xupúp. Esta invitación va precedida de otra, Sursum corda, y las dos veces, a diferencia de un simple Oremus, se le asigna al pueblo su fórmula de contestación: Habemus ad Dominum y Dígnum et iustum est. 49 S e trata de u n caso paralelo cuan d o se en com ien d a u n a in ten ción a un sacerdote recién ordenado p ara su prim era m isa o ;i un n iñ o p ara su prim era com unión ; o cuando T ertuliano (De b a p t. 20: C SEL 20, 218) ru ega a los can d id atos a l bautism o que híU>i:i instru id o que se acordasen de é l e n la prim era oración que rezasen los neófitos públicam en te e n la iglesia in m ed iatam en te después il«» bu bautism o.
2.
C om entarios
EL DIÁLOGO DE INTRODUCCIÓN.
a n tiq u ísim o s al
«S ursum
123-125
757
corda »
12)5. En este diálogo introductorio poseemos una de las pocas reliquias de la tradición cristiana más antigua1. Ya San Cipriano comenta el Sursum corda interpretándolo como la disposición del alma con que el cristiano debe empezar sus oraciones, apartando de sí todo pensamiento carnal o mun dano para dirigir su atención únicamente al Señor23. San Agustín habla repetidas veces del Sursum corda. Para él, es tas dos palabras son la expresión exacta de la postura cris tiana. Le recuerda aquella otra exhortación que San Pablo dirige a los que han resucitado con Cristo: quae sursum sunt q u a e r i t e Cristo, nuestra Cabeza, está en los cielos; allí deben estar, por tanto, también con El nuestros corazones. Ya están allí por la gracia de Dios; y la alegre confianza, expresada en la respuesta de los fieles: Habemus ad Dominum, es, según San Agustín, el motivo que impulsa al sacer dote a seguir con el Gratias agam us45. Es cierto que nuestros pensamientos no pueden estar siempre con Dios; por eso, como dice otro comentarista, nuestros corazones deben estar con El por lo menos en esta hora augustatf, conforme lo afir man nuestros labios. 1 Cf. m ás arriba I. 12 30. 2 S an C ip r ia n o , De dom. or., c. 31: C SEL 3, 289: Cogitatio om -
nis camalis et saecularis abscedat nec quicquam antmus quam id solum cogitet quod precatur. Ideo et sacerdos ante orationem praefatione praemissa parat fratrum mentes dicendo: Sursum corda, ut dum respondet plebs ; Habemus ad Dominum, admoneatur nihü aliud se quam Dominum cogitare posse. 3 Col 3,1. 4 S an A g u s t ín , Serm. 227: PL 38, llOOs. E n R oetzer , U 8 s, se en cuentran registrad as n u eve referen cias m ás con un etc. S a n A gus tín n o in terp reta siem pre la p alab ra Dominus (com o tam poco e n el Dominus vobiscum) d e C risto; p. e.1., serm . 6, 3, D en is, e n Miscell. Aug., i, 30s : Quid es Sursum cor? Spes in Deo, non in te. Tu enim deorsum es, Deus sursum est. Con sem ejan te in sisten cia que S a n Agustín, S an Cesáreo de A rlés hab ló d el Sursum corda en su s h o m i lías; véan se Sermones, ed. M orin, en los índices, p. 999. E xplica, p. ej., el Sursum corda por F il 3,20; Serm. 22,4 (M orin 97). 5 S an C ir ilo de J erusalén , Cat . myst., V, 4 (Q uasten , Mon., 99s). La exh ortación d e separarse de los fbojnxai cp^oviiosc que S a n C i rilo en cu en tra e n e l "Avio xas xppSíaC, se exp resa m ás tarde en e l him no de los querubines que acom p añ a la en trad a m ayor d e la li turgia bizan tin a (B rig htm a n , 377). D e tiem pos posteriores n o s sea perm itido llam ar la aten ción sobre e l B eato Enrique S u són , que c a n taba en la m isa con esp ecial fervor e sta s palabras. Y cu an d o se le preguntaba por qué h a cía esto, dijo que con esta s p alabras e x hortaba a tod as las criaturas del cielo y de la tierra, sin tién d ose como e l prim ero de ellas en can tar las alab an zas de D io s; pero adem ás in vitab a a todos los corazones cau tivos por e l am or h u m a no a que, d ejando su am or perecedero, am asen a D io s- y diio f i n alm en te que era un llam am ien to a aquellos hom bres m m ortificados, cuyo corazón n i pertenece en teram en te a D ios ni a las cria-
TR. II, P. II, SEC. n . — «CANON ACTIONIS»
758
O r ig e n
pr ec ristia n o del
« G ratias
agamus »
126. Desconocemos el verdadero origen del Sursum cor da ®. En cambio, el Gratias agamus iniciaba ya la acción de gracias en el culto judío*7, en el que fué también corriente usar como contestación el Dignum et iustum e s t 8. En gene ral, tales aclamaciones tenían su importancia en la cultura antigua. Correspondía al pueblo legítimamente reunido el confirmar con su aclamación una decisión importante, una elección, la toma de posesión de un cargo o el desempeño de una XstToupfía 9. Al lado de la fórmula usada ordinariamente a^ioq, se leen también otras expresiones, como Aequum est, iustum e s t 10; Dignum est, iustum e s t 11. El
se n tid o auténtico de tales aclamaciones
Tales aclamaciones del pueblo estaban en consonancia con la constitución de la Iglesia y la naturaleza de su culto divino. Es la asamblea eclesiástica la que quiere honrar a Dios; pero lo hace por medio de su representante, autoriza do para ello por elección divina, el sacerdote o el obispo, que está a su frente. La Iglesia no puede ni quiere actuar sino tu ras; Vita, I, 9 (Des Mystikers H. Seuse deutsche Schrijten , ed. N. H eller üR atisbona 19261 p. 29s). 0 A son an cias bíblicas se pued en encon trar en Jn 11,41; Col 3 , l s ; esp. Lam. 3,41. A. B aumstark (Wege zum Judentum des neutesta mentlichen Zeitalters: «B onner Z eitsch rift f. T h eologie u. S eelsor ge», 4 [19271 33) llam a la aten ción sobre una fórm u la de la litu r gia sam aritan a en que p ara algu n os p asajes p rin cip ales d e la ora ción se in vitab a a los reunidos a levan tar los brazos. U ltim am en te, sin em bargo, se in clin a m ás bien a suponer un origen h elen ista , y sospecha que e l saludo a l p rincipio de la oración se com binaba u nas veces con el Gratias agamus y otras con e l Sursum corda, h a sta que, finalm ente, se usaron am bas exh ortacion es ju n ta s (B aum stark , Liturgie comparée, 97). En cam bio, A. R obinson cree que la expresión Sursum corda es propia de la len gu a la tin a ; cf. la ob servación de R. H. C o nnolly , en «The Journal o f th eol. studies», 39 O.938) 355. En S an H ipó lito (Trad. Ap. [D ix , 50sl), a la acción de gracias correspondiente a u n a ágape no precede m ás que el Dominus vobiscum y e l Gratias agamus, advirtién d ose que e l Sursum corda se reserva para la acción de gracias que con tien e el sacrificio eucarístico. A parece, pues, com o in ten sifican d o y enri queciendo la idea d e l Gratias agamus. 7 Cf. m ás arriba I, 12 *l. 8 C omo una confirm ación parecida a l Amen que se usaba en el Schema ' de la oración m a tu tin a : emet wayazib (I. E lbogen , Der jüdische Gottesdienst, 22s 25). 9 E. P eterson , EtqO-soq, 176-160; T h . K lauser , Akklamation : RAC 1, 216-233. Así en la elección del em perador G ord ian o; Scriptores hist Aug., G ordiano, c. 8 (ed. D idot , 501); P eterson , 177. Cf. la lisia de las acclam aciones en K lauser , 227-231. i» A m bas fórm ulas en la elección d el Obispo de H ipona (S an A u g ü s t in o , Ep. 213: CSEL 57, 375s).
2.
EL DIÁLOGO DE INTRODUCCIÓN-
126-127
759
por medio de é l; así lo expresa la comunidad por su aclama ción. Pero tampoco el sacerdote por su parte quiere presen tarse ante Dios como un particular y en privado, sino como el intérprete de la comunidad ,2. Lo manifiesta el diálogo entre él y la asamblea como comunidad jerárquicamente or denada; y lo hace precisamente en el gran momento en que ha comenzado la oración eucarística y se va a ofrecer el sacrificio. Así indica de una vez que la acción que emprende ahora toda la comunidad es digna y justa 1314. ¿ P or
qué no se vuelve el celebrante
AL «DOMINUS VOBISCUM»?
127. Oído esto, no hace ya falta probar que el pueblo pronunciaba efectivamente estas contestaciones. Además de que nos lo han dicho claramente en los testimonios aduci dos Nota característica de este diálogo introductorio es que el sacerdote al pronunciar el Dominus vóbiscum no se vuelve al pueblo, como suele ser costumbre, sino lo pronuncia de cara al altar 15. Aparece aquí un delicado sentido de urba 13 Of. S an C risòstom o , In II Cor., hom . 18: P G 61. 527: «No es solam en te el sacerdote el que se en carga de la acción de gra cias, sin o que e l pueblo lo h ace con él». i» P eterson (1. c., 179) sospecha que, a m ed id a que se iba m a n i festan d o en la E ucaristía la idea d el sacrificio, se destacab a m ás su carácter jurídico, y con él la necesid ad d e u n a m ayor partici pación d el pueblo por m edio de las aclam aciones. T am b ién E lfers (270, n o ta 84), llam an d o la aten ción sobre C lemente de A lejandría (Strom., V II, 6) y S an I reneo (Adv. haer., IV, 18, 4 [al. TV, 31, 4; H arvey, II, 205]) in siste en que se consid erab a la E u caristía com o un «acto del deber y de justicia». C f. la exp licación eme S an C ir il o de J erusalén fCat. m yst, V, 5 [Q uasten , Mon., ICO]) da d el ”A£iov v.a\ otxoítov: «Cuando nosotros dam os gracias, hacem os una cosa con ven ien te y ju sta ; El, e n cam bio, no h a obrado con ju sticia, sin o en cim a de tod a ju sticia al hacern os su s m ercedes y con sid e rarnos dignos de bienes ta n grandes» (an tes hablaba d e la red ención y la filiación divin a). E l deber de dar gracias se subraya ya en 2 T es l,3ss. 14 Cf. m á s arriba 125. S an C risòstom o , De s. Pentec., hom . 1, 4 : PG 50, 458s; De poenit, hom . 9: P G 49, 345; B r ig h tm a n , 473s . Cf. las palabras de alien to p ara los n eófitos algo tím idos con que S a n A gustín acom paña la exp licación del Sursum corda (Sentito, D en is 6, 2: PL 46, 835; R oetzer, 119): hodie vobis exponitur, quod audistis et quod respondistis ; aut forte, cum responaeretur, tacuistis, sed quid respondendum esset hodie, herí didicistis. E l uso g e n eral d e e sta co n testa ció n a testig u a S an A g u s t ín , De vera reli gione, c. 3, 5 : PL 34, 126 : en todo e l m undo con testan diariam en te los hom bres con esta s palabras. -15 No e s así en la litu rgia bizan tin a, donde el saludo ten ía la form a m á s solem n e de 2 Cor 13,13 (véase arriba a con tin u ación ), e iba acom pañado por u n a cerem on ia d e bendición (B r ig htm a n , 384). E l sacerdote e stá con la cara al pueblo d icien d o e l ,fAo>v a^ùjyiev x«<; xapòfo;; sólo el x $ xupíco se dice «hacia O riente» (H o r n y k e w it sc h , 76),
760
TR. II, P. II, SEC. n . — «CANON ACTIONIS»
nidad en las formas exteriores, tan propio de la cultura an tigua; una vez iniciada la acción sagrada ante Dios sería poco respetuoso dar la espalda al altar16. Pero es que esto además supone que para aquel momento se consideraba ya empezada la acción sagrada, como es evidente en la misa la tina, para la que poner las ofrendas sobre el altar es el prin cipio de la misa sacrifical, al contrario de la liturgia bizan tina, que no la considera empezada sino con la misma ora ción eucarística 17. El vivo sentido por las formas exteriores que tiene el hombre antiguo se refleja también en los ade manes que acompañan las palabras, pues se manda al sacer dote que, al invitar a la comunidad que eleve los corazones, él mismo levante sus brazos1S19, y que desde este momento que dan en la actitud de orante: la postura de oración en la Iglesia antigua. El
diálogo introductorio e n
otras
LITURGIAS ANTIGUAS
128. Con especial esmero se ha conservado el espíritu de la antigua Iglesia en la sencillez de los textos de este diálo go, que se encuentra casi al pie de la#letra en San Hipólito u\ Faltan las añadiduras y ampliaciones con que en otras litur gias se ha querido suavizar el estilo cortante de las invita ciones. El saludo es, como siempre, el sencillo Dominus vobiscum. Entre las liturgias orientales, la única que conserva al principio del diálogo una parecida sencillez es la egipcia: 'O xóptoq ¡xerd návrwv ( üjjloív); todas las demás usan la tri ple bendición del Apóstol (2 Cor 13,13), que modifican y recargan de modo diverso20. También el Sursum corda ha pasado por varias ampliaciones en las distintas liturgias21 18 Cf. D ölger , Sol salutis, 322. P erfecta com prensión d el s e n ti do de e sta prescripción dem u estra A malario , De eccl. off., III, 9 : PL 105, 1116: Ibi iam occupati circa altare... Nec debet arator dignum opus exercens vultum in sua terga referre. C f., en cam bio, L e brón (Explication, i , 335s), que n o se exp lica e sta excep ción sin o su poniendo que e n otro tiem po e n e ste sitio de la m isa ya se h ab ía co rrido la cortin a que separab a e l presbiterio d e la n ave, 17 C f. m ás arriba la n o ta 15. 18 C f. e l rito bizantino, donde e l "Avu) o-/di|i3v t¿ q xapoíctQ v a acom pañado de la rúbrica osizvúujv ¿í\loc zf¡ '¿ eip í (B rightm an , 384). 19 Cf. m á s arriba I, 30. 30 H. E ngberding , Der Gruss des Priesters su Beginn der Eucharistia in östlichen Liturgien ; JL 9 (1929) 138-143. La tran sform a ción m ás im portan te e s aquella que pone a l principio e l m iem bro que se refiere a D ios P a d re: fU ó . ^ á n y i x o ü xoptou x o 't n a x p ó z , r¡ yápis.Esta form a se fu é exten d ien d o desde Jeru salén . U n a red acción se m ejante con tien e el Missale mixtum m ozárabe (PL 85, 546 B ).— B aumstark , Liturgie comparée , 89s. 21 En las litu rgias sirio -a n tio q u en a s: y’Ávw
2.
EL DIÁLOGO DE INTRODUCCIÓN.
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761
lo mismo que el G ra tia s a g am u s , con su respuesta, aunque en menor grado. Por eso en la última exhortación que anun cia el tema de la suprema oración eucarística, las pocas va riantes que en algunos sitios lograron imponerse son tanto más significativas. En la liturgia jacobita de los sirios occi dentales aparece el motivo del temor: «Demos gracias a Dios con temor y con temblor» 22. La misa sirio-oriental alude al carácter sacriflcal de la acción de gracias: «Ahora se ofre cerá el sacrificio a Dios, Señor del universo», a lo que se da la respuesta conocida del «es digno y justo» 2*. La liturgia mozárabe junta a la invitación una confesión de la Santísima Trinidad24, como lo hace también la bizantina en la respues ta del pueblo25. Avisos
p r e v io s
129. En muchas liturgias orientales precede al diálogo introductor una llamada de atención del diácono, en que se exhorta a los fieles a tomar una postura reverente y a seguir la ceremonia con atención: Sx(5)p.ev xaÁox;, arccí)|iev jieta cpo'Poy. icpo^ycojiev -y¡v áfíav ávacpopáv ev 7tpoc;a óiiooúaiov xai ayójpiaxov. 26 A sí .en la m isa b izan tin a (B rightm an , 383). E n la s d em ás litu r gias sirias e sta fórm u la h a exp erim en tad o varios cam bios. M uy a m pliada se en cu en tra e n la s m isas sirio-orien tal y arm en ia (B r ig h t man , 282 434s). E n la litu rgia egip cia debió en trar sólo m á s tard e y no en tera, con form e lo dem u estra tod avía e l tex to griego en tre lo s
TR. II, P. II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
762
Iglesias sirio-occidentales se encuentra una exhortación pa recida ya por los siglos iv y v, apoyada por una serie de ad vertencias del diácono para evitar que se quedasen los que eran indignos de asistir a la acción sagrada*27. Nos encon tramos en este lugar con la antigua Tcpoppvjotq, la praefatio en el sentido que le da San Cipriano 28. El ósculo de paz, que en las liturgias orientales precede inm ediata29 o media tamente al diálogo y también a la exhortación del diáco no, reviste, sin duda, el papel de una garantía de que todos se consideran preparados para la acción sagrada. E l «P er
om nia saecula saeculorum »
130. En la liturgia romana, en la que no s»e ve tan di recta la intervención del diácono, se desconocen todas estas advertencias preliminares. El sacerdote, terminado en silen cio la preparación de los dones, comienza a cantar o decir en voz alta: Per omnia saecula saeculorum. Estas palabras pertenecen, como final de la secreta, todavía al ciclo del ofer torio, y así el Dominus vobiscum no aparece como el principio, sino como una continuación. Esto ocurría ya en el siglo v in 30. Sin embargo, todavía entonces se tenía la persuasión de que el verdadero comienzo estaba en el Dominus vobiscum. Así lo indican varios comentarios carolingios31; algunos de los coptos (1. c., 164). L a resp u esta d el coro *'EXsoy sip^vr^, 0i>oía\ atvéas
tionem. 27 Const. Ap., V III, 12, 2 (Q uasten. Mon., 212). E n e l Testamentum Domini, I, 23 (R ahmani. 37s ; Quasten, Mon., 250), se en cu en tran en sartad as trece de esta s a d v e r te n c ia s; em p iezan a s í : Si quis ocLium contra proximum habet, reconcilietur/ Si quis in conscienna mere dulitatis versatur , conjiteatur! s i quis mentem habet alienam a praeceptis , discedat. 28 Cf. más arriba la nota 2. D olger (Sol salutis, 290) llama la atención sobre Livio, 45, 3: ...cwm ómnis praefatio sacrorum eos, quibus non sint purae manus, sacris arceat... 29 Así en la s litu rgias cop ta, e tió p ica y sirio-orien tal (B rightman, 162s 227 281s).
30 G regoriano (Lietzmann, n. 1). E l Cód. Ottóbon. 313, p erten e cien te al p rincipio d e l siglo ix , añ ad e ex p resa m en te: qua (se. oratione super oblata) completa dicit sacerdos excelsa
quae dicitur ante Sursum corda.
3.
EL PREFACIO.
129-131
783
manuscritos más antiguos de sacramentarlos omiten incluso el Dominus vobiscum, como cosa que ni siquiera hace falta ponerla expresamente, y empiezan el canon con el Sursum corda32. Con razón se puede suponer que por lo menos el canto solemne no empezara antes del Dominus vobiscum 33.
3.
El prefacio
LOS MOTIVOS PARA LA ACCIÓN DE GRACIAS
131. La presente oración, que comienza con el prefacio, es la oración -de la Iglesia por antonomasia, su oración su prema L Representa la tentativa de crear con palabras hu manas un marco digno del sagrado misterio que se va a realizar en medio de nosotros, y que podamos presentar a Dios. Dos ideas dominan y encuentran su expresión en el prefacio: la conciencia, común a todo el género humano, de nuestro deber de rendir a Dios, nuestro Creador, el homena je de nuestra adoración, que es el acto fundamental de todo culto, la convicción típicamente cristiana de que, distingui dos por el llamamiento divino, que se nos ha anunciado en Cristo, no podemos hacer cosa mejor que darle gracias siem pre y sin cesar. Al eó-afiétaov sólo podemos responder dig namente con la eó-yapiotía* 123, porque lo que hemos recibido sobrepasa la medida'de lo que nuestra naturaleza humana 33 C f. m ás arriba 113. 33 P ara ev ita r e l in co n v en ien te d e can tar e l Per omnia saecula saeculorum in m ed iatam en te a n te s d e l Dominus vobiscum, Les Questions liturgiques (4 [1913-14] 244) proponen que se c a n te e l Per omnia saecula saeculorum e n un ton o algo m á s alto, y desp u és de u n a breve m elod ía d e tran sición del órgano se sig a con e l Dominus vobiscum . C f. Cours et Conférences, V II (L ovaina 1929) 143, n o ta 8, que llam an la a ten ció n sobre la costum bre d e lo s p rem on straten ses y trap en ses, que recita n e l Per omnia saecula saeculorum para n o em pezar e l ca n to a n tes d e l Dominus vobiscum. L a m ism a situ a ció n se rep ite a l fin al d e l canon, d onde vien e a con tin u ación la in tro ducción a l Pater noster y desp u és d el Libera nos Domine, al que sigue e l Pax Domini. 1 Sobre lo s nom bres praefatio y prex, u sad os en la litu rgia ro m an a, véase m á s arriba 112 119. E n la s litu rgias g a lica n a s, e l p refa cio se lla m a contestatio, con fesión solem ne, que corresponde a la palabra griega ¿£o^oáó™ ji<; que se u sa e n lo s Cánones Basilii (c. 97; R iedel 274) p ara significar e l prefacio. E n la s litu rgias ga lica n a s aparecen tam b ién nom bres com o immolatio (en e l Missale Gothi cum), illatio (en la litu rgia m ozárabe). C f. J ungmann, Gewordene Liturgie, 72s 82s. 3 N o es, por lo ta n to , ca su a l el que e n e l evan gelio cu lm in e la m tem isa.
TR. ir , P. I l , SEC. n . — «CANON ACTIONIS»
764
podía esperar de su creador como dote en herencia. Consi derada en sí, basta la contemplación de las criaturas y de todos los beneficios naturales que ha recibido el hombre por naturaleza para impulsarle a la acción de gracias. Estos mo tivos de agradecimiento por los beneficios del orden natural aparecen desarrollados con notable amplitud en los primeros siglos, dentro y fuera de la oración eucaristicaa. En época posterior, el tema pasa a un segundo plano, sobre todo en la liturgia romana, lo cual no quiere decir que falte en ella en absoluto ». En cambio, aumentan los motivos de la nueva economía de nuestra salvación, presentando aspectos com pletamente nuevos. Los precursores, o, mejor dicho, la base de estos pensamientos, hay que buscarla en las cartas de San Pablo5, que comienzan casi todas con una acción de gracias 6_ A cción
de gracias , alabanza y súplica
132. Es difícil determinar si la acción litúrgica primitiva como se presenta en la Berachah daba a la acción de gracias propiamente dicha la preferencia sobre manifestaciones de alabanza y adoración más generales antes de haber entrado en el ambiente de la cultura griega 7. Ciertamente que este último momento, sobre todo desde que se incluyó el Sanctus, ha sido siempre un factor importante de la oración eucaris tica; representa la tendencia hacia lo universal y metafisi c o 8. Además apareció pronto la oración de súplica al lado de la acción de gracias 9; al principio, más bien de modo es 3 Cf. m ás arriba I, 33 40. 4 V éase e n el Leoniano (M uratori, I, 303): VD. Quoniam licet
immensa sint omnia quae initiis humanae sunt collata substantiae, quod eam scilicet crearis ex nihilo, quod tui dederis cognitione pol iere, quod cunctis animantibus summae rationis participatione praetuleris, quod tota mundi possessione ditaris; longe tarnen mirabüiora sunt... 5 C iertam en te que el em pezar las cartas con un a acción de gra cia s p erten ecía a las costum bres h elen istas ; c f. A. D eissmann, Licht vom Osten , 4.a ed. (T übingen 1923) 147, n o ta 3. 6 Cf. E. M ócsy, De gratiarum actione in epistoiis pauunis: «Ver bum D om ini», 21 CL941) 193-201, 225-232. 7 Cf. J. M. N ielen, Gebet und Gottesdienst in Neuen Testament (Friburgo 1937) 227 con la n ota l l . N ielen llam a la aten ción e. o. so bre ¡ML J. L agrange (Evangile selon S. Luc [3.a ed. P aris 1927] 544), quien no ve en la palab ra bíblica eù/apio-csiv sim p lem en te la tra ducción de u n a palab ra hebrea parecida, sino que recuerda que
la prière de Jésus bénissant avant de distribuer le pain et le vin était une action de grâces.
8 E h la s litu rgias orientales, e l prefacio e stá dedicado h a sta el
Sanctus a la alab an za gen eral d e D ios; e n todas, m en os e n las egipcias, sigu e d esp u és d el Sanctus la acción d e gracias cristológica,
que por su in tim a con exión con e l relato de la in stitu ció n se evi d en cia com o e l tem a originario. Cf. H anssens, III, 356. 9 C f. e l Eucologio de S erap ión , m ás arriba I, 38. P or lo que se refiere a S an J ustino (Apoh, I, 67), cf. m ás ad elan te 189 3.
3.
EL PREFACIO.
131-134
765
porádico; más tarde, con toda decisión. Pero siempre vemos ya en los primeros documentos que la acción de gracias es el motivo principal de la Eucaristía, por lo menos en princi pio y prescindiendo de desarrollos secundarios, posteriores. E l recuerdo del S eñor
133. Para ello, además del carácter común de la econo mía salvifica, había aún otra razón decisiva. El Señor confió a los suyos el Sacramento con el mandato «Haced esto en. recuerdo mío». De ahí que todas las liturgias, a continua ción de las palabras de la institución, expresen este recuerdo de los acontecimientos principales de la vida de Cristo e-n una oración propia: la anamnesis; aunque también es cierto que todas pasan en ella, más o menos rápidamente, al ofrecimien to de los dones recién consagrados, en armonía con lo que pide el sitio que ocupa esta oración, como primera después de la consagración. El recuerdo tiene su sitio más apropiado y el más apto para su desarrollo no aquí en la anamnesis, sino antes de las palabras de la consagración, que realmente no se pueden pronunciar dignamente sino en un ambiente cargado de recuerdos agradecidos al Señor. Y estos recuerdos logran su expresión más perfecta sólo en forma de oración, es decir, cuando son algo más que una simple evocación de cuadros pasados. Entonces el «recuerdo del Señor» se convierte en una oración de gratitud por el gran beneficio que se nos ha concedido con la venida de Cristo 10. A cción de gracias, como profesión de fe
134. San Pablo señaló ya como tema central de está con memoración la muerte redentora de Cristo11. Y así ha que dado desde entonces, no sólo porque este tema era el verda dero, sino también porque hubo especial empeño en cultivarlo12; lo que la sagrada ceremonia conmemoraba 10 El autor alude en este sitio a las relacion es etim ológicas en tre las dos palabras alem an as danken, agradecer, y ge-denken, re cordar (los beneficios recibidos). 11 I Cor 11,26. 12 Con m u ch a claridad se ve esto, p. ej., e n la carta que J acobo de E desa ( t 708) dirige a T om ás e l Presbítero (B rightman , 492): A con tin u ación (del Dignum et iustum est) «recuerda e n pocas p a la bras todo e l d esign io de la gracia divin a para con e l hom bre, su prim era creación y su redención posterior y la obra que C risto h izo por n osotros cuando por nosotros pad eció e n la carn e; p u es tod a la celebración d e la m isa (kuróbho) e stá e n que recordem os y con m em orem os las cosas que C risto h a h ech o por nosotros». C uán ss m ejan tes a la anámnesis pued en ser las fórm u las de los p refacios rom anos, lo d em u estran la del dom ingo desp u és de la A scensión, que se en cu en tra en e l apén d ice d e A lcuino (M uratori, II, 319): VD. Per Christum Dominum nostrum. Qui geneñ humano nascenüo
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realmente, era lógico fuera objeto del recuerdo personal y emotivo de cada uno de los participantes en este rito. Ade más, la misa no es un sacrificio independiente, sino que es una ofrenda sacrifical, conmemoración del sacrificio ofrecido en la muerte redentora de Cristo. Asi el recuerdo que exige gratitud es a la vez acción de gracias 13. Si de este modo los misterios fundamentales del ciclo de nuestra redención for man el tema central de la Eucaristía, que entre alabanzas de Dios se eleva a El de en medio de la comunidad, viene a con vertirse cn U m c.es e s t a oración en la expresión más brillante de nuestra ío y en f u e n t e inagotable de energías inéditas. Por eso, la Eucaristía aparece, a la luz de la tradición antiquísi ma, como una confesión de nuestra fe la más sublime14. D if e r e n c ia c a r a c t er ístic a e n t r e los p r e f a c io s OCCIDENTALES Y LAS «ANÁFORAS» ORIENTALES
135. La acción de gracias por la venida del Señor, por su pasión y muerte, por la resurrección y ascensión y por todo lo que contribuyó a nuestra salvación va formando el tema de los prefacios de la liturgia romana a lo largo del año cristiano. Es característico de las liturgias occidentales el que sus oraciones, aun la oración suprema, vayan variando al ritmo de la estación del año litúrgico. Esto trae como con secuencia el que en cada oración se exprese un aspecto par cial de los misterios de nuestra fe. Las liturgias del Oriente desconocen tales variaciones. En ellas sólo se permitía ciertas combinaciones en la redacción, lo que lleva, a veces, a una gran abundancia de fórmulas, como, por ejemplo, en la litur gia sirio-occidental y en la etiópica15; claro que cada una de esas anáforas abarca, a su manera, toda la obra de la re dención cristiana. Era lo que se hacía en la eucaristía de los primeros tiempos l6. La única regla que se daba era que los prefacios en las reuniones de la comunidad, los domingos y dias festivos, debían ser más largos y más solemnes que en las misas celebradas sobre los sepulcros de los mártires, a las subvenit, quum per mortem passionis munaum ctevicit, per glonam resurrectionis vitae aetem ae aditum patefecit et per suam ascenstonem ad cáelos nobis spem ascendendi donavit. Per. ia A m bos p en sam ien tos h an encontrado expresión ad ecuada en F ulgencio , De fide , n. 60: P L 65, 699: In illis enim carnaiiöus victimis significatio fuit carnis Christi, quam ... fuerat oblaturus.,.y in
isto autem sacrificio gratiarum actio atque commemoratio est car nis Christi, quam pro nobis obtulit. Y Ep. 14, 44: P L 65, 432 O: Ideo... a gratiarum actione incipimus, uz Christum non aanaum, sed datum nobis in veritate monstremus. 14 A cerca d e las relacion es en tre la E ucaristía cf. m á s arriba I, 607. 15 Cf. m á s arriba I, 47s. 18 Cf. m á s arriba I, 30 37s.
y el
símbolo,
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que acudía un grupo reducido de personal, por lo que tenían carácter semipúblico17. Con el correr de los siglos, sin em bargo, la costumbre de buscar y poner en ella cosas nuevas tuvo como consecuencia el qu-e más de una de estas fórmulas se apartase más de lo debido del tema principal. Esto se ad vierte ya en algunos de los ejemplos más antiguos 18. Tales fuerzas, que pudiéramos llamar centrífugas, debieron influir con más vigor en regiones donde para cada fiesta no sólo se permitían distintas redacciones de las mismas ideas, sino que se exigía para cada vez tema nuevo, apropiado a las fes tividades. Esto fué el caso desde el principio en las liturgias de Occidente, sobre todo en el rito latino de Roma. La colec ción más antigua de formularios romanos de la misa, el sacramentario Leoniano, trae para cada misa su prefacio pro pio; de este modo puede llegar el mencionado sacramentarlo, a pesar de que está incompleto, a 267 prefacios distintos. El Gelasiano antiguo contiene todavía 54 19, y el más reciente, en un manuscrito de San Galo, 189 20*. P r ef a c io s
rom anos para la s f ie s t a s
DE MÁRTIRES
136. La mayor parte de estos prefacios pertenecen a las fiestas de los mártires. Era natural que se tomase como tema especial para tales fiestas el triunfo del mártir en su pasión. Cuando en los prefacios de los mártires no se desarrollaba más que el pensamiento general del testimonio que había dado con su sangre por Cristo, venían a convertirse en una oración de acción de gracias, que no se diferenciaba dema siado del tema fundamental de la historia de nuestra reden ción; por ejemplo, cuando el texto particular, después de nombrar a Cristo, seguía: Qui ad maiorem triumphum de humano piendum praeter illam gloriam singulärem modis Domini virtute prostratus est , ut martyribus superaretur efjecit , atque in suis victoria sequeretur, quae praecessit in
generis hoste ca qua ineffabilibus etiam a sanctis membris quoque capite. Perm.
17 Cánones Basilii, c. 97 (R iedel, 274). 18 Cf. el form ulario d el Eucologio de S erap ión m á s arriba I, 37s. 19 Los núm eros e stá n tom ados de E isenhofer, II, 157. C ierta m en te, la s cifras que d a para el G regoriano no son exactas. 20 Mohlberg, Das fränkische sacramentarium Gelasianum, se gú n los índices, p. 280-282. B aum stark supone que e sto s p refacios del G elasian o recien te d escien d en d e un G elasian o p rim itivo, que, segú n e sta sup osición , p resen tarla tam b ién casi e n tod os su s form u larios p refacios propios (M ohlberg-B aumstark, Die älteste erreich bare Gestalt, 128 *). L eoniano (M uratori. I, 3U s).
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TR. II, P. II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
Otras veces aparece la lucha victoriosa del mártir o su poder d*e intercesión después de su victoria como tema inde pendiente para la acción de gracias. Pero hay también casos en que se desarrolla, dentro del marco de las acostumbradas fórmulas iniciales y finales, un verdadero panegírico del hé roe de la fe, que acaba por convertirse en una narración más o menos extensa de la historia de su pasión. No nos puede sorprender, pues, que de los cinco prefacios de la fiesta de Santa Cecilia que presenta el Leoniano, no todos hayan po dido evitar este peligro22. Más bien hay que admirarse de que de los 20 prefacios que los diversos formularios ofrecen para la festividad de los apóstoles Pedro y Pablo, la mayoría estén inspirados en las grandes ideas teológicas y cristológicas del ministerio apostólico23. L a reforma del G regoriano y el canon de B urcardo
137. Hay, sin embargo, en los antiguos sacraméntanos formularios sin carácter específico que presentan algunas ve ces prefacios de un contenido que se aleja no poco del estilo auténtico de la oración eucarística cuando, por ejemplo, se convierten en polémicas contra adversarios malquistos o en exhortaciones a las buenas costumbres 24. Estos casos tenían que producir tarde o temprano una reacción, y probable mente se trata de una medida contra tales abusos cuando dice el libro de los papas: Hic (Alejandro) passionem Domini miscuit in praedicaticme sacerdotum, quando missae celebrantur25. La verdadera reforma, sin embargo, que tal vez 22 M uratori , I, 456-459. 23 M uratori , I, 330-345. C onsecu en cias peores tuvo esta evolu ción en la s litu rgias galicanas. Cf., p. ej., e l prefacio de la fiesta de S an M auricio en e l Missale Gothicum (M uratori , II, 634). A m plios relatos de la vid a y m uerte de los san tos se en cu en tran tam bién m u ch as veces en los prefacios de la litu rgia m ozárabe; cf., p. ej., la pasión de S a n V ioente en e l Missale mixtum (PL 85, 678-681). 24 M uratori , I, 350s s .; cf. m ás arriba I, 75. 25 D uchesn e , Líber pont., i , 127. La circu n stan cia de que e sta n o ticia se en cu en tra en e l libro d e lo s p apas h ace suponer que el m o vim ien to oontrario no h abía term inado a u n cuando se com ponía el libro (h acia 530). P refacios que corresponden a e ste program a se rían, p. e j . , . los cita d o s m ás a d elan te (nn. 139-145), que en ge neral so n anteriores a l G regoriano. Passio Domini significa, com o y a e n S a n Cipriano, la obra de la redención en general. Por va rias razones no e s adm isible la interpretación que T h . S cher mann , Liturgische Neuerungen («F estgabe A. K nópfler zum 70. Geburtstag» [Friburgo 1917] 276-289) p. 277, dió a e ste p a sa je a l decir que en la ép oca de A lejandro I ( f l l 6 ) probablem ente se introdujo e n R om a e l form ulario del «R eglam ento eclesiástico general» ( = S a n H ipólito). Pero tam poco sa tisfa ce la h ip ótesis form ulada por otros, según la cu a l se tratab a d el Unde et memores (...ta m beatae passionis) o d e la s palabras Pridie quam pateretur. c f . F ortescue , The viass , 346; B otte, Le canon, 64. D esde luego, es inad m isib le la h ipó
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fuera demasiado enérgica, la representa el sacramentarlo Gregoriano. Este sacramentarlo en su parte auténtica, tal como se la entregó el papa Adriano I a Carlomagno26, sólo contiene 14 prefacios27, incluido el prefacio común. De ellos no tenían objeto en territorio franco los prefacios para oca siones extraordinarias romanas y los de dos fiestas de santos locales, que gozaban aún del privilegio de un prefacio espe cial. Así que de toda la riqueza de la antigua tradición ro mana sólo quedaron siete fórmulas. A este número reducido se añadieron en siglos posteriores, igualmente en territorio franco, los prefacios de la Cruz2829, de la Santísima Trini dad 29 y de cuaresma30. Estos diez prefacios (a veces se ha bla sólo de nueve, porque no se cuenta el prefacio común) son los únicos que se enumeran como admitidos en la decre tal que aparece por primera vez en Burcardo de Worms31, tesis de E lfers (Die Kirchenordung Hippolyts, 248-253), según la cual la m en ción d e la passio se refiere al relato de la in stitu ción , unido con un breve resum en de la pasión del Señor, es decir, que «sólo e l papa A lejandro insertó en la acción de gracias eu carística el relato de la in stitu ción ju n ta m en te con la n arración de la p a sión» ; cf. ZkTh 63 (.1939) 236s. 26 E s raro que el sacram en tarlo d e Padua, editad o por B aum stark com o «la form a m á s an tigu a del G regoriano que n o s e s a se quible», aun d escontando los elem en tos evid en tem en te m ás recien tes (n. 387 623 654 674), con ten ga todavía 42 prefacios. E sta abun dancia se debe en prim er térm ino a los p refacios de m ártires (M ohlberg -B aumstark , Die alteste erreichbare Gestalt, véan se los índices, p. 96s). La reducción definitiva, ¿h a ten id o lugar sólo pos teriorm ente a S an Gregorio? 27 L ietzmann , véase en los ín d ices la p. 185. A dem ás del p refacio común son los actu ales p refacios de N avidad, E p ifan ía, P ascu a de R esurrección, A scensión, P en tecostés y la s fiestas de los apóstoles, m ás un prefacio in natali papae, para la ordenación sacerdotal, con sagración del altar, m isa de desposorios, el apóstol S a n A ndrés y dos para S a n ta A n astasia (entre las que hay otro prefacio de N a vidad). La predilección por estos dos san tos se debe segu ram en te a las m ism as influ en cias bizantinas, a la s que se debe la inserción de S an A ndrés en e l em bolism o (cf. m ás a d elan te 399). 28 D e origen desconocido. N o lo pude en contrar en la s fu en tes de los siglos v iii y ix . U n prefacio de la S an ta Cruz con la a n títesis de la doble m adera e stá en e l apéndice de A lcuino (M uratori , II, 318). E sta a n títesis e s an tiq u ísim a; se en cu en tra ya en S an I reneo , Adv. haer., V, 17, 3; cf. H. R ahner , Antenna crucis, m (ZkTh 1943) I, n o ta 1. 29 Por prim era vez aparece e n el G elasiano an tig u o (I, 84; W ilso n , 129) para el dom ingo desp u és de P en tecostés, que m ás tarde se eligió para la fiesta de la S a n tísim a T rinidad. Parece que pro viene de E spaña, y e n e sta suposición se rem ontaría al siglo v n ; cf. A. K latjs, Ursprung und Verbreitung der DreijaLtigkeitsme&se (W erl 1939) I7s 81-83. 30 Se encu en tra e n e l G elasian o reciente (M ohlberg , n. 254), pero tam bién en la redacción m ás an tigu a d el G regoriano que co n ocem os (M ohlbérg -B aumstark , n. 161); p ertenece, pues, a la a n tigu a tradición rom ana. 31 B urcardo de W orms (1025), Decretum, III, 69: PL 140, 687s. C apelle (cf. la n ota 33) con razón sosp ech a que Burcardo m ism o inven tó este canon (47).
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n.—«CANON
ACTIONIS»
atribuida por él a Pelagio II (+ 590), decretal que luego pasó al Corpus Iuris Canoníci323. Finalmente, se añadió a ésta pe queña lista el prefacio de la Virgen, prescrito por Urbano II en el sínodo de Piacenza, de 1095, aunque el prefacio mismo es de origen más antiguo83. L os DEMÁS PREFACIOS ANTIGUOS Y LOS ACTUALES DE LA LITURGIA ROMANA
138. Oler lamente, muchas iglesias medievales no se con tentaron con esta parquedad. En el apéndice que Alcuino añadió al sacramentarlo Gregoriano, venido de Roma, en contramos ya un buen número de prefacios tomados princi palmente de la antigua tradición romana34. Muchos misales conservaron hasta el siglo xi y más allá una buena parte de esta tradición. El misal de Leofric (siglo xi), de Renania, presenta todavía para cada misa un prefacio especial, y lo mismo ocurre con algunos sacramentarlos franceses35. Perc se impuso al fin el canon establecido por Burcardo, que se encuentra desde entonces en todos los comentaristas. No obs tante, su triunfo nunca fué completo en la Edad Media. Para algunos santos muy venerados, como San Juan Bautista, San Agustín, San Jerónimo, San Francisco, San Roque y San Cris tóbal, volvieron a aparecer prefacios propios, de los que al gunos, por su fondo menos histórico, en tiempo del concilio de Trento provocaron viva contradicción en algunos grupos reformistas hasta tener que desaparecer3637. Prefacios parti culares se mantuvieron o aparecieron nuevos únicamente en algunas órdenes religiosas o en el propio de algunas dióce sis 3T. El misal romano, después de haberse atenido durante 32 Decretum Gratiani, III, 1, 71 (F riedberg , I, 1313). Cf. D uran IV, 33, 35. 33 A lgunos elem en tos se en cu en tran en el G elasian o reciente. Prescindiendo de una varian te in sign ifican te (huic mundo lumen aetemum effudit) y de una frase in icial que se refiere en general a la s vírgenes, su texto actu al figura h acia 850 en e l Cod. Ottobon. 313 del G regoriano, ed. W ilso n (H BS 49) 283s, y tam bién en el sacram entarlo de Eligió (PL 78, 133) ; véase B. C apelle . Les ori gines de la préface romain de la Vierge: «Revue d ’H istoire Eccl.» 38 (1942) 46-58. C f. C. M e s in i , De auctore et loco compositions praefationis B. M. V.: «A ntonianum », 10 (1935) 59-72. 34 M uratori , II, 273-356. 33 E l sacram entarlo de S. A m and (s. rx) con tien e 283 prefacios; e l de C hartres (s. x ), 220 ; e l de A ngers (s. x ), 243 ; e l de M oissae (s. x i), 342 (L ercquais , Les sacramentaires , I, 57 76 86 100). Véase un ejem p lo del norte de Ita lia (s. x) en E bner , 29. 3« J edin , Das Konzil von Trient und die Reform des Römischen Messbuches: «Liturg. Leben» (1939) 43 46 55 COs. ’ 37 En la s liturgias de las órdenes se trata de prefacios propios de los S a n to s B enito, A gustín, Francisco y F rancisco de Sales. D n pués de 1919 han sido aprobados los de los S an tos Norberto, 1><> m ingo, J u an de la Cruz, T eresa, E lias, la V irgen d el Carmen. En do,
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ucho siglos al canon de los once prefacios, ha vuelto a admi tir prefacios nuevos en los últimos años, en los que por cierto, en general, se desarrolla la idea básica de la acción de gra cias; en 1919 se añadieron el prefacio de los difuntos3839y el de San José; en 1926 siguió el prefacio para la fiesta de Cris to Rey, y en 1928, el de la misa del Sagrado Corazón. P r efa cio s
d o m in ic a l e s
139. Llama la atención en el conjunto medieval de los prefacios la ausencia de un prefacio especial para los domin gos. En la antigua tradición de los sacramentarios romanos no faltaba por cierto; se encuentran, sobre todo, en el Gela siano reciente y en el apéndice del Gregoriano, creado por Alcuino30. Estos prefacios se ciñen al tema de la misma fiesta en el ciclo del año litúrgico de adviento, Epifanía, cuaresma y tiempo pascual. Así se reza en el último domingo de ad viento 4041: VD. Sanctificator et conditor generis immani, qui Filio tue tecum aeterna claritate regnante, cum de nv.Uis extantibus cuneta protulisses, hominem limosi puveris initiis inchoatum ad speciem tui decoris animasti, eumque credula persuasione deceptum reparare voluisti spiritalis 'gratìae aeterna suffragia m ittendo nobis Iesum Christum Dominum nostrum. Per quem
tr.
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140. facio:
ir, p. u , si:
i i . - « c a n o n a c t i o n is »
El segundo domingo después de Epifanía dice el pre
VD. Semperque virtutcs et laudes tuas lábiis exultationis effari, qui nobis ad relevandos istius vitae labores super di versa donorum tuorum solatia etiam m unerum salutarium gandía contulisti mittendo nobis lesum Christum Filium tuum Dominum nostrum. Per quem *-.
141. En <‘l I,lempo después de Pentecostés aparecen algu nas fórmulas que prescinden de su carácter de acción de gra cias liara convertirse en súplica, tomando forma de una co lecta 424345, o que al menos se contentan con un tema general de alabanza de la bondad divina. Asi, por ejemplo, el domin go de las témporas de septiembre: VD. Quia curtí laude nostra non egeas, grata tibi tam en est tuorum devotio famulorum neo te augent nostra praeconia, sed nobis proficiunt ad salutem, quoniam sicut fontem vitae practerire causa moriendi est, sic eodem iugiter redundare efjectus est sine fine vivendi. Per Christum**.
142. Otras veces se da gracias por todos los beneficios en general con hermosas palabras. Así en el domingo décimoquinto después de Pentecostés: VD. Qui nos de donis bonorum temporalium ad perceptionem provehis aeternorum et haec tribuís et illa promittis, ut et mansuris iam incipiamus inserí et praetereuntibus non teneri; tuum est enim quod vivimus, quia licet peccati vulnere natura nostra sit vitiata, tui tam en est operis, u t terreni generati ad caelestia renascamus. Per Christum**.
143. Varias fórmulas destacan con gran claridad el tema fundamental de la Eucaristía, que realmente es el más indi cado no sólo para Pascua de Resurrección, sino en general para los domingos. Así, por ejemplo, se dice en el tercer do mingo después de Pentecostés: VD. Per Christum. Cuius hoc m irificum opus ac salutare m ysterium fuit, ut perditi dudum atque prostrati a diabolo et mortis acúleo ad hanc aloriam vocaremur, qua nunc genus electum, sacerdotium regale ac populus adquisitionis et gens sancta vocemur. Agentes igitur indefessas gratias, sanctamque m unificentiam tuam praedicantes m aiestati tuae haec sacra deferimus quae nobis ipse salutis nostrae auctor Christus instituit. Per quem *G. 42 M
o h lberg ,
n. 124; la s dem ás re fe re n cia s, 1. c., p. 296.
43 P. ej., e n el ap é ndice de A lc u in o (M uratori, II, 285) : VD. Et immensam bonitatis tuae pietatem hum iliter exorare... 44 M ohlberg , n. 1203. Las demás referencias, 1. c„ 328. Pero tam bién en el Leoniano. 45 M ohlberg, n. 1135. M ás referencias, 1. c., p. 326. 4* M ohlberg , n. 873. Las demás referencias, 1. c., p. 318. Peni también en el Gelasiano antiguo, I, 65 (para el domingo después (li la Ascensión).
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144. O el domingo séptimo: VD. Per Christum. Verum aeternumque pontificem et solum sirte peccati macula sacerdotem, cuius sanguine omnium fidelium corda m undantur, placationis tibi hostias non solum pro delictis populi, sed etiam pro nostris offensionibus im mólamus, u t omne peccatum quod cam is fragilitate contraximus, summo pro nobis antistite interpellante solvatur. Per quem 47.
145. ' O en otro domingo de una manera muy breve y clara: VD. Per christum Dominum nostrum . Qui vicit diabolum et m undum hominemque paradiso restituit et vitae ianuas credentibus patefecit. Per quem 4«.
146. Tales prefacios dominicales armonizan bien con ia convicción entonces general de que el domingo es dominicae resurrectiones dies 40, como se le llamaba todavía en el si glo ix. Este modo de concebir el domingo se reflejaba tam bién en otras partes de la liturgia dominical. No obstante, en el siglo x i acabó por imponerse en todas partes la supuesta prescripción de Pelagio II, y, en consecuencia, se decía los domingos la praefatio communis, que ya desde el siglo vi era muy general en Roma y gozaba de cierta supremacía sobre los demás prefacios50. En el siglo x m comenzó a usarse el prefacio de la Santísima Trinidad51, pero Roma no lo impuso para los domingos hasta el año 1759 52. 47 M ohlberg , n. 979. Las demás referencias, 1. c., p. 321. 43 Texto según el apéndice de Alcuino (M uratori, II, 337); M ohlberg , n. 1236. Las demás referencias, 1. c., p. 329. Más ejem plos de prefacios dominicales de este tip o : M ohlberg , n. 1296 (VD. Maiestatem tuam ); 1305 (VD. Per Christum. Per quem sa n c tu m ); apéndice de Alcuino (M uratori, II, 323) (VD. Quoniam illa festa). Aquí pertenecen también algunos prefacios del tiempo pascual. 49 J tjngmann , Gewordene Liturgie, 215; cf. 223. Cf. también Vita Alcuinif c. 11. (MGH Scriptores, 15, 1, p. 191, lín. 21): Praeter enim dies resurrectionis ac festivitatis ieiunium proteLabat... 50 Esto parece que se debe colegir del hecho de que aparece muy unido con el canon ya en las fuentes más antiguas. El que además se emplease como prefacio dominical, se deduce de la cir cunstancia de que el canon que empieza con er prefacio común concluye, p. ej., en el Gelasiano antiguo la serie de 16 misas do minicales que no tienen prefacio propio. El ordinario de la misa que con la rúbrica Praefatio nulla dicatur nisi quotidiana en el ritual de Soissons se encuentra unido al primer domingo después de Pentecostés, parece demostrar que en muchos sitios se usaba como prefacio dominical también durante la baja Edad Media (M artene , 1, 4, XXII [I, 612 C]). 51 Así en el misal de Sarum, ed. L egg , p. 171. R adulfo de R ivo (f 1403) (De canorum observatione, prop. 23 [M ohlberg , II, 146]) lo conoce como prefacio dominical desde la fiesta de la Santísi ma Trinidad hasta adviento. Sin dar más detalles, B ernoldo de C onstanza ( t 1100) (Micrologus, c. 60: P L 151, 1020 O habla de este prefacio como el de los domingos (quam in diebus dom inids frequentamus). 5a Decreta auth. SRC, n. 2449. Da como razón que fué un do mingo cuando Dios empezó a crear el mundo, tuvo lugar la resu rrección de Cristo y bajó el Espíritu Santo sobre los apóstoles.
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TR. II, P. II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
E l p r e f a c io d e l o s a p ó s t o l e s
147. No nos puede sorprender que este prefacio, de crea ción relativamente reciente, no se sujete en absoluto a las an tiguas normas sobre la estructura y contenido de los prefa cios. Porque hay además otro prefacio de los más antiguos que no se atiene a estas normas. Nos referimos al prefacio de los apóstoles. No porque se dirigiese a Cristo 53, caso que no se da ni una sola vez en toda la tradición de los sacramenta rlos, sino porque desde sus primeras palabras esta «acción de gracias» se convierte en súplica, aunque termine con el et ideo cum... Hay que advertir que el texto actual no es el primitivo del Leoniano, donde este prefacio supone la fórmu la introductora común y termina con un per: Vere dign(um et iustum est, aequum et salutare nos tibi semper et ubique gratias agere: Domine, sánete Pater, omnipotens aeterne Deus), suppliciter exorantes ut gregem tuum, Pastor aeterne, non deseras, sed per beatos apostólos tuos continua protectione custodias; ut iisdem rectoribus guberneiur, quos operis tui vicarios eidem contulisti praeesse pastores, per (Christum Dominum nostrum, per quem...) 54*58. El que un prefacio después 53 Así lo afirma, p. ej., G ih r , 530, por las palabras pastor aetem e. Sin embargo, conviene tener en cuenta que, volviendo sobre la tradición antiquísima (cf. Leoniano, ed. M uratori, 332: pastor aeterne, y en expresiones parecidas repetidas veces), este título se da a Dios Padre en la oración del nuevo Commune summorum pontificum , prescrito en el año 1942.—Así el autor; con todo, en la expresión operis tui vicarios, el tui difícilmente se puede referir a Dios Padre. Además, la pronta «corrección» de este prefacio es señal de que su primera redacción no satisfizo; y el hecho de que en vez de señalar claramente a Dios Padre como la persona di vina a que se dirige el prefacio, se suprimiera el per (Christum ...), es una prueba evidente de que se consintió en que el prefacio se interpretase como dirigido a Cristo, a pesar de que esto iba contra toda la tradición.—(N. del T j F eltoe, 50; M uratori, I, 345. Asi también en el Gelasiano antiguo II, 36 (W ilson , 86). También el sacramentario de Eligió (s. x) (PL 78, 124 CD) contiene la introducción completa y sigue (gratias agere...) et te suppliciter exorare. El mismo caso lo tene mos en manuscritos ingleses de los siglos xm y xiv (L egg, The Sarum Missal, 314) y también en impresiones del misal de Sarum de los siglos xv y xvi (F. H. D ickinson , Missale ad usum ecclesiac Sarum [Burntisland 1883] 605). En cambio, la tradición gregoria na, así como el Gelasiano reciente, tienen ya el texto actual, aun que se vean algunas vacilaciones en la frase inicial, que co mo tal tienen carácter secundario. Así lo hace constar en su en tica del texto J ungmann , Die Stellung ch risti (1925) 97s, y a,sí tai bién otros, como se ve en el relato de V. O derisi, en «Eph. Lituiv 58 (1944) 307-309.
3.
EL PREFACIO.
1 4 7 -1 4 8
77e
de la fórmula introductora se convierta en súplica, no es cosa rara ni siquiera en el mismo Leoniano53. E l p r e f a c io c o m ú n
148. El esquema fundamental de los prefacios romanos hay que buscarlo en la vraefatio communis. Sin caer en tó picos, consta únicamente d
Este esquema se repite
776
TR. I I, P. II, SEC. II.— «CANON ACLTDNTS»
terio de Cristo (Navidad, Epifania, Pascua, Sagrado Corazón de Jesús y Cristo Rey) substituye a la fórmula per Christum Dominum nostrum. El que en el prefacio de la Santísima Trinidad y en la redacción actual del de los apóstoles falte su nombre, es. segundario*59. «VERE DIGNUM ET IUSTUM EST»
149. Conviene examinar todavía más detenidamente al gunas particularidades de este tema fundamental. Todo pre¡’aclo romano comienza desde muy antiguo insistiendo en la equidad y hasta obligación "de nuestra acción de gracias: vere dignum et iustum est, aequum el salutare. En la Eucaristía de San Hipólito no se conoce aún esta fórmula. En ella se vuelve a la respuesta anterior: Dignum et iustum est, que corresponde a la invitación: Gratias agamus... Esta o pareci da repetición de la respuesta del pueblo la encontramos en casi todas las liturgias60. Con ella confirma el sacerdote que no es más que el cumplimiento de un deber lo que está ha ciendo en este momento la comunidad reunida 61. Ahora bien, del contenido de este acto sólo se expresa la idea principal; se trata de una acción de gracias, pero una acción de gracias en la que debemos poner todas las fuerzas de nuestra alma, una acción de gracias en la medida del amor que debemos a Dios, y que tiene que manifestarse siempre y en todo lugar62. Otras liturgias recalcan mucho esta acción de gracias, aña diéndole una larga teoría de expresiones de alabanza y ho menaje 83. rigir la acción de gracias in oblationibus a Dios Padre por medio de Cristo; pues allí se decía: Dignum et iustum ... ñeque est alius per quem ad te aditum habere, precem facere, sacrificationem tibi o ff erre possimus nisi per quem tu nobis misisti (G. M ercati, A n tiche reliquie liturgiche; «Studi e Testi», 7 [Roma 1902] 52). 59 Una clasificación de todo el material de la tradición latina de los prefacios véase en p. C agin , Te Deum ou illatio (Solesmes 1906) 356-371. 60 En las liturgias galicanas se empieza: Dignum et iustum est ; en las orientales, como en Roma y ip ¡ativ xal h íx c n o ) (anáfora egipcia de San Marcos [B rig htm a n n , 125 ; cf. 164] ; litur gia bizantina de San Juan Crisòstomo [1. c. 321s.]), o se le añade aún un acento de afecto : V < ; ¿ A r f i - ñ c i o v y x a \ oíxaiov (anáfora sirio-occidental de Santiago [B rig htm a n n , 50; cf. Const. Apost. VIII, 12: 1. c., 14]). En la liturgia bizantina de San Juan Crisòsto mo, a esta frase inicial preceden una serie de títulos de Dios : 0 o)v óáaxoTa xúpis Osa
ttcrcep
TravTOxpaTop Trpo^xóv/jTe, ajiov ¿)c;
ó X v f tá c ,..
(B rightm an , 32ls). Un texto parecido al Vere dignum se encuen tra por cierto ya en las antiguas oraciones judías de la cena pas cual (S tapper , Die Messe im Abendmahlssaale und in der urchristli chen Kirche [Paderborn 1925] 10, nota 2). 61 Cf. más am ba ,12613. 02 Cf. 1 Tes 5,18 ; Col 1,12 ; 2,7 ; 3,15-17. •* vuie sobre todo de la liturgia de San Basilio. En ella notaba aue en todas sus redacciones, con excepción de la egipcia.
LOSf TÍTULOS DE DIOS
150. Los títulos que se dan a Dios y actualmente se agru pan del modo siguiente: Domine sánete, Pater omnipotens, aeterne Deus *64, debieron presentarse antiguamente de otra manera: Domine, sánete Pater, omnipotens aeterne Deus65. Tanto el Domine como el omnipotens aeterne Deus son títu los corrientes en la liturgia romana. El sánete Pater debe de corresponder al clementissime Pater, que encontramos un poco más tarde al principio del canon. La solemnidad de es tas palabras con que nos dirigimos a Dios, y en las que, en cuanto cabe, se quieren abarcar todos los títulos honoríficos que sabemos dar a Dios 66, subraya una vez más, la impor tancia del momento presente. « P or
mediación de
J esucristo ,
e n su
I g lesia »
151. Esta acción de gracias y este homenaje no lo ofren damos a Dios ni inmediatamente ni como un grupo cualquie ra de hombres en oración, sino como la comunidad de los re dimidos y por medio de Aquel que es nuestro Redentor y nuestra Cabeza, Cristo nuestro Señor. En los prefacios festi vos este momento queda anegado por el júbilo sobre el mo tivo de la fiesta, que siempre se toma de los misterios de Cristo, y por esto sobra decir por medio de quién ensalzamos a Dios. se exprese el carácter sacrifical de la Eucaristía, además de em plear la expresión str/apiaTsiv y parecidas. La liturgia bizantina de San Basilio sigue (1. c .) : ... os otivsív, as üjavsív, as suXo-j'eTv, as irpo^xu vstv, aot suy^ptaTstv, as SogáCsiv
tov {ióvov ovtojc;
¿Vea Dsov, xa i aot irpo^epsiv..
xaúxrjv Aaxpsiav La redacción armenia tiene xat ao 7rpo<;
xiqv
TR. II, p. n , SEC. II.— «CANON A d ’IONIS»
778
El
himno de alabanza de los coros c e l e s t e s ;
C r isto ,
su cabeza
152. Nuestra alabanza a Dios desemboca finalmente en el himno de alabanza de los coros celestes. Es idea preferida por la antigüedad cristiana el concebir la salvación que he mos recibido en Cristo como la admisión entre los espíritus bienaventurados del cielo ocupando los puestos de los ánge les caídos: «Mas vosotros os habéis acercado al monte de Sión y a la ciudad de Dios vivo, la celestial Jerusalén, al coro de muchos millares de ángeles, a la Iglesia de los primogénitos, que están alistados en los cielos» 67. Por esto nos podemos considerar ya en esta vida como hijos de la Jerusalén celes tia l68 y podemos unirnos a los cantos de los ejércitos del cielo 69, sobre todo cuando nos reunimos para la celebración del Nuevo Testamento. El prefacio nos permite, en cierto modo, escuchar estos cantos de alabanza, y lo que en ello más sor prende es que también ellos son ofrecidos por medio de Cris to, como lo dice la praefatio communis: Per quem maíestatem tuam laudant angelí... Entonces recordamos que Cristo está constituido sobre todos los principados, y potestades, y virtudes, y dominaciones, y sobre todo nombre, por celebrado que sea no sólo en este siglo, sino también en el futuro» 70. «A El están sumisos los ángeles, y las potestades, y las virtu des» 71. En Cristo está «recapitulado el universo, todo lo que está en los cielos y todo lo que está en la tierra» 72. El pensa miento es totalmente biblico, aunque en él suele observar la escolástica que los ángeles no pueden estar subordinados a Cristo de la misma manera que los hombres, por El redimi dos 73. De ese modo, en el breve prefacio común, aun la se 67 Heb 12,22s. Cf. también la interpretación general entre los Santos Padres de la parábola del buen pastor (Le 15,4-7), sesún la cual el Hijo de Dios abandona, en las 99 ovejas, a los ángeles del cielo para buscar a la humanidad y reunirla con la grey feliz; cf. las referencias de los Santos Ireneo, Metodio, Hilario, Cirilo de Alejandría, Pedro Crisólogo y Orígenes en T h . K. K empf, Christus
der Hirt, Ursprung und Deutung einer altchñstlichen Symbolgestalt (Roma 1942) 160-166. Las mismas ideas todavía en S an Gre Magno, In Ev.t hom. 34, 3: PL 76, 1247s). «8 Gal 4,26. 69 Lo cual no quiere decir que esta idea sea exclusiva del Nue vo Testamento; también se encuentra en los Salmos (102,20ss; 148,2ss y más veces). 76 Ef l,21s. % Pe 3,22. 72 Ef 1,10. 7a En esto hay que exceptuar el escotismo, que opina que la ve nida de Cristo a la tierra hubiera sido decretada por la Santísi ma Trinidad aunque no hubiera previsto el pecado de Adán. Des de un principio. Cristo fué concebido como corona de toda la crea ción y como fuente de toda la gracia, incluso la de los ángeles. Of. Sacrae Theologiae Summa, III (Madrid 1950) p. 18.
gorio
3.
EL PREFACIO.
1 5 2 -1 5 3
77?
gunda parte está dominada por el tema de Cristo; El aparece ante nuestros ojos como >el Rey de la Iglesia triunfante. 153. También está basado en datos bíblicos lo que se dice de los coros de ángeles y de su actuación 74*76. En el prefacio común, la enumeración de nombres: angelí, dominationes, potestates, caeli, caelorum virtutes, seraphim, es más com pleta que en los demás. En número más reducido los encon tramos en la fórmula final del et ideo, pero se les añaden los archangeli y throni. El prefacio de la Santísima Trinidad, a pesar de su redacción más breve, añade todavía los cherub im 73. El prefacio de Pentecostés los comprende a todos con la expresión supernae virtutes atque angelicae potestates; del mismo modo compendiado habla la fórmula et ideo de omnis militia caelestis exercitus. Todos se inclinan reverentes ante la majestad de Dios, cantando una voce y sine fine su cántico de alabanza: las dos expresiones, conocidas en la descripción de las aclamaciones de la tierra, se han aplicado a la liturgia del cielo 7®. A participar en tal liturgia celeste hemos sido llamados. Por eso, el prefacio común nos hace suplicar la comunión con los espíritus del cielo poniendo en nuestros labios la humilde súplica: cum quibus et nostras voces, ut adm itti iubeas deprecamur, para acompañarlos en el canto sempiterno del trisagio. 74 Ef. 1,21: Col LIS; 1 Pe 3,22; jl Tes 4,15; Ez lO.lss; Is 6,2, etcétera. 1S Aparecen, pues, nueve nombres distintos para las diversas clases de espíritus celestiales. No coinciden con los nueve coros celestiales, tradicionales desde el P seudo-Dionisio (De cael. hierarchía. 6, 2: PL 3,200s), ya que allí no figuran los principatus y si los caeli. Los caeli (cf. Dn 3,59) se identifican por los comentaris tas medievales con los throni, que en la serie en cuestión no se nombran; cf. F ranz, 346s; Van Dijk , en «Eph. Liturg.» (1939) 331. Originariamente se consideraría a los caeli como espíritus relacio nados con los astros: su equiparación con un coro de ángeles dió lugar a que se emplease el salmo 18 (Caeli enarrant) en el oficio de los santos ángeles. 76 T h . Klauser, A kJclam ation : RAC 1, 227: Peterson, Efe ftsóc. 192, nota 1. El sine fin e se dice en el prefacio de Pentecostés de los ángeles; en los demás, de nosotros.
4. P or
qué el
«Sanctus» y « B e n e d ic ta s »
«S a n c tu s »
se fue separando
DEL PREFACIO
154. El Sanctus es la continuación del prefacio. Por eso se cantaba primitivamente 1 en el mismo sencillo tono ferial que el prefacio. Sin embargo, como el Sanctus en este mo mento es algo más que una simple cita del relato del profeta Isaías, que no pretende únicamente traemos a la memoria que los serafines cantaron en otro tiempo este him no23,sino lo que se quiere indicar es que la Iglesia militante debe asociar se al cantar de la triunfante, el Sanctus fué adquiriendo cada vez más importancia como pieza independiente. En la anti güedad cristiana es cosa evidente que todo el pueblo parti cipaba en el canto del Sanctus 3 como se hace aun hoy día en algunas liturgias orientales4. ¿Q u ién
lo cantaba o r ig in a r ia m en te ?
El Líber pontificalis dice todavía hacia el año 530 que el papa Sixto I dispuso, ut intra actionem, sacerdos incipiens. 1 Misa gregoriana n. 18 del Graduale Romanum, ed. Vaticana: en los días entre semana desde adviento hasta cuaresma; coincide con la misa de réquiem. 2 Así interpretó Lutero el Sanctus (Martin Luthers Deutsche Messe [1526], ed. por H. Lietzmann en «Kleine Texte», 37 [Berlín 1929] p. 14). 3 S an Gregorio Niseno, De bapt.: PG 46, 421 C: «Adhiére te al pueblo santo y aprende palabras arcanas, canta con nosotros lo que los serafines de seis alas cantan juntamente con el pueblo de los cristianos».—S an Cirilo de J erusalén, Catech. myst., V, 6 (Quasten, Mon., 101).—San Crisòstomo vuelve repetidas veces sobre este tema; p. ej., In illud «Vidi D ominum», hom. I, 1: PG 56, 97s: «Arriba cantan los serafines el himno tres veces santo, abajo lo entona la multitud de los hombres». Cf. In Eph., hom. 14,4 : PG 62, 104 ; In II Cor., hom. 18. 3 ; PG 61, 527. San Crisòstomo insiste re petidas veces en el valor de este modo de cantar en común; cf. In I Cor., hexm. 27, 6: PG 61, 232; In Is., hom. 6, 3: PG 66, 138. Cf. J. Gülden, Líturgische Emeuerung und die BeteUigung des Vol tees am Gottesdienst in der Vdterzeit: StZ 137 (1940, I) 178-186. esp. 182. 4 En las liturgias orientales, a pesar de que las últimas pala bras del prefacio no aluden a ello, se manda generalmente por rú bricas espaciales al pueblo que tome parte en el canto del Sanc tus, como, p. ej., en la Constit. Ap., VIII, 12, 27 (Quasten, Mon., 220), en las liturgias siríaco-occidentales y las egipcias (Brightman, 50 86 132 176 231). También en la antigua liturgia bizantinn (1. c., 323), mientras en la actual el canto del Sanctus se atribuya al coro, así como en la armenia (1. c., 385 403 436). Cf. Hanssens.
in,
p. 392S 400.
4.
F.L «SANCTUS» Y EL «BENEDICTUS».
1 5 4 -1 5 5
781
populo (lea: -us) hymnum decantare(t): Sanctus5. Proba blemente era ya en aquella época necesario recordar la anti gua costumbre, a pesar del apoyo que tenía en el mismo texto del prefacio, que lo mismo entonces que hoy reza: cum quibus et nostras voces ut adm itti iubeas deprecamur. Con todo, en el culto solemne que describen los Ordiñes Romani, el canto había pasado a formar parte de las atribuciones de determi nados clérigos 6. Sólo el Ordo de Juan Archicántor habla to davía del pueblo7. En
el im perio franco
155. En el imperio de los francos se conservaba por más tiempo la antigua costumbre 89. No era, pues, necesario que los decretos de la reforma carolingia urgiesen esta obligación del pueblo de cantar el Sanctus; se podían contentar con exhor tar a los sacerdotes a que lo cantasen juntamente con el pue blo hasta el final y no continuasen ya antes con el Te ígitur *. 5 D uchesne. Liber pont., I, JL28. Cf. O. Casel, en JL 1 (1921) 151. 6 Ordo Rom. I, n. 16: PL 78, 944s: subdiaconi regionarii. Cf. Or do Rom . II, n. 10: PL 78, 973 : subdiaconi; Ordo Rom. V, 9 : PL 78, 983: Subdiaconi itaque, dum canitur Sanctus, post altare pergant stare; es decir, también otras participan en el canto. Ordo Rom. X I (n. 20: PL 78, 1033) manda a los basilicarii cantar el Sanctus y el Credo. Se trata del clero de la basílica en que se celebraba la estación; c f : más arriba I, 605 69. Así que en ninguno de estos ca sos interviene la Schola en el canto del Sanctus. 7 Capitulare eccl. ord. (S ilva-Tarouca, 199): prociamamibus ómnibus clericis vel (generalmente = et) populo cum tremore et reverentia: Sanctus. Cf. Breviarium eccl. ord. (1. c., 198s): diaconi et clerus cum onini populo. El caso ideal sería probablemente tam bién para el Ordo eccl. Lateran, (ed. F ischer, 44) el que lo cantara todo el pueblo. Sin embargo, en la misa pontifical lo canta sólo el coro (1. c., 83, lín. 38). Esta exclusión deí pueblo se refiere proba blemente también en los otros Ordines Romani sólo a la misa pon tifical. 8 S an. Cesáreo de Arlés (S e m . 73, 3 [Morin 294]: PL 39„2277) dice de los que se retiran antes del tiem po: qualíter cum tremare simul et gaudio clam abunt; Sanctus, sanctus, Sanctus, Beneaictus qui venit in nomine Domini? cf. S an Gregorio de T ours, De mir. s. Martini, IX, 14: PL 1946s, Se desconoce la situación cuando se cita el can. 3 del sínodo de Vaison (529) como prueba de que no se cantaba entonces el Sanctus, sino que se trataba de introducir otra vez este canto, pues el can. 3 no habla dol Sanctus de la misa ro mana, sino del trisagio ai principio de la misa galicana (Aius); (cf. más arriba I, 59). Véase la argumentación en Nickl, Der Anteil des Volkes an der Messliturgie im Frankenreich, 25-29. 9 Admonitio generalis (709) n. 70: MGH Cap., I, 59: E t ipse sacerdos cum sanctis angelis et populo Dei communi voce Sanctus, Sanctus, Sanctus decantet. Herard de T ours (858), Capitula, n. 16: PL 121, 765: u t secreta presbyteri no inchoent, antequam sanc tus finiatur, sed cum populo Sanctus cantent. Amalario (De eccl. off., in, 2 1 : PL 105, 1134 C) llama la atención sobre el decreto de Sixto I arriba aludido. Esta prescripción cae en olvido con la apa rición de las apologías; cf. el ordinario de la misa del sacramen-
782
L as
TR. II, P. II, SEC. II.— «CAMON ACTIONIS»
melodías del
« S a nctus »
156. Como canto del pueblo conservó el Sanctus su melo día sencilla, que apenas se diferenciaba de un simple recita do. Así se explica que un musicólogo carolingio, al enumerar hacia 830 los cantos de la misa, no mencionase el Sanctus 10. Todavía por el siglo xn, en los escritos de Hildeberto 11 y Ho norio 12, aparece el Sanctus como canto común del sacerdote y pueblo. Re dló una fase intermedia antes de su desaparición como cau to clcl pueblo, la de que en tierras del Norte se re servase el Sanctus al clero que asistía al coro13*. Algo de esto se conserva en la prescripción para las misas solemnes de que el diácono y subdiácono canten el Sanctus junto con el sacer dote “ Al encargarse la Schola cantorum de la ejecución del Sanc tus, nacieron las melodías posteriores, que, a su vez, fueron substituidas más tarde por las creaciones polifónicas. Este cambio se caracteriza por la circunstancia de que los tropos tario de Amiéns (s. rx), ed. L eroqüais, en «Eph. Líturg.» (1927) 442: Quando tractim canitur Sanctus, ídem sacerdos cursim aecantet, para que pueda decir luego una apología. Hacia fines del siglo xr, el misal de San Vicente presenta otra vez neumas encima del tex to del Sanctus, seguramente para el canto del sacerdote (Piala, 192). i® A ureliano de R éome, Música disciplina c. 20 (Gerbert, Scriptores de mus. sacra, I, 60). Diserta sobre el introito, Kyrie, Gloria, gradual, aleluya, ofertorio y comunión. Cf. W agner, Einführung, I, 58s. Se trata sin duda de la melodía mencionada en la nota 1, que usaban los cartujos todavía en el siglo xvm como única (W agner, 114). Parece que las nuevas melodías del Sanctus sólo se crearon entre los siglos xi y xii, o sea un siglo más tarde que la de los kiries (cf., sin embargo, la nota 1.5). De ahí que el Sanctus fué puesto en música polifónica más tarde que los otros cantos. El W inchester Tropar (HBS, 8) contiene doce ensayos para el Kyrie, ocho para el Gloría, pero ninguno para el Sanctus, como tampoco para el Agnus D el Cf. U rsprung , 57 119. 11 Htldeberto de Le M ans, Versus de mysierio missae; PL 171, 1182: Hiñe bene cum populo ter Sanctus... canit. 12 Honorio Augustod., Gemma an., I, 42: PL 172, 556 D. 1S Un sacramentarlo del siglo ix de Ls Mans y otro del siglo xi de Echtemach (Leroqüais, I, 30s 122): Quando clerus... Sanctus cantat; cf. Leroqüais, I, 59. R oberto P attlulo (f hacia 1184), De caeremoniis, II, 24: PL 177, 425 D: Hunc hym m tm sacerdos cum choro diccre debet; D urando, IV, 34, 1: totus choras... simal ca nit dictum evangelicum hym num . Según A. G astoué (L’église et la musique TParls 1936] 80), el canto del Sanctus quedó reservado en algunas catedrales durante mucho tiempo a siete subdiáconos, eme se colocaban en semicírculo delante del altar mayor. Cf. más arri ba I, 259 9. La convicción de que todo el clero presente en el pres biterio debería cantar el Sanctus sigue viva todavía en el siglo xtv, cuando dice el Ordo Rom. X IV (n. 61: PL 78, 1176) que el carde nal que asiste a la misa de su capellán dicta praetauonc a c a l sine nota Sanctus etc. cum astantibus sibi. 7* Acerca de la costumbre en las basílicas romanas de rezarlo só lo e l d iá c o n o . c f G av
4.
El «SANCi'US» Y EL «DLNED1CTUS».
1 2 2 -1 5 7
723
acompañaban y servían para ampliar el texto del Sanctus ,5. Como se ve, antes de adaptar el texto del Sanctus a las nuevas melodías fué necesario quitarle, por medio de estas adiciones, su carácter de aclamación1516. F unción
del órgano y de la cam panilla
157. Observa Honorio que a estas aclamaciones del pueblo y del clero se tocaba el órgano, instrumento, sin duda, todavía muy rudimentario por aquella época17: Unde solemus adhuc in officio sacrifica organis concrepare, clerus cantare, populus conclamare. Llama la atención la insistencia con que aun comentaristas posteriores hablan de la intervención del órga no in hoc concentu angelorum et hominum 18. En el volumi noso manual litúrgico de Durando, el Sanctus es el único sitio en que se habla del órgano 19. Su función en el Sanctus debió de ser algo más que acompañar sencillamente el canto. Fué instrumento para dar expresión alborozada a la alegría, como se valían en el Antiguo Testamento de los múltiples instru mentos de que hablan los salm os20. Es de suponer que el to que de la campanilla que correspondiendo al triple Sanctus se hacía en tres tiempos 21 tuviera desde un principio la mis ma finalidad22. 15 B lume-B annister, Tropen des Missale, I («Analecta Hymnica», 47) pp. 301-169 (nn. 247-383). No pocos ejemplos, conforme ob servan los editores, son ya del siglo x. i« e . P eterson, Das Buch von den Engeln (Leipzig 1935) 58; Id., Eic Osó;, 234 325. 17 B lume-Bannister, 1. c. 18 S icardo de C remona , Mitrale, III, 6: PL 213, 123 D. 19 D urando , Rationale, IV, 34, 10. 20 Cf. D urando, quien observa (1. c.) al acompañamiento musi cal del Sanctus: Así se hace, puesto que David y Salomón habían introducido la costumbre hymnos in sacrificio Domini organis et aliis instrum entis musicis concrepari et laudes a populo conciamari. 21 El actual Missale Romanum, así como su primera edición del año 1570, no conoce más que dos toques de la campanilla: al Sanc tus y al alzar (Rit. serv., VII, 8; VIII, 6). De otro toque un poco antes de la consagración habla el decreto de la Sagrada Congrega ción de Ritos del 25 de octubre de 1922, sin declararlo obligatorio (Decreta auth. SRC, n. 4377). 22 Las noticias sobre los toques de la campanilla, que empie zan hacia el siglo xm , se refieren al principio casi todas a la señal, que se daba al alzar, recién introducida entonces; cf. Braun, Das christliche Altargerat, 573-577. Con todo, no faltan por completo noticias sobre el toque de campanilla para el Sanctus antes del misal de- Pío V. Según una fundación que se hizo en Chartres ha-: cia el año 1399, debía tocarse una pequeña campana encima del presbiterio dum incipietur cantari Sanctus, dando como razón el que el pueblo estuviera más atento a la levatio sacramenti (Du . Cange-F avre, VII, 259). Los inventarios que se hicieron bajo Eduardo VI ( t 1553) de algunas iglesias inglesas mencionan no pocas | veces las campanillas del Sanctus (sanctus bell, santtes bell) (F.
TR. II, P. II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
784
¿C uándo
se introdujo e n
la m isa
el
«S anc tu s »?
158. Poco sabemos a punto fijo sobre los comienzos del Sanctus en la liturgia cristiana. No se encuentra en la oración de San Hipólito, de Roma23. Por otra parte, parece que a fi nes del siglo i formaba ya parte del cuerpo de las oraciones de la comunidad cristiana de Roma, pues llama mucho la atención el que San Clemente de Roma no sólo cite este mis mo canto de alabanza tomado de la visión de Isaías, sino que le ponga por Introducción el pasaje de Daniel 7,10, que es pre cisamente la introducción con que posteriormente se presenta en la mayor parte de las liturgias orientales: ... Consideremos cómo le asisten y sirven a su querer toda la muchedumbre de sus ángeles. Dice, en efecto, la Escritu ra: Diez m il miríadas le asistían y m il millares le servían y gritaban.* «Santo, santo, santo, Señor Sebaot; llena está la creación entera de su gloria.» También nosotros, consiguien temente, reunidos, conscientes de nuestro deber, en concordia en un solo lugar, llamemos fervorosamente a El como de una sola boca, a fin de llegar a ser partícipes de sus magnificas y gloriosas promesas 2*.
El Sanctus se encuentra en todas las liturgias conocidas, comenzando por el Eucologio de Serapión y la liturgia clem entina25. No erraríamos diciendo que la Iglesia primitiva*38 C. E eles , The Edwardian inventories for Buckinghamshvre [«Alcuin Club Coll.», 9] 3 5). P. B r o w e (Die Elevation: JL [1929] 39), que
trae estas referencias, supone que en el mencionado toque de cam panilla al Sanctus, como lo insinúa el texto, se trata de la señal para el alzar, que se había adelantado. Con todo, no parece que con esta explicación quede agotado el sentido de esta señal. Más bien parece que se usaba al principio la campanilla sólo para el alzar, pero mas tarde también para el Sanctus, no precisamente para llamar la atención sobre el canto del sanctus, que aun así se oía, sino para solemnizar este canto, así como desde antiguo se toca ban las campanas al canto solemne del Te Deum y del Gloria el Sá bado Santo. Esta costumbre está atestiguada por el Ordo eccl. Lateran. (mediados del siglo x i i ) ( F isc h e r , 73): ...G loria in excelsis, et statim omnia signa pro gaudio tantae sollem nitans in ciassicum pulsentur. Según G avanti-M erati (II, 7, 11 [I, 282]), deben tocar se en la misa mayor campanas maiores; a la misa privada, la cam pánula parva (de la que en la misa mayor se podía prescindir, a no ser para llamar a los que debían tocar las campanas mayores). 38 Cf. más arriba I, 30. 2A S an C lemente R omano , Ad Corinth., c. 34 (Ruiz, 209). También T ertuliano (De or., 3: CSEL 20, 182) supone claramente el uso li túrgico del Sanctus; cf., sin embargo, D ek k ers , TertulLianus, 43s. Asimismo, en O r íg en es , De princ., I, 3, 4; IV, 3, 14: GCS Orig., V. 52s 346); cf. G. Drx, Primitive Consecranon Prayer: «Theology», 37 (1938) 261-283. 28 Cf. más arriba I, 37 40 (27). Tal vez ha de exceptuarse el según do de las oraciones eucarísticas, citadas en extractos por un autor arriaho (G. M ercati, Antiche reliquie liturgiche; «Studi et Testi» 7 [Roma 1902] 52s. Cf. P. Alfonso , L’eucología romana aniica [Su biaco 1931] 101-104).
4.
EL «SANCTUS» Y EL «BENEDICTUS».
158-159
785
cantaba ya el Sanctus. Probablemente influyó en la forma ción d*e esta costumbre el ejemplo de la Sinagoga26. A lusión
al m isterio de la
S a n t ísim a
T r inidad
159. No podemos negar que este himno, parco en pala bras, pero de un contenido grandioso, tomado de la visión del profeta, armoniza maravillosamente con la suprema oración 26 Cf. A. B aumstark , Trishagion und Qeduscha: J L 3 (1923) 18-32; L ietzmann , Messe und Herrenmahl, I28ss 258s; W. O. E. O esterley , The jewish background of thè Christian liturgy (Ox ford 1925) 144-147. La Qeduscha (trisagio), usada en la actual li turgia sinagogal, se encontraba ya en ella por lo menos en el si glo II como canto de alabanza, en que no sólo alternaban entre sí los serafines (según is 6,2), sino que también participaban todos los ángeles (todos sus siervos) de un modo parecido al que se su pone en todas las liturgias cristianas, sin que se nombrasen deter minados coros de ángeles; véase el texto hebreo en W. S taerk , Altjüdische liturgische Gebete, 2.a ed. : «Kleine Texte», 58 (Ber lín 1930) 5. También conviene fijarse en el hecho de que el trisagio como alabanza de un ejército de ángeles se encuentra en el 1. v ii de las Constit. Ap. como parte de una sección reconocida des de hace tiempo como colección judía de oraciones, que fué cristia nizada sólo superficialmente (c. 33-38 [VII, 35, 3; F u n k , i, 4^01). Y aquí, circunstancia en que insiste mucho B aumstark (1. c., 22ss), se añade como respuesta de los demás coros de ángeles (Ez 3,12) : KokQyf¡]L¿vr¡ 75 xupi'ou h xou tóttoj cfóioD, palabras que acompañan el trisagio también en el culto posterior judío, y al que en las .litur gias cristianas, fuera de Egipto, corresponde el Benedictus, que allí sigue después de Sanctus, sin texto intermedio. En la liturgia cle mentina tiene la siguiente forma: E . 7 <; s i s <; atinas. (Const. A p., VITE, 12, 27 ; P u n k , I, 506 ; Q uasten , Mon., 220) ; las demás liturgias, con variantes insignificantes, tienen el mismo tex to que la misa romana, esto es, la aclamación del pueblo con el doble Hosanna (Mt 21,9). Qpina Baumstark que esta aclamación muy pronto, tal vez todavía en la misma Palestina, se combinó con el Sanctus, como protesta contra la fórmula judía, nacionalis ta (B aumstark , 23ss). Contra esta suposición de Baumstark se ha hecho constar que el Hosanna-Benedictus cristiano—prescindiendo de Const. Ap., VIII, 12, 27, que no hace nada al caso—no se puede probar sino para siglos muy posteriores; en Oriente sólo para el siglo vm. No lo mencionan precisamente las fuentes antiguas palestinenses y antioquenas (San Cirilo de Jerusalén, Crisòstomo, Teo doro de Mopsuestia; en la Peregrinano Aetheriae [c. 31] aparece en otro conjunto, como aclamación responsorial del pueblo y sin el Hosanna). A esto se suma una gran diversidad entre ambas fór mulas del Sanctus, y en especial entre sus frases introductorias, que en la redacción judía no hablan de las multitudes de ángeles sino muy vagamente, mientras los textos cristianos siempre nom bran los diversos coros. Tales diferencias no se explican (supo niendo un origen común) sólo por la polémica (H anssens , III [1932] 402s 404; E. P eterson , Das Buch von den Engeln [Leipzig 1935] 115-117). Con todo, B aumstark (Liturgie comparée [1939] 55s 92s) sigue proponiendo su tesis sin responder a las objeciones. Conti nua siendo probable, conforme observa H anssens (III, 404), que los cristianos, al introducir el Sanctus de Is 6,2 en la oración eucaristi ca, se inspiraran en el ejemplo de los judíos. ùa o y
jt ò
t o ú
786
TR. II, P- H, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
eucarística, sobre todo en la manera como se ha incorporado. Todos los beneficios y dones de Dios que tenemos que agrade cer, al fin y al cabo, no son más que manif estaciones de aque lla propiedad suya, que es su verdadera esencia, toda ella luz y claridad intangible y sin mancha; su santidad, ante la cual la criatura sólo puede postrarse con un sentimiento de pro funda reverencia. Por esto, la primera petición que nos puso Jesucristo en su oración es sanctificetur nomen tu u m 27. El que la invocación se repitiera tres veces aun allí donde no 'se refería expresamente a la Santísima Trinidad, sin duda con tribuyó grandemente a estimar más todavía este canto, que de modo tan discreto alude a misterio tan profundo28. L as
var ian tes respecto a la
B iblia
160. Llama la atención el que el texto del Sanctus, con toda su brevedad, presente una serie de variantes respecto al texto primitivo bíblico y aun respecto al que se usaba en la Sinagoga. El texto fundamental bíblico, según la Vulgata, es el siguiente: Sanctus, Sanctus, Sanctus Dominus Deus exercituum, plena est omnis térra gloria eius. La palabra Deus que en él encontramos está intercalada; y por cierto no sólo en la Vulgata, sino aún en la antigua versión latin a29. El tex to litúrgico deja la expresión Sabaoth sin traducir. Dios es el 27 Sobre este paralelismo Uamó la atención ya T ertuliano , De or., 3: CSEL 20, 182: Por eso, el Sanctificetur lo pronunciamos como angelorum candidati. 28 La interpretación trinitaria apunta ya en Jn 12,41, cuando se dice de Isaías, con relación a Cristo, que veía su gloria. Tiene cierta importancia en la lucha contra los arríanos; así, p. el., en la profesión de los obispos católicos contra los arríanos (V íctor de V ita , Hist. pers. Afr., II, 80, 100 : CSEL 7, 59 70s). En una época posterior continúan las anáforas sirio-occidentales después del Sanc tus con una paráfrasis trinitaria. En forma muv sencilla está ates tiguada ya en T eodoro de M opsuestia , Serm. cà t, VI (ed, R ü cker , Ritus bapt. et missae, 30) : Sanctus Pater, sanctus quoque Filius, sanctus quoque Spiritus Sanctus. Con preferencia usáronse más tarde en Occidente textos trinitarios para los «tropos» del Sanc tus (véase B lume -B ann ister , Tropen, n. 250s 253 256s, etcétera). La interpretación trinitaria del Sanctus mismo se encuentra en casi todos los comentaristas de la Edad Media, que, a la vez, ob servan que en la palabra Dominus o Deus se quiere expresar la unidad de la esencia divina; así en R em igio de A u xerre , Expositio, 40 : PL 101, 1255 ; S icardo de C remona , Mitrale, III, 6 : PL 213, 123 B. Incluso se observa en círculos escolásticos que, en el canto según el uso de París, el mismo coro que canta el tercer Sanctus añade también el Dominus Deus para oue no haya más que trina prolatio (A. L andgraf, Scholastische Texte zur Liturgie des 12. Jh.: «Eph. Liturg.» Ü1931] 213). 29 P. S abatier, Bibliorum sacrorum latinae versiones antiquae, II (Reims 1743) 528; B aumstark , Trishagion und Qeduscnu, 28. También en la liturgia siria ; cf. Drx, The shape of the Liturgy, 538, quien por esto cree que el Sanctus se ha propagado desde Siria, como de su centro.
4.
EL «SANCTUS» Y EL «BENEDICTUS».
159-162
787
Señor de los «ejércitos», de las «multitudes». Esta palabra no >;c refiere únicamente a las multitudes de ángeles, sino a todo «'1 ejército de los seres que Dios creó en la obra de los seis días (Gen 2,1)30. Con esta interpretación armoniza también la frase siguiente, en la que el canto de los ángeles afirma que la gloria de Dios llena toda la tierra. El texto litúrgico dió a este pasaje la forma de un apostrofe: gloria «¿z¿a», refor zando con ello su carácter oracional31. En
e spec ia l , la adición
« caeli
et »
161. Más significativa es la circunstancia de que en este canto de alabanza, con la tierra se junte el cielo: «caeli eU térra, y esto en todas las liturgias cristianas32 y sólo en ellas33. Esta adición obedece a la idea que expresan también las palabras con que el prefacio pasa al Sanctus; es decir, la universalidad que exige la alabanza de Dios, reflejada igual mente en todas las liturgias cristianas34. El Sanctus no re suena ya sólo en el templo de Jerusalén ni son únicamente los serafines los que lo cantan, sino que su escenario es todo el cielo35; en su canto se juntan todos los coros de los espí ritus bienaventurados, toda la militia caelestis exercitus lo en tona soda exultatione cantándole sirte fine. En
la anáfora egipcia de
S a n M arcos
162. Más impresionante todavía es el cuadro que nos pre sentan en este momento las liturgias orientales, como, por ejemplo, la anáfora egipcia de San Marcos, donde se abre la escena y se presentan ante Dios millares de millares y miría das de miríadas de ángeles36*y coros de arcángeles, y los que rubines de seis alas cantan alternando el himno de triunfo del tres veces Santo «con voces incansables e incesantes ala banzas de Dios». «Están ante tu sublime majestad cantando, clamando, invocando, alabando y ensalzando»8T. 30 B. N. W ambacq, L ’épithète divine Jolivé Seba’ót (París 1947) esp. p. 199ss 277ss. 31 Así, con pocas excepciones, en todas las liturgias cristianas y sólo en ellas, incluyendo el texto cristianizado Const. Ap., V il, 35, 3 (B aumstark , Trishagion und Qeduscha, 27s). 32 B aumstark , 28s ; Const. Ap. (VII, 35, 3) demuestra en este detalle su «cristianización:). 33 P eterson , Das BucK von den Engeln, I15s. « I d., 39-81, 113-133. w Cf. el trisagio en Ap 4,8. *• Dn 7,10. *T B rig htm a n , 131s .—Cf. también los ejemplos del siglo iv más arriba, I, 37 y 40. Véase la sintesis de las diversas formas. Tam bién las liturgias galicanas demuestran una gran variedad de ex presión (1. c., 83-95). Sobre todo, se incluyen aquí muchas veces, además de los ángeles, los santos.
788
TR. II. P- II. SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
S ig n if ic a c ió n de las v a r ia n t e s : UNIVERSALIDAD CRISTIANA
163. Las modificaciones aludidas del texto no pueden ser casuales38. Esto no quiere decir que obedezcan a un plan pre meditado, sino que son expresión de que la religión cristiana ha roto con los exclusivismos del nacionalismo judío y del culto de su templo. La «majestad de Dios», que en otro tiempo sólo se manifestaba en el templo, con la encarnación de su Hijo habita en toda la tierra de un modo nuevo, incompara blemente más grandioso (Jn 1,14), porque ya no queda ence rrada dentro de las fronteras de una sola nación, sino que es luz que ilumina a todos los pueblos. Bajo Cristo, la nueva Ca beza del universo, se unen tierra y cielos. Y de esta nueva Cabeza se derrama por todo el orbe el Espíritu, nueva reve lación de la misericordia y magnificencia divinas39. Por eso, desde que el Hombre-Dios fuá exaltado sobre toda criatura, el sitio propio para cantar las alabanzas de Dios es la Jerusalén celeste, donde la Iglesia tiene su verdadera patria, a la que va peregrinando. Es una prerrogativa de su liturgia el poder tomar ya desde ahora parte en los incesantes cantos de alabanza de la ciudad de D ios40. E l «B en edic tus »
se añade al
« S anctus »
164. Esta idea, que domina el Nuevo Testamento y que ha impreso su sello en el himno de los ángeles, llega a su más perfecta expresión en la invocación del Benedictus, enmarca da en un doble Hosanna. También en él se saluda con cantos de alabanza al que está sentado en el trono y al Cordero (Apoc 5,13). Parece que el Benedictus se combinó por primera vez en territorio galo con el Sanctus41. Pero sea de esto como 58 P eterson , 43 ss.
39 Interpretado así, el Pleni surtí caeli et térra gloria tua es, en parte, idéntico con el Spiritus Domini replevit orbem terrarum. La gracia dada en el Espíritu Santo es a la vez un anticipo de la gloria celestial del hombre, y con esto, el principio de la manifes tación definitiva de la gloria divina. Esta interpretación de en el Sanctus como gracia del Espíritu Santo, se encuentra también en las liturgias egipcias al continuar después del ó onp«vó<;... con la epíclesis de id 7¡paov. así el Eucologio de Serapión (Quasten, Mon., 61; cf. más arriba I, 37; cf. además B rig h tm a n , 132, y tex tos paralelos (véase más adelante 181). 40 Cf. S an C risósto m o , In illud «Vidi Dorninumy>, hom. 6,3: PG 56, 138): «Cristo, después de echar abajo el muro que dividía el cielo de la tierra..., nos trajo del cielo este canto de alabanza». 41 Al contrario del Oriente, donde el Benedictus no aparece an tes del siglo v iii (cf. la nota 26), en Occidente debió usarse en la misa romana por lo menos ya en el siglo vii, pues se encuentra en la mayor parte de los manuscritos del canon romano; cf. Bom:.
4.
EL «SANCTUS» Y EL «BENEDICTUS».
163-165
789
fuera, lo cierto es que en la unión de los dos cantos influyó decisivamente el pensamiento de que la majestad del Señor, de la que están llenos >el cielo y la tierra, no apareció sobre la tierra en su esplendor perfecto antes de venir a nosotros el Hijo en ia encarnación. Por eso resonó ya en Belén el cántico de gloria de los ángeles y por la misma razón las muchedum bres de Jerusalén le ensalzaban, con las palabras del salmo, como «el que viene en el nombre del Señor» 42. E l SENTIDO U2L «QUI VENIT»
165. En el texto original del Evangelio, el qui venit está en presente (ó epyojj.svoc), es decir, el pueblo saludó al que ve nia en ese momento. Se puede, pues, dudar de si en la litur gia hay que entenderlo en pretérito perfecto: qui venit. El problema no depende, desde luego, de si el Benedictas se canLe canon 30, aparato critico. El documento más antiguo de Galia es el escrito de S an C esáreo de Arles ( i 540) mencionado arriba en la nota 8. El Bencdictus pertenece ya al cuerpo de oraciones de la misa galicana y se supone en el Post-Sanctus, que con fre cuencia empieza: Vere Sanctus, vere bencdictus Domtnus noster Iesus Christus (M uratori, II, 518 526 534, etc.). Con el Hosanna in excelsis delante, 1. c., II, 529; o con la repetición del Bencdic tus, 1. c., 699. Lo mismo se encuentra también en las misas de Mone, del siglo vi (PL 128, 866 C 868 C 875 B). En otro conjunto, a saber, dentro de las oraciones de la comunión, como contestación al TV «pee toTí; ¿qíoic, se usa el Benedictas (Mt 21,9 y Sal 117,26) ya en las Const. Ap., VIII, 13, 13 (Q uasten , Mon., 230). 42 La fuente inmediata del texto litúrgico es probablemente Mt 21,9, con la modificación del primer Hosanna, que en Mt es: Hosanna filio David. En el texto litúrgico estas palabras han sido substituidas por las del segundo Hosanna, que realmente, como alabanza de Dios, resulta una transición más apta. .En esto habrá influido la redacción del texto fundamental del salmo 117,25s: O domine salvum m e fac... benedictus qui venit in nomine D omim Estas palabras se refieren a la llegada al templo de la solemne procesión. Mientras tanto, sin embargo, «el que viene», aun sin la determinación «en el nombre'del Señor», se oonvirtió en nom bre del Mesías (véase Mt 11, 3). Cf. J. S chneider , sp/opai: Theol. Wörterbuch z. N. T est, II, 664-672, esp. 666s. La palabra hosa-nnah — «¡ayuda, pues!», que en el salmo se usa todavía en su sentido pri mitivo, ya está convertido en aclamación: «¡Viva!», cuando le usan las muchedumbres, conforme se ve en el Hosanna filio Da vid y también en el in excelsis; cf. Gloria in excelsis. Es la alabanza del que habita en las alturas, una exaltación de Dios como respuesta a sus gracias, a semejanza de lo que repetidas veces dice el Evangelio de los que eran testigos de un milagro de Cristo: alababan y en salzaban a Dios. Cf. la redacción fi>a«w« ó ¿v t o bMozoiz en el se gundo lugar de la misa bizantina (B rig htm a n , 385). La afirma ción de B r in k t r in e (Die hl. Messe, 173) de que Hosanna es equi valente de gloria, tiene su fundamento en la circunstancia de que la misa armenia traduce efectivamente el Hosanna con una palabra de tal significado (H a nssen s , III, 394); pero no se puede equiparar esta gloria (subjetiva) a la gloria (objetiva) del Pient sunt canii o ver en la segunda la continuación de la idea expresada por la Drimera.
790
TR. II, P. II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
ta antes o después de la consagración, pues en ambos caso:-. la alabanza se refiere al que llegó a nosotros en la encarna ción. Con todo, no sería necesario cam biar el sentido, pues Cristo sigue siendo el que ha de venir. Todavía suplicam os por la llegada de su reino, e incluso cuando en el tiem po de N a vidad recordam os su adventus , n uestras m iradas van tan to ai futuro como al pasado 4*. Además, su proxim idad en el sacra m ento es una venida ininterrum pida, que culm inará sólo al final del mundo. E l c a n t o d e l « S a n c t u s » y « B e n e d ic t u s »
166. En el m isal rom ano, el Sanctus y e l Benedictus a p a recen como un único canto, y en las com posiciones corales se les considera tam bién como un conjunto indivisible; sin embargo, el Caeremoniale episcoporum, publicado en 1600, m anda can tar el Benedictus sólo elevato sacramento 4344, regla que en nuestro siglo fué confirm ada para toda la Iglesia 45. Se trata evidentem en te de una concesión al canto polifónico, cu yas am plias m elodías del Sanctus, al que se h a unido m uy oportunam ente el prim er Hosanna, se prolongan h a sta la con sagración, m ientras que el Benedictus con el segundo Hosanna ocupan el resto d el canon. D icho con otras palabras: en la m isa can tad a se prescinde com pletam ente d el silencio del ca non, perm itiendo no que rece el sacerdote en voz alta, sino que can te el coro, lo cual en el fondo n o es otra cosa que una nueva m odalidad de dar expresión con m edios m usicales al carácter antiguo de la suprem a oración eucarística, como a c ción de gracias y alabanza. L a po stu r a corporal
167. Por el carácter suplicatorio de estos dos cantos y por el supplici confessíone dicentes que ordinariam ente le p rece de, el sacerdote, y con él los dos m inistros, rezan el Sanctus 43 El Benedictus qui venit in nomine Domini se usa también como epitafio en sepulcros; así, p. ej., en el portal de una gruta siria (véase C. M. K aufmann, Handbuch der christlichen Archäo logie, 3.a ed. [Paderborn 19221 148). Se conoce, .pues, que se inter pretan estas palabras también del futuro. Por cierto, varias litur gias orientales ponen en lugar del qui venit una expresión doble: «que ha venido y vendrá» (H anssens, III, 394s). 44 Caeremoniale episc., II, 8, 7Os. Esta división está atestiguada para la catedral de París ya en el año 1512; cf. más adelante 290. A. G astoué (Le Sanctus et le Benedictus; «Revue du chant grégorien», 38 [1934] 163-168; 39 [1935.1 12-17, 35-S9) quiere probar co*i argumentos tomados de la historia de la música que el Beneaictus se cantaba ya después de la consagración en una época relativa mente temprana (según JL 14 [1938] 549s). 43 Decreto del 14 de enero de 1921, modificando a la vez la rú brica correspondiente en el Gradúale Romanurn (Decreta auth. SRC, XL 4364).
6.
CEREMONIAS.
165-168
791
inclinado el cuerpo. La costumbre es normal y de origen muy remoto. Según antigua tradición romana, los asistentes al coro en la misa solemne permanecían hasta el final del ca n on 46 en esta postura inclinada, que, según otra regla, empe zaba ya con el adorant dominationes. Acabado el canto, se enderezaba únicamente el sacerdote para continuar la ora ción. Según las normas actuales del misal romano, cesa la inclinación ya al empezar el Benedictos47. Seguramente se debe esto a que se ha de santiguar al Benedictos, ceremonia atestiguada ya desde el siglo x i 4849. También en las liturgias orientales acompañan a este canto de alabanza varias formas de bendición y una señal de la cruz que traza el sacerdote so bre sí mismo 40.
5.
Cerem onias d e l canon
S il e n c io
168, Terminado el canto del Sanctus, el sacerdote conti nuaba, según antigua tradición román a, Recitando en voz alta el canon, pero no con la misma melodía del prefacio, sino, como hemos visto 1t en un sencillo recitado. 46 Ordo Rom. I, n. 16: PL 78, 945; Ordo Rom. de Juan Archicántor ( S il v a - T a r o u c a , 199). Cf. J t jn g m a n n , Gewordene Liturgie, 126ss. 47 Rit-us serv., VII, 8. 48 B e r n a r d i Ordo Clun., I, 72 ( H e r r g o t t , 264). Según este orden el sacerdote permanece inclinado al santiguarse y se incorpora sólo al Te igitur. Reglas de los canónigos de San Víctor, de París, c. 67 (M a r t e n e , De ant. eccl ritibus, Appendix [III, 791]). La señal de la cruz está atestiguada por la misma época por J u a n B e l e t h (Explicatio, c. 45: PL 202, 53), quien da como razón el que el Benedictus está tomado del evangelio. Así tendría esta señal de la cruz semejante sentido que el que se hace al principio del evan gelio. 49 En las liturgias egipcias, el sacerdote traza la señal de la cruz sobre sí mismo, sobre los acólitos y sobre el pueblo mientras se canta el Sanctus. En la liturgia armenia se hacen tres cruces sobre el cáliz y la patena. En la siria occidental extiende el sacer dote durante el Sanctus las manos sobre el cáliz y la patena, cu briéndolos, ceremonia a la que en el rito maronita sigue una señal de la cruz ( H a n s s e n s , III, 395s). En estas ceremonias late segu ramente el pensamiento aludido en la nota 39 de que la gloria del Señor, que se avecina, trae bendiciones para la criatura, o se pide que las traiga, y que es ella la que convierte los dones en el cuerpo y la sangre de Cristo. En este sentido, S e v e r ia n o de G abala (+ d. de 408) (De m undi creatione, II, 6: PG 56, 446s) aplica a la Eucaristía el orden de Is. 6,3-7, según el cual el ángel canta pri meramente el Sanctus .y luego toma del altar el carbón encendido, interpretando ol carbón encendido de la forma después de la con sagración. Cf. más arriba 37 42. i Cf. más arriba *15.
792
TR. II, P. II, SEC. II. —«CANON ACTIONIS»
Al trasplantar la m isa rom ana al país de los francos cam bió por com pleto esta costumbre. Como program a de las n u e vas tendencias podemos considerar la frase S u rg it p o n tife x et ta c ite in tr a t in c a n o n e m 3, que representa la redacción carolin gia del prim er Ordo R o m a n u s y expresa claram ente los cam bios en la interpretación d el canon que entre ta n to había sufrido. E ntrada en el sanctasanctórum
169. El sacerdote en tra solo en el santuario del canon. H asta este m om ento, los asistentes al coro y el m ism o pueblo habían tom ado parte en sus oraciones y cerem onias con m a yor o m enor in tensidad y sus cantos y plegarias llenaban el tem plo, m ezclándose sus voces con la suya propia. Pero ahora., apagadas las últim as m elodías del S a n ctu s, reina un silencio sagrado. En el silen cio debe el hombre acercarse a Dios. En otro tiem po, el sumo sacerdote del A ntiguo T estam ento u na sola vez al año podía en trar en el sanctasanctórum , sin acom pañam iento y llevando consigo la sangre de las v ícti m as (Hebr 9,7); ahora en la Nueva A lianza el celebrante, d e jando atrás al pueblo, se presenta solo ante Dios para o fre cerle el sacrificio \ O tras oraciones y ceremonias al PRINCIPIO DEL CANON
170. En la m isa de la alta Edad Media no se atrevía a dar este paso sin confesar antes, una vez más, su indignidad rezando una hum ilde a p o lo g ía 4 o, por lo m enos, no sin in 3 Cf. más arriba 115, final. Esta alegoría se cultiva cada vez más por los comentaristas carolingios y posteriores: F l o r o D iá c o n o , De actione miss., n. 42s: PL 119, 43; R e m i g io de A u x e r r e , Expositio: PL 101, 1256; sobre to do, I v ó n d e C h a r t r e s (De conven, vet. et novi sacrif.: PL 162, 554), que desarrolla el paralelismo entre estas ceremonias v Heb 9,7 (el sacerdote entra en el sanctasanctórum con la sangre de Cristo, esto es, el recuerdo de su pasión), H il d e b e r t o de L e M a n s , Versus de mysterio missae: PL 171, 1183; I saac de S t e l l a , Ep. de off. missae: PL 194, 1889-1896; R o b e r t o P a t jl u l o , De caeremoniis, II, 23-30: PL 177, 425-430; S ic a r d o de C r e m o n a , Mitrale, III, 6: PL 213, 125 B; D u r a n d o , IV, 36, 5. 4 La Missa Ulyrica, abundante en apologías, asigna tres fórmu las para antes de empezar el canon. El celebrante comenzaba a rezarlas mientras se cantaba el Sanctus. La tercera fórmula dice : Facturus memoríam salutarts hostiae totius mundi, cum illius digni tatem et meam intueor foeditatem , conscientia torqueor peccatorum. Verum quia tu Deus m ultum misericors es, imploro u t dig neris m ihi dare spiritum contribulatum, qui tibí gratuiti sacrifichili! revelasti, ut eo purificatus vitali hostiae pias manus admoveam, q v a r omnia peccata mea aboleat et ea deinceps in perpetuimi vitandi mihi tutelarti infundat omnìbusque fidelibus vivis et defunctis, pro qui bus tibi offertur, praesentis vitae et futurae salutis commercia Un
5.
CEREMONIAS.
168-170
793
vucar de nuevo la ayuda de Dios s. Durante algún tiempo fue costumbre repetir en este sitio de la misa el lavatorio de las manos *56. Todos los asistentes a misa se inclinaban profunda mente 7, y luego, cuando no lo prohibía el carácter festivo de las misas de los domingos y las grandes solemnidades, caían de rodillas 8. En muchas iglesias, por los siglos x i y xn el core de los clérigos comenzaba a recitar salmos en voz alta, corres pondiendo con ello, aun después del Sanctus, al ruego que les había dirigido el celebrante al suplicarles en el Orate fratres a que intercediesen por él De esta manera, la oración en voz baja del sacerdote quedaba cubierta, como con un velo, por un auténtico oficio divino, comparable en este punto de giatur. Qui vivís ( M a r t e n e , 1, 4, IV [I, 512 El); más ejemplos, lu gar citado, 1, 4, 7, 9 (I, 398). Cf. también E b n e r , 396s. 5 Desde el siglo xi aparece en este lugar a veces el Aperi con que hoy se empieza el rezo del breviario. Sacramentario de Moissac ( M a r t e n e , 1, 4, VIII [I, 539 E l ) . C f . también los datos en L er o q t ta is (I, 158) y en los índices (III, 330s). En diversos sitios de Italia, en E b n e r , 396. Para España véase 1. c.} 206, y F e r r e r e s , pp. xxvm x x x m xLvms. Allí se usaba en esta parte de la misa también el M unda cor m eum (x l e x : Gerona, s. xiv). En dos ordinarios de la misa escritos con letra beneventana, de los siglos x i -x i i ( E b n e r , 149 329), siguen al Sanctus tres Christe audi nos, que en el segundo caso van acompañados por otras jaculatorias, formadas preferen temente con palabras de la Sagrada Escritura. Semejantes jacu latorias las menciona más tarde B o n a , II, II, 1 (745). Cf. también el misal de Hereford (hacia 1400) ( M a s k e l l , 111). • Cf. más arriba 79. 7 Testimonios desde el siglo ix ( J u n g m a n 'n , Gewordene Liturgie, 126ss); cf. más arriba I, 295s. Sobre el cambio en la interpreta ción de esta costumbre véase 1. c., 127-131. La postura de inclinación durante el canon es antigua tradición, cf. mas arriba i, 89. 8 El ponerse de rodillas dió tal vez ocasión a intercalar, precisa mente en este pasaje de la misa (post offertorium et ante canonemj, una oración contra los tártaros, como lo hizo el sínodo de Magun cia de 1261 ( H a r t z h e im , III, 611), con el salmo 78, Pater noster y oración por la paz ( F r a n z , 205s). El caso aparece aislado* otras oraciones del mismo género suelen intercalarse después del em bolismo. 8 Cf. más arriba 90s. Para ello se había establecido cierto orden, que se encuentra más perfecto en la Missa Illyrica ( M a r t e n e , 1, 4, IV [I, 513 A ]): Cuando el obispo empieza con el Te igitur, los ministri deben recitar los salmos 19.24.5 0 .8 9 .9 0 . Luego siguen una serie de versículos y una oración pro sacerdote; Gaudeat Domine, y otra communis (en otros sitios con el título pro ómnibus): Precibus nostris. Este mismo orden vuelve en otros misales, en parte sin e) salmo 89 ó 90 y sin la segunda oración, o también sin la rúbrica acerca del momento exacto en que_ se ha de recitar; p. ej., el sa cramentario de Séez (PL 78, 249); én los ordinarios de Líela y Gregorienmünster ( M a r t e n e , I, 4, XV XVI [I, 592 599s]); en ordina rios italianos del siglo x i hasta el principio del xm ( E b n e r , 30 6 s 313 323). En el sacramentario de Módena, escrito antes de 1174 (Mur a t o r i , I, 92), se añaden además los salmos graduales (salmos 119133), y antes de los versículos, el Kyrie el., Christe el., Kyrie el., Pater noster. En este sentido ha de interpretarse también una nota del Ordo Rom. VI, (s. x.) (n. 10: PL 78, 993 B), según la cual el diácono y subdiácono han de cantar después del Orate pro me del obispo quindecim grad.
794
TR. II, P. n , SEC. I I — «CANON ACTIONIS»
la misa sólo con las ectenias orientales 10. No tiene, por lo tanto, nada de extraño que se diesen en algunas regiones tendencias a ocultar por completo a las miradas del pueblo la figura del sacerdote 11123. Cirios , incensarios y la palmatoria
171. Fijémonos en otro dato: según prescripciones más recientes que aun se observan, aparece en la misa solemne de pontifical una comitiva de clérigos con cirios encendidos, que se colocan simétricamente a ambos lados delante del al tar 1 Es la expresión de nuestra prontitud de recibir digna mente al gran Rey, motivada, como la serie de otras costum bres del canon introducidas a partir del siglo x i i i , por el nue vo modo de interpretar la consagración. En algunas iglesias, dos clérigos, a la derecha y a la izquierda del altar, agitaban ininterrumpidamente sus incensarios desde este momento hasta la comunión la. En las misas solemnes que no eran de pontifical tenían que encenderse por lo menos dos cirios 14. A lo mismo tendía ía costumbre, que desde el siglo x i i i se fué propagando en mu chos sitios, de encender la palmatoria, llamada también «can dela del Sanctus» 15*18, costumbre impuesta luego por el Míssale Romanum ld, pero que en casi todas partes ha perdido su 10 La desaparición de esta costumbre parece que es consecuen cia de que las melodías del Sanctus se hacían cada vez más ricas (cf. más arriba, 156) y también de la introducción de la nueva ce remonia de elevar las sagradas formas en la consagración. 11 En este sentido, dice D u r a n d o , IV, 39, I: In quibusaam ecclesiis... quasi tegitur et velatur. También en estos casos, no muy fre cuentes a lo que parece, se trataba más bien de una ocultación simbólica (quasi), ya que una ocultación efectiva del sacerdote, por lo menos después del siglo xin, fué imposible, porque tenía que enseñar en la consagración las sagradas especies. Aunque en siglos anteriores se mencionan también cortinas del altar, éstas se encontraban a ambos lados y servían de adorno, sobre todo en los altares con baldaquino, donde estaban colgadas a la de recha e izquierda entre las columnas ( B r a u n , Der christliche Al tar, II, 133-138, 166-171). 12 Caeremoniale episc., n , 8, 68: quattuor, sex aut ad summum octo ministri. A la cabeza va el turiferario. 13 Ordinario de Laón (ss. xm-xrv) ( M a r t e n e , 1. 4, XX [I, 60« D]>. De modo parecido también en la baja Edad Media en Lyón ( B u e n n e r , 258). También en París y en Lieja está atestiguada la. misma costumbre (A t c h l e y , A History of the use of Incensé, 265). i« Missale Rom., R itus serv., VIII, 8. Así ya en el ordinario de Laón (1. c.) para la misa dominical. Acerca de la costumbre actual véase E i s e n h o f e r , II, 163. 13 Abundantes referencias se encuentran en P. B r o w e , Die Elevatíon in der Messe; JL (1929) 40-42. Reproducciones gráficas del siglo xiii en C h . R o h a u l t de F l e u r y , La messe, I (París 1883). lámina 20; reproducciones de tiempos posteriores, en F . F a l k , Die deutschen Messauslegungen von der M ifte del 15. Jli. bis zum Jahre 1525 (Colonia 1889) 28 30 33 37 46. 18 Rubr. gen., XX; cf. R itus serv., v m 6»
O.
CEREMONIAS.
170-173
795
carácter de obligatoriedad al permitirse lo contrario como por prescripción 17. U n ic o m e d io d e s e g u ir l a m is a l o s s e g l a r e s
172. No cabe duda de que con todas estas ceremonias se quería fomentar el respeto al misterio que se realizaba en la consagración con la renovación de la bajada a la tierra del Hombre-Dios. En cambio, nadie pensó ya -en seguir las ora ciones del sacerdote, que, como siempre, se recitaban en voz baja, y cuyo contenido ideológico, por principio inaccesible a los seglares 18*, se desarrollaba según sus leyes propias, muy distintas de las que regían las ceremonias que acabamos de mencionar. Lo único, pues, que de la acción litúrgica del canon queda ba al alcance de los fieles eran las ceremonias exteriores del sacerdote, que se reducían, antes de que se introdujera en el siglo x i i i la costumbre de elevar las sagradas formas, a ex tender los brazos, a la inclinación, el ósculo del altar y a las cruces que el sacerdote trazaba sobre las ofrendas. Debemos, pues, fijar también nuestra atención en estos ritos exteriores. D iv e r s a s a c t it u d e s c o r p o r a l e s CELEBRANTE Y CLÉRIGOS
del
173. Es natural que el sacerdote, lo mismo que en el pre facio, rece el canon, oración antiquísima, con los brazos le vantados en postura de orante. Antiguamente hacían lo mis mo los clérigos que le rodeaban en el presbiterio e incluso los simples fieles iy. Al correr los siglos, éstos fueron cambiando de postura, inclinándose profundamente o, en tiempos si guientes, arrodillándose; en cambio, el sacerdote permaneció, como tradicionalmente, de pie y con los brazos levantados. Durante la Edad Media fué también costumbre por algún tiempo extender después de la consagración los brazos en 17 La costumbre contraria fué reconocida como legítima por la Sagrada Congregación de Ritos (9 de junio de 1899) (Decreta auth. SRC, n. 4029, 2). La costumbre se ha conservado en España y Centroamérica, así como en muchos sitios de Suiza, en algunas parroquias de las diócesis de Rottenburgo y Würzburgo y en la ca tedral de Friburgo (K ramp, Messgebräuche der Gläubigen in Oer Neuzeit: StZ [1926, III 218; I d., Messgebräuche der Guiuoigen in den ausserdeutschen L än d ern : StZ [1927, II] 352, nota 2; 364). En Vorarlberg se conservaba la costumbre en la mayor parte de las parroquias hasta la primera guerra mundial (L. J ochum, Religiö ses und kirchliches Brauchtum in Vorarlberg; «Montfort», 1 [Bre genz 1946] 280s). También los cartujos la han conservado (Ordinarium Cart. [1932] c. 29, 14; 32, 13). i» Cf. más arriba I, 110 195. 19 Cf. más arriba I. 295 con la nota 29. Véanse las reproducciones gráficas (s. ix -x i ) en R ighetti (Manuale, III, 357 361) y también los restos de ésta costumbre en tiempos posteriores, más adelante, 283.
7%
TR. II, P. II, SEC. II.— «CANON ACTICNIS»
forma de cruz—costumbre que se conserva todavía entre ios dominicos—, para cruzarlos luego sobre el pecho al rezar el Sup p lices te r o g a m u s 20. Ambas posturas recuerdan la ima gen del Crucificado, que, por cierto, en los primeros siglos se representaba ya en la actitud de orante 21. L a inclinación
174. La inclinación respetuosa que mandaban a. los clé rigos los Or diñes R o m a n i durante el canon era también obli gatoria para el celebrante, pero sólo mientras recitaba el S a n e tus. otra vez se inclinaba después de la consagración para rezar la humilde súplica >en que se pide a Dios reciba benignamente los dones, y al S u p ra quae 22, o como en la ac tualidad, por lo menos al Supplices 2\ permaneciendo en esta actitud hasta el final de la oración. Y como las palabras ro g a m u s ac p e tim u s" U ti a ccep ta h a b ea s... h a ec d o n a del Te ig itu r expresan un pensamiento análogo al que se encuentra en *el S u pplices te rogam us iu b e h a ec p e r fe rr i , no nos equivo caríamos al suponer que se debe a este semejanza el que la inclinación profunda se haya prescrito también para el prin cipio del canon, a pesar de que sigue inmediatamente a la del S a n c t u s 24. Esta costumbre existía ya en el siglo x i i i , cuando no se conocían las acciones preparatorias de extender, elevar y juntar las manos 25 ni el ósculo del altar con que termina "a Inclinación2#. 20 Las referencias véanse más adelante, 29614$ 321-53. El rito de los cartujos prescribe la extensión de los brazos también antes de la consagración (Ordinaríum Cart. [1932] c. 27, 2). 21 Cf. D olger, Sol salutis, 318 con nota 4. 22 Ordo de Juan Archicántor ( S ilv a - T a r o u c a , 199). 2» Cf. A m a l a r io , De eccl. o//., III, 25: PL 105, 1142. Referencias de épocas posteriores, en S ólch, Hugo, 95. 24 Misal franciscano del siglo x i i i ( E b n e r , 314; cf. Ordinarium. O. P. de J.256 [ G u e r r i n i , 241]); Líber ordinarias de Lieja (V o l k , 94). Si no es que se mantenía en la actitud corporal tomada en el Sanctus (Líber usuum O. Cist., c. 53: PL 166, 1425; S ó l c h , 88, nota 20). Y porque tal súplica de aceptación, aunque motivada por otras razones, se da además en el Hanc igitur, encontramos en la baja Edad Media con frecuencia una inclinación también en esta ora ción; cf. más adelante 245. 25 Se trata evidentemente de la misma idea que encontramos también al principio del Gloria y Credo y en las invitaciones a la oración Oremus y Gratias agamus; es una ceremonia que inicia la postura corporal durante la oración, que se encuentra en algunos sitios de mayor importancia y se puede comparar con la melodía inicial de los versículos en la solemne salmodia. Esta ceremonia, antes del Te igitur, tiene cierta independencia y forma un anticipo mudo de la invocación. Así, por lo menos, cuando se supone la interpretación corriente de la rúbrica al empezar el Te igitur sólo después de estar ya inclinado. C f . Merati en G a v a n t i - M e r a t i , Thesaurus, II, 8, 1 (I, 284s). La rúbrica, que, por lo demás, ha sufrido una modificación en 1897, no es muy clara. Véase J u a n B. M ü l l e r , Manual de ceremonias (Barcelona 1944) p. 68, nota. 2ft S ó l c h , Hugo, 88s. Anteriormente, el ósculo del altar se men ciona sólo por S ic a r d o d e C r e m o n a (Mitrale, III. 6: PL 213, 125).
C r o n o l o g ía d e
las
cruces
175. Al enderezarse el sacerdote de esta primera inclina ción después del Sanctus, traza tres cruces sobre las ofrendas. Son las primeras cruces que aparecen dentro del canon y al mismo tiempo las más antiguas. La primera vez que se men cionan es a principios del siglo v i i i *27*. Siguen otras cruces en el Quam oblationem, en el mismo relato de la institución, en el Unde et memores y en el Per quem haec omnia. Todas ellas, conforme lo demuestran los manuscritos, existian ya a fines del siglo v i i i . De su implantación en Alemania poseemos un documento en una carta del papa Zacarías a San Bonifacio, fechada el 4 de noviembre de 751, en la que escribe que, a. ruegos de éste, el papa le señalaba en el «rotulo» que le en viaba por medio de Lulo dos pasajes del canon en los que hay qno hacer las cruces2S. Hacia el siglo ix se añaden las cruces
TR. II, P. II, SEC. II .— «CANON ACTIONIS»
798
Tiius 313 2y—ya fuera del canon—las del P a x D o m in i son de fe
cha posterior. El
problema de las cruces después de la CONSAGRACIÓN, CRUZ Y BENDICIÓN
176. En los comentarios medievales de la misa posterio res al siglo x, el simbolismo de estas cruces del canon fué un tema i m p o r t a n t e A nosotros interesa más bien el porqué se trazan sobre las ofrendas aun después de la consagración. Es cosa bastante clara que las cruces se refieren al sacrificio de la cruz, actualizado sacramentalmente en cada m isa33. Con esto entramos en pormenores. Para nosotros parece evidente que el sig n u v i crucis signifique siempre bendición 34. En efec to, a pesar de que en la Iglesia durante el primer milenio predominó como señal de bendición la imposición de las ma nos, pronto, según parece, la señal de la cruz le fué substitu yendo, sobre todo en las Galias 35. En la misma misa no se 31 En algunos casos aparecen ya muy pronto las dos cruces usua les actualmente; así en el sacramentarlo escrito hacia 800 de Angu lema ; más veces, sin embargo, faltan todavía en los siglos xi y xn (B rinktrine , 299).
32 La Expositio «Missa pro m ultis» (ed. H anssens, en «Eph. Liturg.» [1930] 39) explica los sex ordines crucium, que se enumeran, según el Ordo Rom. //, por las relaciones que tienen los seis períodos del mundo con la cruz de Cristo. A partir del siglo xi. los co mentaristas explican el número de cruces por cualquier simbolismo de los números (F ranz. 415s 419). Otros, como R uperto T uitiense .e I nocencio III, relacionan con ellas ciertas frases de la pasión de Cristo (F ranz, 418 455 662) o mezclan varios sistemas de explicación, como H onorio Augustod. (F ranz, 424.) También se atribuye a cada una de las 25 cruces su significado especial para la representación de la pasión de Cristo, como lo hace B ertoldo de R atisbona, con la norma: «Cruz breve, sufrimiento breve; sufrimiento largo, larga cruz» (F ranz, 656 ; cf. 695s), o, finalmente, se interpretan las 30 cru ces (incluidas las tres al Pax Domini y dos más del canon, que se encuentran, p. ej., en el misal de Freising, del año 1520 ; cf. B eck, 308) de los 30 milagros de Cristo, como lo hacen algunos, que siguen a Bertoldo (662s). Cf. F ranz, 7 3 3 : «La explicación de las cruces ad quirió tanto mayor importancia cuanto más se limitaba la expli cación del canon a la interpretación de estas cruces». 33 Este pensamiento lo propone, como norma fundamental de la explicación, S anto T omás (Sum m a theol., III, q. 83, a. 5 ad 3). Del mismo modo hay que interpretar también las cruces después de la consagración. Yá I vón de C hartres (De conven vet. et novi sacrif.: PL 162, 556 C) dice: Quid est enim ínter ipsa mysteria rebus sacratis vel sacrandis signum crucis superponere, nisi mortem Domini commemorore? . Luego compara las cruces sobre las ofrendas con la aspersión de las ofrendas con sangre de la víc tima en el Antiguo Testamento. 34 *!1 autor alude a la dependencia' etimológica de la palabra alemana «segnen» = bendecir, de la palabra latina signum.—(N. del T.) 35 S an G regorio de T ours ( f 594), Vitae patrum, 16, 2: PL 71, 1075: San Martin aparece en una ventana del ábside de la igle sia a él dedicada, baja y echa la bendición a la ofrenda que está encima del altar extendiendo la mano íuxta morem catnoltcum
5.
CEREMONIAS.
175-177
7 9 'i
puede negar que en algunos pasajes tiene estertsentido de bendición, como, por ejemplo, cuando a la señal d>e la cruz se juntan determinadas palabras: las dos veces del benedixit de la consagración, al benedictam, adscriptam, ratam ... y al sanctificas, vivificas, benedicis... U na
manera de subrayar ciertas palabras
177. La señal de la cruz se encuentra, sin embargo, tam bién en otros pasajes. Brinktrine hace constar que las cruces del canon en los primeros tiempos no tenían por fin único re forzar la expresión de bendición o de santificación, sino que servian para hacer resaltar algunas palabras determina das 8#. Este es el sentido que hay que suponer en las dos cru ces que antes de la consagración acompañan a las palabras ut nobis Corpus et sanguzs fiat y en las cinco de la primera oración después de la consagración al hostiam pur am, hostiam sanctam, hostiam immaculatam, panem sanctum vitae aetemae, calicem salutis perpetuae; a éstas hay que añadir todavía por lo menos las cruces trazadas sobre los dones con sagrados en el Supplices, es decir, a las palabras corpus et sanguinem. Así explica Brinktrine las cruces que vienen después de la consagración, y que tanto han llamado lá atención desde el concilio de Trento37, porque se suponía por lo general que signo crucis superposito. En un formulario de la misa mozárabe se dice después de la consagración: hanc hostiam ... per signum crucis sanctifices et benedicas (F érotin . Le líber mozaraotcus sacramentorum, p. 321). Un testimonio de sorprendente claridad se encuentra ya en S an Agustín , In loh. tract. 118, 5: PL 35, 1950: quid est, quod omnes noverunt, signum Christi nisi crux Christi? Quod signum nisi adhibeatur sive frontibus credentium sive ipsi aquae, ex qua regenerantur, sive oleo, quo chrismate unguntur, sive sacrificio, quo aluntur, nihil horum rite perficitur. En la liturgia sirio-occidental, J acobo de E dessa (i- 708) habla de 18 señales de la cruz que se trazan sobre las ofrendas CA. R ücker, Die Kreuz zeichen in der westsyrischen Messliturgie; «Pisciculi F. J. Dölger dargeboten» [Münster 1939] 245-251). ÄÄ B rinktrine , 303.
La- comisión para la extirpación de los abusos de la misa pidió la supresión de las cruces después de la consagración (Concilium Tridentinum, ed. G oerres, VIII, 917). R. H aungs (Die Kreuz zeichen nach der W andlung im römischen M esskanon; «Benedik tin. Monatsschrift» 21 [1939] 249-261) da un resumen de la histo ria de su interpretación. Según él, en la Edad Media se les dió sólo sentido conmemorativo, como también nosotros acabamos de hacer constar, mientras que en la Edad Moderna, con pocas ex cepciones (entre ellas, sobre todo, Maldonado; véase la nota 40), se las interpretó como bendiciones, desde luego no sin hacer cier tas salvedades. El mismo problema y la misma suposición encon tramos ya en el siró Narsai (t hacia 502), que dice que el sacerdote después de la epíclesis no echa la bendición sobre los dones por que los misterios no necesitan de la bendición, sino que indica con la última señal de la cruz que han alcanzado su perfección (C onnolly, The liturgical homilies of Narsai, 22).
* OU
TR. I I, p. I I, SEC. I I .—-«CANON ACTIONIS»
indicaban un gesto de bendición. Desde luego, una bendición en estos pasajes no tiene razón de ser; sin embargo, cabe du dar de si la razón de subrayar determinadas palabras sagra das basta para explicar satisfactoriamente el sentido de estas cruces. ¿Por qué acentuar precisamente las palabras a las que acompañan las cruces? Ciertamente no son las más sagradas que se encuentran en el canon. Ademanes
retóricos estilizados
178. Recordemos que el estilo solemne de prosa predomi nante en el canon romano es el estilo que se enseñaba en las antiguas escuelas oratorias hacia el final del imperio romano. La frase retórica tenía que ir acompañada siempre del gesto retórico. Asi, a la palabra que se refiera a un objeto presente corresponde un ademán que la señale. Por cierto, ni siquiera hacía falta recurrir a las reglas de la oratoria artística. La practicamos en cualquier conversación algo animada, y, por tanto, tiene aplicación también en la oración si ésta no ha de ser una pura fórmula. Aunque por lo común la señal indica dora no suele aparecer en el texto escrito, como fácilmente se comprende, tenemos, sin embargo, de ella algunas hue llas, no sólo en la liturgia oriental38, sino también en la ro mana*9. Estos ademanes, desde el siglo vm, a lo que parece, 38 En la anáfora de San Cirilo, copta, se prescribe al sacerdo te que al añadir a las palabras de la institución aquello de San Pablo (1 Cor 11,26): Cuantas veces comiereis este pan y bebie reis este cáliz... señale con la mano primeramente el pan y lue go el cáliz. Así también en el primer ofrecimiento de los dones (B rightman , 148, lín. 17ss; 177, lín. 29ss). En cambio, K yrillos ibn L aklak ( t 1243), en el libro de iniciación (ed. G raf, en JL 4, 122), insiste en que el sacerdote no debe hacer ninguna cruz so bre las oblatas después de la consagración. En la anáfora de los apóstoles, etiópica, se proponen las palabras de la institución del modo siguiente: «Tomad, comed (señalando) este pan (inclina ción) es mi cuerpo (señalando)...», y asi también en el cáliz. En la siguiente anamnesis (que ha conservado casi intacto el texto de San Hipólito; cf. más arriba I, 30) se dice: «... y te ofrece mos este pan (señalando) y este cáliz, al...» La misma ceremo nia se repite en seguida con ocasión de la epíclesis, rogando a Dios envíe al Espíritu Santo «sobre este pan (señalando) y sobre este cáliz (señalando)», siguiéndose luego más cruces (B right man, 232s). Más clara aún es la cuestión en la anáfora etíope de San (Marcos (ed. T. M. S emharay S elim , en «Eph. Liturg.» [1928] 510-531), donde con toda regularidad, lo mismo antes que des pués de la consagración, el pronombre demostrativo hic (pañis), etcétera, va acompañado por la nota signum (515ss). En la litur gia bizantina de San Crisóstomo se encarga el diácono de esta ceremonia. Durante el relato de la institución, lo mismo en las palabras sobre el pan que sobre el cáliz, señala las especies con el «orarion» : os'-yv'jc\..Tov (j v (>v 'v o x 'v , resp -xvúsi . . . to v ¿í-yi.ov nox^pwvLa misma ceremonia se hace en la epíclesis sobre ambas espe cies (B rightman , 386s). 39 En las oraciones de reconciliación del pontifical de Poitiers, escrito en el siglo ix, que contiene costumbres romanas, los pres
O.
CEREMONIAS.
1 7 7 -1 7 9
80J
quedaron estilizados en la señal de la cruz *40. No faltan ejem plos y paralelismos de este proceso evolutivo 4l. E xaminando los diversos pasajes EN QUE SE TRAZA LA CRUZ
179. Si recorremos a la luz de este criterio el texto del canon, encontramos efectivamente que cada vez que se nom bran las ofrendas se hace una cruz sobre ellos, con excepción del Harte ig itu r ó b la tio n e m , donde se extienden las manos sobre las ofrendas, y el qui tib i o f f e r u n t hoc sa c rific iu m la ñ áis, probablemente porque en estas palabras se citan los do nes sólo de paso. Quizás tengamos en la A d m o n itio synodalis del siglo ix el documento que nos puede ilustrar sobre esta transformación 42. Con razón sacamos, pues, la conclusión de bíteros, mientras el obispo dice la oración, deben tocar con la mano derecha al penitente vice pontificis cada vez que en la oración se dice: hos fámulos (J. M orinus , C om m entánus historieus de disciplina in administratione sacramenti paem ienuae [Amberes 1682J apéndice, p. 67). Esta ceremonia tiene a la vez el sentido de imposición de las manos. 40 La hipótesis de que la señal de la cruz en este lugar no tie ne el sentido de bendición, sino se hace para señalar los dones, fué propuesta ya por J. M aldonado, S. I. (f 1583), De caeremoniis, II, 21 (en F. A, Z accaria, Bibliotheca ritualis, II, 2 [Roma 1781] 142s; cf. 13ls). 41 Ante todo hay que llamar la atención sobre la transfor mación de la imposición de las manos como ceremonia de ben dición en la señ al. de la cruz que se traza sobre el objeto que hay que bendecir. Así unimos aun hoy día con el Indulgentiam , cuando se reza antes de la absolución sacramental, un vestigio de la imposición de las manos que antiguamente estaba unida con la fórmula; fuera de la absolución, en cambio, sólo se hace la señal de la cruz (cf. J ungmann, Die lateinisc/ien B ussnien, 233s). Pero también en otras ocasiones substituye la señal de la cruz tales ceremonias indicadoras; así, p. ej„ cuando en el Or do Rom. I, (n. 21: PL 78, 947) el subdiácono regional, después de la comunión del pueblo, da al director de la Schola la señal de terminar con el Gloria Patri el salmo de comunión: aspicit ad prim um scholae, faeiens crucem in fronte sua, annuit. ei dicere Qloriam. La señal se ha estilizado en una cruz. Por cierto, nosotros mismos presenciamos actualmente un fenómeno para lelo al ver que muehrs veces en la escritura artística (en devo cionarios y recordatorios, en los que actualmente en Alemania un versículo de la Sagrada ‘Escritura, presentado artísticamente con tal escritura, hace las veces de una estampa) pequeñas cruces subs tituyen las señales corrientes de puntuación. 42 En la redacción de R atherio de Verona ( |- 974) (PL 136, 560 A): Calicem et oblatam cruce sígnate, id est no in circulo ei vanear tione (al. variatione; PL 135, 1071 D; vacillatione: PL 132, 459 A 461 A) digitorum, u t plurimi faciunt, sed strictis duobus digitis et pollice intus recluso. Verdad es que esta frase falta en una parte de los textos (cf. H. L eclercq, en DACL 6, 576-579), pero consta que existía por lo menos en el siglo x. En el movimiento censurado de la mano o los dedos podríamos reconocer el antiguo ademán retó rico, que ahora debe ser substituido por las señales de la cruz. Acer ca de la forma en que se debían tener los dedos en la ceremonia de bendición, cf. E isenhofer , I, 280s.
B02
TR. II, p. n , SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
que el gesto primitivo del canon fué el de señalar que por lo mismo no se anotaba en los textos litúrgicos, y esto no s61o en los tres pasajes arriba citados, sino también por lo menos en el Te igitur, donde, por primera vez en el canon, apa rece la súplica de aceptación uti accepta habeas haec dona, haec muñera, haec sancta sacrificia illibata. El benedicas pudo dar pie a que este pasaje fuera el primero en que se transformara el gesto de señalar en una cruz 4a, mientras que en otros pasajes se siguió conservando todavía durante algún tiempo, y como tal no se anotó. Ademán oblativo
180. Reflexionando algo más sobre el sentido del gesto de señalar las ofrendas, caeremos en la cuenta de que, por tra tarse de dones visibles y materiales que no se pueden presen tar al Dios invisible sino por la expresión simbólica de cere monias y oraciones, este ademán, cuando va acompañado por la súplica de que Dios reciba benignamente el don (petimus uti accepta habeas; offerimus praeclarae maiestati tuae)y re presenta la verdadera expresión de la oblación, aunque no la única. Ya hemos hablado de la inclinación que va unida a la súplica de aceptación4344. Además, tiene el mismo sentido el extender las manos sobre los dones. Recordemos que en San Hipólito de Roma, se encuentra ya la prescripción de que el obispo, mientras pronuncia la oración eucarística, ha de po ner las manos sobre los dones 4546. Esta imposición de las ma nos, que se puede interpretar como una manera de señalar prolongadamente, y, por lo tanto, como una ceremonia in tensiva, no ha logrado imponerse como modo de tener exten didas las manos durante toda la oración eucarística. Se ha conservado sólo en el Hanc igitur, o, mejor dicho, en él ha vuelto a practicarse. Por algún tiempo se usó también en el Supra quae 45. Por lo demás, se ha preferido para el resto del canon la postura ordinaria de oración, elevando los brazos hacia Dios. Unicamente cuando lo exigen las palabras de ’a oración se señalan los dones que están dedicados al Altísimo. 43 A esto corresponde el hecho de que en los documentos más antiguos en que se encuentra esta serie de cruces, también al benedicas se asigna una cruz; cf. más arriba la nota 27. 44 Cf. más arriba 174. Cf. también las costumbres paralelas en el ofertorio, más arriba 50 52s. 43 Cf. más arriba I, 30. La misma prescripción en el Testamen tum Domini, I, 23 (Q uasten , Mon., 249). 46 Baltasar de Pforta, O. Cist., la atestigua hacia el final del si glo xv como costumbre de los sacerdotes seglares en Alemán tu CPRANZ, 587).
6.
«TE IGITUR». SÚPLICA DE ACEPTACIÓN.
C o n v e n ien c ia
179-181
80?
de esta ceremonia
Considerando, pues, así todo el problema, no podemos ne gar que es muy a propósito la forma de cruz para señalar las ofrendas, simbolizando de este modo nuestra entrega a Dios, que se une a la 'entrega del Señor en la cruz. Las cruces in dicadoras de las ofrendas no quieren decir otra cosa sino que deseamos y nos proponemos ofrecer a Dios con humildad los dones que están sobre el altar, y tienen el mismo sentido que la imposición de las manos sobre los dones, la inclinación que acompaña la súplica de aceptación y la elevación del cáliz y de la forma durante la doxología final.
6.
«Te ig itu r». Súplica d e aceptación
D el «S a nc tu s »
a la consagración
181. La primera oración después del Sanctus expresa el ofrecimiento de los dones en la forma solemne, a la vez que humilde, de una súplica de que Dios los reciba benignamente. Esta oración oblativa no parece tan natural en este pasaje. Se continúa en ella el pensamiento del ofertorio, o, para h a blar con más precisión, el de la oratio super oblata, esto es, la idea del ofrecimiento de los dones materiales, tan caracte rística de la liturgia romana. En otras liturgias no se conoce tal ofrecimiento, como ni tampoco se intercalan súplicas an tes de la consagración, sino que se busca una transición, más directa del Sanctus a las palabras de la institución eucarística, unas veces desarrollando todavía algo más el tema cristológico de la acción de gracias, como en los ritos sirios occi dentales y bizantinos \ otras continuando la alabanza en for ma más libre, como es frecuente en el Post Sanctus de la li turgia galicana12, o, finalmente, añadiendo una epíclesis al Pleni sunt caeli, como en las liturgias egipcias 3. 1 Cf. más arriba I, 52. En la liturgia de San Basilio, con una fór mula bastante extensa. 2 De un modo breve y típico, p. ej., en la primera misa del Missale G othicum : Vere sanctus, vere öeneaictus Dominus noster lesus Christus Filius tuus, manens in caelis, m am jesiatus in terris. ipse enim pridie quam pateretur (M uratori, II, 518). Parece que tambié^ en lá misa galicana la forma originaria del Post Sanctus era uná continuación cristológica de la acción de gracias (C agin , Te Deum ou illatio, 381-385). 3 Así la anáfora de San Marcos (B rightman , 132) : «En verdad, lleno está el cielo y la tierra de tu santa gloria por la manifesta ción de nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo. Colma también,
TH. I I , P. II , SEC. II.----«CANON ACTION IS»
«04
¿ S obre
qué idea anterior s e
vuelve
MEDIANTE EL «IGITUR»?
182. No a pocos críticos de aquella primera época de in vestigaciones filológicas sobre el canon, hacia fines del siglo último, les pareció demasiado brusco este paso del Sanctus a la expresión de la oblación en el Te igitur, y calificaron de in comprensible la palabra igitur que sirve de enlace a ambas oraciones45. Por lo mismo, ha sido objeto de muy diversas in terpretaciones a. Pero no cabe duda de que se trata única y exclusivamente de enlazar la acción de gracias del prefacio con la acción sacrifical que se expresa en la presente súplica de aceptación. Aunque en el fondo la acción sacrifical ya se había iniciado en el prefacio6. Se
en laza n las ideas de acción de gracias y ofrecimiento
183. Es el mismo igitur que en la Angélica del Sábado Santo; después del primer inciso de la laus cerei, hace de puente al breve ofrecimiento del cirio7, sólo que en nues ¡oh Dios!, este sacrificio con tu bendición por el descenso de tu ¡Espíritu Santo; pues El, nuestro Señor, Dios y Rey de todas las criaturas, Jesucristo, tomó en la noche en que...». Cf. más arriba 163 3e. 4 Sobre esta impresión construyeron una parte de sus teorías del canon mencionadas más arriba I, 62 1; cf., p. ej., P. D rew s (Zur Entstehungsgeschichte des Kanons in der römischen Messe [Tübingen 1902] esp. p. 23), que asigna a estas tres oraciones su sitio después de la consagración, antes del Memento etiam . Toda vía F ortescue (323 s) lamenta la incomprensibilidad del igitur. 5 El problema está en averiguar a qué idea de la oración em pezada se refiere el remitir, mediante el igitur, a una mención an terior. Las hipótesis nombran e. o. el clementissime Pater, porque en el prefacio también se llama Padre a Dios (J. de P uniet , De li turgie der mis [Roermond 1939] 196s, y ya antes F. X. F unk , K ir chengeschichtliche Abhandlungen, m [Paderborn 1907] 87s) ; la fór mula per Iesum Christum, que también se encuentra en el prefa cio (B r inktrine , Die h l Messe, 175); el supplices, porque vuelve sobre el supplici confessione dicentes (B aumstark, Das «Problem» des römischen Messkanons:
6.
«TE IGITUR». SÚPLICA DE ACEPTACIÓN.
18 2 -1 8 4
605
tro caso las relaciones entre ambas partes son más íntírqa* y naturales. Conviene recordar lo estrechamente entrelazadas que iban en el pensamiento cristiano primitivo la acción de gracias y el ofrecimiento. Lo que hasta el siglo m se llamaba con preferencia «acción de gracias», eu^apioria, desde enton ces en adelante se nombra óblatio *8. La misa es una acción de gracias que culmina en el ofrecimiento de un don sagrado, y es una oblación tan espiritual, que parece pura acción de gracias. Las expresiones sacrifidum laudis y óblatio rationabilis del canon romano subrayan esta espiritualidad del sacri ficio. Por otro lado, no debemos interpretar el Gratias agamus únicamente como una invitación a la acción de gracias pu ramente verbal. Se trata, naturalmente, de una acción de gracias cristiana, una eucaristía, que se hace uniéndose a Cristo en su entrega a la voluntad de su Padre celestial. Sólo asi se explica que el Gratias agamus en algunas liturgias se encuentre substituido por una exhortación al sacrificio 9 y las expresiones de agradecimiento dentro del prefacio estén a veoes combinadas con términos sacrifícales. Y esto lo mismo en las liturgias orientales 1 0 que e-n la antigua rom ana11. Se
confirma esta interpretación
184. Tal combinación de expresiones de acción de gracias con términos técnicos de la acción sacrificai aparece con especial relieve en el segundo trozo de la eucaristía que se cita mediante un ergo, que tiene el mismo sentido: oramus ergo te Do mine. 8 Véase más arriba I, 2ls 226s. 9 Cf. más arriba 128 con la nota 23. 10 Cf. la liturgia de San Basilio en su forma originaria, anterior a San Basilio (más arriba 149 63). También en la anáfora de San Marcos la acción de gracias, según los fragmentos del siglo iv, muy pronto se convierte en ofrecimiento: ...T^ou XpioxoO, bi’ ob coi... suya piaxoyvts^ T7jv frocúzv xyjv A.071X77V, xrjv «vafynaxov Xaxpstav xaóxrjv. (Q uasten , Mon., 44s; B righman , 126 165). En la liturgia galicana se en cuentra el pensamiento del sacrificio, p. ej., en dos prefacios do minicales del Missale Gothicum (M uratori, II, 648s 652), docu mento en que el prefacio generalmente se llama immoiaiio, asi como en la misa mozárabe tiene el nombre de íllatio. 11 Un prefacio de Navidad que se encuentra en el Leoniano, asi como en los sacramentarlos gelasianos (M ohlberg , n. 27; cf. las referencias p. 293), empieza así: VD. Tuae laudis hostiam in m o lantes; a continuación se mencionan las figuras del Antiguo Tes tamento, y se explica cómo han encontrado su cumplimiento en el sacrificio de Navidad. Para más ejemplos del Leoniano véase M uratori , I, 303 (n. xxiv) 403; cf. también más arriba 143. Además presenta el Leoniano una fórmula de transición al Sanctus, que reza (en las fiestas de mártires: ... quorum gloriam hodierna die recolantes) hostias tibi laudis offerimus, cum angelis, etc. (M ura to r i , i , 296; I, 332 392); o: ... hostias tibi laudis ofjerimus. Per (1. c., 336 391 396 397); o también; ... hostias tibi lauais orjenm us, etcétera (1. c., 318).
TR. n , P- II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
»06
en los fragmentos arríanos l2, y que presenta asonancias evi dentes a nuestro Te igitur; Dignum et iustum est... (sigue la narración de la obra de la redención). Cuius benignitatis agere grafías tuae tantae m agnanim itati quibusque laudibus nec sujficere possumus, petentes de tua magna et flexibili pietate accepto ferre sacrifieium istud, quod tibí offerimtts stantes ante conspectum tuae divinar, pictatis, per Iesum Christum Dominum et Deum nostrum, ¡yrr quem peiim us et rogamus.
Con el Te igitur, o sea con la súplica de aceptación, se vuelve, por lo tanto, de un modo más resuelto y refiriéndose en concreto a los dones presentes, a las mismas Ideas inicia das ya en el prefacio. El
título de
D io s
y la fórmula
DEL MEDIADOR
186. A esta reanudación del mismo tema después de la pausa del Sanctus obedece el volver a invocar a Dios y el ex presar de nuevo la mediación de Cristo. El título que en esta oración se da a Dios es más sencillo; no es el de tres miem bros, como en el prefacio, sino que el Te igitur se contenta con el segundo, cambiando el epiteto: clementissime Pater en vez de sánete Pater. Esta invocación llena de confianza, que difícilmente se encuentra en otras oraciones, la inspira seguramente la proximidad del misterio, lleno de gracia13. En la fórmula de mediación es de notar que no va al final de la oración o de una de sus partes, como de ordinario, sino al principio, completando, evidentemente, el sentido del ro gamus ac petimus; es decir, nosotros presentamos nuestras súplicas ante el trono de Dios por medio de nuestro abogado y mediador, Jesucristo. Tan viva está todavía la conciencia de la unión de los fieles con Jesucristo glorificado, que, sin necesidad de una fórmula final, entra a formar parte de la oración. A so n a n c ia s
a una
« e p íc l e s is »
186. El ruego de que Dios se digne aceptar nuestra ofren da es la forma discreta y respetuosa del ofrecimiento, expre sado también en la palabra supplices y en la profunda incli nación que la acompaña. Los dones no están todavía consa grados, -pero sabemos que tanto su aceptación como su consa gración depende de El; por eso decimos uti accepta habeas 12 G. M ercati, Antiche reliquie liturgiche (Roma 1902) 52s.
13 Cf. el relato de la institución: elevatis oculis in caelum ad te¡ Deum Patrem suum om nipotentem. El nombre de Padre es muy raro on la liturgia romana más antigua, sólo aisladamente se encuentra én el Leoniano (M ühatori, I. 304s 320 447).
0.
« T I IGITUR». SÚPLICA DE ACEPTACIÓN.
184-187
807
et benedicas. En *el ruego de que Dios bendiga las ofrendas ya está realmente incluida la petición de la transubstanciación. Así participa del carácter de la eplclesis, como tantas otras fórmulas de la secreta14. Este carácter de epiciesis volverá a aparecer, con mayor intensidad y expresado más detenidamente, en el Q uam óbla tio n em . Es significativo que en la liturgia de San Pedro, de los georgianos, que se funda en la traducción del canon romano, hecha allá por el sig. x, se encuentre intercalada en este pasaje una verdadera ep ic le sis15*. Las
e x p r e s io n e s refer entes
A LAS OFRENDAS
187.
Los dones se nombran con tres distintos nombres:
h a ec dona, h a e c m u ñ e ra , h a ec sa n c ta sacrificia {Ilibata. No
es necesario pararse demasiado en esta triple denomina ción lfl. -Las tres expresiones se encuentran también en las secretas, donde se emplean para designar una misma cosa, los dones materiales. En nuestro pasaje se ponen reunidas para reforzar la expresión, obedeciendo a una ley de estilo que aparece también en otros sitios del canon. La gradación es clara: con la paiabra d o n a se designan los dones como ta les, o sea como regalos que cambian entre si los hombres17; 14 Véase más arriba 98s. Cf. también más arriba 68ss. 15 K. W. CoDRirvTOw (The liturqv of S. P eter; LQF 30 TMünster 19361 158), que traduce el texto georgiano como sigue: nous nous prosternons et te p^ons de recevoir et de bénir ces aons qui sont & toi et d’envoy er ton Esprit-Saint sur ces dons id présents et sur ce sacrifice, pourque tu Vacceptes avec bienveillance, que nous t ’offrons d’abord... La opinión de A, Baumstark (M ohlberg B aumstark, Die älteste erreichbare Gestalt, 33*) de que esta aplclesis se debía considerar como un? parte perdida del texto romano primitivo, ya no se puede defender. Al contrario, se trata de una añadidura posterior, como se ve, por cierto, por el modo poco hábil de inter calar, oue se debe a influencias egipcias y que falta en el texto grie go de la liturgia de 3an Pedro (C odrington , 47s 182>. La idea obvia de que Dios bendice por el Espíritu Santo los dones (u t haec spiritu tuo benedicas) la encuentra también F loro D i Acono (De ac tione miss., c. 44: PL 119, 44) expresada por el canon romano (B ot , Le canon, 52s). i« B rinktrine (Die h l Messe, 170), refiriéndose a Ordo Rom. l (n. 48), la explica de las tres oblatas que se colocaban sobre el cor poral de cada uno de los presbíteros cardenales que consagraban con el papa, que ciertamente no es el único testimonio del sim bolismo de número tres; cf. más arriba 46 con la nota 15. Otra in terpretación en E. P eterson (Dona, muñera, sacrificia: «Eph. Llturg.», 46 [1932] 75-77), que llama la atención sobre el paralelismo con la liturgia de San Marcos (B rightman, 129, lín. 2O s) donde se pide que Dios reciba las fruotai, itpo^opai, etyaptot7¡pia; eüx«piöty}pio ( « dona) son ofrendas por los difuntos, wpo;©opat (= m uñera) para los vivos y ftuoiai ( = sacrificia) las oblaciones que se consagran. 1 7 Característica para el hedió de que la idea del sacrificio de la Iglesia iba perdiendo terreno -paulatinamente ante la exclusiva t e
808
TR. II, P. II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
la expresión m u ñ e ra sign ifica una prestación exigida por las leyes para determ inados fines, un servicio público 18; sa crificia, finalm ente, son los dones sagrados dedicados a D io s 19. La
probable forma pr im itiv a
188. No es im probable que en e l canon rom ano d e fin es del siglo iv, a ésta súplica de aceptación siguiese in m ed ia ta m en te ¿a oración Q nam ó b la tio n em y la consagración 20. Esta trayv*::toHa lia quedado interrum pida con la inclusión de las .sújv i. intcrcesoras. atención que se prestaba al sacrificio de Cristo (cf. más arriba I. 121) la circunstancia de que I nocencio III (De s. ait. mysterio, III, 3 PL 217, 841 3) no interpreta la palabra dona de las ofren das que nosotros presentemos a Dios, sino del regulo que Dios hace a nosotras en su Hijo (al que corresponde la interpretación de m u ñera y sacrificio, como la prestación de Judas y de los judíos). Esta interpretación se repite en los comentarios posteriores. Llama la atención que aun E iseniiofer (II, 173) toma los dona como «dona tivos de Dios». 18 Para la equiparación de m unus con Xsi-oopfia como prestación pública en sentido profano como religioso, cf. O. C asel, Xeixouf/pa m unus («Oriens dhristianus», 3, 1.a serie, 7 [l&œ] 289-302); H. F ranz, Z ü Xítioup^a — munus (JL 13 [1935] 181-185). 10 Para sacrificium como denominación de los dones materiales, cf. más arriba 98. La expresión sancta sacrificio üiioata no se re fiere necesariamente a la consagración ya hecha, corno tampoco la expresión sanctum sacrificium, inmaculatam hostíam (= sacri ficio de Melquisedec) nada tiene que ver con una santificación sacra mental. Illibata expresa sencillamente la integridad natural, que desde siempre se ha exigido para las víctimas; cf. B atiffol, Le çons, 238. Con todo, es natural que el pensamiento en la consagra ción que acaba de realizarse haya influido a que se subrayase tan fuertemente el momento de la santidad. Cf. p. ej., G ih r , 545. 20 Cf. más arriba I, 68 21. Entonces, por cierto, hay que suponer que la súplica de aceptación contenía sólo el accepta habeas, ya que el ruego por la bendición se expresa con gran insistencia en el Qaam oblationem. Efectivamente, falta et benedicas en el sacra mentarlo de Gellone (B otte, 32, aparato crítico), lo cual más bien parece secundario. 21 La conciencia de que con in primis empieza algo nuevo, se mantuvo viva aún más tarde. Cf., p. ej., en E bner , 16, la reproduc ción del principio del canon del cód. 2247 de Bolonia (s. xi) : in pri mis tiene la misma inicial que Memento y Communicantes. H ugo de $. Cher ( f 1263) (Tract, super missam [ed. S olch, 27]) hace empe zar con el in primis la segunda parte de las once en que divide el canon.
7.
ORACIONES INTERCESORAS.
1 87-191
8C3
O raciones intercesoras Sü
SITIO PRIMITIVO
189. A fines del siglo v, las oraciones intercesoras empe zaron en Roma a incorporarse a la suprema oración eucarís tica, como se había hecho en Oriente ya al principio de este siglo 1.2 En la relación de San Justino vimos que tales oraciones iban unidas a la celebración eucarística 34, pero no como par te de la oración eucarística, sino como final de las leccio n e s 3. En este mismo sitio hemos encontrado luego, es decir, hasta casi la actualidad, la oración común de la Iglesia, aun que muy reducida y cambiada desde hace muchos siglos \ Tal reducción obedecía a que la parte principal de la oración intercesora había sido trasladada al mismo canon, tanto onj la liturgia romana como en las otras. A esta evolución se re sistieron únicamente las liturgias galicanas, que dejaron siempre fuera del santuario de la oración eucarística a estas oraciones intercesoras. En la misa mozárabe las encontramos aún actualmente entre la preparación de las ofrendas. 190. En la misa romana, las intercesiones tales como las conocemos hoy se reorganizaron durante el siglo v entre el Sanctus y el Quam óblationem; algo más tarde se metió des pués de la consagración también la conmemoración de Jos difuntos. O raciones inter c eso r as del canon y las ORACIONES SOLEMNES DEL VIERNES SANTO
191. Si las orationes sollemnes del Viernes Santo repre sentan, efectivamente, la oración común de la Iglesia tal co 1 Cf. más arriba i, 66. 2 Cf. más arriba, i, 19. Tales oraciones intercesoras nombrando personas determinadas debieron estar unidas con los sacrificios ya en el culto judío del templo; cf. 1 Mac 12,11. 3 Ciertamente, describe San Justino la oración eucarística (Apo~ log., I, 67, 5) como d y óp.oúu<; xal d y apiadas Comparando este pasaje con I, 65, 3, las súyafmás bien han'de entenderse como resumen de cavo; zai que se mencionan en último lugar antes de la suyapiaxta. Además, la Eucaristía de San Justino seguramente conte nia una oración por una comunión fructífera; cf. más arriba I, 38 41. La opinión sostenida por B aumstark (JL 1 [1931] 6) de que en San Justino hay que suponer una oración intercesora dentro de la oración eucarística, a la vista de otros hechos, no se puede sostener. 4 Cf. más arriba I, 619ss.
TR. II, P. II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
810
mo s-e decía en la liturgia romana primitiva56, salta a la vista el fuerte contraste que existe entre las intercesiones primi tivas y la nueva estructura que han recibido en el canon. El que su redacción tuviera que ser más breve, se explica, pero de aquella primera serie de intenciones no se conservó en la oración intercesora del canon más que el ruego pro Ecclesia sancta Del, pro beatissimo papa nostro y pro ómnibus episcopis. Este último, a decir verdad, sólo ien los textos más re cientes; en cambio, la oración por la Iglesia mantiene en el canon todavía mejor bus características de su primer modelo al pedir en ambas redacciones por la paz, la protección y unidad toto orbe terrarum. La razón parece ser que, según nos dice Inocencio I, dentro del canon sólo se trataba de leer los nombres; es decir, la conmemoración. Antes que una fór mula de oración, fue un memento, ya que la oración común de la Iglesia seguía rezándose Además, parece que la oración por el emperador tenía realmente en el siglo v su sitio en este pasaje6. En cuanto a la oración de los catecúmenos, como éstos eran ya pocos, no parecía oportuno incorporarla al canon 7, La oración por los herejes, Judíos y paganos, que en comparación con las otras liturgias, era una columbre particular de Roma, quedó por lo mismo limitada a 1as orationes sollemnes. O raciones
so lem n es y
« deprecatio G e l a sii »
192. Estas últimas parece que se suprimieron en el cul to ordinario cuando se encontró el poderlas suplir por las letanías de los kiries8. La deprecatio Gelasii, que al parecer le sucedía, comprende efectivamente en sus 17 súplicas to das las nueve intenciones indicadas en las orationes sollem nes 9. I n t e n c io n e s
particulares
por la
y oración
I glesia
193. En el canon no debían nombrarse más que los nom bres, acompañados a lo sumo de unas pocas palabras. Para ello ha de servir el Memento, con una sobria mención previa de la Iglesia y sus pastores que comienza con el in primís. 5 Cf. más arriba I, 620. 6 Cf. más arriba I, 67, final. 7 Desde luego, siempre hay que contar con que se suprimió sólo más tarde, así como sólo más tarde se dejó de rezar por el empe rador. 8 Cf. más arriba’ I, 428. 9 También la súplica ut cunctis m undum purget errorlbus, etc., se encuentra a llí; véanse arriba, en i, 429, los números viii rx. En el mismo canon se expresa al final del Memento (pro spe scüuiisei incolumitatis suae), y, si se daba el caso, se repetía en el Hane igttur►
7.
ORACIONES INTERCESORAS.
191-195
811
Algo más tarde brotó de la misma raíz el Communicantes, y, finalmente, se colocó a su lado, como pieza independiente, el Harte igitur. Una vez que habían encontrado cabida en el íntimo santuario de la liturgia las legítimas aspiraciones del individuo, era justo que a la cabeza de todos los demás nom bres e intenciones estuviese el de la comunidad cristiana. Si el sacrificio que con humildad ofrecemos a Dios va a atraer sobre nosotros la misericordia y la gracia divinas, parece na tural que se beneficie de ella ante todo la santa Iglesia ca tólica. 194. La oración por la Iglesia era una cosa querida para los cristianos de los primeros tiempos. Conocidas son las ora ciones de la Didajé (c. 9,4; 10,5), y cuando el obispo Poli-car po de Esmima (155-156) al ser detenido pedía un poco de tiempo para orar, fué para rezar en voz alta por todos los que él había conocido y «por toda la Iglesia católica, exten dida por el orbe» 101. Otro obispo mártir, San Fructuoso de Tarragona ( f 259), en el momento de subir a la hoguera, respondió con voz firme a un cristiano que se le encomendaba a sus oraciones; «Yo tengo que orar por toda la Iglesia de Oriente y Occidente» n . C omentario
a la oración por la
I glesia
195. Al nombrar la Iglesia se le dan sólo dos atributos, pero en ellos resplandece toda su gloria; la Iglesia es santa, pues es la congregación de los que fueron santificados en el agua y el Espíritu Santo. Sancta es el epíteto que desde los primeros tiempos va unido ordinariamente al nombre de la Iglesia. Y también es católica, pues por los designios miseri cordiosos de Dios la Iglesia está destinada para todos los pue blos, y con legítimo orgullo se podía decir ya entonces cuan do se introdujo esta palabra en el canon que estaba extendi da realmente por todos los pueblos, toto orbe terrarum; ex presión con que se explica el epíteto catholica12. Lo que para ella pedimos en todo el mundo es la paz (pacificare) o, ex presado de un modo negativo, la protección contra los peli 10 M artyrium Polycarpí, c. 8, X ; cf. 5, l.
da,
11 R tjinart, Acta m artyrum (Ratisbona 1859) 266. Cf. C. Villa Historia ecl. de España, i, p. 257s.
12 El uso de esta fórmula en la liturgia está atestiguado en el siglo tv por O ptato de M ilevi, Contra Pamien., II, 12: CSEL 26, 47: offerre vos dicitis Deo pro una Ecclesia, quae sit in toto lerrarum orbe diffusa. Con estas palabras atestigua Optato que los donatistas, después de su separación de la iglesia el año 312, conservaban esta oración. Es posible que en el canon estas palabras se deban a la circunstancia de que la expresión catholica iba perdiendo su sen tido primitivo a partir del siglo iv al emplearlo para distinguir loa fieles de los herejes (B otte, Le canon, 54).
IR . II, P. II, SEC. II .— «CANON ACTrONIS»
gros que la amenazan (custodire), para que el fermento de la virtud divina que habita en ella pueda penetrar en todas las capas de la humanidad y la Iglesia producir frutos abun dantes, Para ella misma, siguiendo el ejemplo de Nuestro Señor (Jn. 17,21), pedimos, ante todo, la unidad; que Dios la preserve del cisma y de la herejía, que permanezca unida por >el amor, el vínculo de unión de la gran familia de Dios (adunare) y que el mismo Espíritu divino la dirija y gobierne (regere) ,n. El. MEMENTO POR EL PAPA Y EL OBISPO
196. Es natural que a continuación se nombren aquellos por medio de los que el Espíritu de Dios gobierna la Iglesia y que vigilan para que se conserve unida como comunidad visible. También en otras liturgias encontramos muy pronto después de la Iglesia los nombres de los que representan su cabeza visible en los respectivos ritos 1314. Con frecuencia se nombra sólo el obispo propio. En el canon romano no se en cuentran en este sitio como texto tradicional más que las palabras una cum fámulo tuo papa nostro illo 15, a las que sigue el Memento, oración que fuera de Roma la amplifi caron de diversos modos. El término papa todavía en el si glo vi podía significar en el imperio de los francos a un sim ple obispo16; por esto se le añaden palabras aclaratorias, que 13 Este ruego está atestiguado por el papa V igilio ( i 555), Ep. ad lustin., c. 2 : CSEL 35, 34S : omites pontífices antigua in o ffe rendo sacrificio traditione deposcimus, exorantes, ut catnoacam fidem adunare, regere Dominus et custodire tota orbe dignetur. 14 En Antioquía se prevé en el siglo iv que el patriarca, como ce lebrante, después de la primera súplica por la iglesia se nombre a sí mismo (Const. Ap., VIII, 12, 41 [Q uasten , Mon., 2251): "EinrapaxaXoSuiv as xat ÓTisp i r o o Trpo^pipovió; aoi ouosvtxat uicsp Traviò; xoù Trpsa^jTsp'oo. En la anáfora de Santiago, del siglo vn, se nombran en este lugar «nuestros patriarcas N. N.» (R ücker , 24s ; cf. B right man . 89s). La semejanza do estas oraciones intercesoras (sobre todo si se las considera juntamente con la letanía diaconal) con la fór mula romana sirvió a p. Drews para su teoría sobre el canon; cf. F ortescue, 157s 329. 15 botte , Le canon, 33. Algunos de los manuscritos más antiguos
tienen beatissimo famulo tuo. Este puede ser el texto primitivo. Cf. B rinktrine , 178. Drx (The shape of th$ liturgy, 501) quisiera unir la expresión en cuestión con el Memento • Una cum famulo tuo... m em ento Domine. Prescindiendo de las dificultades estilísticas de tal suposición, que no está apoyada por ningún documento, no le favorece el que entonces la mención del papa tendría que consi derarse como secundaria. 16 S an G regorio de T ours , Hist. Frane., II, 27: PL 71, 223 A. Por otra parte, ya en el concilio de Toledo del año 400 se llama al sumo pontífice papa (P. B atiffol, Papa, sedes apostolica, apostola tiis: «Rivista di Archeologia Cristiana», 2 [1925] 99-116, esp. 102; Io.. Lecons, 241s; cf. H. L eclercq, Papa; DACL 13 [1937] 1097-1111).
7.
ORACIONES INTERCESOR AS.
19 5 -1 9 7
813
se refieren inequívocamente al papa romano17. Desde el si glo vi se va haciendo norma general el nombrar siempre ai papa. En Milán y Ravena existía esta costumbre por el año 500 18. En el 519 nos hablan de ella dos obispos del Epiro19. En el año 529, a petición de San Cesáreo de Arlés, queda pres crita por el concilio de Vaison para el territorio de su juris dicción 20. El papa Pelagio ( f 561) pide a los obispos de Toscana que recen por él en la misa: quomodo vos ab universi orbis communione separatos esse non creditis, si mei ínter sacra mysteria secundum consuetudinem nominis memoriam reticetis? 21. Hasta en Constantinopla se leía por el si glo vi en los dípticos el nombre del papa, y desde Justiniano, incluso en primer lugar22. 197. Hasta el siglo x i se nombra con frecuencia sólo el papa, sobre todo en los manuscritos italianos 23, pero a lo largo no podía faltar la mención del obispo en las iglesias fuera de Roma; efectivamente, se encuentra cada vez con más frecuencia en la siguiente redacción: et antistite nostro illo 24. El complemento ulterior et ómnibus orthodoxis atque catholícae et apostolicae fideí cultoribus aparece en esta mis ma redacción, o también algo abreviada, por vez primera fuera de Roma, en las Gallas2526, por cierto en una época bien antigua2fl. 17 Así en el misal irlandés de Stowe (de hacia el 800): seáis apostolicae episcopo (E bner , 398). 18 E nod io , Libellus de synodo, c. 77: CSEL 6, 311; E. B is h o p . The diptychs (apéndice d e C o nn o lly , The liturgical homilies of Narsai) 113, nota 2. 19 H ormisdas , Ep. 59, 2: CSEL 35, 672: nullius nom en oúnoxium religionis est reciiatum nisi tantum beatituamis vestrae. 20 Can. 4 ( M a n sì, vili, 727) : Et hoc nobis iustum visum est, ut ‘nomen domìni papae, quicumque sedis apostolicae praejuent, in nostris ecclesiis recitetur. 21 -P e l a g i o I, Ep. 5 : PL 69, 398 C. 22 B ishop, 1. c., 111, 104, nota 1.
23 E bner , 398. 24 Así en algunos de los manuscritos más antiguos. Los manus critos del Gelasi ano antiguo (primera mitad del siglo v iii ) tienen: et antistite nostro ilio episcopo (Botte, 32). También se encuentra mencionado el nombre del abad; así, p. ej., E bner, 100 163 302; a veces sin mencionar además el obispo ; cf. F íala, 192s 210 ; Martene, 1, 4, 8, 7 (I, 403 D). El obispo resp. el papa dice en lugar de la fórmula común : me indigno famulo (Eisenhofer, II, 175). 25 B ish op , Liturgica histórica, 82. 26 En el misal de Bobbio (de hacia el 700) : una cuín devotissimo famulo tuo ili. papa nostro sedis apostoLicae et antistite nostro et omnibus orthodoxis atque cathcdicae fidei cultoribus (L o w e , The Bobbio missal [HBS 58] n. 11 ; M u ratori , II, 777).—«Eph. Liturg.» (61, [1947] 281s) dan cuenta de un estudio de B. C apelle, E t omnibus orthodoxis atque calholicae fidei cultoribus; «Miscellanea hist. Alb. de Mayer», I (Lovaina 1946) 137-150. Capelle defiende la tesis de que este pasaje pertenecía al texto primitivo del canon, pero fué suprimido en Roma por San Gregorio Magno.
TR. II, P. II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
8 14
F in a l
del
«T e
ig it u r »
198. ¿A quien se refiere la palabra orthodoxi? Bien pue de significar simplemente la totalidad de los cristianos cató licos que profesan la verdadera f e 27289. Conforme a la norma estilística, seguida con frecuencia en el canon, de emplear expresiones de varios miembros, se parafrasea otra vez el mis mo concepto mediante su equivalente catholicae et apostolí cete fidei cultoribus, con la única diferencia de que en estas palabras se alude di rectamente a los que fomentan la fe ca tólica y apaslóUca2K, confesándola de una manera espe cial Los primeros fidei cultoribus son, naturalmente, los pastores de la Iglesia, y a favor de esta interpretación está la construcción gramatical, que con el una cum que abraza todavía a estas palabras uniéndolas con lo que precede: la santa Iglesia. El sentido es, pues: «Dios proteja a la Iglesia (formada por la totalidad de los fieles) en unión con el papa y con todos los que como pastores ortodoxos participan en su dirección» 30. En una época más tardía el Micrologus combate esta expresión como superflua, dando, con poco fundamento, la razón de que se sigue inmediatamente con el M em ento81. 27 Orthodoxus, en contraposición a haereticus, p. ej., en S an J e (Ep. 17, 2).—B otte (Le canon, 32) registra también una vez la variante orthodoxae (corno epíteto de fidei); sin embargo, debió ocurrir un error en la cita del manuscrito, pues M ohlberg, n. 1550, tiene orthodoxis. 28 La expresión es corriente en el siglo v. S an G elasio, Ep. 43 (T hiel , 472); el papa se llama m inister catholicae et apostólicas fidei. 29 S an C ipriano , Ep. 67, 6: CSEL 3, 740, lin. 11: fidei cultor ac defensor veritatis (de un obispo). Con un acento de satisfacción, en una inscripción a la entrada de la basilica de los Santos Juan y Pablo: Quis tantas Christo venerandas conaiait aedes, Si quaerts: cultor Pámmachius fidei. En este lugar es cierto que no designa a un obispo. B rinktrine (Die hl. Messe, 176) llama la atención sobre la expresión paralela cultor Dei, 2 Mac 1,19; Is (lea Jn) 9,31. Una inscripción mauritana del siglo m usa cultor verbi para designar a un cristiano (C. M, K attfmann, Handbuch der altchrisuictien Epigraphilc [Friburgo 1917] 127). 30 Cf. C apelle (1. c.), que llama la atención sobre la tautología que resultaría en la otra suposición. Por lo demás, debió de ser costumbre en el siglo v en Roma y en otros sitios el nombrar por bu nombre a los obispos de las metrópolis, conforme se desprende de una carta de San León Magno al patriarca de Constantinopla (Ep. 80, 3: PL 54, 914s). Cf. K ennedy , The saints, 24; D uchesne . Les origines, 190. De tentativas de volver a tal práctica se habla otra vez en el siglo x i; cf. M artene, 1, 4, 8, 8 (I, 403 B), La Missa Illyrica, perteneciente a esta época, parece interpretar la fórmula en este sentido al darle la siguiente redacción: et pro ómnibus or thodoxis atque apostolicae fidei cultoribus, pontijicibus e t abbatibus, gubematoribus et rectoribus Ecclesiae sánete Dei, et pro omni populo sancto Dei (M artene, 1, 4, IV [I, 513 C]). « B ernoldo de C onstanza, Micrologus, c. 13: PL 151, 985. La argumentación de Bernoldo no es acertada, porque en el Memento se reza sólo por los oferentes y los asistentes, mientras que en este rónimo
7.
ORACIONES INTERCESORAS.
198-199
81S
L a ORACIÓN POR EL EMPERADOR Y EL REY, HASTA EL SIGLO X III
199. El no hacer en la liturgia de la misa conmemoración alguna de los gobernantes temporales, por los que San Pa blo mandaba orar con tanta insistencia, y esto ¡en los dias de un Nerón! ( 1 Tim 2,2), se explica, si tenemos en cuenta que en la época de que datan los textos más antiguos el papa era ya de hecho también señor temporal del territorio que más tarde formaría los Estados de la Iglesia. Ya no quedaban apenas huellas del imperio romano oriental*32. En los siglos anteriores, sin embargo, la oración por el emperador se in cluía evidentemente en el canon33. La redacción milanesa del canon romano, que representa probablemente el texto an terior a San Gregorio Magno34, conserva todavía la oración por el soberano35, que se encuentra también aisladamente en algunos documentos antiguos36. Cuando el año 800 se renovó el imperio romano, ya no se rezó por el emperador en el ca non, sino en algunos casos particulares 37. Hacia el siglo xi lugar se ruega por los fieles de la Iglesia universal; así también
H. M énard, PL 78, 275 B. El sacramentarlo Rossiano (siglo x) (ed. B rinktrine [Friburgo 1930] p. 74) añade en el Memento de los vi
vos, después de fam ularum tuarum, expresamente om nium videlicet catholicorum. 32 Cf., sin embargo, B ie h l , Das liturgische Gebet fu r Kaiser und Reich, 54 55s., acerca de la conmemoración del emperador bizanti no en la liturgia romana de los siglos vin y rx. 3a Cf. más arriba I, 66 67 final. También T ertuliano (ApoL, c. 39, 3 [«Floril, patr.», 6, 110]) atestigua la oración común pro imperatoribus. Cf. J. Lortz, Tertullian ais Apologet (Münster 1927) 292s. 34 Cf. P. L eja y , Ambrosien (R it): DACL 1, 1421. 35 En el sacramentarlo de Biasca (sa. ix-x) : cum fámulo tuo et sacerdote tuo pontífice nostro illo e t fornida tuo imperatore Ülo regibusque nostris cum coniugibus et prole, sed et omniüus ortfiodoxis (E bner , 77) ; A. R atti-M. M agistretti, Missale Ambrosianum du plex (Milán 1913) 415. Cf, una redacción parecida en el manuscrito reproducido por J. P ámelius, Litúrgica Latina, i (Colonia 1571) 301 : et fám ulo tuo N. imperatore sed et regibus. El plural recuerda la oración de la misa pro regibus, atestiguada en Milán por San Am brosio (cf. más arriba I, 66). Por esto no es necesario pensar en los soberanos de los imperios carolingios después de la división del 843, como lo hace B iehl , 57. Un manuscrito ambrosiano, reproducido en M uratori, I, 131, no dice más que et fámulo tuo (ülo) tmperacore. Esta conmemoración sencilla del emperador se encuentra todavía en el misal milanós del 1751, pero desde luego ya no en el de 1902 (R atti-M agistretti, 240). La opinión de que en la conmemoración milanesa del emperador se trata de una costumbre tomada de Ro ma, se encuentra también en K ennedy , The saints, 21, 48 189. B a tiffol (Leçons, 242, nota 2) demuestra con textos del Leoniano la grande estima que tenían los cristianos hacia el final de la anti güedad de la oración por el imperio romano. 36 B iehl , 53 s .
37 Conforme demuestra su correspondencia con Bizando (MGH, Ep. Karol. Aevi, V, 387), el emperador Ludovico II parece suponer que se leía su nombre inter sacra mysteria, inter sancta sacrificio,
TR. II, P. II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
8 16
se menciona otra vez con más frecuencia al emperador38, pero pronto la oración por el imperio tuvo que pasar por la crítica situación creada por las guerras de las investiduras, como se ve hasta en los códices por las raspaduras y enmien das en el texto del canon39. Con todo, por lo general se si guió conservando. Los comentaristas hablan de ella después del siglo x i i como de una cosa natural40. La fórmula rezaba: et imperatore nostro, o con el mismo sentido: et rege nostro*1. Posteriormente, se nombran juntos el emperador y el rey, o algo más tarde se menciona sólo al rey, reflejo de la desintegración del imperio y de los crecientes nacionalis mos 42. Los
USOS ACTUALES
200. El Missale secundum usum Romanae Curiae, del si glo x i i i , nacido en una atmósfera de luchas político-eclesiás ticas, vuelve a limitarse a la conmemoración del papa y el obispo43. Por su influjo y con el misal de Pío V, basado en aquél, se suprimió generalmente la conmemoración del sobera no 44456. Sólo por vía de privilegio se volvió a introducir desde muy temprano en España43, y a partir del año 1761, en Aus tria 4fl. La introducción de la conmemoración con la palabra y seguramente no sólo en la Iglesia griega; cf. B iehl, 55s . Con todo, se 'trata de lina rara excepción si encontramos el nombre del emperador antes del siglo x en los sacramentarlos; como, p. ej.t en el Cod. Eligii (PL 78, 26: et rege nostro ill). Los comentaristas de la misa no lo mencionan hasta B onizo de S utri ( t hacia 1095)
(B iehl , 48ss ). 38 E bner , 398. 39 E bner, 399; B iehl , 60s . 40 B iehl , 49-53; S olch, Hugo, 89s. Cf. también G uillermo de M elitona, Opuse, super missam ed. van D ijk en «Eph. Liturg.»
(1939) 333. 41 Conforme explica más tarde E geling de B raunschweig ( t 1481), rex significaba eonstitutus in suprema dignitate laicali (F ranz, 548).
42 Así muchas veces, aunque no generalmente, también en los comentaristas alemanes de la baja Edad Media (B iehl , 51s 58). Para los otros países cf. B iehl , 58s ; para España, F erreres, 145s . 43 El que para ello fuera decisiva la consideración que se tenía para con el papa, como soberano de los Estados pontificios—co mo opina S olch, 90—, no parece probable; el emperador se men cionaba como tal también fuera de sus territorios. I nocencio III (De s. alt. mysterio, III, 5: PL 217, 844) observa que solamente fue ra de Roma se reza también por el obispo; en cambio, pide, citan do 1 Tim 2,2, la oración por el soberano temporal sin tal limitación. 44 Esto vale para los que usaban este misal. En el misal domi nicano se encuentran todavía hoy las palabras et rege nostro; cf. S olch, 91. 45 G uéranger , Institutions liturgiques , I, 454s; para el imperio de los francos véase 1. c., 471s. 46 B iehl , 62s . En Austria fué confirmado el privilegio por decre to de la Sagrada Congregación de Ritos del 10 de febrero de 1860, reproducido en B iehl , 170-173. La conmemoración de los príncipes
8.
EL «MEMENTO» DE LOS VIVOS.
199-201
817
una cum permite únicamente añadir los nombres de los que están al frente de la comunidad cristiana, es decir, sólo los gobernantes de un Estado cristiano47. Por lo demás, la gran intención de que reine el orden político, condición necesaria para la vida tranquila de la Iglesia, está expresada en el pa cificare que le precede.
8. La
E l «M em en to» d e los vivos
finalidad prim itiva
201. Según sabemos por la carta de Inocencio I, la razón decisiva para interrumpir en la misa romana la oración eu caristica e intercalar las oraciones intercesoras fué el deseo de leer ínter mysteria sacra los nombres de los oferentes. El sitio destinado para ello fué la oración Memento Domine con el Communícantes 1. Con las mismas palabras xúpis se inserta también en las liturgias orientales una serie de súplicas que encomiendan a Dios distintos grupos de fieles siguió en uso en muchos sitios. Algunos moralistas, p. ej., todavía P. S cavini ( t 1869), hablan de una consuetudo Legitima; véase Kössin g , Liturgische Vorlesungen, 471, nota 244. L. c., 468-471, rechaza Kössing la tesis de A. J. B interim (über das Gebet für die Könige und Fürsten in der katholischen Liturgie (separata de los «Denk würdigkeiten», IV, 2 [Maguncia 18271), según la cual en el ¡misal de Pío V no se puso una rúbrica especial acerca de la conmemoración del soberano fuera de los Estados pontificios porque se suponía tal conmemoración como cosa muy natural. En un decreto del 20 de febrero de 1862, la Sagrada Congregación de Ritos insistió en que a los príncipes católicos de cada territorio no se los podía nombrar en el canon sino en virtud de un indulto especial (G ih r , 550, nota 2). (No se encuentra en las colecciones oficiales.) 47 Por lo demás, también en este caso se eligieron otras fórmu las. «El sacramentarlo del siglo x editado por U. C hevalier ('Sacram entaife et Martyrologe de Vabbaye de JS.-Remy: «Bibliothèque li turgique», 2 [Paris 1900]) sigue después de nombrar el obispo: Me m ento Domine fámulo tuo rege nostro ill. M emento Domine famulorum famularumque tuarum ... (344). La misma solución se en cuentra ya hacia 800 en el sacramentarlo de Angulema y, como aña didura más reciente, e n e l Vat. Reg. 316 (B otte, Le canon, 32, apa rato crítico). Un ejemplo del siglo x i véase en E bner , 163. i Habremos de ocuparnos de las estrechas relaciones que median entre «estas dos fórmulas ; se manifiestan ya por la circunstancia de que sólo al final de la segunda se encuentra el Per Christum. Por otra parte, de ahí no se puede sacar la conclusión de que también el Te igitar entre a formar una única oración con las dos mencio nadas, alegando que le falta igualmente el Per Christum como fór mula final; le falta al final porque.la tiene al principio.
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TR. II, p. n , SEC. II .— «CANON ACTIONIS»
y están en relación con la lectura de los nombres de los díp ticos 2. Los DÍPTICOS 202. En la vida eclesiástica, sobre todo de las cristianda des orientales, estos dípticos tuvieron una gran importancia a partir del siglo iv 3. Se trataba principalmente de los díp ticos de los difuntos, aunque había también dípticos especía les de los vivos, por lo menos en Consta-ntinopla. Al parecer, se leían ambos ya desde comienzos del siglo vi en voz alta duraule Jas súplicas que seguían a la consagración4. Sabe mos que los biiízoya tojv xsxoiii^vévcov contenían, según una nor ma fijada con minuciosidad, los nombres de personajes in fluyentes en la vida pública, así eclesiásticos como civiles, precedidos de una lista de los antiguos obispos de la ciudad imperial5. La introducción- o la eliminación de un nombre fué algunas veces causa de serios disturbios populares, como ocurrió cuando a principios del siglo v se trató del nombre de San Juan Crisòstomo6, pues la inclusión en los dípticos 2 Liturgia de Jacobo (B rightman , 55ss ); liturgia de San Mar cos (1. c., 129s) ; -liturgia bizantina de San Basilio (1. c., 336 ; cf 409). En estos lugares citados entre las rúbricas se mencionan expresa mente los dípticos de los que el diácono debe leer los nombres. Ejemplos de dípticos orientales de los siglos xn, xv y xix véanse en B rigthman , 501-503 55ís. 3 E. B ish of The diptychst en el apéndice de C onnolly , The li turgica!: homilies of Narsai, 97-H7; F. C abrol, D iptyques; DACL, 4, 1045-1094 5t7iTuyov = plegado en dos, tabla doble. Servían en la antigüedad de agenda y se solían regalar, presentados con lujo, a los personajes distinguidos. En la vida eclesiástica se usaban estas -mismas piezas de origen profano para las listas de los nom bres. Las tapas estaban frecuentemente guarnecidas con planchas de metal precioso o marfil, llevando además adornos de relieve. &tás de una de estas tablas preciosas de dípticos, entre las que se encuentran algunas que pertenecían a cónsules romanos, se em plearon más tarde como tapas de libros litúrgicos, y de este modo se han conservado. Cf. G. V illada, Historia ecl, de España, I, 1.» p., 208s ; II, 2.a p., 53. * B ishop , 109ss. En otros sitios, como en las liturgias sirias, los dípticos se leían mientras el pueblo se daba el ósculo de la paz (B ishop , 108, llls). En los ritos sirio-orientales se leen los dípti cos, es decir, el voluminoso «libro de los vivos y los difuntos», aun actualmente los domingos y días de fiesta por el diácono en este mismo sitio (B rightman , 275-28.1). Sin embargo, según parece, en estas listas ya no entran, por regla general, los nombres de los miembros de la propia comunidad. En la misa bizantina, lo mis mo que en el Memento de nuestra misa romana, se hace la men ción de los difuntos recordando el sacerdote en silencio sus nom bres (B rightman , 388, lín. 23). 5 Cf. el orden de los dípticos en la actual liturgia armenia (B rightman . 441s ). Conforme hace constar Dix (The shape of the liturgy, 502-504), los dípticos perdieron en Constantinopla su ca rácter parroquial y, finalmente, también el carácter de una lista de nombres por los Que se reza. 6 B ishop , 102ss .
8.
EL «MEMENTO» DE LOS VIVOS.
201-203
819
significaba la comunión eclesiástica con las personas en cues tión y el reconocimiento de su ortodoxia. Por eso encontramos desde el siglo vi en los dípticos orientales a veces «los 318 pa dres ortodoxos» de N icea 7 encabezando la lista juntamente con «los patriarcas, profetas, apóstoles y mártires» 8. L ectura
de los nombres de los oferentes
203. En Occidente, y sobre todo en la liturgia romana, predominó la conmemoración de los vivos. Los difuntos no se mencionaban al principio en el culto, circunstancia que se explica fácilmente por traer esta costumbre en la liturgia ro mana su origen de la entrega de las ofrendas por parte de los fieles. Estos dones habían de ofrecerse a Dios con una oración especial, y se hizo por la oratio super oblata. Además, se rogaba en el canon a Dios se acordaste especialmente de los qui tibi offerunt hoc sacrificium laudis, leyendo con esta ocasión los nombres de los oferentes. Lo deducimos de una carta de San Inocencio 1 9, de la que, sin embargo, no pode rnos sacar nada concreto sobre el número de estas conmemo raciones. Se leerían sólo algunos nombres escogidos, pues no 7 Así en la misa siria oriental (B rightman , 277, lín. 3); en la anáfora etiópica de los apóstoles (1. c., 229, lín. 2). Los sirios oc cidentales, monofisitas, nombran «los tres sínodos piadosos y santos y ecuménicos» (1. c., 94, lín. 3). Los «cuatro sínodos santos» se men cionaban en la lectura de los dípticos por el diácono en el sínodo de Constantinopla, bajo Menas (544). Cf. los datos en (Martene, 1, 4, 8, 11 (I, 405 B ); en vano he intentado verificar la cita en las mis mas actas del concilio. También en otras regiones se miraba mucho por la ortodoxia de aquellos cuyos nombres se leían durante el ca non. Según el Paenitentiale Theodori (Inglaterra, fines del siglo vn), el sacerdote que en su misa hacía leer el nombre de un hereje temía que hacer penitencia durante una semana (H. J. S chmitz, Die Bussbücher und die Bussdisziplin der Kirche [Maguncia 1883] 529; F insterwalder , Die Cánones Theodori, 258). 8 Así ya en S an C irilo de J erusalén , Catech. myst., V, 9 (Q u i s ten , Mon., 102). No menciona la lectura de estos nombres y sí Sérapión; cf. más arriba I, 38. En la misa siria oriental, la lista, que comprende varios centenares de nombres, empieza con «Adán, Abel y Set» ( B r i g i t t m a n , 2 7 6 s s ). La admisión de un nombre en los dípticos tenía en la Iglesia de fines de la antigüedad!, más o menos, el sentido de nuestra canonización, así como el tachar un nombre equivalía a la excomunión. 9 Cf. más arriba I, 67. Ya un siglo antes debió existir una cos tumbre parecida en España, conforme se desprende del can. 29 de Elvira (M an si, II, 10), pues allí se dispone que quien es energumenus, ñeque ad altare cum oblatione esse recipiendum. Cf. Bish o p , 98s. Merece la atención también lo que se dice en S an C ipr ia no , Ep. 62, 5: CSEL 3, 700s: San Cipriano envía a obispos muñidlos los nombres de los donantes junto con la lim osna: in m ente habedr tis orationibus vestris et eis vicem boni operis in sacrijicns et precibus representetis. Ep. 16, 2 (CSEL 3, 519), refiriéndose a los lapst, oensura el que oHertur nomine eorum. En cambio, lo que se suele citar de San Agustín sólo se refiere a la mención de los difuntos (K endy , The saints, 27s).
820
TR. II, P. II, SEC. II .— «CANON ACTIONIS»
era factible ni tenía sentido leer los nombres de todos las asistentes al culto dominical1012*.En cambio, era fácil que cuan do se celebraba la misa ante un reducido grupo de personas, como ocurría en las votivas, por intenciones especiales y en determinadas ocasiones, se leyesen los nombres correspon dientes Esta costumbre se ampliaba a veces también al culto público. O feren tes
destacados
204. El Gelasiano antiguo nos ofrece un ejemplo instruc tivo en el formulario del tercer domingo de cuaresma, en el que se tenía el primer scrutinium electorum. Se dice allí: Infra canonem ubi dicít; Memento Domini famulorum famularumque tuarum, qui electos tuos suscepturi sunt ad sanctam gratiam baptismi tui, et omnium circum adstantium. Et taces. Et recitantur nomina virorum et m ulierum, qui ipsos infantes suscepturi sunt. E t intras; Quorum tibí fides cognita 12.
Mientras el sacerdote se detiene, otro clérigo lee en voz alta los nombres de los padrinos del bautismo. En el culto ordinario de la comunidad sólo se citarían los nombres de aquellos que, además de la ofrenda litúrgica de pan y vino lr\ merecieron, por haber traído alguna oblación más rica, una conmemoración especial, como sacamos de una advertencia un tanto áspera que hace el solitario de Belén después de ha ber oido hablar de este nuevo uso de Roma: ut... glorientur publiceque diáconos in ecclesiis recitet offerentium nomina: tantum offert illa, tantum Ule pollicitus est, placentque sibl ad plausum populi14. 10 Cf. Capitulare eccl. ord. (S ilva-T arouca, 205): los domingos no deben leerse los nombres de difuntos, sed tantum vivorum no m ina regum vel principium seu sacerdotum, vel pro omni populo christíano oblationes vel vota redduntur. 11 Ordo «Qualiter quaedam oratlonesy* = Ordo Rom. IV ( H torp , 588; cf. PL 78, 1380 B; B otte, 32, aparato crítico): Hic nomina vivorum m em orentur si volueris, sed non aominica die nlsi ceteru diebus. Así también el sacramentarium Rossianum (B otte, 32, apa rato crítico) y B ernoldo de Constanza, Micrologus, c. 23: PL 151. 985. 12 I, 26 (W ilson , 34). Es obvio que en este lugar no podían leer se los nombres de las candidatos al bautismo, ya que de ellos no se podía decir qui Ubi offerunt. Pero sus nombres vienen en el H aw igítur, donde se tenía que indicar el objeto de la oración. El que la rúbrica provenga de Roma y no sólo de la Galia, de donde es <1 manuscrito (la copia), demuestra la expresión electi, con que :;r designan los candidatos. Y con esto el testimonio se remontaría ai siglo vi. 18 Cf. más arriba 10. 14 S an J erónimo, Comm. in Ezech. (del año 411), c. 18: PL 175. Cf. S an J erónimo . Comm, in Ierem. (del año 420): Ai 7111110 publice recitantur offerentium nomina et redempUo peccatiumn it
8.
I íA MENCIÓN
EL «MEMENTO» DE LOS VIVOS.
NOMINAL
DE
LOS
203-206
821
OFERENTES
RN LAS LITURGIAS GALICANA y MOZÁRABE
205. Testimonios expresos de menciones especiales que se liaclan los tenemos también en las liturgias galicanas. Se trataba lo mismo de nombres de los oferentes. La misa ga licana del siglo vn, así como la mozárabe, tenía, después de la procesión -de las ofrendas y antes de la oración inicial, una especial oración sacerdotal, Post-nomtna, cuyo texto en laza muchas veces con la lectura de los nombres que se aca ba de hacer para convertirse en una súplica por los vivos y los difuntos. Así, por ejemplo, en la fiesta de la Circuncisión del Señor se reza: Auditis nominibus offerentium, fratres dilectissími, Chrístum Dominum deprecemur (sigue una aluBión al pensamiento principal de la ñesta) ...praestante pietate sua, ut haec sacrificia sic viventibus profíciant ad emendationem, ut defunctis opitulentur ad réquiem. Per Domi num *15. Ü N EJEMPLO DE LA LITURGIA MOZÁRABE
206. En la lista, con el título de offerentes no se mencio nan sólo los presentes, sobre todo el clero allí reunido, sino todos aquellos en cuya comunión se tenía especial interés al ofrecer el sacrificio. Incluso los difuntos se incluyen en el grupo de oferentes, sea que los que ofrecen lo hacen «por ellos», como representantes suyos, sea que lo hacen «en re cuerdo de ellos». En la misa mozárabe se conserva todavía la lectura de los nombres que precede a la oración Post-nomina. El sacerdote (antiguamente tal vez el diácono) comienza: O fferunt Deo Domino oblationem sacerdotes nostri, papa romensis et reliqui pro se et pro omni clero et plebibus ecclestae sibimet consignatis vel pro universa fraternitate. Item offerunt universi presbyteri, diaconi, clerici ac populi circumadstaiites in honorem sanctorum pro se et suis. mutcitur in laudem. La costumbre se consideraba como innovación. El que San Jerónimo se refiera a una costumbre de -la iglesia occi dental, se dieduce de la circunstancia de que en la liturgia oriental los nombres de los oferentes, en cuanto poseemos noticias sobre el particular, nunca tuvieron mayor importancia. 15 Missale Gothicum (M uratori , II, 533; cf. 542s 554, etc.). Tal fórmula Post-nomina la tenemos en la secreta que hay que rezar durante la cuaresma: Deus cui soli cognitus est numerus electorum in superna felicítate locandus. Cf. C abrol, La messe en occident, 120. Se conserva un testimonio de la lectura de los nombres en un díptico de marfil del siglo vi en V enancio F ortunato , C a r m X, 1 (;MGH, Auct. ant., IV, 1, 240): cui hodie in templo diptichus edÜ ebur. Se trata de los nombres del rey Childeberto y de su madre Brunequilda (hija del rey visigodo Atanagildo y su esposa Gosvtnta) Cf. B is h o p , 100, nota 1.
822
TR. II, p. II. SEC. n . — «CANON ACTIONIS»
R. (El coro, corroborando.): O jferunt pro se et pro un i versa fratem itate. ¡El sacerdote: Facientes commemorationem beatissimorwm apostolorum et martqpum'*^ (Siguen nombres.) R .: El omnium m artyrum . El sacerdote: Item pro spiritibus pausantium . (Se enumo ra una larga serie de santos confesores: Hilara, Athanasii...) R .: Et om nium pausantium *7.
Es de notar que el offerunt se refiere a los presentes sólo en la segunda frase, mientrar en la primera se aplica, en se ñal de homenaje, a los representantes de la gran comunidad cristiana. Hay que suponer que en esta primera frase, fuera de la conmemoración de los títulos, se leían también los nombres de los que tenían estos títulos o cargos, o sea de los obispos españoles y del papa rom.ensis 18. Con el tiempo se substituyó la lectura de los nombres, como cosa accidental y demasiado prolija, por una fórmula sencilla. En
la liturgia
romana
207. Algo semejante debió ocurrir en el canon romano, en el que los manuscritos más antiguos, en general, ya no aluden a tal lectura expresa de los nombres después de las palabras Memento Domine famulorum famularumque tuaru m 19. Pero volvemos a encontrar una rúbrica parecida des pués de trasladada la misa romana al imperio de los fran cos. Cari omagno dispuso en su Admonitio generalis, del 789,16 16 Esta fórmula Facientes se ha conservado, junto con unn larga serie de nombres, en un díptico que se remonta a un cónsul romano del año 517, Anastasio, y se usaba en el norte de Francia. Cf. L. L eclerc^ Dtpivques: DACL 4, 119s; K en n ed y , The saints 65-77, Missale mixtwm; PL 85, 542ss. Pausantes son los que de.s cansan de la (vida terrenal. Conviene fijarse en que delante de estu fórmula de díptico, &aparada de ella por una oración que paree? se cundaria, se encuentra una exhortación del sacerdote: Ecclesiam sanetam catholicam ín oratiemibus ín m ente habeamus u t eam Do m inus... Omnes lapsos, captivos, infirmos atque peregrinos in mentó liabeamus, u t eos Dominus... (1. c., 540). Otra fórmula de díptico so ha conservado en el misal de Stowe, donde se encuentra interco lada en el Memento de los difuntos del canon romano: Cum omni bus in toto mundo offerentibus sacrificium spiritale... sacerdoti bus offert sénior noster N, presbyter pro se et pro suis et pro totiua Ecclesiae coetu catholiocDe et pro commenmorando anathletico gru du... Sigue una larga lista de santos del Antiguo y luego del Nuevo Testamento, mártires, ermitaños, obispos, presbíteros y termina con la frase et omnium pausantium qui nos in aommica pace praecesw runt ab Adam usque in hodiem um diem, quorum Deus nomina... novit (W arner [HBS 32] 14-16, of. D u c h e sn e , 222s ). La regla nm nástica de S an A tjreliano ( i 551) termina con una fórmula seme jante (PL 68, 395-398). i* Así A. L e s l e y *. PL 85, 542 C D. Cf. también la nota anterior i« Una excepción representa el misal de Stowe, que delante do estas palabras observa: Hic recitantur nomina vivorum (B otte , . W arner FHBS 32] 11).
8.
EL «MEMENTO» DE LOS VIVOS.
206-208
823
uno los nombres no debían leerse públicamente en el oferto rio, como se hacía en la liturgia galicana, sino en el canon20, prescripción que aparece también en varios misales21. O tras
m aneras de hacer el memento
208. Desde que se comenzó a rezar el canon en silen cio, era lógico que no se leyesen los nombres en voz alta y públicamente. Según una noticia del siglo xi, en el caso de que el sacerdote esté rodeado de los clérigos ministros, ellos son los que le van diciendo los nombres al oído en voz ba ja 22. Otras veces los pronuncia el mismo sacerdote. Por eso algunos misales presentan incluso en el texto, o por lo menos en el margen, determinados nombres, tal vez por tratarse de alguna fundación23. O se inserta una fórmula general, que abarca todos aquellos que tienen algún derecho a ser mencionados 24. A veces se coloca sobre el altar la lista de 20 Can. 54 (MOH, Capii., I, 57). Cf. también el can. 51 del con cilio de Francfort (794) : De non recitandis nominibus antequam oblatio offeratur (1. c., 78). 21 El sacramentarlo de Ratoldo (s. x) habla de los subdiáconos que un poco antes enfrente del altar memoriam vel nomina vivorum et mortuorum nom inaverunt (PL 78, 244 A). Una nota: Hic nominentur nomina vivorum, vuelve a aparecer en el siglo xi en un misal del centro de Italia (E bner , 163), y a partir de esta fecha, con esta redacción o parecida, con frecuencia hasta en el siglo xv (E bner , 146 157 194 204 280 334s) y también como añadidura posterior (1. c., 27); véase también M artene 1, 4, XVII (I, 601). La nota corres pondiente a los difuntos es más frecuente. 23 Un obispo de Reims mandaba le recordasen dé este modo en el Memento de los difuntos los nombres de sus predecesores (F ulcvino, Gesta abbatum Lobiensium, c. 7 [D ’A chery , Spicilegium, 2.a ed., II, 7331). Cf. M artene 1, 4, 8, 13 (I, 305s).
23 Un sacramentario del siglo xi de Fulda (E bner , 203) pone nombres de la corte de Bizancio. A la cabeza de la lista está el nom bre : Constantini Monomachi imperatoris (f 1054). Más ejemplos véanse en L eroquais , I, 14 33 (s. ix) ; cf. además, entre los índices : III, 389; E bner , 7, 94 149 196 249; M artene , 1, 4, 8, 10 (I, 404s). En el documento de una donación del 1073 de Vendóme, los bienhe chores ponen como condición el que sus nombres, durante su vida y después de su muerte, se lean en el canon (M e r k , AbrisS, 87, nota 11 ; allí algunas referencias más). 24 Así, p. ej., dioe una nota marginal en el famoso Cod. Paduanus, del siglo x : Omnium christianorum om nium qui m ihi peccatori propter tuo timore confessi sunt et suas... elemosynas... aonaverunt, et om nium parentorum meorum vel qui se in meis orationibus commendaverwnt, tam vivis quam et defunctis (E bn er , 128 ; M ohlberg B aumstark , n. 877). Tales fórmulas aparecen luego cada vez en ma yor abundancia; cf. M artene , I, 4, IV VI XXXVI (I, 513 C 533 E 673s); B ona , II, 11, 5 (756s); L eroquais . I, lQs y más veces; E bner , 402s ; cf. también las observaciones en 1-a descripción del manuscrito (1. c., 17 58, etc.). Una fórmula aparee? en el siglo xv en Seckau (Kòck, 62) y el 1539 en Roma en Ciconiolano (L egg , Tracts, 208), empieza: m ei peccatoris cui tantam gratiam concedere aignerts, ut assidua tuae maíestati placeam, illíus vro quo,„
824
TH. II, P. II, SEC.
n.—«CANON
ACTIONIS»
los nombres y se hace en el Memento alguna alusión a ella costumbre todavía vigente en la liturgia sirio-occidental20. A umento
desmesurado de tales fó rm ula s ;
LA NORMA ACTUAL
209. Todas estas fórmulas de carácter general, combina das frecuentemente con la alusión de que acabamos de hablar, alcanzaron desde el siglo x i tal importancia que no sólo lle naron el Memento, sino hasta invadieron las oraciones pre cedentes que se hacían por el papa y los obispos23*2627. Con fre cuencia van encabezadas por una petición propia; Mihi quoque indignissimo fámulo tuo propitius esse digneris et ab óm nibus me peccatorum offensionibus em undare28*, o también, aunque más raramente: Memento mei quaeso, continuando luego de diversas formas2t). »Pronto surgió una reacción, que fué haciendo desaparecer con el correr de los siglos todos estos elem entos30. En adelante sólo pueden introducirse nom23 -Asi, como nota marginal, ya en el sacramentarlo en J. P aLitúrgica Latina, H (Colonia 1571) 180: (Memento Domine fam ulorum famularumque tuarum j et eorum quorum nomina ad memorándum covscripsimus ac super sanctum altare tuum scripta adesse videntur. Más ejemplos en M artene , 1, 4, 8,15 (I, 406); E b n er , 403; cf. 94: PL 78, 26 nota g (de un manuscrito de Reims del siglo rx). Estas referencias se deben en parte a los libri vitae, que se hicieron en los conventos en cumplimiento de los convenios con otros conventos de rezar mutuamente por sus difuntos; cf. A. E b ner , Die klösterlichen Gebetsverbrüüerungen bis zum Ausgang des karolingischen Zeitalters (Ratisbona 1890) 97ss 121ss. A tales listas se remite, sin que se colocasen encima del altar; cf. la nota en un sacramentarlo de Bobbio del siglo x i : et quorum vel quarum nomina apud me scripta retinentur (E bn er , 81; F er r e r es , 147). 26 En las misas sirias occidentales se escriben en una pequeña tabla los nombres de las familias que habían solicitado el memento por sus difuntos en la época del año litúrgico antes de la cuaresma. Esta tablilla se coloca encima del altar. En el Memento de los di funtos, el sacerdote pone la mano sobre la sagrada forma y traza luego tres cruces sobre la tabla (S. S alaville en R. A ig r a in , Litur gia [París 19351, 915s, nota; cf. H anssen s , III, 473s). 37 Cf., p. el., los Adiuncta Paulí Diaconi intra cancnem guando vólueris, en E bner , 302. 28 E bner , 401; cf. también en la descripción del manuscrito 1. c., passim. Cf. además M artene , 1, 4, 8, 15 (I, 406s). 20 E bner , 247; L eroquais , I, 40 84; F erreres , p. c .; cf. M ar tene , 1, 4, 8, 15 (I, 406s). Una fórmula de este género se encuentra con frecuencia delante del M emento de los difuntos; cf. más ade lante. Seguramente se trata de un caso aislado en el misal de Va lencia (1492), en que se hace preceder al Memento una serie de in vocaciones de letanía: Per m ysterium sanctae incam atiom s tuae nos exaudiré digneris, te rogamus audi nos, ¡etc. (F er r e r es , p. xci). Confróntese 1. c., p. lxxxvhi, la deprecatio delante del Memento. Muchas veces se añade al mismo tiempo también una conmemo ración de los difuntos. 30 Con todo, Merati (f 1744) cita una oración algo más larga que el sacerdote puede intercalar secreto en este lugar (G avanti-M k Rati, II, 8, 3 [I, 289]).
m eliu s ,
8.
EL «MEMENTO» DE LOS VIVOS.
2 08-210
625
lu-es31, o mejor aún, sólo hay que hacer un memento en si lencio de unos pocos minutos 323, al que alguna vez se invita a los fieles35. En el misal de Pío V no queda más que una señal en la que se ponen los nombres y su pausa correspondiente34, pero se dej a sin decir nada sobre la selección de los nombres: orat aliquantulum pro quipus orare intervdit. El que en las misas de estipendio se haga mención especial de aquellos que de esta manera son los oferentes, está en conformidad no sólo con el sentido primitivo del texto, sino aun con el contexto actual3S. LOS «CIRCUMADSTANTES»
210. Luego, en el mismo Memento, se amplía Ja intercesión en favor de todos los presentes que han venido a honrar a Dios participando en el sacrificio común 3637.Se llaman circumstantes o, según los textos antiguos, circumadstantes 3 7 . En los diez primeros siglos, la postura general en la misa fué la de 31 B ernoldo de C onstanza (f 1100) (Micrologus, c. 13: PL 151, 985) censura a los que aquí intercalan sus oraciones. El capítulo lle va el título: Quid superfluum sit in canone. J uan B eleth ( t hacia 1165), Explicaiio, c. 46: PL 202, 54 B : addemus nulli uic (en el canon) concessuvi esse aliquid vel detrahere vel addere, nisi quandoque nomen illorum, pro quibus specialiter aut nom m aim i offertur sacrificium. 33 Para ello con frecuencia se dan normas en las explicaciones de la misa de la baja Edad Media. Así, p. ej., H ugo de S. C her (Tract. super missam [ed. S ólch , 271) aconseja que se proceaa zuxta ordinem caritatis y se rece en primer lugar por los padres y pa rientes; luego, pro spiritualibus parentibus y los que se han enco mendado a nuestras oraciones (commendaverunt; sólo con esta pa labra se refiere también a los offerentes en el sentido tradicional, los dadores de estipendios, etc.; cf. más arriba 20133 y por los asistentes; finalmente, por todo el pueblo. El misal de Ratisbona enumera ocho grupos (hacia 1500) (B eck 273). El Líber ordivarius de Liejia (V olk , 69, iín. 4) quiere que se dé después del Sanctus una señal cuando uno está enfermo, u t /ret ires in suts orationibus infirm i recordentur et dicant psaimum Mi serere. 3* Al lado del más antiguo ill. se encuentra ya pronto el actual N. como señal de que se ha de intercalar un nombre; así ya hacia 800 en el misal de Stowe ( W a r n e r [HBS 32] 11; cf. 6 10 14 19ss). 35 Cf. más ‘arriba 20 203ss. A sí también B enedicto III, De s. sa crificio missae, II, 13, 2 (S chneider , 167). La libertad de nombrar en el sitio donde se leen por costumbre offerentium nomina, tam bién otros quos desideraverit particulañter nominare, se defiende ya por P loro D iácono (t 860) (De actione miss.t c. 51: PL 119, 47 B) y por R em igio de A u x erre (t hacia 908) (Expositio: PL 101, 1258 B). 36 Misales españoles añaden después del siglo xn: (dreumtantíum ) atque omnium fidelium. christianorum (quorum tibí) (F er r er e s , pp. xxxi lx x ss cvm; confróntese xxiv xxvi xlix l ii c x ii ). Esta ampliación, haciendo entrar también ausentes en el concepto de los qui tibi offerunt, está en armonía con la mencionada tra yectoria de la tradición española; cf. más arriba 206. 37 E bner . 405: M énard , en PL 78, 275 B C.
TR. II, P. II, SEC. n . — «CANON ACTIONIS»
estar de pie incluso durante el canon3839. La partícula circum no quiere decir que los fieles se colocasen sencillamente for mando un circulo alrededor del altar, sino para su perfecta com prensión hay que recordar la arquitectura de las basili cas romanas, con el altar entre el presbiterio y la nave cen tral, de modo que los fieles, sobre todo cuando había cruce ro, rodeaban el altar en semicírculo89. «Q uorum
ttw f id e s c o g n ita e s t ...
Tllll Ol'VKHTINT...» lili. Dos afirmaciones encontramos en esta oración acer ca de los que se mencionan nominalmente, así como de todos los circumadstantes. La primera se refiere a la disposición ge neral del alma: «su fe y su devota entrega 4 0 te son conoci das»4142. La otra alude a lo que actualmente están haciendo: «te ofrecen este sacrificio de alabanza»; acción que a conti nuación se describe con más detalle. El texto primitivo afir ma sin restricción de los fieles, que ofrecen el sacrificio: tibí offerunt hoc sacrificium laudis 12, y esto tanto en la oración presente como en la primera que sigue a la consagración. No son espectadores ociosos, ni mucho menos una multitud profana, sino todos ellos Intervienen como actores de esta acción sagrada, con la que se presentan ante Dios.
La
añadidura
« pro
quibus t ib í o f f e r im u s vel »
212. En épocas posteriores, en las que el sacerdote, por usar una lengua distinta y por la »posición del altar, quedaba 38 Cf. más arriba I, 295. 39 Cf. tR. S chwarz (Vom Bau der Kirche [Würzburgo 1938]), que evidencia lo acertado de esta construcción. La parte en que el anillo que rodea el altar está abierta expresa la dirección del movimiento hacia Dios de la comunidad, guiada por el sacerdote. Cf. también más arriba X, 312. 40 Cf. A. D a niels , Devotio; JL 1 (1921) 40-60. La palabra devotio, que muchas veces significa las mismas acciones del culto, se refiere aquí a la intención interior. Pides es la actitud fundamental que construye toda la vida sobre el fundamento de la palabra de Dios y Ja promesa; devotio, la presteza para ordenar su vida sin reserva* según este principio. Ambas expresiones se encuentran unidas con sentido parecido en N icetas de R emesiana (f hacía 414), De psalmodiae bono, c. 3: PL 68, 373; D aniels , 47: nullus debet ambigerc hoc vigiliarum sanctarum m inisterium, si digna fide et d&ootiono vera celebratur, angelis esse coniunctum. 41 F. R ütten (Phüologisches zum Canon missae [StZ 1938, 1] 43sl interpreta las palabras (fides) cognita en el sentido de «probado». Con todo, se trata seguramente de una expresión paralela a nota, según la ley estilística, empleada en el canon; cf. más arriba I, 69. La posición del tibi delante de las dos expresiones obliga a manto ner esta interpretación. 42 Cf. para la expresión sacrificium laudis más arriba I, 22s; 11, 129 26. Se caracteriza con ella el sacrificio cristiano según su esen cia y su fin primario como glorificación de Dios.
8.
EL «MEMENTO» DE LOS VIVOS.
210-213
827
u mucha más distancia del pueblo asistente, es curioso que romo queriendo atenuar la precedente afirmación, que les pareció demasiado atrevida, añadiesen las palabras pro quiIws tibi offerimus vel. Esta innovación aparece por primera vez en los manuscritos de la edición que A-lcuino hizo del nacramentario Gregoriano43, y se difundió rápidamente en rl siglo x , aunque no sin encontrar su oposición44. De esta manera se quería expresar que el que ofrecía en primer tér mino el sacrificio era el sacerdote (rodeado de los ministros). Además influyó probablemente en aquella época, principio histórico de las fundaciones y los estipendios, el pensamien to de que, como aquellos cuyos nombres habían de citarse en el Memento no estaban presentes, el sacerdote era en un sentido más propio su representante 45. Con todo, la idea pri mitiva queda ordinariamente intacta46. «P ro
s p e salu tis et incolum itatis suae »
213. A continuación se determina más la intención con que los fieles participan en el sacrificio. Ofrecen el sacrificio por sí y por los suyos, pues los lazos familiares también pue den valer en la oración. Ofrecen el sacrificio -«por la reden ción de sus almas» 47, para la que, según las palabras del 43 Cod. Ottobon. 313 (primera mitad del siglo ix); también en el cód. de Pamelio; cf. L ietzmann , V, 20. 44 B ernoldo de C onstanza , Micrologus, c. 13: P L 151, 985 C. Lebrttn (I, 369, nota a) menciona e. o. todavía un misal cisterciense de 1512, en que falta el texto intercalado. Esta ausencia de tal texto fué una característica del rito cisterciense hasta el año 1618 (S c h n e i der, en «Cist.-Chr.» [1917] 9s). 45 V. T halhofer (Handbuch der kath. Liturgik, I I [Friburgo 1890] 204) quisiera explicar, con E bner , 404, la intercalación de este texto como debida principalmente a la circunstancia de que había caído en desuso paulatinamente la oblación de parte de los fieles. Sin embargo, no es así, pues en esta época sigue sin disminución la costumbre de la entrega de las ofrendas. Cf. más arriba 8. 46 Solamente en casos aislados se ha intentado suprimir las palabras qui tibí offerunt. Se encuentran borradas en un sacra mentarlo de Salzburgo del siglo xi (E bner , 278). Según E bner 404s) no se encontraron al principio y han sido añadidas pos teriormente en el manuscrito de San Galo 340 (ss. x-xi) y en el célebre manuscrito de Padua D 47 (a pesar de M ohlberg -B aum stark , n. 877; cf. E bner , 128). La palabra vel no significa necesaria mente que se quitase fuerza al qui tibi ofjerunt que sigue, para con vertirlo en un caso posible, porque en aquella época se usaba ge neralmente en el sentido de et. Cf. H. M énard , en PL 78, 275 D. S an P edro D amián (Opuse. «Dominus vobiscum», c. 8: PL 145, 237s) insiste enérgicamente en el sentido primitivo aún de la fórmula am pliada : In quibus verbis patenter ostenditur, quod a cunctis fidelibus, non solum viris, sed et mulieribus sacrificium illud laudis offertur, lieet áb uno specialiter offerri sacerdote videatur: quid quod Ule Deo offerendo manibus tractat, hoc muLiuudo jiaeiium, intenta mentium devotione commendat. 47 Evidentemente, se alude al salmo 48,8s: non dabit Deo,,, pre- 1 tium redemptionis animae suae; esto es, nadie se puede liberar
ftt8
TR. II, P. II, SEC. II .— «CANON ACTIONIS»
Salvador, no se puede presentar ningún precio que sea su ficiiente. Quisieran rescatar sus almas, esto es, como se añadí' explicándolo mejor, quisieran conseguir la eterna salvación y bienaventuranza que como cristianos pueden esperar: pro spe salutis et incolumitatis suae. Salus significa, generalmen te, en el lenguaje cristiano, la salud del alma; en cambio incolumitas incluye por lo menos el bienestar corporal48, si no es que se re llore exclusivamente a él. 'Trniqiiiá
ukddunt vota sua ...»
214. El Memento termina con las palabras Ubique reddunt vota sua aeterno Deo vivo et vero, con las que se añade la segunda afirmación después de las palabras qui Ubi offerunt hoc sacrificium laudis. Es natural que en estas pala bras se espere encontrar la continuación del pensamiento anterior, pero es difícil que se consiga. Aunque vota por si sola puede tener también otros significados, sin embargo no hay duda de que reddere vota expresa el cumplimiento de una promesa, como se ve en muchos pasajes de la traduc ción latina del Antiguo Testamento, o es sencillamente, co mo en el caso presente, la entrega a Dios de un don, pres cindiendo de la obligación particular que se hubiera contraido; es el ofrecer un sacrificio en el que algo más se acentúa la nota, en sí común a todos los sacrificios, de que se trata de una prestación debida 49. De esa manera, la doble frase subor dinada representa manifiestamente una imitación del sal mo 49,14: Immola Deo sacrificium laudis et redde Altissimo vota tua, a la que se añade para mayor solemnidad el nom bre de Dios con una expresión tomada de la Sagrada Escritu: Deo vivo et vero 5 0 , reforzada por el epíteto aeterno, que se le antepone. En todo ello palpita la conciencia de que al sacrificar estamos ante el Dios eterno, vivo y verdadero. por dinero de la muerte. Cf. Mt 16,26; Me 8,37. Se supone, pues, qu? el -alma está en peligro, pero en un atrevido retruécano de las palabras del Salvador, parecido al de la mujer cananea (Mt 15.27), se le opone el gran sacrificium laudis. Ci. también S an A mbrosio , De Elia et iei., c. 22: (PL 32, 2, 463s; en el bautismo se concede la redemptio animae. Por eso no habrá motivo de interpretar la pa labra como estímulo para la prestación material, conforme lo hacen los documentos medievales de fundaciones. 48 Referencias del lenguaje eclesiástico para ambas significación e.; de incolumitas, véanse en B atiffol , Leçons, 246s. Tampoco en la pa labra salus conviene restringir demasiado su significado ; la misma expresión gemela puede tener en otro contexto un sentido franca mente terrenal, como en un Hanc igitur del Gelasiano, I, 40 (Wn, so n , 70): ut per m ulta curricula salvi et incólumes muñera... vir reantur offerre. 49 Para votum = sacrificio, cf. B atiffol , Leçons, 247. 80 1 Tes 1,9. La expresión se explica ue la oposición al ídoin muerto, del que los fieles se han apartado.
8.
Kl
EL «MEMENTO» DE LOS VIVOS.
213-21-7
829
supuesto texto prim itivo
DE ESTE PASAJE
215. Llama la atención el que con las palabras reddunt vota... se vuelva a reanudar la expresión del ofrecimiento, formulada ya cuando se dice pro quibus tibí offerimus, pues to que el efecto poético que se logra indudablemente en el salmo queda roto por la separación de ambos miembros. Este fenómeno sugiere la sospecha de que se debia añadir en tiem pos posteriores la descripción d
216. A tan extraño fenómeno hay que añadir todavía otro. En los textos más antiguos del canon romano falta sin excepción la con junción-que al principio del segundo miem bro, y se dice sencillamente: ... incolumitatis suae tibi red dunt vota su a ...5¿. Este descuido gramatical, mantenido du rante siglos, tiene que extrañar mucho en un texto como el del canon romano, por lo demás tan cuidadosamente con servado. Un
punto f in a l entre
« suae »
y
«t ib í »
217. Ambos enigmas se resuelven inmediatamente si po nemos detrás de incolumitatis suae un punto para empezar una frase nueva: Tibi reddunt vota sua, aeterno DeoJ vivo612 61 Cf. más arriba I, 68 20. 62 b o t t e , Le canon, 34. De los 19 documentos que empiezan ha cia 700 hay uno solo que, según Botte, contiene el Ubique como texto primitivo; se trata del Cod. Pad. D. 47, que filé escrito, bajo el em perador Lotario I ( t 855), en la región de Lieja. Sin embargo, con forme demuestra la edición impresa de este manuscrito (M ohlberg B aumstark , Die älteste erreichbare Gestalt, n. 877), también en este manuscrito el -que se encuentra añadido por otra mano. El -que falta todavía en el Cod. Eligii (s. x) (PL 78, 26 B) y todavía en el sacramentario de la capilla papal, hacia 1290 (B r in k t r in e , en «Eph. Llturg.» [19371 204). E bner 405, llama ya la atención sobre este fe nómeno, pero no intenta ninguna explicación.
830
TR. I l, P. II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
et vero com m unicantes...ry¿\ es decir, que con esas palabras se vuelve, en forma nueva, sobre el tibi offerunt sacrificium laudis, para empalmar con la Idea de la gran comunión de los fieles 54. Es decir, que tanto la comunión con los santos como el ofrecimiento del sacrificio se referia primitivamente a todos los fieles, y ambas afirmaciones, si no se borraron por completo, sí quedaron algo obscurecidas en el nuevo am biente de la Iglesia franca, aunque no tanto que no apare ciera el sentido antiguo del texto aun actualmente como su interpretación más natural.
9. El
«C om m unicantes»
sentido de la alusión a la comunión de
LOS SANTOS
218. Como el Communicantes que sigue, considerado des de el punto de vista gramatical, no es una oración indepen diente, la primera pregunta que surge es: ¿adonde pertene ce? Entre las soluciones propuestas *, decididamente la más*64 53 En los manuscritos antiguos, como se sabe, falta muchas veces la puntuación o es muy deficiente y dentro del canon no hay in cisos por regla general. Este es también el caso, p. ej., en el Cod. S. Gall. 348 (ed. M ohlberg , n. 1551), Que, además, a pesar de em plear dentro del Communicantes en tres sitios iniciales rojas, hace seguir la palabra communicantes, sin tal distinción, a la palabra anterior (n. 1552). Clarísima, como anota también B otte, 55, es la unión del Deo vivo et vero communicantes en dos de los documentos más importantes del canon romano : en el misal de Bobbio, ed. L o w e , I (HBS 58) n. 11 (véase el facsímile [HBS 53] dám. 12) y en el misal de Stowe, ed. W arner (HBS 32) 11 (véase facsímile [HBS 31] lám. 25). Cf., por cierto, la construcción parecida en una fórmula Hanc4gitur del Gelasiano, III, 37 (W il s o n , 254) : pro hoc reddo tibi vota mea Deo vero et vivo maiestatem tuam suppiiciter imptorans. 64 Oraciones gramaticales que no enlazan con una palabra o concepto de las frases anteriores las hay dentro del canon, además, en otros sitios : en ambos mementos, en el Supplices y en el Nobis quoque. 1 Por ejemplo, al unirlo con los verbos del Te igitur, el suppli ces rogamus ac petimus (B atiffol , Leçons, 248) o el in primis quae tibi offerimus, o (una combinación a todas luces imposible) con el nombre del papa : cum fámulo tuo papa nostro illo communicantes, teniendo siempre en cuenta que el Communicantes nunca estaba unido inmediatamente con el Te igitur, ya que es más reciente que el Memento; cf. más arriba I, 68. Otros prescinden de tal relación con las oraciones precedentes y suplen un sumus u offerimus u offerunt (así e. o. B r in k t r in e , 180 218), o explican el communicantes et memoriam venerantes como equivalentes a communicamus et me moriam veneramur (así F ortescue , The mass, 332), lo cual ep ambón casos trae consigo un aislamiento poco natural de la oración y
9.
«COMMUNICANTES».
2 F 7 -2 1 9
831
natural es la que acabamos de ofrecer como exigida por el texto precedente, y que ya la proponía Suárez2. El Communicantes, nacido como prolongación del Memento, quiere ser por su contenido un refuerzo de su petición: «Acuérdate de todos ellos, pues la comunidad que aquí te ofrece el sacri ficio no está sola, sino que pertenece al gran pueblo de tus redimidos, cuyas primeras filas ya han entrado en tu glo ria». En este pasaje se reanuda la comunión con la Iglesia triunfante, que ya se sentía de otro modo en el cántico del Sanctus. «M emoriam
v e n er a n tes »;
d ifuntos
Y SANTOS
219. El acento recae sobre la primera palabra Communícantes, o sea lo que importa es la comunión con los santos, cuyos nombres se citan 3. Pero esta unión, recordando la distancia que nos separa de ellos, se subraya por las palabras et memoriam venerantes, especie de una mirada respetuosa que se dirige a ellos4. De esta segunda expresión, pues, de pende gramaticalmente el resto de la frase. No sufre menos cabo por ello el pensamiento fundamental de la comunión de los santos. Ya hemos visto 5 el fuerte influjo que la idea de la comunidad, en la que se incluían también los santos del cielo, ejerció sobre la lectura de los dípticos en las litur gias orientales a partir del siglo v. Pero la mayoría de las veces no se habla abiertamente de aquella comunidad como tal, sino de los «que agradaron a Dios desde el principio», añadiendo ingenuamente su recuerdo al de los demás grupos de difuntos de la comunidad terrestre, muchas veces hasta 3 S uárez , De sacramentis, I, 83, 2, 7 (Opp. ed. B erton , 21, 874) : ..Ata u t sensus sit: Tibi reddunt vota sua aetem o Deo vivo et vero communicantes, vel inter se tam auam membra corporis tui vel cum sanctis tuis... 3 Difícilmente se puede suponer que communicare tiene aquí el sentido jurídico de pertenecer a la comunidad eclesiástica (com m unicare ecclesiae cathólicae); cf. B atiffol , Leçons, 248, refiriéndose a S an C ipria n o , De Dom. or., c. 18, y O ptato, VII, 3 6. Más bien se puede pensar directamente en la Iglesia como communio sanctorum, en el sentido de que los fieles presentan a Dios sus ofrendas como miembros de la santa comunidad al venerar la memoria de... Cf. G ih r , 558. Esta interpretación es la única posible cuando en algunas fiestas por las fórmulas intercaladas en las grandes solem nidades queda cortada la relación con lo que sigue : Communican tes et diem sacratissimum celebrantes... et memoriam venerantes. Cf. B otte , 55s ; cf. más adelante 230. « La significación más precisa de memoria — monumento, se pulcro (de mártires), queda excluida por el contexto. Cf. B otte, 66s ; cf. T h. K lauser , en JL 15 X1041) 464. 5 Cf. más arriba 202.
UJ2
TR. I I, P. I I , SEC. I I .— «CANON ACTIONIS»
con las mismas fórmulas6: «Ofrecemos el sacrificio por...» 7, «... a -la memoria de...»8*, «Acuérdate también de...», «Recuér date, además, te pedimos...»®. Y subiendo todavía más en la evolución del pensamiento teológico, nos encontramos con la súplica de que Dios «conceda (a los santos) el eterno des canso...» 101. I nfluencias
orientales
220. -Porn <-n todos estos casos, lo principal es la idea de la participación con ellos;' y a esta lu z h ay que in terp retar tam bién el memoriam venerantes
Con razón hemos recordado la práctica de los dípticos para explicar este pasaje del canon, pues el Communicantes está realmente en relación directa con esta costumbre orien tal. Se deduce evidentemente del hecho de que los papas ro manos mantenían correspondencia con el Oriente sobre la cuestión de los dípticos 12 precisamente en la época en que el Communicantes fué introducido en el canon, que debió de ser cuando la práctica de los dípticos estaba en todo su auge en Oriente. Además, acusa la redacción del Communicantes una manifiesta dependencia de parecidas fórmulas de litur gias orientales. A la fórmula con que empieza la enumera ción de los santos: ín primis gloriosae semper Virginis MaTíae, Genetricis Dei et Domini nostri Iesu Christi, corres ponde, por ejemplo, en la anáfora antioquena de Santiago: ¿ ra n ép o K T7j<; Tcavorpas ayoávco'j ó-cpsu/.r/t'y¡;J.sv7t;
yjjxó>v
6 Con todo, se distingue en estas fórmulas claramente entre la conmemoración de los difuntos y de los santos. Unicamente en las anáforas sirias orientales falta aun esta distinción (H anssens , III, 471s). 7 Const. Ap., VIII, 12, 43 (Q uasten , Mon., 225 : ’'En .icpo;
v árc* a¿o>vo; zóapzOTrpávziuv ao» áyúuv, Tirj.Tp'.'ipyúiv. irpocpYjT&y, oixaúuv, ¿ttotcóW;, jiapxüpdív... (Cf. también las notas en Q uasten ). Una fórmula semejante presenta aún hoy la liturgia bizantina de San Crisòstomo (B rightman 387s .) Cf. también el frag mento sirio-oriental del siglo vi (1. c., 516, lín. 21ss). También el ac tual misal romano habla el 15 de junio de muñera pro sanctis oblata. Acerca de la significación vaga en que se usa en este caso el urd^pro, por, cf. J ungmann , Die Stellung Christi, 234-238. 8 Anáfora de Teodoro de la liturgia sirio-oriental (R enaudot, II [1847] 614). » Anàfora de Santiago (B rightman , 56, lín. 20) : ’ Ex» xoxg£ ú»3ov xd>v a** au¡W
9.
«COMMUW ICANTES».
¿ 19-22 2
833
Deoióxoo xai: asiTcapfrávou Maptac 13, a la vez que también la fór mula final: et omnium sanctorum quorum meritis precibusque co n ced a su t in ómnibus protectionis tuae muniamur auxilio, tiene su equivalente o en la misma anáfora de San tiago14, o todavía con más fidelidad en la liturgia bizantina: xai Tcávioüv Tcbv ¿qíwv aoo, tov tat<; íxeaíau; éxíaxec|>ai 7¡|id<; ó deó<;15. L as
palabras in ic ia l e s y f in a l e s
221. Sin abandonar la idea de la comunión de los santos, tanto en Oriente como en Occidente se ensalza al comenzar el catálogo de los bienaventurados la dignidad incompara ble de la que es Madre de Dios y siempre Virgen, y al final se especifican más nuestras relaciones para con ellos por la humilde súplica de su intercesión. Asi quedan también lo su ficientemente neutralizadas las antiguas fórmulas que hablan de un sacrificio «por ellos» y corregidas por un pensamiento formulado ya por San Agustín al hablar de la conmemoración de los santos ad altare Dei: lniuria est enim pro martyre oraref cuius nos debemos orationibus com m endari16. La s
l ist a s de s a n t o s ; su venerable
ANTIGÜEDAD
222. El catálogo de los santos del actual canon romano contiene en este pasaje dos series de doce nombres, a saber, los doce apóstoles y doce mártires, precedidos por la Regina martyrum, mientras la segunda lista del Nobis quoquef peecatoríbus la preside como elemento ordenador otro número 13 B rightman , 56. En la actual fórmula bizantina se añade toda vía la palabra (B rightman , 388). Más ejemplos en K ennedy , The saints, 36. Pero no son solamente estas palabras solemnes las que dan relieve a la conmemoración de la Virgen Santísima en esta liturgia y en la bizantina, sino que en la anáfora de Santiago se in tercala también inmediatamente delante de las mismas un Ave Maria (Le 1,28 más ¿,42). Después de haber pronunciado el sacerdote en voz alta esta conmemoración, durante la cual está incensando el altar, entona en la liturgia bizantina de San Crisòstomo el coro un canto mariano especial, variable según el año litúrgico, que se llama porque en él se encuentra la palabra (B rightman , 388 699). Desde luego, es evidente que esta fórmula actual, difundida en todas las liturgias, originariamente tuvo una redacción más sencilla ; en Egipto parece que tuvo en el siglo vi este texto : cqtac; &v&ó£ou ftsoxóxou xat tásitaofrévoo Mapía«;, que ya se parece mucho más al romano. Cf. A. B aumstark, Das Communicantes und seine Heiligenliste : JL 1 (1921) 5-33, esp. 14s. Con todo, se nota también en la fórmula romana el entusiasmo por la Madre de Dios, manifestado en el -concilio de Efeso, el año 431. 14 B rightman , 48; cf. 94. 15 B rightman , 331s 388 406s; K ennedy , 37s. Acerca de su origen constantinopolitano, cf. B aumstark, Das Communtcantes, lis. 14 S an A gustín , Sermo 156, 1 : PL 38. 868 ; cf. In Ioh. traci. 84,1 ; PL 35, 1847.
TR. II, P. Il, SEC. n . — «CANON ACTION IS»
834
sagrado, el siete, también en dos series: siete santos mártires y siete santas mártires, encabezados por aquel que fué lla mado por el Señor el mayor de cuantos han nacido de mu jer (Mt 11,11). La venerable antigüedad de’ estos catálogos se refleja ya en el hecho de que, fuera de los santos bíblicos, trae únicamente santos venerados como mártires en la anti gua Roma. El culto de los confesores, cuyos principios se re montan al mismo siglo iv, en que se compuso el canon, no ha dejado huella en él. La suprema oración eucaristica que dó reservada a aquellos héroes de la fe que acompañaron a Cristo en la lucha cruenta de su pasión, Sü
ORDEN JERÁRQUICO
223. Al examinar ahora más al detalle la lista del Communicantes, nos encontraremos con que, aun en el modo en que se citan los santos, existe un orden premeditado: los doce mártires se enumeran por categoría jerárquica: primero, seis obispos, cinco de los cuales son papas; el sexto, obispo de Cartago: San Cipriano. El último que le precede, San Comelío, es el único que cae fuera del orden cronológico; eviden temente, para hacerle ocupar el puesto al lado de San Ci priano. Entre los otros seis mártires aparecen primero dos clérigos: San Lorenzo y San Crisòstomo17, a los que siguen los seglares Santos Juan y Pablo, Cosme y Damián. En todo ello se adivina a las claras la obra de una mano ordenadora. En el santuario de la suprema oración eucaristica no podía faltar una representación bien elegida de los coros de los santos mártires. Y aunque hoy nos separa la historia de casi dos mil años de aquella Iglesia primitiva de Roma, tan pe queña en comparación con la actual Iglesia universal, ador nada de legiones y legiones de mártires, dignos de figurar ante la Iglesia triunfante dentro del santo sacrificio, no nos sentiremos celosos del privilegio que en el canon se reserva la Iglesia de la ciudad de Roma, madre de todas las demás iglesias. F ormación
por etapas , la lista m ila nesa
224. Es obvio suponer que este grupo de santos del Communicantes—y lo mismo se diga del otro grupo después de la consagración—no se formó de una sola vez. En algunas anáforas orientales, esta conmemoración de los santos queda reducida a unos pocos nombres I8. En el canon romano, tal 17 Como clérigo se presenta San Crisógono, por lo menos en la leyenda (J. P. K ir s c h , Chrysogonus: LThK II, 949s). 18 B aumstark, Das Communicantes, llss. La fórmula de las Const. Ap. (VIII, 12, 43 ; cf. arriba la nota 7) no contiene aún nin gún nombre.
tí.
«COMMUNICANTIÜS».
222-225
83S
como se adoptó probablemente en el siglo vi por la liturgia milanesa, faltan algunos nombres de nuestra lista actual, a saber, los de los papas Lino y Cleto, y los nombres restantes no se presentan todavía con «este orden tan arreglado1920. La
lista primitiva ; datos biográficos
225. La lista primitiva debió de abarcar los nombres de aquellos santos que gozaban de un culto especial cuando on Roma se introdujo el Communicantes. Tales fueron a fines del siglo v la Virgen, los Santos Pedro y Pablo, Sixto y Lo renzo, Cornelio y Cipriano 2Ü. El culto de la Madre de Dios tuvo en la Ciudad Eterna, poco después del concilio de Efeso, su magnífico centro en Santa Maria la Mayor, la basílica liberiana, que, bajo Sixto III (432-440), después de su restau ración, fué consagrada solemnemente. El desarrollo que al canzó el culto de los Príncipes de los Apóstoles lo atestiguan no sólo la gran variedad de formularios de misas para sus fiestas que se encuentran en los sacramentarlos antiguos, sino también los suntuosos edificios que se levantaron en tiempo de Constantino sobre sus tumbas. El papa Sixto, se gundo de este nombre, fué detenido en la persecución de Va leriano del año 258 en el cementerio de Calixto y decapitado. Días después le siguió en el martirio su diácono Lorenzo. Sus aniversarios, celebrados desde entonces los días 6 y 1 0 de agos to, pertenecen a las fiestas de mártires más antiguas de Roma. El papa San Cornelio, miembro de la antigua nobleza romana, murió en el destierro después de un corto reina do (251-253); su cuerpo fué trasladado a Roma y su tumba es la primera entre las de los papas en la que figura una inscripción latina: Cornelius martyr ep. El obispo San Ci priano de Cartago, que mantuvo activa correspondencia epis 19 La misa ambrosia,na tiene después de los doce apóstoles el siguiente catálogo: Xysti, Laurentii, Hippolyti, Vincentii, Comelii, Cypriani. Clementis, Chrysogoni, Iohannis et Pauli, Cosmae et Daniiani, y a continuación, una serie más larga de nombres de santos milaneses. Parece que en el orden de estos nombres se refleja aún la historia de la evolución del culto de los mártires en Roma, cuyos principios están en pleno siglo n i (F. S avio. I dittici dei Canone Ambrosiano e del Canone Romano, separata de «Miscellanea di storia italiana», III, 11 [Torino 1905] 4s; K ennedy , 60-64 191). Kennedy supone que los Santos Hipólito y Vicente se conmemoraban sólo, en algunas iglesias romanas, pero no en la liturgia papal. Los últimos dos nombres parece que se adoptaran sólo más tarde del canon romano. 20 K ennedy, The saints of the canon of the mass (1938) 189ss. La exposición siguiente es en lo esencial un resumen de las investi gaciones fundamentales de Kennedy. Parecidos son los resultados de H. L ietzmann (Petras und Paulas in Rom, 2.a ed. [Berlín 1927] 82-93), que supone que todos los santos en el orden en que se pre sentan han sido tomados del calendario romano de los siglos iv y v. Cf. K ennedy, 195, nota 3.
836
TR. I I, P. II, SEC. TI.
«CANON ''.CT1GNIS»
tolar con San Cornelio, fuú una de las grandes figuras cristia nas del siglo m y sufrió poco después el martirio (258). Su fiesta comenzó a celebrarse en Roma en el siglo iv; y ya en los sacramentarlos más antiguos se encuentra unida a la de San Cornelio, que se celebraba el 17 de septiembre 212*. La
lista de los apóstoles ; su culto en R oma
226. También existia ya en el siglo v en Roma el culto de los doce apóstoles " pero la lista completa de sus nom bres no pudo introducirse en el canon sino más tarde, y lo que llama la atención en esta lista es su diferencia con res pecto a todos los demá* catálogos de los apóstoles que co nocemos en la Sagrada Escritura y fuera de la misma. La que más se le parece es la lista que presenta San Marcos. Pero, además de que se le añadió el nombre de San Pablo y se cambió el orden de los dos últimos (como ocurre también en San Lucas y en los Hechos de los Apóstoles), se diferen cia en que a continuación de los hijos del Zebedeo siguen inmediatamente los Santos Tomás, Santiago y Felipe, mien tras que estos dos últimos en los catálogos bíblicos ocupan los puestos nono y quinto, respectivamente. Santo Tomás tuvo culto especial desde los tiempos del papa Simaco (498514), quien hizo construir un oratorium sancti Th&mae; un culto parecido de los Santos Felipe y Santiago viene atesti guado desde el pontificado de San Pelaglo y Juan III (556574), cuando en su honor se levantó la gran basílica de loa apóstoles24. De entre los nombres que preceden en la lista, los apóstoles San Juan y San Andrés tenían ya en Roma sus templos en el siglo v. Parece que la fiesta de Santiago el Ma yor, puesta algo más tarde el 27 de diciembre, de un principio se la juntaba en Roma con la de su hermano San Juan 24. En cambio, faltan testimonios sobre el culto de los demás apóstoles. De aquí deducimos que es probable que su lista primitiva en el canon no contuviera más que los nombres de los Santos Pedro y Pablo, Andrés (Santiago?), Juan y que durante el siglo vi se añadiesen los Santos Tomás, Santiago y Felipe y, finalmente, los nombres restantes hasta comple tar el número de doce 25. Algo parecido debió de ocurrir con la lista de los mártires. 21 Mas detalles en E. Hosp, Die Heiligen im Canon Missae (Graz 1026). 22 K ennedy, 109s. 38 K ennedy, 102-111. 24 Lietzmann, Petrus und Paulus in Rom, 140, con la nota 2; Baumstark, Das Communicantes, 23. Cf. K ennedy, 105-llOs (sin Santiago).
LOS NOMBRES DE LOS MÁRTIRES; INTERVENCIÓN de S an G regorio M agno
227. Durante este mismo siglo tomó en Roma gran auge el culto de los siguientes santos: el papa San Clemente, ce lebrado por una literatura abundante; San Crisógomo, el mártir legendario, a quien se identificaba con el fundador de una de las iglesias titulares de Roma del mismo nombre 26; San Juan y San Pablo, a quienes una leyenda presentó como mártires romanos del tiempo de Juliano el Apóstata; los mé dicos y mártires, muy venerados en Oriente, Santos Cosme y y Damián, a quienes se invocaba e%las enfermedades como ayudadores que no cobraban (áváp-füpoi). Estos mártires fue ron seguramente los primeros que se citaron en el canon como los más conocidos durante el siglo vi, sin que se reflexionase sobre la razón por la que se invocaban ni sobre el orden en que se enumeraban. Sólo al final de este siglo dió un redac tor a estos nombres su orden actual, y para completar el número de doce lo mismo en los apóstoles que en los márti res añadiría los dos primeros sucesores de San Pedro, Lino y Cleto, que entonces eran poco conocidos27. Este autor, cuya actividad debió desarrollarse a fines del siglo vi, no pudo ser otro que San Gregorio Magno. Como la Iglesia romana, a diferencia de la del norte de Africa durante la época de la persecución, no s»e preocupó de dejar por escrito las actas martiriales, dejando así amplio margen a la invención le gendaria, resulta que los últimos cinco nombres del grupo de los mártires quedan en la penumbra, y desde el punto de vista histórico, apenas si podemos sacar otra cosa que exis tieron los mártires de ese nombre 28. Añadiduras
posteriores
228. Los siglos siguientes no consideraron cerrada la lis ta de los santos del canon romano. Conservando los veinti cuatro nombres, cada iglesia añadía los nombres de figuras sobresalientes de su historia. Así, por ejemplo, los manuscri26 Parece que detrás de la leyenda está como personaje histórico el obispo mártir San Crisógono de Aquileya (principios del siglo ni) (J. P. Kirsch, Die römischen Titelkirchen im Altertum [Pader born 1918] 108-113; K ennedy, 129). 27 Kennedy, 111-117 128-140. 28 Cf. la explicación en Hosp, llOss 222ss 238ss, y K ennedy, 128-140. La opinión sobre estos nombres era todavía hace algunos decenios mucho menos escéptica que actualmente después de los trabajos de H. Delahaye, P. Pranchi de Cavalieri y otros.
833
Tft. Il, K n . SI'V. l i.— «CANON ACTJONIS»
tos francos más antiguos intercalan no sólo los dos grandes santos del imperio de los francos, San Hilario y San Martin, sino también los ya entonces muy venerados doctores de la Iglesia San Ambrosio, San Agustín, San Gregorio, San Jeró nimo y el padre de los monjes de Occidente, San B enito29. A éstos se sumaban algunas veces los santos de la ciudad o villa y los patronos de la propia diócesis o iglesia. Así, en ia región de Fulda incluían entre los mártires a San Bonifa c io 30. Estos nombres de santos posteriormente añadidos sir ven boy
fórmula general y la reacción contra
LA ACUMULACIÓN DE NOMBRES
229. El papa Gregorio III (731-741) indica un modo de incluir los santos locales sin alargar el catálogo. Prescribe a unos monjes de un oratorio con muchas reliquias de la igle sia de San Pedro intercalen la siguiente fórmula: sed et diem natalium celebrantes sanctorum tuorum martyrum ac confessorum, pérfectorum istorum, quorum sollemnitas hodie in conspectu glorias tuae celebratur, quorum meritis precibusq u e...32. Efectivamente, encontramos en muchos misales de la Edad Media esta u otra frase parecida, principalmente para conmemorar el santo del día, por cierto a menudo sin renunciar a otras adiciones3-3. De ahí que al fin surgiese una reacción enérgica contra este modo de recargar excesivamen-
29 B otte, 34?. El nombre de San Ambrosio aparece sólo en dos de los manuscritos registrados por Botte. Los nombres vuelven en nu merosos manuscritos hasta la Edad Media (Ebner, 407s ). 30 E bner, 403. Cf. Martene, 1, 4, 8, 16 (I, 4076). 31 E bner, 409. Cf. la síntesis de los manuscritos franceses en Leroqtjais, Les sacramentaires, III, 353. 32 D uchesne, Líber p o n t, I, 422. Valafrido Estrabón (De exord. et increm., c. 22 : PL 114, 950 A) cita estas palabras con la amplia ción ... celebratur, Domine Deus noster, toto in orbe ierrarum. En misales de la baja Edad Media, la fórmula tiene a menudo la si guiente redacción : quorum hodie in conspectu tuo celebratur triumphus, o parecida (véase F erreres, pp. 150-152). Por otra parte, añade el misal de Bobbio (Muratori, II, 777; Lowe, i [RBS 581 n. 11) al texto primitivo después de omnium sanctorum tuorum ; qui per uni verso m undo passi sunt propter nómen tuum Domine, seu confessoribus tuis. 3a Cf. Ordo Rom. IV ; PL 78, 1380 B : (después de Cosmae et Da miani) si fuerit natale sanctorum, hic dicat; Sed et diem natalità beati HI. vel beatorum ili celebrantes et om nium semetorum. Asi también Eclogae; PL 105, 1330 D.—Ebner, 409s .
9.
«COMMUNICANTES».
2 2 8 -2 3 0
839
le el Communicantes3A, quie barrió radicalmente todos estos nombres y fórmulas33*35. i .AS FÓRMULAS QUE SE INTERCALAN EN LAS GRANDES SOLEMNIDADES
230. Todavía se conserva en la actualidad otra fórmula del Communicantes, la más antigua que conocemos; a saoer, -1 a conmemoración de los respectivos misterios de las grandes solemnidades de Navidad, Epifanía, Jueves Santo, Pascua de Resurrección y Pentecostés. Todos los sacramen tarlos antiguos coinciden en ponerla para estos seis d ía s3* Además presentan los sacramentarlos pregregorianos otra fórmula para la vigilia de Pentecostés 3 7 y el Leonlano con tiene en dos de las mencionadas fiestas aún otra fórmula38. Todas estas ampliaciones existían ya a mediados del siglo vi. Precisamente por ese tiempo, el año 538, se mencionan en una carta del papa Vigilio al obispo Profuturo, de Braga, en la que, por lo demás, se pondera mucho la invariabilidad de la oración eucaristica romana39. Pero, a pesar de su venerable ;u B ehnoldo de Constanza, Mici'ologus, c. 13: PL 151, 985s: Aliorum vero sanctorum nomina (fuera de los nombres due se dicen al Memento) annumerare non debemus, nisi quos in canone invenimus antiquitus descriptos. Pero más tarde hace la siguiente salve dad: excepto post Pater noster in illa oratione ubi iuxta ordinem quorumlibet sanctorum nomina internumerare possumus. Con pa labras enérgicas se combate la costumbre de añadir palabras en el canon en un manuscrito de Stuttgart del año 1435 (Franz, 612s). 33 Con el misal de Pío V desaparecen definitivamente; pero ya en la baja Edad Media los nombres añadidos fueron siendo cada vez menos; cf. E bner, 407s. 33 Gregoriano, ed. L ietzmann , n. 6, 4; 17, 4; 77, 3; 88, 4 (87, 4); 108, 4; 112, 4 (111, 4). Las mismas fórmulas se encuentran también en los sacraméntanos gelasianos. Variantes de importancia hay sólo en la Epifanía y la Ascensión; en el primero de los dos casos: quo Unigenitus tuus... natus Magis de longmquo vementious visibilis et corporalís apparuit (Vat. R eg., 1 , 12 [W il s o n , l i s ] S a n Galo [M o hl BER.G, n. 991). En la Ascensión con un estilo algo arcaico: ... iinitum sibi hominem nostrae substantiae in gloriae tuae dextera collocavit (V a t Reg.y I, 63 [W il s o n , 107], y también en el Leoniano [M ura to r i , I, 3161). 37 Communicantes et diem ss. Pentecostés pr devenientes, quo Spiritus Sanctus apostólos pieoemque creuenuum praesentia suae maiestatis implevit, sed et (Vat. Reg., I, 78 [W ilso n , 120]; San Galo [M ohlberg , n. 803]; Leoniano [M tjratori, I, 318]). 38 A saber, otra fórmula en la Ascensión (M tjratori, I, 314) y u
840
TR. II, P. II, SKC. II.— «CANON ACTIONIS»
antigüedad y aunque en ellas se describen magistralmente los misterios de cada festividad, no podemos reconocer en estas fórmulas el desarrollo orgánico del texto del canon, pues desgajan la palabra Communicantes definitivamente del ca tálogo de los santos, convertida ya antes por el memoriam venerantes en una especie de anacoluto. Todas estas adicio nes, consideradas en su conjunto, hay que ponerlas en la misma categoría que los prefacios del Leoniano, que, con el afán de c r e a r cada vez algo nuevo, se apartan notablemente del p e n s a m i e n t o fundamental de la oración eucaristica, lo q u e ro n tr ib u y ó a que se los echara40. Si nuestras adiciones festivas se han salvado de tal reforma, esto se debe, proba blemente, a que por su contenido se mantienen dentro del pensamiento central de la celebración eucaristica y a que se acostumbraba entonces a dar al Communicantes un sentido más amplio, de suerte que la línea general del pensamiento podía parafrasearse en estos días así: «Ellos te ofrecen sus dones como miembros de la comunidad santa en recuerdo del misterio de la redención que hoy celebramos y en memo ria de tus santos». De esa manera, la fórmula intercalada daba en estos días al Communicantes el carácter de una anámnesis. iatis aut eorum facimus,. quorum natalitia célebramus; cetera verc ordine consueto prosequimur. Quapropter et ipsius canonicae pr&cis fextum direximus subter adiectum* quera Deo propitio ei apostólica traditione suscepimus. Et ut caritas tua cognoscat, quibus locis cbliqua festivitatibus apta cormectes, paschalis diei preces sim üiter adiecimus. Con los capitula diebus apta no se pudo, sin embargo, señalar exclusivamente las fórmulas del com m unicantes o las demás que se intercalan en el canon; antes bien se refiere también al prefacio, que forma una unidad con el canon. Esta alu sión a las fiestas de los santos que menciona Vigilio se daba tam bién entonces, conforme lo demuestra el Leoniano, únicamente en el prefacio. 40 Cf. más arriba 137. El que las interpolaciones en cuestión nc pertenezcan al plan primitivo de la fórmula, parece evidente. Aun en el caso de que la fórmula como tal no se añadiera al Memento antes de San Gelasio I, quedan siempre varios decenios para la evolución que condujo a que en este sitio se mencionasen los miste rios en las grandes solemnidades. P. B orella (S. Leone Magno e ü «Communicantes»: «Eph. Liturg.» 60 [1946] 93-101) intenta demostrar que la misma fórmula y las intercalaciones en los días festivos son del mismo San León Magno. Una tesis semejante defiende C. Callewaert , S. León, le «Communicantes» et le «Nobis quoque peccatoribüs)>: «Sacris erudiri», X (1948) 123-164. Los paralelismos en los términos y en el pensamiento son notables, pero no permiten una demostración irrefutable; además hay que tener en cuenta que el tema de la humanidad verdadera de Cristo conservaba su actuali dad durante bastante tiempo.
9.
El «infra
«COMMUNICANTES».
230-232
641
actionem »
231. Para señalar estas adiciones, se han conservado en el canon delante del Communicantes las palabras Infra actionem, que en el mismo sentido aparecen también encabe zando el texto de estas fórmulas allí donde se las suele colo car generalmente en los misales, o sea al ñnal del prefacio; y no quieren significar sino que hay que rezar el texto «den tro de la acción». La expresión Infra actionem proviene de los sacramentarlos gelasianos, donde, por lo general, la ha llamos delante de las oraciones destinadas a ser intercaladas en el Communicantes y a veces también delante de las fór mulas del Harte ígitur. Es el mismo grupo de sacramentarlos que trae en varios manuscritos delante del Sursum corda el encabezamiento Incipit canon actionis 41. E l «P er C hristum D ominum nostrum» DENTRO DEL CANON
232. Con el Communicantes termina la primera parte de las oraciones intercesoras, como se puede ver en la fórmula final: Per Christum Dominum nostrum. Todas nuestras sú plicas *e intercesiones, al igual que todas nuestras oraciones, deben ser presentadas ante Dios únicamente «por Cristo Nuestro Señor». Esto es lo que recordamos en este primer descanso dentro del canon. Vuelve el mismo Per Christum Do minum nostrum al final del Hanc igitur, del SuppliceSy des pués del Memento etiam y del Nobis quoque42. Como hitos que marcan el camino de nuestra oración, esta fórmula está colocada a intervalos a lo largo del canon. La primera vez que nos la encontramos en el prefacio como para que demos gracias por Cristo Nuestro Señor, va seguida por una frase en relativo que la prolonga, lo mismo por cierto que em el Nobis quoque peccatoribus, mientras que en el Te igitur, aun sin esta construcción gramatical, se derrama informando la ora ción entera. En cambio, en los demás sitios en que, a pesar de pertenecer al texto más antiguo que se nos ha conservado, la debemos considerar como efecto de una ampliación acci 41 Cf. más arriba 113. 42 R em igio de Au x erre (Expositio; PL 101, 1258) quiere que se termine también después de fidel cultoribus con el Per Christum Dominum nostrum. Parece que no prosperó esta idea; y con razón; cf. más arriba 2011.
842
tr.
n , p- u , s k c .
11 .— cccanon
a c t i o n is »
dental del texto, presenta carácter de fórmula final. Y como a tal se explica Que con el tiempo—en los misales posteriores a la época carolingia—se le añadiera un Amen. Aparece pri meramente en un manuscrito del siglo i x 4 3 y después cada vez con más frecuencia, hasta dar en regla general desde el fi nal del siglo x i i , sin que esto quiera decir que falten excep ciones aun a fines de la Edad Media44. Así, al paso que el Amen fuó perdiendo el carácter que tenía de contestación propia del pueblo al i'inal del canon, se convirtió en señal indispensable para señalar la terminación de la oración, lo que explica que nunca faltara en adelante en la fórmula final cristológica. 233. Este Amen pasó luego al misal de San (Pío V y vol vió a tener su importancia en el movimiento neogalicano. En algunas diócesis aquellos reformadores hacían decir estos Amen del canon en voz alta al pueblo45*48; creyendo renovar con esto y volver a la auténtica y primitiva liturgia romana.
10. El
problema del
«H anc
«Heme igitur n igitur »
234. Por la fórmula final: Per Christum Dominum nostrum, conocemos también que la oración Hanc igitur era una oración independiente que no perteneció al canon primitivo, sino que se ha añadido en tiempos posteriores. El sentido de las palabras aparece lo suficientemente claro como para evi tarnos toda explicación. No tan evidente resulta, fijándose en su redacción actual, el porqué de su colocación en este sitio. ¿Se trata sólo de pedir que Dios reciba benignamente 48 Sacramentarlo de S. Tfrierry (L eroquais , I, 22). 44 P. S almón , Les «Amen» du canon de la messe: «Eph. ¡Liturg.», 42 (1928) 496-506. L. c., 501, nota 4, cita el autor misales impresos de os años 1518 y 1523 en los que faltan estos Amen (G. E llard, Inierpolated Amen's in the Canon of the Mass; «Theological Studies», 6 [1945] 380-391). Según él, los Am en se pueden probar ya en el si glo x m para Roma (386ss). Los comentaristas medievales que re chazan la intercalación dan como razón desde el siglo xm que en estos sitios los mismos ángeles dicen el Am en; asi también, ademá; cte .otras razones. D urando , IV, 38, 7; 46, 8. A veces se decía el Am en también al final del Noois quoque (S almón, 499 501). Con t réntese además S ólch , Hugot 91-93. 48 S almón , 503-505, Cf. más arriba I, 204.
10.
«h a n c
ig it u r ».
2 3 2 -2 3 5
843
las ofrendas, como quieren algunos? 1 Pero esta súplica ya la habíamos manifestado anteriormente, y aquí se reduce a repetir la misma idea con otras palabras. Para esto no hacía falta poner aquí una nueva oración. O ¿radica su razón de ser en las súplicas que en ella se contienen? Entonces no se comprende por qué se habían de poner estas peticiones pre cisamente aquí. Autores que han emitido sus diversas teorías sobre el origen del canon también han ensayado las más va riadas hipótesis sobre esta oración, dando por resultado, des pués de analizar todo el conjunto, de que nos encontramos ante la oración del canon que es tal vez la más difícil de en tender de toda la m isa23. La
n o t ic ia del
«L íb e r
p o n t if ic a l is »
235. Lo que sabemos históricamente del Hanc igitur es en primer lugar la noticia que nos da el Líber pontificalis de que esta oración, que por cierto se encuentra ya en todos los documentos conocidos hasta ahora que contienen la forma más antigua del canon romano, debe su redacción actual a San Gregorio, quien le añadió una segunda parte En cuan to a cómo fué su forma primitiva sólo podemos aventurar hipótesis. Ahora bien, en los documentos pregregorianos nunca encontramos esta oración tai y como nos la describe el Líber pontificalis, sin la ampliación de San Gregorio, o sea en la forma siguiente: Hanc igitur oblationem... quaesumus Domine ut placatus accipias; al contrario, existe en esos sacramen tarlos anteriores a San Gregorio un número considerable de fórmulas, en que las mismas o parecidas palabras del co mienzo van seguidas por una frase final algo más larga, aco modada al formularlo de la misa en que se encuentra, de modo muy parecido a como actualmente se desarrolla su tex to el Jueves Santo, Pascua de Resurrección, Pentecostés y consagración de un obispo. El que la noticia del Líber ponti ficalis no es tan exacta, se deduce además de que la fór mula añadida por San Gregorio de ningún modo es nueva del todo. Añádese que en los documentos anteriores a San Gregorio las palabras iniciales tampoco eran siempre las mis m as4, de modo que, antes de añadirles un párrafo nuevo, el 1 B r in k t r in e , Die feierliche Papstmcsse, 27. 2 F ortesctje, The mass, 333: perhaps the most difficult prayer in the mass. 3 D u ch esn e , Liber pont.t I, 312: Hie augmentavit in praeaicationem canonis: diesque nostros in tua pace dispone, et cetera. La misma noticia en B eda, Hist, eccl.. II, 1: P L 95, 80. 4 En las palabras iniciales de las fórmulas que se encuentran en los documentos más antiguos faltan generalmente las palabras servitutis nostrae sed e t cunetae fa m ilia e tu a e y la continuación
TR. II. P. II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
844
santo papa tuvo que darles forma definitiva. Así, por ejem plo, dice el H anc ig itu r de Pascua y Pentecostés del Leoniano: Jíanc igitur óblationem, quam tibi ofjerimus por his quos ex aqua et Spiritu sancto regenerare dignaius es, triüuens eis remissionem omnium peccatorum, quaesumus, placatus accipias eorumque nomina adscribí iubeas in libro viventium. Per D iv e r s a s relaciones OFERENTE
]■:
entre
IN T E N C IÓ N
1)F.
sacerdote , LA
OFRENDA
23». Hablando en general, la formula se redacta con mu cha variedad tanto en su primera como ien su segunda parte. Lo único que no varía por regla general son las primeras pa labras: Hanc igitur óblationem. Esta oblación se describe lue go de diversos modos, cambiando sobre todo lo que se refiere a los oferentes. La mayor parte de las veces se dice de la ofren da que «nosotros» la ofrecemos por alguien, pero no faltan redacciones en las que se habla de la ofrenda de alguien, que «nosotros» ofrecemos por una tercera persona, o también de la de una persona que la misma ofrece por otra segunda persona; finalmente, se dan casos en los que se dice simple mente que el sacerdote la ofrece *6. O m is ió n no
d el
« H a nc
ig it u r » cuando
había in t e n c ió n
e s p e c ia l
237. Mayor aún es la variedad de redacciones con que se presenta la frase principal. Esto nos da a entender que no existió una fórmula primitiva común, sino que se añadía a las palabras iniciales en cada caso un texto distinto, que podía ampliarse sin limitaciones. En esta frase se expresaba la intención principal por la que se celebraba la misa. Como no todas las misas se celebraban por una intención especial, por ejemplo, las de los domingos y días festivos, que se con sideraban sencillamente como culto divino de la comunidad, el Hanc igitur no pertenecía en los sacramentarlos pregre gorianos a la misa como tal, sino se ponía sólo en aquellas misas que se celebraban con un motivo determinado, y en quaesumus Domine ut placatus accipias no aparece más que en una parte de los textos antiguos. En cambio, muy parecida a las palabras añadidas por San Gregorio es una frase del Hanc igitur que se encuentra en el aniversario de la ordenación episcopal del Leoniano ( M u r a t o r i . I, 426): diesque meos clem entísim a gubernatione disponas. Per (V. L. K ennedy , The pre-Gregonan Hanc igi tu r • «Eph. Liturg»., 50 [1936] 349-358; T h . M xchki.s , Woher nahm Gregor der Grosse die Kanonbitte: Diesque nos tros in tua pace disponas?: JL [1935] 188-190). 5 M u r a t o r i , I , 318. • Las referencias en K ennedy , 1. c., 358a
10.
«H A N C IG IT U R » .
2 3 5 -2 3 8
845
las misas votivas, según aparece con toda claridad en el Gelasiano 7 antiguo 8 y lo confirma el Leoniano 9. ¿Q ué
cla se de p e r s o n a s s e n om bra n
EN EL «HANC IGITUR»?
238. A esto obedecen las diversas formas con que se pre senta el Harte igitur, y en especial e] modo de introducir «en ella determinadas personas o grupo de personas. Estas, con nombre o sin él, aparecen o como oferentes, o como perso nas por las que se ofrece el sacrificio, o, finalmente, ambas cosas a la vez. Lo más frecuente y, por tanto, lo más carac terístico en las fórmulas del Harte igitur es mencionar a las personas «por» las que se ofrece el sacrificio. Ejemplo espe cial de esta afirmación, las fórmulas de las misas de difun tos y las del examen de los candidatos al bautismo, casos evidentes en los que los mismos interesados no pueden ofre cer. Entre éstas hay que colocar también algunas misas vo tivas 10. Tampoco aparecen como oferentes los recién bauti 7 Este sacramentarlo del siglo vi se divide en tres libros: l.°, pro pio del tiempo; 2.°, propio de los santos; 3.°, misas por diversas intenciones y ocasiones. En todo el sacramentarlo se encuentran 41 fórmulas del Harte igitur, pero falta por completo en el segundo ¿Libro. E¡n el primero no se suele poner, p. ej., eax todos los dias de la cuaresma, y aparece solo, prescindiendo del-Jueves Santo, en días en que a la misa asiste un grupo especial de fieles por los que se ofrece el sacrificio, como son los neófitos (nn. 26 45), los que conme moran el aniversario de su bautismo (pascha annotm aj (¿4), los re cién ordenados diáconos o presbíteros, el recién consagrado obispo v cuando celebran el aniversario de su ordenación (97 98 100 101; cf. 102); o también las vírgenes en su aniversario (105 106), la de dicación de una iglesia o de un baptisterio (89 90 94), la conmemo ración del difunto fundador de una iglesia (92). Aun en el tercer libro prevalece este criterio. No todas las misas votivas contienen una fórmula del Harte igitur, pero son muchas las que la tienen: las misas para el aniversario de la consagración sacerdotal (37), para el día y el aniversario de «la boda (52), para cuando uno em prende un viaje (24), para el que organiza ¡un ágape (49), la misa contra la esterilidad de la mujer (54), la misa para el día del cum pleaños (53), la misa por el rey (62), por el convento (50), la misa pro salute vivorum (106), además (con una excepción) toda -la serie de misas por los difuntos (92-96, 98-106). 8 En el Gelasiano más reciente parece que el manuscrito dfe Rheinau ofrece el mismo cuadro (E bner , 413). Cf. también M o hlberg , Das frankische Sacramentarium Gelasianum, pp. Lvn-Lxvin. 9 Las diez fórmulas del Harte igitur de este sacramentarlo se reparten como sigue: una en las misas de los neófitos, vigilia de Pentecostés (M uratciu , I, 318), consagración d e las vírgenes (331), consagración del obispo (421) y desposorios (446); dos en el ani versario de la consagración episcopal (426 434) y cuatro en las misas de los difuntos (451-454). 10 De las dos fórmulas Harte igitur de la misa Ad proficiscendum in itinere en el Gelasiano antiguo (III, 24), la primera prevé al que va de viaje como oferente, la segunda supone ya un repre sentante que por él ofrece; Harte igitur oblationem, Domine, fam uli
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TR- II. !'• II. SKC.
II .— «CANON ACTIONIS»
zados, aunque estaban ya en posesión de todos sus derechos como cristianos, y lo mismo se observa respecto a los diáco nos y sacerdotes recién ordenados 1* 1 y, »en la misa de despo sorios, con relación a la novia 1213. La explicación hay que bus carla en las costumbres que entonces corrían para tales oca siones. Parientes u otros buenos amigos o bienhechores con sideraban como un honor especial poder encargarse en estas misas de la obligación de ofrecer por los que »en este día ce lebraban su gran fiesta 1A. D if e r e n c ia e n t r e e l «M e m e n t o » y e l «H a n c IGITUR», A PESAR DE LA SEMEJANZA
239. Examinando con más detenimiento estas fórmulas, se ve que la mención de aquellos por quienes se ofrecía el sacrificio falta sólo cuando éstos son los mismos oferentes 14. tui illius. Tampoco en la misa pro sterilitate m ulierum (III, 54) aparece la interesada como oferente, probablemente para ahorrarle la confusión (pro ffimula tua illa). 11 I, 24: Hanc igitur óblationem, quam tibi ofjenm us pro famulis tuis, quos ad presbyterii vel diaconatus gradas promoveré digncuus es... Como se ve, los neopresbíteros no concelebraban entonces en su misa de ordenación, por no menos no consagraban. En cambio, para el obispo recién ordenado se prevé una misa (I, 100): quam pro se episcopus die ordinationis suae cantat. Por eso empieza la fórmulg correspondiente: Hanc quoque oblationem quam offero ego tuus famulus et sacerdos ob diem in quo me dignatus es.... 12 El Hanc igitur correspondiente se encuentra en el Gelasiano (III, 52) y en el Leoniano (M u ratori , I, 446), y con otra redacción, también en el Gregoriano (L ieztm ann , n. 200, 4). En el Leoniano tie ne el siguiente texto: Hanc igitur oblationem famuiae tuae ill, quam tibi offerimus por fam ula tua illa, quaesumus Domine, placatus aspidas, pro qua maiestatem tuam supplices exoramus, ut sicut eam ad aetatem nuptas congruentem pervenire tribuisti, sic consortio maritali tuo muñere copulatam desiderata sobole gauatre per junas atque ad optataon scriem cum suo coniuge provehas benignus anuorum. Per. 13 Esto se hace evidente en la misa de desposorios del Gelasiano (III, 52), donde parece que mujeres de la familia se encargan de esta tarea. En el Leoniano (véase la nota anterior) sólo se trata de una oferente. La costumbre de que los neófitos sólo a los ocho días tomen parte activa en la oblación está atestiguada por S an Am brosio , In ps. 118, prol., 2: CSEL 62, 4. La razón parece estar en que antes, por la asidua asistencia a misa durante la semana de gloria, deben aprender el rito ; tune demum suum m unus sacris altaribus offerat, cum coeperit esse instructior, ne ofjerentis inscitia contam inet oblationis mysterium. Pero, como la entrega procesional de las ofrendas no debió ser más complicada que la práctica de comul gar entonces, más probable es que la razón que da San Ambrosio tiene más bien carácter alegórico: uno se hace instructior por el misterio del día octavo (día octavo = domingo = día de Resurrec ción) ; es decir no aprendiendo sino sencillamente esperando este día. 14 Así, p. ej., en el primer Hanc igitur de la misa, en que se pide por un feliz viaje : Hanc igitur oblationem, Domine, jam uli tui illius. quam tibi offert... commendans tibi Deus iter suum ... (Geiasianu. XTX ?A T.Wjlson , 2451), Un caso semejante lo tenemos en los aniver
10-
«HAN C 1C1TUK».
2 3 8 -2 3 9
847
En talos casos se nombra sólo al oferente, pero no en calidad de tal, sino como de quien espera el fruto del sacrificio. Singugularmente instructivo es el caso de la misa de escrutinios, en cuyo Hanc igitur sólo se habla de los candidatos al bautis mo. Como ya hemos visto antes 1 5 en el Memento de los vi vos, se leian los nombres de los padrinos que hacian de ofe rentes; ahora, en el Hanc igitur se leen los nombres de los niños que han de ser bautizados y por los que se ofrece el sacrificio 16. Aunque en otras ocasiones no aparece esta se paración entre oferentes y aquellos por quienes se ofrece, sino que se nombran ambos grupos dentro del mismo Hanc igitur, a continuación unos die otros 17, sin embargo, no se puede negar que el fin del Hanc igitur consiste principalmen te en referirse a los últimos y a sus intenciones particula res. Asi, a pesar de cierto paralelismo de forma entre el Hanc igitur y el Memento de los vivos 18—pues en ambas oraciones se citan determinadas personas y, según las circunstancias, se leen sus nombres 19—, no por ello se quiere repetir simple mente lo mismo con otras palabras 20, sino deseando pun sarios del bautismo, de la ordenación y consagración. Así reza el obispo en el aniversario de su consagración en primera persona: Hanc quoque oblationem, quam offero ego tuus jam uius et saceraos ob diem in quo me... (Gelasiano, X, 100 [Wilson, 154]). 15 Cf. más arriba 204. 16 Gelasiano, I, 26 (W ilso n , 34): Hanc igitur oblationem, Domine, u t propitius suscipias deprecamur, quam tibí oí í enm us pro /a* mulis et jamuiabus tuis. quos ad aetem am vitam... vocare dignatui es. Per Christum. Et recitantur nomina electorum. Postquam recen* sita fu erint, dicis: Hos Domine, fonte baptismate innovandos Spiritus tui muñere ad sacramentorum tworum plenitudinem poscimui praeparari. Per. 17 Bien pudo ser que en estos casos, por lo menos en las misas votivas, en que no había otros oferentes, se suprimiera el Memento. La antigüedad veneranda del Hanc igitur se manifiesta especial mente en una misa del Leoniano, que lleva el título sancti Siívestri, y está todavía concebida como misa de difuntos (in fam uli tui S il vestri episcopi depositione). 18 Más directas aún son las relaciones con el Memento de los difuntos. En dos manuscritos tardíos de la traducción griega del canon romano en la liturgia de San Pedro, el Hanc igitur está tra tado como si fuera principalmente conmemoración de los difuntos: pues va acompañado por la siguiente rúbrica: 'Ev-auoa ¿vacpspet xouc coipLTjíHvTac (C o drington , The liturgy oí Saint Peter, 141). 19 La lección de los nombres se suprime cuando dentro del cuite divino se ha mencionado ya antes públicamente un grupo de la comunidad, p. ej., los neófitos en la misa de la vigilia de Pascua de Resurrección y Pentecostés, en las ordenaciones y, desde luego, también cuando alguien ofrece por sí mismo. Con todo, no aparece un criterio determinado en todo esto. En el Leoniano se prevé la lección de nombres dentro del Hanc igitur en ocho de los diez ca sos; en el Gelasiano antiguo, en algo más que la mitad de los 41 casos. 20 La hipótesis de B otte (Le canon, 59) de que el Memento y Hanc igitur servían del mismo modo a la mención pública de los oferentes, y se distinguían tal v-ez sólo porque el primero lo decía
848
TR. II, P. II, SKC. II.— «CANON ACTIONIS»
tualizar mejor la intención por la que se celebra la misa. Tiene un profundo sentido, y, desde luego, es muy humano el que, llegado el momento más augusto de la misa, cuando la pequeña comunidad que se ha reunido en torno a este sa crificio intimo, sabiéndose asistida por toda la gran comuni dad de la Iglesia militante y triunfante, recuerde los nombres e intenciones que se quieren encomendar especialmente a la misericordia de Dios y se «una» nuestra ofrenda personal con la que se va a sacrificar en el ara21. M otivos
probables de la reform a
240. A pesar de la facilidad que daba la fórmula, no de bió ser siempre fácil al celebrante satisfacer a todos ence rrando en una breve fórmula, además de los nombres de los oferentes y beneficiarios, todas sus intenciones. Debió hacer se sentir esto sobre todo en las misas votivas, muy frecuen tes ya entonces (siglo vi), como vemos por el Gelasiano. Ni tampoco sería de extrañar, dado el carácter de los hombres, en todas partes y en todos los tiempos siempre el mismo, que en sus exigencias fuesen más allá de los límites aconse jados por la prudencia y el respeto debido a la sagrada ac ción. F inalidad de la reforma
241. Así se comprende que San Gregorio Magno tuviera que intervenir con aquella disposición de que en el altar sólo debían figurar las intenciones de altura y universales. Así, en vez de la muchedumbre de oferentes y encomendados par ticulares, se puso la gran comunidad cristiana, formada por el clero y el pueblo, en el que ya van incluidos los grupos particulares: H a n c ig itu r ó b la tio n em se rv itu tis n o s tr a e 22 sed el diácono, mientras el último lo rezaba el mismo sacerdote, carece de fundamento. El diácono leería en ambos casos los nombres, en cuanto se trataba de listas más largas; cf. más arriba la nota 16. La suposición de que el diácono rezaría el Memento entero contra dice al espíritu de la liturgia romana, que nunca dió mayor im portancia a la función del diácono. El Memento de los vivos se señala en todos los manuscritos de sacraméntanos que se nos han conservado como texto que ha de rezar el sacerdote. 21 Esta concepción debió de sugerir el título que lleva el Hanc igitur en la consagración de las vírgenes del Leoniano (M uratori, I, 331): Coniunctio oblationis virginum sacratarum. Acerca de otra referencia de la expresión coniunctio, cf. A. D olda en «Eph. Litu-rg.», 50 (1936) 372s. Un Hanc igitur de la consagración episcopal lleva en el Leoniano el encabezamiento Pro episcopo offerenaum ; la ex presión offerendum se debe probablemente a que esta fórmula con testa a la pregunta pro quo est offerendum? 22 Servitus nostra = nos serví. B ctte (Le canon 37) remite «d Gelasiano (I, 98), donde el sacerdote reza en el día de su ordena ción; u t tibí semitus nostra complaceat. Allí la expresión servitus
10.
«h anc
ig it u r ».
2 3 9 -2 4 2
849
el cu n c ta e fa m ilia e t u a e 2\ Todos ofrecen el sacrificio por
todos, a los intereses particulares substituye la intención de los generales y eternos de toda la comunidad, en la que se abarcan los intereses de los individuos con aquiel anhelo uni versal de toda nuestra vida sobre la tierra: dies n o stra s in tu a p ace d isp o n a s *2324, y la petición para alcanzar la eterna bienaventuranza: ab a e tern a d a m n a tio n e nos eripi e t in electo ru m iubeas grege n u m era ri. Con tal texto había que decir en adelante la oración en todas las misas (esto debió de ser la segunda parte de la disposición de San Gregorio Magno). Los
FORMULARIOS ACTUALES CON UN «HANC IGITUR» ESPECIAL
242. iSon contados los formularios de misa que en tiem pos posteriores conservan el privilegio de una fórmula espe cial para el H anc igitur. En el misal actual se limitan a sólo dos fiestas: Pascua y Pentecostés, en que se hace mención de los recién bautizados; y, cosa rara, también en la misa del Jueves Santo2526. Otro H a n c ig itu r especial contiene el pontifical romano para la consagración de un obispo. El sa cramentarlo gregoriano de Adriano I trae todavía otras fór mulas, tomadas d
650
TR. II, P- H , SBC. II.— «CANON ACTIONIS»
Nuestros «H anc igitur » especiai.es , compa rados CON LOS ESPECIALES DE SAN GREGORIO
243. Las fórmulas del Hanc igitur que usamos actualmen te se ciñen enteramente al modelo introducido por San Gre gorio Magno aun en aquellos casos en los que se intercalan giros de la tradición pregregoriana 27. En cambio, parece que el mismo San Gregorio Magno no ponía en todas las fórmu las especiales las amplificaciones después de las primeras pa labras que él había introducido en el Hanc igitur común, sino que se servía de la nueva fórmula sólo para su segunda parte 28. V aloración
244. Fuera de Roma no sólo se mantuvo, gracias al apén dice que Alcuino añadió a su edición del sacramentarlo gre goriano, -un grupo die las antiguas fórmulas del Hanc igi tur 29, sino que en el área de la liturgia galicana se crearon también de nuevo otras muchas, como lo demuestran algu nos sacraméntanos galicanos e irlandeses30, además de al gunos ejemplos de la época carolingia31. Para la misa roma na, sin embargo, la reforma gregoriana fué definitiva. Asi quedó suprimido todo particularismo de intenciones indivi duales, perdiendo en cierto modo la fórmula su carácter pro pio primitivo. En pago se aseguró por ella el recuerdo con27 Para ello compárese el texto actual con el primitivo, citado arriba, 235. La intención por los neófitos y por el obispo recién con sagrado. que en los textos pregregorianos es la única que se men ciona (L e o n ía n o [ M u r a t o r i , I, 318 4 2 1 ] ; G e la sia n o , l , 100 [W ilso n , 1 5 4 ] ; cf. arriba la nota 14), actualmente ocupa un puesto secun dario : p r o h is q u o q u e ; e iia m p r o h o c fá m u lo tu o . 28 Así, p. e j M se su p rim e n las p a la b ra s s e r v i tu ti s n o s tr a e s e d e t c u n c ta e fa m ilia e tu a e e n los fo rm u la rio s Ú 2 la m is a d e o rd e n ac ió n y la de d e sp o so rio s; e n la m is a p o r u n obispo d ifu n to se p re s c in de d e se d e t c u n c ta e fa m ilia e tu a e (L ietzmann , ]. c.). 29 M u ratori , II, 188 193 195 200 219-223.
80 En ellos se transforma la primera parte de un modo ente ramente contrario a su sentido primitivo para expresar el ofreci miento en honor de los santos (con sus nombres) y también en honor de Cristo y Dios. Véanse los ejemplos en K ennedy, 354-357; B otte, 36, aparato crítico. 3i En E bner , 4X5-417, se comenta una fórmula muy amplia de bida al patriarca San Paulino de Aquileya (+ 802), que contiene una larga serie de intenciones; cf. 1. c., 23. Se encuentra, en una redacción más primitiva, también en el misal de Tortosa (s. xp (F erreres , 360). Cinco fórmulas parecidas, encuadradas en otras tantas misas votivas, que además de las oraciones contienen un prefacio y H a n c i g itu r propios, véanse en el sacramentarlo di* S. Thierry (ss. ix-x) (M artene, 1, 4. X [I, 552-562]). La M iss a I lly ric a contiene unr fr-rmn-a V a n e iq itu r mira oedir el buen éxito dr un pleito (1. c., IV [I, 513 E]). Más ejemplos, I. c., 1, 4, 8, 17 (I, 403)
10.
«HANG i g i t u r ».
2 4 3 -2 4 5
851
Linuo de las intenciones universales de toda la Iglesia, que .son también las de cada uno ten particular, y, sobre todo, el gran ruego por la perseverancia final, gracia que sólo pode mos alcanzar con la oración constante. Por ella pedimos to dos los días con humildad inmediatamente antes del momen to solemne de la consagración. P ostura
corporal
245. Posteriormente, el Hanc igitur no ha sufrido cambio alguno, si no es del rito exterior que lo acompaña. Expresán dose como se expresa en esta fórmula el acto oblativo, era natural que se adoptase, como en las otras oraciones de la oblación, el gesto de la inclinación; que asi se hacía efecti vamente para acompañar el Hanc igitur, se dice varias ve ces en documentos de la Edad Media32. El extender las ma nos sobre la oblata, como hacemos ahora, viene de los tiem pos recientes de principios de la Edad Moderna; a veces, se prescinde también de. todo rito33*. Originariamente fué un gesto para señalar las ofrendas, sugerido por la palabra hancSA. Y como tal ademán es sencillamente otro rito de oblación35, pero que por si solo no especifica todavía en de talle el carácter de la oblación. En el Antiguo Testamento, la ceremonia de imponer las manos sobre la víctima se re servaba para determinadas clases de sacrificios, para los ho locaustos y los sacrificios de pacificación36. También se usa ba en los sacrificios expiatorios 3 7 y es conocida en el rito de la manumisión del macho cabrio al desierto, después de car gar sobre él, por la imposición de las manos, los pecados de todo el pueblo en el día de la gran expiaciónS8. Pero esto no 33 Ordo Rom . IV = Qualiter quasdam orationes (PL 78, 1380 C) ; como Pseu do-Am alario ên B otte , Le canon. 36, aoarato crítico a los nn. VI y VII: Hic inclinât se usque ad altare; B ernoldo de C onstanza , Micrologus. c. 14: PL 151, 986 D; H o no rio -Augustod ., Sacramentarium, c. 88 : PL 172, 793 B : Liber Ordinarius O. Praem. (W aefelghem , 71s ): Liber Ordinarius de Lie.ia (V o lk . H4V DmMwno (IV, 39, 1) atestigua la profunda inclinación in quibusdam ecciesiis. Según E isen h o fer (II, 180) también en «innumerables» misales has ta el siglo xi. Cf. también L ebru n , I, 384. 33 Este último es el caso en ¡el Ordo Rom. X IV (n. 53 : PL 78, 1.166 A) y también en el actual rito dominicano (Missale O. P. [1889] 19). 3,1 El ordinario de la misa de York (de bacía el 1425) tiene la rúbrica: parum tangat calicem dicens: Hanc (S im m o n s , The Lay/alies Massbook, p. 106). La imposición de las manos aparece en los misales a partir del siglo xiv (L eroquais , II, 210 ; III, 41 60 82). Nu merosos ejemplos de los siglos xv y xvi véanse en L ebrun , I, 384s ; E isen h o fer , II, 180. 35 cf. más arriba I, 30: II. 180 con las notas 45 y 46. 3« Lev 1,4; 3,2.8.13; 8,18.22. 37 Lev 4,4.15.24.29.33; 8,14. « Le* 18,20».
352
TR. I l, P. Il, SUC. II.— ((CANON ACTIONIS»
quiere decir que debamos dar a la extensión de las manos sobre la oblata durante el Hanc igitur esta última significa ción, ya que ni en la acción ni en el texto que la acompaña encontramos motivo para ello 3®.
11.
nQuam oblationem »
L a función de esta fórmula
246. La última oración que precede a las palabras de la institución forma ya un todo con las mismas desde el punto de vista gramatical. No es más que el preludio, el último es fuerzo de la palabra humana para llegar a pronunciar las palabras trascendentales del sagrado relato, engarzadas por una sencilla oración subordinada de relativo. San Ambrosio registra ya esta fórmula inicial de nuestro canon presentán dola precisamente como introductoria. Cuando la cita, se fija sólo en las palabras de Cristo, a las que sirve de introduc ción En la Eucaristía de San Hipólito no existe tal preámbu lo; el relato de la institución sigue, en el desarrollo de la ac ción die gracias, sencillamente a continuación de la exalta ción de la obra redentora. Pero el reflexionar sobre la obra de la omnipotencia divina y la misericordia que se va a reali zar en este momento llevó a formular antes una petición ex presa, como pedimos a Dios el pan de cada día antes de to marlo. L a redacción de S an A mbrosio
247. En el Quam oblationem suplicamos por última vez la santificación de los dones terrenos y «que se conviertan en el cuerpo y la sangre de tu muy amado Hijo, nuestro Se ñor Jesucristo». La idea principal aparece clara, pero la ex presión ¡no es del todo perfecta. Esta oración, que idéntica mente redactada nos la da ya el sacramentario de San Gre gorio Magno2, difiere bastante de la fórmula primitiva que trae San Ambrosio al no combinar bien entre sí las ex-39 39 Un misal de Auxerre (s. xiv) prescribe la imposición de las manos en forma de cruz (L eroquais , II, 262). El rito parece que no alcanzó gran difusión. 1 Cf. más arriba I, 65. 2 Prescindiendo de que en el texto actual falta (Domini) Dri (nostro Iesu Christî) (B otte, 38).
11.
«Q UAM
O B L A T IO N E M » .
2 4 5 -2 4 8
853
presiones tradicionales s. La oración de San Ambrosio dice34: Fac nobis h a n c o b la tio n em a d sc rip ta m , ra ta m , ra tio n á b ile m , a cc ep ta b ile m , quod fig u ra est corporís e t sa n g u in is D o viin i n o stri Tesu C hristi. Su sentido es bastante claro: pedimos
a Dios que haga de nuestra ofrenda un sacrificio cabal5, una representación 6 del cuerpo y la sangre de Cristo7. Las expre siones a d sc rip ta m t etc., describen la ofrenda como consagra da ya. D if e r e n c ia s
y a r m o n iza c ió n de ambas
REDACCIONES
248. Nada impide dar al texto que hoy poseemos la mis ma interpretación. En la primera parte de la oración sólo se ha convertido el fa c en un fa c ere digneris y se ha añadido un b e n e d ic ta m , modificaciones que no cambian el sentido. A los cuatro miembros de la expresión se ha sumado otro, que delata todavía más su carácter de cauteloso lenguaje jurídico, propio de los romanos 8. En la segunda parte es cu 3 Cf. G. Rietschel (Lehrbuch der LiturgiJc [Berlín 1900] 382), que encuentra incomprensible esta oración. También S uárez opi na: óbscurior est reliquis (De sacramentis, I, 83, 9 íOpp. ed. B erton , 21, 875]). 4 S an A m brosio , De sacr.r IV, 5, 21 (cf. más arriba I, 65). 5 El quod puede substituir el quae en el latín tardío (O. Casel, Quam oblationem; JL 2 [1922] 100). 6 Figura no excluye lá realidad; cf. el sentido de «figura» en castellano (véase el Diccionario de la lengua española: «...5. Cosa que representa o significa otra», p. 597). Semejante expresión se en cuentra hasta el siglo v en varias oraciones. Cf. las referencias en Qtjasten,. Mon., 160, nota 1. Cf. también la expresión equivalente en el empleo de esta fórmula en el Líber ordinum (Férotin, 322; más arriba I, 68 20). 7 Esta interpretación, defendida en lo esencial por O. Casei (1. c. en la nota 5), luego fué modificada bastante ñor su autor en Ein orientalisches Kultwort in abendlanüisctier UinscnmeLZung (JL 11 [para 19311 1-19) 12s; en este artículo el autor sostiene que el sentido primitivo de la oración no fué pedir a Dios su in tervención en la consagración, sino ofrecerle las ofrendas en la for ma de rogar que le sean agradables. Dice que la Iglesia suplica la aceptación de su sacrificio como valedero y agradable «porque es idéntico con el sacrificio de Cristo». Al mismo tiemDO, suprime del texto de San Ambrosio el rationabilem (lOs), como incompatible con el fac; pero luego interpreta el fac y lo mismo el facere aigneris en el sentido de habe, habere digneris; cf. la traducción aue pro pone en la p. 17, nota 30: Diese Opfergabe betrachte... ais gesegnet... (Considera, ¡oh Dios!, como bendita esta ofrenda...) Con todo, se trata realmente de la intervención activa de Dios. Proba blemente habrá que decir que la oración tiene doble carácter ya en San Ambrosio al combinar términos que expresan la aceptación benigna con el ruego de una intervención activa de Dios, es decir, la oración está concebida como si siguiera a la consagración, que. por otra parte, se suplica en esta misma oración. 8 Cf. B aumstark , Vom geschichtlichen Werden der Liturgie, 84. Un ejemplo precristiano de acumulación de expresiones jurídicas y sacrales se encuentra en la consagración a la muerte de los decios, en L iv io . VIII, 9, 6-8.
854
TR.
II, r .
11. SEC. I I .— « C A N O N
A C T IO N IS »
rioso que, al nombrar al Salvador, debido, sin duda, a la pro ximidad do la obra de su gracia, se exteriorice en el düectissimi, como fuerte contraste, un sentimiento delicada de ter nura Mayor importancia tiene, sin embargo, el que, una vez eliminada la expresión equivoca de figura, el quod est se haya convertido en un ut fíat. Es decir, al rogar a Dios que dé a las ofrendas estas cualidades, ya no se pide eo ipso la transubstíinrhuilón (como en San Ambrosio), sino ésta apa rece cfyiiin (‘.unsiMMieneia do tales cualidades o, mejor dicho, com o el lltt por el que so pidón. Pero aun así, siempre se pue do concebir esta consecuencia (la transubstanciación) como pedida juntamente con la dignificación de las ofrendas, de modo que se distinga de ésta sólo conceptualmente y no por la sucesión temporal: «Convierte los dones en un sacri ficio válido, de modo que al llegar a ser tal, quede convertido en el cuerpo y la sangre de Cristo». El
s ig n if ic a d o de la palabra
«RATIONASILE»
249. La tentativa de salvar de este modo el sentido pri mitivo de la fórmula actual viene sugerida principalmente por una expresión que se ha conservado en la primera frase. Entre otras propiedades, nuestra oblación debe ser rationabilis; ya en la Vulgata, rationabile es la traducción del grie go Xoyixóv 9101, espiritual, lleno del Espíritu. El ser oblatio rationabüis Xoy xtj ftoaía, es precisamente la nota más propia del sacrificio cristiano, que lo distingue esencialmente de los sacrificios materiales y cruentos de la Antigua L ey]1. En el canon romano, según el texto de San Ambrosio, aparece esta palabra otra vez después de la consagración, acompañada de expresiones que aclaran perfectamente su concepto en el sentido ya aludido: offerimus tíbi hanc immaculatam hostiam, rationabüem hostiam, incruentam hostiam lz. Se trata, pues, aun en la oración antes de la consagración, de esta dignidad dada por Dios a la ofrenda y de la espiritualidad de la oblación, que la hace superior a todos los sacrificios cruentos, manchados por la materia. Las otras expresiones, tomadas del lenguaje jurídico romano, no pretenden otra cosa sino describir más detalladamente este mismo ruego; a d scrip ta m significa estar inscrito en la lista (como ciuda dano o como soldado), y por esto ser reconocido y acepta 9 Segün Mt 3,17; 17,5. 10 Rom. 12,1; 1 Pe 2,2. 11 O. Casel, Oblatio rationabilis: «Theol. Quartalschrift», i)0 (1917-18) 429-438; I d., Die Aoytzij 9-yata der antiken M ystik in chrixt lichAiturgischer Umdeutung: JL 4 (1924) 37-47. w. 6 an A m brosio , De sacr.t IV. 6. 27.
y ..
«QUAM OBLATIONEM».
2 4 8 -2 5 0
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do13. Pero volviendo sobre la expresión rationabilis, parece que su sentido sufrió una profunda transformación iem lo que va de San Ambrosio a San Gregorio. Ya en el lenguaje de San León Magno, y mucho más aún en el de San Gregorio, la palabra rationabilis ha perdido ¡el sentido primitivo que tenía en el culto cristiano y sólo expresa el estar conforme con la índole o naturaleza del objeto14. Es decir, que en el Quam óblationem, entre los demás términos jurídicos ro manos, volvió a tener éste para los hombres de aquella época su sobrio sentido romano, y con esto, naturalmente, se supo nía que el efecto que se pedía al decir fac o facete digneris no era la consagración, sino la adecuada preparación para cuando ella viniera; con otras palabras, que los dones tu viesen las cualidades indispensables para que pudieran ser considerados valederos y conformes; y sobre este fundamen to se podía pasar a pedir, mediante la oración final del u t 15, qu>e llegasen a su última perfección con la consagración; aunque estrictamente hablando, no era esta consagración el objeto directo de la súplica, sino que se insinuaba sólo como una consecuencia y como un broche natural. De este modo se ponía un paso más, el último, antes de llegar a la consa gración. I n t e r p r e t a c ió n
d el t e x t o actual a la luz
del de
S a n A m b ro sio
250. La idea es la misma que la que aparece con frecuen cia en las secretas; por ejemplo, en aquella del Gregoriano: Muñera Domine oblata sanctifica, ut tui nobis Vnigeniti cor vas et sanguis fiat. Per 16. Por eso, sí, a pesar de todo, que remos salvar el sentido en su pureza del texto primitivo, obs curecido por la actual redacción17*, habrá que disimular un 13 Cf. Casel, Quam oblationem, 100. En cambio, B atiffol (Lecons, 251, nota 1) má,s bien lo quisiera interpinebar en el sentido de «abonado a favor nuestro», como se encuentra empleada esta palaT bra en el Leonia?io (M uratori, I, 361): Omnipotens sem pitem e Deus, qui offerenda tuo nomini tribuís et oblata devotioni nostrae servitutis adscribís. 14 Casel, Ein orientalisches Kultwort in abendländischer Um schmelzung: JL 11 (1931) 15ss. Acerca del uso de rationabilis en San Ambrosio, véase B. B otte, Bulletin de théol. anc. et méd., 5 (1948) 374. 15 Parece que anteriormente a la redacción ut nobis... existía otra: quae nobis... fiat, que se ha conservado en el canon de la tradición milanesa e irlandesa: quae nobis Corpus et sanguis fiat. Así que el ut le reemplazó sólo hacia fines del siglo vi (C asel, 12; B otte, 38). Una redacción con el quae y el indicátivo se encuentra en dos textos de la liturgia mozárabe (B otte, 37); cf. más arri ba I, 68 20. 16 L ietzmann, n. 188, 2.
17 Asi. p. ej., en F loro D iácono ( i hacia 860) (De actione miss. c. 59: PL 119, 51) y en R em igio de a u x er r e (Expositio: PL 101.
TR. II, r. n . SEC. II .— «CANON ACTIOWIS»
856
poco la construcción gramatical e interpretar el texto actual como sigue: «Te rogamos, ¡oh Dios!, que esta ofrenda sea en todo bendita, reconocida, valedera, conforme y agradable, de modo que nos sea él cuerpo y la sangre de tu hijo muy amado, nuestro Señor Jesucristo» u . P e t ic ió n
de la t r a n su b s t a n c ia c ió n
2*51. F.1 Hn de <\sta súplica, pues, sigue siendo la petición de la intervención divina en la consagración o, más exacta mente, en la transubstanciación de nuestra ofrenda19, aun cuando se expresa con cierta reserva, fijando la atención en el último grado anterior. La fórmula viene a ser, por lo tan to, en la misa romana la epíclesis de la consagración, o sea la petición de la transubstanciación. Ha llegado con esto el momento de echar una mirada comparativa a las oraciones que en otras liturgias llevan el nombre de epíclesis. S ig n if ic a d o
de la palabra
« e p íc l e s is »
252. En dos pasajes de la misa la acción litúrgica alcan za auténtica categoría sacramental: en la consagración y en la comunión. Dios mismo entra en acción, obrando su gracia invisible en el signo visible del sacramento. El hom bre no puede hacer otra cosa sino poner el signo y...—apenas*189 1260), que repite lo mismo. Incluso la palabra rationaoilis se in terpreta en el sentido más antiguo: Ule quidem pañis et illua vm um per se irrationabile est, sed orat sacerclot ut... rationaouis jia t transeundo in corpus Filii eius. Así también algunos comentaristas posteriores; véase E. B is h o p , The m om ent of consecration (apéndi ce a C onnolly , The liturgical homilies of Narsai, 126-163) 150s. 18 Conforme dice con razón B r in k t r in e (Die hl. Messe, 186), refiriéndose al texto actual, sólo se puede escoger entre dos inter pretaciones: o l.°, se toma toda la expresión benedictam, adscriptam, etc., facere como equivalente a «consagrar», o 2.°, se la en tiende en su sentido ordinario; pero entonces hay que interpretar el u t... fía t como un complemento suyo: «para que el sacrificio lle gue a ser digno de contener el cuerpo y la sangre de Cristo». Con todo, se podría pensar en interpretar el u t en el sentido de uunam , como lo hace C asel (Ein orientalisches Kultwort, 12; cf. tam bién 17, nota 30), empezando la segunda mitad de la fórmula con una nueva oración independiente: «Que se convierta para nosotros en cuerpo y sangre de tu Hijo...» Pero sería un modo de hablar bastante desacostumbrado en la liturgia, y además parece poco natural que la preparación se exprese en forma de petición y la misma acción decisiva como mero deseo. 19 El nobis, que también se encuentra en el texto de San Am brosio, no carece de importancia. Se expresa en él que el fin de la acción no es la presencia de Cristo por sí misma—como tal ve'/ hubiera bastado a una espiritualidad posterior—, sino la presencia como ofrenda nuestra, en que llega a su perfección nuestro sacri ficio, que, finalmente, abarca a nosotros mismos. Cf. P. de P tjniet, La consecration («Cours et Conférenoes», VII [Lovaina 1929] 193208) 1983 201ss.
11.
«QUAM OBLATIONEM».
857
2 5 0 -2 5 3
iniciada la reflexión, se vió que era conveniente—pedir a Dios su intervención augusta. La forma en que se pide esta in tervención divina depende de la mentalidad teológica de quienes intervinieron en la liturgia respectiva: o invocando a Dios con una súplica formal para que realice su obra, o más bien, según modelos precristianos, implorando sobre la ofrenda la virtud divina. Ambas cosas se designaban en el cristianismo primitivo con la palabra áfttxaÁsía&at, ítlíyX y^ k , porque en ambos casos se invocaba el nombre de Dios y se quería hacer descender su virtud divina 20. Antes que en nin gún otro sacramento encontramos la epíclesis en el bautis mo, en la fórmula de bendición del agua21; pero pronto se comenzó también a hablar de epíclesis en la Eucaristía2223. D iv e r s o s modos de redactar la «e p íc l e s is » ; ORIGEN DE LA FÓRMULA MÁS CONOCIDA
253. Entrando en más detalles: los hombres podían con tentarse sencillamente con pedir a Dios en palabras conci sas el efecto divino: «que los dones quedasen santificados y la comunión fuera fructuosa», como se hace en el Quam óblationem y el Supplices die la misa romana. O se podía in tentar buscar un nombre a esta virtud operadora. Se pre sentaban varios términos teológicos dentro del cristianismo: Espíritu de Dios, la virtud o la gracia de Dios, su bendición, la sabiduría o la palabra divina y, finalmente, el Espíritu Santo; hasta se podía pensar en. invocar a un ángel de D ios2a. En el cristianismo primitivo no existió ninguna nor ma fija. En ambientes influenciados por la cultura griega, donde Xófoc y tcveojigc coincidían en la significación de «espí ritu» y donde en las reflexiones teológicas tenía gran impor tancia la idea de que Dios lo había creado todo y sigue hacién dolo todo por medio del Logos, era natural que se citase con frecuencia al Logos como virtud santificadora de los dones24. 20 Cf. O. C asel, Zur Epiklese; JL 3 (1923) 100-102; Id., Neue Beiträge zur Epiklesenfrage; JL 4 (1924) 169-178. 21 T ertuliano . De bapt., c. 4: CSEL 20, 204. 22 En un sentido más amplio, se puede considerar como sirtxÁyjat; toda la oración eucarística como cualquier otra oración consagratoria; a saber, a modo de una invocación del nombre divino sobre elementos materiales. En este sentido habla S an I reneo (Adv. haer., IV, 31, 4 [al. IV, 18, 5; H arvey, II, 205s]) del pan que recibe xfy im to p iv xou D-soü, y por eso ya no es pán ordinario. Cf. C asel, Neue Beiträge, 173s. 23 Para esta cuestión cf. más adelante el capítulo Supra quae y Supplices, núms. 314-318. 2^ Eucologio de Serapión, 13, 15 (Q uasten , Mon., 62s): ftss
x y jc á k r jl-h íc r .c , ó
aou kójoc ¿ni xov apxov xoOxov,
l\a
'¡¿vTjxa'. ó
ypxo; ou)\).a too Xófou... Más referencias en Q uasten, Mon., 62 nota 5.— L. c., 18, nota 1, se encuentra la bibliografía acerca de este
858
TR. II, P. lí. SKC. II.— «CANON ACTIONIS»
En las Catcquesis m istagógicas , con las que, según opinión general, San Cirilo de Jerusalén terminó el año 348 sus ca tcquesis bautismales, aparece por vez primera la fórmula de epíclesis, que luego encontraremos como la más caracterís tica en muchas liturgias orientales: «Después..., pedimos al Dios bueno que envíe al Espíritu Santo sobre los dones, para que convierta el pan en el cuerpo de Cristo, y iel vino, en la sangre de Cristo» ORIGEN SIRIO l»K I.A ’•'EPÍCLESIS»
254. Esta epíclesis , en su sentido estricto de súplica di rigida a Dios para que envíe al Espíritu Santo, la traen des de entonces, ien primer lugar, las liturgias sirias, y esto, se gún se supone ya en el texto arriba citado, después de la consagración, con su a n a m n e sis correspondiente, que en su segunda parte es oración oblativa, pidiendo que el Espíritu Santo «haga» (xionr^: liturgia de Jacobo) los dones cuerpo y sangre de Cristo, o como tal los manifieste (aTio^vr,; C onst. Ap., VIII; liturgia bizantina de San Ba silio), con el fin de que alcancen la salvación a los que los reciban2526. En este último sentido, como invocación del Espí ritu Santo para que confirme en la fe a los que reciben la comunión, aparece en el mismo sitio una epíclesis ya en la E u ca ristía de San Hipólito, pero no se habla de la consa gración die los dones 27. Y parece que lo mismo las liturgias s a je m u y d isc u tid o d e S an J u st in o , Apol., I, 6 6 : e l p a n se c o n v ie rte en el c u erp o de Cristo : oí* suyyj; z o o ti a p ’ a o ~ o u . Véase ta m b ié n B is h o p , The m om ent of consecration, 155-163. 25 S an C ir ilo de J erusalén , Catech. myst., v, 7 (Q uasten , Mon., 101). Cf. B is h o p , The m om ent of consecration, 126-150. Otro testi
monio claro de la epíclesis del Espíritu Santo no se encuentra antes de T eodoro de M opsuestia , Sermones catech., VI (R ücker , 32s ). Bishop llama la atención sobre el hecho de que todavía hacia 381, en la lucha contra los macedonios, los católicos no mencionan, para probar la divinidad del Espíritu Santo, su intervención en la con sagración (140s). En vista de que este testimonio de las Catequesis mistagógicas está muy aislado (con todo, se han de tener en cuenta también las referencias en M. de la T aille, M ysterium fidei [Pa rís 1921] 449, nota 3, que son del siglo m), vuelve la duda si las catequesis son realmente de San Cirilo o tal vez de Juan de Je rusalén (f 417); cf. Q uasten , Mon., 70. El que en la catequesis décimoctava se anuncien las mistagógicas y en éstas se remita a las anteriores, no prueba mucho, ya que siempre a las catequesis sobre el símbolo solian seguir las mistagógicas. El problema ha que dado sometido entre tanto a un nuevo examen por W. J. S waans , A propos des «Cathéchéses Mystagogiques»: «Le Muséon», 55 (Lovaina 1942) 1-43; el resultado es contrario a San Cirilo. 26 Una sin tesis crítica de los textos y un análisis de los mismos, véase en L ietzmann , Messe und Herrenmahl, 68-81; cf. G. R au schen , Eucharistie und Bussakrament, 2.a ed. (Friburgo 1910) 111 130; H a nssen s , III, 454-463. 27 cf. más arriba I, 30.
IX.
«QUAM OBLATIONEM».
2 5 3 -256
859
orientales tenían al principio en esta pasaje una súplica pidiendo sólo la aceptación de los dones y los frutos de la comunión 28, que luego se convirtió en súplica general por la bendición, pero que se refería principalmente a la consa gración 29. «Epíc lesis »
antes de la consagración
255. Además de la ya citada epíclesis de la consagración después de las palabras de la institución, que se fué propa gando desde Siria por todo el Oriente, existíá en la Iglesia egipcia otra epíclesis, por cierto al principio la única30, que se colocaba antes de las palabras de la institución y estaba redactada en un principio en los siguientes términos: «Lle nos están los cielos y la tierra de tu majestad; llena también estos dones con tu bendición» 3132. Posteriormente penetró en la liturgia egipcia de San Marcos también la epíclesis siría co-bizantina. L a « e p íc l e s is », ca ra c t er ístic a DE LAS LITURGIAS ORIENTALES
256. Aunqute por este camino la epíclesis de después de la consagración se fué con virtiendo cada vez más en patri monio propio de la Iglesia oriental y se interpretó en las iglesias separadas de Roma como esencial para la transubstanciación;’2, desde el punto de vista histórico hay que re 23 A. B aumstark , Le liturgie orientan e le preghiere «supra quae» e «Supplices» del canone romano, 2.a ed. (Grottaferrata 1913) esp. p. 33; I d., Z u den Problemen der Epiklese und des römischen Messkanons: «Theol. Revue», 15 (1916) 337-350, esp. 341. Así opina también H anssens , III, 354s. 29 Conviene tener en cuenta que en el grupo de las liturgias antioqueno-bizantinas, la primera parte del canon hasta la con sagración está ocupada por la continuación de la acción de gra cias, con carácter preferentemente cristológico. Así, queda para la petición de la bendición sólo un sitio después del relato de la ins titución y de la oración oblativa que le sigue inmediatamente. Ahora bien, cuanto más se consideraba la consagración como de bida a la bendición divina y la efusión del Espíritu, tanto más se sentía la necesidad de una epíclesis de la consagración. Cf. J . B r in k tr in e , Zur Entstehung der morgenlänatsctien Epiklese: zkTh 42 (1918) 301-326 483-518. 80 Cf. L ietzm ann , 76; B aumstark , Liturgie comparée, 27s. H ans sen s (III, 462) lo d u d a . 91 Cf. más arriba 181. Además de Serapión y la liturgia egipcia de San Marcos, se encuentra en el papiro de Dér-Balyzeh (Q uas ten , Mon., 40). 32 La tesis de que, además de las palabras de la institución, la ' epíclesis es ¡necesaria para la transubstanciación, fué defendida ya por los teólogos orientales en una época muy temprana; pero solo a partir del siglo x v ii sostienen generalmente que basta con la epí clesis y que las palabras de la institución no son necesarias.
J-JGO
TR. II, P. II, SEC. II.— «CANON AOTIONIS»
conocer que es propio y tradicional desde el siglo iv sólo en uno de los tres grandes patriarcados, el antioqueno, pues to que en los otros dos, Alejandría y Roma, la tradición secu lar fué invocar la virtud de la gracia de Dios sobre los dones antes de la consagración3,1. El que figure el Espíritu Santo como el más invocado en la epíclesis, se debe a una tenden cia que, desde el principio casi, manifestó la teología orien tal, la de considerar al Espíritu Santo como el que realiza y lleva a feliz término todas las obras de D ios 3 1 y la de poner el misterio de Ja Santísima Trinidad más en el centro de Ja atención teológica En
la liturgia romana
257. La suposición de que se invocó también en la misa romana por algún tiempo al Espíritu Santo para que bajase a realizar la transubstanciación de las sagradas especies, no tiene ningún apoyo en los documentos de dicha liturgia334*36. La observación, hecha por San Gelasio en una de sus cartas sobre este tema, es ciertamente un poco llamativa, pero no inequívoca37. En todo caso, tal epíclesis en Roma no perte neció a la tradición antigua, y, aun posteriormente, la única oración que expresaba parecida idea fué el sencillo ruego pidiendo la bendición de los dones en forma ingenua y ar caica, que siempre tenía su puesto antes de la consagra33 En este sentido, O. H eiming , en JL 15 (1914) 445-447. 34 Asi el teólogo oriental B. G h iu s , en JL 15 (1941) 338s. 33 El que este pensamiento sea general en el cristianismo pri mitivo, se ve e. o. en el símbolo apostólico, que pone al Espíritu Santo al principio de la parte que trata de los medios de salvación, como su fuente. Por eso había que suponer que también en la ora ción eucarística se manifieste una construcción trinitaria: una ele vación en la oración a Dios Padre para dar gracias por la obra del Hijo y la petición de que el Espíritu Santo lo lleve a feliz tér mino. Cf. más arriba I, 33 17. La Eucaristía de San Hipólito de muestra efectivamente este plan, por el que se ha interesado en la actualidad el liturgista anglicano W. H. P rere. 34 Acerca del testimonio de la liturgia georgiana de San Pe dro, véase más arriba 186 13. 37 S an G elasio I, Ep. jragm. 7 (T hiel , 486): quomodo ad divini m ysterii consecrationem caelestis Spiritus invocaius adveniet, si sacerdos (et) qui eum adesse precatur, crnmnosis pienus actionibus reprobetur? Para la explicación de este pasaje, véase C asel, Neue Beiträge, 175-177; G eiselmann, Die AbendmatiLslclirc, 217222. Según el sentido obvio, las palabras, ciertamente, afirman que se nombraba expresamente al Espíritu Santo, que pudo ser, con forme supone E isenhofer (II, 169), en una ampliación pasajera del Quam oblationem; p. ej., Quam oblationem... acceptaoüem fa ceré eique virtutem Sancti Spiritus infunaere digneris, ut nobis. Con todo, San Gelasio, que compara la consagración con la en carnación, obrada por el Espíritu Santo, pudo muy bien referirse al canon como total, con sus súplicas de bendición, sin pensar en un pasaje concreto en cue se invocara al Espíritu Santo. Cf. B ot te, Le canon, 60s.
12.
LAS PALABRAS DE LA CONSAGRACIÓN.
2 5 6 -2 5 0
ÍKi 1
clón. Y así ha quedado hasta nuestros días. Después de la consagración siguió siempre ocupando el -puesto principal la súplica implorando la abundancia de las bendiciones celes tiales para todos los que iban a recibir la comunión. 258. La bendición de los dones se hizo más expresiva acompañándola de su correspondiente gesto, que consiste en trazar sobre las ofrendas sendas cruces al pronunciar los tres primeros de los cinco atributos, añadiendo otras dos cru ces para señalar la forma y el cáliz ss.
12. La consagración. Las palabras d el relato d e la institución 259. En todas las liturgias, el centro de la Eucaristía y a la vez de toda la misa lo forman el relato de la institución y las palabras de la consagración *l. Los
TEXTOS LITÚRGICOS, ANTERIORES A LOS ESCRITURÍSTICOS
Lo primero que nos llama la atención es que ninguno de los textos del relato—y esto se observa con especial claridad en los más antiguos, conservados o reconstruidos por estu dios comparativos—reproduce sencillamente un texto escri•?8 Cf. más arriba X75. Puede llamar la atención el que no se hagan cinco cruces a los cinco atributos. La respuesta da B ernol do de C onstanza , Micrologies, c. 14 : PL 151, 987 : u t quinarium numerum non excederemus et quintam crucem super calicem quasi quinti vulneris indicem... faceremus. 1 Se exceptúa la anáfora siríaca oriental de los apóstoles, en cuyos manuscritos falta el relato de la institución. Parece que lo mismo es el caso en un fragmento sirio del siglo vi (B rig htm a n , 511-518), que, sin embargo, contiene una breve paráfrasis. El caso está tan aislado, que L ietzmann (Messe und Herrenmahl, 33) supo ne que la razón no pudo ser otra que el temor a una profanación de las palabras sagradas. No es del mismo parecer A. R aes, S. I., Le récit de l'institution eucharistique dans Vanaphore chaldéenne et malabare des Apôtres: «Orientaba Christiana Periódica», 10 (1944) 216-226. Según él, una investigación comparativa de los tex tos demuestra que la anáfora siríaca oriental de los apóstoles no pudo componerse antes del 430, es decir, que pertenece enteramen te al periodo nestoriano, en que se había impuesto también en Si ria un aprecio exagerado de la epíolesito (cf. qoás arriba 254). Así, pudohaber efectivamente anáforas sin las palabras del relato de la institución. En tiempos más recientes, rezan también los nestorianos, en la anáfora de los apóstoles, el relato tomado de otras anáforas (cf. B r ig h tm a n , 285). En el rito siro-malabar se viene haciendo así ya desde el siglo xvi. Acerca del modo de intercalar lo, o, mejor dicho, de añadirlo, cf. R aes, Introductio, 91 98s.
S62
TR. II, P. II, SLC. II.— «CANON AC I'Tr-*. ••
turístico2. La causa de ello hay que buscarla en que se fun dan todos ien la tradición anterior a los libros del Nuevo Testamento. Es natural; la Eucaristía se venía celebrando bastantes años antes de que se redactasen los Evangelios o las primeras Cartas3. Este hecho lo acusan hasta los mismos Evangelios por las diferencias relativamente grandes entre las diversas redacciones de las palabras de la institución, que sólo se explican por su dependencia de los textos litúr gicos4 5; más aún, los Evangelios son textos litúrgicos. I «A EVOLUCIÓN ulterior ; prim era fase
260. Más tarde, cuando los textos bíblicos se habían fijado definitivamente, los litúrgicos seguían aún en plena evolu ción, En ella podemos distinguir tres fases °. En la primera se procura armonizar las dos partes referentes al pan y al cáliz para llegar a la mayor simetría posible. Esta estructura simé trica, motivada, sin duda, por conveniencias estilísticas para la recitación en voz alta, la encontramos ya en San Hipólito, que, por lo demás, conserva en su integridad la sencillez del relato bíblico6: Hoc est corpus meum quod pro vóbis conjringetur. Hic est sanguis meus qui pro vobis effunditur. Más ma duro se presenta el paralelismo un siglo más tarde en la liturgia de Serapión. En ella el relato queda dividido en dos como narraciones paralelas, separadas entre sí por una ora ción 7. La evolución alcanza su punto cumbre poco antes de la mitad del siglo v, y en las redacciones primitivas de las tres anáforas: las de San Marcos, Santiago y de San Basilio, que representan las principales liturgias orientales. Las tres ponen en los dos miembros del relato las palabras e6yccpiaiy¡3ctc, sóA.o*pfjaa(; y áfacas, añadiendo a las palabras del pan la observación que nos hace San Marcos cuando introduce las palabras del cáliz st<; acpeotv á |ia p tt< o v •. 2 Véase el estudio crítico del texto y de la historia de los mo tivos de P. H amm, Die liturgischen Einsetzungsberichte im Sinne vergleichender Liturgieforschung untersucht: LQF 23 (Münster 1928). Una buena sinopsis de los diversos textos véase en P. Cagin (UEucharistia canon prim itif de la messe [París 1912]), donde en las pp. 225-244, en 80 columnas, los cuatro relatos bíblicos se presen tan al lado de los 76 de textos litúrgicos y se distinguen 79 miem bros del texto que se corresponden. 3 Cf. también Hanssens, III, 440. 4 Cf. más arriba I, 2. 5 Hamm, 33s. • Cf. más arriba I, 30. 7 Cf. más arriba I, 38. Hamm, 94. * H amm 16ss 21s 25s 95. Más eiemplos comparados entre si en Hanssens, m , 417.
12.
L as
LAS PALABRAS DE LA CONSAGRACIÓN.
fa ses segund a
7
2 5 9 -2 6 2
86 j
tercera
261. En la segunda fase, renunciando ya a la perfecta simetría, se busca una mayor exactitud con el relato bíblico, cuyos elementos se mezclan con los propios textos que había dado la tradición oral. Paralela a ella corre la tercera fase, en la que se enriquece el relato con expresiones más plásti cas y consideraciones teológicas 9, buscando el modo de dar las mayores facilidades para una respetuosa participación. Hasta se proyectan a veces en el proceso bíblico elementos de las costumbres locales observadas en los convites profa nos 10 y en el cu ltoll. Aplicando
estos criterios A LA MISA ROMANA
262. Considerado a la luz de estos criterios, >el relato de la institución de nuestra misa rom ana12 presenta un carác ter relativamente arcaico. Aunque las dos partes del relato bíblico acusan una simetría notable y se acercan bastante en su redacción al texto de la Sagrada Escritura, apenas se encuentra en ellas ornamentación estilística. El paralelismo aparece en la repetición de las palabras añadidas in sa n c ta s ac ven era b iles m a n u s tu a s y en la de las bíblicas e x h o c (eo) o m n es y el e n im , que se halla en Mt 26,28 sólo para el cáliz, y, finalmente, en aquellas tib i gratias a g en s b e n e d ix it de>d itq u e discipulis suis d icen s: accipite, de las que sólo las palabras gratias agens d e d it d ic en s se encuentran en el tex to bíblico y repetido únicamente el d e d it dicens (Mt y Me). * Aquí pertenece, sobre todo, el que en liturgias orientales, al lado de la determinación «para el perdón de los pecados», se pone: «para expiación de los delitos», «para la vida eterna», «para la vida del mundo», «para 'todos los que en mí creen» (Cagin, 231ss 235ss). También los atributos que se dan a las manos del Señor y la palabra ápebas = consecransf pertenecen a la reflexión teológica 10 Liturgias orientales mencionan a menudo el mezclar (xspaaac;] y también el gustar (^suaajjisvoc. tcúuv.) La opinión de que el Señor como huésped bebiese primero del cáliz, se encuentra ya en San Ireneo; el que también gustase del pan, se menciona repetidas veces en las liturgias siríacas (Hanssens, III, 444: Hamm, 51 59). 11 Aquí pertenece también la mirada hacia lo alto, el santiguar los dones (benedixit). 12 El texto actual es el de los primeros sacraméntanos, con la diferencia de que en algunos de los mismos los verbos, en tres si tios, se juntan sin cópula; se han suplido de esta forma: et (elevatis oculis) y dos veces (dedit)que; en lugar de postquam está en los sacramentarlos posteaquam. Otras variantes se encuentran sólo en algunos manuscritos aislados; véase B otte , 38-40.
TR. II, P. II, SEC. I I .— «CANON ACTIONIS»
864
D ife r e n c ia s
r e s p e c t o a l r e l a t o b íb l ic o
263. En el relato de la institución se encuentra casi todo el texto bíblico. Prescindiendo del mandato de renovar esta acción en recuerdo suyo, que aparece en San Pablo y San Lucas después de las palabras sobre el pan, y de la observa ción de San Marcos (14,23) e t b ib e ru n t ex illo o m n es, falta sólo un trozo de texto, por cierto importantísimo, a saber, la oración d<* relativo quod pro vobis d a tu r , que sigue en San Pablo y San Lucas a las palabras H oc est corpus m e u v i. Tanto más extraño que falte este complemento, cuanto que en la fórmula quod pro vobis (resp. pro m u ltis ) c o n frin g e tu r pertenecía ya a los dos textos más antiguos de la tradición romana; por lo tanto, su supresión no puede ser casual, sino debida a un motivo concreto, desconocido por nosotros, y debió efectuarse entre los siglos iv y v il13. El en
relato
San H
b íb l ic o
ip ó lit o y
y
lo s
textos
S a n A m b r o s io
264. En cambio, el texto más antiguo que conocemos de la misa romana, en San Hipólito, deja fuera casi la mitad del texto bíblico 14. Al pan le faltan b en e d ix it, fr e g it d e d itque d iscip u lis su is , fy al cáliz, p o stq u a m c o e n a vit, gra tia s agens, b ib ite e x eo om n es; además, en las palabras de la consagración del cáliz no sólo no aparece el e n im y m u ltis de San Marcos, pero ni ca lix, n o v u m te s ta m e n tu m ni in re m issio n em pecca to ru m . El texto del canon según San Ambro sio se mantiene ien un término medio, pues no trae aún las palabras desarrolladas del cáliz 15. L
a s p a l a b r a s so bre e l c á l iz
265. Es notable en el texto de nuestro canon romano también el modo de empezar las palabras sobre el cáliz: Hic est e n im ca lix sa n g u in is m ei, n o vi e t a e te rn i te s ta m e n ti . En él no sólo la mención del cáliz, propia de San Pablo y San 13 B otte, 61, expresa la sospecha de que la supresión podía es tar relacionada con la simplificación del rito de la fracción. Es poco probable. 14 Cf. más arriba I, 30. 15 Cf. más arriba I, 65. Con todo, según observa H amm, 95, el texto de San Ambrosio y el de nuestro canon no siguen la misma trayectoria. En algunos puntos incluso está aquel más desarrolla do que nuestro canon, p. ej., por el doble ad te sánete Pater om nipotens aeterne Deus y aposiolis et discipulis suis. Además tiene fregit fractum que y el ya mencionado quod pro m ultis conjrin getur.
12.
LAS PALABRAS DE LA CONSAGRACIÓN.
‘¿ 6 3 -2 6 6
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Lucas, sino también la idea de la Nueva Alianza (Mt, M e)16 se ha combinado con la sencilla fórmula H ic e s t e n im s a n guis m eu s, de la antigua tradición romana. Aunque la fór mula queda así algo recargada gramaticalmente17, en cam bio, se ha conseguido con ello una doble ventaja: al citar el cáliz, la sangre de Cristo queda caracterizada como bebida, al mismo tiempo que por la mención de la Alianza se abren amplios horizontes, que dejan adivinar en lontananza la gran obra de redención, llevada a cabo según las figuras del Antiguo Testamento por la efusión de la sangre del Señor, que sella la nueva alianza entre el cielo y la tierra, siguiendo las directrices del nuevo orden ideado por el mismo Dios 18. O tras
a ñ a d id u r a s
266. Posteriormente, apenas si se desarrolla ya el relato de la institución. Se añade el detalle del tiempo p rtd ie q u a m p a te re tu r , expresión tan característica de los textos occiden tales, como lo es para los orientales la indicación paulina «en la noche en que fué traicionado», que a menudo va acom pañada por la observación de que Cristo se entregó volun tariamente a la pasión19. El texto occidental conoce una ampliación semejante, en la que pondera el sentido redentor de la pasión: q u i p rtd ie q u a m p ro n o stra o m n tu m q u e sa lu te p a te re tu r. Ampliación que se conserva actualmente sólo en la misa del Jueves Santo, pero que los textos galicanos traen para otras ocasiones20. Es probable que perteneciese anti guamente al texto ordinario, que se metería en él hacia los siglos v y vi para dar relieve al carácter universal de la re 16 La misma combinación también en textos siríacos (Hamm, 74, nota 145). 17 Por esto se habrán suprimido en algunos casos las palabras sanguinis mei. Sacramentará del siglo x u i del Cotí. Barberini X I, 179 (Ebner, 417); misal de Riga, de hacia el 1400. (V. B rttiningk, 85, nota 1). 18 En vista de que en este punto la tradición difiere mucho entre San Pablo y San Lucas, por una parte, y San Marcos y San Mateo, por otra, se plantea la cuestión cuál sería el auténti co texto de las palabras del Señor. Los exegetas se inclinan a fa vor de la redacción en Me 14,24: To5-ó esxiv to oljiá jjlou tr¡$ b'jabfyir¡z ~o sxyuwójjLsvov 7roXX
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TR. II, P. II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
dención, contra una interpretación infeliz de la predestina ción surgida por aquellos siglos21. E xpresiones
de respetuosa admiración
267. Sentimiento de respetuosa admiración transpiran aquellas palabras a ccepit in sa n e ta s ac venera b iles m a n u s suas . Es el m ism o sentimiento que encontramos en los anti guos texto.*; orientales, sobre todo egipcios, donde se ha creado una expresión mucho más rica22, pero limitada, por lo gene ral, a los textos del pan, por tener que acompañar con ellos una ceremonia de ofrecimiento que se hacia únicamente con el pan: El Señor toma el pan y lo coloca en sus santas manos, elevando su mirada a su Padre celestial (dvapXs^ac;) o presentándoselo: dvaSsí^aQ col xo> &stT> xal xccipí 2324. Esta ele vación de la mirada la pone también nuestro texto ro mano: elev a tis oculis, sin duda para indicar la idea de ofre cimiento 2J. La ceremonia no se encuentra en los relatos bíblicos de la última cena, pero quedaba sugerida por otros pasajes del Nuevo Testamento25. Así aparece el ambiente oracional que domina todo el relato, dándole su carácter de acción cultual, sobre todo por la circunstancia de que no se dice simplemente que eleva su mirada a Dios, sino a d te D eum P a tre m su u m o m n ip o te n te m . Esta solemne pronun21 Así G. M o r in , Une particularité inaperçue du «Qui pricLie» de la messe romain aux environs de Van DC: «Revue Bénéd.», 27 (1910) 5.13-515. 22 Anáfora egipcia de San Marcos ôfpiov Xaßwv ein Td>v oqfúm» >cat á(pavToov xctl (textos monofisitas añaden : ya\ ¡¿axapioiv x&i £a>otottöv) auzoo ysipdiv (Hamm, 16, 69s). La anáfora armenia común dice : «en sus manos sagradas, divinas, inmortales, inmaculadas y creado ras» (Brightman, 436s). La acumulación de los atributos obedece a la tendencia monofisita a destacar lo más posible la divinidad de Cristo. 23 Asi, ante todo, en la tradición siríaca; también en el texto fundamental de las anáforas de Santiago y de San Basilio (Hamm, 21 25 66s). Aquí pertenece probablemente también el pasaje de S an Basilio (De Spiritu Sancto, c. 27 : PG 32, 187 B), muy discutido, acerca de las palabras invocatorias en la ¿vaostju; del pan y del cáliz. La anáfora siria occidental de Dióscoro de Gazarta explica con más detalles lo que se quiere decir con la expresión i r í ysipóiv. accepit panem et super m anus suas sanetas in conspectu iurbae et societatis discipulorum suorum posuit (Hamm, 67, nota 124). Cf. E. P eterson, Die Bedeutung von «vaos'xvuju in den griechischen Liturgien; «Festgabe Deissmann» (Tübingen 1927) 320-326; cf. JL 7 (1927) 273s 357. En el actual rito siriaco occidental, el sacerdote co loca en primer lugar un pan sobre la palma de la mano izquierda, lo bendice tres veces en forma de cruz y lo coge luego con ambas manos (Hanssens, III, 422). 24 Cf. Hamm, 67s. 25 Mt 14.19; Jn 11,41; 17,h Además, tal mirada hacia el cielo pertenecía en la antigüedad cristiana al ceremonial de la oración cristiana (Dölger, Sol salutis, 301ss).
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LAS PALABRAS DE LA CONSAGRACIÓN.
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8 67
i‘l;u*.(ón del nombre de Dios restablece de algún modo el con ta d o con la solemne invocación d-e Dios que se hace al co menzar el prefacio2627. El afecto velado de veneración vuelve ¡i manifestarse al hablar del cáliz: accipiens e t h u n o p ra er.larum calicem , expresión tomada del salmo 22,5. El hacer mención otra vez de las manos venerables se explica, pues lo exigía el ceremonial del banquete en la elevación del cáliz 37. M e n c ió n
de la m ezcla d el agua
268. Las principales liturgias orientales mencionan tam bién la mezcla del agua en la fórmula del vino, así como en la del pan, diciendo que lo tomó en sus manos: ' 0 (j.qúo<; xat có zox^ptov xspáoa? s£ olvoo xa» uSaroq, suXoyyjGaq;... 28* . La bendición del cáliz, aludida con las palabras cqiáoaq, lo mis mo que la del pan, vuelve a expresarse con mayor inten sidad por las palabras izkrpac, Tzveójj.aToq óy.oo 20, que se aña dieron en algunos textos griegos, después del concilio general de 381. Se trata del mismo fenómeno que conocimos ya en la evolución de las epíclesis del Espíritu Santo. «M y st er iu m f id e i » ; rechazando SOLUCIONES INSUFICIENTES
269. La añadidura que más llama la atención en el tex to romano es la que se encuentra en la fórmula del cáliz. La alusión al Nuevo Testamento se convierte en la confesión de su duración eterna: n o v i e t a e te rn i t e s ta m e n t i 30. Y aquí: en iel centro mismo del texto sagrado, aparece el enigmático m y ste riu m fid e i, que tantos comentarios ha suscitado. La interpretación más .divulgada en las explicaciones populares de la misa de que se trata de una exclamación d>el diáconc con la que anunciaba a la comunidad lo que se estaba reali zando en el altar, oculto a los ojos del pueblo por una cor tina, desgraciadamente no pasa de ser una invención31. 26 Se nota el influjo de las expresiones del símbolo apostólico. Más desarrollada está la invocación de Dios en el texto de San Am brosio; cf. más arriba I, 65: cf. H amm, 57. 27 Cf. m ás a rrib a I, 1864. L as observaciones c riticas e n H amm, 68, no parecen justificadas. 28 H amm, 28: 52-55. Es significativo que en la redacción que loe
armenios monofisitas dan a la anáfora de Santiago se haya tacha do la mención del agua xal üoorco;; cf. más arriba 40. 2ü H amm, 52.
*0 El testam entum aetem um se menciona repetidas veces en la Antigua Alianza: Sal 110, 9: Eccli 17,10: 45.8.19. 81 L a idea es de A. de W aal. Archäologische Erörterungen zu ei nigen Stücken im Kanon der hl. Messe, 3, Die Worte «Mysterium fidei»: «Der Katholik». 76 (1895) I. 392-395: cf. B raun , Der C h ris t-
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TR. II, 1’. II, SLC. II.••'-«CANON
:\-IIO N lS »
Pues la adición aparece ya en los sacraméntanos más anti guos, incluso en textos del siglo v ii *a, y no falta sino en al gunos documentos posteriores33. P r ecisa nd o
el problem a
270. Sobre el significado de las palabras m y s te r iu m fid ei no existe unanimidad. Tienen un paralelismo lejano en las C o n stituciones A postólicas , donde a la consagración del pan se ponen en boca del Señor las palabras: «Este es el misterio del Nuevo Testamento; tomad de él y comed, éste es mi cuerpo» 34. En forma de proposición cuando el pan, cuandc el cáliz en forma de aposición, se afirma que son «misterio». El problema está, pues, si hay que suponer además una re lación más estrecha entre ambos conceptos, de modo que convendría leer en el texto del canon: n o vi (e t a e te rn i) te sta m e n ti m y ste rtu m (fid e i). Hubo quienes defendieron tal te sis 3 3, pero es difícil aceptarla36, parte por el fid e i que si-*3245 liche Altar, H, 169, nota 11 a; cf. también más arriba 115lft. in tentos de explicación más antiguos se registran en K . J. M erk , Der Konsekrationstext der rómisclien Messe (Rottenburgo 1915) 5-25. También carece de fundamento la explicación de Merk (1. c.. 147-151), según la cual las palabras pretenden excluir la epiclesis al afirmar que con la consagración ya se ha realizado el misterio de la consagración. No es más afortunada la explicación de T h. S chermann , Liturgische Neuerungen (Pestgabe A. Knópfler zum 70. Geburtstag [Friburgo 1917] 276-289) 283s, según la cual el mysterium fidei pertenecía originariamente sólo a la misa bautis mal, «para llamar la atención a los neófitos sobre la -acción com pletamente nue^a para ellos». 32 Conforme demuestra la Expositio de la misa galicana (ed. Q uasten , 18), esta interpolación estaba ya en la fórmula del cá liz hacia el siglo vn, tomada de la liturgia romana. Tal difusión general obedece a su origen romano; cf. también W ilmart, en DACL 6, 1086. 33 En el sacramentario milanés de Biasca (ss. ix-x); en el ca non del Jueves Santo del Ordo Romanus Antiquus, esto es, por lo menos en el manuscrito reproducido por M. H ittorp, que perte nece al siglo x i (Colonia 1568) p. 57; los demás manuscritos des critos por M. A ndrieu (Les Ordines Romani, I, 27, etc.) habrán de examinarse todavia. En el Sacramentarium Rossianum (s. x) falta todo el pasaje novi et aeterni testam enti m ysterium fidei (B r in k trine , Die h l Messe, 194). 34 Const. Ap., VIII, 12, 36 (Q uasten , Mon., 2 2 2 ; Touto ió jauottí piov -rij; xaivyjc oia&y¡xv]c. También en algunas anáforas egipcias tie nen en el mismo sitio parecidas ampliaciones: admirabile prodigium, o potus vitae verus (C agin , 231ss , col. 27 33 35), 35 H amm, 75s .
83 Pese a todas las demostraciones filológicas de la posibilidad gramatical, siempre resulta muy duro hacer depender el genitivo novi et aeterni testam enti del siguiente m ysterium , que ya tiene consigo otro genitivo (fidei), sobre todo porque no solamente San Pablo y San Lucas, según el sentido, sino también San Ma teo y San Marcos, expresamente unen sanauis (meus novi) testa menti. La concepción tiene cierto apoyo sólo en el hecho de eme
12.
LAS PALABRAS DE LA CONSAGRACIÓN.
2 6 9 -2 7 1
86S
gu e 37 * y parte porque entonces la proporción de palabras humanas que se intercalan entre las del Señor sería excesi va. El m y ste riu m fid e i es una amplificación que se pone como elemento autónomo al lado del complejo precedente 38*. ¿ Q ué
s ig n if ic a
la palabra
« m v ste r iu m »?
271. Para la adecuada comprensión de la palabra mys terium conviene recordar que a fines de la antigüedad cris tiana no se quería expresar con ella tanto la obscuridad de esta verdad, únicamente accesible por la fe (subjetiva) cuanto el efecto sobrenatural del sacramento, rebosante de gracia, y en el que se compendia toda la fe (objetiva), es decir, toda la economía de nuestra salvación4041. El cáliz del Nuevo Testamento es el sanctasanctórum de nuestra fe, de donde nos viene la vida eterna 4J. Difícilmente se podrán se todo este grupo de palabras falta en el sacramentarlo Rosiano (véase arriba la nota 33). 37 Efectivamente, también H amm (76, nota 147) confiesa que en esta concepción el fidei queda en situación difícil. 38 El que tal ampliación penetrara en el mismo centro de las palabras consagrantes, más fácilmente se podría admitir si, como en el aeterni (testam enti), se tratase de una palabra de la Sagra da ,Escr itura. La expresión se encuentra, efectivamente, en i Tim 3,9, donde se exhorta a los diáconos a conservar el misterio de la fe con conciencia pura: habentes m ysterium fidei in conscientia pura. Pero, como estas palabras se refieren a otra cosa, a saber, a la doctrina cristiana, es difícil suponer que las usasen en este sen tido. B rinktrine (Mysterium fidei; «Eph. Liturg.», 44 [1930] 493500) intenta construir algunas relaciones entre ambos extremos, afirmando que este pasaje se entendía también de la Eucaristía, y el nombrar los diáconos, a quienes pertenecía el cáliz, pudo dar ocasión a que se añadiese a la fórmula del cáliz. Por cierto, ya P loro D iácono (De actione miss.t c. 62: P!L 119, 54l > recurrió a Tim 3,9 para la explicación del m ysterium fidei. 30 Esta interpretación, hoy generalmente admitida, se encuen tra ya en D urando (IV, 42, 20) y también en F loro (1. c.). 4Ü El que con razón se suponga que en aquella época mysterium equivalía a sacramentum, se saca e. o. de la circunstancia de que la serie de las catequesis de San Ambrosio acerca del mismo tema se llama unas veces De mysteriis, y otras veces, De sacramentis. Desde luego, al precisar más el sentido de m ysterium , no existe unidad de criterio. Véase acerca de la identidad parcial de m ys terium y sacramentum T eodoro B aumann , El misterio de Cristo en el sacrificio de Ut m isa, pp. 199-204. O. C asel, que en JL 1C (1931) 311 asiente a Hamm, en cambio, en JL 15 (1941) 302s, qui siera interpretar el «misterio de la fe» como el nuevo misterio, en contraposición al misterio de la gnosis. Sin embargo, ¡mucho se puede dudar de que, en la época en que se intercalaron estas palabras, la gnosis tuviera todavía Importancia práctica. 41 La traducción usual «misterio de la fe», aue se refiere so lamente al aspecto intelectual del concepto, no da, por lo tanto, el sentido pleno de la expresión. Además, no cae bien, porque in terrumpe el desarrollo del pensamiento. De ahí que se considera esta interpolación no como aposición, sino como paréntesis. Cf. en contra ya B interim , II, 1 (1825) 132-137.
TR. II, l \ II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
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ñalar las circunstancias que llevaran a la adición de m y stv riu m fideA 12. «H aec
quotiescumqüe fec e r it is »
272. El relato sagrado de la institución termina con la frase que manda repetir el acto eucarístico, y está tomado de San Pablo. l*¡u toda la tradición romana, desde San Hi pólito aparen* el «cuantas veces hiciereis esto...» en vez de la locución paulina «cuantas veces lo bebiereis». El mandato del Señor se cita en casi todos los formularios litúrgicos en esta o parecida forma4243, y allí donde falta, se puede sobren tender fácilmente. Es esencial a la liturgia cristiana de la misa el que el modo de recitar el relato de la institución se distinga del de un simple relato histórico, como son las perícopes del Evangelio. Se pronuncia sobre el pan y el cá liz, cumpliendo la orden dada en las palabras del Señor. Más aún: la repetición se realiza esencialmente con sólo repro ducir el augusto relato.
13.
La co n sagración . C erem o n ia s qu e la acom pañ an
273. El mismo recitar las palabras del Señor es un cum plir con el mandato de Cristo. Así lo indican las ceremonias que la acompañan. I m ita n d o
a
C r is t o
Mientras las va relatando, el sacerdote va reproduciendo en las ceremonias las acciones y gestos que hizo Cristo en la cena. Pronuncia »el relato delante de una mesa sobre la que se encuentran pan y vino. Toma en sus manos este pan y este cáliz 1. El ademán de oblación—tal parece ser la ac42 T h . M ichels (Mysterium fidei im Einsetzungsbericht üer rö mischen Liturgie: «Catholica», 6 IT937] 81-88) llama la atención sobre S an L eón M agno (Sermo 4 de Quadr,: PL 54, 279s), en don, de se ve que los maniqueos, aunque a veces tomaban el cuerpo dei Señor, evitaban beber «la sangre de nuestra redención». Opina que León Magno Contra ellos quería destacar el cáliz por. la añadidura de las palabras m ysterium fidei. 43 H amm, 87s . En la liturgia romana se nota cierta inseguridad hasta el misal de Pío V en unir las palabras Haec quotiescumqiii con las que se dicen sobre el cáliz o hacerles rezar sólo despué: de su elevación (L ebrun , I, 423s). 1 Es probable que en el ávahicaz y en el rito de elevar y mostrjn el pan, que se encuentra en las liturgias orientales, sobreviva una antigua costumbre de los convites palestinenses que observé
13.
LAS CEREMONIAS DE LA CONSAGRACIÓN.
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clon ele tomar las sagradas especies "—aparece con más cla ridad en otras ceremonias que a veces le acompañan. Levan ta los ojos al cielo «a ti, ¡oh Padre todopoderoso!». En el gratias agens se inclina, lo mismo que en el gratia s a g a m u s y gratias a g im u s que acaba de rezar; al b e n e d ix it traza la .señal de la cruz, cambiando algo el sentido primitivo de la palabra3. Entre los sirias occidentales y coptos se imita también el fr e g it , o sea la fracción, partiendo la forma, pero sin romperla por completo4. Entre todas las liturgias orien tales, la bizantina es la única en la que faltan estas cere monias, que tienden a reproducir en la situación determi nada de cada celebración lo que hizo una vez el Señor, cum pliendo así su mandato; pero aun en ella parece evidente que debió existir alguna v ez5. el mismo Señor. Asimismo, el tomar el cáliz debió ir unido con una, pequeña elevación ; cf. más arriba I, 18 64. Cf. J. A. J ungmann , Accepit panera; «Zeitschrift f. Aszese u. Mystik», 18 = ZkTh 67 11943) 162-165. 2 También en la liturgia romana, antes de que se introdujera la elevación mayor para enseñar las sagradas especies al pueblo, se interpretaba el tomar y elevar un poco la forma y luego el cá liz como expresión del ofrecimiento; véase H onorio A ugustod ., Sacrarn,entaríum, c. 88 : PL 172, 793 D : Exemplo Domini accipit saccrdos oblatam et calicem in manus et eievat, ut sit Deo acceptnm sicui sacrificium Abel... %En el texto bíblico se encuentra (en Mt y Mc) sin gratias agens, y es una breve fórmula de bendición que se rezaba sobre el pan ; en el relato del cáliz está s sin benedixit, en lugar de la usual oración de la mesa, álgo más larga; cf. más arriba I, 4. 4 H anssens , III, 422 424; cf. B rightman , 177, lin. 1; 232, lin. 20. Una insinuación de la fracción se encuentra también entre los maronitas (H anssens , III, 423). En los sirios occidentales, jaco bi tas, tal fracción inicial la atestigua Moisés Bar Quefá (i* 903) en su explicación de la misa (1. c., 447). ¡Esta costumbre se encuentra también, a partir del siglo x m , en el rito romano, principalmente en Inglaterra y Francia, donde algunos misales contienen la rú brica Hic facial signum fractionis o fingat frángete, o por lo me nos Hic tangat hostiam (véase el tratado suplementario de L egg, Tracts, 259-261). También en el Ordinale de los carmelitas (de ha cia el 1312), ed. Z immermann, 81. 5 H anssens (III, 446) sospecha que la supresión se debe al de seo de destacar mejor la exclusiva "virtud consagratoria de la epíclesis. También las bendiciones en forma de cruz a las palabras 6ü/crp»3i^3«;. sùXot^3«ç, ¿7'/¿3cr.c faltan únicamente en el rito bizan tino (1. c., 447). En cambio, en este rito existe la costumbre de que el diácono, al paso que el sacerdote dice el Accjkxs, «prifsxs, resp. Htsxs ¿J «oíos ravxs;, señala el disco resp. el cáliz con el Orarion. Recientemente, A. Cchavasse, en un pequeño estudio sobre la interpretación de la epíclesis (Uépliclèse eucharistique dans les anciennes liturgies orientales. Une hypothèse d interprétation: «Mé langes de Science religieuse» [1946] 197-206), ha propuesto el con cepto de intention applicatrice para la interpretación de la epícle sis. Con él se define también perfectamente la función de las pa labras de la institución, describiendo muy bien lo que se quiere expresar por medio de la reproducción dramática de las acciones del Señor durante la última cena.
C
r is t o
m is m o
obra
274.
Claro que el d e d it discípulis suis y generalmente el fr e g it no se pueden imitar sino por medio de la comunión con su rito de fracción correspondiente, mientras que el g ra n a s a gens en su desarrollo más amplio y también el accepít se han anticipado y a c. Esto hace que en este momento la reproducción de las acciones de Cristo se reducen a las esen ciales. Así l:i historia de lo ocurrido en otro tiempo se con vierte en un acontecimiento actual. En el sacerdote ante el altar está actuando el mismo Cristo, que toma en sus manos el pan y luego «este cáliz preclaro» (SI 22,5), h u n o p ra e cla ru m c a lic e m 6 7. En tales palabras vibra algo de la intima convicción de que es Cristo quien obra y que su virtud 8 es la que va a realizar la consagración por medio de las pala bras siguientes 9. 6 Cf. más arriba 131ss. H anssens (III, 353ss 425ss) defiende la opinión de que desde el principio se interpretaba el cumplimiento del mandato de Cristo exclusivamente con la repetición del relato de la institución, que se decía sobre el pan y el vino, y que la ac ción de gracias no era una imitación de la su^oyía-soy apierna rezada por Cristo; la que dijo Cristo al consagrar el cáliz h a pasado más bien a la acción de gracias después de la comunión. Este modo de interpretar las relaciones entre el relato bíblico y la oración eucarística sólo se puede justificar hasta cierto punto si se fija uno exclusivamente en la línea exterior, pero no si se tiene en cuenta el sentido de cada una de las partes y la intención con que se reza. Así, p. ej., en San Justino no se da ninguna importancia a la ac ción de gracias después de la comunión; en cambio, es duro su poner que, en San Justino y en toda la tradición posterior e in cluso anterior a él, la Eucaristía, que ocupa una posición privile giada entre las demás oraciones, se formase sin ninguna relación con la acción de gracias rezada por el Señor. Por la unión de am bas -consagraciones, ocasionadas por las circunstancia© y la colo cación de la acción de gracias al principio de la oración eucarística, no se cambió, la naturaleza de aquélla (cf. más arriba I, 12). El origen tardío y secundario de la acción de gracias que supone H anssens (III, 355s) queda excluido por el Granas agamus que le precede, y que, sin duda, proviene de la Iglesia primitiva. 7 El mismo pensamiento se encuentra en la anáfora etiópica de Gregorio de Alejandría (C agin , 233, col. 35): Sim iliter respexit super hunc calicem, aquam vitae cum vino, granas agens,^ Cf. en este mismo sentido las ceremonias de señalar las especies en la liturgia etiópica más arriba 178 8 B r in k t r in e (Die hl. Messe, 191) en este modo de hablar en cuentra insinuada la doctrina teológica de que «las palabras di chas por Cristo en la última cena extienden su eficacia sobre to das las posteriores celebraciones». • Como se sabe, en Occidente es, ante todo, San Ambrosio quien con perfecta claridad expresa la convicción de que la consagra ción se realiza por la repetición de las palabras de Cristo; cf. más arriba I, 65. Cf. ^an A m brosio , Be mysteriis, 3, 52; J.n ps. 38 enarr., c. 25: PL 14, 1052: etsi nunc Christus non videtur oí/ erre, tamvn ipse offertur %n terris, guando Christi corpus offertur; imno ipsr offerre m aniíestatur in nobis cuius sermo sanctificat sacrificitun
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LAS CEREMONIAS DE LA CONSAGRACIÓN.
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M odos oe hacer resaltar las palabras CONSECRATORIAS EN ALGUNAS LITURGIAS ORIENTALES
275. La fe en esta virtud divina de las palabras de Cristo la reflejan claramente las múltiples ceremonias y costum bres que en -los ritos orientales acompañan la consagración. En la anáfora griega de Santiago, por ejemplo, en que, con la natural excepción del Sanctus que se canta, toda la pri mera parte die la oración eucarístiea se reza en voz baja, al llegar a este sitio, el sacerdote levanta la voz para cantar solemnemente las palabras de la consagración del pan y vino, teniendo en sus manos el pan y el cáliz, respectiva mente I0. En la anáfora de Santiago de los sirios occidenta les, al terminar el sacerdote de pronunciar las palabras de las dos consagraciones, el pueblo interviene en la sagrada acción con un doble A m en11. Asi era costumbre ya en el siglo ix cuando Moisés Bar Quefá en vano la combatió, por ver en ella, con razón, una confesión de la consagración ya realizada, que él negaba; en su opinión, no se podía dar la consagración sin epíclesis 12. También en las misas bizantina y armenia se encuentra este Amen u . En la actual liturgia etíope se conserva un triple Amen para cada una de las dos consagraciones; este Amen triple va seguido después de am-*1023 guod ojfertur. Por lo general, en toda la antigüedad cristiana hasta muy entrada la Edad Media no existe gran interés en averiguar el momento exacto de la consagración, y muchas veces para su expli cación se remite a la oración eucarístiea como a un conjunto. En la época de los carolingios es F loro D iácono ('De actione missae, c. 60: PL 119, 52s) quien subraya la importancia de las palabras de la consagración: Ule in suis sacerdotibus quotidie loquitur. 10 Anáfora griega de Santiago (B rightm an , 51s). Las palabras se cantan asimismo en la liturgia bizantina del siglo ex (1. c., 328). 11 B rig htm a n , 52;
H anssens , III, 420s.
12 Así según un relato de Dionisio Bar Salabi, ed. L abourt (Corpus script. christ. o r i e n t 93) 62 77; véase la referencia en O. H e im in g , en JL 15 (1941) 446. 13 Dicho por el coro, resp. por los clérigos (B rig htm a n , 385s 437). Este Am en debió pasar de las liturgias sirio-bizantinas a la misa mozárabe. El Amen del coro se dice en ella sólo tres veces, después del mandato de repetirlas que sigue a las palabras sobre el pan y el cáliz y después del Quotiescumque manducaveritis de San Pablo, que se añade hacia el final (Missale m ixtu m ; PL 85, 552s). Estos Amen debieron adoptarse en la primera mitad del siglo v il dato importante para determinar hasta qué siglo se remonta tal costumbre en Oriente. Se da esta fecha porque con la invasión de los árabes se hizo imposible la comunicación por mar con Oriente (cf. H. P ir e n n e , Geburt des Abendlandes, s. a. ni 1. [1939] IGOss). El Am en, atestiguado por S an A g u stín (Serm., VI, 3 Denis), que Roetzer refiere a las palabras de la consagración, en realidad per tenece al final del canon.
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bas consagraciones por una confesión de la f e 14; en la li turgia copta este dramatismo se hace más intenso aún, intercalando las dos veces entre las mismas palabras intro ductoras del sacerdote el triple A m e n : «tomó el pan... y dió gracias: —Amén; lo bendijo: —Amén; lo santificó: —Amén...»; terminadas las palabras de la consagración, se añade—igualmente en griego, señal de que la costumbre se remonta por lo menos al siglo vi—esta confesión: llioTeóojj.ev áji.oA.0YO(>jJLCv xa\ ío£á£o|jiEV l516. E l ju n t a r la s p u n t a s d e lo s dedos ÍNDICE Y PULGAR
276. En cambio, en la liturgia romana del primer milenio falta esta tendencia a llamar la atención sobre el sacramento Inmediatamente después de realizado o a sacar en seguida las consecuencias litúrgicas de la presencia sacramentall8. Sólo en el siglo xi, siguiendo la corriente del creciente interés por todo lo que toca al sacramento 17, descubrimos los primeros indicios de un cambio de actitud. Según las costum bres cluniacenses, escritas hacia 1068 por el monje Bernardo, el sacerdote debe en la consagración coger la forma con quat~ tuor primis digitis ad hoc ipsum ablulis 18. Algunos sacerdo tes empezaron después de la consagración a mantener jun tos los dedos con que habían tocado el cuerpo del Señor 18 14 B rightman, 232s. Después de las palabras sobre el pan se añade: «Amén, Amén, Amén; creemos y confesamos; te alaba mos, nuestro Señor y Dios; esto es verdad, lo creemos». 15 B rightm an , 176s ; cf. H a nssen s , III, 421. 16 En el ambiente de la Iglesia iro-celta debió de existir una conciencia muy viva de la trascendencia de estas palabras consecratorias; pues dice el misal de Stowe, ed. W arner (KBS 32) 37 40: Cuando empieza el sacerdote accepit lesus panem, nada le debe distraer ni estorbar; por esto se llama pericuLoaa oratio. El Poenitentiale Cummeani (s. vn) fija para el sacerdote que comete una falta en este sitio ubi periculum aclnciatur la penitencia do tres días de doble ayuno (según otra redacción, incluso quinquaginta plagas); cf. J ungm ann , Gewordene Liturgie, 94s 117, nota 232. Una reminiscencia de esta concepción la tenemos en el pontifical romano cuando, después de la ordenación sacerdotal, la exhorta ción a los neosacerdotes de aprender bien el rito de la misa (houtiae consecrationem ac fractionem et communionem) empieza con las palabras siguientes: Quia res, quam tractaturi estis, satis pe riemosa est. Cf. el pontifical de Durando (A n drieu , III, 372s; D urando , Rationale, IV, 42 19). Al lado de este respeto a las pa labras de la consagración llama la atención el que en los misáis; •no se destaquen estas palabras mediante tipos especiales antes d
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aun cuando tenían los brazos extendidos, y a veces lo hacían así inmediatamente ya después del lavatorio de las manos del ofertorio*20, costumbre que de una u otra forma pronto se fué generalizando en norma general212. Es verdad que aun en el siglo x i i no es precisamente este punto donde se pre ocupan más de dar especiales muestras de reverencia al sa cramento, sino en otro pasaje de la misa 23. El
a n s ia de c o n tem pla r la sagrada forma
277. Fué en aquel siglo cuando la piedad popular influyó de modo notable sobre el desarrollo de las ceremonias en tor no a la consagración. Una ansia irresistible de contemplar el sacramento, al que desde hace siglos ya no se atrevían a recibir a menudo, se adueñó del pueblo cristiano21. Su ansia como que quería concentrarse en el momento en que el sacer dote tomaba en sus manos la sagrada hostia, elevándola un poco para bendecirla antes de pronunciar sobre ella las pa labras de la consagración. Esta elevación con carácter de di semper, u t quídam prae nim ia cautela faclunt... hoc tarnen ob sérvate, ne quid digitis tangamus praeter Domini corpus. El fres co de la cripta de San Clemente, de Roma, que representa a un sacerdote en el altar hacia el final del canon, lo pinta sin obser var esta nimia cautela (véase la reproducción en O. U rsprung , Die kath. Kirchenmusik, 27). 20 U d a l r jc i Consuet. Clun., II, 3 0 : F L 149, 7 1 7 s s ; » G u il l e r m o de H i r s a u , Const., I, 84 86: PL 150 1 0 1 2 s 10.17. 31 La inculca en el siglo x m D urando, IV, 31, 4: IV, 43, 5 : las puntas de los dedes índice y pulgar se pueden separar des pués de la consagración sólo guando oportet hostiam taúgi vel sig na (cruces) fieri. La misma regla en el Ordo Rom. X IV , n. 5 3 : PL 78, 1166 B. Así también, más o menos, en el Liber Ordinarius de Lieja y ya en su fuente dominicana del año 1256 (V olk, 95, lín. 5); en ambos sitios se pide además después del Lavabo: Cum digitis quibus sacrum corpus tractanaum est, folia non vertat nec aliud tangat (V olk, 93, lin. 22). Según el Missale Rom., Rit. serv., VIH. 5. tamnoco los s u m a justifican una excepción; las puntas de ambos dedos se tienen siempre juntas. En las liturgias orien tales parece que semejantes prescripciones no se encuentran sino en las comunidades unidas con Roma (véase H anssens , III, 424r0. 22 Hacia 1178 habla el cistsrciense K erberto de S assari (De 'miraculis, III, 23: PL 185, 1371) de una inclinación ante el Sa cramento prescrita para después de la fracción: Et Agnus Dei iam dicto, cum iuxta illius ordihis consuetuamein super patenam corpus Domini posuit et coram ipso modice inclinando caput hum iHasset... Sobre la obra de Herberto cf. ahora B. G r iesser , Herbert von Clairvaux und sein Liber miraculorum: «Cist.-Chr.», 54 (1947) 21-39; 118-148. 23 Más pormenores acerca de este movimiento véanse más arri ba I, 158ss. La historia de la elevación la ha descrito últimamen te E. D umoutet. Le désir de voir Vhostie (París 1926) y P. B rowe, Die Verehrung der Eucharistie im M ittelalter (Munich 1933) 26-69 ( = c. 2: Die Elevation, que se publicó antes en JL 9 [1929] 2060). Cf. también F ranz, Die Messe im deutschen M ittelalter, 32s 100-105.
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ceremonia oblativa, que vimos ya tan propia de las liturgias orientales, se generalizó entonces incluso en la liturgia ro mana como rito al que se dedicaba especial atención 24. A fines del siglo x n 25 se empieza a hablar de visiones que al gunos pretendían haber tenido en este momento: la forma brilla como el so l26, un niño se aparece en las manos del sacerdote al bendecir la sagrada hostia27. En algunos sitios, el sacerdote, una vez trazada sobre la forma la señal de la cruz, la vuelve a colocar sobre el altar antes de la consagra ción ; en otros, la mantiene elevada al mismo tiempo que pro nuncia las palabras de la consagración28. Ya no puede ex trañar si los fieles sentían especial gusto en venerar la forma que se les mostraba visible y en alto. La
p r im e r a n o t ic ia acerca
DE LA ELEVACIÓN
278. Para evitar que rindiesen culto a la forma antes de consagrada, el obispo de París dispuso hacia 1210 que los sacerdotes no levantasen la forma antes de la consagración más que hasta la altura del pecho y que, después de haber pronunciado sobre ella la fórmula de la consagración, vol viesen a elevarla a tal altura que todos la pudiesen v er2".*3589 24 Esta elevación habia evolucionado ya en el siglo xn hasta tal punto, que R adulfo A rdens ( i 1215) (HomM. 47 : PL 155, 1826 B) ve en ella representada la elevación de Cristo en la cruz. Más re ferencias en B ro w e , Die Verehrung, 29s; cf. D umoutet , 47. 35 Un ejemplo, citado por D u m o u t e t , 46 s , de V ib e r t o de Nog e n t (+ hacia 1124) (De pignoribus sanctorum, I, 2, 1 : P-L 156, 616) sólo se puede referir al final del canon. 38 C e s á r e o de H e is t e r b a c h , Dialogus miraculorum (de hacia el 1230), IX, 33 ( D t jm o u t e t , 42, nota 3) : visión de la monja Richmundis. Es interesante la observación needum puto factam fuisse transsubstantiationem. 27 Magna vita Hugonis Lincolnensis, V , 3 ( D u m o u t e t , 42, no ta 2) : se trata de un suceso acaecido en la misa del obispo, muer to hacia 1200. La vida es de su capellán. 28 Para esta última modalidad véanse H il d e b e r t o de l e M a n s (+ 1133), Versus: PL 171, 1186, y E s t e b a n d e B a u g é ( f hacia 1140), De sacr. altaris, c. 13 : PL 172, 1292 D ; B r o w e , Die Verehrung, 30. Esta costumbre siguió todavía durante largo tiempo, conforme lo demuestran numerosos misales, hasta el siglo xv ( D u m o u t e t , 42 s ). Al lado de él existía ya la costumbre actual; cf. ordinario de la misa de York (de hacia el 1425) ( S i m m o n s , 106); el Qui pridie se dice inclinato capite super Unteamina. 39 Entre los Praecepta synodalia del obispo Odón (+ 1208), c. 28 ( M a n s i , xxn, 682) : Praecipitur presbyteris, u t cum in canone missae inceperint: Qui pridie, tenentes hostiam, ne elevent eam sta tini nim is alte, ita quod possit ab omnibus videri a populo, sed qua si ante pectus detineant, doñee dixerint: Hoc est corpus meum, et tune elevent eam, u t possit ab omnibus videri. Cf. V, L. K e n n e d y , The date of thè Parisian decree on thè Elevation of thè Host: «Médiaeval Studias», 8 (Toronto 1946) 87-96. La explicación de esta medida que se da antes la defiende D umoutet, 37 s s , y B r o w e , 31 s s ,
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Ksla es la primera noticia segura que poseemos sobr« la for ma actual de elevar la sagrada h ostia*30. E volución
u lterio r
279. La costumbre se extendió rápidamente. Por lo que se refiere a los cistercienses, parece que ya en el año 1 2 1 0 se dió una prescripción sobre el particular; una orden del afio 1222 se refiere a ella en las reglas de los cartujos31. A partir de aquel mismo tiempo hasta mediados del siglo x m hablan diversos sínodos de la elevación como de una costumbre co rriente32. Por la misma época, y hasta los siglos xiv y xv, impugnaron diversos sínodos la ceremonia de la elevación antes de la consagración «para que no se adorase una cria tura en vez del creador», como dice un sínodo de Londres hacia el año 121533. Los grandes teólogos de la escolástica dan la elevación de la forma como una costumbre general en la Iglesia34*. Pero esto no significa que se elevase también el cáliz. Indudablemente se empezó ya en el siglo x m a hacer la elevación del cáliz en algunos sitios85; pero sólo muy len tamente se fué abriendo paso esta costumbre, sobre todo fue ra de Francia3€. Hay misales romanos impresos por los años 1500, 1507 y 1526 que desconocen aún esta ceremonia. Si no contra H. Thurston, quien en varias publicaciones había llamado la atención sobre la doctrina de Pedro Cantor (+ 1197), según la cual la tra/nsubstanciación del pan tiene lugar sólo cuando se di cen las palabras sobre el cáliz. Para ir en contra de esta doctrina se ordenó la elevación de la forma inmediatamente después de pronunciar sobre ella las palabras. Sin embarero, V. L. K ennedy (The M oment of Consecration and the Elevation of the Host: «Mediaeval Studies», 6 [19441 121-150) demuestra con detalle que tal controversia no pudo influir sobre el decreto, sino sólo en el sen tido de que si, conforme a esta doctrina, cada vez más común, se prescribió la elevación inmediatamente después de las palabras sobre el pan, ya antes se había creído oportuna y la habían soli citado fundándose además en otras razones. 30 No es imposible que esta costumbre se usase ya en otra re gión antes del 1200. En el afio 1201 vino el cardenal Guido, O. Cist., como legado pontificio a Alemania y dió en Colonia la orden: Ut ad elevationem hostiae omnis populus in ecclesia ad sonitum nolae veniam peteret. Parece que el cardenal ordenó sólo como cosa nueva el arrodillarse y tal vez la señal con la campana (Cesáreo de Heisterbach, Dialogus miraculorum, iX , 51; cf. B rowe, Die Verehrung, 35; F ranz, 678). * 81 B rowe, Die Verehrung, 34s. No así en K ennedy, The dat, 93s. 32 B rowe. 35 37. 33 B rowe, 38. browe , 36. Con todo, el rito de la capilla papal desconoce todavía hacia 1290 esta costumbre; en su lugar sigue haciéndose resaltar bastante la elevación oblativa antes de las palabras consagratorias: levet eam (se. hostlam), levet calicem (B rinktrine , en idSph. láturg.» 11937] 204s). D uhando. IV, 41, 52, la conoce. 8® La historia de esta generalización de la elevación del cá liz véase en B rowe , 41-46.
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so aceptó con decisión el rito de la elevación del cáliz, fu»' tor el miedo a derramar su contenido y por la costumbre* que existía de tener siempre cubierto el cáliz con parte dol corporal, que se echaba hacia adelante 37, y sobre todo porque df'Cian que, aun elevando el cáliz, ninguno podía ver en él la sangre del Señor 3839. Esta última razón influyó para que en los sitios donde se había impuesto la ceremonia, el cáliz no se levantase sino muy discretamente sólo hasta la altura de los o jo s ;,,"t pero en el misal de Pió V se mandó que ambas e le v a c io n e s , la. de l a forma y la del cáliz, se hiciesen del mis mo modo. La a t e n c ió n
p sic o l ó g ic a s e c o n cen tra
SOBRE LA PRESENCIA REAL
280. El anhelo de ver el cuerpo del Señor hizo que desde el siglo x i i se introdujeran innovaciones notables en el cora zón mismo del canon, que desde siglos se consideraba como un santuario intangible. La elevación oblativa que precede a la consagración se redujo al mínimo40, con lo que el acto de enseñar la forma en la elevación después de la consagración se convirtió en el nuevo centro de la misa. Esta innovación trajo consigo otras transformaciones. Aun cuando el modo de concebir aquella contemplación de la forma como una espe cie de participación en el sacramento y en su virtud sobrena 37 Se necesitaba, pues, un segundo corporal, o más tarde la palia, para poder elevar el cáliz cubierto; cf. B raun, Die liturgischen Paramente, 210s. Sin embargo, D urando conoce ya en sus Constitutiones synodales (ed. B erthelé, 69) la elevación del cálizdescubierto (B rowe , 40). Ambos modos coexistían todavía e n los siglos xiv y xv (B rowe , 47). 38 D urando. IV, 41, 52. 39 B r o w e . 47; F ranz , 105, nota 1. Los cartujos han conservado hasta la actualidad esta elevación limitada del cáliz (Ordinarium Cari. [19321 c. 27, 6). En cambio, se mantuvo en muchos sitios el cáliz elevado hasta el Unde et memores. Así en misales italianos del siglo xiii (E bner , 315 329 349). 40 Hablando con precisión, se usa aún actualmente esta eleva ción oblativa, ya que el sacerdote toma en sus manos la forma. Más aún, ni se ha suprimido la idea primitiva de la elevación, que hoy tiene como fin principal el enseñar la forma; sólo que se hace ahora la elevación oblativa con la ofrenda ya consagrada, y se hace de un modo que se pueda ver a distancia. Con todo, esta idea ya no impresiona a partir del siglo xn. Pero se han conservado vestigios de esta concepción antigua hasta en la Edad Moderna. De entre los reformadores, Karlstadt suprimió la elevación, porque la tuvo por una manifestación del sacrificio, y como tal. repro bable y pecaminosa (L. F endt, Der lutherische Gottesaienst des 16 Jh. [Munich 1923] 95). Cf. también B ertoldo de Gk iem see , Keligpuchel (Munich 1535) c. 20, 7: «Cuando el sacerdote eleva la forma, esto es, la ofrece sacramentalmente...» Asi también M ai: t ín de C ochem , Medulla missae germánica, c. 29 (3.a ed., Col»» nia 1724, 441): «¡Qué don más pir-ecioso presenta luego el saeerdoha la Santísima Trinidad cuando levanta la forma consagra (ti l >
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tural no pasaba dé ser un piadoso sentir del pueblo, sin embargo, aumentó tanto la concentración psicológica sobre el momento de la consagración, que de aquí arrancó el mo vimiento de profunda veneración a la presencia del cuerpo y sangre de Cristo. Ya hemos visto su intervención en las li turgias orientales4142. La reglamentación ulterior de la nueva costumbre debió atender a que se mantuviese dentro de sus justos limites este empeño por contemplar la sagrada forma 12 y se diese a la veneración una expresión cada vez más apro piada. Se consiguió efectivamente, por lo menos en lo «esen cial. M odificando
el hito de la elevación
2&1. Por de pronto, la Iglesia aprobó y promovió de di versas maneras este deseo de contemplar la forma. No sólo lo hizo de un modo práctico, disponiendo que se elevase el cuerpo del Señor para que pudieran verlo bien todos los fie les, mostrándolo al pueblo, como dicen nuestras rúbricas: ostendit populo, sino que procuró prolongar el tiempo tenien do elevada la forma durante algunos segundos o volviéndose el sacerdote con la forma elevada a derecha e izquierda. Pero no prosperaron del tocio tendencias, que significaban un corte demasiado violento del desarrollo de la celebración de \a m isa434. Algo más tarde, encontramos noticias, sobre todo de las iglesias francesas e inglesas, sobre la costumbre de correr un paño negro antes de la consagración entre el altar y el retablo, para sobre aquel fondo hacer resaltar mejor la blan cura de la forma41. A este mismo fin tendía en sus principios el encender una vela inmediatamente antes de la consagra ción, que en las misas muy de mañana sostenía -el diácono o un acólito detrás del celebrante, ut corpus Christi.„ possit vid eri45. Leemos también algunas advertencias al turifera 41 Cf. más arriba 275. 42 Aquí se menciona sólo aquello que ha podido influir en la
evolución de la costumbre actúa!. La descripción de los otros fe nómenos y costumbres véase más arriba I, 162s. 43 Ordinarium O. P. del año 1256 (G u errini , 242): Ipsam (se. hostiamj vero non circumferat nec diu teneat elevatam. Asi tam bién en el Líber ordinarius de Lieja (V olk, 94s ). Más referencias en B rowe , Die Verehnmg, 63. Solamente en la misa papal se ha conservado la costumbre de volverse hacia ambos lados en la ele vación de la forma (B rin k tr ine , Die feierliche Papstmesse, 27). 44 Esta costumbre se observaba todavía hacia 1700 en Chartres, Ruán y otras catedrales francesas (D e M oléon, 226s 367s 433 435: D umoutet, 58-60). En España existió aisladamente hasta en el siglo x ix (L egg, Tracts, 234s). 45 Así en una disposición de los cartujos hacia la mitad del si glo xm (DACL 3, 1057). Todavía, según el ordinario de la misa de Juan Burcardo (1502), debia encenderse la vela sólo al Hanc i&itur, para apagarla inmediatamente después de la elevación del
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rio para que tuviera cuidado de no dificultar la contempla ción de la forma con las nubes de incienso *46. En las iglesias de los monasterios se mandaba abrir a la consagración las puertas del coro, cerradas de ordinario 4748. El
toque a la elev a ció n
282. El toque do la campanilla al alzar se debió induda blemente a motivos parecidos. Hacia el 1201 aparece ya en las iglesias de Colonia ,1,;. Al principio se considera como una .sella! que acompaña la elevación de la forma, y más tarde también la del cáliz49. Andando el tiempo, encontramos este toque ya un poco antes como aviso cuando el sacerdote tra za la sefiai de la cruz sobre el cáliz y la hostia50.* Este toque de campanilla pretende ciertamente atraer la atención al momento de la elevación, pero también invitar a que se ve nere el sacramento. Por eso, a la señal que se da con la cam panilla 81 se añade, a fines del siglo xm , la de una de las campanas grandes 52; no sólo los que asisten a misa, sino has ta los ausentes, ocupados en su casa o en el campo, deben cáliz (Legg, Tracts, 155 157; cf. D umoutet, 57). En otros sitios se encendía ya mucho antes y no se apagaba hasta después de la co munión. Como se ve, se había convertido en un índice de la ve neración debida al Sacramento; cf. para esta evolución H. L. V erwilst, Die dominikanische Messe (Düsseldorf 1948) 25s. Sobre la historia de la vela de la consagración véase P, B rowe, Die Eleva tion in der Messe (JL [19291 20-66) 40-43. 46 Ordinale de los carmelitas del año 1312 (Z immermann, 81s ). Cf. B rowe, uie Verehrung, 56. La incensación del Sacramento du rante la elevación se prevé para los dias de fiesta ya en el Ordinarium O. P. del 1-256 (G uerrini, 241s ). Sin embargo, durante lar go tiempo no se usó por lo común; cf. los datos en Atchley, A History of the use of Incensé, 264-266. 47 B rowe, Die Verehrung, 55s. 48 Cf. más arriba la nota 30. Cf. B raun, Das christliche A ltar gerät, 573-575. Contra la suposición de que se daba ya en 1152 una señal con la campanilla, véase B rowe, Die Verehrung, 34, nota 38. D urando, IV, 41, 53. so Liber Ordinarius de Lieja (V olk, 94, lín. 29). Más pormenores acerca de Isis campanas de la consagración en B rowe, Die Elevation (JL 9) 37-40. Según varias noticias, parece que la señal con la campana al Sanctus debía servir únicamente ut populus valeat levationis sacramenti... habere notitiam, como se dice en un docu mento de una fundación hecha en Chartres el año 1399 para el toqu? de la campana al Sanctus (Du C ang&Favre, VU, 259). Cf. rnáe arriba 157 22. 81 Esta se encontraba fija en la pared del coro. El uso más ge neral de campanillas sueltas, como las toca hoy día el monaguiUo en el altar, está atestiguado sólo a partir del siglo xvi. Antes no s* daban por regla común tales señales en las misas privadas, a lo que parece (B raun, Das christliche Altargerät, 573-580, esp. 576). r>2 Deposiciones correspondientes de sínodos de los siglos xm al xv, véanse en B rowe, Die Elevation, 39s.
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LA S C E R E M O N IA S DE L A C O N S A G R A C IÓ N .
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recogerse en este momento, v o lv e r s e hacia la iglesia y ado rar al Santísimo Sacramento. ( (A GENUFLEXIÓN DE LOS ASISTENTES A MISA
2*83. La adoración del Santísimo Sacramento durante la elerticián pareció desde un principio la cosa más natural, principalmente en tiempos en que se atacaba la presencia real en la Eucaristía53. Ya las primeras disposiciones de síno dos que tratan de las nuevas costumbres de la consagración mandan que clérigos y fieles se arrodillen 54 o por lo menas se inclinen humildemente; así, una ordenación de Honorio IH del año 1219 55 y algunas prescripciones más recientes5fl. Fue ron sobre todo los canónigos de algunas iglesias catedrales los que mantuvieron con espíritu conservador la sola incli nación durante muchos siglos; en Chartres, por ejemplo, hasta el siglo x v i i i 57. No faltan prescripciones que piden, ade más de ponerse de rodillas, que se extiendan los brazos en forma de cruz o se eleven las manos durante la consagra ción58. Pero lo más general fué siempre el ponerse de rodí-*34678 531 Cf. más arriba I, ISO. 34 La noticia más antigua es la disposición del cardenal tiuido del año 1201 (véase arriba en la nota 30). Más noticias en B rowe. Die Verehrung, 34-39, en las notas. El arrodillarse se manda hacia 1208 para la elevación más antigua al Accepit panera (K ennedy, The M oment of Consecration, 149). 33 G regorii IX, Decretales, III, 41, 10 (F riedberg, II, 642); cf. B rowe, Die Verehrung, 37. 36 P. B rowe, L’atteggiamento del corpo durante la messa («Eph. Liturg.», 50 [1936] 402-414) 408s. Como signo mínimo de reverencia se pedia a los que, según costumbre de entonces, estaban en cucli llas que se levantasen. En algunos sitios se negaban a ello los be gardos y las 'beguiñas, lo cual dió ocasión al concilio de Viena (131112) para tomar medidas contra ellos (D enzinger-U mberg, Enchirl dion, n. 478). Tampoco los flagelantes se quitaban sus gorros du rante la consagración, según un relato de Flandes del año 1349 (B rowe, 1. c., 403; cf. 411). Se usaba especialmente en los conventos una prostratio completa; así, p. e]., según los estatutos de los car tujos (M artene, 1, 4, XXV [I, 633 C]). Cf. también la reproducción de San Marcos, de Venecia, en Ch . R ohault de F leury, La Messe, i (París 1883) lám. 18. 37 B rowe, Vatteggiam ento, 409s. En la diócesis de Basilea sólo amenazando con castigos eclesiásticos se pudo conseguir en el año 1581a de los canónigos de St. Ursitz que se arrodillasen (1. c.). Para las catedrales francesas véase Cl. de V ert. Explication simple, 3 (París 1706) 238ss; M artene, 1, 4, 8, 22 (I, 414 D ); D e Moléon, 230. Este aferrarse con tanta tenacidad a la costumbre antigua se ex plica por el recuerdo de que la genuflexión acompañaba sólo a la súplica o a la oración de penitencia; cf. más arriba I, 296. Todavía D urando (VI, 86, 17) insiste en que no se debe arrodillar los domin gos y días festivos y durante todo el tiempo pascual sino ante el Sacramento. 38 Constituciones de los camaldulenses de 1233, c. 2, en B rowe, Die Verphrunq, 53, nota 160. En Francia, hacia 1220, el poeta del Queste del saint Graal hace a su héroe extender las manos c u a n d o
TR. I l , P. U , SEC. I I . — «CANON ACTION IS»
lias. El Ordo Romanus XIII, compuesto bajo Gregorio X ( f 1276)—a no ser que la fiesta o. la estación litúrgica pidie sen estar de pie—mandaba al coro de clérigos permanecer prostrados en tierra qnousque sacerdos corpus et sanguinem sum ati9. C o stu m bres
actuales de los f ie l e s
234. La norma actual, en la que. además de la reverencia al S íin ii.s im o Unrramento influye todavía el recuerdo de que mi Uguiuiiente todos los asistentes al coro estaban durante todo el canon profundamente inclinados, manda que éstos se pongan de rodillas al Te igitur. Así se hizo general la opinión en el pueblo de que se ha de permanecer de rodillas no sólo durante la consagración, sino también, a ser posible, desde el Sanctus hasta la comunión 60. La adoración del Santísimo, manifestada en estar de rodillas delante de él, ha prevaleci do a principios del siglo xx de tal modo sobre el ansia de con templarlo, que, además de hacerse costumbre normal, se ha acompañado de la inclinación profunda durante la consa gración; a tal punto es esto verdad, que ni se pensaba en elevar la mirada a la forma sagrada para contemplarla duran te el momento de la elevación ü2, y Pió X intervino en 1907 para promover esta antigua costumbre concediendo una inel sacerdote le enseña el cuerpo del Señor, exclamando : Biaus douz pères, ne m'oubliez mie die me rente! (D umoutet , 45, nota 1). En Inglaterra se les exhorta a los cristianos en el siglo xm para la consagración : hold up bothe thi handes (The Layfolks Massboolc. ed. S im m o n s , 38). Un sacramentarlo del siglo xiv de San Pedro, de Roma, en E bner , 191, representa en la estampa del canon al sacer dote durante la consagración con cuatro figuras que están sentadas y a la derecha, otra de rodillas, levantando todas sus manos hacia el altar. G abriel B iel (Canonis expositio, lección 50) recomienda entre otras reverencias durante la consagración : manus suas in caelum tendere. El papa Sixto IV concedió el año 1480 una indul gencia a los que durante la consagración rezasen cinco Pater y Ave Jlexis genibus et elevatis manibus (B r o w e , Die Verehrung , 55 ). sin embargo, no consta que en todos estos casos se tratase de man tener los brazos extendidos. El extender los brazos después de la consagración (como se describe más adelante, 296 14) se usa aún actualmente en los conventos de capuchinos. fi» Ordo Rom . X III, n. 19: PL 78. 1116. «o xa l opinión es más general en algunos paises que en otros ; cf. K ramp , Messgebräuche der Gläubigen in den ausserdeutschen Ländern, 356s. Pormenores históricos en B ro w e , L ’atteggiamento. 412-414. En la p. 413s habla de los intentos de introducir también en el pueblo la prostratio después de la consagración. Cf. más arriba la nota 56. . 61 D umoutet , 73s. 62 K ramp, Messgebräuche der Gläubigen in der Neuzeit r s tZ 1926, II) 215s; Messgebräuche der Gläubigen in den atisserueutsetien Ländern (1. c., 1927, II) 356.
13.
LAS
CEREMONIAS DE LA CONSAGRACIÓN.
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diligencia a la jaculatoria «Señor mió y Dios mió», si se decia, en el momento de la elevación, mirando la form a6\ La
g e n u f l e x ió n
d el celeb r a n t e y otras
EXPRESIONES DE REVERENCIA
285. En estas manifestaciones de reverencia al Santísimo Sacramento participa también el mismo celebrante. Durante siglos se había limitado a inclinarse después de la consagra ción al cuerpo del Señor antes de elevarlo6/1; más tarde se ve en diversos sitios la costumbre de besar el sacerdote la forma65. Esto fué en el siglo x i i i , es decir, en el siglo que asistió a la multiplicación de los ósculos del altar66. Pronto se cortaron tales innovaciones, que, por otra parte, no se puede negar nacían de la mejor intención 67. Estas prohibi ciones volvieron a inculcarse más tarde68. Nuestra genu flexión con una rodilla para levantarse en seguida no se c o nocía entonces como ceremonia religiosa, y, por tanto, no se acostumbraba en la consagración69. Aunque desde muy pronto se oye pedir al diácono y subdiácono que se arrodi llasen a la consagración con ambas rodillas, no se podía exigir al sacerdote lo mismo, a no ser que se quisiese introdu cir en este punto una larga oración, como se hacía a veces después del Pater noster 70. La genuflexión con una rodilla ante el Sacramento después de la consagración aparece por primera vez atestiguada como costumbre de algunos sacer6a B row e , Die Verehrung, 68s. Liber Ordinarius de Lieja (V olk , 94, lin. 31) : aliquantvlum inclinans; asimismo en ei modelo dominicano, concluido en 1256, de esta obra (G u e rrini , 242). También en el Ordo Rom. X IV , n. 53, nacido hacia 1311 (PL 78, 1166 B), se manda al sacerdote hacer la reverencia sólo antes de la elevación de la forma, inclinato capite, y antes de la del cáliz, inclinato paululum capite. Numerosas refe rencias más de los siglos x iii hasta xvi en B rowe, Die Elevation, 44-47. 65 Misal de Evreux-Jumièges (ss. xiv-xv) (Martene, 1, 4, XXVIII [I, 644 El). Más ejemplos en B rowe , Die Verehrung, 65 Cf. tam bién más adelante la nota 67. 66 Cf. más arriba I, 393. En algunos sitios se hizo costumbre be sar la forma y el cáliz inmediatamente antes de la consagración respectiva (B row e , Die Verehrung, 65). Un pontifical de Laón (dei siglo x i i i ) anota un beso al cáliz antes de decir las palabras Accipite et bibite (L eroquais, Les Pontificaux, I, 167). 67 Sínodo de Sarum (1217), can. 37s (M ansi, XXII, 1119s); S an B uenaventurarSpeculum disciplinae ad novitios, I, JL7 (Opp. ed. P eliter , XII [París 1863] 467); B rowe , Die Verehrung, 37. 68 E jem plos hasta el siglo x vu en B rowe , 65s. « En cambio fué corriente como expresión de la reverencia de bida a señores seglares. B ertoldo de R atisbona (t 1272) en un ser món insiste en esta diferencia, exhortando a arrodillarse ante ei Sacramento con ambas rodillas (Predigten, ed. P feiffer, I [1882] 457).
B rowk , Die Elevation, 47s.
TR. I I , p. II, SEC. I I .— «CANON ACTIONIS»
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dotes en Enrique de Hesse ( f 1397), profesor de Sagrada Teo logía en Viena 71, pero hasta el mismo siglo xv predominaba la simple inclinación, prevista en muchos misales aun del siglo x v i72. En los misales romanos aparece la genuflexión a partir del año 1498, y muy poco después en su forma actual antes y después de la elevación de la sagrada forma 73. Con el misal de Pío V, del 1570, pasó a ceremonia definitivamente. ¿ P or
qué s e s o s t ie n e la orla de
LA CASULLA?
286. Cuando1 el sacerdote se arrodilla, el acólito sostiene a orla de la casulla. Dada la forma tomada por las casullas desde fines de la Edad Media, ya no se ve clara la razón de esta pequeña ceremonia, y actualmente más bien parece una expresión de diligente oficiosidad, muy propia del momento augusto. La explicación que se suele dar es que se hace para que la casulla no estorbe al celebrante en la genuflexión 74675 Pero esta razón tendría sólo fundamento razonable en la su posición, valedera efectivamente todavía a fines de la Edad Media, de que la casulla llegase por detrás hasta los talones r5. Pero fué precisamente entonces cuando no se dió esta ra zón 78, sino otra, la misma que aparece en la actualidad en el misal romano: el ayudante debe sostener la orla de la plane ta, ne ipsum oelébrantem impediat in elevatione brachioru m 77. Pues bien, esta razón se comprende menos aún hoy día; pero históricamente sí que lo explica, puesto que de an tiguo se exigía este servicio al diácono ya antes de que se ha 71 B r o w e , 48s .
72 Así e. o. en el ordinario de Coutances, del 1557; en un ordi nario de la misa de los cistercienses del 1589; véase B rowe, Die Ele vation, 46s 50. Los cartujos han conservado la simple inclinación on éste y en los demás sitios (Ordinarium Cart. [1932] c, 27, 5s 3s 12). 73 B r o w e , 49 s . En algunos sitios era costumbre elevar la forma va durante la genuflexión (B r o w e , Die Verehrung, 63). Cf. la mi niatura de la Legenda aurea, de Bruselas, en B ratjn, Der christli che Altar, II, lám. 44. 74 Cf. P h . H artmann , Repertorium rituum, 11 cd. (Paderborn 1908) 773. Según una explicación popular de la misa, que se puede encontrar, p. ej., en el Tirol, esta ceremonia significa la partici pación del pueblo en el sacrificio. 75 Cf. B raun (Die liturgischen Paramente, 110), quien da como medida corriente de la casulla; hacia 1400, 1,40 metros, y hacia 1600, 1,25 metros de largo. 76 Con todo, existen reproducciones del final de la Edad Media en que se ve cómo el acólito levanta la casulla durante la genufle xión del sacerdote; cf. la miniatura aludida en la nota 73. Otra e n D umoutet , Le Christ selon la chair et la vie liturgique (parís 1932) pp. 108-109. 77 Rit. serv., VIII, 6. Así también en A. C astellana Saceraotale Romanum (aparecido por vez primera en 1523) (Venecia 1588) 68.
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blase de genuflexión7879. Efectivamente, esta ayuda se hacía necesaria cuando se usaba la casulla en forma de campana, que cubría enteramente los brazos hasta las manos, dificul tando así sensiblemente su elevación. Al volver a usarse en los últimos años la casulla ancha de muchos pliegues, la an tigua ceremonia cobra nueva actualidad y se comprende su razón de ser perfectamente. J aculatorias
para e l cel eb r a n t e
287. La veneración del Santísimo Sacramento no podía limitarse a la larga a ceremonias mudas. No parecía, sin em bargo, conveniente que se orase en voz alta o se cantase du rante la consagración. Aunque la ley del perfecto silencio du rante el canon la había quebrantado a menudo el siglo xm , no había perdido, con todo, por completo su vigor. Desde lue go, oraciones especiales las podía rezar el sacerdote sólo en voz baja y el que lo hiciera efectivamente no tenía nada de particular, dadas las costumbres de la Edad Media. Pues, a pesar de que las apologías introducidas en todas partes en tre los textos de las antiguas oraciones fueron desaparecien do de los misales por comienzos del siglo xm , debido, en parte, a las advertencias de Bemoldo de Constanza de no añadir nada al canon 80, les parecía a todos la cosa más na tural que se permitiesen breves oraciones después de la con sagración y muchos incluso las aconsejaban 81, mientras que otros, algo más tarde, pero desde luego antes de la reforma 78 Liber ordinarias de Lie ja (de hacia el *285) (V olk , 94, lín. 25): diaconus retro saoerdotem levans eius casulam. Liber Ordinarius de la colegiata de Essen (segunda mitad del siglo xrv) (A r e n s , 19): levabit casulam presbyteri aliquantulum, u t eo jacilius levet sacramentum. Reproducción de un misal francés del siglo xiv en L ero * 5UAIS, IV, lám. 67, 1. 79 Acerca de intentos durante los siglos xv y xvi de rezar en voz alta las oraciones ante el pueblo, cf. B r o w e , Die Verehrung, 54. 80 Cf. más arriba 20981. 81 G uillerm o de M eu to n a (Opuse, super missam, ed. V an D i j k : «Eph. Liturg.» [1939] 338), lo mismo que su antecesor, Alejandro de Halés, hace rezar al sacerdote: Adoro te Domine Iesu Christa Sal vator, qui per mortem tuam redemisti m undum , quem credo esse sub hac specie quam video. También D urando como obispo aconse ja en sus Constitutiones synodales a los sacerdotes que recen seme jantes oraciones (B r o w e , Die Verehrung, 40, 53). Una serle de ora ciones parecidas se encuentran en un misal valenciano anterior al 1411 (F erreres , 154s). Cf. D umoutet , Le Christ selon la chair, 170173. De San Francisco Javier se cuenta que solía intercalar después de la consagración una oración por la conversión de los Ínfleles redactada por él mismo (J. S churhamm er , Vida de San Francisco Javier [Bilbao 1936] p. 220).
TR. II, P. I I , SEC. I I .— «CANON ACTIONIS»
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del misal de Pió V 82, reprobaban por completo cualquier in clusión de oraciones privadas en el canon R3. P rá ctica s pia d o sa s y ja cu la to ria s PARA LOS ASISTENTES
288. De todos modos, se invitaba a los fieles a la oración, a una oración que se debía hacer en voz baja. Hacia el 1215 trata de esta oración Guillermo de Auxerre en su Summa aurea, y asegura que multorum petitiones exaudiuntur in ipsa visione corporis C hristi84. Según Bertoldo de Ratisbona, los fieles tenían que pedir en este momento tres cosas: el per dón de los pecados, la gracia de recibir los sacramentos con corazón contrito al final de su vida y la bienaventuranza eterna85; como señal externa de estas oraciones debían dar se golpes de pecho o santiguarse 8e. Como oraciones vocales se les recomendaba a los fieles ordinariamente las fórmulas usuales 87, o bien una sencilla salutación y una jaculatoria. Aparece como salutación con diversas variantes en latín y en lenguaje popular, en muchos devocionarios de fines de la 92 Por cierto, P h . H artmann (Rcpcrtorium rituum, 11- ecl. [Paderbom 1908] 380a) manda al celebrante rezar durante la elevación de la forma y del cáliz: Dominus meus et Deus meus. Un decreto de la Sagrada Congregación de Ritos del 6 de noviembre de 1925 (Acta Ap. Sed., 18 [1926] 22s> prohíbe expresamente tales añadi duras. 83 La explicación de la misa en un manuscrito de Stuttgart del siglo xv (en F ranz . 611> amenaza con la excomunión a todos los sacerdotes quienes en la elevación de la, sagrada forma meten ora ciones ; p. éj. : Deus propitius esto mihi peccatori, o Propitius esto Deccatis nostris propter novien tuum Domine, o O vere digna hostia. 84 D umoutet, Le désir de voir Vhostic, 18. 83 B ertoldo
de
R atisbona, Pr<:rligíen . ed. P feiffer., II, 685 (F ranz
656); cf. I, 459, donde da el texto de una oración semejante. Ora ciones voluminosas para el ofrecimiento y el recuerdo de la pasión presenta B ertoldo d e Chiemsee, Keligpuchel (Munich 1535) c. 20. 1 , 8.
88 G abriel B iel (Canonis expositio, lect. 50» recomienda, entre otras reverencias, el pectora tundere. D urando ( í 1296) prescribe en su pontifical (A ndrieu , 646; M.artene, 1, 4, XXIII [I, 620 A ]) un rito muy complicado de reverencias al obispo que asiste a la misa de un sacerdote. Cuando se eleva el cuerpo del Señor, debe arro dillarse en el suelo delante de su reclinatorio, levantar la mirada rezando y dándose tres golpes de pecho; finalmente, debe besar el suelo o el reclinatorio. Al alzar el cáliz, después de levantar la mirada, ha de santiguarse dándose un golpe de pecho. Se ve en todo esto el afán por acumular artificialmente ceremonias y ora ciones, que aun en la actualidad es costumbre durante la consar gración en muchos sitios. 87 Se co n ce d en in d u lg e n c ia s p a r a el rezo d e u n Pater y u n Ave o de cinco Pater y Ave d u r a n te la c o n sa g ra c ió n (B r o w e , L'atteg giamento, 411s). Cf. m á s a r rib a la n o ta 58. El Layfolks Massüook (Simmons, 40) re c o m ie n d a a l devoto a sis te n te a m isa e n el siglo x m que rece u n Pater noster y u n Credo; a d e m á s da u n a o ra ció n r im a da. Se m e n c io n a el Te D eum ; cf. la re fe re n c ia en JL 3 (1923) 208 («wún M. Frost).
J3.
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lindad Media el Ave salus mundi, verbum Patris, hostia v e ra 88. Otra salutación rezaba Te adoro, te veram corpus Christi con fíteor 89. O r a c io n es m ás largas para uso DE COMUNIDADES RELIGIOSAS
289. Fórmulas más extensas se usaban indudablemente sobre todo en los conventos, como, por ejemplo, una invoca ción de catorce miembros que empieza con los versos Ave principium nostrae creationis, ave pretium nostrae reúemptiones, ave viaticum nostrae peregrinationis °°. También servían como salutación al Santísimo Sacramento en el mo mento de la elevación el Adoro te devote 91, el Anima Chrisi i 92 y el Ave verum corpus 93, 94. ** D umoutet (Le Christ selon la chair, 151-154) ofrece e templos a partir del siglo xiv. Su uso ya en 1212 lo prueba V. L. K ennedy , The Handbook of Master Peter chancellor of Chartres: «Mediaeval Studies», 5 (1943) 8. Cf. también W ilmart , Auteurs spirituels, 24. En Alemania, esta invocación está atestiguada en el siglo xv en forma de dístico : Salve lux mundi, verbum Patris, hostia vera, viva caro, deitas integra, veras homo (F ranz., 22); también en alemán (1. c., 703). Una oración para la consagración que empieza con Saive lux m undi existió también en Inglaterra en las Méditations de Longforde (siglo xv) (L egg, Tracts, 24), Una oración alemana, ri mada en doce versos, que empieza: Got, vatir allir Cristinheit, en un manuscrito de Weingarten del siglo x i i i en F ranz , 23, nota 1. Cf. también la exclamación de Parzival en los Queste del saint Graal, mencionada más arriba en la nota 58. 89 D u m outet . Le Christ selon la chair, 166s; formulas parecidas en lengua francesa en los siglos xiv y xv. 00 Al principio del siglo xm, atestiguada en una regla de monjas inglesas (B r o w e , Die Verehrung, 19; cf. también 1. c., 53, nota 160) V en K ennedy (The Handbook..., 9). Cf. también W ilmart , Auteurs spirituels, 22s. 91 F. J. M one , Lateinische H ym nen des M ittelalters, i (Friburgo 1853) 275s. El himno aparece por vez primera en el siglo xiv como oración para la consagración. Su atribución a Santo Tomás no se puede sostener; véase W ilmart , Auteurs spirituels, 361-414, esp. 399ss. Las ultimas estrofas (Pie pelicane) se hacían coincidir a ve ces con la elevación del cáliz (D umoutet , Le Christ selon la chair, 165-169, esp. 168, nota). 92 D umoutet , l. c., 160-165; P. S c h epen s . Pour Vhistoire de la prière Anim a Christi: «Nouvell Revue théol.», 62 (1935) 699-710. La aserción de E isen h o fer (Anima, Christi: LThK I. 447) según la cual la oración se encuentra ya en cl siglo xn, no es cierta (véase M. Viller , en «Revue d’Ascétique et de Mystique», 1JL [1930] 209). La refe rencia más antigua es del principio del siglo xiv. 98 D um outet , 1. c., 169s. El título que lleva con frecuencia e n los manuscritos es: In elevatione corporis ch risti (M o n e , 1. c., I, 280). Más himnos al Sacramento con semejante advertencia (In eleva tione Corporis• Qnando elevatur calix y títulos semejantes) véanse ibid. 271s 281-293. 94 Más referencias en B r o w e , Die Verehrung, 53. D umoutet (Le Christ selon la chair. 184) habla de más de 50 oraciones para la elevación que se han conservado de la Edad Media. Breves jacula torias al cuerpo y sangre de Cristo se usaban también ya antes de
TK. JI, p. 11, SKC. n . —«CANON . V
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A n t íf o n a s
'
e h im n o s de salutació n
290. Naturalmente, todos estos textos se prestaban para recitarlos o cantarlos en común, si es que no se concebían así ya desde el principio. A ftnes de la Edad Media formaba par te del ritual de la misa solemne una salutación majestuosa al Santísimo Sacramento para el momento de la elevación. En un documento de una fundación de Estrasburgo del año 1450 se manda que en ciertas ocasiones se cante la antífona O sacrum convivium con versículo y oración in elevatione immediate post Benedictas Una disposición del año 1512, que debe su origen a Luis XII, manda cantar en la misa so lemne diaria de Notre-Dame, en París, el O salutarls hostia, in elevatione corporis Christi entre el Sanctus y el Benedic tas. Otra fundación parisiense del 1521 prevé el canto del Ave verum flr*. Se mencionan también otros cantos con la misma finalidad 9T. Hay que reconocer que, en general, estos cantos -presentan formas verdaderamente dignas y desde el punto de vista teológico cuadraban perfectamente en la litur gia de la misa. El corte del movimiento oblativo originado por la elevación y presentación de las sagradas formas quedó revestido por estos himnos de salutación e¡n perfecta armo nía con el sentido de la ceremonia. De un modo semejante, el Jueves Santo se dedicaba ya desde antiguo a los santos óleos, después de consagrados, una salutación especial. Se
restaura e l s il e n c io del ca no n
291. Al acabar la Edad Media, y desaparecida la menta lidad gótica, baja en fervor hasta desvanecerse el deseo de contemplar el sacramento *97989, cesando, por lo mismo, los can tos al momento de la elevación ü9. Continúa el rito de la elela comunión del sacerdote. Algunas han pasado de allí a la eleva ción (ibid.. I58s). 9r> B r o w e , Die Verehrung, 53, nota 161. 06 D umoutet , Le désir de voir Vhostie, 60-62. Ambos cantos se usaban también entre los cistercienses ad libitum; así todavía en una prescripción del año 1584 (véase J. Hau, Statuten aus einem niederdeutschen Zisterzienserinnenicloster: «Cist.-Chr.» [1935] 132). 97 Gaudete flores (D umoutet , Le désir, 61). También el Benediotus se entonaba en el mismg sentido; cf. más arriba 166 98 D umoutet , Le désir de voir l’hostie, 72-74. 99 Sínodos de Augsburgo de los años 1548 y 1567 hablan ya de un altissimum silentium. (H artzheim , VI, 369) y del altum sanctum que silentium (ibid., VII, 172), que no debe interrumpirse sin razón por cantos. En otros sitios estos cantos se mantuvieron por más tiempo. En los Voyages liturgiques, de D e M oléon , aparecidos el año 1718, se registra como una cosa notable el que en algunas ca tedrales francesas no se cante a la elevación de la forma (117 142 147). En los premonstratenses, la prescripción de semejantes cantos (O saXutaris hostia) no se incorporó en su Líber ordinarias hasta el año 1628 y se menciona otra vez en 1739; aun hoy día tiene fuerza de ley (W aefelghem, 122, nota 2>. También las disposiciones roma-
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v ación, pero se hace ahora en completo silencio. En los países germánicos ni siquiera se toca el órgano, aunque los decretos vigentes permiten hacerlo; lo único que se oye es el sonido de la campanilla del acólito. Los fieles pueden seguir salu dando y adorando las sagradas especies con la oración inter na del corazón 10°. En algunas regiones de España y Portugal, donde en tiempos recientes se había introducido la costum bre de rezar todo el pueblo en voz alta durante la elevación algunas jaculatorias saludando a Cristo presente bajo las especies, después de una desautorización hecha por Roma el año 1926, o se han suprimido por completo o las dice el sacerdote que predica durante la misa; pero ya no en la mis ma elevación, sino inmediatamente después de ella, inicián dolas solamente para que los fieles las continúen en voz b aja*101. Es tan natural saludar al Señor con semejantes in vocaciones, que las encontramos en otros países y en otras liturgiasIfl2. ñas permitían cantos durante la consagración, a la pregunta: An in élevatione ss*. sacramenti in missis sollemnibus cani possit «Tantum ergo» etc., vel aliqua antiphona tanti sacramenti propria, se contestó el 14 de abril de 1763 afirmativamente (Decreta auth. SRC, n. 2424 ad 6). Una decisión posterior del 22 de mayo de 1894 per mite tales cantos sólo perada ultim a élevatione y después de ha berse cantado el B enedidus (Decreta auth. SRC, n. 3827 ad 3). íoo e i Ablassbuch. Neue amtliche Sam mlung der von der Kirche m it Ablässen versehenen Gebete und frommen Werke (Ratisbona 1939) contiene para ello en los nn. 106 y 107 una salutación de tres miembros: «Te saludo, víctima de nuestra salvación...» y la jacu latoria recomendada por Pió X : «Señor mió y Dios mío». Cf. idld. el n. 115. 101 El autor cita un artículo escrito en 1927 por el P. Kramp (cf. la, nota 60). Al informarme personalmente en 1950, me he con vencido de que no se trata de una costumbre antigua, sino de una iniciativa de algunos sacerdotes celosos, tal vez con ocasión de las misiones populares y a raíz de la divulgación de la jaculatoria «Se ñor mío y Dios mío». Su texto varía según las parroquias. He aquí una variante: «Yo os adoro preciosísimo cuerpo de mi Señor Je sucristo, que en el ara de la cruz fuisteis ofrecido al Eterno Padre por nuestra salvación». Y para el cáliz: «Yo os adoro preciosísima sangre de mi Señor Jesucristo, que en el ara de la cruz fuisteis ofrecido al Eterno Padre por la redención de nuestros pecados». Ein esta versión ya se ha suprimido el «Señor mío y Dios mió...», que da todavía el P. Kramp como principio de ambas fórmulas. Acer ca de la prohibición de rezar en voz alta todo el pueblo duran te la elevación, consúltese A da. Ap. Sed., 18 (1926) 22s. Lo mismo me dijeron los padres portugueses que he consultado. Según el P. Kramp, allí se rezaba: «Presente está el cuerpo, sangre, alma y divinidad de nuestro Señor Jesucristo, tan real y entero como en los cielos», que recuerda claramente las respuestas conocidas del ca tecismo sobre el sacramento de la Eucaristía. Algo parecido habrá que decir de Colombia, donde, según el P. Kramp, se reza sencilla mente la jaculatoria conocida: «Señor mío y Dios mío» (K ram p . Messopfer gebrauche der Gläubigen in den ausseraeutschen Landern rStZ 1927, II] 361 365).—(N. del T.) i°2 Una salutación parecida a las españolas se encuentra ac tualmente en catecismos alemanes: «Señor mío v Dios mío. Salve,
TR. I I, P. I I , SEC. I I .— «CANON AGTJONIS»
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a lin d e e t m e m o re s»
D e f l e x ió n sobre e l m is t e r io ; EL RECUERDO
292. Las palabras de la consagración se presentan en forma de relato histórico, es decir, aparentemente refieren algo que sucedió en tiempos pasados. Sólo por las circunstan cias y, sobre todo, por la adoración de las sagradas especies se indica durante la consagración que se reproduce realmen te lo que refieren las palabras. En cambio, después de la con sagración, al reanudarse la suprema oración eucarística, se comentan los misterios que acaban de realizarse. La primera oración que sigue enlaza, mediante la conjunción causal unde *l9 con las últimas frases del relato de la institución, las del mandato del Señor de repetir en recuerdo suyo lo que El hizo, haciendo así constar que realmente cumplimos este mandato. R e f l e x ió n sobre e l m is t e r io ; EL OFRECIMIENTO
293. A este recuerdo 2 va unido en casi todas las liturgias un acto de ofrecimiento. La única diferencia que se observa entre ellas, es en la preferencia que dan a uno de estos dos elementos sobre el otro y el orden en que los ponen. Alguna trae en primer lugar el ofrecimiento, como ien la misa arme verdadero cuerpo de Jesucristo, sacrificado por mí en la cruz». Re sumiendo, se puede decir que lo más propio de este momento es santiguarse además de levantar la mirada a contemplar la sagrada forma. Cf. también las liturgias egipcias, más arriba, 275 final. 1 Una conjunción semejante (igitur, ergo) se encuentra en los formularios romanos más antiguos; cf. I, 30 65: además, en la ma yor parte de los orientales ( t o í v u v , o 3 v ) (L ietzmann , Messe und Herrenmahl, 50-55). La conjunción falta generalmente en los textos ga licanos, en los que no raras veces se enlaza la oración con el relato de la institución, volviendo sobre la última palabra del mandato (...facietis y expresiones parecidas): Haec facimus... o Hoc agen t e s . etc. (1. c., 60-68). 2 En el Eucologio de Serapión (3, 13 [Q uasten , Mon., 62]; cf. más arriba I, 38) falta, y es caso raro, la anamnesis, mientras la oblación se trae dos veces después de la consagración del pan y del cáliz. Con todo, en el primero de los dos casos se insinúa por lo menos que el sacrificio a la vez es recuerdo de su muerte: ot¿ - qtjzo
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r]|icTs io Ó^oi(ujjl<7. to'J
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rpocyjviy/ajjLSv;
cf. O. C asel. en JL 6 (1926) 116s. En cambio, en-formularios gali canos con frecuencia falta o la anamnesis o el ofrecimiento; cf.. p. ej., el Missale Gothicum (M uratori , II, 518 522 526 544 648, etc.).
14.
«CUNDE ET MEMORES».
292-294
691
nia, donde, después de las palabras de la institución, el sacer dote toma las ofrendas en sus manos y parafrasea el manda to del Señor: Et nos igitur, Domine, secundum illum mandatum, offerimus istud salutiferum sacramentum corporis et sanguinis ünigeniti tui, commemoramus salutares eius pro nobis passiones34.Pero ordinariamente se pone en primer tér mino la conmemoración, aunque en una forma gramatical de participios, haciendo así que el tono recaiga luego sobre el ofrecimiento, enunciado por el verbo principal de la frase: offerimus, -poQ(fspojj.sv \ C o n m em o ra ció n
o b je tiv a y s u b je t iv a
294. Tanto uno como otro elemento se deriva del man dato del Señor; así que—ésta es la idea fundamental—nos presentamos ante Dios recordando con gratitud la obra de la redención de Nuestro Señor y le ofrecemos su cuerpo y sangre. Ambos elementos presentan a la vez un aspecto objetivo y otro subjetivo: lo que tenemos en nuestras manos es, inde pendientemente de nuestra intención, una conmemoración 5 * El texto según C hosroe , Explicatio precum missae (de hacia el 950), ed. V etter (Friburgo 1880) 32s. El texto actual véase en B r ig iitm a n , 437: We therefore, o Lord, presenting unto titee..., do remember the saving sufferings... Por lo que se refiere al rito que acompaña esta oración, véase H a nssen s , III, 452. 4 La liturgia bizantina de San Basilio (B rightm an , 328s ) expre sa también el acto de ofrecimiento con un participio: Ms|Avy¡ji¿v<> oòv... T'} oá i* túüv a&v aol irpo^ápovisí, (el pueblo:) o¡Jivo3p.£v. Luego vuelve otra vez sobre el mismo pensamiento: 0appot>yx£<;7rpo;s'(Y.’Cop.sv to') ¿yúp aou vsA TrpoOivxsí xá àvxtxu-a xo'ü oqi'ou atóp.axo;; (sigue là epíclesisj. La liturgia egipcia de San Basilio (R eanudot , I [18471 67) contiene la redacción primitiva, que se contenta con un sencillo 'iTpoQípcpOjJlSV. s'Los testimonios del carácter real de la conmemoración los ha reunido de fuentes litúrgicas y extralitúrgicas O. C asel (Das Mysteriengedachtnis der Messliturgie im Lichte der Tradition: J L 6 [1926] 113-204) ; recuérdese que la interpretación de la conmemo ración real, defendida por Casel, es muy discutida ; cf. más arriba I, 244. Con todo, algunos formularios litúrgicos hacen ver con toda claridad que suponen alguna conmemoración objetiva; así, p. ej., cuando en la anáfora sirio-oriental de Nestorio se dice antes de las palabras de consagración : Et reliquit nobis commemorationem salu-. tis nostrae, m ysterium hoc. quod offerimus coram te (R enaudot , II, 623). Cf. también el Eucologio de Serapión (más arriba I, 38). In equívocas son también muchas palabras de los Santos Padres; así, p. ej., lo que dice S an C risòstom o , In Hebr., hom. 17, 3 : PG 6 3 , 131 : «Sacrificamos todos los días, haciendo conmemoración de su muerte» iro'.oójjLsvo*. xou ftcrvcrcou abxoü), o T eodoreto
de
C ir o ,
ln
H ebr»,
8, 4 : PG 82, 736 : «Es manifiesto que no ofrecemos otro sacrificio (que
Cristo), sino hacemos aquella única y salutífera conmemoración» (pvjpjv i/rixsÁ.ou|jLsv).—En el siglo rx escribió F loro D iácono , De actione miss., c. 63 : PL 119, 54 D : Illius ergo pañis et calicis oblatio mortls Christi est commemorano et annuntiatio, quae non tam verbis quam mysterìis ipsis agitur.
892
TR. II, P. II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
y un sacrificio; pero lo mismo esta conmemoración que el sacrificio han de ponerse por obra en nuestras intenciones, sentimientos y obras. Debemos recordar y debemos sacrificar; sólo así la ceremonia será en un sentido total una «adoración en espíritu y en verdad». C arácter y l ím it e s de esta CONMEMORACIÓN SUBJETIVA
295. El recuerdo se reduce generalmente a unas pocas palabras, ya que toda la acción de gracias anterior no ha sido en el fondo otra cosa que una conmemoración, sobre todo en su parte cristológica ®. Es más, todas las lecciones de la ante misa, pero, sobre todo, el Evangelio, estaban orientadas a la evocación de la persona del Señor, sus palabras y sus obras 678. Lo mismo que el ciclo del año eclesiástico, que no tiene otro fin que el de dar ocasión a una recordación detenida y metó dica de la vida de Jesucristo y de su obra redentora. En las palabras de la anamnesis no se puede hacer más que resumir brevemente este tema; es imposible detenerse interiormente en un recuerdo detallado de todos los acontecimientos alu didos. Se suponen frescos y vivos en el alma. Unicamente se hace constar que con la transubstanciación se ha cumplido el mandato del Señor de hacer esto «en su recuerdo» (Le 22,19; 1 Cor ll,24s). Aquí la idea de la muerte sacrifical del Señor logra un cierto desarrollo al hacer resaltar algunos concep tos parciales, a imitación de las antiguas profesiones de fe fc: la muerte del Señor es un morir victorioso, es el triunfo so bre lá muerte. La misa galicana parece que al principio ci taba únicamente la pasión 9. Ya en San Hipólito se pone ade 6 Cf. más arriba 133. Es significativo, desde este punto de vista, el que en las Constituciones Apostólicas (VIII, 12, 35), inmediata mente antes del relato de la institución, se resuma la descripción anterior de la pasión redentora con el mismo jj.sy.v7]n¿voi ojjv (eb^apiotoujiív aoi) con que empieza después del relato de la institución la anamnesis propiamente tal: jisuvTjjisvoixoívuv(icpo^pspoiiév ooi); cf. más arriba I, 41. La acción de gracias de la corriente anáfora armenia, que antes del relato de la institución llegaba sólo hasta la pasión de Cristo (como en San Hipólito), continúa después del mismo, y ter mina con el descenso a los infiernos y el rompimiento de sus puertas (que es la imagen preferida en Oriente para significar la victoria de Cristo) (B rightman , 437). 7 Cf. también R. G u ard in i , Besinnung vor der Feier der hl. Mes se, II (Maguncia 1939) 111s. 8 L ietzmann , Messe und Herrenmahl, 50ss. 9 L ietzmann, 61. Cf. la primera misa en el Missale Gothicum (M uratori, II, 518): Haec facimus Domine... commemorantes et celebrantes passionem unici Filii tui Iesu Christi Domini nostri, qui tecum. Así también algunas misas mozárabes (L ietzmann, 63). Por lo demás, se observa en las pocas anamnesis de las liturgias ga licanas que no se han suprimido un estadio avanzado de corrup ción ; cf. L ietzmanií, 62s. Una mención general del misterio de núes-
14.
«UNDE EX MEMORES».
2 9 4 -2 9 6
893
más la resurrección: m em o res ig itu r m q rtis e t resu rrectio n is e i u s 1°. En el texto del canon que ofrece San Ambrosio entra también la ascensión a los cielos; y a la pasión, o más bien a la trilogia que con ella empieza, se la llama g lo rio sissim a 11. Comentando el texto
296. Lo mismo hay que decir del texto de nuestra a n a m nesis rom ana1-. El atributo gloriosa se da a la ascensión, mientras la pasión lleva el epíteto ta m b e a ta e , y es que abun dan verdaderamente todos los motivos para bendecir la pa sión, como raíz de nuestra salvación13. En la baja Edad Media se subrayaba el recuerdo de la pasión incluso gráfica mente, extendiendo los brazos en forma de cruz14 al rezar la a n á m n e sis y a veces también durante el Supra quae ir>. tra redención la encontramos también en la anáfora siríaca oriental de San Teodoro ( R e n a u d o t , II [1847] 613). 10 Cf. más arriba I, 30. 11 Cf. más arriba I, 65. Paralelismos mozárabes véanse en L i e t z MANN,
63.
12 El texto que presentan los sacraméntanos más antiguos sólo ofrece variantes de poca importancia: después del Unde et m em o res se intercala sumus, que perturba la construcción y falta en San Hipólito.y San Ambrosio: probablemente fué suprimido otra vez por el mismo Alcuino ( L i e t z m a n n , 59). Una parte de los docu mentos antiguos intercalan Dei (nostri L CJ después de DominL El eiusdem (Christi F. t.) se debe a los humanistas del siglo xvi ( B o t t e , 40, aparato crítico). Falta todavía en el Missale Rom anum del año 1474 (ed. L ip p e [HBS 17] 207) y tampoco se registra en las ediciones posteriores; cf. L ip p e (HBS 33) 111. ia El tam dió a la critica textual ocasión a varias hipótesis, que suponen que se ha perdido un quam. Sin embargo, no resisten una critica seria; cf. B o t t e , 63. Se trata sencillamente de querer refor zar el adjetivo siguiente, que expresa el afecto de un modo seme jante al 'ílc {áXrfi-Ctit; á$iov),que en las anáforas orientales viene al prin cipio de los prefacios; cf. más arriba 149 60. En una anámnesis mo zárabe leemos; Hábentes ante oculos.,, tantae pa^sionis triumphos ( F é r o t in , Le líber mozarabicus sacramentorum, p. 250). Ordinarium o . P. del año 1256 (G uerrini, 242); Líber ordinarius de Lieja ( V o l k , 95). Desde entonces se extendió considera blemente esta costumbre; cf. F ranz, 612; S o l c h , Hugo, 93s; L eroquais, I, 315; II, 1S2 262, etc. La defiende S anto T o m á s d e A qtjino , Sum m a t h e o l III, 83, 5 ad 5. La usan todavía hoy los domini cos, carmelitas y cartujos. Contra lo opinado por L ebrun (I, 428) y repetido por otros, debió reinar durante algún tiempo también en Roma; así lo prueba una expresión llamativa del Ordo Rom. X IV , (n. 71: PL 78, 1189 A), que ciertamente va más allá de la del n. 53 (1166 D ) : Hic am pliet manus et brachia, y además la rúbrica ro mana del año 1524, citada por el mismo L ebrun, ibíd.: extensis manibus ante pectus more consueto, que equivale a una derogación. Acerca del intento de insinuar por la actitud de los brazos también la resurrección y la ascensión, véase más arriba I, 147. 15 Un tal Missale Ursinense, registrado por G e r b e r t (Vetus litur gia Alemannica, I, 663), tiene antes del Supra quae incluso la rú brica Hic extende brachia quanturhcumque potes.
TR. II, P. II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
894
E l c o n t e n i d o d e la « a n a m n e s i s » EN LAS OTRAS LITURGIAS
297.
En la mayor parte de las liturgias orientales, ia
a n á m n esis tiene un desarrollo más amplio, pero nunca, pol
lo menos en las liturgias principales, se sale de los límites estrictos del proceso de nuestra redención. Toda la acción se agrupa en torno a tres pasos: pasión, resurrección y ascen sión, aunque :i la pasión se añaden, por ejemplo, en la* litur gia bizantina de tímn Basilio «la cruz vivificadora y el des c e n s o de tres días al sepulcro» o, en la anáfora de Santiago, «ia cruz beatificante, la muerte y el descanso del sepulcro». En ambos casos, y lo mismo en la mayoría de los dem ás16, se conmemora después de la ascensión el estar sentado a la diestra del Padre y «la segunda venida, gloriosa y aterrado ra». Con la descripción de la segunda venida, principalmente en las anáforas siríacas occidentales, la a n a m n e sis rebasa los límites debidos; asi, por ejemplo, al añadir ya en el siglo ív las palabras «cuando él venga con virtud y majestad a juz gar a los vivos y a los muertos y a dar a cada uno según su¿ obras» 17. En lo sucesivo, estas descripciones se hacen cada vez con más lujo de detalles y efectismos 1819. En la anáfora griega de Santiago se le añade una invocación a la miseri cordia divinalü. Formularios más recientes de los sirios occi dentales incorporan a la a n a m n esis también otros motivos de la vida del Señor20, y lo mismo vemos en Occidente en algu nos misales del final de la época carolingia, en los que se men ciona, por ejemplo, el nacimiento 21.
16 L i e t z m a n n , 50-57. Algo más sencilla es la expresión en las Cons tituciones A p o s t véase más arriba I, 41. Para los formularios si riacos son característicos los epítetos; p. ej., en la anáfora de San tiago ( B r i g h t m a n , 52s ) : MsjJLVTjiiávoi... xrijv Cujgkoiojv auzóo icaíhftiaxü)v "oü aojTTjpíoo azaofjoí),... xt}<; osozipaz svoójou '/al cpopspo’J guxgü TrapoosiV.; 17 Const. Ap., VIII, 12, 38 (Q uasten, M on.‘ 223). 18 En algunas anáforas sirias occidentales de origen posterior se pintan los horrores de la segunda venida con colores muy fuertes. Estas descripciones llenan a veces media página y hasta una pági na entera ( R e n a u d o t , II [1847] 147 165 190s 205 216, etc.). 19 B r i g h t m a n , 53, lín. 3 : . . . z a z a x a vuxoij »síaai %{i>v, xópis, o 8-so: '/(ijlo>v. Luego sigue una súplica parecida del pueblo; cf. más adelante la nota 31. 2Ü La anáfora de San Ignacio menciona el nacimiento y el bau tismo ( R e n a u d o t , II, 216); la de San Marcos, la concepción, naci miento y bautismo (ibíd., II, 178); la de Marutas, nacimiento, estar en la cuna, bautismo, ayuno y tentaciones, así como algunos pasos de la historia de la pasión (ibíd., II, 263). 31 B o t t e , 40, aparato crítico: admirabais nativitatis. Los epíte tos cambian. Por cierto, la nativitas se supone como perteneciente al texto por A m a l a r io , De eccl. o//., III, 25: PL 105, 1141 B . B e r n o l d o de C o n s t a n z a (Micrologus, c. 13: PL 151, 985 C) combate esta intromisión. Con todo, se mantiene hasta la baja Edad Media (véa se L e r o q u a is , III. 420; E b n e r , 418). Acerca de la cuestión de si una
14.
«T7NDE ET MEMORES».
297-299
895
P a r á f r a s is d e l m a n d a t o d e l S eñ o r
298. A la acumulación, en las a n á m n esis, de los hechos de la historia de nuestra redención corresponde algunas ve ces en las liturgias orientales una paráfrasis del mandato del Señor, probablemente de origen más reciente. Ponen pri meramente en boca del mismo Jesucristo las palabras de San Pablo*22 por las que se anuncia en la Eucaristía la muer te del Señor hasta que venga. A ellas se añaden la resurrec ción 23, o la resurrección juntamente con la ascensión, sobre todo en la liturgia egipcia: «Todas las veces que comiereis este pan... anunciaréis mi muerte y confesaréis mi resurrec ción hasta que yo vuelva» 24. Parecidas formaciones se intro dujeron también en las liturgias galicanas 2526; en la liturgia milanesa dice, por ejemplo, la fórmula: H aec q u o tiescu m q u e fe ce ritis, in m e a m co m m e m o ra tio n e m fa c ietis, m o rte m m e a m p ra ed ica b itis, resu rre ctio n e m m e a m a n u n tia b itis > a d v e n tu m m e u m sperabitis, d oñ ee ite ru m de coelis v e n ia m ad v o s 2*. F ó r m u l a s c o m b in a d a s d e « a n a m n e s i s » y MANDATO DEL SEÑOR
299. Este recuerdo debe .estar presente no sólo en el sacer dote, sino también en toda la comunidad que se halla reuni da. Por esto, en la misa romana se pone como sujeto de la a n á m n esis el nos serví tu i sed e t p lebs tu a sa n c ta ; la liturgia egipcia ofrece para ello una fórmula especial a base del des arrollo de las palabras de San Pablo, con la que el pueblo in terviene inmediatamente después del mandato del Señor, de repetir lo que El hizo. Todavía se conserva esta frase en la misa copta y en lengua griega, señal de que data por lo me cita de Arnoeio el J oven (de hacia el 460) (In ps. 110: PL 53, 497 B ; B otte, 41) supone ya esta añadidura en la misa romana, véase B otte, 63s . E s poco probable. En cambio, es posible que misas gali
canas la mencionen ya en aquella época. Ciertamente, la trae por el siglo vil el Missale Gothicum, aunque no precisamente con las mismas palabras (M uratori, II, 522): Credimus, Domine, adventum tuum , recolimus passionem tuam. Ejemplos mozárabes que contie nen el venisse, incarnatum fuisse, en Lietzmann, 65s. También la incarnatio aparece a veces en misales romanos de la Edad M edia; así en el misal de Lagny (s. xi) (Leroquais, I, 171): incar natxonxs, nativitatis. 22 Así ya en^ las Const. Ap.t VIII, ^12, 37 ( Q u a s t e n , M on ., 223): :ov Ocryaxov xov ijiov xaxcq^XXsTs, á/pt; ay eXO-oi. Más referencias y análi sis en H amm, 90s. 23 Anáfora de Santiago ( B r i g h t m a n , 52); liturgia bizantina (1. c., 328); papiro de Dér-Balzeh ( Q u a s t e n , Mon., 42). 24 Anáfora egipcia de San Marcos ( B r i g h t m a n , 133). 23 H amm, 91s . 26 H amm. 91.
TR. II, P
896
II. SEC. I I .— «CANON ACTIONIS»
nos del siglo vi: Tóv ftávaiov aoo, xópie, xaTcrff^-oiJLSv m ' “V á-fíav aoo á v á a ia a iv xai áváXv¡|jL<5>iv 6 (ioXofooji.ev 27. En Egipto for ma esta misma paráfrasis de las palabras de San Pablo toda la anamnesis, por lo menos en sus liturgias principales, que no empiezan con el Memores, M ep tvi]|iév(u , sino con el xaxay ’(éXkovt£<;: «Anunciando su muerte, confesando (ófioA.oYoovie<;] su resurrección, esperando (ár£x8e*/ofievo!) su segunda veni da. te ofrecemos...»2829 E x p r e s ió
n
d e f in it iv a
de
nuestra
INTERVENCIÓN EN EL SACRIFICIO
300. El segundo elemento expresado en el ünde et memo res, y que luego se desarrolla más en las oraciones siguientes, es el ofrecimiento. Nos encontramos ante la oración oblativa principal de toda la misa, ante la manifestación definitiva que se hace en la liturgia de que la misa es un sacrificio. Es significativo que en ella se hable exclusivamente del sacrificio que ofrece la Iglesia. El principalis offerens, Cristo, queda en un segundo plano. Unicamente en la consagración, cuando el sacerdote va representando paso por paso lo que hizo Je sucristo y pronuncia en su nombre las palabras de la con sagración, se corre por unos momentos el velo que cubre el misterio del verdadero oferente. Pero, una vez pronunciadas las palabras de la consagración, vuelve otra vez la Iglesia, la comunidad, a hablar y obrar, integrada por los «siervos de Dios y el «pueblo santo», que ya en la anamnesis figura como sujeto de la conmemoración. Es un reflejo de la conciencia que tiene la Iglesia de su propia dignidad el llamar al pueblo plebs sancta, insistiendo de este modo en el fondo a la digni dad sacerdotal, én el sentido que le da San Pedro en su pri mera carta (1 Pe 2,5.9>2*. 27 B r ig h t m a n ,
177. Cf. también la liturgia etiópica (1. c., 232s).
E ñ una forma algo más primitiva (faltan el xúp*.e, ¿qíav ao’j y xaí ávd-
tar^.v) en el papiro de Dér-Balyzeh (Q u a s t e n , Mon., 42). Por ir di rigida a Cristo se conoce que se trata de una invocación del pue blo. El que después de ójioXoioD^ív siga xa! SsojuB-a tiene que ver oon la invocación correspondiente del pueblo en lia misa etiópica ( B r ig h t m a n , 233 lín. 1). 28 B r i g h t m a n , 133 178. Fórmulas parecidas aparecen también en la liturgia galicana y especialmente en la mozárabe, donde hay anámnesis-* que empiezan con nuntiam us, praedicamus, creaimus, confitem ur resp. con (venturum ) praestolamur í L i e t z m a n n , 60-67). 29 La expresión ordo et plebs para significar ol clero y el pue blo se encuentra en T e r t u l ia n o . De exhort. cast, c. 7 : CSEL 10,138, lín. 18; cf. R ü t t e n , Philologisches zum Canon missae (StZ 1933, I) 44s. Respecto a plebs sancta, cf. la expresión con que se dirige San Agustín al pueblo: sanctitas vestra, pero también "las otras sacrata plebs, populus sanctus Del en los otros pasajes de la liturgia ro
14.
«UNDE ET MEMORES».
299-302'
897
L a in t e r v e n c ió n d el pueblo EN LAS LITURGIAS ORIENTALES
301. En las anáforas de las liturgias orientales falta una expresión tan clara de que el sujeto de la conmemoración y leí sacrificio son a la vez el sacerdote y el pueblo; en su lu gar, lo mismo para la conmemoración que para la oblación existen allí las expresiones de asentimiento y de alabanza con que el pueblo se adhiere ya en este pasaje a la acción oferente del sacerdote—y no sólo con el A m e n del final del canon, usado ya por la primera comunidad cristiana y común a todas las liturgias—. En la misa bizantina expresa el sacer dote la conmemoración y el ofrecimiento en la forma grama tical de participio: Ms|ivYj|.isvot, xpoqrépovrec;; y el pueblo ter mina la frase con la afirmación aé u|j.vou|i£v, ge euI oyoujiev, 3oi. eoyapiaiooiiEv, xopie, xai Sso(JL£&á aoo, ó fisoq f<|j.iov 30. Es un ofrecimiento de alabanza, de acción de gracias y de súplica. Después de este ofrecimiento, también en la misa siríaca oc cidental se hace pronunciar al pueblo una súplica31, que se repite en todas sus anáforas. M odos
de e x p r e s a r e l o f r e c im ie n t o
302. La oblación la expresa la misa romana con unas po cas palabras lapidarias. En San Hipólito esta sobriedad de palabras, lo mismo en el ofrecimiento que en la conmemora ción, está ya casi en los límites: M em ores íg itu r m o rtis e t resu rrectio n is eins o ffe rim u s tib í p a n e m el c.alicem. Poco más desarrollado se encuentra este pasaje en nuestro canon ro mano; sólo en las últimas palabras, con la descripción de los dones en cinco diferentes expresiones, se trasluce algo de la inspiración de un himno de alabanza: o ffe rim u s p ra ecla ra e mana. Véanse las referencias en B otte , 64s. La expresión serví con que se denomina al clero proviene de la Sagrada Escritura, ante to do del Antiguo Testamento: serví Domini; p. ej., en salmo 133,1 pa ra designar a los levitas; pero tal vez se puede pensar también en el fidelis servus de las parábolas del Señor. El plural serví no sólo corresponde a las circunstancias del culto estacional romano, sino también a la costumbre antigua de que el celebrante siempre tenia un diácono a su lado: cf. más arriba I, 267s. 30 Asi ya en el texto del siglo rx (B rig htm a n , 329) como oración del pueblo; cf. 386 (atribuida al coro). Se encuentra además en las otras liturgias orientales. 31 El sacerdote: «Te ofrecemos este sacrificio tremendo e in cruento a fin de que no nos trates según nuestros pecados..., pues te lo pide tu pueblo y tu Iglesia ó 7¿p Xaóq, oou xcrl ‘f¡ h'/hñola oou, al. r¡ >tXy)|9ovo|xía aoo; el pueblo: «Apiádate de nosotros, ¡ oh D ios!, Padre todopoderoso» (B rightman , 63 83; R ücker , Die syrische Jakobsanaphora, 18s).
898
TR. XI, p. II, SEC. n . — «CANON ACTION IS»
m a ie s ta ti tu a e de tu is donis ac datls, h o stia m p u r a m , h o stia m sa n c ta m ... El título m a ie sta s tu a , que ya hemos encon
trado en el prefacio, nos recuerda toda la grandeza divina, ante la que el hombre queda anonadado. Por e-o los dones que nos disponemos a ofrecerle no pueden ser sino los regalos que El antes nos hizo a nosotros; son de tu is d on is ac datis. Pensamiento bíblico (1 Par 29,14) que se repite con frecuen cia de diversas formas en las inscripciones de la antigüedad cristiana cuando hablan de fundaciones. El fundador de un santuario o monumento pagano manda cincelar presuntuo samente en la piedra el de suo fe c ít; el donante cristiano, por el contrario, confiesa humildemente que lo ha recibido todo de Dios, haciendo su donación ex donis D e i 3234. De ahí que todo don que ofrezcamos a Dios es «don y regalo» que El nos dió primero. En un sentido especialísimo vale esto de los do nes del altar. No podemos menos de reconocer aquí una idea predilecta de San Ireneo, y que tantas veces repite en sus escritos contra los gnósticos, insistiendo en que, al ofrecer nosotros dones que no son únicamente espirituales, sino que participan también de la materialidad de las cosas visibles, no los ofrendamos a un ser al que la creación es cosa ajena, sino a su mismo dueño y creador3*. E q u iv a len cia s o r ie n t a l e s a «de DONIS AC DATIS»
t u is
303. En parecidos pensamientos abunda la misa bizanti na cuando el sacerdote, terminada de rezar en voz baja la a n á m e sis , prosigue en voz alta: zd aá ix zd>v oo>v aoi irpo^cpspovxs; xaza xáv-a xai $ia rcávia, a lo que contesta el pueblo con las palabras que ya hemos citado 31. La expresión es tan antigua como la fórmula romana de tu is d onis ac d a tis. Tam bién ella se repite invariablemente en las inscripciones; por ejemplo, adorna un cáliz de plata del siglo vi encontrado en las riberas del Orontes. Más tarde la grabaron en el altar de la Hagia Sofía, de Constantinopla35. Evidentemente, estas pa labras no son sólo un reconocimiento de que todo lo que po demos ofrecer a Dios, lo terreno y lo celestial, procede de El mismo, sino que son al mismo tiempo el símbolo de nuestra 32 El evangeliario de Monza, p. ej., lleva la inscripción: Ex donis Dei dedít Theodelenda reg(ina) m basílica quam fundavit. Con otros ejemplos en H. L eclercq, Donis Dei (de): DACL 4, 1507-1510. 33 S an I reneo , Adv. haer.t IV, 18, 5 (Q uasten , Mon., 347): cépojisv ctyTü) zd (inet. Cf. más arriba I, 22. 34 B rightm an , 329. De la liturgia bizantina este pasaje pasó a la egipcia y armenia (ibíd., 133, lín. 30; 178, lín. 15: 438, lín. 9). 35 Referencias en R ücker, Die syrische jakoosanaphora, 19, apa* rato crítico.
14.
«UNDE ET MEMORES».
302-304
899
satisfacción por haber podido presentar nuestros dones en lorina de productos de esta tierra nuestra36. I .OS NOMBRES CON QUE SE DESIGNAN LAS OFRENDAS
304. Luego se van caracterizando estos dones que tene mos en las manos, y su enumeración se convierte en un himno al Santísimo Sacramento. La expresión tiene tres miembros, que exalta la pureza sin mancha y la santidad del sacrificio: hostiam puram, hostiam sanctam, hostiam im m aculatam 37. Nuestra ofrenda no es como la de los gentiles y ni siquiera como la de los judíos, que sólo podían ofrecer a Dios victimas materiales manchadas en sangre; la nuestra es una ofrenda espiritualizada, y por eso pura. Su valor positivo sólo se insi núa con la palabra hostia, que primitivamente significaba un ser viviente; pero tampoco las palabras que siguen son más concretas38. Correspondiendo a la doble forma en que se pre senta la oblación, hablan en una expresión doble de su exce lencia, manifestada en los efectos que producen una vez to mados, y que llegan hasta la vida eterna39: panem sanctum vitae aeternae et calicem salutis perpetuae40. 36 Cf. tam bién G n ir , 600. Así tam b ién B enedicto X IV , De s. sacrificio missae , II, 16, 1 (S chneider , 2 0 3 s ). E xpresiones parecidas en las secretas del L eon ian o: Deus ...accipe propitius quae de tuis tibi nos offerre voluisti (M uratori, I, 3 6 8 ) ; OJferimus tibí, Domine, muñera quae dedisti (1. c., 370). Es, por lo tan to, m uy poco proba ble que de tuis donis et datis se refiera ú n icam en te a los dones co sagrados como tales, como quieren m u ch os com entaristas. 37 Con m enos eu fon ía, pero con m ás precisión teológica, e l te x to del canon de S a n Ambrosio (cf. m ás arriba I, 65) llam a e l sacri ficio cristiano en este m ism o sitio Immaculatam hostiam, rationabilem hostiam, incruentam hostiam. C on rationabilis se expresab a su esp iritu alid ad (cf. m ás arriba I, 23), que y a se contenía, expre sad a en form a n egativa, en la palabra incruenta («vatyLaxio?), que tam bién en otros sitio s acom paña a la prim era (C asel, Ein orienta llsches Kultwort (JL 11, 1931) 2s. 38 Si H. E lfers (Theologie u. Glaube 33 [19411 352s) op in a que toda esta frase se refiere a los dones que tod avía están por con sa grar, tal suposición no encuentra apoyo en e l texto. A dem ás, pro testa contra ella enérgicam en te S an Ambrosio, que bien se puede considerar como testigo calificado (cf. I, 65). T am b ién la s liturgias orien tales se con ten tan e
tiam, rationabilem hostiam, incruentam hostiam, huno panem sanc tum et calicem salutarem. E l ep íteto d el cáliz e stá tom ado d el sa l
TR. II, F. II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
yuo
E xpresiones
de gratitud
305. La E ucaristía de San Hipólito, consciente de que el poder ofrecer tales dones es uno de los beneficios más gran des, termina el ofrecimiento con unas palabras de agradeci miento: G ra tia s tib í a gen tes quia nos dignos h a b u isti adstare coram te e t tib i m in istra re 41. Algunos otros formularios orien tales contienen en el mismo pasaje expresiones de grati tud 41*43. Luego pasan a la epíclesis, a veces inmediatamente después de la oblación. En cambio, la misa romana sigue des arrollando este tema fundamental del ofrecimiento, sin ocu parse de otras ideas secundarias.
R uego
que
15.
« Supra q u c t
y
D ios
acepte el sacrificio
( S u p p lic e s »
306. Es una inmensa gracia el que Dios acepte de nues tras manos las ofrendas, aun cuando lleven en sí fermentos de santidad, por presentarlas en comunidad y en unión con Cristo. De ahí que la oblación revista todavía otra forma li teraria, con palabras que dan a entender que esperamos la aceptación únicamente de su dignación divina. mo 115,13; m anifiestam ente se trata de la misma idea que en el canon romano. Cf. Casel, 1. c., 13, con la nota 26 (más arriba en la nota 37). 41 Cf. m ás arriba I, 30. T am bién se h a n conservado en griego er>
Const. Ap., V III, 12, 38 (Q uasten , Mon., 223): e®’ ote; xavrfciwaaz
saxdvai íwótcióv aoo xat Upaxcüsiv aoi. L a palabra tepaxsóscv sig n ifica m i n isterio sacerdotal. Pero esto no in d ica todavía que solam en te se pu e da aplicar a un obispo o a sus sacerdotes, que con él ex tien d en sus m anos sobre las ofrendas (cf. m ás arriba I, 30), y m enos aún se puede afirmar, como lo h ace E lfers (Die Kirchenordnung Hip polyts, 203ss), que e l ojferimus y, finalm ente, tod a la acción de gracias sea cosa exclu siva d e los clérigos. ¿P ara qué en to n ces el Gratias agamus, dirigido a tod os y con testad o por todos? El tepsxsós'.v e s el servicio que prestan los tspsfc;. Ahora bien, bajo el concepto d e ispsíg n o sólo S a n Ju stin o, sin o con esp ecial in sis ten cia tam bién O rígenes, tan cercano por su s id eas a S an H ipó lito, com prende a todo el pueblo san to de D ios. Cf. E. N iebecker , D as allgemeine Priestertum der Gläubigen (Paderborn 1936) 1827; S t . v. D u n in B o r k o w s k i , Die Kirche als Stiftung Jesu: «Re ligion, C hristentum , K irche», ed. por E sser y M ausbach, II (K em p ten 1913) 55-70. 43 A dem ás de la s Const. Ap. (V III, 12, 38; cf. la n o ta ante rior), tam b ién la litu rgia b izan tin a de San B asilio (B rightm an , 329, lín. 14) y la liturgia arm enia (1. c. 438, lín. 16). E n estos úlM m os te x to s se tra ta m a n ifiestam en te de la acción de gracias di tos sacerdotes, que e n la oración se destacan de la com unidad.
15.
«SUPRA
QUAE» Y «SUPPLICES».
3 0 5 -3 0 7
901
Nosotros no podemos hacer otra cosa que presentar los do nes: offerimus. Lo demás depende de Dios: si quiere hacer descansar indulgente 1 2 su mirada sobre los dones (respicere) y aceptarlos (accepta habere). Prosiguiendo el lenguaje sim bólico, se pide a Dios que mande sean llevados estos dones al cielo y colocados sobre su sublime altar3. Es un modo de ha blar que con toda naturalidad continúa el pensamiento an terior a, y pertenece, efectivamente, a los elementos más an tiguos de la liturgia romana y no sólo a ella 4. Pero esto no quita el que nos plantee más de un problema. L a función de la liturgia sacrifical
307. En primer lugar, nos llama Ja atención que estas oraciones se contenten con describir, por decirlo así, la peri feria del rito, atentas únicamente a que la acción se lleve a cabo con exactitud y a que sea reconocida por Dios como sa crificio válido. En cambio, se deja prácticamente en la som bra el sentido del sacrificio, sin fijarse en nuestra intención sacrifical, que es la que ha de vivificar toda la acción exterior, y que en la actualidad para nosotros suele ser lo principal cuando explicamos a los fieles el sacrificio de la misa: la su misión completa de la criatura a su creador, la conformidad de nuestra voluntad con la de Dios, la identificación cada vez más completa con los sentimientos de Jesucristo, a la que nun ca se dará la importancia que merece. Pero no nos debe extrañar demasiado este modo de pro ceder; tales sentimientos e intenciones en realidad no que dan olvidados, sino que ya se suponen como base de la acción sacrifical de los fieles; y si tal vez no se ha llegado todavía a ellos, sin embargo, a eso se tiende aun sin hablar expresa mente del tema. Además, no olvidemos que la liturgia no es para dar ¡expresión a los varios sentimientos subjetivos de los particulares, sino para dirigir la acción exterior de modo nor mativo para todos. 1 Propitio ac sereno vultu: con rostro propicio y sereno. L a m is m a im agen en el salm o 30,17: illustra Jaciem luam ; y e n e l salm o
66,2 : illuminet vultum suum.
2 E n el tex to d el can on de S a n Ambrosio se exp resa sólo e l ú l tim o de estos p e n sa m ie n to s; cf. m ás cunaba I, 65; é ste es, pues, e l m ás prim itivo. 3 N o im porta c ier ta dureza d e la exp resión gram atical, que a la crítica d el canon dió m ateria a su s cábalas (F ortescue , The mass, 153; cf. 348). V erdad e s que debería d ecir: Suprae Quae... respwere et quae accepta hábere aigneris; sin em bargo, e sta form a, m á s en con son an cia con la gram ática, resu ltaría dem asiado pesada. S em e ja n te aoortam iento de la frase en con tram os ya a l principio d el
Commuv icantes. 4 Cf. Const. Ap., V III, 12, 39 (Q u a s t e n , Mon., 223) ; e l Trpoc;
V éa
IR . II, P. II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
902
Un
a pa r en te co n t r a sen tid o
308. Quizá nos extrañe ei que se añada después de 1;» consagración otra súplica de aceptación; sobre todo porque se trata de ofrendas las más santas y que las ofrece el mismo Cristo ministerio sacerdotum. ¿No parece improcedente supli car la aceptación de un sacrificio del que sabemos que es el más perfecto de cuantos se pueden ofrecer, más aún, el único agradable por si mismo a Dios? Además, los sacrificios del Antiguo Testamento que se citan en la oración, el de Abel, Abrahán y Melquisedec, no eran más que sombras, compara dos con la grandeza divina de nuestro sacrificio. La
solució n
309. Efectivamente, la polémica reformatoria contra la misa y el canon arremetió contra estos puntos, echando en cara al sacerdote católico el arrogarse el papel de mediador entre Cristo y Dios Padre. Por eso, las explicaciones modernas de la misa, al tratar este punto, tienden a la apología \ Pero, si se considera que el sacrificio del Nuevo Testamento, como acción cultual, es esencialmente sacrificio de la Iglesia, que trata de unirlo al sacrificio de Cristo, no se ve dificultad en que este sacrificio, a pesar de su excelencia interior, conside rado él mismo como acción exterior de la Iglesia destinada a expresar ante Dios su sumisión y su veneración, pueda tener deficiencias y no ser agradable si los que lo presentan care cen de la pureza interior y de las debidas disposiciones. Mi rado el sacrificio de la Nueva Alianza desde este punto de vista, hasta se le puede aplicar, cuando lo ofrecen manos de sacerdotes indignos, aquellas duras palabras del profeta 6 se gún las cuales Dios rechaza los sacrificios de su pueblo ofre cidos sólo exteriormente, sin la debida intención sacrifical. Y entonces no queda más que un nuevo hic et nunc del sacri ficio ofrecido por Cristo en la cruz, una representación que carece de sentido, dado que no está ordenada plenamente ha Véase, p. ej., el resum en en B enedicto x iv . De s . sacrificio missae, II. 16, 10-22 (ed. S ch neider , 208-216). El sabio papa rem ite a S an ¡Belarmino (Controv. II, 6. 24 [De socrif. missae, II, 24; ed. Rom. 1838: III, 8021), que dice que en el Supra quae no rezam os pro reconciliatione Christi ad Patrem, sino por nuestra debilidad; etsi enim oblatio consecrata ex parte rei quae offertur et ex parte Christi principalis offerentis semper De o placeat, lamen ex parte m im stn vel populi adstantis, qui simul etiam ojferu/u „ polest non piuovre. La negación de la realidad del sacrificio de la m isa obligó en la controversia a haoer resaltar el sacrificio de C risto com o tal. Sólo la m editación intensificada de los textos litúrgicos nos h a ce ver otra vez al lado del sacrificio de C risto tam bién el de la Iglesia. (Véa se tam bién m ás arriba I, 240ss.
* Is 1,11; Jer 6,20; Am 5,21-23 ; Mad 1,10.
15.
«SUPRA QUAE» Y «SUPPLICES»
3 0 8 -3 1 0
903
da nuestra salvación, porque, contra lo que debía ser, no le corresponde en el oferente el espíritu de entrega, y por eso no existe la debida relación entre sacerdote y sacrificio7. Los
SACRIFICIOS DE ABEL, ABRAHÁN y M elq u ised ec
310. Como el hombre, frágil y pecador, nunca puede se' lo suficientemente digno para acercarse llanamente a la ma jestad y santidad de Dios, nunca sobra la humilde súplica d\ que Dios nos mire benignamente. Junto con esta petición re cordamos a Dios los sacrificios de algunos hombres preclaros del Antiguo Testamento, de los que sabemos le fueron agra dables, y que por eso nos llenan de confianza y casi nos ins piran un sentimiento de noble satisfacción al comparar nues tros sacrificios con los de aquellos grandes amigos de Dios. Tres son las figuras que se destacan: el inocente Abel8*, que ofrece a Dios de las primicias de sus rebaños (Gén 4,4), vic tima él mismo de los odios de su hermano; también nuestra ofrenda es el inocente «Cordero de Dios», el Primogénito de toda la creación ®, quien convierte en sacrificio redentor la muerte que le prepara su propio pueblo. El segundo modelo sublime es Abrahán, que, como «padre de todos los creyen tes» 101, es «nuestro patriarca», el héroe de la obediencia a Dios, dispuesto a sacrificar a su propio hijo, que. como premio de su obediencia, le es devuelto sano (cf. Hebr 11,19); tam bién nuestra víctima, la más perfecta expresión de obediencia hasta la muerte, vuelve a la vida. Finalmente, comparamos nuestro sacrificio con el de Melquisedec, el «sacerdote del Al tísimo» que le ofrece pan y vino 12: también nuestro sacri7 Aunque es verdad que este caso extrem o n o se da del todo, ni siquiera con la celebración indigna del sacerdote m ien tras a sista uno por lo m enos a tal m isa con la debida disposición. Adem ás, detrás d e cada celebración, en algún modo, está siem pre la Iglesia universal. 8 E l ep íteto iu stu s lo dedica el m ism o Señor a Abel CMt 23,35 : cf. Hebr 11,4). P ueri tu i = de tu siervo, sin em bargo, lo m ism o que en la palabra ircu<;, tien e un acento p atern al En este sen tid o se aplica la palabra de Le 1,54 tam bién a Israel. Cf adem ás J. H e n n ig , A b e ls place in th e litu rg y : «T heologlcai Studtes» 7 (New York 1946) 126-141. • Cf. Hebr .1,6; C ol 1,18; Rom 8.29. G ál 3,7; cf. S an L eón M agno, Serrno 53, 3 : PL» 54. 318: nos sp irita le sem en A brah ae (B atiffol , Leçons, 268). 11 El canon lo llam a sum o sacerdote Acerca de la hip ótesis que B aum stark funda sobre esta denom in ación , véase m ás arriba, I, 63 «. 12 El texto bíblico Gén 14,18 habla propiam ente sólo de traer las ofrendas por M elquisedec (tam bién la V u lg a ta : proferen s). La su posición de su sacerdocio se funda, sin em bargo, en la acción sacrifical, contenida en aquel acto de traer las ofrendas. Cf. el tratado suplem entario sobre esta cuestión en p . H e in is c h (P os Buck Ge-
TR. Il, P- II, SEC. IL — «CANON ACTIONIS»
904
ñcio consiste en pan: y vin o *13. Por esto rogamos a Dios que mire benignamente nuestra oblación, como miró la de aque líos hombres; respexit Dorninus ad Abel et ad muñera eius, dice la Sagrada Escritura del primero14. Y esta nuestra sú plica sólo será escuchada si nuestra oblación la hacemos con la misma intención pura de aquellos amigos de Dios y si a la incomparable santidad de nuestro sacrificio corresponde en alguna manera la disposición de nuestro corazón 15. A bel , A brahán y M elquisedec LA ICONOGRAFÍA ANTIGUA
en
311. >La comparación del sacrificio cristiano con los sacri ficios del Antiguo Testamento, y, sobre todo, con los de estos tres preclaros varones, no la desconoció la antigüedad cris tiana. Y era natural que los primeros cristianos, tan cerca todavía de aquella época precristiana, se fijasen más que nos otros en ella como anticipo del nuevo eón, guiados siempre por la idea de la continuidad histórica de la obra salvadora. Se sabe que el sacrificio de Abrahán íué uno de los motivos preferidos por la antigua iconografía cristiana, y aparece, por lo menos desde el siglo iv, principalmente como figura del sacrificio de la cruz y, desde luego a través de él, también del sacrificio eucarístico16. Dos de los grandes mosaicos del coro de San Vítale, en Ravena, relacionan los tres tipos citados en el canon directamente con la Eucaristía; uno de estos cuadros presenta a Abel y Melquisedec, al primero llevando al altar un cordero y al segundo ofreciendo pan y vino; el segundo nesis [B on n 1930] 222) y J. E. C oleran (The sacrifice of Melchisedech: «T heological Studies», 1 [N ew Y ork 1940] 27-36). S e trata, sin duda, de una relación en tre ofrecim ien to a D ios y el dar de co m er a los reunidos, sem ejan te a aquella d e los b anquetes judíos, que les d ab a un carácter sacriflcal : cf. m ás arriba, I, 18 64 ; II, 273 l, 13 A p esar de e u e e n la O arta a los H ebreos no se m en cion a l a . id en tid ad de las ofrendas cu an d o se com para a C risto con M elqui sedec, tod a la an tigü ed ad cristia n a in siste en ta l identidad. A sí S an C ip r ia n o , Ep. 63,4; S an A m bro sio . De myst.f V III, 46s; S a. i A gus t ín , De civ. Deif X V I, 22. Cf. tam b ién G. W u ttk e , Melchisedech der Priesterkonig von Salem. Eine Studie zur Geschichte der Exegese: « B eih efte z. Z eitsch rift f. d. n eu test W iss.», 5 (G iessen 1927), 46s; J. D a niélo u , La catéchèse eucharistique chez íes Pères de VEglise: L a m esse e t sa catéch èse : «Lex orandi», 7 (P aris 1947), 33-72, esp. 45s. 14 G én 4,4; cf. D t 26,15. La expresión vuelve co n frecu en cia en la s o racion es: Réspice quaesumus Domine, etc. 15 E s n otab le que e n la profecía de M alaquías sobre e l futuro culto, a l lado del an u n cio de u n a n u eva mlnjah, por la que se en grandecerá e l nom bre d e D io s en tre los pueblos (.1,11), e stá tam b ién la p rofecía acerca de un sacerdocio purificado : «P urificará a los h i jo s de Le vi, los acrisolará como oro y p lata, a fin de que ofrezcan a l Señor sacrificios agradables. Y enton ces e l S eñ o r otra vez gus tará d e los sacrificios de Judá y de Jeru salén ...» (3,3s). C f.
G ih r , 604s. i« Cf. T h . K xauser , Abraham: RAC 1, 18-27, esp. 25.
15.
«SUPRA QUAE» Y «SUPPLICES».
3 1 0 -3 1 2
Ö05
mosaico consta de dos cuadros, en que aparece Abrahán; en uno está para sacrificar a su hijo y en el otro agasaja a los l.res huéspedes misteriosos 17. Es muy probable que ya el tex to del canon romano diera ocasión a estas representaciones <*n los mosaicos de Ravena18. De una época muy anterior, en que hubo aún vivo intercambio entre las liturgias de Roma y Egipto, data la mención, dentro del mismo conjunto, de Abel y Abrahán en una oración de oblación egipcia19, en la que primitivamente se citó quizás también el nombre de Melquisedec20. ¿A
QUÉ SE REFIEREN LAS PALABRAS «SANCTUM SACRIFICIUM... ? »
312. En el canon romano, después de nombrar a Melquisedec, siguen unas palabras aclaratorias: sanctum sacrificium, immaculatam hostiam. Se trata de un complemento posterior, que el Líber pontificalis atribuye a San León Mag no: hie constituit ut íntra actionem diceretur: sanctum sacrificium et celera 21. Comentaristas antiguos interpretaron 17 Cf. B eissel , Bilder , 170s 178; cf, 1. c., 189, sobre los m osaicos aparecidos en S. A pellinare in Classe.—D a ta n d el siglo vi, lo m ism o que los de S a n V itale y S a n t’ A pellinare Nuovo (n ota siguiente), o sea de la prim era época después de la reconquista bizantina.— (N. del TJ 18 U n ejem plo a este respecto lo ofrece S. A pollinare N uovo, de R avena, en el cuadro de la serie d e S a n to s que representan -la lista de los m encionados en e l Communicantes tal y como se decía en la prim era m itad del siglo vi (K ennedy , 197) F órm ulas de oracio» n es con Abel, A brahán y M elquisedec que traen su origen del canon rom ano se en cu en tran tam bién en el Liber sacramento ruin m ozára be (F éro tin , p. 262) y e n e l L eoniano (M uratori , i , 470); cf. B otte , Le canon , 43. 19 B rig htm a n , 129. La oración e stá ahora en tre la s súplicas intercesoras y acom paña u n a incensación. C om o e n e l texto de] canon que ofrece S an Ambrosio (cf. m ás arriba I, 65), tam b ién aquí los nom bres van u nidos con e l ruego d el traslado al altar d e los d eles. Cf. A. B aumstark , Le liturgie orientan e le preghiere « Supra quae» e «Supplices» del canone romano, 2.a ed. (G rottaferrata 1913), 4ss; I d., Das « Problem » des römischen Messkanons: «Eph. Liturg.» (1939) 229-231 20 B aumstark , Das «Problem», 230s. E n Const. Ap. (V III, 12, 2123 [Q uasten , Mon., 2181) no aparece ta n claram ente relacionado con la idea del ofrecim iento el nom bre de M elquisedec que se c ita al lado de otros nom bres de p ersonajes d el G én esis, com o A bel y Abra hán. U n a súplica de aceptación en que se nom bra a Abel, N oé y A brahán se en cu en tra tam b ién en la litu rgia b izan tin a d e S an B asilio (B rig htm a n n , 319$) y en la an áfora de S an tiago (1. c., 41; cf. 32 48). E stas oraciones están an tes de la consagración. Cf. la sín tesis e n L ietzmann , Messe und Herrenmahl, 81-93; F ortescue , 349s. 2i D u chesn e , Líber pon t, I, 239. E l que estas palabras se a n u n a adición posterior se conoce por la circun stan cia de ciue fa lta n en la litureria m ozárabe, donde se usa tam bién esta oración Supra quae (F ér o tin , Le Liber mozarabicus sacramentorum, p. 262; ¿líisscde mix tum: PL 85, 491* B).
900
TH. II, P. H , SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
repetidas veces esta amplificación como atributo del sacrifi cio de la misa, al que se refiere la palabra (supra) quae, y en este caso las palabras de en medio, sicuti... Melchisedech, habría que entenderlas como un paréntesis2223. Sin embargo, el sentido de las palabras exige relacionarlas con el sacrificio de Melquisedec. Por esto al pronunciarlas no se hace una cruz sobre las ofrendas25. Tal complemento o aposición a quod... Melchisedech nos puede parecer innecesario; no lo creyó así el siglo v, cuando pululaban por todas partes los errores es piritualizantes que consideraban la materia como obra de 'os demonios, y cuando el uso del vino era todavía reprobado por los maniqueos 2 4 y la renuncia a la comunión del cáliz le hacía a uno sospechoso de convicciones maniqueas25. La
imagen del altar celestial
313. La acción oblativa se expresa en una tercera ora ción, en el Supplices. Un don no se puede considerar como admitido definitivamente antes de que, además de descansar sobre él complacida la mirada de aquel a quien se le ofrece, lo haya aceptado como en propiedad. Con una comparación atrevida se aplica la entrega de los regalos entre hombres a nuestra ofrenda que presentamos a Dios. En el Apocalipsis se habla de un altar del cielo (8,3-5), en el que el ángel de posita el incienso y las oraciones de los santos: «Y diéronsele muchos perfumes para que los colocase, con las oraciones de todos los santos, en el altar de oro ante el trono» 26. Se trata de una imagen, como cuando hablamos del trono de Dios. Sir ve indudablemente en la tercera oración para dar al ofreci miento la forma de -una súplica en favor de la aceptación definitiva. 22 M ás d etalles e n B enedicto X IV , De s. sacrificio missae , II, 16, 16s 21s (ed\ S chneider , 21 l s 214s), que se in c lin a a acep tar esta •interpretación. 23 A isla d am en te , s in e m b a rg o , se e n c u e n tr a n d o s c ru ce s e n e ste p a sa je , p. ej., e n e l s a c ra m e n ta rlo d e l s. x d e T ré v e ris (L eroquais , I, 84). 24 D uchesne (1. c.) cree que e sta adición iba d irigid a con tra el m aniqueísm o, que e. o. con d en ó e l uso del vino. D e este modo, las palabras significarían lo m ism o que la s de tuis donis ac (Latís, es decir que serían un a afirm ación de la legitim id ad de la s ofrendas m ateriales. 25 S an L eón M agno, Serm. 4 de Quadr.: PL 54, 279s; G elasio I, Ep. 37, 2 (T hiel, 45ls). 26 E l altar de los cielos se m en cion a tam b ién e n l s 6,6. A sim ism o aparece e n H ermas, Pastor , m and. X , 3, 2; S an I reneo , Adv. Haer., IV, 31, 5 (al. IV, 19, 1; H arvey, II, 210). M ás referen cias e. o. en R ighetti, Manuale, III, 336. E sta com paración d el A pocalipsis no tien e n ad a que ver con la cu estión teológica de si hay un sacrificio en el cielo, pues en e l A pocalipsis se tr a ta ab iertam ente de una ex presión sim bólica, en la que, usando la im agen d el incien so que se pone sobre e l altar, se h ab la de la s oraciones de los fieles.
15-
S irve
«SUPRA QUAE» Y «SUPPLICES».
para e x p r e s a r e l
312-315
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ruego
DE ACEPTACIÓN
314. Y que se trata de pedir la aceptación, lo dice la re dacción antigua de San Ambrosio: Petimus et precamur, ut harte óblationem suscipias in sublimi altari tuo per manus angelorum tuorum, sicut suscipere dignatus e s ... 2 7 . En nues tro texto actual, la expresión es más gráfica; se pide a Dios que envíe un santo ángel2728, que traslade los dones 2 9 03 al altar celestial, erigido ante la majestad divina 50. Esta imagen del altar celeste aparece ya en épocas muy tempranas en diver sos pasajes de las liturgias orientales31. I n t e r p r e t a c io n e s
m ed iev a les
315. En la liturgia romana, que lo menciona únicamente en el Supplices del canon, algunos comentaristas medievales le han atribuido gran importancia en orden a la terminación del sacrificio, lo que sólo se explica por el estado rudimentario 27 S an A m brosio , De sacramentis, IV, 6 (cf. arriba I, 65). 38 E l ep íteto sancti (angelí) se en cu en tra e n la trad ición irlan desa de nuestro canon, pero fa lta en los dem ás textos an tigu os (B otte , 42). 23 E stos sólo se designan con un haec, lo cual es aú n m ás lla m a tivo que e l (Supra) quae de la oración precedente, que siem pre se puede considerar com o com prendiendo tod a la expresión panem sanctum, etc. P arece que se trata de una m a n ifesta ció n de respeto religioso, ta n frecuenté en la h istoria de las religion es y bajo la s m ás d iversas form as, y que influyó com o razón en la disciD lina d el arcano; cf. W. H avers, Nenere Literatur zum Spracfitabu; «Sitzungsber. d. A kadem ie d. W iss. in W ien, p h il.-h ist. K lasse», 223, 5 (V iena 1946) 189s. En p len a E dad M edia aparece, por cierto, a veces la varian te iube hoc, interpretándose e l hoc d e la Iglesia m ilita n te (S olch , Hugo, 94s). 30 Así en el texto actual. M anuscritos an tigu os tien en en este sitio in conspectum.. Por lo dem ás, 'faltan esta s palabras en S a n Am brosio y en el cód. R osiano, por lo que parece que se tr a ta d e un a am plificación posterior (véase B r in k t r in e , Die hl. Messe, 204s). 31 Const. Ap.. V III, 13, 3 (Q uasten , Mon.t 228): se in vita a la ora ción para que D ios reciba el don (rpocos^tai) sfc ~ov ircoopaviov obzv. frj3ia3T7¡p'.ov. La litu rgia griega de S an tiago repite varias veces esta expresión (B rig htm a n , 36 41 47 58s); así tam bién la li turgia de S an M arcos (ibíd., 115 118 122 123s) y la b izan tin a (ibíd., 309, 319 359). Con m en os frecu en cia se en cu en tra en la s liturgias no griegas. E stá en la s an áforas siríacas occid en tales de T im oteo y Severo (Anaphorae Syriacae [R om a 1939-44] 23 71), que eran a n tigu am en te griegas. E n varios casos, el Ó7rspoupaviov 0 ua'.c<3T7¡piov se refiere a la ofren d a de incienso. S in em bargo, no se puede con L ietz mann (Messe und Herrenmahl, 92s) sacar la con secu en cia d e que esta expresión d e l traslado de la ofren d a al altar celestial sólo se añ adió al can on después de la introducción del uso del incienso en la liturgia cristian a de O riente (según él, h acia 360). E sta expresión aparece en O riente h acia 380, pero adem ás se en cu en tra por la m is m a época ya en O ccidente, en el texto de S a n Ambrosio, ciertam ente no creado por e l m ism o S a n Am brosio, sino an terior a él.
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TR. II, P. 11, SEC- U .— «CANON ACTIONIS»
de la teología sacramental de aquella época. Remigio de Auxerre cree que, después de poner presente el cuerpo y la san gre de Cristo por las palabras de la consagración, todavía es necesario otro acto para que el cuerpo sacramental del Se ñor, presente en diversos sitios, quede unido con el cuerpo glorificado, y que esto es lo que se pide en el Suvvlices32. Por otros motivos, opina hacia 1165 el abad cisterciense Isaac de Stella que n u e s tr o sacrificio no queda completo sino con el Suvvlices. En un primer acto de oblación, simbolizado por el altar do los holocaustos del antiguo templo, ofrecemos con el corazón contrito el pan y el vino, como símbolo de la propia vida; en el segundo acto, expresado por el dorado altar de los inciensos, ofrecemos el cuerpo y la sangre del Señor; y en el tercero, prefigurado por el sanctasanctórum, ángeles llevan nuestro sacrificio ai cielo, uniéndolo con el de Cristo glorifi cado y dándole así su última perfección 33. Así como la nube de incienso—explica otro comentarista—que envolvía al sumo sacerdote cuando en el día de la expiación se presentaba ante el arca de la alianza le obscurecía la vista, así ios ojos cor porales del sacerdote, a esta altura, ya no pueden ver nada del misterio, y por eso tienen que rogar a los ángeles a que lleven el sacrificio ante la presencia de D ios34. E l «S u p p l ic e s », la «e p íc l e s is » DE LA MISA ROMANA
316. Pero también otros teólogos de este periodo, cuando se hablaba del traslado del sacrificio al altar celestial, lo en tendían de un hecho real, con el que se coronaba el sacrifi cio 35. De esta manera—sin duda se ve aquí el influjo de la liturgia galicana—se interpretaba el Siivvlices, al pedir el coronamiento del sacrificio, como una especie de evíclesis 3®. Efectivamente, en ella se pide que la virtud divina se una a nuestra ofrenda, aunque en un sentido inverso al de la epí3- R em igio de A u xerre , Exposítio: PL 101. 1262s; véase adem ás G eiselm ann , Die Abendmahlslehre, 108-111. U na concepción sem e ja n te la encuentra G eiselmann , 99ss . ya en la explicación de la m isa Qmtiens contra se (hacia 800). 33 I saac de S tella . Ep. de off. missae: PL 194, 1889-1896. 34 R oberto P aululo , De caeremonïis, II, 28; PL 177, 429 D ; F ranz, Die Messe, 440-442. 35 P aschasio R adberto ( t 856). De corp. et sang. Domini, V III, 1-6: PL 120, 1286-1292; O dón de C ambrai ( t 1113). Expositio in ca ñonera missae, c. 3 : PL 160, 1067 A. Cf. A. G atjdel, Messe, II I : DThC 10, 1034s 1041. 36 B. B otte , L’ange du sacrificie et Vépliclèse de la messe romai ne au moyen-âge: «R echerches de théologie ancien n e e t m édiévale», 1 (1929) 285-308. Por cierto, en el concilio de Florenza los orientales insistieron en que el Supplices era u n a verdadera epíclesis con la que la consagración se com pletaba tam bién e n la m isa rom an a ti?‘. oa brol . Anamnèse: DACL 1, 1892).
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«SUPRA QUAE» Y «SUPPLICES».
31 5 -3 1 7
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clesis, es decir, no implorando la bajada del Espíritu Santo sobre los dones, sino su elevación a los cielos 37. E l «á n g e l », ¿ e s
e l m ism o
C r is t o ?
317. Con esto está relacionado el que, cuando se habla en la oración de ángeles, lo empiecen a interpretar de alguien más que ángel creado: es Cristo mismo quien se encarga de colocar nuestra ofrenda-sobre el altar celestial como m a g n i consilii á n g e lu s 383 9. Varios comentaristas, sobre todo del si glo x i i , repiten este pensamiento30, que aun en nuestros días lo proponen algunos en combinación con la hipótesis de un sacrificio en los cielos, al que se une nuestro sacrificio de la tierra40. Otras veces, considerando esta oración como una especie de epíclesis de la consagración, por estar en el mismo sitio en que se encuentra la eviclesis en los formularios orien tales y galicanos, el ángel que sube las ofrendas al cielo se interpretó del Espíritu Santo41. 37 Cf. D u chesne , Origines , 192s. 38 Is 9,6 en el texto del intro'ito de la tercera m isa de N avidad. 39 Aparece por vez prim era en I vón de C hartres ( t 1116) (De conven, v e t et novi sacrif.: PL 162, 557 C), donde resu lta clara esta significación por el conjunto. Ivón in terp reta e l canon com o la reno vación de la s costum bres del día de la exp iación (cf. m ás arriba I, 149). E n tre ellas pertenece la del m acho cabrío que, cargado con los pecados del pueblo, sale al desierto ; así Cristo, cargado con los pecados nuestros, vuelve al cielo. La in terpretación de C risto la traen tam b ién H onorio August.. Alger de L ieja, Sicardo de C rem ona y otros (cf. B otte , L'ange du sacrifice et l'êpiclèse, 301-308). 40 M. de la T aille , Mysterium fidei (P aris 1931), 281. 446-449 ; I d., Esquisse du mystère de la foi (P aris 1924) 79-96. Sobre la discusión d e e sta cu estión véase JL 4 (1924) 233s. S egún D e la T aille, C risto está en el cielo e n estad o de víctim a ; el perferri significa la trans u b ^ n c ia c íú n . e n la que n u estro'sacrificio queda absorbido por el sacrificio celestial. Con estas dos suposiciones, por cierto m u y p o co probadas, resu lta n a tu ra l la in terp retación de Cristo. H. B ar bel (Der Engü des « Supplices »; «Pastor bonus», 53 [1942] 87-91), a consecuencia d e su teoría aoerca de la form a prim itiva d e e sta ora ción se m uestra inclinado a interpretar' la expresión angelí tui de Cristo. P u es sosr>pcba oue a la redacción en plural de S a n Ambrosio (per manus angelorum tuorum) precedió otra e n singular en la que se pensaba efectivam en te en C risto al hablar del ángel, concepción m uy propia de los prim eros cristianos, h a sta que la h erejía arriana obligó a poner la palabra en plural, para que no viesen aquí argu m en to favorable alguno, con lo cual com enzaron a enten d erlo de los ángeles en general. Cf. tam bién J. B arbel, Chñstos Angelos.
Die Anschauung von Christus als Engel und Bote in der gelehrten und volkstümlichen Literatur des christlichen Altertums (B on n 1941). A n o ser que se in terprete el perferri, con D e la T aille, de la con sagración, no h a y m otivo para este cam bio de in terp retación ; p ues el que p resentem os n u estra súplica de acep tación por C risto (es decir, que h em os de ofrecer nuestro sacrificio por m ediación su va), de todos m odos vien e expresado por el Per Christum Dominum
nostrum.
41 L. A. H o ppe , Die Epiklesis der griechischen und orientalischen Lituraien und der römische consekrationskanon (S ch a ffh a u sen 1864)
910
La
TE. H , P. II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
in t e r p r e t a c ió n m á s obvia
318. Como todas estas explicaciones se fundan en hipó tesis por lo menos muy problemáticas, no tenemos por que apartarnos del sentido natural, que además se apoya en el texto de canon que nos presenta San Ambrosio (angelorum) y en pasajes de las liturgias orientales 4* 2 : al igual de las ora ciones de los fieles que son depositadas por el ángel del Apo calipsis en ( ‘1 altar de los cielos, el ángel se encargará de presentar nuestra ofrenda ante el trono de D ios43. Al hablar así, hacemos intervenir a los ángeles en nuestro sacrifìcio, cosa que no puede extrañar, toda vez que ya én el Sanctus los fieles han visto a los ángeles cantando con ellos el himno de alabanza. Sabido es además cómo para San Crisòstomo, al hablar del «terrible misterio», el altar está rodeado de ánge les, y San Gregorio Magno a la hora del sacrificio ve abrirse el cielo y bajar los coros de ángeles44. Entra además de lleno en la economía de la redención cristiana el que los ángeles, que no contemplan indiferentes la obra redentora, partici pen también de alguna manera en el sacrificio que la repro duce. Definir más en concreto esta participación o indicar los nombres de los ángeles que intervienen, sería una pretensión irreverente 45. L a t r a n s ic ió n al ruego de UNA COMUNIÓN FRUCTÍFERA
319. En la segunda parte toma el Supplices nuevo rumbo: la acogida de nuestro sacrificio en el altar celestial ha de traer para la comunidad aquí reunida la gracia de una fruc 167-191; P. C agin , Uantiphonaire avibrosien ; «P aléographie m u sicale», 5 (1896) 83-92; cf. C agin , Te Deum ou illatio 221. La razón principal para Hoppe d e que el Supplices se ha de considerar como la epíclesis, se reduce esen cialm en te a que ocupa e l sitio en que en Oriente se en cu en tra la epíclesis. Hoppe n o sabía tod avía que la epíclesis del E spíritu S an to d a ta tam bién en O riente de una época relativam en te reciente ; cf. m ás arriba 253s. Cagin llam a la atención sobre epíclesis galican as de ángeles. En esto h ay que ten er en cuenta que no es probable que, sobre todo una concepción no habituada a la term inología teológica, e n tien d a bajo la palabra ángel preci sam en te al E spíritu S a n to ; cf. m ás arriba 7 0 *so y m ás ad elan te la n o ta 43. 42 En la an áfora de S an M arcos se pide el traslado d e los dones al a ltar celestial Btd ttJç otoya^Xw^ç oou Xeixoupólas (B rig htm a n , 129) 43 B. B otte , L'ange du'sacrifice: «Cours e t C onférences», VU (L ovaina 1929) 200-221, En la p. 219 da tam bién ejem p los de las li turgias la tin a s en las que s e consid era claram ente al án gel como ser creado, cuya intervención se pide e n el sacrificio. M ás ejem plos en L ietzm ann , Messe und Herrenmahl, 103 109. V éanse tam b ién las re feren cias en B atiffol , Leçons (1927). p. x x ix s . 44 S an G regorio M agno . Dial., IV, 58: PL 77, 425s. 44 V éanse las consideracionse sobre este tem a en G ih r , 607-612.
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«SUPRA QUAE)) Y «SUPPLICES».
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tuosa comunión, orientándose de este modo nuestra atención al acto Anal de la celebración eucarística. La crítica del canon de fines del siglo pasado quiso ver en esta transición una rup tura en la marcha del pensamiento, suposición que se pres taba a atrevidas hipótesis46. Sin embargo, una comparación con la Eucaristía de San Hipólito, en la que del ofrecimiento se pasa rápidamente a suplicar las gracias de la comunión, demuestra que también aquí se trata de una transición com pletamente natural*47. En ambos pasajes, en el de San Hipó lito y en nuestro canon, se puede considerar la súplica en cuestión como una epíclesis, pero no de la consagración, sino de la comunión. En ésta, atendiendo siempre a lo esencial, no importa el que no se nombre en nuestro Supplices al Es píritu Santo, que en San Hipólito va unido a la súplica de la comunión 48. La comunión es el segundo gran acto de la ce lebración de la Eucaristía, la segunda intervención de Dios en la actuación de la Iglesia El sacrificio cristiano es de tal naturaleza, que la comunidad que lo ofrece está invitada de antemano al banquete del sacrificio, y así, terminada la obla ción, nuestra mirada se fija espontáneamente en la comunión, explicándose que nuestra expectación se convierta en humil de súplica. 4C R. B uch Wald, Die Epiklese in der römischen Messe: «Weid enauer Studien», I, Separata (V iena 1907), 34s; cf. F ortescue , 152ss 352. S egú n B uchw ald, debió encontrarse en este sitio una epí clesis de la consagración que term inó con la súplica d e u n a com u n ión fructuosa. L lam a la aten ción sobre la exp resión ex hac altaris participatione, que resu lta dura si se refiere al altar de aquí abajo, in m ed iatam en te desp u és de hablar del altar de los cielos. V olvere m os sobre e sta expresión. A rgum entos sem eja n tes propuso y a F . P robst , Die abendländische Messe vom 5. bis zum 8. Jh. (M üns ter 1896) 177-180. A dem ás, para probar que aquí d ebió suprim irse u n a epíclesis fie h a h ech o constar que sólo e n este sitio los dones se llam an «cuerpo y sangre» de C risto; pero, com o observa con razón B atiffol (Leçons, 270), la consagración se su pone ya claram en te com o h ech a e n las p alabras panem sanctum de la prim era oración. 47 Cf. m ás arriba I, 30. C onform e d em u estra este tex to fu n d a m en tal com parado con Const. Ap. (V III, 12, 39 [Q uasten , Mon., 223s]) y la an áfora etióp ica de los ap óstoles (B rig htm a n , 233), la epí clesis de la consagración de la s litu rgias orien tales es un a in terp o lación posterior; cf. los cuadros sin óp ticos e n C a gin , L’eucharis tie, pp. 148-149. 48 Cf. arriba 253. J. B rinktrine h a in ten tad o probar e l carácter de epíclesis d el Supplices por la com paración sobre todo con las oraciones galican as d e Post-pridie y Post-secreta, que v isib lem en te ocupan el p uesto de u n a epíclesis y que p iden u n a s veces la aceptar ción de los dones (com o e l Supplices) y otras veces su santificación. El que esta acep tación y san tificación deba asegurar la com unión fructuosa de los dones pertenece, segú n B rinktrine. a l 'concepto de la epíclesis, conform e prueba por oraciones m ás an tigu as de bendición que se dicen sobre otros alim en tos (J. B r in k t r in e , Zur Entstehung der morgenländischen Epiklese: ZkTh 42 (1918) 301-326, 483-518, esp. 489s). Con todo, convendría distin gu ir entre epíclesis de consagra ción y de com unión, conform e se exp on e m á s arriba 252.
TH. II, P. II, SEC. II .— «CANON ACTIONIS»
n a
c
320. Como cosa natural se supone que todos los que quie ran, pueden recibir el cuerpo y la sangre del Señor. Recibi mos este doble don ex hac altaris participatione, por esta par ticipación en el altar. Si realmente los dones de nuestro ac tual sacrificio han sido depositados en el altar celestial, es decir, han sido aceptados por Dios, entonces esta participa ción en los dones, es decir, en la mesa celestial de Dios, so bre la que descansan nuestros dones, nos faculta para recibir el cuerpo y la sangre del Señor como verdaderos comensales del banquete divino 49, participando no sólo en la forma exi/eñor del misterio, sino también en su intima eficacia5051. Más sencilla es la idea en el texto de la tradición irlandesa y mjlanesa, donde se dice: ex hoc altari sanctificationis61, que significa el altar terrenal en el que han sido «santificados», es decir, consagrados, los dones. Sin embargo, esta mayor sen cillez del pensamiento no es una garantía absoluta de su prioridad, pues no es probable que acto seguido se aplique la palabra altar primero al altar celestial y luego al altar te rrenal; antes hay que decir que, en el lenguaje bíblico de nuestra oración, el altar terrenal quedó absorbido por el ce lestial, que es el único que interesa. Lo que pedimos es que la comunión aproveche a nuestra salvación, de modo que seamos colmados de todas las bendi ciones y gracias celestiales. Las bendiciones celestiales se re fieren, una vez más, al altar celestial. En el entusiasmo fre nado de esta expresión resuenan los ecos del comienzo de la carta a los efeslos (Ef 1,3). El
r it o e x t e r io r
321. Al contrario de las oraciones precedentes, que ape nas van acompañadas de ceremonias—actualmente no que dan más que las cruces trazadas en el hostiam puram, etc.—, en el Supplices vuelve a actuar también de modo plástico el sacerdote. Realmente, el Supplices te rogamus está como exi49 E l que el texto actu al del can on se refiera a l altar de los cielos, lo pone de relieve tam bién B atiffol (Leçons, 271). L as citas de 1 Cor 9,13 ; Heb 13,10, aducidas por é l p ara la explicación de participatio altaris, no *on m á s que paralelism os b astan te lejanos. Cf. tam bién L ebrun , I, 446s. 50 Cf.. p. ej., la poscom unión de la fiesta de la A scen sión : ut guae vísibilibus mysteriis sumenda percepimus, invisibili consequa-
mur effectu.
51 B otte, 42; K ennedy , 52. U n a fu sión de las dos varian tes la con tien e h a cia 700 el m isal de Bobbio (B otte. 42) : ex hoc altari narticipatíonis. E l sacram entario de R ocarosa (de h a c ia el 1200) tiene ex hoc partlcip&tionc). ferreres , p. cx n ).
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«SUPRA QUAE» Y «SUPPLICES».
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girado la inclinación del cuerpo, que, según la antigua cos tumbre, solía ir unida a la humilde actitud de oblación, y pnr eso antiguamente-se iniciaba ya con el Supra quae52. La costumbre viene, pues, de muy antiguo53. A la inclinación profunda se -añade el beso del altar, motivado, sin duda, por el Supplices, como expresión de una súplica respetuosa a la vez que íntima 54. El nombrar a continuación los dones santos sugiere otra vez un. gesto para señalarlo, que se concreta con la doble señal de la cruz, al corpus et sanguinem. Aisladamen te aparece ya en algunos textos carolingios, pero se fué impo niendo poco a poco y falta todavía en los manuscritos del •;a Cf. m ás ar.riba 174. M ás (ordo so encu en tra a veces a l Supra quae la rúbrica de que e l sacerdote eleve la m irada (m anuscrito beneven tan o de los siglos x i -x i i ) (E bner , 330). E n e l siglo xv, según B altasar de P forta, es costum bre de los sacerdotes seglares en A le m an ia exten d er al Supra quae las m an os sobre la form a (F ranz , 587). Así tam bién en una prescripción del m isal de T ou l (M artene , 1, 4, X X X I [I, 651 D ]) y en fu en tes prem on straten ses a .partir del siglo x iv (W aefelghem , 79, n ota 1 ). En la baja Edad M edia se inclin ab an en m u ch os sitio s cancellatís manibus ante pectus ; Ordinarium O. P. de 1 2 5 6 (G u e r r in i , 242), y Líber ordinarius de L ieja (V o lk , 95); F k ere , The use of Sarum I, 8 1 ; M askell , 1 4 8 s ; tam bién en e l m isa l d e S a m m del siglo x i u (L egg , The Samm Missal, 232). E l docu m en to m ás a n tiguo parece ser u n m isa l parisiense de la prim era m ita d del siglo x i n (L eroquais , II, 66; cf. ibíd. 163 232, etc.). T am bién en R om a e x istía esta costum bre (Ordo Rom . X IV , n. 71: P L 78, 1189 B). Sigu e generalm ente a la e x ten sió n de los brazos en for m a de cruz al Unde et memores; cf. m á s arriba 296. E n París se m an tu vo la costum bre de la cancellatio h a sta 1615 (L eb r u n , I, 442; cf. tam bién D e M oléon , 2 8 8 ) , y en el rito de los dom inicos, car tu jos y carm elitas h a sta la actualidad. La id ea que in spiraba tal cerem on ia fu é, sin duda, e l im itar al Crucificado. U n m isa l de Lyón d el 1531 exp lica e l manibus cancellatis con la s m ism as p ala bras que la ex ten sió n de los brazos después de la con sagración : quasi de seipso crucem faciens (M artene , 1, 4, X X X I I I [I, 660 B C ] ; cf. D urando , III, 44, 4). L lam a la aten ción la prescripción en e l p on tifical de C ristiano de M aguncia (1167-1183): Hic (al Supplices) in< clinet se ad dexteram (M artene , 1 , 4, X V II [I, 601 E ]). Así tam bién un Missale IJrsinense, d el siglo x m , en G erbert , Vetus liturgia Alemannica, I, 363: inclina te ad dextrum cornu altaris. La exp lica ción da este últim o docum ento al Te igitur (1, c., 341): Hic deoscula
angulum corporalis et patenam illi suppositum simul.
54 E n la an tigü ed ad parece que e x istió una cerem on ia doble para expresar la su m isió n : in clin ación y ósculo (cf. K . M ohlberg , en Theol. Revue, 26 [1927] 63). E ste ósculo d el altar aparece por vez pri m era (cuando aun no ex iste e l ósculo al Te igitur ; c f. m ás arriba 174) en e l Cod. Casanat. 614 (s. x i -x i i ) (E bner , 330) y e n un sacram en ta rlo de la ciudad de R om a del siglo x ii (1. c., 335; cf, tam b ién I no cencio III, De s. alt . mysterio, V, 4 : PL 217, 890 C), y asim ism o de los siglos x i -x ii (M artene, 1, 4, X V II X X V [I, 601 6331). D esd e el si glo x m (prescindiendo d el caso aislado del Ordo Cluniacensis de B ern a rd o ; cf. m ás arriba I, 393 S6) aparecen am bos ósculos du ran te el can on (véase E bner , 314s 349s. Cf. S ólch, Hugo, 89 95). T am bién es posible que e l hacer m en ción d el altar diese lugar a l ósculo d el mismo.
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TR. II, P. H , SEC. I I .— «CANON ACTIONIS»
siglo x i i i 6S. Tampoco se introdujo antes del final de la Edad Media la cruz que traza el sacerdote sobre sí mismo al omni benedictione caelesti555657, y que subraya con una acción exte rior la súplica de la bendición celestial. En el atribuir a las cruces sobre los dones el que con ellas queremos atraer sobre nosotros la bendición emanada de las ofrendas, no hay que ver sino una idea secundaria, aunque no por eso reprobable5/. C o nclusión
in t e r in a e n vez
DE DEFINITIVA
322. Una vez que ha terminado el ofrecimiento y ha que dado expresada la súplica de la comunión, según el plan pri mitivo sigue inmediatamente la conclusión de la oración eucarística, consistente en una solemne doxología y el Amen del pueblo58. En nuestra misa romana, sin embargo, aparece en este pasaje sólo una conclusión interina: el per Christum Dominum nostrum, que se repite todavía dos veces al final de los incisos siguientes. Nuestra oración y nuestro sacrificio se elevan a Dios por las manos de nuestro Sumo Sacerdote, cuyo representante visible acaba de pronunciar en el altar las pa labras de la consagración.
16. F alta
El «M e m e n t o » d e los d ifu n to s
e n los documentos antiguos
323. El primero de los tres incisos que se meten entre el Supplices y la doxología final es el Memento de los difuntos. No cabe duda de que se trata de una añadidura relativamen te reciente, no sólo por no encontrar equivalente en las Eu caristías de los primeros tiempos *, sino porque falta también 55 B r in k t r in e , Die hi. Messe, 299. La razón de e sta len titu d en su propagación sin duda h ay que buscarla en la au sencia de un pro nom bre dem ostrativo. 56 La rúbrica está ya en u n m anuscrito del siglo x n (cf. E bner , 330 335), pero fa lta con frecu en cia todavía en tiem pos m uy posterio res. Por la explicación de la m isa d e B altasar de P forta, sabem os que, por lo m en os en A lem ania, aún por e l año 1494 (cuando apare ció e l libro) la costum bre fu é general (F ranz , Die Messe, 587). 57 V éase, p. ej., e sta exp licación e n B r in k t r in e , 205s . ss c f . m ás arriba I, 30. 1 Los prim eros ejem p los de u n a conm em oración de d ifu n to s en ■la m isa so n del siglo iv ; Eucologio de Serapióm (véase m á s adelan te 328) y la s Const. Ap., V III, 13, 6. Lo m enciona tam bién S an C i r ilo de A lejandría (C a í. myst., V, 9) y S an C risòstom o (In Phil., hom . 3, 4: P G 62, 204), q uien cree que la conm em oración de los
16.
EL «MEMENTO» DE LOS DIFUNTOS.
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en una buena parte de los manuscritos antiguos; por ejemplo, en el sacramentarlo que el papa Adriano I envió a Carlomagn o 2 y hasta en algunos documentos del siglo x i 3. Además, en los manuscritos en que aparece, se encuentra localizado en otras partes de la m isa4. Esta aparición tan irregular de la conmemoración de los difuntos difícilmente se explica con decir que se debe a la circunstancia de que estaba escrita aparte en una tablilla, el díptico56, pues en este caso ten drían que darse fenómenos paralelos a la tradición del Me mento de los vivos. La explicación está más bien en que el Memento de los difuntos, como lo dan a entender diversas noticias, por mucho tiempo no se le admitió en las misas de los domingos y días festivos, como tampoco en el culto público. Conmemoración de los difuntos en general existía desde fines del siglo v en la letanía de los kiries •. Se
d ecía
sólo e n
las m is a s
priva d as
DE DIFUNTOS
324. Un recuerdo especial dentro del canon se considera ba como propio de las misas privadas por los difuntos que se solían celebrar ante pocas personas conocidas7. Tenía carác difuntos fué ya una costumbre de los apóstoles. Acerca de San Agustín, véase R oetzer , 125 s ; cf. m ás adelante 327 con la nota 19. B otte , 45. El sacrificio por los difuntos, sin una fórmula especia] dentro de la oración eucarística, está atestiguado ya en tiempos muy anteriores; cf. arriba I, 278. 3 B otte , Le canon, 44. E n la edición, procurada por Alcuino, ya se encuentra el Memento etiam (L ietzm ann , n, 1, 28, aparato critico). 3 E bn er , 7 247 421; L eroquais , Les sacram entales (véase la lis ta III, 3 8 9 ) ; M énard , e n P L 78, 280, n. 70. Tam bién los dos docu mentos editados por A. D o ld : el sacramentarlo palimpsesto de M a guncia ( Texte u. Arb., I, 5, p. 40) y en los fragmentos de misales de Zürich y Peterling (1. c., I, 25, p. 16); asimismo en la liturgia de S an Pedro, que se funda en un modelo latino de los siglos ix -x OCo drin g to n , 109 125 etc.). 4 P. ej. después del Memento de los vivos (ejemplos de los s. vm y x en E bner , 421s), o después del Nobis quoque (un caso del s. x ) (1. c., 43 423). 5 Así L. D elisle , Mémoire sur d'anciens sacrameniaires (Pa rís 1886) 174; D u c h esn e , Origines, .193, nota 1 ; H. L ietzm ann , Auf dem Wege zum Urgregorianum (JL 9, 1929) 136. 6 Cf. más arriba I, 429, n. xiv. 7 En el Capitulare eccl. ord. ( S il v a - T a r o u c a , 205) se describe como costumbre romana la siguiente; In diebus autem septimanae,
de secunda feria quod est usque in die sabbato celebrantur missa vel nomina eorum commemorant. Die autem dominica non celebrantur agendas mortuorum nec nomina eorum ad missas redtantur, sed tantum vivorum nomina regum vel principum seu et sacerdotum.,.
Si, con todo, fuera necesario celebrar el domingo una misa de difun tos, el sacerdote cum parentibus ipsius defuncti debe estar en ayu nas usque horam nonam y luego hacer la oblatio y el entierro. Cf. B i s h o p , Litúrgica histórica, 9 6 ss, e s p . 9 9 ; M . A n d r ie u , L’insertion du Memento des morts au canon romain de la messe: «Revue dea Sciences relig.», 1 (1921?) 151-154.
TR. II, P. II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
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ter parecido al del Hanc igitur pregregoriano, que, como sabemos, en muchos casos presentaba en las misas privadas de difuntos redacción especial8. En algunos documentos que traen el Memento de los difuntos dentro del canon, se hace expresamente la observación de que sólo se puede rezar en los días de entre semana 9, pero no los domingos y días festi vos 10. Esta regla antigua la recordaban todavía durante el siglo xiv. El comentario de la misa de Melk, del año 1366, habla, por ejemplo, de la práctica de algunos sacerdotes de omitir los domingos el Memento de los difuntos. Tal costum bre encuentra la aprobación del autor, que lamenta mucho no poder citar autores a favor de ella 11. Con
todo , s e rem o nta al s ig l o v ii
325. Por otra parte, el Memento de los difuntos pertenece a los textos más antiguos de nuestro misal; se encuentra ya en la tradición irlandesa del canon; por ejemplo, en el misal de Bobbio, compuesto hacia el año 700. No nos cause extrañeza, pues confirma la explicación apuntada anteriormente, puesto que el misal de Bobbio es uno de los primeros que nacie 8 En el m isal de Worms, del siglo x , cuyo canon no contiene el
Memento de los difuntos, se da para las misas de difuntos un Hanc igitur especial (L eroquais , I, 62s). 9 Ordo Rom. IV: PL 78, 983 = Ordo aQualiter quaeaam orationesyy (véase A n drieu , Les Ordines Romani, I, 6) hace al Memento de los difuntos la siguiente observación: Hae oratioues duae aicuuiur, vira super dipticics, altera post hctionem nominum et hoc quotL dianis vel in agendis tantummoüo diebus. El que la primera parte se deba decir super dipticia y la segunda post lectionem, dice también el Gregoriano en el sitio donde el Memento etiam aparece, a saber,
en la misa por un obispo difunto (L ietzm ann , n. 224, 4 5). Los mis mos encabezamientos aparecen en parte todavía en el manuscrito de un sacramentario de los siglos x -x i (E^ n er , 105 213 214 289 >. El sa cramentarlo gregoriano de Padua contiene ciertamente el Memento de los difuntos en el canon, pero le hace preceder la rúbrica Si fuerint nomina defunctorum, recitentur cLicente diácono; Memento (M ohlberg -B aumstark , n. 885). 10 Un sacramentario de Florencia del siglo x i tiene antes del Memento la siguiente rúbrica: Haec non dicit in dominicis diebus nec in aliis festivitatibus maioribus (E bner , 34, que erróneamente refiere la rúbrica a la oración precedente [4181). También los Cáno nes Theodori, anglosajones (s. vii-vm) (F insterw alder , 273; cf. 265), hacen constar: Secundum Romanos die dominica non recitantur
nomina mortuorum ad missam. 11 F ranz , Die Messe, 510. Comr '•azón dan aquellos sacerdotes la
paz dominical, que de todos m'x.os *e concede este día a las ánimas del purgatorio. Acerca de esta creencia popular de la Edad Media, cf. F ranz , 147 452. L a misma razón *e da en S icardo de C remona (Mitrale, III, 6: PL 213. 132) para que el sacerdote los domin gos no debe citar nombres, sino só’o los días de entre semana. A ella obedece una nota del siglo x m en un sacramentario del centro de Italia (E bner , 204): Hic recitentur nomina dejunccurum non dominico die.
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el
« m e m e n t o » de
LO S
DIFUNTOS.
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ron para servir en la misa privada de los conventos. El canon romano aparece además en un formulario de misa titulado missa romensis cottidiana, es decir, en una misa que no se decía los domingos12. Parece, pues, que también en Roma el Memento formó muy pronto parte de la missa quotidiana, que ya entonces se decía casi siempre de difuntosl3*. E l «M e m e n t o » de los d if u n t o s , desmembrado DEL RESTO DE LAS ORACIONES INTERCESORAS
326. Pero llama la atención el que la conmemoración de los difuntos se haya metido en este sitio, y no antes de la con sagración, al lado del Memento de los vivos o la conmemo ración de los santos 1 4 o en forma de un Hanc igitur; tanto más cuanto que no podemos considerar el Nobis quoque peecatoribus como parte de las oraciones impetratorias, sino como una oración independiente, quedando el Memento de los difuntos completamente aislado, como un trozo desmem brado del bloque de las oraciones intercesor as antes de la consagración. L a RAZÓN DE ESTA COLOCACIÓN ENTRE CONSAGRACIÓN Y COMUNIÓN
327. Es interesante observar cómo en Oriente, excepto Egipto, no sólo se une la conmemoración de los difuntos des pués de la consagración con las demás oraciones intercesoras, sino que se razona esta decisión. En las catcquesis mista gógicas de Jerusalén, por ejemplo, se dice: «... luego nos acor damos también de los que durmieron en el Señor, empezando por los patriarcas y profetas..., y de todos los que murieron de entre nosotros, porque creemos que es de gran provecho para sus almas el orar por ellas mientras tenemos presente el san to y tremendo sacrificio» 15. En San Juan Crisòstomo aparece el mismo pensamiento16: «... cuando... está en el altar el sa crificio tremendo, ¿cómo no ablandar con nuestras súplicas el corazón de Dios a favor de ellos?» (ios difuntos). A esta con memoración de los difuntos le precede, lo mismo en la litur 13 Oí. en este sentido también B atiffol , Leçons, 225. En el Missale Gallicanmrn vetus, compuesto igualmente hacia 700. el Memento etiam se encuentra ya transformado en una fórmula galicana PosUaprnina (M uratori, II, 702a 13 CL más arriba L, 278. También la redacción prueba que pro viene de la Roma antigua; cf. la investigación de E. B ish o p en el apéndice de A. K u ypers , The book of Cerne (Cambridge 1902) 266-275. i* Cf. las consideraciones sobre este tem a en K ennedy , 28s 35s
139s. 15 S an Cirilo rae J erusalén, Cat. rnyst., V, 9 OQuasten, Mon., 102). i# san GsiaóSTOMQ, In Phil., hom. 3, 4; PO 62, 204.
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gia jerosolimitana de Santiago que en la bizantina, la súplica por una comunión provechosa de la comunidad ( ix s x s y s iv , Jia|ipávsiv) 17. Esto nos induce a suponer que la idea de que la comunión es el sacramento de la comunidad influyó, más o menos conscientemente, en la decisión de conmemorar en este sitio a los difuntos, dado que ellos ya no pueden partici par, como los vivos, activamente en la comunidad de los san tos recibiendo la sagrada Eucaristía 18. Por eso los vivos es tablecen la comunicación, acordándose de ellos en una ora ción especial antes de la comunión. Es el mismo pensamiento que insinúa San Agustín cuando dice que en el altar se debe conmemorar a los difuntos in commumcatione corporis Christi, porque ellos no están separados de la Iglesia19. P a r a l elism o e n la a n tig u a LITURGIA EGIPCIA
328. Confirmación notable de esta suposición la encontra mos en el hecho de que incluso en Egipto, donde las súplicas de intercesión en las liturgias principales aparecen ordina riamente antes de la consagración, el formulario más anti guo, como es el de Serapión, coloca la conmemoración de los difuntos después de la consagración 20, y por cierto unida in mediatamente a la súplica, algo más ampliada por una co munión provechosa21: «... y concede que todos los' que participamos (xotvwyouvTs;] recibamos una medicina de la vida para el restablecimiento de toda enfermedad y la consolidación de todo progreso y toda 17 B rig htm a n , 54, lín. 14 ; 330, lín. 13. En la misa bizantina, lo mismo en la liturgia de San Ju a n Crisóstomo que en la de San Basilio, sigue la conmemoración de los (santos y de todos los) di funtos (332, lín. 3) inmediatamente a la súplica de comunión. 18 Entre los sirios parece que se fomentó la idea de que los di funtos ansiaban recibir el Sacram ento; c f. la expresión atrevida de esta idea en Jacobo de Batne (+ 521), en su poema sobre la misa de los difuntos (B K V 6, p. 312 ): los difuntos son llamados por el sacerdote, «y en la resurrección, que despide el cuerpo del Hijo de Dios, los difuntos respiran día por día la vida, siendo de este modo purificados». *9 S an A g u s t ín , De civ . Dei, X X , 9 : C S E L 40, 2, p. 451, lín. 15). De un modo semejante en Serrn. 172, 2, 2 : P L 38, 936: E s una an tigua costumbre en la Iglesia universal ut pro eis qui in corporis et
sanquinis Christi ccmimuvione defuncti sunt, cum ad ipsum sacrificium loco suo commemorantur, oretur ac pro illis quoque id ojjerri commemoretur. Of. R oetzer , 1 2 5 s . E sta cita de San Agustín hace
suponer que en el norte de Africa la conmemoración de los difuntos ocupó el mismo sitio que en la misa rom an a: al fin de la oblación cuando se habla ya de la communicatio (participatio ). 20 L a misma excepción se encuentra, por lo demás, también en el Testamentum Domini, ed. B aumstark («Oriens christ.», 1 [19011 1-45) 21. 21 Eucologio d e Serapión, 13 15 (Q u a s t e n , Mon.t 6 3).
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EL (¿MEMENTO» DE LOS DIFUNTOS.
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virtud, y no nos sea causa de condenación, ¡oh Dios de la verdad!, ni de acusación y oprobio. Pues te hemos invocado a ti, el Increado, por medio del Unigénito en el Espíritu Santo, para que este pueblo alcance misericordia y aprovechamien to ; sean enviados los ángeles que asistan al pueblo para ani quilar el mal espíritu y fortalecer la Iglesia. Te suplicamos (Iíctpax«A.oü[isv os x«t) también por todos los difuntos que men cionamos. (Después de la lectura de sus nombres se sigue:) Santifica a todos ellos, pues tú los conoces a todos. Santifica a todos los que durmieron en el Señr y cuéntales entre tus huestes santas y dales un puesto y una morada en tu reino.» 329. Por diversa que sea la redacción literaria, se nota un estrecho parentesco de estructura y pensamiento entre esta conmemoración de los difuntos y la romana; en ambos casos aparece una trabazón íntima con la súplica de la comu nión, la división del Memento de los difuntos en dos partes y en medio la lectura de nombres, después de la cual se pide, además, pro ómnibus in Christo quiescentibus, y se termina con una alusión a la vida del más allá, que se concibe como el lugar donde ellos moran. El que no se trate de una coinci dencia casual, sino de una tradición común, resulta clara mente, si se tienen en cuenta las relaciones entre las litur gias romana y egipcia, de que hablamos más arriba22. Pero mientras que en Egipto desapareció pronto 2 3 de este sitio el Memento de difuntos, continuó usándose en Roma en los si glos siguientes por lo menos fuera del -culto dominical, para luego extenderse a todas las misas. E l « e t ia m »
330. Si reparamos en el texto del Memento de difuntos, llama la atención el enlace que pone con lo anterior mediante la palabra etiam. Algunos creen ver en este etiam un indicio de que durante algún tiempo le debió preceder inmediata mente el Memento de los vivos24. El paralelismo con la litur gia egipcia, sin embargo, que acabamos de estudiar, demues tra que esta hipótesis no tiene consistencia. Más bien hay que explicarlo así: una vez que nosotros hemos sido colmados «de toda bendición y gracia celestial» por la virtud de este sacramento, nos acordamos también de aquellos que ya no pueden participar activamente de él. Y esta idea continúa del modo siguiente: «Aunque ellos ya no puedan comer el pan sagrado, sin embargo, nos han precedido al otro mundo sellados por la fe: praecesserunt cum signo fidei. 2 2 Cf. arriba I, 69. 2 3 Ya no se encuentra entre consagración y comunión en la
redacción de la anáfora de San Marcos (tal vez del siglo iv), que se contiene en los fragmentos de papiros, sino antes del Sanctus ( Q u a s t e n , Mon., .46). 24 fo rtescu e , The mass, 354s.
»20
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«SlGNUM FIDEI»
331. El signum fidei, tt¡<; iua~eü)s, no se refiere a una señal de la fe en un sentido impreciso y abstracto, sino al sello con que en el bautismo ha quedado sellada la confe sión de la f e 25; en una palabra, el mismo bautismo26. El bautismo es el remate, el sello sacramental de la fe; es al mismo tiempo el distintivo con que Cristo ha señalado los suyos, y, por tanto, a la vez que defensa contra los peligros de las tinieblas, es noble insignia de los confesores de Cris o 27. El signum fidei asegura la entrada en la vida etem a: supuesto que se conserva intacto hasta el fin 28. Ciertamente, aquellos por los que oramos no han renegado de su bautismo, el sello de Cristo brilla en sus alm as29. Por eso, las tumbas de los cristianos en las catacumbas, lo mismo que los antiguos sarcófagos cristianos, llevan como adornos representaciones 25 Cf. el r ito d e la s p re g u n ta s a n te s d e l b a u tism o (D e k k e r s . Ter -
tullianus, 189ss).
26 F. J . D olger , Sphragis. Eine altchristliche Taufbezeichnung
(Paderborn 19 11) esp. 99-104; K . P rü m m . Der christliche Glaube und die altheidnische Welt, I I (Leipzig 1935) 401-405. Para hablar con precisión, el bautismo es el sello (cf. H ermas , Pasto?', sim. IX , 16, 4 : «El sello es el agua»), y el estar bautizado es la marca que ha dejado el sello, el yapTA-z-rp. En la fórmula de despedida al final de la litur gia de Santiago de los jacobitas sirios, los fieles son llamados stam ped with the sign of holy baptism (B rightm an , 106, lín. 15). Signum fidei se podría traducir por «carácter bautismal», si en este término se comprendiese también la gracia bautismal.'Desde el siglo m se aplicaron en Occidente los términos (con) signare, «spa-pCeiv, prefe rentemente a la confirmación (D olger , 179-183). En la expresión signum fidei , en cambio, se h a conservado claramente la significa ción más antigua. 27 L a palabra avparfa resp. signum (con su diminutivo más co rriente sigillum), signaculum, debe su significación al papel que ha cía la signatio en la cultura profana. Con el signum se marcaban no sólo las reses y los esclavos, sino también los soldados, que reci bían sobre la mano o en la parte inferior del brazo o en su frente la señal de su emperador (D olger , 18-37) ; esto se aplicó a Cristo, ya que era corriente concebir la vida como militia Christi. Además se comparaba el bautismo con la m arca impresa por el sello en cera o en almagre, que, fijado en el objeto en cuestión, se había de con servar intacto (1. c., 7-14, 109-111). Pronto se aplicaron al sello los atributos del anillo con que se sellaba ; así cuando el obispo Abercio en su epitafio llama la comunidad de Roma «el pueblo con el sello resplandeciente» (1. c., 80-88). 28 Por eso, S an I reneo (Epideixis, c. 3 : B K V 4, 585) lla m a a l b a u tism o «sello d e la v id a e te rn a » (cf. D olger , 141-148). 29 También en la misa siriaca oriental los fieles difuntos se cali fican como los que that Jiave been signed with thè living sign of holy baptism (B rightm an , 287, lin. 13). En cambio, S an J uan C risòstom o (In Phil, hom. 3 , 4 : PL 62, 203) observa que se han de llorar los que murieron x^pk ocppeqTBo;.
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EL «MEMENTO» DE LOS DIFUNTOS.
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alegóricas del bautismo30. Estos símbolos en las tumbas cris tianas eran en los tiempos del bautismo de adultos una ex presión tan natural de la esperanza cristiana como lo es en nuestro tiempo la advertencia que se hace en las esquelas de que el difunto recibió los últimos sacramentos. Queda, pues, .justificado y se acomoda perfectamente a la situación actual el que hoy día por el signum fidei, el sello sacramental de ia fe, con que nuestros hermanos descansan en el Señor, enten damos los sacramentos en general, en cuya frecuentación se manifiesta activa la virtud del bautismo. «Omnibus in Christo quiescentibus »
332. La oración por los difuntos se hace sólo por los que murieron como cristianos. De ahí la práctica antiquísima de la Iglesia de ofrecer el sacrificio únicamente por aquellos que murieron como sus miembros, y, por tanto, tienen derecho a participar en los bienes de la gracia; es decir, sólo a ellos se les puede nombrar expresamente; pero cuando luego se dice et ómnibus in Christo quiescentibus, se incluyen todos cuan tos purgan en el otro mundo, porque entre ellos ninguno pue de ser que no obtenga su salvación sino en Cristo. «QUI NOS PRAECESSERUNT...» 333. Lo mismo que en la palabra signum fidei, resuenan también en las otras expresiones de las breves frases dedica das a la conmemoración de los difuntos los ecos de la fe de los primeros siglos. Praecessit in pace, praecessit nos in pace son giros que aparecen frecuentemente en los epitafios de los sepulcros3132. A ejemplo del Señor (Mt 9,24; Jn 11,11), la Igle sia llama sueño a la muerte de los justos porque de ella han de resucitar tras breve pausa 3- ; y es, en efecto, un sueño de paz no sólo porque las luchas de la vida terrestre ya han pa sado, sino, sobre todo, porque únicamente ahora está en de30 A e sta categoría p ertenecen e. o. las represen tacion es de Noé, M oisés ju n to a la fu en te, Jonás, S usana, el b autism o de Jesucristo, la curación del ciego y del p aralítico (rem isión de los pecados). La controversia sobre el sen tid o del arte cristian o prim itivo n os h a h e cho ver en é l cad a vez m ás su carácter sim b ólico; cf., p. e.j., J. P. K ir s c h , Der Ideengehalt der ältesten sepuücraten Darstellun gen in den römischen Katakomben ; «Rom. Q uartalschrift», 35 (1928 > 1-20. Con. todo, e l bau tism o m erece aú n m ás in terés d el que se le de dica generalm ente. «i E. D iehl, Lateinische altchristliche Inschriften. 2.a e d . : «K lei n e T exte», 26-28 (B onn 1913) n. 14 71; cf. 20. 32 E ste m odo de expresarse se h a conservado en la palabra coemeterium (xoinYjTTjptov). cem enterio. No se tra ta aquí de in vestigar h a sta qué p u n to la com paración d el sueño pudo influir sobre la id ea que en la an tigüedad cristian a se ten ía d el estad o en que se
encuentran los difuntos,
m
TR. II, P. II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
Unitiva asegurada la paz que Cristo les quiso dar: et dormiunt in somno pacis33. Son innumerables los epitafios que traen la palabra paz: requiescat in pace 34*, in somno pacis™, praecessit in somno pacis36. Una inscripción en el cemente rio de Santa Práxedes, de Roma, del año 397 comienza así: Dulcís et innocens hic dormit Severianus XP in somnio pacis. Qui vixit annos p.m.L, cuius spiritus in luce Domini susceptus e s t37. «LOCUM REFRIGERII LUCIS ET PACIS»
334, Los fieles difuntos son los in Christo quiescentes, que quiere decir lo mismo que cuando habla la Sagrada Escri tura de los mortui qui in Christo sunt (1 Tes 4,17) o de aque llos qui in Domino moriuntur (Ap 14,13). Ya han quedado in corporados definitivamente a Cristo aquellos por los que pe dimos, pero les queda tal vez por alcanzar la eterna bien aventuranza. Todavía llevan polvo sus pies de la peregrina ción por la tierra, no han conseguido aún entrar in locum refrigera lucís et pacis. La palabra refrigerium servía en los países calurosos del Sur en tiempos muy remotos para seña lar el estado de los bienaventurados38. La expresión lux, que de por si es para todos los hombres símbolo de máxima ale gría, está además sugerida especialmente por las imágenes del Apocalipsis (21,23s; 22,5) 39. L a mención de los nombres de difuntos
335. Al igual que en .el Memento de los vivos, en el de los difuntos fué, sin duda, costumbre antigua leer una lista de nombres, como lo indica el texto que del canon romano nos ha dejado la tradición irlandesa: Memento etiam Domine et eorum nomina qui nos praecesserunt...40. El sitio para tal 38 L a opinión que exp on e G ih r , 616, de que la palab ra pax se debe en ten d er com o paz con la ig lesia , en contraposición a la h ere jía, n o en cu en tra apoyo en el tex to y queda exclu id a por e l sen tido prim itivo de la expresión. 34 D iehl, nn. 2 37 41 43, etc. *5 ib id ., nn. 34 42 81 116 173. 36 Ibid., n. 96 (de E spoleto, h a cia 400). *7 ibid.. n. 166. 38 A. P arrot , Le « refrigerium » dans Vau-dela (P arís 1937). O ri ginariam ente, la expresión refrigerium significa una ofren d a de agua, por la que se creía poder proporcionar refrigerio a los d ifu n tos (170). D e ahí se deriva e l uso de la palabra en e l sen tid o de cena, banquete fúnebre. Cf. arriba I, 278. 39 En m an u scritos de la Edad M edia, especialm ente en aquellos que interponen Otras fórm ulas (cf. m ás adelante), e l texto del Me mento de los difuntos varía m ucho. U na redacción m ed ieval del Insis Domine véase, p, ej., en el sacram entario rosiano (B r in k t r in e , Die hl. Messe, 208). do b o tte , 44. La palabra nomina, que falta en el sacramentarlo rosiano, debió ser al principio una rúbrica equivalente al N. et N
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EL «MEMENTO» DE LOS DIFUNTOS.
3 33-336
92S
lectura de nombres pudo ser detrás de nomina o bien detrás de in somno pacis. Después de la variante famulorum Jamu lar umque tuarum que tenemos en el actual canon, y que fue ra de Irlanda es la tradición general*41, primitivamente no se liacía ningún recuento de nombres. Sólo en los sacramenta rlos que dependen de Alcuino se encuentra en vez del ac tual N. et N. el equivalente ill. et ill. Fué también Alcuinc quien introdujo con carácter definitivo el Memento de los difuntos en el sacramentarlo de Adriano 42. Como por aque lla época se rezaba ya el canon a media voz o en voz baja, la enumeración de nombres, si efectivamente se h acía43, no llamaba la atención, como tampoco el Memento que se em pezó a decir también los domingos y dias festivos. L a lectura en voz alta de los nombres
336. A pesar de todo, existen testimonios de que, fuera de las misas de los domingos y días festivos, se tenía también la costumbre de leer en voz alta los nombres de los difuntos sirviéndose de los dípticos, y esto aun en la liturgia romana anterior a la época carolingia. La lectura la hacía el diáco no 44, y en tal caso no debía ser en el actual N. et N., sino un E sto resu lta de la com paración con el m isal de Stow e (ed. W arner [H B S 32] 14), que pone igu alm en te nomina en este sitio, m ientras la form a del singular generalm ente se expresa con una N.; cf. arri ba 207 19. En la edición im presa del Missale Francorum (en M ura t o r i , II, 694), la palabra nomina está entre p aréntesis. La m ism a redacción del texto la traen tam bién testigos p o ste r io r e s: Or do Rom. IV: PL 78, 983 C; B ernoldo de C onstanza . Micrologus, c. 23: PL 151, 994. A lgunos ejem plos en G erbert , Vetus Liturgia Alemannica, I, 367s. 41 K ennedy , 52. 42 B otte, 44, ha puesto en su texto crítico este ill. et ill . a p e sar de que de sus 19 docum entos, si se descu en tan la s lagu n as y variantes (tam bién el Cod. Pad. tien e la form a irlandesa), no le queda m ás apovo que el Cod. O ttó b o n esto es, el representante de la edición de Alcuino. L ebrun (I, 453, n ota b) nom bra tod avía m i sales fran ceses de 1702 y 1709, que no con tien en e n su te x to el
N. et N.
43 Como uso actu al an ota G ih r (615, n ota 2) que e l sacerdote no a las letras N. et N., sin o d espués de somno pacis, debe «re cordar nom in alm en te a algunos difuntos». Cf. F ortescue , 355. 44 S acram entario de P ad u a (M ohlberg -B aumstark , n. 885): Si fuerint nomina defunctorum, recitentur álcente diácono. B aum stark (Das «Problem»... «Eph. Liturg.» [19391 237, n o ta 51, así tam bién Liturgie comparée, 53, n o ta 4) in terp reta e sta rúbrica, que tal vez d ata del siglo vil, y se en cu en tra d elan te del Memento etiam, en el sentido de que en ella se atribuye su recitación al diá cono. Sin embargo, el tex to no pide necesariam en te tal in terpre tación. que. por lo dem ás, está en pugna con la concepción de las fu n cion es del diácono com o las conocem os en la litu rgia rom ana. En un sacram entario de los siglos ix -x de T ours (M artene . 1, 4, 8, 23 [I, 415 B l) se en cu en tra la m ism a rúbrica en la sigu ien te redacción: Si fuerint nomina defunctorum, recitentur ; dicat sacerdos: Memento. Cf. L eroquais , I, 49. Asim ism o (dicit en vez de di-
924
TR. II, P. II, SEC. IL — «CANON ACTIONIS»
poco más adelante, entre las dos frases de la oración donde en la actualidad se permite orar en silencio 454678. N o m bres o fórm ulas breves INTERCALADOS EN EL TEXTO
337. Hasta muy avanzada la Edad Media aparece con al guna frecuencia la rúbrica hic recitentur nomina defunctorum * Menos común es el encabezamiento Super dipticia antes del Memento etiam *7. Si prevalece, incluso en el culto público, la lectura de nombres, se trataba, sin duda, lo m is mo que en la lectura de los dípticos del Oriente, de nombres de personajes distinguidos o de bienhechores notables 4\ Pronto cederá el diácono su puesto al celebrante, pues en contramos fórmulas más o menos amplias que debían decir se por el mismo sacerdote al leer los nombres 49 o que reem cat) e n un sacram entarlo del siglo x de Lorsch (E bner, 248). Un caso que sólo exteriorm en te se parece al que acabam os de tratar lo ten em os e n e l testam en to de un obispo de A m iéns del año 1574, que m an d a a l diácono que d espués de su m uerte recuerde al ce lebrante: Memento Domine animarum servorum tuorum lotiannis et Antonii de Crequy. E n otro sitio se pide lo m ism o a un n iñ o de coro (M artene, 1, 4, 8, 24 [I, 4161). Cf. D e M oléon, 195 374. ** E l m isa l d e Bobbio tien e y a en este sitio la observación commemoratio defunctorum (B otte, 44). Como costum bre de e n to n ces de la Iglesia rom ana (contra la del im perio de los francos) se m en cion a la lectura de los nom bres ex diptiehis en este sitio por F loro D iácono ( t h acia 860) (De aetione miss., c. 70: PL 119, 62 C). Lo m ism o repite R emigio de auxerre, Expositio ; PL 101, 1264 A. 46 E jem plos desde el siglo i x e n Leroquais, i , 44 84. E jem plos de los siglos x -x v de Ita lia en E bner. 17 27 109 137 149 163 204 280 292 330 335. L a m ism a rúbrica en el Ordo Rom. IV: PL 78, 983 C ; cf. la n o ta 9 : Et recitentur nomina. Deinae, postquam recitata fuerlnt, dicat ; Ipsis. Así tam bién B ernoldo de Constanza, Micrologus, c. 23: PL 151, 994. A veces se ped ia tam bién en fu n d a cion es m ed ievales que se escribiese el nom bre en el tex to del Me mento de los d ifu n tos del sacram entarlo (M artene, 1, 4, 8, 24 [I 416 D ]). E fectivam en te no es raro en contrar nom bres ap u n ta dos en los m anuscritos. V éanse los ejem plos de los siglos rx -x m en H. Ehrensberger, Libri liturgici Bibliothecae Apost . Valicanae (Friburgo 1897) 394 401 409 412 451. Cf, tam bién m ás arriba, 208. 47 V éase m ás arriba la n ota 9. 48 Martene (1, 4, 8, 23 [I, 415 D ]) m en cion a un m anuscrito
16.
EL «MEMENTO» DE LOS DIFUNTOS.
336-338
92o
plazaban la lectura de los mismos*50, a no ser que tales fór mulas o la mención detallada de los nombres de los difuntos se hubieran dicho ya en el Memento de los vivos51. Final mente, todas estas añadiduras, lo mismo que en el Memento de los vivos 52, quedaron substituidas por la conmemoración personal de los difuntos a juicio del sacerdote53; también para esta conmemoración encontramos pronto fórmulas es peciales 54. O tras
in c l u s io n e s
338. Ambos Mementos dieron ocasión a otras inclusiones. Alcanzó gran difusión en este lugar una apología que se in tercalaba generalmente antes del M em ento55. Lo mismo hubo una lista m ás an tigu a de nombres?) 19 nom bres del clero de la cated ral de Arezzo (E bner, 225 419 421). En este con ju n to hay que m encionar tam bién la cuarta fórm u la d el Memento en la Missa Illyrica (M artene, i , 4, IV [I, 514 D ]). N um erosos ejem plos m ás véan se en Leroquais (cf. los índices, III, 389). U na adición del siglo x en el ordinario de la m isa de A m iéns (ed. Leroquais, en «Eph. Liturg.» [1927] 443) dem uestra que en aquella época el sacer dote m ism o rezaba ta les tex to s intercalados; después de n om brar algunos obispos y com unidades religiosas sig u e: patris mei et matris mei, etc. 50 M isales de la región de M ontecasino pon en (en lugar de
N. et N.): quomm vel quarum nomina scripta habemus et quorum vel quarum elemosincis accepimus, et eorum qui nos praece^erunt
(E bner, 203 421; F íala, 211). U n sa cra m en ta d o del siglo x i de E ch tern ach cita los bienhechores d el tem plo y aquellos quorum
corpora in hoc loco requiescunt et in cireuitu ecclesiae istius (Leroquais, I, 123). M ás ejem plos, 1. c. (véanse los índices, n i , 389s) (E bner, 420). Cf. tam bién la segunda fórm ula en la Missa illyrica (M artene 1, 4, IV [I. 514 B l). U n a larga fórm ula intercalad a, que luego se convierte en oración in tercesora galicana, se encu en tra ya en el m isal de Stow e (véase arriba 2 0 6 17; B otte, 44, aparato crítico). 61 E bner, 401-403 421s; cf. arriba 2 0824. 52 Así lo dice exp resam en te Hugo de S t. Cher., Trocí, super missam (ed. S ólch, 40); cf. arriba 209 32. 53 C onsta en el ordinario de la m isa de la b aja Edad M edia de Bec (M artene, 1, 4 X X X V I [I, 674 B l). •r>4 El Directorium divinorum ofjiciorum d e Ciconiolano, de 1539, tien e la sigu ien te fó r m u la : Memento etiam, Domine, jamuto -
rum famularumque tuarum illius vel illorum vel illarum, por quo vel qua vel quibus specialiter orare teneor, parentum, propinquorum, amicorum, benefactorum et omnium fidelium defunciurum, quibus aetemam réquiem donare digneris. Qui nos prueucooenint (Legg, Tracts, 211). Cf. tam b ién e l m isal de R atigbona, de hacia
el 1500 (B eck, 273). 55 En su redacción p rim itiva e stá escrito al m argen d el Cotí. Ottobon . del G regoriano (Lietzmann. n. 1, 28, aparato crítico): M e m en to mei, quaeso, Domine, et miserere, et licet haec sacnjicia
indignis manibus meis Ubi offeruntur, qui neo invocare dignus sum nomen sanctum tuum , quaeso iam quia in honore gloriosi Filii tui Domini Dei nostri tibi offeruntur, sicut incensutn in conspeciu divinae maiestatis tuae cum odore suavitatis accendantur... T am bién e n e l sacram entarlo d e M etz (s. ix ) (Leroquais, I, 17), y en
TR. II, P. II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
9 26
añadiduras en el Supplices 5 6 o antes del mismo 5657*. Una anti gua rúbrica, muy general, permitía hacer una pausa des pués de las palabras Supplices te rogamus: Hic orat apud se quod voluerit, deinde dicit: iu be...r>s. Como vemos, viene de muy antiguo la costumbre de intercalar en el canon inten ciones particulares. La
in c l in a c ió n
AL DECIR
di*: i .a cabeza
«'OlIHIKTUM
D.
N .»
339. Al acabar la conmemoración de los difuntos vuelve la formula Per Christum Dominum nostrum 59. Esta vez el sacerdote hace una inclinación a la palabra Christum. La ceremonia aquí es cosa inusitada. Como explicación se suele decir e. o. 60 que la inclinación corresponde al deprecamus que precede o a la humilde acusación de sí mismo en el Nobis quoque peccatoribus, o, finalmente, que se hace a la palabra «Cristo». En favor de esta explicación se pueden aducir al gunos paralelismos que aparecen después del siglo xv en otros pasajes de la misa en que se nombra a Cristo 61. Pero el pro form a degenerada h a cia 800 en el sacram entarlo de A ngulem a (ed. C a gin [A ngulem a 1919] p. 118; B otte , 44, aparato crítico). M ás referen cias a partir del siglo ix , en L eroquais , I, 48s 54 63 (cí. índ., III, 390); de los siglos x -x i i en E bner , 419 (con n otas 1-3); véase tam b ién F erreres , 155s; G erbert , Vetus liturgia Alemanni ca, I, 364; M artene, 1, 4, 8, 24 (I, 416 E) y 1. c., IV V IX (I, 514 C 527 C 547 E). En la Missa Illyrica se en cu en tra otra apología al M e m ento (1. c., IV [I, 514 A ]). T am b ién en E bner , 420, se h a lla otra fórm ula de este género, m ita d apología, m itad oración oblativa, del tipo de las fórm ulas Suscipe, descrita m ás arriba 48. E m p ie za : Omnipotens s. D . dignare suscipere; la m ism a fórm ula, m enos alterada, en B ona , II, 14, 1 (788s). U na exp resión m ás su cin ta del m ism o p en sam ien to la ten em os en un sacram entario del sur de Ita lia del siglo xn , que hace rezar an tes d el Memento etiam tres veces Deus omnipotens, propitius esto mihi peccatori (E bner , 149 420). S e trata de un a in flu en cia de la m isa b izan tin a; cf. B r ig h t man , 354, lín. 41; 356, lín. 17; 378, lin. 26; 393, lín. 7. Con el s i glo x n desaparecieron tod as e sta s apologías y oraciones sem ejan tes. D urando (III, 45, 1) conoce la fórm ula Memento met quaeso sólo in antiquis codicibus. 56 U n ejem plo con in tercesiones en E bn er , 418s. 57 U n m isal del sur de Ita lia d el siglo x ii m an d a a l sacerdote inclinarse y decir tres veces Deus omnipotens, propitius esto mihi peccatori (E bner , 149 418). Cf. m ás arriba la n o ta 55. 08 Ordo Rom. IV: PL 78, 983 C. M ás referencias en B rinktrine,
Die hl. Messe, 204; G erbert, Vetus liturgia Alemannica, i, 363s. 59 D esde la ed ad de los h u m a n ista s: Per eundem Chr. D. N. (s. B otte , 44).
60 L. B rou, Uinclination de la tête au «Per eundem Christum » du Memento des m orts: «M iscellanea M ohlberg», I (1948) 1-31; en las pp. 3-9 se da cu en ta de once d istin tas explicaciones. 61 El misal de la Congregación de Bursfeld y el ordinario
de la misa de Burcardo piden una inclinación al Per Christum D. N. del prefacio; el misal de los dominicos tiene desde el año 1705 una después del Communicantes (B rou, 9-13).
17.
«NOBIS QUOQUE».
338-340
927
blema es por qué se siguió urgiendo esta prescripción preci samente en este sitio *63. Nos encontramos, indudablemente, ante una consecuencia de la explicación alegórica de la misa del mismo carácter que la representación simbólica del Cru cificado mediante el extender los brazos después de la consa gración y el cruzar las manos en el Supplices. Hacia el final del canon se quiso representar de modo plástico el momento de la muerte del Señor cuando inclinó la cabeza 83.
17. Sus
«N o b is q u o q u e »
PROBLEMAS
340. En el texto actual del canon romano enlaza sin vio lencia la última oración, el Nobis quoque, con la conmemo ración de los difuntos que acabamos de comentar. Después de pedir por los dlifuntos, que Dios les conceda la mansión de luz y de paz, solicitamos para nosotros la comunión con los santos del cielo. Sin embargo, por sencilla y natural que nos parezca a primera vista esta transición, al considerarla más detenidamente, tropezamos con diversos problemas no tan fáciles de resolver. ¿Por qué una oración más de este tipo? Su idea principal, ¿no ha quedado expresada ya en el Supplices al pedir «todas las bendiciones celestiales»? El ver dadero problema, sin embargo, se plantea cuando tenemos en cuenta que la conmemoración de los difuntos no siempre pertenecía como parte fija al texto del canon, de modo que el Nobis quoque, que no falta en ningún documento antiguo, tuvo que seguir en alguna época y en determinadas misas inmediatamente al Supplices. 63 Aparece por prim era vez en el m isal de Pío V en la edición im presa d el año 1571 (B r o u , 2s 28s ). 63 E sta exp licación (que sin razón rechaza Brou) e. o. tam bién en G ih r , 620. Lo raro e s que los principales com en taristas m ed ie vales silen cien e sta cerem onia. Con todo, y a amalario (De eccl. off., III, 25: PL 105, 1142 C) y m ás tarde B ernoldo de C onstanza (Micrologus, c. 16: PL 151, 987 D ) buscan u n a exp resión litú rgi ca a la circun stan cia d e que C risto entregó su esp íritu incimato capite, y la en cuentran, probablem ente, a fa lta d e otra in clin ación , en la que se h ace al Supplices; cf. m ás arriba I, 120. A sí tam b ién H onorio A ugustod ., Gemma an., I, 46: PL 172, 558). D urando (IV, 7, 6) com bina la s 13 in clin acion es en con trad as por é l con otras ta n ta s acciones de la vida y pasión d el Señor, entre e lla s la de la in clin ación de la cabeza de Cristo y su m uerte. S in em bargo, no le asign a n in gu n a in clin ación d eterm inada en la m isa. C f. ta m bién m ás ad elan te 361,
928
TR. II, P. II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
LOS PUNTOS DE CONTACTO ENTRE EL «SüPPLICES» Y EL «NOBIS QUOQUE»
341. Parece lo más natural considerar nuestra oración como una continuación del Supplices, hipótesis que, a pesar de las dificultades indicadas, se ha sostenido aún en tiempos bien recientes1. Realmente, en el Nobis quoque podemos en contrar alguna prolongación de las ideas del Supplices, pues to que no sólo se pide la bendición y gracia del cielo, sino incluso la misma bienaventuranza eterna en compañía de los santos apóstoles y mártires. Es que además se da para lelismo con las liturgias orientales, donde la petición de los frutos de la comunión va seguida por la súplica de la bien aventuranza del cielo2, volviendo así sobre el pensamiento bíblico de la intima relación entre la Eucaristía y la vida eterna (Jn 6,48-51). En algún caso se expresa esta idea hasta con palabras que recuerdan mucho algunas expresiones del Nobis quoques. P ero
e l uno n o e s s im p l e c o n t in u a c ió n
DEL OTRO
342. Por otra parte, causa más extrañeza el que para am pliar tan modestamente una idea ya expresada, se recurra al pesado aparato de una oración independiente con una re dacción bastante complicada, siendo asi que bastaba añadir después de omni benedictione caelesti et gratia repleamur las palabras et vítam aeternam consequamur. Parece impo sible suponer que éste fuese el plan primitivo, teniendo en cuenta que el Supplices, a diferencia de las otras oraciones que le preceden, lleva la fórmula final Per Christum Domi num nostrum. Añádase el enigmático quoque, inteligible sólo en el caso de que le preceda el Memento etiam, porque en tonces pedimos «también» por nosotros algo parecido a lo que hemos solicitado por los difuntos, pero que no tiene pun to de referencia si se suprime el Memento de los difuntos4. 1 A sí por B aumstark, Das «Problem » des römischen Messlcanons: «Eph. Liturg.» (1939) 238s.
2 B aumstark, 1. c., 239. B aum stark llam a la aten cióh esp ecial m en te sobre la expresión de la litu rgia de S an M arcos (B rightman, 134): La com unión aproveche a los que la reciben efe xotvumav jioxízptÓTrjxo; Oofjc; aiW'ou, que com para con e l societatem d e l.t e x to rom ano. 3 En la an áfora egip cia de S an B asilio (R enaudot, I [1847] 68), sobre la que el P. Leo E izenhöfer (carta del 6 de enero de 1942) m e llam a la atención, se dice in m ed iatam en te después de la epíclesis; «H aznos dignos de participar en su m isterio, Iva... sypojjjlsv jiipoc
xat xXyjpov eyeiv
Tiávzwv to»v áytojv.»
4 El P. Leo Eizenhöfer, por carta d el 5 de septiem bre d e 1943. m e da u n alerta sobre la posibilidad de equiparar e n la baja la^
17.
«NOBIS QUOQUE».
341-343
9 29
Kórmula para encomendarse el clero A SÍ MISMO
343. Aunque es posible y tal vez necesario atender a un punto de vista desde el cual el quoque se explica aceptable mente, ¿se trata en realidad en el Supplices del mismo gru po de personas que en el Nobis quoque? Ciertamente, el nos peccatores, o más exactamente, nos peccatores famuli tu i5, podría referirse muy bien a la comunidad entera, como lo suponen muchos comentaristas y algunos lo dicen expresa mente 6; no obstante, entre las miles de veces que los sacra méntanos hablan de la comunidad, representada por el sacerdote, sería el único caso en que se la designase a la co munidad con esta palabra7. En cambio, la palabra peccator era desde muy antiguo la expresión con que se llamaban los clérigos a sí mismos. Tertuliano pide al final de su es crito sobre el bautismo ut cum petitis, etiam Tertulliani peccatoris m em ineritis8. Entre los clérigos solía añadirse a la firma del nombre la palabra peccator9. Por eso parece muy tin id ad la palabra quoque a un sim ple que, rem itien do a S tolz S chmalz, Lateinische Grammatik, 5* ed., de L eum ann-H ofm ann (M unich 1928) 662. E fectivam en te, con esto queda elim in ad a la di ficultad del «tam bién», pero, por otra parte, la conjunción -que queda excluida por la fórm ula fin a l Per Christum Domvnum nostrum, que se en cu en tra en todos los docum entos, a excep ción del m isal de Stow e (B otte, 42), y que d ifícilm en te se puede considerar como añadidura posterior. B aumstark (1. c., 239s) exp lica la p a labra quoque en el sen tid o de que se rogaba a D ios nos d iese a l gu n a participación al lado de los apóstoles y m ártires (que aun no se b a n nombrado, v lo serán sólo después d? varios giros in term edios); e s decir, que ya se pensab a eñ ellos anticipadam ente. Para ta l h ip ótesis fa lta apoyo adecuado en el texto. _ 5 R ütten (Philologisches zum Canon missae [S tZ 1938, I] 46), con la observación de que el m isal no tien e com a a n te s d e famulis. E l em pleo de peccatores com o adjetivo lo encontram os, p. ej., tam bién en S an A g u stín , Sermo 215, 4: PL 38, 1074: D ios se ha hech o hom bre pro reis et peccatoribus servís, y 1. c . : pro peccato • ribus servís ; tam b ién en el L eoniano (M uratori, I, 329): Famuli peccatores. (Las referencias se la s debo al P. Leo E izenhofer.) 6 D u chesne Orioirtes, 193; B aumstark , Das «ProbZem», 2386; tam b ién B r in k t r in e , Die h l Messe, 209, con la razón algo floja d~ que el saer'»mentarlo rosiano (s. x i) tiene la añadidura (famifr lis) et famulabus, porque se tra ta de u n a variante ú n ica ; cf. B ot te , 44. 7 E sta im presión se con firm a cuando se exam in an lo s casos que se en cuentran registrados e n los índices del G regoriano en L ietzm ann . p. 159, s. v. peccator. 8 T ertuliano , De baptismo, c. 20: CSEL 20, 218. 9 Véanse* p. ej., del siglo vi las firm as en M an si , IX , 867ss. En docum entos griegos se añadía con este m ism o sentido, a v e ces, la abreviación de la palabra t ( ' / tcc»v ó c ) , de la que, com o se sabe, proviene la cruz que los obispos y abades ponen d elan te de su firm a. Cf. tam bién la s fórm ulas con peccator d el Orate fratres,
de época posterior; más arriba 86,
90
TR. II, P. Il, SEC. n . — «CANON ACTIONIS»
930
probable que también en esta oración las palabras peccatores famuli se refieran únicamente a los clérigos, o sea al ce lebrante con su asistencia10. El enlazar entonces el Nobis quoque con el Supplices por medio del quoque tendría un sentido bastante aceptable, pues el quoque significaría algo así como «en especial también». A las súplicas que se hacen por todos, se añaden las que los sacerdotes hacen por sí mis mos, pobres pecadores. Se
c o n fir m a
por
p a r a le lism o s
ORIENTALES
344. Esta recomendación de sí mismo, este ruego por la persona oferente, que a la vez iba unida con la confesión de su propia indignidad, formaba ya en el siglo iv parte de las oraciones intercesoras por lo menos en Oriente 11. En la li turgia siríaca de Santiago se encuentra al principio 12, mien tras que en Egipto aparece al final de las súplicas 13. En la li turgia griega de San Marcos de Aleiand^'a se >n dos períodos: «Acuérdate, Señor, en tu gracia y misericordia de nosotros tus siervos pecadores e indignes (m i rjubv tv a u) y borra nuestros pecados, Dios bondadoso y amigo del hombre; acuérdate también de mí., tu siervo modesto, pecador e indigno...» 14. Esta semejanza de expresiones es sorprendente, y, dada las múltiples relaciones entre Egipto y Roma con que hemos tropezado ya varias ve ces. no la podemos considerar como casual. Por lo tanto tendremos que suponer también en la misa romana el mis mo sentido de recomendación propia que aparece inequí vocamente en los textos orientales. Por lo demás, esta inter10
E sto no se puede deducir p recisam en te de la palabra fa-
muli, como lo in t^ n ^ <*\ P. M afmnget (La grande prière d’intercesión: «Cours e t C onférences», V II [L ovaina 19291 188. n ota 19), porque famuli tui no equivale a servi tui, servitus tua, que se e n cuentra en dos sitios anteriores al can on ; cf. m ás arriba 241 299. n Const. Ap., V III, 12, 41 (Q uasten , Mon., 225): xai ím kp ifj: s jiijç TOU r p o ; ' 5¿povcOC OüOSVttfÇ.
13 B rightman , 55 : MvvpftYjTi, y.úois, xaxá to rlf;8 o ; tou Aiouc aou xa por el sacram entarlo de S. D en is (m itad del siglo x i). donde dice la rcov o’x”io?n«»v x'/t sjjloO to'j tctsivoù xai áypsíoy ooAo-j wj.. . Cf. 1. c.. 90 Acerca de la s num erosas variantes, cf. R ücker , Die Jakobsanaphora, 27. 13 B rig htm a n , 130. Así tam b ién en la litu rgia bizantina de San B asilio, m ien tras que la liturgia bizan tin a de S an Juan Crisóstomo no con tien e esta súplica. 14 B rightman , 130. El texto copto se am plía de otro m odo (1. c., 173). Cf. tam bién la redacción parecida de la m isa egipcia, edi tada por B aumstark en el Testamentum Domini árabe : «Orient christ.». 1 (1901) 23: Q uasten. Mon ^ 6 n o fa Además se observu que el sacerdote debe recitar esta súplica secreto ,
17.
« n o b is q u o q u e ».
343-346
933
prefación le dieron al Nobis quoque ya los coment aristas de la Edad Media15-. P robable
evolución
345. De este modo, la hipótesis de que el Nobis quoque iba primitivamente unido al Suppiices ha ido ganando mu chos votos, aunque dista todavía bastante de ser un hecho comprobado. Pues siempre continuará llamando la atención el que únicamente por añadir una petición en favor de la persona del celebrante se terminen las oraciones oblativas antes de cerrar el canon y se empiece inmediatamente antes del final con una oración de distinto carácter 16. Por otra par te, si antes se había de interponer el Memento de los difun tos, que empalma muy bien, como hemos visto, con la oración precedente, y si de este modo el Nobis quoque sigue a la con memoración de los difuntos como «una especie de embolis mo» 17, se explica perfectamente que se haya formado otro grupo de oraciones antes de terminar el canon18. Es decir, que con el orden actual que siguen las oraciones se restable cería el orden primitivo. En tal teoría, tendremos que supo ner que durante algún tiempo faltaron ambas oraciones en la misa dominical y de los días festivos y que cuando más tarde a fines del siglo vi se comenzó a aumentar el hasta en tonces reducido número de santos del Nobis quoque, agru pándolos en dos series, y se lo opuso de manera premeditada al Communicantes para que con él hiciera juego, éste para lelismo se convirtió en razón suficiente para introducir el Nobis quoque en el canon con carácter de elemento fijo. O tro
paralelismo egipcio
346. También en las liturgias egipcias encontramos a veces después del Memento de los difuntos algunas peticio nes semejantes a las del Nobis quoque. Asi, por ejemplo, exis te una oración que recuerda notablemente el pariem aliqnam et societatem cum sanctis apostolis et martyribus de nuestro canon romano, y que con frecuencia 1 9 sigue ya en el siglo tv a la conmemoración de los difuntos, no precisamente como 15 S anto T omás de Aquino, Sum m a theol, II, 83, 4, Una refe rencia a él la hace todavía Gihr, 621, nota 1. 16 No es probable que la bendición de otras cosas que le seguía perteneciese jamás como parte fija a cada misa; cf. más ade lanta 366. 17 B otte, 69. 18 Así opinan, además de B otte, también K ennedy, 34s ; F ortescue, 1603 355; Eisenhofer, II, 190-192. 19 Pero no exclusivamente; cf. arriba la nota 3, donde la se mejanza del texto con el Nobis quoque no es tan grande como en la oración que se citará a continuación.
932
TK. II, P. II, SEC. I I — «CANON ACTIONIS»
una oración en la que el clero se encomienda a sí mismo, sino como súplica general por la comunidad. 347. En un fragmento del papiro de la anáfora de San Marcos, que data de la misma época, se dice al final de las intercesiones: «(1) Da el descanso a las almas de los difun tos, (2 ) acuérdate de aquellos (por los que celebramos en este día la conmemoración), (3) y de aquellos cuyos nombres pronunciamos y d
348. En los textos egipcios posteriores se repite esta fór mula, pero ampliada e invertido algo el orden de sus miem bros 21. Por cierto, también la misa siríaca occidental con tiene una continuación parecida del Memento de los difun tos 22. Por eso, bien pudo ser que al principio la oración 20 Q uasten , Mo?i.f 48-49. Cf. la edición primera, a cargo de M. A ndrietj y P. C ollomp (Fragments sur papyrus de l’anaphore de
S. Maro.: «Revue des Sciences Réligieuses», 8 [1S28J 489-515), y el co mentario de los editores a este pasaje p. 5lis. 21 En el Textus receptus de la anáfora griega de San Marcos, de los seis miembros del texto citado, se encuentran cuatro en este orden : 1.2.5.4 (B rightm an , 128-130). Después del n. 1, probablemen te en substitución del n. 6, se añade: Que Dios se acuerde «de las primeros padres desde el principio, de los padres, patriarcas, pro fetas...» (la); después del n. 2 se encuentran intercalados los nom bres de San Marcos y de la Madre de Dios, a los que siguen los «dípticos de los difuntos» y la repetición del ruego por la biena venturanza eterna. Entre el n. 5, que aun ostenta la forma sen cilla : oo^ |¿s(noa zori xÁijpov sysiv \12~r} x o é v t o jv i«)v aou, y el n. 4 meten más oraciones oblativas y una súplica por el patriarca y los obispos. El cuerpo primitivo de estas oraciones se encuentra conservado con mayor fidelidad en la redacción copta (B r ightm an , 169s), donde se siguen los trozos con este orden: l.la.4.5.2.3 (y como último, otra vez el n. 5), pero con numerosas adiciones. En el n. la, se nombra a Santa María, los Santos Juan Bautista, Esteban y una serie de obispos y abades. Los dípticos están entre los nn. 2 y 3. Una forma algo más sencilla de la tradición copta véase en H. H yvernat (Fragmente der altcoptischen Liturgie: Rom. Quartalschrift», 1 [1887] 339s), con el siguiente orden: l.la.5.4.2.3.5. Andrieu -C ollomp , 512, se muestran inclinados a considerar el texto del papiro como el primitivo, sobre todo por lo que se refiere al trozo de texto que nos interesa (nn. 5 y 6). 22 En la anáfora de Santiago, la última entre las oraciones del sacerdote que empieza con Mvfajhrjxi xúpis, y sigue a la lectura de los dípticos después de la consagración, se dedica a los difuntos «a los que hemos conmemorado y a los que no hemos recordado», para que Dios les conceda el eterno descanso en su reino, donde no existe el dolor; «a nosotros, en cambio—así dice a continua-
17.
«NOBIS QUOQUE».
346-349
933
que en el canon romano se añadía al Memento comenzase de este modo: Nobis quoque partem aliquam et soeietatem donare digneris cum tuis sanctis apostolis et martyribus... -3. Con todo, parece muy probable que ya por aquel mismo tiem po se limitase la recomendación propia al círculo más estre cho de los clérigos mediante las palabras peccatoribus famuliSy a semejanza de la oración oriental, mencionada más arriba. Los
PRIMEROS NOMBRES DE SANTOS
349. En esta oración se incluían indudablemente al prin cipio los nombres de algunos santos, pues llama la atención que los dos primeros nombres de la oración romana, Juan y Esteban, aparecen también en Egipto, y esto en la oración correspondiente de la misa copta, aunque no perfectamente en este mismo pasaje, precediéndole además el nombre de la Madre de Dios 2l*23. Es muy probable que estos dos o tres nombres hayan entrado en el texto de la citada oración del papiro en fecha antiquísima 2S, y que el Memento, ampliado ‘de este modo, formase ya en el siglo iv parte del cuerpo de las oraciones, común a las iglesias romana y alejandrina 6. ción—, danos un final de vida cristiana, agradable a Dios, libre de pecados y en paz, ¡oh Señor! y ponnos a los pies de tus elegidos cuando quieras y como quieras, con tal que sea sin confusión y sin pecado» (Brightman, 57); el texto jacobita trae muchas am plificaciones (1. c., 95s); con otra redacción se encuentra en las anáforas jacobitas, más recientes 23 La expresión recuerda pasajes bíblicos: Col 1,12; Act 20,32. Por cierto, algunos de los manuscritos más antiguos de sacramén tanos tienen: partem aliquam societatis (B otte, 46), que se ciñe aún más a Col 1,12. Cf. además S an P olicarpo , Ad Phil., 12, 2 (F u n k -B ieh lm ey er , I, 119; el texto no se ha conservado en grie go) : det vobis sortem et partem ínter sanctos suos. 2* El texto del trozo aludido en la nota 21, nn. l y la, es aquí como sigue: «A nuestros padres y nuestros hermanos que dur mieron, cuyas almas has recibido, dales el descanso, recordando a todos -los Santos Padres, patriarcas, profetas, apóstoles, evange listas, predicadores, mártires, confesores, almas justas y perfectas en la fe, y, sobre todo, a la santa y gloriosa Madre de Dios y siem pre Virgen María, y a San Juan, precursor, bautista y mártir, y a San Esteban, primer diácono y primer mártir...» La continua ción (nn. 4.5) es esta vez la siguiente: «Acuérdate, Señor, de nues tros santos y ortodoxos padres y arzobispos, que durmieron hace siglos después de haber administrado bien la palabra de la verdad y danos a nosotros parte y herencia con ellos» (B rig htm a n , 169). 25 Al n. 6, antes de cambiar el orden, convirtiéndolo en n. la, que al principio tenía una forma más sencilla de texto, citada en la nota anterior. Véase también K ennedy , 144 148. 23 Cf. más arriba I, 69. K ennedy (34ss 189s 197) cree que el Nobis quoque (junto con el Memento etiam), lo mismo que el 'Comm unicantes, no se añadió al canon fuera de los domingos antes de San Gelasio I (492-496). Para el Communicantes sus demostracio nes son concluyentes, y no para el Nobis quoque, ya que es muy
934
TR. II, P. II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
La expresión cum sanctis apostolis et martyribus es romana, y corresponde perfectamente al beatorum apostolorum ac martyrum tuorum del Communicantes. Pero inmediatamente, al darse cuenta de que con el primero de los nombres se sale del marco que se ha puesto en el anuncio (apóstoles y márti res), se empieza otra vez, o sea se repite la preposición cum (loarme), señal además de que ya entonces existía un grupo determinado de nombres*2728. D atos
S antos P edro, M arcelino , I n é s , C ecilia y F elicidad
sobre los
350. Mientras esta oración conservó el carácter de una sencilla súplica, bastaron pocos nombres, que se añadieron para ilustrar el pasaje cum sanctis apostolis et martyribus, y, desde luego, sólo se dió cabida a santos que por entonces gozaban de un culto especial en Roma. Algo más tarde, en el siglo de oro del culto de los mártires, se aumentó rápida mente la lista, lo mismo que la del Communicantes. Prescin diendo de San Juan Bautista y San Esteban, de la serie ac hual en el Nobis quoque, gozaban en la Roma de fines del siglo v de un culto especial los santos mártires romanos Pe dro y Marcelino, cuyos sepulcros, en la vía Lavicana, los adornó con versos el papa San Dámaso, y cuya fiesta fijan los sacramentarlos el día 2 de junio; Santa Inés, sobre cuya tumba Constantina, la hija del emperador Constantino, construyó una basílica; Santa Cecilia, de quien se veneraba el sepulcro desde muy antiguo en las catacumbas de San Ca lixto, aunque su culto no tuvo mayor importancia hasta que se le levantó, hacia fines del siglo iv, una nueva basílica en el antiguo titulus Caeciliae, en Trastevere, identificando a la fundadora con la mártir. Además se veneraba a una romana con el nombre de Felicidad, sobre cuya tumba erigió el papa Bonifacio I ( i 422) un oratorio; su fiesta se celebra el 2i3 de noviembre, lo mismo en nuestros días que en los tiempos de que datan los más antiguos sacraméntanos R. Una vez más—la primera fué en el Communicantes—, la lis ta de los santos de la misa milanesa nos ayuda a identificar poco probable que en una época tan tardía haya tenido lugar este traslado de Egipto a Roma, y de Egipto tiene que provenir la ora ción, puesto que allí existe un texto del Nobis quoque mucho más antiguo, sin los nombres. 27 Esta suposición parece más probable que la de B aumstark (Das «Problema». 218), quien en la repetición del cum quiere reco nocer un indicio de que los nombres se han introducido más tarde en el texto romano. 28 K en n ed y , The saints of the canon of the mass, 141-188 197. Para las Santas Cecilia y Felicidad véase también J. B. K ir s c h , Der stadtrómische. christliche Festkalenüer vm A ltertum : LQ 7-8 (Münster 1924) 89s,
17.
«NOBIS QUOQUE».
349-351
935
estos santos del canon nuestro, pues en ella aparecen los mártires romanos todavía según el orden cronológico: Pedro, Marcelino, Inés, Cecilia, Felicidad ‘:9. Identific ac ión
del resto de los nombres
551. De los demás nombres del Noltis quoque, el de Ale jandro aparece por lo menos tres veces en las listas romanas de mártires del siglo iv. Encontramos dos santos del mismo nombre entre las fiestas de los sacramentarlos, sin que por lo demás gozasen de especial veneración. En el canon parece que se trata del Alejandro del grupo de los siete mártires, cuya fiesta se celebra desde muy antiguo «el 1 0 de julio, y a los que la leyenda posterior convirtió en siete hermanos hi jos de Santa Felicidad; ya desde el siglo vi sobresalió entre todos San Alejandro2930. De las dos santas vírgenes mártires de Sicilia, Agueda y Lucía, a la primera comenzó a dársele culto en el siglo v en Roma, cuando «el godo Ricimer erigió en su honor una iglesia; el culto de Santa Lucía data del siglo vi. Sin duda, se veneraban ambas ya mucho antes en sus patrias respectivas, Catania y Siracusa. Las ricas pose siones de la Iglesia romana en Sicilia debieron de influir para transplantar su culto a Rom a31. Al nombre de Felici dad se le añadió luego el de Perpetua, que, sin duda, es la misma que en Africa, junto con otra Santa Felicidad, su esclava, sufrió el martirio, y que por sus actas auténticas se hizo célebre también en la Iglesia romana. El que no se trate sencillamente de estas dos mártires32, se deduce de que, por una parte, en documentos anteriores viene sólo el nombre de Santa Felicidad, de la que consta fué romana, y, por otra, ambos nombres no vienen en el orden tradicional de Perpe tua y Felicidad33. Santa Anastasia es la mártir de Sirmio: 29 K ennedy , 62. Les preceden en la lista m ilanesa: Iohannes et Iohannes, Stephanus, Andreas. Los nombres de Matías, Bernabé, Ignacio, Alejandro faltan en el texto milanés. 30 K en n ed y , 151-158. Es verdad que el Alejandro del grupo del 4 de mayo por aquel tiempo gozaba de mayor veneración a causa de su identificación con el papa Alejandro i (f 115), que se debe a una leyenda, ciertamente errónea; con todo, aquél no puede ser el Alejandro del canon, porque no fué mártir y, además, como obispo de Roma, estaría, sin duda, delante de San Ignacio (1. c., 155s). Por la misma razón no se puede sostener la opinión de B aumstark (Das «Próblem», 238), según la cual se debe tratar de este papa, alegando que pudo ser que se creyera que el martirio de San Ignacio, que se nombra antes de él, tuvo lugar durante los años de su gobierno. K ennedy , 169-173. 32 Esta opinión es muy común y se encuentra e. o. todavía en Hosp, 189-205, esp. 204s. 33 K ennedy , 161-164. Con el orden Perpetua y Felicidad, las dos mártires están ya en la Depositio m artyrum , fijada por escrito ha cia el 336 en Roma, No tenían culto especial.—«El autor supone.
TR. Il, P. n , SEC. I l — «CANON ACTIONIS»
936
su cuerpo fué trasladado a Constantinopla hacia el año 460 y su culto se extendía notablemente en Roma durante la dominación bizantina5á. C ronología
de su in c l u sió n e n el canon
352. Una noticia de todo crédito dice expresamente de las dos vírgenes mártires de Sicilia que San Gregorio las puso en el canon*35*. Y no mucho antes de este tiempo debie ron de añadirse al canon también el resto de este grupo más reciente de santos. Por lo que toca a San Alejandro se puede pensar en el papa Símaco (498-514), quien hizo algu nos gastos en sus monumentos, como en los de las Santas Agueda, Inés y Felicidad30. En cambio, los Santos Matías y Bernabé, que aparecen como «santos apóstoles»37, no po dían ostentar tal representación antes de que se diese en el Communicantes la lista completa de los doce apóstoles propiamente dichos. No se tiene ninguna noticia especial sobre el culto a estos dos santos en la liturgia de la ciudad de Roma, como ni de San Ignacio, mártir y obispo de Antioquía, a pesar de sus relaciones con Roma38. No obstante, a juzgar por los documentos39, su introducción en el canon debió de ser poco más tarde. Todo ello induce a suponer que San Gregorio ordenó los textos, el del Nóbis quoque y el del Communicantes40. pues, que en el canon tenemos hoy Santa Felicidad, la mártir roma na, con Santa Perpetua, que en Africa sufrió el célebre martirio junto con su criada Santa Felicidad. Esta última, sin embargo, a pesar de dar motivo a que Santa Perpetua entrase en el canon, se quedó fuera.—(N. del T.) 84 K ennedy , 183-185. 35 A ldhelm ( f 709), De laúd, virg., c. 42 : PL 89, 142 ; K ennedy 170: Gregorius in canone... pariter copulasse (Agatham et Luciam) cognoscitur, hoe modo in catalogo m artyrum ponens: Felicítate, Anastasia, Agatha, Lucia. 86 B atiffol , Leçons, 229. 87 También San Bernabé se llama en Act 14,4.13 apóstol, junta mente con San Pablo. 38 Sus fiestas aparecen sólo en territorio franco; la de San Ig nacio, a partir del siglo ix ; la de San Bernabé, desde el siglo xi, y la de San'Matías, a partir del siglo x n (cf. B aumstark , Missale Romanum, 210 212 219). 39 La tradición en los manuscritos es bastante uniforme, pres cindiendo de los documentos del grupo irlandés, el misal de Stowe y el de Bobbio, que e. o. han cambiado el orden de las siete mártires, sin que se vea la razón ni el principio que los pudo guiar. (B otte , 46, aparato critico). 40 K
ennedy,
198.
17.
«NOQIS QUOQUE».
351-353
937
li)L CRITERIO SEGUIDO POR SA N GREGORIO AL ORDENAR LAS LISTAS DE SANTOS
353. En este último se observaron las mismas normas, evitando que se nombrasen los mismos santos en las dos ora ciones; a la cabeza va una figura destacada, San Juan Bau tista41, y le siguen en número de siete, consagrado ya por la Sagrada Escritura, dos grupos, uno de hombres y otro de mujeres. Los si-ete santos, están escalonados jerárquicamen te: primero, los apóstoles con San Esteban; luego, el obispo mártir San Ignacio, a quien sigue San Alejandro, que, según la leyenda, fué sacerdote (u obispo). A continuación viene úna bina de santos mártires, que se solían enumerar en el siguiente orden: Pedro y Marcelino; pero por la dignidad jerárquica que le atribuye la leyenda a San Marcelino, pre sentándole como presbítero y a San Pedro como exorcista, en el canon precede San Marcelino a San Pedro. Entre las mujeres no se advierte otra agrupación que por nacionalidades; para la primera bina parece que fué decisi vo el recuerdo de las dos célebres mártires africanas (aunque no coincidian con ellas sino en parte); les siguen las dos mártires de Sicilia, Agueda y Lucía; luego, las dos santas ro manas Inés y Cecilia, y, finalmente, Santa Anastasia, oriunda de Oriente. 41 El que se trate de San Juan Bautista, a quien el mismo Cris to ensalzó sobre todos los demás (Mt 11,11), resulta de Ja cir cunstancia de que este nombre hace juego con el de la Virgen en el Communicantes; argumento que gana aún más valor si se tiene en cu'nta el empeño que manifiestamente se ha tenido de evitar que se repitan los mismos nombres que en el Cvmmunicantes, de modo que ni siquiera el de la Virgen pasó del Commumeantes al Nobis quoque y por la misma razón el Bautista no fi gura ya en el Communicantes. Además, faltan razones para se mejante distinción honorífica del apóstol San Juan, y, finalmen te, así lo prueban los paralelismos en las liturgias orientales; y esto no sólo en la egipcia, con su bina de Juan el Bautista y San Esteban. Cf., p. ej., la oración intercesora de la liturgia de Santiago, cuyo texto griego tiene el siguiente orden: María, Juan el Bautista, apóstoles, evangelistas, Esteban (B rig htm a n , 5 6 s ) ; el siríaco: Juan. Esteban, María (ibíd.. 93; R ü cker , 35): y el arme nio: María, Juan, Esteban, apóstoles (R ü cker . 35. aparato críti co). Más referencias en K ennedy , 3 7 s ; cf. también F ortescue , 3 5 6 s . Con todo, durante la Edad Media se interpretó el San Juan del Nobis quoque preferentemente del Evangelista (D urando , IV, 46, 7). En tiempo más reciente optó también B aumstark (Liturgia Ro mana e liturgia delV Esarcato [Roma 19041 I44s) por el Evangelis ta, con arreglo a su teoría del canon; pero más tarde, después de renunciar a esta teoría, cambió también de opinión acerca de San Juan a favor del Bautista (Das «Problem» des römischen Messka nons, 238). La Sagrada Congregación de Ritos, consultada para la fiesta correspondiente, se ha decidido a favor de San Juan Bau tista el 27 de marzo de 1824 (M artinucci, Manuale aecretorum SRC, nn. 485 1166); pero luego no se ha mantenido este decreto en la colección de los decretos auténticos de 1898.
TR. II, P. II, SEC. H .— «CANON ACTIONIS»
938
R e pr e se n t a n t e s
de los héroes a nó nim o s
354. Según se desprende de lo dicho, si prescindimos de los personajes bíblicos, de San Ignacio, obispo de Alejandría y autor de siete cartas (i hacia 107), y de Santa Perpetua (t 202/3), todos los demás son santos de los que no conocemos más que el nombre, el lugar de su martirio y tal vez el día de su muerte, si es que 6 U fiesta coincide con el aniversario de su martirio; pero su vida, el año y la historia de su martirio nos son desconocidos por completo. Posteriormente, la leyen da trató de recomponer su cuadro biográfico42. Son los au ténticos representantes de tantos desconocidos héroes de ia fe de las primeras generaciones cristianas, cuya presencia en la historia se debe exclusivamente a su gloriosa muerte por Cristo. Esta muerte con Cristo fué su triunfo con El, y esto basta para que sus nombres sean símbolos del premio de los bienaventurados, a cuya participación, aunque sea en grado ínfimo, aspiramos por la gracia de Dios en unión con los que nos han precedido. N ombres
añadidos e n la
E dad M edia
355. Como en el Communicantes, la Edad Media comple tó a veces la lista del Nobis quoque, sobre todo al final, con nombres de algunos santos más venerados. Por lo general, tales adiciones son sobrias 43. P aralelismo y el «N obis
en tre el
«C o m m unicantes »
quoque» como prolongación del
«M emento »
356. El paralelismo entre ambas oraciones no se limita a las listas de santos, sino que se extiende a todo el conjunto. En ambos casos se trata de una prolongación del Memento, 42 Datos más detallados véanse en H osp, Die Heüigen im Ca non Missae, 103ss 128ss 205ss 254ss. 43 Manuscritos de Fulda nombran a Santa Lioba. En Italia se intercalan con frecuencia Santa Eugenia y Santa Eufemia (E bner , 423s; B otte , 46, aparato crítico). Algunos nombres más se encuen tran en el texto milanés. Más numerosas fueron las adiciones en Francia. Allí aparecen e. o. los Santos Dionisio, Martín, Genoveva (M artene, 1, 4, 8, 25 [I, 416s]; M énard, en P L 78, 28 nota f). L eroquais (Les sacramentaires, III, 394) ha reunido en una lista de los nombres añadidos en Francia hasta 26 nombres distintos. Mi sales españoles de los siglos x i i -xv de Gerona tienen después de ómnibus sanctis la adición vel quorum sollemnitas hodie in conspectu tuae maiestatis celebratur, Domine Deus noster, toto in orbe terrarum; (F erreres , 156). Asimismo en dos manuscritos de Vich (ibíd., p. ccm). Cf. también más arriba 228. El misal de Stowe co loca en primer lugar, juntamente con los Santos Pedro y Pablo, a San Patricio (K ennedy , 62).
17.
«N O BIS QUOQUE».
3 5 4 -3 5 8
939
ruando se establecen relaciones con los santos del cielo. Sin mibargo, estas relaciones son distintas en cada oración. En i*l M em ento de los vivos se trata únicamente de expresar que la comunidad aquí reunida ofrece su sacriñcio en unión con los santos, es decir, que no se pretende sino enlazar con ellos, romo miembros que son del mismo reino de Dios. Después del M em en to de los difuntos, en cambio, se da un paso más, pidiendo la participación definitiva con ellos en la eterna bienaventuranza. Preparados ya para tomar el pan de la vida eterna, hemos rogado a Dios se acuerde también de los di funtos y les conceda la entrada en la mansión de la luz y de la paz; ahora pedimos también para nosotros, nob is quoque p eccatoribus fa m u lis tu is , esta mansión luminosa y pacifica, residencia de los bienaventurados. C onfirm ación
de su carácter per so n al
357. Por lo demás, en lo restante del texto no llama es pecialmente la atención sino el espíritu de súplica humilde, que reconoce su condición pecadora. Confiados únicamente en la plenitud de la misericordia divina, expresamos nuestro ruego 4 4 y no pedimos más que el Señor nos otorgue p a r te m a líquam , y esto no en pago de méritos anteriores, sino exclu sivamente como don de su misericordia (cf. SI 129,3). Todo ello muy propio de una oración que se hace ante la comuni dad pidiendo personalmente por uno mismo, pero que extra ñaría si se rezase en nombre de toda la comunidad. El
golpe de pecho
358. A las palabras Nobis quoque peccatoribus interrum pe el sacerdote el silencio del canon para pronunciarlas a media voz dándose un golpe de pecho. Este golpe de pecho se conoce ya por documentos del siglo x n y pronto se gene ralizó45. Desde el siglo x i i i se menciona -en algunos misales un triple golpe de pecho46. 44 El empleo de la palabra bíblica de multitudine miserationum tuarum (salmo 50,3 y más veces) tiene su correspondiente también
en la súplica por sí mismo de la liturgia de Santiago (cf. más arri ba en la nota 12) y en la de la liturgia bizantina de San Basilio (B rightm an , 336, lín. 14»). Para las palabras finales intra quorum nos consortium, etc., cf. el paralelismo en Pseudo-Jerónimo, más arriba I, 64 9. 45 S an I nocencio III, De s. alt. mysterio, V, 15: -PL 217, 897; un sacramentario del siglo x n de Roma en E bner, 335. Referen cias para los tiempos posteriores en S olch, Hugo, 97s. 44 S olch , 98. En cambio, no se dice nada de que también los asistentes deban darse golpes de pecho, mientras que se insiste en que se participe en las demás actitudes del celebrante durante la oración; p. ej., durante el evangelio, ¿Sería la razón el que tam-
940
TR. I I , P. I I , SEC. I I . — «CANON A C IIO N IS »
¿P or
qué se pronuncia el
«N obis
quoque»
EN VOZ ALTA?
359. Algo más antigua es la costumbre de pronunciar en voz alta las primeras palabras. Oímos hablar de ella en el siglo i x 47, y a partir de entonces se viene practicando casi universalmente 48. En cambio, antes de esta época no tenemos noticia de tal costumbre; no es extraño, si se recuerda que entonces se rezaba en voz alta todo el canon. Pero ¿por qué hacer resaltar precisamente estas palabras? La razón que generalmente se da, y que se basa en conveniencias actuales, nos parece insuficiente49. Más bien habría que buscar su cau sa en las circunstancias de tiempo pasados; la supervivencia de esta costumbre es un caso típico de cómo pueden seguir viviendo costumbre litúrgicos siglos enteros desnués de se cadas sus ralees, que tal vez sólo tuvieron una vitalidad muy limitada. S eñal para los subd iá c o n o s ; INFLUJO DE LA ALEGORÍA
360. En los Ordiñes Romani del siglo vn se mandaba que los subdiáconos, que al principio del prelacio se habían colo cado en una fila frente al celebrante en el lado opuesto del altar (sin retablo y exento) y durante el canon permanecían inclinados, se incorporasen al Nobis quoque y volviesen a ocupar sus puestos para poder, una vez terminado el canon, ayudar en la fracción del pan 50. Esta norma, que sólo tenía sentido en la gran misa pontifical, se conservó aún después de introducida, a fines del siglo vin, la costumbre de rezar el canon en voz baja. El sacerdote, para dar a los subdiáconos ‘ la señal en el momento preciso, tenía que rezar en voz alta el Nobis quoque: avería clamans vo ce51. Esta relación se puede ver todavía en los Ordines Romani de fines del sibicn en la Edad Media se considera esta oración como cosa pri vada del celebrante? 47 A malario , De eccl. o//., III. 26: PL 105, 1143. Véanse las referencias de la costumbre y de las excepciones (e. o. los cartujos siguen pronunciando en voz baja estas palabras) en S ólch , 96s. 49 E isen h o fer (II, 191) interpreta hoy las palabras como «exhor tación para los asistentes a sumarse a la oración del sacerdote con espíritu de penitencia», pensamiento que difícilmente encaja en la evolución de las ideas del canon. En algunos sitios es también cos tumbre que los monaguillos a esta señal vuelvan a sus sitios, don de estaban antes de haberse trasladado para la consagración a] centro del altar.
so Ordo Rom. i, nr 16: PL 78, 944s; Capitulare eccl. ord. (Sil-
va-T arouca, 199 s ).
«i Ordo Rom. //, xx. 10: PL 78, 974 B,
18.
DOXOLOGÍAS
FINALES.
3 5 9 -3 6 2
841
alo x 52. Una vez introducida esta costumbre, se conservó, iiimque los subdiáconos, según la liturgia franco-romana, no tmlan que cambiar de sitio hasta la doxologia final 5 3 y a pesar de que con la Introducción del pan ázimo y, finalmen te, de las formas pequeñas no tenia que hacerse la fracción del pan. La costumbre encontró entonces un nuevo apoyo en la interpretación alegórica de la misa, diciendo que se levan taba la voz para recordar la confesión que el centurión de bajo de la cruz hizo en voz alta de la divinidad de Cristo54; de este modo pasó no sólo a las misas cantadas sin diácono y subdiácono, sino también a la misa privada. E xplicación del golpe de Y LA INCLINACIÓN
pecho
361. Ahora se comprende mejor la razón del golpe de pe cho. Desde el siglo xm . los comentaristas medievales citan, además de la exclamación del centurión, las palabras de Le 23,48, que dicen que todo el pueblo, dándose golpes de pe cho, se volvía a su casa55. Esta ceremonia derrama también nueva luz sobre la mis teriosa inclinación de la cabeza a las palabras inmediatas al final del Memento de los difuntos50; con ellas se quiere se ñalar el momento en que el Señor inclinó la cabeza y murió.
18* «I ntercambio
D oxologtas finales
admirable »
362. El canon termina con dos fórmulas, de las que no sólo la segunda, como auténtica doxologia final (omnis honor 52 Ordo Rom. 11, 1. c .; Ordo Rom . 111, n. 15: PL 78, 981 C; Ordo Rom. V, n. 9: PL 78, 988 C. 63 A malario , De eccl o//., c. 26: PL 105. 1146; Ordo Rom. VI, n. 11: PL 78, 993 C. 54 Así ya Amalario, III, 26: PL 105 1145: B ernoldo de Cons tanza, Micrologus, c. 17: PL 151. 988 A. Más tarde forma a veces parte de la explicación la confesión del buen ladrón (D urando, IV, 46, 1 2). También la posición y cambio de sitio del subdiácono se conservó durante algún tiempo a consecuencia de la interpreta ción alegórica de que representaba a las mujeres piadosas que ele vaban su mirada al Redentor crucificado hasta que éste inclinó su cabeza y murió y que luego buscaron su cuerpo en el sepulcro (la patena para la fracción). Esta interpretación propuesta por Amalario (1. c.) la mantiene Juan de Avranches ( t 1079), De off. eccl.: PL 147, 35s. 35 D urando , IV. 46, 2. Más referencias en Van Dijk , en «Eph. Ltturg.» (1939) 340, nota 294. 5 6 Cf. más arriba 339.
H i.
I b t 'J
11, 1‘. 11,
SEC. I I . — «CANON ACTIONIS»
ct (/loria), sino aun la primera por el tenor de sus palabras (haec omnia), llevan un carácter de resumen y conclusión. Se añade que ambas no son ya oraciones en el sentido ordi nario de una súplica u ofrecimiento, como las fórmulas pre cedentes, sino, por lo que afirman de Dios, tienen aire de una alabanza. Por no hablar de la segunda, de la que es evidente, la primera, incluso en su redacción, podemos llamarla doxología. La primera señala la corriente de los dones divinos, que por medio de Cristo baja a nosotros: la segunda indica cómo por medio de El de la creación toda sube a Dios la ple na honra y gloria. El admirabile commercium que en el altar se acaba de reproducir encuentra de esa manera también su expresión en las palabras del canon, que le dan un digno re mate. «P or C risto
nuestro
S eñor»
363. Si nos fijamos ahora en la primera de las dos fórmu las: Per quem haec omnia, no aparece clara a primera vista la idea que quiere ponerse de resalto, o sea el motivo concre to para la alabanza: si es la creación y bendición de Dios o la intervención de Cristo, a la que aluden las palabras que enlazan esta fórmula con el Nobis quoque. En todo caso, el Per Christum Domínum nostrum nos sirve para en una mi rada retrospectiva reconsiderar la gracia divina, que se nos ha dado «por Cristo». El es el Sumo Sacerdote invisible que acaba de ejercer su ministerio, habiendo Dios por El santi ficado estos dones que ahora nos quiere distribuir—ya se ha bía hablado también de que recibiéramos ex hac altaris participatíon—. B e n dic ió n
de productos de la naturaleza
364. Para la determinación más exacta del sentido de es tas palabras, conviene tener en cuenta que, desde los prime ros siglos hasta la baja Edad Media y aun más tarde, en este pasaje del canon se bendecían por diversos motivos algunos productos de la naturaleza K En los sacramentarlos más an tiguos encontramos a propósito del bautismo solemne 21 una 1 La costumbre de una bendición especial dentro del canon pa rece que se limita a la liturgia romana. La misa egipcia tiene en un lugar parecido, a saber, la oración intercesora, una recomenda ción de los dones ofrecidos por los fieles y una súplica por los do nantes. pero que no llega a presentarse en forma de una bendi ción de los dones (B rig htm a n . 129 170s 229). 2 En la misa bautismal de Pentecostés (lo cual hace suponer que lo mismo vale también para la de Pascua de Resurrección) en el Leoniano (M uratori, I, 318); como benedictio lactis et mellis también en el pontifical de Egberto, ed. C reenw ell (Surteex Sootety, 27 [Durhazn 18533 129); así también, uatam ente con la ben-
18.
D 0X 0L 0G ÍA S
FINALES.
3 6 2 -3 6 4
943
bendición de agua, miel y Leche, y en la fiesta de San Sixto ( 0 de agosto), una bendición de uvas frescas* 34. Su fórmula aparece también en otra ocasión con el título ad fruges no vas benedicendas 4 o como benedictio omnis creaturae pomorum 5; pero especialmente como bendición de habas6. Tam bién se bendecía el domingo de Resurrección en este sitio el cordero pascual7. Hacia fines de la Edad Media se trasladó a este pasaje de la misa la bendición de otros productos de la naturaleza, como pan, vino, frutos y granos, que se hacía por la fiesta de San Blas; o de pan en la de Santa Agueda, de piensos para el ganado en la de San Esteban y de vino en la de San Juan Evangelista 8. Actualmente se consagran en el mismo sitio los santos óleos en la liturgia del Jueves Santo ®. Y siempre la oración nombra, para acabar, a Cristo, sin que con este nombre se formase una fórmula final propia, siguién dose luego el Per quem haec omnia, que forma un conjunto con la correspondiente fórmula de bendición. dición de carne, huevos, queso, en un pontifical húngaro de los siglos xi -xii CMorin, en JL 6 [JL9061 59); costumbres semejantes en un misal del siglo xiv de Zips (H adó, 72). 3 Gregorianum, ed. Ltítzmann, n. 138, 4. La costumbre de bende cir uvas en este sitio debió de hacerse muy pronto general en el imperio carolingio, pues amalario (De eccl. o//., i, 12: PL 105, 1013 A) explica el sitio donde el Jueves Santo se consagran los santos óleos con las siguientes palabras: In eo loco ubi soLemus uvas benedicere. La fórmula se encuentra, p. ej., aún en el misal de Ratisbona, del año 1485 (B eck, 244). Se usaba en este día vino nuevo para la consagración (D urando, VII, 22, 2); a veces se mez claba también en este día iugo de uvas en el mismo cáliz, abuso que todavía es combatido hacia 1535 por Bertoldo de Chiemsee (Franz, 726). Un misal estirio del siglo xiv pide que las uvas se coloquen, después de la consagración, encima del altar; tan cerca, que el sacerdote pueda trazar las cruces sobre ellas (Kóck, 48; cf. 1. c., 2 47). Numerosos pormenores sobre esta costumbre, que en parte sobrevivió en Francia hasta 1700, véanse en D e Moléon, índices, p. 560, s. v. raisin. 4 Gelasiano antiguo, III, 63 88 (Wilson, 107 294). 5 Misal de Bobbio I (Muratori, II, 959). El texto se encuentra muy cambiado. 6 En la fiesta de la Ascensión, en el Gelasiano antiguo, I, 63 (W ilson , 107). 7 Como benedictio carnis en el sacramentarlo de Ratoldo (s . x ) PL 78, 243 D); cf. el misal de Bobbio (Muratori, II, 959); ponti fical de Egberto, ed. Greenwell (cf. más arriba la nota 2) 129. Valafrido Estrabón combatió esta costumbre como «judaizante» (V alafrido Estrabón, De exord. et increm., c. 18: PL 114, 938s). s Sacerdotale Romanum de Castellani (1.a ed. de 1523); la ben dición se encuentra todavía en la edición de Venecia del año 1588 (p. 158ss). Conforme anota B rinktrine (Die hl. Messe, 210, nota 1, remitiendo al Rituale Warmiense. 270), se bendice aún hoy día en la diócesis de Ermland al llegar este momento, el día de Santa Agueda, el llamado pan de Santa Agueda y el agua de Santa Ague da. La costumbre parece general en Polonia (cf. Thalhofer-Eisenhofer, Handbuch aer kath. Liturgik, II [Friburgo 1912] 191). • Así ya en el Gelasiano (I, 40; Wilson, 70) y en el Gregorla* no (Lietzmann, n. 77, 4s).
TR. I I, P. II, SEC. I I .— «CANON ACTIONIS»
944
F u nción
prim itiva del
«P er
quem ...»
365. Todo esto induce a suponer que el Per quem haec omnia era el modelo final estereotipado para estas bendicio nes, cuyo texto variaba. Así opina Duchesne l01. quien hace notar que sin esta oración de bendición existiría un hiato en tre nuestra fórmula y las palabras anteriores fiel canon, ya que el omnia difícilmente puede referirse a los dones consa grados n . La
b e n dic ió n e n
S an H ipólito
366. Otro argumento en pro de esta hipótesis nos lo faci lita San Hipólito de Roma. En su Tradición apostólica hemos encontrado con otra ocasión 1 2 una costumbre primitiva, de la que la bendición del agua, miel y leche no es más que un eco insignificante; en este mismo escrito hay una rúbrica inme diatamente después del texto de la Eucaristía que habla de la bendición de los productos de la tierra: «Cuando alguien trae aceite, el obispo debe rezar una acción de gracias semejante a la del vino y del pan; y lo mismo cuando traen queso o aceitunas.» Para ambos casos se da una breve oración, que explica el sentido espiritual de los dones materiales, y además se termina con una doxologia trinitaria 13. Parece que se trata de ritos independientes del sacrificio, pues se habla de ellos después de la misa. Precisamente por esta circunstancia es muy probable que se tuvieran siempre tales bendiciones in mediatamente después de acabado el sacrificio. Pero ya en la misa egipcia tales bendiciones se encuentran incluidas en el canon 14. Por lo menos en este caso consta que se ha hecho con las bendiciones lo que hemos comprobado antes en las 10 D uchesne, Origines, 193-195; cf. Líber pont., ed. D uchesne, I. 159.
11 Sin que consiga convencernos. C. C allewaert (La finale du Canon de la Messe; «Reme d’Histoire Ecclés», 39 [19431 5-21, eso. p. 7ss) niega que haya tal hiato La expresión omnia se explica de la mayor cantidad de las ofrendas; la palabra haec vuelve sobre el iube haec perferri En cambio, es cieno que el hiato se hace me nos sensible si se supone, con J. B r in k t r in e ( üb.er die H erkunft und die Bedsutung des Kanongebetes der rómisctien Messe «Per quem haec omnia»: «Eph. Liturg.», 62 [1948] 365-369). aue la fór mula seguía al principio inmediatamente después del Supplices. 12 Cf. I, 11. i» D ix , lO s; H auler, 108.
14 En la tradición etíope de la Eucaristía de San Hipólito, si gue la rúbrica, junto con una fórmula de bendición, inmediata mente a la doxologia final de San Hipólito, después de la cual hay aún otro final del canon, pronunciado en Egipto por el pueblo con el Sicut erat (cf. m á s adelante la nota 79; B rightman , 190; cf. 233, lin. 23),
18.
D 0X 0L 0G ÍA S
FINALES.
3 6 5 -3 6 7
945
súplicas intercesoras, que primitivamente se hacían antes de la misa sacrifical y fueron luego incorporados a ella. En época posterior debió ocurrir lo mismo con las bendiciones de des pués de la misa: tocias ellas quedaron metidas en el canon. El mismo proceso siguió seguramente también la misa romana, como lo insinúan las reminiscencias, a veces textuales, que de la redacción primitiva de San Hipólito se contienen en la oración que para la consagración de los santos óleos presenta la liturgia latina de Romalfi. Otro tanto habria que decir de la oración con que se bendecían las uvas, resp. los frutos nue vos13*16. Descienden, pues, en línea directa de las oraciones y ritos de San Hipólito. C omentando
el
«P er
quem ...»
367. Juntamente con las bendiciones de los productos de la naturaleza debió de introducirse el Per quem omnia en nuestro canon. Estas bendiciones se añadieron en el sitio men cionado porque se las quería poner lo más cerca posible de la gran bendición que Cristo mismo instituyó, y en la que El (y Dios por El) da a los dones terrenales la más alta consa gración y plenitud de gracias. Razón que se indica en la mis ma frase final: Per quem haec omnia (ahora se incluyen también los dones eucarísticos) semver tona creas. Esta mi rada retrospectiva impulsa a la alabanza, en la que se afir ma una vez más, contra la gnosis y el maniqueísmo, que en los dones que tenemos delante se trata de dones creados por Dios y que Dios los creó buenos y sigue creándolos buenos l7. 13 S an H ipó lito , Trad. Ap. (D ix ): Si QUis oleum offert... gra fías referat dieens: Ut oleum hoc sanctificans das, Deus, sanitatem utentibus et percipientibus, unde unxisti reges, sacerdotes et prophetas, sie... En la bendición de los santos óleos del actual pon tifical -romano se dice: Em itte quaesumus Domine, Spiritum Sanetum ... ut tua sancta benedictione sit omni hoc ungüento coeíestis medieinae peruncto tutam en... unde unxisti sacerdotes, reges, pro phetas et m artyres... in nomine Domini nostri Iesu Christi. Per quem. Esta oración se encuentra también en el Gelasiano anti guo (I, 40; W il s o n , 70) y en el Gregoriano (L ietzm ann , 77, 5). Acerca de la tradición por la que se han conservado estas oracio nes, cf. J u ngm ann , Beobachtungen zum Fortleben von Hippolyts «Apostolischer Überlieferung»: ZkTh 53 (1929) 583-585. 16 San Hipólito ofrece al final del escrito todavía una fórmula completa de acción de gracias sobre los frutos; empieza así (Dix, 54): Gratias tibi agimus, Deus, et offerim us Ubi primitivas fructuum quós dedisti nobis ad percipiendum... La bendición de las uvas del Gregoriano (L ietzmann , n. 138, 4j) d ice: Benedic Domine et hos fructus novos uvae (en el misal de Bobbio: et hos fructus novos ill) quos tu Domine... ad m aturitatem perducere dignatus es et dedisti ea ad usus nostros cum gratiarum actione percipere in nomine Domini nostri Iesu Christi, per quem. i* En contra de la traducción corriente de haec... bona por «to dos estos dones», R ütten (Philologisches zum Canon missae [StZ 1939, I] 47) pone de manifiesto que el sentido verdadero e s : «Dios
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TR. I I , P. H , SEC. I I .— «CANON A CTIO NIS»
Y Dios los ha creado por medio del Logos, por el que fueron hechas todas las cosas18; y por el mismo que se hizo hom bre, y así miembro de nuestro mundo visible, Dios lo santifica todo; la misma encarnación, la magna consagración de la creación, fué el principio de esta santificación1920. Luego, cuan do la Iglesia aplica a las criaturas su virtud santificadora, se extiende una nueva ola de santificación sobre ellas. El vivifi ca s 2 0 y benedicis no lleva, sin duda, otro sentido que el de reforzar la expresión sanctificas. La santificación es precur sora de la vida eterna, en la que ha de participar la creación material; es más, la consagración del pan y del vino ha lle nado ya estas especies de la más alta vida212345. El acento, sin embargo, recae sobre el benedicis. Se trata de una bendición y a ella se aplica la palabra. Esta bendición tenía las siguien tes redacciones: Benedic et has tuas creaturas fontis. . . ' 2; Benedic Domine et hos fructus novos 2 3 ; es decir, lo que pre cede, o sea la acción eucarística, era ya bendición, sólo que de una categoría incomparablemente superior, puesto que en el Te igitur se había expresado la petición uti accepta babeas et benedicas, que luego se repetía en el Quam oblationem y no raras veces la había anticipado ya la oratio super oblata2A. La fórmula termina con el praestas n obis 2 5 , que nos viene a ha creado estos (dones) como buenos»; y esto viene a confirmar lo una ampliación en el Mis sale m ixtum mozárabe (PL 85, 554 A ): que d ice: quia tu haec omnia nobis indignis servís tuis valde bona creas, sanctificas... Cf. también callewaert, La fina l, 10s. Por otra parte, debió interpretarse muy pronto el texto también en sentido contrario; cf. la fórmula Post-Secreta del Missale Gothicum (M ttratori, II, 534; véase más adelante en la nota 25), en que falta el bona. 18 Jn 1,3; Heb 1,2; 2,10. La fórmula que se refiere a la inter vención de Cristo se ha inspirado en Col l,16s. Cf. C allewaert, 9s. 19 Cf. el martirologio de Nochebuena: m undum volens adventu suo piissimo consecrare. Con otra forma se encuentra el pensa miento ya en 1 Cor 8,6; Col l,15s. 20 Conforme refiere S icardo de C remona (Mitrale, m , 6: PL 213, 133s), algunos sacerdotes solían intercalar después de vivificas la palabra mirificas. 21 Cf. la expresión panem sanctum vitae aeternae en un pasa je anterior. En algunas fórmulas Post-Pridie mozárabes, la consa gración se describe aisladamente como vivificación: vivificet ea Spiritus tuus Sanctus (Missale m ixtum : pL 85, 605; cf. 205 A 277 D). 22 M uratori , I, 318. 23 Cf. más arriba la nota 16. 24 Cf. P. A lfonso , UEucologia romana antica (Subiaco 1891) 83. Por lo tanto, es arbitrario sacar de este et la conclusión de que le precedía una epíclesis también en el canon romano que empezaba: Benedic Domine has creaturas pañis et vini, y luego se suprimió. Así B uchwald , Die Epiklese in der römischen Messe: «Weidenauer Studien», I, separata (Viena 1907) 31. 25 La misa milanesa del Jueves Santo tiene aquí, lo mismo que en la doxología final del canon, una variante notable: ... benedi cis et nobis famulis tuis Idrgiter praestas ad augniemum fiaei et remissionem om nium peccatorum nostrorum (Missale AmbrosiOr
18.
DOXOLOGÍAS FINALES.
3 6 7 -3 6 9
947
recordar que toda santificación y bendición proveniente de Cristo no aspira sino a enriquecernos. La mejor prueba de ello es la comunión, para la que nos estamos preparando. I n tim a s
«P er Y EL RESTO DEL CANON
relaciones entre el
quem »
368. Claramente se ve asi que las palabras per quem haec omnia reciben su total sentido únicamente en conexión con la anterior oración eucaristica y que indudablemente la ac tual redacción debe a ella su origen. Por otra parte, conside rando que en las ofrendas consagradas siempre se alude a sus relaciones con el mundo de las cosas terrenas, esta fórmula final tiene título para continuar en el canon como alabanza del Redentor, aun cuando no se dé bendición de los produc tos de la tierra*2627, y el omnia ya no tiene significación com pleta, puesto que se ponen delante sólo las especies de pan y vino. Estas palabras hacen juego con la petición de la con sagración en el Quam oblationem, como expresión del agrade cimiento por la misma, dirigida a Dios y a nuestro Sumo Sacerdote, por quien El obra y nos lo da todo37. Es la confe sión en forma de doxología de que toda gracia nos viene por Cristo y, a la vez, un preludio de la magna doxología, que si gue inmediatamente confesando que es también Cristo por quien sube a Dios toda alabanza y glorificación. F órmulas finales
369. Fué siempre norma antigua terminar la oración pú blica con una alabanza a Dios, para volver de este modo al fin principal de toda oración, que es el humillarse la criatura num (1902) 154; e t M uratori, I, 134). Una fórmula Post-Secreta del Missale Gothicum (M uratori, II, 534) termina con la siguien te variante del texto romano: ... Unigeniti tui, per quem omnia creas, creata benedicis, benedicta sanciificos et sanctijicuia largìris, Deus. 26 El sentido del can. 23 del concilio de Hipona (cf. más arriba 9 con la nota 50) es, sin duda, que en todo caso se distinga clara mente la bendición de estos dones de la de los dones eucaristicos (cf. B otte, 49 69). Estos dones generalmente se ofrecían en la en trega procesional de las ofrendas. También el canon de Hipona emplea para la excepción que permite (miel y leche en la misa de la vigilia de Pascua) el término de offerri, que incluso se hace in altari, al contrario de Roma, donde había mesas especiales para las oblaciones del pueblo. La diferencia resulta clara por la distin ta fórmula de bendición que se usa. 27 No parece necesario suponer un cambio en la interpretación de la palabra creas después de haberse separado la fórmula de ben dición del Per quem omnia; lo pid^ C. R uch (Cours et Conféren ees, VII [Lovaina 1929] 93), advir tiendo que el acto de la consa gración equivale a una creación. La palabra omnia continúa resul tando dura aun después de tal cambio de interpretación.
948
TRI I I , P- I l , SEC. I I .— «CANON A CTIONIS»
ante su Creador. Por eso, las oraciones de la Didajé están re dactadas ya en esta forma, y en las liturgias orientales apenas se encuentra una oración sacerdotal que no termine con una solemne doxología: «Pues tú eres un Dios bueno y amigo de los hombres, y a ti ofrecemos este homenaje, al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por toda la eter nidad», se dice, por ejemplo, en la liturgia bizantina. En la liturgia romana y en toda la cristiandad se viene observando esta ley desde muy antiguo en los salmos, donde el Gloria Patri es prácticamente el último versículo. En cambio, la fór mula linal de la oración sacerdotal está redactada con arreglo a otro tipo, poniendo en el centro de la atención la mediación del Redentor; pero no olvida ni aun entonces una alusión por lo menos a su reinado eterno con carácter doxológico. Sólo en la oración príncipe de todas las liturgias, la suprema oración eucarística, se ha conservado, en su forma romana, una so lemne doxología final, y -esto ien una fórmula donde se aúnan acertadamente la sencillez con la grandeza. Su redacción ac tual coincide con la de los más antiguos documentos del ca non. Delata además su tradición antiquísima la circunstancia de que no expresa la alabanza de Dios sino «por Cristo», ras go que en la mayoría de las liturgias orientales, a consecuen cia de las turbulencias arrianas, se perdió no sólo en este pasaje, sino generalmente en el final de todas las oraciones2a. C omparando las redacciones del ACTUAL Y EL DE SAN HIPÓLITO
canon
370. Efectivamente, la doxología final del canon romano guarda estrecha relación con la que se lee en la E u ca ristía de San Hipólito de Roma. Relación tanto más visible si compa ramos ambos textos poniéndolos uno al lado del otro (basta un pequeño cambio en la posición de las palabras del canon actual): CANON ACTUAL
Per ipsum et cum ipso et in ipso est tïbi omnis honor et gloria Beo Patri om nipotenti in unitate Spirit lj Sanati p e r . omnia saecula saeculorum.*29
SAN HIPÓLITO
Per quem tibi gloria et honor Patri et Filio cum Sánete Spiritu in sancta Ecclesia tua et nunc et in saecula saeculorum
2 3 Cf. Jungmann, Die Stellung Christi im liturgischen Gebet, esp. p. 151ss. 29 Cf. I, 30. La forma milanesa de la doxología final del canon representa una notable ampliación lespecto a la redacción roma na (a Kennedy, 53, le llama la atención que falte en B otte. 46) • ra
JL8.
C omentario
DOXOLOGÍAS
FINALES.
3 6 9 -3 7 1
949
del texto
371. La diferencia principal se advierte en que los nom bres de las tres personas divinas,' que en San Hipólito se en cuentran juntas, como objeto común de la alabanza, en nues tro canon, ateniéndose a la economía de nuestra salvación, aparecen en parte como participando activamente en esta alabanza. La «unidad del Espíritu Santo» de nuestro canon es lo equivalente a la expresión de «santa Iglesia» en el texto de San Hipólito. La Iglesia está formando una unidad y una comunidad en el Espíritu Santo: Sancto Spiritu congrégala*30, y está siendo santificada por su inhabitación. Ella es la uni dad del Espíritu Santo 3 1 y de ella sube toda gloria y alaban za a Dios, el Padre todopoderoso 323, y sube «por El», pues Cristo es la cabeza de la humanidad redimida y de toda la creación, que en El está compendiada (Ef 1,10). El es el Sumo Sacerdote delante del Padre. Por eso, el per ipsum se explica y se determina más por el cum ipso y el in ipso. Cristo no está delante del Padre como suplicante solitario, como cuando du rante su vida terrenal oraba en la soledad de las noches sobre las montañas, sino que sus redimidos están en torno de El. Han aprendido a alabar con El al Padre, que está en los cie los; más aún, están incorporados a El, y por eso también aso ciados al fervor de su oración, de modo que ahora realmente pueden adorar al Padre «en espíritu y en verdad». In ipso e in unitate Spiritus Sancti indican, por lo tanto, la fuente de donde dimana toda glorificación del Padre celestial, conside rada unas veces desde el punto de vista de nuestra unión con Cristo, cuyo cuerpo místico formamos todos los redimidos, y otras desde nuestra unión con el Espíritu Santo, cuyo aliento nos mantiene con vida3a. est tibi Deo Patri om nipotenti ex ipso et per ipsum et in ipso omnis honor virtus laus gloria Imperium perpeiuaas et potestas in unitate Spiritus Sancti per infinita saecula saecuiorum. 30 Colecta del viernes infraoctava de Pentecostés. 31 Al contrario de la fòrmula final de la oración, donde la unitas Spiritus Sancti por el contexto queda limitada a la Iglesia del cielo (cf. más arriba I, 488 con la nota 39), aquí el concepto ha conservado toda su amplitud, que comprende las Iglesias militante y triunfante. Cf. J. P ascher (Eucharistia [Münster 1947] 146-152), que interpreta la «unidad del Esmritu Santo» primariamente de lavida divina de la Santísima Trinidad, pero luego también de la Iglesia. 32 Cf. Ef 3,21. Véase la exposición de este pensamiento en el capítulo In der Einheit des Heiligen Geistes en J ungmann , Gewor dene Liturgie, 190-205. 33 J ungmann , Die Stellung Christi, 178 182. No quisiera insistir en la tesis allí defendida Cp. 181s) de la identidad perfecta del ex ipso et per ipsum et in ipso milanés (véase la nota 29) con la redac ción romana, ya que parece evidente que la forma milanesa es se cundarla. £a ella se ha perdido el cum ipso. Desde el punto de via-
950
TR. II, P. II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
R azón de la doxología fin a l
372. Esta alabanza no se encuentra sin razón al final de la oración eucaristica y no carece de sentido el que vaya en forma de indicativo (e s t ) mejor que de subjuntivo3*. En es tos momentos, cuando la Iglesia está reunida en torno al altar para ofrecer el cuerpo del Señor que sobre él descansa, Dios recibe efectivamente toda honra y gloria. El es cumplimiento de la palabra de Malaquias (1,11): «El nombre del Señor es grande en todos los pueblos». L a elevación menor
373. Esta relación se refleja además en una ceremonia. El sacerdote toma el cáliz y Ja forma y los mantiene levanta dos. Es la llamada «elevación menor»; menor no porque sea de menor importancia o porque sea lo que ha quedado de otra elevación mayor, sino porque aquí no se trata, como en ía «elevación mayor», de enseñar las sagradas especies al pue blo, sino de elevarlas como expresión de su ofrecimiento a D ios*3S. Tal elevación no puede ser por su naturaleza sino una elevación simbólica, como la hemos encontrado en otras oca siones 36, aunque siempre se debe hacer de tal modo que pue da verse. Actualmente, se levantan las especies sólo a las palabras omnis honor et gloria. Se trata de la reducción de un rito que se recortó en tiempos posteriores y cuya historia es bastante larga. La forma primitiva y completa de la ceremonia la encon tramos por primera vez37 en la liturgia de la ciudad de Roma ta de la historia de las doxologías, es imposible la interpretación que de la doxología final romana presentan e. o. E isenhofer (II, 193) y B rinktrine (211s), según la cual el cum ipso une Padre e Hijo y el in ipso se ha de entender de la pericoresis trinitaria. Des de luego, considerado en sí mismo, el cum ipso podría aplicarse también a la unión entre Padre e Hijo; en cambio, el sentido del in ipso queda claramente determinado por el texto correspondien te de ,1a doxología milanesa y por Ef 3,21 (y por él también el de cum ipso). Además, aquella interpretación se debilita consideran do que in unitate Spiritus Sancti significa mucho más que cum Spiritu Sanoto; es decir, que no puede interpretarse de una simple participación del Espíritu Santo en el homenaje de la glorifica ción que damos a Dios. Cf. más arriba I, 488 con la nota 39. ** Cf. más arriba I, 411 **; 449. 35 El Cotí. Ratoldi del Gregoriano (s. x) dice del diácono: sublevans calicem in conspectu Domini (PL 78, 244 A). 36 Cf. más arriba I, 18 ; II, 44 4 60 277. 37 otra noticia menos clara, pero que seguramente se refiere a esta cuestión, la tenemos en la vida del obispo galo Evurcio de Orleáns (s. iv ): in hora confractionis pañis caelestis, cum de more aacerdotali hostiam elevatit manibus tertio Deo benedicendum oi-
IB.
DOXOLOGÍAS FINALES.
372-374
951
del siglo vn. El archidiácono, que, habiendo estado in clin a do, a las palabras p er q u em acaba de incorporarse, tom a al per ip s u v i*3839el cáliz por las asas, sirviéndose para ello de un paño de lin o 30, y lo m antien e en alto al m ism o tiem po que el papa eleva h a sta el borde del cáliz las especies de pan, es decir, las dos hostias consagradas tom adas de su oblación, y, tocando con ellas el cáliz, pronuncia el resto de la doxología fin a l40. V an
aumentando las cruces
374. Más tarde, este rito tan sencillo y claro, al com pli carse con las señales de la cruz, cad a vez m ás estim adas, se fué haciendo m ás difícil. H asta entrado el siglo x i se m en cio nan sólo tres cruces que al sa n c tifica s, v iv ific a s , ben ed icis se trazan sobre la h ostia y el c á liz 41, y que no son para pertur bar todavía la cerem onia de la elevación durante la doxología final. Aparecen luego sobriam ente, y h acia fines del siglo x ferret, super caput eius velut nubes splendida apparuit (F. Cabrol, Elevation; DACL 4, 2662 2666). En cambio, no pertenece a esta categoría, por toda su significación, la elevación de las especies, que en las liturgias orientales desde antiguo se une con la adver tencia tipa. T ; á p ' o i í — en contra de B aumstark (Liturgie comparée, 147—, ya que no se dirige a Dios alabándole y ofreciéndole algo, sino al pueblo invitándole a la comunión. No importa que nuestro rito en la baja Edad Media tuviese pasajeramente una expli cación parecida (véase más adelante 409). Mayor es la semejanza con la u'-Jxncj'.;; tí); r.oyo^iac,. sobre la que B rinktrine (Die hl. Messe, 216, nota 1) llama la atención. 38 Según Ordo Rom. IV (PL 78, 983s), el archidiácono eleva el cáliz ya al Per quem haec omnia, y esto contra dom num papam, lo cual prueba que se encuentra al otro lado del altar. 39 Otros misales mandan al diácono lavar antes las manos (así también D urando, IV, 44, 5), y luego, sin paño, coger el cáliz. Cf. más arriba 79. • 40 Ordo Rom. I, n. 16: PL 78, 945 »A: Cum dixerit «Per ipsum et cum ipso», levat (archidiaconus) cum offertorio calicem per an sas et tenens exaítat (S tapper: tenet exaltans) illum iuxta pontificem. Pontifex autem tangit a latere calicem cum oblatis dicens «Per ipsum et cum ipso» usque «Per omnia saecula suecuioruin. Amen». Casi el mismo texto presenta el Ordo Rom. III, n. 15: PL 78, 981- C. Con otras palabras se encuentran las mismas prescripcio nes en el Ordo de Juan Archicántor (S ilva-Tarouca, 199), cuya recensión en el Breviarium (1. c.) dice de la elevación del cáliz: sublevans eum modice. Los dos panes (cf. más arriba 6) se men cionan expresamente en el Ordo Rom. IV : PL 78, 984 B : Hic levat domnus papa oblatas duas usque ad oram calicis et tangens eum de oblationibus... dicit «Per ipsum». Cf. también A malario, De eccl. off., III, 19: PL 105, 1130 D. Ordo Rom. IV: PL 78, 983s. El diácono mantiene elevado el cáliz. B rinktrine (Die hl. Messe, 300) enumera una serie de ma nuscritos de sacramentarlos que sólo contienen estas cruces. Más ejemplos de sacramentarlos que no piden cruces para el Per ip sum hasta el siglo x i véanse en L eroquais. I, 62 71 97 118 123; 1, c., I, 209, todavía un sacramentarlo del siglo xn . to
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TR.
11,
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cada vez más recargadas, las cruces que se trazan con la hos tia al per ipsum et cum ipso et in ipso. Al principio no son más que d os42, más tarde se convierten generalmente en tres, como en la actualidad43. A partir del siglo x i se intro duce una cuarta cruz, y no mucho después se añade otra; es decir, las dos que en la actualidad van unidas a las palabras Deo Patri e in unitate Spirítus S ancti44*. SU SENTIDO QUEDA OBSCURO
375. Si el sentido de las cruces que acompañan a las pa labras de bendición está claro—desde luego no indican des empeño de la potestad de bendecir, sino que sólo sirven de acompañamiento a las palabras sanctificas, vivificas, benedicis—, para las que se trazan en la doxología ñnal no se ha encontrado una interpretación que convenza, ni siquiera acu diendo a su origen histórico. Las tres cruces que se hacen al triple ipse se explican en cierta manera atendiendo al con junto; seguramente se trata aquí de acentuar y estilizar el ademán indicador de la elevación, dándole, además, un tono especial las tres veces en que se pronuncia la palabra ip se 4 3 E xplicació n sim bó l ic a ; una frase de S an A g u stín
376. Más obscuro es el origen de las últimas cruces, que obedecen a razones simbólicas. Ocasión para ellas dló, sin duda, la antigua rúbrica que manda al sacerdote tocar con la sagrada forma el cáliz mientras éste lo mantiene elevado el diácono: tangit a latere calicem 46. Esta ceremonia misterio 42 En Amalario (De eccl o//., III, 26: PL 105, 1144 D) se men cionan sólo estas dos cruces, que se hacen por cierto iuxta cali cem, sin las tres anteriores. En otros casos, a las tres se añaden estas dos (Ordo Rom. II, n. 10: PL 78, 974 B); así también en un sacramentarlo de Angulema (de hacia el 800) y en algunos ma nuscritos posteriores (véase B rinktrine , 1. c.). Ibíd., 214, se expresa la sospecha de que para ello dieron ocasión las dos formas; véa se, sin embargo, más adelante la nota 53. A malario (1. c.) da sólo una razón simbólica: porque Cristo murió por los judíos y los pa ganos. 4a B rinktrine , 300s. Ejemplos para estas tres cruces (sin las demás) véanse en L eroquais, i , 84 86 96 Í00 103 108 120. En el rito de los cartujos según los Statuta antiqua (antes de 1259) (M artene , 1, 4, XXV [I, 634 A]): La forma se mantiene durante las pa labras siguientes encima del cáliz hasta el Per omnia, cuando se elevan el cáliz y la forma. 44 Referencias en B rinktrine , 301; S olch, Hugo, 99s. 43 Cf. más arriba, 178. La razón del número primitivo de dos queda aun así obscura. Probablemente se quería con ellas comple tar las tres anteriores que se hacen al sanctificas, etc., hasta al canzar el número de cinco. 46 Véase más arriba la nota 40. Cf. Ordo R om . II, n. 10: PL 78, 974: tangit e latere calicem duas faciens cruces.
18.
d o x o l o g ía s
f in a l e s .
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. 953
sa, que al principio no tenia otro fin que simbolizar la unión le las dos especies, dió luego ocasión a ulteriores conjeturas. Be toca el cáliz en cuatro direcciones 47, y la señal de la cruz así formada significa que el Crucificado quiere atraer a sí a los hombres de los cuatro puntos cardinales48. Al añadir a las tres cruces que se hacían al per ipsum una cuarta, con ellas se simbolizaban las cuatro partes del mundo. Este sis tema de las cuatro cruces estaba muy difundido hasta que .vino el misal de Pío V 49. En el siglo xm se le relaciona con una fórmula cuadrimembre de San Agustín sobre la infinitud de D ios5051, que, a su vez, influyó en las ceremonias de.estas cuatro cruces6l. Por lo menos, la cuarta debía hacerse al pie del cáliz, ateniéndose a las palabras Dens infra omnia depressus. 47 J uan de Avranches (f 1079), De off. eccl: PL 147, 36 B: Sacerdos «Per ipsum» dicendo oblata quattuor partes calicis ta n gat 48 I von de C hartres ( i 1116), Ep. 231: PL 162, 234: quod vero cum hostia iam consecrata intra vel supra calicem signum crucis imprimitur a latere calicis orientan usque ad occidentale et a septentrionalí usque ad australef hoc figurari intelligimus, quod ante passionem Dominus discipulis suis praedixit; Cum exaltatus fuero a térra, omnia traham ad meipsum. 49 B rinktrine , 301 (con la nota 2) cita manuscritos de los si glos x i hasta el xiv. La cuarta cruz a veces se hace al Deo Patri, a veces al in unítate. El número de cuatro se encuentra también en los cistercienses del siglo xn y en el rito antiguo de los domini cos (véase S ólch, Hugo, 99s, donde además se remite al ordinario de Coutances (¡n o Constanza!) de 1557) (L egg, Tracts, 64). 50 Se cita por H ugo de S. C her para confirmar su modo de dis tribuir las cruces (véase la nota siguiente) en esta forma: Deus est extra omnia non exclusas..., super omnia non elatus..,, intra omnia non inclusus..., infra omnia non depressus (S olch, 10ls). Con una redacción algo diferente en G uillermo de M elitona (Opuse, super missam, ed. Van D i j k , en «Eph. Liturg.» [1939] 341s); allí también más citas y referencias del sitio donde se encuentra en S an Agustín (De Gen. ad. lit., 8, 26: PL 34, 391s; cf. Ep. 187, 4, 14: PL 33, 837). Se trata de una cita bastante libre, o, mejor dicho, de una compi lación de palabras del santo doctor. 51 En el rito antiguo de los dominicos, tres de las cuatro cruces se trazaban sobre el cáliz, pero cada vez a menor altura; la tercera, finalmente, dentro del cáliz (S olch, 100). Esta distribución se con servó también en el rito más reciente de los dominicos (a partir del 1256) cuando se añadió la quinta cruz, que se trazaba al pie del cáliz (S olch, 101). El mismo rito en el Líber ordinanus de Lieja (Volk , 95). Las tres primeras cruces a distinta altura se interpre taron más tarde de Cristo elevado en la cruz, desprendido de 1^ cruz y sepultado. M. de C avaleriis (Statera sacra missam iuxta ritum O. P. ...expendens [Nápoles 1686] 408) ve en ellas expresada una glorificación de Cristo, que compensa la supresión de la elevatio (S olch, 106). Cf. también H. L. Verwilst , Die dommikanische Mease (Dusseldorf 1948) 30s. En otros sitios, sin embargo, se hacían las cruces a la misma altura encinta del cáliz (S olc# , JIQ0),
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TR. II, P- II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
L a alegoría de las cinco llagas
377. A la rúbrica ya citada que manda tocar el cáliz se debe luego otra interpretación que llevó a las cinco cruces. En la rúbrica se pedía que se tocase el cáliz a latere. En una época en que todas las ceremonias de la misa, y especialmeiv te las que se encontraban hacia el final del canon, se inter pretaban de la pasión del Señor, tal rúbrica debió sugerir el recuerdo de la herida del costado de Cristo, es decir, de la quinta entre las cinco llagas 52; y para completar la repre sentación simbólica de las cinco llagas creyeron necesario añadir a las tres cruces ya existentes otras dos 5354complemen tarias, que aparecen en los manuscritos desde el siglo x m ñ4. Precisamente de la misma época tenemos también testimo nios claros de la interpretación de las cinco llagas, y oímos hablar de diversas opiniones sobre la manera de trazar estas cruces, especialmente para simbolizar la herida del costa do 55. Como además el cáliz, según costumbre general, estaba a la derecha de la hostia, parecía existir una razón más para trazar siquiera la última cruz sobre el lado del cáliz56. Así se hizo hasta que, por fin, la ley de la simetría prevaleció sobre el simbolismo. 52 Cf. -más arriba I, 148 y passim. 53 Allí donde no se hacían aún las tres cruces al Per ipsum po dían tomarse como base también aquéllas del sanctijicas, etc. Proba blemente se explica así el número de dos para las cruces del Per ipsum, que repetidas veces está atestiguado (véase arriba la nota 42). 54 El primer ejemplo seguro está en el cód. 614 de la biblio teca casanatense (ss. xi -x ii ) : Hic faciat duas cruces in latere calicis cum oblata tangens illum (E bner, 330). -Más frecuentes se hacen es tas cruces en el siglo x m (B rinktrine , 301). Pero tal vez tiene aplicación a nuestro caso lo que dice ya hacia 1036 B ernardi Ordo Clun., I, 72 (H errgott, 265, lín. 13): duas cruces imprnrut, en lugar de dum crucem imprim it). Interesantes son lós datos del pontifical de Cristiano de Maguncia (de hacia el 1170> (M artene, 1, 4, XVII [I, 602 A ] : tres cruces a diversa altura encima del cáliz, alias duas in labro calicis dicens; Per ipsum... Spiritus Sancti. Hic tangat calicem cum hostia ad dexteram partem. 55 B ernoldo de Constanza ( t 1100), Micrologus, c. 17: PL 151, 988 A: Postea cum corpore dominico quattuor cruces super calicem facimus dicendo: «Per ipsum et cum ipso et in ipso», et quintam in latere calicis, videlicet iterum vulnus Domini(ci) lateris sig nificando. Para Bernoldo, el número de cinco ya es una cosa co rriente. Sigue luego en son de censura: M ulti tam en tres tantum cruces super calicem et duas in latere exus jaciuni; esto no está bien, porque Cristo no tuvo más que una herida en el costado; además, como sabía ciertamente, el papa Gregorio VII (t 1085) era parti dario de la primera manera de trazar las cruces. «« Con todo, el Líber ordinarius O. Praem. (s. xn) d ice: quintam ante oram calicis (L efevre, 12; W aefelghem, 80),
18.
DOXOLOGÍAS FINALES.
377-379
955
I nterpretación t r in ita ria
378.
Por lo demás, al sistema de las cinco cruces se le dió
i'ii el siglo x i i todavía otra interpretación cristológico-trini
taria57589, que repercutió en la forma de trazarlas y, sobre todo, •in el diverso tamaño de las mismas -,s. Con esta ocasión, las ríos últimas—la penúltima no tenia sitio fijo—se unieron de finitivamente a las palabras del texto que las hablan de acom pañar, asignándoseles además su sitio fijo, pues, como ya se lia podido deducir de lo escrito, hasta entonces no se habla pensado en relacionarlas determinadamente con el texto3'. Por cierto, esta interpretación teológico-trinitaria no íué la ú nica60. Y así como al referirse al Hijo por medio de las palabras ipse se trazaban tres cruces, se hacían ahora las dos restantes al nombrar al Padre y al Espíritu Santo respecti vamente. D esaparece e n parte la elevación
379. Fácilmente se comprende que el sencillo rito primi tivo de la doxología se hubiera ido desvaneciendo hacia fines 57 R icardo de W eddinghausen, O. P raem., De canone m ystici libaminis, c. 8: PL 177, 465s: La primera señal de la cruz significa la eternidad del Hijo junto con el Padre; la segunda, la igualdad; la tercera, la eonsubstancialidad; la cuarta, el mismo modus existendí utriusque et ante m undi co nsm utionem et post m undi consummationem; la quinta, la unidad del Espíritu Santo con el Podre y el Hijo. Acerca del problema del autor, cf. F ranz, 418s. 58 R icardo de W eddinghausen 0. c .; 466 A ); Prima quidem crux ex utraque parte ultra calicem protenaitur. secunda calici coacquatur. Tertia infra calicem coarctatur. Quarta eaaem est cum prima. Quinta ante calicem depingitur. Esta regla, que se desconoce aún en el Líber ordinarius O. Praem. (cf. la penúltima nota), se impuso en Inglaterra; misal de Sarum (L egg, Tracts, 13 225 263s; M artene, 1, 4, XXXV [I, 669 B ] ; cf. M askell, 152s ). Asimismo en Suecia; mi sal de Upsala, del año 1513 (Y elverton, 19). Con una redacción más precisa de la rúbrica, en el misal D de Bratislava (s. xv) (Jávor, 117). Este orden de las cruces se observa aún actualmente en el rito de los carmelitas. 59 Esto parece evidente en el ordinario de la capilla papal, de hacia el 1290 (ed. B rinktrine , en «Eph. Liturg.» [19371 206). donde no se dice más que Hic cum ipsa hostia bis ínter se et calicem signet, sin que se pusiese, como de costumbre, una cruz en e. mismo texto. Lo mismo se observa en el Sarum Ordinary, del siglo xiv (L egg. Tracts, 13), donde sólo en una rúbrica delante del Per ipsum se habla de las cinco cruces, sin que se ponga alguna en el texto. En el misal de Sarum, algo más reciente, a que se refiere M artene (1, 4, XXXV [I, 6691), las señales de la cruz se encuentran registra das en el sitio acostumbrado. 60 Al lado suyo continúan las interpretaciones anteriormente descritas, pero también, p. ej., una interpretación de la pasión como la expone I nocencio III (De s. alt. mysterio, V, 7: PL 217. 894): las tres primeras cruces significan la crucifixión por los judíos y por los paganos; las dos últimas, la separación del alma y cuerpo.
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II,
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de la Edad Media, agobiado por la multitud de cruces que le cubrían, hasta desaparecer por completo en muchos sitios43. Aun cuando estas cruces, sobre todo al ir acompañadas de otros gestos que se hacían con la sagrada forma, no contri buían nada a la mayor estética del rito6162, pero las hacían cre yendo dar más realce a la pronunciación del ipse, o sea a la mención de Cristo, recordándonos que es el misterio de la santa cruz el más a propósito para «dar a Dios toda honra y gloria». I n t e r v e n c ió n d e l d i á c o n o ; e l e v a c ió n A LAS PALABRAS «PE R OM NIA...»
380. En algunas regiones, la ceremonia de la elevación se fué con virtiendo en el rito de enseñar la forma al pue blo63; en otras quedó suprimida en este sitio; la encontra remos luego en el Pater noster. Cuando no intervenía un diá cono, la elevación tenía que aplazarse hasta que el. sacerdote hubiera terminado las cruces, es decir, hasta las palabras fi nales de la doxologia. Más tarde se limitaba la ayuda del diácono en la misa solemne a sostener el brazo del celebran te 64 o a tocar durante la elevación el pie del cáliz 6\ aña61 El rito de los dominicos ya no conoce esta elevación a partir
de la mitad del siglo x m . Asimismo falta en el rito de Sarum (S ólch,
Hugo, 105; L e g g , Tracts, 225 262-264; LíEGg , The Sarum Missal, 224. Cf. también V olk, 95). 62 En aquella época no sólo se di ó una importancia exagerada a las señales de la cruz y su distribución siguiendo su sentido sim bólico, sino que se aumentaron también las ceremonias que se hacian con la sagrada forma, añadiéndose movimientos circulares. Los combate L u d o v ic o C ic o n i o l a n o en un capítulo especial de su Directorium divinorum officiorum, publicado el año 1539 en Roma ( L e g g , Tracts, 210). Pero ya mucho antes E n r i q u e de H e s s e (t 1397) se ha bía dirigido en sus Secreta sacerdotum contra los sacerdotes que ha cían cruces longas para que las vea el pueblo, así como contra la costumbre de elevar la forma a las palabras omnis honor et gloria hasta la misma altura que en la consagración. Por esto se llamaba en Inglaterra esta ceremonia también second sakering (sacnng — consagración). Los reformadores ingleses se mofaron del «Dios bai larín» de la misa romana (cf. la digresión en L e g g , Tracts, 263s). C3 Un estatuto de Xanten hacia 1400 tuvo que prohibir que el sacerdote se volviese después del Per ipsum para enseñar al pueblo el cuerpo del Señor; la cita está tomada de P. B r o w e : JL 9 (1929) 36. Cf. la nota 62. 64 A los primeros testigos de esta costumbre pertenece J u a n de A v r a n c h e s (i 1079), De off. e c c l: PL 147, 36 B : uterque caiiceni levent et simul ponant. En cambio, se suprimió por completo la ele vación del cáliz, según el Ordo de S. Amand, en el caso en que no celebraba el mismo papa ( D u c h e s n e , Origines, 484). Se insistía es pecialmente en que ambos colocasen el cáliz sobre el altar, porque so veía en ello expresado el desprendimiento de la cruz por José do Arimatea y Nicodemo ( H u g o de S . C h e r , Tract. super missam [e d . S ó l c h . 451; cf. S ó l c h , Hugo, 106). •A Ritual de Soissons ( M a r t e n e , 1, 4, XXII [I, 612 €]).
18.
DOXOLOGÍAS FINALES.
379-381
9 57
dléndose, a imitación de las costumbres cortesanas, la cere monia de besar el diácono el hombro del celebrante ®6, para ílnalmente desaparecer también estas formas de cortesía87 Así se dice ya en el siglo xi, cuando por" primera vez aparece el número completo de las cruces actuales, que el sacerdote no levante el cáliz antes de pronunciar las palabras Per omnia saecula saeculorum 60*6S*689.Esta fué la costumbre predominan te en la Edad Media, practicada por las órdenes antiguas, que fué abolida sólo con el misal de Pío V 6g. Tenía la ventaja de que de este modo las palabras finales no quedaban, como en la actualidad, separadas de la fórmula a que pertenecían, aun cuando se las decía en voz alta o se las cantaba, y por eso, el Amén resaltaba como final del canon, dando a la ce remonia entera una mayor armonía. L a co stum bre actual
381. No tardó mucho en ir apareciendo la forma actual, que une lo que quedaba de la elevación con las palabras omnis honor et gloria, debiendo pronunciarse entonces el Per omnia saecula saeculorum sólo después de poner el cáliz y la forma en su sitio 70. Esta costumbre no se generalizó en Roma antes del siglo x v i71. En ella coincide la elevación de las sa gradas especies exactamente con el punto principal de la do60 El ósculo del hombro aparece por primera vez en el pontifical del Cod. Casanat. 614, beneventano (ss. x i - x i i ) ( E b n e r , 330), en que varios indicios hacen suponer su procedencia normanda. En él se prescribe este ósculo al diácono aun después de haber elevado el cáliz. También está atestiguado en el Ordo eccl. Lateran. ( F i s c h e r , 85), en S ic a r d o de C r e m o n a (Mitrale, III, 6: PL 213, 134 C), I n o c e n c io 331 (De s. alt. mysterio, V, 13: PL 217, 895), en H u g o d e S. C h e r (1. c., 45). En algunas iglesias se daba este Ósculo antes y después de la intervención del diácono; en otras se usó también algo más tarde cuando el diácono entregaba al celebrante la patena, en el mismo sitio en que hoy está prescrito el ósculo de la mano ( S o l c h , 107-109). Aisladamente, como en el ordinario de Chalón ( M a r t e n e , 1, 4, XXIX [I, 647 C]), después del ósculo del hombro se besaba también el altar. 87 Según el Ordo eccl. Lateran. (de hacia el 1140) ( F i s c h e r , 85), el diácono tenia que descubrir y volver a cubrir el cáliz, cos tumbre que aun hoy día se ha conservado; cf. también el ordi nario de Bayeux (ss. xm-xrv) ( M a r t e n e , 1, 4, XXIV [I, 629 C]), donde se trata todavía de echar para atrás el corporal. 68 B e r n a r d i Ordo Clun., I , 72 ( H e r r g o t t , 265); B e r n o l d o de C o n s t a n z a , Micrologus, c. 17 23: PL 151, 988 B 994 D ; asimismo hacia 1140 en el Ordo de la basílica de Letrán ( F i s c h e r , 85). 69 Véanse las referencias en S o l c h , 104. Así también en algunos misales impresos del siglo xvi; cómo último, en el de Venecia del año 1563 (véase L e b r u n , I , 467, nota c). 70 El primer testimonio se encuentra en E s t e b a n de B a u g é (t 1136), De sacr. altaris, c. 17: PL 172, 1301. Más referencias en S o l c h , 104. 71 Por Juan Burcardo (véase L egg, Tracts, I59s). Cf. P. S almón, Les «Amens» du canon de la m esse: «Eph. Liturg.» (1928) 501s
506.
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TR. II, P. II, SEC. II.— «CANON ACTIONIS»
xología. Fue gran desventaja, sin embargo, que la elevación no abarcase también las palabras finales, sino que quedasen éstas separadas del resto de la fórmula por el rito de colocar antes el cáliz y la Hostia sobre el altar 72, y a partir del si glo xv o xvi, por la genuflexión 7374. Decimos desventaja por que se derivaron de aquí dos consecuencias desfavorables para el conjunto del rito: la primera fué el desviarse notablemente la atención del punto principal hacia las palabras finales Per omnia saccula saeculorum, que se pronunciaban en voz alta para hacer resaltar el final del canon, pero que por esta mis ma razón—segunda desventaja—se separaron del canon para unirse con el siguiente Oremus, igualmente recitado y can tado en voz alta, con que empieza el Pater noster. Con esto aquellas palabras no aparecen ya como final del canon, sino como principio del Pater noster 7t. Verdad es que en algunas partes, como en Francia y en diversas regiones de España, se acostumbra a subrayar el omnis honor et gloria y su ceremo nia correspondiente por medio de un toque especial de ia campanilla 75, pero esta costumbre no es universal y no ha conseguido, por otra parte, neutralizar los efectos que acaba mos de apuntar. El misal de María Laach del año 1931 ha en sayado devolver a todo el texto de la doxología final algo de su primitiva importancia poniendo una especial presentación artística y, sobre todo, aumentando el tamaño de sus letras. E l A m én
382. En la solemnidad de estas palabras participa tam bién el Amén, en el que, según una antiquísima costumbre, entra todo el pueblo para afirmarlas y corroborarlas. Ya he 72 Así, p. ej., claramente en el Ordo Rom. X IV , n. 53: PL 78, 1167 C. 73 Esta genuflexión falta, p. ej., todavía en el ordinario de Coutances del año 1557 ( L e g g , Tracts, 64). 74 Efectivamente, me han consultado muy en serio, incluso sacerdotes, a qué parte había que atribuir el Per omnia saecuta saeculorum. Una solución podría consistir en que se aplazase la genuflexión hasta terminada la doxología. La misma propuesta hace M. A lamo, La aclamación «Am én» en la Biblia y en la liturgia: «Apostolado sacerdotal» (Barcelona) 2 (1945) 145-152; 3 (1946) 8-13. 75 J. K r e p s (La doxologie du canon: «Cours et Conférences», VII [Lovaina 1929] 223-230 esp. 230), da cuenta de una apro bación d? la Sagrada Congregación de Ritos del 14 de mayo de 1856. El profesor B. Fischer, que atestigua la costumbre para la dióce sis de Tréveris, sospecha con buenas razones que su origen hay que buscarlo en el rito de enseñar la forma al pueblo (véase más arriba 380) (carta del 18 de febrero de 1949). L e b r u n ( I , 465) re fiere que en las catedrales francesas se empleaba también la in censación y que diácono y subdiácono s? arrodillaban a la riv recha e izquierda. Según el misal de Stowe del siglo ix, se cantalwi toda la doxología, empezando por el Per quem, tres veces: ter cu nitur ( W a r n e r [HBS 32] 16s).
18.
DOXOLOGÍAS FINALES.
381-382
959
mos visto 76 la significación que se daba a este Amén en los primeros tiempos. En el siglo m se enumeran los privilegios principales del pueblo cristiano en los siguientes términos: oír la oración eucaristica, pronunciar el Amén, asistir a la sagrada mesa y extender las manos para recibir el pan divi no 77789. Con este Amén, el pueblo rubricaba el santo sacrifi cio 7R. Es cierto que todavía en la época carolingia las pala bras finales del canon no se decían en silencio, únicamente para que a ellas pudiera el pueblo contestar con el Amén en voz alta™. 76 Cf. más arriba I, 20; 293. 77 Dionisio de Alejandría (+ 264-65), en E u s e b i o , Hist. eccl., VII, 9: PG 20, 656. También S a n C r i s ó s t o m o (In I Cor., hom. 35, 3: PG 61, 300) habla de este Arrien. Más testimonios véanse en F. C a, Amen: DACL 1, 1554-1573, esp. 1556ss. 78 S an A g u s t í n , Serm. ( R o e t z e r , 6, 3: PL 46, 836, 124): Ad hoc dicitis Amen. Amen dicere subscribere est. 79 Esto aparece tanto más claro cuanto que se pronuncian en voz .alta sólo las últimas palabras Per omnia saecuia saeculorum, que aisladas no tienen sentido. Desde que se «reza el canon en voz baja no ha habido intento de empezar la pronunciación en voz alta ya con las palabras Per ipsum, aunque lo sugiere el texto y se hace a veces -n las misas dialogadas por parte del q¡ue la dirige. En cambio, en las liturgias orientales, en las que se impuso tam bién para muchísimas oraciones la pronunciación .en voz baja, con toda regularidad se pasa a la pronunciación en voz alta cuando empieza la doxología, si no ya un poco antes. Y así se hace tam bién en el canon, donde, p. ej., la ¿x
SECCION III LA
COMUNION
Idea prim itiva y prim eros elem entos I jA COMUNIÓN, PARTE ESENCIAL DE LA MISA
383. No es de la esencia del sacrificio el que haya de ter minarse con un banquete sacrificad Sin embargo, al sacrificio do la Nueva Ley, tal como lo instituyó Cristo, le sigue nece sariamente un convite sagrado: es la fiesta de la familia de Dios, es decir, de aquellos que en virtud del bautismo perte necen a Cristo, formando con El una comunidad entrañable. Se acercan a Dios como pueblo santo. La comunión de los santos, que es la Iglesia, debe encontrar su expresión en la comunión sacramentall. En todos los tiempos se consideró como exigencia mínima de la celebración de la misa el que, por lo menos, comulgase el celebrante. La práctica contraria se condenó siempre como una corruptela2. S a c r if ic io y c o m u n ió n , e s t r e c h a m e n t e u n id o s
384. Los textos bíblicos presentan la Eucaristía tan insis tentemente como convite, que se impone probar su carácter de sacrificio. Por lo que se refiere a la Iglesia primitiva, aun que es evidente que la oblación va mucho más allá de un simple preludio del convite, pero sacrificio y, convite se les encuentra tan estrechamente unidos, que parece material1 De modo que la palabra communio, aplicada al Santísimo Sa cramento, no significa en primar lugar la acción de unirse el par ticular con Cristo—de lo contrario debería llamarse co-unio—, sino el bien supremo que une entre sí a la comunidad de los fieles. El ¡recuerdo de este sentido primitivo se encuentra todavía en B e r t o l do d e C o n s t a n z a ( i 1100), Micrologus. c. 51: PL 151, 1014 D : Nec proprie communio dici potest, nisi plures de eodem sacrificio participant. Así también en S a n t o T o m á s d e A q u i n o , su m m a theol., IEC, 73, 4 corp. 2 El sínodo x ii de Toledo (681), can. 5 (M ansi , XI, 1033), se di rige contra los sacerdotes que, celebrando varias veces en el mismo día, comulgan sólo en La última misa. En los siglos siguientes parece que fué muy frecuente la omisión de la comunión en los sacerdotes que por cualquier razón celebraban en estado de pecado mortal. Existen numerosas disposiciones que condenan la omisión de la comunión, sobre todo hasta el siglo x ; .pero también las hay in cluso del siglo x iv (F ranz , 77s ; P. lBrowe , Messa senza conse cración e e com m unione; «Eph. Liturg.» 50 (1936) 124-132). 31
962
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sec.
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c o m u n ió n
mente imposible participar en uno sin participar en el otro. De ahí que el despedir a los que eran indignos del sacramen to—no sólo-los no bautizados, sino también muchas veces los penitentes—se hacia, aun en tiempos tardíos, al principio de la misa sacriflcal3; y antes de empezar la oración eucarística, el diácono volvía a levantar la voz para prevenir a los que no eran de corazón puro45. En las liturgias orientales se encuen tra todavía hoy día el ósculo de paz al principio de la misa sacrifical, a diferencia de los occidentales, que, con el correr ie los tiempos, lo hemos trasladado a otro lugar. Pero en to dos los ritos se ha creado en torno a la comunión una corona de oraciones y ceremoriias para prepararla y darle un re mate digno. P r im e r o s e l e m e n t o s d e l r it o d e c o m u n ió n
385. Según las noticias más antiguas, la comunión for maba sencillamente el final de la función eucarística, sin que se le acompañara de oraciones especiales6; las oraciones pre paratorias consistían en la misma oración eucarística y la oblación. Después, en el siglo iv, encontramos ya en la Iglesia griega varios ordinarios de la misa en los que a la comu nión precede por lo menos una oración del celebrante para pe dir la gracia de recibir dignamente el cuerpo del Señor, a veces también una oración de bendición para los que comul gan; y después de la comunión, por lo menos una oración de acción de gracias 6. Aparecen en los mismos documentos 3 Cf. más arriba I, 612s. 4 Cf. más arriba 129. También .en. Oriente se nota la tenden cia a limitar este aviso a Ja comunión. En los Cánones Basiiii (c. 97; R iedel, 274), tales avisos, que en otras liturgias a veces se encuentran delante de la anáfora, preceden a la comumiión. 5 Cf. más arriba I, 19 30. Aun se nota la misma concepción cuando en la Iglesia galicana, todavía del siglo vi, se dice que la comunión se hatee peractis sollemnibus, expletis missis... (N ickl , Der Anteil des VolTces, 55; cf. 65). 6 El Eucologio de Serapión (n. 1 4 -1 6 ; Q u a s t e n , Mon., 64-66) contiene antes de la comunión una oración para ¡la fracción (¿v -yt eux^, una bendición del pueblo (/sipones ta), así como des pués de^a misma una acción de gracias que empieza con las pa labras E'jx«(Pia'cou|i¿v aot. Este mismo plan se presupone también en T eodoro de M opsuestia , Sermones catech., VI (R ücker, 34-38); asimismo se encuentra en la recensión egipcia de Ja Tradición Apostólica, de San Hipólito, que se conoce con el nombre de Ordenación eclesiástica egipcia (redacción etiópica, Dix, lis ; B rightman , 190-193; cf. la redacción copta, F u n k , II, 10ls); sin embargo, en ella ¡se encuentra la variante de ir duplicada la ora ción previa a la bendición y de seguir después de la acción d»* gracias otra oración para la bendición imponiendo las manos. ¡La Constituciones apostólicas (VIII, 13-15; Q uasten, Mon., 227-233) no tienen antes de la comunión más que una oración del obispo, precedida por una letanía. Le hacen seguir igualmente unía acción
2.
«PATER N O STER».
38 4 -3 8 6
963
otros d etalles del posterior rito de la com unión de las litu r gias orientales, sobre todo la cláusula Ta cqta tote dicha por e l m ism o celebrante después de la oración preparatoria, adem ás de la salm odia que acom paña la com unión. Ig u a l m ente, aun a n te s de term inar e l siglo iv, aparece en algunos docum entos griegos la oración que desde entonces se incor pora d efinitivam ente a l conjunto de las oraciones preparato rias de la com unión en todas las liturgias; m ás aún, se co n vierte en su oración principal, el Pater noster T.
2. P rimeras
aP ater n o ster»
n o ticia s
386. No fa lta n en O ccidente ya para el siglo iv testim o nios sobre el uso del Pater ?ioster como oración preparato ria de la co m u n ió n 1. San Agustín habla de él repetidas v e *7lo de gracias y una bendición. El Testam entum Domini (Q uasten , Mon., 258s) conoce sólo una fórmula de oración antes y después de la comunión. En ninguna de estas liturgias aparece el Pater noster. 7 Si las catequesis ¡mistagógicas realmente fuesen de San Cirilo de Jerusalén, el testimonio más antiguo para el Pater noster se encontraría en su 1. V, 11-18 (Q uasten , M o ?i ., 103-107). Véanse, sin embargo, los reparos expuestos más arriba. 253 25. Su testimonio por lo que se refiere, a Oriente, quedaría aislado para medio siglo, lo cual, en vista de los indicios en contra, que precisamente se en cuentran en Siria todavía en tiempos posteriores (cf. la nota an terior), es un fuerte argumento no a su favor. Los testimonios cla ros que le siguen en la Iglesia oriental son las observaciones de S an C risóstomo , In Gen., hom. 27, 8; In Eutrop., hom. 5; F austo de B izancio , Hist. Armeniae (de hacia el 400), V, 28. Cf. los da tos en H anssens III, 491-403. 1 Optato de M ilevi (Contra Parmen. [compuesto hacia 3661 II, 20: OSEL 26, 56), que refuta la doctrina de los obispos donatistas sobre la penitencia por su propia práctica, puesto que primerar mente conceden la remisión de los pecadtos y luego ¡rezan la sú plica d;e perdón para ellos mismos: m ox ad altare com ersi domtr nicam orationem m aeterm ittefe non votestis et utique dicitis; Pa ter noster qui es in caelis, dim itte nobis debita et peccata nostra. Acerca de la posición del rito africano de la reconciliación den tro de la misa, cf. J ungmann , Die lateinischen Bussriten, 32 300s. En el caso de que se supone una práctica común con los católi cos, suposición que difícilmente podrá ser puesta en duda, parece obvio fijar su introducción en una época anterior al cisma dona^tista (311). El que T ertuliano (De on\, c. 11 18) atestigüe el Pater noster en este mismo sitio (como pretende D ekkers . Tertvilianus, 59s), parece muy dudoso (véase G. F. D iercks , Vigiliae christianae, 2 [1948] 253). S an A mbrosio , De sacramentis (de hacia el 390), V, 4, 24 (Q uasten , Mon., 168): Quare crgo in oratione dominica, quae postea (es decir, después de las palabras de la consagración)
964
TR. n , p. n ,
sec.
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c o m u n ió n
e o s *2. Aunque para la m isa rom ana, fuera de la tradición del canon, no existe docum ento alguno que se refiera d irecta m en te al Pater noster, sería m uy raro pensar que no h ab ía entrado ya m ucho an tes a formar parte de las oraciones de la com u n i dad 3*. En España sí consta en época b astan te adelantada de cierta vacilación en adoptarlo d efin itivam en te; el cuarto co n cilio de Toledo (633) tuvo que urgir la costum bre de rezar la oración dom inical todos los días y no sólo los dom ingos S it io que o cupa e l « P ate r n o s t e r »
387. E n la m isa rom ana, e l Pater noster abre la prepara ción para el acto de com ulgar. No se crea que esto es ta n n a tu ral; en otras liturgias encontram os, efectivam en te, una distribución distinta. En las liturgias no bizantinas o rien ta les 5, lo m ism o que en los ritos no rom anos de O ccidente b. sequitur, a it: Panem nostrum? S an J erónimo , Adv. Pelag. (de hacia el 415), III, 15: PL 23, 585; cf. In Ezech., 48, 16: PL 25, 485 ; In M a t t h 26, 41 ; PL 26, 198. 2 S an A g u stín , Serm. 227: PL 38, 1101: ubi p erad a est sanetificatio, dicimus orationem dominicaux. Ep. 149, 16 (CSEL 44, 362) dice de la oración principal de la misa: quam totam petitionem fere omnis Ecclesia dominica oratione concludit. El tere demues tra que San Agustín conoce excepciones. Más referencias véanse en R oetzer, 128-130; cf. también más adíelante las notas 30, 34 y siguientes. 3 Para S an J erónimo (cf. la nota 1), la actitud de los pelagiar nos, que consideran superfluo el Pater noster delante de la co munión, es contraria a la costumbre general. Si es que no se usa* ha mientras estaba todavía en Roma (382-385), San Jerónimo, por medio de los numerosos peregrinos sacerdotes tuvo ocasión sufi ciente para mantenerse al corriente de las costumbres de la misa romana. Por lo demás, hay buenas razones para considerar el tes timonio de S an A mbrosio (De sacr., V. 4, 24) como refiriéndose también a la misa romana. El que el Pater noster se encontraba ya en la misa romana antes de San Gregorio Magno, lo que pone en duda B atiffol (Leçonst 278), se deduce de la circunstancia de que una misa del Leoniano (M uratori, I, 359) contiene ya un Em bolismo entre el prefacio y la poscomunión: Libera nos ab omni malo propitiusaue concede, ut quae nobis posedmus relaxari ipsi quoque proximis remittamus. Per. * Can. 10 (M ansi , X, 621). 5 Véase el resumen de H anssens , n i , 504. Parece que, origi nariamente, ni en Bizancio ni en Egipto la fracción del pan tuvo lugar antes del padrenuestro (1. c., 517). Por otra parte, en la misa siríaca oriental las oraciones preparatorias delante del padre nuestro son muy extensas. Empiezan con plegarías de penitencia y de acción de gracia del sacerdote, entre las que aparece, p. ej., el salmo Miserere; luego siguen entre otras oraciones, un lavatorio de las manos y una incensación del celebrante, que precenden a la fracción, rica en ceremonias, y la consignatio. Sólo entonces, des pués de la letanía y la oración preparatoria del sacerdote, se dio«* el padrenuestro (B rigthman , 288-296). « Missale m ixtu m ; PL 85, 558; Missale Ambrosianum (1902) 179. Por lo que se refiere a la misa galicana, cf. la sinopsis en H. L ietz. mann , Ordo missae Romanus et Gallicanus, 4.a ed. : «Kleine Texte».
2.
«PATER N OSTER».
3 8 6 -3 8 8
965
precede por lo com ún al Pater noster la fracción del pan. De esa m anera se preparan prim eram ente los dones para la d is tribución y luego se d a com ienzo a la oración. L a c a r t a de S a n
G regorio
388. El orden actual de la m isa rom ana se rem onta, por lo que se refiere a este pasaje, a San Gregorio Magno. A él se le reprochó—lo sabem os por una carta suya— que introducía costum bres griegas; en especial se le ech ó en cara orationem dominicam mox post canonem dici statuistis. Para d efen sa suya expone en u n a carta a i obispo Juan de Siracusa lo s i guiente ; Orationem vero dominicam idcirco m ox post precem *7 dicimus, quia mos apostolorum fuit, ut ad ipsrni solummodo orationem oblationis8, hostiam consecrarent. Et valde m ihi inconveniens visum est, ut precem, quam scholasticus composuerat, super oblationem diceremus et ipsam traditionem, quam Redemptor noster composuit, super eius corpus et sanguinem non diceremus 9. San Gregorio quiere, pues, decir que la m isa de los apósto les consistía ú n icam ente en la consagración por m edio de la oratio oblationis; todo lo dem ás son añadiduras posteriores. Ahora bien: de rezarse sobre los dones consagrados u n a ora ción m ás, es n atu ral que an tes de poner una oración com puesta por hom bres 101 se rece en prim er térm ino la oración dom inical. Desde San Gregorio se vien e diciendo el Pater noster in m ed iatam en te después del canon, es decir, todavía super oblationem , o sea sobre las ofrendas colocadas en el altar, contra la costum bre anterior de no rezar el Pater nos ter sin o inm ed iatam en te an tes de la com unión, cuando los panes consagrados habían sido retirados del altar y ya e sta ban partidos n . Esta idea se la pudieron inspirar a San G re 19 (¡Berlín 1935) 27. El mismo orden vale seguramente también para Africa (cf. S an A gustín , Ep. 149, 16: CSEL 44, 362). 7/ 8 Lo mismo la palabra prex que la de oratio oblationis so¡n nombres del canon (cf. más arriba 112). 9 S an G regorio M agno, Ep. IX, 12: PL 77, 95Gs. Véase la his toria de las interpretaciones de este texto y la aclaración proba blemente definitiva de su contenido en G eiselmann , Die Abendmahlslehre, 209-217. Una discusión más detallada del texto, desde otro punto de vista, la presenta B atiffol, Legons, 277s. 10 Parece que la prex quam scholasticus composuerat, y en cuyo lugar se puso el Pater noster, fué del mismo género que las ora ciones mencionadas en la nota 6 que precedían a la comunión o se asemejaba al prooemium fractíonis> que en la misa copta va de lante de la fracción y el padrenuestro (cf. H anssens , m 486s). B aumstark (Missale Romanum, 13s) cree poder señalar un texto determinado de la tradición romana. 11 E. B ishop ^A. W ilmart, Le génie du rit romaiw (París 1920) 84-87. Así ahora también F. Cabrol, en The olergy Revlew, 1 (1931) 864-366.
TR. I I , P. I I , SEC. I I I .— LA COM UNIÓN
g o r io la s c o s t u m b r e s g r ie g a s q u e é l h a b ía v is t o e n C o n s t a n t i n o p l a 12. A l c a n c e d e su in t e r v e n c ió n
389. Pero San Gregorio fué m ás allá; m ientras en B izancio, al igual de en casi todas las liturgias orientales, al conjunto de oraciones de después de la doxología Anal del canon le preceden una n u eva exhortación a la oración y un nuevo saludo al p u e b lo 13, en la liturgia rom ana se prescinde de este saludo, contentándose con el Oremus. Así, la ex h o rta ción depende todavía del Dominus vóbiscum y d el Sursum corda de la solem ne oración eucarística, uniéndose e l Pater noster de cerca con el canon, con lo que se consigue dar m a yor relieve a sus ya palabras lapidarias. El sacerdote las pro n u n cia e n e l altar del m ism o m odo que h a recitado el canon. E l « P ater n o st e r », r esu m e n DE LA ORACIÓN EUCARÍSTICA
R ealm ente, la prim era parte de la oración dom inical es, en cierto modo, un resum en de la oración eucarística a n te rior. El sanctificetur recuerda com pendiosam ente el triple Sanctus , el adveniat regnum tiium es una sín tesis de las dos epíclesis Quam óblationem y S u w tices 14 y el fiat voluntas tua reproduce la actitud fu ndam ental de obediencia y entrega, de las que h a de salir la oblación. D ifícilm ente podrán expre sarse m ejor los sen tim ien tos e in ten cion es que guiaron al S e ñor cuando ofreció su sacrificio, y que hem os de asim ilar n o s otros cuando intervenim os en la renovación sacrifica!. Oon todo, una concepción semejante aparece también en un fragmento que, según O . M orin (Rcvue Bénédict., 41 [1929] 70-73), nació hacia el 500 en el norte de Africa: non poteris per orationem dominicam mysterii sacramenta cornplere, ut dicas ad plenltudinem perfecti hoUxxmsti orationem dommioam (PL. 125, 608 B; c t 1. c., 610 B). En B izando tiene la siguiente forma solemne: K«¿ Isxa: x¿ ¿Air) jisfaXoD Oso3 xa: ao)T?/po<; rj|io)v ’[yjsoü Xpioxr/j jisxá v ofvxwiv ópiv. a lo qu»e sigue la respuesta común d?l pueblo: Kal u.sxó xou Ttv-r^axoq 3oü (B rightman , 337). Así, más o menos, también en otros ritos, y esto, a lo que parece, desde lo tiempos más remotos, conforme se ve en las Const. Apost. (VIII, JL3, 1; Q uasten , Mon., 227). Sólo las li turgias egipcias se contentan con la salutación común del pueblo: Etpvjvr) 7t«c3tv (B rightman , 135 180). 14 Una variante bíblica (Le. 11,2) pone en lugar de la petición del advenimiento del reino la de la venida del Espíritu Santo: ¿XOáto) x¿ ótyov :cvs-j[ací oou sep* r{\Ld$ xa: xaftap tsaxto to o
2-
«PATER N OSTER».
3 83-391
967
P ero n o p e r t e n e c e a l c a n o n
390. Sin embargo, sería un error suponer que, por. poner le e n este nuevo sitio, -el Pater noster h aya adquirido una función esencialm ente d istin ta a la que ten ía an tes com o pre paración para la com unión o creer que San Gregorio hubiera pretendido con su innovación cosa sem ejan te 13*16. Esta suposi ción no encuentra n in gú n apoyo docum ental. El canon sigue siendo un conjunto cerrado, y por esto term in a con u n a so lem ne doxología, m ientras que el Pater noster , ahora un poco m ás unido a l canon, con tin ú a con su función de oración p re paratoria para la com unión, como se ve e n todas la s litu r gias *•_ C o m e n t a r io s p a t r ís t ic o s d e l « P a t e r n o s t e r »
391. El que el Pater noster en la vida de la an tigu a Ig le sia, aun prescindiendo de la liturgia de la m isa, lo considera ran siem pre en estrech a relación con la com unión, lo d em u es tra la m anera de explicar la petición del p an e n los co m en tarios que h acen los Santos Padres de la oración dom inical y las otras observaciones ocasionales sobre e l tem a. Los la ti nos, em pezando por Tertuliano, relacionan la petición del pan generalm ente con la Eucaristía, y lo m ism o h a cen una buena parte de los g r ie g o s17. Esto llam a m ucho la atención 1 3 B P sI n x t r i n e (Die hl. Messe, 239-233) opina que San Gregorio consideraba en la cita mencionada el padrenuestro (aludido por las palabras ad ipsam solummodo orationem oonsecrarent) como oración consagrante, aunque no precisamente en el sentido de la misma consagración, sino más bien en un sentido más amplio de urna bendición de los dones consagrados. Al hablar así Brinktrim* sigue la opinión de los comentaristas medievales, con los que comparte también la aplicación del concepto ampliado de la consagración a la tracción y conmixtión. Por esto incluye incluso el Agnus Dei y el ósculo de la paz en la segunda parte de la misa, la «consagración eucarística». Tal concepción no nos facilita cier tamente la comprensión del sentido originario de estas ceremonias. Dix (The shcvpe of th e Uturgy, 131) intenta probar una especie de inclusión
P a r a e l se n tid o e u ca rís tio o d e la p e tic ió n d e l p a n se c ita n T ertu liano (De or., c. 6); S an C ipriano (De or. Dom., c. 18) ; J uvenco
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c o m u n ió n
en un texto cuyo sentido literal se refiere evid en tem en te al pan m aterial, y sólo se explica si el Pater noster lo relacion a ban con el acto de la com unión m ucho an tes de que lo en co n trem os com o parte del rito en los prim eros docum entos litú r gicos. Sin duda, lo rezaban al recibir diariam ente la com unión en las casas particulares, com o tam bién en la com unión que se ten ía e n las iglesias a continuación del sacrificio. La p ri m era oración que los neófitos rezaban en e l sen o de la c o m unidad an tes de su prim era com unión parece que fué, desde los tiem pos m ás rem otos, e l Pater noster , y por lo m enos en esta ocasión la debían rezar todos juntos y e n voz a l t a 1819. Más tarde, e n los prim eros com entarios de la m isa que hab lan del Pater noster , o sea en las catcquesis m istagógicas de Jerusalén y en las del obispo de Milán, se explica la petición del pan insistiendo en su sen tid o eucarístico 10. Con esta ocasión exhorta San Ambrosio a la com unión diaria en un com entario m ás la r g o 20. No h ay duda, pues, d e que e l Pater noster se usaba tam bién con este fin. El
testim o n io de los ritos de comunión
392. Que la oración dom inical la consideraban como ora ción de la com unión todas las liturgias, sobre todo en la a lta Edad M edia, se desprende del hecho de que aparece, entre las oraciones preparatorias, com o la m ás im portante, aun cuando se repartiera la com unión sin haber sa crificio 21; por ejem plo, en la missa praesanctificatorum , que n o es otra cosa que un rito solem ne de co m u n ió n 22; otro ejem plo, (Ev. h ist. I, 595), C romacio (In Math., tr. 14, 5), además de una serie de referencias de San Hilarlo, San Ambrosio y San Agustín (B ock, llOss). Entre los griegos sólo San Gregorio Nis?no rechaza ■abiertamente él sentido eucarístico GOOs). Oocno es sabido, I03 Santos Padres, probablemente vPor razones prácticas, explican fre cuentemente las palabras ( apxov y¡ijuT>v tov) sTc.oóa'.ov que se encuen tran en San Mateo 6,11 y San ¡Lucas 11,3 diciendo que se trata de un pan que está adaptado a la otaíot, la naturaleza espiritual del hombre. S an A mbrosio (De sacr., V, 4, 24) la traduce por la pa labra supersubstantialem... (qui animae nostrae substantiam fulcit). Paira la discusión filológica véase Q uasten , M otl, 169, nota 1 ; W. F örster, eTuioúatoc: Theol. Wörterbuch z. N. Test., II (1935) 587595; Th . S oiron , Die Bergpredigt Jesu (Friburgo 1941) 348-352. 18 D ölger, Antike u. Christentum, 2 (1930) 148ss, refiriéndose e. o. a Rm 8,15; Gal. 4,6. Cf. todo el tratado Das erste Gebet der Täuf linge in der Gemeinschaft der Brüder; 1. c., 142-155; A G reiff, Das älteste Pascharitual der Kirche (Paderborn 1929) 126-130. 19 Oí. más arriba 385 386\ 00 S an A mbrosio, De sacr., V, 4, 24-26 (Q uasten , Mon.r 168-170). 21 Cf. el capítulo Das Pater noster im Kom m unionritus en 'J ung m an n , Gewordene Liturgie, 137-164. 22 Según las rúbricas latinas más antiguas (que se encuentran en el Gelasiano antiguo [I, 41; W ilson , 771) de la missa praesanctificatorum del Viernes Santo, que proviene de Oriente, el sacer dote, después de haber besado la cruz, debe decir: Oremus, et so* t o v
2.
«PATER N OSTER».
391-393
969
la m ayor parte de los ritos de la com unión de los en fer mos *24 S e c o n f ir m a p o r l a s l it u r g ia s o r ie n t a l e s '
393. Por el modo como se introdujo a la m isa, se confir m a tam bién e n Oriente su carácter de oración de com unión. Allí form a, por regla general, parte de un cuerpo de oraciones que existían ya antes, y en tre las que viene com únm ente una oración para pedir la gracia de una com unión digna y otra para bendecir a los fieles. El Pater noster sigue de ordinario a la prim era de estas d o s 24, quedando así en evidencia su carácter de oración preparatoria. La súplica que precede al Pater noster pide m uchas veces la pureza del corazón n o sólo para recibir el pan sagrado, sino h a sta para pronunciar dignam ente la oración d o m in ic a l25. Otras veces, como, por ejem plo, en las principales liturgias griegas, se in terca la a n tes del Pater noster una fórm ula breve de transición, rezada en voz alta, que pide lo m ism o: «Haznos dignos, Señor, para que con confianza, sin reproche, n os podam os atrever (xoXptffv) a invocarte, Dios de los cielos, com o a Padre y d ecirte:...» 2®. quitur; Praeceptis salutaribus moniti. E t oratlo dominica, in d e : Libera nos Domine quaesumus. Iiaec (minia expida adorant cmnes sanctam crueem et communicant. Es d e cir, la p re p a ra c ió n o ra c io n a l p a ra e sta c o m u n ió n se re d u c ía o rig in a r ia m e n te a sólo el Pater noster. S i, pues, B r i n k t r i n e (Die hl. Messe, 256) observa que n o p u e d e e x t r a ñ a r e l que e n la mis set praesanctificatorum se d ig a tam bién e l Pater noster, desconoce o n o responde a la ra zó n p r in c ip a l de n u e stro a rg u m e n to .
24 J u ng m an n , ¡L c., 146ss. Las órdenes más antiguas de la co munión de enfermos que tenemos en la liturgia romana datan sólo del siglo rx. E-ntre ellas hay también algunas con el Pater noster como centro de las oraciones preparatorias. Se encuentran hasta en el siglo xvi. En algunos casos, como, p. ej., en un pontifical del si glo xi de Narbona, se sirve para este rito sencillamente de ia parte que en la misa normal corresponde a la comunión, empezando con el Oremus. Praeceptis salutaribus m oniti (M artene, 1, 7, XIII [I. 892]). Un vestigio de esta costumbre más antigua la tenemos en el actual ritual romano (V, 2, 12), donde el Pater noster so encuentra al final de la extremaunción, o sea en el sitio en que antiguamente se iniciaba la preparación de la comunión. 24 Oí. los apreciaciones en ¡Báttmstark, Die Mcsse im Morgenland, 156s, en las que resume su tesis. 23 Asi en la liturgia de San Marcos (B rigiitman , 1 35s) : «...ilu mina los ojos de nuestro espíritu para que sin culpa podamos, par ticipar en la comida inmortal y celestial, y santifícanos entera mente en alma, cuerpo y espíritu, a fin de qué podamos rezar esta oración con tus santos discípulos y apóstoles». A esta oración, re zada en voz baja, añade el sacerdote, igualmente en voz baja, un padrenuestro, para luego, mediante otra petición por la gracia de una buena disposición, rezada en voz alta, pasar a la recita ción común con el pueblo del padrenuestro. 2« Así, en la misa bizantina (B rightman, 339). Esta oración se encuentra ampliada en la liturgia de fían Marcos y en la de San tiago (1. c., I35s 59); de modo semejante en la misa armenia
970
tr. n ,
p. n ,
sec.
n i .— l a
c o m u n ió n
C i e r t a a u t o n o m ía d e l « P a t e r n o s t e r »
394. La autonom ía del Pater noster, que vem os iniciarse en esta fórm ula, se consum ó en las liturgias no griegas del m undo sirio, donde la oración dom inical, a pesar de seguir en el m ism o sitio, en teram en te dentro del ciclo de la com u nión, determ ina, sin embargo, ella sola el contenido de la oración precedente. En la anáfora apostólica siríaca occid en ta l dice la o ra ció n : «Haz, Señor, que reine entre nosotros tu paz y tu quietud en nuestros corazones, con el fin de que nuestra lengua pue da anunciar tu verdad. Sea tu cruz el guardián de nuestras almas, mientras nuestra boca, como nueva arpa, habla con labios de fuego un nuevo lenguaje. Haznos, Señor, dignos de pronunciar ante ti. con la confianza que de ti proviene, esta oración pura y santa, que tú boca, fuente de vida, enseñó a tus discípulos fieles, los hijos de tus misterios, diciéndoles: Cuando vosotros oréis, así debéis rogar, confesar y decir:... ^ . C o m e n t a r io a l a s p a l a b r a s in t r o d u c t o r ia s
395. El entusiasm o que produce la m ajestad de la oración dom inical, reflejada en tales palabras, en cu en tra su expre sión tam bién, aunque en form a m ás com edida, e n las frases introductorias de n u estra m isa r o m a n a 2S*278. P ara e l hombre, form ado de polvo y cenizas, es, ciertam en te, un a trevim ien to (audemus) hacer suya una oración en la que se acerca a Dios com o hijo a su padre 29. Acabam os de ver m en cion a da la palabra «atrevim iento» en las liturgias orientales. Se repite con frecuencia en boca de los Santos Padres cuando (1. c., 446). Una introducción parecida precede al padrenuestro en l
2.
«PATER NOSTER».
394-396
971
hablan del Pater n oster 30. Com prenderem os aún m ejor la r e verencia que sien te ante la oración dom inical la liturgia ro mana, y que, sin duda, está m uy en su puesto, si recordam os que en ton ces a esta oración se la m an ten ía en secreto no sólo ante los gen tiles, sin o aun an te los catecúm enos h a sta m om entos an tes de que por e l bautism o se convertían en hijos del Padre c e le s tia l31. Pero h asta los ya bautizados d e bían sen tir siem pre con hum ildad la enorm e d istan cia que les separaba de Dios. Por otra parte, el m ism o Hijo de Dios nos enseñó estas palabras, m andándonos que las repitiéra mos. Fué este un m an d ato salvador, una instrucción d ivi n a 32. Los sen tim ien tos concretados en la oración cuadran m aravillosam ente con la hora en que tenem os entre n u es tras m anos e l sacrificio con que el m ism o Hijo se presentó y sigue presentándose ante su Padre celestial. L a p e t ic ió n d e l p e r d ó n
395. Adem ás de la petición del pan, se escu ch a en el Pa ter noster otro ruego de Im portancia para la m isa. Es la p e tición d el perdón de los pecados. Optato de M ilevi destaca ya e sta petición en tre los d e m á s 33. Con gran in sisten cia llam a San A gustín la atención sobre ella: «¿Por qué se reza an tes de recibir el cuerpo del Señor? Por la razón siguiente: Cuando, com o lo trae consigo la h u m an a fragilidad, nuestro entendim iento ha pensado algo inconveniente, cuando n u es tra lengua ha hablado algo injusto, cuando nuestros ojos se han fijado en algo indecente, cuando nuestros oídos han e s cuchado con com placencia algo van o..., al rezar en la ora ción dom inical aquella p etición: «Perdónanos nuestras deu das», todo ello queda borrado, con el fin de que podam os acer ca m o s con conciencia tranquila y no com am os n i bebam os 30 S a n J e r ó n i m o , Ad. Pelag., III, 15: PL 23, 585: Sic docuit apostólos suos. ut cotidie in corvoris iilius sacrificio credentes audeant loqui: Pater; S a n A g u s t í n , Sermo 110, 5: PL 38, 641: audemus quotidie dicere; Axlveniat regnum tvAim. Referencias de expresiones parecidas de los Padres griegos véanse en O. R o u s s e a u , Le «Pater» dans la liturgie de la messc («Cours et Conférences», VII [Lovaina 1929] 231-241) 233s. 31 R o u s s e a u (1. c., 235) se inclina a ver el origen de este modo de hablar (audere, toX^ v) en la práctica del catecumenato, espe cialmente del Oriente. 32 Las expresiones de la introducción romana las encontramos ya en S a n C i p r ia n o (De dom. or., o. 2: CSEL 3, 267), que dice de Cristo: Qui ínter cetera salutaria sua m ónita et praecepta divina, quibus populo suo consulit ad salutem. etiam orandi ipse formam dedit. Tal vez pertenece aquí también aquiello <5e T e r t u l i a n o , De or., c. 11 (CSEL $o, 187): memoria praeceptorum viam orationibus stem it. 33 Cf. más arriba la nota 1.a
972
TR. II, P. H , SEC. III.— LA COMUNIÓN
para n u estra condenación lo que vam os a recibir» 34. El Pater noster es com o un a purificación cuidadosa an tes de acercar nos al a lt a r 35. Por eso, en H ipona fué costum bre de que to dos los sacerdotes y fieles se diesen golpes de pecho a las p a labras dim itte nóbis debita riostra36. Y que tam bién en la m isa rom ana se d a a la petición final, expresada en esta s p a labras, una significación especial, lo dem uestra e l llam ado embolismo 37, que tien e su correspondencia en todas las li turgias, exceptuada la b iz a n tin a 38. E l «e m b o l is m o » e n
las
l it u r g ia s
ORIENTALES
397. En los ritos orientales, fuera de los bizantinos, las paráfrasis se ocupan en h acer resaltar generalm ente no sólo la últim a, sino tam bién la pen ú ltim a petición, repitiendo sus palabras casi al pie de la letra 39 o am pliándolas de modo considerable. Asi, por ejemplo, la anáfora de S antiago m a n d a al celebrante que continúe con las palabras: «(Sí, Señor Dios nuestro), n o nos dejes en trar en u n a ten tació n que no podem os vencer (sino danos con la ten tación tam bién el triunfo p ara que resistam os y) líbranos del mal» 40. A estas 34 S a n A g u s t í n , Serm. D.enis 6 («Miscell. Aug.», I, 31; R oetzer, 129). 35 S a n A g u s t í n , Serm,. 17, 5, 5: PL 38, 127. 36 S a n A g u s t í n , Serm . 351, 3, 6: PL 39, 1541; Ep. 265, 8: CSEL 57, 646. Lo mismo exige, probablemente influenciado por San Agus tín, en el siglo xv el agustino-ermitaño Gottschalk Holden ( F r a n z , 22). En S a n B e n it o (Regula, c. 13) encontramos, de un modo seme jante, puesta de relieve la petición del perdón; sin embargo, San Benito no habla de la misa, sino de laudes y vísperas, donde había que recitar en voz alta el Pater noster para con las palabras dim itte nobis sicut et nos dim tttim us purificarse de todas las faltas cometi das oontra la caridad. 37 ejipoUaiJióc; (de i\i$akUiv) = añadidura. Cf. Diccionario de la lengua española, de la Real Academia Española, s. v. «embolismo», primera acepción. ¡El Ordo Rom. II (n. 11: PL 78, 974 habla de la oración dominical cum emboli sua. 33 En la misa bizantina termina el padrenuestro con sólo una doxolcgía; cf. más adelante la neta 49. 39 Así eñ las misas siríaca oriental y armenia ( B r i g h t m a n , 296 448). 40 R ücker , Die syrische JaJcobsanaphora, 49. Las palabras en tre las dos paréntesis, como la cita de 1 Cor 10,13, probablemente fueron añadidas posteriormente. E,n la anáfora griega de Santiago teñe?.nos el mismo texto fundamental con otras amplificaciones, en tre las que especialmente lov m alo,se describe corno principio per sonal : á~o toü jcovv;pou xcct to)v «'J'coy xv': ’KÓ.Tqc, sTtyjps'/zc ustio' s ’cr<; ooto O ( B r i g h t m a n , 60). La anáfora copia de San Cirilo (1.‘ c., ha adoptado esta frase final de la anáfora siríaca de Santiago, aña diendo nuevas amplificaciones. San Jerónimo dice en dos sitios: pedimos en la. oración dominical ne nos inducas in tentationem , Qua/m jerre non yossumus (In E z e c h c. 48, 16: PL 25, 4.85 O:
2.
«PATER NOSTER».
396-399
973
palabras sigue adem ás, com o en todos los textos orientales, una doxologla. Es decir, se am plifica la petición del perdón, echando una m irada al futuro y pidiendo la preservación de todo m al que nos pueda im pedir e l acceso a l sagrado ban quete. E n l a s o c c id e n t a l e s ; l a s p e t ic io n e s
398. En las liturgias del O ccidente se vuelve sólo sobre la últim a petición. En las galicanas, la fórm ula del embolis mo varía a tono con el form ulario de la m isa. En general, sin em bargo, se ech a m ano de un esquem a uniform e, aunque con diversos desarrollos, com o se ve en la form a m ás sen ci lla de una m isa d om inical del Missale Gothicum: Libera nos a malo , omnipotens Deus, et custodi in bono. Qui vivis et regnas 41. Lo m ism o se diga del embolismo rom ano; los ca lificativos praeteritis , praesentibus et futuris in d ican que en la petición por la liberación ab ómnibus malis se trata, an te todo, del m al moral, el único que sigue pesando sobre el alm a aun cuando ya h a y a pasado. Así como con e l praeteri tis se vuelve, una vez m ás, sobre la petición del perdón, así con la palabra futuris se pide a Dios que nos preserve de toda ten tación superior a nuestras fuerzas. Luego, dando a la oración una afirm ación positiva, se pide un bien que lo abarca todo, y que ya se había solicitado en e l Hanc igitur: da propitius pacem in diebus nostris. El orden y la paz, aun en la tierra, tien e su im portancia tam bién para el reino de Dios. Cuando poseem os la verdadera paz, la in tern a y la ex terior, en ton ces se hace m ás fácil esperar estos dos frutos: el conservarnos libres del pecado y el estar seguros contra toda perturbación y desvarío. Y todo ello crea una disposi ción propicia para recibir con provecho e l pan del cielo. I jA i n v o c a c i ó n d e l o s s a n t o s ; EL «ATQUE ANDREA»
399. La petición va reforzada por la invocación a los m o radores de la bienaventuranza, conform e es costum bre en las colectas rom anas de las fiestas de los santos. Además de la Madre de Dios y de los protectores de la com unidad rom a na, Santos Pedro y Pablo, se invoca al apóstol San Andrés. Es verdad que San Andrés viene tam bién en la lista del Com municaníes el primero después de los Principes de los Após toles, por cierto como acontece e n las listas bíblicas (Mt 19 2; Le 6,14), que le traen in m ed iatam en te después de San Pedro;
In Matth., c. 26, 41: PL 26, 198). Esta añadidura estaba por lo demás oiuy difundida (véase ^ M uratori , I I , € '9 .
B r i g k t m a n
4C9s ).
974
TR. n , P. II, SEC. H I.— LA COMUNIÓN
pero es extraño que se le nom bre aquí a él solo. Recordem os que la n u eva R om a en el Bósforo, en rivalidad con la a n ti gua, reclam ó m uy pronto para sí, com o a fundador de su Iglesia, al apóstol San Andrés, herm ano de San Pedro, y el «que fué llam ado e l primero» ( tcpoitgV.Xyjto«;)42. Parecida idea guía el culto de este apóstol en Roma. Al poner de relieve este culto, aunque en grado inferior al de los Santos Pedro y Pablo, Rom a quería rendir hom enaje al -xponoxXvjToq pero lo hacía fijándose tam bién en Bizancio. Que no vam os d esv ia dos al dar esta interpretación, lo dem uestra una observación paralela que podem os hacer en los prefacios de San G rego rio, en tre los que, adem ás de los dos Príncipes de los A pósto les, se ponen prefacios especiales sólo para dos santos, a s a ber, S an ta A nastasia, m uy venerada en Bizancio, y para San A n d rés43. Pudiera ser que el inciso atque Andrea se deba a San Gregorio, que, antes de su elevación al solio pontificio, h ab ía fundado en Roma un m onasterio en honor de San A n drés y lo había dirigido como a b a d 44. Pero esto n o q u ita el que este nom bre lo hubieran m etido ya m ucho antes, toda vez que las relaciones entre Rom a y Bizancio no sólo eran tiran tes ya en el siglo v, sino que por en ton ces existía un culto esp ecial d e.S a n Andrés en R o m a 45. A ñ a d id u r a s m e d ie v a l e s
400. Tam bién en este pasaje añadió la Edad M edia no raras veces otros nom bres de santos, sobre todo en la época 42 Jn 1,35-40. N . N i l l e s , Kalendarium manualc utriusque ecclesiae, i, 2.a ed. (Innsbruck 1896) 338. En el año 357 fueron tras ladadas a Bizancio las »reliquias de San Andlrés y al mismo tiem po las de San Lucas; esto es, del hermano de San Podro y del compañero de San Pablo (B. K r a f t , Andreas: (LThK 1, 410s). 43 Oí. más arriba 13 7 27
44 H. G r i s a r , en ZkTii 9 (1S85) 582; 10 (1886) 30s. En contra de esta suposición está el hecho de que la añadidura no se en cuentra mencionada entre los cargos que se le hacen a San Gre gorio. 45 J. B e r a n , H at Gregor d. Gr. dem Embolismus der römischen Liturgie den Namen des hl. Andreas beigejügt?: «Eph Li-tuvg.», 55 (1941) 81-87. A los papas Simplicio (468-483), Gel asió I (492-496) y Símaco (498-514) se deben los santuarios de San Andrés, en Roma. Por lo demás, para el atque Andrea, y más aún para aque lla preferencia, con excepción de los prefacios, se puede pensar también en el final del siglo vh, en la que se notó otra vez ma yor influencia del Oriente. El manuscrito más antiguo que con tiene el atque Andrea es el Gelasiano del Vat. Reg. (principio dei siglo vm). ¡Las palabras faltan en aquellos manuscritos que re presentan la tradición irlandesa del canon ( B o t t e , 13 50). No pa rece probable que se hayan borrado sólo posteriormente. El que en el siglo vi existiera una redacción del embolismo sin nombres de santos, lo demuestra el ejemplo del Leoniamo (cf. más arriba, la nota 3).
2.
«PATER NOSTER».
399-401
975
(‘n que el Micrologus dió expreso perm iso para ello 46. Al fin ue contentaron con un cum (posteriorm ente, et) ómnibus sanctis, que faltab a al principio, pero que se encuentra en algunos m anuscritos m uy a n tig u o s47. La fórm ula f in a l
401.
La oración term ina con la fórm ula ordinaria Per
Dominum nostrum . . . 48, que de este m odo cierra no sólo e l embolismo, sino todo e l Pater noster t am plificado por e l em bolismo. Equivale a la doxología que la m ayor parte de las liturgias orientales ponen en este p asaje a l Pater noster o a su c o n tin u a c ió n 49. Se quiere decir que tam bién en la ora ción d om in ical—y ¡realm ente n o en últim o térm in o !—nos dirigim os al Padre por m edio de Cristo, ya que lo hem os r e zado alentados por El: divina institutione formati. 46 B ernoldo de C onstanza , Micrologust c. 23: PL 151, 994 D: Hic nom inat quotquot sanctos voluerit. La (misma norma da ya el Ordo Rom. IV (PL 78 , 984). En otros sitios aparece asimismo en una época ya muy temprana, en la forma siguiente: et beatis confessoribus tuius illis (B otte , 50, aparato crítico; E bn er , 425428, que da un gran número de ejemplos de santos que se nom bran en este sitio en los diversos países. Con especial frecuencia se encuentran los de San Miguel, San Juani Bautista y San Be nito, además del patrono respectivo de la diócesis y del conven to). Cf. además F erreres , 165. Numerosos nombres registra tam bién L eroquais , 331, 382. 47 B otte , 50. 48 Con la posición más antigua
976
E
l
TR. II, P. II, 8EC. m . — LA COMUNIÓN
« P a t e r n o s t e r » c o m p r e n d id o EN LA LEY DEL ARCANO
402. Si realm ente el Pater noster de la m isa esta b a d es tinado a servir al pueblo de preparación para la com unión, ten ía esto que traslucirse aun en la m anera de recitarlo. E fectivam ente, la oración dom inical la rezaba m uchas veces todo el pueblo y, desde luego, siem pre e n voz alta. C osa m ás de notar en e l cristianism o prim itivo, puesto que sobre la oración dom inical p e s a b a ' todavía la disciplina d el arcano. La recitación en voz a lta d el Pater noster hubiera sido im posible en la antem isa. Fuera de la m isa parece que, lo m is m o que e l sím bolo fuera del bautism o, se rezaba siem pre en voz baja, debido al m andato de guardarlo com o un sagrado m isterio y de n i siquiera a n o ta r lo 50. En cam bio, den tro del sa n to sacrificio, al que sólo asistían los ciudadanos del reino de Dios, n o h ab ía n in gú n in con ven ien te en rezarlo en voz alta. La cu estión es sólo quién lo recitaba: si fueron, com o en e l Sanctus, todos los reunidos o, com o en el canon, sólo el celebrante e n nom bre de todos los fieles. T ratándose com o se trataba de la preparación de cad a uno en particular, era ló gico que todos juntos y cada uno intervinieran en la recita ción del Pater noster , sobre todo que lo sabían todos de m e m oria. I n t e r v e n c ió n d e l p u e b l o e n s u r e c it a c ió n
403. E sta norm a rigió en O riente, donde vem os en todas partes e l Pater noster recitado por e l p u e b lo 51, excepto en la liturgia arm enia, donde los clérigos lo can tan con los b ra zos e x te n d id o s52. Luego se hizo tam bién costum bre en la 50 Así se explica la 'Costumbre aún vigente de rezar am voz baja al principio del oficio divino Cantes de maitines y antes de prima), el padrenuestro y el símbolo (cf. J u n g m a n n , Gewordene Liturgia, 167-ss). Seguramente se explica de la misma manera la otra cos tumbre de no rezar en voz alta más que el principio y el final, cuando se dice en las preces antes de una oración y después del Kyrie eleison. Este último modo de rezar está atestiguado por vez primera en la Regla de San Benito, c. 13, que ordena como excep ción qu© en. laudes y vísperas, por la exhortación al mutuo perdón, 6e diga en voz alta todo el .padrenuestro, mientras por lo demás se reza así sólo la última paite, u t ai) ómnibus respondeatur: Sed libera nos a maJLo. 51 En la liturgia siríaca occidental se hace de modo que el cele brante dice sólo las primeras palabras: «Padre nuestro, que estás en los cielos», continuando luego el pueblo ( B r i g h t m a n , 100). El mismo orden se observa también entre los maronitas ( H a n s s e n s , III. 489). B r i g h t m a n , 446. La práctica tampoco aquí aparece muy uni forme. En la traducción italiana de G. A v e d ig h ia n (Liturgia della messa armena, 4.a ed. [Venecia 18731), 53 se d ice: II popolo a brac d a stese canta ü Pater noster.
2.
«PATER NOSTER».
4 0 2 -4 0 4
977
m isa b izantina que lo rezase el coro o uno de sus m iem bros 5\ que llevaba la representación del pueblo. En la liturgia g a licana antigua, el Pater noster lo rezaba tam bién todo e l p ue blo en c o m ú n 5354; en cam bio, en e l resto de O ccidente se re servó el recitarlo a l sacerdote. Así se h acía ya en la Iglesia africana en tiem pos de San A gustín 55*, aunque adhiriéndose interiorm ente y aun ritualm ente el p u e b lo 66. En la antigua m isa mozárabe la participación del pueblo se concretó res pondiendo a cada petición con el A m en 57. E n la l it u r g ia r o m a n a
404. Tam poco faltan en la m isa rom ana indicios de que en e l Pater noster in terven ía e l pueblo: su recitación está repartida en tre el sacerdote y el pueblo, aunque por partes desiguales. A pesar de que los sa cram én tan os m ás antiguos y la m ayoría de los Ordines n o hablan de cóm o se d istri b u ía 58, y San Gregorio Magno, en su ta n ta s veces citada carta, dice sólo de paso que la oración dom inical se reza en Roma, a diferencia de los griegos, por sólo e l sa c e r d o te 59, vem os y a en el Ordo de Juan A rchicántor que en e l siglo vn, y probablem ente desde antiguo, se term inaba respondenti bus ómnibus: sed libera nos a m alo 60. En otras palabras, en 53 M e r c e n i e r - P a r í s , I, 244. Entre los ucranianos dice el Pater nos ter solamente el que preside la función ( H o r n y k e v i t s c h , 90). Con todo, las rúbricas griegas señalan también en la actual liturgia, lo mismo que en la antigua, a l pueblo: 6 tazó; ( B r i g h t m a n , 339 391). 64 S a n G regorio de T ours , De m ir. s. M artini, n, 3 0 : PL 71. 954s : Recobra el habla milagrosamente una mujer muda el domingo en el momento en oue se empezaba el Pater noster: coepit sanctam orationem cum reliquis decantare. Cf. S a n G regorio de T ours : Vitae Patrum, 16,2: PL 71, 1076) y también S a n C esáreo, Serm. 73 (Morin 294s; PL 39, 2277). 55 S a n A g u s t í n , Serm. 58, 10, 12: PL 38, 399 ( R o e t z e r , 129): ad altare Dei qwotidie úicitur ista dominica oratio et audiunt illam fideles. 50 Cf. más arriba 396. 57 El Amen s?. encuentra en la misa mozárabe del Missale mixtu m (PL 85, 559) en cinco sitios. Después de la petición del pan se dice en su lugar Quia tu Deus es, y después del niego de perdón se termina con el Sed libera nos a modo. 58 Tampoco se encuentra en el Codex Pad. del Gregoriano, que por lo demás, registra cuidadosamente la» respuestas del pueblo; añade la petición final sin observación alguna (M ohlberg-B aumstark , n. 891; cf., en cambio, los nrs. 874 893). 59 S a n G r e g o r i o M a g n o , Ep. IX, 12: PL 77, 957. 60 Capitulare eccl. ord. ( S ilv a - T a r o u c a , 199 s). El silencio de los sacraméntanos se explica, sin duda, por la circunstancia de aue el mismo sacerdote rezaba también, junto con el pueblo, estas pala bras ; y como los sacramentarlos sólo estaban reservados para uso del celebrante, no había motivo para en ellos anotar la participa ción del pueblo. Por la misma razón falta en los sacraméntanos también en el Sanctus una observación correspondiente para el Pueblo. •
TR. n , P. II, SEC. m . — LA COMUNIÓN
9 78
la litu rgia rom ana tam bién lo reza por principio el pueblo siendo como es la oración de preparación p ara la com unión de los fie le s * 62*. L a s m e l o d ía s d e l « P a t e r n o s t e r »
405. En labios del sacerdote, la recitación del Pater nos ter se distingue por una m elodía especial, m uy parecida al canto d el prefacio. El origen de las m elodías del Pater nos ter , no fijadas por escrito sin o sólo en m anuscritos de la Edad Media, basándose en razones internas, se atribuye a los s i glos v - v i i , por considerarse com o m ás a n tigu a cuanto más variada la m elodía. A este resultado se h a llegado d es pués de exam inar principalm ente las c a d e n c ia sG3. T al vez se cantaba con la m ism a m elodía ya en los días de S an G re gorio. L a r e c it a c ió n e n voz b a ja d e l « L ib e r a n o s »
406. La recitación en voz a lta se prolongaba, com o era natural, en el embolismo 64. En la m isa r o m a n a 65, sin em ttl Por eso no se puede decir con B r i n k t r i n e ( D ie h l . M e s s e , 232; cf. 255s) que el Pater noster, «elevado al rango de una solemne ora ción sacrifical», quedaba «reservado al sacerdote». Incluso en San Agustín, donde el pueblo no interviene recitando el Pater noster es oración preparatoria del pueblo. Es manifiesto que se consideraba el padrenuestro durante la Edad Media como formando parte del canon (lo cual no es lo mismo que decir que quedaba convertido en oración sacrifical); cf. más arriba 118. Por eso carece de im portancia el hecho, a que Brinktrine alude repetidas veces, de que aun actualmente en la misa solemne papal del día de Pascua de Resurrección se suprime el Am en al final de la doxología del canon e inmediatamente delante del Pater noster. Si prueba aigo, *is ¿i cambio de interpretación que respecto del Pater noster se ha veri ficado durante la Edad Media. 62 Es, por lo tanto, del todo conveniente que en las modernas misas dialogadas el padrenuestro entero se rece generalmente por el pueblo. E l l a r d (The Mass of the future, 203s) da cuenta de mi sas papales celebradas en San Pedro (5 de septiembre de 1921, 26 de mayo de 1922) en las que el pueblo podía rezar juntamente con el papa el Pater noster. 63 Además de las melodías actuales del misal romano aparecen en los manuscritos de la Edad Media todavía otras. Misales del siglo x i de Montecasino ofrecen tres ( E b n e r . 101; F ía l a , 193 2¿3). Un misal impreso el afio 1513 em Minden contiene cuatro melodías del Pater noster (F . C a b r o l , Le chant du Pater a la messe I I I : «Re m e Grégorienne», 14 [1929] 1-17; cf. JL 9 [1929] 304s). Al contra rio de las solemnes melodías del prefacio (cf. más arriba 12 1 ), la del Pater noster no siguió la evolución empezada en el siglo xii, que llevó a la introducción de la tuba doble ( U u s p r u n g , Dze k:áu. f f í V O t i P Y l'tY I 'll 97 Tf
R Pcí
«4 A m a l a r io , De eel. off., I I I , 29: PL 105, 1148-11C0; Ordo Rom.
IIt n. 11: PL 78. 975 A ; explicación de la misa del Cien. 14690 (S. X) (FRANZ, 411). 6r> En la misa mozárabe, el embolismo (variable según el formu lario empleado) tiene la melodía del Pater noster (Missale m ixtum : PL 85, 559s).
2.
«PATER NOSTER».
404-407
979
bargo, n o se cantaba con la m ism a m elodía solem ne del Pa ter noster, sino en un tono sencillo de recitado, el m ism o tono que debió de aplicarse en el canon a partir del Te igitur. Se nos h a conservado en el rito de M ilá n 66 y e n el de L y ó n 67; tam bién e-n la missa praesanctificatorum de nuestra liturgia del V iernes Santo. Fuera de este día, en la m isa rom ana se pasa en el embolismo, h acia finales del siglo x , al rezo en voz b a j a 68. Parece que fué decisivo en esto la consideración de que .el embolismo p ertenecía a la parte de la m isa d estin ad a a representar la pasión de Cristo. La representación de la pasión term ina con la resurrección, que desde el siglo ix se solía ver sim bolizada con creciente unanim idad en la co n m ixtión 69, m ientras que la fracción anterior se relacionó con la pasión aun en épocas p o sterio res70. E sta es la razón de que toda esta parte—el canon en su sentido m edieval, lla mado tam bién secreta—debiera rezarse, a ser posible, en voz baja. Es verdad que este silencio era interrum pido por el prefacio y el Pater noster , que desde antiguo se can tab an obligatoriam ente; pero esto n o en torp ecía nada, pues por contraste resultaba m ás m isterioso aquel triple silencio: du rante la secreta, desde e l Te igitur en adelante, y durante el embolismo , que parecía aludir a los tres días d el descanso en el sepulcro 71. E l «A m e n » e n t r e e l « P ater Y EL «EMBOLISMO»
noster»
407. D espués del Sed libera nos a malo del pueblo ap are ce, por prim era vez en la edición que hizo Alcuino del s a cram entarlo Gregoriano, un Am.en, que luego se g en erali zó 72. Se tom aría, sin duda, del texto del Pater noster com o lo trae la V ulgata, pues falta en la versión griega. ¿Quién ten ía que rezar este Amen? A veces se incluía en la respues cc Missale Ambrosianum (1902) 180s. 67 B uenner , 241.
68 Este paso no se dió en todas partes al mismo tiempo. El do cumento más primitivo es el Poenitentiale Sangallense tripartitum (manuscrito del siglo ix) (H. J. S c h m i t z , Die Bussbucher und das kanonische Bussverfahren [Düsseldorf 1898] 189). También, según el Ordo Rom. IV (PL 78, 984), el embolismo se dice interveniente nullo sonó. B o n iz o d e S u t r i ( i hacia 1095) (De sacr.: PL 150, 862 C) afirma que la recitación en voz ¡baja del embolismo se introdujo por San Gregorio Magno. 69 Véas más adelante 445. 70 L e p i n , L ’idée du sacrifice de la messe, 113-121 154s. J u n g m a n n . Gewordene Liturgie, 108 133s. Cf. más arriba I, 24620. B r i n k t r i n e (Die hl. Messe, 235) no ha entendida bien mi opinión expresada en el 1 . c. 71 j u n g m a n n , Gewordene Litwrgie, 106s. 72 l i e t z m a n n . ¡n. 1. 31: B r i n k t r i n e , Die hl. Messe, 234, nota 1.
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TR. II, P. n , SEC. m . — LA COMUNIÓN
ta del pueblo, con lo que se decía en voz a l t a 73; pero a l fin, ta l vez por la práctica cada vez m ás decidida de decir e n la liturgia extrasacrifical el Sed libera nos a malo sin el Amen 74 y para n o suprim irlo del todo en la m isa, se en cargó de él a l m ism o celebrante, pronunciándolo .en voz baja a n te s de dar com ienzo a l em b o lism o 75. C o s t u m b r e s m e d ie v a l e s : la e l e v a c ió n DOXOLÓGICA DE LAS SAGRADAS ESPECIES
408. En la b aja Edad M edia, el Pater noster iba a c o m pañado de algunas cerem onias externas aisladas, distintas de las que se hacen durante e l e m b o lism o 76. Estaba m uy d i fundida la costum bre de elevar a la oración dom inical el cá liz y la form a por haberse reem plazado e sta cerem onia en la doxología final por las cruces 77. Esta elevación se hacía de diversas m aneras: o sólo a las palabras fíat voluntas tu a 7* o durante las tres prim eras peticiones h a sta la s palabras sicut in cáelo et in té rra 79. 73 Lavfolk* Massbook (s. xm ), ed. S i m m o n s . 46. También en J u a n
(Explicatio, c. 47: PL 202, 54), el Amen va acompañado de una respuesta. ü¿n la tradición antigua no se desconocía por com pleto la costumbre de añadir el Amen .a la oración el mismo que la acababa de rezar ; véase para el padrenuestro a S an C i r i l o de j e r u s a l e n . Catech. myst., V, 18 ( Q u a s t e n , Mon., 107). 74 Menos en la liturgia bautismal (cf. E i s e n h o f e r , I, 175). Ver dad es que 6e trata en este Am en del pater noster de una norma completamente fija, pero no por eso de iun principio con/ince.ite que en ella haya encontrado expresión. 75 Así va en G u il l e r m o de H irsau (-|- 1091), C o n st, I, i 6 : PL 159. 1018; Oráinarium O. P. de 1256 ( G u e r r i n i , 243); Liber ordinarias de Li?ja (V o l k , 95). 76 Más sobre la señal de la cruz y el ósculo de -la patena, véase más adelante 433. La mirada puesta sobre la forma durante la ora ción dominical, prescrita actualmente, no es exclusiva de esta ora ción, como lo demuestra el Ordinarium Cart. (1932), c. 27, 8, que desea que esta mirada se continúe desde la consagración ¡hasta la comunión. 77 Cf. ¡más arriba 374ss. 78 Así todavía hoy en el rito d e Lyón (¡Bu e n n e r . 239). Así tam bién, más o menos, en el rito de Viena de Francia ( M a r t e n e , 1, 4, 8, 27 [I, 418 A]); el sacerdote sostiene -la sagrada forma encima del cáliz durante las primeras peticiones del padrenuestro y eleva ambos a las palabras sicut in cáelo et in terra. Lo mismo atestigua D e M o l é o n , 11 58. La costumbre de enseñar la forma cum mcipit Pater noster aparece por vez primera (1562) mencionada, en la lista de los abusas missae (Concilium Tridentinum, ed. G o e r r e s , VIII, 919). 79 H u g o d e S. C her , Tract. super missam (ed. S o l c h , 44) ; cf. íJ ó l c h , Hugo, 103. Hugo razona esta elevación continuada diciendo que las bres primeras peticiones pertenecían ad vitam aeternam, al contrario de las siguientes, durante las que el cáliz y la forma están, 01-^3, pri el nlt.ar. uorou0 nertenecen ad vitam praesentem. Kl mismo uso se encuentra también en el ordinario de Chalón- s u r Saône ( M a r t e n e . 1. 4. XXIX [I. 647 Cl ; D u r a n d o , IV, 46, 23: 47. ¿¡i B eleth
2.
«PATEE NOSTER».
4 07-409
981
C eremonia de ostentar la forma
409. En am bos casos quedaba bien claro e l sen tid o doxológico de la cerem onia; e n cam bio, no se podia afirmar lo m ism o cuando e n otras partes la elevación duraba durante todo el Pater n oster60. Es probable que con ello se quisiera dar expresión a una nu eva alegoría; la elevación oblativa se ha convertido, como aconteció con la elevación de la con sa gración, en el acto de osten tar la sagrada form a an te e l pue blo. H acia fines de la Edad M edia h ay rúbricas que lo dicen claram ente y que se p onen incluso para e l omnis honor et gloria 81. El que pretendan con d ich a elevación en señ ar al pueblo la form a es evidente, ya que en algunos sitios se une la elevación con las palabras Panem n ostru m ... 82: «aquí e stá el pan que pedimos». En otros sitios, sobre todo e n e l norte de Francia, existia algo parecido, que consistía en que el clérigo que llevaba la p aten a o el subdiácono que la recibía la le van tab a in signum instantis communionis 83, com o se dice una vez. Además, encontram os tam bién a partir d el siglo x m , hacia el final del embolismo, durante las palabras Per omnia saecula saeculorum , la repetición de la cerem onia d e elevar 80123 80 Misal del siglo x n de Amiéns (L eroqtjais, I, 225). Obscuro que da también el sentido de la elevación, que, ccmo en un pontifical del siglo x m de Laón, del Per omnia continúa hasta el audemus dicere (L eroquais. Les pontificaux, 1, 168). 81 Misal de un convento de Lyón del año 1531 (M artene, 1, 4, XXXTII [I, 660 DI): Ostendat populo hostiam. Así, más o menos, también en el ordinario de Coutances del año 1557 (L egg, Traéis, 64). M ás ejemplos véanse en B rowe , Die Verehrung, 64; D umoutet, Le désir de voir VHostia, 63-65. Cf. también en la misa mozárabe la elevación del cuerpo de Cristo durante el Credo, que se reza entre el canon y el Pater noster (Missale m ixtum : PL 85, 556 A ): Et ele* vet sacerdos corpus Christi, ut videatur & populo. Aquí pertenece también la ceremonia del Viernes Santo de elevar la sagrada for ma de^ués del embolismo, ut videri possit a pópulo. 82 Missale premonstratense del 1578 (L egg, Traéis, 241). Algo m ás tarde, lo m ism o en Langres (D e M oléo.n , 58). 83 Así, según urn¡ misal parisiense, con el que coincide la cos tumbre premonstratense más reciente. Según ella, la elevación se hacía al Panem nostrum. Cf. la referencia de JL 4 (1924) 252 (se gún K. D om); cf. también W aefelghem, 83, nota 2. La costumbre continúa actualmente en la orden premonstratense. Según el ordi nario de Laón (M artene, 1, 4, XX [I, 608 E]), el subdiácono eleva ba la patena a las palabras sicut in cáelo et in térra. Según el mi sal de Evreux (de hacia el 1400) (1. c., XXVIII [I, 644 El), de esta elevación se encargaba el mismo sacerdote al Amen del Pater noster. El misal de Sarum, de la baia Edad Media (1. c., XXXV [I, 669 Cl), manda al diácono levantar la patena durante todo el Pater noster (cf. M askell 154). Semejante fué la costumbre ce Ruán to davía hacia 1700 (D e M oléon, 368). Según el misal de Lieja del 1552, el sacerdote elevaba la patena durante el Libera (D e C orsv/ arem, 139).
TR. II, p. 33, SEC. III.— LA COMUNIÓN
982
el cáliz con la form a, com o se h ab la hech o ya a las m ism as palabras de la doxología final del canon 84. L a p o s t r a c ió n
410. En algunas iglesias se exigía a los fieles que se pos trasen en tierra durante el Pater noster los días que no fu e ran fie s ta 85. Un m isal de Bec pide la prostratio durante el embolismo incluso al celebrante 86. Aquí h ay que ver, in d u dablem ente, alguna relación con la costum bre de añadir d u rante la Edad Media, en tiem pos de aflicción, oraciones e s peciales después del embolismo 878, y m ás tarde, en tre el Pa ter noster y el embolismo, cuando ya no se veía tan clara Ja unión entre am bas oraciones y la oración dom inical dejó de considerarse como preparatoria para la -comunión 8R. 84 Pontifical de Maguncia, de hacia el 1170 ( M a r t e n e , 1, 4. XVTI [I. 602 Bl). Estatutos de los cartujos (1. c., XXV [I, 634 C]; cf. L e g g , Tracts, 102). Todavía en G a b r ie l B i e l (Canonis expüicatio, lect. 80) y en el Ordo missae mlndutus planeta» (después de 1500) ( L e g g , Trficts, 187). 85 Capitulare monasticum de 817, n. 74: PL 97, 392. J u a n B e l e t h , Explicatio, c. 47: PL 202, 54: animadvertere oportet cum socerdos ait: Oremus, Praeceptis etc., nos debere prostratos orare usque ad fin-em orationis dominicae, si dies fuerint profesti. En los días festivos se quedaban en pie. Lo mismo repite S ic a r d o de C r e m o n a , Mitróle, III, 6: PL 213, 134 D. La prostratio, o por lo menos el estar de rodillas durante todo el canon hasta el Agnus Dei, lo exige también el can. 9 del sínodo de Tréveris (1549) ( H a r t z h e im , VI, 600). Cf. el sínodo de Colonia (1536), can. 14 (1. c., VI, 255). 88 Lo mismo que lo exigía ya antes durante las oraciones al pie del altar y al rezar el In spiritu humilitatis y como lo pide des pués de la comunión a la oración Domine Iesu Chríste qui ex vo lúntate ( M a r t e n e , 1, 4, XXXVI [I, 674 B; cf. 672 C 673 B 675 BL. 87 En un sacramentario de fines del siglo ix de Tours (L eroquais , I, 53) se manda a l diácono que rece antequam Agnus Dei dicatur sacerdote ante altare in térra prostrato una oración algo más larga por las aflicciones de la Iglesia, que empieza In spiritu humilitatis y va dirigióla a Jesucristo. La misma oración se encuentra con el titulo de proclamatio antequam dicant Pax Domini en las obras de S an F ulberto d e C hartres (+ 1029) (PL 141, 353s) ; tam bién en Farfa (véase más adelante en la nota 89). Como intercala da durante el sislo x i en el pontifical de Ha linar do, L eroquais. Les pontificaux, I, 143. J. Leclercq (en «Revue Bénéd.» [1947] 224-226) da un texto de Verdun (ss. x i -x i i ). Con más añadiduras (con los salmos 119.120.122 y la oración contra persecutores) se encuentra en un manuscrito de Admont del siglo x v ; reproducido en F r <\n z , 206s. Cf. el c. Quomodo fiat clamor en el Ordo Clun, del monje B er nardo
(I, 40; H errgott, 231).
88 Observamos tal cambio de lugar también en la bendición nup cial, que, según las rúbricas actuales, igualmente se debe intercalar ya antes del Libera nos quaesumus. En el Gregoriano ( L ie t z m a n n , n. 200, 5) esta bendición se treza ante quam dicatur Pax Domini. La expresión del Gelaeiano antiguo (III, 52; W i l s o n , 266s) segura mente tiene el mismo sentido: Dícis orationem dominicam et sic eam benedicls, y después del formulario: Post haec dicis; Pax v<> biscum. Cf. un texto igual de un sacramentarlo del siglo x (PL 78.
2.
«PATER NOSTER».
409-411
983
P r e c e s pa r a t ie m p o d e a f l ic c ió n
411. H acia el 1040 m andan las costum bres de F arfa que después del Pater noster se ponga d elan te del altar un cru cifijo, un evangeliario y reliquias y que todo el clero se p os tre en tierra y rece el salm o 73: Ut quid Domine repulisti i*i finem, con sus oraciones correspondientes, y que m ien tras tanto, el sacerdote espere en silen cio en el a lt a r 89. En Ja época cumbre de las cruzadas, el 1194, se introdujo en tre los clstercienses en el m ism o sitio el salm o 78: Deus venerunt gentes, com o oración por Tierra S an ta 90. P arecida co stu m bre im puso tam bién el capítulo general de los dom inicos el año 126991. Juan XII, am pliando una disposición de N ico lás I I I 92, dispuso en 1328 que en cada m isa se rezase d es pués del Pater noster por los clérigos y dem ás letrados (li terati) e l salm o 121—tal vez por e l versículo final: Rogate quae ad pacem sunt Ierusalem, etc.—con el Kyrie , el ver sículo Domine salvos fac reges y las oraciones Ecclesiae tuae quaesumus Domine preces y Hostium nostrorum 93. A sim is 262s). La obscuridad de la redacción ha contribuido seguramente a este cambio de sitio. 89 Albers, I, 172s. Es la oración arriba mencionada (nota 87): In spiritu hum ilitatis. con amplificaciones. 90 S c h n e id e r , en «Cist.-Chr.» (1927) 109. Cf. ib íd ., 108-114, todo e l capítulo Das Suffrcuñum pro pace nach dem Pater noster. 91 E. M artene, Thesaurus novus anecdotorum, IV (París 1717) 1754. También en este sitio debe rezarse cum prostratione el salmo 78: Deus venerunt. con versículo y oración. Así también en Sarum en los siglos xm-xv ( L e g g , The Sarum Missal, 209s; F r e r e , The use of Sarum I, 90s). La misma oración por los cruzados aparece luego en los carmelitas: Ordinale de 1312 ( Z i m m e r m a n n , 86); entre los carmelitas descalzos se reza aún en la actualidad (B. Z i m m e r m a n n , Carmes; DACL 2, 2172). Cf. también más adelante 477 con la nota 44. »2 B o n a , II, 16, 4 (825): Antes del Agnus Dei, el salmo 121 con su oración, para impetrar la paz entre los príncipes cristianos. 93 E. M a r t e n e , Thesaurus novus anecdotomm, I I (París 1717) 748s; Corpus Iur. Can., Extrav. comm., III, 11 ( F r i e d b e r g , II, 1284s). Estas mismas oraciones fueron encomendadas especialmente al ca pítulo de los cistercienses. Clemente VI añadió otra oración ( M a r t e n e , De antiquis eccl. ritibus, 1, 4, 9, 5 [ I , 4201). Este salmo per tenecía en los siglos xiv y xv -al rito ordinario de la capilla papal (véase el Ordo Rom. X V , n. 44: PL 78, 1295); cf. las rúbricas de talladas de cuándo se ha de suorimir el salmo (1. c., n. 1 9 10. e tc .: 1275 1278s, etc.). Entre los cistercienses se mantuvieron estas ora ciones hasta el siglo x v n : entre los cistercienses españoles y los car melitas calzados, por más tiempo aún ( S c h n e i d e r , en «Cist.-Chr.» [ 1927 J 112-114). Como oración por la paz y por el rey, pertenecían aún al principio del siglo xvm al rito de la misa solemne en las catedrales francesas; así en Auxerre (con los salmos 121.122), en S"ns (con los salmos 121.66), en Chartres (con el salmo 19) ( D e M o l é o n , 159 169 230). Cf. también el ejemplo de Sevilla más arriba, I, 180 «
1)84
TR. II , p. II, SEC. n i . — LA COMUNIÓN
mo, se prescribió esta oración por el cap itu lo general de \or. franciscanos e l 1359, m andando que tam bién e l celebrante ¿>r pusiese de rodillas d elan te del S antísim o 94 Con la reform a del m isal e n e l siglo x v i se suprim ieron todas esta s y otra,s a d ic io n e s95. Pero en m uchos sitios continuaron con serván dose estas costum bres todavía por algún tie m p o 96.
3.
C erem onias preparatorias en la liturgia romana
412. En las diversas liturgias, sobre todo del O riente, pre ceden a la com unión una serie de cerem onias y oraciones preparatorias que en la liturgia rom ana o n o llegaron a des arrollarse 1 o se han perdido, con excepción de las pocas que actualm ente se en cu en tran en tre el embolismo y las oracio nes in m ed iatam en te anteriores a la com unión. P ara co m prender m ejor el sentido de estas cerem onias y oraciones que se h a n conservado, será provechoso echar brevem ente una m irada al desarrollo que h an tenido en las liturgias no ro m anas. E n u m e r a c ió n d e l a s c e r e m o n ia s EN LAS LITURGIAS ORIENTALES
413. D espués de term inar la oración dom inical, en los ritos orientales e l sacerdote se vuelve a la com unidad para rezar sobre ella una bendición y elevar luego la sagrada for ma, pronunciando las palabras «Lo santo para los santos», 94 Analecta Franciscana, 2 (1887) 194. Referencias en B rowe , en JL 9 (1929) 47s. En otros sitios se rezaban oraciones parecidas des pués del Agnus Dei (cf. más adelante 477s). 05 Sin duda, se refiere a estas oraciones, ya más evolucionadas, cuando en Alemania, en la época del concilio Tridentino, se propu so que las antífonas por la paz: y contra la peste o las antífonas y oraciones por la paz y una buena cosecha no se rezasen después de la consagración, como se venía haciendo, sino en otro sitio (H. J ed in , Das Konzil von Trient und die Reform des römischen Messbu ches: «Litlirg. Leiben» [1939] 42s). 96 El U de junio de 1605, la Sagrada Congregación de ¡Ritos se dirigió en un decreto contra una prescripción del obispo de Huesca que mandaba intercalar en todas las misas conventuales oraciones por la lluvia delante del Libera nos quaesumus (Decreta auth. SRC, ¡n. 182). i (Duchesne (Origines, 197 con nota), para explicar esta ausen cia de oraciones correspondientes en la misa romana antigua, supo ne que se consideraba entonces el padrenuestro como única oración preparatoria propiamente tal que precedía inmediatamente a la co munión; por adelantarlo al sitio que ocupa actualmente se origino aquí un hiato.
3.
RITOS DE LITURGIAS NO ROMANAS.
411-415
985
Hiu*. a la vez que son invitación, sirven tam bién de a d v erten »•la a los que quisieran acercarse indebidam ente. A este aviso, i|in* en algunas liturgias se en cu en tra ya an tes de la oración dom inical, sigue la fracción, que al principio fué p rep ararlón del pan, necesaria para la com unión de los fieles, y sólo unís tarde se convirtió en a cto sim bólico que expresa d e te r minadas ideas. A e sta fracción sim bólica va unida en a lg u nos ritos una serie de cruces que se ech a n sobre la s sagrad as rMpecies, y que en ocasiones tien en un orden m uy com plica do. F inalm ente, se procede a la conm ixtión, que con siste en poner en e l cáliz una partícula d el pan p a r tid o 23. D espués de la com unión del celebrante, e n algunas de las litu rgias orientales se in vita form alm ente a los fieles a que se a cer quen a recibir e l Sacram ento con «temor de Dios, fe y :u ñ o r » a. Íi/V IJHNDICIÓN
414. La bendición de los fieles a n tes de la com unión se encuentra ya en algunos docum entos del siglo i v 4. Su sen tid o prim itivo «de que seam os dignos de ten er participación en tus sagrados m isterios» 56 lo in d ican claram ente en m uchos form ularios orientales. Le precede, por regla general, e l s a ludo corriente del celebrante y e l aviso del diácono: T a c xecpaXác; Yjiiwv t(T) xoptcp xXívíojjlsv, al que se respondo con un E o lx ó p t s ® . La oración de bendición term ina con la doxologia acostum brada. 415. E sta bendición existe tam bién en las liturgias g a las. Cuando la im partía un o b isp o 7, usaba un a oración so lem ne, variable según el form ulario de la m isa; en cam bio, cuando la daba un sim ple sacerdote, rezaba una fórm ula sencilla, siem pre la m ism a 8. Es verdad que e sta bendición 2 En los ritos no bizantinos de Oriente este grupo de ceremonias, unidas a la fracción, precede entera o parcialmente a la oración dominical ( H a n s s e n s , III, 503-518 ; B a u m s t a r k , Die Messe im Morgenland, 156-162). 3 Así en la misa 'bizantina ( B r i g h t m a n , 395). De un modo seme jante entre los armenios'y los sirios occidentales ( B a u m s t a r k , 164). 4 Of. más arriba 385. 5 Liturgia de Santiago (B rightman , 61, lín. 3). Así, más- o menos, también la liturgia de San Marcos (1. c., 137) ; liturgia bizantina de San Basilio (1. c., 340). 6 Liturgia siriaca occidental ( B r i g h t m a n , 60 100; cf. 136 182). 7 Entre los monumentos más importantes de las antiguas ben diciones episcopales se cuenta la colección de benedictiones episco pales de Freising (ss. vii -ix ) (cf. G. M o rin . Revue Bénédicte 29 [1912] 168-194). También los formularios aislados de las misas ga licana y mozárabe contienen generalmente una fórmula de bendi ción propia. * 8 La fórmula de la bendición sacerdotal según Ja Expositio de la misa galicana (ed. Q u a s t e n , 22) es la siguiente: Paxt fides ei
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TR. II, P. n, SEC. in.— LA COMUNIÓN
ya no se interpretaba como preparación para la com unión *\ sino m ás bien como substitutivo de la m ism a, puesto que, una vez dada la bendición, los que no querían com ulgar podían m archarse *10. La bendición episcopal, uno de los puntos c u l m in an tes de la m isa pontifical, pasó, en los países del norte de los Alpes, de la litu rgia galican a a la r o m a n a 11, a pesar de que a ello se opuso el papa Zacarías en una carta d i rigida el 751 a San Bonifacio 12*. Los sacram entarios y Ordines para uso de los obispos de la época carolingia con tien en con frecuencia observaciones sobre esta bendición que or dinariam ente seguía al embolismo ia, pero algo m ás tarde caritas et communicatio corporis et sanguinis Domini sit semper vobiscum. El que en ausencia del obispo hasta un simple sacerdote pudiera impartir tal 'bendición, fuá permitido en el segundo sínodo de Sevilla (619), can. 7 (M ansi , X, 539), y se supone también en otras fuentes del derecho galicano a partir de este tiempo. (J. L e c h n e r , Der Schlussegen des Priesters in der hl. Messe («Festschrift E . Eichmann zun 70. Geburtstag» [Paderborn 19401 651-684) 652ss. « Le Expositio de la misa galicana (ed. Q u a s t e n , 22) conserva todavía un eco de la significación primitiva de esta 'bendición, con forme demuestra la fórmula (que se puede ver en la nota ante rior) ; s? impartía u t in vas benedictum benedictionis mysteriwm ingrediaiwr. 10 Así ya en S a n C e s á r e o de A r l é s (+ 540), Serm. 73, 2: M o r i n , 294; PL 39, 2276s: Quien quiere participar en la misa con provecho tiene que asistir usquequo o r a t i o dominica dicatur e t ben e d ic t io populo d e t u r . Oe un modo semejante se expresan loo sí nodos del siglo vi. Cf. N i c k l , Der A n t e i l des Volkes 53-55; L e c h n e r , 651s 673. 11 Véase el capítulo sobre las bendiciones episcopales en P. de P u n i e t (Le sacram entare romain de Gellone, separata de «Eph. Liburg.» [1934-1938] 80-88) y además los cuadros sinópticos de los pasa jes de los sacramentarios gelasianos en que se encuentran (1. c., 218*-235*). También al Gregoriano añadió Alcuino en su edición una colección voluminosa de bendiciones, en parte de procedencia mo zárabe. Estas bendiciones vuelven en los misales posteriores o todas juntas en apéndices o aisladamente incorporadas a los distintos formularios de la misa (M u r a t o r i , II, 362-380). Bendiciones episooualee recogidas de diversas fuentes se encuentran también en PL 78, 601-636. Más bendiciones registra E i s e n h o f e r , I, 97s; véase tam bién la colección editada por W. L ü d t k e , Bischöfliche Benediktionen aus Magdeburg und Braunschweig: JL 5 (1925) 97-122. Esta co lección contiene 287 formularios, sacados de manuscritos del si glo xiv, que en su mayor parte ¡n¡o se encuentran en manuscritos anteriores. Las benediciiones episcopales penetraron finalmente tam bién en Italia, conforme atestiguan B o n i z o de S t jt r i (De Vita christiana, II, 51 [ed. P e r e l s , 601) y S ic a r d o d e C r e m o n a (Mitrale III, 7: PL 213, 138). Nunca se conocieron en Roma. La gran estima de que gozaban en los países al norte de los Alpes se deduce del he cho de que H o n o r io A u g u s t o d . (Gemma an., c. 60: PL 172, 562) pone la benedictio episcopi como sexto de los siete officia de la misa. 12 Z a c a r ía s , Ep. 13: PL 89, 915 D. ia Gregoriano del cod. Ratoldi (PL 78, 244 B ); Ordo Romanus II, n. 11 nota a ; PL 78, 975 A; Ordo Rom . VI, n. II: PL 78. 993 s. El Pax Domini aparece como final de la bendición episcopal en la si guiente redacción: Et pax eius sit semper vóbisoumi as( en un
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RITOS DE LITURGIAS NO ROMANAS.
4 1 5 - 4 1G
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en algunas iglesias se aplazaba h a sta después del Pax Dom ini 1415. El
r ito de esta b e n d ic ió n
g alican a
416. A esta bendición pontifical galicana, lo m ism o que a un a bendición parecida en las liturgias orientales, prece de generalm ente el aviso Humüiate vos ad benedictionem A5, al que se contestaba con e l Deo gratias; a con tin u ación el obispo se volvia con m itra y báculo al pueblo y rezaba en el benedictionale , que le ofrecía un acólito, la fórm ula de b en dición, trazando al final tres cruces en tres direcciones 16. La fórm ula constaba de tres m iem bros, siguiendo el m odelo de la gran bendición sacerdotal del Antiguo T estam ento (N úm e ros 6,22-26). A veces aparece tam bién este m ism o tex to b í blico en los sacram én tan os m ás a n tig u o s17. A cada uno de estos m iem bros, que solían con sistir en un periodo solem ne y bien configurado, se respondía con el Amen , siguiéndole, adem ás, una frase final. El contenido ideológico de casi to das esta s fórm ulas se tom aba de la fiesta r e sp e c tiv a 18. En él ya n o aparece su relación prim itiva con la com unión n i s i ponUfdoal de Maguncia hacia 1300 (Martene, 1, 4, XVIII [I, 603 D ]); igualmente en el pontifical de Durando Cl. c., XXIII [I, 623 C ] ; A ndrieu, III, 655); cf. PL 78, 30 nota /. También el abad de Gregoriieixmünster impartía en este siglo la bendición pontifical (Martene 1, 4, XXXII [I, 656s]). Lo mismo fué el caso de San tiago ole Lieja (Volk 97). Ya en el siglo ix una miniatura de Marmoutiers representa al abad Reganaldo dando la bendición, con el letrero Hic benedic populum (H. Leclercq, en DACL 1, 3205; III. 75). 1 4 Missa Illyrica (1. c., 1 4, IV [I, 514sl); ordinario de la misa de Séez: (PL 78, 250 A). Se trata en ambos casos de la misma rúbrica. El mismo orden lo atestigua S icardo de Cremona (1. c.). 15 Por vez primera en el sacramentarlo de Ratoldo (PL 78, 244) y en el Ordo Rom . VI, n. 11: PL 78, 993s. Cf. también S an Ce sáreo de Arles, Serm. 76, 2 (Morin, 303; PL 39, 2284): quotiens clamatum fuerit, u t vos benedictioni humillare debeatis, non vobis sit laboriosum capita inclinare. 16 Así según el pontifical de Durando (Martene, 1-, 4, XXIII [I, 622s] ; Andrieu. III. 653-655, donde se añade como frase final: El benedictio Dei Patris omnipotentis et Filii et Spiritus Sancti descendat super vos et m aneat semper. Aquí se encuentran también datos acerca de una posible intensificación de la solemnidad en las grandes fiestas. 17 D e P uniet, 82 (más arriba en la nota 11). 13 Sirva como ej emolo la primera de las -bendi ci ones episcopa les, editadas por W. LtíDTKE, en JL (1925) 99s, para el primer do mingo de Adviento: Omnipotens Deust cuius Unigeniti adventum et praeteritum creditis et Juturum expectaMs, eiusdem adventus vos' ülustratione sanctificet et sua benedictione (locupletet. Am en.— Xn praesentis vitae stadio vos ab om ni adversitate dejendat et se vobis in iudicio placabilem ostendat. Amen.—Quo a cunctis peocatorum contagiis liberati illius trem endi examinis diem expectetis interriti. Amen.—Quod ipse protestare dignetur, cuius regnum et imperium síne jine permañet in saecula saeculorum. Amen.
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TR. Il, P. II, SEC. n i . — LA COMUNIÓN
quiera en las fórm ulas latin as m ás antiguas. Por eso, la b en dición pontifical podía fácilm en te ponerse en otro s it io 10. Pero hay casos en que se conservó en su sitio prim itivo h a s ta entrada la Edad M od ern a1920. En las catedrales de Lyón y Autun este rito se h a m an ten id o h a sta nuestros días 21. E l «S ancta
sanctis »
417. D espués de la -bendición viene en todas la s liturgias orientales la invitación a los fieles: Td á^ia t o í q áyoK 22. Aviso que está atestiguado ya en los docum entos del s i glo i v 23 y probablem ente tien e un origen m ás r e m o to 24. La im portancia del m om ento, lo m ism o que an tes de la lectura del evangelio, se pone de relieve a veces m ed ian te una lla m ada de atención d el diácono: IIpd<;j(a>fjL6v, o tam bién rezan do algunas oraciones preparatorias que se le a n te p o n e n 25. A continuación, el celebrante, sin volverse, eleva el cuerpo del Señor para que todos lo puedan v e r 26. El pueblo responde 19 Según el ordinario de Laón, de la baja 'Edad Media (Mar1, 4, XXI [I, 610 Bl), solía impartirse después del. evangelio; cí. más -arriba I, 63422. En España intentaron nonnulli sacerdotes oorrerla al final de la misa ya en el siglo vn, conforme refiere en son de censura el cuarto concilio de Toledo (633), can. 18 (Mansi, X, 624). En el pontifical de Valencia, compuesto el año 1417, 'se le ha asignado su puesto después del Ite missa est como bendición final (F erreres, 172). Así también en el manuscrito parisiense 733 del pontifical de Durando (Andrieu, III, 164s). Parece que lo mis mo fué el caso hasta tiempos bien recientes en Tréveris, donde aun actualmente se conserva antes de la bendición pontifical en este sitio el aviso del diácono : Inclinate vos ad benedictionem. 20 Así, p. ej., en Salzbumo, donde la atestigua para 1535 Ber toldo de Chiemsee (F ranz, 727). Los abades cistercienses la impar tieron hasta 1618 (S chneider, en «Cist.-Chr.» [1927] 136-139). D e Moléon (Voyage; véase en los índices s. v. Bénédiction), la en contró todavía en diversas catedrales francesas en el siglo xvm. Más referencias en B uenner , 278, nota 1. B uenner, 277s; S chneider, 137. 22 En esta redacción se encuentra aun actualmente en las mi sas copta y bizantina (Brightman, 184 393). En otros sitios algo variada (véase Hanssens, III, 498). 23 Const. Ap., VIII, 13, 12; S an Cirilo de Jerusalén, Catech. myst., V, 19; T eodoro de Mopsuestia, Sermones catech., VI (Quasten, Mon., 107 229). Más referencias véanse en Hanssens, m , 499ss. 24 Didajét 10, 6 (más arriba I, 8). 25 Así en las Liturgias bizantinas y en las demás liturgias grie gas, que contienen a la vez ambos elementos (Brightman, 61 137s 341 ; cf. Hanssens, III, 494ss). 20 La costumbre se encuentra a partir de los siglos vi-vn. An teriormente. el sacerdote sólo elevaba la mano, como se deduce de S an J uan Crisòstomo, In H e b r hom. 17, 4s : PG 63, 132s : xa&aitsp cu; ~r¡'j '/lipa aípuuv(Hanssens, III, 501). El modo de hacer la elevación es actualmente muy variado. En la misa bizantina, el sacerdote eleva la forma, puesta sobre la patena. Entre lo6 copto», el celebrante sostiene levantada una partícula encima del cáliz. tene,
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HITOS DE LITURGIAS NO ROMANAS.
416-418
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con frases de alabanza, que en su form a m ás antigua, co n ,s ervadas aún en la m isa bizantina, relacionan la san tid ad requerida para la com unión con la d el m ism o Señor: «Uno v.h santo, uno e s el Señor, Jesucristo, para gloria de D ios P a dre» 27. En las dem ás liturgias del Oriente, la respuesta del pueblo adopta bien pronto la form a trinitaria 28, que ob scu rece ciertam en te el pensam iento prim itivo. R itos
semejantes en la liturgia romana
418. Las principales liturgias occidentales, en e l período m ás antiguo que conocem os, no con tien en n in gu n a cerem o n ia u oración parecida a esta elevación del S acram en to n i a las palabras que durante ella se r e c ita n 29*. En cam bio, en En los jacobitas siríacos occidentales tiene lugar una doble eleva ción!: en primer lugar se levanta la forma encima de la patena, luego el cáliz; así también en los maronitas. Entre los armenios unidos, el sacerdote, después de elevar la forma, toma el cáliz y ía forma y se vuelve hacia el pueblo para bendecirlo; entre los cismáticos, en su lugar se sumerge la forma en el sangnis para luego elevarla otra vez (Hanssens, m , 494-499). 27 B rightman, 341 393; asimismo, e. o. ya en las Canst. Apost. (VIII, 13, 13; Quasten, M on., 229s), donde se añade Le. 2,14. Cf. niás arriba 454. B aumstark (Die Messe im M orgenlm d, 158) insi núa la posibilidad de que las palabras del Apóstol 1 Cor 8,6 y Fil 2,11 sean ya un reflejo de fórmulas litúrgicas. 28 Así lo atestigua T eodoro de Mopsuestia, Sermones catech., VI (Rücker, 36): Ünus Pater sanctus, unus Filias sanctus, unas Spiritus sanctus, poniendo de relieve en su explicación catequétiea no ya la santidad, sino, al igual que en los textos más recien tes de diversas liturgias, la unidad de ¡La naturaleza divina. La fórmula se encuentra aquí ya evolucionada ¡mediante el GAoria Par tri et Filio et Spiritui Sancto, *lo mismo que en la posterior liturgia siria occidental (R ücker, Die JaJcóbsanaphora, 73). Para los por menores véase ¡Hanssens (1. c., esp. 498s), donde se encuentran registradas también las diversas amplificaciones. 29 Con todo, G. Morin (Revue Bénéd., 40 [1928] 136s) llama la atención sobre los vestigios del siglo v que hacen suponer que en algunos sitios se usaba un texto latino Sancta sanctis con la con testación ünus sanctus. En la liturgia mozárabe se emplea todar vía el Sancta sanctis al principio de la conmixtión (cf. más ade lante 445 3*). La inscripción Dignis digna se ha encontrado en el suelo de mosaico de un ábside norteafricano (J. S auer, Der Kircheribau Nordajrikas in den Tagen des hl. Augustinus (Aurelius Augustinus, ed -por G rabmann y Mausbach [Colonia 1930] 243-300. 296). Recientemente ha investigado esta cuestión L. B rou, Le «Sancta sanctis» en Orient: «Journal of theol. studies», 46 (1945) 160-178; 47 (1946) 11-29, Conforme hace constar Brou, desarro llando más los datos tomados de G. Morin, tenemos para el Occi dente el único testimonio seguro del Sancta sanctis en el obispo británico Fastidio (principio del siglo v; lo califica de praefatio; cf. más arriba 129) y una mención no muy clara en Nicetas de 1R^im-esiana, en Dacia (t después del 414). La fórmula de la con■mixtión mozárabe, citada más adelante 44533, que data de una época muy tardía, se encuentra e. o. también en el Liber ordinum CFerotin, ' 421) y algunos misales franceses posteriores al siglo xi,
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épocas m ás recientes, la liturgia rom ana h a form ado dos ce rem onias sem ejan tes: la elevación de las sagradas especies, que en la liturgia rom ana sigue a la consagración, y la pre sen tación de la sagrada form a an tes de la com unión, que, acom pañada de las palabras Ecce Agnus Dei... y la co n fe sión de la propia indignidad: Domine non sum dignus..,, corresponde de algún m odo a l Sancta sanctis y a su co n tes tación *30*32. L a fracción ; su razón de ser primitiva
419. De en tre los actos preparatorios que se refieren al Sacram ento directam ente, e l m ás antiguo e im portante, y que, por lo m ism o, se encu en tra en todas las liturgias, es la fracción d el pan consagrado. Con e lla se trata d e im itar a l Señor, que, según ios cuatro Evangelios, e n la ú ltim a cen a tom ó el pan, lo partió y se lo dió a sus discípulos. «Fracción del pan» es e l nom bre m ás antiguo que tuvo la celebración eucaristica. La razón práctica de la fracción h ay que bus carla en la necesidad de tener que partir para la com unión de los fieles el p an eucarístico que se había consagrado e n te ro ai y ta l vez tam bién en la de procurarse una partícula para el rito de la c o n m ix tió n 3-. Este m odo de proceder, es decir, el partir el p an y no cortarlo, eligiendo una form a de pan que se prestaba sólo a la fracción, se inspiró en el e jem plo de la fracción que en e l cenáculo dió Jesucristo 33*. 420. Pues bien, las cerem onias de la fracción, que ten ía n por fin ú n icam en te la preparación de las partículas para la com unión de los fieles, se m an ten ían , por lo general, dentro de la m ás prudente sobriedad. P arece que en las liturgias orien tales con ella s no se ocupaba m ás que e l celebrante. A veces descritos por Leroquais. El texto primitivo, repetidas veces variado, tuvo, según Brou, la siguiente forma: Sancta cum sanctis et coniunctio corporis et sanguinis D. N. I. C. sit edentibus et bibentu bus in vitam aeternam. Am en (ibíd., 1946, 17). Según esto, es po sible que el Sancta sanctis se usoss dentro del territorio de la an tigua liturgia galicana en el mismo sentido que en las liturgias orientales; en cambio, para Roma es imposible hacer semejante suposición, como observa oon razón Brou, ya que allí la fórmula Si quis non communicat, d e t locum tuvo idéntica función (cf. má6 adelante 492). 30 Véase más arriba 373 37. donde se demuestra que la eleva ción del cáliz y la íorma al omnis honor e t gloria no hace al caso. En e s t e s e n t i d o s e m e n c i o n a l a f r a c c i ó n e n C l e m e n t e d e A l e j a n d r í a , Strom ata, I, 1: PG 8, 692 B ; c f. L. H a b e r s t r o h , Der Ritus der Btechung und Mischung nach dem Missale Romamtm (SI. Gabriel 1937) 11-18. 32 H a n s s e n s , III, 513-515. 33 Con todo en la proskomidia bizantina se usa también un cu< chillo, denominado taqyrj con que se corta el pan (B rightman, 356s; m ás arriba 47).
3.
RITOS DE LITURGIAS NO ROMANAS.
4 1 8 -4 2 2
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ponen oraciones m ás largas, debido, sin duda, a que en ciertos días, por la m ayor afluencia de fieles a la com unión, se n ecesitab a m ás tiem po para la fr a c c ió n s*. kc
La
fracción simbólica
421. Donde se desplegó gran riqueza ritual fué para acom pañar la fracción sim bólica, que se coronaba con la co n m ixtión. Se daban las sigu ien tes cerem onias: fracción de la form a d estin ad a para e l celebrante, que se dividía en dos o cuatro partes; luego, trazar u n a serie de cruces, que fué especialm ente com plicada en las litu rgias sirias (consigna tio); cruces que, entre otras cerem onias, se h acían con una partícula de la form a en cim a o dentro del cáliz343536; finalm en te, la conm ixtión. Y LA CONMIXTIÓN 422. Varios son los p ensam ientos que ejercieron in flu en cia sobre este rito sim bólico. En prim er térm ino, la unidad del sacrificio, celebrado bajo las dos especies. Este es, in d u dablem ente, el sentido prim itivo de la conm ixtión y e l p u n to inspirador de las dem ás cerem onias. E fectivam ente, n u e s tra h ip ótesis la afirman testim onios siríacos del siglo v, com o fee ve, m uy próxim os al sitio y a la época en que n ació el rito 30; estos m ism os textos atestigu an igual p en sam ien to d i 34 En 4a liturgia griega de Santiago son los salmos 22.33.150 63). También en la liturgia griega de San Marcos se entona :el salmo 150 (1. c., 138, lín. 20). En la liturgia de los jacobitas siríacos acompañan oraciones extensas la ceremonia (1 c.. 97-99). Versan sobre diversos recuerdos de la pasión de Cristo: transfixión con lia lanza, cruz y ¡resurrección, nuestra culpa y la reparación por la pasión de Cristo, el Condono de Dios. En otros ordinarios de la misa, oomo, p. ej., en el abisinio, no aparecen formas especiales para la fracción. (1. c., 237s; cf., ái-n embargo, H a n s s e n s , III, 512s); tampoco las hay en la siria oriental, donde, por otra parte las largas oraciones que preceden al rito simbólico de la fracción (e o. los salmos 50; 122, 1-3; 25,6, con el lavatorio de las manos [ B r i g h t m a n 288s ]) se pueden considerar como tales. 35 Esta partícula se moja en el samguie en las liturgias de ha bla siria y de un modo semejante en las egipcias; luego se trazan con ella más cruces. En la liturgia griega de Santiago, con la mitad! mojada, se hace primeramente una cruz sobre la otra, y lue go con ésta sobre la primera (Brightman, 62, manuscritos del si glo x iv ); la ceremonia es más complicada en el manuscrito del si glo x, reproducido en Hanssens, III, 516s. ¡Entre los maronitas pre ceden a la fracoión 13 cruces que se hacen sobre el cáliz. En la misa etiópica se une con ¡La fracción y las cruces un rito especial de oraciones, en que se canta por el sacerdote y el pueblo, que al ternan, según ¡normas determinadas, 41 v?ces la invocación Domi ne miserere nostri Christe (Hanssens, III, 503-513). Cf. H abers t r o h , 13-24; R aes, Introductio, 96-103. 36 La probabilidad de que el rito de la fracción proviene de Siria se Insinúa en H a n s s e n s , III, 514. ( B r ig h t m a n ,
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TR. II , p. n , SEC. m . — LA COMUNIÓN
rector p ara e l sistem a de cruces que se trazan con la sa g ra da fo r m a 37. Entre las oraciones que en algu n as liturgias acom pañan la conm ixtión hay, adem ás, algunas expresiones que se preocupan de h acer resaltar la idea de la u n id a d 38. No es necesario, por tanto, buscar para esta costum bre ra zones de orden puram ente p r á c tic o 39. La
mezcla de agua caliente
423. En la liturgia b izan tin a existe la costum bre sin g u lar de m ezclar en el cáliz y a consagrado un poco de a gu a caliente(£éov) 40. Se tra ta de un rito a n tig u o 41 cuyo sig n i ficado queda obscuro; parece, sin embargo, que quiere decir que la plenitud del Espíritu San to e stá en e l Sacram ento o se concede por m edio del m ism o 42. 37 T eodoro de M opsuestia ( t 428), Sermones catech., VI (Rükk er , 34): cum pane signat super sanguinem figura crucis et cum
sanguina super panem et coniungit et applicat eos in u n u m , qua re unicuique m anifesietur eat quamquam dúo sunt, lam en unum esse virtualiter et memoríam esse m ortis e t pqssionis... Ea de cau sa fas est deimceps in calioem im m ittere panem vivificantem , u t demonstretur em sine s-epcvratione et unum esse viJ'iute et imam gratiam conferre accipientíbus ea. N arsai (f hacia o02), Hom. 17 ( C o n n o l l y , 23): E l celebrante une ambas «para que todos con fiesen que el cuerpo y la sangre son una misma cosa». Cf. Ilom. 21 (1. c.j 59). 38 ILa liturgia de Santiago hace decir al sacerdote: "Evwau; io Kava^íoo aó)|iaTo<; xal t o D Ttjitoü aqicrco<; t o o xuptou... T/jaou Xptaxoü. Sigue texto semetan.te ( B r i g h t m a n , 62). Cf. la fórmula que en la misa siria oriental se dice a la conmixtión (1. c., 292). Al pronunciarla se unen también ambas mitades de la forma, mojadas; -no hay división propiamente tal. 39 E i s s n h o f e r (II, 201) quisiera explicar el origen de este rito de conmixtión por la inecesidad de remojar el pan (fermentado), que, al conservarse durante algún tiempo (traslado a otras igle sias: ferm en tu m ; cf. más adelante), fácilmente se endurecía (véase una éxplicación semejante ya en L e e r u n , i , 504s ). Sin em bargo, en los ritos orientales se trata manifiestamente de una partícula de la misma misa. También en la liturgia romana la segunda mezcla fué del mismo género. El ferm entum podía tras ladarse solamente a iglesias vecinas. Drx (The shape of tb e Ulurgy, 134) opina o.ue la costumbre oriental de mezclar una par tícula de la propia misa es un substitutivo del rito del ferm entum , que en estas liturgias desapareció bien pronto. Tendríamos entonces un paralelismo con la evolución occidental (cf. más adelante 435 34 439), De todos modos, tendríamos entonces al principio una mezcla con sentido simbólico. 40 B rightman, 394. 41 Está atestiguada desde el siglo vi CHanssens, II, 235s; III, 518s). 42 Pues la acción va acompañada por las palabras «fervor de la fe, lleno del Espíritu Santo». Cf. Rom. 12,11. Tal vez sea de im portancia el qu© le preceda inmediatamente la mezcla de la par tícula, ceremonia que va acompañada de una fórmula semejante, porque expresa la unión del cuerpo y la sangre, de la que resulta el calor vital. K. B u r d a c h (Der Gral [Stuttgart 1938] H8s) llama
3.
RITOS DE LITURGIAS NO ROMANAS.
42 2 -4 2 4
993
Kr. SENTIDO SIMBÓLICO DE LA FRACCIÓN
424. Pero no solam ente a la conm ixtión, sino tam bién a la fracción, que consideran como preparación para la com u nión, se da en los citados docum entos siriacos un sen tid o más profundo. Es com o si por m edio de ella m ultiplicara e l Señor en m uchos su presencia, como después de la resurrec ción se m an ifestó a sus discípulos, «haciendo partícipes de su aparición a m uchos», a las m ujeres, a los discípulos de Emaús, a los a p ó sto le s*43. En cambio, el sim bolism o de la Tracción del pan, ta n propio d el rito de los convites en la Iglesia prim itiva e incluso de los judíos, y que expresaba la unión de los com ensales en la participación de un m ism o p a n 44, no aparece ya en nin gu n o de los docum entos litú r gicos que se n os han co n serv a d o 45. Tam poco perduró por mucho tiem po e l sim bolism o de la resurrección, al m enos en la cerem onia de la fracción. Entre los griegas se veía y a en la atención sobre S an C ir il o de Alejandría fin Ioh., IV, 6, 54: PL 73, 580 A), que compara la transformación del que comulga con la transición a un estado de mayor energía del agua puesta encima de fuego. Más luz vierte sobre la cuestión una observación de L. H. G r o n d ijs , L’iconographie byzantine du Crucifié m orí sur la croix (Bruselas 1941); véase la recensión detallada de la condesa E. L u cchesi -P alli, en ZkTh 70 (1948) 369-375. Según Grondijs, la eos* tumbre del Cgov debió nacer cuando Justinlano favoreció la doc trina de los aftardoquetos, según los cuales el cuerpo de Cristo no se volvió frío después de su muerte, de modo que la sangre y el agua que salió de su costado era caliente (76s). Al substituir más tarde con Nicetas Stetatos el calor vital físico, por la continuadla inhabitación del Espíritu Santo, que también significaba calor, la costumbre simbólica pudo mantenerse: en la comunión se reci bía la sangre sagrada, cuya plenitud del (Espíritu Santo quedaba simbolizada por el Céov. Es el mismo raciocinio, por el que no se quería recibir el cuerpo del Señor bajo las especies de panes á’^ujia porque eran czóox« (cf. más arriba 33 19). Parece que una ceremo nia de los convites profanos dió lugar a la introducción de este rito (H a nssen s , II, 235). 43 T eodoro de M o psu estia , 1. c. (R ü cker , 34 s ) ; cf. N arsai, Hom. 17 (C o nn o lly , 23s), donde se sigue en la enumeración de las apari ciones : «y ahora sigue apareciendo a los ¿lijos de la Iglesia al reci bir su sagrado cuerpo». 44 Cf. más arriba I, 7. Cf. también 1 Cor 10,17; S an I gnacio de A ntioquía , Ad Eph., 20, 2. 45 Con todo, A. B eil (Einheit in der Liebe [Colmar 19413 53) da cuenta de una costumbre letona de (Nochebuena, en 1a- que apa rece la misma idea fundamental: el padre de familia ofrece a la madre un trozo de una torta que parten ambos; el padre presen ta la mitad al hijo mayor y la parten de la misma manera, mien tras la madre hace lo mismo con la hija- mayor, etc. Esta costum bre navideña, con modificaciones insignificantes (pan de obleas* el padre de familia inicia sólo la partición, los familiares tienen cada uno su propio pan que parten igualmente), se encuentra tam bién en la Alta Silesia, Polonia y Lituania. 32
TR. II, P. II, SEC. H I.— LA COMUNIÓN
994
el siglo vi, cuando m enos, en la fracción no tan to la división y distribución como la separación violenta, la destrucción, y con ello la representación de la m uerte en la c r u z 46. E x pr e sa d o
en
los ca ntos
y palabras
QUE LE ACOMPAÑAN
425. El recuerdo de la pasión lo reflejan repetidas v e ces las oraciones y cantos con que las liturgias orientales en los diversos tiem pos fueron acom pañando la cerem onia de la fracción. Esto aparece con especial relieve en la litu r gia siria occid en tal: «Verdaderam ente asi sufrió e l Verbo ae Dios en su carne y fué sacrificado y quebrantado en la cruz... y su costado fué traspasado por una lan za...» 47. «Padre de la verdad, m ira a tu Hijo com o victim a que te ap laca ... Mira su sangre, que fué derram ada en el Calvario» 4\ En particular se relaciona esta cerem onia con la idea del Cordero de Dios, sacrificado: «Tú eres el Cristo, Dios, cuyo costado fué p erfo rado por nosotros en la cumbre del Calvarlo en Jerusalén; tú eres el Cordero de Dios que quita los pecados deí m u n do» 49. Más estrecham en te unido a la fracción aparece este p en sam ien to en la m isa bizantina, donde el sacerdote acom p a ñ a la fracción con estas palabras: MsXíCsiai xa» Siajtspí&rcai ó ctjj-vÓQ xou íkorj, seguidas de la am plificación a n titética : «Se parte, pero no se divide; con tinu am en te se come, pero nunca se consum e, sino que santifica a los que lo reciben» 50. Pero no se olvida del todo el pensam iento de la resurrección. El Ordo c o m m u n is de la m isa siríaca occidental ve en la fracción la im agen de la crucifixión, aunque luego h abla tam bién de la resurrección, al parecer con m otivo de la consignatio 49 S an E utiquio (1*582), D e pascli., c. 3: P G 86, 2396 A: y.bjoiz... zr¡\> dr^oì, Una insinuación en este mismo sentido se encuen tra ya en S an J uan C risòstom o (In J Cor., hom. 24,2: PG 61, 200) al explicar el x^ jlsv de 1 Cor 10,16 : Lo que El no sufrió en la cruz, sufrió en el sacrificio por ti. Algunos indicios cíe tal interpreta ción se encuentran por cierto ya en tiempos más remotos, como, por •ejemplo, la variante 1 Cor 11, 24 : (io owjia xo Ao'^svov, que se halla principalmente en manuscritos egipcios y que se repite en la Eucaristía de San Hipólito (véase más arriba I, 30) y en el Eucologio de Serapión (véase más arriba I, 38). Cf. Dix, The shape of the liturgy, 81 132s. 47 B rig h tm a n , 97. La oración se conocía ya en el siglo ix ; H anss e n s , II, 518. . ... . „ ■N 48 B rig htm a n , 98. También en la misa etiopica (1. c., 239s). 49 L. c., 99. Muy parecido es el texto en la liturgia griega de San tiago O. C., 62): ’Bou ó -oí thou..., 3'fp«paofrsk uitsp ryjc toDxóap',
50 B rig h tm a n , 393. Más arriba (37) ya se llamó la atención so bre la denominación general de «cordero», empleada para desig nar el pan eucaristico. R enaudot , II (1847) 22.
3.
RITOS DE LITURGIAS NO ROMANAS.
4 2 4 -426
995
D isp o sic ió n de las partículas EN FORMA DE CRUZ
426. Tam bién en las liturgias galicanas se enlazó m uy pronto el p en sam ien to de la pasión con el rito de la fra c ción; m ás aún, en esta parte lo cultivaron con especial es mero. La E xp o sitio de la m isa galican a del siglo vn refiere ya la leyenda de la visión de un ángel que m ientras el sa cer dote h acia la fracción, em pezaba a cortar los m iem bros de un n iñ o radiante de luz y a reco ger su sangre En el concilio de Tours (567) se recordó a los sacerdotes que en la fracción no debían ordenar las partículas in o rd in e im a g in a rio , sino en for m a de c r u z 1,3. Esta disposición de las partículas en form a de cruz fué la norm a que siguió tam bién la m isa m ozárabe. Sin em bargo, con el tiem po se fué transform ando, h asta convertir se en la representación de todos los m om entos m ás im portantes de la obra redentora, com o vi mos en la a n a m n e sis, donde en el p en sam ien to de la pasión se reproducían en algunos casos to dos los m isterios de la reden ción. Así viene a resultar una segunda a n a m n e sis, expresada no p recisam ente por palabras, sino por m edio de un símbolo. Se señ alan para dicha cerem o n ia nueve partículas, de las que siete form an una cruz, poniendo en cada partícula el sign ificad o de un m isterio, desde la encarnación y n acim ien to h a sta el triunfo glorio so en los c ie lo s 3Í. De modo que tam bién en este rito a p a - 5234 52 Q uasten , 21. La leyenda proviene de Oriente; véase Vitae Patrum, -c. 6 (1. c.. nota 4). 53 Can. 3 (M ansi, IX, 793); cf. también más arriba 46. Parece que se formaba con las partículas aura figura humana, abuso con tra el que se dirigió ya el papa Pelagio I hacia 558 en una carta al obispo de A.rlés (P h . J affé , Regesta> pont. Rom., I, 2.a ed. [Leip zig [1885] n. 978; cf. D uchesne , Les origines, 232; P. B rowe , en JL 15 [1941], 62, nota 4). 54 Missale m ix tu m ; PL 85, 118 cf. 558; Post hec frangat Presb. Eucharistiam in m edium : et ponat mediam partem in P atena; et de alia parte faciat quinqué partículas et ponat in Patena; et accipiat aliam partem et faciat quatuor partículas et ponat in Patena similiter per ordinem jacte per rotas istas que supra su n t.—El dibu jo está tomado del 1. c. y el texto se refiere a él.
996
TR. II, P. H , SEC. III.— LA COMUNIÓN
rece, al lado de la pasión y muerte, la resurrección. En la liturgia lro-celto se complicaron más todavía las ceremo nias 5556. La fracción se acompañaba con un canto espe cial, que en la misa milanesa se llama c o n fra c to riu m y va ría según la estación del año litúrgicoSí. En la misa mozá rabe, la conmixtión está separada de la fracción por el P a te r n o ste r y se acompaña de un breve canto antifonal57. La idea de la pasión como explicación de estas ceremonias vuelve luego en los comentaristas medievales58. De entre todos los ritos que en las diversas liturgias se encuentran intercalados entre el canon y la comunión, sólo la fracción y la conmixtión han merecido alguna atención en la misa romana.
4 . La fracción 427. Lo mismo que en la misa bizantina, desde los tiem pos de San Gregorio Magno la fracción tiene su lugar en la misa romana después de rezar el P a te r n o ste r junto con su e m b o l i s m o En las grandes fiestas, en las que todo el pueblo
55 El número de los partículas depende de la categoría de la fiesta: en los dias ordinarios eran sólo cinco partículas; en las fiestas de los santos, de 7 a 11; en los domingos y fiestas del s fiar, de 9 a 13; en las grandes solemnidades, Navidad, Pascua de Resurrección y Pentecostés, hasta 65 (apéndice en lengua celta del misal de Stowe [siglo ix , ed. W arner [HBS 32] 41). Cf. disposi ciones parecidas acerca del número y orden de los panes eucarísticos en las ceremonias del ofertorio; véase más arriba 46. Ahora se '-comprende mejor la exhortación que el obispo aun hoy día di rige después de la ordenación sacerdotal a los neosacerdotes para que aprendan bien totius missae ordinem atque hostiae consecrationem ac fractionem et communionem. Esta exhortación entró en el rito de ordenación romano sólo por el pontifical de Durando (Andrieu, m , 372s), por lo que se saca que proviene de la tradición galicana. 56 Este canto está atestiguado por la Expositio de la misa ga licana (ed. Q uasten , 21): Sacerdote m te m frangente supplex óterus psallit antiphonam cjuia (Christo) patiente dolorem mortis omnia terrae testata sunt elementa. En la misa mozárabe está el Credo en lugar del canto de la fracción. (Missale mlxtum-: PL 85, 557s). 57 Missale m lxtum : PL 85, 119 56Os. 58 Véase más arriba 445 con la nota 38. 1 El orden pregregoriano o, mejor dicho, galicano se supone todavía en el siglo ix en el misal de Stowe donde sigue la fracción inmediatamente a la doxología del canon (W arner [HBS 32] 17). Algo semejante hay que decir del sacramentarlo milanés de Biasca OBotte, 46, aparato crítico). Algo arbitraria es la opinión de B. B otte, (L’ange du sacrifice; «Cours et Conférences», VII, 218s), se gún la cual la fracción seguía primitivamente a la primera mitad del Supplices, de modo que la continuación ut quotquot formaba la parte final de la oración de íraoción.
4.
LA FRACCIÓN.
4 2 6 -4 2 8
997
tomaba la comunión, debió de ser una ceremonia solemní sima, que estaba reglamentada cuidadosamente, y a fines del siglo vn dió lugar a que se cantase durante ella un nuevo canto, el Agnus Dei. La
f r a c c ió n
en
el
culto
e s t a c io n a l
428. Los Ordines Romani antiguos describen el rito con todo detalle. El papa, acabado de pronunciar el Pax Domíni y de dar el ósculo de paz, toma los dos panes ofrecidos por él, y, después de separar un trocito que ha de quedarse so bre el altar, los coloca sobre la gran patena que le ofrece el diácono23. A continuación se dirige a su cátedra, adonde le llevan también la patena, mientras dos acólitos suben al altar y se colocan a ambos lados. Visten bandas sobre los hombros, porque van a hacerse cargo de un tesoro precioso*. Además, traen unos saquitos de lin o 4, que mantienen abier tos con la ayuda del subdiácono, para que el archidiácono vaya colocando en ellos algunos de los panes consagrados que están sobre el altar. Es para distribuirlos entre los obis pos y presbíteros, que, a una señal del papa, empiezan la fracción. Al mismo tiempo, los diáconos hacen la fracción de los panes depositados sobre la patena del p apa5. 2 Hasta el final de la misa (¡Amalario, De ecóL. off., n i , 35: PL 105. 1155 A). Una glosa al Ordo Rom. I (n. 19: PL 78, 946 B) que proviene del cod. sangall. 614 (s. ix) da para este rito la ra* zón no muy convincente : ut, dum m issarum sollemnia veragua»tur, altare sine sacrificio non sit. Cf. B. C apelle, Le rite de la fraction dans la messe romain («Revue Bénédict.» [1941] 5-40) 15 s, que sospecha que se trata del ferm entum (cf. más adelan te) que separa el papa. En contra está la 'circunstancia de que se habla de una sola partícula. Cf. también B atiffol, Leçons, 92. 3 De modo semejante, se acercan más tarde otros acólitos, que llevan vasos auxiliares de mayor cabida y forma de copas (scyphi) para, la comunión del cáliz : Ordo de S. Amand (D uchesne , 481). Según este Ordo, también la patena grande del papa es sostenida durante la fracción por el primero de dos acólitos (y no como en el Ordo Rom. I por dos subdiáconos). Este acólito lleva una ban da de seda adornada con una cruz (cf. B atiffol, 88). 4 Estos saquitos aparecen en su ordenación como símbolo de su cargo (Ordo Rom. VIII, n. 1: PL 78, 1000s). 5 Este es el cuadro que nos presentan las fuentes principales: Ordo Rom. I (n. 19 : PL 78, 945s) ; Capitulare cedí. ord. (S ilvaT arouca, 200); Ordo Rom . de S. Amand (D uchesne , 481). Además de los obispos presbíteros, cuando hace falta, pueden ayudar en la fracción también los subdiáconos (S. Amana, Capitulare). Se gún dos datos más recientes del Orelo Rom. I (n. 50 : PL 78, 959s), podía participar en la fracción también el papa; éste la hacía entonces sobre el altar y sirviéndose de la patena, ayudado por los presbíteros y diáconos, que igualmente estaban en el altar.
998
L as patena s
TR. II, P. II, SEC. III.— LA COMUNIÓN
p r im it iv a s
429. Esta patena es de proporciones enormes. Una vez se dice en el primer Ordo Romanus que es traída por dos subdiáconos; ellos, sin duda, la sostenían también durante la fracción. En los inventarios de las grandes basílicas ro manas no falta, por cierto, la mención de tales patenas gi gantescas de plata y oro6. Extraña algo que en vez de los saquitos de lino no se usasen tales patenas. Algo más tar de, en las ordenaciones de la época carolingia y otónica7, 6 Se cuentan entre los objetos cuya dedicación registra el li bro de los papas, que empieza con el papa Silvestre i y el empe rador Constantino (véase la enumeración en B r au n , Das christliche Altargerat, 216). La basílica del Letrán fué la más ricamente dotada por el emperador Constantino; habla recibido siete pate nas de oro y treinta de plata, de las que cada una pesaba treinta libras = 9,82 kgs. En otras patenas oscilaba el peso entre diez y ■treinta -y cinco 'libras; correspondía, pues, al de nuestras custo dias actuales de mayor tamaño. En algunos casos, su borde es taba guarnecido con piedras preciosas. Se ha conservado una fuente de plata de Tomi (siglo vi), de un diámetro de 60 -cms, que por su inscripción y adorno de figuras se evidencia como destina da a usos litúrgicos. En otros -casos semejantes se trata, sin duda, de vasos profanos (B r au n , 216-218). La forma de las patenas más antiguas, conforme al sentido de la palabra (patena = TtaxavTj), se acercaba mucho a la de una fuente. S an G regorio d e T ours (De gloria martyrum, c. 85: PL 71, 781) cuenta que un conde que padecía de una enfermedad del pie mandó traer la patena de la iglesia para bañar en ella sus pies, esperando de este baño la cu ración. La forma de fuente que tenía la patena se debía a su función, distinta de ¡La de la actual patena, que más se se as enrejaba a la de nuestro copón. En iglesias más modestas bas taba una patena m á s pequeña; S an G regorio (Magno (Ep. VIII, 4; PL 77, 909) se contenta para la -iglesia de un convento de mon jas de Lúea con una patena de dos libras y un cáliz de media libra. De la época posterior al siglo xi se nos ¡han conservado al gunas patenas mayores, con diámetros do hasta 31 cms. ( B r a u n , 219s). En la liturgia bizantina, como la división en partículas siem pre tenía mayor -importancia, los discos que allí se usan en v-ez de las patenas del rito latino son mucho mayores, con diámetros de hasta 40 cms. (222). 7 Ordo Rom. V, n. 10: iPL 78, 983: después del embolismo, el obispo recibe del diácono -las patenas que llevaban hasta este mo mento los acólitos, las -besa y coloca sobre ellas el cuerpo del Señor (dividat ínter eas secroswnotwm corpas consecratum). Después del ósculo de paz, el archidiácono las entrega a los acólitos iubeatque unam ante presbyteros et aliam diaconíbus coram tenere u t fraiu gat (léase frangant) scilicet oblatas superimpositas. Parece que se trata de dos patenas-. Una se usa para la comunión del obispo y del clero, y la otra para la del pueblo. Con todo, se prevé que las partículas que están depositadas sobre ellas, cuando hapa falta, se repartan entre dos, tres o cuatro patenas, es decir, tantas cuantos sacerdotes intervienen en*-la distribución de la comunión (n. 11; 1. c. 990). Acerca del empleo de las patenas grandes durante el ofer torio, véase más arriba 8).
4.
LA FRACCIÓN.
4 2 9 -4 3 0
999
los saquitos se encuentran substituidos por patenas o cá lices 89. La
patena d espués de introducir el uso del
PAN ÁZIMO
430. Con la introducción del pan ázimo, la patena pierde repentinamente su función primitiva, porque, al generalizar se la nueva costumbre, ya no se precisaba partir el pan. Para la comunión del pueblo empezaron ahora a emplear, ciertamente no en todas partes al mismo tiempo®, formas pequeñas preparadas de antemano. Asi en el pontifical ro mano-alemán, compuesto hacia el 950 en Maguncia^ se en cuentra un ordinario de la misa pontifical en donde se regis tra abiertamente el cambio10. Según él, los subdiáconos van a ocupar su puesto ordinario inmediatamente después del final de la doxología del canon, y los diáconos, después del Pater noster, puesto que ya no se necesitaban sus servicios para la fracción. Sigue el archidiácono recibiendo como an tes la patena, pero la ofrece ahora sencillamente al obispo después del propitius pacem (patenam illí accomoúans) , y no vemos que se haga nada especial con ella, sino que sigue inmediatamente la bendición episcopal galicana y el ósculo de paz. Después, sostenida por un acólito, vuelve a emplearse en la comunión juntamente con el cáliz; de ella toma el obispo primero el cuerpo del Señor, por lo que se conoce que antes hablan sido depositadas sobre ella las partículas con sagradas11. Un siglo más tarde desconoce el ordinario de la 8 Ordo Rom. II, n. 11: PL 78, 974 : Subdiaconi autem, postquam audierint: Sed libera nos a malo, vadunt et praeparant cáli ces sive sindones mundas in quibus recipiant Corpus Domini... do ñee ex eo populus vitae sum at confortationem aetemae. También en la parte más reciente del Ordo Rom. I Cn. 48: PL 78, 959) se manda se den a los acólitos que llevan los panes consagrados para la fracción a los presbíteros tres cálices, mientras los diáconos is lán partiendo los panes en la patena. 9 Cf. más arriba 36. « 10 Ordo Rom. VI, n. lis : PL 78, 993s. 11 Por otra parte, en esta época no faltan del todo testimonios de .una fracción del pan para la comunión de pueblo. De todos modos, se habla todavía en las Eclogae (PL 105, 1528), asi como en su modelo, o sea en A malario (ed. H a nssen s , en «Eph. Liturg.» [1927] 162; cf. más arriba X, 118 64), de la Jractio oblatarum, y también en la explicación Míssa pro multis (c. 19; ed. H anssens , en «Eph. Li turg.» [1930] 42). En esta última, el c. 17 tiene el siguiente títu lo: Z>d subdiácono deferente corpus Christi prim um ad frangendum, postea ad communicandum (40). Of., sin embargo, también 1¡as no ticias de los siglos x i y x n acerca de integrae oblatae que habían de partirse (más arriba 3632). En Cluny ¡habla todavía hacia 1085 U dalrictjs (Consuet. Clun., II, 30: PL 149, 723), al tratar de la co munión del convento, de la patena super quam Corpus Domini fractum fuerit, diciendo que ha de examinarse cuidadosamente si
1000
TR. II, P. II, SBC. I I I .— LA COMUNIÓN
misa de Juan de Avranches ( i 1079) el empleo de la patena aun para este último caso. Si se la usa en adelante, es úni camente para colocar encima de ella la forma grande du rante su fracción y hasta la comunión12, o sea que ni se saca del altar. Por eso que hacia el siglo x i se reducen las proporciones de las patenas, haciéndose costumbre que su diámetro iguale a la altura del cáliz (por entonces más bajo) 1 3 y hasta más tarde ni siquiera alcanza esta dimensión. 431. Pasando el tiempo, se empleó la patena, amplián dose su uso desde el momento en que al ofertorio se comenzó a colocar sobre ella la forma para ofrecerla de este modo, como ya hemos visto 14, costumbre que, sobre todo en las mi sas privadas, trajo como consecuencia el llevar al altar jun tos el cáliz y la patena, y más tarde, el acomodar su forma a la copa del cáliz para que se pudiese colocar cómodamente sobre él. Esta evolución aparece muy adelantada ya en el siglo x 15. R e m in is c e n c ia s de la antigua patena LAS CEREMONIAS ACTUALES
en t r e
432. Como se ve, nuestra patena actual apenas si tiene nada de común con aquel objeto sagrado del mismo nombre que se usó durante los diez primeros siglos, aunque hayan se han quedado pequeñas partículas sobre ella. Por el mismo tiem po menciona también B ernoldo , Micrologus (c. 20: PL 151, 990 B) una fracción, que sigue a la conmixtión. 12 J uan de A vranches , De off. eccl.: PL 147, 36s. Por otra par te, la patena se usaba todavía en la distribución de la comunión hacia el año 1140 según el Ordo eccl. Latei'anensis (F is c h e r , 86. lín. 13. Ya que las formas pequeñas no se podían tener encima del altar sin vaso, como antes los panes consagrados, sobre todo en días de comunión, cuando las había en gran número, se empieza a usar un vaso en que se guardan y se distribuyen, la pyxis o el copón en sus diversas formas (cf. B ra u n , 280-347). Es verdad que la pyxis o la capsa se usaba también anteriormente para conservar en ellas el Sacramento (282ss); sin embargo, sólo a partir del si glo ¿cu se menciona con más frecuencia en los documentos y se han conservado numerosos ejemplares. Su empleo -para la distribu ción de la comunión llevó sin duda a que desde el siglo x m la pyxis se construyera con un pie, asemejando su forma más y más a la de los cálices (304ss). La forma más antigua (hay ejemplares del siglo xn) parece que fué aquella en la que «la copa se parecía mucho a un plato (314s), con lo que recordaba la antigua patena. Desgraciadamente, Braun no trata de las relaciones entre la modi ficación de las formas y el cambio de los usos litúrgicos. 13 El diámetro es, por regla general, menor de 20 cms. De los siglos x-xi conocemos también cálices pequeños y patenas de un diámetro de 5 a 8 cms. que se usaban en los viajes (B r a u n . 220). 14 cf. más arriba 58. Pareoida es la práctica atestiguada en el Ordo Rom . V I (m. 9: PL 78, 992), de emplear la patena (en sus dimensiones primitivas) en la entrega de las ofrendas de los fieles. i® B raun . 211.
4.
LA FRACCIÓN.,
4 3 0 -432
1001
quedado algunas reliquias de aquellas ceremonias. En la misa solemne, por ejemplo, no se la deja puesta encima del altar después del ofertorio 16, a pesar de que su reducido ta maño no estorba como antes, y menos en nuestros altares, notablemente más largos que los antiguos; la toma el subdiácono para tenerla cubierta con los extremos del paño de hombros hasta después del Pater noster, En esta ceremonia se puede adivinar la función del acólito 1 7 en la liturgia pa pal del siglo vil, quien al comenzar el prefacio 1 8 se presen taba con la patena, traída del secretarium 19, sosteniéndola delante del pecho por un paño puesto sobre sus hombros para entregarla medio canone con el fin de que fuese colo cada encima del altar al final del embolismo dispuesta ya para la fracción. Verdad es que la reverencia con que no pasan de ser excepciones. 17 Fué también un acólito, que en la mayor parte d e las igle sias medievales hacía este servicio. En algunas catedrales se encar gaba de él un puer, que para ello llevaba una cappa especial (S olch, H ugo, l l l s ) . Sólo a partir de les siglos x i -x ii le fué substi tuyendo poco a poco el subdiácono. Las referencias más antiguas véanse en E bner , 313 328; cf. B r a u n , Die liturgischen Paramen te, 230. i* Ordo Rom. I, n. 17: PL 78, 945: Quando inehoat cdnonem: no se refiere al Te igitur corno su pon e todavía S olch (110) y como interpretaron tam bién algun os rubricistas m edievales (1. c.f 109s; cf. m ás arriba 113). 10 A malario, De off. eccl., III, 27 : PL 105, 1146 D : de exedris. 20 Cf. más arriba I, 85. Las razones para esta suposición están reunidas en B attiffol, Leçons, 88 9Os. También defienden esta hi pótesis E isenhofer (II, 142 199) y S olch (13). Sin embargo, en con tra está el hecho de que los sancta se traen, según el Ordo Rom. I, al principio de la misa (n. 8) en una capsa que se podía cerrar (capsas apertas); además, según parece, habían sido -colocados en ella expresamente para este fin, ya que se manda que haya en ella de las especies sagradas tanta cantidad, que únicamente en caso de necesidad (si fuerit superabundans) se ha de devolver algo al conditorium. No se ve, por lo tanto, razón alguna por qué debían sacarse los sancta de la capsa y llevarse abiertamente encima de la patena. Cf. también C apelle, Le rite de la fraction: «Revue Béméd.» (1941) 14. Además se duda mucho de si se necesitaba de ellos durante la misa Xivéase 1. cM 16ss).
TR. II, p. n , SEC. I I I .— LA COMUNIÓN
1003
biertas, se explica perfectamente por la reverencia con que solían tratar en aquella época a los objetos sagrados21. El
beso de la patena y la cruz
433. Estas muestras de reverencia, lejos de reducirse aun suprimido su empleo principal en la fracción, se amplia ron en siglos posteriores. Si antes la besaba sólo el diácono22, ahora se les da a besar también a otros23, sobre todo al ce lebrante 24. Desde el siglo x i i se le añade, además, una señal de la cruz que el celebrante traza con la patena sobre si mis mo, a veces después de besarla 25, pero generalmente antes de este ósculo26, como se hace h o y 27. O tras
cerem onias suprim id as
434. La ceremonia de bendecirse a sí mismo siguió evo lucionando en la baja Edad Media hasta tomar formas ra 21 También el •r-vatifireliario está. se°'ún el Ordo Rom. I , presente ya mucho antes de llegarse a emplear; a saber, desde la entrada. No se coge con las manos desnudas sino sólo super planetas (n. 5) y se besa, -además, por el papa (n. 8), así como la patena- se ibesa por el archidiácono (n. 18), por lo que parece más bien que está vacia. Tampoco el cáliz se coge una vez terminada la prepa ración de los dones sino mediante el offertorium (n. 15 ) ; cf. tam bién más arriba 63. Aun actualmente, la mitra del obispo se lleva durante el culto sólo sirviéndose de un paño de hombros; en esta costumbre sobrevive el modo de llevar los objetos sagrados que fué muy común en la antigüedad conforme se ve en las antiguas pin turas y dibujos. 22 Ordo Rom . I. n. 18: PL 78, 945. 23 Ordo Rom. V, o. 10 (cf. más arriba la nota 7 ) : las patenas las besan el subdiáono, el diácono y finalmente, el mismo obispo celebrante 24 Lo mismo en las misas 6in diácono y subdiácono. Así, por vez primera, en B e r n o l d o , Microloqus. c. 17: PL 151, 988. Para la misa pontifical véase el Ordo eccl. Lateran. ( F i s c h e r , 85). 25 I n o c e n c io ni, De s. alt. mysterio, VI, 1 : P L 217. 906. Este orden se observa e. o. también en el misal de Sarum del siglo xrvx v ( L e g g , Traéis, 264). A veces la señal de la cruz ha suplantado al ósculo: ordinario de Laón (de hacia el 1300) ( M a r t e n r , 1, 4, XX [I, 608 E]). 26 H u g o de S. C h e r , Tract. super missam (ed. S o l c h , 46). D u r a n d o (IV, 50. 4) conoce ambos modos. Con todo, numerosos misa les aun de tiempos posteriores sólo hablan del ósculo de la patena sin la señal de la cruz; véanse las referencias en S ó l c h , Hugo, 114. El antiguo rito cis tercíense no conocía ni señal de la cruz ni óscu lo de la patena (íbid.). 27 Esta señal de la cruz no fué en el siglo xm la actual, gran de, que se desconocía por entonces. En cuanto las rúbricas den más detalles, dicen que el sacerdote se santigua con la patena in faele sua o también ante faciem suam. Trazaba, pues, una señal delante de su fren-te o delante del rostro como lo solemos hacer hoy día antes de la comunión con la sagrada forma. Véase el exa men detenido de esta cuestión en S olch, 114-117.
4.
LA FRACCIÓN.
4 32-434
1003
yanas a veces en superstición. Se multiplicaron las cruces28, se tocaban con la patena la boca y los ojos29, cuidando a veces de poner antes la patena en contacto con la sagrada forma30, o una vez con la hostia y tres con el cáliz31. Todas estas exageraciones quedaron eliminadas por la reforma del misal de Pío V. Manda este misal que a la señal de la cruz siga inmedia tamente el ósculo de la patena y ya durante las últimas pa labras del embolismo se coja con -ella la forma para proce der en seguida después de la genuflexión a la fracción, que ahora no se hace sobre la p atena32, sino -encima del cáliz, a fin de que no se pierda ninguna partícula83.*3012 38 Ordinario de la m isa de York, de hacia el 1425 (S immons, 112): el sacerdote traza con la patena una cruz in facie, luego otra in vectore, y, finalmente, la cruz grande actual. 39 Asi en un misal de Soissons (s. xiv) (L eroquais, II, 335). Se gún el misal de Saraum, del final de la Edad Media, el sacerdote besa la patena, toca con ella el ojo izquierdo y luego- el derecho, para trazar finalmente la señal de- da cruz ('Lego, Tracts, 264; martene I, 4, XXXV [I, 669 C ] ; cf. M askell 156-158). L udovico C iconiolano combate esta -costumbre todavía en su Directorium dív. officíorwn, aparecido en Roma el año 1539, diciendo que no hada falta tocar los ojos derecho e izquierdo al nombrar los. San tos Pedro y Pablo, u t m ulti faciunt (L egg, 211). Esta costumbre fué también muy común en Alemania (cf. F ranz , Die Messe 111). 30 Ordinario de la misa de los cartujos (Legg , Tracts, 102). Re ferencias de los siglos xiv y xv de Francia véanse en L eroquais, II, 233; III, 25 113 116. ¡Dos ordinarios de los siglos xv y xvi de Orleáns, en D e M oléon, 198 200. Según los estatutos más antiguos de los cartujos (I, 43; M artene, 1, 4, XXV [I, 634 B ]), el sacerdo te hacía en primer lugar la señal de la cruz con la patena, luego tocaba la forma con la patena a las palabras da propitius para besar esta última al decir yacem. Cí. el misal de Evreux-Jumiéges (ss. xiv-xv) (L c., X X V m [I, 644s]). 31 Al pronunciar los nombres de los -tres apóstoles se debía be sar el pie, el centro y el borde del cáliz; después seguía la señal de la cruz y el ósculo; ordinario de Coutances cte 1557 (Legg, Tracts, 65). Así, más o menos también el Alphabetum sacerdotwn (1. c., 47); misal de Saint Pol de Léon (M artene, i , 4, XXXIV [I, 663s]); cf. el misal del convento de Lyón, de 1531 (1 c., XXXIII [I, 660 El). Una ceremonia semejante se encuentra -ya al ofertorio en un pontifical de Noyon (s. xv) (Leroquais, Les pontificaux, 8, 170). El testimonio más primitivo de esta costumbre de tocar la for ma y el cáliz en íel embolismo lo encuentro en un misal húngaro del siglo x u i (-Rabo, 62). 32 Como es todavía el caso en B ernoldo (Micrologus, c. 17: PL 151, 988 C) e incluso todavía en el misal D de Bratislava, del si glo xv (J ávor, 118). 33 La transición aparece con toda claridad en R oberto P aululo (f hacia 1184), De caeremoniis. II, 39: PL 177. 436; P&tenam... de manu diaconi suscipit et in altar i, u t fractionem super eam faciat, deponit. Nos tam en hanc fractionem ad cautelam facimus super calicem. La fracción encima del cáliz se encuentra también ya en el Cod. Casanat. (ss. x i-x n ) (E bner, 330). En la baja Edad Media interpretan esta fracción encima del cáliz como la efusión de la sangre de las llagas del cuerpo de Cristo (G abriel B iel , Canonis expositio, lect. 80). Por otra parte, el sacramentarlo de la capilla
1004
TR. II, P. II, SEC. ni.— LA COMUNIÓN
E l misal de P ío V adelanta la fracción
435. Así se adelanta en nuestro orden actual la fracción y no se tiene después del Pax Domini. Todavía hemos de volver sobre este particular34. Las relaciones «entre la pa tena y la fracción que se apuntan todavía en el pontifical actual 3 5 se reducen, pues, hoy día a que antes de la fracción se coloca la forma sobre la patena, y después de ella, las partículas;,B. papal, de hacia el 1290 (ed. B r in k t r in e , en Eph. Liturg. [1937] 206), que depende del ordinario de Inocencio III. tiene la fracción todavía encima de la patena. Una reminiscencia de la misma véase también en D urando , IV, 51, 3. La descripción del rito en tiempos cíe Bonifacio VIII, según un manuscrito de Avifión véase en And rieu , Le Pontifical R om ainf III, 43. 34 Véase más adelante 439-441. Por cierto hay varias noticias de que 'también la antigua liturgia de la ciudad de Roma, sobre todo fuera del culto estacional, conocía una fracción anterior al ósculo de la paz. y con esto antes del Pax Domini. Se trata prin cipalmente de las siguientes: en el Gelasiano an tigu o (I, 4«; W ilson , 70-72) se dice de la missa chrismalis del Jueves Santo, en la que no parece que hubo muchas 'comuniones: Ipsa expleta (e. e. des pués del embolismo) confrangis; luego sigue la segunda consagra ción de los santos óleos, y a continuación: ponis in ore ccUicis de ipsa hostia; luego, la rúbrica de que se suprime él Pax Domitñ. El Ordo de Juan Archicántor tiene en ambas redacciones (S ilvaT arouca, 199s): fr-angit modicum de ipsa oblatione et m ittit in oalicem (...) et dicit; Pax Domini. Esta conmixtión corresponde claramente al rito de los sancta del Ordo Rom. 1 (véase más ade lante 439); se hoce con una partícula- de la propia oblación; lue go siguen «la fracción y la conmixtión de la comunión. Según el apéndice más reciente del Ordo Rom. i, ¡n. 49 (S tapper , 32s ; PL 78, 859), el obispo que substituye al papa echa al Pax Domini una partícula en el cáliz, que antes habla partido a latere dextro d9 su propia oblación. R abano M auro (De inst. cler., I, 33, additio: PL 107, 325) dice que ios Itali dan en el «cáliz una partícula de saihcto pane (probablemente de la propia oblación) ya antes del Pax Domini. Tal v.ez pertenezca aquí también la noticia del Ordo Rom. IV (=Ordo qualiter quaedam orationes), si es que la variante en «Hittorp (588; cf. más adelante 472 1S) es auténtica; según «ella, se designaría el momento en que los sacerdotes romanos echa ron en el cáliz los sancta (esto es, el fermentara) indistintamente con las expresiones: al Pax Domini y quando confríngunt, que, por tanto, son sinónimas. Es muy probable que en todos estos casos de un rito de conmixtión en que se im- una partícula separada ck la propia oblación se trate de un substitutivo más reciente del antiguo rito de la conmixtión del ferm entum en la liturgia no papal (cf. Oapelle. Le rite de la fraction; «Revue Bénéd.» [19411 22ss 28). 36 Pontificóle Rom .t p. II, De patenas et caüicis consecratlone: ...sanctifioet hanc patenam ad ¿onfringendum in ea corpas D. N. I. O.
86 Esto ya no se hace, p. ©J. en el rito de ¡los dominicos; al contrario, ei sacerdote, después de besar la patena, la pone aparte, seorsum a corporalí, como ya no la necesita. Las partículas de.la forma las tiene en la mano izquierda hasta la comunión (Missale iuxta rltnm O. P. [1889] 2U). Así ya hacia la mitad del si-
4. La
LA FRACCIÓN.
435-436
1005
división en tres partes
436. Entre nosotros se divide la forma en tres partes *37. También aquí hay resonancias de rito antiguo. Según los Ordiñe$ Romani, el papa separaba ex latere dextro, de uno de los panes de su propia ofrenda, un trocito, que permanecía encima del altar, mientras todos los demás panes consagra dos se sacaban de a llí3839. Inmediatamente antes de la prop|a comunión, el papa separaba, además, otra partícula del pa¿6 consagrado con que iba a comulgar para dejarle caer en Ü cáliz con las palabras: Fiat commixtio et consecratio.. . ,9. El rito de partir la forma ex dextro latere lo repiten todavía los comentaristas medievales40, pero a las partículas que resultan de la fracción la dan ahora otro destino. La par tícula separada de la forma por la primera fracción sirve para la conmixtión41. En una segunda fracción se parte de lo que queda de la forma otro trocito, que permanece sobre el altar como en otros tiempos, pero está ahora destinado, como víaticum morientium, para la comunión de los enfer m os42; otras veces sirve también para la comunión de los que en esta misa la piden 43. glo x n i (S olch, Hugo, 122). EL mismo rito en Sarum (L egg, Tracts, 226 265). De un modo semejante -también en el Líber ordinarias de Lieja, donde el sacerdote vuelve a tomar la patena a la comunión, tenens sub m entó (V o l k , 96, >lín. 21). 37 Esta fracción en tres partes, que encontramos ya en Amalar rio (véase al principio del capítulo siguiente), no se hacía en todas partes del mismo modo. ¡Por ejemplo, según E rnulfo de R ochester (f 1124), (Epístola ad Lam bertum [D ’A chery, Spicilegium, III, 4721), en algunas iglesias se dividía la forma en tres partes igua les (trium aequaMtate partium). En otros sitios, como todavía hoy en los dominicos y carmelitas, se parte, en primer lugar, en dos mitades, que se cruzan para separar de una mitad el pico que so bresale. Este se echa luego en el cáliz (S olch, 120-123). 38 Cf. más arriba 423. 39 Ordo R om . J, n. 19: PL 78, 946 C. 40 ¡Bernoldo, Mierologus, c. 1 7 : PL 151, 988 C. También e n el ordinario de la misa del Cod. Casanat., de los siglos x i-x n (E bnek, 330). 41 B ernoldo, 1. c. 43 L. c.
48 Por lo menos ¡entre los cluniacenses del siglo xi, entre los que la comunión no fué tan rara, parece que esta tercera partícula servía en las misas privatas para la comunión del lego que ayudaba la m isa: B ernardi Ordo Clun., I, 72 (H errgott, 265) : socirnn tertia (partícula)... communicat. También B ernoldo (1. c.) debió de pensar en la misma práctica: tertiam autem communiccaturís sive infirm is necessario d im ittit; da como significación simbólica de esta partícula: tertíum (corpm ) quod tom reauíescít ín Christo; esta partícula se llama por esto víaticum m orientium. (Según J ijan de A vranches ( t 1079) (De off. eccl.: PL 147, 36s), que interpreta igualmente la tercera partícula como viaticum, además de ésta, también la segunda se puede emplear* para (La comunión del diá-
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TR. II, P. II, SEC. i n . —‘LA COMUNIÓN
E xplicación alegórica de las tres partículas
437. iDe estas tres partes habla ya Amalario; tienen para él su significación simbólica: la partícula mezclada con la sagrada sangre alude al cuerpo resucitado del Señor; la de la propia comunión, a su cuerpo existente en la tierra, o sea la Iglesia militante, mientras que la partícula para la co munión de los enfermos representa a su cuerpo en los sepul cros*4445*. Esta explicación del corpus triforme Christi, aunque no de modo exclusivo4B, se repite con frecuencia en los siglos siguientes4e. Más tarde se les da otro sentido a las tres par tículas, aplicándolas a las partes de la Iglesia, militante, purgante y triunfante47. Esta interpretación, que no puede faltar en ningún comentario de la misa durante la baja Edad Media, entró también en la predicación popular48. Y este simbolismo parece haber sido la razón de que la triple división de la forma se conservara aun después de introdu cida la práctica de las formas pequeñas para la comunión de los fieles y de los enfermos. En sí hubiera bastado una fracción única, o sea la división en dos partes, si sólo se que ría conservar el rito de la fracción, pero aun para obtener la partícula destinada a la conmixtión. cono cv subdiáoono, así como para la del pueblo. Cf. el empleo d«? la segunda partícula en el Ordo eccl. Lateran. ( F i s c h e r , 85 s ). EI obisno E r n u l f o de R o c h e s t e r (+ 1124) (Ep. ad Lambertum í D ’A c h e r y , Spicilegium, III, 472]) asigna en la misa solemne, donde rara veces comulga alguno, las tres partículas para el celebrante, diácono y subdiácono, de modo que el celebrante comulga con la partícula que se ha dado en el cáliz. La misma distribución se en cuentra también en H o n o r io A u g u s t o d ., Gemma an., I, 63: PL 172. 563 D: cf.. sin embargo, c. 64. Este modo de comulgar el ce lebrante es rechazado expresamente por J u a n de A v r a n c h e s (1. c . ) : Non autem intincto pane, sed... seorsum corpore, seorsum sanguiñe saccrdos communicet; sólo el pueblo puede comulgar intincto pane. 44 A m a l a r io , De eccl. off., III, 35: PL 105, 1154s. Véase la ex plicación de esta expresión en F r a n z (Die Messe, 357, nota 1) y ahora especialmente en H . d e L u b a c (Corpus m ysticum [París 19441 301-349), donde se vierte nueva luz sobre el fondo históricodogmático de la interpretación de ¿malario, así como del paulatino cambio de interpretación en los siglos siguientes. 45 F r a n z , Die Messe, 289s 417 435s 463, nota 6. Véanse también las largas enumeraciones en D u r a n d o , IV, 51, 20-22. 48 F r a n z , 436 458; cf. F. H o l b Öc k , Der eucharistísche und der mystische Leib Christi in ihren Beziehungen zueinander nach der L*hre der Frühscholastik (Roma 1941) 196-199; H a b e r s t r o h , 72-82; L u b a c , 333 s s .
47 Entre los primeros representantes de esta interpretación se cuenta el Speculum de mysteriis (c. 7.: PL 177, 373 B), atribuido cuntiemment'1 a st. Víctor ( F r a n z , 437). Más detalles véanse en D e L u b a c , 325ss 330ss 345ss. F r a n z , 435b 464, nota 1; 669 692s 697; cf. 654.
5.
LA CONMIXTIÓN.
4 37-439
1007
S. La conm ixtión L a c o n m ix t ió n c o n la p a r t íc u l a d e la p r o p ia OBLACIÓN
438. En la actual liturgia romana, a la fracción sigue inmediatamente la conmixtión. Al dejar caer la partícula en el cáliz, se reza una fórmula utilizada ya, casi con la mis ma redacción, en la misa papal del siglo vni. En nuestra moderna ceremonia de la conmixtión sobrevive, pues, la an tigua, en la que el papa celebrante, antes de comulgar, se paraba de la propia forma una partícula para echarla al cáliz 1. L a c o n m ix t ió n q ue d e b e s u o r ig e n a l o s « S a n c t a » ; EN LA MISA PAPAL
439. No obstante, la liturgia romana de entonces, a lo que parece, conocía además otras dos conmixtiones anteriores a la que estaba próxima a la comunión, pero que no se tenían en todas las misas. Poco es lo que sabemos de la primera de ellas. La menciona únicamente la redacción reciente del Ordo Romanus I, que manda para antes de la fracción: Cum dixerit: Pax Domini sit semper vobiscum, m ittat in calicem de san cta2. Se ha propuesto la hipótesis de que en estos sancta se trataba de una partícula de otra misa anterior, la misma que solía presentarse al papa a su entrada en la igle sia estacional34. La ceremonia tendría, pues, el objeto de ex presar que es una misma la Eucaristía celebrada ayer y hoy ■ 1. Con todo, el silencio sobre este rito, observado en los i Ordo Rom. I , n. 19 (S tapper , 28; PL 78, 946): de ipsa sancta qaam momorderat, ponit in calicem. Ordo Rom. J, n. 18 (S tapper , 26; PL 78, 945). 3 Ordo Rom. 7, n. 8 : PL 78, 941 ; cf. más arriba I, 85. Esta ex plicación propuesta ya por J. M aeillon en su comentario VI, 1 (PL 78, 869s) es admitida hoy por la mayor parte de los comen taristas (D u c iiesn e , Origines, 173 196 ; B atiffol , Leçons, 76s, 90s). 4 Este pensamiento ha dado origen, ciertamente, a una cere monia en la liturgia de los nestorianos : a la masa de la que se preparaba antes de cada celebración el pan según un rito deter minadlo, se añadía algo de la masa de la que se había hecho el pan de la misa anterior, de modo que en cierto sentido se pro pagaba la misma masa. Añádase a esto la leyenda de San Juan que de la última cena guardaba un trocito de pan consagrado para mezclarlo en la masa de la que se preparó el pan de la pri mera misa celebrada por los apóstoles (H a n ssen s . II, 169-174; W*
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TR. n , P. I l, SEC. III.— LA COMUNIÓN
demás documentos paralelos, obliga a suponer más bien qmesta ceremonia representa una imitación—intentada o real mente practicada durante algún tiempo en la liturgia pa pal—de otra conmixtión que debía tener lugar al Pax Domini. En esta imitación el papa se servia, a lo'que parece, igualmente de una partícula tomada de la propia oblación \ E n la s dem ás m isa s
440. Este rito de la conmixtión, el segundo de los dos de que hablamos al principio del capítulo, no perteneció, por lo tanto, primitivamente a la misa papal, sino a la de los pres bíteros de las iglesias circunvecinas: el obispo enviaba a los sacerdotes de las cercanías, por medio de un acólito, una partícula de la Eucaristía celebrada por él como expresión de la unidad de la Iglesia y como señal de que estaban en comunión con él. Partícula que se debía echar en el cáliz al Pax Dominl en la próxima misa que dijera el sacerdote 6 y que se llamaba fermentum 78. La costumbre es antiquísima *\ V r ie s , Sakramententheóloqie bei cien Nestorianern: «Orienta-lía christ, anal.», 133 [Roma 1947] 194-197). 8 O apelle, Le rite de la fraction: «Revue Bénéd.» (1941) 14-22. Capelie supone que se trata de una simple interpolación» (22), o sea que nunca hubo tal rito. Cf., sin embargo, arriba la nota 34 del capítulo anterior. a Una añadidura más reciente en el Ordo Rom. I (n. 22 : PL 78, 948s) manda para el caso de que en lugar del papa celebre un obispo o, como se deja entrever al final, un simple sacerdote : Quftndo dici debet: Pax Domini sit semper vobiscum, deportatur a subdiacono oblationario 'partícula ferm enti quod ab Apostólico consecratum est... Ule consignando tribus vicibus et dicendo: Pax Domini sit sevvper vobiscum, m ittit in calicem. 7 Este nombre se explica generalmente por el pensamiento de que la Eucaristía común penetra en toda la Iglesia como la leva dura en la masa (Mt 13,33), Más obvio es el pensamiento de que la partícula episcopal o papal se mezcla a las especies de la misa propia, como la levadura a la masa; así también B a tiffo l , Le çons, 34. 8 Según Eusebio (Bist. eccl., V, 24), San Iré neo contaba qu? el papa enviaba, la Eucaristía, en señal de que los consideraba corno dentro de la unidad de la Iglesia, a aquellos obispos que seguían para la celebración de Pascua el cuartodecimanismo (cf. J. D olger, IeM fiys, I l [Münster 1922] 535, nota 3). Esto pudo ser con oca sión de una estancia en Roma de aquellos obispos. En cambio, T h . S chermann (Die altgemeîne Kirchenordnung, II [Paderbo-rn 1915] 419) admite también el envío del ferm entum a sitios muy distantes. En el concilio de Laodicea (mitad del siglo iv), can. 14 (M ansi, II, 566), se prohibió que se enviase la Eucaristía a otra ciudad; de modo que también -allí antes se acostumbraba enviarla le>€6. La misma disposición se dló más tarde en Roma. A una consulta de ferm ento guod die dominica per títulos m ittim us, con testó el papa I nocencio I (t 417) (Ep. 25, 5: PíL 20, 556s) :il obispo de Guibbío. Porque precisamente los deming-os los sacerdo tes deben permanecer con sus ¿eligieses, reciben -el ferm entum por on acólito» u t se a nostra communione, máxime üla die, non indi de
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LA CONMIXTIÓN.
4 3 9 -4 4 1
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y se debe a la idea tan viva en la antigua Iglesia, de que la Eucaristía es el sacramentum unitatis, capaz de mantener unida a la Iglesia; y que, si fuese posible, todo el pueblo de Dios, sometido a un obispo, debería reunirse efectivamente en tomo al altar en que celebra el Pastor ordinario y recibir el Sacramento de sus m anos9. P or q u é s e t r a s l a d ó l a f r a c c ió n a n t e s d e l « P a x D o m in i»
441. Hacia el siglo ix, ambas formas de conmixtión de bieron desaparecer del culto solemne incluso en Roma. La primera que se suprimió fué la conmixtión de los sancta al Pax Domini. El Ordo de S. Amand, exclusivamente romano, sólo conoce en la misa papal la conmixtión antes de la co munión, que se hacía con la partícula de la misa a las pala bras Fiat 10. En cambio, se seguía enviando el fermentum, conforme afirma este mismo Ordo11. Pero como en la misa papal no había que mezclar el fermentum, otro Ordo de la misma época añade la observación: Dum vero dominus Pava dicit: Pax Domini sit semper vobíscum, non m ittit partem de sancta in calicem sicut ceteris sacerdotibus mos e s t 12. cent separatos. Sin embargo, no se la debe enviar a otra ciudad; además, en Roma ni siquiera «es costumbre mandarla a las iglesias de los cementerios (quía) presbyteri eorum conjiciendorum ius habe/int atque lioentiam; lo cual querrá, decir que también sin fer m ento están 'autorizados a 'ten?ir su -cuito ordinario (cf. D e P un ie t , Le pontifical romain, I, 243s), En el siglo vi, el Líber Pontificalis da dos noticias referentes a este tema, entre las que se cuenta la disposición, que se atribuye a Siricio (t 399), de que nin gún presbítero podía celebrar la misa de semana en semana sin que hubiera recibido de su obispo ei ferm entum (Líber p o n t ed. {Du chesn e , I, 216; -cf. 168 y las observaciones del editor). En tiem pos posteriores parece que se limitó el envío del ferm entum a al gunas grandes solemnidades (cf. M abillon , in ord. Rom. comment., VI, 2: PL 78, 870s). Un resto de esta costumbre lo tenemos en la costumbre de la Edad Media de dar el obispo en la ordenación sacerdotal (lo interno que en la ordenación.' episcopal) a los recién consagrados después de la comunión cierto número de partículas, de las que éstos debían comulgar durante ocho días o, según otra disposición, durante catorce días (cf. e. o. F ulberto de C hartres (f 1029), ICp. 3: PL 141, 192-195). Más pormenores véanse en J. A. J ungman , Ferm entum : «Festgabe R. Guardini», próximo a aparecer. 9 Cf. más arriba I, 258. D u ch e sn e , Origines, 481s. Duchesne data esta noticia hacia 800; otros, sin embargo, algo más tarde. i ' L. c., 484; of. 491. 12 Ordo «Qualiter quaedam orationes » = Ordo Rom. IV (H itto r p , 588; PL 78, 984). Esta rúbrica, adaptada a la misa .pontifical y a veces «bastante mutilada, vuelve a encontrarse en una serie de ordinarios de la misa del siglo xi. Donde mejor se ha conservado es en la Missa Illyrica (M artene , 1, 4, IV [I, 515 A]): En primer lugar se da una fórmula doble para la conmixtión después del Pax Dom ini: Haec sacrosancta commixtio y Fiat commíxtio et conse-
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tr.
n , p . n , s e c . n i . —- la c o m u n i ó n
Ahora bien, como en la iglesia franca se desconocía la cos tumbre del fermentum 13, de la rúbrica que decía que ceteri sacerdotes echaban al Pax Domini una partícula en el cáliz debieron deducir que antes tenía que haber una fracción; tanto más cuanto que algunas observaciones de las fuentes romanas parecían indicar 1 4 que se tenia que hacer una frac ción y conmixtión antes del Pax Domini y otra, según se desprendía claramente del primer Ordo Romanus, antes de la comunión 15. Como era natural, empezaron luego a supri mir una de las d o s16. Al principio se nota cierta vacilación; pronto, sin embargo, se decidieron por suprimir la segunda17. En todo esto parece haber influido decisivamente la inter pretación alegórica de la misa, pues al hacerse la fracción y conmixtión antes del Pax Domini, la conmixtión, símbolo de la resurrección, tenía que preceder inmediatamente al saludo del resucitado (Pax... vobiscum): primero resucitó el Señor y luego llevó la paz a cielos y tierra 18. cratto. Luego se dice: Non m ittat episcopus in calicem partem oblatpe, u t presbifteri soíent, Süd expectet doñee finitai beredictixme episcopus commúnicare debeat et tune accipiens partem quam an tea fregerat, tenensque super calicem im m ittat dicens; Sacri sanguinis com m ixtio... Una redacción parecida en los ordinarios de la misa de ¡Lieja y Gregor: enm ünster (M artene , 1, 4, XVs [I, 592s 6001): tamibién en un misal del siglo x m de St. Lambrecht (K óck, 23). Sólo la segunda mitad (finita benedictione...), en forma cam biada y con un sentido muy obscuro, se halla también en el ordi nario de la misa de Séez (PL 78, 250). Cf. la investigación sobre esta rúbrica en C apelle, en Revue Bénéd. (1941) 32-34. 13 Esto vale por lo menos para aquel tiempo. Para la época an terior se ha de tener en cuenta el can. 17 del sínodo de Orange (441); cf. H aberstroh , 28, acerca de este texto obscuro. 14 Cf. más arriba 43534. 15 Esta conmixtión doble, y con ella manifiestamente también la doble fracción, se encuentra consignada en el Ordo Rom. //. n. 12s: PL 78, 975; es decir, en un Ordo que tenía por fin el aco modar el rito de la misa papal a las condiciones de las iglesias episcopales de fines de la época carolingia o principios de la otó nica. Con todo, la conmixtión y fracción doble se conoce también por las redacciones que del Ordo de Juan Archicántor se nos han conservado (véase más arriba, 435 34 hacia el final de la nota). D.e esta vacilación es testigo A malario (De eccl. o//., m . 31: PL 105, 1151s), que no sabe cómo explicarse la doble mezcla. Tam bién H abano M auro (De inst. cler., I, 33, additio: PL 107, 325) habla de la diversa práctica. Esta inoertidiunbre parece rué tuvo en algunos sitios como consecuencia el suprimir por completo la conmixtión (Ordo Rom . VI, n. 12: PL 78, 904). En R em ig io de A u xerre (t hacia 908) se encuentra sólo la primera conmixtión (Expositio [PL 105, 1270 B l ; cf. I d., In 1 Tmi, c. 2: PL 117, 788 C). Asimismo Ordo Rom . III, n. 10: F 78, 981s. i« -Wata r io , 1. c. Asimismo, algo más tarde, e. o. B erk' ^ o. Micjvicgus, c. 20: PL 151, 990 B,
5.
L as
LA CONMIXTIÓN.
4 41-443
io n
cruces que se trazan con la partícula
442. Probablemente llevados de esta relación de ideas, parecidas a las que hemos encontrado también en Oriente, se quiso acentuar aún más la alusión simbólica a la muerte de la cruz por medio de una cruz sencilla 1 9 o, más frecuen temente, triple que se trazaba con la partícula sobre el cá liz 20. Así la con sig n a tio , usada en Oriente, se pone en su forma más sencilla también en la misa romana antes de la conmixtión. La
fórmula
«F iat
com m ixtio ...»
443. La misma conmixtión va acompañada ordinaria mente de la fórmula ya citada. Es extraño que no aludan a ella los sacramentarlos más antiguos: sin duda se debe esto a que no se la destinaba para ser recitada en voz alta, sino pronunciada en un sencillo tono de conversación, como otros saludos e indicaciones que se dan al principio de la misa, introducidas en época tardía. Por esto, como aquéllas, no se encuentra sino sólo en los O rdínes y reza desde antiguo: F iat c o m m ix tio et consecratio corporis e t sa n g u in is D. N . /. C., a ccip ientibus nobis in v lta v i a e te rn a m . A m e n 21. Su texto permaneció invariable durante los siglos, principalmente en 19 Sac’-amertario del Cod. Pad. ( M o h l b e r g ^ B a t jm st a r k , n . 893); Ordo de S. Amand ( D u c k e s n e , Origines, 481s). E n A m a l a r io (1. cA esta cruz se convierte en cuatro toques del borde del cáliz, porque en la cruz hom inum genus quattuor d im a tu m llegó a la unidad y la paz. Asimismo también las Eclogas: PL 105, 1329. 20 Esta triple cruz aparece en algunos manuscritos del Ordo Rom. I (n. 18s), v esto a veces con la primera conmixtión (PL 78, 945), y otras con la segunda, acompañada por el Fiat... (H itto r p , 14a); así también en el Ordo Rom. 11 (n. 13; PL 78, 975). Tales cruces debieron introducirse ya en el siglo vm, conforme se ve en tres documentos de los escritos del Archic&ntor (S ilva-T arouca , 199a 200b, con aparato crítico; en la p. 179 trata de la época e
1012
TR. II, P. n , SEC. i n . — LA COMUNIÓN
los misales italianos22. Al preparar la reforma del misal en el concilio Tridentino, se manifestaron, sin embargo, contra esta fórmula algunos reparos teológicos, pues su sentido más natural, si prescindimos por un momento de la palabra consecratio, era el siguiente: que se haga la conmixtión del cuerpo y la sangre del Señor y que nos proporcione la vida eterna. Así la fórmula podía interpretarse en el sentido de que el cuerpo y la sangre del Señor s-e unían sólo en la con mixtión y no antes por virtud de la consagración de cada una de las dos especies2324, y en esto se apoyaban los utroquistas para rechazar como Insuficiente la comunión bajo una sola especie 2A. Se modificó el texto, dándole la siguiente forma actual: Haec commixtio et consecratio... fíat accipientibus nóbis in vitam aeternam, en la que ya no se dice que se haga una conmixtión (que tal vez no afecte sólo a los ac cidentes visibles de pan y vino), sino que únicamente se ex presa el deseo de que la ceremonia externa de esta conmix tión nos alcance la salvación. Es la única modificación antirreformista que se introdujo en la m isa25. La palabra con secratio, que se ha conservado a pesar de las protestas levan tadas contra ella y aunque falta ya en algunos textos medie vales26, se ha de traducir por «santificación», en el sentido de que mediante la conmixtión se realiza en las especies sa cramentales, y por medio de ellas en el cuerpo y la sangre de Cristo, un rito sagrado, un símbolo27. 22 Véanse los textos reproducidos en E bner , 299-s ; precedidos por el In nomine P. et F. et Sp. s-, L c., 295. Asimismo en misales es tirios por lo cotnún (K öck, 127ss). 23 Aunque no llega a tanto, sin embargo, en este sentido dice A malario , De eccl. o//., III, 31 (PL 105, 1152 B ) : Quae verba precantur, u t fia t corpus Domini praesens oblMio per resurrectionem, per quo/m veneranda et aetem a pax data estt non solum in terra sed etiam in coeflo. 24 Concilium Tridentínum , ed. G oerres., VIII, 917; J edin , Das Konzil von Trient und die Reform des Römischen Messbuches «Liturg. Leben» (1939) 46 53. 2» J edin , 58. El que se enten d iera la fórm ula ya anteriorm ente e n este sentido, lo dem uestran diversas v arian tes; p. ej„ Fiat hßec commixtio (E bner , 310 341 346; K öck, Gs ); -cf. tam bién la contam inación con la fórm u la Haec sacrosancta (m ás adelante), por ejem plo, e n E bner , 348. 26 A malario,: De eccl. off, , III, 31 : PL 105, 1152 B ; R abanu M auro , De inst, der., I, 33, a d d itio : PL 107. 325; J uan de A vranciíes , De off. eccl.: PL 147, 36 D ; I nocencio H I, De s. alt. mysterio, VI, 2: PL 216, 907; m isales estirios (K öck, 127 129). 27 Cf. G ih r , 652-654; B r in k tr in e , Die 7ü. Messe, 243s. Este lla ma la atención sobre la tendencia general que se observa en Im*« liturgias a concluir las bendiciones mezclándoles sal o aceite, >:i se trata de elementos líquidos, o con una unción, si se trata
5.
I nterpretación
LA CONMIXTIÓN.
4 4 3 -446
101]
de su sentido
444. Tal sentido de la fórmula, lo mismo que el rito mis mo, debió venir de Siria, patria de las ceremonias simbóli cas de la fracción y conmixtión. En la liturgia griega de Santiago, la conmixtión va acompañada de las palabras "Hvw caí xaí TjyiaaTai xal isTstaíaycai etc; tó ovojia too xatpoq... 38. Al acto de la conmixtión se le llama en ellas clara y sencilla mente unificación, santificación, perfeccionamiento, como en la primitiva fórmula latina y, con más cautela, también en la actual, en la que el acento no recae tanto sobre la misma realización del rito cuanto sobre la petición de la bendición que en él se expresa. Podemos, pues, interpretar con pleno derecho el sentido primitivo del rito romano con la idea de que las dos especies representan un solo sacramento y con tienen al mismo Cristo29. La
fórmula
«H aec ción
sacros anota ...» ;
e x p l ic a
ALEGÓRICA
445. Por cierto, desde el siglo ix corría por el imperio carolingio otra fórmula que, con redacción más ampulosa, venía a decir lo que luego puso de relieve el misal de Pío V. Esta fórmula fué corriente en el norte de Francia y en In glaterra hasta la reforma y sigue usándose aún actualmente*28 más amplio. Más tarde, sin embargo, esta fórmula Fiat commixtio et consecratio dió ocasión a la opinión de que por la mezcla de una partícula oon vino, p. ej. antes de la comunión de enfermos, éste se pudiese convertir en la sangre de Cristo (M. Andrieu, Jram ixtío e t consecratio TParís 1924]). Cf. 1. c., 10s y 218, nota 2, la in terpretación de consecratio en la leyenda de San Lorenzo (en S an Ambrosio, De o//., I, 4 1 : PL 16, 90) : cui commisisti Dominici sanguinis causear ationem, donde la palabra tal vez no signifique más que ia mezcla de vino consagrado al cáliz no consagrado. Haberstroh (66-68) se muestra inclinado a suponer el mismo sentido para la fórmula Fiat... conseaiatio que dice el papa según el Ordo Rom., i. n. 19. Como la partícula depositada por el papa en el cáliz, según el Ordo de S. Amana (D uchesne , 482), se daba antes de la comunión del pueblo en un vaso designado para este fin, en que había vino y algunas gotas de sanguis.—sin duda para mayor san tificación del vino—, se puede decir que él papa con aquella mez cla quería empezar ya esta santificación del vino destinado a la comunión del pueblo. Véanse semejantes reflexiones en D e P uniet , Le pontifical rvmain, I. 206. 28 B rig htm a n , 62; cf. una fórmula anterior más arriba 422 38 y las relaciones con los altos siríacos, de los que todavía nos hemos de ocupar al tratar sobre el Agnus Dei. En España, el cuarto con cilio de Toledo (633), oan. 4 (M a n s i , X, 624), supone la coniunctio varis et oalicis después del Pater noster como rito generalmente admitido. OX. también H aberstroh, 62-70.
1014
TR. II, P. II, SEC. III.— LA COMUNIÓN
en el rito de los dominicos; reza a si3031: H aec sacrosancta c o m m ix tio corporis e t sa n g u in is D. N. I. C. f í a t ( m ih i) ó m n i bus (que) su m e n tib u s salus m e n tís e t corporis e t a d v ita m (a e te rn a m p ro m e re n d a m et) ca p escen d a m p ra e p a ra tio salutaris. (Per e u n d e m .) S1. Como se ve, falta la palabra consecratio, y probablemente se debe decir que c o m m ix tio signifi
ca lo mismo la acción de mezclar como su efecto; la m ezcla32. Por eso la fórmula no se fija en la acción, sino únicamente en el voto por una fructífera comunión33. A la verdad, tam50 Entre paréntesis m n las añadiduras que aparecen más tar de, sobre todo en textos ingleses, pero también en el misal de los dominicos y en otro misal de Arlés, aparecido ya hacia 1100 (Leb r u n , Explication, I, 508, nota); así e. o. los ordinarios de la misa de Samen (Legg, Tracts, 14 226). 31 Ordinario de la misa de Amiéns (s. ix), ed. L eroquais en «Eph. Liturg.» [19271 443. Más ejemplos de Francia de los siglos x-xv véanse e. o. en M artene , l, 4, V-VIII XI XV XXVI-XXVIII (I, 527 534 537 640 567 592 638 641 615); L ebru n , I, 508, ¡mota. Tam bién (en parte empezando con Fiat haec) en misales italianos (E bn er , 323 330 335 348; F íala, 213). Una redacción más libre (Fiat nobis et ómnibus...) en el sacramentarlo de Fulda (R ic h ter -S chonfelder , n. 22); también en un sacramentarlo del tipo de Fulda del siglo xi, en E bn er . 258. Esta redacción de Fulda y a continuación la redacción común se encuentran en el misal de iRemiremont (s. xn) (M artene , 1, 4, 9, 9 [I, 425 A]). Una forma abreviada (Fiat haec), en los misales de Ratisbona y Preising, de la baja Edad Media (B eck , 268 308). Semejantes redacciones abre viadas, en algunos misales estirios (K óck , 10 13 y inás veces). Una fórmula aislada (Commixtio sancti corporis), en el sacramen tarlo de Le Mans (s. ix) (L eroquais , I. 30). En España aparece a veces con la fórmula final galicana: te protestante rex regum... (¡Fer r eres , pp. xxrx-cvni 179). 32 Esta significación se supone manifiestamente cuando en la Mlssa lllyrica se acompaña la comunión del cáliz para los sacer dotes en la misa solemne (calicem vero cum sacrosancta comm ixtione dando) con la siguiente fórmula: Haec sacrosancta com m ixtio corporis et sanguinis D. N. I. C. prosit tibi ad vitara ae* ternam (M artene , 1, 4, IV [I, 516 C]). Para la conmixtión, este ordinario tiene tres fórmulas, a saber, además de las dos arriba citadas, como tercera, la siguiente, que sirve para el rito de conmix tión del obispo: Sacri sanguinis commixtio cuna sancto corpore D. N. I, O. prosit ómnibus sumentibus ad vitam aeternam (515 B). Esta fórmula, con excepción de los ordinarios enumerados en la nota 12, no se encuentra sino rarísimas veces. Algunos ejemplos de Italia (6s. x i y xn) véanse en E b n er , 164 297. sa En un misal dominicano del siglo xiv empieza la fórmula: Haec sacrosancta communio (E bner, 114). En la fórmula olilanes a de conmixtión: Commixtio covsecrati corporis et sanguinis D. N. I. C. nobis edentibus et sumentibus proficiat ad vitam et gaudium sem pitem um (Missale Ambrosianum [1902] 179), tenemos, sin duda, ain arreglo posterior del commixtio et consecratio corporis..., que se debió seguramente a la misma tendencia de suavizar la expire sión. Una transformación en bendición la tenemos en la fórmina de ¡mezcla no muy clara de la liturgia mozárabe: Sancta sancds et coniunctio corporis D. N. I. C. sit sumentibus et potawtibus na bis ad veniam et defunctis fidelibus praestetur ad réquiem (Mis sale m ixtum : PL 85 561s). El Sancta sanctis parece una remini:; oencia literaria delTa «pa toTí ápoi;* y significa ahora: la especio
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LA CONMIXTIÓN.
4 4 5 -4 4 6
1015
lineo la fórmula primitiva romana indica nada sobre un po ní ble alcance especial de la ceremonia de la conmixtión. El pensamiento de la resurrección, que ya entre los sirios iba uniiln a la fracción y luego a la conmixtión 34*,lo vuelven a enlazar con esta última los comentaristas carelingios 36, y así ha pa cido como elemento interpretativo alegórico de la misa a través de toda la Edad Media 3 6 hasta nuestros d ías37. En cambio, de una época algo más reciente data la interpretación de la fracción como símbolo de la pasión de Cristo en el sen tido de una aniquilación del cuerpo sagrado38, significación a la que tanta importancia dieron los teólogos posteriores aun después de Trento. CÓMO SE LLEGÓ AL RITO ACTUAL
446. Según Amalarlo, cuya influencia fué decisiva al fijar definitivamente el sitio de la conmixtión, ésta debía hacerse junto con su oración antes del Pax Domini, o sea en la breve pausa que sigue después del Amen del embolismo, y en la que antes tenía que darse, además, la fracción de la forma y hacerse con la partícula las cruces sobre el cáliz; pues sólo después de la resurrección se apareció el Señor a sus discípu los y les dió el saludo de paz. El influjo del alegorismo fué aquí tan fuerte, que prevaleció por lo menos en algunas re de-i pan se da a la del vino. Tal sentido queda manifiesto en los textos paralelos de Angora: Sanctum (Sancta) cum sanotis, adu cidos por L esley O. c., 561 D). Ctf. también M artene , l 4, 9, 2 (I, 419). 34 Véase más arriba 424s. Para la mentalidad de los antiguos, el unir con la conmixtión el pensamiento de la resurrección fué más obvio que a nosotros, ya que estaban acostumbrados a fi gurarse el alma como subsistente en la sangre: con la sangre vuelve ¡el alma al cuerpo. Efectivamente, todavía D urando (IV, 51, 17) menciona este pensamiento refiriéndose a Aristóteles. A malario . De eccí. oíf.. III. 31: P L 105, 1152 A ; Expositio «Missa pro m ultis», ed. H anssens en «Eph. Liturg» (1930) 42; Expo sitio <
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tr.
n , p. n , s e c . m .— la c o m u n i ó n
giones 3 9 04 aun contra la observación expresa del Ordo Roma ñus I: Cum dixerit: Pax Dom inio, Posteriormente, sin em bargo, no se pudo mantener en su sitio adelantado, sino sólo la fracción de la forma, y esto de modo que, sin pausa algu na, se uniera con la fórmula Per Dominum41. Las cruces acompañaban ahora el Pax Dom ini 4 2 por considerarse esta fórmula cada vez más como una bendición. Por eso, cuando se daba antes la bendición pontifical, se tenía como su frase final, pronunciada por el obispo después de volverse de nue vo al altar43. E l sitio de la conmixtión
447. En la época poscarolingia sólo unos cuantos ordina rios hacían seguir la conmixtión inmediatamente a la frac ción 44, costumbre que se propagó más tarde por toda Ita lia 45, y que fué confirmada por el misal de Pío V. En cambio. a9 R emigio de Auxerre , Expositio; PL 105, 1270 B : sólo des pués de la conmixtión y con su ocasión el sacerdote desea la paz a la Iglesia. 40 Ordo Rom I, n. 18: PL 78, 945. Asimismo Ordo Rom. IIL número 16 (1. c., 981). En cambio, dice el Ordo Rom. V, n. 10 (1. c., 988: dicendo: Pax Domini. Por lo demás, también 1r»s re dacciones francas del Ordo del Archicántor tienen ya: m ittit in cálicem (...) et dicit; Pax Domini (S ilva-T arouca, 199s ). 41 B ernoldo, Micrologus, c. 23: PL 151, 988 C. Asimismo en la liturgia georgiana de San Pedro (Codrington, 162; cf. 201), que reproduce la misa latina tal como a fines del siglo x se celebraba en el territorio de Benevento (ibíd., 107; cf. 25s), Por otra parte, se supone t o d a v í a al final del siglo x i la pausa después del Amen en el Cod. ccisanat. 614 (Ebner, 330), y algo más tarde tal vez aun en el Ordo ¿ccl. Lateranensis (P ischer , 85). 42 Expositio «Introitus missaey> (en manuscritos desde el si glo x ; según Amalario), ed. H anssens en «Eph. Liturg.» (1930) 45: Quare p,anis cum cruce in vinum m ittitur dicente sacerdote: pax Domini...? Por lo que se refiere a los manuscritos, B rinxtrjni-; (Die hl. Messe, 302) encontró una primera señal de la cruz al Pax Domini en un manuscrito de los siglos xi-xn (en el mencionado Cod. Casanat. 614); sólo en los siglos, xm-xrv se generaliza esta señal de la cruz. 43 Cf. más arriba 41513\ 44 Ordo Rom. H L n. 16: PL 78, 981. Repetidas veces coincide aún la conmixtión con el Pax D om ini; Ordo Rorn. V, n. 10: PL 78, 988; J uan de Avranches, De off. eccl.: PL 147, 35 D ; B er noldo », Micrologus, c. 17 23: PL 151, 988 995, Por lo que se re fiere a la misa de un simple sacerdote, hay que mencionar ade más la Missa Illyrica y los textos afines (véanse en la nota I2\ 45 Véanse los ejemplos a partir del siglo x i en E pner, 299 301 307 310 316 330 335 348. A pesar de lo que dice S ólci-i (Hugo. 127), no pude encontrar más que dos ejemplos en que precedí* claramente el A&nus Dei OEbner, 297 335 [Cod. F. 18]; cf. 4). En los países del norte de Europa este orden aparece raras veces des pués del siglo x i: misal de Remiremont (ss. x i -x i i ) (Martene, 4, 9, 9 [I, 4231); estatutos de los cartujos (1. c., 1, 4, XXV 11. 634 C ]); misal de Augsburgo de 1389 (Hoeynck, 374); ordinario
5.
LA CONMIXTIÓN.
4 4 6 -4 4 7
1017
lu m ayoría de los m isales, aunque no conservaban el orden romano prim itivo, que asignaba a la conm ixtión su puesto Inm ediatam ente an tes de la co m u n ió n 4“ o por lo m enos después del ósculo de paz y la fracción 47, retardaba la co n mixtión h a sta después del Agnus D ei 48—ta l vez por haberse Introducido m ien tras tan to la costum bre de que tam bién el celebrante rezase e sta oración—. Con esto resultó que el sacer dote ten ía durante el Agnus Dei en sus m anos la form a con - *4078 de ia misa de Ratisbona, de hacia el 1500 (B eck , 269); también D urando (IV, 51, 18s) propugna por razones alegóricas esta so lución. 40 Este orden se conserva hasta en la misa papal del siglo xiv ; cf. Ordo Rom. XIV, n. 71 : PL 78, 1191 : el papa coge con los dedos de ambas manos la mitad entera de la forma y dice el Domfne non sum dignus. Después de trazar la señal, de la cruz con la especie de pan reverenter sum at totum ülud quàd est extra diçfttos praedictos, et quod infra digitus remanet ponat in cfilioe cwnt sanguine dicenS: Fiat commixtío... Cf. arriba la nota pri mera. 47 Este orden se prevé como segunda solución en A malario, De o//, éccl, III, 31 : PL 105, 1151 D : (ut) aliqui reservent im m íssiam m , usquedum pax celebrata stt et fractio pañis. Se puede encontrar todavía en el sacramentarlo de R atoldo ( t 986) (PL 78, 244), donde la fórmula de la conmixtión se encuentra conver tida en una verdadera oración: Después del Pax Damxni, el obis po da una señal al cantor para que entone el Agnus Dei: Intérim Otèculetur archidiaconum et ceteros. Inde vertens se ad altare dicat hanc oratîonem: Dominus vobiscum. Resp. E t cum spiritu tuo. Haec sacrosancta oommixtio... salutaris. P. D. Aun en los sitios en que sobrevivía la rúbrica aludida en la nota 12, la con mixtión se hacía sólo después del ósculo de la paz, por lo menos en las misas del obispo. Cf. además la redacción más antigua de la liturgia griega do fían Pedro, como testigo de la ¡Liturgia del centro de Italia en la primera mitad del siglo x (C odrington , 136). 48 Ordinario de la misa de Amiéns (ed. L eroquais en «Eph. Liturg.» [1927] 443); sacramentarlo de Fulda (R ichter-S chonfelder, ». 22); de los siglos x y x i quedan los ordinarios registrados en M artene 1, 4, V-VIII (I, 527 533s 537 540), asi como la mayor parte de los -posteriores ordinarios de la misa franceses en M artene y L eroquais ; véase el Líber ordínarius de Lieja con su modielo dominicano (V olk , 96). El mismo orden rige en España (F brreres, 139s ), y especialmente en los misales ingleses de la baj-a Edad Media (cf. M artene, 1, 4, XXXV [I, 669] ; L egg, Tracts, 14 226 265; 1. c., 47s 65, más ejemplos del siglo xvi). El rito se ha conservado en la misa de los dominicos (Missale secundum -ritum O. P. [1889] 21). Entre los dstercienses, el sacerdote, des pués del Agnus Dei, dejaba caer en el cáliz una de las tres par tículas que tenía en las manos; otra que estaba destinada para la comunión del diácono y subdiáoono 3a ponía sobre. La patena después de dar el ósculo de la paz, mientras que ¡La tercera la guardaba hasta la propia comunión (S chneider , en Cist.-Chr. [1927] 138s). Una singiuíar transformación de esta costumbre se bisa aun actualmente -entre los cisterciens«« de Castilia (véase lB. K aul, en Ciat.-Chr., 55 [19481 224). En algunos casos se hizo La mezcla después del primero Agnus Dei: Ordinario de la misa de Bec (M artene, I, 4, XXVI [I, 674 C]); sacramentarlo de Areazo (s. x i) (E bner , 4).
1018
TR. II, P. n , SBC. n i . — LA COMUNIÓN
sagrada, intencionadam ente, como dice D u ra n d o 49: (ut) eo
rum oratio efficacior sit por eo quod tenentes eam in maníbus,,. oculo corporali et mentali reverenter intuentur . Con esta solución, la conm ixtión volvía efectivam en te a su sitio antiguo, pero no por seguir el orden prim itivo, sin o como efecto de u n a evolución secundaria, debida a Amalario, que se suprim ió en 1570. B alance
448.
Al com binar Am alario el rito de la conm ixtión con ei
Pax Domini, donde, según la costumbre de la an tigu a Iglesia, por la m ezcla del fermentum se expresaba la virtud unificadora de la E ucaristía por en cim a de las d istancias, nuestro hum ilde rito, adem ás de representar la unidad in tern a del sacram ento bajo las dos especies, se le enriqueció con el sim bolismo de la unión en tre las diversas iglesias. El Pax Domini venía a reforzar este pensam iento. Es verdad que los ritos de la fracción y la conm ixtión h an perdido m ucho de su im portancia prim itiva a l adelantarlos y n o colocarlos separada m ente del embolismo, convirtiéndolos en un rito secundario que acom paña sus últim as palabras, por cierto sin ninguna relación directa con su verdadero sentido. Hoy es p ráctica m ente im posible que n i siquiera el propio celebrante repare en el verdadero signiflcadó de la cerem onia; por n o hablar de los asistentes, para los que, si no están m uy cerca, pasa com pletam ente desapercibida, principalm ente porque el ca n to que prim itivam ente acom pañaba la fracción, e l Agnus Dei, queda separado de la actual fracción al conservar su coloca ción antigua. D ifícilm ente se encontrará otro p asaje de la m isa rom ana donde la claridad de las cerem onias h a sufrido ta n to por las m odernas reducciones y superposiciones como la fracción y conm ixtión, aun habiéndose conservado con toda fidelidad los elem entos de la prim itiva tradición *50. 40 D urando . IV, 51, 18.
50 A semejantes resultados llega el abad C apelle, Le rite de la Iraction: «Revue Bénéd.» (1941) 5s 39s. Señala también un ca mino por el que podría subsanarse este desorden. El sacerdote debe rezar la oración por la paz Domini /. C. qui dixisti antes del Pax Domini, Después de esta fórmula seguirían la fracción y la conmixtión, acompañadas del Agnus Deit que habría que decir también eü mismo sacerdote después de terminar estas acciones.
6.
6.
EL ÓSCULO DE PAZ.
4 4 7 -450
1019
aPax D om ini» y el ósculo de p a z
INUNCIÓN ORIGINARIA DEL «PAX DOMINI»
449. Tanto el orden que han seguido en su evolución los antiguos ritos romanos como el actual de nuestra misa, en la que inmediatamente al embolismo sigue el Pax Domini, nos obliga a tratar ahora del ósculo de paz. El Pax Domini se consideraba originariamente como una exhortación a los fieles para que se diesen mutuamente el beso de paz. Ninguna rúbrica habla expresamente de esto, pero se deduce indiscu tiblemente comparándolo con la liturgia africana 1 y viendo lo que sobre esta parte de la misa dicen los antiguos Ordin es2. Además, leemos en documentos del siglo x que el Vier nes Santo se suprimía el Pax Domini, quia non séquuntur oscula circumadstantium3. Lo que actualmente rige las ce remonias de la misa solemne, en la que el ósculo d>e paz se da sólo después de rezado el Agnus Dei y la oración de la paz, es, como veremos, consecuencia de una evolución reciente. El
ósculo de paz como
« sello »
de la oración
450. La liturgia romana y la africana son las únicas que traen el beso de paz antes de la comunión. En todos los de ' S a n A g u s t í n , Serm. 227: (PL 38, 1101: Post ipsam (se. orationem dominicam) dicitur: Pax vobiscum, et osculantur se Christiani in Osculo sancto. Enarr. in ps. 124, 10: PL 37, 1656, donde también queda atestiguada la respuesta del pueblo Et cum spiy ritu tuo. Más referencias en R oetzer , 1 3 0 s . Por cierto de un modo parecido, no precisamente en este lugar, sino al principio de la oración euoarística, se invita al ósculo de paz también en las Constituciones apostólicas, VTII, 11, 8s (Q uasten , Mon., 210) : el obispo saluda : 71 eipijvrj tou Osoo ¡j.stc? jtg?vth >v a lo que el pue blo contesta: xa! W j tvslmj.ckoc; ooC; luego pronuncia el diácono formalmente la invitación al ósculo sagrado, sirviéndose para eUo de 1 Cor 16,20b. 2 Ordo Rom. 1, n. 18 (S tapper , 26, cf. más arriba I, 81 •’í8) : Et cum spiritu tuo. Sed archidiaconus pacem dat episcopo priori, deinde et ceteri per ordinem et populus. Cápityjlare eccl. ord. (S ilva-T arouca, 206; «cf. 1. c., 200): respondentibus óm nibus: Et cum spiritu tuo, staftim sicut supra dictum est, debet clerus et populus ínter se pacem facere, ubi sitare videtur. Ordo d? S. Amatfid (D-uchesne , Origines, 484). La conciencia de estas relaciones está to davía viva en la Expositio carolingia «Dominus vobiscum» (PL 138, 1172s). a Ordo Rom. antiquus (H itt o r p , 67, recte 69). Cf. el Jueves Santo en el Gelasiano antiguo (I, 40; W il s o n , 72): non üicis: Pax Domini, nec faciunt pacem. En cambio, la rúbrica para el Sá-
1020
TR. II, P. n , SEC. II I.— LA COMUNIÓN
más ritos se encuentra esta ceremonia al principio de la misa sacrifical. Parece más probable que su colocación primitiva fué hacia el final de la función religiosa previa, después d
evolución ulterior e n la liturgia romana
451. Pronto dieron un paso adelante las dos liturgias ro mana y africana. Contra la costumbre de anunciar el ósculo de paz ante confecta mysteria, que el obispo de Oubbio halló en su diócesis, el papa Inocencio I, en su carta de contesta ción al referido obispo, del año 416, insistió en que no se po día dar el ósculo de paz antes de que hubiera terminado toda la función, puesto que el beso de paz era un modo de asentir el pueblo a cuanto se había celebrado 6. Como vemos, se te nía todavía la idea de que la función quedaba rubricada con el ósculo de paz. Pero cuando por la reorganización del culto por fían Gregorio Magno el Pater noster se puso inmediatabado Santo en el actual misal romano dice: Dicitur Pax Domini sit semper vóbiscum, sed pacis osculum non datur. 4 S an J u st in o , Apol., I, 65 (cf. más arriba I, 19). T ertulia no (De or., 18: CSEL 20, 191) llama al ósculo de paz signücidum óftitionis; con él se deben terminar las oraciones comu nes incluso en los días de ayuno; el ósculo como expresión de la alegría de la vida se suprime sólo en los días de ayuno públicos. (Cf. la nota anterior). También O ríg en es (ln Rom., hom. 10, 33: PG 14, 1232s) habla de la costumbre, motivada por Rom 16, 16, ut post oraciones oscuío ínvicem suscipiant fratres. S an H ip ó lito , Tfad. Ap. (Drx 29): «Guando ha -terminado la oración (des pués de la instrucción), los catecúmenos no deben darse el ósculo dé paz, porque su beso no es aún» puro: los bautizados, en cam bio, deben ¿dudarse -unos a otros (aoKaQsaO-ca), los- hombres a los hombres y ILas mujeres a las mujeres, pero los hombres no deben saludar a las mujeres». Después del bautismo, los neófitos toman parte en seguida en la oración de los fieles, cambiando con ellos el ósculo (Dek, 39). Más testimonios de la cristiandad! primitiva véanse en Q uasten , Mon., 16, nota 2 y 1. c. en los Indices, p. 374, s. v. osculum. é Gf. B aumstark, LUurgie comparée, 145. « S an I nocencio I, Ep. 25, 1: PL 20, 553: ... per quam consta
populum ad omnia... praébuisse consensum ac finita csse pacía concludentis signáculo demonstrentur. Por cierto, a n te s que en litu rgia rom ana se dió este paso e n la african a (D ekkers , Tcr tulliamus, 59s; R oetzer, 130s ).
6.
EL ÓSCULO DE PAZ.
450-453
ao2i
monte después del canon y ya no se Invitaba al ósculo de paz hasta después del embolismo, espontáneamente se le relacio nó con el sicut et nos dimittimus; hasta parece probable que estas palabras la arrastraron al final del Pater noster. El
ósculo de paz , preparación para la com unión
452. Efectivamente, ya en tiempos de San Gregorio Mag no se consideraba como evidente que el ósculo de paz perte necía a la preparación de la comunión. Así, por ejemplo, un grupo de monjes amenazados de naufragio, primero se die ron el ósculo de paz y luego recibieron el Sacramento, que llevaban consigo7. También fuera de la liturgia romana se encuentra por aquella época el mismo modo de ver. Según San Sofronio (1638), Santa María Egipcíaca dió al anciano monje que le trajo la Eucaristía el ósculo de paz antes de re cibir el cuerpo del Señor 8. Como rito de la comunión de los enfermos, prescribía hacia 800 el libro Dimma, de la iglesia celta, lo siguiente: Hic (después de rezarse el Pater noster con el embolismo) pax datur ei et dicis: Pax et conímunicatio sanctorum tuorum, Christe Iesu, sit semper nobiscum. R. Amen, y a continuación se da la comunión 9. 453. En la liturgia del imperio carolingio encontramos asimismo el ósculo de paz inmediatamente antes de la distri bución de la comunión, tanto en el rito de los enfermos 1 0 como en el culto público11*. Es más, se limitaba a veces a los que comulgaban. Los cánones de Teodoro de Cantorbery con 7 S an G regorio M agno, Dial, III, 36: PL 77, 304 C; cf. I d, In Ev.t II. 37, 9: PL 76, 1281 A. 8 S an S ofronio, Vita s. Maria Aeg„ c. 22: PL 73, 687 B. Con la comunión va junto el ósculo de paz también en dos testimcnos, que cita Mabillon en su comentario (c. 8, 11: PL 78, 881), S an J erónimo (Ep. 62 al. 82: PL 22, 737) y P ablo de Mérida (si glo vn (Vitae patrum , c. 7: PL 80, 135 B). 9 F. E. W arren, The liturgy and ritual of the Celtic Church (Oxford 1881) 170. La fórmula mencionada corresponde a nuestro Pax Domini; cf. la fórmula en el misal de Stowe (1. c., 242). que pertenece al ósculo de paz de la misa: Paje et caritas D. N. I. C. et communicatio om nium sit semper nobiscum. La misa xnilanesa usía la siguiente fórmula: Pax et communicatio D. N. I. C. sit semper vobiscum, a la que sigue: Offerte vobis pacem (MissaDe Ambrosianum [1902] 181s). 10 E l ordinario de la comunión de los enfermos, del siglo i x (ed. por D e C lercq en «Eph. Liturg.», 44 [1930] 103) tiene la rúbrica: Hic pax datur et communicatio, y a continuación la fórmula: Pax et communicatio corporis et sanguinis D. N, I. C. conservet animam tuam in vitam aeternam. De un modo semejante T eodulfo de O rleáns (t 821), Capitulare (M artene, 1, 7, II, [I, 847 C3); cf. todavía el ordinario de la comunión de los enfermos de Narbona Ü. c., 1, 7, XIII [I, 892 B]). 11 Sacramentarlo de Ratoldo (s. x ) : PL 78, 245: Et episcopus oommunicet vresbvteros et diáconos cum osculo pads.
1022
TR. II, P. II, SEC. I I I .— LA COMUNIÓN
tienen en una redacción del siglo viii la siguiente norma: qui non communicant, nec accecLant ad pacem ñeque ad os culum in eccíesm 12. Norma que conoce también la Iglesia ca rolingia, aunque en ella se la interpreta más benignamente, ensanchando algo el círculo de los que pueden recibir el ósculo de paz l3. En todo caso, era norma en los monasterios que sólo en los días de comunión se recibiese la paz. Así se hizo en Inglaterra 1 4 y en el continente 15*; el beso de paz era la condición previa para la comunión 1 8 o, por lo menos, una N. 50; W. F in s t e r walder, Die Cánones Theodori (Weimar 1929) 274. 18 Valafrido E strabón . De exord. et increm., c. 22: PL 114. 950 C: La pax pueden recibirla aquellos que no están excluidos ele la comunión indicio sacerdotal, y por esto no están extra communionem. Electivamente, exigen varias disposiciones del tiempo de Oarlomagno que todos intervengan en esta ceremonia; así el sínodo de Francfort del año 794 (can. 48; Mansi, XIII, app., 194): omnes generaliter pacem ad invioem praebeant. Cf. .Nickl, Der Anteil des Volkes, 48s. 14 Concordia regularis, de San Dunstano (PL 137, 483 A 495 A). B ro w e (Die häufige Kom m union, 65, nota 22) cita una noticia de Winchester en G. W. R it c h in , Compotus ralis (1892) 176. 10 Capitula monachorum ad Augiam directa (A lbers , III, 106); Consuetudines CHunigcenseis (antes del 1048; A lbers,, II, 48; cf ., sin embargo, p. 38); Consuetudines monasteriorum Germaniae (A lbers, V, 28). Libe)' usuum O. Cist. (s. x n ) c. 66; PL 166, 1437: ln die Nativitatis Domini, Coenae, Paschae, Pentecostés debent fratres pacem sumere et communicare. En las Consuetudines Cluniacenses del monje U dalrico (de hacia el 1080) (I, 8: PL 149, 653), las relaciones entre la comunión y el osculo de paz son me nos estrechas.
Um resto lo tenemos en la costumbre, que aun hoy día se observa con frecuencia, de que los que comulgan de manos de un obispo, besen antes su anillo, o como dice el Casremoniale episcoporum (II, 29, 5), la mano. Aunque se conocia también en la Igle sia antigua un ósculo de la mano antes de recibir la ¡Eucaristía (cf. más adelante), sin embargo, parece que la costumbre actual se deriva del mutuo ósculo de paz que se daba en el altar; pol io menos estará sugerida por él. El paso que se dio al ósculo de la mano por parte del que recibe el Sacramento se puede ver en J uan de Avranches (t 1079), De off, eccl.: PL 147, 37 B: Dum ergo sacerdos ministris communionem porrigit, unumquemque pri m itas oseuletur et post qui communicandus estt m anu sacerdotis osculata, communionem ab eo accipiat. La supresión del ósculo de parte del obispo, Que está ocupado en la distribución del Sa cramento (aunque no él, sino un acólito, lleva la patena con las partículas), se ve ya en el Ordo Rom. VI. (s. x; Alemania) (n. 12: PL 78, 994). según el cual sólo los sacerdotes y los diáconos dan el ósculo al obispo, mientras que los subdiáconos besam- su ma no. Al contrario, el sacramentarlo de Ratoldo (t 986) menciona sólo el ósculo de parte del obispo (a los sacerdotes y diáconos) (PL 78, 245 A). Por otra parte, la tradición de la ciudad de Roma conoció todavía durante bastante tiempo el ósculo mutuo para los asisten tes. inmediatos al celebrante. Ordo eccl. Lateran. (F is c h e r , 85. línea 40; cf. 86, lín. 23); (episcopus) communicat diaoonum dando ei pacem, illo osculante m anum eius. Según I nocencio III (De s. all. mysterio, VI, 9: PL 217, 9lis), da el papa después de su propia co munión particulam unam cum osculo al diácono; el subdiáoono re
6.
EL ÓSCULO DE PAZ.
4 5 3 -454
1023
preparación apropiada a ella *17; por otra parte, al diácono y Mibdiácono que habían de recibir la pax, se les obligó por mucho tiempo a recibir la comunión18. En los cistercienses ruó obligatorio incluso para el ayudante de la misa privada rl recibir siempre la paz y la comunión 19, hasta que Euge nio IV suprimió en 1437 esta prescripción por el peligro de comuniones indignas 20. Pero aun después siguió considerán dose entre los cistercienses esta íntima relación entre el óscu lo de paz y la comunión 2I. El
ósculo de paz sim ultáneo
454. En otros sitios hasta se tuvo el ósculo de paz como un modo de suplir la comunión 22. Y entonces ya no se limi cibc el ósculo del diácono al sumir el sanguis. También según el Pon tificale Románete Curiae (A ndrieu , II, 350), que no es mucho poste rior. los sacerdotes recién ordenados v los diáconos besan antes de la comunión la mano del obispo y reciben luego de él la comunión y el ósculo de paz ; así, más o menos, también en el pontifical de Durando (A ndrieu , III. 348). En este mismo sentido, nuestro actual Caeremoniale episc. (I, 9, 6 ; 24, 3s) determina todavía que en la misa solemne el diácono v er subdiácono no deben recibir la paz junto con los demás (a no ser que, como sacerdotes, preeran celebrar ellos mismos), sino sólo cuando el obispo les da la comunión, y en tonces la reciben de él mismo, debiendo ellos besar primo m anum, deinde faciem episcopi, así como los canónigos que comulgan, mien tras los demás clérigos y los seglares sólo besan la mano del obispo (II, 29; 3 5); cf. Ordo Rom. X IV (nn. 53 56 71: PL 78, 1168 B 1172 C 1191 D), en donde el papa da primeramente la comunión y luego la paz. 17 Testimonios más recientes de este pensamiento véanse en B r in k t r in e , Die hi. Messe. 250. 18 Véase más adelante 561. 19 Líber usuum, c. 54: PL 166, 1429: (minister) pacem et comm unkm em semper accipiat, excepta missa defunctorum, in qua nec pacem sumere nec communicare licet. Además de los que comulga ban, sólo los huéspedes recibían el ósculo de paz (S chneider, en Cist.-Chr. [19281 8). so browe , Die Kommunionvorbereitung im M ittelalter (ZkTh 1932) 413. 21 Según los estatutos de un convento de cisterciensás de la baja Alemania de 1584 (ed1. por J. H au, en Cist.-Chr. [1935] 132s), se daba en los días de comunión antes de tomarla, el ósculo de paz, que procedía de la abadesa. Véase también el Rituale Cisterciense (Paris 1689, 93), según el cual, el ayudante, cuando él u otro quiere comul gar, presenta al sacerdote el portapaz, luego lo besa él mismo y lo pasa a los demás. Cf. en contra (F ranz, Die hi. Messe, 587) lo que dice Baltasar de Pforta (1494). que afirma que entonces en Alema/* nia los cistercienses (¿fuera del caso de la comunión del ayudan te?) daban la paz sólo en la misa solemne, mientras los sacerdotes seglares la daban al ayudante, mediante un crucifijo, también en la misa privada. Según el ordinario del año 1256 (G uerrini, 244), se conservó igualmente en los dominicos la costumbre de dar la paz al frater servitor en la misa privada aun cuando no comulgaba; asi también en el Líber ordinarias de Lie ja (V olk, 101, lín. 33). 22 Cf. más arriba la nota 13. Las Consuetudines de U dalrico de C l u n y (hacia 1080) mandan que una mitad del coro
1024
TH. II, P. II, SEC. I I I — LA COMUNIÓN
taba a los clérigos, sino que todo el pueblo intervino en él. No creamos que esto llevara consigo desorden y alteración en los actos de culto. El ósculo de paz no salía, como hoy, del celebrante para recorrer sucesivamente a todos los fieles, sino que, a una señal del diácono, en toda la asamblea cada uno daba a la vez el ósculo de paz al que estaba a su lado, termi nándose de este modo la ceremonia en pocos segundos. Be
convierte e n sucesivo
455. Así lo dice con toda claridad el Ordo Romanus I: «■Después de rezar el Fax Domini, el archidiácono da al pri mer obispo el beso de paz, deinde et ceteri per ordinem et populus» 2 3 ; es decir, a una señal se saludaban con el ósculo de paz mutuamente también en la nave de la iglesia. Pero ya en gran parte de los manuscritos de este Ordo se introduce una variante, a primera vista sin importancia, pero que cam bia el sentido: deinde ceteris per ordinem et populis2i. El ósculo de paz sale, pues, del altar como un mensaje o, mejor dicho, como un don que viene del Santísimo y se transmite «a todos los demás y al pueblo». Esta nueva norma la da cla ramente un ordinario de la misa al principio del pontifical romano-alemán del siglo x y los documentos que de él depen-*250 diariamente el ósculo de paz; para la comunión dejan libertad (I. 6; PL 149, 652). J uan B eleth ( i 1165) (Explicatio, c. 48: PL 202, 55 D) habla de un triple substitutivo de la comunión diaria cuando ésta había caído en desuso: singulis diebus el ósculo de paz; los domingos, el pan bendecido; y en la cuaresma, en su lugar, la oratio super populum. Lo mismo repite D urando, IV, 53, 3. En sentido pa recido habla S icardo de C remona (Mitralef ni, 8: PL 213, 144) y H ugo de S. C her (T ra ct super missam [ed. S olch, 51]). La opi nión de Beleth acerca del ósculo de paz la transcribe al pie de la letra I nocencio n i, De s. alt. mysterio, VT, 5: PL 217, 909. Más tes timonios de los siglos x ii y x m en este ¡mismo sentido véanse en B row e . Die Pflichtkom m um on, 186. Como substitutivo de la comu nión considera el ósculo de paz también L udolfo de S ajonia ( t 1377) (Vita D. N. Iesu Christi, II, 56 [Augsburgo 1729] p. 557) y el ho landés G uillermo de G ouda (s . x v ) (véase P. S chlager, Über die Messerklärung des Franziskaners W ilhelm von Gouda: «Franzisk. Studien». 6 [1919] 335). En la época de transición, hacia el si glo x i, el ósculo de paz debió de caer en desuso incluso en la misa solemne, porque no se menciona en los ordinarios de la misa, tan ricos, por otra parte, en rúbricas; así, p. ej., en el de Séez (PL 78, 250 B). D urando (IV, 53, 8) habla también de que los monjes por principio no usaban el ósculo de paz. Esto sólo se puede referir a una práotica aislada, también en esta época, que enjuiciaba más se veramente el elemento mundano-sensual del ósculo« (para el perío do anterior véanse arriba las notas 7s y 14s). Más referencias véan se en L e b r u n . I, 522-524. 2a Cf. más arriba la nota 2. Todo desplazamiento del lugar so excluye expresamente en el Capitulare eccl. ord. (arriba en la no ta 2). Cf. íN ickl, Der Anteil des Volkes an der Messliturgie, 49s. 24 Así M abillon en PL 78. 945 B.
6.
EL ÓSCULO DE PAZ.
454-457
1025
í|<*n: p re sb yte r a ccip ia t p a cem ab episcopo ea n d e m ceteris o b la tu r u s 23*25.
456. Según esto, el ósculo de paz no lo da el diácono, sino el mismo celebrante, que también tenía que recibirlo antes. Por eso besa antes el altar: osculato a lta re d a t p a ce m a s ta n t i 26278. No contentos con esto, algunos documentos señalan con más precisión aún la fuente de donde brota esta paz. Un pontifical del sur de Italia manda hacia 1100 al celebrante besar primero el altar, luego el libro y, finalmente, la forma sagrada, y sólo entonces ofrecer al diácono el ósculo de paz -7. V a r ia n t e s
457. ¿En otros sitios, como en Francia, se besaba por regla general sólo la form a-8. En Inglaterra se abandonó como menos conveniente esta costumbre en el siglo x n i 2930. Alli, y en parte también en Francia, en lugar de la forma se besaba el borde del cáliz y además el corporal o la patena *°, mien 23 Ordo Rom. VJ, n. 12 (H ittorp, 8 ; PL 78, 944). No parece pro bable que este nuevo orden rija ya en Remigio de Auxerre, como supone S olch, Hugo, 129s. La costumbre más antigua está atesti guada claramente en A malario (De eccl off., III, 32: PL 105, 1153), ppro también todavía en el Ordo Rom . III (s. xi) n. 16: PL 78, 982 A: ... per ordinem ceterí atque populus osculantur se in osculo Christi. Por lo tanto, coexisten simultáneamente ambas clames del ósculo de paz durante algún tiempo. Cf. también el sínodo de San tiago de Cocnpostela (1656), can. 1 (M a n si , XIX, 856): ómnibus intra ecclesiam stantibus pacfs osoulum sibi invicem tribuatur. 26 B ernoldo, Micrologus, c. 23: PL 151, 995; sacrameñtario de Módena (antes del 1174) (M uratori . I, 93). Un sacramentarlo del siglo xi, de Arezzo (E dner , 4). manda al sacerdote besar en primer lugar el altar, tune osculetur omnes. Rúbrica parecida contiene el misal de San Vicente (F íala, 213), donde se dice que luego los par ticulares cambian entre sí la paz. La disposición de que un sacerdo te reciba la paz del obispo se encuentra ya en el Ordo VI (cf. la nota anterior). 27 E bner , 330 (Cod. Casanat. 614); se hace en determinados si tios de la oración por la paz Domini iesu Christe. 28 J uan B eleth, Explieatio, c. 48: PL 202, 54; H erberto de S assa r i . De miraculis (compuesto 1171), I, 21: PL 185, 1298 A. Autori dades de renombre abogaron por el ósculo de la forma: H ugo de S. Cher (Tract. super missam [ed. S olch, 491); S an A lberto M agno (De sacrificio missae, III. 21, 5 (Opp. ed. B orgnet , 38, 159sJ). La costumbre se conservó en iglesias francesas hasta después de la Edad Media (Ordinario de Coutances [15571; L egg, Tructs, 66 ; L ebrun . I, 518. nota c). 29 Por vez primera en 1217, por orden del obispo Ricardo de Salisbury (S olch, Hugo, 131). En la liturgia siriaca oriental se notan también semejantes reparos; en ella se manda una vez besar la sagrada forma, pero se añade que esto se ha de hacer sin tocarla con los labios, o insinuando sólo (figuratively) el ósculo (B right man , 290). 30 Ordinario de la misa de Sarum (L egg, Tracts, 265 ; Legg, The Sarum Míssal, 226, nota 5 ) ; misal de York (S immons , 112s ) ; Caeremóntale de los carmelitas (Roma 1906, n. 269 [según S olch, Hugo,
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TR. II, P, II, SEC.
in .—LA COMUNIÓN
tras que en Alemania prevaleció la costumbre de besar <1 altar el libro-“ . A veces se besa en su lugar al altar y :ii crucifijo*3132. La participación del pueblo en esta ceremonia s<* mantuvo durante siglos, sobre todo desde que el ósculo ele paz no se limitó a los que iban a comulgar y provenía del altar33. Por esto se encuentra repetidas veces en los docu mentos antiguos la regla34 de que los hombres pueden dar o! ósculo de paz sólo a los hombres y las mujeres sólo a las mu jeres3536. Regla que se podia guardar con facilidad por con servarse generalmente la costumbre antigua de la separación de los sexos en las iglesias33. 1291), donde se besan la p alia y el cáliz. Unicamente e l cáliz se besa en el rito dominico más reciente (G u e r r in i . 243); en el Líber ordinarius de Lie ja (V olk , 96), en el misal de S. Pol de Léon (M artene . 1, 4, XXXIV [I, 664]). Cf. SÓLCH, Hugo, 131s. 31 Este ósculo está mandado e. o. en el pontifical de Maguncia, hacia 1170 (M artene, 1, 4, XVII [I. 602 Cl': misal de Fatisbona, de hacia el 1500 (B eck , 269). Cf. F ra n z , Die Messe, 587s; S olch , Hu go, 130ss, notas 199 y 207. En el Norte, hacia 1500 fué costumbre en varios sitios besar el libro y la patena (véase B r u in in g k , 87, nota 2; Y elverton , 20). El misal de Breslau del 1476 habla del corporal, pa tena y libro (R adó, 163). Se besaba, ante todo, la representación grá fica del Señor (generalmente el Cordero de Dios), que estaba in sertada hacia el final del canon; en los códices se ven a veces las huellas de tales ósculos (E bner , 448s ). En un contrato entre el ar zobispo de Upsala y un impresor, del 23 de febrero de 1508, se dice expresamente para el misal: etiam una crux in margine pro osculo circa Agnus Del (J. f r e is e n , Manuale Lincopense [Paderborn 1904] página xlvi). 32 Misales húngaros del siglo xm (Radó, 62) y del siglo xv ( J ávor, 181). explicación de la misa de Guillermo de Gouda (S chlager . en Franziskan. Studien, 6 [1919] 335). 33 Cf. F ranz , 587 594. En el Credo del Pobre H artmann (de hacia el 1120) se dice en los versos 857-859: Daz cussen, daz under zwischen zo der misse tunt di lute (el besarse, que es costumbre qu? lo hagan los hombres en la misa) (véase R. S troppel , L itu ra ic und geistliche Dichtung zwischen 1050 und 1300 [Francfort 1927] 77s). 34 Cf. más arriba la nota 4. Es evidente que esta regla antigua sólo empezó a observarse con el tiempo y como consecuencia de ciertas experiencias. De tiempo anterior data la observación en T ertuliano (Ad uxor., II, 4: CSEL 70, 117) de que el marido pagano no consentirá que su mujer se acerque a ningún hermano para el ósculo de paz. Cf. también el ejemplo que cuenta San Sof^onio (más arriba 452) v. por otra parte, las advertencias quc encuentran ya en C lemente de A lejandría , Paedag., III, 81: GCS Clem. 1, 281. 35 Así, con especial insistencia A malario (De eccl. o ff tu 3°: PL 105, 1153); pero también más tarde J uan B eleth (Explicatio. c. 48: PL 202, 54a; D urando (IV, 53, 9). Esta norma demuestra q u r se trataba, efectivamente, dé un osculum oris. Con esto quedó cor tada la transmisión directa a las mujeres del ósculo que salía do) altar. Según antigua costumbre francesa, en la misa de velaciones el sacerdote daba el ósculo al novio, que lo transmitía a la novia (P. D oncoeur , Retours en Chrétienté [París 1933] 119s). 36 Conforme observa Solch (133), esta regla se dejaba de o)> servar con más frecuencia en las iglesias conventuales.
6.
K'itiliza c ió n ;
EL ÓSCULO DB PAZ.
4 5 7 -4 5 9
1027
e n las lit u r g ia s o rientales
458. El beso de paz, nacido en una pequeña comunidad penetrada de altos ideales, cuando se generalizó pasó a cos tumbre fija en el culto público, tropezó con menos dificulta des de las que podíamos esperar, dada la mentalidad moder na ;‘7. Es verdad que en todas las liturgias, lo mismo del Orien te que del Occidente, el tiempo recortó este rito convirtién dolo en una discreta alusión de lo que íué primitivamente. Entre los sirios orientales se toma la mano del que está al lado y se la besa; entre los maronitas, se cogen con los dedos los del vecino para luego besar los propios. Todavía más comedidos son los coptos, que se inclinan ante el que está al lado y luego le tocan la mano; los armenios se contentan con la inclinación S8. Sólo en la liturgia bizantina queda excluido el pueblo aun de este beso estilizado, pues se cambia exclusi vamente entre el celebrante y el diácono89. En
la liturgia romana
459. También en la misa solemne romana lo que se nos ha conservado del beso de la paz es sólo un eco débil de la antigua ceremonia. El clero se da un ligero abrazo sinistris genis sibi invicem appropinquantibus 40. En las demás misas queda suprimido en absoluto.*39 87 Y podría añadir el autor, con nuestra mentalidad norteña.— (N . tí. T.). Cf. J. H o rst , Proskynein (Gütersloh 19 *2) 50s: «El beso tenía, por lo general, en la antigüedad otra significación que en la actualidad. Representa, entre personas que entre sí no son parien tes, más bien una expresión de veneración que de ternura». 38 B rightman , 584s : H a n ssen s . III, 317-371. Allí se encontrarán más datos e. o. acerca de la forma solemne con que el celebrante y sus asistentes se dan el ósculo de paz y de las oraciones que lo acompañan. Según Cl . K opp (Glaube und sakram ente der koptischen Kirche [Roma 1932] 128), la forma usada actualmente entre los coptos consiste en dar cada uno hacia ambos lados la mano a sus vecinos. Según M. of B ute (The Coptic morning Service [Lon dres 1908] 92), se besa luego la propia mano. Por lo demás, parece que difería mucho el modo de dar el ósculo de oaz en Orlent° no sólo entre los unidos y no unidos, sino aun dentro de las diversas comunidades, según se desprende de la comparación de estos datos con los que da R aes, Introductio (1947) 86. 39 El sacerdote besa la ofrenda, el diácono la propia estola (B rightman , 382, lín. 26). En el rito pontifical, sin embargo, se cambia un auténtico ósculo de paz dentro del clero Al obispo se le besa el hombro y la mano derecha; al archimandrita y a los sacerdotes, ambos hombros, con las palabras: «Cristo está en medio de nosotros», a lo que se contesta: «Está y estará» (A. V. M altzew , Liturgikon [Berlín 1902] 232). Missale Rom., R itus serv., X, 8; cf. Caeremoniale epísc., I, 24, 2. G avanti-M erati ( Thesaurus, n , 10, 8, n. XLin [I, 330]) indica di versas maneras según las cuales se puede dar el abrazo.
TR. II, R. II, SEC. III.— LA COMUNIÓN
Í0 2 8
El
portapa z
460. De Inglaterra, comedida aun ante el beso de la for ma, se propagó otra forma del ósculo de paz, practicada en tre los fieles. Nos referimos al beso de paz mediante el osculatoríum, una tabla ricamente adornada41. Desde el año 1248, cuando aparece por vez primera en estatutos de diócesis in glesas, se fué propagando paulatinamente por todo el Occi dente. Aunque por varios siglos encontramos el antiguo modo de dar el ósculo de p az42. Carlos V, en sus intentos de refor ma, trató de renovar la costumbre del ósculo de paz ubi mos eius dandi exolevit, sirviéndose para ello del portapaz4a. Y así se prevé el beso de paz mediante el instrumentum pacis también en el misal de Pió V, del 1570, y en el Caeremoniale episcoporum, del 1600, que permite transmitirlo en esta for ma aun a los seglares. Con tales normas no se pretende pro hibir que en las misas solemnes se dé la paz en la forma tradicional, pero fuera de ella, si se quiere dar la paz, debe usarse el portapaz tanto para los seglares como para los clé rigos, de cualquier categoría que sea n 44. S ig n o
de d is t in c ió n
461. Como se ve además por la rúbrica del Caeremoniale, en los últimos siglos se consideraba esta ceremonia muchas*468 41 B raun , Das christliche Altargerät, 557-572; reproducciones grá ficas en las láms. 116-120. 48 Sil agustino alemán Juan Bechofen sentía todavía hacia fines del siglo xv la necesidad de abogar por la introducción en su lugar ael portapaz: honesiior est cautela ut per pacifícale sive tabulam im agm um Christi aut sanctorum reliquias continentem fia t, ne sub specie boni aliquid cam alitatis diabólico inflatu surripiat (F ranz, Die Messe, 594). Testigos de la aceptación que posteriormente tuvo en Alemania el portapaz son e. o. los inventarios de la iglesias ermlandesas, de las aue algunos poseían de seis a ocho pacificaría; (B raun , 559). También en Roma se empezó a usar el portapaz sólo hacia fines d el siglo xv, según parece por Juan Burcardo (véase L»ebrun , 519s). 4* Formula reformationis (1548), tit. 12 (H artzheim, VI, 756; B raun , 560). El ósculo de paz que se daba mediante una cruz (en substitución del portapaz) o de un Heilthumb (cosa que santifica) se describe detalladamente en el Keligpuchel, publicado en 1535 por el obispo B ertoldo de C hiemsee (F ranz, 727). 44 Missale Rom., Ritus serv., X, 3; Caeremoniale episc., I, 24, 6 7. En este último lugar sólo se habla del coro de los clérigos y de los laioi, ut magistratus et barones ac nobiles que pueden recibir la paz; en cambio, ninguna limitación a ciertos estados aparece en las disposiciones del misal. Según G avanti-M erati ( Thesaurus, II, 10, 8 [I„ 329]), el instrum entum pacis lo ofrece el subdiácono a aquellos seglares quos diaconus incensavit, y el acólito, laicis aliis. Cf más arriba la nota 33. Según él Ordo de Juan Burcardo (1502), el ayu dante ofrece el portapaz sin distinción a los interessentious mtssae.
6.
EL ÓSCULO DE PAZ.
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1029
veces, lo mismo que la incensación, como distinción honoríílca de las autoridades y de la nobleza. ‘Practicada con estas limitaciones, teniendo que atenerse a un orden jerárquico, corría el peligro de disputas sobre precedencia nada edifican tes y contrarias al sentido de la ceremonia. Por estas y otras razones, el ósculo de paz, aun con el llamado portapaz, ex ceptuando ciertas ocasiones extraordinarias y algunas regio n es4546, quedó limitado prácticamente a algunas órdenes reli giosas 4ü. L a o r a c ió n y e l ó s c u l o d e p a z
462. Al ósculo de paz precede actualmente, además del Pax Domini, una oración especial, que, sin embargo, está se parada del referido saludo por la fórmula de la conmixtión y por el Agnus Dei, que lo reza el sacerdote. En los documentos carolingios sigue el ósculo de paz inmediatamente al Pax Dom ini4748, pues el Agnus Dei, cantado exclusivamente por el coro durante mucho tiempo, como no se rezaba por el sacer dote, no constituía ninguna separación 4 5 y la oración por ia p az 4 9 faltaba todavía, como falta aún en muchos ordinarios de la misa de la baja Edad Media50. Sólo había que introdu cir después del Pax Domini la fórmula de la conmixtión, por prim eram ente a los nobles y, finalm ente, a las m ujeres
CLegg,
Trocís, 162). 4íj Así, p. ej., hay noticias de la archidiócesis de Valencia de que los hombres se dan todavía el ósculo de paz. que reciben del cele brante por dos acólitos (K ramp, Messgebräuche der Gäubigen in den ausserdeutschen Ländern [StZ 1927, II] 361). 46 S olch (Hugo, 132) habla de los dominicos, cartujos y carme litas. También entre los capuchinos se usa el portapaz en los domin gos y días de fiesta. En tiempos modernos se intentó repetidas veces resucitar esta costumbre: véase, p. ej., P arsch , Volksliturgie, 18 224. R. B. W itte (Das katholische Gotteshaus [Maguncia 1939].260s> trata también del portapaz al hablar de los objetos sagrados. 47 Prescindiendo de Amalario, cf. V alafrido E strabón (De exord. et increm., c. 22: PL 114, 950); Expositio «Introitus missae quaren (ed. H anssens , en «Eph. Liturg.» [1930] 45). También en J uan de A vranches (De off. c c c l: PL 147, 36s) parece que únicamente pre cede la fórmula de la conmixtión al ósculo de paz. 48 V éase «más adelante.
49 Por cierto, según el orden primitivo, el sacerdote besa prime ramente el altar y dice luego la oración de la paz; véase, p. ej., las referencias más adelante en la nota 54. 50 Véanse los misales estirios en K öck, 128 132; ordinario de Coutances (1557) (L egg, Tracts, 66). En los dominicos falta aun hoy día (Missale iuxta ritum O. P. [1889] 21s), así como en el ordinario de 1926 (G u er r in i , 243). Lo mismo vale de los -cartujos; cf. sus S tatuta antiqua (M artene, 1, 4, XXV [I, 634 C ]). Por otra parte, en algunos misales precede al ósculo de la paz no sólo la oración pol la paz, sino también una de las oraciones preparatorias de la co munión; véase, p. ej., E bner , 299 338; M artene, 1, 4, IV, XV XXXVs (I, 515 593 669 674).
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TR. IX,
V.
IX, SEC. H i.— LA COMUNIÓN
tener que ir acompañada de las tres cruces que en otro tiem po le precedían61. «D o m in e I esu C h r is t e
qui d i x i s t i » ;
su
PROCEDENCIA
463. Nuestra actual oración por la paz Domine Iesu C h ris te qui dixisti, que se dice en substitución de otra oración más antigua aparece desde principios del siglo xi primero en territorio alemán515253. Desde entonces, la repiten con regu laridad los misales italianos 5 4 y entra así en el misal de Pío V. Es la primera oración formal que en «el Ordo Missae se dirige a Cristo. Esta invocación de Cristo que aparece en el Agnus Dei, y que, sin duda, se ha impuesto aquí por la proximidad de la comunión, se mantiene también en las siguientes ora ciones de la comunión. SU SENTIDO
464. La oración de la paz es una oración con la que el sacerdote se prepara para dar la paz. Presupone ya el ósculo de paz que se da partiendo del altar para transmitirlo a toda la comunidad. Por eso, el sacerdote, recordando al Señor su promesa de la paz (Jn 14,27), le pide que no mire a nuestros pecados, sino a la fe del pueblo, reunido en comunidad55, y que, sin tener en cuenta la indignidad de su representante, le otorgue al pueblo la paz .y concordia mediante la santa señal de este ósculo. La oración tiene, por lo mismo, su pleno sen tido cuando la acompaña la ceremonia. 465. Cuando se omitía el ósculo de paz se debía suprimir 51 Véase más arriba 446. 52 Esta oración se encuentra por primera vez en el sacramentario de S. Amand (fines del siglo ix); véase L eroquais (I, 56 58) acerca de la cuestión del tiempo de su origen; el texto véase en N etzer (244), y con un texto mejor conservado, en el sacramentario de Fulda (s. x). Es el siguiente : Qui es omnium Deus et dominator, /oc nos pacificando digne operati, in hora ista, amator hum annatis, ut emundatos ab omni dolo et simulatione suscipias nos invicem in osculo et dilectìone sancta, in quo m anet vera pacificano et unitatis coniunctio (R ichter-S chónfelder, n. 23). La oración vuelve en ordinarios de la misa de los siglos x y xi de Francia e Italia con la invocación en parte cambiada (Quies om nium) y con la termina ción Per Christum (M artene, 1, 4, VI V ili X [I, 534 540 5511 ; 1. c., 1. 4, 9, 9 [I, 423 D 425 D] ; E bner , 4 301 338; L eroquais, I, 162 171; II. 18 100 226). Se trata de una traducción mal hecha de una fórmula de la liturgia griega de Santiago (B rightman , 43; cf. 1. c., LIV, lín. 18). ù3 Sacramentario del Cód. 1084 de Bolonia, proveniente, a lo que parece, de Ratisbona (E bner , 7). Missa lllyrica (M artene, 1, 4, IV [I, 515B1). 54 E bner, 297 299 301 307, etc. ; F íala, 213. &5 Cf. el quorum Ubi fides cognita est, etc.
6.
EL ÓSCULO DE PAZ.
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Uimbién esta oración56, pero no el Pax Domini, como an tes 5758. Cuando cayó *en desuso el dar la paz, excepto en las misas solemnes, la oración con que el sacerdote sigue pidien do la paz y concordia para la Iglesia vino a ser lo que suple la ceremonia de la paz. Otras redacciones de esta oración no lograron imponerse 5#. F órmulas
para e l ósculo de paz
466. El ósculo de paz como tal ceremonia, prescindiendo del anuncio previo Pax Dom ini59, se daba en la época carolingia, pero sin fórmula alguna. Desde que se empezó a dar la paz partiendo del mismo altar, se hizo costumbre que el sacerdote al darla dijese una bendición especial. Su texto más antiguo, que todavía se encuentra en la baja Edad Media, aunque ya raras veces, considera el ósculo como una prepa ración para la comunión: Habete vinculum pacis et carítatis, ut apti sitis sacrosanctis mysterii&60. Todos los demás, los unos al transmitirla y los otros al recibirla, debían decir jun 5« Esta regla se encuentra, en la misma forma que tiene actual mente, en D urando (IV, 53, 8) solamente aplicada a la misa de ré quiem, no al Jueves Santo (véase ibíd., VI, 75. Cf. más arriba 449 *). 57 Cf. más arriba 449 con la nota 3. 58 Según algunos ordinarios de la misa de la baja Edad Media, el sacerdote dice en su lugar, antes del ósculo de paz, una oración por la paz exterior: Da pacem Domine in dlébus nostris quia non est alius qui pugnet pro nobis nisi tu Deus noster. Misal de Fécamp (de hacia el 1400) (M artene, 1-, 4, XXVII [I, 641]); Misal de Bar celona (de hacia el 1498) (F erreres, p. xxiv). Asimismo en el misal d* Evreux-Jumiéges (de hacia el 1400), donde precede la fórmula Domine Iesu Christe, qui es vera pax et vera concordia, Jac nos tecum participan in hac hora sancta. Am en (M artene, l, 4, XXVIII [I, 6451). Cf. además e l Alphabetum sacerdotum (L egg , Tracts, 48). 59 Sólo en la comunión de los enfermos, donde el ósculo de paz precede inmediatamente a la administración del Sacramento, se encuentra a veces una fórmula derivada de una fórmula de invita ción, correspondiente al Pax Domini nuestro, y que a la vez podría ser fórmula con que se administraba el Sacramento (cf. la fórmula del libro de Dimma, citada más arriba 452). En el ritual de St. Florian (ed. F ranz [Friburgo 1904] 82), la fórmula tiene una redacción ya más precisa: Pax et communicatio corporis et sajiguuus... a veces sigue tal fórmula a la de la administración del Sacramento (véase más adelante 564 118). La fuente de todas estas fórmulas parece sej aquella bendición que decía, según la Expositio de la misa galicana, el simple sacerdote después del Pater noster en lu gar de la solemne bendición episcopal (cf. más arriba 415 8). «o Missa lllyrica (M artene, 1, 4, IV [I, 515 C])'. En los países del Norte no se encuentra con frecuencia; p. ej., 1. c., XV-XVII XXXIII (I, 593 C 600 D 602 C 661 A ); Cf XXXII (I, 657 A ); Maskell, 170s. Parece que se prescindió muchas veces de la fórmula. Más fre cuente es la fórmula en Italia durante los siglos x i-x m (E bner, 297 299 302 307 330, etc.). Según el misal de los ermitaños paulinos de Hungría (s. xv), el sacerdote reza después de la oración por la paz y antes del Habete; Pax Chrísti et caritas Del m aneat seMper in cvrdibus no. tris. Amen (S a w ic k i , De missa conventuall, 148).
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TR. II, r . II, SEC. I I I — LA COMUNIÓN
tos: Pax Christi et Ecclesiae abundet in cordibus nostris En otros casos se atribuye esta frase como respuesta a los m inistri 62 o aparece también en labios del celebrante, gene ralmente junto con la frase antes citada y con la variante in cordibus vestris616263. Más tarde se va substituyendo por el sencillo Pax tecum, al que contesta el que la recibe: Et cum spiritu ¿uo64, saludo de paz que hemos aprendido de labios del Salvador.
7.
aA gnus Dein
467. Después de la respuesta al Pax Domini, según las rú bricas actuales, sigue el coro con el Agnus Dei. Este canto se prolonga mientras el celebrante reza en voz baja las si guientes oraciones y toma la comunión, por lo que causa a impresión de un canto de comunión. Por otra parte, parece que la súplica final da nobis pacem lo relaciona más bien con el voto de paz que se ha expresado en el Pax Domini. ¿Cuál es, pues, el sentido auténtico del Agnus Dei? U na noticia del «L íber pontificalis »
468. En el Líber pontificalis hay una nota sobre la intro ducción del Agnus Dei en la misa romana que dice que el papa Sergio I (687-701) prescribió, ut tempore confractionis domi61 Missa lllyrica: (1. c.). Un misal de Salzburgo de los siglos xn-xm (K öck, 131); para Italia a partir del siglo xi, véase E bner, 307 330 356; M uratori, I, 94. 62 Ordinarios de la misa italianos después del siglo x i (E bner, 299 302). ea M artene, 1. 4, 9, 9 (I. 423 D ); 1. c., XXXI (I, 652 A ); misales de la baja Edad Media de Ratisbona y Freising (B eck, 269 309). Después del 1510 también en el misal de Augsburgo (H oeynck , 375). De un modo semejante, también en la explicación de la misa de Guillermo de Gouda (S chlager, en Franzisk. Studien, 6 [1919] 33). 64 Por primera vez y como única fórmula se encuentra en B er noldo. Micrologus, c. 18 23 : PL 151, 989 995. Así algo más tarde en Italia (E bner, 317); hacia 1290 también en la capilla de la corte papal (B rinktrine , en «Eph. Liturg.» [1937] 207); por lo demás, unida con otras fórmulas (E bner, 336; K öck, 131), o también en diversas amplificaciones como texto que debe decir el celebrante, como en el ordinario de la misa dominicana del 1256 (G tterrini. 243): Pax tíbi et Ecclesiae sanctae Dei; misal de Evreux-Jumiégc.’. (M artene, 1, 4. XXVIII [I, 645 B ]): Pax tíbi, frater, et universar Ecclesiae Dei. Un texto parecido se encuentra también en Sarucn (1. c., XXXV [I, 670 A]; cf. M askell. 170). También en los ordl narios del norte de Francia del siglo xvi (Lego , Tracts, 48 6íi» Ein Ruán: Pax mihi, Domine lesu Christe, et Ecclesiae sanctac tw e . Et tibi frater (M artene, 1, 4, XXXVII [I. 678 £ ] ) v
7.
«AGNUS DEI».
466-469
i< m
niel corporis «Agnus Dei qui tollis peccata mundi miserere no/>/..*» a clero et populo decantetur1. Además, los Ordines Romemi más antiguos mandan al archidiáconó, después de haber repartido los panes consagrados entre los acólitos—esto Indica que se podía empezar con la fracción—, dé a los can tores la señal para empezar con el Agnus D ei2, que acompa ña a la fracción3. CONFRACTORIUM»; ORIGEN ORIENTAL
469. El Agnus Dei era, según esto, un canto de la fracción, un confractorium4, destinado a salvar el silencio después del Pax Dom ini5. Conservó este carácter hasta que con la intro ducción del pan ázimo y las formas pequeñas se suprimió la fracción. No llegó nunca a cantarse el Sábado Santo 6. La noticia de que el papa Sergio I introdujo este canto en la liturgia romana es algo desconcertante, y no es extraño haya sido puesto en duda repetidas veces 7. Pero no parece que el
1 Líber pont.,
ed. D uckesne , 1, 376.
2 Ordo Rom. I, n. 19: PL, 78, 946; Ordo Rom. I I . 13: PL 78, 975. Esta deoend encía de la fracción es aún más clara en el Ordo de S. Amand (D uchesne , Origines 481): A nnuit archidiaconus scholae ut dicatur Agnus Dei. Et interim, dum confranguntur, iterum respondunt acoiythí qui sciffos et amulas tenent, Agnus Dei. * Capitulare eccl. ord. (S ilva-T arouca, 200): confrangunt separatim unusquisque in ordine suo cantantibus ómnibus semper: Agnus Dei; cf. l. c. (206) conjrangunt ipsum corpus Domini cantantibus interim clericis semper; Agnus D ei—Ordo Rom. I, n. 48: PL 78, 959: quod tamdiu cantatur usque dum complent fractionem. 4 Cf. más arriba 426. 5 Según el Ordo de S. Amand (D uchesne , Origines, 481), en que aparece el Agnus Dei, lo mismo que en los otros Ordines cemo canto de la Schola, deben rezar los sacerdotes y diácanos en vo2 baja el salmo 118 mientras parten el pan. En el sacramentarlo die Ratoldo (PL 78, 244 C) y en el de Echternach (s. xi) (L eroquais. I, 122) se encuentra todavía una oración galicana para la fracción: Emittere digneris Domine sanctum angelum... Cf. también C agin , Te Deum ou illatio, 226ss. • La razón que se da generalmente de la ausencia del Agnut Dei en la misa del Sábado Santo, a saber, su edad tan antigua, no es del todo satisfactoria. Más bien se debe a que el Agnus Del, lo mismo que el Kyrie eleison, ya se han oantado en la letanía (cf. Ordo Rom. I, 45; apéndice, n. 9 s: PL 78, 957 964. Esta regla no se -impuso en todas partes; a veces se prescribió expresamente todo lo contrario, como, p. ej., en el Breviarium eco. ord. (S ilvaT arouca, 211); ordinario de la Semana Santa de Einsiedeln (D u chesne , Origines, 504). 7 Así, p. ej., por S ilva-T arouca en la edición del Ordo de Juan Archicántor (p. 183). El autor había salido de Roma ya el año 680; sin embargo, su Ordo, escrito poco después en Inglaterra, conoce va el Aanus Dei (véase arriba la nota 3). Silva-Tarouca habla de la posibilidad de que la noticia del libro de los papas se deba a un sacramentarlo que contenga el Agnus Dei y lleve el nombre del papa Sergio. Por otra parte, hay que tener en cuenta que este Ordo de Juan Archicántor sufrió una fuerte refundición Caf. arri-
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TR. II. t». I l, SEC. 111.— LA COMUNION
A gnus Dei sea en Roma mucho más antiguo * 8*. Si no fué in troducido por Sergio I, de origen sirio, seguramente llegó a Roma hacia fines del siglo vn con los muchos clérigos que, huyendo de las regiones invadidas por el Islam, sobre todo de Siria 8, se habían refugiado a Roma, pues es evidente que el A g n u s D ei en la liturgia romana es otro de los elementos orientales. Desde el siglo vn era corriente en aquellas litur gias considerar la fracción •de los panes consagrados como conmemoración de la pasión y muerte del Señor10. Allí des de muy antiguo se llamaba «Cordero» a la parte de la ofrenda del pan que se destinaba para la consagración1112. Esta ex presión la sugería ya el mismo Apocalipsis de San Juan ,2. ba 1, 81) ; en ella, sin embargo, no se le añadieron elementos ro manos, sino galicanos. El que el autor de las noticias sobre Sergio estuviese inclinado a atribuirle más de lo que le convenía, lo de muestra su afirmación de que Sergio introdujo en las cuatro fies tas de la Virgen las procesiones, pues consta por A. Baumstark que tres de estas procesiones existían ya antes (M ohlberg-B aumstark , Die älteste erreichbare Gestalt, I55*s). A favor de Sergio se aduce que lo pudo haber hecho como respuesta a la prohibición que dió el sínodo quinosexto (692), can. 82 (M ansi, XI, 977), de representar gráficamente el Cordero de Dios (cf. L. D uchesne , Le Uber p07it., I, 381 ; K. K ünstle , Ikonographie der christlichen K unst, I [Friburgo 1928] 122 558). 8 Es posible que le haya precedido otro canto para la fracción conforme se inclina a suponer C agin (Te Deurn, 23ls 236 495), pero no se puede probar. Eso sí, el que se emplee el salmo 116 durante la fracción, puede ser un indicio. 8 Cf. B is h o p , Liturgica histórica. 145s. El papa Teodoro I (642649) era natural de Palestina. 10 Cf. más arriba 424s. Una evolución ulterior de este pensa miento la tenemos en la rcpóftsoi; bizantina al principio de la mi sa, ai dar, de un modo realista, a la preparación y la división del pan la forma de un Oúsiv, empleándose en el la tifia \6y/r¡ y pronunciándose, además de Jn 1,29. palabras tomadas de Is 53, (w . 7.8.) y de la miaña pasión (Jn 19,34.35) (B rightman . 356s). 11 Cf. más arriba 37. La expresión se explica, en general, por la costumbre de la antigua Iglesia griega de emplear palabras más concretas, como, p. ej., qmc. ópviov, cuando los Padres latinos dicen sencillamente hostia; realmente, el cordero era la víctima más corriente en la antigüedad. O rígenes , ln loh., hom. X. 12. al. 17: PG 14, 336 B: «Ella (la Eucaristía), ¿no es la carne del Cordero, aue quita los pecados del mundo?» S an G regorio Niseno , In Christi resur., hom. i : PG 46, 601 C: «Isaac fué, como Cristo, hijo unigénito y a la vez cordero». S an J uan Crisòstomo , In I Cor., hom. 41, 4: PG 61, 361: «Entre súplicas nos acercamos al altar rogando al Cordero aue está encima de él». Más referen cias véanse en A. N aegle, Die Eucharistielehre des hl. Johannes Chrysostomus (Friburgo 1900) 153s.— Passio Andreae (L ipsiu s B onnet , Acta apost. apocrypha, II, X, p. 13s) : «Diariamente sacri fico al Dios omnipotente, imo y verdadero... un cordero Inmacu lado, que permanece íntegro y vivo después de haber comido su carne v bebido su sangre todo el pueblo creyente». 12 Ap. 5, 6 : «pv’ov iixr¡vM ¿>; 83»'*yo?vov; cf. Th . S chermann , Dir. allgemeine Kirchenordnung, II (Paderborn I9l5), 403-405, donde se ilustra desde este punto de vista el carácter sacrificai de la Eu caristía según la concepción de la Iglesia primitiva.
7.
«AGNUS DEI».
4 6 9 -4 7 1
1035
Sobre todo en la liturgia de los sirios occidentales encontra mos textos litúrgicos que, al menos en parte, datan de aquella época temprana y hablan del «Cordero de Dios que quita los pecados del mundo», refiriéndose nrecisamente al Sacramen to en el momento de la fracción1S. I nvocación a C risto víctima
470. De lo dicho se desprende que la invocación «Corde ro de Dios» no designa simplemente a Cristo, sino que le ca racteriza como victima, presente en la Eucaristía; no de otra manera que actualmente presenta el sacerdote la sagrada forma a los fieles antes de la comunión con las palabras Ecce agnus D el Y este modo de dirigirse a Cristo como víctima por nuestros pecados no desentona en el marco, observado con tanto rigor durante el primer milenio en la Iglesia de la ciu dad de Roma, de invocar en su oración exclusivamente a Dios Padre y ni siquiera dirigirse a Cristo glorificado, porque en el Agnus Dei no se trata de una oración sacerdotal en sentido estricto, sino de un elemento hímnico destinado en primer término para uso de la comunidad. Para fines semejantes había admitido la iglesia romana ya anteriormente el Kyríe eleison. H omenaje de adoración
471. El Agnus Dei es, pues, como un descanso entre la consagración y la comunión. Es un homenaje de adoración y a la vez de humilde súplica a aquel que está presente bajo las especies de pan y vino. En el fondo, se trata de algo pa recido a lo que ocurrirá quinientos años después cuando, a impulsos del creciente fervor eucarístico, se hacían cantar inmediatamente después de la consagración himnos a la sa grada forma que levantaba en alto el celebrante. Estos him nos, como el Ave verum corpas o el O salutaris hostia 14, no nacieron meramente por entusiasmo a la latinidad clásica, sino porque había entrado un nuevo concepto de la Eucaris tía. Es significativo, para poder relacionar internamente am ia C f . más arriba 425. J ungmann , Die Stellung Christi, 229s. La anáfora egipcia de San Gregorio, que hacia el siglo vi debió nacer en territorio siríaco (1. c,, 20Í), contiene entre la oración eucaristica y la comunión también una oración que empieza con la invocación del cordero de D ios: 73 o^ivóq -coD frsoú 6 aípow ry¡v á¡xaptía v tq 3 yóoixo'j (R enaudot, I [1847] 110). La misma invocación junto con el miserere nóbis, pero sin relación con la Eucaristía, se encuen tra ya mucho antes en el Gloria in excelsis, repitiéndose la invoca ción dos veces, de modo que se puede hablar de una especie de letanía que se encuentra en ambos sitios (cf. más arriba I, 452). Cf. más arriba 289. O . C a s e l p o n e d e r e l i e v e e s t a s d i f e r e n c i a s
en Jlí 7 XI027) 133.
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TR. II, P. II, SEC. II I.— LA COMUNIÓN
bos fenómenos de la historia de la liturgia, el que aquel movimiento reciente que llevó a la adoración del Sacramen to durante la elevación viera en el siglo x i i sus primeros co mienzos con iel Agnus D ei15. Era, por otra parte, un signo también de homenaje y reverente salutación durante el mis mo Agnus Dei el mantener el sacerdote elevadas sobre el cáliz ambas partes de la forma desde la fracción hasta la comu nión 16, o—según una costumbre muy difundida—, por lo me nos, el retener entre los dedos la partícula destinada a !a conmixtión durante el Agnus D e i17. Canto del clero
472. Según el Líber pontificalis, el Agnus Dei debía can tarlo el clero y el pueblo. Parece poco probable que fuese rezado también a los principios por el sacerdote, ni siquiera en sitios aislados. Las conjeturas que se aducen en favor de la sentencia contraria no resisten un examen detenido 18*. En la mayor parte de los sacramentarlos antiguos, que por lo común sólo contienen los textos destinados al sacerdote, fal15 Gf. más arriba 276 22. 18 Cf. más adelante 500. El que ee interprete de este modo la elevación continuada de la hostia en manos del celebrante, lo de muestra una frase de una fuente dominicana que nos comunica M a r t e n e , 1, 4, 9 , 4 (I, 420 B ) : Datum est Ordini nostro. u t in mis sa post Agnus Dei ante communionem tenerent fratres hostiam elevatam super calicem, u t sic adoraretur ab universo populo ta m auam verum Corpus et sanguis Christi. El misal de Wéstcninster fed. L e g g [HBS 5] 517) -contiene una oratio singulis dicenda que aquí pertenece y empieza: Ador amus sanctum corpus tuum. atque sanctum sanguinem tuum , Domine Jesu Christe, cuius effusione omnes redem pti sum us, tibí gloria... 17 Cf. más arriba 447. 18 Algunos manuscritos .del Gregoriano traen, a-1 final del ca non y después del Pax Domini, también el Agnus Dei ( B o t t e , 6 0 ) . Sin embargo, el sentido de esta cita puede también ser el mismo que el de la enumeración de las distintas partes del ordinario d-e la misa: introito, K = Ordo Rom. IV dice según M a b i l l o n (PL 78, 984; cf. 284): (...m os e s t) Dum confringit, Agnus Dei dicit (se. pontifex). Esta variante, sin embargo, que por atribuir únicamen te al papa el Agnus Dei se hace sospechosa, viene muy poco do cumentada. Según H i t t o r p (588), dice: ... mos est, diim ccntringunt. Interim vero dicitur Agnus Dei. En S t . B a l u c e (Capitularía regum Francorum, II [París 1677] 1368), el texto es como sigue: mos est dum confringunt et Agnus Dei dicunt. D. G e o r g i u s (De liturgia ROmani pontíficis, III [Roma 1744] 369) ofrece el mismo texto, lo mismo que G e r b e r t (Monumenta, n , 166). Así que segu ramente esta variante es la auténtica. Cf. en este mismo sentido también C a p e l l e , Le rite de la fraction; «Revue Bénéd.» (1941) 21. Más llama la atención el que, según Ordo Rom. I (n. 19: PL 78, 949), los oficiales áulicos deben rezar el Agnus Dei ya antes de la fracción; probablemente porque duran-te la misma están ocupa dos con las invitaciones.
7.
«AGNUS DEI».
471-473
1037
tu el Agnus Del, y esto hasta bien entrado el siglo x i ie. Sólo ii partir de esta fecha aparece en los sacraméntanos, y ya con todas las señales de que también lo rezaba el celebran te 1920. En cambio, los documentos más antiguos hablan mu chas veces expresamente del canto del pueblo o del clero que se encontraba en el presbiterio 21. Como es natural, el que principalmente cantaba el Agnus Dei fué el chorus, o, lo que os lo mismo, el clerus, y por eso se le menciona a veces ya en los primeros tiempos sólo a é l 22234. I ntervención de la «S ckola» y del pueblo
473. Cuando nos dice el primer Ordo Romanus que la Schola se encarga de la ejecución del Agnus Del, esto indica un avance propio de la gran liturgia pontifical. Con todo, tal noticia no quiere decir que la Schola cantase sola el Agnus Dei (como lo hizo poco después)2S, pues fácilmente pudo ser que la Schola lo entonaba solamente o que alternaba con el clero restante o el pueblo, al igual de las l e t a n í a s d e cuyo estilo participaba nuestro canto. Y, como en ellas, la comu 19 La Míssa Illyricaf por lo demás tan verbosa, no lo contiene
(M artene, 1, 4, IV [I, 515]); tampoco el ordinario d!e la misa de
Séeta (PL 78, 250). Ni lo menciona entre los textos que deben de cirse por el sacerdote el Micrologus c. 23 (PL 151, 995). Con todo, quedan también del siplo x i algunos ejemplos en los que el sacer dote reza el Agnus Dei (cf. arriba 447 48). 20 Cf. más adelante la nota 28.—En esto se nota cierta vacila ción, en asignar el lugar donde el sacerdote debe intercalar las pa labras que mientras tanto se habían convertido en canto de comu nión; en un sacramentario del centro de Italia del siglo xi sigue, p. ej., a la comunión del cáliz (E bner , 299).—D urando (IV, 52, 3) sólo trata de la diversa postura corporal en que se dice el Agnus Dei; algunos lo rezan manibus super altare depositis, puestas las manos sobre el altar; otros, manibus iunctis, parum super altare inclinati. Esta postura de humilde súplica pasó para el principio de la oración a las rúbricas del misal romano. Durando no menciona aún los golpes de pecho. Estos sólo aparecen en el Ordo Rom. X IV (hacia 1311) (n. 71: PL 78, 1190 C). 21 R emigio de A uxerre . Expositio (PL 101, 1270 D ) : In ter haec (ósculo de paz) cantatur ab ómnibus et cantaiido oratur dicentibus: Agnus Dei. Un sacramentario del centro de Italia de ñnes del siglo xi (E bner , 301): Interea... chorus sive alii circumsiantes aicanl Ag nus Dei tribus vicibus (S icardo de Cremona, Mitrale, III, 8: PL 213, 139). 23 Expositio <(Primum in ordiner, (s. ix ): PL 138, 1185s; H ildeberto de L e M ans , Versus; PL 171, 1192 B. Cí sacramentario de Ratoldo (f 986) (PL 78, 244 B ) ; annuente episcopo dicat cantor Agnus Dei. En una época algo posterior no se habla general mente más que del coro; véase, p. ej., J uan de A vranches, De off. eccl.: PL 147, 37 C; I nocencio III, De s. alt. mysterio, VI, 4: PL 217, 908; cf. D urando, IV, 52, 3s. 2* Ordo Rom., X I (s. xn). n. 40: PL 78, 1040; cf. Ordo Rom. V, n. 1 1 : PL 78, 990. 24 Cf. más arriba I, 430.— Cf. los datos del Capitulare y del Ordo de S. Amand (arriba la nota 2s).
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nidad pudo intervenir repitiendo o la invocación entera sólo la súplica miserere nobis25. Sea de ello lo que fuese, lo cierto es que, si no era en el culto estacional papal, el Agnus Dei lo cantaba generalmente el pueblo. Por eso su melodía más antigua, cantada aún en la actualidad en las misas fe riales o de Réquiem, es de las más sencillas. Sólo a partir ele los siglos x i-x n se empezaron a componer melodías nuevas y más complicadas26, señal de que el canto correspondía ya al coro27. Y poco después se oyen también noticias de que el sacerdote reza el Agnus Dei en el altar28. S e convierte e n canto de comunión
474. Pronto perdió el Agnus Dei su carácter primitivo, poco más o menos en los siglos i x y x , cuando se fué supri miendo la fracción. Pero hasta esta fecha aparece efectiva mente como canto de la fracción29. Sin embargo, en otros sitios lo encontramos ya en este siglo como canto que acom paña la p a z 3 0 o sencillamente como canto para la comu nión31. Si en épocas posteriores encontramos aisladamente
25 Una contestación responsorial al canto de la Schola por parte de los acólitos viene atestiguada expresamente por el Ordo de 8. Amand (véase arriba la nota 2), y de un modo parecido por el Ordo de la Semana Santa de Einsiedeln (D ttchesne, Origines, 504). 2« W agner, Einführung, I, 116; U rsprung , Die kath. Kirchen musik, 57. 27 Este, en parte, debió ser el caso ya en el siglo x, porque en él se encuentran los primeros tropos del Agnus Dei (B lume-B anni ster , Tropen des Missale, I [«Analecta Hymnica», 47] p. 373ss). 2* Liber usuum O. Cist. (poco después del 1119), c. 53: PL 166, 1426 C. Véase en Lebrun (Explication, I, 509s) un misal de Colonia del 1133 y otros misales de la misma época —Ordinarium o. P. de 1256 (G uerrini , 242) y el Liber Ordinarius de Lieja (V olk, 96): ade más del diácono y subdiácono, lo rezan también dos acólitos. Mere ce la atención la disposición del mismo Ordinarium O. P. (243s) de que mientras se canta el Agnus Dei no se dé la naz. 29 A malario, De eccl. off., c. 33: PL 105, 1 1 5 3 V alafrido E stra3Ón , De exord. et increm., c. 22: PL 114, 950; Ordo Rom. II, n. 13: PL 78, 975; Ordo Rom. I I I , n. 16: PL 78, 982. También en la redac ción antigua de la liturgia griega de San Pedro (C odrington , 136), e. e. hacia la mitad del siglo x en un modelo del centro de Italia (1. c., 106). 30 R abano M auro, De inst. oler., I, 33: PL 107, 324; F loro, De actione miss., c. 89s: PL 119, 71 C; R emigio de A uxerre, Expositio (PL 101, 1270). si Expositio «Quotiens contra se» (principio del siglo ix>. (PL 96, 1500 C ): inter communicandum; Expositio «Primum in ordinev (principio del siglo i x ) : PL 138, 1185 C; Expositio «Dominus vobiscumy>: PL 138, 1173 C; Ordo Rom. V, n. 11: PL 78, 990; Ordo Rom. VI, n. 13: PL 78, 994; redacción revisada de la liturgia de San Pedro (C odrington, 144, lín. 3; 153, lin. 15; 162, lín. 20; I vón de Chartres (t 1117), De conven. vet. et novi sacrif.: PL 162, 560 B* I nocencio III, De s. alt. mysterio, VI, 4: PL 217, 909: D urando, IV, 1.
1.
«AGNUS DEI».
4 7 3 -4 7 6
1039
un rito de fracción, ya no se da relación entre él y el Agnus Dei92. O bservaciones gramaticales
475. Por lo que se refiere al texto del canto formado con las palabras del testimonio de San Juan Bautista (Jn 1,29) extraña la forma gramatical del vocativo agnus. Menos res petuoso con la gramática de escuela, obedece, sin embargo, a una ley gramatical, que se observa en muchas lenguas, de tener como indeclinables las palabras de conceptos religio sos, y esto se debe seguramente a un sentimiento de religio sidad reverente3*. Además, en lugar del peccatum bíblico se pone el plural peccata, que realmente tiene el sentido áe peccatum 323435, y, como en otros casos, a la invocación se añade sólo una súplica, la que lo abarca todo: miserere nobis, pero que esta vez no está en griego, como en los kiries, sino en latín. E l número de re peticion es se u m it a
a tres
476. Originariamente se cantaba el Agnus Dei entero tan tas veces cuantas hiciera falta para llenar la pausa originada por la fracción. Es lo mismo que observamos ya en el Kyrie eleison, aunque aquí se alternaba con el Christe eleison3*. Cuando luego, al desaparecer con la fracción dicha pausa, no por eso se quería prescindir del Agnus Dei, se determinó que se repitiera ateniéndose al sagrado número de tres. Los primeros documentos aislados que lo atestiguan son del si glo r x M. Y así resultó un himno corto en palabras, pero de un contenido grandioso, comparable, por el ambiente en que se canta, con los himnos del Apocalipsis. El Cordero, que es 32 Este es el caso, p. ej., en el Ordo ecel. Lateran. (F is c h e r , 48): en los días de comunión, los sacerdotes deben partir las oblatas únicamente después del (primer) Agnus Dei. 33 Observación del profesor W. Havers. Cf. el vocativo Deus\ la palabra sancta, más arriba I, 85 11.—Como excepción, hemos en contrado más arriba I, 446 (5.) la forma agne D el “ Cf. Is 53,5.7. 35 Cf. I, 434. Cf. el cantantibus semper en el Ordo del Archicantor (arriba en la nota 3). 3ft Ordinario de la misa de Amiéns (segunda mitad del siglo ix) ed. L eroquais, en «Eph. Liturg.» (1927) 443.—Tal vez pertenezca a esta categoría ya el Ordo de la Semana Santa de Einsiedeln (D uchesne , Origines, 504) con las palabras algo enigmáticas: Et Agnus Dei cantal schola cantorum et respondent / / / i —tertio, ¿hasta tres ve ces?) acolythi stantes ad rugas tenentes scyphos... Más referencias de los siglos x y x i véanse en C odrington The Liturgy of St. Peter, 54.—Lo mismo en J uan de Avranches (De ojf. eccl.: PL 147. 37) se puede tratar solamente de una doble repetición, o sea de cantar el Agnus Dei tres veces.
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TR. II, P. II, SEC. II I.— LA COMUNIÓN
nuestra ofrenda y nuestro manjar y en el que ha tenido cum plimiento colmado la figura del cordero pascual del Antiguo Testamento, es el Cordero triunfal de la última época del mundo, que abre a la humanidad el libro de la vida; y así como en la Iglesia celestial a El van dirigidas las acciones de gracias de los elegidos, así suben a El también ahora las sú plicas de la comunidad de los redimidos que todavía peregri nan por la tierra. Todo esto resalta más aún si recordamos las alusiones simbólicas a la pasión y resurrección de Nues tro Señor contenidas en la fracción y conmixtión, como lo hacía la interpretación alegórica de la Edad Media. L as variantes de la pet ic ió n
477. El texto de la súplica rezaba primitivamente las tres veces sin variar miserere nóbis, como se hace todavía hoy en la iglesia de Letrán. Aisladamente en el siglo x 3 7 y con más frecuencia en el xi, se fué substituyendo la tercera repetición por el dona nóbis pacem 38, menos en el Jueves Santo39. El motivo principal de esta substitución hemos de buscarlo en que por aquella época el canto se unía al ósculo de p az40. Tiempos turbulentos que suspiraban por la paz, casi de con tinuo alterada, hicieron que esta innovación pasara a un texto fijo y definitivo41. Más aún: terminó por considerarse todo el Agnus Dei como súplica de paz, y con la petición de la paz exterior se unió el anhelo por la interior, expresado por la ceremonia del ósculo de p az42. Hasta se dió el caso de que se añadiesen al dona nóbis pacem oraciones especiales para 37 Tropos del Agnus Dei con la invocación final dona nóbis pa cem se encuentran en los troparios del siglo x de San Marcial, de Winchester y de Reichenau (B lume-B annister , Trapén des Missale, I, pp. 373 385 [n. 385 cód. A B C Y ; n. 419 cód. A], etc.). 38 L eroquais , I, 162 197 232.—I vón de C hartres ( t 1117), De con ven. vet et novi sacrifica: PL 162, 560 C.—Un ordinario de la misa del siglo x i de Bolonia y la redación georgia de la liturgia griega de San Pedro, que se deriva de la forma beneventana de la misa romana de fines del siglo x, tiene el dona nóbis pacem después del segundo Agnus Dei (C odrington , 54 162). 39 D urando , IV, 52 4.—Ejemplos posteriores véanse en F erreres , pp. x x x 178. La razón de suprimir la súplica por la paz, conforme lo demuestran las rúbricas de F erreres (1. c.), estaba en que allí no se daba la paz; cf. también G erbert, Vetus liturgia Alemannica, i, 381s. En el misal romano, la rúbrica Agnus Dei dicitur de more se dirige, sin duda, contra esta excepción. 40 Cf. más arriba 474. Véase el razonamiento en I nocencio III, De s. alt. mysterio, VI, 4 : PL 217, 908 D. 42 Cf. el misal de Remiremont (s. xn) (M artene, 1, 4, 9, 9 [433 C]), donde la oración del sacerdote al ósculo de paz se concibe como introducción al Agnus Dei. De las dos fórmulas que para ella se dan, termina la primera: ... et praesta ut cum fiducia audeamus dicere: Agnus D el
7.
«AGNUS
DEI»,
4 7 6 -4 7 8
1041
ulcánzar esta paz. Asi lo mandaba para aquel año el sínodo de Salzburgo del 128,1 43, y como un eco de la época de las cruzadas hemos de interpretar la oración por la liberación de Tierra Santa que encontramos en algunos documentos in gleses44. A esta primera'variante siguió pronto otra; en el siglo x i se substituyó en las misas de difuntos el miserere nobis por el dona eís réquiem, al que se añadió en la última repetición: sempitemam 45. M odo
de cantar el
«A g nu s D e i »
478. En una explicación de la misa, al tratar del Agnus Dei se manda que no se cante o rece continuo, sed interpó late ac seiunctim cum oratione interposita 46. Por eso se can taba muchas veces 47 después del Pax Domini sólo un Agnus Dei, como se hace todavía entre los cartujos48, y después de la comunión se hacia seguir la primera y segunda repetición. De este modo se convirtió el Agnus Dei aún más en canto de comunión, al que se hacía seguir como su continuación inme diata el versículo de comunión del propio. Esto resaltaba to 43 Can. 16 (M a nsi , XXIV. 402): durante este año se ha de rezar por el clero en todas las partes después del tercer Agnus Dei el salmo 3 con Pater noster, versículo y la oración Deus a quo sancta desideria. Cf. las oraciones parecidas que se debían intercalar de lante del embolismo más arriba 410s. 44 Un misal de Sarum (en M artene, 1, 4, 9, 5 [I, 421]) prescribe que se recen a prostratis los salmos 78.66.20 con preces y tres ora ciones. Algo semejante ordena un misal de St. Lambrecht de los siglos xiv-xv. pero ya para después del Pater noster (K ück , 50) Cf. más arriba 411. Oraciones semejantes después del Agnus Dei re gistra M artene (1. c.) de las iglesias francesas de la baja Edad Media. 43 J uan B eleth, Explicatio, c. 48: PL 202, 55. El dona eis réquiem sempiternam registra Leroquais (I, 162) en un sacramentarlo de Soissons (s. xi). 46 J uan B eleth Explicatio. c. 48: PL 202, 55 A. Parecida rúbrica la trae una fuente algo más antigua, a lo que parece, en M artene, 1, 4, 9, 4 [I, 419 E] : m ixtim cum privata oratione. El Líber ordina rias de Lie ja (V olk , 103) habla de un Pater noster quod a smguns dicitur inter primum et secundum Agnus. 47 Ordo eccl Lateran. (F ischer , 85s); cf. también la distribu ción en el misal de Remiremont (s. x n ) (M artene, 1, 4, 9, 9 [I, 423 C DI).—En la catedral de Tours, los clericulí debían entonar el (segundo) Agnus Dei (M artene, 1 , 4, XIX [I, 606 E ] ; cf. XXII [612 E]).—Según el ordinario de la misa del convento de Bec, el sacerdote reza entre el primero y segundo Agnus Dei la oración de la conmixtión (M artene, 1, 4, XXXVI El, 674 Cl). 48 Cf. M artene, 1, 4, 9, 4 (I, 419s); ibíd., I, 4, XXV (I, 634 D) Ordinarium Cart. (1932), c. 27, 14. También el celebrante dice el segundo y tercer Agnus Dei sólo después de la comunión (1. c., c. 27, 17).—Un vestigio se ha conservado en el rito de Lyón (B uenner , 256 281ss): se intercala el Venite populi después del primer Agnus Dei. Por cierto, hasta 1780 se cantaba en la liturgia no pontifical de Lyón sólo un Agnus Dei (B uenner , 280s)f
1042
TR- Ü, P. II. 8EC. III.— LA COMUNIÓN
davía más cuando a la comunión del celebrante seguía la de sus asistentes y la del pueblo '479. Lo mismo que los otros cantos del ordinario, el Ag nus Dei se vió entreverado de abundantes tropos, que nos permiten reconocer las ideas con que entonces se interpreta ba este canto 4950.
8.
Antiguos ritos de clausura antes de la comunión
480. Con el Agnus Dei termina en muchos sacramenta rlos de la alta Edad Media el ordinario de la misa, si no es que ya el Pax Domini se habla considerado como punto Anal; entre las oraciones sacerdotales quedaba por recitar única mente la poscomunión, pero como texto variable que era, no formaba ya parte del ordinario. P unto f in a l del canon prolongado .
481. Con ello, el Agnus Dei, según la concepción de aque lla época y de la que le siguió, era el verdadero final del canon y el momento transcendental en que el sacerdote salla otra vez del íntimo santuario de este acto augusto y sacrifical. Si tenemos en cuenta que durante largo tiempo no se podía empezar el Te igitur hasta que se hubiese cantado el Sanctus y el Benedictus, y prescindiendo de las fórmulas finales y el Pater noster que se cantaba por el sacerdote, el 49 Cf. más arriba 474. Ordo eccl Lateran. (F isciier , 86; cf. 12). Así también en el Ordo Rom. V, n. 11: PL 78, 990 A. 50 B lume-B annister , Tropen des Missale, I, pp. 373-405. Allí se encuentran 86 números, que constan generalmente de tres ver sos, muchas veces compuestos en hexámetros; en cada Agnus Dei se habla de intercalar entre la invocación y la súplica un verso. Por eso representan estos versos una amplificación de la invoca ción, de modo que se ponen de relieve propiedades y títulos hono ríficos de la divinidad y de la humanidad salvadora de Cristo. Un tropo muy divulgado en el siglo x decía; Agnus Dei... mundi. Qui patris in solio residens per saecula regnas —miserere nobis. Agnus Dei... mundi. Tu pax, tu pietas, bonitas, miseratio. Christe —miserere nobis. Agnus Dei... mundi. Singula dlscutiens cum sederis arbiter orbis —miserere nobis. (B lume, 374 [n. 386]). El ejemplo más primitivo se cita ya en la ex plicación de la misa que se basa en A malario, Missa pro multis. ed. H anssens , «Eph. Liturg.» Q930) 42: Qui resurrexisti, Agnus Dei consecratus et vivificatus.
8.
ANTIGUOS HITOS DE CLAUSURA.
478-482
1043
/I(¡mis Del era el primer canto que rompia de nuevo el silen cio del canon. El sinodo de Tréveris del 1549 se opone todavía
u que después de la consagración se canten cualesquiera an tífonas 1; aun el órgano debia enmudecer hasta el Agnus Dei y todos tenian que pensar en silencio en la pasión del Señor, de rodillas o postrados en tierra2. D espedida de los que no comulgaban
482. Pero todavia en un sentido mucho más concreto aúr el Agnus Dei era el final de la misa en los primeros tiempos. pues cuando comenzó a no comulgar en la misa la mayoris de los asistentes, la misa se consideraba prácticamente ter minada para ellos antes de la comunión. Por parte del clero, nadie pensó en invitar a estos fieles a que s»e quedasen para la comunión aunque no participasen en ella. Al contrario, en la liturgia galicana, por ejemplo, lá bendición solemne que sigu< al Pater noster se habia introducido precisamente para que fuese el punto final y la formal despedida de los que no co mulgaban 3. En Roma, aun con formas de despedida más so brias, se concebia en el fondo de la misma manera. En el si glo vi era ya costumbre antigua que el diácono antes de ¿a comunión dijese en voz alta Si quis non communicat, det locumt es decir, que exhortaba a los no comulgantes a que se retirasen4*, pues, dada la práctica romana de distribuir la co munión en la misma nave de la iglesia sin que los fieles se moviesen de sus sitios, dificilmente era posible otra solución. 1 Cf. también más arriba I, 167 121; I, 180 *7. 2 Can. 9 (H artzheim, VI, 600). 3 Cf. más arriba I, 292; II, 415. 4 S an G regorio M agno (Dial, II, 23: PL 66, 178s) cuenta en la vida de San Benito que dos monjas que, pese a la advertencia del Santo de prohibirles la comunión, no pudieron frenar su lengua, mu rieron en este estado. Habiendo sido enterradas en la iglesia, al guien las vió, cada vez que se ola el aviso del diácono, salir de la tumba y abandonar el templo. Este pasaje muchas veces se ha ex plicado mal, como si se tratara de una despedida de los penitentes (antes de la misa sacrifical); asi, p. ej., P. P robst, Díe abendlándische Messe vom 5.-8. Jahrhúndert (Münster 1896) 115. Tampoco la comparación con el aviso parecido : oí aaotvwvyjTot rsoircfT ^caTs, en T i moteo de A lejandría (f 385) (Responsa c a n ó n ic a V G 33, 1301 C), donde se trata de un aviso de despedida antes de empezar la Euca ristía, sirve para más que indicar un paralelismo exterior. El que en nuestro caso se trate de un aviso antes de la comunión a los que no comulgaban, lo demuestra la continuación del cuento: cuando luego San Benito ofreció para las dos monjas una oblación y después de ofrecerla a diácono iuxta morem clamatum est ut non communicantes ab ecclesia exirent, ya no se repitió el fenómeno misterioso (cf. J ungmann , Die lateinischen Bussriten, 23s). Este avi so se encuentra actualmente enumerado en el pontifical romano entre las obligaciones que tiene el exorcista. Aun no se ha aclarado la razón de atribuirlo a este grado (véase D e P u n iet , Le pontifical romain, X, 147a).
TE. II, P. II, SEC. II I.— LA COMUNIÓN
104 4
A n u n c io s
483. Fué también consecuencia natural de este proceder el que, a juzgar por otros documentos romanos de los siglos vu y v i i i , se diesen los anuncios del próximo culto estacional, de las fiestas de mártires o de ayunos y de otros asuntos ecle siásticos después diel Pax Domini, y esto o antes de empezar la comunión 5 o entre la comunión del celebrante y la de los fie le s 6, o sea antes del Agnus Dei, desde el momento en que el Agnus se convirtió en un canto de comunión 7. E spaña
en
vanguardia del c r it e r io
MÁS SEVERO
484. Para la comunión, lo mismo en Roma que en las Galias, se quedaban sólo los que realmente iban a comulgar. Donde primero aparecieron intentos por introducir una prác tica más severa, obligando aun a los no comulgantes a que esperasen el final de la misa, fué en España 8*. Esta costumbre 5 En el Gelasiano más reciente (M ohlberg , n. 1566) : Post haec commonenda est plebs pro ieiuniis primi, quarti, septimi et decimi mensis temporibus suis, sive pro scrutiniis vel aurium apertione sive orandum pro i?ifírmi$ vel ad nuntiandum natalicia sanctorum. Post haec communicat sacerdos cum ordinibus sacris et cum omni popu lo. Así también el Gelasiano antiguo (III, 16; W il s o n , 236), Cf. las referencias en M ahtene, 1, 4, 9, 7 [I, 422 Cl y en M ohlberg -M anz , n. .1566. La fórmula, aunque en la tradición franca pronto desapareció, se encuentra en el sacramentario de Reims, del siglo x (U. c h e valier, Sacramentaire et martyrologe de Vabbaye de S.-Remy; «Bi bliothèque liturg.» 7 [Paris 1900] 344s). 6 Capitulare eccl. ord. (S ilva-T arouca, 200) ; Ordo Rom. 1, n. 20 : PL 78, 946s ; Ordo Rom. JJ, n. 14 : PL 78, 975. Según estas fuentes, se dan los anuncios después de la fracción y el canto del Agnus Dei que la acompaña y después de la comunión del papa, pero antes de la comunión del clero y del pueblo.—El Breviarium (S ilva-T arou ca, 200) les hace preceder también la comunión de los clérigos; se gún el Ordo de S. Amand (D u chesn e , Origines, 482), se dan después de haber empezado ya la comunión.—El Ordo Rom. X I (s. x i i ) (nú mero 34: PL 78, 1038) dice que el subdiácono regionario anuncia la próxima estación ante communionem, entonándose a continuación el canto de la comunión. A los anuncios, según las tres fuentes mencionadas últimamente y también según el Ordo Rom. I (n. 20 ; S tapper , 29 ; falta en Mabillon), se contesta con el Deo gratias. 1 Según el orden de escrutinios del Clm. 6425 (s. xp, que corres ponde al Ordo Rom. VII, el anuncio de los escrutinios se debe ha cer en la misa del domingo ante Agnus Dei (véanse los datos que da H. M ayer en ZkTh, 38 [19.14] 372). En este caso, así como en el del Ordo Rom. X I, se trata, desde luego, de una costumbre pura mente formalista que ya no tenia actualidad; esto se ve e. o. en el Ordo eccl. Lateranensis (F isc h e r , 87, lin. 9), que data de la misma época, según el cual el anuncio de las fiestas se hace antes de la poscomunión. 8 El smodo iv de Toledo (633), can. 18 (M a nsi , X, 624), consigna una costumbre que se estaba formando; Nonnulli sacerdotes post
8.
ANTIGUOS RITOS DE CLAUSURA.
483-484
1045
se impuso luego en el imperio franco con ocasión de la gran reforma litúrgica por la que se introdujo el rito romano. En los sacramentarlos gelasianos, que desde fines del siglo vil substituyen a los galicanos, faltan el texto y la rúbrica refe rentes a la bendición acostumbrada en las Oalias después del P a ter n o ste r; en cambio, se manda rezar muchos días una oratio su p e r p o p u lu m después de la poscomunión y hasta se pone después del canon de la misa, bajo el título de íte m b en ed ictio n es su p e r p o p u lu m , una selección de fórmulas de ben dición 9. Como no se atrevieron a seguir dando las antiguas bendiciones de rito galicano después del P a te r n o ste r sino sólo en la misa pontifical10, comprendemos que echasen mano ávidamente de las nuevas bendiciones del final de la misa. Por otra parte, como seguía en vigor la antigua ley de esperar todos los fieles a que se les diese la bendición, resultó que en el nuevo orden romano se les exigiera la asistencia hasta des pués de la comunión. Este modo de ver arraigó tan fuerte en el transcurso de un siglo, que con el paso definitivo al sacra mentarlo gregoriano (785) ya no se abandonó, aunque no se encontrase ya en él la oración su p er p o p u lu m fuera de los formularios de cuaresma 11. dictam orationem dominicam statim communieant et postea benedictionem in populo dant, y la prohíbe.
• M ohlberg , n. 1569-1581. Véase para los manuscritos afines el sinóptico de manz (1. c., p. 339) y las demás referencias en D e P u n ie t , Le pontifical de Oellone (separata de «Eph. Liturg..» [1934-1938] 216s*).
cuadro
i® Una parte de los manuscritos del Oelasiano más reciente con tienen ya otro apéndice de benedictiones episcopales super populum detrás de las fórmulas gelasianas, que, en parte, tienen carácter ga licano (D e P u n ie t , 218*-236*). Cf. más arriba 416. 11 El nombre de benedictio super populum pasó ahora a aplicar se a la poscomunión. Así ya en la Expositio aPrimum in ordine» (PL 138, ,1186), si no es que bajo este nombre se esconde la supervi vencia de la oratio super populum. Véase de todos modos el Ordo Angilberti (B is h o p , Litúrgica histórica, 323), que es de la misma época: todos los que comulgan deben asistir a benedictionem sive completionem missae '(la poscomunión se llama en el Gregoriano generalmente Ad complendum. Tal vez hay que presuponer este fon do gregoriano, y con él el mismo modo de hablar, también en la disposición de la Admonitio generalis de Carlomagno, del 789, c. 71 (MGH Cap., I, 59): ut non exeant ante completionem beneaictioms sacerdotalis; también en la colección de capitulares de Ansegiso (I, 67 [MGH Cap., I, 403]).—A mal ario (De eccl off., III, 36s: PL 105, 1155s) llama la poscomunión ultim a benedictio y la oratio super po pulum de la cuaresma ulterior ultim a benedictio. La misma de nominación de la poscomunión en H abano M auro , De inst. cler., c. 33: PL 107, 324; ibíd., Additio de missa (326); V alafrido E stra bón , De exord. et increm., c. 22: PL 114, 951.—Según lo dicho más arriba, no es necesario, refiriéndose a esta nueva denominación de la poscomunión por los liturgistas carolingios, hablar con J. L echner (Der schlussegen des Priesters in der h l Messe: «Festschrift BJ. Eichmann» [Paderbom 1940] 676ss) de una «interpretación arreglada ad hoc» (677) y de una «exégesis docta y artificial» (879), que tenia
1046
TR. II, P. II, SEC. II I.— LA COMUNIÓN
9,
La comunión d e l sacerdote. Oraciones preparatorias
C ostum bre y o rden de comulgar s e g ú n DOCUMENTOS MÁS ANTIGUOS
los
485. En los primeros tiempos de la Iglesia, el sagrado con vite, el BeiTcvov xopioxov, atraía el centro de la atención en la celebración eucaristica. Natural era que todos ansiasen parti cipar activamente en el sacramento. Esto era todavía en tiempos de San Justino tan evidente, que los diáconos, según lo indica en sus dos relatos, llevaban la Eucaristía incluso a los que no podían asistir a la función *l. Por lo que registran documentos un poco posteriores, se guardaba en la comunión un orden establecido de antemano: primero comulgaba el que presidia la asamblea, obispo o sim ple^ presbítero, «para que quedase patente que él ha ofrecido el sacrificio por todos según el orden fijo del ministerio sacer dotal» 2; luego viene el resto del clero, por orden de su digni dad, y, finalmente, el pueblo3. En
e l culto est a c io n a l
480. Según los Ordines Ro?nani más antiguos, la comu nión de los fieles venía a ser el acto final del culto, por lo me nos del culto estacional; de este modo correspondía en su con cepción y realización en todo a la entrega de las ofrendas que la comunidad presentaba al principio de la misa. Primero comulgaba el papa comiendo el pan sagrado y bebiendo el cá liz que le ofrecía el archidiácono. Luego repartía el cuerpo de Cristo a los obispos y sacerdotes, y para dar la comunión a los fieles se dirigía primero a los varones nobles, seguido del ur ánicamente el fin de poderse aprovechar de las disposiciones sinodales del siglo vi sobre la asistencia hasta a la bendición para dar más autoridad a las nuevas prescripciones sobre la asistencia a misa hasta el final. La denominación nueva de la poscomunión como benedictio fué en el intermedio gelasiano tanto más obvia, cuanto que entonces se observaba en todas las oraciones sacerdota les la misma postura corporal de inclinación que en las bendicione; (cf. más arriba I, 472; II, 173). 1 Cf. más arriba I, 19 y 20. 2 T eodoro de M opsuestia , S em o n e s catech., VI (R ü c ker , 36). 3 Véase la enumeración en Const. Ap., VIII, 13, 14 (Quastf.n M on ., 230): sacerdotes, diáconos, subdiáconos, lectores, cantón-.;. m on jes
(«ax^xaO d la ca n isa s, vírg en es, viudas» n iñ o s, pueblo.
6.
ORACIONES PREPARATORIAS DEL SACERDOTE.
485-468
1047
ohidiácono, que llevaba el cáliz, pasando luego a las señoras4, y después de comulgar algunas de ellas volvía otra vez al altar. C o r r e s p o n d e n c ia
e n t r e o ferto rio
y
co m u n ió n
487. Al desaparecer más tarde casi por completo la co munión de los fieles en la liturgia del imperio franco, toda la atención se fija en la del sacerdote, de tal modo que por mu cho tiempo sólo ella se considera prácticamente como parte de la liturgia. Reglamentan su ceremonial, añadiéndole más oraciones que el sacerdote debe rezar en voz baja. También aquí dicha evolución sigue una dirección paralela a la del ofertorio. Pero ni en la comunión ni en el ofertorio se altera esencialmente el plan primitivo, que todavía en la actualidad se puede distinguir claramente. Allí la actuación oferente d*e la comunidad se ha conser vado en el canto del ofertorio formado alrededor de ella y se termina con la oratio super oblata; aquí el canto que acom paña a la comunión del pueblo se ha salvado a través de to dos los vaivenes de la historia, y la poscomunión, que corres ponde a la oratio super oblata, aun hoy, y tal vez hoy más que nunca, es una verdadera oración de la comunidad que cierra el rito de la comunión. E s p e c ia l m e n t e e n el grupo ORACIONES PRIVADAS
de
488. Actualmente se inicia la comunión del sacerdote con dos plegarias algo más largas en forma de oraciones sacer dotales que siguen a la oración de la paz, y llevan tras de sí una serie de breves fórmulas que se continúan después de la sunción del sanguis. Este grupo de oraciones que se dicen en voz baja, lo mismo que sus correspondientes del ofertorio, se añadieron a la liturgia romana en territorio que perteneció antes al rito galicano. Y, lo mismo que aquéllas, deben consi derarse como brotes que nacieron de las raíces todavía vivas de la abandonada liturgia galicana. En grado aún mayor que las del ofertorio, son oraciones privadas, como se ve por su redacción en primera persona del singular. Además, como ve remos más tarde, todas estas oraciones estaban destinadas primitivamente a servir además a la devoción del resto de los
4 Ordo Rom. I, n. 19s: PL 78, 949s. Como distinción especial si gue en último lugar en la cátedra del papa la comunión de los clé rigos regionarios y de ciertos curiales.
1048
TR. II, P. II, SEC. III.— LA COMUNIÓN
comulgantes5. Este fenómeno no tiene
r ed a ccio n es
C h r is t e
del
«D o m in e I esu
f il i»
489. Una vez más encontramos los textos más antiguos de tales oraciones en el sacramentarlo de Amiéns, perteneciente al siglo ix. Ofrece dos oraciones preparatorias, de las que la primera es la que actualmente se usa en primer lugar: Domi ne lesu Christe, fili Dei v iv í89. Pero esto no quiere decir que en aquel sacramentarlo tuviéramos la fuente de las oracio nes posteriores, pues en el pasaje citado esta primera oración ofrece ya una variante aislada ®, y la otra, a lo que parece, ya no vuelve a aparecer en toda la tradición posterior 10. Se trata, por lo tanto, sencillamente de un ejemplo entre muchos.
5 Véase más adelante 527 584ss. 6 B aumstark, Die Messe im Morgenland, 163. 7 Así, p. ej., nuestra primera oración Domine lesu Christe tiene en el misal de Sarum del siglo x i i i (L egg . The Sarum Missal, 226s) la conclusión galicana: Salvator mundx iyii vivís... En el misal de Lúea (s. xi) (E bner , 305) se incluye el s^ivator m undi en la invo cación. Otros ejemplos véanse más adelante en las notas 11 y 14.—En las fórmulas finales que tienen actualmente las oraciones de la co munión es notable observar cómo reflejan todavía la elasticidad de expresión de la alta Edad Media, mientras que, según la norma más reciente, debían tener la siguiente redacción: Qui vivis et reg~ ñas in saecula saeculorum (aumentada a lo sumo por una ampliación trinitaria, como la segunda oración). • Leroquajs, en «Eph. Liturg.» (1927) 444; sacramentarlo de Le Mans (asimismo del siglo rx) (L eroquais, Les sacram entales, I, 30). 9 A saber, después del fac me, la invocación intercalada Domine Deus meus.—La oración coincide, por lo demás, con el texto actual en su primera mitad; la continuación tiene en las fórmulas más antiguas generalmente el mismo texto que en el sacramentarlo de Ratoldo (PL 78, 244) : ... per hoc sacrum Corpus et sanguinem tuum a cunctis iniquitatihus et universis malis meis, et fac me tuis oboedire praeceptis et a te nunquam in perpetuum separari. Qui cum Paire. 10 Da m ihi Domine peccatori..., afín a la actual oración Perceptio.
9.
ORACIONES PREPARATORIAS DEL SACERDOTE.
488-492
1049
V DEL «PERCEPTIO»
490. También nuestra segunda oración Percevtio la en contramos en el siglo x e igualmente en el nordeste del im perio carolingio ll, donde precede dos veces a la fórmula ge mela ya citada. A diferencia de la primera, pero en consonan cia con la oración actual, en ella sólo se nabla del cuerpo del Señor12, razón por la cual en épocas posteriores se convirtió en oración preferida para la comunión bajo una sola especie del Viernes Santo. O tras fórmulas
491. Con frecuencia hallamos estas dos fórmulas acompa ñadas de una tercera, dirigida a Dios Padre, como en el sa cramentario de Fulda. A veces sustituye ésta a las otras. Por cierto, la primera vez que la encontramos no se nos presenta como oración litúrgica, sino privada 13. Domine. sánete Pater, omnipotens aeterne Deus. da m ihi corpus et sanguinem Christi filit tui Domini nostri ita sume re. ut merear per hoc remissionem peccatorum accipere et tuo Sancto Spiritu replerì. Quìa tu es Deus et in te est Deus et praeter te non est alius, cuius regnum permanet in saecula saeculorum
492. Aparecen todavía acá y allá otras oraciones prepara torias. sin que alcancen mayor difusión. Algunas de ellas, lo 11 Sacramemario de Fulda (R ich ter -S chönfelder , n. 24), con la variante Perpectio corporis et sanguinis tui y la conclusión galica na te donante qui (sacramentario de Ratoldo de Corbie : PL 78. 244). 12 La añadidura de et sanguinis como en el sacramentario de Fulda (y en el de Corbie) se encuentra a veces también posterior mente : así. p. ej., como aditamento en el sacramentario de la ca pilla papal de los siglos xm-xiv (B r in k t r in e , en «Eph. Liturg.» [1937] 207); en el misal de Riga (añadidura del siglo xv (V. B r u i n in g k . 87). 13 Se encuentra por vez primera en el devocionario de Carlos el Calvo ( t 877), ed. F el . N inguarda (1583) 115s. n En el siglo ix también en un sacramentario de Tours (L ero quais I. 49' En el sigo x en los sacraméntanos de Fulda (R ic h ter S chönfelder . n. 26), Chartres (L eroqtjais, I. 76), de Ratoldo (P L 78, 245). La fórmula, en la que varia mucho su conclusión galicana (Quia tu...), estaba muy difundida todavía en la baja Edad Media; se encuentra, p. ej., en todos los ordinarios de la Normandia e In glaterra (M artene , 1 , 4. XXVI-XXVIII XXXV [I, 638 641 645 669] ; L ego . Tracts. 14s 66 226). Con una redacción amplificada figura en dos conjuntos de oraciones preparatorias para la comunión de Montecasino hacia fines del siglo xi (ed. A. W ilmart , Priéres pour la communion en deux psautiers du Mont-Cassin; «Eph. Liturg.», 43 [1929] 323-326); cf. F íala, 213,
1050
TR. II, P. II, SEC. III.— LA COMUNIÓN
mismo que las ya mencionadas, están concebidas como hu mildes súplicas15; otras tienen un carácter hím nico16. 15 Prescindiendo de textos más breves, que están redactados en forma de píos anhelos, pertenecen aquí: una fórmula Da m ihi Do mine corpus, con el ruego de una comunión digna ahora y en la hora de la muerte, en el sacramentarlo del final del siglo x de S. T hierry (M artene, j , 4, X [I, 551 DI).—Una fórmula Fiat mihi obsecro Domine, que corresponde al Preceptio, e. o. en la Missa Illyrica (M artene, 1, 4, IV [I, 515 D ] ; cf. 1. c., XV [I, 593 E ]).— Una fórmu la Praesta m ihi peccatori misericors Christe, con el ruego por una comunión fructífera, en el sacramenta-río de Subiaco del año 1075 (E bner , 339).—En ordinarios del centro de Italia se encuentran ha cia los siglos x i -x ii fórmulas que empiezan: Domine lesu Christe propitius esto m ihi peccatori et ne respidas, y la petición de que la comunión no traiga la condenación (E bner , 331; cf. 101 103 183 341 346 348). Lo mismo como oración privada en un ordinario de la comunión de Montecasino (W ilmart [cf. la nota anterior] 336). De forma semejante, con otra continuación {...esto peccatis meis per assumptionem corporis...), en el misal de Remiremont (s. xn) (M ar tene , 1, 4, 9, 9 [I, 4241); también en un misal de Vorau del siglo xv (Kóck, 134); se trata de una poscomunión del sacramentarlo de Pulda (R ichter -S chónfelder, n. 2185). Ebner registra de un misal italiano todavía una fórmula qué empieza Domine I. C. Fili Dei ne indignum me iudices (189), y otra: Domine I. C. qui xn coena (256). Con frecuencia se encuentran también fórmulas más largas que empiezan Domine non sum dignus (véase más adelante 508). Dos misales de Tortosa (ss. xv y xvi) contienen una oración Domi ne lesu christi Fili Dei vivi, pone passionem tuam, crucem et mortem tuam Ínter iudicium tuum et animan meam, siguiéndose peti ciones por sí mismo y otros (F erreres, 186) ; la oración recuerda la Admonitio morienti de S an Anselmo (PL 158, 687). Misales ingleses ofrecen una oración durante la cual el sacerdote mantiene la sa grada forma en sus m anos: Deus Pater, fons et oñgo totius bonitatis, qui... Unigenitum tuum ... carnem sumere voluistl, quam ego hic in manibus meis teneo... (M artene, I, 4, XXXV [I, 670 B l; L egg , Tracts, 15 227; F erreres, 187 188; M askell, 174). Allí mismo, pero también en Francia, hay una oración de ofrecimiento del cuerpo y la sangre de Cristo por las almas del purgatorio y .por los propios pecados: Agimus tibi Patri gratias (M artene, I, 4, 9, 9 [I, 426 B ] ; L egg , The Sarum Missal, 227 ; I d., Missale Westmunusteriense [HBS 5] 519. Como añadidura de los siglos xii-xm en el misal de San Vicente (F íala, 217 224). Más oraciones de comunión, entre las que hay también dos apologías, se encuentran en un misal premonstratense del siglo xiv de Chotieschau, del que más ade lanté referirá Lentze (la obra no ha salido aún). Pero ya el sa cramentarlo de Boldau (hacia 1195) contiene tres oraciones prepa ratorias bastante extensas a continuación de su ordinario de la misa que, a lo que parece, están aisladas (ed. K. K niewald : Theologia, 6 [Budapest 1939] 25s). 16 Prescindiendo otra vez de las breves salutaciones que nos ocu parán más tarde, estas fórmulos hímnicas las encontramos sobre todo, aunque no exclusivamente, en misales estirios. Según los or dinarios de Seckau (ss. xn y xiv), el sacerdote decía *. Gloria aeterno Patri et Agno mitissimo qui frequenter immolatur permanetque integer... (K óck . 127 129; cf. 53 128 133), en combinación con la ablu ción.—Un misal de St. Lambrecht (ss. xiv y xv) ofrece en este mis mo sitio una oración compuesta de cinco hexámetros que empieza: Te veneranda caro, a la que siguen otras creaciones exclusivas de este misal (K óck , 130).—Otro de Vorau (ss. xiv y xv) (K óck , 133; confróntese 79) tiene inmediatamente después de la comunión los
9.
ORACIONES PREPARATORIAS DEL SACERDOTE.
4 9 2 -4 9 3
1061
LOl. CRITERIO DE BERNOLDO
493. Por cierto hay misales del siglo x 1 7 y aun del xi que no contienen ninguna de estas nuevas oraciones16. Por otra parte, afirma Bernoldo de Constanza (hacia 1090) que algu nos sacerdotes dicen muchas oraciones al dar el ósculo de paz y a la comunión, pero con otros defensores de la tradi ción antigua aboga por que en estas oraciones privadas, que no se usan ex ordine sed ex religiosorum traditione, se pro cure la mayor brevedad, contentándose con la única oración Domine Iesu Christe, qui ex volúntate Patris lé, que debe re zarse con el cuerpo inclinado. Efectivamente, esta oración aparece no raras veces sola20, y de su popularidad dan fe las diversas variantes que de ella se encuentran 21. himnos O vere digna hostia y O salutaris hostia. Otro hace rezar antes de la comunión el Anima Christi (s. xv) (K öck , 76 132). Una redacción ampliada del mismo, del siglo xv, en un misal de Cambrai (W ilmart , Auteurs spirituels, 21s). Un misal del siglo x m del convento de Schlägl (Cpl. 47/1), prescribe antes de la comunión el himno Iesu nostra redemptio (M. J. van W aefelghem en Anaiecies de VOrdre de Prémontré [1912] p. 140), que se usaba todavia en la época final de la liturgia particular premonstratense, juntamente con más estrofas de himnos y diversas citas de la Escritura para des pués de la comunión (véanse las referencias en Lenze; cf. nota anterior).—El ordinario del convento Bec (M artene 1, 4, XXXVI [I, 674]), ofrece al sacerdote pro animi desiderio el himno Ave verum Corpus y una oración algo más larga: O pañis angelorum.—El misal de Ratisbona, de hacia 1500, presenta el distico Ave Salus m undi (B eck , 270; cf. más arriba 288). El mismo con el principio Ave salus m undi, en el Ordinale de los carmelitas de 1312 (Z im mermann , 83); cf. también el misal de los carmelitas de 1663 (F erreres , 187). En un misal de Passau del siglo xiv empieza una oración; Salve rex Jabricator m undi, al que sigue el arriba mencionado O vera digna hostia (R adó, 102). Un misal del siglo xiv de Gerona hace rezar al sacerdote: Adoro te Domine I. C... quem credo sub hac specie quam teneo sive video (F erreres , p. xlvi). 17 L eroquais , I, 66 72 84 90. 18 Del siglo xi cf. L eroquais , I, 106 108 120 127; E bner , 7 53 65 105, ette. Incluso algunos manuscritos del siglo x ii cierran el ordi nario de la misa con el Fiat commixtio o el Agnus Dei (E bner 36 89, etc.).—Un misal de Admont del siglo xm que termina el ordi nario con el Agnus Dei (véase en K öck , 3). i« B ernoldo , Micrologus, c. 18: PL 151, 989; cf. c. 23.—Con seme jante reserva habla también S icardo de C remona (+ 1215), / M itrale, III, 8: PL 213, 141s). D urando (f 1296) (IV, 54, 10), acostumbrado, por lo demás, a explicar detalladamente cada una de las palabras, no se ocupa con las oraciones preparatorias, sin duda por conside rarlas como cosa de devoción privada. Cf. S olch Hugo, 138s. 20 Misal de Montecasino (ss. x i -x i i ) (E bner , 310); sacramen tarlo de Módena (antes de 1173) (M uratori, I, 94); Oramarium O. P. de 1256 (G u e r r in i , 244) y Liber Ordinarius de Lieja (V olk , 96); ordinario de los cartujos (L egg , Tracts, 102; cf. M artene , 1, 4, XXV [I, 634 C]) y aun posteriormente, p. ej., Missale Cart. (1713) 222; también en un Missale itinerantium, de Colonia 1505 (B eck , 337). 21 Tres de las que una con oraciones por los difuntos y otra con súplicas por los vivos se encuentran en el misal de Fécamp, hacia 1400 (M artene , 1, 4, XXVII [£ 641s]).
TR. II, p. n , SEC III.— LA COMUNIÓN
1052
P revalece
la te n d en c ia
contraria
494. Pero iba prevaleciendo la tendencia a aumentar ta les oraciones. Algunos proponían que primero se rezase una oración a Dios Padre., luego otra al Hijo 2a, y, finalmente, se gún otros, se debía añadir una oración al Espíritu Santo o por lo menos una para pedir la gracia del Espíritu Santo22*2425. Hubo quienes opinaban que inmediatamente antes de la co munión -era el sitio en que cada uno podia satisfacer con en tera libertad su devoción privada. Esta tesis se defiende y se practica todavía en el siglo x v i 23. En los ordinarios de la misa procedentes de la Italia central, cuyos monasterios habían to mado al parecer sus oraciones de las fundaciones hermanas del norte, aparecen Juntas desde el siglo xi con regularidad creciente las dos oraciones, que se dicen actualmente, de modo que ya se dibuja el orden en que s»e dirán más tarde, si bien con alguna frecuencia la primera, Domine lesu Christe, apa 22 Este ordinario se encuentra con frecuencia en misales del norte de Francia y de Inglaterra; asi ya en el misal de Roberto de Jumiéges, del siglo xi (ed. W ilson [HBS 11] 47s). Asimismo pos teriormente (véase L egg , Tracts, 15 48 66 227; M artene , 1, 4, XXVIXXVIII [I, 638 641 645]; Cf. ibíd., 1, 4, 9, 9 [I, 425 C]). 22 Tal oración (Domine Sánete Spiritus j se ha conservado en tres ordinarios de conventos del sur de Italia (E bner , 348 157; F ía la, 214). En el segundo y tercer caso (misal del siglo xv de Monte Vergine; misal del siglo xn de San Vicente), asi como en el con junto de oraciones preparatorias de la comunión del final del si glo xi de Montecasino (ed. W ilmart , en «Eph. Liturg.» [1929] 326), sigue efectivamente a las dos oraciones dirigidas al Padre y al Hijo. Lo esencial de la fórmula se atribuye por Wilmart (328) a S an P e dro D amiano (PL 145, 922 C). En el misal de Monte Vergine y en la segunda redacción del mencionado conjunto de oraciones prepara torias para la comunión (1. c., 326s) siguen también después de la comunión sendas oraciones a cada una de las tres personas divinas. 24 H ugo de S. C her (Tract. super missam [ed. S ólch. 49s]) a tes tigua que algunos rezan en este sitio, para com pletar la serie tri nitaria. la oración Adsit nobis, quaesumus Domine, virtus Spiritus Sancti o el Veni Sánete Spiritus. El no lo recom ienda. Cf. S ólch,
Hugo, 139-142.
25 I od. C lichtoveus ( i 1543) ( Elucidatorium [Basiiea 1517] 150) comenta las oraciones Domine lesu Christe y Perceptio, y añade luego: Alii vero (quisque pro more suae ecclesiae) alias orationes secundum devotionis suae aftectum et recle quidem dicunt.—San Francisco Javier solía intercalar en este sitio una oración oor la conversión de los paganos (Monumenta xaveriana, i, p. 930* [Ma drid 1900]). Más riguroso es J uan B echofen (hacia 1500). que no permite la adición de tales oraciones smo con la condición de que no se digan vocaliter, sino sólo mentaliter (F ranz , Die Messe 594s) También Ludovico C iconiolano (Directonum div. oft [Roma 1539]; L egg , Tracts, 211) intercala después del Domine non sum dignus una ora ción que por lo visto no se repite en otros misales (Domine lesu Christe, da m ihi...), y que el sacerdote debe rezar submtssa vocc vel potius mente.
9.
ORACIONES PREPARATORIAS DEL SACERDOTE.
4 94-496
1053
rece después de la comunión -6; y aun a veces la fórmula Perceptio2T. 495. Se refleja aquí una actitud hacia el Santísimo Sacra mento, predominante en la Edad Media, que se preocupa me nos de la preparación del alma que de la petición del mayor fruto posible del opus operatum 2S. A fines del siglo x i apa recen en Italia las dos fórmulas, alguna que otra vez, con el mismo orden actual2». Aisladamente se le encuentra incluso fuera de Italia ya antes de la reforma de Pío V 3U. P repa r ació n in m e d ia t a ; v is ió n C r is t o g lo rifica d o
de
496. A partir de entonces, las dos oraciones se ponen como preparación inmediata para recibir el Santísimo Sacra mento. Como preparación, prescindiendo de la misa, suprema oración eucarística, se debe considerar ya la oración domini cal, en la que pedimos al Padre celestial iel pan sagrado. En estas oraciones de preparación más inmediata dirigimos la oración a Cristo de un modo muy propio de oración litúrgica; nunca se pierde en ellas de vista que el sacramento tiene un marcado carácter de don celeste. Con otras palabras: la ora ción no se dirige propiamente a Cristo, presente en la forma, sino al que en la gloria del cielo «vive y reina», y que nos ha de libertar de nuestros pecados y miserias «por medio de este su santísimo cuerpo y sangre». El pensamiento del Cristo de los cielos, es decir, de su modo de ser en aquellas mansiones, predomina de tal modo, que ni la misma proximidad del Sa cramento es capaz de nublarlo. Esta proximidad se había en salzado ya una vez en el Agnus Del; pero, al contrario de la devoción popular que surge a partir de la baja Edad Media, reflejada, por ejemplo, en el libro iv de la Imitación de Cristo2678930 26 E bner , 5 20 101 102 305 311 331 334 339 349; cf. 157s.—Así, más o menos, también en ordinarios más antiguos fuera de Italia; p. ej., M artene , 1, 4, IV V VIII XIII XV (I, 516 528 541 579 594). Referencias de Leroquais, véanse en E i Se n h o fer , II, 212. 27 Cf., sin embargo, ordinarios más antiguos y más recientes de Francia y del Rin (M artene , 1, 4, VIII XVII XXVI XXVIII XXXIIs [I, 541 602 638 645 657 661]; L eroquais , I, 140 186 197, etc.—Más arriba (462 50) se ha anotado que, por otra parte, se encuentran oraciones peparatorias con frecuencia ya antes del ósculo de paz y sus oraciones correspondientes. 28 Por cierto, G ih r (668) con razón llama la atención sobre el hecho de que la oración Domine iesu Christe está redactada en términos tan generales (per hoc sacrosanctum corpus..?), que no debe relacionarse exclusivamente con la comunión, sino que se pue de interpretar también como petición de los frutos del sacrificio. 29 E bner , 299 317 355; ordinario de la misa de Juan Burcardo (L egg , Tracts, 162s). 30 O rd in a rio d e la m is a Indutus planeta (L egg , 187); m is a l de F re isin g d e 1520 (B eck , 309).
TR. II, P. II , SEC. III.— LA COMUNIÓN
1054
y -en la literatura posterior de los devocionarios, en las ora ciones de la misa no se fija en este aspecto particular del mis terio de Cristo que considera la comunión como la visita del Señor31, sino que se mantiene la idea sintética del conjunto de este misterio y no se abandona ni siquiera en el momento de la comunión32. C o m e n t a r io
al
«D o m in e I. C.
f il i»
497. Esta síntesis de la obra entera de nuestra redención se desarrolla en la primera fórmula preparatoria de la comu nión, Domine lesu Christe, de. una manera magistral en po cas palabras. Se ha dicho con razón que en esta oración se resume toda una teología. Podemos decir también que en ella vuelven a recogerse los grandes pensamientos de la anámesis. Una vez más, representamos ante nuestro espíritu la imagen de aquel cuyo cuerpo y sangre será ahora nuestro alimento. Levantamos en primer lugar la mirada a Cristo, a quien en este solemne instante llamamos con San Pedro «Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Luego resumimos la obra grandiosa de la renovación del mundo, que se quiere continuar ahora con la presente comunión sacramental en una de sus últimas conse cuencias, y recordamos los comienzos de la misma en los de signios misericordiosos del Padre celestial33 y su realización en la obediencia hasta la muerte del Hijo, así como su coro namiento en la obra del Espíritu Santo. Importantísima es también la petición que dirigimos al Señor con la confianza en la virtud de su sacratísimo cuerpo y sangre, que El nos ha dado como sacrificio y ahora nos va a regalar como manjar: la liberación de todo pecado, la fidelidad a sus mandamien tos y—la misma petición que en el momento da la consagra ción—la perseverancia final, para que nunca nos separemos de El. Todo el orden teológico del mundo concebido por el cristianismo resplandece a grandes rasgos en esta oración. 31 Un ejemplo temprano de este modo de considerar la comu nión ofrece ya A malario . Ep. ad. Guntrad.: PL 105, 1339. 32 Sin embargo, cierta disposición para dar este paso se nota en muchos misales medievales. Así, p. ej., cuando en un texto de hacia 1100 se califica la oración Domine lesu Christe como oración de San Agustín ad Filium quem ante se tenet (M artene , 1, 4, 9, 9 [I, 425 C]). De la costumbre de tener el Sacramento en las manos mientras se decían estas oraciones, ya se dió cuenta más arriba, 471. Con todo, la mentalidad que le ha inspirado, no es necesaria mente idéntica con ésta, como prueba la oración Deus pater fons, citada en la nota 15. Su fin principal es concentrar intensamente la atención sobre el Sacramento, lo cual ciertamente es también el fin de la rúbrica del misal romano Ritus serv. (X, 3), que manda rezar las oraciones siguientes al Agnus Dei oculis ad sacramenuum intentis. Cf. el comentario a la prescripción similar para el Pater noster más arriba, 40876. 33 cf. Ef 1,5.9.11- y más veces.
10.
RITO Y FÓRMULAS.
4 96-500
1055
Y AL « P e r c e p t io »
498. La siguiente, Perceptio, con el eco de la frase del Apóstol sobre la comunión sacrilega, vuelve una vez más sobre la parte negativa del cuadro que nos presenta la primera ora ción, el impedimento del pecado. Quien se atreve a recibir este sacramento (praesumo) no debe tener conciencia de pe cado grave, pues el que come indignamente, come su propia condenación. Piero ¿quién es realmente digno? Sólo nos queda la humilde súplica de que el Señor tenga piedad de nosotros (pro tua pietate). La segunda parte de la oración resume lo que en numerosas fórmulas de la poscomunión se expresa como fruto solicitado del Sacramento: la protección del alma y cuerpo, el remedio de las múltiples flaquezas. Aunque el cuerpo no es objeto inmediato de la gracia, sin embargo, él es quien recibe el signo sacramental y está destinado a reci bir las irradiaciones de la gracia que se escapan del centro espiritual del ser humano.
10. La comunión d el sa cerd o te. El rito y las oraciones que la acom pañan F a lta n
o r a c io n es d e s pu é s de la c o m u n ió n
499. En la liturgia antigua no sólo faltan las oraciones antes de la comunión, sino también durante y después de la misma. Asi continuó en algunos sitios por largo tiempo; pero lo que más extraña es que algunos formularios que traen ora ciones para antes de la comunión las omitan durante y des pués de ella. «SüMPTIO CORPORIS»
500. El rito de la comunión, que cambia bastante en las diferentes iglesias, se hacía en general con gran sencillez Hasta la baja Edad Media no se conoce, tanto en ésta como en otras ocasiones, la genuflexión previa *. El sacerdote per manece en la misma postura corporal que hasta entonces, des1 Oí. más arriba I, 165; II, 285. Las dos genuflexiones actuales se prevén y a en el ordinario de la misa de Juan Burcardo (L ego , Tracts, 163); sin embargo, la segunda no se hace después de quitar la palia, sino sólo después del Quid retriouam que le sigue. Esta segunda genuflexión falta todavía en el misal de un convento de Lyón del 1531 (M artenb, 1, 4, XXXIII [I, 661 Bl).
1056
TR. II, P. II, SEC. I I I.— LA COMUNIÓN
cubre el cáliz 2 y lleva a la boca la sagrada forma y a conti nuación el cáliz. No faltan casos a partir del siglo x m en los que aparece una cruz previa que se traza con la forma3. Se gún la práctica observada aun hoy entre los dominicos, el sacerdote sigue hasta la comunión teniendo en la mano iz quierda las dos mitades de la forma que resultaron de la fracción, mientras que la derecha descansa asida al nudus del cáliz4. En este caso se comulga con la mano izquierda5 y se toma el cáliz inmediatamente después 6. En otros sitios parece que la cruz que se trazaba con la forma sobre uno mismo dió ocasión a que prevaleciese el uso de la mano de recha, si no es que de todos modos se tomaba el cuerpo del 3eñor siempre con la derecha7. Cuando, como en la solemne misa pontifical, la comunión del celebrante se hacía fuera del altar, acostumbraban los antiguos volver el rostro hacia Orien te, como en la oración sacerdotal8. 501. En textos posteriores se habla a veces de un ralo de meditación que hace el sacerdote antes o después de la sunción 9. Por lo general, sin embargo, se consideraba como prin2 Un misal franciscano hacia 1300 manda quitar la palia ya an tes de las palabras Panem caelestem (E bner , 315; cf. 1. c., 317). 3 E bner , 317 351; M artene , 1, 4, XXXIII XXXV (I, 661 B 670 C). No se menciona la señal de la cruz al tomar el cáliz. Solamente esta cruz se prescribe en un misal de Salzburgo de los siglos xiinxm (K óck, 131). Ambas cruces se insinúan en D urando (IV, 54, 11). 4 Semejante es la costumbre que se encuentra en el misal D de Bratislava (s. xv), según el cual el sacerdote, antes de la oración Perceptio corporis, toma en sus manos el cuerpo del Señor juntamente con la patena ( J ávor, 119). 8 S olch , Hugo, 145s. La comunión con la mano izquierda está también atestiguada en los siglos x m y xiv e. o. incluso en la litur gia papal (Ordo Rom. XIV, n. 53: PL 78, 1168; cf. S olch , 1. c.). En tre otros, aboga el ordinario de la misa Indutus planeta (ediciones desde 1507) por una expresión de reverencia al recibir el sacerdote el cuerpo del Señor, que nos parece muy extraño (L egg , Trocís, 187). El sacerdote debe elevar la forma puesta sobre la patena y tomar de ella la sagrada forma no con las manos, sino con la lengua. Este procedimiento de comulgar está atestiguado todavía para el final del siglo xv por Baltasar de Pforta, que no lo recomienda (F ranz , 590, nota 2). La. misma rúbrica se encuentra en un Missale secundum consuetudinem R om . curiae, nacido el año 1368 (en E bner , 151; cf. 1. c., 166). Acerca del origen de esta costumbre, dice un misal franciscano del siglo x i i i (L eroquais , II, 129) que se había introdu cido en la curia romana bajo Gregorio IX (1227-1241). Aparece en 1562 en el catálogo de los abusus missae (Concilium Triaennnum , ed. G o erres ., VIII, 923). 6 D urando (IV, 54, 12) quiere que se d istin g a la com unión del cáliz d el sim ple beber de las abluciones asiendo e l sacerdote del c á liz con am bas m anos y bebiéndolo e n tres veces. 7 Cf. S ólch , Hugo, 146s.
3 Ordo Rom. V, n. 10 (PL 78, 989): Qüi surgens vertat se ad orientem et communicet. Con razón, sin duda, sospecha Mabillon (PL 78, 949, nota k) que en el Ordo Rom / (n. 19) se ha de suponer la misma dirección para la comunión del papa ad sedem. 9 Hugo de S. Cher pide tal m eaitarl antes de la comunión, como todavía el actual misal dominicano y los estatutos de los cartujos
10.
RITO Y FÓRMULAS.
5 0 0 -5 0 4
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Ripio tradicional el que el sacerdote tenia que tomar la sagra da cena festinanter, como los israelitas en su salida de Egip to 10, y no debía hacer esperar a los demás por su devoción particular. T res
g ru po s de fórm ulas de a com pañam iento
502. Las oraciones que acompañan la comunión del sacer dote se pueden, en los textos de la alta Edad Media, dividir en tres grupos. El primero está formado por fórmulas que nacen del deseo de dar expresión de homenaje al del Santísimo Sa cramento. El mismo deseo que llevó a la introducción del Agnus Dei y algo más tarde a la elevación y salutación del Sacramento en la misma consagración. Los textos que con este fin se compusieron los encontramos en su forma más an tigua y pura en el misal de Troyes, escrito por el año 1050 11. El
p r im e r o ; palabra s de anhelo y sa lu ta ció n
503. En primer término se usa una frase de las actas del martirio de Santa Inés: Ecce} Iesu benignissime, quod concupivi iam video; ecce, rex clementissime, quod speravi iam teneo; hiñe tibi quaeso iungar in caelist quod tuum corpus et sanguinem, quamvis indignus, cum gaudio suscipio in terris. Luego sigue una salutación doble del Sacramento, a la que se añade siempre una breve oración: Ave in aevum} sanctissima caro, mea in perpetuum summa dulcedo, con la oración Perceptio, que corresponde a la especie del pan 12, y para el cáliz: Ave in aeternum, caelestis potus, mihi ante omnia et super omnia dulcís, con la oración Crúor ex latere D. N. J. C. mihi indigno maneat ad salutem et proficiat ad remedium animae meae in vitam aeternam. Amen. Sü FRECUENCIA
504. De estas fórmulas, la que alcanzó mayor difusión fué la salutación doble: Ave in aevum, Ave in aeternum 13, que (S olch , 142). El misal de Bangor hacia 1400 (M askell , 182) da nor mas precisas: Hic debet sacerdos intim e m editan de incarnatione, caritate, passione et de dirá morte Iesu Christi, quas pro nobis passus est... El Missale romanum, Rit. serv., X, 4, pide un momento de meditación después de la sunción del cuerpo de Cristo. 10 F ranz , 518 610. 11 M artene , 1, 4, VI (I, 534). En la misma integridad, pero con algún cambio y con algunas fórmulas más, en el misal de Remiremont (ibíd., 1, 4, 9, 9 [I, 424]). 12 Al final abreviada: .,.tu ta m en tu m animae et corports. A m en. 13 E bner , 63 336 338; L eroquais I, 199 225 232 259; L egg , The Sarum Missal, 227s. Cierto número de manuscritos franceses de los 6iglos xn-xvi, véanse en W ilmart , Auteurs spiritueis 20, nota l.
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se conservó durante toda la Edad Media14, a menudo seguida inmediatamente por la correspondiente fórmula que dice el sacerdote al dar la comunión: Corpus Dominí Nostri lesu Christi... La cita del martirio de Santa Inés no se repite sino raras veces 15. En cambio, la salutación que le seguía se en cuentra con frecuencia y aun con un mayor desarrollo. La costumbre y tal vez también el mismo texto de esta saluta ción se utilizó a partir del siglo xm para honrar durante la consagración al Santísimo Sacramento; en cambio, formas que habían sido compuestas para la consagración, luego se emplearon también en la comunión 1617. El
g r u p o ; palabras S agrada E scritura
seg un d o
de
la
505. El segundo grupo de fórmulas está formado por bre ves textos de la Escritura apropiados para el momento de la comunión. Entre ellos están, ante todo, aquellos versículos 3 y 4 (resp. 12s) del salmo 115, de los que la frase Calicem salutaris accipiam se prestaba especialmente para la comunión del cáliz, mientras que «el Quid retribuam Domino podía ser vir en general como expresión del asombro y de acción de gracias por la comunión. Efectivamente, ya a principios del siglo x i los encontramos aplicados de la misma forma y en el mismo sitio que ahora ocupan, ampliados ya con salmo 17,4: Laudans invocabo Dominum et ab inimicis meis salvus ero. Le precede ya en este sitio, es decir, antes de la comunión del cuerpo de Cristo, la fórmula paralela, sugerida por el versícu lo de salmo Panem caelestem accipiam et nomen Domini in vocabo 17. Así aplicada la frase bíblica, se aparta ciertamente 14 Merece mencionarse de la baja Edad Media, para Inglaterra:
M artene , 1, 4, XXXV (I, 670 C) ; M askell , 1 8 0 s ; cf. F erreres , 189191 (nn. 691 693 696) ; F rere , The use of Sarum , I, 86s.—Para Fran cia: L ebrun , I, 537, nota a.—Para Alemania: H oeynck , 375 (cf. F ranz , 753); B eck , 270 309.—Para Hungría: R adó, 43 62 71 76 84 123—También para Suecia hacia 1490 (F r e is e n , Manuale Lmcopense, pp. x x x l i ).— Con otra redacción en el pontifical de Maguncia hacia 1170 (M artene , 1, 4, XVII [I, 602 DI): Ave sanguis Cliristi et
sanctissima caro, in quibus salus m undi est et vita. 15 E bner , 336; L eroquais , I, 199; II, 54; R ado, 71 84.—Con sa lutación doble en varios misales de los siglos xm-xv. De Gerona: F erreres , 190; L eroquais , III, 98s.—En cambio, estas palabras d<* Santa Inés dieron lugar a que se rezasen durante la ablución otra:; palabras más de su passio.—La fórmula Crúor ex latere la encuen tro en el sacramentario de Caen (s. xi) (L eroquais , I, 183). 16 Véanse las referencias más arriba 492lfl. 17 Ordinario de la misa de Séez (PL 78-, 250); Missa Illyricu (M artene , I, 4, IV [I, 5151. En lugar de calicem salutaris se pom\ según Jn 6,32s, panem caelestem, que en la Antigua Alianza ;;r usaba repetidas veces SI 77,24; 104,40; Sab 16,20) para designili el maná. El misal de Augsburgo de 1386 (H oey nck , 375) suptr (accipiam) de mensa Domini.
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de su sentido literal mucho más que cuando desde antiguo se la usaba para el ofrecimiento del cáliz durante el ofertorio1819. En el salmo habla el salmista de su decisión de ofrecer un sa crificio de acción de gracias por la liberación de una gran necesidad y—como era costumbre en los sacrificios de acción de gracias—de elevar con esta ocasión la copa para alabar al Señor. En nuestro caso, el cáliz que vamos a tomar contiene él mismo la salud, y con ello, la razón de nuestro agradecimien to, y al lado del cáliz está el pan celestial. Ambos en este momento no son tanto dones que ofrecemos en sacrificio a Dios, como el manjar del convite sagrado al que hemos sido invitados. Pero al participar de este convite debemos, lo mis mo que en el sacrificio, alabar al Señor y darle gracias, por que, al ser invitados como huéspedes a su mesa, hemos sido liberados de toda angustia y nos encontramos a refugio de todas las calamidades terrenas, si bien no faltarán enemigos que nos amenazarán siempre ie. S it io s
donde s e en cu en tra n
506. Esta combinación de versículos tomados de distintos salmos aparece luego más o menos completa en la mayoría de los misales alemanes 2 0 e italianos 2 1 ya a partir del siglo xi, mientras que en Francia es más rara, y completamente desco nocida en Normandía e Inglaterra22. A veces se toman sólo trozos o se presentan en distinto orden o en otra combina ción con los demás textos23. En España se combina con el Panem caelestem a veces la palabra del pan de los ángeles del salmo 77,25 24. Otras veces aparecen como última fórmula antes de la comunión los versículos 50,lis 2 5 o del salmo 50, 11-14, dándose el celebrante golpes de pecho mientras los 18 V éase m á s arriba 58. 19 Cf. e l m ism o p en sam ien to e n e i sa lm o 22,5.—E sta exp resión de confianza, m ás in ten sa e n m edio d e la am en aza en em iga, se e n cuentra tam b ién en una a n tífo n a de la com u n ión e n e l a n tifo n a l de B angor (ed. W arren [H B S 101 30): C o rp u s D o m in i a c c e p im u s e t s a n g u in i e iu s p o t a t i s u m u s . A b o m n i m a lo n o n tim e ü u n u s , g u ia D o m in u s n o b is c u m e st.
20 K óck, 128-132; B eck , 270 309s; H oeynck , 375; F ranz , 753. E bner , 302 310s 317 331 334 336, etc. 22 Cf., p. ej., los ordinarios de la m isa e n M artene , 1, 4, X X V Is X X X V -X X X V II (I, 638 642 670 674 678); L egg , T r a c ts , 15 66 227. T am poco los ordinarios de los d om in icos (G u e r r in i , 244) y d e los cartujos (L egg , 102) conocen e l versículo de salm o. 23, Así precede a veces e l salm o 17,4 a l Q u id r e tr ib u a m (K óck , 128 132; V. B rtunengk , 88) o ta m b ién sigu e solo desp u és de la s fór m u las de su n ción (F erreres , 189). E l P a n e m c a e le s te m fa lta a ve ces com p letam en te (p. ej., E bner , 297) o sig u e sólo d esp u és d e l D o m in e n o n s u m d ig n u s (E bner , 302 334). 24 M isales d e l siglo x v d e V alen cia (F erreres, 189), ?5 O r d o c e le b r a n d i de C olonia (s. xiv) (B in ter im , IV, 3, p. 225).
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reza2627. Es la misma expresión de arrepentimiento que se ma nifiesta cuando prescribe nuestro ritual que se rece en la comunión de los enfermos el salmo Miserere 2 7 . Son los senti mientos del alma que leemos en el evangelio de la pesca mi lagrosa, cuando San Pedro, ante la presencia del Hijo de Dios, exclama: ¡Señor, apártate de mí, que soy hombre peca dor! (Le 5,8). O tras
fórmulas hoy desaparecidas
507. Frecuentemente, sobre todo en épocas posteriores, se usan para el momento de la comunión jaculatorias parecidas, tomadas del Nuevo Testamento, en las que a ideas de culpa se mezclan generalmente sentimientos de confianza, como en la oración del publicano: Deus, propitius esto mihi peccatori (Le 18,13) 28t la exclamación del hijo pródigo: Pater peccavi... (Le 15,18s)29, o la súplica del criado: Patientiam habe in me, Domine, peccavi, et omnia reddam tibí (cf. Mt 18,26) 30. Hay también frases que únicamente expresan una confianza sin límites, como la última oración del Señor moribundo: Pater, in manus tuas commendo spiritum m eu m 31, o la aco modación atrevida de la frase de San Pablo (1 Cor 13,12): Cognoscam te, cognitor meus, sicut et a te cognitus sum ...32, o, finalmente, la bendición trinitaria (Mt 28,19): In nomine Patris et Füií et Spiñtus S ancti33. «D o m ine
n o n sum d ig n u s »
508. Pero la fórmula más antigua, mezcla feliz de humil dad y confianza, es el Domine non sum dignus, del centurión 2ft M isal de un con ven to d e L yón d el año 1531 (M artene , 1, 4, X X X III [I, 661]). 27 R i tu a le R o m . IV, 4, 13. E l principio del m ism o salm o se usa tam bién a la aspersión (l. c., IV , 4, 15). 23 M isales estirios d el siglo x v (K öck , 132 134); m isa l de R atisbona h a cia 1500 (B eck , 270); ritu al d e la C ongregación de Bursfeld (s. xv) (M artene , D e a n tiq u is m o n a c h . r i t ib u s , n , 4, 3, 17 (I d., D e a n t. E ccl . r it ib u s , IV, 186). La jacu latoria va e n todos estos ca sos con el D o m in e n o n s u m d ig n u s. La m ism a fórm ula, conver tida en u na oración m ás larga, véase m ás arriba 4 9 2 15. 29 M isal de E vreux-Jum iéges (h acia 1400) (M artene , 1, 4, X X V II] [I, 645 BJ). so M isal de Vorau (s. xv) (K öck , 134). 31 M isal de S eck au (s. xiv ) (K öck , 129). 32 Sacram en tarlo d e V ich (ss. x i-x n ) (F erreres , 186). 33 A lp h a b e tu m s a c e r d o tu m (h acia 1500) (L egg , T r a c ts , 480; m isales estirios del siglo xv (K öck, 77, 132), en e l últim o lugar de la n te d e am bas sunciones. Así y a en e l m isal d e S ch lägl (s. xm» m encionado m ás arriba, 492 16, (1. c., 140). E n e l rito de Sarmn a partir d e l final d el siglo xiv, a con tin u ación de am bas fórmula?, de su n ción (F rere , T h e u s e o f S a r u m , I, 86s ; M artene , 1, 4, X X -\ v [I, 670 CL
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de Cafarnaúm (Mt 8 ,8 ). Como introducción a oraciones más largas antes de la comunión se usaba ya desde el siglo x'**. Más tarde la encontramos ten redacciones más cortas, substi tuyéndose la continuación de la humilde confesión que em pieza con sed tantum, no de aplicación inmediata a la comu nión, por otra frase de la Sagrada Escritura: (sed) salvum me fac et salvus ero, quoniam laus mea tu es CJer 17,14)*33*38, o la ya mencionada frase Mt 8 ,8 : sed si vis, potes me m undare^, o por una alusión a las palabras de la promesa de la Euca ristía (Jn 6,55ss); sed tu Domine qui dixisti: Qui manducat carnem meam 37. En todos estos casos se deja sin repetir el texto. En cambio, los misales italianos empiezan a utilizar la frase del centurión tal como está, repitiéndola tres veces 3f; o contentándose con la .primera mitad 3 9 ,"o, finalmente, subs *!1 S acram entario de S. Thierry (fin a l del siglo x ) (M artene , 1, 4, X [I, 551 C l): D o m in e ... t e c tu m m e u m , s e d in v o c o t e c u m b e a ta e M a r ia e e t o m n iu m s a n c io n a n m e r it i s , q u a te n u s in m e v e n ia s e t m a n s io n e m f a c ía s , e t o b se c ro , u t n o n in tr e s a d c o n d e m n a tio n e m e t iu d ic Au m s e d a d s a lu te m a n im a e m e a e e t c o rp o r is m e i ... e t lib e r a m e p e r ... (siguen giros de n u estra prim era oración prepa ratoria de la com unión). Así tam bién, m ás o m enos, en el sacram en tario de M oissac (s. x i) (M artene , 1, 4, V III [I. 540sl): D o m in i le s u C h r is te , n o n su m d ig n u s te s u s c ip e r c , s e d ta n tu m o b se c ro , p r o p itiu s e s to m ih i p e c c a to r i e t p r a e s t a (sigue una p etición parecida a la de n uestro P e r c e p tio ) . M ás tard e con frecu en cia e n m isales
franceses, en parte con a m p lificacion es (véase 1. c.f 1 , 5 , 9, 9 [I, 425 B ] ; L eroquais , I, 204; II, 25 32 315, etc.). T am b ién co n la con tin u ación P r o p itiu s e s to m ih i p e c c a to r i p e r a s s u m p tio n e m . . (cf. m ás arriba 492 1 3 ; L eroquais , II, 375; III, 73).—O tras con tin u a ciones m ás libres en m isales es tirio s: ... te c tu m m e u m , s e a p r o p t e r m is e r ic o r d ia m tu a m lib e r a m e a p e c c a tis e t a n g u s m s e t n e c ess i t a tib u s m e i s ; m isa l de Seckau (s. xiv) (K öck , 129): ... le c tu m m e u m , s e d p r o p t e r m a g n a m c ie m e n tia m tu a m v e n i in c o r m e u m e t in u n d a illu d ... i n t r a in a n im a m m e a m , s a n a e t s a n c t i ji c a e a m .,, S a l v a to r m u n d i ; m isa l de Vorau, de los siglos x iv -x v (K öck , 133);
33 M isal d e Salzburgo, de los siglos x ii - x n i (K öck, 3.31); m isa les estirios d el siglo x v (1. c., 77 132); m isal de 1519 de A quileya (W eth , en ZkTh [1912] 419); m isa l de P assau, d el siglo x iv (R adó, 102); m isa l de Augsburgo, d e 1386 (H oeynck , 375); dos m a n u scritos de m isales d el siglo x v de A m iéns en W ilmart , A u te u r s s p ir itu e ls , 20s. C f. L eroquais , H , 81 (Sens. s. x m ), 3® M isal de Vorau d el siglo xv (K öck , 134). 3T M isales fran ceses después del siglo x n (L eroquais, I, 261 328; II, 17 60). 38 T erm inando con p u e r m e u s ; sacram entario de M ódena (a n tes de 1174) (M uratori , I, 94); sacram entario de S an Pedro de R om a (hacia 1200) (E bner , 336); sacram entario de la c a p illa p a p al (hacia 1290) (B r in k t r in e , en «Eph. Liturg.» [1937] 208); m i sa l de S t. L am brecht (principios del siglo x m ) ( K ö c k , 23). 8a ... su b t e c t u m m e u m . A testiguado por prim era vez (con tri ple repetición) e n un sacram entario de un con ven to del centro de Ita lia (s. x i) (E bner , 302; cf. 1. c., 331 334 339 348). Cf. tam b ién e l m isal de B ayeu x (s. x n ) (L eroquais , I, 237). S in alu sión a una repetición com o oración preparatorio p ara la com unión en las E n a rr a tio n e s in M a t t h . (c. 8 : PL 162, 1321), que actu alm en te se atri buyen gen eralm en te a G odofredo de B ab ion (h acia 1100) (cf., sin
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tituyendo en la segunda el puer meus por el anima mea, lo mismo que se hace actualmente40. Por cierto, fuera de Italia se encuentra esta fórmula abreviada raras veces antes de la reforma de Pío V 4 1 y casi sólo en Alemania42. Tampoco en Italia se impuso de repente, sino poco a poco 43. Los golpes de pecho no parecen haberse introducido hasta mucho después 4\ En
liturgias orientales
509. Que la frase del centurión caiga perfectamente como preparación de la comunión, lo deducimos también del hecho de que se emplea en las liturgias orientales. En el ordinario de la misa etiópica abre una larga oración para la comu nión 45, y el rito bizantino tiene entre las oraciones de comu nión paralitúrgicas algunas que empiezan con las mismas pa labras 46; esto se explica ya en parte por el hecho de que los em bargo, W. L ampen , en A n to n ia n u m , 19 [1944] 144-149). Cf. ta m bién m ás adelan te 527. 40 E n un sacram entario d el sur d e Ita lia (ss. x ii-x m ) (E bn er , 323), igu alm en te con repetición triple. P arece que proviene de N orm andia, don d e un m isal d el sigilo x u ofrece a n im a m e a (L eroquais , I, 241; cf. II, 135).—E n e l m isa l d e S c h la g l (s. x m ), m encionado m ás arriba 4 9 2 16 la fórm u la te r m in a : s a n a b itu r e t m u n d a b itu r c o rp u s e t a n im a m e a (W aefelghem , 1. c., 140). 41 S in em bargo, la conoce D urando , IV, 54 10. C f. B ro w e , en JL 13 (1935) 48; e l m isa l fran ciscan o m en cion ad o allí, d el siglò x ñ i (en L eroquais , II, 129), d ifícilm en te puede ser d e origen francés. E n E spaña aparece e l triple D o m in e n o n s u m CLlgnus en e l m isal de T arragona de 1499 (F erreres , 188). 42 G regorienm ünster (ss. xn n xv) (M artene, 1, 4, X X X II [I, 657 A ] ; R atisb on a (h acia 1500) y F reisin g (1520) (B eck, 270 300). 43 A sí no se en cu en tra e n u n ordinario de la m isa d e M ontecasin o (ss. x i-x n ) sin o com o añadidura de los siglos x n - x i n (B en e r , 310, n o ta 2). 44 E sta rúbrica se en cu en tra en los m isales de T arragona de 1499 (F erreres , 188), V ich 1547 (1. c., cvm ). Ju an T rith em io ( f 1616) refiere que según an tigu a costum bre m on ástica, se daban ta m b ién golpes de pecho al triple D e u s p r o p itiu s e s to m in i p e c c a to r i (M artene , 1, 4, 10 14 [I, 440] cf. tam b ién G abriel B iel , c a n o n is e x p o s itio , lect. 82). 43 B rightm an , 239: «Señor, Señor, e s d el todo indigno p ara ti que en tres bajo e l techo d e m i ca sa en su ciad a; pu es he excitado tu ira...» (sigue una con fesión d e la propia cu lp a y, después de una alu sión a la volu n tad redentora d el Señor, la sú p lica de que el m isterio no n os sea ocasión d e juicio). 46 «Señor, no soy d igno de que en tres en la m orada im pura de m i a lm a; pero así com o estu viste con ten to de estar en un a cueva en tre brutos an im ales y a sí com o acogiste e n la c a sa de S im ón el leproso a la pecadora, que se te acercó estan d o m an ch ad a d e p e cados com o yo, del m ism o m odo v en tam b ién a l pesebre de m i alm a, tan fa lta d e razón, y e n tra en m i cuerpo sucio, cuerpo de la m uerte y lleno de lepra. Y a sí com o n o rechazaste la boca im pura de la pecadora que besó tu s pies, así te ruego n o m e desd eñ es h m í, pobre pecador, sino que, e n tu bondad y am or a loe hombres, hazm e d igno de participar d e tu sacrosanto cuerpo y sangre». CM D ar as, L e s p r iè r e s p r é p a r a to ir e s à la S . C o m m u n io n ; «Cours et
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mismos Santos Padres aplicaron a la comunión este lugar de la Sagrada Escritura47. Comentario
al
«D om ine
n o n sum d ig n u s »
510. En las amplias perspectivas de la oración litúrgica, la idea de que él Señor nos hace en la Eucaristía una visita no entra en sus ideas fundamentales, pero se echa mano de la frase del centurión con evidente acierto comparativo. Por lo demás, no hay inconveniente en interpretarla a la luz de las ideas contenidas en el Agnus Dei y tomar el Domine como el titulo con que en el Apocalipsis, según la Vulgata (5,9), se invoca al Cordero, aquel Cordero que recibe el homenaje de adoración junto con iel que está sentado en el trono48. Su ve nida, y ya antes su mera palabra (dic verbo), lleva la salud al enfermo—y enfermos en el alma nos sentimos todos los que comulgamos—. Pero alteramos no poco el sentido de esta sú plica, ya que nosotros no renunciamos a la visita, como el humilde centurión, sino que la esperamos con ansia. Nosotros ya no nos referimos a la palabra que suple a su venida, sino que nos prepara para la realidad de ella. El
tercer g r u po : fórmulas para la
ADMINISTRACIÓN DEL SACRAMENTO
511. Un tercer grupo de oraciones que acompañan la co munión lo componen las fórmulas que reza el sacerdote al dar la comunión, y que en la alta Edad Media se usaron por vez primera en la comunión de los enfermos49. Estas fórmu las se emplean para la comunión poniéndose en vez del te y animam tuam el me y animam meam. Un ejemplo antiguo y aislado lo ofrece el sacramentario de Amiéns, que, después de las dos oraciones preparatorias5 0 con el encabezamiento Alia, da para la comunión de las dos especies esta fórmula única: Corpus et sanguis D. N. 7. C. prosit mihi in remissionem omnium peccatorum et ad vitam aeternam in saecula C onférences», V I I [L ovaina 1929], 255, rem itiend o a P l. de M ees [R om a 1920] (1.a edi ción, que n o p u d e alcanzar).—Cf. tam bién las oraciones tercera y cuarta en el oficio bizantino de la c o m u n ió n : 'QpoXópov ~b (Ven ecia 1875) 417-419. ' 47 E jem plos en B ona , II, 17, 1 (838). 48 La m ism a invocación al fin a l de nuestras le ta n ía s: A g n u s ter , L a d iv in e litu r g ie d e s. J. C h r y s o s to m e
D e l... p a r c e n o b is, D o m in i.
49 V éase m ás ad elan te 564. T am b ién e n la s litu rgias orien tales, con excepción de la arm enia, la s fórm u las de sunción usadas por el celebrante v an acom pañadas gen eralm en te por fórm ulas em p lea d as en la d istribución de la com unión (B atjmstark, D ie M ease im M o r g e n la n d , 163). so v é a se m ás arriba 489.
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saeculorum51. La reserva que en ella se observa y la misma tendencia a amplificar un poco la expresión se ve también en el sacramentarlo de S. Thierry (fines del siglo x), que sólo trae una fórmula para la comunión del cáliz, probablemente por que a la comunión del cuerpo preceden ya inmediatamente otras largas oraciones. La fórmula tiene el siguiente texto: Sanguis D. N. I. C.f qui ex latere suo processit, salvet anivzam meam et perducat in vitam aeternam. A m en52. Hay, sin em bargo, misales posteriores de fines del siglo x que no contie nen todavía ninguna fórmula para la comunión 53. En ordi narios de la misa ingleses faltan hasta en la baja Edad Me dia 5 4 y los cartujos no la tienen ni en la actualidad55567*. D iversas
com binaciones
512. Pero en general surgen en el siglo x por todas partes estas fórmulas, casi siempre distintas para las dos comunio n e s 50; a veces vienen acompañadas de una tercera, que al principio era la fórmula independiente que se decía a la sunción del cáliz67. En atención a la partícula que en la con 51 L eroquais , en «Eph. Liturg.» (1927) 444. 52 M artene , 1, 4, X (I, 551 £ ) .— A l contrario el sacram entarlo de S. G atien-T ours, que e s de la m ism a ép oca, sólo con tien e un a fórm u la: C o rp u s D. N. I. C . c o n s e r v e t a n im a ra m e a m in v it a m a e te r n a m . A m e n , que, sin em bargo, no se dice sino d espués de la co m u n ión d el cáliz (M aktene, 1 , 4, V II [I, 537 D I). El m ism o fe n ó m eno se observa tam b ién en un m isal de Vorau, d el siglo xv (K ock, 134). 53 E l m isal de T royes (h acia 1050), que ofrece ya tres diversas fórm ulas de distribución, prescindiendo de las salu tacion es m en cion ad as m ás arriba 503, no contiene n in gu n a fórm u la d e sunción (M artene , 1, 4, V I [I, 534 D L asim ism o fa lta en algunos ordinarios de la m isa italian os de los siglos x i -x i i i (E bner , 305 326 335 348). 54 V éase el Sarum O rdinary (L egg , T r a c ts , 15 227s). En cam bio en e l rito de Sarum , m ás reciente, están incluidas las fórm ulas de sunción con un I n n o m in e P a tr is ... (véase m ás arriba la n ota 33). 55 Cf. L egg , 102.—Acerca de las litu rgias de las otras órdenes, cf. S olch , 144. La litu rgia de Lyón no tien e fórm ula para la co m unión del cáliz (B u en ner , 242). 56 E jem plos de tales fórm ulas de sunción d istin ta s véan se e. o. y a en el siglo x i en la M is s a I lly r ic a (M artene , I, 4, IV [I, 515s]). U n a fórm ula com ún para am bas es d ifícil encon trarla en tiem pos posteriores; sin em bargo, está atestigu ad a para e l rito de Lyón por D e M oléon (56 65) y se usa actu alm en te en los d om inicos según an tigu a trad ición : M is s a le i u x ta r itu m O. P. (1889) 22: C o rp u s e t s a n g u is D . N . I. C . c u s to d ia n t m e in v it a m a e te r n a m . A m e n (cf. S olch , H u g o , 143s). 57 E n un sacram entarlo del cen tro de Ita lia del siglo x i en E b n er , 299 (con la rúbrica A d c a lic e m c u m c e p e r it se c o n j ir m a r e ): C o m m u n ic a tio e t c o n f ir m a tio s. s a n g u im s tu i, D o m in e /. c ., p r o s ii m ih i in r e m is s io n e m o m n iu m p e c c a to r u m m e o r u m e t p e r d u c a t m e in v it a m a e te r n a m . A m e n (luego sigue otra fó r m u la : S a n g u is d j\¡ I. C. c o n s e r v e t a n im a m m e a m in v it a m a e te r n a m . A m e n ). La mVn
cion ad a fórm ula aparece en esta redacción tam bién en el Norte,
lo .
RITO Y FÓRMULAS.
5 1 1 -5 1 3
1065
mixtión se puso en el cáliz, se dice con frecuencia en la se gunda fórmula sanguis et corpus, como, por ejemplo, en Normandía y en parte también en Inglaterra58. Por lo común, se rezan dichas oraciones, como entre nosotros, antes de la sunsión. Sin embargo, hay casos en la baja Edad Media en que las ponen después 59. 513. Estas fórmulas se configuran, poco más o menos, como las usadas para la distribución de la Eucaristía: dentro de m sencillo esquema varian tanto, que se evita emplear aun en el mismo formulario idéntica redacción para la sunción del cuerpo y la de la sangre. Se encuentra en muchos casos esta combinación: Corpus D. N. L C. sit mihi ad remedium sempiternum in vitam aeternam. Amen y Sanguis D. N. I. C. custodiat me in vitam aeternam. Amen 60*. Algunas veces varía la denominación del Señor: Corpus Domíni m e i 6 1 ; las palabras sit remedium y custodiat no es raro se substituyan por prosit y proficiat 6 2 o conservat6S, a veces también por mecum perm aneat64. Al me y mihi se añade en ocasiones peccator, como humilde calificación de sí mismo65. Con más frecuencia, como 250 C ); m isal de L ieja (M artene , 1, 4, X V [I, 594 A ]). Para Ita lia véase tam bién E en er , 14 17 2G0 331 341; p ara E stiria, K öck, 129 131; luego tam b ién en e l m isal de Augsburgo, de 1386 (H oeynck , 376).— En la Missa lllyrica (M artene , i , 4, IV [I, 515 E l) ya se en cu en tra acom odada para am bas e s p e c ie s : Communicatio et coníirmatio cor poris et sanguinis D. N. l. C. prosit m ihi...; e n e sta form a vu elve en K öck , 130; B eck , 271. «* M artene , 1, 4, V. X X V I X X V III X X X Is X X X V I (I, 528 633 645 652 657 674); E bner , 334; L egg , Tracts, 49 6 6 ; M askell , 182. E l ordinario de la m isa de York h a cia 1425 (S im m ons , 114D hace seguir todavía esta fórm u la doble a las fórm ulas sencülas. 09 H ugo d e S. C h er , Tract. super missam (ed. S olch , 50); cf. S olch , Hugo, 142s con la n ota 256. E ste cam bio de lugar hay que interpretarlo d el m ism o m odo que e l de la oración de la com unión (véase m ás arriba 495). 60 En ordinarios italian os de los siglos x i y x n (E b n er , 323 338 339). A sim ism o e n un m isal de R em irem ont (s. x n ), donde aparece aún otra pareja de fó rm u la s: Corpus D. N. I. C. mihi proficiat ad
remedium animae meae; Sanguis D. N. 1. C. consefvet anvmam meam in vitam aeternam (M artene , 1, 4, 9, 9 [I, 424]).—Por otra
parte, son tam b ién ita lia n o s los m isales que ya m uy pronto ofrecen dos fórm ulas que p erfectam en te se corresponden; véase de los si glos x i- x m E bner , 302 307 311 317. M ás tarde este paralelism o se hace m ás frecu en te tam b ién e n otros sitio s; se encuentra, p. ej., e n el pontifical de M aguncia h acia 1170 (M artene , 1, 4, X V II [I, 602 C D ]). M ás ejem p lo s: K öck , 132; B eck , 270s ; L egg , Tracts, 48s 06. «i E jem plos de los siglos x i y x n (M artene, l , 4, V [I, 528 A ] ; 1. c., 1, 4, 9, 9 [I, 424 A ]). A la fórm u la d e l cáliz añ ad en dos m isales húngaros d el siglo x i v : (Sanguinis D. N. I. C.) quem vere confíteor de latere eins profluisse (R adó, 84 96). ' «3 A m bas substitu cion es con preferen cia e n te x to s es tirios (K öck , 127-134). 93 E bner , 299 307 311, etc. E bner , 150. «ß M isal de Sarum (M artene, 1 , 4, X X X V [I, 670 C l); m isales del siglo x v de V alen cia (F erreres , 189 L'n. 692s]). D e m odo sem e-
TR. II, P. II, SEC. II I.— LA COMUNIÓN
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lo han demostrado los ejemplos, se pone ya en los primeros tiempos en su lugar anima mea, a veces también corpus et anima m e a 66. Textos más recientes desarrollan la fórmula ... ea ómnibus fidelibus defunctis (proficiat) ad veniam et vivís ad salutem et conservet me ad vitam aeternam ®7.
11. C ambios
Comunión d e los fieles. Su frecuencia del orden prim itivo
y su s
CONSECUENCIAS
514. Ya hemos visto en el rito primitivo y en el ordinario de la misa romana que a la comunión del celebrante seguía por principio la de la comunidad. Este proceder, que en nues tros días se ha vuelto a imponer como la cosa más natural, sufrió con el correr de los siglos frecuentes cambios y fuertes trastornos. Cambios y trastornos que no podían menos de in fluir en la forma litúrgica de la comunión diel pueblo, y que fueron la causa de que, casi hasta nuestros días, en la expli cación de la misa se considerase la comunión del pueblo como una especie de cuerpo extraño a la liturgia de la misa, del que fácilmente se podía prescindir. La
costumbre originaria
515. Hasta entrado el siglo iv era norma que los fieles comulgasen en cada misa; más aún: la comunión de los fie les se frecuentaba todavía más que la misma celebración eucarística, limitada generalmente a sólo los domingos. En las misas dominicales se recibía el pan consagrado no sólo para la comunión de aquel día, sino también para llevarlo a casa*1. En casa se guardaba cuidadosamente para tomarlo a diario antes de haber comido nada 2. Tal práctica perduró dujante, e l ordinario de B ec (M artene , 1, 4, X X X V I [I, 674 E l ) : m ih i, D o m in e , fá m u lo tu o p e c c a to r i (cf. 1. c., X X V III [I, 645 D ]). 66 Para este últim o caso v éase e l m isal de F écam p (M artene , 1. 4, X X V I [I, 638 C l ) ; m isa l de R ig a (ss. xiv-xv) (V. B r u in in g k , 88). T am bién e n algu n os m isales prem on straten ses de los siglos x n y x i i i (S olch , H u g o , 144, n o ta 261). 67 M isal p rem on straten se d el siglo x v Cpl (.824) 254 de Schlágl, en L entze (obra en preparación). 1 P seudo -C ip r ia n o (probablem ente N ovaciano), D e sp e c ta c u iix . c. 5 (CSEL 3, 3, p. 8, lín. 11): d im is s u s e d o m in ic o e t a a tm c g e r e u a se c u m , u t a s s o le l, e u c h a r is tia m . 2 T ertuliano , A d u x o r e m , n , 5 (CSEL 70, 118): N o n s c ie t n ía r ltu s , q u id s e c r e to a n t e o m n e m c ib u m g u s te s ?—Cf. D e or., c. lo
(CSEL 20, 192): en los d ías de ayuno, la E ucaristía puede llevar;!»’
11.
FRECUENCIA DE LA DE LOS FIELES.
5 1 3 -5 1 5
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nuite bastante tiempo, sobre todo en Egipto3, y de ella se aprovecharon en especial los monjes y ermitaños del yermo, tiñe acudían a misa sólo los domingos. Comulgaban todos los días antes de tomar, a la hora de nona, su frugal alimento 4. Por entonces, y aun más tarde, fué también costumbre llevar consigo la Eucaristía en viajes largos 5. Después de la victoria de Constantino se limitó generalmente la comunión a las misas, que se empezaron a celebrar ahora con más frecuen cia 6. Todavía en el siglo iv era lo más corriente que comulga sen todos los asistentes a la misa. a casa para comer de ella hacia la tarde.—S a n H i p ó l i t o , Trad. Ap. (Dix, 58s) : omnis autem fldelis festinet, antequam aliquid aliud gustet, eucharistiam percipere. Acerca de una interpretación poste rior que cambió el sentido, véase D ix, p. l v i i i .— S a n C i p r i a n o (De lapsis, c. 26 : C SEL 3, 256) refiere que una m ujer tenia la Eucaristía guardada en un arca para tomarla a su tiempo.—Cf. F. J. D ò l g e r , Iclithys , I I [Münster 1922] 570, nota 4; E i s e n h o f e r , II, 306s. a S an B asilio, Ep. 93 (del año 372) (PG 32, 485) : «En Alejandría
y en Egipto, cada seglar la (la Eucaristía) tiene por lo general con sigo en su casa y la toma cuantas veces quiera».—Por lo demás, tam bién para Roma supone esta costumbre S an J erónimo (Ep. 49, 15: C S E L 54, 377).—En este mismo sentido explica un texto obscuro de Zenón de Verona (1. I, 5, 8) D òlger, Antike und Christentum, 5 (1936) 242s.—Otro testimonio parece que se encuentra en S an A gus tín, Opus imperi, c. Iulian ., III, 162: P L 45, 1315; véase R oetz e r , 179. Todavía en el siglo vi se cuenta de los sirios occidentales que el Jueves Santo llevaban a casa para el año siguiente el pan con sagrado, que se guardaba en un arm ario cerrado con llaves (J uan Mosco, Pratum spirituale, c. 79 : P G 87, 2936s). 4 S a n B a s il io , 1. c.—R u f i n o ( f 410), Historia monadi., c. 2: P L 21, 406 B).—P a l l a d io , Historia Lausiaca (hacia 420; se trata, sin embargo, de una recensión m ás larga, en la que ha entrado mate rial de tiempos posteriores) c. 1 0 52: P G 34, 1027 D 1H 7 B C.— Según S a n C r is ò s t o m o (In Heor., hom. 17, 4: P G 63, 131), hubo también Padres del yermo que la recibían sólo una o dos veces al año. Más referencias en H a n s s e n s , II, 301s. 5 S a n A m b r o s io , De excessu fratris sui Satyri, I, 43 : P L 16, 1304 ; véase D ò l g e r , Antike und Christentum, 5 (1936) 232-247 : Dìe E u c a ristie ais Reiseschutz (la Eucaristía como protección en los viajes). Da también ejemplos de abusos a que dió lugar esta costumbre. S a n G r e g o r io M a g n o , Dial., m , 36 (véase más arriba 452).— Ejem plos posteriores véanse en P. B r o w e , zu m Kommumonempjang des Mittélalters : J L 12 (1934) 177; B o n a , I I , 17, 5 (850s); C g r b l e t , I , 527-535. Después del siglo u n sobrevive esta costumbre como pre rrogativa de los papas, existiendo p ara ella h asta el siglo x v m un ceremonial especial. E l Sacramento se llevaba en una especie de sa grario puesto encima de unas andas ricamente adornadas, que eran escoltadas por clérigos de a caballo (véase C o r b l e t , I , 529ss, con re producciones gráficas ; R i g h e t t i , Manuale, in, 505s).—Según Gabriel Sionita ( i 1658), acostumbraban todavía en aquella época los maronitas llevarse consigo la Eucaristía cuando hacían un viaje peli groso o cuando los soldados iban a la guerra ( H a n s s e n s , n, 500). 6 Cierta relación entre el tener la Eucaristía en casa y los tiem pos de persecución se manifiesta en el siguiente hecho : cuando en las luchas dogmáticas ocasionadas por el monoflslsmo el año 519 pareció estallar una persecución, el obispo Doroteo de Salónica man dó distribuir la Eucaristía en cestitos por las casas de los fieles:
TR. II, P. II, SEC. I li - — LA COMUNIÓN
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D isminuye rápidamente la frecuencia
516. Luego baja la frecuencia de la comunión rápidamen te, al menos en algunos países7. Entre los griegos, se queja ya San Juan Crisòstomo: «Inútilmente asistimos al altar, pues nadie hay quien tome parte en él» 8. En las Gallas, el sínodo de Agde (506) se vió obligado a urgir como mínimum recibir la comunión tres veces al año, a saber: por Navidad, Pascua y Pentecostés 9, disposición que se repibe frecuente mente en la Edad Media, y que incluye a veces también el Jueves Santo 10*. En la reforma carolingia se intentó restable cer la comunión de todos los domingos, principalmente du rante la cuaresma n . Si se logró algún resultado positivo, de bió durar poco tiempo 12. En todo caso, es probable que des pués del siglo ix la frecuencia no fuera más allá de lo que el concilio lateranense del año 1215 estableció como mínimum: la comunión por Pascua13. E n los conventos
517. Sólo en los monasterios de la alta Edad Media, y en tre los cluniacenses 1 4 y cistercienses posteriormente, se man canistra plena... ne imminente , sicut aiceöant, persecuzione com municare non possent ( H o r m is d a s , Ep. 102 [ T h i e l , 902] ; cf. Duc h e s n e , Origines, 263, nota). 7 J. H o f f m a n n , Geschichte der Laienicommunion bis zum Triaentinum (Spira 1891); H. L e c l e r c q , Communion quotidienne: DACL 3, 2457 - 2462. — P. B r o w e , Die häufige Kommunion im Mitieiaiter (Münster 1938); I d.„Die Pflichtkommunion im M ittelalter (Müns ter 1940) ; I d., De frecuenti communione in Ecclesia occidentali us que ad annum c. 1000 documenta varia: «Textus et documenta»,
ser. theol., 5 (Roma 1932). 8 S an J u a n C r is ò s t o m o , In Eph., hom. 3, 4 ; PG 62, 29 ; cf. In 1 Tim., hom. 5, 3: P G 62, 529s; In Hebr., hom. 17, 4: P G 63, 131s.— También S an A mbrosio (De sacr., V, 4, 25 [Q uasten, Mon., 169]) se dirige contra aquellos que una sola vez al año comulgan, quem-
admodum Graeci in Oriente facere consuerunt. 9 Can. 18 (M a n s i , V i l i , 327) : Saeculares qui Natale Domini, Pas cha et Pentecosten non communicaverint, catholici non credantur nec inter catholicos habeantur. 10 B r o w e , Die Pflichtkommunion, 33-39.
L. c , 29?33. L. c., 29ss.—Indicio de una frecuencia mayor es e. o. el hecho V a l a f r id o E s t r a b ó n (De exord. et increm., c. 22: P L 114, 950) trata de la cuestión de si es lícito que los fieles comulguen en todas las misas incluso varias veces al dia. Su respuesta es afirma tiva. Cf. también más adelante la repercusión de la frecuencia del Sacramento en el canto de la comunión, 577. i» B r o w e , 43ss. i 8 En Cluny, los monjes podían comulgar por lo menos tres días de entre semana ; en algunos conventos reformados del siglo x tam bién diariamente (E. T o m e k , Studien zur Reform der aeuiscucu Klöster im 11. Jh. [Viena 1910] 204 306 315D12
de que
11.
FRECUENCIA DE LA DE LOS FIELES.
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tuvo la costumbre de la comunión dominical15. Pero aun en tonces los legos tenían que contentarse con una frecuencia mucho menor. En un monasterio tan celoso de la reforma como, por ejemplo, la Camáldula, comulgaban sólo cuatro ve ces al a ñ o 16. Lo mismo acontecía en los conventos de las ór denes militares17189, y no como caso raro también en los mo nasterios de monjas 1S. Los MOTIVOS :
SU CONCEPTO DE CRISTO
518. ¿Cómo fué posible que bajase tan notablemente el fervor por la comunión? Y ¿qué pudo contribuir a que per durara este estado de cosas aun en aquella época, que esta mos acostumbrados a considerar como el siglo de oro de la vida eclesiástica, los siglos x i y xn? No es científico decir que la causa fué únicamente la tantas veces invocada tibieza y frialdad de los cristianos, cada vez mayor después de los pri mero tiempos. De ser asi, este retroceso se hubiera detenido a las puertas de tantos monasterios, santuario^ de fervor re ligioso. Ciertamente, en el imperio romano, después de Cons tantino, los muchos cristianos convertidos por motivos de conveniencia fueron una rèmora para la vida religiosa, como en las tribus germánicas, con frecuencia convertidas tan de súbito, no podía exigirse sino lentamente una comprensión y aprecio más hondo de la vida sacramental. Pero es curioso que donde más se manifiesta este retroceso es en aquellas regiones en las que la lucha contra el arrianismo había lle vado a una cpnsideración unilateral y exagerada de la divi nidad de Cristo. Este fenómeno religioso trajo consigo trans formaciones típicas en el área total de la oración litúrgica, pero además, en el Oriente y en los países de las liturgias ga licanas, una nueva concepción de la Eucaristía. El dogma de la naturaleza humana de Cristo y el de su oficio de media dor, es decir los que más empujan al hombre hacia Cristo, quedan como en penumbra, mientras, por otra parte, la con ciencia de la inmensa distancia que nos separa de Dios y de su santidad lo domina todo; y esto sin cambiar en absoluto la esencia doctrinal del dogma. Se acostumbran a hablar de la mesa terrible, del m y ste riu m trem en d u m 10, naciendo en
15 B r o w e , Die häufige Kommunion , 60-68; 74-77.
16 L. c„ 77; cf. 71*ss 8 6 s. 1 7 L. c., 84s. 18 Entre los conventos de m onjas benedictinas hubo algunos en los que se practicaba la costumbre de recibir tres veces al afio la comunión, pero también otros en que después de la bula reform ato ria de Gregorio IX (1235) se comulgaba mensualmente. De las cla risas exige su regla que se confiesen doce veces al año y reciban la comunión siete veces (B r o w e , Die häufige Kommunion, 89-97). 19 Cf. J ungm ann , Die Stellung Christi im liturgischen Gebet, 217ss; B row e , Die häufige Kommunion, 152,
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TR. II, P. II, SEC. IIL — L.A COMUNIÓN
ellos un temor reverencial un poco exagerado. Donde se con servaron con más pureza las líneas de la oración litúrgica antigua como en Roma, se mantuvo por más tiempo la cos tumbre de la comunión frecuente, enlazándola naturalmen te y sin esfuerzo con la celebración del sacrificio eucarístico 20. P rácticas penitenciales
519. Otro obstáculo para la no frecuencia de la comunión pudo muy bien ser la nueva disciplina sobre el sacramento de la penitencia introducida en la alta Edad Media. En opo sición a la idea ingenua, con frecuencia demasiado ingenua, del cristianismo primitivo, se interpretó a partir del siglo x el probet se ipsum homo del Apóstol (1 Cor 11, 28) no sólo como una obligación de someterse a la penitencia sacramen tal en caso de haber cometido criminalia peccata, sino en general como un mandato estricto de la confesión sacramen tal cada vez que se quería recibir el Santísimo Sacramen t o 21. Era muy difícil en la Edad Media dar las facilidades necesarias para el caso, no per falta de voluntad, sino senci llamente por la imposibilidad de atender a todos, obligados como estaban a recibir los sacramentos exclusivamente en su propia parroquia; además Cz que la cura de almas care cía de la suficiente organización para prodigar cuanto se quisiera la vida sacramental7*. Añádase a esto que, influidos por la exagerada ansia de purificación, a estilo del Antiguo 20 Asi lo atestiguan para los siglos vn y vm los OrcLines Romani, que ordenan en primer lugar el culto estacional, que, sin embargo, durante la cuaresma se tenía casi diariamente. Pero aun hay otros indicios para lo mismo. E n el Gregoriano suponga algunas fórmu las, añadidas sólo en los siglos vn y vm , la comunión del pueblo, aunque como fórmulas de bendición (oratio super popuiumj no te nían motivo para referirse a la comunión. Se trata del miércoles de Ceniza y del jueves de la primera semana de cuaresma (L ie t z m a n n , n. 35, 5 ; 42, 4). Aunque suponiendo que estas fórmulas procedan de sacramentarlos más antiguos, con todo, queda el hecho de que pre cisamente ellas hayan sido elegidas, ya que en aquellos sacram enta rlos sólo una pequeña minoría de las fórmulas para la orano super populum contiene alusiones a la comunión.—Lo mismo, según el testimonio de S an B eda <-f- 735) (Ep. 2 ad Egbertum: P L 94, 66 6 A), los cristianos de todas las edades comulgaban entonces cada do mingo.—¡En el año 8 6 6 , el papa N ic o l á s I (Ep. 97, n. 9: P L 119, 983), a los búlgaros que le hablan consultado de si en la cuaresma debían conmulgar a diario, contestó afirmativamente, con ta l que llevaran la disposición debida. 2 1 P. B r o w e , Die Kommunionvorbereitung im M ittelalter (ZkTh 56 [1932] 375-415) 382ss—En las fórmulas del Confíteor ahora apa rece también como pecado el haber tomado la comunión sin previa confesión. E l primer ejemplo que Browe aduce de A lcu in o (De psalmonim usu, n , 9: P L 101, 499 C) parece, sin embargo, que no per tenece al mismo Alcuino (véase m ás adelante 527 3).
m
Bsiowi, Die häufige Kommunion, 139-148.
11.
FRECUENCIA DE LA DE LOS FIELES.
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Testamento, se multiplicaban los casos que excluían de la comunión a los casados y a las mujeres 2 3 y exigían una pre paración cada vez más rigurosa. Un sínodo de Coventry exi gió en 1237 aun a los seglares que guardasen un ayuno pre paratorio de media semana. En otros sitios eran seis los días de abstinencia24. Fácilmente se acogían a la idea de su in dignidad como el centurión los que no se creían suficiente mente perfectos n 4 devotos25. Decían también—y en ello se Imaginaban inspirados sinceramente por principios religio sos—que la celebración frecuente daría lugar a menos estima del sacrificio, y, en cambio, la no frecuencia aumentaría la reverencia al Sacramento26. Realmente, para pensar asi no les faltaba razón del todo. La comunión espiritual
520. La ola eucarística que a fines del siglo xn recorrió toda la cristiandad levantó ciertamente el culto del Sacra mento, pero no influyó en una mayor frecuencia de la co munión; al contrario, ahora más que nunca creyeron poder suplir de alguna manera la comunión con la contemplación frecuente y ardorosa de la sagrada forma. 'Es entonces cuan do nace la idea de la comunión espiritual. Trayendo el crede €\t manducasti de San Agustín, consideraron tan eficaz como la comunión el dirigirse a Cristo con fe viva meditando en su pasión con amor profundo, asistiendo devotamente a la santa misa o contemplando la sagrada form a27. Fn la baja Edad Media se declaraba también necesario para que la sp¿2a D i o n i s i o de A l e j a n d r í a (Ep. can., c. 2 ; P G 10, 1281 A) y Testamentum Domini (I, 23 [ Q u a s t e n , Mon., 257]) desanrueban el que tome l a comunión mulier menstrua. De los esposes exige S a n J e r ó n i m o (Ep. 49, 15 : C S E L 54, 376s) que algunos olas antes de comulgar
se abstengan del uso del matrimonio. Según S an C e s á r e o d e A r l é s , Serm. 44 ( M o r i n , 139; P L 39, 2299), los casados no debían entrar a las iglesias durante treinta días después de haber hecho UíM> del matrimonio. Más referencias véanse P L 39, 2299, nota a. TJna sen tencia más benigna se contiene en la respuesta a San Agustín que se atribuye a S an G r e g o r i o M a g n o (Ep. IX , 64, n. 10 : P L 77, 11951198; cf. más arriba 1 , 1 3 1 36). Los libros penitenciales exigen una es pera de tres a ocho días (véase W. T h o m a s , Der Sonntag im frühen Mittelalter [Göttingen 1929] 110). Más tarde se convirtieron e s t a s prescripciones en simples consejos, que, sin embargo, eran m u y e f i caces ( B r o w e , Die häufige Kommunion , 8 19 1 2 0 153s). El pontifi cal de Narbona (s. xi) (en M a r t e n e , 1, 7, X I I I [I, 893 D] determi na ut Uli qui defuncti corpus laverint, per septem dies non a tetoan i
al .altare nec corpus Domini off erre nec participare praesumant, quia lex Veteris Testamenti hoc prohibet. 24 B r o w e , Die häufige Kommunion , 146. 23 L. c., 152-158. 26 P e d r o de B l o is
(*f hacia 1204), Ep. 8 6 : P L 207, 267 A. Die Kommunionandacht im Altertum und M ittelal te r: J L 13 (1935) 58-61.—Un ejemplo lo tenemos en la imitación de Cristo (IV, 10, 25), 27 B r o w e ,
1072
TR. I l, P. II, SEC. III.— LA COMUNION
ritualis communio 28 fuese operando el avivar el deseo de hi comunión sacramental, al punto que éste se tenía como esen cial. En una época en que, por exigencias demasiadas para la preparación de la comunión frecuente, se hacía ésta prác ticamente imposible, se explica que muchos sintieran nos talgias vivas por la comunión real. La
c o m u n ió n po r r e p r e s e n t a c ió n
521. Alguna justificación de semejante parquedad en la recepción de la Eucaristía la creían encontrar en la Edad Media en el pensamiento de que el sacerdote comulgaba en representación de toda la comunidad. Con frecuencia aluden a esta id ea29, y en tales opiniones se nota la tendencia a ha cerla extensiva además a otros casos. El sínodo de Tréveris del 1227 tuvo que prohibir que el sacerdote tomase el cuerpc del Señor en vez de los enfermos30. Luego se empieza a practicar la comunión por representación aun entre los sim ples fieles y, sobre todo, en los conventos de monjas. Del si glo x m tenemos documentos que prueban la costumbre de recibir la comunión por otros, principalmente por los difun tos 31. Más tarde ya no se hablará de tomar la comunión por 28 B r o w e , 1.
c.
2* Conforme refiere H e r b o r d o (Dialogus de Ottone, II, 18 [ J a f f é , Bibliotheca rerum Germanicarum , v , 7611), Otón de Bamberga (+ 1139) exhortó a los pomeranos recién convertidos a que acudie sen a misa con más frecuencia; y si no quisiesen comulgar en ella, deberían hacerlo por medio del sacerdote: saltem per mediatorem
vestrum, se. sacerdotem qui pro vobis communicat... communicate. ( i 1272) (Predigten, ed. P f e i f f e r , I, 502)
B e r t o l d o de R a t is b o n a
dice del sacerdote que comulga que «se nutre a sí mismo en el alma y a la vez a todos nosotros», pues todos los asistentes a misa for man con el sacerdote un cuerpo, siendo él la boca (1. c., II, 686). Cf. B r o w e , en J L 13 (1935) 61, nota 61.—D u r a n d o , IV, 56, 1 : por la pecaminosidad de los hombres está mandado que tres veces al año debemos tomar la comunión et sacerdos quotiaie pro ómnibus—Se gún L u d o l f o de S a j o n ia ( + 1377) (Vita D. N. Iesu Christi, I, 37, 7 [Augsburgo 1729], p. .164), la Eucaristía se llam a el pan nuestro do cada día quia quotidie ipsum sumimus per ministros Ecclesiae qm
hoc s^.cramentum percipiunt pro se et pro tota communitate.—Vén
se también la razón que H o n o r i o A u g u s t o d . (Gemma an., I, 36 : P.T, 172, 555; cf. más arriba I, 157 8rí da para la celebración diaria de la santa misa. 30 Can. 3 ( H a r t z h e i m , III, 527). 31 Esta costumbre tuvo su repercusión en los libros litúrgicos; el m isal de Valencia de 1492 ( F e r r e r e s , p. XC) amplía el canto do la comunión en la m isa de d ifu n to s: pro quarum commemorauonv corpus Christi sumitur.—Por lo demás, no se solía comulgar por en tonces en la misa de réquiem a causa del principio mencionado nu'ci arriba, 66. Todavía en 1630 B. Gavanti declara que no conviene <•<» mulgar en esta misa (véanse las disquisiciones en G a v a n t i -M e r a t i . Thesaurus, II, 10, 6 [I, 319-323]; L. P a í a d i n i , La controversia amo Communione nella Messa: «Miscellanea Mohlberg», i [1948] 347 :m esp. 354-356).-—L a Sagrada Congregación de Ritos, el 27 do juiiin
11.
FRECUENCIA DE LA DE LOS FIELES.
5 2 0 -5 2 4 __________ Í 0 7 3
otros, sino de ofreccì'la a su intención 3S. Esta práctica se de riva también de la poca frecuencia de la comunión en aque llos siglos. 52<2. A fines de la Edad Media apuntan fuerzas impulso ras a la comunión frecuente. Reciben mayor aliento en el concìlio tridentino y con Pio X llegan finalmente al triunfo definitivo3S. R esum en:
los dos extrem os
523. Es aleccionador meditar en las dos corrientes de ideas contradictorias que se dan en dos milenios de historia eclesiástica respecto al problema de la comunión frecuen te. Por un lado, la confianza exorbitada de que todos los que han sido injertados en Cristo por el bautismo y admitidos al reino de Dios pueden recibir el pan celestial como su pan or dinario de cada dia, y, por el otro, el sentimiento exagerado de reverencia y casi apocamiento, que se fija preferentemen te en la debilidad del hombre sobre la dignidad de cristiano, impidiendo y.paralizando aun a los fervorosos para no acer carse con frecuencia a los sagrados misterios. E l ayuno EUCARISTICO
524. Ya desde los primeros tiempos se ponía, además de la del estado de gracia, otra condición para el celebrante y los fieles: el estar en ayunas antes de recibir el Santísimo Sacramento. Esta condición se daba ya implícitamente en Ja práctica antigua de tomar el Sacramento «antes de cualquier*32 de 1868 (Decreta auth. SRC, n. 3177), declaró lícita la distribución de la com unión dentro de la m isa de d ifu n tos tam bién con p artícu las consagradas en otra misa, 32 Véase el tratado suplem entario Aufopferung der Kommumon (ofrecim iento de la com unión) en B rowe (Die haujige Kommumon 165-174), donde se buscan otras causas.—En los circuios de los begu in os de Estrasburgo se defendió hacia 1317 la tesis de que la co m unión de un seglar vale tan to para socorrer a un alm a en pena com o la m isa d el sacerdote (1. c., 166).—T eólogos postridentinos aclaran que en el ejercicio m encionado sólo se puede tratar d el opus operantis, es decir, de la propia devoción al recibir la com unión, y del valor intercesor de las oraciones que acom pañan a la com unión (1. c., 172ss). Por cierto, se encu en tran expresion es sem ejan tes d es de antiguo en varias fórm ulas de la poscom unión al pedir que esta com unión (sacramenta quae sumpsnnus, cqeiestis participadlo sa cramenti) procure la salvación de algu ien (ty. ej., de los padres d i fu n to s); cf. J. T schuor (Das OpjermaM [U n m en see 1942] 221-229), que con razón advierte que aquí la com unión se ha de entender com o parte del sacrificio. 33 E. D üblanchy , Communion frequenta «Dict. de Théol. cath.a, III, 515-552; Eisenhofer , II, 309s.
1074
TR. II, P. Il, SEC.
n i.—LA COMUNIÓN
otro manjar» 34. A fines del siglo iv se la exige más o menos expresamente3Í, aunque se permiten siempre algunas excep ciones, como, por ejemplo, el Jueves Santo, donde se trata ba de imitar en todo su verismo la última cen a36. Durante toda la Edad Media no sólo se observó estrictamente este pre cepto del ayuno eucarístico, sino que se le urgió repetidas veces aun para la asistencia a misa, como todavía en un sí nodo de Brixen del 1453 37, o se le recordaba al menos como consejoSí.*85 34
E sta fórm ula, que se repite m uchas veces (cf. las referencias
e n la n o ta 2), se in terp reta por J. S chummer (Die altchristliche Fasienpraxis: LQF 27 [M ünster 1933] 108) en el sen tid o d e que se tom a
ba la E ucaristía com o protección con tra veneno, com o en una e sp e cie de praegustatió ; realm ente, e l texto en S an H ipólito ( Trad . Ap. [D ix , 581) lo parece sugerir. A sem ejan tes con clu sion es lleg a ta m bién J. ÍM. P rochisse (A propos des origines du jeûne eucharisti que: «R evue d ’Hist. Eecl.», 28 [1932] 594-609, esp. 595ss). Y todavía nosotros pedim os que la com unión n os aproveche ad tutamentum mentis et corporis. É ste m odo de consi aerar la E u caristía no e x clu ía la reverencia. Al contrario, esta práctica necesariam en te iba acom p añ ad a de la idea d e que. dad a la presencia real de C risto, que era su fund am en to, e ste alim en to sagrado por reverencia deb ía co m erse an tes de todos los dem ás. Schlim m er m ism o, en otro con ju n to (221), se ve en la necesid ad de h acer con star esto, llam an d o la atención sobre la gen eral opinión d e los judíos d e que la cen a p as cu al, com o sagrado m an jar sacrifical, no se podía tom ar con e l e s tóm ago lleno. Y así llega a la con clu sión de que, ya en la ép oca de T ertuliano, e l ayuno no fu é sólo efectivo, sino tam bién in ten cio n a do. A sí tam b ién D ekkers (Tertullianus, 63), que adem ás recuerda que incluso en la antigü ed ad p agan a debían observar m ú ltip les pres cripciones d e ayunos cuando se querían p resentar a la divinidad (cf. R. A rbesmann , Das Fasten bei den Griechen und Römern [G iessen 1929] 72-97, esp. 96s). 85 S an B asilio (De ieiun ., hom . I, 6 : PG 31, 172 B ; e n e l brevia rio rom ano, e l dom ingo Laetare) ya lo insinúa.—S an G regorio N acianceno (O r a t 40, 30 : P G 36, 401), que in siste en que n o se ten ga la E u caristía después d el con vite, sino an tes d el m ism o.—T imoteo de A lejandría ( f 385) (Responsa canónica: P G 33, 1307 A) ; pero su opinión no e s d el todo clara (cf. P rochisse , 608).—Cf. tam bién J. B urel , Le jeûne eucharistique: «La V ie e t les A rts liturg.», 9 (1922-23) 301-310; véase la recen sión en JL 3 (1923) 138s.—Con tod a clarid ad aparece la prescripción h acia 400 en S an A gustín (Ep. 54, 6 : C SEL 34, I66s), qué la considera ya com o trad ición ap os tólica que se observa en toda la Iglesia. 3« A . B ludatj , Die Pilgerreise der Aetheria (Paderborn 1927) 313s. E l concilio qu in isexto (692) con d en a esta excepción, prueba de que h a sta en ton ces se segu ía observando. M Cf. m ás arriba I, 250 88 P. B row e , Die Nüchternheit vor der Messe und Kommunion irß Mittelalter; «Eph. Liturg:», 45 (1931) 279-287; F ranz, Die Messe. 02s ; O . B ilfingbr , Die mittelalterlichen Horen (S tu ttgart 1092) 80-80
12.
12.
ORACIONES PREPARATORIAS DE LOS FIELES.
524-527
1075
Comunión de los fieles. Oraciones preparatorias
525. Mientras se consideró la misa una acción común he cha por el sacerdote y la comunidad, no había por qué pen sar en dar a los fieles para su comunión otras oraciones fue ra de las que el sacerdote rezaba con ellos. La misa era el banquete único de todos. Esto fué el punto de vista aun en la antigua misa romana, a pesar de la escasez de oraciones en tomo a la comunión **. L as
nuevas ta n
t e n d en c ia s
se
m a n if ie s
TAMBIÉN EN LA COMUNIÓN
526. Cuando la misa romana se introdujo por la época carolingia en el imperio franco, pronto se vió que a los clérigos francos no les gustaba nada esta parsimonia de oraciones; y comienzan los intentos de modificar o reformar precisa mente esta parte de la comunión. Ni aquel sector social, ya muy reducido, que aun dominaba el latín era capaz de sen tir la belleza de las austeras formas romanas, ni los mismos clérigos. Por esto no hay que extrañarse de que una buena parte de las nuevas oraciones de la comunión que los sacer dotes poco a poco fueron intercalando en voz baja en el ordinario de la misa, todas las que se usan actualmente, aparezcan también como oraciones de los fieles o de los clé rigos y monjes asistentes. La conformidad es aquí aun máa completa que en el ofertorio, donde hemos podido observar una evolución paralela3. O raciones vertidos
privadas de los f ie l e s , co n EN OFICIALES DEL CELEBRANTE
527. La oración, dirigida a Dios Padre, Domíne sánete Pater, que aparece generalmente como p r i m e r a l a hemos encontrado atestiguada ya en el devocionario del emperador Carlos el Calvo4. También la oración Domine Iesu Christe 1 Cf. m ás arriba 319s 390s. 2 Cf. m ás arriba 48 22 56 00, etc.—T en em os un caso sem ejan te en el rito bizantino, donde se exh orta exp resam en te a los fieles a que digan an tes de la com unión la m i s m a oración ü i a t s u o ) x ú p i s , que el sacerdote reza e n voz b aja (B rigktman, 396 b). * Cf. m ás arriba 491. * Cf. m ás arriba 4 9 1 ia. C ontiene todavía (1. c. 1JL6), com o ora ción para después de la com unión, el Quod ore sumpsi Domine, algo cam biado.
1076
TR. II, P. II, SEC. I I I .— LA COMUNIÓN
fili Del viví se halla asimismo en aquella época» en las colec ciones de oraciones privadas, a veces también como oración para después de la comunión, como, por ejemplo, en una de las colecciones de oraciones para la comunión de Montecasino de fines del siglo x i ñ. Con esta misma finalidad la pre senta el ordinario del monasterio alsaciano de Gregorienmünster (siglo x i ) con la siguiente rúbrica: Quando ad sumendum corpus et sanguinern domínicum accedimus, áicim u s 6 ; como se ve, era una oración para los que iban a comulgar. Dígase lo mismo de la oración Perceptio. Aparece una vez como segunda fórmula, introducida con un Item y encabezada por las palabras Communicantes singuli dicant \ También las otras fórmulas que siguen en nuestra liturgia actual se destinan a los no sacerdotes; así se lee en la misa de San Lorenzo de Lieja (primera mitad del siglo x i ) : Cum aliquis corpus Christi accipit, dicat: Panem caslestem accipiam et nomen Domini invocabo. Item: Corpus D. N. I. C. sit mihi remedium sempíternum in vitam aeternam *7859. Esta últi ma no es la única fórmula de entre las del misal actual que la usan también los fieles H. El Domine non sum dignus se recomendaba ya en el siglo x r como una oración para la co munión de los seglares10. Efectivamente, ya se encuentra como la última de las oraciones rezadas antes de la comu nión en el devocionario aludido de Montecasino 1 1 y a partir del siglo x i i i empiezan en los monasterios a rezarla en co mún antes de la comunión l2. 5 A. W ilmart, Prières pour la Communion en deux psautiers du Mont-Cassin ; «Eph. Liturg.» (1929) 324.— V/ilm art en um era (327, nota) adem ás tres colecciones de oraciones d el siglo ix que con tien en la fórm ula ; en tre ellas el Libellus de Fleury, reproducido en M igue (PL 101, 1408 A). Aparece tam b ién com o la segunda de tres fórm ulas que, bajo el titu lo oratio ante communionem, se encu en tran en la colección de oraciones De psalmorum usu (PL 101, 508); la tercera fórm ula es ya una am pliación de ésta. « M artene, L 4, X V I (I, 600 D). 7 M isal de Salzburgo de los siglos x ii- x iu (K öck, 131). E sta fórm u la se en cu en tra, lo m ism o que con ta n ta frecu en cia se ve en el ordinario de la m isa destinado al celebrante, después de la com u nión. La prim era fórm ula, que deben rezar todos, es una form ula de su n ción : Corpus D. M. I. C. proficiat mihi ad saiutem corporis et animae in vitam aeternam. Per. « M a r t e n e, 1, 4, XV (I, 593 D). 9 Cf. m ás arriba la n o ta 7. U n m isa l del sur de Ita lia d e los s i glos x n - x n i (E bner , 346s) asign a al que com ulga la fórm ula de su n ción Perceptio. 10 B rowe (Mittelalterliche Kommunioriten: JL 15 [1941] 32) cita: A nselmo de L aón (+ 1117), Enarr. in Matth., c. 8 : PL 1C2, 1321; B alduino de F landres (*{- 1190), De sacr. altaris: PL 204, 773 B ; B runo de S eguí (-{- 1123), Comment. in Matth., II, 8, 25 : PL lO.'i. 141; L udolfo de S ajonia (+ 1377), Vita D. N. Iesu Christi, i , 42, 8 (Augsburgo 1729) p. 190. Cf. Cf. tam b ién m ás arriba 508 3 11 W il m a r t , 324.
12 br o w e , Mittelalterliche Kommunionriten ; JL 15 (1941) 33. p.n esto se decía a veces en conventos de m on jas: Domine non sam
12.
L as
ORACIONES PREPARATORIAS DE LOS FIELES*
oraciones
preparatorias
5 2 7 -5 2 9
1077
de
M ontecasino
528. Las oraciones preparatorias de la comunión de Mon tecasino 1 3 nos dan, por lo demás, una idea exacta de la ma nera como se preparaban entonces para la comunión en un monasterio fervoroso. El Ordo ad accipien du m corpus D om i ni empieza con los salmos 50.15.38. Siguen el K yríe, P a ter n oster y C redo y una redacción libre del C on fíteor y del M i serea tu r . Después de varios versículos, se añaden las oracio nes propias de la comunidad; de ellas la primera s-e dirige al Padre; la segunda, al Hijo, y, finalmente, la tercera, al Espíritu Santo14, terminándose esta preparación para la co munión con la triple repetición de la frase del centurión i5. Después de recibir el Sacramento, se reza tres veces Verbum caro fa ctu m est e t h a b ita v it in nobis le, y luego la doxología Tibí laus , tib í gloria, tib í gra tía ru m a d ió in saecula saecu lo ru m , o b ea ta T rin ítas. En las oraciones que siguen está, ade más de la ya citada D om in i le sn C h riste Fili, el Corpus tu u m D om ini quod s u m p s i 17. Otras fórmulas repiten, de una ma
nera o de otra, el ruego de que el Sacramento nos purifique y fortalezca18. La
evolución del pe n sa m ien to teoló gico
MODIFICA LAS FÓRMULAS
529. Es notable que las oraciones de este grupo, que desde fines de la época carolingia se va incorporando de lo priva do a la oración litúrgica del sacerdote, algunos siglos des pués dejan de usarse en la devoción privada. Al paso que las oraciones del ordinario de la misa se afirman, la devoción digna , que a veces tuvo que rezar e l m ism o sacerd ote (1. c., 31); así, p. ej., todavía e n el Missale Romanum , im preso en 1563 en Ven ecia (L ebru n , I, 556). ia P rim era redacción; W ilmart , «Eph. Liturg.» (1929) 322-325. 14 E n la segu n d a redacción se en cu en tran tres oraciones, d irigidas a cad a una de las personas d ivin as (326); en la prim era h a y dos fórm u las dirigidas al Padre.— P arte de las fórm ulas las hem os visto ya (m ás arriba 4 9 1 14s 4 9 4 23). Los tex to s d em u estran gen eralm en te la ten d en cia a am plificaciones cargadas de sen tim ien to. 15 S olam en te h a sta el sub tectum meum. E n la segu n d a redac ción precede u n a oración larga, que em pieza con la s m ism as p a la bras y se parece a las oraciones m en cion ad as arriba, 508 34. 16 Así tam bién en un m isa l d el sur de Ita lia de los siglos x n x i i i (en E bner , 347). 17 El m isal que se m en cion a en la n o ta anterior (E bner , 347) hace rezar a los clérigos que com u lgan : Quod ore sumpsimus, y luego el Corpus D. N. I. C. quod accepi. i® W ilmart , 327, pon e de relieve, y con razón, que une préoccu pation morale caracteriza estas oraciones de com unión.
1078
TR. II, P. II, SEC- I I I — LA COMUNIÓN
privada, en el período gótico que ahora se inicia, entra por nuevos cauces. En el siglo x i nacen los saludos al Santísi mo 19, que pasan a los m isales 2 0 y tienen su máxima expre sión en la elevación de la sagrada forma que entonces se in troduce inmediatamente después de cada una de las dos con sagraciones. Intimamente relacionada con esta innovación es el nuevo modo de concebir'la presencia de Cristo en el San tísimo Sacramento, que en las sagradas especies ve ya no sólo el cuerpo y la sangre sacrificada del Señor, sino simple mente a Cristo como huésped divino del alma. La pauta no da ahora la frase ... quien com e m i carne y b eb e m i sa n g re... (Jn 6,53), sino ... qu ien m e com e (Jn 6,58). Se trata de una evolución paralela a la que vimos ya en la explicación alegórica de la misa, que arranca de la meditación fervorosa de la pasión durante la m isa21. El
rito de la comunión de los enferm os
SE INCORPORA
a la m isa
530. Todo esto hay que tenerlo en cuenta para poder apreciar en su verdadera significación el hecho de que hacia fines de la Edad Media se forma para la comunión de los fieles dentro de la misa un cuerpo especial de oraciones, in corporando a la misa el rito de la. comunión de los enfermos y moribundos. Este fenómeno en el fondo no es otra cosa que un proceso en regresión, que siglos atrás había llevado las oraciones y ceremonias de la misa al cuarto de los enfer mos, haciendo rezar allí al sacerdote el P a te r n o ster con su introducción, y el em bolism o , seguido del ósculo de paz, que se daba con una fórmula correspondiente al P ax D om ini y la administración del Sacramento22. 19 W ilmart, Auteurs spirituels , 20ss 373s; B rowe , Die Kommunionandacht (véase abajo la n o ta 21) 49.—Se tra ta de un caso a is lado, si e l sacram en tario de P o n te A vellana (an tes d el 1325), sin m encionar otras oraciones, m an d a a los que van a com ulgar que recen e n com ún (Ad sonitum patenae hanc fratres orationem dicant): Huius sacramenti susceptio fiat nobis, Domine, omnium peecatorum nostrorum remissio. Per Christum (PL 151, 887s). 20 Cf. m ás arriba 503s. 21 P. B rowe , Die Kommunionandacht im Altertum und Mitici alter: JL 13 (1935) 45-64, esp. 53ss.—D e otra clase so n las m edita ciones, e n sí grandiosas, que ofrece la Imitación de Cristo (IV, 6s::> com o exercitium ante communionem. 22 S e tra ta de u n a su pervivencia de fórm ulas de la m isa gálica n a ; así se ve con tod a claridad en el ritu al d e St. F lorian (s. »n» (ed. F ranz [Friburgo 1904] 82). S in em bargo, tam bién se usa la p a i te correspondiente de la m isa rom an a que em pieza con el praccc;> tis salutaribus, e incluso se le h a ce preceder parte de la antemi:;a; a sí en el p ontifical de N arbona (s. x i) (M artene , 1, 7, X III [T, 8f)‘! I cf. J ungm ann , Gewordene Liturgie, 149-156). U n a form a m uy solcm’ n e d el rito de la com unión tom ado de la m isa la ten em os en la -i///*.sa praesanctificatorum (véase 1. c., H4-146). En O riente se usui».
12.
ORACIONES PREPARATORIAS DE LOS PIELES.
5 2 9 -5 3 2
1079
C ambios y t e n d en c ia s po st e r io r e s ; CONFESIÓN DE LOS PECADOS
531. Pasado el siglo xi, este rito se hace cada vez más raro. Se descompone lentamente y saltan al primer plano otros elementos, sobre todo algunos tomados de la confesión sacramental y de la profesión de fe. Ciertamente, la confe sión de los pecados se tuvo siempre como una magnífica pre paración para la comunión, sólo que no se ponía inmediata mente antes de la misma comunión *23. En el devocionario de Carlos el Calvo se manda: Confitenda sunt peccata secreto coram Deo, antequam vestram offeratis óblationem vel commanicetis 24. En la comunión de los enfermos, como es natu ral, había que poner mucho más juntas todas estas prepara ciones. El enfermo—así se manda en el siglo x i i —debe rezar snum Confíteor2S, al que sigue el Misereatur con el Indulgentiam, que es una especie de absolución 26, y el resto del rito. P rofesión
de fe
532, En los documentos de los siglos v iii y ix se encuentra a veces una previa profesión de fe del enf ermo, ordinariamen te en forma del símbolo apostólico 2728. Pero nunca llegó a im ponerse como costumbre. A partir de los siglos x i y x i i vuelve a aparecer más íntimamente relacionada con el Sacra mento 2S. esencialm ente este rito de la missa praesanctificatorum cuando se com ulgaba fu era de la m isa (H anssens , II, 99s). 23 Cf. m ás arriba I, 14, final del in c is o ; 634. 24 Ed. N inguarda (véase m ás arriba 48 22) 113; cf. e l ordinario de la com unión de M ontecasino, m ás arriba, 528. 23 R itu a l de St. F lorian (ed. F ranz , 82). B rowe (M ittelalteritclie Kommunionriten: JL 15 [1941] 28s) d a m ás ejem p los, en tre los que hay a lg u n o s.d e l siglo x i. S in em bargo, fa lta e l Conjiteor tam b ién en algunos docum entos m á s recien tes; así, p. ej., en la recen sión m ás an tigu a del p ontifical rom ano d el siglo x m (ed. A ndrieu , n, 493). 28 Cf. m ás arriba 380s 632s. 27 P. B rowe , Die Sterbekommunion im Altertum und M ittelal ter. 5. Die Ablegung des Glaubensbekenntnisses: ZkTh 60 (1936) 211215: cf. -el libro d e D im m a (F. E. W arren , The liturgy and ritual of the Celtio Church [O xford 1881] 169); T eodtjlfo, Capitulare, n : PL 105, 222 C.—U n ejem plo de los siglos x in - x iv en M artens , 1, 7, X3XVI (I, 948). T am b ién la agen d a de la d iócesis de S chw erin d el afio 1521 (ed. A. S chönfelder [Paderborn 1906] 24s) exige otra vez la con fesión de fe apostólica.—-En los avisos que S a n F rancisco Ja vier dió a su s com pañeros en febrero de 1548, d ic e : «... cuando v i sitareis los en ferm os, les h aréis decir e l Credo e n su lengua, pregun tán d oles a cad a artículo si lo creen b ien »... (Cartas y avisos espi rituales de San Francisco Javier, ed. F. M oreno [C ádiz 1944]). 28 R itu al de St. F lorian (F ranz, 82: Ecce, frater, Corpus D. N. /. C-, quod tibi deferimus. Creáis hoc esse illud, in quo est salus, vita et resurrectio nostra ?—R itu a l d el obispo E nrique I de
1030
TR. II, P. II, SEC. I l i . — LA COMUNIÓN
E n t r a n ta m bién e n el rito COMUNIÓN DE LA MISA
be
533. Estos dos elementos pasan luego al rito de la comu de los siglos x i i y x i i i contienen ya muchas veces el Confíteor nión dentro de la misa. Las liturgias de las órdenes religiosas inmediatamente antes de la comunión de los hermanos 2a. Luego, comp confesión general, entra a formar parte del ri tual de las iglesias parroquiales, donde se reza por toda la pa rroquia 2930. Dentro de la misa encontramos también, ya en el siglo x i i , la afirmación de fe en la realidad del Sacramen t o 31; y cuando los reformadores impugnan esta verdad, tal profesión de fe aparece en forma de respuestas que dan los que van a comulgar a las preguntas del sacerdote 32. B reslau (+ 1319) (ed. F ranz [Frlburgo 1912] 33): Creáis, quoa hoc sit Christus, salvator munai? —E n un ordinario de la com unión de los en ferm os de G erona (hacia 1400) se exige del en ferm o en pri m er lugar que rece una profesión de fe cristológica de siete artícu los y luego, d espués de besar la cruz rezando una breve oración, la profesión de fe en e l S acram ento (T. N ogtjer y M osqueras, Un text liturgic en Catalá: «A nalecta sacra T arraconensia», 12 [1936] 451-462). M ás ejem plos véan se en B rowe , Die Sterbekommumon: ZkTh (1936) 213ss. 29 B rowe , Mittelalterliche ¿Lommumonriten; j l 15 (1941) 29.— Sólo los cartu jos no rezan aún actu alm en te el Confíteor en este s i tio, com o tam poco el Domine non sum aignus. Los cistercien ses lo suprim en si n o com ulgan m ás que los a sisten tes (1. cú. 30 B rowe , 30. H ay tam bién testim on ios de que se ech a un a pen iten cia, com o en otros casos análogos (cf. m ás arriba I, 63318). V éase el Ritus communioJiis catlioucus (an tes de 1557), del du que A lbrecht IV de B aviera, así com o m ás referencias en H. M ayer, en ZkTh 38 (1914) 276s. C onfesión de los pecados en len gu a vulgar e im posición de una p en iten cia se en cu en tra tam bién en un rito de com unión húngaro del siglo xv i (C. P éterffy , Sacra concilla Ecclesiae Rom.-cath. in regno Hungariae [B ratislava 1742] 240). 31 En la Queste del St. Graal (hacia 1220), ed. P auphilet, 167 (en B rowe , 24), uno de los héroes, al preguntarle e l sacerdote si sabía lo que é l tien e e n su s m anos, confiesa: «Tú tien es en las m anos a m i S alvador y m i salvación bajo la especie de pan».—^Bro we (24ss) observa que e n lugar d el ex a m en de la fe, sobre todo d es pu és de la m itad del siglo x iii , se h acía un pequeño fervorín exhor tando a la com u n ión digna y devota. E ste fervorín se ten ía con fre cuencia en lugar del serm ón o (en conventos) el día anterior (25s). En tiem pos posteriores, y h a sta el siglo x x, los fervorin es se han hecho m ás frecu en tes in m ed iatam en te an tes de la com unión, so bre todo de las com uniones generales, y como ta les (fervorini) h an sido autorizados exp resam en te por un decreto de la Sagrada C ongregación de R itos del 16 de abril de 1853 (Decreta autn. SRC, núm ero 3009, 4).—A veces, e n los ritu ales se prevén para ellos textos ya im presos; véase, p. ej., para la provincia eclesiástica de Salzburgo en e l siglo x v i : M ayer, 1. c., 277 (n ota a n terio r); para C ons ta n z a : A. D old, Die Konstanzer Ritualientexte: LQ 5-6 (M ünster 1923) 52s. 32 E n esta form a las prescriben los capítulos gen erales d e Io:i dom inicos en 1569 y 1583 para la com u n ión de los seg la res; dea pués del a con fesión de los pecados, el sacerdote p resen ta la fornm
12.
I jA
ORACIONES PREPARATORIAS DE LOS FIELES-
5 3 3 -5 3 5
1081
profesión de fe queda substituida por el
«E cce A g n u s D e i »
534. ¡Fué un acierto el de substituir estas preguntas y res puestas por la forma más serena y elegante del actual Ecce Agnus Dei, que, por la interpretación tan certera y llena de profundo sentido que da del Sacramento, empalma con el canto precedente del Agnus Dei. Bien se le puede comparar con el Sancta sanctis de las liturgias orientales 33. El testimo nio más antiguo del uso de estas palabras antes de la comu nión aparece en el sínodo de Aix del año 1585, donde se pres criben juntamente con su rito 34. T odo
el rito s e po n e e n la tín
535. Estas palabras se rezaban muchas veces hasta nues tros días en lengua vulgar, lo mismo que el «¡Señor!, yo no soy digno» y la profesión de fie. No pocos sínodos y rituales diocesanos de Francia y Alemania lo mandaban asi expresa mente hasta entrado el siglo x v i i i y aún posteriormente35. Cuando este grupo de la triple fórmula Confíteor con la ab solución, Ecce Agnus Dei y el Domine non sum dignus entra ron en el año 1614 a formar parte de las ceremonias de la comunión del Rituale Romanum, se ponían en latín; y cuan do más tarde los rituales diocesanos se fueron reformando, a quien com ulga d ic ie n d o : Creáis hunc esse verum Christum ueum et hominem. Este co n testa : Credo, siguiéndose el Domine non sum dignus (Monumenta Ord. Fr. Praed. hist., 10 [1901] 239; B r o w e , 27).—En el Rituale sacramentorum Romanum (R om a 1584), p. 297, com puesto por el cardenal Santori, la pregunta es com o sigue: «Cre-
ditis hoc esse verum Christi corpus, quod pro vobis traditum fuit in mortem ?» D espués de la contestación afirm ativa Credo sigue otra
pregunta sobre la fe, m ás general. P reguntas sem ejan tes se en cu en tran tam bién en el rito de la com unión húngaro del siglo xvi (P éterffy [véase la n ota 301 241). 33 V éase tam bién en la nota 28 otra fórm ula que em pieza con
Ecce.
34 H ardouin , X . 1525; L ebru n , X, 556. 33 B ro w e , Mittelalterliche Kommunionriten: JL 15 (1941) 30s; C orblet , II, 30. Asi tam bién, p. ej.. en el Manuale sacrum
Messgebräuche der Gläubigen in den ausserdeutschen Ländern:
StZ [1927,
II] 3602.
1 082
TR. II
P. II, SEC. II I.— LA COMUNIÓN
tomando como modelo el Rituale Romanum, también en ellos la lengua vulgar quedó substituida por la latina. Actualmente reza el acólito el Confíteor, nomine populi y el sacerdote dice el Domine non sum dignus 36. Y
SE INCLUYE DEFINITIVAMENTE ENTRE LAS ORACIONES DEL MISAL
536. Así se hizo fácil adoptar dichas fórmulas entre las oraciones del misal romano37. Respondía por lo dicho, senci llamente, a una costumbre practicada desde hacía tiempo. Con todo, donde todos los fieles están acostumbrados a se guir el curso de la misa rezando con el sacerdote el Confíteor al principio de la misa, su repetición antes de la comunión causa la impresión de una cosa superflua38. Por cierto, en la comunión de la misa de órdenes s e suprime el Ecce Agnus Dei y el Domine non sum dignus, y en la de la ordenación sacer dotal, aun el Confíteor39. J uramentos
537. El que a fines de la Edad Media pudieran introdu cirse tan fácilmente antes de la comunión del pueblo estas fórmulas, se explica en parte, porque desde muy antiguo exis tía ya la costumbre de detenerse en este momento antes de comulgar para hacer declaraciones juradas en presencia del Sacramento, cuando para ello había algún motivo especial. De Novaciano se cuenta que, antes de dar la comunión a sus secuaces, les pedía juramento de fidelidad 40. En la alta Edad Media se exigían parecidas manifestaciones en este momento a los que habían de comulgar en la misa que precedía a Jas ordalías41. se Rituale Rom. (1925), IV, 2, 1, 3. 37 Missale Rom., Ritus serv., X , 6. 3» Y a en e l año 1680 llam ó la aten ción sobre la in con ven ien cia de la rep etición del Confiteor y e l Domine non sum aignus n . Letourneux (véase T rapp , 10). 30 Pontificale Rom., De ord. presbyteri; para los sacerdotes se da com o razón : quia concelebrarit Pontifici. 40 E usebio , Hist. eccL, VI, 43, 18. 41 P. B rowe , Zum Kommunionempfang des M itteiaiters 5. Die Kommunion vor dem Ordal und dem Duell: j l .12 (1934) 171-173. U n m isal de los siglos x n - x m de la región de S ie n a tien e en la Missa, quando lex agitur la rúbrica sacerdos cum ad communicandum ac-
cesserit, ita adiuret eum: Adiuro te homo, per Patrem et Filium et Spiritum Sanctum et per tuam christianitatem et per istas reliquias quae sunt in ista ecclesia, ut praesumas non ulto modo communi care . si culpabilis es (E bner, 254s). E n form a de p lural (Aamro vos homines), y ya con algu n as am plificaciones, e n e l ritu al de S t. F lorian (s. x ii ), ed. F ranz, 119; tam b ién en F ranz, Die Messe, 214. De un m odo sem ejan te ya en dos m an u scritos de los siglos a y x , reproducido e. o. en P. B rowe (De ordaliis, II : «T extus e t Docu-
13.
P r o fe sió n
EL RITO DE LA DE LOS FIELES.
0 3 5 -039
1083
de votos
538. Un caso parecido tememos en las costumbres de al gunas órdenes religiosas cuando asignan el momento inme diatamente anterior a la comunión para la emisión de los votos, que se interpreta de este modo como una especie de juramente sagrado que debe ser sellado por la comunión. Ejemplo de ello lo tenemos en una disposición del capítulo general de los franciscanos franceses del año 1331 42; de moño permanente y obligatorio se impuso en la profesión de los votos de la Compañía de Jesús, que se hace inmediatamente antes de recibir el Sacramento43, ejemplo imitado después por. muchas congregaciones modernas.
13. El
La comunión de los fieles. El rito
lugar
539. Diversas soluciones se ha dado en el correr del tiem po al problema de dónde habían de recibir los fieles la comu nión 1. Cuando todavía era costumbre que todos o por lo me nos la mayor parte de los asistentes comulgasen, se explica la ventaja del procedimiento impuesto por el primer Ordc Romanus: los fieles se quedaban en su sitio y el clero les lle vaba la comunión 3. En otras regiones, los fieles se acercaban m enta», ser. íh e o l., 11 [R om a 1933] 7).— Como s e ve, la com unión del acusado servía tam b ién para averiguar la verdad. Como «prue ba de la cena» estab a m ezclada, n atu ralm en te, con superstición. En su esen cia, sin em bargo, era «una form a solem ne d e juram ento de purgación» (G. S chnürer , Kirche und Kultur im M ittelalter, n [Paderborn 1926] 54). 43 C apitulo general de P erp iñ án (Constitutiones, III, 8 : «Archivum F ranciscanum hist.», 2 [19091 281). ** Constitutiones S. V. 3, 2-4 (lnstitutum s. n [F lorencia 1893] 89); I. Z eiger, Professio super hostiam, Ursprung una Sinn gehalt der Profess form in der Gesellschaft Jesu .* «Archivum h istoricum S. I.», 9 (1940) 172-188.—Con frecu en cia se lee en las vidas de san tos d e los últim os ú ltim os siglos que h icieron un a d eclara ción ú ltim a an tes de recibir e l viático. E n este m ism o sentido, el ú ltim o general de la C om pañía de Jesús de a n te s de su disolu ción L. R icci, e n la hora d e su m uerte, el 19 d e noviem bre de 1775, d e claró a n te la S agrad a F orm a solem n em en te la in ocen cia propia y la de su orden (cf. B. D uh r , Lorenzo Ricci: S tZ 114 [1 9 2 8 ,1] 81-92, esp. p ágin a 88). 1 B rowe , Mittelalterliche Kommunionriten 4. Der Ort des Emp fanges: JL 15 (1941) 32-42. 2 Cf. m á s arriba i , 92.—E n algunos sitios se en cu en tra este m ode de dar la com unión aun en tiem pos posteriores. E n e l san tu ario de
1 08 4
TR. II, P. II, SEC. III-— LA COMUNIÓN
ya en el siglo iv al altar *3. En las Galias era ésta una costum bre tradicional. 540. Para facilitarles el acceso al altar se abría duran u la comunión la barandilla Que separaba el presbiterio del resto de la iglesia. Los fieles podían, pues, subir hasta el mis mo altar, privilegio confirmado expresamente por el sínodo de Tours (567) 4 y que no fue restringido hasta la época carolingia 56. A partir d e l siglo vm se reservaba este derecho a los monjes y a veces también a las monjas, mientras que a los seglares no se les permitía sino en contadas ocasiones comul gar en el altar mayor, como lo vemos, por ejemplo, en la re gla de los canónigos conventuales de San Agustín, que fué confirmada el año 1116 para el convento de Ravena*. Ordi nariamente, sin embargo, se les daba la comunión en un al tar lateral, al que antes se había llevado el Santísimo o donde se celebraba una misa privada7. Este era también el caso jara las iglesias conventuales o colegiatas, donde el presbiterio sstaba separado de la nave por una alta pared, el llamado Lettner Eleccionario), como era frecuente en los países del íorte de los Alpes durante tel periodo románico. En estas igle sias se daba la comunión en el altar de la Santa Cruz, adosado il L ettn er8. Cl
comulgatorio
541. En la Iglesia antigua del norte de Africa y en otros itios, los fieles se acercaban para la comunión á la baranilla que rodeaba el altar. San Agustín advirtió una vez a )s penitentes que no tenían derecho a la comunión que no 3 acercasen a la barandilla para que no tuviesen que ser aria Luschari, en C arintia, era todavía en el siglo xix costum bre le el sacerdote repartiese la com unión andando por toda la iglesia, isde el altar h asta la puerta principal (A. E gger , Kircfutche unst- und Denkmalpflege, 2.a ed. [B rixen 1933J 204. nota 3). 3 El concilio de Laodicea. can. 44 (M ansi , II. 571). conoce ya esta stumbre, pero rechaza el que las m ujeres se acerquen ai altar. 4 Can. 4 (M ansi , IX , 793). Más referencias en B rowe , 36s . 8 Cf. el fenóm eno paralelo en la entrega de las ofrendas m ás arri8 42. Tam bién en R om a se prohibió en el siglo ix a los seglares bir al presbiterio (B rowe , 36).—En España, el concilio iv de T o lo (633), can. 18 (M ansi , X. 624), había ordenado ya ut sacerdos levita ante altare communicent, in choro clerus, extra chorum oulus. 6 E. Amort, Vetus disciplina canonícorum, I, (V enecia 1747) 376. mbién una regla de los H um illados del año 1310 perm ite a los nbres el acceso al presbiterio (B ro w e , 40). 7 CL B ro w e , 40. 8 En la s cated rales españolas corresponde a este altar e l dM scoro, que tam bién su ele estar dedicado a la sa n ta cruz .—(Nota
TraductorJ
13.
EL RITO DE LA DE LOS PIELES.
5 3 9 -5 4 3
1035
retirados de allí (de cancellis) y. Algo semejante debió obser varse en Oriente 910. De estas barandillas se nos habla todavía en la época de los carolingios. No eran tan bajas como las actuales, sino llegaban hasta el pecho11, de modo que no se podía recibir el Sacramento sino estando de pie. 542. A partir del siglo x i i i se encuentra en algunos sitios la costumbre de extender un paño delante de los comulgantes arrodillados ante el altar. Este paño lo sostenían dos acóli tos 12. Más tarde, en el siglo xvi, se empieza a poner este paño sobre una mesa o sobre un banco puesto entre ej presbiterio y la nave, delante de los comulgantes. Práctica útil para or denar las filas de los que comulgaban. En diversos sínodos se dan disposiciones en este sentido 13. Mientras en algunas re giones los comulgatorios se han conservado lo mismo que en tonces, en otras, particularmente en Alemania, se han ido substituyendo a partir del siglo x v i i por barandillas fijas do madera o piedra, un poco más bajas que las antiguas para poder estar en ellas de rodillas. P ostura
corporal
543. La costumbre de recibir el cuerpo del Señor de rodi llas se fue imponiendo en Occidente 1 4 muy lentamente entre 9 S an Ag u s t ín , Serm. 392, 5 : P L 39, 1712. 10 Oí. m á s arriba la n ota 3.—T eodoro de M opsuestia , sermones catech., V I (R kícker, 36): com ulgar e n el altar fu é p rivilegio del clero. Cf., sin em bargo, e l ejem p lo de E usebio (Iíist. eccl., VII, 9), m encionado m ás arriba (382 con la n o ta 77), y la costum bre com batida por e l concilio de L aodicea (véase m ás arriba n o ta 3).—V éan se tam bién la s d isposiciones acerca d e la en trega de la s ofren d as m ás arriba, 8 42. 11 V alafrido E strabón (De exord. et increm ., c. 6 : PL 114, 926 B) dice que tien en tal altura, que, estan d o de pie, uno puede cóm od a m en te apoyar en ella s los codos. J. B raun (Der christliche Altar , II, 660) da en gen eral com o altu ra de esta s b arandillas la de 0,80-1,20 m. E stos cancelli eran, pues, m uy p arecidos a los d e n u estras «canciUerías» (en la s com isarias). 12 Ordinarium O. P. (G u errini , 247); Líber Ordinarius d e L ieja (V olk , 99, lín. 18). En am bas fu en tes se m an d a al sacerdote, que, sin duda, no llev a p ersonalm ente la p íxid e con la s p artículas, a que coja la form a siem pre con la m an o derech a y la p a te n a con la iz quierda, supponendo eam hostiae, et sic transíerat usque aa fra trem communicandum.—E l paño m encion ad o an tes, segú n e l Ordo Rom. XIV (n. 56: PL 78, 1172), podía ser tam bién e l v elo de cáliz (B raun , Die liturgischen Paramente , 233),—Cf. tam b ién la in stru c ción acerca del paño de la com unión que d a e l párroco de M agun cia F lorencio D iel, h acia 1500, a sus feligreses m ás arriba, 1-2 75. 13 L a m ás an tigu a es de G én ova 1574 (B rowe , 41s). 14 E n la litu rgia b izantina, los fieles reciben la com u n ión de pie. S e tra ta de u n a excep ción si los u cranianos de G alitzia la tom an arrodillados (doctor J. Casper).
um
TR. II, P. II, SEC. IIL — LA COMUNIÓN
los siglos x i y x v i15. Este cambio de la postura corporal sr refleja también en los cuadros que de la última cena se fue ron pintando en el decurso de los siglos. Si bien los exegetas, quienes buscan únicamente el rigor histórico, afirman que los discípulos recibieron el pan sagrado en la misma postura que se. usaba entonces en la cen a16, el arte, preocupado única mente de damos el sentido íntimo de las cosas, reproduce el hecho evangélico a tono con las ceremonias de la comunión corrientes en su época17189. 544. Así en el códice de los evangelios de Rossano, com puesto hacia 500 en Egipto, se pinta a Cristo repartiendo a pie el pan sagrado a los discípulos, que igualmente están de pie 1S. En cambio, el evangeliario de Bernvardo dé Hildesheim ( f 1024) pone al apóstol Judas recibiendo la comunión de ro dillas 39, a pesar de que esta postura no se estilaba entonces como cosa natural en todas partes; tuvo que ser mandada expresamente en diversos estatutos de órdenes religiosas de los siglos xi, x i i . y todavía del xm. Y aun mucho más tarde vemos en algunas diócesis que se recomienda se introduzca esta costumbre, como se ve por una agenda im presa el año 1602 en Paderbom, que manda se adopte ubi commode fieri p o terit20. En cambio, en el rito de la curia romana se considera ya en el siglo x i i como tradicional, y el único que comulga de pie es el obispo en el día de su consa gración, como lo sigue haciendo en la actualidad 21. 15 P. B ro w e , Mittelalterliche Kommunionriten 4. Aeussere Ver ehrung des Sakramentes beim Empfang ; PL 15 (1941) 42-48; B. K leinschm idt , Zur Geschichte des Kommunionritus ; «Theol.prakt. Q uartalschrift», 59 (1906) 95-109, esp. 96s. 16 MC 14,18: «vGjcsijxivciiV ftüXüiy. Cf. M t 26,20; L c 22,14. 17 Cf. E. D obbert, Das Abendmahl Christi in der bildenden Kunst bis gegen Schluss des 14. Jh.: «R epertorium für K u n stw issen sch aft», 13 (1890) 281-292, contin u ad o h a sta el tom o 18 (1895) 336-379. 18 R eproducción gráfica en O. G ebhardt—A. H arnack , E'-angeHorum codex graecus purpureus Rossanensis (Leipzig 1880), /Ami nas 9 y 10; reproducido fotográficam ente y con exp licacion es detaUadas e n A. H aseloff , Codex purpureus Rossanensis (B erlin 1898), lám inas 6 y 7, resp. pp. 102-106.—D e m odo parecido en e l códice si•íaco d e R ábulas, de una ép oca algo m á s reciente (O. W ulff , Altzhristliche und byzantinische Kunst , l [B erlín 1918] 194).—R eproduciones gráficas de tiem p os posteriores e n e l trabajo de D obbert, lo s Abendmahl: «R epertorium », 15 (1892) 507 509 ö ll s s 517 519; íraun , Das christliche Altargerät, lám s. 10 y 41.—U n testim on io iterarlo de la postura en pie para O ccidente lo ten em os en la \egula Magistri (c. 21: PL 88, 988), p erten ecien te probablem ente 1 siglo v i : erecti communicent et conjirment. 19 D obbert , 1. c., 18 (1895) 365. 20 B r in k t r in e , Die hl. Messe, 267. M ás referencias e n B r o w k , >-48. 21 Ordo Rom. XIV, n. 56s: PL 78, 1172 B D. En la solem ne mi.;:« ipal lo hace tam b ién el cardenal-diácono que sirve (B r in k t iu n k . ie feierliche Papstmesse, 36).—E l P apa com ulga sentado, costu» ibiv le sólo está atestigu ad a desde el siglo x ii (B r o w e , 46).
13.
EL RITO DE LA DE LOS FIELES.
543-546
1087
545. La comunión del cáliz, por razones fáciles de com prender, se tomaba de pie, como también el vino de las ablu ciones 22. O tras
m a n ifesta c io n es de reverencia
546. Esta postura de rodillas no fué ciertamente la única manera de expresar la reverencia al Sacramento. Santa Hildiegarda mandó a sus monjas acercarse a la comunión vesti das de blanco y ataviadas, como para un desposorio, con una corona que llevaba encima de la frente la imagen del Corde ro 23 Por la misma época, los canónigos de Letrán se acerca ban a comulgar llevando todos capa pluvial24. En Cluny se habla todavía de la costumbre que practicaban los Santos Padres de acercarse discalceatis pedibus25. No solamente mediante los vestidos se expresaba entonces el respeto a la Eucaristía, sino que también se inventaron ce remonias especiales. Las costumbres de Cluny, escritas ha cia 1080 por Udalrico, mandan una genuflexión previa26. En í23 B r o w e , 4 4 s . 23 H il d e g a r d a d e B i n g a .
Ep . 116: PL 197, 336 C 337s. A unque no se dice d irectam en te que este atavío e s para la com unión, se puede suponer por e l con ju n to (así e. o. I. H erw egen). U n m an u s crito de 1403 aproxim ad am en te de la b iblioteca d e Ja ciudad de T réveris registra e sta corona de S a n ta H ildegarda en tre la s re liquias d e la iglesia de San M atías (com unicación d el profesor B. F ischer). 24 Ordo eccl. Lateran. ( F i s c h e r , 1 2, lín. 15; 86, lín. 16). L a ge n u flexión que se h a cía al acercarse no se debía a la reverencia an te e l Sacram en to, sin o a n te e l obispo (1. c., 86, lín . 22). 25 O d ó n de C l u n y , Collationes, II, 28: PL 133, 572 C . E sta cos tum bre volvió a practicarse m á s tarde otra vez, p u es vem os en la
1 08 3
TR. I I, P. II, 3EC. I I I — LA COMUNIÓN
otro sitios se besaba primero el suelo o el pie del sacerdote *27. También se observa una triple inclinación, por ejemplo, en las reglas de San Columbano (t 615)2829. 547. Sin duda se refiere San Agustín a una costumbre se mejante cuando dice que nadie coma de esta carme, n isi priu s a d o r a v e r it29; pero, prescindiendo de la ,observación de que los fíjeles se acerquen con iu nctis m an ibu s, no concreta más el modo de comulgar de entonces30. Según Teodoro de Mopsuestia, el que comulga debe acercarse con los ojos bajos, las ma nos extendidas y rezando unas palabras de adoración, ya que pretende recibir el cuerpo del R ey31. La
exhortación de
S a n C irilo
548. Las catcquesis mistagógicas de San Cirilo de Jerusalén contienen unos avisos muy concretos, que nos dan una idea clarísima de la comunión en aquella época: «Cuando te acerques, no lo h a g a s con la s m anos e x te n d i das o los d edos separados, sin o haz con la izquierda u n trono para la derecha, que h a de recibir a l R ey, y luego con la p a l m a de la m ano form a un recipiente, recoge el cuerpo del S e ñor y d i Amen. En segu id a santifica con todo cuidado tus ojos con el con tacto del sagrado Cuerpo y súm ele, pero ten cuidado que n o se te ca ig a n a d a ; pues lo que se te cayese, lo perderías com o d e los propios m iembros. D im e ; si alguno altar d espués de la com unión d e la form a an tes de quitar la palia del cáliz. E n la Edad M edia se desconoce. A lgunas órdenes com o los cistercienses e x ig ía n una in clin ación después de la com unión (B r o w e , 44). 27 E l ordinario de los dom inicos de h acia 1256 (G tjerrin i , 247) rechaza e sta s costum bres y ex ig e ú n ica m en te el ponerse de ro d illas; asim ism o, e l Líber orctlnaríus de L ieja (V olk , 99). Con frón tese B r o w e , 43s . 28 Regula , ed. S eebass en «Z eitsch rift f. K irchengesch.» (1897) 227. B rowe (1. c., 42), que se refiere a e ste testim on io, m en cion a tod a vía dos reglas de m on jas que de e lla dependen. 29 S an A g u stín , Enarr. in ps. 98,9: PL 37, 1264. 30 S an A g u s t ín , Contra ep. Parmen., n , 7, 13: CSEL 51, 58, lín. 16. A lgo p arecido vem os ya e n la Passio perpetuaef c. 4, 9; cf. D ek k er s , Testullianus, 87s. 31 T eodoro de M opsuestia , Sermones catech., V I ORücker , 36). La ex ten sió n de las m an os ten ía lugar, por lo visto, a l em pezar a acercarse a la com unión, pues in m ed iatam en te an tes d e com ulgar, com o observa tam b ién S a n A gustín, la s ten ía n cruzadas sobre el pech o; cf. la procesión de los apóstoles que se acercan a la com u n ión e n los cuadros d el Codex Rossanensis (m ás arriba en la n ota 18); e l m ás próxim o se in clin a p ara besar la m an o derecha del Señor, que acaba de en tregarle en am bas m anos e l pan sagrad o; el sigu ien te tie n e tod avía cubiertas las m an os ju n ta s; los dem ás las tien en d escubiertas y exten d id as. U no que, sin duda, y a ha re cibido la com unión tien e am bas m an os elevad as en oración. Por fecta m en te igu al e s e l cuadro de ía com unión del cáliz. Cf. lu exp licación d el cuadro e n H aseloff (102-106), que pretende ver 1n *;luso el cruce de la s palm as.
13.
EL R U O
DE LA DE LOS FIE L E S .
5 4 6 -5 4 5
1089
te hubiera dado polvos de oro, ¿no lo guardarlas con todo esm ero y tendrías cuidado de que no se te cayese n i perdiese nada? Y ¿no debes cuidar con m ucho mayor esm ero que no se te caiga ni una m iga de lo que es m ás valioso que el oro y las piedras preciosas? D espués de que h ayas participado del cuerpo de Cristo, acércate tam bién a l cáliz de su sangre, no con las m an os exten d id as, sino inclin ad o y en postura de adoración y respeto, y di el Amen y sa n tifíca te participando tam b ién en la sangre de Cristo. Y cu ando todavía estén hú m edos tus labios, tócalos con las m an os y san tifica tu s ojos, la fren te y d em ás sentidos. Luego espera la oración y da gracias a .D ios, que te ha hecho digno de ta n to s m is terios 32* . El
rito antiguo de la comunión
549. Aun prescindiendo de los textos y reproducciones pic tóricas mencionadas anteriormente, la antigüedad cristiana confirma también por otros testimonios la mayor parte de estos d e t a l l e s a saber, el entregar la Eucaristía en ias ma nos del comulgante34*36, el cruzar las .palmas de las manos :(5, el santificar los sentidos con las especies sacramentales 3fi, la 32 S an C ir ilo
Mon., 108-110).
de
J erusalén , Catech. myst., v, 21s (Q uasten ,
sa P. X. F u n k . K ir chengeschtch t liehe A bhan dlungen, i (P ader born 1897) 293-308: Der Kommunionritus . 34 L as referen cias m ás im p ortan tes de los prim eros siglos las ofrece F. J. D ölger , Ichtys, II (M ünster 1922) 5L3s; Ib., Antike una Christentum, 3 (1932) 239, n ota 34; 5 (1536) 236s; véase tam bién B o na, IX, 17, 3 (841-847).—Un testim on io muy antiguo en T ertuliano , De ídolo., c. 7 (CSEL 20, 36): el cristiano que h a sacrificado a los dioses se atreve aas manus admovere corpori Domini, quae daemo niis corpora conferunt... o manus praecidendae!-^ D io n is io de A le jandría , en E usebio , Hist . eccl., VII, 9, 4; P ap a S an C o rnelio a F abio, en E usebio , VI, 43, 18. S egú n la inscripción de Pectorio, e l cristian o debe com er y beber r/J)tv éymv (Q uasten , Mon., 26). Los últim os testim on ios claros son del siglo v m (Capitulare eccl. ord. [S ilva-T arouca, 201]): pontifex... communicat populum qui manus suas extendere ad ipsum potuerit (cf. N ickl , Der Anteil des Volkes, 65s); S an B eda (}- 735), Hist, eccl., IV, 24: P L 95, 214 D. V estigios posteriores que no son m uy claros véanse e n F u n k , 298.—T am bién en O riente perduran los testim on ios de la en trega a la m ano h a sta ap roxim adam ente la m ism a ép o ca ; todavía se atestigu a por S an J uan D amasceno (De fide, IV, 13: P G 94, 1149). 3,7 T eodoro de M opsuestia , Sermones catech., V I (R ü cker , 3 6 s); sínodo q uinisexto (692), can. 101 (M ansi , X I, 985s); aquí tam b ién la prohibición de em plear un vaso de oro en lugar de las m an os; S an J uan D amasceno, 1. c.—T estim on ios iconográficos véanse en J . D. S te fanescu , V Illustration des liturgies dans Vart de Byzance et de VOrient (B ruselas 1936), figs. 73 y 75.—E ste m odo de tener las m an os se usa aún actu alm en te en la com unión del diácono de la litu rgia bi zan tin a y cuando se da e l antídoron a los fieles (P l. de M eester , La divine Uturgie de S. Jean Chrysostome, 3.a ed. [R om a 1925] 135). 36 La costum bre v ie n e 'atestigu ad a por vez prim era en Afraates , Hom., 7, 8. (BK V, Ausgewählte Schriften der syrisenen Kirchenvä ter [1874] 88). Parece que nació en tre los sirios, probablem ente m oti vad a por E x 12,7ss. Cf. F. J. D ölger , Antike und Christentum, 3 (1932) 231-244 : Das Segnen der Sinne m it der Eucharistie . a e lla per-
ÍR . II, P. I I, SEC- I I I .— LA COMUNIÓN
1090
exhortación a que se tenga mucho cuidado al tratarle *37, la sunción inmediata del pan eucarístico antes de disponerse a recibir el cáliz. Algunos documentos mandan además al co mulgante que antes haga oración durante breves momentos, pensando en el poder de aquel cuyo cuerpo se tiene en las manos, confesando sus pecados y alabando al Señor qui tale dedit ta li38. En Egipto se dice en este lugar todavía h oy39 una oración de la que hablan ya los documentos del si glo v 40. También en Occidente el rito fué parecido hasta en la alta Edad Media41. Principalmente para la comunión de los clérigos, en la que durante más tiempo se conservó la cos tumbre de entregar la Eucaristía en la mano. Los obispos y sacerdotes, después de recibir el cuerpo del Señor, se coloca ban en la misa papal de los siglos vm y ix al lado izquierdo del altar, apoyaban las manos con iel Sacramento en el altar y comulgaban asi; los diáconos hacían lo mismo en el lado tenece tam b ién e l ósculo del p an eucarístico que se tien e en la s m a nos (cf. 1. c., 245ss).—La santificación de los sen tid os se ve aún ac tualm en te e n la liturgia siríaca o r ie n t a l: después de la fracción y la consigncitio, e l sacerdote traza con e l pulgar sobre sí m ism o y el diácono u n a cruz en la frente ( B r i g h t m a n , 292, lín. 34).—C ostum bres parecidas se introdujeron m ás tarde de nuevo en O ccid en te, en com binación con la ablución, después de la com unión d el sacerdote (véase m ás ad elan te 610).—F uera de la m isa no fu é raro e l em pleo de la E ucaristía p ara fines de curación y protección. S a n A g u s t ín (Opus imperf. c. lulianum, III, 162: PL 45, 1315) cu en ta, sin exp re sar su desaprobación que una m ujer con la E ucaristía h acia una com presa p ara su h ijo ciego. Cf. e l em pleo de la E u caristía com o protección duran te los v ia j e s ; m ás arriba, 515. D u rante la Edad M e dia estos m étodos se pusieron a veces al servicio de in tereses lucra tivos. D esde e l siglo x i i la Iglesia no cesó de luchar contra el abuso del S acram ento para sem eja n tes fines e in clu so contra su em pleo com o hechizo. 37 T e r t u l i a n o , De corona mil., c. 3 (CSEL 70, 158): Calicis aut pañis etiam nostri aliquid decuti in terram anxie patimur. M ás re feren cias en Q u a s t e n , Mon., 109, n o ta 2.
38 T e o d o r o
de
M o p s u e s t ia ,
Sermones catecfi.,
vi
( R t íc k e r , 37 s ).
39 En la litu rgia copta s e usa e sta fórm ula como oración del sacerdote, y en la etiópica, com o p legaria que cad a uno de los fieles debe rezar desp u és de recibir el pan sagrado y a n tes de consu m irlo. ( B r ig h t m a n , 185 s 241).—Cf. tam b ién el texto que tien e la ora ción en la redacción árabe d el Testamentum Domini ( Q u a s t e n , Mon, 258, n o ta 3). 40 Testamentum Domini, I, 23 ( Q u a s t e n , Mon., 258): Sancta.
sancta, sancta Trinitas ineff abilis, da mihi, ut sumam hoc corpita in vitam, non in condemnationem . Da mihi, ut faciam fructus, qui tibí placent, ut cum appaream placens tibi, vivam in te, adimplens prar cepta tua, et cum fiducía invocem te, Pater, cum impiorem super m-tuum regnum et tuam voluntatem, nomen tuum sanctificetur, j)n mine, in me. quoniam tu es íoriis ét gionosus et tibí gloria m saccn la saeculomm. Amen. 41 Cf. la expresión coniunctis mamous en S an A gustín, m ás n n i ba 547.
13.
SL RITO DE LA DE LOS FIELES.
549-551
JL091
d e r e c h o M u y semejante fué la práctica en la misa ponti fical del siglo x *43. E l lavatorio de manos de los seglares
550. Los seglares se lavaban las manos antes de comul gar 44. No «está muy claro si esta purificación se exigía sólo en caso de verdadera necesidad o si se trataba de un mandato ritual fijo; más probable parece esto último, por el recuerdo de la costumbre antiquísima de lavarse las manos antes de la oración45. En todo caso no faltaba nunca una fuente en el atrio de las grandes basílicas46. Y que ésta no se consideraba como mero adorno, se ve por el hecho de que detrás de la suntuosa fuente de Constantino en el atrio de la basílica de San Pedro, en Roma, el papa Símaco hizo construir otra mu cho más modesta para el uso común 47. En las Gallas, las mu jeres no podían recibir el cuerpo del Señor con la mano des nuda, sino que la tenían que cubrir con un pañuelo blanco48. 551. Antes de recibir el pan eucarístico se besaba ordina riamente la mano del que lo daba 49. Así lo hace aún actual mente en la liturgia bizantina el diácono cuando recibe la comunión 50. 42 Ordo de S. Amand (D uchesne , Origines, 482 ; cf. 485).
43 Ordo Rom . V, n. 11: PL 78, 989; Ordo R om . VI, n. 12; PL 78, 994. 44 S an A tanasio , Ep. heort., 5 (del año 333), n. 5: PG 26, 1383 A; S an J uan C risòstomo, In Eph., hom. 3, 4: PG 62, 28s; S an C e sáreo de A rles , Serm. 227, 5 (M orin , 854) (PL 39, 2168) : Omnes viri quando communicare desiderante lavant manus suas, et omnes m u ñeres nitida exhibent linteamina, ubi corpus Christi accìpiant.—Cf. B enedicto XIV, De s. sacrificio missaef I, 12, 3 (S chneider , 73). 45 S an H ipólito de R oma, Trad. Ap. (Dix, 61, 65s). 46 Cf. E usebio , H ist. Eccl.t X, 4; S an P aulino de N ola, Ep. 32: PL 61, 337. 47 B eissel , Bilder, 254-256. 48 S an C esàreo, 1. c.—La misma disposición en el sínodo de Au xerre (578 ó 585), can. 36 (M ansi , IX, 915). No hay que confundir este pañuelo con el dominicale que además estaba prescrito para ellas. Era una especie de velo (cf. F u n k , Der Kom munionritus, 296s). 49 Códice de Rossano; cf. más arriba en la nota 18 (544 18). 50 B rightman , 395, lín. 2.—Por una mala interpretación de algu nas palabras de la vida de Santa Melania, algunos liturgistas mo dernos (F ortescue, 374; B atiffol, 289) relacionaron este ósculo con aquel con que besó la Santa la mano del obispo que le dió el viático el 31 de diciembre de 439. El relato dice (c. 68) : accepit eadem hora communionem de m anu episcopi et completa oratione respondit Am en. Exosculatur vero Uexteram sancti epìscopi... Como se ve, a la comunión siguió una especie de poscomunión, rezada por el obispo, a la que contestó Santa Melania con el Amen. Solamente después de la misma tuvo lugar el ósculo, que tenía carácter de señal de despedida. Véase M. Cardenal R ampolla (Santa M eiuma Giuniore [Roma 1905] 30) y su comentario, 257-259, donde se cono ce que el mismo cardenal dió lugar a la falsa interpretación (cf. más
1092
A umenta
tr
.
n,
p,
n,
sec.
m . — la
c o m u n ió n
la reverencia exterior
652. Esta costumbre de en-regar la Eucaristía en la mano traía consigo el peligro de abusos. Sínodos españoles se vieron obligados a disponer que quien después de recibir la Eucaristía no la sumiese en el acto debia considerarse como sacrilego 51 * Con todo, más que el temor a los abusos, influyó, sin duda, la creciente reverencia al Sacramento el que se diese más tarde la sagrada forma directamente en la boca. Aunque existen nc 3 cias de épocas anteriores52, testimonios ciertos de la abo lición de esta costumbre se dan sólo del siglo i x 53. El concilio de Ruán (hacia el 878) prescribe como norma general: nulli autem laico aut feminae eucharistiam in manibus ponat, sed tantum in os eiu s54. Este cambio se hizo aproximadamente por el mismo tiempo en que se dió el paso del pan fermenta adelante, 6415). En relación con la comunión que se da en la boca, está atestiguado el ósculo de la mano para Cluny (U d a ir ic i Consuet, Clun., II, 30: PL 149, 721 B). También los premonstratenses lo practicaban (Líber ordinarius; W a e f e l g h e m , 60 s ). Por le quo se reñere al actual ósculo de la mano del obispo después de re cibir la comunión, cf. más arriba 453 16. 51 Concilio de Zaragoza (380), can. 3 (M ansi , III, 634); concilio de Toledo (400), can. 14 (M ansi, III, 1000). Cf. los abusos arriba mencionados de la baja Edad Media. 52 Hay que descartar la anécdota famosa contada por J uan D iá cono (t antes del 882) en su Vita s. Gregorii d i, 41), de una matro na que, al recibir el Sacramento de la mano del papa, se rie porque en la partícula reconoce el pan ofrecido por ella misma, por lo que el papa retira al Instante la mano ab eius ore (cf. más arri ba 32 3).—P. B rowe (Die Kom m union in der gallikanischen Kirche der Mercwinger- und Karolingerzeit: «Theol. Quartalschrift» [1921] 49) aduce, como ejemplos más antiguos de las Galias, algunos casos del sigis) vil, que, sin embarsv, pudieron ocasionarse por circuns ta n cia especiales (enfermedad ■, Cf. también H offmann, Geschichte der Laienkommuniun, 109. Por otra parte, es verdad que la comu nión do los eniermos debió administrada en la boca, conforme dicen expresamente los Str?Ui,a s. Bonifatii (s. rx), can. 32 (M ansi, XII, 386): injundatur orí eius eucharistia. 53, Un sínodo de Córdoba (839), en tiempos de San Eulogio, con denó a los castaños, secta maniquea, entre otras razones, porque daban a hombres y mujeres la comunión en la mano inore Levitarum (es decir, como se hace en la comunión del diácono y subdiá cono), cuando ya a Sanctis patribus preceptum m sutu iu m est, ut de manu Sacerdotis ore percipiat Eucharistia(m) Jidelis. Asi lo mandaron «los Santos Padres» para evitar que se imitas© a los que propter auspitione(m) Iudaeorum atque Haereticorum, quasi ad os duceñs (= tes), (Eucharistiam) manu retenta canibus porrigebant (F lorez, España Sagrada [Madrid 17§9] XV, primer fase., sin nu meración, en que se -copia del cód. núm. 22, fol lv, de la catedral de León el decreto del concilio de Córdoba; en otras ediciones, al final, pp. 525-532).—(N. del T.) 54 Can. 2 (M ansi , X, 1199s).—Reproducciones gráficas existen y¡» del siglo rx-x (D obbert, Das Abendmahl: «Reper torium», 18 [18961 366 367).
13.
EL KITO DE LA DE LOS FIELES.
55 2 -5 5 3
1093
do al pan ázimo y está relacionado seguramente con é l 55*. Casi podríamos afirmar que el cambio lo sugirió la facilidad con que se adherían a la lengua húmeda las partículas de las del gadas obleas, a diferencia de los sólidos pedacitos del pan fermentado usado hasta entonces. En el mismo concilio de Ruán se mandó que en la misa solemne iel celebrante siguiese dando al diácono y subdiácono, como ministris altaris, la Eu caristía en la mano 50. En los siglos x y x i se limita este pri vilegio a los sacerdotes y diáconos 5758, para luego desaparecer por completo; pero no faltan aun posteriormente noticias aisladas de que algunos seglares tomaban *»ei Sacramento con sus propias manos. Algo más tarde se introdujo la purificación de los dedos que actualmente practica el sacerdote. El uso del paño de la comunión y la bandeja, que se prescribió el año 1929 para la comunión de los fieles 5S, demuestran cómo entre tanto ha ido aumentando la delicadeza y el cuidado reverente de la Eucaristía. La
comunión del cáliz de los seglares
553. Durante más tiempo que el recibir la Eucaristía con las manos se mantuvo el comulgar los fieles también cotn el cáliz. Como era natural, desdie el principio se insistió en que los fieles tuviesen el mayor cuidado de no derramar nada del cáliz59; pero, por grandes que fuesen las precauciones, no se pudo evitar algún descuido. Esto no impidió que durante si glos se diese el cáliz a los seglares y aun actualmente se siga dando en las liturgias de los sirios occidentales y los abisinios 6061. En la distribución del sanguis se salla usar el mismo cáliz para todos 6\ que podía ser el cáliz de la consagra 85 más arriba 33 «• Can. 2 í M a n si , X,’ 1199s). Cf. la nota 53: more Levitarum . D7 Ordo Rom. VI, n. 12: PL 78, 994. De los subdiáconos se d ice: ore accipant corpus C hristl—La, misma regla en la Missa Illyrica (M artene, 1, 4, IV [I. 516 B]). 58 j . B r a u n , Kom m unionteller; LThK 6, 108. En algunos sitios se usaba ya antes la bandeja. De ella tratan e. o. dos decretos de la Sagrada Congregación de Ritos de los años 1853 y 1854 (M a r t i ntjcci, Manucde decretomm, n. 499s). Una especie de patena para la comunión se usaba ya en Cluny; se trataba de una bandeja de oro que el acólito llevaba siguiendo siempre los movimientos que hacía el sacerdote con la partícula después de empaparla en el cáliz, sostenido por el subdiácono, hasta depositarla sobre la len gua del comulgante (U d a l r ic i Consuet. Clun., II, 30: PL 149, 721). El que se distribuya la comunión sólo adíuncta patena propter frag m enta se exige ya hacia 1318 en el can. 25 del sínodo de Brixen Ced. por j. B a u r ; cf. más arriba, I, 369 3*).—Cf. también más arriba la nota 12. 59 S an H ipólito . Trad. Ap. (Drx, 59). •o B rightman , 241 298. 61 S an G regorio de T ours fHist. F r a n c III, 31: PL 71, 204) re fiere que entre los arríanos se usaban para los reges otro cáliz que para el pueblo. A los cosíanos reprochaba el concilio de Córdoba
1094
TR. II, P. II, SEC. III.-—LA COMUNIÓN
ción 62 o también un cáliz especial, llamado en Roma calix ministerialis; en caso de necesidad podían usarse varios cá lices 63645*. S e mezcla el sanguis con vino
554. El empleo de un cáliz distinto para la comunión pa rece que sugirió un procedimiento que debió evitar en cierto modo el peligro de derramar el sanguis. Consistía en que el cáliz que se daba a los fieles contenía vino no consagrado, al que se echaba un poco del sanguis. En Oriente debió de prac ticarse esta costumbre desde tiempos muy remotos Tal vez se refiere el concilio die Laodicea ya a este modo de dar al pueblo la comunión bajo la especie del vino, pues prohíbe a los diáconos «bendecir» el cáliz, Ttot^ptop eóXofetv 63. Ciertamiente hablan de ella los Ordines Romant a partir del si glo vn 6\ Los acólitos tenían preparados -algunos vasos con vino, a los que se echaba después de la comunión del cele brante parte del sanguis que quedaba len el calix sanctus, el único que debía consagrarse. Esta mezcla se podía llamar to davía sanguis dominicus, quia—segán dice el tercer Ordo Romanus—vínum etiam non consecratum sed sanguine Domini commixtum, sanctificatur per omnem m odum 67. Así se pre veía en las constituciones de los conventos para la comunión del cáliz hasta el siglo x n 68, que antes de que se acabase el contenido del cáliz consagrado, destinado a los hermanos, se debía añadir vino para los que quedaban por comulgar. Ade más se practicaba la llamada «santificación» del vino, qu? (839) que comulgaban de diver sis calicis (= ibus) (Flórez, España s a grada, XV (véase la nota 53); entre los católicos parece que no hubo más que un solo cáliz. 62 Así lo supone sin duda, p. ej., la miniatura de un manuscrito del monte Atos del siglo i x - x : uno de los comulgantes, que se ha bía acercado al altar, bebe del cáliz grande que está al borde del altar (B raun , Das christliche Altargerät, lám. 10; cf. 1. c., 79). 63 B raun , 247.
64 Según una decisión de Jacobo de Edesa (f 708), el clérigo quo había bebido el sanguis mezclado con agua se consideraba todavía como en ayunas; véase el texto y la explicación en H anssens , II. 303. 65 Can. 25 (Mansi, II, 567). También se podría pensar en una bendición con una partícula del pan consagrado (A ndrieu , Imm ixtio et consecratio, 218; cf. 1. c., 10, la referencia a la leyenda de San Lorenzo en S an A mbrosio, De off., i, 41; véase arriba 443 S7.> 68 Capitulare eccl. ord. (S ilva-T arouca, 200): per omnia vasa quod acolythi teuere videntur, de cálice sacro ponit (archidiaconus) ad conjirmandum populum. (Así, más o menos, Ordo Rom . I, n. 20: PL 78, 947 A). 67 Ordo Rom. III (ss. x -x i) n. 16 : PL 78, 982 C.—No es del todo cierto que la sanctificatio se ha de interpretar como consagración con la sangre de Cristo (cf. más arriba 443 27). 48 M abillon. In ord. Rom. commentarius, 8, 14: PL 78. 882.
13.
EL RITO DE LA DE LOS FIELES.
5 5 3 -5 5 6
1095
consistía en tocarle con una partícula de la forma, sobre todo en la comunión de los enfermos69. Modos de sumir el sanguis
555. Otro modo de dar la comunión bajo las dos especies nos enseñan los Ordines Romani. No se dejaba beber a los fieles directamente del cáliz, sino que se les bacía sumir algo del sanguis mediante un tubito (pugülaris) 70, llamado tam bién calamus o fístula 71. En el culto estacional había para la comunión del pueblo gran número de estos tubitos. Más aún, parece que los usaba hasta el clero; pues, además de los tubi tos de plata, se habla de algunos que eran de oro72. De Roma se extendió esta costumbre a todas partes, y aun cuando ya se prescindió del tubito para el sanguis, continuó usándose para tomar el vino de las abluciones 73*. 556. Fuera de Roma se ^estiló además un tercer procedi miento. Se daba a los fieles el pan consagrado después de em paparlo en el sanguis (intinctio). Este método lo menciona por primera vez el tercer sínodo de Braga (675), que lo re chaza 7d, y siglos más tarde, el concilio de Clermont (1096) 75. Con todo, debió de ser muy común en los países del Norte 7ft, 69 Cf. más arriba 443 27.—También en la m isa: según el Ordo de S. Amand (D uchesne, Origines, 482s), que se refiere al culto es tacional, la partícula que el papa había dado en el cáliz consagrado se sacaba mediante un colador para ponerla en el primero de los cálices con los que se repartía la comunión. Rito parecido se guía luego para los demás cálices. 70 ordo Rom. /, n. 3. 20: PL 78, 939 947; Ordo R om . I I , n. 14: 1. c., 975; Ordo Rom. III, n. 17: 1. c., 982. 71 B raun , Das christliche Altargerat, 249-265. Braun llama la atención (254s) sobre el Ordo de Juan Archicántor, que no men ciona todavía el tubito, así como ninguna otra fuente anterior al siglo VIII. 72 B raun , 254; cf. 256 257s.—Como es sabido, el papa usa toda
vía hoy día en la solemne misa papal tal tubito para la comunión del cáliz. I nocencio n i (De s. alt. mysterio, VI, 9: PL 217, 911 B) lo menciona ya en este empleo. Para la comunión del obispo en la misa pontifical está atestiguado ya por el Orao Rom. VI, n. 12: PL 78, 994. 7o
braun,
257s .
7* Can. 2 (M ansi , XI, 155). 75 Can. 28 (M ansi , XX, 818). 7« üdalrici Consuet. Clun., II, 30: PL 149, 721; cf. más arriba en la nota 58. J uan de Avranches ( t 1079) (De off. eccl.: PL 147, 37) pone de relieve que se usa este procedimiento non auctontate sed summa necessitate timoris sanguims ch risti effusionis— ernulfq de R ochester ( f 1124), Ep. ad Lambertum (D ’A chery , Spicilegium, III, 471s) supone este modo de administrar el Sacramento como costumbre corriente, aunque introducida nova consuetudine, y la defiende. También el Líber officiorum de Tréveris (mitad del siglo xi) y asimismo B ernoldo de C onstanza (Micrologus, c. 19: PL 151, 989s), que ambos polemizan contra esta costumbre, demuestran con ello que estaba muy difundida. El Líber Officiorum la compara
1 09 6
TR. II, P. II, SEC. m . — LA COMUNIÓN
sobre todo como medio de dar a los enfermos la comunión bajo las dos especies 71. En la mayoría de los ritos orientales, principalmente en el bizantino, es aún actualmente la forma corriente de dar a los Heles la comunión *7S*78, D esaparece el cáliz de los seglares
557. A partir del siglo x i i va desapareciendo en Occiden te la comunión del cáliz79. Influyó decisivamente la mayor profundización del dogma, que hizo ver claramente que -tn cada especie estaba presente per concomitantiam Cristo en tero 80. El mandato del Señor «comed y bebed» se cumplía en la comunión del sacerdote en el altar, como cabeza de toda la comunidad;81*. Por lo demás nos equivocaríamos si creyéramos que en los primeros tiempos no se conocía la comunión bajo una sola especie. A los niños se les daba la comunión a continua ción del bautismo sólo bajo la especie de vin o83, y por bas con e l bocado de Ju d as (F ranz , Die Messef 374 415; cf. tam bién B ona, II, 18,3 [872ss]; H oitmann , Geschichte der Laienkommunion,
llls).
77 Para ella, lo prescribe R egino, De synod. causis, I, 70: PL 132, 206; B urcardo de W orms (f 1025), Decretum, V, 9: PL 140, 754; I vón de C hartres (f 1116), Decretum, II, 19: PL 161, 165. La fre cuencia con que se encuentra en los siglos x i y x i i la fórmula Cor pus D. N. I. C. sanguine suo tinctum conservet... confirma su gran divulgación (B rowe , Die Sterbekom munion: ZkTKi [1936] 218s; A ndrieu , Im m ixtio et consecratio, 136s). 78 Para sacar las partículas, dadas anteriormente en el cáliz con el fin de empaparse en el sanguis, se sirve de una cucharita, mediante la cual se da la partícula en la boca. Los armenios no usan la cuchar!ta (B rightman , 573; cf. B attmstark, Die Messe im Morgenland, 164).—Este modo de administrar el Sacramento era lo más corriente en Oriente ya durante el siglo x i (F u n k , 304s ). Pero hay que saber que, prescindiendo de las iglesias unidas, la costumbre más general es emplear para tal modo de comulgar pan no consa grado, de modo que se comulga sólo con el sanguis, que es todo lo contrario de nuestra misa de lo presantiflcado (H anssens , II, 200203). Para más pormenores del rito oriental de la comunión véase R aes, Introductio, 103-107; L. C orciani, en «Eph. Liturg.», 58 (1944) 197s. 79 F u n k , 306-308; C orblet, I, 013-619. 80 Cf. más arriba I, 159. 81 Cf. más arriba 521 29. 83 S an Cipriano , De lapsis, c. 25: CSEL 3, 255. Más referencias de los primeros siglos véanse en E isenhofer , II, 265s. J. B aumgaertlee (Die Erstkommunion [Munich 1929] 30ss) se muestra inclinado a suponer que la comunión con ocasión del bautismo de los niños se introdujo únicamente hacia la época de San Agustín (cf. en con tra Z flh 54 [1930] 627s).—Para la Edad Media, véase el capítulo Die Taufkom m union en B rowe , Die Pflichtkomm union im Mittelalter, 129-142.—A partir del siglo xn, la comunión con ocasión del bautis mo fué cayendo en decuso. Su recuerdo sobrevive durante mucho tiempo en la costumbre de dar el vino de las abluciones (véase más adelante 603 *7).—«£n los ritos orientales, fuera de los unidos, se prac tica aún actualmente la comunión con ocasión del bautismo (cf gAUMpAERTLER, 07-89 KM) 124sV,
13.
El. HITO DE LÀ DE LOS FIELES.
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tan te tiempo se hizo lo mismo con los moribundos 8384. De se guro que cuando comulgaban en casa de las especies traídas de la misa, lo hadan únicamente bajo la especie de pan S4. 558. Cuando Santo Tomás (+ 1274) compuso la Summa Theologica no habla desaparecido aún del todo la comunión del cáliz, pues cuando habla de la nueva costumbre que ob servan algunas iglesias de dar la comunión bajo una sola especie, no afirma más que está bien fundado teológicamen te el que no se dé el sanguis al pueblo, sino que lo tome sólo el sacerdote 35, En circunstancias especiales se daba el cáliz a los seglar^ todavía en el siglo xiv, y aún más adelan te, por ejemplo, en la coronación del emperador y del rey 8B y en la misa ú * la apella papalis que se celebraba el domin go de Resurrección en la que podía comulgar de esta forma quicumque v o lu trf vere confessus et poenitens. Asimismo se conservó la comunión del cáliz aún durante largo tiempo, y en parte, hasta pr,C'.oa la Edad Media, en algunos monaste rios d¡e las órdenes am;íguas 8S86*. Como recuerdo de ello ha que dado el cáliz de las abluciones, costumbre que se conservó hasta los últimos siglos89. Los
UTROQUISTAS
559. Ya testaba olvidada creí por completo la comunión del cáliz, cuando un grupo de herejes volvió sobre ella para convertir esta costumbre en el bandciin de su rebelión. Por ello el «cáliz de los seglares», qu
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TR. II, P. Ií, SEC.
n i.—LA
c o m u n ió n
y después del concilio de Trento, en 1564, con determinadas condiciones, también para Alemania. Este permiso se dió a instancias vivas del emperador, en contra de la fortisima opo sición española. Los acontecimientos dieron la razón a los españoles; después de lamentables experiencias tuvo que re vocarse este privilegio para Baviera el año 1571; para Aus tria, el 1584, y para Bohemia y el resto del mundo, el 162191. Los DIÁCONOS Y LA COMUNIÓN 560. Según antigua tradición, el cáliz era administrado en las funciones solemnes por el diácono92. Existen testimonios de ello ya en el siglo iii 93. En la liturgia romana lo registran unánimemente los Ordines Romani y los documentos que de ellos dependen 94. En la descripción más antigua, que es la de San Justino, la administración del sacramento de la Euca ristía pertenece totalmente al diácono9*, lo mismo que el llevarla a los enferm os96. Queda en la actualidad un eco de 01 A. H erte, Kelchbewegung: LThK, V, 920s; H offmann , Geschichte der Laienkommunion, 189-209.—F. Cereceda, Diego Lainez II (Madrid 1946) pp. 99-112, esp. p. 105. 92 Este tenía su puesto en tiempos más recientes para tal fun ción en el lado del Evangelio, mientras el sacerdote distribuía en el lado de la Epístola la especie del pan. Así e. o. en el antiguo rito cistercíense (S chneider , en «Cist.-Chr.» [19273 196s). 93 S an C ipriano , De lapsis, c, 25: CSEL 3, 255, lín. 15; S an A gustín , Serm. 304, 1: PL 38,1395; Const. Ap., VIII, 13, 15 (Q uasten , ilion., 230); Testam entum Domini, II, 10 (Q uasten , Mon., 273); J uan Mosco, Pratum spirituale, c. 219: PG 87, 3109 C. 94 Ordo Rom. I, n. 20: PL 78, 947, etc.—El diácono aparece toda vía como el que distribuye la comunión del cáliz (de los monjes) en el misal del siglo xv de Monte Vergine (E bner , 157). Cf. también la función paralela del diácono en el ofertorio más arriba I, 88; II, 61. 95 Véase arriba I, 19 y 20.—También, según S an I sidoro de S e villa (De eccl. off., II, 8, 4 : PL 83, 789), la dispensatio sacramenti es sencillamente el oficio del diácono. En cambio en S an H ipólito (Trad. Ap. ODix, 413), el oficio de los diáconos es únicamente la adminis tración del cáliz, y esto sólo en el caso de que no haya suficientes sacerdotes. 96 No puede extrañar que a veces llevasen también los seglares la Eucaristía a los enfermos, como bajo Dionisio de Alejandría aquel niño que la trajo a casa del anciano Serapión (E usebio , Hist. eccl., VI, 44), En el culto pontifical romano aparecen acólitos como los portadores de la Eucaristía, aunque no como los adminis tradores (cf. más arriba 428). En la basílica del Letrán vemos que en el siglo x i reparten la comunión también subdiáconos (Ordo eccl. Lateran., ed. F ischer , 86, lín. 29).—En el sínodo de Nimes (394), can. 2 (H efele-Leclercq, Histoire des Concites [París 1908] II, p. 1.a, p. 93) y en los decretos episcopales y papales de tiempos posteriores, e. o. todavía en el sínodo de París (829) can. 45 (M ansi , XIV, 565), se menciona como abuso frecuente que se condena el que mujeres den la comunión. Parece que se trataba del viático, que se quería dar en el último momento, por lo que el párroco lo confiaba a alguien de la casa, dejando a él la administración: véase la exhortación en la Admonitio synodalis, del siglo rx (PL 96,
13.
EL RITO DE LA DE LOS FIELES.
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esta costumbre. En la consagración llama el obispo a los diá conos comministri et cooperatores corporis et sanguinis Chris ti 97 y el Codex Iuris Canonici considera al diácono por lo me nos como minister extraordinarias sacrae communionis 9*. 561. Estas relaciones entre el ministerio diaconal y el Santísimo Sacramento aparecen también de algún modo du rante toda la Edad Media en la obligación del diácono, lo mismo que del subdiácono, de comulgar en la misa solemne. Entre los griegos y armenios se conserva todavía este man dato ". Durante algún tiempo continuaron comulgando diá cono y subdiácono con el cáliz, sobre todo >en algunos mo nasterios franceses 10°. En S. Denis recibía hacia el año 1760*97810 1376 C) (B rowe , Die Sterbekom m union; ZkTh [1936] 7ss).—Sin em bargo, hay disposiciones y noticias de Inglaterra hasta el siglo xm que son más indulgentes (B rowe , lis). No pocos teólogos abogaron aún posteriormente por una solución más benigna (véase C orblet, I, 286, nota 2). También en Oriente la práctica fué menos severa. Se gún el sínodo quinisexto (692), can. 58 (M a nsi , XI, 969), se -les per mitía a los seglares dar la Eucaristía si no estaba presente ningún obispo, sacerdote o diácono. En este caso podían dar la comunión, entre los jacobitas sirios occidentales, las diaconisas en los conven tos de monjas, pero no sacándola del mismo altar, sino de un vaso especial (O. K ayser , Die Kanones Jakobs von Edessa [1886] 19; B rowe , 11, nota 65). Por comodidad consintieron también posterior mente los párrocos en que los seglares llevasen la Eucaristía a los enfermos. Repetidas veces tuvo que prohibirse semejante abuso, como, p. ej., en la colección de cánones del obispo Ruotger de Tréveris (927), can. 6 (en «Pastor Bonus», 52 [1941] 67): los párrocos no deben dejar llevar la Eucaristía a los enfermos per rústicos et im m undos, sicut fieri solet, sino lo han de hacer per clericos suos o perso nalmente; véase también Decretum G ratiani, III, 2, 29 (F riedberg, I, 1323s); cf. B rowe , 9-11. 97 Pontificale Rom., De ord. diaconi. 98 Can. 845, § 2. En la nota se remite al derecho antiguo. Testi monios desde el siglo iv de que $e limitaba el derecho en cuestión del diácono a los casos en que no había sacerdotes disponibles, véanse en M artene, 1, 4, 10, 5 <1, 43i C). Cf. también C orblet, I, 283. 99 B aumstark, Die Messe im Morgenland, 162. 100 A veces se daba el cáliz fiólo al diácono, como entre los car tujos en el siglo xm , hasta que esta costumbre fué abolida por completo a partir del 1259 (B rowe , Die häufige Kom m union, 51). En el rito de la comunión había ya antes diferencias entre el diá cono y subdiácono. Así, p. ej., determina el sacramentarlo de Ratoldo (f 986) (PL 78, 245 A) que el obispo dé la comunión a los presbíteros y diáconos sicco sacrificio, a los subdiáconos m isto sa crificio; es decir, a los primeros, las especies de pan y vino por se parado, y a los otros, el pan consagrado empapado en el sanguis, lo mismo que a los demás fieles. También la entrega en la mano se conservó durante más tiempo en la comunión de los diáconos (véase arriba la nota 57). De entre los Ordines Rom ani más anti guos, sólo el de S. Amand (D uchesne , Origines, 482) ofrece un dato referente a esta materia: al paso que los diáconos comulgaban en el altar, lo mismo que los obispos y presbíteros (cf. más arriba 549), los subdiáconos lo hacían sólo después de la comunión del pueblo, sin que se asignara para ellos un rito especial.
HOU
TR. II, P. II, SEC. II I.— LA COMUNIÓN
el diácono y subdiácono todos los domingos y fiestas la comu nión bajo las dos especies 101102. En otros sitios se salvó en las colegiatas y catedrales la misma costumbre hasta el si glo x v 10a. L as
fórmulas para la a dm inistración
562. La distribución de la comunión iba acompañada des de los primeros tiempos de una fórmula apropiada. La más corriente era: Xpiatoo103, Corpus C hristi104105. Equivalía a una profesión de fe, como lo dice expresamente el Testamentum Domini, árabe: unicuique, cum panem gratiarum actionis participât, sacerdos testimonium perhibeat id esse corpus C hristi 105 ; por eso se tenia especial interés en que el comul gante respondiera: Amen 106. Lo mismo se repetía al cáliz107, pero frecuentemente con una amplificación : AT(jia Xptoxoo, %ot^piov Çœyjç108109.Fórmulas ampliadas existían ya ten tiempos an tiguos también para la especie de pan 100 y no faltaban en las liturgias orientales posteriores. Además añadíanse epíte tos honoríficos, como en la liturgia griega de San Marcos: 12ü)|jlgccqtov (resp. : Atp.« Ttjmv) roo xopíoo xai freoO xw. acoifjpoc B rowe , Die häufige Kommunion, 52. Cf. las noticias del si glo xvin en D e M oléon, 149 263 290s. 102
brow e,
53.
103 c o n s t A post, VIII, 13, 15 (Q uasten , Mon., 230); T eodoro je M opsuestia , Sermones catech., VI (R ücker , 37). 104 S an A mbrosio , De sacr., IV, 5, 25 (Q uasten , Mon., 161); S an Agustín , Serm. 272: PL 38. 1247; cf. R oetzer, 133. 105 A. B aumstark. Eine ägyptische Mess- und Taufliturgie ver mutlich des 6 Jh.: «Oriens Christ.» (1901) 29; Q uasten , Mon., 258, tota 1. 108 En todos los lugares citados. En las catequesis mistagógicas le S an Cirilo de J erusalén (V, 21; Q uasten , Mon., 108s) y el Tesamentum Domini siríaco (I. 23; 1. c.f 258) queda atestiguado sólo fste Amen; ya el papa San Cornelio da testimonio de él, en E usebio , iistoría eccl. VI, 43 19.—También San Agustín menciona repetidas eces sólo este Am en (R oetzer, 133s).—Más referencias véanse en Joña , II, 17, 3 (842s). 107 T eodoro de M opsuestia (1. c.); el Testam entum Domini árae (B aumstark, 1. c., 29).
108 Const. Ap., VIII, 13, 15 (Q uasten , Mon., 230s); una fórmula arecida véase en los cánones eclesiásticos sahídicos (B right462). 109 S an H ipólito, Trad. Ap. (Dix, 41): Panis caelestis in Chris> Iesu; la fórmula del cáliz está algo modificada, porque se daban es cálices (cf. I, 11). La del pan se encuentra ya más desarrolla* i en la misa bautismal de los cánones eclesiásticos sahídicos Srightman , 464): «Este es el pan del cielo, el cuerpo de Cristo tsús». Parecida es la fórmula en la anáfora etiópica de los apósles (B rightman , 240s): «El pan de la vida, que ha bajado del fio, el cuerpo de Cristo». En los Cánones Basilii (c. 97; R iedel. 5): «Este es el cuerpo de Cristo, que fué entregado por nuestros ¡cados».—M arcos E remita (Contra Nestorianos, c. 24 [B rightman . civ a la p. 523]) atestigua hacia 430 la fórmula l'cüjia ctyov
an,
uoxoü ek Cíor;v «tilmov.
13.
EL RITO DE LA DE LOS FIELES.
5 6 1 -5 6 3
1101
yjjjubv T /ja o 5 X p to r o o 110. Siempre que era posible, se llamaba al comulgante por su nombre y se le daba su titulo eclesiástico, como en la misa bizantina 1 1 1 y entre los sirios112, donde se añadía, además, el voto «para el perdón de sus pecados y la vida eterna» 1131456. O bien se subrayaba el carácter de profesión de fe que tenía la fórmula, como entre los coptos: «Este es en verdad el cuerpo y la sangre de Emmanuel, nuestro Dios», a la que contesta todavía hoy el comulgante: «Amén, así lo creo» 1U. 563. En la antigua liturgia de la ciudad de Roma parece que se suprimía en la alta Edad Media la antigua tradición de acompañar la administración del Sacramento con una fórmula. La silencian no sólo los sacraméntanos, sino tam bién los Ordines, que, por otra parte, nos transmiten fiel mente la fórmula de la conmixtión: Fiat commixtio, que tie ne, más o menos, la misma categoría. La que luego aparece en suelo francés ya no es la antigua profesión de fe Corpus Christt, que exija la contestación del comulgante, sino un voto de bendición que en general lo reza sólo el sacerdote 113. Tal vez se pueda interpretar como algo intermedio que enlaza con la antigua fórmula, cuando algunos documentos prescri ben para la comunión de los niños recién bautizados las pala bras Corpus D. IV. 7. C. in vitam aeternam 11 •. 110 B rightman, 140.—Las fórmulas etiópicas, que se usan en sartadas, tienen el mismo carácter de alabanza (B rightman, 240s con las notas; cf. la nota anterior). 111 También en la misa siríaca oriental se llamaba al comul gante por su nombre. B rightm an (298) reproduce la fórmula de este m odo: The body of our Lord to the discreet priest (or: to the deacon of God, or: to the circumspect• beleaver) for the pardon of offenees. Parece que se trata en ambos detalles (nombre del co mulgante y voto)’ de una tradición común a todos los sirios; cf. la fórmula de los jacobitas sirios occidentales (1. c., 103s).—En la fór mula armenia (1. c., 452) parecen combinarse los modos romano y sirio. 112 Cf. nota anterior. 118 á y to v
B rightm an , 395s :
0( ñ | j a
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M£TGAa^°c¿vei ó oo o Xo ;
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N .
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114 B rig htm a n , 186. En la liturgia etiópica (1, c., 241) y en la si ria occidental de los jacobitas (1. c., 104), una rúbrica especial pone de relieve este Amen. 115 Esto no significa que falte el Amen, muy apropiado también para este voto de bendición. Al contrario, en la mayor parte de los manuscritos se encuentra añadido al voto, pero ya no se dice por el comulgante (como actualmente en la consagración de los diáconos y subdiáconos), sino por el mismo sacerdote. Lo cual se comprende fácilmente teniendo en cuenta que por entonces em pezó a darse la comunión en la boca. Si, con todo, el Am en ha de decirse por el mismo comulgante, debe pronunciarse antes de la comunión.—En algunas iglesias francesas se exigía este Am en de loa fieles todavía en el siglo x v m (D e M oléon, 216 246). 116 Sacramentarlo de Gellone (¿lacia 770-780) (M artene, 1, l, 18, VII [I, 188 B]); ordinario del bautismo de München-Gladbach
1103
m
II, p. II, SEC. I I I .— LA COMUNIÓN
Votos os bendición
564. La forma primitiva de aquel voto de bendición, que se remonta al siglo v n i 117 y de la que se derivan las fórmulas posteriores, parece que tuvo el siguiente texto: Corpus et san guis D. N. I. C. custodiat te in vitam aeternam 118. Parecidas fórmulas, que pronto se desdoblan en múltiple variedad, las encontramos desde el siglo ix también para la distribución del Sacramento dentro de la misa 119. Caso tanto más sorprendente cuanto que las fórmulas para la comunión no son muy frecuentes en el siglo xi, y desde entonces raras (1. c., XIV [I, 204 DI). Otros testimonios contemporáneos tienen ya: ...s it tibí in vitam aeternam (1. c.f V [I, 183 C]). 117 Una fórmula aislada de la misma época la tenemos en la comunión de los enfermos del libro celta de Dimma (ss. v iii -i x ) : Corpus et sanguis D. N. I. C. Filii Del viví conservat a n m a m luam in vitam perpetuam (F. E. Warren, The liturgy and ritual of the Celtio Church [Oxford 1881] 170),—Fórmulas posteriores empleadas en el viático véanse en B rowe, Die Sterbekom m union; ZkTh (1936) 220s. 118 Cf. T e o d u l f o d e O r l e á n s , Capitulare, Tí (PL 105, 222 C), donde dice la fórmula Corpus et sanguis Domini sit tibi remissio om nium peccatorüm tuorum et custodiat te in vitam aeiernum. se encuentra, pues, ya combinada con otra fórmula.—Misal de Stowe (principios del siglo ix) (ed. W a r n e r [HBS 32] 32): Corpus et san guis D. N. i. C. sit tibi in vitam aeternam. En el sacramentarlo de S. Thierry (finales del siglo x) ( M a r t e n e , i , 4, X [I, 551 El) tene mos la formula básica, mencionada arriba, con la variante ani mam tuam en vez de te. El mismo texto aparece como fórmula de la administración combinada de ambas especies en el sacramenta rlo de S. Remy-Reims (según Andrieu, del siglo x, no hacia 800) (PL 78, 539 B). Pero si se dan las especies separadamente, la pri mera fórmula es como arriba: Corpus D. N. I. C. custodiat te in vitam aeternam (igual también en P s e u d o -A l c u i n o , De div. off., c. 19: PL 101, .1219); la segunda: Sanguis D. N. l. C. redimat te in vitam aeternam, a la que sigue todavía una fórmula que com prende el ósculo de paz: Pax D. N. I. C. et sanctorum communio sit tecum et nobiscum in vitam aeternam (PL 78, 537 A); cf. más arriba 466 59.—Cf. también el ordinario de los enfermos del pon tifical romano-alemán de Salzburgo (s. xi) (véase A n d r ie u , Les ordines, I, 207 352s), donde igualmente está en primer lugar la fórmu la arriba citada Corpus et sanguis (con animam tuam ), y luego, Pax et communicatio, parecida en su texto a la citada; véase más arriba 453 10 (M a r t e n e , 1, 7, XV [I, 905 B]). 119 E l sínodo de Ruán (hacia 878), can. 2 (M a n s i , X , 1199s), prescribe la fórmula Corpus Domini et sanguis prosit tibi axL remissionem peccatorüm et ad vitam aeternam.—Probablemente por el mismo tiempo, el interpolador de P ablo D iá c o n o (Vita s. Gregorii: PL 75, 72) hace decir al papa San Gregorio Magno en la dis tribución durante la misa: Corpus D. N. i. C. prosit tibi in remissionem om nium peccatorüm et vitam aeternam.—< j u an D iá c o n o ( i antes de 882) (Vita s. Gregorii, I I , 41: PL 75, 103) atribuye al papa la siguiente fórmula: Corpus D. N. I. C. conservet animam tuam .—R e g in o d e P r ü m (De synod. causis, I , 70: PL 132, 206) ofro ce para la comunión de los enfermo«: Corpus et sanguis Domini proficiat WH «te.
13.
EL RITO DE LA DE LOS FIELES.
5 6 4 -5 6 6
nos
veces se preocupan de la comunión del pueblo los ordinarios de la misa. Aunque estas fórmulas tengan por base el esque ma ya citado, parece que no sólo no les interesa lo más míni mo la conservación de un texto determinado, sino que, por el contrario, buscan afanosamente el -poderlas variar. D iversas
aplicaciones
565. El misal de Troyes, compuesto hacia el 1050, presenta tres redacciones. La primera dice: Corpus D. N. I. C. maneat ad salutem et conservet animam tuam in vitam aeternam. Amen. Luego se la aplica, con otras expresiones, al sanguis: Sanguis D. N. I. C. sanctifícet Corpus et animam tuam in vi tam aeternam. La tercera pone esta advertencia: ad utrumque (probablemente para el caso de administración combina da de ambas especies), y reza: Perceptio corporis et sanguinis D. N. I. C. prosit animae tuae in vitam aeternam. Amen 120. Tres fórmulas trae también el ordinario de la misa algo más antiguo de Flacio Ilírico: una para la comunión del sacerdote y de los diáconos l21, otra para el resto del clero, y ia tercera para el pueblo 122123. Documentos de los siglos x y x i dan una oración especial para empezar la distribución de la co munión a los fielesl2S. Más
variantes
566. Enumerar más en concreto las distintas redacciones de tales fórmulas no tiene objeto, puesto quie en su sentido apenas se notan diferencias ni amplificaciones dignas de mención 124. Cada miembro del esquema tradicional tiene sus 120 M a r t e n e , 1, 4, VI (I, 534 D). 121 En este caso se ve por lo menos una razón objetiva: a ellos se les entrega el cuerpo del Señor en la mano con la fórmula Pax tecum o Verbum caro factum est et habitavit in nobis. Luego el cáliz con la fórmula de conmixtión citada arriba 445 32. 122 Estas dos últimas rezan: Perceptio corporis et sangumis D. N. I. C. sanctifícet corpus et animam tuam in vitam aeternam. A m en; y: Corpus et sanguinis D. N. I. C. prosit tibí in reiiustnonem omnium peccatorum et ad vitam aeternam. Am en ( M a r t e n e , l , 4, IV [i, 5161). 123 Sin duda en esta función, inmediatamente antes de las fór mulas de distribución, la encontramos en el misal de Troyes, don de dice: Concede, Domine lesu, u t sicut haec sacramenta corporis et sanguinis tui fidelibus tuis ad remedium contulisti, ita m ihi in digno fámulo tuo et ómnibus per m e sum enuous haec ipsa mysteria non sint ad reatum, sed prosint ad veniam om nium peccato rum. Amen ( M a r t e n e , 1, 4, VI [I, 534 Cl). Con variantes pequeñas en las fuentes afines (1. c., IV XV XVI [I, 515 B 593 B 600 B 1 ; 1, 4, 9, 9 [I, 423 D]). Sin embargo, la oración está aquí ya antes o in mediatamente después del ósculo de paz. 124 Este caso se encuentra aisladamente en un misal de Vorau del siglo xv, que añade a la fórmula de distribución: Pax tecum (Kóck, 134).
1104
TR. II, B. II, SEC. I I I.— LA COMUNIÓN
variantes. En vez de Corpus (e t sa n g u is) 125 D. N . I. C.t se dice algunas veces p ercep tio corporis . . . 126. En lugar de cu sto d ia t está con frecuencia, como hemos podido notar ya varias ve ces, sa n c tific e t o c o n s e w e t, o (seguido de un dativo) p ro sit o p r o fic ia t127128, o p ro p itia tu s s i t 126 o s it re m e d iu m s e m p ite rn u m 1291 30*. El te o tib i se substituye a veces por el a n im a tu a , a veces también por a n im a tu a e t Corpus 13°. Delante de in v tta m a e te m a m , que es el único elemento que no varía, se in tercala con frecuencia ad (o in ) re m issio n e m (o m n iu m ) p e e c a to ru m (tu o ru m ) 131. Casi -se puede calificar de milagroso el que en medio de tanta confusión de fórmulas se haya reafir mado finalmente la redacción primitiva: en el uso común con cu sto d ia t a n im a m tu a m , y ien la consagración de los diáconos y subdiáconos, con un sencillo cu sto d ia t t e 132.
14.
El canto de la comunión
567. El que la distribución de la comunión, cuando hay gran número de fieles y, sobre todo, en funciones más solem nes, vaya acompañada de cantos íes tan natural, que lo hace mos también nosotros en la actualidad; sólo que, olvidados del primitivo canto de la comunión, lo suplimos con otros más modernos. 125 La aposición et sanguinis se refiere a la administración com binada de ambas especies. Esta era muy común en el viático (véa se I v ó n d e C h a r t r e s , Decretum, II, 19: PL 161, 165). Más ejemplos en A n d r ie u , Im m ixtio et consecratio, 124ss. A menudo se dan, sin embargo, también fórmulas propias con Sanguis D. N. I. C. lo mis mo para el viático (A n d r i e u , 125s) que para la misa; así en el mi sal de Troyes ( M a r t e n e , J, 4, VI [I, 534 D ]); en un misal centroitaliano de fines del siglo x i ( E b n e r , 299); también en un misal de Salzburgo, todavía en los siglos xn -xm ( K ö c k , 134); ejemplos más antiguos véanse arriba en las notas ll-7ss. 126 Además de los ejemplos que acabamos de mencionar: E b n e r , 339 346; M a r t e n e , 1, 4, XIII XV (I, 579 D 594 B ); K ö c k , 134 (n. 761). 127 K öck, 134 (n. 17 b). Así también B e r n o l d o de C o n s t a n z a , Micrologus, c. 23 (PL 151, 995 B ) : Corpus et sanguis D. N. I. C. proficiat tibi in vitam aetem am . 128 E b n e r , 299. i 2» E b n e r , 297;. K ö c k , 134 (17 a). 130 Para esta última expresión véase E bner, 339 346; K öck, 134 (n. 761); B i n t e r i m , IV, 3, p. 226. M a r t e n e , 1 , 4, IV (I, 516 C); K ö c k , 134 (n. 272).—El ordi nario de la misa de Séez (PL 78, 250 D) contiene la redacción ais lada: Perceptio corporis Domini nostri sit tibi vita et salus et redemptio omnium tuorum peccatorum, 132 Pontificale Rom., De ord. presbyteri.—También los cartu jos usan está redacción (Ordinarium Cari. [1932] c. 27, 14).
34.
EL CANTO DE LA COMUNIÓN.
5 6 6 -5 6 9
noi
LOS PRIMEROS TEXTOS
568. De los tres cantos antiguos que se ejecutaban en la misa romana por la Schola, a saber, .el introito, ofertorio y comunión, sin duda el de la comunión es el más antiguo. Lo encontramos por primera vez en las liturgias del siglo iv, donde se presenta como canto responsorial, es decir, como canto en el que el pueblo responde al solista con un estribillo siempre igual después de cada versículo. Al menos atestigua San Crisóstomo que los iniciados —^se trata, por tanto, de la parte central de la celebración eucaristica—responden ( 6™$dXXoü3 »v) siempre con el mismo verso: «Los ojos de todos esperan en ti, y tú les das la comida a su tiempo» l. Como se ve, cantaban el salmo 144. Participación semejante por el lado del pueblo ha de suponerse en el canto del salmo 33, cuando San Jerónimo dice: quotidie coelesti p a n e sa tu r a ti d ic im u s: G ú sta te e t vid ete, quam suavis est D o m in u s 2. El
salmo
33
569. Este salmo 33 aparece efectivamente en casi toda la cristiandad primitiva como canto para la comunión3. Hay testimonios de que con esta ocasión se cantaba todo el sal m o4*, pero también sabemos que se limitaba a veces sólo al versículo 9 fi, como, por ejemplo, en la liturgia de Jerusalén 6 y en otras partes 7, o también el versículo 6 , que sir ve, por ejemplo, a San Agustín repetidas veces para invitar a los fieles a la sagrada mesa: A ccedite ad eu m e t iIlu m in a m i n i 8. Aún más tarde encontramos en Occidente ambos ver1 S an J u a n C r is ò s t o m o , In ps. 144 expos., l : B r i g h t m a n , 475. 2 S an J e r ó n im o , In Isaiam comment., II, 5. 20 : 3 Cf. la sinopsis en H. L e c l e r c q , Communion;
PG 55, 464 ; cf. PL 24, 86 D. DAGL 3; 2428-
2433. 4 Const Ap., VIII, 13, JL6 (Q u a s t e n , Mon., 231). El salmo lo can ta un cantor (1. c., 14, 1 [231]): ircruaaijivou tou ©dXXovTo^. Se su pone, por lo tanto, también aquí el canto responsorial. « Además de ser el sentido de este versículo muy propio de la comunión, en el texto griego existe una asonancia al nombre de Cristo en una de las palabras : ó:i y^aio; (la r¡ se pronunciaba como i) 6 xópioc;. Cf. F. J. D ó l g e r , Ichthys, n (Münster 1922) 493. « S a n C i r i l o de J e r ü s a l é n , Catech. m yst, V, 20 ( Q u a s t e n , Mon., 108) : «Luego oiréis la voz del salmista, que con melodía divina os invita a la participación de los sagrados misterios, diciendo : «Pro bad...», También se puede tratar del estribillo entonado por vez primera por el solista. En la liturgia griega de Santiago ( B r i g h t m a n , 63) aparece sólo este versículo, seguido de otros cantos. 7 Liturgia armenia (B r i g h t m a n , 449s); S an A m b r o s io , De myst., 9, 58 ( Q u a s t e n , Mon., 136). * S an A g u s t í n , Serra. 225, 4: PL 38, 1098; Serra. Denis 3, 3: PL 46, 828. Véanse las demás referencias en Roetzer, 134s.
1106
TR. II, P. II, SEC. I I I.— LA COMUNIÓN
slculos presentados de distintas maneras y combinados con otros salmos e himnos 910*, pero también en Oriente se canta es te salmo 33 en los siglos posteriores 1 E n la liturgia mozárabe
570. En una forma muy particular ha pasado este salmo a la liturgia mozárabe, donde se llama antiphona ad acce dentes. Durante la mayor parte del año tiene el siguiente texto: Gústate et videte quaifi suavis est Dominus, alleluia, alleluia, alleluia. Benedicam Dominum in omni ternpore, semper laus eius in ore meo, alleluia, alleluia, alleluia. Redvfiet Dominus animas servorum suorum et non relinquet omnes qui sperant in eum, alleluia, alleluia, alleluia. Gloria et honor Patri et Filio et Spiritui Sancto in saecula saeculorum. Amen. Alle luia... n.
Los aleluyas que sie añaden a cada versículo hacían, sin duda, de estribillo con que los heles habían de responder 12. Vestigios de tal empleo del aleluya los encontramos también en algunas liturgias orientales 13, sobre todo en la armenia., que se sirve para el mismo ñn del salmo 148 l415, y la copta, que emplea como canto para la comunión el salmo aleluyático 150 ls. 9 C asiodoro, In ps. 33: PL 70, 234s 235s 240 D; en la liturgia milanesa en el transitorium i = canto de la comunión) del domin go de Resurrección (Missale Ambrosianum [1902] 192). También en la misa romana aparece el salmo 33,9 todavía hoy el domingo oc tavo después de Pentecostés. En los antifonarios más antiguos for ma la antífona del salmo 33
14.
En
EL CANTO DE LA COMUNIÓN.
5 6 9 -5 7 2
1107
la lit u r g ia celta
571. A diferencia d-e la época primitiva, en que solian cantar los mismos fieles mientras iban a comulgar 14*16, en las fuentes más recientes que conocemos de ambas zonas de litur gias, oriental y occidental, la ejecución de todos los cantos de la comunión o de uno de ellos 1781 se confiaba generalmente a un coro de cantores especializados. Este sistema, además del enriquecimiento de las melodías, trajo como consecuencia una mayor variedad en los textos, entre los que se encuentran en adelante también himnos de creación personal. En la liturgia iro-celta del siglo vn hubo un himno formado de once versos dobles, que empezaba como sigue: Sancti venite, Christi corpus sum ite, Sanctum bibentes quo redempti sanguine, Salvati Christi corpore et sanguine, A quo refecti laudes dicamus Deo lf!. En
la lit u r g ia
romana
572. La liturgia romana, en cambio, seguía valiéndose de salmos, que variaban según la estación del año litúrgico19. De atender al primer Ordo Romanus, cuando el papa comen zaba a distribuir la comunión a los senadores, la Schola en tonaba la antiphona ad communionem. Luego seguía la sa l modia (psallunt) hasta que la comunión del pueblo se acer caba a su fin. Cuando el archidiácono vela quod pauci sunt ad communicandum 20, daba a la Schola una señal para el Gloria Patri, después del cual se repetía el versículo, et tune repetito 14 Cf. también A ureuano (+ 551), Regula ad monachos (PL 68. B ) : psallendo omnes communicent; así también en la regula para lás monjas (PL 68, 406 B). A. D ohmes (Der psaimengesang des Volkes in der eucharistischen Opferjeier der christlichen Früh zeit: «Liturg. Leben» [1938] 147s) cree que de los testimonios de la antigüedad cristiana no se puede deducir más que una propaga ción relativamente limitada del canto común durante la comunión. Dependerá mucho de cómo se enjuicia el caso de los aleluyas. 17 En las Const. Ap. (VIII, 13, 13; Q uasten , Mon., 229s) se men ciona ya además del salmo 33 como primer canto de la comunión —por cierto en calidad de canto del pueblo—, la combinación de Le 2.14, Mt 21,9 y el salmo 117,26s. De estos tres elementos, el salmo 117,27b y Mt 21,9 sobreviven con función parecida en la liturgia armenia (B rig htm a n , 24 453).—A veces se dan dos cantos, uno para la comunión de los clérigos y otro para la comunión del pueblo (cf. la nota siguiente). 18 Antifonario de Bangor (ed. W arren [HBS 4] fol. 10v: p l 72, 587), con el título Ym num quando commonicarent sacerdotes. i® Variable es también, según la estación del año litúrgico, el canto de comunión de las liturgias bizantina (xoivtimxóv) y siria orle»* tal (B aumstark , Die Messe im Morgenland, 162s). V Orde de S. Amand (D uchesne , Origines, 483), 590
TR. II, P. II, SEC. II I.— LA COMUNIÓN
1108
versu quiescunt21*23. Se trata, pues, de un canto antifonal de la Schola cantorum del mismo estilo que el Introito, compuesto de un salmo, que se cantaba alternando entre las dos mitades del coro, y la antífona, al principio y al final. P r im era s
n o t ic ia s
573. Este canto antifonal de la comunión y del ofertorio se introdujo en el norte de Africa en tiempos ele San Agus tín a2, y, a lo que parece, no mucho más tarde también en Roma33. La ausencia de él en el ordinario del Sábado Santo nos recuerda todavía la época anterior a esta reforma. Se
m a n t ie n e
en
su
ra n t e
form a
p r im it iv a
du
SIGLOS
574. A diferencia del ofertorio, en la comunión se conser vó el canto antifonal durante siglos. Se tenía especial interés en que el canto acompañase efectivamente la distribución de la comunión. Un comentario de la misa de la época carollngia dice que durante la comunión «una dulce melodía debe delei tar los oídos de los fieles, para que al son de tal canto den menos cabida a pensamientos ociosos y... sus corazones se en ciendan en humilde amor a aquel que están recibiendo»24. Los manuscritos más antiguos de antifonarios de la misa, pertenecientes a los siglos vm y ix, presentan para la comu nión el mismo cuadro que para el introito; a saber, se indica una antífona, la misma que en el misal romano constituye actualmente el versículo de la comunión, y las primeras pala bras del salmo, o se pone, en los casos por cierto no raros en que se ha de repetir el mismo salmo del introito, la nota: Psülm. ut supra25. Ordo Rom. 1, n. 20: PL 78, 947; Ordo Rom . 11, n. l4 s : PL 78, 976 B. 23 S an A g u s t ín , Retract., II, 11 (véase m ás arriba 25 7). D ohmes ( 148) sospecha que el pueblo cantaba al principio alternando entre dos coros. P ara este salm o 33 la suposición es bastante probable. 2a P. P ietschmann (Die ntcht dem Psalter entnomm enen Meas-
gesangstücke auf ihre Textgestalt untersucht: JL 12 [1934'J 91) cuenta con la probabilidad de que el canto de la comunión se introdujera en la misa romana únicamente por la autoridad de que allí gozaba San Agustín. 24 Expositio ikPrimum in ordiney) (anterior al 819): PL 138, 1180. 25 H esbert , Antiphonale missarum sextuplex. De entre los cln co manuscritos reproducidos que ofrecen cantos antifonales, sólo en el de Rheinau (hacia 800) falta siempre el salmo para la comn nión.—En algunos manuscritos no se indican siempre, como pnniu de partida para la recitación, los primeros versos del salmo, ; ; l m » a veces otros de más importancia; p. ej., en el salmo 33, el v<,r:¡n Gústate (H esbert , n. 44), o el martes de Pentecostés para el ;.¡ii mo 50: Cor m undum crea (1. c„ n. 108).
14.
EL CANTO DE LA COMUNIÓN.
5 7 2 -5 7 5
1109
F ormas artísticas del canto ; el «T recanum »
575. En algunos manuscritos francos sigue con frecuen cia de una manera parecida a como hemos visto en el introi to 26, y, encabezado por las palabras Ad repet., otro ver sículo de salm o27, cuyo cometido ha sido hasta ahora un enigma. En nuestro caso, sin embargo, se aclara este enig ma si recordamos el Trecanum, canto de comunión de la li turgia galicana. Se trata de una pieza capital de esta liturgia, tan imbuida de espiritu trinitario, que se conservó durante mucho tiempo. Consistía en una combinación entre la antí fona, el Gloria Patri y precisamente este versículo del salmo, que, por el modo especial en que las diversas partes estaban enlazadas unas con otras, debía simbolizar las relaciones en tre sí de las tres personas divinas26.*278 2« Cf. I, 407. 27 Presentan este versículo, pero por regla general no dentro del mismo formulario, dos de los cinco manuscritos de antifonarios más antiguos de Hesbert, a saber: los de Compiégne y de Senlis. En este último se asigna, p. ej., para el domingo de sexagésima la antífona actual Introibo, luego el salmo indica, pero añadiendo: Ad repet.: Spera in Deo (H esbert, n. 35). El modo de ejecutarlo lo indica, sin duda, también esta vez el Capitulare eccl. Ord. (Silva-T arouca, 206, lín. 36) al decir que el sacerdote (obsérvese que no se habla, como de costumbre, del Apostolicus, por lo que se co noce que se trata de un texto intercalado de otra fuente) da la señal para terminar el canto, esto e s : ut dicant Gloria patri et post Gloria repetant verso de ipso psalmo et novissime canent ipsa antiphona et sic laudem sanctae Trinitatis aepet peragere. 28 En la Expositio de la liturgia galicana (ed. Q uasten , 23), el canto de la comunión se describe como sigue: Trecanum vero, quod psallitur, signum est catholicae fidei de Trinitatis credulitate procedens. Sicut cnim prima (pars) in secunda, secunda in tertia et rursum tertia in secunda et secunda rotatur in prima, ita Pater in Filio m ysterium Trinitatis complectitur, Pater in Filio, Filius in Spiritu Sancto, Spiritus sanctus in Filio et FUius rursum in paire. Si ponemos en esta descripción del tritono galicano en vez del pri mer miembro la antífona, del segundo el salmo y del tercero el Gloria Patri, resulta el esquema: Antífona(D—salmo(2)—Gloria Patri(3)-^salmo (2)—antífonaU), es decir, el mismo orden de suce sión que en el Capitulare (nota anterior), que subraya expre samente la laus sanctae Trinitatis. Efectivamente, se puede decir que aquí, como símbolo lejano de la Santísima Trinidad, 1 se con tinúa en 2, y 2 en 3, y 3 en 2, y 2 en i, y asi se cierra el círculo (rotatur). Esta disposición del canto se convierte en imagen de la pericoresis divina, en la que tanto se ocuparon ya los Santos Padres. Cf. en especial S an G regorio N isen o (Adv. Maced., c. 22: PG 45, 1329) acerca de la svxóxAio; Tfjc Bo'Jyjt; itspicopaí en las tres personas divinas. El mismo plan ha estructurado también la expo sición que el mismo Capitulare hace del introito (S ilva-T arouca, 205; cf. más arriba I, 4041S), con la única diferencia de que allí, probablemente para aumentar la solemnidad, se repite la antífona después de cada versículo, con lo que se hace más tupida aún la combinación. A esto se refiere tal vez la disposición que encontra mos en un fragmento más reciente del Ordo Romanus i (n. 26: PL
1U0
TR. II, P. II. SEC. I I I .— LA COMUNIÓN
576. Había además otros modos de ampliar este canto, sobre todo repitiendo la antífona20. Para ello parece que los subdiáconos formaban desde el siglo rx una especie de segun do coro, que alternaba con la Schola30. Al Gloria Patri debía entrar, finalmente, todo el pueblo, según las disposiciones carolingias 31. D esaparece
el salmo
577. Si por esta parte la evolución del canto de la comu nión va hasta cierto punto paralela a la del introito, por otra, pronto se empieza a diferenciar de éste, al -acortarse u omitirse por completo el salmo. Ya en el siglo x empieza a faltar en los manuscritos 32 y en el x n no se encuentra sino raras veces3a. A esto corresponden las observaciones que de él hacen los comentaristas de la misa. Bernoldo de Cons tanza alude todavía al salmo con el Gloria Patri, pero añade sintomáticamente: si necesse fu erit34. Los tropos, tan abun dantes en las otras partes de la misa, no prosperaron para la comunión. Aparecen tímidamente en el siglo x, para desapa recer otra vez antes de haber alcanzado especial desarrolloS5.2930145 78, 950 A), según la cual en días festivos el Gloria (Patri) se ha de dividir (Gloría dividitur) para intercalar la antífona. 29 Según el Ordo de S. Amand (D uchesne , Origines, 482s), los subdiáconos han de repetir la antífona al principio; no se ve cla ramente qué es lo que ha de repetirse al final. Cf. la teoría de J. N. Tommasi, rechazada en W agner , Einführung, I, 65, nota 2.— El misal de Stowe (ed. W arner [HBS 32] 18) presenta como canto de la comunión una larga serie ae versículos, cada uno de los cua les termina con tres aleluyas y está formado por una frase de la Sagrada Escritura bien escogida; hacia el final, el versículo Venite benedicti (Mt 25,34) se repite tres veces en combinación con el Gloria Patri. 30 También, según el texto del Ordo R om . / (n. 20: PL 78, 947 B), presentado por M abillon (cf., en cambio, S tapper, 30), la Schola empieza la antífona de la comunión per vices cum subdiaconibus. 31 Cf. más arriba I, 293 20. 32 U rsprung , Die ¡cath. Kirchenmusik, 57, 33 W agner, Einführung, I, 119. L. c., se menciona, además, un manuscrito de Leipzig del siglo x m que contiene el salmo. En Lyón se cantaba en las grandes solemnidades la comunión todavía du rante el siglo xvni del mismo modo que el introito, es decir, con versículo del salmo y Gloria Patri (D e M oléon, 59).—Cf. también, por otra parte, el manuscrito de Rheinau (véase arriba en la nota 25). 34 B ernoldo de C onstanza, Micrologus, c. 18: PL 151, 989 B.— I nocencio III (De s. alt. mysterio, VI, 10: PL 217, 912) habla to davía del canto alternado (reciprocando cantatur), lo cual in terpreta. con A malario (De eccl off., III, 33), de los apóstoles, que unos a otros dieron la noticia de la resurrección de Cristo. D uran do (IV, 56, 2) conoce la costumbre probablemente sólo por referen cias literarias. 35 Los tropos de la comunión que, lo mismo que los del introito, preceden a la antífona o se encuentran intercalados dentro de la
14.
EL CANTO DE LA COMUNIÓN.
576-578
lili
Teniendo en cu en ta que las form as litúrgicas, aun después de desaparecidas las causas que las m otivaron, se m antien en por lo general durante algún tiem po, podem os afirmar que este fenóm eno coincide, poco m ás o m enos, con la prosperidad r e lativa que en la reform a carolingia, a im itación de la com u nión dom inical de la liturgia de Roma, tom ó pasajeram en te esta p r á c tic a *36. Al perder fuerza ta n generoso arranque en aquella época, poco propicia a una p ráctica religiosa p rofun da, desaparece para m ucho tiem po la razón de un canto para la com unión propiam ente t a l 37. Queda sola la an tífon a que ya en el siglo x i i i se llam a sen cillam en te C o m m u n io 38. Ya
no
acompaña
la comunión
del
pueblo
578. En absoluto, y según llevam os dicho, parecía n a tu ral desapareciera ahora este can to de la com unión por la ra zón sencilla de que n unca había sido para acom pañar la co m unión del sacerdote, sino la del pueblo. Pero com o no su ce dió así, sino que se conservó la an tífon a, con razón no se cantaba en ad elan te sino term in ada la com unión del c e le brante, recuerdo y sím bolo de la com unión desaparecida de los fieles. Más tarde, sin embargo, se la consideraba m ás bien como acción de gracias p o st cib u m s a lu ta r e m 39, llam án d o la tam bién a n tip h o n a p o st c o m m u n io n e m 40 o sencillam ente p o stc o m m u n io 41. Y así, aun cuando había otra vez com unión misma, pertenecen exclusivamente a los siglos x y x i (véanse los textos en B lume, Tropea des Missale, n [«Analecta hymnica», 49] pp. 343-353). 36 Cf. más arriba 516. 37 Es extraño que no sólo un versículo (Requiera a etem a m j sino además la repetición de una parte de la antífona (Cum sanetís tuis), se haya conservado en la misa de difuntos, a pesar de que no era costumbre que los fieles comulgasen en ella durante el medievo. Este fenómeno es ya aislado en las misas de difuntos de la Edad Media; cf. B. O pferm ann , Alte Totenlieder der Kirche: «Bibel u. Liturgie», 9 (1934-1935) 55-59, donde se dan para la co munión 14 textos diferentes, entre los que sólo uno (n. 14) presen ta semejante repetición. En el misal dominicano se encuentra, por cierto, nuestra comunión sin versículo y sin repetición (Missale iuxta rítum O. P. [1889] 86* 89* 91*). 38 Sobre este cambio de denominación llama la atención S an A lberto M agno, De sacrificio missae, III, 23, 1 (Opp. ed. B orgnet, 38, 162); cf. S ólch, Hugo, 150. 3« R uperto T uitiense ( t 1135), De div. off., II, 18 (PL 170, 46), y otros después de él (S olch, Hugo, 150). Cf. I nocencio III, De s. alt. mysterio, VI, 10: PL 217, 912. Cf. también la Expositio «Introitus missae guare» (ss. dc- x ) (ed. H anssens , en «Eph. Liturg.» [19301 46): Cantus post com m unionem quare celebratur? Ut ostendatur vere grafios agere po pulas. 41 I nocencio III, 1. c.„ título del capítulo; D urando, IV, 56, 1.
IR . II, P. II, SEC. III.—-LA COMUNIÓN
1U 2
de los fieles, no se la entonaba antes de terminar también ésta 42, como -generalmente se hace en la actualidad con el versículo de la comunión43. F ormas
su c ed á n ea s ;
el
«A g n u s D e i »
579. Fácilmente se adivina la razón de este cambio. Se hablan introducido entre tanto otros cantos para acompañar la comunión. El primero de ellos fué el A gnus D ei , converti do desde hace ya mucho tiempo en verdadero canto de la co munión 44456. Por lo menos de la comunión del sacerdote, a la que por cierto aun en plena Edad Media podía seguir la dis tribución de la comunión a los fieles, sin que por ello se con siderara interrumpido el desarrollo normal de la misa. En los días de muchas comuniones, sin embargo, pronto comenza ron a intercalar en este sitio otros cantos, menos el Viernes y Sábado Santos, días en que se comulgaba en silencio 4d. Y así, a fines del siglo ix aparece en el pontifical die Poitiers 40 para el domingo de Resurrección, con el encabezamiento A n te c o m m u n io n e m , una antífona festiva, que durante toda la Edad Media se cantaba con esta ocasión, sobre todo en los monasterios franceses: Venite populi, sacrum immortale m ysterium et libamen agendum. Cum timore et fide accedamus. Manibus muñáis poenitentiae m unus communicemus. Quoniam Agnus Dei propter nos Patri sacrificium propositum est. Ipsum solum adoremus, ipsum glorifiquemus cum angelis clamantes allelu ja 47. 42 Misal dominicano del siglo xiii (Solch, 151).—Es evidente que el ritual de Soissons se dirige contra una costumbre que apuntaba de este género (M artene, 1, 4, XXII [I, 612s]): La comunión se debe cantar conforme indica su mismo nombre, in hora communionis. 4a Si el Gradúale Rom anum (1908) (De rit. serv. in cam u m issae, n. 9) dispone que la comunión se cante sólo sumpto ss. sacra m ento, es manifiesto que se refiere a la comunión del sacerdote, pues así corresponde al sentido histórico del canto. Sin duda, la actual comunión, por ser tan breve, no puede servir a su verdade ra finalidad de acompañar a una distribución larga de la comu nión, a pesar de sus neurnas, que al contrario del introito, en aten ción a la solemnidad del momento, son «suaves y sin ninguna pre tensión melódica» (U rsprung , Die kath. Kirchenmusik, 32). La adi ción del salmo correspondiente debe considerarse por lo menos como permitido en el mismo grado que la adición de cualquier otro canto. Cf. el caso parecido en el introito arriba I, 409. 44 Cf. más arriba 474. 45 Referencias en B rowe , M ittelalterliche K om m unionnien: jl 15 (1941) 60s. 46 A. W ilmart, Notice du Pontifical de Poitiers: j l 4 (1924) 75. 47 M artene, l, 4, 10, 6 (I, 432); cf. 1. c., 4, 25, 26 (III, 48Ss). Nu merosas referencias de los siglos xi-xv véanse en L eroquais, in , 422; cf. también W agner, Einführung, I, 122.—En el rito de Lyón, el canto se intercala en la misa solemne después del primer Agnus Dei (Buenner, 256 281-284). También se canta aún actualmente <-n
14.
Horas
EL CANTO DE LA COMUNIÓN.
578-580
1113
canónicas
580. En otros sitios se intercalaba una hora canónica en tera. Asi en la catedral de Soissons, donde hacia 1130 los ca nónigos el domingo de Resurrección cantaban durante la co munión del pueblo la hora de sexta48. En una catedral hún gara de los -siglos x i - x ii se cantaban en la misma ocasión vísperas, procurando que su final coincidiese con el Ite, missa pst del diácono49. Según Juan de Avranches (i* 1079), el Jue ves Santo debía acompañarse la comunión del pueblo con las vísperas, cuya oración final coincidía con la poscomunión®0. Finalmente se estilaban también otros cantos, salmos, him nos o antífonas apropiados a este fin ®1, como por cierto se hace también actualmente, aparte de que hoy día la comu nión, aun en las fiestas, se reparte generalmente en las mi sas tempranas, en las que, como no son solemnes, el canto no litúrgico puede tener mayor amplitud.*48950 (Vlilán el domingo de Resurrección (Missale Arribrosianum [1902] 189). En Viena de Francia, lo mismo que en Tours (M artene, 4, 25, 26), se usaba todavía en el siglo xvm (D e M oléon, 17 29). Tampoco en Inglaterra y Alemania se desconocía el himno (B uenner , 282). Así está atestiguado e. o. por el Ordinarius II (hacia 1489) de Münster, en Westfalia (ed. por S tapper [Opúsculo, et Textus, ser. liturg., 7-8] 69). Procede de un himno bizantino para el Jueves Santo (Aefos l a o i ) (B uenner , 282, que remite a P. C agin , Paléographie musicale, V, 185). C1 también la exhortación antes de la comunión en la liturgia de Santiago: Mexá cpópou tteou (la liturgia bizantina del siglo ix añade : xal tcioteok xai cqaTrr}«;) (B rightman , 64 341). 48 B rowe , Mitteralterliche K om m unionnien: j l 15 (1941) 51, nota 13; cf. 1. c., 60. 49 G. M orin , Manuscrits liturgiques hongrois: j l 6 (1926) 57. 50 J uan de A vranches, De off. e c c l: PL 147, 50. Este orden lo observaron durante largo tiempo e. o. los premonstratenses (W aefelghem , 210).—El intercalar una hora canónica después de la co munión tampoco era cosa rara, aun prescindiendo de la comunión del pueblo y sin tener en cuenta las vísperas del Sábado Santo. En Viena de Francia se añadían todavía hacia 1700 en la misa del gallo las laudes (D e M oléon, 14s ). El misal de Zips atestigua para el siglo x iv la misma costumbre (R adó, 71). Algo parecido se acos tumbraba en Valencia hacia 1410 (F erreres, 207).—íLos dominicos intercalan aún actualmente en la misa del gallo las laudes (véase la recensión de la primera edición alemana de la presente obra por N. M. H almer, O P., en <*¡Divus Thomas», 27 [Friburgo de Sui za 1949] 253-256). si Ejemplos en B rowe , M ittelalterliche K om m unionm en, 61. Tampoco se excluían textos en lengua vulgar. Conforme decretó el obispo Urbano de Gurk en una disposición, salida después del año 1564, debería cantarse después de la comunión un himno o salmo en lengua vulgar para ayudar a la devoción de los fie
les (1 . c.).
1114
• El
IR . II, P. II, SEC. I I I .— LA COMUNIÓN
sacerdote lee el versículo de la comunión
581. Por otra parte, el versículo de la comunión ha que dado bien asignado en la misa romana por la costumbre de leerlo también el sacerdote. Esta práctica, aunque no fue ge neral durante mucho tiempo, debió de usarse desde muy pronto en la misa privada52. En la cantada parece que no se introdujo hasta más tarde, ya que en la mayoría de los misales, aun de la baja Edad Media, falta una rúbrica sobre el particular5354. N ormas
para la elección de los textos
582. Si es cierto que el canto de la comunión, tal como viene en el misal romano, no es más que una sombra de su finalidad primitiva, conviene hacer constar, sin embargo, que nunca se había inspirado en motivos exclusivos de la comu nión. Mientras se mantuvo al principio la salmodia, nunca se preferían los salmos más aptos para la comunión y ni si quiera se usaban ios salmos aleluyáticos o de alabanza ge neral de Dios, sino otros cualesquiera parecidos a los que se cantaban también en los demás pasajes de la misa o que a lo sumo expresaban, según las circunstancias, algunas ideas alusivas a la fiesta que se celebraba. Es otra prueba más de que en la misa romana no se quiso nunca fijar un conjunto especial de oraciones dedicado a la preparación y acción de gracias de la comunión. Vimos ya que todavía en la misa romana de la alta Edad Media el número de oraciones des pués del canon era escasísimo comparado con otras litur g ia s84. Y aun limitándonos a las actuales antífonas de la comunión, encontramos que en los domingos después de Pen tecostés se han escogido los versículos siguiendo sencillamen te el orden de los salmos desde el 9 hasta el 118 55. Para los dias feriales de cuaresma, o sea desde el miércoles de Ceniza hasta el domingo de Ramos, prescindiendo de los formularios 52 Lo m ism p que en el introito, e l Capitulare eccl. ord. (S ilvaT arouca, 207) la propugna con in sisten cia (cf. m ás arriba I, 416).
53 Un misal franciscano del siglo xm , cuidadosamente provisto de muchas rúbricas, manda al celebrante leer el introito cum m inistris, pero no hace lo mismo ni en el ofertorio ni en la comunión (E bner , 313s 317). Por otra parte, aparece esta costumbre por la misma época en el rito de los dominicos (G u e r r in i , 244) y se adop ta por el Líber ordinarias de Lieja, benedictino (V olk , 97). 54 Cf. más arriba 412. 55 Cf. arriba el cuadro sinóptico en I, 415. Una laguna algo ma yor se encuentra solamente entre los domingos undécimo y décimoquinto después de Pentecostés que caen en otoño y tienen antí fonas que (con excepción del domingo décimocuarto) se refieren a la cosecha y al pan (del cielo) (cf. H esbert , p. lxxiv s).
14.
EL CANTO DE LA COMUNIÓN.
581-583
1115
más recientes de los jueves, los versículos se toman del salmo 1 al 26. El
contenido del canto de la comunión
583. Caso de que la antífona fuese un versículo de salmo, se cantaba este mismo salmo. En los demás casos se volvía sobre el salmo del introito 56f del que todavía menos se podía suponer estuviese relacionado con la comunión. En cambio, en las épocas y días festivos se buscaba relacionarlo con la idea principal del día *7, con lo cual se acerca indirectamente a la comunión; así, por ejemplo, al oir los domingos después de Pascua las palabras del Señor a Santo Tomás: Mitte m anum tuam et cognosce loca clavorum, o la invitación del buen pastor: Ego sum pastor bonus, o en adviento las palabras del profeta: Ecce Dominus veniet et omnes sancti eius cum eo. Por otra parte, no falta en nuestro misal una serie de for mularios de la misa en los que se evidencia que sus autores procuraban dar im carácter más eucarístico al versículo de la comunión. Son las misas de los jueves de cuaresma, compuestas en el siglo vm. Los versos del segundo y tercer jueves emplean incluso palabras del sermón eucarístico de Cafamaún (Jn 6,52; 6,57); en una parte de los manuscritos aparecían unidas al salmo 33, muy propio para la comunión 5C Esta regla se encuentra en B ernoldo de C onstanza, Micrologus, c. 18: PL 151, 989 B.—Vale también para una parte de los antiguos manuscritos. En cambio, sufre muchas excepciones en un manuscrito de Corbie (véase H esbert, nn. 2 4 16 22 29, etc.). En la Purificación de Nuestra Señora (n. 29) se usa, p. ej., el Nunc dimittis. —Tampoco el Capitulare eccl. ord. (S ilva-T arouca, 206s) se atiene exactamente a esta norma, puesto que en las fiestas de las vírgenes permite que se cante con la antífona Quinqué prudentes el salmo del introito (Sal 44) o el salmo 45 (cf. 1. c., 205, lín. 19ss). ñ7 Véase el cuadro sinóptico de los 68 versículos de comunión que no están tomados del salterio, compuesto a base del Cotí. Sangall 339 (s. x) por P ietschmann (JL 12 [1934J 142ss); a ellos co rresponden sólo 39 versículos del mismo género en el introito, 14 en el gradual y 17 en el ofertorio. Cf, W agner (Einführung, I, 118), según el cual en este manuscrito los versículos mencionados son más de la mitad de los de la comunión. En el misal actual el nú mero de los versículos de la comunión que no provienen del sal terio es aún más elevado. ss H esbert, nn. 44 50.—Parece que la antífona Acceptabis sacrificium iustitiae del primer jueves está inspirada en la misma idea. Algo semejante habrá que decir de las antífonas del cuarto y sex to jueves, que provienen del salmo 118, que, como alabanza de la (Nueva) Alianza, se incorporó entre los salmos dominicales y tam bién fué salmo de comunión el Jueves Santo. Algo más se separa el quinto jueves, con el salmo 70,16-18.
1116
15,
l'R. II, P. II, SEC. II I.— LA COMUNIÓN
Oraciones en voz baja después de la comunión
584. Después de haber comulgado el sacerdote y distri buido la comunión a los fieles quedan todavía algunas cere monias, principalmente las abluciones, que también se acom pañan con oraciones en voz baja. Es natural que estas oraciones no versen sobre lo que está haciendo en estos mo mentos el sacerdote, ya que carece de importancia, sino que vuelvan sobre lo que acaba de acontecer en la comunión. Tales oraciones tienen la misma procedencia y llevan el mis mo carácter que las oraciones anteriores. Vemos que estaban destinadas primitivamente lo mismo para los fieles que para el sacerdote; disponían de las mismas fuentes para su de voción. -Q uod
ore su m psim u s *
585. La primera oración, Quod ore sumpsimus, que se encuentra ya como poscomunión en los sacramentarios más antiguos \ la hallamos también en el devocionario de Carlos ei Calvo con la denominación Ordtio post communionem y el siguiente texto; Quod ore sumpsi, Domine, mente capiam, ut corpore et sanguine D. N. I. C. fiat mihi remedium sempiternum. Per eundem D. N. I. C .12, y algo más tarde como oración de los clérigos para después de su comunión3. Sin duda, el sacerdote no la rezaba ante la .comunidad en voz alta, sino en voz b aja4; por eso la debemos considerar como su oración particular, o sea como una anticipación privada de la poscomunión. Se encuentra en la mayoría de los mi sales medievales generalmente en la forma plural del texto primitivo56, y no raras veces con la fórmula final Per Chris1 Ya se encuentra también en el Leoniano (M uratori, I, 366); las demás referencias véanse en M ohlbergjM anz, n. 1567. 2 Ed. N i n g u a r d a , 116.—La variante u t de corpore et sanguine D. N. I . C., que pretende substituir el et de muñere temporau (véa se más adelante), que ya no se entendía, se encuentra también en los misales impresos de Ruán y Lyón ( D e M o l é o n , 65 315), así como en Suecia ( Y e l v e r t o n , 21) y todavía en el actual misal de los dominicos (1889), 22, que no tiene más que esta fórmula des pués de la comunión. Un misal del siglo xvr de Orleáns tiene: et corpus et sanguis D. N. I. C. ( D e M o l é o n , 201). 3 Cf. más arriba 52837. 4 Prescindiendo de los casos en que pasajeramente se usaba como poscomunión fija (véase más adelante 621). 6 B e r n o l d o d e C o n s t a n z a (Micrologus, c. 23: PL 151, 995) ln pone conscientemente en la forma de plural, después de razonar1<> en la rúbrica anterior; Postquam omnes commumcaveruni, atett,
15.
ORACIONES PRIVADAS PARA DESPUES.
584-586
urt
tum D. N. 6, que se ha perdido en el texto del misal romano 7. En ella se expresa, en forma de doble antítesis, la súplica de que el Sacramento recibido en el tiempo tenga eficacia inte rior 8 que perdure por toda la eternidad. «Corpus
tuum
D omine»
586. Nuestra segunda oración después de la comunión, el Corpus tuum Domine, que por su origen de la liturgia gali cana 9 tiene otro carácter, sirvió también a la devoción par ticular de los fieles. Se encuentra en la colección de oraciones para la comunión de Montecasino (fines del siglo x i ) 10. Des de el siglo x aparece también como oración del sacerdote en muchos ordinarios de la misa y como oración privada, re dactada ya en singular. Es sintomático que entre los prime ros documentos 11 que la contienen se cuente un ordinario de Subiaco12, al que se han de añadir otros benedictinos 13 y en general italianos, y sobre todo el misal franciscano, tan decisivo para la ulterior evolución del misal romano 14. La es la única oración después de la comunión.—La forma en singu lar tiene la oración en el ordinario de la misa de ¡Ruán (ss. xm xiv) (en M a r t e n e , 1, 4, XXXVII [I, 678 Cl) y en el Missate parvum Vedastinum (Arrás, s. xm ) (ed. por Z. H. T u r t o n [Londres 1904]); en F e r r e r e s , 202; véase además L e b r u n , I, 546, nota a).—La fór mula hace juego con el Deus qui humanae substantiae del oferto rio, que igualmente ha conservado la forma de plural de la ora ción primitiva y además su conclusión. 8 Véase, p. ej., K óck , 129 130. 7 Como la fórmula está redactada en optativo (capiamus), no necesita una invocación concreta. Por esto más fácilmente se pue de unir con la siguiente, que termina con el Qui vlvis, o sea se di rige a Cristo. 8 La palabra pura delante de m ente falta muchas veces en el texto que tiene la poscomunión en los sacraméntanos antiguos, y también en este sitio, hasta el siglo x m (cf., p. ej., K óck , 127; E b n e r , 326). Se trata, pues, originariamente de ía antítesis de ore y mente. 9 La oración aparece por primera vez como poscomunión en el Missale Gothicum, del siglo vn ( M u r a t o r i , II, 653): Corpus tuum , Domine, quod accipimus et calicem quem potavimus, naereat in visceribus nostris, praesta, Deus omnipotens, ut non remuneat m a cula, ubi pura et sancta intraverunt sacramenta. per.—No es im posible que la segunda redacción de que trataremos más tarde (nota 16), y que se encuentra en el Líber ordinum (igualmente como poscomunión), tenga la misma edad. 10 W i l m a r t , en «Eph. Liturg.» (1929) 325.—Esta misma colección de oraciones contiene, entre las que siguen la comunión, e. o. tam bién la Domine Iesu Christe Fili (véase más arriba 528) y además algunas fórmulas que en los libros litúrgicos aparecen sólo raras veces. 11 Aparte la segunda redacción de la fórmula, de la que se tra tará en seguida (nota 16). 12 Siglo x i ; E b n e r , 339. 13
E bner,
299 302 338 ; F íala, 216.
14 ebner, 317.
1118
TH. II, P. IX, SEC. II I.— LA COMUNIÓN
oración alcanzó también fuera de estos ordinarios amplia difusión, aunque no llegó a ser general. En Francia se con servó durante algún tiempo la fórmula primitiva del plural ir\ en parte con redacción de la segunda parte J6, probablemente de procedencia mozárabe 13*17. Con frecuencia muestra la ora ción amplificaciones y variaciones más o menos importan te s 18. A veces, renunciando a la invocación de Cristo de ori gen galicana, aparece con la usual: Corpus D. N. 7. C. quod sum psi19, a la que podía añadirse también la conclusión Per Christum 20. Con todo, no prosperaron tales transformaciones. 587. Por su contenido, la oración es un avance, si se la compara con la preceden te.. En ella ya no se hace distinción entre la eficacia interna y el signo exterior, sino que el Sa cramento aparece casi como la misma gracia; por lo que contiene es tan puro y tan santo, que, por decirlo así, basta 13 Misal de Remiremont (s. xi) ( M a r t e n e , 1, 4, 9, 9 [I, 424 DI). 16 En el misal de Troyes (hacia 1050) ( M a r t e n e , 1 , 4, VI [I, 534 D]) dice la fórmula: Corpus D. N. I. C. quo pasti sumus et sanguis eius quo potati sumus, adhaereat in viscenous noszns et non nobis veniat ad iudicium ñeque ad condemnauonem, sed proficiat nobis ad salutem et ad remedium vitae aeternae. La misma redacción de la segunda parte en forma de singular está ya en el sacramentario de S. Aubin, en Angers (s. x) ( L e r o q u a is , I, 71), y en el de París (s. x) ( N e t z e r , 247). Algo más ampliada en un mi sal del sur de Italia hacia Í200 (en E b n e r . 323s); en el misal cis terciense del siglo x in ( F e r r e r e s , pp. l i 203) ; en el misal de Wéstminster (ed. L e g g [HBS 51 520s); en el misal de Fécamp (ha cia 1400) ( M a r t e n e , I, 4, XXVII [I, 642 B l); finalmente, en un número mayor de misales de los siglos x h - x v del nordeste de Es paña ( F e r r e r e s , pp. l x i i - c x i i 190 201s), donde la frase final dice: remedium animae meae et animabus omnium fidelium vivorum et defunctorum. 17 F é r o t in , Le Liber ordinum, 242. La fórmula presenta ya, en comparación con la redacción del misal de Troyes, algunos cam bios. 18 En misales alemanes: quod ego miser accepi ( K ö c k , 131 ; B e c k . 310; V. B r u i n i n g k , 88; H o e y n c k , 376; cf. D e C o r s w a r e m , 142). En misales españoles: quod ego indignus et infelix sumere praesumpsi ( F e r r e r e s , 190 202; cf. M a r t e n e , 1, 4, XV [ I , 593 D]).— En misales estirios también: Sanctum corpus tuum, Domine, quod indignus accepi ( K ö c k , 128 130); véase también (1. c., 127) la for ma más ampliada del misal de Seckau, del siglo x i i , y la aun más amplificada en el sacramentario de Boldau, en Hungría (hacia 1195), apéndice del ordinario de la misa (ed. K . K n i e w a l d , en Theologia; 6 [Budapest 1939] 26).—La primera parte se encuentra entera mente transformada en el pontifical de Maguncia hacia 1170 ( M a r t e n e , 1, 4, XVII [I, 602 D]): Corporis sacri... percepito. 1 ® Para Italia véase E b n e r , 147 335; cf. 299 323s 326; M u r a t o r i . I, 94. Otro ejemplo en B r i n k t r i n e , Die hl. Messe, 268 (Vat. lat. 6378, ss. xii-xiv).—Misal de Wéstminster (ed. L e g g [HBS 51 520). Cf. misal de Augsburgo de 1386 ( H o e y n c k , 37G).—Liber ordinum. misal de Troyes y los demás testimonios de la variante menciona da en la nota 16. 3° Así en el m isal de Auesburgo de 1386 (H oeynck , 376).
15.
ORACIONES PRIVADAS PARA DESPUÉS.
5 8 6 -588
1119
que permanezca en nosotros para acabar con toda mancha de pecado21. «Domine I esu Christe
fili
D ei»
588. Al lado de estas dos fórmulas, que en los primeros tiempos no aparecen juntas, sino raras veces, y aun entonces no en el orden actual, existía en tiempos medievales un gran número de otras oraciones y textos con los que el sacerdote podía alimentar su devoción después de haber recibido el Sacramento22. Ya se ha dicho que las oraciones Domine Iesu Christe Fili y Perceptio, anteriores a la comunión en el actual ordinario, que piden de otro modo la gracia sacramental, ve nían frecuentemente después de la m ism a23. Pero se cono cían otras oraciones de contenido semejante. En los si glos x i - x ii aparece unas veces la fórmula Domine Iesu Christe, fili Dei, Corpus tuum pro nóbis crucifíxum et sanguinem tuum pro nóbis effusum bibimus. Fiat Corpus tuum salus anlmarum et corporum nostrorum et tuus sanctus sanguis remissio omnium peccatorum hic et ín aeternum. Am en24. Con frecuencia se usaban otras fórmulas del tipo de la poscomu nión o que efectivamente lo eran 25. El ordinario de la misa 21 El texto más antiguo: ubi pura et sancta intraverunt sacres menta (véase arriba la nota 9), que predomina hasta la baja Edad Media, hace resaltar más este lenguaje gráfico de la Biblia. En un misal renano de fines del siglo x i i descrito por P. R o e d e l (JL 4 [19241 85) se encuentra algo variado: ubi tua sacrosancta intraverini sacramenta.—En la redacción actual resalta más la nota personal. 22 El sacramentario de Fulda ( R ic h t e r - S c h ò n f e l d e r , n. 27) contiene todavía una oración de acción de gracias más larga : Deus noster, Deus salvos faciendi, tu nos doce gratias agere..., que ape nas se encuentra en otras fuentes.—Todavía al final de la Edad Media era general la convicción de que en este sitio se podía inter calar oraciones de propia elección y devoción, con tal que se dijeran en voz baja ( B r o w e , Die Kom m unionanaacht; j l 13 [1935] 50s). 23 Cf. más arriba 494. 2¿ Misal de Remiremont (s. xn) ( M a r t e n e , 1, 4, 9, 9 [I, 424 Cl); sacramentario de Echternach (primera mitad del siglo xi) ( L e r o q u a is , I, 122; cf. 1. c., 307; II, 340); misal de Seckau (s. x i i ) ( K ó o k , 127); manuscrito de Admont, del siglo xiv ( F r a n z , 111. nota 4). La primera parte de la fórmula arriba citada da principio a ima oración parecida de la comunión en el misal de Bobbio ( M u r a t o r i , II 780); a la segunda parte se parece la oración del sacra mentario de Vich (ss. xi-xn) : Fiat nóbis hoc sacramentum... ( F e r r e r e s , p. xcvi).—Un sacramentario del final del siglo ix de Tours presenta la fórmula Sumentes ex sacris altaribus ( L e r o q u a is , I, 49 ; M a r t e n e , I , 4, 9, 9 [I, 423 Bl).—En el misal de San Vicente, el Cor pus tuum se parafrasea: Post communionem... ( F ia l a , 216). 2a Ordinario de la misa de Amiéns (ed. L e r o q u a is , en «Éph. Liturg.» [1927] 544) : Praesta quaesumus.—Sacramentario de Moissac ( M a r t e n e , 1, 4, v m [I, 541 B l): Da quaesumus.—Missa lllyrica (1. c., IV [I, 517 A] : Conservent; Custodi • Praesta Domine lesa Christe.—Ordinarios de la misa italianos de los siglos xi y x a
TR. Il, P. Il, SEC. III.— LA COMUNIÓN
i. 20
de un manuscrito parisiense presenta nada menos que trece oraciones después de la comunión26. .G ratias
ago t ib í »
589. Entre ellas se cuenta el Agimus tibí gratias, que ve mos algunas veces en la baja Edad Media2728. Desde muy an tiguo se había difundido una oración Gratias tibí ago, que provenía del tesoro de las oraciones privadas del medievo. La forma en que se halla en el misal de Remiremont, del siglo xn, presenta seguramente la redacción original: Gratias ago tibí, Domine Deus Pater omnipotens, qui m e peccatorem satiare dignatus est corpore et sanguine Iesu Christí Filii tui Domini nostri, ideo supplex deprecor u t haec sancta communio szt in arma fidei, scutum bonae voluntatis ad repellendas omnes insidias aiaboii. de corae et opere meo et illue me m undatum introire faciat, ubi lux vera est et gandía iustorum ss.
590. Que este texto pertenezca a una época más tempra na, se deduce del hecho de que en la colección de oraciones de la comunión de Monte casino, compuesta en el siglo xi, se encuentra ya en una redacción mucho más amplia con casi el doble de extensión29. Aun pasó por otra ampliación, y así entró en nuestro misal como Oratio S. Thomae en la Gratiarum actio post missam a-°. (E bner , 297): Huius Deus, (1. c., 158 348; P iala, 214): Prosit, resp. Proficiat nobis, (B r in k t r in e , Die hl. Messe, 269): Conservent.— Para Inglaterra véase el misal de Sarum (L egg , The Sarum Missal, 228): Haec nos commvmio (cf. M artene, 1, 4, XXXV [I, 670sl; F erreres , 203); misal de York (ed. S im m ons , 116). L á misma oración también en Vorau (K öck , 133).—Un misal de Eichstätt (K öck, 7): Concede quaesumus o. D., ut quidquid. 26 M artene , 1, 4, 9, 9 (I, 426s). 27 M i s a l d e T o u l (s s. x iv - x v ) (M a r t e n e , 1, 4 , XXXI [I, 6 5 2 D I); Alphabetum sacerdotum ( h a c i a 1500) ( L e g g , Tracts, 4 9 ) ; o r d i n a r i o d e C o u t a n c e s (1 5 5 7 ) (1. c ., 66). M á s e j e m p l o s e n L e b r u n , I, 545, n o t a e.—E n t o d o s e s t o s c a s o s s i g u e e l Nunc dim ittís ( v é a s e m á s a d e l a n t e 591).
28 M artene , 1, 4, 9, 9 (I, 424 D).—Una oración con estas pala bras iniciales se encuentra en misales italianos de los siglos xi-xni (E bner , 4, 17 281 295 307; cf. 158).—Una redacción que cambia es pecialmente la segunda parte: precor ut non veniat m ihi ad iudicium, etc., en textos normando-ingleses de la baja Edad Media (M artene , 1, 4, XXVIII [I, 645 D ] ; L egg , Tracts, 228; M askell, 190; F erreres , 190 202). 29 W ilmart , en «Eph. Liturg.» (1929) 324, con el principio Gra tias tibi ago Domine sánete. Asimismo en el misal de San Vicente (P iala, 215). 80 B r in k t r in e (Die hl. Messe, 269), que no conoce aún la co lección de oraciones para la comunión de Wilmart y sí otro ma nuscrito del siglo x n de Montecasino que contiene la misma ora ción, llama la atención sobre el hecho de que Santo Tomás w educó en este convento hasta el año 1236,
15.
ORACIONES PRIVADAS PARA DESPUÉS.
588-591
1121
■•Nunc DIMITTIS»
591. En varios ordinarios de la baja Edad Media sigue a una de estas oraciones, como expresión del profundo gozo experimentado en la comunión, el cántico Nunc dimittis 31, que, sin duda, responde perfectamente a los sentimientos para después de la comunión, y que figura también en la par te final de la misa bizantina32. Cuadra muy bien con el estilo de la oración litúrgica el que en varios ordinarios, del Gloria Patri con que termina el cántico, mediante un Kyrie y Pater noster, se pasa a la poscomunión como oración fi nal 3'\ o se le hace según una oración final propia34*. Con la última oración final, este conjunto aparece en una colección 31 Misal de Toul (cf. más arriba en la nota 27), junto con los demás testigos allí citados; misal de Evreux-Jumiéges (ss. xiv-xv) (M artene , 1, 4, XXVIII [I, 645 El). En un misal de Ruán, el cán tico sigue al lavatorio de manos, acompañado del Lavabo (1. c., XXVI [I, 637s, nota di). El uso del Nunc dim ittis está atesti guado también en suelo alemán (M artene , 1, 4, XXXII [I, 657 E l ; K óck , 134 [n. 3471; F ranz , 595 753).—Entre los dominicos se prohi bió el cántico en 1551, así como el O sacrum convivium y todas las demás añadiduras, después de la comunión, fuera del Quod ere (Mcmumenta O. Fr. Pr. histórica, 9 [1901] 322; ¡Br o w e , Die Kopnmunionandacht: JL 13 [1935] 51).—El misal de Valencia de hacia 1411 al Nunc dim ittis hace seguir una invocación de la Madre de Dios: Domina nostra, advocata riostra (F er r e r es . 201). Algo seme jante atestigua Gabriel Biel afirmando que se añadía la antífona mariana Benedicta filia (vease más adelante 592 592 41) (F ranz , 111, nota 4). 32 B rightm an , 399. 33 Misal de Toul y los dos documentos afines (véase más arri ba la nota 27). 34 Misal de Vcrau (s. x v ; K óck, 134): Perfice in nobis, quaesumus Domine, grwtiam tuam, ut qui iusti Simeonis expectationem implesti... ita et nos vitam obtineamus aeternam. Per Christum D. N.—Este conjunto de oraciones que empieza con el Nunc dim it tis forma el núcleo de las Kommuniorv-Danksagungsgebete (oracio nes de acción de gracias por la comunión), que ha editado A. D old (Litwrgische Gebetstexte aus Cod. SangaU. 18: JL 7 [1927] 51-53). En el manuscrito de San Galo, probablemente de la mitad del si glo x ii (37), preceden tres fórmulas más: la oración, que se indica sólo por sus primeras palabras: Corpus Christi quo repleti sum us et sanguis (es otra redacción de nuestra oración Corpus tuum Do mine, la misma que en el misal de Troyes; cf. más arriba la no ta JL6; no hace falta remitir, con Dold, al antifonario de Bangor), el texto algo más libre y breve de Gratias ago (cf. más arriba 589) y la oración Domine lesu Christe fili De\ vivi, corpus tuum erveifm im (cf. más arriba 588). Al final se añade a la oración Perfice todavía otra fórmula: Omnipotens sempiterne Deus propitius. Am bas oraciones pertenecen como poscomuniones al sacramentario de Pulda (R ichter-S chónfelder, nn. 200 2185).—Así que tenemos un conjunto de oraciones para la comunión, probablemente del si glo xni, destinado al uso privado, que es aún más sencillo que el del misal de Vorau. Recuerda por su estructura el de Montecasino, aunque hay pocos puntos de contacto por lo que se refiere a las mismas oraciones. 36
1122
m
II, p. I l, SEC. m . — LA COMUNIÓN
de oraciones de la comunión del siglo xn o tal vez algo an terior. O tras
fórmulas
592. ■ Del mismo espíritu de reposada meditación sobre el gran misterio de la dignación divina nació la idea frecuente de emplear en este conjunto las palabras Verbum caro fac tum est et habitavit in nobis35 o la antífona O sacrum convivium 36, a las que los misales suecos añaden el versículo P anem de cáelo y la oración Deus qui nobis in sacram ento37. Con frecuencia aparece también la alabanza mariana B e n e dicta filia tu a Domino quia per te fructum vitae communicavim us 38 o una frase de las actas de Santa Inés 39. Otros textos no surgen más que aisladamente 10. 35 Esta fra»> de la Sagrada Escritura, que encontramos en. b colección de oraciones para la comunión de Montecasino (véas-más arriba 528), se encuentra a partir del siglo x i ante todo ar los conventos benedictinos del centro de Italia, como, p. ej., en < sacramentario de Subí acó de 1075 (Epner, 339; cf. 3?3 333). Fre cuentemente va precedida de un triple Deo gratias y en ella misma se repite tres veces con la añadidura Tibí laus, Ubi gloria, Ubi gr>\ tiarum actio in saecula saeciuorum o beata Tríniias (cf. tambié la colección de oraciones de Montecasino) ; así en un pontifical de sur de Italia (hacia 1100) de la Biblioteca Casanatense ( E b n e k 331; c f . 1. c., 302 311 334 348s; F ía l a . 215). El Ordinale de los car melitas de 1312 ( Z i m m e r m a n n , 84) contiene sólo el Tíbi laus.—;Ur sacramentario d a San Pedro de Roma pone en su lugar; Et vi dimus gloriam eius o e b n e r , 336).—Hacia fines del medievo aparece esta, frase de San Juan en los sitias más distintas. Véaee par Francia M a r t e n e , 1, 4. XXXIIs XXXVI (I, 657 D 661 O 675 A); L e g g , Tracts, 49; L e b r u n , I, 542 nota b. Para Alemania; Kocu 53 70 130; B ec k , 271; F r a n z , 111, nota 4. 38 Misal de Riga (hacia 1400) (V. B r u i n i n g k , 88, nota 5).Explicación de la misa de J u a n B e c h o f e n (hacia 1500) ( E r a n 594s).—Cf. la prohibición dominicana arriba mencionada en ln nota 31. a7 Misal de Strengnaes (1487) (F r e is e n , Manuale Lincopense página l i ), así como el breviario de Scara (1498) (1. c., xxxr que le hace preceder además dos estrofas del himno lesu nostr>. redemptio. Misal de Seckau (primera mitad del siglo xrv) ( K o c k , 13<> cf. 71); misal de Riga (hacia 1400) (V. B r u i n i n g k , 88, nota 5 ' En Alemania, el uso de la antífona debió ser muy general, porqude él hablan Gabriel Biel y Bertoldo de Chiemsee ( F r a n z , 11 ; nota 4).—En el siglo x m se encuentra ya en Sarum, donde, sin embargo, queda suprimida posteriormente (véase L e g g , The Sarum Missal, 228, con la variante Benedicta a filio tuo, Domina).—Un oración a María, Sancta M aña genetrix D. N. I. C., figura tan> bién en el sacramentario de Boldau después de la oración mm cionada en la nota 18 ( K n i e w a l d , 26; cf. Radó, 44). 39 lam corpus eius corpori meo sociatum est et sanguis rtl ornavit genas me,as. Según parece, sólo en iglesias del sur de ai mania a partir del siglo xrv ( K o c k , 53 70 79 ; B e c k . 310), Con l « cuencia con las palabras iniciales Mei et loe ( K o c k , 53 70 79 F r a n z , 111, nota 4 ; 7 5 3 ; R a d ó , 102). Cf. más arriba 503. 40 Recuerda la himnodia bizantina una oración que empir Domine suscipe me, en un misal de Riga (V. B r u i n i n g k , im. n>>
16.
RESERVA DEL SANTÍSIMO Y ABLUCIONES.
591-593
1123
Las oraciones que de este modo fomentan y sostienen la devoción del sacerdote después de la comunión coinciden en tera o parcialmente con las ceremonias con las que el sacer dote está ocupado al recoger las partículas que han quedado después de la comunión de los fieles y purificar las manos y los vasos sagrados que han estado en contacto directo con el Sacramento*41. En estas ceremonias hemos de fijar ahora nuestra atención.
16.
R eserva d e l Santísim o. A bluciones
593. Era obvio que sie reservase alguna parte de las sa gradas especies después de la celebración eucarística.. con el fin de tenerlas a mano para los enfermos. Al principio no existieron normas fijas sobre el particular, ni apenas se necesitaban, toda vez que los mismos fieles podían guardar la Eucaristía en sus propias casas 1. Pero se presentaba la cuestión de qué había de hacerse con las sagradas especies cuando sobraba más de lo que se necesitaba para los en fermos. ta 5).—Repetidas veces se encuentran frases de la Sagrada Escritu ra: la promesa Jn 6,55 en el misal conventual de Lyon de 1531 (M artene , 1, 4, XXXIII [I, 661 CD; la doxología Apoc 7,12 y el voto de bendición del salmo 63,7 (Bcnedicat nos Deus con la rú brica signando se cálice) en el ordinario d? la misa de Bec (1. c., XXXVI ti, 675 A Bl). También se dan otras frases, fruto de la meditación, como en el misal de Ratisbona hacia 1500 (B eck , 271): Consummatum est et salva facta est anim a mea. Hcec sunt convv via quae tibi placent, o Patris Sapientia (cf. K öck , 70). O en un misal de Valencia (antes del 1411) (P er r e r es , 2 0 2 ) : Haec singula• riter victima (cf. más arriba I, 339 21).—Una oración por la gracia del viático: Rogo te, Domine Iesu Christe, ut in hora exitus mei, en el misal de Vorau de los siglos xrv-xv (K öck , 133).—Por lo de más, son raras estas oraciones meramente privadas (cf. el mismo cuadro también más arriba 523. colección de oraciones de Mcntecasino).—Prescindimos tratar de las apologías, que, p. ej., en la Missa Illyrica, se ofrecen también para después de la comunión. 41 Este su carácter de fórmulas que no tienen otro fin que acompañar acciones se señala también en la rúbrica de un sacra mentarlo de los siglos x i i -x i i i de San Pedro de Roma (E bner , 335): áblue dígitos dicendo: Quod ore... Corpus tuum ..., Verbum caro fac tum est...— Queda puesto de relieve también por G aeriel B iel (Canonis expositio, lect.‘83) para las oraciones mencionadas por él: Vertm7?2 caro factum est. L utum fecit, Nunc dim ittis, Benedicta. Al mismo tiempo advierte que no están prescritas, sino se dejan a la devo ción del celebrante. Por otra parte, prescribe el Ordinale de los carmelitas de 1312 (Z immermann , 84) expresamente: deinde (des pués de la primera ablución) iunctis manibus inclinet ante altar¿ dicendo: Quod ore.
1124
TR. I l, P. Il, SEC. I I I .— LA COMUNIÓN
LO QUE SE HACÍA CON LAS FORMAS SAGRADAS
594. Según costumbre antioqmena del siglo iv, los diáco nos debían llevar a la sacristía inmediatamente después de la función todo lo que había sobrado 2f pero no se dice lo que se hacía con ello. En algunas disposiciones de la misma épo ca parece que se palpa la indecisión que sentían ante el caso de que después de la comunión de los fieles sobrase una gran cantidad de especies consagradas. Los cánones eclesiásticos sahídicos previenen a los clérigos encargados de los prepa rativos para la misa que no pongan en el altar demasiado pan y vino, para que no se atraigan sobre sí el castigo de los hijos de Helí por la poca estima d»el sacrificio3. En otros si tios, apoyándose en Lev 8,32, se quemaba todo lo que sobra b a 45. A veces se tenía por más conveniente enterrar los res to s 6. Raras veces habría ocasión, como en el santuario de Jerusalén, de aprovecharlos el día siguiente para la comunión de los fieles 6. En otros sitios se llamaban en determinados dias niños inocentes para darles a comer las sagradas especies7, o, finalmente, como parece lo más natural, és 2 Const. Ap., VIII, 13, 17 (Q uasten , Mon., 231). Oí. S an J uan C risò sto m o , Ep. ad Innocentium, I, 3 : PG 52, 533. 3 B rig htm a n , 463, lín. 6. 4 Así en el comentario del libro Levi tico, atribuido a H esiquio de J erusalén ( i hacia 450), II, 8 : PG 93, 886 D (B rightm an , 487).— En Occidente, después de los siglos vii-vm, este procedimiento quedó prescrito con frecuencia, para las formas que va no se po dían tomar. Consideraban el fuego como el elemento más limpio que purifica, sin jamás tener necesidad de ser purificado. También D urando (t 1296) (IV. 41, 32s) habla todavía del incinerare. A veces se conservó la ceniza como reliquia. Sin embargo, a partir del siglo xi los teólogos combatieron este procedimiento. Numerosas referencias en B r o w e , W ann fing m an an, die in einer Messe konsekrierten Hostien in einer anderen Messe auszuteilen? («Theologie u. Glaube», 30 [1938] 338-404) 391-ss. 5 La costumbre existia en la iglesia bizantina durante la época del naciente cisma; referencias en B ro w e , 1. c., 389s.—Los cánones de Nioea árabes (ss. v-vi) prevén esta solución en el caso de de volver, considerándola como entierro respetuoso, que comparaban con el trato que se daba a los cuerpos de los mártires (M ansi, II, 1030; B r o w e , 390). 6 Esta solución como practicada a veces en Jerusalén la men ciona H umberto de S ilva C andida, Adv. Graecorum calumnia$, nú mero 33: PL 143, 952 A; nec incendunt nec in foveam m ittu n t, sed in pzxidem m undam recondunt et seguenti die communicant ex eo populum. La aprueba. 7 Como costumbre de Constantinopla la atestigua E vagrio E s colástico (s. vi) (Hist. e c c l, IV, 36: PG 86, 2769 A) y N icéforo C alixto (+ hacia 1341) (Hist. eccl, 17, 25 : PG 147, 28Ó), quien lo cuenta como recuerdo de su propia niñez. Más referencias de Cons tantinopla en B ro w e , 393s.—Lo mismo se prescribe en el sínodo de Macón (585), can. 6 (M a nsi , IX, 952) : Los miércoles y viernes se debe convocar a algunos niños para darles religuias conspersas vino.
10.
RESERVA DEL SANTÍSIMO Y ABLUCIONES.
594-595
11-25
tas eran consumidas por los -mismos clérigos después de la función8. La reserva
595. En aquellos tiempos, la única razón para conservar el Santísimo debió ser la conveniencia de tenerlo siempre a mano para los enfermos. Por cierto, eran muy diversas las opiniones sobre el tiempo que podían durar las especies de pan. Todavía es costumbre bizantina consagrar el Jueves Santo el Sacramento que ha de servir de comunión a los en fermos durante todo el año. Esta costumbre se conocía ya en el siglo vn entre los sirios occidentales, y a fines del siglo x era común también en Inglaterra. Pronto, sin embargo, se suprimió en Occidente, y aun en Oriente no se conservó sin contradicción. En las comunidades unidas hace tiempo que ha desaparecido9. Para remediar semejante rareza mandó en Inglaterra el arzobispo Aelfric hacia el año 10 0 0 que las for mas destinadas a los enfermos se renovasen cada ocho o quince d ia s101, y así se hizo generalmente en los siglos si guientes n . Entre los cartujos, la renovación de las sagradas especies formaba parte de las ceremonias de la misa solemne dominical12, costumbre que se -adoptó también en otros si tios. En Soissons, el diácono tenía que bajar todos los domin gos después de la comunión del sacerdote el vaso con el San8 Así lo prescriben en Occidente varias disposiciones de los si glos rx hasta xm , exigiéndoselo a veces a los sacerdotes, y a veces a lc$ clérigos. El último caso véase, p. ej., en R egino de P r ü m , De srgnod, causis, inquis. n. 65: PL 132, 190 A. Más referencias en B r o w e , 394s.—La misma solución se encuentra aún actualmente en la mayor parte de los ritos orientales; más aún, el dejar después de la comunión algo de ambas especies pertenece ya al mismo rito CHanssens , III, 527-533). Este rito es especialmente caracterís tico para la liturgia siríaca oriental (1. c., 528 529ss; B r ightm an , 3045 536s). 0 B rowe , Die Sterbekommunion: ZkTh (1936) 235s. 10 b . F e h r , Dis Hirtenbriefe Aelfrics (1914) 30 62 179; B ro w e , Die SterbeIcommunion, 235. 11 Una norma más severa sa encuentra en R eg in o de P r ü m , De synod. causis, I, 10 (PL 132, 206 A; cf. más arriba la nota 8).: la renovación debe hacerse de tertio in terlium diem. Sin embargo, más tarde 'Regino se contenta (1. c., 71 [206 B]) con una reno vación de sabbato in sabbatum. La misma disposición en I vón de C hartres , Decretum, II, 19 (PL 161, 165): de séptimo in septim um m utetur semper.—Una renovación semanal se prevé también en las Consuetudines Cluniacsnses, del monje U dalrico , I, 8; II, 30: PL 149, 653 C 722s. En cambio, el Liber Ordinarius de Lieja (V olk , 100; cf. 1. c., 98, Un. 24) se contenta con la renovación de las especies en los días de comunión, es decir, cada mes (cf. B r o w e , Die häufige Kom m union, 68ss). Hasta los últimos siglos oscila mu cho la apreciación en esta materia (C orblet , I, 570-572). 12 M artene , 1, 4, XXV (I, 634s): el diácono pone después de la comunión del sacerdote una forma recién consagrada en la capsula y comulga luego con la anterior.
1126
TR. II, P. XI, SEC. i n . — LA COMUNIÓN
tlslmo que pendía encima del altar para que el celebrante consumiese la forma y pusiese o tr a 18. E l número de las formas que se reservaban
596. Como durante toda la Edad Media la reserva del Santísimo no tuvo otra finalidad que la comunión de los en fermos, en las prescripciones quie tratan de ella sólo se habla de una a dos formas *14. Todos los demás fieles comulgaban con el sacerdote dentro de la misa con las formas que se acababan de consagrar en ella. Una excepción la constituía el Viernes Santo, día de los ¡más preferidos para la comunión hasta fines de la Edad Media15, en que se distribuía, según el modelo oriental, dentro de la misa de los presantificados con formas consagradas el día anterior. Pero en toda la Edad Media no se conoce ningún otro caso en que se consagrase y guardase 167 un número mayor de formas para su distribución posterior en días sucesivos ]7. ia M artene , 1, 4, XXII (I, 612 ¡E). Parecida fué la costumbre en Bayeux (1. c., XXIV [I, 630 Bl) y en el antiguo rito cisterciense (véase la exposición detallada de S chneider , en «Cist.-Chr.» [1927] 162-165).—En el caso de Soissons es evidente que el celebrante, prescindiendo de la partícula dada en el cáliz, se sirve para su propia comunión de la forma anterior. Esta costumbre rara se observó también en España y Bélgica hasta el siglo x v ii y fué expresamente declarada lícita por algunos teólogos, mientras otros (como J. de L u g o , De sacr. eucharistiae, XIX, 5, 76 [Opp. ed. F our nials , IV, 249s]) la rechazan (B ro w e , Wann fing man an, 399s). 14 En las actas de las visitas canónicas de la diócesis de Ermland del principio del siglo xvn, en las que siempre se anoto el número de las partículas halladas en el sagrario, son general mente de cuatro a ocho (G. M atern . Kultus und Liturgie des al lerheiligsten Sakramentes in Ermland: «Pastoralblatt für die Diö zese Ermland», 43 [1911] 80; B r o w e , 1. c., 404; más referencias, 1. c., 401-404). is P. B r o w e . Die Kommunion an den drei letzten Kartagen: JL 10 (1930), 56-76, esp. 70ss. i« El ejemplo de Jerusalén del siglo xi, de que hablamos más arri ba en la neta 6, se refiere a formas que habían sobrado casualmen te, y se presenta por los autores como excepción. En Occidente está atestiguado algo semejante por la misma época de Cluny, junta mente con la observación de que por lo general se evitaba tal modo de proceder (Udalrici Consuet. Clun., I, 13: PL 149, 662 B). En otros conventos se tenía también, en los siglos posteriores, empeño f-n no consagrar más formas de las que se repartían en cada misa. El que esto mismo se impusiese a las parroquias como obligación, como lo hizo todavía en 1571 un sínodo de Osnabrück (VII, 6; H artzheim , VII, 715), era natural en una época en que los fieles comulgaban sólo en algunas grandes solemnidades (B r o w e , Wann fing man an, 396ss). i7 por eso, ei vaso en que se conservaban las partículas era cüe dimensiones muy reducidas. La cavidad oval en el lomo de la pa loma eucarística, que en muchos sitios pendía encima del altar, te nia una longitud de sólo cuatro a seis centímetros. Sin embargo, el diámetro de las píxides de los siglos xiv y xv oscilaba entre ocho
16.
RESERVA DEL SANTÍSIMO Y ABLUCIONES.
595-597
1127
La comunión del pueblo, ¿ después de la del
CELEBRANTE O AL FINAL DE LA MISA?
597. A pesar de todo, la distribución de la comunión des pués de la misa no fué cosa desconocida en los primeros tiem pos 18. En la misa bizantina de los griegos fué y aun es lo or dinario 19. En otros sitios, sin embargo, como en Rema y las Gallas, donde sie facilitaba a los fieles retirarse antes de la comunión 20, no había ninguna razón, ni siquiera en los días en que comulgaban muchos, para abandonar la costumbre de repartir la comunión dentro de la misa. Esto vale por lo menos hasta el siglo v iii . Más tarde, cuando con la reforma ¿arolingia s¡e concibió de otro modo la bendición final, al exi gir a los fieles permaneciesen hasta la completio benedictionís sacerdoíalis, que luego, recién adoptada la liturgia roma na., se identificó con las oraciones finales de la m isa21, tam bién se operó un cambio en la práctica de la comunión. No sólo en casos aislados, sino aun en los días de mucha comu nión, se empieza ahora por principio a repartirla a una gran parte de los comulgantes después de la m isa22. Los testimo nios aumentan a partir del siglo x n 23. Hacia el 1256, el ordi nario de los dominicos permite al sacerdote aplazar la comu nión usque post missam, si hay mucho pueblo esperando el y once centímetros. En este vaso no podían caber más formas que
para una sola comunión de la mayor parte de una parroquia me diana. (Por Pascua de Resurrección había vanos días de comunión.) Sólo hacia fines del siglo xvi el copón se va acercando a las dimen siones mayores de los actuales (B raun , Das christliche Altargerät, 326-330), porque ahora se podía tener la comunión del pueblo en varios domingos sucesivos sin que hubiesen de consagrar las formas en cada misa. 18 Una -noticia hagiográfica de Alejandría en H. D elehaye , en «Anal. Bolland.», 43 (1925) 28s; S an G regorio Magno, D ia l, n i , 3: PL 77. 224. i» B rightp .ian , 396. Entre los nestorianos, la práctioa arriba mencionada de consumir los restos del Sacramento después de la función se ha convertido en costumbre fija de aplazar el sacerdote su propia comunión hasta después de la misa, aunque no tenga lu gar comunión de los fieles OHa nssen s , II, 526). 20 Cf. más arriba 482. 21 N ick l , 57s.—Los anuncios de fiestas, etc., no se hacían en Roma durante el siglo x ii antes, sino después de la comunión (Ordo eccl. Lßteran., ed. F is c h e r , 87, lín. 9). Sin embargo, hay una excepción en el Ordo Rom. X I (n. 34: PL 78, 1038 C), que data del mismo tiempo. 22 Ordo Angilberti (hacia 800) (B is h o p , Litúrgica histórica, 323). 23 B ro w e , W ann fing man an... «Theologie u. Glaube», 23 (1931) 755-762. Un ejemplo del siglo x i i de Roma lo tenemos en la comu nión de -los neófitos, que en -la octava de Pascua y Pentecostés se hacía diariamente post finem missae (Ordo eccl Lateran, ed. Fi6GHm , 731.
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TR. II* P. H , SEC. II I.— LA COMUNIÓN
final de la misa, excepción hecha, sin embargo, del Jueves Santo34. Pero aun así, la comunión quedó unida a la misa 598. Muy pronto se nota ya cierta vacilación respecto al momento exacto de la comunión de los fieles. Por eso, algunos liturgistas insisten en que el momento apropiado es antes de la poscomunión, porque ésta supone ya hecha la comunión de los fieles242526. Esta misma razón se da también en el Rítuale Romanum2®, publicado en 1614, a continuación de una ex hortación en este sentido, pero que, mirando ante todo el pro vecho de las almas, permite también ex rationabili causa la distribución de la comunión antes o después de la misa. La
comunión fuera de la misa
599. Después del concilio de Tiento se separa cada vez más la comunión de la misa; la causa hay que buscadla en que no aumenta al mismo ritmo el aprecio por los valones li túrgicos que por la frecuencia de los sacramentos. Esto vale en primer lugar para la comunión de las grandes solemnida des y para las comuniones generales, pero también para otros casos, hasta que a fines del siglo xvm y principios del xrx la comunión fuera de la misa se hizo norma general27. En nues tro siglo se nota un fuerte movimiento ten contra 2829 y van aumentando las voces que piden se empleen para la co munión por principio únicamente las formas consagra das en la misma misa, para que de esa manera las rela ciones entre el sacrificio y el convite vuelvan a tener, como antiguamente, su expresión natural y completa20; 24 G u e r r in i , 248. 25 V alafrido E strabón , De exord. et increm., c. 22: PL 114, 950s; B ernoldo de C onstanza , Micrólogus, c. 19: PL 151, 990; D urando ,
IV, 54, 11%—A veces se encuentra la comunión de los fieles antes de la comunión del cáliz del sacerdote (U dalrici Consuet Clun., n , 30: PL 149, 721; Liber ordinarias O. Praem. (W aefelgíiem , 89-91); K öck , 131; cf. E bner , 311).—También en la misa bizantina el sacer dote da la especie de pan al diácono antes de su comunión del cáliz (B rig h tm a n , 395, lm. 12). 2« Rituale Rom. (1925) IV, 2, 11% 27 B ro w e , en Theologie u. Glaube (1931) 761s. 38 Por lo que pude observar yo personalmente, la comunión dentro de la misa se impuso generalmente por el año 1930. Sin em bargo, todavía el año 1943 he oido hablar de -comunidadeo de her manas o monjas que comulgan antes de la misa.—Por lo que se refiere a España, hacia el 1940 los superiores de cierta orden toma ron la decisión de autorizar la comunión durante la misa en las casas de formación. En cambio, en muchas comunidades de her manos y de monjas ge sigue recibiendo la comunión antes de la misa; p. ej., las Hijas de la Caridad (afio 1950).—(N. del T .) 29 J. G u id e n , Grundsätze und Grundformen der Gemeinschafts messe in der Pfarrgemeinde: «Volksliturgie und Seelsorge» (Colmar 1942) 111s; P. P in s k , Ex hae altaris pßrticipatione: «iLiturg. Leben», 1 (1934) 85-91; A. L em onnyer , O. P., Communions á ta Messe:
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RESERVA DEL SANTÍSIMO Y ABLUCIONES.
597-600
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Pío XII acaba de alabar y alentar vigorosamente estas aspi raciones 30. «Ablutio
oris »
600. Terminada la comunión de los fieles y reservadas las formas que han sobrado, sigue lo que podríamos llamar el rito de las abluciones. Actualmente estamos acostumbrados a pensar sólo en la purificación de las puntas de los dedos, que han tocado el cuerpo del Señor, y en la del cáliz, por la doble infusión de vino y agua. Pero nuestro misal romano señala, como más esencial en este rito, otra cosa al decir que el sacerdote, be biendo la primera ablución, se pu rificai31. La ablutio oris es la parte más antigua del rito de la ablución.,Para lo demás no oímos que se tomasen medidas especiales hasta muy tar de; de San Crisòstomo sabemos que defendió y practicó él mismo la costumbre de beber después de la comunión un poco de agua o comer un trocito de pan, para no echar con la saliva restos de las sagradas especies. Esta práctica era nueva en Constantinopla, y su introducción figuró luego entre los puntos de la acusación levantada contra el Santo323. La observan todavía en la actualidad los coptos al tomar después de la comunión un sorbo de agua, que llaman «agua de cubri miento», porque con ella queda «cubierto» el Sacramento;>3. En Occidente, la Regula Magistrí manda con el mismo fin al lector de mesa que tome en los días de comunión antes de la «Cours et Conférences», VII (Lovaina 1929) 292s.—-Algunas voces se levantan ya en los siglos xvin y xex a favor de la comunión dentro de la misa (véase T rapp, 96 109 299)—Alguna dificultad ofrece en la ejecución de esta práctica el copón, que no se puede purificar tan .rápidamente como la patena. 3° Encíclica Mediator Dei, del 20 de noviembre 1947: Acta Ap. Seáis, 39 (1947) 564: ... Benedictus X IV ut satius luculentiusque patescat christifideles per Eucharistiae percepttonem divinum ipsum participare Sacrificium, eorum pietatem dilaudat, qui non modo caelesti pábulo, dum Sacrificio intersunt, enutriri cupiant, sed ipsi in eodem sacrificio consecratis hostiis cibari praeoptent,... L. c., 565: ... atque, u t supra scripsimus, íi dilaudandi sunt, qui, Sacro adstantes hostias in eodem Sacrificio consecratas accipiant, ita quidem u t reapse contingat m t quotquot ex hac altaris participatione sacrosanctum Filii tui Corpus et sanguinem sumpserimus, omni benedictione caelesti et gratia repleamur». 31 Ritus serv., X, 5; también en el -texto del Ordo missae. 32 P aladio, Dial., c. 8: PG 47, 27; Focio, Bibliothecar c. 59: PG 103, 109 A. 33 G. G raff, Ein Reformversuch Innerhalb der koptischen Kir che im 12. Jh (Paderborn 1923) 85; I»., Liturgische Anweisungen des koptischen Patriarchen Kn/rillos ibn LaMak: JL 4 (1924) 126.
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TR. Il, P. II, SEC. II I.— LA COMUNIÓN
ictura un trago de vino propter sputum sacram enti3435, y la ?gla de San Benito contiene una prescripción parecida8*. LGUNAS REFERENCIAS MÁS DE ESTA COSTUMBRE
601. No es que estuviera extendida generalmente esta cosimbre en la alta Edad Media, pero se la cita repetidas veces ; or ejemplo, en dos casos de la vida de Ludovico Pío (+ 840), ue inmediatamente después de la comunión tomaba una beida, la primera vez oírecida por el mismo Alcuino en una eregrinación a Tours36; la segunda, en el lecho de muer3 373 8*. Tampoco la desconoce la liturgia pontifical romana 3\ n el monte Gargano acostumbraban a beber en cierta fuente ecina a la iglesia30. Para comprender la importancia que daban a este enjuaue de la boca, recordemos que antes de empezar a emplearse l pan ázimo tenían que masticar el pan consagrado. 34 C. 24 : PL 88, 992 D. 35 C. 38 : accipiat m ixtum prlusquam incipiat legere propter com.unionem sanctam. Cf. I. H erw eg en , Sinn und Geist der Benediknerregel (Einsiedeln 1944) 254. 33 Vita Alcuini, c. 15 (MGH, scriptores, XV, 1, p. 193, lin. 9); cum ost communionem corporis Christi et sanguinis m anu propia eis äsceret. 37 T heg an , Vita Chludowici, c. 61 (MGH, Scriptores, II, 648, n. 1): Iussit... communionem sacram sibi tradi et post haec cuisdam potiunculae calidulae haustum praeberi. Véanse las refe ridas en M artene , 1, 4, 10, 15 (I, 440s). 38 En el Ordo de S. Amand ODu c h e sn e , Origines, 463) se dice, robablemente con este sentido, que al final del culto estacional los érigos de la asistencia reciben pastülos de m anu pontifids, desués de lo cual se les sirve una bebida. De esta bebida parece que imbién se trata en el Ordo de Juan Archicántor. En el Capitulare ccl ord. (S ilva-T arouca, 201) se dice, en un pasaje algo enigmático, e los clérigos de la asistencia que después de la vuelta
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El
RESERVA DEL SANTÍSIMO
Y
ABLUCIONES.
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cáliz con vino
602. Sin embargo, vemos que la costumbre perdura, más aún, se afianza, después de haber cambiado la materia del pan consagrado40. Es la época en que se atiende a cualquier manifestación de respeto hacia el Santísimo Sacramento. Por el 1165, Beleth aboga por la costumbre; por lo menos quisiera que la practicasen todos en Pascua de Resurrección 41. Antes se usaba ya en los monasterios. En las constituciones de Gui llermo de Hirsau ( f 1091) encontramos una primera alu sión 42. Entre los cistercienses era costumbre que el sacrista ofreciese vino a cada comulgante en el momento de retirarse del altar después de haber recibido la comunión bajo las dos especies 43. Algo parecido vemos en otras órdenes aun des pués de renunciar a la comunión del cáliz, y se da expresa mente la razón: ad abluendum os diligenter, ne aliqua 'par tícula hostiae remaneat ínter den tes44. 40 P. B r o w e , Mütelalterliche Komm-unionriten 5: JL 15 (1941) 48-57. 41 J uan B eleth (Explicatio, c. 119: PL 202, 122) expresó el deseo de que en este día, en seguida después de la comunión, se ofrezca a todos un parvum prandiolurn de pan y vino. ¡Este consejo se llevó a cabo efectivamente en algunas iglesias, conforme atestiguan dos ejemplos de los siglos x m y xiv en B r o w e , 49. Más referencias, también para una época algo posterior, véanse en C orblet , I, 621; sí. 594s. En Oisemont (Somme) se dio todavía en 1619 una dispo sición según la cual había que contribuir para los dias de la co munión pascual con trigo y vino (621). Pero en general se prescin dió pronto dei pan. Por cierto, Beleth da como razón de la hora tardía de las misas en los días feriales y de ayuno el que de este modo, lo mismo que en las fiestas, pueda seguir a la comunión en seguida el prandxum. En este sentido habla aún con más decisión un autor posterior a lo que parece, cuyo nombre se desconoce (M artene , 1, 4, 10, 15 [I, 441]). Por lo demás, hubo también una ten dencia contraria. El postulado, consignado en R egino (De s-ynod. m usís, I, 195: PL 132, 226) y en el Decretum Gratiuní (III, 2, 23 [F riedberg , I, 1321]), de que por los residua Corporis se había de guardar en los días de comunión el ayuno aun varias horas des pués de la misa, aparece rechazado e. o. en S anto T omás, In IV Sent., 8, 4, 3. 42 G uillermo ds H ir s a u , Const., I, 86 (PL 150, 1019 C ): El vino, que el ayudante en la misa privada le había echado en el cáliz para su ablución y la de los dedos, lo bebe el sacerdote del mismo cáliz de la misa, auamquam de eodem. cálice etiam communiccntes mox débeant vinum bibere.—Es extraño que las demás constitucio nes benedictinas de la misma época no mencionen esta costumbre. « Líber usuum (después de 1119), c. 58: PL 166, 1432. 44 Ordinarium O. P. hacia 1256 (G u e r r in i , 247); Líber ordinarius del convento de Santiago, de Lieja (Volx, 99). Asi, más o me nos, también una rúbrica de la misa de órdenes de pontificales fran ceses (ss. xiv y xvi) (L eroquais , Les Pontificaux, I, 47; II, 54; cf. I, 129).
1 13 2
P r o lo n g a ció n
TR. II, P. II, SEC. III.— LA COMUNIÓN
de la co m u n ió n del c á liz
603. Esta razón valía naturalmente tanto para el sacer dote como para los demás comulgantes. Para el sacerdote pu blicó Inocencio III una decretal (1204): semper sacerdos vino perfundere debet postquam tofos/n acceperit eucharistiae sacramentum 45. Desde el siglo x m se generaliza la práctica de ofrecer vino después de la comunión también a los fieles. La costumbre se confunde luego c-»n los últimos restos de la co munión del cáliz, en la que se ofrecía desde hacía tiempo vino mezclado con un poquito cíe ¿,-:*n£uis o «consagrado» por el contacto de una partícula de la forma4546. La transición se realizó por tanto, en parte, de modo imperceptible. La nueva costumbre no era más que una prolongación disimulada de la anterior47. Con todo, hay también noticias de que se procu raba que el pueblo cayese en la cuenta de este cambio48. 45 Corpus Iur. Can., Decretales Greg., III, 41, 5 (F riedberg , II, 636). Cf. para el Viernes Santo el Pontificóle Rom . Curiae, del siglo x iii (A n drieu , II, 563, lín. 5; PL 78, 1014 B). ■i» B r o w e , en JL 15 (1941) 51s. 47 Esto se ve, p. ej., en que a los niños, en lugar de la comunión, acostumbrada hasta entonces, en adelante no se les da después de su bautismo más que -un poco de vino. En casos aislados se em pleaba para ello el vino de la ablución de los dedos y del cáliz (véase el Ordo eccl. Lateran., ed. F isc h e r , 73, lín. 13). Todavía el emperador José II, en un decreto del 14 de mayo de 1783, prohíbe el «abuso» practicado en el sudoeste de Alemania (que entonces pertenecía a los dominios austríacos) de dar a los niños el día octano después de su bautismo algo del vino de las abluciones (Ge setzessammlung über das geistliche Fach von dem Tage der Thron besteigung bis 17S3 [Viena 1784] 126s). Ejemplos más antiguos véan se en H offmann , Geschichte der Laienkommunion, 165. Se decían as acostumbradas fórmulas de la distribución de la comunión o también propias, como p. e j.: Hace ablutío caXicis sit tibí salwtaris st ad vitam aeternam capessendam. Am en (E. M artene , Voyage ittéraire, II [1724] 141). El Obsequíale, de Augsburgo de 1580, man ía decir al sacerdote: Prosit tibi ablutionis huius perceptio ad sautem mentís et corporis in nomine Patris... (H o ey n c k , 126). En >tros casos se administraba sencillamente vino, al que se había écha lo una bendición; cf. las referencias hasta el siglo xvi y en parte tasta el xvm en B r o w e , Die Pflichtkommunion. 140-142. 4* El sínodo de Lambeth (1281), can. 1 (M a nsi , XXIV, 406), nandó a los sacerdotes enseñar al pueblo que ya en la especie de >an se recibe el cuerpo y la sangre de Cristo, y que lo que se bebe el cáliz, soxrum non esse. Según opina B rowe (Mittelalterliche Icm m umonriten: JL 15 [1941] 26), esta disposición dió lusfar a ue en 1287, como reacción, el sínodo de Exeter mandase instruir a >s seglares que lo que en el cáliz recibían era la sangre de Cristo Mansi, XXIV, 789). Cf. también B rowe , Die Sterbekommunion: kTh (1936) 219a.
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O tra s
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d is p o s ic io n e s
referentes
6 0 3 -6 0 5
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a esta costum bre
604. Las sínodos reformadores del siglo xvi exigían con frecuencia que para evitar interpretaciones erróneas se diese este sorbo de vino no con un cáliz, sino con otro vaso de for ma distinta49*. Con esta condición ha pasado la costumbre también al misal romanofl0. Por la misma razón no la debía ofrecer un sacerdote 51. Para poder mantener esta práctica, es decir, a fin de tener la provisión necesaria de vino para las fiestas, se hicieron numerosas fundaciones a fines de la Edad Media y principios de la Moderna 5253. Por cierto, algunos ecos aislados perduran de esta ablutio oris aun en la actualidad, recordando la antigua comunión del cáliz de los seglares !sa. La
p u r if ic a c ió n del cá liz
605. Como en la ablutio oris o purificatio, asi en lo que llamamos hoy las abluciones, o sea la purificación del cáliz y de los dedos que han estado en contacto con el cuerpo del Señor, se dejó en los primeros tiempos completa libertad al 49 B ro w e , M ittelalterliche Kom m unionriten; j l 1-5 (1941) 56; B raun , Das christliche Altargerat, 552-557.
R itus serv., X, 6.—Cf. también el Pontijicale Rom., De ord. presbyteri, donde se exige sólo un cáliz distinto del que ha servido para la misa el obispo. También según el Ordo Rom. X V (n. 11: PL 78, 1280 B) deben prepararse para la tercera misa de Navidad tres grandes cálices: uno para la -consagración, otro cum quo papa vinum bibit y un tercero para el vino que un acólito ha de ofrecer a los comulgantes después de tomar la comunión. En catedrales francesas se sirve hacia 1700 el vino también de un cáliz (D e M oléon , 127 246; de otro modo 1. c., 409s). Cf. también más adelante la nota 53. 31 B r o w e , 56.— L . c., 55, u n e je m p lo de D e ve n te r, donde h a b ía u n
poculum puMicum, co steado p o r ia c iu d a d y p re se n ta d o p o r el minister Senatus. Cf. ta m b ié n Ordo Rom. X V , n. 11 (n o ta a n te rio r ) ; Caeremxmiaie ep.t n , 29, 3s. 52 Ejemplos véanse en B r o w e , 54-57. 53 Así en cada comunión solemne de la comunidad en la orden cartujana (Ordinaríum Cart. [1932], c. 27, 14; cf. c. 29, 26). Entre los dominicos, todavía el Jueves Santo (S ólch , Hugo. 148). Como estudiante de teología (1909-1913) he presenciado esta costumbre en la catedral de Brixen, no sólo en las ordenaciones, sino también el Jueves Santo: el maestro de ceremonias está al lado del altar y ofrece el vino de un cáliz, cuyo borde lo limpia cada vez con la mappula.-—En otros sitios se puede probar esta tradición antigua hasta el año 1870 (F. X. B u c h n er , Volk und K ult: «Fo¡rschimgen zur Volkskunde», 27 [Dusseldorf 1936] 39). En Münster de Westfalia perduró la costumbre hasta la primera guerra mundial; también se habla todavía de panecillos que se repartían entre ei pueblo (R. S tapper en el homenaje ofrecido a Mausbach «Aus- Ethik und Leben» [Münster 1931] 88). Véanse también las referencias de lite ratura en B ro w e , 57, nota 60.—Noticias acerca de la costumbre en Francia, en C orblet , I. 26ls.
TR. II, p. II, SEC. m . — LA COMUNIÓN
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celebrante para que hiciese lo que le pareciera más conve niente. Lo hacía seguramente después de la función, comí; ocurre aun ahora en los ritos orientales. Se trataba en pri mer lugar de la purificación del cáliz. En los O rdines R o m a n i antiguos no se prevén para ello todavía ceremonias especia les 54 y hasta los siglos i x y x faltan en Occidente prescrip clones sobre el particular. La purificación del cáliz se deja al diácono o al subdiácono; pero, si no hay asistencia, el mismo celebrante tiene que hacerlo53. Además, debe tenerse en la sacristía o al lado del altar un sitio apropiado donde echar el agua que se ha empleado en esta purificación 5G. 606. Si aquí se habla todavía de agua, prescripciones mo násticas exigen desde el siglo x i vino para esta purificación Se consideraba como cosa digna de loa el purificar no una sino hasta tres veces, como era costumbre en los premonstratenses 38 y como se cuenta especialmente en la vida del Beato Hermann José (+ 1241)3». La
de lo s d e d o s , lavatorio LA PISCINA Y ABLUCIÓN EN EL CÁLIZ
p u r if ic a c ió n
en
607. Posteriormente se une a la purificación del cáliz ia de las puntas de los dedos. Raras veces se habla de una puri ficación especial de la p aten afl0. La purificación de las manos*578 « Cf„ p. ej., Ordo Rom. I, n. 20 (PL 78, 947 A; S tapper, 29): cuando el cáliz del altar ha quedado vacío, el celebrante se lo en trega en seguida a un acólito para que lo lleve a la sacristía. m R egino de P rü m (f 915), De synod. causis, inquis. n. 65: PL 132, 190 A.—También el Ordo Rom. VI (n. 12: PL 78, 994), nacido en Alemania, advierte al archidiácono que tenga cuidado (nimis cauto de que ni en el cáliz ni en la patena quede algo de las sagradas especies. s» Así la Admonitio synodalis, del siglo jx (PL 96, 1376 B). 57 U dalrici Consuet. Clun., II, 30 : PL 149, 721.— Statuta antiqua, le los cartujos (M artene , 1, 4, XXV [I, 635 B ] ) : En la misa mayor, el diácono toma el cáliz, vino lavat et sum it tantummodo quand' 2ommunicat, alias vinum dim ittitur xn sacrarium. El que, a ser po sible, no se eche la ablución del cáliz, se supone ya en la vida de imperador Enrique el Santo ( i 1024), c. 34 (MGH, Scriptores, IV 111): qua (missa) completa, sicut s emper lacero consueverat, ablu .ionem oatiets sumere volebat. 58 Véase ya el Líber ordinarias del siglo x n (L efevre, 13s ; cí íV aefelgheM;
95s ). 5« Acta S S , april., I, 697 F ; F ranz , 105s . •° Como por ejemplo en J uan de A vranches, De off. eccl. (PL 147
7 B ) : el subdiácono debe ayudar al diácono ad m undandum calim et patenam (véase también Ordo Rom. VI, n. 1 2 ; arriba en la iota 55). En algunas órdenes, e. o. en los premonstratenses, estabe, ►rescrito que se hiciera la ablución de la patena con vino (W aeelghem , 95 con la nota 3). También el misal de Riga (hacia 1400; ncabesa la oración Domine suscipe me, mencionada más arriba 9 2 40 con la rúbrica Ad ablutionkm patena# (V. B rotningk, 88, tota &
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605-607
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después de la celebración eucarística está atestiguada en la vida del obispo Bonito de Clermont í+ 709), donde se cuenta que los enfermos se afanaban por conseguir un poco de esta agua de las abluciones#1. Lo mismo se narra hacia el 1050 de un monje de Montecasino «a. El primer Ordo Romanus habla también de un lavarse las manos el papa después de haber comulgado todos: sedet et abluít m anus63. Lo mismo se lee en el Ordo Romanus VI, escrito en el siglo x para Alemania ®4. Se trata del lavatorio de manos que existe en el rito pontifi cal, pero que entonces, y en muchos sitios todavía en los si glos x ii y xin, se consideraba como suficiente purificación después de la comunión, y acerca del cual se disponía sólo que el agua había que verterse en un sitio apropiado65. Con el tiempo, sobre todo en los monasterios, íué aumentando la diligencia en este respecto. Primero mojan los dedos en vino, para lo cual usan otro cáliz 66 o el mismo de la misa 07. Lue go se lavan los dedos con agua en la piscina colocada junto81*347
81 Vida, escrita por un biógrafo contemporáneo (M abillon , Acta sanctorum O. 5. B., III, 1, 92; F ranz, 106). «2 L eo M a r s ., Chron. Óasinense, i í , 90 : PL 173, 697 : ex aqua
post missarum sollemnia manus ablueret
(F
r
$n
z
, I O S ).
83 En el texto más antiguo del Cod. S. G all 614, publicado por M. A n drieu en «Revue des Sciences relig.», 1 (1921) 390. Pero tam bién el texto conocido del Ordo Rom. I (n. 20: PL 78, 947 C) men ciona entre los que reciben la comunión directamente de manos del pana: quí manutergium tenet et aquam dat. 84 Ordo Rom. VI, n. 13: PL 78, 994 C. Cf. en el siglo ix la Admonitio synodalAs (PL 96, 1376 B), que exige que se ponga en la sacristía o al lado del altar un vas nltidum cum aqua para el lar vatorio del sacerdote después de la comunión. 83 I vón de C hartres , De conven, vet. et novi s a c r i f PL 162, 560 D; I nocencio III, De s. alt. mysterio, VI, 8: PL 217, 911. Y todavía G uillermo de M elitona . O. P . M., Opusculum super missam (hacia 1250), ed. V an D i j k , «Eph. Liturg.» (1939) 347.—Asimis mo, D urando (t 1296) (IV, 55, 1) r.o hace otra cosa más que re petir lo que escribió ya Inocencio III. 66 U dalrici Consuet. Clun., II, 30 (PL 149, 721s): lo hace en primer lugar el diácono; luego, en el mismo cáliz, el celebrante, quien a continuación bebe la ablución.—J uan de Avranches , De off. eccl.: PL 147, 37 B. Más referencias de conventos véanse en L ebrun , I, 545.—Según el Ordo eccl. Lateran. (F isc h e r , 86, fin. 37), se le echa al obispo in perfusorio argénteo vino sobre los dedos, que toma luego el diácono. 87 G uillermo de H irsau (+ 1091), Const., I, 86: PL 150 1019; véase más arriba en la nota 42.—Así, más o menos también, en el Líber usuum O. Cist., c. 53 (PL 166. 1127) : el sacerdote después de la comunión del cáliz se hace echar vino en su cáliz, recepto cálice respergat digitus suos in ipso cálice, quem ponen $ super al tare eat ad piscinam ábluere in ipsa dígitos aqua. Quíbus tersis... redeat ad altare sumere vinum quod dimisit in cálice. Quo sumpto iterum aspergat calicem vino.—Con más claridad se une esta ablu ción de los dedos con la primera del cáliz en el Ordinalle de los carmelitas hacia 1312 (Z immermann . 83s ).
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al altar 68 o de cualquiera otra manera 69 y se los secan. Sólo después 7071 beben del cáliz el vino de la ablución 7J, se dejan echar otra vez vino en el cáliz—esta vez sólo en el cáliz de la misa— y lo beben. El
lavatorio y la ablución se combinan
EN UNA CEREMONIA
608. De esta -manera sobra la ablutio oris, puesto que ya va unida con la del cáliz 72. Al paso que para el cáliz, como queda dicho, se contentaban en muchos sitios con el lavado de vino, por razones fáciles de comprender empleaban para los dedos generalmente también el agua 73, o sea que se con servaba o se renovaba el tradicional lavatorio de manos. El 68 La colocación de tal piscina al lado del altar se exige, por ejemplo, en el sínodo de Würzburgo del año 1298 (can. 3; H artzIV, 26), y para los -cistercienses. en su capítulo general del año 1601 (S chneider , en «Cist.-Chr.» [1927] 376). Todavía en la actualidad el sacerdote se traslada al lado da la epístola para la ablución. 89 Ordo cocí. Lateran. (F is c h e r , 86s ). 70 En Tongrés hacia 1413 antes de irse a la piscina (D e C ors w arem , 141). 71 El tomar la ablución de los dedos, como se ve, se ha hecho costumbre desde que para ella se usó también vino, es decir, desde que se le asemejó a la ablución del cáliz, o sea desde que se la unió con ella. Y aun entonces la costumbre variaba todavía mucao. En la vida de San Heriberto de Colonia (f 1021), escrita por R uperto T u itien se ( t 1136), se cuenta de una mujer que se las arreglaba para, hacerse con el vino con que el santo arzobispo había lavado, según la costumbre, sus dedos (c. 19: FL 170, 410; F r a nz , 109); se conoce que no se bebía por el mismo celebrante.— Iglesias francesas mantuvieron durante mucho tiempo este modo más antiguo de la ablución de los dedos en parte todavía en el siglo xvin; para ello un acólito traía al altar un vaso propio de la ablución (D e M oléon , 230 291), o el sacerdote se iba al lavatorium (1. c., 315; cf. también M artene , 1, 4, XX XXII [I, 609 A 613 A]).—El que se bebiese la ablución ya en la Edad Media por regla general, se saca del hecho de que numerosos sínodos recuer dan a los sacerdotes, a partir del año 1200, que en el caso de binación no podían tomar la ablutio digitorum (K. H olbÓc k , Die Bi~ nation [Roma 1941] 102; cf. también los datos en S im m ons , The LayfoUcs Massbook, 303-307). Por cierto, actualmente seguimos dos normas, según damos la comunión fuera o dentro de la misa. En el primer caso nos contentamos con la ablución de agua, que, como hemos visto más arriba, era la costumbre más antigua. 73 Con todo, se fija todavía en el sentido de la ablutio oris que en ella se contiene cuando en e l pontifical de Durando (A n d r ieu , Le Pontificad Rom ain, III, 348; cf. 371, lín. 37) se intercala la co munión de los recién ordenados post primam oris ablutio nem. priusquam dígitos lavet, probablemente porque en ella tiene que decir la fórmula con que se acompaña la comunión. 13 Sin embargo J u a n B u r c a r d o conoce hacia 1500 e n s u ordi nario (Lego, Trocís, 164) dentro de la misa sólo la ablución d? -lo* dedos con vino. Se suponía que el siguiente lavatorio de las ma no? se haría en la sacristía. h eim ,
16.
RESERVA DEL SANTÍSIMO Y ABLUCIONES.
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1137
ordinario de los dominicos, implantado en 1256, contiene por vez primera, por lo menos para el caso de que no haya nin guna honesta piscina, como consejo (melius est) la indica ción de que este lavado de los dedos con agua se puede hacer también sobre el cáliz y beber de él esta ablución, junto con <*1 vino anteriormente empleado para el mismo fin 71. Este procedimiento fué extendiéndose 73 poco a poco y acabó final mente por imponerse incluso en nuestro actual rito pontifi cal, donde se añadió al antiguo lavatorio de manos que toda vía se sigue practicando 747S76. P alta de uniformidad
609. Por lo demás, en todas estas prácticas no se llegó hasta fines de la Edad Media a ninguna unificación. Gabriel Biel deja todavía al arbitrio del sacerdote el purificarse los dedos inmediatamente después de la comunión o después de la misa 77. Por otra parte, los misales ingleses de la misma época presentan una reglamentación sumamente detallada y cuidadosa, aunque difieren entre sí notablemente en los de talles 78. 74 G uerrini , 244; cf. S ólch, Hugo, 149.—En el mencionado or dinario dominicano (1. o.) se encuentra también la primera ins trucción acerca
1138
m .
II, p. II, s e c . r n . — LA COMUNIÓN
O tras costumbres
610. En Alemania se había extendido desde el siglo xiv una costumbre que recuerda la «santificación:» de los sentidos por medio de la Eucaristía practicada mil años atrás. Después de «la ablución de los dedos, y mojándose con ella los ojos, se recitaba la frase: Lutum fecit Dominus ex sputo et linivit oculos meos et abíi et lavi e t vídí et credídi D eo79. Esta cos tumbre, que fácilmente podía degenerar en superstición y en prácticas menos dignas80, desapareció después bien pronto. En general, no cuajaron oraciones nuevas para el rito de la ablución 81. Las oraciones que actualmente la acompañan tienen relación sólo exterior, corno puede verse por su his toria. 611. Es notable que también las -liturgias orientales, aun las no unidas, a pesar de su ingenuidad y despreocupación frente al Sacramento, hayan llegado a formar ritos fijos de*70 dote se hace servir vino por el diácono en el lado derecho del altar; después de sumirlo, reza: Quod ore. Luego se le echa vino sobre los dedos, que a continuación bebe diciendo: Haec nos communío; entonces se le echa vino en el cáliz, y el sacerdote reza en el centro del altar delante de la cruz: Adoremus crucis signaculum per quod salutis nostrae sumpsimus exordium, y la oración Gratias (véase más arriba 589). Finalmente, va al sacmrium para lavarse allí las manos (cf. F erreres , 2 0 2 s ) . —Según un manuscrito del si glo xiv que ofrece, más o menos, el mismo orden, el sacerdote reza al lavatorio de manos últimamente mencionado el versículo La vabo del salmo 25,6 (L ego, 268), que también otras veces aparece en este sitio (véase M askell, 197; M artene, l, 4, XXXI XXXVI ti, 652 D 675 Bl).—Una vista de conjunto sobre todos los Titos de ablución que se usaban en Inglaterra hacia nnes de la Eaad Me dia la ofrece M askell, 190-197. 70 Jn 9,11, que se encuentra en esta forma en la comunión del jueves de la cuarta semana de cuaresma; misal de Ratisbona ha cia 1500 (B eck, 271), con la rúbrica Lingendo dígitos diot que va seguida de otras fórmulas; misal de Freising de 1520 (B eck , 310); misal de Augsburgo del siglo xv (F ranz, 753); ordinario de la mis-a de Gregorienmünster (ss. xiv-xv) (M artene, 1, 4, XXXII [I, 657 B]). El testimonio más antiguo (sin rúbrica) lo encuentro en un misal de Qeckau de la primera mitad del siglo xiv (K óck, 130), donde se añaden todavía el salmo 12,4b (IIlumina oculos meos) y el sal mo 85,17 (Fac mecum siguum). Ejemplos posteriores de Estiria : K óck, 53 59 65 71 133. La fórmula está también en un misal de Passau de fines del 6iglo xiv (R adó. 102) y en -un misal de Odenburgo de 1363 (R adó, 109). La frase del salmo 12,4b con la rúbrica Madefac oculos, en el misal de Riga (V. B ruiningk , 88, nota 5).—La ce remonia la mencionan también liturgistas alemanes de los si glos xiv-xvi (F ranz, 111 [con la nota 4] 576). so F ranz, 110-112.
»i El misal del siglo xv de Monte Vergine (E bner, 167) repre senta una excepción. Para la ablución de los dedos trae la si guiente oración: Omnipotens sem pitem e Deus, ablue cor meum et manus meas a cunctis sordíbus peccatorum, u t tempUum spiritus Sancti etfici merear. Am en.
17.
LA POSCOMUNIÓN.
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11-39
ablución que por lo menos en algunos puntos se acercan a los nuestros. Entre los sirios existe ya en el siglo vi una prescrip ción que manda verter el agua empleada en el lavado die ios vasos sagrados en un sitio apropiado82. Entre los jacobltas siriaco-occidentales se formó un rito bastante extenso y acom pañado de muchas oraciones. Además de la purificación ele los vasos sagrados, hay en él varios lavatorios de los dedos y la limpieza del cáliz mediante una esponja83. La esponja en tra también en los requisitos de la liturgia bizantina8485. Igual mente es tradicional la ablución repetida entre los coptos
17.
La poscom unión
«12. En los primeros comentarios die la misa, después de haber hablado de la comunión, no se olvidaron de añadir una exhortación a la acción de gracias l. San Agustín, que, siguiendo 1 Tlm 2,1, distingue en la misa cuatro partes, considera la acción de gracias después de la comunión como la últim a2. San Juan Crisòstomo reprende con severidad a aquellos que no esperan las soyapior^pioi o:>5at, sino que cora Judas se lanzan a la calle en vez de rezar con el Señor y sus discípulos fieles la acción de graciass. A cciones de gracias
en
las liturgias
ORIENTALES
613. Se trataba, como era de esperar, de una acción de gracias que se rezaba en común en la iglesia. En los primeros tiempos encontramos algo parecido en las liturgias orlenta82 J uan bar C ursos (t 538), Resolutio can., 3 (Hanssens, IU, 532s) : Aquae aoluiionis rerum sacrarwm in locum decentem, in
fossam profundam proiciantur et occultentur. 83 B r i g h t m a n , 106-108. Cf. 1. c., 574, s. v .’ deaconess. AI princi pio de iste rito está la suncíón de los relieves de las especies sa cramentales (cf. más am ba la nota 8). Tiene más aplicación que entre los sirios ( B r i g h t m a n , 588, s. v. spenge). 85 Según costumbre actual, se lava el cáliz por primera vez con vino (H anssens, in, 530). Una disposición del siglo xiv h a b la tam bién de la ablución de la patena; se bebía el agua en ella em pleada CL c., 532). i S an C irilo de J erusalén, Catech. nvyst., V, 22 (Q uasten, M o t i ., 110; cf. más am ba 548).—T eodoro de M opsuestia, Sermones ca tech., VI (R ücker, 38) : Permanes (in ecclesia), u t cum omnibus laudes et benedictiones secundum legem Ecclesia# per solva® * S an A gustín , Ep. 149, 16; CSEL 44, 363. • J uan C risòstomo, De bapt. Coristi, c, 4 ; P O 49, 37®,
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TR. II, P- I l, SEC. II I.— LA COMUNIÓN
ns 4, y ordinariamente de modo que a la acción de gracias •on sus varias secciones siga una oración más larga de ben dición con la que se despide a los fieles. Además, se da una xtensión tan grande a veces a los cantos de la comunión, que prácticamente equivalen a una primera parte de la ac ción de gracias*5*. Antes de la acción de gracias propiamente dicha, en las Constituciones Apostólicas el diácono pronuncia una invitación a la oración: «Después de haber recibido el precioso cuerpo y la preciosa sangre de Cristo, demos gra cias a aquel que nos hizo dignos de participar en sus sagra dos misterios y pidámosle que no sea para nuestra condena ción, sino para nuestra salvación, para el provecho del alma 7 del cuerpo, la conservación en el fervor, preservación del recado y para la vida eterna». A continuación todos se le vantan y el obispo pronuncia una larga oración, en la que de a acción de gracias pasa pronto a la petición de más favoves para la comunidad y todos los estados y grados de la sana Iglesiae. La invitación a la oración del diácono se encuen tra también en otras liturgias 7 y a veces configurada de dis tintas maneras. En el rito griego de Santiago comienza con una solemne alabanza a Cristo8*, para luego explayarse, como en todas las liturgias griegas, en una breve letanía, a la que el pueblo responde con la fórmula acostumbrada Kyrie eleison *. En la misa etiópica,, a la invitación del diácono sigue una oración alternada entre el sacerdote y el pueblo, en la que éste contesta al sacerdote, que recita los versículos de salmo 144,1.2.21, con la triple invocación: «Padre nuestro, qu estás en los cielos, no nos dejes caer en la tentación»10. F final lo forma siempre, y por principio, la acción de gracia del celebrante, de la que al menos en las liturgias griega se reza en voz alta sólo la doxologia, que en la liturgia bizan tina es el único elemento que de la oración se ha conserva d o11. En cambio, en la misa siria occidental la acción de gracias del sacerdote hasta se parece a la oración eucarísti* Cf. més arriba 385 con la nota 6. 5 Así en la misa siria oriental ( B r i g h t m a n , 297-301); en la a : merda GL c., 452-454). • Const. Ap., V ili, 14, 1-15, 5 ( Q u a s t e n , Mon.t 231s).—En e Eucologio de S?rapión <1. c., 65s) se atribuye la oración al cele brante. 7 En la liturgia de los jacobitas sirios occidentales ( R ü c k e r , Jaìcobumnaphom, 53 75). 8 B r i g h t m a n , 65. Una alabanza parecida, pronunciada por el sacerdote, se encuentra también en la liturgia de los jacobita' (1. a , 104). » B r i g h t m a n , 65 141 297; of. 454. i® Ib., 242s . El salmo 144 es el salmo de comunión, atestiguado ya para el caso por San Juan Crisòstomo (cf. más arriba 563» Acerca de la continuación de la oración alternada, cf. H anssenm . III, 521. B r ig h t m a n ,
65s 141s 342s 397.
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LA POSCOMUNIÓN.
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na, pues su introducción vuelve sobre la fórmula, amplificán dola: «Es digno y justo y equitativo...» 12 134 En la liturgia gali cana, la acción de gracias está formada a base de una larga invitación a la oración, y como apéndice, la oración sacer dotal 1S*: P etición en la liturgia romana
614. La liturgia romana se caracteriza en esta parte por la concisión de sus textos. Con todo, al principio existió en ella también un final doble de acción de gracias y bendición. La acción de gracias, encabezada en los sacramentarios gre gorianos generalmente por un Ad complendum o Ad comple ta y en los gelasianos por las palabras Post communionem '•«, pertenece en los sacramentarios romanos, junto con la co lecta y la secreta, a los elementos básicos de los formularios variables de la misa. La poscomunión está compuesta exac tamente de la misma manera que éstas; por eso presenta, como ellas, todas las características de una petición. Como ellas, todas las fórmulas antiguas se dirigen, sin excepción, a Dios por medio de Cristo, y terminan, por tanto, con la fórmula Per Dominumls, que en algunas iglesias medievales se distinguía por ser cantada o recitada en el centro del al tar 18. 12 I d., 302. 13 Missale Gothicum ('Muratori, II, 519 523 y passim). 14 iEteta última calificación también en la misa galicana (Missale Q othicum : M uratori, II, 519, etc.); la forma postoovnmunio parece que se encuentra en el Gelasiano del Vat. Reg. 316 (es de cir, si la transcripción en W il s o n , postcomm., es fiel). 15 J ungm ann , Die Stellung Chrisü, I03ss; cf. 226s.—Algunas e x cepciones de la regla mencionada se dieron *en la liturgia de la ciudad de Roma euando hacia fines dél primer milenio las anti guas fórmulas volvieron a la Ciudad Eterna, procedentes de la atmósfera galicanizada del Norte; en cuatro de ellas la conclusión se. había cambiado entretanto en la de Qui vivís, es decir, se diri gían ahora a Cristo, como también las oraciones antes de la co munión. Posteriormente, en creaciones nuevas, se adoptó ocxn fre cuencia esta forma; 'así, p. ej., para la poscomunión del Corpus (Fac nos), sin que por eljo se pueda decir que haya cristalizado una nueva ley para el modo de la poscomunión en cierta clase de mi sas o ni siquiera prepondere esta clase de poscomuniones entre las nuevas. Incluso en días en que la secreta prefiere la invocación de Cristo, la poscomunión conserva la de Dios Padre (p. ej., el 4 de junio [San Francisco Caracciolo] y el 13 de junio [San Antonio de Padual). i« Así en el rito dominicano (Ordinanum O. P. de 1256 [G u er r in i , 2451) y así por cierto también actualmente (Missale iuxta ritum O. P. [1869] 22); Líber ordinarius de Lieja (V olk , 97); mi sal <5e Hereferd de 1502 (M askell , 197s).—Según el ordinario d* la misa de Ratisbona del 1500 (¡Beck , 272), el sacerdote besa des pués del Filium tu w n la cruz en el misal, lo cierra y a las palabras Qui tecw n vuelve al centro del altar.
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TR. II, P. II, SEC. III.— LA COMUNIÓN
P aralelismo con la secreta y la colecta
615. El paralelismo entre la poscomunión y las dos ora ciones anteriores se extiende también al conjunto en que apa rece. Como es sabido, el rito de entrada, el ofertorio y la comunión son tres conjuntos litúrgicos que tienen la misma estructura fundamental. En cada uno de los tres hay una ac ción exterior en forma de procesión: la entrada, la entrega procesional de las ofrendas y la ida al altar en la comunión. Las tres veces, y al principio sólo durante ellas, ejecutó el coro una salmodia antifónica. En los tres casos y, repetimos, casi sólo en ellos, el sacerdote reza antes una serie de suplí cas en voz baja, con las que alimenta su devoción. Así, en estas tres ocasiones se concluye el canto y el rezo previo con una oración, a la .que precede mediata o inmediatamente el saludo litúrgico y el Oremus, y que se rige por las mism. s le yes estilísticas. P ero diferencia respecto a las fórmulas DE INVITACIÓN
616. Esta vez el Dominus vóbiscum y el Oremus se cantan inmediatamente antes de la oración; pues, aunque todo el ciclo de la comunión ha de ir envuelto en una atmósfera de devoción aun de los fieles, sus plegarias no son oración con carácter público o eclesiástico, como la oratio communis que va unida con el ofertorio. Con todo, cuán íntimamente estén relacionadas la poscomunión, el ciclo de la comunión y, por tanto, la misa sacriflcal, se ve por el hecho de que en el Ordo Romanus I se observa que al Dominus vóbiscum el papa no sv vuelve al pueblo, sino queda inmóvil ante el altar mirando hacia oriente 17, casi del mismo modo que al principio del pre fació, cuando, puestas ya las ofrendas sobre el altar, no s»* podía volver de él. Esta prescripción, sin embargo, no se man tuvo mucho tiempo, porque difícilmente podía alegarse que el sacrificio no había ya terminado18. Por
617. Por su contenido, el tema de la poscomunión vie.w* determinado por la comunión que se acaba de tener, y esto 17 Ordo Rom. Jt n. 21: PL 78, 948 A. 18 En el Ordo Rom. VI (n. 13: PL 73, 994 C), compuesto
la m isa pontifical en Alemania, s© prevé otra vez el volverse h »*'« «1 pueblo.
19 Ot. más «criba I, 4M.
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LA POSCOMUNIÓN.
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entiende siempre de la comunidad y no sólo del sacerdote, síuniendo una ley estilística que regía aun para las poscomu niones que se crearon en una época en la que la comunión del pueblo formaba ya una excepción rara. 618. Son relativamente pocas las fórmulas que no se rerieran a la comunión inspirándose sólo en las ideas del d ía 20 o contentándose sencillamente con expresar una intención ge neral o un ruego particular21. La norma es que la oración em piece con una mirada de agradecimiento a los dones recibi dos. La comunión aparece o simplemente como la gracia que llena el alma del que ora: Repletí cibo potuque caelesti, Sacro muñere satiati, o como el principio activo de aquel a que se ruega irradie sus efectos salutares: Haec nos communio purget, Per huíus Domíne operationem mysterii. A veces, la ora dón se limita a consignar el hecho de la comunión, sea en for ma de ablativo: Perceptis Domíne sacramentis, sea en una frase independiente: Sumpsimus, Domine; Satiasti Domine; o, finalmente, introduce la comunión de cualquier modo en su ideario. El modo de explicar los S antos P adres LA EUCARISTÍA
619. Reuniendo todas las ideas desparramadas en las .pos comuniones obtenemos un cuadro bastante perfecto del modo como hablaban los Santos Padre—autores de estas oraciones— a los fieles cuando les explicaban la Eucaristía y la comunión. Lo que acabamos de recibir es señalado como don sagrado, banquete celestial, alimento espiritual, misterio eficiente, cuer po sagrado y sangre preciosa. En perfecta armonía con las oraciones precedentes de la misa romana, no se hace resaltar en la poscomunión la persona de Cristo como tal; por eso tampoco hay motivo especial para que se le invoque directa mente. Sigue dominando todavía el concepto general del sa crificio que acabamos de ofrecer a Dios Padre juntamente con Cristo, y en el que ahora participamos; por eso dirigimos la súplica al Padre per Dominum nostrum. Es el mismo modo 20 Así en la fiesta de la Anunciación (Gratiam tuam ); de San Juan Bautista (Suviat); con frecuencia en las fiestas de los santos (e. o. común de los apóstoles, común de los doctores); en varias mi sas de vigilias.—El mismo fenómeno se observa ya en los sacramen tarlos más antiguos, entre los que el Leoniano ofrece las fórmulas sin encabezamiento; así, p. ej., en el Gregoriano, las poscomunio nes en las dos fiestas mencionadas arriba (L ietzmann , n. 31, 4; 125, 3). 21 También repetidas veces en misas votivas y en las orationes diversae del, misal romano que se derivan de tales misas votivas. En la actual missa tempere belli se encuentra, p. ej., una posco munión que en la misa del Gelasiano antiguo (III, 57; W il s o n , 972s) servía de segunda colecta.
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TR. II, P. II, SEC. I I I — LA COMUNIÓN
de concebir el Sacramento que supone todavía nuestro ritual romano actual cuando manda a los fieles que después de la comunión sigan orando durante algún rato gratias agentes Deo de tam singulari beneficio22. Por lo demás, aunque nu aparezca sino raras veces en las poscomuniones la palabra «agradecer», recordando lo que Dios nos ha regalado en la co munión, expresamos ya nuestro agradecimiento. L a petición de la poscomunión
620. Con mucha frecuencia pasa luego el texto de la pos comunión rápidamente a la súplica; con ello, el cuadro que en ella se traza de la comunión se completa aun por la men ción de sus efectos sacramentales. Esperamos y suplicamos, como fruto de la participación del cuerpo y de la sangre de Cristo, que progrese y triunfe finalmente su obra redentora en nosotros; ut quod pía devotione gerimus, certa redemptione capiam us23, ut inter eius membra numerevnur, cuíus corpori communicamus et sanguini2425. Para ello es necesario que nos libere de las dificultades interiores y exteriores: et a nostris mundemur occultis et ab hostium liberemur insidíis También se pide el bienestar corporal en antítesis que hablan del cuerpo y el alma, presente y futuro, apariencia exterior y realidad interior26278: et spiritualibus nos repleant alimentís et corporalibus tum ntur auxllíis27. Pero lo decisivo es su e fi cacia sobre la vida interior. El Sacramento ha de santificar nos y tfortalecemos: salvet et in¡ tuae veritatís luce confirm e t 28 ; tiene que conseguir en nosotros ut non noster sensm in nobis, sed iugiter eius praeveníat effectus29. Pero ante todo, como es el sacramento de la comunidad, ha de aumen tar en nosotros el amor mutuo: ut quos uno caelesti pana satiasti, tua facías pietate concordes30. Con todo, no deseo 32 Rituale Rom., IV, 1, 4; cf. Cod. Iur. Can., can. 810. 2a R e fe re n c ia s de lo s sa c ra m e n ta r ios m ás a n tig u o s en M ohlberg M a n z , n. 975; M iss a le Rom., 2 de ju lio .
24 Gregoriano (L ietzmann , n. 58, 3); 1. c., más referencias; misal romano, sábado de la tercera semana de cuaresma. 25 M o h l b e r g - M a n z , n. 295; m is a l rom ., m ié rco le s de la prim er;!
se m a n a de cuaresm a. 26 Gf. más a r r ib a I,
485.
27 M ohlrerg -M anz, n. 410; misal rom., miércoles de la cuarlü
semana do cuaresma. El pensamiento de que extender también sus efectos bienhechores a temporal, se expresa con especial frecuencia guos; véase, P. ej., el Leoniano (M u ratori , 413 420 462). 28 M
o h l b e r g -M a n z ,
la Eucaristía ha
n. 1080; m is a l rom ., 13 de agosto.
28 Ibíd., n. 1177; misal rom., domingo décimoquinto después do Pentecostés. 30 Ibíd., n. 1395; misal rom., viernes después del miércoles «1« Ceniza; cf. la poscomunión del domingo de Resurrección.
17.
LA POSCOMUNIÓN.
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nocemos que nuestro libre albedrío interviene decisivamente. Por eso pedimos: ut quos tuis reficis sacramentis, tibí etiam placitis moribus dignanter deserviré concedas31. Surge ante nuestros ojos todo un ideal de la vida cristiana cuando, des pués de recibir el Santísimo Sacramento, pedimos que nunca nos apartemos más de él: ut (in) eius semper participatione vivam os32; es más, que nunca cesemos de darle gracias: ut In gratiarum semper actione m aneam us33. Pero el último íruto que nos ha de traer el Sacramento íes la vida eterna, como la prometió el Señor: ut quod tempere nostrae mortalitatis exsequimur, immortalitatis tuae muñere consequam ur34. Lo que se hace en el altar queda en la esfera del signo y sacramento, pero nosotros anhelamos su completa realiza ción: ut cuius exsequimur cultum, sentiamus effectum 35, Grande es lo que acabamos de recibir; con todo, no es más que la prenda o las arras; por eso pedimos audazmente ut... beneficia potiora surrvamus36. El efecto particular que se pide depende de la fiesta que se celebra. A veces se expresa tam bién la convicción de que no es sólo el Sacramento de donde emana la gracia, sino con él la fe y su profesión: sacramenti susceptio et sempiternae s. Trinitatis... confessío37. En las tiestas de los santos, la súplica varia sólo en cuanto se añaden a la petición las palabras intercedente beato N.; pero también se pide a veces, juntamente con la eficacia del Sacramento, ia mtercesión del santo: Protegat nos Domine cum tui perceptione sacramenti beatus Benedictus abbas pro nobís intercedendo 38. U na poscomunión invariable
621. Por cierto, parece que durante algún tiempo se re nunció en Roma a variar la poscomunión según la fiesta, pues el Ordo Romanus IV manda que el papa, después del canto de la comunión, diga en voz alta el Dominus vobiscum y rece lue go la oración Quod ore sumpsimus, que en aquella época no pertenecía aún en Roma a las oraciones en voz baja de la 31 Ibíd., n. 110; misal rom., domingo infraoctava de Epifanía, 32 Ibíd., n. 1113; misal rom., 22 de agosto. 33 Ibíd., n. 785; misal rom., 30 de agosto. 34 Ibíd., n. 5J8; misal rom., Jueves Santo. 35 Repetidas veces en el Gregoriano (L ietzm ann , n. 22, 3, etc.); misal rom., común de un mártir y más veces. 36 M ohlberg -M anz, n. 75; misal rom. 31 de diciembre.—Acer ca del sentido de este modo de expresarse, cf. O. C asel, en JL 3 (1923) 13 y más veces. 37 En el apéndice del Gelasiano reciente en M ohlberg , p. 257, número 51; misal rom., fiesta de la Santísima Trinidad.
38 M ohlberg -M anz, n. 998; misal rom., común de los abades.— Una exposición detenida de la doctrina sobre la Eucaristía con tenida en las poscomuniones del actual misal romano la presenta J. T sc h u o r , Das Opfermahl (Immensee 1942).
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TR. II, P. II, SEC. III.— LA COMUNIÓN
comunión89. Con un doble avance, del manjar del cuerpo del espíritu y de los dones temporales al medio de salvación eterna, expresa la fórmula de una manera ejemplar la as censión que hemos de realizar por virtud del Sacramento.39 39 Ordo Rom. IV: PL 78, 984 C.-^Este testimonio se encuentra confirmado por el Gregoriano del Cod. Pad. (M ohlberg -B attmstark, número 894) y por el Gelasiano reciente (M ohlberg , n. 1567, qur ambos hacen seguir al canon esta fórmula justamente con otm poscomunión Conservent. Cf. también más arriba 5882S. Véas simus substituye a la vez la poscomunión.
SECCION IV EL R I T O
JL
DE C L A U S U R A
« O r a í io s u p e r p o p u l u m »
lílTO DE DESPEDIDA
622. Con la acción de gracias después de la comunión, la función religiosa ha llegado a su fin; la reunión ya se puede disolver. El hombre antiguo, sin embargo, con su marcado sentido por la forma y el orden, no sufrió por mucho tiempo que esto se hiciese sin ceremonia alguna. Añádase además, como factor decisivo, la conciencia que sentían los cristianos de formar una comunidad constituida en Cristo, que precisa mente gracias a esta función religiosa cobraba su más fuerte vigor. Era natural que antes de separarse unos de otros qui sieran que se manifestase por última vez este lazo de unión, para que aun después del acto litúrgico continuasen sintién dose unidos con los vínculos sobrenaturales que durante la función religiosa se habían estrechado1. Por eso, al anuncio del final de la función religiosa iba unida una bendición úl tima, con la que la madre Iglesia quería fortalecer a sus hijos que se reintegraban al mundo. Esta bendición varia bastante con el correr de los siglos, desaparece y vuelve a formarse, se duplica y hasta se triplica2, se transforma en últimas oracio nes de acción de gracias y en invocaciones que terminan por convertirse en rezo privado. Esto dió origen, al final de la misa, a nuevas formas, que hemos de examinar ahora dete nidamente. Con carácter de bendición
623. Lo primero con que nos encontramos como acto final es la bendición, en la que el celebrante implora la protección y ayuda de Dios para el pueblo que vuelve a sus quehaceres. 1 La conciencia de esta verdad sale de nuevo a flor en E. F iedChristliche Opjerfeier (Munich 1937) 90; «Cuando sale el cristiano del templo debería sentir como una necesidad interior de estrechar la mano a todos los que con él vienen de misa, como a buenos amigos». 2 ¡Las liturgias orientales, además de la oración que se ha de oír inclinado y es- común a 'todas, contienen también otras ben diciones. Esto vale sobre todo de las liturgias egipcias (cf. B rightM A N , 187s 243s). ler,
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‘/¿estos de esta oración los tenemos en aquella oratio super lopulum que se reza en la cuaresma después de la poscomu nión. Esta oración, para la que con frecuencia se exige que se la oiga con el cuerpo inclinado, corresponde en todo a las múltiples oraciones que se encuentran cerrando la ante misa en forma de bendiciones para los que, cumplidas las leccio nes, debian abandonar la función religiosa * Como allí, tam bién aqui precede a la bendición una invitación del diácono a que todos se inclinen ante Dios, que los va a bendecir; si gue luego la oración del celebrante, a la que se responde con un Amen. Configurada de este modo aparece la oración, como elemento fijo de la misa, no sólo en la antigua liturgia roma na, sino aun en las egipcias y sirias 34, y esto ya en los docu mentos más antiguos, lo mismo que en otras fuentes del si glo i v 5, de modo que bien se puede considerar como una tra dición por lo menos del siglo m. F orma y contenido
624. El aviso del diácono decia en Egipto: Totq xecpaXác üjjloív xopiu) x X ívgcts6. Como se ve, son las mismas palabras que en nuestra liturgia romana: Humiliate capita vestra D eo7. La oración, en cambio, que se reza a continuación en Oriente, con frecuencia es mucho más larga8. En la liturgia siria occiden tal cada anáfora tiene su bendición propia. La más antigua, ia anáfora de Santiago, reza como sigue: «Dios grande y ad mirable, mira propicio a tus siervos, pues ante ti hemos 9 do
zOí
3 C f . m á s a r r ib a I, 612. 4 E n la lit u r g ia b iz a n tin a se h a s u p rim id o e l a v iso d e l diácono. L a o ra c ió n de b e n d ic ió n se conservó com o oxta8ajj.ßajvo<; ( H a n s s e n s , n i , 521s). 3 Const. Ap., V H I , 15, 6-11 (Q uasten , Mon. 232s).—Eucologio de S e ra p ió n (1. c., 67) a q u í precede a la /sipofreoía d e l pueblo, ade m ás, o tra b e n d ic ió n de a c e ite y agua. E n lo e se n c ia l se t r a t a do la b e n d ic ió n de fru to s de la n a tu ra le z a que se te n ía e n la m isa ro m a n a a l f in a l d e l canon. 6 B rig h tm a n , 186, lín . 33; cf. 1. c., 142. 7 E s te p a ra le lis m o c o n u n a costum bre e g ip c ia (cf. m á s a r r i ba I, 69) d e m u e s tra que se t r a t a ta m b ié n e n R o m a d e u n a tra d i c ió n a n tiq u ís im a . E n tr e la s fu e n te s a p arece e l te x to la t in o ú nica m e n te e n u n a c o n tin u a c ió n d e l Ordo Rom. I (n. 24: P L 78, 949 B ), p e rte n e cie n te a l s ig lo ix . L a re d a c c ió n g a lic a n a la hemor. e n co n tra d o y a a n te s (m ás a r rib a , 416).— E ste aviso se su pone en los te x to s ro m a n o s co m o tra d ic io n a l, pues n o pocas expresión»'.*, de estas o ra cio n e s se re fie re n a é l a l designad’ a la c o m u n id a d co m o prostrata supplex, inclinantes se. e t c .; la s re fe re n cia s d1el Leo n ia n o véanse e n A. B aumstark ( J L 7 [1927] 20, n o ta 97). 8 V éase la sinopsis comparativa en L . E izenhöfer, U n te r su
chungen zum Stü und Inhalt der römischen Oratio super popu lum («Eph. L it u i’g.», 52 [1938] 258-311) 302-309. * E i z e n h ö f e r (300) sospe cha que a n tig u a m e n te estab a redad.;» da en te rc e ra p e rso n a d e l p lu r a l: ex/avav.
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«ORATIO SUPER POPULUM».
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blado nuestra cerviz. Extiende tu mano poderosa, llena de bendiciones, y santifica a tu pueblo, protege tu herencia para que nosotros siempre y en todo tiempo te podamos alabar...101 En estas oraciones llama la atención que al que recibe la bendición no se le designa con la palabra «nosotros», es de cir, que el celebrante no se incluye »entre los que han de participar de ella, sino que habla de «tus siervos», «tu pueblo», pop u lu s tu u s, ecclesia tua, fa m ilia tu a , etc. Esta ley estilística rige casi sin excepción las fórmulas correspondientes del sacramentario Leoniano n , al paso que en el Gregoriano, que es la fuente de las fórmulas S u p er p o p u lu m , se ve en sólo una parte de las oraciones 12. Otro rasgo que caracteriza la ora ción con que se despide cada día a los fieles es que los bene ficios que se piden, o sea la protección en los peligros, la sa lud del alma y cuerpo, la preservación del pecado, al contra rio de las otras oraciones, se solicitan expresamente para siempre: sem p er, iugiter, p e r p e tu a p ro te ctio n e, e tc .13, asi como también al final de nuestra actual fórmula de bendi ción rezamos: B en e d ictio ... d e s c e n d a t su p er vos e t m a n e a i sem p er. Se comprende que a menudo se incluyan también las preocupaciones materiales en esta bendición, limite entre el culto divino y los quehaceres mundanos, lo eterno y lo tem poral. Por lo demás, repetidas veces se ha llamado la atención sobre la tendencia a espiritualizar estas peticiones en las fórmulas del sacramentario Gelasiano, frente a las del Leo n ian o14. El gran aprecio que sentía el pueblo romano por estas bendiciones lo manifiesta un hecho ocurrido el año 538. El papa Vigilio acababa de repartir la comunión en la misa estacional el día de Santa Inés, cuando se presentó un envia do del emperador para detenerle y conducirle a Bizancio. El pueblo no le abandonó, sino que le siguió hasta la nave ro gándole u t o ra tio n em áb eo a cc ip e ret . El papa rezó, final mente, la oración, a -1a que todo el pueblo contestó A m e n , y el barco se hizo a la mar 15. 10 B rig htm a n , 67.
11 Esto es, en 154 casos de un total de 158. En los cuatro res tantes casos parece que se trata de fórmulas adoptadas de textos más antiguos, que aquí no tienen su sitio apropiado (E izen h ö fer , 262-269, esp. 267). 12 De las 25 fórmulas primitivas, sólo en unas 13. Las nuevas de los jueves están tomadas de textos más antiguos y se sujetan otra vez a esta ley estilística (E izenh ö fer , 286s ). Cf. también L. E i zenh ö fer , Zum S til der oratio super populum des Missaie Romanum : «Liturg. ¡Leben», 5 (1938) 160-168. 13 C. C allewaert, Qu’est-ce que Voratio super populum? («Eph. Liturg.», 51 [1937] 310-318) 316. 14 E izen h ö fer , Untersuchungen, 283 297s. 15 Liber pont., ed. D uchesne , I. 297.—Las bendiciones del Leo niano contienen, por cierto, con frecuencia giros que expresan el deseo del pueblo: suppliciter e t indesinenter expectant (M urato ri, i, 339), supplex poscit (362), benedictio desiderata (441) y se-
uso
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¿P or qué se dice sólo en cuaresma?
625. Llama la atención el que la actual oratio super populurn se rece exclusivamente en cuaresma. Ya preveía esto el misal die San Gregorio Magno, al contrario tíel Leoniano, en que la oración entraba a formar parte de todos les formu larios, y de los libros gelasianos, donde se encontraba por lo menas en algunos formularios, que se diseminaban por todo el año litúrgico. Desde Amalario hasta la actualidad se han intentado las explicaciones más diversas de esta restricción de la oratio super populum a la cuaresma. Se decía que, como la cuaresma es una época de intensa lucha espiritual, nece sita más bendición 16; que la bendición es un substitutivo de la comunión, que por lo menos en -este tiempo debería reci birse diariamente1718; que se trata de una oración dedicada a los no comulgantes 1S; que era un modo de suplir las eulogias que se repartían antiguamente 19 o que la oración servía al principio sólo como oración vesperal, y fué después incluida en la misa porque ésta se celebraba en cuaresma a continua ción de las vísperas20. Finalmente, se aludía a un fenómeno observado en otras partes de la liturgia, y es que precisa mente en cuaresma se han conservado antiguas tradiciones abandonadas en el resto del año litúrgico 21. mejantes.—La frecuencia y el ceremonial de esta bendición están atestiguadas y a en A mbrosiaster , Quaestiones Vet. et Novi Test. (hacia 370-75 en Roma), a. 109: PL 35, 2325: Nostri auiem sacer dotes super m ultos guotidie nomen Doinini et verba benedictionis im ponunt; también si uno es santo, curvat tam en caput ad benedictionem sw nendam . i« Amal a rio , De o ff. eccl, III, 37: PL 105, 1156s. 17 B ernoldo , Micrologus, c. 51: PL 151, 1014s. 18 H. T h u r sto n , Lent and Holy Week (Londres 1904) 190.—Con todo, no hay que olvidar que algunas fórmulas suponen expresa mente la comunión de aquellos a quienes van destinadas. En el Leo niano son 14 entre un total de 158; en el Gelasiano primitivo, 9 en tre 71; véase la estadística en E izenk o fer , Untersuchungen, 265 282. Entre estas fórmulas han de contarse, en nuestro misal, las del miércoles de Ceniza y jueves de la primera semana de cuaresma, oriundas del Gregoriano del siglo vm, pero que faltan en el Grego riano primitivo; véase E izenh ó fer , 1. c., 288s. 19 H onorio Augustod ., Gemma an.. I, 67: PL 172, 565; S icardo de C remona , Mitrale, m , 8 . PL 213, 144.— No se puede probar para la Roma de la alta Edad Media la misma costumbre fija de re partir el pan bendito, que entonces existía en las Galias; cf. más adelante 667. 20 po r t esc u e , The mass, 390s.—Véase la refutación en B aumstark (nota siguiente). 31 A. B aumstark , Das Gesetz der Erhaltung des Alten in H turgisch hochioertíger Z e it; JL 7 (1927) 16-21, esp. 20,
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«ORATIO SUPER POPULUM».
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Y ¿POR QUÉ SÓLO EN LOS DÍAS ENTRE SEMANA? 626. Esta última razón merece, sin duda, tenerse en cuen ta. La antigua bendición del pueblo, la oratio sup er p o p u lu m , como se llama todavía en la actualidad, pudo conservarse en cuaresma de un modo parecido a como se han conservado en los últimos días de Semana Santa una serie de otras costum bres venerandas. Ahora bien, si nos atenemos a esta inter pretación, no se explica por qué precisamente los días prin cipales de cuaresma, o sea los domingos y los tres últimos días de Semana Santa, carecen de la oratio super p o p u lu m 27 L a bendición de los penitentes
627. Para explicarlo satisfactoriamente habrá que acudir a las costumbres de la penitencia a fines de la antigüedad cristiana. En Roma, no mucho después del siglo v, debió de tenerse en la cuaresma la penitencia pública que antes so hacía durante todo el año 23. Penitencia que -no se hacía ios domingos de cuaresma 24 ni los tres últimos días de Semana Santa, ya que el Jueves Santo recibían los penitentes la -ceconciliación. Los dias de penitencia coincidían, pues, con los dias en que el sacramentarlo Gregoriano, lo mismo que nues tro misal actual, presenta la o ra tio su p e r p o p u lu m . Con todo, si hemos de ser exactos, se impone hacer constar que la cua resma empezaba en tiempos de San Gregorio Magno propia mente el primer domingo de cuaresma, comenzándose la pe nitencia pública el lunes siguiente 25. Además, en aquel tiem po no se celebraba misa los jueves de cuaresma ni el sábado antes del domingo de Ramos, por lo que tampoco para éstos dias existían entonces o ra tio n es su p e r p o p u lu m . Hemos de prescindir, pues, en nuestra investigación de las fórmulas de los mencionados días, porque son de origen más reciente. Ahora bien, en todos los demás días las fórmulas del sacra mentarlo Gregoriano (que son las nuestras) no sólo son di ferentes de las de los sacramentarios más antiguos (lo que*345 23 Si fuese verdad lo que sospecha B aumstark (1. c., 21), de que esto se hizo porque se tenía por imposible armonizar el aviso Humiliate capitcti vesira Deo y la postura correspondiente corporal con el carácter festivo del domingo, fácilmente se hubieran podido suprimir ambos elementos, como se hace, p. ej., en las témpora? de Pentecostés con el Flectamus genua y el rito correspondiente. Además, queda sin explicar por qué el punto final lo constituye el miércoles de la Semana Santa. 2a Cf. J u n g m a n n , Die lateinischen Bussriten, 13s. 34 Por eso e. o. desde el siglo vn no se ouentan en el cómputo de los cuarenta días. 35 J u ngm ann , Die l<& Bussriten, 48-5!,
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TR. n , p. II, SEC. IV.— EL RITO DE CLAUSURA
supone una reforma total)2G, sino que tampoco aluden en ningún caso a la comunión de los que han de recibir la ben dición. Esto forma un contraste manifiesto con lo que se pue de observar en las restantes fórmulas 2627; indicio que sugiere la hipótesis d
fusiona con la bendición general
628. Se añade otra circunstancia que nos induce a soste ner esta hipótesis. La historia de la penitencia pública de la Iglesia no sólo atestigua que en Roma, como en otras partes, existía a fines de la antigüedad cristiana un ordo p o e n ite n tiu m , sino que además estos penitentes debían recibir con regularidad una bendición del obispo, de la que, por otra par te, no se nos ha conservado ningún vestigio en los documen^ tos litúrgicos ta-n numerosos de aquella época, a no ser que en la oi'atio su p e r p o p u lu m reconozcamos tal vestigio. Todo esto nos lleva, pues, a la conclusión de que San Gregorio Mag no, en la reorganización de la oratio sup er p o p u lu m que apa rece en su sacramentarlo, tuvo en cuenta las exigencias de la disciplina penitenciaria. Suprimió la bendición durante el año, que ya antes faltaba en muchas misas del Gelasiano, sin que se diese ningún principio regulador de su uso. En cam bio, para la cuaresma la conservó, porque en esta época del año litúrgico por lo menos los penitentes habían de recibir una bendición especial28. Esta oratio su p e r p o p u lu m seguía siendo, como lo dice su nombre, una bendición de todo el pueblo, que debía dedicarse en estos días a la oración y la penitencia, sobre todo por las grandes calamidades que enton ces afligían a los cristianos de Roma. Y así se redactaron es tas oraciones en términos indefinidos y generales, que podían aplicarse a todas las necesidades corporales y espirituales. Con todo, el núcleo de estas reuniones, que se tenían enton ces en las misas de los dias de entre semana, estaba formado 26 E izen h o fer , Untersuchungen, 288s.
i
27 Véase más arriba la nota 18.
28 J ung m an n , Oratio super populum und altoliristliche Büsser-
segnung: «Eph. Liturg.», 52 (1938) 77-96. La tesis que he sostenido en el libro Die lateinischen Bussriten... (pp. 15ss 38ss 296 313) sin las limitaciones necesarias, y que por eso sufrieron fuertes1 ata ques de la críticas-véanse también los trabajos citados arriba en las notas 8 y 13—, se encuentra aclarada y defendida en este ar tículo. Cf. también E izenh o fer ( Untersuchungen, 293ss), quien, a pesar de rechazar con razón la derivación de la oratio super po pulum de una ‘bendición originaria de penitentes, cuenta con la posibilidad de que, aun antes de San Gregorio Magno, se incluyesen los penitentes en esta bendición, y además hace constar que es lo cae bien con el carácter sombrío de muchas de estas fórmula*; (295s 297s).
1.
«ORATIO SUPER POPULUM».
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por los penitentes públicos, que quizá todavia se acercaban, a la voz del diácono, a recibir arrodillados la imposición de ma n os29, después de la cual permanecían inclinados con todos los demás fieles mientras el papa rezaba la oración. D esa pa rece
su carácter p e n it e n c ia l
629. Parece que no duró mucho tiempo esta conciencia del sentido penitencial de la oratio super p o p u lu m . Entre las fórmulas que se añadían en los siglos vn y vin al sacramenta rlo Gregoriano, nos encontramos, según hemos dicho30, con al gunas que hablan de la comunión del que recibe la bendición. Los comentaristas francos, finalmente, no saben nada de esta relación con la penitencia pública; por eso a veces ni las li mitan a la cuaresma3132. Y así tuvo que ser, puesto que el sa cramentarlo Gregoriano, destinado al culto pontifical, en el que únicamente podía haber bendición de los penitentes, se fué usando cada vez más en el culto ordinario. Desde enton ces, la oratio sup er p o p u lu m se convirtió sencillamente en una bendición que se conserva en el santo tiempo de cuaresma como resto venerable de antiguas tradiciones. Más tarde ni siquiera se la consideró como bendición, pues fuera del mismo celebrante, nadie hacía ni hace caso de la exhortación a in clinar la cabezaí2. Por eso, cuando el año 1505 un misal de Huesca, sin llegar a suprimirla, manda que se rece su b m issa voce, quitándole de este modo importanciaS3, no podemos de cir que salga de la tradición anterior. 29 Cf. J ungm ann , Die lateinischen Bussriten, 20ss. 50 Cf. más arriba la nota 18. 81 La explicación carolingia de la misa P ñ m u m in ordine (PL 138, 1186 A) observa que antes del Ite missa est se deben rezar todavía orationes sacras communionis et benedictio super popu lum.—El sacramentario del siglo x de S. Remy, de Reims (ed. Che valier, p. 345), contiene e. o. en el ordinario de la misa después de la poscomunión otra Benedictio super populum: Doviine sánete Pater, omnípotens aeterne Deus, de abundantia misericordiarum tuam m ... Es la primera de las fórmulas que el Gelasiano reciente presenta con el título. Benedictiones super populum (M ohlberg, n. 1569); cf. más arriba 484. 32 En el siglo x se encuentra todavía esta inclinación, ya que el inclinarse el público era entonces común a todas las oraciones que se pronunciaban desde el altar (cf. I, 472). También hacia 1090 se consideraba la oratio super populum todavía como verda dera bendición (cf. B ernoldo , Microio gus, ,c. 51 : PL 151, 1015), según el cual entonces se usaba otra bendición final sólo in aliis temporibus. El Liber Ordinarius de Lieja (hacia 1285) ordena para la collecta super populum la misma inclinación (inclinent versi ad altare caputia removentes ) que .para la solemne bendición pon tifical (V olk , 103). *3 F erreres ,
248.
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2,
El aviso de despedida
C ostumbre general
630. Al final de la antemisa, después de la bendición de los que iban a ser despedidos, se encontraba, por lo menos en parte de los documentos, un aviso de despedida; era lógico, por lo tanto, que hubiera otro aviso expreso de despedida al acabar completamente la función. Pero no esperemos encon trar en tal sitio sino una frase sencilla del presidente dando por terminada la asamblea una vez que había precedido ya la bendición de despedida. Este aviso de clausura, que emplea incluso en parte la palabra missa, era corriente en el mundo antiguo \ y en boca de los cristianos adquiría a veces un sa bor religioso y bíblico. San Juan Crisòstomo atestigua para Antioquia como aviso del diácono: Ilopsóeo&s sv slpyjv'fl12, que se usa también en Egipto3 hasta en la actualidad 4. La fór mula de Bizancio era parecida; 'E v sípr^fl 7cpoéXfrcop.sv5. Entre los sirios occidentales aparece más el matiz religioso: "Ev eíP7}v*{]X(hotoü 'xopsu&wjisv6, y en la forma siria de esta liturgia, el aviso lo anuncia el mismo celebrante y lo convierte luego en otra bendición rezada en voz b aja789. En todas las liturgias griegas le sigue la respuesta del pueblo®. En Occidente halla mos la misma ceremonia en Milán, donde al aviso de despe dida: Procedamos in pace, se contesta: In nomine Christi*. La misa mozárabe utiliza una fórmula más larga: Sollemnia completa sunt in nomine Domini nostri lesti Christi. Votum nostrum sit acceptum cum pace. R. Deo gratias 10. 1 Cf. más arriba I, 232.
2 S an J uan C risòsto m o , Adv. Iud., 3, 6: PG 48, 870. Una fór mula parecida se encuentra también en Const. Ap., VIII, 15, 10 (Q uasten , Mon., 233) : 5A?:oX6saíte iv stp^vij.—Cf. Le 7,50 y más veces. 3 Así ya en la Ordenación apostólica de Egipto, es decir, la redacción egipcia de la Tradición apostólica de San Hipólito, que data del siglo iv (B rightm an , 193). 4 B rig htm a n , 142 193 244 463, lín. 6; H a nssen s , III, 526. 5 B rtghtman , 343. • Ibíd., 67. 7 Ibíd., 106; H anssens , III, 525 527. 8 ¡Br ig h tm a n , 67 142 343. En otras liturgias se deja sin contes tación el aviso. 9 Missale Ambrosianum (1902) 183. Luego se añade: Benedicamus Domino.—Este mismo versículo con su respuesta parecida se encuentra también al final de la bendición romana antes de em prender el viaje (véase breviario romano, itinerario). 10 Missale m ixtum : ;PL 85, 567 B.
2.
EL AVISO DE DESPEDIDA.
6 3 0 -6 3 1
1155
« M lS S A EST»
631. Comparada con todas estas fórmulas, la nuestra re sulta algo más sobria: Ite missa est. Mientras que el ite co rresponde exactamente al rcopsoeofre de la liturgia egipcia, el missa est que añade la razón no tiene ascendencia ll. La pa labra 7nissa se usa aquí en su significación primitiva de des pedida o conclusión 12. Al ser adoptada en esta fórmula sería, sin duda, un término técnico para disolver alguna asamblea, pues de otro modo se hubiera dicho más bien: finís est. En este sentido se encuentra la palabra por lo menos en el si glo i v 13, mientras que en la Edad Media se desconoce seme jante significación. Por eso, aunque la fórmula no aparezca anteriormente a los Ordines R om anil415*, no erraríamos si di jéramos que es tan antigua como la misma misa rom ana13. Lo confirma el hecho de que fórmulas parecidas eran muy corrientes en la vida social de los romanos. Después de un entierro, la comitiva fúnebre se despedía con la palabra Hic e t= .ire lic e t116. Según unas tablas de bronce de Iguvium (Gubbio, en Umbría), del siglo i a. de €., la bendición del 11 Exteriormente se le parece ¡mucho el aviso de despedida del misal de Stowe (ed. W arner [HBS 32] 19) : Missa acta est. In pace, pero aquí se usa la palabra miss a ya en el sentido actual de «misa». Esta formula seguramente es un intento de corregir la fórmula primitiva, que para entonces resultaba ininteligible (si glo IX ). 12 Cf. más arriba I, 232. 13 Esto se deduce claramente de la circunstancia de que la pa labra se encuentra también en el lenguaje diel ceremonial de ) corte bizantina en la forma de y-iosu o con la significa ción de «dimisión de una audiencia o sesión» (D ólger , Antiice u. Christentum, 6 [1940] 68-92): cf. el estudio entero Ite missa est (1. c., 81-132).—También en el uso eclesiástico, missa está ya ates tiguada para la despedida de la función religiosa desde fines del siglo iv. e. o. en la Peregrínatio Aetheriae, c. 25, ls (cf. J u ng m an n , Gewordene Liturgie, 36 38)f—La hipótesis de T h . M ichels (Ite m is sa est—Deo grattasi «Per hanc lucia viam», 8 [Salzburgo BenedictinerkoUeg, 19291, que opina que la fórmula representa una abre viación de Ecclesia missa est, es, según esto, por lo menos super flua; véase, sin embargo, también la refutación en D olger (117120) y C asel , en JL 9 (1929) 174. i* Ordo Rom. I, n. 21: PL 78, 948; Capitulare eccl. ord. (S ilvaT arouca, 201) ; Breviarium eccl ord. (1. c.) ; Ordo de S. Amand CDu chesn e , 483).—Con todo, un indicio se encuentra ya en A vito de V iena , Ep. 1 : PL 59, 199 ; cf, más arriba 232 *7. 15 Cf. D òlger (1. c., 108ss), que llega a la conclusión de que la fórmula debió de ser corriente hacia 400, pero que además una despedida «con esta u otra fórmula muy parecida» se supone ya cuando T ertuliano (De a n c. 9 : C3EL 20, 310) dice del final de la celebración eucaristica : post transacta sollemnia dimissa plebe. i« Según Servio -asi se debe entender aquel lugar en V irgilio (Eneide, VI, 231) d o n d e habla d e lo s novissima verba ( D o l g e r , 123s).
US (5
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pueblo y a la vez maldición de los forasteros terminaba con la frase Itote Iguvini 17 . Y existían otras fórmulas con que se cerraban las reuniones oficiales 1S. BU MARCO LITÚRGICO
632. En la misa romana se hace resaltar este aviso de despedida poniendo por delante el Dominus vobiscum, que le da una ambientación religiosa. La contestación del pueblo es la misma que en la liturgia mozárabe: Deo gratias. Con todo, esta vez el Dominus vobiscum seguramente ¡no tiene otra función que la de substituir el vocativo que debía pre ceder a la exhortación a retirarse, ite 1 9. Aun en la misa so lemne lo dice siempre el mismo celebrante; por eso, cuando a continuación el diácono sigue con el Ite missa est, lo dice en representación del sacerdote. El Deo gratias con que con testan los fieles equivale a la respuesta, por la que, según las fuentes litúrgicas de la alta Edad Media, el pueblo se daba por enterado después de escuchar los anuncios de los próxi mos días de fiesta1718920*, aunque el contenido de las palabras dig nificaba este modo de dar su asentimiento por el sentimien to característico de la vida cristiana, el agradecimiento71. E l «B e n ed ic a m u s D o m in o » ;
o r ig e n g alicano
633. El Ite missa est se estilaba en Roma al principio en todas las misas 22*32 cualquiera que fuera su carácter2:í, como 17 D ólger. 130s — En la fiesta isíaca de Cencreas, junto a Corinto, el aviso final, según A puleyo (Metamorf., XI. 17), era: Xc czcpc3'.;, traducido por los humanistas populis ?nissio. Hay que tener en cuenta que, sin embargo, este texto lo pone en duda la critica textual (D olger, 124-130). 18 Las sesiones del Senado se solían clausurar en tiempos de la república, romana con las palabras Nema vos tenet. Los comi cios se disolvían en la época de los Césares con la fórmula Nihil vos moramur, patres conscnpti. Livio (II, 56, 12) da como fórmu la con que el tribuno disolvía una reunión: Si vobis videtur, discedite Quirites (D olger, 122). 19 Cf. más arriba I, 460. Ya no se puede sostener la explica ción que da Gihr (699), afirmando que el saludo no tiene más fin que el que se le atribuye también en otros sitios, a saber, man tener en contacto vivo al sacerdote y pueblo. Verdad es que en nin gún otro sitio las palabras iniciadas por el Dominus vobiscum tienen tan poca importancia como aquí. Esto 6e nota, sobre todo, en las misas dialogadas. 20 Cf. más arriba I, 532. si Cf. más arriba I, 532. 22 Asi como ¡los Ordines más antiguos (cf. la nota 14), también los más recientes sólo mencionan el Ite missa est: Ordo Rom.. 11, n. 15 : PL 78, 976; Ordo Rom. III, n. 18: PL 78, 948; Ordo Rom. VI. n. 13: PL 78, 994. 23 La continuación del Ordo Rom. I (n. 24s: PL 78, l)4iii. compuesta en el siglo rx, lo atestigua para el miércoles de Conl/.j» y la cuaresma.
2.
el
a v is o
de d e sp e d id a .
6 3 1 -6 3 4
1157
también al final de otras funciones religiosas 24. En cambio, parece que el Benedícamus Domino fué una fórmula final de la liturgia galicana; su existencia no se puede probar por documentos romanos anteriores al primer m ilenio2*; en cambio, se encuentran ya mucho antes en territorio fran co. Según una descripción que de la comunión de las gran des solemnidades nos hace por el año 800 el Ordo Angilbcrti, los fieles salían después de la completio missae laudantes Deum et 'bsnedícentss Dominum2G. Por la misma época, en un ordinario de comunión de los enfermos, se dice acerca de lo que sigue a la distribución: Tune data oratione in fíne dicat saoerdos: Benedícamus Domino. Ei respondeant om~ nes: Deo grafías, et expletum e s t-7. ■¿Benedícamus D ovvHNO» e «I te m issa e st »
631 En el siglo xx se encuentra ya la actual costumbre de decir el lie missa est en los días que tienen Gloria, y el Benedícamus Domino, en todos los dem ás2S26*8. Ya los liturgistas medievales intentaron explicar esta distinción algo for malista entre ambas clases de misas. Los días con el Ite missa est son aquellos que tienen carácter festivo, en los que se reune todo el pueblo en la misa. Por eso tiene un sentido per fecto invitarles al final a que s*e retiren; en cambio, los días con el Benedícamus Domino son aquellos a los que asisten a misa únicamente los religiosos, cuya vida está dedicada prin cipalmente al culto divino, por lo que el sacerdote, sin vol verse, se anima a si mismo y a ellos a seguir en la alabanza de D ios2930, Sin embargo, el uso del Benedícamus Domino 30 ‘en los domingos de adviento y después de septuagésima 31 de muestra que no puede ser ésta la razón verdadera de la práe2d Con tedo, difícilmente se podrá ¡remitir con D ólger (95) a la llamada -letanía de Beauvais (véase más arriba I, 495 72>. 35 Aparece a mediados del siglo xn, según el Ordo ecól. Lateran., en el oficio divino y en la enisa (ed. F is c h e r , p. 1 y passim; cf. los indices, p. 165) (cf. Ordo Rom . X I, n. 8s: PL 78, 1029s). Por el modo llamativo de recomendar la fórmula, se ve que su uso aún no se había afianzado. 26 ib ish o p , Litúrgica histórica* 323. 37 T eodulfo de O rleáns, Capitulare, I I : PL 105, 222 O.— Cf. tam bién el Benedícamus Domino e n la litu rgia m ilan esa m á s arriba e n la n o ta 9. 28 B ernoldo , Micrologus, c. 19: PL 151, 990. La misma -regla rige en Roma en el siglo x i i : Ordo eccl. Lateran. (F isc h e r , 3, lí
nea 30; 65, línea 20). 28 B ernoldo , Miwologus, c. 46: PL 151, 1011. De un modo se mejante, D urando , IV, 57, 7. 30 Cf. también el Benedícamus Domino en T eodulfo m ás arri ba en la nota 27. 31 ¡E&ta razón no se desvirtúa con lo que dice B e r n o l d o ( M ¿ crdlogus, c. 46: PL 151, 1011 D), afirmando que en estos días se usaba pro tristitía temporis insinuando
1158
TR. II, P. II, SEC. IV.— EL RITO DE CLAUSURA
tica actual. Además, si entonces se hubiera tenido tanto afán de acomodar las fórmulas al carácter que presentaba en cada clase de misas la comunidad que a ellas asistía, ciertamente habrían tenido que renunciar, por ejemplo en las misas pri vadas, a muchas fórmulas, tales el Dominus vobiscum. El Benedicamus Domino es sencillamente una fórmula más de despedida, lo mismo que el Ite missa est. De ahí que a am bos se conteste igualmente con el Deo gratias3e. La única diferencia consiste en que esta otra fórmula de despedida tiene un carácter más religioso, lo mismo que el Dea gratias. Sin ?.uda que en la limitación del uso de estas dos fórmulas influyeron razones como las arriba indicadas, sobre todo la de si las misas tenían carácter de fiesta o no*a. O también, cuando la función continuaba, como, por ejemplo, en la misa de media noche de Navidad, a la que seguían las laudes, o el Jueves Santo y en las vigilias de Pascua y Pentecostés, se prefería el Benedicamus Domino a modo de exhortación para seguir alabando a Dios34. Además, como el líe missa est se tenía como expresión de regocijo, se omitía en las misas de difuntos. A partir del siglo x n le substituye el Requiescani in pa ce35. El
modo de cantarlo
635. Cuando en la antigüedad pagana el heraldo anun ciaba la terminación de una asamblea, lo hacía elevando la voz. El juez, el alto funcionario del Estado, consciente de su dignidad, hablaba en un tono moderado; el heraldo, en cam bio, hacia resonar su voz por toda la asamblea. Esto se copió para la despedida del culto divino a#. A fin de darle32* 32 K óssing (L itu rg isch e V orl &su ngen , 593) llamó ya la aten ción sobre este particular. 33 B atittol (Leçons, 303) llama la atención sobre la combina ción entre el Ite missa est y el Gloria, expresando la sospecha de que el Ite missa est pertenecía, lo mismo que aquél, originaria mente a la misa episcopal. D ólger (91s ) añade que tal pertenencia a la misa episcopal sería más probable si no sólo la expresión mi$sat sino- también la fórmula entera Ite missa est, hubiera sido usual en el cérémonial cesáreo, ya que desde Constantino pasa ron muchos privilegios y costumbres de la corte a los obispos. Por de pronto, no se trata más que de meras suposiciones. Sobre todo hay que tener en cuenta que el Benedicamus Domino no se encuentra en absehito en la liturgia preoarolingia. 33 B ernoldo, Miorologus, c. 34 46: PL 151, 1005 1011; cf. J uan B eleth , Explicatio, ç. 49: PL 202, 56. 33 Esteban de B attgé (t 1139), De sacr. altaris, o. 18: PL 172, 1303; J uan B eletth. Explicatio, o. 49: PL 202, 56. 33 D ólger (132) llama la atención sobre Casiano, De inst. coenob., XI, 16 : CSEL 17, 202 y el comentarlo de E&maragdo ( t 830) al c. 17 de la regla benedictina: levita... elevata voce cantal: Ite missa est (Dólger, 119s; el texto es, por cierto, diferente en Migue, PL 102, 837 C).
3.
LA DESPEDIDA DEL ALTAR«
6 3 4 -0 3 0
nr.:
más relieve debió de emplearse ya en los primeros tiempo, un tono especial para el Ite missa est, y en el siglo x se usa ban melodías abundantes en melismas. Por esta misma época empiezan los tropos, con su sistema de textos amplificados y asignando una sílaba para cada n o ta 3T. Al contrario, parea«: que para el Benedicamus Domino de la misa (no para el d oficio divino) no existieron tales tropos 38. El Ite missa est dice su carácter de invitación dirigida i la comunidad por la dirección en que se pronuncia, que e¿ la del pueblo. De este modo, el aviso conservó siempre su carácter definido de final de la celebración del culto.
3.
La d esp ed id a d el altar
636. Según el primer Ordo Romanus, una vez que el diá cono canta «el Ite missa est, el subdiácono, con el incensarlo y los siete ceroferarios, se ponen inmediatamente en movi miento para volver delante del papa a la sacristía1. El :te míssa est era el verdadero final de la m isa; y aun actualmen te se retiran los cartujos del altar inmediatamente después de eptas palabras 3. Sin embargo, en el culto estacional se daba todavía otra pequeña ceremonia. Al principio de la87*9 87 B ltjmejhB annister, Trepen des Mis sale t i, pp. 407-416. Un tropo de esta clase, que aparece en el siglo x n en Seckau, reza: Ite, Deo servite, Spiritus Sanctus super vos sit, iam missa est. Deo potenti nobís miserenti, ipsi demus dignas laudes et gratias (X c., 411). El mismo tropo se encuentra e. o. todavía en el misal de Ratisbona del año 1485, que contiene además una serie de otros tropos y melodías del Ite missa est (B eck, 240s). ¡La circunstancia de que falta el texto correspondiente para el Deo gracias es señal de que el texto presentado estaba destinado a ser cantado por el sacerdote o diácono.—En algunas parroquias rurales de Croacia sigue cantándose aún actualmente el tropo Ite bencdicti et electi (Blume, p. 412; D. K niewald, en «Eph. Liturg.», 54 [1940] 222). ■3® B lume (1. c.) no registra ningún tropo. Él citado m isal de Ratisbona da para el Benedicamus Domino solamente una melo día sin tropos (B eck, 241).—En cambio, el Benedicamus Domino del final del oficio divino no se h a enriquecido sólo con tropos en tre los siglos x i y xn, sino que se compusieron también para él melodías polifónicas (Ursprung, 120s). 89 D e Moléon (11 165 429) habla de la costumbre de algunas catedrales francesas del siglo xvm de dirigirse el diácono hacia el norte al cantar el Ite missa est; parece actuar el mismo prin cipio simbólico que influyó sobre la colocación del diácono al cantar el evangelio. 1 Ordo Rom. I, n. 21: PL 78, 94a 2 Ya no dice más que el Placeat, que se considera como ora ción privada, y, según una disposición más reciente, al pie del altar, un Pater noster.
Til. II, P. IT, SEC. IV.— EL RITO DE CLAUSURA
30
nisa, el pontífice besaba el altar en señal.de saludo3; ahora también Inmediatamente antes de retirarse vuelve a besarlo por última vez. No tiene gran importancia el que e sta cere monia la silencie el primer Ordo Romanus 4. El
t r ip l e
« A d ió s » de l o s s ir io s
637. Semejantes ceremonias de despedida existen tam bién en otras liturgias. Entre los jacobítas sirios occidenta les, la ceremonia de despedida consiste en un ósculo, al que sigue un triple «Adiós», de gran belleza poética. Sus primeras palabras suenan: «Ten paz, sa-ntc y divino altar ael Señor. No sé si he de volver otra vez a ti. Quiera el Señor otorgarme la gracia de verte nuevamente en la Iglesia de los primogé nitos 5* en el cíelo. En esta alianza pongo yo toda mi con fianza» «. r,L «PLACEAT TIBI»
638. Pronto en territorio franco se hizo acompañar el ósculo del altar por una frase de acompañamiento; lo mismo que vimos en el ósculo con que se saludaba el altar al prin cipio. Son los dos únicos ósculos que entonces se conocían. El sacramentarlo de Arniéns, del siglo rx, manda: Explsto officío semetum osculetur altare dicens: Placeat tfbi, sancta Trínitas7. Esta oración, que en los siglos siguientes se cono cía, si no en todas 8, al menos en muchas partes, es de ori 3 Gí. más arriba I, 389s. La explicación muchas veces repeti da de que el sacerdote por el ósculo del altar debe recibir la ben dición (o el saludo) de Cristo, antes de darla al pueblo, no se puede aplicar a este caso, e. o. porque se besa el altar tam bién en las misas de difuntos cuando no sigue bendición alguna. 4 Así también D ólger, A ntike u. Christentum, 2 (1930) 198. 5 Hebr 12, 23. s B rightman, 109. 7 Leroquais, en
3.
LA DESPEDIDA DEL ALTAR.
J536-639
1161
gen galicano, como se desprende de la invocación a la San-' tísima Trinidad 9. Es natural que al despedirse de la mesa del culto se pida a Dios, una vez más, que mire misericor dioso el sacrificio que se acaba de celebrar. Por última vez se quiere manifestar el carácter doble de la ofrenda: por un lado, de homenaje a la majestad divina, ante la que nues tra acción ha de encontrar acogida favorable, y por otra, de petición por las intenciones propias y ajenas, que rogamos se digne escuchar benignamente. Otras
fórmulas para el ósculo del altar
639. El Placeat es la única oración después de la comu nión que se reza en el centro del altar, porque le ha de acom pañar el ósculo. Y como éste representa una ceremonia par ticular del sacerdote, la oración está también en singular. El paralelismo entre el Placeat y el Oravius te Domine, que se reza al primer ósculo del altar y está redactado igualmente en primera persona de singular (peccata m ea)t se extiende también a la postura de inclinación, puestas las manos sobre el altar y la recitación ien voz b aja10. En los misales de los siglos xi al x iii se encuentra con frecuencia después del Placeat una segunda oración, en la que se ve más clara to davía la relación con el ósculo del altar: Meritis et intercessioníbus omnium sanctoruvi suorum misereatur nobis omnipotens Dominus11. Esta oración, que por regla general sólo 9 El sacramentarlo de S. Denis (s. xi) (Martene, 1 , 4, V [I, 528 Bl) tiene la conclusión galicana: ... propitiabile. per te Trinitas sancta, cuius gloriosum regnum permanet in saecula saeculorum. Ordinarios de la misa españoles después del siglo x i: ... propitiabile. Rex regum qui (varios manuscritos amplifican: in Trinitate perfecta) vivís (Ferreres, 208 210). La conclusión co mún es: Qui vivís. Así ya en el siglo xi, ordinario de Séez (PL 78, 251 A) y en la Missa Illyrica (Martene, 1, 8, IV [I, 517 B]), y todavía hacia finales de la Edad Media; p. ej.f Alyhabetmn sacerdotum (L egg, Tracts, 49s); ordinario de Coutances (1. c., 67). Bl final Per C hnstum se encuentra en B ernoldo (Micrologus, c. 23: PL 151, 995) y parece común en Italia desde el siglo xi, si es que las notas en Ebner (299 302 317 324 331 339 [«como ahora»] se refieren también a la conclusión. También en misales alemanes (Beck, 272 311). Con el Per Christum prevaleció en el misal romano la misma solución que en la oración Suscipe sanota Trinitas (cf. más arriba 48) con la que tiene de común la idea del offerre pro. 10 La postura inclinada no se menciona en el Placeat durante la Edad Media, sino por excepción, p. ej., en el misal de Augsburgo del 1386 (Hoeynck, 376) y en el Alphabetum saceraotum (Legg, Tracts, 49). 11 Ordinario de Séez (PL 78, 251 A); cf. los ordinarios afines (Martene, 1, 4, IV XV [I, 517 B 594 C ]; 1, 4, 9, 9 [I, 424 El); Eb ner, 20 139 158 164 169 311 349: K óck, 135 (tres ejemplos). Dos casps del siglo xv (Ebner, 158; K óck, 136). Dos misales cisterciensés del siglo xiii de Tarragona (Ferreres, 210). La oración acom-
TR. II, P. II, SEC. IV-— EL RITO DE CLAUSURA
1162
aparece cuando se hace alusión al ósculo del altar, corres ponde manifiestamente a la conmemoración de las reliquias que descansan en el altar hecha en la oración O ram us te D o m in e . Frecuentemente se encuentra también con la siguien te ampliación: M e n tis et intercessionibus isto ru m e t o m n iu m sa n c to ru m ia. Pero llevaba esta desventaja: con semejantes adiciones quedó otra vez obscurecido a fines de la Edad Me dia el sentido del ósculo del altar como ceremonia de des pedida l3.
4.
La bendición final d e l sacerdote
L a b e n d ic ió n d el p a pa al s a l ir d el te m pl o
640. Cuando entre nosotros el obispo después de la misa pontifical abandona el templo, va dando a su paso la ben dición a los fieles, que, formando una calle, se postran de rodillas. Algo parecido ocurria, según nos lo refiere el primer Ordo R o m a n u s, al terminar el culto estacional de Roma. El papa había bajado del altar después del I te m issa est y, pre cedido del turiferario y de los siete oeroferarios y acompa ñado de los diáconos*1, se disponía a salir; entonces se le acercaban primero los obispos diciendo: Iu b e d o m n e b en ed ice re , a lo que respondía el papa: B en e d ica t nos D o m i n as. Lo mismo hacían luego sucesivamente los sacerdotes, los monjes 2 y la Schola, que le salía al encuentro con la mis paña el ósculo del altar todavía en el rito cisterciense del si glo xvn (Bona, II, 20, 4 [905]; S chneider, en «Cist.-Chr.» [1927] 265).—Antes del Placeat tiene la fórmula en Ebner, 189. Algunas veces se encuentra la fórmula también aislada sin el Placeat pre vio: sacramentarlo de Módena (antes del 1173) (Muratori, I, 95); misal de Seckau, hacia 1170 (K ock, 135 [n. 479]).—En un manuscrito veneciano del final del siglo xi, la fórmula va acom pañada de varias fórmulas paralelas (Ebner, 20). 12 Vetus Missale Lateranense (hacia 1100) (Ebner, 169). Asi mismo en los misales cisterclenses a partir del siglo xm (cf. la no ta anterior); también en la Missa lllyrica (Martene, 1, 4, IV [I, 51<7 B]).—Por lo que se refiere al istorum, cf. más arriba 51. ia Desde este punto de vista es interesante ver cómo en el or dinario de Ratisbona, hacia el 1500, aparece un nuevo ósculo de despedida: antes de cerrar el libro el celebrante besa la cruz en el misal (B eck, 272). De este ósculo se habla también en el período tardío del rito premonstratense (Lentze; la obra aun no ha aparecido). 1 Ordo de S. Amand (Duchesne, Origines, 483). 3 Hasta aquí también el Ordo Rom . II (n. 15: PL 78, 976), con la variante vos en vez de nos. Cf., por cierto, T ertuliano, De te s t an., c. 2 (CSEL 20, 136): Benedicat te Deus, como voto en boca de los cristianos.—Ordo Rom. I II (n. 18: PL 78, 984) dice que varios grupos prenuncian este voto.
4.
LA BENDICIÓN FINAL.
639-641
H63
ma petición y cantando después de la contestación papal el A m e n \ Les seguían en este desfile los abanderados nobles (m ilite s d ra c o n a rii) , los pajes de hacha, los acólitos, los vi gilantes de la barandilla, los cruciferos y demás funciona rios del servicio eclesiástico <. A n t i g u a p r e r r o g a t iv a d e l o b i s p o
641. Esta bendición al salir del templo se encontraba desde principios en el ritual episcopal9. Aun en los países del Norte, si es que ya no se estilaba antes, por lo menos se introdujo cuando adoptaron la liturgia romana6. Desde lue go, al principio era sólo un privilegio de los obispos. Princi palmente en los países nórdicos se atenían a los antiguos estatutos que prohibían al simple sacerdote dar la bendi ción 7 en las funciones públicas 8. Las colecciones del derecho carolingio urgieron de nuevo esta prescripción que defendía la posición privilegiada de ios obispos como pastores de sus fieles 9. -Pero al lado de esta concepción se encuentra pronto muy difundida otra que en parte llegó incluso a encarnar en cánones, según la cual no se denegaba en absoluto al sacer dote el derecho de bendecir aun al final de la misa, sino sólo p ra e se n te episcopo 10. Según este modo de ver, existía ya una* 56789 * Cf. Ordo Rom. V, n. 11: PL 78, 990. * Cf. Ordo Rom. I, n. 21: PL 78, 948. 5 Aetheriae Peregrinatio, c. 24, 2 (CSEL 39, 71): Et post hoc (al final de la función religiosa matutina que se tenía diariamente después de la, bendición que se rezaba sobre los fieles) ... omnes ad m anum ei accedunt et ille eos uno et uno benedicet exiens iam, et sic fit missa. El ad m anum accedere significa probablemente que el obispo, al pasar delante de los fieles, impone a cada uno la mano; cf. el concilio de Laodicea (can. 19: M ansi, II, 567), en se manda que los penitentes después de la antemisa antes Sue e su salida se acerquen Ixó ysipa, es decir, para que les impon ga las manos (cf. más arriba i, 614 18). S an Ambrosio, Ep. 22, 2: PL 16, 1020. Pero no es imposible que se trate de un 'beso en la mano, como D ólger (Antike u. Christentum, 3 [1932] 248) su pone. 6 Cf. los Ordines Romani II y III arriba en la nota 2. 7 Con especial energía se prohibió esto en el sínodo de Agde (506), can. 44 (M ansi, VIII, 332): Benedictionem super plébem xn ecolesia fundere... presbytero penitus non licebít. 8 El derecho a dar la bendición per familias, per agros, per privatas domos se concedió a los presbíteros ya en el concilio de Riez (439), can. 5, alias 4 (M ansi, V, 1193). 9 B enito L evita, Capitularium collectlo, III, 225, y Add., IV, 71: PL 97, 826 898; H erardo de T ours , Capitularía. n. 78: -PL 121, 769. Sin embargo, no se puede desechar la posibilidad de que las pro hibiciones renovadas en estas colecciones vayan dirigidas contra el abuso de dar los simple sacerdotes la bendición solemne pontifical galicana, que se había adoptado también para los obispos en la misa romana (Benedictionem publice fundere). lf)
1164
TR. II, P. II, SEC. IV — EL RITO DE CLAUSURA
bendición sacerdotal después del Pater noster en la misa ga licana del siglo v il11. N e c e s id a d d e s u b s t i t u i r la d e s a p a r e c id a «ORATIO SÜPER POPULUM»
642. Era natural que los defensores de la tradición gali cana y, por tanto, de los derechos que en ella se concedían al sacerdote no quisieran sin más renunciar a este derecho de bendecir, principalmente porque se podían apoyar en las peticiones del mismo pueblo y en la necesidad de la cura de alm as12. Al pasar a la misa romana, es decir, al adoptar los sacramentarlos gelasianos, se les ofreció en un gran número de formularios de la misa, al fin de la misma, una bendición super populum, precedida incluso de una verdadera invita ción a recibir la bendición. Seguramente se vló con simpatía el que en la misa romana, al contrario de la galicana, la bendición se encontrase al final verdadero de la misa, pues la salida después del Pater noster de los que no comulgaban llevaría en las nuevas circunstancias a una verdadera des bandada general. Pero cuando se adoptó como texto para el culto el sacramentarlo gregoriano, en que se encontraba como última benedíctio sólo la poscomunión 13, muchos no quisie ron reconocer en ella una bendición suficiente, y por eso, sí no preferían rezar también en las misas fuera de la cuares ma una oratio per populum 14, reclamaron el derecho de dar sollemnitas compleatur, et ubi episcopus juerit, benedictionem accipiCLt sacerdotis (esto es, del obispo). En virtud de esta disposición sólo se admitía una bendición final del obispo cuando estuviera presente (cf. más arriba 416). Esto corresponde
4.
LA EENDICIÓN FINAL.
641-643
1165
la bendición con las palabras y ceremonias que se preveían para el culto pontificio en los Ordines Romani a la salida del presbiterio. Tal modo de dar la bendición debió de im ponerse definitivamente hacia el siglo x i 16. C arácter
s e m x p r iv a d o
de
la
nueva
BENDICIÓN FINAL
643. Llama ciertamente la atención que los documentos litúrgicos no aludan a estas bendiciones sino bastante tarde, silenciándolas durante todo el sig/o x i y aun casi todos los textos del xn 18. Sin embargo, esto se puede explicar tenien do en cuenta que esta bendición no se daba sino después de la misa—hasta en nuestros días hay en muchas iglesias des pués de la -misa diversas costumbres que no están consigna das en ningún libro litúrgico—, tanto más que esta bendi ción se debía considerar como una ceremonia más bien to lerada que sancionada, por lo que era preferible no hablar mucho de ella. El hecho, sin embargo, de que todavía en la baja Edad Media varios ordinarios de la misa, sobre todo algunos que describen, por otra parte, el final de la misa con minuciosidad, dejen de mencionar la bendición final, nos obliga a suponer que en algunos sitios realmente no se daba. Esto vale en especial 17 de las iglesias conventuales, donde se celebraban numerosas misas privadas en las que realmen te no había -necesidad alguna de dar la bendición. De ahí que en el ordinario de los dominicos del 1256 termine la misa con la nota: Et si consuetudo patriae fuerít et extranei affuerint hoc expectantes, det benedictionem secundum modum pa tria e18. El silencio de los misales conventuales de fines de la Edad Media ha de interpretarse, por lo tanto, is L echner (679s) tendrá razón al afirmar que esta bendición final del sacerdote se remonta hasta la época de Carlomagno; con todo, su explicación necesita en sus detalles algún complemento. i fl Una excepción la presenta el sacramentarlo del final del si glo x i de Brescia (en E bner, 17) al mandar que finita missa hay que bendecir al pueblo: Benedictio Dei Patris et Filii et Spiritus Sancti descendat super vos. Por lo demás, los misales italianos no mencionan la -bendición) ni siquiera hacia el final del siglo x n (véa se, p. ej., E bner, 334 336). 17 Pero no exclusivamente. En Inglaterra, ninguno de los cuatro ordinarios reproducidos en M askell (202s ), que son todos del final de la Edad Media, tiene -uña bendición del pueblo. Dos de ellos ha cen seguir al Placeat las palabras In nom ine Patris..., que se usa ban probablemente para santiguarse (cf. más adelante la nota 31). Algunas catedrales francesas no conocían, ni en las misas solem nes, ‘la bendición final, y esto todavía hada 1700 (De M oléon, 159 169; of. 200). 18 G u e r r in i , 245. La misma nota se encuentra también en el Ordinale de -los carmelitas (hacia 1312) (ed. Z immkrmann, 84) y to davía en un misal carmelita de 1514 (según E isenhofer , n , 223).
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TR. II, P. II, SEC. IV-— EL RITO DE CLAUSURA
como renuncia a esta bendición. Los benedictinos 19f cistercienses20, premonstratenses 21 y dominicos 2232 no la incorpo raron a sus ordinarios sino mucho más tarde y los cartujos no lo han hecho aún en la actualidadaa. L a b e n d ic ió n d e l lector
644. En cambio, en los conventos hay otra bendición final en la misa mayor dominical, la del lector de mesa para la semana próxima 2\ 645. Claro que no hacía falta anotar en -los misaies el texto de la bendición, porque en cada sitio se empleaba uno distinto, o sea el que se venia utilizando desde antiguo en las bendiciones privadas 2\ Por eso, donde se han fijado por escrito estos textos se observa la mayor variedad en la re dacción de las fórmulas. 19 La «bendición final falta todavía en el misal del convento de Fécamp hacia 1300 y hacia 1400 (M artene, 1, 4, XXVIs [I, 638 642]) y en el misal de un convento de Lyón de 1531 (1. c., XXXIII [I, 661 D]). Desde este punto de vista es interesante que el Líber or~ dinarius benedictino de Lie ja (V olk , 97), que, por lo demás, trans cribe al pie de la letra el ordinario de los dominicos, omita esta nota, por superflua. 20 Conforme anota B ona (II, 20, 4 [905]), la bendición se habla introducido en la orden paucis abhinc annis (su obra se publicó en 1671) (cf. S chneider, en «Cist,-Chr.» [1927] 266). 21 El dar la bendición se incluyó en el Líber ordinarias por pri mera vez en el año 1622 (W aefelghem , 93, nota 0). 22 Un misal dominicano que se publicó en Venecia el año 1562 no tiene bendición final (F erreres , 213). 2a Como razón se trae en un escrito del siglo x v : «porque no tienen parroquias» (F ranz, 595). 24 Regula s. Benedicti, c. 38: Qui ingrediens post missas et connm unionem petat ab ómnibus pro se orari, u t avertat ab ipso Deus üpiritum elationis. El lector dice tres veces: Domine labia mea aperies, y recibe luego la bendición. Esta bendición forma más tarde a veces parte de la liturgia de la misa; véase el sacramen tarlo de Fulda (R ichter-S chónfelder, n. 29), después del Ordo missae: se ¡rezan sobre el lector algunos versículos y luego una fór mula de bendición: Dominus eustodiat introitum tuum et exitum tuum et auferat a te spiritum elationis. Cf. U dalrici. Consuet. Chin., II, 34: PL 149, 725s; Missale Westmonasteriensc (hacia 1380) (ed. L egg [HBS 5] 524) y el comentario del editor ([HBS 12] 1506), en que remite a las consuetudines de los conventos durante el si glo x i . ~ Véase también el Líber ordinarius de Lieja (V olk, 97, lí nea 16), donde la bendición sigue al Placeat, misal de Monte Vergine (siglo xv) (E bner, 158), donde sigue al Ite missa est. Cf. también K óck, 59; R adó, 56; D e M oléon, 135 392; S chneider, en «Cisfc.Chr.» (1927) 267s. 23 El Qrdinarium O. P. de 1250 (cf. más arriba 643). También dos misales franciscanos d e los siglos x m y x m -x iv (E bner, 317, 351) no anotan más que la bendición sin la fórmula; «u»í también «1 mlaal de Augsburgo de 1386 (H oeynck , 376).
4.
LA BENDICION FINAL.
6 4 3 -646
1167
L a b e n d ic ió n a l s a l ir s e tr a sl a d a a l altar
646. Pero siempre se trasluce su dependencia de la ben dición final que nos describen los O rdines R o m a n i , que, por cierto, se usaba con toda solemnidad en el culto pontifical. Los comentaristas dedican a esta bendición episcopal una atención cada vez mayor26. A mediados del siglo x ii ya no se daba esta bendición en Roma al salir del presbiterio, sino desde el mismo altar 27. A principios del siglo xiv tal cere monia revistió gran solemnidad28. Se trata del mismo rito que desde entonces se hizo general en las -misas de pontifical y aun en las misas privadas del obispo29. Este uso romano se imitó en la baja Edad Media en muchos sitios -fuera, ce Roma y de Ita lia 30. De esa manera el modelo vivo del rito episcopal fue un estimulo continuo para la bendición sacer dotal, sobre todo cuando, como en el Norte, la bendición que daba en este sitio el obispo no llegaba a tener en las fiestas menores la solemnidad de la bendición -galicana, que siem pre se respetó como prerrogativa del obispo. Recuerda el sencillo B e n e d ic a t nos D om inus del libro de rúbricas roma no, cuando los textos de tales bendiciones sacerdotales, que poco a poco aparecen con más frecuencia en los misales, van acompañados de la señal de la cruz con que el sacerdote se santigua a sí mismo31, o cuando las fórmulas, que más tarde se amplían gradualmente, empiezan con estas mismas palabras 32 o el sacerdote se mete a si mismo entre Jos que 26 S icardo de C remona, Mitróle, III, 8: PL 213, 143: I nocen n i , De s. alt. mysterio, VI, 14: PL 217, 914; cf. D urando, IV, 59. 27 Ordo eccl. Lateram. (F ischer , 87, lin. 18). 28 Ordo Rom. X IV , n. 53: PL 78, 1169 D : el papa debe cantar antes cum nota: Sit nomen Domini benedictum. 29 Caeremoniale episc., I, 25; I, 29, 11.—En la solemne misa pontifical, en el caso de que no haya sermón después del evangelio se une en este lugar con la bendición final la publicatio xnauigentiae (cf. más arriba I, 634), o sea la proclamación de una indul gencia de 40, resp. 100 días. 30 Líber ordinarias de Lieja (hacia 1285) CVolk, 103, lí-n. 32). Por el mismo tiempo, D urando menciona en su pontifical, al lado de la bendición solemnísima galicana, esta bendición como el modo menos solemne de dar el obispo la -bendición al final del oficio di vino o de una misa que no había celebrado él mismo. En cambio, esta 'bendición no es necesaria cuanto antes se ha dado la bendi ción solemne pontifical, -arriba mencionada. (M artene, 1, 4, XXIII [I, 623 CJ; A ndrieu , n i , 655s).—Cf. también D urando, Rationale, IV, 59, 7. Así en el Sarum Ordinary, del siglo x m (L egg, Tracts, 228): Santiguarse a sí mismo: Jn nomine P a tris...; también en los textos más recientes de Sarum (1. c„ 268) y M artene (1, 4, XXXV [I, 671 B]). No se habla expresamente de una bendición del pueblo. S2 Misal parisiense del siglo xiv (L eroquais, II, 182): Benedicat nos Deus omnipotens P. et F. et Sp. S .; misal de Toul (hacia 1400) (M artene, h 4, XXXI [I, 652 El); Benedicat nos divina molestas
cio
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esperan los beneficios divinos de esta bendición33. Al lado de tales fórmulas son relativamente raras aquellas que em plean el d o s : Benedicat vos 3435, Benedictio... descendat et maneat super vos, e tc .33. La fórmula actual Benedicat vos.,. aparece con otras en el sínodo de Albi (1230) 36. T a m b i é n la b e n d i c i ó n s a c e r d o t a l r e v i s t e GRAN SOLEMNIDAD
647. Pero no faltan, con todo, documentos que dan a esta bendición sacerdotal la misma solemnidad del rito episcopal. Le preceden los versículos introductorios, que en otros sitios a partir del siglo x m se consideran privativos de la bendi ción episcopal37: Sit nomen Domini benedictum... y Adiutorium nostru?n in nomine Dom ine38. Las palabras de ja et una Deitas, Pater... \ misales alemanes de los siglos xv-xvi (K ock, 136; B eck, 310; cf. 272): Benedictiom caelesti benedicat nos divina maiestas et una D eitas...; ordinario de la misa Inüutus planeta (Legg, Tracts, 188): Benedicat nos et custodiat omnipotens Dominus, Pater...; Ordo missae de Bec (Martene, l, 4, XXXVI [I, 675 DI): Dominus nos benedicat... (muy amplificado); un mi sal franciscano del siglo xm (Leroquais, II, 129): In um tate sa n ca Spiritus benedicat nos Pater... *3 Alphabetum saeerdotum (Legg, Tracts, 51): Et benedictio... descendat super nos...; costumbre de Tongrés en los siglos xv-xvi (D e Corswarem, 144): Benedicat et custodiat nos et vos divina ma iestas... 34 Cf., sin embargo, arriba la nota 16. 35 Misal de Salzburgo de los siglos xii-xm (K ock, 135). 36 P. B rowe, en «Eph. Liturg.», 45 (1931) 384. La fórmula se en cuentra también en el Ordo Rom. X IV , n. 71: PL 78, 1192 A.—D u rando ofrece dos fórmulas más con el vos: Instructiones et constitutiones (ed. B erthelé, p. 77; B rowe, 384, nota 4): In unitate Sancti Spiritus benedicat t x >s Pater et Filius; Benedicat et custo diat vos omnipotens Dominus P. et F. et Sp. S. Un misal de Metz del 1324 (Leroquais, II, 208): Benedicat vos divina maiestas, una Deitas... En Alemania, -Egeling Becker atestigua hacia 1450 la fór mula Caelesti benedictione benedicat vos et custodiat vos P. et F. et. Sp. S. (F ranz, 549). D urando, IV, 59, 7.—G abriel B iel (Canonis expositio, lect. 89) duda de esta interpretación porque ve que en algunos sitios tam bién los simples sacerdotes usan estos versículos. 38 Misales de Salzburgo de los siglos xii-xni (K ock, 135); ordi narios de la Alemania del Sur (ss. xv y xvi) (B eck, 272 310; F ranz, Díe Messe, 754).—Pero también en ordinarios franceses posteriores al siglo xiv (generalmente con el orden de los versículos invertido) (Leroquais, II, 182 208; De Moléon, 200; L egg, Tracts, 50 67; Martene, 1, 4, XXVIII XXXI [I, 645 E 652 E]).—Una forma más solemne la tenemos en el breviario conventual de Ruán (M artene, 1, 4, XXXVII [I, 678s]): a los dos versículos precede la alabanza Te invocamus, te adoramus. te laudamus, o beata Trinitasl Y les siguen cuatro oraciones, tnás versículos y la doble fórmula de ben dición: A subitánea et improvisa morte et a damn&tione perpetua liberet nos P. et F. et Sp. S.; E t benedictio Dei omnipotentis P. et F. et Sp. S. descendat et rrnneat super nos. Amen. Así, más o menos, en el Alphabetum saeerdotum (hacia 1495) (Legg, Tracts,
4.
LA BENDICIÓN FINAL.
6 4 G -C 4 3
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bendición que a veces se cantan 39 * no van acompañadas de una sola cruz, sino de una cruz triple 40 o cuádruple41, tra zadas en cuatro direcciones. El misal de Pío V y su revisión por Clemente VIII (1604) distinguieron luego, respecto a to dos estos pormenores, claramente entre la bendición epis copal y la sacerdotal simple. D is t in t a s ceremonias en las DOS BENDICIONES
648. Por otra parte, no faltaron ya en la Edad Media tendencias a diferenciar, a través de estas bendiciones, las potestades episcopal y sacerdotal. El obispo trazaba la cruz con la mano mientras que el sacerdote debía servirse de un objeto sagrado. En el siglo x i era costumbre en algu nos sitios dar la bendición con las reliquias que durante la misa estaban en el altar 42 o con una partícula de la Santa Cruz43. Durando manda al sacerdote trazar la cruz con un crucifijo o con la patena o el corporal44. Este modo de dar el sacerdote la bendición con la patena o el corporal está ates tiguado con frecuencia desde el siglo xiv primero en Francia y luego en Alemania45. A veces se daba esta bendición tam óos) ; cf. también el ordinario de Coutances (1557) (1. c., 68). El rito de 'bendición sigue en los tres casos únicamente después del evangelio de San Juan. Una forma más antigua de este rito la ofrece un misal de Ruán (Martene, 1, 4, XXVI, nota [I, 638 E]): la bendición se encuentra en forma más sencilla antes del evange lio; después del mismo están las oraciones.—En forma atenuada también en el rito de la misa privada del monasterio de Bec (1. c., XXXVI [I, 6751). 39 Asi según E isenhofer (II, 224) ; en Francia todavía en el si glo xvm. 40 Así ya en un sacramentarlo del siglo xi de Bolonia (Ebner, 17) y todavía hacia 1500 en Buroardo de -Estrasburgo (Lego, Tracts, 167). También el misal de Pío V tenía hasta 1604 en las misas solemnes la triple cruz. 41 Juan Bechofen (hacia 1500), quien, en contra de esta costum bre, aboga por la cruz simple (F ranz, 595); misal de Bursfeld de 1608 (G erbert, Vetics liturgia Alemannica, I, 466). 42 Arcas con reliquias son los primeros objetos que se atrevían a colocarlos encima del altar (véase más arriba I, 315, segundo párrafo). 43 P. B rowe, D er Segén m it Reliquien, der Pdtene und Kucharistie: «Eph. Liturg.» 45 (1931) 383-391. 44 D urando, Jnstructiones et constitutiones, ed. Berthelé, p. 77; B rowe, 384, nota 4. 45 B rowe, 335s. También se usaba una simple 'bendición de los particulares con el corporal después de la m isa; se les ponía el cor poral encima de la cara o se les daba aire con él, mientras se rezaba la fórmula, costumbre ciue menciona Enrique de Hesse (f 1397) en son de ligera censura (1. c., 385 s). La veneración ex traordinaria de los corporales, que luego fácilmente rayó en supers tición, viene ya atestiguada desde las siglos x y xi (Franz, 88- 92).
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TR. II, P. II. SEC. IV.— EL RUO DE CLAUSURA
bién con el cáliz46. Cáliz y patena quedaban generalmente descubiertos sobre el altar hasta el final de la misa. E l r it o e x t e r i o r
649. Todas estas maneras han desaparecido, pero se ha conservado un detalle que, aun prescindiendo del texto, la distingue de la bendición que se soiia dar fuera de la misa: el sacerdote eleva primero los ojos y manos al cielo 47. Esta ceremonia se explica por aquella alegoría medieval que vela en esta bendición del sacerdote la última bendición de Nues tro Señor a los discípulos antes de subir a los cielos 48 elerntis manibus (Le 24,50) 49. O r d e n de s u c e s ió n de l a s ú l t i m a s CEREMONIAS
650. Unas veces se daba la bendición final antes del óscu lo <$el altar y el correspondiente Placeat, otras después del mismo. Por lo general, parece que el orden cronológico de la introducción fué el que dió la norma. En Francia, donde des de muy pronto el Placeat se había incorporado a la misa, la bendición venía ordinariamente a continuación50, mientras que en Alemania, donde el Placeat no se impuso hasta mu cho más tarde, la bendición le solía preceder51*. Este último orden fué el que rigió también en Rom a53*. Se encuentra todavía en varias ediciones impresas del misal romano; por ejemplo, en las de los años 1474, 1530 y 1540 58. El tipo adop 46 Un misal de París de principios del siglo xiv (Leroquais, n, 182): curtí cálice vel p atendí Asimismo, el ordinario de Coutances (1557) (Legg, Tracts, 67)—Testimonios de Inglaterra véanse en Browe, 386. 47 Este rito, previsto en el misal romano (Ritus serv., XII, 1) queda reservado a la bendición dentro de la misa, por lo menos según P h . H artmann-J. K ley (Repertorium R ituum , 14 ed. [Paderbom 1940) 625). Distinta sentencia sostiene M. G atterer (Praxis celebrando 3.a ed. [Innsbruck 1940] 333). Las rúbricas no dicen nada sobre el particular. La ceremonia en cuestión no se mencio na nunca en el ritual romano para la bendición de personas y objetos. ** A malario, De eccl. ojf., 36: PL 105, 1155 B ; B ernoldo, Micrologus, c. 20: PL 151, 990; D urando , IV, 59, 4. 49 Cf. más arriba I, 120 hacia el final. «o D urando, IV, 59, 8; M artene, 1, 4, XXVIII XXXI (I, 645 E 652 E ); L egg, Tracts. 67; cf. 228. ai B ernoldo. Micrologus, c. 21s: PL 151, 991s; B eck, 272 310s; Hoeynck, 376; Franz, 576 754.—El mismo orden también en los mi sales franciscanos (en Ebner, 317 351). «a Ordo Rom. X IV . n. 53: PL 78, 1169 D. 5* R. Lippe, Missale Romanum (1474), t. II (HBS 33) 114s.—Directorium divínorum officiorum, de L udovico Ciconiolano, publi cado en Roma él año 1539, lo deja al arbitrio del sacerdote: in suo
vorttiun eti arbitratu
(L ego, Tracts, 212).
4.
LA BENDICIÓN FINAL.
6 4 8 -6 5 1
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tado en el misal de Pió V fué sugerido seguramente por la idea de que, si al aviso de despedida habia de seguir todavía una bendición y una oración, era mejor que la bendición cerrase verdaderamente el acto de culto, ya que en otros tiempos se llamaba incluso m issar’4. Por la misma razón, cuando a fines de la Edad Media se revistió en la iglesia de Ruán la bendición final de mayor solemnidad, se la puso hasta después del evangelio de San Juan r>s. Tampoco se siguió una norma fija durante mucho tiempo en lo que toca a la fórmu la que debía emplearse. Las -ediciones impresas del misal ro mano de 1530 y 1540 presentan todavía dos fórmulas a ele gir 86. Eran en lo esencial las mismas que recomendaba Du rando *57. En las ediciones de 1505, 1509, 1543, 1558, 1560 y 1561 sólo se pone una de ellas: In im ítate Sancti Spiritus benedicat vos Pater et Filius58, que finalmente fué substituida por la actual. U na
fórmula de bendición para la
MISA DE «REQUIEM»
651. Las ediciones del misal romano del 1558 y 1560 ofre cen por cierto una fórmula especial para las misas de difun tos: Deusy vita vivorum, resurrectio mortuorum, benedicat vos in saecula saeculorum 5960. El posterior misal romano ha aplicado también aquí el principio de que en las misas de di funtos se supriman las bendiciones todas de los vivos. Misa les alemanes de fines de la Edad Media introdujeron en el ordinario, aun fuera de la misa de difuntos, una bendición especial para los difuntos. Así como en el oficio a la oración y al Benedicamus Domino sigue el Fidelium animae, de la misma manera se rezaba a continuación de la poscomunión y la despedida una fórmula por los difuntos y luego se daba la bendición a los vivos °°. Este voto por los difuntos no llegó a penetrar en la liturgia de la ciudad de Roma. El Requies34 Una razón más bien externa, que difícilmente será la verda dera. la ménciona Gavanti: La misa, que ha empezado con un ósculo, debe también terminar con lo mismo (G avanti-M erati, H, 12, 6 [I, 342]). 53 Misal de Ruán y Alphabetum sacerdotum; véase más arriba en la nota 38. 36
Lippe, 1. c.
57 Cf. más arriba la nota 36.
r,s L ippe, 115; véase tam bién F erreres, 212.
39 L ippe, 115. 60 Misal de Ratisbona, de 1500 (Beck, 272): Et animae omnium fidelium dejunctom m requiescant in sancta Del pace.—Así también un ordinario de Augsbiirgo de la segunda mitad del siglo xv (F ranz, 754); misal de Freising, hacia 1520 (Beck, 310); misal de los be nedictinos de Bursfeld, de 1608 (G erbert, Ve tus liturgia A lem anis ca, X, 4fl5s).
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T R . I I , P. I I , SEC- IV .— EL R IT O DE CLAUSURA
cant in pace de las misas de difuntos, que parece una redac ción abreviada de aquella fórmula, debe tener un origen pa recido 61.
5.
El último evangelio
652. Llama realmente la atención el que se lea al final de la -misa otro pasaje del Evangelio. Pero, si consideramos los orígenes de esta costumbre, veremos que también esta lección se subordina al conjunto del rito de despedida y co mo parte de las bendiciones finales. I n s t r u m e n t o de b e n d ic ió n
653. El prólogo del Evangelio de San Juan, por la gran elevación de su pensamiento y la profundidad de su teología, gozaba desde muy antiguo de un aprecio extraordinario. San Agustín refiere el dicho de un contemporáneo de que se debía escribir su texto con letras de oro en un lugar promi nente de todas las iglesias K Con razón el prólogo de San Juan es considerado como la síntesis del Evangelio en la que se concentra toda la substancia divina. Y así como se em pleaban otros signos sagrados, palabras o imágenes en señal de protección divina o se daba la bendición con objetos sa grados, como cruces, cálices o patenas, y en Oriente el diktrion y trikirion, así se llegó con el correr de los tiempos a utilizar también el comienzo del Evangelio de San Juan como instrumento de bendición, unas veces llevando consigo su palabras escritas en un papel, otras pronunciándolas u oyén dolas pronunciar. Desde luego, podía meterse aquí una idea exagerada y supersticiosa de la confianza cristiana en Dios *2. En el año 1022 dice el sínodo de Seligenstadfc que algunos se glares, sobre todo mujeres, ponen mucho empeño en oír a diario recitar el 'evangelio In principio erat Verbnm o asistir a una misa que se ha de decir en honor de la Santísima Tri nidad y de San Miguel. Manda el sínodo que en adelante se digan estas misas sólo suo tempore y cuando alguno lo pida por devoción, pero non pro aliqua divinatione 3. 81 No se puede admitir una dependencia inmediata debida a l-:; distancia temporal, ya que el Requiescant in pace aparece tres si glos antes. ! - S an A g u stín , De civ. Dei, X, 29: OSEL 40 1, p. 499. 2 Cf. A. J acoby , Johannisevangeliurn: Handtoörterbuch des deut schen Aberglaubens, ed. por B aechtold-S t^ ubli, IV (1931-32) 731-733. 3 Can. 10 (M ansi , XIX, 397s).
6.
EL Ú L T IM O EV A N G ELIO .
6 51-655
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D e l o s e n f e r m o s , d e l t ie m p o
654. Aparte estos abusos del texto sagrado, quedaba toda vía un amplio margen para un uso legítimo y cristiano del mismo. El principio del Evangelio de San Juan se leía sobre los enfermos antes de administrarles los últimos sacramen tos 4 o sobre los niños recién bautizados5. Se empleaba sobre todo desde el siglo x n en la bendición del tiempo 6, como se leían más tarde con el mismo fin les principios de los cuatro Evangelios dirigiéndose hacia las cuatro direcciones cardina les. Otra costumbre semejante se encuentra aún actualmen te en muchas diócesis alemanas durante el verano de Cruz (3 de mayo) a Cruz (14 de septiembre), todos los domingos o incluso todos los días 7. El mismo carácter tenía también el prólogo de San Juan cuando se rezaba a diario al final de la misa. En su comentario de la -misa, aparecido hacia el 1505, el ermitaño de San Agustín Juan Becb ofen habla de la lectura de este evangelio como de una laudabais consuetudo, diciendo que como el demonio trata de arrancamos nuestra unión con Dios y dañamos en nuestras almas, cuerpos y ha ciendas, se lee o escucha como protección contra é l 8*. Al
f in a l de la m is a , costumbre
DOMINICANA
655. El primer testimonio sobre la lectura del Evangelio de San Juan al final de la misa se refiere únicamente a misas privadas—lo tenemos en >el ordinario de los dominicos, redactado antes del 1256—: el sacerdote lo puede leer antes o después de quitarse las vestiduras junto con la oración O m nipotens aeterne Deus, dirige actué *. Que esta costumbre al canzó pronto en la orden dominicana gran auge se despren de del hecho de que sus representantes en la misión arme nia consiguieron, entre otras cosas, la introducciún de este uso en aquella liturgia, y con tal éxito, que aun después de •AMisal dse Remiretnont (s. xn) (Martene, 1, 7, XVII [I, 911 Al). También según el actual ritual romano (V, 4,. 24) Jn 1,1-14 es una de las perícopes preferidas para leerlas en ias visitas de enfer mos.—Véanse también las cartas de San Francisco Javier, p. ej., de 15 de enero de 1544, a los compañeros de Roma, n. 6 (F. M ore n o , S. I., Cartas y avisos [Cádiz 1944] 97). 8 Ritual de Limoges (M artene, 1, 1, 18 XVIII [I, 215 A]). ® A. F r a n z , Die kirchlichen Benediktionen im M ittelalter, I I (Friburgo 1909) 52 57s. 7 La bendición diaria del tiempo es, p. ej„ costumbre en las archidiócesis de Salzburgo y Friburgo de Brisgovia. 8 F ranz , Die Messe, 595. 9 G tterrini, 250.—Hacia 1340, el dominico Bernardo de Parentinis habla de una lectura facultativa del evangelio Je San Juan (F ranz , Die Messe, 595, nota 2).
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T R . n , p. I I , SEC . IV .— EL R IT O DE CLA U SU RA
la separación que sobrevino hacia el 1380, se ha conservado esta costumbre hasta la actualidad 10. H a s t a f i n e s d e la E dad M e d ia , in d e c i s i ó n
656. Habla aún a fines de la Edad Media regiones en las que no se habla Introducido la costumbre del último evan gelio 11*. Cuando en el año 1558 se reunió la primera congre gación general de la Compañía de Jesús para elegir sucesor a San Ignacio y se trató de unificar el rito de la misa dentro de la Orden, el último evangelio fué uno de los puntos dis cutidos. Se decretó finalmente la inclusión del último evan gelio en la liturgia de la orden, pero dejando libertad para escoger entre el Loquente Iesu ad turbas, de San Lucas 11,27, y el prólogo de San Juan 19. En cambio, los cartujos ni si quiera hoy le han dado cabida, como ni tampoco a la última bendición la. Por cierto que cuando se tuvo la primera con gregación general de la Compañía de Jesús no existia unani midad de pareceres ni siquiera en los círculos competentes de Roma14*. 10 B rightman ,
466.
11 Se prevé, p. ej., la lectura del evangelio de San Juan e. o. hacia 1285 en el Líber ordinarias de Lieja (V olk , 102) sólo para la misa privada. Lo menciona de paso D urando (IV, 24, 5), pero luego al final de la misa no trata de él (IV, 59).— Posteriormente aparece en algunos ordinarios de la misa franceses (M artene, 1, 4, XXXI XXXIII XXXVII [I, 652 E 661 D 678 B l); L eroquais, III, 12 57 70 107 113, etc.; L egg, Tracts, 50 67.—Según el misal de Sarum (fines de la Edad Media) (M artene, 1, 4, XXXV [I, 671 € 1 ), se reza por el sacerdote redeundo, así como todavía actualmente en el Tito de L yón (B u en n er , 253) y también en el rito romano ds la misa pon tifical (Caeremoniole episc., II, 8 , 80).—Cuando Baltasar de Pforta escribía, hacia 1494, el último evangelio no se usaba aún por lo co mún en Alemania (F ranz, 5 8 8 ; cf. 595 727). En la descripción de los 79 misales estirios que nos ha dado a conocer KÓck, y que todos datan de los siglos x ii -xv , el ú ltim o evangelio se menciona una sola vez (p. 191). En cambio, se encuentra atestiguado hacia fines de la Edad Media en los ordinarios de Ratisbona (B eck, 272) y Augsburgo (F ranz, 754) y por Juan Bechofen (cf. más arriba 654).—Para Escandtoavia está atestiguado en el breviario de Skara (1498) (F reíse n , Manuale Lincopense, p. xxxi) y en el misal de Drontheim (1519) (l. c.t p. lxi ), pero más bien parece que se trata de excepcio nes (véase Y elverton, 21). 18 Decreta Congreg. gen.t I, n, 93 (Instítutum s. II [Florencia 18931 176). 18 Asimismo falta en el rito de los cistercienses castellanos, des crito .por B. K aul. en «Cist.-Ohr.», 55 (1948) 224. En algunas Iglesias francesas hacia 1700 lo desconocían, al paso que en otras lo hacían rezar al sacerdote durante el camino de vuelta a la sacristía (Di M oléon, véase en los índices p. 522s. s. v. éufingile). 14 Conforme anota B ona (II, 20, 5 [908s]), el ¡misal remano
6.
KL Ú L T IM O EV A N G ELIO .
65 5 -6 5 8
1175
657 A la lectura del último evangelio se hacía seguir a veces una oración, precedida generalmente de algunos ver sículos para darle una forma más litúrgicaiS. O c a sió n pa r a c o nm em o rar otros FORMULARIOS
658. En el siglo x i i i era ya convicción general que en lu gar del prólogo de San Juan se podían leer otras perícopes 1S. Antes de esta fecha es raro que se encuentre una alusión a este particular en los documentos. Cuando luego se hizo más común la práctica de variar las perícopes, y al paso que se iba perdiendo la idea de su carácter de bendición y sacra mental, se fijaron en que su lectura ofrecía una buena oca sión para, lo mismo que en la colecta, secreta y poscomunión, conmemorar otros formularios impedidos de la misa. Pensa miento tanto más obvio cuanto que en el siglo xvi todavía se practicaba la missa sicca, en la que el sacerdote, después de terminar el sacrificio, acostumbraba a leer sin casulla 17 el texto de un segundo formulario junto con otras oraciones del ordinario, a excepción del canon, o por lo menos la epístola, evangelio y Pater n cster18. Cuando desapareció la missa sicca después del concillo de Trento, conservaron por lo menos el evangelio19. Este homenaje de recuerdo lo admitía el misal de Pío V para los formularios impedidos en el propio del tiem15 En el Líber ordinarias de Lieja (Volk, 102) es la oración Protector in te sperantium (hoy en el tercer domingo después de Pentecostés); asimismo en el misal de un convento de Lyón del 1531 (M artene, 1, 4, XXXIII [I, 661 DI). En el Ordinale de los carmeli tas del 1312 (Z immermann , 89) se añade la oración Actiones. Con cuatro oraciones y varios versículos en el breviario de Ruán (M artene, 1, 4, XXXVII [I, 6781); sin embargo, estas cuatro oraciones, como demuestra el ordinario de Bec (M artene, 1, 4, XXXVI [I, 6751), se añadían también, sin último evangelio, a las oraciones de la comunión (cf. más arriba 647 38), o se ha-cía preceder al último evangelio una memoria de beata Virgine vel de dominica vel de quodam sancto vel de mortuis, como dice el misal de Rennes (s. xv) (L eroquais, III, 70).—El Ordinarium O. P. de 1256 (G u err ini , 250) y asimismo el misal de Bursfeld, de 1608 (G erbert, Vetus liturgia Alemannica, I, 406), hace rezar después del último evangelio la ora ción Omnipotens sempiterne Deas (hoy en el domingo infraoctava de Navidad). Cf. también el ordinario de Coutances de 1554 (L egg, Traets, 68).—El misal de Augsburgo, del siglo xv (F ranz, 754), añade al último evangelio, asi como al evangelio de la antemisa, el voto de bendición: Per istos sacros sermones. 16 D urando, IV, 24, 5; Algunos leen al final de la misa el evan gelio de San Juan vel aliud. 17 Se leía también la perícope de San Juan en los siglos xv-xvi muchas veces sin casulla (L eroquais, III, 107 135 227; L ego, Traets, e i).
18 J. P i n s k , Dle missa sicca; JL 4 (1924) 90-118, e s p . 104s. 10 En este mismo sentido véase G. M alherbes, Le dem ier évanile non-Johannlque et Bes origines líturgiques: «Les Questions 11«
furglques et paroíssíales», 25 <19401 37-49,
1176
T R . I I , P . I I , SL'C. IV -— EL R IT O BE C L A U oU R A
po. En el año 1920, con la nueva edición del misal de Benedic to X V 20, se extendió a todas las misas que tienen un evangelium strícte proprium, como es el caso de los formularios de la Virgen y de los apóstoles. C a m b ia s u c a r á c t e r
659. No se puede negar que en estas disposiciones aparece un cambio esencial en la interpretación del último evangelio, dándole un carácter nuevo. Desaparece casi en absoluto su función de bendición, concentrándose el pensamiento sobre el contenido de la perícope, aun de la de San Juan. Comen taristas modernos no hablan ni de su carácter de bendición, sino lo califican de epílogo del sacrificio, porque al hablar de la preexistencia de Cristo y su encarnación «señala la raíz eter na» de este sacrificio212. El prólogo de la Buena Nueva hace de epílogo de su representación en el sacrificio eucarístico. Pero este modo de interpretar el prólogo al final de la misa no consigue damos una razón convincente del porqué sea necesario ni aun conveniente ese prólogo, que siempre pa recerá poner una nota disonante en el punto final de nues tra m isa23. V a l o r a c ió n
660. Esto es evidente si nos fijamos en la circunstancia de que, a pesar de ir precedida la perícope de la misma fórmula que la del evangelio de la antemisa, o sea de un saludo y un aviso, al que se contesta, y a pesar de que los fieles se levantan y se persignan juntamente con el sacerdote 23, propiamente no se les anuncia la Buena Nueva. Saludo, aviso y respuesta, lo mismo que la lectura, se hacen a media voz, lo que quiere decir que no se trata sino de una simple lectura en voz baja del sacerdote. Es más: para ser exactos, ni siquiera hay ver dadera lectura, sino que por regla general se recita todo el prólogo de memoria, como un texto bíblico con el que está uno familiarizado. 20 Additiones et vartationes, ix , 3. Explicado y detallado más por un decreto de la Sagrada Congregación de Ritos del 29 de abril de 1922 (Decreta auth. SRC, n. 4369). 21 K óssing , Liturgische Vorlesungen, 598s. También se puede hablar de una especie de doxología de aquel que por nosotros y en tre nosotros se hizo hombre, una doxología cristológica al final de la misa parecida a la del final del canon (véase más arriba 362). 22 En las misas dialogadas se evita esta disonancia al no hacer participar a la comunidad en el último evangelio. 23 El que el sacerdote trace la señal de la cruz sobre el altar, in fronte et in cordef anota el misal de Ratisbona hacia 1500 (B eck, 272). También se exige por aquel tiempo la genuflexión al Et Vtrbum caro factum est GFranz, 576, nota 7>.
6.
B E N D IC IO N E S P A R T IC U L A R E S.
658-663
1177
A fines de la Edad Media «el evangelio de San Juan, según nos lo comunica la explicación de la misa Hortulus animas, aparecido el 1503 en Estrasburgo, se recitaba en muchas re glones por todos los circunstantes, hecho que naturalmente debió contribuir a acentuar su carácter de bendición 24. En la misa pontifical, el obispo lo reza bajando ya las gradas; sólo al principio traza una cruz sobre el altar, para significar que recibe la palabra del «evangelio de Cristo25.
6.
Bendiciones de derecho particular
661. Si fijamos nuestra atención en la liturgia viva, tal como se practica legítimamente en muchos sitios, tendremos que confesar que muchas veces la misa no termina tampoco con el último evangelio. El afán de bendecir y el ansia de ser bendecido por la Iglesia dieron pie a otras ceremonias al final de la misa. L a b e n d ic ió n d e l t ie m p o
662. Ya hemos hablado de la bendición del tiempo que durante los meses de verano se da en muchos sitios después de la misa y que desde la Edad Media ha ido evolucionando en cada diócesis en forma distinta *l. La que se da diariamen te al acabar la misa, por lo regular no consiste -más que en una oración que reza el sacerdote en voz baja en las gradas del altar o también ¡en voz alta para que la oiga todo el pue blo, y que va seguida de una bendición con el Santísimo o también con un lignum crucis. B e n d ic io n e s sa c r a m e n t a l e s
663. Hay regiones en las que se da durante todo el año, los jueves o los domingos y días de fiesta, la bendición a todos los fieles con la custodia 23. Tal bendición con el Santísimo 24 F ranz, 719.
25 Cf. más arriba I, 567. El simbolismo se hace manifiesto en la mención más antigua del último evangelio, a saber, en D urando (IV, 24, 5), donde esta señal de la cruz se toma como prueba de que antes de cantar el evangelio se ha de ir por el evangeliario al mismo altar. 1 Cf. P. B rowe, Die eucharistischen Flurprozessionen und W ettersegen; «Theologie u. Olaube», 21 (1929) 742-755: Eisenhofer, II, 447s. 3 La bendición con el Santísimo al final de la misa se empezó a dar en el Corpus durante el siglo xiv, y en el x v en las misas de los jueves, fundadas en honor del Santísimo Sacramento. La primera
1178
TR. n , P. n , SEC. IV.— EL RITO DE CLAUSURA
•puede ser el final de la exposición mayor que en muchos sitios del sur de Alemania se suele tener durante la misa \ aunque también se da el caso de exponer el Santísimo sólo al final de la misa, rezándose algunas oraciones *34. O tr o « A s p e r g e s » a l f i n a l d e la m is a
664. Al lado de estas bendiciones, que alcanzan a toda la parroquia de conjunto, hay otras que tratan de llevar la gra cia divina a cada uno de los asistentes en particular. En la Iglesia antigua se servían para este fin de la imposición de m anos5. Sin embargo, como este procedimiento exige mucho tiempo, hoy día ya no se emplea fuera de los casos en que lo pide la administración del Sacramento, confirmación y orde nación sacerdotal. La forma más común de la bendición que se da a toda la parroquia, pero con la intención de que llegue a cada uno en particular, es hoy dia la aspersión del agua bendita, que es, sobre todo en las parroquias del sur de Ale mania, el verdadero final de la misa. Inmediatamente antes de abandonar el altar, el sacerdote, sacudiendo el hisopo y re zando la antífona prescrita Asperges con su salmo, pasa por entre las filas de los fieles hasta la puerta principal, llevando de un modo muy expresivo la bendición de la Iglesia a cada uno de los fieles. Ésta costumbre viene ya de hace siglos6. mención de tal bendición en una de estas misas de los jueves data del año 1429, en Ingolstadt. La bendición iba generalmente acompa ñada del canto del Tantum ergo. A la palabra benedictio se trazaba la cruz con la custodia. Además se daba muchas veces también otra bendición anterior, durante el cánto de la secuencia Lauda Sion, a las palabras Ecce pañis angelorum (B rowe , Die Verehrung der Eucharistie im Mittelalter, 151s; 181-185). 3 Cf. más arriba I, 164. * Esta solución se ha adoptado allí donde, por una parte, se tien de a limitar las misas ante el Santísimo expuesto, sin que, por otra, se quiera romper por completo con la tradición. Asi, p. ej., en el sínodo diocesano de Viena de 1937 que, al restringir mucho el número de las misas ante el Santísimo expuesto, observa que sigue en uso el dar al final de la misa la bendición con el Santísimo se gún las normas del ritual diocesano (Die erste Wiener Diözesansynode [Viena 1937], p. 36). 5 Cf. más arriba I, 614. 6 Según las costumbres eclesiásticas de la pequeña ciudad de Bi ber ach, que se fijaron por escrito hacia el año 1530, el sacerdote en determinadas ocasiones debió dar la bendición con la custodia al final de la misa y luego distribuir el agua bendita (A. S chilling , Die religiösen una Kirchlichen Zustände der ehemaligen Reichsstadt Biberach unm ittelbar vor Einführung der Reformation: «Freiburger Diözesan-Archiv», 19 [1887] 154; B rowe , 185.—-Esto, aparte de la ceremonia del Asperges prescrita para antes de la misa mayor, que se usa en Alemania como en cualquier otro país. En este sitio se puede probar ya para el siglo v m (E isenhofer , i , 478-480; cf. B raun, Das christliche Altargerät, 581-598).
6.
B E N D IC IO N E S P A R T IC U L A R E S.
6 6 3 -6 6 6
1170
L a s « E u l o g i a s », e n O r i e n t e
665. Aunque lejanamente, con la aspersión del agua ben dita se relaciona la distribución del pan bendito, las eulogias, que todavía se conservan en las liturgias orientales y algunas regiones de Francia. Es en la liturgia bizantina donde entre las orientales esta costumbre ha alcanzado más importancia. Después de las oraciones finales sale el sacerdote del presbi terio para distribuir los llamados ávriíojpa 7: trocitos de pan que han sobrado de los panes ofrecidos para el sacrificio. Su nombre se explica con frecuencia como si significara que este don ha de ser en vez del don propio del sacrificio que se da rn la Eucaristía 8. El ávríSwpov equivale, por tanto, a como si se recibiera la comunión, aunque actualmente se les da también a los que acaban de comulgar 9. La misma costumbre existe en lo esencial también entre los armenios 10 y los sirios. Entre los sirios orientales, la dis tribución del pan bendito pertenece a la liturgia estricta11; entre los sirios occidentales queda limitada al tiempo de cua resma y a las misas de vigilia. No hace falta que el pan em pleado tenga relación con la Eucristía; basta que se bendiga inmediatamente antes de su distribución 12. 6 6 6 . Esta interpretación parece que responde mejor al carácter primitivo de las eulogias, pues en ellas sobrevive, sin duda, la bendición de los dones de la naturaleza con que nos hemos encontrado al final de canon en la antigua liturgia romana desde la época de San Hipólito 13; en otros sitios se hace al final de la misa 14. Se trata de los dones que en la mayoría de los casos traían los mismos fieles a la iglesia para este fin o para ofrecerlos, y que ahora se les devuelve santi ficados con bendiciones celestiales. 7 B rightman , 399; cf. P l. de M eester, La liturgie de S . Jean Chrysostome, 3.a ed. (Roma 1925) 135. 8 Así B rightman , 577; M ercenier -P aris, 253, nota l.—En cambio, B aumstark (Die Messe im Morgenland, 179) interpreta ¿vitotupov co mo don que se devuelve a los fieles a cambio de su oblación de pan. 9 Así es costumbre entre los monjes del Atos (R. P abel, Athos [Münster 1940] 23; cf. 27). 10 B rightman, 457. 11 L. c., 304; A. J. Maclean, East-Syrian daily office (Londres 1894) 291. 12 B rightman , 109s.—Entre los coptos esta distribución de las eulogias tiene ya un carácter muy profano (véase B aumstark, lu gar citado, 179).
i 8 Cf. más arriba I, 31: II, 366.
14 En el Eucologio de Serapión (Q uasten, Mon., 66), a la oración que cierra la comunión de los fieles sigue una «oración sobre la ofren da de aceite y agua», y luego la bendición final del pueblo. Asi tam bién en el Testam entum Domini, I, 24s (1. c., nota; R ahmani, 49; cf. B aumstark, Die Messe im Morgenland, 178)
1180
TR. I I , p . I I , SEC . IV .— E l r i t o
de
c la u su r a
T a m b ié n e n O c c id e n t e
867. En Occidente, donde más ha arraigado »esta costum bre del pan bendito es en Francia 15. Aparece por primera ve;-: en el siglo vi u, y en el ix está sólidamente arraigado al man dar a los sacerdotes distribuir este pan los domingos y dias de fiesta a los no comulgantes después de la comunión 17. L a costumbre se extendió por todo Occidente y se mantuvo du rante algunos siglos l*. Donde primero desapareció fué en Ale mania; Volfrán de Eschenbach, hacia el 1209, en su Willehalm, acomodación de una poesía francesa, habla del pan que «todos los domingos es bendecido en Francia» iy. 66 8 . . Tan intima fué la relación de esta costumbre con la comunión, que al empezar a usarse el pan ázimo se empleó éste también para las eulogias. Al principio tenían un pareci do enteramente como las hostias, y para evitar los inconve nientes que esto traía consigo comenzaron, a partir del sl- *1478 13 A. F ranz, Die kirchlichen Benediktionen im M ittelalter, I (Fri-
burgo 1909) 247-263; N ickl, Der Anteil des Volkes an der Messliturgie, 68-71; B rowe, Die Pflichtkomm union im M itteiauer, 186-200 (Der Kommunionersatz: Die Euiogien); schreiber, Gevievnscnajivu des M ittelalters, 213-282, esp. 229ss 262ss.—Cf. también el material en Corelet (I, 233-257). 14 G regorio de T ours, Hist. Franc., V, 14 (PL 71, 237 B ): Post
missas autem petiit (Merovech), ut ei eulogias daré deberemus
(cf. 1. c., IV, 35: PL 71, 298 B). Hay que distinguir entre estas
eulogias litúrgicas y las eulogias privadas, que en aquella época se
encuentran con frecuencia (N ickl, 69s ; B rowe, 187s). 17 H incmaro de R eims, Capitula presbyteris data (del año 852), c. 7 (PL 125, 774): Ut de óblatis, quae offeruntur a populo et con-
secrationi supersunt, vel de panibus, quos deferunt jideles ad ecclesiam, vel certe de suis pj'esbyier convememer partes incisas na.oeat in vase nítido et conveniente u t post missarum soiiemniat qui communicare non juerunt parati, eulogias omni die dominico et in diebus festis exinde accipiant. La bendición que a continuación se
da es en lo esencial la misma que la que presenta aún actualmente el Rituale Romanum (VIII, 16). Una disposición sobre esta materia se encuentra también en la Admonitio synoaaus , que es de la mis ma época (PL 96, 1378 B). Cí. asimismo la correspondiente pre gunta que debe hacer el obispo en su visita, según Regino de Prüm (cf. más arriba 8 y una disposición parecida para los conventos en el Capitulare monasticum del año 817 (n. 6 8 : [MGH Cap., I, 3471). F ranz, Die kirchlichen Benediktionem, I, 247ss. 18 En Italia se supone la costumbre todavía hacia 1320. En In glaterra se pregunta, hacia 1400, en un examen de conciencia: «¿Has tomado el domingo tu comida sin el pan bendito?» En Espa ña se encuentran todavía en el siglo xvi en los libros litúrgicos tex tos para la bendición del pan (B rowe, 189s 194s).—Por más tiempo se ha conservado la costumbre, y esto con todas las apariencias de substituir la comunión en los días del cumplimiento pascual y en muchos conventos (B rowe, 191-194). i® II, 68, 4s; W olfram von E schenbach, obras, ed. por L eitzmann, II (Altdeutsche Textbibíiothek, 16) 54: «Alie suntage in Franoriche gewthet wirt».
6.
B E N D IC IO N E S PAU 1 'lC JL A K fiS .
6 6 7 -0 6 9
1181
glo xii, a diferenciarlos de las lormas por el modo de cocer los y la manera de distribuirlos20. La idea, todavía viva a finales del siglo xn, de que podían servir de substitutivo de la comunión21, se perdió más tarde, y el pan bendito se convir tió sencillamente en un sacramental que se distribuía lo mis mo que el agua bendita22. «P ain
bénit »
669. Concebido asi perduró en Francia todavía mucho tiempo, y en las regiones campesinas, sobre todo de la Borgoña y la Bretaña, se conoce aun hoy día la costumbre del pan bendito, pain bénit. El pan lo proporciona, siguiendo un orden determinado, cada domingo una familia distinta, que considera el día que le toca como su fiesta particular, en la que toda la familia, acompañada de sus parientes y amigos, lleva el pan desde su casa a la iglesia2324. Antes de empezar la misa, o antes del ofertorio, o también al final de la misa, llevan el pan al altar; allí se bendice y se parte en trozos pe queños, que se distribuyen entre todos los presentes, que lo comen en el acto21. El llevarlo al altar antes del ofertorio parece recordar la entrega procesional de las ofrendas; el dis tribuirlo al final de la misa sugiere más bien la idea primitiva del pan bendito2S. 20 B r o v / e , 198s. C í. e l c a s o p a r a le lo a r r ib a , 604.
d e l c á liz d e l a s a b lu c i o n e s
21 J uan B eleth ( véase más arriba 454 22>; S icardo Mitrale, III, 8: PL 213, 144.
de
C remona ,
22 B r o v / e , 194.
23 G. S chreiber, 1. c., 278s. Allí también más detalles de relatos sobre la costumbre del siglo pasado. Se prescribe a veces un de terminado número de panes, tres, doce, catorce (273s) ; en la región de Metz se emplea les domingos pan ordinario; en las fiestas, sin embargo, tortas (274); una vela acompaña generalmente la obla ción del pan <275ss), como fué costumbre ya en la Edad Media. 24 Principalmente según noticias directas de distintas regio nes de Francia. P aul C laudel dedica a esta costumbre popular, en su obra poética La messe, un inciso entre el Jte missa est y el úl timo evangelio : «La parte de la misa que en Francia más gusta a los niños es hacia el final, cuando el monaguillo baja del altar para llevarles una gran cesta llena de pan, de la que cada uno puede tomar....»—En ordinarios de la misa medievales se menciona raras veces la bendición del pan ; asi, p. ej., en el misal de EvreuxJumièges (Martene, 1, 4, XXVIII [I, 646 Al) y en el misal de Wéstminster (hacia 1380) (ed. Legg [HBS 5] 524); en ambos casos se encuentra al final de la misa. 25 Este carácter doble del rito antiguo se manifiesta mejor allí, donde, como se me refiere de una parroquia de la región de Besançon, el pan se trae después del evangelio, se parte en pequeños trozos en la sacristía y se reparte luego después de la comunión.
1182
T R . I I , P . I I , SEC . IV .— EL R IT O DE CL AUSURA
7.
Las oraciones de León XIII
670. Muy distinta a la idea de la virtud santificadora del sacrificio eucarístico, que ha motivado las ceremonias que acabamos de reseñar, es la que ha hecho nacer en el si glo x ix esas oraciones que se rezan después del último evan gelio. Se trata de súplicas añadidas en tiempos de tribulación, oraciones por las grandes intenciones de la Iglesia, en las que debe participar también el pueblo, y que por eso se rezan con los fieles en su propia lengua. R esum en
de las d iv ersa s c la ses de s ú p l ic a s
EN LA MISA
671. Más de una vez nos hemos encontrado en el decurso de la historia de la misa con súplicas que forman parte de la liturgia, es decir, oraciones elevadas a Dios por toda la co munidad pidiendo por las grandes intenciones de la Iglesia. Se solian poner primitivamente al final de las lecciones, en la oración común de los fieles. Al desaparecer ésta de la li turgia romana, a fines del siglo v, sus elementos populares encontraron su sitio en la letanía de los kiries, mi-entras que la oración del sacerdote se refugió en el santuario del canon. Reducida después la letanía de los kiries antiguos a las pocas invocaciones de los actuales y cuando se privó finalmente al pueblo aun de este medio de exteriorizar su devoción, al con vertir los kiries en canto artístico del coro, la necesidad de La oración pública creó en las épocas de grandes tribulaciones, a partir del siglo ix, una nueva expresión después del embo lismo; y más tarde, entre éste y el Pater noster. Finalmente, se incrustaron, hacia la baja Edad Media, tales súplicas por la paz y contra la miseria también en otros pasajes de la misa, sobre todo después del Dona nóbis pacem \ En estos úl timos casos se trataba de una oración que rezaban en común sólo los clérigos juntos en el presbiterio, sin que por esto se excluyesen los seglares literati, o sea los que supiesen latín 2. El
PROBLEMA DE LA LENGUA
672. Las liturgias orientales, que con el triunfo definitivo del elemento árabe se decidieron por el cambio de la lengua, como la bizantino-melquitica, -la sirio-occidental y la copta, no obstante su actitud conservadora, utilizaron el nuevo idio1 Véase más arriba 410s 477. * Cf. más arriba 411 hacia el final
7.
LAS
O R A C IO N E S
DE
LEÓN
X III.
670-673
1183
ma lo mismo en las lecciones que en las letanías, en las que debían alternar el diácono y -el pueblo3. Desde entonces se vienen rezando en árabe, sin que por esto se las haya quitado del sitio que ocupaban de antiguo. En las liturgias occiden tales, prescindiendo de algunas tentativas que hubo en los primeros tiempos, no se llegó a una decisión sem ejante4. La razón parece obvia: mientras dominó la cultura y lengua la tina en Occidente no se sintió la necesidad de tal cambio. Pero luego la exclusión de hecho de la lengua vulgar en el culto litúrgico se convirtió, a fines de la Edad Media y co mienzos de la Moderna, en exclusión de derecho. A partir de la reforma aumenta la tendencia a diferenciar a los simples fieles de los sacerdotes. A mediados del siglo pasado todavía era tan fuerte esta tendencia, que en 1857 se renovó la prohi bición de traducir el ordinario de la misa para uso de los seglares5. Aunque León XIII fomentó el rezo del pueblo en voz alta durante la misa, no se trataba de oraciones propias de la misa, sino del rezo del santo rosario durante el mes de octubre, oración que, aunque no desentone con la misa fun damentalmente, de suyo no forma parte de la acción sacrifical ni está concatenada con la expresión que esta acción se ha creado en las ceremonias y oraciones litúrgicas. Por eso, cuando, urgidos nuevamente por las tribulaciones que afligían a la Iglesia, se sintió la necesidad de que los fieles rezasen juntamente con el sacerdote, tales oraciones, que, naturalmente, se habían de rezar en lengua vulgar, se vió que no cabían, según la concepción entonces reinante de la liturgia, dentro de la misa. B r e v e h is t o r ia
673. El núcleo de las oraciones que rezamos después de la misa privada es anterior a León XIII. El año 1859 creció la amenaza que se cernía sobre los Estados Pontificios, y en tonces prescribió Pío IX oraciones especiales para los terri torios súbditos de su poder temporal. Estas oraciones se con tinuaron rezando aun después de desaparecido el poder tem poral del papa. Cuando luego León XIII hizo los últimos es fuerzos para conseguir del Gobierno alemán la derogación de las leyes del Kulturlcampf, hizo extensivas el 6 de enero del 1884 a todo el mundo aquellas oraciones ®. Se alcanzó en lo*6 8 B aumstark , Vom geschichtlichen Werden, J02.
* Cf. más arriba I, 426 n Cf. más arriba I, 215. Véase además la noticia del misal en castellano de J uan J ulián C aparrós, Misas de las festividades del año, en la pág. 624. 6 Acta S. Sedis, 16 (1883) 239s. La oración termina: ...eí ómni bus sanctis, quod in praesentibus necessicatious hum iliter peum us, efficaciter consequamur. Per.
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T R . I I , P . IX, SEC. IV .— EL R IT O DE C L A U SU R A
esencial la libertad de la Iglesia en Alemania, pero siguieron prescritas estas oraciones. En la nueva redacción, vigente en la actualidad 7, se amplió el objeto de estas oraciones incluyendo una intención siempre viva en la Iglesia: la conversión de ios pecadores. La
po stu ra e n que s e r eza n
674. Por lo que se refiere a la postura exterior, cómo se han de rezar estas oraciones, es verdad que en la liturgia ro mana resulta un poco llamativo el que se mande al sacerdote estar de rodillas delante el altar. En absoluto suele el sacer dote expresar el carácter de humilde súplica por medio de la inclinación profunda. Pero como esta postura no la usan y a los fieles y el sacerdote debe rezar estas oraciones con ellos, se mandó la genuflexión, por otra parte no del todo descono cida en la oración litúrgica 8. Según los Statuta antiqua de los cartujos (antes del 1259), el sacerdote, después de quitarse las vestiduras, debe rezar el Pater noster al pie del altar genibus flexis 9. Su
CONTENIDO
675. Por lo que hace a su estructura, las oraciones de León XIII responden en lo esencial a las leyes de la liturgia romana. Los ejemplos antiguos de oraciones parecidas empe zaban por lo regular con salmos; aqui se ha escogido un ele mento más popular, la salutación de la Virgen 101, que se reza tres veces y que culmina en el Salve R egina 11. El deseo de dar una nota mariana al final de la celebración litúrgica tuvo por consecuencia, como se sabe, en la Edad Media el terminar 7 Los Acta S. Seáis, 19 (1886), no la contienen. Se ha publicado sólo en los boletines de los obispados. 8 Cf. más arriba 411 hacia el final.—Véase Les questions liturgiques et paroissiales, 6 (1921) 63. • M a r t e n e , 1, 4, XXV (I , 635 C ). E l Ordinarium Cari. (1932) (c. 27, 19) exige Pater y Ave. 10 No es la primera vez que entre el Ave M ana a formar parte de la liturgia. Hacia fines de la Edad Media pertenecía a las ora ciones que se rezaban al pie del altar al principio de la misa (cf. más arriba I, 369 30 33). La combinación de Le 1,28 con Le 1,42 se en cuentra intercalada en una oración intercesora después de la con sagración en la liturgia griega de Santiago (B rightm an , 56), y (sin Dominus tecnni) como canto del ofertorio, en los manuscritos más antiguos del antifonario de la misa romana (H esbert , nn. 5 7 bis 33); es decir, en el texto primitivo del mismo, que data del prin cipio del siglo v il La adición del nombre de «Iesus» y la súplica Sancta María... provienen del rezo popular de fines de la Edad Media. El texto del Sancta María fué fijado en su forma actual por el breviario de Pío V. en el afio 1568. 11 La Salve debió de nacer durante el siglo xi en el convento de Reichenau (véase A. Manser, Salve Regina; LThK IX, 137s),
7.
LAS O R A C IO N E S
DE
LEÓ N
X III.
673-676
1185
el rezo de las horas, o por lo menos de ciertas horas, con una antífona mariana. El elogio a la Madre de Dios se conocía en tonces también dentro de la misa, después de la comunión 12 o al final l\ A veces constituía la Salve el fin del ordinario1415. El versículo Ora pro nobis hace de puente a la oración, como era costumbre después de una antífona o después de los sal mos. A quí se vuelve a invocar a la Virgen y se formula la petición. En ella aparecen, una vez más, las influenciéis de las antiguas leyes estilísticas de las oraciones romanas. Conec tando con la intercesión pedida a Nuestra Señora, a cuyo lado aparecen los grandes protectores de la Iglesia, se pide a Dios la gracia de la salvación del alma y la libertad de la Iglesia, terminándose la oración con el Per Christum. Dos
APÉNDICES MÁS
676. Al apéndice se añadieron finalmente otros apéndi ces, de los que una vez más debemos decir que no guardan relación con lo que precede. El mismo León XIII, el año 1866, en una nueva revisión, introdujo la invocación del arcángel San Miguel ir\ No se trata de una nueva oración, sino de una invocación aijada, con carácter de exorcismo, rarísima en ia liturgia romana. 12 Véase má3 arriba 502. 13 Dos ordinarios de la baja Edad Media de Normandia añaden a la fórmula trinitaria de la bendición final: Et beata vecera Mariae Virginis quae portaverunt aeterni Patris Filium ( M , 1, 4, XXXVIs [I, 675 D 679 A]).—Según el pontifical de Durando, el sacerdote puede rezar el Salve sancta parens en la misa que ha celebrado en presencia del obispo después que éste ha dado la ben dición ( M , 1, 4, XXIII [I, 620 C ]; A , III, 647). 14 Según un misal conventual francés del año 1524 (L eroquais, III, 268), ia Salve u otra antífona, juntamente con la oración, se dice después del evangelio de San Juan.—También los carmelitas añadieron ya entonces (pero todavía no en el Ordinaie de 1312), además del Paier noster, rezado en voz baja, la Salve Regina (B. Z immermann, Carvies: DACL 2, 2170s). Cf. la consulta de la Sagrada Congregación de Ritos del 18 de junio de 1885 (Decreta auth., n. 3637, 7). 15 Las palabras del principio de la invocación se encuentran en el verso aleluyático de las misas del arcángel San Miguel, el 8 de mayo y el 29 de septiembre.—Contra una leyenda que se iba for mando acerca del origen de esta invocación, se dirige B (Die Gebefe nach der hl. Messe: «Theol-prakt. Quartalschrift», 87 [19341 161-103).—Con todo, recuerdo que don Francisco Brehm, consejero eclesiástico de la editorial litúrgica Fr. Pustet (Ratisbona), recién vuelto de un viaje de Roma, nos contó, hacia el año 1928, que en una sesión de la Sagrada Congregación de Ritos en que se trataba de derogar estas oraciones, y a la que él asistió, cuando ya todos estaban de acuerdo para suprimirlas, un anciano cardenal, cuyo nombre ya no recuerdo, se levantó para contar que el mismo León XIII le había dicho que la invocación de San Miguel la había añadido contra la amenaza de la francmasonería, movido a ello por una revelación sobrenatural—(N. del T-). a r t e n e
a r t e n e
n d r i e u
e r s
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T R . I I , p . n , SEC. IV .— EL R IT O DE CLA U SU RA
677. Otro elemento independiente y muy distinto, que con trasta fuertemente con las palabras finales de la petición precedente: in infernum detrude es la triple invocación: Cor Iesu sacratissimum, miserere nobis, introducida en el reinado de Pío X. No se trata de una jaculatoria prescrita como el resto de la oración, sino solamente permitida por decreto de la Sagrada Congregación de Indulgencias del 17 de junio de 1904 *1416. Si hoy se tiene como obligatoria, la obligación hay que derivarla de la costumbre que, según parece, existe ya en todas partes. 678. Con la promulgación de las oraciones de León XIII, a pesar de que se mandó rezarlas con el pueblo—y con tanta urgencia, que ni siquiera se las puede omitir en las mayores solemnidades del año, en las que se suprimen todas las demás conmemoraciones y oraciones imperadas 17—, no se fljó nin gún texto oficial para las diversas lenguas vulgares. Así se da el caso extraño de que en unas partes, como, por ejemplo, en las reglones de lengua alemana, cada diócesis tiene su texto distinto, mientras que en otras se rezan en latín, alternando el sacerdote no con el pueblo, sino con el monaguillo, lo cual no responde, por cierto, a su finalidad primitiva l8.
8. La
La acción de grádete
vuelta a la sa c r istía
679. Cumplidas las últimas oraciones, el sacerdote aban dona el altar. En las misas no solemnes, él mismo lleva el cáliz con la patena, cubiertos ambos con el velo, y los corporales, metidos en la bolsa. Le precede generalmente el acólito lle vando el misal. En la misa solemne los vasos sagrados quedan sobre la credencia. Este orden, que a nosotros nos parece muy natural, es de fecha relativamente reciente. Según un ordinario alemán de i« Acta S. Seáis, 36 (1904), 750: P. B eringer , Die Ablässe, I, 14 ed. (Paderborn 1915) 194. 17 Acerca del alcance de esta obligación se han dado ya una serie de disposiciones detallistas (véase, p. ej., S oláns-C asanueva, Manual litúrgico [Barcelona 1913], t. l.°, I, p. I88s). 18 En la mayor parte de las diócesis españolas se ha llegado a un compromiso curioso entre la tendencia del pueblo a participar en las oraciones y la del clero a rezarlas en latín. Las avemarias se rezan en castellano, pero luego el pueblo contesta a la Salve en latín o, por lo menos, si es que el sacerdote levanta la voz al final de las oraciones, al Cor Iesu sacratissimum, con el miserere nobis.—(N . del T .).
8.
LA ACCIÓN DE GRACIAS.
677-680
1187
la misa de hacia toes del siglo x, al salir del altar después de la misa solemne, un subdiácono llevaba el cáliz sin velo y un acólito la patena L Más tarde, la patena se lleva siempre jun to con el cáliz. Pero como todavía a fines de la Edad Media no se usaba nuestro velo del cáliz12, el sacerdote, según las rúbricas de Burcardo de Estrasburgo (1502), solía meter el cáliz con la patena en un saquito bien atado, y, colocando encima la bolsa con los corporales plegados, lo llevaba todo a la sacristía, precedido del acólito con el misal, cojines, vi najeras, caja de las formas, velas del altar y la que se en ciende a la consagración3. El modo actual data de Pío V. P aralelismo
entre el
«B en ed ic ite »
y el
« I üdica »
680. Al retirarse el sacerdote empieza a rezar el cántico Benedicíte. Este cántico con sus oraciones correspondientes no lo presenta el actual misal romano como parte del ordi nario de la misa, sino en la gratiarum actio post missam que se encuentra separada delante del mismo. Por eso, sus rúbri cas 4 en la actualidad no tienen más que valor normativo 5. En cambio, los misales medievales traen las oraciones finales que siguen al cántico, y que no se debieron introducir mucho antes del siglo xi, juntamente con los textos finales de la misa, sin hacer ninguna distinción entre ambas clases de oraciones6. El cántico que se reza al retirarse del altar, y que desde el principio iba unido al salmo 150, venía a ser como el salmo Indica, que se decía al acercarse al altar. Por eso lo re citaban o cantaban el celebrante y todos sus ministros, s»egún lo indican expresamente los documentos más antiguos a par tir del siglo x 7. A la salmodia siguen unos cuantos versículos y la oración Deus qut tribus. Pronto se añaden algunas ora ciones más. 1 Ordo Rom. VI, n. 13: PL 78, 994. 2 En la archidiócesis de Colonia sólo se prescribió por el sí
nodo del año 1651 (B raun , Die liturgischen paramente, 214). 3 L egg , Tracts, 169. 4 Cf. también Ritus serv., XII, 6. 5 Cf. más arriba I, 339. 6 Cf., p. ej., el facsímil de un sacramentarlo centroitaliano del siglo xi en E en er , 50.—Sin embargo, en una parte de los ordinarios de la misa, no en los más antiguos (véase más adelante), se dice que el sacerdote rece estas oraciones exuens se vestious; así, por ejemplo, en B ernoldo . Micrologus, c. 23: PL 151, 995. 7 Ordinario de la misa de Séez (PL 78. 251 A ): Expietis ómni bus episcopus rediens ad sacranum cum aiacomous et ceieris cuuiet hym num trium puerorum et Laúdate Dominum in sanctis eins. Lue go siguen, sin Pater noster, diez versículos, entre los que se encuen tran también los que hoy presenta el misal romano y la primera oración algo ampliada.—De modo parecido en documentos afines (M artene , 1, 4, IV XIV XV [I, 517s 582 594]), donde, sin embargo, dos veces en la rúbrica citada después de et cetens se añade guos (quibusj voluerit.
1188
O tras
TR. II, P. II, SEC. IV.— EL RITO OS CLAUSURA
oraciones que se decían a ntes
681. Entre el Benedícite y el salmo 150 se intercala a ve ces el salmo 1168 o se añade el antiguo himno Te decet latís 9. Posteriormente ponen algunas regiones el Nunc dim ittis8*101. A la cabeza de los versículos, que por cierto cambian mucho, se pone el Pater noster 11 y el Kyrie 12. A la oración Deus cjui tribus, que en la liturgia romana acompaña desde muy anti guo al cántico de los tres jóvenes también en otros sitiosl2, se le junta como segunda oración la Actiones riostras11*. La
oración de
S an L orenzo
682. La tercera oración, que alude a la pasión gloriosa de San Lorenzo, no aparece sino muy tardíamente y aislada Se ha dicho que la adición de esta oración, que llama un poco la atención, se debe a la costumbre de los papas anteriores a AvJñón de celebrar la misa en la capilla Sancta Sanctorum, dedicada a San Lorenzo en el palacio de Letrán lfl. Los he chos contradicen esta hipótesis 17. La oración, tomada de la 8
El sacramentarlo mencionado del centro de Italia (s. xi) (Eb 50 299); Missa lllyrica (M artene , 1 , 4, IV [I, 517 C]>; Liber Ordinarius de Lieja (V olk , 102). 0 Misal de San Lorenzo, de Lieja (M artene , 1, 4, XV [I, 594 C]). 10 Pontifical de Maguncia (hacia 1170) (M artene . 1, 4, XVII CI, 602 E]); misal de Toul CI. c., XXXI [I, 652 El); misal de Ratisbona, hacia 1500 (B eck, 272).—Cf. el uso del mismo cántico después de la comunión más airriba, 591. 11 Missa lllyrica (M artene , 1, 4, IV [I, 517 C]). 13 B ernoldo , Micrologus, c. 23: PL 151, 995; misal de San Vi cente (F íala, 216); Liber Ordinarius de Lieja (V olk , 102). 13, M ohlberg , Das fränkische Sakr amentar ium Gelasianum, nú meros 841 891 1446, y las referencias consignadas allí (pp. 317s y 335). a* Missa lllyricá (1. c.; cf. e. o. M artene , 1, 4, X IV s XXXII ri, 582 D 594 O C58 B]); B ernoldo , Micrologus, c. 23: PL 151, 995: F íala , 217.—También en dos documentos romanos se encuentra la oración añadida a las antes citadas: en el Vetus Missuie Laceranense (E en er , 169) y el ordinario de la capilla de la corte papal hacia 1290 (ed. B r in k t r in e , en «Eph. Liturg.» [1937] 209), 13 Manuscrito de Blew del manual de Sarum (s. xiv) (L egg, Tracts, 268); misal de Toul (hacia 1400) (Martene, 1, 4, XXXI II. 6531); misal de Bratislava D (8, xv) (J ávor, 1-20); misal de Ratisbona, hacia 1500 (Beck, 273). 19 K. G rjsa r , Die römische Kapelle Sancta Sanctorum (Friburgo 1908) 23; aceptada también por B aumstark (Missaie Romanum, 145). 17 En contra de una nota en E isen h o fer (II. 227), el cántico se encuentra ya en documentos muy anteriores al Ordo Rom. X IV , es decir, que se conocía efectivamente en Roma antes del destierro de Aviñón (véanse las fuentes romanas citadas más arriba en la nota 14). Entre ellas se cuenta también el ordinario de la capilla papal dö aquel tiempo, derivado del ordinario de Inocencio III. La ora ción Da nobis quaesumus no se menciona en él, así como tampoco ner ,
8.
LA ACCIÓN DE GRACIAS.
6 8 1 -683
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fiesta de San Lorenzo, fué, sin duda, introducida cuando se fijaron ien que el cántico había sido cantado por vez primera por los tres jóvenes en el horno, circunstancia que les trajo a la memoria el martirio famoso de San Lorenzo. Y esto debió de ser cuando se añadió al cántico la antífona Trium puerorum cantemus hymnum, que aparece por primera vez en el pontifical de Maguncia, hacia el afio 1170 13*19.La oración a San Lorenzo seguía, a diferencia del misal actual, en los textos medievales inmediatamente después de la oración Deus qui tribus pueris19 o estaba separado de ella únicamente por la oración Ure igne Sancti Spiritus, de parecido contenido 20. Con estas oraciones se quería pedir ayuda, ante todo, contra el enemigo más peligroso, el de dentro. La oración Actiones nostras no se conocía «en esta tradición 21. 683. En cambio, los versículos que aun actualmente pre ceden a las oraciones caen bien con la alegre alabanza de los salmos para continuar el tema iniciado ya por el Benedicite sacerdotes Domini Domino, que exhorta a la alabanza de Dios en primera línea a los que más obligados están a ello, los sacerdotes: Sancti tui benedicant Ubi, Exultabunt sancti in gloría 22. En una serie de documentos, el cántico empieza con este único versículo 23. Las oraciones finales se ajustan menos a este tono de alegría, ya que son, ante todo, súplicas24. en el Ordo Rom. X IV (n. 71: PL 78 1192 B), que presenta ya en Aviñón, hacia 1311, la última fase de la evolución que tuvieron estas oraciones en la capilla de la corte papal, en la que no aparecen más que estas dos oraciones Deus qui tribus y Actiones.—En otras fuen tes italianas de los siglos x i -xiti (en E bner , 317 331 334 349) sola mente se prescribe el BcnecUclte. i* M artene , 1, 4, XVII (I, 602 E). 19 Toul, Bratislava, Ratisbona (véase la nota 15). 20 Manuscrito de Blew; este manuscrito contiene, además de las tres mencionadas, otras tres oraciones (véase abajo la nota 24). 21 Se ha añadido como última sólo en el misal de Bratislava, de modo que no perturba el pensamiento común a ambas fórmulas. De otro modo se juntan las dos tradiciones en B urcakdo de E stras burgo (L eg g , Trocís, 170s): a las dos oraciones más antiguas, co rrientes en Roma, Deus qui tnous yuens y Actiones, se ha añadido, sin conexión interior, el Da nobis. Este orden lo ha adoptado el misal de Pió V. 22 En la Missa Illyrica (1. c.) también Sacerdotes tui, Domine, induantur iustitiam. 29 Vetus Missale Lateranense (hacia 1100) (E bner , 169); ordina rios de la baja Edad Media de Normandía (Bec, Ruán) (M artene . 1, 4, XXXVTs II, 675 D 679 A]); ordinario de Coutances (1557) (L egg , Trocís, 69).—No hace, pues, falta pensar en la capilla Sancta Sanctorum con sus reliquias para explicar estos versículos, como lo hace G risar (véase arriba la nota 16), al que sigue C arrol (en R» Aig r a in , Liturgia [París 1935] 554). 34 Sin embargo, a veces se ha intentado también dar a estas ora ciones carácter de alabanza, como en una oración de la Missa Illyrica (1. c. [517 El): Deus quem omnia opera benecLicum.—El or dinario de Coutances (L egg , Tracts, 70> tiene en tercer lugar una
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TR. II, P. II, SEC. IV.— EL RITO DE CLAUSURA
Valoración
684. La idea de una alabanza salmódica al final de la misa se hacía tan espontánea, que su introducción apenas necesi ta explicación. Hemos de tener en cuenta que estos salmos de alabanza hacen perfectamente juego en los documentos más antiguos con el salmo en que el salmista, y con él el ce lebrante, suspira por subir al monte santo que es el altar, pues este salmo no se decía entonces en el mismo altar, sino durante la en trad a*25. Más bien deberíamos extrañarnos de que este cántico de alabanza no haya quedado incorporado al ordinario de la misa, como sucedió con el salmo de la entra da. Por eso, cuando algunos liturgistas de la Edad Media26 muy versados en cánones, para dar más autoridad a este eáneito, citan un canon de la antigua Iglesia visigótica de Espa ña, que, efectivamente, trata de nuestro cántico, pero en conjunto distinto27, tal justificación canónica no hay que confundirla con la verdadera causa de la Gratiarum actio post missam28*.Por lo demás, difícilmente se encontrarían sal mos o cánticos más aptos para una acción de gracias. Al re cordar con el corazón agradecido el beneficio que acabamos de recibir en el altar, toda la creación se nos antoja desbor dante de júbilo, en una sinfonía sin palabras, en honor y ala banza de aquel que acaba de colmar de su gracia abundantí sima al mundo y a los hombres. 685. A veces se ha echado también mano de las horas ca nónicas para prolongar más la acción de gracias. En la basí lica de Letrán se entonaba en el siglo x n la sexta después del Ite, missa est de la misa pontifical, y hasta que no se termi nase, el obispo no volvía a su sitio hyvinum trium puerorurn cantando cum eisdem ministris 29. Algo parecido se. hace tam bién actualmente en muchas catedrales. oración con carácter de poscomunión: Purijicent nos.—El manus crito de Blew del manual de Sarum (véase arriba la nota 15) ofrece después de las tres oraciones que se refieren al fuego (Deus qui, üre, Da nobis) otras tres: infirm itatem nostram, Deus qui conspicis, Protector in te sperantiurri; con todo, es rara tal acumulación de oraciones. 25 Cf. el ordinario de Séez (PL 78, 25* A, resp. 246 A). c t más arriba I, 124. 24 B ernoldo , Micrologus, c. 22: PL 151, 992; S icardo de C ivjsmona, Mitrale, III, 8 : PL 213, 144 A. 27 Concilio IV de Toledo (633), can. 14 CMansi, X, 623), in omnium missarum sollemnitate hay que cantar en adelante el Benedicite, disposición que se refería a la antemisa, donde era cos tumbre en las liturgias galicanas cantar este cántico (cf. más arri ba I, 59). 28 Como lo hace E isen h o fer , II, 227. Ordo eccl Lateran. (F is c h e r , 87, lín. 20).
8.
LA ACCIÓN DE GRACIAS.
684-687
11Ô1
L as «ORATIONES PRO OPPORTUNITATB SACERDOTIS DICENDAE»
686. El que el sacerdote—y lo mismo dígase de los fieles— en el silencio después de la misa solemne no se ciña sólo a recitar oraciones vocales, sino que se abisme también en la oración mental, es tan natural, que no hace falta acudir al criterio de la piedad moderna para probar su conveniencia. Ordinarios monásticos de la misa del siglo xm aconsejan al sacerdote tal oración una vez que haya rezado la Gratiarum adió: Terminatis vero ómnibus potest orare sacerdos secre to prout ei Dominas inspiraverit30. En todo conforme con el espíritu de disposiciones más antiguas3l, el Codex Iuris Canonici exhorta al sacerdote que no deje de dar las gracias a Dios pro tanto beneficio, lo mismo que antes de la misa se había preparado para la celebración con la oración vocal y m ental32*. A estos consejos responde una práctica ascética consagrada por muchos siglosS3. 687. Los libros litúrgicos nos ofrecen para el caso textos de oraciones. El apéndice que sigue en el misal romano a la Gratiarum adió, las orationes pro opportunitate sacerdotis dicendae, contiene tales textos, de los que sobre todo el pri mero, llamado oratio s. Thomae Aquinatis, es de una anti güedad venerable3435*. La oración siguiente, llamada oratio s. Bonaventurae, está compuesta efectivamente por este san to doctor de la Iglesia M. El tesoro de tales oraciones se ha aumentado en los últimos tiempos. Pero tampoco faltaban en los misales medievales algunas oraciones privadas de este 30 Ordinario dominicano del 1256 (G u e r r in i , 251); Liber Ordi narius de Lieja (V o lk , 102). Rituale Romanum, IV, l, 4; también en las ediciones ante riores. 32 Codex Iur. Can., c. 810. S3 Ya en el 1. IV de la Imitación de Cristo (c. 1, 24) se insinúa que la devoción después de la comunión debería perdurar por es pacio de media hora. Con la continuación de la presencia eucarística después de la comunión (suponiendo que aura una hora) se ocupa Étienne Binet ( f 1639), haciendo girar en torno de ella sus consideraciones ascéticas (H. B remond , Histoire littéraire du sentim ent religieux en France, i, 141s). Consideraciones parecidas se encuentran también en la época de las decretales seudoisidorianas, que no tanto se refieren a la misma acción de gracias como al tiempo durante el cual se ha de prolongar el ayuno eucarístico : el sacerdote que por la mañana ha consumido lo sobrante de la comunión del pueblo debe guardar ayuno hasta el medio día, etcétera (véase Decretum Gratiani, III, 2, 23 [F riedberg , I, 1321] ; cf. más arriba 60241). 34 Cf. más arriba 589s. 35 M. G rabmann . Der Einfluss des hl. Bonaventura auf die Theo logie und Frömmigkeit des deutschen M ittelalters: «Zeitschrift f.
Aszese U. 'Mystik», 19 = ZkTh 68 (1944) 20-
1192
Tft. II, P. IX, SFC. IV.— EL RITO DE CLAUSURA
tipo36, si bien resulta difícil, si no imposible, distinguir en aquellos misales entre oraciones privadas y oficiales, ya que muchas de las oraciones que en el misal actual están incor poradas al ordinario, en aquéllos figuran todavía como ora ción privada. T oda
la m is a , acción de gracias
683. Si nos remontamos algo más y examinamos ios diez primeros siglos de la liturgia de la misa, vemos ciertamente que con el Itef missa est terminaba en general no sólo la fun ción común, sino el conjunto de devociones privadas, de suer te que la celebración de la misa romana, aun cuando se re zaba todavía la antigua bendición, tenia una parte final re lativamente corta y difícilmente se podía hablar en ella de una acción de gracias especial. La razón está en que la cele bración eucarística se concebía toda como acción de gra cias en torno de las riquezas que Dios nos ha regalado en Cristo y su Iglesia. Lo que acabamos de recibir en la comu nión no es más que la renovación sacramental del funda mento sobrenatural sobre el que debe descansar nuestra vida toda de cristianos. Y si por la asistencia a la misa se ha reavivado la conciencia de estas realidades de la fe, la jor nada de trabajo que le sigue durante el dia muy bien pue de concebirse como una acción de gracias permanente, apro piada a esta hora de la gracia, según indican varias posco muniones 37. Con la creciente maduración de la liturgia de 3a misa, al mismo tiempo que se fueron estabilizando cada voz más sus distintas formas y la piedad particular buscaba nuevos cauces de expresión de su fervor hacia la Eucaristía, don excelente y universal de Dios, se hizo necesaria una es pecial gratiarum actio aun después de la suyaptoxía. Segura mente Influyó además en esta evolución el fomento de Ja oración mental en los tiempos posteriores. Antiguamente, los monjes la conocían generalmente en la forma de la lectio divina; y realmente no hay otro momento tan propicio para orar y meditar en la gracia que hemos recibido como el silencio que sigue a los últimos cantos y oraciones de la misa. Hoy día nos escandalizamos menos que nuestros padres cuando algunos fieles después de haber comulgado, abruma dos por sus quehaceres, toman demasiado al pie de la letra la invitación del Ite, missa est; pero al menos nosotros los clérigos haremos bien si aprovechamos estos momentos de si lencio después del santo .sacrificio para que el espíritu de la Eucaristía penetre más y más en nuestra alm a38. 56 El misal de Valencia (antes de 1411) hace seguir al Piaceat la oración Sit, lesu duicíssime, ss. Corpus tuum (F erreres , 209). 5 7 Cf. arriba 620. *8 Cf. la encíclica Mediator Dci, del 20 de noviembre de 1947: Acta Ap. Se&iS, 39 (1947) 566-568,
INDICE
A. - F U E N T E S
Datos generales sobre los diversos ritos, asi como testimonios de autor c.eclesiásticos antiguos acerca de los mismos, se han de buscar en los índíc.; C y D .~La indicación entro paréutesls del nombre del editor, sirve para encontrar más fácilmente Ui cita, ya que se destacan en el texto por estar compuestos en versalitas. Los números en cursiva indican los números donde se dan datos más concretos. Las cifras remiten a los números, no a la? páginas.
I
FUENTES DE LA CRIS TIANDAD PRIMITIVA (hasta c. 450).
Didajé 8s, 12, 14, 15«i, 18328, 226, 25249, 272, 27525t 301, 45022; II 194, 369. 40143, 41724. Didascalia (Funk, Quasten) 34, 2581 27840, 3013, 29520, 297™; II 16. Traditio Apostólica de San Hipó lito de Roma (Dix, Hauler) 9™, 1037, l l 38, 29ss, 3317, 232, 2587, 3013, 3031®, 4991®, 534, 561124, 60775, 6H 43, 619, 62014; II 2, 771, 126«, 13723, 148™, 158, 180, 246, 254, 260, 264, 295, 29612, 302, 305, 319, 366, 370, 42446, 4504, 515a, 52434, 550, 553, 56095, 562109. Constitutiones Apost. (F u n k, Quasten) 3410, 36, 39ss, 635, 65V, 7029, 25249, 258 L 26355, 295™, 299-r»i, 30214, 3175 , 35327, 425, 444, 445, 447i2, 450™, 462i7, 467, 476°, 499, 5013, 52152, 53410, 5655, 57240, 5797, 611®, 612, 6197, 62119; II 312, 734, 57®2, 77, 961®, 122, 128, 129, 149®°, 154, 1582®, 16441, 190 , 219, 22418, 254, 270, 295®, 297s, 3054Is, 3064, 31120, 314, 31947, 3231, 344, 385®, 389i3, 39529, 417, 4491, 4853, 56093, 562, 569, 57117, 594, 613, 623, 630a. Testamentuni Domini (Rahmani, Quasten) 2924, 46743, 54681, 59938; II 311, 12, 12927, 1804®, 385®, 51923, 54940, 56093, 5621®«, 66614. T. D. árabe (Baumstark) II, 328a®, 34414, 5621 °5.
Cánones Hippoliti (Riedel) 11*8 291, 2581, 25911.51941. Cánones Basilii (Riedel) 29426, 31533, 317®, 583™, 611®; II 3742, 4616, 63106, 771, JL311, 13517 3844, 5621o9. Cánones apostólicos (Funk) II, 951. Cánones eclesiásticos sahídicos (Brightman) 611®; II 562i°8, 591. Doctrina Apostolorum 3013. Peregrinatio Aelheriae 47, 227, 23238, 316a, 320, 396, 424, 4344i, 506. 516, 54152, 5657, 5681®, 5797, 6131®, 6199; II 1582®, 63113, 6415. II LITURGIAS NO ROMANAS 1.
L iturg ias
egipcias
Eucologio de Serapión (Quas ten) 3315, 36-38, 48, 65i», 22923,
51628, 6128, 6131®, 6193; II 311; 112a, 12247, 1329, 158, 16339, 25324, 2553i, 260, 293a, 2945, 3231, 328, 385®, 4244®, 613®, 6235, 66814.
Ordenación eclesiástica egipcia
II 385®, 630*.
Papiro de Der-Balyzeh 48; II
2553J, 298a*.
Liturgia griega de San Marcos (Brightman) 48, 4609, 502i5,
51514, 51513, 5152i, 534i2t 621; II 57o2, 852, 149®o, 162. 181, 18310, 1861®, 2012, 25531, 260, 26723, 298, 299. 31842, 341a, 344, 347, 393a5. 4145, 42034; frag-
1194
ì n d ic e a
mentos de papiros: 48: II 32923, 347, 3482i. Cf. Alejan dría, liturgia egipcia (Indi ce B). Liturgia copta (Brightman, Renaudot) 48, 40724, 4653«, 467, 48944, 514, 515i8, 516, 53413, 537, 54360, 568, 57134, 57403,580™; n 3 11 , 3742, 12926, 17838, 273, 275, 299, 344i4, 34821, 349, 382™, 38910, 39740, 40149, 41722, 41726, 358, 54939 562, 570, 600, 611, 66512. Anafora de San Grego rio 48; II 46913. L iturgia etiópica (Brightman. Baumstark) 48, 450™. 46536, 514™. 515™, 534>i1, 5657, 56829, 62533; II 34, 77. 135, 1W». 202R, 27034, 2747, 275, 29927. 31947, 36614. 40149, 42034S, 509, 54939, 553, 562109, 57015, 513.
Anáfora de los apóstoles 291, 34; II 17838, 202«, 31947 ; Aná fora de Santa Maria I, 48. 2.
L iturg ias
siríacas
occiden
tales
Liturgia g r i e g a de Santiago (Brightman) 47, 12279, 3612, 398™, 434™, 450™, 4609, 46530, 50215, 51514, 51520S, 57P4, 02118; II 57G2, 74™, 7523 96, l282i
149«o, 19614, 2012, 2199, 25529, 260, 266™, 2672*, 275, 297, 29823, 31120 , 31431 , 327, 344, 35341, 35744, 38279, 39326, 397, 40149, 4145, 42034S, 42238, 425™, 444, 46332, 568, 57947, 613, 624, 675™. Anáfora de Santiago, ed. por Rücker II 195™, 3013i, 34412, 39740, 40149, 41728, 6137Cf. Antioquia, liturgia siriaca (indices C y D). Liturgia siria-occidental, jacobita (resp. unida) (Brightman, Renaudot) 47, 390, 48944, 501, 507, 515lftss, 53412 , 537, 57136, 574«4, 576«5, 58013, 6212o; n 3742, 353, 128 , 135, 1544, 167™. 181, 2028, 20826, 26723, 273, 297, 301, 314«, 33126, 348, 4 0 1 4 9 , 40351, 4133, 4148, 41726, 42034. 425, 56096, 56211, 595, 611, 6137S, 630, 637. Maronitas, véase el índice D. 3. L iturgia
siríaca oriental
Liturgia nestoriana, resp. caldea (Brightman, Renaudot) 46, 635, 320, 444, 450™, 501, 507, SIS“ , 51518, 51521, 53413, 537,
6116 ; l i 34, 5732, 774, 80™, 85s, 128, 2024,8, 2197, 259L 2945, 2959, 33129, 3875, 394, 39739, 40149, 42034s, 42238, 4394, 4572^ 358, 54626, 54936, 553, 562™i. 57219, 5945, 59719, 6135, 665. Cristianos del Malabar. véase el indice D. 4.
L iturgia
bizantina
Liturgia bizantina en generai (Brightman) 2832, 49, 51S, 259V1, 272, 319ss, 390, 434, 444, 450™, 45435, 465, 49572, 501s, 507, 50832, 515, 534™, 537, 568™, 57351, 59931,39, 600, 615, 621; II 2, 3, 32, 37, 47, 774, 127, 128. 1543s, 16442, 1.7833, 18 I, 202, 2197, 220™,™, 275™,™, 301, 303, 3143i, 327, 33855, 369, 382™, 3875, 389, 39326, 39638, 401™, 403, 4133, 417, 425, 429®, 458, 469™. 509, 543™, 551, 556, 562, 572™, 57947, 591, 5945,7, 5 95) 597, 59825, 611. 613, 6234, 630, 665. Liturgìa de San Basilio (Brightman) 44, 4952, 1496°,63, j.83™. 2012 , 254, 260, 26723, 2934, 297, 29823, 30542, 31120, 34413, 35744, 4145 ; liturgia egipcia de San Basilio (Renaudot) I 43™ ; II 2934, 3413. Liturgia de San Juan Crisòsto mo (Brightman) 49, 52 ; II 14960, 2197, 266™. Rito bizantino-eslavo 49572, 5656, 566™, 600™; II 4 0 3 5 3 . Melquitas 2861™. 5. L itu r g ia Arm enia Liturgia armenia (Brightman) 50, 390, 501, 515™, 534™, 53725, 57134, 59937, 61520, 62118; l i 40. 47i7, 12926, 1544, 167™, 2025, 2199, 26722, 2682S, 275, 293, 295®, 30334, 30542, 38279, 39326, 39739, 40149, 403, 4133, 41726, 458, 562iii, 5697, 571-17, 6135, 655, 665. 6.
L iturgia
mozarabe
Liber ordinum (Férotin) 55, 68, 42611, 434, 4593; II 16™2, JL28, 2476, 41829, 5869, 586. Liber moz. sacramentorum (Fé rotin) 55, 6820, 430, 434; II 17635, 296™, 311™, 31221. Missale mixtum (Lesley; PL 85; Martène 1, 4. Il) 55\ 2*4™, 35455, 35560, 35881, 36828, 3693o, 38284, 457™, 501°, 514®, 515, 534™,
FUENTES. II, l - l l l , 1, a
601«, 61317 ; II 1277, 482®, 69 « 3, 71 « ;v, 86«, 87 12820,-1,24, 1311, Ì3623, 1333 s, 206, 275«. 367i 7,2i , 387«, 40357, 40665, 409*i, 426, 44533, 570, 630.—Véase también i l 29511. A n t i p honarium mozarabicum (PP. Ben. de Silos) 446«, 532«. Liber comicus (Morin) 501®. Liber commicus (Pérez de Urbel) 7922, 501®. 7. L iturgia galicana M i s s ale Gothicum (Muratori) 57-60, 10321, 4593, 465, 625; II 70144, 95, 1311, 13623, 181, 183«, 205, 2932, 295®, 2972i, 3044®, 36717,:25, 39528, 393, 586, 614«, Missale Gallicanum vêtus (Mu ratori) II 70«°, 95i°, 32512. Missale Francorum 961 ; II 325*°. Las misas de Mone (PL 138,863882) 581«, 48317 ; II 164«. Benedictionale de Freising II 4157. E x p 0 s i tio ant. lit. gallicanae (Quasten) 57, 116. 4642« 500L 53938, 54681, 568, 581, 6118, 616, 625 ; II 4, 96, 26932, 415sS. 426, 46S5®, 575. Statuta E c c l . antiqua II 16, 55783. 8.
L iturgia iro -celta
Misai de Stowe (Warner, Wa rren) 56, 68 754 961, 4'65s, 534®, 625; II 4825, 70, 196i®, 206i7, 2071®, 20934, 21753, 2761», 33540, 33750, 3424, 35239, 35543, 381«, 426, 452®, 564«8, 57912, 57620, 631«. Misai de Bobbio (Lowe, Mura tori 56. 86J. )433, 2*4«, 2r/38, 279. 280, 28488, 5132 ; n 95, 19727, 2175*. 22932, 3203i, 325, 3364à. 3o23®. 3î'4->. 5bb-4 64 Antifonario de Bangor (Warren) 446s, 45537 ; II 505i®, 570i2, 571. Leccionario de Luxeuil (Mabillon, Salmon) 57«, 5001, 5132. Libro de Dimma (Warren) II 452, 4665®, 53227, 564«7. Poenitentiale Cummeani 22710; II 27616. Poenitentiale Sangallense t r i parti turn I l 406 °8. P oen iten tiale Vallicellanum 2271°. Oanones Theodori 546*a ; Il 2028, 3241®.
9.
1195
L iturgia
milanesa
Sacramentario de B i a s c a II 19935, 26633, 427L
Sacramentario de Bérgamo II 482®. Ordo Ber oidi 515«; II 18«3. Missale Ambrosianum (Martène, 1, 4, III) 350 « , 35245s 46, 35436; 11 79®; ( R a t t i - M . ) 4 2 7 « ; II 19935; (misal actual [d e 190]) 38474, 4 2 7 « , 53834, 62636 ; I I 5033, 70150, 79®, 943, 19935, 387«, 406 44533, 452®, 57947, 630®, 63327.
66,
515«, 69««, 36725, 569®,
III. LITURGIA ROMANA 1.
L
a s
f u e n t e s
m á s
a n t i g u a s
(450-800) a) Sacraméntanos Leoniano (Muratori, F e 1t o e ) 32«, 75, 23030, 27848, 279, 28065, 38583, 466, 4754, 49132; n 73a 64i«, ggs, 10245, 1204o, 1314 , 135ss, 147, 183«, 185«, 230, 235, 237, 238«, 24327, 249«, 311«, 3435, 3642, 36722, 3863, 39945, 584L 62027, 624, 625«. Gelasiano de Vat. Reg. (Wilson) 76s, 98«, 27421, 27848, 279, 2806i, 3164, 38583, 431, 4664o, 491, 515«, 566«, 61730; II 23i, 64«L 95«, 972i, 113«, 117, 120 42, 1352o, 13729, 14734, 17527, 19725, 20047, 204, 21348, 21753, 23037, 237ss, 24122s25s27, 3644,® 366«, 39222, 39945, 41X38, 43534, 4493, 4835, 614«, 6182i, 624s. Gelasiano de San Galo del siglo vm (Mohlberg) 77, 27953s6i, 61730, 6302; jj 5034, 6078, 6 9 « 8*, 954, 983is32, 137 30, 139ss, 183«, 19827, 21753,23036s, 2367,4835s®. 62037s39. 6293i, 681«.— S. de Gellone 43658; n 113«, 117 24, 12042, 18720, 563« 2.—S. de An gulema II 113«, 175*1, 20047, 33855, 37442—g. de Rheinau II 2367. Gregoriano; códice de P a d u a ( Mohl be rg- Baums t ar k) 78, 28057, 293«, 38583; II 954. 13726, 20824, 21246, 216 52, 3249, 33542, 40458, 44219, 6213®, 625; palimpsesto d e Montecasino (Dold) I 1433; fragmentos de K i e w (Mohlberg) I 10833.— Ejemplar de Adriano (Lietzman) 7 8 , 38581,84, 427«, 455,
1198
ÍN D IC E A
Séez (PL 78 ; Martène l, 4, XIII) 1052», JL23s 7, 12511, 33818, 35034, 35140S42S49, 355«i , 3588°,
45647, 57462.
II 1059, 1383,62, 4826SS, 5246, 5784, 04109, 69137, 70140, 722,
73y14, 7629, 869,16, 91, 9355, 1709, 41514, 44112, 47219, 49426, 50517, 51257, 560126 131, 6389s13, 6807, 68425. Halinardo (Martène X, 4, XIV) 1231,8, I2830, 33818, 356«8, 3625, 3727; II 41187, 6807si4. San Lorenzo de Lieja (Martè ne 1,4, XV) IOS2®, 123S7,8, 26242, 337®, 33818,34927S3its3,35i37,30S, 35241 S ,4ds 40,49, 35458^ 35561s, 35672, 35889, 37846, 337 s, 39815, 57790; II 4828, 5246, 807,1«, 91«, 9352, J.709, 44113, 44531, 46236, 466*0, 49213, 4942«, 51257, 537, 565123s,i2», 58618, 63911, 6817S9, 68114. Gregorienmünster (Martène 1, 4, XVI) 123s*, 26242, 3378, 35033s y 40, 35243s49, 35568S72, 57462,
57790 ; II 139a, 4826,29, 5140, 5766, 70140, 91 ^1 , 9353, 1709, 44112, 46660, 527, 56512*. Seckau (hacia 1170; Köck) 10324, I231, 33714s, 34411 g i», 35243, 36722, 38474, 38811 ; n 608i, 58618. 58824, 63911.
Boldau (hacia 1195 ; Radó, Knie wald) 12 3 1 , 34411 , 35033, 36929, 37629 3Í 3923i,3», 3 9 8 1 5 ; II 503», 58r«, 64110, 70150, 9i4os, 4921«, 58618, 59238. c>
P o n tif ic a le s
Cambrai 351. Cod. Casanat. nr. 614 (Ebner): 36932, 39818 ; II 32152,54, 37754, 38066, 43433, 43640, 44641s, 45627, 5923«. Donaueschingen (Metzger) 385*4. Durando, véase en 3, c. Egberto (Greenwell) 1 1 3642, 7. Friburgo (Metzger) 625. Halinardo, véase 2 b. Hungría (siglos xi-xn, Morin) II 364a. Laon (Leroquais) 38920; II 93«i, 285®«, 40980. Maguncia (Martène, 1, 4, XVII); II 58®9, 69138, 73118616 , 9Q31, 20721, 32153 , 37754, 40984, 457*1 , 46660, 49427, 50414, 51360, 5861®, 68I 10SI8; (Martène I, 4 ,XVIII) II 41513. Narbonne (Martène) 268i°; n «W28, 45310, 6192*» 53022.
Nápoles (Ebner) II 5870. Poitiers ( M o r i n us, Marténe) 37316, 37625, 49i53; ix 232, 17839, 379. Pontifical romano-alemán (Hittorp) 126, 28485, 491*4; II 430, 564H8. Pontifical romano (Andrieu) 25912s, 33819, 49362, 521*1, 68222; II JO64, 45310, 53125, 60345. Salzburgo 1232; n 564118. d) Ordines Rom ani Juan Archican tor (Silva-Taro uca) 81, 977s 9, 144, 262, 28170, 29319, 370», 442, 4564«, 4894*, 51522 , 5779*; II 44, 63104, 80i3, 95, 120 42, 13030, 1674«, 17422, 404, 4285, 43534, 44115s20, 446a9, 55570. Capitulare eccl. ordinis 262, 3702, 404i2si7, 40728, 416, 435*3, 437®1 , 44176, 45542; u 417 , 444, 95s, 115, 1547, 20310, 3247, 36050, 373 40, 40460, 44220, 4492, 45523, 4683, 47324, 483«, 54934, 554«6, 57527s, 58152, 58356, 60138. 6311*. Breviarium eccl. ord. 26018, 262, 26570, 3164, 3703, 40519, 4072», 45542, 53210; II 44«, 851, 95*, 1547, 37340, 469«, 483«, 63114. Ordo «Qualiter quaedam», véase más adelante: O. R. IV. Ordo de s e m a n a Santa de Einsiedeln (Duchesne) II 469«, 47325, 4763«. S. Amand (Duchesne) 81, 85n, 8920, I6711 9, 259«, 262®5, 268®, 29319, 2903«. 327, 40728, 417, 43132, 43336, 43553S58, 437, 455, 46846, 53210, 54570; II 628, 32«,
4611, 8013, 38064, 4285, 441, 44210. 44220,2«. 4492, 4682, 47324s, 483«, 54941, 55469, 5722ot 57629, 60138, 63114, 6401. Angilberti (Bishop) n 48411, 59722, 633. O. R. Antiquus (Hittorp) 81, 8512 , 29635, 35351, 3731«, 385«°, 469; II 26933, 4493, O. Eccl. Lateran. (Fischer) 8139, 851°. 14517, 14721, 26123, 263s* y 5*s, 2963«, 37732, 438«4t 45757,
46011, 46847, 47259, 530* 5404i, 562127. 57569, 5791, ¿eon, 60463, 63420; II 629s34, 3032, 4516, 6297sl04S, 66123^, 7635, 8015, 1547, 15722, 3806 6s, 43012, 43324, 43643, 44041, 45318, 47432, 47847 7 <•, Ü 37, 54624, 56O9«, 59721.
FUENTES. I l l , 2, b -III, 2, 1
603^7, eo706,««. 63325.28, 646a7 68529.
Ordines Romani de Mabillon (PL 78). O. R. L: 8l s \ 833, 85®,n s 8922S,
98. 11145. 2596,'J, 26233, 32'i****t 3611, 3623, 36827< 339, 3955, 40412. 42061, 435, 437, 45540S48, 4607, 46321, 46847. 4730 i. 51522, 51943 S 48, 52570s, 5316, 54358, 54570,73. 54678, 585», 567S17, 57134, 57350ss, 58536, 620ia.
II 624, 244, 3022, 3740, 4611, 5141, 5452, 63101S 104,108, 65120, 8015, 11311. 115, 154«, 16748, 17841, 36030, 37340i 4282s,«. 429«. 43218,21s22, 43534, 436««, 439», 440«, 441s20, 44331,27, 44640. 455, 4682s, 47218, 473, 483«, 4864, 500«, 55488,70, 56094, 57221, 57528s30, 60138, 605«4, 607, 616, 6247, 63114, 63322s, 636, 6404 (Stapper) 8138, 844, 8512, 45540, 4592, 52571, 54570, 64678, 62325, II 43534, 4381s2, 44321, 4492, 483®, 57630, 60554; (Andneu) II 6076». O. R. II: 81, 8510, 8819, 98«, 11143, 45758, 4592, 46321, 525, 528, 5318, 64042, 54574, 54993, 57133, 57248, 57351353, 57566ss75,78, 602«°; II 244, 4827. 5432, 63101,106, 72«, 8015, 867,1«, 87, 954, 11518, 154®, 168, 175, 36051s, 37442s46, 39637, 40664, 4151«, 429®, 44115s 20s, 4g82, 47429^ 4339, 55570, 57221, 63322, 6402S6. O. R. I I I : 81. 4592, 54570, 57187, 58222, 62325; II 625, 118, 36052, 37340, 44117. 44640 44744. d ^ 2s 474a9, 55467S70. 63322. 6402S*. O. R. IV (Qualiter quaedam orationes): II 20311, 22933, 24532, 324«, 33540, 33746, 33858, 373«, 4°s41, 40048, 40648, 43534, 44112 44220, 47218, 62139. O . R. V : 81. 52048, 5404«, 543«7, 54681, 57587; II 154®, 36052 4297, 4332», 44640s44, 47323S31, 47849, 5008, 54943, 6403. O. R. VI: 81, 126, 263«», 3482*, 3613, 39810, 40515, 56817, 575«®, 577«®, 58011, 605®8; II 628, 843 y 4«s, 1 1 ««, 3024, 70148, 72«, 791*. 8120, 86«,15, 170«, 36033, 41313s y 15, 43010s14, 4411«, 45 3 1 «, 4552«S, 47431, 54Ö43, 552«7, 55572, 605««, 60760,84, 61618, 63322, 6791. O. R. V n : 3161, 566*0; II 4837. O. R. V III: 16511«, 43337, 56112«; H 4284.
1199
O. R. IX: 28812«, 5183«. O. R. XI: í í 39. 851®.167“ *,433L«, 4333«, 45758. 46848, 49487, 52881, 541« *, 54679. 56612,58011, 60589, 63420; II 1548, 4732» 4838s. 63325. O. R. X I I : 49467S. O. R. XIII: 8I 3®, 29630 ; II 283. O. R. XIV: 8139, 8510, 13651, 25911, 2635«. 29427, 33241, 36098, 36722. 37628, 37843, 38372. 3862s. 3951, 4417«, 47153, 47466, 49382s •a, 562127. 565«, 57794, 5S011, 63422; II 629, 6190, 63100,104, 66123, 7312, 7525, 8225, 86«, 116 1 9, 1561», 24533. 27621, 28584, 29614, 32153, 38172, 44746, 45316, 47220. 500«, 542’2. 54420, 6007«, 64628,38, 650«2, 682*7. O . R X V : SI39, 29848, 5659, 58011, 58640, 63422; II 629, 127«, 4185, 4615, 41193, 558a7, 604«°s. e) Cánones
Hispana II 64119.
Statuta S. Bonifacii II 552«3. Admonitio synodalis 270; Tí 179 y 42, 56096, 60658s64, 66717. Colección del rey Edgardo 27421. Cánones ob. Ruotger de Tréveris (927) (Blasen) 28589,108; II, 56096. Decretum Gratiani (Priedberg) 238a, 28278, 28592, 29243, 301®, 30322, 30540, 46844; II H 70, 18110, 13731, 56098, 60241, 68633. Decretales Gregorii III (Pried berg) 27125, 28279, 30541 ; II 283««. Véanse en el índice D los concilios y sínodos. Ade más s. v. Regino, Burcardo de Worms, etc. f) Consuetudines: benedictinos. Capitulare monast. (817) II 41085, 66717. Capitula mon. ad Augiam n 17107, 4531«. Ordo qualiter 372®. Con^uet. mon. Germ. II 17107, 4531«. Cluny: Consuet. (anteriores al año 1048 [Albers]) II 4531«; de Paría (Albers) 857, 131«, 28170, 285104ss, 109; II 17107, 411y87. Bernard! O. Chm. (Herrgott) 132, 28488, 286112, 38180, 39338, 52776, 57676; II 3524, 8121, 16748, 276, 321«4. 37754, 38088, 4 U 87, 436«.
1200
ÍNDICE A
UdaMoi C. Clun. 132, 2612®, 263*6,65, 284*«, 285104s113s, 3482«, 35983, 372™, 37532, 378« 380« 3877, 40832, 455* 3, 491®*, 531«! 57702; xx 840, 291S, 352*s, 32. 46", 58«8. 7527, 79", 276™, 43011, 453", 45423. 5515«, 552™. 595lls16, 5982*, 60657S, 64424. Guillermo d e H i r s a u 13238, 2&r>95, 206" \ 34826, 360", 378" 331«°, 38474, 49364, 527™, 574«. 5Ï676; II ÎO60, 17’07, 352«, 50" 58« 27620, 40775, 602*2, 607«7. Consuet. de Fruttana (Albers > II 10«3, 352®. g) Otras órdenes. Agustinos : Regala de San Vio tor 472®7 ; II 16748 ; Ritual d St. Florian (Franz) II 466", 53125S28f 53741. Cartujos : ©batuta antigua (Mar lène 1 , 4, XXV; Legg) 133,
86093, 309™, 382®". 416™, 4195ûSfl2, 5 7 7 9 1 , 5 9 5 1 7 ; II 5873 74 , 65llT, 69™*\ 75‘J 7.7628 32 8 8 22, 97, 283®«, 321«*. 374™. 40984, 434s0, 447*5, 462™. 478*8, 49320 595, 60657. 6007*, 6749 ; Ordiqaarlum Cartus. 263™, 28812 1, 297**. 36930, 3 7 5 2 2 , 382«", 420*2, 67789, 59517 ; II 52™. 54™, 5373, 6 5 " 5, 69133 7 3 1 2 , 7o27. 762a,32, 86®, 17 117, 17320, 279™, 28573. 4087«, 478*», 566™«, 608,7*, 674»; Mlssale Carlus. (1713) II 43320.
Cistercienses : Liber usuum (PL 166) 132, 144", 2601®, 264®4, 28510css, 29712, 393**. 438®®, 47257, 522®«, 59517 ; II 882*, 1743*, 453",". 47335. 546*«, 602*l, 60787 ; R i tu a l e Cist. 28510». Pranansbratenses : Liber Ord. ( L e f è v r e , Waefelghem) 134. 15230, 26355, 264, 372«, 469", 503i*. 595i7; H 58«9,71. 7632. 8O1 7, 882®, 245*2, 291", 321™, 37754368, 409®s. 551™, 580", 598a*, 60658s«°, 64321 ; Misai de Sohüàgl n 67127, 70147. 4921«, 50733s*° ; Chotieschau II 492"; de 1578 H 409" Dominicos : Ordinarium (Guerrinl 135, 1451«, 259», 26018. 26349,81,i5s, 285I0«ss"'M". 372®, 38471,7*, 405". 41652, 4417*, 455*9, 4632«, 474««, 530*, 540*5 546««, 562i*7. 5767«, 603"; II 0$*» 7$34# 32a7 88a5, 9721,
1742*, 27621, 281*8,*«, 285«4. 2961*, 321«, 40775, 4532i, 457» « 46250, 466«*, 47328 49320, 60W \ 54212, 54627, 5815*’, 597, 602**, 6087*, 6141«, 643«, 6452®, 655«, 65713. 686" ; Missalê O. P. I 286110 ; II 302r>, 5869,71 62", 8328, 9721 2OO*4 24538, 4359c, 462™, 5019, 5125’7, 577*7, 5852. U-n misai de 1562: n 04322 ; en general II 52*5, 90", 33901. Franciscanos : C aeremoniale Romano-Seraphicum 26672; Miseale : véase más adelante 3, a> Santiago de Lie 1a : Liber ord. (VO'lk) 135, 263-1«. 284™, 285l07S"9, 297*0,*2, sos 39 344" 349»L 35351, 35983, 367, 37793s*° 3847*, 388", 405", 44173. 456*9, 47382. 519". 522s'«, 531«. 546«°, 557117, 575«9s 7a, 578i°i; II 302B, 52**. 5809, 66123, 69"«, 70l40,i*8, 7632, 8227. 9721, 1747«, 209**, 24532, 27621 2814Ss 50, 285**, 28678, 298i4, 32153, 376™. 380«i, 407 73 . 415 13 , 435*«, 453 21 , 457» V \ 4732«, 478*«, 49320, 542". 54G27, 581™, 59511, 602**, 60875, 614", 63932^ 643l ’s 2*, 64630, 656"s". 681», 686™. Carmelitas: Ordinale (Zimmer mann) 135, 374". 540*5 ; II 274*. 281*«, 41101, 492". 592«. 593*i. 607«7, 643", 657"; un misai de 1663 (Fenrenes) II 492". Acerca de las distintas órdenes, véase también el indice D.
h) Explicaciones de la misa. «Quotiens contra se» 115™; II 115", 315**, 47431. «¡Primum in ordine» 1Î555, 540*n 54574; xx 47222, 47431t 484jj. 5742*. 6293i. «¡Dominus vobiscum» 11039, 115™, 2382; II 4492, 474^1. «Introitus Missae quare» (Hans_ sens) l l l " , US®3,*5 ; n 115", 445«. 446*2, 462*7, 578*°. «Missa pro muitis» (Hanssens) 118«*, 262*°. 28485, 40725, 436™, 45756, 52568, 540*2, 545^ 5745* 575«®, 604«2; II 8*°, 176*3, 430". 44536, 57950. «Eclogae» lll* 8, 118«*, 525««. 528*1, 540*2, 572*«, 5767* 604«2 ; n US22, 22933, 43011 , 442". «Liber offlciorum», de Tréveris 1313* ; II 46, 5567*.
puen tes,
i n , 2, f - i n , 3, a
1201
Explicación de l
Evreux (Marténe, l, 4, XXVIII)
3,
Fécamp (Marténe, 1 , 4, XXVI) 345“ , 34930, 3503*s"«, 353®2, 355“ , 360", 366“ , 36932, 388“ , 398“ ; II 4821, 503*, 62", 65“ 1, 71 8I 21 86“ ,“ s, 892ü, 9l37, 93«3, 44531, 49114, 49423,27, OOS32, 51258, 513««, 591a!, 643“ . — (Marténe 1, 4, XXVII) 3503®s 38, 35346, 354“ , 35561. 3614, 36932s, 38474s 81, 39234 ; xi 482i 50“ , 5870, 70“ 8, 7527, 860, 8927, 90a», 93“ , 44531, 46568, 491“ , 49321s22, 50622, 586“ , 643“ . Franciscanos, misal de los, 136, 184; (Ebner) 437“ ; II 6083,87, 70i“ , 84*«, 1031 , 58153, 588, 645a», 650®1 ; (Leroquais) II 500*15; (Marténe) I 43132. Puruneyr. Misal de 44178. Freising n 466«3, 6IO79, 50842, 445“ . 70142. Gerona 382«* ; II 35543. Gregorienmünster, v. III, 2, b. Haxnburgo II 6084. Haus (Köck) 376a7s3*, 388“ . Hereford (Maskell) (de 1400) II 170»; (de 1502) 57798; II 84“ , 614“ ; cf. -más adelante s. v. Maskell. Huesca (1505) II 029 Klosterneuburg, véase indice O s. v. Sdhabes. Lagny II 2972L St. Lambrecht (Köck) II 441“ , 477“ , 492“ , 508*«; (de 1336) I 174“ , 366“ 37631. 330“ , 387’ ; II 1383, 4827, 52“ , 701“ ,“ «. Lieja (siglos xv y xvr; fímits v. W, y de Cors waren) II
FUENTES
BE LA BAJA EDAD
ÍvIedia (1300-1570) a) Misales. Admont (Köck) 35032, 354", 36S24s2»; i i 4931«. Amiéns II 40980, 50835. Aquíleya (1519) 447“ ; II 508»». Ariés II 44530. Arras II 585®. Augsburg» (Hoeyncfe) 337“ s17, 35572, 38581 ; II 5037, 59“ , 8926, 46663, 504“ , 50620. 086“ , 60347; (misal dea año 1386) II 5870, 69135,133, 71158, 9140, 1033, 4474«, 50517, 508*®, 512*7. 536“ , 639“ , 6452«, 6505“ (m¿. sal del año 1555) 144“ , 34410s is, 366“ , 36920, 37733, 39231, 419-“ , 551. Of. también «Mes se singen- oder lesen» más ade lante, tí. Aaixeme n 24539. Bangor II 5019; véase más ade lante & v. Maskell. Barcelona II 465«8. Bayeux II 508*9. Bcáuvais 35351; II 9137. Bobbio (siglos x-xi) 5779S. Bratislava (Jávor) 14722, 3503Ss 37. 352“ , 35351s57, 367“ , 36929, 378“ . 38161, 38581, 41980, 57789 ; n 61", 641“ 67128, 8930. 1032, 3i7858, 434*2, 45732, 50O4, 682“ , 1 0 #2 1
Breslaii (1476) II 67“ 7, 71151, 457«. Bdxen (1493) II 68 88. Bursfeld II 33961, 647", 651", 545“ . Coira (1589) 382®«, 383“ C o l o n i a (siglos xn-xvi) 551; IT 62os. 65119. 69,:{\ 4732S, 493a0; Ordo celebrandi (siglo x iv ; B ím eiiai.• n 5869, 5S7®, 63“ r\ 6712Ss 13\ 7015«; 7912; a i2«, 892\ 174", 5062«, 566130 Chalona (1543) 36019, 36932. :.g: :ntbí?im II 656“ . Eichstätt II 588a».
n ua».
33134, 337“ , 3503r>s 3°, 3534Cs«5, 355f,I? 35881, 36617, 36929, 38474s 81, 38814,18, 419"; II 5034, 63105, 71ir,1J 3331,66“ ,“ », 285»®, 40983, 434;,,\ 445 31, 465S8S,64, 49114, 494-2,27, 5072y 512“ . 513er*. 58928, 59131, 64738, 650®
€6924.
69136,140,
7Q142. 148S151,
40983
L im bes II 4820, 5873. Lucca n 488f. Lyón (1531; M a r t é n e , l, 4,
xxxni) 3673"s24, 382o3, 3847*, 388**,18, 578" ; II 5037. 5247, 5869, 0913a 71“ 1, 81Ji, 86“ , 9031, 321", 40981, 434*i, 466“ , 49427, 5001,*, 50026, 5923340, 643“ , 656n s15.
(Buenner) 137, 2599, 384™, 456“ ; II 171“ , 406, 40878, 41620, 478“ , 611»«. 570“ . 57947. 656“ .
1202
ÍNDICE A
Metz (1324) n 6468«. Minden (1513) II 405**. Marubecasino (hacia 1000; Dold) 14414; (hacia 1100; Ebner) 125; n 46. 4827, 63104s. 70i“ 7628. 8330, 9136,40. 49320 5084*. Monte Vergine (Ebner) II 560«4, 61081. 64424. Narbona (1328; Marténe) 35352; II 86iß. 924«. Oden burgo II 61079. Orleans 3608fl. París (Leroquais) II 32153, 64632, 64848 Passau (Radó) II 4921«, 5083\ 61079. San Pablo, Ermitaños de (Sawicki) 366i 36929, 93581, 4.195« ; II 67128, 466«°. S. Pol de León (Marténe, 1, 4, XXXIV) 35033, 35332, 35564, 3588i, 36090, 36729, 37844s, 38474, 38813,18 57464; II 58«9, 6913« 71i5i, 3 i 2i, 86i 2,i 8, 3926, 9721, 43431, 45730. Ratisbona (1485 y o.; Beck) 337ias i 7,
339 21, 3449, 3 5 034,
458is, 551; II ö l38, 22935, 285, 339«2, 434 , 443 , 445 , 60874, 64840, 650. S a l z b u r g o (siglos x ii-x m ; Köck); II 5033, 723, 45661, 5003, 50835, 5277, 56612s 6463S; (Radó) II 69135 ; (incunables) II 6082, 69138, 903i; Cf. más arriba el misal de Furtmeyer. Sarum (incluido el Ordinary, et cétera; Legg, Frere, Maskell, Marténe, 1 , 4, XXXV) 138, 227i°, 33715, 34928t 35349, 35567 36932s, 372i°, 38474, 3857»,85S, 3981«,18, 40831, 41956s62, 4564«, 460i°s, 493«4, 55199, 57928, 57457^ 57571, 5778«si°i; n, 291», 534«, 58 72 s 76, 60®i, 63 103, 67 128, 69133S149# 71151,153, 7028,83^ 7010^
8332, 8617, 892«’ 9137,43' 9337,59’ 14754, 32153, 37858Sei, 40983S88, 411«i. 4342«s36, 44530f 457205, 46250, 46664, 47744, 4887, 4931s, 494 22, 5003, 50414, ß06 22 S3S 51154, 51 365, 5 8 825, 5 9 23« 60874S78f 64631, 65611, 68215,20s24.
35243s4«, 35437, 35674, 36615. 4474«, 49114. 368 28,29,32, 376 27 S 31,85, 37847, Schlägl, véase más arriba s. v. 3 8 l 61, 3 9 231. 5 6 2128, 5 7 673, Prem. (2, g). 62849,53, 631*, 63318; II 5142, Seckau: misal de alrededor de 5888, 67128, 3333, 1032, 1065, 1170, véase más arriba III (2, 20932, 33734, 3643, 44531, 447.15, b); misales -posteriores (Köck) 45731, 466«3, 4921«, 50728, 508i2, 3 3 8 17, 3 4 49,n, 3 5 241 , 3 5 562 6107«, 6141«, 63537, 63913, 651««, 36720, 38811; II 9140, 20824, 656H, 66023, 68110s15,19; véase 4921«, 50731s34, 5933 «, 6107». también el índice C s. v. Beck. Sens n 50833. Remiremont (Marténe) II 4453i, Sevilla 33712. 44742,45 s 47, 477, 4925, 502 ii, Siena II 5374i. 513«°, 58615 , 58824, 6544. Soissons II 4342«. Rennes II 65715. Strengnaes (1487) n 592«7. Misal remano del siglo x m (Rö Tarragona (1499) II 5084i ,44 (Si_ del) II 5869, 9139, 58721. glo xm ) II 6 3 9 11 . Riga (v. Bruiiningk) 14722; II 58«8,70, 8926, 26517, 45731, 49012, S. Thierry 602 5i. 50623, 513««, 58618, 5923«,38, Tortosa ( P e r r e r e s ) 46847; n 24431, 49215 607«°, 6107«. Toul (Marténe, 1,4, XXXI) 34513. Roma: Vetus M. Lateran. (Eb 35034S40, 35242 , 3556 1 , 3 5 3 11 ^ ner) 14412; n 63912, 68114, 38814, 39815; 1 1 5971 , 67128,isot 68323; misal del manuscrito 69137, 70l40f149t 8121, 8330, 8613 Rarberini 1861; 37627. 9035, 9350, 9721 ^ 1065, 32 152 ; M. Romanae Curiae 136, 182, 466«3, 5125«, 58927, 5 9 13 1 , 3« 186; n 72, 200, 5005 ; véase 60978, 64033, 6473«, 6505«, 656*1, •además más arriba el misal 681i°si5. de los Franciscanos; Missale Toulon II 913«. Romamum (entre 1474 y 1570; Lippe y otros) I 1365«, 3032®, Tours (Marténe, Leroquads) 360«7 36933, 372H; II 5873. 36615; II 279, 296ia, 52712, 650s. 65614. Troyes 387«. Upsala (1513; Yelverton) 493 ««; Misal de San Pío V (1570); en II ö l42, 70148, 9721 , 37838 (1484; cuanto in tr o d u c e reformas: Yelverton) 35457 , 356 74. 182sst 339s, 378, 39&17, 409, 440,
pu en tes,
in, 3, a-iii, 3, b
Ursin. (Gerbert) II 29615, 321 « . Valencia (Perreras) 37848; II 67129, 87«, 209-9. 28781, 416«, 50624, 51305, 52131, 580«, 5918* 592«, 6873a. Venecia (1493) I 380«. V i c h (Perreres) 3392i. 382« 388«, 392«; II 1278, 50732s44. 58824 .
V o r a u CKbok) II 4 9 2 « ,« , 50730s34,36, 51152. 566124. 58825 59134s40. Cf. más adelante s. v. Kòck. Westminster (Legg) 360, 361*. 372«, 384^, 525«; II 5872, 7 1i5if 8 435, 4 7 1« , 4 9 2« 588«,«, 64424, 669«. Worms II 3243. York (Simmons) II 3023, 5872, 6081, 70142íf149S151f 832s 8926, 9034 93« , 24534, 43428, 45739, 51258. 58832. 6388 ; (Maskell) II 9034. Zips (Radó) II 6189, 67127, 3642, 5805 0. Zürich y Poterli ngen, Fragmen tos de (Dold) 503«, 53832, 62428; II 1125, 3233. Citas sumarias a base del ape llido del editor: Beck (-para misales bávaros : Ratisbona y Freising) 1727, 3 3 79,11, 3 5 566, 3 7 63i, 4 1 9™, 43658 ; II 5037, 5247, 59«ss2. 69139, 79«, 8435s, 86«, 89«, 9 O31 5 0 4« , 5 0 620, 5 12s7,®9, 586«’, 59235,39, 638®, 64632s38, 65051. Perreres ( m i s a l e s españoles) 13858, 174«, 3379,« , 33929, 3614 36828s30, 374«, STO29,®!, 37953 . 38474, 40831, 46847, 5435». 551" 572«; II I2 82s 89, 4939, 5244. 5452, 5658, 67126, 70«°, 8328,32 8611,« , 9143,4fi, 9330,68, 95«. 1 7 O5, 1 9 943, 2 0 823s29, 2 1 0« 33855, 44531, 47739, 492«, 504«, 50623, 586«,«, 58928, 6389. Kòck ( m i s a l e s estirios) 1448, 174«, 286«i, 337®, 34459s« . 3 5 033, 33s 36s 40, 3 5 2 43s 46,5i, 3 5 4 57,585 00, 3 5 6 7 2 ,7 4 , 3 6 7 22,
36929, 37631, 37840,51, 381«2, 385®i, 3877sii,«,i7s. 41959; II 5037, 5247, 5870s7«, 6082,84, $91395140, 722, 7912, 8436( 8926s m, 1065, 364®, 44332,24, 44531, 46230 466®4, 492«, 50620,23s2S, 33, 508«, 51257,60s6a, 566126s, i " s s , 585a,8, 59131, 59233 39s , 81079. 039«. 64434, 6463*, 356«i
1203
LegR (misales ingleses y del nor te de Francia) 13543, 35983, 36722, 36930,32, 37631, 38474. 388«, 45859, 551", 562128; H 5244, 58aV 1, 6295, 69136, 70«9s « 1 . 8121, 2734, 28144, 380®i, 40984, 46664, 491«, 49422, 50622, 5125 8, 513««, 58928, 592«, 64738, 65030, 656«, 65817, 6793. Maskell (misales ingleses) 13858, 36723, 36932s, 38474, 39234, 4023. 40831. 557«7 ; II 1061S, 52«. 5872, 69«3, 8333, 892«, 9034, 9143, 40983, 466a0,84, 504«, 51238. 58928, 60978, 643«. Radó (misales húngaros) I396i, 174«, 3379, 337«s17, 3449s « . 35137s44, 35351S58, 35566, 367«. 36929, 3763i, 37944,4«, 33101 38581, 57789s 100; II 5033, 5888. 64«o s « 4, 69«‘9, 79«, 1032, 43431, 45732, 504«, 513a1, 59239 64424. Smits van Waesiberg.be (misales neerlandeses) H 5868, 6295, 69134, 70145, s i 29, 8926s3J, 9721. Y e 1v e r - t o n (misales suecos) 337®,11 35033, 36722s28 39234; II 5244, 892a, 903i, 45731, 5352, 656«. Véase además -para misales fran ceses: índice C s. v. Marténe, y Leroquais más arriba 2 a. así como en el índice C s. v. Ebner (misales italianos)). b) Otros ordinarios de la misa. Alphabetum saoerdotum (Legg) 34923, 36087, 366«, 36929. 37843, 38058, 388«. 41958, 54o4», 57030. 57462; II 5873s76, 69«s, 71«i, «331, 86« , 8926, 9721, 43431, ?6538, 50733, 58927, 638®, 64633s 38, 65055. Autun, Officiarium curatorum, I, 163««. Bayeux, Ordinarium (Chevalier) 54047. 54256; Marténe, 1 , 4, X X nb 34928, 36932, 3864, 408»i. 460«, 5303, 562«7, 57456s ; II 63«°, 79®, 8227. 38067, 595«. Véase también el índice C Bec (Marténe, 1 , 4, XXXVI 285«5, 345«, 35033, 35244s 49, 355a® 360, 3614. 36933s, 37733, 382a4, 38474, 388«,«; II 5244, 62«, 65114, 71 « 1 , 8435, 86« , 20824. 33753, 41080, 4625®, 47847, 49210, 50622, 51258, 513«s, 59233, 592« 60978, 64632s 38, 657«, 675«, 683« , 447«
1204
ÍN D IC E A
Ereslau : Ritual de Enrique de B. 159»«; II 5322«. Bursfeld: Ritual de (M itèn e) II 50728. Chalón. Ordinarium (Mar,iène 2 4. XXIX) 40831, 540^2, 562-^', 57457; II 380«e, 4087». D'cutances, Ordinarium (Legg) 34515, 3600ü, 36617, 363-*, 37S*‘%, 38284, 442™, 4601«, 47153, 570-™s 3*: II 58n s75, 63103, 6912-0, 83™, 8927, 941, 9721, 285™, 376*», 38173, 40081, 43481, 4572« 462*0, 58927, 638°, 64733, 648*< 6571-, G3323. Essen, Liber ordinarias (Arena) 2635*, 27126 ; n i l 7«, 1387, 63»», 28678. Exeter, Ordinale (Dallon) 54G13. Fontevrauld. Ordina riunì I 332.
Gregorienmünster (Martène .1 .4, XXXII) 337“, 344lvsw, 351* 35340, 355“, 356”, 382“ , 385*. 388”, 493w; II 50*\ 691®, 8237 88a, DO31, 106*. 415“, 466“, 494,J7, 508*, 512*, 591“, 592®, 610“. 681w, 70*‘*\ Véase también más arriba 2 , b. Indutus planeta (Legg) 522w, 582m, 578““; II, 409*, 495” 500c, 646*3. Laón, Ordinarium (Martène, 1, 4, XX) 403”, 45S*,W, 54G7,\ 574” ; II 63*, 82*, 171“, 409* 433a, 60771; (ibid. XXI) 259®, 386*, 456M II 41619. Linkoping (Freisen) 172* ; II 90” 457”, 504“ ; (Yelverton) 339”. Münster de Westfalia, Ordina rios II (Stappar) II 57917. Ruán, Breviarium (Martène, 1 , 4, XXXVII) 8510, 348* 360**, 361* 36324s,D::s, 376a, 378* 381í:ssl 38814,17. 3981“, 44178, 562127; II 46“, 52ís, 631
Vienne, Ordinarium (Marténe, 1, 4, XXX) 259°, 388“. r) Pontificales, Durando (Andrieu, Marténe, 1,4, XXIII) 85”, 298“, 33.lsí
E poca
moderna y actual
a) Libros no romanos. St. Blasien, Gesangbuch (can toral, 1773) 208”. Brixen, Manuale (1906) II 535“ ; Vorbetbuch (1925) 633“. Espira, Gesangbuch 207. Königgrätz, Gesangbuch (1897) 216“. Constanza, Gesang-u. Andachts buch (1812) 206®. Landihut, Gesangbuch (1777) 207. Maguncia, Cantual (1605) 199, 558"»; Gesangbuch (1 7 8 7) 207”. Paderborn, Agenda (1602) II 544; Gesangbuch (1726) 207, 2CR,B. Paris, Rituale (1839) 627 =, 631”. Passau, Pastorale (1608) 5C
fuentes,
n i, 3. b-m, 4, b
276“, 356”, 426®, 435“, 482‘, 536w, 561”, 566”'=, 60410. Caeremoniale episc. 8510, 165'“, 259’ 261’*, 263, 294”, 297", 33240, 338". 359“, 387“, 463«, 522”, 52510, 536, 529“, 574=*, 584“, 58S, 634” ; II 46“, 82“, 166, 171“ 433”, 459”, 480, 604“, 608™, 646“, 636“. La solemne misa papal (Brink trine) 85”, 95”, 262”, 386’, 516, 586” ; II 10", 14, 46“, 54“, 113”, 281«, 544“, 555“. Sitúala Rom. 185“, 384”, 436“, 462«, 4S7"; II 392a, 506, 535, 593, 619”, 649”, 667”, 686a ; ri tual del Oard. Santori II 533“. Braviar; um Rom. 183; II 675”. Gradúale Rom. 212, 405ss, 539s 544“, 552IÜÍ, 559®, 606; II 27“, 478®. Mi ¡sale Rom. fCf. arriba 3, a, Roma, misal de Pió V ): Rubri ca« gen. 183«, 23.9”, 224", 264,
1205
297“s”, 304, 315”, 468a“, 492“,”, 520*°, 572” ; II 171” ; Add. et Var. I 19071, 459', 492” ; II 658-'. Kit. serv. 183, 190”, 270”, 285IC\ ,<;-', 287‘”, 305”, 312“, 339Msv“, 358”, 393”, 393”, 459*, '463”, 519“, 522*’S3, 523“, 529*'s1, 567“, 570”. 579*; II 61”, 88”, 118”, 157-1 167«, 171«,“, 174”, 276a, 286" 459"s“, 496”, 501*, 536a , 600=’, 604”, 649", 630'; De deíect. 285*°°, 305” Decretos de la SRC 180«, 189, 201", 203 ’=. 219aS, 294", 376”, 395=, 462” 489", 519”, 608; n 10®, 13, 51”, 73“. '76ya 146“, 157a, 166”, 171”, 200". 287”, 291”, 353", 381®, 411”, 521” , 533a, 535® 552«, 658” , 675“. Cod. lar. Can. 164=“, 263“, 274”, 288=“, 280'-:s. 292”, 305«, 315”, 339“ ; II 41w, 560, 619”, 686==.
INDICE
B . - F O R M U L A S
A b eo sit 'benedicta de, II, 67. Ab illo benedicatur cuius, II, 67. Ab occultis, 385™. Absolutionem, 373. Accedite ad eum, II, 569. Accendat in nobis, II, 73. Accendite!, 84. Accepit panem, 15676, 161, II 267, 273s, ¿7618, 28040. Acceptabile sit omnipotenti, II 58T0, 106®. Acceptabile sit sacrificium, II, 13®*. Acceptabilis sit omnipotenti, II, 13M. Acceptum sit omnipotenti, II, 56, 57*V”, Accipe quaesumus, II, 60M. Accipiat Dvminus sacrificium, II, 924fl. Acciones nostras, 385w, II 657lfl, 681s. A cunctis 189. Ad Deum qui 367, II, 128a1. Adiutorium nostrum 367, 368* 381aiswf 384y™, 419 yw II, 647. Adiuvate me fratres, II, 86u, 87, 9613. Ad multos anuos, 464a7; cf. 495r*. Adoramus s. corpus tuum, II, 471«. Adoramus te Christe, 388yw. Adoremus crucis, II, 609™. Adoro te devote, II, 289. Adoro te Domine J.C., II, 287®, 492*. Adsit nobis, 369a®, 385®. Adveniat regnum, II, 389. Aequum et iustum est, II, 126. Agimus tibi Patri gratlas, II, 492a. Agimus tibi gratias, n , 589. Agnus Dei, 90, 94, 207, 294, II 447y®, 462s, 467ss, 510; véase el índice D. Agnus Dei (letanía) I, 436, (Glo ria) 1, 452; ague Dei, I, 446. Aleluya, véase el índice X).
AI/]8o>; yàp II, 149w. Amen, véase el indice D. Amen, Kyrie eleison, 465'^, 490* r j y a o z II, 267, 273*. Anima Christi, il, 289, 492U5. (et ) animae omnium, II, 651™. Ante conspectum, 36!*, 371. Ante tuae immensitatis, I03a. vAva) là; Y.apòicc;, 69*. Aperi Domine, 36P, II 4950, 1708. ’AiroXósalh, 612, II, 6303. Apostolica lectio sit, 515u. Appropinquet, 337®, 33817. Asperges me, 334, 344, II 78, 664. Assit nobis, II, 494**. A subitanea, II, 647*®. audemus dicere, 65, II, 395. Auditls nominibus, II, 205. A uf er a nobis, 75, 124yl\ 360, 362s, 369®*, 384, 392. Aures ad Dominum, II, 128-1. Aures tuae pietatis, 124, 125”, 336. Aures tuas, 337w. Ave in aevum, il, 503. Ave in aeternum, II, 503. Ave Maria, 369*7* 382n\ 388w. 586, 627, Ö2745, 628, 631y3, 633,s, II 2203*, 675. Ave prmcipium, li, 289. Ave salus m undi, II, 288. 49210. Ave sanctum Evangelium, 387”. Ave sanguis Christi, II, 50414. Ave verba, 574. Ave verum corpus, 158°°, II 289, 471, 492*. A vinculis peccatorum, 392®“. 'APtov za\ itxa'.ov, II 128*. Beata viscera, II, 675'*. Benedicamus Domino, 460; II. 633ss, 651. Benedìcat (nos) et custodìat, II, 646*a, ®*. Benedìcat nos Deus, II, 592*; cf. 646*.
1207
FÓRMULAS
Benedicat nos Co: vos) divina maiestas, II, 646”,®. Benedicat nos (o: vos) Domi nus, II, 640, 646. Benedicat tibi Dominus, 462. Benedicat vos o. D. P. H, 646. Benedic (Domine) et, II, 366”, 367. Benedicite! 384™, II, 67r*. Benedicite omnia, II, 680ss (ver sículo) 683. Benedicite sacerdotes, II, 683. Benedicta filia tu, II, 591”, 592, 59341. Benedictio Dei (omnipot.) Patris, 577, II, 69™, 70180, 413”, 646, 647a8. Benedictione cadesti, II, 646". Benedictionis et consecrationis angelus, II, 67”*'. Benedictus Deus in donis, 15M. Benedictus Dominus (Le. 1, 68ss.), 59. Benedictus es (Dan 3, 26ss), 59. Benedictus qui venit, 249, 571, II, 1582\ 164ss, 290w; véase también el índice D. Benedictus qui... Deus Dominus, 541. Benedixisti, 336. Galicem salutaris, 17M, II, 57a6, 58, 505 : cf. 180 ; II 109. Cantate Domino canticum, 410. Catechumeni recédant, 617. Centuplum accipias, II, 1388,“, 15. Circumcinge, 352®. Circunda me Domine, 351*. clementissime Pater, II, 48:‘°, 185. Coelesti benedictione benedicat, II 646ae, Coeli enarrant, 410. Cognoscam te, II, 507. Commixtio consécrate, n, 445*. Commixtio s. Corporis, II, 445". Communicantes, 68, 71*", 224**, II, 193, 2l8ss. Véase también el índice D. Communicatio et confirm aiio, 125, II, 512". Concede Domine Jesu, II, 565ia. Concede m ihi o.D., II, 83. Concede q.o.D. u t quidquid, II, 588®.
Concordator discordiae, 60. Confirma hoc, II, 54®. Confitemini 36720, 384, 541. Confiteor, 14", 204, 216®, 224®, 2598, 296, 298, 360, 363, 370SS, II, 51", 528, 531, m y 2», 535S. Conforta me, 577“ .
consecratio
n, 443.
(com m ixtio
et..,),
Conscientias nostras, 337, 385*1. Conscinde Domine, 345®, 34931. Conservent, II, 588®, 621". Consummatum est et, II, 592®. Conversi ad Dominum, 488®, 619. Converte nos, 285". Cor Jesu sacratissimum, II, 677. Cor m undum crea, II, 574*. Corpus Christi!t il, 562 Corpus Christi quo repleti, II, 591“.
Corpus Domini ajccepxmus, l i II, 505”. Corpus et sanguis D. N. J. C. (con variantes), II, 504, 511ss, 527y7, 564S.
Corpus (et sanguis ì D. N. j. C., Il, 563, 565S. Corpus D. N. J. c. quo pasti, II, 586”.
Corpus D. N. j . c. sanguine tinctum, II, 556™. Corpus tuum Domine quod, li, 528, 586y°, 593«.
Corroboret Dominus, 577s. Credimus, 6Q113; cf. 600. Credis hunc esse, li, 533 ®. Credis quod, II, 532 *. Creditis hoc esse, II, Credo, 106, 129, 145, 14722, 167, 199, 264. 588ss; cf. también el indice D, II; 528. Credo et confiteor, 574yffl. Crucis vivificae signo, 576®. Cruor ex latere u N., II, 503. Cum omnibus, lì,* 206”. Custodi, II, 588* Cum sanctificatus fuero, 413 Christe audi nos, 381", 436“ II 170°. Christe eleison, 432ss. Christ fuer gen Himmel, 559. Christ ist erstanden, 1681*, 558u9. Christus vincit, 494. D a Domine manipulum, 353“. Da Domine pro nostris, II, 91. Da Domine virtutem, 344, 349", 353 Da niihi Domini corpus, II, 49215. Da mihi Domine peccatori, II 489”. Da m ihi Domini sensum . 353. Da nobis o. D... qui b. Laurentio, II, 682, 633*. Da quaesumus, n , 588*. Da pacem Domine, II, 465". Dealba me Domine, 351. De latere D. N . j. C„ 562m, II, 65n4t Dele Domine, II, 79.
1208
ÍNDICE B
Délictum m eum 385“ . Deo gratias, 92, 532, 574yfi-; II, 416, 483'\ S9233, 630, 632SS. Deprecemur Dewn p. omnipo tentem , 627“. Descendat, 70“°. de tuis donis, II, 302s, 3122\ Deus a quo sancta, II, 477™. Deus cui ovine cor, 337“, II, 71“\ Deus cui soli, II, 205“. Deus dum egrederis 414. Deus in adiutorium, 338”, 419®®. Deus iudicium tuum , 410. Deus misereatur vestiri, 577. Deus noster refugium, 627”. Deus omnipotens propitius, II, 338»/". Deus Pater fons, II. 492’5, 496”. Deus propitius esto, il, 287”, 507, 508**. Deus quem omnia opera, II, 68324. Deus qui..., 478, 486”, II, 147:\ Deus qui conspicis, II, 683 *. Deus qui de indignis, 3618, II, 60* 6387. Deus qui humanae, 75, 124, 562J-\ TI 64, 585r‘. Deus Qui inter apostolicos, 494M. Deus qui tribus, II, 681s, 683"4. Deus tu conversus 336, 38äy” 400M. Deus venerimi, il, 411. Deus veniae largiior, 627'°. Deus vitam meam, 385“. Deus vita vivorum, II, 651. Ùìjxi ÌM'é, II, 579'”. De ventre matris meae, 413. Dexter a Dei P. o. benedicat, II, 70“°. Dicamus omnes:... (Deprecano Gelasii) 429. Dies trae, 556. Dignum et iustum est, li, 124, 126, 149. Dianare Domine 367, 385” Dignum est, iustum est, lì, 126. Dirigatur 364, 398”, II, 10 73y10. Dirumpe Domine, 354. Donnina nostra, II, 591”. Domine accinge, 352. Domine Deus o. benedic, il, 711B\ Domine D. o. qui es magnus, 361*. Domine D. o. sicut, 398”. Domine D. virtutum , 385™, II, 97>i Domine Deus n. qui suscepisti, II, 74“, 75". D o m i n e exaudi, 336, 385, II, 64”°, 87“, 97. Domine J. C. da mihi, II, 494".
Domine J. C. fili Dei (vivi) corpus tuum , II, 588, 59F*. Domine J. C. fili Dei vivi ne indìgnum, II, 492“. Domine J. C. fili D. v. pone, il, 492”. Domine J. C. fili D. v. qui ex, 102, 124“, 139, 183=°, II, 489. 49433, 497, 527, 586“, 588 ; con fróntese II, 493. Domine j . C. non siivi ciignus, II, 50S54. Domine J. C. propitius esto, II, 492“. Domine J. C. qui dixisti, it , 448“, 463ss. Domine j C. qui es vera pax, II 465M. Domine J. C. qui ex volúntale, II, 41086, 493, 494a. Domine J. C. qui in coena, li. 942“. Domine J. C. qui in cruce, 125!!, n . 52*. Domine labia mea, 574co, 577, II, 644*. Domine miserere! 427. Domine miserere nostri christe, II, 421“ Domine non secundum, 538'« 544“. Domine non sum dignus, II. 447« 494*, 507-s, 508ss, 527, 533’°,52, 535 (como palabras ini ciales de oración), II, 492“ 508*. Domine qui dixisti: iugum, 355. Domine salvos fac, II, 4M. Domine s. P. o. ae. D. da m ih l II, 491, 527. Domíne s. p. o. ae. D. de abundantia, II, 629”. Domine S- Spiritus, II, 494"*. Domine suscipe me, II, 5924:), 607w. Dominus custodiai introitum, l ì 644*. Dominus dixit ad, 413. Dominus meus et, il, 287w; con fróntese II, 2911
FÓRMULAS
Ecce advenit, 414. Ecce agnus Del, II, 470, 534. Ecce frater, II, 532=8. Ecce Jesu benignissime, II, 503. Ecce pañis, II, 560, 6632. Ecce sacerdos, 402, 5133. Ecclesiae tuae q. D. preces, II, 411. Ecclesiam sanctam, II, 20617. Eduxit populum, 414. Ego (miser, reus) peccator, I, 276. ÍV.pvjvTj tA oiv, 515. IXsTjGov, 423s. ”KXsov ei.p7|V7}£, II, 129. IXOsto) t o ofyov, II, 38914. Emitiere digneris, II, 4695. \ßv (XptsxoO), II, 630. Kv OVOjJLCiTt V.OpÍGl), II, 630. Ei cum spiritu tuo, 293, 462, 464, II, 4491, 466. Et est tibi Deo, II, 37029. Et ideo, II, 148, 153. vE t i xai iv, 465. Et incarnatus est, 47302, 595. Et introibo, 36720. Etl zpoc/pépo\t.cv, II, 2197. 'IOti II, 219°. El Verbum caro factum , II, G6028. Et vidim us gloriam, II, 592‘}i\ ’PVt 456. Eö^aoiGToOjJLSv aoi, II, 385°. Eugaa&s, 487, 612” . Exaltábo te, 535, II, 27. Exaudiat nos, 385*J. Exaudiat te, II, 91. Exaudí Christe, 494. Exaudi Domine, 385s i. Exiit edictum, 565. Ex latere Christi, II, 65114. Exue me Domine, 345>8. Exultet, II, 7524, 183. Exsurge Christe, 336.
F acientes
commemorationem, II, 206, 21911. Fac mecum slgnum, II, 610™. Fac m e quaeso, 12511, 33714, 35668. Facturus memoriam, II, 1704. Fiat (haec) commixtio et, 180, II, 436, 441, 44220, 443s, 44740, 563; cf. II, 44511. Fiat com m ixtio (...) vini et aquae, II, 67. Fiat m ihi obseci'o, II, 492™. Fiat misericordia, 336, 38577. Fiat nobis et omnibus, II, 445yj. Fiat voluntas tua, II, 389, 408. F id elh m animae, II, 651,
1209
Fidelium Deus, 62745. Fides cognita, II, 21140s, 464«-\ Filioque, 59724, 602. F hctam us genua, 298, 327 , 467ss, 470*1, 619°, 622, II, 616, 626=2. Fratres, II, 89. Fratres et sorores (Misereatur), 37211; (Orate) II, 86, 89. Fregit (representado), II, 273; véase en el índice O, s. v. frac ción. Fröja armes, 42G11. G audeam us omnes, 413. Gaudeat Domine, II, 1709. Gaude Dei G enitrix, 18037. Gaudete flores, II, 290í)7. Gaudete in Domino, 413. Gloria aeterno Patri, II, 492J6. Gloria in excelsis, 86, 119, 145, 167, 186, 207, 259U, 26239, 2640i, 2689, 423, 39817, 402, 40530, 420, 443-458, 468, II, 63o8, 15610, 15722, 46913, 63433; redacciones I, 444ss; explicación 447ss; función 455s; canto 456ss. Gloria Patri et, 85, 115, 264®J, 393=0, 327, 33237, 367=i, 404, 4053«, 407, 411s, II, 369, 4172«, 572, 575s, 591. Gloria Patri per, 411. Glot'ia tibí Domine, 100, 293, 571. Grata sit tibi... plebis, II, 482i\ Grata sit tibi... quam, II, 56™. Gratias agamus, 12, 30, II, 124ss, 128, 183, 3054i. Gratias ago tibi (o: tibí ago), II, 589 591»4, 6i078. Gratias tibi aginms, II, 2 \ Gratias tibi referimus... per dilectum puerum..., 30. Gústate et videte, II, 568s, 57425.
H abemus ad D., II, 124s, 12821. Habete osculum, 386. Habete vinculum pacis, II, 466, OOS47. Haec commixtio, II, 443. Haec dies quam fecit, 541. Haec est lex divina, 574™. Haec nos communio, II, 5882\ 609™. Haec s. commixtio, II, 44112, 445. Haec singulariter, 339-i, jj , 59240. Haec sunt convivía, II, 592*°. Haec sunt verba, 57458, 57462. "A-po; o Osó;, 51, 59, 321, II, 1558. H em e igitur, G2T, 68, 72, 104, 2784S, 280, II, 79, 179, 193, 20412, 234ss, 326; véase además en el índice D. Hanc oblationem clm. Pater, IT, 13"*,
1210
ÍNDICE B
Hane oblationem quaesumus, II,
45a, 48*.
II «tpíJvYj toü frsoü, II, 4491. Eí; dpt* 454, II, 417. "Evidt.c; xov 7iava ^íouTII, 422“. wHv«)xai xai, II, 444. Hic nominentur, n, 20721. Hie recitentur, II, 337. «¡^freoc, n , 149w, 296”. Hostias et preces, II, 29. Hostium nostrorum, II, 411. Huius Deus, II, 5883. Huius sacramenti, il, 52916. Humeros meos, 350. Humiliate capita, 295, II, 624, 626a. Humiliate vos, II, 416. Hunc humiliat, II, 661*.
I am corpus eins, il, 592“ . 'Iooü ó àji.vó<;, H, 4254U.
meet, n, 631.
Illumina oculos, II, 610TV. Immaculata hostia, IL 109. Immola Deo, 125n. II. 57*\ 58, 91“. Immolo ... et reddam. Il, 58ro. impone Domine, 346. Incensum istud, 39815, II. 73. Inclinate vos, II, 416w. Indignum me, 36I8. Indùe me, 351, 355. Indulgentiam, 360a’, 372\ 373. 379ss, 632y,e, 633w, 634“ II.
531.
Infirm itatem , II, 683*. In honore sanctorum, II, 51y“. In nomine Christi, n , 630. In nomine D. N, j . C. sii sacrificium, 125®, II, 69, 70; con fróntese II, 69w , 70**. In nomine Patris... 358®, 368, 419, n , 58“, 69, 701“, 75”, 443®, 507, 511“, 643”, 646®. In spiritu hum ilitatis, II, 52, 58a, 60, 71tt\ 105, 410", 411*,". Intribo, 362, 364, 366ss, II, 128®. In tuo conspectu, 136®, n , 54". In unitate Spiritus S . 488", II, 3708. In unitate Sp. S. benedicat, II. 646“,", 650. Investitione istius, 353. Ipse tibi, II, 79“. Ipse tamquam, 410. Ite benedicti, il, 635“. Ite, Deo servite, n, 635”. Ite missa est, 92, 232, 292, 495n 532, II, 580, 6303, 633ss, 688. Itote, II, 631,
lube D om (i)ne benedicere, 5151J. 576'18, 577, II, 640. Iube haec p e r f e r r i , 149. II, 314ya, 315s. Iudica, 369.
Jesus nostra redemptio, II, 49216. 592“. ’IrjooO; Xp'.zto; vtxq, II, 32, 47. Justus ut palma, 413.
Kai S3TOI x« sUrj, II, 3S9a. KXivitjjisy ta Y^vata, 467. Kyrie eleison (en liturgias no r o m a n a s ) , 59, 323s, 422ss, 42ÖSS, 430, 432, 434, 465, 489fl, 494, 546®, 6115, 612, 619, 626, 628, (en la antemisa) 71s, 86, 95, 115, 119. 167, 294, 322ss, 40530. 420, 42lss, 428s; (repeti ción) 432ss, II, 476; (nueve veces) I, 435s, (dicho por el sacerdote) 441s; (cantado) I, 86, 433ss, 437ss, II, 156“ ; (por el pueblo) 437, II. 605“. Kyrie eleison, Christe eleison (en las letanías), 434y30. Kyrie eleison... Pater n. (preces\ 337. 344", 369, 627“,«, II, 71151, 83, 1709. 402*°, 411, 477", 528, 591, 681. Kyrioleis. 437. Aaot; (¿cpsO’i, II, 631”. Largire sensibles, 344, II, 83“. Laudans invoedbo, II, 505. Lauda Sion, 554, 560, II, 663a. Laudamus omnes, 408". Laus tibi Christe, 57 h Lavabo, 344, II, 83, 60978. Libera nos ab omni malo, II, 386a. Libera nos a malo omnipot. D. II, 398. Libera nos Domine, 427. Libera nos qu. D.; véase en el índice D, s. v. embolismo. Lutum fecit, II, 592a1, 610. Lux et origo, 440.
Maiestatem
tuam, 388”. Manipulum innocentiae, 353“. Mel et lac, 592". MaXíCexat xai 425. Memento, 66 ; de los vivos, 621, 68, 7P®, II, 193, 201ss, 239y17°; de los difuntos, 68, 71M: IL 323ss; véase también en el ín dice D. Memento Domine, 410. Memento etiam, II, 337*
FÓRMULAS
Memento m ei quaeso, II, 209, 338a6. Visjm)jjL£voII, 301. Memores igitur, II, 302. Memores... petimus, II, 701W. 72°. Memoriam venerantes, II, 219, 230. M e r i t i s et Ínter cessionibus, 12511, II, 639. Merear precor, 353. .VísT/zAtfatávsi, II, 562a3. Milii quoque, II, 209. Misereatur, 373s, 378$$, 632, II, 83, 91, 528, 531. Miserere nostri (versículo), SSS71. Missa acta est, II, 63113. M ittat tibí, II, 90. Munda cor, 515, 574". M u n d a c o r meum, 5781W. II, 170®. Munda me Domine, II, 83ssMunda nos Domine, II, 95“. N e inires, 336, 385*”. Nobis quoque, 68, 89, II, 115“, 232, 326, 340s; véase además en el índice D. Non nobis, 385 . Notum fecit, 410. Nun bitten wir, 558. Nunc dimittis, H, 589”, 691, 592“ 681. Nunc scio vere, 413. O blatio tua, .13". Oblatum tibí Domine calicem, n , 69. Obsecro vos fratres orate, II, 86. Obumbra Domine, 350y®. O crux, 388“. Odore coelestis inspir., 575*. Offerimus tibí, II, 57, 60ss. Offerimus t. D. calicem et hostiam, II, 58”. Offerimus t. D. sanguinem, II, 60*. Offero tibi Domine, II, 61". Offerunt Deo, II, 206. Omnipotens ae. D. dirige, II, 655. Omnipotens et misericors, 33921. Omnipotens Pater benedic; n , 71102. Omnipotens s. D. ablue, n , 83a2, 61081. Omnip. s. D. dignare suscipere, II, 338a5. Omnip. s. D. dirige, n , 657“. O m n i p . $. D. misericordiam, 369". Omnip. s. D. propitius, n , 591".
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Omnip. s. D. qui es in sanctis, II, 74“. Omnip. s. D. qui es repletas, II, 74“. Omnip. (s.) D. qui me, 124, 125“, 362, 392". Omnip. s. D. te suppliciter, 351. Omnis honor et gloria, 288321, II, 381, 418“. O pañis angelorum, II, 492“. Oramus te Domine, 392, 625. Ora pro nobis, II, 675. Orate competentes, II, 616“. Orate fratres, 102, 124, II, 85ss; véase además en el índice D. Oratio tua accepta sii, II, 92*. Oremus, 381, 460, 465s, 622 s, II, 04. 97. 102, 389, 616 ; Or. fr. y Oremus, n, 97; véase ade más en el índice D. Orent pro te, II, 91. O rex gloriae, II, 71-“*. Oro te Domine, 39230. O s a c r u m convivíum, II, 90, 59131, 592. O salutaris hostia, II, 90, 291", 492“. Ostende nobis, 336, 367“, 385, II, 64110. O vere digna hostia, II, 287®, 492“. Padrenuestro, 587, 628, 631. 633“ ; cf. más adelante s. v. Pater noster. Panem caelestem, 124“, n , 500505, 527. Panem caelestem et calicem, II, 58". Panem de cáelo, n, 592. Panem nostrum, II, 391, 409. Parcite fabulis, 515“. üapáayoy, 465. Partem aliquam, 346, 357. Pater in manus tuas, II, 507. Pater noster (después del ca non), 52, 59, 72, 89, 120, 149, 201, 259“, II, 395*; véase también el índice D. Pater peccavi, II, 507. Patientiam habe, II, 507. Pax Christi et caritas, n, 46(F°. Pax Christi et Ecclesiae, II, 466. Pax C h r i s t i quam, 125u. 387, 388“ 574a* Pax Domìni, 90, 120, 158. 288m. II, 415. 435, 441, 446ss. 449ss, 462ss. 480; P. D. y ósculo de paz, 44988. Pax D. N, L C. et sanctorum communio, II, 564U8. Pax et caritas D. N., II 452*.
1212
ÍNDICE B
Pax et communicatio, n, 452y®, 468" 564,1B; cf. 453" Pax, fides et caritas, II, 415a. Pax mihi, II, 466*. Pax tecum, 443*\ 466y*S 56512V* Pax tibi, 515, 571. Pax tibi (frater) et, II, 466*\ Pax vobis, 86, 262, 263, 463s. Per amar am passtonem, 378. Per auxiiium, 387. Percepiio corporis. 124!0, II, 490. 494, 438, 503, 527, 588, (para administrar e 1 sacramento > 566. Per Christum D. N., 69®, 344, 358, 392. 48627, 4S733: II. 1C6, 148, 463s®, 585s, 6389, 575; en el ca non, 185, 201\ 232. 234, 322, 339, 363; cf. s. v. Cristo. Per Doviinuvi N. 1. C., 487, II, 100, 401, 614, 619; Deus, I, 488y1°, II, 401®. Perf ice in nobis, XL 591**. Per gratiam S. Spiritus, 378. Per hoc eacrificium, II, 54'"*. Per intercessionem b. Gabrielis, II, 73. per im im , II, 370ss, 382™. Per istos sa?ictos sermones, I, 574“. Per lit os sacros sermones, II, 657* Per omnia s. s., 488u, II, 94, 102, 130s, 381s, 409. Per evangélica dicta, 574. Per quern haec om nia, II, 173, 852ss, 373; (final de una bendi ción) 363ss, (omnia) 365ss, 368; (bona) 367n. Per s a n e t a r n Incarnatlonem, 378". Per sanctam misericordiam, 378. Per stgnum crucis, 388. Per sparslones sanguinis, 387. Per te Chrisie, II, 4821. Per te Trinitas, II, 638®. Per yirtutem D. N. /. C., 3784\ lliTcrioj xupis, II, 5262. K sT sr '*iv
xg*,
II, 275.
Placeat tibi, II. 6363, 638s. 650. PLebs sancta, 241, II, 300. lí>4p
i i
( 630.
Praeceptts salutaribus, 115, II, 392Z2, 395s. Praecinge Domine, 352. Praesta Domine, n, 588*. Praesta Domine praesta, 625. Praesta m ihi peccatori, II, 492" Praesta quaesumus, II, 490®. Praevenlat. 1 1 , 58i0.
Precïbus et m e r i t is, 378, 392*,
634* Precibus nostris, II, 179. Pridie quam, II, 13725, 266. Frocedamus cum pace, II, 630Procédant competentes, II, 616“°. ITposMexs, 612; Cf. 615". Proficiat nobis, II, 588*. Propitius esto. 336, 385” II, 287 *. propter magnam gloriam tuam, 450. pro oir'y'ds tibi offerimus, 110 ,
n. 212 .
Ilpoç/.U.^ÎV, 515", II, 417. ripoçsu^ôsôi, 465. P ro sif tibi ablutionis, il, 603". Protector in te, II, 057", 673*. Puer natus, 414. Purificent nos, II, 683*. Q u a m oblationem, 62\ 65, 68. II, 175, 247s, (sentido) 249s. (como epíclesis) 251, 255 s. Quem quaeritis, 308*, 557. Quid retribuam, II, 57™, 58 ®, 505. Qui es omnium Deus, II, 463‘-. Qui passus es, 338. Qui v i v í s , 106, II, 4821, 5857, 614". Quod ipse praestare, II, 4821. Quod ore sum psi(m us), 75 . 102 , II, 52T*. 92817, 585, 592«, 609T* 621. Quoniam in aeternum, 534. quorum sollemnitas hodie, II. 229, 355®. Retíre mihi, 354. Requiem aeternam, 278®, 367a1, 627, II, 93; véase s. v. misa de réquiem. Requiescant in p a c e , II, 634, 651. Réspice quaesumus, 388. Rex regnum qui, 1 1 , 639®. Rogate ouae, II, 411. Rogo íe/SSe68, 3703, II. 592". Sacerdotes tui, 385", 410, II, 683*. Sacri sanguinis, II, 445*. Salve lux m undi, II, 288®. Salve Regina, 363*, 389®. 388". n , 675. Salve rex fabricator, II, 492". Salve salus mundi, II, 492". Salve sancta parens, II, 665". Sancta Dei Genitrix, 385". Sancta M aña genitrix, II, 592®. Sancta sanctis, 1 1 , 417*; cf. 445*. Sánete Johannes, 388*. Sánete Pater, II, 150.
FÓRMULAS
Sanctifica Domine hanc, II, 69s. Sanctifica nos (antífona), 33711. Sanctifica q. D. hunc, II, 69. Sanctificatum sit hoc libamen, II, 70*tíSanctificetur nomen, II, 159, 389. Scmcti Spiritus assit, 36B-VU. Sancti Spiritus gratia, II, 91. Sancti venite, II, 571. Sanctum corpus tuum, II, 5861“. Sanctum cum sanctis, 41759, II. 445a3. Sanctus, 14, 15, 42, 38, 40, 52, 59. 62\ 89, 115, 145, 167, 169, 170. 199, 207, II, 132, 154SS, 404™. 481;. véase además en el índi ce D, s. v. Sanctus, Sanguis D. N. I. C., II. 511s, 558*\ 564™, 5651* Sed libera nos a malo, 120, II. 403*9, 404, 407. Señor mío y Dios mío, II, 284, 291ylflil. QE Ü|JLV0Ü|ASV, II, 301. Sequentia s. Ev., 508, 514, 576 S i c u t erat, 404, 411, II. 366“. 382™. Sicut in coelo, II, 408™, 409*. S'í'jocau), II, 96™. Silentium jacite, 51513. Si quis catechumenus, 617. Si quis odium, II, 129*. Si quis non communicat, 613l\ II, 417™, 482. Sit Dominus in corde, II, 91. Sit Jesu dulcissime, II, 687™. Sit nomen Domini, 384^, 419, II. 646'-*, 647. Sis signatum , II, 69la,f 70 ’V 19. Slot K’jpi.E, 465, II, 414. Sollemnia completa sunt, II, 630. ¿(jüjxof Xpbio5 (y var.) II, 562. ad>oov '¡csptoúo'.ov 63. Spiritus S . assit, 419w. Spiritus S. superveníate II, 91. Stabat Mater, 555. State cum süentio, 51516. Stetit ángelus, II, 73n. Stola iustitiae, 354. '¿okúK II, 129. Sub velamento, 850™. Supplices, 62\ 120,14730, 154, 393* II, 173, 313ss, 427’; véa se el índice D. S u p r a quae, 62\ II, 180, 296, 306ss, 321. Sursum corda, 12, 30, 69*, H0*3, 115, 120, II, 85,119™, 124SS, 128, 130. Suscipe, dem . p„ hunc, II, 79u*. Suscipe confessionem, 105®. Suscipe Domine s. Pater, II, 56”.
Suscipe quaesumus, Domine, u .
74l°. dneción abreviada) 60"1,83. Suscipe s. P. incensi, il, 75**. S u s c i p e s. Trinitas, 102, 124. 186™. 2243-. II, 47SS, 638* ; véase el indice D. Suscipiat, i.?,&*, lì, 91s.
Suscipe s. Pater, II, 56, 60, (re
Suscipiat Dominus j. c„ II 924H.
T« é'Y'.a ~oTc; cmoi;, 41 52, 454, IL 167u, 373*, 385, 413, 417s. Tantum ergo, II, 291ra\ 663\ Ter ad ìy
twv
owv, 52, 69V5, II, 303.
T; y.z'dvXu^ II, 414, 624. Te adoro, II, 288. Te decet laus, II, 681. Te Deum, 443, 447, 455, II. 157r:. 288CT. Te igitur, 62y1, 67, HO, 155, II. 117, 182ss; véase ademäs en e! indice D. Te invocamus, II, 647™. Te rogamus audi nos, 426. T i b i Domino creatori, il, i3,ja 5680, 60®a. Tibi laus, II, 528, 592™, Tibi reddunt, n , 217. Tov 0av il, 299. Trium. puerorum, II, 632. Tuam crucem, 388y12. Unde et m e n i o r es, II, 137* 292ss. Ure i g n e , 385«, II, 84», 682, 683™. V eni C r e a t o r , 337“,349™, 369™. II, 71, 84™. V e n i s. Spiritus benedic, II. 71:M. Veni S. Spiritus et, 473°", 553, 559. Veni s. Spiritus reple, 337“, 369’fl, 586, II, 71m, 494™. Veni sanctificator o m n i p 14730. II, 48*, 5033, 68, 69“*, 703, 75, 1065. Veni... sanctificator (con varìantes), II, 70143, 71“®. Veni sanctificator omnium, II, 70"\ 7F«. Venite benedirti, II 576™. Venite populi, II, 478°, 579. Verbum caro factum est, II, 528, 565^, 592y*. Vere dignum, 15, 69* II, 117, 149. Vere sanctus, II, 164“. Victimae paschali, 562, 557. Vidi aquam, 334. Viri galilaei, 413.
INDICE
C .-N O M BR ES
A arón, 40, II, 75. Abel, 40, 65, 692!:, 275; II, 75. 310s. Abercio, inscripción de, II, 3Si: . Abisinia, 231; véase en el índi ce D, s. v. etíope. Abitina, mártires de, 229. Abrahán, 40, 65, 69^; II, 3i0s. Achelis (H.), 585-4. Achery (J. L. d’), II, 556. Adarn (C.), 14” , 44™, 488™. Adán de S. Víctor, 551. Adniont, II, 410*7, 5882*. Adriano I, 78, II, 137, 323. Adriano VI, 242]::. Aelfric, II, 595. Afraates, 549. Africa, 227, 303, 580, 616; II, 5, 25, 327i», 35i t 3876s™. Agobardo, 274. Agueda, Santa, II, 351ss, 364. Agustín, San, 13, 53, 74, 154s, 173. 227, 232, 242, 248, 250, 252, 272, 279, 293, 303, 308, 316s, 377, 460, 462, 475, 488, 489, 5(KP, 503, 506, 615, 5.18, 535, 538™, 539, 54360, 546, 571, 580. 582, 583, 585, 6101, 619, 630; II, 3, 5, 9, 25, 63, 112, 125ss, 176. 2039, 221, 241, 275, 30029, 310, 323, 327, 343, 376, 382, 386s, 390™s™, 395s, 403, 449, 515, 519, 524, 540s, 547, 549, 560, 562, 569, 573, 612, 653. Alamo (M), H, 381. Alano ab Insulis, 161. Alberto Magno, San, 14832, 154s, 242, 572; II, 4572*, 577. Albers (Br.), 132; véase en el índice A (III, 2, f). Albrecht IV (1557): H, 53339. Aldhelmo, n , 352. Alejandro I: II, 112, 137, 351™. Alejandro II: 282. Alejandro V : 566. Alejandro VII: 195, 201™. Alejandro, San, II, 350ss. Alejandro de Halés, 164s. 576; n , 12 , 2S711.
Alejandría, 35, 47, 69, 229, 306, 56ó3, 580; véase también s. v. Egipto. Alemania, 122, 139, 176, 199, 205, 215, 217S, 27632?516, 519, 557*™ 602, 628; II. 32, 179, 434, 453. 457, 559, 603, 6087*, 610, 650: véase además s. v. Franz y los nombres de ciudades alema nas. Alföldi (A.), 45. Alfonso (M.), 243. Alfonso (P.), 322, 426 , 476, 624
n, 158, 367.
Alger de Lieja, II, 317™. Alcuino, 98. 110, 113, 118, 259\ 271, 280; II, 33, 139, 212, 296. 323, 335, 407, 415, 519, 601 ; vita Alcuini, 1 1 , 146™, 601™. Alsacia, 123. Allo (E. B.}, 10. Amalario, 96, 110, 115™, 118, 119SS, 147s, 155, 260, 262™, 275, 278, 292, 293, 303, 305, 325, 331. 333, 345. 370, 397, 420, 436, 439, 455, 457, 459, 461, 463, 490, 491™. 519. 625ß8, 528, 540, 544, 545. 548. 548s, 563, 566SS, 571, 572, 575SS. 604. n, 6, 8, 23, 30, 37, 45, 50^, 55, 63, 65, 72, 74, 79, 81, 85, 861Ä, 90, 95, 102, 113, 127, 130, 155, 174, 297, 339, 359s, 364, 373, 374. 406, 428, 43011. 432-477 (passim), 455, 457, 474, 484, 496, 577, 625, 649. Amberes, II, 80J7. Ambrosiaster (Pseudo-Ambrosio), 63, 279, II, 624. Ambrosio, San, 5?, 65s, 230, 232, 268, 273, 295, 304, 364, 610; II, 5, 32, 39, 61, 150™, 199, 213, 288, 247SS, 2514», 264, 2672«, 271*°, 274, 295s, 30437,™,«>, 3062, 310, 31119, 314, 317, 318, 386, 390s, 395, 443, 615, 664, 562, 569, 641; oratio S. Am brosii, I, 39. Amiens, n , 338**, 837*#.
NOMBRES
Amort (E.), Il, 540. Anas, 156. Anastasia, Santa, II, JL3727, 3olss, 399. Anastasio, n , 206. Añores, &an, il, 13727, 226, 35029, 399; Passio Andreae, I, 242®. Andrés de Creta, 53621. Anorieu CMJ, 8137, 115, 122s, 126, 136 , 25y, 268, 532; IL 10, 57, 269a3, 324y», 337, v434, 44321, 4ì>3, 554, 006, 504 i«, o66, 603, 60 / ; vease el indice A (II, 1 ) s. v. liturgia de San Marcos, fragm. Anorieu-Collomp, 48; II, 347. Angers, 7341, 84«, n , io«4, 445*a. AngJbeno, 27637. Aniceto, san, 34. A nselm o,
shui , jl31,
147; I I , 492.
Anseimo de Laon, 159; II, 527. Antioquia, 35, 39, 47, 58, .734*, 4üú, 411, 506; lì, 196, 63Ü; vease, además, en el indice A (II, 2) s. v. liturgia sirio-oriental. Antioquia de Pisidia, 579. Aniomo, Abad, San, 36. Antonino, San, 30543. Apuleyo, II, 631. Aouileya, 618i3, II, 835, 9. Aquisgràn, 52675, 602. Arbesmann (R.), II, 524. Arens (E.), 552. Arens (FJ, véase en el indice A (III, 3, b; s. v. Essen. Arezzo, II, 337 ; Ordo de la con fesión, I, 3815«. Aristides, 23. Arlés, 122, 4D4«7. Arnobio el Joven, 5001, II, 297. Arnoid (A.), 1, 6, 9, 10, 24s, 32; II, 3, 265. Arras, II, IO60. Asoghik, II, 4059. Atanasio, San, 36, 242, 267, 444 534, II, 206, 550. Atchley (E. G. C. F.), 82, 85, 372, 395, 398, 569; II, 72, 74s, 171, 281. Atenàgoras, 23. Atkinson (R.), 227. Attwater (D.), 516. Augsburgo, 7341 ; véase, además, en el índice A (III, 3, a) y en el índice D s. v. sínodos. Aureliano de Arlés, 434; II, 206, 571. Aureliano de Réome, II, 156. Austria, II, 12, 200, 559; véase, también, s. v. Salzburgo, Sekkau, etc. Auxencio, 68,
121!:
Auxerre, II, 41193. Avedighian (GJ, II, 403. Avinon, II, 68z17. Avito de Viena, 232; II, 631. Balduino de Flandes, II, 527. Baltasar de Pforta, 15572 ; n , 71, 180'1«, 32152,56, 45421, 500’ 65611. Balthasar (H. U. v.), 501. Baluzius (St.), 495. Barbel (J.), II, 317. Bárbara, Santa, II, 19l17. Bardenhewer (O.), 64, 579. Bardy (G.), 63s. Bari, 618. Barin (A.), 293. Bartmann (M.), 246. Basilea, £74, II, 28337. Basilio, San, 43s, 272, II, 267, ou , 524; véase, además, en el indice A (I) s. v. Cánones Ba sila y en el índice A (II, 4) s. v. liturgia de San Basilio, Batiffol (P.), 45, 62, 65, 67s, 82, 8512, 136, 195, 227, 229s, 267, 279, 323, 366, 404, 431, 459, 503, 569, 573, 580, 613*7 ; II, 43, 51. 63, 71, 95s, 98, 108, 112, 182, 187, 196, 199, 213s, 218s, 241. 249, 310, 318SS, 325, 352, 386, 388, 428; 432, 439s, 551, 634. Baudot (J.), II, 10. Bauernfeind (O.). 6. Bauerreiss (R.), 157. Baumann (T.), 2137, 224, 246, 247, 250, 252, 253, 255s, 434; II, 39, 271. Bäumer (S.), 434. Baumgärtler (J.), n , 557. Eäumker (W.), 169, 199, 207, 559, 587, 605. Baumstark (A.), 9, 15, 19, 32, 34, 39s, 45, 62s, 64, 69, 73, 75. 79, 81, 95s, 122, 136, 143, 144, 188, 190, 228, 272, 280, 320, 404. 407, 412, 4 2 4 , 4 2 6 , 444, 475, 476. 483, 499, 501, 5 0 6 ss, 511, 537, 552, 565, 56 8 , 579s, 600, 612s, 619SS, 624. I I , 3, 126, 128, 135, 139. 150, 158, 160s, 182, 186, 189, 220, 224, 226, 248, 2 5 4 s, 31 0 s, 336, 341SS, 340, 3 5 1 s, 373, 388 , 393, 413, 417, 4 50, 469, 488, 511, 556. 5 6 1 s, 572, 62 4 , 6 2 5 s, 66 5 , 672, 682.
Baur (J.), 369, II, 41, 552. Bayeux, 137 »«, II, 60138. Beauduin (L.), 259. Beauvais, letanía de, II, 63324.
1216
I n d ic k
Bechofen (J.), 155™, 156, II, 460«, 494, 592«, 647«, 654, 656«. Beck (A.), véase el índice A (III, 3, a). Beckmann (J.), 494. Bsda Ven., San, 276, 303, II, 33™, 235, 518, 549. Beer (G.), II, 39. Behm (J.), 248. Beil (A.), 464; II, 424, 4S6. Beissel (St.), 82, 86, 278, 401, 506s, 511, 525, 564, 573; II, 6, 78, 311, 550. Belén, 579*. Beleth (J.), 148, 155, 331, 358, 376, 408, 492, 492^, 519, 527. 530, 571s, 576, 602; II, 10, 11. 13, 18, 87, 90, 167, 209, 407, 410, 454, 457, 478, 602, 634, 688. Bélgica, 215, 21715: II, 19«». Belarmino, San Roberto, 196, 246, 247, 486; II, 309. Benedicto VTII: 602. Benedicto X III: 20375, 555, 63110. Benedicto XIV: 203, 221, 259, 264«, 275, 229127, 305, 63110: II, 209, 309, 312, 550. Benedicto X V : 221«, 224«; n . 658. Benito, reglas de San, 264, 276. 43024, 511, 532, 571«; II, 10«, 396, 402, 600, 641«; Vita de, n , 4824. Benito de Aniano, II, 17. Benito Levita, 48627; n , 8, 17, 641. Benevento, 52675, 602™, 618. Berachah, 7«s, 15y61; II, 132. Beran (J.), II, 400. Berenguer de Tours, 160. Bergner (H.), 585. Beringer (F.), 631. Berlendis (F. de), 259; TJ, 20, 36. Berliére (U.), 127, 131s, 260, 276. Bernabé, San, 579; II, 35020, 35237 ; carta de San, 2623. Bernardo, San, 159, 167, 376. Bernardo de Cluny, véase el ín dice A (III, 2, f). Bernardo de Parenttnis, 154, 1727 ; II, 655«. Bernardo de Waging, 131, 155, 419 ; II, 62««, 69133, 87™. Berning (W.), 2. Berno de Reichenau, 455, 602. Bernoldo de Constanza, 139, 186«, 264, 285, 293 , 303s, 337, 363, 366, 375, 378, 379 455, 459, 464, 468, 486, 491, 519, 524, 576, 602. n , 1 & 48, 503, 58, 63, 65, 72, 146, 175, 198, 203, 209, 212,
229, 337, 430, 468, 593, 680,
245, 253, 276, 287, 297, 335, 339, 380, 377, 380, 383, 400, 433, 436, 441, 445SS, 456, 472, 493, 556, 577, 582, 585, 625, 629, 634, 638, 649s, 684.
Bernvardo de Hildesheim, II, 544. Beroldo, 515™; II, 18l l \ Bers, II, 676. Bertoldo de Chiemsee, 175, 177; H, 280, 283, 3643, 460, 592«. Bertoldo de Ratisbona 155, 159, 308, 437, 46951, 605; II, 176, 285, 288, 521. Bérulle (P. de), 194, 246»L Beuron, 212. Eeyerle (K.), 278. Biberach, II, 13 «7, 20™«. Bickell (G.). 1, 167. 176. Biehl (L.), 85, 280, 494s, 565; II I99s. Biel' (G.),’ 131, 155; II, 233, 288, 409, 434, 508, 591*1, 592’“,^, 609. Bilfinger (G.), 303 ; II, 524 Ri ViOt, 2163«. Binet (E.), IX, 68S33. (A. JL 340; II, 200, 271; cf. el Ordo de Colonia en el índice A (III, 3, a). (..&•), 44s, 99, 424, 436, 476; II, 3, 113, 196s, 2Q2s, 205, 250. 253, 324s, 339, 469, 484, 597, 633. Bishop (W. C.), 62. Blasen CM.), 285.
NOM BRES
Bonizo de Sutri, 259. 494, 580; II, 66, 81, 199, 406, 415. Borella (P.), 54, 316, 568, 613. 616ss, 624; II, 230. Bossuet (J. B.>, 24S2»; II. 95B. Botte (B.), 293, 63, 65, 63. 2 78: II, 112, 137, 164, 175, 186, 188, 195s, 198, 200, 203, 20/, 2 1 '.ss, 228, 239. 241, 245, 247, 2-19, 2G2s, 296s, 300, 314, 316, 317, 318, 320, 323, 335ss, 343, 345, 348, 355, 370, 400, 427, 472. Brackmann (A.), 127. Brady (J.), 631. Braga, 188; II, 230. Braun (J.), 45. 88, 104, I48s, 152s, 202, 263, 281ss, 2S8, 311ss, 333, 341, 345SS, 358, 361, 388, 396, 520; II, 6, 32, 36, 41, 46, 54, 63. 157, 1.70, 269, 279, 282, 285s, 429s, 43ls, 460. 542, 544, 553, 555, 596, 604, 608, 679. Braun (O.), 272. Brechter (S.), 131. Bremond
ia n
Buenner (D.), véase en el índi ce A (III, 3, a) v. Lyón. Buenaventura., San, 555; II 285; oratio S. B., II, 687. Búlgaros, II, 51820. Bu.n-cn (Ch.), 62. Bureare?o de Estrasburgo, 183, 186-t;, 104, 195J-\ 38610\ 293, 296s*;;s™, 304s{y. 33920. 358™, 359, 3 8 5 4 6 3 , 523«1, 574, 678, 602; II. 12, 631ÍKI, 8822, 281«, 38171, 46042.« , 49520, 5001, 608, 647<1', 679, 682. Burcardo de Worms, 131, 285, 293, 302, 303, 4G7, 472; II, 137, 556. Burdach (K.), 162; IÍ, 46, 423. Burel (J.), II, 524. Bürkler (X.)t 195. Busch (Joli.), 19513 . Bussard (P.), 195. Bute (J. M. of), 407; II, 3, 458. Bütler (J.), 255. Bizancio, véase s. v. Constan tinopla; liturgia bizantino, 2832, 49s, 51s; véase, además, en el índice A (III, 4). Cabbrol (F.), 53 , 59, 62, 71, 103s, 204, 339, 434, 464. 475, 489, 532, 544; II, 33, 48, 202, 205, 316, 373, 382, 388, 405, 683. Cagin (P.), 9, 62, 68 ; II, 112, 148, 181, 259, 261, 274, 317, 319, 469, 579. Caifas, 156. Caín, 275. Calderón, 157. Callewaert
1213
ÍNDICE C
Carlos Borromeo, 283. Carlos Calvo (devocionario de), 299; II, 48, 60” , 91, 93, 491, 531, 585. Cartago, 301*; II, 25, 32. Casel, 13, 18, 23, 33, 44, U 2 , 230, 238, 244, 25302, 346, 484, 435;
II, 96, 154, 187, 247, 249, 252, 257, 271, 293SS, 304, 470, 620, 631.
Casiano, san Juan. 539 ; II, 635. Casiodoro, 235; II, 569. Caspar (E.), 83. Caspari (C. P.), 63. Casper
Clercq (C. de;, II, 453. Clichtoveo (J.), II, 494. Closen (G. EJ, II, 10o. Cluny, 10 ” , 1-2B31, 264. 284” , 349*6, 35348, 315, 381; II, 517; reiorma cluniacense, I, 128 ; II, 5035 ; véase principalmen te el indice A (III, 2, f). Cocñem (Martín de), 196, 202, 289*26; 1 1 , 280. Cochez (J.), 481. Codrington (H. W.), 468 ; II, 180, 239; véase, acemas, en el ín dice A GII, 1 , a) s. v. liturgia de San Pedro. Coens (M.), 123. Coleran (J. Ej , II, 310. Colonia, 7341, XS8 ; II, 278” , 282 ; véase, además, en el índice A (III, 3, a; s. v. Colonia y, en el índice D, s. v. sínodos. Columbano, San, 26459; II, 546. Condren (Oh. de), 194. Cormoiiy (R. H.), 29, 32, 45, 65, 67, 117, 488; II, 116, 126, 177. Constantinopla, 599 ; II, 198, 202 y \ 303, 399s, 594, 600; véa-e además s. v. liturgia biz. en el índ. A (II, 4), y en el índi ce D, s. v. concilios, sínodos. Conybeare (F. C.), 515. Constanza, 205;6 ; II, 53331 ; véase además en el índ. D s. v. concilios, sínodos. Coppens (J.), II. 2s. Corblet (L.), II, 8, 14, 16, 18, 35, 38, 46, 515, 535, 557 560, 595, 602, 604. Corciani (L.>, II, 556. Corinto, 10. Cornelio I, San, 63, 4751 ; II. 2252, 549, 562. Gomely (R.), 2. Corswarem (P. de), 367, 382, 385, 574, 577; II, 53, 67, 82, 409. 586, 608, 646. Cosme y Damián, II, 223, 227. Cosroes, II, 2933. Crailsheim, 558* *9s 7« . Creyghton (J.), 586. Crisógono, San, II, 223, 227. Crisostomo, fían Juan, 22, 42, 242, 267, 295, 303, 314, 425*®, 460, 462, 464, 467” , 5017, 514, 535, 5797, 583, 611s; II, 126, 154\ 163, 202, 294, 318, 323, 327, 382, 385, 417, 424, 516s, 5oO, 568, 594, 600, 630. Cristiano de Maguncia, II, 73* *. Cristiano de SLabio, II, 8. Cristiano deTroyes, 18296, 3085S. Croce (W.). 268; II, 641.
NOMBRES
Cromado, II, 391. Cruel (TU. 304, 586, 628, 630. ■ Cumont (F.), 453. Cuq (E.), 569.
C H alons-sur-Saóne, 132, 137ac,
259’. Chavannes (B. cíe), 218. Chartres, 259ia; II, 157, 261“ , 283, 411. Chavasse (A.>, II, 273. Chery (H. Ch.), 627. Chevalier (U.), 494, 540. 542; II, 200, 629. Chevrot ÍG.), 627, H, 22. China, 19514, 221-"'. Chirat (H.), 221; II. 10 .
Dalm ann (G.), 4. Dámaso, San, 71«; II. 350. Daniel (H. A.), 534. Daniélou (J.), II, 310. Daniels (A.), II, 214. Daras (M.)f 433, 524; II, 509. Debray (F. K.), 203. Decencio do Gubbio. 66 ; II. 451. Degand (A.), 133, 269; II. 90. Dehio CG.), 265. Deissmann (A.), 453; II, 131. Dekkers (E.), 53. 226. 272. 297, 302, 307, 473, 534. 607; II, 37. 158, 331, 386, 451, 524, 547. Delehaye (H.), II, 227« 597. Delisle (L.), 122; II, 323. Dempf (A.), 153. Deventer, II, 604ai. Bewick (F. S.). II. 10. Dickinson (F. H.), II, 147. Dídimo el Cierro, 454. Diehl CE.), 288; II, 333. Diel CF.), II, 12«. 54212. Dlercks (G. F.). II. 386. Diettrich CG.). II. 394. Dljk (A. van). 136, 263. 570ss, 576; II, 41. 153, 361: cf. s. v. Guillermo de Melitona. Dionisio bar Salibi. II, 275l2. Dionisio de Alejandría, II. 382"7, 519. 549. Dix CGi\). 31, 316, 323. 436; II. 3, 158, 160, 196, 202, 390, 422. 515; véase también en el ín dice A CI). s. v. Traditio apost. Pobbert, CK), II. 543s, 552. Dohmes (A.), 407; II, 571, 573. Dold CA.\ 75. 79. 143. 405. 469. 489, 509. 511. 513. 538, 624; II, 112. 150. 239. 323*, 59P*. Do Vierer CE.), 221. Dolorer CFr. J.), 13s, 230, 232. 273. 295, 390s. 423. 427. 434. 436. 480. 583, 612. 619; II. 16. 32, 46. 63, 119, 127. 129, 173.
267, 331, 391, 440, 513, 549, 631. 635. Dom (K.), II, 409. Doncoeur (P.), II, 457. Dorn (J.), 73. Dorrer (A.), 202. Dorsch CE.), 23. Drer.de, 201«. Drevfis (G. M.), 551. Drews (P.)f 9, 62, 67; II. 183, 193 h . Dnnkwelder (E.), 167. Droosten, 514. Dublanchy (E.). II, 522. Du Cange-Favre, 230s; II, 37, 157, 282. Duchesne (L.), 58, 64, 75, 81, 310, 385. 417, 426, 475, 511. 545, 599; II, 188. 206. 229. 312, 316, 323. 385. 412, 426, 439ss. 463s, 473. 476, 515; véase, además en el índice D s. v. Liber pontifv calis y en el índice A s. v. S. Amand. Ordo de (III, 2,d). Duhr (B.). 198; II, 538. Dumoutet (E.). 158, 102s, 202; II, 2775, 281. 2833. 28Gs, 288ss, 409. Dungerheym CH.), 586. Dunih-Borkowski (St.>. II. 305 Duns Escoto. 242. Dunstan, San. TI, 453. Durando, 85, 148s, 151. 154s. 291. 303. 331SS. 337. 344, 360. 366. 377, 386.393. 398ss, 408. 412s¡ 439, 457. 4835. 408. 471, 486r 492, 522, 525, 528ss, 538. 540. 543. 549. 563. 570. 572, 574ss! 579, 595, 602s, 605. 626. II. 7. lOs. 13. 18, 23. 29. 41. 60. 61. 63. 65s. 75. 79, 82, 86ss. 91s. 97. 101. 137. 156s, 169s, 174, 232, 245. 271. 276. 279, 282s, 287, 321. 339. 353. 361. 364. 373 408, 433S, 437. 445. 447. 454. 457, 465, 472. 474, 477. 493. 500. 508, 521. 577s, 594. 607, 634, 646ss, 656. 658. 660; pontifical de Durando, véase en el índi ce A ( T T T ^ r ) Durham, ritual dé. 378»*. Fbel (B.), 169. Sberharter (A.), 498. Fberle (K.), 174. Kbner (A.). 74s, 85. 124. 125, 136, 143s, 271, 278. 285, 337ss. 344s, 356, 368. 338. 384ss, 392s, 398. 416, 494. 518. 551 555s, 582. 571. 5743, 577s. 605. 624. II. 9. 13. 37. 48. 50. 52s?. 5«ss. 6333. 67. 69s. 72s. 75s. 81. 833, 86, 883, 9133, 113. 117S. 138.
1220
INDICE C
170, 196s, 199s, 207ss, 210, 212, 216, 228s, 244, 279, 297, 321, 323s, 337S, 355, 377, 400, 405, 432, 443, 445ss, 457, 472, 492SS, 500, 504, 506, 508, 511ss, 527s, 558, 560, 566, 585s, 588s, 592, 638s, 643ss, 680, 682s ; para al
gunos documentos q u e cita Ebner, véase el índice A (III, 2, a. c; 3, a.). Ecberto de Schonau, 161. Eckehart, maestro, 176- >. Eck, libro parroquial de (ed. Greving), 175, 230, 271, 304, 332, 558, 633; II, 19. Eder (K.), 628. Eeles (P. C.), H, 157. Egeling Becker, 15573; II, 199‘% 64636. Egger A., II, 539. Egipto, 34, 463, 465, 621; II, 128, 210«, 255, 299, 344, 346, 387% 515, 630. Egipto y Roma, 69, 467; II, 256, 311, 329, 344, 346ss, 366, 6247. Ehrensfoerger (H.), II, 337. Ehrhard (A.), 580. Eichmann (E.), 85, 87, 494, 565;
n, 6, ío.
Eisenhofer (L.), J.3, 32, 63, 73, 79, 80. 81, 102, 168, 203, 230, •263, 263. 275, 280, 282. 291, 303, 305, 311, 315, 322, 332, 334, 368, 394, 424, 443, 458, 462, 473, 492, 519, 528, 542, 551s, 556, 563, 569, 576, 583SS, 608, 617;
II, 31, 35, 37, 42, 43, 54, 60, 75, 109, 116, 1351 s, 171, 175, 179, 182, 187, 197, 245, 257, 289, 345, 359, 371, 407. 415, 422, 432, 494, 515, 522, 557, 643, 647, 662, 682, 684. Eizenhófer (L. A.), 469, 542; II, 3413, 342, 624s. Elbogen (I.) 497. 533s; II, 126. Elfers (H.), lOs, 22, 24, 26, 29, 32, 238; II. 2, 77. 126, 137, 304s. Eliard (G.), 195, 215, 280, 293 307; II, 233, 404. Ems, congreso de (1786). 205J% Engberding (H.). 291, 43 , 63, 542; II, 128, 149. Enodio, II, 198. Enrique II (
Epifanio, San, 516, 590, 592J% 593; II, 20. Ermengaudio de Urgel, San, 49363. Ermland, II, 364% 4604% 596 a% Ernst (J.), 579. Ernulfo de Rochester, II, 36, 436, 556. Eschenbach (J. E.% II, 38. Esmaragdo, II, 635. España, 1% 32A% 53, 55% 571-. 58as, 68y19s, 79*% 8C:iA„ 85A% 109, 1283A, 132 y 41, 1386% 157, 174'% 179, 18()3% 19512, 202, 2061,s, 2087% 2137, 261-8, 271*% 230'% 234"%*% 2881- 1, 289A2% 294, 298, 301, 314, 316% 336% 337!%l% 339-0,23, 35455, 35500, 35881, 361% 363, 3682*s,3%37418, 3763V l, 37841,4% 3795% 3828% 3847% 388a*1, 39231, 4083% 426AA, 430y2®, 434, 443, 446a% 4575% 459% 463, 46847, 493«% 501y% 514% 515, 5 I944,52260,5298%85bi% 52991, 532«, 533a, 534a4, 5383% 543", 54467, 551", 57F% Ô7248, 08222, 5972.1 , sois, 604, 613A7, 616, 6I 727, 631% pg. 624. II, 27, 5, l l y 6% 12 y 74,77s,8% 13y8lis, 1610-s, 19118, 322, 331 .% 374í\ 38i4. 46, 4820s80, Ö244. 54"s,
56",
67126,12%
6313%
7013% 71a3% 832%", S Qi i i ^s , 87]% 89, 914% 9240, 935%ß% 95«,
96,
1125,
114,
12820s,
1311, 1362% 13838, 1703, 17117, 17635, 1831% 189, 194, 196A% 19943, 200, 202«, 2039, 205s,
20825, 2092% 2103«, 24431, 247% 24915, 27513, 28144, 2878A, 291, 295AJS,A% 2972% 2992)8, 311.1% 31221, 32051. 338", 3554% 367A7, 36721, 381 y 74, 3832, 386, 387% 4035% 4066% 40981, 4119%9% 4157.% 41619, 418*®, 426, 4442%
44531, 447-18, 455^5, 46145, 465«% 47789, 484, 486% 49215,1 % 504A% 50415, 506y 23s, 5073% 50844, 5138S, 5213A, 53228, 5405, 552 y 51,3% 553«% 559, 570, 58050, 586%A%A8, 58824, 5392a, 591*1 , 59240, 59513, 629,630,638», 639«, 641a9, 65613, 66718, 6842%687«*. Espira, véase s. v. Spira. Essen, véase en el índice A (III, 3, b) s. v. Liber Ordinarius. Esteban, San, n , 349, 35341. Esteban Asoghik, II, 4059. Esteban de Baugé, 242, 285, 377 ; n , 277, 634. Esteban Langton. 553. Estrasburgo, 175-°, 384™ ; II, 290.
WOlvïbRES
E te ria , la p e re g rin a , véase e l ín d ice A (I) s. v. P e r e g r in a tio . E u g e n io I V : II, 453. E tio p ía , 34. E u se b io de C e sá re a, 34, 267, 309, 314, 516, 593; II, 382. 440, 537, 541, 54934, 550, 560. E u se b io G a lic a n o , II, 39. E u tiq u io , 85; II, 3, 424. E v a g rio E sc o lá s tic o , II, 594. E vurciO , II, 37337. F a lk (F.), 175, 197; II, 12™. 171. F a lle r (O.), 65. F a s tid io , II» 4182í). F a u sto de B iz a n c ío , II, 385. Fé ca m p , 12831. F e h r (B.), II, 595. F e h re n b a ch (E.), II, 74. F e lic id a d , S a n ta , II, 350ss. F é lix I I : 71, 615, 620. F é lix I I I : II, 16. Felto e (C. L.), 75; véase s. v. L e o n ia n o en el ín d ic e A G i l . I, a). F e n d t (L.), 177, 191; II, 280. F é ro tin (M .), 55, 533, 572; véa se s. v. L ib e r o r d in u m y L íb e r v io z a rc ib ic u s s a c r a m e n to r u m en el ín d ic e A (II. 6). F e rre re s (J.), véase en el ín d i ce a (III, 3, a) los n om bre s de ciu d a d e s e sp a ñ o la s y Fe rreres. F ía la (V.), 123; II, 46; véase en el ín d ic e A (III, % b). F ie d le r (E.), 424; II, 622. F iló n , 1885, 251®. F ilo s to rg io , 44, 272. F ilt h a u t (Th.), 244. F in s te r w a ld e r (P. W J , 546; II, 202 324. F is c h e r (B.), 268, 534, 56012?; II, 157, 310, 381™, 546. F is c h e r (L.), véase en el ín d i ce A (III, 2, d) s. v. O rd o E ccl. L a te r . F la c io I lír ic o , 104™; véase s. v. M issa I lly r ic a en el ín d ic e A (III, 2, b \ F lie o te a u x (E.), 414. F ló re z, n , 552, 553. F lo r o D iá c o n o , 118, 316; II, 115, 169, 186, 209, 250, 270ss, 274, 294, 336. F o c io , 59724; II, 600. F ó c k e -H e in ric h s , 184. F o rte scu e (A.), 32, 34, 62. 162, 190, 226s, 323, 602; II, 79, 88, 112, 137, 182, 196, 218, 234, 306, 311, 319, 330, 335, 345, 353, 551, 625. F ö rs te r (W J, II, 391.
1221
F r a n c fo r t, p la c a de m a r f il de, II, 32«, 3317. F r a n c h i d i C a v a lie r i (P.), II
22728.
F r a n c ia , 194, 204, 211, 218, 28012i, 386, 494, 60483, 605, 627, 631; II , I278, 35, 200«, 2734, 281, 35543, 381, 445. 457. 586, 650, 667ss; véase, adem ás, s. v. de M o le ó n , C o rb le t y los n o m bres de c iu d a d e s fra n ce sa s. F ra n c is c o de Asís, S a n , 260. F ra n c is c o de B o rja . S a n , 201*°. F ra n c is c o J a v ie r. S a n , l í , 287«*, 494a». F r a n k ( H J , 65; II, 187. F r a n z (A.), 115, 118, 131, 139, 148- 158 (passim ), 163, 164, 172ss, 175ss, 195, 197, 199, 250, 271, 275, 2/9s, 281, 283s, 286, 292, 297s, 301, 305, 308, 356, 369, 376, 382, 385 , 419, 469, 490. II 9, 123, 16, 31, 39, 46, 52, 58, 62, 69, 71, 79, 81, 84, 87, 89, 103, 130, 153. 176, 180, 199, 277S, 287S, 296. 315, 321, 324, 364, 378, 383, 396, 406, 410, 437, 453, 457, 460, 494, 501, 504, 524, 537, 556, 588, 591s, 606S, 610, 638, 643-667, (passim ). V éase, adem ás, en e l ín d ic e A (III, 2, h ; 3, d). F r a n z (I.), 208. F r a n z e lin (J. B.), 246. F re is e n (J.), véase e l ín d ic e A (III, 3, b), s. v. L in k ö p in g . F re is in g , II, I9 119; véase e l ín d ic e A (III, 3, a), s. v. B eck. F re is te d t (E.), 278. F re r e (W . H.). 33, 63, 509, 549; II, 256. F rib u rg o , II, 17117. F rie d b e rg (Ê. A.), véase en el ín d ic e A (III, 2. e>. F ro c h is s e (J. M .), II, 524. F ro g e r (J.), 538. F r o is (L.), 473. F ro s t (M .)f II, 28887. F ru c tu o s o de B ra g a , S a n , 264. F ru c tu o s o de T a rra g o n a , S an , II, 194. F u lb e r to de C h a rtre s , 131; II, 410, 440. P 'u lcv in o , II, 208. F u ld a , 122; II, 44531. F u lg e n c io , S a n , II. 134. F u n k (F. X J , II, 7, 16, 182, 385, 549, 557; véase ín d ic e A (I>. G a b r ie l S io n it a , 5155. G ä c h te r ( P J , 516. G a lo , S an , 77, 122, 169, 278, 550, 60584.
1222
ín d ic e
G a r c ía V illa d a (Z.), 80, 253, 630; II, 11, 194. 202. G a r d e llin i (A.), 189, 462. G a rrig o u -L a g ra n g e (R.), 247. G a sto u é (A.), 627; II, 156, 168. G a tte r e r (M .), 189, 288, 358, 522; II, 649. G a u d e l (A.), 242, 246; TI. 316. G a v a n ti- M e r a ti, 462, 492, 522, 570, 584, 602; II. 12. i, . 76. 88, 156, 174. 209, 459s, 521, 650. G e b h a rd t-H a rn a c k , II, 544. G e ls e lm a n n (J.), 110; II, 33, 257, 315. 338. G e la s io I : 68, 71, .75", 77s, 23029, 428s; II, 19823, 2304,\ 257, 312. 34926, 399*-. G e o rg iu s (D.), II, 472. G e r b e rt (M .), 115, 203, 278, 382, 438, 516; II, 79, 298, 321, 335, 338, 472, 477, 558, 647. G e r h o h de R e ich e rsb e rg , II, 33. G e rm á n de C o n s ta n tin o p la ,
51517.
G e rm á n de P a rís , véase s. v., E x p o sltio a n t. lit. g a l l en ei ín d ic e A (II, 7). G e rso n (J.), 176. G e w ie ss (J.1, 2. 4, 6, 12. G h lu s (B.), II, 258. G ih r (N.), 394, 450, 460, 462, 544, 552, 602; II, 31, 68, 73, 147, 187, 200, 219, 303, 310, 318, 333, 335, 339, 344, 443, 445, 495, 632. G la u e CP.), 633. G o d u (G.), 506, 509, 511, 515, 519, G o b l (P.), 631. G o d o fre d o de B a b ió n , 508. G o ltz , (E. v. d.), 9, 18. G o n d u lfo de R o ch e ste r, 131. G o o ssens (W .), Is 4, 6s, 10, 23ss, 238s; II, 32. G d tz (J. B.), 175, 271. G o u g a u d (L.), 56, 374. G o u s s a n v ille (P.), 264, 288. G r a b m a n n CM.), 555; II, 687. G ra d o , 52572. G r a f f
c
42813, 427, 431s. 5 3 8 ", 544^, 545, 580, 61317. 11, 7, 25, 32, 112, 152, 197afl. 227, 235, 241, 243s, 249, 318, 352, 388s, 399, 404.ssyfi8, 429, 452, 482, 515, 597, 627 ; V it a de S a n G re g o rio , II, 322, 55252, 564*^; m is a de S. G re g o rio , I, 157 ’
16105.
G re g o rio I I : II, 57, 62. G re g o rio I I I ; II, 229. G re g o rio V ; 127. G re g o rio V I I ; II, 18, 175î0 , 377'’-. G re g o rio I X : II, 5005, 517**. G re g o rio X : H , 283. G re g o rio X I : 189. G re g o rio N a z ia n c e n o , S a n , 272: II, 3. 524. G re g o rio N is c n o , S a n , 302; I I 154, 3911’ , 469, 575. G re g o rio de T o u rs , S a n , 32, 57, 259, 431, 455, 500, 571; II, 4. 153, 176, 196, 403, 439, 553, 667. G re g o rio de V a îe n e ia , 246. G r e if f (A.), II, 391. G re v in g , véase s. v. E ck. G rie s s e r (B.), I l, 27G. G r im a u d (G.), 627. G r im la ie h , II, 1.7. G r is a r (H.), 273, 504, 51.1. G2i>; II, 399, 682s. G r o n d ijs (L. H.), II. 423. G ro sc h e ( R \ 310. G ro te fe n d (H.), 303. G s e ll FeJjs (Th.). 526, 529. G u a lt e r io de O rlé a n s, 604. G u a r d in i (R.), 18, 216, 239, 453, 512. G u é ra n g e r (Pr.), 188, 204 , 211; II, 200. G u e r r in i (F.), 135; véase en el in d ic e A (III, 2, g) s. v. O r & i n a r iu m O. p. G u id o O. € is t . C a rd ., I l, 278. G u id o de M o n t-R o c h e r, 155. G u ig n a r d (Ph.), 132. G u ille r m o de A u x e rre , II, 283. G u ilie r m o de C h a m p e a u x , 159. G u ille r m o de D ijo n , 12831. G u ille r m o de G o u d a . II, 53'1«, 8017, 8332. 45422, 45732, 466«3. G u ille r m o de H irs a u , véase en e l in d ic e a (III. 2. f). G u ille r m o de M e lito n a (V a n D ijk ) , 152, 154, 514, 575s; II, 12, 24, 41, 80, 80, 91, 199, 287, 376, 607. G iïhU m (J.), 217, 629; II, 154, 599. G ü m b e l (A.), 175.
NOMBRES H a b e rs tro h (L.), n , 419, 421, 437, 441, 443s, 445. H a g e r (C.), II, 2012«. H as ga d a 3s, 12. H u n n (A.), 590; II, 395. B a ito de B a s ile a , 274. H a lin a rd o , véase el ín d ic e A ( I I I , 2, b \ H a lle l, 3, 5346, 538«. H a lm c r (N. M .), 1.77; II, 580. xJam m (P.), 2; II, 260, 272 (pas sim ), 298. b'anssens (J. M .), 2, 45, 22 s, 231, 259, 232, 272. 285, 213, 293«, 310, 321, 335, 393, 463. 467, 494s, 477, 5143, 534, 537, 568, 570, 572, 59.1, 599, 615, 624. II, 3 (passim ), 21, 32ss, 38, 403, 47, 77, 132,154, 158,164, 165 167, 174, 208. 219, 254s, 259SS, 257, 273SS, 293, 304, 385, 387s,
403, 413, 417-425, 458, 515, 554, 556, 569, 594, 597, G il, 623. 630:
véase, adem ás, e ntre la s e x p lic a c io n e s de l a m is a en el ín d ic e A (III, 2, h) y s. v. A m a la r io (en este m ism o ín dice). H a riu lfo , 276. H a rn a c k (A.), II. 39, 395™. H a rtm a n n -K le y , 395; II, 649. H a rt m a n n (Ph.), II, 288, 287. H a rto g (J.), 582. H a s e lo íf (A.), II, 544, 547. K a t t le r (F.), 198. H a u (J.), n , 290, 453. H a u n g s (R.), II, 177. E a v e r s (W.), 227; II, 3, 314, 475. H a y d n (M.), 207. H e e r (J. M .), II, 17. K e fe 'e -L e c le rc q , 11. 100, 560. H eg el ( K ) , 205, 271. H e ile r (F.), 102, 2D5H e im b u c h e r (M.), 266. H e im in g (O ), 424. 5)5; II, 25. 27, 556, 275. H e in ís c h ( P ) , H , 310. H e n n e c k e (E.). 9. Pfen nig ( J .\ II, 310. H e ra c lio , S57. H e rsrc l da T o u rs , 407. 437, 604; n , 8. 155, 6*1. H e r b e r t o de S a s s a rí O. C ist., II. 276, 457. Kerfcordo, IT, 521. FTerdt C P . J. B . de). 442. H erifcerto d e C o lo n ia , II- 60771. H e rm a n n J a ré, B e a to , II, 606. H e rm a s, 9, 8 5 « ; H , 3, 313, 331, 395. ITerodiano, &57,
1223
H e r rg o tt (M .), véase e n e l ín d i ce A (III, 2, f), s. v. B e m a r d i O. C lu n . H e rte (A.), II, 559. H erw eg en (L), 99; II, 546« , 600. H e sb e rt (R. J.), 80, 278, 405, 407,
417, 433, 538S, 544, 545, 547ss, 553, 602; II, 23, 569, 574, 583, 675.
H e s iq u io de je r u s a lé n , II, 594. H ie rze g g e r (R.), 83, 327, 329, 431, 4593, 511, 624. H ila r io , S a n , II, 39117. H ild e b e rto de L e M a n s , 149, 572; II, 156, 169, 277, 472. H ild e g a rd a , S a n ta , II, 546. H ild u in o , 122«. H iln is c h ( S U , II, 10, 17. I-Iiñ d rin g er (R.), 202. H in c m a r o de R e im s , 1 1 5« ; II, 12; 72, 667. H ip ó lit o de R o m a , S a n , véanse s. v. T r a d itio A p o st. en el ín d ice A (I). H irs a u , II , 35; véase ta m b ié n en el ín d ic e A (III, 2, f), s. v. G u ille r m o de H irs a u , H ir s c h e r (J. B.), 206 , 209™. H itt o r p (M .)f 81, 203; II, 203. 269, 442, 455, 472; véase, a d e m ás, e l in d ic e A (III, 2, c. d.) s. v . ; P o n t if ic a l ro m a n o -a le m á n y O. R . A n tiq u u s. H o e y n c k (F. A.), véase en e l ín d ice A (III, 3, a), s. v. Augsburgo. H o ffm a n ( J ) , II, 516, 552, 556s. 603. H o fin g e r ( J J , 194, 202. H o h n (W.>, 207. H o lb ö c k (F.), 250; II, 39. 64, 437. H o lb ö c k (K .), 282; II, 607. H o la n d a , II, 19»™, 6 5 » « ; véase, adem ás, s. v. S im ó n de V enlo. G u ille r m o de G o u d a , y en ei ín d ic e A (III, 3, a), s. v. S m its. v. W ; H o lle n G o tts c h a lk , 304; II, 16. H o lzm e iste r (U.), 454s; II, 73. H o n o rio I I I ; 264, 574 « ; j l , 283. H o n o rio A ugustod. 150, 154«2, 157, 167, 264, 281, 344, 346, 358. 406, 437, 524, 540, 576, 584«. 605, 626, 628, 631, 633. II, 8, 10, 36, 64, 156, 176, 245, 273, 339, 415, 436, 521, 625, H o p p e (L. A.), II, 317. H ö rm a n n (L. v.), II, 12. H o rm isd a s. II, 196, 220« , 515. H o rn y lc e v ítsc h (M.), 495; II, 127, 403. Horts (J.), II, 458.
I n d ic e
1224
H o sio , C a rd ., 180. H o sp (E.), 581; II, 225s, 350, 3o4. H u b m a n n (J.), 167. H u d a l (A.), 262. H ú esca , II, 411««. H u go de A m ié n s , 242. H u g o de S. C h e r, 147, 153, 154s, 40832, 45&51, 4g0, 518, 567, 574, 576; II, 86, 88, 188, 209, 337, 376, 380, 408, 433, 454, 457, 494, 5019, 512. H ugo de L in c o ln , II, 277*7. H u m b e rto de R o m a n s, 135. H u m b e rto de S ilv a C a n d id a , II,
Hungrfa,5’ 139; II, 533«', 580;
p a ra m isa le s véase e ín d ic e A
(III. 2 , b; 3, a).
H y v e rn a t
(H.), 53;
II, 348.
Ig n a c io de A n tio q u ia , S a n , 13, 18, 24, 258, 267, 284, 571; II, 424; en el cano n, II, 352s. Ig n a cio de L o y o la , S a n , 193, 26672, 28170, 303. Ild e fo n so ( h a c ia 845), II, 36, 46. Inés, S a n ta , II, 350, 352s; a c ta s de S a n ta Inés, II, 503, 592. In g la te rra , 96, 138, 173‘ 3, 179, 27421, 27632t 369, 3847*, 386, 39234, 39818, 4023, 408*1 , 627; II, 10ft2, 127», 52, 58, 691™, 7i, 36, 15722 , 2734, 281, 37853,
37982, 445, 453, 457, 460, 47737, 49114, 508 , 560™, 579*7, 5392*, 609, 6 4 3 i7, 6484B, 66718; c o n fró n te se , adem ás, el ín d ic e A (III, 3, a). In g o lsta d t, II, 6632 ; véase, a d e m ás, s. v. E ck . In g u a n e z (M.), 556. In o ce n cio I : 66s, 511; II, 95B, 112, 122, 191, 201, 203, 440, 451. In o c e n cio I I I : 136, 147, 149, 151ss 155, 172, 259, 282, 333, 337, 350, 366, 376, 391, 393, 398, 437, 492, 530, 549, 551, 570s, 576, 58011, 605. II, 692. 1061, 24, 50, 60, 63, 66. 72, 75. 97, 176, 187, 200. 321, 358, 378, 380, 433, 443, 453s, 472, 474, 477, 555, 577s, 603, 607, 646, 68217. Ireneo, S a n , 22, 26, 242, 488, 579, 597; II, 3, 39, 126. 137, 252, 26110, 302, 313, 331, 440. Irene, e m p e ra triz, II, 4718. Is a a c de S te lla , I4943; II, 169, 315. Isa ía s, v is ió n de. II, 154, 153. I.e h o ja b h I ; 267.
c
Is id o ro de S e v illa , S a n , 571-, 110, 159, 268, 284, 316, 534, 538, 544, 582, 617; II, 12, 23, 114, 560. Iv o n de C h a rtre s ,. I48s, 420, 524, 529, 605; II, 10, 169, 176, 317, 376, 474, 477, 556, 566, 595, 607. J'acap on e d a T o d i, 555. J a c q u ie r (E.), 301. Ja co b o de B a tn e , II, 3, 3271S. Ja co b o de E desa, 2291®, 613, 62427 ; jx, 134, 176, 3827®, 554™. Ja k o b y (A.), II, 653. Ja n sse n , (J.), 199. Ja n sse n s (H.), II, 3 . J á v o r (E.), véase s. v. B r a t is la va en e i ín d ic e A (III, 3, a). J e d in (H.), 178ss, 186, 298, 512; II, 18, 138, 411. 443. J e re m ia s (J.), 4, 449. Je ró n im o , S a n , 63s, 293, 385, 538, 544, 565, 569, 5797; n , xgg, 204, 386, 395, 397*°, 452, 515, 519, 568. Je ru sa le m 73* l , 565; I I , 96, 12820, 594, 596JB; (sim bolo) I, 590ss; véase s. v. P e r e g r in a tio en e l ín d ic e A (I). Jo c h u m (L.), II, 171. J o h n e r (D.), 484. Jo n á s de O rle a n s. 573; II, 11. Jo o s e n -W a s zin k , 116. José, S an , 224™; II. 138. José I I ; II, 12™. 19™«, 60347. J u a n X X I I , 169128 ; II. 411. J u a n , A c ta de, 2252, 2783ü. Ju a n el L im o s n e ro , 276. J u a n A r c h ic a n tor, 81, 144, vé a se, adem ás, el ín d ic e A (III, 2, d). J u a n de A v ra n ch e s . 12831, 140, 167, 263, 264, 268, 269, 303, 363*, 378, 386, 398, 405, 420, 524. 546, 574, 575; II, 76, 361, 376, 380, 430, 436, 443, 447, 453, 462, 472, 476, 556, 580, 607. Ju a n B a u tis ta , S a n , 119, 149*7, 376, 529™, 5303, 549; II, 51, 349, 353 (p ro p io de su fie s ta , I, 54046). J u a n de B ic la ro , 601. J u a r b a r C ursos, II, 611. J u a n D am a scen o, S a n , II, 549. J u a n D iá c o n o , II, 32. 552, 564. J u a n E v a n g e lis ta , S a n , 388; II, 353*1 ; le c tu r a d e l E v a n g e lio de S. Ju a n , 508; prólogo, 50, 135, 449, 50832, 565®, 56612; n , 652ss. J u a n de F é ca m p , 33920. J u a n I I de C o n s ta n tin o p la , II,
NOMBRES
J u a n y P a b lo , S an to s, i l , 198-“, 223, 227. J u d a s M a c a b e o , 27521. Ju d d e (Cl.), 195. Ju g ie (M .), XI, 75 . Ju n g m a n n (J. A.), pg. 1 9 ; 18, 31, 44, 60, 68, 103, 105, 106, 232, 233, 291, 328, 373, 376, 378, 380, 382, 407, 411, 436, 445, 472, 486, 487, 488, 491, 511, 518, 544, 597, 601, 613, 614, 632, 633, 634; II, 48, 54, 95, 96, 100, 115, 118, 119, 131, 146, 147, 148, 167, 170, 178, 219, 273, 276, 363, 369, 371, 386, 392, 402, 406, 440, 469, 482, 518, 530, 614, 627, 628, 631. J u s tin ia n o , 3 2 3 '4 ; 11,96. Ju s tin o , S a n , 19, 21, 22, 23, 24, 26, 33“ , 226, 25.8, 293, 489, 499, 563, 579, 594, 619; II, 39, 132, 189, 253, 274», 450, 485, 560. Ju y e n co , n , 39117. K a h l e s
1225
K r a m p (J.), 164, 190, 214, 216, 247, 293, 297, 332, 409, 505, 531 ; II, 13, 75, 171, 284, 461, 535. K r a u s (F. X .), 525. K re b s (E.), 597. K r e n s (J.), II, 381. K r o ll (J.), 402, 443. K ü n s t le (K .), II, 469. K u n z e (G.), 79, 503, 516. 566, 581. K u r fe s s (A.) 14. K u y p e r s (A. B.), 436. K y r illo s ib n L a k la k , II, 178. L a c t a n c io , 426. L a g ra n g e (M . J.), II, 132. L a k n e r (F.), 253. L a m e n n a is (F.), 21L L a m p e n (W.), 247; II, 508. L a n d g r a f (A.), 157; II, 160. L a n fra n c o , H , 35, 445. L a n g e (E. M .), 194. L a n g e n b e rg (R.), 296, 579; II, 546. La n g re s, II, 40982. L a n u v iu m , 103S. L a o n , 13736. L a v o c a t (M . H.), 135. L e b o n (J.), 590. L e b re to n (J.), 32. L e b ru n (P.>, 194, 201, 203s, 338, 340, 357, 367, 385 394, 442, 527, 574, 575, 606; II, 10, 12, 51s. 60, 65, 71, 80, 88s, 97, 127, 212. 245, 272, 296, 320, 335, 380s, 422. 432, 4452®, 454, 457, 460, 473, 504, 527, 534, 585, 589, 592, 607. L e c h n e r (J.), n , 415, 484, 641s. L e c le rc q (H.), 45, 57, 270, 271, 402s, 452, 482, 487, 494, 501. 521, 529, 532; 564, 569, 583 ; II. 31, 32. 179, 196. 206, 302, 415. 516, 569. L e c le rc q (J.), II. 410. L e fè b v re (G.), 217s, 627. L e fè v re (PI. F ) , 134; v é a s e ad e m á s en el ín d ic e A (III, 2, f) s. v. L ib e r ord . O. P ra e m . Leg g (J. W .), véase el in d ic e (IIT. 3. a to'. L e is e n t r it t (J.), 199. L e im e r (F.). 533, 536, 546; II, 570. L e itz m a n n (A.), véase en e l in dice A (III, 2, h) s. v. E x p licio n e s de la M is a . L e ja v (P ), 54; I L 147, 199. L e M a n s , 570. L e m o n n v e r (A.), II. 599. L e n tz e (H . J.), 469; II, 492*«, 513. L e ó n (E sp a ñ a ), 440n .
1226
Í I ’ DlCE C
León I (el Magno), 63, 7 133, 75a, 233, 306, 455, 482™, 535, 580, 630; II, 198™, 220, 230*°, 2U. 249, 271', 310, 312s. León III, 281, 324, 597«. León V II, 463. León X , 305. León X III, aso, 215, 224*2 (Pre ces después de las- Misas pri vadas), 473o- : II, 670ss. León de Achricía, 544«% Ijeón el Filósofo, 272°. León Mars.. II. «0 7 . Leonhard (L.), 261. Lepin (M.), 194. ¿¿¡8, 242ss. 246ss; II, 39, 406. 445. Leroquais (V.), 122, 339; II, 355, 41329, véase el índice A (ID, Lesley (Á.)3,'55 : Cn . 12. 200, 415 : véase en el índice A (II 6) s. v. Missale mixtura. Lessius (L.), 246. Letourneux (N.), 194, 201; II, 536“ ». Letonla, II, 424*5. Letrán, II, 4296, 681 ; véase ade más en el índice A (III, 2, d) s. v. Ordo eccl. Lat. Lieja, 188: II. 58«*. 1 7 J » ; esta tutos del año 1287, I, 285; véase además el Indice A (III, 2, g ; 3, a). Liesenberg (K.), 313. Lietzmann (H.), 3, 7, 13, 18, 25, 32^2, 69, 74, 78, 122, 590ss; II, 70, 158, 225S, 254, 259, 292, 287 3 11, 314, 318, 323 ; véase tam bién en el índice A (III, 1, a) s. v. Gregoriano. Limoges, II, 654“. Lindelof (IL>, 378. Lino, II, 224, 227. Linsenmayer (A.), G25, 628, 630, 632, 634. Lituania, 2712«, 332"° ; II, 4244% Livio, II, 1292«, 248, 631. Longforde, II, 2888R. Lorenzo, San, II, 223. 682; Le yenda de, L 268* ; II. 61, 443?L
55465.
Lorsch, II, 453™. Lortz (J.), II, 199. Lot-Borodine (M.), 162. Lourdes. 30750. Lowe (E. A.), véase en el indice A (II, 8) s. v. Misa de Bobbio. Lòwenberg (B.), 185. Lubac (H. de), 112. 159; II, 437. Lubatschiwskyj (M. J.), 44. Lübeck, II, 13*«. Lübeck (K.), 289, 600. Lucchesi-Palli (E ). TI. 423.
L u c ía , II, 351ss. L u c iá n de A n iio q u ía , 272% L u d o lfo de S a jo n ia , lc 6 ; II, 454. 521, 527. L u d o v ic o TI: II. 199. L u d o v ic o Pío, I I 60.1. L Ü d tke (W ). ]"% ’415-;. L ü f t (J. B.), 294. Lurro U . de), 243. 292; I L 595. L u is X I I , II, 280. L a n g K o i ic r
(*J J , 5 1 9 .
L u r¿ (\7.), 210, 522. L u le ro , 11?, 199; II, 39, 154. L ü tz e le r (H.), 202. L u y k x (B.). 134. L u z z a tt i (G.), 515. L y o n , 111**, 133, 137, 180, 259«. 346 4051D, 4946‘J 5316; n . 10«*, 5O-37, 13837, 1*711:í, 512:' fi. 57733, 535a ; véase ad em ás el ín d ic e a ( III, 3, a) ; C o n c ilio (1274), I, 169™% M a b illo n (J.), pápe. 23; 5711. 81. 203*8, 2371, 268™, 304"% 436™. 5001, 501ii% 586*% 602™; II. 331*, 43)"s, 452«, 500% 55 4°K 607o1 ; véase ad e m á s en el ín dice A (III, 2, d) s. v. Ordines
Romani.
M aclc-an (A. J ), 2292-, 444'*; II, 6651% M a g is t re t t i (M.) 616-L M a g u n c i a . 734:% í i ! 4% 205'*», 20771,7* ; II, 3 2 3 \ 430; véase en el ín d ic e D s. v. sínodos, v en el ín d ic e A (III. 2, c ; 4, a). M a is tre (J. de), 211. M a la b a r, c ris tia n o s de, véase ín dice C. M a la q u ía s , II, 310™. M a ld o n a d o (J.), 43658 ; II, 178*°. M â le 03.), 153--. M a lh e rb e (G.), 312™. M a lh e rb e s (G.), I l, 658™. M a ltz e w (A. de), 5656; n , 458“ «. M a n a sé s de T ro y e s, II, 1811% M a n s e r (A.), 74% 215™, 550°% 555“ «, 5811 s; II, 675“ . M a n z (G .), 27953 , 280«3 ; véase ad em ás m ás a d e la n te s. v. M o h lb e rg -M a n z . M a r a n g e t (P.), II. 34310. M a rco s, lit u r g ia de S an , véase en el ín d ic e D . s. v. egipcia. M a rc o s E re m ita , II, 562. M a r ía , 376, 388, 458™; II, 47, 51. 220, 221, 225, 349, 353*% 399.J (en el Gloria), I, 186, 458™ : (A su n ció n ), II, 18; (Missa de B. M. V.), I, 17523; (a n á fo ra) I 48. Maria ij ïs c h a r i, H, 539%
J2 2 7
NOMBRES
¡viada Magdalena, 602™. Mario Victorino, 63. Marmorstein (A.), 9. Marmoutiers, II, 41513. Marlene (E.) (En cuanto autor y no mero editor de textos litúrgicos), 103, 1 1 1 , 123-’, 137, 203, 258, 259, 260, 272, 288, 298, 304-358 passim, 380, 384, 38S, 434, 455, 458, 460, 472, 494, 500, 528, 530, 563. 566, 571, 574; IX, 8 , 10, 18, 43, 57, 70, 75, 8 6 , 89, 91, 85, 118, 170, 187, 20 2, 208, 228, 283, 336, 355, 408, 411, 432, 445, 463, 471, 477, 433, 494, 496. 503, 513, 532, 560, 563, 5*9, 58?. 601, 6023. Marcial, San, II, 47637. Martín V, II, 55887. Martín (CU, 23312*. Martínez de Antoñana, 85, 522; II, 13. Martinuccl CP.), 189, 201, 297, 395, 486; II, 73, 353, 552. Martín de Cochem, 195, 202. 289*26; n , 28G40. Maschek (H.), 152. Maskell, véase índice A (III, 3, a). Mateo de Cracovia, 28381. Matern (G .\ II, 596. Matías y Bernabé, Santos, 11, 352. Matilde, Santa, II, I7106. Mathyssek (Th.)f 288. Matzerath (P.) 537. M ax von Sachsen, 491, 537. Máximo el Confesor, 117, 501*. Mayer C-Pfannholz) (A. L.), 99, 141, 158, 186, 192, 202, 205, 209, 288 M ayer (H.), 223; II, 483, 533. Meester iPl. de), 45, 2 8 6 , 495; II, 509, 549, 665. Melania, Santa. 273. Ivlelquisedec, 636, 64; II. 46* h 109, 310. Menard (H.), 78, 123, 203, 263, 438. Menth (R.). 136. Merati (C. M.), pág. 23; 570; II. 13, 174, 209. Mercati (G.), 184; TI. 148.153, .184. Mercenier-Paris, II, 47, 403. 665. Mercier (Card.), 631l l . Merk (A.), 1. Merk (K. J.), II. 8 . 10. 11, 13. 18s, 36. 208, 269 Mesini (C.), II, 137. Messerschmid (P.), 464, 484. Metz. 988. Metzger (M. J.), 288, 385, 625. Meurers (H.). 259, 260.
Michel (A.), 246, 544 ; II, 33. Michels (Th.), II, 95, 271, 631. Micrologv7s, véase s. v. Bernoldo. Migne (documentos litúrgicos), 5712, 75s, 78, 8 137. 104, 115, 118, 122s, 132, 42922. Miguel. San, 376; II, 3 12i, 676. Miguel de Hungría, 15677, 162. MiHer (A.), 505. Minden, 123. Minucio F é l i x , 23, 390, 473; II, 89. Mitzka (P.), 246. Mocsy (E.), II, 131. Mohlberg (C.), 14, 57, 63, 77, 108. 139, 280, 428 ; II, 321, véase índice A (III, 1, a). Mohlberg-Manz, 337 ; II, 98s, 102, 139, 483S, 5 85, 620.
Mohler (J. A.), 246. Mohrmann (Chi*.), 63; II, 36. Moisés bar Kepha, 468*8 ; TI, 2 7 3 4 275. Moléon (De), 84, 122, 259, 340, 353, 360, 382, 385, 405. 408, 431, 495, SCO, 503, 544, 546, 557, 570, 606, 627 ; II, 10. 13, 41, 46, 79. 281, 283, 291, 336. 364, 408s, 411, 416, 434, 561, 563, 577, 579s, 505, 604, 607, 635, 643«, 647, 650. Molina (Vie.), 215*3. Mommsen (Th.), 85. Monachino (V.), 267, 301, 303. ?vIone (P. J.), 58; IT, 289. Moneta Caglio (E. T.), 407. Monica. Santa. II, 5. Montcheuil (Y. de), 7. Montecasino. 128, 5 2 7 ; II. 5 7 6 2 ; preparación para la comunión de, II. 4 9 1 14. 493, 527SS, 586. 590, 5924o; véase el índice A (III, 2, a). Monte Gargano, II, 601. Monza. II, 30332. Morin (G.), 57. 58, 69, 79, 123, 404, 45230, 501, 503. 553; II, 286, 364, 388. 415, 418. 580, 601. Morinus (J.), 373, 491; II, 178. Moroni (G.), 73. Mosco (Juan), II, 116, 515, 560. Moufang (Ch.), 154, 215. Müller (J. B ), II, 174. Munich, 2013C. Muratori (L. A.), 75, 76. 78, 193, 203 ; II. 199 ; véase además el índice a (II. 7; III, 1, a). N aegle (A.), il, 469. Narbona, II, 46* «. Narsay (Connollv), 4522, 117 , 258, 4684»: II. 17737. 422.
Nattermann (J. Chr.). 494.
1228
ÍN D ICE C
Nausea, Federico, 19 12. Nestorio, 272. Netzer (H.), 96, 122; II, 9, 79, 463, 586. Neuss (W.), 175. Nicéforo Calixto, II, 594. Nicéforo Focas, 857. Nicetas de Remesiana, II, 2 11, 418a9. Nicetas Stetatos, II, 42342. Nicki (G.), 115, 293, 407, 437, 467, 625; II, 4, 155, 385, 415, 453, 455, 549, 597, 667. Nicolás I : II, 518. Nicolás I I I : II, 411. Nicolás de Cusa, 164113, 176, 250, 305. Nicolás Stör, 154. Niebecker (E.), 250; II, 305. Nielen (J. M.), 6, 499; II, 132. Nilles (N.), 19 1, 507; II, 399. Noguer y Mosqueras (T.), II, 532. Noldin-Schmitt, 292. Norden (E.), 478. Normandía, 122, 123, 12831, 3624, 363, 369, 382, 384™, 385ßi, 3 3 6 5 , 3981«, 4023, 550; II, 52, 62 6 5 1 1 7, 71, 86, 491™, 506; véase s. v. R u án ; Normandía como p a í s de origen, 12831, 363, 36932, 386^; II, 5243ss, 86> 380««. Notgero Bálbulo, 550. Novaciano, 60774; n , 515, 537. O berndorf (un documento del año 1474); II, 13«®. O’Connell (J.'» 190, 398. Oderisi (V.), II, 147. Odón de Cambrai, 148, 285; II, 182. 316. Odón de Cluny, 128; II, 546. Odón de París, 172\ 49047; II, 3843, 27829. Odilo de Cluny, 128. Oesterley (W. O. E.), II, 158. Oisemont, II. 60241. Olier (J. J.), 194. Opfermann (B.), 278; II, 138, 577. Oppenheim (Ph.), II, 546. Optato de Milevi, 63, 267, 460, 463; II, 5, 195, 219®, 386, 396. Orígenes, 22, 314, 477, 5 0 2 ^ 50419, 579«; II, 158, 30541, 450, 469. Orleáns, 25912 ; II, 43430. 5852. Otón I, 126, 129. Otón de Bamberga, II, 5212fl. Oxyryncho, 7341. Pabel (R.t, II, 665. Pablo, san, 2, 5, 14, 579: II. 134:
cartas como lecciones, I, 501s, 5141«. Pablo de Mérida, II, 452. Pablo Diácono, II, 564. Pachtler (G. M.), 215. Pablo Warnefrido, 581. Paderborn, 207, 20874; véase el indice A (III, 4, a). Países Bajos, véase s. v. Ho landa. Paladini (L.), II, 521. Palestrina, 186r>í', 210. Paladio, II, 515, 600. Pamelius (J.), II, 199; véase s. v. Gregoriano, índice a (III, I, a). Panfoeder (Chr.), 576. Papías, 51629. París, 204, 57458; II, 16644, 1 7 1 13, 278, 290. 40983; véase en el índice D s. v. sínodos e índi ce A (III, 2, a ; 3, a ; 4. a). París de Grassis, 367. 522, 525; II, 656. Parrot (A.), II, 334. Parsch (P.) 216, 306, 322, 330. 409, 505, 582; II, 461. Fascasio Radberto, 242; II. 316. Pascher (J.), 18 ; II, 371. Paulo V, 22129. Paulino de Aquileya, San, 6024: ; II, 24431. Paulino de Ñola, San, 260, 273, 304, 3282« ; II, 32’ °, 550. Pedro de Blois, 284; II. 519. Pedro el Canciller, n , 28888. Pedro Canisio, San, véase s. v. Canisio. Pedro Cantor, 176; H, 27820. Pedro de Cluny, 467, 595i?; n , 546. Pedro Comestor, 242. Pedro Crisólogo, San, 482. Pedro Damián, San, 462; II, 10, 212 494. Pedro Fuión, 59933. Pedro el Ibero, II, 322, 3315. Pedro Lombardo, 242i3. Pedro y Marcelino, Santos, II, 350, 353. Pedro y Pablo, Santos, 376; II, 51, 136, 225, 35543, 399; evan gelio de S. Pedro, 8510. Peitz (W.), 597. Pelagio I : II, 196, 426. Pelagio I I ; II, 137. Pérez de Urbel, 7922, 501°. Perl (C. J.), 494. Perpetua, Santa, II, 351, 354; passio, II, 547a0. Péterffy (C.), II. 533.
122!)
NO MER ES
Peterson (E.), 9, 295, 453, 454, 464, 519; II, 3, 36. 126, 153, 156, 158, 161, 163, 187, 267. Pfleger (L.), 73, 175. Pietschmann CP.), 4 13; II, 573, 583. Pilkington (R.), 205. Pinsk (J.>, 490; II, 599. 658. Pipino, 96. Pirenne (H.), II, 275. Pirminio, San, II, 17. Pío IV, 182. Pío V, San, 182; véase, ade más, s. v . Missale Rovianum, en el índice A (III, 3, a ; 4, b). Pío VI, 2053». Pío IX , 215; IL 673. PÍO X , 190, 208™, 212, 219, 224, 26466; j i t 284, 522.
Pío X I, 219, 22129. Pío X II, 2 137, 219, 250; II, 599. Plinio el Joven. 14. Podevijn (R.), II, 3!. Pohle-Gierens. 244. Polonia, II, 364s, 424«. Policarpo, San, 34; II, 194, 348; su martirio. I. 278»°, 458-'. Portugal, II, 29110i. Poschmann (B.), 14. Pouget (P. A.), 194. Pourrat (P.), 153. Prado
64110.
Pseudo-Jorge de Ar bela, 515. Puniet (J. de), II, 182. Puniet (P. de), 259, 279, 519, 561, 566, 582; II, 61, 251, 276. 415, 416, 440, 443, 482, 484, 621. Q e d u s c h a , II, 158.
Quasten
Quesnel (P.), 204. Queste del Saint Graal, 2S3-S, 2888R, 533;:i.
II,
R aabe (R.), 273.
Rabano Mauro, 113, 118, 262, 292, 293. 323. 325. 546: II, 30 33, 46, 81, 435, 441, 443, 474. 484. Rábulas, Cod. de, II, 5441S. Raham ani (I. E.), véase s. v. Testamentum D. en el índice A (I). Radber to, 112. Radegunda, Santa, II, 363]. Rad.') (P.), 57; véase indice A (III. 2, b; 3, a). R ad ulfo Ardens, 156, 160; II, 277. Radulfc de Rivo, 186, 293, 457, 468, 503, 595, 602; J.I, 65, 14o. Raes (A.), 45. 221, 490, 605; II» 74, 77, 80, 259, 421, 458, 556. R afael 210. R ah lfs (H.>, 502. Rahner (H.). 310; II. 31, 137. Rahner (K.)y 2452®, 486. R aitz von Frentz (E.), 230. Rampolla, Card., 273; II, 5515'5Raterio de Verona, II, 179. Ratramno, 1.12. Ratisbona, véase índice A (III, 3, a : 4, a> y en el ind. D s. v. sínodos. Ratti-Magistretti, 427; II, 199. Rauschen (G.), 23; II, 254. R avanat (F.), 183. Ravena, II, 196, 540; mosaicos, II, 32, 461L 46™, 3 1 1 1 s. Recaredo, 601. Regalado Ruiz (P.), 215. Regino de Prüm, 238, 271, 285, 303, 308, 374, 467, 472, 626s; II, 8s, 12, 45. 556. 594s, 605, 667. Reichenau, 122. 127. 278 ; II. 47737, 67511. Reiffenstuel (A J. 392. Reims, 494«7, 49470; II. 20825. 337«. Remigio de Auxerre, 110, 118 149, 242, 263, 268, 293. 333. 405. 459, 463, 472, 524, 563, 569. 576; IL 23, 73, 85, 86, 88, SI, 102. l'16, 150, 159, 169, 209, 250, 336! 441, 45525 472. Renaudot (E.), véase índice A
(II, 1 , 2 ).
Renz
U230
ÍNDICE C
R ic a rd o de W e d d in g h a u je n . 148 ; II, 378. R ic h te r - S c h c n f eider, véase s. v. S a c r a m e n ta rio ele F u ld a en el Ind ice a (III, 2, a). R ie d e l (W .)f véase ín d ic e A (I). R ie ss ( R ) , 492. R ie ts c h e l (G.>, 192, 633; II, 247. R ig h e t t i G\L), 54, 183, 328. 404, 460; II, 9, 18 , 96, 173, 313, 515. R it c h in (G. W .). II. 453. R o b e rto de B o rró n , 15296. R o b e rto P a u lu lo , 149. 541; II, 156, 315, 424. R o b in s o n (A.). II, 1266. R ö d e l (F.), véase en el in d ic e A (III, 3. a) s. v. m is a l re nano. E o e tz e r (G.), 53, 74, 293, 303, 312, 377. 462, 500, 503, 506, 515, 538^ 582, 619, 621, 630; II, 5, 125, 27513, 323, 327, 386, 449, 451, 515, 562. 569. R o g ic (L.). 108. R o g u e t (A . M .), 627. R o h a u lt de F le u ry , 344, 523 ; II, 171, 283. R o m a ( L it u r g ia de la c iu d a d ),
73. 82ss, 184, 292. 259«, 267h 268, 273, 281™, 288123, 402, 427s, 475, 525S, 52991, 602; II, 25, 72, 1031, 222SS, 43534, 453™, 550, 61413, 624ss, 650s, 656; véa se, adem ás, en e l in d ic e D , s. v. c u lto e sta cio n a l. R o m u a ld o , S a n , l ? 8. R o sk o v á n y (A.), 271. R o ssa n o (Cód. de), II. 544. 5473i. R o tte m b u rg o , 2055®r II. 171™. R u á n , 26911, 27125, 30539, 544 II. 1391. 41^3, 228. 28144, 40983, 5852, 59131, 64738; véase e n e l ind. D s. v. sín o d o s y e l ín dice A (III, 3, b). R o u sse au (O.), 209, 215; II, 395. R u c h (C.), 9, 25, 242, 246; II, 39, 368. R ü c k e r (A.), 597; II. 176, 353; véase, adem ás, el ín d ic e a (II, 2), s. v. a n á fo ra de S a n tia g o y m ás a d e la n te s. v. T e o d o ro de M o p sve stia . R o d o lfo de B ourges. 293. R o d o lfo de Lieb eneg g, 164. R u fin o , II, 515. R u in a r t (T.), 231; II, 194. R u iz B u e n o (D.). 8 . 13, 14. 18, 32, 33. 620; II. 158. R u m a n ia , 221 : II, 535. ttu c tg e ro de T ré v e rs, 285®
R u p e rto T u iü e n s e , 151, 152, 3.2:. 353 ; II, 176, 578, 607. R u sc h (P.), 116. R u sia , 30730. H ü tte n (F.), II, 211, 241, 300, 3i3, 367. S a b a t ie r (P.)f II, 160. S a b ia y ro lle s (M .), 212. S a c K u r (E.), 128. S a é n z de A g u irre , 501. S a f t (P. P j , 629. S a ile r (J. M j , 206. S a in t B e n ig n e de D ijo n , 12S30. S a in t D e n is, 76, 952:', 122, 56612 ; II, 561. S a la v ille (S.), 44; II, 203. S a le rn o , 52673. S a lim b e n e , II, 20. S a lm e ró n (A.), 246. S a lm ó n (P.), 473, 500, 513, II, 51. 60, 68, 232, 331. S a lzb u rg o , 1 7 522, 177, 20133. 2 1 o- 3 ; II, 41620, 477. 53331, 6547 ; véase e l ín d ic e A (III, 3, a). S a n V ic e n te e n e l V o ltu rn o , 123J , 125; véase en el ín d ic e A (II, 2 , b). S á n ch e z R u iz (V.), 21513. S a n k t P ö lte n , 27123. S a n tia g o , lit u r g ia de, 47; véase ín d ic e a (II, 2). S a p o n a ro (R.), 270, 285, 283;
29325.
S a ru m , 138; véase in d ic e A (III. 3, a); sín o d o (1217), II, 116™. Sasse (H.), 488. S a u e r ( J.), 148, 312 ; I I 418. S a v io (F.), II, 224. S a w ic k i (P.), 264; véase in d ic e A (III, 3, a). S c a v in i (P .)f II, 200. S c h ab es (L.), 164, 169, 264, 284, 380, 385, 560; II, 80. Scheeben (M . J.), 247, 250. S c h e m a ’, 498; II, 1268. S ch e m o n e esre, 498. S c h e p e n s (P.), II, 289. S c h e rm a m i (T.), 6, 22, 25, 33, 226 ; II, 137. 269, 440, 469. S c h ia v e tto , 516. S c h la g e r (P.), II, 65, 80, 83, 454, 457, 466. . S c h lie r (H.), 489. S c h m id ( J ) , 188. S c h m id t (H.), 547. S c h m it z (H. J.), 227, 285, 302, 546: II, 202, 406. S c h n e id e r (A. M .), 521. S c h n e id e r (P.), J32, 269, 284, 285, m m 37#, 332, 834, 292, 418.
1231
NOMBRES
472, 531; n , 53, 63, 88, 212, 411, 416, 453, 560, 595, 607, 639, 6433. S c h n e id e r (J.), II, 164. S c h n ü re r (G.), 73, 128, 378; II. 537. S c h n ü tg e n (A.), 211. S c h ö n fe ld e r (A.), 339, 628, 630s. S c h o rle m m e r (P.), 486. S c h o tt (A.), 215. S c h re ib e r CG.), 259, 275; H , 7, 11, 12, 16, lö s, 23, 667, 669. S e h re m s (K .), 536, 631. S c h ro d (K .), 183. S c h r o t t CA.), 197, 631. S c h u b e rt CF.), 630. S c h u b e rt CH. de), 108, 122, 426, 581. S c h ü lle r CA.), 198, 289. S c h ü m m e r CJ.), 13, 295, 302s; H 524. S c h ü re r (E.), 497s. S c h u rh a m m e r (J.), II, 287. S c h w a rtz (&'.), 29, 589, 612. S c h w a rz CR.), 312; II, 210 S c h w a rz e i (K .), 206. S e ck a u , 26127 ; véase ín d ic e A (III, 2, b ; 3, a). S e d lm a y r CH.), 310. Séez, 123, 12831. Se ge lbe rg (E.), 469. S e g ism u n d o , E m p e ra d o r, 565. S e g v ic (C.), 516. S é ja ló n (H .)f 132. S e jo u rn é CP.), 32. g e h ö rst CH.), 525. S e m h a ra y S e lim , n , 178. Sens, 259», 60G70; II , 411*3. S e rg io I : II, 468s. S e r p illi CB. M .), II , 31. S e rr a de V il*n> (J.), n , 56. S e rv io , n , 631la . S e v e ria n o de G a b a la , II, 167. S e v illa , 18037 ; II, 411®«. S e v r in CE.), 211. S ib e rto de B e c a , O. C a rm ., O r d in a le d e , véase en e l ín d ic e A (III, 2, g) s. v. c a rm e lita s . S ic a rd o de C re m o n a , 150, 15462, 167, 337, 378, 398, 406, 408, 437, 457, 461, 464, 540, 546, 567, 571. 574, 575, 579, 5842», 605, 623, 626; II, 8, 10, 35, 58, 157, 159, 169, 174, 324, 367, 380, 410, 415. 454, 472, 493. 625, 646, 668, 684. S ic k e n b e rg e r (J.), 2. S id o n io , 32io. S ilv a - T a r o u c a (C.>, 81; II, 468; véase, adem ás, e n el ín d ic e A (III, 2, d). S ilv e s tre I : II, 2 3 9 * 4 2 9 « . S im a co , 455; II, 226, 352, 399*5, 550.
S im m o n s, 173, 369, 627; Ü , 607; véase, adem ás, e l ín d ic e A (III, 3, a) s. v. Y o r k , y en el ín d ic e D , s. v. L a y ío lk s M assbook. S im ó n (P.), 223. S im ó n de V e n lo , 156, 344. S im p lic io , I I , 39945. S irm o n d (J.), II, 33. S iria - R o m a , ÍI , 444, 489. S ix t o I : II, 154, 15 5 ®. S ix t o I I (en e l c á n o n ) : II, 225. S ix t o I I I ; I I , 225. S ix t o I V : II , 28358. S ix t o V : 189; II, 100. S m its v a n W a e sb e rg h e (M .\ 156, 344, 369, 546; II , 53, 58, 62, 69, 70, 81, 89, 97. S o fro n io , 117; II, 452, 4573*. S ö h n g e n (G .), 18, 244, 247, 253. S o iro n (T.), II, 391. Soissons, 13756, 259», 4947o ; n , 580. Sócra te s, 13, 580. S o la n s-C a s a n o v a , II, 678. S o lc h (G . G .), 135, 147, 380, 402, 408, 420, 456, 567, 570, 572, 574, 576; II, 48, 52, 58, 82, 86, 88, 90, 174, 199, 232, 432, 435, 447, 455, 461, 493, 500, 511, 577, 608. Solesm es, 211, 212. S o t ir iu (G . A.), 312. S o to (P.), 154. Sozom eno, 544, 565, 572, 580. S p ir a , D ie ta de (1526), 179. S p r in g e r (E.), 224. S ta b lo , 1235. S t a c h n ik (II.), 115, 270. S ta e rk (W .), 158. S ta k e m e ie r (E.), 249. S ta p p e r (R.), 81, 408, 526; II, 149, 579, 604; véase, adem ás, en el ín d ic e A ( III, 2, d) s. v. O . R . I y s. v. M ü n s te r de W e s t fa lia (III, 3, b>. S ta u d e n m a ie r (F . A.), 206. S te d m a n CJ. A.), 215. S te fa n e s c u (J. D.), II, 549. S te in e n (W . v. d.), 550. S t e in m a n n (A.), 6. S ie in m e y e r (E. v.), 455. S te n tru p (F. A.), 246. S te y n e n (J. E.), 560. S t ig lm a ir (J.), II, 31. S to lz (A.), 244. S to lz -S c h m a lz , II, 342. S to n n e r (A.), Jj05. S tv a ck-B i^ e rb e ck , 2> 7, 18, 497s;
n , 39, 41.
S tra th m a n n -M e y e r, 230. S t r it t m a t t e r (A.), 122.
Stroppel (R), 199 ; II, 457.
1232
ÍNDICE C
S u á re z (F.), 246s, 436, 487; II, 108«, 218, 247. S u e cia , véase en e l ín d ic e a iJ I I , 3, a) s. v. D ro n th e im , S tre n g naes, U p s a la y Y e iv e rlo n . S u iza , II , 17117. S u r g a n t (J. U .), 628, 631. G33. S w a a n s (W . J .L r i, 253. S zo m o r (T.), 511. T a ille (M . de la), 244; II, 2 1 , 253, 317. T a p u e r ( R ) , 240"°. T ä u fe rs , 68057. T e o d o re ío , 242; II, 3, 39, 294. T e o d o ro I : II, 489«. T e o d o ro de C a n to rb e rv , 546S2; II, 3528, 453 . T e o d o ro de M o p s v e s tia , 45, 117, 59722; II, 77, 96, 129, 1592«, 253, 385, 417, 422, 424, 485, 541, 547, 549, 562, 612. T e o d o ro el L e c to r, 599. T eo d o sio , i i ; 3 11. T e o d u lfo , 258, 281, 285, 302, 305; II, 8, 17, 35, 453, 532, 564, 633. T e r tu lia n o , 9, 23, 26, 22S7, 229, 238, 272, 278, 473, 499, 534; II, 2, 3, 77, 89, 123, 158, 159, 252, 300, 343, 386, 391, 395, 450, 457, 515, 52434, 549, 631, 640. I h a lh o f e r (V.), 216, 246; II, 182, 212; T h .— E is e n h o f er, II, 364. T h e g a n , II, 601. T h ib a u t (J. B.), 1. T h ie l (B.), 205. T h o r la k , 285«-. T h u rs t o n (H.), II, 27829, 625. T im o te o de A le ja n d ría , II, 482, 524. T im o te o de C o n s ta n tin o p la , 599. T iro , 314. T ir o l, 19825; II,28674; véase s. v. B r ix e n , T ä u fe rs . T it e lm a n n u s (F.), 156. T o led o , véase s. v. sínodos. T o m á s, acto s de Sto., 2520, 226L T o m á s de A q u in o , S a n to , 154, 172, 242, 24627,30, 247, 285, 36S2«, 554; IX, 176, 296, 344, 383, 558, 60211; o r a tio S c ti. T h ., I, 339 - i ; II, 590, 687. T o m á s de c a n tó rb e ry , 56212«. T o m á s de C e la n o , 556132. T o m m a s i (J. N.), 61833; II, 57629. T o m e k (E.), 132; II, 517. T o n g rés, 3672«, 385s l, 574«7 ; II, 5869, 8223, 60770, 64633. T o rc e llo , 52572. T o u rs 7341, 57136, 5743*; II, 57917; véase s, v. sínodos.
T ra p p (W.), 205s, 213, 215s, 288; II, 536, 599. T ré v e ris, pg. 18; 7341, 179, 188, 38475, 560123, 579M n , 3817■>, 41619; véase s. v. sínodos. T r ilh e (R.), 132, 264, 269, 284, 28S. T r it h e m iu s (J.), II, T s c h u o r (J.), II, 521, 620. T u rto n (Z. H.), II, 585. U d a lr ic o de C lu n y , véase en el ín d ic e A (III, 2 , f) s. v. Uctalríc i. U m b e rg (J. B.), 251, 255. U p s a la , II, 4573 J ; véase el ín d i ce A (III, 3, a). U ra n io , 3282«. U rb a n o V I I I , 190. U rb a n o de G u r k , II, 580-33. U rs p r u n g (O.), 1 2 2 , 166s, 1 6 9 186^,
19 9 , 2 0 1 , 207S S , 4 3 9 , 441 156
457, 5 4 0 , 5 4 9 , 5 5 7 ; II, 1 2 1 , 276, 405, 473, 577s, 635. U se n e r (H.), 13. U s e n ic n ü :
(¥.)>
108.
V a g a n a y (L.), 85. Vfeucuriuo ü ¿iirau o n , 118, 281, 285 292, 303, 304, 459, 468, 484, 602. 605; II, 45, 113, 229, 364, 458. 462, 474, 484. 5 1 6 , 541, 598. V a le n c ia , II, 4614L V a le n te , E m p e ra d o r, II, 3n . V a lo u s (G . de), 132. V a ls a in te , II, 6087 i . V á n d a lo s, 42611. V ä t h (A.), 221. V ázq uez (G.), 246. V e h le n (H.), 195, 215. V e it (L. A.), 174, 308. V e n a n c io F o rtu n a to , II, 36, 205. V en d óm e , II, 1037, 20323. V e rb e ke (G.), 413. V e r t (C l. de), 147, 203; II, 283. V e rw ü s t (H. L.), II, 63, 281, 376. V ib e rto de N o g e n t, II, 27725. V ic e n te F e rre r, S a n , 37811. V ic e n te de P a ú l, S an , 360'10, 36930. V ie n a de A u s tr ia , 201««, 218
56612.
V ie n a de F r a n c ia , l l l 44, 295140519, 49469, 49572, 5001, 574 -"; II, 40878, 4321«, 57947, 58050. V ie r b a c h (A.), 205, 206; II, 18
22 . V ig ilio , II, 112, 195, 23039, 624. V illa f r a n c a de lo s B a rro s , 207 73 V illa n u e v a (J. L .) f 206«8. V ille r (M .), II, 289. V ip o , 552. V ir g ilio , 492; II, 631.
NOMBRES
V o g e l (A.), 5 U . V o is in t J de), 1951*. V o lfr a n de E sc h e n b a c h , 1629*, 308; I L 667. V o lu s iu s (A. G.), 194. V o ra rlb e rg , II, 171 *■*. V rie s (W. de), 221; II, 33, 439. W a a l (A. de), II, 32, 269. W a e fe lg h e m (M . van), 134; véa se, adem ás, en e l in d ic e A (III, 2, g) s. v. P re m o n s tra tenses W a g n e r (P.), 80, 166s, 169, 271.
404, 407, 413, 457, 513, 535, 539s, 544, 546, 550SS, 557, 602, 605s; n , 23, 27, 156, 473, 576, 577. 579, 583. W a m b a c q (B. N.), II, 160. W a rre n (F. E.), véase el ín d ic e A (II, 8). Vvarne, véase en e l ín d ic e A (II, 8) s. v. M is a l de Sto w e, y (III, 2, a) s. v. M is a l de L e o fric . W e isse n b e rg e r (P.), 284. W e isw e ile r (H.), 376. W e n sc h k e w itz (H.), 18. W e th (W.), 447. W e tte r (G. P.), II, 3. W id lö c h e r (C.), 266. W ie la n d (Fr.), 23, 519. W ik e n h a u s e r (A.), 6. W ill (C.), II, 35. W ilia m (F. M .), 1982«. W ilm a r t (A.), 59, 79, 99, 115, 280 339, 510 553, 624; II, 95, 269, 289, 388, 492, 504, 508, 527, B29
123 í
W ilso n (H. A.), 76, 434, 436, Q?A véase en e l ín d ic e A (III, l, a s. v. G e la sia n o . W in c h e s te r, II, 453J<, 477'*7 ; T r o v a r , I, 54992; II, 15619. W in n in g h o ff (A.), 409. W in t e r (V. A.), 20555. W in te rs w y l (L. A.), II, 9. W ip o , véase en la le tra V. W it t e (R. B .), II, 461. W c h lh a u p t e r (E.), II, 9. W o lfra m , véase e n la le t r a V. W o lk e r (L.), 216. W o o le y (R . M .), II, 32. W u lf (O.), II, 544. W ü rzb u rg o , II, 171>7. VVuttke ( G . \ II, 310. X a n t e n , II, 3806'*. Y a b e n (H.), 21, 23, 26. Y e lv e rto n , véase en e l in d ic e A (III, 3, a) s. v. U p s a la y Y e l verton. Y o u n g (K .), 557.
Zabel, 221.
Z a c a ría s , 74; II, 175, 415. Z a h n (Th.), 510, 563. Z á k (A.), II, 138. Z e ig e r (I.), i l , 538. Z e n ó n de V e ro n a , II, 515. Z e tte l (H.), 191. Z im m e r m a n n (B.), 135 ; II, 411 ; véase, adem ás, en e l in d ic e A (III, 2, g) s. v. O r d in a le O . C a r v i. Z im m e r m a n n * 272, 304 307. Z w ö fe r (Th.), 96*
INDICE
D -MATERIAS
A b a d , m is a de, 261, 263**, 27421; II, 41513 A b e rc io , in s c r ip c ió n de, n , 3947. a b isin io s, 229. A b itin a , m á rtire s de, 229. A b la ss b u c h (co le cció n de in d u l gencias) (193L'), II, 291100. a b lu cio n es, 11449, 135, 160, 190; II, 600ss, ( a b lu tio o r is ) n , 600ss, 608, ( a b lu c ió n del c á liz) i , ¿tto; II, 605s, 608, (a b lu c ió n de los dedos) II, 552, 607ss, (la v a to r io de m anos) II, 607ss; la a b lu c ió n en O rie n te , II, 611; v in o de a b lu c ió n . II, 555, 557**, 600ss, 607s, 66820. a b s o lu tio a d tu m b a m , 380:*8. a b so lu ció n . 373, 379ss, 632s s ; abs. g e n e ra l. 380. 632ss. abusos, 162s, 173ss. 180s. 27¿ 278, 292, 48318. 608 II, 18 1“ , 60347. d b u su s M is s a e , 180. 285, 45859; I I 3125, 109®, 4087s. 50üJ. a c a d e m ia s re tó ric a s, 481, II, 178. a c c e n tu s , 483s, 518; II, 120s, 405. e cc ió n de g ra cia s, 3s, lls s , 17s. 19ss, 30, II, 131s, 133ss, 274, 687s, (después de la co m u n ió n ) II, 539S, 612SS, 680SS. ac c la m a c io n e s, 166, 293s, 434,464, 48943, 532, II, 126, 153. a c ó lito s, 83s, 85, 88s, 259®, 263M«. 268, 567, 57350, 61725, II, 73*,
8, 432, 46144, 47325.28, 60450, 60554, 6077*, 640, 679;
com o p o rta d o re s de la E u c a ris tía , I, 85; II, 428, 440, 45316, 5609fl. A c ta J o h a n n is, 2252, 27839. A c ta S a tu r n in i, 2?925, 231s*. A c ta T h o m a e , 2252 a c tio , 89. 230, II. 113, 231. a c tio s a c r if ic a , II, 112, a c titu d c o rp o ra l 295ss; véase s. v. R e n u ile x io n , m anos, i n d i ” n a c ió n , etc. A d c o m p le n d u m , II, 614. ad e m á n de se ñ a la r, II, 178ss, 245.
Admonitio synodalis,
véase er el índ. A ( III, 2 e). a d o ra ció n , 295, II, 13JLs, 1707. Ad repetendum, 407, II, 575. adscripia, II, 249 a fr ic a n a (litu rg ia ), 53, II, 5, 25; véase ad em ás en el in d ic e C s. v. T e r tu lia n o , O p ta lo , S an A g u s tín , D e k k e rs , R o e tz e r y A f r ic a a fta rd o q u e ta s, II. 42342. ágape, 9, 14, II, 26, 2387. c s u a b e n d ita , II, 78, 664s. agenda 230. Ay/ius D t íf ¡)0 , 94, 294; II.447y*<\ 462s, 467ss, 510, (ca n to de fr a c ción , I, 113; II, 469, 474, (sen tid o e u ca ristico ) II, 470, (des lig a d o de la fra c c ió n ) II, 448, (a n te el S a c ra m e n to elevado) II, 471; cf. I. 163; (ca n tad o p o r e l cle ro y pueblo) II, 472, ( in te rv e n c ió n de la S e lló la ) II. 473, (m e lo d ía s m á s rica s) I, 167, (y c a n to s alem anes) I, 199, 207, (lo re za ta m b ié n el sacerdote) I, 145; TI. 4 7 ,>s. (ca nto de la c o m u n ió n ) I, 113 II, 467, 173y20, 474, 476, 67a; (al p a z ) I, 113; II, 474, 477, (texto) 475; (re p e tic ió n trip le ) 476; (interpólate) II, 478, 57011, 57947 ; miserere nob., TI. 475, 477; dona nobis pacem, II, 467, 477; dona eis réquiem, II, 477; f in a l del can o n . II, 118, 481s, 493 18
Agnus Dei, (letanía) 423: (Glor í a ), 452, ogua. p a ra el c á liz , 88, 116; II, 38ss; (oferente), I, 8 8 ; 11,6 10«), 30, 39, 63: (sim bolism o) II, 39s, 6 5 s; (e n tre io s rn o n o ft sita s) II, 40, 26828; (cantidad» II, 41; (m ezcla). II, 62, «4 (a n tic ip a d a ) I, 345; II. 62, 65; (re se rv a d a a l sacerdote) 63; ( p a la b ra s d e a c o m p a ñ a m iento) l i , o4Ss; ^ucuu-Lui^a)
MATERIAS
II, 66s, 364, 366; — so rb o de ag u a después ele- la c o m u n ió n , II, 600s. * ft g u s t ine s, 136™. (recoletos) 28672. a g u ila , fo rm a d e l a tr il, I, 528« \ áxf»o«)u*vrji.
612! J ,
a lb a ,‘ 84, 342, 351. albaneses, 238-. a le g o ría , de la b ib lia : 5041U; de la m is a ; 118ss, 148ss, 155ss, 196. 300, (p rin c ip io s ) 116ss, (clases) .118, 121, 149s, 156, (crisis) 15333. (de ca de n cia ) 196, 206, (in te rn re ta e io n e s p a r t ic u lares, 147s, 149S, 158. 524, 549. 57035, i i 58®sf 63103. 169, 339, 360s, 406. 649: cf. I I 10 ™, (re p e rcu sió n sobre el rito ) I, 147, 158, II, 63103, 339, 360s, 649. a le lu y a , 3, 434. 534, 537. 542s. 54467, 557 , n , 570; iu b ilu s : 542s, 549, 553: a le lu ia y p a s c u a d e re s u rre c c ió n ; I, 538, 542; véase adem ás s. v. verso a le lu y a tico. ale m a n a , m is a m ay o r, 208, 605er. A lia n z a , N u ev a. 248, I I 255. AVigemeínes Gebet: 269. a lm o h a d a , 570, II, 679. 2X.X.ÓTpio», I, 6115. a lta r, 83, 85ss: en lo s p rim e ro s sig lo s (m esa s a c rific a i) 239, 247-5, (adorno) 88, 149™, 202, 311ss, 314s, ( v e r s u s p o p u lu m ) 89, 205, 312, (sim b o lism o ) 117, (ve n e ra ció n ) véase s. v. óscu lo del a lta r, (in ce n sa ció n ) I. 100. 264, 395SS, II, 75s; a. v e n tre g a p ro c e s io n a l de o fre n das. II. 15: a. y e v a n g e lia rio , I, 567, II, 60025 ; a. y a n te m i s a : T, 361; re v e stirse en el a., I, 332. 359. 366; a. y pueb lo, II. 2 10 : p u e b lo se n a ra d o d e l a. I, 45, 11. 195, 313. a lt a r de la cru z, n , 540; a lt a r d e l cielo , n , 306, 313ss, 320: a lta re s la te ra le s, 276, 281ss, 374; d e l a lta r, beso, 147, 327. 386s, 460, 46217, 574™, 578’ oí, 5951 r, II. 8016, 88, 174, 321, 380™, 456s, 462-10. 03555, 5 5 5 ; can to , 484. 518. II. 120s, 405; c e n tro ; 132, 420. 442, 463, 471, H , 614, 639; c o rtin a s . II, 1701J; g rad as. 314; im ágenes, 314s; m an te les, II.54®2 ; volverse, II,
m , sai**.
1235
a l a lta r, d a r la v u e lta , 100, n , 15, 76. altaría, II, 7. a lta r is p a r t i c i p a t i o . II, 320, 363. a lta ris ta s , 1752°, 289128. am bón , 87, 100, 148, 521, 525, 523s, 545S, 575, 583. am én, 14, 15, 20, 293 489, II, 126«, 301, 322, 403, 404™, 407, 409™, 416, 623, 640; (después de la le cc ió n ) I, 532, 571™, 57482, (en e l canon) I, 204, II, 232s, (en la co n sa g ra c ió n ) II. 275, (después d e l can o n ) I, 20, II, 118. 232, 380, 382. (des pués de P. n o s te r ) n , 407, (en la c o m u n ió n ) II, 5 5 ls°f 552 . 563115. a m ito , 84, 342, 346, 350s. amula, II, 6 26, 4682. avaivcúsryjCf 519*12. c?vaiyGG
1 23 6
ÍNDICE D
a n tlo q u e n a , lit u r g ia , I , 47ss, 58, II, 220, 255s, 594, 611, 630; v é a se a d e m á s s. v. : s ir ia y en el ín d ic e A (II, Va n tip e n d io s, 88, 314, II, 5452. «vfrp«5, II, 37*2. añ o e cle siá stico , 49, 53, 58, II, 135. a p lic a c ió n (de la m is a l, 264™, I I 21, (p r o p o p u lo ) I, 281. A p o c a lip s is , 12, 14fl4. a p o lo g ía s, 1457, 103s, 124, 146, 335, 339, 361, 370, 392, 405-°, 45647, 562, II. 55, 60™, 96, 104, 155°, 170, 287, 338. ¿iróppuóic ysipwv, II, 773. apóstoles en e l ca n o n , II, 226, II, 347s, 349s. árabe, 516, II, 672. arabos, 229. arcano , d is c ip lin a del, 6510, 108, 291, 3161, 566, 599, 6095, 618; n , 402. a r c h id iá c o n o 88ss, 92 II, 6, 55, 373, 4297s, 488, 486, 605™. a risto te lism o , 154. arm as, 572. a rm e n ia , lit u rg ia . 50 II, 149™, 26828, 293, 4172«, 5 6 2 111 , 685; véase el in d ic e A (II, 5). a rria n is m o , 44, 403, 411, 454" «r 48627, 48732, i i , 518, 55361 ; véa se s. v. a n tia rr ia n a s . arría n o s, fra g m e n to s, II, 148™, 15825, 184. arte y lit u r g ia pp 18, 2 i; n. 209. ascética, 253. a s p e r s io , II, 7634. a t r il en fo rm a de a g u ila , 528™. a u m e n to de m isas, 175s, 281ss. a u to rre c o m e n d a ció n d e l clero, II, 19614, 209, 343s. au to s a c ra m e n ta l, 202. avisos, 92, 292, 630, II, 483, (del d iá co n o ) I, 617, II, 129, 384. ay u n o com o p re p a ra c ió n p a ra la c o m u n ió n , II, 519; e u c a ris ti co, 524; después de la c o m u n ió n , II, 60241, 68633. ágtoc, II, 126. d£o\).at 113, II, 33y!9, 42342; cf. pan. B ancos, 298, 585. üui<,u,tíja ^ com unión), II, 552. banquete, 9s, 17, II, 384; des pués de la c o m u n ió n , I, 91, II, 60138s,41 ; s a c rific a i, I, 239. 252, II, 384. b a r b a r ic a lin g u a , 108. ba rro co , 191ss, 313. b a s ilic a , 84, 31Gs, 312s, 525.
basilicarii,
605 « \ II, 154«. bastones, 572, 585. ba u tism o , n , 331, 3932«, 394*7, 40774, 654; a n iv e rs a rio , II, 2377. begardos, begu inos, II, 28358. 52132. b e n d ició n , 3410, 232s; a l fin a l de la a n te m isa , 612ss, 634; — a n te s de la c o m u n ió n , II, 385, 41 4ss; — b e n d ic ió n f in a l y co m u n ió n , II, 597; — a l f in a l de la m ism a, I, 190, ( in tr o d u c ción ) I, 158, 199, 259«, 292, II, 623ss, 629, 6 4 0 S 3 , (p re rro g a ti v a d e l obispo) I, 259s, II, 641 y l0ss, 645, (fó rm u la s de la b. f.) II, 645ss, ( n o s y v o s ) II , 646, (se ñal de la cru z) II , 648, (b. d e l le cto r) II, 644; — d is t in c ió n p a ra u n obispo huésped, I, 3419; — u iis s a = b e n d ició n , I, 232s; oratio super populum com o b., 627s; — ú ltim o ev. com o b e n d ic ió n , II, 653s, 660; b e n d icio n e s de de rech o p a r tic u la r, II, 661ss; b. in d iv id u a les, II, 664s; — b e n d ic ió n sa c ra m e n ta l, 56012 », 662 , 1 1 , 66 3s; — b. co n re liq u ia s , II, 648; con el c o rp o ra l, II, 6484*; b. co n p a la b ra s de la S. E scr., II, 12710, 128, 653s; b. co n la se ñ a l de la cru z, II, 66s, 68s, 176; — b. del tie m p o , II, 654, 662; — b. de lo s m in is tro s , I, 5303, 577 s ; — b. de la s o fre n d a s, II, 66ss ; — b. de la n o v ia , II, 410«8 ; — b. de p ro d u c to s de la n a tu ra le z a , I, 31, II. 2«. 3451«, 364ss, 6235, — b. p o n t if i c a l g a lic a n a , I, 59, 101, 263, II, 415s, 482, 484, 641«, 646; — después d e l embolismo, II, 415y13; — después d e l Pax, II, 415y14; — b. p o n t. ro m a n a , II, 647ss; — b e n d ic ió n de la p ila b a u t i s m a l , II, 12042, 252; — b e n d ició n de la m esa, 7s, 17; b e n d ic ió n de lo s p e n ite n tes, n , 627s;
«be ne d ic tiones episcopales», II, 4157, ii.
«benedictiones super populum» II, 484, 62931.
Benedictus qui venit, 571, 1582«, 164ss, 290«7, (origen)
II. II 164, (sentido) II, 165s, (B . j Sanctus) II, 166s. b e n e d ictin o s, 125s, II, 643; vé a se ta m b ié n s. v. c lu n ia c e n s e s ; — b. de S ilo s : I, 532«. beso, véase s. v. ósculo.
MATERIAS
Berachah,
3, 7a3s, 15y6ls, II, 132. b in a c ió n , 139. b iz a n tin a , lit u r g ia , I, 319, 443, 507, II, 77*, 303, 387*, 562, 613; véase ad e m á s e l ín d ic e A (II, 4). b la n d ir la espada, 5659, 572.
bona gratia, lio.
bonete, 357. brasero, 2G3:>-\ b razo s en cru z, II, 283. (después de la c o n sa g ra ció n ) I, 135, 147, II, 173, 298, 3 2 1 « ; véase a d e m ás s. v. o rante. B u e n pa sto r, p a rá b o la del, II, 15267. C a b a lle r o s . 308. 494, 572.
calamus, II, 555. cálix minisi erial ís, II, 553. calix sancíus, II, 6, 554. c á liz, 3ss. 88ss, 14723, 189, II, 648, 679; e n e l o fe rto rio , II, 57ss, 62; e n la co n sa g ra c ió n , II, 269ss, 273ss, 279, 28901; a l fin a l del ca n o n , II, 373s; e n la co m u n ió n . II, 500ss, 553ss; v a rio s cá lice s, II, 5762, 429.— d e l c á liz, co m u n ió n , 187, II, 312, 545, 54731, 553ss, 561, (co m p ro m isos) II, 557ss, (m ezcla) II, 554s, (tubit. 0 ) II, 555, (intinctio) n, 438« , 556, 561100, (des aparece) II, 557s, (restos) II, 603s, (de l sacerdote) I I . 500s. 5 Iliss; — su p u e sta c e le b ra c ió n s in c á liz , I, 2522, 3212; — c á liz y d iá co n o , II, 61. « c á liz de be n d ició n » , 3, 7, 12, 18«*. calza d a s, o ra c ió n p o r los c o n s tru c to re s de, 627«. ca m b io del m isa l, 28812*, 523, 570y3°. c a m p a n a , 557, 565«, II, 15721«, 27830, 282. c a m p a n illa , II, 157, (se ñal de la) 28610®, 288121, II, 157y21s 2783«, 282, 291, 381. cancellatis manibus, II, 3 2153; cf. II, 86. cancelli, 584, II, 541. ca n d e la b ro , 84s, 333, II. 171, (siete ca n d e la b ro s) I. 59, 85, 262, 263«, 396, 568, II, 636, 640; véase ta m b ié n s. v. c i rios. canon, h is t o r ia d e l te x to , 62ss, 139, II, 212ss, 234ss; — t ra d ic ió n irla n d e s a , II, 249«, 3142«, 320, 325, 335, 352*«, 3 9 9 « ; — tr. m ilan esa, 249«, 320; rito , I, 89s,
1237
II, llO s s ; a le g o ria , I, 119s, 148, 158; — o p u g n a c ió n re fo rm is ta , I, 177ss. 18038, 187«°, 1912 ; — a n á lis is (p rin c ip io ), II, 49, Í03, 113, (to m á n d o lo e n u n s e n ti do m ás e stric to ) I, 155s, II, 114ss, (sa n tu a rio ) I, 110, 195, 197, 215«, II, 115s, 169, (se creta) II, 97, 103, 406: (p u n to f in a l) II, 118s, 481, (a o x o lo g ía fin a l) II, 362ss, (p re s e n ta ció n tip o g rá fic a ) II, 117; cf. o ra c ió n e u c a iís t ic a ; — im a g e n del can o n , II, 117, (en e l A g n u s Dei), 11834, 45731 ; — s ile n c io del canon, I, U 0 s , 124, 148, 167121, 170, 204, 385, II, 110, 116, 160, 169, 172, 4 0 6 ;— a m e d ia voz, II, 115, 335, 3 6 0 ;— s ile n c io t r i ple, II, 406; cf. II, 24. canon actionis, n, lio, 113. canon minor, II, 103. canon ( = re g la) (lit. biz.) 536, (nestor.) II , 10241. c a n ó n ic a s (horas), véase s. v. coro. c a n o n iz a c ió n (oblaciones), II, 10, 14. cantare (Credo), 005°«. cantatorium, 74, 80, 87, 546.
cántícum trium puerorum, 5 9 , 124, 139, 534« , 547, II, 680ss. c a n to, 402ss, (g re g orian o) 166, 212, (e n riq u e c im ie n to ) 166s$, 539s, II, 15610, 166; ( p o lifó n i co) 168ss, 186, 201s, 209, 212, 606, 608, II, 156y10, 166.— V é a se ta m b ié n s. v. a n tífo n a , responsorio, coro, solo, etc. cantos, 74, 80, 180y37, 201, (en (len g u a v u lg a r) 169, 198s, 2G7s, 209, 558s, 587, (ante s d e l se r m ón) I, 199, 587, (d u ra n te la co n sa g ra ció n ) I, 207, II, 209, (después de la c o n sa g ra ció n ) I, 180, 199, II, 479, (dél o rd i n a r io d. 1. m.) I, 166ss, 169s, 207, 294, (de l p ro p io d e l tie m poO I, 166SS, 199, 201, 207s, 271 23, 4 15 , d o s debe le e r ta m b ié n el c ele b ran te ) 97, 144s, 416, II, 581; (se o m ite n ) I, 268, 271, 278*«, cf. 27421. c a n to s in te rm e d io s, 84. 149, 264, 268, 294, 499, 533ss, 545. ca n to r, 84, 88, 545ss; c, y e n tre g a p ro c e s io n a l d e o fre n d a s, II, 28. 29, cf. c h o ru s, S c h o la c a n to r u m . capa, 345. c a p illa , 272, 274, 281-73, 289. c a p itu la d ie b u s a p t d , II, 230*®. c a p itu la r e e v a n g e lio r u m , 79.
ÍN DICE
1238
c a p p a , II, 43217. c a p u ch in o s, 265«y, 266«, 3951, II, 283«, 461«. «carbón» (e n ce n d id o = E u c a r is tía ) II, 3 7 « , 167«. cárce l, m is a e n la , 268, 272*. c a rm e lita s . 135, 363, 408, 5 5 1 « i, 5671«, x i, 8227, 26914, 379«, 41101,93, 436a7, 457a«, 4 6 1 « 492«, 64318, 6 7 5 « ; véase a d e m á s e n e l ín d ic e A (III, 3, g) s. v. O r d in a le O. C arrn . c a rta de S a n B e rn a b é , 262y. c a rta s de lo s apóst. (com o le c ción), 501, 505, 5 1 4 « ; de S. P a b lo , 501, 514«. c a rtu jo s, 133, 260. 264««, 269, 284««, 360«3, 363,3693«, 381«is«3, 456, 51835, 57439, II, 52**, 86« 3, 69, 82, 86« , 9032, 156«, 279, 279a9, 2814«, 285«, 296«, 4343«, 4614«, 48250, 478 , 493«, 501«, 50623, 511, 53329, 561««, 5 6 6 « 2, 636, 643; véase en e l In d ice A (III, 2, g) s. v. c a rtu jo s, ca su lla , 84, 153, 259«, 263««, 286*«, 342s, 3 5 5 s, 359 « , 360; H , 658, (c. a c a m p a n a d a ) I, 84, 342, II, 286, (c. en la co n sa g ra ció n ) II, 286. c a s tig a tio v o cis, 118, 346«. c a tacu m b a s, II, 331. cátaro s, 160. ca te cism o de C isn e ro s, 6315 c a te cú m e n o s (despedida), 611ss, (y e va n g e lio ) 566, (o ra ció n p o r L c.) II, 191, (m is a de 1. c.) T 316i, 609ss. cá te d ra , 83, 86, 111, 148. 262s. 310S, 312« , 420, 525, 527, 583s. catequesis, 630s. c a tó lic a s, c a rta s (com o le cc ió n ), 502, 514«. ceciliano, movimiento, 209 celebrante, (como oferente) 241s, 247, (representante de C ris to ) II, 273ss, (del pueblov tt. 126 (se p a ra d o d e l pueblo) I, HOss, II, 85ss, 104, 212. c e le b r a r e , m is s a m 259y 7, celtas, 99 celta , lit u r g ia , 56, 49155; véase ad e m á s e l ín d ic e A (II, 8 ). cena, ls s , ( d o m in ic a l) 225, (y e u c a ris tía ) lss , 9ss, 17, II, 384, (c. s a c r ific a l) I, 239, 252ss, II, 3 8 4 ;— c. p a sc u a l ju d ia , I, lss, (del sábado), I, 7. e e n to n a cló n , 513s. c e n tu rió n , II, 508ss,
capillo,
n, 22.
d
ceremonias oblativas, 18«4, i i , 53, 180, 267, 27353,
ceremonial, (llturg. biz.) 45, (c u l to estac.) 83ss, (en la época del gótico) 14 7;— c. áulica, 45, 85s, 87 «, 93, 165, 569, II, 634"3. c e r o fe ra r ü , 85, n , 3, 173, 640; véase también s. v. candela
bros. c in g u lo , 352. c ib o rio (b a ld a q u in o ) I, 83, (co pón) véase s. v. capón, c in c o llag as, II, 25338, 377. c irc u la r , m o v im ie n to , (in c e n s a ción), II, 75. circum(ad)atantes, lS « i, 216, 285, II, 882i, 93, 210. c irio s , 85y7, 569, (e n c im a de a l ta r) 263, 333, (o fre n d a de c.) H , 9, 10y«i, 12, 14, 752*, 669«, 679, (c. en la e n tre g a proces.) II, 127«; véase ad e m á s s. v. c e r o fe r a r ii, c a n d e la b ro s, p a l m a to ria . ciste rcien se s. 132, 264««. 289, 28486, 285y»¿, 2 8 S « 2, 332a7, 376, 4 0 5 « ; II, 5032, 5245, 53'«, ggeo,
69«4,
799j 8121,
gS27,
150««,
2124
g). dtímor,
II , 410«7. c la risa s , II, 517«. c la s icis m o , 205, 210. clérigos, II, 34 (com o ayu d an te s) 268, 270, 285, 288, 398, (com o lectores) 519; véase s. v. a có lito s, m o n a g u illo s ; — lit u r g ia e x c lu s iv a de los el.. I, 265s, 313. o l u n i a c e n s e s , 12831, 132, 264, 284«cs, 3492«, 35348, 37210 , 375, 381, II, 1 7 « 7, 4 6 « , 276, 438« , 517, 5 4 6 ;— re fo rm a c lu n ia c e n se, I, 128, 363, II, 503 s; véase e l ín d ic e A (III, 2 , f). Códex Alexandrinus d e l N . T .. 444, 446. Códex Fuldensis de la V u lg a ta . 51038, Cod. Jur. Can., véase e l ín d ic e A (III, 4, b). cód ice de R o ssan o , II, 46, 544, 5473,1. 551«. ca elL n , 15376,
colador,
ii* £38, 654«.
coU U oriu m , eoLum ,
11 , t)*«.
123S
MATERIAS
co lecta, 71, 80, 101, 119, 149, 297*2 , 322ss, 449ss, (co n clu y e e l acto relig .) 342s. 494; véase ta m b ié n s. v. o ra ció n . c o lle c ta , ( = p ro ce sió n de p e n i te n cia ) 832, 327s, 433, 4593 ; ( = o ra c ió n ) 459ss, cf. s. v. co le c ta ; ( = m isa ) 231. co le g ia ta , 142, 264s, 303. co lo res litú rg ic o s , 152. c o m m e n d a r e , II, 209-2; cf. II. 20123. c o m e s , 79, 278* s, 509. C o m m u n e S a n c to r u m , 183. C o m m u n io a n te s , 68. 7 P 6, 224 ;<2, II, 193, 218ss, (co n ju n to ) II. 218ss. ( lis ta de santos) II, 222ss. 31115, 345, 350ss, (co n m e m cra c ió n de fiestas) I, 230a1, II, 230ss. com m unio, I I , 3 8 3 \ 4 4 0 s. eomparatio missac, II, 20.
competentes,
6 1 6 2¿, 616™ .
co m u lg a to rio , 114, II, 5 4 1 s f m a n te l del c., II, 1 2 ’ «, 542 552. co m u n id a d , id e a de la, 6s . 21, 142, 291S, 532, II. 126S, 202, 32 7 s. 333, 440, 448, 622. c o m u n ió n , 11. 38, 41. 92, 94, 239,
254, II, 383ss;—v is ió n gene r a l ( v is ita m a n ja r) II, 496s. — v is it a d e l S e ño r, II. 509s. - - p a r a le lis m o s con e l o fe rto rio . II, 4S7s, 526. c o m u n ió n d e l c á liz , véase s. v. c á liz. c. d e l c e le b ran te , (p re p a ra ción) II, 485ss, (rito ) II, 499ss, (con la izquierda» II, 500, (co n la le n g u a , de la p a te n a ) II, 500a, ( d e s ti no de la3 p a rtíc u la s de la fra c c ió n ) II, 436s, (con so la la p a r t íc u la en e l sanguis) II, 59513 ; c. d e l pueblo, II, 319s, 384s. (o rd e n de lo s c o m u lg a n tes) 485y3, 514, (fre c u e n cia) 1 , 112, 200,209, 213, 294. II, 8 , 5 l5 s s f 522s; (d e n tro o después de la m isa ) I. 200, 205, 213, n , 482, 597ss, (co m u n ió n e s p iritu a l) II. 520, (po r representación'» n , 521, (a y u n o e u ca ristico ) II, 524, (o ra cio n e s p re p a ra to ria s) II, 525ss, 529s, (in s tru c c ió n de S a n C i r i lo de Jeru s.) II, 548. ( C o n f í t e o r ) I I , 531. 533, 535s.<— p ro fe s ió n de fe, II, 532ss, ( E c ce A g n u s D e l) H , 534ss, (orac. p a ra después) 584ss:
r it o e x te rio r, II, 539s$, (en el a lta r) II, 539, ( b a ra n d illa ) 114, I I , 540s, ( a c t it u d c o r p o ra l) I, 114, II, 543s. (m u e stras de re v e re n cia ) II, 546s, (en la m an o ) I. 114; II, 547SS, 552«, ( iaVato n o de m anos) II, 550s, (en la boca) I, 114, II, 552, (con p a n ázim o ) I, 113, (fó rm u la s) II, 5G2s, (con p a rtíc u la s re c ié n con sa g ra grad as) II, 596s, 599; — s o r bo después de la c., II. 600ss;— beben Ja a b lu c ió n del c á liz , II, 6065 7, 60671 ; — c o n v ite después d e la m isa, I, 91, II, 6 0 i;i8, 602*1 ; — uso de la p a te n a , l i . 54212; véase ta m b ié n s. v. ba nde ja . o ra c io n e s de la co m u n ió n , del sacerdote, II, 488$n. (proce de n cia ) II, 488, ( fó r m ulas) II, 489ss, (a la s tres pers. div.) II, 494, 528. (p le n a lib e rta d ) IX, 494. ( fó rm u la s p a ra a c o m p a ñ a r c erem o n ia s) II, 5G3ss. 507ss, (de M o n te c a sin o ) II. 492™, 49423, 527ss, 586, 590. 592*0. (de V o ra u ) II. 591^ s u s titu tiv o de la c.. II, 415. 45522, 625, 668. p e tic ió n de la c., en el S u p p ite e s, II, 319s. c o m u n ió n en casa, II, 391. 515. c o m u n ió n de e n fe rm os, 691, II, 392, 466r’ 9, 530, 552a2. 554, 556s, 56096, 564*™,
566123, 593, 595, 554.
c o m u n ió n de lo s e rm ita ñ o s, II, 515. c o m u n ió n de los n e ó fito s, II, 557, 563. 60347. c o m u n ió n g e n e ra l, II, 599. c o m u n ió n (canto) 120, 415, II. 567ss, (ca n to d e l pueblo) II, 568ss, (coro) 571, (salm o) 572ss, 575, 583, (re d u c ció n ) 577, (antifo n ía ) 572ss, 575s, (lo lee el cele b ran te ) 581, (co n te n id o ) 582s, (verse, e u c a ris tic o ) 583, (otros can tos) I, 199, n , 571, 579s. c o m u n ió n de lo s santos, I I 218s. c o n ce le b ra ció n , 3419, 205, 259ss, (c o n s a g ra ció n co m ú n ) 259«, 259 fin a l, (co m u n ió n de lo s sacerdotes) 260s, (co n c e le b ra c ió n de lo s re c ié n orden.), H ,
238«.
1240
ÍNDICE D
e n c ie n d a de pecad o r, 105, II, 04. r jn c ilio s generales, (cf. sínodos). N ic e a (325), 468, 589, 593, I I 27, 161,)0; cáno ne s arab., II, 594\ C c -n sta n tin o p la I (381): 589, 593 * B fe s o ’ (431), 56926. C a lc e d o n ia (451), 589. C o n s ta n tin o p la I I I (692 y qui~ n is e x to ) ; véase s. ,v. sínodos. L e tr á n I (1123): 26570; I I I (1215): I I , 516. L y ó n (1274), 169i23. V ie n a (1311/12), II, 283'«. C o n ta n z a (1415), II, 559««. B a s ile a (1437), II, 559««. F lo r e n c ia (1439), I I , 33. T re n to (1562), 180, 201 213, 240, 243, 24734. 24737, 261, 274s, 28592, 291, 3054«, n a 18, 21, 312r\ 39y53, 763'4, 109«, 177, 4037% 411™, 443. 5005, 522. co n cilio s m e n c io n a d o s en lo s d íp ticos, II, 202. con l e s i ó n , (sa cra m e n ta l) 373, 37629, 382fl3f (sin que conste este c a rá c te r) 14, 362s, 371ss, 382«3, 383, 634, II, 531ss; vé a se s. v. ap o lo gía s, C o ? ifitc o r.— co n fe sió n an te seglares, 372, 383. «confesión general», i4-r*7, 3741«, 37841, 382, 630, 632, II, 533. confesores, c u lto de los, II, 222. C o n fíte o r , 14*7, 204, 2 )6 15, 2 ? 4 "2. 259», 296, 298, 360, 362, 363, 37Oas, 382, 632, 634, II, 5141, 528, 531. 533y29, 535s. c o n fr a c to r iu m , II, 426, 469. c o n iu n c tio o b la tio n is , II, 23921. c o n m e m o ra ció n , de u n o fic io su p rim id o , 491s, II, 658; de n o m bres (m e d ia n te p a rtíc u la s , rit. biz.), II, 47, (en la s o ra cio n e s de c á n o n ) II, 202ss, 219ss, 323ss; de la p a sió n de C risto . I, 157, II, 293ss. c o n m ix tió n , 92, 119s, 158, II, 406, 413, 421ss, 426 438ss, (ante s del P a x D .) II, 441, 446, (antes de la c o m u n ió n ) 436. 447, (sim bo lism o ) I, 92, 120, 158, rr, 422ss, 426, 441, 444ss, (fó rm u la ) 41829, 443ss, (c o n s e c r a tio ) n, 44327, 554«7, 603, (rito a c tu a l) II, 4 4 8 ;— c o n m ix tió n en el o fe rto rio , véase s. v. agua, c o n sa g ra c ió n com o p a rte de la m isa a ctu a l, n o , I58ss. 197. ^0?, II, 2 5 9 ss;— palabras, i, 65,1951*, t t . 2.S9s$, 269ss, (re ve ren cia)
Th
283$s, (ceremonia) II.
277, (ca n tad a s) II, 275, (co n testadas) I I , 275;— cerem o n ia s, II, 273ss, (ele vación ) 278ss, 281s;— oraciones, I I , 287ss, (ca n tos) I. 180, 199, 201, II, 290, (sile n cio ) II, 291, (p e tic ió n de la c.) II, 247ss, 250s, (a c ció n de g ra cia s) II, 368. c o n s id e ra d a e n sí, I, 2 y 4, 939, 12, 110, 155, (com o o b la ción) 245ss, (p a la b ra s) 1,195y13, 215 12, p. 624, (co n ce le b ra ció n ) I, 259«, 259s, (m om en to) II. 2749 278ss; ü u p p lic e s y c. II, 315s; c. p e r c o n ta c tu m , II, 44327, 55467, cf. 603; « o ració n c o n se cra to ria » , II , 3901s ; «rito de con sa g ra ción » , II. 390ir’, 44337. c o n s ig n a tio , II, 421, 442, 446. c o n stru cto re s de c a m in o s y p u e n tes, 6274r\ c o n su e tu d o , 131ss, II, 7634. co n ta cto , ce re m o n ia s de, II, 434, 548s, 610. c o n te m p la r la h o s tia , 158, 161ss, II, 277SS, 288, 40876, 496™. c o n testar, véase s. v. responder, c o n te s ta tio , 59, 607, II, 131. c o n tr a a l ta r e , 522. c o n tra rre fo rm a , 193s, 196ss. co n ve n io de ora ciones, 278, II, 20823. conventos, 122, 142, 144, 262, 264, 269, 276s, 284-ss. 303, 348, 373, 38056, II, 10, 558, 643; c y m i sa p riv a ta , I, 276s; m onjessacerdotes, I, 276; co n ve n to de S a n Sabas, 316. co n vite , 9s, 17, 348; después de la co m u n ió n , I, 91. I I 60138s 41; s a c rific a l, I, 239, 252, II, 384. copón, II, 429«, 43012, 59 6i7, 59929. copta, lit u r g ia , 48, 229, 51410, II, 41726; véase ad em ás el ín d ice A (II, 4). C o ra zó n de Jesús, I I , 138. «cordero», II, 37, 47, 469; co rd e ro de D io s, I, 452, II, 425; in m o la c ió n de cordero, I, 28»2, II , 469io. coro (o fic io d iv in o ), 164, 264, 319, 332, II, 580; en la s p a rro q u ia s, I, 27123; cerem on ia s, II, 7634; v e s tid u ra s , I, 332, 353; re g la s 189, 297, 472, II, 284; s ille r ía , I, 111, 142, 297.— de lo s c a n tores, 167s, 294; véase ad em ás s. v. c h o ru s. c o ro n a , II, 7 34 32. co rp o rale s, 88, 1365i, 172, 2861'i2) II, 13, 54, 5868, 63‘, 807, 279, 380«7, 648y45, 679.
124 1
m a t e r ia s
C orpus, fie s ta del, 164, 560123. Corpus C h r is ti tr ifo r in e , 120, II,
437
C o rp u s m y s tic u m , 112. co ro n a ció n , m is a de la. II, 10 , 558. costum bres m o n acale s, 132ss, II, 763>1, 276; caba lle re scas, 308, 494, 572; n u p cia s, II, 19, 238. C r e d o . 106, 129, 145, I4 7 22, 167, 199, 264, 562127, 5 8 8 ss; (d isp o sició n ) 591, (co m en ta rio ) 594ss, (d ifu sió n ) 599ss, (em pleo) 600s. (las fiestas) 602, (rezado en co m ún) 599, 604»s, (ca n tado) 605s, (C. y e u c a r is tía ), 607, II, ¿3 4 ;— en la lit u r g ia m ozárab e, II, 40981; — en la c o m u n ió n de los enfe rm o s, II, 5 3 2 ;— en la catequesis, I, 6301, 6 3 1 ;— en la co n sa g ra ció n , II, 2 7 5 ;— Véase adem ás s. v. p ro fe s ió n de fe ap o stó lica. C risto , ( s a c r ific io de C.) 240ss, (ce le bra nte, re p re se n ta n te de C.) 242, II, 273s, ( p e r q u e m h a c e ...) II, 367s, («ángel») I I 317, (C. y lo s co ro s cele sí.) II, 152, (asem ejarse a C.) I, 249s, 253s; véase ad em ás s. v. p a sión , re s u rr e c c ió n ; — C r i s t o R ey, I I 138. o ra c ió n «por C.», I, 106, 445, 452, 464, 487ss, II, 100, 148, *151, 370ss, 6 1 4 ;— véase ad e m á s en el ín d ic e B , s. v. P e r C h r is tu m , P e r D o m in u m ; — o ra c ió n d ir i g id a a C., I, 48, 106, 487, II, 86i*, 100y3fis, I47ysa, 463t 470ss> 496, 5857, 586, 614«, (en e lK y rie ) I, 436, (en el G lo r ia ) 448, 451ss; véase ad em ás en e l ín dice B , s. v. Q u i v iv í s . imae:en de C. e n el a lta r, I, 3.14, 315. e risto lo g ia, (en el C re d o ) 594, (m e zcla de agua) II, 40, 64, (en la e u c a r is tía ) I, 33, II, 132», 134s, 13838, I8 1 2, 254 28, 295.
crucificado, 315, 52570. c ru c ifijo , 315, 388y10, 52570, 570, II, 1391, 7520, 7628, 4i i . c ru z : a lt a r de la, II, 540; in s c rip c ió n de la, I, 108; p a r t íc u las, II, 13»«, 6 6 2 ; se ñ a l de la , (sa n tig u án d ose ) 85, 299M , 368, 381, 384, 419, 46010, 576, II, 167, 288, 291™2, 321, 433s, 59240, 643«, 646, 660; (sobre lo s dones, en e l o fe rto rio). II , 63, 66. 68, (con e l in
censario) II, 75, (en e l can on ) I, 135, 147, 148, 154, 156, 158, 180, II. I75s, 253, 273, 312, 321, (a la d o x o lo g ia ) II, 374ss, (con la fo rm a) 37iss, 442, 446, 500, (sobre el a lta r) I, 39337, II, 6C0y - 8-, (al eva nge lio) I, 576, II, 660, (en la b e n d ic ió n fin a l) II, 648, (trip le ) II, 416, 647, (con c á liz, re liq u ia s , etc.) 648; an te la f ir m a de u n obispo, II, 343«. fo rm a n d o u n a c ru z, (con la p a rtíc u la s ) II, 46, 426, (con el Incensario) II, 75. cru za d a s, II, 411, 477. cu aresm a , 304, 487s, 479n , 504, 511, 520, 538"°, 544y 67s, 613«, 616, II, 625ss, 629; ju e v e s de c., II, 2377, 583. c u c lia rita , II, 41, 5567.8. c u lto e sta c io n a l, 73, 85ss, 97, 258s, 262, 322, 325, 327SS, 404, 545, 567, 580, II, 6 , 22, 28, 55, 80, 373, 428s, 473, 468, 5182«, 554s, 572, 640. cu m p lea ñ os, II, 2377. c u ra de a lm a s, 266, (in te ré s p a s to ra l) 289, cu rsu s, 482. cu sto d ia , II, ©63.
CH
a b u r a h , 7. c h o ru s (= clero), 201, 437, 457, 605, II, 30, flO3-*, 93, 472. D a lm á t ic a , 84, 520; d a lm á tic a * uii^rorw m , 288» d a r la v u e lta a l a lta r, II, 15, 76. d e c ir de m e m o ria la s ora cion es, 3 2 « , 742. D e c r e tu m p r o A r m e n is , II, 41 d e d ic a c ió n de ig le sia , 310 , 602y™, II, 18, 2377. dedos, te n e r la s p u n ta s c e rra das, 160, II, 8224, 276. d e f e c tu s m is s a e , 172. d e fe n s o r e s , 83, 90. D e o g r a t i a s , véase e l in d ic e B . d e p r e c a tio G e la s ii, 428s, II, 192. d e re ch o -izq u ie rd o (la d o d e l a lta r, p r e s b i t e r i o ) , 149, 522a®, 523ssy70. descalzo (a l c o m u n ic a r), II, 546. de scub rirse , 572, II, 283™. despedida, (al. f in a l de la a n te m isa ) 87, 291s, 3161, 609ss, (d
631«.
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INDICE D
desposorios, m is a de. IT. 19, 2377.0, 238, 2422s, 41088, 457«. de tu is d o n is, II, 302, 312-*. d e v o cio n a rio s, 197, 206, 299. d e v o tio . i i . 2 1 1 40. d e v o tio m o d e r n a , 15674, 340. d ía co n isa s, II, 5609«. d iá co n o (y su b d iá co n o en la m i sa), 26ls, 263, 386, II , 30, 156, 285, 381«, 436« , 453, 4732«, 552, 561, 605, 607« a siste n te d e l celebr. I, 267s, 28813a, 34411, 372, 3«¿, ¿ oü -, 398, 460, 562127, j j , 76, 79, 80 «. 88a5, 23920, 2 7 3 \ 281, 286, 30029, 337, 373a«, 380. 428, 433, 456, 458, 595, 605, 60657s™, 632; véase ta m b ié n s. v. a rc h id á co n o ; d irig e e l pueblo (rezo), I, 45, 52, 219, 424. 465, 467, 612, 619, 621, II, 206, 613, 672; Cf. I, 616, 625; (avisos) I, 4ü7 , 014, 616S, 619, 628, II, 129, 417. 482, 624, 628. 630, 632: (p u e r ta) I, 292.
aspectos parciales, (como lec tor) 1,84r 87, 520SS, 565, 571,574, 577, 581, II, 292V , (Como can tor) I. 545y"!, (en e l o fe rto rio ) 30, 83, II. 56ss, 61s, (en la comunión) I. 19,s, 92, II. 4297, 560&S, 595. (servicio del cáliz) II, 58ss, 61ss, 380. 443-7, 560s, (reza oraciones añadidas) II, 4.1087. diá co n o s (en la lit u r g ia p r im it i va) 19s, 30, (en ei g ra n c u lto p o n tific a l) 83, 85, 89, 120, 259«, 268, 386, II, 79, 549, 565, 694, (d. y bene fice ncia ) II, 7; (o r d e n a ció n de d i á c o n o s ) II, 563H.5; v é a s e ad em ás s. v. m is a de o rd e n a ció n . d ta c o n ic o n , II, 3 12. d iá lo g o , (en el C o n f íte o r j 373, (ante s d e l p re fa cio ) II, 125s, d ia s de c u lto e sta c io n a l. 302, 308; cf. 2958«. D id a jé , D id a s c a lía . véase en el in d ic e A . die z m a n d a m ie n to s , 631. d ie a n o (com o o b la ció n ) II, 11. d ifu n to s, m is a de, véase s. v. m i sa ; o ra c ió n p o r lo s d ifu n to s, 492, II, 48, 5O32,34, 5 1 « 86 , 93. 492« , 49321, 5 13 , 5 8 6 « ; M e m e n to , II, 202s, 206, 2377,®, 238, 323s$; o b la c ió n p o r los d., II, 47; c o m u n ió n y def. II, 326s. 521-. dikirion v trikirion. II. $53
diocesana, lit u r g ia , 2 21 , S-lc-1-. «D ios a m a a q u ie n d a con a le gría» , II, 12, 23. D io s P a d re y C ris to , (en el G lo r i a ) 448. d íp tico s, 69, II, 196, 2G2ss, 205s, 219s, 323, 336s, 3482*s. d ir ig ir la o ra c ió n , 106, 436, 436, II, 100, 149, 185, 287, 619. d irg rse a l pueblo, 148, 456, 460. II, 127. discos, II, 47, 429°. d is p o s ició n fig u r a t iv a de la s obla cion es, II, 46, 426, (en fo r m a de cru z) II, 46, 426. d iv is ió n de la m isa, 154, 3 3 0 "’ . 494; véase ad e m á s ei ín d ic e g e n e ra l dom ingo, 301, 328, 468, 470, 802. II, 139s, 2 8 3 - ; lecciones, I, üO l 509ss ; — e n tre g a p ro c e s io n a l de ofre n d a s, II, 17 ; — m isa s de r é M e m e n to de quiem , I, 23170 d ifu n to s, II, 323s ; — fo rm u la rio s de m isas, I, 76. 224, 26170 ; --p re c e p to dom., I, 257''*;í, 202 . 30Í, 305. d o m in g o de R am os, (e n tra d a t r iu n f a l de C ris to ) 119, II, 8.
dominica (so llera nía, c o e n a ), 229y2\
dominicale . II. 550«. d o m in ico s, 13o. 1S3,U6. 182, 283. 346. 363, 3T5-2, 33 0« , 394;j;. 419;,G, 4632:,s 46g47, 531ü, 5 5 1 « ^ . 5702S, 574™, 57o78. 577. 604™, II, 5 2 « , 8227, 86 10, 90™, 23CM 37649y :‘ 1, 3796J, 411. 435«, 436;i;. 445y;»3, 461«, 471«, 500, 533™, 58050, 59131, 643; véase ad em ás el in d ic o A (III, 2 , g). lio m in ic u m , 229. d o m in u s , 452, II, 125. D o m in u s v o b is c u m / 15 , 30, 692\ 88, 259 ^2, 263, 285, 335, 420, 40OSS, 465, 515, II, 128, 130. 389, 618, 621, 632 ; — D . v . y Flectamus genua, I, 4607 ; — D. v. y Oremus, I, 4607 ;— de lante de las lecciones, I, 615, 571 ; —al Orate f mires, II, 87 ; —delante de la secreta, I I 97y2J ; — delante del prefacio, II, 9721. domnus, 57794.
dona, II, 98, 187; cf. n , ll«7; ex donis Dei, II, 302. donados, 285, II, 10«. Soga, II, 16339, 164«. do xo lo g ía , 36, 44, 158, 25911, m A JL m 2*. I L 65921:— a l fl-
MATERIAS
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energúm enos. 6113, 612, II, I 6104. enferm os, o ra c ió n p o r lo s e., 429, 626. II, 2Q933; — c o m u n ió n de lo s e., I, 601, II, 392, 466a9, 530, 55252, 554, 556s, 5609«, 564449, 566125, 593, 565, 654. e n tra d a (p ro ce sió n so le m n e de) m ay o r, 52, 321, II, 3s, 98; — en la s G a lia s , I, 58s, II, 4, 63102 ; _ e n tra d a m en or, 52. 321, 49573, 568, 573a4. E b io n ita s , II, 39 a r it o ro m a n o de e n tra d a . EccLesia, 310. 381ss, 322, 328y2«, 401, (des e c te n ia , 427, 434, 619. aparece) 331, 405; véase a d e e d ific io de la ig le sia , 83. 111. 148, m ás s. v. in tro ito , 309ss. e n tre g a p ro ce s io n a l de la s o fr e n e g ip cia , lit u r g ia , 43, 29529. 463, das, véase s. v. o fe rto rio . “ 465, 48943, 502, 583, 619, 621, epiclesis, 3317, 41, 58, 621, 89*\ II, 311, 128 14963, 1544, 16339, II, 16339, 186, 251-258; ( o ri 16749, 2199, 255, 291402, 299, 311, gen s irio ) 254, (en E g ip to ) 255, 344, 346, 3641, 366, 387», 4213A. (y la ro m a n a ) 256, ( c o n tro 515, 623, 630; véase ad em ás versia) 2591, 2693 i, 2733, 275, e l ín d ic e A (II, 1 ) ;— o rd e n a 36724, (en u n se n tid o m ás a m c ió n e cle siá stica , 29 p lio) 316s, 389. e iu s d c m . e icn d em , 18656, II, 2961-, e. de la c o m u n ió n , II, 252. 339™. 255, 319. Ixtfíóvvja t;, 259H, II, 102, 38279. in v o c a c ió n d»el Logos, I, 38 e le v a ció n de la fo rm a en la II, 253; — d e l E s p ír it u S a n c o n sa g ra ció n , I, 156, 158, 197, to, n , 253ss. 319. 199, II, 1572 ^, 277Ss , (o fre c ie n o tra s fó rm u la s con c a rá c te r do) II, 273ss, (ense ñ án d ola) de e p ic le s is , II, 69s, 105, (pero 278ss, (del cá liz) 279, (vene que no se pu e d en c a lif ic a r de ra c ió n ) 279, 283ss, (p o r e l ce v e rd a d e ra s e p ic le s is ) 68131. le b ra n te ) 235s, (sa lu ta cio n es) E p ifa n ía y E u c a ris tía , 157, I I 237ss. 172; cf. II, 110. a l f in a l d e l can o n , 89, 120, E p ifa n ía , tie m p o después de, II, 373ss, (cruces) 374ss, ( rito 511. de e n se ñ a r la fo rm a) 380, (d u Í7CIOÜ0'.O£, II, 39117. ra n te el P a te r n o s te r ) 408, e p iscop al, b e n d ició n , véase s. v 417s. b e n d ició n . co m o c e re m o n ia de o f r e c i e p ísto la , 119, 149, 509s, 530ss, m ie n to , 1884, II, 444. 60, 273, (lector) 285. 519s, 530. (sitio ) 277, 28040, (en el o fe rto rio ) II, 522s, (nom bre) 530. 482'), 60. la d o de la e p ís to la , 1 3 2 ,148s, e lem ento s a d ic io n a le s de la ho 420, 442, 456, 463, 523SS, II, m ilía , 619ss, 630ss. 607*3. e m b o lism o , 22432, n, 396ss, E p ís to la a p o s to lo r u m , I I 49. (no m b re s de santos) 22934, e rm ita ñ o s, II, 515, e. P a u lin o s , 399s, (m odo de re c ita r) 406, véase en e l ín d ic e (III, 3, a) (cerem o nias) 410, 434, (s ú p li e r u b e s c e n tia , 105. cas a ñ a d id a s) 410s; N o b is q u o escolásticos, 154s, 380, 383, 633. q u e com o e n ib .t II, 345. II, 15273. em nerado r, (ca n ta el eva nge lio) escotism o, II, 1527;l. 535, (se le m e n c io n a en el e sc ru tin io , m is a de, 017, II, 204, cano n) II, 191, 199. V éase a d e 239. m á s s. v. c e re m o n ia l a ú lico , escuelas re tó ric a s, 481, II, 178. rey. »1 321 eslava, le n g u a , (com o 1. lit ú r gica) 108, 2 2 1 . e n c a rn a c ió n , II, 51, 163, 165 29721, 3Q7. e sp ectáculo, lit u r g ia com o, 74. 22013. 202, 238, 291.
n a l d e l can o n , II, 120, 362ss, ( p e r q u e m h a e c ) 362ss, (p e r ip s u m ) 370ss, (rito de a c o m p a ñ a m ie n to ) 373ss; — después d e l P a te r n o s te r , II, 401;—com o a firm a c ió n , I, 41141, 449, II, 372; véase ad em ás s. v. G toria in e x c e ls is , G lo r ia P a tr i. d ra m á tic o , elem ento, 100, 135, 147s, 519, 571, II, 107, 273SS. D u rh a m . r it u a l de, 37838.
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ÍNDICE D
E s p ír it u S a n to , (en la colecta) 48524, 488, (en e l Credo) 593, 597; in v o c a c ió n d e l E . S., 337, 36920, 553, II, 71, 253ss, 494; véase ad e m á s en e l in d ic e B , s. v. Veni Creator, etc., y, en éste, s. v. epíclesis. e s p iritu a l, s a c rific io , 26s, II, 249, 294, 30437; véase a d e m ás s. v. rationabilis. e s p lritu a lis m o , véase s. v. gnosis. esponja, II, G il. esquem a, del rezo litú rg ic o , 32827, 499. e stacio n a l, cu lto , véase s. v. c u i to e s ta c io n a l; d ia s de e sta ción, 302, 308; cf. 29530, ig le s ia est., 504, 511. e star de pie, 295sf 298, 473, 572. e stilístic a s , leyes, 476ss, II, 198,
21141.
e stilo re c ita tiv o , 484ss, 518, II, 120, 405. estipend io , 177, 181, 205™. 251*«, 259S 289, II, 20S, 212. estola, 343, 348, 354, 359™, 360, II, 13; estolón, 520. e s trib illo , II, 27; véase ad em ás s. v. re s p o n s o ria l (canto), e stru c tu ra c ió n de la m isa , 154. 33029, 494; véase ad em ás el ín d ic e general. etiope, lit u rg ia , 34. 48, 53411, II. 34, 77, 42548; véase ad em ás en el ín d ic e A (II, 1). e u c a r is tía , (o ra ció n e u c a rís tic a a n tig u a en fo rm a de a cció n de g racias), 17ss, 30, 37s, II, HOss, (com o a c c ió n de g r a cias) II, 131ss, (com o re c u e r do y o b la ció n ) II, 292, (o ra ció n u n ifo rm e ) II, 112s, (d isg re g a ción) 114ss, 122, (re zad a en voz a lta ) 120s, 168s, 360, (ac c ió n de g ra c ia s com o o b la ción) I. 22, II, 128, 14963. 183; véase ad em ás s. v. a c c ió n de g ra cia s, p re fa cio . E u c a r is t ía : sa cra m e n to , a d o ra c ió n I, 202, 214; tra to gral. re ve re nte, I, 132, 160, 172; m o dos esp. de v e n e ra rlo , ( m ir a n do con rev.) I, 158, 161ss, II, 277ss, 40876, (sa lu dan do) II, 287, 289S, 471, 4922«, 503s, 529, (te n ié n d o lo en m anos) II, 447, 471, 492^, 496™, 500, (uedos ju n to s después de to car) I, 160, I I 8224, 276, (no to c a rlo los seglares) I. 172, (sa n ció n de lo s defectos) 1,172, (g e n u fle x ió n a
la c o n sa g ra ció n ) 1 ,298, II, 2533, 285, ( in c lin a c ió n ) II, 1707, 283s, (g e n u fle x ió n a la c o m u n ió n ) l, 114, (besándolo) II, 285, (g u a rd a n d o ayu n o) (a n tes) II, 519, (después) II, 6863S, (ve n e ra n d o lo s c o rp o rale s) I, 172, cf. II, 64845, véase ad em ás 3 . v. a b lu c io n e s ; — co stu m b re s a n tig u a s , (especies sobrantes) II, 594, (d e stin a d a s a lo s e n ferm os) 595, (fermentum) II. 440, (a có lito s, p o rta d o re s) I, 85, II. 428, 440, 4532«, 56096, (seglares) 5609u. d o c trin a de la p re se n cia re a l, 112, 159s, 193, 241s, II, 111, (objeto de a d o ra ció n ) I, 202, 214, (p re se n cia per concomítantiam) I, 159, II, 443, 557, (bona gratla) 1,110, cf. II, 111 (cuerp o de C r is t o = C ris to ) I, 159, II, 529, (¿ p o r qué de bajo de dos especies?) I 246y3(\ 253; — c a rá c te r p a sc u a l, I, 468, 502, 538; — d o c trin a c o n te n id a en la s poscom unione s, n , 619.
i jooxja, 449. sGXopiwc. 4, II. 273-V. su U jía , 18«*, II, 274«. dilogías, II, 84 \ 10«°, 569iú , 625. 665ss; véase ad em ás s. v. an tid o ro n . sfyapicrarv, 18««, 21. II, 149™. süxcrptOTifa.ov, II, 3 n , 1872«. ¿'r/apw rp'jiz, 4, 18, II, 2 7 3 V z'jyafjiz-ivi 18- ]S, 226, 607, II, 112, 131, 274*». 3'jx 7] o'irio^cfp.^avf/C, II, 623*1. cuhdevi, eodem, 186*«, II. 339™. e v a n g e lia rio , 79, 84s, 87, 386s, 564, 567-571, 573-577, 583, II, 411; (beso) I, 362, 573s. evangelio. 59. 87, 119, 149, 199, 557y117, 583-578, 617; (selec c ió n ae la s pericopes) 508, 511ss, (d is tin c ió n ) 100, 500s, 51410, 563ss, (lector) 2689, 519, 565, véase ad e m á s s. v. d iá cono (com o le cto r), (lu g a r) 522ss, (se oye de pie) 572; ú lt im o eva nge lio, I, 135, II, 652-680, (como b e n d ició n ) bozss, üü3s , (com o com e m oración) 658, (rito ) 660. la d o d e l evangelio, 132, 148, 522*9, 523-527, 604™. e xam e n de clérigos, 1155*. i5 o ! io ) .* ír ,T 607, II, 1311.
MATERIAS
e x p ia ció n , d ía de la, II, 245, 315. 31739. e x p lic a c ió n de la m isa, 116, 148. 155; véase ad e m á s el ín d ic e A (III, 2, h ; 3 d). e xp o sició n d e l S a n tís im o , 164. 202, 205, II, 663. e xp re sio n e s gem elas, 69. E x s u lte t, r o llo con el. de Gael-a. II, 954. Ea m u li, II, 343i0 . fa n o n e s , II, 840. f e r m e n tu m , 262a4, II, 4 2 4 2 8 ' , 435a4, 440, 448. fe rvo rin e s, II, 533;:l. f id e i c u lto r e s , II, 198. f id e s c o g n ita , II, 21140/», 464'>\ fieles, (com o oferentes) 692:>, II, 2ss, 2 U s s ; (m is a de los) 609ss, (o ra ció n co m ú n de los) €19ss. fiestas de lo s santos, 98, 184, 190, 511, 630. f ig u ra (C o rp o r ls C h r .), II, 247. fig u r a t iv a d is p o s ició n de la s p a r tíc u la s sobre e l a lta r, II, 46ss. 420. F ilio o u e, 59724, 602. f in de sem ana, 307*°. fo rm a fu n d a m e n ta l de la m isa, 18, 239. fla b e lo , 263 fo rm a s, II, 36; co m o eulog'ias. II, 668; c a ja de fo rm as, II, 679; m o ld e p a ra co cer f., II, 36; f. pequeñas, véase s. v. p a rtíc u la s . fo rm a sa g ra d a , véase s. v. E u c a r is t ía ; te n e rla en la s m a nos, II, 435^ 471, 496- 2 ; m i r a r la e l cele b ran te , II, 408™, 49632; m ila g ro s o b rad o s p o r la f., I, 161. fó rm u la s : fin a le s, 487ss, II, 362, 382, 4887, 49114; a l d a r la co m u n ió n , II, 562ss, (a firm a n d o e l m iste rio ) 562. (voto de b e n d ic ió n ) 563, (p ro to tip o ) 564, cf. II, 511; a l to m a r la c., I. 124l0 , II, 511ss; t r in it a r ia , véase s m a . T r in id a d , fo tó g ra fo s, 6103. 612. frecuencia de la comunión, I, 112, 205, 213, 294, II, 514ss.
fracción, 2832, 59, 90, 113, 119, 19618, 238, 24629, II, 274, 413, 419ss, 427-437, 47432, (para po der distribuir) II, 419, 430*J, 436, 4.74, (para simbolizar) II, 424SS, 436s, 445, 469, (explica ción alegórica de la pasión [muerte] do C ris to ) I, 238, II,
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424ss, 445, 469, ( a n te rio r a l P a x D o m .j II, 435y34, (e n c im a d e l c á liz) 434, (en tre s p a r tes) 436, (re d u cció n ) 448. « fra cc ió n del pan», 3ss, 9a9, 225, II, 419, 424. fra n cisca n o s, 136, 184, 18654, 346, 555, II, 2 0 '2«, 5247, 80, 411, 538; cf. e l in d ic e A (III, 3 a), fra n cos, im p e rio de los, 96-122, 602, 604, II, 155, 484, 526, 633. 667; in f lu jo sobre I t a lia , I, 125. f r a tr e s , II, 89. fr a ir e s e t só r o re s, ( M is e r e a tu r , 372*1; ( O r a te f r a t r e s ) II, 86, 89. / r e g it, (re p resen ta n d o), II, 273; véase ad em ás s. v. fra c c ió n . ¡r u m e n , m e s s e f r u m e n . II, 20126. fru to s de ia m isa, 173s, 196. 289127. fuego. 857. fuentes, II, 78, 550. cf. II, 607s. fu n d a cio n e s, II, 8, 20, 2.12, 604. G a lic a n a , lit u rg ia . 53, 57ss, 963. 99, 501, 506, 5341*, II, 13623, 164, 205, 292i, 295, 2992S, 3853. 403, 4157, 426. 482. 575, 613, 633, 641; p e rv iv e n c ia en la ro m a n a , I, 571y34, II. 45, 53022 V éase ad em ás el ín d ic e A (II. 7). g a lica n ism o , 203s; lit u r g ia s neog a lica n a s , 204, 211. general, ab so lu ció n , 380, 362ss; co m u n ió n , II, 499. g e n u fle x ió n , 165, 595, II, 28569. 381, 500, 546, 6802 3; d e la n te del S a n tís im o , II. 285, 546; d e la n te d e l obispo, 4521, 165n \ II, 5462A ge rm a n os 99, 42611. tfla g o litic a , lit u r g ia , 108, 221. G lo r ia in e x c e ls is , 86, 119, 145, 167, 186, 207, 259H, 2623«, 264*1 2689, 324, 3 9 8 i7, 402, 40520, 420. 443-458, 468. II, 639R, 156i°, 15722, 46913 63433; (re da ccione s) 444ss, (e x p lic a c ió n ) 4 4 7 ss, (fu n c ió n ) 455s, (canto) 456ss. gnósticos, 27, II, 2, 39, 27140, 367. golpes de pecho, 147, 377, II, 288, 358, 361, 47220, 506, 508. gótico, el, 141-170 (esp. 141, 147, 152, 166), 186, 210, 283, 342, 378, 388, II, 291. g ra d u a l, 80, 87, 199, 538-547, (nom bre) 100, 545, (re p e tic io nes) 540s, (m odo de c a n ta rlo ; 169, 539.
ÍNDICE D
Qradus B. Virglnts, 33921. g ra m a tic a le s, o b se rvacion e s a l cano n, II, 219; 270, 3063 ; véa' se ad em ás s. v. e s tilís tic a s (le yes).
Gratiarum actio post missa?n, II, 590, 630-688. grego rianas, m isas, 174, 1814-. gregoriano, c a n to , 199, 204, 207,
212.
grem ios, II, 19. G r ia l, le y e n d a del santo, 162. ¿riego en la lit. ro m a n a , 63, 95, 122. 422ss. 605*¿. gülden me$s%492»6. H aec, II, h’ aggada,
31420, 365»i. 3 , 12. 229. Hanc igitur, 62*, 63, 72, II, 179. 193, 20412, 234-245, (fo rm a p r i m itiv a ) 235, ( v a ria b ilid a d , ofe re nte ) 236, (in te n c ió n ) 237, 239, (por a lg u ie n ) 23bs, ( v a r ia b ili dad, in te n c ió n ) 240, (re fo rm a de S a n G re g o rio ) 241, ( v a ria n tes a ctu ale s) 242s, (a n tig u a s) I, 104, 2784«, 280, II, 19, 244, 324, (cerem o nias) II, 245. H echo de los A póstoles, com o le cc ió n , 501, 503, 508, 514™. sípuosi 544, véase ta m b ié n 536. h e len ism o , 33. h e xá m e tro , 34930, 483l7 . tapcíxsóa v, II, 305«1. h im n o s, 443, 536, II, 571; véa se ta m b ié n s. v. secuencias. hirmós, 538. h is to r ia y la lit u r g ia , I, pg. 18. Homilía Leonis, véase s. v. Admonitio synodalis, en el ín d i ce A (III, 2, e). h o m ilía , 205, 497, 579-587, (m a r co litú rg ic o ) 583, 586s. h o m ilia r io del o b isp o de P r a g a (H e ch t), 628™. 6316, 632™. ójiooósns, II, 14858. h o ra s ca n ó n ic a s , véase s. v. coro, «horas de b ib lia » (c írc u lo s so bre la S a g ra d a E s c ritu ra ), 610. h o r a de la m isa , 13, 303ss. Hortulus animae, (1503) II, 660. Hosanna, II, 1582«, 164. ho'tte., TI, 98; h. immaculatea, I, lfin. t i . 109; h. pura. II, 304. h o stia , véase s. v. fo rm a , fo rm a s a g ra d a . h u m a n is m o , 186, 350; cf. eiusdem, etc. Ico n o sta sio , 45. 313. Ig lesia, (en la o ra c ió n ) 438, (en el C r e d o ) 598, (en el sacrifl-
ciò e u ca ris tico ) 240ss, (ofrece ta s í m ism a ) 250, (ig le sia y C ris to ) II, 39, (igl. y lit u r gia) I, pg. 19, (concepto) I, 109, 112. (o ra ció n po r la igles.I, 429, 620s, 626s, II, 191, 20617, 673. iglesias, (estacionales) 504, 511. (prop ias) II, 11, (ru ra le s) 1,97, 208, 267, 270, (titu la re s ) 73, 97, de p la n t a s im é tric a 312. Ilu s tra c ió n , 205ss. ille, II. 514i, 186,20934/ 2381V 2s 1j,
335. 337™.
illatio II, 1311, 183™. Imitatio Christi, (d isp o sició n ) 249, 253, ( lib ro de la j II, 496, 52027, 68633. immaculatam hostiam., II, 109. immolare, n, 99s. immolano, 59, II , 1311, 183™. impar (numerus), I, 492™ II,
4 7 ™.
im p e tra to ria , o ra c ió n , 477, II, 132, 614. im p o sic ió n de m anos, véase s. v. m anus. incarnano, en la anamnesis, II, 29721 ; cf. II, 51. in c e n s a c ió n , 51, 100, 12279, 4124s . 189, 264, 271, 395-400, II, 72-76. (sim b o lism o ) I, 397, II, 75, 774, 387«, ( rito de a p e rtu ra ) I, 400, (evan ge lio) I, 575, (Credo) II, 7633, (o fe rto rio ) II, 72, (o ra ciones) II, 73, (sentido) 74s, (com o s a c rific io ) 74, ( r i t o ) 75y27, 76, (ofren d as) 75, (co ro, 76, (canon) II, 171, 381, (omnis honor...) i l , 38175. in c e n s a rio , 87, 100, 333, 575, II, 75, 63™«, (m odo de a g ita r) II, 7527, 76, (2 in c e n sa rio s) I, 575, II, 76:,4, (tres) 1 . 397«, véas< ad e m á s s. v. thymíamaterium Incipit canon actionis, II, 231. in c lin a c ió n del cu erp o (del ce le b ran te ), 120, 377, II, 174, 321, 639; en e l o fe rto rio , I I 4829, 50y35. 52s: en e l can o n , I, 89, II, 157, 172, 174, 245, 321:
MATERIAS
ció n del ine., 393, II, 73; véa se adem ás s. v. in ce n sa ció n , in censario. in d iv id u a lis m o , 143. in d u lg e n c ia s, 6331«, 634, II, 283” , 64¿>2y. I n f r a a c tio n e m , II, 231. In g re ssa , 427. in ic ia le s , II, 117, 18821. in te n c ió n (en el H a n c ig itu r ) , II, 240ss, 244 ; véase s. v. m is a v o tiv a , estipendios, ino cente s, fie s ta de los, 14722. in s c rip c ió n , de la cruz, 108; de A b e rcio , II, 39 47 ; de P e cto rio , II, 549” . in s titu c ió n , re la to de la, 2ss, 30, 33, 41, 52, 65, 69” , II, 18513, 246, 255, 259ss, (a n te rio r a l te x to b íb lico ) II. 259, (e v o lu ció n) 260SS, (p a ra le lism o ) 262. (c o n c o rd a n c ia con la b ib lia ) 262ss, (S a n P a b lo -L u ca s) I, 5, II, 26518. 27036, ( a m p lif ic a ció n ) II, 266. in te rce so ra s, oracio nes, 38, 41, 66, 6 9 2* ; fu e ra d e 1 ca n o n , 425ss, 619SS. II. 189; d e n tro d e l can o n , II, 122s, 190ss. 236ss 323ss; fo rm a s m ás recien te s, I, 493. I I . 270; véase ta m b ié n s. v. o ra c io n e s en tie m p o s de a flic c ió n . ín tin c tio , II, 4364\ 556, 5 6 U " . in tr a r e , II, 115. 204. in tro ito , 85, 119, 145, 32.1, 325ss, 4 0 1 ss; salm o. 404ss; re d u c ció n , 405; a m p lia c ió n , 407ss; i n tr o itu s reg u la H s, irre g u la ris . 413; de lo s d o m in g o s d. d. Pentecostés, 415; en la m is a p riv a d a , 416; m odo de e je cu ta rlo , II, 572. 574ss. in v it a t o r io (salm o), 540. lo c a e p is c o p i 11-5«, 284®\ II, 39” . iro -ce lta . lit u r g ia , 56, 491” ; vé a se ad em ás ín d ic e A (II. 8 >. is te , is to r u m , II. 51. ja n s e n is m o , 203. Je su íta s, 193. 198s, 26672, 363. II, 20»2«, 538. 656. «Jesús», (h a c e r u n a re v e re n cia a l n o m b re de) 469-” ; cf. II, 339. J e u n e sse o u v r ié r e catholique. 21821. Ju a n , a cta s de S a n , 2252, 2 7 8 ". ju d a ism o , 3ss 15s, II, 1582«, 161, 163. jueves. 164. n . 663a : de la c u a resm a, II, 583, 62412. 6251®.
1247
Jue ves S a n to , 1345, 259»2, 260, II, 11610, J7839, 235, 237 7 242, 290, 364, 4493, 465” , 477, 515¿, 524, 597, 604” , 627, 634. K a d o s h , 229. k a n u n a , I I 1024L k e d d a s e , 229. k u d d a s , leu d d a sh a , 229. k u r b o n o , k u r o b h o , 229, 364, 46849, II, 13412. xupiaxóv, 229, 310. K y r ia le 48423. K y r ie e le iso n , v é ^ e ^ ín d ic e B . xóp-o;, 229, 424«, 436, 451 [ ado de lo s hom bre s, m u je re s 52579. L a ie n r e g e l (re g la de los legos) (ed. L a n g e n b e r g ) , 2 9 6 " s 43, 5791, II, 54625. ! a p i s = p a lia , II, 5868. la tín , 53, 63, 107, 206, 221s, 299. II, 535. lau de s (o fic io d iv in o ), II, 580” . L a u d e s g a llic a n a e ( H in c m a r i) , 494. la u ra de S a n S ab as, 316. la v a to rio de m a n o s , II, 77; p rin c ip io s , 77 s; se n tid o s im bólico, I, 116, II, 77s; an tes de la m isa , I, 344s, II, 77; en el o fe rto rio , JL, 2 6 2 ", II, 80ss; d e la n te d e l can o n , I, 39, II, 79 170; d e la n te de la c o n sa g ra ción, II, 79; d e la n te de la fra c c ió n , II, 79, 3873 ; después de la co m u n ió n , II, 608ss, y o fre n d a s, II, 80s; — e in c e n s a ción, II, 81s. fó rm u la s de a c o m p a ñ a m ien to , I, 344, II, 83; d e l diácon o, II , 79, 80*7, 373 39; d e l s u b d i á c o n o , I, 562127, n , 799, 80i 7; d e l acó lito , I, 2 8 6 i" ; de los se g la re s: I, 294, II, 78, 550. L a v fo lk s M a s sb o o k (Sim m ons), 2382, 2984«s53,59, 30854, 574” . 5791, n t 9358j 283” , 23887
40773.
le c c io n a rio (74), 79, 1447, (508ss); pa re d. II, 540, véase ad em ás s. v. L e ttn e r . lecciones. 16, 39, 59, 79, 100. 143, 268, 4 9 6 ss; s e l e c c i ó n , 27848, 5 0 0 ss: le c tio c o n tin u a , 506ss; a c tu a lid a d , 505; m a rc o lit ú r gico, 514s; tono de re c ita c ió n . 518. 530; re p re se n ta c ió n s im b ó lic a , 517, 522: la s lee el ce le b ra n te , 144. 288, 5303 ; sa cra -
ÍNDICE D
1248
m e n ta rlo s co n leccio nes, 143; com o p r in c ip io de la m isa , 70, 517; de la ley, 39, 501; del N u evo T e s ta m e n to , 502. leche y m ie l, 11, 31, II, 9™, 364, 366, 36826. le c tio ..., 530. le c tio d i v i n a , II, 688. le c tio n a r iu m , 168, 521í4 . Ic c tio n a r iu s, 79. e c t o r , 143s. 519ss; b e n d ició n , 515, 567; cf. II, 644; lu g a r, I, 521ss; g ra d o de o rd e n a c ió n , 268, 27017, 519; o rd e n a ció n , 582. le c tr in u m , 521. le c tu ra de nom bres, II, 202ss. 239, 335. (en voz ba ja ) 208, (se su p rim e ) 206, 337. L e g e n d a a u r e a , II, 285™. L eis, 437, 58744, 60567. 626, 62847. /.a'.ToupYía? 230, II, 18718. le n g u a litú rg ic a , 46s, 107s. 206. 221s, 516ss, II. 672; véase a d e m á s s. v. la t ín , l i t t e r a t i , e s t i lís t ic a s leyes. le n g u a v u lg a r, I07s, 169, 1876,\ 195, 197SS. 206SS. 516s, 581. 605, 62639, 627ss, II, 533ss, 672, 678. le n g u a je ju ríd ic o , en la o ra c ió n e u c a r í s t ica, II, 149, 248s. le ta n ía , 329, 417, 422. 427, 434, 625, II, 469«. 475; let. d ia co n a l, I, 51s, 323, 424SS, 465, 816, 619, 621, II, 613. 672; le t a n ía de lo s k irie s. I. 428ss, 623, II, 192, 323, 671: 1. y los k irie s, I, 423ss, II, 672; en la s o ra c io n e s prep., I, 33714,1«; e n e l M e m e n to . II, 20929, L. de B e a u v a is , I, 49572. L e ttn e r , 111, 168 (313), 521*4. II,
540.
lib e lli, 32io, 75 . L íb e r m a n d a to r u m , 569. L íb e r p o n tif ic a lis ( Duchesne ).
64«, 7134, 230°, 259«, 2671,3031«, 341«, 3964, 428y19, 455y3«, 5185«, 52674, 56612, 572*1, jj 7,
323,
H 28,
235, 24124, 468, 62415.
119 37 , 1372 .^ 154 ^,
312,
36510,
440«,
líb e r s a c r a m e n to r u m , 74. libertad de crear textos, véase o
\r
fp v fA C
lib r i v ita e , I I 2 0 8 25; cf. II. 202. lib r o de in d u lg e n c ia s (1939), II, 29110°. libros litúrgicos, 32i°, 74ss, 96s, 12"s, 130s, 176, 182SS. llg n u m c ru c is, II, 1386, 662. lim o sn a , (y sacrificio), II, 3, 734.
M a n ia , I, 417. 426; l s e p t if o r m is , 43133. ¡ ite r a ti, 285««, II, 935«, 411, 671. lit u rg ia , (concepto) p. 17s, 19ss; s in ó n im o de m isa , 230, 23442. litú rg ic o , m o v im ie n to , 214ss. kóyr¡, II, 41933. koyjifi II, 249. A071XOV, II, 249. Logos, e p íc le sis del* 38, II, 253. lu c h a (en la ale g o ría ) 150, 152. luz, 85y7, 87; 1 U2 e in cien so, 85, 87, 569, I I ; véase ad em ás s. v. in cie n so , cand ela bros, c irio s. L la g a s , cin co, II, 2583«; 377. M a c e d o n ia n o s , 593, 5972ft, II. 25325. m a c h o ca b río , I, 149. II, 245. m a d ru g a d a , 13, 303. m a ie s ta s D o m in i, 3881A, II, 117. M a la b a r, c ris tia n o s del, 46. II, 471 7, 259i. m a n d a to (de re p e tir la u lt im a cena), 5, 12, II, 272, 293ss, 298. m an iq u e ism o , II, 2714-. 312, 367m a n ip u lo , 343, 347, 353, II, 13. 6310°; m. d e l obispo, I, 359. m an o s e xte n d e r, 463, 473s, II, 172ss; p a ra la co m u n ió n , II, 547; en cruz, véase s. v. b ra zos; le v a n ta r, I, 45649, 473, 57136, 60458, 62850, 632, II, 174. 649; cf. o r a n t e ; ju n ta r, I, 102, 474, 572*5; cru za r, II, 86 , 173; c u b rir, 573, II, 63, 373, 432. m p o s i c i ó n , I, 614, II, 176. 17839,41, 6415, 664; sobre la s o fre n d a s, I. 30, II, 911, 180, 245, 32152. m a n te l (que cu b re e l c o m u lg a to rio ) II, 12 75, 542, 552. m a n s io n a r iu s , II, 7635. m a p p u la , m a p p a , 343, II, 63, 60453. m a rc io n ita s II, 63106. m a r fil, p la c a de m. de F r a n c fo rt, véase s. v. F r a n c fo r t ( ín d ice C). m a rg a rita , II, 3742. m a ro n ita s . 516, II, 4717, 1674f, 40351. 41726. 42)35, 458 . m á rtire s , 229, 30647, II, 222ss. 227s. 347ss; p re fa cio s, II, 136s; a c ta s com o lecciones, I, 5001, sep ulcros, I, 315, 391. •i.sY0tXüvc£p»ov, II, 22013. m elism a , 539, 543, 550, II, 12145, 63& M e m e n to , 66 ; de lo s v iv o s : 62«, 68, II, 193, 20ts$, 23 i).v'v,\
MATERIAS
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— de d ifu n to s , 143. 174, 177, 189, 278ss; (com o m is a c o n v e n tu a l) I, 264, (rito) 1, 166n 7 , 2 6 8 * 27843, 367^, 5f<5t 63319, II, 323ss, 46555, 477, 5213*, 57737, 634, 636a. 651, (e n tre ga p ro ce sio n a l de o fre n d a s) II, 10, 1595, 17 *07, I B S , 29, (ca n to del o fe rto rio ) I, 180, II, 3 1 - ( pref aci o) II, 138. — d ia lo g a d a , 216ss, 409:n, 493, 5162«, 605, 608, II, 404^, 66032. — d ia ria , 157®*, 276, 281, 289, 303; (re pe tida) 281, 283, (de los fieles) 308, (co m u n ió n ) 213, II, 515, (los d ia s e n tre sem ana) I, 281. 303, 308. — d iv e r s a e , 143. — en casas p a rtic u la re s . 929, 1345, 272ss. — ensa m b lad as, 175. — g e n e r a lis , 104. — le c ta , I, 287; II. 107. — m a tu ti n a li s , 264. — m a io r , (264). — m ayor, (271), 306. — de órdenes, véase s. v. ó rd e nes. — p rim e ra , 2689, 455. — p riv a d a . 135, 175$, 257, 275ss, 44Sn, 44714, 500 *, 501, 51513, 305, 524, II, 107; (y m isa l) 53412, 538, 616SS, II. 5, 18“ «, 144ss. (aum ento) I, 281s, II, 20*24, (p ro b le m á tic a ) I, 27, 29, 14755, 196, 199. 224. 208, 284, (p u b lic id a d ) I, 287ss, 350, 35543, 37029, 406; (m. d ia lo g a d a ) 1 . 216. ( r i a d e m á s en el ín d ic e A (II, 9). to) I, 286, 288, 345, 35 9« , m isa, (nom bres) 225ss, (esencia) 360, 38819, 527. 570 . 57453, 235ss, ( d iv isió n ) 154s, 330-5, 574, 578. II, 17* °7, 812*, 494, ( a c t o co n m e m o ra tiv o ) 15722, 431, 45321, 581, 643, 236ss, (« representación») 237, 655, 670, 673ss, 244s, 247, (cena) 239s, ( s a c r ifi — p r o s e m e tip s o , 280. cio) véase s. v. s a c rific io , (re a — p u b lic a , 265. liz a c ió n en la c o n sa g ra c ió n ) — p u e sta en m ú sica , 169s. « 6ss, (com o «consagración») — rezada, 286, véase s. v. p r i 247; —-series de m isas, 174,180; vada. e x p lic a c io n e s de la m isa , 116, — s a c rific a l. 316ss, II, íss. 148, 155; véase ad e m á s el In — sicca, 490, II, 658. d ice A ( III, 2, h ; 3, d). — solemne, 217, 262ss: (diaria) — a n te el Sm o. expuesto, 164. 264ss, ( d o m in ic a l! 264« *, — b if a c ia ta , 490. (nom b re) 230, 27l y 2«, (p o r — b a u tis m a l II, 235, 23779. 238, m enores) 288121, 38819, 395, 239ie , 2432?. 405, 520ss, 570, II, 72. 110, — c a n ta d a , 20375, 209, 220ss, 15722, 290S, 380, 41193, 432, 264s, 267ss, 510, (rito ) 287s; 449, 453, 4532,1, 45422, 460; m. c. a le m a n a , 207ss, 218; véase ta m b ié n s. v. d iá c o m. a. c a n ta d a y rezada, 218. no, le cto r, etc. — c o n v e n tu a l, 142, 264ss, 269, — s o lita r ia , 275, 284, 289127, 303s, 3086a, 332, 3721®, — v e s p e r tin a , 307. II, 4119°. — vo tiva , 76, 143, 174S, 180, 183, 189, 277SS, II, 19, 203, 237ss — d e A n g e lis , 167. 61821; (fo rm u la rio ) 280s, — de desposorios, véase s, v. (de c a d a d ía e n tre se m a desposorios.
(le c tu ra de nom bres) II, 202ss. (cae en desuso) 206s, ( lis ta de nom bres) II, 208, (fó rm u la s in te rc a la d a s) 209, (c o n t i nuación) 21 Os, (fo rm a p r im itiv a ) 215, ( a ñ a d id u ra s [— q u e ]) 216; de lo s d ifu n to s, 68, 7136, II, 323ss; (a ñ a d id u ra s ) 323s, (p a sa je donde se e n cu e n tra ) 326, ( p a ra le lis m o e g i p c i o ) 328s, (M e m e n to e ti a m ) 330, (co m e n ta rio ) 331ss, ( n o m b r e s ) 335ss, (fó rm u la s in te rc a la d a s ) 338, (rito ) 339, (M . y N o b is q u o q u e ) 345S3. n e m o r ia (m o num ento ), II, 2194, (o ra ció n in te rce so ra ) II, 4822. M e m o ria p a s s io n is , 238, 244. n e m o r ia m v e n e r a n te s , n , 219, 230. m endicantes, 305, 581; v é a se ad e m á s s. v. do m in ico s, f r a n ciscano s, etc. n e n s a , 391, II, 7 33 ; cf. 1, 311, 315. ¿spíc;, II, 3634. m iércoles, 302, 509ss. m ilag ro s (de la fo rm a ) I. 161. m ilanesa, lit u rg ia . 54. 58, 143, 188, 3014, 346, 4072K, 427, 434,
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ÍNDICE D
n a ) I, 200, (el d o m in g o ) 281™, m isa l, 135s, 143ss, 172», 179ss; (ay u d a n te) 286112, 288121, 523, 570; m is a l ú n ic o , 182. missa, 59, 232ss, II, 630s, 650; véase a d e m á s m á s a r r ib a s. v. m isa. missa praesanctificatorum, 929, II, 392, 406, 63022, 556*8, 596. Mlssale Romanum, 136, 172«, 18238, (e sta b iliz a d o ) 188, ( o b li g a to rio ) 188, 2 1 1 ; cf. e l ín d ic e A (III, 4, b). m iste rio , 238, 244, 253« , 254; a u to s a c ra m e n ta l, 557. m o n a g u illo s, 285, 288. m o n ástico , rito , 132ss, 263, 346, 363, II, 643s; véase ad em ás s. v. -benedictinos c iste rd e n s e s , p re m o n stra te n se s, etc. m o n a q u isin o , 2 12 . m o n o fisita s, 47, II. 40, 203*. 26722, 26328, 515«. m oscas, 25355. m otete, 159126,128. m o v im ie n to litú rg ic o . 214. litu rg ia , 55, 2S05®, 501, 515, 53414, 57136, II, 67, 96, 131«1, 24915, 295.a,1 1 , 29721. 299a8, 4.03, 415*; véase ad e m á s e l ín d ic e A (II, 6 ). m ujeres, (cuecen la s fo rm as) II, 34, 35y 28 (pax) II, 457. 46044, (re cib en la c o m u n ió n ) II. 519, 550, (en lo s conventos) 517. 521. ( a d m in is tr a n la c o m u n ió n ) II, 56098, (a y u d a n a m i sa) I. 288128; o ra c ió n p o r la s m. e n c in ta . I, 62745. m u ltifo rm e u n id a d de la lit u r g ia p r im it iv a , 32s, 3420; en la E d a d M e d ia , l30s. muñera, II, 98, 187. m ú sica, 167ss, 181, 186, 201s, 205, 207, 209. 212, 271, 484, 606; II, 156s, p o lifo n ía i, I67ss, 186. 201s, 209. 212, 606s. n , 1561«. 168. m y s ta g o g ia , 599*8. m y s te r iu m fid e i, II, 269ss. m y s te r iu m = s a c r a m e n tu m , n. 271y*°. « N .» , II, 4825, 5141( 209»*, 835. N a v id a d , 5031», 541, 565, 602, 625, n , I 0 5», 18, 29i», 46, 64, 424*». 579»», 634. nativltas (en la anámnesisj, II, 51, 29731. n a tu ra le z a , s e n tim ie n to de la. 33, II, 131. r.ave de la iglesia. 310.
neófitos, II, 12714, 235, 238. 2432* 391, 557, 60347. n e sto rian o s, II, 439*: véase a d e m á s s. v. s ir io s o rie n ta le s, n iñ o s, com o a y u d a n te s, 285, 288; com o lectores, 519; com o c a n tores, 546. n iñ o s y E u c a ris tía , II, 557, 563, 594, 603**. n o b le za fe u d a l, 308, 494, 572. N o b is q u o q u e, 68, 89, II, JL15*«, 232, 326, 34 0 ss; (sus p ro b le m a s) II, 340, (c o n tin u a c ió n d e l S u p p lic e s ) 341s, 345, ( q u o q u e ) 343, (a u to rre co m e n d a c ió n d e l clero) 343ss, (y M e m e n to de lo s d i fu n to s) 345ss, (los nom bres) 349ss, ( p ro n u n c ia c ió n e n voz a lta ) I, 120, II, 358ss, (golpe de pecho) 361, ( in te rp re ta c ió n a le g ó rica ) I, 119s, 147, 1:58. n o -co m u lg an te s, 92, 292, II, 597. 625, 642, 668. n om b re , lla m a r a u n o por s u — en la c o m u n ió n , II, 562. n o n a y m isa, 304. n orte, d ire c c ió n , 524ss, II. 635«. n o t i ti a d ig n ita tu m , 569s. N u ev o T e sta m e n to , le ccio n e s del, 502. O b is p o (com o cele bran te ) 258ss, (lee el evangelio) 565, (p re d ica ) 579, 583, ( a d m in is tr a la c o m u n ió n ) II, 45316, ( f e r m e n tu m ) II, 440, (b e n d ició n ) I, 2598, II, 64110s, (aclam acio n e s) I, 494: g e n u fle x ió n an te el obispo. 45, 165115. II, 54624; se le n o m b ra e n el cán on , II, 191, JL96ss.— V éa se s. v. p o n tific a l. co n sa g ra ció n d e l o., II, 10. 2377,9s n s 14, 23921, 544. o b la ta e in te g r a e , n , 3632, 43011. o b la tio , 256, 227, II, 2 ; o. y sac r ific iu m , I, 246; r a ti o n a b i li s , n , 183, 249; o b la tio n e s c o tid ia n a e fid e liu m , II, 19; o. su b a lta r i, II, 734. o b la tio n a r iu s , II, 6 , 440fi. o b la tiv a s, ce re m o n ia s, 18«\ II, 53, 180, 267, 273, 373y37. o c u lta c ió n d e l cán o n , 195, 211, 215, II, 1032, 172. o c c u lte o f i e r r e , n , 20 122. octavo d ía , II, 23313. o d o ra r e (in c e n s u m ) , 575«7, II, 76a5; véase ta m b ié n II, 7314, 7527. O este (ig le sia s o rie n ta d a s h a cia ), 525. o fe re n te (en el M e m e n to ), II, 2033s.
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MATERIAS
o fe rto rio , (v is ió n general) 88, II, i s s , 103ss, (y canon) II, I03s, (ca n o n m eno r) 103, (co n s a g ra c ió n p re v ia ) 108s, (o rde n r o m a n o de o b la ció n ) II, 50, 60s, (rito e x te rio r) 54ss, (p re p a ra c ió n del c á liz) 62, (b e n d ic ió n del ag u a etc.) 66ss, (o ra cio n e s en voz b a ja ) II, 43ss, (de a co m p a ñ a m ie n to ) 107; véase ad e m ás s. v. o fre n da s. ca n to d e l o., 415, II, 23ss: (a n tifo n a l) II, 26, (respons o ria l) 27ss, (textos) 31, (otros cantos) I, 199; e n tre g a p ro ce s io n a l de o fre n das. 28, (88 ), 113s, 119, 157, 17624, 183, 205, 294, II, Is s, 30, 36820, 669; (en o rie n te) 3, (en la s G a lia s ) 4, (en e l n o rte de A fric a ) 5, (cu lto e sta cio n a l) 6 , (im p e rio de lo s fra n co s) 8 , (objetos) 9- 1 1 , ( lu g a r dt in s e rc ió n en la m isa ) 12 , irrito) 13ss, 17107, (com u p re rro g a tiv a ) 16, (o b lig a ció n) 2, 4, 18, (v o lu n ta ria ) 19, (d ía s señalad os) 17s, I, 29954. o f f e r e n d a , II, 11™, 23, 45. o f f e r e n d u m , 227*2, II. 2392*. o f f e r e n tiu m n o m in a , II, 204s, 20935. c f fe r im u s (canon) II, 300, 302, 306. o ffe r r e , II, 2, 11, 23l , 98ss, 36826, 37 33 7 ; o. pro , I, 284y8r\ II, 45s, 206, 219y7, 238, 638*; o. in c e n s u m , II, 74, 7524. o f f e r to r iu m (paño) 89, II, 6 3 y " , (p lato ) II, 843. c f f ic iu m ( = in tro ito ), 14515, 402; véase s. v. coro, o fic io d iv in o , véase s. v. coro, o fre c im ie n to , 26, 256, 300, II, 48, 52, 58ss, 98 ss; de la co m u n ió n , II, 521; ce re m o n ia s de o., véase s. v. ce re m o n ia s o b la tiv a s ; o fre n d a s, ( c o s a s m a te ria le s ), 26ss, 247, 250, II, 98; (p re rre qu isito s) II, 32 ss; véase ta m b ié n s. v. p a n , v in o , a g u a ; (fo rm a s) II, 1060, (o tros o b je tos) II, 9ss, (dinero ) 10, 18, (em nleo) 7, l i s ; o. a d a lta r e , a d lib r., a d m a n u s , n , 734, 1388, a d p e d e s , 734, 1388. tra s la d o a l a lt a r, I I , 3s 55ss, 62, ( fó rm u la s de a c o m p a ñ a m ie n to ) 56ss, (o fre c im ie n to ) 48s, 52s, 58ss, 98ss; (b e n d ició n )
C3ss, (co n s a g ra ció n p re v ia ) 108, 247, 249; o fre n d a del p a n , (d isp o si c ió n sobre el a lta r) II, 46s, 426, (núm ero) 46, (tres) 46, 18716, (entrega) 56, to m á n d o lo en la s m anos) 267, 273; véase ad e m ás s. v. p a n ; o fre n d a d e l c á liz , (p re p a r a c ió n en el a lta r) II, 62, 64, (entreg a) 57s, (o fre c im ie n to ) 58s, (a la d e re ch a de la fo r m a) 65, ( o fre c im ie n to co m ú n d e c. y 1 ) 58, (separado) 59s o ír la m isa , 238. ojos, to c a r los, II, 434, 548s, 610; le v a n ta r los, I I , 267, 273,
321&2, 6 4 9 .
óleos, c o n sa g ra c ió n de lo s s a n tos, II, 290, 364, 366y15. o p e r a r i, II, 38. o p u s o p e r a tu m , 255. o ra ció n , sa c e rd o ta l. 70, 459ss 475ss, 624, II, 94ss, 6!4ss, 623ss; (tipos) I, 478ss, (estilo) 476, 481, ( d irig id a s a D io s P a d re ) I, 486ss, IX, 100, (a C r is to ) 486, II , 100, (u n a sola) I, 490, (v a ria s) 49ls , (n ú m e ro im p a r) 492, (el s im p le sa cerd ote la s d ice en e l a lta r) I, 26234. 263, ( t a c i t e ) 493, II, 95s, (com o c o n clu sió n ) I, 323s, II, 94, (las dos co le c ta s d e l G e la s ia n o ) I, 624; g e n e ra l de los fieles, 36, 29,51. 59, 6716, 70s, 428, 498, 6 U s , 619ss, (re d u cció n ) 621s, (y se cre ta) 622ss, cf. 62117, (form a s nuevas) 624ss, véase ta m b ié n s. v. c o le c ta ; a n te la s g rad as, 326, 361 s s ; después de la s le ccio n e s, 318, 610s, 619ss, 624ss, e n le n g u a v u lg a r, 198s, 62639, 627ss, II, G70ss; p r iv a d a s d e l sa cerdote , re z a das e n voz b a ja , I, lO ls s, I30s, 143, 171, 385, II, 24, 42ss, 95s; véase a d e m á s s. v. se cre ta, s i le n c io d e l canon. p riv a d a s de los fie le s, I, 194s, 299s, 631*°, n , 197. o. m e n ta l, I, 340, II, 688. o. p o r la paz, II, 241, 398, 411, 462ss, 477, 671; o. e n tie m p o s de a flic c ió n , 18037, II, 1708, 4l0s, 477s, 670ss. o. con c a r á c te r de b e n d ic ió n , 36. 120, 296, 577, 614, 634, II, 4 l 4ss, 613; c o n c a r á c te r d e e p id e s i s II, 69s, 186. o ra c ió n , p a u sa de, 623.
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ÍNDICE D
o ra n te , 102, 295, 29954, 473s, II, 94, 1065, 127, 173, 283, 40332. o ra r io n , II, 2733. O r a te f r a tr e s , 102, 124, 12621, II, 85ss, (el rit o p rim itiv o ) II, 7632, 85s, (redaccio nes) 86s, 1065, ( d irig id o a l pueblo) II, 87ss, (en voz baja) 88, (res puesta) 90ss, 170, (¿ q u ié n c o n testa?) II, 93, 105, 170, (cere m o n ias) II, 7632, (O . /. = Orem u s) II, 97, (O . p ro m e J.) I, 38586, Cf. n , 7032, ( o . /. e t so . r o r e s ) II, 89, 93. o r a tio fid e liu m , 611, 621. o r a tio n e s s o lle m n e s , 466, 469, 475». 620, II, 191. o r a tio o b la tio n is , II, 388. o r a tio p le b is , 625. o r a tio p o s t e v a n g e liu m , 624. o r a tio S. T h o m a e , (o ra cio n e s p re p a ra to ria s ) 33921, (a cció n de gra cia s) II, 590, 687. o r a tio s e x ta , HO, II, 114. o r a tio s u p e r o b la ta , I L 42, S4ss, 108, 181, 203; véase ad em ás s. v. secreta. o r a tio s u p e r p o p u lu m , II, 484, 45422, 51820, 6 2 2 ss; (com o b e n d ic ió n ) II, 623s, 642, (de los p e n ite n tes) 627. o ra tio s u p e r s in d o n e m , 624. o ra to rio s, 273ss. 276s, 23173, 281 ; O r a t o r io (fran cés), 194, 24633. o r a to r iu m , (a lfo m b ra ) 85y12. o rd a lia s, II, 537. órdenes, m is a de, 2 5 9 y \ 561, II, 13727, 2377, 238. 239»9, 242, 27616, 42653, 4408, 45316, 536, 563115, 566. O r d in e s R o m a n i (en ge n e ra l), 74, 81; véase a d e m á s el ín d ic e A (III, 2,- d). órgano, 167121, 169, ¿89.. 201. 557, 60670, II, 157, 291, 481.
orientales, liturgias, (caracterís ticas comunes) 35ss , 286, 312, 619, II, 3, 32, 40, 122. 201S, 385, 414.
e lem e n to s en la lit . ro m a n a , I, 85, 95, 587, 589, II, 13727, 399, 469. o rie n te , d ire c c ió n h a c ia , 295, 310, 312. 456, 473, 525, 572, 619. II, 12715, 500, 616. o rn a m e n to s, 84, 341s, 350ss; (re vestirse) 286, 364ss, (sim b o lis mo) 349, (ale go ría) 148, 150ss. c r th o d o x i, II, 198. ósculo, 85, 87, 147, 263, 3 8 6ss; (del a lta r) 147, 327, 386, 389ss, 460, 46217, 57450, 578*oi, 59517, II. Sois. 88. 174. 321. 380*6.
456s, 46249, 636ss, 650 ; del c ru c ifijo , I, 388, II, 1391, 1742\ 457, 5322» ; d el lib ro , Ì, 87, 29954, 362, 387s, 573, II, 1742», 456s ; de la p atena, II, 13, 433s 457; d e l c á liz , II, 28566, 457; del c o rp o ra l, II, 13, 457 ; de la fo rm a , I, 46217, II, 285, 457s; de los o rn a m e n to s, I, 35032, II, 13, 45839 ; d e l suelo, n , 288*3, 546; a l e n tre g a r objetos, I, ¿47. •263; de personas, véase m á s a d e la n te s. v. o. d. p a z ; de la m an o , II, 13, 1595, 63, 453ie , 458>9, 6415 ; d e l que da la co m u n ió n , II, 45316, 551; d e l a n illo episcop al, i l , 45316; del h o m b ro , II, 380, 45839; del pie, I, 87, 567, II, 546; o de paz, 14, 31, 39, 58 59, 90, 115, 116, 205, 271, 286109, 294, 11, 129, 384, 446s, 449ss, 564»3«, 565123 ; (com o sello) II, 450s, (an te s de la m isa s a c rific a i) 450. (an te s de la c o m u n ió n ) 452ss, ( s u s titu tiv o de la co m u n ió n ) 454, 457, (o sc u lu m oris.) 45735, (m anos) II. 45316, 458y39, (e s tiliza c ió n ) 453ss, (sa le del a lta r) II, 455s, 464, (or den) II, 7634, 457, (p o rta p a z) 460. (o ra ció n p o r la paz) 462s, 'fó r m u la s de a c o m p a ñ a m ie n to) 466. o s tia r iu s , 61624. P a d r in o s , II, 204. p a in b é n ü , II, 669. p a lia , II, 5452. p a lo m a e u c a ris tic a , II, 7628. 59617, p a lm a to ria . I, 190, II, 171, 281, 679. pan, com o m a te ria s a c rific a i, I, 13, 26, XI, 32ss; (p a n de casa) 32, (sello) 32, 36, (ázim o) I, 113, II, 8, 32, 33s, 36, 40, 360, 42342 , 430, 469, 552, 601, 668, (fa b ric a c ió n ) II, 34ss, (n om bre) 37. com o o fre n d a d e los ¡fieles. 26, 28, 88, 250, II, 2s, 4ss, 8, 10. 12, 14, 32. fra c c ió n d e l pa n , véase s. v. fra c c ió n d e l pa n. p a n bendecido, véase s. v. paira b é n it, a n tid o ro n , eu lo g ia s. p a ñ is q u a a r a iu s (etc.), l i , 32. p a ñ o de hom bro s, II, 63. p a p a , II, 196. pa pa , ( c u ria ro m a n a ) 136, (d is p o sicio n es papales) 190, (el n o m b re del p a m en la s ora-
MATERIAS
cion es intercesoras) II, 191, 196, 206. (m isa papal) II, 549, 55572 ; véase s. v. culto esta cion al ; véase adem ás en el índice A (III, 4, b) s. v. la so lem ne m isa p a p a l; Pater noster en la m isa papal, II, 404*-. papado, 73, 82ss. paranimfus presbyter, 268°. parroquia, 205, 214, 216, 265. 270s, 274, 287, 303ss, (obligación de asistir a la m isa parroquial) II, 519. participación del pueblo, véase s. v. pueblo. partículas, 114, II, 36, 430, 469. pasador, II, 62S, 554«. pascha annotina, II, 2377. P ascua, 13, 455, 53835, 552, 56612. 625, II, 18, 46, 235, 242. 580, 634; tiem po pascual, (orar de pie) I, 296. 468, 470, (predica ción relativa) 47912, (lectura) 502ss, 506s. pasión de Cristo, 237s. 245s, II, 135, 481, (en la alegoria) I, 120, 148, 150ss, 156s, 196, II 63103, 406, 43433, (representación sim bólica) II, 63105, 339, 361, 380*4, 42034, 424ss, 445, 469; tiem po de pasión, I, 36721, 412.
Passio Andreae, 11, 4691». Passio Domini, II, 137, 295s.
p aten a, 89, 92, 114, II. 429ss, 61185, 679; (en el ofertorio) II, 8, 58ss. (m odo de en tregar la ) II, 58, (m odo de ofrecerla) 58, (ocultación) I, 158. II, 63, (fracción) II, 63102. 428ss. 434s, (com unión) II, 409, 5005. (saneta) II, 6 3 '02, 432. (beso) I, 38814, II. 13. 433, (in stru m en to de bendición) II, 434, 648; (bandeja) II, 542i2, 552. Pater (com o invocación). II. 185. Pater noster (después del cánon) 52, 59, 72. 89. 120. 149, 201, 25912, II. 385«, 386ss. (s i tio) 387, (relación con e l ca non) 388s, (con la com unión) 390ss, 530, (petición del pan) II, 391s, 409, (del perdón) 396s, ( embolismo) 396ss, (introduc ción) 394s, (rezado por el pue blo) 402ss, (can tad o por el sacerdote) 404. (rito) 408ss, como oración aislada, I, 430, (a n tes del serm ón) 586, (en la s sú p licas intercesoras) 626ss, (pronunciado en voz baja) I, 2 9 9 « , 3693<>, 382«» 4 6 7 « , n , 4784«, 636», 674, 675»4 : P. y
Ave, I, 36930, 627s, 631, 63318. II, 283«. 28887, 674a. paulinos, erm itaños, véase el ín dice A (III. 3, a) s. v. S an Pablo, erm itaños, p ausa entre el Orcmus y la ora ción, 623. pausantes, II, 206. pausationes, 484. Pax Domini, 90. 120, 158, 28812*, II, 415. 435. 439, 441, 446. 448, 449ss, 4G2ss, 480; P. D. y ó scu lo de paz, II, 449ss. pecadores públicos, II, 16. peccator, 37G, II, 86, 343, 356, 358. 513. paz. oración por la, II, 241. 398, 411, 462ss. 477, 671; beso de paz, véase s. v. ósculo de paz. pelagianos, II. 386a. pelo, modo de llevarlo. 344. peine. 344. 346. pen iten cia, im posición de. 382, 63318, II. 53330 ; p. publica. II, 627, cf. s. v. p en iten tes; d ias de penitencia. 1. 468, 472. p en iten ciales, s a l m o s , I2621, 3393».
p en iten tes, 612, II, 16, 384. 627. P en tecostés, 56612, 602, II. 18, 46, 235, 242. pericopes, véase s. v. lecciones. pericoresis. II, 57528. pericula Missae, 172. periculosa oratio, II, 27616. Per quem haece omnia, véase en el índice B. perseverancia. II. 244, 497. persignarse, véase s. v. cruz, s e ñal de la. piscina, II, 607s. p laneta. 3424, (de los m inistros) 520, 573; véase ad em ás s. v. casulla. platonism o, 18 « , 153. II, 2. plural, en la oración. 488, II, 100, 586. pluvial, capa, II, 546. pneuma (m elism a alelu yático) 5 4 3 « ; pneumatizare, 55094-. pobres. II, 3. 7y34. Pobre H artm ann. II, 45733. polifonía, véase s. v. m úsica, p on tifical, m isa, 262, 338, 345, 360, 387. 457, 463, 494s, 531«, 634, II, 82, 1547, 171, 360, 430, 441^, 458a9, 484, 549, 55572, 608, 63433', 640, 646, 660, 685; bendición galican a, véase s. v. bendición. «por», ofrecer alquien por otro, 284, II, 45. 104. 206, 219, 221, 238. 6J«7°.
ÍNDICE D
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«por C risto...», véase s. v. C ris to. véase adem ás en el indice B s. v. Per Christum... portapaz, II, 460. positurae, 484. poscom unión, 92, II, 580, 588, 612ss, 642, 688; (contenido) II, 617ss, (com o bendición) II, 48411; postcommunion = can to de la com unión, II, 578. Tosí mysterium , 59. Post nomina , 28485, II, 206. Post Priüie, 59, 110. II, 31948. Post Sanctus, 110, II, 1624J, 181. Post Secreta 59. praedicare, (leer en voz alta), 58222.
p/aedicatio, 607, II, 112. praefatio, 59, 61, 110, 465, 11,114, 119, 41829; praefatio = Kp pov¡ai;, II, 120«, 129.
'
praegustatio, II, 4615, 52434. Praeparatio ad missam , 344ss. 359, (com ún) I, 338, (obligato riedad) 339s, (oraciones adi cionales) 340. Prayer Book, 1912. precedencia, II, 7634, 461. precepto dom inical, 301y5. preces intercalad as en tiem pos calam itosas, véase s. v. ora ción en tiem pos de aflicción, «predicación relativa», 478, 488. prefacio, 59, 61, 72, 757, 110, 120, 14941, 155, 1567«, 190, 201, 224, 259, II, lio , U 9ss, 131SS; (ca n to) II, 120s, (y can on ) l-14ss, (n aturaleza com o tem a) II, 131, (gracia) 131ss, (reden ción) 134s, (m ártires) 136s, (a c ción de gracias) 131ss. 138, (ten d en cias cen trífu gas) 135, (su p lid a ) 132, 147, (reform a) 137s, (esquem a) 148ss; pr. de l a s solem nidades, II, 13727, (Ssm a. T rinidad) I, 190, II, 137, 146, 148, (de la cruz) II, 137, (cuaresm a) 137, (Vir gen) 137, 148, (apóstoles) 147, (dom ingos) 139 — 146, (propios de órdenes y diócesis) 13837, (nuevos) 138, (de los santos) I, 180, II, 13727, 399y45, (pr. com ún) II, 123, 137, 146 148ss; abreviatura del Vere dignum II, 117. piem onstrs.ten^es, 134, 14722, 264, 408y32 5 l l 4 i,560123, 57023, 5743», 59517, II, 13033, 40982, 51366, 63913; véase adem ás e l ín d i ce A (Til, 2, g). prerrogativas litúrgicas, 45, 189. II. 16, 461.
presbiterio, y pueblo, (entrega procesional de ofrendas) II, 7ss, 15, (com unión) II, 540ss. presbítero, (concelebrando) 259s, II, 428, 549; (m isa presbiteral) 97, 267ss, (m isa solem ne pres biteral) I, 282ss, (derecho a bendecir) II, 641s, (d. a pre dicar) I, 579ss. presbítero asisten te, 189, 263; cf. 268°. prex, 6927, II, 112, 388. prières du prône , 627, 631 *. prim a, 372. «prim ogénito», II, 3742. prim icias, II, 95ü, 364. proba, II, 4615. procesión (de apertura) 84s, 271, 325, 332, (del evangelio) 567ss, 570. procesión g a lica n a de ofrendas, 52, 58, 59, II, 4, 63102, 96; v éa se adem ás s. v. en trada m a yor. productos de la n atu raleza, ben dición, II, 364ss, 6235, 666. profesión de fe apostólica, 590, 593, 605, II, 25635, 267«, 2C3*7, 532, (en la catcquesis) I, 6301, 631. profesión solem ne de votos, II, 538. profetas, lectura de los, 501. itpo/sínsvov. 515. pronaos, 62741. propio, can tos del, 166ss, 199, 201, 207, 208, 27123, 415, (los lee el celebrante) 144, 416, II, 581, (faltan ) I, 268, 271, 278« ; cf. 27421. TTpóppyjoic, II, 129. proscomidia -, 51, II, 47. ;rpoc;x'jv7¡3ic;, 45, 8713, 165n -\ Cf. 85. irpo;
M ATERIAS
(contestando) I, 464, II, I24s, 127, 275, 299, 382, 624. tando) I, 464, IX, 124s, 127, 275, 299, 382, 624. puentes, oración por los cons tructores de, 627«. puerta de la iglesia, 292y7, 61520. pugillaris, II, 555. pulpito, 200, 52152, 529, 584. puntualidad, 292. purificatio, (de la patena) II, 59929, 607; véase adem ás s. c. ablución. purificador, II, 38. 60374. pyxis, II, 43012, 59617.
Qeduscha, II. 15826. Quaestiones Vet. et Nov. Test., 647.
Quam oblationem, véase en el índice B.
quattuor offertoria , II, 18. quemar el sobrante, II, 594. querubines, him no de los, II, 1255. Queste del saint Graal, II, 28358, 28888, 53331.
Kationabilis, II, 249s, 30437. recitación, 457, 606, II. 121, 156, 406. reclusos, II, 17107. reliquias, 271, 315, II, 411, 648. reform a, 179ss, 212s. reform adores, 177, 193; II, 309; cf. II, 443. regionarii. 83, 437«1. Regula Magistri, 264™. II, 544««, 600. responder, 115, 204, 21-9, 268, 285, 293ss, 299, 425ss, 464ss, 533s, 546, II, 126S, 382. responsorial, canto, 294, 533s. II, 568ss, 576**; (tipos) I, 540, (estribillo) I, 294, 533ss, II, 568s. responsorio, (R. gradual) 119, 540, (en el breviario) 540. R estauración (del siglo xix>, 203. resurrección de Cristo, repre sen tad a sim bólicam ente, 117, 119s, 148, 158, II, 424ss, 445; véase tam bién s. v. Pascua de Resurrección. retablo (im agen del altar) 314s. (tríptico) 153, 315. reverencia, II, 63, 129, 276, 434: véase adem ás s. v. inclinación, ósculo etc. revestirse, (en el altar) 332, 359, 366; véase adem ás s. v. or nam entos ; (oraciones al re vertirse) 102. 124, 335, 33715, 339. 344ss, 346ss, 358s.
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iey (emperador), II, 4718, 48; (en el canon) II, 191, }99s, 2377, (coronación) II, 10, 558, (can ta el evangelio) I, 565. ritmo. 481. rito de apertura, 51, 71, 316ss, 400. 419. rodillas, estar de. 296, 233, 377, 467ss; (en el canon) II, 170, 173. (a la consagración) II, 283ss; (a la com unión) JJ 543ss. (el mismo celebrante) I, 369, 370. 377. II, 381, 41087, 411, 674. rom ana, liturgia, 61ss. (caracte rísticas) 73. 82, 93, 99. rom ánico (estilo). 142, 283, 313. rom anticism o, 20978. rosca, II, 32. rosario. Santo, 198, 199, 205, II, 672. rotonda, 312. rúbricas, 189s, II, 680; véase adem ás en el índice A (III, 4, b) s. v. M issale Rom anum . rutenos II, 4710; véase adem ás s. v. ucranianos y, en el ín dice A (II, 4) s. v. rito bizan tino-eslavo. Sábado. 302, 30750; (cena judts del sábado) 7, (fu n ción reli giosa m atutinal) 13, 32, 497s. Sábado Santo. 268, 412, 117 43132, 433, 468«, 504, 519«, 531, 537, 54358, II, 25, 102«, 12042, 449*, 469. 573, 579. sacerdos, 2624u, II, 6 4 1 » cf. I, 262. sacerdote, véase s. v. presbítero y s. v. sacerdos. sacerdocio general de los fieles, 21, 30541, Cf. I, pg. 19; 219. sacra — secreta, II, 993. sacra, 74 sacram entarlos, 74ss, 142ss; con lecciones, 143s. sacram entos, 74, 631. sacrariumt II, 417,*9, 16. sacrificio, (concepto) 23ss. 239ss. 246s„ (m isa com o sacrificio) 149, 157, 177, 1912, 193, 198, II, 3003, (y E ucaristía) II, 183s (y oraciones iniercesoras) II, 122, (com o acto jurídico) 12613, (efectos) 173ss, (de C ris to) I, 121, 193s. 240, 243SS, II. 300, 309, (s. celestial) I, 246. II, 31328, (a Cristo) I, 48, IL 100«, (s. de la Iglesia) 121, 193s, 240s, 244ss, 247S, 250, II, 300, 309, (de los fieles) I, 6925,
1256
ÍNDICE D
II, 2ss, 210ss, (espíritu de s.) I, 249ss, II, 307; s. de Aaron. II, 74; de Melquisedec II, 74. s. espiritual, véase s. v. es piritual y s. v. rationabilis. sacrificium, II, lie?, 2920, 98. (y obiatio) I, 246, (sinónim o de m isa) I, 227. (sinónim o de cá liz) II, 7 0 « 2 ; haec s. sacrijicia, n , 187; $. laudis, II, 161»2, 183, 211, 214, 217; cf. II, 129-«. sacrum, 229. sacristía, 332, 366; véase tam bién s. v. sacrarium. secreta-
ñum.
salm os aleluyáticos, 354, 53621. salmos del Ordo Missae, I24ss, II, 170; antes de empezar la misa, 3175 ; en el uso de la Iglesia prim itiva, 5343 ; en es pecial Sal 3: II, 477«. S al 19: II, 90s. Sal 19. 20: II, 90™. 935«. Sal 19. 24, 50. 89. 90: II.. 170». S al 21: 544. Sal 22. 33. 150: II, 420™. Sai 24.. 50. 89. 90: II. 9 1«. Sal 25: 344, II, 83y33; véase adem ás en el índice 3 , s. v.
Lavabo.
Sal 33 : II. 568s. 583. Sal 42 (Indica me): 50, 124, 125. 333, 34928. 360, 362ss, 385, 13, 680; rezado cam ino del a l tar, I. 388s. Sal 50 (Miserere): 102«, 124, 3345, 358«, II, 209«, 3875, 506. S al 50. 15. 38: II, 528. Sal 66: -627«. Sal 73: II, 411. Sal 78: II, 170«, 411. Sal 83. 84. 85 (115, 116. 118. 129): 124, 336s, 338«. Sal 90: 544. S al 115: 337, II, 109. S a l 116: 3379, II, 681. Sal 118: II, 4695,8, 583«. S al 119. 120. 122 : II, 41037. S a l 119-133: II, 170,J. S al 121: II, 411. S ai 121. 66: II, 411«. S al 121. 122: II, 411« . S a l 122: 627y44. S al 129 (De profundis): 337, 627y«. S al 140: II, 7628 ; cf. II, 7372. S a l 144: II, 568, 613y30. s a l 143: II, 570. Sal 150: 124, II, 4 2 0 « , 570. 681.
salm os de los can tos del pro pio del tiem po, 402, 403, 407ss, 415, 434, 547SS, II, 25ss, 28ss,
572ss.
salvator mundi, II, sancta, 85, II, 432,
4887, 508«. 435«, 439,
441.
sancta sanctorum,
385«; (de Rom a) II, 682.
S.S.
Sanctus 14, 15, 32, 38, 40, 52, 59, 62i, 89, 115, 145, 167, 169, 170, 199, 207, II, 132, 154SS, 404«, 481; (canto del pueblo) I, 29320, 294, II, 154SS, (del cle ro) 154, 156, (del c e le b r a n ^ 167, (m elodia) II, 156, (origen) 158, (m odificaciones del tex to bíbl.) 160ss. sandalia, 345«. sangre y alm a, II, 445a-*. san tid ad de Dios, II, 159. san tificación del cáliz, II, 654. santos, (en las oraciones, 374, 480, II, 51, 162^7, 620, (en el canon) II, 2Ó2, 208, 2l9ss, 349ss, 399, (selección) II, 222ss, (lista definitiva) 226s. (m ás nombres) 228, (conm em ora ción por partículas) II, 47. sapienciales, libros, 501, 5144. saquito, 90, II, 429. Schola cantorum, 74, 80, 84, 85, 88, 90, 93. 166S, 403. 435, 437, 457, 539, 546 ; II, 26, 30, 154*, 4695, 473, 572. scyphi, 92, II, 4283. secar, 344. secreta. 69« f 119 . 622ss, II, 94$s, 186s, 250, (oraíio super obla ta) II. 85. 94ss, (se reza en voz baja) II. 85, 95s, (pertenece al canon) H , 85, (fórm ula pre via al prefacio) 9721, (el nom bre, 95, (sentido) 98, 108 (con tenido) 93ss, (dirigido a D ios Padre) 100, (número) 101, (Per omnia...) 102, (s. = ca non) II. 956, 406, (s. = misterium) II, 956,10. secretarium, 84, 401, 404, II, 432. secuencia, 100, 166, 180, 184, 199, 286, 538, 549$$, (estrofas ale m anas) 199, 558s. Séez, grupo de, 123s, 26343, 335, 344s, 35140S42, 356, 362sn , S727. 3863.8, II, 722s, 141«, 6807 ; véase adem ás el índice a (IIL 2, b). seglar, confesión ante un, 373, 383: cáliz de los s., véase s. v. cáliz. segunda venida, n , 297.
1257
MATERIAS
¿ em an a S an ta, 47912, 541, 544«6, II, 5452; véase adem ás s. v. Jueves, Viernes, Sábado Santo, sem icírculo, I, 87, II, 210. sensus, 353. 5183«, II, 120*°. sentado, estar, 83, 87, 297, 531, 585; como postura del papa cuando com ulga, II, 54421. •sentidos, bendición de los, II, 434, 548s, 610. sen tim ien to de la naturaleza, 33, II, 131. señal de la cruz, véase s. v. cruz, sepulcro (sepultura) de Cristo, 117, 19618, II, 5868, 360™; mor taja, véase s. v. sindo. series de m isas. 174. 180. serm ón, 200: véase s. v horni l l a ; canto a n tes del s., 199, 587. serví, servitus, II, 42122, 30029, 34310 .
servitas, 13653. 346.
sex ordines crucium, II. 175s. sexta, 303. II, 580. 685. siete, núm ero de. 101, 492, II, 353; candelabros, I. 59, 262, 26 3 « , 396, 568. sígnum fidei, II, 331. 333. silencio, durante el canon, véa se s. v. can on ; an tes de las lecciones, 5 15 « . sillería del coro, véase s. v. coro, silvestrinos,. 28486. sim bolism o de los números, 148, 150, 492, II, 46. 17632: de la eu caristía, I, 112, 252ss; en el rito, I. 147, 1482*, I57s 527. sím bolo, 618. II, 402, (oriental) I, 59315; véase s. v. profesión de fe apostólica, Credo. sim etría, II, 105, 11313, 377. sinagoga, 15s, 32, 39. 488«, 497s, 501, 533, 544™, 579. II, 158. singular en las oraciones, 102, 280, 284; II, 4Sy22. 5 1 « , 66, 104, 438, 5855. 58g : en el Cre_ do, I, 58S, 590, 603. sinapte, véase s. v. ectenia. Sínodos (M ansi, Hardouin. Hartzh e im ); Agde (503) 274«*, 301. 323'«, II 516, 641* A ix (1585) 285101, II, 534, 535«. Albi (1230) II 646 A lm ería (1596) II 3 8 « Arlés (554) 13133 arm enio (726) II 4 0 « Arras (1570; II 18«* A ttigny (762) 278 Augsburgo (1548, 1567) II 291« A uxerre (578, 585) II 5504U
B asilea (1437) II 559™; (1503) 631« Bourges (1336) 289«« B raga (563) 463, 4642», II 8*2 ; (572) II 11; (675) II 556 B rixem (1318) 36930, II 41«5, 55268; (1 4 5 3 )1 1 5 2 4 ; (1900) I 17522 Burdeos (1583) 60670 ; (1624) 301* C alchut (787), II, 8 Cambrai (1586), 303«. C artago (390), 272; (397), 48S25, 5001. C lerm ont (1096), II, 558; (1268). II. 3 8 « . Cloveshoe (747). 115*«, (746), 483«. C olonia (1310), 270'«; (1536), 20140. (1536), II, 4 1 0 « ; (1549), II, 18«*; (I860), 20981. C onstantinopla (544). II, 202T; (692) (T rul(l)ano = quiñisexto), I, 272», 301*, II. 3 « , 1276. 3318, 4058, 4697, 56096; (1156). II, lOO33. C onstanza (1609), II. 18«*> Córdoba (839), II. 55233, 553«1. C oventry (1237), II, 519. Elvira (siglo iv), 301; II, 2T, 5. 16107. 2039. Epaon (517), 613«. Exeter (1287). II, 55885, 60 3 « . Florencia (1517), 17521. Francfort (794), 631s , II, 20720. 45313. G énova (1574), II. 542«. G erona (1068), 51944. H ildesheim (1539), 305*2. Hmona, (393) 35, 4753, 486, II, 9, 36826. Ingelheim (948), II, l l 7«. L am beth (1281), II, 60348. Laodicea (siglo iv), 22814, 272, 274. 443'. 52152. 54682, 6 1 3 « , 61418, 6 2 1 « ; II, 440», 540», 541«, 554, 641*. Lieja, E statutos de (1287), 285. Lim oges (1031), 26343. Londres (1215), II, 279. Lyón (517), 625; (1247), 469*L M âcon (585), II, 4, 594* ; (627), I,
49155.
M aguncia (813), 11552, II, 83*; (1261), II, 1708 ; (1310), I, 270; (1549), I, 179, 2712*. M alinas (1920) 217«. M allorca (1639), II, 38**. M erida (666), II, 12 7*. M ilan (1565). II, 38**; (1574),
II, 13*i.. _ M ilevi (416). 475*. II, 119s*.
1 -5 3
INDICE D
N an tes (siglo rx), 270™, 285®4, 30541. N îm es (394), II, 560™. O range (441), 568, II, 44113. O rléans (511), 464™, II, 641™; (538), I, 303™ ; (541), I, 274™. Osnabrück (1571), II, 596!6. P a n s (829), 285™, II, 560™. Pavía, (850), 274™, 28912«. P isa (1409), 56612. P istoya (1786), 2055®. Praga (1349), 30542. Quiercy (838), 118. R atisbona (1512), 285 ®2. R a v e n a (1314), 28912«, 376: (1317), 284*«\ R e i m s (813), 58117 ; (1583), 284fi6. Riez (439), II, 641». R om a (595), 54572; (610), 276 ; (743) 494; (1059), II, 18. R uán (878), II, 552, 5b4,iy . Salzburgo (1281), II, 477. S a n t i a g o de C om postela (1056), 289126, II, 455™. Sárdica (343), 3015. Sarum (1217), II, 116™, 285«7. Schw erin (1492), 199;î2. Seleu cia-C tesiion te (410), 2727. S elig en stan d t (1022), 28171, II. 653. S evilla (619), 2584, II, 415«, 641™. T arragona (516), 27123. T oledo (400), II, 196™, 552->» ; (589), I, 601, II, 1169; (633), I, 443, 501, 534™, 58222. II, 386, 41619, 44428, 484«, 5 4 0 \ 68427 ; (675), II, 16™3 ; (681), II, 3832 ; (693), II, 322, 33™, 3740 ; (1324, 1473), I. 289126, T ours (567), II, 426, 540 ; (813), I, 296, 58117, Trébor (895), H, 41. Tréveris (1225), 169127, 285™, II, 521; (1238), I, 27123 ; (1549), I, 179, 20140, 2848«f 557™7, II, 41085, 481. V aison (529), 2687, 27017, 411, 427, 581, II, 155«, 196. V alence (524), 6101. W orcester (1240), II, 12™. W ürzburgo (1298), 281™. York (1195), 28598. Zaragoza (380), II, 55251. siria, liturgia, 46s, II, 4174, 255™®, 582, 611, 665 ; véase adem ás el índice A (II, 2; 3). siró - m alabar, rito, 46, II, 471T,
2591.
sobrantes, especies, II, 593ss. sol-Cristo, 13.
solo ( c a n t o ) , 533s, 544, 54Gs. II, 27. soniLs, 59, II, 4 17, (tono de la recitación), I, 547«6. sórores en el Orate frates, II, 86, 89; en el Misereatur, I, 372™. Speculum de myst. Eccl., 14343, 45649, 55094, II, 43747. II, 3742, 331. statio, 262, 29530. subdiácono, 46216, 573, II, 6, 62, 8017, 156, 432, 453, 46014; como lector, 519s, 5 2 8 s; recibe ls bendición, I, 5303 ; véase ade m ás s. v. diácono, subdiáconos, 83, 87, 89, 120, 253°. 6056y, II, 6, 7™, 1388, 360, 428, 430, 453™, 554, 5609«, 561™«'. 576, 679; — ordenación de, II. 5631 1 566; véase adem ás s. v. órdenes. subminister, 26913. sum o sacerdote, 149, II, 169. s u m m u m officium , 230, 271, 30486. Super dipticia, II, 337. superstición, 162s, 173s, 177, II, 429®, 54936, 60771, 610, 653. sustentatio , 85V o, 262s. oüvaTCTjQ, véase s. v. ectenia. OÚvOtC'C, 231. T abulae. 54677. tqtts-vó;. II, 343®. tem or y E ucaristía, 44s. II, 129, 518; cf. periculosa oratio. tem plo, culto del, II, J.63, 1892 ; cf. I, 15. tém poras, 302, 467, 50317, 538, 544««, 547, 56612. tercia, 2848», 303. textos, libertad de crear, 32y10, 34, 35, 475. thymiamaterium, 85, 396, 567. f t ’j a t'a , ,1 1 , 187)6, H ./ zivsoeojc . H , 1 2 9 . tiem po, bendición del, II, 654, 662. tiem po pascual, véase s. v. p as cua. tiem po de pasión, véase s. v. p a sión. T odos los santos, 602, II, 18; le tan ía de, I, 426, 4333®, 625. tonus rectus, 484, 518; t ferialis, 518. tono de la lección, II, 120, 168; véase ad em ás s. v. recitación, tracto, 80, 87, 538, 540s, 544, 547. tradicionalism o, 2 1 1 . traducción del m isal, 195,. 206, 215, II, 672.
MATERIAS
transitorimn, II, 569a. trapeases, II, 130-™; véase ade m ás s. v. cistercienses. traslado procesional de las m a terias sa crifíc a les; véase s. v. procesión galicana. Trecanum, II, 575. tres, núm ero de, 259c, II, 46. tribuna^ de los cantores, 168, 201. trin itarias, fórm alas. 3 l i s , 448, 453, II, 417, 494, 528; invo cación, I, 106, II, 48, 638; fór m ula fin a l, I, 48626 ; véase tam bién s. v. doxologias; in terpretación trin. de los ki ries, I, 436; del Sanctus, II, 159 ; tipo trinit. de la orac. eu caristica, I, 3317, II, 128y20s* ep líclesis, II, 256 ; m isa, í , 271-2, 280r,7.7us, II, 653; prefa cio, I, 190, II, 137, 146; véase en el índ ice B, s. v. In no mine.
trin itarios, 346. triplicare, 408. trisagion, véase en el índ ice B, s. v. "Á710C r> Osó;, tríptico, véase s. v. retablo, triu n fan te, iglesia, II, 162s, 219. triumphare, 408. tropos, 163; 408, 439s, 458, 5132, 5305, 557, II, 156, 47327, 477a7, 479, 577, 635. tuba, II, 1214*. turiferario, I, 575, II, 76, 281. U c r a n ia n o s, 49572, 5<6612, II. 40353 ; véase adem ás s. v. ru tenos. unidos (orientales'» II, 27621, 595. u n ificad o, m isal, 182. uniform idad de las litu rgias p rim itivas, 34.
1259
utraquism o, II, 443, 559. uvas, II, 364, 366. V ela s, véase s. v. cirios, velo del cáliz, II, 6 3 " , 54212, 679. veneno, II, 4613. versículo aleluyático, 80, 87, 119, 169, 415, 537ss, 542s, 54682, 54. Versus ad repetendum, 407; t i. II, 575. vestiduras litúrgicas, véase s. v. ornam entos. v i a j e s , (eu caristía), II, 515; (m isa), II, 2377, 23810, 239^ ; (bendición), II, 630y. viático, véase s. v. com u n ión de los enferm os, vida de Cristo, 119s, 157. viernes (lecciones), 510. V iernes S an to, 317, 412, 466, 4C9, 475i, 5194Cs, 531, 53833, 599, 620, II, 191, 406, 40981, 449, 579, 596, 621»*. vigilias, 302, 307. vinajeras, II, 6398,100 i ° V 06, 679 vino, II, 38s; vino ab luciones véase s. v. ab lu cion es; véase adem ás s. v. ofrendas, vísperas, II, 580, 625; cf. coro, vírgenes, con sagración de, II, 10, 2377,9. visigodos, 601. v isita de iglesias, 327s. volverse del altar, II, 88, 127,
28143.
vota reddere, II, 214. votos, profesión de, II, 538. Z a p a to s, 345. Ciov», 52, II, 423y*a.
FE DE
PÁa.
NtfM. ’r Lín . T exto
28,8
42 49 65 78
55, li 3,2
07 95 103 100
40.25 6.2
65.9 13,8
41,5 81.le 87,15
88,6 109 97,18 114 125 112,7 título 136 140 141 147 152 165 170 168,5 180 194 169,12 225 238 226,1 233 230 243 239,27
250 ladillo 258 264 273 275 204,8 283 271,11 285 título 288 290 300 800 329 380 358 303
D ice
D ebe decir
Nota
54
86
ERRATAS
26,4 31.7 *54.4 11.5
26,4 8,2 21,2
eoycrpiSTstv e!r/o:oi3T3£v Las demás frecuentes erratas de acentos én el texto griego las sabrá perdonar la cultura del lector. .... 91: .... 91): semiagnóstlcos semignósticos Arón Aarón PL 95 PL 85 omnipotens, aeterne omnipotens aeterne arriba..,, mystay. arriba..., mystag. Colonia, Angers Colonia, Metz, Angers Ordo Romanus Ordo Romanus V al letrán a Letrán un mantel un tapete Gloria Patria Oloria Patri tramo tramno para la nueva para la nueva evolución formulo fámulo 69 58 Afi7ior¿rem Minoriten PL 66 PL 166 osculu oscula lectorlum lecticnarium celebraciones celebratione ... populo y la ... populo, la binación y la PEFE3VRS
— sa 10,6
83,2
sacricio Ablslnia sacrificio puro de
49,1 1,0
53,2 '
21,1
37,3 88.1 88,2
49,3 49,4 14,7 10,1
88; ... 1 1 ; Rom. IV cantos y hay ...misa cantada 3l! H aritjlfi, Chron. 905s, Missale 987jbs). aucaristía más 1,63 196;
L efebvre es —
sacrificio Abitina sacrificio y que en él se ha bía cumplido la profecía de Malaquías del sacrificio puro del .... 86); ... 11); Rom. VI cantos intermedios y hoy misa privada 21« H ariulpi Chron. 905s), Missale 987ss. eucaristía de los corintios más I, 86 196);
F ag.
NÚM. T L ÍN .
T exto
363 389
10,2
373.4
403 458 455,16 477 544 Esquema, 669 572,13 13 y 15 573 585 605 639 18,20 851 657 670 690 599 709 74,14 m 791 175.13 819 622 206.5 823 825 853 247,3 853 247,5 871 873 877
1,5 62,8 see. 5 67.6 3 24.4 43,3 7.1 49 1 68,19 114.2 9,2
867 914 933 349,Il 947 ses ,3 952 375,10
DECIR
5.6 124 29,2
Correr los números Volüdll.o.'i dioNlcea aeprecarent... aiceret
COuulnt
... II. 37 70S-717 pág. 130 : IJic ponibur
... II, 11701-717 pág. 130 v : Hic ponilur
e isse anámesis
exisse anámncsls
Arón dos
Aarón los
K endy
K ennedy
El omnium
Et omnium
23
22 B enedicto xiv
B enedicto n i
figura
64 354 554,9 ladillo
cabal
CCIIAVASSS
C havassk
Salati doctrina de Pedro Cantor
Sali’oi doctrina de Pedro Come d.or ( f 178) y de Pedro Cani.or Fedro el canciller de ci nu tres (K en n ed y , T he . . .
(
T he . . .
Alejandría
alejandrina e oración eucaristica ademán indicador de la ele vación Serm . (R oetzer, 6,3 : FL 46, 836. 124): la nota 6 Ceremonias * preparatorias en la liturgia romana -les. editadas enfermos, del 5 El orden de las líneas ( = leccionarlo). m Teodoro... los diáconos UTROQUISTAS
67.5 9,6 17.2
quod s figura
cabal 5
rilo de
533,2 y 3 540,17
( -:i l.v ("i i l:i deprecan-ii t. . . . d irn rt Asunción
1.4
18,2
unidad.
tflitro
C orbet
y en K ennedy
10,1
iui;i.
Ascensión
90,3
10,3
1021
1,4, XII (I, 568 B); seglar después de la confe sión que se le hacia u (1330) (1936) Gregoriano Gelasiano León XIII León XII Trasladar la 1." y 2.* llncn: ,- h In altura de la 9.* y 10/ 4. x n ri. 5Gn B l; seglar **
quod
título
987
1033 1080 1034 1089 1094 1097 1135 11611 1180
6,12
23,1 35,li
78.1
959 965 984
DSSE
D ick
Nota
RILO DE JERTTSALÉN
alejandrina2® oración de bendición ademán de elevación con que se enseñan las especies... Serm . Denis 6,3 (PL 46, 830; R oetzer 124): 385 nota 6 Ceremonias preparatorias en las liturgias no romanas -les de Magdeburgo, editadas... enfermos de Lorsch, del
6 2.* y 3 / está invertido (=
lectionarium ) 35 Teodoro...
los subdiáconos UTR.AQTJISTAS
digitus
(tigritos
M artene, 1, 8 , IV S olAn s -Casanueva
M artene, 1,4, IV B oláns-Casanova
ACA BÓSK
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IM P R IM IR
ESTE
VOLUMEN
DE
«EL SA CR IFICIO DE LA MISA» EL DIA 2 3 DE MAYO
DE
TIVIDAD
19 5 1, DEL
C H R IS T I,
EN
GRÁFICAS ZA,
LAUS DEO
VÍSPERA
DE LA F E S
SANTÍSIM O LOS
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II,
CORPUS
TALLERES IB I
M ADRID
VIRGINJQUE MATRI
B iblioteca
de
A
utores
C r ist ia n o s
VOLUMENKS PUBLICADOS SAGRADA BIBLIA, de N ácar-Colunga, 4.“ ed., corregida en el texto y copiosamente aumentada en las notas. Prólogo del Exorno. y Rvrao. Sr. D. GaeC icognani, Nuncio de Su Santidad en España. 195T. LXXXIV 4- 1700 Pá ginas en papel biblia, con profusión de grabados y K mapas.—80 pesetas tela, tzo .piel. O SUMA POETICA, por J osé M aría P emAn y M. H errero G arcía. 2.* ed. 1950. “ XVI 4- 824 págs .—50 pesetas tela, 90 piel. O OBRAS COMPLETAS CASTELLANAS DE FRAY LUIS DE LEON. Edición ** revisada y anotada por ei 1\ Fr. F élix García, O. S. A. _v‘ vd. 105T. XTt 4- rSoo págs. en painel biblia .—95 pesetas tela, 135 piel. A SAN FRANCISCO DE ASIS : Escritos completos, las Biografías de sus oon* temporáneos y las Florecillas. Edición preparada por los PP. Fr. J uan R. de L egísima y Fr. L ino G ómez C añedo, O. F. M. 2.* ed. 1949. XL 4- 888 págs., con profusión de grabados.—50 pesetas tela, 90 piel. g HISTORIAS DE LA CONTRARREFORMA, por el P. R ibadeneyra , S. I. ** Vida de los PP. Ignacio de Loyola, Diego Laínez, Alfonso Salmerón y Fran cisco de Borja. Historia del Cisma de Inglaterra. Exhortación a los capitanes y soldados de la cInvencible». Introducciones y notas riel P. E usebio R e y , S. I. 1945. CXXVI + 1356 págs., con grabados.—50 pesetas tela, 90 piel, g OBRAS DE SAN BUENAVENTURA. Tomo I : Introducción. Brevüoduio. v Itinerario de la mente a Dios. Reducción de las ciencias a la Teología. Cristo, maestro único de todos. Excelencia del magisterio de Cristo. Edición en latín y castellano, dirigida, anotada y con introducciones por I09 PP. Fr. L eón A morjós, Fr. B ernardo A perribay y Fr. M iguel Orom í, O. F. M. 1945* XL 4- 756 págs .—40 pesetas tela, 80 piel.—Publicados los tomos II (9 ), III (19), IV (28), V (3Ó) y VI (49). n CODIGO DE DERECHO CANONICO Y LEGISLACION COMPLEMEN■ TARIA, por los Dres. D. L orenzo M iguélez , F r. S abino A lonso M orán , O. P.f y P. M arcelino C abreros de A nta, C. M. F ., profesores de la Uni versidad Pontificia de Salamanca. Prólogo del Excrao. y Rvmo. Sr. Dr. F r . J osé L ópez Ortiz , Obispo de Túy. 4.* ed. 1951. XLVIII + 1076 págs .—75 pesetas tela, 115 piel. O TRATADO DE L A VIRGEN SANTISIMA, de A lastruey . Prólogo del 0 Excrao. y Rvmo. Sr. Dr. D. A ntonio G arcía y G arcía , Arzobispo de Valladolid. 2.* ed., 1947. XXXVI 4- 992 págs., con grabados de la Vida de la Virgen, de Durero.—(Agotada. En prensa la 3.a ed.) Q OBRAS DE SAN BUENAVENTURA. Tomo II : Jesucristo en su ciencia ** divina y humana. Jesucristo, árbol de la vida. Jesucristo en sus misterios: 1) En su infancia. 2) En la Eucaristía. 3) En su Pasión. Edición en latín y cas tellano, dirigida, anotada y con introducciones por los PP. Fr. L eón A morós, Fr. B ernardo A perriba y y Fr. M iguel Oro m í , O. F. M. 1946. XVI + 848 págs.— 40 pesetas tela, 80 piel.—Publicados los tomos III (19), IV (28), V (3Ó) y VI (49). | g OBRAS DE SAN AGUSTIN. Tomo I : Introducción general y bibliografía. Vida de San Agustín, por P o sid io . Soliloquios. Sobre el orden. Sobre la vida feliz. Edición en latín y castellano, preparada por el P. F r. V ictorino Capán ag a , O. R. S. A. 2.:i ed. 1950. XII + <828 págs.¿ con grabados.—50 pesetas tela, 90 piel.—Publicados los tomos II (11), III (21), IV (30), V (39), VI (50), VII (53) y VIII (69). 1 *1 OBRAS DE SAN AGUSTIN. Tomo II : Confesiones (en latín y castellano). Edición crítica y anotada por el P. F r. A ngel Custodio V ega, O. s. A. 2.a ed. 1951. VIII + 740 págs., con grabados.—55 pesetas tela, 95 piel. Publicados los lomos III (sí), IV (30), V (39), VI (50), VII (53) y VIII (69). OBRAS COMPLETAS DE DONOSO CORTES (dos volúmenes). ReL£ámL O copiladas y anotadas por el Dr. D. J uan J u retsch k e , profesor de lu Facultad de Filosofía de Madrid. 194Ó. Tomo I : XVI + 954 págs. Tomo 11 : VIII -f 870 págs.—Los dos tomos, 70 pesetas tela, 150 piel. BIBLIA VULGATA LATINA. Edición preparada por el P. Fr. A liu.imo C olunga , O. P., y D. L orenzo T u rrad o , profesores de Sagrada Ks
tano
VIDA Y OBRAS COMPLETAS D E SAN JUAN DE LA CRUZ. Biografía, por él P. C risíógono de J e§ús, O. C. D. Subida del Monte Carmelo. Noche oscura. Cántico espiritual. Llama de amor viva. Escritos breves y poesías. Pró logo general, introducciones, revisión del texto y notas por el P. L ucinio del SS. S acramento, O. C. D. a.med. 1950. XL + 1436 págs., con grabados.—60 pesetas tela, roo piel. *1 C
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OBRAS DE SAN BUENAVENTURA. Tomo III : Colaciones sobre el Hexaémeron. Del reino de Dios descrito en las Parábolas del Evangelio. Tra tado de la plantación del Paraíso. Edición en latín y castellano, dirigida, anota
da y con introducciones por los PP. F r. LEÓN A morós, Fr. B ernardo A perribay y Fr. M igu el Oromí, O. F. M. 1947. X II + 800 págs.—315 pesetas tela, 75 piel.— Publicados los tomos IV (28), V (36) y VI (49). OBRA SELECTA DE FRAY LUIS DE GRANADA : Una suma de la vida cristiana. Los textos capitales del P. G ranada seleccionados por el orden mismo de la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, por el P. Fr. A ntonio
2 Q
T rancho , O. P., con una extensa introducción del P. F r. D esid erio D íaz de T r i a . va , O. P. Prólogo del Excm o. y Rvmo. Sr. Dr. Fr. F rancisco B arbado V ie jo , Obispo de Salam anca. 1947. LXXXVIII + 1164 págs.—(Agotada. Se prepara
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Versión, introducciones y notas de los PP. Fr. V ictorino C apánaga, O. R. S. A. ; S eijas , Fr. E tjsebio Cuevas. Fr. M anuel M artínez y F r. M ateo L anA. 1951. Reim presión. XVI + 1056 págs.—(>5 pesetas tela, 105 piel. Publicados los tomos IV (30), V (39), VI (50), VII (53) y V III (69). Fr. E varisto sekos , O. S.
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OO
troducción general por el P. Fr. J osé M aría G arganta, O. P. Esquem a biográ fico, introducciones, versión y notas de los PP. Fr. M ig u el G elabert y F r. J osé M aría M ilagro , O. P. 1947. LVI + 956 págs., con profusión de grabados.—40 pe setas tela, 80 piel. 2 3
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2 Q
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oa
OBRAS DE SAN AGUSTIN. Tomo IV : De la verdadera religión. De t
costumbres de la Iglesia católica. Enauiridión. De la unidad de la Iglesia
De la fe en lo Que no se ve. De la utilidad de creer. Versión, introducen nn-i y notas de los PP. F r. V ictorino C apánaga, O. R. S. A .; Fr. T eófilo P kikk », Fr. A ndrés C enteno , Fr. S antos S antamaría y Fr. H erminio R o d ríg u ez , O. S. A. 1948. XVI + 900 págs.—45 pesetas tela, 85 piel.—Publicados los tom os V (39), v i (50), v il (53) y V III (69). 0-1 OBRAS DITERA KIAS DE RAMON I/LUT/L : Libro de Caballería. Libro de Evast y Blanqncrna. Félix de las Maravillas. Poesías (en catalán y cas tellano). Edición preparada y anotada por los 1M\ M iguel B atllori, S. I., y M ig u el C alpentey , T. O. R., con una introducción biográfica de D. S alvador G almés y o tra al Blanquerna del P. R afael G inakd Jtaui'A, T. O. R. 1948. XX + 1148 págs., con grabados.—55 pesetas tela, 95 piel. O O VIDA DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, por el 1\ Andrés F f.r n An **** dez , S. I. 1948. LVI 4- 612 págs., con profusión de grabados y 8 m apas.— 50 pesetas tela, 90 piel. 0 0 OBRAS COMPLETAS DE JAIM E BALMES. Tomo I : Biografía y lipistolario. Prólogo del Excmo. y Rvmo. Sr. Dr. D. J uan P erell O, Obisin» di: Vich. 1948. XLIV 4- 900 págs. en papel biblia, con grabados.—50 pesetas tela, 90 piel.—Publicados los tomos II (37), I II (42), IV (48), V (51), VI (52), VII (57) y V III (66). 0 4 LOS GRANDES TEMAS DEL ARTE CRISTIANO EN ESPAÑA. Tomo I : Nacimiento e infancia de Cristo, por el Prof. F rancisco J avier S ánchez C antón. 1948. V III 4- 192 págs., con 304 lám inas.—60 pesetas tela, 100 piel.— Publicados los tomos II (64) y I II (47). O C MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO, del P. F rancisco S uárez , S. í . Volumen r.° : Misterios de la Virgen Santísima. Misterios de la infancia y vida pública de Jesucristo. Versión castellana por el P. G aldos, S. I. 1948. XXXVI + 916 págs.—45 pesetas tela, 85 piel.—Publicado el volum en 2.0 (55). O g OBRAS DE SAN BUENAVENTURA. Tomo V : Cuestiones disputadas sobre el misterio de la Santísima Trinidad. Colaciones sobre los siete dones del Espíritu Santo. Colaciones sobre los diez mandamientos. Edición en latín y castellano, preparada y anotada por los PP. F r. B ernardo A pe r riba y , Fr. Mi guel Oromí y Fr. M ig u el Oltra , O. F . M. 1948. V III + 756 págs.—40 pesetas tela, 80 piel.—Publicado el tomo VI (49). 0 7 OBRAS COMPLETAS DE JA IM E BALM ES. Tomo II : Filosofía funda mental. 1948. X X X II -f- 828 págs. en papel biblia.—50 pesetas tela, 90 piel. Publicados los tomos III (42), IV (48), V (51), VI (52), VII (57) y V III (66). MISTICOS FRANCISCANOS ESPAÑOLES. Tomo I : F r a y A lonso i » M ad rid : Arte Para servir a Dios y Espejo de ilustres personas; F uav F rancisco de Os u n a : Ley de amor santo. Introducciones del P. Fr. J uan B ao tista G omis , O. F. M. 1948. X II + 704 págs. en papel biblia.-^ts pesetas tela, JO
85 piel.—Publicados los tomos II (44) y III (46).
OBRAS DE SAN AGUSTIN. Tomo V : Tratado de la Santísima Trinidad Edición en latín y castellano. Primera versión española, con introilmiión y notas del P. Fr. Lu is A r ia s , O. S. A. 1948. XVI -4-944 págs., con grabado.*;. 45 pesetas tela, 85 piel.—Publicados los tomos VI (50), VII (53) y V III (&>). QQ
4 g NUEVO TESTAMENTO, de N ácar-Colunga. Versión directa del texto 011 ginal griego. (Separata de la Nácar-Colunga.) 1948. V III 4- 452 l»ágv. en papel biblia, con profusión de grabados y 8 mapas.—25 pesetas tela, 65 pi< J. 4 |
SUMA TEOLOGICA de S anto T omás de A quino . Tomo II : Tratad«> dr la Santísima Trinidad, en latín y castellano; versión del P. F r. R a i m u n d o
S uárez , O. P., e introducciones del P. Fr. M anuel C uervo , O. P. Tratado dr la
creación en general, en latín y castellano; versión e introducciones del Bu dre Fr. J esús V albuena, O. P. 1948. XX + 888 págs., con grabados.—50 tela, 90 piel.—Publicado el tomo I I I (56).
4 2 OBRAS COMPLETAS DE JAIM E BALMES. Tomo III : Filosofía fiemen tal y El Criterio. 1948. XX 4- 756 págs. en papel biblia.—50 pese tus t< tu, 90 piel.—Publicados los tomos IV (48), V (51), VI (52), VII (57) y V III (w.). 40
NUEVO TESTAMENTO. Versión directa del griego con notas excW ! 1. in, por él P. J osé M aría B over, S. I. (Separata de la Rovcr-Canleni.) m-i" V III 4- 624 págs. en papel biblia, con 8 mapas.—30 pesetas tela, 70 piel. 4 4 MISTICOS FRANCISCANOS ESPAÑOLES. Tomo I I : F r a y Ui u n a u d d «. de L aredo : Subida del monte Sión; F ray A ntonio j »k (I ukvaua : «uut.< rio de religiosos y ejercicio de virtuosos; F ray M iguel dk M e d in a : ........... ..
espiritual; B eato N icolás F actor : Doctrina de las tres vías. Introducciones dei P. F r. J uan B autista G omis, O. F. M. 1948. XVI 4- 840 páginas en papel biblia.—50 pesetas tela, 90 piel.—Publicado el tom o I II y últim o (46). AJI LAS VIRGENES CRISTIANAS DE LA IGLESIA PRIM ITIVA, por el P. F rancisco de B. V jzmanos, S. I. Estudio histórico-ideológico seguido de una antología de tratados patrísticos sobre la virginidad. 1949. XXIV 4- 1308 pá ginas en papel biblia.—65 pesetas tela, 105 piel. AC> MISTICOS FRANCISCANOS ESPAÑOLES. Tomo III y ú ltim o : F ray D iego de E stella : Meditaciones del amor de Dios; F r a y J uan de P ineda : Declaración del *Pater noster»; F r a y J uan de los A ngeles : Manual de vida per fecta y Esclavitud mariana; F r a y M elchor de Cetina : Exhortación a la ver dadera devoción de la Virgen; F ray J uan B autista de M adrigal : Homiliario evangélico. Introducciones del P. Fr. J uan B autista G omis , O. F. M. 1949. XII -f- 872 páginas en papel biblia.—50 pesetas tela, 90 piel.
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LOS GRANDES TEMAS DEL ARTE CRISTIANO EN ESPAÑA. Tomo III : La Pasión de Cristo, por Josí: C amón A znar . 1949. V III 4- 108 páginas, con 303 lám inas.—60 pesetas tela, 100 piel. OBRAS COMPLETAS DE JAIM E BALMES. Tomo IV : El protestantismo comparado con el catolicismo. 1949. XVI 4- 772 páginas en papel biblia.— 50 pesetas tela, 90 piel.—Publicados los tomos V (51), VI (52), VII (57) y V III (66).
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OBRAS DE SAN BUENAVENTURA. Tomo VI y ú ltim o : Cuestiones disputadas sobre la perfección evangélica. Apología de los Pobres. Edición
en latín y castellano, prepavada y anotada por los PP. Fr. B ernardo A perribay , Fr. M iguel Oromí y Fr. M iguel Oltra , O. F. M. 1949. V III 4- 48* 4- 784 págs.— 50 pesetas tela, 90 piel. C r j OBRAS DE SAN AGUSTIN. Tomo VI : Del espíritu y de la letra. De la naturaleza y de la gracia. De la gracia de Jesucristo y del pecado original. De la gracia y del libre albedrío. De la corrección y de la gracia. De la pre destinación de los santos. Del don de perseverancia. E dición en latín y cas
tellano, preparada y anotada por los PP. F r . V ictorino C apánaga, O. R. S. A .; Fi. A ndrés C enteno, Fr. G erardo E nrtque de V ega, F r. E miliano L ópez y Fr. T ortbto de C astro , O. S. A. 1949. X II 4 - 948 págs.—50 pesetas tela, 90 piel. Publicados los tomos VII (53) y V III (69). C1
OBRAS COMPLETAS DE JA IM E BALMES. Tomo V : Estudios apologéticos. Cartas a un escéptico. Estudios sociales. Del clero católico. De Ca taluña. 1949. X X X II 4- 1004 págs. en papel biblia.—50 pesetas tela, 90 piel.—Pu blicados los tomos VI (52), VII (57) y V III (66).
OBRAS COMPLETAS DE JAIM E BALMES. Tomo VI : E scritos polítieos : Triunfo de Espartero. Caída de Espartero. Campaña de gobierno. Mi nisterio Nawáez. Campaña parlamentaria de la minoría balmista. 1950. XXXII 4- 106S págs. en papel biblia. — 50 pesetas tela, 90 piel. — Publicados los to mos VII (57) y V III (66).
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OBRAS DE SAN AGUSTIN. Tomo VII : Sermones. Edición en latín y castellano, preparada por el P. A mador dei. Fuifvo, O. S. A. 1950. X X 4- 952 pá ginas.—50 pesetas tela, 90 piel,—Publicado el tomo V III (69). EJ4 HISTORIA DE LA IGLESIA CATOLICA. Tomo I : Edad Antigua (i-6fii): La Iglesia en el mundo grecorromano, por el P. B ernardino L lorca, S. I. 1950. XXXII 4-968 págs., con grabados.—55 pesetas tela, 95 piel.
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MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO, del P. F rancisco S uárez , S. I.
Volumen 2.0 y últim o : Pasión, resurrección y segunda venida de Jesucris to. Versión castellana por el P. G aldos, S. I. 1950. XXIV 4- rzi6 págs.—60 pese tas tela, 100 piel. g g SUMA TEOLOGICA de S anto T omás de A quino . Tomo I II : Tratado de los Angeles. Texto en latín y castellano. Versión del P. Fr. R aimundo S uárez , O. P., e introducciones del P. Fr. A ureliano M artínez , O. P. Tratado de la creación del mundo corpóreo. Versión e introducciones del P. Fr. A lber to C olunga , O. P. 1950. XVI 4- 948 págs., con grabados.—50 pesetas tela, 90 piel. g y OBRAS COMPLETAS DE JAIME BALMES. Tomo VII : E scritos polí-
t ic o s : El matrimonio real: Campaña doctrinal. Campaña nacional. Cam paña internacional. Desenlace. Ultimos escritos políticos. 1950- XXXII 4- n>68 pá
ginas en papel biblia.—50 pesetas tela, 90 piel.—Publicado el tomo- V III (66).
CÍO OBRAS COMPLETAS DE AURELIO PRUDENCIO. Edición en latín y castellano, dirigida, anotada y con introducciones por el P. Fr. I sidoro R o d rígu ez , O. F. M.> y D. J osé G uillén , catedráticos en la Pontificia Universi dad de Salamanca. 1950. V III 4- 84* 4 - 800 págs.—50 pesetas tela, 90 piel.
COMENTARIOS A LOS CUATRO EVANGELIOS, por él P. J uan de M alS. I. Tomo I : Evangelio de San Mateo. Versión castellana, in tro ducción y notas del P. L u is M aría J iménez F ont, S. I. Introducción biobibliográfica del P. J osé C aballero, S. I. 1950. XVI + m6o págs. en papel biblia.—55 pe setas tela, 95 piel.—Publicado el tomo II (72).
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donado,
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CURSUS PHILOSOFHICUS, por una com isión de profesores de las Facul-
tades de Filosofía en España de la Compañía de Jesús. Tomo V : Theologia Naturalis, por el P. J osé H ellín , S. I. 1950. XVI 4- 928 págs.—65 pesetas tela,
105 piel. /? 1 SACRAE THEOLOGIAE SUMMA, por una comisión de profesores de la s ^ F acultades de Teología en España de la Compañía de Jesús. Tomo I : fn-
troductio in Theologiam. De revelatione cliristiana. De Ec.clcsia Christi. De sacra Scriptura, por los PP. M iguel N icoláu y J oaquín S alavkkki, S. I. 1950. XXIV
4-1096 págs.—Ó5 pesetas tela, 105 piel.—Publicados los tomos III (62) y IV (73). SACRAE THEOLOGIAE SUMMA, por una comisión de profesores de las Facultades de Teología en España de la Compañía de Jesús. Tomo I I I : De Verbo inearnato. Mariologia. De gratia Christi. De virtutibus infusis, por loa PP. J esús S olano, J osé A. de A ldama y S everino G onzález, S. I. 1950. XX 4- 784 páginas.—65 pesetas tela, 105 piel.—Publicado el tomo IV (73'). g O SAN VICENTE DE P A U L : BIOGRAFIA Y ESCRITOS. Edición preparada por los PP. J osé H errera y V eremundo P ardo , C. M. 1950. XII + 91a páginas en papel biblia, con profusión de grabados.—S5 pesetas tela, 95 piel. f*A LOS GRANDES TEMAS DEL ARTE CRISTIANO EN ESPAÑA. Tomo I I: Cristo en el Evangelio , por el Prof. F rancisco J . S ánchez Cantón. 1950. VIH 4- 124 págs., con 255 lám inas.—60 pesetas tela, 100 piel.—Publicado el to mo I I I (47). gC
PADRES APOSTOLICOS : La Didaché o Doctrina de los doce apóstoles.
Cartas de San Clemente Romano. Cartas de San Ignacio Mártir. Carta y martirio de San Policarpo. Carta de Bernabé. Los fragmentos de Papias. El Pas tor de Hermas. Edición bilingüe, preparada y anotada por D. D aniel R u iz B u e
no’, catedrático de lengua griega y profesor a. de la Universidad de Salam an ca. 1950. V III 4-1136 págs. en papel biblia.—65 pesetas tela, 105 piel. g g OBRAS COMPLETAS DE JAIM E BALMES. Tomo V III y últim o : Biografías. Miscelánea. Primeros escritos. Poesías. Indices. 1950. XVI 4* 1020 pá ginas en papel biblia.—50 pesetas tela, 90 piel. g 7 ETIMOLOGIAS, de S an I sido ro de S evilla. Versión castellana total, por vez prim era, e introducciones parciales de D. L u is C ortés, párroco de San Isidoro de Sevilla. Introducción general e índices científicos del Prof. S an tiago M ontero D íaz , catedrático de la Universidad dé M adrid. 1951. XX 4- 88* 4- 568 págs.—55 pesetas tel’a , 95 piel. g © EL SACRIFICIO DE LA MISA. T ratado histórico-litúrgico. Versión española de la obra alem ana en dos volúm enes Missarum sollemnia, del P. J xjngmann, S. I. 1951. XXVIII 4- 12Ó8 págs —75 pesetas tela, 115 piel.
OBRAS DE SAN AGUSTIN. Tomo V I I I : Cartas. Edición en latín y castellauo, preparada por el P. Lope Cillcruelo, O. S. A. V III -f 936 págs. 55 pesetas tela, 95 piel. 7 /) COMENTARIO AL SERMON DE LA CENA, por el P. J osé M. B o■ v ver , S. I. 1951. V III + 336 págs.—35 pesetas tela, 75 piel. *71 TRATADO DE LA SANTISIMA EUCARISTIA, por el Dr. D. Gregorio • * A lastruey . 1951. XL 4- 433 Págs. con grabados.—45 pesetas tela, 85 piel. 7 2 COMENTARIOS A LOS CUATRO EVANGELIOS, por el P. J uan de Mad• “ donado, S. I. Tomo I I : Evangelios de San Marcos y San Lucas. Versión castellana, introducción y notas del P. J osé C aballero, S. I. 1951. XVI 4- 888 pá ginas en papel biblia.—60 pesetas tela, roo piel. SACRAE THEOLOGIAE SUMMA, por una comisión de profesores de las Facultades de Teología en E spaña de la Compañía de Jesús. Tomo IV : De sacramcntis, De novissimis, por los PP. J osé A. de A ij >ama, F rancisco de P. S olá, S everino G onzález y J osé F. S agúes, S. I. 1951. XXIV 4- 888 págs.—70 pesetas tela, n o piel. OBRAS COMPLETAS DE SANTA TERESA DE JESUS. Nueva revisión del texto original con notas críticas. Tomo I : Bibliografía lereslana, por el P. Otilio del N iño J esú s , O. C. D. Biografía de Santa Teresa, por el i*. Kiuén de la M adre de D ios , O. C. D. Libro de la Vida, eserito por la S anta. Fdicióu revisada y preparada por los I*P. E frkn de la M adkk i >k D i o s y O t i l i o i ni. N i ñ o J esús . 1951. X II 4 912 págs. en papel bib lia. —60 pesetas Lela, 100 piel.
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ACTAS DE EOS MARTIRES. Edición bilingüe, preparada y anotada por D. D anifx R u iz B u e n o , catedrático de lengua griega y profesor a. de la Universidad de Salamanca. 19511. V III + 1119a págs. e n papel biblia.—80 pese tas tela, 1120 piel. •T g HISTORIA DE LA IGLESIA CATOLICA. Tomo IV : La Iglesia en su l«* 0 cha y relación con el laicismo, por el P . F rancisco J avier M ontalbán, S. I. Revisada y completada por los PP. B e r n a r d in o L lorca y R icardo G arcía V i lloslada, S. I. 1951. X II + 960 páginas.—65 pesetas tela, 105 piel. SUMMA THEOLOGICA S ancti T iiomae A quin atis , cum textu ex recensione ■ ■ leonina, in quinqué volum ina divisa. Vol. I : Prima pars. 1951. XXIV + 860 págs.—70 pesetas tela, rao piel.
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OBRAS ASCETICAS DE SAN ALFONSO MARIA DE LIGORIO. Tomo I : Obras ascéticas dedicadas al pueblo en general. E dición crítica. TEOLOGIA DE SAN PABLO. 2.a edición. TRATADO DE LA VIRGEN SANTISIMA. 3.a edición. OBRAS DE SAN AGUSTIN. Tomo IX. SUMMA THEOLOGICA. Vol. I I : Prima secundae. LA EVOLUCION HOMOGENEA DEL DOGMA, del P. M a r ín S ola, O. P. OBRAS COMPLETAS DE SAN IGNACIO DE LOYOLA. E n un solo volumen. Edición preparada por el Instituto Histórico de la Compañía de Jesús, de Roma. OBRAS COMPLETAS DE SAN ANSELMO. Edición bilingüe.
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