KLEZMER LOS SONIDOS DEL IDISH
(Disertación de Iosl Wakstein el día Martes 19/9/06 en la sala Borges de la Biblioteca Nacional, en el marco de Buenos Aires ídish.)
Supongo que un título como el de esta exposición despierta muchas expectativas, como por ejemplo la de escuchar una síntesis de todo lo que puede incluirse dentro del acervo de la vida vida musi musica call que que el pueb pueblo lo judí judío o de Euro Europa pa Cent Centra rall y Orie Orient ntal al ha ido ido transmitiendo de generación en generación, algo de lo que luego también disfrutamos en Buenos Aires. Expectativas tales, sin duda, son justificadas en vista del título de mi charla. En principio quisiera destacar lo significativo que es que se convoque a alguien para hablar de Klezmer, creo no equivocarme si afirmo que es la primera vez, por lo menos en este auditorio de la Biblioteca Nacional. Asimismo que se elija a un Klezmer para esta tarea también es significativo. A los Klezmorim (plural de Klezmer) sólo se nos pedía que hagamos música, y a ninguno se le hubiera ocurrido hablar de ella, que se hacía sólo para glorificar a Dios bailando y cantando. El lenguaje humano es finito, compuesto por un número limitado de signos y de combinaciones. La pregunta es si estas combinaciones pueden representar al universo que está a nuestro alrededor. La respuesta es negativa. Por otro lado los Klezmorim tenemos clara conciencia de la limitación de las palabras, por eso decimos que en el comienzo fue la torá, la Biblia, cantada, luego seguida por la torá oral y mas tarde la escrita. Podemos afirmar sin temor de sacrilegio que Dios es sonido y como mas tarde diría Charles Ives que “algún día volveremos a comunicarnos a través de la música, con sonidos, en vez de con palabras habl hablad adas as”. ”. [Cha [Charle rless Ives Ives en el recu recuer erdo do de Vivi Vivian an Perli Perlis, s, Edit Editor oraa Dist Distrib ribui uido dora ra Argentina, Buenos Aires, 1977.] Trataré no obstante de arrojar alguna luz sobre Klezmer, la música del idish. Y por ahora no tengo alternativa debo recurrir a las palabras. Klezmer, el término con que en el idioma idish se designa a los músicos proviene de dos palab palabras ras del hebreo hebreo antigu antiguo. o. Kli (instr (instrume umento nto,, recipi recipient ente, e, vasija vasija)) y zemer zemer (canto, (canto, alabanza). Podemos intentar varias respuestas al porqué mis antepasados usaron esta palabra para designar a sus músicos. Kli, recipiente es una palabra muy usada en el lenguaje de la Biblia y de la cábala. En la visión cabalística de la creación del universo se cuenta de la explosión de una poderosa energía sonora inicial, flujo divino que necesi necesitó tó ser recibido, recibido, contenid contenido o en algo. algo. Este Este algo, algo, los keilim, keilim, tomó tomó la forma forma de receptáculos receptáculos,, ánforas ánforas metafísicas, metafísicas, sobre las cuales se derramó derramó este flujo. Sin embargo, embargo, estas ánforas no resistieron la intensidad de esta energía y algunas se fueron rompiendo dando lugar a un fenómeno llamado la destrucción de los keilim o receptáculos y a la dispersión de gran gran parte de los sonidos-vibraciones-chispas sonidos-vibraciones-chispas de energía divina divina que aun siguen siguen buscando un recipiente. El encuentro encuentro total daría lugar finalmente a la redención redención del universo. También hay leyendas jasídicas en torno a la creación del hombre como un receptáculo; una vasija, en la cuál luego Dios introdujo el alma. Se dice también que el alma es la melodía que va trabajando y puliendo el recipiente para que en este resuenen mejor los sonidos divinos. Somos resonadores. A la palabra zemer además de alabanza, canto, hay que sumarle el significado del verbo lezamer, que se traduce como podar, afeitar; esto es: quitar las cáscaras, las klipot, de la vasija vasija para que esta tenga una una mejor resonancia. Siguiendo con la etimología de la palabra klezmer, les cuento que zemer corresponde a un nivel de canto o alabanza superior. En hebreo hay cinco palabras para indicar canto: nigún, riná, shirá, zemer y kol, y cada una corresponde a
1
uno de los cinco niveles del alma según la cábala: nefesh, ruaj, neshume, jaiá y iejidá. El alma se va elevando y en cada nivel se eleva también la melodía. Zemer corresponde a jaiá cuarto nivel de alma, que según los conocedores de la cábala corresponde a un superior grado de alabanza a Dios en agradecimiento por las maravillas sobrenaturales. Por eso en los salmos se usa shirulo, de shir y zamrulo de zemer que se traduce cantemos y alabemos como aproximación. Por lo tanto klezmer es una vasija o instrumento de alabanza especial o superior, y así se dice músico en idish. Esto nos muestra entre otras cosas la importancia del klezmer en la vida de los judíos de la Europa central y oriental. No existiría el judaísmo sin la música. Se hace música cuando se estudia la Biblia, la cábala, en los rezos, en los nacimientos, en las ceremonias del paso del niño al adulto a los trece años, en los casamientos, en los entierros, en todas las festividades, en fin…en todo momento. Para el judaísmo, somos a imagen y semejanza del creador sonido y transmisores de sonidos. Dios es sonido. Por eso el shemá, la escucha, es la oración más importante del judaísmo. Hoy sabemos la importancia del oído, sus funciones en el equilibrio, como también que lo que escuchamos se irradia en otras zonas del cerebro distintas a las que se irradia lo que vemos. La escucha es para la cábala un atributo femenino, la vista, masculino. El campo de la visión es la superficie, el ojo palpa planos. El ser vidente analiza, descompone en partes. El ojo es más exacto, como un bisturí. El ámbito de la audición es la profundidad, el oído es como el caracol símbolo de la concepción y el acogimiento. En el amor escuchamos con los ojos cerrados. Solamente se escucha al tú desde la alegría, pues si en nuestros oídos resuenan nuestras penas solamente nos escuchamos a nosotros mismos. De aquí la obligación de la alegría. Somos lo que escuchamos, y lo que debemos escuchar nos lo dicta la oración del shemá: reconocerás a Dios en todos tus momentos: a la mañana, a la noche, cuando caminamos, cuando nos sentamos, en las puertas de nuestras casas y habitaciones; en cada instante de la vida cotidiana como para que no nos olvidemos. “Tus leyes son canciones para mí” canta el Rey David (salmos 119:54) y aparecen con reiteración en esta música la esperanza, el anhelo de paz y justicia, la alegría, el humor, en fin todos los valores de la cultura del idish. Por todo esto sostengo que el mayor error en una aproximación al klezmer sería separar demasiado ingenuamente a la música de sus connotaciones socio-culturales. La filosofía socio-cultural del judío de Europa central y oriental (como un fenómeno histórico continuo) es imprescindible e importante para cualquier especulación crítica inteligente que aborde la música emanada de ella. Creo que es evidente que esta música no puede ser completamente entendida sin prestar atención a las actitudes que la produjeron. Ella nos esta contando toda la historia de persecuciones, odio, exilios, guerras de esta población. En sí cuando analizamos una melodía no podemos dejar de lado que cada nota significa algo que está mucho más allá de la notación musical. Los llantos, las risas, los gritos, los rezos no son musicales pero son música y música bastante excitante. Los chillidos del klezmer sólo son música una vez que uno entiende la actitud emocional que impulsa a crear música. Esta actitud, previa a la expresión en sí, es real y es el aspecto más singularmente importante del Klezmer. Estas actitudes son partes indisolubles de la biografía histórica y cultural de este pueblo; tal como ha existido y se ha desarrollado desde que hubo judíos en Europa, siglo 7mo antes de nuestra era; y una música que pueda asociarse con ellos no existe ni ha existido en ninguna otra parte del mundo. Mezclando lo sagrado y lo profano, lo real y lo milagroso, la vida transcurría entre la miseria, las persecuciones y la obligación de la alegría. Las notas significan algo; y ese algo es, al margen de sus consideraciones estilísticas, parte de la psique judía que ha dictado las varias formas de esta cultura del idish. No es posible entender al klezmer con los standards de la música occidental, ya que el klezmer en sus más profundas manifestaciones es completamente antitético con
2
tales standards; de hecho, con bastante frecuencia va directamente en contra de ellos. La estética del klezmer, para ser completamente entendida, debe ser vista lo más cerca posible de su contexto humano. Los catalizadores y la necesidad de la música klezmer deben ser entendidos como si existieran antes de ser expresados como música. La música es el resultado de la existencia que precede a la expresión, el resultado de la actitud y la postura. De esta manera los judíos de la cultura del idish produjeron el klezmer y los otros pueblos no, debido a la forma peculiar de estos judíos de ver el mundo. La música klezmer es esencialmente la expresión de una actitud, o un cúmulo de actitudes acerca del mundo, y sólo secundariamente una actitud acerca del modo como la música se produce. Nos dice el Rabino Abraham Joshua Heschel “El estilo de vida de un pueblo es más importante que el estilo de su arte. Lo esencial no es la expresión, sino la existencia misma, fuente de la expresión. La clave de la fuente de creatividad está en el deseo de unirse con lo espiritual, de aproximarse a lo depurado, y no precisamente en la aptitud para expresarse.”[Abraham J. Heschel, El judío de Europa oriental, Editorial Pardes, 1986] Estos judíos tocaban klezmer de la misma forma que mucho antes habían cantado en la sinagoga o habían tocado el shofar (cuerno de carnero) en el desierto, porqué el hacer klezmer era una de las escasas áreas de la expresión humana asequible para ellos. El klezmer les sirvió para no perder su autoestima, como dirían los sicólogos; para exteriorizar su despecho, su dolor, su impotencia y reírse de si mismos y de todo. Como dijo Woody Allen “¿Suicidio? No puedo entenderlo. ¡Cómo podría entenderlo! En Brooklyn, de donde yo provengo, todos eran demasiado infelices para suicidarse”. El humor, el amor y la no violencia son las fibras con la que se teje esta música. Música klezmer se le dice por extensión hoy en día a toda la música de los mas de 1000 años de cultura del idish, la música instrumental celebratoria, la del teatro y la jasídica; solo queda afuera la música litúrgica propiamente dicha. Es una matriz histórico musical que contiene secretos que los que la tocamos, bailamos o cantamos aún no hemos descubierto. Sus sonidos son una mezcla de los aires de todos los pueblos, de esa gran zona de Europa: polacos, rusos, ucranianos, búlgaros, húngaros, lituanos, alemanes, turcos, griegos y especialmente gitanos, filtrados y fusionados por el alma judía.* También a consecuencia de las grandes migraciones judías hacia América (1850 en adelante) tiene el klezmer algún ingrediente del jazz. Para aproximarnos un poco más a la vida de estos músicos, aparte de las pinturas de Marc Chagall, tenemos la suerte de contar con una crónica del escritor Joseph Roth, fruto de un viaje hecho por el autor recorriendo esos pueblos en 1926 y nos dice lo siguiente: “En el Este hay, de hecho, buenos músicos judíos. Es un oficio hereditario. Músicos individuales lo elevan a un gran prestigio y lo llevan a una fama que alcanza hasta unas cuantas millas de su ciudad natal. Los auténticos músicos no tienen mayor ambición. Componen melodías que, pese a no tener ellos la menor idea del solfeo, transmiten a sus hijos varones y, a veces, a grandes porciones del pueblo judeo-oriental. Son los compositores de las canciones populares. Cuando mueren, la gente sigue contando anécdotas de su vida al cabo de cincuenta años. Pronto se olvida su nombre, pero sus melodías se cantan y recorren el mundo poco a poco. Los músicos son muy pobres, ya que viven de alegrías ajenas. Se les paga miserablemente y se sienten contentos cuando pueden llevar a la familia alguna buena comida y pan de especias. Reciben propinas de los invitados ricos para los que tocan. Conforme a la implacable ley del Este, todo hombre pobre, y por lo tanto también el músico, tiene muchos hijos. Eso es malo, pero también bueno, pues los hijos varones se hacen músicos y forman una “orquestina” que obtiene ganancias tanto mayores cuanto más grande sea y cuyo renombre se extiende tanto más cuanto más numerosos sean los portadores de ese
3
nombre. Algunas veces un descendiente tardío de esa familia se asoma al mundo y se convierte en un célebre virtuoso. En occidente vive más de uno de tales músicos, cuyo nombre sería ocioso mencionar, no porque el hacerlo les resultara a ellos violento, sino porque sería injusto respecto a sus desconocidos abuelos, los cuales no necesitan que su grandeza se vea confirmada por el talento de sus nietos.” Por décadas pareció que el klezmer podía esfumarse y convertirse en una cultura de museo. El renacimiento del klezmer está ahora solidamente establecido. Se puede encontrar una selección respetable de discos klezmer en la sección de “música mundial” de las grandes casas de venta de discos, cuando sólo hace unos veinte años eran inhallables, y esta música llena de alma, se ha convertido en crecientemente familiar para auditorios de muy diferentes proveniencias. En los últimos años el renacimiento del klezmer fue especialmente fuerte en audiencias de jóvenes, de tono “alternativo” y de lo que se ha dado en llamar contracultura. A Buenos Aires llegaron muchas familias con sus instrumentos y su música. Finalmente deseo rendir homenaje a aquellos maestros, de bendita memoria, que habiendo nacido en Europa en los principios del siglo xx trajeron a estas tierras el klezmer: Lázaro Vigoda, Sam Liberman, Salik Rostein, Leo Feidman, Salo Salter, Isidoro (Ichu) Schraiber, entre otros.
4