ORIGINALES
Rev. Logop., Fon., Audiol., vol. XIV, n.º 1 (27-33), 1994
LATERALIDAD Y ASIMETRÍA FUNCIONAL CEREBRAL: PATRONES DIFERENCIALES Por
A. Estévez-González Cap Departament de Psicología. Institut Politècnic F.P. «Esteve Terrades». Cornellà de Llobregat (Barcelona). Professor associat. Unitat de Neuropsicología. Departament de Psiquiatria i Psicobiologia. Universitat de Barcelona.
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ecientemente expusimos (Estévez-González, 1992) los hallazgos más representativos que describen y fundamentan la asimetría cerebral, las habilidades cognitivas de cada uno de los hemisferios, y, específicamente, la asimetría hemisférica para el lenguaje. Implícitamente en aquella revisión, como en muchas otras de la literatura neuropsicológica, los hechos expuestos partían de estudios que seguían el sujeto-modelo o paciente neuropsicológico con las siguientes características: de tener sexo sería varón; de tener edad y fuese paciente clínico sería adulto, o estudiante universitario si fuese un sujeto experimental; y, en cualquier caso, sería diestro hábil. En la actualidad sabemos que muchos de nuestros conocimientos neuropsicológicos deben ser precisados en razón del sexo, y, en el tema que nos ocupa, también debe ser precisada la lateralidad corporal de los sujetos. Si aún debemos adoptar una actitud prudente en nuestras afirmaciones con respecto a la organización diferencial asimétrica en función del sexo, posiblemente esta actitud no esté plenamente justificada en relación a la zurdería. Anteriormente ya expusimos (Estévez-González, 1992) que la zurdería no garantizaba un hemisferio derecho lingüístico más que para aquellos que quisiesen equivocarse con al menos el 50% de los zurdos. Otras precauciones podrían establecerse respecto a su frecuencia, diagnóstico, etiología o patrones diferenciales. En cualquier caso, al revisar la zurdería, obviaremos cualquier disquisición antropológica o literaria de más que dudosa utilidad neuropsicológica.
VARONES VS MUJERES Los estereotipos de asimetría cerebral y habilidades cognitivas pueden no ser iguales en varones y mujeres. Desigualdad, cuyo alcane e importancia está aún por descifrar. En el orden neuroquímico, con experimentación animal, la distribución de dopamina (Glick y cols., 1979) y enzimas metabólicos de testosterona (Vockel, Prove y Balthazart, 1990), o efectos inhibitorios con antagonistas involucrados en nocicepción-analgesia (Lippa y Kavaliers, 1990), pueden diferir en función del sexo. También se detectan flujos sanguíneos de distinta entidad en varones y mujeres (Warkentin, Rodríguez y Rosadini, 1988); o diferentes fenómenos neuroeléctrictos asimétricos (Davis y Wada, 1978; Lavie, Matanya y Yehuda, 1984), especialmente relacionados con la ratio D/I de actividad alfa (Roberts y Mahoney, 1978; Moore y Haynes, 1980). Las asimetrías morfológicas cerebrales no parecen ser de igual magnitud en mujeres que en varones (Witelson y Pollie, 1973; Wada, Clark y Hamm, 1975). En el sexo femenino parece ser más frecuente, aunque sin significatividad estadística, un planum temporal más bilateralizado, o menos asimétrico (Wada, (W ada, Clark y Hamm, 1975). Aunque en la revisión de Kerstez y cols. (1987) no se llegaron a observar diferencias en función del sexo cuando 104 cerebros fueron observados mediante resonancia magnética. La anatomía callosa puede también diferir (Witelson, 1989), llegándose a proponer un splenium callosos de mayor amplitud en el sexo femenino (Pot-
Correspondencia: A. Estévez. Departament de Psiquiatria i Psicobiologia. Unitat de Neuropsicologia. Facultat de Psicologia. Universitat de Barcelona. C/ Adolf Florensa, s/n 08028 Barcelona. Partes de este artículo pueden encontrarse más extensamente revisadas en Estévez-González (1991)
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ter y Graves, 1987). En la revisión anatómica de Sandra Witelson (1989) se concluía tras revisar éstos y otros hechos que sus resultados eran consecuentes con la hipótesis de que la lateralización sería menor en mujeres que en varones. Del mismo modo, asimetrías cerebrales funcionales en varones podrían diferir de las que muestran las mujeres. En el varón diestro el daño sobre el HI deteriora más el Coeficiente Intelectual Verbal (CIV) del WAIS que el manipulativo, al revés si el daño afectase el HD; mientras que estos patrones de déficits selectivos no se observarían en pacientes femeninos, lo que induciría a sospechar de un mayor grdo de funcionalidad asimétrica cerebral en el varón diestro que en la mujer diestra (McGlone, 1978). Revisiones lesionales han destacado una mayor incidencia en pacientes masculinos de prosopagnosia (Mazzuchi, Ferrari y Moretti, 1977), afasia paradójica (cruzada) (McGlone, 1980), y, en general, cuadros afásicos (McGlone, 1977). Pero en la revisión de Kertesz y Sheppard (1981) no se halló que la afasia afectase más frecuentemente al sexo masculino, ni que pudiese sospecharse de una mayor representación bilateral del lenguaje en mujeres. En todo caso, arguyeron estos autores, no sería que la afasia afectase con mayor frecuencia a los varones sino que éstos sufren más frecuentemente patología vascular causante de afasia. No obstante, Barr y cols. (1989) comprobaron que las malformaciones arterio-venosas eran más frecuentes en el lado derecho del cerebro del varón y en el lado izquierdo del cerebro de la mujer. Otros estudios han mostrado una mayor habilidad matemática y visuoespacial en el varón frente a una mayor habilidad verbal en la mujer (Bakan y Putman, 1974; Coltheart, Hull y Slater, 1975; Wittig y Petersen, 1979), y ello independientemente de las culturs (Marin y cols., 1980). Kimura (1973) resumió estas diferencias intersexos atribuyendo una ventaja a los varones en habilidades del hemisferio derecho, y a las mujeres en habilidades del hemisferio izquierdo. La diferencia intersexo podría afectar tanto a las habilidades como a situaciones inhábiles. La dislexia o las dificultades del aprendizaje se han observado más frecuentes en varones que en mujeres (Taylor, 1974; Berton, 1975; Fimucci, y Childs, 1981; Geschwid y Galaburda, 1987; Estévez-González, 28
1991); al igual que una mayor incidencia de zurdería en varones (Oldfield, 1971; Gottfried y Bathurst, 1983; Hugdhal y Andersson, 1989). También las mujeres diestras serían «más consistentemente» diestras que los diestros varones (Annett, 1970; Auzias, 1973; Cohen, 1976; Estévez-González, 1991). El papel de las hormonas sexuales, y los cromosomas sexuales, en patrones de asimetría cerebral, y su correlación con procesos inmunes, debe ser tenido en cuenta (Geschwind y Galaburda, 1987). Las diferencias varones-mujeres en sus habilidades cognitivas y motoras pueden en parte ser debidas a las influencias que las hormonas sexuales ejercen sobre el cerebro (Hampson y Kimura, 1987). Estudios muy recientes han mostrado en mujeres cambios de rendimientos asimétricos perceptivos según fases de su ciclo menstrual (Altemus, Wexler y Boulis, 1989; Heister y cols., 1989). Los datos de Cohen y Richard-Bessette (1989) en 10 mujeres, 10 varones y 13 transexuales quirúrgicos y/o hormonados de hombre a mujer sugieren una posible influencia hormonal sobre el hemisferio derecho al ser similares los tres grupos en tareas verbales, pero diferir en las no verbales de manera llamativa: LEA (ventaja dicótica del oído izquierdo) en varones, REA (ventaja dicótica del oído derecho) en transexuales y no-asimetría dicótica en el grupo de mujeres. Unos datos verdaderamente sorprendentes. No sólo esta propuesta de susceptibilidad hormonal del hemisferio derecho (Cohen y Richard-Bessette, 1989), sino el posible papel de la testosterona fetal favoreciendo el desarrollo del hemisferio derecho y consiguientemente las habilidades visuoespaciales (van Strien y cols., 1986) han abierto nuevas y atrevidas hipótesis de trabajo, que continúan analizándose en la actualidad.
LA ZURDERÍA Existe una completa disparidad de estimaciones (Tabla 1) sobre el porcentaje de sujetos considerados zurdos. Estas diferencias guardan más relación con la variedad de cuestionarios y pruebas o signos diagnósticos empleados, que con cualquier otra interpretación. Los cuestionarios de lateralidad tipo Oldfield (1971) merecen el mayor respeto en las investigaciones neuropsicológicas tendentes a correlacionar
TABLA I. — Estimación sobre el porcentaje de sujetos zurdos. Reproducido de Estévez-González (1991) Fuente
Hecaen y Ajuriaguera (1964) Annett (1978) Zazzo y Galifret-Granjon (1971) Oldfield (1971) Luria (1974) Hardyck y Petinovich (1977) Auzias (1977) Porfert y Rosenfield (1978) Porac y Coren (1981) Geschwind y Galaburda (1987) Hugdahl y Anderson (1989) Brito y Luis (1989)
Estimación
5-10% 3-30% 8% 5-10% 5% 8-10% 12% 14% (no diestros) 5-10% 6-14% 8,1% 3,4%
lateralidad y asimetría cerebral para el lenguaje, y sobre todo para molestar lo mínimo al sujeto explorado. Dando preferencia a estimaciones basadas en este tipo de cuestionarios, el porcentaje promedio de sujetos zurdos se situaría próximo al 10% de la población. Con una desviación del ± 2-3% de sujetos ambidextros o no claramente ni zurdos ni diestros. Si el 90% de la población es diestra —posiblemente en todas las culturas— y en, al menos, el 90% de los diestros cabe esperar un asiento cerebral izquierdo para el lenguaje, otras correlaciones con otros índices de preferencia corporal son más problemáticas. Y aunque parece existir una mayor seguridad en la suposición de un hemisferio izquierdo lingüístico cuanto mayor sea el número de índices mano-ojo-pie-oreja diestros y una mayor representación derecha a mayores índices zurdos (Strauss y Wada, 1983), la estrecha relación que se ha encontrado entre preferencia manual y pedestre (Annett y Turner, 1974; Cohen, 1976; Strauss y Wada, 1983) —argumentándose que la preferencia del pie puede ser menos susceptible a prejuicios culturales (Searleman, 1980)— difícilmente se observa con la preferencia ocular (Porac y Coren, 1976, 1981). De hecho, el número de sujetos con índice mixto mano (derecha)-ojo (izquierdo) parece ser elevado: un 30%, y, aún es sensiblemente mayor (45-70%) en sujetos con problemas de aprendizaje (Denckla, 1988; Rudel, 1988). Aunque este último fenómeno aún no es bien comprendido.
Diestros versus zurdos Al igual que señalábamos para el sexo, los estereotipos de asimetría cerebral y habilidades cognitivas en sujetos diestros, frecuentemente pueden no cumplirse en sujetos zurdos (y ambidextros). En cualquier caso existe una opción común de que nos encontramos ante sujetos cuya organización cerebral es menos predecible que la de los diestros (Milner, Branch y Rasmussen, 1964). Las asimetrías morfológicas cerebrales tienden a ser menos pronunciadas en la población zurda (Kertesz y cols., 1987) y frecuentemente (71%) planas (Gerschwind, 1979). Zurdería y déficit parecen estar relacionados al encontrarnos con una mayor frecuencia de casos de retardo mental (Hicks y Barton, 1975), desórdenes de lenguaje, enfermedades autoinmunes y atópicas (Geschwind y Behand, 1982; McManus, Naylor y Booker, 1990), enfermedad de Alzheimer (Seltzer y Sherwin, 1983); menor puntuación en test de Factor G de inteligencia (Hichs y Beverigdge, 1978); o dificultades en el aprendizaje y/o dislexia. Como venta jas se han señalado que los pacientes zurdos o aquellos diestros con antecedentes de zurdería en primer grado muestran una menor severidad y mejor recuperación de la sintomatología afásica que sus homólogos diestros (Goodglass y Quadfasel, 1954; Subirana, 1958; Hécaen y Angelergues, 1962; Thomsen, 1975). En un detalle cognitivo, los varones zurdos obtenían peor rendimiento en tests relacionados con habilidades visuoespaciales que los varones diestros (Miller, 1971; Sherman, Kulhavy y Burns, 1976; Johnson y Harley, 1980). En subtests manipulativos del WAIS los zurdos empeoraban sus resultados comparados a los que obtenían en la parte verbal; esto no sucedía en diestros (Levy, 1969). O ante pruebas de flexión digital los diestros también obtenían mejores resultados (Kimura y Vanderwolf, 1970). Y, en estudios de asimetría funcional perceptiva, el promedio de la ventaja dicótica del oído derecho y del campo taquistoscópico derecho sobre estímulos verbales fue hallada menor en zurdos que en diestros (McKeever y Gill, 1972; Hicks y Kinsbourne, 1978; Geffen y Traub, 1979; Boles, 1989). Otros estudios han mostrado que algunas diferencias diestros-zurdos no han podido ser replicadas. En un basto estudio oficial sobre niños norteamericanos de 629
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11 años (Roberts y Engle, 1974) con 6.000 diestros y 750 zurdos no se encontraron diferencias psicométricas psicométricas ni verbales ni de carácter no-verbal. En disléxicos investigados por Pennington y cols. (1987), los autores sí halalron que la dislexia se relacionaba con una mayor frecuencia de procesos autoinmunes, pero no que la zurdería estuviese relacionada con la dislexia, ni los procesos autoinmunes con los no-diestros. Ni Fennell y cols. (1978) encontraron que los zurdos escoles obtuviesenpeores resultados en habilidades espaciales (PMA, bloques WAIS) que los diestros. Conviene mencionar la revisión de Bishop (1990). En ella de modo crítico se cuestionan detalladamente las diferencias, especialmente cognitivas, que se han ido mostrando entre diestros y zurdos. La autora subraya una cierta falacia al respecto por cuanto los editores suelen aceptar con mayor agrado para su publicación estudios que muestren diferencias que no aquéllos con resultados similares para diestros y zurdos. Los zurdos parecen estar algo menos seguros que los diestros acerca de cuál es su mano preferente (Raczkowski, Kalat y Nebes, 1974). Y un alto porcentaje (50-70%) suelen escribir en posición manual invertida por encima de la línea (IHP), especialmente zurdos varones (Peters y Pederson, 1978; Heron y cols., 1979; Annett, 1982; Estévez-González, 1991). Levy (Levy y Reid, 1976, 1978) propuso que este hecho era un signo de ipsilateralidad lingüística cerebral: el lenguaje sería «gobernado» por el Hemisferio Izquierdo en el zurdo con IHP, y por el hemisferio derecho en el diestro con IHP. A su vez los sujetos zurdos con IHP podrían estar afectados por una agenesia callosa parcial (Levy, 1982). Pero tanto McKeever y Van Deventer (1980) como Strauss, Wada y Kosaka (1983) fracasaron en su intento de correlacionar IHP y dominancia ipsilateral.
Etiología Se han diferenciado dos posibles casos de zurdería: la zurdería familiar o genética y la zurdería aislada o patológica. En el primer supuesto se arguyen bases hereditarias cuyo mecanismo genético puede ser a su vez un fallo del sistema o un desarrollo «especular» del diestro. Porac y Coren (1981) establecieron una mayor relación entre la lateralidad materna y la filial que en30
tre ésta y la paterna. Rife (1951) encontró que el 50% de los niños eran zurdos cuando los dos progenitores eran zurdos; el 16,7% si sólo un progenitor; y el 6,3% si ninguno de los dos progenitores eran zurdos. Otras apreciaciones posteriores estiman que el número de sujetos zurdos en gemelos mono y dicigóticos podría ser el doble (20-25%) que el hallado en la población general (Boklage, 1981). Y tanto Annett (1975) como Levy (1969, 1977) han aportado hipótesis genéticas explicativas de la zurdería. En el segundo supuesto se formula hipótesis sobre un daño cerebral menor del hemisferio izquierdo en algún estadio embriológico o perinatal. Este hecho ha sido revisado exhaustivamente por Satz (1972, 1973). Estos zurdos patológicos tendrían o deberían tener su hemisferio izquierdo dominante para el lenguaje, con ipsilateralidad mano-hemisferio lingüístico (Satz, 1972). Estos zurdos se acompañarían frecuentemente con déficits de aprendizaje y/o dislexia (Gaddes, 1981). Incluso Bakan, Dibb y Reed (1973) afirmaron que todo manejo preferente de la mano izquierda podría ser esencialmente patológico en su origen, atribuyendo principal etiología al daño sobre el hemisferio izquierdo. Siguiendo esta concepción más que zurdos serían en su origen diestros que patológicamente se ven forzados a utilizar la mano izquierda, semejando una pseudohemiplejia con sintomatología mínima exclusivamente motriz (mano izquierda) o acompañada por síntomas cognitivos. A nuestro entender esta segunda etiología parecer ser la más plausible, según hemos revisado recientemente (Estévez-González, 1991). De algún modo relacionado con este supuesto, Geschwind y Galaburda (1987) y otros autores (Wofsy, 1984), han sugerido una patogenia inmunehormonal: la zurdería podría ser el resultado en muchos casos de influencias que enlentecen el desarrollo «típico» del hemisferio izquierdo, y que podría acompañarse de desórdenes de la respuesta inmunitaria, incluido el desarrollo del timo.
COMENTARIO FINAL Además del sexo y lateralidad, otras precisiones diferenciales podrían también incluir el campo de las dishabilidades cognitivas (Estévez-González, 1991) y de los fenómenos psicopatológicos (Beaumont y
Dimond, 1973; Black, 1975; Gasparini et al., 1978; Naeser y cols., 1981; Jaeger, Borod y Peselson, 1986; Geschwind y Galaburda, 1987). Pero en buena medida hemos sintetizado, en nuestra anterior revisión (Estévez-González, 1992), los conocimientos básicos de la organización dual de nuestro cerebro, y, en la actual, las excepciones necesarias en función de la lateralidad y sexo de los sujetos. Tanto la zurdería como las diferencias funcionales cerebrales en ambos sexos han sido y son temas exageradamente delicados e injustamente tratados. Todo aquello que se aparte de la igualdad cerebral entre sexos o de una concepción especular de la zurdería puede ser, sorprendentemente, considerado como discriminatorio, a menos que se justifiquen por razones extrínsecas sociales o antropológicas. Esta posición, posiblemente, ha retrasado un mejor conocimiento de la etiología zurda o de la neurofisiología hormonal.
RESUMEN Se revisan gran parte de los estudios más reconocidos en la literatura neuropsicológica, que precisan las bases actuales de nuestro conocimiento de la asimetría cerebral en función del sexo y lateralidad corporal. Especificándose patrones diferenciales diestros vs zurdos, y varones vs mujeres. Con especial detenimiento en la etiología de la zurdería.
ABSTRACT In this paper, it is revised a great number of more recognized studies in the neuropsychological literature, which specify the present states of our knowledge about cerebral asymmetry in function to sex and handedness. Specifically, it is differentiate patterns between right and left-handedness, and males vs females. In addition, a special revision to left-handedness etiology.
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