandes focos de protestantismo que fue el anglicanismo de las islas Británicas. 1. Calvino y su primera evolución.—Juan Calvino nació el 10 de julio de 1509 en Noyon, antigua ciudad de la Picardía, y, habiendo conseguido ya desde 1521 algunos beneficios eclesiásticos, se dirigió a París, donde hizo sus primeros estudios en el Colegio de la Marche y luego en el de Montaigu. Este último, donde permaneció cuatro años, se distinguía por la extrema rigidez de su disciplina y por 8
Acerca de Calvino y su obra véanse:
F u e n t e s . — I o a n n i s Cúlvini opera quae supersunt omnia, ed. d e G. BAUM, E. C U N I T Z y E. R E U S S : Corpus Reformatorum vols.29-87 (Brunnswick 1863-1900); L'Institution chrétienne, ed. de A. L E FRANC, H . CHATELAIN y J. PANNIER (París 1911); /. Calvini opera selecta, ed. de BARTH y W . N I E SEL, I (1926); III-VI (1927-31); Correspondance des réformateurs dans les pays de lange franc., ed. de A . - L . HERMIUJARD, 9 vols. (Ginebra y París 1866-97). Bibliografía.—DOUMERGUE, E., Jean Calvin. Les hommes et les choses de son temps 7 vols. ( L a u s a n a y París 1899-1927); BOURGEAUD, C , Histoire de VUniversité de Genéve. L'Académie de Calvin (Ginebra 1901); PAULUS, N . , Protestantismo und Toleranz (1911) 228s; GOYAU, G., Une ville Église. Genéve (1535-1907) 2 vols. (París 1919); KOEHLER, W . , Luthertum, Calvinismus und Puritanismus (1931); HOFMANN, H . , Calvin (Leipzig 1929); ROUQUETTE, L . , L'inquisition protestante. Les victimes de Calvin (París 1906); B E N O I T JEAN, D . , Jean Calvin. La vie, l'homme, la pensée (París 1930); IMBART DE LA T O U R , P., Les origines de la Reforme. IV. Calvin (París 1935); N A E F , H., Les origines de la Reforme a Genéve (Ginebra 1936); C H I M I N E L L I , P., II calvinismo: «Le religioni dell'umanitá» 19 (Milán 1948); HAUCK, W . A., Die Erwáhlten. Pr ádeslination und Heilsgewissheit nach Calvin (Gütersloh 1950); M A C N E I L , J . - F . , Thirty years of Calvin Study: «Church hist. A m e r . Soc. of ch. hist.» 17 (Nueva York 1948) 207s; C A D I E F , I., La doctrine calviniste de la Sainte Cene: «Et. théol. et relig.» 26 (Montpellier 1951); PARKER, T . H . J., The doctrine ofthe Knowledgeof God. A study on the theology ofj. Calvin (Edimburgo 1952); STUERNMANN, W . E., A critical study of Calvin s concept of faith (Tulsa [U. S. A.] 1952); W A L L A C E , R. S., Calvin's doctrine ofthe Word and Sacrament (Londres 1953); M C N E I L , J. T-, The history and character ofCalvinísm ( N . Y. 1954); W I T T E , J. L., Die Christologie Calvins: «Das Konzil Chalk.» III P.487S ( W u r z b u r g o 1954); CALVETTI, C , La filosofa di Giovanni Calvino: «Univ. Sacro Cuore, Saggi e Ric. N . S.» VII (Milán 1955); QUISTORP, H., Calvin's doctrine of the last things (Londres 1955); N I E S E L , W . , The theology of Calvin (Londres 1956); JANSEN, J. F . , Calvin's doctrine of the work ofChrist ( L o n d r e s 1956); WAP.FIELD, B. B., Calvin and Augustin (Filadelfia 1956); BOREU, P . VAN, Christ in our place. The substitutionary character of Calvin's doctrine of reconciliation ( L o n d r e s 1957); KRECK, W . , Wort und Geist bei Calvin: «Festschr. G ü n t h e r Delrn.» (Neukirchen 1957); W O L F , H . H . , Die Einheit des Hundes. Das Verhaltnis von Alten u. Neuen Test, bei Caimn. ( N e u kirchen 1958); W A L L A C E , R. R., Calvin's doctrine ofthe Christian Ufe ( E d i m b u r g o y L o n d r e s 1959); BOISSET, J., Sagesse et sainteté dans la pensée de Jean Calvin: «Bibl. d e l'École H a u t . Et.» Sciences Relig. 71 (París 1959). M á s particularmente véanse: JOURDA, J., Calvin et le calvinisme: «Hist. de 1 Eglise», d e F L I C H E - M A R T I N , 16 (París IQ50) 167S; BAUDRILLART, A., art. Calvin y Calvinisme: «Dict. T h é o l . Cath.»; D E D I E U , J., art. Calvin y Calvinisme: «Dict. Hist. Géogr.»; H E R M E L I N K - M A U R E R , Reformation und Gegenreform: «Handg. d e r KG», por G. KRÜGER, I I I , i 9 7 s ; PERRIRAZ, L . , Histoire de la théol. réformée. IV. De Calvin á la fin du XIX s. (Neuchátel 1961); R E U T E R , K., Das Grundverstandnis der Theologie Calvins. 1: «Beitr. z. Gesch. u. L e h r e der Ref. K.» 15 (Neukirchen 1963).
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Véanse para t o d o esto JOURDA, l . c , I78s, y BAUDRILLARD, l . c , 00Í.1379S. Véase art. Reforme: «Dict. Apol.», d e D ' A L É S , col.631. H E n Les origines de la Reforme I V . 2 I . E n c u a n t o a los motivos particulares q u e lo impulsar o n c o n t r a la Iglesia católica, véase lo q u e escribe BAUDRILLART ( l . c , col.1379); «Parece q u e las consideraciones d e o r d e n intelectual fueron las primeras en actuar sobre él. Rebelóse violent a m e n t e contra la escolástica y luego deja d e u n lado toda la tradición. T o d a s las enseñanzas y toda la disciplina de la Iglesia le parecen corrompidas. D i o s le habla y le da a él una misión, q u e él m i s m o la compara con la d e los profetas...; es encargado d e reducir a la Iglesia a su primitiva pureza. N o es el espectáculo de las costumbres del clero lo q u e lo empujó a a b a n d o n a r la Iglesia. C i e r t a m e n t e habla de ello con cierta vehemencia, pero sólo incidentalmente... Sólo cedió c u a n d o s e convenció q u e la idea d e la verdadera Iglesia le habla sido revelada...» 10
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este discurso, aunque se comienza con una invocación a la Virgen, se toma una posición claramente anticatólica y favorable al luteranismo, y en particular se impugna la doctrina sobre las buenas obras. Frente a la misma se propone la doctrina del Evangelio y se proclama la justificación por sola la fe. Al solidarizarse, pues, Calvino con estas ideas (algunos incluso suponen que fue él quien redactó el discurso de Cop), manifestó claramente que por este tiempo profesaba ya en su interior aquellas ideas. Como el protestantismo estaba entonces proscrito y era perseguido en Francia, ante el peligro de ser encarcelado, Calvino se vio forzado a emprender la fuga. Dirigióse entonces, con el seudónimo de Carlos d'Espeville, a Saintonge, donde en casa de su íntimo amigo Du Tillet comenzó la composición de su célebre obra dogmática Institution chrétienne 12. Su rompimiento con la Iglesia católica lo exteriorizó en mayo de 1534. Presentóse en Noyon y renunció a los beneficios eclesiásticos de que todavía disfrutaba, dando con ello la mejor prueba de que no quería tener nada que ver con la Iglesia católica. En adelante dedicará todos sus esfuerzos a hacerle la guerra más decidida. Ahora bien, si nos preguntamos cuáles fueron los móviles que impulsaron a Calvino a su ideología, diremos que la doctrina «consoladora» de la justificación por sola la fe, por los méritos de Cristo y sin las buenas obras, aprendida directamente en las obras de Lutero y por medio de sus amigos Capito, Cop y otros innovadores, fue lo que lo empujó a dar el paso definitivo. Con su carácter lógico, dedujo Calvino de ese principio de la salvación por solos los méritos de Cristo y sin intervención ninguna de nuestra parte que es Dios quien nos condena y nos salva, y de ahí sacó el principio, tan característico de su doctrina, de la predestinación doble, a la salvación y a la condenación. Más aún: negó ya entonces el valor de las indulgencias y la autoridad de la Iglesia, proclamando la Sagrada Escritura como única regla de la fe.
mucho allí. Aprovechando un breve tiempo de amnistía en Francia para los innovadores 14, volvió a Noyon en junio de 1536, vendió sus propiedades y partió definitivamente al destierro. Según parece, su plan era dirigirse a Estrasburgo; mas, por estar cerradas las fronteras a causa de las guerras entre Carlos V y Francisco I, hizo su viaje por Ginebra; pero al llegar a esta ciudad fue detenido en ella por Guillermo Farel, precisamente cuando acababa de salir en Basilea su obra fundamental, la Institution chrétienne 15. La situación de Ginebra era en verdad crítica. Guillermo Farel era indudablemente uno de los prohombres de la nueva ideología l6. Ya en 1523 la había introducido en algunos círculos de París. En 1524 se trasladó a Basilea, donde desarrolló una intensa actividad en su favor. Desde 1532 aparece Farel en plena actividad en Ginebra, y, tras difíciles batallas, inauguró en 1534 la primera comunidad reformada. El Gran Consejo de la ciudad organizó una disputa, en la que durante un mes Farel, Viret y Fromment discutieron contra los católicos sobre sus doctrinas, y, naturalmente, les fue asignada la victoria. En consecuencia, el Gran Consejo, en agosto de 1535, publicó un edicto prohibiendo la celebración de la misa y ordenando a todos vivir «conforme al Evangelio». Al mismo tiempo, Farel predicaba en la catedral, y, a instigación suya, el pueblo procedió a la destrucción de imágenes y a diversas escenas tumultuosas. Así, pues, a principios de 1536, Ginebra estaba en manos de los nuevos reformadores, a cuya cabeza se hallaba Guillermo Farel. Más aún: habiendo el duque de Saboya intentado apoderarse de Ginebra por las armas, los ginebrinos, apoyados por Berna y por el rey de Francia, salieron vencedores. Asi pudieron abrazar libremente las nuevas ideas. Sin embargo, existía todavía dentro de la ciudad una fuerte resistencia ll. En estas circunstancias llegó Calvino á Ginebra, y Farel vio en él un instrumento providencial para sus fines de afianzar definitivamente la innovación. Calvino accedió a sus instancias, y desde agosto de 1536 se dedicó a la predicación de la nueva doctrina con el título de lector de Sagrada Escritura. En marzo de 1537 recibió el título de pastor. Allí, pues, desde el primer momento, por sus extraordinarias cualidades naturales, su energía de carácter y su talento organizador, fue considerado como el jefe del nuevo culto. Apenas iniciada su actividad en Ginebra, tuvo ocasión de dar amplias pruebas de sus excepcionales cualidades en la disputa de Lausana, de septiembre y octubre de 1536. En ella Calvino, Farel y demás teólogos protestantes defendieron con entusiasmo sus doctrinas contra al-
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2. Calvino, por vez primera en Ginebra (agosto 1536-abril 1S38).—En su ciudad natal inició una especie de levantamiento o revolución, por lo cual fue preso dos veces durante los meses de mayo y junio de 1534. Puesto al fin en libertad, se dirigió a Orleáns, de donde partió luego para París. No sintiéndose allí seguro al recrudecerse la persecución contra los innovadores 13 , salió de Francia, se detuvo un poco en Estrasburgo y llegó a principios de 1535 a Basilea, donde, con el seudónimo de Marcianus Lucanius, se entregó a sus estudios y terminó su obra fundamental, Institution chrétienne, cuya primera edición saldrá en latín en 1536. Entre tanto, en abril de 1536 partió para Italia y se dirigió a Ferrara, donde entabló relaciones con la duquesa Renata, hija de Luis XII y simpatizante con la reforma protestante. Sin embargo, no se detuvo 12
Cf. JOURDA, l.C, I79S. 13 La ocasión fue el acto atrevido d e los innovadores de colocar en varias ciudades y e n París mismo los célebres canelones (l'affaire des placarás), denigrantes para la fe católica. Enfurecido por ello, Francisco I inició una nueva política de persecución del protestantismo. Véanse JOURDA, l . c , 1 8 1 ; W E I S , Ñ . - B O U R R I L Y , V. L., L'affaire des placarás: «Bull. d e la Soc. d'Hist. d u protest, franc.» 53 (1904); F É V R E . L . , L'origine des placarás de 1534: «Bibl. d ' H u m a n . et R e naiss» 6 (1945).
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14 Se debía al edicto d e Youcy, del 16 de julio d e 1535, por el q u e se suspendía la persecución d e los sospechosos, y a las llamadas cartas de abolición d e L y ó n (de mayo d e 1536), q u e concedían a los innovadores u n plazo d e seis meses para abjurar. 15 L a primera edición fue en latín, con el título Calvini Insiitutio religionis christíanae (Basilea 1536). E n ediciones posteriores el título se cambió por Calvini Institutiones... La primera edición en francés (Institution chrétienne) no salió hasta 1541. Esta obra es, indudablemente, la m á s i m p o r t a n t e d e Calvino, y d e b e ser considerada como una d e las principales de los jefes protestantes. 16 Véanse BEVAN, William Farel 4. a ed. (Londres 1893); M U L O T , N . , W. Farel: «Theol. St. Krit.» 81 (1908) 362S.513S; MASSIAS, Essai histor. sur P. Viret (Cahors 1900); BARMAND, ]., Pierre Viret, sa vie et son oeuvre (isn-71) (1911); CART, J., Le róle.de Berne et de Friburge dans l'introduction du protestantisme á Gtnéve: «Arch. f. Schw. Ref. Gesch.» I , 8 n s . 17 Cf. JOURDA, l.C, 184S; BAÜDRÍLLART, l.C, C0I.I382S.
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gunos teólogos católicos. Berna, que organizaba la disputa, les asignó la victoria. Consolidada de este modo su autoridad, volvió Calvino a Ginebra, donde empezó inmediatamente a organizar la nueva iglesia. Ante todo procuró sustituir el culto católico por el reformado. Para ello compuso los Artículos de la disciplina eclesiástica 18. En consecuencia, debían desaparecer las imágenes, la ornamentación de los templos, la misa. En general, todo el culto adquirió el tono lúgubre, característico del calvinismo. Todo él se reducía a la predicación, a ciertas plegarias y a la recitación o canto de salmos. La cena, que sólo se celebraba cuatro veces al año, era solamente un símbolo de la presencia de Cristo. Además, con el objeto de implantar sus doctrinas, Calvino compuso un Catecismo 19 , que era el resumen de su Institución cristiana. Con el mismo objeto, compuso la instrucción titulada Confesión de la fe, donde designa a la misa como «invento diabólico», y a la Iglesia católica como «sinagoga del diablo». Todo esto lo fue imponiendo a todos los ciudadanos. Mas no se contentaron con esto Calvino y Farel. Para asegurar su triunfo, quisieron establecer un organismo de vigilancia de las costumbres. Para ello exigieron el derecho de excomunión o de exclusión de la cena de los que les parecieran indignos por sus costumbres. Estas exigencias parecieron a muchos excesivas. Ansiosos de libertad, no querían entregarse al yugo de los nuevos jefes religiosos. El partido de los libertinos, o amigos de la libertad, fue engrosando más y más. Los innovadores de Berna, que al principio habían apoyado a Farel y Calvino, ahora les reprochaban que no se acomodaban a las costumbres regionales. De este modo, el ambiente se fue haciendo cada vez más desfavorable a Calvino, y el 3 de febrero de 1538, habiendo obtenido la mayoría en el Gran Consejo los elementos contrarios a los innovadores, se declararon en oposición a Calvino. Este se dispuso a dar a la ciudad la primera batalla. En la próxima Pascua negó la comunión a los partidarios del Consejo después de afearles públicamente su conducta. El resultado fue que, indignados el Consejo y la población contra el proceder de Calvino y Farel, los desterraron de la ciudad, y, efectivamente, tuvieron que salir de ella el 23 de abril de 1538, dos días después de la Pascua.
aquella comunidad evangélica. Preocupado por estos pensamientos, dirigióse, juntamente con Farel, a un sínodo que se estaba celebrando en Zurich, y el 28 de abril, en presencia de los delegados de todos los cantones que habían abrazado la reforma, hicieron su confesión de haber contribuido tal vez con su intransigencia a la ruina de la iglesia de Ginebra. Esta confesión sincera les atrajo las simpatías de sus correligionarios, los cuales se atrevieron a interceder por ellos ante los ginebrinos; pero éstos persistieron en el destierro de los innovadores. Entonces separóse Calvino de Farel, y, siguiendo la invitación de Bucer y Capito, marchó a Estrasburgo con la intención de dedicarse en adelante a la vida privada. Sin embargo, ante las representaciones de sus amigos, tomó el cuidado de los refugiados franceses, y en i539 fue nombrado profesor de Teología. Tres años aproximadamente duró esta estancia o destierro en Estrasburgo, que Calvino aprovechó para continuar sus estudios y completar su concepción característica, dominada por la idea de la doble predestinación, que da a todo su sistema cierto matiz sombrío. En 1539 publica la segunda edición latina, completada, de la Institutio chrétienne 2 "; escribe su célebre respuesta al cardenal Sadoleto, quien trataba de introducir de nuevo la ortodoxia en Ginebra 2 i ; participa con interés en las conferencias o coloquios religiosos de Alemania y entra en relación con los innovadores alemanes. Durante este período se casa en agosto de 1540. Su mujer es viuda de un anabaptista, Ideleta Bure, que ya tenía dos hijos, a la que Calvino amó entrañablemente y de la que tuvo un hijo, que sólo vivió pocos años.
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3. Calvino en Estrasburgo. Compás de espera.—Es de gran interés y muy significativo para conocer el carácter de Calvino lo acaecido durante los meses inmediatos después de la salida de Ginebra. Calvino estuvo algún tiempo vacilante. Su carácter decidido y autoritario, que lo había impulsado a obrar con aquella intransigencia que constituirá siempre uno de los rasgos característicos de su conducta, tuvo un momento de vacilación. Reflexionaba sobre las consecuencias que su conducta podría traer a la causa de la nueva religión. Tal vez su conducta rigurosa e intransigente traería consigo la destrucción de •» Su titulo era Anieles concernants l'organisationde l'Église. Véanse en Corpus Re/., Opera Calvim: X,5. Ginebra los adoptó el 16 de enero de 1537. . 1' v éase el texto en Corpus Ref., Opera Calvini V.3I3: Catechismus, sive christianae religloms instituto. La primera edición se hizo en Basilea, 1538. En 1541 se hizo una segunda edición, mejorada, que es su segundo catecismo (ibid., XXII.ss). Como-se ha dicho, estos catecismos son un calvinismo abreviado. El complemento lo constituye la ¡nstruction et Confession de Goy, dont on use en l EgUse de Genéve. Véase ibid., XXII.77S. Es el modelo de una iglesia estatal.
4. Vuelta de Calvino a Ginebra.—Durante la ausencia de Calvino, los partidarios del nuevo culto, faltos de unidad y de dirección, comenzaron a vacilar en sus creencias. Esto dio esperanzas a los católicos, los cuales se sintieron más alentados con una valiente carta de Sadoleto; pero la respuesta de Calvino dio nuevos alientos a los reformados, los cuales comenzaron a echarle de menos. Entre tanto, en las elecciones de 1540 volvieron a predominar los llamados guillerminos, o partidarios de Guillermo Farel. El nuevo Consejo de la ciudad dirigió a Calvino un mensaje oficial suplicándole volviera a Ginebra. Calvino se resistió algún tiempo y aun llegó a escribirles que «antes sufriría cien muertes que esta cruz, que le traería mil torturas» 22 . De este modo les hizo esperar un año entero, hasta que, finalmente, en septiembre de 1541 volvió a Ginebra. Esta vuelta a Ginebra tuvo el aspecto de un verdadero triunfo. Recibido por la ciudad como su salvador y reformador, Calvino sacó el mayor partido de su ventajosa situación. En general, el período que sigue se caracteriza por el influjo absoluto que ejerció en la ciudad, de la que bien pronto vino a ser el verdadero dictador religioso y aun político. Este extraordinario ascendiente lo aprovechó para imprimir 20 Al mismo tiempo prepara la edición en francés, que ya había comenzado en 1538 y no había podido publicar en Ginebra. Al fin la publicó en 1541 con importantes adiciones. 21 Esta respuesta, de tono polémico y violento, se encuentra en Corp. Ref., Opera... V,365s: Iacobi Sadoieti... epístola ad senatum populumque genovensem... loannis Calvini responsio. En este mismo tiempo escribió Commentarii in ep. Pauli ad Rom. y Petit traite de la Sainte Cene: «Opera» t.40 50. 2 2 «Centum potius aliae mortes, quam illa crux, in qua miílies periturus essetí (carta a Farel).
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a su reforma un carácter riguroso y férreo, que lo distingue en adelante. Por de pronto, ya el 13 de septiembre, el mismo día de su entrada en Ginebra, estableció las Ordenanzas eclesiásticas de la iglesia de Ginebra, que el Consejo de la ciudad aceptó e impuso a toda la ciudad en noviembre de 1541. Lo que debía imprimir un carácter definitivo y ser como la norma fundamental de la iglesia reformada de Calvino era su obra Institution chrétienne, impresa por vez primera en latín en 1536, completada y reimpresa luego muchas veces. Ahora, pues, aparecía en 1541, al comienzo de su estancia definitiva en Ginebra, la edición francesa 2i, y otras diez veces fue completada y reimpresa en vida de Calvino. Su influjo (tanto con la edición latina como con la francesa) fue en verdad extraordinario. De ambos escritos, las Ordonnances ecclésiastiques y Institution de la religión chrétienne, se deduce claramente la organización y la doctrina de la iglesia calvinista o reformada. 5. Organización y doctrina del calvinismo.—El carácter básico del calvinismo es una organización presbiteriana democrática, en la cual, ante todo, procuró Calvino evitar los defectos fundamentales de la iglesia luterana. El primero era la teoría de la justificación, que, al establecer la justificación por sola la fe y la inutilidad de las buenas obras, había contribuido eficazmente a la relajación de costumbres. El segundo era el haber atribuido al Estado toda la jurisdicción eclesiástica, pues esto había sometido la Iglesia al poder civil y declarado a éste como juez en todos los asuntos temporales y religiosos. Para obviar el primer defecto, aun manteniendo el principio de la justificación por sola la fe, se estableció la necesidad de las buenas obras, que significan nuestra colaboración a la obra de Dios. Frente al segundo, defendió la teoria de que el Estado y la Iglesia deben trabajar en íntima unión por la misma obra de la fe; pero, en contraposición a Lutero, afirmaba que el Estado debe estar subordinado a la Iglesia. Esto supuesto, estableció una serie de cargos, que constituyen una verdadera jerarquía; ante todo, los pastores, a cuyo cargo estaba la predicación; luego los doctores, que tenían por ministerio la enseñanza y dirección de las escuelas; los presbíteros, que constituían la base de la jerarquía y mantenían la dirección de la iglesia; finalmente, los diáconos, que estaban al frente de los hospitales y obras de caridad. Como complemento de la jerarquía, debemos añadir los dos grandes organismos de la iglesia calvinista. En primer lugar, la congregación, que se componía de todos los pastores de la iglesia de Ginebra, a la que pertenecía la jurisdicción sobre las cuestiones doctrinales. Caso de duda entre ellos, debían acudir al consejo de los ancianos. El segundo organismo era el consistorio, que comprendía seis pastores y doce ancianos, que eran la autoridad suprema de la iglesia. Era como un tribunal religioso encargado de la vigilancia e inspección sobre toda la iglesia, que ejerció con gran rigor. Consta que sólo hasta 1546 se aplicaron 58 penas de muerte. Por lo que a la doctrina se refiere, notemos ante todo que Calvino 23 El título completo era Institution de la religión chrétienne en laquelle est comprissé une somme de pieté et quasi tout ce que est necessaire á connaítve en la doctrine du salut... La edición francesa, hecha cuidadosamente por el mismo Galvino, es considerada como un monumento de la lengua francesa.
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tomó casi todos los puntos de su dogmática de Lutero, Melanchton y otros innovadores 24 . Sobre todo, depende de Lutero en las doctrinas de la justificación por la fe y la naturaleza corrompida del hombre, que lo priva de la libertad. Como doctrinas específicas de Calvino señalaremos: ante todo, la doble predestinación, a la gloria y a la condenación, con una necesidad absoluta e incondicionada, de donde se deduce el carácter rigorista y lúgubre de la iglesia reformada; pues, según Calvino, todo lo que sucede, sucede por absoluta necesidad. En segundo lugar, los sacramentos del bautismo y de la cena, que son los únicos que admite Calvino. Sin embargo, para él son sólo signos exteriores o símbolos. 6. Apogeo de Calvino.—Su ideal lo realizó Calvino con relativa perfección en Ginebra gracias a su indomable energía y a su talento organizador. La ciudad vino a rendirse a su férrea disciplina, y puede muy bien decirse que desde su vuelta a Ginebra en 1541 hasta su muerte en 1564 gobernó como verdadero dictador de la ciudad. Se suprimieron todas las festividades religiosas. Cuatro veces al año se celebraba la cena, o comunión de los fieles. La ciudad tomó un aire adusto, resultado natural de las doctrinas calvinistas. Durante algún tiempo, Calvino tuvo que mantener una lucha relativamente intensa. Ante todo, frente a los pastores, en quienes no permitió ninguna divergencia de opiniones. Así, por ejemplo, destituyó a Sebastián Castellion por haberse permitido una opinión particular en la interpretación de la Sagrada Escritura; pues, aunque establecía el principio luterano del libre examen de la Sagrada Escritura, ejercía en su interpretación un rigor mayor que la Iglesia católica. Por otra parte, Calvino quitó a Ginebra su carácter democrático; pues, aunque dejó al pueblo la facultad de elegir sus magistrados, la limitó a los nombres propuestos por el Consejo pequeño de los veinte y el gran Consejo de los doscientos. No le fue tarea fácil, pues los consejos de la ciudad no se dejaban fácilmente despojar de sus privilegios, por lo cual exigían alguna intervención en el nombramiento de los pastores, de los ancianos del consistorio y aun de la excomunión de los miembros de la comunidad. Esta lucha tuvo momentos de gran tensión, y hubo algunas personas que intentaron sacudir el yugo que Calvino trataba de imponerles. Contra su teocracia se rebelaron, en primer lugar, los llamados libertinos 25 , los cuales encontraban demasiado intransigente el sistema calvinista. Como entre éstos había personas procedentes de la nobleza, se entabló entre ellos y Calvino una batalla encarnizada. Después de varios años de gobierno calvinista comenzó a engrosar la oposición 24 La obra fundamental para conocer las doctrinas de Calvino es la Institution chrétienneAdemás existe abundante bibliografía sobre diversos puntos dogmáticos de Calvino. Véase nt.8. Además: SCHEIBE, Calvins Pradestinationslehre (Halle 1807); LÜTGGE, W., Die Rechtfertigungslehre Calvins... (Berlín 1909); WERDEMANN, T., Calvins Lehre von der Kirche (Bona 1909); STRATHMANN,. H., Calvinslehre von der Busse: «Theol. St. Krit.fi (1909) 402S; LAUGEREAU, Théorie de Calvin sur la Cene (Toulouse 1890); FRITZ, J., Glaubensbegriff bei Calvin...: «Freib. Theol. St.» n (Friburgo de Br. 1913); TORRANCE, T. F., Calvins Lefae von der Taufe: «Calvin-Stud.s (1959) 95-129; GANOCZY, A., Calvin the'ologien d¿ l'Église et du minisíeTe: «Unam Sanctam» 48 (París 1964). 25 Calvino compuso un escrito Aux ministres de l'Église de Neufchátel contre la secte fanatique etfurieuse des Libertins (Ginebra 1544). Uno de sus portavoces, víctima de Calvino, fue S. Castellion.
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de los libertinos, los cuales llegaron a protestar y fijar en público grandes rótulos contra la tiranía de Calvino. Este reaccionó con su acostumbrada energía; señaló como principal promotor del alboroto a Jacobo Gruet, uno de los dirigentes libertinos; hizo realizar pesquisas en su domicilio, y, aunque no encontraron las pruebas que buscaban, hallaron escritos comprometedores. El resultado fue la condenación de Gruet a la pena capital. Esto excitó más la oposición. En diciembre de 1547 promovió ésta un gran escándalo, insultando en la iglesia de San Pedro a Calvino y a sus ministros extranjeros. Calvino se sintió desanimado por unos momentos y escribió a su amigo Farel palabras de gran abatimiento de espíritu. Mas luego reaccionó. Todo fue necesario, pues sus opositores fueron ganando terreno en el Gran Consejo en los años siguientes I548-I553Esto no obstante, Calvino sostuvo con indomable valor esta ruda batalla. En 1551, el asunto de Jerónimo Bolsee le proporcionó un triunfo clamoroso sobre sus mortales enemigos 26. Era éste un carmelita que se había hecho protestante, y se atrevió a atacar la doctrina calvinista sobre la predestinación. Calvino exigió del Gran Consejo su condenación. Este tuvo que ceder, y Bolsee fue desterrado. El año 1553 marca el punto álgido de la batalla. Los enemigos de Calvino alcanzaron absoluta mayoría en los consejos de la ciudad. Diéronse una serie de edictos que limitaban extraordinariamente los poderes de Calvino y sus ministros. Poniendo en práctica estos decretos, autorizaron a Berthelier, amigo de Calvino y excomulgado por los pastores calvinistas, para que participara en la cena. Los pastores protestaron; el Gran Consejo se mantuvo en su decisión. Calvino llegó a pensar seriamente en abandonar a Ginebra, dispuesto a no ceder en un punto tan fundamental. En estas circunstancias, el célebre asunto de Miguel Servet lo sacó de tan difícil situación 27 . Era un médico de origen español, buen humanista y conocedor del hebreo, griego y latín, que ya en su tiempo había llegado a descubrir la circulación de la sangre. Pero, siguiendo la corriente del tiempo, quiso meterse en cuestiones de teología, y en 1551 publicó una obra Sobre los errores de la Trinidad, en la que enseñaba una Trinidad de manifestaciones divinas, no de personas. Venía, pues, a repetir la antigua herejía de los monarquianos o sabelianos. Denunciado y perseguido por los protestantes y por los católicos, anduvo errante por Toulouse, Lyón e incluso se refugió en Suiza, en Ginebra y Basilea, y al fin se retiró a Vienne con el falso nombre de Vilanova. Allí compuso una nueva obra, Sobre la restitución cristiana, en la que atacaba los principios de la Institution chrétienne, de Calvino, lo cual acabó de exasperar a éste, quien desde entonces juró la ruina del desgraciado Servet. 26 GALIFFE, Quelques pages d'histoire exacte sur les procés intentes á Cenéve en 1547 (Ginebra 1862); ID., Nquvelles pages d'hist. exacte (ibid., 1863) (se refiere a Gruet, Bolsee y otros perseguidos por Calvino). 27 El caso de Servet ha sido tratado innumerables veces. Véase algo de su bibliografía: AMALLO Y MANGET, Historia crítica de Miguel Servet (Madrid 1888); CHOISY, Le procés et le bucher de M. Servet: «Rev. chrét.» 3.» ser. 18 (1904) 269S; PAULUS, N., Calvin ais Handlanger der pápstlischen fnquis.: «Hist. po!. Bl.» 143 (1909) 329S; DICHE, A., M. Servet et Calvin 2." ed. (París 1907); OSLER, W., Michael Servetus (Londres 1909). Es clásica la exposición de MENÉNDEZ Y PELAYO, Historia de los heterodoxos españoles, ed. BAC, n.150, 1,7493 (Madrid 1956).
C.2. La jalsa reforma en Suiza e Inglaterra
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Así, pues, lo denunció al tribunal de la Inquisición de Vienne, valiéndose para ello de un intermediario y utilizando cartas privadas del mismo Servet. Servet fue condenado al fuego; pero pudo escapar de Vienne en agosto de 1553 y vino a refugiarse a Ginebra. Era precisamente el tiempo en que Calvino se veía tan duramente atacado por el Gran Consejo de la ciudad y a punto de caer del pedestal de su prestigio. Pensó indudablemente Servet que un empujón suyo bastaría para derribarlo, y se atrevió a pedir públicamente que su denunciador fuese juzgado sobre una serie de errores que señalaba en su acusación. Pero Calvino reaccionó violentamente, presentando una acusación formal contra él, en la que constaban 38 errores sacados de sus escritos. El 26 de octubre, el Gran Consejo condenó al fuego a Servet. En febrero de 1554 publicó Calvino su Defensa de fe ortodoxa. Su autoridad quedó plena y definitivamente confirmada 28 . Por esto, a partir de 1554, durante el decenio siguiente que todavía vivió, apareció delante de todos como el guardián de la fe y celebró sus mayores triunfos. Sus partidarios más decididos obtuvieron la más absoluta mayoría en el gobierno de la ciudad. Como verdadero dictador, perseguía implacablemente a los blasfemos públicos y a los que se atrevían a oponerse a cualquier punto de sus doctrinas. Quiso deshacerse de los libertinos, sus más encarnizados enemigos, para lo cual hizo decapitar públicamente a cuatro de sus jefes. Por otra parte, Ginebra debía convertirse en centro de cultura y formación evangélica. Para ello Calvino organizó en 1559 un centro de estudios, la llamada Academia, con cátedras de latín, griego y hebreo. En esta labor, como en otras de este período de triunfo de Calvino, su principal colaborador fue Teodoro Beza, teólogo francés, procedente de una familia noble 2 9 . Puesto al frente de dicha Academia, Beza la convirtió en una especie de facultad teológica calvinista, que vino a ser poco a poco centro de irradiación internacional. A Beza se debe el haber limado algunas asperezas del carácter y de la doctrina de Calvino. 7. El calvinismo fuera de Suiza 30 .—Bien pronto se propagó el calvinismo a otros territorios de Suiza, donde se puede decir que al poco tiempo absorbió casi por completo al zuinglianismo. Al mismo tiempo hizo su entrada en Francia, como se verá más adelante, donde llegó a constituir una formidable potencia que mantuvo en jaque durante largos años a todo el poder católico y estuvo a punto de apoderarse de la nación. La entrada del calvinismo en Francia fue tanto más fácil cuanto que una buena parte de los colaboradores de Calvino, según hemos observado diversas veces, eran emigrados franceses, muchos de los cuales fueron formando en Francia diversos núcleos de calvinismo. 28 Lutero, Melanchton y otros jefes protestantes aprobaron esta conducta de Calvino: Corp, Reformat. IX,77 (donde Melanchton felicita por ello a Calvino); PAULUS, N., Melanchton und die Gewissensfreiheit: «Kath.» (1897) l,546s; II,S34s; ID., Luther und die Gewissensfreiheit (Munich 1905); ID., Servets Hinrichtung im lutherischen Urteil: «Hist. pol. Bl.» 136 (1905) I 6 I S ; ID., Protestantismus und Toleranz im 16. Jahrb. (Friburgo de Br. 1911); ROUQUETTE, L., ínquisition protestante. Les victimes de Calvin (París 1906). 29 BAIRD, Theod. Beza, counsellor of the french reform (Londres 1900); CHOISY, L'état chrétien calvíniste á Genéve au temps de Th. Béze (Ginebra 1902). 30 Véase CRUE, F. DE, Vaction pplitique de Calvin hors de Genéve d'aprés sa correspondance (Ginebra 1909).
P.ll. De Lutero a. la paz de Westfalia 716 De gran significación fue la actividad de los calvinistas en Hungría, Polonia y otros territorios del centro y oriente de Europa, e incluso en Alemania, de donde pasó a los Países Bajos, que bien pronto constituyeron uno de los centros más poderosos de calvinismo. Preparados los ánimos con las propagandas luteranas, les fue más fácil el abrazar luego las doctrinas de Calvino. Esta ideología, en contraposición a la de Lutero, comenzó a ser designada como iglesia reformada, nombre con el que en adelante se la distinguirá del luteranismo. En otra forma muy diversa, como se verá en su lugar, hizo el calvinismo su entrada en Inglaterra y Escocia. 8. Muerte de Calvino: 27 de mayo 1564.—De este modo, hacia el año 1560 pudo ver Calvino su obra completamente consolidada en Ginebra y en toda Suiza y extendida a multitud de territorios de Europa. Los últimos cuatro años fueron para él un verdadero martirio. Ya a fines de 1559 empezó a echar sangre y se le declaró una tisis manifiesta. A esto se juntaron pronto otras enfermedades y dolores de estómago, de gota y otros. Su cuerpo se desmoronaba rápidamente. Peores que los físicos fueron los sufrimientos morales, causados principalmente por los escándalos de su propia hija. Todo esto fue agriando su carácter de tal manera, que ni su íntimo amigo Teodoro Beza era capaz de contenerlo. Mas como, por otra parte, la obra de toda su vida se iba extendiendo y consolidando, se veía forzado a trabajar incesantemente, sobre todo en las nuevas ediciones de sus obras fundamentales y en la composición de nuevos escritos. En esta forma llegó el año 1564, y, conociendo que se acercaba su fin, reunió en torno suyo el 24 de marzo a los pastores y a los consejos de Ginebra, hizo ante ellos confesión de sus pecados y negligencias y luego durante un largo rato fue notando los principales defectos que todos debían corregir. Un mes más tarde se repitió una escena semejante, y el 27 de mayo expiró plácidamente. Como heredero de su espíritu y director de su obra le siguió Teodoro Beza, su discípulo favorito. Calvino era un carácter completamente distinto de Lutero y de Zuinglio. Sin ser sentimental como Lutero ni tan filósofo como Zuinglio, era un hombre de un carácter decidido y de un talento extraordinario como organizador. Por otra parte, poseía un espíritu de religiosidad a su manera, por lo cual desplegó una energía extraordinaria contra los vicios y corrupción de costumbres y, sobre todo, contra la herejía, sin advertir que cometía él mismo muchas de aquellas faltas que tan duramente corregía en otros. De este modo se constituyó, por su propia voluntad y autoridad, en juez supremo de la verdad, siendo así que negaba esa autoridad al romano pontífice, a los concilios y a la tradición cristiana. Si sus grandes cualidades de predicador y organizador, unidas a la situación en que se encontraban los diversos territorios de Europa y, sobre todo, el favor y protección de las autoridades civiles, fueron las que realizaron la escisión de la Iglesia de gran parte de la Europa cristiana, claramente se ve que recae sobre él una gravísima responsabilidad.
C.2. La falsa reforma en Suiza e Inglaterra III.
E L CISMA DE INGLATERRA: ANGLICANISMO
717 31
El tercero de los grandes núcleos de la reforma protestante del siglo xvi que designamos con el nombre común de protestantismo es el cisma de Inglaterra en su forma definitiva del anglicanismo. 1. Antecedentes y preparación del cisma.;—Desde el punto de vista religioso, podemos afirmar que en torno al año 1500 se distinguía Inglaterra por una situación más bien próspera y abundante. Florecía la piedad, la devoción cristiana y cierto misticismo, de lo cual constituyen una prueba convincente la gran cantidad de libros piadosos que se imprimían 32 . Baste decir que desde que se introdujo la imprenta en 1468 hasta 1530, de 349 libros impresos en Inglaterra, 160 tienen carácter religioso. En cambio, la situación del estado eclesiástico, tanto el alto como el bajo, así el seglar como el religioso, era bastante deficiente y muy comparable con el del resto de Europa. De ello nos proporcionan las pruebas más convincentes los concilios o sínodos celebrados en Inglaterra por estos años. Así, las actas del concilio de la sede primada de Cantorbery de 1529 establecen castigos contra los clérigos que se 31
H e aquí una selección de la bibliografía general sobre el siglo xvi en Inglaterra:
F u e n t e s . — L a s más importantes se contienen en las grandes colecciones tituladas State papers duríng the reign of Henry VIII, ed. por L E M O N , I I vols. (1830-1852), y Calendar of State papers and manuscrits, ed. por RAWDON B R O W N (Londres 1864-1894). Contiene tres series. L a segunda es la Spanish (1485-1544), por E. BERGENROTH, P. DE CAYANCOS y A. S. H U M E . L a s t r e s series c o m p r e n d e n 300 vols. A d e m á s : G E E - H A R D Y , Documcnts íllustraüves of English Church History (Londres 1806); EHSSES, ST., Rómische Dokumente zur Gesch. der EhescheideungHeinrichs VIII von Engl. 1527-1534: «Quell. u. Forsch.» (Paderborn 1893): P O L L E N , J. H . , Sources for the History of Román Cath. in England, Ireland and Scotland (Londres 1921); W A N D , J. W . C , Anglicanism in history and today (Londres 1961); FERRIS, P-, The Church of England (Londres 1962); W O O D WARD, G . W . O . , Reformaüon and Resurgence, 14S5-1603 (Londres 1963); N E W , J. F . H . , Anglican and Purítan. The basis of their opposition, 1558-1640 (Standford 1964): D I C K E N S , A. G., The English Reformaüon (Londres 1964); M C A D O O , H . R., The spirit of Anglicanism (Londres 1965). B i b l i o g r a f í a . — R A N K E , L . VON, Engl. Gesch., vornehmlich im 16. und 17. Jh. 9 vols..2. a ed. (1870-1872); Cambridge Modern History 1I-VI (Cambridge 1904-1906); D I X O N , R. W . , History of the Church of England (1500-1570) 6 vols. 2. a ed. (Londres 1884-1902); CAMM, B., Lives of the English Martyrs under Henry VIII and Elizabeth (1535-1583j 2 vols. (Londres 1904-1905); TRÉSAL, L, Les origines du schisme anglican (1509-1571) (París 1908); GASQUET, CARD-, F . A-, The eve of Reformaüon 6. a ed. (Londres 1909); ARROWSMITH, R. S-. The prelude to the Reformaüon (Londres 1923): H Y L A N D , G. K-, A century of persecution under Tudors and Stuarts ( L o n dres 1926); BELLOC, H . , A history 0 / E n g l a n d . IV. The transformation of England. 1. «Henry V I I I (1509-1547)» (Londres 1931): JANELLE, P., L'Angleterre catholique á la veille du schisme (París 1935); H A C K E T T , F . , Henry the eigth (Londres 1929): RIVAL, P-, Les six femmes du roi Henry VIII (Londres 1936); S M I T H , H . M-, Henry VIII and the Reformaüon (Londres 1948); SORLEY, W . R., A history of the English Reformaüon (Cambridge 1937): POWICKE, M . , The Reformaüon in England (Oxford 1941); PERMÍNGTON, E. L . , The Church of England and the Reformaüon (Londres 1952); GARBETT, C , The claims of the Church of England (Londres 1947); SLESSER, H . , The Anglican dilemma (Londres 1952); R I C H , E. C , Spiritual authority in the Church of England (Londres 1953); V Í A N , N - , La presenlazione e gli esemplari vatkani della tAsserüo septem sacramentorum* di Enrico VIII: «Collect. Albareda» 2,355-375: GRAYEFF, F-, Heinrich der Achte. Das Leben eines Kdnigs, Schicksal eines Reiches ( H a m b u r g o 1961); K N O X , D . B-, The doctrine offaith in the reign of Henry VIII (Londres 1961); STRANG, W . , Briíain in mríld affairs. The fluctuation in power and influence from Henry VIII to Elizabeth II (Nueva York 1961); SCARISBRICK, .1. I., Henry VIII and the Vaücan library: «Bibl. Hum.» 24 (1962) 211-216; MORRISON, N . , The prívate Ufe of Henry VIII ( L o n d r e s 1964). D e un m o d o especial recomendamos, ante todo, las dos obras mejores de nuestros d í a s : C O N STANT, G., ha Reforme en Angleterre. I. Le cisme anglican, Henri VIII (1509-1547) 2. a ed. (París 1931); JANELLE, P., Henry VIII et l'anglicanisme: «Hist. de l'Église» por F L I C H E - M A R T I N , XVL309S (París 1950): PASTOR, X , I Ó 7 S ; H U G H E S , P., The Reformaüon in England ( L o n d r e s 1950S); I D . , Rome and the Counter-Reformation in England (Londres 1942). 32 Véanse JANELLE, P., L'Angleterre cath., o . c ; PROCTOR, R., An Index of the early printed books in the British Museum (Londres 1898-1902); G E R O N E D , G. H . , Saint's Legends (Boston y N u e v a York 1916) l 8 i s . Sobre el estado eclesiástico y sus deficiencias véanse las observaciones de C O N S T A T , l . c ,
9s.
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P.II. De Lutero a la paz de Wesifalia
C.2. La jalsa reforma en Suiza e Inglaterra
dedican a la caza o se deslizan en pecados de la carne o que practican la simonía. El bajo clero manifestaba una gran ignorancia y abandono de sus ministerios' sacerdotales. Más notables, si cabe, eran las lacras morales en el alto clero. Muchos obispos y altas dignidades eclesiásticas buscaban en este estado únicamente las ventajas materiales, y, sin vocación para él, entregaban su gobierno a otros subalternos para llevar ellos una vida enteramente mundana, en la que abundaban toda clase de vicios. Sin embargo, conviene observar que, a principios del siglo xvi, encontramos algunos síntomas de renovación dentro del estado eclesiástico, a lo que contribuyeron las medidas enérgicas tomadas por algunos concilios. Por esto no conviene admitir sin reservas las afirmaciones de algunos humanistas e innovadores de este tiempo que generalizan de una manera exagerada la relajación de los eclesiásticos. El humanismo cristiano, como, por ejemplo, Juan Fisher, iba produciendo excelentes frutos de verdadera reforma cristiana. De
2. Enrique VIII (1509-47).—Al lado de todo lo expuesto, que puede ser considerado como las causas remotas del cisma anglicano, debemos considerar la intervención de Enrique VIII, que fue su causa inmediata y decisiva. Enrique VIII recibió una educación profundamente cristiana y una amplia formación teológica. Por otra parte, llevó en su juventud una vida de intensa piedad, por lo cual se refiere que asistía diariamente a tres o más misas. Habiendo subido al trono de Inglaterra en 1509, fue paladín de la causa católica durante los primeros años de su gobierno. De él pudo afirmar el nuncio Chieregati: «¡Feliz el pueblo gobernado por un rey tan digno!» Por esto se explica que, al tener las primeras noticias del levantamiento de Lutero, fue uno de los que más decididamente se le opusieron, y en 1521, después de la bula definitiva de condenación, mandó quemar públicamente sus escritos en Londres ante la iglesia de San Pablo. Más aún: con la ayuda de algunos obispos y teólogos, salió ese mismo año 1521 en defensa de la Iglesia católica, publicando su obra Assertio septem Sacramentorum, Leoni X P. M . Inscripta (Afirmación de los siete sacramentos, dedicada al papa León X), en la cual refutaba las tesis de Lutero. Por ello León X le concedió el título de defensor de la fe 36. En cambio, Lutero le contestó con una réplica, que el crítico alemán, nada sospechoso de partidismo, K. Müllet, califica d e «indeciblemente grosera e inmunda». Además, ya en 1512 formó parte de la liga de Cambrai con Julio II contra Francia, y tal fue su adhesión al Pontificado, que León X le mandó en 1514, como especial distinción, un sombrero y una espada, y Clemente VII, algo más tarde, la rosa de oro. Consta asimismo que, a partir de 1525, se reunían en Cambridge, a la sombra de la Universidad y en la posada llamada Caballo Blanco, los primeros simpatizantes con las ideas de la reforma luterana. Por eso mismo, la posada era conocida también bajo el nombre de Alemania, y allí se iniciaron los prohombres que más se distinguieron luego dentro de la iglesia anglicana: Cranmer, Latimer, Bidley, Bilney, Barnes y otros más. Pues bien, Enrique VIII supo mantener durante estos años una estrecha vigilancia, por lo cual fue imposible a este incipiente círculo extender su influjo a otras partes. Siguiendo este género de vida, digno de un príncipe cristiano, hacía dieciocho años que Enrique VIII se había casado con Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos D . Fernando y D. a Isabel y tía del emperador Carlos V. Esta se había casado anteriormente con Arturo, hermano de Enrique VIII, joven de catorce años; pero, muerto éste a los pocos meses (1502) sin haber consumado el matrimonio, el papa Julio II había otorgado la dispensa canónica del impedimento que de este matrimonio resultaba entre Catalina y Enrique VIII. Ahora bien, la vida de Enrique VIII y Catalina de Aragón durante estos dieciocho años se había deslizado con relativa tranquilidad; pero de los tres hijos y dos hijas que les habían nacido, sólo había sobrevivido una niña, nacida en 1516, la futura reina de Inglaterra María Tudor. Lo peor fue que el decaimiento de fuerzas físicas de la reina
33 Véase CONSTANT, O.C, os, el cual escribe hablando de los humanistas (p.o): «Los humanistas [entiende «erasmianos», no de los humanistas en general] habían puesto de moda estas amargas críticas contra los abusos de su época. Soñaban en una reforma interior de la Iglesia; su intención era purificarla de las escorias; pero sus golpes iban más allá del blanco buscado; inconscientemente prepararon la gran revolución religiosa del siglo xvi». 34 Anteriormente se ha hablado varias veces de la colaboración indirecta de Erasmo en Ja obra de los nuevos reformadores. Ciertamente no aprobó directamente su rebelión contra la Iglesia, pues esto repugnaba a su espíritu; pero aprobó la crítica de los abusos y criticó la bula de León X; desacreditó diversas instituciones católicas, sobre todo la escolástica y el estado religioso, aunque sin romper nunca con la Iglesia. Mas, como gozaba de tanto influjo, no hay duda que con sus sátiras e ironías hizo, indirectamente, un daño inmenso a la Iglesia. 35 GAIRTNEK, J-, Lollardy and the Reformation in England 4 vols. (Londres 1908-13) II,8s;
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GASQUET, J. A., The eve of the Reformation (Londres 1900) 24S; JANELLE, O.C, 445; JEFFRIE6
DAVIS, E., Lollardy in London on the eve of the R. (1913); CONSTANT (O.C, 6$) pondera el influjo de la doctrina wicklefita y de los lolardos.
36 Véanse BWDCETT, The defender of the faith: «Dubl. Rev.» 13 (1885) 243S; WALTER. W. Heinricb VIII von England und Luther (Leipzig 1911).
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dio al rey la convicción de que no podía ya esperar un heredero, por lo cual ya desde 1525 empezó a pensar en algún plan que resolviera este problema. Entonces fue cuando, según parece, tuvo la idea de declarar heredero a un hijo natural, el duque de Richmond, que había tenido de Isabel Blount. Pero la muerte del príncipe ahogó en germen este primer plan del rey. En estas circunstancias, el año 1527 surgió en él la idea de obtener el divorcio de Catalina de Aragón. 3. El divorcio de Catalina de Aragón 37 .—La ocasión de este nuevo plan de Enrique VIII fue el haberse ciegamente enamorado de Ana Bolena, dama de corte de la reina. La nueva amante del rey exigía como condición para entregarse al rey el ser verdadera esposa suya y reina de Inglaterra, y en esta exigencia era sostenida, sobre todo, por su tío el duque de Norfolk, quien por este medio trataba de destruir el influjo del canciller del reino y cardenal arzobispo de York, Tomás Wolsey. Ahora bien, el único medio de condescender con la exigencia de Ana Bolena era obtener el divorcio con la reina Catalina de Aragón, pues de este modo quedaba el rey en libertad para cont raer nuevo matrimonio. Se trataba, pues, de una cuestión extremadamente difícil, y la historia de la Iglesia ofrecía a Enrique VIII multitud de ejemplos de que los romanos pontífices habían reñido enconadas batallas en defensa de la indisolubilidad del matrimonio, no permitiendo a reyes y emperadores la separación de sus legítimas esposas para unirse con sus amantes. Sin embargo, a Enrique VIII, ciego por su pasión y por la idea de procurar a todo trance un heredero varón a Inglaterra, le parecía que las circunstancias eran en su caso particularmente favorables para obtener su pretensión. Por una parte, sus relaciones con el emperador Carlos V, sobrino de la reina Catalina, eran entonces muy frías, por lo cual no veía ninguna dificultad desde el punto de vista político. Respecto de Clemente VII, esperaba el rey inglés obtener de él aquella dispensa, pues precisamente entonces se encontraba el papa sumamente prevenido contra Carlos V. Fuera de esto (y éste era el argumento que él más urgía), trataba de probar la nulidad o invalidez del matrimonio con Catalina de Ara37 Sobre el divorcio d e E n r i q u e VIII, q u e constituye la base del cisma d e Inglaterra, existe a b u n d a n t e bibliografía. L a s fuentes principales se reproducen en EHSES, obra citada anteriormente. P u e d e n verse a d e m á s : FROUD, The divorce of Catharine of Aragón (Londres 1891); T U H R S TON, Clement VII, Campegio and the divorce: «Amer. Cath. Q u a r t . Rev.» ( i g o a s ) ; EHSES, Die papstliche Dekretale in dem Ehescheidungsprozess Heinrichs VIII: «Hist. Jhb.» (1888) 28s.2oos. 6OQS; I D . , Cletnens Vil tm Ehesch, Proz. H. VIII...: «Rom. Q u a r t . Schr.» (1893) i 8 o s ; I D . , Zur Ehesch. H. VIII: ibid. (1900) 2563; JERET, Le premier divorce de Henri VIII: «Rev. Q . Hist.» 64 (1808) 53S; FREIDMANN, Lady Anne Boleyn 2 vols. ( L o n d r e s 1884-85); T H I E M E , H . , Die Ehescheidung Heinriches VIII und die Éuropáischen Universitdten (Karlsruhe 1959). Véanse de un m o d o especial H C F E L E , Conziliengesch. IX,587s; PASTOR, X . i ó g s ; CONSTANT, l . c , 25s; JANELLE, l . c , 32OS. Indudablemente, existía en Enrique VIII una preocupación por tener u n heredero varón, ya q u e era m u y problemático q u e u n a mujer pudiera heredar el trono en Inglaterra. Pero es u n hecho también q u e , aun teniendo esta preocupación, n o pensó en u n divorcio hasta q u e se apoderó d e él la pasión por Ana Bolena. Este fue, indudablemente, el móvil verdadero de todo lo q u e realizó el rey, incluso del cisma d e Inglaterra. T o d o lo d e m á s eran meros pretextos o razones q u e justificaran delante d e los demás los gravísimos pasos q u e se fueron dando. Por lo q u e se refiere en particular a los escrúpulos d e conciencia que, según el afirmó, le vinieron sobre la legitimidad d e su matrimonio con Catalina d e Aragón, véase lo q u e concluye PASTOR : «Según afirmó E n r i q u e , el obispo [de Tarbes] había manifestado dificultades respecto a la legitimidad d e la princesa M a r í a , alegando ser inválido el matrimonio d e E n r i q u e con D.* Catalina. N o cabe d u d a d e q u e esta pretendida expresión del obispo d e T a r b e s es una consciente ficción, y los pretendidos escrúpulos de conciencia d e Enrique, pura hipocresía» (ibid., 172). Véanse e n este m i s m o lugar los testimo-
nios d e E H S E S , B U S H , G A I R D N E R , q u e confirman lo m i s m o .
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gón, hasta tal extremo que afirmaba le venían por ello escrúpulos de conciencia. Porque por el primer matrimonio de Catalina con Arturo, hermano de Enrique, había ella contraído un impedimento que anulaba el matrimonio con su hermano, es decir, Enrique VIII. A esto se objetaba que Julio II había otorgado dispensa de este impedimento; pero Enrique VIII quería probar que el romano pontífice no podía conceder esta dispensa por tratarse de un impedimento de derecho divino, es decir, de un matrimonio consumado. Más aún: concediendo que el papa podía en absoluto conceder la dispensa, procuraba probar Enrique VIII con otras muchas razones que la dispensa de Julio II era inválida. Toda la argumentación de Enrique VIII caía por su base si se tenía presente que el impedimento que resultaba del primer matrimonio de Catalina con el hermano de Enrique quedaba desvirtuado, conforme al derecho canónico, por no haber sido consumado el matrimonio y por la corta edad de catorce años del esposo. Por esto el rey procuraba probar principalmente que la dispensa de Julio II había sido inválida por otras razones, y, si no era posible probar su invalidez, exigía que fuera.anulada por un nuevo acto del papa. Por esto casi todas las discusiones tienen lugar en torno a este problema. Pasemos por alto el primer intento de Enrique VIII, que fue el de obtener de la Santa Sede dispensa para tomar una segunda esposa juntamente con la primera, Catalina de Aragón, y esto a título de los méritos sontraídos con la Santa Sede con su libro en defensa de los sacramentos contra los luteranos. El canciller cardenal Wolsey lo convenció de que era inútil presentar esa demanda en Roma, donde sería decididamente rechazada; pero, conociendo éste la pasión del monarca, se convenció de que el único medio de que lograra legítimamente su intento era conseguir la anulación del primer matrimonio con Catalina de Aragón 38 . Así, pues, aconsejado por Wolsey, envió Enrique VIII a Roma a dos embajadores de toda confianza, Eduardo Fox y Esteban Gardiner, los cuales obtuvieron de Clemente VII el nombramiento de Campegio y Wolsey como delegados suyos para resolver en Inglaterra el asunto sobre la nulidad del matrimonio real. Emprendió, pues, Campegio su viaje a Londres con el encargo expreso del papa de dar largas al asunto, pues Clemente VII esperaba que de este modo se calmaría la pasión del rey. Asimismo llevaba una bula secreta, en la que el papa daba buenas esperanzas a Enrique VIII. Pero bien pronto se dio cuenta Campegio de que el rey ansiaba una solución rápida favorable. Wolsey por su parte le dio a entender el gran peligro que envolvía el sistema de prolongar indefinidamente el proceso e incluso que el rey no se detendría ante un cisma. En posición tan desesperada, intentó Campegio otro camino. Dirigióse a la reina y le propuso que espontáneamente renunciase a la vida matrimonial y se retirase al claustro 3 9 . 38 Se h a discutido m u c h o sobre si fue Wolsey quien propuso a Enrique VIII la idea d e o b t e n e r el divorcio d e Catalina d e Aragón. Sin embargo, n o p u d o salir d e él la idea, sino, por el contrarío, d e sus adversarios políticos, los d u q u e s d e Norfolk y Suffolk, quienes por este m e d i o trataban d e derribar a Wolsey d e su valimiento con el monarca. E n cambio, W o l s e y la apoyó desde u n principio e hizo d e su parte lo posible para complacer al monarca. Véanse CAVENDISH, The lifeofcard. Wolsey (Londres 1885); T A N N T O N , Thom. Wolsey, légate and reformer (Londres 1902); FERGUSON, C H . W . , Naked to mine ennemies. The Ufe of card. Wolsey (Boston 1958). 39 E n realidad con esto n o se resolvía nada, Pues, a u n q u e la reina se retirara e hiciera el voto d e castidad, si su matrimonio con Enrique era válido, n o podía éste tomar otra esposa.
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Pero Catalina protestó indignada contra tal sugerencia, y ni la insistencia de los consejeros ni el espectáculo del mismo cardenal, que se arrojó a sus pies en plan de súplica, lograron hacerla cambiar de parecer. Antes, repitió la reina, se dejaría hacer pedazos. Wolsey llegó con esto a un estado de verdadera desesperación. Viendo que no había otra solución para evitar la ruina de Inglaterra que complacer al rey, hizo un último esfuerzo en Roma, procurando obtener del papa la facultad de resolver él todo el asunto. Por otra parte, escribía Gampegio: El rey «nada ve, nada piensa sino en su Ana..., y es una compasión de qué manera la vida de un rey y el estado y ruina de un país están pendientes de esta sola cuestión». Sin embargo, persuadido el papa de que el matrimonio de Enrique con Catalina era válido, y, por consiguiente, indisoluble, se veía forzado a mantenerse en la negativa no obstante el peligro del cisma de toda la nación. Entre tanto, forzados por la impaciencia de Enrique VIII, los legados, Campegio y Wolsey, tuvieron que dar comienzo al proceso en Inglaterra. La reina Catalina compareció personalmente ante el tribunal y protestó contra su competencia. En la segunda sesión se arrojó a los pies de Enrique, implorando compasión; pero el rey permaneció impasible. Entonces ella reiteró su protesta contra la competencia de aquel tribunal y apeló al romano pontífice. Luego se alejó llena de dignidad y ya no volvió a presentarse ante aquellos jueces. Este infortunio le conquistó las simpatías del pueblo inglés y de todo el mundo, que interiormente se puso de su parte. Y aun el mismo rey, en el momento de abandonar ella el tribunal, se vio forzado a exclamar: «Milords, es la mujer más fiel, la más obediente, la más sumisa... Posee juntamente todas las virtudes y cualidades de una mujer de su rango». Así, pues, desde este momento se precipitó el proceso. Sin hacer caso del breve de dispensa, cuya copia había presentado la reina ante los jueces, Enrique y Wolsey querían a todo trance dar cuanto antes una solución favorable al divorcio, pues temían que el papa avocara la causa a Roma. Pero entonces se presentó el obispo de Rochester, Juan Fisher, y, desafiando las iras del monarca, proclamó que, después de un largo y detenido estudio, estaba convencido de la validez del matrimonio, y estaba dispuesto, como en otro tiempo San Juan Bautista, a sacrificar su vida por la indisolubilidad de este sacramento 4<>. Sin embargo, todo fue inútil. Enrique VIII exigía a todo trance la declaración de nulidad de su matrimonio con Catalina de Aragón con el objeto de poder juntarse legítimamente con su amante Ana Bolena. Entonces, pues, no pudiendo Campegio darle esta solución deseada y no atreviéndose, por temor de mayores males, a dar una sentencia contraria, optó por una suspensión del proceso. El 23 de julio, alegando las vacaciones de los tribunales eclesiásticos, según la costumbre romana, suspendió hasta el i.° de octubre la continuación de las sesiones. Unos días antes de esta declaración de su legado, el *" Véanse sobre San Juan Fisher BRIDGETT, Life of blessed J. Fisher (Londres 1888); Vie du bienheureux martyrj. Fisher: «Anal. Boíl.» (1891) I2ls; ibid. (1893) 97S; LLANOS Y TORKIGLSA, F. DE, El divorcio de Catalina de Aragón, San Juan Fisher y Santo Tomás Moro (Madrid 1935)- REYNOLDI, E. E., Sí. John Fisher (Londres 1955); FARROW, J., The story 0/ThomasMore (Londres 1956).
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papa Clemente VII, siguiendo el parecer de los referendarios de la Rota, había firmado definitivamente el decrto de traslación a Roma de aquella causa. 4. Consumación del cisma.—Esta decisión del papa fue un golpe mortal para la causa de Enrique VIII. Pero éste, apretado cada vez más por Ana Bolena, se decidió a pasar por encima de todo y preci T pitar una solución. Durante los dos años que siguen, mientras se iba separando cada vez más de Roma, vacila constantemente en tomar una decisión definitiva y continúa negociando con Roma. La primera víctima del disgusto del rey fue Wolsey, caído en desgracia suya por no haber solucionado favorablemente el asunto del divorcio mientras fue legado pontificio. Acusado de alta traición por el Parlamento por haber violado una ley del reino aceptando el cargo de legado, fue preso el 4 de noviembre de 1530 cuando se dirigía a su sede de York; inmediatamente fue conducido a la Torre de Londres; pero, agotado por los sufrimientos de esta desgracia, murió el 29 del mismo mes, antes de llegar a la Torre, en la abadía de Leicester. Los acontecimientos se desarrollaron ahora con rapidez vertiginosa. Después del breve intervalo en el que Tomás Moro ocupó la Cancillería del reino, aunque renunció a ella por no avenirse a los deseos del rey, le sucedió Tomás Cromwell, principal responsable de los trágicos acontecimientos que siguieron. Juntósele un segundo personaje, igualmente fatal para la causa católica de Inglaterra, Tomás Cranmer, catedrático de la Universidad de Cambridge en el Christ College, capellán de Ana Bolena y simpatizante con el protestantismo 41 . En este momento de ansiedad de Enrique VIII, Cranmer le insinuó la idea de recoger dictámenes de las universidades de Inglaterra y del extranjero sobre la nulidad del matrimonio de Enrique con Catalina de Aragón por ser inválida la dispensa de Julio II. Con la diligencia y solicitud de Gardiner y Foxe, se obtuvieron durante el año 1530 los pareceres de las Universidades de Cambridge y Oxford 42 . Pero es muy digno de notarse que este dictamen sobre la nulidad de la dispensa de Julio II se basaba en el supuesto de que el primer matrimonio de Catalina con Arturo había sido consumado, que era la suposición falsa en que se colocaba Enrique VIII. Ahora bien, en la misma dispensa se suponía que dicho matrimonio no había sido consumado, y la misma reina Catalina así lo atestiguaba; pues en este supuesto, indudablemente, la dispensa del papa era válida, y, por consiguiente, válido el matrimonio de Enrique VIII con Catalina de Aragón. De un modo semejante dieron sus dictámenes las Universidades de París, Orleáns, Toulouse, Ferrara, Padua y otras, así como diversas personalidades importantes. Todos estos dictámenes, unidos a una súplica de los grandes del reino avalada con las firmas de Cromwell 41 Cranmer fue indudablemente uno de los hombres más funestos para el catolicismo de Inglaterra. Pueden verse MASÓN, Th. Cranmer (Londres 1898); JUNES, Cranmer and the Reformation in England (Londres 1000); POLLARD, A. F., Th. Cranmer and the English K. (1489-1556) (Nueva York y Londres 1904); RICE, H. A. L., Thomas Cranmer (1489-1556) archb. of Canterbury: «Hist. today» 6 (1956) 478s; MAYNARD, T., The Ufe of Thomas Cranmer (Londres 1956); RIDLEY, J., Thomas Cranmer (Londres 1962). 42 Oxford tardó en dar su dictamen favorable a Enrique VIII. Entretanto llegaron varios dictámenes favorables de Cambridge y de otras universidades del continente, después de lo cual lo dio también Oxford.
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y del arzobispo de Cantorbery, Guillermo Warham, fueron presentados a Clemente VII con el objeto de obligarlo a satisfacer a los deseos de Enrique VIII. Por vez primera emplea Enrique VIII la amenaza de un cisma, pues termina la súplica aludiendo a «remedios extremos, siempre desagradables en su ejecución». Pero Clemente VII se negó decididamente a las exigencias de Enrique VIII 43 , y en adelante se empeñó, más que nunca, en seguir una política de dilación. En realidad, su situación no podía ser más apurada. Oídos los consejos de los más insignes canonistas y teólogos, Simonetta, Cayetano, Aleander y otros, veía claramente que no podía conceder a Enrique VIH el divorcio, pues su matrimonio con Catalina era válido. Por esto, en adelante se limita a tomar medidas para que en Inglaterra no se dé ningún paso peligroso. Así, el 7 de marzo de 1530 prohibía a Enrique contraer un nuevo matrimonio bajo pena de excomunión; en enero de 1531 prohibía al Parlamento y a otras autoridades inglesas, incluso al arzobispo de Cantorbery, resolver nada en el asunto del divorcio. Frente a esta actitud firme del papa, Enrique VIII, impulsado por el canciller Cromwell y por Cranmer, inició una nueva táctica, consistente en exigir que el asunto fuera examinado y resuelto en Inglaterra por el arzobispo de Cantorbery y su capítulo. Más aún: para hacer presión sobre Roma, formuló entonces claramente la amenaza de una ruptura de relaciones, haciéndose declarar «jefe supremo de la iglesia de Inglaterra» (mayo de 1531). Sin embargo, consta que por entonces se trataba de una maniobra para intimidar al papa 44 . Entonces, viendo Enrique VIII que el papa daba largas al asunto y no esperando ya de Roma ninguna solución favorable al divorcio, se decidió a obrar por su cuenta. Así, pues, cedió por fin a Ana Bolena, prometiéndole hacerla reina, por lo cual se entregó ella a la voluntad del rey. El resultado fue que desde enero de 1533 se esperaba un hijo. Puesto ya en este terreno, Enrique VIII decidió desposarse en secreto con ella, para lo cual quiso a todo trance que fuera anulado el matrimonio con Catalina de Aragón. Los acontecimientos le facilitaron entonces el cumplimiento de sus deseos. El arzobispo de Cantorbery, Warham, quien no se hubiera prestado a ellos, acababa de morir. Entonces el rey propuso para este cargo nada menos que a Tomás Cranmer, instrumento fiel de sus voluntades, a pesar de que éste no ocultaba sus simpatías con los protestantes y se había casado secretamente con la hija de uno de los jefes luteranos, Osiander. El hecho es que Clemente VII, ignorando todo esto y con el objeto de no exasperar más al rey inglés, dio su consentimiento y las bulas necesarias para el nuevo arzobispo de Cantorbery. Así, pues, ya no hubo dificultad ninguna. Cranmer se puso en manos del rey. Para mayor seguridad, hizo éste votar por el Parlamento una ley que prohibía toda apelación a Roma (abril de 1533); luego hizo declarar a una asamblea del clero que el primer matrimonio ha-
bía sido consumado, y sobre esta suposición falsa, el 10 de mayo se abría en Dunstable, donde residía Catalina de Aragón, el proceso definitivo contra la expresa protesta de la reina, y el 23 de mayo de 1533 dio Cranmer la sentencia de nulidad del matrimonio de Entique VIII con Catalina de Aragón. Cinco días después convalidaba el matrimonio con Ana Bolena, realizado ya en privado. El 1.° de junio era coronada y reconocida oficialmente la nueva reina, y el 7 de septiembre nacía la futura reina Isabel de Inglaterra45. Todos estos hechos significaban la ruptura con Roma. Había comenzado el cisma de Inglaterra.
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43 Así lo hizo Clemente VII en su respuesta del 27 de septiembre de 1529, notando que el acceder a los deseos del rey «heriría la conciencia tanto del rey como la suya propia». Y por lo que se refería a la amenaza de un cisma, escribía: «No es esto una proposición digna de vuestra prudencia y religión». Véase CONSTANT, O.C, 38S. 44 Véanse en CONSTANT (p.3os) más particularidades sobre este punto interesante y decisivo
de la controversia. Cf. asimismo PASTOR, X.IOQS; JANELLE, l.c, 325.
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5. Principios de la separación.—Frente a un hecho consumado, Clemente VII en el consistorio de 11 de julio de 1533 condenó los actos realizados por Cranmer y anuló el matrimonio de Enrique con Ana Moleña. Al mismo tiempo amenazaba a los tres con la excomunión si en el plazo de tres semanas no se arrepentían. Este plazo fue luego prorrogado por algunos meses. Entre tanto, Francisco I, en su entrevista con Clemente VII en Marsella, hizo esfuerzos por llegar a una conciliación; pero resultaron inútiles, porque entre tanto Enrique VIII había apelado a un concilio (noviembre de 1533). Más aún: a principios de 1534 hizo votar al Parlamento, enteramente sumiso a su voluntad, estas tres leyes: en la elección de los obispos, el rey debía proponer el candidato, que luego sería aprobado por el capítulo, sin inlervención ninguna de Roma; todas las tasas para el «obispo de Roma», tomo debía ser designado el papa desde entonces, quedaban abolidas; ni; prohibia a los obispos publicar ninguna ley sin aprobación del rey. Todos estos actos se realizaron antes de llegar a Inglaterra la noticia de la sentencia final del romano pontífice. Por esto, como observa (lonstant 46 , el cisma era ya definitivo por parte de Enrique VIII, y UNÍ, no es verdad lo que se ha dicho: que el cisma inglés se debió a la precipitación del papa y a no haber querido esperar algún tiempo. Todo esto se confirma si se tiene presente el particular empeño con que procuró Enrique VIII justificar su conducta ante todo el mundo, y particularmente ante sus subditos de Inglaterra. Con este objeto hizo publicar la obra titulada El espejo de la verdad, donde se defiende di teoría conciliar, y procuró la edición en Inglaterra de la obra medieval Defensor pacis, el Defensor de la paz, de Marsilio de Padua y Juan de Jandun, donde con tanto apasionamiento se defiende la superioridad del poder temporal sobre el espiritual de los papas 4 7 . 45 La manera como Cranmer realizó este acto final de todo este proceso sobre el divorcio il.« Enrique VIII es designada por los mismos historiadores anglicanos como abyecta. Cf. CONBIANT. l.c, 43S. Por su parte, Enrique VIII dio las más claras pruebas de su consumado cinismo I '.uintncr suplicaba solemnemente al rey el n de abril que le permitiera juzgar «este importante rtnunto de su matrimonio, que tanto ruido ocasiona entre el pueblo». A lo cual le respondió el i,-v que tenía el gusto en complacer ala súplica del «ministro principal de su jurisdicción espiritual» i.iuAndole (esto era una solemne mentira) que no tuviera ninguna consideración humana, «sino •müiniente la voluntad y beneplácito de Dios». Después de lo cual Cranmer pronunció la sentencia • •I Vcernimus et declaramus, ipsum praetensum matrimonium..., divino iure prohíbeme contrachnri et consummatum, nuüius valoris aut momenti esse». Sin embargo, declaraba que María la lii|a de este matrimonio, no era bastarda, por la buena fe de sus padres. 4ft I..C, 60. Allí se relata la opinión del historiador BURNET, quien afirma que el cisma se • Irbió al hecho de no haber querido los cardenales imperialistas esperar la llegada de un correo VMsr asimismo todo esto ampliamente expuesto en PASTOR, X,204s. El texto de la sentencia deImiliva del papa puede verse en EHSES, O.C, 2i5s. 41 Esta obra había sido publicada en 1324 en medio de las luchas de Luis de Baviera contra «I pupa Juan XXII y ha sido siempre uno de los arsenales más abundantes de los enemigos del
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Con esta ocasión, tres de los más significados intelectuales publicaron tres importantes apologías de la supremacía real. El primero fue el libro Sobre la diferencia del poder real y el pontificio, escrito por Foxe. El segundo fue obra de Sampson, y lleva por título Oración. El tercero, compuesto por Gardiner, es el tratado De la verdadera obediencia 48 . Este último fue, indudablemente, el más importante y eficaz en toda esta campaña real. Era una defensa incondicional del rey, y llegaba a afirmar que sus «subditos tenían el deber de sometérsele en todo aun en el caso en que se extralimitara en sus derechos». Ante todos estos hechos consumados, viendo Clemente VII que ya no existía ninguna esperanza de arrepentimiento de parte del rey de Inglaterra, en el consistorio de marzo de 1534 pronunció la sentencia definitiva en el proceso comenzado, proclamando la validez del matrimonio de Enrique VIII con Catalina de Aragón, ya que la dispensa de Julio II había sido válida. A este acto enérgico del romano pontífice respondió Enrique VIII con una serie de medidas que significaban la completa ruptura con Roma y hacían avanzar más y más a la iglesia de Inglaterra en el cami- ¡ no del cisma. En marzo de 1534, el mismo día en que el papa publicaba la sentencia definitiva declarando la validez del matrimonio de Enrique con Catalina, el Parlamento votaba la llamada ley de sucesión, que declaraba heredera de Inglaterra a la hija de Ana Bolena, con lo cual daba un mentís al papa, quien había declarado indirectamente la invalidez de aquel matrimonio. Esta ley debía ser aceptada y jurada por todos los subditos del rey de Inglaterra, y ciertamente es triste reconocer el servilismo con que casi todos los eclesiásticos se plegaban a la voluntad del rey 4 9 . Más importancia todavía tuvo el acta de supremacía, votada por el Parlamento el 3 de noviembre de 1534. En ella se reconocía al rey como suprema y única cabeza de la iglesia en Inglaterra y se le atribuía toda la plenitud del poder civil y de la jurisdicción eclesiástica. Bien pudo decir el rey en adelante, según la expresión de un escritor inglés, que en su reino él era emperador y papa, todo a la vez, por lo cual se ha podido afirmar que el acta de supremacía fue una verdadera revolución 5 0 . A esto se añadió una segunda ley, que reconocía en el rey la facultad de nombrar y desposeer a los obispos. El complemento de estos decretos y leyes lo constituyen las llamadas leyes de traición, por las que se declaraba reos de alta traición a los que manifestaron alguna oposición a las personas reales 51 . P a p a d o . Edición del Defensor Pacis, por GOLDAST (Frankfurt 1668). Véanse SCHOLZ, R., Studien über die politischen Streitschriften des 14. u. 15. Jh.: «Quell. u. Forsch. aus ital. Arch.» (Roma 1909). ALVARO PELAGIO en su célebre obra De planctu Ecclesiae (Venecia 1560) refuta en una d e sus partes esta obra. " 8 Véase para t o d o esto a JANELLE. O . C , 338S. Asimismo JANELLE, Obedience in Church and State ( C a m b r i d g e 1930) 22s; ID., L'Angleterre catholique 275S. * 9 Son interesantes las explicaciones q u e se daban a este propósito. A la dificultad obvia y natural d e q u e Jesucristo había confiado el gobierno de su Iglesia a P e d r o y sus sucesores, respondían q u e los eclesiásticos recibían toda su jurisdicción espiritual por medio del rey. Así decían: «Si el p o d e r de las llaves no lo ejerce el rey, ciertamente se deriva d e él». 50 Véase una amplia exposición sobre estas leyes en CONSTANT, 67S. 51 Es digna de notarse en particular cómo se procuraba obligar a negar la jurisdicción del papa. Así se decía en el j u r a m e n t o : «Juramos fe, fidelidad y obediencia únicamente a la majestad del rey, y no a n i n g u n a otra autoridad extranjera». Para convencer a todos los subditos ingleses de esta superioridad, se declaró solemnemente, con la expresa aprobación d e las Universidades d e C a m bridge y Oxford, que, «según la Sagrada Escritura, el obispo de R o m a no tiene más poder en Inglaterra q u e cualquiera otro extranjero».
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6. Persecución y martirios.—Para aplicar estas leyes y hacerlas cumplir con el mayor rigor fue nombrado Tomás Cromweü, vicario del rey para los asuntos eclesiásticos, a manera de ministro con jurisdicción en todos los asuntos religiosos. En efecto, se obligó sistemáticamente a prestar juramento a las leyes de sucesión y de supremacía a todos, seglares y eclesiásticos, designando como reos de alta traición y amenazando con las más duras penas y aun con la de muerte a los que se negaran a prestarlos 52 . El resultado fue en verdad desastroso. Fue casi general la defección del episcopado, de los eclesiásticos, del mundo intelectual y del pueblo cristiano. Nótese que los eclesiásticos y religiosos, de un modo especial, debían jurar que reconocían «el casto y santo matrimonio de Ana y Enrique» y que «se obligaban a predicar que el obispo de Roma, que en sus bulas usurpaba el nombre de papa y se arrogaba la primacía, no tenía jurisdicción en Inglaterra». Sin embargo, hubo algunos espíritus valientes que no cedieron ni a las amenazas ni a la violencia y que dieron su sangre en defensa de la fe. La primera víctima de este período de terror de Enrique VIII fue la religiosa benedictina de Cantorbery Isabel Barton. Tenía fama de santa y de haber obrado milagros y era designada comúnmente como «la santa hija de Kent»; mas, por otra parte, se había manifestado decididamente contraria al divorcio del rey, por lo cual y por negarse a reconocer su supremacía fue ejecutada como reo de alta traición 53 . Dignas de especial mención son otras cinco víctimas que el 4 de mayo de 1535 subieron al cadalso, reservado a los traidores, por negarse a prestar el juramento a la ley de supremacía. Fueron los tres priores cartujos Honthoh, Webster y Law, el religioso de Santa Brígida Reynolds y el sacerdote secular Hale, condenados a muerte por Cromweü. Pocas semanas después sufrían idéntica muerte otros tres cartujos de la cartuja de Londres. En general, la Orden de los cartujos fue una de las que más víctimas ofreció en la persecución de Enrique VIII. El mismo heroísmo manifestaron los franciscanos de la estrecha observancia. La Orden entera rechazó la imposición de los emisarios del Cromwell para que prestaran el juramento a la ley de supremacía. El rey hizo cerrar los siete monasterios de Londres y mantuvo 32 Es sorprendente la universalidad casi general de la defección, y los historiadores católicos la notan con verdadero sentimiento. Así lo dan a entender PASTOR y CONSTANT en los pasajes citados. Este último observa de u n m o d o especial q u e las fórmulas propuestas a los eclesiásticos y religiosos eran particularmente agravantes, con el objeto d e q u e aquéllos se negaran a prestar juramento, pues esto daría u n pretexto para confiscar sus conventos. Parece q u e los mismos oficiales reales suponían q u e encontrarían más resistencia; pero se equivocaron, ya q u e casi todos se rindieron incondicionalmente al rey. El m i s m o historiador CONSTANT observa c ó m o m u c h o s al prestar estos juramentos hacían diversas clases de restricciones. C o m o los q u e añadían interiorm e n t e : «Tanto como lo permite la ley d e Dios». O bien cuando, al afirmar la supremacía del rey, mentalmente a ñ a d í a n : «Lo j u r o por jefe supremo en materia espiritual, p e r o n o en cosas espirituales». Pero, d e hecho, en las fórmulas propuestas se excluían estas restricciones. Ciertamente es d e lamentar la defección en masa de la población católica. 53 Sobre toda esta persecución, sus víctimas y las honrosas excepciones q u e h u b o véanse además de las obras citadas: Martyrum monachorum Carthusianorum in Anglia passio minor, auct. M . CHAUNCEY, ed. V A N O R T R O Y : «Anal. Boíl.» (1903) 5 i s ; CANUM, Lives of the English Martyrs... I. M . under king Henry VIH (Londres 1904); STONE, Faiihfull unto death. An account of the sufferings of the English Franciscans during the 16. a. 17. centuries (Londres 1892); P O L L E N , Acts of English Martyrs (Londres 1891); BAUMER, Die Benediktiner-Martyrer in England unter H. VITJ (1899); SPILLMANN, Gesch. der Katholikenverfolgung in England 1535-1681. I. Die Blutezugen unter H. VIH 3.* ed. ( F r i b u r g o de Br. 1910).
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en prisiones a doscientos de sus miembros. Cincuenta murieron en ellas. Algo semejante sucedió con los agustinos del Monte Sión. Por esto se ha podido observar que las tres órdenes religiosas de los cartujos, franciscanos observantes y agustinos constituyen una honrosa excepción de la defección casi universal de los católicos ingleses. Pero las dos figuras que más se distinguieron en la defensa de la fe católica y de la obediencia al papa fueron los santos Juan Fisher y Tomás Moro. Juan Fisher era insigne teólogo y obispo de Rochester. Como tal había combatido con las armas literarias a Lutero y Ecolampadio; pero su firme actitud contra el divorcio de Enrique VIII le había hecho objeto de las iras del rey y de Cromwell. Ya en 1530 fue preso por este motivo; pero, puesto en libertad, en julio de 1532 volvió a hablar contra el intento del rey. Los dos años siguientes tuvo que mantener una lucha constante, hasta que, preso de nuevo en abril de 1534, como negara el juramento a la ley de sucesión, fue arrojado a la Torre de Londres. En mayo de 1535 realizáronse nuevas tentativas para obtener su juramento a la ley de supremacía. Pero Fisher no quiso jamás reconocer al rey como jefe supremo de la Iglesia. El 20 de mayo le otorgó el papa la dignidad de cardenal con el objeto de librarlo de la muerte. Fue inútil. Enrique VIII lo hizo ajusticiar el 22 de junio por el único crimen de rechazar el juramento de supremacía. No menos insigne fue el martirio de Santo Tomás Moro 54 . Habiéndose especializado en leyes, trabó íntima amistad con Erasmo y destacó por sus aficiones humanísticas. En 1516 publicó su célebre obra Utopía, que lo dio a conocer como un intelectual aventajado de su tiempo. Desde 1523 inició una verdadera batalla contra el protestantismo, que se infiltraba en Inglaterra. Por otra parte, desde 1527 se manifestó contrario al divorcio del rey; mas, como Enrique VIII tenía mucho interés en tener de su parte a un legista como Moro, lo nombró sucesor de Wolsey como canciller; pero él renunció a su cargo en 1532 cuando se vio obligado en él a reconocer los actos realizados por el rey, y, por consiguiente, su supremacía espiritual. Mas esto mismo lo hizo desde entonces incompatible con Enrique VIII. Acusado en 1534 como cómplice de la monja Isabel Barton, pudo probar su inocencia; pero, obligado a prestar el juramento de sucesión, se negó a ello, por lo cual fue encerrado en la Torre de Londres. En 1535 tuvo que expresar ante el consejo real su opinión sobre la ley de supremacía; pero él procuró evadir la respuesta, afirmando que ya no se ocupaba de cosas de este mundo. Condenado por fin a muerte, habló públicamente contra aquella ley, y el 7 de julio de 1535 fue decapitado. 7. Desarrollo ulterior del cisma.—La ley de supremacía, que había proporcionado a Enrique VIII el medio para deshacerse de sus opositores, fue asimismo el instrumento para arruinar a los religiosos, que constituían la porción más adicta a la Santa Sede. No en vano designaba Cromwell a los religiosos como «los espías del papa». Así, pues, desde 1536 se inició la supresión de todos los monasterios del 54 Sobre Tomás Moro véanse en particular BRIDJET, P. T. E., Life and writings of Sir Thomas More (Londres 1892); CHAMBERS, R. W„ Thomas More (Londres 1935); JANELLE, Thomas More: «Dict. Théol. Cath.» (París 1946); ROGERS, E. F., The correspondance of Sir Th. More (Princeton 1947); VÁZQUEZ DE PRADA, A., Sir Tomás Moro, Lord Canciller de Inglaterra (Madiid 1962).
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reino, lo cual fue en conjunto tan catastrófico desde el punto de vista cultural y económico, que en 1888 la misma Universidad anglicana de Cambridge, por gran mayoría de votos, lo designó como una catástrofe nacional 55 . A más de ochocientos ascendía el número de los monasterios propiamente tales, de monjes y religiosas, pertenecientes a los benedictinos, -cistercienses y demás órdenes monásticas antiguas; y a más de doscientos los conventos de las órdenes mendicantes, es decir, franciscanos, dominicos, agustinos y carmelitas. Desde el punto de vista material, no hay duda que todos ellos suponían una riqueza inmensa, si bien no era tan ingente como muchos han supuesto. Ya muchos años antes del cisma había pensado Enrique VIII en las riquezas de las órdenes y congregaciones religiosas, y en tiempo de la legación de Wolsey, desde 1524 a 1528, hicieron una primera prueba de secularización. Por eso, tan pronto como Enrique VIII realizó el cisma y se declaró jefe supremo de la Iglesia, determinó apoderarse de los bienes de las órdenes religiosas, para lo cual era necesario disolverlas. Hizo, pues, decretar al Parlamento la supresión de todos los conventos y monasterios menores donde la regla era mal observada, y con este pretexto, que paliaba la codicia de los nobles y del mismo monarca, se suprimieron hasta 224 casas de hombres y 103 de mujeres. Como no podía menos de suceder, hubo entonces algunos levantamientos populares, denominados «peregrinación de gracia», promovidos a la vista del despojo que los agentes del rey realizaron inmediatamente en las casas e iglesias de los religiosos. Millares de «peregrinos», que los historiadores hacen subir a más de 35.000, se dirigían sobre Londres; pero fueron sofocados con mano dura por el duque Suffolk y otros servidores del rey. Terminado este primer reparto y dominadas las revueltas que lo acompañaron o siguieron, se procedió desde 1537 a 1540 a la supresión del resto de las casas religiosas, los monasterios mayores. De este modo fueron desapareciendo los más célebres monasterios, que tanta gloria habían dado a las islas Británicas. El 23 de marzo de 1540 era entregada la última abadía, la de V/altham. Con esto se ponía término al monaquismo en Inglaterra, la antigua isla de los monjes y de los monasterios. De un modo semejante se procedió a la destrucción de imágenes, reliquias y santuarios, pues, según se decía, fomentaban la superstición. La desolación fue general en toda Inglaterra. 8. Nuevas medidas tomadas por el romano pontífice.—Los actos de Enrique VIII, particularmente el ajusticiamiento de Fisher y Moro y las crueldades cometidas con los religiosos en la destrucción de los monasterios, promovieron en toda la Europa católica la más sentida indignación y una espontánea protesta. Mas, como era natural, quien experimentó un sentimiento más profundo fue el romano pontífice, Paulo III (1534-1549), quien había sucedido el año 1534 a Clemente VIL Al recibir el 26 de julio de 1535 y pocos días después las noticias de los martirios de Juan Fisher, insigne defensor de los dere55 Pueden verse GASQUET, F. A., Henry VIH and the English monasteries 2 vols. 8." ed. (Londres 1925); SAVINE, A., English monasteries on the eve of the dissolution (Oxford 1909).
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chos pontificios, y de su digno émulo Tomás Moro, se decidió el papa a publicar la bula, ya hacía tiempo preparada, contra Enrique VIII. En ella enumera Paulo III los crímenes cometidos y con palabras paternales le ruega que dentro del plazo de tres meses se arrepienta y acuda en demanda de perdón. En caso contrario, se vería obligado el papa a proceder contra él con las más severas medidas canónicas. Fue tal el efecto producido por sólo el anuncio de las próximas medidas pontificias, que amenazaba seriamente un colapso del comercio entre Inglaterra y los Países Bajos. Fue, pues, una verdadera lástima que el emperador Carlos V y Francisco I no se unieran entonces a los esfuerzos del romano pontífice, pues indudablemente hubiera sido de un efecto desastroso para Enrique VIII, y tal vez lo hubiera obligado a volver a la obediencia del papa. Mas, por miras políticas, ni uno ni otro procedieron con esta decisión, con lo cual el papa se vio precisado a diferir la promulgación de la bula. En estas circunstancias, a principios de 1536 llegó la noticia de la muerte de la reina Catalina de Aragón, ocurrida el 7 de enero, lo cual hizo concebir al romano pontífice alguna esperanza de un arreglo de la cuestión de Inglaterra. El 19 de mayo moría también en el cadalso su rival Ana Bolena, acusada de infidelidad al rey. Este acontecimiento, mirado por el mundo católico como un justo castigo de Dios, dio fundadas esperanzas de una próxima vuelta de Inglaterra al seno de la Iglesia católica. Paulo III lo creyó así por breve tiempo. Pero no tenía en cuenta que, si con Ana Bolena había desaparecido el motivo amoroso que impulsó a Enrique VIII a la rebeldía contra Roma, ahora se habían apoderado de él otros dos motivos tan poderosos como el primero: el sentirse jefe supremo de la Iglesia y el verse dueño de sus inmensos tesoros. Por lo demás, al amor apasionado a Ana Bolena siguió el de otras mujeres consecutivamente, que convierte el resto de su vida en una verdadera bacanal de matrimonios y divorcios. Así, pocos días después de la muerte de Ana Bolena, se casó con su tercera esposa, Juana Seymour, la cual murió en octubre del año siguiente. En estas circunstancias, con el objeto de ayudar a los católicos ingleses, concibió Paulo III la misión de un legado en la persona de Reginaldo Pole, de origen inglés, de la noble casa de York, sumamente a propósito para esta empresa por el extraordinario prestigio de que gozaba 56 . Fue célebre de un modo especial su obra De la unidad de la Iglesia, que era la respuesta católica a las tesis de Enrique VIII. Pero esta misión fracasó por completo, por lo cual volvió Paulo III a su decisión anterior de publicar la bula contra Enrique VIII, tanto tiempo retrasada. Sometió el documento a una nueva revisión, y, finalmente, el 17 de diciembre de 1538 publicó su célebre bula, en la que, según costumbre medieval, excomulgaba a Enrique VIII y lo declaraba depuesto del trono, librando a sus subditos del juramento de fidelidad. 9. F ó r m u l a s de fe de Enrique VIII. Entre tanto, Enrique VIII seguía con la mayor tenacidad por el camino del cisma, pero sin per56 Sobre Pole, LEE, Cardinal Pole, archb. of Canterbury (Londres 1887); ZIMMERMANN, Kard. Pole, sein Leben und seine Schriften (Ratisbona 1893); HAILE,.M., The Ufe ofReg. Pole (Londres 1910).
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niitir, por otra parte, que se infiltraran en Inglaterra las ideas luteranas. Así, pues, toda su actuación se caracteriza por estos principios: por un lado, el mayor rigor en la persecución de los católicos; por otro, una batalla intensa contra los luteranos. Para asegurar mejor la posición religiosa de Inglaterra, proclamó diversas confesiones, que constituyen lo más característico de los años 1536-47. En torno al monarca inglés se manifestaron cada vez con más precisión dos tendencias extremas. Por una parte, la de los avanzados, que manifestaban claras simpatías hacia los luteranos. A ellos pertenecían principalmente Latimer, Foxe, Gondrich y, sobre todo, Crotnwell y Cranmer, que eran los verdaderos jefes. Por otra, los moderados, a cuya cabeza se hallaba el obispo de Winchester, Gardiner, a quien Heguían el obispo de Londres, Stokesley, el de Durham, Tunstabl, el de Hereford, Bonner, y otros. Podemos observar que Enrique VIII, mientras le pudieron ayudar de algún modo para sacudir el yugo de Roma, se apoyó bastante en los luteranos y otros innovadores, y, por consiguiente, en el partido de los avanzados de Inglaterra, que los favorecía. A ello contribuía su oposición a Carlos V, quien sostenía a Catalina de Aragón, y más todavía al papa Paulo III en sus preparativos de un concilio. Así, consta que en 1535 Enrique envió embajadores a los príncipes protestantes alemanes, los cuales, reunidos en Esmalcalda, se pusieron de acuerdo en varios puntos. En 1536 se celebró en Wittemberg una conferencia entre los embajadores ingleses y los teólogos luteranos. Con esta ocasión, Melanchton redactó la célebre confesión de diez artículos, llamada confesión de Wittemberg 57 . Vueltos a Inglaterra Foxe y los demás delegados ingleses, presentaron los diez artículos a una asamblea eclesiástica inglesa, donde hubo grandes discusiones. El mismo Enrique VIII no quiso admitirlos plenamente. Por esto, con algunas modificaciones, constituyen la primera fórmula de fe de Enrique VIH. En ella no se hacía en realidad ninguna concesión a los luteranos, pero se silenciaban algunos puntos que pudieran molestarles ; no se mencionaban más que tres sacramentos: bautismo, penitencia y eucaristía; se admitía la presencia real; no se hace alusión a la justificación por sola la fe; se admite el uso de la imágenes. Esto no obstante, Cromwell continuó trabajando en el sentido de una mayor aproximación a los innovadores alemanes que caracteriza los años siguientes. Por esto, publicó bien pronto Comentarios a los diez artículos, con tendencia francamente protestante. En 1537 convocó Enrique VIII una nueva asamblea religiosa con el fin de revisar los diez artículos. El resultado fue la segunda fórmula de fe de Enrique VIII, designada como Libro de los obispos o La instrucción de un cristiano. Se refiere a los cuatro sacramentos, no mencionados en los Diez artículos, y en su redacción tuvieron lugar enconadas discusiones entre las dos tendencias; pero el mismo rey, que intervino en ellas, impuso la tendencia moderada. Por esto, doctrinalmente, la segunda fórmula es ortodoxa. Fue proclamada y sustituyó a la primera fórmula en septiembre de 1537. 57 Los diez artículos proclamados por los ingleses reproducían casi literalmente los diez artículos de Wittemberg, redactados por Melanchton.
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Al año siguiente, 1538, Cromwell trató de renovar las relaciones con los innovadores alemanes. Ante el peligro de Carlos V, libre entonces después de la tregua de Niza, Enrique VIII quiso asimismo intentar una alianza con la liga protestante de Esmalcalda. Fueron invitados algunos teólogos luteranos, los cuales presentaron como base de las discusiones la confesión de Augsburgo. Sin embargo, esta conferencia de Londres no dio resultado ninguno, si bien los trece artículos que se redactaron sirvieron de base a otras fórmulas posteriores de fe 58. 10. E n r i q u e VIII, contra los luteranos y los católicos.—Pero en todas estas discusiones mostró bien claramente Enrique VIII que no tenía ninguna simpatía por las doctrinas luteranas, por el peligro en que ponían la autoridad suprema del rey. Por esto, sin hacer caso de los consejos de Melanchton, habiendo desaparecido rápidamente el peligro de Carlos V, renunció a sus planes de alianza con la liga de Esmalcalda y se dedicó de lleno a obtener la unidad religiosa dentro de sus Estados. Así, pues, su actuación a partir de 1538 se dirigió juntamente contra los católicos, quienes se negaban a reconocerle como jefe de la Iglesia, y contra los luteranos, que procuraban introducir nuevas doctrinas. Por esto el 28 de abril de 1539, después de la partida definitiva de los teólogos alemanes, reunió el Parlamento y le hizo votar la célebre ley de los seis artículos, cuyo objeto era obtener la unidad religiosa. Por esto se tituló ley para abolir la diversidad de opiniones 5 9 . Esta nueva tendencia de Enrique VIII era indudablemente una reacción contra la bula de deposición publicada poco antes por el papa Paulo III. Por esto mostró desde ahora un rigor inexorable en su reconocimiento como cabeza espiritual de la Iglesia y en la admisión de los seis artículos. Por lo mismo, la célebre ley de los seis artículos fue designada por los católicos como estatuto de sangre, y por los protestantes como azote de seis cuerdas. Su contenido era enteramente ortodoxo. Con este nuevo instrumento en sus manos, Enrique VIII inició un período de mayor rigor en la persecución, de la que resultaron innumerables víctimas entre los protestantes y entre los católicos. Tanto el negar la transubstanciación como el reconocer al papa como cabeza espiritual de la Iglesia eran motivos suficientes para condenar a uno a muerte por delito de traición. Por esto, ya en 1538 los dos obispos Lattner y Ahxton, por persistir en sus ideas luteranas, tuvieron que dimitir y fueron encarcelados. Cranmer mismo, que se había casado ocultamente, envió a Alemania a su mujer. Sin embargo, todavía intentó Cromwell consolidar su posición vacilante por medio de un nuevo acercamiento a los príncipes luteranos alemanes, indignados por la actitud hostil del rey inglés. Por esto, conociendo el punto más débil de Enrique VIII, que era el de las mujeres y su pasión carnal, habiendo fallecido en 1539 su tercera esposa, Juana Seymour, le consiguió, después de largas y difíciles negociaciones, una princesa protestante, Ana de Cléve, con la que Enrique VIII se unió en enero de 1540. Pero bien pronto se cansó de ella y la abandonó. 58 Los trece artículos sirvieron en tiempo de Eduardo VI para la redacción de los cuarenta y dos artículos de iS53> y más tarde, en el reinado de Isabel, para los treinta y nueve artículos. 59 Sobre esta nueva fase de la lucha de Enrique VIII contra el catolicismo y en particular sobre los seis artículos véanse CONSTANT, 267S; JANELLE, 354S; PASTOR, XII.379S.
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< Iranmer declaró la nulidad de este matrimonio. Poco después, el 10 de luino, era arrestado Cromwell, caído en desgracia de Enrique VIII, V el 29 de julio subía al cadalso, al que él mismo había condenado a Untos católicos. Al día siguiente eran ejecutados, igualmente por sus creencias luteranas, tres predicantes, y juntamente tres sacerdotes católicos, por no reconocer la supremacía espiritual del rey. Habiendo conocido por Cranmer la infidelidad de su quinta esposa, Catalina HoUHird, la hizo decapitar el 13 de febrero de 1542, y en julio de 1543 se unió con Catalina Parr. 1 r. «Libro del rey». Fin del reinado y juicio sobre Enrique VIII.—Todavía procuró Enrique VIII una tercera fórmula de fe, para cuya elaboración nombró en 1540 una comisión de obispos y teólogos, los cuales después de tres años presentaron la fórmula definitiva, que Enrique VIII impuso con su autoridad el 12 de mayo de 1543. Por esto fue llamada libro del rey 6 0 . En su contenido no diferia de las dos fórmulas anteriores, pero era más extensa y más exacta sobre todo en la doctrina sobre los sacramentos. Al mismo tiempo, una segunda comisión publicó en enero de 1544 una instrucción oficial sobre Las ceremonias de la iglesia de Inglaterra, que pone más en evidencia la tendencia de Enrique VIII a conservar las prácticas católicas. Sin embargo, todavía hubo algunas víctimas de más o menos significación. Así, por ejemplo, Ana Askew, de convicciones zuinglianas y que negaba la presencia real de la eucaristía, que fue torturada de la manera más horrorosa y el 16 de julio de 1546 fue quemada como hereje junto con Juan Lascelles y otros varios. De esta manera siguió Enrique VIII hasta su muerte, ocurrida en enero de 1547, a los cincuenta y seis años de edad. El recuerdo que Enrique VIII ha dejado en la historia es por demás desfavorable. Sobre un fondo de un espíritu religioso, que es lo que lo indujo a mantenerse firme contra los esfuerzos de los innovadores extranjeros por introducir sus ideas en Inglaterra, aparecen sus dos defectos fundamentales. Por una parte, su desatada pasión carnal, que lo empujó a saltar por encima de todas las leyes divinas y eclesiásticas con el objeto de satisfacer sus instintos. Pero lo trágico es que por satisfacer esta pasión no dudara en precipitar a todos sus Estados en la rebelión contra Roma. A este defecto se añadió-luego el segundo, que fue su altanería y avaricia, por lo cual quiso a todo trance ser reconocido como única cabeza en lo temporal y en lo espiritual, y, con el objeto de apoderarse de sus inmensas riquezas, no dudó en la disolución de tantos monasterios, con la ruina económica y cultural que esto supone, y en aplicar los más infamantes suplicios a innumerables católicos fieles a la fe de sus mayores.
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12. E d u a r d o VI (1547-53). Regencia del protector Sommer61.—A Enrique VIII siguió su hijo Eduardo VI, nacido de su tercer
60 El título co mpleto era The necessary erudition of a christian man. set forth by the King's 61 Para el reinado de Eduardo VI, además de las fuentes y bibliografía de carácter general, pueden verse en particular: Fuentes. FOXE, J.,Acts and Documents, ed. por PRATT, vol.5-6; Calendar of letters and
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matrimonio con Juana Seymour. Tenía entonces solamente nueve años y era de inteligencia precoz, pero de complexión enfermiza. Formáronse dos regencias durante su reinado de seis años. La primera fue dirigida por su tío materno Eduardo Seymour, duque de Sommerset. La segunda por Juan Dudley, conde de Warwick. Ambas regencias fueron asistidas por un Consejo, al frente del cual estaba Cranmer, arzobispo de Cantorbery 62 , quien como tal tuvo un influjo decisivo durante el reinado. Este sé caracteriza por el cambio realizado en la cuestión religiosa, en la cual predominaron las tendencias luterana y calvinista, y por los manejos de la nobleza, enriquecida por los bienes de la Iglesia, que ansiaba conservar y aun aumentar. Personalmente era Sommerset más bien inclinado a la tolerancia. Por esto se opuso a toda clase de medidas extremas, y, por lo mismo, suavizó algunas disposiciones de Enrique VIII. Pero, habiéndose asegurado un poder absoluto por una especie de golpe de Estado, por el que eliminó a Gardiner y a otros nobles de tendencias católicas, se echó en manos del Consejo de regencia, formado por Cranmer, Ridley, Latiner y Barolow, todos ellos bien conocidos como portavoces de las innovaciones protestantes. De este modo, el espíritu conservador de Enrique VIII cedió inmediatamente a las corrientes innovadoras venidas del continente. Los protestantes de varias tendencias acudieron rápidamente a la Gran Bretaña, donde contaban con el apoyo del protector-regente, Sommerset, y del presidente del Consejo de regencia, Cranmer. Entre los principales debemos conmemorar al italiano Pedro Mártir Vermigli, ex agustino pasado al protestantismo, procedente de Estrasburgo. Llegó ya en 1547, y bien pronto fue nombrado profesor de teología en la Universidad de Oxford. Asimismo llegó Pedro Alejandro de Arles, quien fue magníficamente acogido por Cranmer y colmado de beneficios en su palacio de Lambeth. Digno de mención igualmente es Bernardino Ochino, ex vicario general de los capuchinos, quien llegó en 1548 y desempeñó un papel importante en la nueva iglesia de Inglaterra. No menos importantes fueron los innovadores llegados en 1549'• Martin Bucer, Pablo Fagius y otros varios 6 3 . De esta manera comenzaron bien pronto a manifestarse las nuevas tendencias. El 31 de julio de 1547 publicáronse las Ordenanzas reales64, que debían servir de guía para la visita de las iglesias del reino. Es curioso el hecho que las Ordenanzas mandaban a los eclesiásticos procurarse en el plazo de tres meses el Nuevo Testamento en latín e inglés y la Paráfrasis, de Erasmo. Al mismo tiempo aparecía el Libro de las homilías, compuesto por Cranmer, en las que se daban instrucciones sobre diferentes puntos fundamentales. papers of Eduard VI..., ed. R. LEMON, etc., 12 vols. (Londres 1856-72); Letters 0/St. Gardiner, por J. A. MÜLLER (Cambridge 1933). Bibliografía.—POLLARD, A. ]., England under Protector Somerset (Londres 1900); ID,, History of England (Londres 1910). De un modo especial véanse CONSTANT, G., La Reforme en Angleterre. Edouard Vi (París 1939); ID., La transformation du cuite anglican sous Edouard VI: «Rev. Hist. Éccl.» 12 (1911) 38s, etc.; ID., Lechangement doctrinal dans l'Église anglicainesous Ed. VI: ibid., 31 (1935) 54IS; 32(1936) 243. 62 Véase la obra fundamental de POLLARD, A. F., Tfvomas Cranmer and the English Reformation (Londres 1904); además, SMYTH, C. H., Cranmer under Eduard VI (Cambridge 1926). 63 Sobre Bucer, OBERRHEINER, C., Martin Bucer en Angleterre: «Rev. Cath. d'Als.» (19101921); HOPP, C , Martin Bucer and the English Re/ormatton (Oxford 1946). 64 El texto de las Injonctions royales se encuentra en FOXE, o.c, V,7o6s.
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Para poner en práctica la visita de las iglesias e introducir en ellas tmtas reformas fueron nombrados treinta visitadores reales, diez de los cuales eran eclesiásticos. Todos ellos procedieron con gran libertad y decisión en sus visitas, que dieron por resultado una verdadera transformación del culto y de la liturgia. Gardiner, obispo de Winchester, y Bonner, obispo de Londres, que hicieron algunas observaciones a estas ordenanzas o bien opusieron alguna dificultad a los visitadores, fueron encarcelados, procesados y tratados con gran rigor. Por otra parte, ya desde los principios de su actuación, el protector Sommerset y Cranmer abrogaron los seis artículos, que habían sido la última obra de Enrique VIII, decidiendo se distribuyera la comunión bajo las dos especies y aboliendo el celibato de los clérigos. Por un nuevo decreto del Parlamento, se autorizó la confiscación de bienes de corporaciones semirreligiosas, con lo que se completaba la obra de destrucción comenzada anteriormente. De particular importancia fue el Libro de precesos, establecido cu 1549, que constituye uno de los actos más significativos del nuevo gobierno. En general, se puede decir que éste dirigió su política relii>iosa principalmente a las modificaciones u ordenaciones sobre la liturgia, particularmente en torno a la misa. Por esto, a las disposiciones ya indicadas se añadió el 8 de marzo de 1548 el Order of Communion, o Instrucción acerca de la comunión, compuesta sobre la base del ritual usado en las iglesias luteranas. Este Order o Instrucción no suprimía la misa, sino que se añadía a la misma, combinando con ella divergís preces para la comunión. En la administración de los sacramentos c seguían fórmulas ortodoxas. Se permitía abandonar la confesión uiricular y contentarse con la general que precedía a la comunión. Sin embargo, todo este conjunto no era más que un primer paso para el cambio sustancial, realizado por el célebre Prayer-book de 1549, que lúe el primer manual completo de liturgia anglicana 65 , compuesto desde 1548 por una comisión presidida por Cranmer y de tendencia marcadamente luterana. El nuevo Libro de liturgia era una especie de ritual de carácter general, a la vez misal, breviario y ritual. En el prefacio se indica como su objeto el unificar y simplificar la liturgia, que resultaba demasiado complicada. Por esto en adelante no deben subsistir más que dos libros litúrgicos: la Biblia y el Prayer-book, y debe eliminarse de ella el latín, que el pueblo no entiende, sustituyéndolo por la lengua vulgar. Según la nueva liturgia, el breviario no debía comprender más que maitines y vísperas y se acomodaba en todo al modelo luterano. La misa es la que resultaba más substancialmente cambiada. La palabra misa, a imitación protestante, es sustituida por la expresión cena del Señor o santa comunión. Se procura quitarle todo su carácter de sacrificio propiciatorio. En una palabra, es la reproducción de la cena luterana o calvinista. En lo que se refiere a los sacramentos, el Libro de liturgia sigue el modelo presentado por Bucer a Hermann von Wied en Colonia. 65 Sobre este célebre manual de liturgia véanse GASQJJET, F. A., y BISHOP, E., Edward VI and the book ofCommon prayer 3. a ed. (Londres 1928); PROCTER, FR., A. new history of book of common prayer (Londres 1891); KNAGE, D., The Story of the English Prayer Book (Londres 1926).
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Tanto el protector Sommerset como el arzobispo Cranmer trataron de introducir innovaciones con la mayor rapidez posible, como previendo la corta duración de sus poderes. En la primavera de 1549 realizóse una visita oficial de las dos Universidades de Oxford y Cambridge, donde los visitadores oficiales tropezaron con una enconada oposición. Celebráronse disputas públicas sobre la eucaristía, y en particular sobre la transubstanciación, y Pedro Mártir no supo defender las opiniones protestantes. El resultado de estos manejos del Gobierno y de la violencia con que se quería imponer las nuevas reformas litúrgicas fueron diversas revueltas que tuvieron lugar durante el año 1549. De hecho, los levantamientos del norte y del oeste tenían como lema la defensa de la antigua religión. En Cornouailles formularon sus aspiraciones en dieciséis artículos. Un ejército de diez mil hombres marchó sobre Exeter. Exigían el restablecimiento de los seis artículos de Enrique VIH; que la misa se celebrara en latín; que la comunión se distribuyera sólo bajo una especie. Son curiosas las respuestas que dieron a estas intimaciones Cranmer y Sommerset 66 . Sobre todo, el protector se esforzaba en hacer ver a los rebeldes que las innovaciones eran insignificantes, como cuando afirma que la cena del Señor era exactamente como la antigua misa. Mas, como estas respuestas no dieron satisfacción a los rebeldes, la lucha siguió su curso, y Sommerset sólo consiguió dominar por completo la rebelión gracias a un gran número de tropas mercenarias extranjeras. No obstante su triunfo, Sommerset se vio forzado a escapar, víctima de las intrigas de sus adversarios políticos, a cuya cabeza se hallaba su rival, el conde de Warwick. Condenado como traidor, el 5 de octubre de 1549 fue encerrado en la Torre de Londres. Más tarde, acusado de haber tomado parte en un complot, fue ejecutado en enero de 1552. 13. Regencia de Warwick (octubre 154.9-junio 1553).—El nuevo protector y regente que, apoyado por el partido conservador, había asumido el poder, iba a continuar y completar la obra de protestantización de Inglaterra. Con el objeto de obtener el apoyo de los más influyentes católicos y simpatizantes con la antigua fe, Warwick había prometido expresamente «restablecer en su integridad la antigua religión», Por eso, cuando los católicos se enteraron del triunfo de Warwick. concibieron esperanzas de un próximo restablecimiento del catolicismo. Por lo mismo, en algunas partes se restableció el latín en la liturgia y se volvió a los usos primitivos. Pero Warwick no fue fiel a sus promesas. Puesto ante la alternativa de restablecer el antiguo poder de la Iglesia, de la nobleza y de los obispos católicos o de entregarse por entero al protestantismo y constituirse su jefe, optó por esto último, y desde el primer momento empezó a tomar medidas cada vez más favorables al luteranismo y calvinismo. Ante todo, el nuevo regente siguió la política iniciada de destruc66 El texto de Sommerset en FOXE, V.732S. «La cena—les decía Sommerset—os parece un oficio litúrgico auevo. No es otra cosa que el antiguo. Las palabras en inglés son exactamente las mismas que en latín, a no ser en algunas cosas tan tontas, que sería vergonzoso escucharlas en inglés». Toda la tendencia es quitar importancia a las novedades introducidas. Los seis artículos han sido abrogados por una medida de prudencia.
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ción de la antigua liturgia. Por una ley del 25 de enero de 1550 aprobada por ambas Cámaras, ordenó la eliminación de todos los breviarios, misales y otros libros antiguos de liturgia. Al mismo tiempo, para conquistarse amigos fieles entre la nobleza, permitióles ampliamente completar el saqueo de los bienes que quedaban en poder de la Iglesia después de la supresión de los monasterios y otras confiscaciones semejantes. Se llegó a suprimir los obispados de Gloucester y Westminster con el fin de apoderarse de sus rentas. De este modo conquistó Warwick amigos adictos y defensores decididos del nuevo estado de cosas. Juntamente se estableció una nueva comisión de doce miembros, quienes compusieron para el i.° de abril del año 1550 un nuevo Ordinal, o ritual litúrgico 67 , en el que se da un paso más en el camino de la protestantización de todo el culto. Frente a todas estas disposiciones y a las tendencias del nuevo gobierno, manifestaron claramente su disconformidad y su protesta los obispos de tendencias conservadoras y católicas, a cuya cabeza se hallaban Gardiner y Bonner. Pero el Gobierno, sin arredrarse ante las medidas de violencia, puso a Bonner fuera de combate encerrándolo en la Torre de Londres y entabló contra Gardiner un largo proceso, que terminó en febrero de 1551 desposeyéndolo de su sede. En esta forma fue Inglaterra avanzando rápidamente hacia el luteranismo o calvinismo. Bajo su constante influjo y presión, Cranmer, ya enteramente calvinista, contando con el apoyo decidido del protector Warwick, decidió realizar una revisión definitiva de la liturgia anglicana. Para ello reunió en su palacio de Lamberth a Pedro Mártir, Bucer y demás dirigentes protestantes y les propuso la realización de una reforma del Prayer-book. Inmediatamente pusieron manos a la obra, que Bucer no pudo ver terminada, pues murió en 1551. Pero los extremistas Pedro Mártir, Bullinger y Hooper la continuaron con tenacidad hasta terminarla en enero de 1552. En esta fecha el nuevo Prayer-book fue presentado al Parlamento, el cual con su aceptación oficial lo convirtió en ley para todo el reino. De este modo entró en funciones el Prayer-book desde noviembre de 1552 68 . El es el que nos indica mejor que nada el verdadero estado del anglicanismo al fin del reinado de Eduardo VI. El cisma primitivo, en el que se habían conservado casi en su integridad las doctrinas y la liturgia antiguas, se había transformado ya en una mezcla de luteranismo y calvinismo, que posteriormente tuvo todavía algunas modificaciones. Inglaterra se había hecho protestante. Tal fue el célebre Prayer-book de 1552, que marca una nueva etapa en la evolución del anglicanismo. Pero Warwick y Cranmer no se contentaron con esto. Con el objeto de hacer penetrar más eficazmente las doctrinas protestantes, hicieron imprimir el llamado Primero o Libro de horas, en el que se suprimían el Ave María y otras preces y se acomodaba toda la liturgia a las prácticas luteranas y calvinistas. Asimismo publicaron un Catecismo en inglés y latín para el uso de las escuelas 67 Obsérvase en este Ordinal, como nota JANELLE (l.c), una gran preocupación por la reforma moral, que tanto se hacía sentir en todas partes, y asimismo por las cuestiones dogmáticas. 68 El título completo era Artículos aprobados por los obispos y otros hombres sabios en el sínodo de Londres del año del Señor 1552. En realidad, no fueron sometidos a la aprobación de los obispos, sino propuestos por Cranmer y simplemente aprobados por el rey.
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populares, en el que se introducían las doctrinas básicas protestantes, como la justificación por sola la fe. Pero el colmo de toda esta campaña de protestantización de Inglaterra lo pusieron Warwick y Cranmer con sus nuevos artículos de fe. Para ello, desde 1551 preparó Cranmer un formulario, a cuya aceptación debía obligarse a todos los obispos y sacerdotes y a todo el pueblo, y logró redactarlo durante el año 1552. El rey Eduardo VI lo aprobó definitivamente el 12 de junio de 1553. Son los célebres 42 artículos de 1553, de tendencia luterana y calvinista, si bien mantienen diversas fórmulas conciliatorias y de un tono marcadamente conservador. El corto reinado de Eduardo VI, quien no llegó a gobernar independientemente, pues murió el 6 de julio a la edad de quince años, fue aprovechado por los dos regentes, Sommerset y Warwick, y, sobre todo, por el arzobispo de Cantorbery, Cranmer, para continuar su obra protestantizadora, que, interrumpida desde 1553 a 1558 durante el reinado de María la Católica, se completó a partir de 1558 en tiempo de la reina Isabel.
febrero de 1528. Asimismo fueron descubiertos y castigados conforme a las leyes existentes otros dos en 1534, y seis hasta 1539. En esta forma siguieron las cosas hasta la muerte de Jacobo V, ocurrida en 1542. El protestantismo fue conquistando algunos partidarios o simpatizantes entre los eclesiásticos y religiosos y entre los nobles, llenos de prejuicios contra Roma y ansiosos de apoderarse de los bienes de la Iglesia, a ejemplo de Alemania e Inglaterra. Sin embargo, mientras se urgieron las leyes contra la herejía, procuraban ocultar sus convicciones. Pero el regente conde de Arran, puesto al frente de Escocia en lugar de María Estuardo, niña entonces de pocos años, favoreció al principio a los protestantes. De este modo comenzaron éstos a ganar muchos adeptos. Por su parte, Enrique VIII intentó conquistar el reino de Escocia procurando unir en matrimonio a su hijo Eduardo con la heredera María Estuardo. Entonces el regente Arran, para oponerse mejor a estas pretensiones, se volvió de nuevo a la Iglesia católica y emprendió una intensa campaña contra el protestantismo, que iba haciendo rápidos progresos. En ella se unió el cardenal David Beatón, sobrino y sucesor del arzobispo Jacobo Beatón, a quien apoyaba con toda decisión el poderoso partido católico. Entre tanto, prevaliéndose los protestantes del favor anteriormente recibido, llegaban a tomarse las más atrevidas libertades. Como se les había permitido la lectura de la Biblia en lengua- vulgar, el Antiguo Testamento, según escribe un historiador protestante, «abrió los ojos de los hijos de Dios para hacerles ver la verdad y aborrecer las abominaciones papistas» 70 . Así, en 1543 era acusado un tal Roberto Lamb de las más abominables irreverencias cometidas con una estatua de San Francisco. Y en la pequeña población de Dundee, el pueblo en masa se atrevió el mismo año a destruir los conventos de los dominicos y franciscanos y a saquear la abadía de Lindores. Pero el cardenal Beatón, apoyado por el regente Arran, perseguía ya entonces con particular rigor los nuevos círculos protestantes. Por esto, uno de sus jefes, Wishart, se vio obligado varias veces a escapar mientras continuaba con entusiasmo creciente su propaganda y se enfrentaba a las veces con los predicadores católicos. Así, en Iveresk apostrofaba a dos franciscanos con estas palabras: «Serpientes de Satanás, que engañáis las almas de los hombres, ¿no queréis escuchar la palabra de Dios ni permitir a otros que la oigan?... Bien pronto Dios confundirá y desenmascarará vuestra hipocresía». Poco después fue apresado por los agentes de la regencia y procesado en St. Andrews por un tribunal presidido por el cardenal Beatón. Al fin fue quemado el i.° de marzo de 1546. A esta muerte del jefe protestante siguió una gran efervescencia entre algunos elementos de la nobleza adictos a las nuevas doctrinas, los cuales organizaron un complot que terminó con el asesinato del cardenal Beatón el 29 de mayo de 1546 71 . Con esto fácilmente se comprende que el partido católico continuó con más intensidad la persecución de los protestantes. El asesinato del cardenal Beatón no podía quedar impune y además era claro indicio de la fuerza de que gozaba
14. El protestantismo en Escocia 6?.—El estado de Escocia desde el punto de vista religioso era muy semejante al de Inglaterra. Casi todas las riquezas de la Iglesia estaban a merced del rey y de los nobles, los cuales las distribuían entre sus hijos y sus favoritos. Era frecuente que mujeres de buenas familias viviesen en un concubinato «autorizado» con prelados distinguidos. Es célebre el caso del cardenal Beatón, que tanto trabajó contra el protestantismo, quien tuvo hasta nueve hijos. El resurgimiento inicial católico que observamos a principios del siglo xvi se apoyaba principalmente en algunos elementos intelectuales y humanistas de ideas profundamente católicas. Su principal representante fue el obispo de Aberdeen, Guillermo Elphinstone, quien fundó el Colegio del Rey, elevado en 1494 por el romano pontífice al rango de universidad. Asimismo es digno de mención el humanista, obispo de las Oreadas, Roberto Reid, quien trabajó intensamente por la reorganización de la enseñanza. El rey Jacobo V (1524-1542) de Escocia se mantuvo hasta el fin profundamente católico, si bien favoreció ciertas tendencias anticlericales Durante su reinado defendió y urgió las leyes del Estado contra la herejía. Así se vio después de 1525, en que el predicante Patricio Hamilton, que había aprendido el luteranismo en Wittemberg, comenzó a esparcirlo en Escocia. Apresado por el arzobispo de St. Andrews, Jacobo Beatón, y sometido a proceso, fue condenado y quemado en 69 Para la historia religiosa de Escocia en el siglo xvi, además de las obras generales, véanse: Fuentes.—Ante todo, la misma obra de J. KNOX, aunque debe utilizarse con reserva-. History ofthe Reformation of Scoüand, ed. D. LAING, vols.l-2 de Obras de Knox (Londres 1905): The Works of John Knox, ed. por D. LAING, 6 vols. (Edimburgo 1864). Muy importante: FOXE, J., Acts and Monuments, ed. TOWNSEND-PRATT, vols.4-5 (1870); State papers Henry VIH p.4.*-5.*; Correspondence relative to Scoüand. Bibliografía.—BELLESHEIM, A., Gesch. der kathol. Kirche in Schottíand 2 vols. (Maguncia 1883); MATHIESON, W. L., Politics and Religión in Scoüand I. 1550-1638 (Glasgow 1902); LANG, A., A history of Scoüand 2 vols. (Edimburgo 1000-1002): FLEMING, D, H., The Reformation in Scotland (Londres 1910); MACEWEN, A. R., History ofthe Church Scotland 2 vols. (Londres 1913-1918); ZIMMERMANN, A., Die vermeintlichen Segnungen der schott. Reformation (Frankfurt 1908): MCROBERTS, D., EssaysontheScotishReformation 1513-1625 (Londres 1962): DONALDSON, G., The Scotish Reformation (Londres 1960).
•"> FOXE, J.; PRATT, 623. 71 JANELLE, l.c., 431.
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De Latero
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el protestantismo. Así, tenemos noticias de otros protestantes quemados en los años siguientes. Sin embargo, a pesar de la persecución, los núcleos protestantes iban más bien engrosando con el apoyo recibido constantemente de Inglaterra y del continente. En 1554, el conde de Arran tuvo que renunciar a la regencia en favor de María de Guisa, viuda de Jacobo V, la cual, católica convencida, trató de parar los pasos al protestantismo. Pero ya era demasiado tarde. Precisamente entonces, en 1559, entra en Escocia e inicia su actividad el puritano Juan Knox, que fue quien galvanizó a los protestantes en Escocia y los organizó definitivamente hasta obtener el más completo triunfo 72 . Los católicos entre tanto, aunque debe reconocerse que no ofrecieron una resistencia decidida y suficientemente enérgica, no dejaron de defender su causa. Después de la muerte de Elphinstone, el arzobispo de Saint-Andrews, Andrés Forman, primado de Escocia, continuó al frente de la defensa católica. En el sínodo de 1525-26 se tomaron una serie de medidas de carácter reformador y en otros sínodos posteriores se dieron normas claras y precisas contra las maquinaciones y esfuerzos protestantes por introducirse en Escocia. El de Edimburgo de 1549 constituye el esfuerzo más valiente para salvar del naufragio que amenazaba la fe católica. Comienza reconociendo las dos causas y raíces del mal: la «corrupción de costumbres» y la «ignorancia» de los eclesiásticos y de los fieles. Por eso establece una serie de disposiciones prácticas muy semejantes a las establecidas en Trento. No menos importantes fueron los dos sínodos de 1552 y otro de Edimburgo de 1559, en vísperas del establecimiento definitivo del protestantismo en Escocia por obra del calvinista Juan Knox. En 1552 se escucha la voz lúgubre de los Padres, quienes se lamentan de que «lobos crueles se esfuerzan por devorar en todas las formas posibles las ovejas dispersas de Cristo, por destruir el uso debido de los sacramentos, menospreciar las ceremonias de la Iglesia y demoler los templos de Dios y de los santos» 73 , 15. L a reforma protestante en Irlanda 74 .—La situación general de las costumbres en Irlanda entre el estado laico y el estado eclesiástico tanto secular como regular era muy semejante al de Inglaterra y al del resto de Europa. Sin embargo, es un hecho que el espíritu católico era, sin duda, más profundo que en otras partes. Por esto, cuando 7 2 Véanse, a n t e todo, las Obras de Knox. E n particular, una serie d e biografías d e J u a n K n o x : M ' C R I E , The Ufe of J. Knox 2 vols. ( E d i m b u r g o , varias nuevas e d . ) ; K R O W N , J., John Knox 2 vols. ( L o n d r e s 1895); C O W A N , / . Knox ( L o n d r e s 1905); H U R A N T , / . Knox et ses relations avec les églises reformes du continent (Cahors 1902); DICKJNSON, W . C , John Knox and Scotist Presbyterianism ( L o n d r e s 1852). 73 M A N S I , Coií. M a x . Concil. XXV C0I.528S. Véase JANELLE, 440. 74 Sobre la iglesia d e Irlanda en el siglo x v i véanse m u c h a s d e las fuentes y bibliografía sobre Inglaterra y Escocia. A d e m á s :
F u e n t e s . — P O L L E N , J. H . , and Scotland ( L o n d r e s 1921).
Sources for the History
of Román
Catholics
¡n England,
Ireland
Bibliografía.—BAGWELL, R., Ireland under the Tudors 3 vols. ( L o n d r e s 1885-90); B E L L E S HEIM, A . , Cesch. der kathol. Kirche in Irland 2 vols. (Maguncia 1890-91); JOURDAN, G . V., The Reformation in Ireland: «Hist. of the C h u r c h of Ir.», p o r W . A L I S O N P H I L L I P S , II (Oxford 1934); G W Y N N , A., The Medieval province Armagh ( D u n d a l k 1946); Q U I N N , D . B., Henry Vllland Ireland ¡S09-IS34 «IrHistSt» 12 (1961) 318-344. D e u n m o d o especial: JANELLE, P . , La Re/orme en Ecosse et en M a n d e : «Hist. d e l'Église» por F L I C H E - M A R T I N 16 (París 1948) 44SS.
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llegó el momento de defender su antigua fe, supieron hacerlo con la mayor entereza y con verdadero heroísmo. Cuando Enrique VIH se decidió a separarse de Roma y organizar la iglesia anglicana, presentó también ante el Parlamento de Irlanda la cuestión del reconocimiento de su supremacía absoluta 75 . Reunido el clero en mayo de 1536, manifestáronse claramente las dos tendencias, la inglesa y la irlandesa. En realidad, muchos nobles, como en Inglaterra y en otras partes, se sentían atraídos por el aliciente de los bienes eclesiásticos. Aun entre los prelados, los partidarios de Enrique se inclinaban decididamente por él. Así se explica que el Parlamento, y particularmente el arzobispo de Dublín, nombrado por Enrique VIII, reconocieran su supremacía. Puesto ya en este camino, el mismo Parlamento dictó algunas disposiciones, como el decreto que concedía al rey la propiedad de todas las casas religiosas. Desde 1539 ejerció sus funciones una comisión encargada de destruir las imágenes de los lugares de peregrinación y otras salvajadas semejantes. Entre tanto, y no obstante todas estas disposiciones reales, el pueblo y el clero en el interior de la isla conservaron intacta la antigua fe. Los predicantes ingleses y la liturgia anglicana no hallaron aceptación más que en los centros oficiales y en círculos muy reducidos. El episcopado, a excepción de ocho obispos impuestos por Enrique VIII, continuó fiel a Roma. El primado Cromer, arzobispo de Armagh, después de resistir a los principios, se inclinó luego al cisma, pero fue reemplazado por Roma en 1539 por Roberto Wanchop, de origen escocés, que se mantuvo fuera de Irlanda. Por su consejo, envió Paulo III en 1542 una misión pontificia con los jesuítas PP. Alfonso Salmerón y Pascasio Broet con Francisco Zapata. La inmensa mayoría de Irlanda persistía fiel a Roma. Durante el reinado de Eduardo VI (1547-53) se hicieron esfuerzos por introducir en Irlanda las reformas establecidas en Inglaterra. En una asamblea de 1551 a la que sólo asistieron cinco prelados, presididos por el arzobispo Brown, se decidió aceptar el Prayer-book inglés. Este libro de liturgia se utilizó en la catedral y en alguna otra iglesia, pero no fue admitido por el pueblo ni el clero irlandés. Los ministros anglicanos celebraron otra asamblea en Armagh; pero su arzobispo Dowdall no quiso tener trato con ellos. De nada valieron las tropelías cometidas en Dublín y otras poblaciones. Irlanda no se sometía al cisma anglicano. CAPITULO
El protestantismo
III
en otros
territorios
La rebelión iniciada en Alemania, Suiza e Inglaterra contra la Iglesia católica se extendió rápidamente a otros territorios del norte, centro y oriente de Europa, así como también trató seriamente de introducirse en Francia, Italia y España. De este modo, algunos entre ellos, como Dinamarca, Suecia, Prusia y otros varios, cayeron de lleno en el protestantismo, mientras otros conseguían cortar el avance de la innovación y permanecían fieles a la antigua fe. 75 Véase e n JANELLE, 449S, el relato d e otros muchos cambios arbitrarios introducidos en Irlanda por E n r i q u e V I I I .
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De hutero a la paz de Westjalia
C.3. El protestantismo en otros territorios
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5
I.
E L PROTESTANTISMO EN LOS PAÍSES DEL NORTE
En los Estados escandinavos, Dinamarca, Noruega y Suecia, el protestantismo se introdujo muy pronto después del levantamiento de Lutero, y generalmente por imposición de sus gobernantes, exactamente como había sucedido en los diversos territorios protestantizados de Alemania y sucedería en Inglaterra. i. L a innovación e n D i n a m a r c a 1.—En Dinamarca fue exclusivamente la política la causa de la introducción del luteranismo. Cristiano II (1513-23) deseaba sacudir el yugo de la nobleza y del estado eclesiástico, que eran los que más influjo ejercían en la nación y aun a veces se imponían al mismo rey. Viendo, pues, que el luteranismo, que desde 1517 iba cundiendo en diversos territorios de Alemania, le ofrecía el medio más eficaz para apoderarse de los bienes eclesiásticos y aumentar su poder, se decidió a introducirlo en su reino. Con este objeto invitó a Martín Reinhard, discípulo de Melanchton, a quien dio una iglesia y una cátedra en Copenhague, al mismo tiempo que permitía a Karlstadt, durante algún tiempo, propagar sus ideas en diversas partes de Dinamarca 2 . Ante la oposición que manifestaron algunos teólogos, hizo apresar a algunos monjes y ajusticiar al obispo de Lund. Por todo ello se hubo de llegar a una rebelión contra su tiranía, y los príncipes conjurados contra él lograron en 1523 arrojarlo del trono. Pero el duque Federico de Schleswig y Holstein (1523-33), jefe de los insurrectos y que le sucedió en el trono, no obstante la promesa que había hecho de mantener la religión católica y prohibir el luteranismo, traicionó a sus aliados, favoreciendo desde un principio a los herejes. Ganado él mismo para el luteranismo, protegió al predicante Tausen, quien pudo propagar libremente la nueva ideología y desde 1526 hizo profesión de luterano 3 . Frente a esta campaña de Federico I y de los luteranos, los obispos daneses, demasiado materializados, y la nobleza, enteramente relajada, no opusieron apenas resistencia, con lo cual se fue introduciendo rápidamente la nueva ideología. El mismo rey organizó en 1529 una disputa teológica entre los protestantes y los católicos. No pudiendo acudir a ella Eck y Cochlaeus, defendieron el catolicismo el franciscano Meólas de Herborn y el carmelita Pablo Elias 4 . Pero de nada sirvió su defensa. Federico I hizo proclamar allí mismo las tesis protestantes, que 1
Para la historia eclesiástica de Dinamarca véanse además d e las obras generales:
Fuentes.—Scnptores rerum Danicarum medii aevi, ed. J. LANGEBECK y P . F . SUCHM, 9 vols. (1772-1878); Scriptores minores historiae Danicae medii aevi (1917-1922); JOERGENSEN, E., Anuales Danici medii aevi (1920); KRARUP, A., y LINDBAECK, J., Acta Ponítjicum Dánica, V - V Í I (1492IS36) (Copenhague 1913-1915). B i b l i o g r a f í a . — K R A R U P , J., Gesch. der kathol, K. im Danemarck (1863); SCHMITT, L . , Verteidigung der kath. Kirche in Danemarck (1899); S C H N E L L , J., Die Dánische Kirchenordnung von 1542 (1927). Asimismo D E M O R E A U , E . : «Hist. d e l'Égüse» p o r F L I C H E - M A R T I N , 16 (París 1948) 1295; PASTOR, I X , H 9 S ; sobre todo X,207s. 2
Véase SCHAFER, Karlstadt in Danemark: en «Z. f. KG» (1892) 81 i s . Cf. SCHMITT, Der Dánische Luther: «Hist. Pol. Bl.» 114 p.629s. Véase asimismo PASTOR, X,2o8, y SCHAFER, O . C , 1343. 4 P u e d e n verse SCHMITT, L . , Der Carmeliter Paul Heliae, Vorkampfer der Kath. K. gegen die sog. Ref. in Danemark (Friburgo d e Br. 1893); I D . , Die Verteidigung der kath. K. in Danemark gegen die Religionsneuerer im 16. J. (Paderborn 1899). 3
Tausen sintetizó en 43 artículos . En la dieta de 1530, los innovadores tenían ya absoluta superioridad, por lo cual hicieron pública profesión de luteranismo. Hecho esto, ya no hubo modo de contener la avalancha protestante. A la muerte de Federico I en 1533 se planteó con la mayor crudeza la cuestión sobre la sucesión. Por una parte, el depuesto Cristiano II trataba de apoderarse del trono, poniendo para ello en movimiento un poderoso ejército. Por otra, los obispos negaban su apoyo a Cristiano III, hijo de Federico, cuya amistad con Lutero era bien conocida, pero durante el interregno que siguió no supieron aprovecharse de la mayoría de que disponían. Poco después, Cristiano III (1534-59) obtuvo una rotunda victoria, que trajo consigo la protestantización definitiva de Dinamarca. Bien significativo en este sentido fue el acto realizado ya en 1536 por el nuevo rey 6. Hizo prender a todos los obispos católicos del reino y no les devolvió la libertad sino después que resignaron a sus sedes respectivas. El único que se mantuvo firme, Roeniiow, obispo de Roskild, murió en la cárcel en 1542. De este modo quedó abolida la jerarquía católica. Es interesante la expresa aprobación que dio a estas violencias Lutero en una carta escrita a Cristiano III, donde afirmaba que así deseaba él hacerlo en todas partes 7 . La dieta de Copenhague de 1536 declaró el luteranismo religión única y oficial de todo el reino. A partir de este momento, las medidas anticatólicas fueron cada vez más radicales. A petición de Cristiano III fue enviado de Wittemberg el discípulo de Lutero y ex premonstratense Juan Bugenhagen con el objeto de introducir plenamente en Dinamarca el culto luterano. El coronó solemnemente a Cristiano III; siendo simple sacerdote, consagró a los siete «superintendentes», que debían ser los nuevos obispos de todo el territorio, y redactó luego una Ordenanza, que debía regular la liturgia y todas las cuestiones religiosas y ponía en manos del rey el poder supremo sobre la Iglesia danesa 8 . Esta nueva Constitución fue aprobada como ley del reino por la dieta de Odensée de 1539. La Universidad de Copenhague recibía un nuevo cuerpo de profesores imbuidos en las ideas luteranas, y todo el país fue enteramente protestantizado. En la dieta de Copenhague de 1546 se confirmó el luteranismo como religión del Estado. Como resume Pastor 9, «declaró a los católicos incapaces de todos los empleos y aun privados del derecho de sucesión, y a los sacerdotes católicos se les prohibió bajo pena de muerte entrar en el reino». 5 Es lo q u e se denominó Confessio Dánica. L o s obispos católicos, con la ayuda especial d e Elias y de los teólogos alemanes, compusieron como réplica una confesión católica: Confutatio Lutheranismi Danici anno 1330 conscripta a Nicolao Stagefyr sen Herforneo, O . F . M . , ed. SCHMIDT (Quaracchi 1902). 6 C o m o observa PASTOR, se c o m p r e n d e mejor esta especie d e debilidad colectiva del obispado danés si se tiene presente q u e d e los siete obispos, cuatro habían sido elegidos simoníacamente y todos pertenecían a la nobleza. Cf. «Hist. pol. Bl.» 106 p.677. 7 Cf. HERGENROTHER, III,500. 8 Bugenhagen fue, indudablemente, u n o d e los q u e más influyeron en la organización d e finitiva del luteranismo en Dinamarca. A su lado trabajó particularmente u n o d e los nuevos «superintendentes'», P e d r o Palladius. Véanse H E R I N G , / . Bugenhagen (Halle 1888); sobre P . Palladius: «Hist. pol. Bl.» 81 p-91s.275s.280s; SCHMITT, P . Heliae..., o . c , 160. Sobre el desarrollo ulterior del catolicismo: Der allmáhliche Verfall der Kath. K. in Danemark: «Hist. pol. B.» 106 (1890) 344s 4 3 i s 508S 659S. 9 XII,386s.
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De Lulero
a la paz de
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C.3. El protestantismo en otros territorios
2. El protestantismo en Noruega e Islandia 10.—Noruega e Islandia, unidas políticamente con Dinamarca, fueron igualmente protestantizadas en el reinado de Cristiano III (1534-59). El arzobispo de Drontheim, Olaf, junto con sus cuatro sufragáneos, fueron arrojados violentamente de sus sedes en 1537. En su lugar fueron introducidos los «superintendentes» consagrados por Bugenhagen. Hecho esto, se procedió a la confiscación de los bienes de la Iglesia; los sacerdotes y los católicos más significados fueron arrojados al destierro. Se llegó en 1541 al extremo de saquear el precioso monumento de San Olaf en Drontheim y de arrasar su preciosa catedral. De un modo semejante, entre 1536 y 1540 fue introducido el protestantismo en Islandia. Sin embargo, es digna de notarse la varonil oposición que hizo el pueblo católico, alentado por el valeroso obispo de Holar, Juan Aresson. Al fin fue éste apresado y en 1550 decapitado, con lo cual cesó la resistencia H. Desde 1551 se puede decir que el protestantismo estaba plenamente introducido en la isla. 3. El luteranismo en Suecia 12 .—Al mismo tiempo que en Dinamarca, se introducía el protestantismo en Suecia, y el medio fue igualmente la imposición por parte de los reyes. La ocasión fue una lucha política por conseguir su independencia. El joven Gustavo Vasa (1523-60) 13 , hijo de uno de los nobles ajusticiados por Cristiano II, se refugió en Alemania, donde aprendió la doctrina luterana, y los protestantes le ofrecieron su apoyo. Vuelto a Suecia, se puso a la cabeza de la rebelión y obtuvo la independencia de su país. Arrojado de Suecia Cristiano II, Gustavo Vasa fue proclamado rey en 1523, e inmediatamente se propuso robustecer su autoridad, para lo cual el luteranismo le ofrecía un medio excelente, pues ponía en sus manos todos los bienes de la Iglesia y la autoridad suprema tanto temporal como espiritual. 10 Véanse ante todo las obras generales y las q u e se refieren a los países escandinavos, a D i namarca o a Noruega. A d e m á s :
Fuentes.—Diplomatarium
Norvegicum,
ed. G. L A N G E , etc., 20 vols. (1849-1919).
Bibliografía.—Generalmente, la misma indicada para los países escandinavos, D i n a m a r ca ó Suecia. E n particular D E M O R E A U , l.c-, I 3 i s ; HERGENRÓTHER, III.500. Sobre todo véase PASTOR, X I I , 3 8 7 S . Cf. BAUMGARTNER, Durch Skandinavien (Friburgo d e Br. 1890); R I E B E R - M O H N H . , Catholicism m Norwag since the Reformation, IS37-1598: «Month», 21 (1959) N . S., 69S. 11 Sobre la resistencia d e Islandia católica véase el breve resumen de PASTOR, XII,388. Véanse también M Ü L L E R : «Z. hist. Th.» (1850) 384S; SCHAFER, O . C , IV,436s. C o m o nota Pastor, se conserva y se usa hoy día en las ordenaciones protestantes la preciosa capa q u e envió Paulo III al obispo d e Holar, y u n breve, q u e p u e d e ser designado como «el adiós del Papado a la hasta e n t o n ces católica Islandia». 12 P o r lo q u e a Suecia en particular se refiere pueden verse:
Fuentes.—Olaus Petri, Chronica, Suec, ed. KLEMMING (Estocolmo 1860); Die chen Kirchenordnungen des XVI. ]h. I-V, ed. SCHLING (Leipzig 1902-1913).
evangelis-
B i b l i o g r a f í a . — M E T Z L E R , J., Die apostolischen Vikariate des Nordens (1919); M A R T I N , J. F., G. Vasa et la Reforme en Suéde (París 1906); BLANDET, H . , Le St. Siége et la Suéde durant la seconde moitié du XVle siécle (París 1907); I D . , Notes et Documents 2 vols. (París-Ginebra 1906-1912); WORDSWORTH, J., The national Church ofSweden (Londres I 9 U ) ; H O M L Q U I S T , H , Die Schwedische Reformation (Leipzig 1925). A s i m i s m o D E M O R E A U , l . c , X V I , i 2 5 s ; H E R G E N RÓTHER, I I I , 5 0 i s ; PASTOR, IX.119s.210s; XII,384s; H O F F M A N N , J . - G . H . , La Reforme en Suéde et la sucession apostolique (1523-1572) (Neuchátel y París 1945). J3 Es el héroe d e la independencia d e Suecia, pero juntamente quien introdujo el protestantismo. Véanse sobre él, ante todo, las obras indicadas y además KAISER, Gustav Vasa und die Schwed. Reformation (Brema 1899); M A R T I N , H . , Gustave Vasa et la reforme en Suéde (Ginebra 1913).
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Así, pues, determinó protestantizar la nación, si bien se vio forzado .1 proceder con prudencia, teniendo presente el profundo arraigo de la .intigua fe en el pueblo. Para ello le prestaron excelentes servicios los dos hermanos suecos Lorenzo y Olaf Peterson, discípulos de Lutero en Wittemberg, a quienes nombró, respectivamente, profesor de U p •>ula y predicador de la corte en Estocolmo. Otro auxiliar importante de Gustavo Vasa fue Lorenzo Anderson, elevado al cargo de canciller del reino, que fue quien trabajó eficazmente en la confiscación de los bienes de la Iglesia. Entre tanto seguían ofreciendo resistencia algunos ubispos y, sobre todo, los PP. Predicadores 14 . Pero Gustavo Vasa, mientras ponía cada vez más dificultades a los ubispos católicos, protegía decididamente a los dirigentes protestantes. En una discusión teológica que organizó en Upsala, atribuyó arbitrariamente la victoria al luterano Olaf Peterson o Petri 15. Bien pronto en la dieta de Vesteras de 1527 hizo poner los bienes de la Iglesia a disposición de la corona, con lo cual se inició el despojo de los bienes eclesiásticos. Por esto ha podido decir un biógrafo de Gustavo Vasa que «hizo alianza con la Reforma con el intento de meter todo el producto en el bolsillo» 16 . Aprovechándose de un levantamiento popular, se deshizo de los obispos que le estorbaban, acusándolos de alta traición. El año 1527 hizo ajusticiar al arzobispo de Upsala y al obispo de Vesteras. En la dieta de Oerebro de 1529 se completó la protestantización de Suecia, declarando el luteranismo religión del Estado. Es interesante el hecho de que los dos principales predicantes luteranos, Olaf Peterson y Lorenzo Anderson, cayeron en desgracia del rey por no haberse prestado tanto como él quería a sus exigencias en los cambios de la constitución eclesiástica del país. Por ello fueron condenados a muerte, y sólo pudieron librarse de ella con grandes sumas de dinero 17. En 1544 obtuvo fueran reconocidos como herederos de la corona sus hijos y sucesores, al mismo tiempo que se quejaba de las simpatías de los Estados hacia los dogmas y ritos antiguos y decretaba nuevos cambios contra los restos «papistas» del culto. Después de diversos levantamientos, que supo reprimir con gran rigor, se mantuvo en el trono hasta su muerte, ocurrida en 1560. Suecia era completamente protestante; pero la corrupción de costumbres tan grande, que podía ser considerada por muchos como justo castigo de Dios. En la región de Finlandia 18, dependiente de Suecia, se introdujo 14 El nuncio del papa, Juan Magni, llevaba a Suecia una comisión m u y semejante a la d e Chieregati a Alemania; reconocer los males existentes en Suecia y procurar con t o d a entereza su remedio. Pero la exigencia del rey d e q u e fuera depuesto el arzobispo de Upsala, G u st a v o Trolle, cosa q u e no podía conceder el papa, fue la ocasión del principio d e la abierta rebeldía. 15 Sobre Olaf Peterson, llamado t a m b i é n Olaf Petri, y sobre Lorenzo A n d e r s o n o A n d r e a e existe a b u n d a n t e bibliografía: SCHÜCK, H . , Olaus Petri 4 . a e d . (Estocolmo 1923); BERGENDOFF, C , Olavus Petri and the eclesiastical transformation in Sweden (Nueva York 1929). 16 La codicia d e los bienes eclesiásticos, q u e fué uno d e los principales móviles d e todos los príncipes seculares en la introducción del protestantismo, caracteriza d e u n m o d o especial a G u s tavo Vasa. Véase a PASTOR, X , 2 I O S . Al fin d e su reinado habían sido incorporadas al tesoro d e la corona 12.000 haciendas. 17 D e s d e 1542 estallaron grandes revueltas de campesinos, q u e se oponían a las innovaciones. Este fue el medio p o r el q u e se enteraron en el extranjero, como nota PASTOR, de las violencias q u e se cometían en Suecia. Al mismo tiempo, p o r ciertos despachos del papa, se ve q u e en Roma tenían exacta noticia de la verdadera situación d e los países escandinavos. 18 Véanse las obras citadas y en particular SIMOLIN, A., Veroffentlichungen der Kirchengesch. Finlands X I I I (Helsingfors 1916); SCHYBERGSON, Gesch. Finlands (Gotha 1896); H J E L T , A., Mich. Agrícola: «Theol. St. Krit.» (1908) 93S.
P.1I. De Lulero a la paz de Westfalia
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igualmente el luteranismo. Miguel Agrícola, discípulo de Lutero, fue su principal instrumento.
C.3. El protestantismo en otros territorios
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21
II.
E L PROTESTANTISMO EN EL ORIENTE EUROPEO
Si los países de Escandinavia, por su contacto con Alemania, tuvieron que sufrir el influjo de las innovaciones protestantes, con mayor motivo sucumbieron otros territorios más íntimamente ligados con ella, y por semejantes motivos otros países recibieron importantes infiltraciones protestantes. i. El protestantismo en Prusia 19.—El primer lugar lo ocupa la región de Prusia, cuya protestantización se debe exclusivamente a Alberto de Brandeburgo, quien desde 1511 ostentaba la importante dignidad de gran maestre de la Orden Teutónica. Decidióse por fin a abrazar la doctrina de Lutero, que conoció en 1522 en Nuremberg por medio de Osiander. Por este medio quedaría dueño absoluto en lo temporal y en lo espiritual de su territorio. Habiéndose, pues, entrevistado con Lutero en 1524, Alberto de Brandeburgo, siguiendo su consejo, secularizó los bienes de la Orden Teutónica, transformándola en un principado secular hereditario. Los predicantes Juan Briessmann y Pedro Amandus se encargaron de introducir la nueva religión. Al mismo tiempo fueron arrojados de sus monasterios los monjes y monjas fieles a sus votos, destruyéronse las imágenes y los altares de las iglesias y se fueron eliminando los usos y costumbres de la liturgia romana. El nuevo ducado de Prusia era reconocido y quedaba bajo la soberanía de Polonia; en 1530 proclamaba la confesión de Augsburgo y en 1544 fundaba la Universidad de Konigsberg, que fue en lo sucesivo uno de los centros más activos del protestantismo. De un modo semejante fueron también protestantizadas las regiones de Livonia 2 0 y Lituania, que pertenecían igualmente a la Orden Teutónica. El gran maestre Walter von Phetenburg, de Livonia, se independizó en 1521 de la Orden Teutónica y en 1523 abrazó el luteranismo. Poco después lo introdujo definitivamente el mardgrave Guillermo de Brandeburgo, nombrado en 1539 arzobispo de Riga. En Lituania fue el gran maestre, Gotardo Kettler, quien introdujo la nueva ideología, aceptando en 1561 la confesión de Augsburgo y transformando el territorio en ducado hereditario, como feudo de Polonia, a la que cedió una parte del territorio. 19
G r a n parte d e la bibliografía de Alemania en general contiene apartados especiales dedicados a P r u s i a o al príncipe Alberto d e B r a n d e b u r g o . Véanse en particular: F u e n t e s . — G K U M A N , S., Chronicon (Leipzig 1877); V O I G T , Korrespondenz Albrechts von Preussen (Konigsberg 1841); TSCHACKERT, Urkundenbuch zur Reformaüonsgech. des Herzogtums Pr. 3 vols. (Leipzig 1890); SPITTA, F., Die Bekenntnisschr. des Herz. Albrecht von Pr.: «Arch. Ref. Gesch.» 6 (1909) i s . B i b l i o g r a f í a . — D I T T R I C H , Gesch. des Katholizismus in Altpreussen von 1525 bis Zum Ausg. des 18. Jh. I (Braunsberg 1902); VOTA, J., Der Untergang des Ordensstaates Preussen... (Maguncia 1911). 20 Véanse SCHIEMANN, Die Réformation Altlivlands (Reval 1884); T I B K E , Die Einführung der Ref. in den ba.lt. Provinzen (Reval 1884); STASIEWSKI, B., art. P O L E N : «LexThK» 8 (1964) 853858; LENERT, P., L'Eglise catholique en Pologne (París 1962); STASIEWSKI, B., Réformation u. Gegenref. in Polen ( M ü n s t e r 1960).
2. Conatos protestantes en Polonia .—Polonia era un territorio profundamente católico, que ejercía su soberanía sobre parte de Prusia, sobre Lituania y Livonia. El rey Segismundo (1506-48) era católico convencido, y, ante la intensa propaganda que se hacía desde los escritos protestantes, obtuvo en la dieta de Thorn la prohibición de leer libros luteranos bajo la pena de pérdida de todos los bienes y aun de destierro. Sin embargo, multitud de jóvenes que habían oído en Wittemberg a Melanchton y Lutero esparcieron en Polonia sus ideas. De nada sirvió la prohibición dada por el rey en 1534 de ir a estudiar a aquella Universidad 22 . De hecho, no se pudo impedir la formación de algunos núcleos luteranos. El arzobispo de Poznam, Juan Laski, primado de Polonia, y el obispo de Przemysl, Andrés Krzyki, defendieron valientemente el catolicismo y aun se constituyó una comisión que vigilara por la pureza de la fe 2 3. Pero, esto no obstante, el luteranismo se infiltró en la Universidad de Cracovia, donde ejerció bastante influjo el protestante Martín Glossa. En Posen influyó de un modo especial Juan Seluyan, a quien se debe la primera traducción polaca de la Biblia y asimismo una fórmula de fe, catecismos y otros libros de propaganda luterana. Igualmente trabajaron en la. difusión del protestantismo en Polonia el monje Jacobo Knade, el antiguo dominico Esteban Lutomirski y el italiano Vergerio. Pero el rey Segismundo persistió constantemente en su persecución. Menos firme en la defensa del catolicismo se mostró su sucesor, Segismundo II (1548-72). Por esto a los luteranos se juntaron entonces los calvinistas socinianos y los llamados hermanos bohemios. En particular los calvinistas fueron protegidos por el franciscano Lismanin, confesor de la reina Bona, y por Juan Laski, sobrino del antes citado obispo de Poznam y gran defensor del catolicismo. El príncipe Radziwill se puso igualmente de parte del calvinismo, procurando una traducción de la Biblia al polaco de sabor protestante. Las cosas llegaron a tal extremo, que en la dieta de Petrikau de 1556 los protestantes reclamaron la celebración de un concilio nacional bajo la presidencia del rey, para el cual debía llamarse a Melanchton, Calvino y Beza para que discutieran con los teólogos católicos sobre las doctrinas puestas en litigio. Lo más significativo es que Segismundo II se cegó de tal modo, 21 Sobre la historia religiosa d e Polonia en el siglo x v i existe a b u n d a n t e bibliografía. V é a n s e en p a r t i c u l a r :
F u e n t e s . — T H E I N E R , Vetera documenta Poloniae et Lithuaniae II-III (Roma 1861-1863); KORZENIOWSKI, Analecta romana, quae hist. Poloniae saec. XVI illustrant ex archiv. et bibl. ex~ ccrpta: «Script rer. Polon.» X V (Cracovia 1895); Monum. Medü Aevi hist. res gestas Poloniae illustr. XVI.2 (Cracovia 1902); Monumenta reform. Polon. et hit. (Wílna 1912). B i b l i o g r a f í a . — V O E L K E R , C , Der Protestantismus in Polen (1910); I D . , Kirchengesch. Polens (Berlín 1930); W O R S C H K E , T H . , Gesch. der Reform in Polen (1911); BERGA, A . , Pierre Skarga 1536-1612. Études sur la Pologne du XVIe siécle et le protest, polonais (París 1916); D A W I D , G-, Le protestantisme en Pologne jusqu'en 1570 (1927); TAZBIR, J-, La Réformation et la question paysanese dans la Pologne du XVI s. ( W r o c l a w 1953); BARNETT., C. R., etc., Poland. Its people. its society, 1(5 culture (Nueva York 1958). A s i m i s m o D E M O R E A U , l . c , I Ó I S ; H E R G E N R Ó T H E R , l.c., 504S, y nobre t o d o PASTOR, XII,392s; XIII,223S y CRISTIANI, L., La restauration catholique en Pologne: «Hist. de l'Église» por F L I C H E - M A R T I N , 17 (París 1948). 22 Paulo III alentó constantemente al rey Segismundo en este intento de d e t e n e r el avance protestante y aun le ayudó económicamente en diversas ocasiones. 23 E n cambio, consta q u e m u c h o s prelados dejaban bastante q u e desear, c o m o en A l e m a n i a y en otros territorios. E n su n o m b r a m i e n t o no se tenía apenas en cuenta su situación m o r a l , y se atendía casi exclusivamente a su nobleza y otros aspectos h u m a n o s , d e d o n d e se d e d u c í a la falta de espíritu y la predisposición d e m u c h o s para las nuevas ideas. Cf. PASTOR, XII.393-
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Westjalia
que, cediendo a la petición protestante, elevó a Paulo IV la súplica de poder celebrar dicho concilio, introducir la liturgia en lengua vernácula, la comunión bajo las dos especies y abolición del celibato de los clérigos. La respuesta del papa fue enviar al nuncio Luis Lipomani con la más urgente instancia dirigida al rey y a los obispos de Polonia de oponer la mayor resistencia al avance de la nueva ideología. La acción del papa y de su nuncio Lipomani, y, sobre todo, la actividad extraordinaria que desplegó desde entonces el célebre obispo de Ermeland, Estanislao Hosio, salvaron el catolicismo en Polonia. De hecho, se advierte desde entonces una fuerte reacción en defensa de los intereses católicos; pero, esto no obstante, se llegó a conceder en 1567 a algunas ciudades (como Dantzig, Thorn y Elbig) el libre ejercicio de la religión, y a los nobles, el celebrar privadamente el culto divino según su beneplácito. 3. El protestantismo en Hungría y Transilvania 2 4 .—Hungría, no obstante la vigilancia de su rey Luis II, se vio bien pronto acometida por las ideas luteranas, importadas por los estudiantes que acudían a las universidades alemanas. Pero, muerto este rey en la derrota de Mohacs (1526), que le infligió Solimán el Magnífico con sus tropas turcas, y muertos asimismo en la misma batalla siete obispos y una buena parte de la nobleza católica, siguió un período de debilidades y confusión, que favoreció la propaganda protestante. Elegido entonces como rey D . Fernando, hermano de Carlos V, se vio éste obligado a contemporizar con los protestantes para que no favorecieran a su contrincante Juan Zápolya o se echaran en manos de los turcos. De este modo fueron creciendo los luteranos, a los que poco después se añadieron los zuinglianos y calvinistas. Su obra fue facilitada por la codicia de los nobles, que no aspiraban a otra cosa que a apoderarse de los bienes de las iglesias. De esta forma se llegó a constituir una iglesia húngara, que en 1545 celebró un sínodo, presidido por el zuingliano Mateo Devay, y cinco ciudades libres del norte de Hungría proclamaron la confesión de Augsburgo. Es verdad que en 1548 la dieta de Presburg decretó la represión de la herejía; pero, esto no obstante, el protestantismo siguió creciendo. Formáronse dos iglesias diversas, que con frecuencia aparecen en marcada oposición: la luterana, que tenía la preferencia entre la población alemana, y la calvinista, constituida más bien por los magiares. Esta última compuso la confesión húngara, con carácter presbiteriano. En la Transilvania 2 5 predicaron la doctrina luterana algunos comerciantes de Hermanstadt y dos predicantes de Silesia. No obstante 2* Además de las obras generales véanse: Fuentes.—BUNYTAI, V.; RAPAICS, R.; KARACSONYI, J-, Monumenta eccles. témpora innóvame in Hungaria religionis illustrantia 5 vols. (Budapest 1902-1912); FABO ANDRAS, Monumenta Evangelicorum Aug, Conf. Hung. 4 vols. (Budapest 1861-1873). Bibliografía—BALICS, L., Gesch. der Kathol. K. in Ungarn (Budapest 1885^1800); SZABO, J. S., Der Protestantismus in Ungarn (1927); LOESCHE, G., Luther. Melanchton und Calvin in Oesterreich Ungarn (1909); DOUMERGUE, E., La Hongrie calviniste (Toulouse 1912). Asimismo, D E MOREAU, I . C , I 6 2 S ; PASTOR, X , I I 7 S ; MECENSEFFY, G., Gesch. des Proíestantísmus in Osíerreich
(Viena 1956). 25 Véanse en particular HANER, Historia eccles. Transylv. (Frankfurt 1694); TEUSCI, Gesch. des Siebenburgiger Sachsen 3.* ed. (Leipzig 1899); VOLF, Johannes Honterus, der Aposte! Ungarns (Kronstaat 1894).
El protestantismo
en otros
territorios
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la persecución de que fueron objeto, desde 1524 existía en Hermanstadt una escuela luterana, y parte de la nobleza, atraída por la codicia de los bienes eclesiásticos, fue abrazando la herejía. Poco a poco, los luteranos fueron ganando terreno, y en 1544 la población sajona se decidió por la confesión de Ausgburgo. En cambio, buen número de magiares abrazaron el calvinismo, como en Hungría. 4. Las innovaciones en Bohemia, Moravia y Silesia.—En Bohemia y Moravia 2 6 existían tres grupos religiosos: los católicos, los utraquistas y los hermanos bohemios. Los católicos no poseían una jerarquía segura y contaban con muy pocos eclesiásticos, con lo cual no poseían la fuerza necesaria para resistir a los embates luteranos. Los utraquistas, en cambio, que contaban con gran parte de la nación, y los hermanos bohemios, también muy numerosos y reconocidos por el Estado, presentaban tendencias peligrosas y aun heréticas. Ahora bien, cuando las ideas luteranas, provenientes de la Franconia y de Sajonia, comenzaron a introducirse en estos territorios, encontraron buena acogida entre estas dos sectas, al paso que eran rechazadas decididamente por los católicos. Así, mientras D. Fernando los desterraba de todo el territorio, los utraquistas, con su obispo Juan Augusto, abrazaban sus doctrinas. Después de la victoria de Mülhberg de 1547, D. Fernando, ayudado de los jesuitas llamados por él, se aplicó de lleno a contrarrestar los avances protestantes, iniciando una eficaz reacción católica. En 1561 se restableció en Praga la sede metropolitana. En Silesia, ducado autónomo bajo la soberanía de Bohemia, no obstante poseer una enorme mayoría de población católica, se introdujeron con relativa facilidad los elementos protestantes. A ello contribuyó eficazmente la escasez y la relajación del clero. Así, el príncipeobispo de Breslau, Juan V, simpatizaba desde un principio con las ideas luteranas. Desde 1523 aparece en plena actividad y obteniendo grandes éxitos el luterano V. Krautwald. En Breslau trabajó igualmente el predicante Juan Hess. Como en todas partes, se comenzó a arrojar de sus conventos a los religiosos y a apoderarse de los bienes eclesiásticos; pero, cuando en 1526 entró D. Fernando en posesión de Silesia, procuró contener el avance del protestantismo, aunque no pudo impedir muchas de sus conquistas. III.
L A NUEVA IDEOLOGÍA EN FRANCIA Y LOS PAÍSES BAJOS
N O se contentó el protestantismo con la invasión de los países del Norte y con los avances realizados en el oriente de Europa, sino que hizo toda clase de esfuerzos por penetrar en otros territorios occidentales, donde obtuvo un resultado más o menos considerable. Tales son los territorios de Francia y los Países Bajos, a los que deben añadirse Italia y España, de los que hablaremos después. Sin embargo, gracias a la reacción católica, estos países quedaron fieles a la antigua religión. 26 Pueden verse NAEGLE, A., Kirchengesch. Bóhmens 2 vols. (Viena 1915); BRETHOLZ, B., Gesch. Bóhmens und Mahrens 4 vols. (Reichenberg 1922-1924); GINDELY, S., Gesch. der Gegenref. in Bóhmen (Praga 1894). Véase también D E MOREAU, I.C, 1595.
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P.II. De Latero a la paz de Westfalia
i. Primer desarrollo del protestantismo en Francia 27 .—Sobre algunos discípulos de Lefévre d'Etaples y del círculo de Meaux que declinaron al protestantismo se ha hablado ya anteriormente 28 . Las ideas luteranas se introdujeron muy pronto en Francia. Baste tener presente que, dada la importancia de la Universidad de París, en ella repercutían las corrientes ideológicas de todas partes. Después de la disputa de Leipzig de 1519, las dos partes acudieron a la Universidad de París, la cual tardó año y medio en dar su juicio definitivo, desfavorable a Lutero 2 9 . Por otro lado, consta que ya entonces corrían por París y otras ciudades los escritos de Lutero, como La cautividad de Babilonia y los Votos monásticos, y algunos de Karlstadt, Melanchton y otros. Por este motivo, un concilio de París de 1522 se vio obligado a prohibir dichas obras 3 0 . Con todas estas propagandas, no es de sorprender que las nuevas doctrinas encontraran eco en diversas personas, ya intelectuales y humanistas, ya espíritus religiosos y amigos de reforma, que veían, con más o menos buena fe, un medio de renovación cristiana en las nuevas corrientes. De este modo aparecen pronto las primeras defecciones entre los eclesiásticos. El primero, en 1522, es el franciscano Lambert, quien se presenta en Aviñón y lanza en 1523 un manifiesto contra la vida monástica y contra la jerarquía, y Guillermo Farel 31 , quien este 27
LA bibliografía sobre el desarrollo religioso de Francia en el siglo xvi es muy abundante. Entre las obras generales debemos citar de un modo especial IMBART DE LA TOUR, Les origines de la Reforme, o.c, III. En particular pueden verse: Fuentes.—Nonciatures de France. Clément VII I, por FRAIKIN; Paulo IV I, por R. ANCEL (París 1006-1911); KIDD, B., Documents, illustrativs ofthe continental Reformation (Oxford IQIO). Véanse asimismo Corpus Reformatorum, obras de Calvino; Bullarium Pontificium y otras colecciones semejantes. Para mayor información sobre las fuentes véanse HAUSER, H-, Les sources de l'histoire de France au XVI" siécle (1494-1610) 4 vols. (París 1911-1916). Un resumen en CRISTIANI, L.: «Hist. de l'Égl.» de FLICHE-MARTIN, 17 (París 1948) 357Bibliografía.—LAVISSE, E., Histoire de France VI, por J. H. MARIÉJOL (París I904);HAUSER, H., Études sur la Reforme franc. (París 1909); HAUSER, H. y RENAUDET, A., Les debuts de l'áge modeme. La Renaissance et la Reforme (París 1929) is; PANNIER, J., Les origines franc. du protestantisme franeáis: «Congr. Interm. de Hist. de Oslo» (1928); GOYAU, G., Histoire relig. de la nation franc. (París 1922); AUTIN, A., L'échec déla Reforme en France au XVIe siécle (París 1918); FAUREY, J., La monarchie francaise et le protestantisme francais (París 1923); LAGARDE, G. DE, Recherches sur l'esprit politique de la Reforme (París 1926); LERENGNE, R., La tragedle relig. en France, les debuts (1514-1573) (París 1929); MANN, M., Erasme, les debuts de la Reforme francaise (1517-1536) (París 1934); D E MOREAU (buena síntesis); «Hist. de l'Église» por FLICHE-MARTIN, r6 (París 1948) 133S; CRISTIANI, L., La réf. cathol. en France: ibid., 17 p.357s; PASTOR, X,2l8s; XII,388s; BAILLY, A., Francois I, restaurateur des lettres et des arts, n. ed., en «Les grandes ét. hist.» (París 1954); BATIFFOL, L., Le siécle de la Renaissance 14.* ed. (París 1955); MESUARD, P., Bucer et ¡a Réf. religieuse: «Bol. Protest. Franc» 102 (1956) 193S; LESTRINGAUT, P., Visage du protestantisme francais (Tournai 1959). 28 Sobre el tan discutido Lefévre d'Etaples y el célebre círculo de Meaux véanse BARNAUD, ]., Jacques Lefrévre d'Etaples, son influence sur les origines de la Réf. franc. (Cahors 1900); IMBART DE LA TOUR, O. C , III,IIOS. Cf. D E MOREAU, l.c, 134; CRISTIANI, l.c, 364S.368S. En este último
lugar puede verse esbozada la discusión existente sobre si Lefévre. d'Etaples puede ser considerado como precursor del protestantismo e incluso protestante, o bien simplemente de ideas más o menos avanzadas y peligrosas, pero católico y aun iniciador de la reforma católica en Francia. La primera tesis es defendida por PANNIER, O.C, 209S. La segunda la defendió BAUDRILLART "en una comunicación al Congreso de Historia de Oslo (1928) y es sostenida generalmente por los historiadores católicos. 29 Es la célebre Determinatio, de la que se habló en otro lugar. Ya a fines de 1521 se repartía por París en multitud de ejemplares una glosa hecha por Melanchton sobre esta Determinatio, compuesta en el mes de mayo. 30 Por efecto de algunas pesquisas hechas en 1523 por orden del Parlamento, se encontraron en casa de Luis Berquin diversas obras de Lutero, Melanchton y Karsltadt. Por otro lado, consta que ya entonces circulaban los Loci communes, la relación sobre la disputa de Leipzig y otros tratados de Melanchton. 31 Véanse sobre Farel BEVAN, F., William Farel (Londres 1893); BARNAUD, J., La jeunesse et la conversión de G. F.: «Ét. théol. et reí.» (1929) 38s.
C.5. El protestantismo en otros territorios
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mismo año 1523 se declara en favor de las nuevas ideas. Rápidamente se van manifestando influjos protestantes en los más diversos territorios. Así, en 1523 aparece Amoldo de Bronoux en el convento de los agustinos de París, predicando el nuevo Evangelio con intencionadas invectivas contra la vida monástica, las buenas obras, la jerarquía y el papa. En Lyón, el dominico Maigret expone claramente en sus sermones ideas luteranas. Caroli y Mazourier, ambos del círculo de Meaux, defienden errores protestantes. Diversos intelectuales y religiosos movidos de las nuevas ideas, como Francisco Lambert y Guillermo Dumolin, emprenden viajes al extranjero para ponerse en contacto con la nueva ideología. Aun en la misma Universidad de París, particularmente en la Facultad de Artes, se descubren focos protestantes, sobre todo entre los estudiantes alemanes o suizos. Tres grandes ciudades fronterizas, Amberes, Basilea y Estrasburgo, se presentan como focos particularmente peligrosos de la nueva ideología, ya por sus prensas, que transmiten las obras de los herejes, ya como nudo de comunicación con los principales centros extranjeros. 2. Primeras medidas antiprotestantes. Fluctuaciones reales.— De tres partes procedieron las medidas adoptadas en Francia contra el protestantismo: de la Sorbona, del Parlamento y de Jos reyes de Francia. Ante todo intervino la Sorbona. Desde un principio, los teólogos de la Universidad de París, que se consideraban como los defensores natos de la fe, se pusieron en guardia contra las nuevas tendencias. Por esto, habiendo sido requerida como arbitro de la célebre disputa de Leipzig, la Sorbona publicó en 1521 su Determinatio, donde se tienen presentes no sólo las discusiones de Leipzig, sino los escritos publicados últimamente por Lutero hasta fines de 1520, de los que se sacan muchas proposiciones erróneas y se censuran más de cien errores, muchos de los cuales son designados como heréticos 32 . Casi al mismo tiempo comienza la intervención del Parlamento de París. El 13 de junio de 1521 prohibió la publicación y venta de libros sobre la Sagrada Escritura y sobre el dogma sin la aprobación de la Facultad de Teología de París. Con estos toques de alarma comenzaron a intervenir los tribunales ordinarios de los obispos, y bien pronto se dieron casos de procesos. Así, el eremita agustino Juan Valliére es quemado en 1523. Al mismo tiempo, algunos teólogos, como el presbítero Clichtove, antiguo discípulo de Lefévre d'Etaples, publican trabajos en defensa de la fe católica; pero quien más decididamente se opuso a los avances de la nueva ideología fue Noel Beda, principal del Colegio de Montaigu. En cambio, no fue tan decidida la actitud de la corte y de los reyes de Francia. Particularmente Francisco I, aun siendo buen católico, se mantuvo mucho tiempo en un estado de fluctuación y aun a las veces buscó el apoyo de los protestantes, para lo cual se vio obligado a consentir su propaganda. Por una parte, era el tipo de los príncipes del Renacimiento, que por encima de todo procuraba favorecer a los humanistas, no obstante las simpatías de algunos de ellos con los protes31 Véase en D E MOREAU (p.138) un análisis sintético de la censura de la Sorbona.
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P.ll.
De Latero a la paz de Westfalia
tantes. Por otra, la conveniencia política le hacía olvidar sus deberes de príncipe cristiano, pues para hacer mejor la guerra a su rival Carlos V buscaba aliados entre los príncipes protestantes. Después de la derrota de Pavía (1525) y durante la cautividad de Francisco I, la regente Luisa de Saboya inauguró un período de mayor rigor. Se persigue a diversos hombres sospechosos, como Roussel, Maigret, Caroli y el mismo Lefévre d'Etaples 33 . En consecuencia, se dispersa el círculo de Meaux. Se encarcela en 1526 al humanista Berquin, y, aunque posteriormente es puesto en libertad, es ajusticiado en 1529. La vuelta de Francisco I suaviza de nuevo la persecución de los protestantes, los cuales intensifican su propaganda. Así, Farel redobla su actividad en la instrucción del pueblo en las nuevas doctrinas, y aun consta que en algunas partes se llega a ciertos excesos, como destruir una imagen de la Virgen el 31 de mayo de 1528. Sin embargo, Francisco I sigue más bien la política de suavidad con los innovadores. Esto no obstante, el alto clero se ve precisado a tomar medidas enérgicas. Por esto, el año 1528 se celebran una serie de importantes sínodos en Bourges, Reims y Lyón; sobre todo fue de gran trascendencia el celebrado en París bajo la presidencia del metropolitano de Sens. En él se publican, entre otras disposiciones, dieciséis decretos dogmáticos, en los que se proclama la doctrina católica sobre los principales dogmas que ponen en duda los protestantes. Asimismo se dictan medidas disciplinarias contra los sospechosos de herejía y se recomienda la predicación del Evangelio 34 . Al mismo tiempo se intensifican las medidas generales de rigor. Sin embargo, desde 1530 vuelve a prevalecer la política de tolerancia. Francisco I quiere asegurarse la alianza de los príncipes protestantes contra Carlos V, y durante los años siguientes continúa esta política de fluctuación. Esto no obstante, en mayo de 1533, Francisco I destierra al síndico de la Facultad teológica, Noel Beda, por creerlo autor de la sospecha lanzada contra él de connivencia con los luteranos. Mas, por otra parte, precisamente por este tiempo, por un lado, toma el rey diversas medidas de rigor contra el protestantismo, y, por otro, se permiten los protestantes los mayores desmanes. Después de su entrevista con Clemente VII en Marsella (1533), que termina con la promesa de matrimonio de su hijo Enrique II con Catalina de Mediéis, se publica una bula contra la herejía y otra que concede a los herejes tres meses para abjurar o abandonar el país. Francisco I acepta este compromiso; pero poco después, el 27 de febrero de 1534, celebra un pacto de alianza con el jefe protestante Felipe de Hesse. Entre tanto, el rector de la Universidad, Nicolás Cop, llega al extremo de audacia de pronunciar un discurso (i.° de noviembre 1533), compuesto probablemente por Calvino, favorable al protestantismo. El resultado fue que Cop y Calvino se ven obligados a emigrar; pero al mismo tiempo el rey destierra por segunda vez a Beda, el adalid de la ortodoxia. 33 En favor de Lefévre d'Etaples y de algunos simpatizantes con los innovadores intervino desde 1525 Margarita de Valois, que desde 1527 fue reina de Navarra. Véanse "LEFRANC, Les idees religieuses de Marguerite de Navarre (París 1898); PATRY, H., Le protéstanosme de Marguerüe de France, dúchese de Berry: «Bull. prot. fr.» 53 (1904) 7s; RITTER, R., Les solitudes de Marguerite de Navarre, 1527-1549 (París 1953). 34 Sobre el concilio de París de 1528 véase HEFELE-LECLERCQ, Hist. des Concites VIII,i070s.
C.3.
El protestantismo
en otros
territorios
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Los protestantes siguen cada vez más envalentonados. La noche del 17 al 18 de octubre de 1534 aparecen grandes cartelones en París, Orleáns, Tours y en otras ciudades, incluso en las paredes de los departamentos reales, en los que se hace burla de las creencias católicas, se niega la presencia real de Cristo en la eucaristía y se presenta la misa como invento del papa 35 . Tal fue la indignación de las masas contra aquellas injurias públicas (l'affaire des placards) contra la religión del Estado, que el 21 de enero de 1535 se celebró una procesión de desagravio, en la que tomaban parte la Sorbona, el Parlamento y el mismo rey con la familia real y la corte en pleno. El complemento fue el edicto del 29 de enero, en el que se proscribía la nueva ideología. No duró mucho esta actitud. El edicto de Couoy ordenaba poner en libertad y restituir los bienes a todos los presos por cuestiones de herejía. Entre tanto, Calvino, aprovechándose de este período de tolerancia, había iniciado sus intentos de introducir sus ideas en Francia. Por esto se atrevió en 1536, al publicar su Institución de la religión cristiana, a estampar en el prefacio una defensa de los innovadores contra los católicos y atacar a éstos con palabras vehementes. 3. Represión decidida del protestantismo. Enrique II (15471559).—El aumento creciente de los partidarios de la nueva reforma y la audacia que manifestaban en su propaganda produjeron una reacción contraria de parte de los organismos oficiales de la nación. Las medidas de represión contra el protestantismo se iniciaron en 1540 con el edicto de Fontainebleau, por el que se ordenaba la persecución de los innovadores 36 . Por su parte, propuso la Sorbona un formulario de la doctrina católica, que debían firmar todos sus doctores o bachilleres, y publicó un índice de libros prohibidos, en el que se incluían los escritos de Lutero, Calvino y otros innovadores. Así se explica el movimiento contra los atropellos cometidos por los protestantes valdenses, que fue en aumento desde 1540 a 1545, terminando con la llamada carnicería de los valdenses 37 . Se calcula en unos ochocientos los valdenses sacrificados por la justicia real. El mismo Francisco I llegó a horrorizarse. Esta persecución de «espíritus libertarios» continuó durante los años siguientes. Son célebres particularmente: el humanista Esteban Dolet, establecido en Lyón, donde, como impresor, publicó traducciones de la Biblia, por lo cual fue condenado ya en 1542 ; más tarde publicó otras obras, por lo cual fue condenado en 1546 a la muerte del fuego. El mismo año fue sorprendido un círculo protestante de Meaux. Arrestados sesenta de sus miembros, fueron posteriormente condenados al fuego catorce de ellos 38 . En este ambiente de persecución de la herejía terminó en 1547 el reinado de Francisco I. 3 5 Es célebre en la historia este acto de audacia de los protestantes, el célebre affaire des placards. Véase sobre él FÉVRE, L., L'origine des placards de 1534: «Bibl. d'Humanisme et Renaissance» 7 (1945) °2s; PASTOR, XII,388 y las citas indicadas en lant.3; HARI, R., Les placards de IS34- Aspects de la propagande relig. (Ginebra 1957). 3' Véase PASTOR, XII,390s, donde se insiste en que este edicto y otras medidas de Francisco I contra los protestantes se tomaron por miras políticas. Sobre estos edictos y el de 1542 véase JOURDA, P.: «Hist. de l'Église» por FLICHE-MARTIN, 16,3705. Allí mismo véase la nota detallada de la prohibición de libros por parte del Parlamento. 3 ? Véase en particular ARMAND, Histoire des protestants de Provence I (París 1884). Aunque fue duro el castigo, reconocen los historiadores que los valdenses lo merecieron con sus provo3
* Es célebre el jefe de esta comunidad calvinista de Meaux, Pedro Lechre, uno de los más
P.II. De Lulero a la paz de Westjalia
C.3. El protestantismo en otros territorios
Con el reinado de Enrique II (1547-59) se intensificaba la persecución. El nuevo rey se propuso destruir el protestantismo; pero las medidas tomadas contra él no fueron suficientemente eficaces, y así, más bien fue aumentando la fuerza, sobre todo del calvinismo. Enrique II fue alentado constantemente en sus medidas rigurosas, sobre todo, por el condestable Montmorency y la familia de los Guisa. Su primera medida de rigor fue establecer el 8 de octubre de 1547 una comisión o cámara en el Parlamento, que debía ocuparse exclusivamente de los procesos contra los protestantes, y ejerció sus funciones con tanto celo, que en dos años pronunció sesenta sentencias de muerte por el fuego. Por esto es designada con el nombre de cámara ardiente. Un nuevo edicto, el de Chateaubriand, de 27 de junio de 1551, trataba de sistematizar la legislación existente contra la herejía 3 9 . En él, reconociendo que, no obstante las medidas de rigor, la nueva ideología había ido creciendo en todas partes, se determina redoblar la vigilancia y la severidad contra los innovadores, por lo cual se dan en cuarenta y seis artículos las disposiciones más rigurosas contra ellos y la publicación y propaganda de sus libros. Mas tampoco este decreto contuvo el progreso del calvinismo, que precisamente entre 1550 y 1559 hizo los mayores progresos, y a la muerte de Enrique II en 1559 contaba con una red de comunidades perfectamente organizadas en toda Francia. El último edicto contra los innovadores publicado por Enrique II fue el de Compiégne, del 24 de julio de 1557, el cual nombraba a los jueces laicos como los únicos competentes, «siempre que hubiera escándalo y perturbación». Pero lo más terrible de este edicto era que excluía todas las demás penas y señalaba la de muerte contra la nueva ideología. Pero, no obstante esta severa legislación, el protestantismo se fue afianzando más y más. El defecto básico consistía en la falta de organismos eficaces para la ejecución de estas leyes y, sobre todo, en que mientras, por un lado, se perseguía a los protestantes, por otro se buscaba su apoyo y se concluían tratados de alianza con sus principes para hacer la guerra al emperador 4 0 . De hecho, los calvinistas continuaron con más intensidad sus propagandas; repitieron sus campañas contra el culto de la Virgen y las más arraigadas devociones cristianas. Son innumerables los casos que se refieren, como el de Juan Thuret, quien en pleno día rompía con su espada una estatua de la Virgen en Notre-Dame de París. Los calvinistas pudieron celebrar en 1559, en París, su primer sínodo general, en el que se reunieron los
delicados de once iglesias bajo la presidencia del pastor de la de París, h'runcisco de Morel, y se publicó una confesión de fe y un Código de la ÍHhsia reformada.
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activos ministros del calvinismo. F u e también q u e m a d o en 1546. Sobre toda esta persecución en general véase sobre t o d o JOURDA, l . c , 371S. 39 C o n t r a este célebre edicto se levantó Carlos d u M o u l i n con u n escrito, q u e fue luego c e n s u r a d o . Su título era Commentarius ad edictum Henrici II contra graves datas et abussus Cur. Rom. El 9 d e mayo d e 1552 se dio la siguiente censura contra él: «Hic líber est toti orbí christiano perniciosus, scandalosus... conformis haeresibus W a l d e n s . , Wiclef, H u s et L u t h e r a n o r u m et m á x i m e conspirans erroribus Marsilii Patavíni... citissime comprimendus». Véase D u PLESSIS, II.I.205S. 40 P o r u n a p a r t e , E n r i q u e II publicaba el 21 d e junio d e 1551 el edicto d e C h a t e a u b r i a n d , q u e resumía y agravaba notablemente las disposiciones contra los protestantes y sus libros; mas, p o r otra, el 3 d e octubre del mismo año concluía en L o c h a u u n a alianza con los príncipes p r o t e s tantes d e Alemania contra el emperador y e m p r e n d í a luego, al lado d e ellos, u n a g u e r r a contra él. P o r otro lado, antes d e emprender esta campaña al lado de los protestantes, inculca insistentemente al Parlamento, el 12 d e enero de 1552, la represión d e la herejía protestante y el castigo riguroso d e la misma.
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4. Las nuevas ideas en los Países Bajos 41 .—El primer foco de IR* nuevas ideas en los Países Bajos aparece en Amberes, probablemente entre los eremitas de San Agustín. Entre ellos se distinguió su superior, Santiago Praepositus42. Al mismo tiempo esparciéronse pronI11 las ideas luteranas en Amberes. Celosos de sus libertades e independencia, sus magistrados procuraron libertar a la ciudad de la ejecución ile las leyes antiprotestantes. Esta tolerancia la juzgaban necesaria para el bienestar de la ciudad, pero de hecho fue la ocasión de que se introdujera en ella el protestantismo. La gobernadora Margarita de Parma 4 3 tuvo que contemplar imponible durante su gobierno cómo los errores luteranos se iban esparI ieudo por diversas ciudades, como Gante, Lovaina, Brujas, Namur V Mruselas, además de Amberes. Las primeras medidas tomadas conliu la nueva ideología son anteriores al año 1522 44 . Carlos V trató de mlroducir un tribunal semejante al de la Inquisición española; pero éste 110 lúe bien recibido. Se iniciaron algunos procesos, y dos agustinos de Amberes fueron quemados, mientras su prior, Santiago Praepositus, era encarcelado y en 1522 abjuraba de la herejía; pero, habiendo recaído en ella, fue apresado de nuevo, aunque logró escapar. Ante la debilidad de los jueces, Carlos V obtuvo de Clemente VII la formación de otros II ilRíñales, que procedieron con más rigor. A ello ayudaron los edictos que fue publicando 45 . El primero data del año 1520. En él se insistía, sobre todo, en la prohibición de los libros protestantes, que debían ser quemados. El célebre edicto de Worms de 1521 contra Lutero fue también promulgado en los Países ll.ijos. De especial importancia fue uno publicado en 1529. Se inculca particularmente la absoluta prohibición de libros luteranos y toda clase de propaganda y, sobre todo, de las imágenes satíricas contra Dios y ION santos y otras injuriosas a la fe católica. Pero lo más nuevo eran las Hiaves penas que se imponían a los contraventores, entre las que pre4
' Además d e las obras generales véanse:
F u e n t e s . — F R E D E R I C K , P-, Corpus documentorum Inquisitionis... Neerlandicae 5 vols. ( G a n t e V I.» Haya 1879-1906); LAURENT, C H . , etc., Ordonnances des Pays-Bas sous le régne de Charles V >so>>-'SSS) (Bruselas 1893-1922); P I R E N N E , H . , Bibliographie de l'Histoire de Belgique z* ed. HiiiHclas 1931). ' M l i b l i o g r a f í a . — P I R E N N E , H . , Histoire de Belgiquelll 3.» ed. (Bruselas 1923); H U B E R T , E., ("ludes sur la condition des protestants en Belgique depuis Charles-Quint jusqu'á Joseph II (Bruselim 1882); H A L K I N , L . E-, Reforme protestante et reforme catholique au diocése de Liége (Lieja 1936). Animismo D E M O R E A U , l . c , 143S; H A L K I N , L . - E . , La Reforme en Belgique sous Charles-Quint (Bru«•l«» 1957); G E Y L , P., The Netherlands in the XVIIth cent. I. 1609-1648 (Nueva York 1961); WINKELMANN, P . H . , art. Niederlande: «LexThK» 7 (1962) 952-955; TOUSSAERT, Y., Le sentiment • "lij/iciíx en Flandre d la fin du Moyen-Age (París 1963). 42
Véase JANSSEN, H . Q . , Iacobus Praepositus... ( A m s t e r d a m 1862). Cf. D E M O R E A U , l . c , 143BOOM, G H . DE, Marguerite d'Autriche, sa vie et la pré-Renaissance (Bruselas 1935). KALKOFF, P., Die Anfánge der Gegenreformation in den Niederlanden (Halle 1903). 45 Son célebres estos edictos, las llamadas ordenances d e Carlos V. H a n sido denominados fre' u r n t e m e n t e placards. Sobre esta expresión, típica d e los edictos imperiales, véase BONENFANT, P . : • Mincell. Hist. A . Meyer» 2 P.781S (Lovaina y Bruselas 1946). Véase asimismo KALKOFF, P . , Das irxlff Plakat Karls V gegen die Evangelischen, in den Niedetl.: «Arch. Reform. Gesch.* 1 (1904); I'MKDKRICQ., P . , Les placards du 14 oct. et du 31 dec. 1J29 contre les protestants du Pays Bas: «Med. c ¡ncl. Kurth» 1 p.255s (Lieja 1908); H A L K I N , L . E., Les plus anden texts de l'édit prom. contre les lutheriens: «Rev. Hist. Eccl.» 24 (1929). 43
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P.Il. De Lutero a la paz de Westjalia
C.3. El protestantismo en otros territorios
valecían las de confiscación de bienes y muerte por el fuego. Con esta última se castigaba incluso a los que alojaban, recibían o favorecían a un protestante. Con el mismo celo procedió el obispo-príncipe de Lieja, Erardo de la Marck46. Un edicto de 1526 anuncia graves castigos contra la propaganda de libros luteranos. A partir de 1535 cayó sobre los Países Bajos la plaga de los anabaptistas*?. Son ya conocidos los excesos que cometieron en Münster. En Bélgica llegaron a contar varios millares, y, sobre todo, consta que era muy numerosa la comunidad de Amberes, que contaba hacia 1566 unos dos mil miembros. Hízose aquí célebre Loy Prustyreck, que defendía principios maniqueos. Sus discípulos, llamados loystas, fueron numerosos en Brabante. Pero, sobre todo, se dio a conocer desde 1529 Melchor Hoffmann, quien defendía doctrinas revolucionarias semejantes a las de Matthys y Juan de Leiden, portavoces del anabaptismo de Münster. El fanatismo anabaptista va tomando grandes proporciones hasta los territorios del Mosa y del Rhin. Muchos de ellos acudieron a Münster a defender a sus correligionarios cuando éstos fueron cercados por las fuerzas de orden. Aun después de la catástrofe de Münster, los anabaptistas siguieron extendiéndose en Westfalia, en el Rhin y en los Países Bajos. Frente a esta peligrosa plaga de los anabaptistas, Carlos V publicó un primer edicto especial, en el que se decretaba la pena de muerte contra sus adeptos que se mantuvieran obstinados en sus errores. De hecho fueron muy numerosas las víctimas de este decreto imperial. La mayor parte de las que suelen citarse en los martirologios protestantes eran en realidad anabaptistas. Así, de los 877 que se mencionan en todo este período para los territorios del norte, al menos 617 eran anabaptistas. Sólo a Amberes le corresponden en cuarenta años unos doscientos. Entre sus jefes se distinguió Leenaert Bouwens, de quien se afirma que rebautizó a unos diez mil cristianos. Particularmente el duque de Alba procedió con especial rigor contra ellos desde 1569. Hasta 155°, Carlos V siguió publicando diversos edictos contra los luteranos y anabaptistas, con lo cual, indudablemente, obstaculizó de un modo eficaz su ulterior avance. Sin embargo, no pudieron extirparlos ni impedir por completo su crecimiento en un territorio abierto en todas direcciones y colindante con regiones protestantes. En Lieja, Erardo de la Marck siguió publicando nuevos edictos antiheréticos. Se calcula en 73 las personas ajusticiadas por estos motivos durante su gobierno ; 42 de ellas eran anabaptistas. Cuando Carlos V abdicó en su hijo Felipe II en 1555, no obstante los edictos contra el luteranismo y a pesar del relativo rigor empleado contra sus adeptos, el protestantismo contaba en los Países Bajos con bastantes partidarios. Contra todos ellos tuvo que luchar el nuevo monarca español. 46 Véanse H A L K I N , L . E., Le card. La Marck 1495; I D . , L'Edit de Worms et la répression lutheranisme dans la principauté de Liége (Nessonveau 1930). 47 Véase en otro lugar abundante bibliografía sobre los anabaptistas, p . 687.
du
IV.
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CONATOS DE PROTESTANTISMO EN ITALIA Y ESPAÑA
También en Italia y España, de honda raigambre católica y tan alejados de los diversos focos protestantes, intentó introducirse el proIfittantismo. Pero en ambos territorios quedaron enteramente frustradon estos esfuerzos. 1. El protestantismo en Italia 48 .—Más que en otros países, el protestantismo se unió con los intelectuales para penetrar en Italia, donde, aun por decirlo así, a la vista del romano pontífice, consiguió establecer diversos círculos de simpatizantes. IÍ1 primero de estos círculos fue el de Ñapóles, y su portavoz, sin duda contra su voluntad, el humanista Juan Valdés, secretario del virrey español 4 9 . Era Valdés gran entusiasta de Erasmo, y, habiendo cultivado cierto misticismo teológico, reunió en torno suyo diversos mlmiradores de su exquisita cultura renacentista, entre los cuales se distinguió la poetisa Victoria Colonna, y con ellos fue, más o menos conscientemente, transmisor de algunas ideas luteranas. Uno de sus ilmdpulos, Benedetto de Mantua, monje de San Severino, compuso la obra Del beneficio de Cristo, que luego fue traducida a diversas lenguas, pero fue condenada por la Sorbona y por la Inquisición romana. También en Ñapóles se dio a conocer por sus simpatías por las nuevas ideas oda mujer insigne, Julia Gonzaga5®, viuda del duque de Trajetto. Sin embargo, tanto Julia Gonzaga como Victoria Colonna eran más bien espíritus soñadores, que no pensaban en separarse de la Iglesia. En cambio, en el norte se formaron algunos focos directamente inspirados en los jefes luteranos alemanes. Así, algunos agustinos predicaban doctrinas de Lutero; en Pavía se imprimían algunos de sus escritos; en Venecia aparecía la traducción de los Loci, de Melanchton; en Ferrara, la duquese Renata 51 favorecía directamente a los nuevos reformadores; en Florencia desarrollaba intensa actividad desde 1522 Antonio Bruccioli con sus traducciones de la Biblia. De todos modos, 48
Por lo q u e se refiere a los conatos del protestantismo en Italia véanse en p a r t i c u l a r :
F u e n t e s . . — F O N T A N A , B., Documenti Vaücanl contra Veresia luterana in Italia: «Arch. 'della !loc. Rom. di Stor. Patr.» 15 (1892); C H I M I N E L L I , P., Bibliografía della storia della Riforma relig. m ludia (Roma 1921); C A N T W O R I , D . ( Recenti studi tntorno alia Riforma in Italia... (1924-1934J : • Kiv. Stor. It.» (1936) 83S; I D . , Per la storia degli ereticí italiani del secólo XVI in Europa. Testi (Koitia 1937). B i b l i o g r a f í a . — C A N T Ú , C , Eretici d'Italia ( T u r í n 1860); RODOCANACHI, E., La Reforme en lUilie 2 vols. (París 1930-1931); JAHIER, A-, Riformatori e rí/ormati italiani deisecoíi XVeXVI (Florencia 1925); B R O W N , G. K., Italy and the Reformation (Oxford 1933); BUSCHBELL, G., ReInmationundlnquisitionin Italia umdie Mitte des XVI. fh. (Paderborn 1910); CANTIMORI, D . , EreUii italiani del Cinquecento. Ricerche storiche (Florencia 1939); L E M M I , F., La Riforma in Italia «• i riformatori italiani all'estero nel secólo XVI (Milán 1939); BOLGIANO, F., Riforma et controriforIIÍII in Italia: «Nuova Riv. Stor.» 26 (1942). I g u a l m e n t e D E MOREATJ, l.c., 15OS; H E R G E N R O T H E R , Ill,527s; TODESGO, L., Storia della Chiesa IV,426s ( T u r í n 1944); PASTOR, X , 2 2 l s ; XII.394S. 49 Sobre Juan de Valdés, aparte otras obras, consúltese M E N É N D E Z ' P E L A Y O , Historia de /ÍK heterodoxos españoles, ed. d e la BAG, n. 150.151 2 vols. ( M a d r i d 1956) I,828s. A s i m i s m o B A a TAIIXON, M . , Erasmo en España 2 vols. 2. ed. (Méjico 1950); se habla de J.Valdés en varias p a r les, como I.402S; II,96s, e t c . ; PASTOR, XII,398s, y sobre todo la obra fundamental reciente: SANTA TKRESA, F R . D . DE, fuan de Valdés, 14982-1541. Su pensamiento religioso y las corrientes espirituales de su tiempo: «Anal. Gregor.» n.85 (Roma 1957). 30 A I N A N T E , Giulia Gonzaga (Bolonia 1896): BENRATH, fulia Gonzaga (Halle 1900): H A R É , C , A princess of the italian Reformation: Giulia Gonzaga (1313-1566) (Londres 1912); N I C O L I NI, R., Giulia Gonzaga e la crisi del valdesianesimo: «Atti dell'Acad. Rut., N . S., V , l 8 7 s . 51 Véanse FONTANA, Renata di Francia, duchesa di Ferrara 3 vols. (Roma 1889-1900); R O D O <:\NACHI, Renée de France, dúchese de Ferrare (París 1896).
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De hutero
a la paz de
Westfalia
conviene observar que estos primeros entusiastas de las ideas luteranas solamente se adhirieron a algunas de ellas. Hubo, sin embargo, en Italia algunos pocos que abrazaron por entero las doctrinas protestantes. Pero éstos tuvieron que emigrar fuera de Italia. Son dignos de mención: ante todo, el antiguo nuncio Pedro Pablo Vergerio 52, quien, habiendo abrazado la falsa reforma, temiendo ser apresado, huyó a Suiza en 1549, y en 1553 a Württemberg. En segundo lugar, Bemardino Ochino 53 , antiguo franciscano y luego tercer vicario general de los capuchinos, quien, invitado por la Inquisición a dar cuenta de sí, escapó en 1542 a Ginebra, donde se casó, y luego partió para Inglaterra, donde fue profesor de Oxford y desarrolló gran actividad en favor del anglicanismo. El tercero fue Pedro Mártir Vermigli, antiguo canónigo agustino 54 , refugiado en Zurich en 1542 y luego en Oxford, donde fue una de las columnas del anglicanismo; pero más tarde volvió a Estrasburgo y a Zurich. 2. La reforma protestante en España 55 .—No menos esfuerzos pusieron los innovadores protestantes por introducir sus ideas en la península Ibérica, no obstante la vigilancia de sus reyes, profundamente católicos, y del tribunal de la Inquisición. Pero estos conatos fueron enteramente estériles. Ya desde el primer momento iniciáronse las propagandas luteranas en España. Estas aparecen por vez primera entre los diversos círculos, más o menos amigos de novedades, que se dejaron alucinar por las que les ofrecía el luteranismo. Así vemos que algunos miembros del primer grupo de alumbrados procesados por la Inquisición entre 1520 y 1530 muestran simpatías con las doctrinas y aun con la persona de Lutero 56. Tal aparece particularmente en los 52 P u e d e n verse H U B E R T , Vergerios publizistische Tatigkeit ( G ó t t i n g e n 1893); FERRAI, II processo di Pier Paolo Vergerio: «Arch. Stor. Ital.» 15 (1885) 20is.333s; 16 (1885) 25S, e t c . ; C A PASSO, Nuotn documenti Vergeriani (Verona 1894); PASCHINI, P . , Pier Paolo Vergerio (Roma 1925). 53 BOVERIO, Annali dei frati minori Capuc. 1,375; BENRATH, Bern. Ochino 2. a ed. (Braunschweig 1892); N E G R I , P . , Bemardino Ochino. Note e documenti per la storia della Rif. in Italia ( T u rln 1912); CAMTIMORI, D . , Bemardino Ochino, uomo del Rínascimenío e riformatore (Pisa 1929); BERTRAND-BARRAUD, Les idees philosoph. de Bernardin Ochino de Sienne (París 1924); N I C O L I N I , B . , Bern. Ochino e la Rif. in Italia (Ñapóles 1935). Véase t a m b i é n PASTOR, X I , 4 i 6 s ; W I L LIAMS, G . G . , The theology of Bemardino Ochino ( T u b i n g a 1955); ALBEKIGO, G . , art. Ochino: «LexThK» 7 (1962) 1090. 54 Véanse SCHMIDT, C., Petras Mártir Vermigli (Elberfeld 1858); CANTIMORI, D . , a r t . Vermigli, Pietre M.: «Encicl. Ital.»; PASTOR, X I I , 4 O O S . 53 Sobre el protestantismo e n España p u e d e n v e r s e :
Fuentes.—Obras antiguas de los españoles reformados, ed. W I F F E N , 20 vols. ( M a d r i d 18471870); B O H M E R , E., Bibliotheca Wifeniana. Span. Reformers of two centuries 3 vols. (Estrasburgo 1874-1904); SCHAFER, E . , Beitrage zur Gesch. des span. Protestantismus und der Inq- rm r 6 . Jh. 3 vols. (Gütersloh 1902); los voIs.2-3 s o n los procesos; Procesos contra los protestantes españoles del siglo XVI: «Public, d e Rev. A r c h . Bibl. Mus.» 3 . " ser. XXII ( M a d r i d 1909). B i b l i o g r a f í a . — W I L K E N S , Geschichte des span. Protestantismus im 16. Jh. 2.*ed. (Gütersloh 1897); CASTRO, A . D E , Historia de los protestantes españoles y de su persecución por Felipe II (Cádiz 1851). D e u n m o d o especial véanse M E N É N D E Z PELAYO, M . , Historia de [os heterodoxos españoles, e d . B A C ( M a d r i d 1956) t . i n.150 P.879S; SCHAFER, E . , O . C , I (la exposición m á s completa y o b jetiva) 183S. P u e d e verse u n a síntesis e n nuestra obra La Inquisición en España 3.* ed. (Barcelona 1554) 259S. E n general, véanse las obras generales sobre la Inquisición española, d o n d e se trata este p u n t o particular. Así, p o r ejemplo. Llórente, L e a , Rodrigo, O r t í y Lara, e t c . 56 Sobre los alumbrados y su significación véanse M E N É N D E Z PELAYO, ed. B A C ( M a d r i d 1956) I I n.151 P.169S, y nuestra obra La Inquisición española y los alumbrados (1520-1667): «Bibl. d e Est. E d . » n . 4 (Madrid 1936). Allí p u e d e verse a b u n d a n t e bibliografía sobre este p u n t o . U n a síntesis se e n c u e n t r a también e n Los alumbrados españoles en los siglos X V I y X V I I : «Razón y Fe» J05 (1934) 323S.467S. Recomendamos e n particular B O H M E R , E., Francisca Hernández und Fr. Feo. Ortiz, Anfange reformatorischer Bewegung in Spanien unter Kaiser Karl V (Leipzig
C.3. El protestantismo en otros territorios
759
procesos de María de Cazalla, Luis de Beteta y otros. De hecho, entre las proposiciones condenadas de estos alumbrados, encontramos alabanzas de Lutero y sus errores o ideas tomadas directamente de su doctrina. Por otra parte, debemos notar que algunos de los que posteriormente se adhirieron al protestantismo proceden del círculo de los alumbrados. Tales son, sobre todo, los Cazalla de Valladolid. Más importantes todavía son las tan discutidas relaciones o simpatías de los erasmistas españoles por los luteranos. El espíritu renacentista, fomentado por los Reyes Católicos D . Fernando y D . a Isabel y por el cardenal Cisneros, formó en España un ambiente favorable a Erasmo, por lo cual fueron muchos españoles entusiastas de él y de sus ideas 57 . De los hermanos Valdés, conforme a las nuevas investigaciones, se puede afirmar que no muestran simpatía directamente por las concepciones luteranas 58 . En los procesos de la Inquisición española contra Bemardino de Tovar y Juan de Guevara 5 9 se contienen algunas acusaciones de luteranismo. Sin embargo, justo es confesar que el erasmismo español no simpatizaba con el protestantismo, si bien algunos de sus partidarios se desviaron hacia las nuevas corrientes luteranas. Este empeño en propagar sus ideas en España lo mostraron los luteranos, al igual que en otras partes, por medio de libros, que en todas las formas posibles procuraban introducir en la Península. Así lo confirma expresamente desde Burgos D . Martín de Salinas, comisario del Rey Católico. «Su mercadería—dice—era traer mucha suma de libros de Lutero..., y para los mejor emplear, acordaron venir en un puerto del reino de Granada» 60 . Por esto, ya en 1522, el inquisidor general, ateniéndose a la bula de condenación del papa contra Lutero de 1521, ordenó la destrucción de todos los libros protestantes. Con más insistencia, en 1530 el inquisidor general, Manrique, mandó destruir todos los libros protestantes, y para ello ordenaba hacer un registro de todas las librerías. Gracias al rigor con que las autoridades públicas españolas, y en primer lugar la Inquisición, vigilaron la propaganda de libros protestantes, y procuraron apagar los primeros chispazos que se manifestaron entre los alumbrados y erasmistas, no se puede decir que las doctrinas luteranas llegaran a tener verdaderos seguidores y mucho menos arraigar en España hasta mediados del siglo xvi. Los dos focos donde por vez primera pusieron pie firme los protestantes en España fueron Valladolid y Sevilla, con la circunstancia de que su labor se realizó aproximadamente al mismo tiempo; pero 1865), y las obras recientes - . BATAILLON, M . , Erasmo y España. Estudios sobre la historia espiritual del siglo XVI 2 vols. (Méjico 1950); A S E N S I O , E., El erasmismo y sus corrientes afines: «Rev. filol. esp.» (1952); SANTIAGO O T E R O , H . , En torno a los alumbrados del reino de Toledo: «Salmanticensis» 2 (1955) 614S; SANTA T E R E S A , F R . D . DE, Juan de Valdés...,
o . c , I 2 s ; SELKE D E SÁNCHEZ, A . ,
Al-
Hunos datos nuetios sobre ios primeros alumbrados. El edicto de 1525 y su relación con el proceso de Alcaraz: «B. Hisp.» 54 (1952) I25s. 57 Sobre todo este p u n t o véase ante todo M E N É N D E Z PELAYO, O . C , I , 7 5 6 S ; BATAILLON, o . c , L84S y otros capítulos. 58 Sobre Alfonso y Juan d e Valdés e n particular p u e d e n verse las obras citadas anteriormente (nt.49). Además, CARRASCO, M . , Alfonso et Juan de Valdés, leur vie et leurs écrits religieux (Ginebra 1880); SCHLATTER, Die Brüder Alfonso und Juan.de Valdés (Basilea 1901); H E E P , J., Juan de Valdés, seine Religión, sein Werden, seine Bedeutung: «Quell. u. Darstell.» X I (Leipzig 1909). 59 A p a r t e las obras citadas, q u e tratan d e la significación de estos erasmitas españoles, p u e den verse sus procesos: SERRANO Y SANZ, M . , Proceso de Juan de Vergara: «Rev. A r c h . Bibl. Mus.» (1901) 896S; 6 (1902) 29S.466S. 40 Véase M E N É N D E Z PELAYO, I . C , ed. B A C , 1,1045.
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P.ll.
De Útero
a la paz de
Westjalia
también simultáneamente fueron descubiertos y destruidos, con lo cual se puede decir, como lo confirma el historiador alemán E. Scháfer, que el protestantismo quedó completamente aniquilado en España, y sólo existieron en adelante algunos casos aislados 61 . 3. Foco de protestantismo de Valladolid.—Por lo que al foco de Valladolid se refiere, en esta ciudad y sus cercanías fue el primer lugar donde lograron los protestantes formar un núcleo de partidarios de alguna consistencia. Esto mismo indica el cuidado con que procedían, si se tiene presente la vigilancia que ejercía la Inquisición, que allí mismo tenía un tribunal, que ellos lograron burlar por completo durante algunos años. Es cierto que este foco de protestantismo no llegó a alcanzar el volumen que suponen algunos escritores, quienes afirman que llegó a constituir un peligro para la religión católica; pero de todos modos, logró extenderse hasta Palencia y Logroño, con su centro en Valladolid, y desarrollaba un proselitismo cada día más activo. El iniciador del movimiento fue D. Carlos de Seso, quien aprendió la nueva doctrina en el norte de Italia hacia el año 155o 62 . Venido a España, inició bien pronto en Logroño su actividad proselitista. Pedro de Cazalla, cura de Pedrosa, fue uno de los primeros que se le juntaron. Poco a poco se introdujeron en Valladolid, en la casa de los Cazalla, ya de antiguo abierta a toda clase de novedades. La más notable conquista fue la del canónigo Dr. Agustín de Cazalla, quien desde su larga estancia en Alemania como capellán de Carlos V guardaba cierta simpatía por las ideas luteranas. Este, a su vez, atrajo a la secta a su anciana madre, Leonor de Vivero, y, sobre todo, al dominico Fr. Domingo de Rojas, antiguo alumno de Fr. Bartolomé de Carranza. A éstos siguieron otras personas, algunas bastante significadas, como Pedro de Sarmiento, las religiosas del monasterio de Belén y el bachiller Herrezuelo, a los que se juntó un nuevo círculo en Zamora, dirigido por Cristóbal de
Padilla. Pero el mismo celo fanático de sus miembros fue ocasión de su perdición. En efecto, habiendo la Inquisición entrado en sospechas de lo que se tramaba, inició las prisiones en Zamora en abril de 1558 con Cristóbal de Padilla, al que siguieron rápidamente casi todos los miembros de la comunidad, pues los unos descubrían a los otros. Siguiéronse los procesos con relativa rapidez, y en junio de 1559 estaban ya casi todos terminados. Dos autos de fe, que cuentan entre los más célebres de la Inquisición española, dieron remate a este foco protestante. El primero tuvo lugar en la fiesta de la Trinidad, y el segundo el 8 de octubre de 1559. A este último asistió el mismo rey Felipe II, quien acababa de volver de Inglaterra 63 . Lo más característico de estos procesos es que casi todos los corifeos de la secta retractaron sus errores durante el proceso o después de dada la sentencia de relajación. El más célebre entre ellos, el Dr. Agustín Cazalla, después de haber sido degradado públicamente, no cesó un momento de hablar al pueblo, pro61 Véanse sobre todo SCHAFER, E., Beitrage...; además, I D . , Sevilla und Valladolid, Die evangelischen Gemeinden Spaniens im Re/oTmaíionszeitaíteT (Halle 1903); M E N É N D E Z PELAYO, l.c. 62 Puede verse la amplia descripción con ios n o m b r e s de todos los participantes en el g r u p o d e Valladolid en SCHAFER, o . c , 234S. Sobre los Cazalla véase BATAILLON, o.c., L240S; II,52s. 63 Pueden verse todos los detalles de estos autos de fe en SCHAFER, I,32is. El texto verbal del segundo auto de fe, sacado de los procesos, véase ibid., I,442s, y en LLORCA, La Inquisición española (Comillas 1953) 184S.
C.4. Principio de la reforma católica
761
poniéndose a sí mismo como ejemplo para que escarmentara en cabeza ajena. Carlos de Seso, el principal promotor de la secta, después de una conducta dudosa durante el proceso, se mantuvo obstinado y murió en sus ideas. Pero en todo caso, con el castigo de los culpables desapareció definitivamente el foco protestante de Valladolid. 4. Foco de protestantismo de Sevilla 64 .—Casi al mismo tiempo que en Valladolid hacia el protestantismo otro esfuerzo parecido por introducirse en Sevilla, en donde llegaron a reunirse más de cien miembros, procedentes de todas las clases de la sociedad. Sin embargo, tampoco aquí se puede hablar de verdadero peligro para la ortodoxia. El verdadero padre de la comunidad protestante de Sevilla fue el Dr. Egidio, canónigo de la catedral. Ya en 1550 fue examinado por la Inquisición como sospechoso; pero pudo librarse con la abjuración de varias proposiciones. Esto no obstante, siguió ocultamente trabajando por la nueva ideología. Otro de los miembros más ilustres de esta comunidad fue el canónigo magistral de Sevilla, Constantino Ponce de la Fuente, insigne predicador y hombre de brillantes cualidades fi5. Las nuevas ideas las aprendió cuando Carlos V, atraído por sus dotes oratorias, se lo llevó a Alemania como capellán, y así, a su vuelta a Sevilla, se dio de lleno a difundirlas con las cautelas que exigía la prudencia. Como algunos se percataran de las tendencias del canónigo magistral, hicieron algunas denuncias, y tuvo éste que acudir a la Inquisición para dar razón de sí; pero por entonces pudo parar el golpe. Con el influjo de los directores Egidio y Constantino, se fue formando rápidamente una comunidad considerable, que ya en 1555 constaba de dos focos principales: el monasterio de Jerónimos de San Isidro y la casa de Isabel de Baena. Entre los que más contribuyeron a la propaganda de los errores protestantes, debemos contar al arriero Julianillo. Entre los demás miembros más distinguidos de la comunidad protestante cuéntanse doce monjes del citado monasterio con su prior, «Maestro Blanco»; el médico Cristóbal de Losada y el noble Juan Ponce de León. Una remesa de libros proveniente de Frankfurt fue la ocasión del descubrimiento. No obstante la habilidad del contrabandista Julianillo, no pudo éste ocultar por completo su mercancía, y así, puesta en autos la Inquisición, fue siguiendo la pista, y poco a poco fue echando mano de la mayor parte de los miembros de aquel foco protestante. Constantino fue uno de los primeros apresados; pero no se pudo evitar que escaparan once monjes de San Isidro, entre los cuales se hallaba el célebre traductor de la Biblia Cipriano de Valera. Los procesos se iniciaron inmediatamente. A medida que éstos avanzaban, se descubrían nuevos hilos de aquella trama, pues unos se descubrían a otros, como sucedió en Valladolid. Casi todos retractaron diversas veces, si bien muchos volvieron a sus ideas protestantes. Por fin pudo celebrarse el primer auto de fe el 24 de septiembre de 1559 66 , en el que hubo 15 relajados al brazo secular y varios reconciliados. Entre ellos se hallaba Juan Ponce de León, quien al fin se arre64 Sobre el desarrollo y los n o m b r e s d e la c o m u n i d a d d e Sevilla véase, sobre todo, SCHAFER, o . c , I.345S. 65 Véase la curiosa exposición d e BATAILLON, O . C , I I . I I I S . 66 Sobre los autos d e fe de Sevilla véanse a b u n d a n t e s noticias en SCHÁFER, O . C , I,384s.
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P.H. De Lutero a la paz de Westfalia
C.4. Principio de la reforma católica
pintió, como casi todos los demás. En agosto de 1560 estaban terminados otros 30 procesos, entre los cuales se hallaba el del Dr. Constantino, fallecido de enfermedad en la cárcel. En el nuevo auto de fe, en Adviento de este año, fueron relajados 14 protestantes y quemadas las estatuas de Constantino y Egidio, pues este último había muerto antes del descubrimiento. El 26 de abril de 1562 fueron relajados otros cinco y quemadas dieciséis estatuas, entre las cuales las de los monjes de San Isidro. Finalmente, el 23 de octubre del mismo año 1562 se celebró un cuarto auto de fe, en el que fue condenado el prior de los Jerónimos. De esta manera desapareció por completo la comunidad de Sevilla. Después de esto, las autoridades y la Inquisición españolas continuaron su vigilancia contra el protestantismo, y en adelante sólo se presentan en España casos aislados de más o menos importancia. CAPITULO
Principio
IV
de la reforma católica. Primera del concilio de Trento 1
etapa
Lo que hemos expuesto sobre el origen y desarrollo del protestantismo en los diversos territorios de Europa, indica el estado en que se encontraba la cristiandad a mediados del siglo xvi. Al estado caótico de sus costumbres de fines del siglo xv y principios del xvi se añadía ahora la más profunda división religiosa promovida por el protestantismo. Pues bien, frente a tan deplorable estado reaccionó la Iglesia con tan inusitada energía y se renovó interiormente de tal manera, que bien podemos afirmar que en la segunda mitad del siglo xvi presenta un aspecto completamente diverso. De esta renovación interior del catolicismo resultó un nuevo florecimiento de vida, que se manifestó en las conquistas de las misiones y en el apogeo de las ciencias eclesiásticas y del arte cristiano en sus múltiples manifestaciones. I.
REFORMA CATÓLICA, NO CONTRARREFORMA
Esta reacción católica, su actuación y sus resultados durante el siglo xvi y principios del xvn es lo que debemos denominar reforma católica. Sobre la cual, ante todo, es necesario poner bien claros algunos conceptos. 1 A d e m á s d e las obras generales p u e d e n verse en particular para la obra reformadora d e la Iglesia en este p e r í o d o :
F u e n t e s . — L A E M E R , Monumenta Vaticana ( F r i b u r g o de Br. 1861); Meletematum romanorum mantissa (Ratisbona 1875); Buííarium Ramanorum Pontif..., ed. T a u r i n e n s e , IV (Roma 1745). P u e d e n verse, además, las fuentes citadas luego para Paulo III y el concilio de T r e n t o . Bibliografía—Véanse, además d e las historias generales d e la Iglesia, ante todo, PASTOR, I X s ; CRISTIANI, L., L'Eglise á Vépoque du concile de Trento: «Hist. d e l'Eglise» por F L I C H E M A R T I N , 17 (París 1948) 245s; HERGENROTHER, O . C , III,s63s. Véase, sobre todo, J E D I N , H . , Gesch. des Konzils von Trient I y II ( F r i b u r g o d e Br. 1949-1957). A s i m i s m o p u e d e n verse ZOURDAN, G. N . , The movement toward Catholic Reform in the early i6th Century ( L o n d r e s 1913); D U F O U R C Q , A., Le christianisme et Vorganization absolutista (152J1622) (París 1933); SCHEUBER, J., etc., Kirche und Reformation. Aufbíühendes kathol. Lebenim 16. n. ly. Jh. 3 . a e d . (1917); Propylaenweltgeschichte. V. Reformation und Gegenreformation, 1500 1660 (1930); HATJSER, H . , La preponderarle espagnole (1559-1660) (París 1933): «Peupl. et C i vil.» IX, por H A L P H E N y SAGNAC; H E R M E L I N K - M A U R E R , Reformation und Gegenreformation: « H a n d b . der Kircheng.», por G. KRÜGER, I I I ( T u b i n g a 1931); S E P P E L T , J. ) . , Das Papstum in
763
1. Reforma protestante.—Ante todo, notemos que se ha abusado y se sigue abusando en nuestros días de la expresión reforma aplicándola simplemente al movimiento protestante. De hecho, ya desde el siglo xvi, al hablar de la obra de los innovadores, se habló siempre de la reforma, que, aunque en la mente de Lutero era más bien doctrinal, en la práctica se entendió juntamente de costumbres. Así, al período de la historia inaugurado por ellos lo designaron como período de la reforma. Tal modo de hablar se ha generalizado tanto, que los mismos escritores e historiadores católicos lo han imitado, y así, aun en nuestros días, es costumbre aplicar simplemente la palabra reforma a la obra de los protestantes del siglo xvi. Contra este empleo de la palabra reforma han protestado muchos historiadores católicos, y ciertamente con razón, si bien comprendemos que otros admitan este modo de hablar, consagrado ya por el uso general. Sin embargo, nosotros nos resistimos a hacerlo. Porque ciertamente no podemos considerar como una reforma ideal ni en el dogma ni menos en las costumbres lo realizado por Lutero, Calvino y Enrique VIH. Los móviles reales que impulsaron a la mayor parte de los príncipes que introdujeron las innovaciones protestantes en sus respectivos territorios no fueron ni de puntos doctrinales ni de renovación moral o reforma de costumbres. Piénsese en Felipe von Hessen y Alberto de Brandeburgo, en Cristiano III de Dinamarca y Gustavo Vasa de Suecia, y, sobre todo, en Enrique VIII de Inglaterra. Y, aun mirando directamente a los móviles personales de Lutero y Calvino, Zuinglio y otros innovadores, aunque hablen ellos de reformar abusos doctrinales o disciplinares, lo que de hecho hicieron fue imponer concepciones propias a las de los demás en lugar de las doctrinas y prácticas de la Iglesia. Se trataba, pues, en ellos de una reforma suya, reforma protestante. Por eso se va introduciendo entre los historiadores católicos la costumbre de designar a todo este movimiento con la expresión de movimiento protestante o simplemente con la palabra protestantismo, y, si se prefiere seguir empleando la palabra reforma, se la deberá llamar reforma protestante. De hecho, nosotros la designaremos siempre con alguna de estas expresiones, que responden mejor a la realidad de los hechos. Por el contrario, la expresión reforma se puede aplicar perfectamente a la obra realizada por la Iglesia católica a lo largo del siglo xvi. Sin embargo, como de hecho la palabra reforma ha sido y es aplicada por muchos al protestantismo, existe el peligro de confusión si nosotros la empleamos refiriéndonos a la obra católica. Así, pues, con el objeto de evitar esta posible confusión, designaremos siempre la obra católica como renovación o reforma católica. 2. No contrarreforma católica.—Al mismo tiempo marcamos nuestra oposición a otra expresión con que algunos, tanto protestantes como católicos, han querido designar a la obra de reforma católica. der modernen Zeit (1534-1789) V (1936); VILLOSLADA, R. G., La Contrarreforma. Su nombre y su concepto histórico: «Saggi stor. intorno al Papato» 189S ( R o m a 1959); J E D I N , H . , Kath. Reformation oder Gegenreformation"? ( L u c e r n a 1946); SCHMIDT, K. D . , Kath. Reformation oder Gegenref? ( L ü n e b u r g 1957); BOAS, M . , The scientijic Renaissance: 1450-1630 ( L o n d r e s 1962); P R O DI, P . , La crisi religiosa del XVI secólo. Riforma catt. e Controrif. (Bolonia 1964).
7.64
P.H.
De Lulero a la paz de
Westjalia
Manteniendo la expresión reforma como tradicional para la innovación protestante, califican a la obra católica como contrarreforma. Desde el punto de vista protestante, se admite esta expresión, que designa toda la obra católica como una reacción contra la reforma protestante; y desde el punto de vista católico, tampoco encuentran algunos dificultad, pues se puede entender con ella una verdadera reforma católica frente a la protestante, designada tradicionalmente con el nombre de reforma. Pero esta expresión de contrarreforma para designar a la renovación o reforma católica no nos satisface; pues, al menos en su sentido obvio, supone un falso concepto sobre la verdadera significación y la naturaleza de la obra católica del siglo xvi. Porque esta expresión incluye implícitamente un error cronológico que no podemos admitir, ya que se supone con ella que sólo después de Lutero, y como réplica a los resultados del movimiento protestante, comenzó y se desarrolló el movimiento de regeneración y renovación católica. En realidad, el principio de la reforma católica es anterior a Lutero. Ciertamente, la obra de los innovadores y los destructores efectos de sus propagandas en el campo de la Iglesia, tan necesitada ya de una verdadera reforma, dieron nuevo impulso a la reforma católica, que tomó todo su desarrollo en el concilio de Trento. Sin embargo, ya antes del concilio de Trento y antes de la aparición de los innovadores, se había iniciado y se hallaba en pleno desarrollo. Pero, además, el concepto de contrarreforma desvirtúa la verdadera significación de la reforma católica en su sentido obvio. Porque con esta expresión se quiere significar que la obra de renovación católica fue exclusivamente una obra defensiva y ofensiva contra el protestantismo, lo cual rebaja notablemente el valor de la obra católica del siglo xvi. Si la reforma católica inició su actuación antes de Lutero, su primer objetivo no era el oponerse a la reforma protestante. Pero, aun después de la aparición de los diversos movimientos innovadores y cuando sus grandes éxitos llenaron de consternación a los católicos y los obligaron a celebrar el concilio de Trento, aun entonces su trabajo no consistió ni única ni principalmente en ir contra el protestantismo, sino en una reforma o renovación interior, una vuelta fundamental a Cristo y a su verdadero espíritu. Una vez realizada, en mayor o menor escala, esta regeneración interior, mientras ésta daba otras muestras de su vitalidad y exuberancia, se manifestaba igualmente en la renovada fuerza con que supo defenderse contra el protestantismo. En realidad, lo más sorprendente de la reforma católica en los resultados positivos que obtuvo, no fue su intensa actuación contra los avances protestantes y su acerada polémica contra todos sus corifeos, sino el cambio y renovación profunda que se obtuvieron en muchas partes en el seno de la Iglesia y la nueva fuerza y vitalidad que ésta recibió y que manifestó en las grandes obras realizadas en este tiempo. Lo cual no quiere decir que la renovación o reforma fuera absolutamente general y que no persistieran en muchas partes deficiencias fundamentales.
C.4. II.
Principio de la reforma católica
L A REFORMA CATÓLICA ANTES DE TRENTO
765 2
ha reforma católica, cuya necesidad se venía sintiendo desde el siglo xiv, pero que no había podido ser realizada ni por los concilios ni por los papas, tuvo su principio de hecho antes del concilio de Trento. Así se manifiesta con toda evidencia: en la renovación interior que se advierte en muchas partes a principios del siglo xvi, al mismo tiempo que predominaba una creciente relajación de costumbres en muchos elementos de la sociedad cristiana; en los múltiples conatos de reforma realizados por este tiempo en diversas órdenes o instituciones religiosas ; en los nuevos institutos religiosos que surgieron y en los trabajos parciales de reforma realizados por algunos prelados y por los romanos pontífices. i. Renovación parcial de la vida cristiana.—Es un hecho que a principios del siglo xvi en muchas partes se observa el ansia de una vida más íntimamente unida con Dios; se advierten corrientes esporádicas, pero intensas, de un mayor contacto con Dios, de ansias de beber su espíritu en la misma fuente de los evangelios. Por esto, antes que Lutero tradujera al alemán el Nuevo Testamento, ya Cisneros en España había procurado, tras ímprobos esfuerzos, una Biblia poliglota, y Erasmo había hecho su célebre versión y edición latina del Nuevo Testamento; por el mismo tiempo, Lefévre d'Etaples había procurado diversas traducciones de los libros sagrados. De todo ello es señal evidente y al mismo tiempo efecto y consecuencia práctica la exuberancia de libros espirituales que encontramos antes de 1525. Baste citar las innumerables ediciones de la Imitación de Cristo, de la Vida de Cristo, de Ludolfo Cartujano, y de los Soliloquios, de San Agustín, y los libros espirituales que iban apareciendo de nuevo, sean traducciones de obras antiguas bien acreditadas, sean libros nuevos, como el Espejo de la perfección, de Harpius; la Escala espiritual, de San Juan Climaco; la Institución espiritual, de Luis Blosio, y el Tratado de almas espirituales, de Catalina de Bolonia 3. Este fenómeno se manifiesta de un modo especial en España por medio de la amplia reforma promovida por el cardenal Jiménez de Cisneros con el apoyo de los Reyes Católicos 4 , de la que ya se ha hablado en otro lugar de este volumen. Uno de sus efectos fue aquella verdadera pléyade de escritores es- ~ pañoles, entre los que se distinguen ya en estos años los franciscanos Fr. Alonso de Madrid con su Arte de servir a Dios, Fr. Bernardino de Laredo y, sobre todo, Fr. Francisco de Osuna con sus Abecedarios. A esta reforma se debe en gran parte el hecho que no pudieran penetrar definitivamente en España las innovaciones protestantes. 2 Véase JEDIN, Das Konzil von Titent, o.c, I; asimismo: CISTELLINI, A., Figure della Riforma prelrident. (Brescia 1948); KERKER, ]., Die kirchl. Reform in Italien, unmittelbar vor dem Trident: «TheolQsch» 41 (1859) 3-56. 3 Ibid., I,ll8s. Véase arriba, todo el c. 14. 4 Sobre el cardenal Cisneros pueden verse HTJIDOBRO, Historia del cardenal Fr. Francisco Jiménez de Cisneros (Santander 1901); FERNÁNDEZ MONTAÑA, El cardenai Cisneros (Madrid 1921); FERNÁNDEZ DE RETANA, El cardenal Cisneros y su siglo 2 vols. (Madrid 1929); DOMÍNGUEZ BERUETA, ]., El cardenal Cisneros (Madrid 1929); MERTON, R-, Cardenal Gimenes and the Making of Spain (Londres 1934); STARKIE, W., La España de Cisneros, trad. por ALBERTO DE MESTAS (Barcelona 1943); Ruiz CRESPO, J. M., Cisneros, cardenal regente (Madrid 1945); BRION, M., Le Cardinal Fr. Xime'nez, ie Richeíien de l'F*™™.. co~~t- -- -°*
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2. Reformas y nueva fundación de institutos religiosos.—Estos principios de renovación espiritual se manifiestan de un modo muy particular en los diversos conatos de reforma de las órdenes religiosas realizados en este tiempo. La relajación de costumbres aparecía de un modo especial en el estado deplorable de muchos monasterios y casas religiosas. Pero ya a lo largo del siglo xv y principios del xvi se observan diversos movimientos de reforma en algunas órdenes religiosas. De ellos sólo observaremos que en torno al año 1520 se hallaban en perfecto desarrollo. Así ocurrió, sobre todo, en las diversas congregaciones benedictinas de reforma y en la intensa corriente de los observantes entre los franciscanos. De esta última resultó la separación de los conventuales y observantes franciscanos en 1517 y la formación de los capuchinos desde 1526. Más aún: precisamente en torno al año 1530, ante la corrupción general de costumbres y la necesidad de predicar la palabra de Dios e influir eficazmente en la reforma de las masas, se da comienzo a un nuevo tipo de religiosos, los clérigos regulares, innovación fundamental, que debía revelarse muy acomodada a los nuevos tiempos y sumamente fecunda 5 . Eran operarios que, conservando las condiciones espirituales de los mendicantes, es decir, siendo religiosos y observando sus votos, vivieran en medio de los sacerdotes seculares con una vida y un modo de vestir semejante al suyo; un cuerpo de trabajadores que, estando libres del coro y de otras ataduras propias de las órdenes antiguas, pudieran dedicarse más de lleno al trabajo de apostolado. La base y como punto de partida de los primeros institutos de clérigos regulares lo constituye el Oratorio del Amor Divino 6, establecido en Roma el año 1517, pero ya conocido anteriormente. Con todo lo cual queda juntamente refutada la opinión defendida recientemente por algunos historiadores no católicos de que el Oratorio del Amor Divino fue una réplica de los católicos al movimiento reformador luterano. Antes que fueran conocidas en Italia las concepciones de Lutero, estaba en pleno desarrollo este movimiento reformador. De esta corriente brotó la Confraternidad de la Caridad, establecida en 1519 con el apoyo del cardenal Julio de Médicis, futuro papa Clemente VIL Pero, sobre todo, de ella arranca el nuevo instituto de los Teatinos, fundado por San Cayetano de Tiene y Juan Pedro Carafa 7 , que pertenecen a sus primeros y más distinguidos miembros. El mismo espíritu de reforma eclesiástica e intensificación de la piedad cristiana animaba a los fundadores de los demás institutos de clérigos regulares que se establecieron en este tiempo: San Antonio Maña Zacearía, con los llamados Clérigos Regulares de San Pablo, o Barnabitas, y San Jerónimo Emiliano, con los Clérigos Regulares de San Mayólo, o de Somasca. Lo mismo exactamente se puede decir de San Ignacio de Loyola y su fundación 8 , cuyos primeros gérmenes pueden verse en Manresa desde 1521; la primera realización tuvo lugar en Montmartre, de Pa5 Sobre la innovación característica de los clérigos regulares véanse CRISTIANI, Le, 2S2s; PASTOR, X , 3 0 3 S y otros pasajes. 6 Cf. de un modo especial la excelente exposición de PASTOR, X,288S. 7 Para más detalles y más bibliografía sobre estas y las siguientes órdenes fundadas por este tiempo véanse más adelante, c.6. 8 Véase más adelante, c.6.
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rís, en 1534, y su definitivo establecimiento en Roma en 1540. Aun admitiendo que Ignacio de Loyola tuvo noticia en París de los conatos que ya entonces realizaban los luteranos por esparcir sus ideas, evidentemente el impulso de su fundación brota de las mismas entrañas de su espíritu cristiano y de su ansia de reforma anterior al protestantismo. 3. Grandes apóstoles reformadores.—Pero el nuevo espíritu de reforma, de espiritualidad y de mayor acercamiento a Cristo aparece igualmente, antes de Lutero y antes de Trento, en multitud de grandes apóstoles y algunos obispos reformadores. Es interesante a este propósito el testimonio del escritor barnabita del tiempo Lorenzo Davídico, el cual, después de pintar con los colores más negros la corrupción de costumbres que reinaba en todas partes, pondera, por otro lado, la providencia de Dios al enviar una multitud maravillosa de apóstoles y hombres santísimos, entre los cuales señala al eremita Serafín de Fermo, al dominico Bautista de Crema, a Antonio María Zacearía, de Cremona, «todo ojo, como él dice, y lumbre interior»; a Jacobo-Antonio Morigia, a Bartolomé Ferraro, a Jerónimo de Ravena y otros. Digno de especial mención en primer término es el gran apóstol de la Orden de Predicadores Fr. Bautista de Crema (1460-1534), a quien el autor antes citado califica de «Padre lleno de luz», quello illuminato Padre. Vivió en los tiempos de Savonarola y fue testigo de los ardores de aquel hombre en la reforma, por desgracia no bien encauzada, de Florencia. Para realizar con más eficacia la reforma de costumbres, tan necesaria en la Iglesia, íue ardoroso predicador y compuso diversas obras, en las que puede verse claramente todo su pensamiento, eminentemente práctico. A este objeto van encaminados sus libros Camino de la verdad abierta; Del conocimiento y la victoria de si mismo, obra sintetizada luego por otro gran apóstol, Serafín de Fermo, y traducida al castellano por Melchor Cano; asimismo, El espejo interior y la Filosofía divina 9. En segundo lugar nombramos a Serafín de Fermo, de los canónigos regulares de Letrán. Era gran admirador de Bautista de Crema y contribuyó eficazmente a propagar sus obras. Así, pues, siguiendo las directrices de aquel gran apóstol, fue él igualmente uno de los portavoces más ardientes de la espiritualidad y reforma religiosa de su tiempo. A este objeto van dirigidos sus múltiples opúsculos, de una ascética y mística basada en la oración y conversión interior. Tales son De la conversión del pecador, De la victoria de sí mismo, De la oración y otros. Otro canónigo regular, Pedro de hueca, compuso por el mismo tiempo una célebre obra, Regías de la vida espiritual, que, traducida al español al igual que las de Serafín de Fermo, constituye uno de los símbolos más claros del movimiento de espiritualidad anterior a Lutero 10 . 4. Obispos promovedores de la reforma católica.—Asimismo podemos presentar un buen número de insignes prelados que habían realizado o estaban realizando una prometedora reforma. El modelo 9 í0
Cf. CRISTIANI, l.c, 250S. JEDIN, o.c., I,ri7s.
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y como precursor de estos prelados reformadores fue el cardenal español Jiménez de Cisneros H, cuyo ejemplo siguieron otros insignes prelados, como, en Andalucía, el arzobispo de Granada, D. Pedro Guerrero, que fue más tarde lumbrera del concilio de Trento, y en Valencia, Santo Tomás de Villanueva (f 1555), padre de los pobres, alma espiritual y mística, que contribuyó eficazmente a la verdadera reforma de costumbres del país. El mismo fenómeno encontramos en Italia, donde, gracias al trabajo intenso de algunos grandes apóstoles y eminentes prelados, se hizo imposible la penetración de la ideología protestante. Uno de estos grandes prelados que con sus medidas de reforma precedió a Lutero y a Trento, verdadero modelo en la obra de renovación del espíritu cristiano, reforma de costumbres e intensificación de la vida cristiana, fue el obispo de Verona, Juan Mateo Giberti (f 1543) 12 . Después de haber desempeñado delicadas misiones, fue algún tiempo el hombre de confianza de León X y de Clemente VIL Pero al mismo tiempo fue uno de los miembros más adictos del Oratorio del Amor Divino. Bien empapado de su espíritu, retiróse en 1527 a su sede de Verona, donde se entregó con toda su alma apostólica a la más profunda renovación espiritual de su diócesis. Con su vida de unión con Dios y su celo abrasado de las almas, organizó desde un principio las visitas de la diócesis, en las que procuraba encender a los sacerdotes tibios o vacilantes y renovar la piedad del pueblo cristiano; compuso unas instrucciones prácticas, que imprimió y distribuyó a todos los sacerdotes de la diócesis; llevó su celo apostólico a las comunidades religiosas, procurando se realizara en ellas una seria reforma; a los predicadores los alentó a predicar en todas partes la palabra de Dios, para lo cual fundó un centro especial denominado Academia Gibertina; y, aun en el orden social, fue fecunda su labor reformadora con el establecimiento de casas de refugio para las muchachas en peligro y una asociación de amigos de los pobres. Una obra semejante la realizó el obispo Cornaro en Brescia, quien en abril de 1533 recibió del papa Clemente VII facultades especiales para la visita y reforma de su diócesis; asimismo, el cardenal Ridolfi en Vicenza la inició en marzo de 1534; el cardenal Hércules Gonzaga de Mantua, con facultades recibidas el 14 y el 22 de abril y el 25 de mayo del mismo año, y asimismo otros prelados insignes de Italia 13 . De manera semejante, en Alemania algunos prelados dignísimos y llenos de espíritu católico emprendieron seriamente la reforma interna de la Iglesia. Tales fueron Federico de Hohenzollern, Bertoldo de Pirstinger, Cristóbal de Uthenheim y otros semejantes. En Polonia, donde tantos prelados contemporizaban con el protestantismo, hubo un Estanislao Hosio, que hizo honor a su nombre, dando las más vivas pruebas de la santidad episcopal y de la fortaleza de la jerarquía cató11 E n general sobre los obispos reformadores con carácter local o nacional véase J E D I N , o . c , 12OS. 12 Sobre la actuación d e este gran prelado véase, sobre todo, PASTOR, X , 3 i 6 s y la bibliografía allí indicada. En- particular P I G H I , G. B., dan Matteo Giberti (Verona 1000). Véase también J. M . G I B E R T I , Opera (Verona 1733). 13 P u e d e verse la exposición d e PASTOR, X , 3 2 8 S , d o n d e se insiste en la abundancia d e documentos pontificios d e Clemente V i l por los que se conceden facultades a diversos prelados para reformar sus respectivas iglesias.
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lien. Finalmente, tampoco en Francia faltaron en este primer momen1.0 los prelados reformadores, como un Sadoleto de Carpentras, creado después cardenal 14. En realidad, pues, aunque es verdad que existía una relajación bastante general en toda la Iglesia, particularmente en la curia de Roma y en el centro de Europa, no es menos cierto que iba prevaleciendo cada vez más el ambiente de reforma. En medio de este ambiente, se explican mejor, por un lado, los diversos levantamientos de Lutero, Zuinglio y Calvino e incluso la obra de conjunto del anglicanismo en la Gran Bretaña y Escocia, y, por otro, el éxito arrollador de sus campañas en favor de sus ideas. Para la gran masa de los fieles, se trataba de nuevos conatos de reforma, semejantes a otros que ya se habían presentado. Mas, por otra parte, todos sentían, precisamente entonces, una especie de necesidad de reforma. Con la relajación y corrupción de costumbres existentes en muchas partes, de que se hacen eco los hombres más sensatos y ecuánimes del tiempo, habían perdido gran parte de su virtud los estímulos espirituales y de carácter interior del catolicismo. Así, pues, ante la convicción de la necesidad de reforma, corrieron las masas detrás de los que se presentaban con sus nuevas teorías reformadoras. De este modo fueron tan rápidos los progresos de los diversos núcleos de reforma protestante. Pero juntamente debemos observar que donde acudieron los reformadores católicos obtuvieron semejantes resultados. 5. Primeros conatos de reforma de los concilios y de los papas. Por lo que se refiere a la reforma católica, este movimiento de reforma no sólo tuvo un aspecto puramente privado, local y diocesano en los primeros decenios del siglo xvi, sino que empezó ya a tomar un carácter oficial en la Iglesia. Así, consta que en el concilio de Letrán (15121517) se trató ampliamente de la reforma del clero y de la curia romana y se formularon ya entonces algunos decretos en orden a su realización 15 . El primer papa que inició las medidas de reforma con carácter serio y eficaz fue Adriano VI (1522-1523) i 6 . Su fama de hombre austero y gran amigo de la reforma eclesiástica le había precedido en Roma, e indudablemente contribuyó a su elevación al trono pontificio. Por esto fueron varios los que, impulsados por el más noble sentimiento, le enviaron memoriales o exhortaciones de diversa índole con el objeto de alentarlo en esta empresa. Es célebre en este sentido el memorial del humanista español Luis Vives, quien había vivido largos años en los Países Bajos y conocía a fondo la verdadera situación de Europa. 14
Véase en JEDIN ( o . c , 120S) interesantes noticias sobre obispos reformadores alemanes. !5 Sobre estos trabajos del concilio V de Letrán pueden verse HERGENRÓTHER, I I I , 2 0 0 S y, sobre todo, JEDIN, O . C , 105S, donde p u e d e verse una relación de estos decretos de reforma; asimism o : KRAJCAR, J., A report on the Rathenians and their errors, prepared for the Fifth Lateran Counzil: «OrChrPer» 29 (1963) 7S-g4. !6 L a actividad reformadora de Adriano VI es, indudablemente, lo más saliente de su pontificado. Véase la magnífica exposición de PASTOR, I X , 6 8 S y la síntesis de JEDIN, o . c , 165S; véanse asimismo las obras recientes: ROSA, M. t art. Adriano VI: «Diz. Biogr.» 1,337-342: POST, R. R., Adiien VI. Notice biographique: «EphThLov» 35 (1959) 555-561; HALKIN, L.-E., Adrien VI ct la Reforme de l'Église: ibid-, 534-542: CARANDE, R., El sorprendido y sorprendente Adriano VI, papa: <
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Por esto insistía ante el papa en la necesidad absoluta de una reforma eclesiástica, para lo cual, añadía, era indispensable un concilio ll. Al mismo tiempo se presentaron al papa excelentes proyectos para la reforma del clero y de la Iglesia. Los más célebres se compusieron en Roma mismo, y fueron los de los cardenales Schinner y Campegio; el primero, de marzo de 1522; el segundo, cuya paternidad ha sido probada recientemente l s , se escribió poco después. En ambos se descubren con noble libertad los abusos de la curia romana y se aboga por las medidas más radicales de reforma. Con estos y otros semejantes planes, Adriano VI quedó, desde un principio, bien enterado de la verdadera situación de la Iglesia, y de un modo particular de los abusos y aseglaramiento de la curia romana; pero, lo que más hacía al caso, contaba ya con posibilidades y planes concretos de renovación y reforma. Así, pues, manifestó bien pronto su decisión de llevar a la práctica una renovación fundamental, comenzando por la curia romana. Por esto escogió como colaboradores a hombres como Campegio, a quien puso al frente de la Signatura de Justicia, todos ellos amigos decididos de la reforma. Así lo manifestó claramente en su primer consistorio de i.° de septiembre de 1522, y empezó inmediatamente a poner en práctica sus planes. Fácilmente se comprende la situación de violencia que empezó a crearse en torno a Adriano VI. Por esto podía escribir el embajador veneciano que todos temblaban y que toda la ciudad estaba espantada por lo que el papa había hecho en solos ocho días. Se comprende fácilmente el estupor e indignación de los que estaban acostumbrados a la vida aseglarada y fácil de los anteriores pontificados. Pero no era tarea fácil la emprendida por Adriano VI. Las dificultades iban en aumento. Por esto se explica se acumularan contra él multitud de acusaciones, y, aunque algunas de ellas tenían fundamento, no hay duda que el verdadero motivo de la oposición eran sus severas medidas de reforma. En este ambiente se comprende su intervención en la célebre dieta de Nüremberg de 1522 por medio de su nuncio Francisco Chieregati 19 . En realidad, Adriano VI tuvo que ver fracasados todos sus planes de reforma, a lo que contribuyó decididamente su pronta muerte, que no le permitió desarrollar sus ideales. Pero de hecho consta que ya entonces el romano pontífice concibió seriamente una reforma completa de la Iglesia y trató enérgicamente de ponerla por obra. Entre tanto, a Adriano VI, muerto el 14 de septiembre de 1523, seguía en el solio pontificio Clemente VII (1523-1534) 2 0 . El ansia de 17
E n particular sobre este m e m o r a l véase PASTOR, I X , 6 Q S , y J E D I N , O . C , 166. Sobre la autenticidad del memorial o Promemoria de Campegio p u e d e verse en PASTOR, 71 y n . l .
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reforma persistía en la cristiandad. Como tabla de salvación y como el medio más eficaz para realizarla se manifestaba la aspiración a un concilio. Pero Clemente VII, aunque sin oponerse directamente a su celebración, no se atrevió nunca a celebrarlo por sus bien fundados temores de ver resurgir en la Iglesia el antiguo conciliarismo de Basilea 21. Por lo que directamente se relaciona con la reforma católica 22 , cada vez más necesaria por los trastornos que iban produciendo los levantamientos protestantes, Clemente VII no dio ningún paso positivo. Ciertamente no se opuso a ella. Más aún: durante su pontificado fueron avanzando las fuerzas reformadoras, que, como se verá más adelante, tanto contribuyeron a la reforma general. El apoyó a los promotores del Oratorio del Amor Divino, a los fundadores de los nuevos institutos religiosos, a los iniciadores de la nueva Orden o reforma franciscana de los capuchinos y, en general, a todas las reformas que se organizaron en su tiempo 23 . Sin embargo, no consta que tomara en serio ningún plan de reforma general de la Iglesia, y, por otra parte, no se atrevió a celebrar el concilio, que era el llamado providencialmente a realizar esta grande obra. III.
PRINCIPIO DEL CONCILIO DE TRENTO 2<*
La significación característica del concilio de Trento es, indudablemente, el haber dado una forma oficial, completa y definitiva a este movimiento de reforma que se iba manifestando en el seno de la Iglezioni sul pontificato di Clemente VII: «Archivi» 2 * ser. 27 (1960) 184-223; M Ü L L E R , G., Zur Vorgesch. des tridentinums. Karl V und das Konzil wdhrend des Pontificates Clemens' VII: Z K G 74 (1963) 83-108; SABA-CASTIGLIONI, Clemente VII (1523-34), e n Hist. de los Papas 2 . a ed. (Barcelona 1964 IL266-287. Sobre todo véanse PASTOR, I X , I 8 7 S ; H E R G E N R Ó T H E R , I H , 4 i 2 s ; J E D I N , o . c , I , i 7 6 s . 21 Véase PASTOR, X,284s. Sobre todo, J E D I N , I.I77S. 2 2
PASTOR, 2 7 8 S ; J E D I N , 147S.
23
P u e d e verse toda la exposición d e PASTOR, X,287S. Acerca del concilio d e T r e n t o existe u n a bibliografía a b u n d a n t e :
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F u e n t e s . — A n t e todo véanse las grandes colecciones d e concilios d e LABBÉ-COSSART, M A N S I , etc. Además, L E P L A T , Monumentorum ad hist. conc. Trid. potiss. illustr. ampliss. coll. 7 vols. ( L o vaina 1781); Notice sur les actes origin. du conc. de Trente: «Chronique relig.» 1 (París 1819); D Ó L U N G E R , L , Ungedrückte Berichte und Tagebücher zur Gcsch. des Konz. von Trient 2 vols. ( N o r d l i n gen 1876): T H E I N E R , Acta genuina ss. oecum. conc. Trid. ab Angelo Massarello conscripta... 2 vols. (Zagreb 1874). Véanse las m á s recientes publicaciones: Concilium Tridentinum, 2 . a ed. vols. 1.2.3 (Frib. d e B r . 1963-1964); I D . , V i l , Actorumpars I V v o l . i , p o r A . POSTINA, S. EHSES, I. B I R K N E R , T H . FREUDENBERGER (ibid-, 1961); Catecismo del Concilio de Trento ( R o m a 1962): G U T I É R R E Z , C , Nueva documentación tridentina: «AnHistPont» 1 (1963) 179-240; 2 (1964) 211-250. Sobre todo, véanse Concilium Tridentinum, Diariorum, actorum, epistularum, tractatuum nova collectio, ed. d e la Soc. Goerresiana ( F r i b u r g o d e B r . 1901S); Cañones et Decreta concilii Trid., m u chas ediciones; M I C H E L , A . , Les décrets du concile de Trente: «Hist, d e s Concites» p o r H E F E L E LECLERCQ, 10 (París 1938).
Véase a r r i b a , PASTOR, I X , I O 2 S y J E D I N , I , I 6 8 S .
Sobre C l e m e n t e V I I p u e d e n consultarse:
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B i b l i o g r a f í a . — S A R P I , Paolo. Istoria del concilio Tridentino 2.* ed. (Genéve 1629S) ( m u y tendenciosa); PALLAVIGINO, SFORZA, Istoria del concilio di Trento 2 fols. ( R o m a 1656-1657) (contra Sarpi); RICHARD, P . , Concile de Trente. C o n t i n . d e H E F E L E - L E C L E R C Q , IX (París 1930); D u FOURCQ, A., Le christianisme et la réorganization absolutiste. Le concile de Trente (1527-1622) (París 1933); M E R K L E , S., Die Weltgeschichtl. Bedeutung des Tridentiner Konzils (1936); F E R R A N DIS T O R R E S , M . , El concilio de Trento (1560-1561J 2 vols. ( M a d r i d 1934); BURGOS, R., España en Trento ( M a d r i d 1941); CASTRO, J. DE, Portugal no concilio de Trento 2 vols. (Lisboa 1944); El concilio de Trento, Exposiciones e investigaciones (con ocasión del I V centén, del concilio), p o r c o laboradores d e «Razón y Fe» ( M a d r i d 1946); CAVALLERA, F . , Le décret du concile de Trente sur la lustification, 13 janvier 1547: «Boul. Litt. Eccl.» (1947-1948S); J E D I N , H . , Geschichte des Konzils von Trient I-II (Friburgo d e Br. 1949-1957); E D E R . C , Geschichte der Kirche im Zeitalter des konfessionallen Absolutismus 1555-1648 (Víena 1949): «Handb. d e r Kircheng.» p o r KIRSCH, p . 3 . " 2; OCHREIBER, G., Das Konzilvnn Trient S^ii U/»,J~, 1II/:_1. 1- ' c - ^ . ~
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sia cada vez con más insistencia. El movimiento protestante forzó, en último término, a la Iglesia a realizar esta obra fundamental. Sin la obra del concilio de Trento, aquel movimiento de reforma, ya existente en la Iglesia, no hubiera tenido la universalidad y eficacia que necesitaba. Pero, a su vez, sin el apoyo de aquellas fuerzas de reforma existentes en la Iglesia, la obra de reforma del concilio hubiera resultado estéril. i. Paulo III (1534-1549) 2i- Principio de la reforma eclesiástica. Paulo III, de la familia de los Farnesio, fue, indudablemente, el hombre providencial para iniciar esta obra tan importante y aun necesaria. Nacido en 1468 y creado cardenal-diácono en 1493 por Alejandro VI, llevó hasta 1509 una vida bastante ligera, de la que le resultaron tres hijos naturales. Era un hombre del Renacimiento, que conocía a fondo todas las miserias de los eclesiásticos, de la nobleza y del pueblo cristiano. Pero entre 1509 y 1513 cambió por completo de modo de pensar, y, habiendo sido ordenado sacerdote en 1515 y poco después consagrado obispo, se entregó de lleno al cumplimiento de sus deberes. Es cierto que llevaba todavía una vida mundana a la manera del tiempo y como convenía a un cardenal Farnesio; es cierto también que no se atrevió a adherirse al grupo de los hombres selectos que formaban en el Oratorio del Amor Divino la levadura de la reforma católica en Italia; pero, esto no obstante, se manifestaba decidido defensor de todo lo que significaba renovación y reforma cristiana. Por esto se puso decididamente al lado de Adriano VI en sus frustrados conatos de reforma y alentaba positivamente a los miembros del Oratorio del Amor Divino, y, cuando el 12 de octubre de 1534, al primer día de conclave y por voto unánime del colegio cardenalicio, era elevado al trono pontificio, emprendió inmediatamente la obra reformatoria que caracteriza su pontificado. Como Adriano VI, y según le aconsejaban los hombres más serios y experimentados, vio claramente desde un principio que para proceder con seguridad era necesario comenzar la reforma por la curia romana; pero la experiencia de Adriano VI le enseñó a no emprender la obra con precipitación ni violencias, sino preparando antes el terreno y procediendo por etapas. Por otra parte, ya en su primer contacto GRABMANN, M . , Das Konzil von Trient ais Fortschrittsprínzip der katholischen Dogmatik: «Das W e l t k . von Tr.<, I,33s. (Friburgo 1951); STAKEMEIER, G. t Trienter Lehrentscheidungen und reformatorische Anliegen: «Das W e l t k . v. Tr.», I.77S. ( F r i b u r g o 1 0 5 1 ; CARRO, V. D - , El Maestro Fray Pedro de Soto, O.P., O las controversias... teológicas y el concilio de Trento: «Bibl. teol. esp.», 15 (Salamanca 1950); CARMONA, J. P., Ei cardenal Pacheco en las cinco primeras sesiones del concilio de Trento (Burgos 1051); STUPPERICH, R., Die Reformatoren und das Tridentinum «Arch. Ref. Gesch.e 47 (1956) 20s; ALBERTGO, G-, I vescovi italiani al concilio di Trento, 1545-1547 (Florencia 1958); N A Z , R., art. Trente, Concite de: «DictDCan» 7,1327-1342; M Ü L L E R , G., art. Tridentinum: «RelGeschGeg» 6, 1012-1017; J E D I N , H . , 11 concilio di Trento. Scopo, svolgimento e risultati: «Div» 5 (1961) 345-3í>o; W A L Z , A. ( / Domenicani al concilio di Trento (Roma 1961); MORRALL, J. B,, The Council of Trent. lis background and signifícame: «HToday» 12 (1962) 476485; K U T T N E R , S., The Reform of the Church and the Council 0 / Trent: «Gen. Council» 91-109; Jurist 22 (1962) 123-142; GONZÁLEZ M O L I N A , A., Libertad de expresión en el Concilio de Trento: «RazFe» 168 (1963) 307-316; 169 (1964) 145-154. 25 Sobre Paulo I I I en particular, M I R E T , C., Quellen zur Gesch. des Papstums 4- k ed. (1924) 265S; RICHARD, P., Origines des nonciatures permanentes: «Rev. Hist. EccI.» 1 (1906) 52S.317S; CAPASSO, C , Paoio III 2 vols. (Messina 1925); FRIEDENSBVJRG, W . , Kaiser Kari V und Papst Paul III (1534-1549): D O R E Z , L., La cour du pape Paul ¡II 2 vols. (París 1932); PASTOR, X I I S . Y sobre todo véase la exposición d e JEDIN, I,232s y RICHARD, I X , I P.49S; SCHWAIGER, G . , art. Paul III: «LexThK» 8 (1964) 198-200; SABA-CASTICLIONI, Paulo III (1534-1549) en Hist. de los Papas 2.» ed. (Barcelona 1964) 288-309.
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C.4. Principio de la reforma católica 773 con los cardenales, en su alocución del 17 de octubre de 1534, anunció sus ideales de un concilio reclamado por todos, de la paz cristiana, y de lo que era el objete» principal de todo, la reforma eclesiástica; y en el primer consistorio, el 13 de noviembre, manifestó con toda decisión que antes de la celebración del concilio debía reformarse el colegio cardenalicio y la curia romana, e inmediatamente dio algunas disposiciones sobre el uso del traje eclesiástico, simplificación de la vida familiar de los cardenales y otras semejantes. Movido de estos ideales, y para proceder con más orden y eficacia, ya en noviembre del mismo año 1534 nombró una primera comisión, de los cardenales Piccolomini, Sanseverino y Cesi, y otra de Campegio, Grimani y Gesarini, para atender a la reforma de costumbres'y a los empleados de la curia 26 . Más aún: por medio de diversos documentos emanados en enero de 1535 urgió el cumplimiento de la reforma. Sin embargo, en el consistorio del 3 de marzo de 1535, al ponderar los trabajos de reforma ya iniciados, advirtió que debían «tenerse presentes las circunstancias de los tiempos» 27 . Uno de los mayores aciertos que tuvo Paulo III fue el haber llamado en torno suyo a multitud de hombres eminentes y decididos partidarios de la renovación cristiana y haber aumentado notablemente con ellos el colegio cardenalicio. Prescindiendo del nombramiento de cardenales, realizado el 18 de diciembre de 1534, de sus dos nietos Alejandro Farnesio y Guido A. Sforza de Santafiora, con lo que dio muestras de un nepotismo reprobable, propio del tiempo 28 , ya el 21 de mayo de 1535 realizó una promoción de cardenales, que no sólo quitó la mala impresión de la primera, sino que confirmó plenamente las esperanzas de los más optimistas. Tales fueron Fisher, Du Bellay, Contarini, Schónberg, Chinucci y Simonetta. Sobre todo, hizo una excelente impresión la elevación de Contarini, en el cual no había otros antecedentes ni méritos fuera de su posición relevante entre los partidarios de la reforma. Por esto, un escritor del tiempo exclamaba: «¿Qué cosa se ha hecho en todo el tiempo de que tenemos memoria... para remedio de tantos males, más sabia y oportunamente, que la elección de varones tan capacitados por la virtud?» 2 9 26 Acerca del nombramiento d e estas comisiones véanse los documentos correspondientes en Concil. Trid. IV,45is. Obsérvese q u e cuando PASTOR cita EHSES, IV..., se refiere al t.4 u otros de Concil. Trid. de los q u e Ehses es el editor o compilador. L o mismo conviene observar de la cita q u e ocurre frecuentemente de M E R K L E , 1...; se refiere al Concil. Trid. I... 2 ' Conc. Trid. I V , 4 5 i ; PASTOR, XI,137. 28 Véanse en PASTOR, l . c , 138 n.4 y 139 n.I abundantes noticias sobre estos dos nietos de P a u lo III. Alejandro Farnesio, que acababa d e cumplir entonces los quince años, era hijo d e P . L . Farnese, q u e era hijo natural de Paulo III y estaba casado con la hija d e Jerónimo Orsini. Bien pronto acumuló el papa sobre él gran abundancia de cargos y beneficios de todas clases, q u e lo convirtieron en uno de los cardenales más espléndidos e influyentes. Llevó algún tiempo una vida bastante ligera, q u e causó serios disgustos al papa, mas posteriormente se distinguió por su mayor seriedad. G u i d o Ascanio Sforza de Santafiora era hijo d e Constanzia, hija de Paulo III y casada con el conde d e este mismo título. Contaba entonces dieciséis años, y fue asimismo provisto de a b u n dantes beneficios y n o m b r a d o para importantes cargos. F u e espléndido y dadivoso y de conducta algo dudosa. El nepotismo fue el mayor defecto q u e q u e d ó a Paulo III, y lo caracteriza como papa de este periodo. El extraordinario afecto a su familia, q u e en este caso (por sus antiguas debilidades) eran sus propios nietos, lo hacían olvidar las normas más fundamentales de la reforma eclesiástica. D e u n modo semejante debe reprobarse su continua preocupación por los asuntos familiares, de los q u e dependían muchas veces las dificultades q u e surgían entre él y el emperador, con su repercusión natural en los asuntos eclesiásticos. F u e en realidad u n defecto deplorable, q u e desdice del gran papa de la reforma, pero q u e no debe hacer olvidar su extraordinario mérito. 29 Véase PASTOR, XI.I42S. Véanse aquí mismo noticias y bibliografía sobre los diversos car-
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2. Comisión de Reforma y plan fundamental.—Contando ya Paulo III con este apoyo poderoso en el colegio cardenalicio, dio un paso de extraordinaria importancia. El 27 de agosto de 1535 nombró una nueva Comisión de Reforma, compuesta de los cardenales Piccolomini, Sanseverino, Chinucci, Simonetta y Cesi, con tres obispos, todos presididos por Contarini. Ciertamente, su objetivo estaba erizado de dificultades, y no sin razón afirmaba el embajador de Mantua que el grupo de cardenales contrarios a la reforma se llenó de verdadero pavor 3 0 . El primer resultado de algún volumen de esta Comisión de Reforma fue una serie de ordenaciones que se leyeron el 11 de febrero de 1536, enderezadas a la reforma del clero romano, y que debían ser inmediatamente puestas en vigor. Entre tanto salió el 2 de junio la bula de convocación del concilio para Mantua; y entonces precisamente fue cuando Paulo III, aconsejado y apoyado por Contarini, concibió la idea de que la Comisión de Reforma redactara un plan completo y detallado de reforma. Con el objeto de realizar mejor esta tarea fueron llamados entonces a Roma gran número de los hombres más significados de Italia. Tales fueron Juan Pedro Carafa, Gregorio Córtese, Juan Mateo Giberti, Sadoleto, Fregoso, a los que se juntó el inglés Reginaldo Pole. Añadiéronse todavía, por intervención de Contarini, Aleander, profundo conocedor de los asuntos de Alemania, y el gran erudito Tomás Badía 31 . Así, pues, la Comisión de Reforma, compuesta de nueve miembros, asesorada por estos nuevos elementos, celebró desde noviembre de 1536 una serie de sesiones presididas por Contarini, que han sido calificadas por algún historiador como un previo concilio 32 . El 22 de diciembre se dio un nuevo paso de gran trascendencia con el nombramiento de los cardenales Juan Pedro Carafa, Juan M. Ciocchi del Monte, Enio Filonardi, Jacobo Sadoleto, Carlos Jaxobazzi, Carlos Hémard, Rodolfo Pío de Carpi, Reginaldo Pole y Ludovico Borja 33 . Si quedaba alguna duda sobre la decidida voluntad de reforma del papa, desapareció por completo ante esta nueva creación de cardenales. En el colegio cardenalicio contaba ya el papa con una mayoría de incondicionales de la reforma y hombres de gran valer. Entre tanto, la Comisión reformadora terminó su cometido a mediados de febrero de 1537. Es el célebre Dictamen de los cardenales y demás prelados de la Iglesia romana 34 , que tan excelentes resultados denales elegidos por Paulo III, en particular una preciosa semblanza sobre Contarini. Asimismo: JEDIN, H. t Gasparo Contarini e il contributo veneziano alia riforma cattolica: *La civiltá venez. del 3Rinasc.» (Florencia 1958) 103-124; ID., Contarini una Catnaldoli (Roma 1953). 0 Es interesante el principio establecido por la bula de nombramiento de esta Comisión de Reforma: «Estando purificada nuestra casa [la curia y la ciudad de Roma, por donde debía comenzar la reforma], nos hallamos tanto más fácilmente en disposición de purificar también a los demás» (ibid., 147). 31 Pueden verse abundantes noticias sobre todos estos hombres en PASTOR, l.c, 150S. Sobre todos estos trabajos, que pueden ser llamados anteconciíio, véase también RICHARD, l.c, 7is. 32 Es muy digno de mención el discurso-programa de Sadoleto al iniciarse los trabajos de esta3 Comisión. Véase un amplio extracto en PASTOR, l.c, 152S. 3 Véanse ulteriores noticias sobre estos cardenales en PASTOR, l.c, 154S. El nombramiento de Ludovico Borja era debido, indudablemente, ai agradecimiento de Paulo III a Alejandro VI. Su pronta muerte no sólo no fue sentida por los romanos, sino más bien fue recibida con satisfacción. 34 Su título era Consilium delectorum cardinalium et aliorum praelatorum de emendanda Ecclesia S. D. N. pétente conscriptum et exhibitum anno 1537. Puede verse en MANSI, Supplem. V,539s; L E PLAT, 1,590. Se ha dicho que Paulo IV, que siendo cardenal fue el alma de este Dictamen, siendo papa lo puso en el índice. Esto es falso. Lo que él puso en ei índice fue una edición de Estrasburgo de 1538 hecha por J. Sturm con sus invectivas y las de Lutero.
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produjo en la Iglesia. Este Dictamen, que durante los años siguientes se procuró poner en práctica con la mayor seriedad, demostró de la manera más contundente la seria voluntad de que la reforma diera comienzo por la cabeza, es decir, por el papa, los cardenales y la curia romana, y siguiera luego por los eclesiásticos y demás miembros de la Iglesia. Con el corazón lleno de las más dulces esperanzas, terminan los miembros de la Comisión con estas palabras, de gran aliento para el pontífice: «Has sido elegido, según esperamos, para reavivar el santo nombre de Cristo, ya olvidado por los gentiles y por nosotros los clérigos en nuestros corazones y en nuestras obras; para curar las enfermedades y apartar de nuestras cabezas la ira de Dios» 35 . Con razón este Dictamen fue designado con el título de áureo 36 . 3. Reforma de la curia pontificia.—Entre tanto, como se prorrogara de nuevo la celebración del concilio, Paulo III se decidió a independizar el asunto de la reforma de la celebración del gran concilio y emprender esta obra con la mayor decisión posible, con el intento de realizarla aun en el caso de que el concilio no llegara a reunirse. Por esto puso ahora la ejecución del nuevo plan de reforma en manos de los cuatro cardenales más decididos: Contarini, Carafa, Simonetta y Guinucci. Y con tanta seriedad se emprendió la obra, que el mismo Contarini expresa su satisfacción en carta a Pole, diciéndole: «El papa ha comenzado la obra de la reforma dando principio a ella por sí mismo ... Casi todos los cardenales están animados del deseo de reforma...» 37 Ante todo, se comenzó por la Dataría, que constituía el organismo de la economía pontificia y era el punto neurálgico de todas las reformas. Tal fue la incumbencia primera y principal de los cuatro cardenales designados para la realización de la reforma. Mas no se detuvo ahí el papa. Poco después se emprendió la reforma de la Cancillería, de la Penitenciaría y los tribunales de justicia, e igualmente de la Rota, y, como para atender a esta magna obra no bastaban los cuatro, añadió el papa otros cardenales. Contarini y Carafa se encargaron de un modo especial de la Penitenciaría, de gran trascendencia también en el plan de la reforma. Es cierto que, debido a la enconada oposición y a multitud de dificultades reales, no fue mucho lo que se avanzó en estas reformas curiales ; pero es un hecho que se hicieron esfuerzos extraordinarios. El mismo Paulo III no siempre apoyaba con su conducta aquellos conatos reformadores. Sin embargo, llevó adelante con tenacidad su obra, para la cual realizó nuevos e importantes nombramientos de cardenales. Tales fueron los del 20 de diciembre de 1538 38, del 19 de diciembre de 1539 y del 2 de junio de 1542. Por otro lado, fue llamando a la curia a otros hombres eminentes, entre los que sobresale Bartolomé Guidiccioni. En cambio, no consiguió atraer a Roma al insigne obispo de Verona, Juan Mateo Giberti 39 . 35 36
Véase PASTOR, l.c, 163. Puede verse también la exposición de RICHARD, l.c, 76s. Puede verse Conc. Trid. IV,l62. Él cardenal Quírini fue quien designó como áureo este Dictamen. 37 Cf. PASTOR, l.c, i66s. 33 Para este y los siguientes nombramientos véase PASTOR, l.c, 173S, etc. 39 Sobre los méritos de este hombre insigne véase lo que anteriormente expusimos. Asimismo puede verse PASTOR, l.c. 170R.
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Una vez puesta en marcha la reforma de la curia y de los tribunales' pontificios, se dedicó Paulo III a otras obras de extraordinaria impor- : tancia en orden a la renovación de la Iglesia. En otoño de 1541 emprendió la reforma de la predicación, en la que tantos abusos se cometían 4 0 . Para realizarla encargó a los cardenales Gontarini y Aleander. El 12 de mayo de 1542 aprobóse en consistorio la bula de reforma de los empleados de la curia y, sobre todo, iniciáronse los trabajos para urgir la obligación de residencia de los obispos 4 1 . Más de ochenta obispos forasteros que se hallaban en Roma tuvieron que acudir a la presencia del papa, quien les dirigió una paternal pero insistente exhortación para que volvieran a sus diócesis. Con razón escribía Córtese a Contarini al tener noticia de este acto: «Si se toma con empeño esta ordenación y se ejecuta como conviene, con este solo principio tendremos ya más de medio camino andado» 42 . Por lo demás, Paulo III escuchaba con el máximo interés las insinuaciones o propuestas de reforma que se le presentaban. Por esto, accediendo a la propuesta de los cardenales Carafa y Alvarez de T o ledo, renovó el tribunal del Santo O/icio o de la inquisición, dándole una forma nueva y nombrando para ello seis cardenales 43 . Para que pudieran realizar mejor su cometido como tribunal supremo de la fe, les concedió la facultad de enviar a otros sacerdotes como legados suyos a todos los lugares donde lo juzgaren necesario y, en general, decidir todas las cuestiones sobre la fe y defender a la Iglesia contra las herejías. Precisamente el cardenal Carafa fue quien tomó con más empeño este tribunal, y lo fue introduciendo en Venecia, Milán, Ñapóles y Toscana, ejerciendo una actuación enérgica, tanto más necesaria cuanto que en diversas partes se iban advirtiendo los primeros brotes de protestantismo. Gracias a su vigilancia abortaron en germen los diversos conatos de introducirse éste en Italia. De especial importancia en orden a la reforma de la Iglesia y su defensa contra los embates de las nuevas ideas, y como complemento del tribunal de la Inquisición romana, fue el índice de libros prohibí- j dos, publicado en 1543 44 . A ello le movió la intensificación y creciente \ abundancia de libros protestantes que se iban introduciendo en Italia. En este plan lo confirmó el ejemplo de las Universidades de París y de Lovaina, que poseían ya un índice semejante. 4. Preparación del concilio de Trento 45 .—Pero lo que constituye el mérito principal de Paulo III es el haber allanado todas las dificultades hasta iniciar el concilio de Trento y celebrar su primera etapa. Indudablemente, el concilio era como la aspiración general que venía manifestándose durante todo el siglo xv y principios del xvi. 40 Cf. PASTOR, l.c., l88s. Las normas definitivas las dio el concilio de Trento en la sesión quinta. 41 De esta cuestión se debatió luego apasionadamente en el concilio de Trento. La sesión sexta dio importantes disposiciones sobre ella. 42
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Cf. PASTOR, l.c, 17S.
La bula Licet ab initio, del 21 de julio de 1542, por la que se reorganizaba la Inquisición, puede verse en Bull. Taurin. VI, 1 P.344S. 44 La Universidad de Lovaina publicó en 1540 un índice de libros prohibidos y otro ampliado en 1545. Su título era Librorum, quos ad Caesar. Mai. ussum Theologi lovanienses diligenter examinatos censuerunt interdicendos, index. En Du PLESSIS; Coll. indic. 1,1 app. p.xxvl. Cf. HILGERS, Der Index der verbotenen Bücher (Friburgo de Br. 1904). 45
Véanse en particular JEDIN, I,232S; PASTOR, X I , 5 9 S ; RICHARD, 9,1 P45s; EDER, 1155.
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También Lutero reclamaba el concilio, al que apeló formalmente dos veces 4*. Pero en realidad no tiene sentido esta apelación, pues ya en l.i disputa de Leipzig de 1519 negó la infalibilidad de los concilios, lúi el fondo, él y los demás protestantes apelaban a un concilio «libre», t\s decir, independiente del papa, que pudiera estar de algún modo bajo su control. Pero, prescindiendo de las apelaciones y las ansias de un concilio de parte de los protestantes, era un hecho que el mundo católico lo reclamaba. Las dificultades que a él se oponían eran, en verdad, ingentes. No era la menor el hecho de que el concilio de Letrán de 1512-1517, en el que tan insistentemente se había tratado de una reforma, había fracasado por completo en este intento 47 . Si a esto se añaden los fracasos ile los concilios anteriores de Constanza y Basilea y el temor de que resucitara el conciliarismo, que constituía el verdadero motivo de aquellos fracasos, se comprenderá el pesimismo de muchos, aun de los mejor intencionados. Paulo III, a pesar de todos estos obstáculos, se decidió desde el principio de su pontificado a celebrar el concilio como necesario para completar la reforma de la Iglesia, y si varias veces se vio obligado a diferir su celebración, esto no fue ciertamente culpa suya. Ya en la primera reunión de cardenales después de su elevación al solio pontificio, ile 17 de octubre de 1534, proclamó la necesidad del concilio y su decisión de celebrarlo cuanto antes. No arredró para nada a Paulo III el voto contrario que dieron casi todos los cardenales en el consistorio del 14 y 15 de enero de 1535. Se refiere que uno de ellos llegó a pronunciar esta expresión: «Una reforma no se puede realizar sino cuando se haya hundido todo» 48 . Entonces el papa envió a Vergerio a Alemania con el objeto de preparar las cosas para el concilio, mientras en Roma, con los nombramientos de nuevos cardenales y las nuevas disposiciones que iba tomando, se creaba un ambiente favorable a la reforma. Vergerio volvió de Alemania con pocas esperanzas, pues los dos principales apoyos del concilio, Carlos V y su hermano D . Fernando, estaban distraídos con la guerra. Volvió Vergerio a Alemania con una nueva embajada del papa; llegó a entrevistarse con Lutero en Wittemberg 4 ' ; pero de él y de la liga de Esmalcalda recibió una decidida repulsa, pues lo único 4t > La primera tuvo lugar en Wittemberg el 28 de noviembre de 1518, en presencia de varios testigos, en la iglesia del Corpus Christi. Uno de los testigos era el notario, que levantó acta a estos hechos, a los que Lutero quería dar toda la solemnidad posible. Esta apelación la hizo luego imprimir. Véase Obras de Lutero, ed. Weimar, II,34s. La segunda apelación la realizó Lutero el 17 de noviembre de 1520 después de conocer la bula Exsurge, Domine, con que el papa lo condenaba. Al mismo tiempo lanzó al público uno de sus folletos: Contra la bula del anticristo. Esta apelación puede verse en latín, en ed. Weimar, VII.74, y en alemán, ibid., 83, 47 Véase una amplia descripción de este punto en JEDIN, O.C, I.IOSS. 48 El nuncio Vergerio, que es quien refiere esta expresión de un cardenal, pero sin indicar su nombre, le contestó: «Asi guardaos de los cuerpos de los alemanes, ya que no queréis preocuparos por sus almas... Aquellos señores están tan atareados con sus placeres y ambiciosos planes, que nada saben de lo que pasa en la apartada Alemania» (PASTOR, l.c, 62s). 49 Lutero le respondió con estas palabras: «Nosotros estamos seguros de nuestras cosas por el Espíritu Santo, y no tenemos necesidad de ningún concilio; pero la cristiandad lo necesita para reconocer los errores en que es mantenida duramente tanto tiempo». Y, respondiendo a una observación de Vergerio, repuso: «Yo quiero ciertamente ir al concilio, y quiero perder mi cabeza si no sostengo mis tesis contra todo el universo; lo que sale de mi boca no es mi cólera, sino la cólera de Dios». Por su parte, la liga de Esmalcalda dio a Vergerio una respuesta bastante injuriosa. En Nuntiaturber. I,539s; LAEMMER, Anal. Rom. 128. Es interesante a este propósito tener presente que Vergerio apostato poco después. ¿Qué efectos produjo en él esta conversación con Lutero y el contacto con los hombres de la liga de Esmalcalda? Véase también PARTO» 1 o •*«.,
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que aceptaban era un concilio «independiente del papa». En cambio, Carlos V aceptó la ciudad de Mantua, mientras Francisco I, aunque tjajo mano procuraba poner toda clase de dificultades, oficialmente declaraba también al papa su aceptación. 5. Primeras convocatorias para Mantua y Vicenza.—Así, pues, el 2 de junio de 1536 publicó el papa la bula de convocación del concilio, que debía comenzar en Mantua el 23 de mayo de ¡53750. Pero el duque de esta ciudad opuso tan graves inconvenientes y presentó tan exorbitantes exigencias 51 , que se tuvo que desistir de la celebración del concilio en Mantua. De momento, Paulo III difirió su celebración hasta el i.° de noviembre de 1537, y, después de complicadas negociaciones, se convino en la ciudad de Vicenza. Se anunció la inauguración del concilio para el i.° de mayo de 1538, y de hecho se fueron tomando todas las medidas para su celebración. El 20 de marzo se designó como legados a los tres cardenales Campegio, Simonetta y Aleander. Poco después partieron éstos para Vicenza, mientras Paulo III se esforzaba en Niza por obtener la paz entre Carlos V y Francisco I. El 12 de mayo los legados pontificios celebraron su entrada en Vicenza; pero, a pesar de haber transcurrido ya doce días después del término prefijado, sólo se habían presentado cinco obispos. El resultado fue que, cediendo el papa al expreso deseo del emperador, de Francisco I y de D . Fernando, publicó el 25 de junio una bula por la que daba una nueva prórroga al concilio. Su decisión por entonces era celebrarlo en Vicenza durante el año IS39 52 Sin embargo, bien pronto tuvo que renunciar a este deseo. De momento, como se ha visto en otra parte, Carlos V se dejó llevar de la política de los coloquios religiosos, y como Francia tampoco mostraba interés por el concilio, el 21 de mayo de 1539 se vio forzado Paulo III a decretar la suspensión indefinida del mismo 53 . Pero al poco tiempo se pudo ver cuan quimérica había sido la esperanza que el emperador había puesto en los coloquios. Carlos V tuvo que hacer en el célebre Interim de Ratisbona, del 29 de junio de 1541, una serie de excesivas concesiones, contra las cuales protestó enérgicamente el papa 54 . 6. Convocatorias para T r e n t o : 1542-1545.—De este modo se volvió a la idea del concilio. Paulo III continuaba con el plan de su celebración en Vicenza. Pero, al negarse Venecia a prestar esta ciudad para tal efecto, se pensó en otras ciudades, como Piacenza, Bolonia y Cambrai. Al fin, en el consistorio de 22 de mayo de 1542 se designó 50 Véase el texto en Conc. Trid. IV.2S. Cf. PASTOR, l.c., 91S. Véase, sobre todo, JEDIN, l . c , I.252S. 51 Para la seguridad d e la población d e M a n t u a d u r a n t e el concilio exigía q u e el papa m a n tuviera u n ejército de policía d e 1.500 infantes y 100 caballos. Se veía, pues, claramente q u e n o quería se celebrase el concilio en M a n t u a , lo cual sorprende tanto m á s cuanto q u e el cardenal Gonzaga, hermano del d u q u e de M a n t u a , en n o m b r e d e éste, había aceptado anteriormente la designación d e esta ciudad para el concilio. Véase J E D I N , I , 2 Ó 4 S . 52 L a bula para esta nueva prorrogación p u e d e verse e n Conc. Trid. I V , l 6 7 s . Cf. ibid., 171S las Causas propter quas Sanctiss. D. N. ad praesens prorrogat celebrationem Concilii. 5 3 Véase en Conc. Trid. 1,413 y IV,178. 54 Véase e n particular H E R G E N R Ó T H E R , III,468s y JEDIN, I,3l6s. Véanse asimismo BRIEGER, De formulae concordiae Ratisbonensis origine atque Índole (1870); STUPPENRICH, R., Der Humanismus und áie Wiedervereinigung der Konfessionen (Leipzig 1036).
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I 11 uto, señalada por el emperador como la ciudad más apropiada, y, • n i'lrcto, el 29 de junio publicó el papa la bula de convocación 55 . Sin embargo, no se había llegado todavía al final de los obstáculos. I'IIIDIK'CS surgió otro gravísimo: la nueva guerra entre Francisco I y I Lulos V. Esto no obstante, Paulo III dio una serie de disposiciones I MI a ilar comienzo a la asamblea. Nombró como legados pontificios a l'aiisio, Morone y Pole, los cuales se dirigieron a Trento. Allí reali/iiton su entrada el 22 de noviembre. Aun después de transcurrir tres ncmaiuis, no se presentó apenas ningún obispo. Fueron inútiles los bivvi's enviados por el papa a Carlos V y a Francisco I. El emperador riivió a los dos Granvela y al marqués de Aguilar y Mendoza; pero el I lempo fue transcurriendo en la más absoluta inactividad. Más aún: ,11 mi entrevista con Paulo III en Bussetto, del 21 al 26 de junio de 1543, 1 aillos V manifestó el deseo del concilio; pero, encontrándose todavía .11 guerra con Francia, pedía una prórroga para que se iniciara en el primer momento posible. Por todo esto, el 6 de julio decidió el papa prorrogarlo de nuevo 5 6 . Por desgracia, durante los meses siguientes se hieron distanciando cada vez más el papa y el emperador. En Roma se 1 i-mía el excesivo poder de Carlos V. Al colmo de la tirantez se llegó •li-upués de la dieta de Espira, en junio de 1544, en que Carlos V hizo \oosivas concesiones a los protestantes, propasándose indudablemente II sus facultades c o m o e m p e r a d o r . Esto m o t i v ó u n a severa a m q n e s t a lon del p a p a del 24 d e agosto 5 7 . Las cosas h a b í a n llegado a tal e x t r e m o , q u e p u d o t e m e r s e con f u n 1 lamento u n r o m p i m i e n t o e n t r e el p a p a y Carlos V, al cual e m p u j a b a n Milichos e l e m e n t o s q u e r o d e a b a n al r o m a n o pontífice. P e r o la P r o v i • Ifiicia d i o u n giro inesperado a las cosas. El 17 d e s e p t i e m b r e d e 1544 • firmaba e n t r e Francisco I y Carlos V la célebre paz de Crespy, con 1 1 cual se q u i t a b a la m a y o r dificultad q u e se interponía e n t r e el p a p a ITI e m p e r a d o r . Pocos días d e s p u é s llegaba a m a n o s de éste el b r e v e d e l ,'ipa del 24 d e agosto, q u e , a u n q u e justificado, le hería e n lo m á s vivo. Sin e m b a r g o , con el o p t i m i s m o d e la victoria o b t e n i d a y s o b r e poniéndose c o n su espíritu p r o f u n d a m e n t e cristiano, al m i s m o t i e m p o «|iie reconociendo s u excesiva condescendencia con los p r o t e s t a n t e s , ( «irlos V d i o al papa u n a respuesta m o d e r a d a 5 8 . P o s t e r i o r m e n t e s u s 1 d a c i o n e s se normalizaron p o r completo. Allanadas d e esta m a n e r a todas las dificultades y c o n t a n d o con el apoyo del rey de Francia y el e m p e r a d o r , Paulo I I I , e n el consistorio ili'l 19 d e n o v i e m b r e d e 1544, p r o m u l g ó la bula Laetare, Hierusalem S9, por la cual levantaba la suspensión del concilio d e T r e n t o y lo c o n v o caba para el 25 d e m a r z o d e 1545, q u e era la dominica Laetare. N o liay d u d a q u e T r e n t o era p a r t i c u l a r m e n t e a propósito p a r a el c o n s5 Cf. e n particular PASTOR, X I I , i o 6 s ; JEDIN, 35ÓS. L a fecha d e la bula d e convocación es 1 I 22 d e mayo. P u e d e verse en Conc. Trid. IV,22ós. 56 Véase, ante todo, la amplia relación d e JEDIN, 380S; PASTOR, X I I , l 4 6 s . A u n q u e lleva la techa del 6 d e julio, la bula n o se publicó hasta el 19 d e septiembre. 57 Sobre todos estos acontecimientos pueden verse las dos relaciones d e J E D I N , 393S, y P A S TOR, XIL153S. El texto del célebre breve de amonestación véase e n Conc. Trid. IV,362s. Sobre mi enjuiciamiento, cf. JEDIN, 398S y nt.19 y 21 correspondientes. 58 Esta conducta cristiana y moderada del emperador es unánimemente reconocida por los historiadores modernos. Véanse las significativas expresiones d e PASTOR, XII,162. 59 Véase el texto d e esta célebre bula en Conc. Trid. IV,385s. Sobre todos estos hechos p u e -
>Wn verse PASTOR, X I I , I 6 8 S ; J E D I N , 4045; R I C H A R D , l e ,
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cilio; pues, aunque era ciudad pequeña y algo alejada de algunos gran-; des centros de la cristiandad como Francia y España, sin embargo dis-' frutaba de cierta independencia y poseía fáciles comunicaciones con, Alemania y con Italia. Por eso era admitida por todos, si bien poste-j riormente se le opusieron diversas dificultades. El 6 de febrero de 1545 fueron nombrados por el papa como legados del gran concilio los cardenales Juan María del Monte, Marcelo Cervini y Reginaldo Pole y se fueron tomando medidas para la inauguración del concilio en la fecha señalada. El 13 de marzo llegaron a Trento dos de los tres legados. Llegado el día fijado para la apertura del concilio (25 de marzo), era muy escasa la concurrencia. Sólo lentamente iban llegando algunos prelados. El 17 de abril se vio forzado el papa a publicar la bula Decet nos60, en que urgía la asistencia personal a los obispos y fijaba la inauguración del concilio para el 3 de mayo; pero graves complicaciones políticas pusieron entonces en verdadero peligro la celebración de la gran asamblea 61. Todavía a última hora, por dificultades de aprovisionamiento y por el clima insalubre de Trento, y más todavía por mantener mejor su independencia, propuso el papa la celebración del concilio en Bolonia. Pero al fin el 7 de noviembre fijaba como fecha definitiva de su apertura en Trento el 13 de diciembre d* IS4S< y a petición de los legados se volvió a confirmar por breve del 4 de diciembre 62 , y, gracias a la tenacidad de Paulo III y sus fieles colaboradores, se inauguró en esa fecha. Entre tanto, Lutero y los protestantes se habían ratificado en su decisión de no tomar parte en él 63 . 64
7. Principio del concilio de Trento. Primeras sesiones .— Al recibir los legados la intimación definitiva del papa para el 13 de diciembre de 1545, ordenaron ayunos, procesiones y otras prácticas religiosas, según era costumbre, como preparación para la solemne apertura; celebróse el día 12 la procesión del clero tridentino, y, finalmente, el 13 de diciembre tuvo lugar la apertura y primera sesión pública del concilio de Trento. Era el tercer domingo de Adviento y se hallaban presentes los tres legados: cardenales Del Monte, Cervini y Pole; el cardenal Madruzzo, de Trento; cuatro arzobispos y vein60 6 1 62 63
Véase el texto de esta bula en Conc. Trid. IV.404S. Cf. JEDIN, 410S. Sobre estos nuevos obstáculos véanse PASTOR, XIL184S; JEDIN, 41SS. Véanse las actas consistoriales en Conc. Trid. IV,435s. Lutero manifestó su repulsa con su célebre escrito, publicado en marzo de 1545, Contra el papado de Rama, fundado por el diablo, que es el más violento que salió de su apasionada cabeza. Ya la portada, en donde se representa al papa con orejas de asno, es indicio del estilo de la obra. En ella se habla de la «infernalidad» del papa; se le llama «asno papal", «pillo desesperado», «habitación corporal de Satanás», «asno farsante», «hermafrodita y papa de los sodomitas». Por consiguiente, su concilio no sirve para nada, pues profesa que «no hay Dios, ni infierno», etc. Por eso se rechaza de plano el concilio y exhorta a los príncipes a que se le quiten al papa todos sus dominios y luego «tomar a él mismo, a los cardenales y a toda la tropa de su idolatría y santidad papal, y, como blasfemos, arrancarlos la lengua por el pescuezo y clavarlos en sendas horcas por el mismo orden por el que han colgado sus sellos de las bulas». Véase en PASTOR, XU,i73s. AI mismo tiempo escribió Calvino sus 47 observaciones al escrito del papa, cuyo título era Admonitio paterna Pauli 111, R. P. ad Caes. Carolum V... cura scholiis. El escritor, nada sospechoso, DRUFPEL dice sobre estos escolios de Calvino que «en muchos lugares no sólo son acres y mordaces, sino también groseros y asquerosos». Son, en efecto, una de las muestras más claras del espíritu dominante de Calvino, que compartía con Lutero el odio más apasionado contra el Pontificado. Como Lutero y Calvino, así también Sleidan y todos los protestantes, no sólo rechazaron decididamente el concilio, sino que reaccionaron en una forma brutal contra él. Cf. PASTOR, ibid. 64 Por lo que se refiere en particular al principio del concilio, pueden verse PASTOR, XII, I93s; RICHARD, l.c, 220S; MICHEL: «Hist. des conciles» X,i p . i s ; EDER, l.c, I I 8 S ; HERGEN-
RÓTHER, III,s65s; CRISTIANI, l.c, XVII,56s. De un modo especial recomendamos JEDIN, II.OS.
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tiiin obispos. Además, cinco generales de órdenes religiosas, entre Ion cuales notemos a Seripando, general de los agustinos. Después de entonar el Veni Creator y celebrar la santa misa el primer legado pontificio, cardenal Del Monte, tuvo un vibrante sermón fl fogoso franciscano, obispo de Bisonto; se recitaron diversas preces v se leyó la bula de convocación del concilio, a lo que se añadieron las que conferían sus poderes a los legados pontificios. Aunque los asistentes eran poco numerosos, tenía una significación extraordinaria el hecho de que, por encima de tantas dificultades y no obstante Lis que aún entonces se oponían a su celebración, el concilio hubiera inaugurado su importantísima labor. Además, algunos de los asis1 entes, fuera de los legados, eran figuras de extraordinario relieve. Asi, por ejemplo, el célebre obispo de Jaén, Pedro Pacheco, elevado • lías después - (el 16 de diciembre) al cardenalato, y que tanto debía distinguirse en las futuras discusiones conciliares 65 , y Tomás Cam\icgio, profundo conocedor de los asuntos alemanes en sus repetidas legaciones. Entre los demás asistentes, notemos desde un principio 1 los dos teólogos pontificios, Laínez y Salmerón66, miembros de la iccién fundada Compañía de Jesús; a los dominicos Melchor Cano6"1 v Domingo de Soto 6S y a los franciscanos Alfonso de Castro y Andrés Vega 69. Observemos también desde el principio que, sobre todo entre los teólogos y canonistas del concilio, se distinguieron de un modo «specialísimo los españoles. 8. Organización y método de trabajo.—Una vez realizada la apertura del concilio, se fue determinando en diversas congregaciones generales la organización de la asamblea, el orden y el método de trabajo que debía seguirse. Ante todo fueron elegidos los cargos especiales del concilio, entre los cuales merece especial mención el meritísimo secretario del mismo, Ángel Massarelli70. Por otro lado, se decidió abandonar el sistema seguido en las votaciones de los concilios de Constanza y siguientes, en que cada nación tenía un solo voto, y volver al sistema antiguo y usado siempre en la Iglesia, de votar por cabezas. Sobre esta base se concedió voto personal a cada uno de los cardenales, arzobispos y obispos y a los generales de órdenes religiosas, y asimismo un voto a los tres abades benedictinos juntos. Por lo que se refería a los teólogos y canonistas enviados por el papa y por los obispos o los diversos Estados católicos, se hizo constar que su actuación debía desarrollarse en las comisiones particulares y en las discusiones previas de las materias 71. Respecto del método de trabajo, ante todo se declaró que las materias que debían discutirse serían presentadas por los legados pontificios, quienes las recibían del romano pontífice. Estas materias debían 65 Además de las noticias que sobre tan insigne prelado nos dan las historias de los concilios,66véase en particular GUTIÉRREZ, C , Españoles en Trento (Valladolid 1951) 0765. Véanse sobre Laínez y Salmerón PASTOR, XII,63S, y sobre todo acerca de Laínez: LAÍNEZ, D., Disputationes Tridentinae, ed. H. GRISAR (Innsbruck 1904S); CERECEDA, J., Diego Laínez 2 vols. (Madrid 1045-1946); GUTIÉRREZ, Españoles en Trento 280S (Laínez), 54S (Salmerón).' 67 Véase GUTIÉRREZ, l.c, 814S. 68 Ibid., 3143. «» Ibid., 36S (Castro), 82S (Vega). '7•1 Sobre MASSARELLI véanse Conc. Trid. I.LXXI; PASTOR, XII,190; RICHARD, l.c, 277s. Acerca de todas estas cuestiones previas y el método de trabajo véanse RICHARD, 225s;
JEDIN, I I , I 6 S .
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pasar por tres estadios. Ante todo, el de las comisiones de teólogos o canonistas en las sesiones privadas. Allí debían ser ampliamente discutidas y elaboradas hasta llegar a las primeras conclusiones. Estas pasarían luego al segundo estadio, el de las congregaciones generales, en las que tomaban parte los obispos, procuradores de obispos y embajadores de príncipes católicos. Allí debían ser examinadas y discutidas de nuevo hasta llegar a una conclusión definitiva. Finalmente, en las sesiones públicas se proclamaban solemnemente estas conclusiones. Entre tanto, llegado el día 7 de enero de 1546, según se había anunciado, se celebró la segunda sesión pública 72 , en la que tomaron parte cuarenta y dos miembros: cuatro cardenales (entre ellos, los tres legados), cuatro arzobispos, veintiséis obispos, tres abades y cinco generales. Su principal objeto fue la lectura de una preciosa exhortación del cardenal Reginaldo Pole, en la que con ardientes palabras excitaba a todos a invocar el auxilio del Espíritu Santo. Luego se leyeron algunas constituciones pontificias sobre el concilio, en particular un decreto que señalaba «la manera de vivir y lo que debía observarse en el concilio» 73 . Entre tanto, antes y después de esta sesión, se continuó tratando y determinando en diversas congregaciones generales todo lo que se refería al método y sistema de trabajo. Una de las cuestiones más debatidas fue sobre el orden en que debían tratarse los asuntos dogmáticos o doctrinales y los de reforma, pues mientras unos propugnaban que se diera la preferencia a los dogmáticos, otros, por el contrario, querían que se antepusieran los disciplinares. Al fin, el 18 de enero se convino definitivamente que debían tratarse conjuntamente las dos series de cuestiones, y, por consiguiente, también en las sesiones públicas se publicarían a la vez decretos dogmáticos y disciplinares. Asimismo, después de la segunda sesión pública se planteó y se tuvo que resolver una gran discusión acerca del título general que debía darse al concilio 74 . Este se presentaba con el título Sacrosanto sínodo de Trento, reunido legítimamente en el Espíritu Santo. Nueve Padres observaron que debería añadirse la expresión en representación de la Iglesia universal. Discutióse acaloradamente sobre este tema. El primer legado, cardenal Del Monte, se oponía a este aditamento por temor de que se infiltrase alguna tendencia conciliarista. Sobre todo desde la congregación general del 13 de enero intervinieron en sentido opuesto varios Padres, entre ellos Pacheco, quien apareció ya con la púrpura cardenalicia. Al fin decidieron los legados añadir al título del concilio la expresión ecuménico y general 75 . 72
Para las actas pueden verse Conc. Trid. IV.547S y Diar. Massar., ibid., 367S. L a exhortación d e Pole lleva el título Admonitio illmorum. legatorum ad paires Concilii. Véase en Conc. Trid. IV,548s. El decreto p u e d e verse ibid-, 554S. Es del 4 de diciembre de 1545 y se titula Decretum de modo vivendi et aliis in Concilio servandis. 74 Véanse Conc. Trid. I V . 5 4 3 ; Diar. Mass., ibid., 4 7 1 . Sobre todo, la amplía exposición d e 73
JEDIN, II,i8s. 75 Es interesante la cuestión q u e presenta J E D I N (II,2is) sobre u n g r u p o d e siete u ocho obispos q u e patrocinaban u n mayor acercamiento a los luteranos con la concesión del cáliz a los legos, del matrimonio a los sacerdotes, etc. Este grupo es designado como cripto-luteranismo. Asimismo, toda la exposición sobre el disgusto d e R o m a por la conducta de los legados al haber concedido q u e se trataran a la par las cuestiones dogmáticas y las de reforma. Sin embargo, tras largas explicaciones, se persistió en este plan d e simultanear los dos tipos de resoluciones. Véase J E D I N , II.25S.
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La tercera sesión se celebró el 4 de febrero, según estaba anunciado 76, y en ella participaron los tres cardenales legados y otros dos cardenales, Madruzzo y Pacheco; seis arzobispos, veintiséis obispos, cuatro generales y tres abades. Así, pues, eran cuarenta y cuatro. Resueltos ya los asuntos de organización y método de trabajo, esta sesión se limitó a proclamar el símbolo niceno-constantinopolitano, que debía constituir lu base de las creencias y dogmas cristianos. Después de esta sesión, y antes de la cuarta, trataron los legados con el papa sobre la reforma, y el resultado fue la elaboración de un programa sobre la base del presentado en 1537 por la Comisión de los nueve. Entonces, a propuesta del cardenal Del Monte, se presentó en primer lugar el tema sobre las fuentes de la revelación, sobre la autenticidad de los libros canónicos 77 y las divisiones que entre ellos debían establecerse. Después de una serie de congregaciones generales, se llegó a la conclusión de que todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento comúnmente admitidos por la Iglesia son igualmente canónicos, sin que para ello fuera necesario realizar ninguna prueba especial. Entre tanto, siguiendo Carlos V su antiguo plan de coloquios religiosos, ya que los protestantes se negaban en absoluto a ir a Trento, hizo que se celebrara con ellos el segundo coloquio de Ratisbona, en t1 cual se estuvo discutiendo desde el 5 de febrero al 20 de marzo, lista conducta del emperador produjo en el papa y en algunos conciliares de Trento una impresión muy desagradable; pues, además de que quitaba atención al concilio, ponía a Carlos V en el inminente peligro de intromisión en cuestiones dogmáticas. Pero en realidad este coloquio terminó con un manifiesto fracaso, y los Padres de Trento pudieron, sin serio estorbo, continuar sus trabajos hasta llegar a la cuarta sesión 78 . IV.
E L CONCILIO, EN PLENO DESARROLLO. PRIMEROS RESULTADOS POSITIVOS
A partir de este momento entró el concilio en su pleno desarrollo, produciendo los primeros resultados positivos de sus trabajos. El primero apareció en la sesión cuarta. 1. Sesión cuarta: 8 de abril de 1546 A — E n la fecha señalada, el 8 de abril de 1546, en presencia de cinco cardenales, ocho arzobispos, cuarenta y un obispos, cuatro generales de órdenes religiosas y 76 PASTOR, XII,204s; RICHARD, 250S; J E D I N , I I , 3 i s . Este último pondera en las páginas siguientes la independencia q u e habían m o s t r a d o los Padres del concilio. 77 Conc. Trid. I,28s; Diar. Massar., ibid., 434S.477S. Véanse en JEDIN ( I I , 3 3 S ) diversas o b servaciones sobre la marcha del concilio, las dificultades en la reforma d e la curia romana, etc. 78 Acerca de este coloquio d e Ratisbona véase anteriormente. 79 Sobre la sesión cuarta y su contenido, PASTOR, XII,2ogs; RICHARD, 27IS; M I C H E L , 3 s ; JEDIN, II,74s; Conc. Trid. I,48s; Diar. Massar., ibid., 437S; V,90s; E M M I , B., II decreto tridentino sulla Vulgata nei commenti della prima polémica protestantico-cattolica: «Ángel.» 30 (1953) 107S; CRIADO, R., El Concilio Tridentino y los estudios bíblicos: «RazFe» 131 (1945) 151-187; G O M A C I V I T , I., El Concilio de Trento y la Sda. Escritura: «ApostSac» 2 (1945) 349-354; GARCÍA DE LA F U E N T E , O . , El canon bíblico en el Concilio de Trento según Seripando: «CiudDios» 169 (1956) 35-72; PROAÑO G I L , V., Escritura y tradición: «Burgense» 2 (1961) 9-65; M U R P H Y , ] . L., Ünwntten traditions at Trient: «AmEcclRev» 146 (1962) 233-263; CAMAIANI, P. C , La Scrittura al Concilio di Trento: «Human.» 18 (1963) 1077-1101; BOYER, C H . , II Concilio di Trento e iinsufficienza della Scrittura: «Unltal» 19 (1964) 103-115; M A R T I N S , J., Saraiva. Escritura e tradicao segundo o Concilio de Trento: «DivThom» 67 (1964) 183-277; SALAVERRI, ) . , Sentido de la tradición en ei Concilio de Trento. En su Í V centenario: «EstEcl» 39 (1964) 5-29; ID., Divinae traditionis notio iuxta Concüiutn Tridentinum: «Script. et Trad.» 275-289; BALIC, C , De Sacra Scriptura. Traditione et Ecclesia: ibid., 665-712-
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tres abades, se proclamó el primer decreto dogmático que revestía particular importancia en el concilio de Trento. Era el primer fruto práctico después de tantos años de luchar contra toda clase de dificultades. Por otra parte, la materia era fundamental, ya que los protestantes establecían como principio básico la Sagrada Escritura como única regla de fe. Era, pues, necesario, ante todo, declarar la doctrina católica sobre este punto. Dos fueron los decretos que se publicaron en esta sesión, ambos de carácter dogmático, si bien el segundo tiene bastante de disciplinar. El primer decreto versa sobre las fuentes de la fe católica, y, ante todo, enseña que deben ser admitidos como sagrados y canónicos todos los libros, sin truncarlos en ninguna parte, tal como suelen leerse en la Iglesia y como se contienen en la Vulgata. Como fácilmente se puede ver, se dirige aquí el concilio contra Lutero y los protestantes, quienes con tanta facilidad truncaban algunos testimonios de la Sagrada Escritura e incluso' eliminaban alguno de sus libros. Por otra parte, se quita con esto a los protestantes una especie como de exclusiva que parecían querer tener sobre la Sagrada Escritura. La Iglesia católica proclama la Biblia como primera base y primera regla de fe y se cons- ¡ tituye en acérrima defensora de su integridad absoluta. Pero en segundo lugar declara el concilio que deben admitirse igualmente las tradiciones eclesiásticas, con lo cual afirma claramente, i contra la doctrina protestante, que la Sagrada Escritura no es la única regla fundamental y que es la Iglesia la que con su magisterio infalible nos garantiza la autenticidad de sus doctrinas. Como complemento de este primer decreto, y para que no pueda existir duda ninguna sobre los libros canónicos admitidos por el concilio y por la Iglesia, se añade con todo detalle la lista de los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento que constituyen toda la Sagrada Escritura. Para ello adopta el catálogo del concilio de Florencia en el decreto Pro Iacobitis, y añade más concretamente que son los libros que se contienen en la Vulgata. El segundo decreto promulgado en la cuarta sesión tiene a la vez carácter doctrinal y práctico, y contiene una serie de disposiciones sobre el texto de la Sagrada Escritura, su interpretación y uso. Como se ve, todo él es un desarrollo ulterior y complemento del primer decreto, por lo cual tenía en aquellas circunstancias una trascendencia extraordinaria. En este decreto debemos distinguir las partes siguientes: En primer lugar, puesto que la Sagrada Escritura es una regla fundamental de fe, y, por consiguiente, es necesario conocerla y leerla, señala el concilio el texto de la antigua Vulgata como el oficial de la Iglesia. Este es el sentido que tiene la expresión de texto auténtico que emplea el concilio, según expresaron los mismos Padres del concilio ; es decir, que, ante el sinnúmero de traducciones y ediciones diversas de la Biblia, juzgaron que el de la Vulgata parecía en conjunto el más conforme, y por esto lo designaban como el oficial, el auténtico de la Iglesia. Con esto queda el campo enteramente abierto a toda clase de investigaciones encaminadas a depurar este texto de la Biblia 80 . 80 Véase el texto, junto con algo de la historia de su redacción, en MICHEL, 8S.25S. Sobre el largo debate en torno a estas cuestiones véase JEDIN, H,44S, sobre todo acerca de la tradición, 46S,
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A esto añade una norma fundamental para la interpretación de la Biblia, que va directamente contra todo el sistema protestante. El mismo concilio Vaticano, saliendo al encuentro de algunas falsas interpretaciones de esta disposición tridentina, expone su verdadero sentido. Según esto, decreta el concilio de Trento que, «en las cosas que se refieren a la fe y a las costumbres que entran en el edificio de la doctrina cristiana, debe considerarse como el verdadero sentido de la Sagrada escritura el que mantiene nuestra santa madre la Iglesia». En tercer lugar dio el concilio algunas disposiciones sobre la edición de los libros sagrados y de otros libros sobre ciencias sagradas. Claramente aparece la intención de poner coto al abuso entonces existente en la publicación de esta clase de obras, con las que tan fácilmente puede envenenarse al público cristiano con toda clase de errores. Por eso, ante todo, ordena que se procure hacer lo antes posible una edición bien depurada del texto de la Vulgata. Por lo demás, prohibe severamente, bajo pena de excomunión, imprimir, en todo o en parte, los libros de la Sagrada Escritura u otras obras doctrinales sin la debida aprobación de la autoridad competente o sin nombre de autor. 2. Preparación de la sesión quinta.—Después de celebrar la cuarta sesión decidieron los legados pontificios acelerar los trabajos de reforma. Así, pues, como juzgaran insuficiente el plan del 20 de diciembre de 1545, preparado en Roma, presentaron ellos uno nuevo el 10 de abril de 1546. Paulo III quedó complacido con este trabajo, lín esta forma se fue preparando la sesión quinta, en la que se proclamó el decreto dogmático sobre el pecado original y el de reforma nobre la enseñanza religiosa de la teología y la predicación. De hecho, a pesar de las dificultades puestas por el emperador, quien procuraba diferir las decisiones doctrinales, ya en la congregación general del 24 de mayo de 1546 propuso el legado Del Monte lu discusión dogmática sobre el pecado origianl, que no era la que más hería a los protestantes, si bien tocaba diversos puntos fundamentales di- su doctrina. Hubo muchas discusiones sobre diversos puntos que «li-bia tocar el decreto dogmático. En general, se puede observar un influjo especial de la doctrina agustiniana en todo el concilio, particularmente en esta materia, lo cual se debía en gran parte a la destacada personalidad de Jerónimo Seripando. Precisamente en la cuestión del pecado original, las tres grandes escuelas, tomista, escotista y agustiniana, estaban conformes en apoyarse en San Agustín. El resultado lúe el decreto tal como se promulgó en la sesión quinta. En las cuestiones de reforma se discutió apasionadamente sobre dos temas fundamentales íntimamente relacionados entre sí: la enseñanza de la Sagrada Escritura y teología, por una parte, y la predicación, por otra. Ciertamente, los protestantes insistían en la acusación contra los católicos de que se había abandonado en absoluto la enseñanza y la lectura de la Biblia y que se cometían abominables abusos en la predicación. Por otro lado, no debe olvidarse que el principio del levantamiento de los dos primeros innovadores, Lutero y Zuinglio, habla tomado pie de la predicación cristiana. Así, pues, el concilio de
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Trento, en su.primer decreto de reforma, dio las disposiciones necesarias para realizar una eficaz reforma en estos puntos 81 . 3. Sesión quinta: 17 de junio de 1546 82.—Así, pues, en la fecha señalada pudo celebrarse la quinta sesión pública, en presencia de cuatro cardenales, nueve arzobispos, cuarenta y ocho obispos y dos procuradores, tres generales, dos abades y cincuenta teólogos. El decreto dogmático, que versaba sobre el pecado original, expresaba, ante todo, en el preámbulo la ocasión que lo motivaba, que era la renovación de los antiguos errores y los que nuevamente hablan surgido P. Después de esto proclamaba, en primer lugar, el hecho fundamental del pecado original cometido por nuestros primeros padres y. sus consecuencias en ellos y en su descendencia. En cuanto a su transmisión, el concilio declara que no es por simple imitación, sino por. herencia y propagación de la misma naturaleza humana. Es, pues, un pecado que necesariamente existe en todo hombre al nacer. Mas, por .otra parte, se añade, este pecado no puede lavarse con ningunas fuerzas naturales, sino con sólo los méritos de Cristo, que se aplican por medio del bautismo 84, administrado en la forma prescrita por la Iglesia tanto a los adultos como a. los niños 85 . Finalmente, define el concilio que la gracia de Cristo que confiere elbautismo perdona toda la culpa del pecado original; es decir, que quita y hace desaparecer (no solamente cubre o no imputa) todo lo que tiene razón de pecado. A esta doctrina conciliar sobre el pecado original añadió el concilio una importante excepción referente a la Santísima Virgen. Ya desde el principio, el cardenal español Pacheco, al iniciarse las discusiones sobre el pecado original, propuso al concilio que se proclamara el dogma de la inmaculada concepción de María. Un buen número., de 81
Véase en JEDIN ( I I , 8 3 S ) una amplia exposición sobre los debates en torno a estos t e m a s . Para la sesión quinta p u e d e n verse RICHARD, 2965; M I C H E L , 32S y J E D I N , I I , U I 9 . Véanse asimismo PASTOR, XII,3153 y los demás autores citados en la nt.79, y Corte. Trid. l,8os; Diar. Mássár., ibid., 547S. \ . 8 3 E n la materia del pecado original se habían propuesto desde u n principio estos puntos fundamentales; su existencia y naturaleza, la manera de su propagación y, finalmente, sus efectos. L o "más importante era lo último, en particular lo q u e queda del pecado original después del bautismo, pues a esto se referían los errores protestantes. Sin embargo, se discutieron p u n t o s teológicos sobre la naturaleza del pecado original. Esta consiste en la privación de la justicia original. Asi lo afirmaron expresamente los dos obispos dominicos, Baltasar d e Heredia, obispo de Mosa, y Pascual, obispo de Motóla, basándose en San Agustín y Santo T o m á s . O t r o s insistían m á s en sus efectos inmediatos, los apetitos desordenados, mancha del alma y, sobre todo, la coñ ¿ cupiscencia. O t r o s , en cambio, llegaban a decir q u e el pecado original comprendía dos partes, la .concupiscencia y el reato o pecado. A n t e tal diversidad de opiniones, se optó por no hablar directamente de la naturaleza del pecado original, sino simplemente d e sd existencia, describiendo sus inmediatos efectos. T o d o esto se referia n o sólo a. A d á n , sino a todos los hombres, sus descendientes; por lo cual todos ellos heredan el pecado original, q u e es verdadero pecado, con todas las consecuencias q u e había tenido en A d á n . 84 Sobre la manera de propagación del pecado original, fácilmente convinieron los Padres. Por esto m i s m o opinaban muchos que bastaba esta declaración sobre la existencia, efectos y p r o pagación del pecado original. Pero como los p u n t o s neurálgicos con los protestantes eran precisamente las cuestiones sobre los remedios del pecado original y sus consecuencias en la naturaleza humana, por eso se vieron forzados a tratar estas materias. Y, en p r i m e r lugar, algunos insistían e n q u e el remedio principal del pecado original era. la pasión y los méritos de Cristo, y, por. consiguiente, el bautismo entra en segundo lugar. Pero se podía p r e g u n t a r ; ¿Podía Dios emplear otros remedios ? El obispo de A r m a g h respondía 'afirmativamente. M á s delicada era otra cuestión q u e tocaba la esencia misma del luteranismo. El verdadero remedio, ¿es el bautismo, 0 la fe j u n t a m e n t e con.el bautismo, o la fe sola? El obispo de Siracusa afirmaba q u e la fe y el bautismo. Seripando insistía en la fe, d e m o d o q u e el bautismo y la fe son el m i s m o remedio, q u é opera por medio de la fe. 85 A l : p r e s c r i b i r q u e deben ser bautizados a u n los niños nacidos de padres cristianos, se tiene presente él error calvinista (cf. Instii. chrét. IV c.4 n.15; Corp. Ref: 32 p.940), basado en 1 Cor 7,14. 82
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Padres se declaró en favor de esta propuesta; los dominicos y algunos otros se oponían a ella 86 . Al fin se dejó la solución para más tarde. Sin embargo, vistas las opiniones existentes sobre tan delicada materia el concilio declaró sencillamente «que no era su intención incluir en este decreto (en el que se declaraba la universalidad del pecado original) a la bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, sino que en esta materia debían observarse las constituciones de Sixto IV». Hasta qué punto esta excepción en favor de la Santísima Virgen era favorable al dogma de su inmaculada concepción, lo expresó claramente Pío IX en 1854 en la bula de proclamación del dogma al afirmar que el concilio de Trento lo había insinuado en la forma entonces posible 87, De extraordinaria importancia fueron también las prescripciones contenidas en el decreto de reforma de la quinta sesión del concilio Tridentino, que contenía dos partes; la primera, sobre la enseñanza de la Sagrada Escritura y de la teología, y, en general, de la religión; la segunda, sobre la predicación 88. Los protestantes insistían en la acusación contra la Iglesia católica de un absoluto abandono de la enseñanza y conocimiento de la Sagrada Escritura y de la teología. Por esto, con el objeto de que la Sagrada Escritura y la sana teología 8 ? fueran debidamente conocidas de los sacerdotes católicos, prescribía a todos los prelados la estricta obligación de establecer cátedras de teología y Sagrada Escritura en todas las iglesias catedrales y colegiatas y vigilar diligentemente para que el prebendado que tuviera este cargo cumpliera con su obligación. Algo semejante se prescribe a las casas religiosas. El concilio se interesaba también por la enseñanza popular y la erección de escuelas rurales o populares 90 , y disponía igualmente que en todos los colegios públicos establecidos o protegidos por los príncipes o señores temporales se estableciera, si no se había hecho todavía, el estudio de la Sagrada Escritura o teología, «el más honroso y necesario de todos». De no menor importancia es la segunda parte del decreto de reforma de la sesión quinta, sobre la predicación cristiana, una de las funciones principales de los obispos 91 . Así, pues, ante todo, inculca a los prelados este gran deber que les incumbe de la predicación. Esta obligación deben cumplirla ellos por sí mismos; pero, en caso de que estén legítimamente impedidos, tienen obligación de escoger para ello a otras 86 F u e interesante en este sentido la opinión del dominico Bertano, obispo de Jano, el cual hizo notar q u e era preferible no dar ninguna declaración, pues las opiniones estaban m u y divididas, y cualquier declaración lastimaría demasiado a los contrarios. 87 Véase L E BACHELET, art. lmmaculée Conceptton: «Dict. T h é o l . Cath.» C0I.1167S, d o n d e puntualiza bien el alcance de esta declaración tridentina, en la q u e algunos, exageradamente, han querido ver una proclamación del dogma concepcionista. 88 C o m o de hecho eran los religiosos, y particularmente los mendicantes, los q u e realizaban entonces en la Iglesia este ministerio de la predicación, algunos obispos, en las discusiones correspondientes a esta materia, dieron rienda suelta a su encono contra los regulares. F u e célebre en este p u n t o el obispo de Fiésole, quien habló con gran vehemencia contra la limitación de la jurisdicción episcopal por parte de las órdenes religiosas y aun del mismo papa, hasta el extremo de dar verdadero escándalo, por el cual luego pidió perdón. Véase la exposición de JEDIN, I I , Q 6 S . 89 Fácilmente se advierte que el concilio usa indistintamente las palabras teología y Sagrada Escritura. E n realidad, las prebendas de teología sagrada lo incluían todo, la enseñanza de la teología propiamente tal y la de la Sagrada Escritura. 90 Conviene tener presente que, en la Edad Media, el Estado apenas se preocupaba d e la enseñanza del pueblo. Fra la Iglesia la q u e fue tomando sobre sí este cuidado de la instrucción del pueblo, no sólo en los principios religiosos, sino en la gramática y en todo lo q u e significa cultura. 91 Véanse Conc. Trid. V,242s; M I C H E L , 62S. Asimismo, CRISTIAN!, I . C , 625.
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personas capaces de realizarlo dignamente. Asimismo, a los arciprestes, párrocos y demás sacerdotes que tienen cura de almas les encarga que al menos «los domingos y días solemnes, por sí mismos o por otros, se dediquen igualmente a la predicación». Como de hecho eran los regulares los que por este tiempo realizaban en todas partes la predicación cristiana, y éstos gozaban generalmente del privilegio de la exención de la jurisdicción episcopal, tras enconados debates, dispuso finalmente el concilio que los regulares no podrán predicar en sus propias iglesias sin la aprobación de sus superiores, y aun después de esto deberán presentarse ante sus obispos para recibir su bendición; mas para predicar en iglesias distintas de su Orden necesitan, además de la licencia de sus superiores, la del obispo del lugar 92. 4. Intensiñcación del trabajo del concilio. L a justificación.— Durante los meses siguientes aumentó la tensión entre el emperador y los Padres del concilio. Precisamente entonces se hallaba Carlos V en medio de los preparativos de la guerra de Esmalcalda. El 6 de junio había firmado la alianza con Paulo III. Rotas las hostilidades, desde junio a agosto se iba ya desarrollando la guerra. Así, pues, movido de los mejores deseos y con el objeto de no exasperar a los protestantes, Carlos V procuraba por todos los medios posibles que no se discutieran o al menos no se publicaran decretos dogmáticos, sobre todo los que más pudieran herir a los protestantes. En cambio, tanto el papa como gran parte de los Padres conciliares juzgaban que esto era precisamente lo que más convenía, para que de este modo quedara bien definida la doctrina católica frente a las concepciones protestantes. Por esto fue constantemente en aumento la tensión entre ambas partes, a las que asistían motivos justos y poderosos, pero encontrados. Así, pues, mientras el papa firmaba una alianza con Carlos V y le enviaba auxilios militares, los legados pontificios en la congregación general del 21 de junio de 1546 proponían el tema fundamental de la justificación 93. Indudablemente, se trataba del punto básico de la ideología protestante, en cuya solución era necesario que el concilio pusiera en juego toda su actividad, pues de ella dependía tal vez el resultado de toda la obra de reforma eclesiástica y la misma victoria sobre el protestantismo. Por otra parte, es curiosa la observación que, al mismo tiempo que el emperador y los príncipes católicos llegaban a las manos y entablaban aquella lucha decisiva en los campos de batalla que llevó a las armas católicas a la victoria, también un ejército selecto de teólogos y obispos, en representación de la Iglesia católica, entablaba en Trento la más delicada y decisiva batalla contra la ideología protestante, hasta llegar a la victoria que supone el decreto sobre la justificación, publicado en la sesión sexta del concilio. Emprendióse inmediatamente en Trento la discusión del tema so92 Claramente se advierte, por una parte, el deseo del concilio de reavivar en el episcopado el espíritu de responsabilidad inherente a su cargo, y, por otra, la extraordinaria importancia que atribuye a la recta predicación del Evangelio. Véase en JEDIN (p-aos) una amplia y acertada exposición sobre eí debate entre ios obispos y los regulares. 93 Es interesante la observación que hizo el cardenal Cervini, que presidía en lugar del cardenal Del Monte, al presentar este tema: «Ostendit [se dice en las actas] quemadmodum articulus iste de iustiñcatione sit satis difficilis, cum alias decisus non fuerit in Gonciliis» (Conc. Trid. V.257).
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!>ri" la justificación al mismo tiempo que los teólogos de Roma . De la extraordinaria importancia de la obra realizada es claro indicio el hecho dr que entre el 21 de junio de 1546 y el 12 de enero de 1547, víspera ilc la publicación solemne del decreto, se celebraron cuarenta y cuatro congregaciones particulares y sesenta y una generales. El motivo principal era, por una parte, la multiplicidad, dificultad intrínseca e importancia de la materia, y, por otra, los esfuerzos puestos por los imperiales por retrasar la publicación de decretos dogmáticos. ^ Ante todo, propuso el legado pontificio a los teólogos seis cuestiones fundamentales sobre la justificación, y en seis sesiones celebradas entre el 22 y 28 de junio fueron éstas discutidas ampliamente. El 30 de junio se dio un paso adelante. Por una parte, se señalaron tres estadios i*n los que se realiza la justificación; el primero se verifica cuando un hombre infiel se convierte en fiel; es, pues, el acceso a la fe. El segundo NK refiere al hombre ya justificado y la manera como debe conservar l.i justificación. El tercero es del que recae en el pecado, perdiendo el i-rttado de justicia, y cómo puede recobrarla de nuevo. Por otra parte, se presentó una amplia lista de los errores pelagianos, semipelagianos y protestantes relacionados con cada uno de estos tres estadios, y que se debían tener presentes en las discusiones. Esta división fundamental Hirvió de pauta para las siguientes deliberaciones. Más movidas y a las veces más apasionadas fueron las discusiones «le los Padres en las congregaciones generales. Desde el 5 al 13 de junio NO deliberó sobre el primer estadio y se debatió sobre los temas cómo los méritos de Cristo se aplican a los hombres; juntamente, acerca de l,i participación del hombre en esta obra y sobre el papel de las buenas obras en la justificación, tema fundamental frente a los protestantes; finalmente, sobre lo que es la justificación en sí misma y, sobre todo, cómo debe entenderse la justificación por la fe 95 . Asimismo se discutió nobre el segundo estadio desde el 17 al 23 de julio 96 , y sobre el tercero durante los últimos días de julio. Después de la congregación general del 15 de julio fueron nombrados cuatro Padres para que con la ayuda de algunos teólogos escogidos 04 Sobre toda esta discusión en el concilio de Trento véanse de un modo especial MICHEL, l.r., 655; RIVIÉRE, ]., art. lustification: «Dict. de Théol. Cath.»; Conc. Trid. V.642; SKEFUER, J., f)í» Entstehungsgesch. des Trienter Rechtfertigungsdekretes (1909); RÜCKERT, H., Die Rechtfertííunslchre auf dem Tridentin. Konzil (1925); CAVALLERA, F., La session VI du concile de Trente fi.t janv. ¡547). Fox et justificatíon: «Bull. Lit. Eccl.» 53 (1952) 99S;WALZ,A.,Lagíustificazione tridentina: «Ángel.» 28 (1951) 97-138; PAS, P., La doctrine de la double justice au Concile de Tr.: •I' rhLi 30 C1954) 5-53; OLAZARÁN, J., Documentos inéditos tridentinos sobre la justificación (Madrid 1957); FERNÁNDEZ, D., Necesidad de la fe para la justificación según el concilio Trid. y Vatic: • rheolClaret» 1 (1961) 72-107; JOEST, W., Die tridentinische Rechtfertigungslehre: «KerygmaDogm«t 9 (1963) 41-69; BRUNNER, P., Die Rechtfertigunslehre des Konzils v. Trient: «Pro verit» 59-96; 1 ÍONZALEZ QUEVEDO, J., Trento. Aspectos culminantes de la sesión VI: «EstEcl» 39 (1964) 31-67-
Animismo véanse los lugares correspondientes de EDER, PASTOR, CRISTIANI y HERGENROTHER,
v en particular la más reciente exposición de JEDIN, II,i39s. y Evidentemente, éste era uno de los puntos fundamentales, pues sobre él basa Lutero todo iu sistema, ya que añrma que la justificación se realiza por sola la fe. La doctrina católica re• h.iza decididamente este principio. La justificación es obra de la gracia interna de Cristo. Pero ilrbía explicarse cuál es el papel de la fe en el acto de la justificación. Esto es, pues, lo que aquí ne discutía. Véanse en MICHEL, l.c, 72S y JEDIN, II.ISOS las múltiples explicaciones que se daban. 9t Fueron particularmente interesantes en este punto las intervenciones de los obispos de Smgallia, Cambra! y Cava, del de Calahorra y de Seripando. En general, este último fue uno de ION más activos y que más influjo ejercieron en toda esta discusión. En una de estas discusiones HC refiere que el obispo de Cava se echó sobre el de Chiros y. lo agarró fuertemente de las barbas. (:f. MICHEL, 73. Sobre el tercer estadio véase ibid., 74S. Véase JEDIN, 154S. Sobre la intervención de Seripando, 156S; sobre el caso del obispo de Cava, i6os. H • de la Iglesia 3
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para el efecto, entre los que sobresalía Andrés Vega 97 , redactaran el esquema del decreto de la justificación. Por este motivo, el esquema presentado se atribuyó mucho tiempo a Andrés Vega, quien ciertamente propuso otro esquema posterior, basado en el que se presentó el 23 de julio, según expone Jedín, siempre con el nombre de los cuatro que constituían la Comisión 9S. Con esta ocasión siguió un largo período de forcejeos por ambas partes y se llegó a escenas violentas; pero nunca se ptldo obtener de Carlos V su consentimiento para un traslado del concilio, aunque el papa había concedido a los legados facultad para realizarlo y Francisco I insistía en que así se hiciera, proponiendo para ello a Aviñón " . 5. Esquema definitivo del decreto de justificación.—A pesar de la excitación de los ánimos, siguieron con ritmo intenso las deliberaciones en las congregaciones de los Padres. Mas, por la misma dificultad e importancia de la materia, se tuvo que reformar hasta tres veces el esquema propuesto. El primero se presentó a los Padres conciliares el 24 de julio; pero en sus 21 capítulos se observaba bastante oscuridad y poca precisión 1 0 ° . Por esto, el mismo día 24, el cardenal Cervini encargó a Seripando la redacción de un segundo esquema 101, y, tras innumerables esfuerzos, lo presentó éste al cardenal Cervini el 11 de agosto; éste lo retocó y completó, y pudo presentarlo de nuevo el 29 del mismo mes. No paró todo ahí. Cervini elaboró más todavía, con la ayuda de varios teólogos, este segundo esquema; lo envió luego a Roma, y el 23 de septiembre lo presentó al concilio. Es el célebre esquema de septiembre. Indudablemente presentaba ventajas sobre el primero, separando con precisión la exposición doctrinal en once capítulos y la condenación de los errores en veintiún cánones. Por esto constituirá la base del esquema definitivo. Uno de los puntos cruciales de este esquema era el concepto de la doble justicia, la meramente imputada y la inherente, conforme a la opinión de Seripando 1 02 , a la que hemos aludido en otro lugar, y que ahora fue blanco de vehementes impugnaciones, que llegaron al extremo de acusar falsamente de luteranismo al gran teólogo agustino 1 0 3 . 97 A n d r é s Vega fue, indudablemente, uno de los teólogos más eminentes q u e asistieron a T r e n t o . Véase G U T I É R R E Z , o . a , 82S. 9 8
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Véase J E D Í N , I I , I 6 2 S .
Véase para todas estas particularidades, en especial el incidente d e los cardenales M a d r u z z o y Del M o n t e , CRISTIANI, 7 1 ; Conc. Trid. I,o8s y, sobre todo, JEDÍN, I I , I 6 5 S . Sobre el problema del traslado, 177S. Sobre el incidente entre M a d r u z z o y Del M o n t e , l86s. 100 Conc. Trid. V,402s. Se trabajó en esta discusión en la congregación general d e los días 13, 17 y 28 d e agosto. Cf. M I C H E L , 76S. Véase en J E D Í N (p.162) una síntesis d e este esquema. 101 Cerne. Trid. II,428s. El mismo nos refiere el desarrollo de su trabajo. Su p r i m e r texto está reproducido en Conc. Trid. V,82is. Posteriormente le dio nuevos retoques. Cf. ibid., 828s. Véase JEDÍN, II.164.1g6s. GUTIÉRREZ, D., Seripando, teólogo y legado del Concilio de Trento: «Ciud Oíos» 178 (1965) 62-104. 102 P o r esto fue particularmente discutida esta opinión. Cf. Conc. Trid. V.523-633. L a cuestión debatida era sobre si la justicia inherente, obra d e la gracia de Cristo, bastaba para la justificación o se necesitaba la justicia imputada d e Cristo. T r e i n t a y dos teólogos opinaron q u e bastaba la justicia inherente, y sólo cinco requerían, además, la justicia imputada. U n o d e los teólogos q u e m á s acertadamente impugnaron la doble justicia fue Laínez (ibid., 619-629). Véase JEDÍN, H . , Girolamo Seripando 2 vols. (1937); I D . , Das Konzil von Tr. II.204S, sobre t o d o 213S; EHSES, E., Der Anteü des Augustinergenerals Seripando an dem Trienter Dekret über die Rechtferligung: «Rom Quartalschr.» 23 (1909) 3s. 103 El motivo era la aparente semejanza entre esta imputación de q u e hablaba Seripando v la doctrina d e L u t e r o . Pero téngase presente q u e Seripando admitía como base fundamental la justicia inherente y la eficacia de la gracia.
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El tercer esquema fue obra igualmente de Seripando, quien por encargo de Cervini y con la ayuda de Massarelli trabajó en él desde el 25 de octubre, teniends en cuenta todas las observaciones hechas al segundo esquema. Presentó, pues, su nueva obra el 31 de octubre, si bien Cervini introdujo todavía algunos retoques. En total contenía dieciséis capítulos y treinta y un cánones 1 04 . Es lo que se designó como esquema de noviembre. Su discusión comenzó el 9 de noviembre, al mismo tiempo que llegaban noticias cada día más alarmantes de Alemania sobre el desarrollo de la guerra, y los obispos imperiales hacían más esfuerzos por dar largas a la promulgación de decretos doctrinales. Todavía se tuvo que realizar un nuevo trabajo de retoque y complemento de este tercer esquema. Es lo que puede llamarse el cuarto y definitivo, que se presentó el 7 de diciembre de 1546. La doble justificación quedó discretamente eliminada al señalar una causa única de nuestra justificación. Más delicado todavía fue el punto sobre el influjo de la fe en la justificación, cuya discusión fue retrasando varios días la redacción última y definitiva del decreto, hasta que el 7 de enero de 1547 se pudo llegar a la más completa conformidad 105. Finalmente, los días 11 y 12 de enero se emplearon en dar la última forma al esquema definitivo, que al día siguiente debía publicarse en la sesión sexta pública del concilio. Hasta el último momento no dejaron de insistir los imperiales, movidos de su deseo de diferir la publicación de decretos dogmáticos, por no malograr las ventajas obtenidas frente a los protestantes. Entre tanto, absorbidos los Padres del concilio por estas grandes discusiones doctrinales, habían descuidado durante casi seis meses los asuntos de reforma. Por esto, a partir del 20 de diciembre, cuando ya se había prácticamente terminado la discusión sobre la justificación y se trataba de fijar la fecha de la sesión sexta, se procuró intensificar urgentemente los trabajos sobre la reforma. Esta circunstancia fue hábilmente aprovechada por los imperiales con el objeto de retrasar la sesión pública 106 . La cuestión de reforma que se trataba de resolver era el importante punto sobre la residencia de los obispos, a la que se juntaban otros puntos sobre los eclesiásticos. Los mismos papas, quienes con tanta facilidad retenían innumerables obispos en Roma, y tanto ellos como los príncipes concedían multitud de obispados a personas adictas a sus personas, acumulando muchas veces en una sola gran multitud de prelaturas, contribuían eficazmente a un abuso sumamente arraigado, del que se derivaban fatales consecuencias en la vida religiosa. Pero los 104 Conc. Trid. V,5los. Cf. ibid., 1,5815.583. Sobre las discusiones, ibid-, 642S. Véase también JEDÍN, II.2I9S y su discusión, 238S. 105 Era e i p u n t o q u e más directa o expresamente tocaba la teoría d e L u t e r o . Desde luego, al probar positivamente q u e la justificación era obra únicamente de la gracia inherente, q u e d a b a rebatida la concepción de Lutero. Pero era necesario determinar el papel q u e representaba la fe y cómo deben interpretarse el t e s t o d e la epístola a los Romanos (3,22-28), ele San Pablo, y otros semejantes. Sobre los debates acerca del influjo de la fe en la justificación véase J E D Í N , II.245S. 106 P o r una parte, aparece claramente la intención del cardenal Del M o n t e de despachar rápidamente la cuestión de reforma en la frase con q u e las actas expresan el plan q u e propuse a los P a d r e s : «ítem—les dijo—proponenda et expedienda est materia de residentia'), se entiende todo lo q u e se refiere a la reforma de los eclesiásticos (Conc. Trid. V,732). Por otra parte, en cambio, se ve la intención de los imparciales en esta expresión de uno de ellos: «Quarn materiam cupit diffuse examinari, ut factum est d e iustificatione» (ibid., 756). Véase la amplia exposición d e
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legados pontificios fueron dirigiendo con extraordinario acierto y gran energía las discusiones hasta llegar a la promulgación del decreto correspondiente. 6. Sesión sexta: 13 de enero de 1547.—Así, pues, el 13 de enero de 1547 celebróse, finalmente, la sesión sexta del concilio de Trento, en la que se publicó el decreto dogmático sobre la justificación y el de reforma sobre la residencia de los obispos. Tomaron parte cuatro cardenales, diez arzobispos, cuarenta y siete obispos y dos procuradores, cinco generales, dos abades y cuarenta y tres teólogos. De toda esta sesión, particularmente del decreto sobre la justificación, se ha afirmado con razón que constituye el punto culminante y lo más trascendental del concilio de Trento, pues toca el punto básico del protestantismo. Ante todo, se proclamó el decreto dogmático sobre la justificación 107, que, después de las transformaciones realizadas a través de sus cuatro esquemas, comprende 16 capítulos y 33 cánones, y constituye una verdadera obra maestra, que compendia la doctrina católica sobre esta materia fundamental y señala acertadamente los errores principales 1 0 8 . Por esto ha podido afirmar Harnack: «Se puede dudar si la reforma se hubiera podido desarrollar si este decreto hubiera sido promulgado, por ejemplo, en el concilio de Letrán y se hubiera convertido en carne y sangre de la Iglesia» 1 0 9 . Y, por otra parte, se ha afirmado que sólo por este decreto se pueden dar por bien empleados todos los trabajos y todas las penalidades del concilio de Trento. En el decreto se toma un término medio entre la doctrina pelagiana y la protestante. Ante todo, pues, se proclama contra los pelagianos que el hombre no puede justificarse con sus fuerzas naturales ni por la ley, sino solamente por la gracia de Cristo. El proceso de la justificación se realiza en esta forma: ante todo, recibe el hombre la gracia preveniente sin ningún mérito suyo, pero él puede seguirla o rechazarla, pues posee verdadera libertad. Por otra parte, debe colaborar, siguiendo la invitación de la gracia. La justificación misma se realiza por la infusión de la gracia inherente, que, en virtud de los méritos de Cristo, obra el Espíritu Santo en las almas. Junto con la gracia se infunden las tres virtudes de la fe, esperanza y caridad. De este modo se efectúa una verdadera renovación interior del hombre, por la cual, de injusto, se transforma en justo, de modo que no sólo es tenido por justo, sino que lo es en realidad. Además de esta descripción positiva del "proceso de la justificación, se rechazan los conceptos luteranos. Así, pues, declara el concilio que la justificación no se realiza por sola la fe; ésta, por otra parte, se puede decir que justifica, en cuanto que es el principio y la raíz de la justificación. La justificación es la justicia de Dios, no en cuanto El es justo, sino en cuanto nos hace justos a los hombres. La justificación, pues, no 107 Véase PASTOR, XII,274S y los demás autores citados. El texto definitivo véase en Corte. Trid. V.642S y MICHEL, 82S (en latín y francés). Puede verse JEDIN, II,258S. 108 Véanse estos errores, tal como los reunieron los teólogos conciliares, en MICHEL, 67S y Conc. Trid. V,28ls. Por otra parte, como nota muy bien EDER (o.c, 127), esto indica la falsedad de los que suponen que los teólogos y Padres de Trento juzgaron y condenaron a Lutero y demás jefes protestantes sin conocer a fondo sus obras. De estas listas y de la indicación de los libros de donde están sacados los diversos errores, tanto de Lutero como de Melanchton, Calvino y demás autores protestantes, se deduce que se examinaron detenidamente sus escritos. 109 Dogmengesch. 111,605.
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• 1 >nsiste en la firme confianza en la divina misericordia, en el perdón de los pecados o en la creencia absoluta de la misma. Ahora bien, según el concilio, la primera justificación no es más <|iie el principio de la vida sobrenatural del hombre. El hombre justificado puede merecer constantemente, por lo cual es falso que el justo peca en todos sus actos venial y aun mortalmente. El cumplimiento de los preceptos de Dios y cada obra buena realizados por el alma justificada tienen un mérito especial para la vida eterna. Mas, por otra parte, enseña el concilio contra los protestantes que ol hombre puede perder la justicia no sólo por el pecado contra la fe, niño por otros pecados mortales, y en este caso no se pierde la fe. Pero proclama la doctrina consoladora de que el hombre, después de perdida IH justicia por un pecado mortal, puede recobrarla por medio de la penitencia y rechaza el error de que basta la fe sin la penitencia. No menos trascendental fue el decreto de reforma de esta sesión wxta, que en sus cinco capítulos establecía las normas fundamentales nobre la residencia de los obispos 110 . Como la principal incumbencia de los obispos y demás prelados es lit vigilancia de los fieles a ellos confiados, claramente se comprende que no podrán cumplir con tan sagrada obligación si abandonan a sus diócesis en manos mercenarias. Por esto, teniendo presentes los grandes abusos existentes en este punto, el concilio inculca a los obispos U estricta obligación de residencia mientras no exista verdadero motivo de dispensa. Para hacer más eficaces estas disposiciones renueva las antiguas censuras contra los transgresores y aun añade otras nuevas. De un modo semejante, todos los demás que tengan cura de almas deberán observar con todo rigor la residencia. El concilio, pues, eni'urga a los prelados el cumplimiento de esta obligación incluso bajo penas canónicas. 7. Después de la sesión sexta. Actividad conciliar m.—Apenas terminada la sesión sexta, los Padres del concilio pusieron rápidamente manos a la obra en la preparación de la séptima. Ya el 15 de enero de 1 547 anunció el cardenal Del Monte para la próxima sesión el decreto dogmático sobre los sacramentos y el disciplinar sobre ulteriores cuestiones acerca de la residencia y los clérigos. El 16, una selección de teólogos, rntre los cuales sobresalían Salmerón y Laínez, prepararon con grande erudición y acierto una lista de los conceptos luteranos sobre estas materias, sacados en buena parte de la obra de Lutero De la cautividad babilónica de la Iglesia, y el 17 la presentaron a los Padres 112 . Se referían a los sacramentos en general, y en particular al bautismo y confirmación. lio Véase el texto en Conc. Trid. V,8o2s. Asimismo, JEDIN, II.27IS la exposición sobre la • tiíainión acerca de la obligación de residencia de los obispos; pero nótese que esta discusión tuvo ilim partes en el concilio de Trento. La primera es la que terminó en la sesión sexta, que se desanimó normalmente. La segunda, mucho más agitada, tuvo lugar en la tercera etapa del concilio, *•> 15ft.J. y terminó el 15 de julio en la sesión vigésimo tercera por medio de un decreto, que sustituía por entero el de la sesión sexta. 1 1 ' Véanse PASTOR, XII,28os; RICHARD, 367S y los demás autores citados, en particular JEDIN, Il,.li6n. 1 ' I Puede verse para todo esto MICHEL, 167S, y sobre todo Conc. Trid. 835S. Estos conceptos ¿«Un Macados principalmente de Lutero, pero asimismo de Melanchton, etc. Se indica en cada uno el lugar de donde se ha sacado. Se refieren a los sacramentos en general, al bautismo y a !a lunllrmición.
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Sobre esta importante materia siguieron las discusiones durante las semanas siguientes. Como las cuestiones sobre los sacramentos habían sido ya ampliamente discutidas por Santo Tomás y otros teólogos, tenían ya mucho terreno preparado. Por esto, no se juzgó necesario presentar primero una exposición doctrinal de la materia y luego los cánones respectivos, sino simplemente los cánones correspondientes. Estos quedaron ya dispuestos los días i y 2 de marzo. ~,\ Mientras las discusiones dogmáticas se desarrollaban bajo la dirección de Cervini, se tenían igualmente las de reforma bajo la presidencia del cardenal Del Monte. Llegóse a vivas discusiones en torno al decreto de residencia, que muchos no querían aceptar como ya promulgado. Al fin, el 25 de febrero fue admitido definitivamente. Mayor dificultad sobrevino en torno a la discusión sobre la acumulación de beneficios, pues se tocaba con ello lo más sensible de muchos eclesiásticos y prelados. Ante la necesidad de reforma en este puntó, precisamente en el colegio cardenalicio y en la curia de Rama hizo el papa algunas declaraciones satisfactorias l 13 , y de este modose pudo continuar hasta el día 3 de marzo. Entre tanto, y mientras se discutían en Trento todas estas cuestiones dogmáticas y de reforma, se desarrollaba en Alemania la guerra de Esmalcalda, que en varios momentos estuvo a punto de deshacer el concilio y, sobre todo, aumentó la tendencia a verificar un traslado del mismo. Pero la decidida oposición del emperador tanto a la suspensión como al traslado, lo fue sosteniendo hasta que se pudo celebrar la sesión séptima. 8. Sesión séptima: 3 de marzo 114 .—El 3 de marzo, según lo anunciado, se celebró la sesión séptima, en presencia de cuatro cardenales, nueve arzobispos, cincuenta y dos obispos, cinco generales y dos abades. Comprendía un decreto dogmático con trece cánones sobre los sacramentos en general, catorce sobre el bautismo y.tres; sobre la confirmación. Además, otro decreto de reforma en quince capítulos. Por lo que se refiere a la parte dogmática, y teniendo presentes las concepciones protestantes acerca de los sacramentos en general, proclamaba el concilio los principios fundamentales sobre el número de sacramentos, su eficacia intrínseca y sus ministros. En lo tocante al bautismo, proclama igualmente su existencia como verdadero sacramento qué regenera la naturaleza humana caída, y asimismo declara otras propiedades fundamentales. Del mismo modo proclama la confirmación como verdadero sacramento distinto del bautismo. De extraordinaria importancia fue el decreto de reforma l l s , que señala uno de los puntos culminantes de la reforma en el concilio de 1 í3 U n buen n ú m e r o de Padres del concilio trataba de incluir expresamente a los cardenales en Jas normas generales de reforma d e los prelados, y en torno a este p u n t o se entabló una gran discusión con los cardenales legados. Paulo I I I en general, por respeto a la Santa Sede, no quería q u e la curia pontificia fuera reformada por el concilio; quería, pues, realizar él m i s m o esta reforma. Sin embargo, para tranquilizar a los Padres del concilio, dio una disposición en el consistorio del 18 de febrero de 1547 d e q u e los cardenales no podrían tener en adelante m á s d e u n obispado y q u e en lo d e la residencia serían equiparados a los obispos. 114 Véanse Conc. Trid. V.994S; M I C H E L , I Q I S . Asimismo, PASTOR, XII,28os; CRISTIANI, 8OSJ E D I N , II.333S. Véase en particular CAVALLERA, Le décret du concile de Trente sur les sacre'ment's en general: «Bull. Hist. ecclés.» (1914) 3 6 i s y otras continuaciones en 1915, 1916, 1918; I T U RRIOZ, D . , La definición del concilio de Trento sobre la causalidad de los sacramentos: «Est. On.» I15 3. a ser., n.3 ( M a d r i d 1951). Véase M I C H E L , 232S.
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Trento, pues. establece con toda precisión las cualidades que deben poseer los prelados' que deben ser colocados al frente de las iglesias, y pasa luego al punto capital, origen en gran parte de la relajación de costumbres y de los innumerables abusos existentes entre los ecle r siásticos, es decir, la cuestión de la acumulación de obispados y otras prebendas, disponiendo que los que posean más de una deberán renunciar a las demás y, por otra parte, que sólo se asignará en adelante a personas verdaderamente aptas. A esto añaden otras importantes disposiciones. En realidad, este decreto, mientras, por una parte, nos descubre una de las llagas más profundas de la Iglesia de este tiempo, nos da la prueba más evidente de su voluntad decidida de curarla. 9. Sesiones octava a décima y suspensión del concilio en I$47De este modo terminó la sesión séptima, en la cual se fijó la siguiente para el 21 de abril. Nadie preveía entonces los trágicos acontecimientos que se avecinaban 116 . Todavía duró algunos días esta misma paz y tranquilidad, pero muy pronto comenzó a correr la voz de qué había estallado una peste contagiosa. De hecho murieron en pocos días él general de IQS franciscanos, un obispo y algunas otras personas. Indudablemente había en ello un fondo de verdad, y el asunto de la peste tomó rápidamente tales proporciones, que multitud de Padres trataban de abandonar el concilio y pedían instantemente permiso a los legados pontificios 117. Así, pues, los legados propusieron a Roma el plan de un traslado a Bolonia o de suspensión del concilio. Por otra parte, persistía en los legados y entre los obispos italianos, que formaban la mayoría, la inclinación a un traslado, con el objeto de evitar la presión constante que ejercía el emperador en Trento. Asi, pues, como urgieran cada día más insistentemente los Padres, el 9 de marzo el cardenal Del Monte dio cuenta en una congregación general, en la cual incluso leyó el dictamen de dos célebres médicos, y la mayor parte se decidió por el traslado. Según esto, el 11 de marzo de 1547 se celebró la sesión octava del concilio. Después de leer los poderes anteriormente concedidos por el papa a los legados para un traslado, se decido la traslación del concilio a Bolonia, contra lo cual elevaron su protesta, aunque sin ningún efecto, quince prelados imperiales. El 12 salieron de Trento los legados y la mayor parte de los Padres y teólogos conciliares, mientras los prelados adictos a Carlos V permanecieron en Trento. Sin embargo, justo es observar que unos y otros obraron con gran prudencia; pues mientras los de Bolonia se abstuvieron de toda publicación de decretos, los de Trento suspendieron toda discusión conciliar. . Entre tanto, los acontecimientos seguían su curso normal. Mientras el papa en un consistorio del 23 de marzo aprobaba lo realizado por los legados, si bien juzgaba un poco precipitada su conducta, Carlos V juzgaba como puro pretexto el motivo de la peste, y como de hecho Trento quedó muy pronto libre de toda enfermedad, exigía la vuelta 116 Para los acontecimientos q u e siguen véanse en particular RICHARD, 3 7 Ó S ; PASTOR, X I I , 282S, Para conocer a fondo la verdadera disposición y los móviles más íntimos y verdaderos d e Carlos' V y He Paiulo III en toda esta delicada cuestión del traslado, así como en toda la política del e m p e r a d o r al procurar retrasar los decretos dogmáticos e insistir en los de refprma, véase la reciente exposición d e J E D I N , H , 3 3 6 S , q u e juzgamos, en conjunto, particularmente acertada. •li7 Véase para todo este asuntó a JEDIN, II,3553.
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y continuación del concilio. De este modo siguieron ahora difíciles negociaciones entre el emperador, el concilio de Bolonia y Paulo III. Esta tirantez de relaciones fue aumentada notablemente por la guerra de Esmalcalda, que seguía en su ulterior desarrollo. El 22 de enero, Paulo III había retirado su pequeño ejército del lado de Carlos V, el cual se veía obligado a continuar la guerra sin ese refuerzo. Finalmente, el 24 de abril, Carlos V sorprendía en Mühlberg al elector de Sajonia, derrotaba por completo a sus tropas y cogía prisioneros a él y a Felipe de Hessen. Esta victoria aumentó extraordinariamente el prestigio y, consiguientemente, las exigencias de Carlos V sobre el concilio, refugiado en Bolonia. Entre tanto no se mantuvieron ociosos los Padres del concilio reunidos en Bolonia. Durante este tiempo realizáronse importantes y decisivos trabajos acerca de la penitencia, de la eucaristía y otros asuntos doctrinales, que constituyeron la base de ulteriores decretos conciliares. Incluso aumentó el número de teólogos, que llegaron a más de setenta, y no menos el de los obispos. Sin embargo, para evitar graves complicaciones, no quiso Paulo III que se procediera a ninguna declaración solemne. Por esto, en la sesión novena, del 21 de abril de 1547, celebrada en Bolonia, se anunció solemnemente su prorrogación para el 2 de junio, y el 2 de junio de nuevo, en la sesión décima, volvió a prorrogarse hasta el 15 de septiembre. La situación no cambiaba. Los teólogos, canonistas y Padres del concilio continuaban su intensa actividad en Bolonia. En agosto llegaron el embajador y diversos prelados franceses. Poco después llegó a Bolonia el obispo portugués de Oporto. Sin embargo, Carlos V perseveraba en su intransigente posición, suponiendo siempre que el dejar a Trento significaba el abandono de la última esperanza de unión con los protestantes. Así, pues, transcurrió el término fijado sin celebrar la undécima sesión pública, y el 17 de diciembre de 1547 decidía solemnemente el concilio, con gran mayoría, su permanencia en Bolonia. Por desgracia, también Paulo III por su parte, acuciado, sin duda, por estas circunstancias y por la conducta de Carlos V, se fue inclinando por este tiempo a la política de los franceses. Al mismo tiempo su nepotismo y el ansia de favorecer a su familia recibían un justo castigo con el asesinato de Petro Luis Farnese, ocurrido el 17 de septiembre de 1547. El papa quedó sumido en la mayor amargura. Esta situación fue hábilmente aprovechada por el nuevo monarca francés, Enrique II, el cual procuró llevar a Paulo III cada vez con más decisión a una política antiimperial. En esta política lo confirmaron los acontecimientos de este tiempo en Alemania, donde en septiembre de 1547 se inició la dieta de Ratisbona, que terminó el 15 de mayo de 1548 con el célebre Interim, que tanta indignación causó en Roma. Así, pues, en vez de llegar a una inteligencia en el asunto del concilio, se iban alejando cada vez más el papa y el emperador. Así se explica que finalmente, en septiembre de 1549, Paulo 111 suspendiera indefinidamente el concilio de Bolonia. En realidad, pasando por alto este defecto de Paulo III que acabamos de notar, hizo todo lo que humanamente pudo para llevar a efecto la obra del concilio, e indudablemente constituye un mérito extraordi-
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nario de su pontificado el haberle dado tan glorioso principio a pesar de las innumerables y gravísimas dificultades que se le opusieron. Y como si, una vez cerrado (aunque sólo fuera temporalmente) el concilio, ya hubiera terminado su obra, Paulo III murió poco después, el 10 de noviembre de 1549, contando ochenta y dos años. Los últimos meses de su vida fueron para él particularmente dolorosos debido a los gravísimos disgustos que le ocasionó Octavio Farnesio. Dios quería castigar paternalmente en vida a Paulo III en el punto más sensible para él, que era su afecto a sus familiares. CAPITULO
V
La reforma católica de Julio III a Pío IV 1 (1550-1565). Segunda y tercera etapa del concilio de Trento A la muerte de Paulo III, la reforma católica se encontraba en un momento de crisis. La suspensión del concilio de Trento ponía en contingencia toda su obra reformadora. Para agravar más la crisis, en el seno del colegio cardenalicio existía una profunda división, basada en la oposición de los partidos imperial y francés. Por esto fue sumamente laboriosa la elección, hasta que, fracasadas las candidaturas de Pole 2 y Morone, fue finalmente elevado el cardenal Del Monte, quien tomó el nombre de Julio III (1550-1555). I.
JULIO III
3
. SEGUNDA ETAPA DEL CONCILIO DE TRENTO
Julio III era de origen humilde; mas con sus dotes naturales se había abierto el camino de las dignidades eclesiásticas. Nombrado cardenal por Paulo III, había sido primer legado pontificio en la primera etapa del concilio de Trento. Era intachable en su moralidad privada, profundamente piadoso y grandemente conciliador y pacífico. La elevación al cardenalato de Inocencio del Monte, hijo adoptivo de su hermano, fue el defecto principal de su pontificado 4 . 1. P r i m e r o s actos d e Julio III. L a reforma d e la curia.— Elevado inesperadamente a la sede pontificia, Julio III mandó inmediatamente un propio 5 al emperador Carlos V y otro a Enrique II de Francia para notificarles su nombramiento. El emperador, aunque es1 Además de las obras generales, las que tratan de la Edad Nueva, Edad Moderna, o siglo xvi, y las que se refieren al concilio de Trento, véanse:
Fuentes.—Sobre todo, Conc. Trid., Diarium 1, de MASSARELLI, I I . I S ; Diarium 11 es la continuación, ibid., 15is; J. SUSTA, Die rómische Curie wnd das Konzil v. Trient. Bibliografía. — De un modo especial recomendamos CRISTIANI, Le Pontificat de Jules III...: «Hist. de l'Eglise» por FLICHE-MARTIN, 18 (París 1948) 105S; RICHARD, Histoire des concites, por HEFELE-LECLERCQ, IX,I P.443S; HERGENRÓTHER, Handbuch der Kirchengesch. III, 577s; PASTOR, Historia de los papas XIIIs. 2 Véanse PASTOR, XIH,38s; MASSARELLI y MAFFEI, Conc. Trid. 11,42-43. 3 Sobre Julio III véanse las obras citadas en la n t i , sobre todo PASTOR, XIII; asimismo: SABA-CASTIGLIONI, Julio III (¡550-I5S5], en Hist. de ¡os Papas 2.* ed. (Barcelona 1964) 309-316. * Véanse noticias detalladas en MASSARELLI, Conc. Trid. 11,175. Se Uegó incluso a sospechar por este motivo sobre la moralidad de Julio III; pero esta sospecha carece por completo de fundamento. 5 Es importante tener presente este dato sobre todo por lo que se refiere al emperador, pues con esta atención locrrví mnarí. •> r*o^«o \; J — 1 — * —---• -•
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C.5. La rejorma católica de Julio III a Pío IV
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taba sentido con el cardenal Del Monte-por el traslado del concilio de Trento. a Bolonia, quedó complacido con esta atención, así como tamr bién por la propuesta que el nuevo papa le hacía sobre la reapertura del concilio en Trento, por lo cual ya desde el principio estuvo en buena inteligencia con el nuevo papa. Este, con su espíritu profundamente reformador, se decidió inmediatamente a continuar la obra iniciada por Paulo III, es decir, la reforma de la Iglesia y el concilio de Trento. Según esto, es falso el concepto que emitieron algunos historiadores 6 de que Julio III abandonó casi por entero la obra iniciada de reforma. Los documentos contemporáneos prueban lo contrario. Precisamente entonces había llegado a su punto culminante la campaña de los protestantes contra la Iglesia católica y el Papado. Así, pues, si la Iglesia no sé renovaba por completo, corría el peligro de ser completamente arrollada por aquélla corriente de odio y oposición. Esta reforma debía realizarse bajo la dirección del romano pontífice y del concilio. Tal fue, desde el principio de su pontificado, el pensamiento de Julio III. Ya en el primer consistorio, del 28 de febrero de 1550, manifestó su voluntad decidida de reforma. Pero donde descubrió más claramente todo su pensamiento fue en el consistorio secreto del 10 de marzo. Para poner en práctica estos propósitos de reforma, Julio III nombró en el mismo mes de marzo una comisión de seis cardenales, y en julio del mismo año la rehizo y urgió con energía sus trabajos 7 . De hecho, según noticias comunicadas en el mes de agosto, el mismo papa había reformado su casa y urgía eficazmente la reforma de los cardenales. .Con esta reforma de la curia pontificia deseaba adelantarse al trabajo del concilio y preparar de este modo su labor. De la seriedad con que lo procuraba es claro indicio la orden que dio en septiembre de 1550 a Massarelli, el antiguo secretario del concilio, de que reuniera en un extracto los puntos de reforma que se habían propuesto ál concilio y no se habían discutido todavía en él. De este modo podía adelantarse en ía discusión de estas medidas reformatorias 8 . Los seis cardenales Cupis, Carafa, Cervini, Crescenzi, Pisani y Polé trabajaron con intensidad. En febrerb dé 155-1 estaban sumamente adelantados los trabajos de reforma de la Dataría. Durante todo «1 año Í551 continuó tomando medidas, que indican con toda evidencia la sefia voluntad de reforma que animaba a Julio III. Estas medidas recibieron su confirmación y complemento en las disposiciones del concilio en sus sesiones decimotercera y decimocuarta. 2. Reapertura del concilio de Trento.—Cumpliendo una de las cláusulas de la capitulación electoral por la cual se obligaba a continuar, el concilio, y siguiendo su propia convicción sobre la necesidad 6 P u e d e verse CRISTIAN!, l . c , 113 y los autores allí citados. Historiadores tan significados c o m o Ranke, Druffel, M a u r e n b r e c h e r y R e u m o n t han defendido q u e Julio I I I descuidó notablemente la reforma d e la Iglesia. E n cambio, después d e las investigaciones d e PASTQR'y otros escritores de nuestros días, se ha confirmado plenamente la opinión q u e exponemos en el texto. Véanse.asimismo SEGMÜLLER, J. B., Die Papstbullen und das staatliche Recht der Exclusive ( T ü binga IÍ92>; SCHWEITZER, V., Zur Ceschkhte der Reform unter Julius III (Colonia 1907) 5 i s . ^ L a Comisión estaba formada por los cardenales C u p i s , Carafa, Crescenzi, Pisani, Pole, y Cervini'-* s MASSARELLI, Cerne. Tntí. 11,190.
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que de ello tenía la Iglesia, Julio III inició inmediatamente los primeros pasos para llegar cuanto antes a la reapertura del concilio. Carlos V recibió con gran satisfacción la propuesta de Julio III y se mostró enteramente conforme en que el concilio se continuara en Trento, prometiendo para ello todo su apoyo. Así, pues, el papa nombró en abril una comisión de siete cardenales para que trataran a fondo el asunto de la reapertura del concilio. En junio envió al emperador como nuncio especial para este asunto al obispo Pighino, y otro al rey de Francia. Pero mientras el emperador dio toda clase de facilidades, el rey francés, a vuelta de frases corteses, respondía con una negativa. Enrique II era decidido adversario del concilio, pues éste ofrecía la perspectiva de una unión de Alemania, lo cual suponía robustecimiento del poder de Carlos V. Por esto, en esta ocasión y diversas veces más tarde, respondía al papa que Francia no necesitaba el concilio, pues si alguna cosa precisaba reforma, la realizaban sus prelados 9 . A pesar de estas dificultades, Julio III continuó trabajando en la preparación de la nueva etapa del concilio, contando con el apoyo del emperador y de otros príncipes cristianos. De este modo, el 14 de noviembre de 1550 publicó la bula Cum ad tollenda, en la que se levantaba la suspensión del concilio de Trento y señalaba como fecha para su reapertura el i.° de mayo de 1551 10. En la misma bula se daba con toda naturalidad la explicación de esta continuación en Trento con las palabras legitimo cessante impedimento, habiendo desaparecido todo obstáculo legítimo. Entre tanto, Carlos V presentaba en febrero en la dieta del imperio el asunto del concilio y obtenía un asentimiento general de los protestantes U. Mas, por otra parte, el asunto de Parma, tras el cual se hallaba el rey de Francia, que deseaba poner obstáculos a la inteligencia entre el papa y el emperador, estuvo a punto de separarlos definitivamente. Julio III, con su temperamento vivo e impetuoso, llegó casi a estallar en forma violenta. Pero, a pesar de su moderación, Francia se dispuso a apoyar en Italia a los enemigos del papa, y en Alemania a los protestantes, procurando al mismo tiempo impedir por todos los medios posibles la reanudación del concilio. Esto no obstante, Julio III continuó con toda decisión tomando las medidas necesarias para su reapertura. Así, el 4 de marzo de 1551 nombró como presidentes al cardenal Marcelo Crescenzi, al arzobispo Sebastián Pighino y al obispo Luis Lippomano 12. Ángel Massarelli fue confirmado en su cargo de secretario. El 29 de abril llegó a Trento el cardenal Crescenzi. Entre tanto, siguiendo la voluntad manifestada por el emperador, habían ido llegando los primeros prelados alemanes. Pero, llegada la fecha señalada, no había más que catorce Padres. Sin embargo, los legados, reunidos en congregación general el día 30 de abril, determinaron celebrar el 1.° de mayo la sesión pública anunciada. * Véase MASSARELLI, COIK. Trid. 11,187. Para este y otros puntos véase también M A U R E N BRECHER, W . , Karl V und die deutschen Protestanten, 1545-1S55 (Dusseldorf 1885) 23IS. 10
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MASSARELLI, l . c ,
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Véase L E PLAT, hAonumenta ad hist. Conc. Trid. I V . i ó o . Véanse T H E I N E R , Acta germina Conciín Tridentim 2 vols. (Agram 1874) 1.473; MASSARELLI, Conc. Trid. II,21712
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Así, pues, el i.° de mayo de 1551 se celebró la sesión undécima del concilio de Trento, que fue meramente formularia, pero tenía la significación oficial de que el concilio había celebrado su reapertura. En ella tomaron parte los tres legados presidentes del concilio, el cardenal de Trento, cuatro arzobispos y diez obispos. Notemos, por otra parte, que no había ningún obispo francés. Para la sesión siguiente se señaló el i.° de septiembre 13. 3. Sesiones duodécima y decimotercera.—Las circunstancias para el desarrollo del concilio no podían ser más desfavorables. Francia seguía obstaculizando el concilio en todo lo posible. A primeros de julio, su embajador ante la Santa Sede formulaba su protesta en un consistorio, declarando que en aquellas circunstancias el concilio no podía proceder ordenadamente, y, hecha esta declaración, salió de Roma, no sin alguna amenaza de un concilio nacional y de un cisma. Pero, afortunadamente, el cardenal Carlos de Lorena, que gozaba de mucho influjo en la corte, impidió constantemente que se llegara a este extremo 14 . Entre tanto, los prelados alemanes, españoles e italianos iban lentamente llegando a Trento. Así, se presentaron los tres príncipes electores de Maguncia, Tréveris y Colonia. Mas como el número de asistentes no era todavía suficientemente grande, el i.° de septiembre se celebró la sesión duodécima, que tuvo carácter meramente protocolario. Asistieron a ella, además de los tres legados, el cardenal Madruzzo, siete arzobispos, veintiséis obispos y veinticinco teólogos 15. Al mismo tiempo se pudieron ya emprender seriamente los trabajos conciliares. Estos estaban ya muy adelantados por las discusiones realizadas en 1547 en Trento y en Bolonia. Los primeros que fueron designados para hacer una amplia relación sobre el estado de la materia fueron los teólogos pontificios Laínez y Salmerón. Se propuso para la próxima sesión la materia de la eucaristía, y, como ya estaba suficientemente preparada, se pudo señalar el 11 de octubre para su publicación en la sesión decimotercera 16 . Desde un principio se habían propuesto con todo detalle los errores contra la eucaristía que se debían tener presentes y se trataba de rebatirlos 17 . A partir del 17 de septiembre de 1551 pasaron ya a las congregaciones de los Padres los artículos en los que se contenían los principales errores que debían ser refutados. En las discusiones que siguieron se desarrollaron interesantes controversias 18. 13 P a r a esta sesión undécima véanse las obras citadas e n la n t . i , e n particular RICHARD, 463S; PASTOR, n o s , y sobre todo MASSARELLI, Conc. Trid. II,227s. 14 Véase L E P L A T , IV,227s. 15 P u e d e n verse MASSARELLI, Conc. Trid. II.247S; T H E I N E R , O . C , I , 4 8 3 S ; PASTOR, X I I I . I I S S ; R I C H A R D , l . c , 4695.
16 Véase sobre todas estas discusiones principalmente M I C H E L , Htst. des conc. X , l p.239S. Sobre la estima d e Lalnez en el concilio, POLANCO, Vita Jgnatií Loyolae... 6 vols. ( M a d r i d 18941898) 11,250.253; A S T R Á I N , A . , Historia de la Compañía de Jesús... I,552s; CERECEDA, Diego Lainez... 2 vols. (Madrid 1945) I,93os. 17 Véanse estas listas d e los errores protestantes contra la eucaristía e n M I C H E L , 24OS. 1 * Sobre las diferentes controversias e n t o r n o a estos d o s p u n t o s véase u n a b u e n a síntesis en M I C H E L , 250S. F u e m u y discutida la opinión d e M e l c h o r Cano, apoyado p o r otros teólogos, d e q u e se recibía más gracia con la recepción d e la eucaristía bajo las dos especies q u e bajo una sola. D e hecho, todos convenían en q u e bajo cada u n a d e las especies se recibe a t o d o Cristo; pero la m a y o r parte d e los teólogos rechazaba la opinión d e C a n o . P o r otro lado, los obispos d e A g r a m y d e Monopolis, apoyándose e n l o c.6, insistían en q u e Jesús recomendaba la comunión bajo las dos especies. Pero Ayala, obispo d e Guadíx, y otros veían en ese texto únicamente
C.}. La reforma católica de Julio III a Pió IV
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Al mismo tiempo fue nombrada una comisión para la redacción definitiva del texto de los cánones, y el i.° de octubre se pudo presentar la obra, que comprendía diez cánones, que luego se completaron hasta trece. Atendiendo a una reclamación de los imperiales y en atención a los protestantes, que anunciaban su próxima llegada, se hizo algún arreglo de estos cánones 19 . Por otro lado, siguiendo la propuesta de algunos Padres, desde el día 6 se redactaron una serie de capítulos doctrinales, a la manera como se había hecho en la sesión sexta. Al mismo tiempo se fue preparando el decreto de reforma, que constituye un complemento excelente de los de las sesiones quinta y siguientes. De este modo, el 11 de octubre de 1551, según estaba anunciado, se celebró la sesión decimotercera, sobre la eucaristía y diversos puntos de reforma 2 0 . En ella tomaron parte, además de los tres presidentes, un cardenal, los tres electores alemanes, otros cinco arzobispos, treinta y cuatro obispos, tres abades y cinco generales. Además asistían cuarenta y ocho teólogos. El decreto dogmático versaba sobre las cuestiones fundamentales acerca de la eucaristía, que'se expresaban primero en forma de ocho capítulos doctrinales, y luego en once cánones. En unos y otros se proclamaba: la presencia real de Cristo en la eucaristía y sus características ; la transubstanciación; el culto y veneración que se le debe y la facultad de reservarlo en las iglesias y llevarlo a los enfermos; la recepción sacramental y real de Cristo en la comunión; la obligación de recibirla; la debida preparación para la comunión. Al mismo tiempo se condenaban las doctrinas contrarias de la presencia meramente virtual o simbólica y la llamada teoría de la impanación. En el decreto de reforma se incluyeron importantes disposiciones sobre la jurisdicción de los obispos21. Para ello les recuerda, en primer lugar, la importancia capital de la residencia, pues sólo así encontrarán tiempo y gusto para gobernar debidamente a los fieles. Asimismo, les inculca el deber de velar con la mayor prudencia y solicitud por las buenas costumbres de sus subordinados, aplicando los castigos oportunos. A continuación se promulgan las normas que deben seguirse en los procesos de corrección; cuándo se admite apelación y cuándo no en las causas criminales y en todas las demás del foro eclesiástico; a quién debe hacerse la apelación; sobre el procedimiento que debe observarse en los casos de deposición de clérigos, etc. Las actas de esta sesión decimotercera terminan con el salvoconducto para los protestantes, con el objeto de que pudieran libremente la promesa d e la eucaristía, y, por otro lado, traían otros textos del m i s m o capítulo en q u e se r e comienda la comunión bajo u n a sola especie. Véase T H E I N E R , 1,509.515. Sobre la necesidad d e la confesión antes d e la comunión, M a d r u z z o , cardenal d e T r e n t o , proponía q u e se añadiera habita copia confessarii aut saltem in voto. Cf. T H E I N E R , 1,503. E n cambio, el cardenal-legado defendía q u e debía imponerse la confesión en absoluto. Cayetano opinaba q u e n o era necesaria en absoluto la confesión antes d e la comunión, y del mismo m o d o o p i n a b a n otros. C a n o , e n cambio, tenía esta opinión como condenable, si bien no como herética. 19 Véase e n M I C H E L (p.254) el arreglo d e cánones q u e se realizó. 20 Véase T H E I N E R , I,530s; RAYNALDI, Ármales a.1551; PALLAVICTNI, 12,9. Asimismo, P A S TOR, X I I I , n 8 s ; RICHARD, 473S; M I C H E L , 255S. 21 Véase el texto e n M I C H E L , 283S. El texto latino en Sacrosancti concilii Trid... cañones et decreta,
ed. P H . C H I F F E T , I I I S . B u e n a síntesis en C R I S T I A N I , 124S.
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P.II. De Latero a la paz de Westjalia
presentarse ante el concilio 22 . Por otro lado, el concilio dio una respuesta oficial al rey francés, en la cual, entre otras cosas, se observaba que el concilio mantendría su carácter general y ecuménico aun cuando Francia permaneciera ausente 23 . 4. Preparación y celebración de la sesión decimocuarta: 25 de n o v i e m b r e de 1551.—Inmediatamente se iniciaron los trabajos de preparación de la sesión decimocuarta, fijada para el 25 de noviembre. En ella debía presentarse el decreto dogmático sobre la penitencia y la extremaunción, además del decreto de reforma correspondiente. El 15 de octubre de 1551, el legado Crescenzi presentó los conceptos fundamentales de los protestantes en esta materia 24 . Es de particular interés, como hemos podido ver en otras ocasiones, la minuciosidad con que procedían en este punto los teólogos en el examen de las opiniones protestantes y en las citas de sus obras. De esta misma minuciosidad son claro indicio las sesiones siguientes, en las cuales se anotan para cada artículo y contra cada una de las opiniones rebatidas de Lutero, Zuinglio y otros protestantes gran abundancia de testimonios de la Sagrada Escritura, de la tradición eclesiástica, de los Santos Padres y aun de la razón teológica. Entre los teólogos que tomaron parte en estas discusiones distinguiéronse, ante todo, Diego Laínez y Melchor Cano 25 . El 5 de noviembre, los teólogos presentaron su trabajo a los Padres, y éstos emprendieron a su vez el examen, que resultó muy animado. El 15 de noviembre, una comisión nombrada para el efecto fue encargada de redactar toda la doctrina en capítulos y añadir luego los cánones correspondientes. Los cánones sobre la penitencia fueron quince. Al mismo tiempo se redactó lo relativo a la extremaunción en tres capítulos y tres cánones. El 23 por la tarde se dio a todo la última mano. Del mismo modo se había ido preparando el decreto de reforma sobre el importante tema de las órdenes sagradas de los eclesiásticos y las condiciones que para ella debían exigirse. El 25 de noviembre de 1551 se celebró, con la solemnidad acostumbrada, la sesión decimocuarta 26, en la que tomaron parte, además de los tres legados, el cardenal de Trento, nueve arzobispos, cuarenta obispos, cinco procuradores, cinco abades, un general y cincuenta y un teólogos. En ella se promulgó, ante todo, la doctrina católica sobre la penitencia. Comienza estableciendo la necesidad y la institución de la penitencia, que es verdadero sacramento, así como también la diferencia que existe entre este sacramento y el bautismo. Asimismo, declara el concilio que para la válida recepción del sacramento de la penitencia se requieren las tres partes, contrición, confesión y satisfacción, cuyo 22 23 2 * 25
Véase THEINER, I,528s. Puede verse RAYNALDI, a.1551 n-34s. Cf. MICHEL, 288s; THEINER, l,53is. Puede verse una buena síntesis de las discusiones de los teólogos en MICHEL, 2O6S. Además de los indicados, sobresalió en esta ocasión R. TAPPER, sobre todo en torno al artículo segundo, sobre las tres partes de la penitencia: contrición, confesión y satisfacción. El presentaba la absolución como la esencia del sacramento, y al menos pedía que se evitara la expresión de partes aplicada a los elementos indicados. Melchor Cano le dio una respuesta adecuada, notando cómo los tres elementos indicados son esenciales para la penitencia; ÉTIENNE, J., Ruard Tapper, interprete catholiqíie de la pensée protestante sur le sacrement de pénitence: «Rev. Hist. Eccl.» 49 (1954) 770s; TESSADRI, E., II grande cardinale: Cristoforo Madruzzo (Milán 1953). 26 Para la sesión decimocuarta véase, sobre todo, el texto de los decretos y el breve comentario en MICHEL, 312S. Por lo demás, véanse RAYNALDI, a.1551 n.53s; THEINER, I,53is; LE PLAT, IV.272S. Asimismo, los artículos Pénitence y Extréme-onction en «Dict. Thcol. Cath.».
C.5. La rejorma católica de Julio lll a Pío IV
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fruto es la verdadera reconciliación con Dios. Por otra parte, no sólo es verdadera contrición la contrición perfecta, sino también la llamada atrición, la cual dispone debidamente para obtener el perdón por medio del sacramento de la penitencia 27 . Además declara el concilio la necesidad de la confesión verbal de los pecados, como de institución divina, para obtener el perdón y que no basta la confesión interior hecha a Dios. Asimismo, que el ministro de este sacramento es todo sacerdote debidamente ordenado, de modo que, aun estando en pecado mortal, su absolución es válida, pues el sacramento obra ex opere operato. Finalmente, enseña el concilio que el obispo posee la facultad de reservar en determinados casos algunos pecados, y, por otra parte, que no siempre se perdona toda la pena temporal juntamente con la culpa. Respecto del sacramento de la extremaunción, proclama el concilio, ante todo, su institución divina y su carácter de verdadero sacramento; asimismo, su efecto, que es conferir gracia, perdonar los pecados y aliviar al enfermo, y, finalmente, el rito, que es el usado por la Iglesia, y el ministro, que es el sacerdote ordenado por el obispo. El decreto de reforma puede ser considerado como complemento del de la sesión precedente 28 . Se trata de la jurisdicción de los obispos y de su cuidado pastoral en reforzar y evitar todos los abusos que pueden introducirse entre los clérigos. En el preámbulo se pondera la importancia de la reforma de los eclesiásticos, pues en verdad se puede decir que como es el sacerdote, así es el pueblo. Además se dan diversas disposiciones prácticas sobre los deberes y jurisdicción de los obispos en la colación de las órdenes sagradas; sobre su derecho de admisión, incluso de los de otras diócesis; su vigilancia sobre todo el clero; sobre los derechos de los patronos, la indumentaria de los clérigos y las fundaciones piadosas. Asimismo, sobre diversos puntos de los regulares. 5. Ulterior desarrollo del concilio. Sesión decimoquinta: 25 de enero de 1552.—Después de señalar el 25 de enero de 1552 para la sesión decimoquinta, cerróse la decimocuarta, e inmediatamente se pusieron de nuevo al trabajo 29 con la discusión sobre el santo sacrificio de la misa y el sacramento del orden. Como en las discusiones de la sesión anterior, así también ahora tomaron una parte muy activa los teólogos Gropper y Eberhard Billick. El 3 de diciembre se había terminado el trabajo de los teólogos y se dio comienzo al de los Padres. 21 Todo este punto referente a la contrición y atrición fue muy discutido en las diversas partes que comprende. Había sido tocado y resuelto en parte en la sesión sexta, pero quedaban muchas cuestiones por resolver. Por esto, el resultado final, tal como lo proclamó el concilio, pertenece a los más importantes del mismo. Particularmente discutida fue la última parte acerca de la atrición, en la cual se tuvo que reformar diversas veces el texto. Véanse las diversas redacciones en THEINER, I,s84s, y MICHEL, 329S. La cuestión principal que se debatió fue si el temor servil, es decir, el horror al pecado por sólo el temor del infierno, era suficiente para obtener el perdón junto con el sacramento de la penitencia. Así se había indicado en la primera redacción. En la redacción definitiva se evitó esta controversia, indicando simplemente que la atrición es una contrición imperfecta, pues comúnmente brota de la consideración de la fealdad del pecado y del temor de las penas del infierno. Se prescinde sobre si este dolor basta, y sólo se define que, «ayudado por este movimiento del Espíritu Santo, el penitente se prepara el camino para la justificación». 28 Véase el texto latino en Sacrosancti..., ed. PH. CHIFFET, o.c, 146S. Asimismo, MICHEL, 284S. 29 En el capítulo 14 del decreto de reforma de la sesión decimocuarta se anunciaba que en la sesión siguiente se trataría del santo sacrificio de la misa y del sacramento del orden, y a dicha sesión se esperaba que asistirían algunos protestantes.
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P.ll.
De Latero a la paz de Westfalia
Hasta el 29 de diciembre de 1551 se tuvieron continuas congregaciones privadas, en las que se discutió con grande animación. El 3 de enero de 1552 se pudo ya proceder a las congregaciones generales, que fueron hasta trece, y el 14 de enero una comisión de dieciocho prelados trabajó en la redacción definitiva de cuatro capítulos y trece cánones sobre la misa, y tres capítulos y ocho cánones sobre el orden. Todavía se celebraron otras tres congregaciones generales los días 18, 20 y 21 de enero, con lo cual se dejó el texto preparado para su publicación 3 0 . Pero en estas circunstancias tuvo lugar el golpe de mano de Mauricio de Sajonia, de que hablaremos luego. Entre tanto habían ido llegando los enviados protestantes, que dificultaban más y más la actuación del concilio. El 22 de octubre de 1551 se habían presentado dos enviados de Würtemberg, que fueron los primeros. El 11 de noviembre llegó igualmente el conocido historiador Sleidan, en representación de Estrasburgo y otras ciudades. Ya en enero de 1552 llegaron dos delegados de Mauricio de Sajonia, quien de este modo disimulaba su traición. Pero ya desde el primer momento empezó a complicarse la situación. Anto todo causó muy mala impresión el hecho que no quisieron presentarse ante los presidentes del concilio. Pero lo que aumentó sobremanera la tensión de los ánimos fueron los actos de desconfianza con que comenzaron a actuar 31. Ante todo exigían que hasta que llegaran los restantes teólogos protestantes se suspendieran todas las discusiones del concilio; que se volvieran a discutir todas las cuestiones ya tratadas; que se pusieran como base los decretos de Constanza y Basilea sobre la superioridad del concilio sobre el papa, y, lo que era peor todavía, que los cardenales y obispos quedaran libres de su juramento de fidelidad al papa. Incluso se llegó a hablar de que el papa debía presentarse para ser juzgado por el concilio. A todas estas y otras semejantes exigencias, como la de los delegados de Würtemberg, que exigían el nombramiento de arbitros independientes de los obispos, los Padres conciliares respondieron que se consideraría todo maduramente 32 . El 24 de enero de 1552 tuvo lugar el recibimiento oficial 33 . Pero, como no podía menos de suceder, ya entonces comenzaron a manifestarse las graves consecuencias de aquella situación violenta. Por una parte, con el objeto de establecer una base para la obra conciliar, intentó Crescenzi hacer aceptar una declaración sobre la superioridad del papa sobre el concilio. Por su parte, los imperiales procuraron que se prescindiera de los decretos dogma30
P u e d e n verse para todo esto T H E I N E R , 602S.635S; L E P L A T , IV.334s.386s. Gf. L E PLAT, IV.464s.460s. El juicio sobre estas exigencias véanse en PALLAVICINI, 12,15. Sobre los p u n t o s d e vista d e los protestantes frente al concilio p u e d e n verse: STUPPERICH, R., EvangelischesKonzil. Forderungen u. Pláne luth. Theologen u. Politiker imi6 und 17. Jht: «NZSystTh» 3 (1061) 296-314; D E SIMONE, R., L'invito di Pió IV a Ivan Zar di Russia per la partecipazione al Conc. di Tr.: «Unltal» 17(1962) 342-363: M Ü L H H A U P T , E., Was kann und solí man nach Luther von einem Konzil erwarten?: «Luther» 33 (1962) 94-115; EBNETER, A., Luther und das Konzil: «ZKathTheol» 84 (1962) 1-48. 32 F u e interesante la congregación general del 23 de enero, en la q u e el legado pontificio se manifestaba dispuesto a escuchar a los protestantes a pesar d e la mala disposición e n q u e se presentaban y por m á s q u e «debíamos t e m e r se nos haga traición», como escribía Pighino, pues «la Iglesia, como m a d r e solícita, no debía rechazar a nadie». 33 Sobre estas recepciones y todo io q u e luego siguió véanse T H E I N E R , L648S; L E P L A T , I V , 4 i 8 s ; PALLAVICINI, 12,15; RICHARD, 488S. 31
C.5. La reforma católica de julio 111 a Pío IV
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ticos y se trabajara en los de reforma. Ambos intentos fracasaron por completo. Por otro lado, algunos delegados llegaron al extremo de presentar al concilio sus propias confesiones protestantes. En medio de esta confusión general y después de largos debates, se decidió dejar para una sesión ulterior la publicación de los decretos ya preparados y entre tanto proceder a la sesión decimoquinta. Así, pues, el 25 de enero de 1552 se celebró la sesión decimoquinta, a la que asistieron, además de los tres presidentes, el cardenal de Trento, diez arzobispos y cincuenta y cuatro obispos. En ella no se hizo otra cosa que publicar la prorrogación de la publicación de los decretos conciliares para la próxima sesión del 19 de marzo. Además se publicó un nuevo y más amplio salvoconducto para los protestantes 34 , donde se alentaba a todos a acudir a Trento para proponer con libertad y discutir sus doctrinas. En realidad, ellos no quedaron todavía contentos, y con sus ulteriores exigencias mostraron claramente su designio de inducir al concilio a la persuasión de su superioridad sobre el papa. Al tener noticia en Roma de lo que ocurría, el papa manifestó a Crescenzi su disconformidad y exigió una firme posición contra la superioridad del concilio sobre el papa, contra la supresión del juramento de fidelidad de los obispos al romano pontífice y contra la discusión de los dogmas ya definidos. Sobre estos puntos no debía admitirse ninguna discusión. Sobre esta base, inculcaba el papa la mayor caridad y benevolencia con los disidentes. 6. Fin de la segunda etapa del concilio. Sesión decimosexta: 28 de mayo de 1552.—Tal era la situación poco después de terminada, el 25 de enero de 1552, la quinta sesión de esta etapa del concilio. Pero al mismo tiempo, ya durante todo el invierno se advertían en el imperio germánico presagios de tempestad. Ante esta amenaza, algunos obispos alemanes habían intentado salir de Trento. Sin embargo, gracias a las insistentes advertencias del papa, habían desistido de su intento. Pero entre tanto Mauricio de Sajonia iba urdiendo su traición contra Carlos V, de que se ha hablado en otro lugar 35 . Siendo así que los príncipes protestantes echaban en cara a Carlos V que los había vencido en la primera con el apoyo extranjero, ahora no dudaron en apoyarse en el rey de Francia, el enemigo mortal de Carlos V, Enrique II 36 . Ante los síntomas alarmantes que se observaban, ya durante el mes de febrero de 1552 comenzaron a dispersarse los Padres de Trento. Así, el 11 de febrero salieron los príncipes electores de Colonia y Maguncia; el 13, los enviados de Sajonia; el 16, el elector de Tréveris, y de un modo semejante iban partiendo otros prelados. Ante la evidencia de los hechos, diose cuenta, finalmente, Carlos V de la difícil situación del concilio, por lo cual el 5 de marzo de 1552 manifestó la conveniencia de la suspensión. Entre tanto había estallado la guerra abierta, y mientras Enrique II se apoderaba de Toul, Verdún y Metz, Mauricio de Sajonia se dirigía rápidamente hacia Innsbruck, lo que '•> Véase T H E I N E R , 1,655. 35 Sobre las maquinaciones y conducta d e Mauricio d e Sajonia véase arriba. A s i m i s m o , IANSSEN-PASTOR, Gesch. des deutschen Volkes..., ed.17-18 III.725s.730s; PASTOR, X I H , i 3 2 s ; C R I S MAN!, 1365. Jo. Véase, sobre todo, JANSEN-PASTOR, l . c , 707S.
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C.5. La reforma católica de Julio 111 a Pió IV
P.1I. De Lutero a la paz de Westfalia
aumentó la alarma de los Padres de Trento ante la proximidad de las fuerzas luteranas. Al tener noticia de estos hechos, Julio III concedió poderes a los legados para suspender el concilio, y en una congregación general del 24 de abril así se decidió 37. Algunos se opusieron a esta decisión; pero al fin se pudo llevar a efecto. Así, pues, el 28 de mayo de 1552 se celebró la sesión decimosexta del concilio, en la que se publicó la suspensión del mismo por dos años 38 . Contra esta decisión protestaron doce Padres, en su mayoría españoles. De hecho transcurrieron diez años hasta que se reuniera de nuevo el concilio. Entre tanto siguió la guerra su curso, y el 27 de mayo se reunía en Passau una asamblea entre los representantes de Mauricio de Sajonia y de D. Fernando, en nombre de Carlos V, y después de enojosas discusiones, en las que se veía claramente que Mauricio deseaba la paz, el 2 de agosto se llegó a la tregua de Passau. Esto no obstante, continuaron las revueltas en Alemania. El 11 de julio de 1553 desaparecía trágicamente de la escena Mauricio de Sajonia, abominado de todos; y, finalmente, se llegó a la paz de Augsburgo en 1555. 7. Julio III y su ulterior actividad reformadora 39 .—Después de la suspensión del concilio de Trento, Julio III intentó aprovechar algunos de los Padres y teólogos allí reunidos para continuar los trabajos de reforma en Roma; pero tuvo que renunciar a este plan. Así, pues, se decidió a emprender por sí mismo aquella obra. Fue de gran trascendencia el consistorio del 16 de septiembre de 1552, en el cual presentó el papa un amplio plan de reformas. Habló Julio III, sobre todo, de la elección pontificia y de la necesidad de realizar una reforma fundamental del conclave. En él debía ser elegido el que Dios quiere, no el que quiere la política de los hombres. Por otra parte, los cardenales deben tomar muy a pecho dar al romano pontífice los consejos necesarios para su bien y el de la Iglesia. Además, no debían poseer más que un obispado y cumplir la obligación de visitarlo. Del mismo modo, insistió en la obligación de residencia de los obispos, los cuales debían ejercer una estricta vigilancia sobre el clero, no admitir a él y no conceder beneficios sino a personas dignas. Por otro lado, debía iniciarse con toda seriedad la reforma de la Dataría, de la Penitenciaría y todo lo demás. En conjunto fue un recuento de todos los puntos de reforma señalados ya por el concilio; y habló el papa sobre ellos con tanto énfasis, que el cardenal Pacheco escribía que el asunto de la reforma iba en serio. Precisamente para ello urgió el papa los trabajos de la Comisión de Reforma. Indudablemente fueron de gran importancia los trabajos realizados por la Comisión de Reforma durante los meses siguientes. En diciembre recibió un interesante dictamen presentado por los obispos españoles 4 0 . 37
Se h a discutido sobre una supuesta precipitación d e Julio I I I e n la suspensión del concilio. Asi lo d a a entender RANKE. Pero PASTOR prueba suficientemente q u e esto no e s exacto. E l 20 d e marzo d e 1552 conocían ya e n Roma la liga e n t r e los protestantes y Enrique II y el principio d e la guerra. Sin embargo, Julio I I I n o dio ninguna orden d e suspensión hasta el 15 d e abril. 38 V é a n s e T H E I N E R , I , o s o s ; L E P L A T , I V , 5 4 5 S ; PALLAVICINI, 13,3. 39 P u e d e verse la amplia exposición d e PASTOR, X I I I , I 6 4 S . Asimismo, RICHARD, 14OS, y las demás obras generales. Además, DRVJFFEL, Briefe und Akten zur Cesch. des X V I Jahrh. ( M u nich 1872S); SCHWEITZER, V., Zur Cesch. der Reform unter Julius III (Colonia 1907).
*0 D R U F F E L , O . C , 828.
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Durante los meses de enero y febrero de 1553 se ocupó del asunto candente de la residencia de los obispos. A mediados de marzo se pasó a la reforma de la Penitenciaría. Finalmente, el 17 de abril de 1553 pudo el papa anunciar a los cardenales una serie de propuestas de la Comisión de Reforma. El plan era elaborar una bula completa y fundamental sobre la reforma. De la seriedad de los esfuerzos de Julio III en la preparación de esta bula no puede dudarse. Durante el año 1554 es cuando Julio III trabajó con más intensidad en la realización de este ideal 4 1 . El archivo secreto pontificio conserva multitud de documentos en los que se confirma plenamente este hecho. Desde el 10 de enero consta que la Comisión se ocupó de la reforma de los conventos. Ya el 12 de febrero de 1554 declaraba Julio III que podía presentarse un bosquejo de la bula de reforma. Hízose en realidad así, y se conservan algunos pareceres de los cardenales sobre él. En esta forma siguieron las cosas hasta fines de 1554. Uno de los primeros resultados concretos fue una nueva bula sobre el conclave, presentada en el consistorio del 12 de noviembre. Por otro lado, a fines de noviembre se pudieron presentar las líneas fundamentales de la reforma de los obispos y en diciembre se había terminado el plan de la reforma de los clérigos y regulares. Finalmente, a últimos de enero de 1555, el papa comunicaba al rey de España que estaba ya preparada la nueva bula general de reforma, no obstante la resistencia de muchos eclesiásticos y seculares, y que pronto se publicaría. Tal era la situación, cuando ocurrió la muerte de Julio III el 23 de marzo de 1555. De hecho se conserva todavía este documento, que es la prueba más fehaciente de la seriedad de sus esfuerzos por la reforma católica. En él se comienza por la reforma del papa, de los cardenales y de los obispos; sigue luego la de los eclesiásticos a las órdenes de los mismos, la Penitenciaría y los regulares. Si no se publicó esta excelente bula, y, por consiguiente, no se puso por obra todo lo que en ella se ordenaba, no fue ciertamente culpa de Julio III. Sin embargo, su obra no fue estéril, pues sirvió como buen fundamento para ulteriores planes y para la reforma definitiva que más tarde se realizó con la autoridad del concilio de Trento. II.
L A OBRA DE PAULO IV (1555-1559) 4 2
Al morir Julio III, la nueva bula sobre el conclave y la elección pontificia estaba terminada, pero no se había publicado todavía. Por esto se siguieron las antiguas normas en la elección'del nuevo papa. 4 i Ibid., 167S. Cf. SCHWEIZER, o . c , 6 1 . T a n t o SCHWEITZER como PASTOR h a n utilizado en este p u n t o muchos documentos del Archivo Pontificio. 42 Bibliografía general para los pontificados d e Marcelo II y Paulo I V :
F U E N T E S . — A n t e todo, las obras generales: LAEMMER, Monumenta Vaticana (Friburgo de Br. 1861); Bullarium Rom., ed. Taurinense, d e TOMASSETTI; L E PLAT, Acta... II,5o6s. Asimismo, MASSARELLI: Corte. Trid. I I , p o r M E R K L E , 2 4 7 S ; DRUFFEL, Briefe und Akten... IV. B I B L I O G R A F Í A . — L a s obras fundamentales: PASTOR, X I V : SUSTA, D e r Versuch einer Verfassungsreform unter Paul IV: «Mittl. des Inst. f. Osterr. Gesch.» V I ( i o o i ) 544s; BROSCH, Paul IV gegen Karl V und Philipp II: ibid (1904) 470s; RIESS, L . , Die Politik Pauls IV und seiner Nepoten: "Hist. St.» 67 (Berlín 1909); A N C E L , D . R., La secrétairie pontificale sous Paul IV (París 1909): ID., Pauí IV et le conciie (Lovaina 1907); I D . , Le Vatican sous Pauí Í V : «Rev. Bén.n, enero 1908; ID., L'activité réformatrice de Paul IV (París 1909); I D . , Nonciatures de France. Nonciatures de Paule IV (París 1909-11).
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P.H. De Lulero a la paz de Westfalia
Sin embargo, es buen indicio del predominio que había alcanzado la idea de reforma en el colegio cardenalicio el hecho que, no obstante un primer conato de elección de un papa tipo Renacimiento como el cardenal Hipólito de Este, rápidamente fue elevado al solio pontificio el cardenal Cervini, el más significado representante de la reforma eclesiástica. i. Marcelo II (1555) 43 .—Elegido por unanimidad el cardenal Cervini el 10 de abril de 1555, tomó el nombre de Marcelo II; pero de él podemos decir que fue más bien mostrado por Dios que dado a la Iglesia, pues murió ya el i.° de mayo, a los veintiún días de su elección, y aun de estos días sólo la mitad pudo gobernar en buena salud. Sin embargo, este cortísimo tiempo de gobierno fue suficiente para mostrar el temple de su espíritu y su decisión de trabajar en la reforma. Su carácter, sus tendencias y sus cualidades eran bien conocidas de todos, pues había sido legado pontificio en la primera etapa del concilio de Trento. Por eso era muy significativo que, después de la elevación al trono pontificio del primero de los legados, cardenal Del Monte, fuera ahora elevado el segundo. Claramente aparecía la voluntad de la Iglesia de que se mantuviera y siguiera el espíritu del concilio, que se sintetizaba en la reforma. Aun los príncipes seculares, en particular los reyes de Francia y España, que no habían manifestado simpatía por su candidatura, acogieron muy favorablemente su elección 4 4 . Intachable en sus costumbres, piadoso y humilde hasta lo sumo, era indudablemente el hombre más a propósito para realizar en aquellos momentos la obra que necesitaba la Iglesia. Por esto, los que se mostraron más satisfechos de esta elección fueron los defensores decididos de la reforma. En nombre de todos, expresaba Seripando su satisfacción, considerando como gracia especial del cielo que «hubiera dirigido los votos hacia el que salvaría a Israel». Pero lo más sorprendente era que, aun en el seno del colegio cardenalicio, donde había bastantes elementos opuestos al espíritu de reforma, fue unánime la simpatía por Marcelo II. Desde el primer momento, Marcelo II respondió plenamente a la expectación que en él tenía la Iglesia, y, como si se hubiera dado cuenta de los contados días de su gobierno, tomó durante los mismos una serie de importantes medidas. Así, contra la costumbre introducida de otorgar todas las gracias que se pedían con ocasión de la coronación, solamente concedió las que estaban conformes con los principios establecidos de reforma 45 . Hizo un efecto extraordinario la austeridad con que se portó con sus parientes, rompiendo con esto la inveterada costumbre de sus predecesores de entregarse a un nepotismo más o menos exagerado. A sus parientes no les otorgó más dignidades ni recompensas que las que ellos 43 Véase la nota precedente. Asimismo, POLLIDORUS, De vita, gestis et moTÍbus Marcelli II Pont. Max. (Roma 1744); PASTOR, XIV,7S; MASSARELLI: Conc. Trid. II,253s. 44 Véase DRUFFEL, o.a, IV,66os. 45 Es interesante la observación que todo lo ahorrado con la eliminación de grandes festejos y despilfarros en su coronación fue destinado a los pobres; pues, según afirmaba, ese dia debía ser de alegría para ellos. Así lo expresa, entre otros, POLANCO en carta del 16 de abril de 1555 a los superiores de la Compañía de Jesús, en Cartas de San Ignacio V,r52s (Madrid 1889).
CJ.
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ganaron con sus propios méritos. Por lo demás, en su vida privada continuó con la misma austeridad que había observado durante su cardenalato. Así lo atestigua Massarelli, quien desciende en este punto a los más minuciosos detalles 46 . Poniendo, pues, manos a la obra, ya el 11 de abril encargó a Massarelli reunir todos los documentos dejados por Julio III con relación a la reforma y a la bula correspondiente que tenía preparada sobre el conclave y a otra de carácter general, manifestando abiertamente su deseo y propósito de publicarlas cuanto antes 4 7 . Más significativas todavía fueron las declaraciones de que se iniciaría una reforma radical en la Dataría. De una manera semejante empezó a proceder o a dar disposiciones en otros asuntos. Es un hecho atestiguado por los contemporáneos que todo el mundo se convenció de que la reforma iba de veras, por lo cual muchos se adelantaron a ponerla en obra en sí mismos. Pero en estas circunstancias, y cuando todo inducía a esperar que dentro de poco la tan deseada reforma sería una realidad, la muerte prematura del papa, a los cincuenta y cuatro años de edad, ocurrida el 1 de mayo de 1555, tronchó todas estas esperanzas, dejando de nuevo en suspenso la realización de la obra de reforma, tan necesaria a la Iglesia católica. 2. Paulo IV (1555-1559). Sus primeros actos.—De nuevo se encontraba la Iglesia ante una elección pontificia sumamente comprometida ; pero, no obstante la exclusiva puesta por los imperiales y españoles contra el cardenal Carafa y a pesar de la edad de setenta y nueve años que contaba, fue elegido, con relativa rapidez, el 23 de mayo de 1555, día de la Ascensión 48 . Indudablemente, esta elección era la mejor prueba que daba la Iglesia de su voluntad decidida de renovación y reforma. Porque el cardenal Carafa era bien conocido por su carácter absolutista, decidido e independiente, por lo cual generalmente tenía pocas simpatías; pero, esto no obstante, todos reconocían su piedad, su rectitud de intención, su erudición y elocuencia, puestas siempre al servicio de la Iglesia, y, sobre todo, sus ansias sinceras de renovación eclesiástica. El cardenal Carafa tomó el nombre de Paulo IV, y ya en sus primeros actos manifestó las dos cosas que debían caracterizar su pontificado. Por una parte, una voluntad decidida y sincerísima de reforma, y por otra, un choque y fracaso constante con la realidad, debido a su espíritu absoluto e independiente y a su falta de comprensión y acomodación a las personas y a las circunstancias. A esto debemos añadir un sentimiento político y un nepotismo exagerado, que lo impulsaron ciegamente a unirse con el partido francés y a una desgraciada guerra contra España. Todo esto comunica a su pontificado un carácter de fracaso y de inconsistencia, como algo puramente personal y transitorio. Ya el 29 de mayo de ISSS, en su primer consistorio, manifestó el nuevo papa su decisión de emprender inmediatamente la reforma. Este 4 * 47 48
Conc. Trid. H,26is. Ibid., 256S. En particular pueden verse PASTOR, XIV,53s; Conc. Trid. II,268s y MASSARELLI, l.c. Asimismo: SABA-CASTIGLIONI, Paulo IV (1555-1559) en Hist. de los Papas 2.» ed. (Barcelona 1964) 319-332; D E MAIO, R., La Biblioteca Apostólica Vat. sotto Paolo-ePio IV (1SSS-IS65) : «Collect. Albareda» 1,265-313; SCHWAIGER, G., art. Paul IV: «LexThK» 8 (1964) 200-202.
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ideal, que había sido como su obsesión durante toda su vida, quería a todo trance ponerlo por obra ahora que la divina Providencia había puesto en sus manos el timón de la Iglesia. De esta firme voluntad dio muestra bien patente en el consistorio del 5 de junio, en el que publicó un decreto en que anunciaba que sólo serían elegidas para obispados y abadías personas verdaderamente aptas. El mismo día se celebró un importante consistorio, en el que se publicaron varias disposiciones fundamentales. Luego designó cinco cardenales, uno para cada una de las principales naciones, en orden a la realización de las reformas eclesiásticas. El cardenal Pacheco fue el designado para España. Ya desde los primeros momentos se presentó a Paulo IV un doble problema íntimamente ligado con la reforma, a cuya realización con tantas veras aspiraba. Ante todo, se planteaba la cuestión sobre si en sus planes de reforma debía aprovechar, completar y poner por obra los trabajos realizados y muy adelantados por Julio III. Concretamente, si debía llevar adelante y publicar la bula en la que tanto había trabajado aquel papa y había dejado a punto de publicar. Pero Paulo IV, con su espíritu independiente, no creyó conveniente sujetarse a planes ajenos en una obra tan trascendental. Más delicada era la cuestión sobre el concilio 49 . En realidad, sin que expresamente lo rechazara, Paulo IV no habló nunca seriamente de su continuación si no es en sus últimos años, y en todos los planes y disposiciones de carácter reformatorio obraba siempre en la suposición de que debía realizarla él con su autoridad pontificia, sin contar con el concilio. Su natural independiente y práctico no se acomodaba a someterse a una asamblea como el concilio, que más bien pondría trabas a su celo. Para poder realizar mejor esta obra, siguiendo el ejemplo de Paulo III, hizo algunos nombramientos de cardenales sumamente significativos. Fue memorable la alocución que con este objeto dirigió a los cardenales en el consistorio del 18 de diciembre de 1555. Protestó, ante todo, contra la idea expresada por algunos de que solamente pudiera nombrar cuatro cardenales, y luego con verdadera crudeza manifestó su decisión de crear nuevos cardenales que fueran instrumentos aptos e idóneos, ya que los actuales estaban divididos en partidos y no se dejaban gobernar. Y, hablando con un embajador, llegó a decirle: «Puesto que alejar de una vez a estos ineptos es imposible, queremos ponerles poco a poco un contrapeso con el nombramiento de buenos y capaces». En realidad, los siete nombrados el 20 de diciembre de 1555 eran hombres nuevos y muy aptos para aquello a que Paulo IV los destinaba. Algo semejante se puede decir de los diez nombrados el 15 de marzo de 1557, entre los que merece destacarse el dominico Miguel Chislieri. Indudablemente, pues, Paulo IV tomaba en serio el asunto de la reforma, si bien quería realizarla por sí mismo y sin el concilio. Precisamente por esto tenía tanto interés en el nombramiento de cardenales que fueran dóciles instrumentos en sus manos, con el fin de evitar el influjo indebido de los príncipes, a quienes servían con absoluta fidelidad los cardenales entonces existentes. 4
»jVéase en particular ANCEL, Paul IV et le Concile; PASTOR, XIV.IÓIS.
C.5. La reforma católica de Julio 111 a Pío IV
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De la seriedad de sus planes de reforma, además de todo lo realizado durante el año 1555, dieron la prueba más evidente dos decisiones de principios de 1556. La primera tuvo lugar en el consistorio del 10 de enero. Ya hacía sesenta años, dijo, que se trataba de esta reforma; pero ahora debía llevarse a efecto, para lo cual se consideraba como elegido por Dios. Como prueba de ello, añadió, se había comenzado ya por la Dataría. Pero más significativo todavía fue el segundo hecho, que fue el nombramiento de una congregación o comisión, que en un principio constaba de 62 miembros, encargados de elaborar un plan de reforma eclesiástica. Entre los teólogos que tomaban parte en esta comisión destacaban el jesuíta Diego Laínez y el servita Juan B. Calderini. A la segunda sesión celebrada por esta comisión el 29 de enero acudieron ya otros participantes, y poco después contaba la comisión 144 miembros. Con estos instrumentos y con su incansable actividad fue adelantando en la preparación de la gran reforma que planeaba. Sobre los planes y grandes esperanzas que lo animaban habló claramente el 13 de marzo de 1556 en una conversación con el embajador veneciano. 3. Asuntos políticos y guerra contra Felipe II 50 .—Desgraciadamente, Paulo IV se dejó llevar de dos afectos que contrarrestaron en gran parte estos esfuerzos por la reforma y aun los paralizaron por algún, tiempo casi por completo: el de sus parientes y su oposición a lo imperial o español. Ya mucho antes de su elección se había distinguido por sus tendencias antiespañolistas. Ansiaba la liberación de Italia de los españoles e imperiales, por lo cual era ya conocido por su política antiespañola. Ahora bien, elevado a la sede pontificia no obstante la oposición de la casa de Habsburgo, se propuso desde el principio organizar los asuntos políticos con el objeto de independizarse de los españoles e imperiales. Para ello, siguiendo el ejemplo de Paulo III y Julio III, quiso llamar a uno de sus nepotes para ponerlo al frente de la política pontificia, al mismo tiempo que confiaba cargos políticos importantes a otros nepotes o parientes. Así, pues, ya el 7 de junio creó cardenal a su sobrino Carlos Carafa, y puso en sus manos la Secretaría de Estado del papa. Contaba éste a la sazón treinta y ocho años y se hallaba en la plenitud de su virilidad; pero, acostumbrado a los asuntos militares y siendo hombre apasionado y ambicioso, era el menos a propósito para el cargo que se le encomendaba. Puesto el cardenal Carlos Carafa al frente de los asuntos políticos de la Iglesia, rodeóse rápidamente de hombres hábiles y adictos por completo a sus ideas, y con sus extraordinarias cualidades de agitador y hombre de negocios comprometió cada vez más al romano pontífice. Mientras Paulo IV advertía a los embajadores que acudieran a Carlos Carafa con toda confianza, como a sí mismo, Carlos supo envolver a su tío el romano pontífice de tal manera, que, siendo tan autoritario e independiente como era, hacía con él una excepción. Estando así las cosas, bastó una pequeña chispa para encender la 50 Sobre el nepotismo y la política antiespañola de Paulo IV véanse en particular RIESS, Die Polítik..., o.c; ID., Der Nepotismus Pauls IV und der Ursprung der spanischen Vorherrschaft...: «Preuss. Jahrb.» 150 (1913) 233S; PASTOR, XIV,8SS.
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P.II. De Lutero a la paz de Westfalia
guerra contra los españoles e imperiales. El cardenal Santa Fiora, decidido partidario del emperador, facilitó la captura y entrega a los españoles en Ñapóles de dos galeras francesas. El resultado fue que Paulo IV, azuzado por su sobrino y por los franceses, montó en cólera contra los españoles, hizo encarcelar al cardenal Santa Fiora y a otros personajes y meditaba alguna empresa de castigo contra Ñapóles. En estas circunstancias, el embajador francés le ofreció abundantes recursos, y el cardenal Farnesio, antiguo enemigo de España, recomendó la alianza de Francia y puso a disposición del papa todo el poder de su casa. El resultado fue que, autorizado por Paulo IV, Carlos Carafa inició una leva de gente con el objeto de organizar un ejército. El 15 de agosto de 1555, el duque de Urbino era nombrado capitán general del mismo. Puestas las cosas en este punto, ya no se detuvo el apasionado Carlos Carafa en su campaña contra los imperiales y españoles. Como Camilo Colonna y su familia se habían puesto de parte de los imperiales, fue apresado él también; asimismo, Ascanio della Corgna y otros partidarios de los españoles. Se tomaron otras medidas radicales, que indicaban claramente la decisión de provocar un conflicto. De nada sirvió que fueran devueltas las galeras, primer origen de todo el conflicto. El cardenal Santa Fiora fue puesto en libertad, pero obligado a entregar como garantía 150.000 escudos de oro. Carlos Carafa había organizado ya una liga con Francia y Ferrara contra la casa de Habsburgo. Enrique II de Francia, enemigo encarnizado de los españoles, enviaba gran cantidad de dinero para ganar a los cardenales para la causa antiespañola. El 14 de octubre Paulo IV firmaba un tratado de amistad con Francia, bien amañado por el cardenal Carafa. Llegados luego a Roma los cardenales Tournon y de Lorena, firmóse con todo secreto el 15 de diciembre la alianza entre el papa, Francia y Ferrara. Un ejército de 22.000 infantes y mil caballos debía ponerse en pié de guerra contra los españoles 51 . Entre tanto tenían lugar en el seno de la familia de los Habsburgos sucesos trascendentales. Carlos V había renunciado el 22 de octubre de 1555 a los Países Bajos y el 16 de enero de 1556 renunciaba a los dominios españoles en manos de su hijo Felipe II, retirándose al monasterio de Yuste. Por otro lado, el 3 de febrero de 1556 se concluía entre Francia y el emperador la tregua de Noucelles, lo cual parecía echar por tierra todos los planes guerreros de la alianza entre el papa, Francia y Ferrara contra los Habsburgos. Carlos Carafa, con su acostumbrada decisión y falta de escrúpulos, trata de romper a todo trance esta tregua, para lo cual utiliza todas las intrigas y urde toda clase de calumnias para indisponer y exacerbar a Enrique II contra los españoles e imperiales. Con este objeto, sale el 19 de mayo de 1556 para Francia. Las relaciones entre los aliados y España se van exacerbando cada vez más. Se van alistando tropas en los Estados pontificios. El 15 de agosto desfilan en Roma los primeros contingentes de Francia. La guerra se hizo inevitable. El 27 de agosto, el duque de Alba, virrey de Ñapóles, que tenía a su vez el ejército preparado, envió un ultimátum a Roma. Entre tanto, Carlos Carafa había inducido a En51 E n realidad, el responsable principal de esta nefasta guerra contra los H a b s b u r g o s es Carlos Carafa. Véase en torno a este problema CKISTIANI, l . c , n.2.
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rique II a romper la tregua, y, en consecuencia, debía acudir el duque de Guisa con 16.000 soldados a Italia. Así, pues, aunque el papa quería dar largas al duque de Alba, éste salía de Ñapóles el 1.° de septiembre de 1556 al frente de su ejército y rápidamente entraba en los Estados pontificios y se dirigía a Roma. De esta manera se inició la desgraciada guerra. Carlos Carafa volvía de Francia el 7 de septiembre de 1556 con un puñado de soldados franceses, primicias de los que debía acaudillar el duque de Guisa. Con ellos y los reunidos en los Estados pontificios se disponía a hacer frente al duque de Alba mientras éste se acercaba a Roma. El 15 de septiembre caía Anagni en sus manos, y rápidamente iban cayendo otras plazas. En Roma comenzó a reinar, como refiere Massarelli, el más espantoso caos 52 . Lo más sorprendente de todo es el doble juego que empezó a jugar el nepote del papa, Carlos Carafa 53 . Mientras esperaba el grueso de las tropas francesas, inició tratos de paz con los españoles. Lo importante era hacer tiempo. El 25 de octubre llegan en socorro de Roma 300 lansquenetes alemanes, la mayor parte luteranos, y Paulo IV tiene que ver con amargura que aquellos hombres enemigos de la misa se constituyen en sus defensores. Pero entre tanto los españoles siguen avanzando. El 18 de noviembre ocupan Ostia. Carlos Carafa, desesperando ya de la ayuda francesa, llega a recomendar la paz. Paulo IV se resiste. El 27 de noviembre se ajusta una tregua de cuarenta días, que Carlos aprovecha para buscar socorros mientras hace toda clase de promesas al duque de Alba. En momentos tan decisivos, el 15 de diciembre de 1556, Carlos Carafa parte para Venecia en busca de ayuda. Todo fue inútil 5 4 . Por otro lado, Julio Orsini marchaba a Francia en su nombre. Enrique II había consentido en enviar algún auxilio al papa; pero no quería romper las relaciones con el nuevo rey de España, Felipe II. Al fin fue inducido a ello por Orsini, y a fines de enero de 1557 se declaraba en guerra contra él, y, mientras se desarrollaba la guerra entre Francia y España en las fronteras de los Países Bajos, el ejército de Guisa emprendía el camino de Italia. El 2 de marzo entraba Guisa triunfalmente en Italia; pero ya desde el principio se iniciaron las contrariedades, pues mientras él hubiera preferido dirigirse contra Milán, Paulo IV y Carlos Carafa lo obligaron a marchar contra Ñapóles. Allí no fue afortunado en sus empresas. Los repetidos ataques a Cividella constituyeron un fracaso. Por otro lado, eran derrotados los dos mil suizos llegados en socorro del papa. Juan Carafa, hermano del cardenal Carlos, por motivos personales, se volvía contra éste. De hecho, la guerra iba tomando un aspecto cada vez más desfavorable a las armas pontificias. Para colmo de desgracias, el 23 de agosto llegó a Roma la terrible noticia de la completa derrota de las tropas francesas en San Quintín, ocurrida el 10 de agosto 55 . El mismo generalísimo francés Montmo52
en
MASSARELLI, 297. Véase más bibliografía y toda la descripción d e estos acontecimientos
PASTOR, l . c , 53
125S.
Sobre Carlos Carafa en particular pueden verse DURUY, G., Le cardinal Cario Carafa, 1519-1561. Étude sur le pontificat de Paul IV (París 1882); Á N G E L , D . R., La disgrace et le procés des Carafa: «Rev. Bén.» 22 (1905) 525S con varias continuaciones. 54 Véase D U R U Y , o . a , 43S; MASSARELLI: Conc. Trid. II,28os. 5 5 Véase MALAGUZZI, La batagglia di S. Quintino (Módena 1890).
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rency había caído prisionero. Los españoles quedaban plenamente victoriosos. El 24 de agosto el duque de Guisa anunciaba a Paulo IV la orden de volver a Francia a defender a la patria contra la invasión enemiga. Naturalmente, ya no fue posible contener el rápido desmoronamiento de la resistencia pontificia. El 27 de agosto, el duque de Alba se hallaba con su ejército delante de Roma. Es cierto que él estaba decidido a impedir los excesos de la soldadesca y evitar a todo trance la repetición de un saqueo como el de 1527 56 . Por esto se mostraba dispuesto a entrar en tratos de paz. Así, pues, el 8 de septiembre se juntó en Cave, cerca de Palestrina, con Carlos Carafa, y el 13 firmaba la paz con la Santa Sede. Seis días después, el 19 de septiembre de 1557, el duque de Alba entraba solemnemente en Roma, sin que sus tropas realizaran el más mínimo atropello. Inmediatamente se dirigió ante el romano pontífice, besó humildemente su pie y solicitó su reconciliación con España. El día 22, Paulo IV la concedía plenamente. Tal fue el desgraciado término de la guerra de Paulo IV contra los españoles. Carlos Carafa continuó al frente de los asuntos políticos de Paulo IV; pero éste trató de desentenderse lo más posible de ellos, entregándose en adelante casi exclusivamente a los asuntos eclesiásticos y, sobre todo, a la reforma. 4. Nueva actividad de Paulo IV en la reforma 5 ?.—Apenas terminada la guerra, el i.° de octubre de 1557 reunió a los cardenales en un consistorio y anunció con toda solemnidad su propósito de intensificar la reforma. Tal fue, digámoslo así, como su obsesión a partir de este momento. No vivía sino para la reforma. Quería examinar por sí mismo a los nuevos candidatos para los obispados, por lo cual llegó a haber un número bastante elevado de sedes vacantes. En general, exigió que tuvieran las debidas cualidades los que aspiraban a beneficios y dignidades eclesiásticas. De un modo especial dedicó su atención a impedir el avance del protestantismo, contra cuya difusión tomó medidas radicales, al mismo tiempo que urgía la vigilancia de la Inquisición, cuyas sesiones presidía él con frecuencia. Por otro lado, manifestó una solicitud especial por la reforma de los regulares. Circulaban por Roma gran multitud de monjes denominados «giróvagos», que andaban fuera de sus monasterios. El 20 de julio de 1558 puso fin a este abuso por medio de una bula especial, por la que promulgaba las normas más estrictas en materia de clausura regular. Con este mismo objeto, desde la noche del 22 de agosto de 1558 quedaron cerradas las puertas de Roma. Durante la noche se realizaron pesquisas en busca de monjes vagabundos, y fueron capturados casi un centenar. El papa les aplicó el conveniente castigo y en adelante procuró que se guardaran las normas establecidas. De lo dicho, fácilmente se desprende que la impresión y el ambiente resultante del gobierno de Paulo IV era de un verdadero rigor y austeridad extraordinaria. Por esto contrastaba tanto más la libertad 56 PASTOR (XIV,i46s) y otros historiadores hacen justicia a Alba y a Felipe II en su digno comportamiento en Roma y con el papa después de su victoria. 57 Además de las obras sobre Paulo IV en general, pueden verse, sobre todo, NAVAGERO, Calender of State Papers, Venecianos (Londres 1873-1890); DURUY, G., Cario Carafa...; A N CEL, R., Paul IV et le amule (Lovaina 1905).
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y ligereza de algunos de sus nepotes, sobre todo del cardenal Carlos Carafa. En realidad, tanto Carlos como sus dos hermanos, Juan y Antonio, se habían aprovechado sin escrúpulos de la debilidad del pontífice por su familia, enriqueciéndose a costa de los Estados pontificios y dando ocasión a las más apasionadas críticas y maledicencias, que indirectamente hacían un daño inmenso al romano pontífice 5S . Sólo Paulo IV permanecía enteramente ciego y entregado por completo a los asuntos eclesiásticos, mientras dejaba que su nepote Carlos manejara a sus anchas todas las cuestiones políticas. Este entre tanto, mientras en el Vaticano y en las proximidades del papa fingía una vida morigerada y austera, se entregaba en su residencia de campaña, en unión de los cardenales más mundanos, a una vida de placer, que a veces llegaba a verdadero escándalo 59 . Guiado por este espíritu, siendo así que había sido el principal instigador de la guerra contra España, al terminar ésta se entregó de lleno a los españoles, y, con el objeto de sacar de Felipe II el mayor provecho posible, se hizo designar legado suyo en los Países Bajos, donde él se encontraba. Así, pues, el 6 de octubre de 1557 salió de Roma y se dirigió a Bruselas. Pero allí comenzó bien pronto a intrigar de tal manera, que, descubiertas sus malas artes, precisamente esta legación constituyó el principio de su ruina. Al volver Carlos a Roma el 23 de abril de 1558, todavía persistía Paulo IV en la más completa ignorancia de la verdadera conducta del cardenal. Por esto pudo éste continuar durante todo el año su vida de engaños y liviandades. Pero ya en agosto de 1558 tuvo el papa un primer aviso sobre la conducta desarreglada del cardenal nepote. Sin embargo, logró éste parar el golpe, hasta que, finalmente, en enero de 1559 descubrió Paulo IV toda la verdad de los hechos, que lo sumió en la mayor consternación. No es, pues, de sorprender que, dado el modo de ser de Paulo IV, tomara entonces rápidamente las medidas más radicales. Al cardenal Carlos Carafa y a sus dos hermanos mayores no quiso ya recibirlos en su presencia. El pensamiento del burdo engaño de que había sido objeto y del escándalo que se había dado lo llenaba de indignación y lágrimas. El 27 de enero 6 0 en un consistorio, en presencia de todos los cardenales, a excepción de Carlos, descubrió con indecible amargura todos los crímenes de sus nepotes y confesó con humildad el horrible engaño de que había sido objeto; luego privó a los tres de todos los honores y cargos de que disfrutaban. De nada sirvió el que el cardenal decano y otros cardenales intentaran aplacarlo e intercedieran en favor de los nepotes. El papa persistió en el castigo dictado contra ellos. Solamente el joven nepote Alfonso quedó libre de la indignación del papa; pues, siendo claramente inocente, continuó experimentando su protección. Después de tan terrible desengaño, Paulo IV continuó su obra favorita y lo que constituía como la obsesión de su pontificado, que era la reforma de la Iglesia. Con tal persistencia siguió trabajando por la Js
NI,
Véanse las obras citadas de DURÜY y ANCEL, y como síntesis, PASTOR, 192S, y CRISTIAl.c, 167S. Sobre los devaneos y excesos de Garlos Carafa véase ANCEL, Disgrace..., o.c, 25S. *° Acerca de este dramático consistorio véase. \>t»=eL"~— ' 59
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residencia de los obispos, que durante el último año de su gobierno apenas había diez o doce obispos en la Ciudad Eterna. Al morir Paulo IV el 18 de agosto de 1559, indudablemente había avanzado la obra de reforma; muchas de las disposiciones de Paulo IV sirvieron de base para la obra del concilio; pero tal como entonces quedaban, eran puramente personales e inconsistentes. De no haber sobrevenido poco después la obra organizadora del concilio y la labor firme y sistemática de los pontífices siguientes, la obra de Paulo IV se hubiera deshecho con más o menos rapidez. III.
TERCERA ETAPA DEL CONCILIO DE TRENTO (ENERO DE DICIEMBRE DE 1563). PÍO IV (1559-1565) 6 1
1562-
Dominada la reacción que se manifestó en la población de Roma a la muerte de Paulo IV y vencidas las dificultades que se presentaron en la elección del nuevo papa, el 26 de diciembre de 1559, después de casi cuatro meses de conclave, fue elegido el cardenal Juan Ángel de Médicis, quien tomó el nombre de Pío IV. 1. Primera actuación de Pío IV 62 .—Antes de la recepción de las sagradas órdenes había llevado una vida bastante mundana y cometido graves deslices, pero desde su elevación al cardenalato era uno de los partidarios más decididos de la reforma y ciertamente durante su pontificado fue uno de los hombres más beneméritos de la Iglesia. Aunque no pertenecía a la célebre familia de los Médicis de Florencia, si bien Panvinio sostiene que procedía de los Médicis de Milán, sin embargo, estaba íntimamente unido con aquellos príncipes y contaba con su apoyo, así como también con el de los Farnese. Aunque siempre había manifestado, y durante su pontificado mostró igualmente, gran interés por sus parientes, sin embargo, precisamente en este punto realizó un cambio definitivo en la política de la Santa Sede. Eliminó el nepotismo de alto estilo, como lo habían practicado algunos papas de los últimos tiempos, y conservó únicamente un favor 63
Además de las obras generales véanse:
F U E N T E S . — P a r a Pío IV y el concilio d e T r e n t o en su tercera etapa, la fuente principal es Concü. Trid. II, ed. por S. M E R K L E , y VIII, por S. E H S E S . E n el vol.2 se hallan: MASSARELLI, Diarium...; F I R M A N I , Diaria caerimonialia; PANERINIUS, O . , De creaiione Pii IV Papae; G u i DTJS, A . , De obitu Pauli IV et conclavi cum electione Pii IV; GONZÁLEZ DE M E N D O C A , P., LO que sucedió en el concilio de Trento, y otras relaciones, sobre todo PALEOTTI, G., Acta concilii Trid. annis 1562 et 1563 originalia. E n el vol.8: Preparación del concilio; Capitulaciones del conclave de 1559, etc. T a m b i é n se encuentran documentos interesantes en Mon. Hist. Soc. Jes.: Monum. Ignat. (Madrid I903s); NADAL, Epistolae (Madrid 1898S); BRAUNSBERGER, O-, Canisii B. Epistolae et Acta (Friburgo de Brisg. 1896S). B I B L I O G R A F Í A . — S U S T A , J., Die rom. Kurie und das Konzü von Trtent unter Pius Í V 4 vols. (19045); JALLA, C , I legati papali a Trento alia terza convocazione... soto Pió IV: «Bilychnis» 19 (1922) 3 4 i s ; 20 (1923) 27s; EHSES, S T . , Die letzte Berufung des Trienter Kúnzils duren Pius IV: «Festschr. G. V. Hertling» (1913) 139S; I D . , Der Schlussakt des Konzils von Trient (1914); I D . , Briefe vom Trienter Konzü unter Pius IV: «Hist. Jhb.fl 37 (1916) 49s; PASTOR, X V , I 8 6 S . 62 Además de las obras citadas pueden verse en particular sobre Pío I V : Lettere di sovrani, principi e prelati dirette a Pió Í V : «Boíl. stor. della Svizzera ital.» (1900) 8s y otras continuaciones; CERASSOLI, II testamento di Pió IV: «St. e D o c u m . d e stor. e dir.» (1893) 373S; HINOJOSA, Felipe II y el conclave de 155 9 ( M a d r i d 1889). Asimismo, PASTOR, X V , 3 7 S ; GARCÍA C U ÉLLAR, F . , Política de Felipe II en torno a la convocación de la tercera etapa del concilio Tridenl.: «HispSa» 16(1963) 25-60; GAROCCI, G., L o S t a í o d e l í a C h i e s a n e ü a s e c o n d a m e t d d e i secólo X V i (Milán 1961); SCHWAIGER, G . , art. Pius IV: «LexThK» 8 (1964) 830-831; SABA-CASTIGLIONI, Pío IV (iSS9-¡s6s): en Hist. de los Papa? 2. a ed. (Barcelona 1964) 332-351-
O . La reforma católica de Julio III a Pío IV 817 moderado y discreto. Por otra parte, el más significado de sus nepotes, Carlos Borromeo 63 , hijo de su hermana Margarita, quien, contando sólo veintiún años, fue elevado al cardenalato en enero de 1561 e inmediatamente colmado de honores y riquezas, resultó un verdadero timbre de gloria de Pío IV y de toda la Iglesia. Dotado de extraordinarias dotes naturales y de una elevada santidad, fue desde un principio el brazo derecho y, como entonces se decía, el ojo del papa. Ya desde el primer momento manifestó particular interés por abrir de nuevo y poner término al concilio de Trento. Por esto, el 12 de enero de 1560 publicó una bula en la que expresaba su deseo de realizar los dos puntos incluidos en la «capitulación» del conclave: sobre el concilio y la reforma M. A ello le ayudaban un conjunto de circunstancias. Ante todo, la paz de Chateau Cambresis, del 3 de abril de 1553, y la muerte de Enrique II, el más decidido adversario de los Habsburgos, habían allanado el terreno para una mejor comprensión. Por otra parte, Francia se hallaba interiormente preocupada por el rápido crecimiento de los hugonotes, por lo cual estaba lejos de cualquier colaboración con los protestantes. Mas, por otra parte, Pío IV encontró graves dificultades para la nueva reunión del concilio. Mientras España, entonces en el apogeo de su poder, exigía que el concilio que se reuniera fuera continuación de las dos etapas anteriores de Trento, cuyas decisiones debían ser mantenidas, Francia insistía en que debía celebrarse un concilio nuevo e independiente del anterior y en un lugar que aceptaran los protestantes. El emperador Fernando I, por su parte, daba largas al asunto y se inclinaba más bien a la independencia del nuevo concilio, añadiendo otras condiciones inaceptables. Con el objeto de allanar estas dificultades, trabajó Pío IV durante todo el año 1560. Entre tanto, Francia anunció para enero de 1561 la celebración de un concilio nacional, lo cual dio al papa nuevo impulso para la celebración del general y ecuménico. De este modo se pudo llegar a la bula de convocación del concilio, que fue leída en el consistorio del 29 de noviembre de 1560. En ella se anuncia la nueva reunión para el 6 de abril de 1561. Francia renunció entonces a la celebración de su concilio nacional 65 . Por esto, en atención a Francia y al emperador, se evitaba la palabra «continuación» y no se decía nada expresamente de la validez de los decretos anteriores. Pero, no obstante el cuidado puesto por el papa, la bula tropezó con múltiples dificultades. Mientras Francia y España oponían todavía algunos reparos, que el romano pontífice procuraba resolver, partieron dos legados pontificios, Commendone y Delfino, para los diversos territorios de Alemania, Países Bajos y Bélgica 66 con objeto de presentar oficialmente la bula e invitar a todos los príncipes a participar en el concilio. El resultado fue que los protestantes rechazaron la invitación y la mayor parte de los príncipes y obispos católicos la aceptaron. 63 Sobre San Carlos Borromeo en particular p u e d e n verse SYLVAIN, Histoire de St. Charles Borromée 3 vols. (Milán 1884); O R S E N I Z O , C , Vita di S. Cario B. 2." ed. (Milán 1911); CELIER, L., St. Charles B.: «Les Saints» (París 1912). 64 Véase esta bula en COÍIC. Trid. VIII,2s. Las instrucciones a los nuncios, ibid., I0S.20S. 65 Conc. Trid. VIII, 103S. H i p ó l i t o d e Este, cardenal de Ferrara, al ser p r e g u n t a d o por el papa, r e s p o n d i ó : «Concilium istud iam extinctum est». La célebre bula d e convocación está p u blicada en Conc. Trid. VIII, 104S. E s t á firmada por el papa y veintinueve cardenales. «* Véase Conc. Trid. VIII, 1425.
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P.II. De Lutero a la paz de Westfalia
2. Proceso y muerte de los Carafa 67 .—Mientras se desarrollaban estos acontecimientos y se hallaba el romano pontífice intensamente ocupado en la preparación de la nueva etapa del concilio de Trento, tuvo lugar uno de los hechos más trágicos y más discutidos del pontificado de Pío IV. Nos referimos al proceso y ajusticiamiento de los Carafa. El cardenal Carlos Carafa y su hermano Juan, duque de Paliano, habían vuelto a la vida pública y desarrollaban una intensa actividad en todos los órdenes. Pero precisamente durante los últimos meses de la vida de Paulo IV y poco después de su muerte habían ocurrido en su familia horribles tragedias. La esposa de Juan Carafa, duque de Paliano, había sido acusada de infidelidad. Furioso el duque contra el supuesto culpable, joven de Gállese, después de un simulacro de proceso contra él, lo atravesó personalmente con veintisiete puñaladas, y poco después su esposa, Violante de Alife, que hasta el último momento protestó de su inocencia, era cruelmente estrangulada por su propio hermano el conde de Alife el 29 de agosto de 1559 68 . Basándose en estos crímenes, que, según todos los indicios, fueron conocidos y aprobados plenamente por el cardenal Carlos Carafa, los encarnizados enemigos de la familia presentaron proceso contra Carlos, Juan y los demás culpables, a quienes se unió igualmente al menos culpable de todos, cardenal Alfonso Carafa. La instrucción se inició el 8 de julio de 1560, y durante tres meses fueron acumulándose todos los crímenes cometidos durante el pontificado de Paulo IV. El 4 de marzo de 1561 se promulgaba la sentencia, aprobada por Pío IV 6 9 , en la que se decretaba la pena de muerte contra los cuatro culpables del asesinato de Violante de Alife y de su supuesto cómplice. Alfonso Carafa fue puesto en libertad después de satisfacer una considerable multa y someterse a ciertas condiciones. Las sentencias de muerte se ejecutaron al día siguiente. El cardenal Carlos Carafa, quien hasta el último momento creía que la sentencia no se ejecutaría, tuvo un momento de vacilación, pero luego se rehízo, se confesó detenidamente y murió con la mayor entereza y resignación. Juan y los demás compañeros reconocieron su culpa y murieron con los mejores sentimientos cristianos 70 . Se ha criticado y discutido mucho la inflexibilidad de Pío IV en la ejecución de la sentencia; pero él pensó que debía obrar así para cortar definitivamente el peligro de un nepotismo exagerado. Sin embargo, consta que el recuerdo de este proceso y de su conducta pesó sobre él toda su vida. Coincidiendo casi con los últimos actos de esta triste tragedia, 6 7 Véanse principalmente: A N C E L , La disgráce et le procés des Carafa (Maredsous 1909); D U R U Y , G., Cario Carafa (París 1882) 315; G E S S I , L . , II dramma dei Carafa: «StrenRom» 21 (1960) 1,107-113; M A I O , R. DE, Alfonso Carafa, card. di Napoli 1540-1565: «SteT» 210 (1961). 68 Véase en particular PASTOR, l . c , I 5 i s . Según todos los indicios, la duquesa era en realidad inocente. P u e d e verse en este lugar a b u n d a n t e documentación. 69 A N C E L , l . c , 152S. Es célebre el consistorio del 3 d e marzo d e 1561, en el q u e se presentó t o d o el proceso para q u e Pío IV diera la sentencia. Generalmente, se admite q u e los cuatro condenados a m u e r t e merecían esta pena por los dos asesinatos cometidos. M á s discutida es la cuestión sobre la culpabilidad como reos de alta traición, por lo cual se condenó también a m u e r t e a los dos hermanos Carafa. Por otra parte, en el mismo consistorio intercedieron por el cardenal Carafa u n buen n ú m e r o de cardenales, a quienes apoyó el embajador Vargas en n o m b r e d e F e lipe I I . ¿Hubiera sido mejor y m á s p r u d e n t e acceder a estas súplicas? El n o haber accedido, ¿significa q u e en Pío IV influyeron motivos personales? D e t o d o esto se discute ampliamente. ? o Es célebre, sobre todo, una carta dirigida por J u a n Carafa a su hijo D i o m e d e s . P u e d e verse reproducida en gran parte en PASTOR, 1773.
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Pío IV comenzó a tomar las primeras medidas en orden a la celebración de la última etapa del concilio de Trento. El 2 de febrero de 1561, nota Masarelli que es él nombrado por tercera vez secretario del concilio 7 1 ; el 14 se realizaba el nombramiento de dos legados, el cardenal ' lércules Gonzaga y el cardenal Puteo. El 10 de marzo eran nombrados otros tres legados, los cardenales Seripando, Hosio y Simonetta, que eran de los dieciocho recién elevados por Pío IV al cardenalato. Al frente de los cinco legados estaba el cardenal Gonzaga. 3. Primera sesión (del conjunto, sesión decimoséptima): 18 de enero de 1562.—Sin embargo, la nueva etapa del concilio de Trento no pudo inaugurarse en la fecha anunciada. Las potencias cristianas insistían en sus condiciones y exigencias. España continuaba pidiendo una expresa declaración de que se trataba de una continuación; Fernando I seguía dando largas con la esperanza de atraer a los protestantes. Sólo a fines de año se declaró conforme con la apertura del concilio. Entre tanto llegó el día señalado para la apertura (6 de abril de 1561), y ni siquiera los legados se hallaban presentes 72 . El 16 llegaron Gonzaga y Seripando. Felipe II, en vista de las complicaciones que sobrevenían en Francia 7 3 , dio la orden a los obispos españoles de dirigirse a Trento. Poco a poco fueron llegando a la ciudad conciliar obispos de diversas nacionalidades. El 19 de noviembre nombró el papa como nuevo legado al obispo de Constanza, Sítico, en sustitución del enfermo cardenal Puteo. Al anunciar el emperador el envío de sus representantes para mediados de enero de 1562, se designó el 18 de este mes para la inauguración. Finalmente, el 18 de enero de 1562 7 4 se celebró la primera sesión de esta tercera etapa del concilio de Trento, que fue la decimoséptima de todo el concilio. En ella tomaron parte cuatro legados (Marcos Sítico no había llegado todavía), otro cardenal, tres patriarcas, qnce arzobispos, noventa obispos, cuatro generales y cuatro abades. Entre los obispos existía una enorme mayoría de italianos. Seguían en número los españoles, y luego, en más escasa representación, otras nacionalidades. Los tres delegados del emperador no llegaron hasta el 13 de febrero. Con los numerosos prelados y teólogos españoles presentes en el concilio, sobre todo si se tiene en cuenta que, además, muchos de los italianos estaban de su parte, disponía España de una fuerza arrolladura en el concilio, por lo cual se ha podido afirmar que el concilio de Trento (sobre todo en esta tercera etapa) fue tan internacional como español 75 . Así, pues, en esta sesión no se hizo otra cosa que publicar solem7! Conc. Tria". 11,35 i s . Véanse m á s detalles e n PASTOR, XV,239s. E n las páginas siguientes se dan a conocer los nuevos legados. 72 T H E I N E R , I,667s. Sobre la llegada d e los legados y otros asistentes al concilio véase MASSAR E L L I : Conc. Trid. II.354S. 73 Al m i s m o t i e m p o recibía u n breve del papa, fechado el 17 d e julio, en el q u e se declaraba la validez d e los decretos de las dos primeras etapas del concilio. J u n t a m e n t e recibía una carta autógrafa del romano pontífice. Véase Conc. Trid. V I I I , 2 7 9 ; D Ó L L I N G E R , Documentos I, 266s; PASTOR, l . c , 247S. 74 A n t e todo véase Conc. Trid. VIII.27IS, Véanse también las exposiciones d e PASTOR, l . c , 2S7S y RICHARD., l . c , 604S. 75 Así lo afirma M E N É N D E Z PELAYO, Historia de los heterodoxos españoles, ed. B A C , 2 vols. ( M a d r i d 1956) 11,334. Véase en confirmación d e esto la o b r a d e G U T I É R R E Z , C , Españoles en Trento ( M a d r i d 1951).
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nemente el levantamiento de la suspensión del concilio y señalar el 16 de febrero para la sesión segunda (o decimoctava). El arzobispo Guerrero quiso protestar contra el derecho exclusivo de propuesta de los legados, pero tuvo que retirar su propuesta, reservándola para otra ocasión 76 . Con el objeto de no irritar a los protestantes, insistía el emperador en que se omitiera toda declaración sobre si el concilio era continuación de las etapas anteriores; asimismo, que se retrasara todo lo posible la discusión de los temas dogmáticos y se comenzara por los de reforma 77 . Por otra parte, puede observarse que la política imperial predominó hasta la llegada de los franceses al concilio. En cambio, desde noviembre de 1562, en que éstos llegaron, se notaron influjos muy diversos. Bien pronto se dio comienzo a las discusiones con el índice de libros prohibidos. El publicado por Paulo IV era generalmente rechazado por ser excesivamente riguroso. En la congregación del 24 de enero de 1542 se planteó esta cuestión, así como también la súplica de un salvoconducto para los protestantes alemanes. Esto último constituía uno de los postulados del memorial presentado por el emperador el 13 de febrero. 4. Sesiones decimoctava, decimonovena y vigésima.—En esta forma se celebró la sesión decimoctava (segunda de esta tercera etapa) el 26 de febrero de 1562, en la que tomaron parte los cinco legados, un cardenal, tres patriarcas, 16 arzobispos, 105 obispos, cinco generales y cuatro abades, además de 50 teólogos 78 . Pero también esta sesión tuvo un carácter puramente protocolario. El decreto de esta sesión decimoctava se refería a la formación de una comisión para redactar el índice de libros prohibidos y a la concesión de un salvoconducto para los protestantes. Este se publicó de hecho el 8 de marzo. Por otro lado, se fijó la próxima sesión decimonovena para el 14 de mayo. El 11 de marzo, a propuesta de los legados conciliares, se dio comienzo a la deliberación de doce artículos de reforma, encabezados por el que se refería a la residencia de los obispos 7 9 . Como base de toda la discusión se ponía el problema sobre si la obligación de residencia era de derecho divino o de derecho humano, y bien pronto se acaloraron extraordinariamente los ánimos. El 20 de abril se llegó a una votación decisiva, en la cual 67 Padres se manifestaron favorables y 38 contrarios a una definición, mientras 33 no se decidieron. Entre los decididos defensores de la definición se hallaban los legados Gonzaga, los españoles y muchos italianos 80 . Pío IV manifestó a los legados su disgusto por su falta de unión en asunto tan capital y por haber permitido se iniciara prematuramente aquella discusión. 76
Sobre esta protesta d e los españoles véanse T H E I N E R , I . 6 7 6 S ; RAYNALDI, a.1562 n.5-8. Véanse L E P L A T , V,35s; SUSTA, O . C , I I , 2 3 S . E n particular: ROTONDO, A., Nuovi documenti per la storiadeWíndice dei libri proibiti (1572-1638): «Rinasc.» 3 (1063) 145-211. 78 L a lista d e los asistentes p u e d e verse en Corle. Trid. VIIL364S; T H E I N E R , I , 6 O I S ; PALLAVI77
CINI, i s , 2 i s . 79
Sobre el origen y desarrollo d e esas doce cuestiones d e reforma véanse T H E I N E R , L294S; L E P L A T , V , I O 4 S ; SUSTA, l . c , II,47s. Sobre todo véase Conc. Trid. V n i . 3 7 8 s . 4 0 2 s . 80 M u s s o t t i : (Conc. Trid. III,1 p.127) y Paleotti (ibid., III, 1 p.29is) p o n d e r a n el apasionam i e n t o d e algunas d e estas discusiones. Véase CRISTIANI, l . c , 190.
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En esta forma fue transcurriendo el tiempo hasta el 14 de mayo, en que se celebró la anunciada sesión decimonovena, a la que asistieron los cinco legados, un cardenal, tres patriarcas, dieciocho arzobispos, ciento treinta y un obispos, cuatro generales y dos abades 81. En ella no se hizo otra cosa que anunciar la próxima sesión para el 4 de junio. Entre tanto había llegado la respuesta anterior del papa. Juntamente había manifestado Pío IV su plan de nombrar otros tres legados conciliares, si bien no llegó a realizarse este nombramiento. Molesto por ello el cardenal Gonzaga, manifestó su intención de retirarse, pero tampoco esto se ejecutó 82 . Entre tanto, nuevos acontecimientos contribuían a complicar más la situación. Por una parte, el 18 de mayo llegaba un primer grupo de franceses, y en la congregación general del 26 se manifestaban decididamente contra la idea de considerar el concilio como continuación 83 . Por otra, el 25 de mayo se iniciaba la discusión de un proyecto de reforma, y el arzobispo Pedro Guerrero exigía previamente la decisión sobre la cuestión de la residencia, al mismo tiempo que, como portavoz de los españoles, ponía como condición que el concilio se presentase expresamente como continuación de las etapas anteriores. Frente a esta petición, el 22 de mayo comunicaban los franceses en un memorial que, en caso de presentación del concilio como continuación, retirarían al punto sus representantes". En tan complicada situación es mérito personal de Pedro de Soto el haber convencido a los españoles de que era preferible suspender la decisión sobre la cuestión de la residencia para resolverla al tratar del sacramento del orden. Por otra parte, llegaba el 3 de junio a Trento la orden de Pío IV de proclamar el concilio, en atención a Felipe II, como continuación del anterior; pero no mucho después, el mismo papa dejó a los legados conciliares la solución definitiva de este litigio 84 . Entre tanto, el 4 de junio de 1562 se celebró la sesión vigésima (cuarta de la tercera etapa), en la que tomaron parte cuatro legados, un cardenal, dos patriarcas, dieciocho arzobispos, ciento treinta y siete obispos, cuatro generales y dos abades 85 . En ella se fijó el 16 de julio para la próxima sesión y se realizaron otros actos de carácter protocolario. Pero inmediatamente se entró de lleno en la preparación de los decretos dogmáticos y de reforma que debían presentarse en la sesión vigésimo primera. El decreto dogmático se refería a aquellos artículos acerca de la comunión que habían sido eliminados en las sesiones decimotercera y decimocuarta en atención a los protestantes. La cuestión de reforma se refería a las sagradas órdenes. 5. Sesión vigésimo primera: 16 de julio de 1562.—El 6 de junio, en efecto, fueron presentados al examen de los teólogos cinco puntos referentes al uso de la comunión, que ya anteriormente habían 81 82 8 3
Véanse Conc. Trid. V I I I , 4 o 6 s ; PALLAVINI, 16,3,13; RICHARD, l . c , 6 i o s ; T H E I N E R , I , 7 i 7 s . Véase para todo esto SUSTA, l . c , i8os. L E P L A T , V , i 7 5 s ; T H E I N E R , I,72os.
84 Antes d e llegar esta última solución del papa, ya habían decidido los legados n o ejecutar la orden anterior, pues ello hubiera traído necesariamente la disolución del concilio. D e hecho se encontraban en u n o d e los m o m e n t o s más críticos. Véanse SUSTA, O . C , I I . i 8 o s ; PASTOR, XV.274. 85 Para la sesión vigésima véanse Conc. Trid. VIII,527s; T H E I N E R , I I , i s ; RAYNALDI, a.1562 n . 4 7 . 4 8 ; RICHARD, l . c , 667s; PASTOR, XV.275S.
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sido suficientemente discutidos 86 . A ellos pertenecía la tan repetida cuestión sobre la comunión bajo ambas especies, o, como solía decirse, la concesión del cáliz. Ante todo, pues, se discutió sobre si «los fieles están obligados por precepto divino y necesario para su salvación a recibir la sagrada comunión bajo ambas especies». Casi por unanimidad decidieron negativamente la cuestión teológica los teólogos y Padres del concilio. Sin embargo, existía gran diversidad de pareceres en lo referente al uso y disciplina de la Iglesia sobre este punto 87 . Debatióse ampliamente desde el 10 de junio a razón de dos sesiones diarias, en las que Salmerón, como teólogo del papa, dirigió la controversia. De este modo se llegaron a celebrar veintiuna sesiones de teólogos y seis congregaciones generales de los Padres. El resultado se concretó en cuatro capítulos y cuatro cánones. De un modo semejante se deliberó acerca del correspondiente decreto de reforma. Pero precisamente el mismo día 6 de junio, en que se daba comienzo a las discusiones dogmáticas, los delegados de Fernando I entregaron en Trento el célebre Memorial de reforma, del emperador, que tanto revuelo ocasionó en el desarrollo ulterior del concilio 88 . En este Memorial, que proponía en quince artículos un plan de reforma en la cabeza y en los miembros, se pedía, entre otras cosas, la concesión del cáliz al pueblo cristiano y el matrimonio para los sacerdotes. Indudablemente, la intención del emperador era excelente; sin embargo, encontró marcada oposición en los legados conciliares sobre todo acerca de la oportunidad y eficacia de aquellas concesiones. Después de algunos debates, se obtuvo que se retirara la petición del cáliz, que los legados prometieron recomendar a los Padres y al romano pontífice. Así, pues, dominadas estas dificultades, el 16 de julio de 1562 se pudo celebrar la sesión vigésimo primera del concilio 89 , que fue la quinta de esta tercera etapa y la primera en que se publicaron decretos dogmáticos y de reforma. A ella asistieron los cinco legados, un cardenal, tres patriarcas, diecinueve arzobispos, ciento cuarenta y ocho obispos, seis generales y cuatro abades. Ante todo fue proclamado el decreto en el que se declaraba que no es de derecho divino la comunión bajo las dos especies; en cambio, la Iglesia posee la facultad en la administración de los sacramentos, conservando lo substancial de los mismos, de fijar o cambiar lo que parezca más útil y saludable conforme a la conveniencia de los tiempos. Por esto aprobó la comu86
Para mejor conocimiento del desarrollo d e estas discusiones véanse Conc. Trid. VIII,528s;
T H E I N E R , I I . 7 S ; L E P L A T , V , 2 0 2 S ; PASTOR, l . c , 2 7 5 ; C R I S T I A N I d a m u y b u e n r e s u m e n : XVIII,191S. E n p a r t i c u l a r véase M I C H E L , X , 3 9 3 S . 87 A n t e t o d o véase la síntesis d e M I C H E L , l . c , 3945. Véanse asimismo RICHARD, l . c , 669S y las fuentes: Conc. Trid. VIII,538S; T H E I N E R , II,7s; L E PLAT, V.272S. Sobne toda esta cuestión d e la concesión del cáliz p u e d e verse en particular CONSTANT, G., Concession á l'Allemagne de la Communion sous les deux espéces 2 partes (1923). L U T Z , H . , Bayern undder Leienkelch 1548-1556: «Quell. Forsch. ital. A r e n . Bibl.», 34 (1954) 203S. Sobre el voto d e Canisio dado e n T r e n t o el 16 d e junio d e 1562, E H S E S : «Annuario Hist.s 36 p.105. 88 Sobre este memorial d e F e r n a n d o I, así como acerca d e toda su intervención en el concilio d e T r e n t o , véanse, además d e las obras generales, K R O F T , J-, Ferdinand I und seine Reformvorschlage aufdem Konzil von Trient: «Z. f. Kath. Theol.» (1903) 455S.621S; KASSOWITZ, J. B., Die Reformvorschlage K. Ferdinand 1 auf dem Konzil von Trient (1906): EDER, G., Die Reformvorschlage...
(1911). E n p a r t i c u l a r PASTOR, X V , 2 7 6 S ; R I C H A R D , l . c , 688s. 89
Acerca d e la sesión vigésimo primera pueden verse Conc. Trid. VIII,698S; T H E I N E R , I I ,
5 6 S ; P A L L A V I C I N I , 1 7 - 1 1 ; M I C H E L , l . c , 41 i s ; PASTOR, l . c , 28os. Véanse e n p a r t i c u l a r : SEGOVIA, A . ,
Cristo Integro... recibido bajo cada especie eucarística. TeolGran» 26 (1963) 5-95.
Sobre el can.3 ses.21 del Conc. Trid.: «Arch-
C.5. La reforma católica de Julio lll a Pió IV
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nión bajo una sola especie por justas razones, costumbre que no puede rechazarse ni cambiarse arbitrariamente sin la autoridad de la Iglesia. Por otra parte, proclama el concilio que bajo cada especie se recibe a todo Cristo y todo el sacramento, y, por lo mismo, no se pierde por ello ninguna gracia necesaria para la salvación. En el decreto de reforma 9 0 determinó el concilio en nueve cánones las condiciones para la colación de las órdenes por parte de los obispos y otros puntos sobre la disciplina del clero. Para la sesión siguiente se fijó el 17 de septiembre. 6. Sesión vigésimo segunda: 17 de septiembre de 1562.-—Ya el 19 de julio, tres días después de la sesión vigésimo primera, se propuso a los teólogos en trece artículos la materia sobre el santo sacrificio de la misa 91 , cuya importancia fue justamente comparada por Seripando con la de la justificación. Por este motivo, la sesión vigésimo segunda pertenece a las más trascendentales del concilio de Trento. Un nuevo plan de trabajo debía contribuir a dar más rapidez a las discusiones. Por un lado, se redujo el número de los teólogos que intervenían en los debates, y, por otro, se limitaba a media hora el tiempo de hablar. En la primera discusión por parte de los teólogos intervinieron particularmente Pedro de Soto, Diego de Paiva, Gaspar de Villalpando y Diego Laínez. Del 6 al 22 de agosto se discutió ante los Padres. Se insistió de un modo especial en el carácter de sacrificio de la misa. Por otra parte, se presentaron y rechazaron decididamente diversos errores de los protestantes 92. Como resultado de todas estas discusiones, el 5 de septiembre se presentó un nuevo proyecto de decreto más breve y sencillo que el anterior. El decreto terminaba con un breve capítulo que servía de introducción para los nueve cánones. Sin embargo, todavía surgieron graves controversias en la sesión del día 7 en torno a la cuestión del sacrificio de la última cena 9 3 y la ordenación de los apóstoles. Una comisión de ocho cardenales encargados de proponer los abusos introducidos en la misa, el 8 de agosto presentó un largo memorial 9* sobre abusos de superstición y de avaricia. 90 Véase el texto en Conc. Trid. VIII,701S. T r a d . franc.: M I C H E L , l . c , 42OS. U n a buena síntesis y comentario, CRISTIANI, l . c , 192S. 91 U n b u e n resumen d e las discusiones véase en M I C H E L , O . C , 425a. Sobre las primeras deliberaciones, T H E I N E R , I,6o2s. Para todas estas cuestiones acerca d e la misa, RIVIÉRE, art. Messe: «Dict. T h é o l . Cath.»; L E P I N , L'idée du sacrifice de la Messe (París 1926); D E LA T A I L L E , Mysteriumjfktet 3.* e d . (París 1931). 92 Véanse resumidos estos errores en Conc. Trid. V I I I , 7 l 8 s ; M I C H E L , l . c , 425s. 93 D o s fueron los p u n t o s particularmente discutidos. E l p r i m e r o se refería al concepto d e sacrificio, e n el q u e tanto se había discutido ya anteriormente. C o m o era el q u e más directamente rechazaban los protestantes, se explica q u e surgieran sobre él diversas cuestiones. El cardenal M a d r u z z o sugería q u e la idea general d e oblación expresada por el verbo obtulit debía completarse con dos complementos: por nosotros y un verdadero sacrificio. Pero la mayoría juzgó suficiente la primera expresión. Así lo defendió d e u n m o d o especial el arzobispo d e G r a n a d a , Pedro G u e r r e r o . Más insistente fue el debate sobre la ordenación d e los apóstoles. Se afirmaba q u e Cristo había ordenado sacerdotes a los apóstoles con las palabras haced esto... P e d r o G u e r r e r o defendía q u e esto pertenecía al sacramento del o r d e n ; otros pedían la supresión d e este canon, pues era dudoso si la ordenación d e los apóstoles se realizó entonces o después d e la resurrección. El cardenal Hosio p r o p u s o una sentencia media, afirmando que, en la última cena, Cristo concedió a los apóstoles el p o d e r sobre su cuerpo natural, y después d e la resurrección, sobre su cuerpo místico. E n la votación final se decidió n o cambiar nada n i e n la cuestión del sacrificio n i el d e la ordenación de los apóstoles, dejándolo tal como q u e d ó definitivamente. 9 * Sobre las discusiones en torno a estos abusos véase Conc. Trid. V I I I , 9 l 6 s y más brevemente ibid., 92IS. Véase también M I C H E L , l . c , 439s.
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A partir del 22 de agosto se deliberaba sobre el asunto de la concesión del cáliz, que Pío IV había dejado a la determinación del concilio 95 . En efecto, en la congregación del 27 se manifestaron opiniones opuestas. Uno de los más decididos adversarios fue el P. Diego Laínez, quien ponderó las desagradables experiencias que se habían hecho en Basilea y otras partes 9o . De ciento sesenta y seis votos, sólo cuarenta y uno eran positivamente favorables. Por este motivo se decidió confiar al papa la determinación definitiva sobre la concesión. Así, pues, en la fecha determinada, el 17 de septiembre de 1562, se celebró la sesión vigésimo segunda, a la cual asistieron los cinco legados, un cardenal, tres patriarcas, veintidós arzobispos, ciento cuarenta y cuatro obispos, siete generales y un abad 97 . Ante todo, se publicó el decreto dogmático sobre el santo sacrificio de la misa, que eleva esta sesión a uno de los puntos culminantes de todo el concilio. Se declara, ante todo, la institución y el carácter de sacrificio de la misa; se expone su carácter como sacrificio visible y propiciatorio para vivos y difuntos; se da la doctrina sobre las misas en honor de los santos, sobre el canon y las ceremonias de la misa, sobre la misa privada y algunas otras cuestiones. A este decreto dogmático acompaña un segundo complementario contra los abusos en la celebración de la misa, que tiene más bien carácter disciplinar 98 . En tercer lugar se proclamó el decreto de reforma en once capítulos " . En él se daban normas para elevar en lo posible la conducta de los clérigos, particularmente de los que sirven en las catedrales y en toda clase de fundaciones; determinaba las condiciones para ciertas dignidades eclesiásticas y añadía otras normas sobre las disposiciones testamentarias, ejecución y administración de causas pías, etc. Después de todo lo dicho se publicó el decreto sobre la concesión del cáliz 1 0 ° , en el cual se determinaba dejar todo este negocio en manos del romano pontífice. En 1564, Pío IV, cediendo a las instancias del emperador, concedió a algunos obispos alemanes 1 o1 la facultad de conceder el uso del cáliz donde se cumplieran las debidas condiciones, con tal que se salvara en todas partes la integridad del dogma católico. Pero fueron tales los inconvenientes que resultaron de esta concesión, que ya en 1571 en Baviera y en 1584 en Austria hubo de suprimirse. La próxima sesión fue fijada para el 12 de noviembre de 1562; pero de hecho no se celebró hasta el 15 de julio de 1563. í>5 P u e d e n verse Conc. Trid. VIII,786S. Se reconocen claramente e n estos relatos las grandes divergencias existentes sobre esta materia. Véase la bibliografía indicada anteriormente y la exposición d e SUSTA, II.270S. L o s principales discursos se hallarán e n Conc. Trid. VIII,77Ss. 96 El relato m á s completo es el d e M E N D O Z A : Conc. Trid. II.64QS. D e l discurso d e Laínez afirma Mussotti (Conc. Trid. 11,136) q u e es el q u e p u s o t é r m i n o al debate. Véase el texto e n Conc. Trid. VIII,87os. Además, PASTOR, X V , 2 8 S S ; GRISAR, Laínez y la cuestión de la administración del cáliz a los legos: «Z. f. Kath. Theol.» 5 (1881) 672S; 6 (1882) 39s; I D . , Disputationes Trid. I I , 24S; CERECEDA, J., Diego Laínez II,9gs. 97 Acerca d e la sesión vigésimo segunda véanse e n particular Conc. Trid. V I I I , 0 5 a s ; PASTOR, I.c., 286s. Véase el texto e n M I G H E L , X , 4 4 0 S . 5 8 v é a s e el texto en Conc. Trid. VIII,602S; M I C H E L , I . C , 4 S 6 S . 99 El texto p u e d e verse e n Conc. Trid. VIII,965S. E n francés: M I C H E L , I . C , 460S. 100 V é a n s e l a s discusiones en Conc. Trid.. VIII, 786s.890s.907s. El texto definitivo, ibid., 968S, y M I C H E L , I . C , 465S.
101 D e hecho se concedió a las diversas diócesis d e Austria y d e Baviera, a Maguncia, T r é veris, Braunschweig y N a u m b u r g a manera d e p r u e b a y con ciertas condiciones especiales.
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7. Crisis persistentes del concilio. Solución l° .—Durante los diez meses siguientes atravesó el concilio de Trento la más difícil y persistente crisis de toda su historia. Siguiendo el ritmo iniciado en la discusión de los temas, ya el 18 de septiembre propusieron los legados la materia del sacramento del orden, que en 1551 había sido objeto de los debates de los teólogos. Se deliberó y discutió ampliamente sobre este tema desde el 23 de septiembre al 2 de octubre. Después de dieciséis sesiones, se redactó un proyecto de decreto, que fue sometido a una comisión de ocho miembros 103 . Pero las grandes contiendas tuvieron lugar durante la discusión de los Padres, iniciada el 2 de octubre. Después de algunos debates sobre diversos puntos particulares, se entró de lleno en la cuestión, ya varias veces debatida, de la eminencia del episcopado sobre las otras órdenes sagradas. Según parece, existía por parte de muchos obispos cierto resentimiento contra la dirección del concilio por no haber permitido anteriormente el debate sobre el origen divino del episcopado, y asimismo porque no se hacía en el proyecto de decreto ninguna alusión a este importante problema. Por esto creyeron necesario abordarlo con toda decisión. Era la cuestión sobre si el episcopado es de origen divino o eclesiástico, de donde tan importantes consecuencias se derivaban 104. El obispo de Granada, D. Pedro Guerrero, fue quien planteó la cuestión, afirmando que, al hablar de la superioridad del episcopado sobre las órdenes sagradas, se debía declarar su origen divino. Luego disertó ampliamente para probar esta tesis. El parecer de Guerrero fue aceptado por muchos obispos, principalmente españoles, y en el transcurso de la discusión se fueron acalorando cada vez más los ánimos. Frente a Guerrero, el obispo de Rossano, a quien se unían generalmente los obispos italianos y los legados pontificios, negó que esta tesis del origen divino del episcopado pudiera apoyarse en la tradición, y, en todo caso, los teólogos y canonistas han defendido siempre que la jurisdicción episcopal deriva directamente del papa. En esta forma se fueron enconando cada vez más los ánimos. En estas circunstancias, y en medio del mayor apasionamiento, tuvo lugar el 20 de octubre el célebre discurso del P. Diego Laínez, general de los jesuítas, que contribuyó eficazmente a apaciguar los ánimos y sugirió un principio de solución 105 . Basándose en algunas indicaciones que ya se habían hecho, notó de un modo especial la distinción en la dignidad episcopal entre el poder de orden y el poder de jurisdicción. No puede hablarse en general sobre el origen divino del episcopado. Si se trata del poder del orden, ciertamente es de origen divino, así como también el de jurisdicción en general; pero el poder 102 Sobre el período siguiente y los grandes conflictos conciliares véanse T H E I N E R , I I , i 3 3 s ; Conc. Trid. VIII,968s; IX.94S. U n buen resumen en PALEOTTI, Conc. Trid. II,45is, particularmente sobre Laínez. E n general véanse RICHARD, IX.733S; PASTOR, XV,287s; J E D I N , H . , Krisis und Wendepunkt des Trienter Konzils (1562-1563) (nuevos e importantes documentos) (1941). 103 Véase t o d o esto y los textos respectivos en M I C H E L , I . C , 467S.
104 Véanse en p a r t i c u l a r T H E I N E R , I I , i 5 3 s . 5 9 3 s ; PALLAVICINI, 18,12 y 14; SUSTA, o . c , 23s; R I C H A R D , I . c , 747s. 105
III,
A d e m á s d e las obras citadas, sobre todo d e SUSTA y JEDIN, véanse e n particular GRISAR. Disputationes... I,34s; I D . , Die Frage des pdpstlichen Primates...: «Z. f. Kath. Theol.» (1884) 453S, 727s; Conc. Trid. IX,94s; III,1 P.451S (abreviado). E n particular, ASTRÁIN, Historia de la Compañía... I I , i 8 o s ; CERECEDA, Diego Laínez I I , i 8 2 s : PASTOR, I . C , 289S.
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de jurisdicción particular que cada obispo posee le viene al obispo del romano pontífice. La argumentación de Laínez hizo honda impresión en los Padres del concilio; sin embargo, continuaron los debates sin llegar a una solución. En el decreto final se dio una solución, en la que se evitaba este punto de litigio; pues, sea de origen divino o sea pontificia la jurisdicción episcopal, es evidente su superioridad dentro de la jerarquía eclesiástica y la extraordinaria importancia de la residencia para ejercer efectivamente este poder. Así, pues, el 6 de noviembre propuso el presidente, cardenal Gonzaga, el proyecto sobre la residencia tal como había sido aprobado por el papa, y el 9 anunció la primera prorrogación de la sesión vigésimo tercera, del 12 al 26 de noviembre, pues las discusiones sobre los decretos dogmático y de reforma no habían terminado todavía. Se insistía igualmente en que, estando para llegar los obispos franceses, debía esperarse su llegada, para que también ellos participaran en tan importantes decisiones. El 13 de noviembre llegó el grupo de los franceses, capitaneados por el cardenal de Lorena, Carlos de Guisa 106. Estaba constituido por trece obispos, además del cardenal, tres abades y dieciocho teólogos, y fueron solemnemente recibidos en la congregación general del 23 de noviembre. Este hecho tuvo una importancia extraordinaria; pues, además de la significación de un número nada despreciable de nuevos obispos y teólogos, el cardenal de Guisa o de Lorena era un hombre de extraordinarias cualidades, que ya en su primera audiencia pronunció un discurso de gran trascendencia y luego ejerció un influjo decisivo en el desarrollo ulterior de los acontecimientos. Prosiguieron, pues, las discusiones con la misma intensidad, y bien pronto se volvió al apasionante problema de la residencia y del derecho divino de los obispos. Los ánimos se fueron apasionando de tal modo, que el 18 de enero de 1563 no se pudo celebrar la anunciada congregación general a causa de las grandes disensiones existentes. El cardenal de Lorena, con todo el peso de su autoridad y de sus cualidades personales, se puso al lado de los episcopalistas. Todo el asunto fue tomando un giro cada vez más peligroso, pues llegó a defenderse el conciliarismo de los concilios de Constanza y Basilea, mientras otros lo atacaban. Se llegó a escenas violentas, en que entre algunos obispos italianos y otros españoles terciaron palabras ofensivas (brutissime paroh) 107, E n este sentido de oposición al papa y de un marcado conciliarismo se expresaron, sobre todo, los embajadores franceses, Lausac y Ferrier, llegados el 24 de febrero de 1563 108. Esta situación se exacerbó más todavía por las cuestiones de reforma. Los imperiales y los franceses, los españoles y los portugueses, urgían constantemente sus exigencias de'reforma. El 6 de abril de 1562 compendiaron los españoles su plan de reforma en sesenta y siete puntos;
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el 6 de junio, según se ha indicado antes, presentaron los imperiales su memorial; el 6 de agosto entregaron los portugueses el suyo en veinte artículos; finalmente, el 24 de diciembre llegaba al concilio el plan de reforma de los franceses. El cardenal de Lorena aumentaba sus exigencias después de la victoria de los católicos sobre los hugonotes en Dreux y trataba de poner rápidamente término al concilio. Se insistía cada vez más en una reforma de la curia romana y del mismo romano pontífice i° 9 . Frente a una situación tan tirante, el papa se mostraba sumamente reservado, y como entre tanto no se daba un paso adelante en Trento en las discusiones sobre el orden y la residencia y las cuestiones de reforma, se inició una serie de conatos de algunos miembros conciliares por atraerse al emperador. El 28 de enero estuvo Commendone en Innsbruck de parte de los legados con el objeto de atraerse a Fernando I H°. El 12 de febrero, el mismo cardenal de Lorena se dirigió allá para conversar con el emperador. El resultado fue que Fernando I, movido indudablemente de las mejores intenciones, dirigió a Pío IV dos cartas (3 de marzo), en las que mostraba su preocupación por la disolución del concilio y urgía imperiosamente la reforma de la curia romana. En estas circunstancias y cuando la situación de los asuntos del concilio parecía más desesperada, un conjunto de acontecimientos inesperados trajo poco a poco la deseada solución m . El 2 de marzo moría santamente en Trento el cardenal Gonzaga, a la edad de cincuenta y ocho años, asistido del general de los jesuítas, P. Laínez. El 17 entregaba su alma a Dios, igualmente, Seripando. Por otra parte, ocurrían en Francia trágicos sucesos, que debilitaban la posición del cardenal de Lorena, Carlos de Guisa. El duque Francisco de Guisa era asesinado, con lo que su partido perdía su principal apoyo. Pío IV dio una rápida solución, que por los sucesos posteriores se mostró verdaderamente providencial. El cardenal Morone, el mejor diplomático que poseía entonces la Santa Sede, fue nombrado sucesor de Gonzaga y puesto al frente de los legados del concilio i 12 . A su lado se colocó a otro hombre eminente, el cardenal Navagero, los cuales partieron rápidamente para Trento. Pero Morone, con visión certera de las cosas, se convenció de que lo más importante en aquellas circunstancias era ganarse al emperador. Así, pues, llegado a Trento el 10 de abril, el 21 entraba en Innsbruck, y, con el profundo conocimiento que tenía de las costumbres alemanas, procuró y consiguió ganarse la confianza de todos. Como sabía que la principal solicitud de Fernando I en aquellos momentos era la elección de su hijo Maximiliano como rey de romanos, se mostró favorable a esta elección. Luego, conociendo el prejuicio 109
Sobre todas estas discusiones véanse PASTOR, l . c , 204S; RICHARD, l . c , 790S. Asimismo
las o b r a s citadas d e SUSTA, J E D I N , E D E R , G R I S A R . 106
Sobre la llegada y actuación d e los franceses y e n particular sobre el cardenal d e Lorena véanse T H E I N E R , I I , I 6 I S ; L E PLAT, V , 5 4 i s ; Conc. Trid. X l . i s o s ; RICHARD, l . c , 76os; E V E N NETT, H . O . , The Cardenal of hórrame and the Council of Trent (1930). E n particular sobre el célebre discurso pronunciado por el cardenal d e Lorena. T e x t o en Conc. Trid. 1 X , I 6 2 S ; PASTOR, l . c , 2Q0 y n.5. !°7 Asi lo atestigua SERVANTIOS en su Diarium (Conc. Trid. III,1 p.65). i o s Véase sobre todo SUSTA, O . C , 111,145; GRISAR, Disputationes..., I,486s; PALLAVICINI, 19,14; PASTOR,
XV,203S.
l i o Véanse sobre la misión d e C o m m e n d o n e y todos estos acontecimientos SUSTA, o . c , I I I , 173S.183S; RICHARD, o . c , 819S. Sobre las cartas del emperador, PASTOR, ibid., 2 9 8 ; RAYNALDI, a.1563 n . 3 4 ; L E PLAT, V,6go. Respuestas del papa, véanse RAYNALDI, ibid., n . 3 8 ; L E P L A T , V , 7 6 I S ; PASTOR, ibid., 300S.
111 Sobre todo este cambio véanse RICHARD, O . C , 83IS; PASTOR, l . c , 30IS. 112 Sobre este n o m b r a m i e n t o , SUSTA, O . C , I I I , 2 6 7 S ; PASTOR, l . c , 301S y o t r o s ; p e r o , sobre todo, CONSTANT, G . , La légation du cardinal Morone prés l'empereur et le concile de Trente (París 1922); RICHARD, O . C , 336S.
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que se tenía en torno a la reforma de la curia romana y del papa, logró persuadirles de la seriedad de los planes reformadores pontificios y conciliares. El resultado fue que Morone pudo informar al papa el 17 de mayo de 1563 que había logrado convencer al emperador de la buena intención del romano pontífice, y que, por tanto, renunciaba Fernando I a sus exigencias U 3 . 8. Sesión vigésimo tercera: 15 de julio de 1563.—Gracias, pues, a Morone, el concilio pudo continuar su actuación. Por ello tenía bien merecidas las felicitaciones que el papa le envió repetidas veces por medio de su secretario, el cardenal Borromeo. A su vuelta de Innsbruck, Morone tomó la dirección de las discusiones del concilio, que últimamente se habían desviado. El obispo de Granada y los obispos españoles se limitaban a repetir su tesis sobre el origen divino del episcopado; pero el 24 de mayo, el obispo de París llegaba a formular su deseo de que se volviera a las elecciones episcopales de la Iglesia primitiva, realizadas por el clero y el pueblo i 14 . Morone procuró encauzar debidamente estos debates, y así, el 16 de junio pudo pronunciar el P. Diego Laínez otro de sus célebres discursos, que, aunque suscitó discusiones y disgusto entre los franceses y los legados pontificios, logró centrar la cuestión definitivamente 115. A esto se añadió un cambio realizado en el cardenal de Lorena a primeros de julio, poniéndose incondicionalmente a disposición del papa. Con esto, a las apasionadas discusiones de los meses anteriores siguió la más perfecta armonía n6, y el 9 de julio se llegó por fin a la redacción definitiva del texto del decreto, que quedó dividido en cuatro capítulos y ocho cánones. De este modo, después de varias prórrogas, el 15 de julio de 1563 se pudo celebrar la sesión vigésimo tercera del concilio de Trento, que fue la más concurrida de todo el concilio, pues tomaron parte en ella cuatro legados, dos cardenales, tres patriarcas, veinticinco arzobispos, ciento noventa y tres obispos, siete generales y tres abades; en total, doscientos treinta y siete Padres U 7 . En el decreto dogmático se proclamó la materia acerca del sacramento del orden. En el capítulo primero se declara el origen divino del sacramento; en el segundo se señala con precisión el número de las siete órdenes, tres mayores y cuatro menores. Se insiste en el capítulo tercero en su carácter sacramental, y en el cuarto, en la jerarquía eclesiástica. Precisamente en este punto se formula definitivamente la cuestión tan debatida sobre el origen divino del episcopado. Para ello se 113 Acerca de lo tratado y obtenido del emperador véase, sobre todo, CONSTANT, O.C. Sobre la relación enviada al papa, ibid., 309 y PALLAVICINI, 20,17,11. 114 Sobre esta intervención del obispo de París (no arzobispo, como dice PASTOR) véase, sobre 1todo, GRISAR, Die Frage..., o.c, 773S. Asimismo, PASTOR, XV,3i6, 15 Véanse acerca de esta intervención de Laínez GRISAR, O.C, 777S; THEINER, II.300S; Conc. Trid. III,1 p.666s. Sobre todo, CERECEDA, O.C, II,23is; OBERHOFER, H., Die Ausicht des P. Laynez über die geheimen Ehen auf dem Konzil von Trient: «Merano» (1952). 11<¡ Sobre las causas intimas de esta evolución del cardenal francés véase SUSTA, IV.102s.121s; Mussotti es quien designa como milagro esta nueva actitud del cardenal de Lorena. Véase Conc. Trid. III, 1 p.79. 117 Los textos pueden verse en Conc. Trid. VIII-IX,620s; MICHEL, o.c, 4783. Véase asimismo RICHARD, O.C, 896S. Además: DUVAL, A., Das Weihesakrament auf dem Konzil v. Trient: «ApostAmt» 210-250.
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omite toda expresión sobre el origen directo o indirecto, divino o eclesiástico, y se declara simplemente que los obispos son sucesores de los apóstoles, que fueron ordenados por el Espíritu Santo para regir a la Iglesia, y que son superiores a los simples presbíteros. El decreto de reforma de esta sesión es, sin duda, uno de los más importantes, por lo cual se ha podido decir también que por él solo se pueden dar por bien empleados todos los trabajos del concilio. Su objeto es la debida formación de los clérigos, para lo cual, entre otras, da dos disposiciones fundamentales 118 . La primera, contenida en el capítulo primero de los dieciocho del decreto, determina de una manera definitiva la tan debatida cuestión de la residencia de los obispos. Ya se había promulgado en la sesión sexta del concilio, notando la extraordinaria importancia que tiene para la debida formación y gobierno de los clérigos. Pero ahora, después de los acalorados debates sobre la superioridad y el origen divino del episcopado, se prescribe en la parte práctica, de un modo más preciso y riguroso que en la sesión sexta, lo que se refiere a la obligación de residencia. Ante todo, pues, se proclama como precepto divino la obligación de conocer a las ovejas. Ahora bien, es imposible conocerlas si no está el pastor junto con ellas, por lo cual el concilio inculca a todos los obispos la obligación de la residencia, que es, de algún modo, de derecho divino. Semejante obligación se impone bajo severas penas a los curas de almas, y, con el objeto de que sea convenientemente conocida, se ordena que sea publicada en los sínodos provinciales. En los cánones siguientes, del 2 al 17, se dan diversas disposiciones sobre las órdenes sagradas y las condiciones y cualidades para ser admitidos a ellas; y en el canon 18 se establece el segundo punto fundamental al que antes aludimos, es decir, se ordena la erección de seminarios diocesanos y se establecen las condiciones que deben tener para la debida formación de los clérigos. Pero esta disposición no se circunscribe a una orden general, sino que señala la manera como debe realizarse, las condiciones de los alumnos, las materias que deben enseñarse y la formación espiritual que se debe dar. Fácilmente se puede deducir de aquí la extraordinaria trascendencia de este decreto de reforma, sobre todo si se tiene presente que de hecho estas prescripciones se fueron poniendo en práctica. 9. Nuevas complicaciones en el concilio.—Después de la sesión decimotercera atravesó de nuevo el concilio una de sus más decisivas crisis. Por un lado, los españoles insistían en un examen detenido de las materias presentadas aunque se prolongara la duración del concilio 119 . Mas, por otro, el romano pontífice lo ponía todo en juego con el objeto de terminar cuanto antes. Al mismo tiempo continuaban cada día más tensas y apasionadas las discusiones tanto en el orden dogmático como en el disciplinar. Las primeras se referían al sacramento del matrimonio; las segundas, a la reforma general. US Véase el texto en Conc. Trid. IX,623s; MICHEL, l.c, 494S (trad. franc). Una buena síntesis, CRISTIANÍ, l.c, 205S. Véase en particular: JEDIN, H., Die Bedeutung des Trident. Dekrets über die Priesterseminare für das Leben der Kirche: «TheolGl» 54 (1964) 181-198. 119 En este sentido se interpretó la propuesta que hizo entonces el embajador de España en nombre de Felipe II. Véanse SUSTA, IV,i29s; PALLAVICINI, 22,1; PASTOR, l.c, 121.
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La materia sobre el matrimonio había sido propuesta a los teólogos del concilio el 3 de febrero de 1563. Los ocho artículos presentados habían sido divididos en cuatro secciones, en las cuales se reunieron, como de costumbre, los pasajes de los jefes protestantes donde se impugnaba dicho sacramento, y se propusieron ampliamente las pruebas teológicas 120 . Sobre todo se discutió y probó detenidamente el artículo primero, sobre la sacramentalidad del matrimonio, impugnada por los protestantes. El artículo sexto, sobre el celibato eclesiástico, fue objeto de largas controversias tanto en su aspecto doctrinal y moral como en su aspecto jurídico 121 . Las persistentes impugnaciones y razones teoréticas y prácticas de los adversarios fueron examinadas detenidamente y luego refutadas. Fueron en realidad muchas las opiniones que se expusieron, de manera que se puede afirmar que aquella cuestión tan traída y llevada en el siglo xvi, y que tantas veces había propuesto el mismo emperador como remedio de la crítica situación del clero alemán, fue detenidamente examinada por los teólogos y los Padres conciliares. El 20 de julio, apenas terminada la sesión decimotercera, se pudo ya presentar a los Padres esta cuestión doctrinal suficientemente discutida y bien preparada en once cánones y un decreto Sobre los matrimonios clandestinos. Los debates ante los Padres conciliares se prolongaron desde el 24 al 31 de julio en catorce asambleas generales. Uno de los más apasionados se tuvo en torno al canon tercero, sobre la validez de los matrimonios clandestinos contraídos con sólo el consentimiento de las partes 122 . Como en este y otros puntos se habían hecho multitud de observaciones, se tuvo que hacer una refundición completa del decreto, y, tras reiterados debates, se llegó a la fórmula final del 13 de octubre, que es la que se proclamó en la sesión vigésimo cuarta. Mientras las discusiones dogmáticas iban acalorando cada vez más los ánimos, la cuestión sobre la reforma general encendía hasta lo más vivo las pasiones. A ello contribuyó de un modo particular el nuevo giro que el papa y los legados conciliares imprimieron al plan de reforma 123 . En todos los planes de reforma que los príncipes cristianos habían ido presentando se insistía siempre en la necesidad de reforma del papa, de la curia romana y del estado eclesiástico. Entonces, pues, Pío IV, en unión con el cardenal Morone, concibió la idea de presentar todo el problema de la reforma bajo otro aspecto, urgiendo de un modo particular la reforma de los principes. No hay duda que esto significaba una ofensiva muy hábil y que de hecho condujo al resultado apetecido de hacer desistir a los príncipes en sus exigencias de reforma de los demás mientras ellos no se mostraran dispuestos a reformarse a sí mismos. Pero conviene rechazar la idea, frecuentemente reflejada en los historiadores, como si ésta hubiera sido la única intención del papa y de Morone al iniciar inesperadamente 120 Véanse M I C H E L , l . c , s o 6 s ; Conc. Trid. IX,376s. 121 P u e d e verse u n a exposición bastante amplia d e estas discusiones sobre el celibato en M I C H E L , ibid., 5 l 5 s . 122 Véanse detalles interesantes en M I C H E L , ibid., 526S. AsimisnH véanse SUSTA, O . C , IV., 135S; RAYNALDI, a.1563 n.160. 123 Sobre el verdadero fundamento d e este cambio d e táctica d e la Santa Sede, q u e era la opresión creciente d e la Iglesia y las intromisiones y abusos por parte d e los principes cristianos en los asuntos eclesiásticos, véanse PASTOR, XV.322S; SUSTA, I V . i o o s ; RICHARD, l.c. ooos.
C.5. La reforma católica de Julio lll a Pío IV
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esta nueva táctica. Como se trataba de un plan general, se manifestaban decididos a iniciar la reforma por el papa, los cardenales, la curia romana y los obispos; pero ellos veían claramente que los príncipes, con sus intromisiones en los asuntos eclesiásticos y con los innumerables abusos que cometían en Alemania, Francia, España y en todas partes, contribuían de un modo eficaz a la situación deplorable de la Iglesia, por lo cual era también necesario introducir en este punto una reforma fundamental. Por esto, a fines de julio se presentó a los embajadores de los príncipes cristianos un plan bien detallado de reforma en 42 artículos, concebido conforme a estas ideas 124 . Los mismos embajadores debían hacer sus observaciones a dicho plan, y ya el 31 de julio llegaron las del embajador de Francia; el 3 de agosto, del de Portugal; el 7, del de España. Todas coincidían en una verdadera protesta de indignación. El 27 de agosto se presentó el arzobispo de Praga y, en nombre del emperador, exigía que fuera retirado aquel proyecto 125 . El Gobierno francés ordenó a sus obispos que se dispusieran a retirarse a Venecia si se continuaba en aquella disposición, y su embajador Ferrier declaró en la congregación general del 22 de septiembre que aquel decreto general era contrario a las libertades de Francia i 26 . Sin embargo, fue el cardenal de Lorena quien consiguió aplacar lqs ánimos y trajo una solución. El cardenal Carlos de Guisa, en efecto, se dirigió el 29 de septiembre a Roma, donde fue recibido con particular distinción por el romano pontífice 127 . En esta audiencia declaró solemnemente al papa que el Gobierno francés no había dado expreso encargo a su embajador Ferrier para las violentas declaraciones que había hecho, y al fin se llegó a una perfecta inteligencia. Por otra parte, también Fernando I desistió de sus pretensiones y se avino a las propuestas pontificias con tal de obtener la aprobación y apoyo del papa para la elección de su hijo Maximiliano como rey de romanos 128 . El cardenal de Lorena volvía a Trento el 19 de octubre con el plan y la consigna de llegar a un fin pacífico del concilio. Fue célebre el discurso que pronunció el 8 de noviembre, en el que hizo grandes ponderaciones sobre el verdadero celo del papa por la reforma y sobre los resultados ya obtení124 Sobre este célebre plan d e 42 artículos véanse SUSTA, I V , i 4 0 s ; CONSTANT, O . C , 3 3 S ; P A L LAVICINI, 22,1,12. Véase en esos mismos autores la violenta reacción producida en los príncipes. PASTOR (ibid., 325) y otros rechazan decididamente la interpretación, q u e ya entonces dieron los políticos y dan hoy día algunos, de q u e el único objeto d e la curia pontificia era el hacer abandonar a los príncipes sus exigencias d e la reforma eclesiástica, pues n o q u e r i e n d o la propia reforma, n o insistirían tanto en la d e los demás. Sin embargo, de hecho, se o b t u v o este efecto, y no p u e d e dudarse q u e la curia pontificia lo preveía y lo pretendía, pero no como fin principal y único. 125 Véase en particular SICKEL, T . , Zur Gesch. des Konzils von Trient (documentos d e archivos) (Viena 1872) 585S. 126 p u e d e n verse las exposiciones de SUSTA, O . C , IV,255s; PASTOR, X V , 3 3 0 S y la bibliografía allí citada. El texto del discurso en L E P L A T , I V , 2 3 3 S . R e s u m e n de P A L E O T T I : Conc. Trid. III, 1 P-725S. 127 Sobre este viaje del cardenal d e L o r e n a a Roma, de tanta trascendencia en aquellas circunstancias, p u e d e n verse SUSTA, IV,33os; PASTOR, l . c , 33IS. Véase también BAGUENAULT DE LA PÚCHESE, Morvillier, évéque d'Orleans (París 1870) 367S. 12 8 Según todos los indicios, Pío IV aprovechó conscientemente este p u n t o d e la aprobación de la elección de Maximiliano para obtener d e F e r n a n d o I su colaboración en la terminación del concilio. Véase, sobre todo, STEINHERZ, Briefe des Prager Erzbischofs Antón Brus (Praga 1907) XLIIs,453S.
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dos l . El efecto de estas palabras y de toda la actuación del cardenal de Lorena fue decisivo. 10. Sesión vigésimo cuarta: n de noviembre de 1563.—Así, pues, el 11 de noviembre de 1563 se pudo celebrar la sesión vigésimo cuarta del concilio de Trento, en la que tomaron parte los cuatro legados, dos cardenales, tres patriarcas, 25 arzobispos, 186 obispos, cinco abades y seis generales. En total, 232 Padres 1 3 °. En ella se proclamó, en primer lugar, el decreto dogmático sobre el sacramento del matrimonio, en doce cánones, y a continuación el célebre decreto Tametsi, sobre la reforma del matrimonio, en diez capítulos. A esto se añadió el decreto de reforma propiamente tal. En los doce cánones dogmáticos se proclamaba, ante todo, la doctrina fundamental que el matrimonio es un sacramento. Luego se rechazaba decididamente la poligamia y la limitación de la facultad de la Iglesia de poner otros impedimentos matrimoniales fuera de los señalados en el Levítico; asimismo, declaraba la indisolubilidad del matrimonio, si bien, en caso de adulterio y en otros semejantes, la Iglesia tiene facultad para declarar la separación conyugal, no de disolver el lazo del matrimonio. Finalmente, se declaraba la excelencia de la virginidad frente a la vida matrimonial. De extraordinaria importancia fue el célebre decreto Tametsi, sobre la reforma del matrimonio, que comprende diez capítulos 131 . El primero y más importante declara que los matrimonios contraídos hasta entonces privadamente, con sólo el consentimiento de las panes, eran válidos; pero en lo sucesivo señala la forma necesaria para la validez de los matrimonios cristianos, que es su celebración ante un sacerdote competente y dos o más testigos. En los capítulos siguientes se dan diversas prescripciones sobre la manera de contraer el matrimonio cristiano. El decreto de reforma abarcaba en 21 capítulos diversos puntos trascendentales 132 . Uno de los más importantes era el primero, que señalaba las condiciones para la creación de obispos y cardenales. El concilio grava las conciencias de los llamados a realizar la elección sobre la gravedad de la obligación de elegir a los más dignos, por las consecuencias que de ello se derivan en el régimen de las iglesias. Luego señala la obligición de celebrar cada tres años sínodos provinciales, y anualmente sínodos diocesanos; prescribe la visita pastoral, la predicación, la instrucción de la juventud, la visita de las parroquias y da otras disposiciones prácticas. 11. Preparación de la sesión vigésimo quinta.—Todavía quedaban muchos puntos dogmáticos y grandes problemas disciplinares por resolver. Pero la inmensa mayoría de los Padres del concilio, el pueblo cristiano y el mismo papa deseaban con ansia que se pusiera 129
Véase u n resumen d e PALEOTTI, Conc. Trid. III,i p-745s. P u e d e n verse asimismo SUSTA,
I V , 3 6 7 s ; P A L L A V I C I N I , 23,7 y 9 ; R I C H A R D , l . c , 936S. 130 Para el conjunto d e la sesión vigésimo cuarta véanse T H E I N E R , I I , 4 6 3 S ; Conc. Trid. I I I , 1 p.745s; RAYNALDI, a.1563 n . i 9 3 s ; SUSTA, I V , 3 7 9 S ; RICHARD, 962S. El texto véase en M I C H E L , O . C , 546S. Véase asimismo L E BRAS, art. Mariage: «Dict. T h é o l . Cath.» 131 P u e d e verse el texto en M I C H E L , l . c , 554S; Cañones et Decreta, ed. RICHTER, 2 l 6 s . 132 Véase el texto en Cañones et Decreta, l . c , 326S y M I C H E L (trad. francesa), l . c , 565S. Sobre t o d o en Conc. Trid. IX,978s.
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término al concilio. Ya el 13 de noviembre, el primer presidente, cardenal Morone, propuso su clausura, y, en general, debe reconocerse como uno de sus mayores méritos el hecho de que, a pesar de las dificultades que tuvo que superar, llevó el concilio a un rápido y feliz término 133 . Sobre este plan, se comenzó a dar un giro rápido a las discusiones doctrinales. A la salida de la congregación general del 15 de noviembre, se determinó que todos los teólogos concentraran su trabajo en la redacción de los puntos fundamentales sobre el purgatorio, las indulgencias y culto de los santos. El 30 de noviembre estaba ya terminado este trabajo de los teólogos. La mayor parte de estas materias habían sido resumidas de otros concilios anteriores. Se dedicó una atención más particular a las deliberaciones sobre el decreto general de reforma. El punto más difícil era la cuestión sobre la reforma de los príncipes, que tanta polvareda había levantado. Sin embargo, una vez pasada la primera superexcitación pasional y movidos todos del deseo sincero de poner término al concilio, se llegó a una inteligencia, dando una expresión más suave a las normas generales de reforma. Constituían un obstáculo las protestas del conde de Luna, embajador de España, contra el ansia de terminar el concilio sin haber llevado a cabo plenamente la labor reformatoria. El 27 de noviembre presentóse ante los Padres y pronunció solemnemente su protesta en nombre del rey de España. Morone reunió en su casa a los Padres del concilio, y la inmensa mayoría se mostró unánime en el deseo de terminar. En estas circunstancias, el 30 de noviembre llegó de Roma una carta del cardenal Borromeo a los legados Morone y Simonetta en la que anunciaba que Pío IV se encontraba gravemente enfermo. Esto dio ocasión a adelantar todavía más el final del concilio, cuya sesión última se había fijado para el 9 de diciembre. La propuesta de los legados sobre la celebración inmediata de la última sesión fue aceptada unánimemente, con excepción del embajador español. El 2 de diciembre se celebró la última congregación general, en la que se aprobó la forma definitiva de los decretos 134 . 12. Sesión vigésimo quinta y última: 3 y 4 de diciembre d e 1563.—-El 3 y 4 de diciembre de 1563 se celebró la sesión vigésimo quinta y última del concilio de Trento. A ella asistieron los cuatro legados, dos cardenales, 25 arzobispos, 150 obispos, siete generales y siete abades, a los que se juntaban 135 19 embajadores. En general, se nota cierta precipitación en todos los decretos, pues se había apoderado de todos una verdadera ansia de terminar, lo cual disgustaba a los españoles. Sin embargo, se publicaron en la forma acostumbrada diversos decre133 Para esta última p a r t e del concilio véanse Conc. Trid. III,1 p-757s; IX,999s; RICHARD, l . c , 97IS; PASTOR, XV,338s. RANKE e n su Historia de los papas a ñ r m a : «Si a algún h o m b r e , a él tiene q u e agradecer la Iglesia católica el feliz éxito del concilio». 134 Consta q u e , después d e celebrada esta sesión, se recibieron noticias sobre el mejoramiento del papa. Sin embargo, se persistió en el plan d e celebrar el 3 y 4 la última sesión. Algunos h a n llegado a d u d a r acerca d e la realidad d e esta enfermedad d e P í o IV, suponiendo fue una ficción con el objeto d e q u e terminara rápidamente el concilio. N o p u e d e admitirse esta suposición.
Gf. PASTOR, ibid. 135 Sobre la sesión vigésimo q u i n t a véanse PALEOTTI, Conc. Trid. III, 1 p.757s; RICHARD, o . c , 9875; PASTOR, XV.342S.
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tos y se encomendaron algunas cosas particulares a la decisión del romano pontífice. Ante todo, en el primer decreto dogmático 1 36 se proclamó la doctrina católica sobre el purgatorio, de gran importancia contra los protestantes. En él se afirmaba su existencia; luego se confesaba la ayuda que los fieles podían ofrecer a los difuntos con sus buenas obras y se precisaban otros puntos doctrinales. El segundo decreto se refería a la invocación y veneración de las reliquias y de los santos, y asimismo de sus imágenes 137 . Juntamente ordena que sean desarraigados los abusos que en esto se hayan introducido, procurando eliminar del culto de la Iglesia todo género de superstición. El tercer decreto se refería a la reforma monástica, y contenía 22 capítulos de gran trascendencia 138 . Indudablemente, la disciplina monástica, mirada en conjunto, era uno de los puntos que más exigían una reforma fundamental. Esta había comenzado ya ciertamente y había dado ya ocasión a nuevas e importantes creaciones. Pero en todo caso fueron muy importantes los principios establecidos en Trento sobre la obligación de la vida común, prohibición de cualquier propiedad privada, clausura de las religiosas, elección de los superiores, etc. El cuarto decreto comprende en 21 capítulos las disposiciones sobre una reforma general 139 , y en primer lugar de los cardenales y demás prelados de la Iglesia, que deben preceder a todos los fieles con su ejemplo. Luego disponía la promulgación y aceptación de los decretos del concilio en toda la Iglesia, ordenaba el uso de las censuras eclesiásticas, reducción de fundaciones de misas, visita episcopal de capítulos, derecho de patronato y otros puntos fundamentales. Por lo que se refiere a los príncipes temporales, se les encarga que velen por el fiel cumplimiento de todas las prescripciones de la Iglesia y que se observen sus derechos e inmunidades, para lo cual ellos mismos deberán preceder con el ejemplo, mostrando el mayor respeto a las constituciones de los papas y de los concilios. Terminada la sesión del 3 de diciembre, gran número de Padres pidió a los legados la publicación de un decreto sobre las indulgencias, que habían constituido la primera ocasión de la rebelión protestante. Morone no era partidario de ello; pero, cediendo a las instancias del cardenal de Lorena y del concilio, ordenó a los teólogos que redactaran durante la noche un decreto sobre la base de la doctrina de la Iglesia. De este modo, este decreto formó parte de las disposiciones dogmáticas conciliares del día 4 140 . El día 4 se reunió por última vez el concilio Tridentino, y, después de celebrar la santa misa y cumplidas las demás formalidades, se publicaron los siguientes decretos: 136 Véase el texto en Conc. Trid. IX,IO77S; MICHEL, Le, 587S (con breve comentario). Texto en Conc. Trid. IX/1070S; MICHEL, l.c, 592S (con breve comentario). Texto en Conc. Trid. IX,io7as; MICHEL (trad. franc), 6oos. Véanse asimismo EDEB, l.c, l6ls; JEDIN, H., Zur Vorgeschichte der Regularen reform. Trid. sess.25: «Rom. Quschr.» 44 (1936) 23IS. 139 Texto en Conc. Trid. IX,io8ss; MICHEL (trad. franc), l.c, 6ios. 140 Sobre este acto final, además de los autores citados, véase EHSES, S., Der Schlussakt des Komilsvon Trient (1914); JEDIN, H., Der Abschluss des Trienter Konzils, 1562-1563. Ein Rückblick nach vier Jahrhunderten: «Kath. Leben u. Kampfe im Zeitalter der Kirchenspaltung* 21 (Münster i. W. 1963); Krisis und Abschluss des Trienter Konzils, 1562-1563 (Friburgo 1964). 137 138
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Ante todo, el decreto sobre las indulgencias 141 . En él se proclamaba el poder de la Iglesia para conceder indulgencias, así como también la utilidad que de ellas se deriva, mientras ordenaba una debida moderación en la concesión de indulgencias y condenaba todos los abusos que en cualquier forma se cometieran. El segundo decreto 142 recomienda con el mayor encarecimiento la conveniente mortificación de la carne en el uso de los alimentos prescritos, en la guarda de los ayunos y en la observancia de los días de fiesta señalados por la Iglesia. Un tercer decreto confiaba al romano pontífice la conveniente preparación y publicación del Misal y Breviario corregidos, así como también de un Catecismo y de un índice de libros prohibidos. En el cuarto decreto se declaraba que, después de las apasionadas discusiones sobre derechos de precedencia, a ningún Estado debía seguirse ninguna desventaja por el orden de lugar que se le había concedido en el concilio. El quinto era una exhortación dirigida a los príncipes cristianos a aceptar y observar todas las decisiones del concilio. El sexto declaraba la obligatoriedad de todos los decretos de las tres etapas del concilio bajo Paulo III, Julio III y Pío IV, para lo cual todos ellos debían leerse en esta sesión final. Así, pues, después de la lectura de todos los decretos conciliares, se preguntó solemnemente a los Padres si daban su conformidad a los legados para clausurar el concilio y pedir al papa la aprobación de sus decisiones, y todos unánimemente respondieron afirmativamente. Entonces el cardenal Morone bendijo el concilio y pronunció las palabras de clausura: «Después de dar las gracias a Dios, id en paz». Hecho esto, el cardenal de Lorena prorrumpió en una serie de aclamaciones a Pío IV, a sus predecesores, al emperador, a los príncipes cristianos y al concilio, que todos respondieron con el mismo entusiasmo 14.3. Antes de partir, los Padres asistentes firmaron las actas. Eran los cuatro legados, dos cardenales, tres patriarcas, 25 arzobispos, 167 obispos, siete generales, siete abades, 19 procuradores de 33 prelados ausentes y los 19 embajadores. 13. Significación del concilio de Trento. Su aceptación 144 .— De esta manera se puso término a la tarea de aquel gran concilio. Las dificultades habían sido inmensas; las diferencias entre los teólogos y los Padres del concilio, aparentemente insuperables; la oposición de los príncipes por sus tendencias o intereses encontrados amenazaron con frecuencia hacerlo fracasar definitivamente. Sin embargo, la obra llegó a feliz término. Se comprende perfectamente que, al despedirse de Trento los Padres del concilio, derramaran lágrimas de emoción. Podían tener la sensación de encontrarse en uno de los momentos decisivos de la historia. Aun historiadores protestantes como Leopoldo von Ranke han 141 142
franc). 143
Texto en Conc. Trid. IX,no5s; MICHEL, l.c, 626S (con breve comentario). Para este y los demás decretos véanse Conc. Trid. IX,IIO6S; MICHEL, l.c, 629S (trad.
Texto de las aclamaciones finales en Conc. Trid. IX,no9s; MICHEL, l.c, 632S. Firmas de los Padres: Conc. Trid. I X , m i s ; MICHEL, l.c, 1029S. 144 Sobre la significación general del concilio de Trento véanse, aparte otras obras citadas en la bibliografía general, las síntesis de PASTOR, XV,345s; EDER, O.C, 163S; HERGENROTHER, 111,593.
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formulado el juicio más favorable de la obra positiva del Concilio de Trento. «Con rejuvenecida fuerza—dice—se presentaba ahora el catolicismo frente al protestantismo». Y de un modo semejante lo enjuicia el gran historiador católico Pastor 1 4 5 : El concilio de Trento «echó los cimientos de una verdadera reforma y estableció de un modo comprensivo y sistemático la doctrina católica». Este es, efectivamente, el gran mérito del concilio de Trento y en esto consiste su trascendental significación. Frente al confusionismo doctrinal, que por efecto de las propagandas protestantes amenazaba asfixiar y destruir el dogma católico, definió con toda precisión sus puntos fundamentales. Tal es el primer capítulo de la obra trascendental de Trento: aquel conjunto de decretos dogmáticos que definían con la mayor precisión el dogma católico en los puntos más controvertidos. La segunda obra trascendental del concilio de Trento consiste en sus decretos de reforma. Esta era deseada ardientemente por los hombres mejor intencionados, y de hecho se había iniciado ya de una manera real y eficaz. Pero le faltaba una base jurídica suficientemente amplia y verdaderamente eficaz. Tal fue en realidad la obra del concilio de Trento: reconociendo la necesidad de reforma en toda la Iglesia, dio con su máxima autoridad una serie de prescripciones reformadoras. De este modo, y aplicando efectivamente las prescripciones disciplinares tridentinas, pudo empezar a realizarse efectivamente la más completa renovación de la Iglesia. Así, pues, con los decretos dogmáticos, por una parte, y con los decretos de reforma, por otra, realizó el concilio de Trento precisamente la obra que entonces se necesitaba. Ciertamente ño pudo ya impedir que se rompiera la unidad de la Iglesia; pero con sus decretos dogmáticos opuso un muro firmísimo en defensa del dogma católico y con los decretos de reforma contribuyó eficazmente a la completa renovación de la Iglesia, la cual inicia desde este momento un movimiento de avance y conquista. Esta significación plena y definitiva la obtuvo el concilio de Trento desde el momento en que sus decretos recibieron la aprobación del romano pontífice. El presidente de los legados, Morone, junto con el segundo legado, Simonetta, se dirigieron a Roma inmediatamente y, cumpliendo Morone con la comisión oficial del concilio, pidió al papa su aprobación 146 . En el consistorio del 12 de diciembre de 1563, Pío IV ponderó debidamente, como era en realidad, que ningún concilio desde hacía quinientos años se podía comparar con aquél en importancia. Luego anunció oficialmente el término del concilio y prescribió acciones de gracias por tan fausto acontecimiento. Después de esto quiso el romano pontífice hacer examinar de nuevo todos los decretos conciliares por sus teólogos, pero ya en el consistorio de 26 de enero de 1564 prometió solemnemente a Morone la aprobación definitiva de la obra conciliar, y, a pesar de la oposición de mu1"5 XV.356. Acerca de la aprobación del papa y la introducción de los decretos tridentinos en los diversos territorios, véanse las síntesis de HERGENROTHER, III,594S; EDER, 163S y ióss; además: MARÍN OCETE, A., El concilio provincial de Granada de 1565; «ArchTeolGran» 25 (1962) 23-178; LLORCA, B., Aceptación en España de los decretos del concilio de Trento: «EstEcl» 39 (1964) 341-360. 459-482; ID., Congreso Internacional de Trento, 2-6 sept. de 1963: ibid., 133-41; JEDIN, H., ¡st das Konzil v. Tr. ein Hindemis der Wiedervereinigung?: «EphThLov» 38 (1962) 841-855. 146
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chos curiales, que deseaban que la aprobación se extendiera solamente a los decretas dogmáticos, finalmente, el 30 de junio de 1564, publicó la bula Beneiictus Deus, a la que puso la fecha del 26 de enero y significa la más amplia aprobación de todo el concilio. La bula llevaba la firma de 26 cardenales. Precisamente para que la obra de Trento alcanzara toda su eficacia, Pío IV, ayudado por una comisión nombrada para ello, y particularmente por el cardenal Borromeo, envió rápidamente nuncios y mensajeros a todas partes con el objeto de obtener de los príncipes cristianos la aceptación oficial del concilio. No fue esto tarea fácil; pero el romano pontífice insistió en ella con tenacidad, con lo cual llegó a los más optimistas resultados. Por su parte, inició inmediatamente la aplicación más estricta de las normas de reforma en su persona y en la curia pontificia. Hizo redactar un símbolo conforme a las decisiones doctrinales tridentinas y lo prescribió para toda la Iglesia; además, siguiendo la invitación del concilio, se compuso una lista de los libros prohibidos. En Roma comenzó él dando ejemplo con la erección de uno de los primeros seminarios tridentinos, que entregó a los jesuítas. Bien pronto los príncipes cristianos iniciaron la aceptación de las decisiones de Trento. Sin condición ninguna las aceptaron inmediatamente Venecia y los demás Estados italianos, mientras el rey de Portugal no sólo las aceptaba, sino daba por ellas las más sentidas gracias al romano pontífice. Después de algunas dificultades, Polonia las aceptó igualmente. Felipe II las admitió para España y todos sus dominios. El emperador Fernando I y su hijo Maximiliano II no publicaron hasta 1566 su aceptación oficial. Más dificultad hubo en Francia, donde se admitieron sin limitación ninguna los decretos dogmáticos, rechazando los disciplinares; pero, de hecho, los obispos los fueron introduciendo en todas partes. Multitud de sínodos provinciales fueron promulgando en las diversas naciones cristianas todas las disposiciones tridentinas, que se convirtieron bien pronto en sustancia de la legislación católica.
CAPITULO
VI
Nuevas fuerzas para la reforma católica. Estados de perfección antes del concilio de Trento 1 Como se ha podido ver, los movimientos de reforma que brotaron dentro de la Iglesia católica y se manifestaron ya a principios del siglo xvi, aun antes del movimiento protestante, recibieron su confirmación definitiva y alcanzaron toda su amplitud y eficacia por medio del concilio de Trento. Ahora bien, precisamente para introducir plenamente en la Iglesia esta reforma, que tanta falta le hacía, Dios le deparó, entre otros instrumentos principales, el de los institutos religiosos y 1 Ante todo, pueden verse las obras generales de historia de la Iglesia y las historias generales de las órdenes religiosas en ios capítulos correspondientes. Entre estas últimas pueden consultarse: HÉLYOT, H., Histoire des ordres monastiques, religieux et militaires et des congrégations séculiéres... 8 vols. (París 1714-1719); es la obra más completa; HENRION, M. R., BARÓN DE, Histoire des Ordres religieux 2 vols. (París 1835); BUITRAGO Y HERNÁNDEZ, J., Las órdenes religiosas y los
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De Lutero a la paz de Westjalia
C.6. Estados de perfección
otras instituciones de perfección. Veamos ahora la obra reformadora de esos institutos de perfección, y, ante todo, los anteriores! al concilio de T r e n t e ' i I.
PRIMEROS INSTITUTOS DE CLÉRIGOS REGULARAS
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En otro lugar hemos notado, entre los nuevos elementos que caracterizan el movimiento católico que brotaba de las mismas entrañas de la Iglesia, los clérigos regulares. Los nuevos sacerdotes, plenamente embebidos del espíritu cristiano y procedentes en buena parte del Oratorio del Divino Amor, eran particularmente aptos para renovar este espíritu en el seno de la Iglesia. i. La Orden de los Teatinos 3 .—La primera y más característica de las nuevas instituciones es la de los Teatinos, fundada en 1524 por dos de los miembros más caracterizados del Oratorio del Divino Amor, Cayetano de Thiene y Juan Pedro Carafa. El nombre de Teatinos les viene de Theate o Chieti, de donde Carafa fue nombrado obispo en 1504. Más tarde fue elevado al solio pontificio con el nombre de Paulo IV. Los nuevos clérigos hacían profesión de la más estricta pobreza y trabajaban apostólicamente por medio de la administración de sacramentos e instrucción del pueblo cristiano. Su desarrollo fue más bien lento. Al morir San Cayetano en 1547 no poseían más que dos casas. Pero durante el pontificado de Paulo IV (Juan Pedro Carafa) (iSS5-I5S9)> I a Orden experimentó un gran aumento. De este modo llegó a ejercer bastante influjo en toda Italia, donde poseía hacia 1600 casas en las principales ciudades. Posteriormente se introdujo en Mallorca, donde logró conservarse, cuando en el resto de Europa llegó casi a extinguirse. De aquí pasó luego a Italia y a España, alcanzando en nuestros días bastante significación. La Orden prestó excelentes servicios a la Iglesia en la obra de reforma, como lo demuestran sus hombres eminentes en santidad y letras, como sus dos fundadores, y asimismo San Andrés Avelino, el Beato Pablo Burali, Cayetano F. Verani y otros. 2. Los Barnabitas, Clérigos Regulares de San Pablo 4 .—Cronológicamente y por la importancia de su actuación, siguen los Barnareligiosos ( M a d r i d 1902); M A I R E , E., Histoire des Instituís religieux et missionaires (París 1930); Les Granas Orares momstiques et Instituís religieux (París l95os); Ordini e Congregazioni religiose, a cura di M . ESCOBAR, 2 vols. ( T u r í n 1951-1953)- Particularmente r e c o m e n d a m o s : H E I M B U CHER, M . , Die Orden und Kongregationen der katholischen Kivche 3 . a ed. 2 vols. (Paderborn 1933): I.SOs a b u n d a n t e bibliografía general. 2 Para conocer la significación general d e los clérigos regulares d e este tiempo, además d e las obras generales, véanse CRISTIAN!, L.,L'Église á l'époque duconcile de Trente, en Hist. de l'Eglise, d e F L I C H E - M A R T I N , 17 (París 1948) 245S; D A N I E L - R O P S , La Reforme catholique (París 1955) 3 i s ; PISANI, P . , Les compagnies de prétres du XVI' au XVII" siécle: «BiblKathScRel» (París 1927); GREUSEN, J., De iuridica status religiosi evolutione (Roma 1948). 3 Véanse sobre t o d o A N D R E U , J., I Teatini: «Ordini e Congr.» I,567s; HEIMBUCHER, Die Orden... II,97s; en ambas obras se hallará a b u n d a n t e bibliografía. E n particular SALVADORI, J., S. Gaetano da Thiene e la Riforma cattolica italiana: 1480-1527 (Roma 1911); VERGARA, C., Vida de San Cayetano (Palma d e Mallorca 1921): PASCHINI, P., San Gaetano di Thiene, C. P. Carafa e le origini dei Chierici Teatini (Roma 1926); VENY-BALLESTER, Vida de San Cayetano (Barcelona 1950): C H I M I N E L L I , P., S. Gaetano Thiene (Vicenza 1948); DARRICAN, R., Les eleres reguliers théatins á P a r í s ; «RegnumDei» 7 (1954) 165-204. Véase PASTOR, X , 2 9 5 S ; Xl,439s. * P u e d e n verse COLCIAGO, V. M . , / Barnabiti: «Ordini e Congr.» I,633s; HEIMBUCHER, II, ioós. E n particular PREMOLI, O . , Storia dei Barnabiti nel'500 3 vols. ( R o m a 1913): G E N T I L E , L . , Vida de S. Antonio M . Zacearía ( T u r í n 1913); D U B O I S , A . , Les Barnabites (París 1924); PASTOR, X,337s; La Congregazione dei chierici regolari de S. Paolo detti barnabiti, nel IV centenario della
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bitas, denominados también Clérigos Regulares de San Pablo. Su principal fundador, Antonio María Zacearía (1502-1539), impulsado por su espíritu reformador y alentado por el gran asceta dominico Bautista de Crema, sé juntó con Jacobo Morigia y Bartolomé Ferrari, miembros en Milán deila Asociación de la Eterna Sabiduría, que era una institución semejante al Oratorio del Divino Amor. Entusiasmados estos tres hombres por sus ansias de trabajar en la reforma de costumbres, organizaron en 1530 en Milán una nueva Orden de clérigos regulares, que se dedicaron por completo a la instrucción y educación de la juventud y del pueblo. En 1533 recibieron la aprobación solemne de Clemente VII y poco después iniciaron su actividad apostólica. Como patrono e ideal tomaron a San Pablo, de donde les vino el nombre. Su prestigio creció gracias a la gran figura de San Alejandro Sauli (1534-1592), general de la Congregación, obispo de Aleria, insigne predicador y consejero de San Carlos Borromeo. Ya en 1537 podían celebrar misiones populares en Venecia, Padua, Vicenza y otras ciudades del norte de Italia. Poco después se les dio el antiguo monasterio de San Bernabé (Barnabas), de Milán, que vino a ser su sede principal y dio origen a su nombre popular de Barnabitas. 3. Clérigos de Somasca 5 .—Constituyen la tercera de estas primeras órdenes de clérigos regulares que forman en la vanguardia de la reforma católica iniciada en Italia y España. Pío V les dio el título completo de Clérigos de San Mayólo de Pavía, de la Congregación de Somasca. Su fundador fue San Jerónimo Emiliano (f 15.37), quien, ordenado sacerdote en I5r8, trabajó en Verona, Bérgamo y otras ciudades por el establecimiento de diversos centros de beneficencia para huérfanos. En 1532, en unión con un grupo de discípulos, organizó la nueva institución en el lugar solitario de Somasca, de donde recibieron el nombre popular. Su objeto era el servicio de huérfanos, enfermos y necesitados de todas clases. A la muerte del fundador en 1537, víctima de su celo al servicio de los apestados, atravesó el Instituto una peligrosa crisis. Sus miembros trataron de disolverse; pero el nuevo superior, Angelo Marco Gamberana, consiguió mantenerlos unidos, y en 1540 obtuvo de Paulo III su aprobación. En 1547 intentaron adherirse a la Compañía de Jesús, recién fundada, y, como no pudieran realizarlo, se unieron con los Teatinos desde 1547 a 1555. Deshecha esta unión, iniciaron una nueva vida independiente bajo la protección especial de Paulo IV. Pío IV aprobó de nuevo el Instituto en 1563 y Pío V lo elevó en 1568 al rango de Orden religiosa y le concedió los privilegios de los mendicantes. En esta forma se desarrolló la Orden rápidamente. A ello contribuyó de un modo especial el apoyo que les prestó San Carlos Borromeo, quien les asignó la iglesia de San Mayólo, de Pavía, de donde les vino su nombre oficial. Al mismo tiempo iniciaron una nueva actividad con la educación de los jóvenes en los seminarios. fondazione (i533-'933) (Genova 1933); BOFITTO, G., Scrittori barnabiti... (1533-1953) 2 vols. (Florencia 1953); CHASTEL, G., Lafondateur des barnabites, saint Antoine M. Zaccharia (París s.a.). 5 Véanse en p r i m e r lugar T E N T O R I O , M . , I" Somaschi: «Ordini e Congr.» I , 6 l l s ; HEIMBUCHER, I I . I I O S ; H É L Y O T , IV,223s; PASTOR, X,335s. E n particular SEGAGLIA, B., S. Giroiamo Emiliani educatoredellagioventú (Roma 1928); L A N D I N I , I., S. Girolamo Emiliani (Roma 1946); PASCHINI, P., L'Ordine Dei Chierici Regolari Somaschi ('1528-1928J (Roma 1928).
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LAS ANTIGUAS ÓRDENES RELIGIOSAS: LOS CAPUCHINOS
/ Al mismo tiempo que surgían estos nuevos institutos, las antiguas órdenes religiosas recibían en muchas partes nuevos gérmenes de vida y se incorporaban al gran movimiento de reforma. i. La Orden de San Agustín.—Conocidas ya las importantes reformas de las congregaciones benedictinas 6 y de la Orden de Predicadores, por lo que se refiere a la Orden de San Agustín son dignos de mención los esfuerzos realizados por su reforma después del concilio V de Letrán (1512-1517). Cuando su general Gil de Viterbo fue nombrado cardenal en 1517, el mismo año del levantamiento de Lutero, envió al papa un precioso memorial de reforma, y es digno de tenerse en cuenta que, mientras un miembro de esta benemérita Orden iniciaba la defección en Alemania, otro miembro distinguido proponía seriamente al papa un plan de reforma de la Iglesia. Más activo todavía se mostró en este sentido Jerónimo Seripando, elegido vicario en 1523 y general de la Orden en 1539- Excelente teólogo y gran erudito, como lo demostró más tarde en Trento, pero juntamente gran asceta y reformador, dirigía ardientes circulares a sus subditos, en las que los exhortaba a la más perfecta observancia. Algunos de sus viajes de visita de la Orden se convirtieron en grandes misiones, que le merecieron el dictado de «Heraldo de la reforma». Así, entre 1539 y 1540 recorrió gran parte de Italia; luego pasó a Francia, España y Portugal, siendo en todas partes el más ardiente apóstol de la observancia regular 7 . 2. La Orden franciscana 8 .—Pero la Orden franciscana fue, entre las antiguas, la que realizó una obra intensa de reforma y con resultados más tangibles, que dieron origen a nuevas ramas franciscanas e importantes núcleos reformados. Después de la intervención de León X en 1517 quedaron separadas las dos ramas franciscanas de los Conventuales y de los Observantes, si bien tenían un mismo general. Así, pues, Francisco Lichetto (f 1520), excelente general de ambas ramas, trabajó por obtener la mayor unión posible dentro de la más estricta observancia, para lo cual se propuso seguir el ejemplo del reformador español cardenal Jiménez de Cisneros. Con este objeto señaló él casas especiales, que se llamaron casas de recolección, adonde podían recogerse voluntariamente los que desearan mayor severidad y observancia regular. Estos grupos encontraron alguna oposición en el comisario general, Hilarión Sacchetti; en cambio, fueron protegidos por el español Francisco de Quiñones, elegido general en el capítulo de Burgos de 1523. 6 P u e d e verse la bibliografía general d e la O r d e n benedictina. E n particular, por lo q u e se refiere a estas nuevas congregaciones, véanse HEIMBUCHER, I , 2 2 i s ; H I L P I S C H , E., Gesch. des benedikt. Monchtums (Friburgo d e Br. 1929) 259S; LECCISOTTI, T . , / Benedettini: «Ordini e Congr.» I,74s; WEISSENBERGER, P-, Das benedictinische Monchtum XIX-XX. Hit. jSoo-1950 (Beuron 1953). 7 Véase una buena síntesis en HEIMBUCHER, I,55os; PASTOR, X I , 4 3 6 S . 8 Para la inteligencia d e la formación de las diversas ramas de la Observancia franciscana véanse las síntesis d e HEIMBUCHER, I , 7 2 0 S y, sobre todo, HOLZAPFEÍ., H . , Manuale Historiae Ordinis Fratrum Minorum (Friburgo de Br. 1909) 135S.289S. A d e m á s , D i F O N Z O , L., I Francescani: « O r d i n i e Congreg.» I , 2 2 i s ; PASTOR, X , 3 4 0 S ; BAUMER, R., art. Petrusv. Alcántara: «LexThK» 8 (1964) 330-33I-
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Inflamado Quiñones en el celo por la reforma y observancia, señaló nuevas casas de recolección y favoreció a los dos españoles Martín de Guzmán y Esteban Molina, que fueron los que desde 1525 dieron en Italia la forma definitiva a los Reformados, que, aunque posteriormente encontraron oposición en el general Pablo Pissotti, sin embargo, se fueron desarrollando bajo la protección de Clemente VII y, sobre todo, de Gregorio XIII desde 1578. Por esto se les adhirieron muchos conventos y se extendieron luego en Austria, Alemania y América. De un modo semejante se desarrollaba en España la reforma franciscana. Es célebre la de San Pedro de Alcántara (f 1562), el cual desde 1540 organizó definitivamente esta reforma, que fue designada como de los Minoritas de la más estrecha observancia, de los Descalzos o Alcantarinos. Su distintivo fue un extraordinario rigor. Se abstenían de carnes, pescado, huevos y vino. Iban descalzos y practicaban durísima penitencia. Pío IV aprobó en 1562 la reforma alcantarina, que se extendió mucho en España, Portugal, América y llegó hasta el Japón. 3. Orden de los Capuchinos 9 .—Pero al mismo tiempo se realizaba otra reforma de los franciscanos, que condujo a la formación de una distinta Orden, la de los Capuchinos. Su primera idea aparece en Mateo de Bascio o Da Bassi, el cual ya en 1523 dio pruebas de un ardiente celo durante una peste en Camerino. En su convento de Montefalcone se propuso desde 1525 realizar el ideal de San Francisco, y, no obstante la oposición de los observantes, obtuvo de Clemente VII, según parece, el permiso verbal para restablecer en su integridad la regla de San Francisco. Comenzó, pues, a realizarlo; vistióse un hábito más rudo, dejándose al mismo tiempo la barba. Por caminos diversos, los dos hermanos carnales, Luis y Rafael de Fossombrone, el primero sacerdote y el segundo lego, ambos observantes, como Mateo de Bascio, habían experimentado los mismos deseos de volver a la observancia primitiva, por lo cual se unieron a Mateo de Bascio. Este hecho desencadenó una nueva persecución contra los innovadores, a quienes se acusaba de romper la unión de la Orden. Entonces Luis de Fossombrone, más instruido que Mateo, se dirigió a Roma, donde se puso en inteligencia con Carafa, quien supo comprender estos ideales de estricta observancia. Con su ayuda obtu9 A d e m á s d e las historias generales de las órdenes religiosas y de los franciscanos, en particular sobre los capuchinos:
véanse
F u e n t e s . — B O V E R I U S , Z., Annales sive sacrae historiae O.M., qui Capuccini nuncupantur (Lyón 1632S); W A D D I N G , Annales Minorum... 2. a ed. (Roma I735s) XVI. M u c h o s t rabajos antiguos sobre los orígenes d e los capuchinos publicados en Anal. O.M.Cap., en particular 23 (1907); 24-36 (1918-1920); Bullarium Ordinis Fratrum Min. Cap. (1528-1928) 7 vols. (Roma 17401752) (Innsbruck 1883-1884, vols.8-10); Regula et Testamentum Scti. Francisci et Constituliones O.M.Cap. (Roma 1926). B i b l i o g r a f í a . — M O N T E ROTONDO, G . M . DA, Gli inizi dell'Ordine Capuccino (Roma 1910); D ' A L E N C O N , E D . , Tribulationes Ord. Fratrum Min. Cap. primis annis Pontif. Pauli III (Roma 1914); I D . , De primordiis O.F.M.Cap. (1525-1534), commentar. histor. (Roma 1921); I D . , Des origines de l'Ordre des Fréres Min. Cap., 1525-1534 (Gembloux 1932); POBLADURA, M . DA, La bella e santa Riforma dei FF. MM. Cap. (Roma 1943); I D . , Historia gener. Fratr. Min. Cap. 4 vols. (Roma 1947-1951); R U F F I N O DA SIERRA, O.F.M.Cap. nel primo secólo, ed. p o r SISTO DA PISA, 2. a ed. (1937); G R A F , Zur Entstehung des Kapuzinerordens (1940); G U T B E R T H , C., The Capucins 2 vols. ( L o n d r e s 1928); M A U R I C I O DE BEGOÑA, El alma de la seráfica reforma capuchina ( M a drid 1947); G R A F , T H . , Die Kapuziner: «Orden der K.» 2 (Friburgo de S. 1957). D e u n m o d o especial D i F O N Z O , L., I Francescani...: «Ordini e Congr.» I,229s ( T u r í n 1951); HEIMBUCHER, L724S; LLORCA, B., Nueva visión... I I , i 2 2 i s ; PASTOR, X,342s; X I , 4 5 i s .
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vieron el 18 de mayo de 1526 la autorización pontificia para el nuevo género de vida. Tal fue el origen de la Orden de los Capuchinos. Los Eremitas Franciscanos, como fueron designados en un principio, refiriéndose a la soledad y su hábito rudo, con su correspondiente capucha y su luenga barba, se propusieron reproducir a la letra la regla de San Francisco, imitando hasta en los últimos detalles su vida de apostolado entre los pobres y la más estricta pobreza. Su provincial Juan de Fano y los frailes observantes continuaron haciéndoles la más decidida oposición. Pero el obispo y la duquesa de Camerino les otorgaron su apoyo. Con su ayuda, Luis de Fossombrone obtuvo la aprobación oficial personal del romano pontífice el 3 de julio de 1528. Desde entonces ya no tuvo límites su celo por las almas y su espíritu de penitencia. Dedicáronse a la predicación entre el pueblo sencillo a la manera de San Francisco y sus primeros discípulos, y particularmente mostraron un celo heroico durante una peste que asoló la región de Camerino. De este modo se captaron bien pronto la simpatía del pueblo y de muchas personas de la clase elevada. En el primer capítulo, celebrado en 1529 en una pobre cabana de Alvacina, se fijó ya en lo sustancial la regla y norma de vida de la nueva Orden. Mateo de Bascio fue nombrado vicario general; pero, hombre sencillo y extremadamente humilde, depuso pronto su cargo. En su lugar fue elegido Luis de Fossombrone, bajo cuya dirección realizó la Orden nuevos avances. 4. Contratiempos de los Capuchinos.—Uno de los primeros aciertos de Fossombrone fue el establecimiento de la Orden en Roma, en lo que le ayudó de nuevo la duquesa de Camerino. Recibieron la iglesia de Santa Maria dei Miracoli y tomaron el cuidado del Hospital de San Jácome, donde se ganaron rápidamente las simpatías del pueblo romano. Por otra parte, la nueva reforma franciscana impresionó hondamente a buen número de observantes, los cuales se fueron pasando a los Capuchinos. Esto provocó una violenta reacción en el provincial Juan de Fano y otros observantes, quienes elevaron tan insistentes representaciones a Roma, que el papa Clemente VII en 1530 se vio forzado a revocar todos los privilegios concedidos a la nueva Orden. No se aquietó con esto el enérgico Fossombrone. Con el apoyo de sus poderosos protectores obtuvo del mismo papa el nombramiento de dos cardenales como arbitros de aquel litigio, los cuales decidieron el 14 de agosto de 1532 que en adelante los Eremitas Franciscanos no pudieran recibir ningún observante, pero al mismo tiempo que los Observantes no molestaran más a aquéllos. Este resultado fue un triunfo de los Eremitas Franciscanos, pues, por lo que se refiere a la prohibición de admitir a los Observantes, precisamente entonces recibieron a los dos mejores predicadores, Bernardino de Asti y Bernardino Ochino. Más aún: el mismo Juan de Fano, que con la mejor buena fe se les había opuesto mientras juzgó que eran subditos fanáticos y rebeldes, al ver ahora la seriedad del movimiento, se les unió igualmente en 1534. Esto ocasionó una nueva campaña contra ellos de parte de los Observantes. Estos intentaron obtener la revocación de la aprobación papal de 1528, y, aunque no lo
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obtuvieron, al menos lograron de Clemente VII un edicto por el que los Capuchinos (como ya eran designados) eran expulsados de Roma. A tan severa orden tuvieron ellos que someterse, dando el más precioso ejemplo de obediencia a las disposiciones del romano pontífice. Mas poco después intercedieron en su favor la duquesa de Camerino, Camilo Orsini, Victoria Colonna y otros poderosos amigos, por lo cual el papa revocó aquella disposición y los Capuchinos pudieron establecerse en la Ciudad Eterna. Este triunfo marca el principio de una serie de grandes contratiempos y gravísimas crisis de la Orden. La primera la ocasionó el propio vicario general, Luis de Fossombrone, tan benemérito de la fundación. Su sistema autoritario de gobierno promovió tal descontento, que en el capítulo de Roma, reunido por orden del papa en noviembre de 1535, fue elegido como nuevo vicario general Bernardino de Asti, y, después de algunos conatos por invalidar esta elección, Fossombrone se volvió a los Franciscanos Observantes. Lo mismo realizó el primer fundador, Mateo de Bascio. Por otro lado, los Observantes volvieron a la carga con más violencia que nunca, y obtuvieron de Paulo III, quien acababa de aprobar la Orden por bula de 13 de agosto de 1536, que diera en enero de 1537 la prohibición de extenderse fuera de Italia. En toda esta campaña intervino activamente el cardenal Quiñones, movido de la falsa opinión de que se trataba de fanáticos e ilusos que con sus excesos de rigor dañaban más bien la causa de la reforma católica. En cambio, Victoria Colonna y, sobre todo, los cardenales Contarini, San Severino y el gran obispo reformador de Verona, Juan Mateo Giberti, estaban en favor de los Capuchinos. Pero el mayor contratiempo que puso a la naciente Orden en el borde de la disolución fue la defección y apostasía del tercero de sus vicarios generales, Bernardino Ochino 10 . El capítulo general de Florencia de 1538 lo nombró vicario general en sustitución de Bernardino de Asti, y aun se susurraba que el romano pontífice trataba de nombrarlo cardenal. Sin embargo, ya por este tiempo empezaba a simpatizar con los innovadores protestantes. Y, aunque había experimentado un cambio radical en su interior, admitiendo la doctrina luterana de la justificación, continuaba su brillante predicación, que precisamente durante los años 1538 y 1539 llegó a su apogeo. En todo este cambio influyó poderosamente el canónigo regular agustiniano Pedro Mártir de Vermigli, quien se separó igualmente de la fe católica. A pesar del cuidado puesto por Ochino en disimular sus íntimas convicciones, empezaron algunos a sospechar de ellas y llegaron quejas persistentes al romano pontífice. Así, pues, el 15 de julio de 1542, mientras aparentemente se hallaba en la cumbre de sus glorias como gran predicador católico, Paulo III le dirigió una carta en la que le invitaba a ir a Roma para consultarle sobre las opiniones de algunos religiosos. Esta carta revolvió todo su interior; pero lo que acabó de turbarlo fue otra segunda del 27 del mismo mes en la que se le ordenaba acudir terminantemente. Sin embargo, no sospechaba la gravedad Sobre B. Ochino pueden verse, además de PASTOR, XI,4i6s, las obras de la nt.53 c.3.
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C.6. Estados de perfección 844 P.II. De Lutero a la paz de Westfalia de su situación. Más aún: según parece, llegó a pensar que se trataba de proponerle su ascenso al cardenalato, que tanto le halagaba. Se puso, pues, en camino para Roma; pero, habiendo encontrado en el camino a su íntimo amigo Pedro Vermigli, que se hallaba en las mismas circunstancias, le declaró éste su decisión de escapar ante el peligro de la prisión, el proceso y la muerte. Así, pues, atemorizado entonces ante estas terribles perspectivas, se dirigió a Ginebra, donde se declaró protestante, siendo hasta su muerte (1565) uno de los corifeos del calvinismo. Por lo que a los Capuchinos se refiere, fácilmente se comprende la indignación que causó en Italia la defección del eminente predicador, vicario general de la nueva Orden. Se explica perfectamente la exclamación de Paulo III al enterarse de ello en Perusa: «Pronto ya no habrá más capuchinos». De hecho, consta que pensó en disolverlos. Sin embargo, el cardenal San Severino tomó entonces su defensa, a la que se juntó la de otros insignes cardenales, grandes amigos de la reforma. Por otra parte, los principales miembros del Instituto acudieron al romano pontífice con tan sentidas y humildes súplicas, que Paulo III consintió en que se realizara una detenida investigación, de la que se concluyó con toda evidencia que Ochino estaba completamente aislado en la Orden, de manera que nadie en ella compartía sus ideas. Rápidamente fue elegido como sucesor Francisco de Jesi, el cual se esmeró particularmente en corresponder a los deseos del papa. Este dio, de momento, a toda la nueva Orden la prohibición de predicar. Pero, ante el resultado satisfactorio de las nuevas investigaciones realizadas y de las respuestas del vicario general a las diecinueve tesis que se le propusieron, Paulo III les volvió a conceder aquella licencia. De este modo, los capuchinos pudieron emprender de nuevo sus trabajos de predicación popular, que tanto prestigio les habían conquistado ante el pueblo. Tras estos graves contratiempos, la Orden de los Capuchinos se desarrolló rápidamente y fue uno de los instrumentos providenciales y más eficaces en la reforma católica. A ello contribuyeron los nuevos vicarios generales que se fueron sucediendo después de la defección de Ochino, todos ellos hombres de grandes cualidades. En 1567, Gregorio XIII levantó por fin la prohibición, que todavía pesaba sobre ellos, de extenderse fuera de Italia. Paulo V, mediante, la bula Alias felicis recordationis, de 23 de enero de 1619, dio a los Capuchinos completa independencia de los Conventuales. Desde entonces formaron una nueva Orden franciscana al lado de los Conventuales y Observantes. En lo sucesivo se multiplicó extraordinariamente su actividad. En 1575 se establecieron en Alemania, constituyendo uno de los más eficaces instrumentos contra el avance de la reforma protestante. Al mismo tiempo se propagaron en España, Francia y en todo el mundo. En 1643, un siglo después de la defección de Ochino, contaban unos 21.000 miembros. Son célebres, entre otros, San Félix de Cantalicio (f 1587), San Lorenzo de Brindisi (f 1619), uno de los mejores escolásticos de su tiempo; San José de Leonissa (f 1612) y San Serafín de Montegranaro (f 1604) n . 11 Sobre el desarrollo d e la O r d e n véase la síntesis d e HEIMBUGHER, I , 7 4 5 S . 7 5 2 S y las obras generales.
III.
L A COMPAÑÍA DE JESÚS
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Al lado de los ejércitos de los Teatinos, Barnabitas y Clérigos de Somasca, a la par con las antiguas órdenes rejuvenecidas y renovadas y junto con las nuevas huestes que surgieron más tarde entre los estados de perfección, los Jesuítas trabajaron en primera línea en la plena realización de la tan suspirada reforma. 1. Primeros años de San Ignacio.—La Compañía de Jesús es la obra por antonomasia de San Ignacio de Loyola, el cual nació en 1491 en la casa solariega de Loyola, provincia de Guipúzcoa, en España. Su origen vasco se mostró constantemente en su vida por la tenacidad de su carácter. Iñigo López de Loyola 13 (tal era su nombre completo) 12 Véanse, ante todo, las obras generales de historia de la Iglesia y d e las órdenes religiosas. E n particular:
F u e n t e s . — I n s t i t u t a m Societatis lesu. Bullarium et Compendium Privilegiorum... 3 vols. (Florencia 1892-93); Monumenta Histórica Societatis lesu, nunc primum edita... Colección fundam e n t a l ; publicados 68 vols. ( M a d r i d 1894S, Roma 1945-66); Constitutiones Societatis lesu, latine et hispanice..., ed. JUAN J. DE LA T O R R E ( M a d r i d 1892); ed. B A C , p o r I. IPARRAGUIRRE y C. DE DALMASES ( M a d r i d 1952) 369S. E n particular Fontes narrativi de Sancto Ignatio de L. et de Societatis lesu initiis: «Mon. Hist. Soc. les.», ed. p o r Z A P I C O - L E T U R I A - D A L M A S E S , 3 vols. (Roma 1944-1959); Autobiografía en vol. 1; SOMMERVOGEL-DE BACKER-CARAYON, Bibliothéque des écrivains de la Compagnie de Jésus 10 vols. (1890-1909); U R I A R T E , E. DE, Catálogo razonado de obras... pertenecientes a la antigua asistencia de España 5 vols. ( M a d r i d 1904-1917); Archivum Hist. Soc. lesu (Roma 1932S). B i b l i o g r a f í a . — V é a n s e en particular: I I , i 3 o s ; ASTRÁIN, A., Historia de la Compañía de Jesusea la asistencia de España 7 vols. (1540-1758) ( M a d r i d 1902-1925) II en 2. a ed. (1912); BROU, Les jésuites de la légende 2 partes (París 1906); K O G H , L., Jesuitenlexikon. Die Gesellschaft Jesu eins und jetzt (Paderborn 1934); VILLOSLADA, R. G., Manual de historia de la Compañía de Jesús 2. a ed. ( M a d r i d 1954); BECHER, H . , Die Jesuiten. Gestalt und Geschichte des Ordens ( M u n i c h 1951); Synopsis Historiae Societatis lesu (Bruselas 1951); BRODRICK, ]., El origen de los jesuítas, trad. del inglés p o r H . G Ó M E Z ( M a d r i d 1953). Asimismo PASTOR, X I I , i s ; HEIMBUCHER, O . C , I I , i 3 0 s (aquí puede verse a b u n d a n t e bibliografía); M A R T I N I , A . : «Ordini e Congr.» 1,6895; LETURIA, art. Ignazio di L.: «Encicl. Catt. Ital.s; RODRIGUES, F . , Historia da Companhia de Jesús na assistencia de Portugal 4 vols. (Ult. O p o r t o 1950); L E I T E , S., Historia da Companhia de Jesús no Brasil t . i o (Río d e Janeiro 1950); T A C G H I V E N T U R I , P., Storia della Compagnia di Gesú in Italia t . l y 2, 2.* ed. (Roma 1950-51); R. G. VILLOSLADA, Storia del Collegio Romano, dal suo inizio (1551) alia soppressione della Compagnia di Gesü (1773): «Anal. Gregor.» 66 (Roma 1954); PURCELL, M-, The first Jesuit ( D u b l í n 1956); M O N E S T I E R , M . , La mysterieuse Compagnie. Les Jésuites (París 1957); BOEHMER, H . , Die Jesuiten. Auf Grund d. Vorarbeiten von Hans Leube ed. p o r K. D . Schmidt (Stuttgart 1957); M E A D O W S , D . , A popular history of the Jesuits ( L o n d r e s 1958); G O E T S T O U WERS, J. B., Synopsis historiae Societatis lesu (Lovaina 1950); BAUMANN, T h . , Compagnie de Jésus. Origine et sens primitifde ce nom: «RevAsMyst» 37 (1961) 4 7 - 6 0 ; RIBADEAU-DUMAS, F . , Grandeur et misére des Jésuites (París 1963). 13 N o Recalde, como algunos h a n dicho falsamente. El apellido López apenas lo usó nunca. El n o m b r e I ñ i g o l o cambió e n t r e 1537-1542. Sobre San Ignacio d e Loyola en particular p u e d e n verse, e n t r e otras muchas, las obras siguientes: Obras completas de San Ignacio de Loyola, ed. B A C , n.86, p o r DALMASES-IPARRAGUIRRE ( M a drid 1952); H U O N D E R , A., Ignatius von Loyola (1932); D U D O N , P., Saint Ignace de Loyola (París 1934); LETURIA, P., El gentilhombre Iñigo López de Loyola (Barcelona 1941): «Bibl. p r o Eccl. et Patria» 2 0 ; O L M E D O , F . G. r Introducción a la vida de San Ignacio ( M a d r i d 1944); CASANOVAS, I., San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, trad. p o r el P. M . Q U E R A (Barcelona 1944).
B i o g r a f í a s . — T H O M S O N , I. ( L o n d r e s 1909); CRELXELL, I., 2 vols. (Barcelona 1922); B E R NOVILLE, G. (Marsella 1929); K O L B , V. (1931); D U D O N , P., (París 1934); AMOUDROU, B. (París 1939); ASCUNCE, E. ( M a d r i d 1941); PAPASOGLI, I. (Barcelona 1956); RICHTER, T R . , Martín Lutero e Ignacio de Loyola ( M a d r i d 1956); BRODRICK, I., San Ignacio de Loyola. Años de peregrinación ( M a d r i d 1956); TESSARLO. G., Sant' Ignazio di L. nelle sue lettere (Milán 1955); L E N E R , S., S. Ign. di L., legislatore santo e geniale: «Civ. Catt.» (1955) IV, 35; RAHNER, H . , Ignacio de L. y su histórica formación espiritual (Santander 1955); LARRAÑAGA, V., San Ignacio de Lovoía. Estudios sobre su vida, sus obras, su espiritualidad (Zaragoza 1956); ORMAECHEVARRÍA, I., Rasgos franciscanos en la fisonomía moral de San Ignacio: «Verd. y V.» 14 (1956) 457s; H E R T L I N G , L . V., S. Ign. di Loyola di fronte alia niforma* protestante e alia «restaurazione» catholica: «Civ. Catt.» (1956) IV,585s; MARCUSE, L . , Ignatius von Loyola. Ein Soldat der Kirche ( H a m b u r g o 1956); PRZYWARA, E., Ignatianisch. Vier Studien zum 400. Todestag des hl. Ign. von L. (Frankfurt 1956); JEREZ, H . , Iñigo de Loyola. Su perfil humano 2. a ed. (Bilbao 1956); DALMASES, C. DE, La muerte de San Ignacio, 31 ju-
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recibió una educación profundamente católica, a la usanza de su tierra y de su época. A este primer período pertenece aquella vida cortesana, relativamente ligera, de que se ha escrito mucho durante los últimos decenios 14 . Por ejemplo, sus asiduas lecturas de libros de caballería, sus ansias de gloria y vida mundana y algunas aventuras licenciosas, que nos lo presentan, si no como corrompido moralmente, al menos como víctima de los ardores de su fogosa juventud. Este primer estadio de su vida termina el año 1517, cuando Ignacio se hallaba en su plena juventud, contando veintiséis años. Hallábase como gentilhombre de su pariente el duque de Nájera, a la sazón virrey de Navarra, cuando tuvo lugar la desesperada defensa de la fortaleza de Pamplona, de resultas de la cual fue herido en la pierna por las tropas francesas el 20 de mayo de 1521. Los resultados de esta providencial herida fueron para él trascendentales. En los largos ratos de reflexión a que se vio sometido por la enfermedad y convalecencia, se dejaba llevar locamente, a la manera de los galanes de los libros de caballería, de sus sueños por la dama de sus amores, que algunos suponen sería una infanta a la que había conocido en sus años de vida de corte (tal vez D. a Catalina, hermana de Carlos V). Pero al mismo tiempo la gracia divina inició la obra de su transformación interior. Vencido el período de gravedad, para entretener las largas horas de la convalecencia pidió aquellos libros de caballería con cuyos pensamientos tanto se entretenía; pero, a falta de ellos o por ardid de su piadosa cuñada D. a Magdalena, leyó el Flos Sanctorum, o Vida de santos, y la Vida de Cristo, de Ludolfo de Sajorna. Esta lectura excitó bien pronto su deseo de imitar a los santos; pero, como él mismo atestigua, volvían en seguida sus pensamientos mundanos, y pasaba largas horas soñando en las hazañas que realizaría por conquistar a la dama de su corazón. Poco a poco se hicieron más vehementes los impulsos de la gracia. lio 1556: «Raz. y Fe» 154 (1956) 93; I D . , El ideal apost. de Ignacio: «Est. Ecl.» 30 (1956) 305s; VILLOSLADA, R. G . , Ignacio de hoyóla. Un español al servicio del Pontificado (Zaragoza 1956); V O N M A T T , H . RAHNER, etc., Ignacio de hoyóla, trad. del alemán complet. (Bilbao 1956); Commentarii Ignatiani, 1556-1956: «Arch. H i s t . Soc. I.» t.25 (Roma (1956); Ignatius von hoyóla. Seine geistl. Gestalt und sein Vermáchtnis, 1556-1956, ed. por F . W U L F , etc. ( W u r z b u r g o 1956); EDER, K., Ignatius von hoyóla. Versuch einer inneren Entwicklung: «Geist. u. Leben» 29 (1956) 248S; PICARD, R., S. Ignace et l'apostolat intellectuel: «Scienc. ecclés.» 8 (1956) 267S; G U I L L E R MON, A., ha vie de S. Ignace de h. (París 1956); BECHER, H . , Ignatius von h. im hicht der Gegenwart Forschung: «Schol.» 32 (1957) 2o6s; LETURIA, P . DE, Estudios ignacianos 2 vols. (Roma 1957); PAPÁSOGLI, I., San Ignacio de hoyóla,
t r a d . p o r C . M O R E N O P É R E Z ( B . 1957); H E R T L I N G ,
L . V.,
St.'Ignazio di hoyóla di fronte alia «riforma» protestante e alia «restaurazione* cattolica: «CivCatt» (dic. 1956) 585S; DALMÁU, J. M . , San Ignacio y los estudios eclesiásticos: «EstEcl» 30 (1956) 295-300; LUKACS, L . , De prima Societatis Ratione Studiorum a Sancto Fr. Borgia... constituta (2565-1569): «ArchHistSI» 27 ( 1 9 5 8 ) 2 0 9 - 2 3 2 ; G I L M O N T , J. F . - D A L M A N , P., Bibliographie ignatienne (1894-1957) (Lovaina 1958); RAHNER, H . , L a mística del servizio. Ignazio di hoyóla e la genesi storica della sua spiritualitá: «AscetMist» 7 (Milán 1960); G O I R I , S. DE, ha apertm a de conciencia en la espiritualidad de San Ignacio de hoyóla: «Publ. Sem. Bilbao» (Bilbao 1960); L A M O R A , A . DE, ha devoción en el espíritu de San Ignacio (Roma 1960); ROUGES, J. G , El estudio hecho oración en la enseñanza de San Ign.: «Univ. Gregor», disert» (Roma 1960); URRUTIA, J. L . DE, Régimen de las órdenes religiosas a mediados del siglo XVI y aportación de S. Ign.: «MiscCom» 31 (1961) 9 1 142; L E W I S , J., he gouvernement spirituel selon S. Ignace de hoyóla: «Stud. Rech. Phil. Theol.», U n i v . M o n t r é a l , 12 (Brujas 1961); FEDERICI, G . C-, Aspetti poco conosciutidi S. Ignazio di hoyóla: «CivCatt» (1961) III, 113-127; M A R A Ñ Ó N y RUIZ-ZORRILLA, J., El santo español Ignacio de h., fundador y legislador (Madrid 1962); ROTTEREAU, G., Un portrait de St. Ignace de Loyola: «RevAscMyst» 39 (1963) 419-443. 14 A d e m á s d e Astráin (I.ios) véanse e n particular LETURIA, O . C , 82s; BRODRICK, O . C , 43S. E n ambas obras se citan las fuentes auténticas. Sobre todo conviene tener presentes Fontes Narrativi 1,70.154.3583 («Autobiografía»).
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Su espíritu de emulación iba en aumento al contemplar los ejemplos de virtud y penitencia de los santos, cuyas vidas leía cada vez con más avidez, y las profundas enseñanzas de Cristo. Poco a poco se obró en Ignacio una completa transformación de ideales. Sin dejar sus pensamientos caballerescos, se proponía ahora ser un caballero de Cristo y luchar denodadamente en su reino, emulando a aquellos héroes cuyas vidas había leído. Decidido, pues, a entregarse de lleno al servicio de Dios como caballero andante de su gloria, apenas se sintió suficientemente fuerte para poder emprender la marcha, a principios de 1522 salió de la casa paterna disimulando sus planes ulteriores. 2. E n Montserrat y M a n r e s a 15 . Los «Ejercicios espirituales». A mediados de marzo de 1522 llegaba Iñigo al célebre santuario de Montserrat, que era uno de los monasterios benedictinos más importantes dentro de la Reforma o Congregación de Valladolid. Su plan era visitar los santos lugares de Jerusalén para saciar su espíritu en el ambiente de Cristo, de quien se profesaba caballero; pero como primera medida quiso hacer en aquel santuario una confesión general de toda su vida pasada, como lo realizó durante tres días con el monje dom Chanones, con honda emoción de su alma. Sintiéndose ya Ignacio en disposición de empezar seriamente su nueva vida de penitente y caballero de Cristo, colgó su espada en el altar de la Virgen, entregó sus vestidos de caballero a un mendigo y, vistiéndose su nueva librea de un tosco hábito de peregrino, pasó la noche del 24 al 25 de marzo, vísperas de la Anunciación, velando sus nuevas armas y templando su espíritu delante de la imagen de María. Hecho todo esto, se retiró a la cercana población de Manresa, donde después del 25 de marzo de 1522 hasta febrero de 1523 se completó la transformación del espíritu de Iñigo de Loyola, haciendo de él uno de los místicos más insignes de la Iglesia e inspirándole el célebre librito de los Ejercicios espirituales. En la célebre cueva de Manresa, lugar abrupto en las afueras de la población, dedicaba ordinariamente siete horas a la oración, flagelaba duramente sus carnes e interrumpía estos ejercicios con visitas al Hospital de Santa Lucía y con algunas conversaciones espirituales con piadosas señoras. Entre tanto, Dios fue aumentando el caudal de sus experiencias. Pasó horribles angustias por el recuerdo de sus pecados y la inseguridad del perdón de Dios; obtuvo conocimiento profundo de las diversas mociones del bueno y del mal espíritu. Al mismo tiempo recibía de Dios inspiraciones o luces muy especiales. El mismo en su autobiografía pone estas ilustraciones sobrenaturales como punto de partida de su ulterior vida espiritual. El fruto principal y, por decirlo así, más tangible de esta estancia 15 Sobre este período t a n importante d e la vida d e San Ignacio, además d e las obras citadas d e Astráin, Leturia, Brodrick, D u d o n y otras semejantes, véanse e n particular CREIXELL, J., San Ignacio de hoyóla. I. Estudio crítico y documentos de los hechos relacionados con Montserrat, Manresa y Barcelona (Barcelona 1922); ALBAREDA, A., Sant Ignasi a Montserrat (Montserrat 1935); L E T U RIA, P . DE, ¿Hizo San Ignacio en Montserrat o en Manresa vida solitaria?: «Hisp. Sacr.» 3 (1950) 25IS; I D . , Un texto desconocido del año 1556 sobre la santa cueva: «Manr.» 1 (1925) 43S; SARRET Y ARBÓS, I., San Ignacio de hoyóla y la ciudad de Manresa (Manresa 1956); CALVERAS, J., San Ignacio en Montserrat y Manresa a través de los procesos de canonización (Barcelona 1956). Sobre todo, Autobiografía: «Fontea Narrativi» 1,3805.
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C.6. Estados de perfección
P.ll. De Lutero a la -paz de Westfalia 16
en Manresa fueron los Ejercicios espirituales , uno de los libros que más eficazmente han contribuido a la reforma interior de la Iglesia. Por lo que se refiere al mismo libro, ante todo, después de los estudios especiales recientemente realizados, debe admitirse algún influjo del Ejercitatorio del abad Cisneros, de la Imitación de Cristo y quizá otros libros espirituales; pero, esto no obstante, es completamente original la concepción fundamental de la obra y la ejecución de las meditaciones y documentos que constituyen su nervio y sustancia. Libro, por otra parte, de pequeñas proporciones, escrito no para lectura espiritual, sino para guía del director, y que no fue concebido ni realizado de una sola vez. La base la constituyen las experiencias que tuvo el mismo Ignacio durante aquella vida retirada de Manresa a partir de la llamada ilustración del Cardoner 17. Esta primera redacción de los Ejercicios sirve a Ignacio durante el período siguiente hasta el año 1534, en que va reuniendo en torno suyo a sus primeros compañeros; pero al mismo tiempo introduce diversas modificaciones o aditamentos, que van completando la obra. De este modo ésta quedaba casi ultimada en París, después de lo cual sólo se realizaron ya pocos e insignificantes retoques en Italia. 3. Primeros estudios en España 18 .—Siguiendo su primer plan, Ignacio se dirige a Jerusalén con el objeto de entregarse allí a la devoción y al apostolado. Tras corto intervalo en Roma, parte para Venecia, de donde el 14 de julio se embarca para Tierra Santa, y el 4 de septiembre entraba finalmente en Jerusalén. El nuevo caballero de Cristo goza lo indecible con la contemplación de los más mínimos detalles, que le descubren las huellas del paso de la persona de Cristo por la tierra. Pero, ante la prohibición del custodio de los franciscanos de 16 Sobre los Ejercicios espirituales, generales ya citadas, véanse:
d e San Ignacio d e Loyola, y su génesis, además d e las obras
F u e n t e s . — E l texto crítico e n Exercitia Spiritualia, ed. crit.: «Mon. Hist. Soc. I.», M o n u m . Ign., ser.3. f t (Madrid 1919); M A R Í N , C . H . , Spiritualia Exercitia secundum Romanorum Pontif. documenta (Barcelona 1941); W A T R I G A N T , H . , Collection de la Bibliothéque des Exercices de Saint Ignace (Enghien 1906-1936). Bibliografía.—BROU, A . , Les Exercices spirit. de Saint Ignace, histoire et psychologie (París 1922); PINARD DE LA BOIXLLAYE, E., Les étapes de la rédaction des Exercices spir. (París 1945); B E R N A R D , E . , Essai historique sur les Exercices spirit. de St. Ignace (Lovaina 1926); R A H N E R , H . , Ignatius v. Loyola u. dasgeschichtl Werden seiner Frómigkeit (Graz 1947); BOEHMINGHAUS, E., Die Aszese der Ignatian. Exerzitien; BROU, A . , S. Ignace, maitre d'oraison (París 1925); PEETERS, L . , Vers l'union divine par les exercises (Brujas 1924); HARRASSER, G., Beitráge zur Gesch. und Aszese des Exerzitienbüchleins (1925); RIGHTSTATTER, K., Mystische Gebetsgnaden u. Ignatianische Exerzitien (1924); C O D I N A , A . , Los orígenes de los Ejercicios espirituales (Barcelona 1926); B E G U I R I S TÁIN, ]., Los orígenes de los Ejercicios de San Ignacio (Buenos Aires 1927); CALVERAS, I., El origen de los Ejercicios según el P. Nadal: «Manr.» 26 (1954) 263S; I D . , La inspiración de los Ejercicios: «Est. Ecles.» 30 (1956) 39IS. E n t r e los comentarios d e los Ejercicios p o d e m o s citar: L A PALMA, L . DE, Camino espiritual de la manera que lo enseña San Ignacio en su libro de los Ejercicios ( M a drid 1944); M E S C H L E R , M . , Explanación de las Meditaciones del libro de los Ejercicios de San Ignacio de Loyola 2 vols. N u e v a ed. ( M a d r i d 1943); PINARD DE LA BOULLAYE, H . , Exercices Spirit. selon la méthode de Saint Ignace 2 vols. (París 1944): O R A A , A., Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola 2. a ed. (Madrid 1944): CASANOVAS, I., Comentario y explan, de los Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola 3 vols. (Barcelona 1945-1949); ENCINAS, A . , Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola (Santander 1953); IPARRAGUIRRE, I., Bibliografía de los Ejercicios ignacianos C1937-1947J: «Manr» 20 (1948) 343S; R A H N E R , H . , Zur Christologie der Exerzitien: «GeistLeb» 35 (1962) 14-38.115-140; R O I G G I R O N E L L A , J., La espiritualidad de la Compañía de Jesús y los Ejercicios espirit.: «RevEsp» 21 (1962) 316-333. 17 E s la llamada eximia ilustración. Véanse e n particular CALVERAS, I., La ilustración del Cardoner...: «Arch. Hist. S. I.» 25 (1956) 27s; I D . , San Ignacio en Montserrat y Manresa 207S. 18 Sobre esta etapa d e la vida d e San Ignacio véanse sobre t o d o A S T R Á I N , A . , o . c , I,46s; BRODRICK, O . C , I49s; Fontes Narrat. L430S.
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permanecer allí, obedece a la autoridad eclesiástica y vuelve a España por Venecia y Genova, llegando a Barcelona iniciado ya el año 1524. Se convence entonces de que era necesario realizar los estudios eclesiásticos, pues sólo así, una vez ordenado de sacerdote, podrá volver a Jerusalén y ejecutar su plan. Sin avergonzarse de sus treinta y cuatro años, empezó a asistir a la escuela de latín al lado de los niños, siendo muchas veces objeto de las burlas de las gentes. Dos años enteros llevó Ignacio esta penosa vida, al mismo tiempo que se dedicaba a sus ejercicios de piedad y penitencia y a las conversaciones espirituales con diversas personas. En 1526 se dirigió a Alcalá, donde dio comienzo a la filosofía. Sin embargo, también allí unió con el trabajo del estudio el apostolado de las almas. Por esto se sospechó que Ignacio, con su vida errabunda y su apostolado privado, pudiera constituir uno de los focos de alumbrados que tanto preocupaban entonces a los teólogos españoles, por lo cual, no la Inquisición, como se ha repetido muchas veces, sino la autoridad episcopal ordinaria, siguió a Ignacio por tres veces un proceso como supuesto partidario de los alumbrados 19 . Declarado finalmente libre, pero encontrándose con trabas para ejercer su apostolado con las almas, se decidió a continuar sus estudios en Salamanca, y, como hallara aquí nuevas dificultades, se decidió Ignacio a trasladarse a París. 4. Estancia de Ignacio en París 20 .—Con esto da comienzo a uno de los estadios más fecundos de su vida. El 2 de febrero de 1528 llegaba a la Universidad de París, donde permaneció hasta 1535. Siete años de estudio serio y reposado dieron a Ignacio la sólida formación eclesiástica de que dio claras muestras en toda su actividad posterior; pero, sobre todo, durante los mismos concretó casi definitivamente la forma de la Compañía de Jesús, que debía perpetuar su obra en la Iglesia. Es interesante la observación que, al iniciar Ignacio sus estudios en 1528 en el Colegio de Montaigu, acababa de salir del mismo Colegio Juan Calvino. Ignacio de Loyola pudo enterarse muy bien durante aquellos años sobre las nuevas corrientes contra la Iglesia que penetraban en la misma Universidad. Sin embargo, en toda su evolución no aparece en Ignacio ningún impulso de defensa contra la nueva ideología, sino un ansia de conquista y de renovación interior de la Iglesia. Su antigua idea de reunir compañeros de los mismos ideales se fue perfilando en él, si bien no consta que por entonces llegara a formar el plan de fundar una sociedad permanente 21 . Su obra comenzó a tomar incremento y solidez cuando el i.° de octubre de 1529 inició Ignacio la filosofía en el Colegio de Santa Bárbara. Sus dos compañe19 Sobre este y los siguientes procesos seguidos a San Ignacio véanse A S T R Á I N , A . , I,5is.55s; LLORCA, B-, La Inquisición española y los alumbrados (Madrid 1936) 39S. El texto d e las actas d e este y los siguientes procesos lo publicó el P . F I D E L F I T A en «Bol. d e la R. A c . d e la H.» 33 p.43 i s . T o d o esto véase e n la Autobiografía: «Fontes Narrat.» 1,438-452; BELTRÁN DE HEREDIA, V., Estancia de San Ignacio de Loyola en San Esteban de Salamanca: «Cien. Tom.» 83 (1956) 507S.
20 Véase en particular BRODRICK, o . c , 205S; A S T R Á I N , I , 5 8 S . 21 Sobre el tiempo y la m a n e r a como San Ignacio concibió la fundación d e la C o m p a ñ í a d e Jesús p u e d e n verse A S T R Á I N , O . C , I,64s; N O N E L L , J., La eximia ilustración, origen de la Compañía de Jesús (Manresa 1917): CALVERAS, J-, La ilustración del Cardoner y el Instituto de la Compañía de Jesús según el P. Nadal: «Arch. Hist. S.I.» 25 (1956) 27s; I D . , San Ignacio en Montserrat y Manresa 2 I 4 s ; LETURIA, P . DE, Génesis de los Ejercicios de San Ignacio y su influjo en la fundación de la Compañía de Jesús (1251-1540,): «Arch. Hist. Soc. I.» 10 (1.941) i o s . Véase asimismo B R O -
DRICK, 291 s.
P.II. De Lulero a la paz de Westfaiia
C.6. Estados de perfección
ros de habitación, el saboyano Pedro Fabro y el español Francisco Javier, se rindieron pronto al invencible atractivo de la espiritualidad de Ignacio. El instrumento que más le ayudó para estas y las siguientes conquistas fueron los Ejercicios. A Fabro y Javier siguieron después los españoles Diego Laínez y Alfonso Salmerón, que tan brillante papel debían desempeñar a lo largo de todo el concilio de Trento. A ellos se juntaron otro español, Nicolás Bobadilla, y el portugués Simón Rodríguez. Tales fueron los compañeros que reunió Ignacio en torno suyo hasta el año 1534. Y, a pesar de que todos ellos eran hombres aventajados en la Universidad de París y conocían bien los avances de las nuevas ideas protestantes en Francia, no concibieron aún ningún programa antiprotestante. Impulsados todavía por el ambiente medieval, meditaban empresas de cruzada hacia el Oriente para entregarse a la conversión de los infieles.
dados de Cristo, que querían formar una compañía a la órdenes inmediatas del romano pontífice 23 . Con esta determinación, al mismo tiempo que realizaba Ignacio un intenso trabajo apostólico, sobre todo por medio de los Ejercicios espirituales, se dedicó de lleno a preparar el terreno para la aprobación de la nueva Compañía. Con la ayuda del cardenal Contarini, fue presentada la primera Fórmula del Instituto al romano pontífice Paulo III, quien manifestó desde un principio su buena impresión y bien pronto dio su aprobación verbal. Finalmente, por medio de la bula Regimini militantis Ecclesiaes, del 27 de septiembre de 1540, dio su aprobación a la nueva Orden 24 . Tal es en realidad la fecha definitiva y oficial de la fundación de la Compañía de Jesús.
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5. Fundación de la Compañía de Jesús.—Movidos por este ideal, el día 15 de agosto de 1534, fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen, Ignacio y sus seis compañeros, en una capilla al pie de Montmartre, hicieron los votos de pobreza y castidad y añadieron un tercero, obligándose a ir a Jerusalén para entregarse a la conversión de los infieles 22 . Para ello debían esperar en Venecia embarcación durante un año, y, caso que no se presentara ocasión, se pondrían a las órdenes del papa. Salió Ignacio de París a fines de marzo de 1535, dirigiéndose a Loyola, donde se detuvo algunos meses, realizando una obra de apostolado con su ejemplo y su encendida palabra, hasta que, recobrada la salud, salió para Venecia. Entre tanto, sus compañeros habían permanecido en París estrechamente unidos; durante este tiempo se les juntaron otros tres: el saboyano Claudio Jayo y los franceses Pascasio Broét y Juan Coduri. Todos llegaron a Venecia el 8 de enero de 1537, donde ya eran esperados por Ignacio. Llegada la hora de realizar lo que constituía el tercer voto pronunciado en Montmartre, su marcha a Jerusalén, transcurrió un año de espera en Venecia, sin que les fuera posible realizarlo por la guerra entre Venecia y los turcos. Cumpliendo, pues, la segunda parte del voto, decidieron dirigirse a Roma y ponerse a disposición del romano pontífice. Y precisamente entonces, viendo ante sus ojos la necesidad de reforma de la Iglesia y el inmenso trabajo que se les ofrecía, surgió ante su mente la idea de transformar su sociedad en verdadero instituto religioso, pues así podría perpetuarse su' trabajo de apostolado. Precisamente cuando entraba Ignacio en la Ciudad Eterna tuvo en la capilla della Storta una célebre visión, en la que le pareció ver a Cristo, de quien escuchó la palabra alentadora: Yo os seré propicio en Roma. De hecho, quedó Ignacio completamente confirmado en la idea de la organización de una Orden religiosa y decidido a trabajar por su aprobación. Así, desde este mismo tiempo, es decir, mediados del año 1538, él y sus compañeros comenzaron a designar a su asociación con el nombre de Compañía de Jesús; pues se consideraban como sol2 2
Véanse en particular ASTKAIN, I , 7 8 S ; BRODRICK, 3 0 i s ; PASTOR, X I I , I 8 S .
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6. Fin y características fundamentales de la Compañía de Jesús.—En la primera Fórmula del Instituto, incorporada en la bula pontificia de fundación, se decía expresamente que su fin era ponerse a disposición del papa por medio de un voto especial para ir a trabajar entre los infieles o entre los protestantes y cismáticos y entre los mismos fieles. Ya desde 1541, apenas establecida la nueva Orden al embarcarse San Francisco Javier para las misiones de la India, se inicia una de sus tareas fundamentales: sus grandes misiones de ultramar. Esparcidos poco después sus miembros en los principales puntos de Europa, trabajan intensamente a las órdenes del papa. Para realizar trabajo tan fecundo y eficaz ayudaron a la nueva Orden una serie de características que con genial visión le dio su fundador 25 . En cuanto a la forma de vida, escogió la entonces ya generalizada por los clérigos regulares, con lo cual ya se habían iniciado algunas de las prácticas que los contradistinguían de las órdenes antiguas. La Compañía de Jesús coincidía con los nuevos institutos de clérigos regulares en la intensificación extraordinaria del trabajo apostólico por las almas, pero se diferenciaba de ellas en la manera de realizarlo. Ante todo, en la fórmula, que constituía su cuarto voto, de obedecer absolutamente al romano pontífice en cualquier trabajo a que él quisiera mandarlos, lo cual les dio siempre el matiz de ser como tropas ligeras al servicio del papa. Por esto, y no obstante la semejanza de la Compañía de Jesús con las nuevas órdenes de clérigos regulares, presenta un tipo de Orden religiosa completamente nueva, que rompía el molde de lo que hasta 23 P u e d e n verse en particular LETURIA, P . DE, Importancia del año 1538 en el cumplimiento del voto de Montmartre: «Arch. Hist. S.I.» 9 (1940) i 8 8 s ; I D . , La primera misa de San Ignacio de hoyóla y sus relaciones con la fundación de la Compañía de Jesús: «Manr.» 12 (1940) 63S; R A H ^ NER, H - , Die Vision des hl. Ignatius in der Kapelle von La Storta: «Z. Asz. u. Myst.» 10 (1935) 17s.124s.202s.265s. Véanse asimismo ASTRÁIN, I , 8 8 S y PASTOR, XII.24S. 24 El texto d e la bula Regimini militantis Ecclesiae p u e d e verse en Institutum S.I. I,4s. L a Fórmula del Instituto puede verse allí mismo en esta bula y e n la d e Julio I I I Exposcit debitum. L a s dos Fórmulas (la d e Paulo I I I y la d e Julio III), con sus variantes comparadas, se reproducen en Constitutiones Soc. Iesu (Roma 1937) p . x x m s . 25 Sobre las características d e la Compañía d e Jesús, además d e las obras d e A S T R Á I N , B R O DRICK, BECHER y otras ya citadas, pueden verse: CAMPBELL, T . , The Jesuits (Londres 1921); BRUCKER, J., La Compagnie de Jésus (1521-1773) (París 1919); K E M P F , O , Die Heiligkeit der Gesellschaft Jesu 2 vols. (1922-1925). Algunas obras escritas p o r protestantes o enemigos d e jesuítas:
B Ó H M E R , E., Die Jesuiten
4 . a ed. (1921); W I E G A N D ,
F . , Die Jes. (1926);
F Ü L L O P - M I L L E R , R.,
Macht und Geheimnis der Jesuiten (1929): BAYER, C , Lo sung desRatsels der Jesuit. Sphinx (1929); M I R , M . , Historia interna documentada de la Compañía de Jesús (Madrid 1913); RÉCALDE, J. D E , Notes documentaires sur la Compagnie de Jésus 2 vols. (París 1924-1927).
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P.U. De Lulero a la paz de Westfalia
C.6.
entonces se conocía y practicaba en la Iglesia. Estas innovaciones de la Compañía de Jesús estaban determinadas por elfinque San Ignacio pretendía, que era una intensa y universal obra de apostolado, es decir, la vida activa en el sentido más amplio. Como el interés principal de Ignacio consistía en tener instrumentos bien probados, introdujo una duración extraordinaria de la formación, imponiendo un noviciado de dos años, cosa entonces inusitada, y retrasando notablemente la profesión, que no se hace hasta diez, quince o más años después de la entrada en la Orden. Más novedad todavía supone la innovación en la diferencia de grados. Por esto, sólo a un número relativamente reducido concede el derecho de la profesión de cuatro votos. Los demás se dividen en coadjutores espirituales y coadjutores temporales. De importancia trascendental y completamente nueva fue la concepción de San Ignacio respecto de la autoridad de los superiores. Ante todo, centraliza todo el gobierno monárquico de la Orden y aumenta de un modo extraordinario el poder del general, aunque sometido al de la congregación general. Elegido por ésta y de por vida, el general es quien nombra directamente a los provinciales, a los rectores y a buena parte de los superiores, con lo cual puede realizar una obra de gobierno sólida y eficaz. Intimamente relacionado con esto está la obediencia, que, como es bien conocido, constituye uno de los distintivos de los Jesuítas, y esto no sólo por el cuarto voto de obediencia al romano pontífice, sino principalmente por la perfección con que se quiere que se practique en la Orden esta virtud. Otras innovaciones de la Orden de Ignacio fluyen de las ya indicadas o de su fin específico. Tales son, por ejemplo: el no tener hábito propio, ya que sus hijos debían asemejarse a los clérigos, con el objeto de poder trabajar mejor con el pueblo cristiano; el abandono de la práctica tradicional del coro, ya que esto quitaba a sus operarios el tiempo y libertad necesarios para sus trabajos apostólicos. De especial significación fué también el interés de San Ignacio en excluir de sus hijos las dignidades eclesiásticas, para lo cual obliga a sus profesos de cuatro votos a que hagan uno especial de no admitir tales dignidades si no interviene una orden expresa del romano pontífice. 7. Acción y expansión de la Compañía de Jesús.—En la actividad desarrollada desde un principio por la Compañía de Jesús influyó de una manera decisiva la personalidad extraordinaria de Ignacio. Poseía un conocimiento tan profundo de los hombres y había adquirido tal experiencia de las cosas espirituales, que subyugaba y fascinaba con su superioridad a los que se ponían en contacto suyo. Como hombres intelectuales y por sus conocimientos teológicos, le hacían ventaja algunos de sus compañeros, como Laínez y Salmerón, luz del concilio de Trento; pero todos ellos se sentían como niños ante la personalidad y el magisterio de Ignacio 26 . 26
Sobre la espiritualidad y dotes especiales del carácter d e Ignacio pueden verse las obras
d e A S T R Á I N , L E T U R I A , BRODRICK, PASTOR y o t r a s . A s i m i s m o , LABURU, J. A . D E , La salud
corporal
y San Ignacio de Loyola (Montevideo 1038); E P E R , C , Zwei Gestalten des chrisil. Abendlandes: Franz v. Assisi u. Ignatius v. Loyola: «Wort u. Wahrh.» 1 (1946) 82s; PINARD DE LA BOULLAYE, H . , Saint Ignace de Loyola, directeur d'ames (París 1947); BROU, A., La spiritualité de St. Ign.
Estados
de
perfección
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Es costumbre presentar al fundador de la Compañía de Jesús como a un nombre adusto y serio, gran legislador y hombre genial, pero de poco corazón. Aun en su ascética, lo conciben como excesivamente sistematizador, voluntarista y nada contemplativo. Los hechos prueban con evidencia todo lo contrario. Era hombre de gran corazón, como lo prueba el afecto singularísimo que le profesaban todos los que vivían con él o le trataban de cerca. Recuérdense a San Francisco Javier y a Pedro Rivadeneira. Y, por lo que se refiere a su ascética, el fragmento de su diario espiritual demuestra que era un alma contemplativa de las más altas que han existido. La expansión de la Orden de Ignacio fue extraordinaria. Rápidamente fueron acudiendo a sus filas hombres eminentes a medida que ella se iba acreditando en la Iglesia, lo cual, a su vez, le abrió las puertas de diversos territorios. Ya en 1551 existían tres provincias: Portugal, España y la India, aparte la provincia italiana, que gobernaba directamente el general. Pero desde 1551 el aumento se hace más rápido, creciendo de un modo especial el número de los colegios. Al morir Ignacio el año 1556, la Orden comprendía ya doce provincias. El Beato Fabro, con su unción espiritual y ardiente palabra, enfervoriza a los sacerdotes, convierte a los pecadores y renueva especialmente en Alemania el espíritu cristiano. El P. Laínez, prototipo de la ciencia y erudición, catequiza a los niños y ejercita una obra intensa de predicación en Italia. De un modo semejante trabajan Alfonso Salmerón, Nicolás Bobadilla y los demás Sacerdotes Reformados, que fue el nombre que se les dio en un principio. Una de sus armas favoritas eran los Ejercicios. Con ellos y con las misiones populares, con pláticas y confesiones y con la dirección espiritual de altas personalidades, dieron comienzo a uno de los trabajos más fecundos de la Compañía de Jesús desde el principio hasta nuestros días. Pero ya desde el principio, la Compañía de Jesús emprendió igualmente el apostolado de las misiones entre infieles 27 . En 1541, apenas fundada la Orden, partió Javier para Portugal, y el 7 de abril de 1541 se dirigía a las Indias, donde daba comienzo a la gran obra misionera de los Jesuitas. Esta se intensificó a partir de 1547, en que salieron cuatro misioneros para el Congo, inaugurando las grandes misiones del África. Asimismo, en 1549 salen otros seis para el Brasil, capitaneados por el P. Manuel de Nóbrega, los cuales abren para la Compañía de Jesús los inmensos campos de América. A ellos se unió en 1553 el gran misionero y taumaturgo del Brasil, P. José de Anchieta. De (París 1928); GÜIBERT, J. DE, I tratti caratleristici della spirituaíita di S. Ignazio: «Civ. Catt.» 3 (1939) I O 6 S . Sobre las c o n s t i t u c i o n e s : el texto p u e d e verse (además d e las ediciones citadas) en Constitutiones Societatis Iesu ( R o m a 1937); AICARDO, E., Comentarios a las Constituciones de la Compañía de Jesús 6 vols. ( M a d r i d 19 19-1932); CHASTENAY, P . DE, Die Satzungen des Jesuitenordens (1938); PASTOR, XII,47S; FRANCIOCI, X., L'esprit de S. ignace. Edit. p o r H . PINARD DE LA BOULLAYE (París 1952); G U I B E R T , J. DE, La espiritualidad de la Compañía de Jesús (Santander 1955); MAYNARD, T H . , St. Ignatius and the Jesuits (Nueva York 1956); ROUQUETTE, R., Ignace de Loyola dans le París intellectuel du XVI" siécle: «Étud.» 290 (1956) l 8 s ; GRANERO, J. M . , San Ignacio de Loyola. Explicación cartsmática d e su personalidad y de su obra: «Arbor» 34 (1956) i s ; RICHTER, F., Martín Lutero e Ignacio de Loyola, representantes de dos mundos espirituales. T r a d . del alemán por G. Ruiz GARRIDO ( M a d r i d 1956). 27 Sobre la actividad misionera d e los jesuítas p u e d e n verse GRANERO, J-, La acción misionera y los métodos misionales de San Ignacio de Loyola (Burgos 1931); HUONDER, A . , Der hl. Ignatius v. Loyola u. der Missionsberuf der Ges. Jesu ( 1 9 2 2 ) ; O T T O , J. A., Kirche im Wachsen. 400 Jahre Jesuitenordens im Dienste der Weltmission (1940). H . " de la Iglesia
3
"°
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P.II. De Lulero a la paz de Westfalia
un modo semejante, en 1555 salían para Etiopía los PP. Núñez Barreto, Melchor Carneiro y Andrés de Oviedo, quienes inician las misiones del Medio Oriente y Oriente africano en Etiopía. Y tan rápidos y considerables fueron los esfuerzos realizados por la nueva Orden en el campo de las misiones, que bien pronto fue contada entre las más grandes órdenes misioneras. De no menor trascendencia fue la actuación de los Jesuítas en el campo de la ciencia 28 . Ya en los principios de su existencia se ofreció una excelente ocasión en el concilio de Trento, donde se reunieron los hombres de ciencia más eminentes de su tiempo, entre los cuales brillaron de un modo especial Lainez y Salmerón, compañeros de Ignacio, y se discutieron las más profundas cuestiones teológicas. Aparte de esto, comenzaron a distinguirse con sus explicaciones de la Sagrada Escritura y sus célebres lecciones sacras, que los acreditaron de excelentes exegetas. Pero lo que más acreditó a los Jesuitas de hombres de ciencia fue el intenso cultivo de los estudios, que aparece entre ellos desde un principio, y la fundación de colegios, universidades y toda clase de centros de cultura, donde tanto se distinguieron un gran número de jesuitas. Modelo e ideal de los colegios de la Compañía de Jesús fue el Colegio Romano 2 9 , organizado en 1551, pero que recibió su forma definitiva en 1553 al establecerse en él las facultades superiores. Como nuevo y fecundísimo campo de la actividad de la Compañía de Jesús, debemos designar los países infectados por las corrientes protestantes. Ciertamente, no puede decirse que San Ignacio ideara la Orden por él fundada como un instrumento principalmente encaminado a combatir la herejía. Pero de hecho se dio cuenta bien pronto de la gran necesidad que existía en el centro de Europa de una intensa labor reformadora. Los importantes esfuerzos realizados posteriormente por la Compañía de Jesús tuvieron por resultado contener el avance del protestantismo y aun reconquistar algunos territorios perdidos 3 0 . Instrumento providencial fue San Pedro Canisio, a quien con razón se designó como martillo de la herejía. Toda esta inmensa labor de los Jesuitas en los diversos campos del apostolado nos autoriza para afirmar que la Compañía de Jesús fue un instrumento eficaz en manos de la Iglesia para la realización de la verdadera reforma. Al morir Ignacio de Loyola el 31 de julio de 1556, la Compañía de Jesús había alcanzado ya un desarrollo extraordinario, que fue creciendo rápidamente durante los generalatos siguientes. 28 Véanse BARBERA, J., La Ratio Studiorum e la IV Parte delle Costituzioni deüa Comp. di Gesü (Padua 1942); FARREL, A . P . , The Jesuit Code of Liberal Education (Milwaukee 1938); LETURIA, P . DE, Come la Comp. di Gesü divenne Ordine insegnante: «Gregor.» 21 (1940) 350s; M I S S O N , J., Les idees pédagogiques de S. Ignace de L. (París 1932); H E R M Á N , G . B., La pédagogie des Jésuites au XVIa siécle (Lovaina 1914); SCHROTELER, J., Die Erziehung in den Jesuitenschulen des 16. Jh. (1940). 29 STEINHUBER, A . , Gesch. des Collegium Germanicum Hungaricum in Rom 2 vols. 2 . a ed. (1906); R I N A L D I , E L . , La fondazione del Collegio Romano (Arezzo 1914); VIIXOSLADA, R. G . , Storia del Collegio Romano dal suo inizio (1551) alia suppresione della Comp. di Gesü (¡773)' «Anal. Gregor.» 66 (Roma 1954); M A R T I N I , A., Gli studi teologici di Giovanni de Polanco alli origini della legislazione scolastica della Comp. di Gesü: «Arch. Hist. S.I.» 21 (1952) 2 2 5 - 8 1 ; PIERSANTI, C., Origini, vicende e glorie del Colegio Romano e del liceo gimnasio Q. A. Visconti (Roma 1958); S A I N T PAULIEN, Saint-Francois Borgia (París 1959). 30 Sobre la Compañía d e Jesús e n Alemania: D Ü H R , B . , Gesch. der Jesuiten in den Landern deutscher Zunge vom 16. bis 18. Jh. 4 vols. (1907-1928); KROSS, A., Gesch. der bóhm. Provinz der
CAPITULO Estados
de perfección
después
VII del concilio
de
Trento
Una vez puesta en marcha la reforma interna de la Iglesia, organizada y completada después por el concilio de Trento, se observa una nueva intensificación de todas las corrientes iniciadas anteriormente en el campo de los estados de perfección. Por esto, en las antiguas órdenes monásticas aparecen nuevas e importantes congregaciones y reformas; los institutos religiosos y otras instituciones recién fundadas adquieren mayor consistencia y amplían sus campos de acción, y, finalmente, se organizan otros institutos y aun nuevos tipos de institutos de vida de perfección consagrados a la renovación religiosa de la Iglesia. I.
ORDENES ANTIGUAS DESPUÉS DE TRENTO
El impulso vital de reforma existente en la Iglesia se manifestó, en primer lugar, en las nuevas congregaciones o reformas de las órdenes monásticas antiguas. 1. O r d e n benedictina J .—El movimiento reformador de la Orden benedictina siguió dando, después del concilio de Trento, frutos abundantes. Así apareció, en primer lugar, en la formación de la Congregación de Blarer, de Suabia, iniciada en 1564 por el abad Gerwig Blarer, de Weingarten, aprobada oficialmente en 1603 por Clemente VIII y completada por el abad Jorge Wegelin (f 1627), de Weingarten. Entre las otras congregaciones que entonces se formaron, infundiendo nueva savia de reforma a la Orden benedictina, son particularmente dignas de mención: la Congregación belga de Exentos, cuyos estatutos fueron aprobados en 1575 por Gregorio XIII. A ella se adhirieron los monasterios benedictinos de Bélgica que no se habían unido a otra Congregación belga, a la que tanto realce dio el ascético Luis Blosio. Asimismo, la Congregación de Flandes, formada igualmente por monasterios exentos, que tuvo su principio en 1569 en San Vedast, de Arras, y otras congregaciones semejantes, entre las cuales citamos de un modo especial, por su particular importancia, a la Congregación de San Vannes y San Hidulfo, que recibió su nombre del monasterio de San Vannes, de Verdún, fundado en 952. El iniciador de esta reforma fue Desiderio (Didier) de la Cour. Pero la más célebre entre estas nuevas congregaciones benedictinas, tanto por su espíritu de reforma y gran número de monasterios que llegó a comprender como por la gran significación de muchos de sus miembros y las grandes obras que realizó, fue la Congregación de San Gesellschaft Jesu 2 vols. (1910-1927); VELIOS, C , Gesch. der Jesuiten in Ungarn 2 vols. (Budapest 1912-1914); ZALESKI, S T . , Gesch. der Jes. in Polen 5 vols. ( L e m b e r g 1900-1906). Véase e n particular EDER, G., Die Gesch. der K..., o.c., 69S.75S. 1
Véase e n p a r t i c u l a r H E I M B U C H E R ,
I , 2 3 0 S . 2 3 S S . Asimismo, H É L Y O T , O . C , V 1 , 2 8 6 S ; M A R -
TÉNE, D O M , Histoire de la Congrég. de St. Maur., p u b l . p o r D O M G . CHARVIN (París 1928S); HERBST, Die Verdienste der Mauriner um die Wissenschaften: «Tüb. T h . Qtschr.» (1833S); B i bliothéque des icrivains de la Congrég. de St. M. (Le Mans 1881).
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P.ll.
De Lulero a la paz de Westfalia
Mauro, cuyos miembros son designados comúnmente con el nombre de Maurinos. Su fundación tuvo lugar por una escisión de la Congregación de San Vannes y San Hidulfo. Más bien por motivos políticos, se deseaba que los monasterios franceses adheridos a dicha reforma constituyesen una Congregación especial. Así lo propuso el mismo Desiderio de San Vannes en el capítulo general celebrado en 1618, y el resultado fue la erección de la Congregación de San Mauro, aprobada solemnemente por Paulo V en 1621 y de nuevo en 1628 por Urbano VIII. La Congregación de San Mauro creció rápidamente y llegó a comprender casi todos los monasterios benedictinos de Francia. Varias de las congregaciones de reforma ya existentes se fundieron por entero en los Maurinos. El año 1685 la Congregación de San Mauro contaba 180 monasterios. Al mantenimiento del espíritu de reforma y de la proverbial laboriosidad de los Maurinos contribuyeron eficazmente sus célebres constituciones y estatutos. Los reunió y fijó definitivamente el abad Tarisse y fueron confirmados en el capítulo general de 1642. Uno de los distintivos más característicos de esta Congregación fue el intenso cultivo de los estudios, que dio como resultado importantes obras. Los Maurinos realizaron trabajos fundamentales en paleografía, diplomática y cronología; organizaron diversas colecciones de carácter regional, como Gallia Christiana, Anales de la Orden benedictina y otros muchos; prepararon multitud de ediciones de Santos Padres, que constituyen la base de las colecciones patrísticas de Migne. Entre los Maurinos más insignes nombremos a dom Achéry (f 1685), Delfau (f 1676), Constant (t 1721), Mabillon (f 1707), Montfaugon (f 1741), Ruinart (1709), Gerberon (f 1711), Marténe (1739) y otros muchos 2 . 2. Cistercienses y otras órdenes antiguas 3 ,—Al lado de las reformas de la Orden benedictina, citemos las de la Orden del Cister. Ya en el siglo xvi son dignas de especial mención la Congregación de San Bernardo, iniciada en Italia en 1511, que después de Trento llegó a comprender la mayor parte de los monasterios de la Toscana y Lombardía; la Congregación de Alcobaga, que tuvo como base este célebre monasterio de Portugal y se inició en 1567. A ella se unieron los monasterios cistercienses portugueses. Asimismo se organizó otra en Polonia en 1580, otra en Alemania superior en 1595, otra en Aragón desde 1616, a la que prestó su apoyo Felipe III, que reunió los cistercienses de Navarra, Aragón, Cataluña, Valencia y las Baleares; finalmente, la Romana desde 1623, e n la que fueron entrando los monasterios de los Estados pontificios. Pero la más importante entre todas las reformas cistercienses postridentinas fue la llamada Congregación de la Estrecha Observancia, cuyos miembros fueron designados con el nombre de bernardos reformados. Esta reforma fue iniciada en 1615 por el abad de Claraval dom Dionisio Largentier. Mas, como tuviera poco éxito, el rey Luis XIII se dirigió al papa Gregorio XV (1621-1623), suplicándole tomara las me2 3
Véase la abundante síntesis de HEIMBUCHER, 1.237S. HEIMBUCHER, I,34is; HERMANS, V; / Cisterciensi:
C.7. Estados de perfección después de Trento
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didas necesarias para una reforma general de la Orden en Francia. Entonces el papa encargó para ello al cardenal de La Rochefoucauld, mientras los cuatro abades-consejeros, en unión con Nicolás II, abad del Cister, celebraban una asamblea y emprendían la reforma. Después de persistentes y enconadas luchas, el resultado fue que todos los monasterios cistercienses realizaron una eficaz renovación. Mientras muchos se adherían a la Congregación de la Estrecha Observancia, otros, sin pertenecer a ella, renovaban su vida monástica. En la Orden de los Eremitas de San Agustín 4 , de cuyo movimiento interior de reforma anterior a Trento ya hablamos, se realizó a fines del siglo xvi una reforma digna de especial mención. De ella resultó la rama de los Agustinos Recoletos o Descalzos, que llegaron a constituir cuatro Congregaciones: española, italiana, francesa y portuguesa. El primer impulso lo dio en 1588 en Toledo la Madre María de Jesús, del convento de Santa Úrsula, por medio de una carta dirigida a Felipe II. Este propuso al general de los Agustinos, el futuro cardenal Petracchiino, entonces en España en plan de visita de la Orden, la constitución de casas de recolección para religiosos y religiosas en donde pudieran reunirse los que desearan más rigor en la observancia. Atendiendo, pues, a estos deseos del rey Felipe II, se constituyó el convento de Talayera de la Reina como primera casa de recolección, a la que siguieron otras varias durante los años siguientes. Posteriormente, por el decreto del 5 de octubre de 1600 se concedía a los Recoletos un procurador general propio y la formación de una provincia independiente, que sólo estaba bajo la jurisdicción del general. Desde entonces fueron aumentando las casas de los Agustinos Recoletos o Descalzos, los cuales desde 1606 se introdujeron también en Filipinas. Por esto, ya en 1621 se hubo de formar cuatro provincias, tres españolas y una en Filipinas, al mismo tiempo que se concedía el nombramiento de un vicario general, y en esta forma quedó hasta 1912, en que los Agustinos Recoletos alcanzaron un prior general enteramente independiente. Los Mercedarios realizaron igualmente una reforma, que dio por resultado los Mercedarios Descalzos5, y alcanzó considerable importancia. Su iniciador fue el P. Juan Bautista González, generalmente llamado Juan del Santísimo Sacramento. Fue introducida por vez primera en 1604 en los dos conventos de Viso, cerca de Sevilla, y Almorayna, cerca de Gibraltar. Pronto se le juntaron otras varias casas, sobre todo después de la aprobación pontificia, dada por Paulo V en 1606. De este modo contribuyó eficazmente a renovar el espíritu de la Orden. También en los canónigos regulares podemos observar una actividad reformadora. Prescindiendo de otras congregaciones organizadas con esta finalidad, notamos la de Nuestro Salvador, fundada en 1623 por Pedro Fournier (f 1640). Urbano VIII la aprobó en 1628. Se propagó mucho en toda Francia, particularmente en Alsacia y Lorena. 4 E n particular véanse HEIMBUCHER, I , 5 4 6 S ; M A R I A N I , H . , Gli Agostiniani: «Ordini e Congreg.» I,542s; G0Ñ1 GAZTAMBIDE, J., La reforma de los premonstratenses españ. del siglo XVI: «HispSa» 13 (1960) 5-Q6. 5
HEIMBUCHER, I 57Ss.
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P.1I. De Lulero a la .paz de Westfalia
C.7. Estados de perfección después de Tremo
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8
II.
ORDENES DE CLÉRIGOS REGULARES
El movimiento de renovación religiosa siguió produciendo nuevos frutos en los nuevos institutos de clérigos regulares de la segunda mitad del siglo xvi y principios del xvn. i. Clérigos Regulares de la M a d r e de Dios 6 .—Y, ante todo, enumeremos a los Clérigos Regulares de la Madre de Dios, fundados en 1583 por San Juan Leonardi, y dedicados de un modo especial a la educación de los niños y al apostolado del pueblo. Siendo todavía muy joven, Juan Leonardi se ocupó durante unos diez años del cuidado de los enfermos. En 1571 fue ordenado sacerdote en Lucca, y entró de lleno en el movimiento de reforma que se desarrollaba en toda Italia. Bien pronto se le juntaron algunos compañeros, con los cuales en 1583 organizó en Lucca de un modo definitivo una nueva institución. Leonardi tuvo que vencer nuevas dificultades; pero, una vez superadas, compuso la regla para el nuevo Instituto y, finalmente, obtuvo en 1503 su aprobación pontificia. Clemente VIH concedió a Leonardi una casa en Roma con la iglesia de Santa Galla y le hizo posteriormente otras concesiones. El mismo desarrolló en Roma una larga y fecunda actividad y murió víctima de una peste en 1609. En 1621, el papa Gregorio XV elevó a Orden religiosa la institución de San Juan Leonardi. 2. Los Clérigos M e n o r e s Regulares 7 .—Al lado de los hijos de San Juan Leonardi en esta segunda generación de clérigos regulares, son dignos de mención los Clérigos Menores Regulares, fundados en 1588 en Ñapóles por Juan Agustín Adorno, San Francisco Caracciolo y Fabricio Caracciolo. La primera idea de la nueva institución, mezcla de vida contemplativa y de actividad apostólica, salió de / . A. Adorno, el cual la consultó en Valencia con San Luis Bertrán, con quien se encontró casualmente a su vuelta de la corte española. Poco después, Dios le deparó como compañeros de su fundación al canónigo Fabricio Caracciolo y a San Francisco Caracciolo, y así, después de prepararse con un retiro de cuarenta días en Valleumbrosa, establecieron de común acuerdo una regla y se dirigieron a Roma para pedir su aprobación. Sixto V aprobó, el i.° de junio de 1588, la nueva institución y su regla. Sus fundadores se entregaron entonces al apostolado entre el pueblo, instrucción de la juventud y cuidado de los enfermos. Paulo V confirmó de nuevo las reglas en 1605. Desde la muerte de Adorno, ocurrida ya en 1591, tomó la dirección del Instituto San Francisco Caracciolo, bajo cuyo gobierno el Instituto adquirió extraordinario prestigio en la instrucción de la juventud y en el servicio de los pobres y enfermos. Se extendieron en el reino de Ñapóles y en toda Italia, en España y en otros territorios. * P u e d e n verse sobre t o d o H E I M B U C H E R , I I , U 3 S ; FERRAIRONI, F . , I Chierici Regolari della Madre di Dio: «Ordini e Congr.» L783S; I D . , Tre secoli di storia dell'Órdine della Madre di Dio ( R o m a 1939); D I O D A T I , U . , S. Giovanni Leonardi (Lucca 1938). Véanse t a m b i é n H É L Y O T , IV, 252S y PASTOR, X X I V , 6 4 S . 7 HEIMBUCHER, H , i i 9 s ; H É L Y O T , I V , 2 7 4 S ; ROSSI, J., I Caracciolini: «Ordini e Congreg.» I.847S. Asimismo, PASTOR, XXIL332S; D I E G O DE VILLAFRANCA, Chronologia sacra, origen de la religión de los PP. Clérigos regulares Menores (Madrid 1709).
3. Clérigos de las Escuelas Pías .—Con un fin más específico de la educación de los niños, siguiendo el ejemplo de otras instituciones de clérigos regulares, y en particular de la Compañía de Jesús, se fundó el Instituto de los llamados Pobres Clérigos Regulares de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, comúnmente denominados Escolapios o Piaristas, que, indudablemente, pertenecen a las instituciones más beneméritas de la educación de la juventud en los últimos tiempos. Su fundador fue el español San José de Calasanz (f 1648), el cual, después de realizados los estudios de teología en Valencia y Alcalá y obtenido el grado de doctor, fue ordenado sacerdote en diciembre de 1583. Habiéndose dirigido a Roma en 1592 como teólogo del cardenal Marcantonio Colonna, sintió enardecer su celo apostólico ante la vista de tantos niños pobres completamente abandonados. Dedicóse, pues, a recogerlos e instruirlos en las primeras letras y, sobre todo, en la religión, y bien pronto, superando innumerables dificultades, erigió para ellos escuelas especiales. Dos compañeros de la Sociedad de las Escuelas de la Doctrina Cristiana, a la que él mismo se había afiliado, se le unieron en esta tarea. De este modo, en el otoño de 1597 pudo organizar la primera escuela gratuita. Tal es la fecha de la fundación del Instituto de las Escuelas Pías. En 1605, la escuela tuvo que trasladarse a un local más amplio en Palazzo Manini. Rápidamente siguió creciendo y afianzándose el Instituto. Paulo V le dio el 6 de marzo de 1617 la confirmación definitiva como Congregación religiosa independiente. José de Calasanz, con otros catorce compañeros, pronunció el 25 de marzo de 1617, en las manos del cardenal Giustiniani, los tres votos religiosos, a los que añadieron el cuarto de dedicarse a la instrucción gratuita de los niños pobres. El 31 de enero de 1622, Gregorio XV confirmó las constituciones que Calasanz había compuesto entre 1619 y 1621 sobre la base de la regla de San Agustín. Poco antes, el 18 de noviembre de 1621, el mismo papa había declarado a la nueva institución Orden religiosa, y el 15 de octubre de 1622 le otorgaba el título y los privilegios de Orden mendicante. Con esto se fueron multiplicando las fundaciones de los Pobres Re» Véanse a n t e t o d o H E I M B U C H E R , H , i 2 i s ; H É L Y O T , I V , 2 8 I S ; PASTOR, X X I V , 6 6 S y, sobre t o d o , PICANYOL, L . , Gli Scopoli: «Ordini e Congr.» L855S; CALASANZ B A U , Biografía crítica de San José de Calasanz, fundador de las Escuelas Pías y patrono oficial de todas las escuelas populares cristianas ( M a d r i d 1940); I D . , Revisión de la vida de San José de Calasanz ( M a d r i d 1963); P I G A N I O L , L., Epistolario di S. Ciuseppe Calasanzio: «Storia e lett.» 48 ( R o m a 1952). Fuentes.—Constitutiones Religionis Clericorum Pauperum Matris Dei Scholarum Piarum 1930); V I Ñ A S , T . , Inventarium Chronologicum Magni Tabullarii... ( R o m a 1912).
(Roma
Bibliografía.—PIETROBONO, L., Le Scuole Pie (Florencia 1998); Index bio-bibliograph. Clericorum Regularium Pauperum Matris Dei 3 vols. (Roma 1908); PICANYOL, L., Brevis conspectus historico-stadisticus Ordinis Schol. Piarum ( R o m a 1932); HEIMBUCHER, art. Píaristen: «Lex. d e r Pádagogik.»; IBARAGLI, B., L'Opera del Calasanzio nella fundazione delle Scuole Pie (Florencia 1948). Sobre San José d e Calasanz: biografías fundamentales: T A L E N T I , J., Vita del R. Giuseppe Calasanzio, reimpresa (Florencia 1917); TOSSETTI, U-, Compendio della Vita di S. Giuseppe Calasanzio (Florencia 1917); CASANOVA Y SANZ, D . M . , José de Calasanz y su Instituto (Zaragoza 1904): SANTHA-AGUILERA-CENTELLES, San José de Calasanz, su obra, escritos: B A C , n.159 ( M a d r i d 1956). Historias d e las Escuelas Pías en algunos países, particularmente en E s p a ñ a : W O L K E , C , Die Piaristenschulen im ehemaligen Polen... (Miseritz 1864); ZSCHOKKE, H . , Die theologischen Studien u. Anstalten der Kath. Kirche in Osterreich (Viena 1894): LASALDE, C , Historia literaria y bibliográfica de las Escuelas Pías de España 3 vols. ( M a d r i d 1927); RABAZA, J. C A L . , Historia de las Escuelas Pías en España (Valencia s.a.); LLANAS, E., Escolapios insignes (Barcelona 1898).
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guiares de las Escuelas Pías, en primer lugar, en diversas ciudades de Italia. En 1631, el obispo de Olmütz, cardenal-príncipe de Dietrichstein, llamó a los Escolapios a la región de Moravia, de donde se extendieron en 1640 a Bohemia; en 1642, a Hungría, y poco después, a Polonia y otras regiones de la Europa oriental, donde son designados con el nombre de Piaristas. Al mismo tiempo se introdujeron en España, patria natal del fundador, y en otros territorios. " Pero la Orden tuvo que atravesar duras pruebas, y José de Calasanz debió beber hasta las heces el cáliz de la amargura. El papa Urbano VIII había nombrado al fundador José de Calasanz superior general vitalicio de la Orden el 12 de enero de 1632; pero, inesperadamente, uno de sus miembros, Mario Sozzi, ingresado en Ñapóles en 1630, falto del verdadero espíritu religioso, desencadenó la más horrible tempestad 9. Tales fueron los manejos realizados y las calumnias esparcidas por dicho religioso, que llegó a convencer a los miembros del tribunal de la Inquisición sobre la existencia de multitud de irregularidades en el seno de la Orden, debidas en gran parte a la avanzada edad del general y al consiguiente debilitamiento de sus facultades. Así, pues, el año 1642, José de Calasanz, contando setenta y seis años de edad, tuvo que comparecer ante los inquisidores, y en 1543 fue depuesto de su cargo. Al mismo tiempo se ordenó una visita oficial de toda la Orden, y, sobre la base de un dictamen desfavorable del P. Silvestre Pietrasanta, S. I., el 16 de marzo de 1645 le fueron quitados todos sus privilegios y quedó reducida a simple asociación sin votos. Fácilmente se comprende la amargura del anciano octogenario José de Calasanz al tener noticia del breve pontificio de Inocencio X que daba estas disposiciones. Se refiere que exclamó con el paciente Job: «El Señor lo dio, él nos lo ha quitado... Sea bendito el nombre de Dios» (Job 1,21). Al morir en 1648 a la edad de noventa y dos años, no había llegado todavía la hora de Dios. Ocho años más tarde, el 24 de enero de 1656, Alejandro VII le concedió de nuevo el título de Congregación religiosa y el permiso para abrir nuevos noviciados, y Clemente IX el 23 de octubre de 1669 la elevó otra vez al rango de Orden religiosa y renovó todos los privilegios anteriores. La Orden pudo desarrollarse prósperamente y realizó una obra fecunda y eficaz en la educación de la juventud 1°. III.
ORDENES DEDICADAS A LOS ENFERMOS
De extraordinaria importancia, como símbolos característicos de la renovación realizada en la Iglesia a mediados del siglo xvi, debemos señalar aquí algunas nuevas órdenes religiosas dedicadas exclusivamente al servicio de los enfermos. 9 Para todo esto, además de las biografías del santo fundador, véase CAMPANELLA, Líber apologéticas contra impugnantes lnstitututn Scholarum Piarum, ed. por L. PICANYOL en 1932, y en 1942 como apéndice en «Le Scuole Pie e Galileo Galilei». 10 Sobre el trabajo pedagógico de la Orden: GIOVANNOZZI, I., II Calasanzio e Vopera sua (Florencia 1930): COMPANELLI, A., La pedagogía calasanziana (Roma 1925); CABALLERO, V-, Orientaciones pedagógicas de San José de Calasanz 2.a ed. (Madrid 1945); GARRIDO, T., S. Iosephus Calasanctius primus scholae publicae popularis, christianae et gratuüae institutor: «Ephemer. Calas.»
(1932-1933).
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1. Hermanos de San Juan de Dios .—La primera es la de los Hermanos de San Juan de Dios, que no es de clérigos, sino de ¡egos o hermanos, si bien comprende algunos sacerdotes. Su fundador fue San Juan de Dios 12 , nacido en Evora, de Portugal, quien llevó primero una vida pobre y muy agitada de soldado; pero, encontrándose en Granada en medio de su vida aventurera, el año 1539 oyó predicar al gran apóstol de Andalucía Beato Avila, y se sintió completamente transformado. Sintiéndose un abominable pecador, andaba por la calle lamentándose de sus pecados, por lo cual fue tenido por loco, y, habiendo sido preso y conducido a un hospital, fue allí maltratado de diversas maneras. Todo esto sirvió de base y experiencia para su futura vocación. Entonces, ante la realidad de la manera corrió eran tratados los enfermos, en particular los mentales o incurables, Juan de Dios concibió el plan de entregarse al cuidado de los mismos. Así, pues, aunque absolutamente pobre, alquiló en 1540 en Granada una casa donde poder alojar a los enfermos. Con una limosna recibida se procuró 46 camas, y dio principio a los muchos y grandes hospitales que debían en lo sucesivo llevar su nombre por todo el mundo. Entusiasmado con este prodigio de caridad, Sebastián Ramírez, obispo de T ú y y canciller de Granada, designó al Santo con el nombre de Juan de Dios, que le quedó ya en adelante y por el que es conocido en la historia. El arzobispo de Granada, Pedro Guerrero, procuró al Santo un hospital más amplio, donde Juan de Dios se entregaba con ilimitada caridad al servicio de los enfermos, sobre todo de los mentales. Todo esto aumentó extraordinariamente la veneración que todos sentían por aquel prodigio de caridad. El mismo Felipe II, aun antes de ser rey, admiraba y ayudaba a San Juan de Dios en la organización de la caridad. A su lado se pusieron los jesuítas, moviendo con sus sermones a la gente de buena posición a favorecer aquella obra. En estas circunstancias, estando todavía sin consolidar la asociación de hermanos dedicados al servicio de los enfermos, murió San Juan de Dios, mártir de la caridad por haber querido salvar a un niño que se ahogaba en las aguas del Genil (8 de marzo de 1550). Pero, después de su heroica muerte, su obra creció rápidamente 11
Véanse ante todo HEIMBUCHER, I,6OOS; HÉLYOT, IV,i3is; PASTOR, XI,450S.
Fuentes.—SCODANIGLIO, M. A., Bullarium religionis S. Ioannis de Deo (Roma 1685); ID., Tavola chronologica della religione del C. Giov. de Dio (Palermo 1706); Risl, F., Bollario dell'Ordine di S. Giovanni di Dio (Roma 1905). Bibliografía.—SANTOS, J., Chronología hospitalaria y resumen historial de la sagrada religión del glorioso patriarca San Juan de Dios 2 fols. (Madrid 1715-1717); CORENTIN, L'oeuvre hospitaliére de S. Jean de Dieu et de son Ordre (París 1937); MOUVAL, J., Les freres hospitaliers de Saint Jean de Dieu: «Les grands Ordres» (París 1936) 22; ROUSSOTTO, G., L'Ordíne Ospedaliero di S. Giov. di Dio (Roma 1950); ID., / Fatebenefratelli: «Ordini e Congr.» I,667s; CHAGNY, A., L'Ordre hospitalier de Saint Jean di Dieu en France (Lyón 1951); Pozo, L. DEL, Caridad y patriotismo (Barcelona 1917); HÜNERMANN, W., El mendigo de Granada. Semblanza de San Juan de Dios. Trad. del alemán por A. SANCHO (Madrid 1952); CRUSET, J., San Juan de Dios. Una aventura iluminada: «Bibl. biogr.» 10 (Barcelona 1958). 12 Además de las obras ya citadas, véanse algunas biografías de San Juan de Dios. Ante todo, las dos antiguas, fundamentales: CASTRO, T. DE, La Historia y sanctas obras de San Juan de Dios y de la institución de su orden y principio de $u hospital (Granada 1585); otras ed. poster.; GOVEA, S. DE, Historia de la esclarecida vida y muerte y milagros del glorioso patriarca Juan de Dios, fundador de la Hospitalidad de ios pobres enfermos (Madrid 1624). Otras biografías: Pozo, L. DEL (Barce-
lona 1908); STEIGENBERGER, M. (1914); SCHWAB, P. GR. (1925); ALARCÓN CAPILLA, A., La Grar
nada de oro. San Juan de Dios(Madrid
1950).
F u.
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C.7. Estados de perfección después de Tremo
hasta llegar a una plena madurez. Erigióse en Madrid un hospital, mientras el arzobispo Pedro Guerrero, de Granada, levantaba otro mayor con iglesia propia. No mucho después surgían otros hospitales en Córdoba, Lucena, Toledo y otras ciudades. La forma definitiva de la nueva institución se obtuvo finalmente en 1572 cuando el superior Sigüenza (t 1581) obtuvo de San Pío V una bula en la que se prescribía a los hermanos de los enfermos la regla de San Agustín y un hábito propio. En 1586, Sixto V aprobó las constituciones definitivas del nuevo Instituto, proclamadas en un capítulo general de ese mismo año. Paulo V declaró Orden religiosa a esta fundación de San Juan de Dios. La Orden se había extendido ya a Italia y a otros territorios. Sólo en España contaba hacia 1648 unos 80 hospitales.
del mismo año 1586 recibió la iglesia de la Magdalena con una casa, que sirvió desde entonces hasta nuestros días como casa madre de los ministros de los enfermos. Los años siguientes pusieron a dura prueba el temple heroico de la caridad de Camilo y sus compañeros. En diversos lugares, particularmente en Roma en 1590, estalló la peste. Camilo y los suyos se entregaron con tal desinterés y caridad a su ministerio, que varios de ellos murieron víctimas de su celo. El 21 de septiembre de 1591, Gregorio XIV elevó al rango de Orden al nuevo Instituto, concediendo hiciera el cuarto voto de servicio de los enfermos aun en caso de peste. Rápidamente fundaron multitud de casas y hospitales en toda Italia. El año 1607 renunció San Camilo a su cargo de general para poder entregarse de lleno al cuidado amoroso de sus enfermos. Al morir el fundador en 1614, contaba ya la Orden con unos 300 miembros en dieciséis residencias en Italia. Poco después se extendió a Hungría, España, Francia, América, Países Bajos y a todo el mundo.
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2. Camilos o Padres de la Buena Muerte 13 .—Al lado de los Hermanos de San Juan de Dios y como prototipos de los religiosos dedicados al servicio de los enfermos, debemos colocar a los Padres de la Buena Muerte, fundados por San Camilo de Lelis, por lo cual son llamados popularmente Camilos. Camilo de Lelis había llevado algún tiempo la vida de soldado, y por efecto de una herida en el muslo, cuyos efectos tuvo que sufrir durante unos cuarenta años, experimentó en diversas formas el descuido y negligencia de los enfermeros seculares en el Hospital de Santiago, donde era administrador. Así, pues, tras detenida consideración, decidió fundar una institución dedicada exclusivamente al cuidado solícito y amoroso de los enfermos. Luego, reconociendo la necesidad que tenía de ser sacerdote, contando treinta y dos años, comenzó a estudiar latín, y en junio de 1584 recibió la ordenación sacerdotal. Pero entre tanto no había olvidado su ideal. Habiendo, pues, recibido la capellanía de la pequeña iglesia de Nuestra Señora de los Milagros, allí mismo, el 8 de septiembre del mismo año 1584, dio principio con tres compañeros a la nueva sociedad para el servicio de los enfermos, cuidándolos con paciencia y caridad, como lo harían con el mismo Cristo. De este modo, no sin vencer obstinadas dificultades, se pudo organizar la primera casa en la calle Delle Boteghe Oscure, y desde allí emprendió Camilo igualmente el servicio más abnegado de enfermos y moribundos en sus casas particulares. Al mismo tiempo, dio un paso fundamental en la organización de su Instituto. Por mediación del cardenal de Mondovi, Sixto V, por un breve del 18 de marzo de 1586, concedía la aprobación oficial del Instituto, al que colmaba de las mayores alabanzas por su actuación en el servicio de los enfermos. Nombrado Camilo superior general, dedicóse desde entonces con mayor empeño al ministerio de los enfermos y moribundos, y en diciembre 13 A n t e t o d o véanse HEIMBUCHER, I I , i i 4 s ; H É L Y O T , IV,2Ó3s; PASTOR, X X I , i 3 7 s y W A N T I , M . , / Camiliani: «Ordini e Gongr.» I.825S. A d e m á s , Apostólica Documenta Hospitalium infirmorum patronos continentia (Roma 1886). Las tres biografías antiguas fundamentales: C I C A T E L L I , S., Vita del P. Camillo di L. (Viterbo 1615); L E N Z O , C , Annalium Clericorum Regul. Ministrantium infirmis (Ñapóles 1646); R E G Í , D . , Memorie historiche del P. Camillo, etc. (Ñapóles 1676). O t r a s biografías: M U Ñ O Z , L., Vida del P. Camilo, etc. ( M a d r i d 1693): CICATELLI E DOLERÁ ( R o m a 1882): ZIMMERMANN, A., Der hl. Camülus von L. (1897); W I E S E N , W - , Kamillus v. L. u. sein Werk (1921); V A N T I , M . , 11 crocifisso di S. Camillo (Roma 1937); I D . Storia deü'Ordine... 2 vols. (Roma 1938): I D . , S. Camillo di Lellis e i suoi Ministri degli Infermi (Roma 1957): G o u TIER, C , Les orares religieux. L'ordre de Saint-Camille de Lelis (París 1928).
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ORATORIOS Y OTRAS INSTITUCIONES SIMILARES
Al lado de los institutos religiosos que hemos enumerado, debemos colocar una segunda serie de otras instituciones de clérigos que, sin ser propiamente congregaciones religiosas, constituyen estados de perfección y trabajan asimismo con gran intensidad y eficacia en la renovación católica. A ellas pertenecen el célebre Oratorio de San Felipe Neri, en Italia, y el similar de Bérulle, en Francia; el Instituto de los Lazaristas o Sacerdotes de la Misión y otras asociaciones parecidas de sacerdotes. 1. El Oratorio de San Felipe Neri 14 .—Nacido en Florencia en 1515, Felipe N e r i 1 5 llevó hasta el año 1548 una vida cristiana dominada por su carácter alegre y despreocupado, no exento de la tendencia a cierto misticismo. En 1548 dio su primer paso decisivo hacia una vida de más intensa piedad, acompañada siempre de su buen humor y carácter suave y atractivo. Hízose miembro de la Confraternidad de la Santísima Trinidad de los Peregrinos, institución de tipo medieval, cuyos miembros se dedicaban al socorro de los peregrinos pobres que llegaban a Roma. El jubileo de 1550 ofreció excelente ocasión al celo de Felipe Neri y de sus compañeros de asociación. De aquí nació la idea que en 1558 llevó a la fundación del Hospital della Trinitá dei Peregrini. 14 A n t e t o d o p u e d e n verse HEIMBUCHER, I I , S 6 2 S ; H É L Y O T , V I I I , I 2 s ; PASTOR, X I X . i ó o s ; GASBARRI, C , / Filippini: «Ordini e Gongr.» II,903s. Asimismo, Collectio Constitutionum et privilegiorum oratori a S. Philippo Nerio fundati (Brescia 1895); Constitutiones et statuta generalia Instituti Congreg. Oratorii (Roma 1894-1921); MARCIANO, I., Memorie istoriche della Congreg. dell'Oratorio 5 fols. (Ñapóles 1693-1702); VILLAROSA. Scrittori Filippini 2 fols. (Ñapóles 18371843). 15 L a s biografías fundamentales s o n : G A L L O N I O , A., Vita Beati P. Philippi Nerii florentini Congregationis Oratorii fundatoris... (Roma 1600): «Act. SS. Boli.» maio VI,46os; BACCI, I., Vita di S. Filippo Neri fiorentino, fondatore della Congreg. dell'Orat. (Roma 1622); C R I S P I N O , La scuola del gran maestro di spirito, s. Filippo Neri (Venecia 1678). O t r a s biografías y obras semejantes: W I S E M A N , Panegyrics ofSt. Philipp N. (Londres 1856): CAPECELLATRO, C A R D . A L F . , Vita di s. Filippo N. 2 vols. (Ñapóles 1879); GASBARRI, C., Filippo Neri, santo romano (Roma 1944): M A G N I , V-, San Filippo Neri, il fiorentino apostólo di Roma (Florencia 1947): D O R F L E R , P., Philipp Neri, ein Bildnis (1952); GASBARRI, C., VOratorio filippino, 1952-1952 ( R o m a 1957); P R U N E L LE, L . - B O R D E T , L., S. Philippe Neri et la société de son temps, 1515-1595 (París 1958).
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El paso siguiente fue la fundación del célebre Oratorio, al que dio su nombre. Ordenado de sacerdote en 1551, entró a formar parte de una asociación de sacerdotes seculares^ que se denominaban de San Jerónimo, y tomó un pobre alojamiento en la vecina residencia sacerdotal de San Jerónimo della Carita, donde se le fueron juntando algunos sacerdotes. Tal fue el primer oratorio o cenáculo formado por aquellos hombres dedicados a la piedad e inflamados por el más genuino espíritu cristiano. Felipe Neri introdujo también algunos cantos, para los cuales obtuvo la participación del mismo compositor Palestrina, quien compuso algunas piezas, que crearon el nuevo tipo de los oratorios 16. Por otra parte, Felipe Neri se dedicó de lleno al ministerio del confesonario, y con su carácter suave y atractivo y su espíritu impregnado de la más profunda piedad atrajo al Oratorio a muchas almas selectas. De este modo se fue constituyendo poco a poco en uno de los centros más fecundos de nueva espiritualidad cristiana y de una verdadera renovación católica, y así surgió la nueva sociedad sacerdotal el Oratorio de San Felipe Neri. Gregorio XIII, por la bula Copiosus, del 15 de julio de 1575, dio la aprobación oficial a la nueva institución. Paulo V la confirmó solemnemente el 24 de febrero de 1612, al mismo tiempo que aprobaba sus constituciones. Pertenecían al Oratorio, entre otros, el célebre cardenal César Baronio, en cuya obra literaria tanto influjo ejerció San Felipe Neri; el cardenal-arzobispo de Aviñón Francisco María Tarugi, hombre curial y mundano, conquistado por la amabilidad del Apóstol de Roma; el maestro de capilla Animuccia y otros muchos. Rápidamente se multiplicaron sus casas en toda Italia. Al morir en 1595 San Felipe Neri, su nombre era venerado, sobre todo en Roma, como uno de los más insignes de su tiempo, y su Oratorio, era en manos de la Iglesia, un instrumento eficaz y poderoso de reforma católica. 2. Oratorio francés de P. de Bérulle 17 .—Uno de los méritos del Oratorio de San Felipe Neri es el haber suscitado en Francia, en el período de renovación espiritual que experimentó a principios del siglo xvii, una obra semejante por medio del Oratorio de Bérulle. Pedro de Bérulle 18 nació en el castillo de Cérilly, y, no pudiendo lograr sus 16 P u e d e n verse ALALEONA, P., Storia dell'Oratorio mussieale in Italia ( T u r í n 1952); K N E L LER, C. A., Das Oratorium des hl. Philipp v. Neri u. das musikal. Oratorium: «Z. f. Kath. Theol.» 41 p.246s; I D . , Zar Gesch. des hl. Philip. N.: ibid., p.472s; 42 p . i 8 6 s ; M O N T I C O N E , A., L'applicazione del Concilio di Trento a Roma. I ^reformatoria e l'Oratorio: 1566-1572; «RivSorChiesa» 8 (1954) 23-48; G Ü L D E N , J., Vom Geist u. Leben des Oratoriums vom hl. Philipp Neri: «Priestergemeinschaften», por N . GREIMACHER (Maguncia 1960); HOFMEISTER, P H . , art. Oratorium: «LexThK» 7 (1962) 1194-1196; GASBARRI, C , L'Oratorio Romano dal Cinquecento al Novecento (Roma 1962); RAHNER, H . , Ignatius und Neri (Stuttgart 1956); P O N N E L L E , L . - B O R D E T , L., St.-Philippe de Neri et la société romaine de son temps 2." ed. (París 1958); BAUMER, R., art. Neri, Phil- «LexThK»7s (1962) 8 8 1 . " Véanse ante t o d o HEIMBUCHER, I I , S 6 6 S ; H É L Y O T , VIII,53s; N O T O N I E R , R., L'Oratorio di Francia: «Ordini e Congr.» II.94IS. Asimismo, Bibliothéque Oratorienne 13 vols. (París i88os); BATTERELL, L., Mémoires domestiques pour servir a l'hist. de l'Orat. 4 vols. (París I902s). T r e s obras fundamentales: PERRAUD, A., L'Óratoire de France au XVIIet au XIXs. 2.»ed. (París 1866); L E H E R P E U R , M . , L'Óratoire de France (París 1926); G E O R G E , A . , L'Óratoire (París 1928). O t r a s o b r a s : LALLEMAND, P., Histoire de l'éducation dans l'ancien Oratoire de France (París 1872): I N GOLD, Essai de Bibliographie Oratorienne (París i88os). 18 Sobre el cardenal Bérulle en particular, HOUSSAYE, M . , Le P. de Bérulle et l'Oratoire de Jésus (París 1874); I D . , Le cardinal de Bérulle et le cardinal de Richelieu (París 1875); Obras, ed. M I G N E (París 1856); M O L Í E U , A., Le cardinal de Bérulle (París 1947); POTTIER, A., La spiritualité Bérullienne (París 1929); DAGEM, S., Notes Bérulliennes: «R. Hist. Eccl.» (1931) 3 i 8 s ; I D . , Be-
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ansias de ser religioso, se ordenó de sacerdote, y se entregó con gran fervor al apostolado con las almas, en particular a la conversión de los herejes. Desde un principio se sintió llamado a trabajar todo lo posible por reformar el estado de los eclesiásticos. Con el objeto de realizar esta obra eminentemente sacerdotal y de gran trascendencia en aquellas circunstancias, bien pronto concibió la idea de organizar una institución de sacerdotes seculares sin votos religiosos y semejante al Oratorio italiano de San Felipe Neri. El 10 de noviembre de 1611 dio principio a la nueva organización bajo los auspicios del arzobispo de París. Su primera residencia se estableció en el barrio de Santiago, de París, con seis compañeros, y ya el 2 de enero de 1612 se obtuvo la aprobación real. Paulo V le concedió la pontificia el 10 de mayo de 1613, dándole al mismo tiempo el título de Oratorio de Nuestro Señor Jesucristo. El prestigio alcanzado por Bérulle y su Oratorio explican las grandes distinciones con que Luis XIII quiso honrar a Bérulle. No sólo lo hizo preconizar cardenal en 1627 y lo nombró en 1628 presidente del Consejo de Estado, sino que dio el título de capilla real a la iglesia de San Honorato, de los oratorianos. Después de la muerte de Bérulle, su obra continuó desarrollándose con gran prosperidad en Francia, Bélgica y otros territorios. En 1631 tuvo lugar una asamblea general, en la que se declararon como normas fundamentales de la institución las instrucciones dadas por Bérulle. Su sucesor, Carlos de Condren (f 1641), llevó al Oratorio a su máximo apogeo, en el que se distinguió a la cabeza de los portavoces de la renovación católica. 3. Oblatos de San Ambrosio 19 .—Además de las asociaciones de sacerdotes que constituyen los dos célebres Oratorios, el italiano y el francés, tomaron parte muy activa en la renovación eclesiástica del siglo xvi y principios del xvn diversas hermandades sacerdotales de un tipo semejante. Y ante todo, cronológicamente, se nos presenta la de los Oblatos de San Ambrosio. Esta hermandad sacerdotal se constituyó en Milán en 1578 cuando un grupo de sacerdotes, inflamados con el deseo de colaborar en la reforma eclesiástica, se ofrecieron espontáneamente a su arzobispo, San Carlos Borromeo, para todo lo que él les ordenara. El gran santo reformador aceptó la oferta, y, con la aprobación del papa Gregorio XIII, les redactó sus constituciones. Conforme a ellas, sólo podían aspirar a pertenecer a la hermandad sacerdotes particularmente aptos, dependiendo su admisión del obispo. Los admitidos debían hacer oblación de sí mismos a San Ambrosio, el gran arzobispo de Milán, para entregarse plenamente a las obras del apostolado y renovación ecleruile et les origines de la restauration catholique ( 1 5 7 5 - 1 6 1 i j (París 1952): I D . , Le Cardinal Bérulle et les debuts de l'Oratoire (París 1950); PASTOR, X X V I , 4 6 S . " Véanse ante todo HEIMBUCHER, I I , 5 6 O S ; H É L Y O T , VIII,29S. E n particular Rossi, B., De origine et progressu Congregationis Obtatorum SS. Ambrosi et Caroli Mediolani, 1578-1737 (Milán 1739). Biografías de San Carlos B o r r o m e o : VALERIUS, A. (Verona 1586); GIUSSANI, P. (Brescia 1610); SALA, A., Documentos 3 vols. (Milán 1857S); I D . , ibid. (Milán 1858); C E L I E R , L . (París 1912); O R S E N I G O , C , 2.* ed. (Milán 1911); M O L S , R., Saint-Charles Borromée, pionier de la pastorale moderne: «RevNouvThéol» 79 0 9 5 7 ) 600-747; Y E O , M . , San Carlos Borromeo. T r a d . por R. C r e m a d e s : Los grandes estudios histór. ( M a d r i d 1962); ROBRES L L U C H , R., San Carlos Borromeo y sus relaciones con el episcopado ibérico postridentino: «AntAm 8 (1960) 8 3 - 1 4 1 ; D E R O O , A., S. Charles Borromée, cardinal réformateur de la pastorale (¡538-1s&4) en Grandes biogr. (París 1943)-
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siástica a las órdenes del obispo. Por esto fueron designados como Oblatos de San Ambrosio o de San Carlos Borromeo. Desde un principio fueron instrumentos particularmente eficaces en la obra de regeneración espiritual realizada por San Carlos Borromeo en su diócesis, y bien pronto se extendieron a otras de Italia del Norte.
Desde este momento se entregó la nueva sociedad de Padres Doctrinarios al rudo trabajo de instrucción del pueblo en la doctrina cristiana. César de Bus, aunque se quedó ciego, desarrolló un entusiasmo admirable en la obra hasta su muerte, ocurrida en 1607. Más tarde se juntaron los Doctrinarios fundados por Cusani con los de César de Bus, y desde entonces constituyen una sola hermandad sacerdotal.
4. Los Doctrinarios.—Son particularmente dignas de mención otras dos hermandades sacerdotales, una italiana y otra francesa, organizadas a fines del siglo xvi con el fin específico de enseñar la doctrina cristiana. De ahí que fueran designados con el nombre de Doctrinarios. Ya en 1550 surgió en Roma una sociedad de sacerdotes, asistidos por algunos elementos laicos, que tenía por objetivo dar instrucción religiosa a los niños y adultos en las verdades fundamentales de la doctrina cristiana. Su organizador fue Marcos de Sadis Cusani 2 0 . Pío IV aprobó oficialmente la asociación y Pío V exhortó a los obispos a fomentar esta clase de instituciones. Con estos alientos, la sociedad de Cusani se extendió por diversas diócesis de Italia y aun pasó a Alemania, Austria y otros territorios. Entre otras que se organizaron conforme a su ejemplo, es digna de mención la Sociedad de la Doctrina Cristiana, a la que San Carlos Borromeo 21 dio sus constituciones y Gregorio XIII su aprobación el 30 de octubre de 1572. La hermandad de Cusani a partir de 1587 tomó una nueva dirección. Una parte de sus miembros, bajo la dirección del mismo Cusani, ya ordenado de sacerdote, inició un sistema de vida común. A la sociedad así fundada se le dio el nombre de Padres de la Doctrina Cristiana o Doctrinarios, y como Gregorio XIII les asignó la iglesia de Santa Águeda, del Trastévere, recibieron también el nombre de Agathistas. Después de la muerte de Cusani en 1595 siguió consolidándose más la sociedad. San Roberto Belarmino compuso para los Doctrinarios el Catecismo mayor y el menor o Declaración más abundante de la doctrina cristiana. Los papas siguientes protegieron esta institución, que realizó una obra sólida en la instrucción cristiana del pueblo. Al mismo tiempo, el sacerdote César de Bus 2 2 organizaba en Francia una asociación semejante a los sacerdotes doctrinarios. Ordenado de sacerdote en 1582, César de Bus se unió con algunos compañeros de sacerdocio, y, llenos de celo de la gloria de Dios, se dedicaron por entero a oponerse al avance del calvinismo por medio de la instrucción del pueblo con el Catecismo romano, de San Pío V. Para dar más consistencia a su obra, César se unió en 1592 con el converso / . B. Romillion, el canónigo Pinelli y otros dos compañeros, con los cuales constituyó definitivamente la sociedad en Aviñón, comenzando a vivir en vida común. El arzobispo Francisco María de Tarugi les asignó la iglesia de Santa Práxedes, de Aviñón, y obtuvo de Clemente VIII en diciembre de 1597 la aprobación oficial. 20 P u e d e n verse las obras fundamentales: HEIMBUCHER, I I , 5 7 i s ; H É L Y O T , VIII.232s.246s; RISTA, C , J Dottrinari: «Ordini e Congrég.» II,Q27s. 21 Sobre la intervención d e San Carlos Borromeo véanse K E L L E R , J. A., Des hl. Karl Borromaus Satzungen u. Regeln der Gesellschaft der Schulen christl. Lehre, vol.16 d e la «Colección de los escritos más célebres pedagógicos"!..» ( P a d e r b o r n 1893). 22 E n particular sobre César d e Bus, M A R C E E , J., Vie du vén. Caesar de Bus ( L y ó n 1619); ¡ÑAS, Vie du vén. Caesar de Bus (París 1703); CESANE, T . , Un prolecteur des Écoles (Aviñón 1927).
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5. Sacerdotes de la Misión: Lazaristas o Paúles 23 .—De mucha mayor significación fue la sociedad sacerdotal cuyo título oficial es Sacerdotes de la Misión, y cuyos miembros son generalmente denominados Lazaristas, fuera de España, y Paúles, entre nosotros, ya que su fundación la realizó en 1625 San Vicente de Paúl (f 1660). Nacido Vicente de P a ú l 2 4 en 1581 en las cercanías de Burdeos, cursó sus estudios en la Universidad de Zaragoza y en Toulouse, y, ordenado de sacerdote en 1600, continuó todavía sus estudios; pero en 1605, contando veinticuatro años, fue hecho prisionero por unos piratas en un viaje marítimo en las proximidades de Marsella. Vendido como esclavo en Túnez, se vio sometido por sus diversos amos a las más duras penalidades; pero, habiendo logrado convertir al último de sus amos, que era un francés renegado, recibió la libertad. Vuelto entonces a Europa, visitó a Roma, y a principios de 1609 llegó a París, donde inició una fecunda actividad entre los enfermos y necesitados de todas clases. Puesto providencialmente en contacto con Pedro de Bérulle y aconsejado por él, inició en 1612 su trabajo apostólico en la parroquia de Clichy, junto a París; luego se puso al servicio del conde Felipe Manuel Gondi; más tarde, en 1617, aparece de nuevo como párroco, y durante los siete años siguientes siguió de nuevo aconsejado por Bérulle. En este tiempo, maduro ya por la experiencia e inflamado de la más ardiente caridad, dio principio a una de sus instituciones favoritas y que más alto pregonan el nombre de San Vicente de Paúl: las Hijas de la Caridad. Protegido siempre por la familia Gondi y entusiasmado 23 A n t e t o d o véanse H E I M B U C H E R , II.574S; H É L Y O T , VII,64S; B U G N I N I , A., / di S. Vincenzo de'Paoli: «Ordini e Congr.» II,9573; PASTOR, XXVIII,226s. A d e m á s :
Missionari
F u e n t e s . — C O S T E , P . , Saint Vincent de Paul: Correspondance. Entretiens. Documents 14 vols. (París 1919-1925); Mémoires de la Congrég. de la Mission 8 vols. (París 1863-1866); Anuales de la Congrég. de la Mission (París 1834-1889); P O T H , A., Collectiobullarum... Congregationis Missionum (Vilna 1815). B i b l i o g r a f í a . — C O S T E , P., La Congrégation de la Mission (París 1927); G O Y A U , G., La Congrégation de la Mission, dite des Lazaristes (París 1938); HERRERA, J., Historia de la Congregación de la Misión ( M a d r i d 1949). 24 Sobre San Vicente d e P a ú l : a n t e todo, la biografía del obispo L . A B E L L Y , íntimo amigo s u y o (París 1664): nueva ed. refund. y c o m p l e t , 3 vols. (París 1891); V E U I L L O T , L . (París 1854); BOUGAUD, E., 2-*ed. 2 vols. (París 1891); BROGLIE, M . DE, 12. a e d . : «Les Saints» (París 1909); SANDERS, E. C. ( L o n d r e s 1913); G I R A U D , V. (París 1932); D É P L A N Q U E , L . (París 1936); GUICHARD, I. (París 1937). O t r a s o b r a s : M A Y N A R D , M . U . , Saint V. de P., sa vie, son temps, ses oeuvres, son influence 4 vols. (París l86os); COSTE, P., Le grand saínt du grand siécle. Monsieur Vincent 3 vols. 2 . ' e d . (París 1934); M E N A B R E A , A., St. Vincent de Paul, le Savanl (París 1948); CANITROT, E., Le plus familier des saints, Vincent de Paul (París 1947): D O D I N , A., Saint Vincent de Paul (París 1949); DELARME, J., L'idéal missionnaire du prétre d'aprés S. Vincent de Paul (París 1949); San Vicente de Paúl, bibliografía y escritos, ed. por los P P . J. HERRERA y V. P A R D O : B A C , 63 ( M a d r i d 1950); D O D I N , A., Spiritualité de S. Vincent de Paul: «DivThom» 63 (1960) 4 2 5 - 4 4 1 ; HESBERT, R., J. BERTRAND, E., Spiritualité d'action. A l'école de Monsieur Vincent (París 1960); HERRERA, J., Teología de la acción y mística de la caridad según San Vicente de Paúl ( M a d r i d 1960); G I O R D A N I , I., St. Vincent de Paul, servant of the poor (Milvaukee 1961); BERTRAND, L . , Monsieur Vincent et tes dmes. D'aprés ses lettres (París 1961).
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Westfalia
por el fruto logrado en el pueblo por una misión parroquial, concibió la idea de fundar una asociación de sacerdotes cuyo fin primordial fueran estas misiones populares. Así, pues, mientras Vicente de Paúl iba madurando esta idea, el arzobispo de París, Juan Francisco Gondi, hermano del conde, mecenas de Vicente, le ofreció en 1624 el Colegio des Bons Enfants. Rápidamente reunió allí algunos compañeros, y con ellos dio principio a la nueva sociedad el 17 de abril de 1625. Bien pronto, no bastando los primeros locales, le fueron asignados los de la leprosería de San Lázaro. Así, pues, desde 1632 quedó allí instalada la casa madre de la nueva sociedad, por lo cual se llamó en adelante Lazaristas a sus miembros. El 12 de enero de este mismo año 1632, el papa Urbano VIH les dio solemnemente su aprobación por la bula Salvatoris nostri. Rápidamente multiplicaron las misiones por todos los territorios de Francia, de manera que a la muerte del fundador en 1660 habían dado ya más de 700. Un segundo campo de actividad de la nueva asociación fueron los seminarios. Para hacer más eficaz su labor en la renovación del espíritu cristiano, estableció Vicente diversos centros de formación sacerdotal conforme a las prescripciones del concilio de T r e n t e De este modo llegaron a dirigir hasta cuarenta y nueve seminarios. Deseando ensanchar más todavía el campo de su actividad, la Congregación de la Misión se extendió a Túnez y Argel; desde 1638, a Italia, y desde 1646, a Irlanda, Portugal, España y otros territorios. No bastándoles el ministerio de las misiones entre el pueblo cristiano, comenzaron también el trabajo en las misiones vivas. Así, en 1648 entraron en Madagascar, y en lo sucesivo fueron emprendiendo importantes misiones, que los acreditan como grandes misioneros. A la muerte de San Vicente de Paúl en 1660 contaba ya más de 600 miembros la Congregación. 6. Sociedad de San Sulpicio 25 . Los Eudistas.—Para terminar esta serie de instituciones que surgieron durante este período y trabajaron activamente en la renovación de la sociedad cristiana, citaremos todavía dos que tuvieron principio al finalizar el período y pertenecen más bien al siguiente. Son la Sociedad de San Sulpicio y los Eudistas. La Sociedad de San Sulpicio fue fundada en 1642 por el célebre escritor y asceta francés Juan Jacobo Olier (f 1657) 26 para la dirección de los seminarios, en lo que realizó una obra de trascendental importancia. Después de estudiar en Lyón y en la Sorbona, convertido a mejor vida por un conjunto de circunstancias providenciales, se puso 25 Véanse en primer lugar HEIMBUCHER, II,586S; HÉLYOT, VIII,131S; PASTOR, XXVIII,2ios; JEUNÉ, M. R., / Sulpiziani: Ordini e Congr.» II.ioois; LETOURNEAU, G-, La mission de J. J. Olier et la fondation des Crands-Séminaires en France (París 1906); ICARD, J. H., Traditions de la Compagnie de St. Sulpice pour la direction des Grands-Sémin. (París 1886); DEGERT, A., Histoire des séminaires franeáis jusqu'á la Révolution 2 vols. (París 1912); HAINEL, C , Histoire de l'église de St.-Sulpice 2.* ed. (París 1909); TOLY, H., La Compagnie de St.-Sulpice (París 1914); MOUVAL, I., Les Sulpiciens (París 1934); BERTRAND, L., Constitutions de la Compagnie des prétres de SaintSulpice (París 1931); LEVESQUE, E., Lettres de M. Olier 2 vols. (París 1935); GAUTIER, ]., Ces Messieurs de St.-Sulpice (París 1957); BOISARD, P., La Compagnie de St.-Sulpice, trois siécles d'histoire 2 vols. (París 1959); NOYE, I-, art. Sulpizianer: «LexThK» 9 (1964) 1162. 26 Monografías sobre J. J. Olier: BAUBRAND, Mémoires sur la vie de M. Olier... (París 1682): FAILLON, Vie de M. Olier 3.» ed. 3 vols. (Le Mans 1873); TRUGER, G. M. DE (París 1904); MoNIER, T., Vie de J. J. Olier, ilustrada (París 1914); HUVELIN, H., 3.* ed. (París 1923); POURRAT, P., (París 1952); LEVESQUE, art. Olier: «Dict. Théol. Cath.». v , ...¡ti ,<.••,.„ a , . ,,, .,
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bajo la dirección de San Vicente de Paúl y siguió algún tiempo a los Paúles en sus misiones populares. Ya en 1638 realizó en Bretaña la reforma de algunas casas de religiosas, y por este mismo tiempo oyó decir a su confesor Carlos de Condren, superior general entonces del Oratorio francés, que lo que más se necesitaba para la reforma del clero y para el mejor fruto de las misiones populares era la buena formación de numerosos clérigos. Movido Olier por inspiración divina, junto con unos pocos compañeros, tomó una casa en Vaugirard. Pronto sus compañeros subieron a veinte, con los cuales organizó una sociedad de vida común, con un voto especial de dedicarse a la formación de los sacerdotes por medio de la dirección de excelentes seminarios sobre la base de las prescripciones tridentinas. La Providencia le proporcionó bien pronto la parroquia de San Sulpicio, en el barrio San Germán, y allí estableció su Gran Seminario, que dio el nombre a su Sociedad y fue luego el modelo de otros innumerables. En octubre de 1642 dio principio a la vida común de la nueva Sociedad. El resultado fue extraordinario. El número de compañeros aumentó rápidamente. El de alumnos del seminario fue creciendo de día en día. Esto suscitó los celos y envidias de numerosas personas, las cuales promovieron en junio de 1645 un movimiento popular contra el seminario de San Sulpicio, en el que el mismo Olier fue maltratado. Pero la reacción fue más bien favorable. La reina regente, Ana de Austria, dio su aprobación a la nueva Sociedad. En 1651 se pudo terminar ya la construcción del nuevo edificio. De este modo se organizó en San Sulpicio el llamado Gran Seminario, donde recibía la formación sacerdotal una selección de sacerdotes de todas las diócesis de Francia, mientras Vaugirard se reservaba, con el nombre de Seminario Interior, para la formación de los miembros de la Sociedad. Sobre esta base, la Sociedad realizó rápidos progresos. Fueron varios los seminarios que se organizaron conforme al modelo de San Sulpicio y bajo la dirección de los Sulpicianos en diversas diócesis de Francia y sus misiones 27 . Los Eudistas2S, así llamados por su fundador San Juan Eudes (f 1680), se llaman oficialmente Sacerdotes Misioneros de Jesús y María y fueron fundados en Caen en 1643. Juan Eudes entró primero en el Oratorio francés, en el que fue recibido en 1623 por el mismo fundador, Pedro de Bérulle. Recibida la ordenación sacerdotal, se entregó de lleno a la vida de apostolado, al servicio de los enfermos y, sobre todo, a las misiones populares. Por entonces llegó a la misma convicción de J. J. Olier que era necesaria la formación de buenos sacerdotes, pues todavía existían pocos seminarios tridentinos. Movido por esta idea, se decidió a trabajar por su realización. El 27 28
Véase BOISARD, Le tricentenaire du Séminaire et de la Compagnie de S. Sulpice (París 1942)., Pueden verse HEIMBUCHER, Il,592s; HÉLYOT, VIII, 1 sos; PASTOR, XXVIII,2il; HAMON, J.,T, Gli Eudisti: «Ordini e Congr.» II,977s; Oeuvres completes du vénér. P. Eudes iz vols. (Vannes n 1905-1912); MONTZEY, G. DE, Le P. Eudes et ses instituís (París 1869); LEBRUN, C , Lebienh.J.Eur. des (París 1905); SARGENT, D., Their liearts be praised. The Ufe of St. John Eudes (Nueva York' 1949); GEORGES, P. E., Saint Jean Eudes, apotre et docteur du cuite liturgique des Sacrés-Coeurs (París 1925); ID., Saint Jean Eudes, missionnaire apostolique (París 1936); ID., La Congrégation de. Jésus-Marie, dite des Eudistes (París 1933); Du CHESNAY, CH., Les eudistes (París 1956); GUILLO- A CHEAU, CL., Le coeur dans l'oeuvre de S. Jean Eudes: «RevAscMyst» 37 (1961) 61-78.167-192.
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mismo Richelieu lo alentó a esta obra, y así, con su ayuda y en unión con el presbítero Prefixé, organizó el seminario de Caen. Para disponer de gente apta y bien formada para la dirección de estos seminarios, sintió la necesidad de organizar una sociedad sacerdotal dedicada a ese ministerio. Salió entonces del Oratorio, y el 25 de marzo de 1643 dio principio en Caen a la vida común con otros cinco sacerdotes. Tal fue el principio de los Sacerdotes Misioneros de Jesús y María, los cuales, eri unión de los Sulpicianos, realizaron una obra fundamental en la renovación cristiana por medio de la fundación y dirección de los seminarios. Su aprobación la recibió primero en 1644 del obispo de Bayeux. San Juan Eudes compuso para ellos los estatutos especiales, que fueron aprobados en 1674 por Inocencio X. Después de su muerte, ocurrida en 1680, siguió desarrollándose prósperamente su obra 2 9 . V.
INSTITUTOS RELIGIOSOS Y OTRAS INSTITUCIONES FEMENINAS
Como Dios se sirvió de los institutos religiosos y otras instituciones de perfección masculinas para realizar en este tiempo la reforma y renovación interior católica, de un modo semejante suscitó mujeres fuertes y valerosas que, ya por medio de reformas de órdenes antiguas, ya con la fundación de institutos u otras organizaciones nuevas, contribuyeran eficazmente a la obra regeneradora de la Iglesia. 1. Reformas de órdenes antiguas.—En primer lugar se presentan las de las benedictinas 3 0 , de las cuales indicaremos las principales. En Francia se distinguieron en el siglo x v n : la Congregación de Nuestra Señora del Calvario 31 , fundada por la duquesa Antonieta de Orleáns-Longueville. Por encargo especial de Paulo V y con la ayuda del célebre capuchino Fr. José de París, en 1617 organizó en Poitiers un monasterio dedicado a Nuestra Señora del Calvario, donde introdujo la regla con todo su rigor primitivo. Muerta el año siguiente la fundadora, continuó la obra el P. José de París, el cual obtuvo se introdujera en otros monasterios, y en 1621 la aprobación pontificia. Son también dignas de mención las reformas realizadas por las religiosas cistercienses 32 , que, junto con las benedictinas, contribuyeron eficazmente a profundizar más y más el espíritu cristiano. La más importante reforma de las cistercienses a fines del siglo xvi es la del célebre monasterio de las Huelgas 33 , cerca de Burgos. Su iniciadora fue la abadesa Inés Henríquez en 1596. De hecho fueron numerosos los monasterios que la abrazaron, y fue designada como reforma de la Recolección, y a sus miembros, Recoletas. De particular significación fue en Francia la que organizó desde 1622 29 F u e de gran importancia la obra realizada por San Juan E u d e s por la devoción a los Sagrados Corazones d e Jesús y de María. Véanse D O R E , A. LE, Les Sacres Coeurs et le vén. J. Eudes (París 1891); LEBRUN, C , Jean Eudes et le cuite public du Coeur de Jésus (París 1917); I D . , Eudes et la dévotion au S. Coeur de Jésus (París 1929); LEVESQUE, A., L'origine du cuite du S. Coeur (Aviñón 1930). 30 Véase sobre todo HEIMBUCHER, I , 3 0 6 S . 31 Ibid., 307S. Asimismo, H E L Y O T , V I , 3 5 5 S : «Rev. Bénéd.» X , l s ; La fondatrice de la Congregaron des bénédktines de N. D. du Calvaire Mad. Ant. d'Orleans (Poitiers 1932). 3 2
33
H E I M B U C H E R , 1,3593.
Ibid.
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en Rumilly, de la Saboya, la Venerable Luisa Blanca Teresa de Bailón 34. Tuvo gran aceptación en Saboya y Francia; pero más tarde se dividió en otras dos Congregaciones, la de la Encarnación y la de San Bernardo. Pero la que llegó a alcanzar verdadera importancia histórica por su íntima unión con el jansenismo fue la reforma de Port-Royal, promovida por Angélica Arnauld 35 . Llamábase Jacobina y era hermana del jefe jansenista Antonio Arnauld. Conforme al abuso del tiempo, contando sólo once años, fue nombrada por real decreto abadesa del célebre monasterio de Port-Royal des Champs, donde llevó en un principio una vida bastante ligera; pero cuando cumplió los diecisiete años, sintiéndose transformada por un sermón de un capuchino, realizó una completa reforma de su monasterio, designada como reforma de PortRoyal, que desde 1618 se introdujo igualmente en otros monasterios. En 1624, ante la abundancia de vocaciones que acudían a Port-Royal des Champs, Angélica fundó una filial en París, que se llamó PortRoyal de París. En 1626 se trasladaron a este monasterio todas las religiosas de Port-Royal des Champs. Por otro lado, Angélica introdujo otra innovación importante. En -1633 fundó otra casa en la proximidad del Louvre, donde se practicó desde el principio la adoración perpetua, que luego introdujo en Port-Royal de París. Hasta aquí la reforma de Port-Royal siguió perfectamente fomentando el verdadero espíritu monástico. Mas por este tiempo, el célebre abad de S. Cyran, Juan Duvergier de Hauranne, decidido partidario de las ideas jansenistas, ganó enteramente para su causa a Angélica y a sus monjas, las cuales aparecen desde entonces en íntima comunicación, aun epistolar, con los dirigentes jansenistas. El resultado fue que Angélica cedió en 1638 Port-Royal des Champs, abandonado desde 1626, y comenzaron a vivir en él los llamados solitarios de Port-Royal, entre los que se contaban Antonio y Roberto, hermanos de Angélica. En 1648 volvió Angélica con un grupo de sus monjas a Port-Royal des Champs, donde se organizó un colegio de muchachas, dirigido por ellas, y otro para muchachos, regido por los solitarios. Port-Royal des Champs quedó, pues, transformado en el centro del jansenismo, por lo cual no sólo los solitarios, sino también Angélica y sus religiosas, mantuvieron la más obstinada resistencia a la condenación de las cinco proposiciones de Jansenio publicada en 1653 P o r Inocencio X. 2. Carmelitas Descalzas 36 : Santa Teresa de Jesús 37 .—Pero entre las reformas de órdenes antiguas merece ser tratada por separado 34 Ibid. Además, Biografía de la Venerable Luisa Blanca Teresa de Bailón, por P . GROSSI, 2.* ed. (Lerins 1878); M Y R I A M , DE G., Louisse de Bailón, párente de Saint Bernard de Menthon et de Saint Fr. de Sales... Reformatrices des Bernardines (París 1935). 35 A n t e todo véanse HEIMBUCHER, I , 3 5 8 S ; SAINTE-BEUVE, G. A., Port-Royal 6 vols. 6.* ed. (París 1901S); M O N L A U R , R., Angéíique Arnauld (París 1901); HALLAYS, A., Les solitaires de PortRoyal (París 1927); SANDERS, E. R., Angéíique of Port-Royal ( L o n d r e s 1928); GAZIER, Histoire du monastére de Port-Royal (París 1929); CALOT, F . - M I C H O N , D . M . , Port-Royal et le jansénisrne (París 1928); S A I N T - R E N É TAILLANDIER, M M E - , G., La tragedle de Port-Royal (París 1950); C A GNET, L., La Mere Angéíique et St. Francois de Sales, 1618-26 (París 1951); LAPORTE, J-, La doctrine de Port-Royal. La morale (d'apres Arnauld) (París 1952). Sobre la reforma de las religiosas cistercienses: SCHMITZ, Moniales bénédictines (Maredsous 1957). 36 Véase, ante todo, la bibliografía general sobre los carmelitas en HEIMBUCHER, II.54S y en otras obras semejantes. Asimismo sobre las reformas de los siglos xv y x v i : HEIMBUCHER, I , 6 2 S ; CROCE, B. M . DELLA, Les Reformes dans l'Ordre du Carmel: «Étud. Carmel.» 19 (1934) II.I55S. 37 E n particular sobre Santa T e r e s a y su reforma véanse en p r i m e r lugar H E I M B U C H E R , I I , 6 4 S ;
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la de las Carmelitas Descalzas, realizada por Santa Teresa de Jesús. En verdad, podemos afirmar que Santa Teresa de Jesús con su reforma, que no sólo se extendió a las religiosas, sino también a los religiosos carmelitas, es un verdadero 'símbolo del espíritu católico, enteramente renovado después del concilio de Trento, y juntamente contribuyó eficazmente en toda Europa a profundizar más el mismo espíritu. En la Orden carmelitana, tanto en los hombres como en las mujeres, se habían observado durante los siglos xiv y xv y principios del xvi los mismos deplorables efectos que en otras órdenes antiguas, y, como en otras órdenes, habían surgido importantes reformas. Sin embargo, a mediados del siglo xvi persistían en muchos de sus conventos, tanto de hombres como de mujeres, diversos abusos, que hacían necesaria una reforma. Teresa de Cepeda, nacida de noble familia avilesa en 1515 3S y educada en un convento de agustinas, después de enconadas luchas por el cariño que le profesaba su padre, pudo al fin entrar en la Orden carmelitana en 1533. Vivió durante unos quince años una vida de gran sequedad y luchas interiores, hasta que, transformado su interior con la contemplación de Jesús flagelado, se sintió impulsada a una vida de entrega absoluta a Dios. El monasterio de la Encarnación, de Avila, dejaba bastante que desear en su disciplina. Por eso, Teresa sintió la inspiración, cada vez más clara, de trabajar por la reforma de la Orden, para lo cual se propuso el plan de fundar una casa donde se introdujera la estrecha observancia. Para ello debía implantarse en todo su rigor la regla primitiva, aprobada por Inocencio IV, y aun añadir algunas cosas, como el andar descalzas y vivir enteramente de limosna. Confirmada en su ideal por algunas almas santas a quienes PASTOR, XIX,i33S. Asimismo, las síntesis d e los buenos manuales d e historia eclesiástica. A d e m á s p u e d e n verse: Obras de Santa Teresa: L A F U E N T E , V. D E : «Bibl. d e A u t . Esp.» 2 vols. ( M a d r i d 1877). M u chas ediciones del Apostolado d e la Prensa y otras. N o t a m o s en particular: Obras completas de Santa Teresa de Jesús, ed. p o r SILVERIO DE SANTA TERESA, O vols. (Burgos 1915-1924); I D . , en u n vol., 4.* ed. (Burgos, 1943): Obras completas de Santa Teresa de Jesús, ed. p o r los P P . E F R É N DE LA M . DE D . y O T I L I O DEL N . J-, 3 vols.: B A C (1951-1960). Asimismo hay ediciones d e las Fundaciones, Moradas, Cartas, Autobiografía, etc. E n t r e las obras más antiguas deben citarse: SANTA M A R Í A , F R . DE, Reforma de los Descalzos de N. S. del Carmen de la prima Observancia, hecha por Santa Teresa de Jesús 2 fols. ( M a d r i d 1644-1645); RIBERA, F R . DE, S.I., La vida de la Madre Santa Teresa de Jesús (la biografía m á s antigua y autorizada) (Salamanca 1590, M a d r i d 1601); ed. r e ciente, anotada p o r J. P O N S , S.I. (Barcelona 1908). Algunas obras recientes sobre la reforma d e Santa T e r e s a : VAUSSARD, M . M . , Le Carmel 12.* ed. (París 1929): SANTA TERESA, SILVERIO DE, Historia del Carmen Descalzo en España, Portugal y América 8 vols. (la obra más completa) (1515-1576) (Burgos 1936). 38 Biografías de Santa Teresa de Jesús: ante todo, la Autobiografía d e la Santa; véase en las ediciones d e sus obras. E n segundo lugar, la biografía del P . RIBERA (n.37). Asimismo otras a n -
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consultó, como San Pedro de Alcántara y San Luis Bertrán, se decidió a poner manos a la obra. Obtenido el apoyo del provincial de los Carmelitas, en agosto de 1562 se propuso con cuatro compañeras realizar su intento. Pero entonces se acumularon tales dificultades, que parecieron imposibilitar en absoluto su realización. Las monjas del convento de la Encarnación lo consideraban como su mayor deshonra; los magistrados de Avila le declararon la guerra más decidida; el provincial se volvió atrás de su primer permiso. Frente a tan enormes dificultades, después de obtener la plena aprobación del célebre teólogo dominico Domingo Báñez, y por su medio un breve favorable de Pío IV, en marzo de 1563 estableció el convento de San José, de Avila, el primero de la reforma. Toda la constancia y firmeza de Santa Teresa de Jesús fue necesaria para mantener su obra. Pero al fin, frente a los mayores obstáculos, se afianzó la fundación. A ello contribuyó eficazmente la confirmación de Pío IV, del 17 de julio de 1565. Pasadas las primeras borrascas, poco a poco se hizo el ambiente más favorable a la santa fundadora. La vida austera y santa de las Carmelitas Descalzas, su extrema pobreza y su vida de estrecha clausura, que tanto contrastaban con el espíritu de libertad de otros conventos ; finalmente, su espíritu de oración y penitencia, hicieron desaparecer poco a poco todos los prejuicios y les conquistaron poderosos protectores. El mismo general, Juan B. Rossi (P. Rúbeo), venido en 1567 a España para visitar sus conventos e introducir las decisiones tridentinas, le dio permiso para fundar nuevas casas y aun de establecer dos de varones, adonde pudieran acogerse los que desearan abrazar la nueva reforma. Armada Teresa con la aprobación pontificia y el permiso de su general, procedió a la fundación de su segundo convento en Medina del Campo, y poco después, allí mismo, habló con el carmelita Fr. Antonio de Hébrida, en quien encontró un decidido colaborador en sus planes. La Providencia le deparó a otro hombre del mismo temple de espíritu que a ella la animaba. Era San Juan de la Cruz 39 , quien el año 1567 había terminado sus estudios en Salamanca y recibido la ordenación sacerdotal. Habiendo fundado Santa Teresa su tercer convento en Malagón en 1568, y cuando se dirigía a Valladolid para una nueva fundación, se encontró en el camino con un noble caballero, quien le ofreció una casita en Duruelo para la erección de un convento de reforma de varones. Juan de la Cruz arregló lo más indispensable
t i g u a s : J E S Ú S - M A R Í A , JUAN D E (1605); G R A C I Á N , G. (1611); V E R D U G O , P A B L O (Barcelona 1615) y
otras. Véase en particular VANDERMOERE, J.: «Act. SS. Boíl.» oct.VII.i.109-790, Separ.: Acta Stae. Theresiae (Bruselas 1845). Biografías recientes: M I R , M . , Santa Teresa de Jesús, su vida, su espíritu, sus fundaciones 2 vols. ( M a d r i d 1912); SALAVERRÍA, J. M . ( M a d r i d 1922); JESÚS, GABRIEL DE ( M a d r i d 1930); BAYLE, C . ( M a d r i d 1932); BERTRAND, D . (París 1927); LEGENDER, M . (Marsella 1929); FORBES, J. A . (Londres 1918); B E R T I N I , G . M . ( T u r í n 1929); JESÚS SACRAMENTADO. CRISÓGONO DE, Santa Teresa de Jesús, su vida y su doctrina (Barcelona 1939); W A A C H , H . , Theresa von Avila. Leben u. Werk (Viena 1949); PAPASOGLI, G . , Santa Teresa d Avila (Roma 1952); W A L S H , W . , Santa Teresa de Avila ( M a d r i d 1954); K R Y N E N , J., Le cantique spirituel de saint Jean de la Croix commenté et refondu au XVÍl" siécle (Salamanca 1948); HORNAERT, R., Sainte Thérése d'Avila. Sa vie et ce qu'il faut avoir lu de ses écrits (Brujas 1951); L A CRUZ, J. M . DE, Características doctrinales y liter. de la escuela míst. carmelit.: «El M o n t e Carm.» 63 (1955) 3 s ; PELTÉER, R., Histoire du Catmel (París 1958); SEVERINO DE SANTA TERESA, Santa Teresa de Jesús por las Misiones (Vitoria 1959); L A CRUZ, T . DE-SAGRADA FAMILIA, S. DE LA, La reforma teresiana. Documentarlo hisiór. de sus primeros días: «Bibl. Carmel.» 3 ser.l (Roma 1962); 1 V centenario de la Reforma Teresiana. Sobre aspectos apostólicos de la reforma teresiana...: «RevEsp» 22 (1963) 3-193.
39 Sobre San Juan d e la C r u z véanse ante todo las síntesis d e las obras generales, y en p a r t i cular HEIMBUCHER, JI,68s; PASTOR, X I X , I 5 0 S . Asimismo pueden v e r s e : Obras de San Juan de la Cruz: ed. GERARDO DE SAN JUAN DE LA C R U Z (Toledo 1912); ed. S I L VERIO DE SANTA T E R E S A (Burgos d e 1929-1930); I D . , ed. pequeña, 3.* ed. (Burgos 1943). O t r a s muchas ediciones y traducciones. E n particular ed. d e CRISÓGONO DE JESÚS, Vida y obras de San Juan de la Cruz: e n B A C , n.15 3 . a ed. ( M a d r i d 1956). E n t r e las biografías antiguas n o t a m o s : JESÚS-MARÍA, JOSÉ DE, Historia de la vida y virtudes del Venerable P. Fr. Juan de la Cruz (Bruselas 1628); SAN JOSÉ, JERÓNIMO DE, Historia del Ven. P... ( M a d r i d 1629). Biografías fundamentales: JESÚS-MARÍA, BRUNO DE, Saint Jean de la Croix (Pa-
rís 1929), t r a d . cast. p o r E L E U T . D E LA V I R G E N D E L G. ( M a d r i d 1947); SANTA T E R E S A , S I L V E R I O
DE, vol.5 d e «Hist. del C a r m e n Descalzo» (Burgos 1936); CRISÓGONO DE JESÚS, obra citada antes. O t r a s biografías: B A R U Z I , J. (París 1924); KRONSEDER, I. (1926); V I R G E N DEL C A R M E N , EVARISTO
DE LA (Toledo 1927); PEERS, A L I S O N , Spirit of fíame. A history ofjohn ofthe Cross (Londres 1943); SENCOURT, R., San Juan de la Cruz, carmelita y poeta (Buenos Aires 1947); M A D R E DE D I O S , E F R É N DE LA, San Juan de la Cruz (Zaragoza 1947); VEGA, L . A . DE, San Juan de la Cruz. Su vida, sus mejores páginas, su época (Madrid 1961).
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de aquella casita, que San^a Teresa llamaba con gracia el establo de Belén, y empezó su vida de austera observancia. No mucho después se le juntó el P. Antonio de Hébrida, y el 28 de noviembre de 1568 inauguraron ambos el primer convento de la reforma carmelitana de varones. Rápidamente siguieron entonces las fundaciones de la reforma carmelitana: en Pastrana y Mancera, en Alcalá y Salamanca, donde se establecieron colegios para sus estudiantes al lado de las respectivas Universidades; en Granada y Sevilla y otros lugares. Pero estos rápidos progresos de la reforma promovieron una apasionada oposición entre los Carmelitas. En un capítulo general de 1575 celebrado en Plasencia, se decidió obligar a todos los reformados a volver a la obediencia del provincial carmelita. Con este objeto, el principal adversario de la reforma, el Tostado, fue elegido vicario general, quien se propuso visitar todos los conventos fundados por Santa Teresa. No contentos con esto, en la noche del 4 de diciembre de 1577 apresaron a San Juan de la Cruz, lo encerraron en Toledo en una cárcel y lo trataron con inhumana dureza. De un modo semejante se procedió con Santa Teresa. El general Rossi le prohibió toda nueva fundación y la obligó a quedar como secuestrada en un convento de Toledo, tiempo que ella utilizó para la redacción de sus Fundaciones y para escribir cartas de consuelo y en defensa de su obra. Entre tanto, San Juan de la Cruz había conseguido evadirse de la cárcel y continuaba trabajando por la reforma. Los protectores de Santa Teresa, en particular Felipe II, se pusieron en movimiento, y, gracias a ellos, Gregorio XIII en 1580 concedía a Teresa la facultad de formar con sus fundaciones una provincia. El mismo año, en un capítulo celebrado en Alcalá, se publicaban los estatutos, compuestos bajo la inspiración de la Santa. Teresa continuó trabajando sin cesar en la erección de nuevas casas reformadas. En conjunto llegó a organizar 17 de mujeres y 15 de hombres. Al morir ella en octubre de 1582, su obra estaba plenamente consolidada 40 . San Juan de la Cruz tuvo que atravesar todavía gravísimas dificultades, pero continuó trabajando sin descanso por la reforma. Particularmente sensible fue la oposición encontrada en el seno mismo de los Carmelitas Descalzos; se llegó al extremo de desposeerlo del cargo de definidor en 1591 y desterrarlo en un convento aislado de Sierra Morena, desde donde se trasladó a Ubeda. Allí murió el 14 de diciembre del mismo año después de haber apurado hasta las heces el cáliz del sufrimiento 41 . 40 He aquí algunas obras sobre diversos aspectos de la vida de Santa Teresa de Jesús: SANTA TERESA, SILVERIO DE, Santa Teresa, modelo de feminismo cristiano (Burgos 1931); ID., Ahumadita la simpática, o sea, Santa Teresa de Jesús y sus relaciones de amistad (Burgos 1933); HORNAERT, R., Ste. Thérése écrivain. Son millieu. Ses facultes. Sonoeuvre (París 1922); GIOACHINO, LÉON DE, La joie chez Sainte Thérése d'Avila (Bruselas 1930); SANTA MARÍA MAGDALENA, GABRIEL DE, S. Teresa di Gesü, maestra di vita spirituale (Milán 1935); NACK, A., Das mystische Erlebnis der Gottessuche bei der hl. Theresia (1930); ARINTERO, J., Unidad y grados de la vida espiritual según las Moradas de Santa Teresa (Salamanca 1923); LARRAÑAGA, V., La espiritualidad de San Ignacio de hoyóla: estudio comparativo con la de Santa Teresa de Jesús (Madrid 1944); MARTÍN, J., Las moradas de Santa Teresa y el misticismo literario (Buenos Aires 1946); LEPÉE, MARCEL, Sainte Thérése d'Avila: le réalisme chrétien (París 1947); AUCLAIR, M., La vie de sainte Thérése d'Avila, la dame errante de Dieu (París 1953). 41 Sobre la mística de San Juan de la Cruz, PEERS, E. A., Studies ofthe Spanish Mystics 2 vols. (Londres 1927-1931); BERRUETA, J. D., Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz (Madrid 1915); CRISOGONO DE JESÚS SACRAMENTADO, San Juan de la Cruz, el hombre, el doctor, el poeta
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Pero, no obstante estas contrariedades, la reforma de Santa Teresa se extendió cada vez más rápidamente. De España pasó desde 1584 a Italia; desde 1605 se extendió en Polonia; desde 1609, en Francia, Bélgica, Alemania y otros territorios. En 1593 concedió Clemente VIII a los Carmelitas Descalzos un general propio, y en 1600 dispuso que formaran dos Congregaciones independientes, la española y la no española. La primera contaba seis provincias, que luego subieron a diez; la no española llegó a tener veinticuatro. Hasta nuestros días se ha acreditado por su elevada espiritualidad. VI.
OTRAS ÓRDENES Y CONGREGACIONES RELIGIOSAS Y DIVERSAS INSTITUCIONES DE PERFECCIÓN FEMENINAS
Podemos señalar un número considerable de órdenes y congregaciones religiosas femeninas y otra clase de asociaciones de nueva fundación que pueden ser consideradas como instrumentos especiales de la Providencia para colaborar en la reforma de la Iglesia católica. 1. Religiosas Ursulinas 42 .—Ante todo, debemos notar un verdadero ejército de institutos religiosos de mujeres dedicados principalmente a la enseñanza. En esta nueva labor de los institutos religiosos femeninos, las que se presentan en cabeza son las Ursulinas. Su fundadora fue Santa Angela de Mérici, nacida en Desenzano, cerca del lago Garda, en 1474, que en 1535 fundó en Brescia una institución de tipo completamente nuevo dedicada a la enseñanza de las jóvenes. Lo sorprendente de la nueva sociedad eran las normas o constituciones que le dio Angela, que la presentan como algo completamente nuevo. Era una asociación de vírgenes que permanecían en parte en el seno de sus familias y no pronunciaban votos especiales, pero se obligaban a seguir una norma determinada de vida y a vivir bajo la obediencia a una superiora. Era, pues, una sociedad de vida de perfección que no podía considerarse como Congregación religiosa. Tal fue la primera idea de Santa Angela, elegida superiora general en el capítulo celebrado en 1537. La asociación desplegó una gran actividad en la instrucción de los niños, en la visita de enfermos y otras obras de caridad. Ya la inmediata sucesora de Santa Angela, Lucrecia de Lodron, obtuvo de Paulo III una primera innovación al introducir un hábito especial. Pero el que dio un paso de mayor trascendencia fue San (Barcelona 1935); SANTA MARÍA MAGDALENA, GABRIEL DE, S. Giovanni della Croce, dottore dell' amore divino (Florencia 1937); BARUZI, J., S. Jean de la Croix et le probléme de l'expérience mastique 2.» ed. (París 1931); SANSÓN, H., L'esprit humain selon St. Jean de la Croix (París 1953); SAGRADA FAMILIA, DOROTEO DE LA, Diálogos místicos sobre la «Subida del Monte Carmelo» (Barcelona 1942); ID., Guía espiritual... según la doctrina del místico doctor de la Iglesia San Juan de la Cruz (ibid., 1942). 42 Véanse ante todo HEIMBUCHER, L628S; HÉLYOT, IV.ISOS. Asimismo, POIRIER, A. D., L'institut des Ursulines de Jésus: «Les grands Ordres reí.» (París 1932); POSTEL, V., Histoire de Ste. Angele M. et de tout l'Ordre des Ursulines 2 vols. (París 1878); aPASTOR, XXVI.Sis; GARIONI BERTOLOTTI, G., S. Angela Mérici, vergine Bresciana, 1474-1540 3. ed. (Brescia 1950); DAINVILLE, F. DE, Vocees des religieuses á la vie active: «VieSpir» 81 (1949) 36-61; LESAGE, G., L'accesion des Congrégations á l'état rélig. (Ottawa 1952); Annales de L'Ordre des Ursulines (CleimontFerrand 1857); RENAUDIN, P., Sainte Angele de Mérici et l'ordre des Ursulines (París 1922); CRISTIANA L-, La merveilleuse histoire des premieres ursulines francaises (París 1935); ARON, M., Les ursulines (París 1937); BERNOVILLE, G., Le cloítre dans le monde. Anne de Xaintonge fondatrice de la Compagnie de Sainte-Ursule (¡¡67-1621) (París 1937)-
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Carlos Borromeo, quien se sirvió de ellas en su diócesis de Milán, y, por medio de una bula de Gregorio XIII, introdujo en 1572 la vida común y los votos simples, y tanto llegó a estimar la obra realizada por las Ursulinas, que afirmaba que no conocía cosa mejor para la transformación y reforma religiosa de un pueblo. El año 1608 entraron las Ursulinas en París, donde bien pronto se les juntaron algunas hijas de las mejores familias. Por esto les fue edificado un colegio de grandes proporciones en Rue-Saint-Avoye, para el cual se compusieron nuevas constituciones sobre la base de la regla de San Agustín 43 . Apoyándose en esta regla, se obtuvo de Paulo V, para el convento de París, que pudieran hacer votos solemnes y observar clausura rigurosa. De este modo se formó la Congregación de París de las Ursulinas, que llegó a reunir 84 conventos, que se distinguieron por su rigurosa disciplina, como verdadera Orden religiosa. A su lado se constituyeron otras Congregaciones de Ursulinas de fotos solemnes. La primera fue la de Lyón44, que llegó a contar cien casas; la de Burdeos, que se extendió por toda Francia y alcanzó cerca de ciento cincuenta casas, y otras. Recientemente se ha realizado una unión, denominada Unión Romana, de las Ursulinas, a la que pertenecen unas doscientas veinte de las cuatrocientas casas que posee en conjunto la institución. Las demás pertenecen a diversas ramas de Ursulinas (París, Burdeos, Lyón, etc.) 4 5 .
casas. Desde 1650 hizo su entrada en España, donde tuvo desde el principio buena acogida. Asimismo en lo sucesivo se introdujo en otros territorios. Pero la fundadora hubo de pasar duras tribulaciones, hasta verse depuesta de su cargo de general y tener que vivir tres años sometida a un trato desconsiderado. Murió en 1640.
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2. Compañía de María 4 6 .—Así se llamaba generalmente la Congregación de Nuestra Señora fundada en 1606 por Santa Juana de Lestonac, y que ha experimentado diversas acomodaciones hasta la última unión de nuestros días. Habiendo entrado primero en otra Orden, Juana se vio forzada a salir de ella; pero luego fundó en 1606, en Burdeos, un instituto sobre la base de la regla de San Benito. Su objetivo principal fue desde un principio la educación de las jóvenes, tomando como ejemplo y modelo a la Compañía de Jesús. Por esto mismo se le aplicó el título de Compañía de María. En realidad, pues, como Orden religiosa de votos solemnes, la Compañía de María es la más antigua dedicada a la enseñanza, según se ha probado recientemente. No obstante las dificultades con que tuvo que luchar por el poco ambiente que entonces existía en la educación de las mujeres, se extendió rápidamente en Francia, sobre todo después de la aprobación como Orden religiosa con votos solemnes y clausura papal, concedida por Paulo V en 1607. Consta que en 1622 poseía ya en Francia treinta 43 P u e d e n verse HEIMBUCHER, I,633s; H É L Y O T , I V , i 5 7 s ; LEYMOUT, H . DE, Mme. de SainteBeuve et les Ursulines de París (Lyón 1889); Constitutions des Religieuses de Ste. Ursule de la Congrég. de París, div. ed. 44 Véanse H É L Y O T , I V , I 8 S S ; Constitutions... (Lyón 1628 y otras). 45 Véase una síntesis d e todos estos hechos en HEIMBUCHER, 1,6365. 4 * Véanse ante t o d o HEIMBUCHER, I , 3 O 6 S ; H É L Y O T , VL340S. E n particular sobre Santa Juana d e L e s t o n a c : Monografías: M E R C I E R (París 1900): SARDI (Roma 1900); COUZARD (París 1902): «Les Saints»; D U P R A T (París 1907); VIGURI EI.CORO, M . DEL C., Exclaustrada y misionera, o Vida de Santa Juana de Lestonac, baronesa de Montferrand-Landiras, fundadora de la Orden de Nuestra Señora (Enseñanza) (Bilbao 1949); TESTORE, C . S a n t o Giovanna de Lestonnac, fondatrice dell'ordine delle Figlie di Ntra. Signara (Compagnia di Maria) (Roma 1949); H O E S L , P., Au service de la jeurtesse. Sainte Jéanne de Lestonnac, fondatrice (París 1949): S T I É N O N DU P R É , J., Ste. Jeanne de Lestonnac (París 1955). • ^ • ,, ; ^... \ • :v-- : \ •..•...:•• -••••••--• •- r•'...• •: •' -
3. Instituto de la Bienaventurada Virgen María 47 .—Tal es el título oficial de la Congregación fundada el año 1609 en St.-Omer por la inglesa María Ward. Su objeto era atender a la cristiana educación de las jóvenes inglesas refugiadas en Europa a causa de la persecución de los católicos en Inglaterra. Es de particular importancia la obra realizada por esta Congregación por haber sido la primera que trató de aplicar a la educación femenina el sistema empleado por la Compañía de Jesús en la educación de los jóvenes. En efecto, María Ward con sus primeras compañeras inició en 1609 su vida común sobre la base de las reglas de los jesuítas, y rápidamente tuvo tanto éxito, que pudo abrir nuevos colegios en Lieja, Colonia, Tréveris, Munich y Viena. Mas como el nuevo Instituto introducía la novedad de aflojar notablemente la clausura religiosa y, por otra parte, se fueron acumulando otras acusaciones contra la fundadora, al fin Urbano VIII, el 13 de junio de 1631, publicó una bula por la que declaraba nulos los votos de todos sus miembros y disolvía la institución. María Ward se dirigió a Roma para defender su causa, y de hecho logró sincerarse. Poco después, María Ward volvió a Inglaterra, y allí murió en 1645, cerca de York. Modernamente se ha conseguido poner plenamente en claro la injusticia de todas las acusaciones y la heroica virtud con que María Ward supo sobrellevarlas. Su obra tuvo que atravesar tiempos sumamente difíciles. La casa fundada en Munich entre 1626-1627 con el apoyo decidido de Maximiliano I de Baviera, se mantuvo aun después de la bula de Urbano VIII. Poco después se fundaron dos pequeños colegios en Londres y York. Estas casas y la establecida en Roma en 1634 conservaron el espíritu de la Congregación, si bien ésta no obtuvo un desarrollo próspero. Durante el resto del siglo xvn y todo el siglo xvni continuó el Instituto de las Damas inglesas llevando una vida lánguida, aunque de hecho se establecieron nuevos colegios en Augsburgo (1662), St. Polten (1706), Bamberga (1717) y otros. Desde entonces fue Munich el centro del Instituto, y allí se redactó definitivamente su regla, que recibió su aprobación en 1703 por Clemente XI. 4. Religiosas de Nuestra Señora 48 .—Su fundadora, Alicia Le Clerc, después de llevar algún tiempo una vida ligera, se convirtió por 47 Véanse ante todo HEIMBUCHER, II.454S; PASTOR, XXV169S.285. Asimismo, LEITNER* J'., Gesch. der Englischen Fr. (1869); PECHMANN, M . V., IBMV., Gesch. des Engl. Institus in Bayern (1907); W I N K L E R , M . T H . , M a r í a Ward u. das instituí der Engl. Fr. in Bayern (1926); R I E S C H , H . , Maria Ward (Innsbruck 1921); Vida de María Ward, fundadora del Instituto de la Bienaventurada Virgen M a r í a , trad. por J. LLOVERA (Barcelona 1948); GAGERN, E . V., Nur Frauen. Die Ordensidee Maria Ward (1949): GRISAR, J., S.I., Das rómische Verfahren gegen Maria Ward und ihre Ordensgründung (1950) (próximo a aparecer en «Mise. Htst. Pont.»; ID., Maria Ward aufdem Weg zu einem neuen Frauentum: «St. Zeit» 152 (1952-53) 2os; GHAMBERS, M . C. E., The Ufe of Mary Ward (1585-1645), ed. por H . J- Coleridge, 2 vols. (Londres 1889); GRISAR, J., Wie es zur Aufhebung des ersien Institules der Engl. Fráuleinkam (1631)? (Augsburg 1962); GÓRRES, J. F . , Das grosse Spiel der Maria Ward (Frankfurt i g 5 2 ) ; BRAVO, B., Muría Ward «mujer incomparable» (Pío XII) (Bilbao 1962).
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entero a Dios, y se sintió movida a consagrarse de lleno a la educación cristiana de las jóvenes, fundando una nueva institución. Para ello encontró un apoyo decidido en Pedro Fourier, párroco de Mattaincourt, y así iniciaron ambos su obra en Poussey en la primavera de 1598, poniéndose bajo la dirección de los jesuítas. El mismo Fourier redactó sus constituciones, que fueron aprobadas en 1602 por el cardenal de Lorena, y bien pronto se fundaron diversas casas, particularmente en Nancy. La aprobación definitiva se la dio el papa Paulo V el 1 de febrero de 1615, elevando a la institución al rango de Orden religiosa con votos solemnes con el título de Religiosas de Nuestra Señora. Después de la muerte de Alicia en 1622 siguió extendiéndose el instituto, que a la muerte de Fourier en 1640 contaba ya cuarenta y ocho casas.
Orden de la Visitación. Como obra principal de San Francisco de Sales, sus miembros fueron designados desde un principio con el nombre de Salesas. El 5 de junio de 1611, el Santo recibía los votos de las tres primeras profesas; pero inmediatamente se planteó la primera dificultad. Con el objeto de que pudieran atender mejor al cuidado de los enfermos y a la educación de las niñas, San Francisco de Sales quiso introducir dos innovaciones fundamentales: quitar la clausura rigurosa de las profesas y dejar el hábito, conservando un vestido negro. Al mismo tiempo debían hacer solamente votos simples, lo cual chocaba con las ideas del tiempo, que no concebían a las verdaderas religiosas sin votos solemnes y completa clausura. La misma dificultad habían tenido otras instituciones, como la Compañía de María. Viendo, pues, el Santo todas estas dificultades, cambió su primer plan, y de este modo, por un breve de Paulo V de 23 de abril de 1618, el Instituto quedó constituido en Orden religiosa con votos solemnes. El mismo Santo redactó sus constituciones, que recibieron la aprobación pontificia de Urbano VIII en 1626. Muerto el fundador en 1622 51 , Santa Juana Francisca completó la legislación con sus Costumbres y Directorio y sus Respuestas y dio un impulso extraordinario a la Orden. A su muerte, ocurrida en 1641, contaba ya ochenta y seis casas. Su labor fue en verdad admirable. Estableció pensionados, donde recibía su formación una élite de la sociedad cristiana, y se distinguió siempre por su espíritu de caridad para con los pobres y necesitados. Por esto se extendió rápidamente por Italia, Bélgica, Alemania, Polonia, España, América, Asia y por todo el mundo. En el siglo x v m contaba unas ciento sesenta y ocho casas. De su historia, sumamente rica en almas que se distinguieron por su santidad y virtud religiosas, notaremos únicamente a Santa Margarita María de Alacoque (1690), alma privilegiada, confidente de Jesucristo en sus frecuentes apariciones e instrumento suyo en la introducción de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús 52 .
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5. Religiosas de la Visitación o Salesas 49 .—Más importante todavía que las precedentes es, indudablemente, la Orden de las Religiosas de la Visitación, fundada en 161 o por San Francisco de Sales y Santa Juana Francisca Frémiot de Chantal, destinada igualmente a la instrucción de la juventud femenina y a diversas obras de caridad. Hacía tiempo que San Francisco de Sales había concebido el plan de la fundación de esta institución al contemplar la necesidad de ocuparse de la buena formación del mundo femenino. Por otra parte, deseaba también un Instituto en el que pudieran consagrarse a Dios y ai servicio de los demás multitud de almas algo avanzadas en edad o enfermizas, pero con fuerzas suficientes para trabajar en el apostolado con el prójimo. Dejando un poco del rigor monástico antiguo, podría suplirse con el espíritu interior y con las obras de caridad. Dios, pues, le dio a conocer a la baronesa de Chantal 50 , que, habiendo quedado viuda, deseaba entregarse de lleno al servicio de Dios. El 6 de junio de 1610 inició, junto con varias compañeras, la vida común, poniendo la base de la 4 * Véanse HEIMBUCHER, I , 4 6 I S ; H É L Y O T , I I , 4 2 5 S ; La me de la Mere Alix le Clero..., rced. p o r A . GAUDELET (Bruselas 1882); Alice leClerc 2 vols. (Lieja 1889); B U I L L E M I N , J. B . (París 1910); ENTRAYGUES, L . , La bienheureuse Jeanne de Lestonac... (1556-1640) (Périgueux 1940); AZCÁRATE RISTORI, I. DE, El origen de las órdenes femeninas de enseñanza y la Compañía de María (San Sebastián 1963); RENARD, E., La mere Alix Le Clerc, religieuse de la Congrég. de Notre Dame (París 1935); RBMIREMOND, A . DE, Mere Alix Le Clerc (1516-1622) (París 1964); FOURIER-BONNARD, Saint-Pierre Fourrier (París 1953). 49 A n t e t o d o , véase la bibliografía sobre San Francisco d e Sales, c.13. Asimismo, M A C H E Y , D O M , Obras de San Francisco de Sales, ed. completa, 22 vols. (Ginebra 1892S); Constitutions des Religieuses de la Visitation (Paris 1625, 1645 y repet. ed.). Biografías y obras similares sobre el Santo y la O r d e n d e la Visitación: RIVIÉRE, L . DE LA, Vie du S. Francois de S. (Lyón 1624 y repet. ed.); SALESIUS, C . A . (sobrino del santo obispo), De vita et rebusgestis F. Salesii líbri X(Lyón 1634 y repet. e d . ) ; CAMUS, J. P . , Uesprit de Sí. Francois de S. 6 vols. (París 1642 y repet. e d . ) ; Sí. Francois de S., peint par lesDamesde la Visitation 6 vols. ( L y ó n 1840); Z U H E R , L., La Visitation SainteMarie (París 1923); DESCARGNES, M . , AUX origines de la Visitation: «Nouv. Rev. Théol.» 73 (1051) 483»; Obras selectas de San Francisco de Sales I : B A C n.109 ( M a d r i d 1953). Véase PASTOR, XXVI,58s. 50 Sainte Jeanne Francoise Frémiot de Chantal, sa vie et ses oeuvres, éd. authéntique, por las Relig. d e la Visit., 8 vols. (Annecy y París 1874S). Biografías recientes: BOUGAUD, E., Histoire de Ste. Chantal et les origines de la Visitation 13.* ed. 2 vols. (París 1899); SANDERS, E. C . ( L o n d r e s 1919); CLARUS, L-, Leben des hl. Franz von Sales, der hl. Joahnna Franziska v. Chantal u. ihrer Ordensc/uuesteTn 2.* ed. 2 vols. (18873); M Ü L L E R , M - , Die Freundscha/t des hl. Fr. von S. mit der hl. Johanna Franziska von Ch. 2.*ed. (1924); M A D E L E I N E - L O U I S E DE S I O N , Physionomie d'une sainte, Jeanne de Chantal (París 1950); BARDI, G., Santa Ciovanna Francisca de Chantal (Florencia 1949); H A M E L STIER, A . , Johanna Franciska v. Chantal. Eih Lebensbild aus der Wende des XVII Jh. 2.*ed. (1950); SAUDREAU, A . , L'oraison d'aprés Ste. J. de Chantal (Paris 1926); MEZARD, D . , D o c trine spirituelle de Ste. J. de Chantal (Paris 1928); M A R D U E L , M . , L' ame ardente de sainte Chantal (París 1955); LEFLAIVE, A., Ste. Jeanne de Chantal (París 1962). Véase PASTOR, XXVI,57S.
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6. Hijas de la Caridad 53 .—Profundamente impresionado San Vicente de Paúl por la necesidad y miseria de los pobres y enfermos, organizó en 1617 una Confraternidad de la Caridad, que recibió su 51 Sobre diversos p u n t o s d e la espiritualidad de San Francisco d e Sales y d e la O r d e n de la Visitación: BOULENGER, T . , Études sur St. Francois de S. 2 vols. (París 1844); EGGERSDORFER, F . , Die Aszetik des hl. Franz v. S. (1909); V I N C E N T , F., S Í . Francois de S., directeur d' ames (París 1926); ARCHANGELUS, P . , Der hl. Fr. von S. ais Verehrer und Lehrer der Eucharistie (1931); ESPLUGAS, M . D . , Sant Francesc de S. Estudi, Esprit, Máximes (Barcelona 1904); DESCARGUES, M . , AUX origines de la Visit.: «Nouv. Rev. Théol.» 73 (1951) 483S; Obras selectas: B A C , n.109 y 127 (Madrid 1953-1955); CHARMOT, F . , Deux maítres, une spiritualité: Ignace de Loyola, Francois de Sales: «Serie spirit.»(París 1963); RAVIER, A., St.-Francois de Sales: Biographiepar l'image (Lyón, s.a.). 52 P u e d e n verse las monografías d e CAUTHEY, 3 vols. 4 . a e d . (París 1914); BOUGAUD, E., I2.*ed. (París 1919); H A M O N , A., Histoire de la dév. au Sacre Coeur 3 vols. (París 1923-1928); SÁENZ DE T E J A D A , J. M . , Vida y obras principales de Santa Margarita María de Alacoque (Bilbao 1943); K R I V E , J., Sainte Marguerite-Marie (París 1948). 5 3 Véase la bibliografía sobre San Vicente d e Paúl arriba, p.867. A d e m á s , HEIMBUCHER, I I , 461S; H É L Y O T , V I I I , i 0 2 s ; PASTOR, XXVI,231S. Asimismo, COSTE, P., Les Filies de la Charité de St. Vincent de Paul (París 1923); I D . , S Í . Vincent de Paul et les Dames de la Ch. (París 1918); PORTAL, F . , Les Filies de la Charité de St. Vincent de P. et la b. Louise de Marillac (París 1921); COLLARD, M . , Les Filies de la Ch. (Abbeville 1928); C E L I E R , L., Les F. de la Ch. (París 1929); R E N A U D I N , P . , Les F . de la Ch. (París 1930); LALLEMAND, L . , Histoire de la Charité I I I - I V (París 1912); P O I N S E N E T , M . - D . , De la société á la sainteté. Louise de Marillac (París 1958).
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De Latero
a la paz de
Westfalia
C.8. El pontificado después de Trento
aprobación del obispo de la diócesis. Esta asociación, impulsada y dirigida por el celo del Santo, realizó una obra admirable en el socorre de toda clase de necesitados. Por eso en pocos años se estableció hasta en treinta localidades, e incluso llegó a París. En esta obra, su principal apoyo fue Santa Luisa de Marillac, casada con Antonio le Bras y viuda desde 1625. Con ocasión de la peste de París de 1631, la Sr* Le . Bras y la Confraternidad de la Caridad realizaron prodigios de caridad. Como a esta primera asociación pertenecían principalmente personas casadas, no podía darle una forma permanente. Por esto concibió la idea de constituir una sociedad de jóvenes que se consagraran a este mismo ministerio de una manera fija. Así, pues, el año 1533 estableció en la misma casa de Luisa de Marillac, y contando con su pleno apoyo, la nueva institución. Rápidamente se juntaron algunas doncellas, y así, el 25 de marzo de 1634, juntamente con la ¿>r.a Le Bras, se obligaron con voto al servicio de los necesitados. En esta forma quedó fundada la asociación de las Hijas de la Caridad, que es una institución de vida común, con votos temporales para un año. La obra creció con extraordinaria rapidez. San Vicente redactó sus reglas, que recibieron su aprobación pontificia en 1668. En esta forma se extendieron por toda Francia, Polonia, Países Bajos y por todo el mundo. En el siglo x v m poseían cerca de trescientas casas. Mayor extensión todavía han alcanzado en la actualidad, no obstante las ramas independientes que se han formado, entre ellas la española. CAPITULO
El Pontificado
después
VIII
de Trento
1
El movimiento de reforma católica iniciado en la Iglesia antes del principio del protestantismo, pero intensificado después de él y organizado por el concilio de Trento, recibió su más plena eficacia por medio de la acertada actuación de los romanos pontífices que siguieron al concilio de Trento: San Pío V (1566-1572), Gregorio XIII (1572-1585) y Sixto V (1585-159°)- Por esto, la historia les ha aplicado justamente el calificativo de papas reformadores. Después de ellos, una vez introducido en la Iglesia el ritmo de su renovación, Jos demás pontífices, desde Gregorio XIV a Inocencio X (1590-1655), continuaron enérgicamente la obra comenzada de reforma católica. 1 A d e m á s d e las obras generales para la Edad Nueva, las q u e se refieren a la renovación católica y al Pontificado e n este período, recomendamos e n particular: Fuentes.—Bullarium Romanum, ed. Taurinense, vol.ós; M I R B T , O , Quellen zur Gesch. des Pápstums and des rom. Katholizismus 4.* ed. (1924); Nuntiaturberichte... I, p o r el Inst. H i s t . Prus. d e R o m a ; I I , p o r la Comis. d e la Acad. d e Viena; I I I , p o r el Inst. Hist. d e R. E n sus cuatro secciones c o m p r e n d e n casi todo este período y son d e importancia fundamental. Bibliografía.—PASTOR, L . VON, Historia de los papas..., trad. cast., V0I.14S (Barcelona 1027S); SEPPELT., F . J., Gesch. des Pápstums 6 vols. (103OS); R A N K E , L . V., Die rom. Pdpste... 3 vols. 20.* ed. (1910); C R E I G H T O N , M . , History ofthe Papacy during the Reformation 5 vols. (Londres 1901); H E R R É , P., Papsttum u. Papstwahl in Zeítalter Philipps II (1907); RODOCANACHI, E . , La Reforme en Italie 2 vols. (París 1920-1921); SABA-CASTIGLIONI, Historia de los papas, trad. cast., 2 vols. (Barcelona 1952). Asimismo, CRISTIAN:, L . , L'Église a l'époque du concile de Trente: «Hist. d e l'Église» d e F L I C H E - M A R T I N 17 (París 1948); HAUSER, H . , La preponderarle espagnole, ,ssg-l66o: «Peupl. et Civil.» 9 (París 1948); EDER, C , Gesch. der K. 183S (Viena 1949); W I L LAERT, L . , La restauration cathotique: «Hist. de l'Église», p o r F L I C H E - M A R T I N , vol. 18 (París 1960); JEDIN,' H . , a r t . Katholische Reform: «LexThK» 6 (1961) 84-87; JANELLE, P „ Riforma cattolica. Antología di documenti a cura di M. Bendiscioli e M . Marcocchi (Roma 1963).
I.
L O S TRES PAPAS
'
8gi
REFORMADORES
2
i. San Pío V (.1566-1572) .—San Pío V llamábase Miguel Ghisleri y era bien conocido por su ascetismo y su extraordinario celo por la fe católica frente a las nuevas corrientes ideológicas, según lo había dado a conocer como inquisidor durante el pontificado de Paulo IV. Una de las pruebas más claras de los nobles sentimientos que intervinieron en su elección fue el hecho que, habiendo estado en una especie de entredicho durante el pontificado de Pío IV, tío carnal y protector de San Carlos Borromeo, éste fue el principal promotor de la elección de Pío V 3. Así, pues, desde un principio, San Pío V se entregó de lleno a los dos objetivos que debían llenar por completo su pontificado: la reforma de costumbres conforme a los decretos tridentinos y la defensa de la fe, combatida en todas partes. Decidido a poner en práctica la reforma tridentina, comenzóla en su persona, dando el más vivo ejemplo de austeridad y espíritu religioso. Desterró por completo el nepotismo, dejando a sus parientes en el estado sencillo en que se encontraban, y sólo consintió en la elevación al cardenalato de uno de sus nepotes, Miguel Benelli, llamado cardenal alejandrino por voluntad y como imposición del colegio cardenalicio. Desde un principio tuvo cuidado especial de los pobres, entre los cuales distribuyó las gruesas sumas que otros papas derrochaban en los banquetes y grandes festivales de la coronación y otras fiestas exteriores pontificias. Por otra parte, inició inmediatamente grandes obras públicas con el objeto de dar ocupación a los trabajadores y mejorar las condiciones del pueblo. Así, entre otras cosas, se emprendieron de nuevo los trabajos de la basílica de San Pedro y se repararon los acueductos de la fuente de Trevi. Pero donde desplegó Pío V mayor actividad fue en el mejoramiento espiritual y reforma de costumbres. Así, trabajó incansablemente por eliminar los festivales o diversiones inmorales, y, no pudiendo suprimir los excesos populares de carnaval, se retiraba durante esos días al convento dominico de Santa Sabina. Por otra parte, procuró con toda energía suprimir la usura, por lo cual relegó a los judíos a sus ghettos o barrios propíos y estableció en todas partes montes de piedad. Con el nombramiento de nuevos cardenales y obispos que sobresalían principalmente por sus cualidades morales, inició un cambio benéfico en este punto, ya que una buena parte de los cardenales y prelados se consideraban más bien como príncipes seculares que como 2
Sobre el pontificado de San P í o V véanse e n particular:
Fuentes.—Bull. Officíi spectantes:
dondencia...
Rom.,
Opera,
tribunal
Sancti
d e D I A N A , A . , ed. M A R T Í N DE A L C O L E A , V , 5 3 7 S ; SERRANO, L . ,
ed. T a u r i n e n s e ,
VII,422s; Litterae...
Corres-
entre España y la Santa Sede durante el pontificado
ad pontif.
de San Pío V 4 vols. (Roma 1914).
Bibliografía.—Ante todo. PASTOR, X V I I ; G R E N T E , G., Saint Pie V (París 1904); S P E Z I , P., Pío V ( R o m a 1905); H E L D E y A M A N N , art. Pie V: «Dict. T h é o l . Cath.»; HIRSCHAUER, C , La politique de S. Pie V en France (París 1922); PETROCCHI, M . , La controrriforma in It. (Roma 1947); G R E N T E , CARD. G . , Le pape des grands combats: S. Pie V (París 1956). 3 H I L L I G E R , B „ Die Wahl Pius V (1891); PASTOR, XVII.59S; FRANZEN, A . , art. Pius V: «LexThK» 8 (1964) 831-832; SABA-CASTIGLIONI, S. PÍO V (1566-1572), e n Hist. de los Papas 2." e d . (Barcelona 1964) 352-369.
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De Lulero a Ja paz de Westfalia
reformadores religiosos. La Providencia le deparó para ello un ejemplo admirable en la persona de San Carlos Borromeo, el cual desplegó en su archidiócesis de Milán, y aun fuera de ella, una intensa actividad reformadora, que sirvió de modelo a otros muchos prelados. Al mismo objeto fueron encaminados sus esfuerzos por la reforma de las órdenes religiosas. Esta se había iniciado ya en gran escala, pero Pío V la fomentó constantemente y le dio nuevos alientos. De este modo, mientras favorecía decididamente el movimiento de reforma de los Observantes franciscanos en España y les atribuía las casas de los Conventuales, protegía igualmente el desarrollo de las diversas congregaciones benedictinas, que tanto contribuyeron a la renovación del antiguo esplendor de la Orden. De un modo semejante intervino benéficamente en otras órdenes. El ideal de San Pío V en todos estos trabajos de reforma fue el cumplimiento más exacto de los decretos tridentinos. Por esto procuró con todas sus fuerzas que fueran admitidos oficialmente en todos los territorios cristianos. Particular dificultad encontró para ello en el débil emperador Maximiliano II y, sobre todo, en el rey francés Carlos IX. En cumplimiento de los decretos tridentinos, Pío V procuró ante todo, en septiembre de 1566, la publicación del célebre Catecismo, que por esto es designado como Catecismo tridentino o Catecismo de Pío V, compuesto por algunos Padres dominicos 4 . De hecho existían ya algunos catecismos, particularmente el de San Pedro Canisio; pero todos ellos estaban destinados al pueblo y a los niños. El nuevo catecismo, en estilo claro y basado en las enseñanzas del concilio, iba destinado juntamente al clero y al pueblo cristiano. Junto con la enseñanza de la verdadera doctrina cristiana debía fomentarse el culto y la liturgia católica. Por esto, al lado del Catecismo, siguiendo igualmente el encargo recibido del concilio de Trento, quiso Pío V publicar la nueva edición del Breviario5 y del Misal. Con particular empeño realizó los trabajos necesarios para ello, y en julio de 1568 publicó el nuevo Breviario, que presentaba excelentes innovaciones y obtuvo generalmente buena acogida, y en 1570, el nuevo Misal, que constituye desde entonces la base del rito occidental con exclusión de los ritos galicano, milanés y mozárabe. A todas estas disposiciones encaminadas a la reforma de las costumbres y a la renovación del espíritu cristiano conforme al espíritu del concilio de Trento, añadió otras muchas extraordinariamente eficaces. Tales fueron el urgir con todo rigor el cumplimiento de la residencia de los prelados, en que tanto había insistido el concilio de Trento, y, en caso de inobservancia, aplicar las sanciones establecidas. En segundo lugar, restringir en los cardenales el derecho de enco4 PASCHINI, P., II Catechismo romano del Concilio di Trento (Roma 1923). Véase sobre todo Catecismo Romano, ed. por P . M A R T Í N : B A C , n.158 (Madrid 1956). C o m p u s o inmediatamente el Catecismo romano d e Pío V el dominico Francisco Forerius en unión con el arzobispo d e L a n ciano, L e o n a r d o M a r i n i , y Egidio Fuscarius. 5 SCHMID, T . , Studien über die Reform des rom. Br. und Missale unter Pius V: «Th. Qschr.» (1884) 450S.650S; BAUMER, S., Geschichte des Breviers (1895); BATIFFOL, P., Histoire du Brév. rom. 3.»ed. (París 1911); BAUDOT, J., Le Bréviaire romain (París 1929); BAUMSTARK, A „ Missale Romanum (Nimega 1930); V I L L A N I , P., Nunziature di Napoli. I. 1570-1577: «Fonti per la Storia d'Italia» 56 (Roma 1962); STELLA, A., Nunziature di Venezia. VIII. 1566-1569: ibid., 65 (Roma 1963).
C.8. El pontificado después de Trento
883 miendas de iglesias, monasterios y prebendas, y en los príncipes, el de presentación de prelaturas. En tercer lugar, y no obstante la oposición de muchos, la publicación de la bula In Coena Domini6 así llamada por publicarse el Jueves Santo, en la que se renovaban todas las censuras reservadas a la Santa Sede. Pero entre tanto no olvidaba el santo pontífice el segundo objetivo de su pontificado, que era la defensa de la fe y la restauración del reino de Cristo. Para conseguirlo tuvo que enfrentarse con toda decisión, ante todo, con el protestantismo, que había hecho rápidos progresos en Alemania, Suiza e Inglaterra, y amenazaba apoderarse igualmente de Francia y de los Países Bajos; y, en segundo lugar, contra la amenaza persistente del Islam por el avance de los turcos en el oriente de Europa. Por lo que se refiere a la lucha contra el protestantismo, con el comienzo del pontificado de San Pío V podemos afirmar que se puso un dique de contención al avance arrollador del movimiento protestante en el centro y norte de Europa. Perdidos definitivamente para el catolicismo los territorios del Norte, puso en juego el romano pontífice todas sus energías para contener las defecciones en Alemania y otras naciones del centro de Europa, y, sobre todo, en los Países Bajos, Francia e Italia; y se puede afirmar que logró en gran parte su objetivo, preparando de este modo el contraavance posterior del catolicismo. En Alemania7, por medio de su nuncio Commendone, consiguió en la dieta de Augsburgo de 1566 que fueran admitidos oficialmente los decretos tridentinos. Por lo demás, se vio obligado a luchar contra la debilidad del emperador Maximiliano II. En cambio, obtuvo un franco predominio en la región bávara, que fue en adelante el mejor sostén de la restauración católica. Suiza había sido conquistada en gran parte por el calvinismo, pero la obra reformadora de San Carlos Borromeo y la firmeza de los cantones católicos sirvió de contrapeso frente a la fuerza arrolladura de la nueva ideología. En Austria y Hungría, en Bohemia, Polonia y otros países orientales, se logró robustecer y afianzar el espíritu católico. En Francia se hallaba el calvinismo en franco avance por medio del poderoso partido de los hugonotes. Pío V trató de influir directamente en la reforma eclesiástica para oponerse de este modo a los progresos protestantes; pero, no habiendo obtenido la admisión oficial de los decretos tridentinos de reforma, procuró apoyar el partido católico. El egoísmo de la regente Catalina de Médicis favoreció el crecimiento protestante. Entre tanto estallaban las luchas religiosas en los Países Bajos, que llevaron en definitiva a la escisión del territorio. Mucho más difícil se presentó la situación en íngíaterra. Afianzada en el trono la reina Isabel e iniciada la guerra más decidida contra el catolicismo, Pío V en febrero de 1570 lanzó la excomunión contra la reina con el intento de quebrantar su poder y ayudar de este modo a la restauración católica. Era un acto realizado conforme al espíritu medieval, la última excomunión de un príncipe, que tuvo un efecto contraproducente, que fue un mayor afianzamiento de la reina en el poder y un recrudecimiento de la persecución católica. 6
Véase PRAFF, C , Die Abendmahhbulle:
«R. Qschr.» (1930) 23S. Asimismo, PASTOR, XVIII,30S.
P.II. De Lulero a la paz de Westfalia
C.8. El pontificado después de Trento
Mucho más eficaz fue la defensa de la fe de Pío V en Italia y España, donde el romano pontífice fue apoyado por los príncipes. Para ello urgió el papa la actuación vigilante y enérgica de la Inquisición romana en Italia, y de la española en la península Ibérica. El rigor del Santo Oficio, apoyado por el duque de Florencia y el Senado de Venecia, hizo ejecutar, respectivamente, en 1566 a Pedro Carnesechi y en 1567 a Zanetti di Fano, con lo cual se puso término a la propaganda protestante. En el norte de Italia ejerció una benéfica vigilancia el inquisidor dominico Casanova, quien logró apresar muchos libros protestantes y al principal predicante, Francisco Celari. De este modo se cortaron de raíz los avances del protestantismo. De un modo semejante alentó Pío V la vigilancia de la Inquisicón española, por la cual fueron descubiertos y desarticulados los dos focos principales de protestantismo en Valladolid y en Sevilla. El asunto del proceso contra el arzobispo de Toledo, el dominico Bartolomé de Carranza, contra quien se empleaba todo el influjo del inquisidor general, Valdés, y del mismo rey Felipe II, envenenó durante algunos años las relaciones pontificias con España. Pío V consiguió, tras largas luchas, trasladar a Roma la causa del arzobispo, pero no pudo librarlo de la sospecha de herejía. Alfintuvo éste que abjurar en el pontificado siguiente. Pero el punto más brillante de la lucha de Pío V en defensa de la fe lo constituye la campaña llevada a cabo contra los turcos, que terminó con la célebre victoria de Lepanto7. Envalentonados los turcos con las grandes victorias de Solimán el Magnífico, se dispusieron, bajo el reinado de Selim II, a la conquista de Chipre y al ataque a la península italiana con la intención manifiesta de llegar hasta Roma. Ante un peligro tan inminente de toda la cristiandad, el prestigio de San Pío V obtuvo la formación de la Santa Liga entre el papa, Venecia y España, los cuales reunieron una flota al mando de D. Juan de Austria. Esta se enfrentó con la armada turca en el golfo de Lepanto el 7 de octubre de 1571, y después de encarnizada lucha, en la que se manifestó la piedad y el heroico valor de los soldados católicos, particularmente el heroísmo de sus jefes Marco-Antonio Colonna y Juan de Austria, obtuvo uno de los más señalados triunfos de la historia. Aunque los aliados cristianos no supieron aprovecharse suficientemente de su victoria, el poder musulmán quedó definitivamente quebrantado. Pío V puso grandes esperanzas en esta victoria y se propuso aprovecharse ampliamente de sus inmediatos resultados; pero murió poco después, en mayo de 1572.
cuyo pontificado se caracteriza como de una batalla victoriosa contra el protestantismo, al que logró contener en muchos territorios y aun obligó en otros a desalojar importantes posiciones. En otras partes, como en Inglaterra, Francia y los Países Bajos, si no hizo retroceder al protestantismo, al menos obtuvo un robustecimiento tal de las fuerzas católicas, que pudieran mantener victoriosamente la batalla contra él. El Papado alcanza en este tiempo una altura insospechada, constituyendo el centro vital y fuerza propulsora de toda la cristiandad, para lo cual le sirvió particularmente la institución de las nunciaturas permanentes 9 . Apoyado en los decretos del concilio Tridentino y en la obra realizada por Pío V, es mérito particular de Gregorio XIII el haber vigorizado y unificado todas las fuerzas católicas, utilizándolas debidamente en la gran obra de defensa de la Iglesia católica. Gregorio XIII (Hugo Buoncompagni) había tenido una juventud bastante borrascosa, de la que nació su hijo Santiago, al que mostró siempre particular predilección. Transformado espiritualmente bajo el benéfico influjo de San Carlos Borromeo, dio en adelante las más claras pruebas de profunda piedad y de amor incondicional a la Iglesia y a la verdadera reforma católica. Elegido papa en momentos decisivos, emprendió inmediatamente la más decidida batalla en los dos frentes: la restauración y reforma católica, por una parte, y la defensa de la fe o lucha contra el protestantismo, por otra. Para realizar esta tarea, que constituye el objetivo de su gobierno, se rodeó de hombres eminentes en virtud y letras, como Contarelli, Frumento, Corniglia y Francisco de Toledo; se apoyó decididamente en la Compañía de Jesús, a la que encomendó importantes instituciones de reforma; seleccionó cuidadosamente los prelados que colocaba al frente de las diócesis. De este modo y con el apoyo del santo obispo de Milán, San Carlos Borromeo, llegó a ejercer un influjo decisivo en el desarrollo de los acontecimientos y en el cambio positivo en favor de la Iglesia católica. Para la reforma de la Iglesia católica y su defensa en los territorios en que era amenazada, Gregorio XIII puso extraordinario empeño en la organización y buena marcha de los importantes colegios establecidos en Roma. Ante todo, el Colegio Romano 10 , establecido por San Ignacio de Loyola y destinado a ser como el seminario de todas las naciones, recibió de Gregorio XIII su nuevo y suntuoso edificio, con veinte aulas y más de trescientas cincuenta habitaciones, y juntamente fue dotado regiamente por él con abundantes rentas. Justamente, pues, fue designado más tarde con el nombre de Universidad Gregoriana. De manera semejante dotó con regia munificencia el Colegio Germánico x l , destinado a ser el alma de la renovación católica de Alemania. Por esto es justamente considerado como su verdadero fundador. A
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2. Gregorio XIII (1572-1585) 8.—El primero en recoger los frutos de la obra de San Pío V fue su inmediato sucesor, Gregorio XIII, 7 P u e d e verse, ante todo, la descripción de PASTOR, XVÍII.30IS. Además, GRAVIÉRE J. DE LA, La guerre de Chipre et la bataille de Lepanto 2 vols. (París 1888); DESLANDRES, P . , Pie V et la défaite de i'islamisme (París 1911); Q Ü A R T I , G . A . , L o battaglia di Lepanto (Milán 1930); D R A G O NETTI DE T O R R E S , La lega di Lepanto ( T u r í n 1931); SERRANO, L-, La liga de Lepanto entre España, Venecia y la Santa Sede 2 vols. ( M a d r i d 1918). P u e d e n verse asimismo las historias d e España,
c o m o BALLESTEROS BERETTA, I V , I y A G U A D O B L E V E , I I ; L U P O G E N T I L E , M . , La battaglia
di Le-
panto: St. stor. in onore d i G . Volpe I (Florencia 1958). 8 A d e m á s d e las obras generales véanse: F u e n t e s . — B u l l . Rom., ed. T a u r i n e n s e , V I ; Le Relazioni digli ambasciatori E. A L B E R I (Florencia 1830-1855); Nunziaturberichte... I I I , 1572-1585; V (Berlín
Veneti, p o r 1892-1909).
B i b l i o g r a f í a . — P A S T O R , X I X - X X ; C I A P P I , Cornp. delle attioni e vita di Gregorio XIII (Roma 1591); M A F F E I , Degli anuali di Greg. XIII 4 vols. (Roma 1772); SABA-CASTIGLIONI,
Historia de los papas I I ; Gregorio XIII II,370-38l.
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(1572-1585), en Ilist. de los Pap. 2. a ed. (Barcelona 1964)
9 Véanse P I E P E R , Zur Entstehungsgesch. der standischen Nuntiaturen ( F r i b u r g o de B . 1894); RICHARD, P . , Origines des nonciatures permanentes: «Rev. Hist. Eccl.» (1906) 52S.317S; BIAUDET, H . , Les nonciatures apostoUques permanentes jusqu' en 164S (París 1910); W Y N E N , A . , Die papstliche Diplomatic... (1922); FERNÁNDEZ, I., Primer nuncio permanente en España 1492-1503." «Kath. Aun.» (i9S3) 67s10 R I N A L D I , E., La fondazione del Collegio Romano (Arezzo 1914); VILLOSLADA, R. G-, Storia del Collegio Romano: «Anal. Greg.» 66 (Roma 1054). Véase también PASTOR, XIX.234S. 11 Véase PASTOR, XIX.224S. Asimismo, SrriNHi'RER. A.. Gcsch. des Collegium Germanicum Hungaricum in Rom ( F r i b u r g o de Rr igob'
H . " de la Iglesia
3
•ja
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P.II. De Lulero a la paz de Westjalia
partir de este tiempo salieron de sus aulas eclesiásticos sólidamente formados, entre los cuales son dignos de notarse hasta principios del siglo xx unos 400 obispos y arzobispos, 29 cardenales y hasta un papa, Gregorio XV. Para que la labor en el centro de Europa fuera más eficaz, Gregorio XIII estableció en 1577 otro colegio semejante, el Colegio Húngaro, y en 1580 lo unió con el Germánico. Más aún: con el objeto de ayudar a los católicos ingleses, ayudó generosamente al Colegio Inglés, establecido para la debida formación de los eclesiásticos ingleses fugitivos de su patria. De un modo semejante ayudó a los Colegios de los griegos y maronitas, y, en general, desarrolló siempre una intensa actividad en la fundación y fomento de seminarios y otros centros de enseñanza superior. Como complemento de esta actividad protectora de los grandes centros de enseñanza, tan fundamental para la reforma católica, es digna de mención la obra de Gregorio XIII en la reforma del calendario y del Martirologio romano, que, por lo mismo, es designada en la historia como reforma gregoriana 12 . Hacía tiempo que se experimentaba la necesidad de esta reforma, que el mismo concilio de Trento había declarado de gran urgencia. Debido a las imperfecciones de los sistemas anteriores, el calendario nominal llevaba nada menos que diez días de retraso respecto de la realidad. El papa nombró en 1577 una comisión especial para el estudio de tan importante problema, para cuya solución se recibieron informes y pareceres de las más célebres universidades, y en el que trabajaron principalmente el jesuita Cristóbal Clavius y el cardenal Sirleto. El resultado fue puesto en ejecución en octubre de 1582, en que se pasó del día 4 al 15. Paralelamente realizó el cardenal Sirleto la reforma del Martirologio romano, que apareció en 1584; pero, teniendo presentes algunos defectos fundamentales, fue revisado de nuevo por el cardenal Baronio. Finalmente, como eminente canonista que era, Gregorio XIII procuró una nueva edición del Cuerpo del Derecho Canónico, en cuya preparación, ordenada por Pío V, había él trabajado intensamente como especialista en la materia. La edición refundida apareció en 1582. De capital importancia fueron igualmente los trabajos realizados por Gregorio XIII en los diversos territorios en defensa de la fe. Sin embargo, debemos observar que, en general, no fueron acompañados de éxito. Así, no le fue posible, como lo había logrado su predecesor, organizar de nuevo una liga entre los príncipes cristianos con el objeto de emprender una cruzada contra los turcos. Por el contrario, Venecia, y aun España, llegaban a una inteligencia con ellos. Igualmente fracasaron todos sus conatos realizados para mover a los príncipes católicos contra Isabel de Inglaterra. Por otro lado, envió al célebre jesuíta Possevino con una embajada especial a Rusia, quien, no obstante su extraordinaria diplomacia y las buenas esperanzas iniciales, tampoco obtuvo ningún resultado práctico para la unión. Francia se encontraba durante este tiempo ensangrentada por las guerras religiosas. 12
P u e d e n verse KALTENBRUNNER, F . , Vorgeschichte der gregorian. Kalenderreform (Viena 1876); I D . , Beitráge zur Gesch. der Greg. Kalenderref: «Hist. Jhb.» (1882) 388S.543S; BAUDOT, J., Le Mar tyrologe (París 1911); Q U E N T I N , H . , Les martyrologes historiqucs (París 1908); M E R C A T I , G. ( Un voto di A. Agilio per la eorrezione del Martirologio: «Rass. Greg.» (1914) 27S.
C.8. El pontificado después de Trento
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Uno de los acontecimientos más sangrientos de las mismas fue la tristemente célebre noche de San Bartolomé. El romano pontífice no pudo hacer nada por evitar tan tristes acontecimientos. Más aún: suponiendo que las matanzas de la noche de San Bartolomé se habían realizado para reprimir una sublevación y complot contra la vida del monarca, como expresamente se hizo creer al romano pontífice, ordenó éste cantar un Te Deum y celebrar otras solemnidades en acción de gracias por haberse salvado la vida del rey francés. Pero, al tener conocimiento exacto de la verdadera causa de tan sangrientos hechos, el papa sintió amarga pena por la indigna conducta del soberano de Francia. Mucho más positiva y alentadora fue la acción de Greogrio XIII en el desarrollo y renovación interior de la Iglesia católica. En todas partes, las nuevas órdenes religiosas, en unión con las antiguas, reformadas y rejuvenecidas, trabajaban intensamente en la reforma eclesiástica. En esto sobresalían de un modo particular la Compañía de Jesús, los Capuchinos, los Oratorianos y las nuevas Congregaciones benedictinas. En Alemania desarrollaban un intenso avance su incansable apóstol San Pedro Canisio y los diversos centros de enseñanza católica establecidos por los jesuítas y apoyados por los príncipes católicos de Baviera y el emperador Rodolfo II. El Colegio Romano o Universidad Gregoriana de Roma, los Colegios Germánico e Inglés y otros centros similares establecidos por el romano pontífice contribuían eficazmente al rejuvenecimiento y renovación de la ciencia católica. La misma renovación científica se advertía en las universidades y otros centros de estudio de España, Países Bajos, Alemania, Italia y otros territorios. Por otro lado, florecían de un modo extraordinario las misiones, donde se compensaba abundantemente la Iglesia de las sensibles pérdidas territoriales experimentadas en Europa por la escisión protestante. En realidad, pues, no obstante los fracasos experimentados por Gregorio XIII en su política internacional, su pontificado deja la impresión de un avance positivo de la Iglesia católica por la intensa obra de reforma en ella realizada y por la marcha atrás impuesta en diversos territorios a los protestantes, unida al afianzamiento definitivo de la renovación católica en el centro de Europa. 3. Sixto V (1585-1590) 13 .—En estas circunstancias, el 10 de abril de 1585 moría, ya de avanzada edad, Gregorio XIII, y era elegido para el trono pontificio el franciscano, cardenal de Montalto, Félix Peretti, de humilde origen, pero dotado de eximio talento y cualidades, bajo algunos conceptos, geniales. Indudablemente era el hombre providencial en aquellas circunstancias, el tercero de los grandes papas reformadores. ! 3
Además de las obras generales pueden verse:
Fuentes.—Relazioni da Roma, por L . PRIULI, ed. A L B E R I , ser.4." (Florencia 1857) 297S; Nunziaturber., años 1585-1592, ed. S. EHSSES A. M E I S T E R . . . V (Paderborn 1895-1919); B O R DINUS, F . , De rebus praeclare gestis a Sixto V (Roma 1888). Bibliografía.—HÜBNER, A. v., Sixtus V 2 vols. (1871). O t r a s monografías: BALZANI ( G e nova 1913); SPARACIO, D . (Perusa 1922); CANESTRARI, R., Sixto V ( T u r i n 1954); GRAZIANI, SI'Sto V i la sua riorganizzazione della S. Sede (Roma 1910). Véase asimismo PASTOR, X X I - X X I I ; SABA-CASTIOLIONI, Sixto V (1585-1590), en Hist. de ¡os Pap. 2.* ed. (Barcelona 1964) 11,381-394; SCHWAIOES, G., art. Sixtos V:
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P.I1. De Lulero a la paz de Westfalia
C.S. El pontificado después de Trento
Nacido en 1521, el nuevo papa se encontraba en la plenitud de su edad; era orador brillantísimo; poseía una vasta formación intelectual y una profunda experiencia de la vida. Elegido para el solio pontificio por unanimidad de votos a los quince días de la muerte de su predecesor, sintióse asistido de la máxima autoridad moral, por lo cual emprendió inmediatamente la obra que caracteriza su pontificado, y que abarca este triple aspecto: el restablecimiento del orden y de la situación económica' en los Estados pontificios, la reforma católica conforme a los decretos tridentinos y la defensa de la fe contra los enemigos que la amenazaban. Y, en primer lugar, la necesidad más apremiante en aquellos momentos era indudablemente restablecer el orden en los Estados pontificios 14. Durante los últimos años del pontificado anterior se había extendido por todas partes la plaga de los maleantes y bandidos. Al mismo tiempo había cundido el desorden económico, y las arcas pontificias se hallaban exhaustas. Sixto V, con la decisión y firmeza que lo caracterizaban, restableció rápidamente la justicia, castigó con mano dura a los delincuentes, sin respetar las familias de más noble abolengo; introdujo nuevas y eficaces medidas económicas, con todo lo cual, en un tiempo relativamente corto, quedó restablecido el orden y la seguridad pública, y no sólo afianzó de nuevo las finanzas del Estado, sino que creó un fondo o tesoro especial como garantía y recurso para los casos de extrema necesidad. Esto último tiene mayor significación si se tiene presente la segunda característica del pontificado de Sixto V, que fue una intensa actividad constructora. Sixto V fue gran mecenas y protector de las artes y de las ciencias, con lo que contribuyó eficazmente a hermosear a Roma y a otras ciudades con insignes monumentos. Sobre todo son célebres los trabajos realizados para la provisión del agua, que de él se denominó Agua Felice; el hospital junto al puente de Sixto, capaz para dos mil enfermos, y otras muchas obras en beneficio de Roma; pero la que sobresale entre todas es la terminación de la cúpula de San Pedro y la colocación, en el centro de la plaza, del célebre obelisco, traído de Egipto por Calígula y existente hasta entonces junto al antiguo circo neroniano. Por lo que se refiere a la actividad reformadora de Sixto V, notemos, ante todo, la nueva reglamentación que introdujo en el colegio cardenalicio y en las congregaciones pontificias, que constituyeron la base de la curia papal hasta el siglo xx 15. Fijó en setenta el número de cardenales y dio acertadas disposiciones para impedir la entrada de miembros indignos, así como también del nepotismo, en el Sacro Colegio. Por otra parte, estableció quince congregaciones de cardenales para el despacho de los diversos asuntos de la curia. En este mismo plan de reforma curial y eclesiástica, Sixto V realizó otras obras fundamentales. A ellas pertenecen, entre otras, una nueva edición, aparecida en 1587, de la traducción bíblica griega llamada de los Setenta, conforme a un nuevo manuscrito. Mayor importancia tuvo la edición de la Vulgata (editio Sixtina), aparecida en 1590, en la que
el mismo papa había tomado parte; mas, por desgracia, resultó notablemente defectuosa, por lo cual hubo de ser reformada 16. Indudablemente, Sixto V aparece durante todo su pontificado encendido en el más ardiente deseo de reforma eclesiástica, conforme a la pauta trazada por el concilio de Trento e iniciada en los pontificados anteriores. Insistió de un modo especial en las visitas ad limina de los obispos con el objeto de rendir cuentas al romano pontífice de la marcha de la reforma 17. Con el mismo objeto renovó la bula In coena Domini, ampliándola contra el galicanismo y los excesos del cesaropapismo de los príncipes. En su actuación política y sus trabajos internacionales en defensa de la fe manifestó algunos puntos de vista originales. Lo más importante en este sentido fue su actuación frente a Inglaterra, España y Francia. Unido tradicionalmente a la política del rey de España, pero descontento de la dirección que había impreso Felipe II a la política europea, Sixto V observó algún tiempo una política vacilante 18. El ideal a que aspiraba era el equilibrio de las dos grandes potencias católicas, España y Francia, por lo cual, temiendo que con la victoria de la Liga católica en Francia, apoyada por Felipe II, crecería excesivamente el poder de éste, se inclinó más bien al partido contrario de Enrique de Navarra, cuya conversión al catolicismo favoreció y preparó. Algo semejante sucedió respecto de Inglaterra, Su ideal iba encaminado al restablecimiento del catolicismo; pero, eliminada definitivamente la conversión de la reina Isabel, cuyas dotes de gobierno admiraba Sixto V, favoreció algún tiempo la empresa de invasión de Felipe II ; pero, celoso del aumento del poder de este monarca, y, sobre todo, después del fracaso de la Armada Invencible en 1588, Sixto V siguió una política indecisa. Semejante fracaso experimentó en sus esfuerzos contra el Islam. Para mantener en jaque y dominar a los turcos, que amenazaban el oriente de Europa, envió abundantes subsidios y favoreció al caballeresco rey de Polonia, Esteban Báthory. Pero en 1587 moría este príncipe, precisamente cuando el papa había colocado en él las más halagüeñas esperanzas, con lo cual se desvanecieron rápidamente todos los planes de conquista de los Santos Lugares y aun de Egipto. Esto no obstante, el pontificado de Sixto V fue fecundo en la obra de reforma, que quedó definitivamente consolidada y encauzada en todas partes, y en la defensa de la fe; pues, particularmente en el centro de Europa, las fuerzas católicas habían logrado extraordinarios triunfos. La impresión general era de gran prosperidad en el orden material en los Estados pontificios y en la renovación interior y avance positivo de la Iglesia católica.
1 4 P u e d e n verse GRISAR, J., Pápstl. Finanzen, Nepotismus und Kirchenrecht (Roma 1943); PAOLI, Sisto Ve i banditi '1585-1590} (Sassari 1902). 15 GRAZIANI, Sisto V..., obra citada e n la nt.13. L a constitución Immensa aeterni véase en «Decreta Authent. Congreg.» I, 1588-1705 (Roma 1898).
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16 Véase PASTOR. X X I , I 8 6 S ; BAUMGARTEN, P. M . , Die Vulgala Sixtina von 1590 und ihre Einführungsbulle ( M ü n s t e r 1911); AMANN, F R . , Die Vulgata Sixtina von 1590 (Friburgo 1912); L E BACHELET, X. M . , Bellarmin et la Bible Sixto-Clémentine (París 1911); H O P E L , H . , Beitráge zur Gesch. der Sixto-Klement. Vulgata (Friburgo 1913); Q U E N T I N , H . , Mémoire sur Vétablissement du texte de la Vulgate (Roma 1922); M E R K , A., Bibel und Bulle Sixtus V: «Schol.» 2 (1927) 513S; KNELLER, C. C , Die Bibelbulle Sixtus V: «Z. Kath. Theol.» 52 (1928) 202s; I D . , Zur Vulgata Sixtus V: ibid., 1922, 1923, 1924. 17 CAPELLO, F. M . , De visitatione SS. liminurn 2 vols. (Roma 1912-1913); PATER, ]., Die bischófliche Visitatio liminurn Apostolorum (1914); ROBRES, R . - C A S T E L L , V., La visita "ad limina» durante el pontif. de Sixto V: «AnthoiAnn» 7 (1959) 174-213; M O S C O N I , N . , La nunziatura di Spagna di Cesare Speciano, 1586-1588 2. a ed., en Si. e doc. di storia relig. (Brescia 1961). 18 Véase G. SCHNÜRER, Katholische Kirche und Kultur in der Barockzeit (Paderborn 1937) 165S.
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P.Il. De Lulero a la paz de Westfalia II.
E L PAPADO HASTA LA PAZ DE WESTFALIA (1590-1648)
Este estado de prosperidad y aun de avance positivo de la Iglesia católica se mantuvo substancialmente durante el período siguiente, desde la muerte de Sixto V en 1590 hasta la paz de Westfalia en 1648. Por esto, desde el punto de vista histórico, debemos juzgar fundamentalmente injusto el resultado y fallo definitivo de esta paz, que contribuyó eficazmente al triunfo definitivo del protestantismo en Europa. 1. Clemente VIII (1592-1605) 19.—Rápidamente fueron desfilando en el solio pontificio de Roma los tres inmediatos sucesores de Sixto V. Mas, como la reforma católica estaba bien organizada y puesta en marcha, continuó avanzando con el ritmo impreso por los tres pontificados anteriores. Urbano VII (1590) murió a los doce días de su elección, sin haber tenido ni siquiera tiempo para ser coronado. Gregorio XIV (f 15 de octubre 1591), en los diez meses de pontificado, inició una política enteramente contraria a la de Sixto V, poniéndose de parte de Felipe II y de la Liga, frente a Enrique de Navarra, pero no tuvo tiempo para ver sus resultados. Inocencio IX no reinó más que dos meses, por lo cual tampoco pudo marcar nueva dirección a los acontecimientos 2 0 . Solamente cuando el 20 de enero de 1592 fue elegido el cardenal Aldobrandini, quien tomó el nombre de Clemente VIII, se inició una nueva etapa de consolidación y avance, con que se cierra el siglo xvi y se abre el xvn. Clemente VIII era hombre de eximia piedad y ejemplar austeridad de vida; mas, por desgracia, volvió a introducir el nepotismo, elevando al cardenalato a dos sobrinos y a un joven de catorce años hijo de otro nepote. Fuera de esto, supo escoger como consejeros a hombres eminentes y amigos de la reforma, como Belarmino, Baronio (que era su confesor), Toledo, D u Perron y otros, con cuya colaboración realizó una intensa obra de reforma y progreso eclesiástico y defendió decididamente la fe. En particular son dignas de notarse las obras siguientes, en que intervino de un modo particular la acción reformadora del papa. Una de las más importantes es la revisión de la Vulgata editada por Sixto V. Teniendo presentes las fundamentales deficiencias que habían notado en ésta los hombres más eminentes, Toledo y Belarmino, Clemente VIII nombró una comisión, y, finalmente, pudo publicar la nueva edición, designada como Biblia Clementina 21 , que es la oficial de la 19
A d e m á s d e las obras generales véanse:
F u e n t e s . — B A R O Z Z I , N . - B E R C H E T , G . , Le relazioni Relazioni di Roma vol.2 (Venecia 1877-1879), e t c .
degli Stati
europei.
E n particular ser.3. a ,
Bibliografía.—PASTOR, X X I I I - X X I V ; W A D D I N G , Vita Clementis VIII (Roma 1723); T O R RIGIANI, A., Clemente VIII e il processo crimin. della B. Cenci (Florencia 1872); R I C C I , C , Beatrice Cenci 2 vols. (Milán 1923). 20 Tria conclavia s. hist. narrationes de Urbano VII, Gregorio XIV, Innocentio IX (Frankfurt 1617); F A C I N I , M . , í l pontificato di Gregorio XIV, documenti inediti (Roma 1911). Véase PASTOR, X X I I ; SABA-CASTIGLIONI, Clemente VIII ( 1 5 9 2 - 1 6 0 5 ; , en Hist. de los Pap. 2." ed. (Barcelona 1964) 11,399-4172 > P u e d e n verse L E BACHELET, X. M . , Bellarmin et la Bible Sixto-Clementine (París 1511); SALMÓN, P . , La revisión de la Vulgata (Roma 1937); H O P F L , H . , y otros citados en la nt.16.
C.S. El pontificado después de Trento
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Iglesia hasta nuestros días. Asimismo procuró nuevas ediciones del Breviario, Misal, Pontifical, Ceremonial y aun del índice de libros prohibidos 21. De particular interés es su intervención en las controversias sobre la gracia denominadas De auxiliis 2}, entre los dominicos y los jesuítas. Sin embargo, no obstante su interés, no pudo llegar a ningún resultado definitivo. Por otro lado, se fue haciendo cada vez más dificultosa su posición frente a los jesuítas, quienes atravesaban en España una peligrosa crisis. Esta se debía a la intromisión de elementos extraños en el gobierno de la Orden y al descontento de algunos de sus miembros, que fueron creando una marcada oposición frente a su general, Claudio Aquaviva. En sus relaciones internacionales y defensa de la fe, obtuvo Clemente VIII algunos importantes éxitos. El mayor de todos fue la reconciliación de Enrique IV de Francia con la Iglesia católica. Ya desde antes de su elección al solio pontificio era conocida su política poco simpatizante con España y con la Liga católica francesa, su aliada. Con el intento de impedir la victoria de la Liga, que hubiera significado un notable crecimiento del poder español, Clemente VIII favoreció a Enrique de Navarra, cuya abjuración del calvinismo se esperaba. De hecho así sucedió, y, gracias al apoyo pontificio, Enrique IV pudo al fin dominar a todos sus enemigos. De este modo,- el papa obtenía el deseado equilibrio de las dos grandes potencias católicas, España y Francia. Asimismo debe ser considerado como un éxito de Clemente VIII su intervención en las paces entre Francia y España (paz de Vervins, 1598) y entre Francia y Saboya (1600). De la consolidación del prestigio católico daba excelentes pruebas el desarrollo de las cosas en Alemania, cada vez más favorable a la Iglesia romana. Sólo en Inglaterra y en los demás países protestantes se afianzaba definitivamente el protestantismo 2. Paulo V (1605-1621) 24 .—A la muerte de Clemente VIII, ocurrida el 5 de marzo de 1605, fue elegido León XI (Octaviano Mediéis), cuyo pontificado no llegó a un mes. Entonces, pues, fue rápidamente elegido el prestigioso cardenal Borghese, bien conocido por su destreza en los negocios y por su eximia piedad, quien tomó el nombre de Paulo V. Su pontificado sigue la línea ascendente de renovación espiritual de la Iglesia frente al protestantismo, de la que era la prueba más tangible la renovación del catolicismo en Francia y su robustecimiento en Alemania. No menos se manifestaba en la península Ibérica; 22 BATIFFOL, BAUDOT, BAÜMER y otros ya citados sobre el Breviario. A d e m á s , BATIFFOL, P . t Introduction au Pontifical Romain (Paris 1919); P U N I E T , P . DE, Pontifical Romain 2 vols. (París 1930. I93i). 2 3 Véase la amplia narración d e PASTOR, X X I V , I S 9 S ; A S T R Á I N , A . , Historia de la Compañía de Jesús en la asistencia de España I V . n j s y SCORRAILLE, DE, Francisco Suárez I , l 6 7 s ; SJCARD, I . , La reforma de Clemente VIH y la Compañía de Jesús: «RevEspDerCan» 9 (1954) 681-723. 24 Véanse ante todo las obras generales. A d e m á s :
Fuentes.—Relazioni da Roma al Senato Véneto, p o r N . BAROZZI y G . BERCHET, ser.3." (Venecia 1877); BROVIUS, Vita Paoli V (Roma 1625). Bibliografía.—Ante todo, PASTOR, X X V y X X V I ; S E P P E L T , Gesch. des Papstums V,248s; MARCHAL, L., art. Paul V: «Dict. T h é o l . Cath.»; SCHWAIGER, G., art. Paul Í V : «LexThK» 8 (1964) 202-203; M A T T E U C I , B . , II papato di fronte a V' assolutismo e al giurisdizionalismo ( 1605-1774,), e n P a p i nella storia 2 (Roma 1962) 669-766; SABA-CASTIGLIONI, Paulo V (1605-162J ) , en Hist.délos Papas 2.* ed. (Barcelona 1964) 11,421-432.
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De Lulero a la paz de Westfalia
pues, aunque políticamente se había iniciado su decadencia, florecía extraordinariamente en. todos los órdenes culturales, sobre todo en las artes y en las ciencias eclesiásticas. Distinguióse asimismo, a imitación de Sixto V, por su extraordinaria actividad constructora y como gran mecenas de las artes. Así, gracias a su incansable labor, se puso término, finalmente, a la basílica de San Pedro. Por otra parte, contribuyó espléndida y eficazmente al enriquecimiento de la biblioteca vaticana y realizó en Roma importantes obras, como la construcción de nuevos acueductos para la que se designó como Aqua Paula. Particularmente dignos de mención nos parecen sus trabajos en orden a la renovación espiritual de la Iglesia sobre la base de los decretos de reforma de Trento. Es célebre de un modo especial su intransigencia en el asunto de la residencia de los obispos. Puso enérgicamente a todos los cardenales-obispos residentes a la sazón en Roma ante la alternativa, o de volver a sus respectivas diócesis, o de presentar su resignación a las mismas. Por otra parte, urgió a los pastores de almas el necesario trabajo de instrucción de los fieles y se mostró gran amigo e impulsor de las órdenes religiosas. Como favor especial a los jesuítas debe interpretarse la manera como terminó las controversias De auxiliis y, sobre todo, la canonización de su fundador, Ignacio de Loyola, y el gran misionero Francisco Javier. Son dignos de mención igualmente sus trabajos por los libros litúrgicos y la publicación en 1614 del Ritual romano25. En sus relaciones internacionales y políticas, Paulo V se caracteriza principalmente por las luchas mantenidas frente a la república de Venecia 26 . Durante los últimos tiempos habían sido frecuentes los actos de la altiva república contra la autoridad pontificia y la inmunidad eclesiástica. Todo esto había ido fomentando en la curia romana y en los romanos pontífices una bien justificada predisposición contra los venecianos. La medida, finalmente, se colmó cuando, sin notificarlo a la autoridad pontificia, los venecianos encarcelaron a dos eclesiásticos, y, no contentos con esto, publicaron dos leyes sumamente nocivas a la Iglesia católica. Frente a estos hechos, Paulo V exigió la entrega de ambos eclesiásticos y la anulación de aquellas leyes; mas, como la república le opusiera una obstinada resistencia, el 17 de abril de 1606 lanzó un monitorio en el que amenazaba al dux y al Senado con la excomunión, y a todo el territorio con el entredicho; y, ante la obstinación de la república, cayeron sobre ella estos castigos. 25 P u e d e n verse PASTOR, X X V , i 7 9 s ; LOWENBERG, B., Das Rituale des Kardinals J. A. Sanciorius, ein Beitrag zur Entstehungsgesch. des Rituale Romanum (1037); I D . , Die Erstausgabe des Rituale Romanum von 1614: «Z. Kath. Theol.» 66 (1942) 141S. 26 PROSPER, FAGNAN, De iustitia et validitate censurarum Pauli V in Rempubl. Venet. (Roma 1607); SARPI, Istoria particolare delle cose passate tra ü sommo Pontefice Paolo V e la Serenissima Rep. di Ven. ( G i n e b r a 1624); C R É T I N E A U - J O L Y , Hist. de la Comp. de Jesús III.137s.141s; C A P E L L E T I , G., I Cesuiti e la Rep. di Venezia (Venecia 1873); NÜRNBERGER, A., Dokumente zum Ausgleich zwischen Paul V und der Rep. Venedig: «R. Qschr.» (1888) 64S; otras contin.; G A D A LETTA, Paolo V e l'interdetto di Ven. ( T r a n i 1900); SARPI, P., Opere, ed. D . BUSNELLI, 7 vols. (Bari 1931-1951); D E M A G I S T R I S , Primordi dalla contesa fra la Rep. Ven. e Paolo V ( T u r í n 1907); P I R R I , P., L Interdetto di Venezia del 1606 e i Cesuiti. Silloge di documenti con introduzione: «Bibl. Inst. Hist. S.I.» 14 (Roma 1959); SALVATORELLI, L . Venezia, Paolo V e fra Paolo Sarpi: La civiltá veneziana nell'etá barocca (Florencia 1959) 67-95; SARPI, P . , Lettere ai Callicam, ed. critica por B . Vlianich ( W í e s b a d e n 1961); CHABOT, F . , La política di Paolo Sarpi (Venezia-Roma 1962); SÉNECA, F . , La política veneziana dopo l'interdetto (Padua 1957).
C.8. El pontificado después de Trento
893
El resultado fue una enconada guerra entre la Santa Sede y la república, llevada con el mayor apasionamiento y con toda clase de armas espirituales y literarias. Mientras la mayor parte de los eclesiásticos y muchos religiosos se plegaron al Senado y al dux, quienes se empeñaban en que no se hiciera ningún caso del entredicho, los jesuítas, capuchinos, oratorianos y algunos otros se pusieron incondicionalmente al lado del papa, por lo cual fueron desterrados. Por otro lado, Baronio, Belarmino y otros conocidos escritores defendieron con decisión la causa pontificia; pero de parte de Venecia se puso, entre otros, el servita Pablo Sarpi, empleando contra Roma todo el veneno de que estaba lleno su espíritu. De ello da una clara prueba su obra sumamente tendenciosa Historia del concilio de Trento. Más aún: aprovechando aquellas circunstancias, los protestantes intensificaron sus propagandas, que llegaron a alcanzar sensibles éxitos. Pero esta situación no podía continuar. Por esto, unos y otros sentían la necesidad de solucionar de algún modo el conflicto. Gracias, pues, a la mediación de Enrique IV, quien al mismo tiempo mantuvo conversaciones con Roma y Venecia, se llegó por fin a convenir que Venecia entregara a los dos eclesiásticos y retirara las dos leyes, con lo cual el romano pontífice absolvió de sus censuras a los venecianos. 3. Urbano VIII (1623-1644) 27 .—Al morir Paulo V el 18 de enero de 1621, el Papado y el catolicismo se hallaban, indudablemente, en el momento culminante de su renovación y esplendor. En estas circunstancias, fue rápidamente elegido el cardenal Alejandro Ludovisi, quien tomó el nombre de Gregorio XV (1621-1623), y en su corto pontificado de sólo dos años continuó enérgicamente la obra iniciada de reforma y realizó importantes obras, como el establecimiento de la Congregación de Propaganda 28 , para el fomento de las misiones, y la ayuda eficaz del emperador Fernando II y de los católicos en la entablada lucha contra los protestantes. Uno de los episodios de esta lucha fue la conquista de Heidelberg por los católicos. Entonces entregaron éstos al papa una buena parte de la biblioteca del príncipe elector del Palatinado, que constituía parte del botín de esta conquista 2 9 . Mucha mayor significación, por su largo pontificado, tuvo Urbano VIH (cardenal Maffeo Barberini), hombre de grandes cualidades personales, alumno de los jesuitas y gran mecenas de las ciencias y de las artes, pero que, por su carácter apasionado y sus tendencias políti27
A d e m á s d e las obras generales véanse:
Fuentes.—Bullar. Rom., ed. T a u r i n e n s e , vol.24 ( T u r í n 1857-1872); BAROZZI, N . - B E R C H E T , G., Le relazioni degli Stati europei... ser.3.*, Relaz. di Roma vol.2 (Venecia 1877-1879); A R R I GHO, Vita Urbani VIII (Bolonia 1614); W A D D I N G , Vita Urbani V I H (Roma 1628). B i b l i o g r a f í a . — W E E C H , W . N . , Pope Urbain VIII (Londres 1005); L E M A N , A., Recueil des instructions genérales aux Nonces ordin. de Frunce. 1624-1634 (Lila 1919); PASTOR, X X V I I XXIX; ALBRECHT, D . , Die deutsche Politik Papst Gregors XV. Die Entwicklung der papstl. Diplomatik... (Munich 1956); SABA-CASTIGLIONI, Gregorio XV (1621-1623}. en Hist. de los Pap. 2.*ed. (Barcelona 1964) 11,432-444; Urbano VIII C1623-1644): ibid., 4 4 4 - 4 6 3 ; KRAVJS, A., Die ausmárt. Politik Urbanus VIII. Grundzüge und Wendepunkte: «MélTixerant» 4,407-426; I D . , Daspdpstl. Staatssekretariat unter Urban VIII, 1623-1644 (Roma 1964). 2 8 Véanse Bullar. Rom. V,5.26.20.78; M E J E R , D . , Die Propaganda, ihre Organisatton ihre Gesch. 2 vols. ( G ó t t i n g e n 1852). 29 T H E I N E R , A., Schenkung der Heidelberger Bibl. durch Máxime. I en Papst Gregor ( M u n i c h 1844).
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Westfalia
cas, tuvo que experimentar grandes sinsabores y originar grandes contiendas, en detrimento del prestigio del Pontificado. La parte más brillante y positiva del gobierno de Urbano VIII la constituye su actuación en el campo puramente religioso y, sobre todo, en la protección de las ciencias y de las artes, de las que fue uno de los mecenas más insignes de los tiempos modernos. Ante todo, dio la forma definitiva a la célebre bula In coena Domini, fijando definitivamente, en abril de 1627, su lectura cada año el Jueves Santo. Por otra parte, amplió la jurisdicción de la Congregación de Propaganda, recientemente establecida, para cuyo mejor funcionamiento ya en 1627 hizo levantar un nuevo edificio como seminario de misiones, que recibió el nombre de Colegio Urbano. En él recibían formación adecuada jóvenes de todas las nacionalidades con el objeto de prepararlos convenientemente para el trabajo de las misiones. En este mismo terreno fue de gran importancia la revisión del Breviario, ordenada por él, que introdujo importantes modificaciones al Breviario de Pío V, de 1568, y se mantuvo substancialmente hasta la reforma de San Pío X. Por la bula Divinam psalmodiam, de 1632, fue declarado el Breviario oficial de la Iglesia. En general, Urbano VIII desarrolló gran actividad litúrgica, si bien en 1642 se vio obligado a disminuir las fiestas eclesiásticas. Por otra parte, a él se debe la canonización y beatificación de varios santos y beatos, como Santa Isabel de Portugal, San Andrés Corsino y el Beato Francisco de Borja. Finalmente, no debemos pasar por alto la intensa actividad constructora de Urbano VIII, que enriqueció a la Iglesia con insignes monumentos. Pero el lado más oscuro del pontificado de Urbano VIII es su intervención en el desarrollo de la guerra de los treinta años, que justifica la afirmación de que, al menos indirectamente, favoreció al protestantismo, y, gracias a este favor, fue posible la derrota definitiva de las armas católicas y el resultado catastrófico de la paz de Westfalia 30 . Urbano VIII era contrario a la política de España y de los Habsburgos, y, por el contrario, simpatizaba con Richelieu y la política de Francia. Por esto no veía con buenos ojos el triunfo de los Habsburgos, que significaba el de la causa católica frente a los protestantes, por suponer que de este modo se rompía el equilibrio de las potencias católicas en Europa. Así se explica el hecho que en 1629 se opusiera al Edicto de restitución, publicado por Fernando II•en un momento de triunfo de las armas católicas, cosa que favorecía notablemente al catolicismo. Esta política de Urbano VIII lo llevó al fin al extremo de que cuando, en la última etapa de la guerra de los treinta años, Francia se puso con todo su poder al lado de los protestantes, aun entonces siguió favoreciéndolos, al menos indirectamente, y oponiéndose a los Habsburgos. Ciertamente, el cardenal Richelieu, dirigente de la política francesa, explicaba su conducta diciendo que aquella guerra ya no tenía carácter religioso, sino puramente político; y Urbano VIII igualmente repetía que sólo buscaba la paz entre los príncipes cristianos, por lo 30 Véase sobre este p u n t o la amplia exposición d e PASTOR, XXVII,335s; XXVIII,5s. Asimismo, GREGOROVIUS, F . , Urban VIH in Widerspruch zu Spanien und d. Kaiser im 30. J. Krieg (Stuttgart 1879). Sobre esta obra, P I E P E R : «Hist. pol. Bl.» 94 (1884) 4 7 i s ; EHSES, S.: «Hist. Jh.» (1895 33ós; L E M A N , A., Urban VIII et la rivalité de France et de la maison d'Autriche: 1631-1635 (Lila 1928); ALDEA, Q., España y la neutralidad de Urbano VIII (1630-1635): «LibAnGreg» (Roma 1962).
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cual quería observar entre ellos la mayor neutralidad; pero de hecho, gracias al apoyo que recibió de Richelieu el partido protestante y al favor que significaba para Richelieu esta «neutralidad» de Urbano VIII, los católicos fueron vencidos en definitiva por los protestantes. Otros asuntos importantes arrojan también tristes sombras en los últimos años del pontificado de Urbano VIII; por una parte, el tristemente célebre del proceso de Galileo, del que se habla en otra parte, que, aunque sin intervención directa del papa, dañó indudablemente a su memoria; por otra, el de la guerra de Castro, en el que se puso de manifiesto el excesivo favor y afecto de Urbano VIII a su familia, los Barberini. 4. Inocencio X (1644-1655) 31.—El cardenal Pamfili sucedió a Urbano VIII con el nombre de Inocencio X, que cierra el período que historiamos. De carácter apacible y hombre de buen humor, generoso hasta el extremo, activo y emprendedor, era la estampa enteramente contraria de su predecesor. Las circunstancias eran en verdad difíciles; pero Inocencio X hizo lo posible para mantener el prestigio del Pontificado y defender valerosamente la fe católica. Ante todo, siguió el ejemplo de Paulo V con el embellecimiento de Roma y otros trabajos en los Estados pontificios. Por esto, recibió Bernini el encargo de la ornamentación interior de la basílica de San Pedro, y asimismo se planeó la doble serie de columnas que adorna la gran plaza, si bien no se llegó a su realización hasta el pontificado de Alejandro VII. Del mismo modo, se trabajó en el mejoramiento de la basílica de Letrán y otros monumentos romanos. Por otro lado, procedió enérgicamente contra el duque de Parma, que cometía toda clase de injusticias contra el pueblo sencillo y aun había llegado a hacer asesinar al obispo de Castro. Semejante energía manifestó frente al omnipotente Mazarino en el asunto del cardenal Netz, a quien había hecho encarcelar. Por lo demás, concedió excesivo influjo a sus parientes, y, sobre todo, a la viuda de su hermano, Olimpia Maidalchini. Desde el punto de vista religioso, Inocencio continuó firmemente la obra de reforma. Por esto veló constantemente por la aplicación de los decretos tridentinos. Su mérito principal en este punto consiste en haber entablado con clarividencia y energía la guerra con la nueva herejía del jansenismo 32 . Para ello condenó en 1647 el libro de Arnauld De la fréquente communion, y en 1653 las cinco proposiciones de Jansenio 33 . 31
A d e m á s de las obras generales véanse:
F u e n t e s . — B u l l a r . Pont., ed. T a u r i n e n s e ; C A R I N I , 11 conclai'e di Urbano VIII: «Spicil. Vatic.» I,333s; CHINAZZI, Sede vacante per la morte del papa Urbano VIH e il conclave di Innocenzo X Pamfili (Roma 1904). B i b l i o g r a f í a . — P A S T O R , X X X ; CIAMPT, I., Innocenzo X Pamfili e la sua Corte (Roma 1878); C o VILLE, H . , Étude sur Mazarin et ser démeles avec le Papa Innocent X (París 1914). 32 Véase el excelente c.5 de PASTOR, X X X , l 9 i s . Asimismo las obras sobre el jansenismo, en particular CARREYRE, J., art. Jansénisme: «Dict. T h . Cath.»; M E Y E R , A. DE, Les premieres controverses jansénistes en France (1640-1649) (Lovaina 1917); BOURNET, L., La querelle jansémste (París 1924); SABA-GASTIGLIONI, Inocencio X {1644-1655), en Hist. de losPap. 2. f t ed. (Barcelona 1964) 11,463-474. Sobre la basílica d e San Pedro pueden verse: SCHÜLLER, S. Piroli, 2000 Jahre St. Peter (Olten 1950); ACKERMANN, J. S., The Architecture of Michelangelo 2 vols. (Londres 1964}; SIEBENHÜHNER, H . (San Pedro en el pontificado de Paulo V ) : «Kunstkronik» 286S ( N ü r e m b e r g 1962). 33 Véase CARREYRE, J., art. Arnault: «Dict. T h . Cath.».
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C.9- Catolicismo y protestantismo en Alemania
P.Il. De Lutero a la paz de Westfalia
En general, Inocencio X fue gran defensor de los derechos pontificios y del prestigio de la Iglesia. Por esto, sintió vivamente las disposiciones de la paz de Westfalia, que dañaban gravemente a la causa católica, y elevó protesta contra ellas 34 . Pero su voz resonó en el vacío. Con ello quedó bien de manifiesto que había desaparecido definitivamente el predominio de la religión católica y se iniciaba la nueva edad del indiferentismo religioso. CAPITULO
Catolicismo
y protestantismo
IX
en
Alemaniax
La paz de Augsburgo de 1555 significaba una especie de armisticio entre las dos fuerzas que se disputaban la posesión de Europa, el protestantismo en sus diversos frentes y el catolicismo de la Iglesia romana. Por esto, a partir de esta fecha, ambas confesiones intensifican sus actividades. En ellas podemos distinguir los siguientes períodos. El principio se caracteriza por el robustecimiento del protestantismo, lento a los comienzos, en tiempo de Fernando I (1556-1564), y más rápido durante el reinado de Maximiliano II (1564-1576), en el que alcanza su primer punto culminante. A esto sigue una reacción católica a fines del reinado de Maximiliano II, que se consolida en tiempo de Rodolfo II (1576-1612), en el cual el catolicismo pasa a la ofensiva y reconquista importantes posiciones. El reinado del emperador Matías (1612-1619) proporciona de nuevo un período de avance a los protestantes; pero los católicos reaccionan de nuevo, con lo que se inicia la guerra de los treinta años, que termina con la paz de Westfalia de 1648. 3* Sobre la protesta del papa véase PASTOR, X X X , i r 6 s . Asimismo, SCHULTE, E., Der West/. Friaden 2.* ed. (1943); BRAUBACH, M . , Der V/estph. Friede (1948); FISCHER, H . , Beitrdge zur Kenntnis d. pápstl. Politik wáhrend d. Westfdl. Friedensverhandl. (1913). 1
A d e m á s de las obras generales citadas en pág. 659S pueden verse:
Fuentes.—Nuntiaturberichte, las tres secciones II, III y I V ; A L B E R I , E., Le degli Ambasciatori Veneti 15 vols. (Florencia 1839-1863); T U R B A , G., Venezianische vom Kaiserhofe, por la C o m . Hist. de la Acad. I m p . de C i e ñ e , 3 vols. (1889-1895).
Relazioni Depechen
B i b l i o g r a f í a . — R I T T E R , M . , Deutsche Gesch. im Zeitalter der Gegenref. und des Dreissigj. Krieges 3 vols. (1889-1908); DROYSEN, G., Gesch. der Gegenref. (hasta 1618) (1895); H E R M E LINK, H . , Reformation u. Gegenref. (1911); BRANDI, K., Deutsche Reformation u. Gegenref. (1939); P A U L , J., Reformation u. Gegenref. (1922); GEBHARDT, Handhuch der Deutschen Gesch. II. Von der Reform. zum Ende des Absolut. 8." ed. II (1955). Asimismo, PASTOR, XIV-XXX (obra fundamental); EDER, C , Die Gesch. der K. im Zeitalter des Konfes. Absolutismus (i949>- SCHMIDLIN, J., Die Kirchl. Zusldnde in Deutschland vor dem 30. j . Krieg nach den bischofl. Diózesanberkhten an denhl. Stuhl 3 partes (1908-1910); I D . , Die Kirch. Zust. des Katholizismus wahrend des 30. j . Krieges nach den bischofl. Romberichten (1940); VALJAVEC, F., Geschichte der deutschen Kulturbeziehungen zu Südosteuropa. II. Reform. und Gegenref. 2.*ed. ( M u n i c h 1955); MECEUSEFFY, G., Habsburger im XVII. Iht. Die Berichungen der Hofe, von Wien und Madrid wahrend des dreizigjahr. Krieges (Viena 1955); SCHOFFLER, H . , Deutsches Geistesleben zwischen Re/, und Aufklürung... 2.* ed. (Francfort 1956); H E R T Z , F . O . , The developpement of the Germán public mind... ( L o n dres 1957); K N A P P I C H , W . , Die Habsburger-Chronik. Lebensbilder, Charaktere und Geschichte der Habsburger (Salzburgo 1959); L A U , D . F., La vie relig. dans les pays protestants de langue allem. á lafin du XVs.: «Colleg. d'hist. relig.» (Lyón 1963) 101-120; Z O L L N E R , E „ Gesch. Oesterreichs Von den Anfungen bis zur Gegenwart ( O l d e n b u r g 1961).
I.
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DESARROLLO RELIGIOSO EN ALEMANIA HASTA, 1612
1. F e r n a n d o I (1556-1564) 2 .—Fernando I, que tan importante parte había tenido en la paz de Augsburgo, procuró desde un principio favorecer en todo lo posible al catolicismo. Sin embargo, aunque poseía un firme apoyo en sus territorios hereditarios de Austria 3, fundamentalmente católicos, dependía militarmente de los príncipes protestantes a causa de la continua amenaza de los turcos. Por esto, de un modo semejante a lo ocurrido a su hermano Carlos V, se veía obligado a hacerles concesiones, y su gobierno se caracteriza, por una parte, por sus esfuerzos en apoyar la reacción y renovación católica, y, por otra, por su debilidad frente a los protestantes, hábilmente aprovechada por éstos. Por todo esto, Paulo IV se negó constantemente a reconocerlo como emperador, pero al fin Pío IV llegó a una inteligencia con él. De hecho, movido Fernando I por sus convicciones católicas, fomentó el concilio de Trento y toda la obra de reforma por él representada, y, al terminarse el concilio, procuró eficazmente su aceptación oficial por parte de los príncipes católicos. No obstante los fracasos experimentados, trabajó seriamente por la unión de las confesiones. Así lo probó en la dieta de Worms de 1557, e n I a que, entre otros, tomaron parte Melanchton y San Pedro Canisio, pero resultó completamente estéril. Del mismo modo fracasaron por completo los esfuerzos que pusieron por medio de diversos escritos un grupo de eruditos partidarios de las vías pacíficas (los llamados irénicos), tales como Jorge Witzel y Jorge Cassander. » Frente a estos conatos del emperador Fernando I en favor de la Iglesia católica y de la unión, siguieron los protestantes generalmente la política de anexión de nuevos territorios, que les proporcionó un crecimiento considerable. En general, su política fue aprovecharse de las disposiciones favorables de la paz de Augsburgo y de los apuros en que se veía el emperador, a causa de las amenazas turcas, para favorecer en lo posible el progreso del protestantismo. Conforme a este plan, usaron ampliamente del llamado derecho de reforma en sus propios territorios y en los nuevos que se iban anexionando. En realidad, la lucha entre el protestantismo y el catolicismo se fue agudizando cada vez más, lo cual apareció más claramente durante los reinados siguientes, en que, por una parte, la renovación católica intensificó más su avance y obtuvo importantes éxitos, y, por otra, aumentaron las divisiones intestinas entre los protestantes. 2. Progresos del catolicismo.—La debilidad del emperador Maximiliano II (1564-1576)^ de quien se ha podido afirmar que estuvo 2 Véanse, ante todo, las obras generales. En particular BUCHHOLTZ, F . B. V., Gescfi. der Regierung Ferdinands l 8 vols. (1831-1838). ^ T O U S E K , E., Kircheng. Oesterreichs II (1949); LOESCHE, G., Gesch. des Prolest. im vormaligen u. im neuen Oesterreich 3.* ed. ( r o 3 o ) ; EDER, C., Glaubensspaltung und Landstande in Oesterreich ob der Ems 1525-1602 (1936); G S T E N , H., Geschichte Oesterreichs 3.* ed. (Innsbruck 1956); M E CEUSEFFY. G., Geschichte des Protestantismus in Oesterreich (Gratz y Colonia 1956); H E I M B E R , H . , SPIEGEL-SCBMIDT, Deutsches Lutherlum in Ungarn (Dusseldorf 1955); OLICVER BRACHFELD, T . . Historia de Hungría: «Serie Hist.» 11 (Barcelona 1957). 4 B I B L , V.. Maximilian II, der rátselhafte Kaiser (1929); I D . , Die Korrespondez M . II 2 vols. (1916-1921); I D . , Zur Frage der religiosen Haltung Kaiser M. 7/(1917); H O P F E N , H . , Maximilian II und der Kompromisskatholicismus (1895); SCHWARZ, W . E „ Briefe u. Akten zur Gesch. M. II 2 vols. (1899).
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P.H. De Lutero a Id paz de Westfalia
a punto de entregar las insignias imperiales a los protestantes, estimuló poderosamente a los católicos para que emprendieran una marcha más intensa y acelerada por la renovación católica. Ante las repetidas violencias de los príncipes protestantes y ante el celo exagerado que manifestaban en la aplicación del derecho de reforma, se decidieron ellos también a emplear los mismos métodos y proceder con la mayor energía. Esta reacción se debió en buena parte al final del concilio de Trento, que puso en las manos de los obispos y aun de los príncipes católicos un instrumento seguro y eficaz para la renovación de sus territorios. Esta reacción tiene como primer exponente al apóstol de Alemania, San Pedro Canisio 5 , y, como instrumentos principales, a algunos eminentes prelados del temple del cardenal de Augsburgo, Otón Truchsess von Waldburg 6; a la Compañía de Jesús y a algunos príncipes seculares, como el duque Alberto V de Baviera (1550-1579) 7- Como se ha dicho en otro lugar, este movimiento de regeneración y robustecimiento del catolicismo en el centro de Europa fue designado por Ranke con el nombre de Contrarreforma; pero nosotros la designaremos siempre con la expresión reforma, o renovación católica, u otra equivalente 8 . Su manifestación más característica y juntamente uno de sus instrumentos más eficaces en Alemania fue la decisión de los príncipes católicos de hacer valer, como lo hacían los protestantes, el derecho de reforma en sus propios territorios y en todos los que pudieran anexionarse. El primero entre los príncipes que entró decididamente por este sistema fue Alberto V de Baviera. Como fieles instrumentos le sirvieron admirablemente los cancilleres Simón T. Eck y V. Hund, juntamente con el secretario, E. Schwigger. Pío IV y los papas que le siguieron lo estimularon constantemente en el camino emprendido, por lo cual Alberto V se convirtió en verdadero paladín de la causa católica. Entregóse con toda su alma a poner en práctica la reforma tridentina, por lo cual, aunque en 1564 le fue concedido el privilegio de la comunión bajo las dos especies, renunció pronto a ello. Para realizar sus designios, venció con energía la decidida oposición de la nobleza protestante, hizo celebrar misiones populares y estableció visitas oficiales de las iglesias a la manera que lo realizaban los príncipes innovadores; exigió sistemáticamente de los profesores universitarios y de otros magistrados el juramento tridentino; fundó colegios y otros establecimientos de la Compañía de Jesús y, en general, utilizó ampliamente la obra apostólica de los jesuítas, con todo lo cual logró una renovación completa en todo su territorio. Los nuevos seminarios y las universidades de Ingolstadt, Dilinga y Colonia apoyaron decididamente esta obra reformadora. Desde estas Universidades iniciaron los jesuítas aquel influjo que tan decisivo debía ser en el me5 BRAUSBERGER, O . , Peter Canisius 3 . a ed. (1921); SCHÁFER, W . , Petrus Canisius (1931); BRODRIK, J., St. Petrus Canisius, 1521-1597 (Londres 1935). < D U H R , B., Reformbestrebungen des Kard. Otto Truchsess von Waldburg: «H. Jhb.» 7 (1886) 369S: SIEBERT, j . , Zwischen Kaiser u. Papst. Kard. Truchsess v. W . und die Anfánge der Gegenref. in D. (1943)7 Sobre Baviera en particular p u e d e n verse: RIEZLER, S., Gesch. Bayerns vols.4-6 (1898-1903); D O E B E R L , M . , Entwicklungsgesch. Bayerns 2 vols. 2. a ed. (1916-1928); KNÓPFLER, L., Die Kelchbewegung in Bayern unter Herzog Albrecht V (1891); SIMÓN, M . , Evangel. Kircheng. Bayerns 2. a ed. (1952); G O T Z , J. B., Die religiósen Wirren in der Oberpfalz (1576-1620) (1937). * Véase p.762.
C.9. Catolicismo y protestantismo en Alemania
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joramiento de la causa católica en Alemania. San Pedro Canisio, con su incansable actividad de palabra y por escrito, simbolizaba la ofensiva iniciada por los católicos en todos los frentes. Guillermo el Piadoso (1579-1597), hijo y sucesor de Alberto V, continuó con la misma energía y tenacidad la obra reformadora iniciada por su padre. De este modo continuó Baviera a la cabeza de los principados católicos fieles a Roma y sirvió de modelo en su reforma a otros territorios. El nuevo emperador Rodolfo II (1573-1612) 9 , aunque de natural indolente y alejado de los negocios, se manifestó más decidido en la defensa del catolicismo, ya entonces en franco avance. Por esto, en sus propios territorios de Austria, donde el predicante / . Opitz atacaba violentamente a los católicos y el protestantismo había progresado considerablemente, Rodolfo II lo desterró y prohibió en absoluto el culto protestante. Algo semejante sucedió en otros territorios, como Steiermark, Krain y Kárnten. El archiduque Carlos, en un momento de grandes apuros pecuniarios, había hecho en 1578 diversas concesiones a los protestantes; pero en 1580 logró al fin robustecer al partido católico, con el cual pudo romper, finalmente, la oposición protestante. Entre los príncipes eclesiásticos sobresale la egregia figura del ya citado cardenal-obispó de Augsburgo, Otón Truchsess von Waldburg (1514-1573). También él, como el duque de Baviera, siguiendo el ejemplo protestante, introdujo plenamente en sus territorios la reforma católica, estableció visitas oficiales de las iglesias y prohibió en absoluto el culto protestante. Para dar más solidez a su obra reformadora, celebró periódicamente sínodos y utilizó ampliamente la acción de los jesuítas, a quienes confió la Universidad de Dilinga. De un modo semejante se introdujo la reforma católica en Fulda, Münster, Wurzburgo, donde se fundó una universidad, encomendada a los jesuitas; Paderborn y otros territorios l 0 . Alentados por los ejemplos de estos príncipes católicos y por los buenos resultados obtenidos, continuaban los católicos en su obra de reforma interior y reconquista de los territorios perdidos. 3. Actuación de los protestantes.—Frente a esta intensa actividad católica, no permanecieron inactivos ios príncipes protestantes. Por el contrario, envalentonados por su anterior crecimiento y estimulados por la ofensiva de los católicos, trabajaron, a su vez, con la mayor decisión por mejorar sus posiciones y oponerse a los avances católico-romanos. Siguiendo su táctica de aprovecharse del llamado derecho de reforma de los príncipes, ya en 1556 introdujeron el culto protestante en el territorio electoral del Palatinado y de Badén n . Asi» Además de las obras generales p u e d e n verse G I N D E L Y , L., Rudolf II und seine Zeit 2 vols (1863-1865); BEZOLD, J. V.. Kaiser R. II und die hl. Liga (1886); SCHWABZENFELD, G . VON, Rudolf II Der Saturnische Kaiser ( M u n i c h 1961). 10 STEICHELE, A . , Beitráge zur Gesch.des Bistums Augsburg 2 vols. (1850-1852); H Ü R I N G , A Der Kampf und die Kath. Religión im Bistum Münster nach der Vertreibung der Wiederta'ufer' J 5 3 5 - ' 5 * 5 (1883); K N I C H , J., Gesch. der Reformation u. Gegenref. auf dem Eichsfelde (1910)' SCHÜCKING, L., Christoph Bernhard von Galen, Fürstbisch. von Münster (1940); LOSERTH, J ' Salzburgu. Steiermark imletztenViertel des 16. JAlgos). ' '' 11 L E D E R L E , C., Markgrafschaft Badén bis 1635: «Freib. E}. Arch.» (1917) 367s; L O S E N , R. Kurpfalz bis 1592: ibid. (1917) 2o8s. ''
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mismo, desde 1568, Julio de Brauschweig-Wolfenbüttel, al entrar en posesión de este territorio, lo hizo enteramente protestante. Más sensibles todavía fueron las pérdidas que experimentó el catolicismo en los territorios eclesiásticos, sobre todo en el norte y centro de Alemania. Sin respetar el reservado eclesiástico, tal como se prescribía en la paz de Augsburgo, los príncipes protestantes de Brandeburgo, Sajonia, Mecklemburgo y Pomerania se anexionaron por la fuerza dichos territorios e introdujeron sencillamente el culto protestante. De este modo fueron protestantizadas las diócesis de Lübek, Minden, Osnabrück, Halberstadt y otras, si bien debemos observar que algunas, como Osnabrück, fueron luego reconquistadas para el catolicismo. Hasta tal punto llegaron los progresos del protestantismo en torno al año 1570, que se calculan en unas siete décimas partes del territorio alemán enteramente protestantizadas. Sin embargo, conviene observar que entonces precisamente se inicia un cambio radical, que llegó a amenazar seriamente al protestantismo. Este cambio relativamente rápido era debido no sólo a la intensificación creciente de la ofensiva católica de que antes hemos hablado, sino a las disensiones intestinas, que corroían el mismo protestantismo, en particular a la lucha entablada en Alemania entre el luteranismo y el calvinismo. Así, por ejemplo, el príncipe elector del Palatinado romano, Federico III, introdujo el calvinismo en su territorio, hasta entonces luterano. Poco después, en 1576, su propio hijo arrojó violentamente el calvinismo y renovó el luteranismo; pero a su muerte, ocurrida en 1583, se restableció otra vez el calvinismo: Con todo esto se avivó hasta tal punto la lucha y el odio de los luteranos contra los calvinistas, que llegaban a afirmar que preferían el catolicismo al calvinismo. Algo semejante ocurrió en otros territorios. 4. Luchas enconadas y triunfos católicos.—Pero donde la lucha llegó a tomar proporciones gigantescas fue en algunos territorios eclesiásticos, que al fin quedaron en manos de los católicos. Era la prueba más evidente de la nueva situación, francamente favorable al catolicismo. Fue un ejemplo verdaderamente simbólico sobre la lucha a vida o muerte entre el protestantismo y catolicismo el del territorio de Colonia. Gebhard Truchsess von Vi/aldburg 12, arzobispo y príncipe elector de Colonia desde 1577, era hombre enteramente aseglarado, y sólo tras duras batallas había conseguido la aprobación de Roma. Pero bien pronto manifestó sus verdaderos sentimientos. Ya en 1579 se casó con Inés de Mansfeld, que, a su vez, era canoniquesa de Gerresheim y ya hacía tiempo mantenía con él relaciones. Más aún: desde 1582 hizo abierta profesión de protestantismo, y, empujado por los parientes de Inés, emprendió la más ruda batalla por introducir el calvinismo en Colonia, transformando aquel territorio eclesiástico en protestante reformado. Era un caso de flagrante violación del reservado eclesiástico. 11 Véanse PASTOR, X X , 2 6 8 S ; LORSEN, M . , Der hblnische Krieg. Vorgeschkhte, 1561-1581 (1882); I D . , Gesch. des kdlnischen Krieges (1897); W O L F , G., AUS Kurkoln im 16. / . (1905); W E I BER, P., Die kirchliche Reformation im Erzbistum Koln 15X5-1615(1931); K E L L E R , L., Die Cegenref. inWest/alen und am Niederrhein 3 vols. (1881-1895); H A N S E N , J., Der ín/ormationsprozess gegen Gebhards Truchsessvon W. Mitteil. Staatsarch. Koln 20 (1892) 365; FRANZEN, A. f Der Wiederaufbau des kirchl. Lebens im Erzb. Koln unter Ferd. von Bayern, Erzb. von Küln, 1612-1650: «Reformationsgeschichl. St. u. T.» 69-71.
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Pero tanto el cabildo como el Consejo de Colonia se opusieron decididamente a estos manejos, y eligieron al archiduque Ernesto, hijo de Alberto V de Baviera, para la iglesia de Colonia. Excomulgado y depuesto Gebhard por el papa Gregorio XIII en abril de 1583, se hubo de llegar a una verdadera guerra (guerra de Colonia), en la que, con el apoyo del príncipe de Parma y de las armas de España y Baviera, consiguió Ernesto la posesión de Colonia. De este modo unió este territorio con los de Lieja, Münster, Hildesheim y Freisinga. Esta victoria del catolicismo tuvo extraordinaria importancia, pues la dignidad de príncipe elector de Colonia decidía la mayoría en el colegio de electores de Alemania. Con esto mantenían los católicos la mayoría. Semejante fue la batalla que se libró en torno a la dignidad del príncipe eclesiástico de Estrasburgo 13. El destituido Gebhard de Colonia se dirigió a Estrasburgo, donde introdujo también la división en el cabildo. Sintiéndose fuerte el partido protestante, eligió a Juan Jorge de Brandeburgo, joven de quince años, mientras los católicos elegían a Carlos de Lorena, obispo de Metz. La lucha fue larga y penosa (guerra de Estrasburgo), hasta que, finalmente, triunfó el candidato católico. Excitados los protestantes por los triunfos católicos, se aprovecharon de la debilidad del emperador hacia el fin de su reinado con el objeto de obtener algunas ventajas para su causa. Rodolfo II había nombrado a su hermano Matías gobernador de Austria; pero, viéndose forzado a emprender una guerra contra él, al fin fue obligado a resignar a los territorios de Hungría, Moravia y parte de Austria. Pero el resultado fue que Matías (futuro emperador) tuvo que hacer a la nobleza protestante, que le había prestado su poderosa ayuda, grandes concesiones, contra las cuales se declararon los obispos húngaros. Pero el efecto de esta campaña fue todavía más adelante. Debilitado hasta lo sumo el prestigio del emperador Rodolfo II, se vio ahora acometido violentamente en Bohemia por los hermanos bohemios, utraquistas y luteranos. Aprovechándose de la debilidad y apurada situación del emperador, organizaron todos ellos una rebelión en Bohemia y Silesia, y lo obligaron a concederles, por medio de la carta regia del 9 de julio de 1609, libertad absoluta de religión, y a la iglesia evangélica el derecho de erigir iglesias y celebrar su culto conforme a la confesión de Bohemia 14. Más claramente aparece el estado de violencia en que se iba colocando el protestantismo frente a los avances de la reforma católica en los acontecimientos de Donauworth 15. Esta ciudad imperial, que en 13 P u e d e n verse PASTOR, XXIII,284S; M E I S T E R , A-, Akten zum Schisma im Strossb. Domfeapitel, 1583-1592 (1898); ID., Die Haltung der drei geistl. Kurfürsten in der strassb. Stiftsfehde 15831592: «Ann. Hist. Vereins für Niederr.fi (1895) n . 6 l ; ID., Der Strassburger Kapitelstreit, 1583-1592 (1899); ADAM, J., Evangelische Kircheng. der Stadt Str. (1922); SCHMIDLIN, J., Die Kathol. Restauration im Elsass (1934); L O S E N , R., Der Anfang des Strassb. Kapitelstreites (1888); M Ü L L E R , H . , Die Restauration des Katholiz. in Str. (1882). 14 PASTOR, X X V I , 2 i i s ; BRETHOLZ, B., Gesch. Bóhmens und Mdhrens 4 vols. (1922-1924); G I N D E L Y , A-, Gesch. der Gegenref. in Bohmen (1894); ECKSTEIN, F . , Comenius und die Bóhmischen Brüder (1915); BIERMANN, G., Gesch. des Protest, in Osterreich-Schlesien(i8g7); SCHWICKER, J. H . , Pazmany und seine Zeit (1888); BALICS, L., Gesch. der Kathol. K. in Ungarn 3 vols. (Budapest 1885-1890); HORVATH, B., Der Protest, in Ungarn (1927); L O E S C H E , G . , Luíher, Meianchton und Calvin in Oesterreich-Ungarn (1909). 15 STIEVE, F . , Der Kampf un Donauworth (1875). Sobre la dieta d e Ratisbona d e 1608, P A S TOR, XXVI.222S.
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15 ss era enteramente católica, fue poco a poco protestantizada por el príncipe elector del Palatinado, Federico IV, que aspiraba a la destrucción de la casa de Habsburgo y del catolicismo. En estas circunstancias, mientras se celebraba en 1606 una procesión católica, cayeron sobre ella los protestantes y cometieron deplorables violencias. El resultado fue que se lanzó contra la ciudad la proscripción imperial, y el duque Maximiliano de Baviera, encargado de su ejecución, la incorporó a sus dominios. El príncipe elector del Palatinado protestó violentamente y fomentó la indignación de los príncipes protestantes. No es, pues, de maravillar que, puestas las cosas en un estado tan violento, se llegara a la formación de aquellas uniones y ligas que preceden a las grandes guerras. Ya el 4 de mayo de 1608 se constituyó la Unión protestante en Anhausen 16, en la región de Ansbach; pero su misma constitución daba claras pruebas de las divisiones existentes en el seno del protestantismo, pues mientras al frente de la Unión se presentaba el príncipe elector del Palatinado, bien conocido por su calvinismo y sus ansias de figurar, los electores de Sajonia y de Brandeburgo, por odio al calvinismo, permanecieron fieles al emperador. Francia y Holanda apoyaban decididamente esta Unión. Frente a la misma se formó igualmente, como era de suponer, la que fue designada como Liga católica 17. Así se realizó el 11 de julio de 1609 entre Maximiliano I de Baviera, que aparece como el jefe del bloque católico, y los tres príncipes electores eclesiásticos y otros siete príncipes eclesiásticos. En realidad eran dos confederaciones militares dispuestas a empezar en cualquier momento una guerra civil. Bien pronto se ofreció una ocasión para ello. Por haber muerto sin sucesión el duque Juan Guillermo Kleve, los príncipes protestantes del Palatinado, Neuburgo y Brandeburgo se apoderaron del territorio sin esperar la solución del emperador. Contra esta violencia protestó Rodolfo II, y comisionó al obispo de Passau y Estrasburgo para que se posesionara de Kleve mientras se esperaba el fallo definitivo, y, en efecto, éste se apoderó de Fülich. Pero esto puso en conmoción a los príncipes protestantes, los cuales llegaron en febrero de 1610 a firmar una alianza con Francia, y se iniciaron los primeros movimientos por parte de los franceses. El peligro era inmenso, pues frente al débil Rodolfo II se hallaban el ambicioso elector del Palatinado y, sobre todo, el inteligente y activo rey de Francia, Enrique IV. Pero el asesinato de éste, ocurrido el 14 de mayo de 1610, y la muerte de Federico IV en el mes de septiembre dieron nuevo rumbo a los acontecimientos. La Unión y la Liga llegaron a una inteligencia, y el príncipe del Palatinado-Neuburgo, recientemente convertido al catolicismo, y el príncipe de Brande burgo, que del luteranismo había pasado al calvinismo, se repartieron los territorios disputados. 16 R I T T E R , M . , Gesch. der deutschen Union vol.i (1867); I D . , Zur Gründung der Union {15981608) (1870); I D . , Die Union und Heinrich IV (1874). i ' BEZOLD, J. V., Kaiser Rudolf II und die Liga: «Abh!. d e r Bayer. A k . d. Wiss.» 172 (1886) 334s; BURGER, W . , Die Ligapolitik der Mainzer Kurfürsten... 1604-1613 (1908). Véase, sobre todo, PASTOR, X X I V , 2 3 6 S ; ALBRECHT, D . , Die auswártige Politik M . s von Bayern 1618-1635 ( G ó t t i n gen 1962); LOJEWSKT, G . VON, Bayerns Weg nach Koln, Gesch. der bayerischen Bistumspolitik in der zweiten Halfte des XV. Jhts.: «Bonner hist. Forschungen» 21 (Bonn 1962).
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L A GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS (1619-1648)
y LA PAZ DE WESTFALIA (1648) 1 8
Al fin del reinado de Rodolfo II, la situación era sumamente confusa y amenazadora. No obstante los progresos alcanzados por los católicos, su situación se iba haciendo cada día más inestable. Mientras Rodolfo II se iba enfriando cada vez más en sus sentimientos católicos, su hermano Matías simpatizaba abiertamente con los protestantes. Contra la voluntad de Rodolfo, Matías entró militarmente en Bohemia y el 24 de marzo de 1611 ocupó la capital, Praga. Forzado por las circunstancias, abdicó entonces Rodolfo, y Matías fue proclamado rey. La muerte de Rodolfo, víctima de aquella terrible humillación, en enero de 1612 impidió nuevas tragedias. 1. E l e m p e r a d o r Matías (1612-1619).—La situación era, en verdad, dificilísima, verdadero prenuncio de la horrible guerra que iba pronto a estallar. Bien claramente se manifestó en la elección del emperador. Ya antes de morir Rodolfo II se habían reunido los príncipes electores en 1611 para la elección del rey de romanos o sucesor en el imperio; mas no pudieron llegar a ningún resultado. Pero, aun después de la muerte de Rodolfo, fue imposible durante largo tiempo convenir en la elección. Los dos partidos, católico y protestante, poseían igual número de votos y persistían en sus respectivas exigencias. Los protestantes se habían envalentonado durante los últimos años de Rodolfo II y, aprovechándose de su debilidad, habían aumentado extraordinariamente su poder y sus privilegios sobre todo en Austria y Bohemia. Así, pues, no querían ahora ceder en sus posiciones. En cambio, los católicos, conscientes de la fuerza adquirida en los últimos años, estaban decididos a mantener sus derechos. Al fin, el príncipe elector de Sajonia se puso de parte de los católicos, y fue elegido como emperador Matías, el cual, aunque no siempre había sido decidido defensor de los intereses católicos, se veía obligado desde ahora, aun por la misma razón de Estado, a propugnarlos frente a los protestantes. Sin embargo, aunque por este motivo se propuso desde un principio suspender o por lo menos limitar las excesivas concesiones hechas por Rodolfo a los no católicos de Bohemia 19 , quiso 18
Véanse, ante todo, las fuentes y obras generales indicadas e n la n t . l . E n particular:
Fuentes.—Briefe und Akten zur Gesch. des Dreissigjáhr. Krieges, p o r la Acad. Báv. d e C i e ñ e , 11 vols. (1590-1613; 1870-1908). N u e v a serie, 1618-1631, p o r W . G O E T Z (1908-1918); G Ü N T H E R , E-, Die Habsburg. Liga (1625-163$); Briefe u. Aktenaus dem Generalarchiv von Simancas (1908). B i b l i o g r a f í a . — P A S T O R , XXVI.290S y los vols. siguientes; R I T T E R , DROYSEN, H E R M E L I N K , BRANDI, GEBHARDT y otras obras ya citadas; G I N D E L Y , A . , Gesch. des dreissigj. Krieges 4 vols. (1869-1880); I D . , Gesch. der Gegenref. in Bóhmen (1894); W I N T E R , G . , Gesch. des dreissigj. Kr. (1893); STIEVE, J., Der Ursprung des dreissigj. Kr. 1607-1619 (1875); K L O P P , O . , Der dreissigj. Kr. bis 1632 3 vols. (1891-1896); I D . , Deutschland u. die Habsburger,'por L . K O N I G (1908); H U C H , R., Der Dreissigjdhrige Krieg nuev. ed-, 2 vols. (Leipzig 1957); L I V E T , G . , La guerre de Trente ans: «Que sais-je?» 183 (París 1963); JESSEN, H . , Der dreissigjáhrige Krieg in Augenzeugenberichten (Frib. d e S. 1963); R I T T E R . M-, Deutsche Gesch, im Zeitalter der Gegenref. und des dreissigj ahrigen Krieges. 2. a ed. ( D a r m s t a d t 1963); CÁRTER, C . H . , The secret diplomacy ofthe Habsburgs 1598-1625 (Londres 1965). 19 Para estos años turbulentos, véanse PASTOR, XXVI,249s; G I N D E L Y , A . , Gesch. der Gegenref. in Bóhmen (1894); BRETHOLZ, B., Gesch. Bóhmens und Máhrens I H - I V (1924-1925); TURBA, G . , Geschichte des Thronfolgerechts (1913).
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también mantener el equilibrio de los dos partidos y evitar de este modo la guerra que amenazaba. Como representante de esta política aparece el cardenal Melchor Klesl (f 1630) como el hombre de confianza del emperador 2 0 . Por una parte, pues, inició una acción sistemática y eficaz en Austria y Bohemia en orden a poner en práctica la reforma católica. Conforme al principio establecido por los protestantes, y puesto entonces en vigor en todas partes donde se disponía de la fuerza para ello, de excluir de los propios territorios a todos los que profesaban otras creencias, se prohibió en Austria, Hungría, etc., el culto protestante y se hizo clausurar todas las iglesias luteranas y calvinistas. Fácilmente se comprende la excitación que se fue apoderando de los protestantes. Por esto, la dieta de Ratisbona de 1613 fue completamente estéril. Todos los esfuerzos del emperador Matías y del cardenal Klesl por llegar a la inteligencia entre la Unión y la Liga, como representantes de las dos fuerzas opuestas, resultaron inútiles. Llegóse al extremo de ofrecer al príncipe protestante de Magdeburgo asiento y derecho de votación en la dieta; pero Maximiliano de Baviera 21 , apoyado por el nuncio, se opuso decididamente. Asimismo se trató de la disolución de la Unión y la Liga, que representaban el mayor peligro de la guerra; pero a ello se opusieron decididamente ambos partidos, y sólo se obtuvo una ligera transformación de la Liga, sometiéndola al emperador. La cuestión sobre la sucesión en el imperio exasperó más todavía a los protestantes. Pues aunque España, por boca de su embajador Oñate, publicó oficialmente en 1617 la renuncia a sus posibles derechos, los archiduques Fernando y Maximiliano de Baviera obligaron al emperador Matías y al cardenal Klesl a reunir en el mismo año 1617 la dieta electoral de Praga. Pero tanto Matías como Klesl fueron dando largas a la elección, que no tuvo lugar hasta después de estallar la revolución de Bohemia. Entre tanto, la tensión de los ánimos llegó hasta lo sumo. El emperador, empujado por el partido católico, ordenó en 1617 la destrucción o el cierre de las iglesias que los protestantes habían levantado en Klostergrab y Braunau. Contra esta disposición imperial protestaron los jefes protestantes; pero, sin atender a sus quejas y presionado siempre por los jefes católicos, el emperador hizo arrasar la iglesia de Klostergrab. Tal fue la ocasión última de la rebelión de Bohemia, que dio, a su vez, origen a la guerra de los treinta años. La ejecución de esta orden imperial colmó la medida del coraje de los protestantes. Organizóse una rebelión y levantamiento formal en Praga bajo la dirección de algunos nobles, y, sobre todo, del conde Matías de Thorn. Convocaron para el 5 de marzo una asamblea de todas las fuerzas protestantes, pero ésta fue impedida por el Gobierno. Enviaron entonces un memorial de protesta al emperador, pero éste no quiso admitirlo. Enton20 MÜLLER, J., Die Vermittlungspolitik Kleslsvon 1613-1616 -.: «Mitt. Oest. Gesch.» 5 (18961903) cuad.5 604S; KERSCHBAUMER, A., Kardinal Klesl 2.a ed. (1905). 21 Sobre la actuación general de Maximiliano I de Baviera, Briefe und Akten... Nueva serie, Die Polüik Maximilians I..., por W. GOETZ (1908-1918); HOGL, M., Die Bekehrung der Oberpfalz durch Kurfürst Maximilian V. Bayern u. sein Jh. (1949).
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ees, pues, decididos a jugarse el todo por el todo, convocaron, contra la expresa voluntad imperial, la anunciada asamblea. Desde este punto, los acontecimientos se precipitaron con rapidez vertiginosa. No obstante la nueva orden del emperador de disolver aquella asamblea, la rebelión siguió ya su curso comenzado. El 23 de mayo se apoderaron de la fortaleza y arrojaron a la fosa por la ventana a los dos representantes imperiales, Martinitz y Blawata. Con esto se dio principio a un régimen de terror contra todo lo católico. Arrojóse inmediatamente a los jesuítas, al arzobispo y a los abades de varios monasterios. Varios de éstos fueron saqueados; muchas iglesias, confiscadas; los católicos, excluidos de los cargos públicos; algunos de ellos fueron asesinados. Digno de mención es el martirio del párroco Juan Sarkander, víctima de inhumanas torturas, beatificado en 1680. Entre tanto, la rebelión se extendió a toda Bohemia; uniéronse rápidamente a ella diversos señores protestantes de Austria y de los territorios vecinos, alentados por la Unión protestante alemana, que enviaba tropas en apoyo del movimiento. Tal era la situación del imperio cuando el 20 de marzo de 1619 murió el emperador Matías, quien hasta los últimos momentos estaba empeñado en llegar a una inteligencia con los rebeldes. 2. Fernando II (1619-1637) 22 . Primer período de la guerra. En tan tristes circunstancias inició su gobierno Fernando II, proclamado ya como rey de Bohemia en 1617 y de Hungría en 1618. Era nieto de Fernando I; había recibido de los jesuitas una educación profundamente católica, y, elegido como emperador el 28 de agosto, fue coronado en Frankfurt el 9 de septiembre de 1619. Jamás un emperador alemán había iniciado su gobierno en momentos más angustiosos. Por un lado se presentaba la creciente amenaza de los turcos; por otro, en sus propios territorios hereditarios hervía la rebelión, que dominaba en Bohemia, Moravia, Silesia y gran parte de Austria; los protestantes de toda Alemania se ponían frente a él, de parte de los rebeldes. Hasta tal punto llegó su desesperada situación, que para acudir al acto de la coronación en Frankfurt tuvo que arriesgarse, sin tropas de acompañamiento y sin dinero, a través de sus enemigos. Estos llegaron al extremo de deliberar seriamente sobre el reparto de los territorios hereditarios imperiales. A tan desesperada situación hizo frente el nuevo emperador Fernando II con la mayor energía y con indomable valor, para lo cual le sirvió maravillosamente su profunda convicción religiosa y la íntima conciencia de su deber. De este modo se dio principio al primer período de la guerra de los treinta años, llamado bohemio-palatino (16191623), y el que, juntamente con el segundo, el sajón-danés (1623-1629), constituyen el mayor triunfo y el punto culminante de la causa católica. Frente a la literatura tendenciosa protestante, que ha tratado siempre de presentar la figura de Fernando II como el tipo de un fanático y obscurantista, la investigación moderna ha probado con toda suficiencia que, si no poseía las dotes de caudillo e iniciador de grandes em22 Véanse, ante todo, las fuentes y obras generales. En particular Akten u. Knrrespondenzen zur Gesch. der Gegenref... unter Ferdinand II. II. 1600-1637 (1907J; HURTER, FR., Geschichte Ferdinands II u. seiner Eltern 7 vols. (1850-1854).
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presas, era el gobernante modelo que con clara visión de la realidad sabe hacer frente a las situaciones difíciles y con férrea constancia vence toda clase de dificultades. En realidad, el movimiento de rebeldía no sólo no se había detenido ante la elección del nuevo emperador, sino que fue tomando cada día mayores proporciones. El calvinista Federico V, jefe de la Unión protestante y príncipe elector del Palatinado, fue elegido por los rebeldes como rey de Bohemia, y fue coronado en Praga el 15 de octubre de 1619. A su lado se colocaron Hungría, Moravia, Silesia y gran parte de Austria. En esta forma se declaraban abiertamente contra el nuevo emperador Fernando II y se daba comienzo a la guerra de los treinta años. Frente a un enemigo tan poderoso y fanatizado con los primeros triunfos, debe considerarse como el primer éxito de Fernando II el haber sabido ganarse a un conjunto de confederados capaces de darle la victoria. Ante todo, contaba con la Liga católica, a cuya cabeza se hallaba el belicoso Maximiliano de Baviera. Asimismo contaba con tropas auxiliares españolas, y obtuvo igualmente considerables subsidios del romano pontífice. Pero lo que acabó de dar a Fernando II una ventaja decisiva sobre sus adversarios fue la adhesión a su causa del príncipe elector de Sajonia, Juan Jorge II, quien por aversión al calvinismo no quiso unirse al calvinista Federico V del Palatinado, jefe de los rebeldes. El primer choque se produjo en la primavera del año 1620, en que los ejércitos imperiales atacaron en tres frentes diversos. Mientras un ejército español-flamenco entraba en el Palatinado y el príncipe elector de Sajonia en Lausitz y Silesia, Maximiliano de Baviera y el general Tilly, al mando de las fuerzas bávaras, se apoderaban rápidamente de la alta Austria, y, uniéndose con el ejército imperial, se dirigieron a Praga, donde se encontraba el príncipe elector del Palatinado con el grueso de las fuerzas protestantes, y en la célebre batalla del Monte Blanco (Weissen Berge), junto a Praga, del 8 de noviembre de 1620, le infligieron la más completa derrota. Federico V escapó, y desde entonces fue designado con el apodo de Rey del Invierno. La victoria era completa. Bohemia, Moravia, Austria y todos los territorios vecinos quedaron dominados y reconocieron al emperador. El complemento lo constituye la acción en el Palatinado. El 21 de enero de 1621, el emperador lanzó la proscripción imperial contra el príncipe elector, el Rey del Invierno. El 14 de mayo, disuelta la Unión protestante, quedaba Federico V a merced de sus enemigos. Bien pronto fue ocupado todo el Palatinado renano por las tropas españolas y de la Liga. Al apoderarse Maximiliano de Baviera de la biblioteca palatina de Heidelberg, la entregó al papa Gregorio XV como obsequio por los subsidios enviados 23 . Tal fue el resultado militar del primer período de la guerra de los treinta años. No es, pues, de sorprender que los vencedores trataran de aprovechar en lo posible su victoria. Ante todo, se puso en práctica la reforma católica en todos aquellos territorios donde había sido arrojado violentamente el catolicismo. Aplicando el principio entonces en 23
Véase arriba, p.893.
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vigor, excluyeron en absoluto de Bohemia, Moravia, Austria y l o s demás territorios hereditarios imperiales a todos los disidentes, introduciendo de nuevo con toda amplitud el culto católico. Ciertamente se procedió en este sentido con excesivo rigor, arrojando de aquellos territorios a todos los pastores calvinistas, utraquistas y luteranos, y poniendo poco después a todos los ciudadanos ante la alternativa de abrazar el catolicismo o de marchar al destierro. Pero téngase presente que éste era el sistema propio del tiempo, consecuencia del derecho de reforma de los príncipes, que tantas veces aplicaban los protestantes. Pero al mismo tiempo, los vencedores católicos aplicaron todo el rigor de la ley contra los dirigentes de la rebelión. Fernando II rasgó por sí mismo la carta imperial, en la que se contenían los privilegios arrancados del débil emperador Matías. Veintisiete de los principales dirigentes fueron ajusticiados en Praga el 21 de junio de 1621. Sus bienes fueron confiscados. El nuncio, Carlos Carafa, intervino activamente. En realidad fueron muchísimos los que volvieron sinceramente al seno de la Iglesia. Por otra parte, Federico V perdió su dignidad de elector, que fue transferida a Maximiliano de Baviera, no sin protestas de los demás electores. Asimismo, en recompensa de sus méritos y como botín de guerra, recibió Maximiliano el alto Palatinado, mientras el Palatinado renano quedaba bajo la administración de las fuerzas españolas y liguistas. En todos estos territorios se introdujo de nuevo el catolicismo conforme al principio del derecho de reforma de los príncipes. Sólo en Silesia, conquistada en gran parte por el elector de Sajonia, que era calvinista, pero aliado de los católicos, persistió sustancial mente la situación de predominio del protestantismo, aunque de hecho se hicieron diversas concesiones a los católicos. 3. Segundo período, sajón-danés: 1625-1629.—Todo esto significaba un triunfo extraordinario del catolicismo, e indudablemente se inició en todos estos territorios del centro de Europa un gran rejuvenecimiento de todas las instituciones católicas y aun de prosperidad material en la vida pública. Toda esta obra hubiera llegado a su más pleno desarrollo, e indudablemente el catolicismo hubiera hecho muchos mayores progresos, si no hubiera vuelto a encenderse la llama de la guerra, principalmente por iniciativa del conde de Mansfeld. Este, juntamente con Cristiano de Braunschweig y Jorge de Baden-Durlach, azuzados por la política francesa, que no podía permitir el aumento del prestigio de la casa de Habsburgo, se encargaron de continuar aquella guerra, que parecía terminada. Presentáronse por cuenta propia como defensores de la causa del Rey del Invierno; pero los dos últimos fueron vencidos entre 1622-1623 en tres batallas por Tilly 2 4 , el general de la Liga católica. Entonces se les unió Cristiano IV, rey de Dinamarca y duque de Holstein, y, apoyado por Jacobo I de Inglaterra y por Holanda, organizó una nueva campaña en defensa del desposeído Federico del Palatinado. De este modo se inició el segundo período de la guerra de los treinta años, que es el sajón-danés-palatino (1625-1629), en el que, con la rapidez de un relámpago, las fuerzas católicas obtuvieron las más decisivas victorias. 24 VILLERMONT, Tilly oder der Dreissigj áhr. Krieg (1850); KEYM-MARGOUR, Tilly 2.* ed. (1915); WITTIG, C , Magdeburg, Gustav Adolf u. Tilly 2 vols. (1874).
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P.U. De Latero a la paz de WestfaUa
Frente a estos enemigos organizó Fernando II un ejército imperial mandado por el general Alberto von Wallenstein 25, quien obtuvo una decisiva victoria en Dessau en abril de 1626 que aniquiló las fuerzas de Mansfeld. Al mismo tiempo, otro ejército de la Liga, al mando del general Tilly, derrotaba completamente a Cristiano IV junto a Lutter, en Baremberge, al noroeste de Goslar, en agosto del mismo año. La guerra siguió un curso cada vez más desastroso para los protestantes, hasta que, muertos los dos jefes, Mansfeld y Braunschweig, y quedando ya sólo Cristiano IV, se vio éste forzado a aceptar la paz de Lübeck en 1629, por la que renunciaba a mezclarse en los asuntos alemanes, abandonando todos los territorios de la baja Sajonia. Las consecuencias de estas repetidas victorias de las fuerzas católicas elevaron hasta lo sumo el optimismo de los imperiales. Fernando II, indeciso y acobardado al principio de su gobierno, se sentía ahora obligado en conciencia a aplicar en todo su rigor el derecho de reforma, característico del tiempo, excluyendo el protestantismo de los territorios católicos. Más aún: teniendo presentes los abusos cometidos por muchos príncipes protestantes, se decidió a hacer retroceder al protestantismo a los límites que le habían impuesto el tratado de Passau de 1552 y la paz de Augsburgo de 1555. Por esto, consciente de las grandes ventajas obtenidas con las recientes victorias, movido por sus convicciones profundamente católicas y juntamente alentado por su confesor y el nuncio pontificio, se decidió entonces a publicar el 6 de marzo de 1629 el célebre edicto de restitución26. Conforme a la mente de Fernando II, su significación no era otra cosa que una interpretación auténtica de la paz de Augsburgo, y su contenido consistía, ante todo, en la renovación del reservado eclesiástico y en la obligación de restituir todos los territorios injustamente tomados a los católicos después de 1555, que se elevaban a doce obispados y dos arzobispados y gran número de abadías y monasterios. Todo ello debía efectuarse hasta 1631. Por otra parte, ponía a los protestantes de los territorios católicos ante la alternativa de emigrar o de abrazar el catolicismo; y, finalmente, concedía a los príncipes protestantes el libre uso de su religión dentro de sus territorios. Indudablemente, este momento representa el punto culminante de la renovación católica en los territorios del centro de Europa. El catolicismo quedó definitivamente renovado en Austria, Bohemia y otros territorios, con lo cual y lo anteriormente realizado se puede afirmar que se logró reconquistar una buena parte de lo que ya parecía irremediablemente perdido, al mismo tiempo que se puso un dique poderoso contra el ulterior avance del protestantismo. El catolicismo recobró su antiguo prestigio. 25 RANKE, L . v., Gesch. Wallensteins 5.» ed. (1895); STIEVE, F . , Wallensteins Ubertritt zum Katholicismus (1897); I D . , Zur Gesch. Wallensteins (1898); H U R T E R , Wallensteins vier letzte Lebensjahre (Viena 1862); H A L L W I C H , H „ Gesch. Wallensteins 3 vols. (Viena 1910); H U C H , R., Wallenstein (1919); SRBIK, H . VON, Wallensteins Ende. Ursachen, Verlauf und Folgen der Katastrophe 2.*ed. (Salzburgo 1952); ERNSTBERGER, A., Für und wider Wallenstein...: «Hist. Jahrb.» 74 (1955) 265S; W A G N E R , G., Wallenstein, der bóhmische\Condottiere. Ein Lebensb'úd (Viena 1958). 26 JUPETZ, T . , Der Streit um die geistl. Güter u. das Restitutionsedikt: «Sitz. Ber. Viena» 102 (1883) 3 i 5 s ; GEBANER, J. H . , Kurbrandenburg u. d. Rest.-edikt (1899); G Ü N T H E R , H . , Das Rest.edikt von 1629 (1901). Véase, sobre todo, PASTOR, X X V I H , 4 8 S ; R E P G E N , K., art. en «LexThK» 8.1257-1258.
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4. Guerra sueca.—-El resultado de la guerra de los treinta años hasta 1630 no podía ser más favorable a los católicos. Por esto, la vida católica volvió a florecer en todas partes con todo su esplendor. Pero aquellas medidas de tanto alcance tomadas por Fernando II han sido tildadas por muchos historiadores de excesivamente radicales, por lo cual provocaron la.intromisión del extranjero, particularmente Suecia y Francia, que con su intervención posterior cambiaron por completo el rumbo de los acontecimientos. ¿Cómo debe juzgarse la conducta de Fernando II ? En realidad, éste no obró únicamente por propia iniciativa, sino bien aconsejado por las personas de más prestigio moral, y sus disposiciones no fueron el producto de un arrebato pasional, sino fruto de madura reflexión. Pero mientras en todos los territorios católicos alemanes produjeron un efecto sumamente benéfico y en el resto del mundo católico se dio la impresión de una restauración del prestigio de la Iglesia, en cambio, este renovado prestigio y aquella renovación católica excitó la suspicacia y los celos de Francia y de Suecia ; pues mientras Francia no veía en ello más que el robustecimiento de su rival, la casa de Habsburgo, Suecia veía la humillación del protestantismo. Por esto se inició entonces un cambio radical en la guerra, que iba a ensangrentar horriblemente a Alemania y producir al catolicismo daños irreparables. El rey de Suecia Gustavo Adolfo 21, hombre de grandes cualidades como caudillo militar y como hombre de gobierno, que ya había conseguido elevar sus Estados a un gran prestigio internacional, preocupado ahora por las derrotas de sus correligionarios los protestantes de Alemania, se sintió llamado a acudir rápidamente en su auxilio, con lo cual conseguiría aumentar el poder de Suecia y ponerse a sí mismo a la cabeza del protestantismo. Posteriormente, embriagado por sus victorias, llegó incluso a aspirar a la corona imperial. Puesto en relación con Richelieu 28 , arbitro de la política francesa, y habiendo recibido de él importantes ayudas pecuniarias, inició en 1630 el período tercero, la guerra sueca (1630-1635). Ya en 1630, en la dieta de Ratisbona se dejó sentir el influjo indirecto de la campaña francesa, pues en ella se obligó al emperador a licenciar al general Wallenstein y su ejército. Evidentemente había intervenido la mano oculta de los enemigos de los Habsburgo, pues precisamente entonces, el 24 de junio de 1630, desembarcaba en Usedom Gustavo Adolfo, y, apoyado por el dinero francés, iniciaba su carrera triunfal por los campos de Europa. En públicos manifiestos se presentaba como campeón del protestantismo, que se hallaba en verdadero peligro; sin embargo, conociendo sus miras interesadas y sus 27 GFRÓRER, Gustav Adolf 4.* ed. (1863); DROYSEN, Gustav Adolf von Schweden 2 vols ( L e i p zig 1869S); GUTJAHR, Gustav Adolfs Bewegsgründe zur Teilnahme am deutschen Krieg (1894); EGELHAAF, Gustav Adolf in Deutschland; KRETZSCHUAR, ]., Gustav Adolfs Plañe u. Ziele in Deutschland (1904); BOTHE, J., Gustan Adolfs und seines Kanzlers... Absienten a u / D . (1910); SCHWAERZ, H . , W. u. Gustav Adolf (1937); ROBERTS, W., Gustavus Adolphus. A hístory of Sweden, 1611-1632 2 vols. (Londres 1958); SEIDLER, I., Untersuchungen über die Schlacht bei Lützen, 1623 ( M e m mingen s.a.). Véase en particular PASTOR, XXVIII,64S. io2s. 28 Sobre Richelieu véase más adelante, c í o . E n este lugar pueden verse, sobre todo, P A S TOR, XXVIII,67S. Biografías d e Richelieu, por HANOTEAUX, G . - D U C DE LA T O R R E , 6 vols. (París 1893-1947); BURCKHARDT, 12. • ed. (1950); BATIFFOL, L., R~. efle roí Louis XIII (París 1934); L A BRUYÉRE, R., La marine de Richelieu, J585-1642 (París 1958).
P.H. De Lulero a la paz de Westjalia
C.9. Catolicismo y protestantismo en Alemania
planes antigermanos, algunos príncipes protestantes no se le unieron en un principio. Rápidamente acudió a su encuentro el general Tilly con un ejército de la Liga, y el 20 de mayo de 1631 conquistó la importante fortaleza de Magdeburgo, que poco después quedó reducida a cenizas por el fuego lanzado por Gustavo Adolfo. Siguió luego adelante y se enfrentó con el caudillo sueco; pero en la batalla de Breintenfeld, junto a Leipzig, del 17 de septiembre, fue completamente derrotado. Era la primera derrota que sufría este insigne general católico. Después de ella apresuráronse los príncipes protestantes alemanes a unirse al rey sueco, quien continuaba avanzando victoriosamente. El 15 de abril de 1632 derrotó de nuevo a Tilly junto a Rain, en el Lech. Poco después moría, por efecto de una grave herida, el insigne general Tilly, quien con su indomable valor, su absoluta fidelidad y acrisolada virtud había sido uno de los más firmes sostenes de la causa católica. Entre tanto siguió Gustavo Adolfo avanzando. Tomó a Wurzburgo, Bamberga, Maguncia; penetró en Baviera y luego entró en Munich. En todas partes favoreció la introducción del protestantismo; se arrebató a los católicos multitud de iglesias y se cometieron innumerables crueldades con los eclesiásticos y los católicos, contra la expresa promesa hecha a Richelieu de respetar todo lo católico en estos territorios. En tan desesperada situación, Fernando II acudió de nuevo al papa Urbano VIII en demanda de subsidios. Este había otorgado ya anteriormente importantes ayudas pecuniarias y procuraba apartar al rey francés del lado de los protestantes. Sin embargo, en su convicción de que la guerra era más bien política que religiosa, no quiso continuar apoyando al emperador, cuyo excesivo poder en Italia también le molestaba. Esta política de Urbano VIII contribuyó eficazmente a la derrota de la causa católica. El papa se contentó con exhortar a la paz a las potencias católicas. Más tarde, ante el avance de Gustavo Adolfo hasta el Tirol, volvió a enviar algunos subsidios. Sólo la presencia de Wallenstein, llamado de nuevo por el emperador en tan críticos momentos, logró detener la carrera triunfal del rey sueco. Enfrentóse con él en la indecisa batalla junto a Lützen, del 16 de noviembre de 1632, que costó la vida a Gustavo Adolfo. Pero no terminó con esto la guerra, pues su canciller Oxenstjerna logró unir a los príncipes protestantes y, bajo la dirección del general duque Bernardo de Weimar, mantuvo en jaque a las fuerzas católicas. Por desgracia, la conducta ambigua de Wallenstein frente al emperador y a la causa católica terminó en febrero de 1634 .con el asesinato de este general, ordenado por los generales fieles al emperador 2 9 . Entre tanto siguió su curso la guerra, y tuvo lugar la decisiva victoria imperial contra el ejército sueco y protestante en Nordlingen, del 5 y 6 de septiembre de 1634. Esta victoria fue providencial para la causa católica. Por ella se salvó definitivamente todo el sur de Alemania para el catolicismo. El
príncipe elector Juan Jorge de Sajonia, después de reconocer el traslado del principado electoral del Palatinado a Baviera, cerró por separado con el emperador la llamada paz de Praga, de mayo de 1635, a la que luego se adhirieron otros príncipes protestantes. La Liga, católica, y la Unión, protestante, se disolvieron; concedióse una amnistía general y se señaló el año 1627 como el año normal: los diversos territorios debían quedar en la situación en que ese año se encontraban. Por otra parte, se mantenía el reservado eclesiástico. Este resultado significaba un triunfo del emperador, y hubiera sido una solución relativamente equitativa de todo el conflicto si no se hubieran mezclado los intereses de Suecia y, sobre todo, los de Francia.
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29 Sobre la última actuación de Wallenstein pueden verse SRBIK, H. R. V., Wallensteins Ende. Ursachen u. Folgen der Katastrophe (1920); PEKAR, J., Wallenstein, 1630-1634. Tragddie einer Verschworung 2 vols. (1937); JEDIN, H., Der Bericht Ottavio Piccolominis über WaUensteim Schuld u. Ende: «Z. f. Gesch. Schles." (1931) 328s. Véase asimismo PASTOR, X X V I I I , I I 7 S .
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5. Guerra sueco-francesa: 1635-1648.—En realidad, Suecia no hubiera continuado la guerra si no hubiera intervenido Francia. Pero tanto Suecia como, sobre todo, Francia se oponían decididamente a aquel robustecimiento del prestigio de los Habsburgo. El ideal de Francia consistía en mantener en completo equilibrio las dos fuerzas en Alemania: de los católicos, representados por los Habsburgo, y de los protestantes; mas, como según los últimos resultados, volvía a predominar el emperador, Francia se decidió a pasar abiertamente a la ofensiva. Por esto, si hasta ahora había hecho ocultamente la guerra a los Habsburgo apoyando a sus enemigos, ahora se dispuso a salir al campo abierto, y así, en 1635 declaró la guerra a España y al emperador. En realidad fue Francia la que llevó y dirigió esta última parte de la guerra de los treinta años, pero Suecia y algunos príncipes protestantes le sirvieron de auxiliares. En la mente de Richelieu se trataba únicamente de una cuestión política, pero, aunque de hecho era asunto preferentemente político y de antagonismo entre Francia y los Habsburgo, sin embargo, con su unión con los protestantes contribuyó Richelieu a la derrota de los católicos. Rápidamente se atacó a las fuerzas imperiales por dos frentes. El ejército sueco, bajo el mando del general Banner, acometió por Sajonia y el norte de Alemania en dirección a los territorios hereditarios, penetrando hasta Praga, donde venció a las fuerzas del emperador. Al mismo tiempo, Bernardo de Weimar, en unión con los franceses, se apoderó de las regiones del alto Rhin, y, al morir Bernardo de Weimar, se las apropió definitivamente Francia. En tan difícil situación se celebró el congreso de Colonia, al cual envió el papa como nuncio especial a Ginetti, pero fue imposible llegar a un acuerdo. Las exigencias de Francia eran tan excesivas, que el emperador Fernando II no pudo aceptarlas. De este modo y con esta triste perspectiva murió en 1637 este emperador, de sentimientos profundamente católicos, después de trabajar durante casi toda su vida por el prestigio del imperio, que él identificaba con el del catolicismo. Fernando III (1637-1657), su sucesor, volvió a conseguir importantes ventajas, haciendo retroceder a los suecos en 1637 hasta Pomerania; pero en 1638 renovaron aquéllos su avance. Por otro lado, por medio de los levantamientos de Portugal y Cataluña se conseguía eliminar a España de la contienda. Alemania quedaba cada día más exhausta. Fernando III en la dieta de Ratisbona de 1640-1641 mani-
P.1I. De Lutero a la paz de Westfalia
C.9- Catolicismo y protestantismo en Alemania
festaba sus ansias por llegar a una paz equitativa y concedía una amplia amnistía. Pero Francia deseaba deshacer por completo a los Habsburgo, por lo cual decidió continuar la guerra. Muerto Richelieu en 1642, su sucesor, Mazarino, continuó implacablemente la misma política de humillación de la Alemania de los Habsburgo. En realidad, los años siguientes se caracterizan por una guerra de saqueos, destrucción y empobrecimiento de todos los territorios imperiales. El prestigio imperial decayó rápidamente. Alemania se encontraba empobrecida y exhausta, por lo cual tuvo que avenirse finalmente a la paz de Westfalia.
paridad de cultos fueron los resultados inmediatos de la paz de Westfalia ; pero de ahí se derivaron rápidamente los que podemos considerar como sus frutos más característicos, que fueron la creciente decadencia del prestigio católico y, sobre todo, un amplio indiferentismo religioso, que condujo a la ilustración racionalista del siglo xvni con todas sus consecuencias. Por esto no es de sorprender que estas disposiciones tan dañinas a los intereses católicos fueran recibidas con gran disgusto por todo el mundo católico, particularmente en Roma, por lo cual se publicaron en muchas partes amplios comentarios sumamente desfavorables y enérgicas protestas contra la paz de Westfalia. Por lo mismo, se explica perfectamente que el romano pontífice Inocencio X, el 26 de noviembre del mismo año 1648, por medio del breve Zelus domus Dei, según se indicó anteriormente, elevara una solemne protesta contra las disposiciones de aquella paz, que tan gravemente se oponían a los derechos de la Iglesia católica.
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6. L a paz de Westfalia.—La paz de Westfalia (1648) 30 , por la que se puso término a la guerra de los treinta años, se dio en Münster y Osnabrück de Westfalia, y se contiene en dos documentos, de los cuales el que más nos interesa es el segundo, del 24 de octubre, en el que se contienen las condiciones de carácter eclesiástico. Francia había obtenido su objetivo. La casa de los Habsburgo quedaba profundamente humillada, y su poder extraordinariamente reducido. Por el contrario, Francia y los territorios protestantes, particularmente Suecia, salían robustecidos. Es verdad que Baviera mantenía el alto Palatinado y la dignidad electoral; en cambio, se independizaba el Palatinado renano y eran secularizados diversos principados eclesiásticos. En general, se fijaba el año 1624, el medio entre 1618 y 1630, como el año normal para regular los territorios de las diversas confesiones. Se proclamó definitivamente el derecho de reforma como competencia de los príncipes territoriales. Estos podían desterrar de sus Estados a los no conformes con su religión, si bien en estos casos debía permitirse a los desterrados la libre disposición de sus propiedades. En realidad, aunque se mantenía todavía el reservado eclesiástico en favor de los príncipes católicos, sin embargo, se puede afirmar que la paz de Westfalia supone el mayor triunfo del protestantismo 31 . Porque, además de que por ella las potencias católicas (excepto Francia) quedaban extraordinariamente debilitadas y eran tratadas con inferioridad, se proclamaba definitivamente el principio de tolerancia y de paridad de cultos, equiparando el catolicismo con el protestantismo. El protestantismo recibía oficialmente el derecho público de religión del imperio. Además se admitía también oficialmente el derecho público del calvinismo dentro del imperio. La tolerancia general y la 30
M E I E R N , ) . G . v., Acta pacis Wesíphalicae publica 6 partes (1734-1736); [Antes de M Ü L L E H ] :
A C T A PACIS WESTFALLIANAE, ser. 1
a
, Instructiones
(1636-1649)
, por F . D I C K M A N N - K . G O R O U Z I
(Münster 1862); R E P G É N , K., Die ramische Kurie und der westfállische Friede. Idee und Wirklichkeit des Papstums im XVI. u. XVII. Jht. 1 vols. (Tubinga r9Ó2); Forschungen u. Studien z. Gesch. des Westfáll. Friedens (Münster en W . 1965). M Ü I X E R , C , Instrumenta pacis Westphal.
(1949);
KYBAL, V.-INCISA
DELLA R O C C H E T T A , La
nunziatura
di F.
Chigi,
1640-
1651 (Roma 1934-1946); Négociations secretes touchant la paix de Münster et Osnabrük (16421648) 1723S; P H I L I P P I , F-, Der Westfállische Friede (1898); FISCHER, H . , Beilráge zur Kenntnis der papstlichen Politik wdhrend der rvestfál. Friedensverhandlungert (Berna 1913); Kopp, F - SCHULTE, E., Der Westf. Frieden 3 . a ed. (1943); BRAUBACH, M . , Der Westph. Friede (1948); H 6 VEE, E., Pax óptima rerum (1948). Véase, sobre todo. PASTOR, XXX,85S; CULTRERA, S., Per la pace di Westfalia. Missione alie corti di Fr. e di Sp. del P. Innocenzo Marcino da Caltagirone... (Milán 1955); R E P G E N . K., Der papstliche Protest gegen den Westfállischen Frieden und die Friedenspolitik Urbans VIII: «Hist. Jhbr.» 75 (1956) 94S; D I C K M A N N , F - , Der westfállische Fiieden ( M ü n s t e r in W . 1959). 31 SAGMÜLLER, }., Das exercitium reíigionis pubiicum, privatum und die deuotio domestica in Westph. Frieden: «Theol. Qschr.» 90 (1908) 255s; ECKHARDT, G. C , The Papacy and the woltdaffairs (Chicago 1937).
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7. El protestantismo y el catolicismo.—El resultado de la guerra de los treinta años y de la paz de Westfalia podemos caracterizarlo diciendo que las respectivas posiciones de los católicos y de los protestantes, el antagonismo y oposición recíproca, se afianzaron definitivamente en Europa, y en este estado han continuado sustancialmente hasta nuestros días. Es bien conocido el hecho de que, a lo largo del siglo xvi, se fueron enconando cada vez más los ánimos de los diversos campos en que se había dividido la cristiandad. Mientras los protestantes fomentaban entre sus secuaces el odio más vivo contra todo lo católico, y en particular contra el papa, los católicos presentaban a los protestantes como síntesis de corrupción y como víctimas de las más innobles pasiones. Mientras los luteranos y los calvinistas condenaban a muerte a los católicos por defender su fe, los católicos en Roma, en Francia y en España enviaban a la hoguera a los protestantes fieles a sus creencias. índices de esta posición de antagonismo y apasionamiento de los dos campos son, a lo largo del siglo xvi y primera mitad del xvn, ante todo, el hecho de que cada una de las partes procuraba eliminar por completo a la otra del territorio que había logrado dominar. Así se llegó a establecer oficialmente el principio Cuius regio,, eius et religio, la religión debe ser la del soberano. Por este principio se colocaba a los de confesión contraría ante la alternativa de cambiar de confesión y abrazar la dominante o de emigrar. Al colmo del apasionamiento se llegó cuando se persiguió a muerte a los de confesión contraria. índice asimismo de esta situación de antagonismo y apasionamiento recíproco fueron las guerras religiosas en Suiza, en Francia y en diversos territorios de Alemania, que tantas veces enfrentaron a los católicos contra los protestantes, y, sobre todo, la guerra de los treinta años, que, aunque llegó a tomar un aspecto y carácter político, tenía una base fundamentalmente religiosa. El hecho es que ahondó más todavía la oposición y apasionamiento entre las dos partes. Pues bien, esta división y apasionamiento de las dos confesiones cristianas, el catolicismo y el protestantismo, quedaron, por así decirlo, definitivamente consagrados en la paz de Westfalia y constituyen la
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P.ll.
De Luteto a la paz de Wts/falia
C.10. El catolicismo en Inglaterra y Francia
característica más saliente de la situación de Europa a partir de esta fecha. Más aún: podemos añadir que el mismo antagonismo, el mismo apasionamiento recíproco, los mismos prejuicios de cada una de las partes respecto de la otra, han continuado hasta estos últimos años, en que se han iniciado nuevos tiempos de mutua comprensión. De hecho, gracias principalmente a la intensa labor realizada por el papa Juan XXIII y a la continuación e intensificación de la misma por el papa reinante, Pablo VI, se ha conseguido crear un ambiente nuevo. Todos, en efecto, somos testigos en nuestros días cómo, por efecto de la labor realizada, se han transformado sustancialmente las posiciones y relaciones recíprocas de las diversas confesiones cristianas, entre las que entendemos principalmente los protestantes en sus diversas ramas, los ortodoxos orientales y los católicos. Por esto es fácil observar cómo, de parte de los ortodoxos y de los protestantes, ya no se mira al papa y a los católicos (según se hacía hasta hace muy pocos años) como hombres sin conciencia, inmorales y supersticiosos, sino como personas profundamente religiosas que aspiran con seriedad al servicio de Dios y al cumplimiento de sus deberes religiosos. De una manera semejante reconocemos en el campo católico que ya no se mira a los protestantes o a los ortodoxos como hombres sin religión y sin moral o simplemente como «herejes», con toda la odiosidad que esta palabra incluía, sino como cristianos igual que nosotros, que tienen conceptos de la religión diversos a los nuestros y que nosotros juzgamos erróneos, pero que son discípulos de Cristo como nosotros. Por esto, resumiendo nuestra posición respecto de todos ellos, los designamos como hermanos separados. Así se explica que vaya afianzándose cada día más el ideal y aspiración de todos de llegar un día a la verdadera unidad de todos los cristianos.
CAPITULO
El catolicismo
en Inglaterra
X
y Francia
1
Mientras el catolicismo seguía en el centro de Europa un desarrollo tan intenso que, como se ha visto anteriormente, llegó a contener los progresos del protestantismo, experimentaba muy variada suerte y se veía obligado a combatir heroicamente en los demás territorios de Europa. Pero, gracias a la renovación católica realizada después del concilio de Trento, le fue posible mantener con ventaja estas contiendas, señaladas en diversas partes con la sangre de sus mártires. I.
E L CATOLICISMO EN INGLATERRA
2
Los comienzos de este período de 1553 a 1648 fueron en verdad halagüeños, pues con María Tudor se introdujo de nuevo el catolicismo en Inglaterra; pero, muerta prematuramente esta reina profundamente católica, le siguió en el trono su rival, la reina Isabel (15581
Véanse las obras generales, sobre todo A U L T , F R I E D E L L , HAUSER, H A Y E S , L E M A N , H E R M E -
L I N K . E n p a r t i c u l a r PASTOR, X X I Í I S . 2
A d e m á s d e las obras generales p u e d e n v e r s e :
F u e n t e s . — S T R Y P E , Ecclesiastical Memorials relating chiefiy to religión and the reformation of Engl. 25 vols. N u e v a ed. (Oxford 1822); P O L L E N , J. H . , Acts of the English Martyrs ( L o n d r e s
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1603), la cual volvió a introducir las nuevas doctrinas anglicanas, que, tras diversas luchas intestinas, quedaron definitivamente confirmadas durante su reinado y los siguientes de Jacobo I (1603-1625) y Carlos I (1625-1649). 1. María la Católica (1553-1558) 3 .—A la muerte de Eduardo VI, el protector, duque de Northumberland, quiso afianzar su poder y las innovaciones introducidas por un golpe de audacia. Por esto, rápidamente proclamó como reina a Juana Gray, nieta de Enrique VIII, casada recientemente con el hijo del protector. Pero su reinado duró sólo nueve días, pues inmediatamente fue elevada al trono la legítima heredera, María Tudor la Católica, hija del primer matrimonio de Enrique VIII con Catalina de Aragón. Contaba a la sazón treinta y ocho años y poseía la experiencia de una vida sumamente agitada entre grandezas y persecuciones, en las cuales se había conquistado cierta aureola de estima popular por su fidelidad a la religión católica. Por esto y por la oposición de muchos grandes a la elevación de Juana Gray, María la Católica fue recibida triunfalmente en Londres, y poco después eran ajusticiados Juana Gray, el protector Warwick y su hijo. Libre, pues, de sus enemigos, la reina María inició su reinado con relativa tranquilidad, y desde un principio manifestó su decisión de volver a todo su reino a la fe católica. La buena acogida que generalmente encontró en el pueblo indica que las nuevas ideas no habían echado todavía hondas raíces. Sin embargo, la dificultad principal provenía de dos causas. En primer lugar, la jurisdicción de Roma encontraba muchos adversarios, pues la persistencia de las propagandas antipontificias durante tres decenios había producido en todas las clases de la sociedad un odio profundo contra el Papado. Pero todavía era peor la segunda dificultad, que era la oposición de los grandes a toda innovación, pues suponían que con ella se verían obligados a devolver los bienes confiscados a la Iglesia. 1891); I D . , Unpublished dacuments relating to the English M . I (1584-1603^) ( L o n d r e s 1908); I D . , Sourcesfor the Hist. of Román Catholicism in England, Ireland and Scotland (Londres 1921); G E E , H . - H A R D Y , W . J., Documents illustrative of English Church Hist. ( L o n d r e s 1896-1914). B i b l i o g r a f í a . — A n t e todo, algunas historias de Inglaterra: H U N T , W . - P O O L E , R. L-, Political History of England V I - V I I ( L o n d r e s 1907-1915); BELLOC, H . , A History of England. IV. i 5 2 5 - r 6 t 2 ( L o n d r e s 1931); TRAVELYAN, G., Hist. of England ( L o n d r e s 1926); R E A D , C , The Tudors ( L o n d r e s 1936); RAYNER, R. M . , England in Tudor and Stuart times, 1485-1714 2.* ed. (Londres 1952). E n particular las historias d e la Iglesia en Inglaterra: D I X O N , R. V., History of the Church of England (1500-1570J 6 vols. 2. a ed. ( L o n d r e s 1884-1902); GRAHAM, R., English Ecclesiastical Studies ( L o n d r e s 1927); S M I T H E N , Continent Protestants and the English Reformation ( L o n d r e s 1927): GAIRDNER, T., History of the English Church in the i6th Century ( L o n d r e s 1902): SPILLMANN, J., Gesch. der Katholikenverfolgung in England (1535-1681) 5 vols. 3 . a ed. (1910); L O A N E , M . L . , Masters of the English Reformation ( L o n d r e s 1954); C U L K I N , G., The English Ref. (Londres 1954): HAMILTON, K. G., The protestant way (Londres 1956): Rupp, G., Six jnakers of English religión (Nueva York 1957); W I L L I A M S O N , H . R., The beginning of the English Reformation (Londres 1957); H U G H E S , P H . , The Reformation in England II ( L o n d r e s 1953); B R E T T , S. R., The Tudor century ( L o n d r e s 1962); W R I G H T , L . B.-LÁMAR, V. A., Life and letters in Tudor and Stuart England (Oxford 1963); W O O D W A R D , G. W . O . , A short history of XVIth century England ( N u e v a York 1963). 3 H U G H E S , F . , Rome and the Counter-Reform in England ( L o n d r e s 1944); I D . , The Reform. in Engl. II,1 ( L o n d r e s 1953). Biografías: STONE, J. M . , ( L o n d r e s 1901); B R O W N , M . C R . , Mary Tudor ( L o n d r e s 1911); W O O D W A R D , C , Queen Mary ( L o n d r e s 1927); PRESCOTT, H . F . M . ( m u y buena) ( L o n d r e s 1952). O t r a s o b r a s : GONSTANT, G., El matrimonio de María con Felipe II: «Rev. Hist. Dipl.» 26 (1912) 23S224S; I D . , Restauración católica en Inglaterra: «Rev. Hist.» 112 (1913) i s ; H U G H E S , P H . , The Reformation in England: III. True Religión now established (Londres 1954); W A T K I N , E. I., art. Maria die Katholische: «LexThK» 7 (1962) 38-39.
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P.U. De Latero a la paz de Westfalia
Acomodándose al insistente consejo de Carlos V, María siguió en un principio una política de relativa moderación, si bien comenzó a tomar las medidas conducentes a estabilizar su posición y a restablecer la unidad católica, por lo cual rechazó el título de cabeza suprema de la Iglesia. Muy significativo sobre la moderación usada en un principio fue su conducta con Cranmer. Mientras restituía a sus diócesis a Gardiner, Banner y otros obispos, injustamente destituidos, se contentó con castigar con cárcel mitigada a este hombre, instigador de toda la política anticatólica y del levantamiento de Juana Gray. Solamente cuando Cranmer salió al público con un violento escrito polémico contra la misa fue encarcelado en la Torre de Londres. Para dar más fuerza a su decisión de restablecer la unidad católica, María obtuvo del Parlamento la disposición de volver todas las cosas al estado en que se hallaban a la muerte de Enrique VIII. Así, pues, conforme a este principio, se impuso de nuevo el celibato a los eclesiásticos ; la Corona devolvió a la Iglesia todos los bienes eclesiásticos que estaban en su poder; el obispo Gardiner consagró a diversos sacerdotes con el objeto de sustituir a los obispos protestantes. Más aún: con el deseo de facilitar a los grandes su vuelta al catolicismo, se obtuvo de Julio III una bula por la que la Iglesia renunciaba a los bienes eclesiásticos confiscados durante los dos reinados anteriores. Fue de gran importancia para el restablecimiento del catolicismo en la Gran Bretaña la designación, hecha por Julio III, del cardenal Réginaldo Pole 4 como legado pontificio en Inglaterra. Llegó éste en noviembre de 1554 a Inglaterra, donde fue acogido con gran solemnidad y dio inmediatamente una serie de disposiciones para restablecer la jerarquía y el culto católico. El resultado de toda esta obra de la reina y del legado pontificio fue que ya en junio de 1555 aparecieron en Roma embajadores británicos. Como administrador de la diócesis primada de Cantorbery, procuró el cardenal Pole, sobre todo, la formación del clero y la renovación de las prácticas católicas por vías pacíficas. Todo parecía que se iba desarrollando favorablemente para la causa católica, cuando inesperadamente se inició un cambio radical. El primer motivo fue la decisión de la reina de contraer matrimonio con el heredero de España, Felipe II. Tanto el Consejo de Estado como el mismo legado, cardenal Pole, desaconsejaron a la reina esta unión, rechazada unánimemente por el pueblo inglés, que veía en ello un peligro para su independencia. María, sin embargo, persistió en su voluntad, movida, sobre todo, por el deseo de encontrar en Felipe II un poderoso apoyo para la restauración católica de Inglaterra. De hecho, Felipe II entró en Inglaterra en julio de 1554; mas, por desgracia, el matrimonio no tuvo el deseado heredero, que tal vez hubiera consumado la unificación. Este primer fracaso de María la Católica, al que siguió un creciente descontento contra su política de restauración, fue ampliamente apro4 L E E , Card. Pole, archb. of Canterbury (Londres 1887); ZIMMERMANN, Kard. Pole, sein Leben u. seine Schriften (1904); H A I L E , M . , The Ufe of Reginald Pole ( L o n d r e s 1910); GASQUET, Card. Pole and his friends (Londres 1927); A N C E L , R., Legación de Pole en Inglaterra: «Rev. Hist. Eccl.» (1909) 52IS.744S; CREHAM, I. H . , The return to obedience. New judgement on Card. Pole: «Month» (1955) n.s., X I V , 2 2 i s ; M A T H E W , D . - E V A N S , I., etc., Catholicisme anglais: «Col. Rencontres» 53 (París I 9 s 8 ) ; CHAPMAN, H . W . , Tht last TudoT King. A study 0 / Edward VI (Londres 1958).
C.10. El catolicismo en Inglaterra y Francia
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vechado por todos los enemigos de la reina y los protestantes de todos los matices. Por esto se intensificó más y más la campaña anticatólica por medio de escritos y en todas las formas posibles. De nada sirvió la energía de Pole, quien en un sínodo provincial ordenaba la erección de seminarios y en otros puntos de la disciplina eclesiástica desarrollaba una intensa actividad. La campaña siguió cada día más intensa, sin detenerse ante los más indecorosos desacatos a la misma reina y a sus ministros. Por esto no es de sorprender que María la Católica, que había iniciado su reinado con el firme deseo de proceder con moderación, entrara ahora por el camino de las medidas rigurosas. Las primeras fueron la renovación de las antiguas leyes contra los anglicanos, y, como éstos promovieran o fomentaran diversas conjuraciones contra la reina, se urgió cada vez con más rigor el cumplimiento de aquellas leyes, por lo cual en la última parte del reinado de María fueron ajusticiados un buen número de partidarios de las innovaciones, calculados en conjunto en unos 275. Pero la inmensa mayoría de ellos murieron por haber participado en dichas conjuraciones. Entre los ajusticiados se distinguen, ante todo, Cranmer, diversas veces traidor a la reina; el obispo Latimer de Worcester y Riddley de Londres. Todos estos acontecimientos, aunque tenían un fondo de justificación, iban dando al reinado de María la Católica un matiz de rigor, que fue aprovechado, a su vez, por la propaganda protestante y consagrado después por ella, designando a María con el apodo de la Sanguinaria. Un conjunto de circunstancias contribuyó poderosamente a rodear los últimos años de la vida de María de un ambiente de tristeza y de fracaso. Su unión con Felipe II la indujo a declararse en su favor en la guerra que éste mantenía contra Francia y el papa. Más aún: como el cardenal Pole la apoyara en esta política, el romano pontífice lo destituyó de su cargo de legado y lo citó a Roma, donde quiso someterlo a un proceso por sospecha de herejía. La reina María, que lo consideraba como su principal apoyo, hizo todo lo posible para retenerlo y sintió luego amargamente su desgracia. Sólo la muerte del cardenal en noviembre de 1558 impidió se entablara su proceso. Pocas horas ante había muerto, el 15 de noviembre, María la Católica, dejando por terminar la obra de unificación. Sin embargo, aunque la nación volvió a recaer en el anglicanismo, la obra de María la Católica no fue estéril, pues indudablemente a ella se debe en gran parte el heroísmo que manifestaron los católicos en lo sucesivo. 2. Isabel de Inglaterra (1558-1603) 5 .—A la muerte de la reina María subió al trono Isabel, hija de Enrique VIII y Ana Bolena, mu5 Véanse, ante todo, las obras generales y las fuentes e historias de Inglaterra citadas en la nt.2. Además pueden verse biografías de Isabel de Inglaterra: MARCKS, J. V., 2. a ed. (1927); CREIGHTON, M . , 2." ed. (Londres i g o i ) ; N E A L E , J. E. (Londres 1952); H U M B E R - Z E L L E R , M . (París 1953); CHASTENET, J. (París 1953). O t r a s o b r a s : W E S T O N , C. E., The Reign of Queen Elisabeth (Londres 1914); BROWNING, A., The Age of Elisabeth (Londres 1928); ROWSE, A . L . , The England of Elisabeth (Londres t95o); CHAMBERLAIN, F., The prívate Character of Elisabeth (Londres 1921); PASTOR, X I V S ; HUMBERT-ZELLER, M . , Elisabeth I, reine d'Angleterre, 15331603 (París 1953); N E A L E , J. E., Elizabeth I and her parliaments (Londres 1953); A U T H E U N I S , L., l.a successton au troné d'Elísabeth I d'Angleterre et les catholiques: «Rev. Hist. Eccl.» 49 (1954) I57s; PRICE, M . R., etc., Portrait of Britain under Tudors and Stuarts, 1485-1688 (Oxford 1954); N O T E S T E I N , W . , The English people on the eve of colonization, 1603-1630 ( N . Y. 1954); M O R -
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P.H. De Lutero a la paz de Westjalia
jer de grandes dotes naturales, que elevó a la nación a un gran poder internacional. Dotada de singular prudencia natural, reconoció bien pronto que lo que más colmaría sus ambiciones personales sería el anglicanismo. Por esto se propuso desde un principio, aunque personalmente fuera indiferente en la cuestión religiosa, eliminar el catolicismo e introducir la confesión protestante anglicana; mas para mejor conseguir su objetivo quiso proceder lentamente, por lo cual, habiendo comenzado con relativa suavidad, llegó al fin a la más intensa persecución de los católicos y de los puritanos, y en su largo reinado logró consolidar definitivamente el anglicanismo 6 . En toda esta obra de Isabel de Inglaterra, tanto en el engrandecimiento del Estado como en su política contra el catolicismo, tuvo una parte importantísima y aun decisiva su principal consejero o ministro, William Cecil, lord Burlegh. Muy significativo sobre la sagacidad con que la nueva reina procedió a los principios fue el hecho de que se hizo coronar con rito católico. Más aún: en su coronación prestó el juramento de conservar la religión católica, anunció oficialmente a Paulo IV su coronación y todavía el 25 de enero de 1559 celebró la apertura del Parlamento con una misa solemne en rito católico. Sin embargo, su decisión estaba ya tomada; pero antes de iniciar sus medidas favorables al anglicanismo quería asegurarse una mayoría en el Parlamento sin ponerse frente al catolicismo, que durante el reinado anterior había ocupado los puestos más importantes del Estado. Mas bien pronto dio libertad a todos los protestantes encarcelados y llamó del destierro a otros perseguidos, muchos de los cuales obtuvieron rápidamente el favor real y lograron entrar en el Parlamento. De este modo, gracias a la habilidad de W. Cecil, obtuvo una ligera mayoría parlamentaria, con lo cual se pudo dar comienzo a las medidas anticatólicas 7 . Al poco tiempo se retiró el embajador de Roma y se RIS, C , The Tudors (Londres 1955); E L T O N , G . R., England under the Tudors (Londres 1955); CHIDSEY, D . B., Elizabeth I ( N . Y. 1955); R O W S E , A . L., The expansión of Elizabethan England (Londres 1955); A U T H E U N I S , L., La législation persécutrice des catholiques sous le régne d'Elizabeth 1 d'Angl.: «Rev. H i s t . Eccl.» 50 (1955) 900s; LAVATER-SLOMAN, M . , Herrín der Meere. Elisabeth I, Konigin van England (Zurich 1956); N E A L E , I. E. f Elizabeth and her parliaments, 15841601 (Londres 1957); I D . , Essays in Elizabethan history ( L o n d r e s 1958); JENKINS, E., Elizabeth the Great (Londres 1958); N E A L E , I., Queen Elizabeth I nueva ed. (Nueva York 1959); BLACK, J. B., The reign of Elizabeth, 1558-1603 2.*ed. (Londres 1959); Elizabethan and Jacobeanstudies, presented to Percy Wilson... by H. Davis, etc. (Nueva York 1959); HURSTFIELD, J., Elizabeth I and the unity of England: «Teach yourself», history series ( L o n d r e s 1960); J E N K I N S , E-, Elizabeth and Leicester (Londres 1961); B I N D O F F , S. T . , etc., Elizabethan government and society (Londres 1961); M C G A F F R E Y , W . T . , Elizabethan politics. The first decade 1558-1568: «Past a n d presenta (1963) n.24.5-42; W E D G W O O D , C . V., The Aríal of Charles I ( L o n d r e s 1964); CHAPMAN, H . W . , The tragedy of Charles II, 1630-1660 (Londres 1964). 6 CLARK, H . V-, Studies in English Reformation (Londres 1912); POLLARD, G. F . , Ecclesia Anglicana ( L o n d r e s 1931); K E N N E D Y , W - , Elizabethan Episcopal Administration 3 vols. ( L o n dres 1924); F R E R E , W . H . , The English Church, 1558-1625 (Londres 1911); W A H L , K., Staatskirche u. Staat in England (1935); B I R T , H . N . , The Elizabethan relígions settlement (Londres 1907); H U G H E S , P H . , The Reform. in Engl. 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J., La persécution reí. en Angleterre sous Elis. 3 vols. (Lila 1883). CLANCY, T H . , English Catholics and the Papal Deposing Power 15701640: «RecusH< 6 (1961-1962) 114-140.20S-227; U P C O T T , J., Regnans inexcelsis, 1558-1570-1588: Istina 7 (1960) 327-336; BOSSY, j . , The character of Elizabethan CatholiciSm: «Past u. Present»
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estableció oficialmente la nueva religión del Estado por medio de dos leyes. La primera fue el acta de supremacía, por la que se exigía a todos un juramento por el que se reconocía a la reina como autoridad suprema en los asuntos religiosos. La segunda era el acta de uniformidad, publicada en junio de 1559, que establecía el credo y la nueva liturgia que debía observarse. - Poco a poco se fue colocando a los partidarios del anglicanismo en los cargos oficiales. El 7 de diciembre de 1559, Mateo Parker, antiguo capellán de Enrique VIII y de Ana Bolena, fue elevado a la sede de Gantorbery. Consagrados luego por él, fueron colocados otros obispos en lugar de los católicos que negaban el juramento 8 . Frente a estas primeras disposiciones, como en lo exterior se mantenía un rito semejante al católico, la mayor parte de los fieles y aun del clero prestó el juramento exigido. En cambio, el episcopado católico dio claras pruebas de heroísmo. De los dieciséis obispos, quince negaron el juramento, por lo cual fueron depuestos. Once entre ellos murieron en la cárcel. Pero entre tanto las medidas anticatólicas se fueron haciendo más rigurosas. Desde 1562 se urgió más y más el cumplimiento de las actas de supremacía y de uniformidad. Con el mayor rigor eran excluidos del Parlamento, de la enseñanza pública y de todo empleo oficial los que no prestaban el juramento de supremacía o no se sometían a la liturgia anglicana. Se hizo una revisión de los 42 artículos de Eduardo VI y se presentaron definitivamente los 39 artículos de la iglesia anglicana 9 . Todas estas medidas se fueron aplicando con un rigor creciente, no sólo contra los católicos, sino también contra los puritanos, o los más estrictos calvinistas, los cuales todavía encontraban demasiados elementos católicos en el anglicanismo estatal y tenían por demasiado papista el credo de los 39 artículos y la liturgia del rito anglicano. Por esto protestaban contra la iglesia del Estado y se llamaban nonconformistas, por lo cual eran igualmente objeto de la persecución estatal 10. Pero, no obstante este relativo rigor incipiente, podemos afirmar que la situación de los católicos fue relativamente tolerable hasta los años 1568-1570. Dos hechos fundamentales contribuyeron a exacerbar a la reina Isabel, transformando su relativa tolerancia en una especie 21 (1962) 39-59; T R I M B L E , W . R., The Catholic laity in Elizabethan England, 1598-1603 (Cambridge 1962); H I G H A M , F-, Catholic and Reformed. A study of anglican Church 1559-1662 ( L o n dres 1962). 8 E n torno a la validez de las ordenaciones anglicanas, y, p o r consiguiente, d e su jerarquía, h u b o una intensa discusión, q u e al fin fue resuelta por L e ó n X I I I , quien declaró su invalidez. Véanse P H I L I P S , G. E., The Extinction of the Ancient Hierarchy ( L o n d r e s 1905); HALIFAX, L O R D , Leo XIII and Anglican Orders (Londres 1922); BARNES, A . S T . , Bishop Barlow and Anglican Orders ( L o n d r e s 1922); STEPHENSON, A . A., Anglican orders...: «Month» (1955) n.s., XIV,78s. I52s; CLARK, F . , Anglican Orders and defect of intention ( L o n d r e s 1956); STEPHENSON, A . A . , Anglican Orders ( L o n d r e s 1956); CLARK, F . , The Catholic Church and Anglican Orders (Londres 1962); M A R O T , H . , Les ordinations anglicanes. Coup d'oeil rétrospectif: «LumVie» 64 (1963) 87-116; C R E N , P.-R., Aproche de l'anglicanisme: «LumVie» 64 (1963) 5-29; CLARK, F . , Les ordinations anglicanes, probíéme oecumenújue.- «Gregor.» 45 (1964) 60-93. 9 BICKNELL, E. J., Theological introduction to the 39 Articles of the Church of Engl. (Londres 1919). 10 El puritanismo y la secta d e los nonconíbrmistas desempeñaron luego u n papel m u y importante en el desarrollo del anglicanismo. Véanse B R O W N , J., The English Puritans (Cambridge 1910); I D . , Church and State. Political Aspects of i6th Century Puritanism (Londres 1928); S E Y MOUR, H . , The Puritanism in Engl. ( L o n d r e s 1920); H A L E S , A . , The Puntan's Progress (Londres 1920); BURRAGE, C , The Early English Disenters in the ligth of recent research (1550-1641) 2 vols. 2.* ed. ( C a m b r i d g e 1927); PEARL, V., London and the outbreak of the puritan revolution. City government and national politics. 1625-1643 (Londres-Oxford 1961).
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P.U. De Lutero a la paz de Westfalia
de manía persecutoria, que manchó de sangre inocente los últimos decenios de su reinado. El primero fue el encarcelamiento y largo cautiverio de María Estuardo n , reina de Escocia, que, perseguida de sus subditos, se había acogido en 1568 a la hospitalidad de su prima Isabel. Como muchos católicos ingleses consideraban a María Estuardo como su legítima soberana, hubo con esta ocasión diversos conatos de levantamiento para librarla, y aun alguno para asesinar a Isabel. Con todo esto se fue exacerbando más el ánimo de ésta contra todos los católicos, a quienes hizo sentir cada vez más su indignación. Y, no sintiéndose segura en el trono mientras viviera su rival, se desembarazó de ella haciéndola ajusticiar después de diecinueve años de cautiverio. A aumentar la persecución contra los católicos contribuyó también muy eficazmente un segundo hecho, que fue la excomunión lanzada por Pío V en febrero de 1570 contra Isabel de Inglaterra. De hecho, ya algunos obispos desde 1563, y algo más tarde la Universidad de Lovaina y el rey Felipe II, habían suplicado al papa que así lo hiciera. Pero en Roma se había retrasado siempre esta decisión con la esperanza de llegar a una inteligencia con la reina de Inglaterra. Por fin, conforme al derecho existente, Pío V dio el paso decisivo, lanzando la excomunión y deposición de Isabel 12 . Sin embargo, debe rechazarse decididamente la calumnia de que Pío V hubiera comprado a un asesino con el objeto de asesinar a la reina Isabel. Fácilmente se comprende la violenta reacción de la reina Isabel. Para atizar más el fuego tuvo lugar un intento de liberación, dirigido por el duque de Norfolk, que de hecho terminó con el más absoluto fracaso. Así, pues, desde 1571 las medidas de Isabel contra los católicos, siempre aconsejada e instigada por W. Cecil, fueron cada vez más rigurosas. En esta forma siguieron las cosas durante el decenio siguiente. En 1581 se agudizó más todavía la persecución. El ejercicio de un acto sacerdotal, la absolución a un católico, el hospedaje de un sacerdote, eran castigados aun con la pena de muerte. Aumentó el espionaje; la vida de los sacerdotes significaba un peligro constante de muerte. Crecía el número de los mártires. Varios de los obispos se consumían y morían en las cárceles 13 . Este período fue testigo de los más preciosos actos de heroísmo de muchos católicos ingleses en defensa del catolicismo de su patria. El célebre Guillermo Alien, más tarde cardenal de Inglaterra 14, organizó 1
i M á s adelante se hablará detenidamente de esta desgraciada reina. Allí podrá verse a b u n dante bibliografía sobre ella. 12 Véanse SPONDANUS, Anuales, ad a. 1569 n.8s. L a constitución Regnans in Excelsis, de Pío V, p u e d e verse en Bull. Rom., ed. T a u r i n e n s e , V I I , 8 I O S ; PASTOR, X V I I I , I 8 O S , 13 Sobre toda esta persecución y los mártires q u e en ella sucumbieron véanse las obras principales, sobre t o d o las de SPILLMANN y P O L L E N . Asimismo, PASTOR, X I X , 4 O 6 S . Son dignos de conocerse algunos pormenores sobre la crueldad de las medidas y d e los t o r m e n t o s aplicados (ibid., 407S). 14 H A I L E , M . , A J Í Elizabethan Cardinal: W. Alien 2.» ed. (Londres 1914); PAUL, R., The British Church from the days of Cardinal Alien (Londres 1920). Véase, sobre todo, PASTOR, XIX, 339s. Acerca d e los refugiados en el extranjero p u e d e n v e r s e : L E C H A T , R., Les refugies ungíais dons le Pays-Bas espagnols (1558-1603) (Lovaina 1914); GUILDAY, P., The English Catholics Refugees on the Continent (1558-1795) I (Londres 1914); M A T T I N G L Y , G., William Alien and Catholic propaganda in England: «Aspects de la propag. relig.» (Ginebra 1957) P.325S; L A O MIE, A. J., The Spanish Elizabethans. The English exiles at the court of Philip 11 (Nueva York 1963); CLANCY, T H . H . , Papist pamphleteers. The Allen-Persons party and the political thought of the Counter-Reformation in England, ¡572-1615: «Jesuit Studies» (Chicago 1964).
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un seminario inglés en Douai y otro en Valladolid. A su vez, Gregorio XIII estableció otro en Roma en 1579, cuyos alumnos llegaron a un heroísmo extraordinario, símbolo de la renovación católica del tiempo. Los alumnos de estos colegios salvaron el estado eclesiástico del catolicismo inglés; formábanse con el objeto de acudir a defender la fe en Inglaterra aun con el peligro inminente de su vida. Hasta 1610 fueron n o los discípulos de Douai que sufrieron el martirio. Entre tanto, y precisamente por esto, se ejecutaban con creciente rigor las leyes contra los sacerdotes. Sin embargo, nada detenía a los heroicos misioneros. Entre los primeros distinguiéronse los dos jesuítas Persons y Edmundo Campion15, quienes entraron en 1580 en Inglaterra, donde realizaron verdaderos prodigios de valor. Pero mientras Persons pudo al fin librarse, Campion, víctima del espionaje, murió mártir insigne de la fe. En conjunto, fueron 124 los sacerdotes y 60 los laicos ajusticiados por la fe durante el reinado de Isabel. Al repetirse los conatos de liberación ele María Estuardo, se intensificaba más la persecución. Al ser, finalmente, ajusticiada aquella desgraciada reina, decidióse por fin Felipe II a emprender la guerra contra la Inglaterra protestante; pero, fracasada la empresa de la Armada Invencible en 1588, la reina Isabel pudo celebrar su triunfo definitivo contra los católicos. Durante los últimos años de su reinado llegó a una especie de obsesión contra los católicos, y de algún modo también contra los calvinistas puritanos. Tal fue el reinado de Isabel de Inglaterra, muerta en 1603 y designada por la historia como reina virgen, porque no quiso casarse por disfrutar ella sola de la autoridad real sobre su pueblo 16 ; pero que dejó triste recuerdo por sus liviandades en su vida privada. Dotada de excelentes cualidades naturales, queda ensombrecida ante la historia por su espíritu dominador, su conducta apasionada y su manifiesta injuscia contra los católicos. Ensalzada hasta lo sumo por haber elevado al reino británico a gran esplendor material, pierde brillantez su figura no sólo por su intolerancia contra otras creencias, sino por su falta de rectitud y libertad absoluta de conciencia, como lo demuestra su actitud frente a María Estuardo. 3. Jacobo I (1603-1625) 17 .—Como si la historia quisiera salir por los fueros de la justicia y del derecho, a la muerte de Isabel entró 15 Ibid., p.349. Véanse asimismo A L L E N , W . , The martyrdom of E. Campion and his companions (1582), ed. por J. H . P O L L E N (Londres I 9 O 8 ) ; W A U G H , E., E. Campion (1938); CAMPION, L., The family of Edmund Campion: «Month» 202 (1956) 30S. 16 Algunos teólogos anglicanos llegaron a un e n c u m b r a m i e n t o excesivo de Isabel. U n o de ellos, W . Tooker, en u n escrito compuesto especialmente con este objeto, trataba de probar q u e Isabel poseía el d o n de hacer milagros. Pero mientras J. T h o m s o n ensalza su reinado virginal, el pastor protestante W i t a k e r pondera su libertinaje, confirmado por otros muchos testimonios (cf. HERGENRÓTHER, 111,696 n.3); ROSENBERG, E-, Leicester, patrón of litters ( N . I. 1955); R E A L , C., M r . Secretary Cecil and Queen Elizabeth (Londres 1955); H I C K S , L . , Sir Robert Cecil, Father Persons and the succession, 1600-1601: «Arch. Hist. S.I.» 24 (l95S) 9Ss. 1 7 DAVIES, G.. The early Stuarts 1603-1660 (Oxford 1937); SCOTT, E., Die Stuarls (1936); GARDINER, S. R., History of Engl. from the accession of James 1 (1603) to 1642 10 vols. ( L o n dres 1883-1886); L O D G E , R., History of Engl. 1600-1702 (Londres 1910); TREVELSAN, G. C , Eng!. under the Stuarts ( L o n d r e s 1920); A L L E N S , J. W . , English political though 1603-1660 I ( L o n dres 1938); T O L M , E., Jacob I (1039); W I L L I A M S , C , Jacob I ( L o n d r e s 1951); CARPIÓ, M . J., España y los últimos Estuardos ( M a d r i d 1952); D O D D , Á. H., The growth of responsible government from James 1 to Victoria (Londres 1956); W I L L S O N , D . II-, King James VI and 1 (Londres 1956); M C E L W E E , W . , The wisest fool in Christendom. The rcign of king James 1 and VI (Londres 1958); K E N Y O N , J. P., The Stuarts ( L . 1958).
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a reinar Jacobo I, hijo de María Estuardo, ajusticiada por aquélla. Mas, por desgracia, el hijo había vivido desde su niñez separado de su desgraciada madre, de la que se mostró mal hijo, y ciertamente no heredó de ella su fidelidad inquebrantable al catolicismo. Por el contrario, imbuido en el puritanismo escocés, fue luego su más decidido defensor Sin embargo, al principio de su reinado mantuvieron algún tiempo los católicos la esperanza de que por respeto a su madre iniciaría una era de protección, o al menos de tolerancia, con la Iglesia católica. El mismo romano pontífice Clemente VIII l g alimentaba buenas esperanzas en el nuevo rey, y aun le mandó comunicar que rogaba por él y por el bienestar suyo y de su reino. Más aún: por medio del cardenal Aldobrandini, nuncio en París, y del embajador inglés de Francia, envió una carta en la que exhortaba a los católicos ingleses a la sumisión a su rey y a ofrecer oraciones por él. Todo esto produjo, indudablemente, buen efecto en el ánimo de Jacobo I. Por esto podemos afirmar que, en conjunto, su reinado fue en un principio más tranquilo para los católicos y no les costó tanta sangre como el de Isabel. Sin embargo, bien pronto se volvió al antiguo rigor. El anglicanismo estatal, que había echado ya hondas raíces, y el puritanismo, que tenía en sus manos al mismo rey, temieron que esta tolerancia malograra los resultados obtenidos, por lo cual se obtuvo que ya en 1604 se renovaran las antiguas' leyes y se dieran nuevas disposiciones contra los católicos. Consta ciertamente que en estos años hubo algunos casos de martirios católicos 19. Pero la situación se agravó extraordinariamente por un conjunto de circunstancias. La más peligrosa fue la tristemente célebre Conjuración de la pólvora 20 , ocurrida el 5 de noviembre de 1605, que tenía por objeto volar el Parlamento, con la muerte consiguiente del rey y de todos los allí presentes. Descubierta antes de su ejecución, se pudo averiguar quiénes eran sus autores, que fueron ajusticiados. Sin embargo, se señaló a los católicos como a sus promotores, y se ajustició al provincial de los jesuítas, como supuesto colaborador, por haberlo conocido en confesión y no haberlo manifestado. Todo esto contribuyó eficazmente a intensificar de nuevo la persecución. Así, se impuso un nuevo juramento a los católicos, por el que se negaba al papa el derecho de deponer a los soberanos en determinados casos. De ahí se originó una controversia, en la que intervinieron Belarmino, Suárez, Du Perron y otros. El mismo Jacobo I quiso responder a Belarmino en defensa del nuevo juramento 21 . Aun entre 18 M E Y E R , Klemens VIII und Clément VIII et Jacques I Stuart 19 ZIMMERMANN, A-, Gesch. I D . , Die kirchliche Politik Jakobs Blutzeugen unter Jakob I, Karl I
Jakob I von England: «Quell. Forsch.» (1904) 2Ó8s; M A R T I N , J., (1590-1603): «Rev. hist. dipl.» 16 (1911) 279S. der englischen Katholiken unter Jakob I: «Kath.» 2 (1889) 253s; I in Engl. u. ScottL: «R. Qschr.» (1902) 375s; SPILLMANN, Die und dem Commonw., 1603-1654 ( F r i b u r g o de Br. 1905). Véase
PASTOR, X X V I , I S 2 S . 20 M O R R I S . The condition of Catholics under James I. Father Gerards narrative of the Gunpowder plot ( L o n d r e s 1871); GERARD, What was the Gunpowder plot? The traditionalstory testedbyoriginal evidence ( L o n d r e s 1897); GARDINER, What gunpowder plot was? ( L o n d r e s 1897); P F Ü L F , Die Kontroverse über die Pulwerverschworung: «St. M a . Laach» 56 (1899) 41s.142s.286s; SIDNEY, P., History of Gunpowder plot ( L o n d r e s 1904); W I L I . I A M S O N , H . R., The Gunpowder plot ( L o n d r e s 1951). E n particular véase PASTOR. XXVI, IO6S. 21 L A SERVIÉRE, J. DE, Une controverse au debut du XVIIe siécle. Jacques I roi d'Angleterre et le cardinal Bellarmin: «Étud.» (1903), varios artículos; GAUCHIE, La correspondence de Bentivoglio et la controverse de Jacques 1, roi d'Ángl. avec le cardinal Bellarmin: «Mus. Belge» (1903) 429S.
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los mismos católicos se suscitaron algunas vacilaciones, entre las cuales son célebres las del arcipreste Blackwell. Pasadas estas borrascas, volvió a reinar una relativa paz y tolerancia. Un buen número de significados católicos ingleses usaron algún tiempo como lugar de reunión la casa del embajador español. Jacobo I hizo especiales concesiones a los católicos, puso en libertad a muchos y, lo que fue más significativo, a pesar de la oposición de los anglicanos y puritanos, suavizó al fin de su reinado las leyes anticatólicas. De esta manera se hizo posible la reorganización de los benedictinos, franciscanos y jesuitas. 4. Carlos I (1625-1649) 22 .—Esta paz relativa de los católicos se afianzó más todavía durante los primeros años de Carlos I, quien, aunque débil e indeciso, no fue insensible al influjo de su esposa católica. Por esto llegó a enviar embajadores a Roma, y el delegado del papa, Cuneo, trató con el rey inglés sobre la manera de suavizar la fórmula de juramento, dándole un alcance puramente civil. Sin embargo, bien pronto se pudo observar una reacción de mayor rigor de parte del rey, debida a la tensión creciente entre él y los puritanos. Pero mientras el rey se veía envuelto en esta guerra contra el fanatismo de los presbiterianos y puritanos, por no exacerbarlos más, iba aumentando gradualmente el rigor contra los católicos 23 . Mas el resultado fue contraproducente. El ambiente popular, atizado por los puritanos, se volvió particularmente contra su ministro el duque de Buckingham y el arzobispo Land de Cantorbery, los principales apoyos del monarca. En estas circunstancias, se repitieron los encarcelamientos, las multas, las torturas y aun algunos martirios. Al fin se tuvo que llegar a una abierta guerra 24 . En 1636, Carlos I intentó introducir en Escocia la Iglesia episcopal inglesa, lo cual dio origen a diversos levantamientos. Entonces, con el objeto de obtener subsidios para la guerra contra los rebeldes, reunió al Parlamento; pero se vio obligado rápidamente a disolverlo al observar la oposición en él existente. Mas, como los rebeldes escoceses irrumpieran en la Gran Bretaña, tuvo que convocar un nuevo Parlamento (el Parlamento largo) ; pero éste asumió bien pronto una actitud violenta contra el rey; presentó acusación formal e hizo ajusticiar a sus dos principales consejeros, Buckingham y Land. Por ambas partes se acudió a las armas; los católicos apoyaron al rey, lo cual contribuyó a intensificar la persecución contra ellos por parte de los puritanos. En su fanatismo llegaron éstos a eliminar públicamente la Iglesia episcopalista anglicana y a perseguir sanguinariamente a sus partidarios. 22 Véanse las obras generales sobre los Estuardos citadas en la nt.17. A d e m á s , H U T T O N , W . H . , The English Churchfrom the accession of Charles I to the death ofAnne, 1625-1714 ( L o n d r e s 1903). 23 P u e d e verse la amplia exposición d e PASTOR, X X V I I I , I 2 0 s ; W I N G F I E L D , E.-STRATFORD, Charles I 3 vols. ( L o n d r e s 1949-1950); M A T H E U , D . , The age of Charles I ( L o n d r e s 1951); A L IMÓN, G., Charles I a. the Court of Rome ( L o n d r e s 1935); M A T H E W , D . , Scotland under Charles I (Londres 1955); F R E N C H , A., Charles I and the Puritan Uplicaval ( L o n d r e s 1955); C O O N A N , T H . L . , The Irish Catholic confederacy and the Puritan revolution ( N . I. 1954). 24 P u e d e n verse GARDINER, S. R., History of the great Civil War 1642-1649 4 vols. 2.* ed. (Londres 1893); ID., Hist. of the Commonwealth and Protector ate 1649-1660 4 vols. ( L o n d r e s 1909J; STERN, A., Gesch. der Revolution in Engl. 2. a ed. (1898); S H A W , A . , Hist. of the English Church 16401690 2 vols. ( L o n d r e s 1900); L E N T Z , G., Demokratie und Diktatur in der englischen Rev. 1640-1660 (1933); STADELMANN, R., Geschichte der englischen Rev. (1954); N É D O N C E L L E , M . , Trois aspects du probléme anglo-cath. au XVIIe siécle (París 1951).
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Pero este rigor de los presbiterianos no bastaba todavía a un sector más fanático de los puritanos, los llamados congregacionalistas 25 . Dirigidos por los generales Fairfax y Oliverio Cromwell 26 , derrotaron en varias batallas al rey, el cual logró al fin en 1646 refugiarse en Escocia, pero los calvinistas escoceses lo entregaron al Parlamento inglés. Así, pues, el 30 de enero de 1647 se hallaba en la cárcel en poder de sus más terribles adversarios. Desde este momento los acontecimientos se desarrollaron rápidamente hasta su trágico fin. Mientras un partido más fanático y radical iba arrollando al anterior, mientras los presbiterianos eran excluidos del Parlamento porque se oponían al proceso del rey y abiertamente se cubría de ignominia a la dignidad real, el resto del Parlamento (el Parlamento truncado) procesó a Carlos I, y un tribunal presidido por Oliverio Cromwell, basándose en la Biblia, lo condenaba a muerte por tiranía y traición a la patria. El 30 de enero de 1649 caía la cabeza del monarca inglés. Se abolió la monarquía y fue proclamada la república, bajo la férrea mano de Oliverio Cromwell. Como jefe de los puritanos independientes, éste hizo sentir a los católicos todo el peso de su odio contra ellos. 5. Escocia (1557-1648) 27 .—La regente María de Guisa se esforzó varonilmente por defender la fe católica; pero, al volver de Ginebra el fanático Juan Knox 28 , jefe del puritanismo escocés, se encendió rápidamente la guerra, que terminó en 1560 con la deposición de la regente y la introducción oficial del calvinismo. Desde este momento quedaba suprimida la religión católica y proclamada la confesión esco25 Pueden verse algunas obras sobre el p u r i t a n i s m o : B E L L , C , Puritanism and Liberty, 16031660 ( L o n d r e s 1912); T A T H A M , G., The Puritans in Power (1640-1660) (Cambridge 1913); F L Y N N , J-, The ínjluence 0 / P u r i t a n i s m on the Política! and Religíous Thought ofthe Engiish (Nueva York 1920); H A L E S , A., The Puritans' Progress (Londres 1920). Sobre los congregacionalistas: P R I C E , E-, Handbook of Congregationalism (Londres 1924); S E L B I E , W . , Congregationalism ( L o n dres 1927); KEELER, M . F-, The Long parliament, 1640-1641 (Filadelfia 1954); SIMPSON, A-, Puritanism in Oíd and New England (Chicago 1955); HALLER, W . , Liberty and Ref. in the Puritan revolution ( N . Y. 1955); ARMSTRONG, M . W . , etc., The Presbyterian enterprise... (Filadelfia 1956); SVKER, N . , Oíd priest and new presbyter. Episcopacy and Presbiterianism since the Ref. (Cambridge 1956); M I L L E R , P., Errand into the wilderness (Les Puritans dans VAmérique coloniale) (Cambridge-Mass. 1956); H A L L E R , W - , The rise ofthe Puritanism... ( N . Y. 1957); CALDER, J., ACtivities of the Puritan faction in the Church of England (Londres 1957): EUSDEN, J. D . , Puritans, lawyers and politics in early XVIIth century England (New H a v e n 1958). 26 Sobre C r o m w e l l : A B B O T , W . , A Bibliographie of Oliver Cromwell (Cambridge 1929): The Writings and Speeches of Oliver Cromwell 4 vols. (Cambridge K137-1947),' M O R L E Y , J., Oliver Cromwell (1923); H O E N I G , F . , Ol. Cromwell 3 vols. 2. a ed. (1911). O t r a s biografías: BELLOC, H . (1950); L E M O N I E R , L . (París 1946); W E D G W O O D , C. V. ( L o n d r e s 1947); F I R T H , C. ( L o n d r e s 1952). Además, M E Y E R , A. O . : «Meister del Politik» II 2.»ed. (1923) 255S; K I T T E L , H . , Ol. Cromwell, seine Religión u. seine Sendung (1928); PASTOR, X X X , i 2 8 s . • 27 Pueden verse Calender of the state papers relating to Scotland and Mary queen of Scots., p o r J. B A I N y W . C. BOYD, I S . (Londres 1898S); M C C R I E , C. G., The confessions ofthe Church of Scotland II (Camdridge 1902); D I C K I N S O N , W . C , A Source Book of Scottish Hist. II-I1I ( E d i m burgo 1953-1954); BELLESHEIM, A., Cesch. der Kath. K. in Scottland 2 vols. (1883); BROWN, P., History of Scotland 3 vols. ( C a m b r i d g e 1900-1909); L A N G . A hist. of Scotl. from the Román occupation. III. 1625-1689 (Londres 1909); FLEMMING, D . , The Reformation in Scotl. ( L o n d r e s 1910); H E W A T , C , Makers of the Scottish Church of the Reformation ( E d i m b u r g o 1920); N O B E S , D . , England a. Scotl. 1560-1707 ( L o n d r e s 1952): BLACK, C. S., The Scottish Church ( L o n d r e s 1952). Véase PASTOR, X V I , 2 i o s ; C O L L I N S , T H . , Martyr in Scotland. The Ufe and times of fohn Ogilvie ( L o n d r e s 1955)1 MACKENZIE, A. M . , The Scotland 0/Queen M a r y ( L o n d r e s 1957): FOSTER, W . R., Bishop and presbytery. The Church of Scotland, 1661-1668 (Londres 1958). 28 B i o g r a f í a s : B R O W N , P., 2 vols. (Londres 1895-1905); C O W A N , H . (Londres 1905; P E R CY, E. (Londres 1935); D I C K I N S O N , W . C. (Londres 1952). A d e m á s , L A N G , A., fohn Knox a. the Reformation (Londres 1905): M E T Z G E R , A., / . Knox et ses rapports avec Calvin ( M o n t a u b a n 1905). Asimismo, PASTOR, X V I , 2 i 2 s ; MACGREGOR, G., The thundering Scot. John Knox ( L o n dres 1958).
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cesa; la asistencia a la misa católica era castigada con la confiscación general y el destierro, y, en caso de reincidencia, con la pena de muerte. Una asamblea eclesiástica inició en 1561 una campaña contra todos los restos de lo que se designaba como idolatría papista, y rápidamente fueron demolidos innumerables monasterios, iglesias y otros preciosos monumentos artísticos de la antigüedad. Entre tanto, al morir en 1560 Francisco II de Francia, quedó viuda su esposa María Estuardo 29, y, reclamada por los católicos y los protestantes moderados, volvió a Escocia, donde fue proclamada reina. Pero ya desde el principio se vio claramente que con sus diecinueve años no estaba a la altura de las dificultades existentes. Juan Knox con los puritanos tenía más poder que ella, y ponía constantemente en ridículo su catolicismo. Por otra parte, María no fue afortunada en la elección de sus consejeros, por lo cual, no obstante los buenos comienzos de su reinado, se fue marcando cada vez más la oposición entre la reina y el calvinismo dominante, el cual fue atropellando todos los derechos de la soberana. Aconsejada por los hombres de más prestigio que la rodeaban, decidió unirse en matrimonio con su pariente lord Enrique Darnley, que ofrecía sólidas garantías por el catolicismo de su familia. Knox se opuso a esta unión, llegando a compararlos públicamente con Jezabel y Acab. Sin embargo, María logró sobreponerse, y la unión se celebró en 1564. Pero Darnley no respondió a las esperanzas de María. Pronto se puso directamente en oposición con la reina y pretendió recibir de ella el poder real. Las cosas llegaron al extremo de hacer prender y asesinar al secretario de la misma, David Rizzio, en su misma presencia. Mas con este crimen, cometido por Darnley por celos contra Rizzio, de cuyo consejo hacía mucho caso María Estuardo, comienzan las grandes tragedias que fueron cayendo sobre la reina. Rápidamente se formó una conjuración, capitaneada por el conde Bothwell, cuyo resultado fue el asesinato de Darnley, haciendo volar la casa de campo adonde él se había refugiado. Más aún: mientras la voz del pueblo designaba al protestante Bothwell como el asesino de Darnley, pocos meses después apareció María unida en matrimonio con él. Toda la controversia sobre la culpa de María Estuardo gira en torno a esta cuestión: ¿estaba ella en inteligencia con Bothwell y colaboró de alguna manera en el asesinato de Darnley? Sus enemigos la acusaron constantemente como cómplice de Bothwell y designan este matrimonio como una monstruosidad. Para confirmarlo se presentan las célebres cartas de María a Bothwell antes del asesinato de Darnley 30 . Pero los defen29 Sobre M a r í a E s t u a r d o existe a b u n d a n t e bibliografía. P u e d e n verse HENDERSON, M a r y , queen of Scots. Her environment and tragedy 2 vols. (Londres 1906). Biografías: P H I L I P S O N , M . , 3 vols. (París 1891-1892); FRANCIS, G . R. ( L o n d r e s 1931); HENRY-BORDEAUX, 2 vols. (París 1938); HUMUERT-ZELLER (París 1948); STUART, A. F . ( E d i m b u r g o 1951). Asimismo, L A N G , A., The mvstery of Mary St. ( L o n d r e s 1901); FLEMMING, M a r y , queen of Scots, from her birth to her fiight into England ( L o n d r e s 1897). Véase asimismo PASTOR,' XVL224S; Z W E I S , S T . , María Stuart (Berlín 1954); S C O T T - M O N C R I E F F , G., Scotland and Mary Stuart: «Month», n.s., 20 (1958) I 3 3 s ; EVENNET, H . O., art.' María Stuart: «LexThK» 7 (1962) 4,3-4430 S E P P , Der Originaltext der Kasettenbriefe der Kónigin Mana St. ( M u n i c h 1888); H E N DERSON, The casquet letters and Mary queen of Se. (Edimburgo 1881); W I Z L E B E N , Pro et contra María St. und ihr Verkdltnis zu Bothwell (Zurich 1877); C O W A N , M a r y queen 0 / S e . and who uirote the casquet letters 2 vols. (Londres 1902); S E P P , B., Die Lósung der Kasettenbrieffrage (Ratisbona 1914); PASTOR, X V I I I , I 4 7 S ; D I G G L E , H . F . , The casket letters of Mary Stuart ( L o n d r e s 1960); P H I L L I P S , J. E., Images of queen Marie Stuart in X V i t h century literature ( L o n d r e s 1964).
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sores de María rechazan la autenticidad de estas cartas y defienden a María de toda complicidad. Así lo prueba con toda evidencia Pastor. Sin embargo, resulta un verdadero misterio su matrimonio con Bothwell, quien, además de protestante, era objeto de la mayor odiosidad general, siendo designado por todos como el asesino de su marido. Así, pues, o debemos confesar (y es lo más probable) que fue forzada por él, o que cometió una gran ligereza, creyéndola el único recurso en aquellas circunstancias, que luego tuvo que pagar bien cara. Se organizó, pues, un levantamiento, capitaneado por el conde Murray, y mientras Bothwell lograba escapar, la reina fue obligada a abdicar en su hijo Jacobo, que sólo contaba un año. No contentos con esto los rebeldes, la acusaron de asesinato y adulterio, y Knox exigía su ajusticiamiento. Al fin logró ella evadirse de la cárcel e intentó defenderse; pero, vencida en 1568, se dirigió a Isabel de Inglaterra; mas ésta, que siempre había temido a María Estuardo como a rival de la corona de Inglaterra, la acogió con fingido afecto, pero la tuvo durante diecinueve años en cautividad, que se fue haciendo cada vez más rigurosa como reacción contra los conatos de liberación realizados por los partidarios de María. Los sentimientos de ésta se fueron purificando cada vez más, hasta sufrir con verdadero heroísmo una muerte injusta e ignominiosa, muy semejante a un martirio. Con justicia ha sido designada por sus defensores como la reina mártir, pues, aun prescindiendo de su discutida culpabilidad en el matrimonio con Bothwell, asesino del rey, es un ejemplo viviente de una elevación sublime en el sufrimiento de las mayores desgracias y aun de la misma muerte como un vulgar criminal, reo de lesa majestad 31 . Pero con la derrota y la marcha de María Estuardo triunfó definitivamente en Escocia el calvinismo. El Parlamento lo proclamó como la religión del reino, Juan Knox fue en adelante su verdadero dictador. El compuso el ritual de su disciplina religiosa, basada en una concepción presbiteriano-democrática, en la que la comunidad elegía a sus jefes. Dictáronse las más rigurosas leyes contra los católicos, basando en el Evangelio el derecho a castigarlos aun con la pena de muerte. Jacobo I (1567-1625) 32 .—Jacobo I tuvo una minoría turbulenta; pero, aun después de entrar en posesión del poder en 1578, vivió en la más humillante sumisión a los exaltados protestantes, apoyados por el dinero y aun por los soldados de Inglaterra. Entre 1584 y 1592 se desarrollaron intensas luchas entre los partidarios de la Iglesia episcopalista anglicana y los calvinistas presbiterianos. Pero entretanto la suerte de los católicos en Escocia fue cada vez más dura, pues allí no mandaba el monarca, sino los partidos exaltados protestantes. Desde 1603, Escocia, unida personalmente con Inglaterra con Jacobo I y Carlos I, corrió en lo religioso una suerte semejante a la de la Gran Bretaña. Entre tanto, los católicos, no obstante la persecución de que eran objeto, lograron conservar importantes restos de la antigua 31 P O L L E N , J., Mary queen of Scots and the Babington Plot ( E d i m b u r g o 1922); R A I T S , S . - C A MBRÓN, A., Negociatiom. between EHzabeth and James 1 relating to the execution of Mary queen of Scots ( L o n d r e s 1928); PARRY, E., The persecution ofMary Stuart ( E d i m b u r g o 1934); DACKERS, A . , The tragic queen ( E d i m b u r g o 1931). Véase en particular PASTOR, XIX.362s.386s; X X I I (sobre su m u e r t e ) 33. 32 Véase la bibliografía sobre Jacobo I arriba n.16. E n particular PASTOR, XXIII.427S.
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fe. Distinguidos miembros de la nobleza permanecieron fieles a la Iglesia católica. Ni la pérdida de los bienes, ni el destierro, ni la muerte los aterraban. Vivían en un constante temor de espías y traidores. Hubo gloriosos martirios, como el del jesuíta Juan Ogilvie en 1615. Carlos I (1625-1649) siguió al principio en Escocia, como en Inglaterra, con relativa tolerancia con los católicos. Pero desde 1638 se llegó a una guerra civil. La iglesia presbiteriana se declaró independiente, después de lo cual, con el fin de ganarse su simpatía, Carlos I siguió una política más dura con los católicos. 6. Irlanda (1560-1648) 33.—Isabel de Inglaterra se propuso introducir en Irlanda el anglicanismo estatal 34 . El sistema fue el empleo de la más absoluta violencia. Como la inmensa mayoría de los obispos permanecieron fieles, fueron depuestos y varios de ellos tuvieron que sufrir horribles calamidades. Asimismo, gran número de sacerdotes ofrecieron tenaz resistencia a la Iglesia oficial, por lo cual fueron depuestos y encarcelados. Por semejante motivo fueron suprimidos muchos monasterios. Entre los obispos, sacerdotes y religiosos hubo mártires insignes. Irlanda se mantuvo en bloque fiel al catolicismo 35. De este modo se entabló una lucha larga y extremadamente violenta entre la Irlanda católica y la Inglaterra anglicana. Se acudió al recurso de enviar colonos ingleses, desposeyendo de sus territorios a los católicos irlandeses. Se ocupó la región de Ulster, en el norte, que, por lo mismo, resultó en gran parte protestantizada; pero el sistema fracasó en el resto de la isla. Los papas trabajaron por mantener buen número de obispos católicos frente a los anglicanos nombrados por Inglaterra. Multitud de irlandeses prefirieron abandonar la patria antes que la religión, con lo cual se inició la emigración de Irlanda a otros territorios, que más tarde se intensificó mucho más. La crueldad de algunos gobernadores llegó hasta lo sumo. En este punto se hizo célebre lord Gray, quien sembró de cadáveres los territorios gobernados por él. Pero lo que trajo la catástrofe final de 1602 fue el levantamiento capitaneado por O'Neills, que aspiraba a la independencia de Irlanda. Al subir al trono Jacobo I en 1603, de origen irlandés, concibieron los irlandeses nuevas esperanzas. Por esto enviaron una comisión para suplicar al rey la libertad de religión. Pero el rey no sólo no accedió a su petición, sino que, habiendo concedido una amnistía general, 33 A n t e todo p u e d e n verse las obras generales. E n particular Calender of State papers relating to Ireland of the reign of EHzabeth, por H A M I L T O N y A T K I N S O N ( L o n d r e s l886s); I D . , para el reinado de Carlos I, por MACAFFY ( L o n d r e s 1900S); B E L L I N G , Vindiciae catholicorum Hibernorum (París 1650); BEAUMONT, L'Irlande sociale, politique el rdig. 2 vols. 7.* ed. (París 1868); B A G WELL, R., Ireland underthe Tudors 3 vols. ( L o n d r e s 1885-1890); I D . , Ireland under the Stuarts and dnring the Interregnum 3 vols. ( L o n d r e s 1907-1917); B O N N , M . J., Die engl. Kolonisation in IrUmd 2 vols. (1906). 34 B \ L I „ Thereformed Church of Ireland 15.37 to 1888 2.» ed. ( L o n d r e s 1891); I R W I N G , A hislory of presbiterianism in the south a. west of Ireland ( L o n d r e s 1890); H O L L O W A Y , H . , The Reformation in Ir. ( L o n d r e s 1919). 3 5 Sobre el catolicismo de I r l a n d a : BELLESHEIM, A., Gesch. der kathol. Kirche in ¡rland. II. 1509-1690 (1890); M U R P H Y , Our Martyrs. A record of those, who suffered for the catholic faith under the penal laws in Ireland ( D u b l í n 1896); M O R A N , P. J. CARD., Historical sketch of the persecution suffered by the catholics of /reí. under the rule of Cromwell a. the Puritans ( L o n d r e s 1907); ZIMMERMANN, Die irischen Mártyrer wáhrend der ersten Hdlfte des 17. Jh.: «Kath.» (1888) 582S; OOONAN, T H . L., The ¡rish Cath. Confederacy and the P u r i t a n Revol. ( L o n d r e s 1954)- Véase
PASTOR, XVL249S.
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P.U. De Lutero a la paz de Westfalia
exceptuó de ella a los católicos-papistas y se propuso introducir violentamente el anglicanismo oficial. Por esto, en 1605 se ordenó, bajo pena de muerte, que todos los sacerdotes abandonaran el territorio, y, en general, se urgió el cumplimiento de todas las leyes anticatólicas. Con Carlos I en 1625 parecieron alborear para los católicos irlandeses días de libertad y de paz. Apenas iniciado su gobierno, Carlos I otorgó ciertas «gracias» o libertades, que casi los igualaban a los protestantes ; pero, de hecho, apenas se pudo realizar nada, y bien pronto se redobló la persecución. El resultado fue un levantamiento general, iniciado en Ulster en 1641. Los irlandeses lucharon con heroísmo y durante algún tiempo tuvieron éxito. Cuando Carlos I se hallaba en manos de los rebeldes escoceses e ingleses, los irlandeses católicos se dispusieron a prestarle auxilio. Por esto, después de ajusticiar al rey, Oliverio Cromwell hizo pagar cara a Irlanda aquella conducta, iniciando una nueva guerra de exterminio. Según los cálculos, durante estas guerras fue destruida una tercera parte de la población católica de Irlanda. II.
LAS GUERRAS RELIGIOSAS EN FRANCIA 36
El principal motivo de la introducción del calvinismo en Francia no fue, como en Alemania y otros territorios, la codicia de la nobleza por apoderarse de los bienes eclesiásticos, pues en Francia éstos dependían de la Corona. El verdadero motivo fue la debilidad de los reyes en la defensa del catolicismo, que hizo posible el rápido avance de la herejía, que llegó a poner al Estado católico en un verdadero peligro. 1. En tiempo de Carlos IX (1560-1574)37.—No obstante las persecuciones parciales de que habían sido objeto los calvinistas (hugonotes) 38, en 1559, en una asamblea general, se presentaron con carácter 36
A n t e t o d o véanse las obras generales. E n particular:
F u e n t e s . — M I C H A U D - P O U J O U L A T , Nouvelle coüection des mémohes (París 1836S); Archives de la France monastique (hasta 1930) 34 vols.; HAWSER. H . , Les sources de l'histoire de France au XVI' siécle (1494-1610) 4 vols. (París 1906-1915); BOURGEOIS, E . - A N D R É , L., Les sources... au XVÜ" siécle f l 6 i o - i 7 i 5 , ) 5 vols. (París 1915-1926); correspondance des nonces de F r a n c e . Carpi et Ferreiro 1535-1540 et légations de Carpí et de Farnése, ed. por J. L e s t o q u o y (Roma 1961); correspondance... Capodiferro, Dantino et Giudicione, 1541-1546. Légations des Cardinaux Farnése et Sadolet... (Roma 1963). B i b l i o g r a f í a . — L A V I S S E , E., Histoire de la France (en colaboración). V-IX. 1642-1789 (París 1903-1910); R A N K E , L. V., Franzós. Gesch., vornehmlich im 16. u. 17. Jh. 6 vols. 3.* ed. (1877); HANOTAUX, G., Hist. de la nation francaise 15 vols. (París 1922S); L É V I S - M I R E P O I X , La France de la Rénaissance (París 1947); H . HAUSER-RENAUDET, A., Les debuts de I'age moderne. IM Rénaissance et la Reforme (París 1929); M O U S N I E R , R., etc., Comment les francais voyaient la France au XVII' siécle (París 1955); M O U R S , S., Le protestanlisme en France. I (París 1959); BAILLY, A., La Reforme en France jusqu'd Védil de Nantes (París 1960); PANZANI, M . - C . , Quatre cent ans d'histoire protestante. Gravures et texts recueillis. I. Des pré-réform a Védit de Nantes (Lyón 1962); G E I S E N D O R F , P., La vie relig. dans les pays protestants de languefrancaise a lafin du XVI'. s.: «Colloq. d'hist. relig.i (Lyón 1963) 85-100; MANDROU, R., Introduction á la France moderne, 1500-1640. Essai de psychologie historique. Évolution de l'humanité (París 1961); BABELON, J., La civilisation francaise de la Rénaissance: «Lumiéres de l'histoire» ( T o u r n a i - P a r i s 1961); BOYER, F . , XVI' siécle francais. La rénaissance: «Panorama ¡Ilustré»... (París 1961); VIVARDI, C., Lolta política e pace religiosa in Francia fra Cingue e Seicento ( T u r í n 1963). 37 A d e m á s d e las obras generales, véanse en particular W A D D I N G T O N , La France et les protestants allemands som Charles IX et Henri III (1890); DESJARDINS, Charles IX. Deux annés de son regne (1570-IS7Z) (Douai 1875). 38 Sobre los hugonotes o el calvinismo en F r a n c i a : K E R W Y N DE L E T T E N H O V E , Les Huguenots et les Gueux (1560-1585) 6 vols. (Bruselas 1883-1885); P O L E N Z , G. V., Gesch. des franzós. Calvinismus 5 vols. (hasta 1629) (1857-1869); V I É N O T , j . , Histoire de la Reforme francaise des origines a l'eiit de Nantes (París 1926); A N T I N , A., L'échec de la Reforme en France au XVI' siécle (París 1918); LEGARDE, G. DE, Recherches sur l'esprit politique de la Réf. (París 1926); CHAMBÓN, }., Der fiamos. Protestantismo. Sein Weg zur fianzas. Revol. 6.' ed. (1948).
CIO. El catolicismo en Inglaterra y Francia
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público; pero mientras la regente Catalina de Médicis 39_ c o n miras ambiciosas y políticas, no impedía su crecimiento, con el fin de que sirvieran de contrapeso al prestigio de los Guisa 4 0 y a otros hombres eminentes del catolicismo francés, ellos fueron consolidando sus posiciones y llegaron a constituir una poderosa fuerza política. Por otro lado, por oposición a los reyes de Francia y a la poderosa familia de los Guisa, se acercaron a los protestantes los príncipes de Borbón, Antonio, rey de Navarra, su hermano Luis Conde, el condestable Montmorency y el almirante Coligny 41 . Contando, pues, con tanta fuerza, sentíanse indignados por la persecución y aun por alguna pena de muerte de que eran objeto los protestantes, por lo cual, aprovechándose de la menor edad de Francisco II (1559-1560), organizaron la conjuración de Amboise*2 contra el rey y los Guisa; pero, habiendo sido descubierta en 1560, no pudieron impedir el ajusticiamiento de algunos de sus promotores. El resultado fue que los Guisa aumentaron su prestigio. El 12 de marzo y el 7 de mayo de 1560 se publicaron sendos edictos en los que se insistía en la persecución de los hugonotes. Sin embargo, no se acobardaron éstos, sino que mientras Coligny se atrevía a pedir públicamente en una asamblea de Fontainebleau la supresión de las leyes contra la herejía, Conde organizaba otra conjuración, y, habiendo sido apresado, sólo por la muerte del rey se libró de la pena capital. Durante la minoridad de Carlos IX (1560-1574), la regente Catalina de Médicis, celosa del excesivo poder de los Guisa, procuró mantener la política de equilibrio entre ellos y los hugonotes. Entonces, con el objeto de defender eficazmente los intereses católicos, se formó el triunvirato entre Francisco de Guisa, Montmorency y Saint-Andrés (abril de 1561); celebróse en 1561 el célebre coloquio do Poissy43, promovido por la regente con el fin de llegar a una inteligencia con los hugonotes. Pero no se llegó a convenir en un solo punto, y se vio claramente la irreductibilidad absoluta de los calvinistas. Así, pues, Catalina de Médicis publicó el edicto de tolerancia el 17 de enero de 1562, con el cual se concedía a los hugonotes libertad de culto, excepto en las ciudades. Este edicto suponía un triunfo extraordinario de los hugonotes, pues de hecho habían obtenido lo que deseaban, muy semejante a un 3 » A L B É R I , Vita di Caterina de Medid (Florencia 1888); R E U M O N T , Die Jugend der Catharina de Medici (1854); C O I G N E T , La reforme franc... Cathérine de Médicis et Franpois de Guise (París 1895); BAGUENAULT DE PUCHESSE, Cathérine de Méd... ¡578-1579: «Rev. Q u . Hist.» 61 (1897) 337s; B O U L É , A., Cath. de Médicis et Coligny (París 1918); LACOMBE, Les debut des guerres de Reí. Cath. de Médicis entre Guise et Conde (París 1899); ROMIER, L., Le royaume de Cath. de Méd. 2 vois. (París 1923); CASTELUAN, ]., Cathérine de Médicis, 1519-1589 (París 1954); SALMÓN, J. H . M . , Cathérine de Medici and the French wars of religión: «Hist. today» 6 (1956) 297S; D ' H U M I É R E S , L., Une reine. Florence 1519. Blois 1589. Cathérine de Médicis (París 1956)'; N E A L E , J. E., The age of Cathérine de Medici ( N u e v a York 1959). 40 BAGUENAULT DE PUCHESSE, Les ducs Francais et Henri de Guise d'aprés des nouveaux documents (París 1877). 4 i Véanse en particular DELABORD, J., Gaspard de Coligny 3 vols. (París 1879-1883); MARCKS, Gaspard von Coligny. Sein Leben und das Franckreich seiner Zeit I (1893); MERKT, C., L'admiral Coligny... (París 1909); W H I T E H E A D , A. W . , Gasp. de Coligny, admiral of France ( L o n d r e s 1906). O t r a s biografías: M A R I É J O L , J. H . , 2.' ed. (París 1920); V A N D Y K E , P., 2 vols. ( L o n d r e s 1923); R O M I E R , L., 2 vols. (París 1925). <2 R O M I E R , L., La conjuration d'Amboise (París 1923); N A E F , H . , Conjuration d'Amboise et Genive (Ginebra 1922); SUTHERLAND, N . M . , Caiuinism and the conspiracy of Amboise: «History» 47 (1962) 111-138. 43 Véanse PASTOR, XVII,137S; CERECEDA, F . , Diego Lainez en Xa Europa religiosa de su tiempo 2 vols. (Madrid 1946) L569S; SCADUTO, M., L'epoca di Giacomo-Lainez. II governo (1556-1565]: Storia della Compagnia di Gesü in Italia 3 (Roma 1964).
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P.II. De Latero a la paz de Westfalia
reconocimiento oficial. Pero como en el edicto se ponían algunas limitaciones y se ordenaba devolver a los católicos las iglesias que se les habían tomado, iniciaron una nueva campaña de violencias, llegando a matar a algunos sacerdotes junto a París y, sobre todo, cometiendo enormes crueldades en el sur de Francia. De aquí se originó una potente reacción de parte de los católicos, por lo cual, en un momento de excitación, una parte del acompañamiento del duque de Guisa tuvo un choque violento en Vassy, de la Champagne, con u n grupo de hugonotes que celebraban sus oficios divinos, y mataron a algunos de los asistentes. El mismo duque, en el momento en que acudía a poner orden, fue peligrosamente herido, por lo cual se recrudeció la refriega, en la que fueron muertos otros sesenta calvinistas. 2. Primeras guerras (1562-1572) 44 .—Tal fue la ocasión inmediata de las llamadas guerras religiosas de Francia, que durante cerca de cuarenta años (1562-1598) ensangrentaron su suelo, dando ocasión a hechos verdaderamente lamentables. Conde, instigado por los ingleses, reunió un ejército de hasta treinta mil hugonotes y emprendió una lucha de destrucción, pero fueron completamente derrotados en Dreux (diciembre de 1562). Luis de Conde cayó prisionero y Coligny se tuvo que retirar a Orleáns. Pero mientras el duque de Guisa cercaba esta ciudad, el 18 de febrero de 1563 fue asesinado por el calvinista Poltrot, que más tarde fue ajusticiado. Tal fue el desarrollo de la primera guerra religiosa, en la que vencieron definitivamente los católicos, pero juntamente tuvieron pérdidas irreparables. Además del asesinato de su jefe principal y de la muerte de Antonio de Borbón, eran innumerables las iglesias y reliquias destruidas; pero lo peor de todo fue que la regente Catalina de Médicis, en el colmo de la debilidad, puso en libertad a Luis de Conde y en marzo de 1563 firmó el tratado de Amboise, en el que hacía amplias concesiones a los hugonotes, semejantes al edicto de enero de 1562. A esta primera guerra siguieron cuatro años de constante agitación, que ambos partidos aprovecharon para robustecer sus respectivas posiciones. Por parte de la corte se mostró más interés y decisión en apoyar al partido católico, por lo cual durante el verano de 1565 se celebró la importante reunión de Bayona, en la que tomaron parte, por un lado, Catalina de Médicis y Carlos IX, y, por otro, Isabel, esposa de Felipe II e hija de Catalina, y asimismo el duque de Alba, con el objeto de llegar a una alianza entre Francia y España; pero de hecho no se llegó a ningún resultado positivo. 44 Sobre las guerras religiosas d e F r a n c i a : GOYAU, G., Histoire religieuse de la nation franc. (París 1922); ROCQUAIN, F . , La France et Rome pendant les guerres de religión (1559-1597) (París 1924); ROMIER, L., Les origines politiques des guerres de religión (1547-1559) 2 vols. (París 19131914); I D . , Guerres de religión 6 vols. (París 1914S); THOMSON, J. W . , The Wars of religión in France, 1559-1576 (Londres 1909); PRUNEL, L., La Renaissance cathol. en France au XVIe siécle (París 1918); LEBÉGUE, R., La tragedle religieuse en France, les debuts (1514-1573} (Paris 1929); IMBART DE LA T O U R , P . , Les origines de la Reforme 4 vols. (París 1-905-1935); CARRIÉRE, V., Les épreuves de l'Eglise de France au XVIe siécle (París 1936). Véase en particular PASTOR, X V I . I S O S y volúmenes siguientes; KINGDOM, R. M . , Genova and the coming of wars of religión in France, 1555-1563: «Trav. d ' h u m a n . et Renais.» 22 (Ginebra 1956); GAMBIER, P., AU temps des guerres de religión... (París 1957); T H O M S O N , J. W . , The wars of religión in France 1559-1576 (Londres 1958); CAPRARUS, V. DE. Propaganda e pensiero politico in Francia durante le guerre di religione: I. I5S9-I572: «Bibl. storica» 7 (Ñapóles 1959); C O U D I , J., Les guerres de religión, ü y a toujours un reporteur (París 1962).
C.10. El catolicismo en Inglaterra y Francia
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En cambio, todo esto sirvió de pretexto a los hugonotes para organizar en 1567 una emboscada con el fin de apoderarse de la familia real mientras se hallaba en el castillo de Monceaux, en Brie. Pero, descubierta a tiempo, dio origen a la segunda guerra (1567). Montmorency logró salvar al rey con su ejército de seis mil suizos, y, según parece, estos hechos hicieron concebir desde entonces en Carlos IX una aversión mortal contra los hugonotes. Contrariados éstos en sus planes, cometieron entonces, el 29 de septiembre de 1567, las escenas sanguinarias de Nimes (Xa Miguelada), que confirmó al rey francés en su odio al calvinismo, después de lo cual se llegó a la batalla de Saint-Denis, en que quedaron derrotados los hugonotes; pero los católicos perdieron en la batalla a Montmorency, después de lo cual, habiendo llegado refuerzos de los protestantes alemanes, los calvinistas continuaron la lucha, hasta que el 23 de marzo de 1568 se llegó a la paz de Longjumeau, por la que se repitieron de nuevo las concesiones hechas anteriormente a los hugonotes. Pero bien pronto se inició la tercera guerra (1569). Por una parte, los católicos, a cuyo frente se hallaba entonces el duque de Anjou, hijo de María de Médicis y futuro, Enrique III, iniciaron una serie de medidas más rigurosas contra los hugonotes. Mientras éstos recibían nuevos refuerzos de los príncipes protestantes, los católicos los recibían de España y del romano pontífice San Pío V. Así, pues, entablada la lucha, fueron derrotados los hugonotes en Jarnac (13 de marzo 1569), donde murió Luis de Conde. Puesto Coligny al frente de los calvinistas franceses, seguían a su lado Enrique de Navarra, hijo de Antonio de Borbón, y Enrique, hijo de Conde; pero, no obstante los refuerzos recibidos, el 3 de octubre fueron de nuevo derrotados en Montecontour. Parecía, pues, que iban a triunfar definitivamente los católicos, pero los celos de Catalina de Médicis y Carlos IX frente a los duques de Anjou y de Guisa iniciaron una división entre las fuerzas católicas. Esto permitió rehacerse a Coligny, el cual batió al ejército real en Arnayle-Duc (27 de junio 1570) y continuó su marcha hacia París. Por todo ello, la corte retiró su favor al partido católico y se entregó en manos de los filocalvinistas, con lo cual se llegó el 8 de agosto de 1570 a la paz de San Germán, por la que se concedía a los calvinistas completa amnistía, libertad de cultos, con la sola excepción de París; acceso a todos los cargos públicos e incluso cuatro importantes fortalezas. 3. Noche de San Bartolomé. Nuevas guerras.—Las amplias concesiones de la paz de San Germán tenían por objeto atraer y reconciliar a los hugonotes. Coligny y otros jefes calvinistas gozaban de la confianza de la corte. En realidad, Coligny comenzó a utilizarla para infundir al rey desconfianza y aun verdadero odio contra su madre, y, sobre todo, procurando ganarlo para hacer la guerra contra España y para deshacerse del siempre temido duque de Guisa. Más aún: con el objeto de asegurar la paz, obtuvo del rey el matrimonio de su hermana Margarita con Enrique de Navarra. Coligny llegaba con esto a la cumbre de sus ambiciosos ideales. Pero esto precisamente fue la ocasión de su ruina. El 18 de agosto se celebró la anunciada boda, para la cual habían acudido a París muchos
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P.ll.
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nobles calvinistas. En estas circunstancias, pues, en la noche del 22 de agosto siguiente, tuvo lugar un atentado contra Coligny; pero, habiendo éste fracasado, Coligny y todos los calvinistas se aprestaban a la venganza, cuando inesperadamente tuvo lugar la matanza general conocida en la historia como la noche de San Bartolomé 45 , pues el 24 de agosto desde las dos de la mañana fueron muertos en París Coligny y gran número de jefes calvinistas, así como también otros muchos hugonotes hasta un millar, y durante los días siguientes prosiguió la matanza en otras ciudades de Francia. Tal fue el hecho, unánimemente execrado por todo historiador objetivo. Sin embargo, sobre él y en torno a sus causas y su desarrollo se han hecho las más opuestas suposiciones. Digamos, ante todo, que Carlos IX y la corte dieron inmediatamente al público la explicación de que se había descubierto un terrible complot contra el rey y que aquella matanza no había tenido otro objeto que librar al monarca y salvar al catolicismo de Francia. Esta fue la versión que llegó a Roma, y por eso Gregorio XIII organizó una función religiosa y asimismo se celebraron grandes festejos en acción de gracias por la salvación de la real familia y de la religión católica. Todo lo demás que se ha dicho sobre la connivencia de los papas en dicha matanza o sobre el motivo de los festejos celebrados en Roma es completamente tendencioso. Pero esta explicación de la corte francesa no responde a la realidad. Lo que, conforme a la investigación más segura, constituye la verdadera causa y desarrollo de la noche de San Bartolomé es lo siguiente: la reina madre, Catalina de Médicis, al verse enteramente suplantada por Coligny en el ánimo del rey y en los negocios del reino, decidió deshacerse de Coligny, por lo cual trató de realizar su asesinato el 22 de agosto. Pero, habiendo fracasado su intento, temiendo entonces la venganza de los hugonotes si se averiguaba su participación en aquel atentado, concibió entonces la idea de una matanza general, que resultaba fácil por haberse reunido en París gran número de jefes calvinistas. Para realizarla le fue relativamente fácil mover a Enrique de Guisa, quien ardía en sed de venganza contra Coligny y los asesinos de su propio padre. Al fin logró también convencer al débil Carlos IX, presentándole a Coligny y a los hugonotes como un peligro constante de guerra civil y una amenaza contra la vida del rey. El plan de Catalina de Médicis era deshacerse solamente de los principales dirigentes del partido; pero, una vez iniciada la matanza, como eran tantos los católicos que lamentaban la muerte de algunos de los suyos, la sed de venganza los fue contagiando, por lo cual aumentó extraordinariamente el número de las víctimas. Así, pues, la responsabilidad principal de tan deplorable matanza recae sobre la regente Catalina de Médicis. 4 ' Véase, ante todo, la exposición de PASTOR, XIX,427S. Además, DUHR, B., Zur Vorgesch. der Bartholomáusnacht: «St. Ma. Laa.» 29 (1885) 116S.263S; BRÉMOND, G. DE, La St. Barthélemy et VEspagne: «Rev. Qu. Hist.» 35 (1884) 386s; VACANDARD, Les papes et la St. Bart. Ét. de crit. (París 1005) 2ios; ENGLAND, S. L., The Massacre ofS. Barth. (Londres 1938); LA BRIÉRE, J. DE, artículo en «Dict. Apol.» L420S. Teorías sobre la muerte de los tiranos: SCHÓNSTEDT, J., Der Tyrannenmord itn Spátmittelalter (1938); WOLZENDORFF, C , Staatsrecht... in der Lehre vom Widerstandsrecht des Volkes (1916); NOBEL, A., Mord in der Politik (1931); ANTONIADES, B., Die Staatslehre desj. Mariana (1908); JAVA, B., Le teorie dei monarcomachi e il pensiero político de J. de Mariana (Reggio 1953); NOGUÉRES, H., La Saint-Barthélemy, 24 aoút 1572 (París 1959); ERLANGER, PH., 24 aoút 1572. Le massacre de la St. Barthélemy: «Trente jours, qui ont fait la France» 12 (París 1960); DEBU-BRIDEL, J., Les journées de París... II. De Louis XI á Henri IV. La Reforme, la St. Barthélemy, la ligue (París 1961)
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Sin embargo, la horrible matanza de San Bartolomé, aunque aterró de momento y debilitó considerablemente a los hugonotes, no los aniquiló, como se había pretendido. Al contrario, reaccionando rápidamente y con la nueva ayuda recibida del extranjero, pudieron defenderse en la cuarta guerra. Aprovechando la situación en 1573, atacaron las fuerzas católicas, al mando de Enrique de Anjou, la fortaleza calvinista de la Rochela; pero los hugonotes la defendieron con tal tenacidad y acierto, que transcurrieron varios meses, hasta que, al ser elegido Enrique rey de Polonia, puso término a la lucha, concediendo a la nobleza libertad de religión y algunas ciudades. Pero la situación empeoró considerablemente para los católicos. Por un lado, se formaron entre ellos dos partidos; uno que tendía a una unión e inteligencia con los calvinistas, otro que deseaba continuar la lucha. Como si esto fuera poco, el 30 de mayo de 1574 murió Carlos IX, por lo cual tuvo que volver de Polonia el duque de Anjou, que se llamó Enrique III (1575-1589) A6 , hombre degenerado e indeciso, que debía complicar todavía la situación. Bien pronto, pues, se manifestó la debilidad de los dirigentes, pues ante un nuevo levantamiento protestante (quinta guerra), se dio en 1576 la paz. de Beaulieu, que les renovaba las más amplias concesiones. 4. Liga Católica. Ultimas guerras.—Esta situación provocó entre los católicos más decididos la formación de una poderosa alianza, la llamada Liga Católica 47 , que tenía por ideal la defensa de la religión católica, el rey y la patria. Como jefe fue proclamado Enrique de Guisa. Por su parte, el rey y Catalina de Médicis, aun sin sentir simpatías por la Liga, se vieron obligados a tolerarla y unirse con ella. Por esto, oficialmente, el rey aparecía como su jefe. Las consecuencias pudieron verse rápidamente. En 1577, en la asamblea general de Blois se declaró la religión católica única en toda la nación y se suspendieron las últimas concesiones hechas en la paz de Beaulieu. Con esto se dio comienzo a la sexta guerra. Los protestantes, que ya antes de las últimas proclamas habían comenzado sus preparativos militares, consiguieron rápidamente algunos triunfos en el Languedoc, pero fueron luego batidos por las fuerzas católicas. De este modo se terminó bien pronto por el edicto de paz de Poitiers, de septiembre de 1577. Se concedía tolerancia a los protestantes, pero no libertad de culto público. Sin embargo, a los tres años estalló de nuevo la guerra (séptima guerra), que ha sido designada como guerra de los amantes por haber sido motivada por ciertas intrigas amorosas de Margarita, esposa de Enrique de Navarra. Pero bien pronto, después de la toma de La Fére por las fuerzas católicas en septiembre de 1580, se llegó a la paz por medio del tratado de Fleix (26 de noviembre), que dejaba a los calvinistas las fortalezas que poseían. En esta forma continuaron las cosas durante cuatro años. Pero, al morir en 1584 él último hermano del rey, Francisco de Alengon o de 46 SAUVIGNY, Histoire de Henri III (París 1778); SAULNIER, E., Le rale politique du cardinal de Bourbon (Charles X) (París 1912); ERLANGER, P-, Henri III (París 1936). 47 CHALEMBERT, V. DE, Histoire de la Ligue sous Henri III et IV (París 1898); Histoire de la Ltgue, obra inéd. de un contempor., publ. por C. VALOIS, I (1574-1589) (París 1914); L ' E P I NOIS, H. DE, La Ligue et les papes (París 1886); RICHARD, La papauté et la Ligue franc. (París 1901).
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Anjou, se planteó con toda crudeza la cuestión de la sucesión a la corona. Como el rey Enrique III no tenía sucesión, Enrique de Navarra era el pariente más próximo, por lo cual proclamó desde entonces sus derechos. En cambio, la Liga, disuelta por Enrique III, pero reorganizada ahora con nuevo vigor bajo el mando de Enrique de Guisa, proclamó su decisión de no admitir como rey de Francia a un hugonote. Por esto se propuso como sucesor al cardenal de Borbán, tío de Enrique IV. Más aún: valiéndose de toda clase de argumentos, los liguistas lograron atraer a su partido al débil Enrique III, y asi, por el edicto de Nemours, de 1585, se unía con ellos, revocaba todos los privilegios concedidos a los protestantes y los ponía a todos ante la alternativa de convertirse o emigrar. Gregorio XIII no quiso aprobar esta conducta; Sixto V sólo se avino a publicar el 9 de septiembre de 1585 una bula por la que excluía de la sucesión a la corona de Francia a Enrique de Navarra y al príncipe de Conde como manifiestos calvinisias. Pero el edicto de Nemours acabó de desesperar a Enrique de Navarra y a los hugonotes, por lo cual bien pronto se inició la octava y última de las guerras religiosas de Francia, llamada de los tres Enriques: Enrique III, Enrique de Guisa y Enrique de Navarra (1587-1588). Enrique de Navarra tomó la iniciativa y venció a las fuerzas reales en Contras (20 de octubre 1587); mas, por otro lado, Enrique de Guisa ganó las dos grandes victorias de Vimory (el 26 de octubre) y de Anneau (24 de noviembre), en las que deshizo sucesivamente a las fuerzas auxiliares suizas y alemanas. En estas circunstancias se precipitaron los acontecimientos. Enrique III, voluble como siempre, anduvo oscilando entre los liguistas y los hugonotes. El 19 de julio de 1588, por el edicto de Ruán, negaba a los calvinistas el derecho de sucesión. En octubre, otro edicto de los estados generales de Blois obligaba al rey a ofrecer su vida por la extirpación de la herejía. Pero entre tanto, Enrique III era presa de los más vergonzosos celos contra Enrique de Guisa, aclamado en París por sus recientes triunfos. En este ambiente no es improbable lo que algunos suponen; por una parte, que Enrique de Guisa fomentara la idea de apoderarse de Enrique III y proclamarse él mismo rey; y, por otra, que el rey concibiera su determinación definitiva de deshacerse de su temido rival. De hecho, Enrique III abandonó precipitadamente París, unióse con los liguistas en la asamblea de los estados generales de Blois y el 23 de diciembre de 1588 hizo asesinar por ocho caballeros de su guardia real a Enrique de Guisa, y al día siguiente a su hermano el cardenal Luis de Borbón. Bien claramente aparecieron en seguida las perversas intenciones del monarca, pues inmediatamente se dirigió a Enrique de Navarra y junto con él continuó el cerco de la ciudad. Pero entre tanto, el crimen cometido producía efectos desastrosos para el rey francés. El conde Carlos de Mayenne 48 , tercer hermano del asesinado duque de Guisa, lograba escapar de la matanza y se ponía a la cabeza de la Liga, que desde aquel momento se levantó en armas *» D R O N O T , H . , Mayenne el la Bourgogne. Étude sur la Ligue, 1587-1596 2 vols. (Paris 1938); L A F U E , P., L'assassinat du Duc de Guise: «Bibl. histor.» 21 (París s.a.).
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contra el rey. Sixto V, horrorizado por aquel crimen, pedía cuentas al rey, sobre todo por el asesinato de un cardenal. En este sentido, se publicaba en junio de 1589 un monitorio. La Sorbona, por su parte, patrocinaba la idea de negar la obediencia a un rey asesino. Por otra parte, como el duque de Guisa, víctima del crimen real, había gozado de tantas simpatías, las masas del pueblo, sobre todo en París, se levantaban ahora indignadas contra sus asesinos. En este ambiente se explica que el dominico Jacobo Clemente, fanatizado por las arengas que escuchaba y pensando que realizaba un gran servicio a la patria, lograra penetrar hasta la presencia de Enrique III el 31 de julio y le clavara el puñal en el vientre. Herido mortalmente, el rey expiró el i.° de agosto de 1589. 5. Enrique IV (1589-1610) 49 .—Con la muerte de Enrique III se planteaba con la mayor crudeza la cuestión de la sucesión y del catolicismo en Francia. Extinguida con él la línea de Valois, la que ahora tenía más derecho al trono era la de Borbón, con su representante Enrique de Navarra. Este, pues, tomó inmediatamente el título de rey. Pero su calidad de calvinista lo excluía de la sucesión al trono de Francia. Por esto se entabló inmediatamente una obstinada guerra, que presenta dos estadios; el primero, hasta su conversión en 1593 y su entrada en París en 1594, y el segundo, hasta el edicto de Nantes y paz de Vervins, de 1598. Enrique IV, con su derecho fundamental a la corona y sus extraordinarias cualidades, tenía muchos partidarios entre los franceses. Por él se declararon no sólo los calvinistas, sino muchos católicos de los partidos del centro, partidarios de una inteligencia con los calvinistas, los cuales iban en aumento con las repetidas seguridades que daba Enrique IV de respetar en absoluto sus creencias. Por otro lado, el temor de la preponderancia de España inclinaba a muchos hacia Enrique IV. Los mismos papas, aun manteniendo el principio de que no podía, siendo protestante, ceñir la corona de Francia, se inclinaban a él, esperando su conversión. Sin embargo, eran muy poderosas las fuerzas que se declararon contra Enrique IV. Al frente de ellas se hallaban los hombres de la Liga, capitaneados por el conde de Mayenne. A ellos se juntaban muchos nobles católicos partidarios del monarca asesinado; pero, sobre todo, las fuerzas de Felipe II, empeñado en no permitir que un calvinista se apoderara del trono de Francia, para el cual él presentaba la candidatura de su hija Isabel Clara Eugenia. Frente a estas poderosas fuerzas, juzgó prudente Enrique IV retirarse de París, donde dominaba la Liga, a la Normandía; pero de allí, en repetidas victorias obtenidas a fines de 1589 y principios de 1590, fue avanzando constantemente, y en mayo de este año iniciaba el cerco de París, que cuatro meses más tarde se hallaba a punto de rendirse. Pero en tan decisivos momentos se presentó el gran general español 49 Véanse, ante t o d o , las obras generales, Además, monografías: VAISSIERE, P. DE (Paris 1928); TAILLANDIER (1938); D'ESTAILLEUR-CHAUTERRAIM, P. (París 1954). Asimismo, J É R E T , Henri IV et l'Église catholique (París 1875); FONT-RENATJI.X, H . DE, Henri IV, sa vie, son oeuvre (Limoges 1901); SEGRETAIN, Sixte V et Henri IV (Paris 1861). Véase en particular PASTOR, X X I , 3 l 6 s . Clemente VIII frente a E n r i q u e IV, PASTOR, XXIII,73S; POISENET, M . D . , La France religieuse au XVII* s. (Paris 1952); PEARSON, H . , Henry of Navarra (Londres 1963).
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Alejandro Farnesio con sus aguerridas huestes de los Países Bajos, con las cuales venció e hizo retroceder a Enrique de Navarra. Tres años enteros duró esta situación indecisa sobre la suerte futura de Francia. Muerto en 1590 el cardenal Borbón, se inició una profunda división dentro del partido católico, pues mientras Mayenne aspiraba él mismo a la corona, su principal apoyo, el rey de España, la quería para su hija. Pero esto último tenía pocas simpatías en Francia, donde nada se temía tanto como el excesivo poder de España. Así, pues, muchos católicos se inclinaban hacia Enrique IV, cuya conversión se deseaba. Efectivamente, Enrique de Navarra comprendió que sería imposible llegar a ceñir la corona de Francia si no abjuraba el calvinismo. Por esto, la idea de su conversión al catolicismo fue madurando cada vez más en su mente, y al fin, para terminar aquella desastrosa guerra y alcanzar el trono de Francia, se decidió a realizarlo. La expresión que se le atribuye: «París vale bien una misa», expresa claramente el motivo decisivo de su determinación. De todos modos, hizo celebrar interesantes coloquios y discusiones entre teólogos católicos y protestantes, y tanto entonces como después fue penetrando y predominando más y más en él la convicción católica. Así, pues, el 15 de julio de 1593, en la basílica de San Dionisio, fue absuelto de sus censuras por el arzobispo de Bourges y luego hizo su profesión de fe, a la que siguió un solemne Te Deum de acción de gracias. La absolución del papa no llegó hasta dos años más tarde. El 22 de marzo de 1594 entró triunfalmente en París, siendo objeto de las más entusiastas aclamaciones del pueblo 5 1 . Con todo esto parecía obtenida definitivamente la paz, pues la mayor parte de los católicos, que sólo esperaban la conversión de Enrique de Navarra, se pusieron ahora de su parte. Pero Enrique IV tuvo que vencer todavía una fuerte resistencia. Muchos hombres de la Liga, y, sobre todo, Felipe II, continuaron haciéndole la guerra, suponiendo que aquella conversión era puramente aparente y por conveniencia. Así, pues, ante el temor de que en realidad se apoderara el calvinismo de Francia, siguieron luchando en defensa del catolicismo. De este modo, Enrique IV se vio obligado a continuar la guerra contra la Liga, y, sobre todo, contra Felipe II, hasta que por la paz de Vervins (del 2 de mayo 1598) obtuvo un reconocimiento universal. Entre tanto, Enrique IV, con gran talento y habilidad política, procuró asegurar más y más la paz de los espíritus. Para ello procuró a todo trance, y obtuvo finalmente, el reconocimiento y apoyo del romano pontífice. Más dificultoso fue el arreglo definitivo con los protestantes. Tras largas y difíciles discusiones, el 13 de abril de 1598 publicó el célebre edicto de Nantes 52 , que concedía a los calvinistas libertad 50
Véase P.754S. Sobre la conversión y el catolicismo de Enrique I V : STAEHLIN, Der Vbertritt Kónig Heinrichs IV zur rómisch-kathol. Kirche (1856); L A BRIÉRE, I. DE, La conversión de Henri IV: «Étud » 02 (1902) g i s ; 101 (1904) 64S.168S; DAUX, L'abjuration de Henri IV: «Rev. Q u . Hist.» 68 (1900) 2 l 7 s ; DESDEVISES DU D E Z E R T , G.. UÉglise et VÉtat en France (1598-1801) (París 1907); B O N E T MAURY, La liberté de conscience en France 159.^-1005 2. a ed. (París 1909). Véase también PASTOR XXIII,8 4 S.94S. 52 JAUREY, J., Henri Í V et l'édit de Nantes (Burdeos 1908); I D . , L'édit de Nantes et la question de la tolérance (París 1929); BENOIST, Condition juridique des protestants sous le régime de l'édit de Nantes et aprés sa révocation (París 1900); BOULANCER, Les protestants a Ñimes au temps de 51
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de religión en todo el reino, con ligeras limitaciones; asimismo, les permitía el acceso a los cargos públicos y hacía otras concesiones, pero les imponía la obligación de observar exteriormente las fiestas y culto católicos y atenerse a la legislación católica del reino. Tal fue la solución definitiva de la cuestión religiosa en el reinado de Enrique IV. Convencido de la absoluta necesidad de la unidad religiosa y que, dada la inmensa mayoría católica de la nación, ésta sólo admitía el catolicismo, realizó una obra extraordinaria de renovación católica, que constituye la base de todo el siglo xvu 5i. 6. Luis XIII (1Ó10-1643) 54.—Esta renovación material y religiosa de Francia realizada durante el reinado de Enrique IV tuvo un término trágico con el asesinato del rey por el fanático Ravaillac el 14 de mayo de 1610. Como su hijo y sucesor, Luis XIII, contaba sólo nueve años, su madre, María de Médicis 55 , tomó la regencia, pero se mostró en ella débil e indecisa; renovó el edicto de Nantes y amplió las concesiones hechas a los protestantes; pero éstos se aprovecharon de la nueva situación para promover constantes desórdenes. Negábanse sistemáticamente a cumplir las condiciones del edicto de Nantes favorables a los católicos; el matrimonio de Luis XIII con Ana de Austria, hija del rey de España, dio ocasión en 1615 a un levantamiento en el Languedoc y a una nueva guerra religiosa, en la que intervino personalmente el mismo Luis XIII y el príncipe Conde. Esta terminó con el tratado de Montpellier, del 18 de octubre de 1622. Entre tanto continuaba en Francia la obra de renovación católica y se realizaban muchas e importantes conversiones. Por esto, ante la persistencia de los desórdenes protestantes, se inicia en 1621 una nueva campaña de represión del calvinismo. En estas circunstancias comienza su actuación política Armando du Plessis de Richelieu 56, célebre miVédit de Nantes (París 1905); L A BRIÉRE, I. DE, Comment fut adopté et accepté l'édit de Nantes: «Étud.» 98 (1904) 7S9s; 99 (1904) 44s; VIGNEAU, La véritable date de l'édit de Nantes (París 1909); PERRENS, F . T . , L'Église et VÉtat sous Henri IV 2 vols. (París 1872); PANNIER, J., L'Église réformée de París sous Henri IV (París 1911); V I É N N O T , J., Histoire de la Reforme franc. de l'édit de Nantes d sa révocation 2 vols. (París 1934); A N D R I E U X , M . , Henri IV: «Les grands études historiques» (París 1955); ESTAILLEUR-CHAUTERAINE, P H . D ' , Henri IV, roi de France et de Navarre (París 1958); Z O E P F L , F . , art. Ediht v. Nantes: «LexThK» 787. 53 Véase en particular PRUNEL, L., L Í I renaissance catholique en France au XVII* siécle (París 1955); B R O N T I N , P . , La reforme pastorale en France au XVIIe 2 vols. (París 1956); B L E T , P., Le clergé de Frunce et la monarchie. Étude sur !es assemblées genérales du clergé de 1615 á 1666: «Anal. Grég.» 106-107 (Roma 1959). Véase en particular PASTOR, XXXIII,172S. 54 Monografías d e L u i s X I I I : ROMAIN, C. (París 1934); ERLANGER, P. (París 1946); C H A M PIGNEUILLE, B. (París 1950); BATIFFOL, L . , Louis XIII et la liberté de conscience; «Rev. polit.» 4 (1907) 353s.545s; T A P I É , V. L., La France de Louis XIII et de Richelieu (París 1952); VANNOIS, L., Vie de Louis XIII. N u e v a - e d . (París 1961). 55 PARDOE, Life ofMarie de Mediéis, queen of France 3 vols. ( L o n d r e s 1903); ALBERTIS, G . P E , María Medid (1941). 56 Mémoires du Card. Richelieu, por H . DE BRANCAIRE y otros, 9 vols. (París 1908-1929). Biografías: HANOTAUX, G., 3 vols. (París 1893-1933); BELLOC, H . ( L o n d r e s 1930); BURCKHARDT, C . J. (1937); BAILLY, A . (París 1934); ANDREAS, W . : «Meister der Politik» II 2 . a e d . (1923) 183S; Asimismo, HAGEMANN, W . , Richelieus politisches Testament (1934); G R I S E L L E , E., Louis XIII et Rich. (París 1911); ROCA, E., Le Régne de R. (París 1906); BATIFFOL, L., Rich. et le roi Louis XII¡'(París 1934); LEMAN, A., Rich. et Olivares (París 1938); D E L O C H E , M . , La Maison du cardinal Richelieu (París 1912); T O U R N Y O L DU C L O S , J., Rich. et le clergé franc.; M O M M S E N , W . , Richelieu, Elsassu. Lothringen (1922). Véase también PASTOR, XXVII,380S, en part. XXVIII, 157S; L E K A I , L . ]., Card. Richelieu as Abbot of Cíteaux: «Cath. Hist. Rev.» 42 (1956) I 3 7 s ; ANDREAS, W . , Richelieu: Persdnlichkeit u. Geschichte t . n (Berlín 1958); POIRIER, \ V . , Richelieu, évéque de Lucon (Lucon 1958); M O N G R É D I E N , G., Lajournée de ¿upes, 10 novembre 1630. Richelieu fait la France: «Trente journées q u i ont fait la France» (París 1961); SKALWEIT, ST., art. Richelieu du Plessis: «LexThK» 8 (1964) 1296-1298; DICKMANN, F . , Rechtsgedanke und Machtpolitik bei Richelieu: «HistZ» 196 (1963) 265-319; RANUM, O . A., Richelieu and the councillors of Louis XIII ( L o n d r e s 1963).
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nistro de Luis XIII, obispo de Luijon y más tarde cardenal, el cual tiene el gran mérito de haber organizado de nuevo la nación francesa, elevándola a su mayor prosperidad cultural y religiosa. Frente a los hugonotes, convencido de que tal como procedían constituían un Estado dentro de otro Estado, se propuso con toda su energía someterlos. Firme, pues, en este plan y con la indomable energía que lo caracteriza en lo que se refiere al bien del Estado, después de vencerlos en 1625, los trató con suavidad; pero, habiéndose ellos rebelado de nuevo en 1627 con el apoyo de los ingleses, acometió su principal fortaleza La Rochelle, que al fin tuvo que rendirse (octubre de 1628). De este modo deshizo definitivamente al calvinismo como una fuerza política. En el edicto de Nimes, de 1629, se renovaba substancialmente el de Nantes, pero únicamente en los puntos religiosos. En lo político quedaba de hecho anulado. Por lo demás, Luis XIII, y mejor todavía el cardenal Richelieu, su ministro omnipotente, trabajó con la mayor intensidad y eficacia en la prosperidad religiosa de Francia en todos los órdenes. Como excelente colaborador y como su mano derecha debe ser considerado el capuchino P. José, de París 57 , designado por la historia con el mote de la Eminencia gris, pues con su pardo hábito desarrolló una actividad comparable con la del cardenal Richelieu. El fue, sobre todo, el alma de las misiones de Oriente, de Marruecos y de América, y se distinguió por sus excelentes escritos, notables por su estilo y por su contenido ascético. Los sucesores de Luis XIII y de Richelieu en Francia, que fueron Luis XIV y el cardenal Mazarino, continuaron y completaron su política en todos los órdenes, particularmente en la prosperidad religiosa de Francia, que pertenece al período siguiente, de Luis XIV. Por desgracia, en el ideal de Richelieu, de Luis XIV y de Mazarino entraba como parte esencial una encarnizada lucha contra los Habsburgos, es decir, el emperador alemán y el rey de España. Por eso, siguiendo su principio político de poner el bien del Estado por encima de la misma religión, no dudaron en aliarse con los protestantes y con los turcos con el objeto de deshacer el poder de los Habsburgos, a pesar de que de este modo hacían un daño inmenso al catolicismo. Así se explica el resultado de la paz de Westfalia, debido principalmente a la intervención de Francia al lado de las potencias protestantes. " FAGNIER, G., Le Pére Joseph et Richelieu. 1577-1638 2 vols. (París 1894); DEDOUVRES, L . Le Pére Joseph 2 vols. (Paris 1932); L A F N E , P., Le P. Joseph (París 1946); H U X L E Y , A., Eminencia gris, t r a d . del inglés, 3.» ed. (Buenos Aires 1950); VAUMAS, G. DE, L'éveil missionnaire de ¡a Frunce au XVII* s.: «Bibl. d'hist. d e l'Égl.» (París s.a.); C O M T E DE S. AULAIRE, Mazarin (Estrasburgo 1961); C*LBRINI, A . - M . , Mazarin, aventure et politique (París 1962).
CAPITULO
Desarrollo
XI
del catolicismo en los demás de Europa 1
Estados
Como en Alemania, las islas Británicas y Francia, así también en otros territorios del norte, oriente y sur de Europa luchó con variada suerte el catolicismo durante la segunda mitad del siglo xvi y primera del xvii; pero en todas partes se puede afirmar que, después de una lucha más o menos violenta, el catolicismo quedó robustecido y, en torno a la paz de Westfalia, se llegó a una situación definitiva. I.
Los
ESTADOS DEL NORTE
Veamos, ante todo, el desarrollo de las luchas religiosas en los diversos Estados del Norte. Entre ellos ponemos, en primer lugar, a los Países Bajos, que al fin se dividieron en la Bélgica católica y Holanda protestante. En segundo lugar, los demás, en los que predominó el protestantismo. 1. Los Países Bajos 2.-—Cuando Felipe II en 1555 recibió de su padre Carlos V las diecisiete provincias de Flandes, estaban en vigor las leyes contra los protestantes dadas por aquél. Los protestantes se aprovecharon de estas circunstancias para levantar los ánimos contra el gobierno español, presentándolo como contrario a las libertades territoriales. Aprovechándose de este estado latente de disgusto, el gobernador de Holanda y de otras provincias del Norte, Guillermo de Orange, casado en segundas nupcias con la hija del protestante Mauricio de Sajorna y afiliado secretamente al calvinismo, unióse con otros descontentos, como los condes Egmont y Horn, y comenzó a agitar las masas, promoviendo un levantamiento popular, que fue tomando cuerpo en algunas ciudades, sobre todo en Amberes 3 . Hombre astuto y buen co1
Véanse, ante t o d o , las obras generales. E n p a r t i c u l a r :
F u e n t e s . — P E R Q U I N , W . , Bíbliotheca Catholica neerlandica impressa 1500-1727 (1955); SCHREVEL, A . C . D E , Recueil des documents relatifs aux troubles religieux en Flandre, 1577-1584 3 vols. (Bruselas 1921-1928); GACHARD, Correspondance de Philippe II sur les affaires des Pays-Bas (Bruselas 1848S); I D . , Correspondance de G. le Taciturne (Bruselas 1856); I D . , Actes des États Généraux des Pays-Bas 1576-1583 (Bruselas i 8 6 l s ) ; LEFÉVRE, J., Correspondance de Philippe II sur les affaires des Pays-Bas (Bruselas 1940S). B i b l i o g r a f í a . — P I R E N N E , H . , Histoire de Belgique 4 vols. 3.* ed. (Bruselas 1923); M o REAU, E. D E , Hist. de l'Église de Belgique IV-V (1378-1633) (Lovaina 1949-1952); ALTMEYER, J. J., Les précurseurs de la Reforme aux Pays-B. 2 vols. (Paris 1886); H U B E R T , E., Etudes sur la condition des protestants en Belgique depuis Charles V jusqu'á Joseph II (Bruselas 1882); I D . , Les Pays-Bas espagnols et la République des Provinces Unies (Bruselas 1907); BEAUFORT, H . L . T . DE, Le Taciturne: Guillaume d'Orange. T r a d . del hol. por L . LAURENT ( G i n e b r a 1954); D U M O N T , G . - H . , Histoire des Belges: I. Des origines a la dislocation des XVII provinces (Bruselas 1954); W E D G WOOD, C. V., William the Silent ( L o n d r e s 1950); LADEMACHER, H . , Die Stellung des Prinzen von Oranien ais Statthalter in dus Niederlanden von 1575 bis 1584 (Bonn 1958); C O L L I N E T , R., H i s toire du protestantisme en Belgique... II (Bruselas 1959); RENAUDET, A . , Les Pays-Bas espagnols et les Provinces-Unies de 1598 a 1714: «Les cours d e la Sorbonne» (París 1960); TAMBOYSER, R., Antoine Perrenot de Granvelle, premier archevéque de Malines: «Collect. Medd.» 46 (1961) 243-263; V A N DER ESSEN, L . , Philippe II «el prudente» et les Flammands: «RevGénBelg» 7,21-47. 2
Véase p.755. Sobre el levantamiento y las guerras d e los Países Bajos en general véanse G E Y L , P-, The revolt of the Nederlands 1555-1610 ( L o n d r e s 1932); MA>Í, E., Studien zur Gesch. des Niederl. Aufstandes 3 vols. (1906-1924). Véase, sobre todo, PASTOR, X V I I I , 6 2 s ; V A N DER ESSEN, L., Croi3
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nocedor de las circunstancias, se aprovechó de las dos tendencias del tiempo: el espíritu de independencia, que tendía a la formación de nuevos Estados, y el espíritu de tolerancia o libertad religiosa. La nueva gobernadora, Margarita de Parma (i559-i5°7) 4 , que siguió al cardenal Granvela, no supo cortar los primeros brotes de la rebelión, por lo cual ésta siguió engrosando más y más. Entre tanto, Guillermo de Orange se ponía en contacto con su hermano Luis de Nassau y otros príncipes protestantes alemanes, y finalmente, en noviembre de 1565, un grupo de nobles flamencos constituyeron una alianza (el compromiso) con el objeto aparente de defender las libertades regionales, pero en realidad con fines revolucionarios. En consecuencia, el 5 de abril de 1566 se presentaron en pelotón en Bruselas ante la gobernadora y por medio de un memorial le exigieron la suspensión de las leyes contra la herejía. Con su carácter indeciso, Margarita respondió simplemente que suavizaría los edictos; pero, aprovechándose de la agitación reinante, los predicantes calvinistas promovieron rápidamente disturbios populares en varias ciudades. De hecho, consta que en varias provincias hubo en 1566 destrucción de innumerables imágenes e iglesias, particularmente en Amberes, donde tenían más fuerza los calvinistas. Tales excesos abrieron los ojos de muchos católicos y de la gobernadora, la cual tomó entonces severas medidas de represión, y rápidamente dominó a los agitadores y restableció el orden. La mayor parte de los nobles volvió a la gobernadora y juró fidelidad al rey, mientras Guillermo de Orange huía a Alemania. Ante estos hechos, Felipe II 5 , juzgando que quedaría latente la semilla de la rebelión, dispuesta a estallar de nuevo si no se aplicaba un severo castigo, envió al duque de Alba con un poderoso ejército y plenos poderes con el objeto de hacer justicia de todo lo ocurrido. Mucho se ha discutido sobre la oportunidad de estas medidas rigurosas de Felipe II. Tal vez la presencia del mismo rey y un proceder firme, pero más benigno, hubiera producido mejor resultado. Pero es muy difícil decidir lo que hubiera ocurrido, pues la conducta más suave de Carlos V y de los reyes de Francia en otros casos semejantes contribuyó a envalentonar más a los rebeldes. De hecho, el duque de Alba se impuso rápidamente con su rigor y la fuerza de las armas; hizo juzgar y ajusticiar a los condes Egmont y Horn no obstante sus protestas de sumisión, prendió e hizo ejecutar a otros dirigentes más culpables de los desórdenes y destrucciones ocurridas y restableció un régimen de extraordinario rigor 6 . sade contre les hérétiques ou guerre contre les rebelles? La psychologie des soldats et des officiers espagnols de l'armée de Flandre au XVI» s.: «Rev. Hist. Eccl.», s i (1956) 42S; H A L K I N , L . É,, ha Reforme en Belgique sous Charles-Quint: N o t r e passé» (Bruselas 1957); G E Y L , P., The revolt of the Netherlands, 1555-1609 ( L o n d r e s 1958); ROMBERG, H . , Der Prinz von Oranien, Wilhelm Craf von Nassau ( H e r b o r n 1960). 4 RACHFAHL, F., Margaritte v. Parma, Statthalterin der Nederl. (1559-1567) (1898,). 5 GOSSART, E., L'établissement du régime espagnol dans les Pays-Bas et Vinsurrection (Bruselas 1905); I D . , La domination espagn. dans les P.-B. d la fin du Régne de Phil Í7(ibid., r o o 6 ) : PASTOR. XVIII,7os. 6 Véase cómo enjuicia PASTOR la obra del d u q u e de A l b a : XIX,493s. Véanse, además, A L B A , D U Q U E DE, Dominación y guerra de España en los Países Bajos. Relevo del duque de Alba ( M a d r i d 1900); O S O R I O , A-, Vida y hazañas de D. Fernando Alvarez de Toledo, duque de Alba ( M a d r i d 1945); KÍRCHNER, W . , Alba. Spaniens etserner Herzog: «Personlichkeit u. Geschichte» 29 ( G o t t i n g e n 1963).
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Todo esto excitó de nuevo el descontento latente. Sin embargo, seguramente, si no hubieran sobrevenido las intromisiones extranjeras, se hubiera impuesto al fin el duque, y el rigor de su sistema, tal vez necesario en un principio, se hubiera suavizado y todo hubiera vuelto a sus cauces normales. Pero, aprovechándose de las circunstancias, Guillermo de Orange y otros jefes protestantes comenzaron a hacer incursiones en Holanda desde Alemania y Francia y aun desde Inglaterra, excitando a la rebelión. De este modo se llegó pronto a formar en el norte de los Países Bajos un núcleo de ciudades en torno a Guillermo de Orange. Aunque él mismo era luterano, como la mayor parte de sus soldados eran calvinistas, fue el calvinismo el que se fue introduciendo en todas partes. A las provincias de Holanda y Zeelanda se unieron otras del norte, y poco después empezaron a unírseles las del sur. El duque de Alba vencía a los rebeldes en campo abierto, pero ellos se rehacían siempre de nuevo. En 1572 la insurrección llegó al punto culminante. Luis de Nassau entraba en el Hainaut con un ejército de hugonotes franceses; Guillermo de Orange, apoyado por protestantes alemanes, avanzaba desde Holanda y Zeelanda. En el verano de 1572 llegaban a Roeremonde, se apoderaban de la población y asesinaban a los católicos. Por el mismo tiempo ocurría en Gorkum 1 la matanza de diecinueve sacerdotes. El duque de Alba se sentía impotente para dominar la rebelión. Una comisión de representantes de los Países Bajos llegó a presencia de Felipe II, el cual se decidió, finalmente, a cambiar de táctica. En 1573 el duque de Alba fue sustituido por Luis de Requeséns (1573-1576) 8 , bien acreditado por su habilidad política y sus métodos de suavidad. Este otorgó en 1574 una amnistía general y puso en juego todos los resortes de la persuasión; pero Guillermo de Orange no quería renunciar a las ventajas obtenidas. Por eso fueron fracasando todos los intentos de Requeséns por llegar a una inteligencia. El 1576 moría el nuevo gobernador sin haber mejorado la situación. Esta era por demás delicada. Aprovechándose de la misma, los jefes rebeldes lograron unir las provincias del norte y del sur, y en noviembre de 1576 proclamaron la pacificación de Gante, por la cual se declaraban independientes, con Guillermo de Orange como jefe, y se prometían mutua ayuda con el objeto de expulsar a los españoles. En estas circunstancias llegó el nuevo gobernador, D. Juan de Austria, hijo natural de Carlos V, el vencedor de Lepanto y hombre de extraordinario prestigio. Su deseo de paz e inteligencia lo mostró claramente, aceptando la pacificación de Gante y licenciando las tropas españolas. Sin embargo, se vio forzado a acudir de nuevo a las armas. Como Guillermo dé Orange iba penetrando hacia el sur, D. Juan de Austria, apoyado en las provincias valonas y en la nobleza católica, emprendió de nuevo la guerra, y con sus extraordinarias dotes militares conservó una buena parte del sur y reconquistó diversas ciudades del Limburgo y otras provincias. Sin embargo, persistió constantemente en su sistema de suavidad, proclamado en el edicto perpetuo del 17 de febrero de 1577. 7 M E U F F E L S , H. f Les martyrs de Gorkum (París 1908); MEERBERGEN, J., De H. H. van Gorkum (Tongerloo 1928). 8 Véase, sobre todo, M A R C H , J., Luis de Requeséns.
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Pero la obra de pacificación y reconquista, apenas iniciada por D. Juan de Austria, quedó interrumpida por su misteriosa muerte, ocurrida en 1578. Su sucesor, Alejandro Farnesio (1578-1582) 9 , hijo de Margarita de Parma, gran militar y gran diplomático, fue el hombre providencial para los Países Bajos. Con certera visión política, se dio cuenta rápidamente de las divisiones existentes entre los calvinistas del norte y los católicos de las provincias del sur, por lo cual, mientras continuaba la guerra de reconquista de una buena parte del territorio, iniciaba negociaciones y conseguía unir a las provincias del sur en la Unión de Arras, de enero de 1579. De este modo ganó de nuevo a Bélgica para la religión católica y para el rey de España. A la Unión de Arras respondieron los rebeldes con la Unión de Utrecht, frente a la cual se puso en movimiento Farnesio, quien con su habilidad diplomática había obtenido de nuevo poder introducir tropas españolas. Con ellas fue reconquistando Dunquerque, Brujas, Gante, Bruselas, Malinas y otras importantes ciudades; pero no pudo impedir la formación definitiva de la República de las Provincias Unidas por medio del pacto de Utrecht, del 25 de julio de 1581. A ella pertenecían las siete provincias del norte. Y para que se vieran claramente las tendencias de la nueva república, Guillermo de Orange, contra su expresa promesa anterior, el 20 de diciembre de 1580 prohibía el culto católico y excluía a los católicos de los cargos públicos. Muerto en 1580 el obispo de Utrecht, Federico Schenk, Gregorio XIII nombró en 1583 un vicario apostólico para la misión de Holanda, donde los católicos conservaron siempre una fuerza considerable. Entre tanto fueron inútiles los esfuerzos de España, por medio del habilísimo Alejandro Farnesio, por reconquistar aquellas provincias. Ni el asesinato de Guillermo de Orange, ocurrido en 1584; ni la toma de Ostende y Amberes, realizada en 1585, puntos básicos de la República Holandesa, bastaron para deshacer la rebelión. Mauricio de Nassau, con el apoyo de los protestantes alemanes, de Isabel de Inglaterra y de Enrique IV de Francia, continuó defendiendo su independencia contra los españoles. Al morir Felipe II en 1598, la división de los Países Bajos era ya un hecho. Pero su reconocimiento oficial de parte de Felipe III de España no tuvo lugar hasta 1609 por medio de la tregua de doce años. Al expirar ésta en 1621 estalló la guerra de nuevo; pero se llevaba con poca energía de una parte y de otra, hasta que en la paz de Westfalia de 1648 se reconoció oficialmente la independencia de Holanda. Entre tanto, en las provincias del sur, fieles a España, se realizó plenamente la restauración católica, en la que trabajaron en primera línea los jesuítas y los capuchinos. Fue muy beneficiosa para estos territorios la solución dada por Felipe II concediéndoles cierta independencia bajo la regencia de su hija Isabel Clara Eugenia, casada en 1598 con el archiduque Alberto de Austria 10 . En 1598 organizóse una nunciatura pontificia en Bruselas, y, gracias a un buen número de excelentes obispos y a la actividad de la Universidad de Lovaina, los Países « ESSER, L . VAN DER, Alexandre Farnése, prince de Parme (1545-1592,) 4 vols. (Bruselas 19331935). Véase PASTOR, XIX.503S. 10 BRAXJTS, Albert et ¡sabelle (Lovaina 1910); VILLERMONT, M . DE, L'Infante Isabelle 2 vols. (París 1912). . ..
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Bajos españoles se convirtieron en uno de los baluartes del catolicismo en el norte de Europa. 2. Dinamarca, Noruega H.—Con las leyes draconianas contra los católicos promulgadas por Cristiano III en Dinamarca, el luteranismo vino a enseñorearse rápidamente de todo el país. El rey vino a ser la cabeza de la iglesia, conforme al modelo de los territorios protestantes alemanes. La jerarquía episcopal llegó a extinguirse y los sacerdotes desaparecieron casi por completo. El teólogo protestante Nicolás Hemming, profesor de Copenhague y discípulo de Melanchton, vino a ser el maestro de la nación; pero ya en 1562 se lamentaba del triste estado de las costumbres en la iglesia danesa. Cristiano IV (1588-1648) llegó a la eliminación casi absoluta del catolicismo. Entre otras disposiciones draconianas, fue de gran eficacia la prohibición, bajo pena de muerte, de la entrada y permanencia en el país de todo sacerdote católico, y asimismo el castigo de destierro y confiscación de bienes a toda conversión al catolicismo. Por otra parte, la masa del pueblo y de la clase media estaba oprimida por la nobleza, que ejercía sobre ellos, tanto en lo religioso como en todo lo demás, una verdadera tiranía. En Noruega, convertida por Cristiano III desde 1536 en provincia de Dinamarca, se había introducido también por la fuerza el protestantismo. Cristiano IV, al igual que en Dinamarca, dio la forma definitiva al luteranismo de Noruega por medio de una ordenación eclesiástica. Por otro lado, procuró acabar con todos los restos católicos. Desde 1622, los dos territorios de Dinamarca y Noruega quedaron sometidos por el papa al nuncio de Bruselas. 3. Suecia (1560-1648) 12 .—Al fin del reinado de Gustavo Vasa (1560), el luteranismo había llegado a un dominio absoluto en Suecia. Su hijo Eurico IV (1560-1568), ganado para el calvinismo, intentó introducirlo ; pero los luteranos se levantaron en armas y, tras enconadas luchas entre calvinistas y luteranos, éstos lograron la victoria y destronaron al rey, quien murió envenenado en la cárcel (1568). Su hermano y sucesor Juan III (1568-1592), casado en 1562 con la princesa católica Catalina, hermana del rey Segismundo Augusto de Polonia, manifestó cierta inclinación al catolicismo y fomentó la inteligencia con Roma. Después de una célebre entrevista con el jesuita Warszewieki en 1574, comenzó a proceder con más rapidez y decisión. En 1575, Juan III estableció una liturgia muy semejante a la católica, que fue aceptada generalmente. Pero su hermano Carlos de Südermannland, jefe de los más fanáticos luteranos y ansioso de la corona, se le opuso con toda energía, con lo cual se entabló entre ambos una lucha a vida o muerte. El rey envió embajadores a Roma, y Gregorio XIII mandó, a su vez, a Suecia al jesuita P. Antonio Possevino 13 . El resultado fue que el rey abjuró en 11 SCHMITT, L . , Die Verteidigung der Kathol. Kirche in Danemark gegen die Religionsemeuerurtg im 16. Jh. (1899); M E T Z L E R , J., Die apostolischen Vikariate des Nordens (1919); SCHÁFER, D . f Gesch. von Dánémark 5 vols. (1902); KORLSRUD, Norvegia sacra (Cristianía 19215). 12 HALLENDORFF, E.-SCHÜCK, A., History of Sweden (Estocolmo 1929); BIAUDET, H . , Le St. Siége et la Suéde durant la seconde moitié des XVI' s. 3 vols. (París 1906-1907). 13 KARTTUNEN, L . , Antonio Possevino, un diplómate pontifical au XVI* s. (Lausana 1908); H O F M A N N , A . , Possevins Bemühungen um die sog. Nordischen Pdpstl. Seminare, 1578-1595 (Bona 1929); PASTOR, X X , 3 2 i s .
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1578 el protestantismo y se trató seriamente de la vuelta de Suecia al catolicismo. Sin embargo, con la intensificación de la campaña contra él de su hermano Carlos temiendo perder la corona, se enfrió respecto del catolicismo, si bien mantuvo con firmeza hasta el fin la liturgia que él había introducido. Mucho más discutida fue la cuestión del catolicismo de Suecia durante el reinado de Segismundo (1592-1604), que desde 1587 era rey de Polonia. Hasta su llegada a Suecia tomó las riendas del gobierno su tío Carlos de Südermannland, quien ya desde el principio se propuso devolver plenamente el predominio absoluto al protestantismo. Así, pues, en la dieta de Upsala de 1593 abolió la liturgia anterior e hizo proclamar la confesión de Augsburgo. Desde entonces se entabló la más encarnizada lucha entre el regente Carlos y el verdadero rey Segismundo. Este se vio obligado, al entrar en Suecia, a admitir todas estas decisiones; pero, al volver a Polonia en 1594, dio algunas disposiciones en favor de los católicos. Mas entonces precisamente inició el regente Carlos una nueva y violenta campaña contra el legítimo rey y contra el catolicismo, que llegó a su punto culminante en la profanación o destrucción de las reliquias y de los altares católicos. Ante tal cúmulo de injusticias, volvió Segismundo a Suecia en el verano de 1598; entablóse entre él y el regente Carlos una larga y enconada lucha, en la que, al fin, Carlos salió triunfante, y la dieta de Linkoping destronó a Segismundo como traidor a la verdadera doctrina luterana. La dieta de Norkoping repitió en 1604 todas las calumnias contra Segismundo y proclamó como rey a Carlos. Así, pues, mientras Segismundo se volvía a Polonia, Carlos IX (1604-1611) gobernó a Suecia, donde hizo arraigar definitivamente el protestantismo y abolió por completo el catolicismo. Gustavo Adolfo (1611-1632) I4 , héroe y salvador del protestantismo en la guerra de los treinta años, con sus grandes cualidades de gobernante y de guerrero, no sólo elevó a gran potencia a Suecia, sino que aspiraba a ejercer una especie de predominio entre los protestantes de Alemania y de todo el norte de Europa. Su participación victoriosa contra las potencias católicas lo colocó algún tiempo en el primer plano de Europa, y, aunque su ayuda fue bien recibida por los príncipes protestantes alemanes, sin embargo su preponderancia les infundía fundados recelos. Al aliarse Gustavo Adolfo desde 1631 con Francia, prometió libertad de culto a los católicos en los territorios católicos conquistados, mas no mantuvo su promesa. Muerto Gustavo Adolfo en 1632, los príncipes luteranos pudieron respirar tranquilos; sin embargo, ellos mismos y toda la posteridad lo consideraron como el salvador del protestantismo en el centro y norte de Europa. Suecia fue gobernada por el canciller de Gustavo Adolfo, Oxenstjerna, y más tarde por su hija Cristina de Suecia (16441654). Esta mujer, extraordinaria por su talento y actividad; llamó a Suecia a hombres eminentes, como Grocio y Descartes; pero, habiéndose convertido al catolicismo, tuvo que renunciar al trono y se di14 PAUL, J., Custav Adolfi vols. (1927-1932); MACMUNN, G., Custav Ado//(Londres 1931); MILCH, M , Custav Adolf in der deutschen u. schuxd. Liter. (1928). Véase PASTOR, XXVIII.64S y otros pasajes.
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rigió a Roma, donde fue honrada y agasajada particularmente por los papas l s . 4. Los Estados del Báltico.—En general, se puede decir que, al deshacerse en 1561 la Orden militar de los Caballeros Teutónicos, que poseía todos estos territorios de Estonia, Letonia y los demás del Báltico, se los disputaron y dividieron la luterana Suecia, por un lado, y la católica Polonia, por otro. Livonia cayó en manos de Polonia, y, por lo mismo, tuvo un desarrollo predominantemente católico, como se verá más adelante. Estonia, en cambio, se unió con Suecia, de donde recibió el luteranismo. Sin embargo, todavía hubo graves litigios sobre este territorio y otros vecinos. Después de la guerra del norte (1563-1570), cuando Suecia, finalmente, quitó Estonia a Rusia, hubo algunos conatos de catolización. Con este objeto envió Gregorio XIII al jesuita Possevino, quien, de hecho, trató juntamente de la paz y de la unión con la Iglesia, si bien apenas obtuvo resultado ninguno. II.
E L ORIENTE Y MEDIODÍA DE EUROPA
De extraordinaria importancia para el porvenir de Europa fue el desarrollo de la ideología protestante en los territorios orientales y del sur de Europa. Largas y enconadas luchas tuvo que mantener el catolicismo en Polonia y otros territorios vecinos, donde al fin quedó triunfante, como lo había quedado en Austria, Hungría, Bohemia y Moravia. En cambio, desarrolló una actividad beneficiosa en la Rusia ortodoxa y en los países balcánicos. Por otro lado, aunque en Suiza predominó en definitiva el protestantismo calvinista, en cambio, la restauración católica aseguró allí importantes posiciones. Finalmente, en todo el territorio italiano se pudo eliminar por completo y de una manera definitiva el dominio de los innovadores. 1. Reino de Polonia 16 . Lituania.—Después de múltiples alternativas, en 1569 se realizó la unión de Polonia y Lituania. Así, pues, Lituania corre durante este período la misma suerte que Polonia. El reinado de Segismundo II Augusto (1548-1572) fue catastrófico para el catolicismo en Polonia. Sentía hondas simpatías hacia el protestantismo y mantuvo correspondencia con Calvino. De hecho, contando con la debilidad o condescendencia del rey, llegaron los innovadores a conseguir gran incremento. Al frente de los protestantes estaba el calvinista príncipe Nicolás Radziwill. Con esta posición del rey se explica su actitud en 1561, pues al caer Livonia bajo el dominio de 15 Biografías: TAYLOR, J. (Londres 1909); HOCKS, E. (1936). Además, GRIBBLE, F., The Court oj Christine of Sweden (Londres 1913); FOUCHER DE CAREIL, A., Descartes, laprincesse Elisabeth et la Reine Christine d'aprés des lettres inédites 2.6 ed. (París 1909). 16 Véanse, ante todo, las obras generales. Además pueden verse:
Fuentes.—THEINER, A., Vetera Monumenta Poloniae et Lüuaniae 4 vols. (Roma 18601864); CHODYNSKI-LIKOWSKI, Decretales Summorutn Pontificum pro Regno Poloniae... 3 vols. (Posen 1869-1883); Monumenta Poloniae Vaticana 3 vols. (Cracovia 1913-1933)Bibliografía.—HANISCH, E., Geschichte Polens (1923): HALECKI, O., La Pologne (París1933); BAIN, R. N., Slavonic Europe. Apologetical historyofPoland and Russiafrom 1477 to 1796 (Cambridge 1908); PASTOR, XIV,z8os; RNEIFEL, E., Die Cründe des Verfalls der Reformation in Polen: «Gestalten u. Wege der Kirche im Osten. Festg. A. Rhode» (Ulm 1958) 74-84-
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Polonia, dejó en ella m ano libre a los protestantes. Ya en 1558, al entrar San Pedro Canisio en Polonia, llamó éste insistentemente la atención de los obispos sobre el grave peligro de protestantización de Polonia 17. En tan críticas circunstancias fue en verdad providencial la obra realizada en Polonia por los nuncios pontificios. Ya Nicolás Lipomani (1556-1558) hizo gravísimas observaciones al rey y a los prelados polacos para que mantuvieran con firmeza la fe antigua, al mismo tiempo que exhortaba a tratar con benignidad a los que volvieran al catolicismo. Pero, sobre todo, tuvo extraordinaria eficacia la acción realizada por el nuncio Comrnendone en unión con el obispo Estanislao Hosio 18 . En 1564 se consiguió la aceptación del concilio de Trento. Este, pues, constituyó desde entonces la base de la restauración católica. Para realizarla con más eficacia obtuvieron la participación activa de los jesuítas y el establecimiento en 1569 del Colegio de Braunsberg 19 , al que siguieron otros en 1570. Esta obra fue en gran parte facilitada por las profundas divisiones existentes entonces entre las diferentes tendencias protestantes. Esto no obstante, después de la muerte de Segismundo II Augusto, obtuvieron en agosto de 1573 por la paz de Varsovia iguales derechos que los católicos. Enrique de Valois (Enrique III de Francia), en su corto reinado en Polonia, se vio forzado a admitir esta paz humillante para los católicos, que constituían la inmensa mayoría de Polonia. Sin embargo, continuó cada vez con más eficacia la obra de restauración católica, apoyada, sobre todo, por los jesuítas, el nuncio Comrnendone y el cardenal Hosio. De particular importancia fue el reinado de Esteban Báthory (15761586) 2 0 . Por un lado, tuvo que confirmar la libertad de religión concedida a las ciudades muy protestantizadas de Danzig, Thorn y Elbing, y al mismo tiempo ser testigo de cómo iba creciendo el número y fuerza de los disidentes; mas, por otra, podemos afirmar que a él se debe la consolidación definitiva de la restauración católica. De un modo especial protegió la obra restauradora realizada por los jesuítas y el episcopado polaco, si bien tuvo que presenciar cómo el arzobispo Uchanski (1581) no sólo se mostraba condescendiente con los innovadores, sino, a las veces, su protector, enfrentándose con la Santa Sede. En su tiempo comenzaron a desarrollar su importante actividad el primado Estanislao Karnkowski (f 1603), fundador de varios seminarios para la perfecta formación del clero, y el gran escritor y misionero Pedro Skarga, S.I. (f 1612) 21 . Esta obra de renovación católica fue completada por Segismundo í í í (1587-1632). Ayudado por un buen número de prelados, sobre todo el ya citado Karnkowski; de incansables operarios del temple del je17 Sobre el protestantismo en Polonia: VÓLKER, C , Der Protestantísmus in Polen (1901); Fox, P., The Reformation in Poland (Baltimore 1924); STAEMMLER, J., Der Protest, in Polen (1925). 18 PASTOR, XIV,ll9s (sobre Comrnendone); Stanislai Hosii Opera 2 vols. (Colonia 1584). En general sobre la obra católica en Polonia: PIERLING, P., Le Saint-Siége, la Pologne et Moscou 1582-1587 (París 1885): KRAUSE, G., Reformation u. Gegenref. im ehetnal. Kónigreich Polen 2.» ed. (Riga 1905); VÓLKER, K., Kirchengesch. Polens (1930); DEMBINCKI, B., Die Beschkkung des Tridentinums durch Polen (1883). 19 Sobre los jesuitas en Polonia: THEINER, Monum. Pol... 11,717 y 719; KRASICKI, De Soc. Iesu2 0in Polonia. PIERLING, P., Báthory et Possemno (París 1887). 21 PASTOR, XX,303S; XXVI,20is. Además, biografías: GRABOWSKI, T. (Cracovia 1913); SYGANSKI, J. (Cracovia 1920): BARGA, A., P. Skarga 1536-1612 (París 1916).
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suita Skarga y el dominico Fabián Birkowski y de una nueva generación de sacerdotes formados en los colegios de los jesuítas de Braunsberg, Olmütz y Roma, realizó una obra de consolidación de la reforma católica basada en el concilio de Trento. El obispo de Cracovia Martín Bialobrzeski compuso en 1585 un catecismo detallado y una colección de homilías, que contribuyeron eficazmente a la renovación católica. De particular importancia fueron los esfuerzos realizados y los éxitos obtenidos en la unión de los orientales. El jesuíta Pedro Skarga, por medio de su obra La unidad de la Iglesia, preparó el ambiente para la unión. Otro insigne jesuíta, el P. Possevino, trabajó eficazmente en este sentido con Esteban Báthory, como enviado especial del papa. Pero tal vez la más eficaz labor la realizó el seminario de Wilna, destinado a los sacerdotes rutenos y rusos. El resultado fue que los rutenos se fueron acercando cada vez más a Roma, y en el sínodo de Brest de octubre de 1596 se realizó su unión con la Iglesia católica 22 . En la realización de esta unión de los rutenos trabajaron intensamente los basilianos reformados. En cambio, el célebre Cirilo Lukaris, nombrado en 1620 patriarca de Constantinopla, hizo todo lo posible por destruirla. Con este objeto destituyó a todos los obispos y al metropolitano de Kief, al mismo tiempo que nombraba comisario superior a un obispo cismático. Al colmo de esta campaña antiunionista se llegó con el asesinato del arzobispo de Polozk, San Josafat (f 1623). Sin embargo, se pudo conservar la unión. Ladislao IV (^1632-1648). Se esforzó de un modo particular en dar satisfacción a los disidentes, pero manteniendo sustancialmente los derechos católicos. Polonia había llegado de hecho a un estado de verdadero florecimiento católico. Pero el coloquio religioso de Thorn, de 1645, no sólo no obtuvo la deseada inteligencia, sino que desató de nuevo las más violentas discusiones y antagonismos entre los protestantes y los católicos. En medio de esta tensión de los espíritus termina este período de la historia de Polonia. 2. Rusia 23 .—De particular interés para el catolicismo son los acontecimientos de Rusia durante este tiempo, sobre todo los esfuerzos realizados por su unión con Roma. Ante todo, a mediados del siglo xvi se realizó la fusión de los varios territorios rusos, hasta constituir con Iván IV el Cruel (1547-1584) un reino de tal consistencia, que se llegó a declarar a Moscú la tercera Roma. Por otra parte, las circunstancias acercaron la iglesia rusa a Roma. Las graves dificultades de la guerra de Livonia y, sobre todo, las victorias de Báthory contra Rusia movieron a Iván IV en 1581 a acudir a Gregorio XIII. Habiendo, pues, enviado este papa a su hombre de confianza, el P. Possevino, S.I., se obtuvo al fin una tregua de diez años. Más aún: Possevino llegó a ilusionarse con la unión de Rusia con Roma y aun consiguió llevar consigo a Roma a un representante ruso. Sin embargo, murió Iván IV sin haber realizado la unión. 22 PELESZ, J., Gesch. der Union der ruthen. Kirche mit Rom 2 vols. (1879-1880); HOFMANN, G., Ruthenica. I. Die Wiedervereinigung der Ruthenen (Sofía 1923-1924). 23 STÁHLIN, C , Gesch. Russlands von den Anfángen bis zur Gengenwart (1923): BOUWETSCH, N., Kirchengesch. Russlands 2 vols. (Friburgo 1940-1941); BECK, E., Die russische Kirche, ihre Gesch. u. Liturgie 2.* ed. (1926); PIERLING, P., Papes et Tsars (París 1890); ID., La Russie et le SaintSiége 5 vols. (París 1896-1912); BOUDOU, A., Le Saint-Siége et la Roussie 2 vols. 2." ed. (París 19221923). Véase, asimismo, PASTOR, XX,329S.
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P.II. De Latero a la paz de Westfalia
El período siguiente hasta principios del siglo xvn se caracteriza por los múltiples disturbios que tuvo que sufrir el país. Muerto en circunstancias misteriosas su legítimo sucesor, Demetrio, le sucedió Feodor I (1584-1598), pero en su lugar ejercía el gobierno su cuñado Boris Gudnow. Este ejecutó entonces un acto de trascendental importancia, pues para ejercer mejor su dominio tiránico sobre Rusia se independizó religiosamente de Gonstantinopla, constituyendo el patriarcado de Rusia con su capital Moscú, que ha seguido hasta nuestros días. La cuestión del falso Demetrio 24 , que llena la historia desde 1603 a 1606, tiene también íntima relación con la Iglesia católica. Desde 1603 se presentó un hombre misterioso, que se hacía pasar por Demetrio, el hijo de Iván IV, misteriosamente desaparecido. Habiéndose introducido en la corte de Polonia y ganada la confianza del nuncio pontificio, fue admitido en el colegio de los jesuitas de Cracovia, y poco después acudió al papa Clemente VIII en demanda de apoyo para apoderarse del trono ruso con la promesa de realizar rápidamente la unión con Roma. Los acontecimientos le ofrecieron bien pronto una ocasión propicia. Al morir en 1605 el zar Gudnow y asesinado su hijo, el nuevo Demetrio se apoderó del trono, y el 31 de julio de 1605 fue coronado en Moscú. Son de particular interés las disposiciones que tomó durante su corto reinado. Por lo que a la Iglesia se refiere, entabló rápidamente relaciones con la Santa Sede, por lo cual se esperaba llegar pronto a la deseada unión. Pero el nuevo Demetrio se transformó rápidamente, apareciendo como un verdadero monstruo de altanería y soberbia y, sobre todo, de la más repugnante inmoralidad. Por todo ello se produjo contra él una reacción tan violenta, que el 27 de mayo de 1606 fue asesinado. De este modo trágico terminó la comedia del falso Demetrio, cuya verdadera personalidad no se ha descubierto todavía. Por fin, Basilio Schujskij logró hacerse dueño del poder y poner de nuevo algún orden en el caos existente. Mas como el nuevo orden se basó en la independencia de Rusia como iglesia ortodoxa, ya nadie habló más de unión con Roma. En los territorios de los Balcanes y demás regiones de Oriente sujetos a la iglesia ortodoxa 2 5 fue muy difícil la situación de la jerarquía y de la iglesia latina. Dominados en casi todas partes por los turcos, se veían obligados a comprar el derecho de permanencia por medio de un tributo personal. La iglesia latina no era oficialmente reconocida. Gregorio XIII prestó particular atención a toda la iglesia griega oriental. Para ello organizó en 1573 una Congregación especial y en 1577 se constituyó el Coíegio de San Atanasio, para la formación de misioneros griegos. Entre los excelentes operarios allí formados sobresalió León Aliado (f 1669), quien escribió importantes obras. El protestantismo trató en diferentes ocasiones de introducirse en el Oriente, pero sus esfuerzos fracasaron por la intransigencia dogmática de los griegos. 24
PASTOR, X X V I , i 8 o s . Asimismo, P I E R L I N G , P., Rome et Démetrius (París 1878); SKRIBANOWITZ, H . , Pseudodemetrius, I (1913). 25 JORGE, N . , Gesch. des Osman. Reiches 5 vols. (1908-1913); R O T H , C , Cesch. der christl. Balkanstaaten (1907); PFEILSCHIFTER, G., Die Balkanfrage in der Kirchengesch. (1913); K I D D , B. J., The Churches of Eastern Christendom from a. D. 431 to the present time ( L o n d r e s 1927); JANIN, R., Les églises orientales et les rites orientaux 2." ed. (París 1926); I D . , Les églises séparées d'Orient (París 193°).
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3. Suiza .—Después de la victoria definitiva de Calvino en Ginebra, ésta se constituyó en la Roma del calvinismo, que adquirió una fuerza extraordinaria en toda Europa. La iglesia reformada, o el calvinismo, predominó en Inglaterra, en Holanda, Escocia, varios territorios de Alemania y en los importantes núcleos de Hungría, Polonia y otras regiones del norte y oriente de Europa 2^. £ n Suiza se afianzaron definitivamente en el calvinismo los cantones de Zurich, Berna, Basilea, Schaff hausen y Ginebra. Frente a ellos, en 1565 se constituyó una alianza de mutua ayuda y defensa entre los cantones católicos del centro, Lucerna, Uri, Schwyz y Zug, a los que en 1586 se unieron Friburgo y Solothurm, todos los cuales constituyeron la llamada Alianza de Oro o Alianza Borromea, por la que se obligaban a perseverar en la fe católica. Esta alianza fue sellada por la comunión, recibida del nuncio apostólico. La renovación definitiva del catolicismo en Suiza fue uno de los resultados inmediatos del concilio de Trento. En sus últimas sesiones habían tomado parte algunos representantes suizos, que luego desarrollaron gran actividad. Entre ellos sobresalieron el caballero Melchor Lussi (f 1606) 28 , Luis Pfyffer (f 1594) 2 9 y el escritor Egidio Tschudi (t !572). Pero los que más contribuyeron a la verdadera reforma suiza fueron, por una parte, San Pedro Canisio, y, por otra, San Carlos Borromeo. San Pedro Canisio ejerció una intensa actividad en Suiza, donde ya en 1574 habían fundado los jesuitas un colegio en Lucerna y en 1580 otro en Friburgo. El mismo trabajó personalmente desde 1580 a 1598, en que murió en Friburgo. Pero el hombre verdaderamente providencial para la Suiza católica de fines del siglo xvi fue San Carlos Borromeo. Como arzobispo de Milán, visitó hasta diez veces a Suiza, en la que poseía una buena parte de su diócesis. Movido del celo de las almas, llegó hasta los pueblos más escondidos entre las montañas, procurando introducir en todas partes la reforma tridentina. Uno de los resultados más prácticos de su actividad apostólica fue la erección de un nuncio apostólico, que en 1579 entró por vez primera en Lucerna. Era Juan Francisco Bonhomini, obispo de Vercelli, que desarrolló una acción muy beneficiosa para la Iglesia católica en Suiza. Por medio de un Colegio Suizo en Milán, San Carlos Borromeo contribuyó a formar excelentes sacerdotes, quienes con la colaboración de los jesuitas, capuchinos y otros religiosos y religiosas realizaron una obra definitiva. Dignos de especial mención, además de los indicados, son el arzobispo-príncipe de Basilea Cristóbal Blarer (1575-1608), y, sobre todo, San Francisco de Sales (1602-1622), como obispo de Ginebra, residente en Annecy, quien tanto por medio de la Orden de la Visitación como por medio de sus excelentes escritos y su actividad personal en la conversión de protestantes constituye una de las columnas de la iglesia suiza 30 . 26 M U L I N E N , E . F . V., Helvética Sacra 2 vols. (Berna 1858-1861); H U R B I N , J., Handbuch der Schweizer Gesch. (Sane 1900-1908); D U R R , etc., Gesch. der Schweiz (Zurich 1930S); LAMPERT, U . , Kirche und Staat in der Schweiz (Friburgo d e S. 1929). 27 HADORN, W . , Die Reformation in der deutschen Schweiz (1928); F L E I S C H L I N , B., Schweizer Reformationsgesch. 2 vols. (Stans 1907-1909); SIEGMUND-SCHULZE, Die evangel. Kirchen der Schweis (1934). Véase, sobre todo, PASTOR, XVIII,267S2 > FELLER, R., Melchior Lussi 2 vols. (Stans 1906-1909); W Y M A N N , E., Melchior L. (ibid. 1906). 25 SEGESSER, P . A . v., Ludiuig Pfyffer und seine Zeit... (Berna 1880-1881). 30 Sobre San Francisco de Sales véase c. 13.
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De Lulero a la (>az de Westjalia
4. Italia 31.—La renovación católica se manifestó en Italia en la forma más exuberante. Por lo demás, el protestantismo, no obstante sus repetidos conatos de introducirse en el territorio italiano y a pesar de algunos triunfos muy limitados y generalmente personales, no pudo afianzarse definitivamente en ninguna parte. Esta obra de renovación eclesiástica y defensa contra los repetidos embates del protestantismo se debe principalmente a la incansable actividac de los papas, los cuales, si vigilaron constantemente por la pureza de la fe y lá reforma católica en todos los territorios cristianos, atendieron de un modo muy particular a sus propios Estados y a todo el territorio italiano. Asimismo trabajaron eficazmente en el resurgir católico de Italia algunos grandes prelados, sobre todo San Carlos Borromeo 32, e insignes religiosos o fundadores de institutos religiosos, como San Felipe Neri 33. Una buena parte del territorio italiano estuvo durante este período bajo el predominio español, por lo cual se comprende dominara en general en toda ella aquel espíritu profundamente católico que caracteriza a la España del siglo xvi. Del mismo espíritu católico estaban, naturalmente, dominados los territorios que constituían los Estados pontificios. Fuera de estos dos campos, se encontraban en Italia los Estados de Venecia, Genova, Saboya, Toscana, Lucca y algún otro. Todos estos Estados, desde el punto de vista religioso, estuvieron bajo un influjo constante de los Estados pontificios y aun de los Estados españoles, por lo cual floreció también en ellos el espíritu católico y se llegó a un verdadero apogeo de la renovación católica. El protestantismo había tenido particular influjo en el norte y en Ñapóles. Este influjo se manifestó todavía durante este período en varias ocasiones; pero en todos los casos sus representantes o tuvieron que emigrar, como ya lo habían hecho anteriormente Pedro Mártir, Bernardino Ochino y Pablo Vergério, o fueron procesados por la Inquisición romana. Por otra parte, fue muy frecuente que las mismas personas unían a sus ideas protestantes diversos errores ateístas o racionalistas, por lo cual algunos deben ser considerados más bien como librepensadores que como protestantes. La Inquisición romana fue el instrumento empleado por la autoridad eclesiástica y los príncipes seculares para librar al territorio italiano de las nuevas corrientes ideológicas. Entre los castigados por ella, unos 31 F u e n t e s . — I G H E I A Í , F . , Italia Sacra 10 vols. 2." ed., por N . C O L E T I (Venecia 17171722); MUKATORI, L . A . , Rerum italicarum Scriptores. N u e v a ed. por C. CARDUCCI y V. F I O R I N I ( C i t t á di Castello 190OS); C H I M I N E L L I , P., Bibliografía della storia della Riforma religiosa in Italia (Roma 1921); I D . , Scritti religiosi dei Riformatori italiani ( T u r i n 1925) F O N Z I , I., Nunziature di Savoia (1560-1573); «Fonti p e r la storia d'Italia» 44 (Roma 1960).
Bibliografía.—SALVATORELLI, L . , Sommario della Storia d'Italia ( T u r i n 1938): SOLMI, A. L ' U m t d fondamentale della storia d'Italia (Pavía 1926); sobre la reforma protestante en Italia: M C C R I E , J., History of the progress a. the extinction of the reformation in Italy (Edimburgo 1827); C A N T Ú , C , Eretici d'Italia ( T u r i n 1860); REDOCANACHI, E., La Reforme en Italie 2 vols. (Paris 1920-1921); JAHIER, A . , Riformatori e Riformati Italiani dei secoli XV e XVI (Florencia 1934): B R O W N , G . C , Italy a. the Riformation (Oxford 1933); N I C O L I N I , B., Ideali e passioni nell'Italia religiosa del Cinquecenlo: «Bibl. di cultura» I (Bolonia 1962); I D . , Aspetti della vita religiosa, política e letteraria del Cinquecento (Bolonia 1963). Véase PASTOR, XVII.272S. 32 PASTOR, XIX,94s; SALA, A., Documenti circa la vita e le gesta di San Cario Borromeo 3 vols. (Milán 1857S). Biografías: C E L I E R , L . : «Les Saints» (Paris 1912); ARSENIGO, C , 2 vols. 3 . a e d . (Milán 1929); RIVOLTA, A . (Milán 1937); GALBIATI, G., Scritti su S. Cario B. (Milán 1941). 33 N E T T I , P . , Lettere e rime di S. Fiiippo Neri (Ñapóles 1895); P O N N E L L E , L . - B O R D E T , L . , San Fiiippo Neri e la societá romana del suo tempo (1515-1595) (Florencia 1931).
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eran luteranos o calvinistas, otros incrédulos de muy diverso género. El resultado fue semejante al que se observa en España: con un número relativamente pequeño de castigos, se libró a toda Italia de las convulsiones religiosas y de las innumerables víctimas que éstas ocasionaron en Francia, Alemania y otros territorios. Entre los principales protestantes e incrédulos italianos de este período son dignos de notarse: Pedro Camesecchi 34, secretario de Clemente VII, procesado por la Inquisición; convencido como protestante, fue entregado al brazo secular; se difirió la ejecución de la pena de muerte siete años, esperando en vano su conversión, y al fin fue quemado en 1567. Asimismo, Antonio Pagua, que fue condenado por la Inquisición como protestante convicto, dio muestras de arrepentimiento poco antes de la ejecución en 1570 35. Más renombre alcanzó helio Socini 36, originario de Siena. Vivió en Suiza y Alemania, estuvo largo tiempo en Wittemberg y finalmente se dirigió a Polonia, donde propagó sus errores, que fueron luego más difundidos por su sobrino Fausto Socini. Este abandonó Italia, donde no se sentía seguro por sus ideas, y se dirigió también a Polonia, donde las desarrolló plenamente. Con esto se formó la secta de los llamados unitarios o socinianos, que en un sínodo de 1603 aparece plenamente constituida. Fausto Socini murió en 1604. El socinianismo se extendió principalmente en Polonia, pero encontró secuaces en Holanda y otros territorios. Sobre un fondo de ciertas ideas protestantes, defendía un verdadero racionalismo, negaba la Trinidad y la consustancialidad del Hijo, como los arríanos. Defendía asimismo diversos errores sociales. Por otro lado se desviaron en Italia diversos filósofos, que con cierto naturalismo e incredulidad prepararon el campo a los deístas o filósofos de los siglos xvii y xvni. Tales son entre otros: Andrés Cisalpino (t 1S76), Bernardino Telesio (f 1588) y, sobre todo, Giordano Bruno (f 1600) 37t quien después de defender innumerables errores en Londres y París, en Wittemberg, Praga, Frankfurt y Zurich, después de mostrarse enemigo del catolicismo, del luteranismo y del calvinismo, volvió a Italia y se dirigió a Venecia, donde sus mismos amigos, consternados ante el cúmulo de errores e inmoralidades que defendía, 10 denunciaron a la Inquisición. Al fin fue quemado como hereje obstinado y apóstata. Citemos todavía entre los protestantes, incrédulos o espíritus inquietos más influyentes en Italia durante este período, ante todo, a Marco Antonio de Dominis, arzobispo de Spalato, quien, acusado de doctrinas protestantes, se dirigió en 1616 a Londres, donde defendió el anglicanismo y por medio de múltiples escritos impugnó los dogmas 34 B A N D I , G., Pietro Carnesecdii. Storia florentina del sec. XVI 2.»ed. 2 vols. (Florencia 1873); O R T O L A N I , O . , Pietro Camesecchi. Con estratti degli Atti del Processo del Santo Off. (Florencia 1963); CHABOT, F . , Scritti su Machiavelli ( T u r i n 1964). Véase PASTOR, XVH,274s. 35 Véase PASTOR, XVII,279S. 36 Sobre los dos Socini: CANTIMORI, D . , art. Socini y Socinianismo: «Encicl. Ital.»; I D . , Gli eretici del Cinquecento (Florencia 1939); BURNAT, L. Socini (Vevey 1894); C O R Y , D . M . , Faustus Socinus (Boston 1932); Italian Reformation studies in honor of Laelius Socinus, por A. T E D E S C H I (Florencia 1965). 37 P u e d e n verse: V I V I A N I , U . , Vita e opere di Andrea Cisalpino (Arezzo 1922): G E N T I L E G Bernardino Telesio (Bari 1911). Sobre G. B r u n o : SALVESTRINI, V., Bibliografía delle opere di G. Bruño (Pisa 1926). Monografías: SPAMPANATO, V. (Messina 1922); F E N U , E . (Brescia 1937); M E R C A T I A 11 sommario del processo di G. Bruno con apéndice di documenti sull'eresia e l'Inquisizione di Modena (Vaticano 1942).
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De Infero
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católicos, sobre todo el primado y el santo sacrificio de la misa. En 1622 volvió a Roma aparentemente arrepentido; pero en realidad ni era protestante ni católico, y defendía un sistema tan confuso, que fue de nuevo procesado, pero murió en 1624 durante el procesoMucho más peligroso fue el tristemente célebre Pablo Sarpi 38, perteneciente a la Orden de los Servitas, el cual defendió ocultamente y fomentó el protestantismo, siendo el portavoz de la Señoría de Venecia contra el romano pontífice Paulo V. La verdadera ideología de Sarpi aparece en su Historia del concilio de Trento, que va dirigida contra el primado romano y apareció en Londres. La investigación moderna ha descubierto que, en sus invectivas contra Roma, Sarpi recurre incluso a la falsificación de documentos y que en su corazón era calvinista, o por lo menos galicano, si bien conservó su hábito religioso e incluso celebraba la misa, en la que no creía. Murió en 1623. A pesar de todas estas infiltraciones del protestantismo y no obstante la acción maléfica de una filosofía puramente naturalista, incrédula y atea, Italia se mantuvo en conjunto fiel a la Iglesia católica, y la renovación del catolicismo, tan característica de la época postridentina, se manifestó de un modo muy particular en Italia. III.
ESPAÑA DURANTE ESTE P E R Í O D O 3 9
Por lo que a España se refiere, indudablemente, durante la segunda mitad del siglo xvi y primera del xvn, representó un papel importante al servicio de la Iglesia católica en medio de las intensas luchas que ésta tuvo que mantener frente a las innovaciones protestantes y en la realización de la reforma católica. Vamos, pues, a dar una breve síntesis de la participación de España en la obra de la Iglesia católica durante este período. 1. Reforma católica en España.—Ante todo, observemos que aquella reforma católica deseada por los hombres más insignes y organizada por el concilio de Trento fue puesta en práctica en España en 38 C R E T T O , G., Paolo Sarpi (Pisa 1941). O t r a s biografías: ROBERTSON, A. (Londres i o n ) ; FASUOLO, A . ( R o m a 1923); MA.NFB.ONI, G. (Venecia I9Z4); A M A N N , art. Sarpi: «Üict. T h . Cath.v, M O R G H E N , R., art. en «Encicl. Ital.»; BUFFON, V. M . , Chiesa di Christo e Chiesa Romana nelle opere e nelle lettere di P. M. Sarpi (Lovaina 1941); BORIS U L I A N I C H , Considerázioni e documenti per una eclesíologia di P. Sarpi: «Festg. J. Lortz» (Baden-Baden 1958) 368s; G o z z i , G., Sulla morte di Fra Paolo Sarpi: «Miscell. in onore di R. Cesi» 2 (Roma 1958) 387S; C H A B O T , F . , La política di Paolo Sarpi: «Civilta veneziana». Saggi 11. 39 . A n t e t o d o remitimos a las obras generales d e historia universal o historia de la Iglesia. E n particular, p o r lo q u e se refiere a este período d e la Iglesia d e España, r e c o m e n d a m o s : F u e n t e s . — S Á N C H E Z A L O N S O , B., Fuentes de la historia española e hispanoamericana 2. a ed. ( M a d r i d 1927); Colección de documentos inéditos para la historia de España 112 vols. ( M a d r i d 1842S); Nueva colección de documentos inéditos ( M a d r i d 1892S); SERRANO, L., Correspondencia diplomática entre España y la Santa Sede durante el pontificado de San Pío V 4 vols. ( M a d r i d 1914). Bibliografía.—BALLESTEROS BERETTA, A., Historia de España y su influencia en la historia universal 8 vols. (Barcelona 1918S); IBARRA, E., España bajo los Austrias (Barcelona 1935); M A C I Á , A., Introducción a la historia de España (Barcelona 1944); AGUADO BLEYE, P., Manual de historia de España 6. a ed. 3 vols. ( M a d r i d 1950-1956); HAUSER, H . , La prépondérance espagnole (1559-1660) (París 1933): «Peuples e t Civilis.» 9 ; BERTRAND, L . - P E T R I E , C. ( The history 0 / S p a i n , 711-1931 (Londres 1934); M E R R I M A N , R., The rise of the Spanish Empire in the oíd World and the new 4 vols. (Nueva York 1918-1934); TREVOR DAVIS, R., Thegolden Century of Spain (1501-1621) ( L o n d r e s 1937); ALMAGRO, A., Constantes de ío español en Ea historia y en el arte ( M a d r i d 1955); IGUAL UBEDA, A., La España del siglo XVI (Barcelona 1957); V A N D U R M E , M . , El cardenal Granvela (1517-1586). Imperio y revolución bajo Carlos Vy Felipe II. T r a d . p o r E. BORRAS (B. 1957); DESCOLA, J., LOS conquistadores del imperio español. T r a d . del franc. p o r C. BERGÉS (Barcelona 1957) ;
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una forma relativamente completa. La base la constituye la reforma realizada en tiempo de los Reyes Católicos por obra principalmente del cardenal Cisneros 4 0 . De esta renovación y del sentimiento católico ya existente en la Península brotó aquella firmeza inquebrantable en la fe que hizo imposible arraigaran en España los nuevos movimientos anticatólicos. Sobre esta base se explica que la renovación católica promovida desde mediados del siglo xvi por el concilio de Trento y por los papas postridentinos penetrara tan profundamente en España. A ello contribuyeron eficazmente los dos monarcas que llenan el siglo xvi, Carlos í (1516-1552) 4 1 y Felipe II (1552-1598) 42 , quienes, no obstante sus deficiencias, pusieron su inmenso poder al servicio de la Iglesia. Admitidos oficialmente en España los decretos del concilio de Trento, se procuró llevarlos a la práctica en toda su integridad. De este modo, basándose en la reforma tridentina y en otras disposiciones de los papas, se realizó una reforma fundamental del pueblo cristiano, del estado eclesiástico y de las órdenes religiosas, completando la que ya anteriormente se había iniciado. D Í A Z PLAJA, F . , La historia de España en sus documentos. El siglo XVII ( M a d r i d 1957); P I E T R I , F . , L'Espagne du Siécle d'Or (París 1959)M á s en particular sobre el desarrollo del catolicismo en España en este período véanse: EDER, O , Die Gesch. derKirche... (Viena 1949) 3 3 i s ; SCHNÜRER, G., Kathol. Kirche u. Kultur in der Barrockzeit c-4 P.165S (Paderborn 1937); M O U R R E T , J., Historia general de la Iglesia V (Barcelona 1921) 587S (amplía nota del traductor). O t r a s o b r a s : L A F U E N T E , V. DE, Historia eclesiástica de España 2."ed. 6 vols. ( M a d r i d 1873-1875); G A M S , P . B., Die Kirchengeschichte von Spanien 3 vols. (18Ó21879); M E N É N D E Z PELAYO, M . , Historia de los heterodoxos españoles 2 vols.: B A C , n.150.151 ( M a d r i d 1956); MANSILLA, D . , La reorganización ecles. española del s.XVI. 1. Aragón-Cataluña: «Anthol. annua» 4 (1956) 97s; R í o s , F . DE LOS, Religión y Estado en la España del siglo XVI ( M é jico 1957). PASTOR, L . VON, o.c., desde vol.14. passim; T E L L E C H E A , J. I., Fr. de Vitoriayla Reforma Católica: «RevEspDeiCan» (i957) 3-48; IRIARTE, J., Pensares e historiadores. I. Casa de Austria ( M a d r i d 1960); BLANSHARD, P . B., Freedom and CathoHc power in Spain and Portugal. An American interpretation (Boston 1962); GHUDOBA, B., España y el Imperio, I5i9~1643 ( M a d r i d 1963); BABELON, J., La civilisation espagnole (París 1963); FERNÁNDEZ ALVAREZ, M . , Economía, sociedad y corona. Ensayos históricos sobre el siglo XVI ( M a d r i d 1963); E L L I O T , J. H . , Imperial Spain, 14691716 ( L o n d r e s 1963). 40 Sobre el cardenal Cisneros p u e d e n verse: H E F E L E , C . J., El cardenal Jiménez deCisnerosy la Iglesia española en el siglo X V (Barcelona 1869); HUIDOBRO, Historia del cardenal Fr. Francisco Jiménez de Cisneros (Santander 1901); FERNÁNDEZ M O N T A Ñ A , El cardenal Cisneros ( M a d r i d 1921); F E R N Á N D E Z DE RETANA, L . , Cisneros y su sígfo 2 vols. ( M a d r i d 1929); D O M Í N G U E Z BERUETA, J-, El cardenal Cisneros ( M a d r i d 1929); M E R T O N , R., Cardinal Gimenes and the Making of Spain ( L o n d r e s 1934); GARCÍA MERCADAL, J., La España imperial. Cisneros, 1436-1517 ( M a d r i d 1941); STARKTE, W . , L a España de Cisneros, t r a d . p o r A L B E R T O D E M E S T A S (Barcelona 1943); R u i z C R E S P O , J. M . , Cisneros, cardenal regente ( M a d r i d 1945); BASABE, E., Vida de Cisneros ( M a d r i d 1945); B R I O N , M . , Le cardinal Fr. Ximénez, le Richelieu de l'Espagne (París 1948). 4 ! Véanse en particular HAEBLER, Geschichte Spaniens unter der Regierung Karls I ( G o t h a 1907); M E R R I M A N , R. B., Carlos V, el emperador español en el viejo y nuevo mundo, trad. d e G. SANS H U E L I N (Buenos Aires 1940); BABELON, J., Charles V: 1500-1558. Époques et visages (París 1947); AGUADO BLEYE, O . C , I I , 4 i 2 s ; GARCÍA MERCADAL, J., Carlos V y Francisco I (Zaragoza 1943); L E W I S , D . B . W . , Charles V, emperor of the West ( L o n d r e s 1956); T R I T S C H , W . , Karl V, Kaiseder Christenheit ( D a r m s t a d t 1954); FERNÁNDEZ DE RETANA, L. f Doña Juana de Austria, gobernadora de España..., 1535-1573 ( M a d r i d 1955); D E BOOM, G., Don Carlos, l'héritier de Jeanne la Folie (Bruselas 1955); T Y L E R , R., The emperor Charles le Fifth ( L o n d r e s 1956); SÁNCHEZ L O R O , D . , La inquietud postrimera de Carlos V. Trasunto ejemplar desde la fastuosidad cortesana de Bruselas al retiro monacal de Yuste (Cáceres 1957); L U C A S - D U B R E T O N , J., Charles-Quint (París 1958); B A B I LON, J., Charles-Quint, 1550-1558: «Historia» XII (París 1958); T E L L E C H E A IDÍGORAS, J. J., ASÍ murió el emperador. La última jomada de Carlos V: «Bibl. Acad. Hist.» 143 (1958) 155S; M E S S Í A , J. L . , Carlos V en Yuste. Evocación en torno a un centenario: «Arbor» 39 (1958) 155S; SARRALLE, ) . , Carlos V en las borrascas ideológicas de su tiempo: «Raz. y Fe» 158 (1958)4315; FERRANDIS T O R R E S , M . , El conctíto de Trento, obra de la diplomacia de Carlos V: «Homen. d e la U n i v . Gratvx p.373s ( G r a n a d a T958); Carlos V (1 500-r558). Homenaje de la Universidad de Granada ( G r a n a d a 1958); Charles Quint et son temps (París 1959)42 P u e d e n verse: GACHARD, Correspondance de Philippe II sur íes affaires des Pajys-Bas selas 1848S); FERNÁNDEZ D U R O , C , Estudios históricos sobre el reinado de Felipe II ( M a d r i d FORNERON, H., Histoire de Philippe II 4 vols. 2. a ed. (París 1887); PRESCOTT, W . , History reign of Philip the Second, King of Spain 3 vols. (Boston 1855-1859); H U M E , M . ( Philippe
(Bru1880); of the I I of
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Una serie de importantes concilios provinciales proclamando en España y aun completando los decretos tridentinos tuvieron una eficacia extraordinaria en la reforma de los eclesiásticos y seculares 4i. Así, el concilio de Tarragona de 1564, iniciado el 24 de octubre bajo la presidencia de su arzobispo Fernando de Loaces, cuyo objetivo principal fue la aceptación de los decretos tridentinos; y el de Toledo, iniciado el 8 de septiembre de 1565 y terminado el 25 de marzo de 1566, bajo la presidencia de D. Cristóbal Rojas de Sandoval, obispo de Córdoba, con su aceptación de los decretos tridentinos y los abundantes cánones de reforma que promulgó, tuvieron una importancia decisiva en el desarrollo de la reforma católica en España. Felipe II puso todo su empeño en que estos cánones se observaran en todas partes en unión con los decretos tridentinos. Semejante importancia alcanzó el concilio de Valencia de 1565, convocado y presidido por su arzobispo, D. Martín de Ayala, uno de los teólogos más eminentes del concilio de Trento. Sobre la base de las reformas disciplinarias tridentinas, compuso una amplísima instrucción de reforma y disciplina eclesiásticas, que mereció que la Santa Sede lo llamase santo. A la misma aceptación y promulgación de los decretos tridentinos se dedicaron otros varios concilios celebrados en España en 1565: el de Salamanca, presidido por el arzobispo de Santiago de Compostela, D. Gaspar de Zúñiga y Avellaneda; el de Zaragoza, celebrado, por expresa voluntad de Felipe II, por su arzobispo, D. Fernando de Aragón; el de Granada, convocado por el arzobispo Pedro Guerrero, quien tan activa parte había tomado en Trento. Los prelados y los monarcas españoles volvieron a persistir posteriormente en otros concilios de diversas provincias eclesiásticas hasta 1648 en su voluntad decidida de reforma. Así, por no citar más que algunos de los principales, el año 1573 se celebró uno en Tarragona, en el que se decretó, entre otras cosas, la admisión del Breviario romano, y en 1577 se celebró otro de gran trascendencia para la reforma eclesiástica, dirigido por su arzobispo e insigne canonista Antonio Spain (Londres 1897); BRATLI, C , Philip HofSpain (Copenhague 1909), trad. esp. (Madrid 1927); M A R K E S , E., Philip II: «Meister der Politik* 1 (1922); BERTRAND, L., Phüippe II al Escoria! (París 1930); ID-, El enemigo de Felipe II, Antonio Pérez, trad. esp. ( M a d r i d 1943); GASSON, J., La vie de Phüippe II (París 1929); M E R R I M A N , R. B., Philip the Prtudent (Londres 1934); ESTRADA. F-, Felipe II, el rey calumniado (Madrid 1935); RODRÍGUEZ URBANO, C , La España de Felipe II (Barcelona 1935); SCHNEIDER, R., Felipe II o religión y poder, trad. esp. por ALMAGRO. M . (Madrid 1943); FFANDL, L., Felipe II. Bosquejo de una vida y de una época, trad. d e J. CORS GRAU ( M a d r i d 1942). P u e d e n verse numerosos pasajes en PASTOR, O . C , desde vol.14, M A R C H , ) . M . , Niñez y juventud de Felipe II 2 vols. ( M a d r i d 1941); BRAUDÉL, F . , El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe ¡I, trad. del francés por M . M O N E F O R T E T O L E D O y W . ROCES (Méjico 1953) 2 vols.; FORONDO y G Ó M E Z , M . DE, Estudios del reinado de Felipe II. Ensayos históricos (Madrid I9S4); DANVILA Y BURGUERO, A., Felipe II y la sucesión de Portugal (Madrid 1956); F E R NÁNDEZ ALVAREZ, M . , Felipe II. Semblanza del Rey Prudente (Madrid 1956); OLIVEROS DE C A S TRO, M . T . , etc., Felipe II. Estudio médico-histórico ( M a d r i d 1956); REGLA CAMPISTOL, J., Felip II i Catalunya: «Bibl. bibliogr. catal.» X (Barcelona 1956); FERNÁNDEZ Y FERNÁNDEZ DE RETANA, L., España en tiempo de Felipe II: «Hist. d e Esp.», por M E N É N D E Z PIDAL, XIX (Madrid 1958). 43 Véase el resumen d e estos concilios en LLORCA, B., Nueva visión de la historia del cristianismo p.3. f t en vol.r P-474S (Barcelona 1955). Para más particularidades: LOAYSA G I R Ó N , G., Collectio Conciliorum Hispaniae... ed. en fol. ( M a d r i d 1593); AGUIRRE, CARDENAL SÁENZ, Notitia Conciliorum Hispaniae atque Novi Orbis (Salamanca 1686). Completado por }. CATALANI, Collectio máxima conciliorum omnium Hispaniae et Novi Orbis... 6 vols. en fol., 2. a ed. (Roma 1753-1755); TEJADA y RAMIRO, J., Colección de cánones y de todos los concilios de la Iglesia de España y de América 6 vols. ( M a d r i d 18593); M A R Í N O C E T E , A., El Concilio provincial de Granada en 1565. Documentos inéditos: «ArchTeolGran» 25 (1962) 23-178; LLORCA, B., Aceptación en España de los decretos del Concilio de Trento: «EstEcl» 39 (1964) 341-360.459-482; VILLOSLADA, R. G., La reforma española en Trento: ibid., 69-92.147-173.319-340.
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Agustín. Pero el que indica más claramente la voluntad persistente de reforma de parte de los prelados españoles y de Felipe II fue el celebrado en Toledo en 1582 por su arzobispo, D. Gaspar de Quiroga, que tuvo una importancia extraordinaria. Con la recomendación y apoyo más decidido del monarca, quien hizo enviar a él varios memoriales, realizó una obra fundamental de recopilación de la disciplina de la Iglesia, como lo demuestran los cincuenta y dos amplios capítulos de sus constituciones. Para comprender plenamente la obra reformadora realizada por los concilios en la España postridentina, tengamos presentes, en primer lugar, los grandes concilios celebrados en la América española del Norte y del Sur, y, por otra, algunos otros celebrados en la Península en la primera mitad del siglo xvn. Así, en 1582 se celebró el concilio I de Lima, el primero de los celebrados por Santo Toribio de Mogrovejo, que tuvo una importancia trascendental. En sus cinco sesiones, después de aceptar solemnemente los decretos tridentinos, compuso sobre esta base un amplio código de disciplina eclesiástica para toda América en 102 cánones. Y en 1585 se celebró en Méjico el concilio II Mejicano, presidido por su arzobispo, Pedro de Moya Contreras, que tuvo una significación semejante al I de Lima. En 1622, el arzobispo de Méjico, Juan de la Serna, publicó sus decretos, que constituyen un código de derecho canónico aplicado a las Indias. Como muestra de los concilios provinciales celebrados en España hasta 1648, notaremos algunos de Tarragona: en 1605 celebró uno el metropolitano D. Juan Teres, que en sus treinta y ocho sesiones redactó importantísimos decretos disciplinares. En 1607 reunió otro el obispo de Vich, Manrique, que alcanzó singular importancia. El metropolitano Juan de Moneada celebró dos, e n i 6 i 3 y i 6 i 8 ; y , prescindiendo de algunos otros, el que revistió más importancia es el de 1635, celebrado por el metropolitano Pérez, que llegó a reunir 52 sesiones, en las que redactó una serie de constituciones disciplinares de gran trascendencia. Al lado de los concilios provinciales y diocesanos, siempre apoyados por Felipe II y sus sucesores, desarrollaron una intensa labor por la reforma católica del estado seglar y de los eclesiásticos algunos grandes prelados, que tanto se distinguieron en la España de este período. A ellos pertenecen, entre los contemporáneos del concilio de Trento, los ya citados Padres del concilio: el arzobispo de Valencia, Martín Pérez de Ayala, y el de Granada, Pedro Guerrero 4 4 ; el de Santiago de Compos tela, Gaspar de Zúñiga y Avellaneda; el de Tarragona, Fernando de Loaces; el de Toledo, Gaspar de Quiroga, y de un modo muy particular Santo Tomás de Villanueva (f 1555) y San Juan de Ribera (f 1611), ambos arzobispos de Valencia. Por su parte, las órdenes y congregaciones religiosas antiguas y modernas fueron igualmente en la España de este período instrumentos es44 Sobre estos y otros prelados españoles q u e asistieron al concilio d e T r e n t o véase, sobre todo, G U T I É R R E Z , C., Españoles en Trento (Valladolid 1951). Asimismo p u e d e n verse: ROBRES L L U C H , R., San Juan de Ribera... 1532-161 r. Vn obispo según el ideal de Trento (Barcelona 1960); FOLGADO FLÓREZ, S., Función de la Virgen en la economía de la salvación según Santo Tomás de Villanueva: «RevEspTeol» 20 (1960) 360-390; JOBIT, P., S. Thomas de Villeneuve, l'évéque des pauvres: «BiblEcclés» (París 1961); GALDUL BLASCO, V., El primer santo negro, Martín Pones: «Estampas biográficas» (Barcelona 1961); VELASCO, S., San Martín de Porres (Villava 1962); SÁNCHEZ-SILVA, J. M . , San Martín de Porres (Palencia 1962); SANZ BURATA, L., £ ¡ primer santo de color, Martín d Peorres: «Eccl.» 1 (1962) 557-558.
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peciales de la renovación católica. Véase lo que anteriormente expusimos sobre las nuevas congregaciones o reformas de los benedictinos, franciscanos, agustinos, trinitarios, mercedarios y particularmente de la reforma carmelitana, promovida por Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. Véase igualmente la intensa participación de España en las nuevas órdenes religiosas, sobre todo la Compañía de Jesús, la Orden de San Juan de Dios, la de las Escuelas Pías y otras semejantes, y se comprenderá la intensidad con que las órdenes religiosas antiguas y modernas contribuyeron a la renovación católica en la península Ibérica. 2. Manifestaciones de santidad. Espíritu misionero.—Esta renovación completa y toda la pujanza del catolicismo en la España de la segunda mitad del siglo xvi y primera del xvn tuvo multitud de manifestaciones, algunas de ellas verdaderamente significativas. La primera y fundamental es el espíritu profundamente católico y de piedad cristiana y el amor entrañable a la fe católica, que hizo del pueblo español uno de los más fervientes defensores de la fe cristiana, con la que llegó hasta cierto punto a identificarse. Este espíritu se manifestaba en todos los órdenes de la vida, pero de un modo especial en la tenacidad en la defensa de la fe y unidad católica frente a todos los conatos de las nuevas ideologías. Fruto espontáneo de esta renovación espiritual y una de sus manifestaciones más significativas fue una verdadera pléyade de santos, de grandes apóstoles populares, de hombres inflamados por el amor de Dios. Entre ellos deben contarse, en primer lugar, algunos de los prelados a que antes hemos aludido, como Santo Tomás de Villanueva y San Juan de Ribera, así como también los fundadores o reformadores de órdenes religiosas: San Pedro de Alcántara, San Juan de Dios, San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, San José de Calasanz y otros. Además, podemos señalar: al dominico valenciano San Luis Beltrán (f 1581), al franciscano San Pascual Baylón (f 1582), al agustino Beato Alonso de Orozco (f 1591), al mínimo Beato Gaspar Bono (f 1604), al trinitario Beato Simón Rojas (f 1624). Entre todos ellos destacan, por una parte, San Francisco de Borja (f 1573), insigne por el desprecio de las grandezas humanas, y San Alonso Rodríguez ( t 1617), hermano lego de la Compañía de Jesús; y, por otra, los grandes riiisioneros San Francisco Javier (f 1552), Santo Toribio de Mogrovejo, San Francisco Solano (f 1610) y San Pedro Claver (f 1654). Una de las manifestaciones más fecundas de la profunda renovación y del espíritu católico del mundo hispano del siglo xvi y principios del xvn fue el espíritu misionero que aparece en toda su actuación. Tanto España como Portugal, impulsadas por este espíritu misionero, ansioso de comunicar a los demás la verdad poseída, se desbordan en África, América, Asia y Oceanía, convirtiéndose en las naciones misioneras por antonomasia y ganando para la Iglesia innumerables territorios. Véase el capítulo que dedicamos a las misiones de este período y se verá cómo éstas fueron obra casi exclusiva de España y Portugal durante este período 47 . 47 Véase abajo c.12. En particular véanse las obras siguientes: MOLINER, J. M. DE LA CRUZ, Historia de la literatura mística en España (Burgos 1961); SAINZ RODRÍGUEZ, P., Espiritualidad
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3 En el campo de las ciencias y de las artes.—Asimismo es manifestación exuberante de la renovación católica y del profundo espíritu cristiano de la España de este período el extraordinario florecimiento de las ciencias eclesiásticas y de toda la literatura cristiana. En el capítulo correspondiente podrá apreciarse cómo una gran parte de los teólogos, polemistas, canonistas, escriturarios, ascetas y demás escritores, que tanto abundaron y tanta significación tuvieron en la renovación y reforma católica, pertenecen a la península Ibérica 48 . Indudablemente este hecho constituye uno de los símbolos más expresivos de la verdadera significación de la España católica de este tiempo. Como prueba de lo mismo, indicaremos únicamente la intensa participación que tuvo España en el concilio de Trento 4 9 . Conocemos en conjunto los nombres de 245 españoles que tomaron parte en todas o en alguna de las tres etapas del concilio. Por otro lado, si se observa en particular el número de Padres del concilio y el de los teólogos que participaron en las discusiones conciliares, aparece más claramente toda la significación de la participación española. Entre poco más de 200 Padres que participaron en el concilio, los españoles fueron 66, y, siendo el número de los teólogos algo más de 200, eran españoles unos ciento diez. Sólo estos datos indican suficientemente la proporción de la participación española. Esta aparece más claramente si consideramos los españoles más distinguidos entre los Padres y teólogos y su respectiva actuación en el concilio. Entre los prelados, nombremos a D. Pedro Pacheco, cardenal de Jaén, uno de los que más contribuyeron a vencer las dificultades del concilio, si bien a las veces, como representante del emperador, se puso en oposición al romano pontífice; al fogoso arzobispo de Granada, D. Pedro Guerrero, que tomó parte activísima en importantes discusiones dogmáticas y disciplinares; al insigne teólogo y arzobispo de Valencia, D. Martín Pérez de Ayala, quien dio particulares pruebas de sus conocimientos teológicos en la cuestión de la justificación y en otras muchas; al no menos insigne obispo Antonio Agustín, indudablemente uno de los canonistas más destacados en la tercera etapa del concilio, como lo probaron sus acertadas intervenciones. Asimismo, los obispos Andrés de Cuesta (f 1564), quien intervino, sobre todo, en las discusiones sobre el orden y el matrimonio; Antonio Corrionéro (t 1570), que fue, según la voz común, uno de los teólogos más eminentes de la tercera etapa del concilio, como lo prueban los largos resúmenes de sus intervenciones, que se incluyeron en las actas, y, finalmente, Francisco Blanco, célebre por sus acertadas intervenciones en la cuestión del santo sacrificio de la misa y otras. No menos significación alcanzaron los teólogos españoles. Baste nomespañola: «Bibl. del pensamiento actual» 107 (Madrid 1061); OLAECHEA, M., Algunos aspectos de la espiritualidad de San Juan de Ribera: «TeolEspir» 5 (1961) 11-33; ROBRES LLUCH, R., Biblia y ascética en S. Juan de Ribera, escriturista postridentino: ibíd., 35-62; Corrientes espirituales en la España del siglo XVI: Trabajos del II Congreso de Espirit. (Barcelona 1963). 48 Puede verse c.13. Véanse en particular las obras recién publicadas: PEREÑA VICENTE, L., La Universidad de Salamanca, forja del pensamiento polít. esp. del siglo XVI (Salamanca 1954); ID., Diego de Covarrubias y Leyva, maestro de Salamanca: «RevEspDerCan» 9 (1956) 191-199; MARTÍN HERNÁNDEZ, F., La formación clerical en ios colegios universitarios españoles (1371-1563) (Vitoria 1961); ID-, Historia de la Teología en España (1470-1570). I. Instituciones teológicas: •Public. Inst. Esp. Hist. Ecl.» monografía 7 (Roma 1962). 4 9 V i * * » 1-
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brar: entre los dominicos, a Melchor Cano (f 1560), quien, enviado por el emperador, se distinguió como una de las primeras figuras, de lo que son excelente prueba las tres síntesis de sus intervenciones conservadas en las actas; a Bartolomé de Carranza (f 1576), teólogo también del emperador y posteriormente arzobispo de Toledo, quien se acreditó en la primera y segunda etapa como gran teólogo; a Domingo Soto (t 1560), bien conocido como profesor de filosofía en Alcalá, quien se distinguió de tal modo sobre todo en su intervención en las discusiones sobre la justificación, que Hurtado de Mendoza lo presentaba como «una de las personas de mejor y más segura doctrina»; a Pedro de Soto (f 1563), gran polemista y teólogo y uno de los mejores exponentes de la escuela tomista. De la Orden franciscana, entre sus veintiún teólogos tridentinos mencionaremos: a Andrés de Vega (f 1549), que es considerado como uno de los mejores teólogos de Trento, como se manifestó principalmente en sus trabajos en la preparación del decreto de justificación, cuyo primer esquema fue obra suya; a Alonso de Castro (f 1558), bien conocido por su obra Contra todas las herejías, quien, enviado por el príncipe D. Felipe, dio excelentes pruebas de su talento; a Luis de Carvajal (f 1552), quien intervino con gran brillantez en los debates sobre la justificación. Al lado de estos eminentes teólogos españoles y del agustino Cristóbal Santotis ( f i ó n ) , del Jerónimo Francisco de Benavides (f 1560) y otros muchos, no podemos dejar de mencionar a dos insignes representantes de la Compañía de Jesús, Diego Laínez y Alfonso Salmerón, ambos teólogos pontificios, que se distinguieron extraordinariamente en las tres etapas del concilio. Del prestigio alcanzado por Diego Laínez (t !565) son pruebas clarísimas los numerosos resúmenes que de sus intervenciones nos han transmitido las actas del concilio. Son célebres, sobre todo, sus intervenciones en los debates sobre la justificación y sobre el derecho divino de los obispos. Por lo que se refiere al P. Alfonso Salmerón (f 1585), los legados pontificios reconocieron públicamente su prestigio en la tercera etapa del concilio, designándolo para que hablara en primer lugar antes de los teólogos en las diversas materias. Juntemos todavía otras tres figuras insignes entre los teólogos españoles de Trento: Cosme Damián Hortolá (f 1568), Cardillo de Villalpando (f 1581) y Pedro de Fuentidueña (f 1579), que descollaron no sólo como teólogos por sus atinadas intervenciones, sino particularmente como grandes oradores del concilio. Si a todo esto añadimos la intensa actividad que durante el concilio desarrollaron los embajadores españoles Diego Hurtado de Mendoza, Francisco de Toledo y el conde de Luna, se comprenderá la gran significación de España en el gran concilio. A esta manifestación de la renovación católica de la España de este período, consistente en el extraordinario apogeo de las ciencias eclesiásticas y en la intensa participación de los Padres y teólogos españoles en el concilio de Trento, debemos añadir otro fenómeno semejante, que es una exuberancia extraordinaria en las diversas ramas del arte. Indudablemente, junto con Italia, España lleva en ellas la dirección, produciendo en todos los órdenes obras de gran valor artístico, que
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constituyen uno de los mejores exponentes del espíritu católico de I a Península. En el capítulo correspondiente al arte cristiano de este p e ' ríodo se verá la plena confirmación de nuestro aserto 50 . 4. Defensa del catolicismo.—Teniendo, pues, presente la pro~ funda renovación católica de la España del siglo xvi y principios del xvii> las fecundas manifestaciones que este espíritu produjo en las grande 5 conquistas misioneras y en el extraordinario apogeo en las ciencias i en las artes, y, finalmente, considerando la significación política que alcanzó España en el siglo xvi, se comprende fácilmente se presente España como la defensora más decidida del catolicismo. En realidad, frente a las convulsiones que produjeron entre los pueblos católicos de Europa, por un lado, las persistentes acometidas de las fuerzas del Islam, y, por otro, los diversos movimientos protestantes, España aparece constantemente defendiendo por todos los medios posibles, incluso con las armas, a la Iglesia católica. El insigne historiador alemán Gustavo Schnürer enjuició esta actuación de España, aplicándola de un modo especial a Felipe II, que es quien mejor la encarna, con las siguientes palabras: «Por la fe de la Iglesia luchó contra todos los enemigos de la misma, contra los innovadores de los Países Bajos como contra el Islam. El último de sus ideales fué dominar con su Armada en Inglaterra a los que habían apostatado de la Iglesia» 51 . Con semejantes expresiones enjuician otros escritores, tanto católicos como protestantes, la actuación de Felipe II y de sus sucesores en defensa de la Iglesia católica. La única diferencia consiste en que unos suponen que Felipe II y los monarcas católicos españoles defendían en todas partes la fe cristiana porque de este modo defendían al mismo tiempo sus propios intereses; otros, en cambio, defienden que los monarcas españoles ponían la fe católica por encima de éstos. Sin tratar, pues, de resolver esta cuestión, por un lado, diremos que ciertamente Felipe II y los monarcas españoles, en su defensa de la fe católica, se proponían juntamente defender sus propios intereses. Mas, por otro, no puede negarse que, en toda su actuación frente a los enemigos de la fe católica, los guiaba el sincero deseo de defenderla por encima de todos los intereses temporales. De hecho unieron tan íntimamente su propio reino con el catolicismo, que llegaron a considerarlo como una misma cosa, por lo cual defendían con todas sus fuerzas y con todo el poder de sus ejércitos los intereses de sus Estados con la más íntima convicción de que defendían con ello la fe católica. En este sentido es acertada la concepción de uno de los más significados portavoces del protestantismo conservador de nuestros días cuando dice: «Este período de la Contrarreforma recibe su característica por la unión de España con el Papado... Porque constituía para él (Felipe II) como la idea fija de su vida, un reino católico unido inseparablemente con su dominio temporal. En esta unión de la fe católica española con la propia gloria y poder temporal, Felipe II es la personificación de la reforma católica» 52 . La misma idea la expresa el histo5» Abajo, c.15. 5' Katholische Kirche und Kultur in der Barrockzeit (Paderborn -»937) 166. 52 Reformation und Gegenreformation: «Handb. der Kirchengesch.» 111,2 (Tubinga 1931) 245-
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riador católico Carlos Eder al afirmar que el «catolicismo y el sentimiento nacional español se fundieron en una unidad completa»; y, hablando en particular de Felipe II, dice que «el mantenimiento y defensa de la Iglesia significaba para él la seguridad de España...; de ningún modo quería ser rey de herejes» 53 . Algo semejante se puede decir de los monarcas españoles sucesores de Felipe II. Con esta concepción u otra semejante, España realmente fue durante este período la más fiel y decidida defensora de la fe católica incluso cuando otros príncipes cristianos no la defendían y cuando esta defensa significaba una debilitación agotadora de sus fuerzas. Así aparece siguiendo las más significativas intervenciones de España en defensa de la fe católica. Carlos I de España (Carlos V como emperador) (1516-1556) defendió durante toda su vida el catolicismo, e indudablemente tuvo siempre la intención más sincera en todos los actos que realizó. Es cierto que durante su reinado se levantó y se organizó el protestantismo en Alemania ; pero esto sucedió no obstante los esfuerzos realizados por él para impedirlo, en lo cual una de las causas decisivas fue el hecho que, por la situación de Alemania, era muy limitado su poder frente a los demás príncipes del Imperio. A pesar de esto, llegó a entablar contra los príncipes protestantes la guerra de Esmalcalda (1547) 54 con el objeto de dominarlos y en defensa de la fe católica; pero, aunque salió victorioso de ella, no consiguió lo que había pretendido. En este punto fue una verdadera fatalidad que las guerras, principalmente con Francia, desviaron de tal manera su atención de Alemania, que permitieron el desarrollo y consolidación del protestantismo. Por otra parte, luchó denodadamente contra los avances y la amenaza continua del Islam en las diversas guerras que mantuvo contra los musulmanes. Dentro de España, donde gozaba de un poder mucho más efectivo, mantuvo en toda su pureza la fe católica, fomentando y llevando a su apogeo la reforma católica e identificándose con su pueblo, eminentemente católico. Cuando, agotado por tantos años de enconada lucha y por los acontecimientos ocurridos desde 1552 por la traición de Mauricio de Sajonia, entregó el gobierno en 1556 a su hijo Felipe II y se retiró al monasterio de Yuste, vigilaba desde allí los progresos del protestantismo y alentaba a su hijo a mantenerse firme contra él. Son muy significativos los últimos consejos que le dio al tener noticias de las infiltraciones protestantes de Valladolid y Sevilla. Felipe II (1556-1598) es, indudablemente, quien mejor personifica la actuación de la España católica del siglo xvi en defensa de la fe católica. Lento hasta el exceso en sus resoluciones, obraba siempre con suma independencia. Como rey de España, imbuido hasta lo más profundo del sentimiento católico de toda la nación, obró siempre como el defensor de la fe católica y de la Iglesia. Cometió ciertamente algunos errores fundamentales, sobre todo ensanchar extraordinariamente los derechos de la Corona, con tendencia a un regalismo exagerado. 54 HASSENCLEVER, A., Die Politik Karls V und Philipps von Hessen vor Ausbruch des Schmalkaldíschen Krieges (1903); T E L L E C H E A , J. I., La renuncia de Carlos V y la elección de Fernando de Austria: «ScripVict» 7 (1960) 7-78.207-283; JOVER, J. M.-, Carlos V y los españoles (Madrid 1963). 53 Die Gesch. der Kirche... (Viena 1949) 3313.
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Pero en todo caso se guió siempre por el más sincero deseo de defender a la Iglesia católica. Ya al principio de su reinado tuvo que hacer frente a dos serios intentos realizados por los protestantes por introducirse en España. Sonlos célebres focos protestantes de Valladolid y Sevilla, que han sido.objeto de especiales estudios en nuestros días. Pero, gracias al espíritu profundamente católico de la España del tiempo y al decidido apoyo prestado por el rey a la Inquisición, fracasaron por completo estos intentos 55 . De ellos se ha hablado en otro lugar 56. Después de esto, la Inquisición siguió vigilante, atajando en todas partes todo conato de introducir en España el luteranismo o calvinismo. De hecho fueron pocos los casos en que tuvo que intervenir, pero fueron siempre aislados y generalmente subditos extranjeros. Con esta vigilancia, según atestigua el historiador protestante E. Scháfer en su obra sobre los protestantes españoles, a ella y al apoyo de Felipe II se debe el hecho que el protestantismo no consiguiera introducirse y arraigar en España. Al mismo tiempo tuvo que defender Felipe II a España y a la fe católica contra el peligro del ,islam. Es bien conocido el hecho que durante los años 1568-1571 se vio forzado a intervenir enérgicamente contra los últimos restos de los musulmanes en las repetidas y difíciles campañas contra los levantamientos de las Alpujarras 57 y en el Mediterráneo; pero de un modo especialísimo enviando en 1571 a Italia a D. Juan de Austria y contribuyendo eficazmente por su medio a la gran victoria de Lepanto de julio de 1571 contra un enemigo que constituía el terror de la cristiandad 58 . De particular trascendencia y sumamente significativas sobre la actuación de España en defensa del catolicismo, más o menos unido a sus propios intereses, fueron las tres intervenciones de Felipe II en Francia, en los Países Bajos y en Inglaterra. En Francia mantuvo con la mayor tenacidad una serie de guerras religiosas (1562-1596) contra los calvinistas o hugonotes con el objeto de que no subiera un calvinista al trono de Francia, y aun después de la conversión de Enrique IV continuó apoyando contra él a la Liga Católica, fundado en el temor de que esta conversión fuera meramente aparente y política. Es cierto que en esta guerra defendía sus intereses, puesto que trataba de ganar el trono de Francia para su hija Isabel Clara Eugenia; pero no puede dudarse de que era sincero su deseo de impedir que el trono 55 Véanse, sobre todo, las exposiciones fundamentales: M E N É N D E Z PELAYO, M . , Historia de los heterodoxos españoles, ed. B A C (Madrid 1956) I,879s; SCHAFER, E., Beitrage zur Gesch. der spanischen Inquisition und des Protestantismus 3 vols. (Gütersloh 1902) I , i 8 3 s ; TELLECHEA IDÍGORAS, J. I., Bartolomé Carranza, arzobispo. Un prelado evangélico en la silla de Toledo (15571558) (San Sebastián 1958). P u e d e n verse en particular algunas obras generales recientes sobre Felipe I I : SOLANO, F . , El tratado de Chateau-Cambresis, 1559: «Univ.» 36 (1959) 295-353: A L T A M I RA, R., Ensayo sobre Felipe II, hombre de Estado (Madrid 1959): ARNOLDSON, S., La leyenda negra (GÓteborg 1960); R U L E , F . C . - T E PASKE, J. J., The character of Philip ¡I. Tile prohlem of moral judgements in history: «Problems in European civilization» (Boston 1963): P E T R I , C , Philip II ofSpain (Londres 1963); J E D I N , H . , art. Philipp II: «LexThK» 8 (1964) 435-437. 56 Véase p . 760 57 Véase, ante todo, la obra fundamental BRAUDEL, F-, La Méditerrannée á l'époque de Philippe II (París 1949). Véanse asimismo las historias de España en sus pasajes correspondientes, como las d e BALLESTEROS, A., y AGUADO BLEYE, las historias d e Felipe II y las de D . Juan d e Austria. Entre estas últimas véase BALLESTEROS, A., Don Juan de Austria y su vida. 58 Sobre la batalla d e L e p a n t o y la participación d e España en ella pueden verse, además d e las obras generales, CHACK, P., La bataille de Lepante (París 1938): SERRANO, L., España en Lepanto ( M a d r i d 1935): CARRERO BLANCO, L . , Lepanto: «Arbor» n.35 (nov. 1948) 181S.
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de Francia cayera en manos del protestantismo. Más aún: no es arriesgado afirmar que en gran parte se debe a su persistencia en apoyar a la Liga Católica el que Enrique IV abjurara del calvinismo y, por consiguiente, que Francia permaneciera católicas?. De un modo semejante debe juzgarse la intervención de Felipe II y España en los Países Bajos (1572-1600). Iniciado el levantamiento, se vio bien pronto que' la cuestión que se planteaba era una lucha a muerte entre el protestantismo, que se había apoderado de gran parte del territorio y era apoyado por Isabel de Inglaterra y los príncipes luteranos de Alemania, y el catolicismo, defendido por las armas españolas. Indudablemente también, Felipe II en esta campaña trataba de defender sus derechos manteniendo aquellos territorios para su corona; pero con el rigor empleado en los comienzos de la represión por el duque de Alba, con la política del gobernador Requeséns, con las dotes extraordinarias de D. Juan de Austria y la estrategia consumada de Alejandro Farnesio logró reconquistar poco a poco para el catolicismo gran parte de los territorios perdidos. De hecho, el que toda la región de Bélgica y el Limburgo holandés hayan permanecido católicos se debe indudablemente al esfuerzo realizado por España en defensa de estos territorios 6 0 . Finalmente, intervino Felipe II el año 1588 en Inglaterra por medio de la Armada Invencible, que, frente a una serie de ventajas de las fuerzas enemigas y a las persistentes tempestades que imposibilitaron su actuación, terminó en el más humillante fracaso. Es evidente que con ello defendía Felipe II sus intereses, pues trataba de vincular de algún modo a su corona aquellos territorios; pero también es cierto que su objeto inmediato era librar del anglicanismo e implantar de nuevo el catolicismo en Inglaterra 61 . Algo semejante debemos decir de Felipe III (1598^1621) y Felipe IV (1621-1665). Aunque en conjunto la nación entró en un período de decadencia, mantuvo substancialmente los mismos principios en defensa del catolicismo. Llegóse en este tiempo al mayor apogeo de la renovación católica en Europa, hasta tal punto que se coligaron contra ella las potencias protestantes en la guerra de los treinta años 62. España, 59 Acerca d e las guerras religiosas d e Francia véase arriba p.926. E n particular G R O Z E , J. D E , Les Guises, les Valois et Philippe II (París 1866); BRAUDEL, l.c.; VÁZQUEZ DE PRADA, V., Los orígenes de la política intervencionista de Felipe II ( M a d r i d 1948). 60 A d e m á s de las obras citadas arriba, p.939 nt. 1, véanse: VÁZQUEZ, A., Guerras de Flandes y Francia en tiempo de Alejandro Farnesio (1577-1592) ( M a d r i d 1879S); BARADO, F-, Don Juan de Austria en Flandes ( M a d r i d 1901); I D . , Don Luis de Requeséns ( M a d r i d 1902); D E R ESSEN, L . VAN, Alexandre Farnése, prince deParme, gouverneur general des Pays-Bas (1545-1592) 5 vols. (Bruselas 1942S); GOSSART, E., L'établissement du régime espagnol dans les Pays-Bas á la fin du régne de Philippe II (Bruselas 1906); P I R E N N E , H . , fíistoire de Belgiqüe 4 vols. 3 . a ed. (Bruselas 1923); D I E R I C K , M . , La politique relig. de Philippe II dans les anciens Pays-Bas: «Hisp.» 16 (1956) 130S. 61 P u e d e n consultarse: P O L L E N , J. H . , The Engiísh Caíhoíics in the Reígn ofQueen Elizabeíh, 1558-1580 (Londres 1920); BLACK, J. B., The reign ofQueen Elizabeth, 1558-1603 (Oxford 1936); C H E V N E Y , E. P . , A history o / E n g l a n d / r o m the defeat of the Armada to the death o/Eíizabeth 2 vols. (Nueva York 1948); FERNÁNDEZ D U R O , C , La Armada Invencible ( M a d r i d 1884-1885); G O S SART, A., L'ínuencibíe Armada: «Rev. Belg.» (1886); D U Q U E DE MAURA, Et designio de Feíipe II y el episodio de la Armada Invencible (Madrid 1957); SCHNEIDER, R., Philipp der Zweite oder Religión und Macht (Berlín 1958); M A T T I N G L Y , G . , Die Armada ( M u n i c h 1960); L E W I S , M . , The Spanish Armada (Londres 1960): R E G L A , J., La expulsión de los moriscos y sus consecuencias: «Hispan." 13 (1953) 216-267.402-479; ID., LOS moriscos: estado de ia cuestióny nuevas aportaciones documentales: «Setabis» 10 (1960) 101-130; H A L P H E R I N , T . , Un conflicto nacional: moriscos y cristianos viejos en el reino de Valencia: «CuadHistEsp» 23-24 (1955) 5-115; 25-26 (1957) 83-250. 62 Véanse W I N T E R , G., Geschichte des 30. jdhrigen Krieges (1893); G Ü N T H E R , H . , Die Habsburger Liga (1626-1635). Akten aus Simancas (1908); L E M A N , A., Richelieu et Olivares. Leurs
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siguió hasta la paz de Westfalia de 1648 identificada con el catolicismo y defendiéndolo en todos los campos con todo su poder. Por eso uno de los hechos más memorables del fin del reinado de Felipe III y, sobre todo, del gobierno de Felipe IV es el haber puesto todo su poder al servicio de la causa católica en la guerra de los treinta años (1619-1648), en la que bien podemos decir que España acabó de desangrarse en defensa del catolicismo. Porque, aunque es verdad que en toda esta campaña los monarcas españoles, en unión con los Habsburgos de Alemania, defendían los intereses de sus respectivas coronas y su predominio en Europa, no hay duda que esto significaba el predominio del catolicismo. Por el contrario, la derrota final que significa la paz de Westfalia fue, indudablemente, el mayor triunfo del protestantismo. Pero si es cierto que Felipe II y sus sucesores defendieron de este modo, aun por medio de las armas, el catolicismo, siendo como la personificación de la renovación católica, justo es observar que incurrieron repetidas veces en algunos errores fundamentales, que dañaron considerablemente a la Iglesia, a la que trataban de defender. Los errores a que nos referimos se refieren a extralimitaciones o intromisiones abusivas de parte de los monarcas españoles en asuntos eclesiásticos, que son una de las desventajas de aquella identificación entre el catolicismo y el Estado español. Felipe II y los monarcas españoles, al unirse tan íntimamente con el catolicismo e identificar su causa con la de la Iglesia, no hay duda que prestaron servicios trascendentales a la renovación católica; pero a las veces trataban abusivamente de someter a la Iglesia y aun a los papas a su propio interés. Al reconocer y estimar el gran bien que hicieron al catolicismo con su defensa incondicional, debemos lamentar el daño que le inferían inconscientemente con estos abusos. En este punto, lo más notable iba unido y era consecuencia del patronato español <>3, que, a semejanza del que poseían otros Estados católicos, comprendía una serie de privilegios de la corona española a cambio de los servicios que prestaba a la Iglesia. El principal dé estos privilegios consistía en el derecho de presentar a los obispos y otras dignidades eclesiásticas, lo cual equivalía en la práctica al derecho de su nombramiento. Todos estos derechos comunicaban a los reyes y a sus gobernadores un influjo extraordinario en los eclesiásticos, de que muchas veces abusaban. Avanzando más todavía en este influjo en los asuntos eclesiásticos, se fue formando el llamado regalismo M, por el que se defendían ciertos négotiations secretes de 1636 a 1642 pour le rétablissement de lapaix (Lille 1938); PALACIO ATARD, V., Westfalia ante los españoles de 1648 y de 1948: «Arbor», enero d e 1948, p-53s; ALDEA, Q . , España, el papado y el imperio durante la guerra de los treinta años: «Mise. Com.» 30 (1958) 25ÍS; R E G L A CAMPISTROL, J-, La expulsión de los moriscos y sus consecuencias ( M a d r i d 1953). 6} Sobre el patronato español véanse LETURIA, P . DE, Der hl. Stuhl und das spanische Patronat in America: «Hist. Jb.» 46 (1926) 14S; I D . , El origen histórico del patronato de Indias: «Raz. Fe» (1927); I D . , El vicariato de Indias...: «Span. Forsch.» I (1930) 133S; BAYLE, C., La expansión misional de España (Barcelona 1936); EGAÑA, A. DE, La teoría del regio vicariato español de Indias: «Anal. Greg.» n.95 (Roma 1958); RODRÍGUEZ VALENCIA, V., El Patronato regio de Indiasy la Santa Sede en Sdnto Tortóio de Mogrovejo (1581-1606) (Roma 1957). 64 Véanse en t o r n o al regalismo, ante todo, las obras citadas en la nota precedente sobre el patronato, en particular LETURIA y EGAÑA. A d e m á s , CÁNOVAS DEL CASTILLO, Estudios del reinado de Felipe IV2 vols. ( M a d r i d 1888-1889); LETURIA, P . DE, Antonio Lelio de Fermoy la condenación del «De Indiarum Jure», de Solórzano Pereyra: «Hisp. Sacra» 1 (1949) 47s; D E L E Y T O Y PEÑUELA, J., La vida española en tiempo de Felipe IV 6 vols. (Madrid i o s i i . Sohrp tndn- r i u i ™ i n P I *™.--~
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derechos o supuestos derechos, más o menos abusivos, de la corona. El más odioso de todos era el reglura exequátur, por el que todas las disposiciones pontificias eran sometidas al Consejo Real, cuyo placet o aprobación era indispensable para su publicación. Así se había establecido por pragmáticas de ios años 1523, 1528 y 1543. Fácilmente se comprenden los abusos a que se prestaban tanto el patronato como, sobre todo, el regalismo creciente de la corte española, muy conforme con el absolutismo creciente de las monarquías de este tiempo, que, por lo demás, estaba en boga en todos los Estados cristianos y llegó a sus peores consecuencias en el galicanismo francés. Fue típico en Felipe II el caso del arzobispo de Toledo Bartolomé de Carranza 65 . Procesado por la Inquisición española, Felipe II se opuso tenazmente a que su causa fuera trasladada a Roma, por suponer que esto era en detrimento del tribunal español de la Inquisición, y, cuando se vio obligado a ceder, hizo todo lo posible para que el reo fuera condenado. Son célebres asimismo y típicas sobre esta tendencia regalista de Felipe II sus contiendas con San Pío V con ocasión de ciertas extralimitaciones del gobernador de Ñapóles, la prohibición de la publicación de la bula In Coena Domini, que condenaba los recursos de fuerza, y la retención de otras resoluciones pontificias. El mismo embajador español, Luis de Requeséns, juzgaba exageradas estas medidas de la corte española. A semejante violencia se llegó durante el pontificado de Sixto V, decidido adversario de la política española. El exagerado regalismo de la corte española abusaba en la recaudación de la cruzada, subsidio y excusado y continuaba reteniendo diversas disposiciones pontificias 66. Más manifiesta es la tendencia abusiva del regalismo estatal en la primera mitad del siglo xvn. Es sintomática en este punto la solución dada por una comisión nombrada al principio del reinado de Felipe III en la que tomaban parte Rodrigo de Castro, arzobispo de Sevilla, y Fr. Gaspar de Córdoba, confesor del rey. En el asunto de la intervención del rey en el conclave para la elección del papa, declaraba enteramente lícita la exclusión de los no idóneos y los esfuerzos por la elección del más apto. Esto significaba la más plena aprobación de la intervención de las cortes. Sobre la aprobación del regalismo reinante, nos dan pruebas clarísimas las obras de Diego de Covarrubias, del Dr. Juan Roas Dávila, de Jerónimo de Ceballos, Solórzano, Castro, Pereira y otros 6 7 . Como muestra de los casos de regalismo exagerado, en que España defendía sus derechos contra Roma, es célebre el de Antonio de Covarrubias, siendo arzobispo de Sevilla D. Pedro Vaca de Castro. La lucha más encarnizada contra la jurisdicción pontificia duró los últidato español de 1753; M A R T Í N , L, Contribución al estudio del regalismo en España: «Rev. E s p . D e r . Can.» 6 (1951) 119IS; PORTILLO, Diferencias entre la Iglesia y el Estado con motivo del real patronato en el siglo XVIII: «Raz. Fe» 21 P.59S.329S; 22 p . 6 o s ; 23 p.1655; 24 p . 3 3 i s ; M A R I A N I , La Spagna e la Santa Sede (1655-1659); L E R A , P., España bajo los Borbones2-*ed. (Barcelona 1930). 65 Puede verse la amplia exposición de M E N É N D E Z PELAYO, M . , Heterodoxos, ed. B A C , II,4s. Asimismo, PASTOR, O . C , XVII,309S. 66 Véanse PASTOR, O . C , XXI,240s. Son particularmente célebres los conflictos motivados p o r el embajador español, Olivares. Véanse las obras siguientes: A L D E A , Q . , Iglesia y Estado en la España del siglo XVII (Ideario politico-ecles.): «MiscCom» 36 (1961) 143-544- E d . separ. (Comillas: 1961); P É R E Z M A R T Í N , M . J., Margarita de Austria, reina de España: «Grandes biografías» (Madrid 1961); C A N O DE GARDOQUI, J. L., España y los Estados italianos independientes tn 1600: «Hisp.» 23 (1963) 524-55567 Puede verse BALLESTEROS BERETTA, A., o . c , IV,2 p.237.
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mos años de Felipe III y los primeros de Felipe IV. Pero el que llevó al punto culminante esta oposición y abuso fue el ocurrido durante el pontificado de Urbano VIII (1623-1644), poco amigo de España. El enviado español, cardenal Borja, con otros compañeros suyos, presentaron ante la Santa Sede un memorial de agravios; pero, habiendo sido tratados con inusitada dureza, siguió una contienda cada vez más violenta. En 1633 se presentó un nuevo memorial de agravios; pero las pasiones de una y otra parte se fueron excitando hasta tal punto, que en 1639 se cerró la Nunciatura de Madrid. Afortunadamente se solucionó el conflicto en 1640 con la llamada concordia Fachinetti, que era el nuncio en España. Pero, a pesar de este regalismo y de estas exageraciones en la defensa de sus derechos más o menos abusivos, España y los monarcas españoles fueron hasta 1648 los defensores del catolicismo, y de ellos podemos afirmar, como de Carlos V y Felipe II, que, aun desangrándose, siguieron defendiendo a la Iglesia católica en todas partes, como lo mostraron en la guerra de los treinta años. También allí luchó España hasta el último momento por la fe y por la Iglesia. IV.
LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA
Como complemento de lo que acabamos de exponer sobre la situación y actuación de España en este período, creemos necesario dar una idea de conjunto sobre la Inquisición española, cuyo influjo fue tan extraordinario, que bien podemos afirmar que a ella se debe en gran parte el hecho que España se constituyera como el paladín del catolicismo en el siglo xvi. Sobre todo, como ya dijimos en su lugar, ella fue la que detuvo al protestantismo, manteniendo de este modo la pureza de la fe e impidiendo los trastornos y guerras religiosas que asolaron otros territorios, como Francia 68 . 1. Su primera actuación y sus procedimientos.—Establecida por los Reyes Católicos, D. Fernando y D. a Isabel, con el objeto principal de oponerse al peligro de los falsos conversos judíos y aprobada en 1478 por el papa Sixto IV, la Inquisición española se contradistingue de la medieval, fundada en 1231 por Gregorio IX, en dos puntos fundamentales: en su estrecha dependencia de los monarcas españoles y en la perfecta organización de que la dotó desde el principio su pri68 Indicamos aquí algunas obras más importantes d e carácter general, objetivo e i n d e p e n d i e n t e : BERNÁLDEZ (Cura d e los Palacios), Causas del establecimiento de la Inquisición: «Bibliot. A u t . Esp.» (Rivadeneira) 70 P.599S; F I T A , F . , La verdad sobre el maritirio del Santo Niño de la Guardia, o sea, el proceso y quema (16 de noviembre de 1491) del judío Jucé Franco en Avila: «Bol. A c a d . Hist.» 2 (1887) 7 s ; I D . , La Inquisición toledana. Relación contemporánea de los autos y autillos que celebró desde el año 1485 hasta el de 1501; ibid., 11 (1887) 289S. Diversos trabajos fundamentales del m i s m o en los vols.14.15.20.23.33 d e «Bol. Acad. Hist.»; H E F E L E , C. J., El cardenal Jiménez de Cisneros y la Iglesia española en el siglo XV, trad. cast. (Barcelona 1869) (habla largamente d e la Inquisición); LLORCA, B-, La Inquisición española y los alumbrados (1509-1667): «Bibl. d e Est. Ecles.» n.4 ( M a d r i d 1936); I D . , La Inquisición en España:«Pro Eccl. et Patr.» 12 3.* ed. (Barcelona 1954); M E N É N D E Z PELAYO, M . , La ciencia española bajo la Inquisición: «La Ciencia Española»; «Obras completas d e M e n é n d e z Pelayo» 20 ( M a d r i d 1933) 3 l 3 s ; M O N T E S , G . , C.S.B., El crimen de herejía ( M a d r i d 1919); P I N T A L L Ó R E N T E , M . DE LA, Causa criminal contra el biblista Alonso Gudiel ( M a d r i d 1942). O t r o s varios estudios del m i s m o autor sobre diversos procesos célebres: I D . , La Inquisición española (Madrid 1948); I D . , Las cárceles inquisitoriales españolas ( M a d r i d 1949); I D . , La Inquisición española y los problemas de la cultura y de la intolerancia ( M a drid 1953); SCHAFER, E., Beitráge zur Geschichte des span. Protestantismus und der Inquisition im 16 Jahrhundert 3 vols. (Gütersloh 1902).
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mer inquisidor general, Fr. Tomás de Torquemada, O.P. Con las Instrucciones de que éste la dotó y basándose en las disposiciones existentes contra la herejía, organizó bien pronto diversos tribunales en Sevilla, Toledo, Valencia, Zaragoza, Barcelona y otras poblaciones, con lo cual se convirtió en un importante instrumento en manos de los Reyes Católicos y de sus sucesores Carlos V y Felipe II, quienes apoyaron constantemente su actuación. Así se explica que como es tan discutida la obra de los reyes de España, particularmente la de Felipe II, así también lo sea de un modo especialísimo la de la Inquisición española. Por esto son innumerables los adversarios, como Antonio Llórente y E. C. Lea, que han escrito y siguen escribiendo en nuestros días contra este tribunal, sobre todo contra sus procedimientos 69; pero, frente a los mismos, son igualmente muy numerosos los que han escrito en su defensa, tales como Ortí y Lara y Fr. J. Rodrigo 7 0 . Mas, por otro lado, ha comenzado a hacerse luz en un punto tan importante de la historia de la Iglesia de España, estudiando a la Inquisición sobre la base de los documentos, que se han conservado en grande abundancia. En este sentido, la obra más recomendable es la del protestante alemán E. Scháfer, que es quien mejor ha formulado un juicio desapasionado y objetivo sobre la Inquisición española 71 . Ahora bien, para tener una idea adecuada sobre la Inquisición española es necesario conocer los procedimientos que empleaba, pues precisamente contra ellos se dirigen gran parte de las inculpaciones de sus adversarios. El primer punto de controversia es el de las denuncias, con que generalmente se iniciaban los procesos de la Inquisición 72 . Estas se recogían, sobre todo, como resultado de la promulgación de los edictos de fe, en los que se exponían al pueblo con gran ponderación los errores más característicos, sobre todo cuando aparecía algún conato de error o de herejía, cargando la conciencia de todos los cristianos para que denunciaran a los sospechosos. Asimismo constituían buena fuente de denuncias los mismos encarcelados, quienes, sea por debilidad, sea por congraciarse con los jueces, descubrían fácilmente a sus cómplices; y, finalmente, por medio del espionaje, para lo cual servían de un modo especial los llamados familiares de la Inquisición. Por lo que se refiere a estos puntos, el historiador ya citado JE. Schá69 H e aquí algunos títulos d e obras tendenciosas contra la Inquisición española: M O N T A Ñ U S (Gonzalo d e Montes), Inquisitionis Hispanicae Artes aliquot iam olim detectae a Reginaldo Montano hispano: «Reformistas antiguos españoles» 13 ( M a d r i d 1857), trad. cast. ( m u y mala); ibid., 5 ( M a d r i d 1851); L L Ó R E N T E , J. A., Historia crítica de la Inquisición española 8 vois. (Barcelona 181835); ed. e n francés, 4 vols. (París 1812); MELGARES M A R Í N , J., Procedimiento de la Inquisición 2 vols. ( M a d r i d 1886); L E A , E. C , A history of the Inquisition of Spain 4 vols. 2.» ed. (Nueva York 1922); LUCRA, É., Torquemada und die spanische Inquisition (Leipzig 1926); SABATINI, R . , Torquemada and the Spanish Inquisition (ilustrada) 6.* ed. (Londres 1927); JOTJVE, M . , Torquemada, grand Inquisiteur d'Espagne (París 1934). 70 Véanse las obras d e los principales apologistas: PÁRAMO, L . A., De origine et progressu officii sanctae Inquisitionis eiusque dignitate et utilitate... (Matriti 1558): RODRIGO, F e o . j . , Historia verdadera de la Inquisición 3 vols. (Madrid 1876-77); O R T Í Y LARA, La Inquisición (Madrid 1877); nueva ed. 1934; C A P P A , F . , La Inquisición española ( M a d r i d 1888). 71 Véase al fin d e la nota 68 el título completo de la obra de SCHÁFER. Al m i s m o g r u p o d e obras basadas sobre buena documentación histórica pertenecen las d e M . DE LA P I N T A L L Ó R E N T E q u e allí m i s m o se citan y una buena serie del P. F I D E L FrrA, publicados en el «Boletín d e la Real Academia d e la Historia* vol.2 (1887) 16.20.23.24, e t c . ; SERRANO Y S A N Z : «Rev. A r c h . Bibl. Mus.» vols.4.6.7, etc., y otros. 72 Véanse para este p u n t o d e las denuncias M O N T E S , J., El crimen de herejía; SCHÁFER, o.c., I.68s, y nuestra obra La Inquisición en España 169S.
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fer prueba con toda suficiencia (y lo mismo hemos confirmado nosotros con nuestras investigaciones directas) que la Inquisición tenía un cuidado particular en reunir gran cantidad de sólidas denuncias; que no hacía caso de las anónimas, y, en general, que en este punto procedía con la máxima objetividad. Respecto del espionaje, conviene observar que ha sido siempre un instrumento usado por los organismos mejor constituidos, y precisamente en nuestros días se ha intensificado más que nunca 7i. Sobre las cárceles de la Inquisición se han publicado las descripciones más tétricas, y, sin embargo, un estudio detenido de las fuentes, como el que ha realizado E. Scháfer, lleva a la convicción de que no eran calabozos lóbregos y oscuros, pues de los procesos consta que los reos leían y escribían mucho. En general, se puede afirmar que eran «relativamente» suaves, si se tienen presentes las que usaban los tribu~ nales de aquel tiempo 74 . Los puntos más débiles del proceso de la Inquisición eran el secreto de los testigos1S y el sistema de defensa. Por lo primero, se mantenían ocultos los nombres de los denunciantes, con lo cual, por un lado, se facilitaba notablemente la denuncia; mas, por otro, se dificultaba la defensa. Por esto ha sido duramente impugnado por los adversarios de este tribunal. Pero debe advertirse que, si se admite el derecho del Estado y de la Iglesia a castigar a los herejes, el secreto de los testigos es en realidad necesario, pues la experiencia había probado que sin él nadie se arriesgaba a presentar denuncias y resultaban inútiles los esfuerzos de los inquisidores. Por eso, ya en la Edad Media se tuvo que introducir. En esto precisamente estriba el punto más débil del sistema de defensa de la Inquisición 76 . Pero, además, siendo los abogados o letrados nombrados oficialmente por el tribunal y no de elección del reo, perdían, como fácilmente puede deducirse, gran parte de su eficacia. Sin embargo, por poco que se examinen los procesos de la Inquisición, puede verse la intensidad con que trabajaba la defensa y cómo muchas veces obtenía resultados favorables al reo. Uno de los medios que más le favorecían y más frecuentemente usados es el de los llamados testigos de abono, citados por el mismo reo, y que con toda fidelidad eran escuchados por los jueces y muchas veces influían claramente en la marcha del proceso. Pero el punto más impugnado de la Inquisición es el del tormento que en ella se empleaba 77 . Ciertamente debemos rechazar el empleo del tormento como medio para obtener de los reos sea la confesión de 73 Recuérdese la amplitud q u e ha tomado en nuestros días el espionaje d e unas naciones respecto de otras, sobre todo cuando se trata de descubrir a los culpables de u n crimen de alguna trascendencia, y principalmente en tiempo de guerra ' 74 E n lo q u e se refiere a las cárceles secretas, o, en general, a las cárceles de la Inquisición española, la exposición más fidedigna y juntamente más favorable es la de SCHÁFER, o . c , I,85s. Véase nuestra síntesis en La Inquisición en España 179S. 75 Sobre el secreto de los testigos pueden verse, ante todo, M O N T E S , J., O . C , I 6 8 S ; SCHÁFER, I , i 2 5 s ; LLORCA, O . C , 202S. 76 P u e d e verse la amplia exposición de SCHÁFER ( I , I I 5 S . I 3 I S ) sobre la primera y la segunda defensa, así como también sobre los abogados o letrados de la Inquisición (l,i i8s). Véase asimismo nuestra obra ya citada, P.196S. 77 Por tratarse de materia en q u e tan fácilmente se meten la pasión y los prejuicios, recomendamos d e u n m o d o especial la exposición ecuánime de SCHÁFER sobre la cuestión del t o r m e n t o d e la Inquisición española (I,i37s). Asimismo puede verse La Inquisición en España. 213S.
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la propia culpa, sea la delación de sus cómplices u otras confesiones deseadas. La experiencia de todos los tiempos, e incluso de nuestros días, prueba con toda evidencia que no puede uno fiarse de lo que un hombre declara bajo el efecto del tormento. Mas por lo que se refiere al tormento empleado por la Inquisición española, podemos afirmar lo siguiente: en primer lugar, debe tenerse presente que en aquel tiempo empleaban este sistema todos los tribunales legítimamente establecidos. Así, pues, no era exclusivo de la Inquisición ni fue ella la que lo inventó. Además, eran muy pocos los procesos en que lo empleaba, como lo confirma expresamente E. Schafer. De unos doscientos que nosotros hemos examinado, sólo en ocho se emplea el tormento. Finalmente, insiste particularmente el citado historiador en que los géneros de tormento empleados por la Inquisición española eran «relativamente suaves» y ciertamente mucho menos crueles que los empleados, por ejemplo, por los tribunales ingleses en la Torre de Londres contra los católicos y otros reos. Finalmente, por lo que se refiere a las penas aplicadas por la Inquisición española78, baste decir que no hizo otra cosa que aplicar las leyes y las normas ya existentes y admitidas entonces por todos los Estados católicos. Mucho se ha discutido sobre el derecho de aplicar penas violentas, sobre todo la pena de muerte, contra la herejía. Ciertamente, los santos más insignes de la antigüedad cristiana, en particular San Agustín, se opusieron decididamente a ello. Pero es un hecho que, a partir de fines del siglo xn, todos los Estados católicos lo admitieron. Por otro lado, no debe pasarse por alto que, en la mayor parte de los casos, los herejes no se limitaban a la defensa subjetiva de un principio religioso, sino que se unían y se rebelaban contra los príncipes católicos. Es bien claro el hecho de los hugonotes o protestantes franceses. Por esto en realidad los Estados cristianos consideraban a los herejes como perturbadores públicos y enemigos suyos, y su herejía como crimen contra el Estado 79 . El hecho es que, en el siglo xvi, los Estados católicos castigaban la profesión de protestantismo con la pena de muerte, y la Iglesia reconocía este estado de cosas. Así, pues, la Inquisición española no hacía más que aplicar la legislación vigente. Hubo ciertamente algunas exageraciones. Así consta que la hubo en los primeros años de su actuación, a partir de 1481, en el tribunal de Sevilla y otros tribunales. Asimismo hubo partidismo y apasionamiento en algunos inquisidores y algunos grandes procesos, como el del arzobispo de Toledo Bartolomé de Carranza, en la segunda mitad del siglo xvi. Se trata en estos casos de deficiencias humanas, como las ha habido siempre en todas las instituciones en las que toman parte los hombres, incluso en las más elevadas, como el episcopado y el pontificado romano. Pero, poniendo aparte estas deficiencias humanas, debemos decir con E. Schafer que la Inquisi78 Ante todo, véase cómo SCHAFER describe y ridiculiza los cálculos de LLÓRENTE sobre las «víctimas» de la Inquisición (I,i48s). Sobre la cuestión misma de los «relaxados» y otras semejantes, véanse ibid., 155S y La Inquisición en España 227s. Finalmente, sobre los autos de fe pueden verse SCHAFER, L172S y La Inquisición en España 230S. 79 Sobre la aplicación de la pena de muerte contra la herejía pueden verse MONTES, £1 crimen de herejia, y, sobre todo, VACANDARD, E., L'Inquisition (París 1907) 37S, donde se encuentran muchos detalles interesantes sobre la manera como primero el pueblo cristiano y luego los mismos príncipes y reyes, y aun el emperador, fueron aplicando la pena de muerte por el fuego contra los herejes.
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ción española se esforzó seriamente en cumplir sus instrucciones y en conjunto realizó su objetivo 8 «, manteniendo la unidad de la fe en el gran imperio español. Más aún: fueron incomparablemente mayores las crueldades y muertes causadas, por ejemplo, en Francia por las guerras religiosas que las ocasionadas en tres siglos por todos los tribunales de la Inquisición. 2. Resultados de la Inquisición española.—Si queremos sintetizar los resultados positivos de la actuación de la Inquisición española, podemos resumirlos con lo que acabamos de decir, afirmando que a ella se debe en gran parte el que España se viera en el siglo xvi y siguientes libre del protestantismo, manteniendo de este modo la unidad de la fe. 1) Atajó el peligro de los falsos conversos.—El primer efecto de la actuación de la Inquisición española fue el haber atajado el peligro de los falsos conversos. Precisamente ese peligro, como expusimos anteriormente, fue el motivo inmediato que impulsó a los Reyes Católicos a organizar este tribunal, pues las cosas habían llegado a tal extremo, que «ya se trataba del ser o no ser de la España católica» 81 . Pues bien, a todo este estado de cosas puso término el tribunal de la Inquisición. Ella entregó al brazo secular, y éste a las llamas, a algunos centenares y tal vez algún millar de falsos conversos judíos; pero con este rigor de la Inquisición y con el castigo de los obstinados en su error, por una parte, desapareció el peligro constante de la unidad cristiana, y, por otra, se evitaron en adelante la infinidad de asesinatos y tropelías a que se entregaba el pueblo católico como reacción contra los taimados conversos 82 . El peligro de los conversos y de los degüellos generales de los judíos desapareció gracias a la Inquisición. En realidad, a fines del siglo xvi no existía ese peligro. 2) Preservó de la falsa mística y de la brujería.—El segundo servicio prestado por la Inquisición a la España católica del siglo xvi fue el haberla preservado de los alumbrados y toda clase de falsos místicos 83 . Precisamente a principios del siglo xvi, cuando ya parecía prácticamente eliminado el peligro de los falsos conversos judíos, apareció este nuevo peligro, que era tanto mayor cuanto que por su misma naturaleza se ceba en la piedad de los fieles. Pero la Inquisición lo atajó con su energía acostumbrada. Diversas veces levantó cabeza esta alimaña dañina. Para convencerse de los estragos que puede causar y de la amenaza que esto suponía a las buenas costumbres y piedad cristia80 Es interesante el juicio de conjunto que da Scháfer sobre la seriedad con que generalmente procedió la Inquisición española, supuestos los principios del tiempo: Véase l.c, I,i8ls. 81 Así se expresa el historiador L. VON PASTOR en su Historia de los papas, ed. esp., IV.377. De un modo semejante, otro historiador alemán, P. M. BAUMGARTEN, en su obra Die Werke... Leas 93, afirma: «Si se hubieran dejado correr las cosas en España tal como se habían ido desarrollando desde el siglo xiv, sin duda hubiera resultado a la larga... una especie de sincretismo o islamismo como religión de España». Pero el que mejor ha presentado el inmenso peligro que constituían los conversos judíos dentro del Estado español ha sido N. LÓPEZ MARTÍNEZ en su reciente obra Los judaizantes castellanos y la Inquisición en tiempo de Isabel la Católica (Burgos 1954)82 Véanse algunos datos sobre diversos levantamientos del pueblo español contra los judíos acompañados de devastaciones y degüellos: el de Sevilla, de 1391, que causó la muerte a más de 4.000; el de Navarra, de mediados del mismo siglo, en el que perecieron unos 10.000; el de Valencia, a principios del siglo xv, en que el celo de San Vicente Ferrer salvó innumerables vidas, y finalmente, entre 1467 y 1473, los de Córdoba y Toledo, con un sinnúmero de víctimas. 83 Sobre los alumbrados véase nuestra obra La Inquisición española y los alumbrados (15091667;.- «Bibl. de Est. Ecles.» 4 (Madrid 1936). Asimismo puede verse la abundante bibliografía citada en esta obra.
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ñas, basta leer algunas proposiciones de las que defendían aquellos hombres y mujeres, que se presentaban como inspirados por Dios, despreciaban toda autoridad jerárquica y se creían autorizados para perpetrar las mayores barbaridades, incluso las promiscuidades más escandalosas, pues decían que ellos eran impecables y en ellos todo era lícito 84 . Pero la Inquisición anduvo siempre alerta y supo poner el remedio conveniente. Es verdad que la reacción consiguiente fue a las veces al extremo opuesto, produciendo cierto pánico contra todo lo extraordinario. Pero, prescindiendo de algunas molestias insignificantes que este ambiente ocasionó a algunos santos y escritores místicos, en realidad no fue obstáculo para el desarrollo de aquella literatura ascética y mística de los siglos xvi y xvn, que constituye el encanto del mundo contemporáneo y ciertamente cortó de raíz el peligro de la falsa mística. No menos importante fue igualmente el servicio que prestó la Inquisición a la España católica librándola de la terrible plaga de la brujería 85 . En el siglo xvi, tan fecundo en toda clase de acontecimientos extraordinarios y de todo género de empresas, cayó sobre gran parte de Europa una plaga terrible que amenazaba destruir con su contagio las regiones más prósperas y más cultas. Era la plaga de la brujería, hechicería, magia o como se la quiera llamar. Grandes fueron los estragos que hizo en todas partes; pero mayor fue todavía el fanatismo de una reacción insensata, que, sobre la base verdadera de los abusos y peligros de esta odiosa peste, hizo objeto a las verdaderas y a las supuestas brujas de una persecución tan sanguinaria, que causó en poco tiempo más de 30.000 víctimas en sólo el centro de Europa. También la Inquisición española preservó a la península Ibérica de este peligroso contagio. Con su vigilancia y energía acostumbradas, atajó los principios de la peste, y como ésta no había tenido tiempo de extenderse, bastaron algunos pocos castigos, sobre todo el del célebre auto de fe de Logroño de 161o 86 . Compárense las pocas sentencias de relajación dadas por la Inquisición española contra las brujas, que no pasaron de doce, con los muchos miles de condenados a muerte en Alemania y el resto de Europa; pero, sobre todo, no olvidemos que, gracias a la vigilancia de la Inquisición, no pudo arraigar esta peste entre nosotros. 3) Se pararon los pasos al protestantismo 87 .—Pero incomparablemente mayor fue el peligro que amenazó al catolicismo de parte del protestantismo, y gracias principalmente a la Inquisición española se le cortaron los pasos desde un principio. Véase en otra parte lo que se ha expuesto sobre la rápida y eficaz intervención de la Inquisición en tan decisivos momentos de la historia de España 88. Primero fueron casos aislados; pero bien pronto fueron los dos focos de Valladolid y de Sevilla, en donde personas eminentes, como 84 D e los excesos a donde llegaban Jos alumbrados dan una idea aproximada las relaciones o listas de proposiciones condenadas tal como se pueden ver en la obra citada en la nota precedente, apénd.4, 5 y 6, así como también en otras obras semejantes. 85 Véase sobre las artes mágicas y hechicerías, etc., la exposición d e M E N É N D E Z PELAYO en su Historia de los heterodoxos españoles, ed. B A C , II.202S. Sobre los primeros procesos, P.305S. 86 Sobre las brujas d e Navarra y el célebre proceso d e L o g r o ñ o véase ibid., 313S. 87 Sobre la Inquisición española y el protestantismo, las dos exposiciones fundamentales son las d e M E N É N D E Z PELAYO y SCHAFER, ya citadas arriba, p.760. Véanse asimismo: A L O N S O , J. M . , En torno al protestantismo español. Problemas críticos: «CiudDíos» 174 (1061) 483-522.668-692; G O N Z Á L E Z N O V A L Í N , J. L-, Don Fernando ae Valdés. Historiografía y dacwnentaciómomana: «AnthAnn» 10 (1062) 355-387. 88 Arriba, p.760.
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el Dr. Agustín Cazalla, Carlos de Seso, Fr. Domingo de Rojas y Pedro Sarmiento; los Dres. Juan Egidio y Constantino Ponce de la Fuente, junto con once monjes del monasterio de San Isidoro de Sevilla, llegaron a constituir centros importantes de la herejía. Pero la Inquisición, fiel a su ministerio, estuvo constantemente alerta, y, descubiertos aquellos primeros chispazos, los apagó con la rapidez y energía que exigía la magnitud del mal que amenazaba. Y la Inquisición siguió vigilante, atajando en todas partes los conatos más insignificantes de la ideología luterana y calvinista. A ella, pues, se debe, sin duda, el haber mantenido la unidad religiosa y el catolicismo íntegro de nuestros padres contra los esfuerzos del protestantismo por penetrar en nuestro suelo 89 . A ella se debe igualmente el haber evitado aquellas interminables guerras religiosas, que tanta sangre costaron a Francia y a todas las naciones europeas 9 0 . 3. La Inquisición ante la ciencia y la santidad.—Los enemigos de la Inquisición española suelen esgrimir una serie de argumentos que tienden a probar que la Inquisición fue enemiga de la ciencia y de los sabios, e incluso puso constantemente obstáculos a los santos y hombres de virtud. Creemos, pues, conveniente, para terminar este capítulo, hacer algunas observaciones sobre un tema de tanta importancia. Ante todo, es contrario a los hechos históricos que la Inquisición española persiguiera a los humanistas del siglo XVI 91 . Más bien consta todo lo contrario. El gran cardenal .Cisneros fue, sin duda, el más decidido protector, al lado de los reyes, de todas las empresas culturales, y continuó siéndolo durante su propia regencia. Bien claro lo manifiestan la fundación de la Universidad de Alcalá y la publicación de la célebre Poliglota Complutense, en la que Cisneros tuvo ocupados a los mejores hebraístas, helenistas y latinistas de su tiempo. Con este florecimiento general de los estudios humanísticos en el primer tercio del siglo xvi, no es nada de extrañar que los escritos de Erasmo, el gran patriarca del humanismo europeo, fueran muy leídos y estimados en España. Más aún: si bien es verdad que Erasmo tuvo apasionados opositores, se puede decir que precisamente en España, o al menos entre los españoles, contaba con discípulos y admiradores de primera categoría, tales como Luis Vives, Alfonso y Juan Valdés, Juan de Vergara, Luis Núñez Coronel, Damián de Goes y otros. Esta admiración por Erasmo llegó a tal extremo, que los dos más ilustres prelados de su tiempo, el arzobispo de Toledo, D. Alonso de Fonseca, y el de Sevilla, D. Alonso Manrique, fueron durante mucho tiempo sus más decididos defensores. Pero, muerto D. Alonso de Fonseca el 4 de febrero de 1534, volvieron de nuevo a la carga los celosos defensores de la ortodoxia; viendo que con Fonseca le faltaba a Erasmo uno de sus más decididos protectores y a pesar de que todavía les quedaba el inquisidor general 1 8 ' E n la obra tantas veces citada de SCHAFER y en otros trabajos del m i s m o autor se expresa en diversas formas la idea d e que, gracias principalmente a la decidida intervención d e la Inquisición se impidió definitivamente el arraigo del protestantismo en España. 90 Véase arriba (p.928) la penetración del protestantismo en Francia y las guerras religiosas q u e ocasionó. ' , , , . . . , „ . , . 91 Puede verse la síntesis de nuestra obra La Inquisición en tspana (254S) sobre su intervención frente a los humanistas.
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Manrique, se inició contra ellos una intensa campaña. Como efecto de la misma fueron denunciados ante la Inquisición dos de los más conspicuos discípulos de Erasmo, Juan de Vergara y Bernardino de Tovar, los cuales de hecho fueron presos y procesados por dicho tribunal 9 ¿. Nosotros sólo afirmamos que las acusaciones que se presentaban contra ellos eran realmente graves y prueban que defendían muchas ideas colindantes con las de los alumbrados y protestantes, por lo cual tenemos por bien justificada la intervención de la Inquisición contra ellos. Pero téngase presente que los procesos y las sentencias condenatorias se dirigían solamente contra aquellas personas particulares. Más aún: muerto Erasmo en 1536 y el inquisidor general Manrique en 1538, la Inquisición prohibió los escritos del primero, en lo cual no nos parece pecó de rigurosa, pues es conocido el daño que hizo el célebre humanista con sus sátiras contra el monacato y otras instituciones católicas. La.verdadera cultura y el humanismo sano y ortodoxo nunca fueron objeto de persecución por parte de los inquisidores, como lo prueba el hecho que constantemente fueron protegidos los hombres y las obras culturales en cuanto no se rozaban con la fe, y precisamente durante todo el siglo xvi y primera mitad del xvn, en que la Inquisición española ejerció su mayor influjo, llegó a su máximo apogeo el florecimiento de los grandes escritores eclesiásticos, de la literatura y de las artes en España. Por lo que se refiere a algunos eminentes sabios y escritores que tuvieron algún contacto con la Inquisición española, he aquí lo que se puede decir conforme a los documentos más fidedignos 9i. Francisco Sánchez (el Brócense) era eminente en filología. La Inquisición inició un proceso, no terminado por muerte del procesado. En las actas originales se ve que la causa fue la tendencia de este filólogo a impugnar a los teólogos a veces con frases peligrosas. Por tanto, no se le procesó por su ciencia, sino por sus evidentes extralimitaciones. Contra Luis de la Cadena, célebre canciller de Alcalá, consta solamente que hubo una denuncia. Por ello, y temiendo pasara la cosa adelante, se dirigió él a París, y allí fue nombrado profesor de la Sorbona. De hecho, pues, no hubo proceso ninguno ni intervino la Inquisición. Respecto de Antonio Nebrija, padre de los estudios humanísticos, lo único que sucedió fue que algunos teólogos lo tenían por sospechoso a causa de sus impugnaciones de la Vulgata; pero todos se estrellaron contra la protección que los inquisidores generales Deza y Cisneros dispensaron al gran humanista. Arias Montano, autor de la Biblia Regia de Amberes, fue acusado por algunos de defender ideas rabínicas. Pero, examinado él asunto por 92 Para una exposición amplia sobre sus procesos respectivos véanse los trábalos d e SERRANO Y SANZ, M-, Proceso de Juan de Vergara: «Rev. Arch., Bibl. y Mus.» 4 (1001) 8o6s; 6 (1902) 20S.466S; Pedro Ruiz de Alcaraz, iluminado alcarreño del siglo XVI, resumen del proceso: «Rev. Arch., Bibl. y Mus.» 7 (1903) IS.13OS. A limismo, BATAILLON, M . , Erasmo y España (Méjico 1950) I , i 9 4 s ; II,Í2S. 93 A n t e todo, véase la exposición clásica, por decirlo así, d e M E N É N D E Z PELAYO sobre este p u n t o d e la supuesta persecución d e los sabios y místicos d e p a r t e d e la Inquisición española. Se encuentra en su obra La ciencia española (véase arriba nt.68), y más r e s u m i d o en Historia de los heterodoxos, ed. B A C , II,338s. Puede verse también una idea d e conjunto en La Inquisición en España 284S. A d e m á s r e c o m e n d a m o s : PINTA LLÓRENTE, M . DE LA, Fr. Luis de León en las cárceles inquisitoriales: «ÁrchAg» 48 (1954) 5-44; L u i s DE GRANADA, Historia de sor Maríade la Visitación y sermón de las caídas itálicas..., por A. H U E R G A : «Espir. E s p . Textos» g (Barcelona.1962).
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la Inquisición, ésta lo calificó favorablemente. Así, pues, ni siquiera hubo proceso. El P. Mariana no sólo no fue perseguido, como afirman algunos, sino que fue estimado por los inquisidores, por lo cual le encomendaron la redacción del índice de los libros prohibidos de 1583 y la calificación de la Biblia Regia de Arias Montano. Fray Luis de León, clásico y filólogo, humanista y exegeta eximio, fue procesado dos veces, en lo que influyeron dos causas: la envidia de algunos doctores y las exageraciones del mismo Fr. Luis en la impugnación de la Vulgata. Hay que conceder que los inquisidores fueron duros y desconsiderados; pero al fin la Inquisición lo absolvió y él pudo escribir con toda libertad. Por lo que se refiere a la afirmación que la Inquisición persiguió a los místicos y a los santos, con lo cual fue obstáculo a la literatura ascética y mística y aun a la misma santidad 94 , podemos asentar estos dos principios: por un lado, que precisamente durante el período de mayor apogeo de la Inquisición española se distinguieron más que nunca innumerables santos y escritores ascéticos y místicos en España, lo cual es la mejor prueba de que la Inquisición no fue obstáculo a la santidad y a la literatura ascética. Mas, por otro lado, es también un hecho que los inquisidores y los teólogos del siglo xvi se dejaron llevar a las veces de un verdadero prejuicio contra la ascética y mística, a lo que dieron ocasión los focos descubiertos de alumbrados y falsos místicos. El resultado fue que en algunas ocasiones se inició alguna persecución contra la verdadera mística; pero debe admitirse que al fin reconocieron la inocencia de los verdaderos místicos y no fueron obstáculo a la santidad. He aquí algunos de los casos más insignes y la explicación más objetiva de la intervención de la Inquisición española. El primero es el de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús 95 . De él se afirma que fue apresado y tratado duramente por la Inquisición española. En realidad, Ignacio de Loyola fue tres veces procesado en Alcalá y una en Salamanca, siempre por ciertas sospechas de alumbrado. Pero, ante todo, digamos que no fue la Inquisición la que siguió estos procesos, sino el tribunal diocesano, lo cual era debido a un exceso de prevención, muy explicable en aquellos momentos. Recuérdese que era precisamente el tiempo en que acababan de descubrirse los focos de alumbrados de Toledo, Guadalajara y Salamanca, y se comprenderá que en aquellas circunstancias suscitaran alguna sospecha las prácticas usadas por San Ignacio y ciertos excesos de algunas personas que le seguían. Pero, esto no obstante, Ignacio fue siempre absuelto, y pudo continuar su vida penitente y apostólica. También el Beato Juan de Avila, apóstol de Andalucía, es presentado como víctima de la Inquisición. Mucho tiempo se dudó sobre la realidad de un proceso de la Inquisición contra él, pero recientemente 94 Así lo afirmaron en todos los tonos posibles las Cortes de Cádiz en 18x2 cuando se discutió e / d e c r e t o sobre la supresión d e la Inquisición, insistiendo de un m o d o particular en la supuesta persecución d e los místicos y a u n d e la santidad por parte de los inquisidores. P u e d e verse para todo esto la obra Discusión del proyecto de decreto sobre el tribunal de la Inquisición (Cádiz 1813), en particular P.337S. 95 Sobre los diversos procesos a q u e fue sometido San Ignacio d e Loyola p u e d e verse, sobre todo, nuestra obra ya citada La Inquisición española y los alumbrados p.39s. Asimismo, ASTRÁIN, A . , Historia de la Compañía de Jesús en la asistencia de España 2." ed. ( M a d r i d 1912SXL51S. Pero principalmente F I T A , F . , LOS tres procesos de San Ignacio de Loyola: «Bol. d e la R . ' A c a d . H i s t » . 33 (1898) 4 3 i s . ,7 . . . .
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C.12. Progreso de la Iglesia en las misiones
ha sido descubierto y publicado por el P. Camilo María Abad. Después de muchas molestias, el Beato pudo seguir libremente su vida normal de apostolado 96. Más serio fue el asunto del Audi, Filia, puesto en el índice de 1559. Sin embargo, por declaración del gran apóstol de Andalucía, aquel libro no era obra suya, sino de alguno de sus amigos, quien a los apuntes y doctrina del Beato había añadido diversas cosas por su cuenta. El legítimo tratado Audi, Filia nunca estuvo en el índice de la Inquisición; ni es de maravillar, pues en él, entre otras cosas, se tiene especial empeño en prevenir a los fieles contra los engaños de la falsa mística. Por lo demás, el Beato Avila pudo trabajar sin estorbos en todas partes. Del incomparable escritor Fr. Luis de Granada 97 se afirma asimismo que fue perseguido por la Inquisición, y aun se llega a decir que fue procesado. En realidad no hubo tal proceso. Lo único que hubo fue que en el índice de 1559 fue incluida su obra Tratado de la oración a causa de algunas expresiones que podían favorecer la doctrina de los alumbrados. Nunca se puso en duda la buena intención del autor. Por eso tan pronto como él suprimió dichas expresiones^ el libro circuló libremente, y el P. Granada no perdió absolutamente nada de su gran prestigio. Sobre San Francisco de Borja 9S, a quien se presenta como una nueva víctima del terrorismo inquisitorial, lo que sucedió en realidad fue que en el índice de 1559 apareció condenada una obra que corría con su nombre, y de hecho cundió la alarma contra él; pero luego se vio claramente que se trataba de un volumen en el que se contenían. diversos tratados de varios autores, entre los cuales había dos del Santo; pero se pudo comprobar que no eran éstos los que motivaban la prohibición. Quedan, finalmente, las dos lumbreras más insignes de la mística española, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz ". Pues bien, ni Santa Teresa ni San Juan de la Cruz fueron nunca molestados por la Inquisición. Lo que sucedió a Santa Teresa de Jesús fue que la princesa de Eboli, para vengarse de ella por lo que consideraba como un agravio personal, entregó la autobiografía de la Santa a los inquisidores, los cuales la detuvieron algún tiempo, si bien al fin la aprobaron sin ninguna corrección. Empero, la misma Santa y todos sus escritos, en los que se desarrolla la más elevada mística, gozaron constantemente del mayor prestigio. Y por lo que se refiere a San Juan de la Cruz, ni él
ni ninguno de sus escritos fueron jamás objeto de sospecha por parte de la Inquisición. Hubo algunos teólogos que los impugnaron como sospechosos de ilumimsmo; pero la Inquisición no hizo ningún caso de estas impugnaciones o denuncias. Digamos, finalmente, dos palabras sobre el caso del arzobispo de Toledo Bartolomé de Carranza 1 0 ° . Carranza tuvo que sufrir un larguísimo proceso. Hay que reconocer que en él influyeron pasiones humanas, sobre todo los celos del inquisidor general Fernando de Valdés y la enemistad de su hermano de hábito, el célebre Melchor Cano. Esto comunicó a todo el proceso un carácter odioso y violento, tanto más desagradable cuanto que se hizo intervenir en él a Felipe II, quien tomó la actuación de la Inquisición española como una cosa nacional frente a la oposición de los extranjeros y del mismo papa. Pero en el fondo había fundamento para el proceso, como al fin se reconoció en Roma.
96^ Véase ante t o d o ABAD, C. M . , El proceso de la Inquisición contra el Beato Juan de Avila (Comillas 1946). Para u n a breve síntesis véase La Inquisición españolay los alumbrados 8gs. A d e m á s , otras obras q u e e n este trabajo se citan. 97 Puede verse la síntesis ibid., 87S. A d e m á s , CUERVO, FT. Luis de Granada y la Inquisición: «Homenaje a M e n é n d e z Pelayo» ( M a d r i d 1899) I,733s. Véanse también los pasajes correspondientes d é M E N É N D E Z PELAYO. Véase la reciente o b r a : R E Y , E., Censura inédita del P. ¡. de Mariana, ala Poliglota regia de. Amberes (iS77)-l. Evolución de las ideas sobre la censura de Mariana: «RazFe» 155 (1957) 52S-548. 98 Véase, ante todo, la síntesis d e la obra citada La Inquisición española v los alumbrados 93S. E l título del volumen e n el q u e se incluían los folletos d e San Francisco de Borja era Las obras muy devotas y provechosas para cualquier cristiano, compuesto por el Illustrisimo Sr. D. Francisco de Borja (Amberes MDLVI). " P u e d e verse, en p r i m e r lugar, nuestra síntesis (p.97s) y los pasajes correspondientes d e M E N É N D E Z PELAYO. Véanse también L A F U E N T E , V., Biblioteca de Autores Españoles, introduc-, ción a las obras d e Santa Teresa, vols.53-55; RIBERA, Vida de Santa Teresa de Jesús, nueva ed. (Barcelona 1908); Autobiografía d e ia Santa, c.25. Véase nuestra síntesis sobre San Juan de la Cruz y la Inquisición (p.i03s) y la bibliografía q u e allí se cita. E n particular F R . J O S É DE JESÚS M A R Í A , Vida de San Juan de la Cruz: «Bibl. d e A u t . Españ.»; O t r a s de Santa Teresa 11,51 i s ; D o MINGUES BERUETA, M . , San Juan de la Cruz (Madrid 1894).
CAPITULO
Progresos
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XII
de la Iglesia en las misiones
x
El movimiento de rejuvenecimiento y avance de la Iglesia católica se confirma plenamente con el desarrollo que experimentaron las misiones católicas precisamente a lo largo del siglo xvi y primera mitad 100 Sobre todo este proceso de la Inquisición contra Carranza véase, sobre todo, la amplia exposición d e M E N É N D E Z PELAYO en Historia de los heterodoxos, ed. B A C II,3s. Asimismo nuestra síntesis, p . 8 s s . A d e m á s , CUERVO, J., Fr. Luis de Granada y la Inquisición, l . c , 735S; C A BALLERO, F . , Vida de Melchor Cano (Madrid 1871) 353S. El insigne historiador d e los. papas L. VON PASTOR, en su célebre obra Papstgeschichte, presenta una amplia exposición de todo este asunto, sí bien aparece en todo él una marcada tendencia antiespañola. Véanse VI,548s; V l l , 5 5 4 s ; VIII,25OS; IX,226s. Sobre el célebre proceso de Carranza se h a n publicado recientemente importantes estudios: LECLERCQ, J., Le Saint-Siége et l'inquisition espagnole. Le procés de Barthélemy Carranza (iSS9-¡S76): «RechScRel» 25 (1935) 45-69; ÁLAMO, M . , art. Carranza de Miranda: «DictHistGéogr» 11 (1949) 1124-28; MARAÑÓN, G., El proceso del arzobispo Carranza: «BolRÁcadHist» 127 (1950) 136-178; TELLECHEA, J. I., El formulario de visita pastoral de Bartolomé de Carr., arzob. de Toledo: «AnthAnn» 4 (1956) 385-437; ID., Bartolomé Carranza, arzobispo de Toledo. Un prelado evangélico en la silla de Toledo (I5S7-1558) (San Sebastián 1958); DUVAL, A., La Summa Conciliorum, de B. Carranza: «RevScPhilTheol» 41 (1957) 401-427; H O R N E D O , R. M . DE, El proceso del arzob. Carranza: «RazFe» 169 (1964) 565-584; ID., LOS prolegómenos jurídicos del proceso de Carr. El clima religioso español en 1559; «AnthAnn» 7 (1959) 215-236. 1 Para el desarrollo de las mismas en este periodo recomendamos DELACROIX, S., etc., Histoire universelle des missions catholiques 4 vols. (París 1956-1959); SANTOS HERNÁNDEZ, A., Derecho misional: «Misionología» 7 (Santander 1962); O H M , T H . , Machet zu Jüngernalle Volker: T h e o r i e der Missionen (Frib. de Br. 1962); FREITAG, A., Mission und Missionswissenschaft (Kaldenkirchen 1962).
Fuentes.—Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y colonización de las antiguas posesiones de Ultramar 2. a serie (1885-1900) vols. 2 y 3, H E R N Á E Z , Colección de bulas y breves relativos a América y Filipinas (Bruselas 1879). Leyes y Ordenanzas hechas nuevamente por S. M. para la governación de las Indias...: col. «Doc. inéd. Hist. Esp.», 2. a ser., V,6os ( M a d r i d 1890). Bibliografía.—Véanse las o t r a s d e carácter general: STREIT, R., Bibliotheca Missionum (bibliogr.) 1-V (1916-1929); GOYAU, G., L'Église en marche. Études d'histoire missionnaire 2 vols. (París 1928-1930); ROUSSEAU, F . , L'idée missíonaire aux X V I * et X V J I e siécíes (París 1930); TERZORIO, C L E M . DA, Le missioni dei Minori Capuccini vols.1-8 (Roma 1913-1932); L E M M E N S , L., Geschichte der Franziskanermissionen (1929); MONDREGANES, P . M . DE, Manual de Misionología 2. a ed. ( M a d r i d 1942); PAVENTI, L., La Chiesa missionaria: 1. Manuaíe di Missionologia doctrínale (Roma 1949); D E S P O N T , J., Nouvel atlas des Missions (París 1951); VAULX, B. DE, Histoire des Missions cath. francaises (París 1951). E n t r e los manuales d e nuestros días señalemos: SCHMIDLIN, J., Katholische Missionsgeschichte (1925); DESCAMPS, BARÓN, Histoire comparée des Missions (París-Bruselas 1932); M O N T A L B Á N , F . J., Manual de historia de las misiones 2.* ed., por L . LOPETEGUI (Bilbao 1952); SCHOEN, W . F R H . VON, Geschichtí Mittel- und Südamerikas: «Weltgesch. in Einzeldarst.» 9 ( M u n i c h 1953); LETURIA,
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del xvii. Por esto se puede afirmar que, desde el punto de vista territorial, el aumento que recibió la Iglesia católica con las inmensas conquistas de ultramar compensaba cumplidamente las pérdidas causadas por el protestantismo en Europa. I.
IDEAS Y PRINCIPIOS FUNDAMENTALES
Observemos en primer lugar que Lutero y el protestantismo en general no manifestaron durante mucho tiempo ningún interés por las misiones propiamente tales. Ocupados exclusivamente en ensanchar lo más posible su poder y en conquistar más y más territorios en Europa, olvidaron por completo lo que fue característico del cristianismo desde un principio, el impulso de conquista de los infieles. Los primeros apologistas, como Belarmino, notaron este fallo fundamental del protestantismo. En cambio, la Iglesia católica, a medida que se iba sintiendo interiormente renovada e iba recibiendo nuevos y providenciales refuerzos con los nuevos institutos religiosos, fue intensificando más y más sus esfuerzos en las misiones de ultramar. i. Características de las nuevas misiones.—Ante todo, es n e cesario tener presentes las características de la obra misionera del siglo xvi. Tanto en la antigüedad como en la Edad Media, los misioneros católicos se limitaban a los pueblos limítrofes, como cuando los monjes de Irlanda o Inglaterra entraban en el continente de Europa, o los misioneros de Alemania ejercitaban su celo entre los pueblos del Norte. Pero ahora los misioneros tenían que trasladarse a un camposumamente lejano para trabajar con personas enteramente distintas por su raza y su carácter, y, por consiguiente, tenían que vencer dificultades mucho mayores. Además, en la antigüedad, el cristianismo había tenido que realizar un trabajo individual por medio de la convicción de los paganos ; pero en la Edad Media, el trabajo del misionero iba más bien dirigidoa atraer a los reyes o a los jefes; pues, teniendo presente la sujeción absoluta de sus subditos, bastaba que aquéllos se declararan cristianos para que les siguieran sin dificultad especial sus pueblos. Ahora, en; cambio, debía seguirse un término medio, combinando los dos sistemas y utilizándolos según las circunstancias, si bien se tendía cada vez más al sistema individual y de convicción personal. Para formarse una idea más completa de las características de la obra misionera de la Iglesia católica en el siglo xvi, es conveniente tener presentes algunas circunstancias especiales que en ella pueden observarse. En primer lugar, el hecho del descubrimiento de grandes territorios, que abrían al celo apostólico de la Iglesia católica campos inmensos de acción enteramente vírgenes. Pero este hecho iba acompañado de otras circunstancias, es decir, que por haber sido realizados estos descubrimientos casi exclusivamente por España y Portugal, naciones eminentemente católicas, la obra de evangelización estaba íntimamente unida con la política de conquista o colonización. En tercer lugar debe tenerse presente el aumento creciente de las P. DE. Relaciones entre la Santa Sede e Hispanoamérica, 1493-1835- I. Época del Real Patronato, 1493-'810, ed. por A. DE EGAÑA. II. Época de Bolívar, 1800-183 5, ed. por C. SÁINZ DE SANTA M A RÍA: «Anal. Greg.» 101-102 (Roma 1959).
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fuerzas que tomaban parte en la obra de evangelización de los nuevos territorios descubiertos, principalmente de las órdenes religiosas, no sólo las antiguas, sino también las nuevas, en particular la Compañía de Jesús. Este aumento creciente de fuerzas no sólo contribuyó a dar mayor volumen a la obra de evangelización, sino sobre todo introdujo en la Iglesia nuevos métodos de apostolado en las misiones, como fueron los de Nóbili en la India, Ricci y Schall en la China y los de las reducciones en el Paraguay. De especial importancia para la inteligencia del trabajo misionero del siglo xvi es, finalmente, el hecho que los portadores y sostenes de todo él fueron casi exclusivamente España y Portugal, que en su política religiosa y eclesiástica presentan características dignas de tenerse en cuenta, sobre todo lo referente a su Patronato 2. El Papado, guía de la obra misionera.—Sin embargo, no fueron los dos Estados eminentemente católicos, España y Portugal, los que llevaron la dirección o iniciativa de esta obra de evangelización de los nuevos territorios descubiertos. Los verdaderos directores fueron los papas. Ya Alejandro VI, con sus dos célebres bulas de 1493, había marcado efectivamente su papel de verdadero director y guía de todos los trabajos de evangelización en las misiones. Por lo demás, los reyes de Portugal y de España se habían provisto siempre de los privilegios o facultades pontificias para realizar una sólida obra de evangelización católica. Pero el primer papa que, después de la gran decadencia a que había llegado la Iglesia a principios del siglo xvi y después de las escisiones protestantes, reanudó el espíritu misionero y las ansias de conquista de la Iglesia católica fue Paulo III (1534-1549). Y notan oportunamente algunos historiadores 2 que no es una casualidad que el primer papa que tomó con seriedad en el concilio de Trento la verdadera reforma de la Iglesia fuera también el primero que manifestara un positivo interés por la obra de las misiones. Así lo dio a entender en sus repetidas expresiones de simpatía por los habitantes del Nuevo Mundo, en sus protestas contra la opresión de que eran objeto y en la creación de nuevas diócesis. Pero en lo que manifestó más directamente su papel moderador de la obra misionera fue en la bula Veritas ipsa, de 1537, por la que defiende los derechos de hombre en favor de los pobres indios 3 . De una manera semejante manifestaron sus simpatías por los indios y dieron nuevas disposiciones sobre su instrucción los papas Pío V y Gregorio XIII. Pío V publicó primero una instrucción sobre el modo de tratar a los indios del Nuevo Mundo, y en 1568 creó una Congregación para organizar los trabajos por la conversión de los paganos y otra para los de los herejes. Gregorio XIII da un paso decisivo, que puede considerarse como la preparación para la futura Congregación de Propaganda. Se trata ya de establecer un organismo especial que se ocupe de los asuntos misionales. Gregorio XIII establece una Congregación para los asuntos del Oriente. Más aún: avanzando por el mismo camino, Clemente VIH crea otro 1
P u e d e verse S C H M I D L I N , 2 0 7 ; DESCAMPS, 303.
3 Véase PASTOR, X I I , 4 i 6 s .
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a la paz de
organismo, que entre los años 1599-1601 se ocupa exclusivamente de las misiones. En realidad, pues, los romanos pontífices, durante el primer desarrollo de las misiones a fines del siglo xv y a lo largo del xvi, dieron las orientaciones necesarias y fueron los guías en la evangelización de los nuevos territorios descubiertos. Sin embargo, hasta el año 1622 no se llegó al establecimiento de un organismo definitivo, es decir, la Congregación de Propaganda, que pudiera organizar y dar unidad a la obra de las misiones. Entre tanto, aunque bajo la dependencia de los romanos pontífices y siguiendo sus orientaciones, eran los reyes de España y Portugal los que llevaban la iniciativa en el inmenso trabajo de evangelización del mundo gentil. 3. La obra de España y Portugal en las misiones 4 .-^-Ante todo, repitamos que a España y Portugal se debe, en primer término, la obra de las misiones del siglo xvi. Este hecho es reconocido unánimemente por los historiadores, si bien debemos conceder que mientras España y Portugal apoyaban y fomentaban la evangelización de los nuevos pueblos descubiertos, realizaban una obra de conquista en beneficio propio. En todo este punto son fundamentales las bases que pone el historiador belga Van der Essen hablando de la obra misionera de España. «El papel—dice—desempeñado por España y Portugal en la empresa misionera del Nuevo Mundo es debido ante todo a su espíritu católico» 5 . A continuación cita el mismo autor diversos pasajes de la Recopilación de las leyes de Indias, donde se establece que el objeto primordial de las conquistas es la propagación de la fe católica. Luego se copian unas célebres palabras de Hernán Cortés 6 . Ahora bien, como nota expresamente el mismo Van der Essen, «sería un error designar como hipócritas estas afirmaciones. Porque en España y Portugal, la Iglesia y el Estado, más que en otras partes, eran en esta época 4 Para orientarse sobre la obra d e España en las misiones y sobre el Patronato, véase ante t o d o : M O N T A L B Á N , F . j \ , o . c , 248S; I D . , El patronato español y la conquista de Filipinas (Burgos 1930). Asimismo las obras de LETURIA, P . DE, Felipe II y el Patronato...: «Est. Ecl.» (1928); ID., El regio vicariato de las Indiasy los comienzos de la Congreg. de Propaganda: «Span. Forsch.», II, I 3 3 s ; ID., El origen histórico del Patronato de Indias: «Raz. y Fe» (1930). Véanse asimismo: SOLÓRZANO, Política indiana ( M a d r i d 1647); BÉCKER, J., La política española en las Indias (1920); B L A N CO-FOMBONA, E., El conquistador español del siglo XVI ( M a d r i d 1922); SIERRA, V. DE, El sentido misional de la conquista de América (Buenos Aires 1942); BAYLE, G., La expansión misional de España (Barcelona 1936) 27s; RODRÍGUEZ, H . M . , La labor misionera de España en el mundo y el Consejo Superior de Misiones (Madrid 1950); SALAS, A . M . , Las armas de la conquista (Buenos Aires 1950); EGAÑA, A . DE, La función misionera del poder civil según Juan de Solórzano Pereira ltS7S-6ss): «St. Miss.» 6 (1950-51) 69S; P É R E Z BUSTAMANTE, C, Historia del Imperio español (Madrid 1951); PLATNER, F . A., Jesuítas en el mar; El camino del Asia. Contribución a la historia de los descubrimientos (Buenos Aires 1952); IBOT L E Ó N , A., La Iglesia y los eclesiásticos españoles en la empresa de Indias. I. La idea y los hechos (Barcelona 1954): «Hist. d e Amér...» 16; SURIANO, M . B., El conquistador español del siglo XVI ( T u c u m á n 1954); M O R A L E S PADRÓN, F . , Fisonomía de la conquista indiana: col. «Mar adentro» 7 (Sevilla 1955); M A J O FRAMIS, R., Conquistadores españoles del siglo XVI 2 vols. 2." ed. ( M a d r i d 1956); Colonización española en América: «Anuario d e la Asociación F e o . d e Vitoria» 13 ( M a d r i d 1960-1961); BORGES, P., LOS conquistadores espirituales de América. Análisis del conquistador espiritual de América: «Public. Esc. E s t u d . hisp.-amer. de Sevilla» (Sevilla 1961)); ID., Nunciatura indiana. Un intento pontif. de intervención directa en Indias bajo Felipe II, If¡6-i¡88: «MissionHisp» 19 (1962) 169-227; TERRADAS SOLER, J., Una epopeya misionera. La conquista y colonización de América vista desde Roma ( M a d r i d 1962); CASTRO SEOANE, Aviamiento y catálogo de misioneros que en el siglo XVI pasaron de España a Indias y Filipinas: «MissHisp» 18 (1961) 67-153; 19 (1962) 3 5 - 1 0 1 ; L Ó P E Z DE PRADO, J., Derecho de la Iglesia a la evangelización según ¡os juristas clásicos de la Compañía de Jesús: «MisCom» 40 (1963) 51-795
En
6
Véase CUEVAS, M „ Historia
DESCAMPS, O.C,
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306.
de la Iglesia en Méjico I . n o s (Tlalpan 1921).
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una sola cosa, y estos pueblos vivían realmente su religión, mezclando íntimamente su fe cort la vida de cada día Por esto la mezclan en todas las grandes empresas en las que intervienen, aunque tengan un carácter puramente material» 7 . 4. El patronato español. Vicariato regio 8 .—Es bien conocido el hecho que en España y Portugal se fue formando un conjunto de privilegios y facultades especiales de sus reyes y gobiernos en orden a la dirección de los asuntos eclesiásticos en los territorios de misiones, que es lo que se ha designado como Patronato o Vicariato regio, en torno, al cual existen en la actualidad múltiples discusiones. Y, ante todo, no hay duda que las concesiones o privilegios contenidos en el Patronato llegaron a alcanzar una amplitud extraordinaria. Así, ya en la bula ínter caetera, del 3 de mayo de 1493. el papa Alejandro VI hace donación a los reyes de España de todas las tierras descubiertas y por descubrir en el Occidente, y, después de concederles otros derechos semejantes en otras bulas de los años siguientes, el mismo papa, por la del 16 de noviembre de 1501, les otorga todos los diezmos de la Iglesia, a lo que Julio II en 1508 añade los derechos patronales sobre las iglesias ya fundadas, y en ulteriores documentos pontificios se conceden los derechos de presentación de los prelados y dignidades eclesiásticas, de beneficios, monasterios y lugares píos erigidos en todos los territorios recién descubiertos. Todos estos derechos del patronato quedaban definitivamente determinados en la Cédula Magna, del i.° de junio de 1574. Este derecho de patronato pertenecía directamente al rey, el cual lo ejercía por medio del Consejo de Indias, y éste a su vez se valía de las Audiencias establecidas en varias partes de América, que llegaron a ser doce. Tan extraordinarias concesiones otorgadas por los papas obligaban estrechamente a los monarcas españoles y portugueses al trabajo de evangelizar a todos los indígenas. Es verdad que concedían poderes y facultades que podemos designar como exorbitantes y que posteriormente, por los abusos del regalismo, llegaron a producir daños considerables a la Iglesia. Pero al mismo tiempo imponían a los monarcas obligaciones gravísimas, como eran el traspaso y distribución de los misioneros y el sostenimiento económico de todas las obras eclesiásticas y de todos los misioneros de ultramar. Por esto, en todos los documentos en que se hacen tales concesiones a los monarcas españoles o portugueses se carga su conciencia, sobre la obligación que contraían de procurar la conversión de los infieles, con el sostenimiento de los misioneros y de las misiones. Por una parte, pues, no debe sorprendernos que los romanos pontífices concedieran tan extraordinarios poderes a los monarcas de España, y Portugal. Porque, ocupados ellos en tiempo del Renacimiento en otros asuntos y sin contar con elementos suficientes para atender a una obra de tanta envergadura, y, sobre todo, entrado ya el siglo xvi, habiendo crecido tan extraordinariamente los territorios de misiones y estando los papas tan ocupados con los principios y desarrollo de la reforma ca7
En
DESCAMPS,
307.
8 Véanse en particular las obras d e M O N T A L B Á N , LETURIA y BAYLE q u e tratan la cuestión del Patronato, citadas en la nota 4.
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tólica, descargaron sus conciencias en los únicos que disponían de los medios necesarios para tamaña empresa y parecían como instrumentos providenciales en aquellos tiempos, como eran los reyes de España y Portugal. Además, no debe entenderse este patronato de los reyes de España y Portugal y las facultades que por él se les dan como una especie de transmisión de la jurisdicción canónica sobre las misiones. Se trataba simplemente de una comisión o encargo hecho por el papa a aquellos monarcas profundamente católicos. Mas, por otra parte, era una comisión que rebasaba de mucho las facultades de un mero patronato, pues contenía una obligación de procurar buenos misioneros y preocuparse seriamente por la evangelización de tantos territorios. Por esto, algunos historiadores modernos designan este Patronato más bien como Vicariato regio, pues contiene una delegación pontificia en los reyes 9. Ciertamente el Patronato y sus concesiones dieron ocasión a España y Portugal para muchas injerencias dañinas a la Iglesia, ya que, basándose en las concesiones del Patronato, se cometieron muchos abusos, de los que se lamentaban tristemente San Francisco Javier y otros misioneros. Pero no puede desconocerse que fueron mucho mayores los bienes que trajo a la obra misionera que los daños que le ocasionó. Resumiendo todo este punto el historiador belga antes citado Van der Essen, escribe: «Se puede afirmar- que, hablando en general, los españoles y los portugueses cumplieron en gran parte el deber que les impuso el romano pontífice. En las leyes, decretos e instrucciones referentes al Nuevo Mundo, ponen en primer término los intereses de la conversión... Los conquistadores iban decididos a combatir con el hierro y el fuego a los que no aceptaban la fe que les predicaban ante todo los misioneros. Tal vez nos parezca bárbaro hoy día el método, pero es necesario situarlo en el ambiente del siglo xvi, si no queremos condenarnos a no entender nada de los acontecimientos». Así, continúa el mismo autor, «es justo constatar que españoles y portugueses, en virtud de sus leyes de patronato, promovieron sin descanso la conversión e instrucción de los indios, establecieron una jerarquía eclesiástica, crearon parroquias, protegieron a los misioneros» 10 .
se dirigió en 1502 a América, ingresó en la Orden dominicana y se entregó con verdadero apasionamiento a la obra de evangelización de los naturales. El trato que daban muchos de los encomenderos a sus indios lo indignó de tal manera, que hizo una serie de viajes a Europa con el objeto de mejorar la situación de los indígenas de América. El regente Cisneros y posteriormente Carlos V y Felipe II dieron gran importancia a sus representaciones, e incluso en 1544 lo nombraron obispo de Chiapas; pero poco después volvió a España, donde continuó trabajando hasta su muerte en la defensa de los indios. Son célebres, entre otras, sus obras ha destrucción de las Indias y la Historia apologética de las Indias. Indudablemente, Las Casas fue un misionero de un celo verdaderamente apostólico y de un heroísmo ejemplar. Sin embargo, no puede negarse que cometió algunas exageraciones, que fueron, en parte, el motivo de obtener poco resultado en sus propios trabajos. Su exposición es generalmente apasionada, lo cual le hace generalizar las cosas y hacer a las veces afirmaciones inverosímiles. Así, por ejemplo, atestigua que los españoles aniquilaron en Haití a unos tres millones de indios, cuando toda su población no llegaba a un tercio de millón. Generaliza demasiado al suponer que los españoles no hacían más que matar y al citar ejemplos de inauditas crueldades. Así, pues, quitando lo que pueda haber de exageración en las afirmaciones y datos que nos comunica Las Casas y teniendo presente lo que atestiguan unánimemente otros muchos misioneros y personas competentes, debemos admitir que ciertamente hubo conquistadores y sobre todo muchos encomenderos o colonos que iban sólo en busca de oro y observaron una conducta brutal con los indios. Pero en este punto nos parece bien el juicio ecuánime de conjunto que emite Van der Essen cuando dice: «Ciertamente los conquistadores buscaban muchas veces el oro y las especias, y sus sórdidos negocios mercantiles mancharon la obra misionera... Pero nosotros no podemos generalizar la existencia de estos abusos, y aun debemos acordarnos que en la mayor parte de los casos eran los misioneros los que elevaban la voz para defender la vida o los derechos de las poblaciones indígenas». Hubo en verdad abusos, y contra ellos clamó muchas veces el mismo San Francisco Javier, y aun él mismo fue víctima de ellos; pero no era esto lo ordinario, como lo prueba, entre otras cosas, el hecho de la gran fusión que hubo entre los españoles y los naturales, a diferencia de los colonos ingleses y holandeses, que tendían a eliminar a los indígenas y rarísimas veces se fundían con ellos.
5. El P. Bartolomé de las Casas.—Para terminar estas observaciones fundamentales queremos tocar brevemente el punto, tan traído y llevado en nuestros días, sobre la conducta de los colonos o encomenderos, españoles o portugueses, con los indígenas, a lo cual ha dado pie principalmente el P. Bartolomé de las Casas n . Este insigne dominico 9 10
T o d o este p u n t o lo trata y razona ampliamente LETURIA en «Span. Forsch.» I I , l 3 3 s . Én
DESCAMPS, o . c ,
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- M Acerca d e l valor-de la obra d e Bartolomé d e las Gasas p u e d e n v e r s e : L A S CASAS, F R A Y BART-, La destrucción de las Indias, seguido de la refutación de Las Casas, por Vargas Machuca, ed. p o r D . M I C H A U D (París 1925); I D . , Historia de las Indias 3 vols. ( M a d r i d 1926-1927); M I L L A RES, A., Fr. Bartolomé de las Casas. Del único modo de atraer a todos los pueblos a la verd. reí. ( M é jico 1942); H A N K E , L . , Bartolomé de las Casas. Pensador político, historiador, antropólogo. T r a d . esp. (La Habana 1949); ID., Las Casas, historiador. Estudio preliminar a la «Historia de las Indias* (Méjico y Buenos Aires 1951); MILLARES, CARLOS, A., F r a y Bartolomé de las Casas, Historia de las Indias, ed. en «Bibl. Amer.» 15-17 (Méjico 1951); M A R T Í N E Z , M . M . , Las Casas, historiador. Valor histórico de la «Destrucción de las Indias»: eC. Tom.» 79 (1953) 441S; BAYLE, O , Valor histórico de la «Destrucción de las Indias»:
II.
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Portugal, que había sido la primera en sus arriesgadas expediciones por la parte oriental del África, hasta lograr darle la vuelta por el cabo de Buena Esperanza y establecer sus factorías en la India, continuó BIERMANN, B., Las Casas u. Bartolomé de Carranza: «ArchFPraed» 32 (1962) 339-353; M E N É N DEZ P I D A L , R., El Padre Las Casas. Su doble personalidad: «Grandes biografías» ( M a d r i d 1963); MARTÍNEZ, M . M-, Réplica a la conferencia de R. Menéndez Pidal sobre Las Casas: «CienTom» 90 (1963) 285-318. 12 Véanse en particular: M E Y N I E R , L'Afrique noire (París I 9 I I ) ; . P A R R I N D E R , G., La religión en Afrique accidéntale. T r a d . del ingl. por J. M A R T Y (París 1950); W E S T E R M A N N , D . , Gesch. Afrikas, Staatenbildungen südlich des Sahara (1952); BAÑE, J. M . , Cathalic pioneers in west África (Dublín 1956).
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durante el siglo xvi sus trabajos de conquista y colonización, unidos siempre íntimamente con la evangelización de los nuevos territorios. i. El Congo 13 , Angola y Guinea.—Después de algunos altibajos, en la primera cristiandad del Congo reinaba a principios del siglo xvi el cristiano rey Alfonso, que dio claras pruebas de sus convicciones cristianas, construyendo iglesias, predicando él mismo el Evangelio y llevando una vida conforme con la moral cristiana. El año 1521 consta que el rey Manuel el Afortunado envió cinco religiosos de cada una de las tres órdenes eminentemente misioneras, franciscanos, dominicos y agustinos. Por otro lado consta que un buen número de nobles indígenas fueron enviados a Lisboa, donde se prepararon para el sacerdocio, y uno de ellos, a quien algunos suponen hijo del mismo rey Alfonso y se llamaba Enrique, fue consagrado obispo. Según parece, el cristianismo del Congo llegó a alcanzar una relativa prosperidad, por lo cual, a la muerte de este primer obispo en 1534, el papa Paulo III erigió la diócesis de Santo Tomé como sufragánea de Funchal. Sin embargo, la religión cristiana no llegó a penetrar muy hondo en el pueblo, y aun los nuevos sacerdotes mostraron poca obediencia al obispo de Santo Tomé. La situación mejoró con la llegada en 1547 de los tres jesuítas Cristóbal Ribeiro, Jaime Díaz y Diego de Sandoval, bajo la dirección del P. Vaz. El nuevo rey Diego los recibió con grandes distinciones y muestras de regocijo. Según se refiere, ya a los tres meses habían bautizado unos cinco mil indígenas, erigieron una escuela y pensaban en serio en un colegio para la nobleza del país; pero, no obstante su heroico celo, no pudieron evitar la ruina de la misión. Obligados por el disoluto monarca a volver a Portugal, se deshizo rápidamente su obra. Poco o casi nada pudieron realizar dos jesuítas que entraron en el Congo en 1581 y 1585, que fueron bien recibidos por el rey Alvaro I. El cristianismo no acabó de desaparecer, y hasta 1626 se tiene noticia de seis obispos y algunos sacerdotes. Los capuchinos volvieron a avivar el fuego latente del catolicismo en el primer tercio del siglo xvn. Pero consta que durante el reinado de Alvaro IV y su hijo Antón, no obstante el influjo de los holandeses contra los católicos, llegó el P. Bonaventura en 1635 con una expedición de capuchinos, pero muy pronto cayó en las manos de los calvinistas. Una nueva expedición de seis capuchinos italianos entró en el Congo en 1640, donde trabajaron bajo el nuevo rey García. Finalmente, nuevas expediciones de misioneros contribuyeron a mantener en una relativa prosperidad esta misión, principalmente bajo el gobierno de la reina Zinga o Ana, bautizada en 1622 en Loanda. Por lo que a Angola se refiere 14, situada al sur del Congo, las primeras noticias que tenemos de la entrada del cristianismo son inseguras. Se refiere que un sacerdote procedente del Congo llegó a la corte 13 Pueden verse en particular: PAIVA-MANSO, etc., Historia do Congo (Lisboa 1877); KIEGER, L., Die ersten Jesuiten am Kongo: «Zeitsch. Miss.» (1921) iss y 65S; CESINALE, R. DO, Storia. delle missioni dei Capuccini III,487s; WEBER, E., Reichsmission im Kónigreich Kongo... bis Zum Eintritt der Jesuiten (1924); GOYAU, G., Les debuts de Vapostolat du Congo: «Rev. Hist. Miss.i (1930). LORY, M. J., Face a Vavenir. L'Église au Congo Belge et au Ruanda-Urundi (París 1958); CORNEVIN, R., Histoire de l'Afrique. I. «Bib!. historique» (París 1962). 14 Sobre los primeros jesuítas en Angola: KILGER, en «Zeitschr. Miss.» (1921) 65S; SIMAR, TH¿,La pratiijue missionahe der PP. Cap. ital. dans les royaumes du Congo, Angola... (Lovaina 1931)'!
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en 1526, y que más tarde el rey de Portugal envió desde Santo Tomé algunos otros misioneros, entre ellos un cisterciense. Pero los primeros de quienes consta que iniciaron un trabajo más sólido de evangelización son cuatro jesuítas, los PP. Francisco de Gouvea y Agustín de1 la Cerda con dos hermanos, que llegaron en 1560 con el gobernador portugués Díaz a la ciudad de Dongo y se presentaron ante el reyezuelo Dambi; pero éste los hizo prisioneros y los trató con verdadera crueldad. El P. Gouvea murió en la cárcel en 1575. Desde 1578 cambió la situación al ser bautizado el príncipe Basano, y sobre todo cuando en 1584 recibieron el bautismo el rey con gran número de sus subditos. De esta manera se organizó una floreciente misión, que tenía centros en Loanda y Massangano. Esta última fue erigida en 1596 en sede episcopal. Respecto de Guinea se tienen noticias de algunas conversiones en el siglo xv; pero de hecho la misión no pudo organizarse hasta principios del siglo xvii, en que los jesuítas, por encargo de Felipe III, establecieron los centros de Pissan, Quimala, Biguba y Fátima. Fue célebre el misionero P. Barreiro, a quien se debió la conversión del rey de Buna y Felipe de Sierra Leona con gran número de indígenas. En 1604 llegó una nueva expedición de jesuitas y se hicieron nuevas conversiones. Barreiro bautizó al reyezuelo de Benús y realizó importantes avances en la isla llamada Jacobea o Caboverde. La misión llegó a adquirir una relativa prosperidad. 2. África oriental 1 5 . M o z a m b i q u e y Madagascar.—En Mozambique existía desde el viaje de Cabral en 1500 una nutrida colonia portuguesa, que servía de enlace entre Portugal y la India. Uno de los que trabajaron en este centro o misión cristiana fue San Francisco Javier cuando en 1541 se vio forzado a detenerse durante varios meses en Mozambique en su viaje a la India. Pero su acción misionera se limitó a los portugueses de la colonia. En cambio, ya antes de Javier, los franciscanos y otros misioneros habían hecho repetidos esfuerzos por extender la fe cristiana hacia el interior del continente africano. Los franciscanos consiguieron introducirse en la región de Kilwa; pero sólo desde 1559 se iniciaron trabajos más consistentes. Desde la India enviaron los jesuitas al ex provincial P. Gonzalo Silveira, quien, junto con el P. Fernández y un hermano, penetró hasta Tongue e Inhambane, a cuyo rey Gamba bautizó, y con él a un buen número de indígenas. El insigne P. Silveira entró en Zambeza por las regiones de Sena y Mabate, donde bautizó a muchos de sus habitantes y llegó hasta el reino de Monomotapa. Pero poco después los mahometanos organizaron una conjuración contra el misionero, a quien al fin consiguieron ajusticiar por supuesta traición contra el monarca. Los demás misioneros se vieron forzados a volverse a la India. El resultado inmediato fue el abandono momentáneo de estas misiones. En 1577, una expedición de misioneros dominicos, capitaneados 15 Véanse, ante todo, las obras generales. Además: THEAL, Record of South África II,i898s; KEPPEL-JONES, A., South África. A short history (Nueva York 1950); The Catholic Church and South África: «Rev. Univ. Ott.» 22 (1952) 43is; HINTRAGES, O., Gesch. von Süd-Afrika (1952); KILOER, L., Die ersten zwei Jahrh. ostafrik. Mission: «Zeitsch. Miss.» (1917) 97S.
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por Fr. Juan dos Santos, realizó desde Mozambique un nuevo intento de evangelización. Pero los resultados fueron desalentadores. Los jesuítas renovaron sus esfuerzos en 1607 y continuaron trabajando en Sena, Tete y otros territorios del interior. Conforme a las noticias que comunicaban en 1624, trabajaban en esta misión veinte misioneros, que en 1628 habían aumentado su actividad, cuya base era el colegio de Mozambique. Por otro lado, consta que los agustinos, desde fines del siglo xvi, misionaban en las regiones de Mombasa y Melinde, que se extendían hacia el norte, donde obtuvieron la conversión del reyezuelo Yussuf, quien hacia 1630 se puso en relaciones con el papa Urbano VIII. Más importantes todavía fueron los conatos de evangelización realizados en la isla de Madagascar i6. Sus primeros misioneros fueron algunos dominicos que en 1540 se introdujeron en la isla; pero mientras unos fueron asesinados el mismo año 1540, el P. Juan de Santo Tomé fue envenenado algo más tarde. Más consistencia alcanzaron los esfuerzos del jesuíta P. Mariana, enviado desde la India por el virrey Jerónimo de Azevedo. En 1613 consiguió erigir una iglesia y levantar dos cruces; pero se vio forzado a volverse a Goa, adonde llevó consigo al hijo del rey y lo hizo instruir y bautizar. Vuelto con él poco después a Madagascar, emprendió de nuevo los trabajos apostólicos; pero el hijo del rey apostató, con lo cual la misión estuvo a punto de deshacerse. No mucho después, el reyezuelo Quinquimaro protegió de nuevo la misión católica. Pero en realidad la misión de Madagascar no alcanzó verdadera importancia hasta los tiempos modernos. 3. Abisinia y el norte de África 17 .—Particularmente dignos de mención son los trabajos realizados por la evangelización de Abisinia y Etiopía, célebres, por una parte, como misiones de la antigüedad cristiana, y, por otra, por ser los territorios donde muchos localizaban las noticias legendarias sobre el Preste Juan. A principios del siglo xvi reinaba en Abisinia David III (1505-1540), a quien sucedió su hijo, el negus Claudio, de quien consta que estuvo en comunicación epistolar con Juan III de Portugal y con el papa y que pidió misioneros. Atendiendo a estos deseos, el papa Julio III se decidió a enviar en 1554 una embajada especial, preparada con particular cariño por San Ignacio de Loyola. Iba en ella como patriarca y enviado pontificio el P. Juan Núñez Barreto, y lo acompañaban los PP. Oviedo y Carneiro, como obispos auxiliares, y otros diez jesuitas. Así, pues, mientras el patriarca se detenía en Goa, los PP. Oviedo y Carneiro se dirigían a Etiopía, adonde llegaron finalmente en 1557. Pero la oposición que encontraron fue tan terrible, que su estancia en aquellas regiones resultó una cadena de sufrimientos y penalidades. En esta forma transcurrieron cinco años, y, al morir en Goa el año 1562 Núñez Barreto, le sucedió como patriarca el P. Oviedo, 16 Sobre la misión d e Madagascar véanse: JUAN, P., La France á Madagascar (París 1909); SCHMIDLIN, J., en Zeitschr. Miss.» (1922) 2Q3S. 17 Véanse: Rerum Aethiopicarum scriptores orientales 14 vols. (1903-1914); GUERRIER, E., Le destín de VAfrique du Nord: La Berbérie, VIslam et la France 2 vols. (París 1950); JULIEN, C H . A., Histoire de VAfrique du Nord 2.*ed. (París 1952): DRAGUE, G-, Esquise d'hist. religieuse du Ma roe (París 1951). Véase en particular ASTRÁIN, A., Historia de la Comp. de J. en la Asistencia de Esp. L389S.
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quien no pudo hacer otra cosa que ayudar y sostener penosamente a poco más de doscientos católicos que había en aquel territorio; pero su situación llegó al extremo de tener que labrar la tierra para poder sustentarse. De esta manera murió casi abandonado, como Javier, en 1577. Semejante temple de apóstol mostró el P. Pedro Páez, quien realizó una segunda expedición y con razón fue designado como segundo apóstol de Abisinia. Se dirigió a aquella región en 1589 ; pero en el viaje fue hecho prisionero, y como tal vivió cautivo durante diez años. Obtenida al fin la libertad, llegó a Etiopía en 1604, y comenzó a predicar en la lengua del país, consiguiendo que el negus se le mostrara benévolo y aun pidiera más misioneros. Pero bien pronto pareció que se iba a derrumbar la nueva misión. Una revolución puso en 1605 en el trono a Seltan-Segned; pero, afortunadamente, también él se puso en inteligencia con el P. Páez. Finalmente, se mostró dispuesto a recibir el bautismo; en 1613 se sometió al romano pontífice y en 1621 hizo solemnemente la profesión católica. El resultado fue una rebelión capitaneada por los monofisitas; pero, habiéndola sofocado, en 1626 prestó de nuevo obediencia al papa. Estos últimos actos se realizaron bajo el nuevo patriarca, P. Méndez. Desde este momento se puede afirmar que prosperó bastante el catolicismo. Pero la excesiva rapidez con que se quiso eliminar los usos y costumbres antiguas trajo consigo una fuerte reacción de parte de los coptos monofisitas. Por esto, Seltan-Segned tuvo que conceder en 1632 la libertad religiosa. Sin embargo, los enemigos no quedaron satisfechos hasta que su sucesor, Basílides, desterró de Etiopía al patriarca y a todos los misioneros latinos, mientras hacía quemar sus escritos. La Propaganda envió algunos misioneros franciscanos y capuchinos, todos los cuales terminaron con el martirio. En 1639, el cardenal Barberini erigió en Roma un colegio para Etiopía; pero no se pudo reanudar la misión católica. En el norte de África existía ya desde antiguo la misión de Marruecos, donde tanta sangre habían derramado los misioneros franciscanos y dominicos. En el siglo xvi continuó la Orden franciscana realizando esfuerzos por su cristianización, que resultaron estériles y dieron lugar a frecuentes martirios. Así, los PP. Andrés de Espoleto, martirizado en Fez en 1532, y Juan de Prado, en Tánger en 1631. El célebre P. José de París, gran promovedor de las misiones, organizó una expedición en 1624, del capuchino P. de Alencon y un compañero, los cuales trabajaron en Safim de Marruecos con los esclavos cristianos y convirtieron algunos infieles. Su obra fue continuada por los capuchinos españoles. II.
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Pero las misiones más fecundas y brillantes fueron las de la India y demás territorios orientales, Indonesia, Japón y China. En ellas se llegó, con San Francisco Javier y más tarde con el P. Nóbili y las gran18
Acerca de las misiones d e Indias, además de las obras generales, pueden verse:
F u e n t e s . — P A I V A - M A N S O , LEVY MARÍA, JORDAO, Bullarium Patronatus Portugalliae 4 vols. (Lisboa 1868-1876): VALIGNANO, A-, Historia del principio y progreso de la Compañía de Jesús en las Indias Orientales (1542-1564), ed. por J. W I C K I (Roma 1944). Bibliografía.—GUZMÁN, L . DE, Historia de las misiones de la Comp. de } . en la India oriental. China y Japón (Bilbao 1892); SOUSA, F R . DE, Oriente conquistado 2 vols. (Lisboa 1710);
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des persecuciones del Japón, a diversos puntos culminantes de las misiones católicas. i. La India antes de San Francisco Javier.—Siguiendo su método acostumbrado, los portugueses introdujeron el cristianismo en las diversas colonias de la India, fundadas desde Vasco de Gama en 1498. De este modo, hacia 1520 se habían establecido ya en diversas partes de la India los franciscanos, los dominicos, sacerdotes seculares y otros misioneros. Sin embargo, no se introdujo la jerarquía hasta el año 1533, en que fue creada la primera sede episcopal en Goa, con su primer obispo, Juan Alburquerque. Enclavados en esta diócesis gigante, dependiente de Funchal, se hallaban los llamados Cristianos de Santo Tomás, que eran siro-malabares, que en su mayoría habían caído en el nestorianismo. Entre ellos habían trabajado intensamente los franciscanos y formado una misión. Llegaban tal vez a unos 150.000. Una serie de dificultades se oponían al progreso de la evangelización de los indígenas. En 1541 se estableció, finalmente, un colegioseminario con el objeto de formar clero indígena y poder atender a las misiones del interior. Por otra parte, la conducta de algunos portugueses, que no buscaban más que el oro y los productos del país y se dejaban llevar de los más escandalosos vicios, contribuía a apartar a los naturales de la religión cristiana, que ellos identificaban con los portugueses. Además, como de hecho en un principio el cristianismo sólo hizo adeptos entre las castas bajas, por lo mismo era despreciado por las demás, cuya entrada en él resultaba así imposible. 2. San Francisco Javier 19.—En estas circunstancias se presenta en las Indias San Francisco Javier, verdadero apóstol de las misiones orientales de India, Japón y grandes islas, e indudablemente el más JAUN. A., Die Kathol. Missionen in Indien (1915); LEMMENS, L . , Gesch. der Franciskanermiss. (1929); MULLBAUER, M . , Gesch. der Kathol. Miss. in Ost-indien (1852); LAUNAY, A . , Histoire des Missions de l'Inde 5 vols. (París 1898); D ' S A , M . , History of the Cath. Church in India (Bombay 1910); SILVA R E G Ó , A . DA, Historia das missoes do padroado portugués do Oriente: I. India (Lisboa 1949); FERROLI, D . ( The Jesuits in Malabar II (Bangalore 1951); PLATNER, F . A., Jesuítas en el mar. El camino del Asia. Contribución a la historia de los descubrimientos (Buenos Aires 1952); B R O W N , L . W - , The Indian Christians of St. Thomas (Londres 1956); HAMBYE, E . R., Eastern Christianity in India. A history of the Siro-Malab. Church... (Calcuta 1957); TOSCANO, G . , La prima missione catholica nel Tibet (Hong-Kong 1951). 19 Sobre San Francisco Javier, además d e Jas obras generales, véanse: M O N . X AVER, 2 volsen «Mon. Hist. S.I.» (Madrid 1900-1912); BROU, A-, S í . Francois Xavier 2 vols., 2.ft ed. (París 1922); I D . , St. Fr. Xavier, conditions et méthodes (Brujas 1925); SCHURHAMMER, G., Der hl, Franz Xaver Apostel des Ostens (1925); I D . , Franz Xaver vol. 1 (1956); ROCHA, M . , O Apostólo das Indias, S. Francisco Javier (Lisboa 1942); U B I L L O S , G., Vida de San Francisco Javier, apóstol de las Indias y del Japón (Burgos 1943); FARINHA, A. L . , San Francisco Xavier. O seu labor no padroado do Oriente ( T o r r e s Novas 1950); CARROCERA, B . DE, Ideas misioneras de San Francisco Javier: «Miss. Hisp.» 9 (1952) 643S; GRASSO, D . , II pensiero di S. Francesco Saverio sulla salvezza degli antichi pagani: «Stud. Mis.» (1952) iogs; LEJARZA, F . DE, Javier, misionero: «Miss. Hisp.» 9 (1952) 593s; BAYLE, G., S. Francisco Javier. El hombre y el santo; ibid., 483S; M E R I N O , M . , LOS viajes de Javier: ibid., 529S. O t r o s trabajos sobre Javier en «Miss. Hisp.» y «Stud. Miss.» d e 1952; PURCELL, M . , Don Francisco. The story of St. Francis Xavier (Dublín 1952); L É O N - D U F O U R , X. Saint Francois Xavier. Itinéraire mystique de l'apótre (París 1953); M C G R A T Y , A . R., The fue of Francis Xavier (Milwaukee 1952); LETURIA, P . DE, El puesto de Javier en la fundación de las misiones del Extremo Oriente: «Arch. Hist. S.I.» 22 (1953) s i o s ; Obras y escritos de S. Francisco Javier,
ed. p o r el P . F . ZUBILLAGA, S.I.: B A C , n.101 ( M a d r i d 1953); GARCÍA R O Y O , L . ,
Españolización
de San Francisco Javier. Política a lo divino (Pamplona 1953); CASIMIRO, A-, S. Francisco de Xavier e os portugueses (Lisboa 1954); SCHURHAMMER, G., Franz Xavier. Sein Leben und seine Zeit. I : Europa: 1506-1541 (Friburgo d e Br. 1955). I I : ibid., 1963: ELIZALDE, J., S. Francisco Javier en la literatura española: «Anejos d e Rev. d e Liter.» 16 ( M a d r i d 1961); SCHURHAMMER, G., Xaveriuslegenden und Wunder kritisch untersucht: «ArchHistSÍ» 32 (1963) 179-196.
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grande apóstol de los tiempos modernos, quien, enviado providencialmente a las Indias por San Ignacio de Loyola, abre nuevos horizontes a la obra de las misiones en todo el Oriente. Embarcado en Lisboa en 1541 con el título de nuncio apostólico con Mansilla y Camerino y con el gobernador Sousa, llegó a Goa en mayo de 1542. Su primer trabajo lo dedicó a la predicación entre los portugueses de Goa, en quienes realizó una verdadera transformación durante unos meses de apostolado. Hecho esto, en septiembre del mismo año 1542 emprendió la primera gran campaña en la Pesquería, al sur de Goa, entre los paravas. En Comorín hizo prodigios de valor. Con esfuerzos sobrehumanos compuso un catecismo en lengua parava y durante un año recorre los pueblos y miserables chozas de los naturales, a quienes instruye en la religión. Desde la Pesquería escribió cartas llenas de ardor apostólico, que encendieron en toda Europa el celo por las misiones. Como en ellas se dice, su brazo se le caía a las veces cansado de bautizar. En 1544 deja en la Pesquería algunos catequistas e inicia su segunda empresa apostólica: la misión de Travancor, donde desarrolla un apostolado sumamente activo y eficaz. Los mismos neófitos, enardecidos por Javier, emprenden la tarea de destruir ídolos y templos paganos. El trabajo aumenta extraordinariamente, y Javier se queja en sus cartas de la falta de operarios. Trabaja en la costa del Malabar 20( Cochin y otras poblaciones. Pero su espíritu emprendedor de gran apóstol lo empuja a seguir adelante. Visita las islas de Ceilán y Manar y llega a Meliapur, donde venera el sepulcro que la tradición atribuye a Santo Tomás. De este modo termina su primera gran campaña misionera. A fines de 1545 emprende otra serie de grandes misiones en Malaca y las Molucas; pero, fiel a su método de trabajo, mantiene constante correspondencia con el H. Mansillas, a quien ha dejado en la Pesquería, y envía nuevos misioneros, que llegan de Europa, a las misiones ya fundadas. Luego, habiendo desembarcado en Malaca el 25 de septiembre de 1545, trabaja los tres últimos meses del año, con muy escaso fruto, con los portugueses de la colonia. Finalmente, a principios de enero de 1546 inicia la misión de las Molucas, empezando por Amboino y siguiendo luego por varias islas. Año y medio estuvo ocupado en esta empresa, que es una de las que mejor indican el temple de virtud del gran apóstol. La labor que allí tuvo que realizar fue sumamente difícil, sobre todo cuando, con sublime heroísmo, se lanzó a la isla del Moro, donde, según el parecer de todos, amenazaban los mayores peligros de envenenamiento y de traición. Como si estas penalidades fueran pocas, estalló la peste en dos armadas, una portuguesa y otra española, que habían fondeado en Amboino. Javier derrochó caridad y abnegación, atendiendo con ardiente celo a los enfermos y, sobre todo, procurando limpiaran sus almas con la confesión. Pero Dios le deparó un consuelo inesperado, pues el sacerdote Cosme de Torres, que acompañaba la armada española, se le unió y entró en la Orden y fue luego uno de sus más fieles colabo20 Sobre el malabar y otras misiones indias: FERROLI, D . , The Jesuits in Malabar II (Bangalore 1951): BESSE, L . , La Mission du Maduré (Trichinopolis 1914); CASTETS, J., La Mission du Maduré (Trich. 1924); BERTRAND, J., La M. du Maduré 4 vols. (París 1847-1854).
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radores. Dejando, pues, en las Molucas algunos misioneros llegados de Europa, se volvió de nuevo a Malaca camino de Goa. Esta vez fue más fecunda su estancia en Malaca. Llegado en julio de 1547. se detuvo allí hasta fines del mismo año, y, con el abrasado celo que lo distinguía, obtuvo extraordinarios resultados en la misma población. A fines de 1547, cuando se disponía para dirigirse a Goa, se le presentó un joven japonés llamado Yajiro, que abrió a Javier nuevos horizontes. Con su compañía partió para Goa, adonde llegó el 20 de marzo de 1548; y mientras el joven Yajiro completaba su instrucción religiosa, el Santo organizaba los asuntos de la India, distribuía a los nuevos misioneros llegados de Europa, recibía diversos miembros en la Orden y nombraba como superior en su ausencia al P. Pablo Camerte. Entretanto, después de bautizar al joven japonés, a quien puso el nombre de Pablo de Santa Fe, entusiasmado con la relación que éste le hacía de las regiones del Japón y de las cualidades excepcionales de sus habitantes, decidióse a emprender esta nueva misión hacia el más lejano Oriente. Transcurrido un año entero, en que acabó de consolidar la misión y las diversas obras de Goa y de la India, en abril de 1549, acompañado del P. Cosme de Torres, del Hno. Juan Fernández y del japonés Yajiro, salió de Goa rumbo al Japón. Cuatro meses invirtió en aquella difícil travesía, hasta que el 15 de agosto, fiesta de la Asunción de 1549, pisaba tierras japonesas en el puerto de Kagoschima, de donde pasó a Hirado. Toda la empresa y la obra realizada por Javier en el Japón presenta el aspecto de un fracaso aparente y de un heroísmo extraordinario; pero juntamente significa el principio de una de las más gloriosas misiones de la historia. Un año entero pasó Javier en Kagoschima e Hirado dedicado de lleno al rudo trabajo de aprender la lengua y estudiar las costumbres del Japón. Con la ayuda de Pablo de Santa Fe, tradujo a un mal japonés un breve tratado de la doctrina cristiana, obtuvo permiso del rey de Saxuma para predicar el Evangelio e inició su predicación; pero lo hacía en un estilo tan imperfecto y con unos gestos tan chocantes a los japoneses, que bien pronto se convirtió en objeto de las burlas de las gentes, que remedaban burlescamente sus explicaciones. Javier tiene que apurar hasta las heces el cáliz de los sufrimientos del apóstol y misionero. En esta forma siguió trabajando, sin arredrarse ante la dificultad de la obra y la oposición que se iba formando entre los bonzos contra él. Tanto fue aumentando esta oposición, que en el verano de 1450 fue desterrado de Saxuma. Mas no se arredró con esto el misionero. Dirigióse entonces a Firando, donde siguió predicando el Evangelio, y obtuvo en veinte días más fruto que el alcanzado en Kagoschima en un año. Esto dio nuevos alientos a su celo, por lo cual se decidió a llegar a Meaco o Miyako, capital del imperio, mientras dejaba en Firando al P. Cosme de Torres. Rápidamente, pues, se dirigió a Yamaguchi, donde se detuvo dos meses, dedicado por entero a la dura tarea de predicar en medio de un ambiente de frialdad y oposición. Hasta los mismos bonzos llegaron
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a admirar el temple heroico de aquel apóstol, que no se amedrentaba ante las burlas o insultos de que era objeto y continuaba imperturbable su predicación. La última etapa, de Yamaguchi a Miyako, fue la más dura y heroica del Apóstol de Oriente. Decidido como estaba a llegar hasta el corazón del Japón, habiendo gastado todo el dinero con los neófitos y los pobres, con sus vestidos rotos y los pies descalzos, no teniendo otra manera de realizar su empresa, recorrió a pie aquellos caminos cubiertos de nieve, y, para no perder el camino, siguió largo espacio el trotar de unos jinetes; pero, sintiéndose enfermo y agotado, tuvo que hacer alto en el camino y al fin llegó a Miyako. Pero Dios quería probar el temple de su apóstol. En Miyako ardía la guerra civil. Fue inútil intentar obtener el permiso de predicación. Javier se echó a la calle e intentó predicar; pero el movimiento de la guerra inutilizaba todo esfuerzo. A los pocos días tuvo que volverse a Firando, donde obtuvo del daimio el permiso de predicar, con lo cual se dirigió de nuevo a Yamaguchi, donde obtuvo bastantes conversiones. Entre fracasos y dificultades se iba fundando la misión japonesa. Pero, incansable Javier en sus esfuerzos apostólicos, realizó todavía el último antes de volver a la India, adonde le reclamaban los asuntos de gobierno de la Compañía de Jesús y de las misiones orientales. Dirigióse a Funai, adonde acababa de llegar Eduardo de Gama con una nave portuguesa, y allí fue recibido con salvas de artillería y grandes muestras de regocijo. Enterado el rey de Bungo de la significación de Javier, quiso conocerlo. Entonces éste, siguiendo una nueva táctica, se presentó ante el principe japonés con toda la pompa de nuncio pontificio, con lo cual obtuvo el favor real y amplio permiso para predicar el Evangelio. De este modo trabajó desde entonces con abundante fruto, con el que pudo establecer en Bungo una sólida cristiandad, que fue durante mucho tiempo la más próspera del Japón. Entonces, pues, viendo, por una parte, que era necesaria su vuelta a la India, y, por otra, que para evangelizar con más fruto el Japón debía convertir antes a la China, que era la que más influía en el Japón, dejó en aquella misión al P. Cosme de Torres, y en el otoño de 1551 emprendió la vuelta a Goa, adonde llegó en febrero de 1552. Bien necesaria era aquí la presencia de Javier, pues durante su ausencia el espíritu del mal había hecho rápidos progresos. Haciéndose, pues, cargo de la verdadera situación, castigó severamente algunas faltas; cambió algunos superiores y nombró otros nuevos; puso orden en todos los asuntos, incluso expulsando a algunos miembros de la Orden, y se dispuso a realizar la gran empresa de la evangelización de la China. Para ello salió de nuevo de Goa el 15 dé abril de 1552, y, llegado a Malaca, se vio forzado a emplear por vez primera sus facultades de nuncio apostólico, lanzando la excomunión contra el gobernador Alvaro de Ataide, quien, movido de sórdidas pasiones, intentaba estorbar su empresa. Pero, sin arredrarse por nada, sale al fin, casi solo y en una mala embarcación, hacia la China, y, llegado a la solitaria isla de Sanchón, muere inesperadamente el 2 de diciembre de 1552, completamente abandonado, a la vista del vasto imperio que trataba de conquistar para Dios. • San Francisco Javier fue en realidad un gran santo y un modelo
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de misioneros de los tiempos modernos. La fama de su santidad se extendió rápidamente después de su muerte, por lo cual sus restos fueron llevados con gran pompa a Goa y sepultados con la mayor veneración en la iglesia de los jesuítas. Su beatificación tuvo lugar en 1619, y su canonización, junto con la de San Ignacio de Loyola, en 1622. Su apostolado tiene, bajo algunos aspectos, las mismas características que el de San Pablo, particularmente el abrir grandes territorios a la fe y poner los fundamentos de grandes misiones, para lo cual fue necesario un temple heroico de espíritu, que no se arredra ante las mayores dificultades. Sin embargo, debe rechazarse la idea que, más o menos explícitamente, sugieren algunos, como si se hubiera contentado con el primer trabajo de roturar el terreno y abrir el camino; porque, como hemos notado diversas veces, Javier se asemejó también a San Pablo en el trabajo de catequizar e instruir a los neófitos, de organizar las misiones y gobernar o dirigir a los misioneros; Javier experimentó la amargura de los grandes fracasos y bebió hasta las heces del cáliz de los sufrimientos anejos a la obra misional; fue un modelo de la vida interior, espiritual y austera, base del heroísmo de la santidad; al mismo tiempo, se distingue por los más delicados sentimientos humanos, particularmente de la amistad, como lo prueba su preciosísimo epistolario, y, sobre todo, el afecto hacia San Ignacio, hacia sus hermanos en religión y hacia sus bienhechores, a cuya cabeza estaba el rey Juan III de Portugal. Se ha objetado contra la obra misionera de Javier su dependencia de la autoridad civil y su apoyo constante en la fuerza material del Estado. De hecho, así lo hizo generalmente Javier. Pero esto no era exclusivo suyo. Era el sistema entonces empleado por todos los misioneros. Por lo demás, son bien conocidas algunas preciosas cartas de Javier en las que protesta contra las intromisiones y abusos de los gobernadores y el daño que hacían algunos mercaderes europeos con sus vicios y malos ejemplos. Finalmente, se ha discutido mucho sobre los resultados positivos de la predicación de Javier y se observa en algunos críticos modernos la tendencia a rebajar el mérito de su obra y el número de sus conversiones. Es cierto que en este punto se formó muy pronto una especie de leyenda, en la que se le atribuía un número exorbitante de conversiones y de bautismos. Se ha llegado a subir la cifra a un millón. En realidad, él mismo en sus cartas se expresa siempre en una forma más bien modesta, y sólo alguna vez, como en Travancor, habla de diez mil bautizados en un mes. En conjunto, se pueden calcular los bautizados en la Pesquería y Travancor en unos treinta mil, y los convertidos en las Molucas tal vez en unos cincuenta mil. Por otra parte, en cambio, consta que en el Japón y en algún otro campo obtuvo relativamente poco resultado. Pero a todo esto debe añadirse el abundante fruto espiritual obtenido en las colonias portuguesas de Mozambique, Goa, Malaca y otras partes. 3. Las Indias después de Javier.—Al morir San Francisco Javier, las misiones de la India y del Oriente habían recibido un impulso vital extraordinario y se hallaban en un estado de relativa prosperidad.
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Durante los decenios siguientes se fueron desarrollando, y pronto formaron dos provincias jesuíticas y dos misiones florecientes, la de Goa y la de Malabar, con su centro esta última en Cochín. Goa y Gochín se convirtieron en los centros vitales del cristianismo en la India. Entre las diversas empresas realizadas desde las bases de Goa y Cochín, la expedición que más resonancia alcanzó fue la realizada cerca del llamado Gran Mogol. Este hombre curioso, que dominaba un imperio inmenso, manifestó deseos de convertirse al cristianismo, y en 1580 recibió en su corte una expedición dirigida por el P. Rodolfo Aquaviva. Mas, pese a las atenciones que dispensó a sus visitantes, Akbar perseveró en el paganismo. Idéntico resultado negativo obtuvo una segunda expedición (1591) realizada por los PP. Leiton y Vega, y una tercera, en la que tomó parte el célebre H. Goes. Para renovar el trabajo misionero y organizar en una forma más eficiente los esfuerzos que en Oriente se realizaban, fue de extraordinaria importancia la actuación del P. Alejandro Valignano. Llegó a la India en 1567, y, primero como visitador y luego como provincial, infundió alientos en todas partes, renovó las actividades misionales y dio nueva vida a toda la obra de los jesuítas en el Oriente. Indudablemente, Valignano fue una de las figuras más relevantes en las misiones orientales del siglo xvi. Murió en 1606. De las prosperidad relativa que alcanzaron las misiones de la India son buenas pruebas los datos siguientes: En la isla de Goa, el año 1606 se contaban unos treinta mil cristianos, y consta que en sus proximidades se convirtieron algunos reyezuelos. En la Pesquería y región de los paravas aumentó notablemente el número de cristianos, los cuales a principios del siglo xvn se calculan en ciento treinta y cinco mil. Por otro lado, por la activa colaboración del gobernador o virrey Braganza se dieron algunos pasos importantes, entre los que es digno de notarse la evangelización de la isla de Salsette. Al fanatismo del gobernador y sus agentes, que derribaban violentamente templos e ídolos, respondieron los naturales con inusitada fiereza, que dio ocasión al martirio de los jesuítas Rodolfo Aquaviva y compañeros. Pero al fin triunfó la fe, y a fines del siglo se contaban unos treinta y cinco mil cristianos. Como era natural, se fue completando la jerarquía. Así, en 1558 la sede de Goa era elevada a metropolitana después de independizarla de Funchal, y se le añadían las dos sufragáneas de Cochín y Malaca. A éstas se juntaban en 1576 la de Macao, en 1598 la de Funai, y en 1606 la de Meliapur. De extraordinaria trascendencia para la India fue el ulterior desarrollo de los cristianos de Santo Tomás, que en número de unos ciento cincuenta mil se extendían por la costa hasta Meliapur. Caídos en la herejía nestoriana, dependían del patriarca nestoriano de Bagdad; pero hacia el año 1577, el arzobispo Abraham, residente cerca de Cochín, de quien dependían todos ellos, se había declarado en favor de Roma, si bien lo hacía por fines políticos, para obtener la protección de los portugueses. En tan críticos momentos intervino el visitador, P. Valignano, quien, por medio de misiones entre aquellos cristianos, procuraba atraerlos a la verdadera fe; pero la muerte del arzobispo Abraham
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amenazaba echar por tierra todos estos planes. Entonces, pues, la intervención prudente y acertada del arzobispo de Goa, Meneses, •completó la conversión. Desde 1590 trabajó pacientemente, y, siguiendo lluego las instrucciones de Clemente VIII, se celebró en 1599 el gran sínodo de Diamper, en el que se confirmó definitivamente la reconciliación de los cristianos de Santo Tomás con la fe romana. En 1601 fue consagrado como obispo suyo el P. Roz, S.I., con la sede en Angamale, trasladada poco después a Cranganore. 4. El P. Roberto Nóbili 21 .—Como, no obstante estos triunfos parciales, persistían las dificultades en la India, sobre todo la mayor de todas, que era la diferencia de castas, que imposibilitaba el avance del cristianismo, Dios suscitó un gran misionero y apóstol, al P. Roberto Nóbili, quien ensayó en este punto un método enteramente nuevo. Nacido de una noble familia italiana, entra en la Compañía de Jesús en 1597, y, entusiasmado por las noticias sobre las misiones de la India, se ofrece para ellas y llega a Maduré en 1606, donde aprende la lengua con tanta rapidez, que bien pronto puede predicar sin intérprete. Con su talento y penetración, se da cuenta bien pronto de dos de las dificultades que impedían el avance del cristianismo: primera, el presentar la religión con un aspecto excesivamente extranjero, sin tener en cuenta los usos y costumbres indios. La segunda era el hecho de que no se respetaba la diferencia de clases, tan arraigada en la sociedad india. De esta manera, sobre todo las castas superiores, que poseían una alta cultura indígena, despreciaban al cristianismo como algo incompatible con ellas. El resultado de esta situación era que el cristianismo sólo tenía adeptos entre las castas bajas, y, en consecuencia, gozaba de poco prestigio entre las personas de mayor significación del país. De hecho, el P. Fernández, insigne misionero del Maduré, no obstante el extraordinario celo desplegado durante doce años y a pesar de que contaba con el favor del reyezuelo del país, apenas había obtenido fruto ninguno. Ante estos hechos, Nóbili maduró un plan, que suponía un cambio completo de sistema: el método de acomodación a las costumbres del país. Obtenida la aprobación del obispo, P. Roz, y de sus superiores y animado por un tesón indomable, se separó de los demás europeos, aprendió las lenguas y las costumbres del país, sobre todo la lengua sánscrita, y empezó a llevar una vida sumamente austera y mortificada, que lo hacía aparecer ante los brahmanes y castas más elevadas como uno de sus ascetas o dirigentes, como un sanyasi cristiano, que seguía todas las costumbres de los brahmanes. Esta vida significaba para él una continua mortificación con su sistema típico de dietas y ayunos; pero lo acercaba más a las clases superiores, que deseaba convertir al cristianismo. Habiéndose, pues, acreditado entre los brahmanes, tradujo a su lengua el catecismo de Belarmino, y empezó a explicar la nueva doctrina a los muchos dis21 Véanse: DAHMEN, P., Robert de Nóbili (1924); ID., Un Jésuit brahme (Lovaina 1924): ID., Robert de Nóbili: premiére Apologie 1610 (París 1931). Sobre el método de acomodación representado por él: VATH, A., Die Akkommodation in der Mission der Neuzeit: «Kath. Miss.», 54 (1926) 225s; THAUREN, J., Die Akkommodation im Kath. Heidenapostolat (1927); CRONIN, V., A pearl to India. The Ufe of Roberto de Nóbili (Londres 1959); SANTOS HERNÁNDEZ, A., Jerónimo Javier, S. I., apóstol del gran Mogol y arzob. electo de Cranganor, en la India, 1549-1617.
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cípulos que se le iban juntando. Mas, procediendo gradualmente, comenzó por las verdades fundadas en el derecho natural, y poco a poco fue subiendo a las verdades cristianas. El éxito fue maravilloso. Transcurrido poco más de un mes, había conquistado noventa brahmanes, y las conversiones seguían en aumento. Con todo esto se abrieron los ojos de los nobles y la gente de las castas superiores. Todos ellos fueron reconociendo que podían ser cristianos sin dejar de ser brahmanes ni convertirse en parias o miembros de las castas bajas. Podían seguir observando sus costumbres, como las observaba el sanyasi cristiano. Porque Nóbili distinguía perfectamente entre los ritos idolátricos, que no se podían observar, y los políticos o sociales, que podían conservarse. Otros ritos o costumbres que tenían un carácter doble, podían ser despojados de su significación idolátrica y conservar sólo su carácter social. Según las relaciones del tiempo, centenares y aun miles acudían a él de todas partes, pues se había empapado perfectamente de la historia, literatura y costumbres del país, y les hablaba de todo ello con gran conocimiento de causa, para terminar proponiéndoles las verdades de la fe católica. Pero entonces se levantó una peligrosa y persistente dificultad, que estuvo a punto de echar por tierra todo el sistema de acomodación iniciado por Nóbili. Esta provenía de sus mismos hermanos los jesuítas, algunos de los cuales suponían que por este sistema se borraba la diferencia entre lo cristiano y lo gentil. Se llegó a afirmar que el mismo Nóbili había apostatado. El P. Fernández, movido del más noble celo, parecía convencido de que Nóbili permitía diversas supersticiones. Todo esto produjo una serie de medidas, que indican el ambiente contrario que se respiraba entonces en toda la cristiandad. Presentóse en Roma una acusación formal contra él, en la que se le llegaba a llamar apóstata e idólatra. El mismo cardenal Belarmino, íntimamente unido con la familia Nóbili, sintió profunda emoción al enterarse de aquellas noticias, por lo cual consta que escribió una carta al P. Nóbili en la que le conjuraba para que no cometiera ninguna acción indigna de/éu familia ni de la Compañía de Jesús. ' El asunto llegó a tomar extraordinaria gravedad. Un sínodo de Cochín lo transmitió a Portugal. En Portugal lo examinaron los doctores de Coimbra, quienes se manifestaron más bien contrarios a Nóbili. Uno de ellos, el P. Palmeiro, fue nombrado visitador. Entonces compuso el P. Nóbili su Apología, dirigida al sínodo de Goa y a Roma, y tan sólida pareció su argumentación, que el arzobispo de Goa, P. Roz, S.I., el inquisidor y el visitador Palmeiro, antes adversarios, se pusieron decididamente de su parte. Es cierto que se presentaron autoridades de gran peso contra el sistema del P. Nóbili; pero Belarmino, cambiando su primera opinión, se puso decididamente en su favor, y aunque no pudo ver su solución favorable, al morir en 1621 la dejó casi preparada. Finalmente, Gregorio XV, por el breve Romanae Sedis, de 1623, permitió algunos de aquellos usos con las debidas cautelas. Sólo entonces pudo el P. Nóbili continuar su obra; pero ahora, además del Maduré, la introdujo en Trichinópoli y Selam, obteniendo en todas partes excelentes resultados.
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En 1643 tuvo que retirarse y en 1656 murió. El P. Nóbili es el más típico representante del método de acomodación. Como fácilmente se comprende, en las misiones de los jesuítas de las Indias predominó desde entonces el espíritu de acomodación del P. Nóbili. Sin embargo, al faltarle su iniciador, fue perdiendo también fuerza y atractivo entre los brahmanes. De hecho, los cristianos, en su inmensa mayoría, siguieron reclutándose entre las castas bajas. Lo que hemos expuesto se refiere casi todo a las misiones jesuíticas de la India, que fueron las que más se distinguieron en este período. Sin embargo, se conocen algunos datos sueltos sobre algunas misiones dirigidas por otros religiosos. Así, consta que en 1556 los franciscanos misionaban en Manar y que en 1639 tenían trece mil conversos. De los dominicos sabemos que fundaron un buen número de conventos, incluso en Melíapur, Bengala y Sirián. Los agustinos aparecen en Goa en 1572, y en 1580, en Cochín, fundan otras casas, y muestran particular actividad en Bengala, donde a finés del siglo xvi cuentan con doce misioneros y veintidós mil cristianos. Los carmelitas erigen casas en Goa y Ormuz a principios del siglo xvn. Después de 1640 entraron los teatinos, capuchinos y otros religiosos misioneros. IV.
OTRAS MISIONES ORIENTALES. CHINA, JAPÓN Y FILIPINAS
Al mismo tiempo, el cristianismo, a través de innumerables dificultades, se iba introduciendo en diversos territorios del Extremo Oriente. 1. Malaca, Molucas y otras islas 22 .—Ante todo, veamos el desarrollo del cristianismo en el gran centro comercial de Malaca y otros circunvecinos. Conquistada Malaca por Alburquerque en 1511, persistió en su mayor parte mahometana y hostil al cristianismo. Los esfuerzos de Javier por su mejoramiento religioso obtuvieron escaso resultado; sin embargo, fue en adelante un centro importantísimo comercial y misional, con casas de jesuitas, franciscanos, dominicos y agustinos, y desde 1557 fue sede episcopal. En Birmania-Pegu, los franciscanos hicieron los primeros conatos de evangelización en 1554. Pero hasta fines del siglo xvi no se afianzó la misión. En ella tomaron parte los jesuitas y dominicos además de los franciscanos. Se tienen noticias de, iglesias en Ava, Rangón y Sirián. En 1604 vemos en Sirián a San Juan Britto con los dos jesuitas Sequeyra y Acosta. Asimismo, los dominicos ejercitan su actividad misionera en Pegu. En 1648, la Propaganda organiza definitivamente una^ misión franciscana. De un modo semejante, los dominicos hicieron diversos conatos de evangelización en el Siam. En 1554, los PP. Jerónimo de la Cruz y Sebastián de Canto fueron asesinados. En 1600, los PP. Mota y Fonseca. Pero la misión no adquirió consistencia hasta iboi-1619 con la actividad del P. Francisco de la Anunciación. Los franciscanos, por su parte, se introdujeron en 1583, y los jesuitas desde 1606. Mucho más prometedora fue la obra misional en la Cochinchina 22 Ante todo, véanse las obras generales. En particular: ARGENSOLA, L. DE, Conquista de las Molucas (Madrid 1609); ANDRÉ MARIE, Les Missions dominicaines dans VJ£xir. Orient (París 1865); PÉREZ, Los franciscanos en las Molucasy Célebes: «Arch. Franc, rííst.» (1913-1914).
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y el Tonking 23 . Su primer misionero fue un franciscano procedente de Manila, quien en 1580 se introdujo en Cochinchina. En 1583 acudió también Bartolomé Ruiz, quien obtuvo el permiso de predicar el Evangelio. Por otro lado, los jesuitas PP. Buzoni y Carvalho iniciaron sus trabajos en Cochinchina en 1615, y los continuaron heroicamente veinticuatro años, en los que se afirma que bautizaron a doce mil paganos. Por su parte, el P. Alejandro de Rhodes llegó en 1624, donde a los seis meses predicaba en la lengua indígena. Se refiere que llegó a convertir a doscientos bonzos y a una hermana del rey; pero en 1630 fue desterrado. En 1640 se -calculaban en ochenta y dos mil los cristianos de esta floreciente misión. A Ceylán 2 4 llegaron los franciscano en 1517; pero la misión no se afianzó hasta 1540, en que entraron otros seis, los cuales llegaron a organizar un colegio para los indígenas y a convertir a uno dé sus reyes junto con el de Kandy. Después de 1626 la misión de Ceilán aparece relativamente próspera. En las Célebes aparecen los franciscanos con los primeros conquistadores en 1525 ; pero hasta 1548 no parecen haber obtenido ningún resultado. En esta fecha, según se refiere, el rey de Supa y gran parte de sü pueblo recibieron el bautismo. Hacia el año 1565 llegaron también los jesuitas. Se refiere que el P. Magallanes bautizó a los reyes de Cióh y Manado, y el P. Mascarenhas al de Sanguín en 1568. Asimismo se realizaron los primeros conatos en Borneo, adonde llegaron en 1587 franciscanos de Manila. Igualmente consta que por este tiempo entraron los primeros misioneros en Sumatra y Java. Particularmente intensa fue la evangelización de las Molucas, donde se juntó gran número de comerciantes portugueses, algunos de los cuales realizaron una obra de verdadero apostolado. De este modo se obtuvo la conversión de diversos jefes indígenas entre 1518 y 15-31. Con San Francisco Javier la misión quedó robustecida, y siguió después prósperamente bajo la dirección de los PP. Núñez, Castro y Beyra. Hacia el año 1570 se calculaba en ochenta mil el número de los cristianos. Por otro lado evangelizaban los dominicos en Solor. En 1562 llegaron nuevos misioneros bajo la dirección del P. Antonio de la Cruz y dieron gran empuje a las conversiones. Poco después se hace subir a cincuenta mil el número de cristianos. En la isla de Timor, según los datos transmitidos, convirtió en 1555 el P. Antonio de Taveira cinco niil. Por otro lado, aparece el P. Simón Pacheco en Flores, donde se inicia una próspera misión, que a principios del siglo xvn contaba con veintisiete mil cristianos. Estas y otras misiones alcanzaron una relativa prosperidad a medidados del siglo xvn, en que la invasión holandesa las destruyó casi por completo. 2. Misión de las Filipinas 25 .—El 16 de marzo de 1520 llegó Magallanes a estas islas, que, por el día en que se tomó posesión de 23 VEUILLOT, L., Cochinchine et Tonquin, le pays, l'histoire et les missions (París 1859): LAUNAY, A., Histoire de la Mission du Tontiin I (París 1927); MAYBON, C , Hist. moderne du pays. d'Anan, 1592-1920 (París 1919). 24 COURTENAY, Le Christianismeen Ceylan (París 1900); SCHURHAMMER, G., y VORETZSCH, B. A., Ceylonu.dieZeitdesKónigsBhuvanekaBabuundFranzXaver, 1539-1552 (1928); BOUDEM, R., The Cdthotic Chltrch in Ceylon under Dutch rule (Roma 1957). 25 ADÜARTE, D. J., Historia de la provincia del Santísimo Rosario, de la Orden de Predicadores de Filipinas (Manila 1640); MARTÍNEZ, D., Compendio histór. de la prov. de San Gregorio de Filid.
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ellas, se llamaron de San Lázaro. Hechas las paces con el príncipe Masava, se plantó una cruz en lo alto de una colina y se celebró la santa misa. En Cebú era bautizado poco después un reyezuelo; pero el 14 de abril era asesinado Magallanes. La expedición que tomó posesión definitiva de estas islas fue la que salió de Méjico en noviembre de 1564 al mando de Legazpi, que llegó a Cebú en mayo de 1565 y rápidamente se apoderó del archipiélago, al que en honor del rey de España, Felipe II, se llamó islas Filipinas. Como encargado de la evangelización de los indígenas iba el agustino Andrés de Urdaneta con otros cuatro de la misma Orden. Los misioneros erigieron una iglesia en Cebú y se dedicaron a la instrucción de los naturales. Fueron bautizados algunos jefes indígenas, y con la llegada de nuevos misioneros se extendieron a Luzón y Panay. Poco después se iniciaba el primer convento en Manila. En 1575 llegaba una nueva expedición de veinticuatro agustinos, a la que siguieron otras después. Desde 1606 se les juntaron también los agustinos recoletos. Por otro lado, en 1577 con la expedición del gobernador Gonzalo Ronquillo llegaban a Manila dieciséis franciscanos bajo la dirección del P. Pedro de Alfaro, y luego fueron llegando hasta ciento catorce misioneros de la misma Orden. Hacia el año 1600 se calculaban en un cuarto de millón los bautizados. Sólo el P. Francisco de Montilla, según se atestigua, bautizó cincuenta mil. Los dominicos entraron en Manila junto con su primer obispo, Fr. Domingo de Solazar; pero sólo después de vencer muchas dificultades pudieron llegar en 1586 otros treinta y dos dominicos, con los cuales y otras nuevas expediciones llegadas de España constituyeron la provincia del Rosario. Al mismo tiempo llegaban en 1581 a Manila los nuevos misioneros jesuítas PP. Sedeño y Sánchez; pero tanto ellos como otros cuatro llegados posteriormente pudieron desarrollar poca actividad. Esta comenzó a llamar la atención desde 1591 con la misión del P. Chirino entre los indios de Balayan y en los pueblos de Taytán, Antipolo y otros. Hacia el 1600 había erigido unas cuarenta iglesias, organizado cincuenta y cinco reducciones y bautizado innumerables indígenas. Con las nutridas expediciones que fueron llegando se pudo constituir una provincia de Filipinas, que en 1622 contaba ciento dieciocho misioneros. Cuando se tomó posesión de Mindanao en 1607, los jesuítas extendieron a ella su actividad. En 1635 fundaron una casa en Zamboanga, y en 1638 emprendieron igualmente la evangelización de Joló. Entre tantos misioneros se distinguieron: el franciscano Juan de Plasencia, el dominico Miguel de Benavides y el jesuíta P. Pedro Chirino. ( M a d r i d 1756); M E D I N A , J. DE, Historia de los sucesos de la Orden de... San Agustín en estas islas Filip. (Manila 1893); FERRANDO-FONSECA, J., Historia de los padres dominicos en ¡as islas Filip. y en las misiones 3 vols. ( M a d r i d 1870-1872); M A R Í N , V., Ensayo de una síntesis de los trabajos realizados por las corporaciones religiosas españolas de Filip. (Manila i g o i ) ; BLAIR, E., y H . R O B E R T SON, J. A., The Philippine ¡slands (1493-1898) 53 vols. (Cleveland 1903-1908); CASANOVA, Compendium histor. Provinciae Franciscanae Philippinarum (1908); C O L Í N , F . , y PASTELLS, P., Labor evangélica de los obreros de la. Cotnp. de ]. en Filipinas 3 vols. (Barcelona 1904). Véase la buena síntesis d e M O N T A L B Á N , F . J„ El Patronato esp. en la conquista de Filipinas (Burgos 1930); I D . , Manual de hist. de las m. 379S; FERNÁNDEZ, P . , Dominicos donde nace el sol (Manila 1958); P H E L A N , J. L . , Hispanization of the Phüippmes (Manila 1960); L A COSTA, H . DE, Thejesuits in the Philippinen (Cambridge 1961); M A R T I N , } . , art. Philíppínen: «LexThK» 8 (1964) 459-463.
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Entre las obras de más envergadura, se distingue, sobre todo, la célebre Universidad de Santo Tomás, fundada por los dominicos en Manila en 1614. Para organizar y unificar toda la obra de la iglesia filipina sirvió particularmente la jerarquía, establecida en 1579, con la erección de la sede episcopal de Manila, elevada a metropolitana en 1595, con las diócesis sufragáneas de Nueva Segovia, Nueva Cáceres, Luzón y Cebú. A mediados del siglo xvn, un siglo después de su descubrimiento, las islas Filipinas contaban con unos dos millones de cristianos. 3. Misión de China 26. P . M a t e o Ricci.—El segundo gran campo de misión del Extremo Oriente es la China, donde ya en el siglo x m los franciscanos y dominicos habían establecido importantes centros de misiones, pero en el siglo xvi habían desaparecido por completo. En 1552 tuvo lugar el arranque generoso de San Francisco Javier, muerto en Sanchón cuando intentaba dar comienzo a la conversión de aquel inmenso imperio. Fracasaron igualmente otros intentos de penetración; pero desde que se formó en 1557 la colonia de Macao, fue ésta el punto de apoyo para las expediciones y empresas tanto hacia el Japón como hacia la China. Desde allí partieron varias veces algunos jesuítas para penetrar en la China, como, por ejemplo, los PP. Pérez y Texeira (1565), quienes llegaron a Cantón, aunque no pudieron obtener permiso para predicar. También desde Filipinas se intentó penetrar en la China. Es famosa, sobre todo, la expedición del P. Rada y sus compañeros agustinos (1574-1575), así como la del P. Alfaro y otros franciscanos (1579). La ocasión de establecer una misión definitiva en China fue el nuevo método de acomodación, introducido por el jesuíta P. Mateo Ricci 27 , semejante al que aplicó en la India el P. Roberto de Nóbili. 26
Pueden verse además d e las obras generales:
F u e n t e s . — M A A S , O-, Cartas de la China 2 vols. (Sevilla 1917); D ' E L I A , P., Catholic native Episcopacy in China (Shangay 1927); M O I D R E Y , J., La hiérarchie cath. en Chine, Coree et au Japón (Shangay 1914); INTORCETTA, P., Compendiosa narrazione dello stato della missione ciñese (15811669) (Roma 1672). B i b l i o g r a f í a . — C O R D I E R , E., Histoire genérale de la Chine et de ses relations avec les pays étrangers 4 vols. (París 1920-1921); FRANKE, O . , Gesch. des chines. Reiches I (1930); LAUNAY, A . , Histoire des Missions de la Chine 3 vols. (Vannes 1907-1908); T H O M A S , Histoire de la Mission de Pékin (1923); PLANCHET, Les missions de Chine 11. a ed. (Pekín 1935); SALVIONI, E., P. Mateo Ricci ( T u r i n 1947); H U G H E S , E. R., Religión in China ( L o n d r e s 1950); M O U L E , A. C , Christians in China before the Year 1550 (Londres 1930); BERHARD, E., Aux portes de la Chine (Tiensin 1932); C A R Y - E L W E S , C , China and the Cross. A survey of missionary history (Nueva York 1957); C O O D R I C H , L . C , A short history ofthe Chínese people 2.* ed. ( L o n d r e s 1958). 27 A d e m á s d e las obras generales y las q u e tratan del cristianismo de la China véanse: T A C C H I VENTÜRI, P., Opere storiche del P. Matteo Ricci, S.I. 2 vols. (Maurata 1911-1913); I D . , L'apostolato del P. M. Ricci (Roma 1910); I D . , 11 cosi detto confucionismo del P. M. R. (Macerara 1911); D ' E L I A , P., II mapamondo ciñese del P. M. Ricci, S.I. (Cittá del Vat. 1938); I D . , II P. M. Ricci introduce de/mitruamente tí Cristian, in China: «Gregor.», 21 (1940) 484S; I D . , Storia dell'introduziohe del Cristianesimo in Ciña, scritta da Mateo Ricci, ed. crít. (Roma 1942); I D . , Foníi Ricciane. Documenti originali concernenti Matteo Ricci e la storia delle prime relazioni tra l'Europa e la Ciña (1579-1615) I.4-5 (Roma 1949); BORTONE, E., Í ¡ saggio ¿'Occidente. II P. Matteo Ricci, S.Í., 1552-1610. Un grande italiano nella Ciña impenetrahile (Roma 1553); D ' E L I A , P. M . , Matteo Ricci, S.I., nell'opinione dell'alta societá ciñese. Secondo nuovi documenti: «Civ. Catt.» (1959) II,26s; H o , P., Studies on the population in China, 1368-1953 (Cambridge, U S A , 1959); JOMIN, H . , La Chine: Vues chrétiennes sur... (París 1961); H O L L I N S , M . , Paternalism and the Church. A study of South Indian Church history (Londres-Oxford 1962); BECKMANN, J., ait. Ritenstreit: «LexThK» 8 (1963) 1322-1324; BONTINICK, F . , La lutte autour de la lilurgie chinoise aux XVIIe et XVIII' s. (Lovaina-París 1962); W O L T E R , H . , art. Schall von Bell: «LexThK» 9 (1964) 364; D ' E L I A , P . , The double Steller Hemisphere ofj. S. von B. (Pekín 1964).
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El insigne visitador P. Valignano decidió destinar a la misión de China a los PP. Ruggieri y Ricci, hombres bien formados en las ciencias, y particularmente en las matemáticas, y, por otra parte, llenos de un ardiente celo de las almas. Inició la obra el P. Ruggieri entrando desde Macao varias veces desde 1588 juntamente con los mercaderes portugueses. Entonces entró en escena el P. Ricci, quien se decidió a emplear un nuevo sistema. Estudió detenidamente las costumbres chinas, aprendió lo mejor posible su lengua, tomó un nombre chino y se vistió a la manera de uno de sus bonzos, y, presentándose como un literato, empezó a usar en todo la etiqueta y las costumbres de los filósofos y literatos más piestigiosos del país. Por otra parte, con los conocimientos científicos que poseía, fabricó un reloj muy artificioso, algunos cuadros solares y aun mapas de la China mejores que los allí conocidos, y con todo este aparato de ciencia empezó a atraerse a la gente más distinguida. Así, pues, comenzaron algunos a abrazar la fe católica, en lo cual procedía Ricci con gran prudencia. Para facilitar estas conversiones, dispuso Ricci que los nuevos cristianos podían continuar practicando una serie de usos y ritos chinos que no incluían culto formal a sus dioses o antepasados y sólo tenían una significación social o cívica. Es lo que se designó como los ritos chinos. Por este sistema de acomodación desaparecieron los prejuicios, principalmente de las clases elevadas, contra el cristianismo. De esté modo el P. Ricci y sus compañeros conquistaron la confianza del virrey de Cantón de tal manera, que éste les concedió una casa y terrenos para una iglesia. Una vez asegurada su posición en el territorio de Shinking, se lanzaron asimismo a Chekiang y Kwangsi, donde abrieron nuevos campos de misión. Naturalmente, estos éxitos de los jesuítas provocaron una apasionada reacción de los bonzos del país. Pero esta borrasca no entorpeció la marcha triunfante de la misión del P. Ricci. Llegóse a pensar en una embajada del papa al emperador de China; pero no se pudo realizar. Con gran cautela fueron entrando algunos Padres en China. Tales fueron : el P. Duarte de Sande, primer superior de Chinching; Antonio de Almeida, de Petris, y más adelante, Lázaro Cattaneo. Ricci concibió el plan de llegar hasta Peking, ante la presencia del emperador. Su primer conato, de 1595, no obtuvo resultado. En cambio, le ofreció la ocasión de establecer una residencia en Nanchang. El segundo, realizado en 1598 con la compañía del virrey de Nanking y del P. Cattaneo, le permitió llegar a la capital, pero se vio forzado muy pronto a dejarla. En cambio, nombrado ya provincial de la misión, pudo organizar una magnífica residencia en Nanking. Pero su constancia obtuvo al fin un éxito rotundo. Habiendo emprendido de nuevo el viaje cargado de presentes para el emperador y acompañado del P. Pantoja y dos hermanos, fueron presos en Tientsin; pero entonces, llamados por el emperador, entraron en Peking en enero de 1591. El resultado fue establecerse en Peking, y aunque, conforme a la etiqueta, el emperador no se dejaba ver, sin embargo, contempló las pinturas de Jesucristo, de la Virgen y de otros temas religiosos que Ricci le hizo presentar, y, bajo la dirección de éste, hizo componer
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mapas y planos nacionales y aun asignó un palacio para la obra de los jesuítas. Entre tanto, Ricci y los demás jesuitas aprovechaban este favor imperial y el prestigio de que gozaban para atraer a los literatos y al pueblo a la religión. El mismo compuso diversas obras, que han sido consideradas como clásicas en la lengua china. Entre los más insignes conversos debemos mencionar a Pablo Kin con su familia, y sobre todo a los dos que fueron las columnas de la misión, Sin Koangsi, originario de Shanghai, y Pablo Ly, bautizados en 1602 en Peking. El P. Mateo Ricci, cargado de méritos, moría el n de mayo de 1610. Después de Ricci, la misión de China continuó con relativa prosperidad bajo la dirección del P. Longobardi. El número de conversos no era muy grande, pero tenía una gran significación. El año 1616 se contaban ya 13.000 cristianos. Entre ellos había 13 mandarines, 321 letrados, el general Sung y algunos príncipes. Pero bien pronto se desató una nueva tempestad. En 1616 llegó al emperador una acusación presentada por el mandarín Schin contra el cristianismo como cosa extranjera contraria a la China, y el resultado fue un decreto de expulsión, por lo cual algunos jesuitas fueron maltratados y desterrados. Sin embargo, el cristianismo estaba ya profundamente arraigado. El cristiano Ly, que gozaba del favor imperial, obtuvo la vuelta de los Padres eri 1625, con lo cual se pudo continuar la misión. Al mismo tiempo, el belga P. Nicolás Trigault, que hacía años había marchado a Roma para negociar algunos asuntos, volvía en 1625, habiendo obtenido de Paulo V una serie de privilegios, como el celebrar la misa con la cabeza cubierta. Todo esto y ciertos descubrimientos realizados, que indicaban la antigüedad del cristianismo en aquellos territorios, dieron mayor prestigio a los misioneros, con lo cual se pudieron completar las residencias ya existentes. Otro asunto de gran trascendencia aumentó el prestigio de los jesuitas misioneros. En 1629 los cristianos Koangsi y Ly, muy influyentes en la corte imperial, obtuvieron el nombramiento de los PP. Longobardi y Terentius para la comisión oficial del calendario. En 1631 se añadió el nombramiento de los PP. Rho y el alemán Adán Schall, ambos eminentes astrónomos. En tan importantes puestos obtuvieron todos estos Padres extraordinario prestigio y consiguieron llevar a feliz término la reforma del calendario. El P. Schall fue en adelante una de las columnas de la misión, que volvió a resucitar la gloria del P. Ricci. Desde 1644 supo acreditarse tan cumplidamente con la nueva dinastía Manchón, que los misioneros pudieron continuar todas sus actividades. Nuevos misioneros, como los PP. Koffler y Verbiest 28 , contribuyeron a mantener el prestigio alcanzado. De este modo los cristianos de la China en 1650 llegaban a unos 150.000 y poco después subían a 250.000 29 . 28 VATH, A., Johann Adam Schall van Bell, S.I. (1933); BOSMAUM, H., Ferdinand Verbiest (Lovaina 1912); ID., Documents referents á Verbiest (Brujas 1912); VAN HEE, L., F. Verbiest, écrivain chináis (Brujas 1913). 29 La célebre cuestión de los ritos chinos, que se inició estos años, pertenece de lleno al período siguiente. Véanse: HUONDER, A., Der chinesische Ritensireit (1921); BRUCKER, J., art. Rites Chinois: «Dict. Théol. Cath.».
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Además de los jesuítas, iniciaron igualmente su actividad misionera otros religiosos. Los dominicos, procedentes de Filipinas y Formosa, entraron en China en 1626, y los franciscanos en 1636. El dominico Ángel Cochi entró en Fukien en 1632, y en 1633 se le juntaron los PP. Morales y Díaz, y en 1635 otros tres dominicos. Al mismo tiempo se introdujeron J o s franciscanos Antonio Caballero y Báñez. - Asimismo intentaron los jesuítas penetrar en el Tibet. Así, en 1607 el célebre portugués Benito Goes, partiendo de Agrá, llegó, a través del Tibet, a la China. El P. Andrade llegó también en 1624, y, según se refiere, construyó una iglesia. Pero esta incipiente misión no pudo sostenerse 30. 4. Misión del Japón 31 .—Descubierto el Japón por los portugueses en 1542 y habiendo predicado en él San Francisco Javier desde 1549 a 1551, quedaba sembrada la doctrina del Evangelio, que debía producir excelentes frutos. Sus sucesores, P. Torres y P. Gago, procuraron aplicar el método de acomodación, empleado por Javier al fin de su estancia en el Japón, es decir, manteniendo el prestigio de los misioneros y de la doctrina cristiana frente a los bonzos y letrados 32 . El daimio de Yamaguchi continuó protegiendo a los misioneros y aun les asignó una casa y un templo. Entre tanto, el P. Vilela había conseguido entrar y afianzarse en Miyako, donde ya en 1565 habían surgido hasta siete iglesias. Ese mismo año tuvo lugar una revolución en el país, de la que salió victorioso el shogún o emperador Nobunaga, que tomó el nombre de Cambacundono, quien centralizó todo el poder en sus manos, para lo cual quiso quebrantar el influjo predominante de los bonzos. El resultado fue que 30
LAUNAY, A-, Histoire de la Mission du Tibet 2 vols. (París 1903). Además de las obras generales, pueden verse en particular: Fuentes.—Litterae annuae, o Cartas annuas, hasta el fin de las persecuciones, se publicaron a fines del siglo xvl y en el siglo xvu en varias partes. Véanse citadas en STREIT, Bibliotheca Missionum vols.4 y 5 passim, y en SCHMIDLIN, I.C, 276. Como fuentes pueden considerarse muchas Historias antiguas de la misión y de las persecuciones japonesas. Por ejemplo: FROES, L. DE, S.I-, De rebus iaponicis histórica relatio... (Maguncia 1599); GUZMÁN, Historia de las Misiones que han hecho los religiosos de la Comp. de]... en los reinos del Japón (1601; reed. en Bilbao 1892); TRIGANTIUS, Commentarius de rebus iaponicis: 1609-1612 (Áugsburgo 1615); SOLIER, Histoire ecclés. du Japón (París 1627); CARDIUS, Relation des choses de la Comp. de J. au Japón en 1649 (1655); SICARDO, J., Cristiandad del Japón y dilatada persecución (Madrid 1698); SOUSA, F., Oriente conquistado (Lisboa 1710). 31
Bibliografía.—Obras recientes: DEPLACE, L-, Le Catholicisme au Japón 2 vols. (Bruselas 1908-1910); MARNAS, F., La religión de Jésus resuscité, au Japón 2 vols. (París 1896); PÉREZ, L-. Cartas y relaciones del Japón: «Arch. Iber.-Amer.» (1916-1922); ID., Los franciscanos en Oriente: «Arch. Franc. Hist.» (1908-1909); STEICHEN, M., Les Daimio chrétiens (Hong-Kong 1904); PROFILET, Le martyrologe de l'église du Japón (1549-1649) 3 vols. (París 1897): CARY, Q., A histoy of Christianity in Japan (1549-1909) 2 vols. (Londres 1009): BAYLE, O , Un siglo de cristiandad en el Japón (Barcelona 1935): «Bibl. pro Eccl. et Patria»; LAURES, J-., Die Zahl der Christen und Martyrer im alten Japan: «Mon. Nip.» (Tokio) 7 (1951) 84S; BOXER, C. R., The Christian century in Japan, 1549-1650 (Londres 1951); SCHÜTTE, J. F., Valignanos Missionsgrundsatze für Japan-•• (Roma 1951): CERMEÑO, A-, Corona de daimios. Don Justo Ukondono Takayama (Bilbao 1950); SANSOM, G. B-, Japan. A short cultural history, nueva ed. (Londres 1953); GIESLIK, H., Jesuitenmission in Hiroshima im XVII. Jh.: «Arch. Hist. S.I.» 22(1953)2395; MONSTERLEET, ) . , L'Église du Japón du temps féodaux a nos jours... (Toulouse 1958); SCHÜTTE, I. F., Valignano's Missionsgrundsatze für Japan: «Storia e letter.» 68 (Roma 1958); SANSOM, G., A history of Japan I (Londres 1959); BERSIHAUD, R., Histoire du Japón, des origines á nos jours «Bibl. hist.» (París 1959); LAURES, J., The Catholic Church in Japan. A short history (Rutland 1954); CIESLIK, H., Zur Gesch. der kirchl. Hierarchie in der ersten Japanmission: «NZMissWiss» 18 (1962) 42-58.81-107.177-1951; LÓPEZ GAY, J., La «preevangelizaciów en los primeros años de la misión del Japón: «MissHisp» 19 (1962) 289-329; KENNEDY, M., A history of Japan (Londres 1963). 32
Véase: SCHURHAMMER, G., Disputation der P. Cosme de Torres, S.I., mit deu Buddisten im Yamaguchi 1551 (Tokio 1929).
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favoreció a los cristianos y se inició un período de gran florecimiento de la misión católica. Rápidamente se fueron fundando las cristiandades de Omura, cuyo daimio se convirtió y tomó el nombre de Bartolomé; de Koshinoteu, Shimara, Amacusa y otras. De gran importancia para la misión del Japón fue la actividad desarrollada por el P. Alejandro Valignano, primero como visitador y luego como provincial, con lo cual, hacia el año 1582, había hecho subir el número de cristianos a 150.000. Entre los cristianos más insignes debemos mencionar, además de algunos daimios, un buen número de bonzos y el general Ukondono. Tal prestigio llegó a alcanzar el P. Valignano, que pudo organizar una embajada de cuatro jóvenes japoneses enviados por tres daimios, quienes se dirigieron a Roma y se presentaron al papa Gregorio XIII 33 . Todo marchaba prósperamente, cuando sobrevino un cambio inesperado y el principio de la gran tempestad que debía descargar más tarde. Hideyoshi Hashiba logró destronar a Cambacundono, y desde 1585 era ya dueño efectivo de todo el imperio, tomando desde 1592 el título de Taicosama o supremo señor; pero, siendo así que en un principio se mostró favorable a los cristianos, en 1587 publicó un decreto por el que se desterraba a los misioneros y se ordenaba la destrucción de las iglesias 34 . Sin embargo, de momento se pudo evitar los efectos desastrosos de este decreto. Entre tanto volvieron en 1590 los cuatro jóvenes que constituían la embajada japonesa que habían visitado Roma y la cristiandad occidental. Su entusiasmo por la magnificencia del Papado, la liturgia católica y los grandes reyes cristianos contribuyó a aumentar el prestigio de la misión católica. Al ser presentados solemnemente por el P. Valignano a Taicosama, éste los colmó de honores. Con el favor creciente del emperador, el cristianismo pudo hacer rápidos progresos. Al finalizar el siglo xvi se elevaban a 300.000 los cristianos del Japón. Algunas estadísticas señalan para poco después, entrado ya el siglo xvu, hasta 750.000, con unos 140 misioneros y más de 800 catequistas. Por lo que a la jerarquía se refiere, en 1587 el papa Sixto V nombró al P. Maraes primer obispo de Funai, estableciendo esta sede episcopal del Japón; pero el nuevo obispo murió en el camino, y su sucesor, P. Martínez, no llegó hasta 1595. Fueron frecuentes los intentos realizados por otros religiosos desde la China, y sobre todo desde Filipinas, para introducirse en el Japón. Así, en 1592, el dominico P. Cobos se presentó ante Taicosama como embajador; en 1593 apareció asimismo el franciscano Fr. Pedro Bautista con tres compañeros en nombre del rey de España, y, aunque no obtuvieron el permiso deseado, comenzaron a trabajar en Miyako, Osaka y Nagasaki. Algunas expresiones de estos misioneros, por las que ponderaban el poder del rey de España, comenzaron a predisponer a Taicosama contra los misioneros católicos. Pero lo que ocasionó la persecución 33 34
Véase PASTOR, XX,35is. Según parece, este cambio se debía, parte al temor del poder de los misioneros extranjeros, parte al hecho de haberse negado algunas doncellas cristianas a satisfacer a sus devaneos lujuriosos. Véanse en particular: PACHECO, D., Mártires de Nagasaki: héroes del apostolado cat. (Bilbao 1961).
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fueron las expresiones indiscretas de un capitán de un barco español arrojado por la tempestad sobre las costas japonesas, quien llegó a afirmar que el rey de España se aprestaba a conquistar el Japón, como ya lo había hecho con otros territorios. Taicosama, fuera de sí de cólera, lanzó inmediatamente la sentencia de muerte contra seis franciscanos, tres jesuítas y diecisiete cristianos japoneses. Fueron las primicias de los mártires del Japón, sacrificados el 5 de febrero de 1597. A este sacrificio de las primeras víctimas cristianas siguieron la destrucción de muchas iglesias y otros muchos martirios. Sin embargo, tampoco esta persecución tuvo muy graves consecuencias. Al morir Taicosama en 1598, se restableció de nuevo la calma y el cristianismo siguió su carrera triunfal. Su sucesor, Daifusama, observó al principio una conducta relativamente favorable a los católicos, si bien consta que a ello le movían consideraciones de pura conveniencia. Apoyados en este favor imperial, los franciscanos acudieron desde Filipinas en mayor número y fundaron conventos en Miyaco, Fishima, Osaka y aun en Yedo (Tokyo). Distinguióse entre ellos el Beato Luis Sotelo. Por otro lado, a partir de 1602 son también numerosos los dominicos que entran en el Japón y organizan residencias. Pero hacia el año 1613 estalló la última y más sangrienta persecución, que, con cortas interrupciones, duró hasta 1660. Según todos los indicios, fueron los mercaderes holandeses e ingleses quienes, habiendo establecido hacia 1600 una colonia en Yedo, fueron ganándose la confianza de los japoneses y luego procuraron desacreditar a los misioneros católicos, sugiriendo al shogún la maligna idea de que todos ellos trataban de conquistar al Japón y destronarle a él. El resultado fue que, convencido Daifusama de estas calumnias, el año 1612 dio un primer decreto prohibiendo el hacerse cristianos, al que siguió otro en 1614 por el que se mandaba conducir a Nagasaki a todos los misioneros para desterrarlos, destruir todas las iglesias y ajusticiar a todos los cristianos que persistieran en su confesión. La misión, según los cálculos más probables, contaba a la sazón cerca de 750.000 cristianos, con unos 130 misioneros jesuítas y 30 de otras órdenes. El efecto, pues, fue en verdad catastrófico. Sin embargo, de momento, se detuvo la persecución. Habían sido destruidas unas 80 iglesias y desterrados unos 30 misioneros. Próximo a su muerte Daifusama, dio algún respiro a los cristianos; pero su hijo y sucesor, Hidetada, urgió desde 1617 la persecución, que continuó cada vez más violenta en tiempo del sucesor de éste, Yemitzu. Los martirios se multiplicaron en una forma desastrosa para la Iglesia del Japón. Por otra parte, el heroísmo de los misioneros y de los cristianos sencillos fue ejemplar y uno de los más sublimes de la historia del cristianismo. Ya en 1624 se elevaba a 30.000 el número de cristianos muertos o desterrados, y al final de la persecución pasaron de doscientos mil. Yemitzu fue quien más extremó la persecución. Se acudió a los mayores refinamientos en el sistema de martirios y con el objeto de acabar con todos los misioneros. Pero no se contuvo con esto el heroísmo cristiano. En 1632 lograron entrar 11 misioneros; en 1634 entraron por diversas partes 34 jesuítas. Pero, a pesar del heroísmo de
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los misioneros y de los cristianos, la persistencia de la persecución llegó a exterminar casi por completo el catolicismo. Particularmente se conocen los nombres de 3.120 mártires. Una de las más insignes víctimas fue Ukandono, quien perdió todos sus bienes y murió desterrado en Filipinas. V.
MISIONES DEL CENTRO Y DEL NORTE DE AMÉRICA
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Siendo como era América tierra enteramente virgen y tratándose de tan inmensos territorios, allí pudo explayarse en toda su amplitud el celo de los misioneros católicos, con lo cual fueron naciones enteras las que abrazaron el Evangelio. 1. Misión de Méjico 36 .—Una vez asentado el cristianismo en las Antillas, particularmente en la Hispaniola o Haití, y establecida 35 A n t e todo, véanse las obras generales y otras citadas en la nota i, p a r t i c u l a r m e n t e Colección de documentos inéditos, y H E R N Á E Z , y las d e la nota 4, SOLÓRZANO, BLANCO-FOMBONA, SIERRA, BAYLE, SALAS, EGAÑA, L E T U R I A y M O N T A L B Á N y todas las q u e tratan del Patronato español o portugués. A d e m á s p u e d e n v e r s e :
F u e n t e s . — C a r t a s de Indias ( M a d r i d 1877); Recopilación de leyes de los Reynos de las Indias (1682); SERRANO y SANZ, Historiadores de las Indias ( M a d r i d 1909); Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y tierra firme del mar Océano 4 vols. ( M a d r i d 1601); A G U I R R E , Collectio máxima conciliorum (para los grandes concilios d e Méjico y L i m a , etc.). B i b l i o g r a f í a . — H E L P S . A . , The Spanish Conquest in America 4 vols. ( L o n d r e s 1900-1904); L U L F T , H . , Gesch. Südamerikas 2 vols. (1912-1913); PEREYRA, C , Historia de América española 8 vols. ( M a d r i d 1920-1923); BERTRAND, I. F . , Histoire de VAmérique espagnole 2 vols (París 1929); RICARD, R., Etudes et documents pour l'hist. missionnaire de l Espagne et du Portugal (Lovaina 1930); ALCALÁ y H E N K E . La esclavitud de los negros en la América esp. ( M a d r i d 1919); V I Ñ A S y M E Y , El régimen de la tierra en la colonización esp. (La Plata 1925); BAYLE, C , España en Indias (Vitoria 1934); H Ó F F N E R , I., Christentum u. Menscheawürde. Das Anliegen der span. Kolonialethik im gold. Zeitalter (1947); ARROYO, L . . Comisarios generales de Indias: «Arch. I b . Amér.» 12 (1952) 129s.257s.429s; BAYLE, C . , Los cabildos seculares en la América española ( M a d r i d 1952); SCHOEK. W . F R H . VON, Geschichte Mittel und Südamerikas: «Weltgeschíchte in Einzeldarstell.» 9 ( M u n i c h 1953); SPECKER, J., Die Missionsmethode in Spanisch-Amerika im XVI. Jh. mit besonderer Berücksichtigung der Konzilien u. Synoden (Schóneck Beckenried 1953); G Ó M E Z H O Y O S , R . , Las leyes de Indias y el derecho eclesiástico en la América española e islas Filipinas ( M e d e l l í n - C o lombia 1945); BAYLE, C , El clero secular y la evangelización de América: «Miss. Hisp.» t.6 ( M a d r i d 1950); R. K O N E T Z K E , Colección de documentos para la historia de la formación social de Hispanoamérica! (1492-1592 J ( M a d r i d 1953); A G U I R R E , E., Una hipótesis evolucionista en el siglo XVI. El P. José de Acosta, S.I., y el origen de las especies americanas: «Arbor» 36 (1957) I 7 6 s ; Z E A , L . , América en la historia (México 1957); B A N N O N , J. F . , y D U N N E . P - M.,Latin America. Anhistorical survey, nueva ed. (Milvaukee 1958); EGAÑA, A . DE, La teoría del regio Vicariato español en Indias: «Anal. Gregor.» 95 ( R o m a 1958); M A R T Í N E Z , M . M . , Fray Bartolomé de lasCasas, «padre de América* ( M a d r i d 1958). CASTRO A L O N S O , C . A . , La América de los historiadores primitivos de Indias. Estudios sobre la época (Valladolid 1958); J I M É N E Z M O R E N O , W . , Estudios de hist. colonial: «Hist.» 1 ( M é x i co 1958); F O S T E R , G . M . , Culture and conquest America's. Spanish heritage (Chicago 1960); B O R GES, P., La Santa Sede y América en el siglo XVI: «EstEmer» 21 (1961) 141-168; GÓMEZ H O YOS, & , La Iglesia en América en las leyes de Indias ( M a d r i d 1961); H E R R I N G , H . , A history of Latin America from the beginning to the present. N u e v a ed. ( N u e v a York i g 6 l ) ; T O R M O , L . , Historiade la Iglesia en la América (atina. I. La evangelización ( M a d r i d 1962); M O R A L E S P A D R Ó N , F . , Historia general de América: «Manual d e hist. univ.» V y V I ( M a d r i d 1962); B O U R N E , E . G . , Spain in Amenca, 1450-1580. N u e v a ed. e introd. p o r B . K e e n ( N u e v a York 1962); H E R N Á N D E Z S Á N C H E Z BARBA, M . , Historia universal de América 2 vols. ( M a d r i d 1963); W O R C E S T E R , D . E., The growth and culture 0/ Latin_America ( L o n d r e s 1963); CHONATJ, P . , L ' A m é r i q u e e t les Amériques: «Destins d u monde» 8 (París 1964). 36
A d e m á s d e las obras generales, véanse en p a r t i c u l a r :
F u e n t e s . — G A R C Í A D E ICAZBALCETA, J., Bibliografía mexicana del siglo X V Í (Méjico 1886); I D . , Colección de documentos para la hist. de Méj. ( M a d r i d 1856-1866); I D . , Nueva col. de docum. ( M a d r i d 1886-1892); Documentos inéditos para la hist. de Méjico, 3 colecciones: 1853S.1886S.1905S. B i b l i o g r a f í a . — B A N C R O F T , H . H . , History of México 6 vols. ( N u e v a York 1914); H O F F MANN, A., Die Eroberung von Méx. (1922); PEREYRA, O , Hist. de Amér. esp. V0I.3, México ( M a d r i d 1924); BRADEN, C H . , Religious aspects of the Conquest of Mex. ( C a m b r i d g e 1931); R I CARD, R., La conquéte spirituelle en México de 1525 d 1572 (París 1933). CUEVAS, M . , Historia
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en 1504 y 1511 la jerarquía, el primer gran territorio descubierto y evangelizado fue el de Méjico. La hazaña iniciada por Hernán Cortés en 1519, la conquista del grande imperio de los aztecas, conmovió a todo el mundo europeo. Pero no fue menos conmovedora la empresa realizada por aquel ejército de misioneros franciscanos, dominicos, agustinos, jesuítas y de otras religiones, así como también del clero secular, que en pocos años transformaron aquellos territorios en las más florecientes misiones cristianas. A Hernán Cortés acompañaban algunos clérigos, y sobre todo el que era su capellán, el mercedario P. Olmedo 37 . Pero inmediatamente pidió él mismo al emperador Carlos V nuevos misioneros, que éste se apresuró a hacerle enviar. De esta manera se inicia la obra de los grandes institutos misioneros en la misión de Méjico. Los primeros fueron los franciscanos 38 , los cuales enviaron a tres flamencos, entre los que sobresale Fr. Pedro de Gante, quien durante cincuenta años trabajó incansablemente por la iglesia de Méjico. Pero la expedición más gloriosa de los franciscanos fue la que desembarcó en Veracruz el 13 de mayo de 1524, en número de doce, por lo cual es conocida en la historia con la designación de los Doce Apóstoles. A su cabeza iba Martín de Valencia, justamente llamado Padre de la igíesiü mejicana; pero destacó igualmente Fr. Toribio de Benavente, conocido por el mote de Motolinia, palabra indígena que significa pobreza, y que fue la primera que oyó a los naturales, admirados al ver la que revelaban los pobres franciscanos. La actuación de estos primeros operarios fue admirable. Por medio de señas fueron insinuándose entre los indígenas, y, venciendo obstáculos casi insuperables, fueron enseñando el Evangelio y la cultura cristiana. Para darles más autoridad ante los naturales, Cortés los distinguía con los más altos honores. Mal dominada la lengua del país, en 1528 Pedro de Gante publicaba la primera gramática. Al mismo tiempo surgían los primeros centros de beneficencia; los franciscanos fueron extendiéndose hacia Michoacán y Jalisco, Zacatecas y Durango. El año 1542 eran ya 86 los operarios franciscanos. Del fruto alcanzado de la Iglesia en México (obra fundamental) 5 vols., 3.* ed. (Tialpan 1929); SAHAGÚN, B . DE, Historia gen. de las cosas de Nueva Esp. 5 vols. (Méjico 1938); BENAVENTE, j . , Historia de los indios de Nueva España (México 1943); C O L L I S , M . , Cortés and Montezuma ( L o n d r e s 1954); D Í A Z D E L CASTILLO, B., Historia verdadera de la conquista de la Nueva España ( M a d r i d 1950); CUEVAS, M . , Historia de la nación mejicana 3 vols,, 2.* ed. (Méjico 1953); L Ó P E Z VELARDE, B., Las misiones en México, 1524-1708: «Cultura misional» 4 (México 1957); BRAVO UGARTE, J., Compendio de historia de México hasta 1952. 7.* ed. (México 1958); ZAVALO, S., Aspectos religiosos de la historia colonial americana: «Est. histór.» 4 (México 1959) 137-179; CARREÑO, A. M . , Misioneros en México (México 1961); PLACER L Ó P E Z , G., Fray Bartolomé de Olmedo, capellán de los conquistadores de Méjico ( M a d r i d 1961); JACOB, E. G . - P R O M P E R , W . , art. México: «LexThK» 7 (1962) 381-387; ZAMBRANO, F . , Diccionario bio-bibliogr. de la Compañía de Jesús en México 2 vols. (México 1962); PAZOS, M . R., Misionología mejicana. Lingüistas y políglotas franciscanos ( T á n g e r 1962). 37 Véase: CASTRO JOANE, J., Bartolomé de Olmedo, capellán del ejército de Cortés: «Mis. Hisp.» 5 (1948) 5s. Sobre H e r n á n C o r t é s : BAYLE, C , Cortés y la evangelizacion.de Nueva Esp.: ibid., p . s s ; Hernán Cortés: Estampas de su vida (Madrid 1948); PAZOS, M . R., Reducciones francesas en Méjico: «Arch. Ib.-Amer.» 13 (1953) 129-64; W E Y M Ü L L E R , F . , Histoire du Mexique: col. «Que sais-je?» 574 (París 1953); ALTOLAGUIRRE y DUVALE, A. DE, Descubrimiento y conquista de México: «Hist. d e A m é r . y los puebl. amer.» 7 (Barcelona 1954). 38 L E M M E N S , L., Gesch. der Franciskaner Miss. (1929); SALAZAR, B., LOS doce primeros apóstoles franciscanos en Méjico (Méjico 1943); BERGER, J. A., The Franciscan Missions of California ( N u e v a York 1941); K E Y S , J. M . , Las. misiones españolas de California ( M a d r i d 1950); M C G A R RY, D . D . , Educational methods of the franciscans in Spanish California: «The Americ.» 6 ( 1 9 5 0 ) 335s; MIRALCAMP, F É L I X DE, Primeras fases del apostolado franciscano en Méjico: «Est. Franc.» 60 (1959) 67S.
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hablan las cartas auténticas de Pedro de Gante y Motolinia, el primero de los cuales afirma que en 1529 se había bautizado a más de 200.000 indígenas. Entre tanto llegó a Méjico el segundo escuadrón de misioneros, que fue el de los dominicos 39 . Los primeros entraron el 2 de julio de 1526. Eran asimismo doce, dirigidos por otra de las grandes columnas de la iglesia mejicana, Fr. Domingo de Betanzos, y Fr. Tomás Ortiz. El primero organizó inmediatamente un noviciado en Méjico. Con esto y con las repetidas expediciones llegadas de España, se formó pronto (1536) la provincia de Santiago, y a fines de siglo eran ya cuatro. E n 1533 llegaron las avanzadas de la tercera Orden misionera, los agustinos40, bajo las órdenes de Fr. Francisco de la Cruz, y de la que formaban parte Fr. Agustín de la Coruña y Fr. Juan de San Román. Otro misionero famoso, Fr. Nicolás de Agreda, dirigía una nueva expedición en 1535, y en los años siguientes (1536 y 1539) llegaban nuevas legiones de apóstoles, entre los que descuella Fr. Alonso de la Veracruz. En 1548, la Orden agustiniana poseía cuarenta y seis monasterios, y a fines del siglo, dos provincias. Fray Agustín de la Coruña y Fr. Juan de San Román fomentaron con gran éxito los trabajos entre los indios chilapas. A estos ejércitos misioneros debemos añadir, ante todo, un buen número de sacerdotes del clero secular, y sobre todo un cuarto escuadrón, digno de ponerse al lado de los primeros: era el de los jesuítas 41 , que, tras largas gestiones de la Audiencia de Méjico con Felipe II, llegaron el 28 de septiembre de 1572. Eran en conjunto quince, a quienes habían precedido dos para preparar el terreno. Ya en 1576 fundaron un colegio en la capital, y desde un principio se dedicaron de un modo especial a la enseñanza y a las misiones vivas. Poco después •se añadían los colegios de Puebla, Guadalajara, Veracruz y otros. En 1580, los jesuítas tenían en Méjico 107 miembros, y en 1603 contaban ya con 345. A los operarios indicados debemos juntar todavía: los mercedarios, quienes, prescindiendo el P. Olmedo, capellán de Hernán Cortés, no llegaron a Méjico hasta 1589; los alcantarinos, que se establecieron en 1582; los carmelitas, en 1585, y otros. Dignos de especial mención son los principios de algunas célebres misiones. Así, la gran misión viva de Cinaloa fue iniciada por los jesuítas en 1591 por iniciativa del visitador, P. Avellaneda. Su primer misionero, P. Tapia, no tardó en morir mártir. El virrey de Méjico, Luis de Velasco, atestiguaba en 1609 que en Cinaloa había más de 20.000 cristianos. En la misión de Sonora se inmortalizó desde 1638 39 DÁVILA PADILLA, Historia de la fundación y discurso de la Prov. de Santiago de Méx. de la Orden de Pred. (Bruselas 1590 y 1625; ed. 1879-1900); D U R A N , O.P., Historia de las Indias de Nueva Esp. (1567; nueva ed. 1880). 40 Véase Relación histórica de la conquista espiritual de Chiapa e Tlapa, e n STREIT, Bihl. Mtss.
II,7'7s.
41 P É R E Z D E RIVAS, Crónica e hist. religiosa de la Prov. de la Comp. de J. de Méjico en Nueva Esp. (1655; nueva ed. Méjico 1896); ASTRÁIN, A., Hist. de la Comp. de ]. en la Asist. de Esp.; ALEGRE, F . ]., Historia de la Compañía de Jesús en Nueva España. N u e v a ed. por E. BURRÚS y F . ZUBILLAGA, 4 vols. ( R o m a 195-6-1960); DECORME, G . , La obra cíe los jesuítas mexicanos durante la época colonial (1573-1767) 2 vols. (Madrid 1956).
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el P. Bartolomé Castaño. Asimismo fue célebre la misión de Topia. Hacia el año 1640, estas misiones estaban muy desarrolladas, con más de sesenta misioneros entre los tepehuanes y tarahumares. La jerarquía eclesiástica se introdujo bien pronto y en una forma conveniente en la floreciente iglesia mejicana. Así, en 1527 se constituía como primera diócesis la de Tlascala, que tuvo como primer obispo al dominico Julián Garcés. El mismo año fue erigida la sede episcopal de Méjico, y comenzó a regirla, aun antes de ser consagrado, el santo franciscano Fr. Juan de Zumárraga 42 , una de las glorias más puras de la iglesia mejicana. El fue, en efecto, el verdadero organizador de la iglesia de Méjico, en la que celebró juntas y concilios, construyó iglesias y colegios, organizó misiones, defendió a los indios y fue padre de todos. Tuvo que defenderse ante Carlos V ; mas, probada su inocencia, en 1546 fue elevado a primer arzobispo de Méjico. Su sucesor, el dominico Aloriso de Montúfar, celebró en 1555 el concilio I de Méjico, de extraordinaria importancia para toda América. Asimismo fueron establecidos: en 1535, el obispado de Oaxaca o Antequera; en 1536, Michoacán, con su primer excelente obispo, Vasco de Quiroga; en 1539, Chiapas, con el célebre Bartolomé de las Casas, O.P.; en 1548, Compostela, trasladada luego a Guadalajara. A estas diócesis debemos añadir la de Guatemala, con la que se constituyó la provincia eclesiástica mejicana. Más tarde fueron fundadas Yucatán (1561) y Durango (1620). 2. Las Antillas.—Una vez establecido el cristianismo y organizada la jerarquía en la Hispaniola o Haití, utilizaron los misioneros esta isla como punto de partida y base de operaciones para otras empresas apostólicas, en particular para la evangelización de las demás islas del archipiélago. CUBA.—A Cuba llegaron los franciscanos ya en 1495, y cuando Velázquez entró en la isla llevaba consigo cuatro dominicos, los cuales iniciaron su actividad misionera en 1510. Bien pronto la nueva misión alcanzó gran consistencia, y así en 1515 se erigió la primera diócesis de Baracoa. Poco después, en 1522 fue creado el obispado de Santiago. Ambas sedes se constituyeron en centros de irradiación misionera. Por este tiempo llegaron los mercedarios, y tanto éstos como los franciscanos y los dominicos continuaron su labor de evangelización. A ellos se juntaron los jesuitas en 1568, y se fueron estableciendo otras diócesis. PUERTO RICO.—Ya en 1511 entraron en este territorio un grupo de veintidós franciscanos, y fue erigida la diócesis de San Juan de Puerto Rico juntamente con las de Santo Domingo y Concepción de la Vega. En adelante se distinguieron en esta misión los franciscanos y los dominicos. 42 Véanse: GUTIÉRREZ, I. G., Arzobispos de la arquidiócesis de México (México 1948); CHAUVET, F. DE J., Fray Juan de Zumárraga, O.F.M. (Méjico 1948); CARREÑO, A. M., Fray Juan de Zumárraga, teólogo, editor, humanista e inquisidor. Documentos inéditos (Méjico 1050); GREENLEAF, R. E., Zumárraga and the Mexican Inquisition: «Historia» 1 (1961) 95-151; MIRANDA, J-, España y Nueva España en la época de Felipe H: «Public. Inst. de Hist.»- Serie divulg. 1 (Méjico 1962).
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JAMAICA.—La isla de Jamaica recibió el Evangelio de Puerto Rico, de donde llegaron en 1520 los misioneros franciscanos, a quienes siguieron los dominicos y otros misioneros. LAS PEQUEÑAS ANTILLAS.—Aunque conocidas, al menos en parte, durante el siglo xvi, no entran en el círculo del interés general misionero de Europa hasta muy entrado el siglo xvn, y su primera evangelización fue obra principalmente de los misioneros franceses. Así, en 1624 tres jesuitas entraron en la isla de Cristo juntamente con el descubridor Nambuc. Pero desde 1635, los capuchinos, encargados particularmente por Richelieu, trabajaron intensamente en esta isla, y asimismo en la Martinica y Guadalupe. Por otro lado, llegaron en 1640 los dominicos y una nueva expedición de jesuitas. En cambio, a la isla Trinidad, de la que tomaron posesión los españoles ya en 1571, llegaron doce franciscanos, que no obtuvieron ningún resultado, y en 1594 otros dos, que fundaron un convento e iniciaron la misión. 3. Centroamérica 4 3 .—De Méjico partieron multitud de expediciones, que fueron organizando misiones en los diversos territorios de Centroamérica. GUATEMALA.—En Guatemala inició la obra evangélica uno de los tres primeros franciscanos llegados a Méjico, Juan de Tecto. De este modo se formalizó la misión hasta tal punto, que en 1533 se pudo erigir la sede episcopal de Guatemala con su primer obispo, Francisco Marroquín. El mismo año 1533 inician su actividad los dominicos y los mercedarios. En 1539 entraron cinco franciscanos, a los que se juntaron pronto otros doce, bajo la dirección del P. Toribio Motolinia. Entre los dominicos ejercitó también su actividad en este territorio el célebre Bartolomé de las Casas. El resultado fue que en torno al año 1600 poseían los franciscanos 22 conventos, 14 los dominicos y seis los mercedarios. YUCATÁN.—En la región de Yucatán entraron los primeros misioneros, capitaneados por Jacobo de Testera, y se juntaron en 1537 cinco, que trabajaron en Campeche y otros territorios. Asimismo continuaron afluyendo otros muchos, que establecieron conventos en Mérida y Campeche. A fines del siglo xvi sobresalieron los dos legos Francisco de Torres y Diego de Landa. En 1561 fue erigida la sede episcopal de Yucatán. El obispo agustino Salazar, de la primera mitad del siglo xvii, dejó al morir en toda la región unos 150.000 cristianos. HONDURAS.—La región de Honduras comenzó a ser evangelizada en cuanto llegó desde Haití el franciscano Salcedo, a quien siguieron 43 FUENTE, LOS heraldos de la civilización centroamericana (Vergara 1929); MELÓN y Ruiz DE GORDEJUELA, A., LOS primeros tiempos de la colonización. Cuba y las Antillas. Magallanes y la vuelta al mundo: «Hist. de Amér.» VI (Madrid 1952); DURON, R. E., Bosquejo histórico de Honduras (Tegucigalpa 1956); LA TORRIENTE, L. DE, Estudio de las artes plásticas en Cuba (La Habana 1954); L E RIVEREND BRUSONE, J., Relaciones entre Nueva España y Cuba, 1518-J820: «Rev. hist. Amer.» (1954) n.37-38 p.45s; ARMAS MEDINA, F. DE, Primeros años del gobierno hispano en Cuba: «Est. Americ.» 13 (1957) 2195; VALLE LLANO, A., La Comp. de J. en Santo Domingo durante el periodo hispánico (Ciudad Trujillo 1950); ALONSO, I,, etc., La Igl. en América Central y el Caribe: «Amér. Lat. Estudios relig.» 4 (Frib. S.-Madrid 1962); WHETTEN, N. L., Guatemala. The land and the people: «Caribean» series 4 (New Haven 1961).
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en 1527 otros seis que fundaron un convento en Trujillo. En 1531 se erigió la jerarquía en la sede de Tegucigalpa.
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ocurrió a otra de un franciscano, tres dominicos y cinco sacerdotes seculares, y a otras de 1547, 1553 y 1559. En 1565 se hizo de nuevo un esfuerzo, que presentaba mejores perspectivas. Acompañaban a Menéndez misioneros franciscanos y jesuitas, entre los cuales se hallaban el P. Martínez y el P. Rogel. El primero, junto con otros, sufrió el martirio. El P. Rogel, en cambio, regresó a las Antillas. Otro grupo de jesuitas dirigido por el P. Segura penetró poco después en este ingrato territorio. Consiguieron trabajar algún tiempo, pero al fin murieron todos mártires. Pero el tesón de los misioneros no se dio por vencido. Se repitieron los esfuerzos, y, después de derramar mucha sangre, se consiguió desde 1601 afianzar la misión de Timuaca, y desde 1605 la de Yamasee. Los franciscanos lograron establecerse definitivamente en 1612. En 1634 contaban ya con unos 30.000 cristianos.
NICARAGUA.—Ya en 1531 se estableció su primera sede episcopal en Managua, y por el mismo tiempo aparecen sus primeros misioneros franciscanos. En 1534 se presentan asimismo los mercedarios. Desde 1536 aparece en actividad en este territorio el H.° Juan de Gante, así como también Las Casas. La catedral de León se inició en 1537. COSTA RICA.—El H.° Juan de Gante y Las Casas trabajaron también hacia 1536 en Costa Rica. Por otro lado, sabemos que el franciscano Pedro de Betanzos, con otros cuatro, en 1550 entró en esta región, y, junto con otros misioneros que él se procuró, intensificó notablemente la evangelización de este territorio. PANAMÁ.—Más antigua que todas éstas es la cristiandad del Panamá, adonde se dirigieron diversas veces las expediciones de Haití que desembarcaban en el continente. Ya en 1511 se erigió la sede episcopal de Santa María de Darien, que en 1519 se trasladó a Panamá. Su primer obispo, el franciscano Fr. Juan de Quevedo, se distinguió por su infatigable celo apostólico. 4. Otras misiones e n Norteamérica.—En las inmensas regiones que se extienden al norte de Méjico y en parte de los actuales Estados Unidos y Canadá, se dio comienzo igualmente a importantes misiones. NUEVO MÉJICO, CALIFORNIA, ETC.-—Como complemento o conti-
nuación de las misiones vivas cultivadas desde el principio en Méjico, deben ser consideradas las obras de evangelización de estos grandes territorios, actualmente unidos con los Estados Unidos. Nuevo Méjico fue misionado desde 1539 por los franciscanos, los cuales derramaron allí mucha sangre hasta 1598, en que, siguiendo a Oñate, lograron asentarse definitivamente. El crecimiento de la misión fue luego tan rápido, que en 1630 se contaban ya unos 80.000 cristianos. Desde 1604 se añadió la misión de los apaches, y posteriormente fundaron otras muy difíciles, pero que produjeron grandísimo fruto. No menos gloriosa fue la misión de la Baja California, donde se introdujo el Evangelio a fines del siglo xvi. En 1596 aparecieron algunos franciscanos y trataron de atraer a los naturales. Pero se vieron obligados a abandonar el campo. En cambio, algunos carmelitas llegados en 1602 hallaron mejor acogida. Sin embargo, no se hicieron muchos progresos. Nuevos conatos en 1632 y 1633 tuvieron mejor resultado, pues fueron bautizadas un centenar de personas. Pero tampoco esto tuvo consistencia, así como los esfuerzos del jesuíta Roque de Vega en 1636 y Cañas en 1642. La misión de la Baja California no alcanzó su desarrollo y prosperidad hasta fines del siglo xvn y x v m con los jesuitas PP. Kino y Salvatierra. LA FLORIDA.-—Las primeras expediciones a Florida, realizadas desde las Antillas por los misioneros españoles, fracasaron o terminaron trágicamente. Así, la de 1526, en la que cinco franciscanos, siguiendo a Narváez, penetraron en el interior del país, plantaron la cruz y comenzaron a enseñar la religión, no se pudo sostener. Algo semejante
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GEORGIA, VIRGINIA.—En Virginia se introdujo el Evangelio en 1567, y en Georgia, al norte de Florida, en 1570 por medio de los jesuitas. Pero tanto en estos territorios como en otros de la América del Norte, el cristianismo no se consolidó hasta el período siguiente. CANADÁ 4 4 .—El principio de la evangelización de este inmenso territorio fue obra de los franceses, y cae de lleno en este período que nos ocupa. Sin embargo, más bien se desarrolló en el período siguiente. Ya en 1534 el marino francés Cartier plantó la cruz en Quebec, y sus dos capellanes bautizaron a su reyezuelo Donnacona. Sin embargo, no se continuó la misión. Algo semejante sucedió, en las expediciones de 1605-1610. En esta última fueron bautizados el reyezuelo Membertu y su familia. Más consistencia alcanzaron los esfuerzos de los jesuitas Biard y Massé, quienes en 1611 predicaron a los canibas o abenakis; pero en 1613 tuvieron que retirarse. . Por otro lado se realizaron otros esfuerzos. En 1614 fueron llamados los franciscanos recoletos de Francia, y en 1615 llegaron cinco a Quebec. Iniciaron éstos la evangelización de los hurones y otras tribus e hicieron 140 cristianos. Con los nuevos refuerzos de los años siguientes creció considerablemente la misión, con lo cual llegaron a construir 44 Véanse las obras generales y las que se refieren al primer origen de la Iglesia en el Canadá y en Estados Unidos. He aquí algunas de las principales: Fuentes.—Relations de la Nouvelle France, 1611-1672 3 vols. (Quebec 1858); IHWAITES, The Jesuit relations and ai. documents 73 vols. (Cleveland 1896-1901). Bibliografía.—SHEA, History of the Church in the Un. St. (1 ¡21-1880) 4 vols. (Nueva York l886s); HUGHES, The history of the Society of Jesús in North America colonial and federal 4 vols. (Londres 19085); PHELAN, T. P-, Catholic in colonial days (Nueva-York 1935); ROCHEMONTEIX, C. DE, Lesjésuites et la nouvelle France au XVIII' siécle (París 1906); RILEY, A. J., Catholicism in Neuj England to 1788 (Washington 1936); MORÍS, A. J., History 0/ the Catholic Church in Western Canadá 2 vols. (Toronto 1910); GARNEAU, F. X., Histoire du Canadá 5.* ed. I (París 1913); GOYAU, G., Les origines relig. du Canadá (París 1924); WRIGHT, I. B., The colonial civili-. sation of N. Amer. (Londres 1949); O'BRIEN, J. A., The American martyrs. The story 0/the eight Jesuit martyrs of North America {Nueva York 1953); FOLMER, H-, Franco-spanish rivalry in North America, 1524-1763 (Glendale 1953); POMFRET, J. E., The vrovince of West New Jersey, 1609 1702 (Princeton 1956); KAEGAN, P. G. J.-TORMO SANZ, L., Experiencia misionera en la Florida. Siglos XVI y XVII (Madrid 1957); MAYNARD, T H . , The story of American Catholicism (Nueva York 1960); TRACY ELLIS, J., American Catholicism (Chicago 1956); ID., Catholics in Colonial America (Washington 1957); SMITH, S., etc., American Chmtiamty. I. 1607-1820 (Nueva York 1960); MILLER,P., LOspiritodellaNuova Inghilterra. 11 Seicento (Bolonia 1962); SINNOT, E. W., Meeting house and Church in early New England (Londres 1963); ANDREWS, CU. M., The colonial period of American history, nueva ed. 4 vols. (Londres 1964).
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iglesias y conventos en Quebec. Sin embargo, sólo muy lentamente fue creciendo el número de cristianos. De extraordinaria importancia para el cristianismo del Canadá fue la llegada de los jesuítas en 1625, llamados por los recoletos y por el virrey. Los primeros fueron Lallemant, Massé y Brébeuf45. Este último se aplicó en seguida a los hurones; pero en 1629, al tomar Inglaterra a Quebec, se interrumpió la misión; mas, renovada en 1632 por los jesuítas Lejeune y Noué, fue creciendo rápidamente. Organizáronse colegios para niños y niñas indígenas y se cultivaron de un modo especial las misiones con los indios. Aquellos primeros misioneros, entre los que se encontraban los mártires del Canadá, que bien pronto, en diversos tiempos y lugares, darían su sangre por Cristo, a través de privaciones y dificultades inauditas, fueron sembrando entre los hurones, algonquines, iroqueses y otros pueblos la doctrina de Cristo. VI.
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Igual que en otras partes, siguiendo a los conquistadores Pizarro, Almagro, Quesada y los Mendoza, los misioneros fueron evangelizando las diversas regiones de la América del Sur. 1. Nueva Granada 47 .—La región denominada posteriormente Nueva Granada comprendía dos territorios: el de la costa del norte de la América del Sur, que corresponde a la actual Venezuela, designada también con el nombre de Tierra Firme, y la actual Colombia. Bien pronto entraron los misioneros dominicos y franciscanos, procedentes de las Antillas, en estos territorios. El apóstol más significado fue el dominico Fr. Reginaldo Pedraza, quien el año 1519 llegó de Santo Domingo a Nueva Granada juntamente con otros dominicos. Digna de memoria es también la experiencia de una colonia ideal de indios que el P. Las Casas realizó en estas regiones. Entretanto, se iba intensificando la evangelización de Nueva Granada. En 1526 llegaba una nueva expedición de misioneros, y en 1529 Fr. Tomás Ortiz con otros veinte, todos ellos de la Orden de Predicadores. En 1531 se erigía la sede de Santa Marta, cuyo primer obispo fue Fr. Tomás Ortiz. Los dominicos Fr. Jerónimo de Loaysa y Fr. Bartolomé de Hojeda colaboraron activamente en la fundación de Carta45 Sobre los mártires del C a n a d á : RIGAULT, G . - G O Y A U , G., Martyrs de la Nouvelle France (París 1925); W Y M E , J., The Jesuit martyrs of North America (Nueva York 1925); D E V I N E , É . J., Les Jésuites martyrs de la Nouvelle France (París 1927); FOUQUERAY, H . , Les martyrs du Canadá (París 1930); O ' B R I E N , J. A., The american martyrs... ( N u e v a York 1953); POULIOT, L . , Aventurier de l'évangile. Le Pére Enemont Massé. premier missionaire Jésuite au Canadá (Montreal 1961). 46 Véase toda la bibliografía general de la América española d e la nota .35. 47 A d e m á s d e las obras generales y las d e América o América española, véanse: PEREYRA, C . , Historia de la Amér. esp. IVs ( M a d r i d 1924S.); CIVEZZA, L E M M E N S , A S T R Á I N y otras obras sobre las misiones d e los diversos institutos religiosos. A s i m i s m o : L-ODARES, B., Los franciscanos y capuchinos en Venezuela 3 vols. (Caracas 1929-1931); R O Z E , M . A., Les Dominicains en Amérique (París 1878); ZAMORA, A., Historia de la provincia de San Antonio del Nuevo Reino de Granada (Caracas 1930); ROBLEDO, G . , Las misiones franciscanas en Colombia (Bogotá 1950); NAVARRO, N . E., Anales eclesiásticos venezolanos (Caracas 1951); M O R Ó N , G., Los orígenes históricos de Venezuela I ( M a d r i d 1954); ELÍAS DE TEJADA, F . , El pensamiento político de los fundadores de Nueva Granada: col. «Mar adentro» IX (Sevilla 1955): PACHECO, J. M . , Los jesuítas en Colombia. I. 15671654 (Bogotá 1959); P É R E Z G . - W U S T , I.. La Iglesia en Colombia: «Estudios socio-relig. latinoamericanos» 1 (Fríb. S. y Bogotá 1961); F R I E D E , J., Descubrimiento del Nuevo Reino de Granada y fundación de Bogotá: 1536-1539, según documentos del A r c h . G e n . d e Ind., Sevilla (Bogotá 1960); PACHECO, J. M . , Los jesuítas en Colombia 2 vols. (Bogotá 1962); ALONSO, I., etc., La Iglesia en Venezuela y Ecuador. Estructuras ecles. ( M a d r i d 1962).
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gena, que convirtieron en centro de evangelización. Su primer obispo fue Fr. Tomás de Toro, a quien sucedió Loaysa, uno de los hombres que más trabajaron en la evangelización de Colombia. Jiménez de Quesada, en su célebre expedición a través de bosques vírgenes en 1536, que terminó con la fundación de Bogotá, iba acompañado por los dominicos Fr. Domingo de las Casas y Fr. Pedro Zambrano. En 1538 se erigía la sede episcopal de Bogotá. Nuevas expediciones de dominicos reforzaron las misiones comenzadas. En 1577 constituían una provincia y habían formado 17 comunidades cristianas de indios. Entre los más insignes misioneros dominicos de Colombia son dignos de mención: Bartolomé de Hojeda, de quien se dice que bautizó a unos 200.000 indios; San Luis Beltrán, apóstol de las selvas de T u bara, y otros muchos. Al lado de los dominicos trabajaron igualmente desde un principio los franciscanos. Desde 1527 aparece el P. Juan de San Filiberto trabajando con diversas tribus. En 1549 llegan, enviados por Carlos V, Francisco de Vitoria con otros ocho franciscanos, quienes en Tunja y otras regiones evangelizan diversas tribus. En 1565 pueden constituir una custodia de la Orden. De un modo semejante, en 1553 llegan a Nueva Granada los agustinos, quienes desarrollan una intensa actividad. Del agustino Alfonso de la Cruz se atestigua a principios del siglo xvn que convirtió a 8.000 indios en Uraba. Con todos estos trabajos, la misión de Nueva Granada hizo rapidísimos progresos, por lo cual se pudo completar la jerarquía eclesiástica. En 1546 se erigió la sede episcopal de Popayán; en 1564, la de Bogotá fue elevada a metropolitana, con su primer arzobispo, el franciscano Juan de los Barrios, hombre sumamente benemérito. De gran importancia para la iglesia de Nueva Granada como para otras misiones fue la entrada de los jesuítas en 1589. Ya se habían acreditado en el Perú y en otros territorios de Sudamérica; finalmente, en esta fecha los PP. Alonso Linero, Victoria y Martínez, procedentes del Perú, hicieron un primer conato en Colombia, pero no establecieron ninguna residencia estable. En 1598 llegaron de Méjico otros dos jesuítas, que trabajaron algún tiempo en Nueva Granada. Pero la falta de suficiente número de misioneros impedía a la Compañía de Jesús establecerse definitivamente en Colombia. Esto pudo al fin realizarse desde 1604, en que fundó residencias en Bogotá y Cartagena. Ya en 1607 se erigía un noviciado. Es bien conocido el nombre de San Pedro Claver 4S, una de las glorias más puras de la Compañía de Jesús y de las misiones católicas, quien se consagró en Cartagena de Colombia desde 1615 a 1654 al servicio de los negros con tan admirable heroísmo, que llegó a bautizar unos 300.000 de ellos, sufriendo en su ministerio las mayores contra 48 Sobre San Pedro Claver véanse: FERNÁNDEZ, J.. Apostólica y penitente vida del venerable P. Pedro Claver (Zaragoza 1666); SANDOVAL, A . DE, Naturaleza, policía sagrada y profana, costumbres, disciplina y catecismo evangélico de todos los etíopes (Sevilla 1627); ASTRÁIN, A . , Historia de la Compañía de J. en la Asistencia de España (magnífica semblanza del Santo en el t.5), VALTIERRA, A., San Pedro Claver. El Santo que libertó una raza. Su vida y su época (Bogotá 1954); ID., El esclavo de los esclavos, ed. popular (Bogotá 1954); SCHENK, J., Der Apóstol einer grossen Stadt, Petrus Claver (Ratisbona 1954); M A T E O S , F R . , Jesuítas españoles en Bolivia: «Esp. Mis.» 6 (1949) 2 i o s ; LEONARD, O . D E , Bolivia. Land, people and institutions (Londres 1953); P I R Ó N . P „ L'héroique Claver ( N a m u r 1953); M E T Z L E R , }., art. Petras Claver: «LexThK» 8 (1964) 356-357-
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riedades durante cuarenta años. Las misiones de Los Llanos y Orinoco se desarrollaron en el período siguiente: 2. Nueva Castilla o Perú 49 .—En las regiones del gran imperio de los incas fue particularmente dificultosa la obra de evangelización. Por eso mismo se distinguió más todavía el heroísmo de sus misioneros. Los primeros fueron, ante todo, el franciscano Marcos de Niza, quien acompañó a Pizarro en el primer reconocimiento que hizo de la región en 1527; pero en la gran expedición iniciada en 1532 le seguían seis dominicos bajo Reginaldo de Pedraza. Los desmanes de Pizarro y Almagro y las enormes dificultades de la expedición no impidieron que los misioneros se entregaran de lleno a la evangelización de los naturales y fueran organizando la misión. Los dominicos, por su parte, organizaron la iglesia de Cuzco, que ya en 1537 fue creada sede episcopal con su primer obispo, el dominico Vicente de Valverde. Asimismo, los dominicos Francisco de San Miguel y Alonso de la Cerda y otros continuaron la obra de evangelización en el Perú, con lo cual en 1541 se establecía la Orden en Lima, y en 1565 contaba ya en el Perú cien sujetos. Por otro lado, en 1541 se establecía la sede episcopal de Lima, con su primer obispo, Fr. Jerónimo de Loaysa, promovido a arzobispo en 1546, sumamente benemérito de la iglesia peruana. Pero su sucesor, Santo Toribio de Mogrovejo 5 0 , debía alcanzar mayor celebridad todavía, constituyéndose en verdadero organizador de la Iglesia en América, apóstol del Perú y otro Ambrosio, como muchos lo designaron. Aparte sus extraordinarios trabajos en la evangelización de aquellas inmensas regiones, su mérito principal consiste en haber celebrado diez concilios diocesanos y tres provinciales. Estos últimos promulgaron un código completo para las iglesias americanas, que, unido al de los concilios de Méjico, constituyó en adelante la base para la disciplina de América. 49 A d e m á s d e las obras generales, véanse: CALANCHA, A . DE LA, Crónica moralizadora del Orden de San Agustín en el Perú I (Barcelona 1639); M A T E O S , F . , Historia general de la Compañía de Jesús en la Provincia del Perú. Crónica anónima de 1600... 2 vols. ( M a d r i d 1944); I D . , Primera expedición de misioneros jesuitas al Perú (1565-1368): «Mission Hisp.» 41 (1945) 108; VARGAS UGARTE, R. S. L., Concilios limenses (1551-1572) 3 vols. (Lima 1951-1954); VARGAS UGARTE, R., Historia del Perú. Virreinato (s. XVII) (Buenos Aires 1954); BELAÚNDE, V. A., La evangelización y la formación de la conciencia nacional en el Perú: «Bol. Inst. Riva-Agüero» (Lima) 1 (19511952) 45s; M E L L A F Í , R. etc., Diego de Almagro (Santiago d e Chile 1954); MACERA, P . , Tres etapas en el desarrollo de la conciencia nacional (Lima 1956); M A S Ó N , J. A., The Ancient Civilisations of Perú ( H a r m o e n d w 1957); T R I N B O R N , H . , Die Religionen der Volkerschaften des südi. Míttelamerikas u. des nordl. Andenraumes: «Die Religionen der Menschheit» VII (Stuttgart 1961); U G O L I N I , F . A., Annali e cronaca di Perú in volgare: «Ann. della Fac. lett. e fil. dell'Univ. degli St. di Perú» I (P. 1962); BONAZZI, I., Storia di Perú 2 vols., 2.» ed. ( C i t t á di Castello 1959-60); T R I M B O R N , H . - S P E C K E R , J „ art. Perú: «LexThK» 8 (1964) 300-304; VARGAS UGARTE, R., Historia de la Iglesia en el Perú 5 vols. (Burgos 1962); SANCHEZ BELLA, I., El gobierno del Perú, 1556-1564: «Anuar. est. amer.» 17 (1960) 407-524; L O H M A N N VILLENA, G., Las relaciones de los virreyes del Perú (Sevilla 1961); M I L L É , A., Crónica de la Orden franciscana en la conquista del Perú, Paraguay y Tucumán... (Buenos Aires 1961). 50 LETURIA, P. DE, Santo Toribio de Mogrovejo, el más grande prelado y misionero de América (Vaticano 1940); RODRÍGUEZ VALENCIA, V., Sonto Toribio Alfonso de Mogrovejo en sus visitas pastorales: «Miss. Hisp." 8 (1951) .123-79; I D . , Las visitas pastorales y entradas misioneras de Santo Toribio, supremo conjunto de misioneros de Indias: ibid., 9 (1952) 141S; ID., Santo Toribio A. de Mogrovejo, natural de Mayorga (Valladolid 1954); RODRÍGUEZ VALENCIA, V., Santo Toribio d e M o grovejo, organizador y apóstol de América 2 vols. ( M a d r i d 1956-1957); I D . , El patronato regio de Indias y la Santa Sede en Santo Tonbio de Mogrovejo ( 1 5 8 1 - 1 6 0 6 ; (Roma 1957); RODRÍGUEZ-VALENCIA, V., El clero secular de Sur América en tiempo de Sto. Toribio de Mogrovejo: « A n t h A n m 5 (i957) 313-415; R E D O N D O CADENA, F „ Santo Toribio A. de Mogrovejo, natural de Villaquejida (Oviedo 1954).
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No con menor celo trabajaron los franciscanos en la misión de Nueva Castilla. Siguiendo el ejemplo de Fr. Marcos de Niza, entró una expedición de doce, designados como los Doce Apóstoles, a semejanza de la de Méjico, a la que siguieron otras varias. De este modo e n T553 formaban una provincia con casas en Lima, Trujillo y en los principales centros de la región. Por otro lado, también los mercedarios pertenecen a los primeros operarios del campo de la misión peruana. Conforme a sus estadísticas, sus primeros misioneros llegaron al Perú en 1534, y ciertamente allí aparecen en 1540. Entre ellos sobresalen los PP. Antonio Rendón, Antonio Correa y Francisco Ruiz. Por su parte, los agustinos aparecen en el Perú en 1550, y bien pronto se distinguen los PP. Andrés de Salazar, Antonio Lorenzo y Pedro de Cepeda. Faltaba todavía el último ejército de misioneros: la Compañía de Jesús. El Perú fue el primer campo de la América meridional española donde ejercitaron su celo. En 1565, el obispo de Popayán, el agustino Agustín de la Coruña, los pidió insistentemente para su diócesis. A sus ruegos se unieron en 1567 los de Felipe II, quien se dirigió para ello a su general, San Francisco de Borja. Así, pues, en 1568 llegaron el P. Jerónimo del Portillo con otros siete compañeros. Rápidamente fundaron en Lima un colegio e iniciaron una intensa obra apostólica. Ante los reiterados ruegos de Felipe II, llegaron al Perú otros doce jesuitas acompañando al virrey Francisco de Toledo. Precisamente a instancias del virrey iniciaron los jesuitas en 1572 una de las ocupaciones que más fruto debía producir en las misiones de América: eran las misiones entre los indios, a quienes procuraban reunir en pequeños poblados y sirvieron de base para las célebres reducciones del Paraguay. Fueron célebres, desde mediados del siglo xvn, las misiones de los Moxos. 3. Misión del Ecuador 51.—Al mismo tiempo se introducía el Evangelio en el territorio actual del Ecuador. Sus primeros misioneros fueron el franciscano Marcos de Niza y el dominico Alonso de Montenegro, que acompañaban a su primer descubridor, Benalcázar. Al apoderarse los españoles de Quito, su capital, en 1534, estos religiosos establecieron allí sus conventos. De este modo, bien pronto los dominicos establecieron residencias, además de Quito, en Guayaquil, Loja y otras. Entre los franciscanos sobresalieron Jacobo Bycke y Pedro Gosseal; fundaron conventos en Cuenca, Pasto (que entonces pertenecía al Ecuador) y otras poblaciones. Tanto los franciscanos como los dominicos y los demás misioneros se dedicaban preferentemente a la evangelización de los indios, organizando centros y poblados cristianos. Los franciscanos contaron pronto 32 misioneros en estos territorios. De este modo, la misión del Ecuador alcanzó pronto relativa prosperidad, por lo cual en 1546 se erigió la sede episcopal de Quito. Los jesuitas llegaron al Ecuador desde el Perú en 1580. En 1586 poseían ya en Quito un colegio bien establecido. 51 F I G Ó N y CAAMAÑO, J., La religión del imperio de los incas (Quito 1919); RUMAZO, J., La región amazónica del Ecuador en el siglo XVI (Sevilla 1946); VARGAS, JJ M . , La conquista espiritual del imperio de los incas ( Q u i t o 1948); BAUDÍN, L., El imperio socialista de los incas, trad. del trences (Santiago d e Chile 1953); I D . , La vie quotidienne au temps des derniers Incas (Paris 1955).
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En el siglo XVII se emprendieron desde aquí las misiones de los maynas, llamadas también del Marañen, organizadas, a semejanza de las célebres reducciones del Paraguay, transportando a los indios a lo largo del Amazonas. En 1638 las dieron comienzo los PP. Gaspar Cujía y Lucas de la Cueva, y, a fuerza de sacrificios y de sangre, a mediados de siglo tenían doce reducciones con 70.000 indios. 4. Nueva Toledo o Chile 52 .—Los conquistadores de Chile partieron en 1540 desde el Perú, dirigidos por Valdivia y acompañados de los sacerdotes seculares Marmolejo, Pérez y Lobo, el franciscano Fernando Barrionuevo y el mercedario Pedro Rendón. No se pudo trabajar mucho de momento. Pero en 1548 llegó a Chile el mercedario Antonio Correa, quien desplegó un celo extraordinario, por lo cual fue designado como primer apóstol de Chile. Juntáronse en 1549 los mercedarios Antonio de Olmedo y Miguel de Benavent; en 1551 Antonio Rendón, quien se entregó de lleno al apostolado entre los araucanos. Por su parte, los franciscanos, a petición de Felipe II, llegaban a Chile en 1553, donde los PP. Martín de Robleda, Juan de la Torre y otros tres organizaron una residencia en Penco entre los araucanos, a quienes se consagraron de un modo especial. Asimismo, a petición de Valdivia y de Felipe II, llegaron en 1552 los dominicos PP. Gil González y Luis Chávez, y establecieron en Santiago un convento y otros en diversas poblaciones. De un modo semejante, en 1593 se presentó como primer jesuíta el P. Valdivia, quien poco después emprendió la misión con los araucanos al lado de los mercedarios y de los franciscanos, que fueron sus principales promotores y se condujeron con gran heroísmo. En los levantamientos de 1598 y decenios siguientes murieron mártires algunos misioneros, entre ellos el superior franciscano P. Juan de Tovar. Desde 1612, el P. Valdivia se entregó de lleno a este pueblo, donde en 1617 había bautizado más de 4.000. Siguióle el gran misionero P. Rosales, quien elevó a 10.000 el número de cristianos. Con esto y la intensa actividad de los franciscanos quedó sólidamente establecida la misión de Araucania. Los indios, en medio de su rebeldía contra los españoles, respetaron generalmente a sus misioneros. Los franciscanos llegaron a fundar hasta 14 reducciones. Para consolidar la iglesia chilena, en 1561 se estableció la sede de Santiago de Chile, y en 1564 la de Imperial, más tarde Concepción. 5. Región del Plata 53.—Esta región, que comprende los territorios de Argentina con el Tucumán, Uruguay, Paraguay y Bolivia, 52 E N R I C H , F . , Historia de la Compañía de Jesús en Chile 2 vols. (Barcelona 1891); MATURANA, V., Historia de los agustinos en Chile 2 voís. (Santiago d e C h . 1904); GAZULI-A, P., LOS primeros mercedarios en Chile (1535-1600) (Santiago d e Ch. 1918); Rosso, G-, Nicolo Mescardi, misiionario gesuita, exploratore del Cile e della Patagonia: 1624-74: «Arch. Hist. S.I.» 19 (1950) 1-74; GARCÍA, C , Francisco de Carvajal o el genio de los Andes (Madrid 1953); RAMÓN F O L C H , J. A. DE, Descubrimientos de Chile y compañeros de Almagro (Santiago de C h . 1954); REINHARD, R.. Zur span. Kolonialethik in Chile im XVI Jh.: «Ges. Aufr. Kuíturgesch. Span.» X ( M ü n s t e r 1955); ESPINOSA P Ó L Í T , A., Santa Mariana de Jesús... ( Q u i t o 1957). 53 Para todas estas regiones del T u c u m á n , el Plata, Argentina y Bolivia p u e d e n verse, adem á s d e las obras generales. ALAMEDA, J., Argentina católica. Historia de la Iglesia en Argentina (Buenos Aires 1935); PEREYRA, Historia de la América española. IV. Las Repúblicas del Plata ( M a d r i d 1924); CÓRDOBA, A., La Orden franciscana en las Repúblicas del Plata (Buenos Aires 1934); PORRECA, Relación sobre las misiones franciscanas en Argentina (1894); CABRERA, P., Introducción a la historia eclesiástica de Tucumán, 1535-1590 (Buenos Aires 1935); FURLONG., G., LOS
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entró en 1534 en la orden del día de los descubrimientos. En agosto de 1535 partía de Cádiz una flota de doce navios con la flor de la nobleza española al mando de Pedro de Mendoza. Acompañaban la expedición, a petición expresa de Carlos V, ocho misioneros: el Jerónimo Luis de Cerezuelo, los franciscanos Luis y Cristóbal y otros cinco clérigos. De este modo se dio comienzo a la evangelización de los nuevos territorios descubiertos, y en 1538 encontramos ya en la Asunción un convento de franciscanos, a cuyo frente se hallaba el activo Bernardo de Armenta. Nuevas expediciones aumentaron las fuerzas y la 'acción de los franciscanos. Fray Bernardo de Armenta hizo arriesgadas expediciones apostólicas, en las que convirtió a muchos indígenas. Con el nuevo gobernador, Alvaro Núñez, entraron en la Asunción del Tucumán en 1541 los dominicos y mercedarios. Entre los primeros sobresalieron Gaspar de Carvajal y Agustín Fermesedo. Entre los mercedarios notamos por el año 1549 los PP. Alonso, Trueno, Diego de Porras y al más insigne de todos, Juan de Salazar. Estas tres órdenes misioneras, en unión con los sacerdotes seculares, desarrollaron una actividad extraordinaria. De este modo, consta que en 1587 existían conventos franciscanos en Santiago del Estero, Córdoba, Tucumán y otras partes. Entre sus misioneros, a lo largo del siglo xvi sobresalieron: San Francisco Solano 54 y Fr. Luis de Bolaños. Este último llegó a convertir en el Paraguay unos 20.000 indígenas y fundó muchas reducciones. El primero, llamado el Sol peruano, desarrolló una heroica actividad durante catorce años en las regiones del Tucumán y del Chaco. Para completar la obra evangélica llegaron los jesuítas en 1589, llamados por el obispo de Tucumán. El P. Barcena comenzó su obra entre los indios calonguis, y el P. Monroy entre los omayuacas, mientras el P. Ortega entraba en el Guayrá, preparando el terreno para las célebres reducciones del Paraguay. Por otro lado, se fue completando la jerarquía. En 1547 se fundaba la sede episcopal de la Asunción con el franciscano Juan Barrios. En 1552, la del Plata, que tuvo como primer obispo a Fr. Tomás de Santa María; en 1570, la de Córdoba de Tucumán, y en 1582, la de Buenos Aires. 6. Reducciones del Paraguay 55 .—Una de las obras más importantes y características de las misiones de Sudamérica, y en parjfsuitas y la cultura rioplatense (Montevideo 1933); ACEVEDO, E., Anales históricos del Uruguay 4 vols. (Montevideo 1933-1934); PASTELLS, P., Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia del Paraguay... 5 vols. ( M a d r i d 1933); ZURETTI, J. C , Historia eclesiástica argentina (Buenos Aires 1945); L A O R D E N , E., Uruguay, el benjamín de España ( M a d r i d 1949); PALACIO, E., Historia de la Argentina: 1515-1557 2. a ed. (Buenos Aires 1957) 2 vols.; ZORRAQUÍN, R., La organización política argentina en el período hispánico (Buenos Aires 1959); VÁZQUEZ-MACHICADO, H . , etc., Manual de historia de Bolivia (La Paz 1959). 54 IZAGUIRRE, B., Historia de San Francisco Solano (Tournai 1908); O R O , B., Fray Luis de Holaños (Córdoba 1934); ROYER, F . , St. Francis Solanus, apostle of America (Paterson 1955). 33 A n t e t o d o véanse las obras generales y las q u e se re6eren a la Argentina o Paraguay. E n particular PASTELLS, citado anteriormente. M á s en especial: FASSINDER, M . , y Ruiz DE M O N T O YA, A., Conquista espiritual en Paraguay (Madrid 1639); ID., Der «Jesuitenstaat» in Paraguay (1926). T E C H O , N . , Historia Provincialis Paraguariae (Lieia 1673); SCHMIDT, F R . , Der christl. Staat der Jesuiten in G. (1913); G A B Ó N , V., A través de las misiones guaraníes (Buenos Aires 1904); H E R NÁNDEZ, P., Organización social de las doctrinas guaraníes de la Compañía de Jesús 2 vols. (Barcelona 1913); ASTRÁIN, A., Hist. de la Comp. de J. en laAsist. deEsp.vol.5; SANABRIA-FERNÁNDEZ II., Cnstó6al de Mendoza. Un misionero cruceño en tierras guaraníticas (Santa C r u z d e la Sierra 1947); SIERRA, V. D . , Historia de la Argentina. I. 1592-1600 (Buenos Aires 1956); FURLONG, G.,
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ticular de los jesuítas de la región del Plata, es indudablemente la organización de las reducciones del Paraguay. Por esto han sido objeto de constantes discusiones, y, por lo mismo, les dedicamos un apartado especial. Se trata de un conjunto de pueblos llamados reducciones por estar formados por indios «reducidos» de sus bosques, los cuales formaban una especie de Estado, gobernado por los misioneros jesuitas. Por concesión especial de los reyes de España, tenían los Padres una autoridad casi absoluta sobre aquellos indios, no sólo en lo espiritual, sino aun en lo material. Ellos administraban justicia y ejercían una vigilancia patriarcal dentro de aquel Estado, en el que existía cierta comunidad de bienes. Ante todo, pues, observemos que también los franciscanos y otros religiosos, y aun los mismos jesuítas en otros territorios, organizaron pueblos de indios, donde vivían éstos separados por completo de los demás y con una dependencia de los misioneros muy semejante a la de las reducciones del Paraguay. Pero las del Paraguay alcanzaron más renombre y una organización más completa. Impulsados por el P. General, Claudio Aquaviva, y contando con el permiso de las autoridades competentes, que les asignaron los territorios del Paraná a lo largo de los ríos Paraná y Uruguay, los jesuitas dieron comienzo a estas célebres reducciones el año 1610. Conforme a las disposiciones del provincial Diego de Torres, el P. Lorenzana fundó, por su parte, la reducción de San Ignacio, y por la suya, el P. Catoldino, la de Loreto, entre los guaraníes del Guayrá. Siguieron luego el río Paraná abajo, y fueron organizando otras reducciones, todas las cuales recibieron su plena organización por el P. Ruiz de Montoya. Por otro lado, en su primera formación trabajaron los tres Beatos mártires del Caaró: Roque González, Alonso Rodríguez y Juan del Castillo 56. De todas partes acudían bandadas de indios a estos pueblos o reducciones, particularmente de las tribus de los guaraníes, pero asimismo de las del Chaco. Sin embargo, los jesuitas tuvieron que luchar con inauditas dificultades para defender su obra. La primera eran los comerciantes españoles, a quienes se impedía de este modo todo el tráfico abusivo con los indios; la segunda, las autoridades civiles, de quienes se independizaba aquellos pueblos, y la tercera, alguno de los prelados, como el tristemente célebre Bernardino de Cárdenas, obispo de Asunción. Pero a estas dificultades y a las que traía consigo la lucha con el carácter indolente de los indios se añadió una serie de invasiones de los paulistas o mestizos de Sao Paulo del Brasil, los cuales, entre los años 1628-1641, entraron a sangre y fuego en las reducciones a caza de indios, las destruyeron en su mayor parte y apresaron a gran número de ellos. Gracias a la energía de los misioneros se consiguió alentar de nuevo a los indios, proveerles de armas de fuego y prepararlos para la propia defensa, por lo cual desde 1641 pudieron rechazar tan bár-
baras incursiones. Después de esto volvieron a rehacerse y continuaron en número de 30-33 y con unos 150.000 indios. En esta situación de relativa prosperidad se encontraban a mediados del siglo xvu.
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Misiones y sus pueblos guaraníes (Buenos Aires 1962); BERGLAR, P., Verhángnis una Verheissung. Papst Hadrian VI. Der Jesuitenstaat in Paraguay (Bonn 1962); BAUDIN, L . , Une théocratie socialiste, l'État jésuite du Paraguay (París 1962). 56 BLANCO, J., Historia documentada de los mártires de Caaró e Ijuhí (Buenos Aires 1929).
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7. Misión del Brasil 57 .—El Brasil fué igualmente evangelizado desde principios del siglo xvi, con la diferencia, respecto del resto de América, que fueron los portugueses los que misionaron este inmenso territorio. Ya en la primera expedición de Cabral de 1500, cuando este gran navegante se dirigía al Oriente, tocó en las tierras del Brasil, y los cinco franciscanos que lo acompañaban, bajo la dirección de Enrique de Coimbra, erigieron una cruz, por lo cual aquel lugar recibió el nombre de Bahía de Santa Cruz. Una segunda expedición de 1503 terminó con el martirio de dos franciscanos. En 1523, otros dos franciscanos predicaron con bastante fruto. De nuevo en 1534, un buen número de franciscanos que acompañaban a Sousa se dedicaron a la instrucción de los indígenas y bautizaron a algunos. Por otro lado, convirtieron a algunos indios los franciscanos españoles que acompañaban a Armenta en 1538 al fracasar su expedición a la América española. De un modo semejante insistieron los franciscanos desde 1550, llegando pronto a establecer conventos en Bahía, Sao Paulo, Pernambuco y otras ciudades. En realidad ellos fueron los primeros evangelizadores del Brasil. Pero bien pronto se colocaron a su lado los jesuitas e iniciaron con extraordinaria intensidad un nuevo frente de misión. En 1549, el P. Manuel Nóbrega 5S, con otros cinco que acompañaban al gobernador Sousa, desembarcaron en la nueva ciudad cristiana Bahía o San Salvador. El primer resultado de la actividad de Nóbrega fue la erección en 1550 de la nueva sede episcopal de San Salvador o Bahía. Rápidamente se entregaron a la evangelización de los indios tupinambas e ilheos, y, a través de innumerables dificultades, fueron obteniendo excelentes resultados. Robustecidos éstos con las nuevas expediciones de jesuítas que les fueron llegando, establecieron residencias en Bahía, San Vicente, Porto Seguro, etc.; construyeron iglesias y contribuyeron eficazmente a extender entre los indios la cultura cristiana. Fue muy de sentir el duro golpe que recibió la misión cuando en 1570 una expedición de 40 jesuitas que se dirigía al Brasil fue apresada por los corsarios calvinistas y todos ellos martirizados. Con razón el P. Nóbrega ha sido considerado como uno de los fundadores de la cultura del Brasil. Asimismo mereció este título el P. Anchieta 59, quien trabajó en el Brasil desde 1553 a 1597, y fue prototipo del apóstol, recorrió innumerables veces aquellas misiones con los pies descalzos y una cruz en 57 Además d e las obras generales, véanse: MARCONDES DE SOUSA, T . O . , O descubrimiento do Brasil (Sao Paulo 1946); VANDER VAT, O . , Principios da Igreja no Brasil (Petrópolis-Río d e Janeiro 1952); VASCONCELLOS, S. DE. S.I., Crónica da Companhia de J. no Estado do Brasil 2 vols. (Lisboa 1864-1867); VALLE CABRAL, A. DO, Cartas do Brasil (Río d e J. 1886); RODRIGUES, F R . , Historia da Comp... na Assist. de Portugal 2 vols. ( O p o r t o 1931); CASIMIRO, A-, Expansao e actividade da Comp. de J. nos dominios de Portugal: 1540-1940 ( O p o r t o 1941); L E I T E . . . JABOTANI, A. DE S. M . , NOVO Orbe seráfico brasilico (Río de Janeiro 1858); K I E M E N , M . C , The Indian policy of Portugal in the Amazon región, 1614-1623 (Washington 1954); L E L A N N O N , M . , Le Brésil (París 1955); D O M I N G U E S , M . , O drama e a gloria do Padre Antonio Vieira (Lisboa 1952). 58 CORREIA L Ó P E Z , E. O . , Padre Manuel de Nóbrega e a formacao do Brasil (Lisboa 1949). 3? VASCONCELLOS, S. DE, Vida do P. José de Anchieta 2 vols. (Rio de Janeiro 1943).
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la mano, supo defender a los indios con inusitada elocuencia y escribió gramáticas y diccionarios para el aprendizaje de sus lenguas. Desde Bahía, Pemambuco, Río de Janeiro y Sao Paulo fueron extendiéndose cada vez más hacia el interior y organizando multitud de misiones entre las más variadas tribus de los rarios, karrigios, paraibos, petígaros y otros muchos, y ya a principios del siglo xvn, entre los tapoyas, aimuros y otros. En 1622 la misión del Brasil contaba con 180 jesuitas y muchos miles de cristianos. Por su parte, los franciscanos renovaron sus esfuerzos misioneros, de manera que a fines del siglo xvi poseían una buena misión en el Brasil. En esta segunda fase de su actividad organizaron conventos en Pernambuco (1585) y en Bahía (1587). De igual manera fueron multiplicando sus residencias, que a principios del siglo xvn competían con las de los jesuitas. Distinguióse, sobre todo, el lego Fr. Diego Palacios, célebre por su eximia caridad, que le dio fama de santo.
CAPITULO
XIII
Las ciencias, al servicio de la Iglesia
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Una de las manifestaciones más fecundas y características de la reforma o renovación católica en la segunda mitad del siglo xvi y primera del xvn, fue, indudablemente, el florecimiento de la literatura eclesiástica en todos los ramos que ella comprende, de la filosofía y teología escolástica, estudios bíblicos y canónicos, ascética y mística y no menos en multitud de producciones históricas. Al impulso que brotaba del mismo catolicismo renovado se añadió el que procedía de la controversia y defensa contra el protestantismo, que obligó a los católicos a profundizar más y más en todas las ramas del saber, con lo cual se fue creando una ciencia mucho más amplia y profunda. Buena muestra se dio de ello en el concilio de Trento, donde apareció claramente, en las grandes discusiones que tuvieron lugar entre los teólogos y los Padres, la altura a que ya entonces habían llegado las ciencias eclesiásticas. Veamos, pues, en brevísima síntesis, las principales tendencias y las más insignes producciones en los diversos ramos de las ciencias eclesiásticas. I.
PREPARACIÓN : ANTES DE TRENTO
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independiente del protestantismo y anterior, por consiguiente, al concilio de Trento. 1. E l h u m a n i s m o cristiano.—La primera fuerza literaria que se puso al servicio de la Iglesia católica en medio de la decadencia general de fines del siglo xv y principios del xvi fue la del humanismo del tiempo. Por un lado, es bien conocido el hecho de que la escolástica, con tpdos los estudios teológicos y filosóficos, que tanto habían florecido en los siglos x m y xiv, se hallaba en una marcada decadencia; y por otro, precisamente el movimiento renacentista y el humanismo del siglo xv y principios del xvi era una reacción contra el escolasticismo decadente. Entrado el siglo xvi, al iniciarse en el seno de la Iglesia el movimiento de reforma católico, el humanismo va tomando positivamente formas mucho más cristianas y aun podemos decir que se pone cada vez más al servicio de la renovación católica. Por esto se puede hablar en este tiempo de un humanismo cristiano y católico. Como predecesores de ese humanismo cristiano y de su significación renovadora católica, podemos considerar a Nicolás de Cusa (f 1464), al cardenal Bessarión (f 1472) y a otros insignes humanistas de la segunda mitad del siglo xv. Siguiendo esta misma línea, encontramos a principios del siglo xvi a hombres tan significados dentro del humanismo como el mártir inglés Santo Tomás Moro (1535), quien con su célebre Utopia se acreditó como uno de los más excelentes humanistas de principios del siglo xvi y, por otra parte, dio buena muestra de sus sentimientos cristianos muriendo mártir de la fe. Al punto culminante del humanismo cristiano se llega con las dos figuras cumbres del humanismo, Erasmo de Rotterdam (f 1536) 3 y el español Luis Vives (t 1540). Es bien conocida la significación de Erasmo, fraile agustino de Emaús, secularizado después por León X, que se entregó de lleno a la vida de humanista errante y alcanzó como tal un nombre y un prestigio extraordinarios. Desde el punto de vista religioso, es cierto que con sus sátiras e ironías contra los eclesiásticos, contra la vida monástica y contra la escolástica, fue de algún modo colaborador de los protestantes y aun algún tiempo simpatizó con Lutero. Sin embargo, en el fondo trató de reaccionar contra la corrupción de los renacentistas, promovió a su manera una intensa renovación cristiana, se apartó del movimiento luterano y aun escribió contra Lutero cuando advirtió su tendencia francamente anticatólica. Todo
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Como toda la renovación católica procedía de las entrañas del mismo catolicismo y se inició antes del movimiento protestante, también el rejuvenecimiento de las ciencias eclesiásticas es, en sus principios, 1 Sobre todo este capítulo véanse ante todo, además de las obras generales, las dos básicas: HURTER, H . , Nomenclátor litterarius theologiae caiholicae 5 vols. (Innsbruck laoós). II, 11091563 (2.* ed. 1906); III, 1564-1663 (1907); GRABMANN, M . , Historia de la teología católica desde fines de la era patrística hasta nuestros días. T r a d . d e D . G U T I É R R E Z , O.S.A. ( M a d r i d 1940). Asimismo p u e d e n consultarse algunas obras d e carácter general: SOMMERVOGEL-DE BACKER, Bibliothéque des écrivains de la Compagníe de Jésus, nueva ed. 10 vols. (París 1890-1909); Corrections et additions par E. M . RIVIÉRE et F . CAVALLERA (Toulouse 1911-1931); D Ó R H O L T , 13., Der Predigerorden und seine Theologie (1917); T U R M E L , J., Histoire de la théologie positive du concile du Trente au concile Vatican (París 1906). 2 Particularmente sobre el Renacimiento y su relación con la renovación católica: T O F F A -
N I K , G., Storia dell'Vmanesimo (dal XIII al XVI secoli) (Ñapóles 1934); BURCKHARDT, ]., Cultura del Renacimiento en Italia. T r a d . españ. ( M a d r i d 1941); RENAUDET, A., Préréfortne et humanisme... (1494-1517) (París 1916); VILLOSLADA, R . G., La Universidad de París durante los estudios de Francisco de Vitoria (1517-1522) (Roma 1938): «Anal, Gregor.» 14; JONGH, H . P E , L'ancienne Faculté de Louvain (Lovaina 1911); FARROW, J. W . ( The story of Tomas More ( N u e v a York 1954). 3 Sobre Erasmo y L u i s Vives p u e d e n verse: G O D E T , P., art. Erasme: «Dict. T h . Cath.»: D R U M O N D , R . B . , Erasmus, his lije and character ( L o n d r e s 1873); RENAUDET, A., Erasme, sa pensée religieuse et son action (París 1926); A L L E N , P . S., The Age of Erasmus (Oxford 1914); H U I Z I N GA, J., Erasmus (Basilea 1928); PINEAU, J. B . , Erasme, sa pensée religieuse (París 1924); BATAILLON, M . , Erasmo en España 2 vols. (Méjico 1951); M A T É U y L L O P I S , F . , Juan Luis Vifes, el expatriado: «Anal. Cult. Val.» 2 (1941) 2s; VIVES, L . , Tratado del socorro a los pobres. T r a d . de F . ALCAIDE y VILAR (Valencia 1942); G R A F , P., Luis Vives como apologeta. T r a d . d e J. M . M I LLAS VALLICROSA ( M a d r i d 1943); G O R D O N , ).,Juan L. Vives. Su época y su filosofía ( M a d r i d 1945); G O M Í S , J. B . , Criterio social de Luis Vives (Madrid 1946); URMENETA, F . C E , La doctrina psicológica y pedagógica de Luis Vives (Barcelona 1949); M O N S E G Ú , B . G., Filosofía del humanismo en Juan Luis Vives ( M a d r i d 1961).
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esto aparece en sus obras Elogio de la locura, Manera de llegar a la verdadera teología, Eclesiastés, Enchiridion, y Del desprecio del mundo. En cambio, Luis Vives, padre de los humanistas españoles y lumbrera del humanismo de su tiempo, en toda su actuación y en sus escritos dio claras muestras de un espíritu eminentemente cristiano. Profesor en Lovaina, donde adquirió gran renombre internacional, lo fue asimismo "en Oxford, y vivió luego en los Países Bajos, desde donde ejerció un influjo extraordinario. Su inmensa erudición y su tendencia renovadora católica se manifiestan en sus numerosas obras, como De la primera filosofía, Introducción a la sabiduría, De la educación de la mujer cristiana, De la verdad de la fe cristiana y otras.
temente a la «edición leonina» de las obras de Santo Tomás. Se cuentan hasta ochenta y dos obras suyas de carácter teológico, a las que debe añadirse una serie importantísima de carácter filosófico, como Sobre el ente y la esencia, ya que Cayetano fue uno de los mejores conocedores de Aristóteles y su Metafísica. Al nombre de Cayetano debemos añadir el de Ambrosio Catarino (t 1553). hombre de gran carrera en la corte pontificia y eminente teólogo, insigne representante de la ciencia teológica en sus nuevas tendencias renovadoras. Escribió obras polémicas contra Lutero y luego entró igualmente en contiendas contra Cayetano y contra los tomistas. Aunque defendió algunas ideas arriesgadas, dejó importantes obras de gran contenido teológico.
2. Primeros teólogos católicos 4 .—Frente a la escolástica decadente, representada principalmente por el ockamismo y tan fustigada por los humanistas y más tarde por los protestantes, comenzó a surgir en el siglo xvi una nueva generación de teólogos, que unieron la agilidad filosófica y dialéctica de los antiguos escolásticos con los progresos realizados por las nuevas corrientes renacentistas. Con ellos se abrió la nueva era del escolasticismo del siglo xvi y primera mitad del xvn. Entre los hombres más significados de este tomismo o escolasticismo naciente debemos citar a Silvestre de Ferrara (f 1526), profesor de Bolonia durante mucho tiempo, quien al lado de Cayetano es uno de los mejores intérpretes de Santo Tomás, como lo manifestó en su obra maestra, Comentario a la Suma contra los gentiles. Casi a la misma altura puede ser colocado • otro gran teólogo alemán, Conrado Kollin (t 1536), profesor de Heidelberg y de Colonia, con su Comentario a la Suma (i. a -2. aa ) de Santo Tomás. De un modo semejante se distinguió el dominico Crisóstomo Javellus (f p. 1538), quien comentó más libremente la misma Suma. En general, una de las novedades que introdujo esta nueva generación de escolásticos y contribuyó eficazmente a dar un nuevo rumbo a los estudios teológicos fue el abandonar el texto del Libro de las Sentencias, introduciendo en su lugar la Suma de Santo Tomás. Pero a los comentaristas citados y a otros que pudiéramos añadir superó ampliamente el insigne escritor tomista cardenal Tomás de Vio, quien por ser originario de Gaeta fue generalmente designado como Cardenal Gaetano (f 1534) 5 o Cayetano. Indudablemente, fue uno de los grandes escolásticos de su tiempo y uno de los mejores representantes del resurgimiento incipiente de los estudios teológicos. De la profundidad de su ciencia dio claras pruebas en el concilio V de Letrán, así como también como profesor de filosofía y teología, como impugnador de Pico de la Mirándola y como autor de la obra Sobre la autoridad del papa, frente al conciliábulo de Pisa de 1511. Pero donde rayó más alto su profundidad teológica fue en su Comentario a la Suma Teológica, que ha sido desde entonces considerado como fundamental y clásico dentro de la escuela tomista, y, por lo mismo, fue añadido recien4 Sobre cada u n o d e los teólogos o escritores aquí n o m b r a d o s véanse sobre todo los datos de HURTER, o . c , vol.2. Véase asimismo la síntesis d e GRABMANN, O.C. 5 Pueden verse: M A N D O N N E T , P., art. en «Dict. T h . Cath.»; BITTREMIEUX, J., lustitia originalis et gratia sanctificans. Doctrina Caietani: «Ephemer. T h . Lovan.» 6 (1929) 633S; M O R Í , E. G., 11 motivo della fede da Gaetano a Suárez: «Anal. Greg.» 6o (Roma 1953); CAIETANÜS, T H . A V I O , CARD., Scripta theolog. Instructio nuntii circa errores libelli de cena Dotnini... (Roma 1962).
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3. Primeros controversistas y polemistas 6 .—Entre tanto, acuciados por las diatribas de algunos humanistas y contra las persistentes acometidas de los protestantes, los teólogos y escolásticos católicos iban saliendo a la palestra y formando el nuevo género literario y escolástico de la polémica y controversia. Como era natural, el nuevo tipo controversista católico se presenta en Alemania en lucha directa, cada vez más encarnizada, contra el luteranismo y las nuevas tendencias ideológicas que él representaba. Estos escritos de controversia, muy dignos de tenerse en cuenta como primer estadio del resurgir de las ciencias teológicas, han sido reunidos y publicados en la colección Corpus Catholicorum, fundada en Alemania por / . Greving y continuada luego por A. Ehrhard y otros investigadores católicos. Entre los principales controversistas alemanes de esta primera hora citemos a / . de Hochstraaten (t 1527), dominico de Brabante, quien compuso varios tratados contra los errores de Lutero, siendo uno de los primeros en entrar en duelo literario con él; Juan Cocleo (f 1552), quien se opuso particularmente a Melanchton, refutando la confesión de Augsburgo; Juan Gropper (f 1559) 7 , canciller de Colonia, quien se manifestó decidido partidario de la reforma católica y luchó incansablemente contra los innovadores. A éstos debemos añadir a Jerónimo Emser (f 1527), Nicolás Herborn (f 1535) y otros varios; pero el que merece más que ninguno nuestra consideración es el célebre Juan Eck (1543) 8 , profesor de Ingolstadt y principal opositor de Lutero, con quien se enfrentó personalmente en la disputa de Leipzig y a quien superaba en habilidad dialéctica y en conocimientos de la verdadera escolástica. Son célebres, sobre todo, sus Obeliscos, primera obra contra Lutero, publicada a principios de 1518. Pero lo que más lo recomienda como gran teólogo y controversista son sus obras Sobre el primado de Pedro, contra Lutero, el Enquiridion... contra los luteranos, 6 A n t e t o d o véase H U R T E R , O.C. Sobre la obra d e los controversistas en general véanse: P O L MANN, P . , Die polemische Methode der ersten Cegner der Reformation (1931); PAULUS, N . , Die deutschen Dominikaner im Kampf gegen Luther (1518-1563) (1903); LAUCHERT, F . , Die italienischen Gegner Luthers (1912); J E D I N , H . , Die geschichtliche Bedeutung der kathol. Kontroversliteratur im Zeitalter der Glaubensspaltung: «Hist. Jhb.» 53 (1933) 70s; POLMAN, P., L'élément historique dans la controverse religieuse du XVI siécle (Gembloux 1932). 7 Véanse: G U L I C K , W . VAN, Johannes Gropper (1503-50) (Frib. de Brisgovia 1906); EHSES, S T . , Groppers Rechfertigungslehre auf dem Tridentinum: «Rom. Qschr.» 20 (1906). 8 P u e d e n verse acerca d e J. Eck: BRANDT, A., / . Ecks Prádigttatigkeit an U. L. F. in Ingolstadt (1525) ( M ü n s t e r 1914); G R E V I N G , J-, Johannes Eck ais junger gelehrter ( M ü n s t e r 1906); SCHAUERTE, H . , Die Busslehre des Jh. Eck ( M ü n s t e r 1919). Sobre otros opositores d e L u t e r o : SPAHM, M . , Johannes Cochlaeus... (Berlín 1906).
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Sobre el santo sacrificio de la misa y, sobre todo, su Biblia en alemán, que lo coloca dignamente en este punto al lado de Lutero. Pero no sólo en Alemania, sino también en Inglaterra, Países Bajos y otros territorios, fue necesario echar mano de la polémica literaria contra las impugnaciones de los adversarios. Abren la serie de estos controversistas los dos mártires de la fe frente a las arbitrariedades de Enrique VIII, los santos Juan Fisher (f 1535) y Tomás Moro (f 1535) 9 . Del primero conocemos la Defensa del sacerdocio, contra Lutero, y sabemos que compuso otras obras contra los innovadores. Tomás Moro se acreditó principalmente con su Utopía y otros escritos de buen humanista y buen polemista católico. Siguiendo su ejemplo, se acreditaron de buenos polemistas Esteban Gardiner (f 1553), Reginaldo Pole (f 1558), de cuya pluma salió la obra Sobre el sumo pontífice, tan de actualidad en la polémica de Inglaterra, y, sobre todo, algo más tarde, Edmundo Campion (f 1581), Nicolás Sanders (f 1581) y Guillermo Alien (f 1594). En los Países Bajos aparecen igualmente los primeros esfuerzos de los controversistas católicos. Así Alberto Pighi (f 1543) 10 , doctor insigne de Lovaina y de Colonia, quien combatió el protestantismo con sus escritos sobre la gracia; asimismo, / . Clichtovaeus (f 1543) y Jacobo Merlin (t 1541), eminentes doctores y escritores. Pero donde ya en este primer estadio comienzan a distinguirse los teólogos controversistas es en Italia y España, precisamente donde la renovación católica presenta una base más sólida. Así en Italia aparece Silvestre Prierias (f 1523) n , maestro del Sacro Palacio, entre los primeros controversistas en lucha personal contra Lutero; asimismo, Antonio Steucho (f 1549), excelente representante del humanismo católico y gran polemista con su obra Por la religión cristiana contra Lutero; Marino Germani (f 1546), buen escolástico y autor de comentarios exegéticos sobre San Pablo en oposición a las interpretaciones luteranas; Jacobo Sadoleto (f 1547), asimismo comentarista de la Epistola a los Romanos, en contraposición a Lutero. Algo más tarde entran ya en escena Juan Antonio Delfino (f 1560), que participó activamente en Trento y se mostró buen polemista en sus tratados Sobre el poder eclesiástico, Sobre el culto de Dios y los santos y otros; Jerónimo Seripando (t 1563), uno de los mejores teólogos de Trento y gran promotor de la reforma católica, quien se muestra gran teólogo y controversista sobre la gracia en sus comentarios a las cartas a los Romanos y a los Gálatas. En España, donde tan sólido comienzo habían tenido la reforma general católica y el rejuvenecimiento de la literatura religiosa con la intensa actividad del cardenal Cisneros; donde ya en los primeros decenios del siglo xvi aparece la incomparable Poliglota complutense, obra de un conjunto de eminentes humanistas cristianos bajo la dirección del mismo Jiménez de Cisneros, y al mismo tiempo se inicia aquel florecimiento de la literatura ascética con la escuela franciscana, que cul9 Sobre Fischer y Moro véanse: W I L B Y , N . M . , The story of Blessed John Fischer ( L o n dres 1929); CONSTANT, G., La reforme en Angleterre (París 1930). 10 JEDIN, H . , Studien über die Schriftstellertátigkeit Albert Pigges ( M ü n s t e r 1931); C L E R VAL, J. A., De Jadoci Clichtovaei vita et operibus (París 1894). 11 Véanse: M I C H A L S K I , F . , D e Sylvestri Prierias ord. praed. rnag. S. Palatii (1456-1523) vita, scriptis ( M ü n s t e r 1875); DOUGLAS, R. M . , Jacopo Sadoleto (1477-1547), humanist and Reforma (Cambridge 1959).
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mina en este primer estadio con Francisco de Osuna (f 1540) y su célebre Tercer abecedario espiritual; aparecen también algunos controversistas de primer orden, que ponen la base de los grandes tratadistas posteriores. Tales son, en primer lugar, Alfonso de Castro (f 1558) l2, profesor de Salamanca y teólogo insigne de Trento, quien se hizo particularmente célebre con sus obras Sobre el justo castigo de los herejes y Contra todas las herejías, que se hicieron clásicas en la polémica contra la herejía y en las cuestiones de la Inquisición. Asimismo, Andrés Vega (t 1560), igualmente profesor de Salamanca y distinguido teólogo tridentino, de todo lo cual dio excelente prueba en su obra fundamental, Sobre toda la doctrina de la justificación. Pero más todavía que éstos es digno de mención D. Martín Pérez de Ayala (f 1564), arzobispo de Valencia y lumbrera del concilio de Trento, donde se distinguió por la profundidad de su talento y la amplitud de su ciencia, como lo revela su obra Sobre las tradiciones divinas, apostólicas y eclesiásticas. 4. Principio de la escuela de Salamanca 13 .—Una de las manifestaciones y juntamente uno de los instrumentos propulsores de este resurgimiento escolástico, que corre a la par con la verdadera reforma o renovación católica, es la escuela tomista, que se formó en Salamanca en la primera mitad del siglo xvi, y cuyo centro principal fue el convento de San Esteban, de los dominicos, donde ya en este tiempo comenzaron a brillar estrellas de primera magnitud. La primera cronológicamente es el insigne teólogo Francisco de Vitoria (f 1546) 14 , justamente ponderado en nuestros días, entre cuyos méritos debe contarse el haber sabido formar excelentes discípulos. Profesor de la Universidad de Salamanca desde 1526, introdujo, corno base de sus explicaciones, la Suma de Santo Tomás en lugar de las Sentencias de Pedro Lombardo, y luego, durante su largo profesorado, dio pruebas de una extraordinaria comprensión y originalidad en los diversos temas que desarrolló en sus clases. De ello dan testimonio sus relecciones Sobre el poder de la Iglesia, del pontífice, del 12 Sobre los controversistas españoles véanse los datos de H U R T E R , II, y d e GRABMANN, O.C. E n particular: SOLANA, M . , Los grandes escolásticos españoles de los siglos XVI y XVII (Madrid 1928); P É R E Z G O Y E N A , Las escuelas teológicas españolas: «Raz. y Fe» 65 (1923) 57S.215S; G U TIÉRREZ, C , Españoles en Trento (Valladolid 1954). 13 A n t e t o d o véase la exposición d e GRABMANN, O.C. A s i m i s m o : M A R C H , J. M . , LOS manuscritos vaticanos de los teólogos salmantinos del siglo XVI ( M a d r i d 1930); BELTRÁN DE HEREDIA, V., Los manuscritos de los teólogos de la escuela salmantina: «Cieñe. Tom.» 22 (1930) II 327s; C U E R VO, J., Historiadores del convento de San Esteban de Salamanca (1914); STEGMÜI.LER, F-, Literaturgesch. der Salmantikerschule: flTheol. Rev.» 29 (1930) s s s ; ESPERABÉ Y ARTEAGA, E., Historia de la Universidad de Salamanca 2 vols. (Salamanca 1914-1917); W A L Z , A., La polémica domenicana pretridentina (1518-1545): «Sapienza» 9 (1956) 469S; P o z o , C , Fuentes para la historia del método teológico en la escuela de Salamanca. I. Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Melchor Cano y Ambrosio de Salazar: «BiblTeoIGran» 6 ( G r a n a d a 1962). 14 Sobre F r . d e Vitoria: G E T I N O , L . A . G., El maestro Fr. Francisco de Vitoria y el renacimiento teológico del siglo XVI (Madrid 1910); BELTRÁN DE HEREDIA, V., Los manuscritos del maestro Francisco de Vitoria ( M a d r i d 1928): I D . , Comentarios del maestro Francisco de Vitoria, O.P., a la Secunda Secundae de Santo Tomás 5 vols.: «Bibl. T e o l . T o m . Esp.» 2-6 (1932-1035); STEGMÜLLER, F . , Francisco de Vitoria y .la doctrina de la gracia en la escuela salmantina: «Bibl. Hist. Barm.» ser.2. a v o l . i o ; BARCIA, C , Intemacionalistas españoles del siglo XVI: Francisco de Vitoria (Madrid 1934); VILLOSLADA, R. G., o . c ; G E T I N O , L . G., Relecciones teológicas del Maestro Fr. Francisco de Vitoria ( M a d r i d 1936); H O Y O S , M . M . DE LOS, La controversia en torno a Fr. Francisco de Vitoria: «CiencTom» 78 (1951) 223-256; VITORIA, F . DE, Comentarios a la Secunda Secundae de Sto. Tomás de Aquino (Salamanca 1952); T E L L E C H E A , J. I., Francisco de Vitoria y la reforma católica. La. figura ideal del obispo: «RevEspDcrCan» 12 (1957) 65-110.
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concilio; Sobre el poder civil; Sobre los indios, y los Comentarios—recientemente editados—sobre la Prima Secundae, etc. Como discípulo predilecto y principal suyo debe ser considerado su hermano de hábito Melchor Cano (f 1560) 15 , quien a su vez formó escuela y fue padre y forjador de grandes figuras del tomismo, en el que sobresale por su destacada personalidad y profundo talento y como su principal exponente a mediados del siglo xvi. Distinguióse como profesor de teología en Alcalá y Salamanca y como uno de los más insignes teólogos españoles del concilio de Trento, donde como teólogo del rey de España desempeñó un papel de primera categoría. Por otro lado, sobresalió como consejero de reyes, calificador de la Inquisición, escritor ascético y, sobre todo, como autor de tratados fundamentales de teología. Entre ellos sobresale su obra Sobre los lugares teológicos, en la que pone la base de lo que hoy se llama Teología fundamental, examinando el valor de las pruebas empleadas en teología e insistiendo en las pruebas históricas y positivas. Diríamos que es el ideal de la armonía entre el humanismo y la teología. Cano dejó también otras obras teológicas de gran envergadura, sobre todo sus Relecciones sobre los sacramentos, etc., y el Comentario a la Secunda Secundae de Santo Tomás. Al lado de tan eminentes teólogos ocupan un puesto de honor otros dos insignes dominicos, que constituyen igualmente la base de la escuela tomista de Salamanca. Nos referimos a Domingo (f 1560) y Pedro (t -[563) de Soto. El primero fue asimismo discípulo insigne de Vitoria y durante muchos años profesor de filosofía en Alcalá y de teología escolástica en Salamanca, asistió y se distinguió en el concilio de Trento y alcanzó justa fama de hombre docto. De ello son clara prueba, ante todo, su tratado clásico Sobre la justicia y el derecho, y no menos sus Tres libros sobre la gracia, al concilio Tridentino y un Comentario al libro de las Sentencias. Por caminos muy distintos se distinguió igualmente Pedro de Soto, insigne teólogo y gran polemista. Acompañó como confesor y consejero a Carlos V y participó en el célebre Interim de Augsburgo, fue profesor de teología en Oxford y asistió en 1563 al concilio 15 Sobre M e l c h o r C a n o y otros grandes teólogos dominicos véanse: L A N G , A . , Die "Loci Theologici» des Melchor Cano und die Merhode des dogrnat. Beweises ( M u n i c h 1925); D I E C K A M P , F . , Melchioris Cani, O.P., de contritione et attritione doctrina: «Xen. Thom.» III,423S (Roma 1925); SANCHO, H . , Domingo Soto y Alfonso de Castro: « C i e ñ a - T o m . » 12 (1920) 142S; BELTRÁN D E H E R E D I A , V., El maestro Domingo Soto en la Universidad de Alcalá: ibid., 23 (1931, I) 357S (1931, II) 28s; I D . , El maestro Domingo de Soto en la controversia de Las Casas con Sepúlveda: ibid., 34 (1932) I 7 7 s ; CARRO, V. D . , Los colaboradores de Vitoria. Domingo de Soto y el derecho de gentes ( M a d r i d 1930); I D . , El maestro fray Pedro de Soto, O.P., y las controversias político-teológ. en el siglo XVII (Salamanca 1931); PEREÑA VICENTE, L . , Melchor Cano, discípulo de Francisco de Vitoria en derecho internacional: «Cieñe. Tom.» 82 (1955) 463S; P O P A N , F . , Conexión de la historia con la teología según Melchor Cano: «Verd. Vida» 16 (1958) 71s.18gs.309s; RAHAIM, S., El valor moral-vital del 'De iustitia et ¡ure» de Fr. Domingo de Soto ( G r a n a d a 1954); BELTRÁN DE H E R E DIA, V., Melchor Cano en la Universidad de Salamanca: «CTom» 48 (1933) 178-208; M A R C O T TE, E . , Les étapes du labeur théologique d'aprés M. Cano: «RevUniv d e Ottawa» 15 (1945) 189-220; ID., La nature de la théologie d'aprés M. Cano (Ottawa 1949); BEUMER, J., Positive und spekulative Théologie. Krit. Bemerkungen an Hand der 'Loci Theol.» des M. Cano: «Schol.» (1954) 53-72; RODRÍGUEZ, V., Fe y teología según Melchor Cano: «CTom» 87 (1960) 529-67; L U B I K , A . M . , D e conclusionibustheologicisadmentem Melchioris Cani: «Antón» 36 (1961) 29-68, etc.; T E L L E C H E A , I. J., Melchor Cano y Bartolomé Carranza, dos dominicos frente a frente: «HispSa» 15 (1962) 5-93; G O N ZÁLEZ, E., Teología y tradición en la doctrina de Melchor Cano: «Salmant.» 10 (1963) 135-160; CARRO, V. D . , El maestro Soto,.la controversia teológica y el concilio de Trento (Salamanca 1950); P o z o . C , La teoría del progreso dogmático en Domingo de Soto: «RevEspT.» 17 (1957) 325-355; BELTRÁN DE HEREDIA, V., Domingo de Soto. Estudio biográfico documentado: «Bibl. T e ó l . Esp.» 20 (Salamanca 1960).
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de Trento, donde murió. Entre sus obras son célebres particularmente las Instituciones cristianas y la Defensa de la confesión cristiana, que lo acreditan de excelente teólogo y controversista. Al lado de estas primeras lumbreras se distinguieron, ya en estos primeros tiempos, algunos otros, como Pedro de Sotomayor (1564). II.
APOGEO DE LA POLÉMICA DOGMÁTICA
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De esta manera podemos decir que, al final del concilio de Trento y coincidiendo con el robustecimiento definitivo de la reforma y renovación general católica, también las ciencias teológicas llegaban a su plenitud, con lo que comienza el siglo de oro de la nueva escolástica. i. Los grandes controversistas católicos.—Ante todo, empalmando con los primeros polemistas antes citados y respondiendo a las insistentes impugnaciones de los innovadores, aparece una verdadera floración de controversistas católicos, que nos dejaron otras polémicas de primer orden. Su característica consiste en la extraordinaria perfección y altura a que llegaron, y sobre todo en su estrecha unión con la teología y otras ciencias eclesiásticas, todas las cuales eran puestas al servicio de la verdadera apologética o polémica católica. Notemos, ante todo, los controversistas postridentinos, incluidos en la colección antes citada Corpus Catholicorum, que continuaron defendiendo la verdad cristiana contra las impugnaciones protestantes. A éstos debemos añadir, entre los primeros controversistas contra el protestantismo, a Juan Ginés de Sepúlveda (f 1571), quien ya en 1526 publicó Sobre el hado y el libre albedrío; y asimismo a Gaspar Cardillo de Villalpando (t 1581), teólogo tridentino. Por lo demás, abren las filas de los grandes controversistas católicos del siglo de oro de la nueva escolástica, en primer lugar, el jesuíta San Pedro Canisio (f 1597) 17, infatigable organizador de la reforma católica en Alemania, que mereció el título de «Martillo de la herejía». Entre sus escritos descuella, desde el punto de vista polémico, el Catecismo o Suma de la doctrina cristiana, verdadero arsenal de pruebas de la Sagrada Escritura y de los Santos Padres para las verdades de la fe. En segundo lugar, el controversista inglés Tomás Stapleton (f 1598), profesor de Lovaina y digno de ponerse al lado de los mejores polemistas católicos, como lo acreditan principalmente sus dos obras magistrales, la Demostración metódica de los principios fundamentales y la Relección escolástica sobre los principios de la fe católica. En ellas rebate los errores protestantes sobre las fuentes y reglas de la fe y sobre la justificación, exponiendo la doctrina católica sobre estos puntos. De extraordinario valor es igualmente una tercera obra suya, Doctrina completa, hoy discutida, sobre la justificación. 16 Para tener u n a idea d e conjunto, véase GKABMANN, O . C , y sobre cada u n o d e los autores y su actividad literaria, véase H U R T E R , I I . Asimismo pueden verse las obras ya citadas d e SOLANA,
P É R E Z G O Y E N A , J E D I N , STEGMÜLLER y otras semejantes. 17 Véanse sobre San Pedro Canisio: BRAUNSBERGER, O . , D. Petri Canisii epistolae et acta 8 vols. (Friburgo d e B r . 1896-1927); ID., Petrus Canisíus 3,*ed. (ibid. 1921); M E T Z L E R , J. B., Petrus Canisius, Deutschlands zweiter Apóstol ( M ú n c h e n - G l a d b a c h 1925); BRODRICK, J., Saint Peter Canisius, S.7. (¡S21-IS97) (Londres 1937); STREICHER, F . , S . Petri Canisii Doct. Eccles., Catechismi latini et germanici (Roma, M u n i c h 1933); P Ó L N I T Z , G . F H R . V., Petrus Canisius u. Aügsburg: «Z. bayer. Landesg.» 18 (1955J 352S.
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Al lado de los anteriores, y como uno de los primeros controversistas católicos de este siglo de oro, debemos citar al insigne jesuíta español Gregorio de Valencia (f 1603) i 8 , quien tanto prestigio e influjo alcanzó como profesor en Dilinga e Ingolstadt. Alcanzaron extraordinaria aceptación sus monografías de controversia contra las concepciones protestantes, publicadas luego como una obra con el título Sobre las cuestiones de la fe discutidas en este tiempo. Entre ellas sobresalen, por su profundidad y acierto, una Sobre la Trinidad y otra sobre el Análisis de la fe. Por otra parte publicó una obra monumental que lo acredita de gran teólogo, la Suma teológica, en la que incluyó los principios de controversia. Pero el que llevó la polémica antiprotestante católica a su más perfecto desarrollo, y, por consiguiente, aparece como el mejor exponente de los controversistas de este tiempo, es indudablemente San Roberto Belarmino (f 1621) 19 . Insigne jesuita, profesor de teología en Roma y más tarde cardenal de la santa Iglesia, consejero de los papas y hombre de tal prestigio que se pudo afirmar de él que no poseía otro igual la Iglesia, tomó parte en multitud de obras científicas de su tiempo, particularmente en la corrección de la Vulgata; pero lo que lo acreditó ante la posteridad como gran teólogo y príncipe de los controversistas son sus célebres Disputas sobre las cuestiones discutidas en este tiempo citada comúnmente con el título de Controversias. Los mismos adversarios reconocieron sus cualidades de gran erudición, perspicuidad, solidez de doctrina y concisión, que hicieron de esta obra el arsenal al que acudieron desde entonces todos los controversistas. Con razón se llegó a afirmar que con ella había hecho Belarmino más daño al protestantismo que todos los ejércitos del emperador. En un segundo plano, pero con marcada personalidad y notable influjo, se distinguieron diversos escritores polémicos o controversistas, que conviene mencionar aquí. Tales fueron: David Du Perron (t 1618), quien polemizó particularmente con el rey Jacobo de Ingla_ térra con su Tratado sobre el sacramento de la Eucaristía y con el filólog0 Isaac Casanbono, designado como el «Papa de los calvinistas»; los j e _ suitas belgas / . Coster (f 1619), con su Enquiridion de las controversias y Martín Becano (f 1619), con el Manual de las controversias y otra¿ obras. Por otro lado, en los territorios alemanes, donde estaba más candente la controversia cristiana, se nos presentan los jesuitas Adán Tanner (t 1632), grande como controversista, pero mayor como dogmáti CQ y teólogo, con su Comentario a la Suma, y Jacobo Gretser (f 1625), surn^ mente erudito y fecundo, que cultivó de un modo especial la histori a Algo más tarde descollaron otros teólogos controversistas, como Adria^ no de Vallenburg, arzobispo de Colonia, y su hermano Pedro, arzobispo de Maguncia. Es célebre la obra que compusieron en colaboración Controversias generales y particulares. 18 Sobre Gregorio d e Valencia puede verse: H E N T R I C H , W . , Gregor von Valencia und det Molinismus: «Phil. Grenzwiss.» 4 y 5 (Innsbruck IQ28). <» L A SERVIÉRE, J. DE, La théologie de Bellarmin (París 1928); L E BACHELET, H . M . , Beliat^ min avant son Cardinclat (1542-1598) (París 1911); I D . , Auctarium Bellarmimanum (París 1013). BRODRICK, J., The Ufe and uiork of W. Robert Francis Bellarmin (Londres 1928); D U D C N , P-, a r t ' Bellarmin: «Dict. Géogr. Eccl.»; BEUMER, J., Die Frage nach Schrift und Traditmn bel Rob. i » l ¡ a r min: «Schol.» 34 (1959) i s ; NAVASCUÉS, M . , La eclesiología de San Roberto Belarmino: « « l e s Xaver.» (Bogotá) 8-9 (1958-1959) 7-85; BRODRICK, ] . , Robert Bellarmin, Saint and Scolar ( L 0 t u dres 1961).
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En los territorios meridionales, donde no era tan necesaria la controversia contra los heterodoxos, se lanzó más bien el resurgimiento teológico por los campos de la dogmática, exegética y otros estudios positivos. Sin embargo, también descuellan, al lado de Belarmino, insignes figuras de la controversia católica. Así, en Francia, el dominico Nicolás Coeffeteau (f 1623), con su obra Sobre la república eclesiástica; Miguel Nauclerus (f 1622), profesor de París, con su De la monarquía sagrada, divina, eclesiástica y secular, donde polemiza sobre las cuestiones entre la Iglesia y el Estado. 2. Escuela tomista 20 .—Mas, como la base de la teología polémica la forma la dogmática o teología escolástica, por esto fue ésta cultivada de un modo muy particular. Más aún: la teología dogmática, como reina de las ciencias eclesiásticas, fue cultivada con especial predilección en este período de apogeo escolástico y presenta un número imponente de primeras figuras, agrupadas en diversas escuelas. Y, ante todo, brilla con magníficos fulgores la escuela tomista, heredera de las especulaciones de Cayetano, Vitoria, Cano y ambos Sotos. Así, enlazando con los anteriores, se presentan los dominicos Bartolomé de Medina (f 1618) 21, gran conocedor de la escolástica, con sus Comentarios a Santo Tomás, y, sobre todo, Domingo Báñez (f 1604), discípulo de Cano, alma de la escuela tomista durante varios decenios y célebre principalmente por su doctrina sobre la gracia frente a la teoría del jesuita Molina. Conocía a fondo la escolástica, y de su ciencia nos dejó insignes monumentos en sus Comentarios a Aristóteles y a la Suma de Santo Tomás en sus diversas partes, así como también en otros profundos tratados teológicos, como Sobre la fe, esperanza y caridad. Al lado de estas egregias figuras del tomismo español de los siglos xvi y XVII pueden colocarse dignamente los dominicos Pedro de Ledesma (f 1616), uno de los más célebres impugnadores de Molina después de Báñez, de lo cual nos dejó su Tratado de los auxilios de la divina gracia; Tomás de Lemos (f 1629), quien defendió igualmente el tomismo contra la teoría molinista, que sintetizó en sus obras fundamentales Cuestiones «De auxiliis» y Panoplia de la divina gracia; Juan de Santo Tomás (t 1644) 22 , quien se inmortalizó con sus síntesis de la 20 Sobre la escuela tomista en general pueden verse, además d e las obras generales, las ya citadas sobre la escuela y Universidad de Salamanca. A d e m á s : BELTRÁN DE HEREDIA, V., La enseñanza de Santo Tomás en w Universidad de Alcalá: «Cieñe. Tom.» 13 (1916) 245S y otras contin.; I D . , La Facultad de Teología en la Univ. de Santiago: ibid., 21 (1929, I) I45s y otras contin.; CARRO, V. D . , De Pedro de Soto a Domingo Báñez: «Cieñe. Tom.» 20 (1928, I) I45s. 21 G O R C E , M . M . , art. Barthelémy de Medina: «Dict. T h . Cath.»; B L I C , J. DE, Barthelémy de Medina et les origines du probabilisme: «Ephem. T h e o l . Lov.» 7 (1930) 46S.264S; I D . , A propos de Barthelémy de Medina et du probabilisme: ibid., 480S; M E N É N D E Z - R E I G A D A , J., El pseudo probabilismo de Fr. Bartolomé de Medina: «Cieñe. Tom.» 20 (1928, I) 55S; COLUNGA, A., Idea de Báñez sobre la Sagrada Escritura: «Cieñe. Tom.» 20 (1928, I) i s ; BELTRÁN DE HEREDIA, V., Actuación del maestro D. Bdñez en la Universidad de Salamanca: ibid., 14 (1922, I) 64S y otras contin.; I D . , El maestro D. Báñez y la Inquisición española: ibid., 28 (1928, I) 289S y otras contin.; ID., Valor doctrinal de las lecturas del P. Báñez: ibid., 21 (1929, I) 6os; I D . , Comentarios inéditos a la Tercera parte de Santo Tomás 3 vols. ( M a d r i d 1951-1953); BAÑEZ, D . , Scholastica Commentaria in Primam partem Sümmae Theol. Scti. Thomae Aquinatis por L. Urbano (Madrid 1934); BELTRÁN DE HEREDIA, V., Comentarios inéditos a la Prima secundae de Sto. Tomás ed. p o r . : . (Salamanca 1944); JAVIERRE ORTAS, J. M . , La razón en teología según D. Báñez: «CTom» 76 (1947) 132S; M I D A L I , M . , Corpus Chrhti mysticum apud Domin. Báñez eiusque fontes (Roma 1962); G E A ESCOLANO, J., El ser divino y su participación en el orden natural en Pedro de Ledesma: «Salmant.» 7 (1960) 361-417; I D . , La gracia como participación especial de Dios a través del ser en Pedro de Ledesma: ibid-, 579-629. 12
Sobre el P . Juan de Santo T o m á s : LAVAUD, B., Jean de St. Thomas. Introduction
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doctrina tomista en los Cursos de filosofía y de teología; y, finalmente, Diego Alvarez (f 1635), autor de Sobre los auxilios de la divina gracia, en que se muestra fiel discípulo de Báñez. Dignos de especial mención, por haber contribuido a la introducción de la Suma de Santo Tomás en las escuelas y a una más amplia difusión del tomismo, son algunos comentaristas del Doctor Angélico. Tales son: Serafín Capponi (f 1614), con sus Elucidaciones a la Suma de Santo Tomás; Jerónimo de Medias (f 1622), con su Exposición formal de la Suma tomística; Diego Ñuño (f 1614), Juan Paulo Nazario (f 1646), Marcos Sierra (f 1650) y otros. En unión con los dominicos, como defensores decididos de las doctrinas tomistas, aparecen en este período y siguiente los carmelitas descalzos. Al frente de los mismos se nos presenta Pablo de la Concepción (f 1617), con sus Tratados teológicos, que sintetizan las doctrinas de la Orden, y de esta manera sirvieron de base a la obra monumental del tomismo español y de los carmelitas, que es el Cursus Salmanticensis2i. Este célebre Curso, de 15 volúmenes, en cuya composición trabajaron, entre otros, los PP. Antonio de la Madre de Dios (t 1641) y Domingo de Santa Teresa (f 1660), se inició en la primera mitad del siglo xvii, pero en gran parte es obra del período siguiente. Además es digno de mención Fr. Pedro Cornejo de Pedrosa (t 1618) con sus Con mentarlos & la parte tercera de Santo Tomás. 3. Escuela escotista o franciscana 24 .—La escuela franciscana, representada principalmente por las diversas ramas de la Orden de San Francisco (franciscanos, conventuales, capuchinos), mantuvo, como en la Edad Media, una digna emulación con la escuela tomista. Para ello siguieron cultivando de un modo especial las doctrinas de Escoto, particularmente los franciscanos procedentes de Irlanda, quienes lograron influir intensamente en los del continente. Así apareció en algunos Padres y teólogos del concilio de Trento, como Andrés de Vega y otros. Inició este nuevo apogeo del escotismo el irlandés Fr. Lucas Wadding (f 1657) 25 , célebre, en primer lugar, por sus Anales de los Frailes Menores, obra monumental sobre la historia de la Orden. Pero, además, se distinguió como gran escolástico o protector de la escolástica. El organizó en Roma el Colegio de San Isidoro para el cultivo de la escolástica escotista y preparó una edición completa de las obras de Escoto. Algo exagerada nos parece la afirmación de Caramuel de que «la escuela de Escoto es más numerosa que todas las otras juntas»; pero ciertagic de Saint Thomas (Paris 1928). Véanse las últimas ediciones del Cursus Philosophicus de Turín en 3 vols. (1930), y del Cursus Theologicus de París (1934S). 23 Sobre este célebre Cursus Salmanticensis pueden verse: MERL, O., Theologia Salmanticensis (Ratisbona 1946); OTILIO DEL NIÑO JESÚS, Para una bibliografía de los Salmanticenses (1939); MARCELO DEL NIÑO JESÚS, LOS Salmanticenses (Burgos 1933); MERINO DE LA SAGRADA FAMI-
LIA, J., Aportación de los Carmelitas Descalzos a la InmacuL: «Ést. Mar.» 16 (1955) 169S; SAGRADO CORAZÓN, ENRIQUE DEL, Los Salmanticenses y la Inmaculada: «Salmant.» 2 (1955) 2655; ID., Los Salmanticenses. Su vida y su obra... (Madrid 1955). 24 Ante todo véanse, para los autores, HURTER, II, y para el desarrollo sintético de la escuela franciscana o escotista, GRABMANN, O.C. Además: CAYLUS, D. DE, Merveilltux épanuissement de l'École Scotiste: «Ét. Franc.» 24 (1910) iss, y otras contin.; FELDER, H., Les études dans l'Ordre des Fr. Min. Cap. au I siécle de son histoire: «Ét. Franc.» 42 (1930) 6675; 43 (1931) 26s; HEYNECK, V., Die Stellung des... Andreas de Vega, O.F.M., zu Duns Scotus: «Franz. Stud.» 27 (1940) 895; SANCHO, C , La Biblia en Alonso de Castro: «Salmant.» 5 (19S8) 323S. 25 CLEARLY, GR., Lucas V/adding and St. Isidore's College (Roma 1925); CASOLINI, F., L. Wadding (Milán 1936).
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mente fue muy considerable el auge que llegó a tomar el movimiento escotista. Antes de Wadding descollaron ya algunos insignes franciscanos, y asimismo se distinguieron muchos contemporáneos suyos, tanto en España como en el extranjero. Así, ante todo, se nos presentan: Fr. Luis de Carvajal (f 1549), teólogo de Trento, quien compuso el Libro singular de las sentencias teológicas y fue uno de los mejores teólogos de su tiempo; Fr. José Anglés (f 1587), con su obra Flores de las cuestiones teológicas; Francisco de Herrera (fea. 1600), quien compuso un Comentario a los dos primeros libros de las Sentencias, y sobre todo el gran erudito Juan Ponce (f 1670) y Hugo Cavellus (f 1626), colaboradores de Wadding y autores de comentarios a Escoto. Ponce escribió, además, el Curso de filosofía y Curso de teología según Escoto, a lo que añadió todavía los Comentarios teológicos al Opus Oxoniense. Entre los más decididos escotistas deben ser contados los franciscanos conventuales, sobre todo en Italia. Ya en los albores del siglo xvi sobresalió Fr. Bernardo de Reggio (f 1536) con su Comentario al Opus Oxoniense. Más adelante aparecen otros insignes tratadistas, como Fr. Francisco de Mazzara ( t 1588), con las Prelecciones teológicas según Escoto; Felipe Fáber ( t 1530), quien nos dejó unas excelentes Disputas; Ángel Vulpes (t 1647), quien escribió su Suma de teología de Escoto, y otros. Es interesante, a este propósito, el hecho de que la Universidad de Lovaina tuvo varios decididos partidarios de Escoto. Son dignos de mención los compendios escotistas de teología de Fr. Antonio de Córdoba (f 1578) y del cardenal Constantino Sarnanns (f iS9S). A éstos debemos añadir al teólogo westfaliano G. Smising ( t 1626), quien demostró gran capacidad en su obra Sobre Dios uno y trino. Como complemento de lo que acabamos de reseñar, notemos algunos teólogos escotistas que presentaron a Escoto en comparación con Santo Tomás. Así, por ejemplo, Fr. Juan de Rada (t 1608), con sus Controversias teológicas entre Santo Tomás y Escoto, y Francisco Macedo (f 1608), con otra obra semejante. Pero, frente a estas tendencias escotistas, los teólogos capuchinos 2 o y reformados se remontaron a los principios de la Orden y trataron más bien de revalorizar las doctrinas de San Buenaventura. En este sentido trabajaron el español Pedro Trigoso (f 1593), quien concibió la obra Suma de la teología según San Buenaventura, pero no realizó más que una pequeña parte; Pedro Capulto (f 1626), con un comentario a los libros I y II de las Sentencias; Francisco de Coriolano (f 1625), con una voluminosa Suma de teología; Teodoro de Foresto (f 1637), José de Zamora (t 1649) y otros varios, con importantes obras teológicas según San Buenaventura. En cambio, alguno de estos franciscanos reformados, dejando a un lado a Escoto, se inclinó más bien a Santo Tomás, como Fr. Luis de Caspe (f 1640), quien nos dejó su importante Curso teológico según el orden de Santa Tomás. 4. Escuela de los jesuítas 27 .—Al lado de las grandes escuelas de los tomistas y franciscanos se presenta en este período la nueva de 26 Véase la exposición de GRABMANN, o.c. En particular: FELDER, citado anteriormente, y CORNIERO, O.Cap., A. DE, Capuchinos precursores del P. Bartolomé Barberis...: «Collect. Franc.» i
(1931) 184S y 360S. 27
He aquí algunas obras de carácter general: SOMMERVOGEL y D E BACKER, Bibliothéque des
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la naciente Compañía de Jesús, que con un conjunto de hombres que se le fueron juntando compitió dignamente con los más insignes de su tiempo. Su característica fue una mayor libertad en la interpretación de Santo Tomás y en la utilización de los nuevos elementos de estudio, que trajeron el renacimiento y los tiempos modernos, como fue, sobre todo, una, mayor intensificación de la llamada teología positiva. Bien pronto pudo ofrecer la Compañía de Jesús eminentes teólogos, que nos dejaron importantes obras. Al frente de todos ellos se presentan los dos teólogos pontificios del concilio de Trento, Alfonso Salmerón (f 1585), quien dejó un nombre ilustre como gran escriturario y de quien se ha hablado anteriormente y más adelante volveremos sobre él, y Diego Laínez (t 1565), general de la Orden y uno de los teólogos más profundos y estimados del gran concilio, como lo acreditan sus Disputas tridentinas. Después de éstos, los primeros grandes teólogos jesuítas son también españoles, formados en la Universidad de Salamanca y discípulos de Vitoria, Domingo de Soto y otros eminentes dominicos. Así, ante todo, el cardenal Francisco de Toledo (f 1596), profesor de filosofía y teología en el Colegio Romano, donde introdujo el método aprendido en la escuela tomista de Salamanca, quien sobresalió como gran exegeta, pero no menos como eminente teólogo con su obra Exposición sobre la Suma teológica de Santo Tomás. Por el mismo tiempo se distinguió en Portugal Pedro de Fonseca (f 1599), profesor de Coímbra, célebre por su Comentario a la Metafísica de Aristóteles, que le mereció el título de Aristóteles portugués, y asimismo como primer defensor de la llamada Ciencia media de Dios. Pero ésta fue elevada a un primer plano de la teología por el P. Luis de Molina (f 1600) con su célebre Concordia del libre albedrío con los dones de la gracia divina, de que se hablará más abajo 28 . Al mismo tiempo llegaba la Compañía de Jesús al máximo apogeo de sus grandes teólogos, algunos de los cuales ejercieron extraordinario influjo en el extranjero, y todos ellos han sido sumamente estimados en la Iglesia. Ante todo debemos citar a Gregorio de Valencia, gran controversista, según hemos ponderado anteriormente, y restaurador de la teología en la Alemania católica. Como teólogo, compuso su obra fundamental, Comentarios teológicos, síntesis preciosa de la especulación escolástica y la teología positiva. Como primera figura entre los teólogos jesuitas debemos citar asimismo a Gabriel Vázquez (f 1604), profesor de teología en Roma y Alcalá, émulo en varios conceptos de Suárez, hombre de agudísimo ingenio y extraordinarias dotes intelectuales, por lo que fue designado como el Agustín español. Se distinguió por sus grandes conocimientos escriturarios y patrísticos y juntamente por su agudeza metafísica. écrivains de la Compagnie de Jésus, nueva ed. (París 1890-1907); VILLOSLADA, R. G., Storia del Collegio Romano, dal suo inizio (1551) alia soppressione della Compagnia di Gesü (1773): «Anal. Greg.s 66 (Roma 1954); E H R L E , F R . , Die Scholastik und ihre Aufgaben in unserer Zeit (habla en particular d e los jesuitas) (Friburgo de Br. 1933); INAUEN, A., Die Stellung del Gesellschaft Jesu zur Lehre des Aristóteles und des hl. Thomas vor 1583: «Z. kath. Theol.» 40 (1916) 201S; BELTRÁN DE HEREDIA, V., La enseñanza de Santo Tomás en la Compañía de Jesús durante el primer siglo de su existencia: «Cieñe. Tom.» 6 (1915, I) 388S y otras contin.; ACHÚTEGUI, P. S. DE, La universalidad del conocimiento de Dios en los paganos según los primeros teólogos de la Compañía de Jesús, 1534-1648 (Roma 1951). 28 Sobre L. Molina y las cuestiones acerca de la gracia, véase más abajo, c.14.
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Pero el que más sobresale entre los grandes teólogos escolásticos de la Compañía de Jesús es Francisco Suárez (f 1617) 2 ' , quien es considerado como el fundador de la escuela de los jesuitas. Fue profesor de teología en Roma, Salamanca y Coímbra, y por la profundidad de su doctrina mereció de varios pontífices el título de Doctor Eximio. Hombre de una erudición y capacidad pasmosas, abarcó casi todos los ramos de las ciencias eclesiásticas, uniendo a su gran fecundidad una gran claridad en la exposición. Es, indudablemente, el teólogo más fecundo de los tiempos modernos y el que más influjo ha ejercido en las generaciones futuras. Entre sus abundantes obras sobresalen, en primer lugar, las de derecho, principalmente Sobre las leyes, que lo ponen en primer plano entre los canonistas; pero los tratados que más sobresalen por su fecundidad, solidez y claridad son los teológicos de la Encarnación, De los sacramentos, De la gracia, etc. En su tratado Sobre la virtud y el estado de la religión expone maravillosamente la doctrina sobre el estado religioso. Son magníficas sus obras polémicas, como la Defensa de la fe católica contra los errores de la secta anglicana, y otras de carácter general, como Los misterios de la vida de Cristo. Su célebre obra Disputas metafísicas es la que mejor nos manifiesta la profundidad de su talento y la que le dio un renombre universal como gran filósofo en los siglos xvn y XVIII, e incluso fue muy utilizada por los protestantes. Entre las primeras figuras de los teólogos jesuitas debemos nombrar todavía a Diego Ruiz de Montoya (f 1632) 30 , quien en los tratados teológicos que llegó a terminar compite dignamente, y aun tal vez aventaja, al mismo Suárez, y se caracteriza por el amplio uso que hace de la teología positiva. Sus obras Sobre la ciencia de Dios, De la bondad divina y, sobre todo, Sobre la Trinidad son las más completas sobre 29 E n t r e la a b u n d a n t e bibliografía sobre Francisco Suárez, h e aquí algunas obras principales: Obras completas, ed. VIVES 28 vols. (París 1861-1879); Misterios de la vida de Cristo: ed, B A C , 2 vols. ( M a d r i d 1948-1950); SOLA, F R . DE P., Suárez y las ediciones de sus obras (Barcelona 1848). L a biografía más completa: SGORRAILLE, R. DE, Francois Suárez 2 vols. (París 1912-1913), T r a d . española por PABLO HERNÁNDEZ, 2 vols. (Barcelona 1915); P . FRANZ SUÁREZ, Gedankblátter zu seinen 300. jdhrigen Todestage (25 sept. 1917} (Innsbruck 1917); M A H I E U , L., Francois Suárez, sa philosophie et les rapports qu'elle a avec la théologie (París 1921); DESCOCQS, P., Thomisme et Suarézisme: «Arch. de Phil.» 4, I (1927) 825; CARRERAS Y ARTÁU, J., Doctrina de F. Suárez acerca del derecho de gentes y sus relaciones con el derecho natural (Gerona 1921); RECASÉNS, L., La filosofía del Derecho de Francisco Suárez ( M a d r i d 1927); G Ó M E Z DEL CAMPILLO, El P. Suárez y la ciencia canónica (Barcelona 1922); GRABMANN, M . , Die
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estos temas. No menos eminente fue el P. Juan Martínez de Ripalda (f 1648), principalmente por su tratado Sobre el Ente sobrenatural, que pertenece a lo mejor que se escribió sobre la gracia. Finalmente, debemos añadir al cardenal Juan de Lugo (f 1660), quien, aunque murió dentro del período siguiente, manifestó en éste sus extraordinarios conocimientos teológicos en su obra magistral Sobre la fe divina y otras semejantes. Al lado de estas primeras figuras brillaron otras muchas no sólo en España, sino también en los Países Bajos, Alemania, Italia y Francia, los cuales en algunos problemas teológicos llegaron a igualar y aun superar a los mejores. Así, limitándonos a conmemorar sólo á los principales, Cristóbal Gil (f 1608); Fernando Martínez Mascarenhas (fi628), defensor del molinismo en su obra Sobre los auxilios de la gracia divina; Santiago Granado (f 1632), quien publicó una obra teológica en ocho volúmenes bien nutridos; Luis de Torres o Turriano (f 1635), quien compuso los excelentes tratados Sobre la gracia, Sobre la Trinidad, Sobre la Suma (2. a -2. e ); Gaspar Hurtado (f 1660) y otros. En los Países Bajos, donde tanto florecía la Universidad de Lovaina, podemos conmemorar, con especial elogio a Leonardo Lessio (f 1623) 31> teólogo eminente, como lo prueban sus obras Sobre la gracia eficaz y Sobre las divinas perfecciones; a su discípulo Egidio Coninck (f 1633), de quién conservamos excelentes obras teológicas; Martín Beccano (f 1625), insigne por su claridad y concisión, y Juan Prepósito (f 1634), con sus tres volúmenes de Comentarios a la Suma. No menos destacaron los primeros teólogos alemanes, como Adán Tanner, ya citado anteriormente, quien aprendió de Gregorio de Valencia aquella maestría que demuestra en su obra Teología escolástica. Estos ejemplos fueron imitados en Francia, donde encontramos a Claudio Tifano (f 1647), teólogo muy apreciable por su ingenio, y algo más tarde al irregular Teófilo Raynauld (f 1663). Entretanto, en Italia brillaban en el Colegio Romano las egregias figuras de multitud de profesores españoles y de otras nacionalidades, y por otra parte se distinguían Francisco Albertini (f 1619) y Francisco Amico (f 1651), con su excelente y voluminosa Teología escolástica. 5. Otras escuelas y grupos.—Además de estas grandes escuelas podemos distinguir otras de mayor o menor importancia, así como también algunos grupos o tendencias de mayor significación. Entre éstos conviene notar los de las Universidades de Lovaina y Douai en los Países Bajos, donde predominaron generalmente las doctrinas tomistas. En ellas son dignos de mención, ante todo, Guillermo Estius (f 1613), con sus Comentarios a los cuatro libros de las Sentencias; J. Wíggers (f 1629), / . Malderus (f 1633) y Fr. Silvius (f 1649), insignes por sus diversos tratados teológicos. Por otro lado, algunos teólogos de la Sorbona, aun sin dejar el tomismo, acusaron cierto influjo de la 31 Sobre L . Lessio: VAN SULL, C . Léonard Lessius (Lovaina 1930); BRANTO, V., Les théories polítiques dans les écrits de L. Lessius: «Rev. néo-scol.» 19 (1912) 42S; D O M Í N G U E Z DEL VAL, U., Carácter de la teología según la escuela agustiniana de los siglos XIII-XX: «CiudDios» 163 (1951) 229-271; IRIARTE, J.. Presencia de San Agustín en el pensamiento moderno, en su XVI centenario: «RazFe»'l49 (1954) 531-54°; L I N I M A , A-, L'influence de Saint-Augustin chez Saint-Francois de Sales: «BulILittEccl» 60 (1959) 3-37; DOMÍNGUEZ, E., La escuela teológica agustiniano-salmantina de 1560 a 1630: «EstEcI» 24 (1960) i s o s .
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escuela de los jesuítas. Tales fueron Felipe Gammache (f 1625), Andrés Duval (t 1637) y Nicolás Isambert (f 1642). Entre otros grupos o escuelas de religiosos queremos notar, en primer lugar, el de los benedictinos de Salzburgo, en Alemania, donde se publicaron algunos cursos de teología tomista muy dignos de tenerse en cuenta. Tales son La teología escolástica, obra del P. Agustín Reding, hacia el año 1650, y la Teología universal coloniense, publicada en 1638. Asimismo, entre los benedictinos podemos señalar a Alfonso de Virués (t 1545). <3ue m á s bien debe ser contado entre los controversistas por sus Disputas contra Melanchton; y Gaspar Ruiz (f 1639). Añadamos todavía a los cistercienses Pedro de Lorca (f 1606) y Marsilio Vázquez (t 1611), quien escribió sobre las Cuestiones «de auxiliis». Pero los que constituyen un grupo independiente, digno de ponerse al lado de las grandes escuelas del tiempo, son los agustinos, entre los cuales sobresalieron algunas insignes figuras. Al ilustre teólogo y general de la Orden Jerónimo Seripando, del que ya hicimos mención, siguieron Vicente Montañés (f 1573), a quien se debe la obra Sobre los principios presupuestos en la teología; Lorenzo de Villavicencio (f 1583), benemérito de la restauración de la teología con su obra Cuatro libros sobre la recta formación del estudio de la teología, y, sobre todo, los insignes teólogos tridentinos Gaspar Casal (f 1584), quien escribió excelentes tratados sobre los sacramentos, y Pedro de Zúñiga (t 1596), benemérito sobre todo por su obra polémica Sobre la verdadera religión. Además ilustraron la escuela agustiniana Pedro de Uceda y Guerrero (t 1584), Pedro de Aragón (t 1592) y Juan de Guevara (f 1600), gran expositor del libro de las Sentencias. Completando todavía los escritores que más se distinguieron en la escuela agustiniana, añadamos a Gregorio Núñez Coronel (f 1620), quien nos dejó, además de algunos opúsculos sobre la gracia, el precioso tratado Sobre la verdadera Iglesia de Cristo y Sobre las tradiciones apostólicas; Basilio Ponce de León, con sus excelentes obras Sobre la Eucaristía, Sobre la Confirmación y otras; Agustín Antolínez (f 1626), profesor de Coímbra, a la que ilustró con su ciencia y erudición. Como particularmente beneméritos de la historia de la teología debemos considerar a Fr. Ángel Rocca (t 1620) y Dámaso Coninck (f 1622). III.
ExÉGESIS
BÍBLICA, MORAL Y D E R E C H O
CANÓNICO
La ciencia eclesiástica del siglo xvi y primera mitad del xvn nos ofrece igualmente multitud de obras exegéticas, canónicas o morales. Pero en este punto debemos hacer una observación fundamental. Como los campos no estaban todavía deslindados, era muy frecuente que un mismo escritor se distinguiera como gran dogmático y gran exegeta bíblico, como gran teólogo y gran moralista. Además, mientras por un lado la moral era considerada como una parte de la teología, el derecho canónico iba íntimamente unido con la moral. 1. Trabajos bíblicos 3 2 .—Frente a la insistencia de los innovadores de la Sagrada Biblia, los católicos procuraron estudiarla de un 32
A d e m á s d e las obras generales, véanse sobre los trabajos exegéticos: URRIZA, ]., La pre-
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modo más particular, con el objeto de poder presentar una interpretación más justa y auténtica de la palabra de Dios. Uno de los primeros y más insignes trabajos realizados al principio del siglo xvi fue la Biblia Poliglota de Alcalá, en cuya preparación y edición intervinieron los más insignes humanistas y escriturarios de España. A esto debe añadirse la publicación de gramáticas y diccionarios en hebreo, así como también introducciones a la Biblia, traducciones y ediciones del texto original. En esto trabajaron, ante todo, el benedictino Francisco Ruiz (f 1546) con sus 333 Reglas para entender las Sagradas Escrituras; P. Antonio Beuter (f 1547), quien publicó las Anotaciones a la Sagrada Escritura; el cisterciense Cipriano de la Huerga (f 1560), quien nos dejó una Isagoge a toda la Escritura; Sixto Senense, O.P. (f 1560), con su Biblioteca santa, excelente introducción metódica para el estudio de la Sagrada Escritura; Martín de Cantalapiedra (f 1579), con sus Reglas para entender la Sagrada Escritura; Francisco Lucas de Brujas (t 1619), quien compuso las Anotaciones a la Biblia Sagrada y otros trabajos semejantes; Luis de Tena (f 1622), con su obra introductoria, titulada Isagoge, y Francisco Pavone (f 1637), con su Introducción a la Sagrada Escritura. Entre los exegetas propiamente tales aparecen bien pronto algunas figuras de primera categoría, y es digno de notarse que éstas pertenecen principalmente a la Compañía de Jesús, que precisamente se distinguió en un cultivo más intensivo de la Escritura y de la teología positiva. Así, al lado del dominico Francisco Forerio (f 1581) y del sacerdote secular belga Cornelio Jansenio (f 1576), que aportan algunos trabajos exegéticos, se nos presentan los grandes escriturarios jesuítas Juan Maldonado (t 1583), profesor en París y célebre por sus Comentarios a los Evangelios, que han tenido gran aceptación hasta nuestros días; Alfonso Salmerón (f 1586), ya citado como teólogo pontificio en Trento, quien nos dejó un monumental Comentario al Nuevo Testamento; el cardenal Francisco de Toledo, insigne como teólogo, pero más insigne todavía como escriturario, con sus Comentarios a San Juan y a los Romanos. Al lado de todos estos exegetas sobresale el célebre Benito Arias Montano (t 1598), con su edición de la Poliglota de Amberes (1568-1572). Sin ser figuras de tanto renombre, también se distinguieron como escriturarios en este primer estadio los jesuitas Francisco Ribera (t 1579), con su Comentario al Apocalipsis; Nicolás de Lorena (f 1609), considerado por muchos como uno de los fundadores de la exégesis moderna ; Benito Pererío (f 1610), quien comentó el Génesis y Daniel. clara Facultad de Artes y Filosofía de la Universidad de Alcalá en el siglo de oro (1509-1621) (Madrid 1942); BERGER, S., La Bible au XVI siécle (París 1879); VACCARI, A., Historio exegeseos, en Institutiones biblicae schalis accommodatae I (Roma 1929); CORNELY-MERK, lntroductionis in S. Scripturae libros sacros compendium (París 1929) p.293s; véanse además: BARONI, V., La Bible dans la vie catholique dermis la Reforme (Lausana 1955); LÓPEZ LÓPEZ, F., La multiplicidad de sentidos literales en la Escritura según los autores españoles (1560-1650) «BuliTom» 8 (1947-1953) 129S; LEVIE, J.f Les limites de la preuve d'Écriture Sainte: «NouvRevTh» 71 (1949) 1000-1029; LECLER, J., Littéralisme biblique et typologie au XV7e s.; «RechScRel» 41 (1953) 76-95; sobre San Lorenzo de Brindis, recientemente canonizado: Commentarii Laurentiani historici, quarto revoluto saeculo ab ortu S. Laur. Brundunisini novi Ecclesiae doctoris (Roma 1959); MELCHOR A ROBLADURA, ¿,05 procesos de beatificación y canonización del nuevo Doctor de la Iglesia San Lorenzo de Brindis: «CollFranc» 29 (1959) 362-428; ID., Escritos de S. Lorenzo de Br., por F. Spedalieri: ibid., 1455; FERRER, J., Pecado original y justificación en la doctrina de Guillermo Estío (Madrid 1960).
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Entrado ya el siglo xvn, y siguiendo el ejemplo de la Compañía de Jesús, comenzaron a dedicarse a la exégesis bíblica algunos escolásticos de la Orden de Predicadores y de otros grupos. Así nos encontramos a Guillermo Estius (f 1613), muy conocido y estimado por sus Comentarios a las epístolas de San Pablo; Antonio Aghelli (f 1618), quien compuso un Comentario a los Salmos; el dominico Tomás de Maluenda (f 1628) y algunos otros. Pero, entretanto, aparecían nuevas figuras de escriturarios de la Compañía de Jesús, entre los cuales son dignos de mención Gaspar Sánchez (f 1628), con sus Comentarios a los Profetas y al Cantar de los Cantares; Juan de Pineda (f 1637), autor de un comentario a Job y a los Cantares; Jerónimo de Prado (f 1595), Luis de Alcázar (f 1613), Manuel de Sa (f 1596) y otros. Al mismo tiempo, fuera de España se distinguían Benedicto Justiniano (f 1622), con Comentarios a las Epístolas de San Pablo, en Italia; Jacobo Bonfrére (f 1642) y Juan de Lorin (f 1646), en Francia; pero sobre todo descolló como exegeta de primera categoría Cornelio a Lapide (f 1637) en los Países Bajos, quien hizo un trabajo monumental de recopilación de toda la exégesis del tiempo. 2. Tratados de moral 33 .—La moral suele presentarse en este tiempo como parte integrante de la teología dogmática, por lo cual los grandes tratados clásicos de moral están íntimamente relacionados con las obras dogmáticas, y son precisamente algunos grandes teólogos los que nos ofrecen estos tratados. Poco a poco la moral se fue desligando, hasta formar una rama especial de los estudios eclesiásticos; pero entonces quedó en gran parte vinculada al derecho canónico. La moral recibió en España su primer impulso, y bien pronto nos ofrece autores de gran categoría. Tales fueron, el primero y más insigne, Martín de Azpilcueta (t 1586), llamado y conocido ordinariamente con el nombre de Doctor Navarro, profesor de la Universidad de Salamanca, quien cultivó la moral práctica, y para ello publicó el Manual o Enquiridión de los confesores y penitentes. A su lado podemos colocar como gran cultivador de la moral casuista al cardenal Francisco de Toledo, con su útilísima Instrucción de los sacerdotes o Suma de los casos de conciencia; pero sobre todo debemos notar aquí a los eminentes teólogos el dominico Domingo de Soto y los jesuitas Luis de Moüna y al cardenal Juan de Lugo, quienes compusieron sus tratados morales De la justicia y del Derecho. Con el cardenal Toledo entraron los jesuitas en este nuevo campo de sus trabajos, en el que bien pronto podían presentar eximias figuras, entre las cuales podemos señalar: Juan de Azor (t 1603), de quien 33 Sobre la moral y el derecho canónico en general pueden verse: TERMOS, J., Zar Vorgeschichte der Moralsysteme van Vitoria bis Medina (Paderborn 1931); VAN HOVE, A., Commentarium Lovaniense in Codicem luris Canonici. Prolegomena (Lovaina 1928) 279S; GRANDCLAUDE, E-; Les principaux canonistes du XVII et du XVIII siécle: «Canon. Contempor.» 3-12 (1880-1889), GONZÁLEZ PALENCIA, A., Dalos biográficos del licenciado Sebastián de Covarrubias: «Mise. Conq.» (Cuenca 1929) 32S; PEREÑA VICENTE, L., Diego de Covarrubias y Leyva, maestro de Salamanca: «Rev. Esp. Der. Can.» ri (1956) 19IS; EYSINGA, W. J. M. VAN, Hugo Grotius. Fine biogr aphiscne Skizze (Basilea 1952); ARCO, R. DEL, Escritos inéditos del célebre Antonio Agustín: «Est. in memor. de A. Bonilla San Martin» I,542s (Madrid 1922); GÓMEZ PrsÁN, T., Anionio Agustín. Su significación en la cultura española: «Anuar. Kist. Der. Esp.» 5 (1928) 346s; HOSLÍNGER, R., El historiador del Derecho Antonio Agustín, nuncio del papa en Vierta: «Bol. Arqueol.» (1951) 94s; MARCOS RODRÍGUEZ, R., Don Diego de Covarrubias y la Universidad de Salamanca: «Salmant.» 6 (1959) 37-85.
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conservamos una Suma de moral según el nuevo sistema casuístico, titulada Instituciones morales; Tomás Sánchez (f 1610), célebre principalmente por su clásico Tratado sobre el matrimonio. En Italia aparece también V. Fillutius (f 1622), quien nos dejó las Cuestiones morales y el Compendio de las cuestiones de moral. En Alemania sobresale bien pronto el tirolés Pablo Laymann (f 1635), que debe ser contado entre los más insignes moralistas de su tiempo, con su gran obra Teología moral. A estos jesuitas añadamos el teatino Martín de Bonacina (t 1631) con su Teología moral. Todo esto condujo a un desarrollo extraordinario de la moral casuística entre los jesuitas, los cuales presentan en el período siguiente multitud de tratadistas de gran fama, como H. Bussembaum (f 1668). Ahora bien, como a un mismo tiempo se fue poniendo cada vez más candente la cuestión del probabilismo, defendido principalmente por los jesuitas, y por otro lado se fueron esparciendo en diversos círculos algunas opiniones laxas, esto dio ocasión a una insistente campaña en la que, interpretando el probabilismo como laxismo, se presentaba a los probabilistas y a los jesuitas como los portavoces del laxismo. Esta campaña, iniciada en este período, se desarrolló y llegó a su punto álgido en el siguiente. Pero, en realidad, ni el probabilismo bien entendido tiene esa tendencia laxista ni los jesuitas fueron los portavoces del laxismo. 3. Desarrollo del Derecho canónico.—Después del concilio de Trento, el estudio del Derecho canónico se independizó y fue adquiriendo cada vez más importancia. Uno de los primeros tratadistas de Derecho canónico según el nuevo plan de independencia fue Juan P. Lancellotti (f 1561), en el que, por otra parte, se seguía el método empleado en las instituciones de Derecho civil. Al independizarse, pues, el Derecho canónico, aplicaba a su estudio, como era obvio, las mismas normas del Derecho general. En esta forma publicó las instituciones de Derecho canónico, en las que se comprende el derecho pontificio según un método especial. Escrita esta importante obra por orden dé Paulo IV, mereció los honores de ser publicada juntamente con el Corpus Iuris Canonici. Por otra parte, se insistió de un modo especial en los trabajos particulares sobre asuntos o cuestiones canónicas, en lo cual, como en todo el movimiento literario y científico, fue España el terreno más fecundo. En España brillaron a continuación del concilio de Trento dos estrellas de primera magnitud en el campo del Derecho canónico, como fueron Diego de Covarrubias (t 1577) y Antonio Agustín (f 1586). El primero se distinguió en Trento como teólogo y canonista y como discípulo del Doctor Navarro, y brilló de un modo especial como profesor de Salamanca; pero, nombrado obispo de Ciudad Rodrigo y luego de Segovia, fue presidente del Consejo de Castilla; pero, no obstante la multitud e importancia de sus ocupaciones, legó a la posteridad un gran número de estudios canónicos, que lo acreditan de extraordinaria profundidad y erudición. Así, por ejemplo, Resoluciones sobre el derecho pontificio, regio e imperial; Libro singular para el concilio de Trento sobre cuestiones prácticas. No menos insigne es el nombre de Antonio Agustín, obispo de
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Lérida y más tarde arzobispo de Tarragona, el cual dio prueba de su gran penetración y de sus conocimientos canónicos, primero en el concilio de Trento y más tarde en sus obras sobre decretales pontificias, cánones penitenciales, Decreto de Graciano y otras. Le dio particular renombre su Epítome de Derecho antiguo pontificio, y lo acreditó de gran conocedor de la iglesia tarraconense su obra Sobre las Constituciones provinciales tarraconenses. Al lado de estos grandes canonistas comenzaron a distinguirse otros varios, que, si no ofrecen tanta originalidad, ciertamente manifiestan mucha erudición. Comienza con esto la época de las grandes recopilaciones o enciclopedias de Derecho canónico, que tanto abundaron en la segunda mitad del siglo xvn y principios del xvm. Buen principio de esta era de florecimiento del Derecho canónico fue la intensa actividad de Agustín Barbosa (f 1649), insigne canonista de origen portugués, quien demostró extraordinaria erudición, por lo que mereció especiales distinciones de Felipe IV. Son célebres sus obras canónicas, de un valor irregular, pero que constituyen un verdadero arsenal en la materia IV.
APOGEO DE LA ASCÉTICA Y MÍSTICA
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Es muy natural que toda la renovación cristiana de este período tuviese su expresión más adecuada en la literatura ascética y mística. Por esto vemos que un buen número de los grandes escritores dogmáticos, como Melchor Cano y Roberto Belarmino, se distinguieron igualmente por sus obras ascéticas. 1. Primeras manifestaciones.—A principios del siglo xvi, y mientras en el resto de Europa se realizaban los movimientos de rebelión contra la Iglesia, surge en España la primera floración de obras ascético-místicas, en la que los franciscanos tuvieron la parte principal 35 . Para explicar este hecho recordemos que precisamente en este tiempo se estaban realizando en el seno de la Orden franciscana, particularmente en España, diversas y fundamentales reformas. Entre sus tratadistas de ascética y mística citemos: Alonso de Madrid (f 1545), con su Arte para servir a Dios; Bernardino de Laredo (f 1540), con la Subida del Monte Sión, y, sobre todo, Francisco de Osuna (t 1540), que fue el más célebre entre todos y ejerció posteriormente grande influjo en algunos grandes místicos, sobre todo en Santa Teresa de Jesús. Son célebres particularmente su obra Ley del amor santo, y en especial su obra maestra, Tercer abecedario espiritual. 34 Véanse las obras generales, sobre todo la síntesis de GRABMANN. Asimismo: POURRAT, P., La spiritualité chrétienne III, 2.a ed. (París 1925). Por lo que se refiere en particular a España y a Francia: SAINZ RODRÍGUEZ, P., Introducción a la historia de la literatura-mística en España (Madrid 1927): PEERS, E. A., Spanish Misticism. Preliminary Survey (Londres 1924): ID., Studies of the Spanish mystics (Londres 1927-1929); BRÉMOND, H., Histoire du sentiment religieux en France 8 vols. (París 1916-1928); GONZÁLEZ, S., La mística clásica española (Bogotá 1956); LA CRUZ, JOSÉ M. DE, Escuelas españolas de espiritualidad: «El Monte Carm.» 64 (1956) 65S, etc.; JESÚS CRUCIFICADO, R. M., Escuelas de espir. y ejercicios espirituales: «Rev. Espir.» 15 (1956) 409S; POND, K., The spirit of the Spanish mystis (Londres 1958); BRÉMOND, H., La conquéte mystique. L'école francaise. II. Charles de Condren. Jean.Jacques Olier. Le Pére Eudes... (París 1959)35 Sobre los escritores franciscanos de ascética y mística de principios del siglo XVI véase la obra Místicos franciscanos españoles 3 vols. en la BAC (Madrid 1948-1949). Sobre algunos de ellos en particular: Ros,. F. DE, Un maítre de Sainte Thérése. Le Pére Francois d'Osuna (París 1937); ID., Le Fr. Bernardin de Laredo, un inspirateur de Sainte Thérése (París 1948); TOKRO, A., Fray Juan de ¡os Angeles (Madrid 1927).
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Como continuación de estos escritores, cjue podemos designar como escuela franciscana, podemos señalar: Antonio de Guevara (f ISAS)> quien, entre otros tratados, nos dejó el Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos; Miguel de Medina (f 1578), a quien debemos el excelente Ejercicio de la verdadera y cristiana humildad; Diego de Estella (t 1578), uno de los escritores ascéticos de más renombre, sobre todo por su tratado de la Vanidad del mundo y sus Meditaciones del amor de Dios. Añadamos todavía: Juan de Pineda (f ca.1593), con su Agricultura cristiana y Declaración del uPater noster»; Diego de Murillo (f 1605), quien escribió una excelente Escala espiritual, y Juan de los Angeles (t 1609), con sus obras clásicas: Triunfos del amor de Dios, Conquista espiritual del reino divino y Manual de la vida perfecta. Para no desmerecer de la familia franciscana en este florecimiento literario de ascética y mística, también San Pedro de Alcántara (t 1562) nos dejó su tratado De la oración y meditación, y la nueva Orden de los Capuchinos nos ofrece escritores de ascética y mística como Benito de Canfeld (f 1610), con su Regla de perfección, y Constantino de Barbangon (f 1623), con su obra Los senderos secretos del amor divino.
Al lado de todos estos tratadistas espirituales, tan populares y de tanto influjo en el movimiento religioso y espiritual de Europa, y particularmente de España, no podemos dejar de citar al popularísimo Beato Juan de Avila (f 1569) 38. Con su predicación y sus escritos contribuyó eficazmente, como el que más, a fomentar y levantar el nivel espiritual de la España del siglo xvi. Entre los escritos que nos dejó merecen particular mención su célebre tratado Audi, filia, de profunda espiritualidad cristiana, y sus incomparables Cartas espirituales, en las que aparece como excelente director de almas. Entre las ordenes antiguas merece un lugar honorífico la familia agustiniana, que tan excelentes tratadistas y maestros de la vida espiritual nos presenta en el siglo xvi y principios del xvn. A la cabeza de todos ellos debemos colocar a Santo Tomás de Villanueva (f 1555) 39 , arzobispo de Valencia y timbre de gloria de la Iglesia española, quien en sus preciosos Sermones ofrece abundante doctrina espiritual y mística, y asimismo nos dejó tratados tan ricos en doctrina espiritual como el De la lección, meditación, oración y contemplación. Siguiendo la espiritualidad agustiniana, descollaron: el Venerable Luis de Montoya (f 1569), a quien debemos un tratado De la unión del alma con Dios y Meditaciones de la Pasión; el Beato Alfonso de Orozco (f 1591), sumamente estimado por Felipe II y fecundo escritor espiritual, con su Vergel de oración y monte de contemplación y una serie de preciosos tratados, escritos en el más elegante estilo de la ascética del tiempo, como Memorial del amor santo, Desposorio espiritual y otros; Sebastián Toscano (f ca.1580), portugués, autor del excelente manual Teología mística. Añadamos todavía a los grandes escritores espirituales agustinos, ante todo, a Fr. Luis de León (f 1591) 40 , quien merece un puesto distinguido entre los tratadistas de ascética por sus clásicas obras Los nombres de Cristo, La perfecta casada, Exposición del Cantar de los Cantares y otras, y no menos por la doctrina espiritual de sus obras latinas. Además: a Malón de Chaide (f 1589), con su delicioso Libro de la conversión de la Magdalena, y al Venerable Tomé de Jesús (f 1582), con su popular y clasicísimó libro Los trabajos de Jesús, y otros escritores semejantes. Ya iniciado el siglo xvn, siguen los agustinos contribuyendo con sus obras espirituales al apogeo de la literatura ascética, particularmente en España. Así merecen especial mención: Pedro de Valderrama (f 1611), con sus Ejercicios espirituales para todos los días de la
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2. Diversas órdenes antiguas.-—Una vez puestos en movimiento el fervor religioso y el impulso literario ascético y místico, fueron ya numerosos los que compusieron preciosas obras. La Orden benedictina nos presenta al comienzo de este período al gran tratadista espiritual Ludovico Blosio (f 1566) 36 , uno de los más influyentes en todo el siglo xvi, sobre todo con su obra maestra, Institución espiritual; Antonio de Alvarado (f 1611), quien nos dejó su Arte de bien morir y guia del camino de la muerte, y Juan de Castañiza (f 1625), quien compuso De la perfección y de la vida cristiana. Mucho más fecunda fue la obra literaria de los dominicos durante este período. Ya a mediados del siglo xvi se distinguieron, ante todo, el clásico y elocuente Fr. Luis de Granada (f 1588) 37 . quien con sus tratados De la oración y meditación, Guia de pecadores y otros, compuestos en elegante estilo, contribuyó eficazmente a la difusión de una ascética sólida y segura. A su lado pueden presentarse sus hermanos de hábito Bartolomé de los Mártires (f 1590), con su Compendio de doctrina espiritual; Alonso de Cabrera (f 1598), con multitud de sermones de gran contenido ascético y su tratado De los escrúpulos y sus remedios; Cristóbal de la Cruz (f 1615), con el Tratado de la esperanza cristiana, y Pedro Blasco (f 1618), con el Tratado de la vida espiritual. El punto culminante de los tratadistas de ascética y mística de la Orden de Predicadores lo constituye Fr. Tomás de Valgornera (f 1665), de quien se ha podido afirmar que en su Mística teología de Santo Tomás resumió maravillosamente toda la doctrina mística del Doctor Angélico. 36 Louis de Blois, sa vie et ses traites ascétiques, por los benedictinos d e W i s q u e s , I (París 1927); B E R L I É R E , U . , Ludovici Blosii monástica (Padua 1927). 37 LLANEZA, M . , Bibliografía de Fray Luis de Granada 4 vols. (Salamanca 1926-1928); Obra selecta de Fr. Luis de Granada: B A C , n.20, 2. a ed. ( M a d r i d 1952); O E C H O L I N , R . - L . , Louis de Grenade, ou rencontre avec Dieu (París 1954); LEDRUS, M . , Grenade et Alcántara: Deux manuels d'oratson mentale: «RevAscMist» 38 (1962) 447-460; 39 (1963) 3 2 - 4 1 ; HUERGA, A., Génesis y autenticidad del «Libro de la oración y meditación»: «RevArchBibl» 59 (1953) 135-183; BORGES, P., San Pedro de Alcántara hasta su ingreso en la Orden franciscana: «ArchlbAmer» 22 (1962) 391-422; BARRADO M A N Z A N O , A . , IV centenario de la muerte de S. Pedro de Alcántara: «ArchlbAmer» ibid., 743-758; AMORÓS, L., San Pedro de Alcántara y su «Tratado de la oración y iveditación»: «Arch IbAmer», ibid., 163-221.
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3 8 L a s obras del Beato Avila h a n sido frecuentemente publicadas. Recomendamos estas ediciones: Obras espirituales del Beato Avila 2 vols. ( M a d r i d 1942); SALA BÁLUST, L . , Obras completas... con amplia biografía y bibliografía, en la B A C , hasta ahora dos vols. (falta el III) ( M a drid 1952-1953). P u e d e n verse a d e m á s ; VILLOSLADA, R. G., Sermones inéditos del Beato Juan de Avila: «Est. Ecles.» 19 (1945) 423S; GERARDO DE SAN JUAN DE LA CRUZ, Vida del Beato Juan de Avila (Toledo 1915); CASTÁN LACOMA, L., Un gran pedagogo español en el siglo XVI: el Maestro Juan de Avila: «Rev. E s p . Ped.» 15 (1957) 296S; JUAN DE AVILA, B T O . , Epistolario espiritual, ed. por V, García d e D i e g o : «Clásicos castell.» 2 ( M a d r i d 1962). 39 Sobre Santo Tomás de Villanueva véanse en particular: Obras de Santo Tomás de Villanueua: BAC, 96 ( M a d r i d 1952). 40 B E L L , A . F . G., Luis de León. A study of the Spanish Renaissance (Oxford 1925); CRISÓGONO DE JESÚS, El misticismo de Fray Luis de León: «Rev. Esp.» 1 (1942) 30s; VOSSLER, Luis de León (1943); Obras completas castellanas, ed. d e F R . F É L I X GARCÍA, en B A C , 2.* ed. ( M a d r i d 1951); BERTALIA, O . , F r a y Luis de León, místico: «RevAgEsp» 3 (1962) 308-340; FERNÁNDEZ SAINZ, F . , María en la Sda. Escritura según Fr. Luis de León: «EstMar» 23 (1962) 411-433: «RelCult» 7 (1962) 561-592-
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C.13- Las ciencias, al servicio de la Iglesia
Cuaresma; Juan Márquez (f 1621), con su excelente tratado Los dos estados de la espiritual Jerusalén, y Cristóbal de Fonseca (f 1622), con su Tratado del amor de Dios y Vida de Cristo Nuestro Señor.
Añadamos todavía al armónico P. Luis de la Palma (t 1630), quien escribió en estilo clásico y con unción divina la Historia de la Pasión y el primero y más profundo comentario de los Ejercicios de San Ignacio en su Camino espiritual. Nombremos, finalmente, al fecundísimo P. Eusebio Nieremberg (f 1658), quien se acreditó como gran escritor espiritual en una serie de tratados, como Vida divina, Diferencia entre lo temporaí y eterno y otros, y sobre todo en su incomparable obra Aprecio y estima de la divina gracia. Al lado de toda esta pléyade de escritores, que nos ofrecen magníficas obras de ascética cristiana, la Compañía de Jesús nos presenta igualmente algunas muestras de escritos de la más elevada mística. Tales son: el ya citado P. Luis de la Puente en su Vida del P. Alvarez y, sobre todo, en su excelente Comentario al Cantar de los Cantares. Pero como tratadista propiamente tal de la mística cristiana se nos presenta el P. Alvarez de Paz (f 1620), con sus obras, básicas en la literatura ascética y mística, Sobre la vida espiritual y su perfección y Sobre la busca de la paz. Finalmente, como expositor de una vida mística por él mismo vivida, con todos los fenómenos más característicos de la misma, aparece err sus Escritos espirituales el santo lego San Alonso Rodríguez (f 1617).
3. La Compañía de Jesús 4 1 .—No menos se distingue la Compañía de Jesús en medio de esta floración general de la literatura ascética y mística de fines del siglo xvi y primera mitad del xvn. Y en primer lugar merece señalarse la obra de su fundador, Ignacio de Loyola. Aparte la espiritualidad contenida en las Constituciones de la Orden y en sus abundantes cartas espirituales, queremos notar de un modo especial una buena parte, recientemente descubierta, de su Diario espiritual, que nos presenta un San Ignacio humano y armónico y abierto a las mayores sublimidades de la mística. Pero lo que más caracteriza la espiritualidad de San Ignacio son los célebres Ejercicios espirituales, que compuso sustancialmente en su retiro de Manresa y constituyen como la base de la espiritualidad de la Compañía de Jesús. El influjo de los Ejercicios de San Ignacio desde entonces hasta nuestros días ha sido en verdad extraordinario 42 . Además de su fundador, San Ignacio de Loyola, notemos a San Francisco de Borja (t 1572), célebre por su gran ascetismo y por un buen número de excelentes opúsculos ascéticos; Francisco Arias (f 1605) con su interesante obra Sobre- el tesoro inexhausto de los bienes que tenemos en Jesucristo; Pedro de Ribadeneira (t 1611), escritor fecundo y clásico, que como asceta compuso principalmente el Tratado de la tribulación; Alfonso Rodríguez (f 1616), uno de los escritores ascéticos más populares, que con su incomparable Tratado de perfección y virtudes cristianas ha ejercido y sigue ejerciendo un verdadero magisterio espiritual en innumerables almas; Luis de la Puente (f 1624), uno de los autores más eximios y predilectos de la ascética española, que se muestra al mismo tiempo profundo teólogo, según se puede apreciar en la Guia espiritual, De la perfección del cristiano en todos los estados y, sobre todo, en sus popularísimas Meditaciones de los misterios de nuestra santa fe. 41 Sobre la Compañía de Jesús en general, véase la bibliografía de p.845. Además pueden verse las obras citadas en la not3 precedente. Sobre San Ignacio en general y sobre los Ejercicios, véanse p.847 y las notas correspondientes. En particular: Exercitia spiritualia, ed. crít. en «Mon. Hist. S. I.», «Mon. Ignat.», ser.2.* (Madrid 1919); Obras completas de San Ignacio de Loyola, ed. de los PP. DALMASES e IPARRAGUIRRE, en BAC, 86 (Madrid 1952). Entre las más recientes publicaciones pueden verse: MALDONADO DE GUEVARA, F., Lo ficticio y lo antificticio en el pensamiento de San Ignacio de Loyola y otros estudios (Granada 1954); IPARRAGUIRRE, I., Historia de los Ejercicios de San Ignacio de Loyola 2 vols. (Roma 1955); GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, L., El primer tiempo de elección según San Ignacio (Madrid 1956); ROY, L., Faut-i[ chercher consolation dans la vie spirituelle? S. Ignace de Loyola et S. Jean de la Croix: «Scienc. eccl.» 8. (1956) 109S; HERNÁNDEZ, E., La elección de los Ejercicios de San Ignacio: «Mise. Com.» 25 (1956) 115S; LARRAÑAGA, V., Tres ideas claves de la espiritualidad ignaciana a través de su libro de los Ejercicios: «Mise. Com.», ibid., 235s; GRANERO, J. M., «Sentir con la Iglesia». Ambientación histórica de unas famosas reglas: ibid., 203S; HAUSSERN, J.-M., L'ortginalite des Exercices spirituels tgnatiens: «Rev. Ase. Myst.» 34 (I9S8) 30ls; IPARRAGUIRRE, I., Espíritu de San Ignacio de Loyola: «Espiritualidad Ignac.» 2 (Bilbao 1958). 4í Sobre algunos escritores ascéticos y místicos jesuítas pueden verse: ABAD, C. M., Doctrina mística del V. P. Luis de la Puente: «Est. Ecles.», 4 (1925) 43S y 251S; POTTIER, M., La vie et la doctrine spirituelle du P. Luis Lallemant (París 1924); ID., Le P. Louis Lallemant et les grands spirituels de son temps 3 vols. (París 1927S); ABAD, C. M., Vida y escritos del V. P. Luis de la Puente, de la Comp. de J, 1554-1624: «Public. Mise. Com.», ser. asc.-mist., 8 (Comillas 1957); IPARRAGUIRRE, I., Un escritor ascético oluidado: el P. Juan Eusebio Nieremberg /1595-160SJ en el tercer centenario de su muerte: «Est. Ecl.» 32 (1958) 427S; MONASTERIO, J., Estructura sacramental. Espiritualidad del P. La Puente: «BiblTeolEsp» ser. 1,3 (Barcelona 1962); LA PALMA, L. DE, Obras completas..., por C. M. Abad: «BiblAutEsp» 145 (Madrid 1962).
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4. La escuela carmelitana.—Pero el punto culminante de la ascética y mística españolas en este siglo de oro, y aun, generalizando más todavía, lo más sublime de las elevaciones místicas durante todo este período en la Iglesia católica, lo constituyen los dos célebres santos y escritores españoles Santa Teresa de Jesús (f 1582) y San Juan de la Cruz (f 1591). Por lo que a Santa Teresa se refiere 43 , sus obras, la Autobiografía, Camino de perfección, Las Fundaciones, Las Moradas, etc., pertenecen al tesoro más preciado de la mística del mundo cristiano. En estilo inimitable, presenta la mejor descripción de los estados místicos a que puede el alma ser elevada, por todo lo cual Santa Teresa es designada comúnmente como Doctora Mística. Por su parte, San Juan de la Cruz44, alma gemela de la Doctora 43 Para la abundante bibliografía sobre Santa Teresa de Jesús, véase p.872 Además pueden verse: GABRIEL DE JESÚS, Vida gráfica de Santa Teresa de Jesús 3 vols. (Madrid 1929-1933); SAVIGNOL, M. J., Sainte Thérése de Jésus. Sa vie, son sprit, son oeuvre (Toulouse 1936): CRISÓGONO DE J. SACRAMENTADO, Doctrina de Santa Teresa de Jesús (Madrid 1924); JUVIGNY, P. DE, Sainte Thérése d l'école du Christ (París 1949); CASTRO, F. M., Santa Teresa de Jesús. Rasgos de su vida (Palencia 1953); WAACH, H., Theresia von Avila. Leben und Werk 2.» ed. (Milán 1954): FLORISOONE, M., Esthétique et mystique chez S. Jean de la Croix et Ste. Thérése d'Avila (París 1956): GARCÍA-LOMAS, M. D-, Teresa de Atnía: «Mujeres insignes» (Barcelona 1956): AUCLAIR, M., La vie de Ste. Thérése de J. La dame errante de Dieu (París 1956); NEVÍN, W., Therese of Ávila, the woman (Milwaukee 1956); COMBES, A., St. Therese and her mission. The basic principies of Theresian spirituality (Dublín 1956); PAPASOGLI, J., Santa Teresa de Afila, trad. de URBANO BARRIENTOS (Madrid 1957): MUÑOZ SÁNCHEZ, J. M., Santa Teresa de Jesús. Síntesis de su vida. Sus patronazgos (Madrid 1961); JIMÉNEZ SALAS, M., Santa Teresa de Jesús: Bibliografía fundamental: «CuadBibl» VI (Madrid 1962): GARCÍA LOMAS, M. D., Teresa de Avila: «Mujeres insignes»,«Cadete» 4 (Barcelona 1962); JORGE PARDO, E., Asi entró en la Encarnación [Santa Teresa}. Historia ilustrada de la Santa (Bilbao 1962); LEROY, O., Sainte Thérése d'Avila. Biogravhie spirituelle: «Les études carmélit. chez Desclée de Br.» (París 1962): ID., IV centenario de la'Reforma Teresiana. Vida interior en la Reforma teresiana en su primer siglo de existencia: «EEspir» 21 (1962) 421-630. 44 Véase sobre San Juan de la Cruz p.273 Además: HORNAERT, R., Vame ardente de Saint Jean de la Croix (Brujas 1929); BRUNO DE JÉSUS MARIE, Saint Jean de la Croix (París 1930); SANDOVAL, A. DE, San Juan de la Cruz. El Santo, el doctor místico, el poeta (Madrid 1942) ^GABRIEL DI SANTA MARÍA MADDALENA, San Giovanni delta Croce, direttore spirituale (Florencia 1942): CHANDEBOIS, H., Portrait de Saint Jean de la Croix (París 1948); MARTÍN, H., Le théme de la parfaite alliance de grdee dans St. Jean de la Croix (París 1954); JESÚS MARÍA, J. DE, Le amará tanto
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Mística, enriquecido, como aquélla, de las más elevadas gracias sobrenaturales y de un misticismo sublime, expone igualmente el proceso interior de las almas hasta llegar a la «noche oscura...» y a los estados místicos más elevados, todo basado en la más sólida teología, que había estudiado en la Universidad de Salamanca. Sus obras, Subida al Monte Carmelo, Noche oscura del alma, Cántico espiritual, Llama de amor viva, etc., constituyen un verdadero análisis psicológico y metafísico de la mística católica y han merecido a su autor el título de Doctor de la Mística por excelencia y aun Doctor de la Iglesia. Por lo demás, los dos grandes escritores místicos del Carmelo Descalzo tuvieron multitud de imitadores en la Orden. Así, el general de la misma Fr. Juan de Jesús María (f 1615) 4¡ compuso un importante tratado sistemático, la Teología mística, y otra obra de carácter ascéticopráctico que obtuvo grande aceptación, la Instrucción de los novicios en la vida espiritual. Por otro lado, Fr. Jerónimo Gracián de la Madre de Dios (f 1614) nos dejó diversos tratados ascéticos y místicos, basados en la espiritualidad de San Buenaventura; Fr. Tomás de Jesús (f 1627), interesantes estudios sobre algunos problemas de la vida espiritual, tales como Sobre la contemplación divina y Sobre la contemplación adquirida. 5. Fuera de España. San Francisco de Sales 46.'—Como se ha podido ver, una gran mayoría de los tratadistas de ascética y mística que hemos citado en este apartado son españoles y desarrollaron su actividad en España o en los territorios españoles. Pero desde principios del siglo XVII, y sobre todo entrado ya este siglo, una vez realizada la renovación católica, se generalizó también la floración de la literatura espiritual. Esto se advierte de un modo especialísimo en Francia, donde, después del reinado de Enrique IV (1594-1610) y durante el de Luis XIII (1610-1643), se había realizado una completa renovación, que se manifestó en lo religioso con un florecimiento en todos los órdenes, particularmente en la literatura espiritual, ascética y mística. El exponente más significativo de este resurgimiento religioso de Francia y de su literatura espiritual es el insigne doctor de la Iglesia San Francisco de Sales (f 1622), al cual debemos multitud de escritos de como es amada. Estudio positivo sobre «la igualdad de amor» del alma con Dios en las obras d e San J u a n d e la C r u z : «El Carm.» 6 (1955) 35; SPECKER, E., Johannes von Kreuz, Lehrer der Mystik... (Staus 1957); GACEAC, P., S. Jean de la Croix, dans son voyage au bout de la nuit (París 1958); B A RRIENTOS, Ú . ( U r b a n o del N i ñ o Jesús), Purificación y purgatorio. Doctrina de San Juan de la Cruz sobre el purgatorio ( M a d r i d 1960); J É S U S - M A R I E , BRUNO DE, S Í . Jean de la Croix. Études carmélitaines (Brujas 1961); BOUILLARD, H . , La «sagesse mystique* selon S. Jean de la Croix: «RechScRel» 5 ° (1962) 481-529. 45 Sobre otros autores carmelitas y la escuela carmelitana en general véanse: CRISÓGONO DE JESÚS SACRAMENTADO, La escuela mística carmelitana (Madrid 1930); JERÓME DE LA M E R E D E D I E U , La tradition mystique du Carmel (París 1929); T H É O D O R E DE SAINT JOSEPH, Essai sur l'oraison selon l'école Carmélitaine (Brujas 1923). 46 Sobre San Francisco d e Sales pueden verse: Obras selectas de San Francisco de Sales, por FRANC. DE LA H O Z , 2 vols. en B A C , 109 y 127 (Madrid 1953-1954); H A M O N , . A . I. M . , Vie de Saint Francois de Sales, n.ed. (París 1917); LECLERCQ, J., Saint Francois de Sales, docteur de laperfection, n.ed. (Tournai-París 1948); V I N C E N T , F . J Saint Francois de Sales, directeur d'ame (París 1925); ARCHAMBAULT, P , St. Francois de Sales (París 1931); EGGERSDORFER, F . J., Die Aszetik des hl. Franz von Sales ( M u n i c h 1909); H A M E L - S T I E R , A., Frauen um Franz von Sales (Eichstátt !954); HONTRYVE, IVÁN, S. Francoisde Sales peint par lui-méme 2. a ed. (Lovaina 1954); W A A C H , H . , Franz von Sales. Das Leben eines Heiligen (Eichstátt 1955); JULIEN-EYMARD D ' A N G E R S , Études sur les rapports du naturel et du surnaturel dans l'oeuvre de S. Fr. de Sales: *Eph. Theol. Lov.» 32 (1956) 4 6 i s ; L I N I M A , A., Aux sources du «Traite de l'amour de Dieu» de S. Francois de Sales I : «Collect. spir.i 5 (Roma 1959).
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una espiritualidad sólida, presentada en una forma atractiva y cautivadora, que mereció a su autor el renombre de melijluo y santo amable a la manera de San Bernardo. Sus tratados clásicos, Introducción a la vida devota, o Filotea; el Tratado del amor divino, o Teótimo, y sus Conversaciones espirituales, han ganado justamente fama universal y muestran al Santo como uno de los mejores expositores de la ciencia del espíritu, que llena de dulzura la virtud y ascética cristiana. Al lado de San Francisco de Sales debemos colocar a otros varios escritores y maestros consumados de la vida de perfección, que formaron sus respectivas escuelas de espiritualidad. Ante todo, el cardenal Pedro de Bérulle (t 1629) 47 , insigne por otros conceptos en la historia de la Iglesia, pero asimismo por sus escritos ascéticos, que toman como centro a la persona de Cristo y los misterios de la redención. Así aparece, sobre todo, en su obra maestra, Discurso sobre el estado y las grandezas de Jesús. En segundo lugar, Carlos de Condren ( t 1641), quien desarrolló una espiritualidad semejante, basada en el sacrificio y el sacerdocio de Cristo, como aparece en su obra fundamental La idea del sacerdocio y del sacrijicio. Asimismo el fundador de los sulpicianos, / . / . Olier (f 1657), con sus numerosos opúsculos, Catecismo cristiano de la vida interior, Introducción a la vida y a las virtudes cristianas y otros. V.
LAS CIENCIAS
HISTÓRICAS 48
De extraordinaria importancia en el desarrollo de la literatura eclesiástica fue la intensificación de las llamadas ciencias históricas. Como tales deben ser consideradas, ante todo, la Historia de la Iglesia, propiamente tal; pero de ella se fueron desglosando y adquiriendo cada vez más consistencia la Historia de los concilios, La historia de la literatura cristiana o Patrología, Historia de la liturgia, Arqueología y arte cristiano, El Monacato y Ordenes religiosas y otras ramas semeojantes 1. Primeros trabajos históricos o positivos.—El primer impulso de la investigación histórica y positiva vino, en primer lugar, del humanismo, como resultado del estudio de los Santos Padres y escritores eclesiásticos de la antigüedad. Todo esto descubrió nuevas fuentes para la teología católica. Asimismo espoleó a los escritores católicos la acusación de los protestantes de que la Iglesia católica se había desviado de la Iglesia primitiva. Era, pues, necesario estudiar detenidamente la antigüedad cristiana y recoger de ella pruebas positivas para justificar los dogmas católicos, la interpretación de la Sagrada Escritura y todas las prácticas de la Iglesia. Como uno de los primeros monumentos de la teología positiva debe considerarse el tratado de Melchor Cano Sobre los lugares teológicos; 47 Véanse: BRÉMOND, O . C , III, 1-279; POTTIER, A., La spiritualité Béiullienne (París 1929); DAGENS, J., Bérulle et les origines de la restauration catholique (1575-611,) (París 1952); C o GNET, L., Bérulle et la théologie de VIncarnation, XVW s.: «RevScRel» 31 (1957) 330-352; J U L I E N EYMARD D'ANGERS,' L'exemplarisme bérullien; les rapports du naturel et du surnaturel dans l'oeuvre du Card. de Bérulle: ibid., 122-140; Z O B E L I N , ] . , Les relations de saint Francois de Sales et du Card. de Bérulle (Erlangen 1956). 48 A n t e t o d o véanse las obras generales, en particular la síntesis d e GRABMANN. A s i m i s m o pueden verse las q u e se refieren a los principales representantes d e las ciencias históricas d e este período.
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pues, al exponerse las fuentes de las pruebas que deben emplearse en la teología, se insiste en la importancia de las positivas o históricas. De este modo se marcó ya desde un principio la tendencia de la investigación y de la teología desde el siglo xvi. De ello se dieron claras pruebas en las discusiones del concilio de Trento, en las que se insistió constantemente en las pruebas positivas de la práctica de la Iglesia y de la doctrina de los concilios, de los papas y de los Santos Padres. De este modo se presentan a fines del siglo xvi las primeras grandes figuras de la historiografía eclesiástica concebida como verdadera teología histórica y verdadero auxiliar de la escolástica. La primera, , tanto desde el punto de vista cronológico como objetivo, es la del agustino italiano Onofre Panvinio (f 1598) 4 9 , quien con razón ha sido designado como Padre de toda la historia. A ella dedicó todos sus afanes, y así nos dejó el importante Cronicón de la Iglesia y un excelente Epítome de los Romanos Pontífices, o historia de los papas. Pero el mayor mérito de Panvinio consiste en haber sido el primero en iniciar los estudios de arqueología cristiana. El impulso dado por los protestantes a la historiografía católica tuvo efectos mucho más trascendentales. Entre los años 1559 y 1574 aparecía en Basilea la obra monumental dirigida por Flacio Ilírico y un grupo de estudiosos protestantes de Magdeburgo, consistente en trece volúmenes, que exponían por siglos el desarrollo de la Iglesia con marcada tendencia anticatólica. Por esto ha sido designada con el título de Centuriadores o Centurias de Magdeburgo50. La exposición apasionada que caracteriza toda esta obra y le quita en gran parte su valor objetivo e histórico, tuvo el efecto inmediato de suscitar entre los católicos las ansias de estudio e investigación, con el objeto de rebatir, con los hechos históricos, aquel cúmulo de afirmaciones e imputaciones gratuitas. El primer intento de refutación de la obra de los Centuriadores, iniciado por San Pedro Canisio, no tuvo el resultado apetecido y quedó ahogado en los principios. Pero el hombre providencial que supo oponer a la obra fundamental de los protestantes otra de los católicos, fue el oratoriano César Baronio (t 1607) 51 , el cual, impulsado por los romanos pontífices y por sus más íntimos conocedores y amigos, sobre todo por San Felipe Neri, publicó desde 1588 a 1607 doce volúmenes de sus Anales eclesiásticos. En realidad fue una obra fundamental, compuesta con un sentido crítico y una objetividad mucho mayores que la obra de los Centuriadores^ y, por lo mismo, de un valor histórico incalculable. Es verdad 49 Sobre el primer desarrollo de los trabajos de arqueología cristiana pueden verse los buenos manuales de arqueología, como LECLERCQ, E., Manuel d Archéologie ckrétienne 2 vols. (París 1907); KAUFMANN, C. M., Handbuch der christlichen Archáologie 2.* ed. (Paderborn 1010); MARUCCHI, O-, Manuaíe di Archeologia Cristiana (Roma 1911). En particular sobre Onofre Panvinio: PASCHINI, P-, art. en «Encicl. Catt»; PERINI, D. A., On. Panvinio e le sue opere (Roma 1899). 50 El título de esta obra es el siguiente: Kí. Flacius IUyricus, Iudex, etc., Ecclesiastica Historia integrara Ecclesiae Christi ideam complectens, congesta per aliquot studiosos et pros viros in urbe Mardeburgica 13 vols. (1559-1574). Véase en particular: JANSSEN, J., Geschichte des deutschen Volkes V,3iis (Friburgo de Br. 1886). 51 Sobre Baronio pueden verse: CALENZIO, G., La vita e gli scritti di Cesare Baronio (Roma 1907); LAEMMER, H., De Caesaris Baronii litterarum commercio diatriba (Friburgo de Br. 1903); Cesare Baronio: Scritti vari nel terzo centenario della sua morte (con diversos trabajos, entre los cuales se encuentran los de A. RATXI y G. MERCATI) (Roma 1911); RONCALLI, A-, II cardinale Baronio. Conferenza tenuta il 4 dic. 1907 (Roma 1961); VACCARO, E., Vita di Cesare Baronio: A Cesare Baronio. Scritti vari (Sora 1963) 223-238: A Cesare Baronio: Scritti vari, a cura di F. CARAFFA (Sora 1963).
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que adolece también de su tendencia apologética; pero es incalculable el mérito de haber acumulado una enorme cantidad de fuentes históricas de primera categoría, que generalmente se reproducen con toda amplitud. El éxito fue extraordinario. Por lo mismo se hicieron rápidamente una serie de Síntesis de los Anales de Baronio, y bien pronto aparecieron varias e importantes continuaciones. Como Baronio con su último volumen había llegado hasta fines del siglo xn, bien pronto aparecieron: desde 1616, en Roma la continuación del dominico A. Bzovius (f 1637), quien en ocho volúmenes abarcó desde 1198 a 1575; desde 1640, en París, la de E. Spondé o Spondanus (t 1643), que abarca hasta 1640; desde 1649, la más importante de todas, compuesta por el oratoriano O. Raynaldus (f 1671), que comprende desde el punto en que la dejó Baronio hasta 1566, en nueve volúmenes. La obra de Raynaldus fue a su vez continuada por los oratorianos / . Laderchius (f 1738), en tres folios, y A. Theiner, en otros tres. 2. Trabajos de arqueología.—Al mismo tiempo que se realizaban estos primeros trabajos históricos con el objeto de defender a la Iglesia contra las falsas impugnaciones de sus adversarios, se iniciaban una serie de importantes investigaciones arqueológicas, que debían contribuir eficazmente a fundamentar mejor la verdadera historia de la Iglesia. Con ellas se ensanchaba el campo de las fuentes positivas para la teología católica. Onofre Panvinio, a quien ya hemos citado anteriormente, fue el primero que rompió el fuego en este género de estudios. Ya en 1554, después de múltiples trabajos, publicó su obra fundamental: Sobre las más venerables basílicas de la ciudad de Roma, y en 1568 siguió otra: Sobre el rito de sepultar a sus difuntos entre los antiguos y de sus cementerios. En ambas descubre un mundo nuevo de la primitiva Iglesia, el mundo de las catacumbas con los innumerables misterios que éstas encierran. Una vez iniciado el movimiento, ya fue más fácil continuarlo. De gran significación fue un acontecimiento ocurrido el 31 de mayo de 1578. En la vía Salaria, entre las catacumbas de Priscila y de Santa Felicitas, encontróse una serie de galerías que comprendían cinco pisos del cementerio de los Jordanos. De Rossi atestigua que este descubrimiento fue trascendental para el estudio y conocimiento de las catacumbas romanas. Sin embargo, un hundimiento de terreno sepultó de nuevo estas galerías e imposibilitó el examen ulterior de la catacumba. Entré tanto, a fines del siglo xvi se realizaban por otros investigadores y con diversos móviles importantes trabajos arqueológicos con resultados positivos para la teología histórica. El dominico Alfonso Chacón (Ciaconius, f 1601), el belga De Vinghe y Juan L'Heureux (llamado comúnmente Macarios, f 1635) realizaron importantes trabajos arqueológicos; pero no dieron nada a la estampa, aunque se conservan en la Biblioteca Vaticana diversos manuscritos importantes de estos investigadores. Del P. Chacón, en particular, se guardan planos y diseños realizados por él. En estas circunstancias se presenta el legisperito y gran entusiasta H." de la Iglesia 3
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de la antigüedad Antonio Bosio (t 1629) 52 , verdadero padre de la arqueología cristiana, quien, en unión con Pomponio Ugonio (f 1614) e impulsado por San Felipe Neri, emprendió en 1593 una serie de importantes trabajos de investigación en las antiguas catacumbas de Roma. Teniendo presentes y estudiando detenidamente las noticias y descripciones de los Santos Padres, los itinerarios conocidos y todos los documentos que pudieran orientarlos, consiguieron en treinta años de constantes trabajos descubrir una parte muy importante de las antiguas catacumbas. Como resultado de todos estos trabajos, apareció en 1632 la obra monumental Roma Sotteranea, obra postuma de Bosio, editada por Juan Severo de San Severino. A su forma definitiva llegó poco después, refundida y publicada en latín por Pablo Aringhi (f 1676) en 1651 en Roma. De este modo podemos decir que quedaba fundada la nueva ciencia de la Arqueología cristiana, que tanto prestigio debía alcanzar en nuestros días y tanto debía servir a la teología con sus nuevos argumentos positivos. 3. Historia de los concilios y patrología.—Mucho más importantes para el fomento de la teología positiva, proporcionando a la escolástica un arsenal abundante de fuentes históricas, fueron los esfuerzos realizados y los resultados obtenidos por diversos hombres de ciencia en la preparación de las grandes ediciones de concilios y de Santos Padres. Ya desde la primera mitad del siglo xvi comenzaron a publicarse colecciones de concilios 53 con el objeto de que pudieran servir de base para la defensa de la Iglesia y para el estudio positivo de su historia y de sus doctrinas. Entre ellas son dignas de notarse: la de / . Merlin (f 1541), publicada en París en 1524; la de Crábbe (t 1554), en Colonia, en 1538; la de Surius (f 1578), asimismo en Colonia, en 1567; la de D. Nicolini y D. Bollanus (f 1585), en Venecia, en 1587; la de S. Bini (t 1641), en Colonia, en 1606, y la de Paulo V, en Roma, en 1608-1612. Pero la que tuvo más significación fue la llamada Colección regia, que comprendía 37 volúmenes en folio, editada en París desde 1644. Con esto quedó puesto el fundamento de las grandes colecciones de concilios, de Labbé (f 1667)-Cossart (f 1674), ajustada conforme a la Colección regia y editada desde 1671; la de Hardouin (f 1729), desde 1714; la de Colleti (f 1708), en 23 volúmenes, desde 1728, y la más amplia y completa de todas, de Mansi (f 1769), en 31 volúmenes, desde 1739, que posteriormente ha llegado a 53 volúmenes, Algo semejante se debe decir de las ediciones de Santos Padres S4 . Iniciados estos trabajos por los humanistas, se intensificaron de un 52 Sobre Antonio Bosio y otros arqueólogos véanse las obras de arqueología. En particular remitimos a FERRUA, A., artículo en «Encicl. Catt». 55 Véase para todo esto HEFELE-LECLERCQ, Histoire des Concites I,i,97s. Allí pueden verse los títulos completos y la significación de las colecciones citadas en el texto. Véanse igualmente: JEDIN, H., Oer Quellenapparat der Konzilgeschichte Pallavicinos (Roma 1964); art. Pallavicino: «LexThK» 8 (1964) 6-7; PALLAVICINO, SFORZA, Storia del Concilio di Trento ed altri scritti, a cura di M. Scotti: «Classici italiani» 50 (Turín 1962). 54 Para las ediciones de los Santos Padres véase todo lo que se refiere a la Congregación de San Mauro: TASSIN, DOM, Histoire littéraire de la Congrégation de Saint-Maar, con notas por DOM CHAVIN, 3 vols. (Ligugé 1928-1930); BAUMER, S-, Johannes Mabillon (Augsburgo 1892); BESSE, DOM, Les études écclesiastiques d'aprés la méthode de Mabillon (París 1902).
C.13. Las ciencias, al servicio de la Iglesia
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modo especial en el siglo xvn, y precisamente la Congregación benedictina de San Mauro (los Maurinos), se dedicó de un modo especial a la preparación de las ediciones de Santos Padres. Algunos de sus grandes representantes, como D'Achéry, comenzaron ya su actividad al final de este período; pero los grandes trabajos patrísticos de Mabillon, Montfaucon, Coustant, Martinay, etc., se verificaron durante el período siguiente. Con ellos se pudo realizar en el siglo xix la más completa colección de Santos Padres, que es la de Migne (f 1875). Entre tanto, ya a mediados del siglo xvn se fueron publicando importantes obras encaminadas a las ediciones y al aprovechamiento en teología de los Santos Padres y escritores eclesiásticos de la antigüedad cristiana. Entre ellas son dignas de mención las publicadas por el jesuita P. Santiago Sirmond (t 1651) y el dominico Francisco Combefis (t 1651): Complemento de la biblioteca greco-latina de los Padres; Biblioteca oratoria de los Padres; Novísimo complemento de la biblioteca de los Padres griegos. Como complemento de todo lo expuesto, queremos aducir aquí los nombres de algunos eminentes escritores escolásticos de este período que se distinguieron de un modo especial en el manejo de las pruebas positivas tomadas de la historia, de la tradición patrística o de los documentos eclesiásticos de los concilios o de los romanos pontífices. Tales son: en primer lugar, el jesuita Dionisio Petavio (1652) 55 , quien concibió un grandioso plan de una teología completa basada en las pruebas positivas de la tradición y de la historia; pero sólo pudo realizar los tres tratados De Dios uno y trino, Sobre la creación y Sobre la Encarnación. Igualmente, el oratoriano Ludovico Tomassin (1595) realizó una obra muy semejante en varios tratados de teología. Por este mismo camino siguieron ya en adelante otros escritores, con lo que se acreditó cada vez más la llamada teología positiva, basada en la historia y en la tradición. 4. Otros trabajos de historia 5
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De Latero a la paz de
C.14. Molimientos heterodoxos y controversias
Weslfalia
Sobre las órdenes sagradas de la Iglesia. Al mismo tipo de historia de los dogmas pertenecen los estudios de Ludovico Cellet (1658) Sobre la jerarquía y los jerarcas (en su desarrollo histórico); el trabajo del célebre arzobispo de París Pedro de Marca (f 1662), Disertaciones sobre la concordia entre el sacerdocio y el imperio, y de un modo especial el de Isaac Habert, obispo de Vabres (f T668), Teología de los griegos sobre toda la materia de la gracia. Aunque ya iniciado el período siguiente, corresponden todavía al nuestro otros escritores que nos dejaron importantes obras en este terreno de la historia de los dogmas. Nos referimos al capuchino Carlos J. Tricasín (f 1681), quien expone la doctrina de San Agustín, en contraposición a las falsas interpretaciones jansenistas, en sus tratados Sobre la predestinación de los hombres a la gloria, De la naturaleza del pecado original, De la necesidad de la gracia para la salvación y otros. En segundo lugar, al jesuíta Juan Garnier (t 1681), quien hizo un estudio sobre las doctrinas pelagianas en su edición de las Obras de Mario Mercator. De una manera semejante, el dominico, ya citado anteriormente, P. Combejis hizo un estudio especial sobre los monoteletas. La segunda manifestación de las nuevas tendencias históricas a que antes aludimos es la representada por la célebre institución de los Bolandistas 57 , obra de los jesuítas de los Países Bajos. Ciertamente su pleno desarrollo pertenece al período siguiente; pero la obra se organizó en la primera mitad del siglo xvn, e indudablemente es una de las más importantes de los tiempos modernos en el campo de la historia. El jesuíta Juan Bolland o Bollandus (f 1665) concibió la idea de depurar de leyendas las vidas de santos y exponerlas en una forma ordenada. De este modo, ayudado de excelentes investigadores, inició la obra monumental de las Actas de los santos, que comenzó a publicarse en 1643 en Amberes y rápidamente dio a luz varios volúmenes en folio. Poco después destacaron de un modo especial el célebre P. Daniel Papebroch (t I7 J 4) y otros insignes investigadores, quienes realizaron una obra extraordinariamente útil a la Iglesia. De todo lo expuesto fácilmente se puede sacar la conclusión de que en realidad, al terminar en 1648 este período, se había excitado ampliamente el sentido histórico en el campo de las ciencias eclesiásticas. Precisamente entonces se hallaba en su primero y más poderoso desarrollo la gran institución de la Congregación benedictina de San Mauro, los Maurinos, que tantos y tan fecundos trabajos debía realizar en las ciencias auxiliares de la historia, en la edición de fuentes primitivas, en la depuración y edición de Santos Padres y en la historia eclesiástica en general. Por esto se explica que, no bastando las dos instituciones de los Maurinos y Bolandistas, surgieran otros historiadores, que durante la segunda mitad del siglo xvu publicaran voluminosas Historias de la Iglesia y otras obras similares, entre las cuales citaremos: la de A. Cosí Sobre los Bolandistas: DELISLE, Le cabinet des manuscrits de la Bibliothéque nationale, 11,59* (París 1868). Sobre los Bolandistas y M a u r i n o s : D E L E H A Y E , H . , L'oeuxtre des Bollandístes á travers trois siécles 2.' ed. (Bruselas 1059); PEETERS, P., L'oeuvre des Bollandístes 2.* ed. (Bruselas 1961); HESBERT, R., La Congiégation de St. Maur: «RevMab» 51 (1961) 107-156; H E E R G., art. Mauríner: «LexThK» 7 (1962) 190-192.
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deau (t 1672), en cinco volúmenes, publicada en París desde 1657; la más célebre de todas, de Natalis Alexandre (f 1724), en tres volúmenes, desde 1676, que por ciertas ideas galicanas fue puesta en el índice; pero poco después, corregida por A. Roncaglia (f 1737), fue repetidas veces reeditada; la de Cl. Fléury (t 1723), en 20 volúmenes, desde 1691 ; la interesante Historia (iteraria de los primeros sigíos cíe la Iglesia, por S. Le Nain Tillemont (f 1713), en 16 volúmenes, desde 1693, y, finalmente, las dos obras magistrales de Bossuet (t 1704), el Discurso sobre la historia universal, en 1681, y la Historia de las variaciones de las iglesias protestantes, en 1688.
CAPITULO
Movimientos
heterodoxos
XIV
y controversias.
Los
disidentes
En medio de este florecimiento general de los estudios eclesiásticos, no es de maravillar surgieran algunas controversias más o menos importantes, y aun a las veces apasionadas, entre los doctores y las escuelas católicas. Algunas de ellas, como la célebre Cuestión «de auxiliisi, se mantuvo enteramente dentro del campo católico. Otras, como el bayanismo y sobre todo el jansenismo, derivaron hacia la heterodoxia y aun llegaron a constituir movimientos ideológicos sumamente nocivos a la Iglesia católica. Entre tanto, en el seno de las iglesias disidentes, es decir, entre los diversos sectores protestantes y los ortodoxos orientales, se desarrollaron algunos movimientos religiosos que trajeron consigo la unión de algunos grupos con la Iglesia católica, produjeron importantes disensiones entre ellos y formaron numerosas ramificaciones. I.
MOVIMIENTOS HETERODOXOS Y CONTROVERSIAS TEOLÓGICAS
Los movimentos heterodoxos y antipontificios que fueron surgiendo y desarrollándose a lo largo de los siglos xvi al xix se deben en gran parte al influjo de las concepciones protestantes. 1. El bayanismo *.—El primer caso típico y característico de este influjo es el bayanismo, que se presenta a mediados del siglo xvi. En la Universidad de Lovaina, que estaba en contacto con los principales centros de estudio de Europa y había tenido que intervenir en algunos episodios importantes en el desarrollo del luteranismo, como 1 Sobre el bayanismo en general véanse: L E BACHELET, J. M . , art. Bayanisme: «Dict. T h . Cath.», y PASTOR, L . VON, Historia de los Papas, trad. esp., vol.i8s. E n particular: J A N SEN, F . J., Baius et le baianisme (Lovaina 1930); ALFARO, J., Sobrenaturalismo y pecado origina! en Bayo: «Rev. E s p . Teol.» 12 (1952) 3s; L E I J L , E. VAN, Les censures des Universités d'Alcalá et de Salamanca et la censure du pape Pie V contre Michel Baius (1565-67): «Rev. Hist. Ecc!.* 48 (1953) 719S; ROCA, M . , Documentos inéditos en torno a Miguel Bayo, 1560-1582: «Anthol. Annua», I (l953) 303-476; I D . , Las censuras de las Universidades de Alcalá y de Salamanca a las proposi ciones de Miguel Bayo y su influencia en la bula «Ex ómnibus afflictionibus»: ibid., 3 (1955) 7i 1-813 ; I D . , El problema de los orígenes y evolución del pensamiento teológico de Miguel Bayo: ibid., 5 (1957) 4 l 7 - 4 g 2 ; ORCIBAL, J., DeBaius djansenius. Le «Comma pianum»: «RevScRel», U n i v . Strassburg, 36 (1962) 115-139; BOISSARD, E., Note sur lesens «propreet rigoureux» de certaínes propositions de Baius: ibid., 140-153-
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P.II. De Lulero a la'paz de Westfalia
la disputa de Leipzig en 1519, se tuvo que notar bien pronto el influjo de las ideas protestantes, a pesar de las medidas tomadas contra ellas. Esto aparece claramente en Miguel Bayo, profesor de Sagrada Escritura desde 1551 en aquella célebre Universidad, quien comenzó bien pronto a manifestar su disconformidad con la escolástica, sobre todo con su método especulativo, por lo cual fue apareciendo, en unión con algún otro profesor, como partidario decidido de una reforma de estudios. En ella debía ponerse como base la Sagrada Escritura y la Patrística, sobre todo San Agustín, a quien presentaba como inspirador de todas sus ideas. Pero Bayo no se detuvo en estas generalidades. Bien pronto comenzó a proponer una doctrina completamente nueva, en la que, más o menos inconscientemente, reproducía tesis de Lutero algo suavizadas y con expresiones más semejantes a las doctrinas católicas, en particular sobre el estado original del hombre, la gracia y la libertad humana. Los dones sobrenaturales son, según él, consustanciales con la naturaleza humana. A semejanza de Lutero, ponderaba las consecuencias del pecado original, que es la causa de que el hombre no pueda hacer otra cosa sino pecar y de que se halle desposeído de verdadera libertad interior (a necessitate). El hombre, pues, se siente interiormente constreñido o forzado y no es libre para obrar. Toda esta doctrina la presentaba como de San Agustín. Pero bien pronto advirtieron los teólogos franciscanos, y luego los jesuítas, el peligro de estas ideas, e iniciaron una activa campaña contra ellas con el objeto de conseguir su condenación. Habiendo, pues, sintetizado las nuevas doctrinas en dieciocho proposiciones, las enviaron los franciscanos a la Sorbona de París, la cual, después de detenido examen, las condenó en 1560, parte como heréticas, parte como erróneas o falsas. Mas, como era de temer, Bayo no se sometió a esta censura y, por consiguiente, continuó proponiendo las mismas ideas. No mucho después fue nombrado canciller de la Universidad, lo cual le dio nuevos alientos para propagar sus errores. En estas circunstancias, el célebre arzobispo de Malinas, Granvela, inició la intervención eclesiástica en tan delicado asunto. Como primera disposición, le impuso silencio sobre aquellos puntos discutidos; mas, no contento con esto y juzgando necesario alejarlo de Lovaina, obtuvo de Felipe II que Bayo y Hessel fueran enviados al concilio de Trento, que celebraba entonces su tercera etapa. Pero, al volver Bayo de Trento en 1563, continuó más aferrado que antes a sus ideas. Así lo manifestó ya abiertamente en una serie de tratados que entonces compuso y publicó. Ante esta conducta por parte de Bayo, los franciscanos, los jesuítas y otros doctores católicos insistieron en su oposición a las nuevas doctrinas. Mas, como vieran que el peligro y daño aumentaban, enviaron memoriales a Roma y a la corte de España, en los que la serie de dieciocho proposiciones falsas o peligrosas había subido a 79. En estas circunstancias se inicia la actuación pontificia. Ante tales y tan autorizadas instancias, Pío V hizo examinar detenidamente el problema bajo todos sus aspectos, y, finalmente, en 1567 publicó una
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bula en la que se condenaban las 79 proposiciones entresacadas de los escritos de Bayo, unas como heréticas, otras como erróneas, escandalosas o peligrosas, aunque sin citar al autor. La bula pontificia fue publicada oficialmente en la Universidad de Lovaina por Granvela, y sin dificultad ninguna fue aceptada por todos, a excepción de Bayo. Sintiéndose personalmente aludido, no quiso someterse, dando como razón que le condenaban sin escucharle. Inmediatamente compuso una Apología, que mandó a Roma en 1569. El romano pontífice no la aceptó; antes, por el contrario, le urgió la sumisión; pero Bayo continuó resistiéndose durante varios años y dando toda clase de excusas. Así, unas veces afirmaba que las proposiciones condenadas no eran suyas; otras, que la bula no era legítima, o bien que se interpretaban mal sus palabras. A este propósito es célebre la contienda sobre la Coma Piaña. Finalmente, para evitar subterfugios, Gregorio XIII publicó en 1579 una nueva bula, en la cual incluía la de San Pío V con todas las proposiciones condenadas, obligando a todos a admitirla. Bayo reconoció al fin como suyas algunas proposiciones condenadas y abjuró de ellas. Lo mismo hizo en un escrito enviado a Roma en 1580. En atención a esta sumisión pudo continuar como canciller. 2. Cuestiones en torno a Lessio y D u Hamel 2.—Como complemento y colofón de las discusiones sobre Bayo, se desarrollaron en Lovaina una serie de apasionados debates en torno a los eminentes teólogos el jesuíta Leonardo Lessio (f 1623) y el oratoriano Juan du Hamel. Como profesores de la Universidad de Lovaina, ambos se habían señalado entre los más decididos impugnadores de Bayo. Este, pues, y sus partidarios promovieron por todos los medios en las Universidades de Lovaina y Douai la condenación de treinta y cuatro proposiciones de Lessio. De hecho, ambas Universidades censuraron en 1587 las 34 proposiciones, designándolas como semipelagianas. La controversia fue tomando cada vez mayores proporciones. Mientras los obispos de los Países Bajos se declararon unos en pro y otros en contra de Lessio, las facultades teológicas de Tréveris, Ingolstadt y Maguncia se ponían al lado del teólogo jesuita. El fondo de toda la cuestión lo formaba la concepción de Lessio de que para la canonicidad de los libros bastaba la inspiración subsecuente. A esto se añadían las cuestiones batallonas sobre la gracia y la libertad humana. El asunto fue, finalmente, llevado a Roma por el nuncio FrangipaQÍ ; pero el papa Sixto V tomó desde un principio una posición mediadora con el objeto de no irritar a los profesores lovanienses. Por :sto, en 1588 prohibió el nuncio que ambas partes se censuraran recísrocamente, ordenando que se limitaran a la discusión de los puntos dogmáticos fundamentales. Sin embargo, la Universidad de Lovaina insistió posteriormente, a instigación de Bayo, para obtener la aprobación de su censura contra Lessio; pero sus esfuerzos quedaron sin efecto. 2
Véase sobre todo PASTOR, XXI, 178S.
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De Lulero a la paz de Westjalia
3. Controversias « D e auxiliis». Molinismo 3 .—Mucha más trascendencia, más duración y más consecuencias trajeron las controversias que se entablaron a fines del siglo xvi y continuaron a principios del XVII entre la escuela tomista y la de los jesuítas en torno al libro del P. Luis de Molina Sobre la concordia del libre albedrío con los dones de la gracia y a su teoría sobre la ciencia media, el llamado molinismo. La cuestión que se trataba de resolver era el modo como se debía compaginar la libertad humana y la necesidad e infalibilidad de la gracia eficaz para toda obra buena. El célebre dominico español Domingo Báñez y la escuela tomista presentaron el sistema llamado de la praemotio physica o predeterminación, según la cual Dios es quien determina la voluntad con un auxilio o gracia que por su misma naturaleza es eficaz, pero al mismo tiempo con su omnipotencia hace que la libertad humana no sufra detrimento. Dios predetermina eficazmente, pero guardando la libertad del hombre. Los jesuítas, en cambio, creyeron que este sistema no salvaba la libertad humana, y así idearon otro, consistente en que Dios, por la llamada ciencia media, conoce los futuros contingentes, pos lo cual sabe lo que el hombre haría si tuviera esta o aquella gracia, y así da al hombre una gracia determinada, que no es eficaz por su naturaleza, sino por la realidad de los hechos, que Dios conoce con toda certeza por la ciencia" media. Esta teoría fue ya expuesta por el jesuíta portugués P. Fonseca; pero quien la desarrolló definitivamente fue el P. Luis de Molina, profesor de Evora, en el libro antes citado. Sobre estas dos opiniones se entabló en España una apasionada controversia, que tuvo principio en Valladolid en 1594. La opinión de Báñez la defendían Tomás Lemos y, generalmente, los dominicos; la de Molina, el jesuita Antonio de Padilla, Suárez y, en general, los jesuítas. Por esto la controversia tomó cierto aspecto de lucha entre las dos Ordenes por su prestigio científico. Mientras los dominicos acusaban a Molina y a los jesuitas de que, por salvar la libertad humana, destruían el concepto de la gracia y aun rebajaban la omnipotencia de Dios, los jesuitas acusaban a los dominicos de que, so pretexto de salvar la omnipotencia de Dios, destruían la libertad humana. La controversia fue tomando proporciones cada vez mayores. De Valladolid, donde se inició, pasó a las más célebres universidades, por lo cual, en Salamanca y Alcalá y otros centros de estudios de la Península, los teólogos más célebres tomaron partido por una parte o por otra. Viendo, al fin, el papa Clemente VIII que la contienda tomaba proporciones demasiado grandes, hizo trasladar la causa a Roma, imponiendo silencio entre tanto a las dos partes. De esta manera, el 8 de 3 Acerca d e L u i s Molina y el molinismo véanse en particular las exposiciones m o d e r n a s : ASTRÁIN, A-, Historia de la... Asistencia de España I V . n s s ; D E SCORRAILLE, Franfois Suárez l,í6ys; PASTOR, X X I V . I S O S . A d e m á s , las exposiciones antiguas: SERRY, Hist. Congreg. «De auxiliis» (160.9); M E Y E R , L., Historiae controversiarum de divinae gratiae... concordia initia et progresas (1881). A d e m á s : VAN STEENBERGHE, E., artículo Molinisme: «Dict. T h . C a t h . s ; RABENECK, J. B., Liberi arbitrii cum gratiae donis, divina praescientia... concordia ed. crít. ( M a d r i d IQ53); STEGMÜLLER, F . , Gesch. des Molinismus (1935): BACILIERI, A., L. de Molina (Verona 1921): R A B E NECK, J., Pradestination bei L. de Molina: «Schol.» 31 (1956) 35-69; QUERALT, A., El fin último natuial en Luis de Molina, S.I.: «EstEcl» 34 (1960) 177-216; P o z o , C., La teoría del progreso dogmático en Luis de Molina, S.I.: «ArchTeolGran» 24 (1961) 5-32; STEGMÜLLER, F . , art. Molina, Molinismus: «LexThK» 7 (1962) 526.527-30; VÁZQUEZ, L., El arzobispo Juan de Rada y el molinismo. Sus votos en la controversia «De auxiliiso: «VerdVida» 20 (1962) 351-396.
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enero de 1598 comenzaron las sesiones de la célebre Congregación «De auxiliis divinae gratiae», nombrada por el papa para la solución de tan apasionada controversia. Los jesuitas Miguel Vázquez, Pedro Arrúbal, La Bastida y más tarde Gregorio de Valencia disputaron contra los dominicos Diego Alvarez, Tomás de Lemos y Miguel de Ripa. Mientras el cardenal Vernerio apoyaba decididamente a los dominicos, el cardenal Belarmino se puso con todo su prestigio de parte de los jesuitas. El mundo estaba a la expectativa, y las universidades seguían con emoción el curso de las discusiones. Entre tanto, murieron los dos protagonistas de ambos sistemas, Báñez y Molina; pero sus causas eran sostenidas con tenacidad por sus escuelas. Al fin, después de nueve años de discusiones, el 28 de agosto de 1607, Paulo V dio por terminada la controversia. La cuestión resultaba indecisa; ambas partes quedaban con libertad para enseñar sus respectivas sentencias, pero con rigurosa prohibición de designar como herética la opinión contraria. Más tarde se añadió la prohibición de publicar impresos sobre estas materias sin permiso especial de la Santa Sede. Además de las indicadas, se iniciaron entre los teólogos católicos diversas discusiones, que tuvieron su pleno desarrollo en el período siguiente. Tales son: ante todo, la célebre controversia sobre el probabilismo 4 , propuesto ya sustancialmente en 1577 por el dominico Bartolomé de Medina, pero que comenzó a ponerse de actualidad desde 1631, y sobre todo desde 1642, en que la Sorbona lo designó como «veneno endulzado», que con sus halagos destroza los espíritus. El célebre jansenista Antonio Arnauld y el gran escritor Pascal la utilizaron como ariete poderoso en su apasionada campaña contra los jesuitas. Otra controversia dio asimismo lugar a importantes discusiones. Es la cuestión sobre la Inmaculada Concepción de María Santísima 5 . Después de los primeros debates medievales, esta cuestión había encontrado su primer reconocimiento oficial en las disposiciones de Sixto IV (1471-1484). El concilio de Trento, en la sesión V, se había manifestado más bien favorable al privilegio de María. Entre tanto, el mundo católico se hallaba dividido en dos campos. Ante todo, el de los impugnadores de la Inmaculada Concepción, los maculistas, representados principalmente por los dominicos, a cuya cabeza se hallaba Santo Tomás de Aquino. El segundo, que constituía una gran mayoría, cada vez más compacta, estaba acaudillado por la escuela franciscana, y a la que se unieron los jesuitas, y sostenido sobre todo por el ambiente cada vez más popular. Las universidades, las instituciones, las ciudades, los príncipes y las personas particulares hacían voto especial de defender, incluso con la propia sangre, el privilegio de María. Entre tanto, los romanos pontífices fueron tomando medidas cada 4
Sobre el probabilismo pueden verse: A C H M I T T , A., Zur Gesch. des Probabilismus ( I n n s b r u c k 1 9 0 4 ) ; C É R M E R S C H , a r t . Probabilisme: «DictApol»; DEMAN, T H . , art. Probabilis' me: «DictThCath» l 3 , 4 T 7 - 6 i 9 ; M R U K , A . M . , art. Probabilismus: «LexThK» 8 (1963) 777-77*5 Véase una exposición sintética sobre t o d o este p u n t o : SOLA, F . DE P., La Inmaculada Concepción (Barcelona 1941); L E BACHELET, artículo Immaculée Conception: «Dict. T h . Cath.»; F E RRERES, J. B., María por España y España por María (Barcelona 1910); LLORCA, B., La autoridad eclesiástica y el dogma de la inmaculada Concepción: «Est. Ecles.» 28 (1954) 299S.
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vez más favorables a la Inmaculada Concepción de María. Así, Pío V, en 1567, condenó una proposición de Bayo en la que éste afirmaba que la Santísima Virgen había sido concebida en pecado. Más aún: en otra bula renueva las disposiciones de Sixto IV y del concilio de Trento. En esta forma siguieron las cosas durante la segunda mitad del siglo xvi y primera del xvn. Innumerables teólogos y escritores católicos compusieron importantes obras en defensa de la Inmaculada Concepción. Llegóse a las veces, sobre todo en España desde 1615, a apasionadas contiendas entre los impugnadores y los defensores del privilegio mariano, y el pueblo cristiano manifestó tumultuosamente su entusiasmo por él, mientras los reyes insistían ante el papa en la definición del misterio. En estas circunstancias, apenas terminado este período, el papa Alejandro VII en 1661, por la bula Sollicitudo omnium ecclesiarum, daba una nueva confirmación a todas las disposiciones existentes y ordenaba la celebración de la fiesta de la Inmaculada Concepción. Era un paso trascendental, que causó un inmenso alborozo en la cristiandad; pues, al decretar el papa se celebrase obligatoriamente esta fiesta, bien claramente daba a entender que tenía este dogma como verdadero. En este estado quedaba el problema de la Inmaculada al terminar este período. Aludamos, finalmente, a otra cuestión iniciada al final de este período y que tuvo su pleno desarrollo en el siguiente. Es la cuestión del jansenismo, promovida por Cornelio Jansenio (f 1638) y su libro Augustinus, impreso en 1640 y prohibido por el papa Urbano VIII en 1643 y 1644. Sus grandes defensores desde un principio fueron Antonio Amauld, el abate Du-Vergier de Saint-Cyran y las monjas de Port-Royal <>. 4- Proceso de Galileo Galilei 7 .—En este lugar justo es que expongamos sintéticamente el caso de Galileo Galilei, tantas veces utilizado como banderín de combate contra la Iglesia católica. Por lo mismo, es necesario conocer lo que en realidad ocurrió. Galileo Galilei, bien conocido como literato, matemático y astrónomo, hizo suya desde principios del siglo xvn la teoría heliocéntrica, defendida poco antes por Nicolás Copérnico en su obra De revolutionibus orbium, publicada en 1543, y, dada la autoridad de que gozaba, fue 6 H e aquí algunas obras recientes sobre el j a n s e n i s m o : C O G N E T , L., La reforme de PortRoyal (1S91-1618) (París 1950); L A P O R T E , J., La doctrine de Port-Ro>a!e 2 vols. 2. 1 ed. (París 1951-52); ORCIBAL, J., art. DUVERGER DE HAURANNE (Saint-Cyran): «DictHistGéogr» 14 (1960) 1216-1241; I D . , Saint-Cyran et íe Jansértisme: «Maitres spirituels» 25 (París 1961); CEUSSEHS, L . , La pretniére bulle contre Jansenius. Sources relatives á son histoire, 1644-1653 (Bruselas 1961-1962); STANISLAO DA CAMPAGNOLA, Pioblemi storici del movimento giansenista europeo: «Laurent» 2 (1962) 242-256; MEVER, A. D E . Les premieres controverses jansénistes en France (1640-1640) (Lovain a 1919). 1 B u e n a s í n t e s i s d e l p r o c e s o y c u e s t i ó n d e G a l i l e o : P A S C H I N I , P . , a r t . Galilei, Galileo: «EnciclCatt» V 1871-1880; D O L C H , H . , art. Galilei, Galileo: «LexThK» IV (1960) 4 9 4 - 4 9 5 ; VACANDARD, E., art. Galilée: «DictThéolCath» VI 1,1058-1094; SABA-CASTIGLIONI, Historia de los Papas, trad. castell. 2 vols. 2.» ed. (Barcelona 1964). I I , Urbano VIU. Asimismo véanse: F A VARO, A., Galileo e l'Inquisizione. Documenti del processo (Florencia 1907); I D . , Le opere di Gahleo Galilei, e d . nacional, 20 vols. (Florencia 1890-1908); L ' E P I N O I S , E., La question de Galilée, les faits et leurs conséquences (París 1878); AUBANEL, P . , Galilée et l'Église. L'histoire et le román (Aviñón 1910); M Ü L L E R , A . , Galileo Galileiund das Kopernikanische V/eltsystem. I I . Der Galilei Prozess... ( F r i b u r g o d e Br. 1909); B A K F I , A . , Vita di G. G. (Florencia 1930); A R M E L L I N I , G . , Galilei e ¡'Astronomía (Milán 1942); K O Y R É , Études Galüéennes 3 vols. (París 1939); M A I E R , A . , Die Vorláufer Galilei's im 14. ]h. (Roma 1949); KASSIRER, E . , Wahrheits begriffund Wahrheitsproblem bei Galilei: «Scientia» 62 (1937).
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extraordinario el revuelo que se levantó en torno a este problema. Por un lado, le hizo eco el sabio protestante alemán Juan Kepler, y en Italia obtenía grandes triunfos en 1611, pues los científicos del Colegio Romano y algunos cardenales, incluso el mismo Belarmino, se manifestaban en su favor. Paulo V lo recibió en audiencia y se interesó por sus teorías y descubrimientos. Pero, al mismo tiempo, otros científicos, y sobre todo los filósofos entusiastas de Aristóteles y algunos exegetas bíblicos, basándose en las máximas autoridades del Estagirita y sobre todo de la Sagrada Biblia, iniciaron una violenta campaña contra él, presentando la teoría de Copérnico, defendida por Galileo, de que la tierra gira alrededor del sol, como contraria a la doctrina de Aristóteles y a la Sagrada Escritura. Frente a esta campaña de sus adversarios, Galileo, quien no vaciló nunca en su fe católica, trató de demostrar que la teoría de la rotación de la tierra alrededor del sol no es contraria a la Biblia. Es célebre en este sentido una carta dirigida al benedictino Castelli, en la que, entre otras cosas, expresa la idea de que la Sagrada Escritura se acomoda muchas veces en el modo de hablar al uso corriente de los hombres. Sin embargo, en vez de apaciguarse, se apasionaron más y más los ánimos. El obispo de Fiésole, Gherardini; el dominico P. Caccini y otros hombres eminentes protestaron enérgicamente. A petición expresa del P. Lorini y en nombre de los religiosos de San Marcos, fue presentada por el P. Caccini una denuncia formal al Santo Oficio el 20 de marzo de 1615, y, no obstante el apoyo que prestaban a Galileo hombres tan eminentes como los cardenales Barberini y Belarmino, y a pesar del Memorial presentado por él en su propia defensa en diciembre del mismo año, tuvo que presentarse en Roma. Es lo que impropiamente se denomina primer proceso. El resultado fue que el 26 de febrero de 1616 el cardenal Belarmino, con carácter amistoso y juntamente oficial, le comunicó el aviso de parte del Santo Oficio de que no defendiese aquellas teorías. El 5 de marzo siguiente la Congregación del índice prohibía las obras que las defendían. Galileo se sometió fielmente a estas disposiciones, y, vuelto a Florencia, permaneció siete años en completo apartamiento, entregado por entero a sus estudios. Pero entre 1622 y 1623, con ocasión de la aparición de tres cometas, se enardeció de nuevo la contienda, cuyo resultado fue la publicación por Galileo de dos de sus principales obras: el Saggiatore y los Dialoghi sopra i due massimi sistemi... Tolemaico e Copernicano. En ellas, particularmente en los Diálogos, se trata a fondo sobre la teoría de la rotación de la tierra alrededor del sol, y, aunque no se defiende directamente, se marca claramente la preferencia del autor por el sistema de Copérnico. Los Diálogos aparecieron en 1632 con licencia de la autoridad eclesiástica. La contienda se enardeció entonces extraordinariamente. Aunque de parte de Galileo se pusieron el jesuíta P. Cavalieri y los científicos Viviani, Castelli, Micanzio y Campanella y otros muchos, frente a él se presentaron otros muchos, abroquelados detrás de la autoridad de Aristóteles y de la supuesta afirmación contraria de la Sagrada Biblia, quienes al fin consiguieron atraer a su opinión al mismo Urbano VIII. El resultado fue que a primeros de enero de 1633 el Santo Oficio
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abrió en Roma el proceso contra Galileo Galilei (en realidad, el único). Son interesantes las palabras que el mismo Galileo, al dirigirse a Roma el 15 de enero, escribía: «Aunque sea verdad que el movimiento es de la tierra y la inmovilidad del sol, ningún detrimento se causa a la Sagrada Escritura, la cual dice lo que aparece a la multitud popular». Realizóse, pues, el proceso contra Galileo Galilei de parte del Santo Oficio de Roma, y es digno de notarse que, frente a la inculpación fundamental de que había defendido en los Dialoghi la teoría de la rotación de la tierra alrededor del sol, lo negó él constantemente, lo cual sólo aparentemente era verdad, pues aunque no lo defiende directamente, no hay duda que a esto va precisamente dirigida la obra. Más aún, al preguntarle directamente, y prescindiendo de dicha obra, lo que él pensaba sobre esta teoría (según parece, esta pregunta se le formuló bajo la amenaza de la aplicación del tormento, que, por otra parte, ni se le podía aplicar por su edad, según las normas del Santo Oficio, ni se tenía intención de ello; se trataba solamente de amedrentarlo), respondió que él defendía lo que defiende la santa Iglesia católica. Así, pues, el 22 de junio de 1633 se le leyó la sentencia final, por la que se le condenaba como sospechoso de herejía (pues, no obstante su respuesta, se suponía que él defendía aquella teoría que el Santo Oficio juzgaba verdadera herejía) y se le imponía el castigo de cárcel por el tiempo y en la forma que los jueces determinarían. Al mismo tiempo se prohibían los Dialoghi. Galileo se sometió a la sentencia, si bien la leyenda popular refiere que después de suscribirla murmuró por lo bajo: «Eppur si muove!» Por otro lado, es justo añadir que le fue suavizado extraordinariamente el cumplimiento de la sentencia, pues Urbano VIII le señaló como cárcel la casa del embajador de Toscana, Nicolini, en el Pincio, y el 30 de junio siguiente obtuvo la gracia de vivir en Siena, en el palacio de su amigo el arzobispo Ascanio Piccolomini, y desde el 1 de diciembre pudo vivir retirado en su villa del Goiello, junto a S. Mateo d'Ancetri, y allí continuó hasta su muerte, ocurrida en 1642. Tales son los hechos que constituyen el célebre caso de Galileo Galilei. Por un lado deben rechazarse como tendenciosas las noticias sobre supuestas torturas físicas o malos tratos durante el proceso. Como él mismo atestigua en una carta, cuyo autógrafo se conserva en la'Biblioteca Nacional de París, durante los cinco meses que duró el proceso estuvo alojado en la casa del embajador de Toscana, en el Pincio, donde fue tratado con toda clase de atenciones. Por otro, en cambio, debe concederse que los científicos católicos, el Santo Oficio y el mismo romano pontífice cometieron un error. En él influyó sin duda la emulación y apasionamiento personal de algunos; pero, sobre todo, influyeron los prejuicios basados en la exagerada autoridad que se atribuía a Aristóteles y en una interpretación excesivamente literal de la Sagrada Escritura. Pero téngase presente que ni los científicos es raro que se equivoquen en sus opiniones, ni el Santo Oficio es infalible en sus sentencias y ni siquiera el romano pontífice en esta clase de decisiones goza de la infalibilidad pontificia. Fue un error disculpable por la opinión generalizada en aquel tiempo y una falsa interpretación de la Biblia.
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5. Principio del galicanismo .—De un modo semejante se inició a fines de este período el problema del galicanismo, que tanta resonancia y tan graves consecuencias debía alcanzar en el período siguiente. Podemos señalar como el principio inmediato de las cuestiones del galicanismo francés la obra del síndico Edmund Richer Sobre el poder eclesiástico y político, publicada en 1611. En ella se impugnaba el primado pontificio y el poder coercitivo de la Iglesia y se defendía la teoría conciliar y otros principios del más exagerado regalismo. Finalmente, se sostenía la doctrina d.e que el episcopado era esencial a la Iglesia; en cambio, el primado es sólo accidental. Esta insignificante obra, que solamente comprendía unas treinta páginas, desencadenó una intensísima polémica, sobre todo por el favor que le otorgó desde un principio el Parlamento. Por una parte debe notarse que los elementos más significativos de la Iglesia de Francia se pusieron de parte del poder pontificio. Al frente de todos aparece el prestigioso cardenal Du Perron, bajo cuya presidencia el concilio provincial de Sens, en marzo de 1612, condenó la obra de Richer. Por su parte, el obispo de París, Enrique Gondi, ordenó colocar esta prohibición en todas las iglesias de la ciudad. Asimismo, el concilio provincial de Aix, bajo la presidencia del arzobispo Hurald, pronunció una condenación de la obra, y la Congregación del índice la condenó igualmente en 1613. Sin embargo, la controversia continuó avivándose cada vez más. Frente a estas condenaciones, Richer apeló al Parlamento, presentándose como el blanco del odio de los eclesiásticos, y, aunque obtuvo un rescripto real de protección, se vio obligado poco después a resignar la dignidad de síndico. Por esto intensificó la campaña en defensa de sus ideas por medio de diversos escritos, particularmente la Demonstratio. Asimismo se publicaron algunos tratados en defensa del galicanismo, entre los cuales es digno de mención el de Marcantonio de Dominis, en tres tomos, Sobre la república eclesiástica. En tan críticas circunstancias, Richer prestó en 1620 y 1622 una retractación insuficiente, hasta que, a instancias de Richelieu, firmó una, redactada por el mismo cardenal, en la que se sometía plenamente al romano pontífice. Sin embargo, persiste históricamente la duda sobre la sinceridad de esta retractación. Entre tanto, y no obstante la retractación de Richer, las ideas galicanas o antipontiíicias se iban afianzando cada vez más en Francia. Es cierto que el cardenal Du Perron se puso decididamente al lado de la supremacía pontificia y que en 1625 se publicó una declaración del clero francés, redactada por el obispo de Chartres, enteramente ' P u e d e n verse acerca del galicanismo: ARQUILLIÉRE, H . ]., articulo Gallicanisme: "D'ct. T h . Cath.»; D U B R U L L , M . , y ARQUILLIÉRE, H . J., Innocent XI et ¡'extensión de la Regale (París 1906): SÉVESTRE, E., Les idees gallicanes et royalistes á la fin de Vancien régime (París 1917); M A R T I N , V., Le gallicanisme politique et le clergé de France (París 1929); I D . , Les origines du gallicanis* me 2 vols. (París 1939); MARTIMORT, A . G., Le gallicanisme de Bossuet: «Unam sanctam» 2 4 (París 1953); GAQÜÉRE, Z., Pierre de Marca (1594-1662) ( P . 1932): L A T R E I L L E , A., Les nonces apostoliques de France et l'Église gallicane Innocent XI: «RevHístEcclFr» 41 (l955) 211-235; L A PRAT, R., art. Libertes gallicanes: «DictDrCan» 6,426s.5i3s (1955); B L E T , P . , Le clergé de France et la monarchie. Étude sur les Assemblées genérales du Clergé de 1615 á 1666 (París 1958): I D . . R e sultes et libertes gallicanes en 1611: «ArchHistS» 24 (i9S5) 165-188; T H Y M A N , R., Le galhcanisme de Mgr. Maret et Vinfiuence de Bossuet: «RevHistEccl» 52 (l957) 4 ° l s ; MARCA, P . DE, D e C o n , cordantia sacerdotii et Imperii seu de libertatibus Ecclesiae gallicanae (París 1641-1704) (Franlu furt 1708); I D . , Dissertationes posthumae (París 1669).
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antigalicana. Pero, de hecho, las ideas galicanas iban ganando terreno. Su principal promovedor durante los decenios siguientes fue Pedro de Marca (t 1662) 9, quien, como consejero de París, publicó en 1641 sus Disertaciones sobre la concordia entre el sacerdocio y el imperio. En esta obra, escrita por orden del monarca, trataba de encontrar una concordia entre las opiniones galicanas y el poder pontificio. Pero ya en 1642 la obra fue puesta en el índice, y en lo sucesivo constituyó el arsenal del galicanismo. El ulterior desarrollo del galicanismo, hasta llegar a la publicación de los cuatro célebres artículos galicanos del clero de Francia de 1682 y las apasionadas contiendas entre Luis XIV e Inocencio XI, caen de lleno en el período siguiente, así como también las ulteriores consecuencias del galicanismo, que fueron el febronianismo, josefinismo y otros errores sobre el poder exagerado de los príncipes y de los obispos frente a los romanos pontífices. II.
DESARROLLO ULTERIOR DEL PROTESTANTISMO
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Al terminar la exposición de este período, creemos oportuno dar una idea de conjunto, en primer lugar, de la situación exterior o territorial de las diversas confesiones protestantes, y en segundo lugar, de su desarrollo interno, sus discusiones doctrinales y las confesiones o sectas principales que se formaron. 1. Situación exterior del protestantismo.—Aunque no es fácil presentar una imagen exacta de la situación exterior de las diversas confesiones protestantes en la primera mitad del siglo xvn, podemos hacer algunas indicaciones, que bastarán para dar una idea aproximada del estado del protestantismo al final de la Edad Nueva. Como resultado de la intervención de los príncipes seculares y de las campañas realizadas por los corifeos de las diversas confesiones protestantes, eran numerosos los territorios en que dominaba casi exclusivamente el protestantismo, donde el catolicismo había sido aniquilado casi por completo, de modo que sólo quedaba una insignificante minoría católica. Tales eran los Países Escandinavos: Suecia, Noruega, Dinamarca; los territorios bálticos de Estonia, Letonia, etc. Asimismo, Inglaterra, Escocía y un buen número de territorios de Alemania. En otras muchas regiones había penetrado intensamente alguna de las confesiones protestantes, de modo que llegaba a poseer como dos terceras partes de la población. Tales eran: Holanda, Suiza y diversos territorios del centro de Alemania. Un tercer grupo de territorios, donde había penetrado profundamente el protestantismo, fueron liberados en gran parte de él por efecto de la renovación católica, y, no obstante las últimas ventajas obtenidas por los protestantes por la paz de Westfalia, 9 Sobre el desarrollo d e las doctrinas protestantes y sus sectas p u e d e n verse: Corpus Confessionum, p o r C. FABRICIUS: desde 1928; L E U B E , H . , Calvinismus und Luthertum im Zeitalter der Orthodoxie I (1928); R I T S C H L , Dogmengesch. des ProtestanUsmus 4 vols. (1008-1920); W I E GAND, F . , Gesch. des Dogmas im ProtestanUsmus (1929); BANKE, H . , Die Probleme der Theologie Calvins (1922); SAPPER, K., Der Werdegang des ProtestanUsmus in vier Jahrhunderten (1917). E n particular sobre las sectas: M U L E K T , H . , Konfessionskunde (1926-1927); ALGERMISSEN, K., Konfessionskunde (1930). E n t r e las varias obras del P . CAMILO CRIVELLI sobre las sectas protestantes, c i t a m o s : Directorio protestante de la América latina (Isola del Liri 1933); I D . , I protestanti in Italia (ibid. 1936). Sobre t o d o : Pequeño diccionario de las sectas protestantes (Madrid 1954).
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quedaron definitivamente en manos del catolicismo y con amplio predominio católico. Así sucedió en los principados eclesiásticos de Alemania oriental: Baviera, Austria, Hungría, Bohemia, Silesia y algunos otros. Finalmente, debemos notar dos grupos de Estados enteramente católicos: aquellos en que el protestantismo intentó y consiguió hacer notables progresos, pero que lograron quedar libres casi por entero de él, tales como Polonia, Bélgica y sobre todo Francia; y aquellos en que el protestantismo hizo algunos conatos de penetración, pero resultaron enteramente estériles. Tales son: los diversos Estados italianos, Irlanda y, sobre todo, España y Portugal con sus inmensos dominios. En realidad, pues, el protestantismo había realizado extraordinarios progresos, y aunque éstos quedaron notablemente disminuidos por efecto de la renovación católica, significaban una considerable pérdida para la Iglesia católica. Esta, en cambio, quedaba suficientemente compensada no solamente por los extensos territorios ganados para el catolicismo en las misiones y las grandes conquistas de España y Portugal, sino también por la profunda renovación realizada en su propio seno. Ahora bien, por lo que se refiere a las diversas confesiones protestantes, el luteranismo y el calvinismo mantuvieron un verdadero duelo por la supremacía en Europa. En general, se puede afirmar que el luteranismo se limitó definitivamente a los principales territorios de Alemania y los Estados del norte de Europa, al mismo tiempo que surgieron en su seno frecuentes y enconadas discusiones ideológicas. El calvinismo, en cambio, llamado comúnmente Iglesia reformada, se fue apoderando de los demás territorios, y Ginebra, primera sede del calvinismo, se constituyó en la verdadera capital del mundo protestante. Así, además de gran parte de Suiza, la Iglesia reformada dominó en los Países Bajos, en los poderosos núcleos protestantes de Hungría, Polonia y otros territorios del oriente europeo; en Escocia e Inglaterra, donde tomó la forma especial del anglicanismo; posteriormente se introdujo en las vastas regiones de los Estados Unidos y aun en diversos territorios de Alemania, donde logró sustituir al luteranismo. De este modo se comprende que en algunos Estados llegó a tal extremo la oposición de los luteranos contra los calvinistas, que llegaba tal vez a superar la que profesaban contra los católicos. 2. Cuestiones doctrinales entre los luteranos 1°.—En el desarrollo interior del protestantismo se pudo notar bien pronto el efecto de la falta de una autoridad en las cuestiones doctrinales. Establecido el principio de la interpretación individual de la Sagrada Escritura y 10 Sobre la Iglesia luterana en general: CRIVELLI, Pequeño dicción. 13OS; FRIEDENSBURG, W . , Gesch. der Universitdt Wittenberg (1917); L E U B E , H . , Die Reformideen in der deutschen lutherischen Kirche zur Zeit der Orthodoxie (1924); PREGER, W . , M. Flacius lllyricus und seine Zeit 2 vols. (1839-1861); M Ú L L E R , N . , Melanchthons Xetzte lebenstage (1910); ENGELLAND, H . , Melanchthons Glauben und Handeln (1931): Luthers Werke. Weimarer krit. Gesamtausgabe 93 vols. (1883S); D E N I F L E , H . , Luther und Luthertum 2 vols. (1904-1909); GRISAR, H . , M. Luther. 3 vols. (Frib u r g o d e Br. 1924-1925); I D . , Luthers Leben und sein Werk 2. a ed. (1927); PAQUIER, L., artículo M. Luther: «Dict. T h . Cath.»; CLAYTON, J., Luther and his Work (Milwaukee 1937); D R U MOND, A . L., Germán Protestantism since Luther ( L o n d r e s 1951); E L E R T , W . , Morphologie des Luthertums 2 vols. ( M u n i c h 1952-1953); Z E E D E N , E. W . , Luther und die Reformation im Urteil des deutschen Luthertums 2 vols. (1950-52); N E L S O N , J. R., The realm of redemption. Studies in the doctrine of the nature of the Church in contemporary Protestant theology (Londres 1951); H E R MANN, R., Zum evangelischen Begriff von der Kirche: «Z. syst. Theol.» 21 (1950) 3 s ; B E N Z , E-, Bischofsamt und apostolische Sukzession im deutschen ProtestanUsmus (Stuttgart 1953).
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de un amplio subjetivismo, surgieron las más variadas opiniones sobre algunos puntos dogmáticos más o menos fundamentales. De este modo se llegó bien pronto a la formación de multitud de sectas, que se han ido multiplicando hasta nuestros días. Por lo que se refiere, en primer, lugar, al luteranismo, bien pronto surgieron entre Lutero y algunos discípulos suyos discusiones fundamentales. La primera tenía por objeto la presencia de Cristo en la Eucaristía. Lutero defendía la presencia real, si bien negaba la transustanciación (teoría de la impanación). A esta teoría se opuso su discípulo Karlstadt, quien negaba simplemente la presencia real, de modo que, según él, al decir Cristo hoc est..., señalaba su propio cuerpo. Karlstadt tuvo que someterse. La cuestión se puso más candente con los zuinglianos. Zuinglio explicaba el «est» como equivalente a «significat», mientras Ecolampadio y Bucero daban a la Eucaristía el significado de una figura. Todos ellos, pues, negaban la presencia real y presentaban la teoría del símbolo o figura. Por esta causa se acaloraron tanto los ánimos, que sólo a duras penas evitó el margrave de Hessen se rompieran las relaciones entre los dos primeros corifeos del movimiento protestante. Mucho mayor fue el peligro que vio Lutero en otra opinión propuesta por Melanchton, que gozaba de extraordinaria autoridad como teólogo entre los protestantes. Melanchton proponía una explicación de la Eucaristía muy semejante a la de Calvino, que hacía de ella una recepción espiritual de Cristo; y esta teoría quedó consagrada en la confesión reformada de Augsburgo, de 1540, con lo cual ganó muchos partidarios en el territorio de Sajonia. Lutero hizo toda la guerra que pudo a esta opinión; pero la autoridad de Melanchton la favorecía mucho. De parte de Lutero se puso principalmente el célebre Flacio Ilíríco, tan conocido por las «Centurias de Magdeburgo». Esto dio ocasión a prolongadas y enconadas contiendas. No menor revuelo adquirieron otras varias cuestiones doctrinales entre los luteranos. La primera es la que se dio por llamar cuestión antinomista, cuyo principal promotor fue Juan Agrícola J 1 . Se trataba de si se debía rechazar la ley de Moisés y excluirla del Evangelio. Agrícola defendía que la ley del Evangelio comprendía las dos cosas, el horror o penitencia y el consuelo de Cristo. Lutero, en cambio, atribuía lo primero a la ley antigua y sólo lo segundo al Evangelio. Agrícola insistía en que al Evangelio pertenecen la predicación y exigencias morales. Lutero, en cambio, afirmaba que sólo traía consuelo, confianza y certeza. Por todo esto, Agrícola fue excluido de la comunidad protestante y se desdijo después; pero al fin se alejó de Lutero y continuó defendiendo sus ideas. Lutero llegó en esta contienda a defender que el Antiguo Testamento no importa nada a los cristianos. Siguiendo por el mismo camino, otro teólogo protestante, Andrés Osiander 12 , profesor de teología, propuso doctrinas parecidas; pero lo que más revuelo causó en el campo luterano fue su doctrina sobre la justificación, enteramente contraria a la de Lutero y bastante parecida a la católica. Es la llamada cuestión de Osiander. Los puntos capi' ' Véase CRIVELLI, O.C., 127. 12 Ibid. Véase asimismo: HIRSCH, E., Die Theologie des A. Osiander (1019).
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tales de esta teoría eran que la justificación consiste en la entrada de Cristo en nosotros y en la inhabitatio del Espíritu Santo. Estas ideas eran contrarias particularmente a la teoría de Melanchton, quien, sobre la imputación meramente extrínseca de Lutero, presentaba la justificación del hombre como una especie de acto forense, en que Dios declara justo al hombre. La lucha fue durísima, sobre todo en l'rusia. Márlin, Flacio Uírico y otros teólogos se le opusieron con todas sus fuerzas. Otros, en cambio, se declararon de su parte. Aun después de la muerte de Osiander continuó la lucha. La cuestión adiafórica fue una reacción contra el Interim de Augsburgo de 1548, en el cual se admitían los sacramentos, imágenes, fiestas y otras cosas semejantes como «prácticas neutrales o medias» 13 . La cuestión de Maier versaba sobre las buenas obras, cuya necesidad para la vida futura era defendida por el profesor de teología en Wittemberg Jorge Maier. Sus adversarios llegaron a afirmar que eran dañinas. Algo parecida fue la cuestión sinergética, a la que dio pie Melanchton, pero que fue promovida por Juan Pfeffinger, el cual defendía que las buenas obras debían colaborar (crw-EpyEív) a la justificación. En otra dirección, más bien racionalista, se desviaron algunos protestantes procedentes de los anabaptistas. Son algunos grupos antitrinitarios í4. El más célebre de todos es el español Miguel Servet, el cual no sólo combatía con todas sus fuerzas la doctrina de la Trinidad, sino que patrocinaba cierto panteísmo y deshacía las teorías protestantes sobre la justificación. El tribunal de Calvino, en Ginebra, lo hizo ajusticiar por estas doctrinas. También fue decapitado en Berna el antitrinitario italiano Valentín Gentile. Particularmente perseguido por los luteranos era el llamado criptocalvinismo ls, o calvinismo disimulado. Consta que algunos suizos, a quienes ayudaban muchos alemanes, trabajaron con insistencia por propagar sus ideas entre los luteranos, y dé hecho en muchas regiones lograron infiltrarlas. Algunas regiones se desligaron del luteranismo y se adhirieron a los calvinistas, o Iglesia reformada, mientras muchos que oscilaban entre las teorías de Lutero y Calvino eran denominados criptocalvinistas. El mismo Melanchton tuvo que oír esta acusación. La división doctrinal entre los luteranos apareció particularmente peligrosa con la campaña del discípulo de Melanchton Gaspar Pucer, quien llevó al extremo el criptocalvinismo, pues con las formas luteranas defendía muchas ideas de Calvino. Apoyábanse principalmente en la Sajonia protestante, y su ideología quedó consignada en el Corpus doctrinae christianae, publicado en 1560 como respuesta a la copilación, íntegramente luterana, Libro apologético de Weimar, que había salido el año anterior. Es cierto que algunos años después los fieles luteranos lograron meter en la cárcel al mismo Pucer y a otros dirigentes del criptocalvinismo; pero de todos modos se creyó necesario llegar a la unificación de las diversas tendencias e ideologías protestantes. En este sentido de unificación trabajaron incansablemente algunos príncipes; pero su más infatigable propagandista fue el teólogo Jacabo 13 14
Véase CRIVELLI, 127. Sobre las diversas sectas antitrinitarias, véase CRIVELLI, p.i86s. 15 Véase CRIVELLI, 127.
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Andreae, profesor de Tubinga, a quien ayudó particularmente Martín Chemnitz. Todos estos teólogos, apoyados por el príncipe elector de Sajonia, compusieron el llamado Libro de Bergen (monasterio cerca de Magdeburgo), y, juntándolo luego con los tres símbolos antiguos, M ceno, Constantinopolitano y Atanasiano, la Confessio Augustana y demás libros simbólicos protestantes, los publicaron en junio de 1580 como fórmula de concordia (formula concordiae de 1580). Su carácter oficial hizo que este libro de la concordia fuera aceptado en muchas regiones protestantes alemanas; sin embargo, fue rechazado por otras, por lo cual algunos hablaron de formula discordiae. Digno de mención es el esfuerzo pacifista y unionista del profesor de teología Jorge Calixt. En su multiforme actividad insistió siempre en lo común entre el luteranismo, calvinismo y catolicismo; pero bien pronto los más decididos luteranos lo atacaron como supuesto criptocalvinista y como sincretista. De ahí se originó la apasionada discusión sincretística, que después de 1640 volvió a suscitar las disensiones entre los protestantes. Sin embargo, no puede desconocerse que al fin contribuyó a acercar entre sí el luteranismo y calvinismo, haciendo prevalecer ciertas corrientes de mutua inteligencia. 3. Disensiones en otros territorios: sectas.—Semejantes discusiones y disensiones doctrinales pueden advertirse en otros territorios protestantes y en el seno de la Iglesia reformada 16 . Esto aparece, en primer lugar, en Inglaterra y en su Iglesia anglicano-calvinista o nacional. Por decreto de la reina Isabel se había proclamado el Acta de Unión en 1559; pero bien pronto quedó ésta rota de hecho por la insistente campaña de algunos escoceses y otros ingleses que habían visitado el continente. Estos elementos propugnaban mucha más sencillez en el culto, para lo cual tomaban como modelo el calvinismo. Por esto rechazaban las fiestas, vestiduras sacerdotales y todo lo que recordaba, según ellos, los abusos papistas. Por esta tendencia purificadora se les dio el nombre de puritanos 17, que aparece ya en 1566. Sin embargo, la Iglesia oficial no cedió. Por esto se emprendió contra los puritanos, por parte del Estado, una campaña violenta, que hizo se unieran ellos más para su propia defensa, con lo cual se dio principio a la constitución de sus centros. Organizáronse sobre la base presbiteriana, y ellos mismos se llamaron por ello presbiterianos 18, pues 16 Sobre el calvinismo o Iglesia reformada y sus divisiones, además d e las obras generales sobre el protestantismo, pueden verse, ante t o d o , la síntesis de CRIVELLI, 63S y 174S; Institutio Christianae Religionis, Iohanne Calvino auctore (1580); NIEMEYER, H . A., Collectio Confessionum in Ecclesiis Reformatis publicatarum (Leipzig 1840); SOULIER, Histoire du Calvinism (París 1686); GOYAU, G., Une ville Église. Genéve 2 vols. (París 1919); H O U G H T O N , L . S., Handbook of French and Belgian Protestantism (Nueva York 1919); V I E N O T , J., Histoire de la Reforme francaise (París 1926); Protestantisme francais, Édit. du Cerf. (Juvisi 1935). 17 Véase ante t o d o la síntesis d e CRIVELLI, 170S. A s i m i s m o : MARSDEN, J. B., The history of the early Puritans (Londres 1850); ID., The history of the Later Puritans (Londres 1852); O F F L E Y W A K E M A N , H . , The Church and the Puritans (Londres 1902); SELBIE, W . B., Non-Ccnformity. Jts origin and progress ( L o n d r e s 1905); H E N S L E Y H E N S O N , H . , Puritanism in England ( L o n d r e s 1912); F L Y N N , J. S., The inftuence of Puritanism in the political and religious Thought of the English (Londres 1920); SCHMIDT, M . , Eigenart und Bedeutung der Eschatologie im englischen Puritanismus: «Theol. Viator.» 4 (1952) 205S; CLARK, H . W . , History of English Nonconformity 2 vols. (Londres 1912); SIMPSON, A., Puritanism in Oíd a. New England (Ch. 1955); PROTHERO, G. W . , Political documents of the Puritans, 1558-1625 2. a ed. ( L o n d r e s 1958); GRÜNDLER, J., Lexikon der christl. Kirchen u. Sekten 2 vols. (Viena 1961). 18 Sobre los presbiterianos véase, ante todo, CRIVELLI, 161. A d e m á s : BAYNE, P., The free Church of Scotland ( E d i m b u r g o 1893); TAYLOR INNES, A., The Law of Cree in Scotland ( E d i m -
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rechazaban toda jerarquía monárquica o episcopal y sólo admitían en su dirección el presbiterio o junta de ancianos, como centro democrático y conforme con el cristianismo primitivo. Los puritanos recibieron también el nombre de disidentes o nonconformistas, por haberse opuesto a la religión oficial. La oposición que encontraron fue cada vez mayor, sobre todo en tiempo de Jacobo I (1603-1625); sin embargo, mantuvie-' ron sus organizaciones, que se distinguieron siempre por cierta dureza e inflexibilidad. Por efecto de la opresión de que fueron objeto, muchos emigraron a Estados Unidos, donde fundaron colonias. Más tarde, durante el reinado de Carlos I (1625-1649), los puritanos o presbiterianos aumentaron su prestigio y llegaron casi a prevalecer ; pero luego se les sobrepuso el sistema ideado por el gran revolucionario Oliverio Cromwell, es decir, el de los congregacionalistas19, que rechazaban la organización presbiterial o sinodal y proclamaban la independencia de toda comunidad, llamada por ellos congregación. En Polonia y regiones vecinas adquirió alguna importancia, en la segunda mitad del siglo xvi, la secta de los socinianos 2 0 , así llamada por Fausto Sozzini, natural de Siena. Su tendencia era abiertamente antitrinitaria, y aun se puede decir que presentaba un carácter racionalista y librepensador, como eran las ideas de su tío Lelio Sozzini. Otro punto característico de esta secta es la negación de la divinidad de Jesucristo, de los sacramentos y de todo el cristianismo. El punto céntrico de su actividad era Cracovia; pero en diversas ocasiones estas doctrinas fueron condenadas; Sozzini tuvo que abandonar a Cracovia, y toda la secta fue poco a poco destruida por la reforma católica de fines del siglo xvi y principios del xvn. Los Países Bajos fueron igualmente testigos de una gran agitación doctrinal dentro de la Iglesia reformada o calvinista. El objeto lo formaba el dogma fundamental del calvinismo, la doctrina sobre la predestinación. Así, mientras unos (supralapsarios) defendían que ésta tuvo lugar aun antes del pecado original, otros (infralapsarios). afirmaban que sólo después de él. El defensor supralapsario más decidido fue Jacobo Arminio 21 , célebre en estas controversias, y su contrincante más notable era Francisco Gomar. Ya en 1604 se hallaban ambos enredados en apasionadas discusiones, en que Arminio acusaba a Gomar de maniqueo, y Gomar a Arminio de semiarriano. burgo 1902): L A N G , A., fohn Knox and the Reformation (Londres 1905); RALEICH, T . , Annals of the Church of Scotland (Londres 1921): O G I L V I E , J. N . , The Presbiterian Churches of Christendom ( L o n d r e s 1925): D I C K I N S O N , W . C , John Knox and Scottish Presbyterianism (Londres 1952); HENDERSON, G. D . , The claims of the Church of Scotland ( L o n d r e s 1951); HENDERSON, G. D . , Presbyterianism (Aberdeen 1954). 19 Puede verse CRIVELLI, 6 6 S . A d e m á s : W A D D I N G T O N , J., Congregational history 4 vols. (Londres 1880); CURTÍS, W . A., A history of Creeds and Confessions of Faith ( E d i m b u r g o 1911); DALE, R. W . , History of English Congregationalism (Londres 1907): D U N N I N G , A . E., Congregationalism in America (Nueva York 1894): SELBIE, W . B., Congregationalism ( L o n d r e s 1937). 20 A n t e t o d o véase CRIVELLI, 185S. A s i m i s m o : CANTÚ, C , Gli eretici d'Italia 3 vols. ( T u r í n 1865-1866): W I L B U R , E. M . , Fausius Socinus. An estímate of his Life and ínfiuence (París 1893); SBARBARO, P., Da Socino a Mazzini (Roma 1886); W E N D T E , C . W . , i nostri Riformatori. Fausto e Lelio Socino (Florencia); P I O L I , G., Fausto Socino. Vita, opere, fortuna. Contributo alia storia del liberalismo religioso moderno ( M ó d e n a 1952): STASIEWSKI, B., Reformation und Gegenreformalion in Polen... ( M ü n s t e r 1960) 51-59: I D . , art. Sozinianer: «LexThK» 9 (1964) 9 2 8 - 9 3 1 : S T E L I.A, A.. Ricerche sul socinianesimo: il processo di Cornelio Sozini e Claudio Textor: «BolStVen» 3 (1961) 77-120: art. í D i c t T h C a t h » XIV.2,2326-2334: «EncCath» XI.874S. 21 Por su autor, A r m i n i o , los supralapsarios se denominaban también arminianos. Véase CRIVELLI, 33S. A d e m á s : HARRISON, A. W . , The Beginnings of Arminianism (Londres 1928).
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Muerto Arminio en 1609, sus discípulos continuaron defendiendo con pasión sus ideas aun frente a la acusación de agitadores políticos. Sus partidarios fueron también denominados arminianos o remonstrantes. Frente a los cinco puntos básicos presentados por éstos, los adversarios o contrarremonstrantes y gomaristas, que se tenían como legítimos intérpretes de Calvino, presentaron una apología propia; las disputas religiosas de La Haya en i 6 u y de Deft en 1613 no tuvieron resultado alguno. No obstante el favor que prestaban muchos nobles a los arminianos, al fin se impuso la causa de los infralapsarios, apoyados por el gobernador general, Mauricio de Orange. Así lo proclamó el sínodo de Dordrecht de 1617, que proscribió rigurosamente el arminianismo y condenó a muerte ¿"orno reo de alta traición a uno de sus portavoces, Oldenbarneveldt; desterró a muchos y condenó a otros, como Hugo Grotius, a cárcel perpetua. En otro sínodo de 1618 tomaron parte muchos teólogos de Alemania e Inglaterra, y se completó la victoria de lo que se llamaba ortodoxia protestante. Hugo Grotius pudo escapar de la cárcel; muchos de los remonstrantes volvieron del destierro después de la muerte de Mauricio de Orange, y su error se ha mantenido hasta nuestros días. Pero donde se desarrollan de un modo más característico las confesiones o sectas protestantes es en Inglaterra, Escocia y en los vastos territorios de los Estados Unidos. Fue de extraordinaria importancia para el desarrollo ulterior de las confesiones protestantes la llegada a Norteamérica de grandes contingentes de puritanos y congregacionalistas. De este modo se inició en los Estados Unidos el desarrollo de estas sectas, que dieron lugar a otras muchas durante los siglos siguientes. Dignos de especial mención son los bautistas 22 , que tan gran desarrollo debían tener en lo sucesivo. Su origen puede fijarse en 1640 en una comunidad de puritanos dirigida por Ricardo Blount. Entre los puntos fundamentales de su doctrina debe notarse el bautismo de los adultos, así como también la teoría calvinista de la predestinación. Ricardo Willam fundó la Iglesia bautista de Norteamérica, que se extendió luego rápidamente. Otras sectas, como la de los cuáqueros, metodistas, etc., pertenecen al período siguiente. III.
LAS IGLESIAS ORTODOXAS ORIENTALES
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Indudablemente, las iglesias cismáticas de Oriente constituyen una parte importante del cristianismo en general. Es, pues, de gran trascendencia dar una breve síntesis de los acontecimientos principales de 22 Sobre los bautistas véase CRIVELLI, 52S. En particular: CATHWART, W . , The Baptist Encyclopaedia 2 vols. (Filadelfia 1883); RAMSEYER, C. A., Histoire des Baptistes (Neuchátel 1897); CARILLE, J. C , The Story of the English Baptists (Londres 1905); American Baptists Yearbook (1926-1031). Sobre los c u á q u e r o s : RUSSELL, E-, History of Quakerism (Nueva York 1942); V i PONT, E., The Story of Quakerism... ( L o n d r e s 1954); BRAITHWAITE, W . C H . , The Beginnings of Quakerism 2.» ed. (Londres 1955): ALGERMISSEN, K., art. Quaker: « L e x T h í O 8 (1963) 912-914,* BARBOUR, H., The Quakers in Puritan England (Londres 1964). " E n general, acerca de las iglesias orientales: FORTESCUE, A., The orthodox Eastern Church 3.* ed. (Londres 1920); KIDAL, B. J., The Churches of Eastern Christendom /rom A. D. 451 to the present time (Londres 1927); JANIN, R., Les Églises orientales et les rites orientaux 3.* ed. (París 1936); I D . , Les églises séparées d'Orient (París 1930); JUGIE, M . , Le schisme byzantin. Apercu historioue et doctrinal (Paris 1941); SERAPHIM, M T E . , Die Ostkirche (Stuttgart 1950); F R I T Z , K., Die Stimme der Ostkirche (Stuttgart 1950); I D . , L'Eglise orthodoxe. Les dogmes, la liturgie, la vie
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su historia durante la Edad Nueva, no sólo como complemento de la historia general de la Iglesia en este período, sino también porque precisamente durante este tiempo tuvieron lugar entre ellos multitud de acontecimientos importantes para la Iglesia católica. A éstos pertenecen, en primer lugar, los insistentes conatos, en gran parte coronados de éxito, de unión con la Iglesia romana, y en segundo lugar, los estériles esfuerzos de los protestantes por atraerlos a sus ideas. 1. Diversos grupos unidos con la Iglesia católica.—Dado el empuje del espíritu misionero de los católicos en el siglo xvi, se explica que desde las nuevas misiones de Oriente se hicieran esfuerzos por reconquistar a los diversos núcleos cismáticos. El triunfo más llamativo es el obtenido con los nestorianos de la India, los llamados cristianos de Santo Tomás 24 . El arzobispo de Goa, Alejo Meneses, obtuvo en 1599 que abjuraran el nestorianismo y admitieran la unidad católica. Hasta 1653 los gobernaron cuatro jesuitas. Otro grupo de nestorianos del antiguo reino de Persia se unió también con la Iglesia desde 1562. En 1653 se contaban 40.000 familias católicas caldeas. Con los jacobitas de la Siria se hicieron esfuerzos, sobre todo en tiempo de Gregorio XIII. Su patriarca, David Ignacio XI, prestó obediencia al papa en 1583, pero fue luego infiel. En cambio, durante el siglo xvii, el patriarca Simeón se convirtió y ganó a muchos jacobitas. Dignos de mención son particularmente los esfuerzos hechos por los católicos en Abisinia, donde predominaba un monofisitismo influido por el islam. Lo expuesto anteriormente sobre el apostolado heroico de los PP. Oviedo y Páez tenía por objeto principal la unión de los monofisitas de Abisinia. Por algún tiempo triunfó el heroísmo de los misioneros jesuitas con la conversión del rey Seltán-Segad; pero los monofisitas continuaron haciendo una guerra sin cuartel, y el sucesor Basílides volvió a restablecer el cisma, desterrando a los católicos. En cambio, se consiguió afianzar la unión ya obtenida con los maronitas 25 . A ello contribuyó especialmente el Colegio Maronita, fundado en Roma por Gregorio XIII, del que salieron hombres eminentes, como Jorge Asuira, que fue luego patriarca. Varios de sus miembros entraron en la Compañía de Jesús y fueron celosos apóstoles entre sus compaisanos. Del mismo modo se afianzó la fe católica entre los armenios, gracias particularmente al celo de los dominicos. Distinguióse el arzobispo Naxivan, a quien Paulo III hizo diversas concesiones. El rey Esteban V hizo una visita a Roma, y Gregorio XIII fundó también un colegio para los armenios. spiritueüe: «Bibl. hist.» (Paris 1952); F R E N C H , R. M . , The Eastern Orthodox Church ( L o n d r e s 1951); D E V R Í E S , G. ( Oriente cristiano: I. Hoy. I I . Ayer ( M a d r i d 1953); MEYENDORF, J., L'Eglise orthodoxe, hier et aujourd'hui (París 1960); D E V R I E S , W . ,LaS. Sede ed i patriarcati cattolici d'Oriente: «OrChrPer» 27 (1961) 313-361; ID., Die Entstehung der Patriarkate des Ostens u. ihr Verhaltnis zur pápstlichen VoligeuJalt: «Schol» 37 (1962) 341-369; I D . , Rom und die Patriarcate des Ostens. E n colabor, con O . BÁRLEA, J. G I L L y M . LACKE : *Orbis academicus». Problemgeschichten der Wissenschaft... ( M u n i c h 1963); HATJAR, J., Les chrétiens uniates du Proche-Orient: «Les univers» (París 1962); ROGERS, F . M . , The Questfor Eastern Christians... (Minneápolis 1962); W E I S S G E R BER, H., Die Frage nach der wahren Kirche. Eine Untersuchung zu den ekklesiolog Problemen der ókumen. Bewegung: «Koinonia» II (Essen 1963); GROTZ, H., Die Hauptkirchen des Ostens... (Roma 1963); M O R S D O R F , K., artlc. P a t r i a r c h : «LexThK» 8 (1964) 172-177. 14 V í a s e PASTOR, X X I V . U I S .
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> Sobre lo» maronitas:
PASTOR, XX.379».
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Pero la más importante de las uniones realizadas en este tiempo fue la de los rutenos 26, que debe ser considerada como uno de los resultados de la renovación católica a fines del siglo xvi y se debe principalmente a la actividad apostólica de los jesuitas. Sus principales promotores fueron los PP. Possevino y Skarga, ambos sumamente beneméritos de la Iglesia de Polonia y otras iglesias orientales. Ya desde 1570 trabajaron incansablemente los jesuitas, sobre todo en Wilna, que debe ser considerada como el punto céntrico del movimiento católico unionista. El primer paso lo dio el patriarca Miguel Rahosa cuando en 1590 se declaró independiente del patriarcado de Constantinopla. Pero el paso decisivo se dio cuando en 1595 se reunieron los obispos en Brest y declararon solemnemente su unión con Roma. Esta se realizó en Roma el 23 de diciembre del mismo año. A los rutenos se les concedió el poder conservar su liturgia propia. Asimismo renunció Roma a la introducción del celibato, permitiéndoles observaran la costumbre oriental en este punto. La unión de los rutenos encontró una grande oposición y tuvo que vencer graves dificultades en Polonia, no obstante la buena disposición fundamental del rey Segismundo. Pero la oposición principal vino de parte del príncipe Ostrogski y del patriarca Lukaris, los cuales organizaron en Brest un sínodo ortodoxo y pusieron en movimiento todos sus recursos para impedir la realización de la unión. Pero gran parte de la población prefirió expatriarse, y se dirigió a las provincias rusas occidentales unidas con Polonia, con el objeto de poder conservar su unión con Roma. De particular importancia fue asimismo la reforma de los monjes basilianos, realizada en este tiempo. Formóse con ella la Congregación de la Santísima Trinidad. Uno de sus héroes fue el arzobispo de Poloczk, San Josafat, martirizado en 1624 por los cismáticos y beatificado en 1646 por Urbano VIII. 2. L a Iglesia griega 27 .—Por lo que se refiere a la Iglesia ortodoxa griega, su situación bajo el dominio turco era por demás humillante y difícil. Los patriarcas ortodoxos de Constantinopla consiguieron que se respetara el culto cristiano; pero ellos y los fieles ortodoxos o cismáticos eran tratados con desprecio. Antes de la elección del patriarca de Constantinopla debía pagarse un tributo especial al sultán, y luego debían continuar pagando cada año su contribución. De hecho el patriarcado dependía en absoluto de la política de los sultanes. Así se comprende fácilmente el hecho de que los patriarcas fueran depuestos por los sultanes o se vieran obligados frecuentemente a abdicar. Además, se daba frecuentemente el caso de elecciones simoníacas. Por un lado, aumentaba la significación pública de sus patriarcas y obispos, que constituían como una parte esencial de un Estado autoritario. Por lo mismo, las provincias eclesiásticas coincidían con las civiles. Además, el patriarca de Constantinopla, siempre en íntima 26
Acerca d e la cuestión de los rutenos p u e d e verse: H O F M A N N , G., Ruthenica (Roma 1925). Véanse, sobre todo, las obras generales citadas en la nota 2 3 . A d e m á s : C O N S T A N T I N O DES, M . , The orthodox Eastern Church (Londres 1931); HOFMANN, G., Griechische Patriarchen und Rómische Pápste II,1 (Roma 1929); PEKAR, B., De erectione canónica eparchiae Mukacoviensis (Roma 1956); BARAN, A., Metropolia Kioviensis et eparchia Mukacoviensis (Roma 1960); L A C KO, M . , art. Ruthenen: «LexThK» 9 (1964) 125-126; BARAN, A., Eparchia Maramorosiensis eiusque unió cum Eocl. catholica (Roma 1964); KRAJCAR, ]., The Ruthenian Patriarcate: «OrChrPer» 30 3 (1964) 65-8427
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dependencia del sultán, nombraba a los patriarcas de Antioquía, Alejandría, Jerusalén y los obispos de los grupos cismáticos melquitas de Servia, Bulgaria, Rumania y Albania. Pero, al mismo tiempo, el estado moral y religioso de todos estos pueblos iba decayendo cada vez más. Más adelante, al independizarse algunos de estos pueblos, se fueron constituyendo iglesias independientes o autocéfalas. Por otra parte, la situación de la Iglesia latina o de los católicos romanos era muy insegura en medio de los ortodoxos orientales. En algunas ocasiones fue extremadamente difícil, por lo cual su número más bien fue disminuyendo. De hecho no se les reconoció nunca oficialmente ; pero, gracias principalmente al heroísmo de los franciscanos y otras órdenes, se pudieron mantener en los Balcanes y otros territorios. Gregorio XIII se esforzó por ayudar a estos núcleos de católicos diseminados entre los ortodoxos por medio de visitas extraordinarias. De ellas se sacó la conclusión sobre el gran número de católicos residentes en los Balcanes, por lo cual el papa trató seriamente de prestarles un socorro espiritual eficaz. Desde 1583 encontramos a los jesuitas en Constantinopla, y consta que trabajaron intensamente por los ortodoxos. Por otro lado, los dominicos y los franciscanos continuaron su actividad, que se dirigía principalmente a los católicos romanos. Asimismo iniciaron misiones en Siria los capuchinos y carmelitas; en Mesopotamia, los capuchinos, y en Arabia, los carmelitas. Los insistentes esfuerzos por la unión realizados por los papas y apoyados por algunos patriarcas resultaron estériles. Gregorio XIII tuvo la satisfacción de recibir la obediencia del patriarca de Constantinopla Metrofanes III 28 . El y algunos de sus sucesores se mostraron favorables a la unión con Roma; pero fueron depuestos o gobernaron muy poco tiempo, mientras los enemigos de la unión conseguían que ni siquiera fuera admitida la reforma gregoriana del calendario por venir de Roma. Inútiles resultaron los esfuerzos de Clemente VIII por la unión de los servios. A estas dificultades se añadieron las que provenían de los protestantes. Consta en primer lugar que hicieron lo posible para impedir la inteligencia entre griegos y romanos. Además son dignos de mención algunos conatos por atraer al protestantismo a la Iglesia griega, si bien la fidelidad de ésta a la fe ortodoxa se mostró inflexible. Un delegado del patriarca Josafat II (1555-1565) se presentó en Wittemberg y recibió de Melanchton una traducción griega de la Confesión de Augsburgo y un escrito para el patriarca en que procuraba atraerlo a su causa. El patriarca no se dignó responderle. Un nuevo mensaje de los teólogos protestantes Jacobo Andreae y Martin Crusius al patriarca Jeremías II recibió por respuesta una refutación de la doctrina luterana sobre la justificación y los sacramentos. Los calvinistas, por su parte, hicieron algunos conatos semejantes. Cirilo Lukaris 29, de origen griego, hizo estudios en Europa y se entusiasmó con el sistema de Calvino. Elevado en 1602 al patriarcado 2 * Véanse: HOFMANN, G., Metrophanes Kritopoulos, Patriarch von Alexandrien (1636-1639): «Orient. Christ.» 36,2 (1934). 29 P u e d e n verse: SCHLIER, R., Patriarch K. Lukaris (1927); HOFMANN, G., Patriarch Kyrillos Lukaris und die Rómische Kirche: «Orient. Christ.» 15,1 (1929).
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de Alejandría, trabajó por introducir en la Iglesia griega las ideas calvinistas, y después de apoderarse de la sede patriarcal de Constantinopla, ya no tuvo dificultad en hacer alarde de sus ideas; pero al punto se comenzó una campaña violenta contra él, que obtuvo del sultán fuera desterrado. Por influjo de Inglaterra y Holanda, pudo volver de nuevo a Constantinopla, compuso una confesión en latín y en griego, continuó luchando por la introducción del calvinismo en la Iglesia griega, y, al fin, en un sínodo de 1638, fue condenado y luego ajusticiado por sospechas políticas. Sus ideas calvinistas fueron expresamente condenadas por el sínodo ortodoxo de 1638 y otros posteriores. 3. La Iglesia rusa 3 0 .—La Iglesia de Rusia se desarrolló bajo la dependencia de Constantinopla. Su centro estuvo durante mucho tiempo en Kiev, pero desde 1329 en Moscú. Sin embargo, cuando Iván III Basiljewitsch (f 1505) puso término a la dominación mongólica, se declaró también jefe de la Iglesia, que se independizó de hecho de Constantinopla. Esta situación se consumó en tiempo de Iván IV (1533-1584), en que los rusos acabaron de conquistar su independencia. Pero al mismo tiempo, con la centralización y cesaropapismo de los zares, fue disminuyendo cada vez más el prestigio de los sacerdotes. En 1588 se obtuvo, finalmente, del patriarca bizantino Jeremías II la erección de un patriarca independiente en Moscú. Este fue reconocido como tercero, después de Constantinopla y Alejandría; pero desde entonces estuvo en una dependencia inmediata de los zares. En conjunto, contaba la Iglesia rusa con cuatro metropolitanos y ocho obispos. Con el pontificado de Gregorio XIII se dio principio, por parte de la Iglesia católica, a una serie de conatos de unión con la rusa. Apretado Iván IV por los polacos, envió una embajada a Gregorio XIII, el cual aprovechó la ocasión, y por medio del jesuita P. Antonio Possevino, a quien envió como legado suyo, procuró seriamente obtener la unión. Pero, a pesar de la destreza del legado y de sus amplios conocimientos de las cosas orientales, no se pudo obtener más que una tregua de diez años, pero ningún resultado positivo en orden a la unión. El acontecimiento más importante de este tiempo en el seno de la Iglesia rusa fue la unión de los rutenos, de la que se ha hablado anteriormente. Por otra parte, se llegó a concebir grandes esperanzas de una inteligencia con Rusia en tiempo del falso Demetrio. Pero su asesinato hizo desaparecer rápidamente tan risueño porvenir, y la Iglesia rusa quedó confirmada en su independencia bajo la dinastía Romanov; pero, teniendo presente la marcada tendencia antioccidental de esta dinastía, se comprende que fracasaran indefinidamente los intentos de unión. 30 Además de las obras generales sobre la Iglesia ortodoxa, véanse: STAHLIN, K., Geschichte Russlands 3 vols. (1923-1935); BONWETSCH, N., Kirchengesch. Russlands (1923); SCHICK, E., Kirchengesch. Russlands I Teil (1945); ONASCH, K., Geit und Gesch. der Russischen Ostkirche (1947); BECK, E., Die russische Kirche 2.* ed. (1926); BOUDOU, A., Le Saint-Siége et la Rousste 2 vols. (Paris 1922-1925)1 SMUKLO, E., Le Saint-Siége et l'Orient orthodoxe russe (1923); PIERLING, P., Possevini missio moscovítica (París 1882); ID., Un nortee du Pape en Moscovie (París 1884); KOHLE, W., Die Begegnung des baltischen Protestantismus mit der russ. ort. Kirche (Marbourg 1956); POLCIN, S., Une tentative d'union au XVI' siécle. La mission religieuse du P. Antoine Possevino, S.I., en Moscovie, 15S1-15S2: «Orient. Christ.t 150 (Roma 1957); WORMSEK, O., Cátherinell: «Portraits d'histoire» 8 (París 1957); THALIATH, ]., The synod of Diamper: «Orient. Anal.» 152 (Roma 1958).
CAPITULO Las artes, al servicio
XV
de la Iglesia.
Vida
cristiana
Después de todo lo expuesto sobre la reforma católica y sus múltiples manifestaciones a fines del siglo xvi y principios del xvn, no puede sorprendernos el contemplar en este mismo tiempo un florecimiento extraordinario de las artes, del culto y de toda la vida católica. En realidad, se puede afirmar que todas las artes se pusieron al servicio de la Iglesia católica y que ésta, como era obvio y natural, manifestó la profunda renovación que había experimentado en la exuberancia de sus grandes construcciones religiosas y en la magnificencia de la pintura, escultura y todas las artes decorativas. Esta exuberancia de vida en el culto y en el arte coincide con el principio del arte barroco, por lo cual es opinión de algunos que el arte barroco es la expresión más adecuada de la reforma católica de fines del siglo xvi y siglo xvn. I.
FLORECIMIENTO DEL ARTE RELIGIOSO *
1. Literatura: poesía 2 .—Y, en primer lugar, la exuberancia religiosa de este período se manifiesta en las bellas letras, literatura y poesía, que, particularmente en España, son el más fiel reflejo del catolicismo nacional. Por esto, casi todo lo que anteriormente hemos dicho sobre el florecimiento de la ascética y mística, obtiene su más perfecta aplicación en este lugar. Los más insignes representantes de la ascética española de los siglos xvi y xvn son al mismo tiempo excelentes modelos de literatura. Osuna con su Abecedario, Luis de Granada, Luis de León, Fr. Juan de los Angeles, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Alonso Cabrera, Malón de Chaide, los PP. Ribadeneira, La Puente, La Palma, Rodríguez y otros escritores ascéticos, son joyas preciosas de las bellas letras españolas y del arte literario religioso de España. Algo semejante podemos decir de los escritores ascéticos franceses cardenal Bérulle, J. J. Olier y, sobre todo, San Francisco de Sales. Pero, además de estos escritores católicos, que con sus obras ascéticas constituyen una parte importantísima del arte literario religioso de este tiempo, debemos notar otros muchos que cultivaron la literatura o la poesía religiosa en este período. Y, ante todo, Italia mantuvo dignamente el nivel de su literatura religiosa con un Miguel Ángel (f 1564), grande como arquitecto, como escultor y como poeta, sobre todo por sus sonetos; pero el gran poeta italiano del siglo xvi es Torcuato Tasso (f 1595), el cual en su célebre epopeya La Jerusalén libertada inmortalizó los héroes de las cruzadas, mereciendo ser coronado solemnemente en el Capitolio como el más inspirado poeta de su tiempo. 1 Véanse las obras generales. En particular: WÓLFHN, H., Renaissance und Barock in Italien 4.*ed. (1926); SCHUBRING, P., DieKunst der Hochrenaissance (1926); GIOVANKONI, L'architettura del Rinascimento (Milán 1935): SCOTT, G., The architecture ofhumanism (Londres 1924); BURCKHARDT, J., La cultura del Renacimiento..., trad. por J. RUBIO (Madrid 1941); WITTOWER, R., Architectural principies in the age ol humanism (Londres 1949); Dos SANTOS, R., O estilo manue* lino (Lisboa 1952); GOLZIO, V., II Seicento e ¡¡ Setecento: «Hist. univ. del Arte» vol.5 (Turín 1955); II Seicento europeo (Roma 1957). 2 Sobre la literatura o poesía de este periodo en general: MÜLLER, G., Gesch. des religiSsen Liedesim Zeitalter des Barrocks (1927): BAUMGARTNER, A., Gesch. der Weltliteratur 6 vols. (1911). Véanse en particular las obras generales de cada territorio.
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Además son dignos de mención el erudito filólogo Bernardino Baldi (t 1617), de quien se conservan excelentes obras poéticas; la gran poetisa Victoria Colorína (f 1547), el Góngora italiano Juan Bautista Marino (f 1625) y otros. En Francia, durante las guerras religiosas, languideció notablemente la antigua inspiración de los poetas cristianos; sin embargo, se distinguió Pedro Ronsard (f 1585), de sentimientos sinceramente católicos, espíritu clasicista y gran amante de la tradición religiosa y literaria de Francia, iniciador de La Pleiade con Joaquín de Bellay (f 1560). Por otro lado sobresalieron Guillermo Du Vair (f 1621), orador, y Miguel Montaigne (t 1592), filósofo y pedagogo. Aunque sincero católico, Montaigne, en sus admirables Ensayos, dio muestras de escepticismo y naturalismo. Añadamos todavía al gran dramaturgo Pedro Comeille (f 1684). El nuevo apogeo de la literatura religiosa comienza con el siglo xvii y tuvo como principal impulsor y mecenas al cardenal Richelieu. A ello contribuyó eficazmente la fundación de la Academia Francesa, obra de Richelieu, quien de este modo elevaba la lengua francesa al mismo rango de la latina ? . En la literatura de Alemania, no obstante las revoluciones religiosas, podemos observar excelentes impulsos, principalmente después de iniciada la renovación católica y el movimiento general barroco. La poesía religiosa de la segunda mitad del siglo xvi aparece dominada por el espíritu polémico y aun por la sátira. Célebre como gran satírico fue el protestante Juan Fischart (f 1591), que alcanzó fama mundial. Ya en el siglo xvn, al lado de los más celebrados literatos alemanes protestantes, sobresalieron: el jesuita Federico Spee von Langenfeíd (t 1635), con una excelente colección de cantos y otras obras poéticas; Juan Scheffler (Ángelus Silesius, f 1677) Jacobo Balde (f 1668), gran poeta latino, y otros. En general comenzó a distinguirse el drama religioso de los colegios de los jesuitas, que alcanzó en lo sucesivo excelentes resultados. Célebres por sus dramas escolares fueron el P. Jacobo Bidermann, S.I. (f 1639), y más tarde Nicolás Avancini (t 1686) 4. De un modo semejante podemos señalar importantes núcleos de literatura religiosa: en Polonia, con su gran poeta lírico, designado como el Píndaro polaco, Juan Kochanowski (f 1584), y, ya en el siglo xvn, los jesuitas PP. Pedro Skarga (f 1612), gran orador y apologista; M. Casimiro Sarkiewski (f 1640), eximio lírico, quien junto con el alemán Jacobo Balde, lírico, épico y dramático, fueron los mejores compositores latinos de su tiempo; en los Países Bajos, con el incomparable poeta Jovst van der Vondel (f 1679), denominado el Calderón holandés, 3 H e aquí algunas obras sobre la literatura italiana y francesa de este p e r í o d o : KLEMPERER, V . ; HATZFELD, H . , y N E U B E R T , Die romanischen Literaturen von der Renaissance bis zur franzóssischen Revolution (1928); T H O D E , H . , Michelangelo und das Ende der Renaissance 5 vols. (1902-1908); STEINMANN, É., Michelangelo im Spiegel seiner Zeit (Roma 1930); M A K O W S K I , H . , Michelangelo (1941); SANPBERGER, A., Orlando di Lasso und die geistigen Strómungen seiner Zeit (1926); BRAY, R., La farmatian de la doctrine classique en France (París 1027). 4 Sobre la literatura religiosa alemana p u e d e n verse: FABER DU F A U X , C. V., Deutsche Barocklyrik. Eine Auswahl aus der Zeit von i62obis 1720 (1936); SOMMERFELD, M . , Deutsche Barocklyrik a 2. ed. (1934); ERMATINGER, E., Barock und Rokoko in der deutschen Dichtung 2.* ed. (1928); CYSARS, H-, Deutsche Barockdichtung (1924); BAUMKER, W . , Das katholische deutsche Kirchenlied 4 vols. (1886-1911); F L E M M I N G , W . , Gesch. des Jesuitentheaters in den Lándern deutscher Zunge ( i g 2 3 ) ; I D . , Deutsche Kultur im Zeitalter des Barocks (1937); M Ü L L E R , J., Das Jesuitendrama in den Lándern deutscher Zunge (1555-1663) 2 vols. (1930).
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quien produjo la gran epopeya Lucifer, una de las obras maestras del barroco. En Inglaterra no podemos menos de citar a la gran figura de la dramática, Shakespeare (f 1616), quien, aunque se duda si fue en verdad católico, ciertamente aparece familiarizado con los temas de la antigua fe católica. Al lado de todas estas figuras de la literatura religiosa de Europa del siglo xvi y primera mitad del xvn descuellan dignamente y con particular brillantez una serie de grandes poetas o literatos españoles que llegaron a alcanzar fama mundial. Tales son, por no citar más que a los principales: Garcilaso de la Vega (f 1535), designado como el Petrarca español; Diego Hurtado de Mendoza (f 1575); Fernando de Herrera (t 1595), el cantor de las grandes hazañas. Pero sobre todo elevaron a la poesía castellana a su mayor altura, aparte Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y Fr. Luis de León, Lope de Vega (f 1635), gran dramaturgo, pero al mismo tiempo lírico inspirado y de una sencillez exquisita, verdadero fundador de la comedia española y gran compositor del género de autos sacramentales, la novedad poética más eminente del tiempo; Calderón de la Barca (f 1681), uno de los poetas más geniales del siglo xvn, célebre sobre todo por sus 73 autos sacramentales; finalmente, Tirso de Molina (f 1648) y Ruiz de Alarcón (f 1639), etc., que llevaron el género dramático a su máximo esplendor. Mención especial merecen, desde el punto "de vista de la literatura española de este período, Miguel de Cervantes (f 1616), autor de la novela mundial Don Quijote, el mejor estilista de la lengua castellana; asimismo, el jesuita Baltasar Gracián (f 1643), sumamente ingenioso y de gran influjo a mediados del siglo xvn 5 . En el campo de la música fue más difícil la reacción, pues era muy marcada la tendencia mundana de este arte a principios del siglo xvi. Por esto, el concilio de Trento se quejó de este abuso y dio algunas prescripciones para evitarlo. En general predominaba la tendencia de muchos a simplificar el canto y volver a la sencillez primitiva. Incluso se llegó a pensar en suprimir el canto en la iglesia 6. La entrada en escena de Juan Pierluigi, llamado comúnmente Palestrina por su patria, con sus incomparables composiciones polifónicas, que hicieron célebre la «capella Giulia», reconciliaron de nuevo al público serio con este género de música, y desde entonces fue cultivado con cierta predilección. Sus piezas maestras son la Misa del papa Marcelo y los Improperios del Viernes Santo. Al mismo tiempo que Palestrina, se distinguieron: Juan Animuccia (f 1571). quien compuso himnos y motetes y se hizo célebre por las laudes espirituales compuestas para el Oratorio de San Felipe Neri, con lo que se dio principio a los llamados Oratorios; asimismo, entre los sucesores y discípulos de Palestrina, Juan Nanini (f 1607), quien le sucedió en 1571 en Santa María la Mayor y luego en la Capilla Sixti5 Véanse en particular sobre la literatura española: SCHWERING, ) . , Literarische Beziehungen zwischen Spanien und Deutschland (1902): CASTRO, A., Cervantes (París 1931); BOUVIER, R., Quevedo (París 1930); VOSSLER, K., Lope de Vega und sein Zeitalter (1932); PFANDL, L., Historia de la literatura nac. españ. en la Edad de Oro, trad. por JORGE R U B I O , B. (Barcelona 1933); V A L BUENA PRAT, A., Historia de la literatura española 2 vols. (Barcelona 1937): DÍAZ-PLAJA, G., Historia general de las literaturas hispánicas 4 vols. (Barcelona 1949-1957). 6 W E I N M A N N , K., Das Konzil von Trient und die Kirchenmusik (1910); FELLERER, K. G . , Palestrina (1930); I D . , Grundzüge der Gesch. der kathol. Kirchenmusik (1929).
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na. Entre los españoles, baste citar al célebre Tomás Luis de Victoria (f 1608), que emuló la gloria y el estilo de Palestrina. 2. Arte grecorromano 7 .—Mucho más que en las bellas letras aparece el espíritu y renovación religiosa de la época en la pintura, escultura y arquitectura, por las cuales podemos afirmar que, en el siglo xvi y primera mitad del xvn, las artes estuvieron de lleno al servicio de la religión y de la Iglesia. Así aparece, en primer lugar, en el siglo xvi en el extraordinario florecimiento del estilo llamado por muchos grecorromano, que es el mismo del Renacimiento, que en la arquitectura y escultura toma unas formas severas de procedencia clásica y que a su vez constituye la base del barroco. De hecho, sobre todo en Italia y en España, este estilo grecorromano dejó abundantes y excelentes modelos. Como había sucedido en todo el desarrollo del Renacimiento, Italia fue el campo donde aparecieron las primeras obras de este nuevo estilo grecorromano. Su primer portavoz y como el verdadero preceptista del arte arquitectónico religioso en su nueva forma clasicista fue Bramante (f 1514), entre cuyas obras más importantes figuran el templete de San Pedro in Montorio, considerado como una de las joyas del nuevo estilo, y, sobre todo, el proyecto de la imponente basílica de San Pedro. El principio que estableció Bramante fue seguir la arquitectura clásica, sin preocuparse de la decoración propiamente t a l ; pues, según él, las líneas mismas arquitectónicas constituyen la mejor decoración. Una vez establecido este principio, se construyeron en Italia importantes obras a imitación de las de Bramante. Tales son, por no citar más que algunas entre las mejores, Santa María de la Consolación, de Todi; San Blas, de Montepulciano; Santa María de Carignan, en Genova. El estilo grecorromano alcanzó sus mayores proporciones en la basílica de San Pedro, que, después de Bramante, a quien siguieron Raffael y Sangallo, continuó el genial artista religioso Miguel A n 7 A d e m á s d e las obras generales sobre el Renacimiento, véanse las q u e tratan sobre el renacimiento en la pintura, etc., o las historias del a r t e o d e la p i n t u r a . E n particular p u e d e n consult a r s e : M Ü N Z , É., Histoire de l'art pendant la Renaissance 3 vols. (París 1888-1895); B O D E , W . , Die italienische Plastk 2.* ed. (1902); P H I L I P P I , A . , Die Kunst der Renaissance in Italien 2.* ed., 2 vols. (1905); V E N T U R I , A., Storia dell'arte italiana IV-IX (Florencia 1905-1928); M A E L E , R. VAN, The development of the italian Schools ofpainting 10 vols. (La Haya 1923-1928); F E E Y , D . , Gotik und Renaissance. Crundlage der modernen Weltanschauung (1929); PAATZ, W . , Die Kunst der Renaissance in Italien (Zurich 1953); Boví, A . , Leonardo, filosofo, artista, uomo (Milán 1952); RAYNAL, M . , Histoire de la peinture moderne 3 vols. (Ginebra 1949-51). E n t r e las historias generales del arte o del arte cristiano, n o t a m o s : D E H I O , G . - B E Z O L D , G . VON, Die kirchliche Baukunst des Abendlandes 2 vols. (1884-1901); K U H N , A . , Allgemeine Kunstgeschichte 3 vols. e n 6 p . (18911909); KRAUS, F . J-, Gesch. der chr. Kunst, contin. por J. SAUER, 2 vols. (1895-1908); M I C H E L , A . . Histoire de l'art depuis les premiers temps chrét 8 vols. (París 1905-1925); W O E R M A N N , C , Gesch, der Kunst aller Zeiten und Volker 6 vols. (1915-1922); C O S S Í O - P I J O Á N , J., Summa Artis. Historia general del arte 15 vols. ( M a d r i d 1944-1956); Lesgrandsiéclesde lapeinture 11 vols. (Ginebra 1953S); RAYNAL, M . , etc., Histoire de la peinture moderne 3 vols. (Ginebra 1949-51); C O U L T O N , G . G . , A r t and the Reformations 2.* ed. (Cambridge 1953); VICHARD, J., L'art sacre moderne: Col. «Art et pays» (París 1953); CARLI, E . - D E L L ' A C Q U A , G . A . , Profilo dell'arte italiana 2 vols. I I . Dal Quatrocento ai nostri giorni (Bérgamo 1954-1955); W E I G E R T , H . , Geschichte der europaischen Kunst 3."ed. (Stuttgart 1955); CHASTEL, A., L'art ilalien 2 vols. (París 1956); V E N T U R I , L . , Le XVl° siécle: De Léonard au Greco...: «Les grands siécles de la peint.» (Ginebra, Skira 1956); V E N TURI, L . , Raffaello (Milán 1952); COMANDÉ. G . B . , L'opera di Andrea del Sarto (Palermo 1952); LÜDECKE, H . , Leonardo da Vinci. Der Künsther und seine Zeit (Berlín 1952); PILLA, D . , Leonardo da Vinci (Alba 1952); FLORA, F . , Leonardo (Milán 1953); H E Y D E N R E I C H , L . H . , Leonardo da Vinci 2 vols. (Basilea 1954); D E L L ' A C Q U A , G . A., Tiziano: «I s o m m i dell'arte ¡tal.» (Milán 1955); C E C C H I , D „ Tiziano (Milán 1955); G N U D I , G . , etc., Guido Reni. Saggio introduttivo d i G . G . (Florencia 1955).
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gel (f 1564). De hecho, él fue quien realizó la parte principal de la gran basílica, que, aunque posteriormente tomó algún complemento barroco, en sus líneas fundamentales, en su monumental fachada y en su imponente cúpula, refleja el más perfecto estilo del renacimiento grecorromano. Así no es de extrañar surgieran en diversas partes imitaciones más o menos monumentales y que el arte religioso recibiera con esto un empuje extraordinario. Más aún: enlazándose luego con el principio del barroco, gran número de construcciones reflejan este estilo grecoromano con algunos principios del barroco. Así, sin salir todavía de Italia, Domenico Vignola (f 1573) realizó la iglesia del Gesü, una de las más perfectas de este estilo con complementos barrocos. Asimismo surgieron los palacios Farnesio y el llamado Máximo. Fuera de Roma fueron también abundantes las obras italianas en estilo grecorromano. Así, en Venecia se construyeron la célebre librería, el palacio ducal y otras obras. Si de Italia pasamos a España 8 , nos encontramos con formas muy especiales y características del estilo grecorromano, encarnadas en monumentos de extraordinario valor. Según parece, la primera construcción de este género es el palacio de Carlos V en Granada, construido por Pedro de Machuma en la Alhambra. En Toledo surge desde 1542 el hospital de San Juan Bautista, obra de Bartolomé Bustamante. Pero el mejor modelo del estilo grecorromano en Toledo es el célebre Alcázar, monumento de especial veneración después de las hazañas de 1936. Pero el modelo más significado y el monumento más grandioso en este estilo es el célebre monasterio de El Escorial, comenzado en 1563 sobre los planos de Juan Bautista de Toledo, pero terminado por Juan de Herrera (f 1597), por lo cual el mismo estilo recibió en España la designación de herreriano. Las vastas proporciones, la austeridad y elegancia clásica de aquella obra monumental, causaron admiración en España y en el extranjero. Fue indudablemente un digno panteón del gran rey Felipe II y de sus sucesores, pues como tal está concebido todo el monasterio. Al lado de El Escorial surgieron en diversas partes grandes creaciones que lo tomaron como modelo. Así, en Madrid se construyeron 8 Sobre el arte del Renacimiento o a r t e grecorromano en España véanse: KEHRER, H . , Spanische Kunst von Greco bis Goya (1926); W I L L U M S E N , J. E., La jeunesse du peintre «El Greco* 2 vols. (París 1927); MAUCLAIR, O , Le Greco (París 1931); LOGA, A . VON, Die Malerei in Spanien im 14. bis 18. Jahrhundert (1933); M A Y E R , A . , Historia déla pintura española 2.*ed. ( M a d r i d 1942); JUSTI, O , Murillo 2 . a e d . (1904); I D . , Diego Velázquez undsein Jahrhundert (1933); G u É T A P I E R , E. DU, Ribera (Nueva York 1952); M I L I C U A , J., En el centenario de Ribera: «Arch. E s p . Arq.» 25 (1952) 3093; G A L L E G O , A . , Un contemporáneo de Montañés: el escultor Alfonso de Mena y Escalante (Sevilla 1952); GARCÍA C H I C O , E . , Gregorio Fernández (Valladolid 1952); ONIEVA, A . J., El Prado, sus cuadros y sus pintores (Madrid 1952); HERNÁNDEZ D Í A Z , J., Imaginería hispalense del bajo Renacimiento (Sevilla 1951); PROSKE, B . G-, Castillian sculpture. Gothic o Renaissance (Nueva York 1951); L Ó P E Z JIMÉNEZ, J., Imagineros españoles. Estudio histórico y crítico ( M a drid 1952). P u e d e n verse para este p u n t o y los siguientes las historias generales del arte e n E s paña: LOZOYA, M A R Q U É S DE, Historia del arte hispánico 5 vols. (Barcelona 1931-1945); Á N G U L O IÑÍGUEZ, D . , Historia del arte hispanoamericano 2 vols. (Barcelona I937s); Ars Hispaniae. Historia universal del arte en España (preciosa obra en publicación) ( M a d r i d 1947-1959) vol 11.; CHUECA CIOITIA, F . , Arquitectura del siglo XVI ( M a d r i d 1953); Á N G U L O IÑÍGUEZ, D . , Pintura del Renacimiento: «Ars Hisp.» 12 ( M a d r i d 1954); GAYA Ñ U Ñ O , J. A., Historia y guia de los museos de España (Madrid 1955); RODRÍGUEZ CASADO, V., De la monarquía española del barroco (Sevilla 1955); S T E VENSON, R. S., In search of Spanish pairiting ( L o n d r e s 1955); JIMÉNEZ PLACER, F . - S U Á R E Z DE LEZO, Historia del arte español 2 vols. I I . Del Renacimiento hasta el siglo XX. Estudio sobre el
arte del s. x x , p o r A . C I R I C I P E L L I C E R (Barcelona 195S); G U D I O L R I C A R T , J. M . , e t c . , H i s t o r i a
dt la pintura en Cataluña
( M a d r i d 1956).
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la plaza Mayor en tiempo de Felipe III, y asimismo las Descalzas Reales; en Toledo, la casa del Ayuntamiento; en Barcelona, el palacio de la Generalidad y el Palacio Real recibieron preciosos complementos de estilo grecorromano; en Zaragoza se levantó el palacio de la Aljafería, sí bien con un marcado influjo mudejar. Finalmente, algunas catedrales o colegiatas de la Península son obra de este tiempo y presentan claramente este estilo. Tales son: la colegiata de Alicante, iniciada en 1616; la catedral de Jaén, comenzada en 1532, uno de los más hermosos ejemplos de estilo grecorromano; y, sobre todo, la de Valladolid, planeada por el mismo Herrera, con las mismas características de El Escorial, sobrio y algo pesado y de vastísimas proporciones, pero que, por desgracia, sólo se ejecutó en parte.
en la cual descollaron luego Luis de Morales (t 1586), denominado el Divino, célebre por cierto aire de independencia y por su grandiosidad; Antonio Sánchez Coello (f 1588) y Pantoja de la Cruz (f 1610). Pero los que constituyen el punto culminante de la pintura española son: El Greco (f 1614), que fue uno de los pintores más originales, lleno de espiritualidad y muy estudiado modernamente. Se llamaba Domenico Theotocópulos y era de origen griego. Son célebres sus cuadros El entierro del conde de Orgaz, El cardenal inquisidor y gran multitud de retratos y pinturas religiosas; José Ribera (f 1652), que vivió y trabajó largo tiempo en Italia, donde se le llamaba lo Spagnoletto. Se distingue por su realismo, a veces algo pesimista, y la expresión y contraste de sus cuadros religiosos: La Dolorosa, San Sebastián y Los apóstoles; Diego Velázquez (f 1660), que eleva la pintura clásica española a su máximo esplendor y debe ser contado entre los mejores pintores del mundo. Entre sus grandes cuadros sobresalen: El Cristo en la cruz, Los borrachos, Las hilanderas, Las meninas, los diversos retratos de Felipe IV, todos los cuales dan una idea de la perfección de su técnica, aprendida en sus largas estancias en Italia, y de su genial inspiración. El cuarto de estos grandes pintores clásicos españoles es Bartolomé Esteban Murillo (f 1682), quien aventaja a todos en la dulzura de sus composiciones religiosas, y ha inmortalizado su nombre de una manera especial por las Inmaculadas y las diversas Madonas. Como complemento de tan geniales artistas del pincel, añadamos a otros pintores importantes: Francisco Herrera el Viejo (f 1656), Juan Valdés Leal (f 1690) y Francisco Zurbarán (f 1664), el pintor de escenas de gran misticismo y profundidad religiosa. Pero la religiosidad del pueblo español en los siglos xvi y xvn se manifestó de un modo especial en la escultura, por lo cual brillan en este período en España artistas de primera categoría que nos dejaron obras maravillosas del arte escultural. Así, ante todo, debemos notar algunos discípulos de Miguel Ángel, como son Bartolomé Ordóñez (f 1520) y, sobre todo, el palentino Alonso Berruguete (f 1561), quien dejó esparcidas por toda España excelentes tallas en madera de un expresionismo encantador. A su lado deben colocarse los escultores de la llamada escuela castellana. A ellos pertenece, ante todo, Gregorio Fernández (f 1636) con su escuela de Valladolid. La Piedad, la Virgen de las Angustias, las diversas estatuas de Cristo crucificado y de la Dolorosa son muestras elocuentes de su profunda inspiración religiosa. También en Castilla se distinguieron Juan de Juni (f 1577), quien nos dejó preciosas y abundantes esculturas, que se admiran hoy día, como las de Gregorio Fernández, en diversas iglesias y en el incomparable museo escultórico de Valladolid; asimismo, Lesmes Hernández y Carmona. Por otro lado, en digna competición con los artistas castellanos, distinguiéronse los de las escuelas sevillana y granadina. A ellos pertenecen Juan Martínez Montañés (f 1649), Alonso Cano (f 1667), Pedro de Mena (f 1688), José de Mora (f 1725) y Pedro Roldan (f 1700). Las muchas imágenes que se han conservado de estos insignes artistas, sobre todo de Montañés, Cano y Mena, forman parte de las más preciadas joyas del arte español. Merecen especial mención, como precio-
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3. Pintura y escultura.—Por lo que se refiere a las artes decorativas, sobre todo la escultura y la pintura, se advierte simplemente un gran florecimiento de este estilo sosegado y armónico, de intensa expresión y de marcado realismo, el estilo que recibirá el apelativo de clásico. Por otra parte, con el rápido progreso cultural y religioso de los siglos xvi y xvii, se explica que surgiera un ingente número de inspirados artistas, que contribuyeron a acreditar este arte clásico. Italia presenta, sobre todo en pintura, autores de primer orden. En Bolonia se distinguió la escuela de los Carracci, Luis (f 1619) y Agustín (f 1602), insignes por su plasticidad en las representaciones de Cristo. El pintor Domenichino (f 1641) se deleitó más bien en los grandes contrastes; Guido Reni (f 1642), hombre original y de concepción profunda, que supo dar a sus Madonas y figuras de Cristo una belleza de forma y una unción verdaderamente ideales. Junto a éstos debemos colocar a otros de los ya citados, que desarrollaron gran parte de su actividad en este período, como Miguel Ángel, Raffael (f 1520), Correggio (f 1534) y Tiziano (f 1576). Pero esta exuberancia artística de Italia produjo espontáneamente en el siglo xvi el llamado manierismo, que se caracteriza por cierta exageración y como adoración de las formas. Los primeros ejemplos se presentan en Jorge Vasari (f 1574), Ángel Bronzino (f 1572) y Federico Baroccio (f 1612). Como representantes de una tendencia más naturalista tenemos a Caravaggio (f 1609), Tintoretto (f 1574), Veronese (t 1588), Dolci (f 1686), Rosa (f 1673) y Guercino (f 1666). En los Países Bajos, después de las grandes obras del Renacimiento, de los hermanos Huberto (f 1426) y Juan Van Eyk (f 1441), de Rogerio van der V/eyden (f 1464) y Hugo van der Goes (f 1428), la pintura clásica llega a su apogeo en A. van Dyck (f 1641), el pintor más equilibrado de la escuela flamenca, y con el más fecundo, opulento y eminentemente católico, que fue Rubens. Alemania presenta los grandes pintores clásicos Alberto Dürer (f 1528), pintor de gran originalidad y valentía; Juan Holbein (t 1554), superior a Dürer en la armonía de las imágenes, pero no tan profundo y genial, y Matías Grünewald (f 1530), místico y visionario y rico en colorido. Por lo que a España se refiere, ante todo debemos notar algunos pintores flamencos que desarrollaron en España una intensa actividad y ejercieron intenso influjo. Tales son: Pedro de Campaña (Kempeneer) (f 1580) y Antonio Moro (Mor) (f 1576), de la escuela de Sevilla,
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sas obras del arte religioso español del Renacimiento, las célebres custodias de la familia Arfe: Enrique (t 159°), autor de las custodias monumentales de León, Córdoba y Toledo; y Juan (f 1603), el Cellini español, orfebre de la de Sevilla. 4. Principios del estilo barroco 9 .—Uno de los fenómenos más características del siglo xvn es la aparición y ulterior desarrollo del estilo barroco, fiel reflejo, conforme a la interpretación de algunos, de la sociedad y cultura de este periodo de la historia. Si investigamos la génesis de este fenómeno artístico y religioso, veremos que se produjo como reacción contra la sobriedad y frialdad o falta de expresión del estilo grecorromano. A esto añaden algunos otra causa más íntima: en realidad, el espíritu de renovación católica, triunfante en toda Europa, necesitaba una expresión artística, y ésta se la dio el estilo barroco, exuberante y ampuloso, rico y espectacular. En esta forma se presenta en la primera mitad del siglo xvn y continuó durante todo este siglo; pero ya a fines del xvn y durante el siglo xvín se fueron recargando más y más la ampulosidad y ornamentación, que dieron por resultado el rococó y el churrigueresco. De hecho, el estilo barroco ofrece extraordinario encanto y belleza, sólo afeada algunas veces con algunos excesos de mal gusto. Fundado sobre la base del estilo grecorromano o renacimiento, le añade una mayor o menor exuberancia de formas sobre sus líneas clásicas y cierta prodigalidad de ornamentación, que se manifiesta en el conjunto de los interiores, en los altares, imágenes, fachadas y torres. A esta prodigalidad o exuberancia de ornamentación se añade el movimiento en las obras escultóricas y la pintura y cierto amaneramiento, que posteriormente se fue exagerando. Como otros estilos, también el barroco hizo su primera aparición en Italia, y particularmente en Roma 1°. Ya en los arquitectos sucesores de Miguel Ángel, es decir, Algardi (f 1654) y Pedro Bernini (f 1629), a fines del siglo xvi y principios del xvn, aparece la tendencia característica del barroco de incrementar la ornamentación. Así se ve en las iglesias de Roma del Gesü y de San Andrea della Valle, en el palacio Barberini y en otros monumentos. Por esto podemos considerar a Vignola como el primer artista del barroco. Por otro lado, conviene observar que el barroco italiano mantuvo siempre una relativa sobriedad, sobre todo comparado con el español y el alemán. Así lo manifiestan los monumentos clásicos del barroco en Roma, el palacio de la Consulta, el palacio de Montecitorio y, en general, todas las obras de Lorenzo Bernini y de Borromini. 9 Véanse las obras generales y las especiales sobre el arte barroco. En particular: ANDRÉGUEL, G., Barroco (París 1924); RIEGL, A., Die Entstehung der Barrockkunst in Rom 2,* ed. (1923J; BRINCKMANN, A. E., Die Kunst des Barrocks und Rokokos (1924); MALE, E., Die Kunst des Barrocks in Italien, Frankreich, Deutschland und Spanien 2. a ed. (1929); ID., L'art religieux aprés le concile de Trente (París 1932); LANG, L., Was ist Barock? 2.' ed. (1924); WEISBACH, W., El barroco, arte de la Contrarreforma (Madrid 1942), WEINGARTNER, J., Der Ceist des Barrocks (IQ25); REYNOLD, G. DE, Lebaroqueetlarenaissancecatholique: «Hommage aux cathol. suisses» (Friburgo 1954) P-353s; TAPIÉ, V. L., Baroque et classicisme: «Civilis. d'hier et d'houj.» (París 1957). 10 Sobre el barroco en Italia, además de las obras generales y algunas ya citadas, véanse: WEINGARTNER, ]., Romische Barrockkirchen (1930); MUÑOZ, A., Roma barrocca (Milán, Roma 1919); Voss, H., Die Malerei des Barrocks in Rom (1924); GALASSI PALUZZI, C., Storia segreta dello stile deigesuiti. Introd. del P. TACCHI VENTURI (Roma 1951); PECCHIAI, P., II Gesü di Roma, descrito et illustrato (Roma 1952).
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En esta forma desplegaron su actividad los grandes maestros del barroco italiano: Carlos Mademo (f 1629), que fue quien planeó la última parte de la basílica de San Pedro, trazó el proyecto de la fachada y realizó otras muchas obras; Francisco Borromini (f 1667), constructor de la iglesia de Santa Inés, en la plaza Navona, considerado como el gran maestro del barroco. Asimismo, Alguarini y el jesuíta Andrés Pozzo (f 1709). Pero el arquitecto más celebrado del barroco italiano es indudablemente Lorenzo Bernini (f 1680). A él se debe, en primer lugar, la terminación y decoración definitiva de la basílica de San Pedro, con su célebre gloria, el baldaquino, su gran fachada y la plaza de las columnas. Asimismo son obras suyas las célebres fuentes de la plaza Navona, del Tritón y otras. Al mismo tiempo, el arte barroco se desarrollaba en otros territorios, tomando en algunos de ellos especiales modalidades. Así lo observamos particularmente en Francia, donde, a lo largo del siglo xvn, se fue formando el llamado estilo de Luis XIV. Una de sus primeras producciones fue el palacio de Louvre, donde, en tiempo de Enrique IV, el palacio ya existente fue ampliado con la grandiosidad y severa ornamentación barroca que aún hoy día podemos admirar. Poco después, Luis XIII mandó construir el palacio de Versalles, que Luis XIV completó a mediados del siglo xvn. Para ello fue llamado de Italia Lorenzo Bernini, quien perfeccionó los planos de la obra, que constituye una de las mejores del barroco francés n . Entre los demás monumentos franceses en estilo barroco pueden notarse: el palacio de Luxemburgo, la puerta de San Dionisio y algunos otros, en los que se hacen resaltar las grandiosas cúpulas, construidas a imitación de la de San Pedro, de las iglesias de la Sorbona y de los Inválidos. Por lo que a otras naciones se refiere, Inglaterra, Bélgica y, sobre todo, Alemania presentan preciosas producciones barrocas, pero la inmensa mayoría son de la segunda mitad del siglo xvn o del siglo x v m . Entre ellas se distinguen un buen número de iglesias erigidas por los jesuítas. En España hizo bien pronto su entrada el estilo barroco 12 . Según 11 Pueden verse sobre el barroco francés, además de las obras generales: MALE, E., L'art religieux aprés le concile de Trente (París 1932); RITZ, J., Fránkische Kunst (1931); PEVSNER, N., etc., Barockmalerei in den romanischen Landern (1930). 12 Véanse sobre el estilo barroco en España: SCHUBERT, O., El barroco en España (Madrid 1924); MAYER, A. L., Gesch. der spanischen Malerei 2 vols., 2.*ed.(ig22); KEHRER, H., Spanische Kunst von Greco bis Goya (1926); JUSTI, C , Diego Velázquez und sein Jahrhundert 2 vols. (1923); KNACKFUSS, H., Murülo 2.* ed. (1925); MONTOTO, S., Murillo (1932); LEGENDRE, M., Domenico Theotocopuli, dit El Greco (1937); LOGA, A. VON, Die Malerei in Spanien vom 14. bis iS. ]h. (1923); MAUCLAIR, C , Le Greco (1931); WEISE, G., Spanische Plastife aus sieben Jahrhunderten 4 vols. (1925-39). Son célebres asimismo las iglesias de los jesuítas de este tiempo, cuyo estilo barroco es designado a veces como estilo de los jesuítas. Véanse BRAUN, ]., Spaniens alte Jesuitenbauten (1913); SANCHO CORBACHO, A., Arquitectura barroca sevillana del sigla XVIII (Madrid 1952); PLA DALMÁU, J. M., La arquitectura barroca española y el churrigueresco: «Bibl. Arte» 18 (Gerona 1951); GUÉ TAPIER, E. DU, Ribera (Nueva York 1952); MILICUA, J., En el centenario de Ribera...: «Arch. Esp. A.» 25 (1952) 309S; CATURLA, M. L., Zurbarán. Study and catalogue of the exhibition held in Granada im Juni 1953 (Madrid 1953); Cossío, M. B., Dominico Theotocopuli, El Greco (Oxford 1955); GOLDSCHEIDER, L., El Greco, trad. del alemán por H. MoRALEDA (Barcelona 1956): GUINARD, P., Greco. Étude biographique et critique: «Le goút de notre temps» 15 (París 1956); PANTORBA, B. DE, La vida y la obra de Velázquez. Estudio biográfico y crítico (Madrid 1955); MARTÍN GONZÁLEZ, I. I., Juan de Juni (Madrid I9S4); LÓPEZ JIMÉNEZ, J., Imagineros españoles. Estudio histórico y crítico (Madrid 1952); HERNÁNDEZ DÍAZ, J., Imaginería hispalense del bajo Renacimiento (Sevilla 1951): MAGAÑA BISBAL, L., Una familia de escultores: los Mora: «Arch. Esp. Arq.» 25 (1952) 243S; PROSKE, B. G., Castillian sculpture. Gothic to Re-
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parece, el arquitecto italiano Crescenzi (f 1670), llegado a España para terminar El Escorial, es quien comenzó en la Península la ornamentación barroca. Así, construyó la capilla-panteón de El Escorial. Iniciado ya el siglo xvn, entró en franco dominio el nuevo estilo, que con su ampulosidad y con su rica y variada ornamentación tan bien respondía a la renovada conciencia católica del tiempo. Así, pues, durante el siglo xvii y a principios del xvm se levantaron un sinnúmero de monumentos, entre los que enumeraremos los siguientes: El Pilar de Zaragoza, cuyo plan fue trazado por Francisco Herrera el Mozo (f 1685), con una alta cúpula rodeada de otras once más bajas, y en los ángulos torres barrocas; no se pudo realizar por completo. En Santiago de Compostela, sobre el fondo románico de la catedral, con su incomparable Pórtico de la Gloria, se levantó una monumental fachada barroca. Los jesuítas, que tanto auge adquirieron a fines del siglo xvi y durante el xvn, construyeron varias iglesias en estilo barroco. Ante todo, la basílica de Loyola, y luego las iglesias de San Carlos, de Zaragoza; de Belén, de Barcelona; de San Isidro, de Madrid, y otras. Por esto, el barroco se ha llamado estilo de los jesuítas. Una de las más perfectas es la de Salamanca, construida, juntamente con la Clerecía, por Margarita de Austria (esposa de Felipe III) en el siglo XVII. 5. El estilo barroco en la escultura y en la pintura.—En la escultura, pintura y otras ramas del arte se manifestó igualmente la exuberancia del arte barroco religioso, por lo cual a este tiempo pertenecen en gran número insignes pintores y escultores. En Italia, algunos de los grandes representantes del barroco en la arquitectura lo fueron también en la escultura. El más significado de todos, Lorenzo Bernini, fue un verdadero genio de la escultura barroca. Una de sus mejores obras es la Transverberación de Santa Teresa de Jesús por el ángel, que se conserva en la iglesia de Santa María de las Victorias, de Roma. Además, es célebre por los bustos-retrato y grupos esculturales, como los de donna Olimpia Pamfili y el papa Inocencio X. Al mismo tiempo, en los cálices, custodias, tapices, muebles y en todas las obras de arte se impone decididamente el estilo barroco en toda Italia. En los Países Bajos, en cambio, es donde mejor se manifiesta el predominio del barroco en la pintura. El primer gran maestro de la misma en la primera mitad del siglo xvn es Rubens (f 1640) 1 3 . En naissance (Nueva York 1951); GARCÍA CHICO, E.( Gregorio Fernández (Valladolid 1952); GALLEGO, 1A., Un contemporáneo de Montañés, el escultor Alonso de Mena y Escalante (Sevilla 1952). 3 Sobre estos grandes representantes de la pintura barroca pueden verse: AVERMAETE, R., Rembrandt et son temps: «Bibl. hist.» (París 1952); PUYVELDE, L. VAN, Rubens: Col. «Les peintres flam. du XVII" s.» (Amsterdam 1953); SABOTTA, R., Michelangelo und der Barockstil (1933); POLLAK, F-, Lorenzo Bernini (1909); BENKARD, G., L. Bernini 2.a cd. (1926); BURCKHARDT, Erinnerungen an Rubens, edit. por KAUFFMANN (1928); RUBENS, P. P., Des Meisters Gemalde, ed. por OLDENBURG 2. a ed. (1921); LEHMANN, F. R., P. P. Rubens. Menschen und Máchte des Barocks. ein Zeitbild (1936); BODE, W., Diegrossen Meister der hollándischen undfidmischenMalerei 2.a ed, (1920); GLÜCK, G., Rubens, Van Dyck und ihr Kreis (1933); VALENTINER, F., Rembrandt. Des Meisters Gemalde 2. a ed. (1909); BENESCH, O., Rembrandt (1935); DÜLBERG, F., Franz Hals (1930); LEYMARIE, J., La peinture hollandaise (Ginebra, Skira 1956); GENAILLE, R., La peinture holland. du XVI' s. á nos jours (París 1956); HÜTTINGER, E., La p. holl. auXVII's. (Lausana 1956); MANQUOY-HENDRICKX, M., L'iconographie d'Antoine van Dyck 2 vols .(Bruselas 1956); PUYVELDE, L. VAN, Rubens: Col. «Les peintres franc. du XVII e s.» (Amsterdam 1953); LARSEN, E., P. P. Rubens... (La Haya 1952); MULS, ]., Peter Paul Rubens... (Amberes 1956); AVERMASTE, R., Rembrandt el son temps: «Bibl. Histor.» (París 1952).
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efecto, aunque muy discutido, en su extraordinaria fecundidad, en el movimiento y grandiosidad de sus producciones reveló cualidades extraordinarias. En la pintura religiosa produjo obras de primer orden, como el Cristo en la cruz. Puede considerarse como el pintor barroco por excelencia. Sus obras rebosan vida y movimiento, ropajes vistosos y carne desnuda. Algo más tarde sobresalió el protestante Rembrandt (t 1674) por su extraordinario dominio de los colores y por su gran expresionismo, y, aunque no destaca tanto en la pintura religiosa, produjo también en este campo obras insignes. En Francia, al igual que en la arquitectura, se formó en la escultura, pintura y demás artes decorativas un estilo especial que corresponde al barroco del resto de Europa. Pero, en general, los pintores franceses de este tiempo destacan poco por sus temas religiosos. Notemos en particular al pintor N. Poussin (f 1665), quien aprendió en Italia el arte barroco y produjo obras insignes, como la Adoración de los Magos. En España, después de la muerte de Velázquez, Murillo y demás artistas citados, siguió un período de sensible pobreza artística. II.
ESPLENDOR DEL CULTO. L A IGLESIA CATÓLICA 14
El esplendor y nueva vida de la Iglesia católica durante el siglo xvi y la primera mitad del xvn no se manifestó únicamente en el desarrollo del arte religioso en sus más variadas formas, sino también en toda la vida de la Iglesia y en la renovación y apogeo de la piedad cristiana. El concilio de Trento realizó en este punto una obra fundamental, estableciendo una serie de disposiciones que contribuyeron eficazmente a renovar e intensificar en todo su esplendor el culto cristiano. El resultado fue que la Iglesia católica pudo desplegar toda la magnificencia de su liturgia y aparecer en un verdadero apogeo de esplendor, que es la expresión del estilo barroco del tiempo en el culto y vida cristiana. 1. Constitución de la Iglesia.—Ante todo conviene tener presente que, contra la campaña protestante, que iba enderezada particularmente contra la misa, los sacramentos y todo el culto católico, el concilio de Trento dio acertados decretos con el objeto de corregir los abusos que se habían introducido y renovar por entero la vida cristiana. Así, pues, siguiendo las prescripciones del concilio, se publicaron los nuevos libros litúrgicos: el Breviario, el Misal, el Ritual, el Pontifical Romano y otros, y se procuró dar la mayor uniformidad a la liturgia católica. Es cierto que varias iglesias conservaron algunas particularidades, como Colonia, Milán, Lyón, Toledo; pero, en general, todo el Occidente se sometió al rito romano. Como resultado de la acción del concilio y de la intensa actividad de los papas que le siguieron, quedó, ante todo, extraordinariamente robustecida la autoridad del romano pontífice, el cual interviene eficazmente en todos los asuntos eclesiásticos y es el verdadero director de la reforma católica. De extraordinaria importancia para esta misma renovación católica y necesario complemento de este robustecimiento de 14 Sobre el esplendor del culto: EISENTRAUT, E., Die Feier der Son-und Feiertage seit dem Ittzten Jahrh. des Mittelalters (1914).
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la autoridad pontificia fueron las numerosas ordenaciones del concilio de Trento encaminadas al mejoramiento y reforma del episcopado en toda la Iglesia. Al fijar el concilio de Trento con todo detalle las condiciones de los prelados y urgir tan intensamente su residencia y fijar con tantos pormenores la manera de su elección y los principios fundamentales de su gobierno; al recomendarles con tantas ponderaciones la instrucción debida del pueblo, la erección de cátedras de teología, y, como complemento de todo esto, al dar aquellas sabias disposiciones para el establecimiento de los seminarios, el concilio de Trento realizaba una obra fundamental en orden a la renovación completa de la Iglesia. De nada hubiera servido el señalar con tanta precisión y acierto los dogmas católicos y haber prescrito con tan excelentes normas la reforma eclesiástica sin el apoyo de sus auxiliares natos, los obispos de toda la cristiandad, aunque hubieran todos emulado la virtud de un San Pío V. El complemento natural del afianzamiento de la autoridad pontificia fueron aquellas nuevas huestes de obispos tales como los moldeó el concilio de Trento. Hubo ciertamente todavía prelados que no respondían al ideal de reforma; pero, de hecho, florecieron desde entonces una pléyade de grandes prelados, que, siguiendo las normas pontificias y a la luz de las ordenaciones tridentinas, contribuyeron eficazmente a la reforma de la Iglesia. Para mejor realizar esta grandiosa obra de reforma eclesiástica, ayudó de un modo muy eficaz la nueva organización del Sacro Colegio y de la Curia pontificia, obra principalmente del papa Sixto V 15. Por medio de la bula Postquam verus Ule, del 3 de diciembre de 1586, elevó a 70 el número de cardenales de la santa Iglesia, divididos en tres clases: cardenales obispos, presbíteros y diáconos, que, elegidos entre los hombres más eminentes de la Iglesia en ciencia y virtud, debían constituir el más eficaz apoyo de la autoridad pontificia! Los papas reformadores postridentinos tuvieron, generalmente, el acierto de rodearse de un gran número de excelentes cardenales, como Baronio y Belarmino, que fueron sus mejores sostenes en su obra de reforma católica. Más aún: por la bula Immensa aeterni Dei, del 22 de enero de 1587, Sixto V estableció una nueva organización de la Curia pontificia. Por ella se creaban quince congregaciones de cardenales, que debían ser otros tantos instrumentos en manos del romano pontífice para realizar plenamente la gran obra de gobierno y reforma de la Iglesia. Estas congregaciones, que responden en general a los diversos ministerios de los gobiernos modernos con la distribución y ordenación del trabajo, sirvieron admirablemente para la realización de la labor pontificia. Recordemos de un modo particular la obra realizada por las Congregaciones de la Inquisición, del índice, del Concilio, de los Regulares, de Ritos, de los Obispos y de los Estudios. Con la misma finalidad de servir de instrumentos del romano pontífice en su obra de gobierno y reforma de la Iglesia, fueron establecidas las nunciaturas apostólicas 16 . Hasta el siglo xvi, los representantes del papa en los diversos territorios eran designados con el título de " Sobre toda la obra de Sixto V véase arriba p.887, y la bibliografía allí indicada sobre este papa. En particular véase PASTOR, XXI.200S. i« Sobre la institución de las nunciaturas apostólicas véase en particular PASTOR, XIX,-;6S.
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legados. Como tales podían ser considerados los titulares de algunas sedes que ostentaban cierta primacía de honor o representación pontificia, como los arzobispos de Toledo, Cantorbery, Maguncia, etc. Sin embargo, estas sedes primadas no tenían ninguna jurisdicción especial. Esta la poseían otros prelados que el papa enviaba con ocasión de algunos asuntos especiales, y muchas veces quedaban al lado de los príncipes como legados pontificios. Un caso especial lo constituían los legados a latere, que el papa escogía entre sus cardenales y enviaba a diversos territorios. Desde mediados del siglo xvi suspendieron los papas el envío de esta clase de legados circunstanciales; en cambio, fueron nombrados regularmente representantes o embajadores suyos en las diversas naciones al lado de los príncipes católicos. Estos embajadores pontificios fueron designados con el título de nuncios apostólicos, y desempeñaron desde entonces un papel fundamental en el gobierno y reforma de la Iglesia. 2. Fiestas y devociones cristianas 17 .—Con la renovación del catolicismo que con todo esto se realizó no es de sorprender que se renovaran e intensificaran entre el,pueblo cristiano las devociones y fiestas litúrgicas. Bajo la presión de las acusaciones de los innovadores contra los abusos de la piedad medieval, fueron eliminadas algunas costumbres populares, sobre todo en lo referente a las' indulgencias y veneración de imágenes, santuarios y reliquias. Por esto se puede decir que en el desarrollo de las nuevas formas y prácticas de devoción se advierte una tendencia defensiva contra los ataques protestantes, insistiendo de un modo especial en algunas cosas que aquéllos negaban o atacaban más particularmente. Así, pues, podríamos afirmar que las dos fuerzas que dirigen el espíritu cristiano en las nuevas formas de devoción popular son, por una parte, el sentimiento cristiano completamente renovado, y por otra, el impulso defensivo contra los ataques protestantes. Así aparece de un modo particular en las fiestas cristianas. Ya en la Edad Media habían aumentado constantemente, constituyendo uno de los puntos de predilección del pueblo cristiano. Pues bien, en este período de renovación cristiana, las fiestas y devociones cristianas se manifestaron con toda su magnificencia y esplendor. Si los innovadores impugnaban la veneración de las imágenes y santuarios, la Iglesia católica, aunque evitando todo lo que significara superstición o adoración de reliquias e imágenes, fomentó de un modo particular todas estas devociones, que tanto contribuyeron a alimentar la piedad popular. En este sentido fue extraordinariamente eficaz la obra de los capuchinos y, en general, de los nuevos institutos religiosos. La devoción a San José, apenas conocida en la Edad Media, pero particularmente ponderada por Gersón y posteriormente por Santa Teresa de Jesús y San Francisco de Sales, Juan Jacobo Olier y el cardenal De Bérulle, 1 ' Además de las obras generales, pueden verse: STAMMLER, W., Von der Mysiih zum Barock {[400-1600) (1927); MAYER, A.-PFANNHOLZ, Liturgie und Barock: «Jhb. Liturgiewiss.» 15 p.67s; BROUTIN, P., L'évéque dans la tradition pastoral du XVI' siécle (Bruselas 1953); BARONI, V., I.a Bible dans la vie catholique depuis la Réf. (Lausana 1955); VEIT, L. A.-LENHART, L., Kirche und Volksfromigkeit im Zeitalter des Barok (Friburgo de Br. 1956): BAYLE, C , El culto del Santísimo en Indias (Madrid 1951); DAINVILLE, F. DE, S. Francois Xavier, patrón des gens de mer: «Arch. Hist. S.I.» 22 (1953) i°7s.
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penetró profundamente en el pueblo cristiano. El resultado fue que la Santa Sede estableció su fiesta el 19 de marzo. Pero en lo que más claramente aparece el nuevo espíritu de renovación cristiana, y juntamente el impulso de defensa y reacción contra el protestantismo, es en el culto a la Santísima Virgen 18, que aumentó extraordinariamente durante este tiempo y tomó las nuevas formas barrocas de gran exuberancia y exaltación popular. La invocación Jesús y María vino a ser para los fieles, y aun para los soldados en medio de las batallas religiosas, el grito de oración y de combate. En este ambiente se explica que Pío V estableciera el 7 de octubre la fiesta de Nuestra Señora de la Victoria en acción de gracias a la Madre de Dios por la gran victoria de Lepanto, obtenida contra los turcos, que amenazaban a Europa. El recuerdo de esta victoria quedó igualmente consignado en las letanías lauretanas con la invocación Auxilio de los cristianos, que entonces se incluyó. Por otro lado, se fue generalizando más y más la devoción del Rosario, por lo cual Gregorio XIII (1572-1585) estableció definitivamente en la Iglesia la fiesta del Rosario, que en 1676 fue extendida a toda la cristiandad por Clemente X. De un modo semejante, y siempre impulsados por el ambiente y entusiasmo popular, los papas siguientes fueron estableciendo o confirmando devociones y fiestas marianas. Así, Clemente VIII (1592-1605) generalizó en toda la Iglesia la invocación del Ángelus, que debía repetirse tres veces al día como saludo especial a la Santísima Virgen. En esta corriente de devoción popular mariana tiene extraordinaria importancia el primer establecimiento y desarrollo de las congregaciones marianas, en íntima relación con la intensificación de las asociaciones o hermandades de devoción cristiana. En 1563 el jesuíta flamenco Juan Leunis estableció en el Colegio Romano de Roma la primera Congregación mariana, y, dado el impulso general de renovación religiosa existente entonces en toda Europa y la parte activa que en él tomaban los jesuítas, este tipo de asociación mariana se extendió rápidamente por todas partes. De este modo nos encontramos con congregaciones marianas en Viena, en 1573 ; en Colonia y Praga, en 1575, y de un modo semejante en España, en los Países Bajos, Italia y otros territorios. Sobre esta base, Gregorio XIII, en diciembre de 1584, aprobó la nueva asociación y elevó la Congregación mariana de Roma a Prima primaria. Sumamente significativo sobre el sentimiento de piedad mariana de este período es el hecho realizado por Luis XIII el 10 de febrero de 1638, que tanto contribuyó a aumentar en el pueblo la devoción a María. Este rey, que ya había dado durante toda su vida constantes pruebas de su intensa devoción a la Madre de Dios, quiso con esta fecha manifestar de una manera más solemne y explícita su agradecimiento a la Virgen Santísima por la protección que había recibido en 18 Entre la abundante bibliografía sobre las fiestas y devociones a la Santísima Virgen, y en particular sobre las Congregaciones marianas, véanse: MULLAN, E., La Congregazione Mariana studiata nei documenti (Roma s.a.); HARASSER, G-, Geist und Leben der Marianischen Kongregationen 3. a ed. (1923): BANGHA, A., Handbuch für Leiter der Marianischen Kongregationen (1926); VILARET, E., Manuel des Directeurs (Toulouse 1930): ID-, Les Congregations Mariales I (París 1947); GORETTI, C.-BARAGLI, E-, Manuale del congregato; BUSUTTIL, E., Commentarium in Constit. Apost. "Bis saeculari» (París 1949).
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su lucha contra toda clase de dificultades y enemigos exteriores e interiores. Movido, pues, de este impulso, quiso consagrar a María todo el reino, y, como símbolo de esta consagración, hizo construir el altar mayor de la catedral de Nuestra Señora de París. Pero la prueba más evidente de la piedad mariana, que ardientemente se manifiesta en la primera mitad del siglo xvn, es el movimiento cada vez más entusiasta y arrollador en defensa del privilegio de la Inmaculada Concepción 19 , según se ha indicado en otro lugar. Al frente de este movimiento, como en general a la cabeza de la devoción a la Santísima Virgen, estaba el pueblo español, como lo demuestran los acontecimientos que se desarrollaron en España a partir de 1615 y en torno a la fecha de 1661, en que se dio uno de los decretos más importantes y decisivos en honor de la Inmaculada Concepción. España entera, con sus reyes y sus grandes teólogos a la cabeza, se puso en movimiento hasta obtener aquella decisión pontificia, y, una vez obtenida, celebra con verdadera exaltación barroca su entusiasmo mariano por la victoria alcanzada. Mas, como es natural, la devoción principal del pueblo cristiano se dirigía, sobre todo, a la persona de Cristo y se alimentaba en la práctica de los sacramentos, en lo cual igualmente reaccionaba contra los ataques y prácticas protestantes. Así nos consta que se intensificó más y más la devoción a la Pasión y se fomentaron extraordinariamente las prácticas del Vía Crucis y del Monte Calvario. De este modo aumentó notablemente la piedad y devoción a Jesucristo y a todo lo que con El se relaciona. Por esto se renueva igualmente la devoción al Pesebre de Belén y a todas las escenas de la infancia. Pero lo que constituye el punto central de la devoción a Cristo, y juntamente la reacción más justificada contra las campañas de los innovadores, es la celebración de la santa misa, que ellos eliminaban del culto cristiano. Así, pues, siguiendo las orientaciones del concilio de Trento, se intensificó más y más la asistencia general a la celebración de la santa misa y se fomentó de un modo especial la recepción más frecuente de la sagrada comunión. Por otra parte, se introdujeron algunas nuevas prácticas en la veneración y custodia de la Eucaristía, que significaban una reacción contra los innovadores. Así, aparecen o se generalizan los tabernáculos en los altares y desaparecen las casetas o nichos especiales en que se guardaba anteriormente el Sacramento 2 0 . De una manera semejante, como reacción contra las campañas protestantes y siguiendo las normas tridentinas, se intensificó la práctica de los demás sacramentos. Así, se hizo mucho más frecuente la administración de los sacramentos de la confirmación y extremaunción, casi 19 Sobre el desarrollo de las discusiones sóbrela Inmaculada, véase arriba, p. 1053 En particular: PASSAGLIA, C , De Immaculato Deiparae Virginis Conceptu 3 vols. (Ñapóles 1855); TERHIEN, I. B., L'Immaculée Conception 2.a ed. (París 1904); PERREYRE, H., Étude sur l'Immaculée Conception 2.a ed. (París 1904); L E BACHELET, J., artículo Immaculée Conception: «Dict. Th. Cath.»; JUGIE, M., artículo Immaculée Conception dans l'Église grecque aprés le concite d'Ephése: • Dict. Th. Cath.»; LONGPRÉI E., La Vierge Immaculée. Histoire et doctrine 2.a ed. (París 1945); ROSCHINI, J., L'Assunzione e VImmaculata Conzettione (Roma 1950); CHAUVET, F. DE J., El culto a la Asunción de Nuestra Señora en Méjico (Méjico 1951); O'SHEA, VV., The history of the feast nf the Assumption: «The Thom.» 14 (1951) n 8 s . 20 Véase para toda esta materia gran parte de la bibliografía indicada en las notas precedentes. En particular pueden consultarse: MAYER, A.-PFANNHOLZ, Liturgie und Barock: «Jhb. Liturgiew.» I5,67s; SPAMER, A., Das kleine Andachtsbild vom 14. bis zum 20. Jahrhundert (1930); UIINZ., E., Christliche Mystik und christliche Kunst (1934).
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en desuso en los tiempos inmediatos anteriores. Por otro lado, aumentó la recepción del sacramento de la penitencia, lo cual dio origen al establecimiento de confesonarios y lugares destinados para la confesión. Además, siguiendo el consejo del concilio de Trento de que se administrara cuanto antes el bautismo, se estableció la práctica de bautizar a los niños dentro de los ocho días después del nacimiento, mientras, por otro lado, se introducía la costumbre de darles el nombre de un santo. Ahora bien, como con el crecimiento de la devoción y piedad popular había ido aumentando el número de las fiestas cristianas en que se prohibía el trabajo manual, surgieron al mismo tiempo quejas contra este abuso. Recuérdese que esta queja constituía uno de los puntos (artículo 35) de los Gravámenes de la nación alemana. Así, en la dieta de Ratisbona de 1524, en presencia del representante del papa, cardenal Campegio, los príncipes elevaron al papa la súplica de reducir a 35 las fiestas cristianas de precepto. Por otro lado, en el concilio provincial de Burdeos de 1583 se elevó a la Santa Sede una súplica semejante. En esta forma continuaron repitiéndose las súplicas a Roma a fines del siglo xvi y principios del xvn, por lo cual Urbano VIII, por la bula Universa per orbem, de 1642, redujo a 32 las fiestas de precepto del año litúrgico, prohibiendo al mismo tiempo establecer otras nuevas 21 . 3. Nuevas devociones y trabajo pastoral 22 .—Para mantener y fomentar este espíritu cristiano y la práctica de los sacramentos sirvieron admirablemente una serie de nuevas devociones, asociaciones o prácticas cristianas. Ya hemos indicado anteriormente las congregaciones marianas, destinadas en un principio exclusivamente para los jóvenes estudiantes, pero que luego se extendieron a las diversas clases de la sociedad cristiana. El fruto fue cada vez más abundante. Además de las congregaciones marianas, influyeron eficazmente en el fomento de la piedad cristiana la Hermandad del Santísimo Sacramento y la Hermandad de la Enseñanza de Cristo, fundada en Milán en 1560 por Marco de Sadis Cusani. Más en particular es digna de mención la práctica de la Adoración de las Cuarenta Horas y la Adoración Perpetua. Las Cuarenta Horas fueron establecidas en 1527 en Milán por Antonio de Grenoble y debían celebrarse cuatro veces al año; pero en un principio no incluía la exposición del Santísimo. El paso siguiente lo realizó el gran predicador capuchino Fr. José de Fermo, quien hacia el año 1540 obtuvo del Senado de Milán la celebración de las Cuarenta Horas con exposición del Santísimo Sacramento, señalando como objeto especial el preservar del peligro de la peste y de la guerra. No mucho después, por iniciativa de San Carlos Borromeo y de los jesuítas, se generalizó la práctica de las Cuarenta Horas, a la que se unieron preces especiales y la visita, en plan de peregrinación, de las siete basílicas de Roma, fijándose en particular los tres días de Carnaval, en reparación de los pecados cometidos durante ese tiempo. Esta práctica se generalizó luego en Ita21 22
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Véase en particular PASTOR, l.c. Pueden verse tas obras generales, en particular las obras que luego citaremos sobre el s Catecismo Romano nt.24.
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lia, España, Francia y toda la cristiandad, y contribuyó eficazmente a intensificar más y más la piedad de los fieles. La Adoración Perpetua fue introducida por vez primera, según parece, en Italia por San Antonio María Zaccharia. Por otro lado, consta que el jesuita P. Auger influyó eficazmente en el arzobispo de París, De Gondi, quien por el año 1574 ordenó la exposición diaria del Santísimo, siguiendo por turno las diversas iglesias de su diócesis. España se puso al frente en la devoción y culto al Santísimo Sacramento, no sólo introduciendo las prácticas de las Cuarenta Horas y la Adoración Perpetua, sino destinando un mes entero al culto especial del Santísimo Sacramento. Pero una de las prácticas de la ascética cristiana y de la cura de almas que más influjo ejerció en todas las clases de la sociedad cristiana fueron los Ejercicios de San Ignacio de hoyóla 23 . Con este instrumento y por medio de los ejércitos de jesuítas esparcidos por todo el mundo, Ignacio de Loyola influyó eficazmente en la renovación católica y en la intensificación de la piedad cristiana. Son numerosos los grandes directores de espíritu del tiempo, como San Carlos Borromeo y San Francisco de Sales, que ponderaron el extraordinario valor e influjo de los Ejercicios. Por otro lado, no sólo los jesuítas, sino también otros misioneros populares de las filas de los capuchinos, teatínos y paúles, utilizaban la poderosa arma de los Ejercicios. Para la debida instrucción del gran pueblo en la doctrina y piedad cristiana, dos fueron los medios especiales que utilizó la Iglesia: los catecismos, por una parte, y los libros de piedad o devocionarios, por otra. La base de los catecismos, destinados a la instrucción del pueblo cristiano, la forma el Catecismo de San Pío V 2 4 , publicado en 1566 por este papa conforme a las enseñanzas y los deseos del concilio de Trento. Por lo mismo, es designado también como Catecismo tridentino. De hecho, encontró rápida acogida en Alemania, Francia, España y en toda la cristiandad. Mas, por otro lado, este catecismo sirvió de base y de estímulo para la publicación de una serie de obras semejantes en diversos territorios. Son dignos de mención de un modo especial: ante todo, en Alemania, los catecismos de Juan Gropper (f 1559), Juan Fabri, O.P., y Jorge Scherer, S.I. Pero los que más renombre alcanzaron fueron los de San Pedro Canisio, que llegaron a servir de prototipo en Alemania y en otras naciones. Asimismo, en España, los catecismos de Martín Pérez de Ayala (f 1566), Bartolomé de los Mártires (f 1590) y, sobre todo, Jerónimo de Ripalda (f 1648), Astete y Diego de Ledesma, los tres jesuítas. Asimismo se distinguen los catecismos de los jesuítas: en Polonia, Pedro Skarga; en Francia, Edmundo Auger, y en Italia, San Roberto Belarmino. Complemento de los catecismos fueron los devocionarios y demás 23 24
Sobre San Ignacio de Loyola y ios Ejercicios véase arriba, p. 1040. Sobre el Catecismo Romano o de San Pío V pueden verse: Apparatus ad Catechismum, in Catechismo Concilii Tridentini (París 1906); Catechismus ex decreto Concilii Trid. ad Parochos, Pii Quinti Pont. Max. editus (Roma 1566); KNECHT, J., Katechismus: «Kirchenlex.»; HÉZARD, CH., Histoire du catéchisme depuis la naissance de VÉglise jusqu'd nos jours (París 1910); RAAB, K., Das Katechismus Problem in der katholischen Kirche (Friburgo de Br. 1034). En particular véase: MARTÍN HERNÁNDEZ, P., Catecismo Romano, en BAC, n.158 (Madrid 1056), con una buena exposición histórica sobre el desarrollo de este célebre catecismo (p.xxxivs).
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libros de piedad y ascética cristiana. De lo que en otro lugar hemos expuesto sobre el gran florecimiento de la literatura ascética, puede fácilmente deducirse el extraordinario influjo que estas obras de sólida piedad cristiana ejercieron en todas las clases de la sociedad. En todo este cúmulo de obras ascéticas y devocionarios se nos ofrece una imagen viva y palpitante, no sólo de la vida de piedad, sino juntamente del gusto barroco del tiempo. Baste recordar algunos nombres de autores de este género de libros ascéticos y de devoción: en España, Francisco de Osuna, Bernardino de Laredo y otros escritores franciscanos; Fr. Luis de Granada, Alonso de Cabrera y otros muchos de la Orden de Predicadores; el Beato Juan de Avila, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y otros carmelitas; Luis de la Puente, Alfonso Rodríguez, Eusebio Nieremberg y tantos jesuítas que publicaron excelentes libros de piedad, a los que debemos añadir a Santo Tomás de Villanueva, Beato Alfonso Orozco, el Venerable Tomé de Jesús, Malón de Chaide, Antonio Alvarado, Antonio Molina y otros muchos. Fuera de España, ante todo, se utilizaron abundantemente los libros españoles de ascética y devoción; pero, además, fueron apareciendo importantes obras destinadas a alimentar la piedad de los fieles. Tales son, entre otras, las obras del benedictino Ludovico Blosio (f 1566) y San Francisco de Sales, que tanto bien hizo con su Filotea y su Teótimo en Francia; San Pedro Canisio y Bernardino Vetweis, en Alemania; San Andrés Avelino, Lorenzo Scupuoli y San Roberto Belarmino, en Italia, e igualmente otros escritores ascéticos en los demás territorios cristianos. Al lado de la acción eficacísima de la literatura ascética, de los devocionarios y libros de piedad, debemos colocar la de la predicación cristiana, que en este tiempo de renovación católica fue tomando proporciones cada vez más grandiosas, hasta llegar a su verdadero apogeo a fines del siglo xvn con un Vieira, un Segneri, un Bossuet, Bourdaloue y otros oradores franceses Z5. En la segunda mitad del siglo xvi y primera del xvn podemos señalar de un modo especial: en España, los grandes oradores y misioneros populares Beato Juan de Avila, Fray Luis de Granada y Alonso Cabrera, así como también Santo Tomás de Villanueva, San Juan de Ribera y otros innumerables apóstoles del pueblo. En Francia obtuvieron grandes resultados la elocuencia del cardenal Du Perron (f 1618) y San Francisco de Sales. En Italia encontramos, además de los grandes predicadores populares capuchinos Bernardino d'Asti y otros muchos, algunos otros de significación, como Cornelio Mussus y el mismo San Carlos Borromeo. El más conocido fue el franciscano Francisco Panigarola, obispo de Asti. Finalmente, en Alemania, Miguel Helding, Leonardo Haller, Miguel Buchinger, Juan Rasser; los franciscanos Juan Ñas (f 1590) y Miguel Anisius (f 1599); los dominicos Ambrosio Storchhy y Juan Fabri; y de un modo especial los jesuítas San Pedro Canisio y Jorge Scherer, príncipe de los controversistas. 25 Sobre los grandes oradores véanse: LANGUEMARE, E., Bossuet el la société francaise (París 1010); GAZIER, A., Bossuet et Louis XIV (París IQ14); SOUDAY, P., Bossuet (París 1915); DRUON, H., Fénélon 2 vols. (Farís 1003-1006).
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4. Apogeo de los santos.—Con todo este ambiente de vida ascética, reforma cristiana y renovación católica, se explica que brillen durante este período en la Iglesia católica una verdadera pléyade de santos en todas las clases de la sociedad cristiana. Hasta tal punto es esto característico del siglo xvi y principios del xvn, que puede considerarse como uno de sus distintivos. Más aún: no sólo debemos considerar el gran número de santos de este período como síntoma y resultado de la renovación católica, sino como un medio providencial para realizar la gran obra de reforma que de hecho se operó en la Iglesia. Así aparece, ya en los umbrales de este período, con las flores de martirio que constituyen los mártires ingleses del tiempo de Enrique VIII, los santos Juan Fisher y Juan Moro, con tantos otros que regaron con su sangre la Iglesia de la Gran Bretaña, y más tarde, durante la persecución de la reina Isabel, Edmundo Campion y las demás víctimas de la fe católica. Como hemos indicado, todas las clases de la sociedad quedaron particularmente enaltecidas por la eximia santidad de algunos de sus representantes. En la cátedra pontificia de Roma destaca el gran papa San Pió V, que fue el que, apenas terminado el concilio de Trento, encauzó la reforma católica en toda su amplitud. Al lado de la sede romana vemos brillar santos insignes en las sedes episcopales de todas las naciones. A manera de muestras, citaremos: en Italia, a San Carlos Borromeo y San Roberto Belarmino; en España, a Santo Tomás de Villanueva, San Juan de Ribera, San Bartolomé de los Mártires; en Francia, a San Francisco de Sales. Más numeroso todavía es el coro de los santos destinados por la Providencia para la organización de las nuevas huestes de institutos religiosos y otras organizaciones similares, que debían ser, en manos de la Iglesia y de los papas, instrumentos eficaces para la obra emprendida de renovación y reforma. Tales son: San Cayetano de Tiene, San Ignacio de Loyola, San Felipe Neri, San Camilo de Lelis, San Juan de Dios, San Antonio María Zaccharia, San Jerónimo Emiliano, San Juan Leonardi, San Vicente de Paúl, San Juan de la Cruz. Pero no se agotan con esto los diferentes tipos de santidad que brillan en la Iglesia en este período. Podemos todavía añadir los grandes misioneros del temple de un San Francisco Javier, San Pedro Claver, San Francisco Solano, San Luis Beltrán y Santo Toribio de Mogrovejo. Asimismo, los grandes modelos de la juventud: San Luis Gonzaga, San Juan Berchmans y San Estanislao de Kostka, y los modelos de la clase sencilla: San Pascual Bailón y San Alonso Rodríguez. A todos los cuales debemos juntar un ejército de misioneros populares, religiosos ejemplares y modelos de vida cristiana, como San Fidel de Sigmaringa, San Lorenzo de Brindis, San Pedro de Alcántara, San Francisco de Borja, Beato Juan Sarkander, párroco de Holleschau, mártir de Cristo, así como también los mártires del Japón San Pablo Miki y compañeros. Mas también entre las mujeres brillan estrellas de primera magnitud, que contribuyen eficazmente a la renovación general de la Iglesia. Unas, como fundadoras de institutos de perfección y como insignes escritoras: la incomparable Santa Teresa de Jesús, Santa Angela de Méricis, Santa Juana de Lestonnac, Santa Francisca Frémiot de Chantal.
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Otras, con su elevado ascetismo, que sirve de savia y fermento para fomentar la piedad de los fieles, como Santa Magdalena de Pazzis, Santa Catalina de Ricci, Jacinta de Mariscotis, Ana del Puy, Santa Rosa de Lima y Santa María Ana de Paredes, de Quito. Indudablemente, el resplandor de la santidad es uno de los mejores símbolos de la renovación y estado floreciente del catolicismo en la primera mitad del siglo xvn. Lo mismo se confirma plenamente si ponemos ante los ojos los innumerables personajes que, aunque no han llegado al honor de los altares, desplegaron una intensa actividad en la reforma de la Iglesia y en la defensa de sus más legítimos intereses. Así, por no nombrar más que a algunos, en torno a los papas se distinguieron por su santidad y amor a la causa católica los cardenales Pole, Hosio, Baronio, Rustici, Salviati, Sanseverino, Sirleto y otros muchos ; los prelados Malespina, Bolognetti, Arigoni y otros muchos que tanto trabajaron desde la curia romana. Asimismo, los que tan activamente influyeron en la reforma de los diversos territorios: en Francia y Bélgica, Francisco Richardot, de Arras, y Antonio Havet, de Namur; en Alemania, Santiago de Elz, arzobispo de Tréveris; Daniel Brender, arzobispo de Maguncia; Otón von Truchsess, obispo de Augsburgo, y Ernesto de Baviera, arzobispo de Colonia; en España, Pedro Guerrero, de Granada; el cardenal Pacheco, de Jaén; Antonio Agustín, arzobispo de Tarragona; Martín Pérez de Ayala, arzobispo de Valencia. III.
SOMBRAS DE LA SOCIEDAD CRISTIANA
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Tal es, a grandes rasgos, la imagen de la sociedad cristiana de la primera mitad del siglo xvn, como resultado de la reforma católica que en ella se había realizado. Sin embargo, como ha sucedido siempre, al lado de los puntos luminosos, que tan brillantemente hacen aparecer ante nuestros ojos la imagen de este período, no podían faltar, como no han faltado nunca en los períodos más brillantes de la historia, algunos lados oscuros, que son las sombras de la sociedad cristiana del siglo xvi y principios del xvn. Como primera sombra o primer lado oscuro de este período debemos notar, ante todo, la oposición, antítesis y odio creciente entre las dos partes en que había quedado dividida la cristiandad en toda Europa. Esta oposición y odio eran el resultado de las propagandas que en todas partes se multiplicaban de parte de los diversos movimientos protestantes contra la Iglesia católica. En Alemania y en los países escandinavos, por parte de los luteranos; en Suiza, Francia y demás territorios donde se extendió la Iglesia reformada, de parte del calvinismo ; en la Gran Bretaña, de parte del anglicanismo; partiendo de la base de algunos abusos reales de la Iglesia católica, pero generalizando hasta lo inverosímil, desnaturalizando y torciendo multitud de prácticas y doctrinas católicas, se logró infundir en el pueblo sencillo y en las diversas clases de la sociedad una idea abominable del Papado y de 26 Además de las obras generales, véanse, sobretodo en lo referente a los procesos contra las brujas: SPRENGER e INSTITORIS, Malleus maleficarum 3 vols., 3.» ed. (1023); PAULUS, N., Hexenwahn and Hexenprozess (1910); SCHWARTZ, G., Die Entstehung der Hexenprozesse (1917); SOLDANHEPPE, Geschichte der Hexenprozesse, edit. por M. BAUER, 2 vols. (1912); CAUZONS, T H . DE, La magie et la sorcellerie en France 4 vols. (París igio-1912).
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los católicos. El resultado fue un odio encarnizado contra todo lo católico, que se va connaturalizando en las masas protestantes. De una manera semejante se va produciendo en las masas católicas oposición y una antítesis contra los innovadores, como reacción natural contra los daños que éstos van rápidamente infligiendo a la Iglesia católica. En las masas católicas no se hace distinción entre los innovadores o rebeldes, que son los verdaderos culpables, y todos los demás, que se sienten arrastrados por ellos. La pasión católica se dirige contra todos, sobre todo a medida que se va avanzando en la guerra mutua y se van excitando más los ánimos. El resultado es un odio general y exacerbado contra el protestantismo por parte de los católicos. Esta antítesis, odio y apasionamiento aparece plenamente en las grandes guerras religiosas de Suiza, Alemania y Francia, y de un modo particular en la sangrienta guerra de los Treinta Años. Es el triste resultado del levantamiento protestante; una sombra en medio de la luminosa visión del catolicismo renovado de la primera mitad del siglo xvii, que, aunque no destruye el brillo y valor real de los elementos positivos de esta renovación católica en la reforma interior, en las diversas ramas de la literatura eclesiástica y en el arte cristiano, oscurece no poco el esplendor de la imagen de conjunto del siglo xvn. Intimamente relacionado con este lado oscuro que acabamos de observar está el del célebre problema de la brujería y la brutal persecución de que fue objeto, característica del siglo xvi y principios del xvn. Se ha intentado dar una explicación de este fenómeno, que tanta sangre costó a innumerables víctimas inocentes, sobre todo en el centro de Europa. Se han presentado como posibles causas los odios cada vez más exacerbados de los partidos; la superexcitación religiosa de muchos círculos, que producía cierta angustia supersticiosa respecto de lo sobrenatural y de la otra vida; por otro lado, la aplicación de diversos conceptos bíblicos sobre el anticristo, el demonio y sus fuerzas misteriosas. Por todas estas razones u otras semejantes, el hecho es que, hacia mediados del siglo xvi, la creencia en las brujas, siempre latente entre los hombres, despertó con inusitada violencia, y, sobre todo en los territorios germanos, tomó rápidamente proporciones exorbitantes. Frente a un problema tan delicado, la autoridad civil inició los célebres procesos contra las brujas, que se desarrollaron con bárbara crueldad. Con esto, en vez de contener el avance de tan peligrosa plaga, más bien se contribuyó a que creciera más todavía. Por desgracia, hubo algunos escritores que con su exagerada impugnación contribuyeron a fomentar la brujería. Tales fueron, entre los católicos, Pedro Binsfeld, obispo auxiliar de Tréveris, y el jesuíta Martin Delrío, a los que se puede añadir al gran teólogo Gregorio de Valencia. Mucho más eficaz fue el fomento de la brujería de parte de los protestantes Juan Bodin y, sobre todo, Benito Carpzov, padre del derecho criminal alemán, quien, basándose en las leyes romanas contra la magia, proclamó la pena del fuego contra la brujería y la pena de muerte contra la adivinación. A multiplicar el número de víctimas contribuyó extraordinariamente la amplia aplicación del tormento, con el que se arrancaban los
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nombres de los compañeros o colaboradores. De este modo se fue multiplicando hasta lo inverosímil el número de los procesos y se fueron lanzando y ejecutando innumerables sentencias de muerte. Baste decir que, en conjunto, se calculan en solo Alemania en más de cincuenta mil el número de víctimas. Algo semejante tuvo lugar en Austria, Bohemia, Inglaterra, Escandinávia, Suiza, Francia y otros territorios. Es interesante la observación de que en Italia y en España, donde hubo también algunos focos de brujería, gracias a la intervención moderada de las Inquisiciones romana y española, se pudo fácilmente sofocar dichos movimientos. Pero ya en el siglo xvi se levantaron voces autorizadas contra la bárbara persecución de las brujas. Entre los calvinistas, protestó enérgicamente el médico Juan Weyer (t 1588). No mucho después protestó igualmente el profesor católico de teología Cornelio Loos (f 1595); pero sobre todo señalaron los abusos de los procesos contra las brujas el gran teólogo jesuita Adán Tanner y el eminente moralista, igualmente de la Compañía de Jesús, Pablo Laymann (f 1633). Pero el que impugnó con más vehemencia aquella locura fue Federico Spee, igualmente jesuita, con su Caución criminal 2 ?. Sin embargo, a pesar de estos lados oscuros y no obstante el desfavorable resultado de la paz de Westfalia para los católicos, la situación general del catolicismo al terminar este período era de un apogeo y renovación en todos los órdenes, si bien comenzaban a aparecer múltiples síntomas de relajación y decadencia. 2 ' SCHRSDER, E., Die Cautio
criminalis:
«Literatunv. J h b . d e r Gorrcsges.i 3 (1928) 134S.
ÍNDICE DE PERSONAS, LUGARES Y COSAS
A b i s i n i a 984S; unión 1065. Abogados, Inquis. españ. 967. Acomodación, Nóbili 992S. Adiafórica, cuestión 1061. Adoración Perpetua 1085. A d o r n o , Agustín 858. Adriano V I 672; contra el luter. 680; reforma 769S. África, misiones 982S. Aghelli, A n t o n i o 1035. Agreda, Nicolás d e 1005. Agrícola, Juan 1060. Agustín, Antonio 957 1036. Agustino d e A n c o n a 9°s. Agustinos 646S; reforma 840; recoletos 857; misiones 984 994 99°s 1005. Alba, d u q u e , contra Paulo IV 8 i 2 s ; Países Bajos 940. Alberto d e Austria, Bélgica 942; V d e Baviera 898S; d e Sajonia 644. Alcalá, sínodo 624S; Universidad Ó28s; profesores 629S; estudios 630; Colegios mayores i b í d . ; Políglota 632S. Alcántara, S. Pedro 841. AJcázar d e T o l e d o 1073Aldobrandini, card. 890. Aleander, Jerónimo, reforma 599, Alejandro V, d e Pisa 242S; VI 425S; elección 42Ós; retrato 428S; fastuosidad 430S; ligerezas 4 3 i s ; César, etc. 432S; pontificado 434S; vida m u n d a n a 435S; con Francia 437S,* T í t u lo «Católicos» 440s; su hijo Juan ibíd.; reform a 442s; con Savonárola 444S; excomunión 458; su hijo César 469S; cruzada 476S; m i siones 477s; otras activid. 481S; jubileo 482S; juicio d e conjunto 484S; misiones 977 979; VII, I n m a c u l . C o n c , Angola 982S 1054; Saúl i, San Alej. 839. Alemania, templarios 4 5 ; protestas antipontif. 13IS; concordatos 328S; reforma cat. 896S; luchas 900S; guerra treinta años 905S; paz d e Westfalia 912S; congreg. ref. agustinos 545. Alfaro, Pedro de 996. Alfonso d e Cartagena 6 4 8 ; d e Orozco, Bto. 1039. Alien, Guillermo 920S. Alpujarras 9 6 1 . Alumbrados, con protestant. 758; Inquisición españ. 969. Alvarado, A n t o n i o 1038. Alvarez d e Paz 1041. Alvaro d e C ó r d o b a 540; Pelayo 84S; defensa del P a p . 93S; II y IV del Congo 982. A m a n d u s , Pedro 746. A m a n t e s , guerra d e los 933. A m b e r e s , levantara. 939S 942. A m b o i n o , Javier 987Amboíse, conjuración 929. Ambrosio, oblatos d e S. 865S. Amico, Francisco 1032. A m o r Divino, Oratorio 766S. Anabaptistas 687S 756. Ana Bolena 720S; ajusticiada 730. Ana d e Austria, con L u i s X I I I 937S.
Anagni, declaración de 192S. Anales, de Baronio 1044S. Anatas 124S. Anchieta, Padre 1017S. Anderson, Gustavo, Suecia 74S; Lorenzo ibíd. Andrade, Padre 1000. Andreae, Jacobo i o ó i s 1062. Angeles, Juan de los 1038. Angélica Arnauld 871. Angélico, Fr. 364. Anglés, José 1029. A n g l i c a n i s m o 7175; desarrollo 728S; c o n Eduardo VI 733s; Isabel d e Inglaterra 7175; Jacobo I, etc. 921S; sectas 1059S. Angola 982S. Anhausen, unión de 902. Animuccia 1071. Anjou, duque de 931. Annotationes, de J. Eck 668. Antítesis religiosa 1089. Antitheses, de J. Tetzel 668. Antillas iooós; pequeñas ibíd. Antitrinitarios 1061. Antonino de Florencia, S. 346s. Antonio de Portacelí 637Antonio, rey de Navarra 929S; su m u e r t e 930. Anunciatas S34s. Apología, Augsburgo 686. Apóstoles, doce, francisc. 1004. Aquaviva, Rodolfo 991. Aragón, por Aviñón 203S; se u n e a R o m a 2 5 8 ; templarios 44S. Aranda, Pedro de 304S; concilio 605S. Argentina, misión 1014S. ^Vrias Dávila, Juan 305. Arias Montano 972S 1034. A r m a d a Invencible 889 921. Armenios, unión 338. Armenia, Bernardo de I O Í S Arminio, Jacobo 1063. Arnault, Antonio 895 1054Arrabiati, 453S. Arran, conde 739. Arras, unión de 942. A r t e s religiosas 1069S. Ascética, apogeo I037s; libros 1086; ediciones Cisneros 6355. Askew, Ana. 733 Asnira, Jorge 1065. Asti, Bernardino de 843Asunta, Colegio 637. Ataide, Alvaro de 989Aubert, Esteban 136. Audiencias, curia pontif. í 20. A u d i , filia, Bto. Avila 974Augsburgo, dieta y confes. 685S; Interim 693S; paz d e 694 806. Aureolo, Pedro 644. Autrecourt, Nicolás d' 644Austria, reforma cat. 9015; libertada 906S. A u t o s d e fe, Valladolid, etc. 760S. Auxiliis, congreg. d e 891S; fin 892 1052. Avancini, Nicolás 1070. Avelino, S. Andrés 838.
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Índice de personas, lugares y cosas
Aviñón I Q S ; explicaciones 23S: palacio 100; centralismo 115S; regreso a Roma i ó o s ; fin del cautiverio i 6 8 s ; vuelta definitiva 178; cisma 194S; personas insignes, confusión 207; Clemente VII 21 i s ; Benedicto XIII 214S. Ayala, M a r t í n de 954; Pedro de 957. Azor, Juan de 1035S. Azpilcueta, M a r t í n de 1035-
Bienaventurada V. M . , congreg. 877. 1 Binsfeld, Pedro 1089. Biblioteca Vaticana, Nicolás V 361S. Birkowski, Fabián 947Birmania-Pagu 994. Bizantinos 329S; en Ferrara 3 3 i s ; decreto d e unión 336S. Blanco, Francisco 957Blarer, congreg. $55 > Cristóbal, arzob. Basilea 949Blasco, Pedro 1038. Blosio, Ludovico 1038. Blount, Ricardo 1064Boccasino, Nicolás 143. Bockelson, Juan 688. Bohemia 280S 749; reforma cat. g o i s ; guerra treinta años 904S; liberada 906. Bolandistas 1048. Bolaños, L u i s d e 1015. Bolonia 156S; traslado de T r e n t o 795S. Bolsee, Jerónimo 714Bonagracia 75S. Bonhomini, Juan F e o . 949. Bonifacio V I I I 8s; sucesión 14S; proceso 2 6 s ; testigos 28s; suspensión 3 0 ; defensores 32s; IX 210. Bonner, perseguido 735 737Borbón, Juan de 538s; card. L u i s d e 934s. Borghese, card. 8 9 1 . Borja, Francisco 1040; papas 365S; Alfonso 3ó6s; Rodrigo 403S; electo papa 426S; card. con U r b a n o VIII.965; Juan, asesinado 44OS. Borneo 995, Borromea, alianza 949Borromini 1076; Francisco 1077. Bosio, Antonio 1046. Bossuet, historiador 1049. Bothwell, María Est. 925S. Bourges, pragmát. sanción 327S; suspensión 512. Braganza, virrey 9 9 1 . Brahmanes, P . Nóbili 993. Bramante, con Julio II 502; su obra 1072. Brandeburgo, Alberto 684 746S. Brasil, misiones 1017.S. Braunsberg, colegio jesuítas 946* Brébeuf, mártir Canadá 1010. Breintenfeld, batalla 910. Breviario, edición 835 882; revisión 894 954' Bríconet, Guillermo 579Briesmann, Juan 746. Brígida de Suecia, en Roma 111; su vida 173S; con Greg. XI 174S; fundadora 573. Brocar, A . Guillen d e 63 2s. Brócense, Inquisición españ. 972. Bronoux, A m o l d o d e 751. Brujas 4 2 3 ; Inocencio VIII ibíd. Brujería, Inquisición españ. 969S; en Europa 970; fenómeno 1089S. B r u n o , G i o r d a n o 951Buena M u e r t e , Padres 862S. Bugenhagen, N o r u e g a 744. Bungo, rey, Javier 989. B u r c k h a r d t i o s 12S. Buridano, Juan 644. Burgense 648. Bursfeld, congreg. d e 537. Bus, César de 866sB u s e n b a u m , H . 1036. Bzovius, A. 1045.
B a e n a , Isabel de 761. Balde, Juan 1070. Baldi, B e r n a r d m o 1070. Balcanes, desarrollo 948. Bálticos, Estados, protest. 945. Báñez, D o m i n g o 1027; cuestión de auxiliis 1053. Baracoa, diócesis 1006. Bárbara, Colegio Sta. 849S. Barberini, Maffeo 893. Barbo, card. 403 390S. Barbosa, Agustín 1037. Barcelona, tratado 684. Barcena, Padre 1015. Baii, arzobispo 186. Barnabitas 838S. Baronio, César 1044S. Barrios, Juan 1015. Barroco, estilo 1076S 1078S. Bartolomé, noche d e San 932. Barton, Isabel 727. Bascio, M a t e o de 841S 843S. Basilea, concilio 315S; contra R o m a 316 319$; aprobado 322S; en cisma 324s; antipapa 325Basilianos 947; reforma 1066. Bathory, Esteban 889. Bautistas 1064. Bayaceto, sultán 420; al papa 421. Bayanismo 1049S. Bayo, Miguel 1050S; desarrollo 105OS. Bayona, reunión de 930. Beatón, card. 738S. Beaulieu, paz de 933. Beccano, Martín, 1032. Beda, Noel 580; antiprotest. 7515. Belarmino, con Nóbili 9 9 2 ; card. 1026 1053. Belgrado, sitio y victoria 371S. Bembo, Pedro 515. Benavente, T o r i b i o d e 1004Benavides, Miguel d e 996. Benedetto d e M a n t u a 757. Benedictinos, reforma 99 537S 855S. Benedicto X I 143; m u e r t e 16; X I I 96S; reform a d o r 98s; palacio Aviñón i o o s ; m u e r t e 103; X I I I , cisma 214; en Aviñón 219S; fuga 222s; en Savona 224; en Pisa 2 4 1 ; en C o n s tanza 24&s; deposición 256; a Peñíscola 258. Bergen, libro de 1062. Bernardíno de Siena, San 31 i s 348 528 542S. Bernardino, Beato 5 9 1 ; d e Feltre, reformador 588. Bernardo, congreg. d e San 856. Bernini, Lorenzo 1077; Pedro 1076 1078. Bérulle, cardenal 864S; escritor 1043. Bessarión, card. 33 i s 333s; humanista 1019. Betanzos, D o m i n g o de 1005. Beza, T e o d o r o 71 ss. Bialobrzeski, M a r t í n 947. Biblia, d e L u t e r o 677S. Bíblica, exégesis 1033S. Bidermann, Jacobo 1070. Biel, Gabriel 645.
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( c a b r e r a , Alonso de 1038. Calderón de la Barca 1071.
índice de personas, lugares y cosas Calendario, reforma 886. California, Baja 1008. Calixt, Jorge 1062. Calixto III 365S; con los nacionales 368s; cruzada 3693; nueva llamada 373s; m u e r t e 377. Calvario, congreg. N t r a . Sra. 870. Calvinismo, unión con ortodoxos 1067S. Calvino 706S; en Ginebra 7o8s; organización 712s; apogeo 713S; fuera d e Suiza 715; m u e r te 716. Cámara Apostólica 119S. C a m b a c u n d o n o iooos. Camilo d e Lelis, S. 862S. Camilos 862. Campegio, card. 681 72 i s 77o. Campesinos, guerra 682. Campion, E d m u n d o 9 2 1 . Canadá, misión ioogs; mártires 1010. Cancillería Apostólica 119; reforma 775. Candía, Pedro d e 645. Cano, Melchor 781S 802 9 5 8 ; escritor 1024 io43s. Canónigos regulares, reforma 857. Cantalapiedra, M a r t í n d e 1034Cañas, Padre 1008. Capistrano, S. Juan d e 311 3 7 i s . Capránica, card. D o m i n g o 3 1 8 ; con Nicolás V 349; papable 378S. Capuchinos 841S; contratiempos 842S; reacción benéfica 844S. Caracciolo, S. Francisco 858. Carafa, Juan Pedro 766; fundador 8 3 8 ; card. 774; papa 809; card. Carlos 81 i s ; contra E s p a ñ a 8 i 2 s ; intrigas 8155; nuncio 907. Cárceles, Inquisición españ. 967. Cardenalicio, colegio 1080. Caridad, confraternidad 766. Caridad, hijas d e la 87OS. Carlos Borromeo, S. 876. Carlos IV, emper. 140S; Univers. Praga 281S; V, frente a L u t e r o 675S; edicto d e W o r m s 677; confes. Augsburgo 8 8 5 ; coloquios religiosos 689; con Mauricio d e Saj. 694S; Países B. 755s; Conc. T r e n t o 788s; Yuste 812; en España 960; V I I , d e F r . , con Juana d e Arco 3 1 3 ; contra Basilea 327; VIII, contra el papa 437S; Santa Liga 439S 41 gs; con Savonarola 4 5 i s ; IX 928s; noche d e S. Bartolomé 932; m u e r t e 933*. L d e Inglat. 923S; ajusticiado 924; en Escocia 926S; II, de Ñ a póles 62. Carmelitas, reforma 541 647S; Descalzas 8 7 1 ; misiones 994. Carnesecchí, P e d r o 951Carpzov, Benito 1039Carranza, Bartolomé d e 958 964 975Carracci, L u i s 1074Carrillo, Alfonso 300 603. Cartíer, Canadá 1009Cartujano, Ludolfo 657; Dionisio Rickel 657S. Cartujos, anglicanismo 727Carvajal, Juan d e 328 3441 legado pontificio 3 7 i s ; con Pío II 3 8 8 ; Luis d e 1029. Casal, Gaspar 1033. Caspe, L u i s d e 1029. Castaño, Bartolomé 1006. Castas, India 993. Castilla, templarios 44S; cisma d e Occidente 197S; por Aviñón 199S; se u n e a R o m a 2 5 8 ; N u e v a 1012. Castañiza, Juan de 1038. Castillo d e Villalpando 958. Castro, Alonso d e 958 1023. Catalina d e Genova, Sta. 5 9 1 ; d e Siena, Sta.
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173S; en Aviñón 177; por U r b a n o VI 2o6s; colegio Sta. 637; de Aragón 719S; Bora 679; de Médicis 928S; noche S. Bartoí. 932S; regente 929S. Catarino, Ambrosio 1021. Catecismo tridentino 882 1085. Catecismos 10855. Catoldino, Padre 1016. Católicos, Reyes, G r a n a d a 431S; con Sixto IV 41 os; cualidades 6o6s; reforma 609S; p a t r o nato 61 i s ; los obispos 6133; Cisneros 6 i 6 s ; Universidad Alcalá 628S. Cattaneo, P a d r e 998. Cavellus, H u g o 1029. Cayetano de T h i e n e 593 766; fundador 8 3 8 ; T o m á s de Vio 4 9 5 ; V concilio de Letrán 50OS; con L u t e r o 670; escritor 1020. Cazalla, María 7593; Pedro y Agustín 760S. Cebrián, Alonso de San 540. Cecil, William 9 i 8 s . Cecilio, col. San, G r a n a d a 637. Célebes 995. Celibato eclesiástico, T r e n t o 830. Cellet, Ludovico 1048. Centroamérica, misiones 10073. Centuriadores 1044. Cepeda, T e r e s a d e 872. Cervantes, Miguel de 1031. Cervíni, card. 8 0 8 ; reformas ibíd.; m u e r t e 809 780. César, Borgia, deja el cardenal. 469S; campañas en Romagna 47OS; últimos triunfos 4 7 2 ; ruina 475s. Cesarini, card. 3*5S. Cesena, Miguel d e 74S; cismático 76S; con Luis de Baviera 87S. C e ü á n 995. Cibo, Juan B. 4.17, Ciencia, Inquisición españ. 97IS. Ciencias, teólogos, etc. 957s i o i 8 s . Cinaloa, misión 1005. Cipriano d e Valera, protest. 761. Ciruelo, Pedro 694Cisalpino, A n d r é s 9 5 1 . Cisma de Occid. 20 I 8 I S ; problema 182S; p r i n cipio 192S; división I 9 5 s ; Universidad París 2 i i s ; consecuencias 230S; relajación 235S; tres obediencias 2415; M a r t í n V 259S; d e I n glaterra 719S; consumado 723S; E d u a r d o V I 733S; restablec. del cat. 914S; Isabel 9 i 7 s ; Jacobo I, etc. 921S. Cisneros, Francisco Jiménez d e 6 i 6 s ; reforma regul. 619S; obispo d e T o l e d o 622; sínodos 624S; U n i v . Alcalá 6 2 8 ; Poliglota 632S; libros ascét. 635; Colegios formación 63 7s; reforma teología 638S; en Portugal 640S; su vida 7 6 8 ; con humanistas 9 7 1 . Cistercienses, reforma 98S 956S. Claustra, relajación iogs. Clemente V 14S; proceso Bonif. VIII 26s; contra los templarios 33S; contra él 39S; comisión pontif. 41S; abolición 4 7 s ; concilio d e Vienne 52s; relaciones con el I m p . 6 i s ; j u i cio d e conjunto 6 s s ; VI 103S; corte aviñonesa 105S; termina palacio i o 6 s ; jubileo 110; con el I m p . m s ; m u e r t e 114; V I I , papa d e Aviñón, 194S; actuación 2 i i s ; V I I , p a p a d e Roma, frente al luter. 6 8 i s ; con E n r i q u e V I I I 72OS 726; reformas 77OS; V I H 8ox»s; con I n glaterra 922. Clementina, Biblia 890. Clericos laicos, bula 15. Clérigos, formación 829; Regulares 838 858S. Cluny, reforma siglo x v 538s.
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Índice de personas, lugares y cosas
Cochlaeus, contra L u t e r o 673. C o d e o , J u a n 1021. Cochín, Javier 987. Cochinchina 994S. Cognac, liga 683. Cola di Rienzo 23 I 4 3 s ; infatuado 1455; en la Inquisición 148S; trágico fin 152S. Colectores 126S. Colegios, formación sac. 637S. Colet, Juan 7 i 8 s . Coligny, almirante 929S; asesinado 93 2s. Colombia, misión 1010. Colonia, Universidad contra L u t e r o 672; p r o testantes 690; luchas ref. catól. goos; congreso 911 s. Colorína, cardenales 17S; rehabilít. 19; absolución 3 2 ; O d ó n 260 306S. C o m a piaña, cuestión 1051. Combesis, Francisco 1047. C o m m e n d o n e , n u n c i o 946. C o m p i é g n e , edicto 754. Compactata, husitas 297. C o m p a ñ í a d e Jesús 845S; Ignacio d e L o y o la 850S; características 851S; expansión 852S; colegios 854. Compañía d e M a r í a 876S. C o m u n i ó n bajo dos especies 822S 824. Concepción, Pablo d e la 1028. Conciliarismo 231S 232S 306S; concilio d e Basílea 315S; posteriormente 322S; Pío II contra él 381S; conciliábulo d e Pisa 493S. Concilios, conatos ref. 7695; historia 1046S. Concordatos 328S. Concordiae, fórmula 1062. C o n d e , L u i s 930S. C o n d r e n , Carlos 865 1043. C o n d u l m e r , Gabriel 314. C o n g o 982. Congregacionalistas 1063. Congregaciones, d e reforma 5345; pontificias, Sixto V 888 1080; marianas 1082. Coninck, Egidio 1032. Conjuración d e la pólvora 922. Conquistadores, abusos 980. Consejo d e Indias 979. Consistorio apostólico 120. Constantinopla, peligro 3 2 0 ; fin 340; caída 354S. Constantino Ponce 7 6 1 . Constanza, concilio 244S,* votos 247; decretos 2 5 i s ; conciliarismo 2535; elección M a r t í n V 259S; reforma 261S; concordatos 2 6 2 ; tiranicidio 2 6 3 ; flagelantes 2 6 5 ; conclusión 2 6 6 ; contra H u s 288s; m u e r t e e n el fuego 293. C o n s u m a d o , m a t r i m o n i o 72 i s . Contarini, card., reforma 598 7735 7765. Contrarreforma 762 763S 898. C o n t r a r r e m o n s t r a n t e s 1064. Conventuales, francisc. 542 840. Conversos, Inquisición 969. C o p , Nicolás 707S 752s. Copérnico, Nicolás 1054S. Córdoba, A n t o n i o 1029; F e r n a n d o 649. Coriolano, Francisco d e 1029. C o r n a r o , obispo d e 768. Corneille, P e d r o 1070. Cornejo d e Pedrosa, P e d r o 1028. Coronel, Pablo, 632. C o r p u s , Catholicorum 1021 1025. Corrarío, Ángel 2 2 8 ; n o va a Savona 299S. Correa, A n t o n i o 1014. Corrionero, A n t o n i o 857. Corvino, Matías 399$; últ. actos 4203.
Costa Rica, misión 1008. Covarrubias, Antonio de 9645 1036. Couoy, edicto 753. C r a m a u d , Simón d e 226S. C r a m m e r , T o m á s , arzob. C a n t o r b e r y con E n rique VIII 723 724 7 3 i s ; con E d u a r d o V I 734s; calvinista 737s; ajusticiado 916 917. C r e m a , Bautista d e 767. Crescenzi, arquitecto 1078. Criptocalvinismo 1061. Cristiano II y III 743s; IV 907S 943. Cristina d e Suecia 944S. Cristo, isla d e 1007. Cromwell, canciller 723S; contra religiosos 727S; con E n r i q u e VIII 7 3 i s ; en el cadalso 7 3 3 ; Oliverio 924S. C r u z , Alfonso d e la 1011; Francisco d e la 1005. Cruzada, d e 1355 i ó i s ; bula d e 357s; d e C a lixto III 369; d e Pío II 3 8 6 ; e n Vienne S4S. C u a r e n t a horas 1084 1085. C u b a 1006. Cuesta, A n d r é s d e 957. C u i u s regio... 694 913. C u l t o , esplendor 1079. Cultura, decadencia i o s . Curia, d e Aviñón n g s ; fiscalismo 1 2 1 ; colectores i 2 6 s ; cisma d e Occid. 1943; reform a 7 7 5 ; nueva organiz. 1080. Cusa, Nicolás d e 655S 1019. Cusani, M a r c o s d e Sadis 866. Cyran, abad d e San 8 7 1 . Cha co, región 1016. C h a c ó n , P a d r e 1045. Chateaubriand, edicto 754. Chieregati, Francisco 6 8 1 . Chile, misión 1014. C h i n a , Javier 989S; misión 997S. C h i p r e , templarios 45. O a i f u s a m a , Japón 1002. D'Ailly, Pedro, cisma 2 i 2 s 232S; en C o n s tanza 250S; nominalista 645. D a m a s , paz d e las 684. D ' A m b o i s e , card. 568S; reforma 569S. D a n t e Alighieri 62s; ante el e m p e r a d o r 63S. Darien, Santa M a r í a d e 1008. Darnley, M . E s t u a r d o 925. Dataría, reforma 775. Decretos tridentinos 836. Decadencia, disciplina ecles. 53 2s. D e d e r o t h , J u a n 537s. Defensa, Inquisición españ. 967. Defensor pacis 82S. Delfino, Juan A n t o n i o 1022. Delrío, M a r t í n 1089. Demarcación d e Indias 478S. D e m e t r i o , falso 9 4 8 ; u n i ó n 1068. Denuncias Inquisición españ. 966. D e r e c h o canónico, desarrollo 1036. Descalzas, carmelitas 8 7 1 . Descalzos, franciscanos 8 4 1 ; mercedarios 857. Despojo, derecho 125. Dessau, liga d e 682. Destrucción d e las Indias 9 8 1 . Devay, M a t e o , protest. H u n g r í a 748. Deventer, Devotio m o d . 546S. Devociones, nuevas 1084. Devotio m o d e r n a 545s; espiritualidad 5 5 i s ; rasgos típicos SS8s; contra erasmismo 5593. Deza, D i e g o d e 6155.
índice de person r, lugares y cosas D i a m p e r , sínodo 992. Diego, rey C o n g o 982. D i e z m o , en Vienne 56S. Diezmos 124. Dinamarca 742s; luteran. 743s; desarrollo p r o testante 943. D i p l o m a s pontif. 119. Discusiones protestantes 1058S 1062S. Disidentes anglicanos 1063. Divina Comedia, contra Aviñón 22. Divino, origen del episcop. 825S 829; A m o r , C o m p a ñ í a 587S; su origen 590s; en R o m a 592s; estatutos 594s; en Ñapóles 596; su significado 598; discípulos 599S. Doce apóstoles, P e r ú 1013. Doctrinarios 266s. Dolet, Esteban 753. Domenichi, D o m e n i c o dei 389. Domenichino 1074Domenici, Fr. Juan 539. Dominicos, reforma Bened. X I I 99S; d e I n o cencio VI 137; siglo xv 539S; Filipinas 996s; China 1000; Méjico 1005. Dominis, M a r c o A. d e 95 r. D o n a u w o r t h , sucesos d e 90 i s . Douai, col. inglés 921. Dschem, sultán, con Inoc. VIII 420S. Dubois, Pedro, contra Clem. V, etc. 39S. Duesa, Jaime 68. D u m u l i n , Guillermo 751. D u Perron, David 1026; contra galican. 1057. D u r a n g o , herejes de 301S. D ü r e r , Alberto 1074. D u r u e l o , descalzos 873. Duvergier d e H a u r a n n e , Juan 8 7 1 . E c k , Juan, Annotationes 669S; disputa d e Leipzig 670S; proceso d e L u t e r o 673S; coloquios relig. 689S. Eckhardt, maestro 649S. Ecolampadio 702S. Ecuador, misión 1013Edad M e d i a 8. Edad N u e v a 8s¡ carácter 9s. Eder, Carlos, sobre España 960. E d u a r d o III d e Inglaterra 27os; VI 733s; fin 738. Egidio d e Viterbo 499S; R o m a n o 647; doctor 7 6 1 . Egmont, conde 939S; ajusticiado 940. Ejercicios espirituales, M a n r e s a 847S; Javier, etcétera 850S; espiritualidad 1040 1085. Emser, Jerónimo, contra L u t e r o 673. Encarnación, congreg. d e la 8 7 1 . Encomiendas 117S. Eneas Silvio Piccolomini en Basilea 326S; por el papa 345; sus méritos 379s; conversión 380; elegido papa, Pío II 380S; con C a lixto I I I 373S. Enfermos, O r d e n e s 86os. Enrique V I I , emper. 62; coron. 64S; II, d e Francia, Catalina d e Médicis 752; antiprotest. 754s; III 931 933s; asesinato G u i s a 934; m u e r t e 9 3 5 ; d e Valois 946; IV, su conversión 935S; reinado 934s; d e Navarra 891 934s; V I I I , d e Inglaterra 719S; divorcio 720S; consuma el cisma 723S; martirios 727S; fórmulas 730S; contra luteran. 732s; libro del rey 723S; fin 7 3 3 ; en Irlanda 7 4 i s ; o b . Congo 982. Enriques, guerra d e los tres 934. Epila, Juan d e 300. Episcopado, origen div. 8258 829.
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Erasmistas españ. 759. E r a s m o 559s; carrera 560S; reforma teología 561S; amigo reformad. 599S; frente a L u t e r o 680; contra Zuinglio 7 0 1 ; en Inglaterra 7 i 8 s ; Inquisición españ. 971S; escrit. 1019S. Eremitas, franciscanos 242; San Agustín 857. Ernesto d e Baviera, Colonia 901S. Escocia 738S; Carlos I 923S 924S. Escolapios 859S. Escolástica, siglo xiv 642S. Escorial, El 1073. Escotístas, escuela 645S 1028S. Escoto, Juan D u n s 645S. Escritura, doctrina de Wicklif 275s 784; enseñanza 787. Escuelas Pías 859S. Esmalkalda, artículos 688s; guerra 692S. España, proceso templarios 43s; contra curia pontif. 134S; con Sixto IV 410; Liga santa 495s; batalla d e Ravena 497; congreg. reforma agust. 545; renovación ecles. 6 o i s ; clero 6o2s; prelados 603S; Reyes Cat. 6o6s; los obispos 613S; Cisneros 6 i 6 s ; ref. cultural 627S; protestantismo 758s; prerreforma 765S; desarrollo relig. 952S; reforma cat. ibíd.; santidad, etc. 956s; particip. T r e n to 9S7s; defensa catolicismo 959s; misiones 978S; África 98 i s . Especies, comunión bajo dos 822 824. Espina, Fr. Alonso d e 305 529S. Espira, dieta 685. Espirituales, Juan XXII 7 i s ; condena fraticelos 7 3 ; pobreza de Cr. 73S. Esquiu de Floyran 36. Estados pontificios, reconquista 149S. Esteban, convento d e San 540 1023. Estella, Diego d e 1038. Estius, Guillermo 1032 1035. Estonia, con Suecia 945. Estoutville, legación 352S. Estrasburgo, reforma cat. 9 0 1 . Estrecha observancia, congreg. cisterciense 856S. Estuardo, María, en Escocia 739; en Inglaterra 920S; su culpabilidad 925S. Eterna sabiduría, Asociación 839. Eucaristía, doctrina d e Wicklif 274s; T r e n t o 8 0 1 ; comunión bajo dos especies 822S 824; devoción 1083. Eudistas 869S. Eugenio IV 314S; concilio Basilea 3 1 5 ; corona a Segismundo 3 2 i s ; aprueba concil. Basil. 322s; cisma y antipapa Félix V 324S; concilio Ferrara-Florencia 329S; m u e r t e 340. Eurico IV, Suecia 943. ExecrabiÜs, bula de Pío II 381. Exentos, benedictinos belgas 855. Eximenis, Francisco 648. Expectación 117S. Exposición Santísimo 1085. Exsurge, Domine, bula 674. Extremaunción, T r e n t o 803. F á b e r , Felipe 1029; Juan 901S. F a b r o , Pedro 850S. Fano, J u a n de 842S. Farell, Guillermo, en M e a u x 579; con Calvino 709S; en Francia 750S. Farnesio, Alejandro, contra E n r i q u e IV 93 6s; en los Países B. 942S; Pedro L u i s 796. Febronianismo 1058. Federico III, por Eugenio IV 3283 344»; coro-
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índice de personas, lugares y cosas
nación 3 4 8 ; con Sixto I V 4 1 1 ; I, d e D i n a marca 7425; V, calvinista goós; el Sabio 670. Felipe N e r i , San 863»; II, guerra contra P a u lo IV 8 i 2 s ; fin 8 1 4 ; en Inglaterra 916 9 1 7 ; A r m a d a Invencible 9 2 1 ; contra Enrique IV 935s; Países B. 939S; apoya concilios 955S; defendía catolicismo 959S; síntesis 960S; contra el Islam 961S; guerras relig. Francia, Países B., etc. 962S; Filipinas 9 9 6 ; III, síntesis 962S; IV, el Hermoso, de Francia 14S; exigencias al papa 19S; contra Bonif. VIII 26s; proceso templarios 33S; abolición 37S. Félix V, antipapa 325S. Femeninos, Institutos relig. 870S. Fermo, Serafín de 767. Fernández, Gregorio i o 7 5 ; Pecha, Pedro 5 3 5 ; Padre, con Nóbili 992S. F e r n a n d o el Cat., contra franceses 439s; sus cualidades 607S; I, emper. 6 8 4 ; en Bohemia 749; en T r e n t o 822; tercera etapa 827S; reforma cat. 897S; II, 905S; guerra treinta años 9o8s; m u e r t e 9 1 1 ; III 91 i s . Ferrante, d e Ñapóles, contra Inoc. VIII 418. Ferrara-Florencia, concil. 329S; Filioque, d e creto de unión 336S; con otras iglesias 338s; fin 339; unión efímera 339. Ferrara, Silvestre d e 1020. Feudalismo, ruina n s . Fiestas cristianas, siglos v u s 1081. Filioque, discusiones 333S. Filipinas 995S. Fillutius, V. 1036. Firando, Javier 989. Físcalismo, curia pontif. I 2 i s ; sus artífices I 2 i s ; beneficios 123S; consecuencias 129S. Fischart, Juan 1070. Fisher, Juan S. 7 i 8 s ; mártir 728. Flacio ílírico 1044; doctrinas 1060. Flagelantes 107S 265. Flagitiosum scelus, bula i s s . Flandes, congreg. belga 855. Fleix, tratado de 933. Fleury, Cl. 1049Florencia, concilio F e r r a r a - F l . 333.s; con Sixto IV 4o8s; guerras antipontif. 409S; con Savonarola 44 6s, Fonseca, Pedro de 1030; Cristóbal 1040. F ó r m u l a d e fe anglicana 731 733. Fortalitium fidei 305 530. Fossombrone, Rafael y Luis 841S; defección 843. Fournier, Jacobo 97. Fourrier, Pedro 878. Francia, cisma Occid. 196S; con Bened. X I I I 214S; contra él 229S; con Eugenio IV 327S; primeras reformas 564S; el clero 5Ó5s; reformadores 569S; protest. 750S; primeras medidas 75*s; guerras religiosas 928S; E n rique IV 935S; L u i s X I I I 937s; sucesores 938s; concil. T r e n t o 819 821 826S; dificultades 831 s. Francisca Romana, Sta. 312. Franciscana, escuela 1028S. Franciscanos, reformas 5 4 i s ; contra anglicanos 727S; nuevas ref. 840S; misiones 994 995 1000 1004 1009 IOI4Francisco de Borja, S., Inquisición españ. 9 7 4 ; Javier, S., M o z a m b i q u e Q83; India g86s; Goa 987S; Japón 988s; m u e r t e 990; de Paula 536; de Sales, S. 878S 949; escritor 1042S; Solano, S. 1015; I, de Francia, guerras en Italia 51 i s ; frente al protest. 75is. F u e n t e s d e la fe cat., T r e n t o 784.
F u e n t i d u e ñ a 958, Funai, Javier 989Fundaciones, libro d e 874. Cjrago, P., Japón 1000. Galicanismo 233$ 564S; movimiento de reform a 567S 1057S. Galileo, proceso 895 1054S. Gandía, d u q u e asesinado 44OS. Gante, pacificación de 9 4 1 ; Pedro d e 1004S. Garcés, Julián 1006. Garcilaso d e la Vega 1071. Gardiner, perseguido 735 737. Garnier, Juan 1048. Geiler de Kaysersberg, Juan 530. Geisberg, Francisco, abad 703. Gelnhausen, Conrado 232. Gentile, Valentín 1061. Georgia, misión 1009. G e r m á n , Paz de San 9 3 1 . G e r m a n i , M a r i n o 1022. Germánico, colegio 885. Gersón, Juan, cisma 233S; nominalismo 6 4 5 ; místico 653S. Ghisleri, Miguel 8 8 1 . Giberti, Juan M a t e o 768. Gil de Albornoz, card. 149S; Estados pontif. 152S; nueva constitución I55s; con Visconti 157s; fin 158S; Cristóbal 1032; de Viterbo 840. Giovio, Paulo 515. Goa, Javier 987S 989S; sede metropol. 9 9 1 . G o b i e r n o eclesiástico Aviñón H 5 s ; p o r la u n i dad n 6 s ; organización 119S; fiscahsmo i 2 i s ¡ protestas 130S. Goes, H n o . 99 r. G o m a r , Francisco 1063. Gomaristas 1064. G o n d i , obispo París 1057 1085 1057; Felip< M a n u e l 867; Juan Francisco 868. Gonzaga, Hércules 768; Julia 757. González de Mendoza, Pedro 603S; Juan Bta 857Gonzalo de C ó r d o b a 439S. G o ñ e , José, Pedro d e O s m a 3 0 1 . G o t , Bertrán d e 17. G o t h a - T o r g a u , alianza 682. G r a d a n d e la M a d r e de Dios, Jerónimo 1042; Baltasar 1071. G r a n a d a , F r . L u i s de 1038; conquista d e 4 2 i s ; fiestas en R o m a 422S; Inquisición españ 974; N u e v a 1010; arzobispo 1050. Gravamina, de Alemania 373S 1084. G r a y , Juana 915. G r e c o , El 1075. G r e c o - r o m a n o , arte T072S. Gregoriana, Universidad 885. Gregorio XI i 6 8 s ; contra los Visconti 169S; contra Florencia I 7 i s ; Sta. Catalina de Siena 173S r75s; vuelta definít. a R o m a 178S; contra Wicklif 273S; X I I 227s; defección cardenales 238S; concil. Pisa 239S; en Constanza, abdica 256S; XIII 884S; noche de San Bartolomé 9 3 2 ; misiones 977s; X I V 8 9 0 ; X V 893. Gregorovius, sobre Aviñón 2 1 ; sobre Sixto IV 401. Gretser, Jacobo 1026. GriegS, Iglesia, u n i ó n io66s. Groóte, G e r a r d o 545S; predicación 547S; n o fue pedagogo 550; «devotio moderna» 5 5 i s ; cañón, regul. d e W i n d e s h e i m 553S. G r o p p e r , Juan 1021. Grossí, Juan, reform. 5 4 1 .
índice de personas, Grünewald, Matías 1074. Guatemala, misión 1007. Guayra, misión 1015. G u d n o w , zar 948. G u e r r e r o , P e d r o 768; con S. Juan de Dios 861 s; en T r e n t o 957. Guevara, A n t o n i o d e 1038; Juan de, protest. 759 1033Guillerminos 7 1 1 . Guinea 983. Guisa, d u q u e , con Paulo IV 813S 92gs; Enriq u e de 9 3 4 ; María d e 924S. Gustavo, Adolfo d e Suecia 909S 9 4 4 ; victorias 910; m u e r e ibíd.; Vasa, protest. 744S. Guzmán, Martín de 841. H a b e r t , Isaac 1048. Haití, misión 1003S. H a r d o u i n , col. concil. 1046. Hébridas, A n t o n i o d e 874. HeideJberg, biblioteca 906. H e m m i n g , Nicolás 943. H e n r í q u e z , Inés 870. H e r b o r n , Nicolás 1021. H e r n á n Cortés, Méjico 1004S. H e r n a n d o d e Talavera 613S. H e r p , E n r i q u e 656S. Herrera, F e r n a n d o d e 1 0 7 1 ; Francisco 1029; Juan, El Escorial 1073S; el M o z o 1078. Hertling, sobre el protest. 696S. Hess, Juan, protest. 749. Hessen, Felipe von, guerra campesinos 682S; reforma 6 8 4 ; anabaptistas 688s; guerra Esmalkaida 692S. Heterodoxos, movimientos 1049S. Hidetada, emper. Japón 1002. Hijas d e la Caridad 879S. Hispaniola, misión 1003S. Históricas, ciencias 1043S. Hochstraaten, Santiago 669. Hoffmann, M e l c h o r 687 756. Hojeda, Bartolomé d e i o i o s . Holanda, c o n Guill. d e O r a n g e 94IS; indepcnd. reconocida 942. Holbein 1074. H o n d u r a s , misión 1007. H o r n 939S; ajusticiado 940. Hospitalarios, reforma 137S. Hospitales, O r d e n e s 850S. Huelgas, monast. d e las 870. Huerga, Cipriano de la 1034. Hugonotes, calvin. 75OS; guerras relig. F r a n cia 928. H u m a n i s m o 342s; con Nicolás V 360S; cristiano 599S 1019S. Humanistas, su conducta 584S; Inquisición españ. 971 s. Hungría, Sixto IV 4 1 1 ; protestantismo 748. H u n y a d i , J u a n 371S. Hurald, arzob. 1057. H u r t a d o , F r . Juan, reform. 540; d e Mendoza, Diego 958 1071. H u s , Juan 28os; Bohemia y Praga 2 8 i s ; maestro en Praga 283S; excomulgado 2¿6s; en rebeldía 287S; Constanza 288s; proceso 290S. Husítismo 280S; triunfa con el cisma de Occidente 284S. H u t t e n , contra R o m a 675. I g n a c i o d e Loyola, S. 767S 8455; en M o n t s e rrat 847S; estudios 849S; funda la O r d e n 850S; expansión 852S; m u e r t e 8 5 4 ; Inquisi-. ción españ. 9 7 3 ; místico 1040.
- osas
1097
mayor 630S. . i m o 38. < llemente V 6 i s ; contra el papa mipio 634S. 1 n 985S; después d e Javier 990S. 10 de 979. n>s prohibidos 820; Inquisición I
i uestión 666s; bula romana 6 7 0 ;
I
1063.
I
iiplarios 4 5 ; contra la curia p o n A cisma d e Occid. 217S; contra , Higlo xvi 7 i 7 s ; anglicanismo l'lccim. del catol. 914S; Isabel
I
\ Trica 983.
II
ido.
It
.incepción, Sixto IV 4 1 3 ; en , cuestión 1053 1083. 1 (S«; reformador 136a; con C a s «iii e! emper. 141S; Gil Albornoz .MUS; VIII 4 i 6 s ; cruzada 420S; 1 'i; Savonarola 424S; m u e r t e 4 2 5 ; lira el jensenismo 895. mlicval contra templarios 3 7 s ; 1.1 ile Arco 3 1 3 ; españ. 4 i i s ; mtm 412; principio 9663; proce, penas 9675; resultados 969S; t.ilitiad 9 7 i s ; romana 776 9 5 0 ;
Ii
11 * luluo.
IiiHpirin IriHtituí
il
Í n t e r t ••
IHIIU 478S.
ínterin I 11 tahona 690; de Augsburgo 693S. Invierno, » 1. >><>U. Irlanda '/•!<"• ' luardo VI 7 4 1 ; con la reina IHUIHI
•
's.
INIIÍK-I la < lüh 1 s virtudes 607; Clara Eugeniu, Hrlyi, t de Inglaterra 917S; medidas anii ;; muerte 9 2 1 . Isidro, niunji 1 .1. . ..m 761S. Inlundia, pjultottiiitiHino 744. hiilia, templiiiioH 4 ^ ; contra la curia pontif. 132S; cormtnN de reforma 5 8 i s ; h u m a n i s m o S84S; clérigo* relajados 585S; reacción reformativa 5H7»; (Compañía del Div. A m o r S90s; protestan! tamo 757S; desarrollo relig. 950S. I van IV el (*rin'l 947S. J i u o b o I de Inglaterra, ayuda al prot. alemán 907s 9 2 i s ; contra Belarmino, etc. 922s; en Fscocia 926; en Inglaterra 1063. Jucobitas, unión en Florencia 338 1065. Jamaica, misión 1006. Janow, Matías de 282. Jansenismo 1054Japón, Javier 988S; después de Jav. iooos; persecución I002S. Javellus, Crisóstomo 1020. Javier, Francisco S., con S. Ignacio 850S; a las Indias 851S; India antes de Jav. 986S; llega a la India 987S; Pesquería, etc. ibíd.; al J a pón, etc. 988s; muere 989Jerónimo, Emiliano S. 839; orden españ. d e San 535s; Compañía de San, reforma 5885; compañía secreta 589S; de Praga, c o n Juan H u s 283; m u e r t e 294. Jerónimos 535; protestantes Sevilla 761S. Jesi, Francisco de 844. Jesuatos 534.
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índice de personasK lugares y cosas
Jesuítas, véase Compañía de Jesús; en el C o n go 982; Angola 9 8 3 ; en M o z a m b i q u e 984; en Filipinas 996S; en Canadá i o o g ; en N u e va G r a n a d a i o n ; en el Perú 1013; en el Ecuador 1013; en la región del Plata 1015; en el Brasil 1017; conjuración d e la pólvora, jesuítas 9 2 2 ; escuela d e 1029S; estilo arte 1078. Jesús, n o m b r e 3 i o s ; T o m á s de 1042. Jesús María, Fr. Juan de 1042. Josafat, San 947 1066. José, fiesta d e San 1081; de Calasanz, S. 859; conflictos 860; convento d e San, d e Avila 8 7 3 ; d e París, P a d r e 938SI. Josefinismo 1058. Jovst, van d e r Vondel 1070. Juan d e Avila, Bto., Inquisición españ. 973s; su vida 1039; d e Capistrano, S. 529; Colombini, Bto. 534; de la Cruz, fundador 873S; Inquisición españ. 974s; escritor 1041S; d e Dios, S. 8 6 i s ; Fisher, S., controversista 1022; Leonardi, S. 858; d e Ribera, S. 956; d e Sahagún, S. 5 4 5 ; XXII 66s; cualidades 68s; franciscanos espirít. 7 i s ; contra L u i s d e Bav. 78S; «De visione beatifica» 89S ; XXIII, antipapa 243S; en Constanza 245s; fuga 248S; depuesto 249S 254; XXIII, R o n calli 914; III, Suecia 9 4 3 ; de Austria 884 9 4 1 ; Éck, escritor I 0 2 i s ; d e J a n d ú n 274 82S. Juana d e Arco, Sta. 312S; m u e r t e 3 1 3 ; F r a n cisca Frémiot de Chantal 8 7 8 ; d e Lestonnac, Sta. 876S 534. Jubileo d e 1350 n o s . Judaizantes 304S. Judíos, E d . M e d . 107S; protegidos en Castilla 4 i i s ; peligro en España 412. Julianillo 7 6 1 . Julio II 486S; guerrero 487S; contra extranjeros 49os; conciliáb. de Pisa 492s; Liga Santa 495s; V concil. L e t r á n 498s; muerte 501S; mecenas 502S; otras actividades 504S; III 797s; reforma curia ibíd.; T r e n t o 7 9 8 ; seg u n d a etapa 8oos 806; activ. reformad. 306S; bula preparada 807. Juni, J u a n d e 1075. Jurisdicción, obispos 801 803. Justificación 665S 788s; intensa discusión T r e n t o 789S; sesión VI 792s; discusión entre protest. 1061. Justina, congreg. d e Sta. 537». JVagoschima, Javier 988S. Kappel, guerra y paz 704. Karlstadt 666s; disputa Leipzig 6 7 o s ; W ü t temberg 678; guerra campesinos 682; en D i namarca 742; eucaristía. 705. Karnkowski, Estanislao 946. Kempis, T o m á s de 549S 552; Imitación d e Cr. 55&s; otras obras ibíd.; Juan d e 552. Klesl, card. Melchor 904. Knipperdolling 688. Knox, J u a n 740S; jefe puritano 9243. Koffler, P a d r e 999. Kóllin, C o n r a d o 1020. Krzyki, A n d r é s 747. L a b b é - C o s s a r t , concilios 1046. L a Cadena, L u i s d e 972. Laderchius, J. 1045. Ladislao IV 947. Laetare, Hierusalem, bula 779* L a Florida iooSs.
Laicismo 10. Láinez, Diego, teólogo T r e n t o 781S 793s; p e nitencia 802; origen div. episc. 825S; el O r - den 828; con S. Ignacio 850S; en T r e n t o : 958; escritor 1030. 1 L a m b e r t , francisc. protest. 750. Lancelloti, P. 1086. í Langenstein, cisma 212S 232S. Langobardi, P. 999. i La Palma, L u i s de 1041, Lapide, Cornelio a 1035. '] L a Puente, L u i s d e 1040 1041. L a r e d o , Bernardino d e 1037. L a r g o , parlamento 923. L a Rochelle 938S. L a s Casas, Bartolomé d e 960S; Guatemala 1007; N u e v a Granada 1010. Lascelles, Juan 733. L a T o r r e , F e r n a n d o 427. L a y m a n n , Pablo 1036; contra rigorismo 1090. Lazaristas 867. L e Clerc, Alicia 877S. Ledesma, Pedro d e 1027. Leenaert, Rouwens 756. Lefévre d'Etaples 575s; reformador 776s; evangelismo 578s; amigos 579s; fracasado 581. Legados pontificios 1081. Leipzig, disputa de 670S; resultado 6 7 1 . L e m o s , T o m á s d e 1027. L e N a i n Tillemont 1049León X 505S; concilio V Letrán 507S; reform a 51 os; concordato francés 5 1 1 ; gobierno 512S; mecenas 5 i 4 s ; indulgencia 518 666s; frente a L u t e r o 669S; condenación 674S; XI 8 9 1 ; Fr. L u i s d e 1039. Lepanto, batalla 884; Felipe II 9 6 1 . Lessio, Leonardo 1032; cuestiones 1051. L e t r á n , V concilio 498S; contra Pisa 500; m u e r t e Julio II 5 0 1 ; L e ó n X 507S; s u m i sión cardenales, condena errores 5o8s; reforma ibíd.; fin 510. Leunis, Juan 1082. Leyden, Juan d e 688 756. Libertinos 7 i o s . L i c h e t t o , Francisco 840. L i g a Santa 495s; batalla Ravena 477; reacción 498. Liga, guerra treinta años 902S 904 906; general Tilly ooós; disuelta 9 1 1 ; Francia 933s; con Carlos M a y e n n e 934s; contra E n r i q u e IV 93 5S. Lima, concilio I 9 5 5 ; concilios 1012. L i p o m a n i , Nicolás, nuncio 496. Literatura religiosa 1069S. Lituania, protest. 746. Liturgia, libro de, anglic. 735. Livonia, protest. 746; con Polonia 945. Loaces, F e r n a n d o 954S. Loaysa, Jerónimo de 1010. Logroño, auto Inquisición 970. Lolardos 276S 278S. L o m b a r d í a , congregación ref. 545. Loos, Cornelio 1090. L o p e d e Vega 1071. López, F r . J u a n 300; d e Zúñiga 632S. Lorca, P e d r o d e 1033Lorena, card. de 826S 9 0 1 ; Nicolás d e I034« Lorenzana, P . 1016. Lorenzo, Davídico 767. L o r i n , Juan d e 1035. Lorini, contra Galileo 1055. Lovaina, Univ., contra L u t e r o 672.
índice de personas, lugares y cosas Lucrecia Borja 432; maledicencia 4 3 3 ; vida ordenada, ibid. L u g o , card. Juan d e 1032; moralista 1035. L u i s , Beltrán, S. i o n ; d e Bavíera 78s; cont r a el papa 8os; coronación laica en R o m a 84; cisma 86s; sumiso 88s; con Bened. X I I I O I S ; con Clemente V I i n s ; con España i i 2 s ; X I I , de Francia, contra Julio II 492S; X I I I 937s; fin 938; devoción a María 1082S; XIV, su principio 938; estilo 1077; d e M o n toya, Venerable 1039Luisa d e Saboya contra protest. 752. Lukaris, Cirilo 947 1066. Lull, R a m ó n , sobre las cruzadas 55S. L u n a , P e d r o de 192; en Castilla 200; Benedicto X I I I 214S; conde d e 952. Luteranismo 6 6 i s ; edicto d e W o r m s 675S; confesión Augsburgo 685S; coloquios relig. 689S; cuestiones doctrinales 1059S. L u t e r o 662s; justificación 665S; las 95 tesis 667S; disputa d e Leipzig 671S; proceso y condena ¿73s; edicto d e W o r m s 676S; con Catalina Bora 679; con Erasmo 680; dietas 6 8 i s ; guerra campesinos 682s; m u e r te 691S; comparación con Zuinglio 705S. Luteranos, cuestiones doctrin. 1059S. Lützen, batalla 910. Ly, Pablo 999. Lyón, Clemente V i8s. - L l ó r e n t e , Antonio, Inquisición españ.
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M a c a r i o s (L'Hereux) 1045. Madagascar 984. M a d e r n o , Carlos 1077M a d r e d e Dios, clérigos 8 5 8 ; Antonio d e la 1028. Madrid, Alonso d e 1037. M a d u r é , P . Nóbili 992S. Magallanes, Filipinas 996. Magdeburgenses 1044Magnífico, Lorenzo el 408S 5053. Maigret, protest. 751. Maillard, Oliverio 530S. Maiziéres, Felipe d e 23. Malaca, Javier 987 988; después d e Javier 994. Malatesta 154S. Maldonado, Juan, escritor 1034. Malón d e Chaide 1039. Maluenda, T o m á s d e 1035. M a n d e , Enrique 555. Manresa, San Ignacio 847S. Manrique, Inquisición españ. 972. Mansfeld, conde d e 907S. Mansi, colección concil. 1048S. Mantua, congreso 382S,* convoc. concil. 774 778. Manuel el Afortunado, Congo 982. Maraes, P., Funai 1001. Marca, Pedro de 1048 1058. Marcantonio d e Dominis 1057. Marck, Erardo de la 756. Marcelo II 8o8s. Marcos, Eugenicus, de Efeso 331S 334; contra la unión 339; convento d e San, Savonaro!a 446s. Margarita M . Alacoque 879; d e P a r m a 755. María, Compañía de 876S; d e Jesús, M a d r e 857; T u d o r , reina 9145; m u e r t e 917. Mariana, P . 973. Marianas, Congregaciones 1082. Marigny, Felipe de, contra templarios 42S.
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Marónitas, unión 1065* M á r q u e z , Juan 1040. M a r r o q u í n , Francisco 1007. Marruecos, misiones 985Marsilio d e Padua 77S; con L u i s d e Baviera 82s; el Defensor Pacis 82S 274Massarelli, Ángel 78 i s . M a r t í n V 259S; fin del concil. Constanza 2 6 6 ; con los husitas 2953; pontificado 306S; concilios 3o8s; favor a los judíos 310; con San Bernardino d e Siena 31 i s ; con Santa Juana d e A r c o 3 1 3 ; d e Salinas 759Martínez, P . 1009; Mascarenhas, F e r n a n d o 1032. Mártires del Japón 1002S; Bartolomé d e los 1038. Martirologio, reforma 886. Maruffi," Silvestre 466. Matías, emperador 901 903 s. Matrimonio, nulidad 720S; T r e n t o 83OS 832. Mauricio d e Sajonia 6935; traición 694 804 con d o n F e r n a n d o 806. M a u r i n o s 856 1047S. Maximiliano II 897S; d e Baviera 9 0 2 ; elector imperial 907. M a y e n n e , Carlos de 934S. Mazzara, Francisco 1029. Mazarino, con Inocencio X 8 9 5 ; contra los H a b s b u r g o s 912S 938. Meaco, Javier 988. M e a u x , cenáculo 579S; disperso 752; círculo protestante 753. Médicis, J u a n d e 5 0 5 ; L o r e n z o d e 406S; con Inocencio V I I I 4 1 8 ; y Savonarola 447s. M e d i n a , Bartolomé d e 1027; M i g u e l d e 1038; del C a m p o , descalzos 873. Méjico, misión 1003S; concilio I 1006; II 955¡ N u e v o ioo8s. Melanchton, con L u t e r o 671 s; obras 6 7 8 ; M a n u a l visitas 684S; confesión A u g s b u r g o 685S; coloquios 68gs; dieta d e 1557 8 9 7 ; doctrinas loóos. Meliapur, Javier 987. Mella, F r . Alonso d e 302S. M é n d e z , P., Abisínia 985. Mendicantes, reforma Benedicto X I I 99. Mendoza, Pedro d e 1015. Meneses, arzobispo, Alejo d e 1065. M e n o r e s , Regulares 858. Mercedarios, reforma 8 5 7 ; en Méjico 1005; Perú 1013. M i g n e , colecciones 1047. Míguelada, la 9*31. Miguel Ángel, Julio II 503S; poeta 1069; arquitecto 1073S. Miltitz, Carlos 670. M í n i m o s 536. Mirecourt, J u a n d e 644Misa, santo sacrificio 823S; devoción 1083. Misal, edición T r e n t o 835 882. Misión, sacerdotes d e la 867S. Misionero, espíritu 956S. Misioneros d e Jesús-María 870. Misiones, progreso 975s; nuevas bases 976S; África 981S; Asia, India, etc. 985S; Japón 988s; Javier 989S; América 1003S. Mística 649S; falsa, Inquisición españ. 9 6 9 ; apogeo 103 7s. M o h á c s , victoria 684. Molay, Jacobo d e 37S; retracta 4 2 ; m u e r t e 49s. Molina, Esteban 8 4 1 ; L u i s de, escritor 1030; controversias 1052S. Mollat, sobre Aviñón 21 23S; sobre J u a n X X I I 68.
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índice de person
Molucas, Javier 9 8 7 ; después d e Javier 994 995' M o m b a e r , J u a n 555. Monasterios, supresión anglican. 729S. Monástica, reforma T r e n t o 834. M o u r o y , P . 1015. Montaigu, colegio 571S; congregación de 573 s ¡ San Ignacio 849Montaigne, Miguel 107S. Montañés, Juan Martínez 1075; Vicente 1033M o n t e , card. del 780S; Julio I I I 797Montecasino, Congreg. d e 537. M o n t m o r e n c y , condestable 929S. Montserrat, S a n Ignacio 847; Congreg. r e form. unida a Valladolíd 538. Morales, L u i s d e 1075. Moravia, protest. 749; reforma cat. 9015; libertada 906. Moreau, E . de, luteranísimo 695. M o r i n u s , Juan 1047. M o r o , T o m á s , San, canciller 723S; martirio 728; humanista 1019; isla del 987S. M o r o n e , card. legado T r e n t o 827s; fin concilio 831S 835; sus méritos 836. Motolinía, P . 1004S. Moya Contreras, Pedro d e 955. M o z a m b i q u e 983. M ü h l b e r g , batalla 693. M u n d a n i d a d , curia pontif, 400S; Sixto I V 402s; Inocencio VIII 4 i 6 s ; Alejandro V I 425s; Julio II, etc. 486S. M u n i c h , entra Gustavo Adolfo 910. M ü n s t e r , anabaptistas 687s. M ü n z e r , T o m á s , anabaptista 682. Murillo, Bartolomé Esteban 1075; Diego d e 1039M u m e r , T o m á s , contra L u t e r o 678. W a n i n i , Juan 1071. N a n t e s , edicto d e 93 6s. Ñapóles, guerra c o n Inocencio VIII 417S; C o m p a ñ í a del D i v i n o A m o r 596. Nassau, Mauricio 942. Natalis, Alexander 1049. Navarra, templarios 4 3 ; por Aviñón 204S; por R o m a 258S. Navarro, D . 1035 1036. Nebrija, A n t o n i o 633 972. Negra, peste i o ó s ; efectos 107S; la claust r a IOQS. N e p o t i s m o pontif. 400S; Sixto I V 404S,* Inocencio V I I I 4 i 8 s ; Alejandro V I 432; P a u lo III 7 7 3 ; Paulo IV 81 i s . Nestorianos, unión 1065. Netz, cardenal 895. Nicaragua, misión 1008. Nicolás V 342S; pacificador 344s; prestigio, jubileo 347s; ultima coronación imperial 348s; reformador 349s; cruzada 357s; y Portugal 358s; humanista 360S; Biblioteca Vaticana 3 6 i s ; renacimiento 364S; V, antipapa 86 8 7 ; d e Cusa, e n Basilea 315 3 i 8 s ; legado a Alemania 349S; reformador 385S; con Pío II, ibid.; proyecto d e ref. 388S. Nieremberg, Eusebio 1041. Nimes, edicto d e 938S. Niza, Marcos d e 1013. Nóbilí, P . Roberto 993s; acusaciones, ibid,; apología, ibid. Nóbrega, M a n u e l , Brasil 1017. N o c h e d e San Bartolomé 932. Nogaret, Guillermo 1 Ss; contra Bonifacio VIII 26s; retirado y m u e r t e 32; contra templarios 36S.
s, lugares y cosas Nominalismo 6435. Nonconformistas 919 1063. Norkoping, dieta de, Suecia 944. Norteamérica ioo8s. N o r t h u m b e r l a n d , d u q u e 915. Noruega, protest. 744; desarrollo ulterior 943* Nuestra Señora, Religiosos d e 877S. N u n c i a t u r a s 885 1080. N ú ñ e z , Barreto, Juan, Abisinia 984; Coronel, Gregorio 1033. N ü r e m b e r g , dietas 68os; compromiso 686s. O axaca, diócesis 1006. Obediencias, cisma Occidente 195S; tres obed. 241 s. Obeliscos, d e J. Eck 668. Oblatas d e María 312. Oblatos d e San Ambrosio 86ss. Observancia, Congreg. d e 539s. Observantes, franciscanos 541 s. Ockam, Guillermo 76s; con L u i s d e Baviera 835 87; contra el Papado 91S; ideas políticoeclesiásticas 92S 643S. Ochino, Bernardino, en Inglaterra 734; d e fección 758 843S. Ogilvie, Juan, mártir 927. Olier, J u a n Jacobo 868s; escritor 1043. Olimpia Maidalchini 895. Oliverio Cromwell 1063. Olivetanos 534. Olivi, P e d r o Juan, en Vienne 60. O l m e d o , P . 1004. O m u r a , Japón 1001. Orange, Guillermo d e 939S 942. Oratorianos, San Felipe N e r i 863S. Oratorio francés 864S. Ordelaffi i55O r d e n , sacramento 8 0 3 ; T r e n t o 828S. Ordenanzas reales 734. Ordinal, ritual anglic. 737. O r d o n n a n c e s ecclésiastíques 713. Original, pecado, T r e n t o 785S; decreto 786s. Orleáns-Longueville, Antonieta d e 840. O r t i z , F r . T o m á s 1005 1010. O r t í y t a r a , Inquisición españ. 966. Orsini, familia i 6 s . Ortodoxos 1064S; unión 1065S; con los p r o testantes 1067S. Osiander, A n d r é s , cuestión ioóos. O s m a , P e d r o d e 299S. O s u n a , Francisco d e 1023 1037, Oviedo, P., Abisinia 984. Oxentjerna, canciller 9 ios. P a b l o d e Santa María, él Burgense 648. Pacheco, card. Pedro 781S. Pack, asunto 684S. Padilla, Antonio d e 1052; Cristóbal 760. Paglia, A n t o n i o 951. Pagnino, Sanies 516. Países Bajos 755s; ulterior desarrollo 939S. Palacios, Diego 1018. Paleólogo, Juan VIII 33 is. Palestrina, oratorios 864 1071. Paraná, misión 1008. Pantoja, P . 998. Panvinio, Onofre 1044 1045. Papado, impugnadores gos 93S; pierde prestigio, cisma 226s; doctrina d e Wicklif 2745; contra el conciliarismo 306S; prestigio N i colás V 345s; Pío II 381S; m u n d a n i d a d 4oos; Inocencio V I I I 4 i 6 s ; venalidad curia 4 2 4 ;
índice de personas, lugares y cosas
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forma 388s; carta a Rodr. Borja 4 3 1 ; IV concon Alejandro V I 425S; con Julio I I , etc. cilio 816s; proceso Carafa 8 1 8 ; tercera etapa 486s; guía e n !as misiones 977. T r e n t o 819S; crisis 825S; fin concilio 8325; Paraguay, reducciones 1015S. con F e r n a n d o I 897; V, contra Isabel d e I n Parentucelli, T o m á s 343. glaterra 920; gobierno 88 i s . París, P . José de 9 3 8 ; Universidad y cisma de Pisa, concilio 236S; resultado 241S; conciliábuOccidente 196S; problema del cisma 2 i i s ; lo, Julio II 492s; controversia doctrinal 494. diversos pasos 213S; teólogos 219S; IgnaPlacards, affaire 753. cio d e Loyola en 849S. Plaisans 26s. Parker, M a t e o , arzobispo Cantorbery 91 gs. Planctu, Ecclesiae de 84 93S. Parlamento Parfs contra protestantes 75 i s . Plata, región del 1014. Pasión, devoción a la 1083. Platina, defensa 395S. Passau, transacción 694; tregua 806. Plessís, A r m a n d o du, d e Richelieu 937S. Patrología 10468. Pobreza franciscana, en Vienne 59s; discusioPatronato regio 611 s; abusos gÓ3s; práctines 7 i s ; pobreza d e Cristo 73S. ca 979S. Podiebrad, Jorge d e 398s. Paúl, San Vicente d e 867S. Poissy, coloquio 929. Paula, aqua 892. Poitiers, proceso contra templarios 40s; edicto Paúles 867S. y paz de 933Paulistas 1016. Pole, Reginafdo, reform. 600; plan d e misión Paulo I I 390s; abreviadores 392s; contra h u 730s; legado 780; en Inglaterra 9 i 6 s ; escrimanistas 393S; por la cultura 397s; cruzator 1022. da husitas 398S; reforma, m u e r t e 3 9 9 ; Polémica dogmática 1025S. III, con los luteranos 688s; contra el angliPoliglota, d e Alcalá 632S; Complutense 971 canísmo 729S; su gobierno 772s; reformas, I022S. 775s; T r e n t o 7 7 i s ; fin primera etapa 796; Polonia, protest. 747S; desarr. ulterior 945S. m u e r t e 797; c o n l ° s capuchinos 843; m i Pólvora, conjuración d e la 922. siones 977s; I V 809S; reforma indiv. 8 i o s ; sin concilio, ibid.; nepotismo 8 1 1 ;fin814; Pomponio Leto, academia 393S; conjurados 394S; proceso y fin 395s. contra nepotes 815; m u e r t e 816; V 8 9 i s ; Ponce de León, Basilio 1033; Juan 7 6 1 . VI, paz d e Westfalia 914. Pontificado, después de T r e n t o 88os. Pavía, concilio 308. Porcaro, conjuración 353S. Pavone, Francisco 1034Portillo, Jerónimo del 1013Pazzi, conjuración 4065. Port-Royal 871S. Pedraza.-Regmaldo 1010, Portugal, oscilaciones cisma 201 s; con N i c o Pedro d e Alcántara, San 1038; Canisio, dielás V 358S; con Sixto IV 4 1 1 ; reforma pretrid. ta 877; apóstol 898; e n Polonia 946; e n 640S; otras 6 4 1 ; misiones 978S. Suiza 9 4 9 ; polemista 1025; Claver, San Possevino, Antonio, Suecia 943S; e n Polonia I O I I S ; Regalado, San, reform. 542S; basí947; en Rusia ibid; unión rutena 1066; unión lica d e San 1072S; Montorio, iglesia d e Rusia 1068. San 1072; el Cruel, d e Castilla 139; d e L u signan i 6 i s ; mártir en Inglaterra 724 736s Poussin, N . 1079. 758 843; d e O s m a 29gs; Páez, P . 935Prado, Jerónimo 1035. Praepositus, Santiago 755. Peking, P. Ricci en 998S. Praga, el husitismo 28os; paz d e 9 1 1 . Penas aplicadas, Inquisición españ. g68s. Prayer-book 735s; 717S. Penitencia, T r e n t o 802S. Predicación, reforma 776; T r e n t o 787; cristiaPenitenciaría apostó!. 120. na 1086. Pererio, Benito 1034. Predicadores d e reforma, siglo x v 526s; S, V i Peretti, Félix 887. cente Ferrer, etc. 528S. Pérez d e Avala, escritor 1023. Prelados, cualidades 795Perfección, estados d e 838S 855S. Prepósito, Juan 1032. Persecución, Japón 1002S. Prerreforma católica 519S; literatura d e ref. Perú, misión 1012. 520S.; objeto d e la ref. 522s; curia, mala Perusa, conclave 17. administración 524S. Pescia, F r . D o m i n g o d e 465S. Presbiteriano-democrática, Igl. escoc. 926S. Pesquería, Javier 987. Presbiterianos 1062S. Petavio, Dionisio 1047. Preste, Juan 984. Petrarca contra Aviñón 22s. Prierias, Silvestre 6 6 8 ; polemista 1022. Petri, Olaf 745Prignano, Bartolomé 186. Pfeffinger, Juan 1061. Piagnoni, partido 453S. Príncipes, reforma 830S. Piarístas 860. Probabiíismo 1036 1053. Piccinino, condotiero 383. Procedimientos, Inquisición españ. 966S. Pico de la Mirándola, vicios del clero 510 1020. Procesos, T r e n t o 8 0 1 . Piedad, libros de 1086. Procuraciones 126. Ptedrahíta, Bta. d e 540. Propaganda, congregación d e 893 978. Pierluigi 1071. Protestantes, T r e n t o 804S. Pietrasanta, Pedro 860. Protestantismo 659S; luteranismo 6 6 i s ; c a u Pighi, Alberto 1022 sas éxito 695S; Zuinglio 698S; Calvino 7o6s; Pilar, Zaragoza 1078. Enrique VIII 719S; E d u a r d o V I 7333; E s Pineda, Juan de 1035 1038. cocia 738s; Dinamarca, etc 742s; e n Francia Pintura clásica 1074S. 75os; Italia, etc. 757s; España 758S; contra el Pío I I , apogeo renacim. 381S; cruzada 382S; catolic. 899S; guerra treinta años 903S; paz con Francia y Alemania 384S; carta al sultán Westfalia g i 2 s ; en España, síntesis 9 4 0 ; d e s 385S; m u e r t e heroica 388; proyectos d e re-
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Índice de personas, lugares y cosas
arrollo ulterior 10585; siglo x v n 1059; unión con ortodoxos 1067. Prusia, protest. 746S. Pucer, Gaspar 1061. Puebla, F r . Juan d e la, reform 544. P u e r t o Rico 1006; San J u a n d e 1006. Purgatorio, T r e n t o 834S. Puritanos 1062S 1064. C ¿ u e v e d o , Juan d e 1008. Q u i ñ o n e s , F r . Francisco 840S; con los capuchinos 843Q u i r i n o , P e d r o 896S. Quiroga, G a s p a r d e 955. Q u i t o , Ecuador 1013. i x a d a , Francisco d e 1029. Radewijns, Florencio 5485; n o fue pedagogo 550; H e r m a n o s vida c o m ú n y cañón, regul. W i n d e s h e í m 551. Radziwill, Nicolás 747 945. Raffael, U r b i n o 516 1074. Rahosa, M i g u e l 1066. R a i m u n d o d e Capua, reforma 539. Ratisbona, alianza de 682; ínterim d e 690. Raulin, Juan 531. Ravena, batalla 497s. Raynaldus 1032 1045. Recoletos, agustinos 857. Reding, Agustín 1033. Reducciones d e Paraguay r o i S s . Reforma, en concilio d e Vienne 57s; concilio V d e L e t r á n 5o8s; después d e él 5 i o s ; comisión Julio I I I 306S, bula preparatoria 807; prerreforma 519S; pastores d e almas 519S; intentos realizados, concilios 525S; grandes predicadores 528s; clero regular 532; católica 762S; n o contrarreforma ibíd; antes d e T r e n t o 765S; T r e n t o 68os; decretos ref. 836; nuevas fuerzas 837S; progresos 897S; intensas luchas 900S; p a z d e \VestfaIia912s; Países B . 5455; Francia 564S; Italia 5 8 i s ; en España 6 o i s ; en Portugal 640S; protestante 659S; católica 762S. Reformada, Iglesia 1059S; sectas 1062S. Reformadores, papas 88 rs. Reformados, franciscanos 841. Refutación, confes. A u g s b u r g o 686. Regalismo, español 963S. Reggio, Bernardo d e 1029. Regía, colección concilios. Regulares, reforma 532s; decadencia íbíd; congregaciones d e ref. 534S. Reinhard, M a r t í n 743. Relajación, por el cisma 2 3 5 ; monástica 532S. Religiosas, guerras d e Francia 228s; fin 934. Religiosos, exención, en Vienne 58s. Reliquias 834R e m b r a n d t , pintor barroco 1079. Remonstrantes 1064. Renacimiento, apogeo romano 486S; arte 1072S. R e n d ó n , A n t o n i o 1013. Reñí, G u i d o 1074. Rense, dieta 102. Renuncia, solución cisma 217. Requeséns, L u i s d e 9 4 1 . Reservaciones, causas y motivos n 8 s . Reservado eclesiástico 695 900; renovado 908 912.
Residencia, obispos 793. Restitución, edicto d e go8s. Resultados, Inquisición españ. 969S.
Revolución romana 1435. Rey, libro del 733. R h o , P . 999. Rhodes, Alejandro d e 995Riario, P e d r o 404S; asesinato 407S. Ribadeneira, Pedro d e 1040. Ribera, Francisco d e 1034; José d e 1075. Ricci, M a t e o 997S. Richelieu, con U r b a n o V I I I 894; contra los H a b s b u r g o s 911S; con L u i s X I I I 937S. Richer, E d m u n d 1057, Ridolfi, card. 768. Ripalda, J u a n Martínez d e 1032. Ritual romano 892. R o b e r t o V, Escocia 7 3 8 ; d e Anjou 78. Robleda, M a r t í n d e 1014. Rochefoucauld, card. 857. Rodolfo II 8993. Rodríguez, Alfonso 1040. Rodrigo, F r . J., Inquisición española 966. Rogel, P . 1009. Roger, Pedro 103. Rojas d e Sandoval, Cristóbal 954; F r . D o m i n go d e 760. Roma, deseada I 3 5 s ; anarquía I 4 2 s ; Cola di Rienzo 142S; reconquistada 149S; regreso d e los papas xóos; estado lamentable 307S; con L u t e r o 669S. R o m a n o , colegio jesuítas 854 885. R o q u e González, etc. 1016. Roquetaillade, F r . Juan d e 138S. Rosa d e oro 670. Rosario, fiesta 1082. Rossi, Juan Bta. d e 873. R o t t m a n n , Bernardo 687. Rousard, P e d r o 1070. Rovere, Francisco d e 4 0 2 ; Juliano 404S; conclave 1484 417; con Francia 437. Roz, obispo India 992 993. Ruán, edicto 934. R u b e n s 1074; pintor barroco 1078S. Ruckrat d e W e s e l 297S. Ruggieri, P . 998. Ruiz, Francisco 1034; d e Alarcón 1 0 7 1 ; de Montoya, reducciones 1016; d e Montoya, Diego, escritor 1031. R u s a , Iglesia, unión 1069. Rusia, desarr. ulter. 947s. Rutenos, unión 1066. Ruysbroeck, Jan van 653. Ryckel, Dionisio, el Cartujano 657S. Oacco di R o m a 684. Sacchetti, Hilarión 240S. Sacerdotal, formación 637S. Sacramentos, en T r e n t o 774S. Sacro R o m a n o Imperio 9s. Sadoleto, Jacobo 515; reformador 599. Saint-Denis, batalla 9 3 1 . Sajón-danés, período segundo guerra treinta años 907S. Sajonia, Ludolfo d e ; Cartujano 657. Salamanca, reforma univ. 639S; escuela 1023S. Salesas, religiosas 378s. Salinas, L o p e d e 543s. Salmanticensis, cursus 1028. Salmerón, Alfonso, teólogo 7 8 1 ; c o n S . Ignacio 850S.; e n T r e n t o 9 5 8 ; escritor 1030 1034. Salvador, O r d e n del 534. Salvoconducto, protest. 8 0 5 ; a H u s 288S. Sánchez d e Arévalo, Rodrigo 346 648S; G a s p a r 1035; T o m á s 1036; Javier 989S. San Gallen, cantón Suiza 703.
India
dt
Sansón, Bernardino 700S. Santa C r u z , bahía d e 1017. Santa Fiora, card. 812. Santiago d e C u b a 1006. Santos, invocación, T r e n t o 834; flcmn iñn, r%\ glo xvi 1087S. Sanyasi, NobiJi 992S. Sapienza, univers. R o m a 514. Sarpi, Paolo 893 952. Savonarola, Inocencio V I I I 4 2 5 : su vida 444*1 en Florencia 44&s; reformador 447*; \mt Francia 450S; reacción 452s; •arrnliinit» 453S; desobediencia al papa 454»; r x u m n i nión 458S; pertinacia 460S; apela al o m r l l 463S; prueba del fuego 4653; furia popular 466s; en el cadalso 467S; juicio de con]tiiitn 4685. Sbinco, arzobispo, contra H u s 285S; lo «xc
y cosas
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'"mingo de, escritor 1024; moralista IVilro de 9 5 8 ; escritor 1024S. 1'«tinto 1063. • ., Hnutista, Bto., reform. 515 541. ••iIrrico 1070; contra rigorismo, contra 1
1090.
»w, E. 1045. • k, reformador 57os; M o n t a í g u 5 7 i s . 11, T o m á s 1025, 1 ÍHI L u t e r o 665. . Antonio, polemista 1022. I oinás de 282. I rwuisco, escritor 1031. •* 126». < lón, en el cisma Occid. 2 i 8 s . innlund, Carlos, Suecia 943S. l>roti*Nt. 744s; desarr. ulterior 943S. 1 uncen, período tercero guerra treinta )IIN.
i Turma protest. 698S; desarrollo relig. . Sociedad d e San 868s. < «»S. •finríon 1063. t. í», ley Inglaterra 727S; j u r a m e n t o ulinic de 652. IUN JQÓS. nía, Jupón I O O I S .
1 !
>i, *ltu»\o 625. 1, ilci'fpto T r e n t o 832. AdAn 1026 1032; contra !
rigorismo
(005.
I I I I
ntt, (tincilios 954s 955Kmneisco M . 864. Inmt M i s . <'ii Dinamarca 742.
1
•, K ( H .
( uan de 1007. I ilpn, n**ile de 1008. I» 1 1 .. Meiiitmiino 951. íiinplmiDH 11 M; proceso 33s; acusación 3 5 s ; (nli'iMtytiiniioft 38S; comisión pontif. 4 r s ; .tiunti. irnln» 42S; en España 43s; concilio v í r n n r 4*1*; nbolición 47S; sus bienes 48s; 1 tilptihiliiltul sos. I I-OIOHI». reforma en España 639s; siglos xivs 642; iuitturmlÍHmo 643S; escotismo 645S; t o mismo í>4í)s; agustinos y carmel. 646S; o t r o s . ¡lutori'H í>4Hs; enseñanzas 787, Teólogos, colegio Alcalá 631. Teresa de Jesús, Sta. 872S; Inquisición españ. 974 1041; Domingo de Sta. 1028. Teres, Juan, arzob. Tarragona 955Tesis, de L u t e r o 667. Testamento de S. Francisco de Asís 7 1 . Testera, Jacobo de ioo7Tetzel, Juan 667; las 106 antitheses 668. Teutónica, O r d e n protest. 746S. Theiner, A. 1045T h o r n , coloquio relig. 947; Matías d e 904S. Tibaldeschi, card. 185S 188. Tibet, iesuitas 1000. 'Tierra Santa, problema concil. Vienne 53S. Tifano, Claudio 1032. Tillemont, S. L e N a i n 1049. Tilly, general Liga 906S; victorias go8s; vencido, m u e r t e 91°T i m o r 995. Timuaca, P . 1009. Tirso de Molina 1071.
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índice de personas, lugares y cosas
Tlascala, diócesis 1006. Toledo, concilio 954 9 5 5 ; Francisco de, en T r e n t o 9 5 8 ; escritor 1030 1034; canonista 1035. Tolomei, Bto. Bernardo 534. Tomacelli, Pedro 210. T o m á s M o r o , Sto., controversista 1022; d e Villanueva, Sto. 1039; Juan d e Sto. 1027S; cristianos de Sto. 1065; universidad de Sto. 997T o m a s s i n , Ludovico 1047. T o m é , d e Jesús, Vble. 1039; cristianos de Sto. 936 99iTomista, escuela ro23s; sigío xvr ro27s, Tomistas 646S. T o n g u e , África 983. T o n k i n g 995. T o r d e Specchi 312. T o r i b i o d e Mogrovejo, Sto. 955 1012. T o r c u a t o Tasso, poeta 1069S. T o r m e n t o , Inquisición españ. 967. T o r o , T o m á s de i o n . T o r q u e m a d a , card. Juan de, en Florencia, Basüea 322 336s; por el primado pontif. 435s; T o m á s de, Inquisición españ. 966S. T o r r e s , Cosme de 987S loóos; Diego d e 1016. T o u r s , estados generales s66s. Tovar, Bernardino de 759; Juan de 1014Tradición, T r e n t o 784. Transfiguración, recuerdo Belgrado 376. Transilvania, protest. 748S. Travancor, Javier 987. T r e i n t a años, guerra 903S; principio 935s; G u s tavo Adolfo 909S; fin paz deWestfaíia 912s; Felipe III 262S. T r e n t o , concilio 7715; preparación 776s; organización 781S; decretos dogmát. 784S.; justifinicación 788s; fin primera etapa 796S; seg. etapa 798s; fin segunda et. 8o5s; tercera etapa 8195; fin 8 j 2 s ; significación y aceptación 83 5S. Tricasin, Carlos J. 1048. Trígault, Nicolás 799Trígoso, Pedro 1029. T r i n c i , Paolo d e 542. T r i n i d a d , isla 1007. Truchsess, von W a l d b u r g , O t ó n 898 899; G e b h a r d , arzob. Colonia 90OS. T r u n c a d o , parlamento 924. T u c u m á n , misión 1015. T u r r i a n o , L u i s T o r r e s 1032. LJchauski, arzob. 946. Ucondono ioor. Ugonio, P o m p o n i o 1046. U n i d a d cristiana 9. Unificación protest, IOÓIS. U n i d a s , Provincias 942. U n i ó n ortodoxos 33os; decreto Florencia 335S; con otras iglesias 338s; con los orientales i o ó s s ; protestante 904S; disuelta 9 1 1 . Unionista, movimiento 1062. Unionistas 1062. U r b a n o V IDOS; cruzada I 6 I S ; R o m a 162S; Santa Brígida d e Suecia rÓ3s; el Petrarca 164; vuelta a R o m a 1655; a Aviñón, m u e r te 167S; VI, conclave 183S; elección 184S; reelección i 8 6 s ; intemperancias 191S; cisma 194S; violencias 2085; m u e r t e 209; juicio sobre él 209S; V I I , 890; VIII, 893S; prepara paz de Westfalia 894S; Galileo 1056. U r d a n e t a , A n d r é s d e 996.
Ursulinas, religiosas 875S; congregaciones 876. Utraquistas 295. U t r e c h t , unión y pacto d e 942. V a c a n t e s 125S. Valdenses, carnicería 753. Valdés, Juan, en Italia 757. Valderrama, Pedro de 1039. Valdivia, P. 1014. Valencia, primeros libros 634S; concilio d e 954; Gregorio d e 1026; escritor 1030. Valgornera, T o m á s d e 1038. Vaíignano, Alejandro, visitador 9 9 i s IOOJ. Valladolid, congregación d e 538S; foco p r o testante de 760S. Van der Essen, sobre España misionera 9785; sobre abusos 981. Van Dyck, 1074. Vannes, S. Hidulfo, congregación de San 855. Vatable, Francisco 579. Vázquez, Gabriel 1030. Vega, A n d r é s de 9 5 8 ; escritor 1023; R o q u e d e 1008. Velázquez, Diego 1075. Venceslao IV 218. Venezuela, misión 1010. Verbiest, P . 999. Vergerio, Pablo 758; legado 777S. Vernerio, card., por los dominicos 1053. Vernazza, Héctor 591S 593s. Versalles, palacio 1077. Vervins, paz de 936. Vía Crucis, devoción 1083. Vicariato d e Indias 979s; imperial 78s. Vicente Ferrer, San, por Aviñón 207S; por B e nedicto XIII 2 4 i s 242; se separa d e él 259; predicación 52¿s; d e Paúl, San 88os. Véase Paúles e Hijas de la Caridad. Vicenza, concilio 778. Vico, Juan de 151S. Víctimas, Inquisición españ. 968S. Victoria Colonna frente al protest. 957Vida, Jerónimo 515; C o m ú n , H e r m a n o s , en Constanza 265S; organización 545s 548s; estatutos 549S. Vienne, concilio de 46s; escogidos 520s; T i e rra Santa 53s; diezmo 56s; reforma 57S; exención 58s; pobreza francisc. ibid. Véase Templarios y Clemente V. Vignola 1073 1076. Viiela, P . 1000. Villacreces, P e d r o de, reformador 542s, Villani, cronista 18. Villanueva, Santo T o m á s d e 768. Villavicencio, Lorenzo d e 1033. Vio, T o m á s de, Cayetano, cont. L u t e r o 670. Virgen Santísima, devoción 1082. Virginia, misión 1009. Virués, Alfonso d e 1033. Visconti 156S; contra el papa 169S. Visionarios, etc., por el cisma 235S. Visitación, religiosas 878S. Vitoria, Francisco de, reforma univ. 639; teólogo 1023, Vives, Luis, reforma 769S; humanista 1020. Vulgata, T r e n t o 784. Vulpes, Ángel 1029.
W a d d í n g , Lucas 1028. Wallenstein, victorias, asesinato 910. W a r d , María, fundadora 877. W a r h a m , Guillermo 724.
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t/as, lugares y cosas
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ACABÓSE DE IMPRIMIR ESTA TERCERA EDICIÓN DEL TOMO TERCERO DE "HISTORIA DE LA IGLESIA CATÓLICA", DE LA BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS, EL DÍA 20 DE AGOSTO DE 1987, FESTIVIDAD DE SAN BERNARDO, ABAD Y DOCTOR DE LA IGLESIA, EN LOS TALLERES DE IMPRENTA FARESO, S. A. P.» DE LA DIRECCIÓN, NUM. 5, MADRID LAUS DEO
VIRGINIQUE
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