Los monstruos
Eran los años del Hombre Gato y el Enano de Cruz, del Ahorcado del Tanque Tanque y los lobizones del del campito. Igual que otros otros barrios barrios del conurbano bonaerense, bonaerense, illa Celina tambi!n estaba rodeada de potreros y campos. "or las noches, estos terrenos se con#ert$an en una masa negra amenazante, donde brillaban, de pronto, luces y rayos misteriosos, y se o$an %qui!n sabe de d&nde% #oces y ruidos e'traños. "ara "ara mis amigos y yo, que ten$amos once, doce años, aquella oscuridad local nos pro#e$a todo el material que nuestra imaginaci&n necesitaba, pero a cambio cada uno deb$a pagar, $ntimamente, un precio.
(n d$a despu!s de la escuela, nos )untamos con *art$n y el cabez&n Adri+n en la esquina de Giribone y an "edrito. "edrito. entados en la #ereda del gomero, -uimos #iendo caer la noche en-rente nuestro, sobre los potreros potreros que se alargaban hacia el iachuelo. A medida que arriba el cielo se pon$a negro, aba)o nuestras mentes buscaban espe)ismos y apariciones. /uiz+ discut$amos si eso que se escuchaba eran ladridos de perros o aullidos de lobizones, si eso que ol$amos era basura quemada o el cuerpo de un muerto, cuando de pronto #imos una luminosidad 0otando en la cancha de 1nue#e pescador2, una luz entre amarillenta y blanca que se mo#$a y -ormaba 3guras. El cabez&n Adri+n di)o que deb$a ser la luz mala del perro de 4a *aico, al que hab$an enterrado el d$a anterior en el campito. *art$n y yo le preguntamos preguntamos qu! eran las luces malas y !l nos e'plic& que eran las almas que sal$an de algunos muertos, que se lo hab$a contado su t$o *edina. 5o estaba impresionado y enseguida me acord! del canario
que hab$amos enterrado con mi abuelo en la maceta de los mal#ones, en el patio de casa. 6e repente, el cabez&n Adri+n, aterrado, a#is&7 %84a luz mala #iene para ac+9 Era #erdad. Todos pod$amos #erla. El brillo que antes daba #ueltas en la cancha, ahora a#anzaba hacia el barrio. %8Corramos9 %8Corramos9 %los tres nos le#antamos y cada uno sali& disparado hacia su casa.
4a m$a quedaba en (garte y Giribone, a s&lo una cuadra del comienzo del campito. Compart$a la pieza con mis dos hermanas. En esa !poca, *ar$a 4aura ten$a seis o siete y *ar$a Cecilia, tres o cuatro años. Cuando apoyaban la cabeza en la almohada, enseguida se quedaban dormidas, y as$ segu$an hasta la mañana, sin problema. 5o, en cambio, que era el m+s grande y era el #ar&n, no pod$a pegar un o)o. Cuando mi #ie)a apagaba el #elador, a m$ me agarraba miedo, mucho miedo a la oscuridad.
:o me acuerdo si arrastraba este asunto desde m+s chico o si me hab$a empezado a esa edad, sugestionado por las historias que contaban mis amigos. 4o cierto es que me cost& mucho superar aquellas noches de ;<=>, de ;<=?. *e lat$a -uerte el coraz&n, sent$a el cuerpo caliente y transpiraba mucho. Adem+s, me -altaba el aire, un poco por los ner#ios, pero principalmente porque me tapaba hasta la cabeza. Es que, como cualquier chico sab$a, las -razadas eran un escudo casi in#iolable contra los -antasmas y monstruos.
que hab$amos enterrado con mi abuelo en la maceta de los mal#ones, en el patio de casa. 6e repente, el cabez&n Adri+n, aterrado, a#is&7 %84a luz mala #iene para ac+9 Era #erdad. Todos pod$amos #erla. El brillo que antes daba #ueltas en la cancha, ahora a#anzaba hacia el barrio. %8Corramos9 %8Corramos9 %los tres nos le#antamos y cada uno sali& disparado hacia su casa.
4a m$a quedaba en (garte y Giribone, a s&lo una cuadra del comienzo del campito. Compart$a la pieza con mis dos hermanas. En esa !poca, *ar$a 4aura ten$a seis o siete y *ar$a Cecilia, tres o cuatro años. Cuando apoyaban la cabeza en la almohada, enseguida se quedaban dormidas, y as$ segu$an hasta la mañana, sin problema. 5o, en cambio, que era el m+s grande y era el #ar&n, no pod$a pegar un o)o. Cuando mi #ie)a apagaba el #elador, a m$ me agarraba miedo, mucho miedo a la oscuridad.
:o me acuerdo si arrastraba este asunto desde m+s chico o si me hab$a empezado a esa edad, sugestionado por las historias que contaban mis amigos. 4o cierto es que me cost& mucho superar aquellas noches de ;<=>, de ;<=?. *e lat$a -uerte el coraz&n, sent$a el cuerpo caliente y transpiraba mucho. Adem+s, me -altaba el aire, un poco por los ner#ios, pero principalmente porque me tapaba hasta la cabeza. Es que, como cualquier chico sab$a, las -razadas eran un escudo casi in#iolable contra los -antasmas y monstruos.
Era muy importante que el re-ugio estu#iera bien sellado, que no quedara ni siquiera un dedo a-uera, porque si no uno pod$a pagarlo muy caro. "or supuesto, respirar ah$ adentro se con#ert$a en un #erdadero #erdadero suplicio, pero era un sacri3cio que probablemente cualquier niño hubiese hecho en mi lugar, mo#ido por ese instinto ancestral que se llama 1super#i#encia2. "ara "ara administrar las pocas gotas de aire, contaba seis, siete segundos entre cada respiraci&n. eme)ante econom$a empeoraba tanto la sensaci&n de ahogo que en un momento ten$a que ceder. Arriesg+ndome incre$blemente, asomaba la boca de aquella cue#a y tomaba aire. 6espu!s, empezaba todo de nue#o, y as$ sucesi#amente, hasta que, si ten$a suerte, por 3n me quedaba dormido, una #ez entradas #arias horas la noche, no sin antes haber analizado y discutido conmigo mismo sobre el origen de cada pequeño ruido que sonaba en la pieza, en el patio o en la terraza.
6espu!s de que #imos la luz mala del perro de 4a *aico, yo andaba muy sugestionado, pensando principalmente en el canario enterrado de la maceta. Estaba seguro de que su luz mala rondaba la casa. Al principio, me pareci& escucharlo cantar en el patio e incluso inc luso adentro de mi pieza. Era la misma melod$a que le hab$a conocido tantas mañanas. Ahora sonaba de noche y se escuchaba muy ba)o. "ens! que eso deb$a ser normal trat+ndose de la #oz de un esp$ritu, que se o$a ba)o porque ya no ten$a cuerpo. 6espu!s, con el paso de las noches, me con#enc$ de que el maldito re#oloteaba sobre sobre las puntas de mi cama, sobre mis pies y sobre mi cabeza. (na noche, que ya me hab$a quedado dormido, me despert! de nue#o, de golpe, con la sensaci&n de que me tiraban del pelo. Hab$a cometido el error de de)ar una parte de la cabeza destapada. in perder tiempo, sell! otra #ez la cue#a . Hab$a sido una desgracia con suerte.
"ero el escudo de -razadas no era la @nica protecci&n. Hab$a otras maneras de de-enderse. (na de ellas %cualquiera pod$a saberlo% era la luz. antasmas y esp$ritus escapaban de la luz, los criminales lo pensaban dos #eces antes de entrar a la pieza y las cosas, bien iluminadas, de)aban de trans-ormarse y #ol#$an a ser lo que eran. 4o primero que se me ocurr$a cuando los ruidos aumentaban, era sacar la mano de mi cue#a y prender el #elador. "ero casi nunca llegu! a hacerlo, porque ten$a miedo de que pudieran morderme.
En esos d$as, el maestro de Ciencias :aturales nos enseñ& a hacer una linternita casera. ue una gran suerte. Como era un traba)o pr+ctico para la escuela, mis padres, aunque no andaban bien de plata, me compraron todos los materiales que necesitaba. Era una ca)ita de -&s-oros con una bater$a de nue#e #oltios adentro. Cuando cerrabas la ca)a, un clip de gancho de cobre hac$a contacto con una lamparita de un #olt y medio, incrustada en el cart&n. ue bastante -+cil hacerla y yo lo dis-rut!, porque me encantaba la electricidad. *i pap+ ya me hab$a enseñado algunas cosas. Cuando la linterna estu#o lista, se la mostr! a mis amigos del barrio. Todos me ped$an que se las prestase un rato. 4a prend$an y la apagaban sin parar, abriendo y cerrando la ca)ita. Tambi!n se la mostr! a Bimena, la chica de la otra cuadra que me gustaba y que no me daba bola. A partir de ese d$a, durante un tiempo me llam& por mi nombre. Hola, Buan 6iego. Chau, Buan 6iego. Eran todas alegr$as las que me daba mi pequeña linterna. 5 en esa !poca, adem+s, iba a darle otra utilidad, toda#$a m+s importante. 4a ca)ita de luz ser$a mi talism+n contra los males que #en$an a la casa.
Empec! a acostarme con la ca)ita al lado. Cuando la prend$a adentro de la cue#a, 8pin9, la lamparita dentro de todo iluminaba, y yo pod$a #er los dibu)os estampados de las s+banas, los hilos deshilachados de
las -razadas, pod$a #erme las manos. "ero cuando la prob! en el espacio abierto de la pieza, descubr$ que a mi pobre ca)ita no le daba la -uerza contra tanta oscuridad, que un #olt y medio no era nada en ese aire tan negro. Era peor, porque cuando la luz era poca, las -ormas raras que hab$a en ese lugar eran m+s raras y daban m+s miedo.
*i situaci&n empeor& cuando lleg& el #erano, porque a la poca -uerza de la ca)ita de luz se sum& un nue#o problema. *is padres nos sacaron las -razadas y nos quedaron, para taparnos, solamente las s+banas. As$, la cue#a quedaba muy debilitada. (na tela sola no pod$a compararse con los ilos de mantas que nos tiraban encima en in#ierno. i hubiese sido por m$, no habr$a dudado en bancarme el calor con tal de tener mayor seguridad, agregando a mi cama al menos una -razada, pero en esa !poca las mantas eran ob)etos incaccesibles, guardados en el ba@l que ten$an mis padres en su pieza, as$ que esta opci&n quedaba descartada, porque si hay algo que trat! de lograr durante aquel tiempo, -ue que mis #ie)os no se enteraran de mi problema, sobre todo mi pap+.
Cuando !l se iba a la -+brica, a eso de las cinco de la mañana, a #eces entraba a nuestra pieza para #er si estaba todo bien. 5o me hac$a el dormido y durante esos segundos me destapaba la cabeza, porque me daba #ergDenza que !l me #iera as$. Igual sab$a que las cosas de la oscuridad no iban a hacerme nada, primero porque nunca sal$an si hab$a personas grandes, y segundo, porque mi #ie)o impon$a respeto, ya que era un tipo muy -uerte y peleador, que adem+s hab$a nacido en icilia, un lugar que, seg@n me hab$a contado mi abuelo, estaba lleno de ma3osos. A m$ me gustaba pensar que mi -amilia paterna era de la ma3a. 5o se lo dec$a a mi amigo *art$n, cuando compet$amos sobre qui!n ten$a -amiliares m+s -uertes, sobre cu+l padre matar$a a
cu+l, sobre cu+l t$o matar$a a cu+l. El me discut$a que mi pap+ no pod$a ser de la ma3a, porque traba)aba, que los ma3osos no necesitaban traba)ar. 5o no sab$a bien qu! contestar, pero estaba seguro de que mi pap+ lo mataba al de !l. Cuando mi #ie)o entraba a la pieza y yo me destapaba r+pido la cabeza, me hac$a el que roncaba, como hac$a !l cuando dorm$a. 6espu!s de un rato, mi pap+ cerraba de nue#o la puerta y yo me #ol#$a a tapar la cabeza.
A todo esto, mis hermanas segu$an durmiendo como si nada. "ara colmo, *ar$a 4aura roncaba de #erdad. /u! bronca que me daba. Tan chiquita y ya pod$a roncar. u ronquido era siempre igual y yo me lo sab$a de memoria. Hac$a tres cortos seguidos, paraba, y despu!s uno largo. 6e #ez en cuando, roncaba de otra manera, y entonces me preocupaba, porque no estaba seguro de si era ella o alguien de adentro del ropero, que estaba )usto al lado de su cama. 5o no quer$a dormir con el ropero abierto, porque ah$ la oscuridad era mucho m+s -uerte. Antes de apagar la luz, mi mam+ lo cerraba, pero despu!s muchas #eces las puertas se abr$an solas, un poco porque era un mueble #ie)o que ya no quer$a m+s, pero sobre todo estaba con#encido, porque las almas que #i#$an ah$ adentro eran muy poderosas y eran capaces, cuando quer$an, de abrir y cerrar puertas.
Hubo noches que llegaron a abrir la propia puerta de la pieza. 5o rezaba padrenuestros y a#emar$as, porque cre$a que as$ no pod$an tocarme, pero igual me mor$a de miedo mientras escuchaba sus pasos. A la mañana, miraba el parquet al ras del suelo y entonces no ten$a dudas. Claramente, pod$an #erse las huellas, de distintos tamaños, que hab$an de)ado. Incluso, descubr$ pisadas sobre las paredes y una en el techo, en mi esquina. 4a peor de todas las noches -ue una #ez que abrieron y cerraron puertas en toda la casa, la del baño, la de la cocina, la del cuartito donde estaba la heladera. e
notaba que andaban eno)ados, porque adem+s dec$an malas palabras. Esa #ez no se con-ormaron con las puertas internas. En un momento, se escuch& la lla#e de la puerta de calle, despu!s c&mo se corr$a el gancho y por @ltimo el ruido de la puerta de madera arrastr+ndose en el piso, mientras se abr$a. :o me quise ni imaginar la cantidad de esp$ritus y -uerzas malignas que se estaban metiendo a la casa. En las noches siguientes, tocaban el timbre a cada rato, bien tarde. "ara m$, eran otros que tambi!n quer$an entrar. "ero esas #eces no escuch! que se abriera la puerta. eguro mi casa ya estaba llena y no cab$a nadie m+s.
Ten$a que hacer algo, no pod$a #i#ir as$. (n s+bado o un domingo al mediod$a, mientras #e$amos c&mo )ugaban a la pelota los #ie)os en el campito, le saqu! el tema al cabez&n Adri+n :a#arro, que era el que m+s sab$a de estas cosas entre mis amigos, porque su t$o *edina siempre le contaba historias, como la #ez que hab$a #isto al 6iablo en la escalera de uno de los edi3cios de la General "az. 4e di)e7
%Cuando se hace de noche en mi casa salen los esp$ritus. El cabez&n me cla#& los o)os, esos o)os chiquitos y raros que parec$an de lagarti)a. %Te dan miedoF %me pregunt&. %:ooo %le ment$%, lo que pasa es que no me de)an dormir. e puso serio. Al rato, grit&7 %8T$o9 8en$ , t$o9 (no de los )ugadores se arrim& a nuestro costado. Era el mism$simo *edina.
%/u! pasaF %pregunt&. El cabez&n Adri+n, sin darle #ueltas al asunto, le cont&7 %A !l lo molestan los esp$ritus.
*edina se agach& un poco y su cara, -rente a la m$a, toda#$a es una imagen que tengo grabada. %"ibe %me di)o como si -uera lo m+s natural del mundo%, los -antasmas son comos los perros, ten!s que de)ar que te huelan. (na #ez que te conozcan, no te #an a )oder m+s.
Entonces, #ol#i& al potrero con los #ie)os, que segu$an en la suya, encor#ados y chuecos, corriendo atr+s de la pelota. 5o me qued! impresionado y en silencio, pero ya sab$a, desde ese mismo momento, que cuando llegara la noche me la iba a )ugar a todo o nada.
A las once, doce, despu!s de #er algo en la tele, me mandaron a la cama. *i #ie)a hizo lo mismo de siempre7 orden& la ropa en los ca)ones de la c&moda, guard& alguna cosa en el ropero y despu!s apag& primero la luz de arriba y por @ltimo el #elador. Cuando sali& de la pieza, yo, autom+ticamente, me tap! la cabeza y prend$, adentro de la cue#a, mi ca)ita de luz.
Ten$a que esperar que llegara el momento )usto, el peor momento, cuando la oscuridad se #ol#iera bien -uerte y los esp$ritus andu#ieran sueltos.
"or la mitad de la noche, empezaron los ruidos. (no a uno, los -ui reconociendo y clasi3cando mentalmente. "ronto, el canario empez& a re#olotear sobre las puntas de mi cama, la puerta del ropero se abri& y de adentro le contestaban los ronquidos a *ar$a 4aura, el #ie)o piso de madera cru)$a por los pasos.
ec! un A#emar$a. Apagu! la ca)ita de luz y la de)! en el costado. Cerr! los o)os. aqu! la cabeza de la cue#a. espir! pro-undo. *e destap! el resto del cuerpo. *e sent! en la cama. *e puse de pie. Abr$ los o)os. Camin! despacio hacia la puerta de la pieza. *uchas personas me cla#aban la #ista. Abr$ la puerta. al$ al patio. 6i un paso, di dos pasos, di tres pasos. 6etr+s m$o, caminaba otra gente. egu$ adelante. 4a luz mala del canario me re#oloteaba en la nuca. 4legu! a la escalera. ub$ un escal&n, sub$ dos escalones, sub$ tres escalones. 6e las macetas 0otaban #apores #enenosos. 4legu! a la terraza. *ir! la calle. *ir! las casas. *ir! el Tanque de Celina. 4a zan)a corr$a despacio y el agua podrida, era sabido, estaba mezclada con sangre. El #iento mo#$a las ho)as de los +rboles. 4os -aroles del alumbrado tambi!n se mo#$an y por eso las sombras, en las #eredas, estaban #i#as. Cerr! los o)os. Entonces, se acercaron para olerme. El Hombre Gato dio #ueltas a mi alrededor. El Enano de Cruz me pas& entre las piernas. 4os lobizones me ol-atearon los pies. 4e#ant! los brazos. 4as luces malas me alumbraron y yo, deba)o de los p+rpados, #i todo blanco. Abr$ los o)os de nue#o. Todos los chicos de illa Celina abrieron los o)os, y en ese momento, entre la General "az y la iccheri, mientras los padres dorm$an, nosotros !ramos hermanos de los -antasmas, !ramos los monstruos, a la noche, caminando en los techos.
Walter y el perro Dos Narices
El año anterior hab$amos hecho la primera 1Gran "erro 6os :arices2 en la ba)ada de A#enida Cruz, y -ue un !'ito tan rotundo %no s&lo por la cantidad de gente sino, principalmente, por la repercusi&n que tu#o en los diarios y las radios locales% que para esta segunda edici&n cont+bamos con el apoyo de un mont&n de instituciones y negocios y hasta pudimos conseguir, gracias a las in0uencias que mo#i& el "adre ranco, una parte de la pista del aut&dromo, en illa iachuelo.
+bado > de eptiembre
GRAN BICICLETEADA “PERRO DOS NARICES
>da Edici&n
Concentraci&n7 ; a.m en la entrada del Aut&dromo, A#enida oca y General "az.
nica categor$a7 :iños y niñas de ; a ;? años.
8GA:6E "E*IJ9
Tra! tu bici, te la arreglamos y le damos mantenimiento 8Gratis9
Jrganiza7 Grupo Bu#enil 1udoeste2.
El nombre de la bicicleteada era un homena)e que le hac$amos la gente de 1udoeste2 a uno de los perros calle)eros m+s queridos y -amosos de la zona. 6os :arices #ino al barrio una tarde de prima#era por la calle Karros "asos, #ia)ando conmigo y los hermanos Cabrera atr+s de la camioneta de oque. 4leg& para quedarse mucho tiempo, aunque no para siempre, porque un d$a cualquiera, despu!s de parar cuatro años con la banda de Giribone, se ir$a de3niti#amente. :adie, a@n hoy, sabe con certeza ad&nde se -ue ni por qu!. Como su nombre lo dice, este perro se caracterizaba por un rasgo particular7 ten$a dos narices. Estaban pegadas una al lado de la otra, aunque la derecha era un poquito m+s grande que la izquierda. Hab$a nacido en 4an@s Jeste, barrio donde los hermanos abi+n y *orra)a Cabrera #i#ieron su in-ancia, )unto al iachuelo, en unos potreros con tanta contaminaci&n que los animales y las plantas Lseg@n *orra)a tambi!n algunas personasL nacen con de-ormaciones y caracter$sticas ins&litas. All$ )uraban haber #isto gatos de tres patas, ratones gigantes, eucaliptus y pinos tamaño bonsai y hasta un perro azul.
5o -ui una sola #ez por ah$, el d$a que conocimos a 6os :arices. 4os hab$a acompañado a #isitar a sus abuelos. "rimero pasamos la siesta )ugando a las cartas y despu!s, cuando ba)& el sol, salimos a caminar por la orilla del r$o, en direcci&n a "uente 4a :oria. /uer$an mostrarme un caño grande de desagDe, que ellos llamaban 1el caño de las pelotas2. Mbamos cantando 1Jh 4an@s, de d$a no hay agua, de noche no hay luz2. A medida que a#anz+bamos me -ui acostumbrando al olor a podrido hasta que en un momento no lo sent$ m+s. El paisa)e se -ue enrareciendo y poco a poco empec! a #er cosas incre$bles. *e sent$a Alicia en el pa$s de las mara#illas. Caminamos bastante. El desagDe sal$a de aba)o de un play&n abandonado, cerca de unos galpones que ocupaban como cinco cuadras. :adie sab$a de d&nde #en$an esas cañer$as, pero por alguna e'traña cone'i&n con las canchas y los clubes del cord&n sur, a ese tubo iban a parar pelotas de todo tipo y tamaño, de -@tbol, de tenis, de #oley. A #eces se encontraban muñecas y camioncitosN por eso algunos le dec$an 14a )ugueter$a2. Iban muchas bandas de 4an@s, de 4ugano y de Ingeniero Kudge. Casi siempre la b@squeda era pac$3ca, pero me contaron que un par de #eces se agarraron a piñas, disput+ndose los tro-eos. El d$a que -uimos nosotros estaba todo tranquilo y yo no pensaba irme con las manos #ac$as. Kusqu! un rato entre la basura acumulada y enseguida me encontr! una #ie)a )alisco. Ten$a dos o tres ga)os pelados, pero toda#$a picaba bien. 6urante un tiempo la usamos con mis amigos para )ugar en la cancha del *aristas y en el Tennis Club, all+ en 4ugano, donde los s+bados a la tarde arm+bamos picados entre barrios. Cuando #ol#$amos, bordeando el iachuelo, nos dimos cuenta de que nos segu$a un perro. u tamaño era mediano, tirando a grande, y su color marr&n oscuro, con algo de blanco en el pecho. LChe Ldi)o abi+nL, este perro tiene dos narices.
LA #er. *orra)a le dio unas galletitas que tra$a. 6os :arices se par& en dos patas y empez& a hacer piruetas. 4e sal$an per-ectas, como si -uera un perro de circo. Est+bamos -ascinados. 4o acariciamos y hasta le hicimos el -a#or de sacarle unas garrapatas. 4o saludamos y seguimos de largo, pero cada #ez que nos d+bamos #uelta, ah$ estaba !l, cerca nuestro. :os acompañ& hasta la casa de los abuelos Cabrera. L/u! hacemos con 6os :aricesF Lempezamos a llamarlo as$ desde el principio. L5 si lo lle#amos con nosotrosF L"ero ad&nde #a a #i#irF LEn la calle, ah$ por Giribone. L5 bue. ubilo. 6icen que el ol-ato es al perro lo que la #ista al hombre. Tal #ez por ese moti#o es que 6os :arices era tan inteligente y percepti#o. Cada tanto nos sorprend$a con una reacci&n inesperada. (na #ez, en plena siesta de año nue#o, est+bamos todos tirados con resaca y en silencio, cuando de pronto el persona)e se sacudi& desparramando su cl+sico olor a podrido, se apoy& contra la pared y se puso a hacer una de sus piruetas, mientras nos miraba de reo)o. L/u! le pasa a este perroF L4es quiere le#antar el +nimo Lcontest& Oalter. :os morimos de la risa. 4os d$as siguientes nos qued+bamos callados a prop&sito o llor+bamos de mentira, para #er si lo hac$a otra #ez.
Tambi!n era guardi+n. iempre daba el alerta cuando #en$a la polic$a haciendo racia con el =. L8Guau9 8Guau9 L8a)emos9 Estaba al tanto de todo lo que pasaba. :osotros lo trat+bamos como a uno m+s y a nadie se le ocurr$a cargarlo por tener dos narices. 4o quer$amos mucho, sobre todo Oalter, un chico de diez años que -ue su amigo inseparable desde que pis& el barrio. Oalter era muy a#ispado. Estudiaba en la ;P de 4ugano, sobre Cañada de G&mez. Ten$a buenas notas, y eso que siempre estaba calle)eando con nosotros. A #eces llegaba con los @tiles y hac$a la tarea en la #ereda de Edu, donde nos )unt+bamos con las #iolas y alguna que otra arm&nica para zapar hasta la noche. Ten$a la #oz 3nita y generalmente estaba serio. e la pasaba buscando cosas en el piso, piedras, bichos, tapitas de botellas, que despu!s coleccionaba. u manera de e'presarse nos di#ert$a, porque hablaba con palabras rebuscadas, como si -uera una persona grande. Ql -ue quien m+s sinti& la ausencia del perro. 6urante un tiempo de)& de #enir a Giribone. eg@n nos cont& la mam+ se hab$a en-ermado, porque no com$a. 4os pibes pensamos en regalarle un cachorrito, pero enseguida nos arrepentimos porque la #erdad que era una idiotez querer reemplazar a 6os :arices. /u! pas& e'actamente, nadie lo sabe. 4a cosa es que de un d$a para el otro 6os :arices no estaba m+s, se lo hab$a tragado la tierra. Al principio dec$an que se -ue atr+s de una o#e)era, para el lado del Kario (rquiza, que seguro iba a #ol#er el d$a menos pensado. 6espu!s se corri& la bola que lo hab$an secuestrado, por un a)uste de cuentas entre bandas.
(na tarde, *orra)a #ino como loco a Giribone. Estaba seguro de haber #isto a 6os :arices encadenado en el )ard$n de una casa, atr+s de la "irelli. 4os rumores se hac$an realidad. uimos todos para la General "az y nos tomamos un colecti#o hasta A#enida del Traba)o. Cuando ba)amos, nos metimos con mucho cuidado por atr+s del Karrio "iedrabuena.
LChe, #ayamos de querusa que si nos 3chan nos hacen boleta.
6e tanto especular en el camino, al llegar a los monoblocs ya est+bamos con#encidos de que 6os narices estaba por ah$, que lo ten$an de reh!n para torturarlo o quiz+s para e'torsionarnos a nosotros y pedirnos un rescate. 4a operaci&n march& bien hasta el 3nal. Cruzamos los edi3cios, despu!s un campo lleno de basura y 3nalmente llegamos a unas casitas sin que nadie nos di)era nada. En la calle hab$a poca gente.
L4a casa es aquella Ldi)o *orra)a.
6ecidimos que -uera uno solo, para no le#antar la perdiz. Empez+bamos a discutir qui!n era el indicado, cuando Oalter se mand& por su cuenta. 4o de)amos, porque de @ltima la opci&n no era mala. eguro nadie iba a sospechar de un chico. *o#ido por la ansiedad, Oalter camin& r+pido, con menos precauci&n de lo que hubi!ramos planeado.
eguimos su a#ance con atenci&n. einaba un silencio absoluto. Apenas se acerc& a la re)a, cay& sentado al piso, agarr+ndose la cara.
L8amos9 L*orra)a, abi+n y yo corrimos hasta !l.
4amentablemente, el perro del )ard$n no era el que busc+bamos. e parec$a bastante, hay que reconocerlo. Ten$a el mismo color y tamaño, pero una sola nariz. (n ba)&n. ol#imos al barrio todos callados. erlo a Oalter me impresionaba. :o s! c&mo describir su e'presi&n, s&lo puedo decir que ya no ten$a la cara de un chico. En aquella !poca, los pibes de Giribone que particip+bamos en 1udoeste2 organizamos la primera edici&n de la bicicleteada. Oalter no quiso correr porque estaba muy desanimado. Enseguida se nos ocurri& ponerle el nombre de nuestro amigo perdido. Gracias a la carrera, la historia del perro se hizo -amosa. En todos lados se contaban an!cdotas e'traordinarias acerca de las hazañas de 6os :arices y su compañero El niño serio. As$ empezaron a llamarlo a Oalter. En los barrios, las historias suelen correr como la p&l#ora y pronto se con#ierten en mitos. Eso pasa porque estos lugares no tienen centros de di#ersi&n que no sean las propias esquinas donde uno pasa horas y horas charlando con sus amigos de cualquier cosa, imaginando por necesidad algo m+s que las calles #ac$as y las casas comunes. "or eso es que ahora todo el mundo estaba interesado en nosotros. Empezaron a #enir a Giribone pibes de todas partes de Celina, de 4ugano, Tapiales y *adero, porque quer$an parar con nuestra banda.
Hubo s+bados que llegamos a ser casi cincuenta. 4a polic$a nos ten$a entre ce)a y ce)a y a #eces nos apretaban de a uno, pero cuando nos )unt+bamos no se met$an, porque !ramos muy -uertes para ellos, que apenas contaban con una lancha y un patrullero que se ca$a a pedazos. &lo ten$amos cuidado con el =, que #en$a cada #ez menos. Era una !poca gloriosa. 6e un d$a para el otro Karros "asos cambi& de nombre. Alguien hab$a tapado la señalizaci&n de la calle con unos carteles que dec$an 1"erro 6os :arices2. En la esquina de Giribone, Gusano y los escobitas tallaron en madera una imagen del perro y la pegaron con cola contra un poste de luz. "oco tiempo despu!s nos enteramos de que la "orota andaba diciendo que era un perro milagroso, que le hab$a pedido no s! qu! cosa y que se le cumpli&. Algunos aseguraban que cerca de la escultura siempre se sent$a el olor a podrido del perro, que el lugar estaba santi3cado por su presencia. "ronto, la gente empez& a de)arle o-rendas, y hasta se pens& en hacer una peregrinaci&n. Todos est+bamos entusiasmados, y eso se lo deb$amos a nuestro perro, aunque Oalter se mantu#o sin dar señales de #ida. eci!n al año siguiente #ol#imos a #erlo otra #ez. En los d$as pre#ios a la segunda edici&n, lo cruc! en la puerta de mi casa.
LOaaalteeeerr Lno s! por qu!, cada #ez que lo #e$a, me daban ganas de gritar su nombreL, c&mo and+sF
LEstoy entrenando.
in dudas mostraba signos de recuperaci&n y se lo #e$a decidido a participar. "asaba horas pedaleando en su bicicletita rodado diecis!is. :osotros sab$amos que no ten$a oportunidad de ganar con una bicicleta tan chica, pero creo que cada uno, $ntimamente, esperaba que sucediera un milagro. A medida que el s+bado se acercaba, los hinchas de Oalter eran cada #ez m+s. iempre lo nombraban cuando se hablaba de la carrera, tanto en el almac!n de la Buanita como en la eria.
LEst+ todo el d$a practicando, o)al+ que gane. 6ice que le hizo una promesa al perro.
L"obre niño serio Lcontestaba cualquieraL, con esa bicicleta no #a a llegar a ning@n lado.
El d$a de la bicicleteada nos le#antamos temprano. Cargamos los bultos de la organizaci&n en la camioneta de oque y salimos para el aut&dromo a eso de las ocho. Cuando llegamos no hab$a nadie, pero a medida que pasaron los minutos, la gente empez& a sumarse lentamente, al principio personas sueltas, chicos acompañados por sus padres, y despu!s, a partir de las nue#e y media, en grupos grandes, la mayor$a #ia)ando en camiones o colecti#os escolares que contrataron los di-erentes colegios que apoyaban el e#ento. en$an de 4ugano, *ataderos, oldati, Celina, Tapiales, Aldo Konzi, Ciudad E#ita y muchos otros barrios. Casi todos tra$an banderas con inscripciones de las escuelas y los clubes o directamente con el nombre de algunos de los chicos que corr$an. Todo el mundo cantaba. Hab$a bombos, pirotecnia y gente dis-razada. 4as radios locales
ten$an corresponsales en #i#o y hab$a c+maras del canal de an Busto y de ATC. Era un d$a precioso. (na #ez adentro, la gente del aut&dromo nos lle#& hasta la zona que nos ten$an reser#ada. En la largada hab$an instalado una carpa de la Cruz o)a. Al lado nos pusimos nosotros, que empezamos a repartir al-a)ores y galletitas. Gandhi, onia, *oncho y 4eticia se encargaron de in0ar las bicicletas, mientras la#ia, 6aniela, Cristina y 4ale llenaban las planillas y daban n@meros a los participantes. 4os #ecinos se acercaban a las mesas y nos preguntaban sobre el niño serio. :os ped$an que di)!ramos d&nde estaba, porque quer$an darle di-erentes cosas, desde )uguetes hasta estampitas, pero Oalter no aparec$a por ning@n lado. 6e pronto, cuando los primeros chicos tomaban posici&n sobre la l$nea, se escuch& un clamor en una parte del p@blico.
L8*andarina, mandarina, mandarina, mandarinaaa, all+ #iene el niño serio que #i#e en illa Celinaaa9
Entonces asom& la carita incon-undible de Oalter, a#anzando despacio sobre su pequeña bicicleta. 4o escoltaban Gusano y los escobitas, cargando la imagen de madera de 6os :arices, que hab$an despegado pro#isoriamente del poste de luz de Karros "asos y Giribone. Todos se abalanzaban para tocar la escultura.
L8e sieente, se sieentee, 6os :arices t+preseente9
Estaba todo listo. 6espe)amos la pista y s&lo quedaron los chicos, doscientos cuarenta y ocho, seg@n la lista de Kuena e. "oco a poco la ansiedad trag& los cantitos y los ruidos de illa iachuelo. 6urante #einte o treinta segundos se escuch& solamente el #iento, que a esta altura de la mañana empezaba a soplar con m+s -uerza, desde el r$o. "or 3n, el padre ranco dispar& una sal#a que nos prestaron de la R> y las ruedas se pusieron en marcha, al principio en una especie de c+mara lenta, pero el pedaleo -ue en aumento hasta que las bicicletas agarraron #elocidad, a la par de los gritos, los bombos y las bocinas, que e'plotaban el sudoeste entero. 4a carrera consist$a en una sola #uelta, porque el tramo que nos cedieron era muy largo para chicos de tan corta edad. :osotros s&lo #e$amos la recta inicial y la recta 3nal. El resto de la pista se nos perd$a en cur#as atr+s de los +rboles y los carteles de propaganda. Cuando la multitud de chicos desapareci& por el cur#&n, la tribuna #ol#i& al silencio y la mayor$a se sent& a esperar. 4a competencia habr+ durado unos quince o #einte minutos nada m+s, pero pareci& una eternidad. 6e pronto, la gente #ol#i& a ponerse de pie7 los primeros ciclistas completaban la #uelta. El 3nal -ue peleado. (n chico de 4ugano y uno de Tapiales llegaron cabeza a cabeza, aunque a @ltimo momento de3ni& el de 4ugano, apenas adelante por medio cuerpo. 4a gente de Celina estaba decepcionada. Ten$an la ilusi&n de que ganara Oalter, que toda#$a no #en$a. Apenas un ratito despu!s de que cruzaran los ganadores, pasaron los dem+s, en grupos de diez o #einte, todos aclamados por la hinchada,
que ahora no paraba de gritar y hacer barullo con los bombos y los cohetes. Oalter segu$a sin aparecer. Hab$a que ser realista7 su bicicleta era demasiado chica. Cuando los @ltimos rezagados cruzaban la l$nea 3nal, se sinti& un olor a podrido tan -uerte que todo el mundo se tap& la nariz y se acerc& a preguntarnos qu! estaba pasando. Entonces "orota empez& a saltar y a gritar como loca7 L8*ilagro9 8Es un milagro9 86os :arices est+ llorando9 Todos miraron hacia la escultura de madera. "arec$a que algo oscuro le ca$a de los o)os.
L84lora l+grimas del iachuelo9 Ldi)o alguien. 4a "orota y otras personas que la acompañaban se arrodillaron y se pusieron a rezar. L8*iren all+9 La#is& abi+nL. 8Es Oalter9 L8Ah$ llega Oalter9 8Ah$ #iene el niño serio9 Lse corr$a la bola en la tribuna, que espont+neamente empez& a cantar7 L8Jlee!, olee!, olee!, oleeee!, Oaalteeer, Oaalteeer9 4a 3gura de Oalter, al principio un punto en el horizonte de la pista, ahora crec$a y crec$a a ritmo regular y su cara recuperaba los rasgos -amiliares que todos reconoc$amos. 4a gente, enardecida, lo recibi& pegada a la meta, que Oalter cruz& 3nalmente, con gesto cansado. 4o le#antaron en andas, mientras algunos segu$an in#entando cantitos y otros llorando por la emoci&n, sobre todo "orota y los #ecinos de Celina, que estaban hist!ricos,
diciendo que #e$an a 6os :arices corriendo por todos lados y asegurando que el sol daba #ueltas en el cielo.
!i"a Per#n
epultamos a Bes@s en la estaci&n n@mero catorce del $a Crucis, en la esquina de Jla#arr$a y Chila#erth, y retomamos la marcha. 4a gente, liderada por el "adre e#erino y los guitarristas, cantaba Cristo, muerte y resurrecci&n, de o' 6ei. En las manos lle#+bamos antorchas, botellas de pl+stico cortadas con #elas adentro, y en las cabezas unas gorras que nos hab$an repartido al principio y que ten$an escritas distintas biena#enturanzas. 4a m$a dec$a7 1Kiena#enturados los que tienen hambre y sed de Busticia, porque ellos ser+n saciados2.
Al llegar a la "arroquia, la multitud, en su mayor$a compuesta por chicos de los grupos )u#eniles, le#ant& los brazos y entonces los -uegos, acumulados, dibu)aron en la cur#a de la entrada una larga serpiente de -uego. En el patio, esperaban #ecinos y seminaristas de capillas cercanas. Todos saludaron nuestro paso, alzando sus propias antorchas. Al entrar, aunque ellos estaban cantando otra cosa, nuestra canci&n se impuso, y )untos entonamos la @ltima estro-a. "asar+ un poco de tiempo 5 ya no me #er+s 5 otra #ez pasar+ el tiempo 5 a #erme #ol#er+s. El sacerdote se par& en el medio del patio y los dem+s nos pusimos alrededor. 4a serpiente de -uego, en ronda, se toc& la cabeza con la cola. :os sentamos y cada uno peg& su #ela en el piso, goteando cera. "ara terminar, celebramos la estaci&n n@mero quince, una etapa que no se rezaba en los $a Crucis de otras Iglesias, porque supuestamente no correspond$a, ya que el iernes anto Bes@s toda#$a segu$a muerto, pero en nuestra "arroquia curas y gu$as de "erse#erancia pre-er$an agregarla, adelant+ndose al domingo de "ascuas, as$ que aquella ceremonia culmin&, igual que en años anteriores, con Cristo resucitado. 6espu!s, la gente empez& a irse, aunque no los gu$as de "erse#erancia, 4uz de ida y Cristo Bo#en, que permanec$an en el patio, zapando distintas canciones de oc :acional, al comp+s de #arias guitarras y alguna que otra arm&nica. El cabez&n Adri+n y yo tambi!n segu$amos ah$, como siempre atr+s de nuestros gu$as, )enes de m+s o menos #einte años, a quienes idolatr+bamos.
En un momento nos pidieron ayuda para apagar las antorchas pegadas en el suelo, porque era peligroso de)ar tanto -uego prendido. (na por una, empezamos a soplarlas. 6e pronto, entr& a la "arroquia una #eintena de personas, lideradas por el )o#en "adre ernando, a quien llam+bamos el acu. Era la delegaci&n de la "astoral ocial, bastante cargada de #ino, que llegaba tarde al $a Crucis. Al #erlos, los gu$as de los grupos )u#eniles se pusieron eu-&ricos y todos se abrazaron. 6espu!s empezaron a saltar y a patear las #elas contra las paredes. Cantaban 1ea #ea#ea, somos la banda del laco y la irgen #illera, #ea #ea#ea, somos la negrada de la "astoral illera2. Enseguida, el acu enganch& con 14oooosmuchachoooosperoniiiistaaaaas...2 y entonces los dem+s se acoplaron a todo #olumen, le#antando las brazos y haciendo la . 5o ten$a trece años y no entend$a bien los c&digos de aquellos muchachos m+s grandes, pero el ritual que estaba presenciando me causaba -ascinaci&n. "or inercia, tambi!n le#ant! la mano. *is dedos in-antiles, perdidos en el medio de aquel pogo, hicieron la por primera #ez. Alrededor, la serpiente de -uego agonizaba en el patio de la "arroquia. Tripas de pl+stico y cera derretida humeaban el humo pascual, cuando los @ltimos gu$as y guiados que qued+bamos, sentados alrededor del acu, ca$mos de a poco en una especie de somnolencia, causada, para algunos, por el e-ecto del alcohol, y para otros, como yo, simplemente por el cansancio y por #er la nada en puntos 3)os. 4a noche, con todo su peso, se nos ca$a encima y nos reten$a, grab+ndonos las in-ancias y )u#entudes en las baldosas. En el silencio, roc nacional, canciones religiosas y marchas pol$ticas se mezclaban en los ecos mentales de cada uno, modi3cando la respiraci&n y el mo#imiento muscular. Toda la noche hasta que saliera el sol, tocando en una banda de roc and roll. "adre te ped$amos que nos libraras del mal, que #ol#iera E#ita y el General, E#a 6uarte y Buan 6omingo "er&n, que #inieran al patio del agrado Coraz&n.
%86icen i#a "er&n9 %Grit& Hue#o, uno de los coordinadores de la "astoral a quien la borrachera no le hab$a impedido subir al techo%. 84as #elas en el piso dicen i#a "er&n9 :os pusimos de pie y tratamos de #er, pero no se notaba nada, apenas #e$amos un mont&n de botellas y #elas desparramadas. Hue#o di)o que desde arriba se #e$a bien, que nos subi!ramos. acu propuso que hab$a que subir entonces, porque eso hab$a que #erlo, que los niños y los borrachos siempre dec$an la #erdad. (no a uno, nos -uimos trepando al alero. (na #ez arriba, Hue#o nos -ue marcando la 3gura. 4a imagen era di-$cil, pero si aprend$as a unir las #elas correctas, como hac$a uno en el cielo con las estrellas cuando dibu)aba 3guras de animales o de hombres, entonces pod$as descubrir una gigante que ten$a en el medio una ". Casi todas las #elas estaban apagadas, pero algunas, por el #iento, se hab$an prendido de nue#o y por eso el s$mbolo titilaba. %8Es un milagro9 8anta E#ita y an "er&n9 8Esto es un milagro9 % gritaba "ich&n, uno de los pibes del grupo 4uz de ida. 4os dem+s empez+bamos a creerlo. El acu camin& por el alero hasta las #entanitas de la Casa "arroquial y se puso a golpearlas, mientras llamaba a los otros curas y seminaristas. "ronto, salieron el "adre ranco y el #ie)o "elotone, *inistro de la Eucarist$a. Atr+s de ellos, #arios seminaristas que ya se hab$an ido a sus piezas, se asomaron para #er, alertados por tanto alboroto. 4es contamos, una #oz encima de la otra, lo que estaba pasando. 4os reci!n llegados descon3aban del acu y dec$an que estaba pasado de #ino. "ero !l y los gu$as les insistieron tanto que 3nalmente cedieron y empezaron a caminar por el alero hasta el lugar desde donde, supuestamente, se pod$a obser#ar el milagro. Iban incr!dulos, pero seguro la causa les resultaba simp+tica, porque todos eran curas y
di+conos tercermundistas y #arios de ellos hab$an traba)ado en 4ugano y en la illa ?; de etiro )unto a los curas obreros. 4a 3la de Hormigas a#anz& por el alero. 4os primeros eran ranco, "elotone y el acu. Cuando llegaron al punto de obser#aci&n, la 3la se detu#o detr+s de ellos y todos guardamos silencio. "as& un rato y la e'pectati#a creci&, hasta que el "adre ranco, por 3n, sentenci&7 %Es #erdad, dicen i#a "er&n. El grupo estall& de )@bilo. "elotone, para no ser menos, agreg& algo que no se escuch& debido al bullicio pero que yo entend$, ley!ndole los labios. %i#a "er&n. Todos quer$an #er, as$ que las hormigas se -ueron turnando. 4a 3la a#anz& y retrocedi& por el alero, entre las #entanitas de la Casa "arroquial y el punto de obser#aci&n, que estaba )usto encima del #!rtice de la . arios empezaron a rezar, pero esto no dur& mucho, porque a los pibes nos gustaba mucho m+s cantar y adem+s nos hab$an enseñado que quien cantaba, rezaba dos #eces, as$ que est+bamos )usti3cados. Enseguida subieron las guitarras y otra #ez recorrimos el cancionero, ahora sentados sobre la cornisa, con las piernas colgando en el aire. El "adre ranco cant& una que casi nadie conoc$a, que dec$a #amos a #encer, #amos a #encer. 6espu!s cont& que la letra era de 4uther Sing y que !l la hab$a cantado con su mano apoyada en el mism$simo pecho de "er&n, en el año P, mientras le hac$an el responso )unto a otros curas. Esta an!cdota dio lugar a otras, pues la mayor$a ten$a alguna, ya #i#ida por ellos mismos, ya por alg@n pariente o amigo, as$ que la m@sica se -ue entrecortando, interrumpida por los cuentos peronistas,
todos bastante e'agerados hay que reconocer, aunque no por eso menos probables, acerca de cosas que habr$an hecho o dicho "er&n, E#ita o alg@n peronista -amoso. A m$ me encantaba escucharlos y me hac$an acordar a las #eces que mi abuelo Bos! me contaba de la II Guerra *undial o del barco que lo tra)o de Italia a la Argentina, as$ que puse atenci&n y me aprend$ #arias historias que, en el -uturo, podr$a contarles a otras personas. Entre una cosa y la otra, se hicieron las mil y quinientas. (no de los seminaristas me a#is& que mi #ie)a hab$a llamado por tel!-ono a la "arroquia para #er si estaba ah$ y que le hab$an contestado que s$, que no se preocupara, que hab$amos empezado la #igilia pascual. A eso de las cinco de la mañana sucedi& algo ins&lito. ez+bamos un rosario misionero a la irgen #illera, cuando en el @ltimo denario un chirrido -uerte empez& a contestar los a#emar$as. :os miramos, sonriendo. Todos mo#imos la cabeza, sin de)ar de rezar, buscando por curiosidad el lugar donde podr$a estar aquel grillo. "ero como suele pasar con estos insectos, el canto con-und$a y cada uno indicaba un lugar di-erente. Hue#o señalaba la canaleta del alero, mientras "elotone el techo de la Casa "arroquial y el acu las #elas en el patio. Era un misterio sin sentido, porque no pasaron ni dos cuentas del rosario de madera, cuando todo el lugar empez& a llenarse de bichos, que ahora s$ pod$an suponerse, oscur$simos, saltando o #olando entre las paredes, entre los techos, entre nosotros. Era una #erdadera plaga, contestando el llamado del primero, que quiz+s llegaba desde el campito aledaño o en una de esas desde otra parte, de otras oscuridades m+s ale)adas de la "ro#incia, una plaga de grillos salida de la cabecita negra de la irgen de 4u)+n. Curas y laicos, medio dormidos y medio despiertos, quedamos en#ueltos en la nube de bichos, cada #ez m+s espesa. 4a -ormada en el patio desaparec$a de la #ista. 5o record! que otras #eces, en el campito, hab$a entrado con mis amigos a las nubes de mosquitos o de
mariposas, pero nunca hab$a estado en una de grillos. 4o m+s raro del asunto, comentaban los m+s grandes, era que pasara algo as$ en pleno otoño, que era m+s com@n en #erano. Era el milagro, se pon$an de acuerdo, que toda#$a no se hab$a acabado, el milagro de la que atra$a a los animales de los alrededores, como los lobos y las palomas en As$s, como las cabras y las o#e)as en +tima. Al cabo de un rato, los grillos se -ueron, #olando a otra parte. El ruido que hac$an era ensordecedor. :osotros #ol#imos a nuestros lugares y terminamos de rezar el rosario. 4a , en el patio, cobraba -orma otra #ez. Arriba, el cielo empezaba a aclararse. "ronto amanecer$a. Como le pasa a la mayor$a de los trasnochados, tambi!n a nosotros nos agarr& el sueño m+s -uerte cuando llegaron los primeros rayos de luz, as$ que -ue la mañana, 3nalmente, las que nos encontr& a todos dormidos y oncando, en el alero de la "arroquia. :o s! si ya era mediod$a o casi, cuando abr$ un o)o de nue#o. A medida que el entorno, primero borroso, despu!s brillante por los re0e)os, -ue cobrando -orma, yo, desorientado al principio por no #er los ob)etos habituales de mi pieza, la mesita de luz, la c&moda, los posters de Koca, 3nalmente record! en qu! lugar estaba, y aunque todo me parec$a irreal, los ladrillos a la #ista de los paredones, las #entanitas de la Casa "arroquial, la cruz sobre la c@pula de la Capilla, me demostraban que era cierto, que yo me despertaba -uera de mi casa, acostado en un techo. Cuando los hechos se me armaron de nue#o en la cabeza, lo primero que hice, al acordarme, -ue mirar hacia aba)o, al patio, en busca del milagro de la . "ero como si -uera un espe)ismo, una señora iba y #en$a por el centro de la imagen. Era la *irtha, encargada de la limpieza, barriendo con un escobill&n ancho las #elas desparramadas en el piso.
Entonces la #oz de Hue#o, rayando la desesperaci&n, quebr& a los gritos la monoton$a7 %86ios m$o9 8:ooooooo9 8:o haga eso doña9 8/u! haceF9 4os dem+s se le#antaron de un sobresalto. 4a *irtha mir& hacia arriba, y contest&, -astidiosa. %"ero c&mo que estoy haciendo mi)oF 8Estoy barriendo este desastre9 :os quedamos mudos. Ella sigui&7 %5 me pueden decir qu! cornos est+n haciendo todos ah$ arribaF A #er si se portan como buenos cristianos y me dan una mano, 8eh9 :adie contest& ni ba)&. esignados, un poco con bronca, un poco con risa, nos desplomamos sobre el mismo alero y nos sentamos en el borde, est+ticos, como una 3la de hormigas detenida que perdi& las ho)itas que transportaba, una 3la de hormigas negras y coloradas en el techo parroquial, #iendo c&mo el milagro de la se deshac$a, barrida tras barrida, hasta con#ertirse en un mont&n de #elas y botellas de pl+stico mezcladas con pelusas y tierra.
!$ctor San La %uerte
Caminaba por el barrio hacia ningún lugar en especial. Era la primavera del año 1993.
En la entrada de "uente lo encontr! a "ocho, un empleado de la *unicipalidad que hab$a conocido años atr+s en an Busto. *e cont& que ahora ten$a no s! qu! cargo en la parte de Karrido y 4impieza. 5o,
que andaba desocupado, le mangue! laburo casi por inercia, sin mucha e'pectati#a, pero !l, sorpresi#amente, me di)o que )usto necesitaban a alguien. *e e'plic& de qu! se trataba y acept! sin dudarlo. Empec! temprano a la mañana siguiente, en el mismo lugar en donde nos hab$amos cruzado, a la #era de la autopista. A las seis en punto, me reun$ con la cuadrilla y debut! limpiando las lomas parquizadas )unto a las banquinas, armado con un par de guantes de cuero y una #ara de hierro larga y 3na como un 0orete. *e hab$a con#ertido en pinchapapeles. ealmente -ue un traba)o agradable. 5o lo tomaba como un paseo. Hablaba con uno, hablaba con otro, y mientras tanto le#antaba papelitos sin tener ni siquiera que agacharme, gracias al pinchador, que impon$a respeto como si -uera un arma. Hasta en la #illa me saludaban. Era el rey de la autopista ichieri. Estaba contento, y adem+s ten$a plata en los bolsillos, porque pagaban bastante bien. "ese a todo, dur! pocos meses, porque nunca me gust& madrugar. El tiempo que estu#e me alcanz& para aprender los ga)es del o3cio y conocer, probablemente, a los persona)es m+s e'traños de los que tenga memoria. Estaban *art$n, ergio y el Chueco, pinchapapeles de toda la #idaN el Tata y el Tito, serrucheros de +rboles ca$dosN los hermanos ititos %les dec$an as$ porque andaban en un itito cada uno%, destapadores de desagDesN la pandilla *oreno, barrenderos de escobill&n anchoN la pandilla Cortez, barrenderos de escobaN los pibes de Chicago %eran tan -an+ticos que se les permit$a traba)ar con la camiseta #erdinegra%, asistentes de bolsas de residuos que iban y #en$an a toda #elocidad, lle#+ndose la basura al cami&n y reponiendo nue#as a quien las necesitaraN la *irtha %@nica mu)er del grupo%, limpiadora de manchas de aceite, -amosa, entre otras cosas, por tener auspiciante7 una -+brica de detergente de 4a Tablada, que le pro#e$a remeras y
delantales con el logo de la empresaN y por @ltimo, el 0aco $ctor, apodado 1El *udo2, 14a *omia2 o 1an 4a *uerte2, seg@n la ocasi&n, un tipo de m+s o menos cuarenta años de quien no se sab$a casi nada, sal#o que #i#$a en Aldo Konzi. El suyo era el traba)o m+s triste de los traba)os tristes7 recolectaba de la calle animales muertos por atropellamiento o cualquier otra causa. /uiero creer que, de alguna manera, -uimos amigos. :uestras charlas eran m+s un mon&logo de mi parte que otra cosa. 5o le hablaba de distintos temas y !l se quedaba callado. :i siquiera pod$a estar seguro de que me estu#iese escuchando. iempre miraba el piso. /uiz+, por costumbre, buscaba restos org+nicos. u cabeza estaba llena de #isiones. "or momentos lo #e$a haciendo muecas, y diciendo cosas en #oz ba)a, palabras que no se entend$an, secas y cortadas, como la tos. 4os otros muchachos lo trataban muy poco, en parte por la propia actitud de $ctor, que se aislaba, tanto en los #ia)es como en los almuerzos, pero principalmente porque le ten$an miedo. Es que igual que la mayor$a de los habitantes del sudoeste, tambi!n los traba)adores municipales eran gente supersticiosa. Cuando lleg+bamos al punto de reuni&n y todos nos salud+bamos, #arios se limpiaban la mano en el pantal&n despu!s de estrech+rsela a !l. 4o hac$an como quien no quiere la cosa, pero yo me daba cuenta. (na #ez lo encar! al mayor de los hermanos ititos, a itito ro)o Uel otro era azulV y le pregunt! por qu! hac$a eso. El me contest& que era por el olor. u e'cusa ten$a algo de #erdad. 5o lo hab$a notado desde el principio, pero hac$a como que no lo sent$a, para no incomodar a $ctor. E#identemente, los guantes que usaba no eran su3cientes y el olor a perro muerto, a gato muerto, se le hab$a pegado a las manos. %:i con la#andina se limpia la muerte %di)o itito ro)o, lapidario.
"ero el colmo de todos era el Chueco, que cuando estaba cerca de $ctor se persignaba a cada rato. El disimulaba y hac$a primero como que se rascaba la -rente, despu!s se tocaba en el medio del pecho y 3nalmente pasaba por un hombro y despu!s por el otro, masa)e+ndose a s$ mismo y actuando gestos de dolor, como si estu#iera contracturado. 5o lo miraba y me re$a por adentro, esperando la cereza del postre, el momento en que se lle#aba la mano a la boca y se la besaba a toda #elocidad. Es di-$cil decir si $ctor se daba cuenta o no de las reacciones que pro#ocaba, de tan ensimismado que estaba todo el d$a. i lo sab$a, la #erdad que lo soportaba con una entereza incre$ble. 5o no podr$a haberlo tolerado. El, en cambio, con#i#$a con la superstici&n de los dem+s, que lo consideraban no s&lo un malasuerte, sino tambi!n alguien mal#ado, y segu$a con su rutina como si no pasara nada, ele#ado por encima de las opiniones y creencias, m+s preocupado por el per-eccionamiento de su o3cio que por las habladur$as del mundo. Ten$a una gran disciplina y mucha paciencia. Cuando alguien de la cuadrilla daba el alerta de 8Animal muerto9, enseguida aparec$a $ctor en el lugar de los hechos y sacaba de su mochila las esp+tulas y e'trañas herramientas que !l mismo -abricaba. Como si -uera un arque&logo, despegaba lentamente el cad+#er que ya empezaba a -osilizarse en el as-alto, por acci&n del sol y de las ruedas impiadosas de los autos que siguieron aplast+ndolo una y otra #ez. Al 3nalizar la operaci&n, guardaba los restos en una bolsa negra. 4o hac$a con mucho cuidado y solemnidad. Hay que reconocer que seme)ante respeto era digno de admiraci&n, aunque bastante in@til por cierto, porque en pocas horas el desa-ortunado ir$a a parar, como toda bolsa de residuo, al basural de turno. (na #ez que la bolsa era atada y anudada, alguno de los pibes de Chicago se con#ert$a en cadete de la "arca y, en menos de un suspiro, lle#aba el bulto hasta la ca)a del cami&n.
El 0aco $ctor se quedaba un rato mirando la mancha 3nal, que !l no permit$a que limpiasen, ni siquiera la *irtha, que a #eces se o-rec$a a ayudarlo, detergente en mano. Era como una cosa m$stica que le agarraba. :o podr$a decir cu+l era el #erdader #e rdadero o moti#o, pero as$ pasaba siempre. 5a -uera a la mañana o a la tarde, an 4a *uerte, erguido como un soldado, se tomaba el tiempo que -uera necesario hasta asegurarse que las @ltimas gotas de #ida del pobre diablo se e#aporaran all$ mismo. erlo era un espect+culo. "or eso, los compañeros que and+bamos cerca, de)+bamos un rato lo que est+bamos haciendo y nos qued+bamos mir+ndolo, hipnotizados casi como !l, que 3nalmente cerraba la escena balbuceando algo, qui!n sabe qu!. 4a mayor$a de las #$ctimas eran perros y gatos calle)eros, pero a #eces se trataba de otros animales. $ctor no hac$a di-erencias y a todos les prestaba su ser#icio7 desde palomas y sapos hasta ratas. *uy de #ez en cuando, le#antaba liebres o culebras del campito que se a#enturaban a cruzar la a#enida Jla#arr$a. El hecho m+s raro -ue el de un tat@ carreta, un tipo de armadillo que, seg@n contaron el Tata y el Tito, suele #erse por el norte. Ellos lo sab$an bien porque eran chaqueñosN lo que no sab$an, y tampoco los dem+s, es c&mo hab$a llegado ese bicho hasta Celina. Era un misterio. El Tata propuso que lo comi!ramos asado, porque dec$a que su carne era riqu$sima, propiamente un bocado de los reyes, pero por m+s que insisti& durante media hora, apoyado por todos, el 0aco $ctor no quiso saber nada y encaprichado le dio el mismo destino que a los dem+s. %:o hay manera con este cabeza dura %se lament& el Tata%, ni que encuentre un dinosaurio #a a de)ar que lo toquen. 4a @nica e'cepci&n eran los animales dom!sticos. i alguien reclamaba el cuerpo, $ctor, autom+ticamente, se lo entregaba al dueño y segu$a con otra tarea.
Cuando esto pasaba, todos sal$an disparados y lo de)aban solo al pobre $ctor, para en-rentar la situaci&n. Es que nadie quer$a estar presente en un momento as$, porque te part$a el alma #er a un chico que perdi& la mascota, a una señora que se qued& sin compañ$a, a cualquier persona, en de3niti#a, llorando sobre los restos del ser querido. (no de los casos m+s -amosos, y tambi!n m+s e'traños, -ue el de 4ola, la #ie)a tortuga de 6oña 4upe. 4os #ecinos estaban conmocionados. *e acuerdo como si -uera hoy. esulta es ulta que Aldo, el hi)o de 4upe, 1#ago de porquer$a2, seg@n lo nombraba la gente esa tarde para desquitarse, hab$a de)ado la puerta mal cerrada. aya aya uno a saber qu! le pas& por la cabeza al bicho para de)ar el )ard$n, pero mo#ido por 6ios o por el 6iablo, sali& a la #ereda y all$ empez& una lenta carrera, carrera, una carrera -atal. 4o que m+s sorprendi& sorprendi& de este accidente, -ue el lugar adonde sucedi&7 a m+s de dos cuadras de la casa de 4upe. Era incre$ble que nadie la haya #isto caminar tanta distancia e impedido su loca a#entura, pero as$ -ue nom+s, porque a esa hora de la siesta hasta los perros duermen y ni el loro anda por la calle. "aso tras paso, a#anz&, subiendo y ba)ando escaloncitos por Giribone, cruzando la zan)a y la misma calle (garte para seguir, contra #iento y marea, hasta an "edrito. 4a naturaleza es sabia, se di)o en el tumulto, porque del otro lado de an "edrito empezaban los potreros. En esa direcci&n caminaba 4ola, que anhelaba, tal #ez, perderse dentro de tanto yuyo, un deseo digno, hay que decirlo, de sus parientes las tortugas marinas, que, al nacer, s&lo buscan el mar. odeado odeado por #ecinos y empleados, $ctor cumpli&, una #ez m+s, su traba)o. Cuidadosamente, despeg& a 4ola del as-alto, y despu!s de en#ol#erla en un nylon, se la entreg& a 4upe, que #ol#i& a su casa
escoltada por un mont&n de #ecinos. Todos trataban de consolarla, pero era en #ano. *ientras $ctor cumpl$a el @ltimo rito, hablando solo -rente a la mancha de sangre, los curiosos que toda#$a quedaban segu$an reconstruyendo reconstruyendo la historia. Algunas mu)eres, lideradas por la "orota, de pronto culpaban a Teresa, otra #ecina que para m$ no ten$a nada que #er, pero que ellas señalaban por ser enemiga hist&rica de 6oña 4upe. Comentaban que seguro la #io salir a 4ola y que a prop&sito no le a#is& a nadie. 4a #ersi&n m+s -antasiosa dec$a que Teresa hab$a sembrado el camino con zanahoria rallada, para tenderle una trampa a la tortuga. Esto me sonaba a delirio mayor, pero muchos realmente realmente lo cre$an y empezaban a repetirlo, porque el odio en un barrio, como en un pueblo, puede ser in3nito. En las dos semanas siguientes, $ctor casi no tu#o traba)o, porque llamati#amente no se produ)o ninguna -atalidad. 4a gente cuidaba a sus mascotas como nunca y hasta sacaban a los perros con correa, una conducta ins&lita en el barrio, donde todo el mundo simplemente de)aba que los animales pasearan sueltos, por su cuenta. 4a paranoia lleg& a tal punto que ahora "orota "orota dec$a que una secta hab$a #enido a illa Celina para sacri3car animales, en honor de no s! qu! dios de los negros de Krasil. Hasta la propia naturaleza parec$a ad#ertida, porque, tal como lo demostraba el ocio obligado del 0aco $ctor, ni las palomas se equi#ocaban cuando picaban migas de la calle, ni las ratas se arriesgaban a salir de los agu)eros de los cordones, ni los sapos abandonaban los charcos. ue la !poca dorada de los animales de mi barrio. Eran tan mimados que en la eterinaria an oque se agotaron las golosinas, )uguetes y huesitos. Hasta comida balanceada compraban los #ecinos, que ya no consideraban su3cientes los restos de guiso, de sopa, de arroz, que antes les daban a sus mascotas.
Esta racha puso a $ctor ba)o una nue#a luz. *ientras los dem+s segu$amos con nuestras tareas habituales, barriendo, pinchando y destapando, !l ahora iba despacio por la #ereda sin preocuparse por nada, con la cabeza en alto, tomando el sol de su #eranito de an Buan. e lo #e$a tan rela)ado, que cuando #ia)+bamos en el cami&n, por momentos cerraba los o)os y hasta parec$a dormirse, algo que le suced$a a la mayor$a pero )am+s a !l, siempre obsesi#o y en-ocado en su traba)o. "ero ahora deber$a estar reconcili+ndose con el sueño. /ui!n sabe si habr+ podido pegar un o)o en esos @ltimos años, de tantas pesadillas que lo deben haber torturado en -orma de perros, gatos y pa)aritos reci!n muertos. 6urante e'actamente diecis!is d$as, la -auna del sudoeste se mantu#o saludable y no hubo nada que interrumpiera su #italidad, ni camiones, ni zan)as contaminadas, ni honderas o ri0es de aire comprimido, pero la mañana del d$a diecisiete, una mañana de cielo encapotado que no se decid$a si llo#er o no llo#er, una #oz grit& algo que nadie hubiera querido escuchar. Era la #oz de itito ro)o, que, con un tono cargado de dramatismo, anunci&7 %8"erro atropellado en Giribone y (nanu!9 :os quedamos duros como una piedra, inclusi#e $ctor, que en ese instante caminaba )usto al lado m$o. Alrededor, el ritmo de la calle tambi!n se detu#o, como si no corriera m+s el tiempo. A lo le)os, la boca abierta de itito intentaba repetir el alerta, pero, al menos yo, no pod$a escucharlo. 6e pronto, el mundo empez& a girar de nue#o. $ctor se enderez& hasta ponerse 3rme, dio una media #uelta y se dirigi&, acelerando, hacia la esquina en cuesti&n.
Toda la cuadrilla municipal lo persigui&. En la cuadra, algunas #entanas se abrieron #iolentamente, y los #ecinos que hab$an escuchado, se asomaron para #er. Enseguida, #arios salieron a la calle a correr la bola. 4a "orota, enloquecida, le a#isaba a todo el que se cruzaba en su camino, y cada #ez que lo hac$a, agregaba un nue#o detalle. %8*ataron a un perro9 %8ol#ieron a matar a un perro9 %84os de la secta #ol#ieron a matar a un perro9 Al llegar a la esquina de Giribone y (nanu!, ya se hab$a -ormado una ronda alrededor del cuerpo. :adie se atre#$a a tocarlo. Apenas apareci& $ctor, la gente abri& paso. Cuando #i al animal, se me par& el coraz&n. 4a #$ctima era nada m+s y nada menos que 1El ie)o2, un perro blanco calle)ero que paraba con mis amigos en la esquina de casa. 6esde hac$a dos años, mi hermana *ar$a 4aura le tiraba una mantita en el porche y le daba de comer. upuestamente, por lo que nos cont& Tuta, iba ciego atr+s de una perra y por eso se distra)o. (n auto le peg& con todo y el perro rebot& como tres metros y ah$ se qued&, duro. $ctor sac& sus herramientas de la mochila y despleg& la bolsa negra. Todos guardaban silencio, hasta que la "orota estall& de bronca7 %8*e indigna9 8*e indigna9 Entonces, las #oces se multiplicaron y el barullo creci& tanto que te de)aba sordo. "ero entre todas las cosas que se dec$an, una -rase, tibiamente, gan& la escena. Era como un grito que silenciaba todo lo dem+s, un grito pegado en #oz ba)a. 4a boca de an 4a *uerte pronunci& lo inesperado7
%Est+ #i#o. %/u! dec$sF %le preguntamos todos. $ctor no contest&. 4e#ant& al perro con cuidado y usando la bolsa negra como si -uera una camilla, lo lle#& hasta el cami&n. %8Est+ #i#o9 8El ie)o est+ #i#o9 %repet$a la gente. in perder tiempo, el cami&n arranc& y sali& por Giribone hacia la colectora de la ichieri. En cara#ana, -uimos hasta el *.A.".A. de Koedo, all+ en Capital. En la guardia, el #eterinario nos di)o que el perro estaba en shoc y que ten$a -racturadas dos patas, pero que se iba a recuperar. El grupo de Celina estall& de )@bilo. El propio $ctor sonri&, una sonrisa ancha como la risa, que )am+s le hab$a #isto antes. "ronto, para su pesar, la #ida y la muerte #ol#er$an a la normalidad. us manos se calzar$an nue#amente los guantes, empuñar$an las e'trañas herramientas y atar$an cientos de #eces las bolsas negras, pero no ese d$a. "ronto, su boca recitar$a oscuras oraciones -rente a las manchas de sangre, el resto de la cuadrilla municipal obser#ar$a a distancia sus rituales, los pibes de Chicago lle#ar$an los bultos a la ca)a del cami&n, pero no ese d$a.
El ata&ue a !illa Celina
Dedicado a los pibes de San Pedrito y iribone
El R de no#iembre de ;<<>, tres años y casi cuatro meses despu!s de la asunci&n de Carlos a@l *enem a la "residencia de la :aci&n,
e'actamente tres años antes del atentado a la +brica *ilitar de $o Tercero, diecinue#e meses despu!s de que se sancionara la 4ey de Con#ertibilidad del Austral, cincuenta y tres d$as antes de la pri#atizaci&n de Gas del Estado, se lle#& a cabo un plan siniestro que hasta hoy se mantiene impune y oculto a la opini&n p@blica7 un sabota)e, un atentado al barrio m+s pintoresco del sector sudoeste del conurbano. El de no#iembre, un d$a despu!s del ataque, 14a #oz de an Busto2, @nico diario que dio cuenta del hecho, -ue r+pidamente censurado y con !l la noticia, que ya no se di#ulg& en ning@n medio de comunicaci&n, pese a las marchas #ecinales y los incidentes que, a lo largo de esa semana, alteraron la paz que suele reinar en las callecitas y en los barrios proletarios donde crec$ y me eduqu! )unto a mis amigos, siempre ba)o la protecci&n de los piratas del as-alto y los pungas ambulantes. El matutino hab$a titulado7
Casi 'esaparece un (arrio 'el conur(ano (onarense "ero me)or #ayamos por partes y #ol#amos atr+s7 era )ue#es y est+bamos con los pibes bastante aplacados en la esquina de an "edrito y Giribone. Eran tipo las cuatro de la tarde y el calor se zarpaba. (n rato antes, hab$amos interrumpido el truco y la birra, porque Tito y los boli#ianos nos pidieron una mano para descargar los ca)ones que acababan de traer del *ercado Central. A cambio, cada uno se lle#aba naran)as y bananas. Cuando terminamos, de una que -undimos biela y nos echamos panza arriba en la sombra. :o ten$amos ni siquiera -uerza para hablar de las boludeces de siempre, que si Bos! se trans& a 4aurita, que si "achuli se hab$a agarrado a piñas con ober, que si Tino le hab$a roto la gamba al Amadito, nada de nada, al contrario, en silencio la barra contemplaba el pasto
dorado, crecido, del potrero de en-rente, ese para$so de las liebres, los cuises, las perdices y los pende)os. En un momento pas& caminando Oilmer, que no me hab$a #isto entre los pibes tirados. Cuando se dio cuenta, se puso blanco. esulta que un tiempito atr+s, mientras )ug+bamos al Estanciero en la #ereda de Bos!, yo lo barde! y !l se re calent&. 4a cosa es que nos agarramos a piñas y !l estaba cobrando, pero par+ que en un momento este guacho agarra un pedazo de ladrillo tirado y me lo parte en la cabeza. Ah$ se termin& la pelea. *e -ui ra)ando a casa con la cara chorreando sangre. Igual no -ue para tanto7 en la salita de (rquiza me dieron s&lo dos puntos. En los meses siguientes, Oilmer no pint& m+s por la esquina. "arece que estaba cagado y no quer$a cruzarme. "ero ahora no hab$a escapatoria, lo ten$a al alcance. Enseguida Oilmer se acerc& adonde yo estaba sentado y me o-reci& la mano. 5o lo mir! un rato a los o)os sin hacer nada, mientras los dem+s contemplaban -ascinados la situaci&n. inalmente, le di la mano. 4a #erdad yo no estaba tan eno)ado con !l. 4o nuestro hab$a sido en el marco de una pelea y ah$ se quedaba. En 3n, est+bamos en plena reconciliaci&n cuando de golpe o$mos un estruendo terrible que nos de)& sordos. W5 esoFW :os pusimos todos de pie. 4a gente empezaba a salir de las casas. Al rato se escucha otro igual de -uerte, pero esta #ez con una estela de ruido a #idrio roto. W8A la mieeerda9, eeeehhhh, qu! est+ pasandoFW En Giribone ya estaban todos en la calle. "asaron tres o cuatro minutos. Ahora no #olaba ni una mosca. 4as e'plosiones se hab$an trans-ormado en un eco de tenso silencio, potenciado por las caras mudas y e'pectantes de los #ecinos. 5 entonces empez&. 8"luuummm9, 8"luuuummm9 8"luuuummm9, una tras otra las detonaciones se suced$an, cada #ez m+s -uertes. :os tiramos todos al pisoN parec$a una guerra. El desconcierto era generalizado y no se escuchaba otra cosa que no -ueran las e'plosiones, que se tragaban todos los sonidos posibles, hasta que de repente se escuch& un grito
claro en el medio del quilombo. Era osa, la mam+ de Claudio, asomada a la #entana, que anunciaba7 X8Est+n e'plotando los cale-ones9 Empezaron las corridas. En la esquina de (garte apareci& mi #ie)o, que me estaba buscando, y me llam& a los gritos. "egu! un pique hasta !l. *e di)o que la cocina hab$a e'plotado. esulta que mi mam+ estaba haciendo pizzas para la noche y ten$a el horno prendido. e sal#& porque estaba mirando la no#ela en el comedor. 4a Buanita sali& enloquecida a la calle7 L85oanino, 5oanino, Buanegriego, acqua per il -uoco9 u caso -ue el termotanque, que hab$a pegado una llamaradaN ahora se le estaba quemando el techo. Entramos con el cabez&n Adri+n, pero por suerte Tino %el hi)o de la BuanitaL ya hab$a resuelto todo con un buen baldazo. (no de sus gatos corr$a por la terraza con la cola humeante. El cabez&n y yo nos empezamos a cagar de la risa, pero eso dur& poco, porque apenas salimos a la calle otra #ez, #imos que la cosa estaba re )e#i, que (garte, posta, era un escenario apocal$ptico. Algunos ped$an ayudaN otros socorr$an a las #$ctimas. Hab$a mucho desorden, pero gracias a mi #ie)o, que empez& a organizar a la gente, enseguida armamos una cadena de baldes. El primer ob)eti#o -ue apagar un principio de incendio en el ioso de la "ichi, que estaba desesperada. *angueras, baldes, ollas, -uentes, palanganas y otros recipientes parecidos circularon con una e3ciencia incre$ble, hasta que el -oco pareci& controlado. in embargo, el -uego renaci& de pronto, sorprendiendo a todos. Esto pro#oc& la e'plosi&n de una garra-a que le quem& el brazo al padre de Bulio. 4o lle#aron corriendo a la salita. "or 3n apagamos el incendio en el iosito de la "ichi, que no paraba de gritar7 W8*e indigna, me indigna9W. Estaba en esa historia cuando
#iene mi hermana *ar$a Cecilia para a#isarme que la t$a :erea hab$a llamado por tel!-ono7 en el edi3cio se estaban quemando dos departamentos y los bomberos no llegaban. Tambi!n me cont& que abi+n hab$a llamado porque necesitaban ayuda en las casitas que est+n camino al barrio (rquiza, que si pod$amos ir con los pibes para all+. "ero nosotros ten$amos nuestros propios problemas, as$ que nos quedamos. En 3n, la cosa es que todo Celina era un desastre. Al otro d$a nos enteramos bien la magnitud que tu#o eso. 4o peor, seg@n me contaron, pas& en los Edi3cios Estrellas sobre la ichieri, donde hubo muchos heridos. 6espu!s de la "ichi, tu#imos que socorrer a la Antonia, que tambi!n estaba en problemas. A esa altura de los acontecimientos, por supuesto, ya todos nos hab$amos dado cuenta de que el problema era el gas, que hab$a subido la presi&n a ni#eles alt$simos. Todo el mundo gritaba7 L8Cierren la lla#e del gas9 "oco a poco, las e'plosiones disminuyeron. e oyeron las primeras sirenas. 4os bomberos #oluntarios de Tapiales -ueron cla#e para detener la cat+stro-e. Gracias a ellos los incendios cesaron de3niti#amente, cuando consiguieron cortar el suministro de gas a todo el barrio, despu!s de romper a hachazos las puertas alambradas de la Estaci&n de Gas que estaba en an "edrito, entre Caaguaz@ y Jla#arr$a. Hab$a sido un sabota)e. Al otro d$a, en la calle Chila#ert, hubo una mani-estaci&n de protesta multitudinaria, que no le#ant& ning@n medio de prensa, y que termin& en una gresca calle)era como pocas #eces #i, entre -acciones )usticialistas antag&nicas. A los militantes del "eronismo Aut!ntico, que ten$an como sede la (nidad K+sica WE#a "er&nW sobre la calle
Klanco Encalada, los agredieron en la #ereda del Kanco "ro#incia. Entre los heridos hubo dos amigos nuestros7 el uruguayo, herido de bala en un brazo, y el gordo Gabriel, a quien asistimos en casa entre mi #ie)a y yo, por las heridas pro-undas que le produ)eron los cuchillazos en las piernas. Con el tiempo, las protestas se apaciguaron, a la par de la entrega de los nue#os electrodom!sticos del uno a uno, que pod$an ser retirados por todos los #ecinos a-ectados en el galp&n de la *unicipalidad que est+ en la esquina de (garte y Caaguaz@. /u! iron$a, al mes siguiente, en la noche del ?; de diciembre, ese galp&n se prendi& -uego, supuestamente por una cañita #oladora. :adie mo#i& un dedo para apagarlo, aunque todos estu#imos all$, contemplando las llamas hasta que al 3n se e'tinguieron, solitas, con el año.
El t)nel 'e los na*is
Ka)! la escalera cantando tum tum tum una #ez le hice el amor a un dr+cula con tacones y los escalones hac$an uno dos uno dos hasta que me met$ de lleno en el s&tano de la *atanza, cerca de la General "az y la ichieri, atr+s de la zan)a grande que #a a la illa 4ucero, tana tana tana tat+ era un pop #iolento que gui& el gran estilo siniestro, entre Celina y *adero, Celina y 4ugano, Celina y la
*esopotamia, y con manubrio, con macr&3la me mor$a en la in-ecci&n bonaerense y dec$a loco, cobr! para todo el #ia)e. 5 pens! #oy a seguir el in3erno hasta que me agarre el antichorro, mientras los pibes me miraban desde arriba del microquiste, uni-ormados todos con la misma sanata de )oggins cortos y zapatillas n+uticas negras, y entonces entr! a la nada llorando la gleba, camin! la panza del gusano hasta que agarr! la oscurid+, re piola, y me perd$ en la trompa chupadora donde el remolino te saca la macr&3la del culo. Adri+n :a#arro y Tino me ped$an desde la entrada que #uel#a, que el t@nel de los nazis, que una rata gigante, que un guardi+n de la grela, pero yo me de)! lle#ar por el agu)ero a b c y a b c, piedra tras piedra no'a, paso tras paso no'alis, que la con#ersaci&n y su conser#aci&n, que la romanizaci&n y su armonizaci&n, que el desamparador y su desparramo, #en, #en a mi casa suburbana aunque los Escobitas, Buanchito y Cocoroc& me amenazaran y me gritaran ahora #as a #er puto del orto, te #amos a cagar a palos, es que me obsesiona tu prisi&n, chau "ototo, *artita, Oilmer, Claudio, qu! #a a ser de m$, Chino, abi+n, *iguelito, todos los huscarles se quedan en la tribuna de pasto mientras el t@nel me traga progresi#amente y desaparece el tiempo y el eco, hasta el ladrido del ie)o, nuestro querido perro blanco. 5a estaba -rescolari en la cosa cuando aparece un papa encadenado y me dice eh loco me habilit+ di! centa#o, yo no te lo #engo a rob+, te lo #engo a ped$, y agarrame !sta pedazo de puto, me #en$s a caretear en mi propio barrio, y qu! barrio es !ste, me pregunta el papa, y orgullosamente le respondo illa Celina, y me dice est+s de la cabeza y despu!s desaparece, y a m$ me empieza a agarrar una dicogama en el pecho bastante hincha pelotas que no me de)aba respirar y siento que el ed+3co se pone duro como una piedra y di)e que sea lo que 6ios quiera y continu! mi marcha.
En los costaditos hab$a unos z&calos sobresalidos con unas re)illas de #ez en cuando y todo era del mismo color y del mismo material, puro gris y negro, y en los techos crec$a el end&3to, y epicarpo, epicono, epic&tilo aparece un amarrete del in3erno y se me tira encima gritando qu! mierda quer!s, entonces saco el cuchillito y se lo meto en la panza y le digo qu! cara)o te importa, tan polic$a sos, tan polic$aF, y el amarrete se #a corriendo y enchastrando las espatas con su chocolate desde le)os me )ura #enganza, y and+ a la concha de tu madre, dec$melo en la cara si sos pi)a. En 3n, segu$ con la m@sica y con los o)os ciegos bien abiertos, un poco por el tubo pol$nico, un poco por el estaminal, hasta que en un momento pude percibir una especie de respiraci&n -uerte que parec$a de animal y casi pierdo toda la macr&3la por el )ulepe, pero como a esta altura del partido ya no me importaba ni la #ida o me importaba pero de otra manera, empuñ! el cuchillito y me en-rent! a la respiraci&n, que cada #ez era m+s intensa, y entonces casi me cago de la risa cuando el coraz&n ba)& otra #ez y pude #er que todo se trataba de la mam@a de un gordo respiratorio, que si no -uera por el -uelle y el ronquido, cualquiera hubiera )urado que estaba mortadela o, al menos, en la @ltima espiguilla. Entonces, cobr! entusiasmo, #ie)a, que en este t@nel no hay teca que #alga la pena, y me met$ m+s y m+s en el sueño -@nebre, y algo pas& en mi cabeza porque empec! a #er un mont&n de caras e'trañas, que me resultaban bastante -amiliares, aunque no pod$a identi3car con precisi&n, y pens! me agarr& la melancol$a in#ersa, ac+ me #uel#o loco y no salgo m+s, pero unas ranas que me saltaban alrededor me de#ol#ieron a la realidad nocturna y al tubo de germinaci&n, y di)e #oy a patear una hacia el -ondo a #er qu! pasa, y eleg$ una simp+tica, tom! dos pasos de carrera y le di con el empeine en la parte que abi+n Cabrera me enseñ& que no les hace mal, y as$ #ol& la tricoma #erde a la trompa de -alopio, y el grito de gol me sali& como una in)uria, y seguro que se lo tomaron as$ porque en el -ondo, si es que
hab$a, se empez& a escuchar un clamor. "ero hacia all+ #amos, loco, que a la buena piba hay que laburarla. El t@nel me soplaba su 3ebre y su protostela, pero yo tum tum tum, y yo tum tum tum, #oy a bailar el roc del rico 4una "ar en el campito con mis amigos y el #erano ondulante me #a a con#ertir en mosquito, y yo tum tum tum, yo tum tum tum, #oy a #olar eternamente en el campito para chuparle la sangre y la musiquita a cada pibe de Celina que baila, recalesco hasta sentir que el -alsi-orme se desgarre y mis l&bulos se -undan y toda la masa hep+tica me llegue como hurac+n a la boca y as$ no #oy a poder m+s y por 3n #oy a eructar todas las tripas y hasta el alma in-antil y los e'tran)eros de mi poes$a *atanza, de mis #ersos t@neles, de Jla#arr$a y (garte. 5 escuch! dos cuetazos y despu!s dos m+s y la estructura tubular parec$a desmoronarse y entre hueso y hueso llegu! al clamor que ahora era trinchera llena de pibes con gorritas y pantalones de gimnasiaN eh pisu$, me di)o uno, qu! hac!, y yo le respond$ qu! hac! qu!, moco, entonces me dice bobolato, no te das cuenta que estamos en pleno combate, mariposa, qu! quer!, y yo le digo qu! me di)iste la reconcha de tu #ie)aF, ehh, me dice el guacho, con mi #ie)a no te met+s, y otro me dice, yo a #os te conozco, ah, s$, le digo, y con eso qu!F te debo algoF, no te ortib!s, me dice, pero agachate si no quer!s que te #uelen la croqueta, qu! est+ pasando, le digoF, hay guerra, me dice7 los del uno contra *orra)a y los pibes de (rquiza. $F *orra)a es amigo m$o. $, ya s!, me dice, por eso est+s ac+, noF :on&, le digo, s&lo estoy paseando, y entonces un enano se caga de la risa, y yo lo miro 3)o y le digo de qu! te re$s, cory, y el chab&n se caga todo y me dice t+ todo )oya, disculp+, bueno, le digo, pero que sea la @ltima #ez, y as$ est+bamos en pleno parlamento cuando siento una especie de e'plosi&n que me tir& un par de metros y me de)& aturdido y con la calosa en la mano.
Cuando me despert! ya no hab$a nadie, sal#o un ciru)a sentado en la pared de en-rente, mir+ndome 3)o y -um+ndose un -asoN poco a poco me -ui le#antando, aunque ten$a un mareo muy ortiba, hasta que me puse de pie y apoyado sobre la c+mara pol$nica me dirig$ al hombre y le di)e che, -oca, a d&nde se -ueron los pibes, qu! pibesF, )a)+, me contesta con #oz gruesa, dale #ie)o respiratorio, los pibes que se estaban peleando ac+, pibe, me contesta, qu! -umasteF, estoy ac+ desde ayer y no #i a nadie, s&lo a #os, )a)+, que llegaste hace una hora tambaleando y te desplomaste ah$, y #os c&mo sab!s que llegu! hace una hora, acaso ten!s relo), s$, )a)+, me di)o, y me lo mostr&, qu! chab&n raro, pens!, y le di)e nos #emos, y segu$ mi camino hacia adentro. *e de)! lle#ar por la marea negra y de este modo -ui llegando a una parte m+s ancha que ten$a una especie de zan)a en el medio donde corr$a un l$quido re podrido y re acinete que me estaba matando con la baranda, la nariz me picaba como la mierda y la garganta me ard$a como la concha de la lora, pero por suerte llegu! a un lugar que ten$a una alcantarilla grande en el costado por donde se met$a el riacho, as$ que poco a poco el tu-o se iba yendo y a m$ me #ol#$a la macr&3la y el manubrio, pero no pude dis-rutar mucho tiempo porque de pronto apareci& adelante m$o un chab&n gigante como una )ira-a, que med$a como tres metros o m+s, lo )uro por mi #ie)a, y nunca hab$a #isto nada igual y ni siquiera Carlitos superpancho de Giribone se pod$a comparar y yo casi me hago sapo del cagazo y el aparato 3lar se derret$a y todo mi coraz&n era una turbina y pens! soy historia, que me entierren aba)o del tanque de Celina porque de esta lar#a no za-o ni en pedo, entonces la )ira-a se acerc& dos pasos y se de)& #er un poco m+s, ten$a unos pantalones tan largos que parec$an cortinas, eran grises y sin bolsillos, una remera #erde inmensa toda manchada de grasa y las manos calzadas en unos guantes de goma naran)a, y lo )uro por 6ios que le sal$a una especie de cuerno del medio de la capocha, y la bestia dio un paso m+s hacia m$ y pude #erle la cara
bastante bien y not! que los o)os eran muy claros, re celestes, y que adem+s era bizcocho, seguro que #e$a doble. 5 pens! !ste debe ser el guardi+n de la grela y lo encar! y le di)e con todo respeto, usted es el guardi+n de la grelaF, 8888buaaaaaa))))))))9999, me contest& y #i que le#antaba el brazo y la puta que lo pari&, y empez& a re#olear una cadena que no hab$a #isto, y pens! ac+ estoy -rito, super r$gido, super r$gido, y grela, como si -uera un l+tigo, sacude un cadenazo y casi me hace pur! la cabeza, pero por suerte me agach! )usto y le peg& a la pared, que parec$a derrumbarse, y sin ponerme a dudar me le#ant! como pude, y quemando la turbina te escap+s, y como si -uera Tino picando en el campito ra)! por donde #ine y corr$ un buen rato a toda #elocidad, #ol#$ a pasar la parte ancha y el riacho podrido y segu$ y segu$, cagado en las patas, hasta que llegu! adonde estaba el ciru)a del relo), que segu$a en la misma posici&n y -um+ndose un -aso. Ba)+, me dice, parece que #iste al 6iablo, )a)+, y yo no pod$a contestarle por la agitaci&n pero qu! ganas ten$a de mandarlo a la concha de su madre, en 3n, decid$ sentarme un rato porque parec$a que estaba todo )oya y que el guardi+n no iba a #enir hasta ah$, y pasaron unos minutos y un )uego rico de amores, ca$da libre para dos, y anamor-o, anatropo que el alma me #ol#$a al cuerpo y le#ant! la cabeza y le di)e al ciru)a all+ adentro hay un chab&n gigante de tres metros que casi me mata, y el ciru)a me dice )a)+, es el guardi+n de la grela, agradec! que no te llen& la canasta y est+s #i#o, ahora, pibe, me)or andate a tu casa, si encontr+s la salida, )a)+, y le digo, de qu! cara)o te re$s todo el tiempoF, )a)+, me dice, de nada, y le contesto bue, no tengo tiempo para eso, nos #emos, y empec! a caminar hacia donde supon$a que estaba la entrada, pero no s! qu! mierda pasaba porque me empez& a agarrar la melancol$a in#ersa y unas ganas tremendas de llorar, as$ que par! un momento mi caminata y me puse a pensar y a pensar hasta que 3nalmente decid$ que no pod$a #ol#er, que ten$a que seguir por el t@nel hasta las @ltimas
consecuencias y entonces otra #ez di la media #uelta y #ol#$ con el ciru)a, que segu$a siempre igual, y le pregunt! sab!s si hay otro camino all+ adentroF, )a)+, me di)o, qu! es lo que and+s buscandoF, a d&nde quer!s ir, pibeF, es mi problema, le contest!, bueno, #ie)o, sab!s o no sab!sF, entonces me e'plica que el @nico camino que conoce es por ah$ y que supone que m+s all+ el t@nel se abre en #arios m+s, pero que hasta el guardi+n de la grela hay un solo camino, y ten!s idea qu! puedo hacer para que me de)e pasarF, )a)+, me contesta, el guardi+n no de)a pasar a nadie, y la puta madre que lo pari&, qu! cara)o puedo hacer para pasarF, )a)+, me contesta, la @nica -orma es pasar cuando est+ durmiendo, entonces se me abrieron los o)os y el #ie)o sigui& hablando y me di)o el guardi+n duerme todos los d$as tres horas, desde las nue#e hasta las doce de la noche, y qu! hora esF, )a)+, me contesta, y mirando el relo) me dice las ocho y media, de la nocheF, s$, de la noche, y pens! #oy a empezar a caminar despacio y le di)e al #ie)o gracias, nos #emos. Camin! la lente)a durante un rato hasta que -ui llegando al lugar del bizcocho cornelio, entonces decid$ agacharme y tratar de escuchar, pero no se o$a nada, as$ que me adelant! unos metros con mucho cuidado y poco a poco empec! a sentir un traqueteo que aumentaba y a#anc! toda#$a m+s y comprob! que era la respiraci&n de grela, y as$, como lechuza, esper! un poco, y de pronto, como si -uera un ele-ante el chab&n mand& un ronquido re groso que hac$a un bardo de aquellos y despu!s mand& otro, y otro, y otro. *e saqu! las zapatillas para no hacer tanto ruido y me mand! re cuidadoso y atenti, que si el gigante se daba cuenta me iba cobrar todo el #ia)e, y -ui caminando por el costado derecho casi sin respirar y con los o)os cla#ados a su cuerpo, y ya estaba za-ando del todo cuando me #ino una idea de la que no me arrepiento, pens! por qu! no saco el cuchillito y se lo meto hasta el -ondo de la garganta y la terminamos con este bodoque, y bastante decidido me acerqu! como gato a su cara y agarrame !sta, pedazo de puto, y tac, se la met$
hasta el dedo y despu!s le hice rosca y media #ueltaN grela peg& un lamento que toda#$a escucho y me da tristeza, pero bue, despu!s se empez& a sacudir y yo ra)! unos metros, el chab&n se ahogaba y casi no pod$a emitir sonido y 3nalmente cay& al piso y se arrastr& un rato hasta que se le arrug& la #ida y qued& mortadela, y le di)e #iste, carabobo, eso te pasa por ortiba. Jtra #ez me met$ en la chupadora y a otra cosa mariposa, y el tricoco y los carpelos ca$an del techo como si -ueran -rutas, y entonces #eo delgadas luces horizontales que atra#esaban las hendi)as del techo negro, se apaga la luz, se prende la luz, se apaga la luz, se prende la luz, para el pol$nico por -a#or adelante, no se detenga antes de la sartura muy le)os, y el mareo me hac$a saporatus en la cabeza y me daba #uelta como una tortilla, y habr+n arruinado la nocturnidad del subsuelo me hace un pogo tras otro y ya no aguantaba, man@N para colmo las ratas se #en$an encima y cada #ez eran m+s grandes, m+s pra#us. El in3erno estaba encantador esa noche y la #elocidad me con#ert$a y me agarraban sensaciones muy copadas que me recorr$an el todo cuerpo y que toda#$a me dan cosquillas y ahora mismo me #iene otra #ez y masa la y tripa qu! y besos m+s y c&mo e'plicar lo que no se puede y el tubo criboso y la trans-erencia me tiraban mil baldazos de la pasta macr&3la, mucha pasta y mucha tripa y un coraz&n re #ia)ado, y no s! bien ni recuerdo qu! me parec$a el mundo pero cerr! y despu!s #ol#$ a abrir los o)os y descubr$ que hab$a llegado a ese lugar que me hab$a dicho el ciru)a, donde el t@nel se abre en #arios m+s y cu+l, cu+l me con#ieneF Agarr! uno que era menos oscuro que los otros y con menos baranda y me mand! rapidito y patinando sobre el tubo pol$nico y al toque llegu! a una nue#a di#isi&n, eleg$ el t@nel izquierdo y segu$ y segu$ y parec$a que estaba todo )oya y ya empezaba a dis-rutar de la yerba negra interminable y en el cuello sent$a la n@cula y en el en#ase la
nom&3la y la emoci&n #ibrante me sopapeaba y la mosca me aleteaba adentro de la croqueta y me abara)aba la )aiba con el apoliyo y la sonrisa y la corrida muy grosa de la gayola me daba su picotazo y su inyecci&n de #elocidad y de noche, pero un ruido nue#o se empezaba a meter adentro m$o y me ba)aba de la rama y metiendo el -reno empec! a escuchar otra #ez un chillido muy ortiba y empec! a perseguirme con la rata gigante y el hombre gato. Continu! con la precauci&n y con la calosa en la mano y record! algunas personas que me quisieron y que despu!s me traicionaron y el lamento del guardi+n de la grela me tir& su baldazo y casi me pongo a llorar la sustancia y la mala racha y para colmo abro los o)os a -ondo y los meto m+s all+ y descubro un roedor inmenso dis-rutando su cena, una pibita de 4ugano que iba al Comercial ;> y que alguna #ez me histerique& su pata ancha, y qu! cara)o hac$a ella ah$, pero sin carburarlo demasiado ni hacer muchas preguntas pens! es al pedo el hero$smo con una minita que ya est+ mortadela y en -etas, as$ que me di #uelta lentamente y #ol#$ para atr+s, pero siempre la misma historia con los que se #an, porque claramente empec! a sentir que la rata se me #en$a encima y cagamos di)o amos, ra)emo di)o emo, a corregaser uno doli trili catoli quili quilete n@mero siete que me hace queso. 4a rastrera me estaba alcanzando y estaba a punto de masticarme la #al#a pero saqu! -uerza de donde no ten$a y *atanza aguanta y el #erano y los mosquitos #inieron a ayudarme y yo era Tino y Adri+n :a#arro )untos en la carrera por la 3gurita, y damas y caballeros, reci!n llegado de illa Celina, donde los soretes caen de punta y los guapos ba)an la cabez... cagamos, me agarra, me agarra, pero para un poquito, )usto descubr$ una escalera y una lamparita que antes no hab$a #isto y no s! de d&nde salieron pero nada de matem+tica ni 3loso-$a y de una me mand! a todo trapo, pero mucha alegr$a que dura poco porque despu!s del @ltimo peldaño comprob! que segu$a en el t@nel, aunque en otro ni#el bastante podrido, y not! que todos
los tubos estaban clausurados y no se #e$a salida y entonces me empez& a agarrar la paranoia y la melancol$a in#ersa y por eso otra #ez corr$ mientras lloraba la gleba y perd$a la macr&3la, el manubrio y toda noci&n y la cosa me chupaba y me lanzaba m+s all+ y no te lo #engo a rob+ ni te lo #engo a ped$ y anamor-o, anatropo que ya no sab$a qu! cara)o pensar y todo se trataba de correr y otra #ez y al re#!s de correr de correr en la m@sica y en el t@nel y respirar la gemaci&n del negro y hacia el continuo paso empec! a con#ersar con la nada, primero t$midamente, despu!s con disserto plu#ial, a #os te hablo pronunciaba mi discurso al in#isible, )ouleciano del campo arrastraba s$labas de la bestia recalesca, ine'presi#o sobre mi rostro e'presi#o, la romer$a y el r$o de m$ en el obbrutesco de mis -acciones, campo ine#itable, campo irreparable, la cara se ha trans-ormado en una postura de ademanes paralizados, marino del ol#ido por 3n he llegado, caminante negroLblanco como este t@nel deslizante, muerto, ausente como un hombre de -otogra-$a, intermori, demori, decedere, obire, eppetere, perire, interire polimor-o y narrador canino del barrio e'tran)ero, uno dos uno dos en el s&tano de la *atanza, cerca de la General "az y la ichieri.
El +om(re ,ato 6espu!s de #eintis!is años de #i#ir en la misma casa de la calle (garte, en el coraz&n de illa Celina, donde a@n #i#e mi -amilia, decid$ abandonar el barrio para irme a #i#ir con Ana a Haedo, en el partido de *or&n. ue di-$cil el desarraigoN los primeros meses iba de #isita casi todos los d$as7 tomaba el tren de trocha angosta que une Haedo con Temperley y ba)aba en un para)e marginal, deba)o de un cruce de puentes, pertenecientes uno a la autopista ichieri, el otro al -errocarril que #iene de *adero y #a para 4a-errere. El lugar toda#$a e'iste y conser#a su #ie)o cartel, que reza7 WEstaci&n Agust$n de El$aW. "ero m+s que estaci&n, literalmente se trata de un pozo repleto de
basura, con un par de andenes interrumpiendo el largo potrero y su caminito, transitado diariamente por changarines y persona)es de las pinturas de Kerni.
Hab$a pasado toda la tarde en la casa de mis #ie)os )ugando al TEG con mis hermanas y unos amigos, tomando mate y escuchando m@sica. Como siempre, el )uego dur& m+s de la cuenta y termin& por hacerse de noche. Cuando sal$a, me pidieron encarecidamente que no tomara la ruta habitual por Agust$n de El$a, porque WesoW era una boca de lobo, que, aunque tardara m+s, -uera a 4iniers y all$ tomara el armiento. "ero no les hice caso y ahora estaba arrepentido y apenas acompañado por tres o cuatro tipos, esperando un tren que no #en$a m+s, cagado de -r$o en la hondonada atr+s del *ercado Central. Corr$a )unio de ;<<.
En el -ondo de la perspecti#a empez& a crecer la luz amarilla de la locomotora, pero lamentablemente no de la direcci&n que hubiera deseado. El tren que iba para Temperley se detu#o unos pocos segundos y r+pidamente sigui& su camino. 6e la puerta que qued& -rente a m$, ba)aron s&lo dos personas. A ambos los conoc$a, eran los hermanos alom&n, :!stor y "etete, que #i#$an en Giribone, a la #uelta de nuestra casa.
X/u! hac!s Buan por ac+ solo a esta horaF
4es di)e que iba para HaedoN ellos no sab$an que me hab$a mudado.
X5 ustedes de d&nde #ienenF
ol#$an de la casa de una t$a que #i#e en 4a tablada y estaban apurados porque "ablo, otro de sus hermanos, los hab$a llamado por tel!-ono media hora antes y les hab$a contado que en el -ondo de Celina hab$a un re#uelo b+rbaro, que hab$an #isto al Hombre Gato por (rquiza y Achiras, que desde las seis de la tarde estaban todos en la calle y que hab$an llamado a los canales de tele#isi&n.
4es di)e que reci!n #en$a del barrio y que no estaba enterado. 4o que pasa es que (rquiza quedaba a unas quince cuadras de la casa de mi -amilia, y adem+s no hab$a salido en toda la tarde. Enseguida nos acordamos de aquella #ez cuando !ramos chicos, la noche en que el hombre gato andu#o por Giribone, pero bre#emente, porque ellos se quer$an ir a #er qu! pasaba, as$ que se despidieron y con prisa subieron la escalerita del puente de la ichieri.
5o me qued! solo nue#amente, pensando en aquella noche, tan in#ernal como !sta, pero de los primeros años de la d!cada del Y=, cuando el Hombre Gato #ino a rondar y saltar techos en las cuadras cercanas a mi casa.
*e acuerdo que hab$a un poco de niebla. Estaba )ugando en Giribone y a eso de las nue#e Celina me llam& desde la puerta, porque era la hora de entrar. Aunque insist$ por Wun ratito m+sW, mi madre se manten$a in0e'ible7 8adentro9. 4a rutina in-antil se cumpl$a religiosamente. esignado, tu#e que abandonar la pista que hab$amos dibu)ado sobre la calle con pedazos de ladrillos. Entr! con la cabeza
gacha y el autito relleno de masilla en la mano, mientras escuchaba las cargadas de mis amigos.
Apenas un rato despu!s, mientras est+bamos comiendo, se empezaron a escuchar gritos desesperados, que llegaban de la calle. ali& solamente mi pap+N a mis hermanas y a m$ no nos de)aron. "ero yo me escurr$ a la terraza y me escond$ sobre el techito del porche, para #er qu! pasaba.
esulta que el cabez&n Adri+n :a#arro, uno de mis me)ores amigos, estaba parado en la esquina de Giribone y an "edrito, cuando repentinamente sali& espantado, corriendo hacia su casa. 6i)o haber #isto a un hombre muy alto, todo #estido de negro, saltando por los techos de la casa de Gaby. 6i)o que ten$a o)os ro)os.
XJ)os ro)os.
Empez& a salir todo el mundo a la calle, la mayor$a armados con re#&l#eres y hasta alguna escopeta. "ronto lleg& la polic$a7 hombres mal uni-ormados que seguramente #en$an del destacamento de la ba)ada, ya que eran conocidos por la gente, que, a esta altura de los acontecimientos, hab$a copado las cuatro esquinas de (garte y Giribone.
En un e'traño clima de 3esta empez& la cacer$a. Hace tiempo que se #en$a hablando del Hombre Gato. e especulaba acerca de su origen y sus acti#idades. e dec$a que #en$a de Krasil, que era de la secta
*oon, que era capaz de dar saltos de cuatro metros, que sus o)os te paralizaban. 4a gente le ten$a miedo, lo consideraba mal#ado. "ara m$, en cambio, se hab$a con#ertido en una especie de superh!roe, y deseaba que no lo atraparan.
Alguien di)o que lo #io saltar la pared del terreno de *onti. Hacia all$ se dirigi& la turba. ecinos y polic$as se agolparon -rente al port&n de chapaN *onti, en pi)ama, abri& el candado y dio #$a libre. *i amigo *art$n "erd$z, nieto de *onti, me saludaba desde le)os. Todos parec$an contentos. Entraron algunos y empezaron a o$rse disparos. Hubo corridas y algunos gritos. 6urante apro'imadamente dos horas indagaron en el terreno y los galpones, hasta que, 3nalmente, decidieron que no hab$a nadie. in embargo, esto lo supe al d$a siguiente, el #isitante hab$a de)ado huellas, que con3rmaban una #ez m+s su e'istencia. 4a gente se repleg&, la polic$a se -ue, todo #ol#$a a la normalidad.
"as& gran parte de la noche y no pod$a dormir. 6e repente, a eso de las cuatro de la mañana, se escuch& un disparo, despu!s otro, despu!s #arios m+s, y empezaron nue#amente los gritos y la gente en la calle. Jtra #ez lo hab$an #isto saltar el pared&n de *onti. "arece que ah$ estaba la cosa nom+s. Esta #ez llegaron muchos m+s polic$as, me)or equipados, y hasta un cami&n de bomberos y dos ambulancias. Era una noche de locos.
Entraron al terreno, que ocupaba media manzana y ten$a en su interior dos galpones de un taller de matricer$a y un parque con #arios +rboles, entre ellos n$speros, moras y quinotos de los que me aliment! en m+s de una ocasi&n. "or segunda #ez en la misma noche
abrieron el gran port&n de chapaN en esta oportunidad s&lo entr& la polic$a. 4os tiros -ueron muchos, y hasta lanzaron una bomba de gas lacrim&geno, que al d$a siguiente encontr! partida en dos en el parque. 6espu!s de una o dos horas de in-ructuosa persecuci&n, cuando empezaba a clarear, dieron por 3nalizada la b@squeda y todos se -ueron. Tiempo despu!s nos enteramos que el argento amos lo #io saltar por el pared&n de atr+s hacia la casa de Claudio, y que desde all$ salt& otra #ez a la calle para escapar corriendo por los potreros que estaban m+s all+ de an "edrito.
Al otro d$a, *art$n me in#it& a su casa y )untos recorrimos, solos, todo el lugar. i los agu)eros producidos por los tiros en las paredes de chapa de los galpones internos, los casquillos tirados por todas partes y, sobre todo, las marcas pro-undas en los troncos de los +rboles. Eran arañazos, me e'plic&. Esto me produ)o una gran impresi&n. *art$n me regal& la bomba partida de gas lacrim&geno. En casa la un$ con cinta de embalar y la guard! en el cuartito donde est+ la heladera. All$ permaneci& bastante tiempo. A #eces se la mostraba a alg@n amigo o pariente que #en$a a #isitarme. En alg@n momento se debe haber perdido, porque a partir de los #eintipico de años no la encontr! m+s, aunque #arias #eces la busqu!, re#ol#iendo las herramientas de mi #ie)o o las repisas que est+n al lado de la heladera.
Aunque parec$a que nunca iba a poder salir de la estaci&n Agust$n de El$a, al 3n el tren mostr& su trompa por la cur#a atr+s del *ercado. en$a bastante #ac$o, as$ que #ia)! sentado, mientras pensaba en aquella noche de mi in-ancia.
4legu! a la estaci&n Haedo en menos de #einte minutos. Esper! un rato el ;=> y luego decid$ irme, porque ya estaba harto de esperas, as$ que camin! las doce cuadras con ritmo ligero, hasta que llegu! al largo pasillo de la calle 4ainez. Apenas entr! a mi casa, -ui al li#ing y prend$ la tele#isi&n.
Con m@sica rimbobante, Cr&nica titulaba sobre el -ondo ro)o de la pantalla7
illa Celina7 El hombre gato resiste en la copa de un +rbol
Transmit$an en #i#o. 4a c+mara en-ocaba las ramas altas de un #ie)o eucaliptus, mientras el periodista aseguraba que all$ se encontraba el Hombre Gato. (na muchedumbre e'altada lo rodeaba. "ude reconocer a unos cuantos amigos y conocidos. Estaban los seminaristas de la capilla de (rquiza, el gordo Gabriel y los muchachos de la *unicipalidad, mis amigos de "erse#erancia y el agrado, los pibes de ie)o mocing, y muchos m+s. (no a uno iban des3lando ante la c+mara. 5 yo de este lado, tan le)os.
6e pronto, los chicos empezaron a tirarle cascotazos al +rbol. 4a gente se puso eu-&rica y empez& a gritar y a empu)arse. Era un descontrolN la c+mara iba a sucumbir en cualquier momento. Casi todo Celina estaba ah$, o estaba llegando.
El cronista insist$a7 WEl hombre gato resiste, el hombre gato resisteW.
*+s -orce)eo, m+s gritos.
Al 3nal la c+mara cedi& y -ue a parar al piso. 4a @ltima imagen que transmitieron -ue un poco de pasto. Tres, cuatro segundos de pasto. 6espu!s, todo se puso negro y desde los estudios de Cr&nica decidieron pasar a otra noticia.
Esper! un buen rato que #ol#iera la transmisi&n desde illa Celina, pero nada.
Estaba cansado. 4a noche se cerraba y 3nalmente decid$ acostarme, pero, una #ez m+s, no pod$a dormir. 4a #oz del periodista me repiqueteaba en la cabeza7
WEl hombre gato resiste, el hombre gato resiste.W
Dedicado a !art"n Perd"# y $dri%n &avarro. '''''''''''''''''''' EP()** !uchos lo vieron+ en di,erentes barrios+ -illa Celina ,ue uno de ellos+ pero am%s lo atraparon+ lo /ue dea abierta la posibilidad de /ue cual/uier d"a de estos apare#ca nuevamente saltando por los techos del Conurbano 0onaerense. Parece /ue se trata de algo peridico. !e
pregunto+ si vuelve+ 2ser% el mismo+ /ui#%s vieo+ menos atltico4 2* vendr% un reempla#ante+ un aprendi#+ un disc"pulo4
Pity Hace unos años en la escuela quer$a progresar, pero progresar era comer, dormir y traba)ar. /u! sistema de mierda y c&mo te puede cambiar. Algunos quieren todo el oro, yo s&lo quiero #agar con #os, yo s&lo quiero #agar con #os. 5 ser una ie)a 4oca que rueda por las calles, siempre saber d&nde ir para encontrar roc and roll. ie)as 4ocas, Hermanos de sangre.
*e ba)aba del ;P? en la parada de 5upanqui, en 4ugano, cruzaba el angosto puente peatonal sobre la ichieri, atra#esaba las cuadras y los galpones de CA*EA y 3nalmente llegaba al largo pared&n del
colegio secundario donde estudiaba, el Industrial 6on Jrione, en el Karrio "iedrabuena.
All$ tu#e buenos amigos, y uno de ellos -ue Christian Zl#arez, ya conocido como "ity, con quien compart$ la misma 6i#isi&n hasta que lo e'pulsaron, un mes de diciembre, cuando 3naliz+bamos cuarto año.
Era una gran persona, inteligente, rebelde, l$der natural y muy audaz. us compañeros lo respetaban y lo segu$an.
"rueba de $sica. 6espu!s de cuarenta minutos segu$amos todos con las ho)as en blanco, menos "ity, que la ten$a muy clara y ya ten$a todo resuelto. Arriesg+ndose incre$blemente, nos -ue pidiendo, una a una, nuestras ho)as, que le -uimos pasando en cadena de manos cada #ez que el pro-esor caminaba a espaldas nuestro, por el pasillo entre los bancos. "oco a poco -ue haciendo las pruebas de sus siete u ocho compañeros m+s $ntimos. Ese d$a za-! gracias a "ity. *uchas otras #eces lo hice gracias a *umra, pero esa es otra historia.
Cuarto año U;<==V -ue la !poca que nos encontr& m+s amigos. Creo que "ity y yo batimos el r!cord de rateadas en colegios secundarios. El libro Guiness deber$a tener en cuenta estos n@meros. in e'agerar, durante ese año nos rateamos m+s de ochenta #eces. Cuando digo ratearse hablo de estar adentro de la escuela, de tener puesto el presente y luego escaparse. :uestra amistad se -or)& al calor de esas -ugas matinales, siempre !l y yo solos, nadie m+s se animaba a ratearse tanto. &lo dos o tres #eces nos acompañaron Calchi y
alguna de las (rracas, o el Turro y el "ulpo. 4legamos a irnos todos los d$as de la semana. "ara nosotros la escuela era querida pero tambi!n angustiante. 4o bueno estaba entre nuestros compañerosN lo insoportable estaba en la opresi&n del claustro, en el tiempo obligatorio, en las cosas que nos enseñaban. :os rateamos en todas sus #ariantes. alt+bamos el pared&n atr+s del Taller y nos ra)+bamos cada uno a su casa. J nos $bamos a la General "az. J camin+bamos por ah$. J nos qued+bamos charlando sentados en el cord&n de la #ereda. J nos escap+bamos en el primer recreo, sub$amos a la casa de "ity un par de horas y #ol#$amos en el segundo. Esa era genial. Escaparse y #ol#er cuando quer$amos. Era como una demostraci&n de poder -rente a la escuela. 5 o)o que nuestro colegio no era una instituci&n liberal, por decirlo de alg@n modo, todo lo contrario, eran muy estrictos en la disciplina y el adoctrinamiento.
En la casa de !l, su abuela, que no cuestionaba nuestra conducta en absoluto, nos esperaba con el desayuno listo. Era una mu)er muy dulce y naturalmente amable. Christian la amaba.
"ity abr$a los ca)ones y me mostraba pastillas de todos los colores. 5o le quer$a poner las pilas para que no se zarpe tanto, pero no hab$a caso. i ten!s sobre tu lengua un pequeño cart&n no lo tires ni lo escupas, chupalo por -a#or porque en pocos minutos la psicodelia estar+ con #os. "ity robaba ob)etos muy copados. Hola eñor Siosero, #engo en busca de su dinero, ponga las manos arriba y pr!steme mucha atenci&n... En su pieza hab$a un sem+-oro y #arios carteles de señalizaci&n. (na #ez me #endi& un stereo que le hab$a encanutado a un auto por ah$. 4o tu#e mucho tiempo conectado a unos parlantes que no me acuerdo de d&nde los saqu!. 5 bue. "ity hab$a ensamblado en su cuarto una especie de instalaci&n art$stica. Hab$a luces conectadas por todos lados, que se encend$an y
apagaban al comp+s de la m@sica. Tambi!n ten$a una cala#era de mono con lucecitas ro)as en los o)os, un 0ash. ueño que sueño que estoy soñando y de -ondo una m@sica tipo rocanrol, sueño no s! en qu! sueño que soy un electr&n.
(n d$a, "ity agarra la guitarra y me dice Chorza, escuch+, y puntea Angie. Eran, creo, sus primeros pasos con la #iola. Es incre$ble que ese chico de ; años que pulsaba -rente a m$ aquellos sonidos precarios mientras alucinaba en su cuartito de suburbio ba)o los posters de impenetrables Baggers, ichards, terminara tocando alg@n d$a como soporte de los tones en i#er "late. *ire mire qu! locura, mire mire qu! emoci&n7 esta noche toca el "ity y el año que #iene tocan los tones9
4a #erdad, si tenemos en cuenta la cantidad de #eces que nos escapamos, las #eces que nos agarraron -ueron muy pocas7 solamente cuatro. 6escubierto el delito, al otro d$a entraba el preceptor y dec$a, con esa #oz tan 3na y glotal que lo caracterizaba7 8Incardooona, Zaal#arez, a preceptoriii$a9. iempre lo mismo, cinco amonestaciones para cada uno. As$, a 3n de año llegamos a sumar #einte. Ten$amos que cuidarnos.
En diciembre, en la @ltima semana de clases, nos regalaron a todos los estudiantes un osario. "ity, Calchi y las (rracas bardearon mal. ompieron los collares y se pusieron a )ugar a las bolitas en el patio. /u! pibes. Todos a 6irecci&n, ni siquiera a "receptor$a. 4es pusieron cinco amonestaciones a cada uno y con eso "ity lleg& a las #einticinco. 4o e'pulsaron y al año siguiente curs& en el econquista de Koedo.
(na de las que m+s me acuerdo de "ity en el colegio -ue cuando le sac& la escalera a nuestro preceptor, que se hab$a subido al techo para buscar una pelota de #oley. 8Zaal#arez, Zaal#arez, la escaleera, #uel#a a poner las escaleeera9, gritaba el pobre tipo. Aba)o "ity se burlaba de !l y le dec$a :o, con el dedo. :os morimos de la risa. 6espu!s de un rato nos -uimos. :unca nos enteramos c&mo hizo para ba)ar del techo. Al d$a siguiente, esper+bamos represalias, pero no pas& nadaN el preceptor )am+s mencion& el asunto.
:uestros @ltimos años de ecundaria coincidieron con los comienzos de ie)as 4ocas, banda que no par& de crecer, gracias, entre otras cosas, al boca en boca, a la pintada en aerosol, a la in3nidad de calcoman$as pegadas en los colecti#os.
4as an!cdotas son #arias y me llegan todas )untas7
(na mañana en la escuela, "ity y yo creamos una suerte de pandilla, la 4KA. 6ecidimos entre los dos a qui!nes con#ocar$amos. 4os elegidos, los compañeros m+s pulentas eran las (rracas UKeto y Edgardo, dos hermanos mellizos de 4ugano ; y >V, el Turro, el "ulpo y Calchi. Tiempo despu!s se incorpor& *umra, aunque nunca -ue aceptado plenamente porque no cumpl$a el requisito de haber sido amonestado al menos una #ez. 6urante un tiempo, escribimos y pintamos los baños y las aulas con nuestra sigla7 4KA, la banda. [[[
ui a muchos de los primeros recitales de ie)as 4ocas. En amos *e)$a, en Constituci&n, en Cemento, etc. *e acompañaban amigos de Celina. (na #ez -ui con Tuta, otra con icy Uprimer baterista de illanosV, otra con *ariana *... "ity me dedic& temas dos #eces. 4a primera #ez U1Este tema es para Chorza2V -ue en un pub %no me acuerdo el nombreL en la calle Kernardo de 5rigoyen, en Constituci&n. Al 3nal de ese concierto, se arm& una de las grescas m+s #iolentas que #i. olaba todo, estallaban #idrios, los pibes %no me acuerdo por qu!L se dieron a mansal#a. 4a segunda -ue en 4ugano U1Este tema es para Chorza, para *ariana y las empanadas de Humita2V. (n rato antes, hab$amos comido empanadas de humita en el club iachuelo, en Celina. "ity, *ariana *., y yo. [[[ (na noche, en Cemento, los puns nos acosaron. Gra#e equi#ocaci&n. 4os guachos de "iedrabuena y Celina los -a)aron a piñas y cuchillazos. aaamos #iee)as loo, #aaamos #iee)as loo, #aaamos #iee)as looo, #aaamos #iee)as loo, #ieee)as looocas es un sentimieeeento, no se e'pliiica, se lle#a bieen adeeeentro, y por eeso te siiigo a doonde seea, #iee)as looocas haasta queee meee mueeera... [[[ (n s+bado a la tarde en ;<< est+bamos armando un partido en la cancha del colegio y nos -altaban )ugadores. :os metimos en el barrio U"iedrabuenaV para buscar gente. 4o cruzamos a "ity. Hac$a dos años que lo hab$an echado y no lo #e$amos casi nunca, al menos no yo, que, como #i#$a en Celina, no era su #ecino como otros de mis compañeros Ula mayor$a de "iedrabuena y 4uganoV. :os acercamos7 estaba re puesto, mal. *e di)o, con tristeza7 Chorza, mi abuela se muri&. 6espu!s agreg&7 /uiero conseguir la cabeza y ponerla en la mesita de luz. 5o no le di)e nada, no lo tom! en serio. "ity siempre
dec$a cosas como esas. Adem+s estaba dado #uelta. "ero lo que me estaba contando era #erdad, !l quer$a hacer eso. Tiempo despu!s, en una entre#ista que sali& publicada en Clar$n, di)o7 15o ten$a una abuela que quer$a mucho. (n d$a hicimos un pacto7 Ella me pidi& que cuando muriera yo hiciese un #elador con su cr+neoN a cambio le ped$ que mandara una señal desde el m+s all+. *uri& y yo no cumpl$. "orque era menor y no me de)aban retirar sus restos. Ella s$ cumpli&.2 [[[ (na tarde #ino a mi casa, en illa Celina. Arregl& un mont&n de cosas, incluido un #entilador que no me andaba desde hac$a tiempo.
Hace años que no nos #emos.
Lu*(elito y las sirenas Taba re escabio re quemado arruinado mal mal mal se me hab$a repodrido la croqueta loco antes era un pibe sano escuchame un poquito ahora estaba reloco borracho -alopero todo zaparrastroso c&mo pude terminar as$F la #eeo caaasii coomo un demoonioooo y raasco la al-oombra poor su amooor aaay pero qu! turra esta minitaLaaaahhhh999 me enamor& me engualich& me engatuz& y ahora me descartaba sin pied+ no hab$a remedio pa mi mal iba roto el coraz&n por la a#enida Jla#arr$a con la #iola colgada y la arm&nica en el bolsillo.
6e penas cruc! la ichieri
con la m@sica a otra parte y me met$ en la chupadora de en-rente para qu!F -rescolari la noche ba)aba la gleba cantando aunque de sueño pueda matarme #as a temblar siempre en mi pecho pateaba uno dos uno dos el tu3llo de hombre muerto por amor hasta que putamadre me mand! cualquiera9 y me met$ en la #illalba por atr+s de los monoblocs de *adero. CagamosLcobr! para todo el #ia)e.
Al toque me rodearon tres guachos malsanos con los o)os cla#ados el m+s lungo me encar& y di)o eehhh coon tooodo respeetoo me habilit+ di! centa#oF yo no te lo #eeengo a robaa+ te lo #eeengo a peed$9
5o estaba boludo por el mete)&n y tanta droga tanto alcohol muy pi)a le sanate! que no me #enga a caretear que si tu#iera algo de guita igual no le iba a dar un cara)o9 a un pancho como !l.
/u! peste tan rara que es el amor noF c&mo te arruina de #erdad para toda la cosecha.
El lungo se qued& un rato pensati#o pero no por mucho tiempo7 de querusa me #ol#i& a chamuyar y esta #ez me pidi& la guitarra.
A)a)+ lar#&n antichorro muy limado le di)e la #iola no me la sac+s ni en pedo.
"or suerte me rescat! un poquito7 Lsi quieren les puedo tocar algo.
Capaz que les ca$ simp+tico o no me cazaban bien la onda o estaban embolados #aya uno a saber la cosa es que los guachines contestaron bueno tocate una as$ que nos sentamos en un tronco que hab$a por ah$.
4es zap! una de los edondos y )oya9 a los chaboncitos les copaba7
4uuuzbeliito saabe quee suu destiiino es dee sooledad #! tambi!n que los deema+s se dan cuenta de laa risa que le daa ay9 ay9 ay9 que! risaa le daaa...
*uy 0asheados los pibes me pidieron otra y c&mo no c&mo no y despu!s otra y otra m+s eehh tocate !sta tocata aqu!lla la sab!sF esa no esa s$.
"asamos toda la noche cantando en el microquiste m+s mentado de la #illa atr+s de *adero en el sudoeste matanzero donde caga la yuta y los hampones m+s pulentas.
"ero yo za-! porque escuch+ no te ortib!s a la mañana siguiente me despert! muy solito apoyado en el tronco los guachos se hab$an ido pero yo descubr$ re contento que esos pibes ten$an c&digos
porque al lado m$o estaba la #iola en mi bolsillo segu$a la arm&nica en las patas toda#$a lle#aba puestas las zapatillas negras.
*e puse de pie y #ol#$ a Celina cruzando otra #ez la ichieri por "uente .
A partir de ese d$a empec! a tener cuidado con las minas porque yo me engancho muy r+pido y termino en cada historia que no sab!s as$ que )ur! mil #eces no #uel#o a insistir y bue9 y bue999 posta que no dur& mucho man@ lo reconozco porque m+s o menos cada tres meses me enamoro de cada loca que ni te cuento.