PASADO, PRESENTE Y FUTURO DE LA INVESTIGACION INTERDISCIPLINARIA GEORGES GUSDORF
La interdisciplinariedad se impone como un tema tópico, cuya importancia se mide por la frecuencia de las apariciones de esta palabra en el debate filosófico o en discusiones universitarias. Cualquiera apela a la interdisciplinariedad, y nadie osaría pronunciarse contra ella. Éxito tanto mas brillante cuanto que los mismos que toman partido por la nueva figura del saber se encontrarían en aprietos para definirla. La reivindicación interdisciplinaria aparece como una panacea epistemología llamada a curar todos los males que afectan a la conciencia científica de nuestro tiempo. Este descubrimiento no es único. Se trata de un caso entre muchos otros de esa “amnesia del inventor”, juiciosamente analizada por Sorokin: Muchos sociólogos psicólogos se jactan de haber realizado un numero importante de descubrimientos científicos científicos <
> de a sociología y de las ciencias vecinas [...]. podría llamarse a esta inclinación “la obsesión del descubrimiento” o también <> los sociólogos y los psicólogos de la nueva generación declaran sin ambages que, en el curso de los siguientes precedentes, nada importante ha sido descubierto en su especialidad, que solo habían corrido “algunas vagas filosofías de gabinete”, y que la era realmente científica científica para estas disciplinas disciplinas se inauguro en el curso de los dos tres últimos decenios, con la publicación de sus propias investigaciones o las de los miembros de sus equipos [...]. en consecuencia, los índices se sus publicaciones solo mencionan un numero infinito de los pensadores de los siglos precedentes, frente a una larga lista de investigadores pertenecientes a la “cooperativa de admiración mutua” mutua” de sus autores 1.
La exigencia interdisciplinaria se inscribe en la descripción del conocimiento desde los orígenes del saber en Occidente. Los sofistas griegos, patriarcas de nuestra pedagogía, ya habían definido el programa de una enklukios paideia, enseñanza circular que debía hacer cumplir al alumno un examen general de las disciplinas constitutivas del orden intelectual. Este programa enciclopédico fue recuperado y elaborado por los retores romanos, que transmitieron el esquema de la orbis doctrinae a los maestros de la enseñanza medieval. La institución universitaria, a partir del siglo XIII, confía a la facultad de las artes la gestión del sistema de las artes liberales, es decir, de las disciplinas garantes de la libertad del espíritu. El trivium (gramática, retórica y dialéctica), se articula con el quadrivium (aritmética, geometría, astronomía y música) en el seno de in conjunto unificado que reúne las letras y las ciencias. Esta pedagogía de la totalidad, renovada sin interrupción hasta la época del Renacimiento, sé perpetuo bajo la forma del humanismo tradicional, en particular en el marco del colegio jesuita, cuya supresión, en el curso de los años 1760-1770, resulto una catástrofe en el campo de la enseñanza. El programa milenario de la enkuklios paideia fue destruido, pero no sustituido; la proliferación canceriforme de las posiciones, divagaciones 1
Sorokin, Tendances et de la sociologie américaine. Cap. 1, 7 y 8, traducción al Francés de Arnavon, Aubier, 1959.
y tentativas referentes al contenido del saber que debía transmitirse a las jóvenes generaciones traduce la desorientación del pensamiento moderno en materia de formación intelectual. La universidad medieval quería ser la comunidad de los maestros y los estudiante (universitas magistrorum et sholarium), pero también la comunidad de las disciplinas del conocimiento (universitas scientiarum); el acercamiento de los hombres se inscribe en el marco de la integración del saber. La división y especialización de la epistemología apelan a un movimiento compensador; el vector centrifugo debe tener contrapartida, un vector centrípeto destinado a mantener la cohesión del espacio mental, amenazado de disociación. Esta pedagogía de la totalidad es fuertemente afirmada por Plinio, el naturalista, que encontró la muerte en la erupción del vesubio, en el año 79 de nuestra era: <>2. En 1844, Alexandre de Humboldt debía colocar esta palabra de un lejano predecesor como epígrafe a su obra maestra, Kosmos, genial tentativa de epistemología interdisciplinaria. En la antigüedad, el Museo de Alejandría, centro de investigación y enseñanza, universidad pionera, de un prodigioso esplendor durante mas de medio milenio, encarna en el corazón del mundo helénico el proyecto de un reagrupamiento de las ciencias y las letras, de las artes y las técnicas en un hogar común, donde el acercamiento de los hombres y la abundancia de los equipos tecnológicos deben facilitar la realización de un programa común de síntesis cultural. Estos jalones antiguos atestiguan que el tema de la unidad de territorio del conocimiento es una constante epistemología. Entre nuestros contemporáneos, la reivindicación interdisciplinaria no es mas que la reafirmacion de la integridad perdida; el proyecto de un futuro de la ciencia mejor que el presente disimula la nostalgia de un pasado olvidado. El proyecto de la interdisciplinariedad traza, de época en época, uno de los grandes ejes de la historia del conocimiento. A medida que la progresión del saber se realiza por especialización, a la preocupación por la unidad suscita el deseo de un reagrupamiento que pondría remedio a la intolerable disgregación de los campos del conocimiento y de los hombres de ciencia. Los espíritus mas elevados, en las épocas mas fecundas, afirman este tema de la unidad, que debe ser mantenido so pena de una fragmentación y anarquía epistemología. En los orígenes de la ciencia moderna, antes incluso de que el mecanismo hubiese adquirido el rigor y la precisión que le confieran Galileo y Descartes, Francis Bacon, profeta mas bien que sabio, propone una especie de utopía de la unidad del saber en un escrito póstumo La nueva Atlántida (1627. Este ensayo novelesco describe la Casa de Salomon, centro interdisciplinario de investigación científica del servicio de la humanidad, en una isla del tesoro donde tiene la sabiduría. La utopía baconiana constituye el modelo o maqueta de las sociedades y academias científicas, cuya constitución es parte importante en la historia de los saber del siglo XVII. La reunión de los sabios de buena voluntad en asambleas patrocinadas por los soberanos no solo consagra la importancia social y económica de la ciencia en los tiempos modernos, sino también de testimonio de una preocupación por la comunicación entre las disciplinas de los especialistas que se encuentran en un mismo lugar, así como un deseo de unidad. Una ideología, o una utopía, 2
Plinio, historia naturalis, lib. VII, Cap. 1.
de la interdisciplinariedad esta subyacente en estas instituciones, cuya importancia no dejara de crecer en el transcurso de los siglos venideros. Uno de los mas eficaces artífices de la creación de las academias científicas fue Leibniz (1646-1716), espíritu universal, filosofo y sabio de talento, en quien debe reconocerse a uno de los maestros del conocimiento interdisciplinario. Leibniz escribe: El genero humano considerado una relación con las ciencias que sirven a nuestra felicidad, me parece semejante a un rebaño de gente que marcha en confusión por las tinieblas, sin tener ni jefe ni orden ni palabra ni otro signo con que regular la marcha y reconocerse. En lugar de caminar de la mano para guiarnos y asegurar nuestros pasos, corremos a lo loco y de través, chocando unas con otros, lejos de ayudarnos y sostenernos[...]. Venos que lo que podía ayudarnos seria aunar nuestros trabajos, compartirlos con ventajas y regularlos con orden; pero, por el momento, apenas se llega a lo difícil y que nadie ha esbozado aun, y todos corren en masa a lo que oros ya han hecho, o se copian e incluso se combaten eternamente [...] 3.
Aun antes de Leibniz, el iluminado y pedagogo checo Jean Amos Komenski (Comenio) había denunciado con vigor, en 1637, el escándalo de la fragmentación del saber en disciplinas sin que haya unión de unas con otras (dilaceratio scientarium)4; el remedio para este desgarramiento interno seria la pedagogía de la unidad (pansophia). Una verdadera ciencia, sea la que sea, no puede constituirse aisladamente y mantenerse en un egoísmo epistemológico, al margen de la comunidad interdisciplinaria del saber y de la acción. Esta preocupación unitaria es una de las principales características del pensamiento de las Luces. El progreso de las ciencias y las técnicas en el curso del siglo XVIII se inscribe en el horizonte de una reforma general de la condición humana. El tema de la Enciclopedia, desarrollado en Francia bajo la dirección de D’Alembert y Diderot, ilustra esta perspectiva racional de una unidad en la diversidad de los saberes y de las practicas. El orden alfabético del diccionario parece mal adaptado a este proyecto de inteligibilidad unitaria; yuxtapone según la norma única de la casualidad de la escritura una inmensa masa de datos cuya coherencia interna escapa al lector. Lo que es así propuesto como sucesivo y fragmentado debería aparecer como solidario en la contemporaneidad de una comprensión ideal. Así se recuperaría la inspiración del enkuklios paideia de los antiguos, de la orbis doctrinae de los rectores romanos, enriquecida con todas las aportaciones de las ciencias modernas desde el Renacimiento. Esta relación de lo múltiple a lo único que preside la edificación del monumento de la Enciclopedia esta claramente indicada en ciertos textos clave redactados por los directores de la inmensa empresa, en particular en el <>, de D’ Alembert, en el articulo “Enciclopedia”, obra de Diderot, y en el también articulo <>, debía a D’Alembert. El proyecto enciclopédico se encamina a reunir y condensar la inmensa masa del saber disponible en un espacio cada vez mas reducido. Espejo donde se proyecta la totalidad del dominio mental, la Enciclopedia debe no solo yuxtaponer los datos de las ciencias, sino también ordenar racionalmente las disciplinas, unas con relación a otras, e intentar realizar una extracción de las raíces comunes del saber. El análisis pone de relieve las etimologías solidarias del conocimiento,; remontándose hasta los orígenes, permite poner remedio a los efectos nefastos de la división del trabajo intelectual, gracias a la elaboración de un método de epistemología genética desarrollada por los mejores espíritus del siglo WVIII. Según 3 4
G. W. Leibniz, Philosophische Schringter VII, ed. Gehrardt, 157 y 158. J. A. Comenio, Prodomus Pensophiae (Oxford, 1637), ed, H. Hornstein, Duseldord 1963, 48.
D’Alembert, cada disciplina puede ser considerada como el desarrollo de algunos principios fundamentales; debe ser posible llegar a un grado superior de formalización, a una axiomática de axiomáticas. El orden enciclopédico de nuestros conocimientos [...] consiste en reunirlos en el espacio mas pequeño posible, y, por así decirlo, colocar al filosofo por encima de este vasto laberinto en un punto de vista suficientemente elevado, desde donde pueda percibir a la vez las ciencias y las artes principales 5.
Lo que viene a decir que <>6. La dispersión de los conocimientos, si corresponde a las necesidades de la división del trabajo intelectual, no debe acarrear incompatibilidades o contradicciones entre los investigadores y los resultados de sus trabajos. La unidad de la ciencia garantiza la solidaridad del equipo de los enciclopédicos; permite contar con el progreso armonioso del saber en beneficio de la humanidad. Procedente de Locke, el tema de la epistemología genética, que permite retrotraer todas las disciplinas a su común origen, había sido recuperado y desarrollado por Condillac, maestro para los Enciclopedistas. En la misma perspectiva, esta inspiración será, en la en la siguiente generación, la de los ideólogos, filósofos y sabios contemporáneos en la Revolución Francesa, de la que son partidarios decididos. Los Elements d’ideologie, de Destutt de Tracy, proporcionan la exposición mas completa de esta doctrina que se esfuerza por conducir el conjunto de las disciplinas del saber a principios comunes, tomados de Condellac y algo mejorados. Tracy extrae de su teoría del conocimiento los elementos del derecho, de la economía política, de la moral y de la pedagogía; otros miembros del grupo definen, inspirándose en la misma metodología intelectual, una epistemología de las ciencias de la naturaleza y de las ciencias del hombre (historia, geografía, filología, antología, medicina, etc.). los nombres de Cabanis, de Bichat, de Lamarck, de Lavoister, de Volney bastan para testimoniar la amplitud de este esfuerzo interdisciplinario demasiado mal conocido en al historia del pensamiento europeo. Además, los ideólogos, brain trust al servicio de las autoridades revolucionarias, definen las estructuras de la revolución cultural que levanta un conjunto de instituciones originales para la difusión del saber adquirido y para el desarrollo de la investigación científica en todos los campos. Los programas de las escuelas centrales proponen una sistematización de estudios resueltamente modernos, llamada a sustituir al humanismo tradicional del colegio jesuita. Sobre todo, la creación del instituto nacional expresa el deseo de un reagrupamiento interdisciplinario de los sabios para trabajar, sobre la base de la doctrina ideológica, en el proceso de la ciencia. El instituto nacional, que se ha mantenido hasta nuestros días, reafirma la utopía baconiana de la Casa de Salomon; es también, según una formula de Cabanis, <>7, no una obra acabada, sino un conjunto de grandes espíritus unidos para realizar el desarrollo coordinado del conocimiento al servicio de la Francia revolucionaria.
5
D’Alembert, Discurso preliminar de la Enciclopedia, Aguilar, Madrid 1965. Parte I. Ibidem. 7 G. Cabanis, Rapports du physique et du moral de I’homme I, Introducción; Geuvres philosophiques, P.U.F., 1956, 125. 6
Así pues, el tema de la interdisciplinariedad aparece, en la teoría a la par que en la practica, como una de las afirmaciones maestras del pensamiento de las Luces, Filosofo y nombre político, Turgot afirma: En nuestro siglo, la filosofía, o mas bien la razón, extendiendo su imperio a todas las ciencias, ha realizado lo que antes las conquistas de los romanos entre las naciones; ha reunido todas las partes del mundo literario; ha derribado las barreras que hacían de cada ciencia un Estado separado, independiente respecto de los otros 8.
El ideólogo Condorcet, discípulo y amigo de Turgot, plantea la misma idea: En una palabra, el progreso general de las ciencias ha sido tal, que o hay ninguna que, por así decirlo, pueda ser abarcada en la totalidad de sus principios sin que nos veamos obligados a pedir socorro a los demas 9.
Un poco mas tarde, el economista J.-B. Say, miembro también de esta escuela ideológica, afirma de nuevo la tesis de la unidad del saber: Una de las características de nuestra época será esta filosofía aplicada a las ciencias, esta visión desde arriba, que permite captar sus relaciones con las demás ramas de nuestros conocimientos, la relación de todas las partes entre si. La rectificación de su lenguaje, que conduce a la rectificación de sus ideas, caracteriza también uno de los progresos modernos 10.
Una misma exigencia se reafirma entre los mejores espíritus del siglo XIX. El joven Michelet, que será el gran historiador romántico Francés, pronuncia en 1825 un Discurso sobre la unidad de la ciencia donde se puede leer; La ciencia pierde su atractivo mas vivo, su principal utilidad, cuando considera las diversas ramas como extrañas entre si, cuando ignora que cada estudio esclarece y fecunda a los demás. Las Musas son hermanas, nos dice la ingeniosa Antigüedad [...]. La ciencia es una; Las Lenguas, la Literatura, la Historia, la Física, las Matemáticas y la Filosofía, los conocimientos mas alejados en apariencia, se tocan realmente, o más bien forman un sistema, cuyas diversas partes considera sucesivamente nuestra debilidad. Un día intentareis captar esta majestuosa armonía de la ciencia humana [...] 11.
Un paso mas tarde, el propio Michelet precisa su pensamiento sobre este punto: Tal es la marcha del espíritu humano; primeramente ve la ciencia, después de las ciencias, y luego, de nuevo, la ciencia. Ha partido de la unidad, mas de una unidad de confusión y de desorden vuelve a la unidad, pero a una unidad de orden y claridad [...] 12.
El siglo XIX esta marcado en la historia del saber por la expansión del trabajo científico. Las tecnologías de la investigación, en todos los campos, se enriquecen prodigiosamente; pero esta riqueza creciente tiene como contra partida una desmultiplicacion de las tareas. Ha llegado la época de los especialistas; el territorio epistemológico, ampliándose, no deja 8
J. Turgot, Oeuvres I, SCHELLE, Alcan, 1913, 346. J.A. Condorcet, Esquisse d’un tableou historique des progres de l’espirit humain (9. Epoca, 1794) Editions Sociales, 1971, 242. 10 J.B. Say, Lettre d de Candolle (1814), en S. Moravia, II pensiero degil Ideologues, La Nuova Italia, Firenze 1974, 787. 11 J. Michelet, Oeuvres completes I, P. Viallaneix (dir. Publ.) Flammarion, París, 1971, 249. 12 Citado por Viallaneix, en el Prefacio al volumen indicado en la nota precedente, p. 9. 9
de fragmentarse; las certidumbres se estrechan al precisarse. El especialista, según la formula de Chesterton, sabe mas de un campo cada vez más pequeño, en marcha ese limite escatológico en que lo sabrá todo de nada. El positivismo, el cientificismo, corresponde a ese nuevo estatuto del saber, donde cada disciplina se encierra en el espléndido aislamiento de sus propias metodológicas, haciendo del lenguaje de las ciencias rigurosas una especie de absoluto. El rechazo de toda metafísica se constituye en toma de partido metafísica; el agnoticismo, por lo que respecta a los pormenores del saber, reviste el valor de un acto de fe a menos que se trate de un reconocimiento de impotencia. La túnica sin costuras de la ciencia unitaria parece desgarrada de forma irremediable. La pulverización del saber en sectores muy limitados arroja al hombre de ciencia a una paradójica soledad, puesto que ha perdido ese sentido de causa común que reunía a los enciclopedistas a sus sucesores, los ideólogos. A este respecto, el siglo XIX parece caracterizado por un retroceso de la esperanza interdisciplinaria; la conciencia parece vencida y como abrumada por la masa creciente de sus conquistas. La acumulación cuantitativa de las instituciones parece exigir el precio de un desmantelamiento de la inteligencia. Este desarrollo epistemológico se manifiesta en la historia de las instituciones científicas y, particularmente, de las universidades, Voltaire recordaba ya, a aquellos que en su época lo habían olvidado, que <>13. Esta idea de la solidaridad orgánica entre todas las funciones del saber esta magníficamente ilustrada por la fundación de la Universidad de Berlín (1810), que será la universidad piloto del siglo XIX europeo. Esta iniciativa de orden intelectual viene suscitada por el aplastamiento de Prusia en 1806, en los campos de batalla de Jena. Una política intelectual nueva y atrevida debe contribuir a la rehabilitación nacional, proporcionando al Estado los servicios que necesita, hombres de sólida cultura, capaces de dominar por la inteligencia las circunstancias difíciles. Guillermo de Humboldt, el gran filólogo, encargado de organizar la nueva institución, procede a efectuar una consulta a los mejores espíritus de la época. Friedrich August Wolf, Fichte y Schleiermacher redactan para la ocasión unos textos de interés notable sobre la naturaleza y la función de la universidad; El teólogo, él filosofo y el filólogo señalan, cada uno pro su parte, la necesidad de afirmar, en su ligar de elección, la solidaridad entre las disciplinas principales del conocimiento. La vida del espíritu es una vida en común; reúne, bajo la inspiración de una misma vocación, a hombres que persiguen investigaciones diferentes y se enriquecen mutuamente por el testimonio de la diversidad de sus intereses. En la universidad, cada orden de conocimientos existen por si mismo, pero existe también por los demás, en su relación con la totalidad del saber. La institución universitaria define el emplazamiento interdisciplinario por excelencia; este carácter fue el de la universidad de Berlín durante la mayor parte del siglo XIX. Cuando en 1808 Napoleón organiza, bajo el abusivo nombre de Universidad imperial, el sistema de enseñanza en Francia, distingue, por primera vez en la historia, facultades de letras y facultades de ciencias. La antiguas facultades de las artes, convertidas en Alemania en facultades de filosofía, mantenían el principio de la unidad de conocimiento, que rompe la disociación napoleónica. En Francia, en lo sucesivo, habrá que escoger entre la cultura literaria y la cultura científica, pero cada una de esas “culturas” es empatada de la otra y sufre de una carencia fundamental. Reducidos a sus propios recursos por una injustificable 13
Voltaire. Diccionario filosófico , vez “Universidad”, Daimon, Barcelona 1977
división del trabajo, lo “literario” y lo “científico” están medio ciegos; para ellos es como si una parte muy considerable del campo epistemológico no existiese. El ilustre fisiólogo de la Universidad de Berlín, E. du Bois Reymond (1812-1896), protestaba contra una mutilación, generadora, entre los especialistas de graves deformaciones profesionales: El estudio exclusivo de las ciencias de la naturaleza, como cualquier otra ocupación exclusiva, estrecha el circulo de las ideas. La ciencias de la naturaleza limitan su visión a lo que tenemos ante nuestros ojos, al alcance de nuestra mano, a lo que proporciona la experiencia inmediata de los sentidos con una certidumbre que aparece casi absoluta. Desvían el espíritu de las especulaciones generales y menos seguras, y lo desacostumbran a moverse en el campo de lo indeterminado. En cierto sentido, estimamos en ellas esta dirección como una ventaja de la mas preciosas; pero, cuando don maestras excluidas, no se puede negar que el espíritu se hace pobre de ideas, que la imaginación pierde sus colores, el alma su sensibilidad, y las consecuencias son una forma de ver estrecha, seca y dura, abandonada de las Musas y de las Gracias 14 .
El sabio berlinés pone en evidencia la correlación entre ña practica epistemología y ciertos caracteres antropológicos. El mal de la especialización tiene como consecuencia una esclerosis mental; el conocimiento deja de ser relación con el mundo real, para desarrollar sistemas de abstracciones cada vez más estrechos y sin comunicación entre si. El texto de Du Bois Reymond era citado en 1880 por el rector de la Universidad de Berlin, protestando contra una eventual especialización de la Facultad de Filosofía, que había separado lo científico de lo literario, según el modelo de la universidad napoleónica. La disociación se reproduce en el interior de los dos grupos de disciplinas así separados. A fines del siglo XIX, la III República francesa intenta reconstruir en el país universidades dignas de ese nombre. En 1911, un orador parlamentario deplora el fracaso de la empresa, por lo que respecta a la constitución de la unidad del saber: Esa palabra <> no es mas que una palabra [...]. porque ni encierra una organización cuyos elementos sean solidarios, cuyos partes se sienten órganos de un mismo todo. [...]. cada cual tira por su lado; los hombres del Derecho, los de letras, forman otros tantos grupos aparte; en cada una de esas facultades, las especialidades forman asimismo grupos, yo no diría celosos, pero si bastante cerrados los unos hacia los otros. Es de conocimiento publico [...] que en la Sorbona, por ejemplo, esta el grupo de los historiadores, el de los filósofos, y que existe muy poco contacto, y aun menor penetración entre ellos [...]. por el momento, todo se somete a la especialización15.
Esos antiguos propósitos no han dejado de ser verdaderos; caracterizan no solo la situación francesa, sino también la que prevalece en la casi totalidad del espacio universitario internacional. Numerosos signos dan testimonio de la existencia de una <>16, a la vez expresión y componente fundamental de la crisis que atraviesa la civilización contemporánea. El tema milenario de la unidad de la ciencia ha fracasado, y ese fracaso de la epistemología corresponde a un fracaso de la humanidad en su conjunto. La disociación del conocimiento es, simultáneamente, efecto y causa de la 14
E. du Boix Reymond, Culturgeschichte un Noturqissenschaft . 2. Epoca, P. 42, citado en A.W. Hoffmann, Rektoratsrede , en la Universidad de Berlin, 15 de octubre de 188: Revue internationale de l’enseignement L, (París, 1881), 165. 15 Discurso de Charles Dupuy, presidente de la comisión de Enseñanza Superior . Línstruction publique ou Senet ; Revue internationale de l’enseignement, LXII (1911), 259. 16 Ct. H. Japiassu, Interdisciplinaridade e Patologia do saber , Imag. Rio do Janeiro 1976.
existencia humana en el mundo que vivimos. La crisis universitaria de los años setenta, que tuvo su punto culminante en la pequeña revolución francesa de 1968, traducía, en un paroxismo de desesperanza y utopía, el fracaso de las antiguas instituciones y la exigencia de una concentración del espacio mental en si conjunto. Entre las reivindicaciones confusa formulada por los estudiantes encolerizados, el tema de la interdisciplinariedad aparecía con frecuencia; Hay que reunir los elementos dispersos del conocimiento y dar una nueva configuración, de conjunto a lo que Francis Bacon llamaba globus intellectualis. Desde antes de 1968, el proyecto alemán de la Universidad de Constanza respondía a esa nueva preocupación por suprimir barreras y malentendidos que separan, y a veces oponen, las diversas regiones del espacio epistemológico, asociado en la formación intelectual el orden de las ciencias y el orden de las letras. Pero la fuerza de la inercia opuesta a toda innovación por las instituciones tradicionales, es tan potente que los intentos innovadores parecen destinados al fracaso. Tras esta breve retrospectiva se puede concluir que el tema de la interdisciplinariedad es uno de los aspectos de la propia idea de ciencia desde los orígenes de la cultura occidental. La brusca reviviscencia de este tema en al actualidad, lejos de corresponder a un progreso epistemológico, puede ser considerado como un síntoma patológico, una reacción secundaria ante la inexorable disgregación del espacio mental moderno, búsqueda de una compensación o medio de defensa desesperada para preservar, en todo en parte, la integración del pensamiento. El tema de la interdisciplinariedad se encuentra, pues, en el programa de la vida intelectual contemporánea. Se trata, por desgracia, de una noción mal definida, que reviste a veces el aspecto y la función de un eslogan utilizado a diestro y siniestro en el debate ideológico. En materia de reforma universitaria, cada cual se complace en reconocer la necesidad de señalar el carácter multidisciplinario o pluridisciplinario de la instituciones de la enseñanza. A los ojos de los expertos, esto significa que basta con reunir en un mismo sitio una facultad dentaría, un instituto de chino y una escuela de ingenieros para constituir una universidad pluridisciplinaria; la unidad del saber así realizada es una unidad por acumulación, según el modelo de un montón de piedrecitas. Buen numero de seminarios, coloquios y sesiones de estudiase encuentran constituidos por la reunión de cierto números de especialistas que, a pesar de estar sentados unos junto a otros es la misma sala, no tienen nada que decirse porque no tienen un lenguaje común. El tema de la interdisciplinariedad evoca una figura espacial diferente. No se trata solamente de yuxtaposición, sino de puesta en común. El interés no se centra en los confines y en los límites mutuos entre las disciplinas; se trata de un conocimiento de los límites o en los límites, instituyendo entre los diversos ocupantes del espacio mental un régimen de copropiedad, que justifica la posibilidad de un diálogo entre los interesados. Esta noción no hace más que recuperar la idea de la universitas scientiarum, constitutiva de la universidad tradicional. Ante la realidad de los hechos, podríamos preguntarnos, sin embargo, si este tema de un bien común que impondría un régimen de indivisión entre los sabios de toda clase no es algo más que un voto piadoso o una fórmula retórica para los oradores de galas universitarias. La interdisciplinariedad separa a los especialistas más que unirlos. El corazón epistemológico de la universitas scientarum es una nada, un vació al que están adosados los señores profesores. Cada cual vuelve la espada al otro y mira en dirección particular.
Más nueva, más fascinante al menos en el orden lingüístico, es la noción de trandisciplinariedad; enuncia la idea de una trascendencia, de una instancia científica capaz de imponer su autoridad a las disciplinas particulares; designa quizás un hogar de convergencia, una perspectiva de objetivos que reunirá en el horizonte del saber, según una dimensión horizontal o vertical, las intenciones y preocupaciones de las diversas epistemologías. Puede tratarse de un metalenguaje o de una metaciencia, pero, en la estrategia del saber, el orden transdiciplinario define una posición clave, con cuya posesión soñarían todos aquellos que están atormentados por las ambiciones del imperialismo intelectual. El matemático está inclinado a pensar que la matemática es la ciencia de las ciencias; el historiador reclama el mismo titulo para su propia disciplina, a pesar de que otros pueden reivindicar esta prioridad para el conocimiento biológico (historia natural, biológica, psicología, medicina). La transdisciplinariedad, tal como se practica, es un sillón vacío en el que todos ambicionan sentarse; corresponde a uno de los principales fines en la feria de las vanidades intelectuales. Estas consideraciones corren el riesgo de parecer impertinentes e incluso irrespetuosas en un debate tan importante en el que están mezcladas personalidades científicas unánimemente respetadas. Sin embargo, hay que reconocer que las tentativas recientes de síntesis del saber reflejan el desarrollo contemporáneo de la epistemología sin ponerle remedio. La UNESCO, por su parte, ha tomado la loable iniciativa, hace diez años, de emprender las Tendences principales de la recherche dans les sciences sociales el humaines; un primer volumen, muy denso, consagrado a la situación de las ciencias sociales, ha aparecido en 1970 (Mouton-UNESCO, París-La Haya); un segundo tomo, más considerable aún, ya que cuenta con cerca de 1.700 páginas, referente a la ciencias humanas, data de 1977. La idea generadora de la obra era elaborar un inventario objetivo de la situación intelectual, balance de los resultados adquiridos y programa de las intenciones dominantes. Hay en los puertos viejos jubilados de la marina que consagran sus ratos de ocio a la construcción de modelos reducidos de barcos fascinados por esas ingenuas obras de arte del bricolaje. Los expertos de la UNESCO han intentado realizar una actuación de ese tipo, con la diferencia de que la botella y el barco han adquirido unas proporciones imponentes. El lector deseoso de conocer las <> deberá, en primer lugar, absorber más de dos mil páginas de un texto apretado, donde se pasa revista a los batallones innumerables de <> y los resultados de sus investigaciones. Se trata en este caso de multidisciplinariedad por yuxtaposición y acumulación según el modelo del montón de piedrecitas. El conjunto produce una impresión de asombro y agobio ante la monstruosidad de esta torre de Babel epistemológica, donde cada especialista despliega sus certidumbres y ambiciones, en la ignorancia serena de todos los que trabajan a su lado en la edificación del saber. Para abandonar este atolladero, la única salida parece reducir la abundancia del texto a unas dimensiones más razonables, pero esta disminución cuantitativa debe ir acompañada de una concentración de la configuración, gracias a la cuál se pasaría a la diversidad incoherente del saber empírico a una unidad inteligible y articulada. Si los campos de la ciencia representan los terrenos de ejercicio de una única e igual razón humana, debe ser posible encontrar en cada uno de ellos los principios de una inteligibilidad unitaria da la que todos proceden. El mismo problema del paso de lo múltiple a lo único, del análisis a la síntesis, se les planteó a las enciclopedistas del siglo XV111. Al principio del artículo << Elementos de
las ciencias>> del gran diccionario, D’Alembert expone, con una admirable expresión, la solución proporcionada por un racionalista y constructivista: Se llaman en general elementos de un todo las partes primitivas y originarias con que se puede suponer que esta formado ese todo. Para transportar esta noción a las ciencias en general, y para conocer que idea debemos formarnos acerca de los elementos de una ciencia cualquiera, supongamos que esta ciencia esta enteramente tratada en una obra, de forma que tengamos a continuación ante nuestros ojos las proposiciones tanto generales como particulares, que forman el conjunto de la ciencia, y que esas proporciones están dispuestas en el orden más natural y riguroso posible; supongamos ahora que éstas forman una serie absolutamente continua, de suerte que cada proposición depende única e inmediatamente de las precedentes, y que no supone otros principios que los que las precedentes proposiciones encierran; en ese caso, cada proposición […] no será más que la traducción de la primera, presentada bajo aspectos diferentes; todo se reducirá, en consecuencia, a esta primera proposición, que se podría contemplar como el elemento de la ciencia de que se trata, puesto que esta ciencia estaría encerrada enteramente allí. Si cada una de las ciencias que nos ocupan ejemplificara el caso de que hemos hablado, los elementos serian tan fáciles de definir como de aprender; e incluso, si pudiéramos percibir sin interrupción la cadena invisible que une todos los objetos de nuestros conocimientos, los elementos de todas las ciencias se reducirían a un principio único, cuyas consecuencias principales serian los elementos de cada ciencia particular. El espíritu humano, participando de la inteligencia suprema, vería todos sus conocimientos como reunidos bajo un punto de vista indivisible […].
En la imaginación de D’Alembert, el dios de los filósofos y de los sabios desempeña el papel del viejo marino que, a fuerza de ciencia y sabiduría, hace entrar el barco en la botella. Buen número de aquellos que se preocupan hoy día por las investigaciones interdisciplinarias tienen confianza, como D’Alembert, en la formación lógica y en lenguaje matemático para fundar el derecho común de toda <>, que fue unas de las grandes esperanzas del positivismo lógico. Según el físico Delattre, esta investigación tiene una meta: Elaborar formalismo suficientemente general y preciso para permitir expresar, en un lenguaje único, los conceptos, las preocupaciones, las contribuciones de un número mayor o menor de disciplinas que, de otro modo, permanecerían atrincheradas en sus respectivas jerigonzas [...]. En la medida en que todo lenguaje común pueda ser elaborado, los intercambios deseados se verán facilitados [...]. La comprensión recíproca que resultará de ello será uno de los factores esenciales para una mejor interpretación de los saberes [...] 17.
La noción de <>, correlativa de las nociones de <> y de <> proporciona entonces la solución de todas las dificultades: Si se define esta noción como correspondiente a un conjunto cualquiera de elementos que interactúan entre si o con el mundo exterior que los rodea, se comprueba inmediatamente que toda disciplina y toda técnica se encuentra confrontadas a sistemas [...]. [El sistema aparece como] un sustrato común a una gran variedad de fenómenos, lo que abre el camino a una aproximación unificada de las diversas disciplinas. A partir de este concepto fundamental se han desarrollado la mayor parte de las tentativas interdisciplinarias, en el correr de los últimos decenios.
17
P. Delattre, Interdisciplinaires (Recherses), en Enciclopedia universales Organum, 1973, 387.
Tras esta afirmación característica de la amnesia del inventor, P. Delattre atribuye a Von Betalanffy, hacia 1925, <>. Sin embargo, hay que deplorar que esta idea genial no haya dado en las prácticas los buenos efectos que de ella se esperaban: A pesar de todos los trabajos ya comenzados no se puede decir que exista en la actualidad una verdadera teoría de los sistemas. Nos encontramos más bien en presencia de cierto número de formulismos diversos en busca del carácter de universalidad próximo al objetivo perseguido, pero que se diferencian entre si por los conceptos fundamentales utilizados y por los tipos de representación fenomenológica adoptados 18.
Dicho de otra forma, la diversidad intrínseca de la realidad no se deja digerir enteramente por el formalismo del sistema: dificultad provisional, característica del <>. Todas las esperanzas están permitidas en un futuro. Condillac había desarrollado la idea de que una ciencia es una lengua bien hecha; su ensayo póstumo, titulado La Langue des calculs, se apoya en la perfección del lenguaje matemático para evocar la idea de una ciencia unitaria en la extrapolación sistemática del álgebra: El álgebra no es más que una lengua […]. Se reconocerá que las lenguas no son más que métodos analíticos más o menos perfectos y que si llevaran a su mayor perfección, las ciencias perfectamente analizadas serian perfectamente conocidas por aquellos que les hablasen bien 19.
El lenguaje matemático, en virtud de su racionalidad inherente, aparece así como el principio y el fin de una comunión interdisciplinaria. Se trata de una antigua ilusión que justifica a través de los siglos las esperanzas de una escatología de la epistemología. El místico catalán Raimundo Lulio (1235-1316) partió, hace mucho tiempo, en busca del ars magna, del arte supremo que debía permitir el descubrimiento de las raíces comunes del <<árbol de la ciencia>>; el Liber de ascenso et descenso intellectus esboza una epistemología genética esclarecida por los rayos de un neopitagorismo cristiano20. La tradición de Lulio continua a todo lo largo de la historia del pensamiento occidental, sea oculta entre los pliegues secretos del ocultismo, sea a la luz de la reflexión filosófica, como llega hasta Leibniz21. Los temas leibnizianos de la <> de la <> y de la <>evocan la idea de una extrapolación del pensamiento matemático, extendida a la totalidad del universo del discurso. La moda actual de lo que con un término bárbaro se llama <> en las ciencias sociales y humanas corresponde, a pesar de su modernidad aparente, al retorno cíclico de motivos tradicionales de la conciencia intelectual. Los partidarios contemporáneos de esta antigua esperanza toman nota del hecho de que las disciplinas más diversas del conocimiento recurren con frecuencia a esquemas y formulaciones que se han cogido prestados a las matemáticas; no es difícil discernir las preocupaciones fundamentales comunes a todas las disciplinas, preocupaciones cuyas nociones, como es el 18
Ibidem, 388. E. de Condillac, La Langue des calculs, I, año X, París 1801, 248. La obra quedó inacabada. 20 Cf. A. Llenares. Ramón Llull, Edicions 62 , Barcelona, 1970. 21 Cf. L. Coutural, La Logique de Leibniz, París 1901. 19
caso del modelo de estructura, de la teoría de los juegos, de la teoría de la información o la cibernética, etc., han alcanzado tal grado de autonomía con relación a las disciplinas en cuyo seno se habían desarrollado, que constituyen una especie de fondo común, en el cuál pueden beber todas las disciplinas particulares 22. La interdisciplinariedad se encuentra de este modo localizada en el nivel de la comunidad de las formas, de la analogía de las expresiones. Si se hace abstracción del campo particular de aplicación, en su singularidad material, permanece el lenguaje general reuniendo el universo del discurso de saberes más diversos. Tal definición corre el riesgo de parecer tautológica; tiene como efecto el desplazar el interés del fondo a la forma; el reagrupamiento buscando se realiza alrededor de un análisis del discurso y de la acción, que se esfuerza por reducir a la unidad. Uno de los maestros en este tipo de estudio es Jean Piaget, que, a partir de una teoría de la génesis de la inteligencia en el niño, según la perspectiva de una adquisición de la racionalidad, ha elaborado una doctrina de las ciencias, y de la ciencia en general, según las normas de un derecho común de carácter esencialmente formal. De creer a Piaget, los problemas interdisciplinarios se reducen a la Comparación de los diferentes tipos de estructura, comparación de sistemas de reglas (según se acerquen a los modos de composición lógica o se alejen de ella en la dirección de simples apremios o imposiciones diversas), comparación de las diversas traducciones o tomas de conciencia de las estructuras bajo la forma de reglas (adecuadas o inadecuadas y por qué), etcétera23.
El empleo del término <> rinde homenaje a la reciente aparición de un nuevo instrumento epistemológico, tanto más eficaz cuanto que propone un estilo de inteligibilidad mucho menos riguroso que el de las matemáticas. Piaget continúa diciendo: El especialista buscará así el lenguaje más objetivo para describir las estructuras, y lo hará en términos variables, pero, en principio, formalizables o matematizables; describirá, por ejemplo, las estructuras de parentesco en términos de sistemas algebraicos, como Lévi-Strauss; las gramáticas transformacionales en términos de monoides, como Chomsky; o las estructuras micro y macroeconómicas en términos de esquemas aleatorios o cibernéticos, etcétera 24 .
El progreso de las ciencias sociales y humanas, así como el de las ciencias de la naturaleza, consiste en la realización de conjuntos de fenómenos unificados por la ley de una disposición rigurosa; estos conjuntos parciales deben organizarse asimismo en conjuntos más vastos, de los que se puede esperar que en su límite comulgarán en la unidad de una sola y misma inteligibilidad. Piaget estima que: En cuanto a la cuestión de las jerarquías posibles entre las ciencias del hombre, esta permanece abierta en tanto no se resuelva el problema central de la sociología, que es el de la sociedad considerada en su totalidad, y el de las relaciones entre los subsistemas y el sistema de 22
Raymond Boundon, Modelos y métodos matemáticos, en Corrientes de la investigación en las ciencias sociales I, <>, UNESCO-Tecnos, Madrid 1981. 23 J. Piaget, Problemas generales de la investigación interdisciplinaria y mecanismos comunes, en J. Piaget, W. J. M. Mackenzie, P.F. Lazarsfeld y otros, Tendencias de la investigación en las ciencias sociales, Alianza Editorial-UNESCO, Madrid, 1973. 24 Ibíd.
conjunto. Entre tanto, cada disciplina emplea parámetros que son variables estratégicas para otras disciplinas, lo que abre un vasto campo de investigaciones a las colaboraciones interdisciplinarias; pero, como no se dispone de una descomposición lineal del sistema en subsistemas, las colaboraciones se reducen muy a menudo a simples yuxtaposiciones 25.
La unidad del saber no está, pues, enteramente realizada, pero existe desde ahora una esperanza, más allá de la dispersión ilusoria de los compartimentos del saber, que se sostiene solamente gracias al avance insuficiente del análisis reductor. La conclusión reviste el aspecto de un acto de fe en las capacidades de la inteligencia matemática: Independientemente de las formaciones universitarias diferentes, que constituyen sin duda el principal obstáculo que se debe superar, las técnicas lógico-matemáticas comunes, cuyo empleo tiende a generalizarse, constituyen, a la vez, el mejor índice de las convergencias que se imponen y el mejor instrumento de unión 26.
Las modas epistemológicas se repiten como las modas en la vestimenta. La epistemología genética de Piaget. Extensión del crecimiento mental del niño al crecimiento global del saber, se ha desarrollado en el ambiente del positivismo de fines del siglo XIX, recuperado y desarrollado por el neopositivismo del XX. Nacido en 1896, Piaget sufrió la influencia del racionalismo con referencias psicomatemáticas, desarrollado con gran sutileza por León Brunschvicg (1889-1944); por su parte, Lucien Lévy-Bruhl (1857-1939) proponía, a partir de una inmensa documentación, un esquema paralelo de las edades de la inteligencia, en el que los primitivos figuraban en un estado <> de la cultura humana, análogo a la conciencia del niño de siete a once años según Piaget. Los progresos recientes del formalismo axiomático, de la cibernética y de las técnicas lógico-matemáticas han renovado algo la orientación de la ciencia, pero la intención global, el proyecto, sigue siendo el mismo; el racionalismo militante anuncia para muy pronto el advenimiento triunfal de un saber unitario. La historia reciente de la humanidad y la historia del saber no han respondido a las esperanzas de aquellos hombres de buena voluntad que eran Lévy-Bruhl y Brunschvicg, pero Piaget, en absoluto desanimado por ese fiasco, parece haber reemprendido por su cuenta la ideología de sus predecesores. Ahora bien, Lévy-Bruhl, tras haber descrito una <>, característica de la infancia de la humanidad, oponía al pensamiento lógico y racional de los modernos, acabó por renunciar a ese esquema evolutivo y reconoció que el <> era una constante de la conciencia humana. Hay que añadir que el maestro de la etnología francesa no llegó nunca a visitar a los primitivos en su ambiente, ni encontró, en carne y hueso, uno solo de aquellos individuos cuyo régimen mental había analizado en una decena de volúmenes. De forma paralela, el lector de la considerable obra psicopedagógica de Piaget se pregunta a veces si el autor ha conocido alguna vez un niño real. El niño de once o doce años, en la cúspide del crecimiento intelectual, tal como Piaget lo describe, representa un monstruo lógico del que en vano se buscaría un ejemplar auténtico. Afortunadamente. Además, tras el duodécimo año comienza la adolescencia, caracterizada por el brusco aumento del irracionalismo, por el surgimiento de la afectividad, que avasalla a todas las categorías lógicas bajo la inspiración irresistible de las oscuras potencias del sentimiento. Piaget evita con el mayor 25 26
Ibíd. Ibíd.
cuidado el evocar esta crisis confusa y turbadora, a cuya salida se despejarán los alineamientos de la personalidad adulta. Esta antropología abstracta, indiferente al hombre real, aparece así como un fantasma artificial, despojado de todas las señas indicadoras de la individualidad, que se define en la medida en que es capaz de marcar sus distancias con relación al modelo formal que sea. Sin embargo, al maestro de Ginebra se le planteó el problema de darse cuenta de la dificultad suscitada por esta objeción de conciencia del individuo a la formalización. Se puede presentar el caso en que el investigador, abandonando el orden de los conceptos <>27. Esta referencia a la conciencia de sujeto aparece como una concesión extrema; en el estudio del desarrollo de la inteligencia en el niño: Buscamos, naturalmente […], traducir en un lenguaje abstracto las estructuras de operaciones intelectuales manifestadas por el comportamiento de los sujetos, y utilizamos, a este respecto, estructuras lógico-matemáticas que dependen de los <>, de las <> y de los <>, pero investigamos también la forma como se traducen esas estructuras en la propia conciencia del sujeto, en la medida en que esos razonamientos se expresan verbalmente y van acompañados de justificaciones intencionales variadas: y lo que encontramos ya no es, naturalmente, una estructura abstracta, sino un conjunto de reglas o normas intelectuales, que se traducen mediante impresiones de necesidad lógica […] 28.
El panlogismo no escapa, pues, a ciertas recurrencias de la conciencia individual; pero no se trata más que de (reverberaciones) la existencia no es más que un teatro de sombras que se reduce a la simple expresión de traducciones. De expresiones acompañamientos secundarios de la realidad fundamental, constituida por una disposición de <>, << reglas o normas intelectuales>>. La obra de Piaget ofrece un ejemplo del pensamiento interdisciplinario tal como lo esbozan hoy día los fanáticos del Constructivismo lógico. Para ciertos teóricos, particularmente los orientados hacia las ciencias del hombre, esta claro que el hombre es un impedimento para la ciencia. El gran propósito de una ciencia del hombre sin el hombre choca desgraciadamente con el desdén tenaz de una conciencia que oculta en los pliegues de un orden intimo de preferencias y de significados imprevisibles, que los calculadores no calculan más que a toro pasado, a la manera de los economistas, que nunca anuncian las crisis antes que se produzcan. El ilustre maestro de la etnología especulativa, Claude Levi-Strauss, como se le objetase que quizás había que tener en cuenta los pensamientos sin individuales y los sentimientos de los sujetos con que se experimentaban, respondió benévolamente: [Esta] consideración del sentimiento […] aparece como un medio suplementario del que disponemos para intentar controlar a fortiori la validez de nuestras operaciones sintácticas. Puesto que hacemos <>, puesto que somos hombres que estudiamos a hombres, podemos ofrecer el lujo de tratar de ponernos en su lugar. Pero este es el ultimo momento, la ultima satisfacción que nos concedemos al plantearnos la pregunta de ¿funciona? Si lo experimento en mi mismo, ¿funciona? En consecuencia, tomar en consideración el sentimiento me parece secundario y desviado, desde el punto de vista del método, con relación 27 28
Ibíd. Ibíd.
al trabajo esencial que consiste en desmontar el mecanismo de un pensamiento objetivado 29.
El desdén que transciende respecto de la experiencia de los hombres reales caracteriza bien el pensamiento de quién se ha permitido escribir <> en lugar de <> esta toma de partido epistemológica se inscribe en el contexto cultural de una época en que la <> es considerada como un hecho consumado. Filósofos, sabios, pintores, escultores, y músicos unen sus esfuerzos para celebrar este Requiem por el sujeto que se ha convertido en el último obstáculo que impide al pensamiento teórico girar sobre sí mismo. La desaparición del hombre, punto de partida y de llegada de todas las epistemologías, despeja, en el centro del espacio interdisciplinario, un lugar vació donde se encuentra marcada en hueco la presencia decisiva del nihilismo contemporáneo. La teoría mecanicista del hombre maquina reconstituía el animal a partir de los trozos de materia en movimiento. Piaget, Levi–Strauss y sus colegas se afanan por hacer funcionar autómatas lógico-matemáticos, simuladores de la actividad intelectual; el cerebro artificial permite ahorrarse el cerebro real; funciona mucho más correctamente, por la sola disposición de sus elementos, y así se evitarán las aberraciones demasiado frecuentes en los individuos concretos. El hombre y el ciudadano de la psicología social, manipulado por los medios de comunicación de masas, el niño revisado y corregido por Piaget, el hombre primitivo reconstruido por Levi–Strauss, presentan variedades del Homo cyberneticus, de cibernantropo a la moda actual. Los maestros de las escuelas dominantes ejercen sus imperialismos intelectuales gracias a las posiciones estratégicas que ocupan en la red de las instituciones establecidas; los créditos y los puestos son reservados a los alumnos dóciles que repiten la lección del profesor; ciertas obras colectivas, tales como el volumen consagrado en la Encyclopédie de la Pléiade a la lógica y la teoría de la ciencia, bajo la dirección de Piaget, aparecen como empresas destinadas a colocar el universo del saber bajo la dominación exclusiva del gran patrón cuyo ingenio todos celebran. El fenómeno no es nuevo; la fortuna interdisciplinaria de Hegel en los diversos compartimentos del saber en la Alemania del siglo XIX va ligada al hecho de que el maestro era un consejero muy escuchado del ministro prusiano de educación para la nominación de puestos vacantes. Podría sonreírse ante la evocación de esta comedia en cien actos si el problema de la interdisciplinariedad del conocimiento pusiera sólo en juego la carrera de algunos individuos. Pero atañe también a la naturaleza y el destino del saber, e incluso, aun más lejos, al futuro de la civilización. La toma de partido del formalismo lógico–matemático, lejos de ayudar al desarrollo de la investigación, actúa como un impedimento de la misma. El pretendido <>, prisionero de su misma formula de inteligibilidad, no busca más que lo que ya ha encontrado; su reflexión se despliega sobre las correderas cuidadosamente engrasadas de una red prefabricada. El horizonte epistemológico se encierra en este idealismo de la razón científica militante y triunfante, fácilmente reconocible bajo los revocados sucesivos del lenguaje, realizados por las doctrinas de moda. Lejos de mirar hacia delante, de afrontar lo desconocido, de intentar establecer fórmulas nuevas, de descubrir valores y de crear una lengua, el <>, que se contenta con generalizar, extrapolar formas axiomáticas ya hechas, avanza retrocediendo sobre un camino bloqueado de antemano. La mujer de Lot, por mirar hacia atrás se convirtió en estatua de sal, según el libro del Génesis. 29
Proyectos de Claude Lévi – Strauss, una entrevista publicada por la revista Esprit (noviembre 1963). 640.
El conocimiento interdisciplinario debe ser una lógica del descubrimiento, una apertura recíproca, una comunicación entre los campos del saber, una fecundación mutua, y no un formalismo que neutraliza todos los significados cerrando todas las salidas. Evocando los procedimientos del <> en el orden biológico, Edgar Morín escribe: Hay un gigantesco vacío intelectual entre la noción de sistema abierto y la propia realidad del más elemental sistema viviente. Falta una teoría verdadera del fenómeno autoorganizador, es decir, de la auto-reproducción permanente del sistema viviente o social, que vacía sin cesar y transforma la entropía, de la auto-reproducción y de las estructuras organizativas de la maquinalidad y de la animalidad (decisión y elección, comportamientos variables respecto al medio ambiente) 30.
Y Morin reclama la elaboración de una <>; se trataría entonces de una <>31. La confusión de este texto, la oscuridad de la expresión y los barbarismos del lenguaje, más bien que indicaciones de error, son aquí síntomas de veracidad. El propio principio de la investigación interdisciplinaria es una empresa llamada a romper los moldes de la inteligibilidad preexistentes; no se trata de proclamar la soberanía absoluta de tal cual formulario establecido, sino de luchar por el establecimiento de un nuevo formulario, no reductor y simplificador, sino factor de apertura y enriquecimiento para cada uno de los campos a que se aplica. El código de los procedimientos lógico-matemáticos pierde su prestigio, y las prohibiciones del principio de contradicción dejan de prevalecer. Los fabricantes de autómatas intelectuales se afanan en montar todas las piezas de los modelos reducidos del universo del discurso; el funcionamiento de estas maquetas es un motivo de satisfacción para los practicantes. Pero los fines del conocimiento interdisciplinario son de un orden diferente a las diversiones de esos jubilados que se dedican encarnizadamente a sostener el barco dentro de la botella. La interdisciplinariedad es comprendida demasiado frecuentemente como el intento de realizar una redistribución del universo del discurso científico encaminada a asegurar la articulación de los elementos y la coherencia de las proposiciones, y a proporcionar a los especialistas un instrumento epistemológico capaz de hacer retroceder los límites de la formalización lógico-matemática. De sistematización en sistematización se construirá. Poco0 a poco, un campo unitario del conocimiento; por destilación fraccionada, o extracción de raíces, se llegará a una axiomática de axiomáticas; todo el saber, en potencia, se sostendrá en la palma de la mano: no se trata de una nueva forma de conocimiento, sino sólo de una nueva escritura. El sueño leibniziano de la característica universal expresaba la misma ambición; Galileo, fundador de la ciencia moderna, afirmaba que el gran libro de la naturaleza está escrito en lengua geométrica. Poco después, los teóricos de la aritmética política y, después, de la matemática social afirmaban que el dominio humano también
30 31
E. Morin, L’unité de l’home. Invariants biologiques et universcux culturels, Senil, París, 1974, 749 y 750. Ibíd., 750.
constituye un sistema y se deja transcribir en la misma escritura cifrada. A fin de cuentas, una sola formula, como anunciaba Laplace, resume el secreto de la realidad universal. Este gran designio presupone la posibilidad de reducir todos los saberes a la unidad, de proyectarlos sobre una misma dimensión epistemológica, sin negar por ello la especificidad de cada uno de ellos. Ahora bien, el campo del conocimiento es pluridimensional; las perspectivas de la investigación responden a puntos de partida diferentes, mas o menos compatibles entre si; existen zonas en que las indicaciones abstractas y concretas se componen de proposiciones variables. No basta con introducir algunos jalones y señales matemáticas en biología o en historia, ni movilizar un aparato estadístico en economía política o en sociología, para asegurarse de que la esencia de la realidad histórica, psicológica o biológica entra bajo la jurisdicción de las normas lógico-matemáticas, mediante el recurso de poner entre paréntesis lo individual, el azar, la aberración o el accidente. Cuando Piaget o Levi-Strauss eliminan de sus investigaciones la conciencia humana, considera como una cantidad desdeñable, como un subproducto de los automatismo intelectuales, están cantando victoria demasiado pronto; rechazan de los circuitos de su especulación ese residuo irreductible que impide a lo axiomático cerrarse sobre si mismo. La pluralidad de las disciplinas del conocimiento implica una diversidad de aproximaciones, ninguna de las cuales puede pretender absorber a las demás. El tema de la interdisciplinariedad no designa la búsqueda de un mínimo común múltiplo de un máximo común divisor; evoca el espacio epistemológico global, en cuyo seno se despliegan los saberes particulares, como otros tantos caminos hacia lo desconocido. Estos conocimientos mas o menos avanzados, mas o menos perfectos, están separados por un no man´s land intelectual, por un <>, región de los confines, donde se anudan, en la oscuridad o en la penumbra, comunicaciones indispensables. Un grado mínimo de interdisciplinariedad es indispensable; todas las disciplinas se reúnen materialmente en el territorio del saber; todas, a pesar de sus formularios especializados, se inscriben a fin de cuentas en la unidad de un mismo lenguaje humano. En este nivel elemental, la conciencia interdisciplinaria es, en primer lugar, una exigencia de comunicación; la ignorancia mutua y el régimen de neutralidad armada que reinan en la universidad tienen también unos limites. Los especialistas de cada uno de los ordenes del conocimiento, a pesar de su estrechez de miras, deben admitir que su disciplina, si es que existe en primer lugar en si y por si misma, existe también en la comunidad de las demás. A la idea de una inteligibilidad en un solo plano, el tema de la interdisciplinariedad opone la perspectiva de una sobre determinación de la inteligibilidad humana. Lo que caracteriza al espacio vital en que se despliega la existencia de los hombres es la sobrecarga de significados, que avanzan unos sobre otros anulándose, oponiéndose o multiplicándose. A los particulares de las conocimientos sin disciplina se supone la exigencia de un mutualismo, de una convergencia de saberes. Cada ciencia, porque aspira al rigor, posee su propia lógica, que la hace encerrarse sobre si misma, fiel a su toma de posición. Querer hacer entrar a cualquier precio estas lógicas unas en otras, sometiéndolas a la autoridad de un lenguaje unitario, es presuponer lo que se esta cuestionando, es negar la pluridimensionalidad del ser humano. La comprensión de este pluralismo requiere la elaboración de una inteligibilidad de un tipo radicalmente diferente. La búsqueda del fundamento interdisciplinario del conocimiento no puede reducirse a un calculo científico con vistas al establecimiento con una formula mágica en la que
comulgarían todos los sabios de todas las ciencias. Esta superciencia no añadirla nada a las ciencias particulares que pretende federar, si no una retórica mas, superpuestas a las que ya existen. La Unidad interdisciplinaria solo puede tener un carácter escatológico; designa, con una perspectiva profética, la configuración del ser humano, en función de la cual se ordenan las diversas aproximaciones del saber, como una apertura mantenida mas allá de las cerrazones de todos los circuitos racionales. La pretensión de constituir un sistema de inteligibilidad unitaria formalizaría la situación epistemologíca, puesta en el trance de constituir una axiomática valida para siempre. Ahora bien, la historia del conocimiento enseña el desgaste de los términos absolutos y el declinar de las certezas. Todos aquellos han tomado una opción para el futuro, han visto sus esperanzas rápidamente defraudadas, y asistimos a una aceleración de estas huidas de los dogmáticos precipitados; el triunfo irresistible del estructuralismo va seguido de un no menos irresistible declinar. Las inflaciones y devaluaciones son tan frecuentes en el microcosmos intelectual como en el macrocosmos económico. En las retóricas lógico-matemáticas de nuestro tiempo se puede diagnosticar una expresión importante de la nueva barbarie contemporánea; manifiestan la perdida del sentido humano, la desaparición de las grandes imágenes reguladoras, que preservaban la figura del hombre en un mundo a su medida. Los teoremas de la ciencia unitaria, desligados de toda referencia a la figura humana, son verdades que han enloquecido. Toda ciencia que se contenta con disociar y desintegrar su objeto es alineada y alienante. Es absurdo y vano el pretender constituir una ciencia del hombre si esta ciencia no sitúa en la existencia humana su punto de partida y de llegada. En muchos casos, las <> tal como se practican en la actualidad no nos presentan mas que los productos en descomposición de un cadáver. Ha llegado el momento de invertir el sentido de esta tendencia. Una nueva epistemología interdisciplinaria no seria ya la reflexión de los sabios en cada ciencia sobre sus propios conocimientos, delectación morosa en el espléndido aislamiento de un discurso que se toma a si mismo como objeto: los maestros de nuestra época, renunciando a sus particularismos, deben buscar mancomunadamente la restauración de las significaciones humanas del conocimiento. Porque el saber representa una de las formas de la presencia del hombre en su universo, un aspecto privilegiado de la estancia del hombre en el mundo. Hay que recobrar los contactos perdidos y restaurar la alianza tradicional entre ciencia y sabiduría. Lo que hoy día se conoce por aprendizaje interdisciplinario no es, a menudo, mas que una sistematización de los hábitos mentales en vigor entre los doctores del Occidente. El presupuesto regulador sigue siendo la imagen de lo civilizado, adulto y titular de una graduación en el campo de las ciencias exactas, lo que dejan de lado la mayor parte de la humanidad, que vive al margen de la esfera de la influencia de la cultura occidental, al igual que el hombre de la calle en Occidente. La ciencia unitaria es una sociedad secreta, reservada a algunos iniciados y a sus raros discípulos, aficionados a la especulación pura, tales como los sabios especialistas de el juego de los abalorios, la bella novela de Herman Hesse. Los intentos contemporáneos por llegar a una inteligibilidad sistemática perpetúan hasta nuestros días el egocentrismo occidental del intelectualismo triunfante, con la mas total de las desconfianzas hacia toda actitud, todo enunciado que no se pliegue a la disciplina lógico-matemática. En el nombre de ese monoteísmo del conocimiento, nos permitimos ignorar Africa, sus mitos y pensamientos, las especulaciones de Asia, de la India, de China o de Japón, las cortes y la sabiduría de Oceanía; estos tesoros culturales son descalificados
confusamente como alógicos o prelógicos, como no susceptibles de una valoración verdadera, a menos que algún brillante intelectual no reduzca el pensamiento salvaje al orden de un inconsciente colectivo del tipo occidental, que pecaría no por defecto, sino por exceso de racionalismo cibernético. La noción de interdisciplinariedad debe evocar un horizonte global, pero no totalitario, del acontecimiento universal. El programa consistiría en la reunión de la aproximación de la inteligibilidad según la multiplicidad de las vocaciones individuales, y la diversidad de las perspectivas de la cultura mundial. La pluralidad de los espacios y de las épocas y la multiplicidad de las formas de lo humano imponen una especie de politeísmo epistemológico, respetuoso con las discordancias y las discontinuidades, con los intervalos. La idea de un humanismo cósmico no se ha concebido, evidentemente, para complacer a los algebristas virtuosos de la ciencia unitaria. El Occidente, antaño dominador del planeta, se ha visto obligado a renunciar a los imperios coloniales; pero mantiene desesperadamente su imperialismo intelectual, resto o reliquia, piadosamente conservada, de antigua soberanía. Ha llegado el momento se sustituir las quimeras del panlogismo por la exigencia de un reconocimiento mutuo del hombre por el hombre, bajo la forma de un humanismo de la pluralidad y de la convergencia. El significado fundamental de la interdisciplinariedad del orden humano.