Los ensayos reunidos en Debates y combates , escritos en los últimos ocho años, se ocupan de cuestiones cuestiones cruciales vinculadas a la actual discusión política de la izquierda. En ellos, Ernesto Laclau realiza una crítica minuciosa de los trabajos de flósoos como !lavoj "i#e$, %lain &adiou, 'ior(io %(amben, )ichael *ardt y %ntonio +e(ri. En la primera de las contiendas Laclau demuestra las alacias del enoque de "i#e$ y se concentra en los ar(umentos teóricos reeridos al populismo, la lucha de clases, la cate(oría de demanda y la teoría marista, como así tambi-n en los suje sujeto toss eman emanci cipa pato tori rios os zize zize$i $ian anos os c cas asii marc marcia iano nos s y en la liqu liquid idac ació iónn ultraizquierdista ultraizquierdista de lo político. En el caso de %(amben, cuestiona su (enealo(ía por no ser sufcientemente sensible a la diversidad política estructural. estructural. /rueba que su tesis de la reducción del bíos a zoé cuyo cuyo paradi(ma biopolítico occidental no es la ciudad, sino el campo de concentración simplifca las alternativas brindadas por la )odernidad. !us desacuerdos con *ardt y +e(ri (iran en torno a la constitución de las identidades colectivas. Laclau analiza si la inmanencia se(ún ellos, concepto central y undamento de la unidad de la multitud puede eplicar las luchas sociales y si, por consi(uiente, no sería necesaria una articulación horizontal, un vínculo político, entre las distintas movilizaciones. movilizaciones. % pesar de la (ran afnidad de su propio enoque he(emónico con el de &adiou uno de los pensadores m0s ori(inales y promisorios de la flosoía actual , Laclau analiza su -tica para demostrar los límites de la distinción esencial entre situación y acontecimiento. Ernesto Laclau orece cuatro combates intelectuales intensos, acerca de los cuales afrma en su introducción1 23etr0s de cada una de las interv interven encio cione ness de este este volum volumen en hay hay un pro proye yecto cto único único11 retoma retomarr la inici iniciati ativa va polí po líti tica ca44 lo que, que, desd desdee el pu punt ntoo de vist vistaa teór teóric ico, o, si(n si(nif ifca ca hace hacerr la po polí líti tica ca nuev nuevam amen ente te pens pensab able le.. % esta esta tare tareaa ha esta estado do dest destin inad adoo todo todo mi esu esuer erzo zo intelectual5.
Los ensayos reunidos en Debates y combates , escritos en los últimos ocho años, se ocupan de cuestiones cuestiones cruciales vinculadas a la actual discusión política de la izquierda. En ellos, Ernesto Laclau realiza una crítica minuciosa de los trabajos de flósoos como !lavoj "i#e$, %lain &adiou, 'ior(io %(amben, )ichael *ardt y %ntonio +e(ri. En la primera de las contiendas Laclau demuestra las alacias del enoque de "i#e$ y se concentra en los ar(umentos teóricos reeridos al populismo, la lucha de clases, la cate(oría de demanda y la teoría marista, como así tambi-n en los suje sujeto toss eman emanci cipa pato tori rios os zize zize$i $ian anos os c cas asii marc marcia iano nos s y en la liqu liquid idac ació iónn ultraizquierdista ultraizquierdista de lo político. En el caso de %(amben, cuestiona su (enealo(ía por no ser sufcientemente sensible a la diversidad política estructural. estructural. /rueba que su tesis de la reducción del bíos a zoé cuyo cuyo paradi(ma biopolítico occidental no es la ciudad, sino el campo de concentración simplifca las alternativas brindadas por la )odernidad. !us desacuerdos con *ardt y +e(ri (iran en torno a la constitución de las identidades colectivas. Laclau analiza si la inmanencia se(ún ellos, concepto central y undamento de la unidad de la multitud puede eplicar las luchas sociales y si, por consi(uiente, no sería necesaria una articulación horizontal, un vínculo político, entre las distintas movilizaciones. movilizaciones. % pesar de la (ran afnidad de su propio enoque he(emónico con el de &adiou uno de los pensadores m0s ori(inales y promisorios de la flosoía actual , Laclau analiza su -tica para demostrar los límites de la distinción esencial entre situación y acontecimiento. Ernesto Laclau orece cuatro combates intelectuales intensos, acerca de los cuales afrma en su introducción1 23etr0s de cada una de las interv interven encio cione ness de este este volum volumen en hay hay un pro proye yecto cto único único11 retoma retomarr la inici iniciati ativa va polí po líti tica ca44 lo que, que, desd desdee el pu punt ntoo de vist vistaa teór teóric ico, o, si(n si(nif ifca ca hace hacerr la po polí líti tica ca nuev nuevam amen ente te pens pensab able le.. % esta esta tare tareaa ha esta estado do dest destin inad adoo todo todo mi esu esuer erzo zo intelectual5.
Ernesto Laclau
Debates y combates Por un nuevo horizonte de la política
6ítulo ori(inal1 Debates y combates Ernesto Laclau, 7889 6raducción1 6raducción1 )i(uel :añadas ; Ernesto Laclau ; Leonel Livchi< 3iseño=>etoque 3iseño=>etoque de cubierta1 ?uan &ala(uer Editor di(ital1 6itivillus e/ub base
[email protected]
A la memoria querida de Deborah Mitchell
INTRODUI!N
LA! :B%6>A ensayos que componen este volumen ueron escritos en los últimos ocho años y se ocupan de aspectos cruciales vinculados al reciente debate político de la izquierda. El ensayo reerido a !lavoj "i#e$ parte de una pol-mica que -l inició en Critical Inquiry e intenta mostrar las alacias de sus ar(umentos, que son tan sólo una mezcla indi(esta de determinismo económico y subjetivismo voluntarista, a lo cual se añade una distorsión sistem0tica de la teoría lacaniana. CEsta distorsión ha sido demostrada de modo inequívoco en el reciente libro de Dannis !tavra$a$is, The Lacanian LeftF@G. La obra de mis otros adversarios en este libro presenta una sustancia teórica mucho m0s considerable. )i ensayo sobre %lain &adiou trata des(raciadamente de modo muy sumario uno de los enoques m0s ori(inales y promisorios de la flosoía actual. Bna consideración, consideración, por mi parte, m0s seria y sistem0tica de su obra podr0 po dr0 encon encontra trarse rse en mi libro libro en prepa preparac ración ión La universalidad elusiva. El (ran m-rito de la obra de &adiou reside, en mi opinión, en su dr0stica separación entre 2situación5 y 2acontecimiento5, que plantea la cuestión del estatuto ontoló(ico de una interrupción radical, que rompa, con todas las ilusiones y los señuelos de la mediación dial-ctica. Los límites de su an0lisis est0n dados, desde mi perspectiva, porr lo que po que cons consid ider eroo una una epl eplor orac ació iónn insu insufc fcie ient ntee de aque aquell lloo que que esta esta estructuralmente implícito en una interrupción radical. Hste es el punto en que mi enoque 2he(emónico5 se dierencia del suyo, undado en lo que -l califca de 2fdeli 2fdelidad dad al acont acontec ecimi imien ento5 to5.. 6ambi-n ambi-n es el pu punto nto en que que su ontolo ontolo(ía (ía matem0tica difere de la mía retórica. En el caso de 'ior(io %(amben, %(amben, pese a todo lo que separa su enoque del de *ardt y +e(ri, mi objeción es comparable. 3etr0s de su tesis undamental de que la reducción del bíos a zoé si(na si(na el destino de la modernidad que encontraría su paradi(ma teleoló(ico en el campo de concentración hay una simplifcación del sistema de alternativas que abre la modernidad. :omo lo he insinuado en mi ensayo sobre su trabajo, su misma idea de lo que est0 implícito en la noción de 2potenc 2po tenciali ialidad5 dad5 puede puede abrir abrir horizont horizontes es para visiones visiones conside considerable rablement mentee m0s matizadas de la política que las que -l eplora.
Iinalmente, mis desacuerdos con )ichael *ardt y %ntonio +e(ri (iran en torno a la constitución de las identidades colectivas. /ara ellos, la articulación horizontal entre distintas luchas sociales debe ser desdeñada en provecho de un aislamiento vertical de las diversas movilizaciones, que no requerirían la construcción de nin(ún vínculo político entre sí. /or las razones que se eponen en este libro, no pienso que -sa sea una perspectiva adecuada. 3icha perspectiva est0 anclada en el enoque del operaismo italiano de los años sesenta, con su -nasis en la autonomía y su abandono de la cate(oría de 2articulación5. !i bien coincido con ellos en que esta última cate(oría no puede ser reducida a las ormas institucionales del 2partido5, tal como lo había sido en la eperiencia del comunismo italiano, pienso tambi-n que ormas m0s complejas de articulación, que reintroduzcan la coneión horizontal entre movilizaciones sociales, si(uen siendo esenciales en la pro(ramación de un proyecto político. 3etr0s de cada una de las intervenciones de este volumen hay, de mi parte, un proyecto único1 retomar la iniciativa política, lo que, desde el punto de vista teórico, si(nifca hacer la política nuevamente pensable. % esta tarea ha estado destinado todo mi esuerzo intelectual. Es para mí un motivo proundo de optimismo que despu-s de tantos años de rustración política nuestros pueblos latinoamericanos est-n en proceso de afrmar con -ito su lucha emancipatoria. Es este nuevo horizonte histórico el que ha estado en la base de mi reJeión al escribir estos ensayos. Ernesto Laclau, ebrero de 7889
"POR #U$ ON%TRUIR &L PUE'LO E% L& PRINIP&L T&RE& DE UN& POL(TI& R&DI&L )*+,
)E *% sorprendido bastante la crítica de !lavoj "i#e$ FKG a mi libro La razn populistaFG. 3ado que ese libro es altamente crítico del enoque de "i#e$, esperaba, desde lue(o, al(una reacción de su parte. !in embar(o, ha ele(ido para su respuesta un camino por dem0s indirecto y oblicuo1 no ha respondido a una sola de mis críticas a su trabajo y ormula, en cambio, una serie de objeciones a mi libro que sólo tienen sentido si uno acepta enteramente su perspectiva teórica, que es eactamente lo que estaba en cuestión. /ara evitar continuar con este di0lo(o de sordos, tomar- el toro por las astas, voy a reiterar lo que considero undamentalmente erróneo en el enoque de "i#e$ y, en el curso de mi ar(umentación, reutar- tambi-n sus críticas.
POPULI%-O . LU/& DE L&%E%
3ejar- de lado las secciones del ensayo de "i#e$ que se referen a los reerendos ranc-s y holand-s, un aspecto en el que mis opiniones no diferen demasiado de las suyas FMG , y me concentrar- en cambio en los ar(umentos teóricos, en los que señala nuestras diver(encias. "i#e$ comienza afrmando que yo prefero el populismo a la lucha de clases FNG. Hsta es una manera bastante absurda de presentar el ar(umento, pues su(iere que el populismo y la lucha de clases son dos entidades realmente eistentes, entre las que uno tendría que ele(ir, tal y como cuando uno eli(e pertenecer a un partido político o a un club de útbol. La verdad es que mi noción del pueblo y la cl0sica concepción marista de la lucha de clases son dos maneras dierentes de concebir la construcción de las identidades sociales, de modo que si una de ellas es correcta la otra debe ser desechada, o m0s bien reabsorbida y redefnida en t-rminos de la visión alternativa. "i#e$ realiza, sin embar(o, una descripción adecuada de los puntos en que las dos perspectivas diferen1
La lucha de clases presupone un (rupo social particular Cla clase obrera como a(ente político privile(iado4 este privile(io no es el resultado de la lucha he(emónica, sino que se unda en la 2posición social objetiva5 de este (rupo, la lucha ideoló(icoOpolítica se reduce así, en última instancia, a un epienómeno de los procesos sociales y poderes 2objetivos5 y a sus conJictos. /ara Laclau, por el contrario, el hecho de que cierta lucha sea elevada a un 2equivalente universal5 de todas las luchas no es un hecho predeterminado sino que es el resultado de una lucha contin(ente por la he(emonía. En una cierta constelación, esta puede ser la lucha de los trabajadores, en otra constelación, la lucha patriótica anticolonialista, en otra, la lucha antirracista por la tolerancia cultural. +o hay nada en las calidades positivas inherentes a una lucha particular que la predestine al rol he(emónico de ser el 2equivalente (eneral5 de todas las luchas FPG. %unque esta descripción del contraste es obviamente incompleta, no ten(o objeciones al cuadro (eneral de las dierencias entre los dos enoques que provee. !in embar(o, a dicha descripción "i#e$ añade un ras(o del populismo que yo no habría tomado en consideración. En tanto que yo habría señalado correctamente el car0cter vacío del si(nifcante amo que encarna el enemi(o, no habría mencionado el car0cter seudoconcreto de la f(ura que lo encarna. 3ebo decir que no encuentro nin(una sustancia en esta crítica. El conjunto de mi an0lisis se basa, precisamente, en afrmar que todo campo político discursivo se estructura siempre a trav-s de un proceso recíproco, por el que la dimensión de vacío debilita el particularismo de un si(nifcante concreto pero, a su vez, esa particularidad reacciona brindando a la universalidad un cuerpo que la encarne. *e defnido la he(emonía como una relación por la cual una cierta particularidad pasa a ser el nombre de una universalidad que le es enteramente inconmensurable. 3e modo que lo universal, careciendo de todo medio de representación directa, obtendría solamente una presencia vicaria a trav-s de los medios distorsionados de su investimiento en una cierta particularidad. /ero dejemos de lado esta cuestión por el momento, ya que "i#e$ tiene una adición mucho m0s undamental que proponer a mi noción teórica de populismo. !e(ún -l1 Bno tiene que considerar tambi-n el modo en que el discurso populista desplaza el anta(onismo y construye el enemi(o. En el populismo el enemi(o es eternalizado o reifcado en una entidad ontoló(ica positiva Caun si esta entidad es espectral cuya aniquilación restauraría el equilibrio y la justicia4 sim-tricamente, nuestra propia identidad la del a(ente político populista es tambi-n percibida como preeistente al ataque del enemi(o F9G.
3esde lue(o, yo nunca he dicho que la identidad populista preeista al ataque del enemi(o, sino eactamente lo opuesto1 que tal ataque es la precondición de toda identidad popular. Qncluso he citado, para describir la relación que tenía en mente, la afrmación de !aintO?ust de que la unidad de la república es sólo la destrucción de lo que se opone a ella. /ero veamos cómo se desarrolla el ar(umento de "i#e$. Hl afrma que reifcar el anta(onismo en una entidad positiva implica una orma elemental de mistifcación ideoló(ica, y que aunque el populismo puede avanzar en una variedad de direcciones Creaccionaria, nacionalista, nacionalista pro(resiva, etc., 2en la medida en que, en su noción misma, -l desplaza al anta(onismo social inmanente hacia un anta(onismo entre el pueblo unifcado y el enemi(o eterno, -l alber(a, en la última instancia, una tendencia protoascista5 FRG. % esto añade sus razones para pensar que los movimientos comunistas no pueden ser nunca populistas, dado que mientras que en el ascismo la Qdea estaba subordinada a la voluntad del líder, en el comunismo !talin era un líder secundario en el sentido reudiano ya que se encontraba subordinado a la Qdea. SBn bonito piropo para !talinT :omo todo el mundo sabe, -l no estaba subordinado a nin!una ideolo(ía sino que manipulaba a esta última en la orma m0s (rotesca para usarla como instrumento de su a(enda política. /or ejemplo, el principio de la autodeterminación nacional ocupaba un lu(ar privile(iado en el universo ideoló(ico estalinista4 se a(re(aba, sin embar(o, que tenía que ser aplicado 2dial-cticamente5, lo que si(nifcaba que podía ser violado tantas veces como se considerara conveniente políticamente. !talin no era una particularidad subsumible bajo una universalidad conceptual4 por el contrario, era la universalidad conceptual la que era subsumida bajo el nombre de !talin. 3esde este punto de vista, *itler tampoco carecía de ideas políticas la /atria, la >aza, etc., que manipulaba del mismo modo por razones de conveniencia política. :on esto no estoy afrmando, desde lue(o, que los re(ímenes nazi y estalinista no ueran dierentes entre sí, sino que esas dierencias no pueden undarse en un tipo de relación distinta entre el líder y la Qdea F@8G. CUolver- m0s adelante a la cuestión de la relación entre populismo y comunismo. /ero retornemos a los pasos ló(icos a trav-s de los cuales se estructura el ar(umento de "i#e$, es decir, cómo concibe su suplemento a mi construcción teórica. 3icho ar(umento no es nada m0s que una sucesión de conclusiones non sequitur. La secuencia es la si(uiente1 @ comienza citando un pasaje de mi libro en el que, refri-ndome al modo en que las identidades populares se constituyeron en el cartismo in(l-s, muestro que los males de la sociedad no eran presentados como derivados del sistema económico sino como resultantes del abuso del poder por parte de (rupos parasitarios y especulativos F@@G4 7 encuentra que al(o similar acontece en el discurso ascista, en el que la f(ura del judío pasa a ser la
encarnación concreta de todos los males de la sociedad Cesta concretización es presentada por -l como una operación de reifcación4 K concluye entonces que esto muestra que en todo populismo CVpor qu-W, VcómoW hay 2una tendencia protoascista de lar(o plazo54 el comunismo, sin embar(o, sería inmune al populismo porque en su discurso la reifcación no tiene lu(ar y el líder permanece a buen res(uardo en su car0cter secundario. +o es diícil percibir la alacia de todo este ar(umento. /rimero, el cartismo y el ascismo son presentados como dos especies del (-nero populismo4 se(undo, el modus operandi de una de las especies Cel ascismo es concebido como reifcación4 tercero, por razones no especifcadas Cen este punto el ejemplo cartista es convenientemente olvidado, eso transorma al modus operandi de la especie en el ras(o defnitorio del (-nero en su conjunto4 cuarto, una de las especies, en consecuencia, pasa a ser el destino teleoló(ico de todas las otras especies pertenecientes a ese (-nero. % esto habría que a(re(ar, en quinto lu(ar, como otra conclusión no undamentada, que si el comunismo no puede ser una especie del (-nero populismo, esto es presumiblemente Cel punto no es afrmado eplícitamente porque en -l la reifcación no tiene lu(ar. En el caso del comunismo, tendríamos una universalidad sin mediaciones4 -ste sería el motivo por el que la suprema encarnación de lo concreto, el líder, estaría enteramente subordinado a la Qdea. 3e m0s est0 decir, esta ultima conclusión no est0 undada en nin(una evidencia histórica sino en un puro ar(umento apriorístico. )0s importante, sin embar(o, que insistir en la obvia circularidad del ar(umento de "i#e$, es eplorar los dos supuestos no eplicitados en los que se unda. Ellos son1 @ que toda encarnación de lo universal en lo particular debe ser concebida como reifcación4 y 7 una tal encarnación es inherentemente ascista. % estos postulados opondremos dos tesis1 @ que la noción de reifcación es enteramente inadecuada para entender el tipo de encarnación de lo universal en lo particular que es inherente a la construcción de una identidad popular4 y C7 que esta última encarnación si se la entiende correctamente lejos de ser una característica del ascismo o de cualquier otro movimiento político, es inherente a todo tipo de relación he(emónica es decir, al tipo de relación constitutiva de lo político como tal. :omencemos con la rei"cacin. Hste no es un t-rmino del len(uaje corriente sino que tiene un contenido flosófco muy específco. Iue en primer t-rmino introducido por 'eor( Lu$0cs, aunque la mayor parte de sus dimensiones ya operaban avant la le#re en varios de los tetos de Xarl )ar, especialmente en la sección de $l Capital reerida al etichismo de la mercancía. La omnipotencia del valor de cambio en la sociedad capitalista haría imposible el acceso al punto de vista de la totalidad4 las relaciones entre los hombres adquirirían un car0cter
objetivo y, mientras que los individuos serían convertidos en cosas, las cosas aparecerían como los verdaderos a(entes sociales. %hora bien, si prestamos atención a la estructura de la reifcación, su ras(o dominante resulta inmediatamente visible1 ella consiste esencialmente en una operación de inversin. Lo que es derivativo aparece como ori(inario4 lo que es apariencial es presentado como esencial. La inversión de la relación sujeto=predicado es el meollo de la reifcación. En tal sentido, es enteramente un proceso de mistifcación ideoló(ica, y su correlato subjetivo es la noción de alsa conciencia. El conjunto cate(orial reifcación=alsa conciencia sólo tiene sentido, sin embar(o, si la distorsión ideoló(ica puede ser revertida4 si uera constitutiva de la conciencia, no podríamos hablar de distorsión. Hsta es la razón por la que "i#e$, para sostener su noción de alsa conciencia, tiene que concebir los anta(onismos sociales como undados en al(ún tipo de mecanismo inmanente que ve la conciencia de los a(entes como meramente derivativa4 o m0s bien, en el cual esta última, en la medida en que es admitida, es vista como una epresión transparente de dicho mecanismo. Lo universal hablaría en orma directa, sin requerir nin(ún papel mediador de lo concreto. En sus palabras1 el populismo 2desplaza el anta(onismo social inmanente hacia el anta(onismo entre el pueblo unifcado y el enemi(o eterno5. Es decir, que la construcción discursiva del enemi(o es presentada como una operación de distorsión. D, verdaderamente, si lo universal, que es inherente al anta(onismo, tuviera la posibilidad de una epresión no mediada, la mediación a trav-s de lo concreto sólo podría ser concebida como reifcación. 3esaortunadamente para "i#e$, el tipo de articulación entre lo universal y lo particular que presupone mi enoque acerca de la cuestión de las identidades populares es radicalmente incompatible con nociones tales como reifcación y distorsión ideoló(ica. +o es cuestión de una alsa conciencia opuesta a otra verdadera que nos estaría a(uardando como un destino teleoló(icamente pro(ramado sino, pura y simplemente, con la construcción contin(ente de una conciencia. /or lo tanto, lo que "i#e$ presenta como su suplemento a mi enoque, no es en absoluto un suplemento, sino la puesta en cuestión de sus premisas b0sicas. Estas premisas se derivan de un acercamiento a la relación entre lo universal y lo particular, lo abstracto y lo concreto, que he discutido en mi trabajo desde tres perspectivas psicoanalítica, lin(Yística y política que resumo a continuación para mostrar su incompatibilidad con el crudo modelo de alsa conciencia de "i#e$. :omencemos con el psicoan0lisis. *e intentado mostrar en La razn populista cómo la ló(ica de la he(emonía y la del ob%eto a lacaniano se superponen en buena medida y se referen ambas a una relación ontoló(ica undamental en la cual lo
pleno C fullness sólo puede ser tocado a trav-s de su investimiento en un objeto parcial4 que no es una parcialidad dentro de la totalidad sino una parcialidad que es la totalidad. En este punto, mis an0lisis se han benefciado en (ran medida de los trabajos de ?oan :opjec, que ha hecho una seria eploración de las implicaciones ló(icas de las cate(orías lacanianas, sin distorsionarlas al estilo "i#e$ con superfciales analo(ías he(elianas. El punto relevante para nuestro tema es que lo pleno la :osa reudiana es inalcanzable4 es tan sólo una ilusión retrospectiva que es sustituida por objetos parciales que encarnan esa totalidad imposible. En palabras de Lacan1 la sublimación consiste en elevar un objeto a la di(nidad de la :osa. :omo he intentado mostrar, la relación he(emónica reproduce todos estos momentos estructurales1 una cierta particularidad asume la representación de una universalidad que siempre se aleja. :omo vemos, el modelo de la reifcación=distorsión=alsa conciencia es radicalmente incompatible con el de la he(emonía= ob%eto a4 mientras que el primero presupone el acceso a lo pleno a trav-s de la reversión del proceso de reifcación, el se(undo concibe lo pleno Cla :osa como inalcanzable porque carece de todo contenido. D mientras que el primero ve la encarnación en lo concreto como una reifcación distorsionante, el se(undo ve el investimiento radical en un objeto como el solo camino para lo(rar una cierta plenitud. "i#e$ sólo puede mantener su enoque en t-rminos de reifcación=alsa conciencia al precio de erradicar radicalmente la ló(ica del ob%eto a del campo de las relaciones políticas. +ueva etapa1 si(nifcación. CLo que he llamado la perspectiva lin(Yística se refere no sólo a lo lin(Yístico en el sentido restrin(ido sino tambi-n a todos los sistemas de si(nifcación. :omo estos últimos coinciden con la totalidad de las relaciones sociales, las cate(orías y las relaciones eploradas por el an0lisis lin(Yístico no pertenecen a 0reas re(ionales sino al campo de una ontolo(ía (eneral. %quí encontramos la misma imbricación entre particularidad y universalidad que habíamos encontrado en la perspectiva psicoanalítica. *e mostrado en otros escritos que la totalización de un sistema de dierencias es imposible sin una eclusión constitutiva F@7G. !in embar(o, esta última tiene, como un eecto ló(ico primario, la división de todo elemento si(nifcativo entre una dimensión equivalencial y una dimensión dierencial. :omo estas dos dimensiones no pueden ser ló(icamente suturadas, la consecuencia es que toda sutura ser0 retrica4 una cierta particularidad, sin cesar de ser particular, asumir0 un cierto rol de si(nifcación universal. Es decir, que el desnivel al interior de la si(nifcación es el único terreno en el cual el proceso de si(nifcación puede desarrollarse. :atacresis Z retoricidad Z posibilidad misma del sentido. La misma ló(ica que encontramos en el psicoan0lisis entre la :osa Cimposible y el ob%eto a la hallamos nuevamente como la condición misma de la si(nifcación. El an0lisis de "i#e$ no se
refere directamente a la si(nifcación, pero no es diícil etraer la conclusión que se derivaría, en este campo, de su enoque undado en la reifcación1 que todo tipo de sustitución retórica que no alcanza una reconciliación literal plena equivale a una alsa conciencia. /or último, la política. 6omemos un ejemplo al que me he reerido en varios puntos de La razn populista1 !olidaridad en /olonia. 6enemos ahí una sociedad en la que la rustración de una pluralidad de demandas por parte de un r-(imen represivo creó una equivalencia espont0nea entre ellas que, sin embar(o, necesitaban epresarse a trav-s de al(una orma de unidad simbólica. 6enemos aquí una clara alternativa1 o bien hay un último contenido conceptualmente especifcable que es ne(ado por el r-(imen opresivo en cuyo caso ese contenido puede ser directamente epresado en su identidad dierencial positiva& , o bien las demandas son radicalmente hetero(-neas y lo único que ellas comparten es un ras(o ne!ativo su común oposición al r-(imen represivo. En ese caso, como no es cuestión de la epresión directa de un ras(o positivo subyacente a las diversas demandas sino que lo que tiene que epresarse es una ne(atividad irreductible, su representación tendr0 necesariamente un car0cter simbólico F@KG. Las demandas de !olidaridad pasar0n a ser el símbolo de una cadena m0s etendida de demandas cuya equivalencia inestable en torno a ese símbolo constituir0 una identidad popular m0s amplia. Esta constitución simbólica de la unidad del campo popular y su correlato1 la unifcación simbólica del r-(imen opresivo a trav-s de medios discursivo=equivalenciales similares es lo que "i#e$ su(iere que debemos concebir como reifcación. /ero est0 enteramente equivocado. En la reifcación tenemos, como hemos visto, una inversión en la relación entre epresión verdadera y distorsionada, mientras que para nosotros la oposición verdadera=distorsionada carece de todo sentido. 3ado que el vínculo equivalencial se establece entre demandas radicalmente hetero(-neas, su 2homo(eneización5 a trav-s de un si(nifcante vacío es un puro passa!e ' l(acte , la construcción de al(o esencialmente nuevo y no la revelación de una 2verdadera5 identidad subyacente. Hsta es la razón por la que en mi libro he insistido en que el si(nifcante vacío es un puro nombre que no pertenece al orden conceptual. +o se trata, por consi(uiente, de verdadera o alsa conciencia. :omo en el caso de la perspectiva psicoanalítica la elevación de un objeto a la di(nidad de la :osa, y como en el caso de la si(nifcación donde la presencia de un t-rmino f(ural que es catacr-stico porque nombra y da así presencia discursiva a un vacío esencial dentro de la estructura si(nifcante, tenemos tambi-n en la política la constitución de nuevos a(entes pueblos, en nuestro sentido a trav-s de la articulación entre ló(icas equivalenciales y dierenciales. Estas ló(icas implican encarnaciones f(urales resultantes de una creatio e) nihilo que no es posible reducir a nin(una literalidad
precedente o fnal. /or lo tanto1 olvid-monos de la reifcación. Lo que hemos dicho hasta este punto ya anticipa que, en nuestra opinión, la se(unda tesis de "i#e$, se(ún la cual la representación simbólica que -l concibe como reifcación sería esencialmente o, al menos, tendencialmente, ascista, es i(ualmente insostenible. %quí "i#e$ usa un arma dema(ó(ica1 el rol del judío en el discurso nazi, que inmediatamente evoca todos los horrores del *olocausto y provoca una instintiva reacción ne(ativa. %hora bien, es verdad que el discurso ascista utilizó ormas de representación simbólica, pero no hay nada específcamente ascista en el hecho de hacerlo, ya que no hay discurso político que no construya sus propios símbolos de ese modo. Qncluso diría que esta construcción es la defnición misma de lo que es la política. El arsenal de posibles ejemplos ideoló(icos dierentes del que ha ele(ido "i#e$ es ina(otable. V[u- otra cosa que una encarnación simbólica est0 implicada en un discurso político que presenta a \all !treet como uente de todos los males económicosW VA en la quema de la bandera estadounidense por parte de maniestantes del 6ercer )undoW VA en los emblemas rurales, antimodernistas, de las a(itaciones de 'andhiW VA en la quema de la :atedral de &uenos %ires por parte de las masas peronistasW +os identifcamos con al(unos de esos símbolos en tanto que rechazamos otros, pero esto no es motivo para afrmar que la matriz de una estructura simbólica varía de acuerdo con el contenido material de los símbolos. %frmar lo contrario no es posible sin al(una noción de reifcación estilo "i#e$, que permitiera adscribir al(unos contenidos a la verdadera conciencia y otros a la alsa. /ero incluso esta operación in(enua no tendría -ito sin adicionar el postulado de que toda orma de encarnación simbólica sería una epresión de la alsa conciencia, en tanto que la verdadera conciencia estaría eenta de toda mediación simbólica. CHste es el punto en que la teoría lacaniana pasa a ser la n-mesis de "i#e$1 eliminar enteramente la mediación simbólica y afrmar la posibilidad de una pura epresión de la conciencia verdadera es lo mismo que afrmar tener un acceso directo a la :osa en cuanto tal, en tanto que a los ob%etos a sólo se les atribuiría el estatus de representaciones distorsionadas.
L&% DE-&ND&%0 ENTRE PEDIDO% . E1I2ENI&%
La unidad mínima de nuestro an0lisis social es la cate(oría de demanda. Ella presupone que el (rupo social no es un reerente en última instancia homo(-neo,
sino que debe ser concebido como una articulación de demandas hetero(-neas. "i#e$ ha ormulado dos objeciones principales a este enoque1 la primera, que -l no capta la naturaleza verdaderamente conrontacional del acto revolucionario C2V+o va el acto revolucionario o político emancipatorio m0s all0 de este horizonte de demandasW El sujeto revolucionario ya no opera al nivel de requerir al(o de los que est0n en el poder4 -l quiere destruirlos5.4 F@G la se(unda, que no hay correlación entre la pluralidad implícita en la noción de una cadena equivalencial de demandas y los objetivos reales de una movilización populista, ya que muchos movimientos populistas se estructuran en torno a objetivos sin(ulares C one*issue. Bna observación m0s (eneral debería hacerse aquí acerca de los movimientos populares con un objetivo único. 6omemos, por ejemplo, las 2revueltas de impuestos5 en los Estados Bnidos. !i bien ellas uncionan de modo populista, movilizando a la (ente en torno a una demanda que no es satisecha por las instituciones democr0ticas, no parecen undarse en una compleja cadena de equivalencias, ya que permanecen ocalizadas en una demanda sin(ular F@MG. Las dos objeciones de "i#e$ est0n enteramente desencaminadas. :omencemos por la primera. !i bien "i#e$ se refere a la tensión pedido Crequest=ei(encia Cclaim en torno a la que nuestra noción de demanda est0 eplícitamente construida, -l no es en absoluto consciente de sus consecuencias teóricas. En nuestra visión, toda demanda comienza como un pedido4 se requiere a las instituciones de poder local, por ejemplo, satisacer los requerimientos de la (ente en 0reas específcas vivienda, di(amos. Hsta es la única situación que "i#e$ discute1 a aquellos en el poder se les pediría que accedieran (raciosamente a los requerimientos de un (rupo de (ente, acceder a la demanda sería una concesin por parte de los (obernantes. /ero reducir la cuestión a este caso es i(norar la se(unda dimensión de nuestro an0lisis, el proceso social a trav-s del cual el pedido es transormado en una ei(encia. V:ómo tiene lu(ar esta mutaciónW :omo he ar(umentado, a trav-s de la operación de la ló(ica equivalencial. La (ente cuyas demandas relativas a la vivienda son rustradas, ve que otras demandas relativas al transporte, a la salud, a la se(uridad, a la escolaridad no son tampoco satisechas. Esto desencadena un proceso que he descripto in e)tenso en mi libro. :onsiste en lo si(uiente1 la rustración de una demanda individual transorma el pedido en una ei(encia en la medida en que la (ente se percibe a sí misma como detentadora de derechos que no son reconocidos. Estas ei(encias son, sin embar(o, limitadas porque la entidad reerencial a la que ellas son ormuladas es perectamente identifcable en nuestro ejemplo de la vivienda, la municipalidad. /ero si la equivalencia entre ei(encias se etiende si(uiendo con nuestro ejemplo1 alojamiento, transporte, salud, escolaridad, etc., comienza a ser mucho m0s
diícil determinar cu0l es la instancia a la que las ei(encias se diri(en. Bno tiene que construir discursivamente al enemi(o la oli(arquía, el establishment , la (ran riqueza, el capitalismo, la (lobalización, etc. y, por la misma razón, la identidad de los que ormulan las demandas se transorma en este proceso de universalización tanto de los propios objetivos como del enemi(o. 6odo el proceso de la >evolución >usa comenzó con tres demandas1 2paz, pan y tierra5. V% qui-n se diri(ían estas demandasW :uanto m0s se epandía la equivalencia, tanto m0s claro resultaba que no era simplemente al r-(imen zarista. Bna vez que nos movemos m0s all0 de un cierto punto, los que habían sido pedidos al interior de las instituciones pasan a ser ei(encias diri(idas a las instituciones y, a cierta altura, ellas pueden pasar a ser ei(encias contra el orden institucional. :uando este proceso ha desbordado los aparatos institucionales m0s all0 de un cierto límite, comenzamos a tener al pueblo del populismo. /odríamos pre(untarnos1 Vpor qu- las acciones sociales deben ser siempre concebidas como demandasW El motivo, como lo he eplicado en La razn populista , es que el sujeto es siempre el sujeto de la alta4 siempre emer(e a partir de una asimetría entre la plenitud Cimposible de la comunidad y el particularismo de los sitios de enunciación. Esto tambi-n eplica por qu- los nombres de la plenitud resultar0n siempre del investimiento radical de un valor universal en una cierta particularidad4 nuevamente1 la elevación de un objeto particular a la di(nidad de la :osa. /ero es importante advertir que este investimiento cambia al objeto particular. 2Bniversaliza5 a ese objeto a trav-s de su inscripción en una inraestructura de relaciones equivalenciales. Es por esto que nunca puede tratarse de una reifcación, como sostiene "i#e$ Cla reifcación, como hemos dicho, implica una inversin por la cual universalidad y particularidad cambian sus respectivos lu(ares sin modifcar sus identidades, mientras que la relación he(emónica presupone una contaminación entre lo particular y lo universal. Esta situación, por la que cierta particularidad no es nunca mera particularidad porque aparece siempre cruzada por un tejido de relaciones equivalenciales que universalizan su contenido, es sufciente para responder a la se(unda objeción de "i#e$, que las movilizaciones por problemas específcos, dado que sus objetivos son particulares, no pueden constituir identidades políticas m0s amplias. Hsta es una completa ilusión. El objetivo ostensible puede ser particular, pero -sta es sólo la punta visible del t-mpano. 3etr0s del objetivo individual se esconde un mundo de asociaciones y aectos sumamente m0s amplio que lo contamina y lo transorma en la epresión de tendencias mucho m0s (enerales. %ceptar en su sentido literal el objetivo sin(ular de una movilización sería como reducir el an0lisis de un sueño a su contenido manifesto. Los reerendos ranc-s y
holand-s constituyen un buen ejemplo. La cuestión en debate ue puntual pero, como el mismo "i#e$ lo muestra, todo un mundo de rustraciones, temores y prejuicios encontró su epresión en el 2no5. D todo el mundo sabe que lo que est0 en jue(o en los reerendos de impuestos en los Estados Bnidos son proundos desplazamientos políticos del sentido comunitario. La conclusión es que el sentido latente de una movilización no puede reducirse nunca a sus esló(anes literales y a sus objetivos proclamados4 un an0lisis político di(no del nombre sólo comienza cuando se eplora la sobredeterminación que sustenta esa literalidad. V[u- conclusiones (enerales pueden, por lo tanto, derivarse de este complejo conjunto de interconeiones entre identidades populares y demandas y, dentro de las mismas demandas, entre pedidos y ei(enciasW La m0s importante es que cada una de las articulaciones posibles al interior de esta matriz estructural conduce a un modo dierente de constituir las identidades sociales y a dierentes (rados de universalización de sus ei(encias. En un etremo, cuando las demandas no van m0s all0 del estadio de los meros pedidos, tenemos una or(anización altamente institucionalizada. Los actores sociales tienen una eistencia 2inmanente5 dentro de las localizaciones objetivas que conf(uran el orden institucional de la sociedad. C3esde lue(o que -ste es un etremo puramente ideal4 la sociedad no est0 nunca tan estructurada como para que los a(entes sociales sean enteramente absorbidos por las instituciones. El se(undo escenario es uno en el que hay una tensión m0s permanente entre las demandas y lo que el orden institucional puede absorber. %quí los pedidos tienden a devenir ei(encias y hay una crítica de las instituciones que pone en cuestión su le(itimidad. Iinalmente, cuando las relaciones de equivalencia entre una pluralidad de demandas van m0s all0 de un cierto punto, se verifcan amplias movilizaciones contra el orden social en su conjunto. Uemos aquí la emer(encia del pueblo como actor histórico m0s universal, cuyos objetivos cristalizar0n, necesariamente, en torno a si(nifcantes vacíos como objetos de identifcación política. *ay una radicalización de las ei(encias que puede conducir a una reconf(uración de la totalidad del orden institucional. Hste es probablemente el tipo de desarrollo que "i#e$ tiene en mente cuando habla de no requerir nada de aquellos en el poder sino, en cambio, de intentar destruirlos. La dierencia entre su enoque y el mío es, sin embar(o, que para mí la emer(encia de los actores emancipatorios tiene una ló(ica propia, anclada en la estructura de la demanda como unidad b0sica de la acción social, mientras que para "i#e$ no eiste una ló(ica tal4 los sujetos emancipatorios son concebidos como criaturas plenas, que emer(en sin nin(ún tipo de proceso (en-tico, como )inerva de la cabeza de ?úpiter. La sección de mi libro que trata acerca de los trabajos de "i#e$ se titula1 2"i#e$1 esperando a los marcianos5. D, en verdad, hay al(o etraOterrestre en lo que concierne a los sujetos
emancipatorios de "i#e$4 sus condiciones de a(entes revolucionarios son especifcadas al interior de una (eometría tan rí(ida de eectos sociales que nin(ún actor empírico puede estar a la altura. En sus escritos recientes, sin embar(o, "i#e$ desarrolla una nueva estrate(ia de determinación de los a(entes revolucionarios consistente en ele(ir al(unos a(entes sociales reales, pero a los que atribuye, en cambio, tantos ras(os ima(inarios, que pasan a ser marcianos en todo ecepto en el nombre. Uolveremos despu-s a esta estrate(ia zize$iana de 2marcianización5.
/ETERO2ENEID&D . PR3TI&% %OI&LE%
/asemos ahora a un conjunto de observaciones que hace "i#e$ en lo que respecta a la teoría marista. La m0s importante se refere a la economía política marista. !e(ún -l, mi reproche b0sico a esta última sería que es una ciencia 2óntica5 positiva que delimita una parte de la realidad social sustancial, de modo que toda undamentación directa de una política emancipatoria en la crítica de la economía política C:E/ Co, en otras palabras, todo privile(io acordado a la lucha de clases reduce lo político a un epienómeno enraizado en la realidad sustancialF@NG. 3espu-s de esto, a los eectos de reutar las afrmaciones que me atribuye, "i#e$ se embarca en una lar(a tirada en la que intenta mostrar que el etichismo de la mercancía es un eecto interno de la orma del capital como tal, y que esta orma no es abstracta puesto que determina los procesos sociales reales1 esta abstracción FesG real en el sentido preciso de determinar la estructura de los mismos procesos sociales materiales. El destino de estratos completos de la población e incluso de países en su totalidad puede ser decidido por la solipsista danza especulativa del capital, que persi(ue su objetivo de rentabilidad con completa indierencia respecto al modo en que su movimiento aecta a la realidad social F@PG. %l detectar de este modo la violencia sist-mica central del capitalismo, "i#e$ concluye1 %quí encontramos la dierencia lacaniana entre la realidad y lo >eal1 la
realidad es la realidad social de (ente de carne y hueso comprometida en la interacción y en los procesos productivos, mientras que lo >eal es la ineorable ló(ica espectral abstracta del capital que determina lo que ocurre en la realidad social F@9G. Esta última observación es, pura y simplemente, una representación distorsionada de la noción lacaniana de lo >eal un buen ejemplo de cómo "i#e$ ter(iversa sistem0ticamente la teoría lacaniana para hacerla compatible con un he(elianismo que es, en la mayoría de sus aspectos, su opuesto. Lo >eal no puede ser una ló(ica espectral ineorable y todavía menos al(o que determina lo que ocurre en la realidad social por la simple razón de que lo >eal no es un objeto especifcable, dotado de leyes de movimiento propias, sino, por el contrario, al(o que sólo eiste y se muestra a trav-s de sus eectos distorsionantes de lo !imbólicoF@RG. +o es un objeto sino un límite interno que impide la constitución, en última instancia, de toda objetividad. Qdentifcar lo >eal con la ló(ica del capital es un buen ejemplo de la reifcación a la que "i#e$ siempre retorna. !u error es similar al de Xant, que despu-s de haber afrmado que las cate(orías se aplican solamente a los enómenos y no a las cosas en sí, afrmó que estas últimas son la causa eterna de las apariencias, aplicando así una cate(oría causa a al(o que no puede ser le(ítimamente subsumido bajo nin!una cate(oría. La razón por la que "i#e$ tiene que distorsionar de este modo la noción de lo >eal es clara1 sólo si la ló(ica del capital se autodetermina, puede operar como una inraestructura que determina lo que tiene lu(ar en la realidad social. /ero lo >eal, en el sentido lacaniano, hace eactamente lo opuesto1 establece un límite que impide toda autoO determinación por parte de lo !imbólico. 6odo este uso baratamente metaórico de la dualidad realidad=>eal para reerirse a al(o que no es m0s que la vieja distinción base=superestructura est0 enteramente uera de lu(ar4 es evidente que la ló(ica del capital es tan simbólica como la realidad social a la que se supone que determina. La consecuencia es que si la ló(ica del capital y la realidad social est0n en pari materia ambas son simbólicas, los hiatos y dislocaciones creados en la realidad social por la presencia de lo >eal estar0n tambi-n presentes al interior de la propia ló(ica del autodesarrollo del capital Cque, en consecuencia, ser0 contaminado por al(o hetero(-neo consi(o mismo4 no ser0 puro autoOdesarrollo. Lo que estoy diciendo no es que lo >eal no sea relevante para los temas que estamos tratando, sino que "i#e$ lo ha buscado en todos los sitios equivocados. :oncebir lo >eal como a una ló(ica objetiva, conceptualmente especifcable, no tiene nin(ún sentido. !in embar(o, antes de intentar dar a lo >eal su localización ontoló(ica precisa si podemos usar estos t-rminos en coneión con al(o que subvierte todas las localizaciones, quisiera reerirme a la afrmación de "i#e$ de
que yo he 2reprochado5 a la economía política marista ser una ciencia óntica que delimita una re(ión de la realidad social y que reduce la política a una posición epienom-nica. Este 2reproche5 que se me atribuye es una pura invención de "i#e$. +unca he afrmado que la economía política de )ar es una ciencia re(ional por la simple razón de que, cualesquiera sean sus meritos o defciencias, es un discurso relativo a la totalidad social C2la anatomía de la sociedad civil es la economía política5. 3e modo que los dos únicos modos de criticarla son o bien probar que hay inconsistencias ló(icas en la secuencia de sus cate(orías, o bien mostrar que hay un eterior hetero(-neo que le impide cerrarse en torno a sus cate(orías internas y constituirse así en el fundamentum inconcussum de lo social. /ues bien, la primera crítica es posible y aunque yo mismo no la he ormulado ha sido planteada repetidamente durante el último si(lo, al punto que poco queda en pie de la teoría del valorOtrabajo tal como uera ormulada por )ar. &asta recordar los nombres de Eu(en &ohmO&a]er$, Ladislaus &ort$ie]icz, ?oan >obinson o /iero !ra^a F78G. 6oda la discusión acerca de la transormación de los valores en precios a comienzos del si(lo __ ue una primera etapa de este an0lisis crítico. "i#e$ i(nora totalmente esta literatura y continúa afrmando la versión de )ar de a teoría del valorOtrabajo como un do(ma incuestionable. /ero no perdamos el tiempo con este est-ril do(matismo y pasemos a la se(unda crítica posible de la economía marista, que es mucho m0s relevante para nuestro tema. La alternativa es la si(uiente. Bn primer escenario posible sería que no hubiera nada eterno a la sucesión de las cate(orías económicas y que la historia se redujera a su desplie(ue endó(eno. 3e tal modo, la historia óntica Cpara usar los t-rminos de "i#e$ que dichas cate(orías describen sería al mismo tiempo ontoló(ica. 6endríamos así un proceso puramente interno no interrumpido por nada eterior. La sucesión ló(ica tendría tambi-n un valor metaísico. V[u- ocurre, sin embar(o, con las uerzas que se oponen al capitalismoW En este modelo ellas sólo pueden ser un eecto interno del propio capitalismo. Es bien sabido cómo es concebida la lucha de clases desde esta perspectiva1 el capitalismo crearía a sus propios enterradores. El se(undo escenario resulta del supuesto contrario1 las uerzas que se oponen al capitalismo no son tan sólo la resultante de la ló(ica capitalista sino que la interrumpen desde el eterior, de modo tal que la historia del capitalismo no puede ser el resultado del desplie(ue de sus cate(orías internas. /ara dar tan sólo un ejemplo1 como varios estudios han mostrado, la transición de la plusvalía absoluta a la relativa no es solamente el resultado de los movimientos en la ló(ica de la (anancia en un espacio libre de conJictos, sino tambi-n una respuesta a las movilizaciones obreras. !i esto es así, no hay una historia puramente interna del capitalismo, como la que describe el preacio a la Crítica de la economía política , sino una historia surcada por conJictos que no puede ser
captada por nin(ún desarrollo conceptualmente aprehensible. [uiero insistir en este punto porque nos conduce en orma directa a la noción de pueblo presentada en La razn populista. +o es necesario decir que, de las dos opciones abiertas por esta alternativa, nosotros ele(imos defnitivamente la se(unda. En realidad, La razn populista es, en buena medida, el intento de desarrollar las consecuencias teóricas que se si(uen de esta elección. "i#e$, sin embar(o, tiene otras ideas y opta por ne(ar que la alternativa eista. %sí1 2)ar distin(uía entre la clase obrera y el proletariado1 la clase obrera es, eectivamente, un (rupo social particular, mientras que el proletariado desi(na una posición subjetiva5 F7@G. %hora bien, para empezar, )ar nunca hizo esa distinción. [uiz0 debería haberla hecho, pero no la hizo. /or el contrario, todo su esuerzo teórico consistió en mostrar que el eni(ma de la historia sólo podía ser desentrañado en la medida en que la subjetividad revolucionaria estuviera frmemente enraizada en una posición objetiva, resultante, a su vez, de un proceso (obernado por leyes inmanentes y necesarias. V*a leído "i#e$ al(una vez el Mani"esto ComunistaW !i lo hubiera hecho, sabría que para )ar y En(els 2la bur(uesía no sólo ha orjado las armas que habr0n de acarrear su propia muerte4 tambi-n ha creado a los hombres que habr0n de usar esas armas, la clase obrera moderna, los proletarios5 F77G. V*a leído La sa!rada familia donde, contra &runo &auer, defenden la inevitabilidad del comunismo undada precisamente en la deshumanización del proletariado Cla clase obrera (enerada por la ló(ica de la propiedad privadaW V*a leído La ideolo!ía alemana , donde se oponen al 2verdadero socialismo5 y presentan la división del trabajo es decir, un conjunto estructurado de posiciones sociales objetivas como la raíz y uente de la alienación humanaW VD qu- son $l Capital y los +rundisse sino un intento sostenido por enraizar la eplotación en un proceso objetivo cuya contraparte necesaria es la lucha de la clase obreraW /ero no si(amos adelante. +o tiene sentido continuar refri-ndonos a un ar(umento que cualquier estudiante conoce. /or lo dem0s, es perectamente obvio lo que )ar hubiera pensado acerca de una distinción taonómica entre lo subjetivo y lo objetivo4 hubiera dicho que, desde el punto de vista de la totalidad social, lo que importa no es la distinción como tal sino la ló(ica y la topo(raía de las interconeiones entre sus dos t-rminos4 y el preacio de la Crítica de la economía política deja perectamente en claro cu0l era para -l esa interconeión. La alternativa que acabamos de presentar se reJeja, en realidad, de modo contradictorio en el pensamiento de "i#e$. La distinción entre lo subjetivo y lo objetivo es vital para "i#e$, dado que, si(uiendo la dualidad de %lain &adiou entre situación y acontecimiento F7KG , quiere establecer una radical discontinuidad entre el corte revolucionario y lo que lo precedía. El corolario es que el acto revolucionario
no debe tener nada en común con la situación en la cual tiene lu(ar. /ero, por el otro lado, "i#e$ ha insistido ad nauseam en la centralidad de la lucha econmica anticapitalista, lo que si(nifca que al(o en la situación eistente lo económico como localización particular dentro de una topo(raía social jue(a un papel de estructuración transcendental de al(ún tipo, determinando a priori los acontecimientos que pueden eectivamente tener lu(ar. En tal caso, la situación tendría que tener primacía ontoló(ica sobre el acontecimiento, cuyo corte con esa situación no podría, por lo tanto, ser radical. 3e modo que "i#e$ se ve conrontado con una alternativa e)clusiva y es bastante cómico que no se d- cuenta de ello y si(a afrmando las dos opciones de manera perectamente contradictoria. 3ejemos a "i#e$ (ozando de su contradicción y pasemos a considerar, en cambio, el modo en que la alternativa es tratada en la obra de )ar. +o hay duda de que, para -l, el lado objetivo es prioritario. La historia es un relato coherente porque el desarrollo de las uerzas productivas establece su sentido subyacente. El pro(reso tecnoló(ico conduce a una eplotación creciente, de modo que la lucha de los trabajadores ayuda a apresurar la crisis del capitalismo, pero no es su uente. El quiebre fnal del sistema, si bien no es mec0nico, no tiene su uente última en la acción de los trabajadores. !in embar(o, sería un error pensar que para )ar la necesidad histórica reduce la libertad de acción a un mero epienómeno. La cuestión es, m0s bien, que la necesidad histórica y la libre acción revolucionaria coinciden, al punto que son indierenciables una de la otra. La noción spinoziana de la libertad como conciencia de la necesidad, que tenía aun una dimensión esencialmente especulativa en *e(el, pasa a ser en )ar un principio activo , que identifca necesidad y libertad. Hste es el motivo por el cual, para )ar, no hay posible distinción entre lo descriptivo y lo normativo, y por lo que, en consecuencia, el marismo no puede tener una -tica undada independientemente. D -sta es tambi-n la razón por la cual la distinción de "i#e$ entre el proletariado y la clase obrera, lo subjetivo y lo objetivo, hubiera sido anatema para )ar. Las difcultades comenzaron m0s tarde, con la creciente percepción de que había una opacidad esencial que impedía la 0cil transición de una cate(oría económica a la si(uiente, de un anta(onismo social al otro. La visión marista del destino de la sociedad capitalista se basaba en un postulado1 la creciente simplifcación de la estructura social bajo el capitalismo. El campesinado y las clases medias desaparecerían y, fnalmente, el conjunto de la población sería una vasta masa proletaria, de modo tal que la última conrontación anta(ónica de la historia tendría lu(ar entre la bur(uesía y la clase obrera. )uy r0pidamente, sin embar(o, se vio que este modelo estrat-(ico presentaba todo tipo de inconsistencias, tanto a nivel teórico como en tanto lectura de lo que estaba
ocurriendo en la sociedad. La teoría del valorOtrabajo demostró estar pla(ada de inconsistencias teóricas4 las dierenciaciones internas entre sectores de la economía no podían ser aprehendidas intelectualmente por nin(una ley unifcada de tendencia4 la estructura social, lejos de devenir m0s homo(-nea, pasaba a ser m0s compleja y diversifcada4 incluso, al interior de la clase obrera, las divisiones entre lucha económica y lucha política pasaron a ser cada vez menos controlables políticamente. En esta situación, la reacción inicial ue intentar mantener los lineamientos b0sicos de la teoría cl0sica, pero, al mismo tiempo, multiplicar el sistema de mediaciones, el cual, si por un lado se transormaba en (arante de la validez en última instancia de la teoría, por el otro asumía la heroica tarea de homo(eneizar lo hetero(-neo. La noción de alsa conciencia de Lu$0cs cuyo correlato era la localización de la verdadera conciencia del proletariado en el partido es una epresión típica de este ejercicio laborioso pero fnalmente inútil. D, dentro del marismo de orientación estructural, la distinción de +icos /oulan
anci`re. 3e tal modo, no tendríamos un contenido particular que 2he(emonizaría la orma vacía de la universalidad, sino lucha entre dos formas eclusivas de universalidad5 F7G. 7. El proletariado encarnaría la se(unda orma de universalidad. CHste es el punto en el que "i#e$ distin(ue entre el proletariado y la clase obrera en la orma en que hemos discutido. %quí "i#e$ critica el modo en que mi libro aborda la cuestión del lumpemproletariado, ar(umentando que su dierencia con el proletariado strictu senso no es 2aquella entre un (rupo social objetivo y un noO
(rupo, un restoOeceso sin lu(ar propio en el edifcio social sino entre dos modos de este restoOeceso que (eneran dos posiciones subjetivas dierentes5 F7MG. )ientras que el lumpemproletariado, como noO(rupo puede ser incorporado a la estrate(ia de cualquier (rupo social es decir, es infnitamente manipulable, la clase obrera como !rupo est0 en la posición contradictoria de tener una localización precisa dentro de la acumulación capitalista y, sin embar(o, es incapaz de encontrar un lu(ar dentro del orden capitalista. K. La ló(ica abstracta del capital produce eectos concretos. %quí "i#e$ propone su distinción entre realidad y lo >eal. Da he mostrado las inconsistencias en su uso de esta distinción y no volver- sobre ellas. Hl añade, sin embar(o, un punto ulterior1 2las cate(orías de la economía política Cdi(amos, el valor de la mercancía uerza de trabajo o la tasa de (anancia no son datos socioeconómicos objetivos sino que siempre apuntan al resultado de una lucha política5 F7NG. /or lo tanto, lo político no puede ser un epienómeno. . "i#e$, m0s tarde, añade una crítica al modo en que yo conceptualizo, en la oposición %O&, aquello que en & resiste a su transormación simbólica en una pura relación %Ono %. :omo la discusión de este punto requiere reerirse a al(unas de las premisas de mi ar(umento, que presentar- m0s adelante, pospon(o la discusión de esta crítica. M. 2El capitalismo no es así una cate(oría que meramente delimita una esera social positiva sino una matriz ormalOtrascendental que estructura la totalidad del espacio social4 literalmente, un modo de producción5 F7PG. V:u0l, entre estas varias críticas, tiene al menos una cierta plausibilidadW La respuesta es simple1 nin(una. :onsider-moslas en orden sucesivo. /rimero. Las dos universalidades de "i#e$ no pueden coeistir en el mismo espacio de representación, ni siquiera bajo la orma de una presencia anta(ónica. La mera presencia de una de ellas torna a la otra imposible. La universalidad inherente a la clase universal de *e(el totaliza un espacio social, de modo que nada anta(ónico en la ,ltima instancia podría eistir en su interior4 de lo contrario, el Estado no podría ser la esera de reconciliación de las particularidades de la sociedad civil y le sería imposible cumplir su rol universal. V[u- ocurre, sin embar(o, si este rol es amenazado por un particularismo que no puede controlarW En ese caso, simplemente, no hay reconciliación4 la universalidad, concebida como universalidad incontaminada- es un en!a.o. /orque la relación entre la universalidad del Estado y lo que escapa a su rol de reconciliación es una relación de pura
eterioridad, ella es esencialmente contin(ente, que es lo mismo que decir que debe ser concebida como un sistema de poder. La universalidad no es un dato subyacente sino un poder que, como todo poder, se ejerce sobre al(o dierente de sí mismo. /or lo tanto, cualquier tipo de universalidad no es otra cosa que una particularidad que ha tenido -ito en articular contin(entemente en torno a sí misma un (ran número de dierencias. /ero esto no es otra cosa que la defnición de una relación he!emnica. /asemos ahora al se(undo de los universalismos de "i#e$ el de un sector que, aunque presente dentro del espacio social, no puede ser contado como miembro de ese espacio. El caso de los sans*papiers en Irancia es citado recuentemente como ejemplo relevante. 3i(amos, para comenzar, que el mero hecho de estar uera del sistema de localizaciones que defnen a un marco social no dota a un (rupo de (ente con nin(una clase de universalidad. Los sans* papiers quisieran tener papiers y si estos últimos les ueran otor(ados por el Estado, ellos pasarían a ser una dierencia m0s dentro de un Estado epandido. /ara poder reivindicar una cierta universalidad se requiere al(o dierente a saber, que su situación de outsiders pase a ser un símbolo para otros outsiders o mar(inales en esa sociedad, es decir, que ten(a lu(ar una a(re(ación contin(ente de elementos hetero(-neos. +uevamente, este tipo de universalización es lo que entendemos por he(emonía. %rribamos así a la misma conclusión a la que habíamos lle(ado al reerirnos a la universalidad del Estado. Es por esto que 'ramsci habló del 2devenir Estado de la clase obrera5, lo que presupone una rea(re(ación de elementos en torno a cierto punto nodal a epensas de otros. 'ramsci llamó a este movimiento 2(uerra de posición5 entre universalidades anta(ónicas. El hecho de que "i#e$ hipostasee sus dos universalidades y no pueda eplicar en qu- consiste la lucha entre ellas, y que, adem0s, conciba la lucha he(emónica como una particularidad que he(emoniza 2la orma vacía de la universalidad5 muestra que no ha entendido ni siquiera el abc de la teoría de la he(emonía. !e(undo. En lo que concierne a la cuestión del lumpemproletariado, "i#e$, nuevamente, conunde el problema. Hl dice que, en el caso del proletariado, hay una contradicción entre su localización precisa dentro de la acumulación capitalista y su alta de lu(ar en el orden capitalista4 mientras que en el caso del lumpemproletariado, el primer tipo de localización estaría ausente por lo que su identidad sociopolítica sería infnitamente maleable. !in embar(o, el verdadero problema es si la alta de lu(ar del proletariado est0 tan anclada en su localización específca dentro de la acumulación capitalista que no podría establecerse una equivalencia con otros sectores desplazados de modo que pudiera ormarse una identidad m0s amplia de los ecluidos que rebasaría toda localización particular. !i esto es así, la mar(inalidad del lumpemproletariado es el síntoma de un enómeno mucho m0s amplio.
6ercero. El campo económico es, para "i#e$, intrínsecamente político porque es aquel en el que la lucha de clases se estructura. 3esde lue(o, yo tambi-n estoy de acuerdo con una afrmación de una (eneralidad tal. 'ramsci escribió que la construcción de la he(emonía comienza al nivel de la 0brica. El desacuerdo empieza, sin embar(o, cuando intentamos defnir lo que entendemos por lo político. /ara mí, lo político tiene un rol primariamente estructurante porque las relaciones sociales son, en la última instancia, contin(entes, y cualquier articulación eistente es el resultado de una conrontación anta(ónica cuyo resultado no est0 decidido de antemano. /ara "i#e$, por el contrario, los datos socioeconómicos señalan siempre el resultado de una lucha política es decir, que si hay una transición ló(ica de los datos económicos al resultado político, lo político es simplemente una cate(oría interna a la economía. +o es, quiz0s, un epienómeno, en el sentido de que su estatus ontoló(ico no reJeja meramente una realidad sustancial sino que es parte de esta última, pero precisamente por esto carece de autonomía. )ientras que mi an0lisis conduce a una politización de la economía, el de "i#e$ concluye en una 2economización5 de la política. [uinto. :omo he dicho, el punto cuarto lo discutiremos m0s adelante. En lo que se refere al quinto, "i#e$ no sostiene simplemente la idea de que eiste al(o tal como un espacio estructurado llamado modo de producción sino que adem0s afrma que ese espacio1 @ es una matriz ormalOtrascendental4 7 estructura directamente la totalidad del espacio social es decir, que no hay punto de la realidad social que desborde lo que esa matriz puede determinar y controlar Cecepto, presumiblemente, en la transición de un modo de producción a otro4 pero como tal transición, si el modelo es coherente, tendría que ser (obernada por la misma ló(ica interna al modo de producción, esto no hace nin(una dierencia. La totalidad del enoque de "i#e$ se mantiene o se desploma dependiendo de la validez de estos dos supuestos.
/ETERO2ENEID&D . DI&L$TI&
:omenzaremos nuestra discusión intentando determinar el estatus de lo hetero(-neo. Entendemos por relación hetero(-nea la que eiste entre elementos que no pertenecen al mismo espacio de representación F79G. Esta noción requiere una serie de especifcaciones, ya que un espacio de representación puede constituirse de maneras múltiples. La unidad de un espacio tal puede concebirse, en primer
t-rmino, como el resultado de mediaciones dial-cticas4 es decir, un tipo tal de coneión entre elementos que ten(o en cada uno de ellos todo lo que necesito para pasar ló(icamente a los otros. En la dualidad %Ono %, la identidad de cada polo se a(ota en ser la pura ne(ación del otro. Las transiciones dial-cticas, por lo tanto, no sólo son compatibles con la contradicción sino que deben undarse en la contradicción como condición de su unidad en un espacio homo(-neo. +o hay nada hetero(-neo en una contradicción dial-ctica. /or esta razón, las transiciones dial-cticas sólo pueden tener lu(ar en un espacio saturado. :ualquier resto de empiricidad contin(ente que no uera dial-cticamente controlable por el todo pondría en peli(ro a este último ya que, en tal caso, la contin(encia de un elemento no controlado haría al todo i(ualmente contin(ente, y la misma posibilidad de una mediación dial-ctica estaría puesta en cuestión C-sta es la objeción de la pluma de Xru( a la dial-ctica, que *e(el descartó con un (esto brusco que ocultaba mal el hecho de que -l no tenía respuesta. La afrmación de "i#e$ de que los datos socioeconómicos 2señalan el resultado de una lucha política5 es un buen ejemplo de una transición dial-ctica es decir, de una que tiene lu(ar en un espacio homo(-neo y elimina así enteramente la posibilidad de una radical ne(atividad. F7RG Bna relación semioló(ica entre elementos es tambi-n una alternativa posible. La concepción de !aussure de la len(ua como sistema de dierencias presupone tambi-n la homo(eneidad, en la medida en que la identidad de cada elemento requiere su dierencia con todos los otros. La hetero(eneidad solamente entra en jue(o si puede mostrarse que la misma ló(ica de la totalidad ya sea dial-ctica o semioló(ica alla en cierto punto como resultado de una aporía que no puede resolver dentro de los principios estructurantes de esa totalidad. 6omemos como punto de partida la concepción he(eliana de la historia. La premisa b0sica es que el movimiento de los acontecimientos históricos est0 (obernado por una ló(ica interna, conceptualmente aprehensible y concebida como una sucesión de ne(aciones y recuperaciones. La lle(ada sucesiva de los pueblos a la arena histórica es la maniestación enom-nica de esa ló(ica. *ay, sin embar(o, un punto cie(o en este cuadro1 lo que *e(el llama 2pueblos sin historia5, que no representan nin(ún momento dierenciado en la serie dial-ctica. Los he comparado, en mi libro, con lo que Lacan llama caput mortuum , el residuo que queda en un tubo despu-s de un eperimento químico. Esta presencia noOhistórica es como la (ota de petróleo que arruina el barril de miel, ya que la presencia de un eceso contin(ente que desborda la dial-ctica de la historia hace a esta dial-ctica i(ualmente contin(ente y, como consecuencia, la visión total de la historia como relato coherente es al menos puesta en cuestión. Lo mismo ocurre con el modelo de historicidad de "i#e$. /ara que el capitalismo sea 2una matriz ormalOtrascendental que estructura la totalidad del espacio social5 lo que es necesario es que esa matriz
uncione como un undamento, es decir, que nada en el espacio social eceda a la capacidad de control de esa matriz FK8G. Bna cierta versión pra(m0tica del modelo dial-ctico es, sin embar(o, posible, pese a que ella disminuye considerablemente las ambiciones dial-cticas. /odría así afrmarse que el 2eceso5 es mar(inal respecto a la línea dominante del desarrollo histórico, de modo que, desde el punto de vista de la historia universal, puede ser i(norado sin mayor problema. !i el asunto se redujera a esto, sería solamente una cuestión de apreciación el decidir si los hechos reales confrman los supuestos de esta nueva visión pra(m0tica. En este punto podemos pasar de *e(el a )ar, de cuya obra la de "i#e$ puede considerarse como meramente derivada. >ecapitulemos antes, sin embar(o, nuestros pasos teóricos previos. En primer lu(ar, como hemos visto, todo tipo de transición dial-ctica se unda en un terreno ló(ico saturado donde nada puede escapar a la determinación dial-ctica. En se(undo lu(ar, sin embar(o, este cierre ló(ico no puede lo(rarse porque al(o al interior de ese terreno escapa al control dial-ctico4 hemos tomado como ejemplo a los pueblos sin historia pero, obviamente, podrían darse muchos otros. En tercer lu(ar, refri-ndonos ahora al terreno de la historia, este eceso respecto al desarrollo dial-ctico sólo puede ser conceptualizado a trav-s de una relación contin(ente respecto a la línea principal del desarrollo histórico. En cuarto lu(ar, el hecho de que esta línea principal ten(a una relación contin(ente respecto a al(o eterno a sí mismo si(nifca que ella misma pasa a ser contin(ente. En quinto lu(ar, los derechos de esta línea a ser considerada como la principal cesan, por lo tanto, de undarse en un desarrollo dial-ctico necesario y sólo podr0n ser afrmados sobre la base de un proceso contin(ente probado históricamente. 3e modo que la cuestión es1 Vhay al(una entidad en la teoría de )ar que, en su contin(encia, sea homólo(a a los 2pueblos sin historia5 de *e(elW En mi opinión, la hay y es el lumpemproletariado. D la consecuencia de su presencia ser0 destruir las credenciales del proletariado para tener un rol central como a(ente necesario del desarrollo histórico. La historia, para )ar, en la medida en que es un relato coherente, es una historia de la producción Cel desarrollo de las uerzas productivas y su compatibilidad=incompatibilidad con las relaciones de producción. En consecuencia, ocupar una localización precisa al interior de las relaciones de producción es, para -l, la única credencial para ser considerado un actor histrico. /ero esta localización es precisamente aquello de lo que el lumpemproletariado carece. )ar etrae, sin hesitación, la que partiendo de sus premisas es la única conclusión posible1 al lumpemproletariado se le debe ne(ar todo tipo de historicidad4 es un sector parasitario que habita en los intersticios de todas las ormaciones sociales. Uemos aquí la similitud estructural con los 2pueblos sin
historia5 de *e(el4 respecto a la línea principal del desarrollo histórico, su eistencia es mar(inal y contin(ente. !i -sta uera toda la cuestión, no habría mayor problema4 si bien el lumpemproletariado no tendría un lu(ar en una narrativa histórica concebida dial-cticamente, su confnamiento como cate(oría a la turba de la ciudad que es claramente un sector mar(inal no pondría en cuestión la versión pra(m0tica de la narrativa dial-ctica. Las difcultades, sin embar(o, persisten. El lumpemproletariado tiene para )ar, sin duda, a la turba de la ciudad como su reerente intuitivo, pero -l tambi-n da una defnición conceptual de ese reerente, que se unda en la distancia del lumpemproletariado respecto del proceso productivo. )uy pronto, sin embar(o, cayó en cuenta de que esa distancia no es eclusiva de la turba de la ciudad, ya que est0 presente en muchos otros sectores4 así, se refere, por ejemplo, a la aristocracia fnanciera como la reemer(encia del lumpemproletariado en los altos niveles de la sociedad. D, con el desarrollo de toda la discusión acerca del trabajo productivo e improductivo un problema que ya había ocupado la atención de los economistas políticos cl0sicos, la noción de la historia como historia de la producción resultó crecientemente socavada, y su deensa requirió las contorsiones m0s implausibles. Es por esto que la cuestión del lumpemproletariado es importante para mí. Es la vía real que hace visible un problema m0s amplio1 la cuestión relativa a las ló(icas que estructuran la totalidad social. Es por esto que he dicho que la cuestión del lumpemproletariado es un síntoma. *ay, sin embar(o, al(o que pone aún m0s radicalmente en cuestión el enoque de "i#e$. Es el problema (eneral relativo al estatus de los anta(onismos sociales. Uolvamos a su afrmación de que la clase obrera es un (rupo que es en sí mismo, como (rupo al interior del edifcio social, un noO(rupo, en otras palabras, uno cuya posición es ella misma contradictoria4 ellos son una uerza productiva. La sociedad Cy aquellos en el poder los necesitan a los eectos de reproducirse a sí mismos y a su dominación, pero, sin embar(o, no pueden encontrar un lu(ar adecuado para ellos FK@G. Esto puede querer decir una de dos cosas1 o bien que la posición objetiva del trabajador al interior de las relaciones de producción es la uente de su posición contradictoria en el seno de la sociedad capitalista concebida como un todo, o bien que la ausencia de esa posición objetiva al interior del conjunto de la sociedad capitalista deriva de la idea de lo que es el trabajador m/s all/ de su posición objetiva dentro de las relaciones de producción. 3ada la perspectiva (eneral de "i#e$, sólo puede querer decir lo primero. /ero esto es lo que no puede sostenerse teóricamente. /ara que la posición del trabajador dentro de las relaciones de
producción pudiera ser puramente objetiva, el trabajador tendría que ser reducido a la cate(oría de vendedor de la uerza de trabajo, y el capitalista a comprador de la uerza de trabajo como mercancía. En tal caso, sin embar(o, no estamos defniendo nin(ún anta(onismo, porque el hecho de que el capitalista etrai(a plusvalor del obrero no implica nin(ún anta(onismo, a menos que el obrero resista a esa etracción, pero una tal resistencia no puede ser ló(icamente derivada del mero an0lisis de la cate(oría de vendedor de la uerza de trabajo. Hsta es la razón por la que, en diversos puntos de mi obra, he ar(umentado que los anta(onismos sociales no son relaciones objetivas sino que son el límite de toda objetividad, de modo tal que la sociedad no es nunca un orden puramente objetivo sino que se construye en torno a una imposibilidad fnal FK7G. 3ebe estar claro a esta altura que el único camino m0s all0 de este callejón sin salida es pasar al se(undo si(nifcado posible de la afrmación de "i#e$ Cque -l sistem0ticamente evita, es decir, que el capitalista no nie(a en el obrero al(o inherente a la cate(oría de vendedor de la uerza de trabajo, sino al(o que el obrero es m/s all/ de esa cate(oría Cel hecho de que por debajo de un cierto nivel de salarios no puede tener acceso a un consumo mínimo, a una vida decente, etc.. 3e modo que el anta(onismo no es interno a la relación de producción sino que tiene lu(ar entre la relación de producción y al(o que el trabajador es con eterioridad a ella. En otras palabras, los dos polos del anta(onismo est0n li(ados por una relación noOrelacional, es decir, que son esencialmente hetero(-neos el uno con el otro. :omo la sociedad est0 surcada por anta(onismos, la hetero(eneidad reside en el corazón mismo de las relaciones sociales. Las consecuencias de este desplazamiento de la noción de un espacio homo(-neo, saturado, a uno en que la hetero(eneidad es constitutiva se si(uen r0pidamente. En primer lu(ar, afrmar que un anta(onismo social emer(e a partir de una hetero(eneidad insuperable implica, como corolario necesario, que la relación anta(ónica es conceptualmente inaprehensible. +o hay Espíritu %bsoluto que pueda asi(narle un contenido objetivo determinable. Esto si(nifca que sus dos polos no pertenecen al mismo espacio de representación. Estamos aquí en una situación estrictamente homólo(a a la descripta por Lacan a trav-s de su amoso dicho de que no eiste una cosa tal como la relación seual. :on esto -l no est0, obviamente, afrmando que la (ente no hace el amor, sino que no hay órmula única de la seuación que absorba los polos masculino y emenino en un todo unifcado y complementario FKKG. Hste es un eterior radical que no puede ser simbólicamente dominado. La hetero(eneidad es otro nombre para lo >eal FKG. Esto eplica plenamente por qu- "i#e$ no puede entender el estatuto teórico del >eal lacaniano. !i el modo de producción uera, como lo es para -l, una matriz ormal
transcendental de lo social, todo en la sociedad tendría que ser eplicado a partir de los movimientos endó(enos de esa matriz4 por consi(uiente, no habría lu(ar para la hetero(eneidad CZ la presencia de lo >eal. La atribución absurda, por parte de "i#e$, de un contenido ormalOtrascendental a lo >eal, va contra las nociones m0s elementales de la teoría lacaniana. Es interesante observar que, dentro de la misma tradición marista, las ambiciones epistemoló(icas de la cate(oría de modo de producción han sido de(radadas hace mucho tiempo. /ara reerirme tan sólo a la escuela althusseriana, Etienne &alibar ha demolido el esencialismo de 0ara leer $l Capital y mostrado que la unidad de una ormación social no puede ser pensada a partir de la matriz del modo de producción FKMG. *ay aún, sin embar(o, una consecuencia teórica m0s importante que se deriva de dar este rol constitutivo a la hetero(eneidad y es que la cate(oría de lucha de clases es desbordada en todas las direcciones. !eñalemos las m0s importantes. !i los anta(onismos no son internos a las relaciones de producción sino que tienen lu(ar entre las relaciones de producción y el modo en que los a(entes sociales se constituyen fuera de ellas, es imposible determinar la naturaleza y el módulo del anta(onismo Cal límite1 si va a eistir en absoluto y su (rado de intensidad del mero an0lisis de la estructura interna de las relaciones de producción. !abemos que, empíricamente, (rupos de (ente pueden reaccionar de los modos m0s diversos a los que, t-cnicamente, son movimientos en la tasa de eplotación. D sabemos tambi-n que, teóricamente, no puede ser de otro modo dada la hetero(eneidad inherente a los anta(onismos. /or lo tanto, no hay m0s lu(ar para esa ch0chara inantil acerca de la alsa conciencia, que presupone una -lite ilustrada cuya posesión de la verdad le hace posible determinar cu0les son los verdaderos intereses de una clase. /ero la hetero(eneidad desestabiliza la centralidad de la clase obrera tambi-n en otro sentido. Bna vez que se acepta que los anta(onismos presuponen un eterior radical, no hay razón para pensar que las localizaciones al interior de las relaciones de producción habr0n de ser puntos privile(iados para su emer(encia. El capitalismo contempor0neo (enera todo tipo de desequilibrios y 0reas críticas1 crisis ecoló(icas, mar(inalización y desempleo, desi(ualdad en el desarrollo de dierentes sectores de la economía, eplotación imperialista, etc. Esto si(nifca que los puntos de anta(onismo van a ser múltiples y que toda construcción de una subjetividad popular tendr0 que partir de esta hetero(eneidad. +in(una estrecha limitación de clase podr0 sustituirla.
*ay una tercera consecuencia capital que he discutido en detalle en mi libro. %l considerar el desborde de toda estrecha identidad de clase por las ló(icas equivalenciales, debemos tener en cuenta que las equivalencias operan sobre un sustrato de demandas esencialmente hetero(-neas. Esto si(nifca que el tipo de unidad que es posible constituir a partir de ellas ser0 de car0cter nominal y no conceptual. !e(ún he ar(umentado, el nombre es el undamento de la cosa. /or consi(uiente, las identidades populares son siempre sin!ularidades históricas. 6enemos ahora todos los elementos para responder a la objeción de "i#e$ reerida a lo que llama mi reducción de lo >eal a las determinaciones empíricas del objeto. !u blanco es un pasaje en el que afrmo que 2la oposición entre % y & nunca va a volverse completamente %Ono %. La esenciaO& de la & va a ser, en última instancia, no dialectizable. El pueblo siempre va a ser al(o m0s que el opuesto puro del poder. Eiste un real del pueblo que resiste la inte(ración simbólica5 FKNG. :ontra este pasaje, "i#e$ plantea la si(uiente objeción1 habría una ambi(Yedad en mi ormulación, ya que ella oscilaría entre aceptar una noción ormal de lo >eal como anta(onismo y reducir -ste a aquellas determinaciones empíricas del objeto que no pueden ser subsumidas bajo una oposición ormal. La cuestión crucial, para "i#e$, es encontrar aquello en el pueblo que ecede el ser la pura oposición al poder, porque si uera tan sólo una cuestión de una riqueza de determinaciones empíricas, 2entonces no estaríamos tratando de un >eal que resiste a la inte(ración simbólica, puesto que lo >eal, en este caso, es precisamente el anta(onismo %Ono %, de modo que aquello que es en & m0s que noO% no es lo >eal en & sino las determinaciones simbólicas de &5 FKPG. Esta objeción es altamente sintom0tica porque muestra del modo m0s claro posible todo lo que "i#e$ no entiende acerca de lo >eal, los anta(onismos y las identidades populares. /ara empezar, para -l sólo hay dos opciones1 o bien tenemos una contradicción dial-ctica C%Ono % o bien tenemos la empiricidad óntica de dos objetos C%O&4 lo que Xant llamara 1ealrepu!nanz. !i -sta uera una alternativa e)clusiva est0 claro que el car0cter & de & que ecede a noO% sólo podría ser de naturaleza empírica, y "i#e$ encontraría obviamente muy 0cil mostrar que, en tal caso, no estaríamos enrentados con lo >eal sino con la determinación simbólica del objeto. /ero "i#e$ ha perdido de vista el aspecto esencial. La verdadera cuestión es si ten(o en % todo lo requerido para moverme hacia su opuesto Cque, como consecuencia, sería reducido a no %. Uolviendo a nuestra discusión previa1 si encuentro en la forma del capital todo lo que necesito para deducir ló(icamente el anta(onismo con el obrero. !i -ste uera el caso, tendríamos una contradicción, pero que no sería anta(ónica puesto que sería plenamente representable dentro de un espacio simbólico unifcado. D como sería enteramente simbolizable, no
estaríamos tratando en absoluto con lo >eal. Bn espacio construido en torno a la oposición %Ono % sería un espacio enteramente saturado, que a(ota a trav-s de esa oposición todas las alternativas posibles y que no tolera nin(una interrupción. Es por esto que el universo de la dial-ctica he(eliana, con su ambición de lo(rar una total yutaposición entre los órdenes óntico y ontoló(ico, es incapaz de tratar lo >eal del anta(onismo, que requiere, precisamente, la interrupción de un espacio Csimbólico saturado. +uestra noción de anta(onismo como límite de la objetividad es otra manera de nombrar lo >eal, y su precondición es que evitemos todo espacio saturado %Ono %. !in embar(o, Vno estaríamos en la misma situación es decir, dentro de un espacio saturado si nos movi-ramos en la dirección de la se(unda alternativa de "i#e$, postulando un car0cter & de & que no es dialectizableW Hste sería, desde lue(o, el caso, si ese eceso uera identifcado con la empiricidad del objeto. El espacio plenamente simbolizado ya no sería dial-ctico sino dierencial o semiótico4 sin embar(o, la total representabilidad objetiva se(uiría siendo su dimensión defnitoria. /ero es en este punto que podemos apelar a las consecuencias plenas de nuestro an0lisis de la hetero(eneidad. *emos afrmado, en nuestra discusión previa, que el anta(onismo no es interno a las relaciones de producción sino que se establece entre estas últimas y el modo en que los a(entes sociales est0n constituidos uera de ellas. Esto si(nifca que la eplotación capitalista tiene un eecto interruptivo. Este eecto es, como hemos visto, el >eal del anta(onismo. /or lo tanto, la presencia del anta(onismo nie(a a los a(entes sociales la plenitud de una identidad4 como consecuencia, hay un proceso de identifcación por el cual ciertos objetivos, metas, etc., pasan a ser los nombres de esa plenitud ausente Cson 2elevados a la di(nidad de la :osa5. Esto es eactamente lo que el car0cter & C 2* ness de & si(nifca. +o es simplemente un objeto empírico sino uno que ha sido investido, catectizado, con la unción de representar una plenitud que desborda su particularidad óntica. :omo podemos ver, la alternativa de "i#e$ est0 enteramente mal concebida. /rimero concibe lo >eal del anta(onismo como una relación dial-ctica %Ono %, en la que la representabilidad plena de sus dos polos elimina la naturaleza interruptiva de lo >eal. D, se(undo, reduce el car0cter & de & a las determinaciones empíricas del objeto, i(norando de tal modo en su totalidad la ló(ica del ob%eto a. +o hay la menor sustancia en la objeción de "i#e$.
%O'RE L& 2ENE&LO2(& DEL PUE'LO
%l lle(ar a este punto en nuestro ar(umento, la próima etapa ser0 reerirnos al modo en que la hetero(eneidad constitutiva se reJeja en la estructuración de las identidades sociales. %l(unas de las dimensiones de este reJejo deberían, a esta altura, estar claras. En primer t-rmino, la dial-ctica homo(eneización=hetero(eneización debe ser concebida en t-rminos de la primacía de esta última. +o hay nin(ún sustrato último, nin(una natura naturans a partir de la cual las articulaciones sociales eistentes podrían ser eplicadas. 6ales articulaciones no son las superestructuras de nada sino el terreno primario en la constitución de la objetividad social. Esto implica su contin(encia esencial, ya que consisten en conjuntos relacionales que no obedecen a nin(una otra ló(ica interna que el hecho de estar 0cticamente entrelazados. Esto no si(nifca que ellos puedan desplazarse en cualquier momento en cualquier dirección. /or el contrario, las ormaciones he(emónicas tienen un alto (rado de estabilidad, pero esta estabilidad es ella misma el resultado de una construcción que opera sobre una pluralidad de elementos hetero(-neos. La homo(eneidad es siempre lo(rada, nunca dada. La obra de 'eor(es &ataille es altamente relevante en este respecto. Bna se(unda dimensión que se desprende de nuestro an0lisis previo es que la hetero(eneidad constitutiva implica la primacía de lo político en el establecimiento del vínculo social. 3ebería estar claro a esta altura que por lo político no entiendo nin(ún tipo de 0rea de acción re(ional sino la construcción contin!ente del vínculo social. Es por esto que la cate(oría de he(emonía adquiere su centralidad en el an0lisis político. La consecuencia es que la noción de ormación he(emónica reemplaza a la de modo de producción como aquella que defne una totalidad de sentido social. Las razones son obvias. !i el modo de producción no provee por sí mismo sus propias condiciones de eistencia es decir, si estas últimas son provistas e)ternamente y no son el resultado superestructural de la economía, dichas condiciones de eistencia son una determinación interna de la totalidad social primaria. Hste es aún m0s claramente el caso si añadimos que los vínculos entre los distintos momentos y componentes del proceso económico son ellos mismos los resultados de articulaciones he(emónicas. Bna tercera dimensión a ser tenida en cuenta es que si la hetero(eneidad es constitutiva, la sucesión de articulaciones he(emónicas se estructurar0 como una narrativa que es tambi-n constitutiva y no el reverso actual de un proceso ló(icamente determinable. Esto si(nifca que el reJejo mismo de la hetero(eneidad en la constitución de las identidades sociales adoptar0 la orma de una dislocación Cnuevamente, la irrupción de lo >eal de lo homo(-neo por lo hetero(-neo. 3ado que el marismo se or(anizó, como sabemos, en torno a la noción de leyes
necesarias de la historia, vale la pena considerar por un momento el modo en que un hetero(-neo 2otro5 irrumpe en el campo de su discursividad y conduce a la reemer(encia del pueblo como actor histórico privile(iado. Los puntos en los que el marismo cl0sico como campo homo(-neo de discursividad ue interrumpido por una hetero(eneidad incontrolable son innumerables. !in embar(o, vamos tan sólo a reerirnos a la eperiencia leninista, tanto en razón de su centralidad en el ima(inario político de la izquierda como porque muestra, con claridad paradi(m0tica, el tipo de crisis políticoOteórica al que queremos reerirnos. Bnos pocos principios or(anizaban el marismo cl0sico como un campo homo(-neo de representación discursiva. Bno de ellos era el postulado de la naturaleza de clase de los a(entes sociales. Bn se(undo principio era la visión del capitalismo como una ordenada sucesión de estadios dominados por una ló(ica económica unifcada y endó(enamente determinada. Bn tercer principio, y el m0s importante para nuestro ar(umento, era la perspectiva se(ún la cual los objetivos estrat-(icos de la clase obrera eran enteramente dependientes de los estadios del desarrollo capitalista. En >usia, puesto que estaba en un proceso de transición hacia una sociedad plenamente capitalista, el derrocamiento del absolutismo sólo podía consistir en una revolución democr0ticoObur(uesa que, si(uiendo el módulo de los procesos similares en Accidente, abriría las puertas a un lar(o período de epansión capitalista. 6odo esto se acordaba perectamente con las previsiones y la visión estrat-(ica del marismo cl0sico. *abía, sin embar(o, una anomalía hetero(-nea una 2ecepcionalidad5, para usar el len(uaje de la -poca que complicaba el cuadro1 la bur(uesía rusa se había incorporado demasiado tarde al mercado capitalista mundial y, como resultado, era demasiado d-bil para llevar a cabo su propia revolución democr0tica. Esto había sido reconocido desde el primer manifesto de la socialdemocracia rusa, escrito por /eter !truve, y ni siquiera un do(m0tico total como /lejanov se atrevía a atribuir a la bur(uesía un papel de lideraz(o en la revolución esperada. En tales circunstancias, las tareas democr0ticas debían ser asumidas por clases distintas Cuna alianza obreroOcampesina, se(ún Lenin4 la clase obrera, en la visión de 6rots$i. Es sintom0tico que este asumir una tarea por parte de una clase que no es su a(ente natural uera denominado por los socialdemócratas rusos he(emonía, introduciendo así el t-rmino en el len(uaje político. %quí ya encontramos una hetero(eneidad que disloca el desplie(ue uniorme de las cate(orías maristas. Los discursos de Lenin y de 6rots$i ueron esuerzos sostenidos por mantener estos eectos dislocatorios bajo control. +o era cuestión de que la identidad de la clase obrera cambiara como resultado de asumir las tareas democr0ticas, o de que estas tareas transormaran su naturaleza cuando los trabajadores ueran sus a(entes. La concepción leninista de la lucha de clases es clara a este respecto1 2(olpear juntos y
marchar separados5. D para 6rots$i toda la ló(ica de la revolución permanente se unda en una sucesión de estadios revolucionarios que sólo tiene sentido si la naturaleza de clase, tanto de los a(entes como de las tareas, permanecía siendo lo que era desde el mismo comienzo. /or lo dem0s, la 2ecepcionalidad5 de la situación era concebida como de corto plazo4 el poder revolucionario en >usia sólo podía sobrevivir si tuviera lu(ar una victoria socialista en los países capitalistas avanzados de Accidente. !i eso ocurriera, el eterior hetero(-neo sería absorbido por un desarrollo ortodoo normal. La derrota de la revolución en Accidente, importante como ue en sus eectos dislocatorios, no constituyó sin embar(o el único actor determinante en el colapso del clasismo del marismo cl0sico Csu variante rusa incluida. En la visión leninista de la política mundial ya había al(unas semillas que permitían pronosticar ese colapso. El capitalismo mundial era, para Lenin, una realidad política y no meramente económica4 consistía en una cadena imperialista. :omo resultado, la crisis en uno de sus eslabones creaba desequilibrios en las relaciones de uerza operantes en los otros. La cadena debía romperse por el eslabón m0s d-bil, y nada (arantizaba que ese eslabón se encontraría en las sociedades capitalistas m0s avanzadas. !e trataba m0s bien del caso opuesto. La noción de desarrollo desi(ual y combinado ue la m0s clara epresión de esta dislocación en la ordenada sucesión de estadios que, se suponía, (obernaba la historia de toda sociedad. :uando en los años @RK8 6rots$i afrmó que el desarrollo desi(ual y combinado era el terreno de todas las luchas sociales de nuestro tiempo, estaba dando Csin darse cuenta el certifcado de deunción al clasismo estrecho de la !e(unda y la 6ercera Qnternacionales. V/or qu-W /orque cuanto m0s proundamente el desarrollo desi(ual y combinado dislocaba la relación entre tareas y a(entes, tanto menos posible era asi(nar la tarea a un a(ente natural determinado a priori y tanto menos podía considerarse que los a(entes tuvieran una identidad dierente de las tareas que ellos asumían. Entramos así en el terreno de lo que hemos llamado articulaciones políticas contin(entes y en la transición desde un estricto clasismo a identidades populares m0s amplias. Los objetivos de cualquier (rupo en la lucha por el poder sólo podrían lo(rarse si este (rupo operara he(emónicamente sobre uerzas m0s amplias que sí mismo, que, a su vez, cambiarían su propia subjetividad. Es en tal sentido que 'ramsci habló de voluntades colectivas. Este populismo socialista est0 presente en todas las movilizaciones comunistas eitosas de ese período. La afrmación de "i#e$ de que el populismo entendido en este sentido es incompatible con el comunismo carece de todo undamento. V[u- otra cosa estaba haciendo )ao en la Lar(a )archa que crear una identidad popular m0s vasta,
hablando incluso de 2contradicciones en el seno del pueblo5, introduciendo así una cate(oría, pueblo, que hubiera sido anatema para el marismo cl0sicoW D podemos ima(inar los resultados desastrosos que hubiera obtenido 6ito, en la Du(oeslavia nativa de "i#e$, si hubiera hecho una estrecha apelación a los trabajadores en lu(ar de llamar a las vastas masas populares a resistir la ocupación etranjera. En un mundo hetero(-neo, no hay posibilidad de acción política di(na de ese nombre a menos que la identidad sectorial sea concebida como el núcleo y el punto de partida en la constitución de una voluntad popular m0s amplia.
%O'RE OTR&% R(TI&%
Iinalmente, hay al(unas críticas menores que "i#e$ ormula a mi trabajo que no quiero dejar sin respuesta. >efri-ndose a la distinción entre la cate(oría de si(nifcante vacío y la noción de :laude Leort de lu(ar vacío del poder, "i#e$ escribe1 !implemente, los dos vacíos no son comparables. El vacío del pueblo es el vacío de un si(nifcante he(emónico que totaliza la cadena de equivalencias o cuyo contenido particular es 2transustanciado5 en la encarnación de un 6odo social, mientras que el vacío del lu(ar del poder es la distancia que torna a todo sustentador empírico del poder, defciente, contin(ente y temporario FK9G. Do sería el último en ne(ar que la distinción hecha por "i#e$ es correcta. En realidad, yo mismo la he hecho eactamente en el pasaje de mi libro que "i#e$ cita1 2/ara mí, el vacío es un tipo de identidad, no una localización estructural5 FKRG. 3urante varios años he resistido la tendencia de la (ente a asimilar mi enoque al de Leort, que creo que resulta del hecho de que la palabra vacío se emplea en ambos an0lisis. !in embar(o, que la noción de vacío se utilice de modo dierente en los dos enoques no si(nifca que nin(una comparación entre ellos sea posible. Lo que mi libro afrma es que si la noción se restrin(e a un lu(ar del poder que cualquiera puede ocupar, se omite un aspecto vital de toda la cuestión, a saber, que la ocupación de un lu(ar vacío no es posible sin que la uerza ocupante pase a ser ella misma, en cierta medida, el si(nifcante del vacío. Lo que "i#e$ retiene de la idea de que 2todo sustentador empírico del poder FesG defciente, contin(ente y temporario5 es sólo la posibilidad de ser sustituido por otros sustentadores del
poder, pero no presta atención al(una a los eectos de esa condición defciente, contin(ente y temporaria sobre la identidad de esos sustentadores. 3ada la total ce(uera de "i#e$ para la dimensión he(emónica de la política, esto diícilmente puede sorprendernos. >especto al movimiento antise(re(acionista en los Estados Bnidos, cuya m0ima epresión ue )artin Luther Xin( ?r., "i#e$ afrma que1 2aunque -l se esuerza por articular una demanda que no era propiamente atendida dentro de las instituciones democr0ticas eistentes, no puede ser propiamente llamado populista en nin(ún sentido si(nifcativo del t-rmino5 F8G. 6odo depende, desde lue(o, de la defnición que se d- del populismo. En el sentido usual o restrin(ido del t-rmino, cuyos matices peyorativos lo asocian con la dema(o(ia, est0 claro que el movimiento por los derechos civiles no podría ser considerado como populista. /ero -ste es el sentido del t-rmino que todo mi libro pone en cuestión. )i ar(umento es que la construcción del pueblo como actor social colectivo requiere etender la noción de populismo a muchos movimientos y enómenos que no han sido identifcados con esa denominación F@G. D desde este punto de vista, no hay duda de que el movimiento estadounidense de los derechos civiles etendió las ló(icas equivalenciales en una variedad de nuevas direcciones e hizo posible la incorporación de sectores previamente ecluidos a la esera pública. [uisiera, fnalmente, reerirme a una cuestión anecdótica, tan sólo porque "i#e$ la ha planteado. En una entrevista que di en &uenos %ires me reerí a otra hecha a "i#e$, tambi-n en &uenos %ires, en un periódico dierente, en la que -l afrmaba que el problema de los Estados Bnidos en la política mundial es que ellos actúan (lobalmente y piensan localmente y de este modo no pueden actuar propiamente como policías universales F7G. 3e este llamado a los Estados Bnidos a que piensen y actúen (lobalmente etraje la conclusión de que "i#e$ estaba pidiendo a los Estados Bnidos que pasaran a ser la clase universal, en el sentido he(elianoOmarista del t-rmino. En su ensayo en Critical Inquiry , "i#e$ reacciona uriosamente a lo que llama mi interpretación 2maliciosamente ridícula5 y afrma que -l quiso decir 2que este hiato entre universalidad y particularidad es estructuralmente necesario, que es por lo que los Estados Bnidos, en el lar(o plazo, est0n cavando su propia tumba5 FKG. Ueamos lo que "i#e$ dijo eactamente en esa entrevista. % la pre(unta de la periodista C2V:ree que invadir Qra$ ue una decisión acertada de los Estados BnidosW5, "i#e$ responde1 )e parece que el punto es otro. V>ecuerda usted aquel eslo(an ecolo(ista que decía1 2/iense (lobalmente y actúe localmente5W &ueno, el problema es que los Estados Bnidos hacen eactamente lo opuesto1 piensan localmente y actúan
(lobalmente. En contra de lo que opinan muchos intelectuales de izquierda, que siempre se est0n quejando del imperialismo de los Estados Bnidos, yo creo que este país debería intervenir mucho m0s. D despu-s de dar los ejemplos de >uanda e Qra$, concluye1 Hsa es la tra(edia de los Estados Bnidos1 en el corto plazo (anan (uerras, pero en el lar(o plazo esas (uerras terminan por a(ravar los conJictos que debían resolver. El problema es que ellos deberían representar m0s honestamente el papel de policías (lobales. +o lo hacen, y pa(an el precio de no hacerlo FG. 3esde lue(o, le corresponde al lector decidir si he sido particularmente ridículo y malicioso en no darme cuenta de que cuando "i#e$ llamó a los Estados Bnidos a 2representar m0s honestamente su papel de policías (lobales5 lo que quería decir es que 2el hiato entre universalidad y particularidad es estructuralmente necesario y que es por eso que, en el lar(o plazo, est0n cavando su propia tumba5. !i es así, el mundo est0 lleno de (ente ridícula y maliciosa. >ecuerdo que en el momento de la publicación de la entrevista a "i#e$ la comentcon bastante (ente en la %r(entina, y no encontr- una sola persona que hubiera interpretado las palabras de "i#e$ del modo en el que -l ahora dice que deberían ser interpretadas. Qncluso la periodista que lleva a cabo la entrevista declara estar intri(ada por el hecho de que quien llama a los Estados Bnidos a actuar como policía internacional sea un flósoo marista. D el título de la entrevista es 2"i#e$1 Estados Bnidos debería intervenir m0s y mejor en el mundo5. CV[u- sentido tiene dar este consejo si el racaso es considerado 2estructuralmente necesario5W. /ero Vpor qu- el racaso es considerado estructuralmente necesarioW %quí "i#e$ pide ayuda a *e(el1 2 en esto reside mi he(elianismo1 el motor del proceso históricoOdial-ctico es precisamente el hiato entre el pensar y el actuar5 FMG. !in embar(o, la observación de *e(el no se refere en particular a las relaciones internacionales porque se aplica a absolutamente todo en el universo. 3e modo que a la pre(unta de si los Estados Bnidos actuaron correcta o incorrectamente al invadir Qra$, "i#e$ responde que esto no es lo que cuenta, porque el problema real es que hay, en la estructura de lo real, un hiato necesario entre el pensar y el actuar. 3e cualquier orma, con mucha buena voluntad, estoy dispuesto a aceptar la interpretación de "i#e$ de sus propias aseveraciones. )i consejo amistoso, sin embar(o, es que si no quiere ser totalmente mal comprendido, debería tener m0s cuidado en esco(er sus palabras cuando hace una declaración pública.
L& LI#UID&I!N ULTR&I4#UIERDI%T& DE LO POL(TIO
*emos puesto en relación estrecha una serie de cate(orías1 lo político, el pueblo, equivalencia=dierencia, si(nifcantes vacíos, he(emonía. :ada uno de estos t-rminos requiere la presencia de los otros. La dispersión de anta(onismos y demandas sociales, que son ras(os defnitorios de una era de capitalismo (lobalizado, requiere la construcción política de toda identidad, al(o que sólo es posible si se establecen las relaciones equivalenciales entre elementos hetero(-neos y si la dimensión he(emónica del nombrar es subrayada. Hste es el motivo por el que toda identidad política es necesariamente popular. /ero hay otro aspecto sobre el cual es necesario insistir. La hetero(eneidad anta(ónica apunta, como hemos visto, a los límites en la constitución de toda objetividad social, pero, precisamente por esto, no puede estar en una posición de total eterioridad respecto al sistema al que se opone. 6otal eterioridad si(nifcaría una posición topoló(ica defnible por una localización precisa respecto a ese sistema y, en tal caso, sería parte del mismo. La total eterioridad es tan sólo una de las ormas de la interioridad. Bna intervención verdaderamente política no es nunca meramente oposicionista4 es, m0s bien, un desplazamiento en los t-rminos del debate que rearticula la situación en una conf(uración nueva. :hantal )ou^e en su obra ha hablado acerca de la dualidad a(onismo=anta(onismo, señalando que la acción política tiene la responsabilidad no sólo de tomar una posición dentro de un cierto conteto sino tambi-n de estructurar el conteto mismo en que una pluralidad de posiciones se epresa FNG. Hste es el si(nifcado de una (uerra de posición, una cate(oría a la cual ya me he reerido. Esto es lo que hace el llamado ultraizquierdista a la eterioridad total sinónimo de la erradicación de lo político en tanto tal. Es diícil encontrar un ejemplo m0s etremo de este ultraizquierdismo que los trabajos de "i#e$. Ueamos el si(uiente pasaje, que vale la pena citar en su inte(ridad1 *ay una voluntad de cumplir el 2salto de la e5 y moverse fuera del circuito (lobal que aquí unciona, una voluntad que ue epresada de un modo etremo y aterrorizante en un episodio bien conocido de la (uerra de Uietnam1 despu-s que el ej-rcito estadounidense ocupaba una aldea local, sus m-dicos vacunaban a los niños en el brazo izquierdo para mostrar su inter-s humanitario4 cuando, un día m0s tarde, la aldea era reocupada por el Uietcon(, ellos cortaban los brazos izquierdos de todos los niños que habían sido vacunados %unque es diícil sostenerlo literalmente como un modelo a se(uir, este rechazo completo del
enemi(o precisamente en el aspecto de su preocupación 2humanitaria5, sin que importara el costo, debe ser endosado en su intención b0sica. 3el mismo modo, cuando !endero Luminoso tomaba una aldea, ellos no se preocupaban por matar a los soldados o a los policías apostados allí, sino, por el contrario, a los asesores a(rarios o m-dicos de las +aciones Bnidas o de los Estados Bnidos que intentaban ayudar a los campesinos locales4 despu-s de adoctrinarlos por horas y orzarlos lue(o a conesar públicamente su complicidad con el imperialismo, los usilaban. 6an brutal como este procedimiento uera, revela una a(uda intuición1 ellos, no la policía o el ej-rcito, eran el verdadero peli(ro, el m0s p-rfdo de las enemi(os, puesto que estaban 2mintiendo bajo la orma de la verdad54 cuanto m0s 2inocentes5 eran Cellos 2realmente5 querían ayudar a los campesinos, tanto m0s servían como instrumento de los Estados Bnidos. Es solamente un (olpe tal contra el enemi(o bajo su mejor aspecto, el punto en que el enemi(o 2en verdad nos ayuda5, que muestra una verdadera autonomía y soberanía revolucionarias FPG. Q(noremos la truculencia de este pasaje y concentr-monos en cambio en aquello que importa1 la visión de la política que subyace en estas afrmaciones. Bn ras(o es inmediatamente visible1 toda noción de rearticular las demandas en una (uerra de posición est0 cien por ciento ausente. *ay, por el contrario, un claro intento de consolidar la unidad del bloque de poder eistente. :omo ocurre habitualmente, el ultraizquierdismo se torna la principal base de apoyo de la ormación he(emónica eistente. La idea de intentar he(emonizar demandas en un nuevo bloque popular es rechazada por principio. !ólo una violenta, rontal conrontación con el enemi(o es concebida como acción le(ítima. !ólo una posición de total eterioridad respecto a la situación imperante puede (arantizar la pureza revolucionaria. 3e aquí hay nada m0s que un paso a hacer de la eterioridad qua eterioridad el supremo valor político y advocar la violencia por la violencia misma. [ue no hay nada 2maliciosamente ridículo5 en mi su(estión de que "i#e$ no est0 lejos de dar este paso puede ser visto en el si(uiente pasaje1 La única perspectiva 2realista5 es undar una nueva universalidad política optando por lo imposible , asumiendo plenamente el lu(ar de la ecepción, sin tabúes, sin normas a priori C2derechos humanos5, 2democracia5, cuyo respeto nos impediría 2resi(nifcar5 el terror, el brutal ejercicio del poder, el espíritu de sacrifcio !i esta opción radical es rechazada por al(unos liberales sensibleros como Lin3sfaschismus , Sque así seaF9GT !in embar(o, podríamos pre(untarnos cu0les son para "i#e$ los sujetos políticos de su Lin3sfaschismus. +o es 0cil responder a esta pre(unta porque -l es notoriamente elusivo cuando se trata de discutir estrate(ias de izquierda. /or esto
su libro sobre Qra$ es sumamente útil ya que dedica unas pocas p0(inas a los prota(onistas de lo que -l ve como verdadera acción revolucionaria. !e refere principalmente a tres1 los consejos obreros de la tradición sovi-tica Cque -l mismo reconoce que han desaparecido4 :anudos Cun movimiento milenarista brasileño del si(lo _Q_4 y los habitantes de las favelas brasileñas. La coneión entre estos dos últimos es presentada por "i#e$ en los si(uientes t-rminos1 Los ecos de :anudos son claramente discernibles hoy en las favelas de las me(alópolis latinoamericanas1 Vno son ellas, en cierto sentido, los primeros 2territorios liberados5, las c-lulas de las uturas sociedades autoOor(anizadasW FG El territorio liberado de :anudos en &ahía permanecer0 por siempre como el modelo de un espacio de emancipación, de una comunidad alternativa que nie(a completamente el espacio eistente del Estado. 6odo debe ser endosado aquí, incluido el 2anatismo5 reli(ioso FRG. Esto es un puro delirio. Las favelas son villas miseria de pobreza pasiva, sometidas a la acción de bandas criminales totalmente no políticas que mantienen aterrorizada a la población, a lo cual se añade la acción de la policía, que procede a realizar ejecuciones re(ularmente denunciadas en la prensa. En lo que concierne a la afrmación de que las favelas mantienen viva la memoria de :anudos, ella implica estar tan (rotescamente mal inormado, que la única respuesta posible es1 ve a casa a hacer tus deberes. +o hay un sólo movimiento social en el &rasil contempor0neo que establezca un vínculo con la tradición milenarista del si(lo _Q_ ni que hablar de los habitantes de las favelas que no tienen la menor idea de lo que ue :anudos. "i#e$ i(nora totalmente lo que ocurrió en el &rasil ayer, hoy y siempre4 lo que para -l, desde lue(o, no es obst0culo para hacer las afrmaciones m0s tajantes acerca de las estrate(ias revolucionarias brasileñas. Hste es el proceso de 2marcianización5 al que me reería antes1 atribuir a sujetos eistentes los ras(os m0s absurdos, pero conservando su nombre, para que se manten(a la ilusión de una coneión con el mundo real. La (ente de las favelas tiene problemas lo sufcientemente apremiantes como para prestar atención al(una a las ehortaciones escatoló(icas de "i#e$. 3e modo que lo que -l necesita son marcianos reales. /ero ellos son demasiado avisados como para descender a nuestro planeta tan sólo para satisacer los ensueños truculentos de "i#e$.
&P$NDIE 5DIIE-'RE DE *6678
"i#e$ respondió a este ensayo en el número si(uiente de Critical Inquiry. +o hay nada nuevo en su respuesta que me motive a prolon(ar esta pol-mica. !in embar(o, hay al(o que no puedo dejar de mencionar y es que ha apelado a la calumnia como herramienta de debate. %parentemente, ha se(uido ese curso de acción en otros contetos, ya que en una entrevista en &uenos %ires un periodista me ormuló la si(uiente pre(unta1 2En una entrevista que 4eintitrés publicar0 a la brevedad, "i#e$ declaró que usted se entusiasmaba con modas eímeras, que cuando asumió &lair en Qn(laterra usted lo apoyaba tanto como hoy apoya a (obiernos populistas. V[u- puede decir al respectoW5 FM8G. )i respuesta ue la si(uiente1 !ólo puedo decir que no me sorprenden esas afrmaciones absurdas, viniendo como vienen de al(uien políticamente irresponsable como !lavoj "i#e$. Es -l quien tendría que eplicar sus propias incoherencias y contradicciones, ya que circula por el mundo denunciando a los re(ímenes liberalOdemocr0ticos pero cuando retorna a su nativa Eslovenia es miembro prominente del /artido Liberal 3emocr0tico, que ue hasta hace poco el partido de (obierno y que, desde lue(o, no es ni remotamente un partido de orientación socialista. D no es un miembro cualquiera de ese partido1 ue uno de sus candidatos presidenciales. 3esde lue(o que yo jam0s apoye el blairismo, ui desde el comienzo altamente crítico de la tercera vía y del centro radical, que son las piedras ideoló(icas an(ulares de &lair y de su mentor 6ony 'iddens. En @RRP vote, sí, por los laboristas, como lo hizo la vasta mayoría de la izquierda brit0nica como orma de desalojar a los conservadores del poder, de la misma manera que hubiera votado en 788 por los demócratas en los Estados Bnidos para impedir la reelección de &ush. /ero esto no si(nifca nin(ún entusiasmo por &lair ni por Xerry. En cuanto a que mi apoyo a los re(ímenes nacional populares latinoamericanos es una moda reciente, ahí est0 todo mi pasado para desmentirlo. En mi juventud, en los años sesenta, milit- en la izquierda nacional. Bno de los ensayos de mi primer libro, publicado en @RPP, se titula 2*acia una teoría del populismo5, y en -l se ormulan por primera vez las líneas (enerales de un enoque teórico que he mantenido consecuentemente y que ha culminado recientemente en La razn populista. 3e modo que M años de militancia política e intelectual es un período un tanto lar(o para una moda. "i#e$
lo sabe perectamente, de modo que sus comentarios no son sólo irresponsables sino tambi-n deshonestos. +o ten(o nada que a(re(ar a esta declaración.
UN& $TI& DEL O-PRO-I%O -ILIT&NTE)9:+
I
E+:BE+6>A una afnidad muy (rande con las reJeiones -ticas de %lain &adiou. *ay tres aspectos, en particular, que sin duda me parecen atractivos y cercanos a mi propio enoque teórico. En primer lu(ar, su intención de articular la -tica dentro de un proyecto emancipador. :ontra la tendencia hoy imperante, que presenta la -tica como una intervención puramente defensiva esto es, como reacción a la violación de los derechos humanos, la -tica de &adiou echa raíces en un discurso esencialmente afrmativo. En se(undo lu(ar, la universalidad del discurso -tico no depende, para &adiou, de la presunta universalidad de su lu(ar de enunciación1 por el contrario, la -tica se vincula de modo constitutivo a la fdelidad a un acontecimiento que siempre es concreto y est0 situado. /or último, &adiou evita con cuidado la tentación de etraer de lo -tico como tal un conjunto de normas morales -stas pertenecen, para -l, a lo calculable en una situación que es estrictamente hetero(-nea respecto de lo -tico. )i propio enoque teórico, al menos desde este punto de vista, es comparable al de &adiou, y -ste es un hecho que no ha pasado desapercibido. !lavoj "i#e$, por ejemplo, escribe1 % pesar de sus dierencias obvias, los edifcios teóricos de Laclau y &adiou est0n unidos por una homolo(ía prounda. :ontra la visión he(eliana de lo 2universal concreto5, de la reconciliación entre lo universal y lo particular Co entre el ser y el acontecimiento, que aún es claramente discernible en )ar, ellos comienzan afrmando una brecha constitutiva e irreductible que socava la consistencia cerrada en sí misma del edifcio ontoló(ico1 para Laclau, esta brecha, que ei(e una he(emonización, es la que eiste entre lo particular y el universal vacío Cla brecha entre la estructura dierencial del orden social positivo la ló(ica de las diferencias y el anta(onismo político en sentido propio, que involucra la
ló(ica de la equivalencia4 para &adiou, es la brecha entre el ser y el acontecimiento Centre el orden del ser estructura, estado de situación, saber y el acontecimiento de la verdad, la verdad como acontecimiento. En ambos casos, el problema consiste en quebrar el campo ontoló(ico cerrado en sí mismo como una descripción del universo positivo4 en ambos casos, la dimensión que socava el cierre de la ontolo(ía tiene un car0cter -tico1 concierne al acto contin(ente de decisin contra el ondo de la multiplicidad indecidible del ser4 en consecuencia, ambos autores intentan conceptualizar un modo nuevo de sub%etividad , poscartesiano, que corte sus vínculos con la ontolo(ía y (ire en torno a un acto contin(ente de decisiónFM7G. % pesar de estos numerosos puntos de conver(encia reales, tambi-n hay, no obstante, muchos aspectos en los que nuestros enoques respectivos diver(en en lo undamental, y de estos voy a ocuparme en las p0(inas si(uientes. !in embar(o, el hecho de que nuestros enoques sean en eecto comparables tiene sus ventajas1 decisiones teóricas opuestas se pueden presentar como trayectos alternativos cuya diver(encia es posible pensar a partir de aquello que, hasta ese punto, había sido un terreno teórico relativamente común. Bna última observación preliminar1 a continuación voy a reerirme principalmente a la -tica de &adiou, sin un abordaje inte(ral de su ontolo(ía, tarea que espero llevar a cabo en un uturo no muy lejano. >ecapitulemos primero al(unas cate(orías b0sicas de la teoría de &adiou. *ay una distinción principal, desde su perspectiva, entre situacin y acontecimiento. La situación es el terreno de una multiplicidad que se corresponde con lo que se puede denominar, en t-rminos (enerales, el campo de la objetividad. El ser no es uno la unicidad, para &adiou, es una cate(oría teoló(ica sino múltiple. La multiplicidad presentable o consistente se corresponde, en lo esencial, con el campo del saber, de lo calculable, lo dierenciado. El conjunto de distinciones objetivas se corresponde con un principio estructural que &adiou denomina el estado de la situación. Lo que a menudo llamamos moral el orden normativo orma parte de este estado y se or(aniza bajo este principio estructural. *ay que establecer una distinción aquí entre la presentacin de una situación donde la estructuración el orden se muestra como tal, y la representacin , el momento en que el primer plano no lo ocupa la estructura sino el proceso de estructuracin Cstructurin!. El acontecimiento se basa en aquello que es radicalmente irrepresentable dentro de la situación, aquello que constituye su vacío Cuna cate(oría que retomaremos m0s adelante. El acontecimiento es la declaración misma de ese vacío, un corte radical con la situación que vuelve visible aquello que la situación sólo puede ocultar. En tanto que el saber es la inscripción de lo que ocurre dentro de cate(orías objetivas preestablecidas, la verdad la serie de
implicancias sostenidas tras un acontecimiento es sin!ular1 lo propio del acontecimiento no se puede subsumir bajo nin(una re(la preeistente. /or lo tanto, el acontecimiento es inconmensurable respecto de la situación, su corte con -sta es realmente undacional. !i intent0ramos defnir el vínculo del acontecimiento con la situación, sólo podríamos decir que es una substraccin de -sta. El concepto de acontecimiento est0 estrechamente li(ado a lo -tico. Bna vez producido el acontecimiento, la visibilidad que su advenimiento posibilita abre una zona de indeterminación en relación con los modos de tratar con -ste1 podemos o bien ceñirnos a dicha visibilidad a trav-s de aquello que &adiou denomina una fdelidad al acontecimiento que supone la transormación de la situación a trav-s de una reestructuración que toma la verdad proclamada como punto de partida, o bien podemos ne(ar el car0cter radicalmente acontecimiental del acontecimiento. :uando esto implica la distorsión o la corrupción de una verdad, esta alternativa es el mal. En t-rminos de &adiou, el mal puede adoptar tres ormas principales1 la orma de la traicin Cel abandono de la fdelidad al acontecimiento, la orma del simulacro Cel reemplazo, a trav-s de la nominación, del vacío por la plenitud de la comunidad y la orma de una totalizacin do(m0tica de una verdad. En este punto debemos ormularnos una serie de pre(untas interrelacionadas. VEs sufciente un acontecimiento, que se defne a sí mismo eclusivamente por su capacidad para sustraerse de una situación, para undamentar una alternativa -ticaW V/osee el criterio de distinción entre vacío y plenitud la solidez sufciente para distin(uir el acontecimiento del simulacroW VEs lo sufcientemente nítida la oposición entre situación y acontecimiento como para atribuir al campo del acontecimiento todo lo necesario para ormular un principio -ticoW )i respuesta a estas tres pre(untas ser0 ne(ativa. !ería razonable empezar por considerar las tres ormas del mal a las que se refere &adiou. La pre(unta principal es1 Ven qu- medida pasa de contrabando en su ar(umento al(o que había ecluido ormalmente en el comienzo mismoW :omo dijimos, &adiou establece una oposición ontoló(ica b0sica entre la situación y el acontecimiento, cuyo único undamento est0 dado por la cate(oría de la 2substracción5. Esto tambi-n establece los par0metros dentro de los cuales se puede pensar la distinción. 3ebemos olvidar todo acerca de los contenidos materiales y ónticos de la situación y reducirla a su principio de defnición puramente ormal Cla or(anización de lo calculable, lo dierencial, como tal. En este caso, sin embar(o, el único contenido posible del acontecimiento como pura substracción es la presentación o la declaración de lo irrepresentable. En otras
palabras, el acontecimiento tambi-n sólo puede tener un contenido puramente formal. En consecuencia, la fdelidad al acontecimiento Cel contenido eclusivo del acto -tico tiene que ser, a su vez, un mandato -tico enteramente ormal. V:ómo dierenciar, en este caso, lo -tico del simulacroW 6al como &adiou deja en claro, el simulacro como una de las f(uras del mal sólo puede sur(ir en el terreno de la verdad. 3e modo que si &adiou va a ser fel a sus premisas teóricas, la distinción entre acontecimiento y simulacro tambi-n debe ser una distinción ormal esto es, tiene que sur(ir de la orma del acontecimiento como tal, independientemente de su contenido real. VEs &adiou fel a sus propios presupuestos teóricos en este puntoW :reo que no. !u respuesta a la pre(unta por el criterio que distin(ue al acontecimiento del simulacro es que el acontecimiento apunta al vacío de una situación. Lo que hace que un acontecimiento verdadero pueda constituirse en ori(en de una verdad, única cosa que es para todos y que es eterna, reside en que justamente est0 li(ado a la particularidad de una situación sólo por el ses(o de su vacío. El vacío, el múltipleOdeOnada no ecluye ni obli(a a nadie. Es la neutralidad absoluta del ser. 3e modo que la fdelidad de la que un acontecimiento es el ori(en, aunque sea una ruptura inmanente en una situación sin(ular, no por eso deja de apuntar a la universalidad FMKG. El simulacro el nazismo, por ejemplo se vincula a la situación como plenitud o sustancia. !e(ún la ló(ica de un simulacro, se supone que el seudoacontecimiento 2hace advenir al ser, nombra, no el vacío de la situación anterior, sino su plenitud. +o la universalidad de lo que no se sostiene, justamente, en nin(ún trazo Cen nin(ún múltiple particular, sino la particularidad absoluta de una comunidad, ella misma enraizada en los ras(os de la tierra, la san(re, la raza5FMG. V[u- es lo incorrecto en esta soluciónW )uchas cosas a las que nos reeriremos m0s adelante, pero en especial una que, en cierta medida, anticipa las dem0s1 la distinción entre verdad y simulacro en última instancia no se puede ormular porque no posee nin(ún lu(ar viable de enunciación dentro del edifcio teórico de &adiou Cal menos en esta etapa de su elaboración FMMG. *ay sólo dos lu(ares de enunciación dentro del sistema de &adiou1 la situación y el acontecimiento. %hora bien, la situación no es un locus posible para un discurso que distin(a entre acontecimientos verdaderos y alsos, entre el vacío y lo pleno, porque el vacío es precisamente aquello que la situación no puede pensar. /ero ese lu(ar de enunciación tampoco se puede constituir en torno al acontecimiento. La
2verdad5 que, con el tiempo, desarrolla las implicancias del acontecimiento no puede aportar una capacidad para distin(uir entre acontecimientos verdaderos y alsos que el acontecimiento mismo no provee. 6odo lo que los sujetos involucrados en un procedimiento de verdad pueden hacer, una vez que aceptan el acontecimiento como verdadero , es dejar en claro en qu- consistiría distorsionar un acontecimiento pero esto en sí no establece un criterio para distin(uir la verdad del simulacro. 5lo apelando a un tercer discurso que no se inte!ra f/cilmente al sistema terico de 2adiou se puede sostener la distincin entre verdad y simulacro . Esto no debería sorprendernos1 si el acontecimiento se constituye a trav-s de una substracción pura y simple respecto de una situación concebida como una encarnación contin(ente dada del principio ormal de representación Cde modo tal que su car0cter concreto debe ser estrictamente i(norado, no hay orma de que los sujetos que afrman ese acontecimiento discriminen entre tipos de interrupción de esa situación y menos aún de que atribuyan un valor -tico dierencial a esos tipos. Est0 claro que, sobre la base de las premisas afrmadas, no podemos avanzar m0s all0 del establecimiento de los componentes ormales de una -tica militante, y que no podemos le(islar nada acerca de su contenido ecepto mediante el contrabando de un tercer discurso Caún no teorizado en el ar(umento. Esta apelación a un tercer discurso como una suerte de deus e) machina no es propia de &adiou eclusivamente. El an0lisis de "i#e$ sobre el nazismo procede de un modo similar. /rimero subscribe a la distinción de &adiou1 En contraste con este acto aut-ntico que interviene en el vacío constitutivo, punto de racaso o lo que %lain &adiou denominó la 2torsión sintomal5 de una constelación dada, el acto inaut-ntico se le(itima a trav-s de la reerencia al punto de totalidad sustancial de una constelación dada Cen el terreno político1 la >aza, la >eli(ión Uerdadera, la +ación1 aspira precisamente a destruir los últimos remanentes de la 2torsión sintomal5 que altera el equilibrio de esa constelación FMNG. !on pocas las sorpresas que orece el an0lisis del nazismo que se desprende de estas premisas1 La llamada 2revolución nazi5, con su repudio=desplazamiento del anta(onismo social undamental C2lucha de clases5 que divide el edifcio social desde adentro con su proyección=eternalización de la causa de anta(onismo social en la f(ura del judío, y la consi(uiente reafrmación de la noción corporativista de sociedad como un 6odo or(0nico, anula claramente la
conrontación con el anta(onismo social1 la 2revolución nazi5 es el caso ejemplar de un seudocambio, de una actividad ren-tica en el transcurso de la cual cambiaron muchas cosas 2pasaba al(o todo el tiempo5 para que, precisamente, al(o lo que realmente importa& no cambiara4 para que las cosas undamentalmente 2si(uieran i(ual5 FMPG. La ventaja de las ormulaciones de "i#e$ sobre las de &adiou es que hacen por dem0s eplícito este tercer discurso silencioso que est0 presente en los tetos de &adiou sólo a trav-s de sus eectos teóricos. "i#e$ no oculta la naturaleza de su operación1 afrma en-r(icamente una teoría rudimentaria de la 2alsa conciencia5 que le permite detectar los anta(onismos sociales undamentales, aquello que 2realmente importa5 en la sociedad y cómo pudieron cambiar las cosas sin que se produjera nin(ún cambio si(nifcativo FM9G. V[u- es lo que no unciona aquíW Evidentemente, no el contenido concreto de sus aserciones con las que coincido en su mayoría sino el papel que estas aserciones tienen en su teoría y, de un modo m0s sutil, tambi-n en la teoría de &adiou. Da que se trata de un conjunto de aserciones ónticas cuya ambición es establecer distinciones entre cate(orías ontol!icas. 2!ituación5, 2acontecimiento5, 2verdad5, 2procedimiento (en-rico5 poseen un estatus ontoló(ico en el discurso de &adiou FMRG. Lo mismo ocurre con el 2vacío5 y su opuesto, esto es, una particularidad plena convocada como la sustancia de una situación. VEn este caso, entonces, cómo se supone que determinemos cu0l es el vacío real de una situación concretaW !ólo hay dos posibilidades1 o bien reabsorber, de un modo he(eliano, lo óntico en lo ontoló(ico una solución con la que "i#e$ coquetea pero que &adiou intenta evitar escrupulosamente4 o nombrar el vacío a trav-s de la postulación aiom0tica inherente a un procedimiento de verdad en cuyo caso no parece haber medios disponibles para distin(uir los acontecimientos verdaderos de los alsos, y colapsa el principio de distinción entre el acontecimiento y el simulacro. !e puede concebir una tercera solución1 que las huellas de un acontecimiento verdadero ya est-n ontoló(icamente determinadas Co, si se quiere, preconstituidas trascendentalmente. !e(ún &adiou, estas huellas eisten y est0n inscriptas en la alternativa e)clusiva entre la vinculación con una situación particular desde el ses(o de su vacío, o bien la nominación de la supuesta 2plenitud5 de cierta situación. !i pudi-ramos demostrar que una alternativa de este tipo es realmente eclusiva y constitutivamente inherente a toda situación concreta posible, resolveríamos nuestro problema. Esta demostración, no obstante, es imposible. Abservemos las dos caras de esta potencial polaridad. En primer lu(ar, desde el vacío. Lo que f(ura como vacío
es siempre, para &adiou, el vacío de una situación. 6odo lo que se representa como vacío, o como nada, est0 diseminado en la situación entera y necesariamente incluido en cada subconjunto de una situación4 como no hay nada 2en5 el vacío que pueda servir para identifcarlo o localizarlo, toda operación de este tipo resulta imposible. :ada situación, sin embar(o, contiene un elemento mínimamente identifcable, un (rupo o conjunto ubicado en el 2borde5 de lo que sea que se considere la nada para la situación un elemento representado sólo como un 2al(o5 indiscernible, que carece de otras características identifcatorias. Este elemento, se(ún &adiou, no posee elementos propios comunes a la situación, esto es, no tiene nin(ún elemento que la situación pueda reconocer o discernir. Los habitantes de este espacio liminar se pueden presentar de dos modos muy dierentes, cuya articulación es crucial para la cuestión que estamos tratando. /or un lado, se los puede nombrar de un modo referencial1 los sans*papiers en la Irancia de hoy, la clase obrera en la sociedad capitalista, la muerte de :risto en el discurso de !an /ablo en su oposición a la Ley hebrea y al saber (rie(o, etc. /or el otro, sin embar(o, este nombre permanece vacío porque lo que desi(na, y lo que proclama a trav-s del acontecimiento, no se corresponde con nada que sea representable dentro de lo calculable de la situación sería, para utilizar una terminolo(ía dierente, un si(nifcante sin un si(nifcado. El problema que sur(e de inmediato concierne al modo preciso en que han de vincularse estas dos dimensiones. !i la desi(nación reerencial y la no representabilidad al interior de la situación coincidieran eactamente, no habría problema1 el borde del vacío se ubicaría precisamente en un sitio defnido por los par0metros de la situación. /ero no hay motivos ló(icos ni históricos para adoptar este presupuesto simplifcador. !upon(amos que una sociedad eperimenta lo que %ntonio 'ramsci denominó una crisis or!/nica1 lo que enrentamos, en ese caso, no son sitios particulares que defnen Cdelimitan lo irrepresentable dentro del campo (eneral de la representación, sino m0s bien el hecho de que la ló(ica misma de la representación ha perdido sus capacidades estructurantes. Esto transorma el rol del acontecimiento1 no tiene que proclamar sólo la centralidad de una ecepción respecto de una situación altamente estructurada, sino que tiene que reconstruir el principio de la situacionalidad como tal en torno a un nuevo núcleo. % mi entender, esto modifca radicalmente la relación vacío=situación. /recisamente en este punto es donde mi enoque comienza a dierir del de &adiou. 3entro del sistema de -l, no hay modo de que el vacío reciba contenido al(uno, ya que es y permanece vacío por defnición. El 2sitio del acontecimiento5, por otro lado, siempre posee cierto contenido. Esto es lo que denominamos 2desi(nación reerencial5. Esta distinción tiene perectamente sentido dentro del enoque de la
teoría de conjuntos con el que trabaja &adiou. La posibilidad que hemos planteado, sin embar(o que la ló(ica de la representación pudiera perder sus capacidades estructurantes, plantea pre(untas que no pueden responderse dentro del sistema de &adiou, ya que en este caso lo que pasa a ser no calculable en la situación es el principio de calculabilidad como tal. 3e modo que el procedimiento de verdad en el que participan sus sujetos consiste, en una de sus dimensiones b0sicas, en la reconstrucción de la situación en torno a un nuevo núcleo. La consecuencia es que ya no hay posibilidad al(una de un desarrollo lineal de las implicancias del acontecimiento1 -ste tiene que ehibir sus capacidades de articulación yendo m/s all/ de sí mismo , por lo cual necesariamente tiene que ponerse en cuestión la separación radical entre vacío y sitio del acontecimiento. En consecuencia, cierta orma de llenar el vacío de un tipo especial, que requiere de una descripción teórica se vuelve necesaria. C+o hace alta a(re(ar que la idea misma de este llenar es un anatema para &adiou1 toda orma de llenar el vacío es, para -l, el mal. V:ómo podría verifcarse este llenarW &adiou cree que el vacío, como no posee miembros propios Cen la situación presentada por la teoría de conjuntos aparece como el conjunto vacío, no pertenece a nin(una situación particular lo que si(nifca que est0 incluida en todas pero que, en lo que concierne a las situaciones humanas, los sujetos de una verdad que afrma el acontecimiento apuntan a la universalidad lisa y llana. Esto si(nifca la humanidad indistinta, en el sentido en que )ar, por ejemplo, afrmaba que el proletariado únicamente posee sus cadenas. !ólo puedo coincidir a medias con esta ar(umentación. Eisten dos difcultades insuperables. La primera es que la cate(oría del vacío del conjunto vacío sólo est0 vacío cuando opera en el 0mbito de las matem0ticas. :uando se la transpone al an0lisis social, se llena de ciertos contenidos el pensamiento, la libertad=conciencia, 2sólo cadenas5, etc. que est0n lejos de estar vacíos. Lo que tenemos aquí es un ejercicio irremediablemente metaórico por el cual se equipara al vacío con la universalidad. +o es necesario m0s de un instante de reJeión para advertir que el contenido universal no est0 vacío. !implemente nos enrentamos a un intento de una deensa -tica de la universalidad que procede a trav-s de una apelación ile(ítima a la teoría de conjuntos. Eso es todo lo que puede decirse en lo que respecta a la afrmación de &adiou de que todo llenar el vacío implica el mal. En se(undo lu(ar, a veces se nos presenta el ar(umento de que los sujetos de una verdad poseen medios para dierenciar la verdad del simulacro criterios tales como i(ualdad o universalidad estrictas, indierencia hacia todas las cualidades y los valores, etc.. /ero est0 claro que la validez de estos criterios depende por completo de la aceptación como punto de partida de la i(ualdad entre vacío y universalidad. 3e modo que el ar(umento es perectamente circular.
[uisiera ser claro1 no presento una objeción a la universalidad como tal sino al modo en que &adiou la construye teóricamente. *asta cierto punto, es verdad que la interrupción radical de una situación dada interpelar0 a personas a trav-s y m0s all0 de particularismos y dierencias. 6oda ruptura revolucionaria posee, en este sentido, eectos universalizadores. Las personas viven por un momento la ilusión de que, como se derrocó un r-(imen opresivo, aquello que se derrocó es la opresión en sí . Es en este sentido que el vacío, se(ún &adiou, al no poseer nin(ún contenido distintivo, apunta a al(o que est0 m0s all0 de la particularidad en tanto particularidad. /ero el reverso del cuadro, el momento de la desi(nación reerencial, si(ue allí, haciendo su trabajo. Da que y en este punto defnitivamente estoy en desacuerdo con &adiou no creo que el particularismo inherente a esa reerencia local pueda simplemente eliminarse del cuadro como si se tratara de un sitio que sólo posee relaciones de eterioridad con el vacío. Los sans*papier , en tanto elemento indiscernible dentro de su situación, pueden lle(ar a epresar una posición verdadera para todos los miembros de esa situación Cpor ejemplo1 26odo el que vive aquí es de aquí5, pero tambi-n se constituyen como sujetos políticos mediante una serie de demandas particulares que se podrían satisacer a trav-s de una he(emonía epansiva de la situación eistente y, en ese sentido, los sans* papiers individuales pueden lle(ar a ser calculables, esto es, convertirse en miembros normales de la situación. La conclusión es evidente1 la rontera entre lo calculable y lo no calculable es, en lo esencial, inestable. /ero esto si(nifca que no hay locus , no hay sitio dentro de la situación, que lleve inscripto a priori dentro de sí las (arantías de universalidad1 esto es, no hay nombre natural para el vacío. % la inversa, nin(ún nombre est0 ecluido a priori de nombrarlo. Ueamos un ejemplo. El movimiento !olidaridad comenzó como un conjunto particular de reclamos de un (rupo de obreros en 'dans$. !in embar(o, como estos reclamos se ormularon en un conteto particularmente represivo, se convirtieron en los símbolos y en la superfcie de inscripción de una pluralidad de otros reclamos que no eran calculables dentro de la situación defnida por el r-(imen burocr0tico. Esto es, ue a trav-s de su articulación entre sí que estas demandas construyeron cierto universalismo que trascendió todas las particularidades. Eso es especialmente aplicable a los símbolos centrales de !olidaridad1 no se puede eliminar de ellos cierto vesti(io de particularismo, pero como estos símbolos sirvieron para representar un conjunto mayor de reclamos democr0ticos equivalenciales, se convirtieron en la encarnación de la universalidad como tal. Es a trav-s de esta equivalencia=trascendencia de particularidades que se puede construir al(o así como el nombre del vacío. Esto es lo que en mi trabajo he denominado he(emonía1 el proceso por el cual una particularidad asume la representación de una universalidad con la que es en
última instancia inconmensurable. 3e esta ar(umentación se desprenden dos conclusiones capitales1 @ la universalidad no posee sitios de emer(encia a priori , sino que es el resultado del desplazamiento de la rontera entre lo calculable y lo no calculable, esto es, de la construcción de una he(emonía epansiva4 7 si se le otor(a a la articulación el papel central que merece, nombrar el vacío se vincula constitutivamente al proceso de llenarlo, pero este llenar sólo puede proceder a trav-s de un equilibrio inestable entre universalidad y particularidad un equilibrio que, por defnición, nunca se puede romper a trav-s del dominio eclusivo de uno de sus dos polos. Llenar un vacío no es sólo asi(narle un contenido particular, sino hacer de ese contenido el punto nodal de una universalidad equivalencial que lo trascienda. %hora bien, desde el punto de vista de nuestro problema ori(inal, que era la determinación de un acontecimiento verdadero Ccuya condición previa era nombrar un vacío puro, es decir, una universalidad no contaminada por la particularidad, esto si(nifca que dicha universalidad pura es imposible. !u lu(ar siempre va a estar ocupado=encarnado por al(o que es menos que ella misma. /asemos ahora al otro lado de la polaridad1 el llenar particularista del vacío que &adiou y "i#e$ analizan en coneión al nazismo. )anten(amos ese ejemplo que, por ser etremo, presenta el mejor terreno posible para que &adiou presente su ar(umento. +o se lo puede acusar de intentar simplifcar la cuestión1 por el contrario, enatiza sin concesiones los paralelos estructurales entre el acontecimiento y el simulacro. 2!imulacro debe ser tomado en sentido uerte5, admite1 todos los ras(os ormales de una verdad son puestos en obra en el simulacro. +o solamente una nominación universal del acontecimiento, induciendo la uerza de una ruptura radical, sino tambi-n la 2obli(ación5 de una fdelidad y la promoción de un simulacro de su%eto , eri(ido sin que nin(ún Qnmortal sin embar(o adven(a por encima de la animalidad humana de los otros, de aquellos que son arbitrariamente declarados como no perteneciendo a la sustancia comunitaria, de la cual el simulacro de acontecimiento ase(ura la promoción y dominación FN8G. V:ómo establece &adiou, bajo estas premisas, la distinción entre el acontecimiento y el simulacroW +o debería sorprendernos que lo ha(a a trav-s de una oposición radical entre el vacío y lo que se presenta como la sustancia de la comunidad precisamente la distinción que intentamos socavar. 2La fdelidad a un simulacro, a dierencia de la fdelidad a un acontecimiento, re(la su ruptura no
sobre la universalidad del vacío, sino sobre la particularidad cerrada de un conjunto abstracto Clos alemanes o los arios5 FN@G. /ara evaluar la viabilidad de la solución de &adiou debemos plantearnos al(unas pre(untas que son opuestas a las que nos hicimos en el caso del vacío1 Ven qu- medida el particularismo del discurso nazi es incompatible con toda apelación a lo universal Cal vacíoW VD en qu- medida el conjunto abstracto que re(ula la ruptura con la situación Clos 2alemanes5, los 2arios5, etc. unciona en el discurso nazi como una instancia particularistaW :onsideremos de orma sucesiva ambas pre(untas. >especto a la primera no cabe nin(una duda1 el vacío es objeto del discurso nazi tanto como de cualquier discurso socialista. >ecordemos que desde nuestra perspectiva el vacío no es la universalidad en el sentido estricto del t-rmino sino aquello que no es calculable en una situación dada. :omo hemos ar(umentado, y creo que aquí &adiou coincidiría, el vacío no posee un sitio único y preciso en una situación crítica, cuando los principios mismos de la calculabilidad est0n amenazados y la reconstrucción de la comunidad como un todo en torno a un nuevo núcleo pasa a un primer plano en tanto una necesidad social undamental. Hsta ue eactamente la situación que prevaleció en la crisis de la >epública de \eimar. +o se trató en ella de un choque entre una presencia no calculable y una situación bien estructurada Centre un acontecimiento proclamado y el estado de la situación, sino de una desestructuración undamental de la comunidad que ei(ía que el acontecimiento nombrado se convirtiera, desde el comienzo mismo, en un principio de reestructuración. +o se trató de sustituir una situación eistente bien afanzada por otra derivada de nuevos principios subversivos del statu quo , sino de una lucha he(emónica entre principios enrentados, entre dierentes modos de nombrar lo no calculable a fn de determinar cu0l poseía una capacidad mayor para articular una situacin contra la alternativa de la anomia y el caos. En este sentido, est0 claro que el vacío como tal sin duda ue un objeto del discurso nazi. V[u- ocurre, sin embar(o, con el conjunto particular Csan(re, raza, etc. que el nazismo convocó como el acontecimiento que establecía un corte con la situaciónW V+o es esta sustancia comunitaria particular incompatible con la universalidad del vacío Cdel conjunto vacíoW *ay que abordar este asunto con cuidado. En nuestro tratamiento de la nominación del vacío, distin(uimos entre la desi(nación reerencial del borde del vacío y la universalidad del contenido encarnado por ese sitio. 6ambi-n hemos ar(umentado que la universalidad depender0 de la etensión de la cadena de equivalencias epresada a trav-s de dicho nombre. Esto si(nifca que un nombre que posea cierta centralidad política nunca tendr0 una reerencia particular unívoca. Los t-rminos que nombran
ormalmente una particularidad adquirir0n, a trav-s de las cadenas de equivalencia, una reerencia mucho m0s universal en tanto que, a la inversa, otros cuya denotación es aparentemente universal pueden devenir, en ciertas articulaciones discursivas, nombre de sentidos en etremo particularistas. Esto si(nifca que1 @ no hay nombre de una universalidad pura, incontaminada Cde un vacío puro4 7 un nombre particular puro tambi-n es imposible FN7G. Lo que antes hemos denominado he(emonía consiste, precisamente, en este jue(o indecidible entre universalidad y particularidad. En ese caso, no obstante, colapsa la distinción entre acontecimiento verdadero y simulacro1 es imposible simplemente concebir el mal como resultado de una invocación particularista en oposición a la universalidad de la verdad. /or el mismo motivo, tampoco se puede sostener la distinción marcada entre conjunto (en-rico y conjunto construible en lo que concierne a la sociedad. V!i(nifca esto que debe abandonarse la noción misma del mal, que todo vale y que no es posible emitir un juicio -tico acerca de enómenos tales como el nazismoW Evidentemente no. Lo único que efectivamente se desprende de nuestro ar(umento previo es que resulta imposible basar opciones -ticas al nivel abstracto de una teoría dominada por la dualidad situación=acontecimiento, y que estas cate(orías m0s all0 de su validez en otras eseras no proveen criterios para la elección moral. Esto tambi-n si(nifca que el terreno en el cual estos criterios pueden sur(ir ser0 uno mucho m0s concreto. &adiou mismo estaría dispuesto a aceptarlo1 la verdad para -l es siempre la verdad de una situación. En ese caso, sin embar(o, lo que he denominado el tercer discurso silencioso implícito en su enoque aquel que le proporcionaría realmente una posición le(ítima de enunciación para su discurso sobre el mal necesita ser llevado a un primer plano de orma eplícita. +o obstante, esta operación no es posible sin introducir al(unos cambios en el aparato teórico de &adiou. 3e esto me ocupar- a continuación.
II
>esumamos nuestro ar(umento hasta este punto. &adiou, de un modo absolutamente correcto, se nie(a a undamentar su -tica en un normativismo a priori -ste pertenecería, por defnición, a la situación en tanto calculable dado. La uente del compromiso -tico debería hallarse en las implicancias o las consecuencias etraídas del acontecimiento concebido como substraccin respecto a
esa situación. En ese caso, no obstante, no se puede basar nin(una distinción entre acontecimientos verdaderos y alsos en aquello que los acontecimientos proclaman realmente4 en primer lu(ar, porque eso pasaría de contrabando en el ar(umento el normativismo ecluido de modo aiom0tico y, en se(undo lu(ar, porque ei(iría una instancia de juicio eterno tanto para la situación como para el acontecimiento Clo que hemos denominado un 2tercer discurso5. Esto es lo que hace de la ar(umentación de "i#e$ al(o irremediablemente ecl-ctico, y es lo que &adiou intenta evitar. !iendo esto así, el único camino que &adiou tiene disponible es el intento de undamentar la distinción acontecimiento=simulacro en las dierenciaciones estructurales mismas establecidas por su ontolo(ía dualista. Este undamento lo encuentra en la dualidad vacío=pleno. Esto no elimina por completo el problema del tercer discurso, ya que &adiou aún tiene que eplicar por qu- dar epresión al vacío es bueno en tanto que dar una epresión a lo pleno es malo, pero al menos se ha dado un paso en la dirección correcta. La piedra an(ular del ar(umento reside entonces en el hecho de que la distinción vacío=pleno carezca de ambi(Yedad. /ero, como hemos visto, la distinción de &adiou es insostenible. En primer lu(ar, porque, como ar(umentamos antes, el vacío en la medida en que la cate(oría es aplicable a una situación humana no est0 realmente vacío para &adiou, sino que ya posee cierto contenido, el universal. D, en se(undo lu(ar, porque el ordenamiento de los elementos de la situación que produce el sujeto a partir de la inconsistencia (en-rica revelada por el acontecimiento ei(e, si queremos que la noción de 2ordenamiento5 ten(a al(ún sentido, cierta consistencia entre la universalidad e)hibida por el acontecimiento y el nuevo ordenamiento que resulta de la intervención del sujeto. VEn qu- consiste esta 2consistencia5W Bna posibilidad es que sea una consistencia ló(ica. /ero &adiou y yo mismo rechazaríamos esta posibilidad porque en ese caso la brecha entre el acontecimiento y la situación se cancelaría, y la noción de una ontolo(ía basada en la multiplicidad dejaría de tener sentido. La ,nica alternativa es que la consistencia entre el acontecimiento y el nuevo ordenamiento sea el resultado de una construcción contin!ente y necesariamente tiene que serlo, dado que parte del terreno de una inconsistencia primordial. Esto sólo si(nifca que la consistencia del nuevo ordenamiento ser0, en todo sentido, una consistencia construida. Er(o, 2procedimiento de verdad5 y 2construcción contin(ente5 son t-rminos intercambiables. %hora bien, Vqu- es esto si no un llenar el vacíoW !i mi ar(umento es correcto, la distinción vacío=pleno pierde sentido, o al menos se establece entre sus polos un sistema mucho m0s complejo de desplazamientos mutuos que el permitido por la dicotomía nítida de &adiou. Lo que ar(umentaremos a continuación es que, paradójicamente, el callejón sin salida del que nos ocupamos no est0 desvinculado de la que tal vez sea la
característica m0s valiosa de la -tica de &adiou1 su ne(ativa a postular al(ún tipo de normativismo a priori. Esta ne(ativa, sin embar(o, ha sido acompañada por la asercin de al(unos presupuestos ontoló(icos que son la uente misma de las difcultades que enrentamos. *a(amos una última observación antes de embarcarnos en este asunto. 3e las tres f(uras del mal a las que se refere &adiou, sólo la primera la distinción entre verdad y simulacro tiene la intención de distin(uir entre un acontecimiento verdadero y uno also. La se(unda, como &adiou mismo reconoce, sería considerada como el mal no sólo desde la perspectiva del acontecimiento verdadero, sino desde la del simulacro Ctanto un ascista como un socialista considerarían que cualquier tipo de debilitamiento de la voluntad revolucionaria es el mal. En cuanto a la tercera f(ura, presenta problemas propios que analizaremos a continuación. :omo dije al comienzo, no es mi intención en este ensayo analizar en detalle la compleja y en muchos sentidos ascinante ontolo(ía desarrollada por &adiou. /ero al(una reerencia a -sta es necesaria, dado que su -tica depende estrictamente de sus distinciones ontoló(icas. Las cate(orías m0s importantes que estructuran a -stas son las si(uientes1 situación y acontecimiento, vacío y pleno, ya las hemos eplicado. %(re(uemos que, como la situación es esencialmente múltiple, se debe introducir una nueva cate(oría el 2estado de la situación5 para (enerar un principio de estabilización interna esto es, la posibilidad de que los recursos estructurantes de la situación puedan ser representados como uno. Las ronteras entre la situación y su vacío se conciben en t-rminos de 2bordes5, esto es, 2sitios del acontecimiento5. Estos, si bien pertenecen a la situación, proporcionar0n cierto (rado de inraestructura a un acontecimiento en caso de que se produzca4 lo llamo inraestructura en un sentido puramente topo(r0fco, obviamente sin nin(ún tipo de connotación causal. Da he planteado la posibilidad de al(unos desplazamientos dentro de las cate(orías de &adiou que, a mi entender, podrían conducir a la resolución de al(unas de las difcultades que presenta en este momento su teoría -tica. %hora repasar- en orden1 @ la naturaleza precisa de estos desplazamientos4 7 la medida en que estos ubican al ar(umento -tico en un mejor terreno4 K las consecuencias que tendrían en caso de ser aceptados para la perspectiva ontoló(ica de &adiou. *e intentado realizar una deconstrucción inicial de la oposición vacío=pleno. *e su(erido que el borde del vacío no es un lu(ar preciso dentro de una situación por lo dem0s completamente ordenada Ccalculable, sino al(o cuya misma presencia vuelve imposible a una situación estructurarse por entero como tal. CEs
como el real lacaniano, que no es al(o que eista %unto a lo simbólico, sino que est0 al interior de lo simbólico de modo tal que impide que lo simbólico se constituya plenamente. En este caso, sin embar(o, se ha de introducir una distinción entre la situacin y lo que podríamos denominar con un neolo(ismo la situacionalidad , donde la primera es el orden óntico realmente eistente y la se(unda el principio ontoló(ico de la ordenacin como tal. Estas dos dimensiones nunca se yutaponen por completo. /or lo tanto, el acontecimiento cuya imprevisibilidad dentro de la situación sostenida por &adiou acepto plenamente posee desde el comienzo mismo los dos roles antes mencionados1 por un lado, subvertir el estado de la situación eistente mediante la nominación de lo innombrable4 por otro lado, a(re(aría, reestructurar un nuevo estado en torno a un nuevo núcleo. La lar(a marcha de )ao no sólo triunó porque ue la destrucción de un anti(uo orden sino tambi-n por ser la reconstrucción de la nación en torno a un nuevo núcleo. D la noción (ramsciana del 2devenir Estado5 de la clase obrera en oposición a toda noción simplista de 2toma del poder5 se mueve en la misma dirección. En ese caso, no obstante, la situación y el acontecimiento se contaminan entre sí1 no son ubicaciones separadas dentro de una topo(raía social, sino dimensiones constitutivas de toda identidad social. CBna consecuencia central de esta aserción es, como veremos, que el acontecimiento pierde, en al(unos aspectos, el car0cter ecepcional que le atribuye &adiou. Lo mismo es aplicable a la dualidad acontecimiento=sitio del acontecimiento. CEl sitio sería, por ejemplo, en el discurso cristiano, la mortalidad de :risto, en tanto que el acontecimiento sería su resurrección. !e(ún &adiou, hay una eterioridad esencial entre ambos. Es sólo a ese precio que el acontecimiento puede ser realmente universal esto es, puede revelar el vacío que no pertenece a nin(una parte de la situación si bien est0 incluido necesariamente en todas. En la noción cristiana de la encarnación, de nuevo, no hubo nin(una cualidad ísica que anticipara, en el cuerpo particular de )aría, que iba a ser la madre de 3ios. Esta ló(ica me resulta inaceptable. :omo en el caso previo, la relación entre el acontecimiento y el sitio del acontecimiento tiene que concebirse como una relación de contaminación mutua. Las demandas de los sans*papiers son claramente, en primera instancia , demandas particulares y no universales. V:ómo puede sur(ir entonces al(ún tipo de universalidad de -stasW !ólo en la medida en que las personas ecluidas de muchos otros sitios dentro de una situación Cque son innombrables dentro de -sta perciban su naturaleza común en tanto ecluidos y vivan sus luchas en su particularidad como parte de una lucha emancipatoria m0s amplia. /ero esto si(nifca que todo acontecimiento de relevancia universal est0 construido a partir de una pluralidad de sitios cuya particularidad est0 articulada de modo equivalencial pero no defnitivamente eliminada. :omo hemos
intentado mostrar antes con el ejemplo de !olidaridad, un sitio particular puede adquirir una relevancia especial como locus de un equivalente universal, pero incluso en ese sitio la tensión entre universalidad y particularidad es constitutiva de la lucha emancipatoria. La consecuencia de esto es clara1 una sociedad sólo puede alcanzar una universalidad de tipo he(emónica. Lo infnito de la tarea emancipatoria est0 muy presente no se trata de ne(arla en nombre de un particularismo puro ya que se puede construir la lucha contra un r-(imen opresor, mediante cadenas de equivalencia, como una lucha contra la opresión en (eneral, pero el particularismo de la uerza he(emónica Cpor diluida que estuviera su particularidad si(ue actuando y produciendo eectos limitadores. Es como el oro, cuya unción como equivalente (eneral Cdel dinero no anula las oscilaciones inherentes a su naturaleza en tanto mercancía particular. *ay un momento en que el an0lisis de &adiou pr0cticamente se acerca a la ló(ica he(emónicoOequivalencial que estamos describiendo1 es cuando se refere a las 2investi(aciones5 C enqu6tes como intentos militantes por conquistar elementos de la situación para la causa del acontecimiento FNKG. /ero su intento es limitado1 no lo concibe como la construccin de un sitio del acontecimiento m0s amplio a trav-s de la epansión de cadenas de equivalencia, sino como un proceso de conversión total en el cual hay o bien 2coneión5 o bien 2desconeión5 sin la posibilidad de un punto intermedio. !i bien el resultado de esta construcción pieza por pieza es tanto para &adiou como para mí una ampliación del sitio del acontecimiento, no hay en su descripción nin(una proundización acerca de los mecanismos que subyacen a las operaciones de 2coneión5 y 2desconeión5. Iinalmente, el proceso de conversión, cuya orma m0s pura se observa en el caso de la reli(ión, si(ue siendo, para &adiou, el paradi(ma modelo para toda descripción del proceso de conquista. V3ónde nos deja, en lo que se refere a la cuestión -tica, aceptar este conjunto de desplazamientos de las cate(orías de &adiou Cy estoy se(uro de que -l no las aceptaríaW En primer lu(ar, est0 claro que ya no hay undamento para la distinción entre verdad y simulacro. Ese undamento en el discurso de &adiou estaba dado por la posibilidad de una dierenciación radical entre el vacío y la plenitud. /ero es precisamente esa distinción la que no se sostiene una vez que el llenar el vacío y su nominación se han vuelto indistin(uibles entre sí. !in embar(o, este colapso mismo de la distinción abre el camino a otras posibilidades que la dicotomía absoluta de &adiou había clausurado. Da que el borde del vacío no sólo no posee una ubicación precisa Csi la tuviera, poseería un nombre propio e inequívoco sino que nombra la totalidad ausente de la situación es, si se quiere, la presencia de una ausencia, al(o que se puede nombrar pero no representar Cesto
es, no se puede representar como una dierencia objetiva. !i adem0s aceptamos que el vacío est0 incluido de orma constitutiva en toda situación y esto es al(o con lo que concuerdo, si bien desde una perspectiva teórica distinta, la posibilidad de nombrarlo , que &adiou considera adecuadamente su única posibilidad de inscripción discursiva, sería atribuir a una diferencia en particular el rol de nombrar al!o enteramente inconmensurable consi!o misma- esto es- la totalidad ausente de la situacinFNG. En ese caso, nombrar el vacío y nombrar lo pleno se vuelven indistin(uibles. La única otra posibilidad, que el sitio del acontecimiento en tanto sitio determine lo que el acontecimiento puede nombrar, est0 ecluida de iure por el ar(umento de &adiou4 y, en todo caso, nuevamente invocaría el espectro del 2tercer discurso5. En ese caso, sin embar(o, san(re, raza, nación, revolución proletaria o comunismo son modos indierentes de nombrar el vacío=pleno. !eamos claros1 desde un punto de vista político, por supuesto, qu- si(nifcante nombrar0 el vacío establece una dierencia. El problema, no obstante, es cómo construir discursivamente tal dierenciación política. La respuesta implícita de &adiou sería mal!ré lui que el vacío potencialmente posee cierto contenido1 el universal. /ara mí dada la subversión que he intentado a nivel ontoló(ico de la distinción verdad=simulacro, esta solución no est0 disponible. % continuación presentar- un esbozo del que considero el modo correcto de abordar el problema. V:ómo salir de este callejón sin salidaW En mi visión, la respuesta ei(e dos pasos. +uestro primer paso supone el reconocimiento pleno de que, bajo el rótulo de lo 2-tico5, se han reunido dos cosas dierentes que no necesariamente se yutaponen4 de hecho, a menudo no lo hacen. La primera es la búsqueda de lo incondicionado, esto es, aquello que salva el hiato entre lo que la sociedad es y lo que debería ser. El se(undo es la evaluación moral de los distintos modos de llevar a cabo este papel de llenar4 por supuesto, en la medida en que esta operación de llenar sea aceptada como le(ítima Clo que no ocurre en el caso de &adiou. V:ómo interactúan estas dos tareas distintasW Bna primera posibilidad es que se nie(ue la distinción entre ambas. La búsqueda de /latón de la 2buena sociedad5 es a la vez la descripción de una sociedad que carece de vacíos o huecos y que es moralmente buena. La 7tica nicomaquea de %ristóteles busca una conjunción similar de eseras. El problema sur(e cuando se percibe que la unción de llenar puede operar a trav-s de muchos a(entes dierentes, y que no hay modo de determinarlos a trav-s del mero an0lisis ló(ico de su unción. Uolviendo a nuestra terminolo(ía previa1 el vacío socava el principio de calculabilidad en la sociedad Clo que hemos denominado la situacionalidad de la situación pero no anticipa cómo ele(ir entre dierentes estados de la situación. En una sociedad que eperimenta una crisis or(0nica, la necesidad de al!,n tipo de orden, sea conservador o revolucionario, se vuelve m0s importante que el orden concreto que colma esta necesidad. En otras
palabras1 la búsqueda de lo incondicionado prevalece sobre la evaluación de los modos de alcanzarlo. El soberano de *obbes derivaba su le(itimidad del hecho de que podía (enerar un orden, m0s all0 de su contenido, en oposición al caos del estado de naturaleza. Es m0s1 lo que en estos casos es el objeto de una investidura -tica no es el contenido óntico de cierto orden sino el principio de ordenacin como tal. +o es diícil darse cuenta de que una -tica militante del acontecimiento, en oposición al orden normativo determinado situacionalmente, tiene que privile(iar este momento de ruptura sobre los recursos ordenadores de la dimensión situacional. /ero con una ló(ica implacable esto conduce a una incertidumbre total acerca del contenido normativo del acto -tico. /odemos terminar 0cilmente en la ealtación de "i#e$ de lo despiadado del poder y el espíritu de sacrifco como valores en sí FNMG. &adiou intenta evitar este escollo a trav-s de una distinción estricta entre vacío y pleno. /ero, como hemos demostrado, -sta es una distinción insostenible. % fn de evitar este callejón sin salida, hemos de realizar una primera operación asc-tica y separar estrictamente los dos si(nifcados que el rótulo -tica abarca en una simbiosis ineliz1 el 2ordenamiento5 como un valor positivo m0s all0 de cualquier determinación óntica y los sistemas concretos de normas sociales a los que otor(amos nuestra aprobación moral. !u(iero que restrinjamos el t-rmino 2-tica5 a la primera dimensión. Esto si(nifca que, desde un punto de vista -tico, el ascismo y el comunismo son indistin(uibles4 pero, por supuesto, la -tica ya no tiene nada que ver con la evaluación moral. V:ómo podemos entonces pasar de un nivel al otroW Es aquí que debemos dar nuestro se(undo paso. Lo -tico como tal, como hemos visto, no puede tener nin(ún contenido óntico dierenciador como ras(o distintivo. !u si(nifcado se a(ota en la pura declaración=llenar un vacío=pleno. !in embar(o, -ste es el punto en el que pueden operar los eectos teóricos de la deconstrucción de los dualismos de &adiou. Da hemos eplicado el patrón b0sico de esta deconstrucción1 la contaminación de cada polo de las dicotomías por parte del otro polo. /asemos a la distinción óntico=ontoló(ica que hemos establecido entre la situación y la situacionalidad. +o hay acontecimiento que se a(ote, en lo que concierne a su si(nifcado, en su ruptura pura con la situación4 es decir, no hay acontecimiento que, en el momento mismo de su ruptura, no se presente a sí mismo como un portador potencial de un nuevo orden, de la situacionalidad como tal. Esto implica que el si(nifcado del acontecimiento per se est0 suspendido entre su contenido óntico y su papel ontoló(ico o, para epresarlo en otros t-rminos, no hay nada que pueda proceder como una substraccin pura. El momento de ruptura implicado en un acontecimiento en una decisión radical est0 todavía presente,
pero el sitio del acontecimiento no es completamente pasivo1 volviendo a !an /ablo, sin muerte no habría habido resurrección.
V% dónde nos conduce esto en lo que concierne a la teoría -ticaW % este punto1 lo -tico como tal como lo hemos defnido no posee un contenido normativo, pero el sujeto que se constituye a trav-s de un acto -tico no es un sujeto puro y libre de obst0culos, sino uno cuyo sitio de constitución Cy la alta inherente a -sta no se suprime a trav-s de dicho acto -tico Cel acontecimiento. Esto es, el momento de lo -tico supone una investidura radical4 y en esta órmula se debe otor(ar a sus dos t-rminos el mismo peso. !u radicalidad si(nifca que el acto de investidura no se eplica por su objeto Cen lo que concierne a su objeto, el acto procede realmente e) nihilo. /ero el objeto de la investidura no es tampoco un medio puramente transparente1 posee una opacidad situacional que el acontecimiento puede torcer pero no eliminar. /ara servirnos de una ormulación heide((eriana, estamos arro%ados al orden normativo Ccomo parte de nuestro estar arrojados al mundo de modo que el sujeto que se constituye a sí mismo a trav-s de una investidura -tica ya es parte de una situación y de su alta inherente. 6oda situación desplie(a un marco simbólico sin el cual incluso el acontecimiento carecería de sentido4 la alta implica que, dado que el orden simbólico nunca se puede saturar, no puede eplicar el acontecimiento a partir de sus propios recursos. 2%contecimientos5, en el sentido de &adiou, son los momentos en que el estado de la situación se pone radicalmente en cuestión4 pero es un error pensar que tenemos períodos puramente situacionales interrumpidos por intervenciones puras del acontecimiento1 la contaminación entre lo propio del acontecimiento y lo situacional es el tejido mismo de la vida social. 3e modo que la respuesta a la cuestión de cómo podemos pasar de lo -tico a lo normativo, de la aserción incondicional inherente a todo acontecimiento al nivel de la elección y evaluación moral, es que tanto la elección como la evaluación ya han sido realizadas en (ran parte antes del acontecimiento con los recursos simbólicos de la misma situación. El sujeto es sólo parcialmente el sujeto inspirado por el acontecimiento4 la nominación de lo irrepresentable que constituye el acontecimiento supone la reerencia a lo no representado dentro de una situación y sólo puede proceder a trav-s del desplazamiento de elementos que ya est0n presentes en esa situación. Esto es lo que hemos denominado la contaminación mutua entre la situación y el acontecimiento. !in -sta, la conquista por parte del acontecimiento de los elementos de la situación sería imposible, ecepto a trav-s de un acto totalmente irracional de conversión. :reo que esto nos provee las herramientas intelectuales para resolver lo que
de otro modo sería una aporía en el an0lisis de &adiou. )e refero a la cuestión vinculada a cu0l es para &adiou la tercera orma del mal1 el intento de totalizar una verdad, de erradicar todo elemento de la situación etraño a sus implicaciones. [ue este intento totalitario sea el mal es al(o que estoy totalmente preparado a aceptar. La difcultad reside en el hecho de que, en el sistema de &adiou, no hay recursos teóricos adecuados para tratar con esta orma del mal y, en especial, con el acuerdo social alternativo donde la situación y el acontecimiento no se encuentran en una relación de eclusión mutua. V[u- si(nifca eactamente para una verdad no intentar ser totalW La respuesta parcial de &adiou, en t-rminos de un reconocimiento necesario de la animalidad humana, es sin duda muy poco convincente. Da que lo que una verdad que no lle(a a ser total enrentar0 son otras opiniones, visiones, ideas, etc., y si la verdad es no total de orma permanente , tendr0 que incorporar en su orma este elemento de conrontación, que supone la deliberación colectiva. /eter *all]ard ha señalado correctamente, en su introducción a la edición in(lesa de la 7tica de &adiou, que es diícil, dada su noción de acontecimiento, considerar cómo este elemento de deliberación se puede incorporar a su marco teórico FNNG. Do a(re(aría que no es diícil, sino imposible. Da que si la verdad proclamada se autoundamenta, y si su vínculo con la situación es de pura substracción, no hay deliberación posible. Las únicas alternativas reales en lo que concierne a los elementos de la situación son el rechazo total de la verdad Cla desconeión o lo que hemos denominado conversión Cconeión, cuyos mecanismos no han sido especifcados. En estas circunstancias, que la verdad no intente ser total sólo puede si(nifcar que la deliberación es un di0lo(o de sordos donde la verdad simplemente se reitera a sí misma a la espera de que, como resultado de al(ún mila(ro, se produzca una conversión radical. %hora si pasamos a nuestra propia perspectiva, que supone la contaminación entre situación y acontecimiento, la difcultad desaparece. En primer lu(ar, los a(entes sociales comparten, al nivel de una situación, valores, ideas, creencias, etc. que la verdad, por el hecho de no ser total, no pone por completo en cuestión. /or lo tanto, puede haber un proceso de ar(umentación que justifque los reordenamientos situacionales en t-rminos de aquellos aspectos situacionales no subvertidos por el procedimiento de verdad. En se(undo lu(ar, el vacío ei(e, desde nuestra perspectiva, un llenar, pero aquello que lo realiza no establece con el vacío una relación de necesidad -ste es el motivo por el cual el acontecimiento es irreductible a la situación. En ese caso, el proceso de coneión deja de ser irracional en la medida en que presupone una identifcación que procede a partir de una alta constitutiva. Esto ya supone la deliberación. /ero, en tercer lu(ar, los bordes del vacío son, como hemos visto, múltiples, y el acontecimiento sólo se construye a trav-s de cadenas de equivalencias que
vinculan una pluralidad de sitios. Esto necesariamente implica una deliberación concebida en un sentido amplio Cque implica conversiones parciales, di0lo(os, ne(ociaciones, luchas, etc.. !i el acontecimiento sólo ocurre a trav-s de este proceso de construcción colectiva, observamos que la deliberación no es al(o a(re(ado eternamente a -sta sino que pertenece a su naturaleza inherente. La aspiración de volver total una verdad es el mal en tanto interrumpe este proceso de construcción equivalencial y convierte un único sitio en lu(ar absoluto para la enunciación de la verdad. *ay sólo un último punto que tenemos que abordar. *emos su(erido una serie de desplazamientos de las cate(orías que conorman el an0lisis de &adiou. V/ueden estos desplazamientos producirse dentro del marco (eneral de su ontolo(ía4 esto es, dentro de su atribución a la teoría de conjuntos de un rol undamentador en el discurso reerido al ser en tanto serW La respuesta es claramente ne(ativa. /ermítaseme epresar mi pre(unta de un modo trascendental1 Vcómo debe ser un objeto de modo que el tipo de relación que hemos subsumido bajo la etiqueta (eneral de 2contaminación5 se vuelva posibleW A, en otros t-rminos1 Vcu0les son las condiciones de posibilidad de dicha relaciónW [uiero dejar en claro que no estamos hablando de una ontolo(ía re(ional4 si al(o del tipo de una 2articulación5 o una 2relación equivalencial5, o la 2construcción de lo universal a trav-s de su absorción he(emónica por parte de al(una particularidad5 va a producirse, la posibilidad misma tiene que darse al nivel de una ontolo(ía que trate con el ser en tanto ser4 en especial si, como creemos, estas operaciones no son epresiones superestructurales de una realidad oculta m0s prounda sino el terreno primario de la constitución de objetos. %hora bien, debería quedar claro que la teoría de conjuntos encontrar0 serias difcultades para tratar con al(o parecido a una relación de articulación, en especial si est0 undamentada en el postulado de la etensionalidad. +o es necesario a(re(ar que no estoy proponiendo el retorno a un tipo de undamentación intensional que presentaría todas las difcultades bien conocidas desde la paradoja de >ussell. En lo que concierne a la teoría de conjuntos, la etensionalidad es adecuada. Lo que cuestiono es que la teoría de conjuntos pueda tener el papel de ontolo(ía undamental que le atribuye &adiou. :reo que esta teoría es sólo un modo de constituir entidades dentro de un campo mucho m0s amplio de posibilidades ontoló(icas. !i tomamos la relación equivalencial, por ejemplo, ella implica una articulación entre universalidad y particularidad que sólo es concebible en t-rminos de analo!ía. /ero una relación de este tipo no se puede pensar de orma apropiada dentro del marco de la ontolo(ía matem0tica de &adiou. Lo mismo ocurre con el conjunto de enómenos conocidos en psicoan0lisis
como 2sobredeterminación5. E insisto en que no es posible esquivar esta incompatibilidad atribuy-ndola al nivel de abstracción en el que estamos trabajandoFNPG Cla teoría de conjuntos opera a un nivel tal que todas las distinciones sobre las que se basa nuestro enoque teórico no serían pertinentes o representables. El asunto verdadero es que el sur(imiento de un campo nuevo de objetividad presupone posibilidades ontoló(icas que es tarea del flósoo develar. VEiste un campo m0s primario que el develado por la teoría de conjuntos, uno que nos permitiera dar cuenta ontol!icamente de un modo adecuado del tipo de relaciones que estamos eplorandoW :reo que lo hay, y es la lin!8ística. Las relaciones de analo(ía a trav-s de las cuales se establece el a(rupamiento que construye un sitio del acontecimiento son relaciones de sustitucin , y las relaciones dierenciales que constituyen el 0rea de las distinciones objetivas Cque defnen la 2situación5 en t-rminos de &adiou componen el campo de las combinaciones. %hora bien, las sustituciones y las combinaciones son las únicas ormas posibles de objetividad en un universo saussureano, y si se las etrae de su anclaje en el habla y la escritura esto es, si la separación de la orma y la sustancia tiene lu(ar de un modo m0s consecuente y radical que la de !aussure no estamos en el campo de una ontolo(ía re(ional sino de una ontolo(ía (eneral o undamental. %(re(aría al(o m0s. Esta ontolo(ía no puede ser limitada por la camisa de uerza del estructuralismo cl0sico, que privile(ió el polo sinta(m0tico del len(uaje sobre el paradi(m0tico. /or el contrario, una vez que las relaciones equivalenciales se reconocen como constitutivas de la objetividad como tal esto es, una vez que el polo paradi(m0tico de las sustituciones recibe su peso adecuado en la descripción ontoló(ica no estamos sólo en el terreno de una ontolo(ía lin(Yística sino tambi-n de una retórica. En nuestro ejemplo previo de !olidaridad, el 2acontecimiento5 ocurrió a trav-s del a(rupamiento de una pluralidad de 2sitios5 sobre la base de su analo!ía en su oposición común a un r-(imen opresor. VD qu- es la substitución a trav-s de la analo(ía si no un a(rupamiento metaóricoW La met0ora, la metonimia, la sin-cdoque Cy en especial la catacresis como su denominador común no son cate(orías que describan los ornamentos de la len(ua, como lo entendía la flosoía cl0sica, sino cate(orías ontoló(icas que describen la constitución de la objetividad como tal. Es importante entender que esto no supone nin(ún tipo de nihilismo teórico o antiflosoía FN9G porque es el resultado de una crítica que es plenamente interna al medio conceptual como tal y, en ese sentido, una empresa estrictamente flosófca. )uchas consecuencias se desprenden de se(uir este camino, incluyendo la habilidad para describir en t-rminos conceptuales m0s precisos lo que hemos denominado la contaminación Cun t-rmino mejor podría ser quiz0 la sobredeterminación entre lo acontecimiental
y lo situacional FNRG. La (ran pre(unta que permanece es la si(uiente1 Vpuede el conjunto de relaciones que he descripto como retóricas ser absorbido y descripto como un caso especial dentro de las cate(orías m0s amplias de la teoría de conjuntos, de modo que -sta reten(a su prioridad ontoló(ica4 o, por el contrario, podría la teoría de conjuntos como tal ser descripta como una posibilidad interna hay que reconocer que sería una posibilidad etrema dentro del campo de una retórica (eneralizadaW Estoy convencido de que la respuesta correcta implica la se(unda alternativa, pero esta demostración tendr0 que a(uardar a otra oportunidad.
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!in intentar discutir en detalle la ontolo(ía de &adiou al(o que har- en mi próimo libro en preparación, La universalidad elusiva quisiera suplementar el ensayo precedente con unas breves consideraciones en torno a los puntos en que diferen la perspectiva ontoló(ica de &adiou y la mía. !in duda, hay un punto inicial de acuerdo en lo que se refere al ser en cuanto tal1 el Bno no es. El nivel ontoló(ico primario no es unifcado por nin(ún undamento. 6al unifcación sería, para &adiou, teolo(ía, y en esta afrmación inicial coincido con -l. En el se(undo paso es donde nuestras perspectivas comienzan a dierir. V:u0l es, en eecto, la alternativa a la unicidad del serW La respuesta de &adiou es1 una estricta multiplicidad, irreductible a toda calculabilidad. :omo señala su comentarista /eter *all]ard, a dierencia de un Lyotard o un 3eleuze, para quienes la idea de multiplicidad se li(a a las nociones de dierencia, ra(mentación e inconmensurabilidad, la innovación de &adiou consistiría en sustraer el concepto de multiplicidad como tal de cualquier reerencia, tan implícita como se quiera, a la noción de dierencias sustanciales entre múltiples y, en verdad, al medio mismo del 2entre5. !i lo múltiple se undara en al(o Cdistinto un élan vital , un a(onismo primario, un principio creativo o caótico, una unidad o 20tomo5 elemental, su multiplicidad estaría en cierta medida constreñida por este al(o m0s all0 de su ló(ica inmanente FP8G. Este car0cter constitutivo e irreductible de lo múltiple abre la vía a la ontolo(ía matem0tica de &adiou y a la centralidad que ocupa en ella la teoría de los conjuntos. Es importante advertir que para &adiou afrmar la primacía ontoló(ica de las matem0ticas no consiste en delimitar un 0rea re(ional de objetos a la que las otras 0reas podrían ser reducidas hacer esto sería reintroducir de contrabando la noción de unicidad, sino en afrmar que las relaciones matem0ticas son aquellas en torno a las cuales se estructura el ser en cuanto tal. La cuestión que se plantea, desde lue(o, es hasta qu- punto es posible verifcar una transición del nivel matem0tico abstracto al estudio de las situaciones históricas concretas. Bn enoque enomenoló(icamente inspirado ar(Yiría que la cuestión de la relación entre el ser abstracto y la eistencia concreta que es el problema ontoló(ico clave no es
encarado en absoluto por &adiou. +o es -sa, sin embar(o, la objeción que yo plantearía. La reconstrucción intelectual del objeto como empresa flosófca no puede ser reemplazada por nin(una apelación intuitivista 2a las cosas mismas5. En este punto coincido con &adiou. La discrepancia sur(e porque yo no pienso que la teoría de los conjuntos ten(a el car0cter ontoló(ico primario que le atribuye &adiou4 creo que el conjunto de aiomas en el que tal teoría se unda restrin(e indebidamente el campo de aquello que es ontoló(icamente pensable. 3esde mi perspectiva, lo que es ontoló(icamente primario no es la multiplicidad, sino la unicidad allida y es esta falla elemental alla casi en el sentido (eoló(ico lo que se trata de pensar. En el curso de esa reJeión reaparece una serie de cate(orías que son parte inte(rante del discurso de &adiou el vacío, lo pleno, las dualidades situación=acontecimiento y presentación=representación, pero, por un lado, son pensadas desde una perspectiva teórica distinta y, por el otro, el abanico de posibles articulaciones que ellas abren es m0s amplio, creo, que aquel al que la teoría de los conjuntos nos permite acceder. V[u- si(nifca en tal caso afrmar, como lo hemos hecho en el ensayo precedente, que ese papel ontoló(ico primario corresponde a la lin(YísticaW La afrmación sería insostenible sin una serie de precisiones complementarias, ya que ella podría ser interpretada como un nuevo tipo de reduccionismo, que identifcaría el campo (eneral de la objetividad con los objetos constituidos en un dominio re(ional. +o se trata evidentemente de eso. +uestra perspectiva ontoló(ica no reduce la objetividad al len(uaje, del mismo modo que la de &adiou tampoco la reduce al número. En ambos casos se trata de al(o dierente1 de analizar si en una u otra disciplina matem0tica o lin(Yística no se eploran ciertas cate(orías cuya validez ecede en mucho las 0reas re(ionales en las que ueron ori(inariamente ormuladas. El momento de esta 2universalización5 en el campo matem0tico lo constituyó la teoría de los conjuntos, tal como uera ormalizada a partir de :antor. Lo que quiero ar(umentar es que un proceso similar de universalización tuvo lu(ar a trav-s de la radicalización del ormalismo lin(Yístico, tal como ha operado en la tradición postsaussureana, ori(inariamente en las escuelas de /ra(a y de :openha(ue. Las conclusiones de este proceso son claras1 por un lado, se puso en cuestión la dependencia lin(Yística de las sustancias ónica y conceptual que para !aussure era la condición misma de la dualidad constitutiva del si(no4 por el otro, el creciente ormalismo que esa puesta en cuestión hizo posible condujo a que la ló(ica relacional que eplora la lin(Yística pudiera epandirse a 0reas objetivas mucho m0s amplias que la del len(uaje concebido como objeto delimitado. %l límite, las dos ló(icas complementarias y opuestas de la combinación y la sustitución que est0n presentes en la lin(Yística
a trav-s de la contraposición sinta(ma=paradi(ma4 en la retórica, en la polaridad met0ora=metonimia4 en el psicoan0lisis, en t-rminos de condensación y desplazamiento4 y en el len(uaje teóricoOpolítico que hemos elaborado, en la oposición entre dierencia y equivalencia conducen al trazado de una 2(ram0tica de la objetividad5 que eplora tanto las posibilidades como los impasses de un relacionalismo radical. El hecho mismo de que ambas ló(icas se hayan universalizado al punto de romper sus lazos con el sustancialismo que limitaba su operación a un campo re(ional de objetos implica que la misma distinción entre si!ni"cacin y accin pasa a ser una distinción intradiscursiva4 los jue(os de len(uaje de \i(enstein, por ejemplo, abarcan tanto el uso de las palabras como las acciones con las que ese uso esta entrelazado. Esto nos muestra ya una dierencia capital entre las dos rutas ontoló(icas que estamos discutiendo. )ientras que en la perspectiva discursivista que deendemos la cate(oría de 2relación5 es absolutamente central, ella est0 enteramente ausente en el enoque teórico de &adiou1 el estricto 2etensionalismo5 que domina su versión de la teoría de los conjuntos es incompatible con toda cate(oría relacional. Es por esto que, como lo he afrmado en el teto precedente, aquello que resulta pensable por la teoría de los conjuntos es ecesivamente limitado y, en muchos casos, sólo puede proceder a trav-s de la etensión de sus cate(orías mediante asimilaciones de un valor teórico dudoso Ccomo en el caso que hemos discutido de la equivalencia que se establece entre conjunto vacio y universalidad. *ay un punto sobre el que quiero insistir. La perspectiva ontoló(ico lin(Yística que preconizamos sería imposible sin el postulado adicional de que los mecanismos retóricos son inherentes a la estructura misma de la si(nifcación. V/or qu-W /orque sin ellos las relaciones equivalenciales serían impensables, y sin equivalencia Csin sustituciones tendríamos un orden sinta(m0tico=dierencial cerrado que se autorreproduciría sine die. 6endríamos, usando la terminolo(ía de &adiou, una pura 2situación5 en la que todo sería calculable y en la que nin(ún 2acontecimiento5 podría advenir. +o es en vano que el estructuralismo de estricta observancia haya tendido siempre a privile(iar el polo sinta(m0tico del len(uaje a epensas del paradi(m0tico. Las semillas de un círculo de posibilidades m0s amplio est0n ya presentes, sin embar(o, en el estructuralismo cl0sico. Iue el mismo !aussure quien afrmó que el polo asociativo del len(uaje, a dierencia del sinta(m0tico, no est0 sometido a re(las sint0cticas fjas, ya que las asociaciones pueden avanzar en las direcciones m0s diversas. D esas asociaciones Csustituciones que operan tanto al nivel del si(nifcante como del si(nifcado son esencialmente retóricas. Lo retórico, por lo tanto, no es un adorno supernumerario
de la si(nifcación, sino parte del mecanismo constitutivo de esta última. :onsideremos una cate(oría que est0 presente tanto en la perspectiva teórica de &adiou como en la mía1 la cate(oría de vacío. El uso del t-rmino es, ciertamente, distinto en ambas teorías, pero presenta las sufcientes analo(ías como para que una comparación resulte ructíera. En el caso de &adiou, se trata del con%unto vacío4 en el mío, del si!ni"cante vacío. /ara &adiou el conjunto vacío est0 presente en todos los conjuntos, pero no se identifca con nin(uno ya que carece de elementos4 si(nifca la pura no consistencia del ser. !ólo se manifesta en el acontecimiento no en un conocimiento que, como tal, pertenecería a aquello que es calculable en una situación dada, sino en una verdad que puede ser declarada a partir del acontecimiento. El car0cter vacío del si(nifcante Cel puro nombre de la incalculabilidad sería lo que establece la transición hacia la universalidad4 una transición que, por los motivos que he epresado, me parece ile(ítima. /ara mí, el si(nifcante vacío tambi-n resulta de la presencia de al(o incalculable, pero esa incalculabilidad deriva de una (-nesis distinta de la del vacío en &adiou. Los pasos centrales de mi ar(umento son los si(uientes1 @ como toda estructura si(nifcativa consiste en un sistema de dierencias, el cierre del sistema es un requerimiento ló(ico de la posibilidad de la si(nifcación Cde lo contrario, habría una dispersión que tornaría imposible toda si(nifcación4 7 un cierre tal, sin embar(o, requiere fjar los límites de ese sistema, y dicha fjación requiere ver lo que est0 m0s all0 de esos límites4 K pero lo que est0 m0s all0 de ellos sólo puede ser otra dierencia y, si a lo que nos estamos refriendo es al sistema de todas las dierencias, esa dierencia tendría que ser interior y no eterior al sistema, con lo que la noción de límite resultaría puesta en cuestión4 la única escapatoria de este aparente callejón sin salida es postular que la dierencia eterior a los límites no es simplemente una dierencia m0s, sino que consistiría en una eclusión, con lo que pasaría a ser, por lo tanto, el undamento que totalizaría al sistema4 M este tipo de totalización, sin embar(o, conduce a un nuevo impasse ló(ico, ya que las dierencias internas al sistema no son solamente dierentes las unas de las otras sino tambi-n equivalentes en su oposición común al elemento ecluido, y una relación de equivalencia es precisamente lo que subvierte las dierencias. Esta tensión equivalencia=dierencia no puede resolverse ló(icamente, por lo que la totalización sist-mica es un objeto a la vez necesario e imposible. +ecesario, porque sin -l no habría si(nifcación posible4 y, sin embar(o, tambi-n imposible, ya que la tensión equivalencia=dierencia no resulta en su superación por parte de nin(ún objeto unifcado. Lle(ados a este punto, la única conclusión que se desprende es que ese
objeto imposible carece de un concepto positivo que lo(re aprehenderlo y sólo puede tener un nombre1 el de al(una de las dierencias particulares que asume la unción suplementaria de transormarse en el si(nifcante de la totalidad inalcanzable. Esta totalización, lo(rada mediante el pasaje a trav-s de la particularidad, es lo que llamamos una relación he!emnica4 y, puesto que ella transorma su particularidad en el si(nifcante de una totalidad sist-mica ausente , podemos hablar de si(nifcante vacío. Iinalmente, puesto que una particularidad epresa sirve como medio epresivo de una universalidad inconmensurable con su mera literalidad, nos enrentamos con una relación retrica de sustitución. /or otro camino lle(amos, pues, a la misma conclusión que habíamos enunciado antes1 la retoricidad es interna a la si(nifcación. >esultan claros, por lo tanto, los aspectos en los que mi enoque se acerca y aquellos en los que se aparta del de &adiou. :omparto con -l el intento de lle(ar a una ontolo(ía (eneral ormalizada y el rechazo de todo intuicionismo4 pero este momento de ormalización lo buscamos en direcciones distintas1 en las matem0ticas, en su caso4 en el an0lisis lin(Yístico retórico, en el mío. *ablaba antes de la oposición undamental combinación=sustitución y su operatividad en 0reas diversas tales como la lin(Yística, la retórica, el psicoan0lisis y la política1 la tarea de una ontolo(ía (eneral consistiría, quiz0s, en ir m0s all0 de las disciplinas particulares, con la meta de elaborar una (ram0tica o ló(ica (eneral de lo relacional en cuanto tal. 6anto en el an0lisis de &adiou como en el nuestro, la cate(oría de vacío jue(a un papel decisivo, pero se construye de manera distinta. La noción de una inconsistencia irreductible es esencial para pensar el vacío, pero mientras que para &adiou ella se li(a a la presencia del conjunto vacío, es decir, de al(o que tiene una CinOconsistencia propia, y que -l intenta transerir al espacio histórico político a trav-s de una apelación a lo universal que me parece ló(icamente insustentable, para mí, el vacío se construye equivalencialmente, esto es, a trav-s de un proceso estrictamente relacional que cristaliza en torno a si(nifcantes vacíos que unifcan una cadena de sustituciones. Esto implica que no habría una estricta oposición entre lo particular calculable y un universal que es nombrable pero incalculable, sino un proceso recíproco y constante de universalización de lo particular y de particularización de lo universal. Es por eso tambi-n que, por las razones aducidas en el teto, no puedo aceptar la separación tajante entre situación y acontecimiento, lo que lleva a hablar de una contaminación entre ambas dimensiones. Estas dierencias se traducen en la oposición entre una visión he(emónica y otra no he(emónica de la política1 para &adiou, la política emancipatoria tiene lu(ar estrictamente uera del terreno del Estado4 desde nuestra perspectiva, la lucha tiene lu(ar, a la vez, dentro y uera del Estado1 de lo que se trata es de constituir, a trav-s de una construcción
he(emónica, un Estado inte(ral, en el sentido (ramsciano del t-rmino.
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!QE+6A una (ran admiración por la obra de 'ior(io %(amben. %precio en particular su deslumbrante erudición cl0sica, su capacidad tanto intuitiva como analítica para abordar cate(orías teóricas y su habilidad para vincular sistemas de pensamiento cuyas coneiones no son evidentes en lo inmediato. !in embar(o, esta apreciación no carece de al(unas reservas proundas respecto a sus conclusiones teóricas, y es sobre -stas que quisiera detenerme en las p0(inas si(uientes. !i tuviera que epresarlo en pocas palabras, diría que %(amben posee para invertir el rer0n habitual los vicios de sus virtudes. %l leerlo, uno a menudo siente que muy r0pidamente pasa de establecer la !enealo!ía de un t-rmino, concepto o institución, a determinar su uncionamiento real en un conteto contempor0neo, que, en cierto sentido, el ori!en posee una prioridad secreta determinante sobre lo que se desprende del mismo. /or supuesto, no afrmo que %(amben pretenda in(enuamente que la etimolo(ía provee la clave sobre lo que se deduce de -sta, sino que en muchas ocasiones su discurso se ubica en un lu(ar de ambi(Yedad indecible entre la eplicación (enealó(ica y la estructural. 6omemos un ejemplo de la lin(Yística saussereana1 el t-rmino latino necare Cmatar ha pasado al ranc-s como noyer Caho(ar y podemos eaminar cuanto queramos este cambio diacrónico en la relación entre si(nifcante y si(nifcado, y aún así no encontraríamos nin(una eplicación para el si(nifcado que resulta de su última articulación1 la si(nifcación depende por completo de un conteto de valor que es estrictamente sin(ular y que nin(una (enealo(ía diacrónica puede captar. Hsta es la perspectiva desde la que quisiera poner en cuestión el enoque teórico de %(amben1 su (enealo(ía no es lo sufcientemente sensible a la diversidad estructural y, fnalmente, corre el ries(o de terminar en una mera teleolo(ía. Empecemos por considerar las tres tesis con las que %(amben sintetiza su ar(umento hacia el fnal de 9omo 5acer1 @. La relación política ori(inal es la eclusión Cel estado de ecepción como zona de indistinción entre eterior e interior, eclusión e inclusión. 7. La actividad undamental del poder soberano es la producción de nuda
vida como elemento político ori(inario y como umbral de articulación entre naturaleza y cultura, entre zoé y bíos. K. En la actualidad, no es la ciudad sino el campo de concentración el paradi(ma biopolítico undamental de Accidente FP7G. /artamos de la primera tesis. !e(ún %(amben quien cita a :avalca al e)cluido se le podía dar muerte sin cometer por ello homicidio. Hste es el motivo por el cual al 2hombre sa(rado5 se lo puede matar pero no sacrifcar el sacrifcio es aún una f(ura representable dentro del orden jurídico de la ciudad. La vida del ecluido muestra claramente el tipo de eterioridad propia del hombre sa(rado1 La vida del e)cluido como la del hombre sa(rado no es un simple ra(mento de naturaleza animal sin nin(una relación con el derecho y la ciudad4 sino que es un umbral de indierencia y de paso entre el animal y el hombre, la physis y el nomos , la eclusión y la inclusión1 loup*!arou , lic0ntropo precisamente, ni hombre ni bestia feroz , que habita paradójicamente en ambos mundos sin pertenecer a nin(uno de ellos FPKG. La soberanía se encuentra en el ori(en de la eclusión, pero requiere de una etensión del territorio dentro del cual la eclusión es aplicable, ya que si trat0ramos sólo con la eterioridad respecto de la ley del loup*!arou aún seríamos capaces de establecer una línea divisoria clara entre el 2interior5 y el 2eterior5 de la comunidad. %(amben tiene en claro la complejidad del vínculo entre el eterior y el interior. /or ese motivo, al reerirse al 2estado de naturaleza5 de *obbes, observa que no es una condición primitiva erradicada una vez que el pacto transfere la soberanía al Leviat0n, sino una posibilidad constante dentro del orden comunitario, que sur(e siempre que la ciudad es considerada tamquam dissoluta. En este sentido, no estamos tratando con una naturaleza pura, presocial, sino con una 2naturalización5 que remite al orden social en la medida en que -ste deja de uncionar. Esto eplica el sur(imiento del estado de ecepción. :arl !chmi había afrmado que no hay re(la aplicable al caos y que es necesario el estado de ecepción siempre que se rompe el acuerdo entre el orden jurídico y el orden comunitario m0s amplio. El estado de naturaleza hobbesiano no es una condición prejurídica completamente indierente al derecho de la ciudad, sino la ecepción y el umbral que constituyen ese derecho y habitan en -l4 no es tanto una (uerra de todos contra todos, cuanto, m0s eactamente una condición en que cada uno es, pues, :ar!us-
!erit caput lupinum. Esta lupifcación del hombre y esta hominización del lobo son posibles en todo momento en el estado de ecepción, en la dissolutio civitatis. !ólo este umbral, que no es ni la simple vida natural ni la vida social, sino la nuda vida o la vida sa(rada, es el presupuesto siempre presente y operante de la soberanía FPG.
Esto eplica por qu- el poder soberano no puede tener un ori(en contractual1 /or esto, en *obbes, el undamento del poder soberano no debe buscarse en la libre cesión, por parte de los súbditos, de su derecho natural, sino m0s bien en la conservación, por parte del soberano, de su derecho natural de hacer cualquier cosa a cualquiera, que se presenta ahora como derecho de casti(ar FPMG. /or lo tanto, la eclusión mantiene unidos la nuda vida y la soberanía. D es importante para %(amben señalar que la eclusión no es sólo una sanción que como tal aun sería representable dentro del orden de la ciudad sino que implica el abandono1 el homo sacer y las otras f(uras que %(amben asocia a -sta quedan simplemente uera de todo orden comunitario. /or eso, se lo puede matar pero no sacrifcar. En este sentido, la eclusión es no relacional1 sus víctimas est0n libradas a su propia condición de separación. Hsta es para %(amben la relación política ori(inaria, vinculada a la soberanía. Es una eterioridad m0s ori(inaria que la del etranjero, a quien aún se le asi(na un lu(ar dentro del orden jurídico. Es esta estructura de eclusión la que tenemos que aprender a reconocer en las relaciones políticas y en los espacios públicos en los que todavía vivimos. M/s íntimo que toda interioridad y m/s e)terno que toda e)terioridad es- en la ciudad- el coto vedado por la e)clusin ; de la vida sa!radaFPNG. La eclusión, por consi(uiente, se encuentra en la uente del poder soberano. El estado de ecepción, que reduce a los ciudadanos a la nuda vida C%(amben tiene en mente la biopolítica de )ichel Ioucault ha determinado a la modernidad desde su comienzo mismo. !in duda, con la cate(oría de eclusión, %(amben ha rozado al(o de una importancia crucial en relación con lo político. Est0 claro que dentro de lo político hay un momento de ne(atividad que ei(e la construcción de una relación interior=eterior y ei(e que la soberanía se ubique en una posición ambi(ua respecto al orden jurídico. El problema, sin embar(o, es el si(uiente1 Va(ota la articulación de dimensiones mediante las que %(amben piensa la estructura de la eclusión el sistema de posibilidades abierto por dicha estructuraW En otras
palabras1 Vno ha ele(ido %(amben sólo una de estas posibilidades y la hipostatiza de modo tal que asuma un car0cter únicoW %bordemos el tema con cuidado. La esencia de una eclusión est0 dada por sus eectos esto es, colocar a al(uien uera del sistema de dierencias que constituyen el orden jurídico. /ero para poder asimilar toda situación eterior a la ley a la del homo sacer tal como la describe %(amben, se deben incorporar al(unos presupuestos. En primer lu(ar, el estado de separación pura la ausencia de relación del eterior implica que el individuo sea una individualidad desnuda, desposeída de cualquier tipo de identidad colectiva. /ero supone tambi-n, en se(undo lu(ar, que la situación de ese individuo sea de una indeensión radical, plenamente epuesto a la violencia de quienes est0n en el interior de la ciudad. El poder soberano puede ser absoluto sólo a ese precio. !in embar(o, Vest0n justifcados estos dos presupuestos adicionalesW V!e deducen ló(icamente de la mera cate(oría de 2estar uera de la ley5W Es evidente que no. El individuo eterno C outsider no necesita estar uera de nin!una ley, lo inherente a la cate(oría es sólo el hecho de estar uera de la ley de la ciudad. Hsta es la única uente del abandono. :onsideremos el si(uiente pasaje de Iran< Ianon, al que me he reerido en otro conteto1 El lumpemproletariado constituido y pensado con todas sus uerzas sobre la 2se(uridad5 de la ciudad si(nifca la podredumbre irreversible, la (an(rena, instaladas en el corazón del dominio colonial. Entonces los rufanes, los (ranujas, los desempleados, los va(os, se lanzan a la lucha de liberación como robustos trabajadores. Esos va(os, esos desclasados van a encontrar, por el canal de la acción militante y decisiva, el camino de la nación. FG 6ambi-n las prostitutas, las sirvientas que (anan 7888 rancos, las desesperadas, todas y todos los que oscilan entre la locura y el suicidio van a reequilibrarse, a actuar y a participar de manera decisiva en la (ran procesión de la nación que despierta FPPG. %quí tenemos a actores que est0n completamente uera de la ley de la ciudad, a quienes no se puede inscribir en nin(una de las cate(orías de -sta, pero dicha eterioridad es el punto de partida para una nueva identifcación colectiva en oposicin a la ley de la ciudad. +o hay aquí ile(alidad en oposición a la ley, sino dos órdenes jurídicos que no se reconocen entre sí. En otra obra FP9G , %(amben se refere a la noción de 2necesidad5 a partir de los desarrollos del jurista italiano !anti >omano y señala que, para -ste, las uerzas revolucionarias que se(ún el orden jurídico del Estado estarían, en t-rminos estrictos, por uera de la ley, crean su propia ley. El pasaje de >omano citado por %(amben es muy revelador1 despu-s de haber reconocido la naturaleza antijurídica de las uerzas revolucionarias, a(re(a que esto sólo es así en relación al derecho positivo del
Estado contra el cual se diri(e, pero esto no quita que, desde el punto de vista bien dierente desde el cual ellas se defnen a sí mismas, es un movimiento ordenado y re(ulado por su propio derecho. Lo que tambi-n quiere decir que es un ordenamiento que debe clasifcarse en la cate(oría de los ordenamientos jurídicos ori(inarios, en el sentido ya mencionado que se atribuye a esta epresión. En tal sentido, y dentro de los límites que se han indicado, se puede por lo tanto hablar de un derecho a la revoluciónFPRG. 3e modo que tenemos dos derechos incompatibles. Lo que si(ue siendo v0lido de la noción de eclusión tal como la defne %(amben es la idea de una eterioridad no inscribible, pero la amplitud de las situaciones a la que se puede aplicar es mucho mayor que las que se pueden subsumir bajo la cate(oría de homo sacer. :reo que %(amben no ha considerado el problema de lo inscribible=no inscribible, del interior=eterior, en su verdadera universalidad. En los hechos, lo que describe la prohibición mutua entre derechos opuestos es la naturaleza constitutiva de todo anta(onismo radical radical en el sentido de que sus dos polos no pueden reducirse a nin(ún súper jue(o que sería reconocido por ellos como un si(nifcado objetivo al que ambos se someterían. %hora bien, sólo cuando la eclusión es mutua tenemos, sensu stricto , un vínculo político, ya que sólo en ese caso tenemos una oposición radical entre uerzas sociales y, como consecuencia, una rene(ociación constante y una reundamentación del lazo social. Esto se puede observar muy claramente si volvemos por un momento al an0lisis que hace %(amben de *obbes. :omo hemos visto, sostiene que, en oposición a la visión contractualista, el soberano es el único que conserva su derecho natural de hacer lo que quiera a quien quiera esto es, los súbditos devienen nuda vida. La oposición entre estas dos dimensiones, no obstante, no se puede sostener4 para que el soberano conserve su derecho natural, necesita que -ste sea reconocido por el resto de sus súbditos, y este reconocimiento, como lo señala el mismo %(amben, encuentra ciertos límites. % esta condición particular del ius puniendi , que se conf(ura como una supervivencia del estado de naturaleza en el corazón mismo del Estado, corresponde en los súbditos la acultad no ya de desobedecer, sino de resistir a la violencia ejercitada sobre la propia persona, 2porque no se supone que nin(ún hombre est- obli(ado por un pacto a no resistir la violencia, y, en consecuencia, no puede suponerse que d- a otros un derecho a poner violentamente las manos sobre su persona5 C*obbes, Leviat/n. La violencia soberana no se unda, en verdad, sobre un pacto, sino sobre la inclusión eclusiva de la nuda vida en el Estado F98G.
%(amben etrae de la naturaleza mínima de la noción de un derecho a oponer resistencia a la violencia contra la propia persona una prueba adicional de su ar(umento concerniente a las interconeiones entre nuda vida, soberanía y el Estado moderno. Es cierto que la visión hobbesiana invita a esta lectura, sólo si se etrae de ella la si(uiente conclusión1 que ella presupone una eliminación radical de lo político. :uando nada conronta a una voluntad suprema dentro de la comunidad, la política necesariamente desaparece. 3esde esta perspectiva, el proyecto hobbesiano se puede comparar a otro que se le opone pero que, a su vez, es id-ntico a -ste en sus eectos antipolíticos1 la noción mariana de la etinción del Estado. !e(ún *obbes, la sociedad es incapaz de otor(arse su propia ley y, en consecuencia, la concentración total del poder en manos del soberano es el requisito esencial de todo orden comunitario. !e(ún )ar, una sociedad sin clases ha lo(rado la universalidad plena y vuelve, por lo tanto, superJua a la política. /ero basta con introducir cierta souplesse dentro del esquema hobbesiano, aceptando que una sociedad es capaz de cierta autorre(ulación parcial , para observar de inmediato que ella tendr0 m0s demandas que las derivadas de la nuda vida, cuya variedad y especifcidad nin(ún poder 2soberano5 puede simplemente i(norar. Lle(ados a este punto, entonces, la noción de 2soberanía5 empieza a virar hacia la de 2he(emonía5. Esto si(nifca que, a mi entender, %(amben ha conundido el problema, ya que ha presentado como momento político al(o que en realidad equivale a una eliminación radical de lo político1 un poder soberano que reduce el lazo social a la nuda vida. )e he reerido al car0cter parcial de la autorre(ulación social. Lo que quiero decir es que las demandas sociales y políticas sur(en de localizaciones diversas sin que apunten todas en la misma dirección. Esto si(nifca que la sociedad ei(e esuerzos constantes de reundación. !chmi, como hemos visto, sostenía que la unción del soberano en el estado de ecepción es establecer la coherencia entre el derecho y el orden comunitario m0s amplio Cno se puede aplicar el derecho al caos. !i esto es así, sin embar(o, y si la pluralidad de demandas ei(e un proceso constante de transormación y revisión jurídica, el estado de emer(encia deja de ser ecepcional y se convierte en una parte inte(ral de la construcción política del lazo social. !e(ún \i(enstein, aplicar una re(la ei(e una se(unda re(la que especifque cómo aplicar la primera, una tercera que eplique cómo se aplicar0 la se(unda, etc. 3e ahí etrajo la conclusión de que la instancia de aplicación orma parte de la re(la misma. En t-rminos $antianos como observa %(amben, esto si(nifca que en la construcción del lazo social estamos tratando con juicios reJeivos antes que determinativos. Las observaciones de Uico tambi-n citado por %(amben acerca de la superioridad de la ecepción sobre la re(la tambi-n es muy pertinente en este conteto. Esto eplica por qu- entiendo la
historia del estado de ecepción a trav-s de un lente distinto al de %(amben. En tanto que para -l el devenir re(la de la ecepción representa el avance inevitable hacia la sociedad totalitaria, lo que yo intento es determinar la presencia, en esta (eneralización de lo 2ecepcional5, de tendencias contrarias que permitan pensar acerca del uturo en t-rminos m0s optimistas. Da hemos discutido los comentarios de !anti >omano respecto a las leyes revolucionarias. %hora bien, esto no sólo es aplicable a los períodos de rupturas revolucionarias radicales aquello que 'ramsci llamó 2crisis or(0nicas5, sino tambi-n a una variedad de situaciones en las que los movimientos sociales constituyen espacios políticos particularistas y se otor(an una 2ley5 propia Cque es parcialmente interna y parcialmente eterna respecto del sistema jurídico estatal. *ay un proceso molecular de transormaciones parciales que es absolutamente vital en tanto acumulación de uerzas cuyo potencial resulta visible cuando una transormación m0s radical de toda una ormación he(emónica pasa a ser posible. Lo dicho ya preanuncia que, desde nuestra perspectiva, la se(unda tesis de %(amben respecto de la nuda vida como resultado de la actividad del poder soberano tampoco se sostiene. /or empezar, la distinción entre zoé y bíos no puede tener el papel central en la eplicación histórica que %(amben le atribuye. :omo -l mismo afrma en el comienzo de 9omo 5acer , los (rie(os utilizaron dos t-rminos para reerirse a la vida1 2 zoé , que epresaba el simple hecho de vivir, común a todos los seres vivos Canimales, hombres o dioses, y bíos , que indicaba la orma o la manera de vivir propia de un individuo o un (rupo5 F9@G. Esto si(nifca que los seres vivos no est0n distribuidos en dos cate(orías aquellos que poseen bíos eclusivamente y los que poseen eclusivamente zoé ya que aquellos que poseen bíos evidentemente tambi-n tienen zoé . 3e modo que zoé es ante todo una abstracción. Qncluso el oi3os , cuyo objetivo estaba reerido sólo a la vida reproductiva, posee su propia estructura interna, basada en una distribución jer0rquica de las unciones, de modo tal que si bien sus objetivos no son políticos, est0 lejos de ser nuda vida, ya que posee su propia conf(uración y sistema de re(las. Er(o, para que la tesis de %(amben se sosten(a, debe demostrar que, en al(unas circunstancias, la nuda vida deja de ser una abstracción y se convierte en un reerente concreto. En este punto, %(amben introduce la biopolítica oucaultiana. 2!e(ún Ioucault, el umbral de modernidad bioló(ica de una sociedad se sitúa en el punto en que la especie y el individuo, en cuanto simple cuerpo viviente, se convierten en el objetivo de sus estrate(ias políticas5 F97G. Es muy revelador que %(amben vincule la hipótesis biopolítica de Ioucault a la obra temprana de *annah %rendt1
*annah %rendt había analizado, en La condicin humana , el proceso que conduce al homo laborans , y con -l a la vida bioló(ica como tal, a ocupar pro(resivamente el centro de la escena política del mundo moderno. %rendt atribuía precisamente a este primado de la vida natural sobre la acción política la transormación y la decadencia del espacio público en las sociedades modernas F9KG. /or supuesto, presentar el ar(umento en estos t-rminos es harto tendencioso. !ería m0s plausible proponer lo opuesto, a saber, que en la modernidad no hay primacía de la vida natural sobre la acción política, sino m0s bien una politización de un terreno ocupado previamente por la vida 2natural5 Cy ya es conceder mucho suponer que esa vida era meramente 2natural5. 3e todo modos, lo equivocado en la proposición acerca de una oposición política rí(ida entre soberanía y nuda vida es el presupuesto de que ella necesariamente implica un control creciente por parte de un Estado superpoderoso. La concepción de una politización de la vida 2natural5 sólo implica que cada vez m0s 0reas de la vida social est0n sometidas a procesos de control y re(ulación humanos, pero es un non sequitur suponer que dicho control tiene que cristalizarse en torno a una instancia tendencialmente totalitaria. /or supuesto, dada la afrmación de %(amben de una correlación estricta entre la eclusión y la soberanía, la postulación de una tendencia totalitaria ad aquem era de esperarse. El resultado es que equipara situaciones humanas cuya naturaleza es completamente disímil. % fn de tener una 2nuda vida5, como hemos visto, el etremo receptor de la eclusión tiene que estar completamente indeenso y plenamente sometido al 2abandono5 dictado por el poder soberano. %l(unas de las situaciones descriptas por %(amben en realidad se acercan al estado de nuda vida que sería el mero objeto de una intervención política. %sí, se refere a la f(ura del 2musulm0n5, un habitante de los campos de concentración, 2un ser al que la humillación, el horror y el miedo habían privado de toda conciencia y toda personalidad, hasta llevarle a la m0s absoluta apatía5 F9G. A a un bioquímico que padece leucemia y decide transormar su cuerpo en un laboratorio. !u cuerpo ya no es privado, ya que ha sido transormado en un laboratorio4 pero no es tampoco público, porque sólo en cuanto cuerpo propio puede trans(redir los límites que la moral y la ley imponen a la investi(ación FG es un bíos que, en un sentido muy particular, se ha concentrado hasta tal punto en la propia zoé que se ha hecho indiscernible de ella F9MG. A al cuerpo de Xaren [uinlan, una persona en un estado de coma etremo cuyos ór(anos iban a ser transplantados.
La vida bioló(ica que las m0quinas mantienen en uncionamiento ventilando los pulmones, bombeando la san(re a las arterias y re(ulando la temperatura del cuerpo, ha quedado aquí ínte(ramente separada de la orma de vida que tenía por nombre Xaren [uinlan1 es Co al menos así lo parece pura zoé F9NG. *asta este punto el ar(umento de %(amben respecto de la 2nuda vida5 sería plausible, aunque se podría cuestionar su relevancia política. /ero despu-s intenta etenderlo a situaciones completamente dierentes. 3el comatoso pasamos al ecluido1 su eistencia entera queda reducida a una nuda vida despojada de cualquier derecho, que sólo puede poner a salvo en una u(a perpetua o encontrando reu(io en un país etranjero FG Es pura zoé , pero su zoé queda incluida como tal en el bando soberano al que tiene que tener en cuenta en todo momento y encontrar el modo de eludirlo o burlarlo. En este sentido, como saben bien los eiliados y los e)cluidos , nin(una vida es m0s 2política5 que la suya F9PG. La vida del ecluido o del eiliado puede ser enteramente política, pero lo es en un sentido completamente distinto del de Xaren [uinlan, ya que aquellos, a dierencia de esta última, pueden participar de pr0cticas sociales anta(ónicas. /osee, en este sentido, su propia ley y su conJicto con el derecho de la ciudad es un conJicto entre leyes, no entre el derecho y la nuda vida. %(amben tiene presente la posibilidad de una crítica al car0cter etremo y mar(inal de sus ejemplos de nuda vida e intenta responder anticip0ndose con ejemplos que denomina no menos etremos y que, sin embar(o, ya nos resultan amiliares, como el cuerpo de la mujer bosnia en Amars$a, perecto umbral de indierencia entre biolo(ía y política o, en sentido aparentemente opuesto pero an0lo(o, las intervenciones militares por motivos humanitarios, en que las operaciones b-licas se proponen fnes bioló(icos, como la alimentación de las poblaciones o el control de las epidemias F99G. En este punto, sin embar(o, ya no sabemos cu0l es el tema en discusión1 Vla preocupación por la supervivencia bioló(ica de las poblaciones o la reducción de las personas a zoé , despojadas por completo de bíosW %(amben, en su ar(umentación, mezcla constantemente ambos niveles. !i el ejemplo del ecluido muestra ya un desplazamiento de la ló(ica de la eclusión por al(o que claramente ecede la noción de 2nuda vida5, este eceso es
aún m0s visible cuando %(amben intenta epandir la ló(ica de la soberanía=nuda vida a una teoría (eneral de la modernidad. Empieza por señalar un hecho inne(able1 en la mayoría de las len(uas, la noción de 2pueblo5 es ambi(ua1 por un lado, remite a la comunidad como un todo C populus4 por otro lado, a los desvalidos C plebs. !u lectura de esta ambi(Yedad, sin embar(o, es que la comunidad est0 proundamente dividida y que la ló(ica totalitaria de la modernidad es un intento de superar esta división. En esta perspectiva, nuestro tiempo no es otra cosa que el intento implacable y metódico de colmar la escisión que divide al pueblo y de poner t-rmino de orma radical a la eistencia de un pueblo de ecluidos. En este intento coinciden, se(ún modalidades diversas y desde distintos horizontes, derecha e izquierda, países capitalistas y países socialistas, unidos en el proyecto vano en última instancia, pero que se ha realizado parcialmente en todos los países industrializados de producir un pueblo uno e indiviso F9RG. *ay al(o undamentalmente erróneo en este an0lisis. En primer lu(ar, la división es perectamente compatible con el statu quo , en la medida en que las dierencias que resultan de la diversidad social no est0n construidas de un modo anta(ónico. La jerarquía si(nifca, precisamente, la dierenciación social, de modo que la eliminación de la división, concebida como multiplicidad, no es al(o a lo que apunten sistem0ticamente los (rupos dominantes. /ero, en se(undo lu(ar, si estamos hablando de una división anta(ónica, que construye al 2pueblo5 como desvalido, la plebs que esta división crea no perpetúa sino que intenta reemplazar la división ori(inal. Estamos tratando con una parte que intenta encarnar el todo, con una hetero(eneidad que aspira a ser reabsorbida por una homo(eneidad nueva. 3e modo que la dial-ctica entre la parte y el todo, entre la homo(eneidad y la hetero(eneidad, es mucho m0s compleja que lo que nos permite pensar la alternativa simplista de %(amben entre 2división5 o 2pueblo no dividido5. La distinción (ramsciana entre clase 2corporativa5 y 2he(emónica5 permite movimientos estrat-(icos m0s complejos que la teleolo(ía mec0nica de %(amben. Las dierencias pueden ser parcialidades dentro de un todo como la plebs a los ojos patricios o los nombres de totalidades alternativas Cque ei(en la investidura del todo dentro de la parte, como en el ob%eto a de Lacan. Las ló(icas homo(eneizadoras, reductio ad absurdum , pueden ser proundamente totalitarias, pero tambi-n es posible que sean emancipadoras, como cuando vinculan, en una cadena equivalencial, una pluralidad de demandas no satisechas. La soberanía, fnalmente, tambi-n puede ser totalitaria en el caso etremo en que implica una concentración total del poder4 pero tambi-n, proundamente democr0tica, si implica un poder articulador y no determinante, esto es, cuando 2otor(a poder5 a
los desvalidos. En ese caso, como ya hemos señalado, la soberanía debería concebirse como he(emonía. +o es necesario a(re(ar que rechazamos de pleno la tercera tesis de %(amben, se(ún la cual el campo de concentración es el nomos o paradi(ma biopolítico undamental de Accidente. !e(ún %(amben, El nacimiento del campo de concentración en nuestro tiempo aparece, pues, en esta perspectiva, como un acontecimiento que marca de manera decisiva el propio espacio político de la modernidad. !e produce en el momento en que el sistema político del EstadoOnación moderno, que se basaba en el neo uncional entre una determinada localización Cel territorio y un determinado ordenamiento Cel Estado, mediado por re(las autom0ticas de inscripción de la vida Cel nacimiento o nación, entra en una crisis duradera y el Estado debe asumir directamente entre sus unciones propias el cuidado de la vida bioló(ica de la nación FG. *ay al(o que ya no es capaz de uncionar en los mecanismos tradicionales que re(ulaban esa inscripción, y el campo es el nuevo re(ulador oculto de la inscripción de la vida en el orden jurídico, o m0s bien el si(no de la imposibilidad de que el sistema uncione sin transormarse en una m0quina letalFR8G. Esta serie de afrmaciones abulosas sólo tendrían sentido si se aceptaran las si(uientes premisas, bastante dudosas1 @. [ue la crisis del neo uncional entre territorio, Estado y las re(las autom0ticas para la inscripción de la vida ha liberado una entidad denominada 2vida bioló(ica o nuda vida5. 7. [ue la re(ulación de esta entidad liberada ha sido asumida por una entidad única y unifcada denominada Estado. K. [ue la ló(ica interna de esta entidad necesariamente la lleva a tratar las entidades liberadas como objetos completamente maleables cuya orma arquetípica sería la eclusión. +o es necesario a(re(ar que nin(uno de estos presupuestos puede ser aceptado tal como se presentan. %(amben, quien ha realizado un an0lisis muy convincente del modo en que se debería estructurar una ontolo(ía de la potencialidad, cierra sin embar(o su ar(umento con un teleolo(ismo in(enuo en el que la potencialidad aparece subordinada por completo a lo dado. Este
teleolo(ismo es, en los hechos, el pendant sim-trico del 2etimolo(ismo5 al que nos hemos reerido en el comienzo de este ensayo. !u eecto combinado es desviar la atención de %(amben de la verdadera cuestión relevante, que es cu0l es el sistema de posibilidades estructurales que abre cada situación nueva. El eamen m0s sumario de ese sistema hubiera revelado que1 @ la crisis de las 2re(las autom0ticas para la inscripción de la vida5 ha liberado muchas m0s entidades que la 2nuda vida5, y que la reducción de la se(unda a la primera ocurre sólo en al(unas circunstancias etremas que no se pueden considerar en absoluto como un patrón oculto de la modernidad4 7 que el proceso de re(ulación social al que abre el camino la disolución de 2las re(las autom0ticas de inscripción5 implica una pluralidad de instancias que estaban lejos de estar unifcadas bajo una unidad sin(ular llamada 2Estado54 y K que el proceso de construcción del Estado en la modernidad implicó una dial-ctica mucho m0s compleja entre homo(eneidad y hetero(eneidad que la reJejada por el paradi(ma 2basado en el campo de concentración5 de %(amben. %l unifcar todo el proceso de la construcción política moderna en torno al paradi(ma etremo y absurdo del campo de concentración, %(amben no sólo presenta una historia distorsionada1 obstruye toda eploración posible de las posibilidades emancipadoras abiertas por nuestra herencia moderna. [uisiera concluir refri-ndome a la pre(unta por el uturo tal como se lo puede pensar desde su perspectiva. %(amben afrma1 sólo si se lle(a a pensar el ser del abandono m0s all0 de toda idea de ley Caunque sea en la orma vacía de una vi(encia sin si(nifcado, se podr0 decir que se ha lo(rado salir de la paradoja de la soberanía hacia una política liberada de cualquier elusión. Bna pura orma de ley es sólo la orma vacía de la relación4 pero la orma vacía de la relación no es ya una ley, sino una zona en la que no es posible discernir entre la ley y la vida, es decir, un estado de ecepción FR@G. +o se nos dice nada acerca de qu- implicaría salir de la paradoja de la soberanía 2hacia una política liberada de cualquier eclusión5. /ero no es necesario que nos lo di(a1 la ormulación del problema ya implica su misma respuesta. Estar m0s all0 de toda eclusión y toda soberanía si(nifca, simplemente, estar m0s all0 de la política. El mito de una sociedad plenamente reconciliada es lo que (obierna el discurso Cno político de %(amben. D es tambi-n lo que le permite desechar todas las opciones políticas de nuestras sociedades y unifcarlas en el campo de concentración como su destino secreto. En lu(ar de deconstruir la ló(ica de las instituciones políticas, mostrando 0reas en que las ormas de lucha y resistencia son posibles, las cierra de antemano a trav-s de una unifcación esencialista. !u mensaje fnal es el nihilismo político.
"PUEDE L& IN-&NENI& E1PLI&R L&% LU/&% %OI&LE%, R(TI& & IMPERIO)=*+
E+ B+% entrevista reciente FRKG , ?acques >anci`re contrapone su noción de 2pueblo5 C peupleFRG a la cate(oría de 2multitud5 que utilizan los autores de Imperio. :omo se sabe, >anci`re establece una distinción entre policía C police y política C politique, se(ún la cual la primera desi(na la ló(ica de cuantifcar y asi(nar la población a lu(ares dierentes, mientras que la se(unda alude a la subversión de esa ló(ica dierencial por medio de la constitución de un discurso i(ualitario que pone en tela de juicio las identidades establecidas. El 2pueblo5 es el sujeto específco de la política y presupone una división cate(órica en el cuerpo social que no puede ser reconducida a orma al(una de unidad inmanente. La línea de Imperio , en cambio, hace de la inmanencia su cate(oría central y el undamento de la unidad de la multitud. :onviene describir las líneas principales de la crítica que desarrolla >anci`re porque en ellas encontramos un buen punto de partida para lo que tenemos que decir respecto del libro que estamos comentando. !e(ún >anci`re, el inmanentismo de )ichael *ardt y %ntonio +e(ri estaría vinculado a su -tica nieanci`re, debería haber una estricta homolo(ía entre el lu(ar de las uerzas productivas y aquel donde como se describe en Imperio actúan las multitudes. >anci`re señala que las uerzas productivas no necesariamente deberían ser
interpretadas en un sentido productivista limitado1 desde el ri(uroso economicismo del marismo cl0sico ha habido una constante ampliación del concepto hasta lle(ar a los recientes intentos para incluir en -l el conjunto de acultades intelectuales y científcas, pasando por el intento leninista de suplirlas, a trav-s de la intervención política, con un rol que las uerzas productivas se ne(aban a realizar. :reo que >anci`re enatiza correctamente lo que a mi juicio constituye el actor principal de una serie de puntos d-biles que aparecen en Imperio , entre ellos uno de car0cter central1 el hecho de que, dentro de su entramado teórico, la política se torna impensable. 3e manera que voy a partir de una discusión de su noción de la inmanencia para abordar lue(o una serie de aspectos políticos y teóricos del libro. Empecemos con el an0lisis que hacen los autores de los orí(enes de la modernidad europea. )ientras que habitualmente se insiste en el proceso de secularización, este proceso constituiría en nuestra opinión FG apenas un síntoma del acontecimiento primordial de la modernidad1 la afrmación de los poderes de este mundo, el descubrimiento del plano de la inmanencia. 2 ?mne eus habet aliquod esse proprium54 cada entidad posee una esencia sin(ular. La aseveración de 3uns Escoto subvierte la concepción medieval del ser como un objeto de afrmación analó(ica y por lo tanto dualista4 un ser con un pie en este mundo y el otro en una esera trascendental FRPG. La insistencia de 3uns Escoto en la sin(ularidad del ser podría haber puesto en movimiento una afrmación de la inmanencia que los autores describen como un proceso cuyos nombres representativos serían +icol0s de :usa, /ico della )irandola y &ovillus se cita adem0s a &acon y Accam y cuya culminación es la f(ura de !pinoza. :uando lle(amos a !pinoza, el horizonte de la inmanencia y el horizonte del orden político democr0tico coinciden completamente. Es en el plano de la inmanencia donde hacen eectivos los poderes de la sin(ularidad y donde se determina histórica, t-cnica y políticamente la verdad de la nueva humanidad. /or este mismo hecho, dado que no puede haber mediación eterior al(una, lo sin(ular es presentado como la multitud FR9G. /ero la >evolución entró en difcultades. Le lle(ó su 6ermidor, y de todo ello derivó la 'uerra de los 6reinta %ños, hasta que la necesidad de restablecer la paz acarreó la derrota de las uerzas del pro(reso y la instauración del absolutismo. Lo primero que llama la atención en este an0lisis es que nos orece un relato
truncado, ya que la aseveración de un inmanentismo radical no se inicia, como parecen creer *ardt y +e(ri, en la -poca de 3uns Escoto, sino mucho antes, durante el renacimiento carolin(io4 m0s precisamente con De Divisione @aturae de Escoto Eriu(ena. D su ormulación inicial nada tenía que ver con el secularismo, puesto que era una respuesta a una serie de problemas estrictamente teoló(icos. El esuerzo por remontarse a tales orí(enes no obedece a un escrúpulo puramente erudito4 por el contrario, la necesidad de clarifcar el conteto de alternativas teoló(icas de las que el inmanentismo era apenas una est0 directamente relacionada con los problemas políticos que se debaten en la actualidad. La cuestión teoló(ica ori(inal que ocupó la mente de un pensador de la talla de !an %(ustín, entre otros consistía en determinar cómo podría lle(ar a compatibilizarse la eistencia terrenal del mal con la omnipotencia divina. !i 3ios es responsable del mal, no puede ser el depositario de la bondad absoluta, pero si no es responsable del mal, no es todopoderoso. El inmanentismo, ya en sus primeras ormulaciones, constituye una respuesta a esta cuestión. !e(ún Eriu(ena, el mal no eiste realmente porque lo que llamamos 2mal5 son etapas necesarias que 3ios debe atravesar para alcanzar su divina perección. /ero esto es obviamente imposible a menos que 3ios sea, de al(una manera, inherente al mundo. % partir de ese momento, el inmanentismo tuvo una lar(a trayectoria en el pensamiento occidental. Est0 muy presente en el misticismo septentrional y en al(unos de los autores citados en Imperio , como +icol0s de :usa y !pinoza, y lle(a a su m0ima epresión con *e(el y )ar. La astucia de la razón en *e(el si(ue estrechamente el ar(umento que Eriu(ena ormulara mil años antes. :omo lo sostiene en la introducción a sus Lecciones sobre la "losofía de la historia universal , la historia universal no es el terreno de la elicidad. D la versión marista apenas si difere de esa visión1 la sociedad debía superar el comunismo primitivo y atravesar todo el inferno de la división de clases para lle(ar a desarrollar las uerzas productivas de la humanidad, y es sólo al t-rmino de ese proceso, en un comunismo plenamente desarrollado, que la racionalidad de todo este surimiento se torna visibleFRRG. /ero lo verdaderamente importante en relación con estos debates teoló(icos son las otras alternativas que eisten si no se si!ue la ruta inmanentista. /orque, en ese caso, el mal no es la maniestación de una racionalidad subyacente que lo eplica, sino un hecho crudo e irreductible. 3ado que el abismo que separa al bien del mal es estrictamente constitutivo y que no hay undamento para reducir a su desarrollo inmanente la totalidad de lo que eiste, hay un elemento de ne(atividad que no puede eliminarse ni a trav-s de una mediación dial-ctica, ni de una
afrmación nieanci`re en su entrevista. C6en(amos en cuenta que, estrictamente hablando, la cate(oría de eceso no es incompatible con la noción de una ne(atividad noOdial-ctica que estamos proponiendo. Es sólo si tratamos de combinar el e)ceso con la inmanencia que el (iro noOpolítico que vamos a analizar ser0 inevitable. 3el mismo modo que, con la modernidad, la inmanencia dejó de ser un concepto teoló(ico y ue plenamente secularizado, la noción reli(iosa del mal se convierte, con las transormaciones modernas, en el núcleo de lo que podemos llamar 2el anta(onismo social5. Lo que el último retiene del primero es la noción de una disyuntiva radical radical en el sentido que no puede ser reabsorbida por nin(una objetividad m0s prounda que reduzca los t-rminos del anta(onismo a momentos de su propio movimiento interno, por ejemplo, el desarrollo de uerzas productivas o cualquier otra orma de inmanencia. En este punto, quiero afrmar que sólo mediante la aceptación de una noción tal de anta(onismo y de su corolario, que es el car0cter radical de la división social podemos postular ormas de acción social que pueden ser consideradas como verdaderamente políticas. V/or qu-W /ara contestar a esta pre(unta me detendr- en un teto temprano de )ar que he analizado ehaustivamente en otro lu(ar F@88G. En -ste, -l contrapone una revolución puramente humana a una meramente política. El ras(o distintivo reside en que, en la primera, emer(e un sujeto que es universal en y por sí mismo. En palabras de )ar1 2%l proclamar la disolucin del orden mundial vi!ente hasta ese momento , el proletariado se limita a enunciar el secreto de su propia e)istencia , puesto que -l es la disolución de ese orden mundial5. /ara decirlo en t-rminos m0s amiliares a *ardt y +e(ri1 la universalidad del proletariado depende enteramente de su inmanencia dentro de un orden social objetivo que es enteramente producto del capitalismo, el cual es, a su vez, un momento del desarrollo universal de las uerzas productivas. /ero, precisamente por esta razón, la universalidad del sujeto revolucionario implica el fn de la política, es decir, el comienzo de la etinción del Estado y de la transición Cde acuerdo con la divisa sansimoniana adoptada por el marismo del (obierno de los hombres a la administración de las cosas. En cuanto a la se(unda revolución la política, su ras(o distintivo es, para )ar, una asimetría esencial1 la que eiste entre la universalidad de la tarea y el particularismo del a(ente que la lleva a cabo. )ar describe esta asimetría en t-rminos inequívocos1 un determinado r-(imen es percibido como un sistema de opresión universal, lo cual permite a la particular uerza social, en condiciones de diri(ir la lucha contra -l, presentarse como universalmente liberadora, es decir, que
ella universaliza de ese modo sus contenidos particulares. D es aquí donde encontramos la verdadera línea teórica divisoria de a(uas de los an0lisis contempor0neos1 o bien afrmamos la posibilidad de una universalidad que no estpolíticamente construida ni mediada, o bien afrmamos que toda universalidad es precaria y depende de una construcción histórica creada sobre la base de elementos hetero(-neos. *ardt y +e(ri aceptan la primera alternativa sin hesitar. /ero si, inversamente, aceptamos la se(unda, nos encontraremos en los umbrales de la concepción (ramsciana de la he(emonía. CD 'ramsci es un pensador por el cual *ardt y +e(ri, comprensiblemente dadas las premisas en que ellos se undan muestran escasa simpatía. Es interesante analizar las conclusiones que etrae Imperio de su enoque de la inmanencia. *ay un sujeto históricamente eistente a quien ellos adjudican una plena inmanencia1 es lo que ellos llaman 2multitud5. La plena realización de la inmanencia de la multitud sería la eliminación de toda trascendencia. Esto sólo puede aceptarse, por supuesto, si no se pone en duda el postulado de la homo(eneidad y unidad de la multitud como a(ente histórico, tema -ste que pronto vamos a retomar. /ero al(unos de los resultados de esta ri(urosa oposición entre la inmanencia y la trascendencia pueden ser r0pidamente detectados. Ueamos cómo abordan la cuestión de la soberanía. /ara ellos, la soberanía política moderna bien arrai(ada en la tendencia contrarrevolucionaria de la se(unda modernidad se reduce a la tentativa de construir un aparato político trascendente. La soberanía se defne tanto por la trascendencia como por la representacin , dos conceptos que el humanismo postulaba como contradictorios. /or un lado, la trascendencia del soberano no se unda en un soporte teoló(ico eterior, sino tan sólo en la ló(ica inmanente de las relaciones humanas. /or el otro lado, la representación que unciona para le(itimar este poder soberano tambi-n lo enajena por completo de la multitud de los sujetos FG %quí Fen &odino y *obbesG el concepto de la soberanía moderna se ori(ina en su estado de pureza trascendental. El contrato de asociación es intrínseco e inseparable del contrato de dominación F@8@G. 3e manera que la soberanía era un aparato esencialmente represivo que trataba de impedir el sur(imiento democr0tico de una multitud no especifcada. S[u- bella 0bulaT :ualquiera que est- amiliarizado con la moderna teoría de la soberanía sabe perectamente que su puesta en pr0ctica requirió un proceso mucho m0s complicado que el cuento que nos relatan *ardt y +e(ri. En primer lu(ar, la multitud de la que nos hablan es una elaboración puramente ima(inaria. Lo que eistía a principios de la modernidad era una sociedad estamental, proundamente
ra(mentada y de nin(una manera encaminada hacia la construcción de un sujeto político unifcado y capaz de establecer un orden social alternativo. La soberanía mon0rquica se estableció a trav-s de una lucha librada en un doble rente1 contra los poderes universalistas la Q(lesia y el Qmperio y contra los poderes eudales locales. D muchos de los sectores sociales que comenzaron a emer(er sobre todo, la bur(uesía ueron la base social que posibilitó el sur(imiento de la soberanía mon0rquica. Es incontestable que la transerencia de control de numerosas eseras sociales a los nuevos estados sociales se encuentra en la raíz de las nuevas ormas de biopoder, pero la alternativa a ese proceso no era el poder autónomo de una multitud hipot-tica, sino la continuación de la ra(mentación eudal. )0s aún1 sólo cuando este proceso de centralización traspuso un determinado límite empezó a sur(ir al(o parecido a una multitud unitaria mediante la transerencia de la soberanía del monarca hacia el pueblo. Esto nos conduce al se(undo aspecto de la dicotomía de *ardt y +e(ri1 la cuestión de la representación. V:u0les son las condiciones para la eliminación de todo tipo de representaciónW Evidentemente, la eliminación de cualquier orma de asimetría entre los sujetos políticos y la comunidad como un todo. !i la volonté !énérale es la voluntad de un sujeto cuyos límites coinciden con los de la comunidad, no hace alta relación al(una de representación, pero tampoco la continuidad de la política como actividad relevante. *e ahí por qu-, como dijimos antes, la emer(encia de una clase universal anunciaba, para el marismo, la etinción del Estado. /ero, si tenemos una sociedad dividida internamente, la voluntad de la comunidad como un todo deber0 ser construida políticamente a partir de una diversidad constitutiva primaria. En ese caso, la volonté !énérale requiere de la representación como su terreno undamental de emer(encia. Esto si(nifca que cualquier 2multitud5 se construye a trav-s de la acción política, lo cual presupone la eistencia de anta(onismo y he(emonía. La razón por la cual *ardt y +e(ri ni siquiera se plantean esta pre(unta reside en que, para ellos, la unidad de la multitud proviene de la a(re(ación espont0nea de una pluralidad de acciones que no necesitan de nin(una articulación entre sí. En sus palabras1 !i estos puntos lle(aran a constituir al(o parecido a un nuevo ciclo de luchas, se trataría de un ciclo defnido no por la etensión comunicativa de tales luchas, sino m0s bien por su emer(encia sin(ular y por la intensidad que caracterizara a cada una de ellas. En suma, esta nueva ase se defne por el hecho de que estas luchas no est0n vinculadas horizontalmente, sino porque cada una eperimenta impulsos verticales, directamente diri(idos al centro virtual del
Qmperio F@87G. Es diícil comprender cómo puede ser que una entidad carente de límites C2El concepto de Qmperio se caracteriza undamentalmente por una alta de límites1 el dominio imperial no tiene límites5 F@8KG pueda, sin embar(o, poseer un centro virtual. /ero dej-moslo pasar. 3e todas maneras, lo que se nos dice es1 @ que un conjunto de luchas inconeas tiende, por al(ún tipo de coincidentia oppositorum , a conver(er en su asalto a un supuesto centro4 7 que, a pesar de su diversidad, sin nin(ún tipo de intervención política, estas luchas tender0n a unirse entre sí4 K que nunca podr0n tener objetivos que sean incompatibles entre sí. +o hace alta mucho esuerzo para advertir que estos supuestos adolecen de un alto (rado de irrealidad, para decirlo con moderación, y entran en colisión con la m0s elemental evidencia de la escena internacional, que epone una prolieración de actores sociales que luchan entre sí por una amplia (ama de motivos reli(iosos, -tnicos o raciales. 6ampoco le ha ido muy bien al supuesto de que el imperialismo ha concluido C2 Los $stados nidos &ni- por cierto- nin!,n $stado nacin& no pueden hoy en día eri!irse en el centro de un proyecto imperialista. +in(una nación ser0 líder mundial del modo en que lo ueron al(una vez las modernas naciones europeas5, como 0cilmente podr0 advertirlo cualquiera que observe lo que ocurre en el mundo desde el @@ de septiembre. Lo que alta por completo en Qmperio es una teoría de la articulacin , sin la cual la política es impensable. Esta brecha en su razonamiento se hace particularmente evidente si analizamos cómo aborda Imperio la distinción entre t0ctica y estrate(ia. /ara nuestros autores, esa distinción se desmorona, aunque es evidente que las luchas autónomas pertenecen a la esera de la t0ctica antes que al c0lculo estrat-(ico. [uiero ser muy preciso en este aspecto de mi crítica porque tambi-n creo aunque por razones dierentes de las que es(rimen *ardt y +e(ri que no podemos se(uir aceptando la distinción entre t0ctica y estrate(ia heredada de la tradición socialista. El socialismo cl0sico establecía una clara dierenciación entre ambas, así como una ri(urosa subordinación de la t0ctica a la estrate(ia. D uno de los supuestos b0sicos de esa concepción era que la identidad de clase de los actores estrat-(icos permanecía inmodifcada durante todo el proceso político. /ara Xauts$y, la estricta identidad obrera de los actores socialistas constituía un do(ma undamental. /ara Lenin, las alianzas de clase no transormaban las identidades de las uerzas involucradas C2(olpear juntos y marchar separados5. D para 6rots$i la estrate(ia total de la revolución permanente sólo tenía sentido si el abordaje de tareas democr0ticas por parte de la clase trabajadora no contaminaba ni los objetivos ni la naturaleza de esta última.
D es justamente este supuesto, en mi opinión, el que debe ser puesto en tela de juicio, pues la actual prolieración de una pluralidad de identidades y puntos de ruptura hace que los sujetos de la acción política se vuelvan esencialmente inestables, lo cual imposibilita un c0lculo estrat-(ico que abarque lar(os períodos históricos. Esto no quiere decir que la noción de estrate(ia haya lle(ado a ser totalmente obsoleta, pero sí, decididamente, que las estrate(ias deben ser de corto plazo y que las diversas t0cticas deben ser m0s autónomas. Lo que es evidente, de todos modos, es que esta situación coloca en una posición cada vez m0s central el momento de la articulación política, el momento, justamente, que no f(ura para nada en los an0lisis de *ardt y +e(ri, como consecuencia de su concepción de las luchas que conver(en espont/neamente en su asalto a un centro sist-mico. Eiste otro aspecto de la multitud, tal como la conciben *ardt y +e(ri, que debe ser considerado1 su inherente nomadismo, que ellos eplícitamente vinculan a los movimientos rizom0ticos deleuzianos. Lo propio de la multitud es 2estar en contra51 !i al(o podemos afrmar Cde la multitud, en su nivel m0s b0sico y elemental, es su voluntad de estar en contra. /or lo (eneral, esta voluntad no parece requerir muchas eplicaciones. La resistencia a la autoridad es uno de los actos m0s naturales y saludables. % nosotros nos parece del todo obvio que aquellos que se encuentren sometidos y eplotados se resistan y, cuando se den las condiciones necesarias para ello, se rebelen F@8G. +o obstante, hoy en día, la ubicuidad misma del Qmperio que ha dejado de ser un enemi(o e)terno difcultaría la identifcación de aquellos a quienes la multitud se opone. La única solución sería ponerse en contra de todo, en todo lu(ar. El patrón principal de esta orma de lucha es la deserción. )ientras en la era disciplinaria el sabota%e constituía la noción undamental de la resistencia, en la era del control imperial puede serlo la desercin. En la modernidad, el estar en contra si(nifcó, con recuencia, una oposición directa y=o dial-ctica de uerzas, en la posmodernidad, la orma m0s eectiva del estar en contra bien podría consistir en una postura oblicua o dia(onal. Las batallas contra el Qmperio podrían (anarse a trav-s de la sustracción y la deección. Esta deserción carece de un lu(ar propio4 es la evacuación de los lu(ares de poder F@8MG. Esta deserción adopta la orma de mi(raciones nómadas1 el -odo económico, intelectual y político crea una movilidad esencial, que es el nuevo patrón de la lucha de clases. La movilidad habría sido el terreno privile(iado del
republicanismo desde los primeros tiempos modernos Clos ejemplos que se mencionan son los !ocianos del >enacimiento, las mi(raciones reli(iosas transatl0nticas del si(lo _UQQ, la a(itación de los \obblies FQ\\1 Qndustrial \or$ers o the \orldG en los Estados Bnidos hacia la d-cada de @R@8 y de los autonomistas europeos hacia los años setenta. Estos actores nómadas son los nuevos b0rbaros. /ero el concepto de mi(ración puede epandirse m0s aún1 no es sólo cuestión de mi(raciones ísicas, en un sentido literal, sino tambi-n en un sentido f(urado1 la transormación de los cuerpos puede tambi-n considerarse como un 2-odo antropoló(ico5. !in nin(una duda, necesitamos cambiar nuestros cuerpos y a nosotros mismos, y quiz0s de un modo mucho m0s radical que el que ima(inan los autores ciberpun3. En nuestro mundo contempor0neo, las hoy comunes mutaciones est-ticas del cuerpo, tales como el piercin! y los tatuajes, la moda pun3 y sus diversas imitaciones, son todas ellas si(nos iniciales de estas transormaciones corpóreas, pero en última instancia no se aproiman siquiera al tipo de mutación radical que se necesita aquí. La voluntad de estar en contra necesita de un cuerpo que sea completamente incapaz de someterse a órdenes, de adaptarse a la vida amiliar, a la disciplina laboral, a la normativa de la vida seual tradicional, y así sucesivamente F@8NG. 3esde este punto de vista, los proletarios del si(lo _Q_ podrían considerarse como nómadas, ya que, aunque no se desplazaran (eo(r0fcamente, 2su creatividad y productividad defnen mi(raciones corpóreas y ontoló(icas5 F@8PG. V:u0les son las difcultades que acarrea esta visión m0s bien triunalistaW Uarias. En primer lu(ar, la afrmación de que 2la voluntad de estar en contra no parece requerir mayores eplicaciones5 es una mera maniestación de deseos. %quí, la alternativa es clara1 o bien la resistencia a la opresión constituye un cierto tipo de mecanismo natural y autom0tico que se pondr0 espont0neamente en uncionamiento, sean cuales ueren las circunstancias, o bien se trata de una compleja construcción social cuyas condiciones de posibilidad son eteriores a ella misma. /ara mí, la se(unda respuesta es la correcta. La capacidad y voluntad de resistencia no son un re(alo del cielo, sino que requieren una serie de transormaciones subjetivas que sólo derivan de las propias luchas y que pueden perfectamente frustrarse. Lo que alta en Imperio es al(una teoría coherente de la subjetividad política Cel psicoan0lisis, por ejemplo, no es mencionado en nin(una parte. En (ran medida, por este motivo, la entera noción deOestarOenOcontra no resiste el menor an0lisis. Es 0cil advertir el papel que desempeña en la economía ar(umental de *ardt y +e(ri1 si uno est0 2en contra5 sin defnir al enemi(o, la idea
de que las luchas contra el Qmperio deberían desencadenarse en todos lados encuentra su justifcación Cy, adem0s, tenemos la (arantía de que las luchas verticales conJuirían alrededor de un solo objetivo, sin necesidad al(una de articularse horizontalmente entre sí. 3es(raciadamente, las luchas sociales no se ajustan a pautas tan sencillas. 6oda lucha es la lucha de determinados actores sociales que persi(uen determinados objetivos y nada (arantiza que estos objetivos no entren en conJicto entre sí. D si bien podemos aceptar que no se puede alcanzar una transormación histórica (lobal a menos que el particularismo de las luchas sea superado y se constituya una 2voluntad colectiva5 m0s abarcativa, para ello se hace necesaria la puesta en marcha de lo que en nuestro trabajo hemos denominado la l!ica de la equivalencia , que implica actos de articulación política, precisamente la vinculación horizontal que *ardt y +e(ri desechan. Bna vez m0s, el 2estarOenOcontra5 es un claro indicador de la tendencia antipolítica de Imperio. Iinalmente, la noción de 2-odo antropoló(ico5 es apenas al(o m0s que una met0ora abusiva. El papel asi(nado a la emi(ración ya es etremadamente problem0tico. Es cierto que los autores reconocen que la miseria y la eplotación podrían ser determinantes en cuanto a la voluntad del pueblo de atravesar las ronteras, pero este elemento de ne(atividad es inmediatamente subordinado a una voluntad afrmativa de emi(rar que, b0sicamente, crea la posibilidad de un sujeto emancipatorio. +o es necesario decir que esta concepción marcial del proceso mi(ratorio no corresponde a nin(una realidad1 las razones que tienen diversos (rupos para emi(rar son muy distintas y no se a(rupan alrededor de nin(una cruzada antiOQmperio. /ero cuando se nos dice que la rebelión contra la vida amiliar o el desarrollo de las capacidades proletarias en el si(lo _Q_ deben tambi-n ser concebidos como actos mi(ratorios, la noción de mi(ración pierde toda especifcidad1 para bien o para mal, cualquier tipo de cambio histórico podría concebirse como una mi(ración. Bna buena met0ora es aquella que, a trav-s de la analo(ía, revela un aspecto de la realidad oculto hasta ese momento, pero eso diícilmente ocurra en este caso. Es reci-n hacia el fnal de su libro que los autores enocan, en al(una medida, la cuestión que hemos venido planteando a lo lar(o de esta nota1 la de la articulación política. Ueamos qu- dicen al respecto1 V:ómo pueden lle(ar a ser políticas las acciones de la multitudW V:ómo puede -sta or(anizar y concentrar sus ener(ías contra la represión y las incesantes se(mentaciones territoriales del QmperioW La única respuesta que podemos dar a estas pre(untas es que la acción de la multitud se torna política b0sicamente cuando empieza a enrentarse directamente y con un (rado adecuado de
conciencia contra las operaciones represivas del Qmperio. !e trata de reconocer y oponer resistencia a las iniciativas imperiales e impedirles que restablezcan continuamente el orden4 se trata de atravesar y superar los límites y se(mentaciones impuestos a los nuevos poderes or(anizacionales del trabajo4 se trata de aunar estas eperiencias de resistencia y de es(rimirlas concertadamente contra los centros nerviosos del comando imperial F@89G. /ero Vcómo se podr0 2aunar estas eperiencias de resistencia y es(rimirlas concertadamente5W Los propios *ardt y +e(ri afrman que nada pueden decir sobre las ormas específcas y concretas de esta articulación política, aunque no por eso dejan de ormular 2un pro(rama político para la multitud (lobal5 or(anizado en torno a tres ei(encias undamentales1 el reclamo de una ciudadanía (lobal Cpara que se admita la movilidad de la uerza trabajadora en las actuales condiciones del capitalismo y el se(mento poblacional de los sans*papiers pueda acceder a un pleno estado de ciudadanía4 el derecho al (oce de un salario social Cpara que se (arantice un in(reso a todo el mundo4 y el derecho a la reapropiación Cpara que se instaure la propiedad social de los medios de producción. !ólo puedo decir que no estoy en desacuerdo con nin(una de estas demandas aunque sin duda no equivalen a un pro(rama político inte(ral pero lo que parece etraño, despu-s de todo un an0lisis centrado en la necesidad de atacar en todos los rentes al actual sistema imperial desde una posición de conrontación total, es que estos tres objetivos políticos se ormulen en un len(uaje de demandas y derechos. /orque tanto las demandas como los derechos, en eecto, deben ser reconocidos , y la instancia cuyo reconocimiento se solicita no puede estar en una relación de total eterioridad con respecto a los reclamos sociales. :ada una de estas tres demandas, para poder ser satisechas, requiere consideraciones estrat-(icas sobre cambios en la estructura del Estado, autonomización de ciertas eseras, alianzas políticas e incorporación en la arena histórica de sectores sociales previamente ecluidos. Uale decir que estamos en el terreno de lo que 'ramsci llamaba 2(uerra de posición5. /ero este jue(o político es estrictamente incompatible con la noción de una pluralidad de luchas verticales inconeas que apuntan todas ellas mediante no sabemos qu- mecanismo a un supuesto centro virtual del Qmperio. [uiz0 la incoherencia undamental del libro que estamos comentando es que, mientras propone ra(mentos de un pro(rama político perectamente aceptable, sus condiciones de realización son dene(adas por las cate(orías teóricas y estrat-(icas centrales en las que se basa el an0lisis. Las multitudes nunca son espont0neamente multitudinarias4 sólo pueden lle(ar a serlo
a trav-s de la acción política.
E>+E!6A L%:L%B C&uenos %ires, N de octubre de @RKM O !evilla, @K de abril de 78@ ue un teórico político ar(entino recuentemente llamado posmarista. Era investi(ador, proesor de la Bniversidad de Esse, y 3octor 9onoris Causa de la Bniversidad de &uenos %ires, Bniversidad +acional de >osario, Bniversidad :atólica de :órdoba, Bniversidad +acional de !an ?uan y Bniversidad +acional de :órdoba. Entre sus libros m0s mencionados se encuentran 9e!emonía y estrate!ia socialista y La razn populista. Era director de la revista Debates y Combates.
Notas
F@G
Dannis !tavra$a$is, The Lacanian Left , Edimbur(o, Edimborou(h Bniversity /ress, 788P. gg F7G
Este artículo ue publicado en Critical Inquiry , año K7, verano de 788N, pp. NNON98. 6raducción al español de Ernesto Laclau. gg FKG
U-ase !lavoj "i#e$, 2%(ainst the /opulist 6emptation5, en Critical Inquiry , año K7, primavera de 788N, pp. MM@OMP. gg FG
Ernesto Laclau, La razn populista , &uenos %ires, Iondo de :ultura Económica, 788M. gg FMG
Ecepto, desde lue(o, cuando -l identifca los ras(os específcos de las campañas por el 2no5 con los ras(os defnitorios de todo populismo posible. gg FNG
U-ase !lavoj "i#e$, opB citB , p. MM. gg
FPG
Ibid. gg
F9G
IbidB , p. MMM. gg
FRG
!lavoj "i#e$, opB citB , p. MMP. gg
F@8G
Bn subteru(io barato que puede encontrarse en muchos puntos de los trabajos de "i#e$ consiste en identifcar la afrmación de ciertos autores acerca de un (rado de comparabilidad entre ras(os de los re(ímenes nazi y estalinista con la imposibilidad de distin(uir entre ellos, postulada por autores conservadores como +olte. La relación entre un líder político y su 2ideolo(ía5 es un asunto sumamente complicado, que involucra muchos matices. +o hay nunca una situación en la que el líder sea totalmente eterior a su ideolo(ía y que ten(a respecto a ella una relación puramente instrumental. )uchos errores estrat-(icos cometidos por *itler en el curso de la (uerra, especialmente durante la campaña de >usia, sólo pueden eplicarse por el hecho de que -l se identifcaba con aspectos b0sicos de su discurso ideoló(ico, de que -l era, en tal sentido respecto a ese discurdo, un líder
2secundario5. /ero si es erróneo hacer de la relación de manipulación entre el líder y su ideolo(ía la esencia de un r-(imen 2totalitario5 indierenciado, es i(ualmente erróneo afrmar, como lo hace "i#e$, una mec0nica dierenciación entre un r-(imen Ccomunista en el que el líder sería puramente secundario y otro Cascista en el que tendría una primacía irrestricta. gg F@@G
En el pasaje citado por "i#e$ estoy simplemente resumiendo, con aprobación, el an0lisis del cartismo de 'areth !tedman ?ones, 2>ethin$in( :hartism5, en Lan!ua!es of Class- 5tudies in or3in! Class 9istory- EFG*HG , :ambrid(e, :ambrid(e Bniversity /ress, @R9K Ftrad. esp.1 Len!ua%es de clase. $studios sobre la historia de la clase obrera in!lesa , )adrid, !i(lo __Q, @R9RG. gg F@7G
U-ase Ernesto Laclau, 2\hy do Empty !i(nifers )aer to /oliticsW5, en $mancipation;s> , Londres, @RRN, pp. KNON Ftrad. esp.1 2/or qu- los si(nifcantes vacíos son importantes para la políticaW5, en $mancipacin y diferencia , &uenos %ires, @RRNG. gg F@KG
+o usamos aquí el t-rmino simblico en el sentido lacaniano sino en otro que se encuentra recuentemente en discusiones relativas a la representación. U-ase, por ejemplo, *anna Ienichel /it$in, The Concept of 1epresentation , &er$eley, Bniversity o :aliornia /ress, @RNP, cap. M Ftrad. esp.1 $l concepto de representacin , )adrid, :entro de Estudios /olíticos y :onstitucionales, @R9MG. gg F@G
!lavoj "i#e$, opB citB , p. MM9. gg
F@MG
IbidB , p. MN8. gg
F@NG
!lavoj "i#e$, opB citB , p. MNM. gg
F@PG
IbidB , p. MNN. gg
F@9G
!lavoj "i#e$, opB cit., p. MNN. gg
F@RG
% partir de ahora nos reerimos a la noción estrictamente lacaniana de lo !imbólico. gg F78G
U-ase el ecelente libro de Qan !teedman, Mar) after 5raJa , Londres, +e] Let &oo$s, @RPP. gg F7@G
!lavoj "i#e$, opB citB , p. MN. gg
F77G
Xarl )ar y Iriedrich En(els, Manifesto of the Communist 0arty , en The Mar)*$n!els 1eader , ed. de >obert :. 6uc$er, +ueva Dor$, +orton, @RP9, p. P9 Ftrad. esp.1 Mani"esto del 0artido Comunista , &uenos %ires, :atari, @RRG. gg F7KG
U-ase %lain &adiou, L($tre et l(événement , /arís, !euil, @R99 Ftrad. esp.1 $l ser y el acontecimiento , &uenos %ires, )anantial, 7888G. gg F7G
!lavoj "i#e$, opB citB , p. MN. gg
F7MG
Ibid. gg
F7NG
IbidB , p. MNN. gg
F7PG
!lavoj "i#e$, opB citB , p. MNP. gg
F79G
:ómo es posible una relación entre elementos que no pertenecen al mismo campo de representación es al(o que discutiremos m0s adelante. gg F7RG
!lavoj "i#e$, opB citB , p. MNN. gg
FK8G
!lavoj "i#e$, opB citB , p. MNP. gg
FK@G
!lavoj "i#e$, opB citB , p. MNM. gg
FK7G
U-anse Ernesto Laclau y :hantal )ou^e, 9e!emonía y estrate!ia socialista , &uenos %ires, Iondo de :ultura Económica, 788, cap. K4 Ernesto Laclau, @uevas reKe)iones sobre la revolucin de nuestro tiempo , &uenos %ires, +ueva Uisión, @RRK4 y La razn populista- opB cit. gg FKKG
U-ase acerca de este tema el artículo cl0sico de ?oan :opjec, 2!e and the Euthanasia o >eason5, en 1ead my Desire. Lacan A!ainst the 9istoricists , :ambrid(e, )it /ress, @RR, pp. 78@O7KN Ftrad. esp.1 $l se)o y la eutanasia de la razn , &uenos %ires, /aidós, 788NG. gg FKG
[ue implica la representación de lo irrepresentable, que conduce a lo que *ans &lumenber( llamó 2la met0ora absoluta5. gg FKMG
U-ase Etienne &alibar, 2!ur la dialectique historique. [uelques remarques critiques propos de Lire Le Capital5, en Cinq études du matérialisme dialectique , /arís, @RP, pp. 78MO7M Ftrad. esp.1 Cinco ensayos de materialismo histrico , &arcelona, Laia, @RPNG. gg
FKNG
!lavoj "i#e$, opB citB , , p. MNN. gg
FKPG
IbidB , , p. MNP. gg
FK9G
!lavoj "i#e$, opB citB , , p. MMR. gg
FKRG
Ibid. gg
F8G
!lavoj "i#e$, opB citB , , p. MN8. gg
F@G
!iempre que se trata de defnir el terreno que or(aniza cierta 0rea de subjetividad, el límite de -sta cambia y, como consecuencia, el reerente al que se diri(e ese discurso resulta sustancialmente modifcado. U-ase, por ejemplo, el si(uie si(uiente nte pa pasaj sajee de Ireud Ireud11 2%l 2%l demost demostrar rar el pap papel el ju(ad ju(adoo po porr los impuls impulsos os perv perver erso soss en la orm ormac ació iónn de los los sínt síntom omas as en las las psic psicon oneu euro rosi sis, s, hemo hemoss incrementado sustancialmente el número de personas al que podríamos considerar como pervertidos FG. 3e tal modo, la diseminación etraordinariamente amplia de las perversiones nos uerza a suponer que tal disposición a las perversiones no es de una (ran rareza sino que debe ormar parte de lo que pasa por constitución normal5 C!i(mund Ireud, Three $ssays on the Theory of 5e)uality , en The 5tandard $dition of the Complete 0sycholo!ical or3s of 5i!nund reud , trad. y ed. de ?ames !trachey, 7 vols., Londres, @RMKO@RP, vol. P, p. P@ Ftrad. esp.1 Tres ensayos de teoría se)ual , , en ?bras completas , &uenos %ires, %ires, %morrortu, %morrortu, 7888, vol. PG. Lo mismo mismo puede decirse del populismo. gg F7G
U-ase Ernesto Laclau, 2Las manos en la masa5, en 1adar , M de junio de 788M, p. 78 Cdisponible en línea1 g]]].pa( g]]].pa(ina@ [email protected] 7.com.a om.ar=dia r=diaro=s ro=suple uplemen mentos=ra tos=radar=R dar=RO779 O779NO78 NO788MO8 8MO8N.8R N.8R.htm .html l y 2"i#e$1 Estados Bnidos debería intervenir m0s y mejor en el mundo1 /ide que asuma su papel de policía (lobal5, en La @acin , @8 de marzo de 788 Cdisponible en línea en1 g]]].lanacion.com.ar=8=8K=@8=d([email protected]. gg FKG
!lavoj "i#e$, opB cit., p. MNK. gg
FG
2"i#e$1 Estados Bnidos debería intervenir m0s y mejor5, opB cit. gg
FMG
!lavoj "i#e$, opB citB , , p. MNK. gg
FNG
Es un motivo de cierta celebración que "i#e$, en su artículo de Critical Inquiry , haya hecho por primera vez un esuerzo para discutir separadamente separadamente mi obra de la de :hantal )ou^e, en lu(ar de atribuir a cada uno de nosotros las
afrmaciones del otro. /ara dar un ejemplo etremo de este mal h0bito, despu-s de una lar(a cita de un teto de )ou^e, -l comenta1 2el problema es que esta traducción del anta(onismo en a(onismo, en el jue(o re(ulado de la competencia política, implica por defnición una eclusión, y es esta eclusión la que Laclau no tematiza5 C!lavoj "i#e$, Iraq the 2orro:ed Ne#le , Londres, 788, p. R8 Ftrad. esp.1 Ira3B La tetera prestada , &uenos %ires, Losada, 788PG. El problema no es si yo estoy de acuerdo o en desacuerdo con lo que )ou^e ha dicho4 el problema es que es deshonesto criticar a un autor por las afrmaciones de otro. gg FPG
IbidB , , pp. 9K y 9. gg gg
F9G
!lavoj "i#e$, 2*oldin( the /lace5, en ?udith &utler, Ernesto Laclau y !lavoj "i#e$, Contin!ency , 9e!emony and niversality Contemporary Dialo!ues on the Left , , Londres, 7888, p. K7N Ftrad. esp.1 2)antener el lu(ar5, en Contin!enciahe!emonía- universalidadB Di/lo!os contempor/neos en la izquierda , , trad. de :ristina !ardoy y 'raciela *oms, &uenos %ires, Iondo de :ultura Económica, 788KG. gg FRG
!lavoj "i#e$, Iraq the 2orro:ed Ne#le- opB citB , , p. 97. gg
FM8G
4eintitrés Internacional , , año 7, núm. @7, &uenos %ires, septiembre=octubre septiembre=octubre de 788N. gg FM@G
Este ensayo ue publicado ori(inalmente en /eter *all]ard Ced., Thin3 A!ainB Alain 2adiou ant the uture of 0hilosophy , Londres y +ueva Dor$, Dor$, :ontinuum, 788,, pp. @78O@KP. 788 @78O@KP. [uiero a(radece a(radecerr a /eter /eter *all]a *all]ard rd por su lectura lectura atenta atenta del borrador y por sus múltiples comentarios comentarios que me ayudaron a presentar mi ar(umentación de un modo m0s claro y preciso. 6raducción al español de Leonel Livchi<. gg FM7G
!lavoj "i#e$, The Tic3lish 5ub%ect The Absent Centre of 0olitical ?ntolo!y , Londres, Uerso, Uerso, @RRR, pp. @P7 y @PK Ftrad. esp.1 $l espinoso su%etoB $l centro ausente de la ontolo!ía política , trad. de ?or(e /iati(ors$y, /iati(ors$y, &uenos &uenos %ires, %ires, /aidós, /aidós, 788@G. gg FMKG
%lain &adiou, &adiou, $thicsB An $ssay on the nderstandin! of $vil , , trad. de /eter /eter *all] *all]ard ard,, Londre Londres, s, Uerso, erso, 788 788@, @, p. PK Ftrad. Ftrad. esp.1 esp.1 2La -tica. -tica. Ensay Ensayoo sobre sobre la conciencia del mal5, en 6om0s %braham, %lain &adiou y >ichard >orty, 2atallas éticas , &uenos %ires, +ueva +ueva Uisión, @RRMG. @RRMG. gg FMG
%lain &adiou, opB cit., p. PK. gg
FMMG
)e han dicho que en sus cursos de fnales de la d-cada de @RR8 &adiou ha
dado una respuesta parcial a esta objeción a trav-s de su reerencia a posiciones posiciones de sujeto 2reaccionarias5 y 2oscuras5. En mi caso, me limito al material publicado. gg FMNG
!lavoj "i#e$, 2:lass !tru((le or /ostmodernismW Des, please5, en ?udith Contin!ency- 9e!emony9e!emony- niversali niversality ty &utl &utler er,, Erne Ernest stoo Lacl Laclau au y !la !lavoj voj "i#e "i#e$, $, Contin!encyContemporary Dialo!ues on the Left , , Londres, Uerso, 7888, p. @7M Ftrad. esp.1 2VLucha Contin!enciaa- he!emoníahe!emoníade clas lases o posm osmode odernis nismoW S!í, S!í, por avo avorT rT5, 5, en Contin!enci universalidadB Di/lo!os contempor/neos en la izquierda , trad. de :ristina !ardoy y 'raciela *oms, &uenos %ires, Iondo de :ultura Económica, 788KG. gg FMPG
!lavoj !lavoj "i#e$, "i#e$, 2:lass 2:lass !tru((le !tru((le or /ostmod /ostmoderni ernismW smW5, 5, opB cit., pp. @7 y
@7M. gg FM9G
El hecho de que "i#e$ eplicite m0s que &adiou lo que he denominado el 2tercer discurso5 no si(nifca que su postura teórica sea m0s coherente. Ascila de modo constante entre undamentar sus opciones -tico políticas en un enoque teórico teórico marista marista Cincluso Cincluso un marism marismoo ad usum Delphini , , como en el pasaje que acabo de citar y la ealtación de las virtudes puramente ormales del 2 vivere pericolosamente5. D cuando se trata de optar por -sta ser antisistema porque sí, se puede relajar bastante en lo reerido a las restricciones ideoló(icas. !u(iere, por ejemplo, que 2la única perspectiva realista es undar una nueva universalidad política optando por lo imposible , asumiendo plenamente el lu(ar de la ecepción, ecepción, sin tabúes, sin normas a priori Cderechos humanos, democracia, cuyo respeto nos impediría tambi-n resi(nifcar el terror, el ejercicio implacable del poder, el espíritu de sacrifcio si al(unos liberales de (ran corazón desaprueban esta elecc elección ión radic radical al por consi consider derar arla la Lin3faschismus , Sque así seaT5 C!lavoj "i#e$, 2*oldin( the place5, en ?udith &utler, Ernesto Laclau y !lavoj "i#e$, opB cit., p. K7N Ftrad. esp.1 2)antener el lu(ar5, en Contin!encia- he!emonía- universalidad- opB cit.G. Bn poco truculento, VnoW gg FMRG
El t-rmino 2ontolo(ía5 tiene un si(nifcado particular en el enoque teórico de &adiou, dierente en al(unos aspectos de su uso flosófco corriente. En mi caso, lo empleo en este último sentido. La oposición entre lo óntico y lo ontoló(ico proviene, proviene, por supuesto, de *eide((er. gg FN8G
%lain &adiou, opB cit., p. P gg
FN@G
FN7G
Ibid. gg
)i presupuesto b0sico es que los t-rminos centrales de una ormación
discursiva se universalizan al operar como puntos nodales Ccomo si(nifcantes amos en el sentido lacaniano de una cadena de equivalencias. *e mencionado antes el ejemplo de !olidaridad, pero esta universalización a trav-s de la equivalencia siempre est0 presente. !implemente pi-nsese en la demanda de 2paz, pan y tierra5 en la >evolución >usa, que condensó una pluralidad de demandas distintas, o en el rol del 2mercado5 en el discurso de Europa del Este despu-s de @R9R. )i ar(umento es que la construcción de la he(emonía nazi operó eactamente del mismo modo y que, como consecuencia, los símbolos centrales de su discurso aquellos que nombraron el vacío no se pueden concebir como poseedores de una reerencia puramente particularista. /or supuesto, la unción universal de estos nombres debilita pero no elimina su contenido particular, aunque esto sucede con todos los discursos he(emónicos. +o es posible para el universal hablar de un modo directo sin la mediación de al(una particularidad. gg FNKG
%lain &adiou, L(6tre et l(événement , /arís, !euil, @R99, p. KK Ftrad. esp.1 $l ser y el acontecimiento , trad. de >aúl ?. :erdeiras y %lejandro %. :erlei, &uenos %ires, )anantial, @RRRG. gg FNG
La noción de 2plenitud ausente5 es mía, y no de &adiou. CU-ase mi ensayo 2\hy do empty si(nifers maer to politicsW5, en $mancipations;s> , Londres, Uerso, @RRN Ftrad. esp.1 2V/or qu- los si(nifcantes vacíos son importantes para la políticaW5, en $mancipacin y diferencia , &uenos %ires, %riel, @RRNG. +o posee un equivalente eacto en el sistema de &adiou porque est0 basado en nuestros modos dierentes de concebir el proceso de nominación. gg FNMG
Esto no si(nifca, por supuesto, que est- reduciendo el enoque de "i#e$ sobre estas cuestiones a aserciones de ese tipo. Hl posee la virtud de su propio eclecticismo, de modo en que en muchas ocasiones desarrolla an0lisis políticos de mucho mayor inter-s, y todo su enoque del campo político ideoló(ico es complejo y, en muchos aspectos, potencialmente ructíero. Estas aserciones, sin embar(o, si(uen presentes, no sin producir al(unos eectos políticos y teóricos esterilizadores. gg FNNG
/eter *all]ard, 26ranslatorks Qntroduction5, en %lain &adiou, $thics- opB citB , pp. ___QQQ___U. gg FNPG
+o sería posible tampoco restrin(ir el an0lisis de la teoría de conjuntos a la situación, dado que la contaminación entre situación y acontecimiento es una base mucho m0s undamental que su distinción. gg
FN9G
:onsidero que la distinción entre flosoía y antiflosoía es un desvío del verdadero problema. +o nie(o que hay casos en los que la noción de antiflosoía sería pertinente tales como +ieeducir lo se(undo a lo primero no es una deensa del concepto sino sólo un etnocentrismo conceptual. gg FNRG
:omo hemos afrmado repetidamente en este ensayo, la sobredeterminación entre lo situacional y lo acontecimiental presupone que el acontecimiento no puede ser sólo el tipo de ruptura ecepcional que &adiou tiene en mente. Esas rupturas, sin duda, ocurren y es en -stas que la dualidad entre el estado de la situación y lo que hemos denominado la 2situacionalidad5 se vuelve plenamente visible. /ero lo importante es que si el acontecimiento es la decisión que escapa a la determinación de lo calculable dentro de una situación, todo tipo de acción social est0 dominada por la distinción situación=acontecimiento. Es un error pensar que, uera de las rupturas revolucionarias, la vida social est0 dominada por la ló(ica puramente pro(ramada de lo calculable dentro de una situación. CLa crítica de \i(enstein a la noción de aplicación de una re(la es pertinente en esta discusión. gg FP8G
/eter *all]ard, 2adiou- a 5ub%ect to Truth , )inneapolis y Londres, Bniversity o )innesota /ress, 788K, pp. 9@ y 97. gg FP@G
Este ensayo ue publicado ori(inalmente en )athe] :alarco y !teven 3e:aroli Ceds., +ior!io A!ambenB 5overei!nity and Life , !tanord, !tanord Bniversity /ress, 788P. 6raducción al español de Leonel Livchi<. gg FP7G
'ior(io %(amben, 9omo 5acerB 5overei!n 0o:er and 2are Life , :aliornia, !tanord Bniversity /ress, @RR9, p. @9@ Ftrad. esp.1 9omo 5acer IB $l poder soberano y la nuda vida , trad. y notas de %ntonio 'imeno :uspinera, Ualencia, /reOtetos, @RRRG. gg
FPKG
Ibid., p. @8M. gg
FPG
Ibid., p. @8N. gg
FPMG
'ior(io %(amben, opB cit., p. @8N. gg
FPNG
Ibid., p. @@@. El -nasis pertenece al ori(inal. gg
FPPG
Iran< Ianon, The retched of the $arth , +ueva Dor$, @RN9, p. @K8 Ftrad. esp.1 Los condenados de la tierra , trad. de ?ulieta :ampos, &uenos %ires, Iondo de :ultura Económica, 788PG. gg FP9G
'ior(io %(amben, 5tate of $)ception , :hica(o y Londres, Bniversity o :hica(o /ress, 788M, pp. 79 y 7R Ftrad. esp.1 $stado de e)cepcin , trad. de Ilavia :osta e Qvana :osta, &uenos %ires, %driana *idal(o, 788PG. gg FPRG
Ibid. gg
F98G
'ior(io %(amben, 9omo 5acer- opB citB , pp. @8N y @8P. gg
F9@G
'ior(io %(amben, 9omo 5acer- opB citB , p. @. gg
F97G
Ibid., p. K. gg
F9KG
Ibid., p. . gg
F9G
Ibid., p. @9M. gg
F9MG
'ior(io %(amben, 9omo 5acer- opB citB , p. @9N. gg
F9NG
Ibid. gg
F9PG
Ibid., pp. @9K y @9. gg
F99G
IbidB , p. @9P. gg
F9RG
'ior(io %(amben, 9omo 5acer- opB citB , p. @PR. gg
FR8G
FR@G
Ibid., p. @PM. gg
'ior(io %(amben, 9omo 5acer- opB citB , p. MR. gg
FR7G
Este ensayo ue publicado ori(inalmente en /aul %. /assavant y ?odi 3ean Ceds., $mpire(s @e: Clothes , +ueva Dor$ y Londres, >outled(e, 788. *a sido publicado en español por 5ociedad , >evista de la Iacultad de :iencias !ociales de la Bniversidad de &uenos %ires, núm. 77, primavera de 788K, pp. 78PO778. 6raducción al español de )i(uel :añadas. El libro que analiza este artículo es $mpire , de )ichael *ardt y %ntonio +e(ri C:ambrid(e y Londres, *arvard Bniversity /ress, 7888 Ftrad. esp.1 Imperio , &arcelona, /aidós, 7887G. gg FRKG
2/euple oil multitudes1 question dkEric %lliez ?acques >anci`re5, en Multitudes , núm. R, mayoOjunio de 7887, pp. RMO@88. gg FRG
?acques >anci`re, La Mésentente , /arís, 'alil-e, @RRM. gg
FRMG
2/euple ou multitude5, opB cit., p. RN. gg
FRNG
Ibid., p. RP. gg
FRPG
)ichael *ardt y %ntonio +e(ri, opB cit., p. P@. gg
FR9G
IbidB , p. PK. gg
FRRG
*e analizado con mayor detalle estas cuestiones en mi ensayo 2)0s all0 de la emancipación5, en $mancipacin y diferencia , &uenos %ires, %riel, @RRN. gg F@88G
En mi ensayo 2Qdentidad y he(emonía1 el rol de la universalidad en la constitución de ló(icas políticas5, en ?udith &utler, Ernesto Laclau y !lavoj "i#e$, Contin!encia- he!emonía- universalidadB Di/la!os contempor/neos en la izquierda , trad. de :ristina !ardoy y 'raciela *oms, &uenos %ires, Iondo de :ultura Económica, 788K, pp. RORM. El teto de )ar al que me refero es 2:ontribution to the :ritique o *e(elks /hilosophy o La]. Qntroduction5, en Collected or3s of Narl Mar) and riedric3 $n!els , t. K, Londres, La]rence and \ishart, @RPM, pp. @9N y @9P. El -nasis pertenece al ori(inal. gg F@8@G
)ichael *ardt y %ntonio +e(ri, opB citB , p. 9. gg
F@87G
)ichael *ardt y %ntonio +e(ri, opB citB , p. _QU. gg
F@8KG
F@8G
IbidB , p. 7@8. gg
)ichael *ardt y %ntonio +e(ri, opB citB , p. 7@7. gg