LA COLONIZACION: UNA HISTORIA GLOBAL
MARC FERRO.
Esta obra aborda las prácticas coloniales tanto de los europeos como de los árabes, turcos y japoneses, para establecer puntos en común y diferencias. Presentando el punto de vista de los ex colonizados, y no sólo la visión eurocéntrica de los vencedores, muestra la manera en que chocaron de frente los efectos de los movimientos de independencia debido a la mundialización de la economía y, más recientemente, al fenómeno que el autor denomina imperialismo multinacional. .La colonización se asocia con la ocupación de una tierra extranjera, con su cultivo con el asentamiento de colonos. Si se define de esta manera el término de colonia, el fenómeno data época griega. La tradición histórica occidental fecha sin embargo el hecho colonial en la época de los Grandes Descubrimientos. Para Portugal, España e Inglaterra: la tradición histórica asocia la expansión de estos países con el descubrimiento de tierras lejanas en las Indias Occidentales, luego con la instalación de factorías en las rutas de áfrica, de la India, de Asia. Sin embargo, el caso de Rusia debería hacer reflexionar, su desarrollo explica al mismo tiempo el crecimiento y los cambios que enfrentaron el Estado y la Sociedad desde Rus, la Rusia de Dniéper. Esto significaría que entre la expansión territorial hacia Siberia y la conquista de los países tártaros y turcos existe, una ruptura pero asimismo una similitud. Expansión territorial y colonización son casi sinónimos cuando en Occidente se establece entre ambos términos una cuidadosa distinción; en la que el espacio del mar constituye supuestamente la diferencia entre la primera, que es parte de la cuestión nacional, y la cuestión colonial como tal. El contraataque de la cristiandad tuvo lugar en otra parte y de otra manera. Por un lado para poder comerciar con la India y China, había que encontrar nuevas rutas para dar un rodeo al Imperio Otomano. Pero la expedición de Vasco de Gama no dejaba de tener una connotación religiosa. Pues el contexto de
la guerra santa no podría ser ignorado en una investigación de los orígenes de los “descubrimientos” y de la historia de la colonización. Cristóbal Colón no sólo cuenta con enriquecerse personalmente, él y sus marineros; desea también enriquecer a sus comanditarios, los Reyes de España “a fin de que puedan comprender la importancia de la empresa”, pero esta sed de dinero se explica por una vocación religiosa que es nada menos que la expansión del cristianismo, la reconquista de Jerusalén, éste fue uno de los objetivos de Cristóbal Colón, obsesionado con la idea de cruzada. Los conflictos de los Siglos XIV y XV habían tenido como efecto desplazar las grandes rutas del comercio; en parte se había tenido que abandonar la ruta terrestre para tomar la del mar. En aquella época en donde Castilla y Portugal eran estados en vías de desarrollo y fortalecimiento, se interesaron en esas empresas comerciales de enriquecimiento aquellos cadetes de la nobleza portuguesa o castellana, sin tierras, que necesitaban emprenderlas para no ser expulsados de su clase. Se asociaron con los mercaderes. Primero se rebajó en Portugal y en España, al asociarse con los mercaderes. Posteriormente los países de Europa con un desarrollo más antiguo, Holanda, Inglaterra, luego Francia. El dominio de los colonizadores y sus consecuencias dieron origen a varias situaciones tipo, algunas de sus consecuencias pudieron sobrevivir en parte hasta a la descolonización, así se pueden distinguir en primer lugar, la colonización de tipo antiguo, de tipo expansionista, en una fase de libre competencia del desarrollo capitalista. Segundo, la colonización de tipo nuevo, vinculada con la revolución industrial y el capitalismo financiero. Por otro lado el imperialismo sin colonización, este imperialismo sin bandera sobrevivió a los movimientos de independencia de la segunda mitad del siglo XX. Ahora bien, la descolonización se limitó a menudo a un cambio de soberanía. Sustitución de un poder político por otro, pero con la supervivencia de todo tipo de vínculos económicos que perpetuaron la antigua dependencia.
Ante esto podemos señalar que el establecimiento de los españoles se había iniciado con la ocupación de la Isla de Santo Domingo, La Española. En 1519 Hernán Cortés desembarca en la isla de Cozumel, las tribus se someten y, Cortés funda la Villa Rica de la Vera Cruz. Primero se impone sobre los tlaxcaltecas y hace de ellos sus aliados en contra de los aztecas. Encuentra a Moctezuma lo hace prisionero y pronto comienza a gobernar en su nombre. Pero más los españoles no emplearon un procedimiento equivalente con los vencidos: al imponerse por su superioridad material y técnica, al haber sabido comunicarse con aliados, al catequizarlos, se privaron de la capacidad de integrarse al mundo de aquellos q quienes llamaron salvajes. En Perú, se observa una coyuntura similar. El gran imperio Inca estaba socavado por conflictos internos, sobre todo entre los dos hermanos enemigos que se disputan la soberanía. La expedición se pone en marcha en 1532, Pizarro encuentra al ejército inca en Cajamarca e inicia negociaciones con su jefe. Atahualpa en su prisión ofrece pagar todo el oro que pueda contener, Pizarro acepta y una vez entregado el rescate, hace ejecutar a Atahualpa por el crimen de su hermano. Los imperios centralizados habían caído de un golpe: al capturar sus cabezas, Cortés y Pizarro pudieron controlar todo el edificio aún, sí en Perú, la resistencia armada duró todavía medio siglo. Por su parte según los rusos, su “colonización “nada tiene que ver con la de las demás potencias occidentales. A partir del siglo XII los rusos de Novgorod y de Suzdal enviaban colonos a instalarse más allá del rio Kama para asociarse con los mordvos, fino-húngaros, en busca de pieles. Los dos siglos de yugo mongol interrumpieron esa búsqueda, que se volvió a iniciar en cuanto la Horda de Oro se desintegró después de la toma de Kazán por los rusos (1552). La conquista de Kazán puso fin al Estado Tártaro, permitió asimismo a los rusos extenderse en las dos vertientes del Ural y mucho más allá, en una región que superó el millón de kilómetros cuadrados y que se llamó Siberia. Mientras que la conquista de Argelia respondió a objetivos políticos y comerciales, la colonización del país perteneció a una expansión de tipo antiguo, este dominio cambió sin embargo de naturaleza, en la medida en que Argelia se transformó pronto en un coto reservado de capitales franceses – privados- pero cuyo
beneficio garantizaba al Estado. También el hecho de mantener a Argelia en una etapa preindustrial garantizaba los capitales invertidos en la industria metropolitana un mercado sin riesgos, debido al proteccionismo que reinaba en aquellas jurisdicciones. Si el extranjero está fuera de la jugada en el dominio argelino de Francia, no lo está en Túnez. El método consistía en obtener concesiones de obras públicas para el país, en dejar al bey contratar préstamos que un día sería incapaz de reembolsar. Francia por su parte había obtenido un derecho de retracto o de preferencia sobre el Congo, pero Gran Bretaña y Portugal protestaban en contra de esta extensión de las pretensiones francesas que había ilustrado la firma del tratado Makoko. Portugal invocaba sus derechos “históricos”, por un lado la perdida de Brasil, la conciencia nacional exacerbada de de ciertos medios portugueses consideraba necesaria la renovación de un Imperio que no había dejado de achicarse, por el otro lado una reactivación económica en Sao Tomé y en Angola. No obstante, ingleses y alemanes preferían ver agrandarse las posesiones hacia el interior en lugar de permitir que Francia se extendiera al infinito: y es lo que sucedió en Angola y Mozambique. Desde luego en Japón, la expansión colonial procedió, primero de la simple expansión territorial con instalación de colonos, hacia el Norte y luego hacia la parte Sur. Pero a partir de 1880 este movimiento cambió de intención y un teórico militar, Yamagata Aritomo, justificó su desarrollo por su teoría de los círculos. De acuerdo con esta teoría, cada esfera en el interior de los diferentes círculos que rodean a Japón debía ser sucesivamente consolidada y luego protegida del exterior. El cambio podía proceder de la nueva orientación de Japón desde la era Meiji, de su alejamiento de la antigua planificación sinocéntrica, pero sobre todo, se explicaba por la necesidad de imitar el modelo de desarrollo europeo hasta en su práctica colonial. Con toda la connotación que significó la colonización y el traumatismo de la ocupación hirió a todos aquellos pueblos que, para evitar ser exterminados, tuvieron que someterse. Sin embargo el choque no fue en todas partes el mismo. Fue más
violento en las Américas que en otros lugares porque los indios ignoraban que pudiesen existir otros pueblos. Los horrorizó aquellos seres “con aspecto humano, trepados sobre monstruos desconocidos”, y no supieron bien a bien que comportamiento adoptar ante esos invasores. Pero cualquiera que haya sido la experiencia intentada, fue la visión del espanto lo que predominó. En México como en Perú, se recordaron las profecías que habían podido anunciar semejante catástrofe. Profecías que habían anunciado dicha llegada de extranjeros invasores, agentes de una catástrofe, la creencia en la divinidad de los españoles desapareció bastante rápido, aun si en su intención la invasión tenía un carácter religioso o hasta cósmico. Pero era en efecto esta creencia la que daba cuenta del comportamiento de los incas y aztecas. Pues en última instancia fue la crueldad de los conquistadores lo que quebrantó sus primeras creencias: su frenesí al ver el oro, si brutalidad, su crueldad en los combates, su comportamiento después de la batalla, pero sobre su capacidad de infectar y enfermar a sus enemigos. En América, el traumatismo de la conquista se acompañó de matanzas, a las que se pudo calificar de genocidio, sobre todo en las islas, algunas de las cuales fueron totalmente despobladas. Ahora bien, parece ser que el choque microbiano haya sido en efecto el elemento principal de aquél “desastre demográfico”. No se debe perder de vista el continente africano en todo este proceso de sometimiento y crueldad, pues la trata de negros marcó la imaginación de las sociedades: la de los africanos trasplantados a las Américas, desde luego, pero también la de los europeos, quienes después alimentaron una culpabilidad, un poco tardía, es cierto, pero que empezó a manifestarse desde el siglo XVIII. Lo que es resultado de los europeos, y sólo de ellos, es el deterioro de la suerte de las víctimas. En las sociedades del África Atlántica los esclavos no estaban especialmente destinados a las tareas repulsivas o inhumanas, desde luego en el momento de su captura hasta su compra, en su calidad de “extranjeros”, padecían un trato discriminatorio, pero posteriormente sus descendientes vivían como los campesinos de la Edad Media occidental, en la tierra de sus señores.
La agravación de la suerte de los esclavos se dio posteriormente, por etapas, en forma inexorable. Y después, del terror del viaje y de los malos tratos padecidos en las Américas, África quedó en las memorias como un paraíso perdido. En África negra, al igual que en México y o en los Ande, la existencia de estados organizados fue desde luego el origen de una resistencia a la ocupación extranjera, que se tradujo en combates, finalmente funestos, pero se comprueba sobre todo que son las formaciones estatales menos elaboradas, menos centralizadas las que, a más largo plazo, se opusieron con mayor continuidad a los europeos. Lo que significa también que exigían verdaderos estados, o por lo menos estructuras que jugaban ese papel, algo que pretende ignorar la tradición colonial. Por otro lado se debe analizar a los movimiento de independencia-colono, puesto que a diferencia de los movimiento s de liberación de la segunda mitad del siglo XX, la primera descolonización se llevó a cabo por iniciativa de los propios europeos, dicha de otra manera, de los colonos que vivían al otro lado del mar: la Independencia de los Estados Unidos, en 1773, la de las antiguas colonias españolas y luego la de Brasil, deben poco a las poblaciones indígenas sometidas por esos colono; sólo en Haití, una población esclavizada se liberó sola, al mismo tiempo de la metrópoli y de los colonos. Otro rasgo que merece ser analizado es aquellos acontecimientos de América entre 1774 y 1783 son denominados tanto la Independencia de Estados Unidos, como la Revolución Americana. Por su parte los colonos ingleses, cuya identidad americana no dejaban de afirmarse, expresaban sus quejas con tanta más fuerza cuanto que aumentaba su poder económico y se desarrollaba su capacidad de utilizar el derecho para su defensa. Un segundo punto importante es que en Inglaterra había quienes se declaraban a favor de los colonos, en nombre de las libertades, considerando que la Corona estaba dejando que las victorias se le subieran a la cabeza y se mostraba cada vez más arrogante con respecto a los derechos de los ciudadanos. Para prevenir el eventual separatismo de las
colonias, había que hacer concesiones a sus habitantes, ingleses en esencia. En Sudamérica, el movimiento de los colonos obedece en parte a motivaciones similares a las de los colonos de América del Norte. Pero aquí el dominio radical tuvo un papel esencial: donde los indios amenazaban mas, los paladines de la independencia fueron menos seguidos, mientras que el impulso principal para una pugna de intereses con la metrópoli se sitúa precisamente donde casi no había indios, en el Río de la Plata y en Venezuela. Los colonos estaban acostumbrados a violar las leyes, “Obedezco pero no Cumplo”. La hostilidad no dejaba de aumentar entre los criollos y los peninsulares – los “metropolitanos”- y surgía el antagonismo de los propietarios patricios hacia los funcionarios necesitados que venían a imponerles la ley. Cuando en España estallan movimientos liberales que pueden amenazar la hegemonía de los colonos, éstos reaccionan y se unen muy normalmente a un oficial criollo, Agustín de Iturbide, que había aplastado a Morelos, proclama el Plan de Iguala, llamado de las Tres Garantías (independencia, unidad en la fe católica, igualdad entre los peninsulares y criollos). Se trataba en efecto de un movimiento de independencia- colono. La situación en Sudáfrica presenta el rasgo original de que los propios colonos fueron los que iniciaron la reactivación imperialista de los años 1877 – 1901 y de los conflictos internacionales que se aunaron a los antagonismos locales. Al principio la Sudáfrica británica era vecina de la Repúblicas bóers y de las comunidades africanas. Una situación que conjugaba las dificultades enfrentadas en Canadá (la presencia de extranjeros franceses), en Nueva Zelanda (la resistencia maorí), en Irlanda (la oposición entre dos confesiones). En lo esencial esta Sudáfrica constaba de dos colonias, El Cabo y Natal, que no tenían el mismo grado de autonomía. Más adelante fue la presión de los colonos del Cabo la que, a partir de 1877, desencadenó una mecánica de conflictos casi ininterrumpida. Sin embargo, en Sudáfrica, el nacional-colonialismo había dado origen a la independencia, fase última del imperialismo. Muchos
años habrían de transcurrir antes de que los negros vieran reconocer sus verdaderos derechos y de que Rhodesia recuperara el nombre del antiguo reino que había preexistido a la llegada de los europeos y de Cecil Rhodes: Zimbabwe. Los movimientos de liberación - siguiendo la línea que vinimos desarrollando- también se apoyaron en Iglesias o en partidos que a veces se hacían competencia, con un objetivo común, la Independencia. Unos se pretendían revolucionarios tanto como nacionalistas: como el Viet Minh, que predominó en la medida en que ninguna fuerza religiosa – ni los caodaítas, ni los cristianos- podía rivalizar con él. Además después de 1949 se adhiere a la China comunista. Por el contrario, cuando la religión es preeminente, como en la India o en Birmania, hasta en Filipinas y en el Magreb, las probabilidades de las fuerzas revolucionarias son muy escasas, o inexistentes; sobre todo en donde reina el hinduismo que, además, oculta su bandera tras el patriotismo y la democracia. En el medio se encuentran también aquellos países, como Indonesia, en los que el comunismo y el Islam son poderosos y se combaten. Por otro lado, la humillación padecida por occidente durante las victorias obtenidas por Japón debía marcar fuertemente a las poblaciones coloniales y estimularlas para las luchas posteriores. En las Filipinas, fueron testigos de la horrible Marcha de la Muerte (1941) que la autoridad militar japonesa impuso a los prisioneros estadounidenses, que murieron entonces de agotamiento ante espectadores apiadados. Dos rasgos caracterizan entonces a la política colonial nipona, que actuaba en nombre de “esa misión sagrada”, la esfera de “coprosperidad” y de liberación de los pueblos sometidos a Occidente: primero, una puesta al servicio de la guerra; luego, una política de integración militar y económica que daba la espalda a la esperanza de independencia que podían alimentar los pueblos colonizado, sobre todo aquellos indonesios que habían acogido a los japoneses como libertadores. En vísperas de su derrota, sintiéndola llegar, los japoneses habían proclamado la independencia de las antiguas posesiones europea, mas no de Taiwán ni de Corea.
Entonces la descolonización ese “cambio de soberanía” no tuvo como dato exclusivo la lucha de los pueblos por su liberación. A partir del siglo XVI, en el momento de la primera expansión europea a las Américas, existieron, en las metrópolis, movimientos contra la trata y la esclavitud. Indirectamente las rivalidades entre potencias pudieron ayudar asimismo a los pueblos y naciones a aminorar la opresión de los estados colonizadores. Como última instancia de análisis en el siglo XX, observamos las mismas circunstancias, en otras formas, desde luego – pero sobre todo son las presiones exteriores de los dos Grandes, después de 1945, las que contribuyeron al final de la época de las colonias. Así en la antigua URSS, la explosión de los años 1989-1991, constituyó uno de los datos de la crisis del régimen. El papel de los movimientos de resistencia al dominio colonial varió según los periodos de la historia; vivos, durante la conquista, tanto en áfrica negra, como en Vietnam, pudieron suavizarse al capricho de las políticas por los conquistadores; gracias a los efectos de la evangelización; y luego pudieron renacer con fuerza, sobre todo inmediatamente después de la segunda guerra mundial, cuando empezó una especie de segunda ocupación colonial, más preocupada por la rentabilidad y controlar de cerca todos los aspectos de la producción agrícola, un cambio particularmente claro en los países tropicales: en Kenia, Malasia, etc. En el Magreb francés, fue más bien la decepción política de los árabes, mal recompensados por su fidelidad durante las dos guerras, lo que reanimó un nacionalismo que se podía considerar en vías de extinción pero, a decir verdad, jamás apagado, y que la resistencia de los colonos a toda reforma política reactivó a partir de 1945.
Torres Álvarez, Gustavo Javier
L.U.: 710.998