Introducción a la historia de las técnicas
Bertrand Gille
Prólogo de
Santiago Riera i 'Iuebols
CríticalMarcombo Barcelona
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Prólogo
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Título original: PROLÉGOMENES Á. UNE HISTOIRE DES TECHNIQUES, de Hístoire des Tecníques, Gallimard, París Traducción castellana de JOSÉ'. MANUEL GARCÍA OE LA MORA Diseño de la colección: Batallé (f) 1978: Éditions GaHimard © 1999 de la traducción castellana para España y América:
EDITORIAL CRíTICA, Barcelona ISBN: S4~ 7423-942-7 (por Editorial Crítica) ISBN: 84-267-1205-3 (por Marcombo, S.A.) Depósito legal: a 15.999-1999
Impreso en España 1999.-HUROPE, S.L, Lima, 3 bis, 08030 Barcelona
cultura Libre
uando, a mediados de la década de los setenta, leí la obra titulada Tecnología medieval y cambio social de Lynn White,' se abrió un campo de insospechadas perspectivas en mis estudios e investigaciones históricas. A pesar de que el autor trata diversos temas pertenecientes a la historia de las técnicas, el estudio sobre la llegada del estribo a Europa y su relación con la aparición de un nuevo sistema socioeconómico, el feudalismo, centró de inmediato mi interés. White empezaba rindiendo un tributo de gratitud a Marc Bloch, «el cerebro más original entre los medievalistas de nuestro siglo», y a Lefebvre des Noéttes por sus estudios sobre la utilización de la energía animal. Dos historiadores citados también por Bertrand Gille en los «Prolegómenos», cuya traducción ofrecemos hoy al estudioso, de su excelente obra Histoire des techniques?
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l. 1973. 2
L. White, Tecnología medieval y cambio social, Paídós, Buenos Aires, R GiIle, Histoíre des techniques, Gallfinard, París, 1978, pp. 1-118.
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Pero, lo que más me llamó la atención en la obra de White fue su conclusión general, extraída después del estudio de la introducción del estribo, la herradura y la silla en Occidente, conclusión que le hace escribir que «las necesidades de la nueva modalidad de guerra que el estribo hizo posible hallaron expresión en una nueva forma de sociedad europea occidental, dominada por una aristocracia de guerreros a quienes se concedían tierras para que pudiesen combatir con un estilo nuevo y altamente especializado». White se mueve en el terreno del determinismo técnico. No puede negarse que la obra de White es importante; entre otras cosas porque pone sobre la mesa definitivamente lo que Marc Bloch y Lucien Febvre, con su grandeza y perspectiva histórica, ya habían hecho en 1935 a través de los inolvidables Annales: llamar la atención de los historiadores sobre la importancia de la historia de las técnicas. El libro de White venía a decirnos, yendo más allá de la polémica que generó sobre el determinismo, que las técnicas -quizá debiéramos escribir la técnica- se encuentran en el mismo meollo del complejo tejido histórico, al lado de la economía, las ciencias y la política, e irnmersas en la sociedad. Es decir, sometidas a todas las fuerzas que actúan en su seno, de tal manera que su historia forma parte de la historia de las sociedades. A partir de entonces, la historia de la técnica' ha venido 3. Elleetor observará que. a pesar de los matices expresados más adelante en el texto, usamos preferentemente la expresión «historia de la técnica» o «de las técnicas» sin planteamos la posibilidad de hablar de la historia de la tecnología. Nuestra decisión es debida a que nos hemos querido mantener fieles a la tenninología de B. GilIe. Creemos interesante añadir que los autores france-
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siendo objeto de una atención progresiva por parte de técnicos e historiadores. Sin que esto quiera decir que no hubiese habido antes meritorios intentos de adentrarse en este campo, como por ejemplo lo hizo Mumford con su prodigiosa obra Técnica y civilización, publicada en 1934,4 pero que conserva suficientes valores de actualidad como para poder ser recomendada a quienes aún hoy no la hayan leído. Naturalmente, Bertrand Gille recoge en su obra, entre otros, todos estos antecedentes. Comprende que la Historia, con mayúscula, es un tejido en el que hay urdimbres de diferente color y tramas de diversos grosores, un tejido en el que el profesional se mueve con dificultad; sin embargo, reconociéndole tal dificultad, se abstiene de incidir en la historia lineal de causas y efectos, la más sencilla, la que ofreciendo explicaciones de todo tergiversa el devenir de las civilizaciones. Ahora bien, si abandonamos la explicación lineal, la sencilla, si creemos que la historia es un complejo tejido de interrelaciones mutuas en el que los acontecimientos son difícilmente interpretables, supuesto que admitan interpretación, entonces el profesional consciente pide, exige, la aplicación de una metodología rigurosa. Gille entendió perfectamente esta necesidad y, apoyándose en los precedentes explícitamente citados en los «Prolegómenos», decidió sentar las bases usan preferentemente en sus estudios la palabra technique en lugar de technologie, mientras que en los autores de habla inglesa sucede al revés. Queda claro, pues, por estas y otras razones obvias. que en el debate conceptual realizado han tenido un papel relevante los filólogos. 4. L. Mumtord, Thecnics and Cívílizatíon; Harcourt Braee & World Inc; la traducción castellana data de 1971: Técnica y civilización. Alianza Editorial. (AV n.o 11), Madrid. 1934.
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Pero, lo que más me llamó la atención en la obra de White fue su conclusión general, extraída después del estudio de la introducción del estribo, la herradura y la silla en Occidente, conclusión que le hace escribir que «las necesidades de la nueva modalidad de guerra que el estribo hizo posible hallaron expresión en una nueva forma de sociedad europea occidental, dominada por una aristocracia de guerreros a quienes se concedían tierras para que pudiesen combatir con un estilo nuevo y altamente especializado». White se mueve en el terreno del determinismo técnico. No puede negarse que la obra de White es importante; entre otras cosas porque pone sobre la mesa definitivamente lo que Marc Bloch y Lucien Febvre, con su grandeza y perspectiva histórica, ya habían hecho en 1935 a través de los inolvidables Annales: llamar la atención de los historiadores sobre la importancia de la historia de las técnicas. El libro de White venía a decimos, yendo más allá de la polémica que generó sobre el determinismo, que las técnicas ----quizá debiéramos escribir la técnica- se encuentran en el mismo meollo del complejo tejido histórico, aliado de la economía, las ciencias y la política, e immersas en la sociedad. Es decir, sometidas a todas las fuerzas que actúan en su seno, de tal manera que su historia forma parte de la historia de las sociedades. A partir de entonces, la historia de la técnica' ha venido 3. El lector observará que, a pesar de los matices expresados más adelanteen el texto, usamos preferentemente la expresión «historia de la técnica» o «de las técnicas» sin planteamos la posibilidad de hablar de la historia dc la tecnología. Nuestra decisión es debida a que nos hemos querido mantener fieles a la terminología de B. Gille. Creemos interesante añadir que los autores france-
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siendo objeto de una atención progresiva por parte de técnicos e historiadores. Sin que esto quiera decir que no hubiese habido antes meritorios intentos de adentrarse en este campo, como por ejemplo lo hizo Mumford con su prodigiosa obra Técnica y civilización, publicada en 1934,4 pero que conserva suficientes valores de actualidad como para poder ser recomendada a quienes aún hoy no la hayan leído. Naturalmente, Bertrand Gille recoge en su obra, entre otros, todos estos antecedentes. Comprende que la Historia, con mayúscula, es un tejido en el que hay urdimbres de diferente color y tramas de diverso~ grosores, un tejido en el que el profesional se mueve con dificultad; sin embargo, reconociéndole tal dificultad, se abstiene de incidir en la historia lineal de causas y efectos, la más sencilla, la que ofreciendo explicaciones de todo tergiversa el devenir de las civilizaciones. Ahora bien, si abandonamos la explicación lineal, la sencilla, si creemos que la historia es un complejo tejido de interrelaciones mutuas en el que los acontecimientos son difícilmente interpretables, supuesto que admitan interpretación, entonces el profesional consciente pide, exige, la aplicación de una metodología rigurosa. Gille entendió perfectamente esta necesidad y, apoyándose en los precedentes explícitamente citados en los «Prolegómenos», decidió sentar las bases usan preferentemente en sus estudios la palabra technique en lugar de technuiogie, mientras que en los autores de habla inglesa sucede al revés. Queda claro, pues, por estas y otras razones obvias, que en el debate conceptual realizado han tenido un papel relevante los filólogos. 4. L. Mumford, Thecnics and Civilization, Harcourt Brace & World Inc; la traducción castellana data de 1971: Técnica y civuización. Alianza Editorial, (AV n." 11), Madrid, 1934.
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ses metodológicas necesarias y esperadas. Elaboró así el concepto de «sistema técnico» y, por extensión, de sistema económico, científico, social, político, etc., sistemas que, al relacionarse e influirse mutuamente, configuran un estado histórico concreto: se trata del sistema total o, quizás con más humildad, globa!. Ciertamente la noción de sistema técnico, al que nos referiremos en particular, no es sencilla, e incluso me atrevería a decir que, en algunos puntos, es oscura. El mismo autor lo reconoce. Pero es lo bastante sugestiva como para construir, sobre sus cimientos, una metodología que Gille no duda en aplicar, con éxito, a algunos casos concretos. Él creía que la suya era una metodología capaz de atraer la atención y el interés de otros historiadores. No fue así del todo, y aún hoy disponemos de pocas armas más que las que él nos proporcionó. (~ No es este el lugar apropiado para precisar las ideas de Bertrand Gille, que, por otra parte, el lector encontrará en las páginas que siguen a este prólogo; pero sí conviene dejar constancia de que dondequiera que se ha aplicado la metodología de Gille, ha dado fructíferos resultados. Sin ir más lejos, nosotros la hemos aplicado en el estudio de la construcción de máquinas de vapor marinas y en el de las locomotoras de vapor fabricadas por la importante empresa catalana La Maquinista Terrestre y Marítima, y nos ha sido de gran utilidad.' Puede que tal metodología no sea apropiada para cons5. Referente a las máquinas de vapor marinas, véase S. Riera i Tuebols, Deis velers als vapors, Associació d'Engmyers Industrials de Catalunya, Barce.
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truir la historia total de que hablaban Bloch y Febvre en los Annales, una historia que acaso no sea más que una utopía, pero sí que es útil para descubrir las interrelaciones a que antes nos referíamos, las que constituyen el meollo de la historia; o, por lo menos, algunas de ellas. En la actualidad, la situación ha cambiado. El progreso es siempre cambio: sin cambio no hay historia; lo que fue válido hace cincuenta años hoyes, en el mejor de los casos, discutible. Nos explicaremos. Desde la Antigüedad hasta el siglo XIX cabe hablar de techne, de técnicas, ciencia aplicada y tecnología. En cuanto a la ciencia moderna, desde su aparición en los siglos XVI y XVII -nos referimos a la ciencia experimental, que llevará posteriormente al positivismo decímonénico-c-, después de sufrir el desgajamiento de la ciencia aplicada, que tiene lugar con la aparición de los laboratorios industriales en Alemania, se circunscribe al ámbito de la ciencia pura o básica. Mas, al concluirse ahora el milenio, nos encontramos con que la evolución que nos ocupa ha llegado a un extremo impensable décadas antes: hoy se hace difícil hablar de ciencia y/o de tecnología como conceptos diferenciados: se prefiere usar la denominación de «tecnociencia» para evidenciar el hecho de su fusión. Por otra parte, cuando podía hablarse de ciencia, técnica y tecnología, el cambio (técnico, científico o tecnológico) era medible; hoy, en la actual coyuntura, realizada la unión de
lona, 1993; por lo que hace a las locomotoras: S. Riera i 'Iuebols, Quan el vapor movía eís trens, Assocíacío d'Enginyers Industriats de Catalunya, Barcelona, 1998.
12 Introducción a la historia de las técnicas que hablábamos, el cambio es tan rápido que no sólo afecta a la percepción de la realidad, sino que condiciona la reacción de la sociedad. Se trata de la diferencia entre la discontinuidad y la continuidad. Nada tiene, pues, de extraño que, actualmente, el concepto de «sistema técnico» de B. Gille genere dudas y suscite interrogantes. Así pues, nos preguntamos: ¿admite el concepto en cuestión un cambio tan trepidante como el que vivimos? ¿Puede existir, en las condiciones actuales, una respuesta suficientemente rápida para crear un nuevo sistema como réplica al cambio? ¿Hay que admitir que la metodología de Gille permite hablar de sistemas técnicos en continua sustitución? ¿No supondría ello una contradicción al concepto mismo de «sistema técnico»? Veamos un ejemplo: el ferrocarril. Basado éste en la energía del carbón, forma indiscutiblemente parte del sistema técnico que corresponde a la primera fase de la Revolución industrial. En el sistema técnico de la segunda fase, las nuevas fuentes energéticas son la electricidad y los motores de combustión interna. Se presentan, además, alternativas al ferrocarril: el transporte por carretera, usando los motores de combustión interna, y el aéreo, que encuentra, por fin, el motor ligero adecuado. Durante un tiempo se prevé la muerte del ferrocarril; pero este sistema de transporte se adapta a las fuentes energéticas nuevas (aparecen las locomotoras eléctricas y diésel), y no sólo persiste, sino que, a las puertas del siglo XXI podemos constatar que está ganando terreno a sus rivales en el sector del transporte.
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No es ajeno a tal adaptación el que irrumpa en el escenario un factor de importancia hoy tan decisiva como es el de la protección del medio ambiente. En fin, nuestra pregunta es la siguiente: a partir de la revolución tecnocientífica de las últimas décadas ¿constituirán la adaptación al cambio y la diversidad (o la adaptación a la diversidad) la esencia del progreso? O bien ¿podremos seguir hablando de «sistemas técnicos» como antaño? Nuestras dudas en ningún modo pretenden marcar nuevos caminos en la metodología de la historia de la técnica. Simplemente, si antes hemos puesto de realce la intención de Bertrand Gille, la de requerir la atención de los historiadores de este campo sobre la necesidad de perfeccionar la metodología al uso, ahora se trata de dar con una metodología que sea útil y factible para el estudio de la actual evolución tecnocientífica. La de Gille lo ha sido hasta la actualidad. ¿Sigue siéndolo a partir de hoy? En caso negativo, ¿qué tipo de modificaciones requiere? Considero oportuno recordar un caso que puede ser ilustrativo: el de la arqueología industrial, temática nueva nacida en Europa en la segunda mitad de siglo y llegada a España a comienzos de la década de los ochenta. Hoy día se ha convertido en una especie de pozo denominado «Patrimonio», donde se encuentra de todo: desde actuaciones políticas destinadas a la caza de votos, hasta torpes reconstrucciones cuyo fin es la atracción de turistas incultos. Pero la posibilidad de convertir la arqueología industrial en una materia científica se perdió en el momento mismo en que se excluyó el imprescindible debate metodológico: sin metodología y centra-
14 Introducción a la historia de las técnicas da en inconexas actuaciones particulares al vaivén de los azares de la política, la arqueología industrial perdió su oportunidad. Pero volvamos al tema principal de este prólogo. El planteamiento metodológico que Gille establece a partir del concepto de «sistema técnico» nos presenta a los historiadores muchos interrogantes. entre los cuales no es el menor el del determinismo tecnológico. Es decir: ¿existe, entre los sistemas que configuran el llamado sistema global (constituido por los sistemas económico. técnico, social. político, científico, etc.), uno que se imponga al resto, en el sentido de que su evolución influya directa e irremediablemente en la de los demás? Dicho de otra manera: ¿existe algún determinismo concreto en la historia? Puede ser útil centrar la discusión en torno al determinismo tecnológico e intentar extraer de ella alguna conclusión general. Incluso entre los historiadores partidarios de aceptar el determinismo tecnológico duro, según el cual es la tecnología la que marca la pauta del desarrollo histórico, encontramos siempre algún reparo. Pocos son quienes lo aceptan sin más. Hemos visto un caso paradigmático, el de Lynn White. Pero hasta Robert Heilbroner, el historiador de la economía que defiende un tipo de determinismo económico concreto, lo hace con reservas, y aunque acepta que «el cambio tecnológico impone ciertas características sociales y políticas en la sociedad en que se encuentra», no niega que existe una influencia real de las fuerzas sociopolíticas sobre la tecnología. 'Ihomas P. Hughes, que también se siente muy atraído por la
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polémica determinista. centra su punto de vista sobre un nuevo concepto, el de impulso económico, que sitúa "entre los extremos del determinismo tecnológico y el constructivismo social». Además muestra que los sistemas más jóvenes, en el sentido de hallarse irnmersos en las etapas iniciales de la industrialización, son más sensibles a las influencias de los factores socioeconómicos y políticos que los sistemas más avanzados, los cuales responden más acusadamente al requerimiento del impulso tecnológico." En realidad, las posiciones de los historiadores pueden situarse a lo largo de un segmento cuyos extremos son el determinismo tecnológico (a la derecha) y el constructivismo social (a la izquierda); el centro correspondería a lo que llamamos determinismo blando: se trata de la posición que considera la historia como un tejido, como una interrelación mutua: la tecnología influye sobre. y es influida por, los complejos sociales, económicos. políticos, científicos, etc," Es un tema, el del determinismo. poco considerado aún y exiguamente estudiado, que en los últimos tiempos ha generado consideraciones escasamente reflexionadas y que merecería de suyo una atención preferente de los sociólogos, economistas e historiadores, en especial de los de las técnicas. que atendiesen casos particulares y estudiasen países concretos antes de enunciar teorías (que la mayor parte de las veces se nos antojan postulados) precipitadas.
ó. T. P. Hugues, "El impulso tecnológico». en M. R. Smith y L. MilrX.lfiI· toria v determinismo tecnológico. Alianza Editorial. Madrid. 199ó. 7. Véase M. R. Smith y L. Marx. up. cit.. passím.
16 Introducción a la historia de las técnicas Por lo que toca al tema de la herencia schumpeteriana de los conceptos de invención, innovación y difusión, ya Rosenberg nos advertía en 19768 que Schumpeter incidía en exceso sobre la etapa de la innovación, con menoscabo de la invención y de la difusión; de esta manera, Rosenberg se adelantaba a muchos en el convencimiento de que las relaciones entre las tres etapas, en especial la existente entre las dos primeras, la invención y la innovación, son extremadamente sutiles. Sobre este punto hay que reconocer que los análisis de Bertrand Gille son muy finos. Considera él las nociones de progreso científico y crecimiento económico y establece dos series: progreso cientifico-invención-innovación, y, por otro lado, invención-innovación-crecimiento económico. En el primer caso existe una racionalidad (científica) en el proceso, aunque sólo esté presente en el ambiente: es el caso de la máquina de vapor, tradicionalmente considerada ajena a la ciencia. En esto Gille concuerda con Allan 'Ihompson," creemos que muy acertadamente. ro Sin desarrollo cien8. N. Roscnberg, Tecnologia y Economía, Gustavo Gili, Barcelona, 1979. Por 10que hace referencia a la herencia schumpeteriana, pp. 79 ss. Este libro, excelente, rorma parte de una colección titulada «Tecnología y Sociedad» que pasó por las librerías sin pena ni gloria: un notable esfuerzo editorial que no tuvo el final que merecía. 9. A. Thompson, La dinámica de la Revolución industrial, Oikos-tau, Bar. celona, 1976. En este excelente libro, Thompson nos habla de las bases establecidas por la ciencia, útiles en el desarrollo de la Revolución industrial; del establecimíento del método científico, aprovechable en el dominio de la técnica, y del ambiente científico que reinaba en Inglaterra a filiales del siglo XVIII. En el casq. de la máquina de vapor, el autor nos relata los encuentros de 1. Watt con el profesor Black, que a la sazón estudiaba los cambios de estado del agua. 10. Véase S. Riera, Deis veíers ats vapors, cap. H.
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tífico, no puede haber progreso. Se trata de una situación característica en la aparición de cualquier sistema técnico, como ocurría, por ejemplo, en los inicios de la Revolución industrial. En estos momentos, dice Gille, la técnica actúa de motor. En el segundo caso, es decir, en la secuencia invención-innovación-crecimiento económico, la presión se origina en las necesidades que genera la economía, siendo un caso característico de las etapas de consolidación y desarrollo de los sistemas técnicos. Por lo tanto, viene a decirnos Gille, tejido, sí; interrelaciones, sí; pero, añade, cabe distinguir, según la coyuntura, qué es . lo que funciona como motor. Y nos explica que la técnica y la economía se relevan en este liderazgo. Ello explicaría, en parte, que algunos historiadores de la economía, olvidando la complejidad inherente al momento histórico, sometan, no sólo el devenir tecnológico, sino también otras actividades de las sociedades, al exclusivo dominio de la economía. Claro está, y hay que dejar constancia de ello, que otros historiadores del crecimiento económico saben colocar en su debido lugar la materia en que son maestros, como hace, por ejemplo, en su excelente obra, Joel Mokyr.'! Las consideraciones anteriores nos traen a colación otros temas también tratados -cómo no-- por Gille: ¿quién ha de escribir la historia de la técnica? y, si tanto hablamos de invención, ¿cuáles son las características del inventor? 11. J. Mokyr, La palanca de la riqueza. Creatividad tecnológica y progreso económico, Alianza Editorial, Madrid, 1993.
18 Introducción a la historia de las técnicas Empecemos por la primera. Hoy día se da por supuesto, en el contexto de la especialización de todas las ciencias, incluidas las sociales, que la situación perfecta es la que corresponde al trabajo pluridisciplinar coordinado. Ninguna objeción, si no fuera porque la experiencia nos demuestra la dificultad de tales colaboraciones; con demasiada frecuencia el estudio se convierte en un agregado de diferentes visiones del tema tratado. El trabajo en equipo, como también podemos denominarlo, exige una formación previa, difícilmente detectable hoy día. Sería necesaria, por lo menos en nuestro país, la aparición de una pedagogía específica que nos adentrara en los dominios de la interdisciplinariedad proporcionándonos no sólo las herramientas adecuadas sino también la mentalidad precisa. No hay que olvidar que la técnica, como la ciencia, exige especialización y saberes concretos, algunos de los cuales no son asequibles a la mayoría de los mortales, entre otras razones porque hasta hace bien poco nunca se había insistido en que la adquisición de conocimientos científicos y técnicos es indispensable para cualquier ciudadano del siglo xx. Con lo cual no queremos decir sino lo que apuntaba Febvre: ¿quién ha de hacer la historia de la técnica, si para ello se necesitan saberes especializados? Dejando la pluridisciplinariedad como una esperanza para tiempos futuros, no se nos antojan más que dos soluciones: el técnico profesional y/o el historiador. Si la historia que nos concierne la escribe el técnico profesional, se obtendrá entonces una historia intemalista, apta sólo para técnicos. Si la escribe el historiador formado en una
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universidad de humanidades, dicho historiador podrá decir algo sobre el devenir histórico de la técnica siempre que _y sólo cuando-e- haya tenido la precaución de acercarse técnicamente al tema. En este segundo supuesto, escribirá una historia extemalista. En cualquiera de los casos, se hace difícil profundizar en los temas. Claro está que existe una solución ideal: que el historiador reúna las dos formaciones, la técnica y la humanística; pero esto es difícil, laborioso, caro, y exige una dedicación al estudio excesivamente prolongada para la mayoría. En suma, estamos ante el enigmático problema, planteado por Snow, de las dos culturas. Un problema con total vigencia en el momento de cambiar de siglo y de milenio, y al cual se han aplicado hasta ahora remedios insuficientes. (Nuestra solución, aunque de difícil aplicación y en el decir de algunos utópica.w se decantaría por la opción de un saber integral científico y humanístico.) En definitiva, se trata de un reto que Lucien Febvre ya había intuido: La historia se hace con documentos escritos, sin duda. Cuando existen. Pero se puede hacer, debe hacerse, sin documentos escritos si no existen.. ". Con palabras. Con signos. Con paisajes y tejas. Con las formas de los camposy las malas hierbas. Con los eclipses de luna y la manera de uncirlos bue-
12. C. P. Snow.Las dos culturas y un segundo enfoque, Alianza Editorial, Madrid, 1977. S. Riera i 'Iuebols, Més enua de la cultura tecnocientifíca, Edicions 62, Barcelona, 1994, en especial el capítulo 4, donde se pone de manifiesto la dificultad de encontrar una salida a esta difícil situación y se apuntan algunas soluciones y experiencias.
20 Introducción a la historia de las técnicas yeso Con el examen de las piedras por los geólogos y el análisis de las espadas de metal por los químicos. u El otro tema, al que aludíamos más arriba y al que queremos dedicar algunas líneas, es el que hace referencia al acto de la invención y a los inventores. Durante mucho tiempo, las pocas historias de la técnica existentes se limitaban a enumerar series de inventores a los que un buen día se les había encendido una lucecita -sin saberse cómo ni quién la había alumbrado-e, cuyas vidas se relataban minuciosamente y en donde la historia, la leyenda y la fantasía se mezclaban sin reglas ni distinción. En contrapartida, los estudios actuales tienden a hacer hincapié en una continuidad que sorprendería enormemente a los autores de las hagiografías a que nos acabamos de referir. Ello es debido sin duda al descubrimiento de la repetidamente citada interrelación entre sistemas; pero, también, a que recientemente ha aparecido en el panorama histórico una corriente que sostiene la tesis evolucionista de la historia de las técnicas, una evolución parecida -salvadas las distancias- a la evolución biológica. Dicho de otro modo: la historia de las técnicas se asemejaría a un árbol con numerosas ramas, de algunas de las cuales salen otras que presentan -{) no-- nuevos brotes. En última instancia, ¿significa este modelo evolutivo que los brotes nacen al azar? ¿Osan las presiones sociales o de la economía, la ciencia, la política, e incluso religiosas o psíquicas, las que gobiernan este «azar»? 13.
L. Febvrc, Combats pour l'Hístoire. A. Cofín. París, 1953, p. 428.
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He aquí un nuevo tema de estudio que, sin ninguna duda, la obra de Gille puede iluminar. Y añadiría: aunque no solucionar. Porque un interés concreto subyace en la totalidad de este prólogo: mostrar que la finalidad de la obra que el lector tiene entre manos no es otra que inducir al estudio, a la reflexión. Muy acertadamente huye Gille de soluciones Concretas, de recetas exhaustivas; sin embargo nos dice, con gran lucidez, eso sí, que la historia de la técnica, esta rama olvidada de la historia, merece, exige, el estudio científico y metodológico que ha de colocarla donde la misma historia la reclama. y que el camino para conseguirlo es arduo. Cuando, en la década de los ochenta, proponíamos la traducción de la Histoire des techniques, pensábamos inicialmente en la totalidad de la obra. No obstante, una obra tan extensa (más de 1.600 páginas en la edición francesa) suponía evidentes riesgos editoriales. Recientemente, el Institut de 'Iecnoetica y las editoriales Crítica y Marcombo creyeron que, si bien no era aconsejable traducir la obra entera, sí que era factible presentar a los lectores de habla castellana los «Prolegómenos», puesto que es ahí donde el autor expone los principios metodológicos que luego aplica en su prolija histona. Fue entonces, tomada la decisión, cuando me pidieron que prologase este libro como importante fracción del conjunto de la obra original. Acepté, agradeciendo por supuesto el ofrecimiento, convencido de que, al cabo de veinte años de haber sido editada la obra de Gille, los citados «Prolegómenos», que hoy se publican con el título de Introducción a la historia de las técnicas, seguían teniendo un interés indiscuti-
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ble, mientras que otras secciones de la Histoire habían perdido parte, sólo parte, de su atractivo inicial, en especial si se considera lo lentamente que, en su día, se preparó la edición francesa (durante más de diez años según confiesa el mismo Gille en el prefacio), así como la aparición de estudios, artículos y libros sobre la historia de la técnica, la cual, con lentitud pero con seguridad, y en gran parte debido a Gille, entre otros, iba ocupando el lugar que le corresponde en el gran libro de la historia. Sin embargo, ni habría que decirlo, con esta decisión se pierde la ocasión de ofrecer a los lectores interesados y a los estudiosos la aplicación de la metodología a las diversas etapas de la historia de las técnicas realizada por el mismo autor. Quizás algún día podamos leer en castellano la segunda parte de la Hístoire; centrada de modo específico en el desarrollo de la técnica, titulada «Técnicas y civilizaciones». De momento, el lector o bien deberá acceder a la obra original o bien efectuar él mismo las aplicaciones de los conceptos leídos en esta versión castellana, parcial, que tiene entre manos. En cambio, la tercera parte de la Histoire des techniques, «Técnicas y ciencias», no tenía tanto interés y, además, adolecía de un envejecimiento mayor. Por una parte, hay que dejar constancia de que, al considerar las relaciones de la técnica con la economía, la geografía, la ciencia, la lengua, la sociedad, el derecho y la política, así como al disertar sobre el concepto de conocimiento técnico, Gille, ante la imposibilidad de tratar personalmente todos estos aspectos, buscó la colaboración de otros autores; lean Parent, André Fel, Francois Russo y Bernard Quemada, con lo que la obra, si bien gana en di-
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versidad de enfoques, pierde homogeneidad (un hecho importante si se atiende a la esencia de la Histoire y a la personalidad de su autor). A ello hay que añadir, que se trata de temas que, por su interés no sólo técnico sino también sociológico y esencialmente histórico, han sido objeto de atención, en los últimos años, por parte de las ciencias sociales, que han aportado gran variedad de nuevos y originales planteamientos y han enriquecido notablemente la visión global. Quisiera, de paso, protestar contra la inercia de nuestro ambiente cultural, que no se decide a abordar, más que al cabo de veinte años, la traducción de obras como la de Gille, que habría convenido hacer antes asequibles a una mayor masa de lectores que la que pueda leerla en el idioma original. En tan dilatado lapso de tiempo, es indudable, como ya hemos apuntado anteriormente, que nuevas aportaciones han restado parte de interés a la obra. Con todo, debemos congratularnos de que, por fin, se corrija una situación que sólo podía proporcionarnos desprestigio. Los «Prolegómenos», esta Introducción a la historia de las técnicas, y con ellos el concepto de sistema técnico, son ahora realidad y están al alcance de todos los estudiosos e interesados gracias a la decisión tomada per el Institut de 'Iecnoetica y las editoriales arriba citadas. También queremos celebrar, con este libro que el lector tiene en sus manos, el inicio de una colección destinada a llenar algunos de los numerosos huecos existentes en la bibliografía tecnicocientífica de nuestro país. Cerremos este prólogo recordando que otras obras de Bertrand Gille han merecido diversa suerte. Les mécaniciens grecs fue traducida en 1985 con el título La cultura técnica en
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Grecia;14 pero una obra tan fundamental como Les ingénieurs de la Renaissance 15 no tiene aún, que sepamos, traducción cas-
tellana. En definitiva, esperamos que con este volumen, que inaugura una colección en la que se han puesto muchas esperanzas, nazca el interés por este autor francés, B. Gille, al que no dudo en considerar uno de los colosos contemporáneos de una historia tan injustamente olvidada como es la historia de la técnica. SANTIAGO RIERA I TuEBOIB
Barcelona, enero de J 999
14. B. Gille, Les mécuniciens grecs; Éditions du Scuil, París, 1980; la traducción castellana cambia el título: La culrura técnica en Grecia, Ediciones Juan Granica, Barcelona, 1965. 15. B. Giile, Les ingénieurs de ío Renaissance, Hermann, París, 1964.
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odavía en 1935 pudo Lucien Febvre escribir: «la Historia de las técnicas es una de esas muchas disciplinas que están del todo por crear, o poco menos». Algunos años antes se había publicado una obra que marcó fecha: planteaba un problema particular, el del atalaje y el caballo de montar, y 10 relacionaba con uno de los grandes cambios históricos, la desaparición de la esclavitud. Por muy discutidas que fuesen luego las ideas del comandante Lefebvre des Noéttes, su libro parecía haber abierto una vía nueva, perspectivas y explicaciones inéditas. Si, de pronto, en 1935, los Annales de L. Febvre y M. Bloch parecían no ya haber descubierto la historia de las técnicas, sino hacer notar a la vez su interés y lo poco que atraía la atención de los historiadores. sin embargo, no se ha de creer que hubiese sido completamente descuidada hasta entonces. Pero, por su propia naturaleza, la historia de las técnicas se situaba fuera de las grandes corrientes históricas. Tan difícil le ha resultado a la historia como a las técnicas mismas inte-
28 Introducción a la historia de las técnicas grarse en la teoría económica general, para no poner más que un ejemplo. Lucien Febvre advertía muy bien que había aquí, en cierto modo, un conflicto de competencias. «Historia técnica de las técnicas, obra de técnicos necesariamente, so pena de errores graves, de forzadas confusiones, de total desconocimiento de las condiciones generales de una fabricación.» Pero añadía inmediatamente estas precisiones: «mas obra de técnicos que no se encierren ni en su época ni en su territorio y que sean, por tanto, capaces no sólo de comprender y de describir, sino también de reconstruir un utillaje antiguo como arqueólogos exactos e ingeniosos y de interpretar textos como historiadores sagaces». Seguramente ahí estaba el quid de la cuestión: aliar diversos tipos de conocimientos, utilizar metodologías diferentes. No es, pues, de extrañar que los historiadores tuviesen algún temor a meterse en un campo que desconocían casi del todo. Los técnicos, por su parte, se interesaban poco por unas técnicas ya desaparecidas, y, cuando las abordaban, lo hacían con una mentalidad que a menudo sólo tenía lejanas relaciones con la historia. En consecuencia, unos escribieron una historia de la que las técnicas estaban completamente ausentes, y los otros se dedicaron a investigaciones puramente técnicas en las que la historia no era más que simple cronología. «La actividad técnica no puede aislarse de las demás actividades humanas», advertía también Lucien Febvre. La síntesis era menos necesaria que la concordancia. En una explicación histórica global era indispensable hacer intervenir a las técnicas. Es curioso constatar que, cuando lo económico empiece a aparecer en esas explicaciones globales de las que había esta-
Introducción a la historia de las técnicas 29 do tanto tiempo ausente, las técnicas seguirán manteniéndose aparte, por el hecho mismo de aquella lenta y difícil integración de las técnicas a la teoría económica general que señalamos hace un momento. Muchas eran las dificultades. Ante todo, en el seno mismo de la historia de las técnicas. Había que evitar una parcelación necesaria al comienzo, cuando se trataba de exponer los hechos, pero que podría llevar en seguida a que cada historia de una determinada técnica se cerrase sobre sí misma. Era indispensable, después, reintegrar esta historia de las técnicas en un conjunto histórico, muy abierto ya éste a la economía, a la demografía, a la historia de las ciencias o de las ideas, como también a la historia de los sucesos, cuyos efectos distan mucho de ser menospreciables. Y he aquí ya esbozado nuestro plan. Pero antes de ir al núcleo de nuestro asunto, y dado que la tentativa es sin duda relativamente inédita, conviene tomar algunas precauciones. Son precisamente tales precauciones las que van a constituir la esencia misma de esta larga introducción. No es inútil, creemos, bosquejar un rápido cuadro de la historia de las técnicas. Veremos así desarrollarse, con sus riquezas pero sobre todo con sus lagunas, una disciplina que actualmente ha adquirido ya derecho de ciudadanía. La obra más antigua de historia de las técnicas es, a buen seguro, la del alemán Beckmann, Beitriige zur Geschichte der Erfindungen, publicada en Leipzig entre 1780 y 1805. Como lo indica claramente su título, se trata de una historia de los inventos, es decir, de una de aquellas parcelaciones histéricas a que aludimos arriba. Lo mismo ocurre, más o menos, con la
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Introducción a la historia de las técnicas
obra casi contemporánea de 1. H. M. Poppe, Geschichte der Technologie seü der Wiederherstellung der Wissenschaften bis an das Ende des 18° Jahrhunderts, cuyos tres volúmenes se publicaron en Gottingen entre 1807 y 1811. Pero esta última obra tenía no obstante en cuenta, por un lado, una noción todavía poco clara de sistema técnico y,por otro, algunos grandes hechos históricos. Hay que esperar a mediados del siglo XIX para ver cómo la historia de las técnicas cobra cierto impulso y se va integrando, con dificultad aún, en otras investigaciones. Es el momento en que las técnicas se imponen a la atención de todos, aproximadamente durante la época del Segundo Imperio. Adóptanse por entonces varias actitudes. La primera es tratar de responder precisamente al interés que mucha gente empieza a mostrar por las técnicas. Era necesario, por tanto, emprender una tarea de divulgación. Divulgar las técnicas existentes, sí, pero también hacer ver la amplitud de los progresos logrados. A este propósito han de mencionarse en concreto los volúmenes de L. Figuier, Les Merveilles de l'industrie, paralelamente a Les Merveilles de la science, obras que, hoy todavía, no deben ser despreciadas. La exposición se hace en ellas sector por sector; pero los datos no están completamente separados de un cierto contexto histórico. La segunda actitud respondía al deseo de ciertos técnicos de conocer la historia de su propia técnica. Algunos autores de manuales técnicos no temieron dedicar unas cuantas páginas a la historia de talo cual técnica. Citemos el grueso Manual de metalurgia, del inglés Percy, que no sólo proporciona íadicecíones sobre la historia de las técnicas metalúrgicas de
Introducción a la historia de las técnicas 31
Occidente, sino también sobre las técnicas de varios países exóticos. La tercera actitud representa ya una atención más propiamente histórica. Reúnense arqueólogos y técnicos para reconstruir algunas técnicas antiguas. En medio de una búsqueda que va adquiriendo cierta amplitud, pueden distinguirse dos tipos de trabajos: el primero es el de los relativos a la reconstrucción de las técnicas militares antiguas. Se sabe que su instigador fue, probablemente, Napoleón III en persona: ¿no comenzó él estas investigaciones con anterioridad a 1848, mientras estuvo prisionero en el castillo de Ham? Luego, a demanda del emperador, el coronel Favé emprendió varios trabajos sobre la historia de la artillería y reconstruyó ciertas armas que sirvieron para realizar ensayos. Así se elaboraba un método que después, aunque con algún retraso, se ha vuelto a seguir eficazmente. El segundo tipo de trabajos tuvo su origen en una necesidad. Desde que se inició la restauración a gran escala de monumentos históricos, convenía mucho dar de nuevo con las técnicas antiguas, únicas capaces de devolver a aquellos monumentos su aspecto genuino. Conocidos son de todo el mundo los esfuerzos realizados a este respecto por Viollet-le-Duc, cuyos diccionarios de arquitectura o de mobiliario constituyen todavía hoy una fuente interesante para los historiadores de las técnicas. La última actitud apuntaba más lejos aún. De 10 que en realidad se trataba era de integrar las técnicas en unas explicaciones globales. Sabida es la especial atención que ha prestado Marx a las técnicas como importante elemento de su teoría; así, no es de extrañar que para la parte histórica de sus
32 introducción a la historia de las técnicas trabajos recurriese a la historia de las técnicas tal como podía hallarla escrita en su tiempo. Por lo demás, en aquella época, algunos economistas estaban empezando igualmente a hacer intervenir el progreso técnico en su teoría general. Desde entonces, la historia de las técnicas estuvo ya en cierto modo lanzada. Desde los últimos decenios del siglo XIX aparecen obras de las que nos servimos todavía hoy. Versan en general sobre técnicas particulares. Citemos el libro de L. Beck sobre las técnicas siderúrgicas, el de Thurston sobre la historia de la máquina de vapor, el de Th. Beck sobre la construcción de las máquinas. Paralelamente son estudiados, publicados, traducidos los autores de tratados técnicos, sobre todo los de la Antigüedad: las investigaciones de Berthelot sobre los alquimistas y sobre ciertos técnicos, así como los trabajos, ya numerosos antes del final del siglo, sobre los mecánicos griegos de la escuela de Alejandría, son, entre otros muchos, buena prueba de lo que venimos diciendo. Los estudios de Th. H. Martin sobre la vida y las obras de Herón de Alejandría datan, por lo demás, de 1854. En algunos dominios se llega, inclusive, a hacer exposiciones más generales: así, en 1897, A. Espinas publicaba su libro sobre Les Origines de la technologie. El movimiento se fortalece en los primeros años del siglo xx. Es entonces cuando se cae en la cuenta del inestimable valor que tienen los objetos antiguos y las reconstrucciones. Se crean, no sin cierto chovinismo, los primeros amuscos de historia de las técnicas. El Science Museum había sido creado en Londres, en 1857, para gloria de la ciencia y la técnica británicas. El Deutsches Museum de Munich se
Introducción a la historia de las técnicas 33 constituye en 1906. La tradicional historia de las técnicas, por sectores, a menudo también historia de los inventos, prosigue su carrera. Se publican los primeros diccionarios históricos de las técnicas, como son el de Blümner en lo concerniente a las técnicas de la Antigüedad clásica y el de Feldhaus para las técnicas de la Antigüedad, de la Edad Media y del período moderno. El hecho de mayor importancia es, sin duda, una primera forma de integrarse la historia de las técnicas en una explicación histórica general. La publicación, en 1906, de la tesis de Mantoux sobre la Revolución industrial inglesa del siglo XVIII señala ciertamente un giro importante en la historia de las técnicas. Deberían seguirle las investigaciones de Ballot sobre la introducción del maquinismo en la industria francesa, trágicamente interrumpidas durante la Gran Guerra y que no verían la luz pública hasta 1922. Las técnicas de la época clásica iban a ser patrimonio de los investigadores franceses e ingleses, mientras los alemanes penetraban en el campo de las técnicas antiguas y medievales. Después de la primera guerra mundial, la historia de las técnicas parece haberse abandonado a un cierta lasitud. Sólo en los años treinta recobra su vigor. La obra de Usher sobre los inventos mecánicos, publicada en 1929, y la del comandante Lefebvre des Noéttes sobre el atalaje y el caballo de montar, volvieron a dar a la vez un lustre y una amplitud innegables a la historia de las técnicas. En 1935, los Annales de M. Bloch y L. Febvre, dedicando todo un número a la historia de las técnicas, evidenciaron el mucho interés que debía prestársele. Precisando los objetivos y esbozando las dimensiones
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Introducción a la historia de las técnicas
de la temática por estudiar, los Annales animaban a los historiadores a seguir una senda ya bastante abierta. Antes de la segunda guerra mundial, la historia de las técnicas presentaba ya el aspecto que continúa teniendo hoy. La historia de la máquina de vapor, del inglés Dickinson, publicada en 1939, y la historia de la construcción en madera en Ruán, del comandante Quenedey, son dos buenos ejemplos de metodología, diferentes el uno del otro, adaptado cada uno a su dominio. Por el mismo tiempo, se iban fundando nuevos museos y surgían centros de investigación, como el de Viena, en 1931, y el de la Universidad de París, en 1932. Conviene, con todo, hacer notar lo desorganizado de aquellas investigaciones, su carácter parcial y sus tendencias a menudo de escasos vuelos. Cierto que algunos técnicos dan prueba de un auténtico sentido histórico, pero en cambio los historiadores se preocupan poco de ponerse a estudiar las técnicas, temiendo abordar unos problemas en los que se sienten un tanto perdidos. Los nexos entre las competencias se realizan malo no se realizan en absoluto. Después de la segunda guerra mundial, la historia de las técnicas está ya definitivamente constituida como disciplina. Sin embargo, aún no ha alcanzado un equilibrio perfecto: subsisten divergencias en cuanto al modo de concebirla. Aquí es de rigor una primera constatación: los museos y los centros en que se estudia la historia de las técnicas se han multiplicado, a veces hasta con una cierta exuberancia. La historia de las técnicas permanece aislada. Todavía es más bien cosa de «científicos». No ha logrado introducirse en los congresos internacionales de historia, ni siquiera en
Introducción a la historia de las técnicas 35 los recientes congresos internacionales de historia económica. Pero es sintomático que, en el seno del Comité francés de los trabajos históricos y científicos, las diversas secciones de este organismo hayan constituido una comisión COmún de historia de las ciencias y de las técnicas. Una reciente obra húngara sobre la metalurgia está firmada por un ingeniero, un metalógrafo, un arqueólogo y un historiador. No parece que sea imposible hacer pasar al plano institucional ensayos parecidos. Las últimas obras generales de historia de las técnicas muestran otras lagunas que, por lo demás, ya hemos señalado. Pero a este respecto se plantea un problema difícil de resolver. Es indudable que nos falta, ante todo, una historia técnica de las técnicas, como decía Lucien Febvre. Y no puede negarse el interés de las monografías, de esas monografías técnicas que exponen los detalles de un procedimiento, la génesis de un invento. De la acumulación de tales trabajos nacerá un verdadero conocimiento de la historia de las técnicas. Sólo que este conocimiento habría que ampliarlo. En primer lugar, dentro inclusive del mundo técnico. En la génesis del invento debe hacerse intervenir igualmente a la personalidad del inventor y la génesis de la idea. Al logro de un invento le han precedido muchas veces, por una parte, esperanzas, que suponen un inventario de las posibilidades puramente técnicas, y, por otra parte, y volveremos sobre ello, una necesidad que puede adoptar diversas formas. Tratase, luego, de comprender el momento en que aparece el invento y de comprender también a la persona que lo hace realidad. Yendo más lejos aún, el éxito del invento, es decir, la innovación
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Introducción a la historia de las técnicas
-pues ¿en qué consiste la auténtica técnica si no es en su aplicación concreta?- supone una estructura social, económica, institucional y política, sin la cual es casi imposible comprenderlo. En mi opinión, todas esas obras recientes se concentran, con miras demasiado estrechas, en la exclusiva consideración de su objeto propio. Ciertamente no son inútiles, pero sí incompletas. Tal era nuestro proyecto. No se trataba de recuperar en sus detalles una historia verdaderamente técnica de las técnicas, lo que a los historiadores les gustaría sin duda hacer por lo atractiva que resulta toda investigación un poco esotérica. Lo que en esencia hemos querido realizar nosotros es esa inserción del mundo técnico en la historia general. Las importantes lagunas de nuestros conocimientos y la existencia de una historia más contada que explicada constituían unos obstáculos. Nos ha parecido oportuno construir, muy modestamente, lo que los economistas llaman un «modelo», que nosotros nos inclinaríamos a definir más bien como un esquema explicativo. Para ello, había que precisar unos cuantos conceptos sobre los cuales sería indispensable ponerse de acuerdo, y hacer que interviniesen todas las variables de las que es difícil decir, a fin de cuentas, si son exógenas o endógenas, y, en fin, había que tomar conciencia de los nexos y alianzas que se crean en todo este conjunto. De ahí que se halle, a continuación, un detenido estudio sobre tal esquema explicativo. Ni que decir tiene que es sólo provisional y que en modo al, guno pretende ser inmutable. En la medida en que el problema había sido abordado de otros modos, nos ha parecido útil dedicar algunas páginas a
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las fuentes de que disponemos, a la manera de presentarse las mismas y a la crítica de la que debían ser objeto. Al final una bibliografía muy general, simplificada, sólo orientadora, nos permitirá no ir repitiendo aquí los títulos de las obras de referencia.
• Conceptos y metodología
inguna ciencia ni disciplina merecerían estos nombres si no dispusiesen de los medios conceptuales y metodológicos necesarios para todo análisis. No le extrañe, pues, al lector que una parte importante de nuestra larga introducción esté dedicada a tales aspectos del problema. Conviene analizar las técnicas como objeto de ciencia. Apenas sería posible hacerlo, ni siquiera y sobre todo de una forma global, si no se contara previamente, no sólo con un lenguaje apropiado, sino también con unos modelos basados en conceptos precisos. Estos modelos procuran responder a una realidad simultáneamente en el plano estático, el de las estructuras y los sistemas. y en un plano dinámico al que llamamos «progreso técnico». Es lo que nosotros vamos a tratar de hacer, después de muchos otros, cada uno de los cuales ha aportado su piedra para construir el edificio. Parece un tanto inútil repasar aquí las nociones de sistema y de estructura, siendo tan abundante la literatura relativa a ellas. Ciertamente subsisten aún bastantes incertidum-
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Introducción a la historia de las técnicas
bres sobre el contenido de estas dos nociones, que se aplican a dominios muy diferentes unos de otros. Hemos creído, sin embargo, interesante insistir un poco sobre ellas en un dominio acerca del cual no se ha hecho ningún estudio de conjunto con este enfoque. Según se ha dicho a propósito de la economía política, su introducción «parece ser el único medio que la ciencia ha encontrado hasta ahora para echar un puente entre dos clases de investigaciones demasiado a menudo separadas, cuales son la investigación histórica y el análisis teórico». Y este paso parece tanto más deseable darlo aquí cuanto que, al ser la historia de las técnicas una disciplina todavía joven, es indispensable proveerla desde el comienzo de unos conceptos bien definidos, algunos de los cuales son ya, por lo demás, objeto de controversias, y dotarla también de un riguroso método de investigación. Precisemos, con todo, que, a falta de estudios en profundidad, nos veremos obligados a mantenernos al nivel de las grandes líneas directrices y a no adornar nuestro discurso sino con muy raros ejemplos. La tarea se presenta difícil ya desde el comienzo. Nótese que el término mismo de técnica es empleado lo más frecuentemente en plural: hay técnicas textiles como las hay siderúrgicas. Hasta en los casos más sencillos, como por ejemplo en la técnica del fabricante de zuecos, se advierte en seguida que esta técnica consta de cierto número de operaciones que requieren el empleo de distintos útiles. ¿QUé decir entonces de «la» técnica del cerrajero tal como nos la describen Mathurin Jousse a principios del siglo XVII o Duhamel du Monceau a mediados del XVIII? Estas dudas manifiestan a las
Conceptos y metodología
41
claras lo casi imposible que es comprender de un modo simple el objeto de nuestra investigación. Es, en efecto, muy raro que una técnica se reduzca a una acción unitaria. E incluso en este caso entra forzosamente en juego la pareja materia-energía' cuyos dos elementos están vinculados entre sí precisamente por el acto técnico, el cual casi siempre necesita un soporte. En la fase más elemental, y aun tratándose de las técnicas más primitivas, se da una combinación técnica, lo que, en las técnicas más complejas, podrá llamarse un conjunto técnico. El soporte es, en la fase más simple, un útil o un procedimiento. Abatir un árbol supone la materia prima, la materia apropiada para el uso que de ella se quiera hacer -finalidad del acto técnico-, una energía y lo que se ha convenido en llamar instrumento o instrumentos, el hacha, la sieITa, cordeles, cuñas y mazos, etc. A partir de estas pocas observaciones, nos es ya posible discernir varias nociones importantes. Y es que, de hecho, las combinaciones técnicas son de diversa naturaleza y pueden, por tanto, ser estudiadas según varios puntos de vista. Así, en la parte inferior de la escala podríamos hablar de estructuras, aunque este término sea bastante ambiguo. Trátase de una combinación unitaria. Y cabe distinguir entre estructuras elementales, como las del útil, y estructuras de montaje, como las de la máquina. Pongamos, para explicarnos mejor, algunos ejemplos. A. Leroi-Gourhan ha hecho ver que, aun en los actos elementales, se pueden distinguir unas estructuras. Ocurre así en el acto de cortar por percusión. En él pueden darse tres vías o procedimientos diferentes:
Conceptos y metodología 43
42 Introducción a la historia de las técnicas a) Rajar la madera apretando contra ella el cuchillo; el resultado será un corte preciso pero poco enérgico. b) Golpearla a bote suelto: como el de la podadera, el del hacha del leñador, el de la azuela del carpintero. Resultado: corte impreciso, pero enérgico. e) Golpear la madera accionando con un percutor compuesto, como puede serlo el escoplo con el martillo o el mazo, que reúne las ventajas de los otros dos procedimientos, lo que llamó Bachelard la «fuerza administrada». Habría que añadir el trabajo con la sierra, algo diferente de la tercera de las modalidades que acabamos de distinguir, pues se trata de un instrumento mucho más complejo, consistente en una serie de cuchillas dispuestas de tal forma que el corte logrado con ellas sea preciso y la fuerza utilizada pueda ser de una cierta potencia, superior a la del simple cuchillo. Se ha dado también el nombre de estructuras a otros complejos que, a pesar de esta complejidad. no representan más que un acto técnico unitario. Tomemos el ejemplo que pone J.-L. Maunoury: «Los rasgos definitorios de los motores térmicos se pueden dividir en dos niveles. En tanto que motores, tienen en común una función, que es la de crear trabajo; en tanto que máquinas térmicas, tienen en común el principio de funcionamiento, que es utilizar el calor proveniente de la combustión de determinados cuerpos». Partiendo de esta definición, Maunoury trata de hacer evidentes las correspondientes estructuras elementales «cuya combinación explica los distintos tipos de motores térmicos». Distingue primero dos series de estructuras: «estructuras trabajo» y «estructuras
calor». Todo se resume en el cuadro 1, que lo hará más comprensible que un largo discurso: CUADRO 1
Grupo estructural
Subgrupo
TIpo
estructural
Modo de trabajo del fluido motor
Acción Reacción
Trabajo
Rotativo Movimiento creado Alternativo
Modo de obtención del calor
Combustión Fisión
Calor Lugar de obtención del calor
FUENTE:
Interno
Externo
Maunoury, La Genése des ínnavauons: París, 1968.
Es el ejemplo perfecto de una estructura de montaje. El autor que acabamos de citar ha llegado a la conclusión que hay que distinguir unos grupos y unos subgrupos estructura-
44 Introducción a la historia de las técnicas les. Ciertamente cabría perfeccionar el modelo que se nos propone: la naturaleza del combustible y sus condiciones de empleo, que llevan a la necesidad de elementos anejos (carburador, chispa eléctrica). Cabe igualmente explicitar ciertas fórmulas y considerar la estructura misma del convertidor de energía: cilindro y pistón que, por medio de un sistema bielamanivela, puede proporcionar un movimiento rotatorio, ruedas con aletas, etc. Mucho habría que decir aún sobre las estructuras de los útiles, según el gesto técnico en que participen, según la materia sobre la que hayan de actuar, según el material de que estén hechos, según incluso las tradiciones de su forma y dimensiones. No pondremos más que dos ejemplos de ello, a la escala más simple. Hace poco, Charles Frémont, en un estudio sobre la sierra, hizo patente toda la variedad de sus tipos. Pasemos por alto la distinción entre sierras de bronce y sierras de hierro o de acero, que es evidente de por sí. Este autor había distinguido entre: a) la sierra en forma de cuchillo o serrucho; b) la sierra larga y de doble mango para que dos serradores la muevan de lado a lado; e) la sierra en arco; d) la sierra en cuadro; e) la sierra circular o de disco; f) la sierra de cinta. Reproducimos aquí (figura 1) algunos de los dibujos de podadera que figuran en el catálogo de un fabricante de este instrumento. En dicho catálogo, y para este solo utensilio, hay 106 modelos de podadera con nombres de naturaleza toponímica; esto, naturalmente, sólo para Francia. Tales variedades corresponden a la vez, claro está, a las distintas tradiciones locales y a los diferentes modos de usarse el
Conceptos y metodología 45
46 Introducción a la historia de las técnicas utensilio, según el tipo de trabajo y según la vegetación dominante. Habría que hacer estudios sistemáticos acerca de todos los útiles para conseguir unos análisis lo más finos posible. El mismo catálogo que acabamos de citar contiene análogas imágenes de hachas, de hoces y hasta de los perfiles de las hojas de hoces y guadañas. Unos repertorios de utillajes serían ciertamente bienvenidos, como lo son las colecciones de catálogos antiguos y los inventarios de utensilios conservados en los museos. Se han hecho ya algunos estudios, en el más primitivo estadio técnico, concretamente por A. Leroi-Gourhan, sobre los tipos de útiles o de instrumentos utilizados para una operación dada. La segunda noción que quisiéramos establecer es la de «conjunto técnico». Aquí pasamos a una fase diferente. En efecto, hay técnicas complejas que requieren no lo que podría llamarse una técnica unitaria, sino técnicas confluyen tes cuyo conjunto o combinación concurre a que se dé un acto técnico bien definido. Hemos tomado como ejemplo la fabricación de la fundición, de la que el esquema adjunto muestra toda la complejidad: problemas de energía, problema de los componentes -mineral, combustible, insuflado de aire-.., problema del instrumental mismo: el alto horno y sus propios elementos constitutivos (armazón, capas refractarias, fonnas). Trátase aquí de un conjunto cada parte del cual es indispensable para que se obtenga el resultado pretendido (véase la figura 3 en p. 49). Fácil sería aducir otros ejemplos en la industria química, según combinaciones de diferente tipo. Los conjuntos técnicos son, en general, mejor conocidos
Conceptos y metodología
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2.
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Las diferentes fases de la fabricación de un
E lUCCO
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en Cusa (Doubs).
porque la investigación tecnológica se ha interesado mucho más por ellos. Todos los manuales de tecnología nos proporcionan esquemas de los mismos muy aprovechables para el historiador. La última noción podría ser la de «fila» o línea técnica. Las líneas técnicas las constituyen series de conjuntos técnicos destinados a proporcionar el producto deseado, cuya fabricación se realiza, a menudo, en varias etapas sucesivas. El primer ejemplo, uno de los más sencillos, lo tenemos en la fabricación del zueco de madera, tal cual ha sido analizada por los investigadores que trabajan para el Museo de Artes y Tradiciones Populares (figura 2). La imagen que damos de
48 Introducción a la historia de las técnicas ella no representa más que una parte de esta fabricación: pueden verse ahí seis operaciones sucesivas, en las que se utilizan tres útiles o herramientas diferentes. Es, como bien se ve, una serie. Para el moldeado inicial, que antes se hacía a golpe de hacha, se utiliza ahora un instrumento, el martinete hidráulico, a cuyos martillo y yunque se les ha ido adaptando, con empalmes sistemáticos, diferentes útiles. Se puede complicar este esquema tomando un producto más elaborado (figura 3). De la fundición se puede ir bajando al hierro o al acero, y de ahí a la fuerza destinada a dar a la pieza su forma definitiva. Hay, pues, todo un escalonamiento de las más diversas técnicas que concurren a que funcione debidamente el complejo técnico que es la línea o «fila». Así sucede, por ejemplo, en la industria textil, en la que pueden distinguirse: a) producción de la materia prima (de origen animal, vegetal o sintético); b) preparación de esa materia para hacerla utilizable (lavaje, enfriamiento, desengrasado); e) hilatura; d) tejido; e) sucesivos aprestos, susceptibles por lo demás de integrarse a diferentes niveles de la fabricación (batanado, tundido, tinte, blanqueamiento, etc.). El estudio que acabamos de hacer sigue, salvo en el caso de los complejos o conjuntos, una línea vertical. Pero también puede concebirse que se haga siguiendo líneas horizontales. Es decir, que una misma estructura técnica puede servir para varias líneas distintas. Así ocurre, por ejemplo, tratándose de los útiles, y nosotros hemos observado que entonces un útil, de estructura dada, puede ir tomando for-
Conceptos y metodología
49
APORTACiÓN DE COMBUSTIBLE Hulla CaliOad ~
APORTACiÓN DE MINERAL Extracción Trilulildo
,-
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APORTACiÓN DEFUNDENTE
...selección
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3.
Un complejo técnico-el alto horno.
mas, o, más en general, aspectos diversos. Es lo que sucede, para poner ejemplos simples, con el (o los) martillo(s) y con la (o las) tenaza(s). A un nivel más complejo pasa 10 mismo. La estructura cilindro-pistón, que se utiliza, ya lo hemos dicho, en los motores térmicos, es utilizada también en las
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Introducción a la historia de las técnicas
bombas aspirantes e impelentes y hasta en el más humilde mechero. Un conjunto técnico, una línea técnica, no pueden funcionar normalmente si no cumplen cierto número de condiciones. A grandes rasgos, estas condiciones, en la medida en que se limita uno estrictamente al dominio técnico -ya volveremos en seguida sobre esta restricción->, atañen necesariamente a cualidades y cantidades. Las interferencias entre cualidades y cantidades son, por lo demás, muy numerosas. Ante todo entre las cualidades: el trabajar con una materia dada requiere útiles de una cualidad igualmente determinada. Pero la producción de determinadas cantidades puede, asimismo, exigir unas cualidades precisas de los medios de producción. Menos marcada, la influencia de la cantidad en la cualidad es sin embargo notoria en gran número de casos. Yendo más adelante, llegamos al momento en que se establecen vínculos o alianzas. no sólo siguiendo un proceso lineal, sino también con retornos o al sesgo. Entonces, cada uno de los componentes de un conjunto técnico tiene necesidad. para su propio funcionamiento, de uno o de unos cuantos productos del conjunto. Esta relación es evidente en el ámbito de los materiales: si la siderurgia utiliza la máquina de vapor, ésta necesita un metal cada vez más resistente para soportar las altas presiones además del recalentamiento. Esta relación se da, aunque no tan evidente, en muchos otros dominios. En el esquema de producción de hierro fundido. que acabamos de dar, se ve en seguida que la fundición y el hierro son necesarios en cada uno de los subconjuntos. Se podrían multiplicar los ejemplos, complicar los esquemas, intro-
Conceptos y metodología SI duciendo, pongamos por caso, las técnicas del transporte y evocando, como acabamos de hacerlo líneas atrás, el problema de la energía. Hay casos en los que son muy estrechas las recíprocas relaciones de los subconjuntos entre sí y con el conjunto global: citemos el de la industria química. Hay otros en los que esas relaciones son mucho más vagas, más imprecisas, y,en definitiva, relativamente escasas: citemos el caso de la industria textil. Equivale ello a decir que, en el límite y por lo general, todas las técnicas son, en diferentes grados, dependientes unas de otras, y que entre ellas ha de haber necesariamente una cierta coherencia: el conjunto de todas las coherencias que a distintos niveles se dan entre todas las estructuras de todos los conjuntos y de todas las líneas compone lo que se puede llamar un «sistema técnico» (figura 4). Y las uniones o ligazones internas, que aseguran la vida de estos sistemas técnicos, son cada vez más numerosas a medida que se avanza en el tiempo, a medida que las técnicas se van haciendo más y más complejas. Tales vinculaciones sólo se pueden establecer y resultar eficaces cuando el conjunto de las técnicas ha alcanzado un común nivel, aunque también, marginalmente, si el nivel de algunas de ellas, más independientes respecto a las otras, permanece por debajo o por encima del nivel general, siendo naturalmente la segunda de estas dos hipótesis más favorable que la primera. Obtenido el equilibrio, es viable el sistema técnico. Los aficionados a los jalonamientos cronológicos pueden, pues, definir así bastantes sistemas técnicos que se han ido sucediendo en el transcurso de los siglos, y analizarlos, esto es, ir
Conceptos y metodología 53
52 Introducción a la historia de las técnicas Transportes marítimos
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4. Esquema simplificado del sistema técnico de la primera mitad del siglo
XIX.
más allá de las monografías particulares sobre cada técnica, precisar los nexos entre técnicas, su naturaleza y las exigencias que suponen. De hecho, las investigaciones con este enfoque son aún muy incompletas e inseguras y la mayoría de los cuadros que han sido presentados nos parecen especialmente insuficientes. En su obra Técnica y civilización, Lewis Mumford, siguiendo a otros autores, había no ya esbozado bien una descripción de los sistemas técnicos, sino presentado unos grandes períodos definidos con bastante confusión:. fase eotécnica, fase paleotécnica y fase neotécnica. «Si cada una de estas fases representa a grandes rasgos un período de la historia humana, caracterizase más aún por el hecho de que forma un complejo tecnológico.» El problema estaba así certeramente captado. «Cada fase tiene sus orígenes en ciertas regiones bien delimitadas y tiende a emplear determinados recursos y materias primas especiales; cada una tiene sus medios específicos de generar y de utilizar la energía, y sus formas particulares de producción. Casi cada parte de un complejo técnico (término empleado aquí en un sentido diferente del que le hemos dado nosotros más arriba) tiende a hacer resaltar y a simbolizar, en el interior mismo del complejo, series enteras de relaciones,» Y, para distinguir estas diversas fases, evocaba Mumford las que se podría llamar técnicas dominantes que, precisamente por su universal importancia, ejercerían un efecto de atracción o arrastre sobre las demás. «La fase eotécnica es un complejo formado por el agua y la madera, la fase paleotécnica un complejo formado por el carbón y el hierro, la fase neotécnica un complejo formado por la electrici-
54 Introducción a la historia de las técnicas
dad y las aleaciones,» La idea era, ciertamente, interesante, pero esta enumeración de los que aquí llamamos sistemas técnicos nos parece muy insuficiente. y la definición de cada uno de ellos bastante imprecisa y arbitraria, por más que el autor haya matizado su pensamiento aludiendo a los inevitables encabalgamientos entre los sistemas. Un análisis más preciso y la toma en consideración de elementos más numerosos permitirían establécer una cronología más ajustada, sin limitarse a esas tres grandes divisiones de la historia de las técnicas. Lo cual es tanto más necesario cuanto que no hay que aislar a las técnicas de las demás actividades humanas, sin las que aquéllas resultarí3:n incomprensibles. Parece, por lo tanto, indispensable que confrontemos ahora los sistemas técnicos y los sistemas de otra especie y que diseñemos, a grandes líneas, un esbozo de los nexos que los unen. Es natural que los economistas, en la medida en que se preocupaban, dentro de su propio campo, por los sistemas y las estructuras -volveremos varias veces sobre ello--, se hayan interesado por este problema. Sin embargo, no parece que hayan hecho avanzar gran cosa la investigación. A. Marchal, siguiendo en parte The Theory oI Economic Growth de A. Lewis, distingue las fases de la evolución técnica no tanto con visión estrictamente técnica como a través de la idea que en diferentes épocas se ha ido teniendo de la técnica. La Verdad es que era este un rodeo fácil para introducir la técnica en el pensamiento económico. Se halla ahí, pues, una mezcla de diversas nociones, no de concepciones generales por las que pueda llegarse a definir un sistema técnico. En las socie-
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dades analfabetas, las realizaciones técnicas se situarían poco más o menos al mismo nivel: «Los mismos instrumentos, las mismas técnicas de talla y pulimentación de la piedra, los mismos procedimientos metalúrgicos, los mismos métodos de cultivo y de irrigación, las mismas astucias para la caza, se vuelven a encontrar en poblaciones separadas por continentes y por milenios». Después, el conocimiento de la escritura y, con ella, el desarrollo de las matemáticas y la acumulación del saber serían «lo que distingue a las sociedades técnicamente arcaicas de las sociedades técnicamente primitivas». Marchal pone todavía a la Edad Media entre las sociedades técnicamente arcaicas. «[La E. M.) se distingue de la sociedad moderna en el sentido de que un pequeño grupo de hombres privilegiados gozan allí del tiempo libre o del asueto necesario para dedicarse al pensamiento abstracto e incluso a la experimentación, pero sin miras prácticas. Las realizaciones técnicas son obra entonces de artesanos hábiles pero casi del todo iletrados, que van mejorando sus métodos a base de tanteos empíricos.» Del Renacimiento dice simplemente que marcó la llegada de la curiosidad y del espíritu experimental, así como su propagación por las otras capas sociales. Desde el siglo XVII a los comienzos del XIX, muchos de los inventos revolucionarios se habrían debido a hombres de oficio, que sucedieron con frecuencia a los sabios aficionados. «El siglo XX, por el CODtrario, señala el paso a la concepción del especialista y del técnico profesionales y de plena dedicación, que trabajan en equipo, en ocasiones por cuenta de grandes empresas pero más a menudo a cargo del gobierno.» Aquí también lo insufi-
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ciente del análisis, los viejos tópicos históricos caros a los economistas y las lamentables confusiones impiden que, pese a la aparición de algunas buenas ideas, aceptemos esta manera de dividir la historia. Realmente el análisis económico, por muy estructural que sea, neutraliza casi por completo el hecho técnico o no lo aborda sino en ciertos aspectos, como lo hiciera Adam Smith con la división del trabajo. El único autor que le ha otorgado un lugar de preferencia quizá sea Marx, que le daba con razón mucha importancia y le dedicó largos desarrollos. Sólo al nivel de la dinámica de los sistemas y de las estructuras ha habido que insertar en él una «variable» técnica. Aunque los fundadores de la escuela clásica inglesa, incluido Marx, tuvieran la intuición de esas relaciones recíprocas entre los diversos sistemas y de su coherencia y su compatibilidad, ha sido durante mucho tiempo difícil y sigue siéndolo todavía el integrar la técnica en una explicación económica global, o, para decirlo mejor, más que integrar, aproximar los dos órdenes de actividades. Si la finalidad esencial de cada disciplina es hacer girar el mundo alrededor de ella, la economía política debería tener el cuidado de no despreciar la técnica. Lo mismo que el historiador de las técnicas tiene el deber de no despreciar las «fuerzas» vecinas. Por consiguiente, todos los economistas hacen alusión si bien en general de la manera más discreta posible, a las estructuras técnicas. Marchal escribe, con cierta flojedad, que «el sistema económico se caracteriza por un particular arreglo de diversos tipos de estructuras», entre ellas naturalmente las estructuras técnicas. Para Francois Perroux, ya más pre-
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ciso, «el sistema económico es la combinación de un aparato técnico, un aparato de relaciones jurídico-sociales y un móvil económico fundamental». La importancia de las estructuras técnicas le parecía, por ende, un elemento fundamental, esencial, del «sistema económico». 1.D que aún no se ha tratado nunca de establecer de manera detallada y completa es el sistema de las relaciones que se dan entre técnica y economía, versando preferentemente las investigaciones actuales sobre la dinámica de estos dos tipos de sistemas. Acciones recíprocas, por descontado. Johan Ackermann comprendía bien la técnica al enumerarla entre las «fuerzas autónomas» o «motrices», y aunque sus sucesores redujeron el número de ellas, mantuvieron no obstante a la técnica entre esas «fuerzas dominan tes» que provocan la evolución de los sistemas. La época actual abunda en muestras de lo mucho que influyen los sistemas técnicos en los sistemas económicos. Pero no nos engañemos. La expresión «fuerzas autónomas» empleada por Ackermann tal vez permita ver mejor en qué consiste el problema. Es evidente que hay interacción entre los dos órdenes de sistemas, que nunca hay ahí unas fuerzas perfectamente autónomas o unas fuerzas perfectamente inducidas. Dimensión de las empresas, costes de producción e inversiones dependen estrechamente del nivel técnico. Dicho de otro modo, trátase de determinar, lo que es más importante que los sentidos de dominación, unas reglas de la coherencia entre sistema económico y sistema técnico, aun sin que se pueda determinar de antemano si hayo no unas vías obligatorias. Sería en efecto útil, para las diversas épocas, comparar
58 Introducción a la historia de las técnicas los dos mundos de la economía y de la técnica. Machine a vapeur et capitalisme se titula la reciente obra de Payen, en la que sigue a muchos otros autores que hacen de la máquina de vapor el símbolo del capitalismo moderno, pues ha habido diferentes formas de capitalismo. Si la imagen no es totalmente representativa de la realidad, tuvo por lo menos la ventaja de orientar a las mentes hacia el camino, apenas seguido todavía, de una profunda y fecunda investigación. Sería menester analizar las recíprocas exigencias de los sistemas técnicos y los sistemas económicos respecto a sí mismos. No deja de haber quienes piensan que los sistemas técnicos fueron siempre más exigentes y apremiantes que los sistemas económicos. Inversamente, una técnica debe insertarse en un sistema de precios, en una organización de la producción, a falta de lo cual carecerá de interés económico, siendo esta su finalidad propia. Sabido es, inclusive, que, en el límite, las técnicas artesanales han podido subsistir gracias a una demanda especial. Donde la técnica se impone o se ve rechazada es en el mercado y en el cálculo de los márgenes de beneficio. En el ámbito mundial o, al menos, en el de un cierto internacionalismo, algunas medidas autoritarias pueden contribuir al mantenimiento de técnicas que caducarían en un mercado libre. En realidad, la cuestión se plantea sobre todo en una perspectiva dinámica; en la medida en que se impone una evolución, es cosa admitida, para emplear expresiones modernas, que no hay más que una sola modalidad de desarrollo. En la medida en que el sistema técnico impone al sistema económico una evolución que éste no es, momentáneamente
Conceptos y metodología 59 o no, capaz de soportar, sí que puede haber otras soluciones. Al capitalismo liberal, modelo del Occidente europeo, puede sustituirle un capitalismo de estado, y hasta un colectivismo. Pensemos en los esfuerzos de Colbert, imaginando o sistematizando nuevas fórmulas para introducir unas técnicas aún desconocidas en Francia; pensemos en lo que fue, en el siglo XIX, la construcción de algunos ferrocarriles por el estado, en Francia y en otras partes, gracias a la garantía de los intereses. y ¿qué decir de los sistemas protectores instituidos en Europa allá por los años 1820-1821 para librarse de tener que competir con una industria inglesa técnicamente muy superior y para darle al continente tiempo de realizar su mutación tecnológica? Si el hecho es actualmente algo discutido, también es cierto que el comandante Lefebvre des Noéttes vinculó el atalaje y la desaparición de la esclavitud porque había comprendido que había una relación bastante estrecha entre sistema técnico y sistema social. M. Buquet ha analizado con gran exactitud las diversas posiciones adoptadas a este respecto por numerosos autores después de Stuart Mili, pero sobre todo en una perspectiva dinámica de la que volveremos a ocuparnos. De todas maneras, se hace difícil negar que a un nivel técnico dado corresponda un optimum de población. Para un cambio de nivel técnico en el sentido de un progreso, la curva del optimum de población en relación con la renta media per capita no cambia de fonna, sino que sólo se desplaza trasladándose hacia arriba. Que sistemas sociales y sistemas técnicos estén íntimamente vinculados parece evidente de buenas a primeras.
60 Introducción a la historia de las técnicas
La adopción de un sistema técnico implica necesariamente la adopción de un sistema social que le corresponda, a fin de que se mantengan las coherencias. ¿Habrá que decir, entonces., que también aquí los sistemas técnicos están llamados a dominar sobre los sistemas sociales? Sí y no, por cierto, como ocurre en el dominio económico; sí en la medida en que el sistema técnico se impone por razones que suelen ser, en general, de orden exógeno. Pero se dan también casos de rechazo, de los que tenemos muchos ejemplos. Para que un nuevo sistema técnico se imponga, ha de traer necesariamente consigo inevitables adaptaciones sociales. Desde la Edad Media, las corporaciones se han resistido a incluir en sus reglamentos --que son en gran parte, hay que reconocerlo, repertorios de prohibiciones y no de prescripciones positivas- muchas técnicas nuevas susceptibles de destruir una organización preestablecida: rechazo de ciertos productos de preparación o de tintorería, rechazo del torno para hilar, del batán mecánico, del cardado. Cambios así se encuentran, como veremos, hasta en pleno siglo XVII. Tal fue el caso del embarrilado de arenques., a finales de la Edad Media, que trastornó las estructuras sociales de los pueblos costeros. Tal también el caso, bien estudiado, de la fabricación de calzados a máquina, en Yankee City, en la segunda mitad del siglo XIX. La adaptación social es naturalmente aún más necesaria si el nuevo sistema técnico conduce a que una actividad dominante sustituya a una actividad antigua y de naturaleza por completo diferente. Reparto de la mano de obra, cualificación y, por consiguiente, niveles intelectuales y modos de vida son otros tan-
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tos elementos de los sistemas sociales, junto con los hábitos sociales, las formas de ser de las comunidades y las maneras de pensar, que han de adaptarse a un sistema técnico dado. Y si se sabe que los sistemas sociales son particularmente rígidos, se comprenderá en seguida cuán difícil es de establecer la coherencia entre esos dos órdenes de sistemas. El temor al paro forzoso tecnológico, los casos de ludismo de los que se conocen muy numerosos ejemplos, inclusive desde la Edad Media, han sido notorios hasta en los países más industrializados. ¿Qué decir, pues., de la adopción de sistemas tecnológicos modernos en los países en vías de desarrollo, donde las estructuras sociales se hallan a veces completamente inadaptadas? Las estructuras del consumo son, sin duda, más flexibles. Pero también en ellas hubo resistencias que a veces no dejan de sorprender. En la encuesta que se hizo en Francia, en 1829, sobre los hierros, algunos maestros de forja subrayaban el rechazo de los consumidores para con los hierros fundidos a base de hulla y su correspondiente apego a los fundidos con carbón vegetal. Es de advertir, sin embargo, que cuanto más se avanza en el tiempo, más rápidamente se adaptan a los productos nuevos las estructuras del consumo. Ciertas relaciones entre sistema técnico y otros sistemas sería posible definirlas, La investigación en este dominio es del todo inexistente. Los sistemas técnicos se han ido sucediendo en el tiempo y en el espacio. Hemos dicho, y repetido, que la dinámica de los sistemas técnicos era, por lo demás, uno de los mejores medios de abordar los problemas de estática, de análisis está-
62 Introducción a la historia de las técnicas tico. El análisis dinámico deja aparecer varias cuestiones importantes. Una de las primeras es la de los límites de un sistema técnico que condiciona en cierta medida el progreso técnico. La noción de límite estructural es ahora familiar a todos. Sitúase, claro está, en el movimiento. Esos límites estructurales se hacen sentir al final del período de expansión. Se los puede descubrir ya sea por la dificultad de aumentar las cantidades, ya por la imposibilidad de disminuir los costes de producción, ya por la imposibilidad también de diversificar las producciones. Tratase, por tanto, de unas cuestiones que, en el plano económico, se traducen en cantidades, calidades y costes, teniendo por lo demás es tos diversos elementos múltiples interferencias entre sí. Esta parte de la investigación ha sido poco practicada por los historiadores, lo cual es de lamentar, porque resultaría muy instructiva. Se ha podido escribir que las grandes crisis del siglo XIV serían quizá causadas por falta de adaptación de las técnicas a una demanda que iba en aumento por la expansión demográfica y por el aumento, a la vez, de la demanda individual. Habría que poder estudiar de un modo más preciso los límites de lo que llamamos la técnica clásica. A la inflación, provocada por la afluencia de los metales preciosos venidos del Nuevo Mundo, debió de seguirle una demanda, aumentada en grandes proporciones, de bienes de consumo: los disturbios y revueltas que se suceden de mediados del siglo XVI a mediados del XVII podrían ser una consecuencia de tal fenómeno, lo mismo que el receso demográfico que se manifiesta a partir de los últimos años del siglo XVI. Estos fenó-
Conceptos y metodología 63 menos traducirían de alguna manera el que a aquella técnica clásica le fuese imposible responder a tanta demanda, y ya veremos en qué prolongada estabilidad estuvieron estancadas las técnicas hasta alrededor del primer tercio del siglo XVIII. Hacia mediados del siglo XVII, el receso demográfico hizo menos necesaria la innovación de la técnica. Se ha de tener en cuenta, por otro lado, que aquella época sufrió también hambres y epidemias que parecen haber sido concausas del estancamiento técnico: pestes de 1629-1631, hambruna de 1709, peste de 1720. Habrá que esperar al segundo tercio del siglo XVIIi para ver cómo se recuperan a la vez el progreso técnico y el impulso demográfico. Se advertirá que hemos distinguido un nuevo sistema técnico cuya aparición se sitúa hacia mediados del siglo XIX. Esta idea se basaba en un hecho nuevo en aquella época. Las limitaciones técnicas han provocado. en las épocas anteriores al siglo XVIII, un parón del crecimiento y unas crisis más o menos graves. Pero cabía suponer que pudiera procurarse un crecimiento insertando, en el curso mismo de la evolución, un nuevo sistema técnico: tal fue, sin duda, el caso a mediados del siglo XIX. La existencia de un nuevo sistema técnico es absolutamente evidente, y. sin ella, es probable que los países económicamente más adelantados no hubiesen podido continuar su desarrollo; lo mismo que los países que por entonces estaban empezando a desarrollarse tuvieron la suerte de poder beneficiarse de unas técnicas superiores sin pasar por las dificultades de eliminar las técnicas anticuadas, eliminación que nunca deja de acarrear perjuicios. No seria absurdo suponer que la gran crisis de 1929, cuyas inmensas consecuen-
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Capital agrícola
\ t-
~ Contaminación
Producción industrial
\
Capital industrial
Inversiones
/
Tasa de inversión
L
-'
~
~ (-)
A
De p rec iació n
'"
Duración media del capital
B 5. Curvas que registran la población, el capital, la producción agrícola y la contaminación (A), y el comportamiento del modelo global (8) (según D. H. Meadows y col., Halle (¡ la croissance, París, 1972).
66 Introducción a la historia de las técnicas cias son bien conocidas, fue asimismo la consecuencia de un bloqueo técnico que ahora estaríamos empezando a superar, aunque tampoco neguemos -entiéndase bien- el influjo de olros factores acerca de los cuales se nos permitirá que no insistamos. En un informe muy reciente intitulado The Limíts of Growth, sus autores, investigadores que trabajan en el MIT, describen el porvenir con tintes muy pesimistas. El modelo que han utilizado se basa en cierto número de datos que presentan unas tendencias indiscutibles. De hecho, han tenido en cuenta cinco fenómenos: el estado de los recursos naturales no renovables (por ejemplo, los productos mineros); la población mundial; la cantidad de alimentos disponibles por habitante; la producción industrial por habitante; y el nivel de contaminación. Después han construido un modelo estableciendo las relaciones recíprocas entre esos fenómenos (procedimiento de los bucles). Finalmente han sometido este modelo a ensayos resultantes del método de la dinámica de sistemas (figura 5). De esta manera han obtenido, en forma de un haz de curvas, un modelo estándar para el período comprendido entre los años 1900 y 2100, que reproducimos aquí. En un primer tiempo, el progreso técnico queda en gran parte neutralizado. En un segundo tiempo, los investigadores del MIT hacen intervenir cierto número de progresos tecnológicos, acumulados pero no constituidos en sistema y sin relaciones aparentes con los demás sistemas, hasta el punto de erigir en artículo de fe la falta de coherencia o la falta de compatibilidad entre los sistemas. Volveremos sobre ello. A nuestro juicio. un trabajo perfectamente análogo sobre cómo evo-
Conceptos y metodología 67 l~cionar{a el mundo en los dos siguientes siglos podría muy bien haberse hecho entre los años 1850 y 1855. Y habría dado por resultado el mismo pesimismo y los mismos temores. Ya veremos las razones de ello. Yendo más allá de esta formulación general, el problema debería abordarse en el detalle de cada técnica. Pero tal cosa apenas es posible, si se exceptúa el caso de la extensión de las superficies cultivadas, que, en una proporción que no es de despreciar, desempeñó un gran papel después del descubrimiento de América y en particular durante el siglo XIX, cuando la apreciación de los latifundios llega poco menos que a su fin por creerse en un aumento de la fertilidad y de la productividad de la tierra, si no por la selección de las especies, al menos por unos abonos cada vez más eficaces. Concfbese en ese caso que se habría podido llegar a unos límites en tanto la botánica no hubiese aportado su apoyo a la selección de las semillas y en tanto la química no hubiese ideado los abonos artificiales. Todos estos elementos entran en juego necesariamente: cultivo extensivo, cultivo intensivo, métodos de cultivo, métodos de enriquecimiento de los suelos. Sería posible, aquí también, trazar unos simples esquemas precisando los límites tecnológicos, aquellos mismos de los que nos informa la historia. El aumento del consumo de carne estuvo bloqueado mucho tiempo por la dificultad de hacer pasar el invierno al ganado: la aparición de los piensos artificiales permitió franquear un límite más importante que el de la selección de las razas. Desde el día en que se contó con medios técnicos de conservar el grano, la gravedad de las crisis de los cereales disminuyó sensiblemente, pues a partir de entonces se pudie-
68 Introducción a la historia de las técnicas ron almacenar los sobrantes de las buenas cosechas en previsión de las malas. También pueden aducirse muchos ejemplos del ámbito industrial. El de la energía parece sintomático a este respecto. Se basa, de hecho, en varios factores. Algunos de ellos pueden pasarse en seguida por alto, ya que desempeñan un papel más o menos importante: así ocurre, por ejemplo, con el enorme peso de las máquinas cuando se las hace cada vez más potentes, lo que planteaba al transporte a vapor, tanto al terrestre corno al marítimo, arduos problemas (para un navío, la potencia necesaria en función de las velocidades aumenta rápidamente con éstas, aproximadamente como las velocidades elevadas al cubo). Y lo mismo sucede con la suavidad de la marcha: la máquina de vapor clásica, alternativa, era relativamente rígida con respecto a una demanda variable. Hay, en fin, la delicada cuestión, que ha estado planteada durante siglos, del cómo transportar a distancia la energía. Aparte de estas consideraciones --que podrían ser numerosas, no abarcando nuestro muestreo, ni con mucho, todos los casos-e, la concepción, la construcción y el rendimiento de la máquina de vapor clásica, es decir, siempre la vieja máquina alternativa, hacían que forzosamente tuviera unos límites bastante estrechos. Tal máquina sólo podía convenir para potencias de cierta importancia, que no pasasen de los 5.000 caballos: para potencias menores no era rentable, y para potencias mayores había imposibilidades técnicas. Intentemos esquematizar el problema. La curva de la figura 6 muestra que, a un cierto nivel, el aumento de potencia P,fP2 puede hacersea un coste razonable C,fC2 . Si se pasa de ahí, un aumento proporcional-
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P,
P,
c,
c,
c,
Costes
FIGURA 6
mente menor PIP3 no puede hacerse más que aumentando en una proporción mucho mayor el coste CIC3 • Dicho de otro modo, más allá de cierta potencia no es posible aumento alguno: dimensiones, rendimiento, costes, ineludiblemente vinculados unos a otros, imponen un límite que es impensable que se pueda franquear. Claro que hay límites de otra naturaleza, y son aquellos mismos en que insiste el informe de Harvard. Los abastecimientos de materias primas no son inagotables. Es a lo que se hubo de enfrentar la siderurgia inglesa a finales del siglo XVII: la falta de carbón de leña exponía a aquella industria a una asfixia casi total; el descubrimiento de la fundición a base de coque permitió salvarla y darle otras dimensiones. Lo mismo podría haber pasado con el carbón en nuestra época si no se
70 Introducción a la historia de las técnicas hubiesen descubierto otras fuentes de energía como el petróleo, la energía hidráulica y la electricidad y, últimamente, la energía nuclear. A condición, entiéndase bien, de disponer de unos convertidores adecuados y de su correcta inserción en los demás sistemas. Podríamos multiplicar los ejemplos de estos límites tecnológicos capaces de bloquear todo un sistema e igualmente, como lo vamos a ver, de crear desequilibrios generadores de crisis. Límites propios de una rama tecnológica dada, y acabamos de citar el caso de la vieja y clásica máquina de vapor alternativa; límites en el suministro de materias primas, y acabamos de referirnos al caso de los carbones de leña y de coque; límites provocados dentro de una línea técnica por algunos desarreglos entre los distintos estadios de una fabricación , como se ven en la industria inglesa del siglo xvm; pero también límites de tipo económico como el del raíl de hierro a mediados del siglo XIX. Aquí una vez más, y siempre, tendríamos que disponer de los análisis precisos y los inventarios que serían indispensables para llevar a cabo un auténtico estudio global del progreso técnico. Por otro lado, volvemos a encontrarnos con lo general. En efecto, si , según hemos intentado mostrar, todas las técnicas son solidarias unas de otras, el límite alcanzado en un sector dado puede bloquear todo un sistema técnico, es decir, bloquear su evolución general. Volvamos al ejemplo que evocábamos hace un momento: durante los años 1850-1855, el reemplazo de los raíles de hierro en las vías del tren amenazaba con ser una catástrofe financiera si se seguía aumentando el peso y la velocidad de los convoyes. Sólo el raíl de acero per-
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mitfa responder a las necesidades de aquella situación; pero, por cuestiones de cantidad y de costes, no se llegó a poder utilizar el raíl de acero sino a partir del descubrimiento de Bessemer, sometido este mismo a unos límites técnicos que veinte años después serían eliminados por Thomas y Gilchrist. La noción misma de síntesis técnica patentiza la importancia de los límites estructurales en este dominio. No todos tienen, ciertamente, igual importancia, en la medida en que unos sustitutos, externos o exógenos, permiten paliar las dificultades: tal era la explotación extensiva de las tierras en tanto fue posible aquella política. Por lo demás, se ve que hay países que pueden prescindir de ciertas innovaciones técnicas en la medida en que, por circunstancias particulares, generalmente de orden económico o de orden social, en ellos no se llega a los límites de algunas técnicas. Ahí es donde intervienen unos datos exógenos destinados a corregir, en un plano igualmente exógeno, evidentes desequilibrios. Lo vemos así en el caso de los aranceles, que muy frecuentemente constituyen una defensa nacional contra una tecnología extranjera más adelantada. Sucede entonces como cuando, en 18211822, los gravámenes impuestos por Francia a la importación de hierros ingleses posibilitaron el que se siguiesen manteniendo unas estructuras técnicas tradicionales. Verdad es que en la adopción de aquellas medidas influyeron también otras consideraciones muy distintas -volveremos sobre ello-: mala situación de los yacimientos naturales, rutina de los responsables de la industria, grupos de presión, etc. Francia se retrasó en el empleo de la máquina de vapor a consecuencia, igualmente, de la situación de los yacimientos carboníferos y de las
72 Introducción a la historia de las técnicas dificultades de los transportes, y no por dificultades puramente técnicas. De hecho, antes de 1881 no superó la energía del vapor a la energía hidráulica. Y volviendo al ejemplo precedente, la dispersión de los yacimientos de las materias pri mas, hulla y mineral de hierro, obligó a conservar una producción de fundido tradicional: sólo en 1864 la producción de fundido al coque superó a la obtenida a base de leña. Se debió, pues, a otros medios, entre ellos la protección aduanera, el que un país como Francia -yen aquella época sucedió lo mismo en la casi totalidad de los países del continente europeo- no pudiese franquear ciertos límites, en la medida, entiéndase bien, en que el nivel de las cantidades producidas no estorbaba un cierto crecimiento y en la medida también en que el país no participaba en el gran comercio in ternacional o sólo participaba débilmente: sería esta una explicación satisfactoria del reducido papel que representó Francia durante largo tiempo en el plano mundial. Habría aquí por realizar un estudio histórico de gran importancia. En efecto, al investigador se le ofrecen numerosas vías cuando, en un país dado, las técnicas practicadas han llegado a su límite frente a las técnicas más avanzadas que se practican en otros países. Advirtamos por de pronto que ciertos países, productores de materias primas esenciales para un determinado sistema técnico, pueden vivir de la venta de esos productos conservando, dentro de sus fronteras, unas estructuras anticuadas. En otros países, si la vida económica es imposible sin esos productos esenciales, la dificultad se elude mediante recursos técnicos: es toda la compleja historia
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-más compleja de 10que a menudo se ha dicho- de los productos sustitutonos, la famosa oleada de los ersatz [o sucedáneosL de los que el coq ue fue, tal vez, uno de los primeros representantes, seguido, desde el azúcar de remolacha hasta el caucho artificial, por un gran número de productos. Es, en definitiva, el análisis dinámico propiamente dicho el que parece más fructífero, al menos para este período del comienzo de la investigación. No sólo permite discernir estructuras y sistemas, sino que pone de manifiesto límites estructurales que obligan a inventar e inducen a cambiar los sistemas. Tenemos, pues, aquí los dos polos esenciales del «progreso técnico»: por un lado, líneas tecnológicas, y por otro, bloqueos. El estudio de la dinámica de las estructuras técnicas está todavía en mantillas, aunque se han dedicado a él algunas obras importantes. No nos será, pues, posible hacer aquí otra cosa que esbozar unos esquemas, sobre todo porque para apreciar convenientemente su complejidad sería igualmente necesario hacer que interviniesen estructuras y sistemas exógenos. Una explicación global, en el sector puramente técnico, que podríamos ampliar a diversos niveles relacionándolo con los demás sistemas, hace, al parecer, que intervengan cuatro nociones distintas, cada una de las cuales tiene su individualidad propia. Vamos a pasarles revista. El «progreso científico» es, de estas nociones, la mejor conocida, porque es la más estudiada. Pero sus relaciones con el progreso técnico merecerían ser más estudiadas. Probemos, con todo, a precisar aquí, muy brevemente, algunos puntos importantes. Advirtamos también, de entrada, que ni siquiera el progreso científico es siempre completamente autónomo.
74 Introducción a la historia de las técnicas Los técnicos, planteando problemas concretos, han podido contribuir a provocar progresos científicos. No sería imposible que ciertas formas de la matemática y de la física modernas hubiesen tenido su origen en preocupaciones técnicas. La geometría misma fue una técnica de agrimensores antes de llegar a ser una «ciencia pura». Y lo mismo se puede decir de todo el instrumental científico, que depende también, y mucho, del progreso técnico: no hay por qué insistir en punto tan evidente. Es esencial determinar dos puntos de convergencia entre la ciencia y la técnica, que se sitúan a dos niveles en cierto modo inversos. Se convendrá fácilmente en que puede establecerse el nexo entre ciencia y técnica, por una parte, cuando la ciencia permite resolver los problemas que plantea la técnica y, por otra parte, cuando la técnica es capaz de responder a las indicaciones de la ciencia. Está claro que, hasta un determinado nivel, no hay practicamente ningún nexo entre ciencia y técnica. Cuanto más se complica la técnica, más trata de racionalizarse, más importante, e incluso indispensable, es para ella la aportación de la ciencia. Y esto no sólo en los procedimientos de fabricación propiamente dichos (útiles, máquinas o, más en general, procedimientos empleados), sino también en la definición exacta del producto por fabricar. Podrían multiplicarse a porfía los ejemplos. Durante mucho tiempo la industria textil no tuvo necesidad de ningún soporte científico. Hay, empero, casos más dudosos: sería efectivamente muy inexacto decir, como se ha dicho, que el origen de la máquina de vapor' nada tuvo que ver con un contexto científico, y se aduce como prueba el
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a C2
--~--------~----
b
c, T,
T, FIGURA 7
hecho de que la teoría de las máquinas térmicas no fue elaborada por Carnot sino en la primera mitad del siglo XIX. Realmente, lo cierto es que la máquina de vapor no podría haberse inventado de no haberle precedido todo un escalonamiento de descubrimientos científicos iniciado en la primera mitad del siglo XVII y completado en el XVIII. La presión atmosférica, el experimento de los hemisferios de Magdeburgo y luego los fenómenos de la condensación y del calor latente permitieron a los mecánicos pasar a las realizaciones de una idea que estaba, digámoslo así, en el aire desde hacía siglos pero que con anterioridad a esos descubrimientos era irrealizable. Asimismo, la siderurgia sólo adquirió un matiz más preciso desde que. en 1788, Berthollet, Monge y Vandermonde determinaron «los diferentes estados del hierro». En estos términos hemos trazado nosotros dos curvas (figura 7). La primera (curva a) representa la suma de conocimientos científicos requeridos en los diferentes estadios ero-
76 Introducción a la historia de las técnicas nológicos de una técnica dada. La segunda curva (curva b) representa el nivel de los conocimientos científicos, de igual naturaleza, de que dispone una población cualquiera. Hasta el tiempo TI' la técnica es plenamente utilizable en todo momento. Pasando adelante, hasta llegar al punto C2 , se tardará el tiempo T2 • Ya se entiende que pueden utilizarse curvas de cualesquiera formas.
Esto nos trae directamente a una constatación importante. A menudo se ha presentado a los inventores del pasado como personas sin conocimientos científicos amplios, dotadas tan sólo de un genio especial. Y con frecuencia los inventores mismos se han gloriado de su peculiar poder de intuición. ¿No se declaraba ya Leonardo da Vinci hombre «sin letras»? Lenoir, que puso a punto el motor de explosión, o Gramme, el inventor de la dínamo, fueron sin duda autodidactos; pero, en la época en que vivieron, las conferencias a que asistirían, las lecturas que harían -la ciencia era por entonces fácil de divulgar- y hasta muchas de las conversaciones que sostendrían debieron de aportarles los saberes que necesitaron. En realidad, lo que habría que estudiar es precisamente, por un lado, el nivel de convergencia entre ciencia y técnica, y, por otro, el nivel general de los conocimientos científicos de una población dada. Las curvas ponen de manifiesto que no hay ningún determinismo cronológico, pero prueban igualmente que ciertos inventos no pueden salir a la luz más que en épocas muy determinadas o a partir de ellas. Se podría, desde luego, circunscribir más el problema y no fijarse sino en un reducido grupo cuyo nivel científico fuese más alto que el del resto de la población. Y, paralelamente, podrían definirse las
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bases científicas de una población dada en función de la enseñanza elemental que esa población recibe. Sería muy interesante ver qué es lo que ocurría a este respecto en la Inglaterra del siglo XVIlI, comparándolo con lo que ocurría por el mismo tiempo en otros países. El problema inverso ha sido traído frecuentemente a colación. El desarrollo científico ha llegado a veces al punto de que un invento parezca posible y sin embargo sólo se produzca con cierto retraso. ¡Cuántas obras, aun de nuestros días, dan por averiguado que los griegos habrían sido incapaces de desarrollar .su tecnología aunque poseían suficientes elementos científicos! ¿No se les ha acusado, incluso, de haber estado sin darse cuenta a un paso de la máquina de vapor? Se olvida un poco demasiado aprisa que en muchos casos -y nosotros recordamos el de la máquina de vapor- no se ha definido con suficiente precisión cuál es el conjunto de conocimientos necesario. Por otra parte, la construcción técnica es cosa complicada y, además de los conocimientos científicos necesarios, se ha de contar con un contexto técnico muy coercitivo: unas veces falta el material, otras un mecanismo apropiado... Pongamos un ejemplo concreto: transcurrieron ciento dos años entre el descubrimiento del fenómeno físico que se verifica en la foto y la fotografía misma (1727-1829); pero ¿es que no había, después de aquel descubrimiento científico, los problemas del soporte, de los productos químicos y del objetivo? Aquí se contenta uno con una simple convergencia, siendo así que debería considerarse un conjunto de convergencias. Y es natural que se piense que los tramos y los escalones se acortan o suavizan a medida que el desarrollo cientí-
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fico va dando cada día más cuenta de un conjunto de fenómenos y el desarrollo técnico va poniendo a disposición del inventor unos medios cada vez más poderosos. Con lo cual el retraso ha sido reducido considerablemente: cincuenta y seis años para el teléfono (1820-1876);treinta y cinco años para la radio (1867-1902);catorce años para el radar (1926-1940); seis años para la bomba de uranio (1939-1945); cinco años para el transistor (1948-1953). Se plantea aquí una cuestión importante, de la que nos volveremos a ocupar: el fenómeno de la obsolescencia tanto de los productos fabricados como de las instalaciones 'industriales. El inventar tiene sus propias reglas, su lógica particular,
y: por consiguiente, su historia. Concepto difícil, decía ya LuCIen Febvre, En su Théorie générale de l'inveruion, René Boirel ha intentado introducir un poco de orden en todas estas nociones y en el lenguaje empleado al tratarlas. Es sintomático que este autor hable de la «difusa racionalidad que se desprende del progreso de las técnicas». Pero, a la vez se resiste a creer en un determinismo del progreso técnico. 'Lo que hace falta, según R. Boirel, es «descubrir, recorriendo de nuevo los pasos del inventor, el diálogo entre las intenciones espirituales y las estructuras técnicas». No se trata «de explicitar el itinerario seguido necesariamente por el pensamiento técnico para pasar de una estructura a otra» sino que hay que «discernir los pasos de progresión susceptibles .de ser reanudados por todo espíritu que conociese bien las aptitudes operatorias de las estructuras por él manejadas». Lo que le interesa al citado autor es trazar un cuadro de las
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posibles transiciones de una forma técnica a otra: por ejemplo, el paso de los tablones de madera al riel metálico. Debería estudiarse de este mismo modo la «génesis de las máquinas por interferencia entre estructuras mecánicas previamente existentes». Un ejemplo de ello lo da la máquina de vapor utilizando el principio de las bombas aspirantes e impelentes. Dicho de otro modo, había tres maneras posibles de utilizar el vapor: su acción directa, esto es. la fuerza de un chorro de vapor; su presión; o la diferencia de presión creada mediante el vacío logrado por condensación. Esto es lo que Boirel llama «el proyecto operatorio». Su utilización se efectúa por intermedio de un dispositivo conversor, turbina de vapor o pistón que se desplaza en el interior de un cilindro. Puede, en fin, entrar en juego el aporte suplementario o complementario de la presión atmosférica, ya sea directamente, como en la máquina de Savery, ya accionando indirectamente sobre la otra cara del pistón, como en la maquina de Newcomen. A partir de ahí se pueden trazar unas líneas, es decir, auténticas genealogías técnicas, determinando así la naturaleza de los inventos realizados de una generación a otra. Bien entendido, desde luego, que una estructura técnica utilizada en una máquina de un tipo dado puede ser transferida a otra máquina: al inventar Lenoir su motor de explosión no hizo más que utilizar los órganos de una máquina de vapor clásica. Digamos. más en general, que las transferencias de tecnología representan el pasar de una estructura dada a otra técnica distinta de su técnica de origen: si el coque era bien utilizado en la fabricación de la malta, la invención de Darby habría consistido en una trans-
80 Introducción a la historia de las técnicas Ierencia de tecnología cuando lo empleó para la reducción de los minerales de hierro en los altos hornos. Indudablemente ahora es posible hablar con más derecho de «racionalidad difusa». El progreso no es algo que pueda insertarse; la invención no puede nacer si no hay unos elementos preexistentes. Se sitúa en una línea tecnológica determinada. Difusa lo sería, pues, en la medida en que pudieran darse alternativas, amontonarse diversas combinaciones. Toda la cuestión está en saber si, para el inventor, el camino a seguir es ancho o estrecho. Una de las tareas de la historia de las técnicas consistiría en aclarar este problema. Es probable que tal camino sea mucho más estrecho de lo que se ha solido decir. Para J.-L. Maunoury, que repite la tesis de Boirel y aprovecha los trabajos de historia de las técnicas hechos por Usher (trabajos por lo demás parciales, puesto que sólo versan sobre las técnicas mecánicas) debe completarse el enfoque. En esta concepción, el proceso del progreso técnico se analiza como una serie de estratégicas invenciones que sintetizan muchos elementos de novedad intermedia. Hay, pues, un ritmo muy pronunciado de la evolución técnica, pero esta discontinuidad periódica no suprime el hecho de que ese proceso es social, ni el de que la necesidad desempeña en él una esencial función motora. Podría hablarse. retomando la expresión de W. James. de un determinismo flojo, que salvaguarda la libertad y la iniciativa individuales y en el que queda, por consiguiente, un importante margen de incertidumbre y de posibilidad. Pero esta posibilidad no es la posibilidad azarosa de un universo informe y desorganizado, es una posí-
Conceptos y metodología 81 bilidad que se manifiesta a través de un sistema de relaciones y de interdependencias. La sucesión de los eventos es, por lo tanto, lógica y ordenada. A postenori se puede ir siguiendo de cerca la génesis de las novedades observando su filiación técnica, pero es en cambio imposible prever, a priori, la forma de las novedades y el momento en que aparecerán. Para ilustrar su demostración, Maunoury presenta un esquema en el que se ve la génesis y la evolución de los motores térmicos desde el siglo XVIII hasta nuestros días, esquema que reproducimos aquí. Lo simplificado del esquema (figura 8), que sólo hace intervenir como variables dos tipos de estructura, puede muy bien dar la impresión de un determinismo flojo, ya que se le ha dejado a la invención una cierta posibilidad optativa. Es obvio que si se introducen otras variables, que no son menos reales ni menos coercitivas, las posibilidades de opción se reducen: citemos, entre otras, la naturaleza del combustible, la de la fuente de energía -c-puesto que, a fin de cuentas, el motor no es más que un convertidor de ésta- y la calidad de ciertos materiales (una turbina que haya de girar a gran velocidad sólo puede estar hecha de un material de muy definidas cualidades físicas). Añádase la posibilidad de interferencias con otros tipos de convertidores. Así, al motor eléctrico se lo puede acoplar a una fuente de energía directamente, como vemos que se hace en las turbinas hidráulicas, o indirectamente como en el caso del Diesel, intermediario en tre la fuente de energía y la forma de energía producida. Teniendo en cuenta todos estos textos y lo que hemos di-
82 Introducción a la historia de las técnicas
I~ de calor
1 Combustión---
• (Acción) ¡
Alternativo
•
(Reacción)
1 Rotativo
•
(Acción) Turbina hidráuiica Fourneyron (1832)
interna
Máquina, _
Motor de expklsión (1860-1880)
de vapor (1780)
l ___ Turbina
de vapor de Lavai
Motorrm:f~ (1940)
(ebandcoaool
...... Turbina de gas (1900-1920) de explOSión (abandonada)
• r
-
de vapor
Turbina de gas
Turbina hidráulica
de Parsons (1884)
de e~plosión (abandonada)
•
¡
TurbocOmpresor (1917)
¡ turtcorcooecr
Turbina ___ Turbina ___
(Reacción)
Turbina de gas de combustión (1900-1920) (en desarrollo)
(después de "la guerra) (en desarrollo)
• (Reacción)
Piezas lijas
(Motorreactor)
~
1
f-l'-.'l"
Motor Diesel (1895)
1
-
(1882)
Inyección
1-
¡
TIEMro--o
Combustión cerrada
cenwecon T"
Rotativo
prancs
J....
externa
Estructura de trabajo
A~ernativo
Combustión interna
Combustión
Conceptos y metodología 83
""g~
de combustión
(1900-1920) (en desarrollo)
urbor~eactor
T : (1939-1945)
¡
Estatorreactor (en desarro\io)
,
:"Motor -cohete (después de la guerra)
Génesis y evolución estructural de los motores ~é~icos desde e.1 siglo xvur hasta nuestros días (según Maunourv, La Génese deI ínnovauons. París, 1968).
8.
cho anteriormente, podemos hacer ya una somera reflexión. Por un lado, se habla de racionalidad «difusa»; por otro, de determinismo «flojo», evidenciando de alguna manera esos dos adjetivos el temor de los dos autores a comprometer la libertad del inventor. Racionalidad la hay sin duda, puesto que se ha de entrar necesariamente en una línea técnica, aunque conocemos algunos ejemplos de ruptura en este dominio y sabemos de la aparición de líneas totalmente nuevas, como lo fue la de la máquina de vapor con respecto a la de la energía hidráulica. La máquina de vapor clásica no es más que una bomba aspirante e impelente. A continuación, el desarrollo de la idea se comprende muy bien: acción del vapor, conocida desde la Antigüedad, pero como fuerza, acciones del vacío y de la presión atmosférica evidenciadas por los hombres de ciencia pero cuya intervención no era necesariamente lógica. La invención central consistiría en utilizar la presión atmosférica al mismo tiempo que el vacío creado por la condensación del vapor, no para hacer subir directamente el agua, como en el aparato de Savery, sino sobre la otra cara del pistón; en otras palabras, consistiría en separar la bomba propiamente dicha de la máquina productora de la energía, utilizando para esta última la energía de la primera. Después, de la máquina de Watt a las más recientes, el encadenamiento lógico es perfecto. «Un análisis de la filiación técnica de las innovaciones no puede, por tanto, hacerse sino en términos de desarrollo estructural.» Más difícil es justificar el determinismo o el no determinismo, o ese determinismo flojo que acabamos de evocar y
84 Introducción a la historia de las técnicas que enmascara estas ambigüedades. Volvamos con Maunoury, que es el responsable de la fórmula: Se comprende bien cómo se ha podido pasar de tal combinación estructural a tal otra, pero no pOI qué es esta combinación precisa la que ha sido escogida y realizada, pues una novedad no surge sólo como prolongación lógicade estructuras antecedentes. Hace falta que el inventor tome conciencia de un problema por resolver y que apunte a ciertos fines; y es de esta conjunción de los fines y las posibilidades ofrecidas por las estructuras técnicas de la que nace la novedad. Habría. pues, así en la racionalidad como en el determinismo , unos elementos de diversa naturaleza, técnica por descontado, pero también social o económica, o incluso de otra especie también (caso de las técnicas armamentistas). La dificultad en que tropiezan los autores cuando quieren dar cuenta de estas múltiples presiones que inciden sobre la invención proviene ante todo de que parten de diferentes puntos de vista: al filósofo no le parece lógico creer en la racionalidad y rechazar el determinismo, ni al economista, que habla en términos de necesidades y fines, dar su favor al determinismo y relajar de alguna manera la racionalidad. Hay que advertir igualmente que todos los ejemplos han sido tomados de las técnicas mecánicas, y más en particular de entre las máquinas térmicas, símbolo casi mítico del progreso técnico y de la inventiva práctica. Parece necesario, para estudiar mejor el problema, viéndolo sobre todo en una perspectiva histórica, afinar el análisis.
Conceptos y metodología 85 Primeramente se ha de situar la invención en su contexto técnico. Cabría hablar de simple invención cuando se tratara de un progreso autónomo, como, por ejemplo, la lanzadera volante de John Kay. Ésta, de hecho, se sitúa al lado de una técnica ya antigua, la del oficio de tejer. Exactamente 10 mismo puede decirse del soplado de aire caliente en los altos hornos. Empleamos, por lo demás, el término «desarrollo» para dar cuenta de los sucesivos perfeccionamientos que mejoran una técnica cuyos principios fundamentales, sin embargo, no se han modificado. La introducción del automatismo, en grados diversos, en un gran número de industrias, deja de hecho intactos los principios mismos de las técnicas anteriores. La invención puede ser una operación de montaje. Es lo que ocurre, por ejemplo, con el motor de explosión, el cual supone, en efecto, para una idea esencial que es la de poner la producción de la fuente de calor en el interior mismo del aparato, una amalgama de varias novedades: el carburador para preparar la mezcla combustible, la dínamo o la batería, la bobina y la bujía para producir la energía y la chispa eléctricas, y, en fin, todos los órganos de la máquina de vapor clásica. Y estamos simplificando a sabiendas. No se trata, pues, de una única línea técnica, sino, como es natural para un montaje, de toda una serie de líneas técnicas. De hecho, se conservan las mismas estructuras: pistón y cilindro. Lo que cambia es, por una parte, la naturaleza del combustible y de la fuente calórica (carbón, gas, petróleo); después también la elección del vehículo del calor: vapor, mezcla explosiva airegasolina o aire-gas, que implica a su vez la naturaleza misma de la combustión.
86 Introducción a la historia de las técnicas Esto nos permitirá pasar a otros niveles. El primero es, indiscutiblemente, el del conocimiento científico, del cual ya nos hemos ocupado más arriba. Hay racionalidades científicas que se superponen a las racionalidades técnicas: se imponen, por ejemplo, en el dominio de las técnicas químicas y en determinados dominios de la física. El segundo nivel se sitúa, más allá de las estructuras, en los sistemas. Dicho de otro modo, en la medida en que el invento técnico no es sólo una especulación mental, sino una realización concreta, conviene que pueda entrar en un sistema, puesto que la interdependencia de las técnicas es uno de los elementos más constrictivos del progreso técnico. No hay mejor prueba de ello que el problema de los materiales. La mecanización perfecta de la industria textil no era concebible con unas máquinas de madera. Tgualmente, altas presiones y calentamientos, turbinas girando a grandes velocidades, no son realizables sin el metal adecuado. Podríamos multiplicar los ejemplos. En esos dos últimos casos se trata de una especie de determinismo al revés, en el sentido de que, para la realización de un invento, son necesarias cierto número de condiciones y de naturalezas diversas. El determinismo positivo resulta ser de otro orden: la conciencia de un problema por resolver. Mas este problema no se reduce a una sola variable. Hay necesidades que son de orden puramente técnico, aunque a menudo las incidencias económicas se confunden ahí igualmente, en concreto las incidencias de los costes, Algo así acontece dentro de una línea técnica, para restablecer un equilibrio roto por un invento hecho a un nivel dado. La in-
Conceptos y metodología 87 dustria textil inglesa abunda en ejemplos de ello a lo largo de todo el siglo XVIII, en particular por lo que toca a la hilatura y la tejeduría. Se podrían citar muchos otros. Los descubrimientos de Bessemer, Martin, Thomas y Gilchrist pertenecen al mismo grupo. Lo mismo sucede cuando falta uno de los elementos de una técnica; ya hemos citado el caso del empleo del coque en los altos hornos: sólo el carbón mineral, por lo demás ya empleado en las forjas, podía paliar las insuficiencias de la producción de carbón de leña. Todas las patentes registradas entre los años 1570 y 1710, y fueron muchas, muestran que en la época-sólo era posible esta vía. Darby hizo su descubrimiento copiando y combinando otras técnicas que tenían necesidad de un carbón mineral preparado de idéntica manera (probablemente se trataba de la fabricación de la malta y del refinado del cobre). Se da en esto, como hemas dicho, una transferencia de tecnología. Las necesidades económicas no son menos apremiantes. Tradúcense en problemas de cantidad y de costes, puesto que los problemas de calidad son más bien, según acabamos de verlo, de orden técnico. Se conocen las fórmulas más generalmente empleadas: producir cantidades iguales a costes menores, cantidades mayores a igual coste, cantidades superiores a costes menores. Todas estas exigencias pasan necesariamente, al menos en la mayoría de los casos, por la invención técnica. Más adelante volveremos a ocupamos de este problema de la necesaria vinculación de la técnica y la economía. Pero a la invención no se la podría analizar correctamente si no se la enfrentase a ciertas exigencias que son de orden tanto técnico como económico.
88 Introducción a la historia de las técnicas Dígase lo que se quiera, la historia de los inventos es aún en gran parte una mitología y una hagiografía, toda ella no desprovista de chovinismo, como hemos podido ver. Es mitología por cuanto se hace intervenir a unas fuerzas autónomas, con frecuencia mal definidas, y es hagiografía en la medida en que el inventor aparece ahí como un personaje dotado de facultades sobrenaturales; ambas características van estrechamente ligadas, puesto que para participar en esa mitología hay que poseer las cualidades propias de un santo, de un personaje en relación directa con las divinidades. Para desembarazarse de tal capa, los autores recientes apenas se han dedicado a estudiar otra cosa que el aspecto puramente técnico de los inventos. a la vez que el análisis económico del progreso técnico o, más ampliamente, la inserción de la variable técnica en la teoría económica general se iban haciendo con lentitud y no sin reticencias por parte de algunos. No se llame a engaño el lector. A lo que nosotros queremos llegar es a precisar al máximo la'> expresiones utilizadas. Impónese, pues, la racionalidad. Esto parece difícilmente discutible, ya que el número de combinaciones utilizables no es infinito y, apoyándose en estructuras existentes, ha de seguir unos caminos casi obligatorios, con matizaciones que habría que precisar y analizar. Y esta racionalidad es evidente en muchas ocasiones en las que aparece como inconsciente por parte del inventor. Descartemos todas las explicaciones que de su invento ha dado Bessemer pretendiendo ni más ni menos que conferirle una racionalidad perfecta La racionalidad real de su invento no es que sea menos perfecta, sino que es distinta. Recorriendo las sucesivas patentes nos percatarnos
Conceptos y metodología 89 del modo de proceder de este inventor. Lo que él realmente buscaba era cómo fabricar grandes cantidades de acero valiéndose de procedimientos ya conocidos y a unos costes asequibles. El pasar un chorro de aire al interior de una pila llena de fundición líquida era cosa que se hacía ya en el viejo procedimiento del primer refinado del hierro. Lo esencial de la operación había de consistir en el descubrimiento del convertidor, el aparato adecuado, y en responder a todas las exigencias técnicas que su regular funcionamiento supondría (problema del insuflado del aire, problema de los materiales refractarios, problema de la adición de manganeso, etc.). Bessemer se basó en estructuras preexistentes: a saber cómo llegaría a la solución del problema del aparato, y además hay que tener en cuenta que la puesta a punto definitiva fue obra de una serie de personas. Cabría, evidentemente, suponer otra racionalidad que no fuese el resultado de búsquedas a veces aberrantes por las obras de tecnología antiguas o revolviendo las patentes anteriores, sino que presentase, porque la época empezaba a exigirla, una reflexión científica o de tipo científico. El determinismo no es menos evidente. Determinismo técnico, determinismo científico, determinismo económico, e incluso determinismo social o político. Aún no habíamos mencionado estas dos últimas clases de determinismo, pero ya indicamos más arriba las ineludibles vinculaciones de los sistemas entre sí. Del determinismo social no nos hace falta más prueba que la que son algunos de los inventos textiles hechos por ingleses a lo largo del siglo XVIII, a propósito de los cuales se atribuye al inventor -----con razón o sin ella, cosa que
90 Introducción a la historia de las técnicas habría que determinar con más exactitud- el deseo de aminorar la miseria física o económica de los obreros. El nombre mismo de Jenny que se le dio a una máquina es todo un símbolo a este respecto. El determinismo político salta a la vista cuando se trata de técnicas militares: no hay para qué insistir en esto, pero podríamos citar la obra de Nef, Progrés technique el guerreo En lo que atañe al descubrimiento de Bessemer, recorriendo las patentes se obtendría un buen muestrario de las necesidades que había que «cubrir» en aquella época. Eran necesidades técnicas, que imponía el desarrollo de ciertas actividades: la fabricación de obuses y cañones de acero, de raíles y llantas de ruedas para los caminos de hierro, y, por encima de todas, la necesidad de obtener grandes cantidades de acero a costes reducidos. En realidad, a cualquier nivel que uno se ponga y en cualquier época que se considere, la libertad del inventor se halla estrechamente circunscrita, estrictamente limitada por las exigencias a las que ha de responder el invento. Se imponen así no sólo unas opciones, que incluso si las hay son escasas (por ejemplo, en el dominio nuclear, la elección de las líneas posibles; en el dominio de la televisión en color, la elección entre los pocos procedimientos utilizables), sino que se imponen también los momentos en los que la invención salga a la luz, momentos determinados por el progreso científico, por los progresos paralelos de todas las técnicas, por las necesidades económicas, etc. No sería inútil tampoco estudiar de una manera precisa todo el entorno institucional en que se sitúa el invento, su progresivo nacer y su desarrollo. La finalidad esencial de esas
Conceptos y metodología 91 instituciones es provocar el trabajo inventivo y permitir la difusión de los inventos. En un primer tiempo pareció esencial ---en ello tenemos una prueba más de una forma de determinismo- y se pudo desear que se conocieran simultáneamente las necesidades y ciertas posibilidades, o, dicho de otro modo, unos determinismos de diversas naturalezas y unas racionalidades posibles. Para estas últimas, desde las exposiciones de máquinas, las primeras de las cuales datan, según veremos, del siglo XVII, hasta los «gabinetes» de modelos y las demostraciones del siglo XVIII, se fue pasando de la enseñanza técnica en todos sus aspectos, es decir, tanto de-conocimiento y de una mejor utilización de las técnicas existentes como de invención y de perfeccionamiento, a unos saberes más elaborados y más próximos al razonamiento científico. Había también conocimiento de las necesidades, ya técnicas ya económicas, sin que a veces se distinguiera entre estos dos órdenes de necesidad. La fundación de grandes academias científicas, que fueron técnicas tanto como científicas, la creación de sociedades industriales o de sociedades agrícolas, la aparición de los premios -c-piénscse en los que desde el Primer Imperio se ofrecieron a quien descubriera lo que vendría a ser más tarde el azúcar de remolacha o al que pusiese a pun to la hilatura mecánica del lino-, fueron formas de incentivar a las que después se ha recurrido muy repetidamente. Por otro lado, era necesario que el inventor pudiese sacar provecho de su invención sin tener que guardarse para ello su secreto. Tal es el origen de toda la legislación sobre patentes de inventos. Al parecer, Venecia promulgó ya, en 1474, un
92 Introducción a la historia de las técnicas edicto general otorgando privilegios a los inventores «de técnicas o máquinas nuevas». El estatuto de los monopolios, promulgado en 1623 por Jacobo I1, inaugura legítimamente, en Inglaterra, el derecho de patentes. Durante mucho tiempo Francia no se valió del privilegio, que por lo demás raras veces consistió en un monopolio. como no fuese en lo tocante a la introducción de técnicas extranjeras; así aparecería una modalidad de difusión que nada tiene que ver con los inventos: la patente de importación de técnicas nuevas. Sin embargo, en las postrimerías del siglo XVlI. entre los años 1693 y 1699, aparecen algunas instituciones importantes que llevarán a que, en 1699, se establezca el reglamento de la Real Academia de Ciencias, organismo al que se confía el examen y la «aprobación» de las nuevas invenciones, inaugurándose así el control de Jos inventos e imponiéndose poco a poco el criterio de la anterioridad. La legislación francesa hubo de evolucionar desde la declaración del 24 de diciembre de 1762 hasta la ley del 7 de enero de 1791, que, por lo demás, protegía igualmente a la innovación técnica y a la importación de técnicas extranjeras. Pero existía ya un derecho de la invención muy estricto. En resumidas cuentas, la única parcela de libertad es la persona misma del inventor. Y ésta no nos interesa aquí más que en la medida en que nos permite percatarnos exactamente de las condiciones en que se verifica su invención. o sea, como decía Maunoury, del «encuentro de los fines y las ~osibilidades ofrecidas por las estructuras técnicas», importando poco que el móvil personal sea egoísta o altruista. Así que lo que hay que hacer es penetrar desde el entor-
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no hasta el meollo del problema Si hemos distinguido entre las invenciones simples y las invenciones de montaje, aún haría falta discernir con más exactitud el problema. Son bastantes los autores que lo han intentado y muy pocos los que 10 han conseguido. Si al técnico le importa poco semejante investigación. en cambio el historiador debe prestarle una atención extremada. Descartemos la cuestión, que ya hemos abordado, del descubrimiento científico indispensable. Sabemos que sólo se da a un cierto nivel. Una definición concreta del invento -escribe Maunoury- deberá resolver una serie de problemas delicados. Si el invento es un evento genético en la serie de los que llevan a lanzar al mercado una novedad, y no simplemente una actividad o un cierto tipo de operación mental, se lo ha de poder distinguir de otros tres tipos de eventos que generalmente le preceden, le acompañan y le siguen, y entre los cuales parece a menudo «anegarse»: a) Jos eventos técnicos de los que directamente se deriva, por acumulación, suma, etc., o por el perfeccionamiento de ensayos y de esbozos insuficientes; h) las simples mejoras; e) las operaciones de puesta a punto en una perspectiva comercial.
Según este mismo autor, parece haberse llegado a un acuerdo acerca de un triple criterio de definición: «el invento es un dispositivo, un esquema técnico que viene a resolver de manera nueva un problema ya conocido o a resolver un nueva problema técnico; además, el invento es alguna cosa even-
94 Introducción a la historia de las técnicas tualmente útil para la producción; en fin, el invento es el resultado de un pensamiento creador, de un esfuerzo mental superior a los esfuerzos corrientes». Y se acepta otra vez la definición de S. Kuznets según la cual los inventos técnicos son «nuevas combinaciones de conocimientos ya existentes a las que se da forma de dispositivos (devices) potencialmente útiles para la producción económica y que resultan de un acto mental superior a los ordinarios o promedios». La realidad es, empero, demasiado compleja como para que se la pueda encerrar en fórmulas a la vez sencillas y generales. No es muy apropiado hablar del invento del automóvil, del invento de la televisión, sino considerándolos como combinaciones definitivas de cierto número de novedades que antes habían aparecido aisladas unas de otras y hasta pudieron ser utilizadas en otras combinaciones. No hay, entonces, invención sino en la medida en que se da, por fin, con una nueva combinación gracias con frecuencia al aporte de un elemento novedoso que viene a completar de algún modo un conjunto de elementos preexistentes. Y lo mismo ocurre con la expresión «eventualmente útil para la producción», pues el término «eventualmente» es tan difícil de aplicar como el término «útil». Hay, por el contrario, expresiones que sí merecería la pena precisarlas. Concretamente, la de «desarrollo». En su acepción general, el desarrollo «comprende la creación, la experimentación y el perfeccionamiento de los prototipos, la creación de modelos a varias escalas, los ensayos, la construcción de instalaciones piloto, los estudios sobre la utilización de los informes proporcionados por cada instalación piloto
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con miras a la producción en masa, y el gran número de problemas que se plantean en todas estas etapas y que se traducen en nuevas soluciones, nuevos ensayos y pruebas, etc., hasta que se halla la solución momentáneamente definitiva que autoriza, por fin, el lanzamiento al mercado». Acepción ciertamente interesante, pero que nos deja preguntándonos en qué fase o nivel surge el invento. Pues es en realidad lo que antes se llamaba la puesta a punto. Decir que Bessemer realizó su invento en 1855 es afirmar un hecho; decir que el primer convertidor Besserner efectivo, realmente utilizable en la industria data de 1862 sería indicar de alguna manera la fase de desarrollo, que es tan importante como la aparición de la nueva idea. Es notorio que los historiadores de las técnicas han prestado escasa atención a este aspecto de los inventos. Se lee por doquier que el Bessemer data de 1855, y nada se dice de su desarrollo. Pero, además, es necesario considerar igualmente los sucesivos perfeccionamientos que llevan el invento a su límite. En esta perspectiva, el descubrimiento de Thomas y de Gilchrist, seguido inmediatamente de un «desarrollo» que permitió su aplicación práctica, puede presentarse también como un desarrollo. Nosotros hemos preferido conservar el término «puesta a punto» para designar la fase que va de la «invención» a su realización concreta, y llamar «desarrollo» a la fase que, mediante sucesivos perfeccionamientos, que pueden ser importantes, lleva al límite del proceso. Ciertamente, en este último caso, se puede hablar de «invenciones asociadas». La innovación es totalmente diferente de la invención, pero está ligada necesariamente a eHa. «El empresario diná-
96 Introducción a la historia de las técnicas mico -c-escribió F. Perroux- innova económicamente haciendo pasar a la realidad del mercado el invento técnico o, más ampliamente, la combinación nueva.» Las reglas de la innovación son ya mejor conocidas porque han sido objeto de profundos análisis por parte de los economistas. Creemos, sin embargo, oportuno precisar aquí algunas nociones. La innovación principal es, sin duda, la de orden económico. Pasamos así a un nexo distinto de aquellos de los que hemos hablado hasta ahora: a la relación entre progreso técnico y necesidades económicas, de la que ya hemos puesto algunos ejemplos. En términos generales, y según 10 hemos venido repitiendo varias veces, las relaciones entre la técn ica y la economía se suelen dar en el plano de las cantidades y los costes. De ahí que el cálculo económico deba hacer aparecer los beneficios de una técnica nueva comparándolos con los de una técnica antigua. Ahora bien, la noción de costes, mucbo más que la de cantidades, ocasiona unos problemas que son de naturaleza muy diversa y que, naturalmente, influyen mucho en las soluciones que puedan darse. Ciertamente, el innovar responde, como también el inventar, y por las mismas razones, a unas exigencias técnicas: restablecer un equilibrio roto en una línea dada, restablecer o establecer la coherencia en un sistema técnico, etc. Pero, en este ámbito, la innovación tiene unos límites que la invención, como acto gratuito que es, no tiene. Hay, en efecto, un factor importante que abrevia el período de rentabilidad de un equipo técnico. La obsolescencia, según A. Hayek, «se produce siempre allí donde la utilidad de un elemento de capital disminuye más deprisa que 10 que se altera en el sentido ñsi-
Conceptos y metodología 97 co del término». La aparición de técnicas más perfeccionadas abrevia, por esto mismo, la «vida económica» de un equipo que correspondía a una técnica anterior. En ciertos casos es posible eludir la dificultad, como, por ejemplo, en el caso de los monopolios: hace veinte años, en los ferrocarriles españoles se seguían utilizando todavía algunas locomotoras de sus inicios, que teman, por lo tanto, cerca de cien años de edad. Así ocurre también cuando una protección aduanera sostiene en un país técnicas caducas que la competencia internacional haría forzosamente desaparecer. De otro lado, este es todo el problema de los países nuevos que se equipan con técnicas modernas y se creen estar más avanzados en comparación con países antiguamente industrializados. No sería imposible que tal fuera el caso de una Inglaterra que declinaba a finales del siglo XIX y de la que Siegfried había hecho la descripción. En los países devastados por la guerra se ve igualmente la diferencia que hay entre los equipamientos de las regiones reconstruidas y los de las regiones que quedaron intactas. De ahí viene una cierta pereza de espíritu por parte del empresario. Pereza fomentada y apoyada en el caso del proteccionismo aduanero y también en el de las fabricaciones costosas. ¿Para qué cambiar el material si todavía sigue dando beneficios? Desde 1834 lo fue advirtiendo, a propósito de la industria textil del norte de Francia, el gran fabricante de hilaturas que fue el roubaisiano Mimerel. Y es que en seguida se llega a temer el progreso técnico. En otras palabras, si un invento viene a dar al traste con toda una manera de fabricar, puede que no falten empresarios reticentes y que
98 Introducción a la historia de las técnicas se resistan a la innovación, por miedo a que otra invención ulterior y próxima llegue a anular los esfuerzos que hubiesen podido hacer para acoger la primera. Hay pasmosos ejemplos de esto acaecidos en los días de la invención del Bessemer: además de las dudas y vacilaciones, además del escepticismo que manifiestan entonces algunos dueños de forjas, hay otros que temen que tan considerable novedad suscite otras invenciones que trastornen en poco tiempo los procedimientos de la fabricación. De la lectura de los informes de los consejos de administración a las asambleas generales de los accionistas de unas cuantas empresas, y de los análisis que de bastantes de ellos se han hecho, se desprende lo muy extendidos que estaban semejantes temores. La encuesta de 1834 para la industria textil los refleja perfectamente. Griolet, fabricante de hilaturas en París, declaraba con buen tino: «En la industria, si no se avanza, se está retrocediendo). Vayson, fabricante de tapices en Abbeville, había, en menos de diez años, cambiado dos veces su equipamiento industrial; Dablaing, hilandero de Douai, reconstruía dos veces su material fabril en el mismo lapso de tiempo. Fue Mimerel, citado anteriormente, quien, tras expresar el temor de que el progreso técnico llegara a reducir el valor del material existente, decía: «dudamos si conviene sustituir con nuevas máquinas las antiguas, reparamos nuestros viejos utensilios». Hace bien poco, la importante firma Alsthom, en un comunicado a la prensa, dejaba entrever este «miedo técnico»: «Si logramos el encargo de dos centrales nucleares por año, esperamos obtener una rentabilidad suficiente (de las inversiones, es decir. de los equipamientos), contando
Conceptos y metodología 99 desde luego con que es de esperar que la tecnología no se modifique sensiblemente durante los próximos años). Reacciones casi idénticas a estas se producen cuando, al rebasar el nivel de una técnica dada, se intenta ponerla en relación con todo un sistema técnico. Hay empresarios que se percatan de que ha nacido un nuevo sistema técnico y, por ende, deciden que les interesa adoptar en su particular industria tal tipo de innovación. Citemos a Francois de Wendel: desde 1822-1823 estuvo procurando establecer en sus fábricas los métodos ingleses, convencido de que el comercio del hierro llegaría a ser considerable gracias a las innovaciones en otros dominios: canalizaciones, máquinas de vapor, vías férreas, etc. La innovación se justificaba, pues, en la medida en que se iban produciendo otras innovaciones. En cambio, Péchiney, en Salindres, dudaba de las posibilidades ofrecidas por la industria del aluminio que a la sazón estaba montando: «El aluminio es un metal que tendrá poca venta: se lo emplea para hacer los tubos de los gemelos de teatro y, tanto si lo vendes a diez como si lo vendes a cien francos, no conseguirás vender un kilogramo de más». Las exigencias económicas de la innovación no son menos importantes. Y han sido, desde luego, muy bien evaluadas. Se han construido algunos modelos abstractos que, aunque no coincidan exactamente con la realidad concreta, no dejan por eso de aportar preciosos elementos de análisis. Una técnica determinada se traduce mediante una función de producción de tipo general:
P=f(a, b, ... n)
100 introducción a la historia de las técnicas
expresando P la cantidad producida, ya, b, ... n las cantidades de factores de producción A, B, ... N que han sido necesarios para fabricar ese volumen de mercancías. Como advierte G. Hosmalin, del que tomamos esta presentación del modelo, el nivel técnico de una rama se define por su «horizonte técnico», su «función media de producción» y una serie de funciones de producción particulares, cada una de las cuales caracteriza a una empresa determinada o a un «sector» perteneciente a esa rama. Cada función particular describe un tipo de relaciones entre factores y producto, dando además cuenta de cómo evolucionan las proporciones según las cuales se combinan los distintos factores correlativamente a las variaciones del volumen de producción. Para cada función, esas proporciones están representadas por unos coeficientes independientes o parámetros que afectan a cada uno de los términos a, b, ... n. Hay dos categorías de coeficientes técnicos, los coeficientes de flujo para los factores de producción variables y los coeficientes de capital para los factores de producción fijos. Los valores que les son atribuidos constituyen el aspecto específico de cada función. La función de producción de una rama de la industria es una «serie de relaciones técnicas entre sus factores y sus productos». Ella reúne en una asociación determinada la totalidad de las funciones particulares utilizables en un momento dado. Se puede llegar así a unas representaciones gráficas. En la figura 9, los dos ejes de coordenadas sirven para medir las cantidades de factores de producción necesarios para fabricar una mercancía M. Para simplificar el problema se ha reducido a dos el número de factores combinados, l y k. Las rectas
Conceptos y metodología
101
A B
1' 1
1.200
V'
,
e
------~~ 1000
D
k k' 9. Función de producción en una rama económica (según G. Hosmalin, Investísscments. rentabilité et progrés technique, París, 1956).
A, B, e, D representan las diferentes técnicas utilizadas por las empresas o los grupos de empresas particulares que constituyen la rama dedicada a fabricar el producto M, Cada recta expresa, pues, una función de producción particular, es decir, una «ley» de combinación de los factores en función de la variación del volumen a producir. Cualquier punto de cada una de ellas corresponde a un volumen de producción de M. VA representa 1.000 objetos, V'A representa 1.200.Para el primer valor se ha asociado l y k, para el segundo l' y k'. Puede verse que l/k:= l'lk'. Para cada técnica, sea cual fuere el volumen de producción, los factores se combinan siempre en la misma proporción. La figura 10 introduce la aparición de un nuevo método
102 Introducción a la historia de las técnicas A
B
Conceptos y metodología 103 C'
C
2000
o
El punto ve de esta recta C' representa la combinación de factores necesarios para producir los 1.000 objetos. La curva de los isocuantos ha de ser, pues, completada. El volumen de producción considerado (1.000 objetos en la circunstancia de este ejemplo) se obtiene, para cada técnica, mediante la puesta en juego de un número de factores que se expresa con las siguientes indicaciones:
e
.
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. - -. ---
método A métodoB método C métodoD método C'
Ve
. .
1.000
. k, k,t k, k,
'"
10. Progreso técnico y función de producción en un rama económica (según G. Hosmalin).
de producción en la rama. Debe, pues, permitir que se definan las condiciones en que la técnica así introducida puede ser calificada de progreso técnico. Se han unido con segmentos de recta los puntos VA, VB, VC Y VD que corresponden, para cada una de las técnicas utilizadas, a un volumen de 1.000 objetos. Se construye así una «curva de igual producción» o «curva de isocuantos». La recta C' (a trazos) representa una nueva técnica, que asocia [y k según unas proporciones todavía no en uso; expresa, pues, una nueva función particular de producción. Supóngase que la nueva técnica se sitúa entre las rectas B y C.
11 + k] 12 + k2 11 + k} 14 + k 4 + kx
t.
Por consiguiente, el método C' exige en cuanto a factor 1 una cantidad lx tal que es menor que l1 y [2' Y mayor que 13 y 14 •
Para que el método nuevamente introducido fuese calificado sin discusión posible como progreso técnico, habría de permitir que se obtuviese el mismo volumen de producción gastando en cada uno de los factores 1 y k menos de lo que se gastaba en las demás técnicas conocidas. No es este el caso del ejemplo escogido. Hace falta, por lo tanto, precisar si la reducción en el uso que de uno de los factores se hace por el método C' es más importante que el aumento que este método comporta en el gasto correspondiente al otro factor. El método C' solamente representará un auténtico progreso si:
104 Introducción a la historia de las técnicas 11 -Ix es mayor que k, 12 -L, es mayor que kx Ix -13 es menor que k 3 Ix - 14 es menor que k4 -
k¡ con respecto a A k 2 con respecto a B k x con respecto a C kx con respecto a D
Si las cuatro condiciones así expresadas no se cumplen, no se está en presencia de un verdadero progreso técnico (technological progress), sino de una novedad o transformación técnica (technoIogicaI change). Puede que un descubrimiento de este tipo sea efectivamente adoptado, pero lo será por razones ajenas a un eventual aumento de la productividad real, pues no aporta esta ventaja. La puesta en juego de un nuevo método responde a veces a otras miras: no agotar los recursos de un país en uno de los factores de la producción, preferencia por las materias de origen nacional, o consideraciones comerciales relacionadas con la evolución de los precios de los factores en función de la imperfección de los mercados. Todo modelo tiene sus límites. Se entenderá fácilmente en el presente caso. Por de pronto, el número real de los factores de producción es muy superior a dos. Además, de una técnica a otra, los factores de producción pueden ser de diversas naturalezas: para el convertidor Bessemer eran necesarias unas fundiciones muy puras. No hay identidad perfecta de los factores de producción para todos los métodos utilizables, y las posibilidades de sustituir unos por otros entrañan modificaciones según las proporciones en que se combinen. Añádase que, para compararlos, harían falta unidades de medida bien definidas. En el modelo precedente se describe el progreso en términos de aumento de la productividad del trabajo o de la
Conceptos y metodología 105
productividad global, o en el cuadro de una función de producción, midiendo las cantidades de factores dentro de un mismo sistema de coordenadas: se supone, pues, resuelto el problema de la unidad de cuenta. Sin embargo, hay objeciones muy fundadas que alcanzan incluso a las medidas en precios. Acá y allá se ha venido tratando bastante en vano, es decir, consiguiendo sólo aproximaciones muy poco satisfactorias, de resolver este difícil problema de qué sea la productividad por hombre y por hora, o el índice «hombre-hora» del NBER. Lo que el historiador ha de hacer es pasar de la teoría a la realidad, no esquivar las dificultades, sino buscar, junto a estos análisis formales, todos los elementos que puedan intervenir, aunque sólo sea para componer una especie de catálogo de los factores de innovación, sean de orden económico o de orden técnico, ya se entiende, pero que sean igualmente de orden exógeno, lo cual puede tener su importancia. En esta medida es en la que la historia del progreso técnico podrá hacer alguna aportación tanto a la teoría general como a una cierta práctica de los métodos de análisis más refinados. ¿Es necesario insistir en que la investigación en este campo está todavía en mantillas o en que el lector no va a encontrar aquí una satisfacción completa? Un maestro herrero francés, Rambourg, mostró estar muy bien enterado de todas las variables cuando, recién terminada la época imperial, se les reprochaba a los industriales franceses que no adoptaran los procedimientos ingleses, sobre todo en la metalurgia:
106 Introducción a la historia de las técnicas Quienes proponen tan alegremente que se sustituya el carbón vegetal por carbón mineral parece que no caen en la cuenta de que eso implica cambiar casi todo en los hornos, en las refinerías, en las máquinas y en los talleres, que hay que instalarse cerca de minas de hulla que proporcionen el tipo de carbón adecuado,hay que tener el mineral al alcancedel combustible y hay que formar a unos obreros para que se adapten a este nuevo género de trabajo.
La enumeración no era ciertamente limitativa, pero ahí tenemos, en una fecha dada (1815) y en un sector concreto, las variables que se juzgaba que eran las más importantes: materias primas bien dispuestas, los demás elementos del complejo técnico y una mano de obra instruida en cuanto al trabajo por hacer. Y a continuación trazaba Rambourg un cuadro comparativo de la situación inglesa: Sería hacerse ilusiones el pretender. en la mayoría de nuestras forjas, rivalizar con los inglesesrespecto al precio de sus hierros. Favorecidos ellos por la naturaleza en lo que atañe al combustible y al mineral, pues los encuentran juntos en una misma excavación, convierten éste en coque y, mediante máquinas de vapor y de rotación,imprimen a sus cilindros una enorme potencia, suficiente para estirar en barras ese primer producto. Numerosos canales reciben luego esos hierros facilitando su conducción hasta el mar.Todas estas ventajas,que nosotros estamos lejos de poseer, son para ellos inmensas fuentes de economía.
Conceptos y metodología 107 Por la misma época, este propietario de forjas en el Borbonesado hacía también intervenir a la falta de capital. Sería un tanto inútil, seguramente, aplicar unos modelos demasiado rígidos. Las variables que representan los factores de producción no son necesariamente idénticas, no sólo, claro está, de un sector a otro, sino también, en una misma técnica, de una línea o fila a otra; y, en este último caso, no son ni reducibles a un común denominador (por ejemplo, el precio) ni enteramente sustituibles unas por otras. En el caso que acabamos de citar, fundición con madera o fundición al coque.no sólo hay un problema de precios (en el que puede incluirse el del transporte), sino que también se ha de contar con las cualidades propias de los dos combustibles: el coque resiste mejor el aplastamiento y proporciona calores más fuertes. Notemos asimismo que debemos hacer que intervenga la noción de tiempo. Los modelos que hemos reproducido aquí gráficamente suponen que el problema en cuestión es planteado en una fecha o en una época determinada Si se hace intervenir al tiempo, las funciones de producción propias de cada una de las técnicas muy bien pueden no ser las mismas. Según algunas descripciones, hechas en especial por el NBER, puede advertirse que el ritmo del progreso técnico presenta: a) una progresión rápida en medio del período de expansión; b) una ralentización al final de esa fase; c) una aceleración al comienzo de la contracción cíclica; d) una nueva lentiñcación en medio del período de depresión. Además, en un análisis más profundo., se constata que, inevitablemente, las medidas empleadas apenas sirven para dar cuenta de la realidad.
Conceptos y metodologla 109
108 Introducción a la historia de las técnicas Es, por lo tanto, toda una tipología de la innovación lo que habría que establecer. A la vez tipología con respecto a los elementos puramente técnicos, y que, por ende, cuadraría bastante con una tipología del invento, tipología según los factores de producción que no son de naturaleza técnica, y, en fin, tipología según una cronología por determinar. Prodúcese una disociación al nivel de la decisión. Mientras no hay más que unos empresarios individuales, el problema se plantea sólo en la medida en que el empresario está sometido a la presión de sus cuadros técnicos. En realidad, es la aparición de estos cuadros técnicos en la empresa lo que crea literalmente el problema. El cual se complica según se va haciendo más compleja la gestión de la empresa, es decir, cuando intervienen no sólo unos técnicos, sino también unos financieros. La historia menciona a menudo los temores de los financieros ante las innovaciones que se les proponen. Tal fue el caso de Fourneyron cuando puso a punto su turbina hidráulica pese a las prevenciones de los banqueros que dirigían la empresa. Pero acerca de esto tampoco hay que engañarse. Si Péchiney, yendo a presentar sus proyectos a unos banqueros., se hizo rechazar, ello indica que hay una separación entre la empresa y el banquero, basándose este último para tomar sus decisiones no ya sólo en la rentabilidad de una innovación, sino en la elección que ha de hacer entre diversas rentabilidades del capital que él maneja. No hay para qué multiplicar los ejemplos. Se ha trazado una curva (figura 11) tiue representa las observaciones hechas por S. C. Davis a propósito de la sociedad United States Steel. Se ve bien así cómo evoluciona la relación entre las in-
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Anos 11. Porcentaje de las inversiones recomendadas por la comisión financiera del trust United States Steel en comparación con las proposiciones de las oficinas técnicas desde 1929 hasta 1937 (según G. Hosmalin).
versiones recomendadas por los ingenieros, basándose éstos en consideraciones científicas y técnicas, y las inversiones que prefirió promover la «comisión financiera» de la empresa, encargada de calcular la eventual rentabilidad de los proyectos. El perfil de esta curva es casi igual que el de la curva de aplicaciones de las patentes que se registraron en el Ministerio de Comercio de los Estados Unidos de 1924 a 1939 (figura 12). Si hay innovaciones en el estadio individual, no son necesarias muchas explicaciones ni muchos ejemplos. Las hay, evidentemente, en el plano colectivo y en el nacional. Se plantea
110 Introducción a la historia de las técnicas
Conceptos y metodología
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Años
12. Número anual de aplicaciones de las patentes depositadas en el Ministerio de Comercio de los Estados Unidos entre 1924 y 1939 (según G. Husmalin).
también el problema de lo que cabría llamar los canales de la innovación, que pueden entrar en juego a esos distintos niveles, individual, colectivo o nacional. En seguida nos ocuparemos de los problemas puramente técnicos de estos canales. Los problemas más importantes son los problemas financieros. Atañen a la estructura de los capitales y a los mecanismos de las financiaciones. Y también aquí hay que hacer que intervengan las nociones de estructuras y de convergencia. Ha de haber necesariamente una coherencia de estructuras entre una innovación técnica que se sitúa a un cierto nivel de in-
111
versión y las estructuras de los capitales disponibles, es decir, de los capitales móviles dispuestos a invertir en un determinado tipo de negocios. De ahí la necesidad de pasar a otras formas de sociedad. Fue precisamente la innovación lo que hizo que en Francia se creasen empresas que, a mediados del siglo XVIII, en nada correspondían a las formas legales impuestas por la Ordenanza sobre el comercio de 1673, que, sin embargo, seguía siendo vigente. Se empezaba a tender por entonces hacia la sociedad anónima moderna, que fue oficializada por el Código de comercio de 1807. El sistema de acciones, a la vez que conservaba la permanencia del capital, aseguraba la movilidad de las inversiones. Pero también había que encontrar esos capitales. Las estructuras bancarias francesas fueron durante mucho tiempo incapaces de responder a una demanda que, a comienzos del siglo XIX, había llegado a ser considerable. Fue el banquero parisino Laffitte quien, desde 1825, hizo comprender a todos la convergencia que debería haber entre los capitales disponibles y los industriales activos que los necesitaran. «Esta tendencia (de los capitales disponibles) hacia el trabajo se ha unido del modo más natural a otra que siempre ha tenido éste, la tendencia a innovar y a perfeccionar, tendencia no menos favorable que la primera para los progresos de la industria.» En este escrito de 1825 se hallan ya las tendencias definidas por Rostow como necesarias para la puesta en marcha del crecimiento. De ahí se pasaría a la «Société commanditaire de l'industrie», cuyo objeto era «contribuir y participar en el éxito de toda empresa, todo invento y todo perfeccionamiento relativos a la agricultura, a la industria y al comercio». En el seno de tal socie-
112 Introducción a la historia de las técnicas
dad, que por motivos políticos nunca llegó a ver la luz, debería instituirse un comité científico encargado de velar por las aplicaciones científicas directas en materias de matemáticas, de ñsica y de química. La innovación de grupo es relativamente tardía. En realidad, sólo se manifiesta bajo la presión del estado. Ya hemos citado los esfuerzos de Colbert por naturalizar en Francia ciertas técnicas extranjeras. El estado intervenía en la fase de selección de las técnicas que convenía importar y de los obreros o empresarios cualificados, como también al nivel de las subvenciones y de las exenciones fiscales, y al nivel de las presiones sobre los capitales para que las inversiones pudieran realizarse. Esta política fue, sin duda, menos seguida en el siglo XVIII. También debe citarse, en el siglo XVllI, la «Caisse du demi pour ceru». alimentada mediante un impuesto complementario sobre las mercancías que se traían de América y destinada precisamente a apoyar a las empresas que adoptaban técnicas nuevas. Por entonces el estado se preocupará mucho más de conocer y de informar y difundir conocimientos, que de intervenir directamente. Expediciones al extranjero, inspección de las manufacturas, organización de colecciones de modelos (la retroventa del gabinete de Vaucanson se sitúa en 1783), desarrollo de la enseñanza técnica (y a las grandes escuelas tienen aeceso tanto los empresarios como los futuros funcionarios del estado): tales fueron los medios utilizados. 'Iurgot lo hacía notar en 1772: además de otorgar privilegios fiscales y aduaneros, «si algo le queda por hacer al gobierno para favorecer un comercio, eso no puede hacerlo sino por medio de la instrucción, es decir, alentando a los sa-
Conceptos y metodología
113
bias y a los artistas que tienden a perfeccionar el arte y,sobre todo, difundiendo el conocimiento de métodos que la codicia trata de guardar en secreto». No podía decirse en términos más claros lo que será, hasta finales del siglo XIX, la política de muchos gobiernos. La innovación se sitúa, pues, necesariamente en un punto de convergencias. La primera de estas convergencias es, sin duda alguna, de orden puramente técnico. Porque, en el plano de la producción misma, la innovación se ha de insertar, por necesidad, en un sistema técnico en equilibrio. De nada serviría el innovar, en un estadio dado de una línea técnica, si no hubiese ya por arriba y por abajo una coordinación de niveles. Esto a no ser que, por uno y otro lado, unas técnicas pudiesen en rigor mantener, al menos durante algún tiempo, un equilibrio satisfactorio. Así ocurrió, en el continente, con las técnicas siderúrgicas después de la Revolución industrial inglesa: las técnicas más avanzadas se aplicaron en el pudelado y en el laminado del hierro, mientras que para su fundido se siguió empleando, en gran medida, una técnica tradicional. Pero, en el límite, la coexistencia, por causas que pueden ser muy diversas, de técnicas estacionarias y de técnicas avanzadas llega a constituir un freno para la innovación. El fenómeno es sobre todo evidente para ciertas técnicas de explotación, la principal de las cuales es la agricultura. Por otro lado, las convergencias han de situarse al nivel de los principales sistemas. Nos hemos referido más arriba al problema del equilibrio entre sistema técnico y sistema económico, pero conviene hablar también del acuerdo entre sistema técnico y sistema social, y sistema político y sistema
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Introducción a la historia de las técnicas
institucional. Hay en estos sistemas toda clase de coartaciones que pesan inevitablemente sobre la innovación, y que deben entrar en el cálculo, elemental o no, que el empresario ha de hacer antes de aceptar determinado método. Y, a la inversa. la evolución de los demás sistemas podría constreñir a innovar técnicamente. La historia, lo Veremos, abunda muchísimo en obstáculos, frenos, acicates, e incluso obligaciones, que rodean la adopción de una técnica nueva o de un nuevo sistema técnico. De las prohibiciones por mor de la calidad, como lo fueron, en la Edad Media, las de hilar a torno, las de algunos procedimientos para engrasar los paños y las de ciertas tinturas, a las primeras huelgas de impresores para que no se modificaran las prensas y a las primeras destrucciones de maquinaria, como la del aparato de Lee para tricotar medias. en el siglo XVI, se encuentran muy diversos tipos de obstaculizaciones contra la innovación. Cuanto más fuertemente estructurada está una sociedad, más difícil es en ella la innovación. Se ha hecho notar recientemente que las sociedades tribales. sin apoyo urbano, como son frecuentes en África, oponen menor capacidad de resistencia al influjo de la industria occidental que las sociedades asiáticas establecidas en núcleos urbanos. Al límite, hará falta con frecuencia una intervención del estado para imponer las novedades que sean indispensables. Así puede explicar el historiador ciertos retrasos de las innovaciones, ciertos bloqueos del progreso técnico que parecen con justo título sorprendentes, ya sean los de la antigua Grecia, ya los de la China de los siglos xv Y XVI. Aquí.también lo que nos haría falta es un catálogo de innovaciones muy de-
Conceptos y metodología 115 terminadas, cuyo estudio debería hacerse en todos los planos. Apenas podemos hacer aquí otra cosa que desearlo. El del crecimiento económico es hoy un problema bien estudiado desde el punto de vista de la teoría económica y los historiadores han empezado a hacerlo objeto de un análisis que ampliará mucho nuestros conocimientos. Pero la teoría económica y el análisis histórico se hallan aún poco y mal integrados en el progreso técnico. Se tropieza todavía con dificultades de medida. Para algunos, el «progreso técnico es la variación relativa de la productividad global en un dominio dado y entre dos épocas determinadas». La productividad global se define por la relación producción factores de producción Si llamamos R 1 a la productividad en la época TI y R 2 a la productividad en la época T 2 entonces la medida del progreso técnico se expresa así:
En la realidad de la producción, el progreso técnico se manifiesta según modalidades mucho más variadas de lo que harían suponer los conceptos de aumento de la productividad real o de relación funcional entre los factores y los productos:
116 Introducción a la historia de las técnicas
1. Desde el punto de vista mícroeconómico a) Aumento de las dimensiones de la empresa para producir el mismo producto valiéndose de los mismos medios de producción. La productividad de algunos factores es primero creciente y después decrecien te. Se trata del fenómeno bien conocido de las «economías y deseconomías escalares». b) Las sustituciones entre factores dentro de cada una de las dos grandes categorías, capital y trabajo, para producir el mismo producto. e) La introducción de nuevos factores para producir los mismos objetos (nuevas máquinas, cambios en la composición del personal obrero, llegada de algunos especialistas, etc.). d) Un cambio en las cualidades o incluso en la naturaleza de los productos fabricados por la empresa (por ejemplo, la sustitución del hierro por el acero a finales del siglo XIX). 11.
Desde el punto de vista macroeconómico a) Variación del volumen de inversión necesario no sólo dentro de una rama, sino en las relaciones entre las ramas de una economía. Aquí es donde intervienen los cálculos de rentabilidad. b) De manera más general, «la evolución técnica es principalmente una variable endógena orientada en determinadas direcciones por fuerzas económicas». De hecho, aun los análisis más recientes atestiguan una cierta confusión. Débese esto precisamente a la manera como se puede establecer una variable técnica: las que resultan de
Conceptos y metodología
117
la productividad son insuficientes para dar cuenta de la realidad global. Es aquí, por tanto, donde el análisis histórico prestaría más servicio. En gran parte está por hacer. El primer punto por establecer es el del crecimiento o de los crecimientos. Los que más han atraído la atención han sido los crecimientos del siglo XIX, que comienzan en Inglaterra hacia los años 1780-1800 y se van después escalonando durante el siglo XIX por la mayoría de los demás países. Los numerosos estudios realizados sobre este tema insisten en el papel que desempeña el progreso técnico en la fase de arranque, y es en esta perspectiva en la que ha adquirido su definitiva imagen la noción de «Revolución industrial». Digamos, repitiendo una vez más nuestras expresiones, que la formación de un nuevo sistema técnico ha sido una de las causas de la puesta en marcha del crecimiento, la cual solamente podía producirse en la medida en que fuese viable el sistema técnico, es decir, una vez establecida cierta coherencia entre las diversas técnicas. Sabido es que sólo en el período 1780-1800 se realizó este equilibrio. Lo que conviene hacer constar es el papel que tiene la técnica en la prosecución del crecimiento, sea cual fuere la forma de la curva de éste. Indudablemente, el desarrollo equilibrado de las diversas técnicas, como forma de progreso técnico, contribuye a que se mantenga el crecimiento. Pero ha de llegar un momento en el que, como hemos dicho, el sistema técnico alcanza sus límites. Quizá baste, por lo demás, con que llegue a sus límites una sola técnica para que se origine un desequilibrio en el interior del sistema. En tal caso, pueden presentarse dos soluciones: o bien un parón del crecimiento
118 Introducción a la historia de las técnicas
-c-parón que podrá producirse también por otras razones-e, lo que paralelamente detendrá el progreso técnico; o bien la sustitución del antiguo sistema técnico por uno nuevo, lo cual permite que prosiga el crecimiento. Se verá que ciertos autores atribuyen las grandes crisis de los comienzos del siglo XIV a las tensiones provocadas precisamente por el hecho de que el sistema técnico medieval había alcanzado ya sus límites. El final del segundo crecimiento, hacia finales del siglo XVI, tendría diversos orígenes, pero se habría manifestado en la forma de un estancamiento del progreso técnico. Lo que parece seguro, tanto respecto al crecimiento medieval y renacentista como al crecimiento inglés de finales del siglo XVIlI, es que lo que marca y en cierta medida provoca tales crecimientos son las respectivas introducciones de nuevos sistemas técnicos. Ya hemos hecho notar que el crecimiento del siglo XIX, sobre todo en Inglaterra y en Francia, se habría igualmente detenido si no hubiese aparecido, en la segunda mitad del siglo, un sistema técnico totalmente nuevo en comparación con el de los comienzos de la centuria. Es posible dar ya respuesta a ciertas cuestiones que plantean los recientes trabajos de F. Crouzet y de M. Levy-Leboyer. Estos dos historiadores, siguiendo otras investigaciones y otras constataciones, en especiallos trabajos del ISEA, subrayan la lentitud del crecimiento francés entre 1815 y 1914, Y la falta de auténtico despegue (take-off). Es precisamente porque, por diversas razones, que van desde la disposición de los recursos naturales a las preocupaciones sociales y políticas, aquel progreso técnico que se había originado en Inglaterra a finales del siglo XVlJl hubo de
Conceptos y metodología 119 introducirse en nuestro país lentamente, al abrigo de una muy fuerte protección aduanera. Hemos anotado una producción tradicional de hierro fundido hasta después de 1864.Asimismo, para evitar conflictos sociales y mantener los salarios tan bajos como fuese posible, una parte importante de las tejedurías no se mecanizó y permaneció largo tiempo en manos de aldeanos que usaban telares más o menos primitivos, según lo declaró un industrial alsaciano de la primera mitad del siglo XIX. Semejante política sólo era posible, por lo demás, renunciando a la conquista de mercados extranjeros. Muy de otro modo le fueron las cosas a Inglaterra, donde había habido que responder rápidamente a ciertas exigencias de la producción (falta de madera), donde se contaría con abundante y bastante barata mano de obra y donde la evolución política general iba a poner a disposición de la industria inglesa inmensos mercados. Con todo ello, el despegue en el crecimiento pudo ser efectivamente mucho más rápido. Conviene, sin embargo, desconfiar de unas curvas acerca de las cuales los autores no dejan de hacer sus reservas. Si representan bien un movimiento de conjunto. no pueden en cambio proporcionar todas las explicaciones. Así, F. Crouzet, en uno de sus gráficos, representa con una misma curva, acumulándolos, el hierro y el acero, «porque -escribe~ se trata de artículos de sustitución». Esto es precisamente algo que el historiador de las técnicas no puede admitir. Porque hay una muy nítida y tajante diferencia, y el acero, poseyendo cualidades que el hierro no tiene, permi te unos desarrollos tecnológicos que van a sostener un crecimiento que, de otro modo, podría haberse malogrado.
120 Introducción a la historia de las técnicas De hecho, el progreso técnico, para sumarse al objeto de los análisis teóricos del crecimiento, debe traducirse por una parte en productividad y, por otra, en reserva de capital. En este último caso, el análisis es difícil. «Se escapa de la dificultad --escribe recientemente un economista-, suponiendo que hay en todo momento varios tipos de bienes capitales: cada uno de estos tipos es de una generación diferente -definiéndose una generación por la fecha en que han sido construidos sus correspondientes utillajes. Una unidad de capital de una generación dada representa, pues, una cierta capacidad de producción, cuya puesta en práctica requiere la intervención de una cantidad dada de trabajadores,» Como se ve, nos encontramos aquí de nuevo con la noción de sistema técnico que hemos tratado de exponer con claridad anteriormente. Al ir vinculado al progreso técnico, el crecimiento hace que aparezcan distorsiones a muy distintos niveles. Ante todo en el plano individual, es decir, al nivel de la empresa. El pro~ greso técnico no sólo provoca la desaparición de empresas a las que va dejando al margen, sino que tiende a hacer que disminuya el número mismo de empresas. En 1815 había unas 600 empresas siderúrgicas, mientras que hoy no existen prácticamente más que dos, y cuando se quiere crear una nueva unidad de producción se habla de una entente entre ellas para poderla realizar. En la mayoría de los casos, es el progreso técnico lo que obliga a concentrar las empresas. Fue el problema de la extracción del agua lo que provocó, entre 1837 y 1845, la unificación de la cuenca carbonífera del Loira. El nivel superior se sitúa a la escala de la nación, del país.
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Aquí también el progreso técnico provoca distorsiones y conflictos entre las regiones. Una industria técnicamente perfeccionada se ha de interesar necesariamente cada vez más por los recursos naturales y por las facilidades del transporte. Los primeros son imperativos, y si bien el segundo puede resultar más fácil en determinados sectores (el transporte de energía, por ejemplo), las localizaciones no son menos apremiantes. El mismo problema se plantea a escala mundial De ahí que el desarrollo y el progreso técnico siempre hayan hecho aparecer lo que los ingleses han denominado «zonas deprimidas», así en materia agrícola como en materia industrial. Las hubo durante todo el siglo XIX en Inglaterra y en Francia; actualmente las hay por todo el mundo. Y lo que ocurre con el espacio ocurre asimismo con las sociedades y con las economías. Hemos, pues, subrayado la importancia de estos cuatro factores principales, progreso científico, invención, innovación y crecimiento o progreso económico, para hablar de un modo más general. Hemos hecho notar, cada vez, los nexos o vinculaciones que se establecían, dos a dos, entre estos distintos factores. Hemos subrayado que las «presiones» eran recíprocas, que varían según los sectores y según las épocas y que, en definitiva, debían ir a parar a unos puntos de convergencia. De ese conjunto de convergencias es del que se constituye la convergencia final entre el progreso técnico y el progreso económico. Conviene estudiar también los nexos que se establecen entre tres de los factores así definidos. Pueden repartirse estas vinculaciones en dos grupos:
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Introducción a la historia de las técnicas progreso científico - invención - innovación invención - innovación - crecimiento.
Aquí también constataremos múltiples combinaciones. En efecto, es posible partir, para explicar un fenómeno, o bien de una de las extremidades o bien del punto medio con difusión en los dos sentidos. Tomemos un ejemplo inglés del siglo XVIII. Es, en parte, bajo la presión del progreso científico como realiza Watt sus primeros descubrimientos. Pero después es un industrial, un gran industrial, Boulton, quien le ofrece la asociación que le permitirá poner a punto su segundo juego de invenciones. Asimismo, en el siglo XIX, la gran firma SaintGobain nombra director suyo a un químico de valía, Clément Desormes. En cambio, es un químico y profesor, Kuhlmann, quien funda en el norte de Francia una importante empresa que llevaría su nombre. El segundo caso se da naturalmente en la medida en que invención y progreso científico no están claramente relacionados. Entonces, lo que impulsa al empresario a innovar, a inventar por tanto, es su creencia de que la presión de las necesidades va a ser más fuerte. Como bien se ve, en un caso el término intermedio es el invento, en el otro la innovación. En el primer tipo de nexo es la técnica la que hace de motor, en el segundo es la economía. Fijémonos un poco más en esto: el invento es el término intermedio. Equivale a decir que no puede realizarse sin, por un lado, una presión, y, por otro, un punto de convergencia. Precisemos: en la medida en que el progreso científico ha llegado a un nivel tal que posibilita un invento, puede haber pre-
Conceptos y metodología 123 sión de la ciencia sobre la técnica. Pero el invento no será concretamente realizable más que en la medida en que concuerde con una necesidad, económica, social o de cualquier otro orden, es decir, en tanto en cuanto sea deseable la innovación. Y, a la inversa, la presión de una necesidad cualquiera, es decir, de hecho la necesidad de una innovación, solamente puede conducir a la invención si hay convergencia entre la técnica y la ciencia. Tenemos aquí el caso elemental. En efecto, estas diversas condiciones no se cumplen, por lo general, más que en casos individuales, en innovaciones o inventos que inciden sobre un aspecto particular de las técnicas. Cabría incluso decir que es el caso de un tipo de sistema técnico que se halla aún en fase de búsqueda y que llega progresivamente a su plena realización a través de tanteos y retoques fraccionados. La historia de las técnicas inglesas en el transcurso del siglo XVIII es muy rica en ejemplos de tal caso. Los mecanismos de la invención son entonces, por tanto, de tipo individual: búsqueda de un beneficio neto adicional, capital según el precio de coste del producto y asignación de las cargas a otro. La inexistencia de ciertos riesgos, o, por mejor decir, su minimización, se halla compensada por un monopolio provisional. La propagación vertical del progreso técnico se realiza más rápidamente que su propagación horizontaL Los nexos entre los tres últimos elementos son más difíciles de concebir. Aquí el término intermedio es la innovación. El sentido de las presiones y el nivel de las convergencias son más difíciles de situar. Parece -pero nuestros análisis son todavía insuficientes- que la presión proviene sobre todo de
124 Introducción a la historia de las técnicas las necesidades del crecimiento, sea para acelerar la introducción de un nuevo sistema técnico, sea para poner remedio a algunas distorsiones ya del progreso técnico ya del sistema económico o del sistema social. Se pasa entonces, en todos los dominios, a unos movimientos colectivos. Importa menos el inventor que el empresario, siendo éste el que, decidiendo, aúna entre sí distintas familias de innovaciones. El tiempo de Watt aislado queda ya atrás; ahora es Boulton quien crea no sólo una máquina de vapor perfeccionada, sino toda la industria de la construcción mecánica. Watt, que a los comienzos era el elemento esencial, aquel Watt de las patentes de 1769, no es ya más que una ruedecilla o un rodamiento entre otros, y así es como puede llevar a la práctica sus patentes de 1787. Watt y Boulton, salta a la vista que el elemento intermedio ha pasado de la invención a la innovación. Una empresa se funda para difundir unos inventos y trata también de impulsar el progreso técnico. Contratando a Watt, la empresa subordina la invención a la innovación. El papel de la ciencia es menor, en el sentido de que de lo que se trata sobre todo es de utilizar un caudal de invenciones preexistentes: lo que importa es la coordinación, y también la necesaria coherencia, la cual suscitará, a veces, invenciones nuevas. Generalmente, por lo menos en épocas antiguas, no se hacía sentir tanto esta necesidad de nuevas invenciones. De 10 que se trata entonces, propiamente hablando, es menos de innovación que de difusión, menos de inventos concretos que de innovaciones globales. Adquieren importancia los esfuerzos colectivos y se esfuman los monopolios temporales. Gana importancia el condicionamien to de los peq ueños
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grupos. Es manifiesta la intervención del estado: la inversión privada ha de acompañarse de una inversión pública (así como de la constitución de una infraestructura económica, sobre todo en el campo de los medios de comunicación y de transporte, para que el desarrollo de la enseñanza pueda elevar el nivel de la cultura general científica). La propagación vertical es más rápida que la propagación horizontal. Se advertirá fácilmente que este parece ser el caso de los países no iniciadores del progreso técnico cuando quieren adoptar de manera global un nuevo sistema técnico. Tenemos perfectos ejemplos de ello en el contineJ.lte europeo durante la primera mitad del siglo XIX. El ajuste general rebasa el simple estadio técnico, como ocurría en el modelo precedente. Es que, en efecto, a este nivel, lo que conviene asegurar son las coherencias con los otros sistemas, económico, social, institucional y político. Constátanse, pues, unas diferencias bastante notables entre estos dos modelos del progreso técnico que, como acabamos de ver, no se excluyen el uno al otro. En realidad, las presiones más vivas provienen de los dos elementos extremos, de la ciencia por un lado y del crecimiento por el otro. Estas triples vinculaciones se explican fácilmente por un cierto nivel científico por un lado y, por otro, por las necesidades del crecimiento. Y, sobre todo, se sitúan en épocas diferentes. El primer modelo corresponde con mucha exactitud a una etapa de preparación, cuando de lo que se trata es de hacer nacer, de manera dispersa, un nuevo sistema técnico. El segundo se sitúa, por el contrario, en el período de despegue, cuando se ha ob-
126 Introducción a la historia de las técnicas tenido ya un mínimo de coherencia y hay que hacer extensiva a los otros sistemas la búsqueda de coherencia. La historia es necesariamente historia de evoluciones. Obsérvanse, pues, a medida que nos acercamos al período contemporáneo, modificaciones importantes en las nociones mismas que hemos intentado definir, y también progresivas desapariciones de algunas de ellas. Dos fenómenos se nos muestran casi como evidentes:
a) Ante todo, y ello apenas requiere explicación, el progreso científico y el progreso técnico van cada vez más unidos. En nuestros días no es ya posible inventar nada que resulte de gran interés si no se poseen amplios conocimientos científicos. Esto plantea importantes problemas, de los que continuamente se hace eco la prensa diaria: ¿debe tener la ciencia por finalidad el puro progreso científico o el servir de soporte a técnicas cada vez más perfeccionadas? Aquí nos limitamos a formular la pregunta. b) Asimismo, la innovación y el progreso económico tampoco pueden ya ir por separado, la una sin el otro. La innovación llega a ser uno de los componentes esenciales del progreso económico. Y, en esta medida misma, lo colectivo va predominando cada vez más sobre lo individual. El fuerte empuje de la investigación técnica, que exige crecientes costos fijos, tiende a hacer desaparecer la iniciativa individuaL Las distinciones que habíamos establecido entre las diversas nociones tienden entonces a desaparecer progresivamente.
Conceptos y metodología 127 En primer lugar, desaparece la invención en tanto que entidad distinta: desaparece, se esfuma, ante la importancia que adquieren los dos elementos que la enmarcan. Y es que realmente se hace sentir la necesidad de algo nuevo, destinado a una utilización inmediata, pero este algo no puede ya lograrse sin contar con el avance de la ciencia. Caen ahora las barreras que separaban a la ciencia de la técnica, pues igual que el progreso científico hecho realidad en los laboratorios, un progreso técnico fruto también de los laboratorios implica idénticas construcciones intelectuales. Historia apasionante, aún por escribirse, la de los laboratorios de las fábricas, su origen, su desarrollo, la manera corno se practicó en ellos la investigación y,subiendo un poco, las políticas que se siguieron en las empresas respecto a ésta. Si actualmente estamos aprendiendo a enteramos de estas cosas, al menos en sus grandes líneas, ignoramos casi del todo cómo se iniciaron. Respecto a la siderurgia, se sabe que fue la firma Holtzer la que, junto con Boussingault y Brustlein, organizó, en 1869, el primer laboratorio a pie de fábrica destinado a crear los primeros aceros especiales. En 1880 instala Fayol, en su laboratorio de la fábrica de lmphy, a unos científicos para que sigan investigando sobre esos mismos aceros especiales. Sucesivas monografías nos permitirían ir conociendo con exactitud todos los problemas que plantean los laboratorios de las empresas industriales. Y, a partir de ese acervo de datos, se podría llegar a un análisis más general, más global. Antaño la invención, para que se la aplicara, tenía que esperar a que le fuesen por fin favorables las condiciones técnicas, económicas, sociales, etc. Seguía entonces la innovación.
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Introducción a la historia de las técnicas
Ahora, hoy en día, es el deseo de lo nuevo, de la innovación, lo que suscita la invención: el esquema se ha invertido. La empresa puede dar comienzo a unas investigaciones en sus propios laboratorios «tan pronto como se cree que hay unas posibilidades de aplicar los resultados en algún sentido que parezca interesante». Fue lo que hizo el doctor Holst, creador y primer director de los laboratorios Philips. Se lanzó a estudiar las descargas a través del gas inmediatamente después de las primeras investigaciones de Franck y de Hertz, a estudiar el estado sólido nada más conocer los fundamentales trabajos de Peierls, Bloch, Brillouin y Heisenberg, y a estudiar la física nuclear y su instrumentación en cuanto tuvo noticia de los descubrimientos de Joliot-Curie y de Fermi. A veces, incluso, la investigación en ciencias aplicadas va por delante de la investigación en ciencia básica: entonces los laboratorios industriales establecen resultados científicos partiendo de datos empíricos. Pero, en la medida en que la economía no quiere someterse a los albures del progreso científico, tiende cada vez más a instalar la investigación básica en sus propios laboratorios. Alíanse entonces directamente el progreso económico y el progreso científico. Se ve, pues, que también aquí ha habido una evolución. En los primeros laboratorios siderúrgicos sólo se hacen tanteos. Se ensayan, siguiendo métodos de observación científicos, sucesivas aleaciones para determinar cuál es la mejor proporción entre sus componentes. El laboratorio industrial no pasará de esta fase en mucho tiempo. La historia de los laboratorios Philips nos brinda el ejemplo de las dos fases siguientes. La primera consiste en utilizar industrial y sistemá-
Conceptos y metodología 129 ticamente los resultados de la investigación básica; dicho de otro modo, se procede de manera inversa, buscando una aplicación industrial a partir de datos científicos. Por una especie de vaivén, el método se invierte una vez más en la última fase. Para dar con algo nuevo, se determina el nivel científico necesario y desde éste se va a la investigación básica con miras a hallar la solución de un problema técnico. Así es como en los laboratorios Philips se emprendieron unas investigaciones sobre las propiedades físicas del tungsteno. Pero desde entonces las distinciones se relajan o difuminan del todo. Nos es imposible situar con exactitud la invención y la innovación. Solamente quedan ya, en definitiva, los dos elementos extremos: progreso científico y progreso económico. Esto no podía dejar de suscitar unas cuantas dificultades, algunas de ellas precisamente en el nivel que aquí nos interesa. Dados los costes de la investigación, tanto los de la fundamental como los de la técnica, había por fuerza que elegir entre varias opciones. Por consiguiente, y esta era la primera, ¿debía favorecerse a la investigación básica, de la que en un plazo más o menos breve se beneficiaría el progreso técnico? ¿O, por el contrario y siendo ello cada vez más posible, había que favorecer a la investigación técnica y no darle a la investigación fundamental más que lo necesario para apoyar a la técnica? Planteábase aquí, además, otro grupo de cuestiones no menos importante. Si en la actualidad estamos yendo hacia un nuevo sistema técnico, como trataremos de mostrar, hay que tratar no sólo de asegurar su coherencia interna, sino también su coherencia con los demás sistemas. Aunque de
130 Introducción a la historia de las técnicas esto se tiene conciencia muy en general, sin embargo no parece que se esté aplicando nadie de manera seria a conseguirlo. Citamos, en estas dos perspectivas, a los autores del 5.° Plan francés: Comportando la investigación, por su misma esencia, un riesgo fundamental, para un gobierno la organización de la ciencia ha de consistir en apreciar mejor el alcance y el interés de ese riesgo y en hacerse conscientemente responsable con miras a alcanzar unos objetivos culturales, sociales, económicos y militares ... El primer reflejo de una nación que quiera conservar unas ventajas en los puntos que ella considera esenciales para su independencia ha de ser el de tratar de comprender las relaciones entre la investigación y la economía, y de determinar los criterios según los cuales ciertos trabajos científicos puedan ser más generadores de expansión que otros. Es evidente la importancia de esta primera cuestión. Pero hayotras. El cada vez más considerable coste de la investigación hace de suyo ineficaz cualquier iniciativa meramente individual. Se trata, en consecuencia, de construir instituciones colectivas, ya sean de naturaleza privada ya de naturaleza pública. El laboratorio de la fábrica es entonces relegado al simple papel de control de una fabricación. Ya no hay ni pue~ de haber medios para una investigación inventiva. No hace falta insistir en este aspecto de la cuestión, es conocido, todo el mundo lo advierte. Más débil es la integración del progreso técnico en un en-
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foque prospectivo. Es aquí donde se ha de emplear la gran palabra planificación. No es cuestión ya de someterse a un progreso técnico aleatorio en sus realizaciones, no es cuestión ya de aceptar de grado o por fuerza lo que ocurra en el plano de la técnica y de hacer bien o mallas adaptaciones necesarias. En todos los dominios, tanto en el económico como en el militar, hay que organizar el porvenir, a la escala de una nación o a la escala de una empresa y, por consiguiente, hay que organizar también, y sobre todo, el progreso técnico. Dicho de otro modo, repitiendo términos que empleamos un poco más arriba, la invención, en la medida que tiene una entidad distinta, es aquí necesariamente determinada y racionalizada, y no puede ser de otra manera. La única dificultad consiste, realmente, en hacer que la invención exista. Pasemos por alto las esperanzas de los modernos Julios Verne. Volveremos a ocuparnos del programa Delphi, cuyas insuficiencias señalaremos. Trátase tan sólo de determinar las acciones que, en un plazo dado, hacen posible el progreso de las técnicas. El que algún día se llegue a criar animales inteligentes destinados a llevar a cabo las tareas más humildes -para no poner más que un ejemplo entre muchos otrosno constituye una previsión tecnológica, sino una esperanza, y una esperanza similar a la de algunos hombres del Renacimiento acerca de cosas imaginables y, en rigor, realizables cuando todas las condiciones necesarias para que exista un complejo técnico se hayan cumplido. Es posible, no obstante, concebir una previsión tecnológica, pero ésta deberá ser fruto de análisis precisos y válidos, de esos análisis de los que todavía carecemos en muchos domi-
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nios. También con esta finalidad han salido a la luz algunas instituciones nuevas de las que tendremos ocasión de volver a hablar, agencias diversas, pero también ministerios de Investigación o de Tecnología como los hay en varios países. Mas no creamos que el problema pueda darse por resuelto una vez creada la institución encargada de resolverlo o de encaminar hacia la solución. A medida que el progreso técnico se va complicando y ordenando, conviene no olvidar una última cuestión importante. Cuando el progreso técnico marchaba por vías aleatorias, o aparentemente aleatorias, los ajustes de los nuevos sistemas con los otros sistemas se hacían, bien o mal, por el juego de unas cuantas fuerzas que actuaban libremente, con todos los errores y todos los retrocesos que esto podía comportar antes de que se estableciese un equilibrio satisfactorio. Si en lo sucesivo el progreso técnico llegara a programarse, es decir, a ordenarse, a la vez, de facto, en el espacio y en el tiempo, la programación debería hacerse extensiva a todas las compatibilidades necesarias y en todos los dominios, no sólo en el económico, que es el más a menudo traído a cuento, sino también en el social, en el cultural, etc. En ausencia de tal inv~s tigación, sería vano sin duda el querer imponer un progreso técnico que no respondería a las indispensables condiciones de un equilibrio general.
• Las fuentes documentales
E
n materia de historia es indiscutible la importancia de las fuentes. Vamos a dar aquí una idea de estas fuentes, de cómo se presentan en nuestro campo de investigación, lo que servirá para mejor distinguirlas y utilizarlas. Parece también oportuno hacerlas objeto de alguna crítica, cuya metodología variará según el tipo de fuentes de que se trate. La historia de las técnicas, como cualquier otra disciplina, se alimenta de fuentes muy diversas; cada período tiene a este respecto sus propias características. Es obvio todo ello.
Los textos Los textos son todavía, y seguirán siéndolo por mucho tiempo, la parte más importante de la documentación histórica. Conviene, pues, prestarles una especial atención. Advirtamos., ante todo, que pueden ser de muy distintas especies y que a
134 Introducción a la historia de las técnicas menudo requieren muchos cotejos recíprocos y muchas combinaciones con otras fuentes. Algunos textos nos informan directamente y otros indirectamente sobre las técnicas empleadas en las distintas épocas. Pasémosles revista sumariamente.
La literatura técnica
Lo primero que debemos consultar es la literatura técnica, que es a buen seguro la fuente más directa de nuestro conocimiento de las técnicas del pasado. Es una perogrullada decir que esta literatura ha evolucionado tanto en su concepción como en su presentación. Su historia, nunca escrita aún, plantea numerosos problemas. En trabajos muy recientes se han abordado algunos de sus aspectos y es de esperar que no tarde en hacérsela objeto de algún estudio de conjunto. Desde que la técnica se desembarazó del carácter mágico y religioso que tuvo en sus orígenes, pudo ser en cierta medida codificada y enseñada. Esa medida o proporción es lo que se trata de determinar. Siendo esenciales en toda técnica la mano del hombre y su acción, es imposible dar de ella en un escrito una descripción adecuada. Cuanto puede hacerse es, por una parte, enumerar las cualidades de las materias primas y, por otra, describir los instrumentos o útiles necesarios para una fabricación. En cambio, si las técnicas empleadas recurren a cualquier razonamiento, incluso parcial, entonces sí que es posible el «tratado técnico». Pero durante mucho tiempo tuvo que haber una especie de compromiso, aun den-
Las fuentes documentales
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tro de una determinada técnica, entre las partes que dependían de un razonamiento y las que sólo eran fruto de unos saberes empíricos no organizados, o sea, no dimanantes de una auténtica experimentación. Al parecer, fueron los griegos los primeros que intentaron crear esta literatura técnica. La estudiaremos en detalle a su debido tiempo. Notemos ahora tan sólo que se limita precisamente a las técnicas que hemos definido más arriba, esto es, a las técnicas que empleaban máquinas algunos de cuyos elementos podían dar materia para una teoría, inclusive para la de las cinco cadenas cinemáticas. Tales fueron los tratados sobre las máquinas de levantar pesos, sobre las máquinas de guerra y sobre los mecanismospara aligerar cargas. Lo mismo pasó con las técnicas, para las que se dedujeron ciertos principios; los tratados de fortificación son buen ejemplo de ello. La exposición, en fin, de ciertas combinaciones y la existencia, en determinado momento, de un programa dieron origen a los tratados de autómatas. Aunque nuestro conocimiento de la literatura técnica de la Grecia antigua es muy incompleto, tenemos ahí casi todo lo que aquella civilización pudo dar de sí en este dominio. Parece ser que no hubo en ella tratados de arquitectura ni tampoco de agricultura. Los romanos no añadieron gran cosa a esto. Su mayor aportación la hicieron, precisamente -volveremos sobre elloen arquitectura y en agricultura. No modificaron nada la concepción del tratado técnico, probablemente por contentarse con lo que habían hecho los griegos en muy concretos dominios. Lo único que debemos mencionar aquí son algunas obras que ponen de manifiesto todo lo que aportaron los ro-
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manos en materia de organización: el tratado de Vegecio sobre el arte militar y el de Frontino sobre acueductos tienen menos de tratados técnicos propiamente dichos que de manuales administrativos, por lo demás no carentes de importancia. La Antigüedad tardía, y pensamos sobre todo en Bizancio hasta el alba de la Edad Media, se contentó con repasar toda la literatura clásica. Si acaso, en el siglo x, los bizantinos intentarían, aunque siguiendo siempre el mismo modelo, reproducir las «sintaxis» antiguas integrando en ellas algunos progresos hechos realidad. La Edad Media es, sin duda, un retroceso en el dominio de la literatura técnica. Lo mismo que la ciencia, dividida, se esparció en forma de un limitado número de problemas concretos, también la literatura técnica constó solamente de obras la mayoría de las cuales no eran más que muy poco ordenados centones de datos y hechos particulares. Tenemos varios tipos de ejemplos de ello. Abundaron por aquellos tiempos los recetarios, con mezcolanzas de técnicas poco o nada delimitadas. Se los reagrupaba en torno a algunos temas principales. No podemos citar mejor ejemplo de ellos que el del monje Teófilo en el dominio de las técnicas artísticas, cuyas recetas han sido bien estudiadas hace poco por P. Cézard. Lo mismo ocurre en el dominio de las máquinas de guerra. El tratado de Guy de Vigevano, compuesto para el rey de Francia que se iba a la cruzada, es un buen ejemplo. Conduciría a lo que pronto habrían de ser los que en el Renacimiento se llamaron «teatros de máquinas» y que adquirieron su forma definitiva gracias a los «cuadernos de ingenieros». Estos últimos no estaban, por cierto, destina-
Las fuentes documentales
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dos a una gran difusión. Cada técnico o artista anotaba en ellos lo que le había parecido interesante para su oficio o lo que había atraído su curiosidad. Conocidos son los «cuadernos de notas» de Leonardo da Vinci, pero en general se ignora que les habían precedido muchos otros, una recensión de los cuales ha sido ya intentada. La Edad Media no desconoció, en cambio, los tratados dedicados en especial a una actividad dada. Consistían éstos también en cúmulos de recetas, pero mejor organizadas, relacionadas unas con otras. Se conservan ejemplares pertenecientes a diversos dominios, como al de la agricultura, en el que los tratados se fueron multiplicando, desde los compuestos por anglononnandos en el siglo XIII, entre ellos el de Walter de Henley, hasta el muy extenso escrito por Pierre de Crescent en el XIV. Merecen señalarse también los tratados de hipiatrfa y los venatorios o de caza, de semejante inspiración. y es digno asimismo de recuerdo el tratado «de pastoral» de lean de Brie. De toda esta literatura se originará el vigor del Renacimiento para seguir todos los caminos que le abrieron los siglos precedentes, aportando a la vez importantes modificaciones. Sabemos, gracias a Leonardo da Vinci, que los cuadernos de apuntes de ingeniería continuaron teniendo el mismo éxito, igual que estuvieron muy en boga los «teatros de máquinas». De las ediciones manuscritas del tratado del alemán Kyeser a las bellas ediciones impresas de Ramelli (1588), de Della Porta (1601), de Zanca (1607) y de Branca (1629), la tradición es la misma. Este tipo de obras atravesaría todo el siglo XVII y llegaría hasta mediados del XVIII con Leu-
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pold (1724) o Kónig (1752). Es, de hecho, una presentación de máquinas a base de un grabado y algunas explicaciones, a menudos sumarias. Sin duda, las «descripciones» del siglo XVIII son la forma más elaborada y más ordenada de tales escritos. Pero aparece simultáneamente otra fórmula, ya conocida en la Edad Media, aunque ahora mejor trabajada. Estas obras giran siempre en torno a una determinada técnica, tratándose de reunir en sus páginas, ya con cierto espíritu científico o al menos con algún espíritu crítico cuando falta la ciencia, todo lo concerniente a una fabricación dada. La agricultura se aprovechó mucho de ellas, y cada vez menos la hipiatrfa o la caza, pero en casi todos los dominios aparecieron libros. algunos de los cuales fueron apreciados durante mucho tiempo como grandes clásicos. La minería y la metalurgia fueron en esto las más favorecidas, o tal vez así nos lo parece a nosotros porque las conocemos mejor: Agrícola y Biringuccio, entre otros autores, están en la memoria de todos. Hubo también tratados sobre el arte de fabricar cañones, en los que dio sus primeros balbuceos la balística, tratados de destilación, de tintorería. Podríamos multiplicar los ejemplos. Sabido es que Leonardo da Vinci había proyectado varios tratados de esta clase, entre ellos uno de hidráulica. No olvidemos tampoco que en la época fueron muy numerosos los de arquitectura o de urbanismo. Se constituyó de este modo en bastantes sectores una ordenada tecnología. La mentalidad ha cambiado. En los títulos mismos de las obras, las recetas ceden el puesto, desde finales del siglo XVI, a las «razones». De hecho, alcanzado en aquella época el ni-
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ve! científico, las malas alianzas entre ciencia y técnica, a pesar de algunos éxitos esperanzadores, bloqueaban el desarrollo de una tecnología perfectamente razonada. La «descripción» nació a finales del siglo XVII. Se sabe que Colbert, sin duda mirando más por una economía estacionaria que por el progreso propiamente dicho, había encargado a la Academia de Ciencias que hiciese una especie de balance de todas las técnicas utilizadas a la sazón. Los académicos habrían de elegir los mejores procedimientos y perfeccionarlos si hiciere falta ---el título de la colección sería ni más ni menos que «Description et Perfectione-c-, a fin de que tales métodos modélicos pudieran imponerse por sí mismos. Sería, pues, aquella una obra de técnicos, avalada por la suprema autoridad científica de la época. Por el mismo tiempo, la Academia de Ciencias iniciaba, por otro lado, la publicación de las Machines approuvées, es decir, de los nuevos inventos que le habían sido presentados y habían merecido su aprobación. Si bien algunas de estas obras estuvieron ya compuestas desde finales de! siglo XVII, su primera publicación no se produjo hasta 1762. En ellas tenemos la imagen perfecta de la técnica clásica. La Encyclopédie de Diderot y de D'Alembert siguió exactamente el mismo camino. Hubo autores comunes a la Encyclopédie y a las Descríptions; sabido es que hubo algunos robos de planchas. El gran valor de la Encyclopédie es el de haber sistematizado la empresa y haber incorporado la técnica a los demás conocimientos. Pero el Prospectus de D'Alembert muestra a las claras que las ideas sobre la constitución de una tecnología apenas habían progresado:
140 Introducción a la historia de las técnicas En cuanto al resto, es su propia mano la que hace al artista y no es en los libros donde se puede aprender a manejarla. El artista encontrará solamente en nuestra obra puntos de vista que él quizás no haya tenido y observaciones que puede que él no hiciera sino tras largos años de trabajo. Ofreceremos al lector estudioso lo que él habría aprendido de un artista viéndole trabajar para satisfacer su curiosidad; y al artista lo que sería de desear que aprendiese él del Filósofo para avanzar hacia la perfección.
Al especializar sus volúmenes, la Encyclopédie méthodique de Panckoucke les daba más profundidad, pero disociaba las técnicas de la cultura general. Los tratados técnicos, tal como los hemos visto renacer a finales del siglo xv, fueron continuados, moderadamente en el XVII y con mucha abundancia en el XVIII, y ello en todos los países europeos. Sucediendo a los rústicos centones que tanto éxito seguían teniendo desde mediados del siglo XVI, ven la luz los primeros grandes tratados de agricultura; el inglés de Tull es un buen ejemplo. Junto a ellos, casi no hay sector técnico del que no haya habido por lo menos un tratado. Puede decirse que todos los países de la Europa occidental participaron en este movimiento. El siglo XIX arrumbó definitivamente los «teatros de máquinas» y las «descripciones» para adoptar sólo el tratado técnico. Así lo iban exigiendo el adelanto de las ciencias y la alianza cada vez más fuerte entre la ciencia y la técnica. Por supuesto que no vamos a hacer aquí una recensión completa de los tratados técnicos decimonónicos. Ya volveremos sobre este aspecto de la cuestión.
Las fuentes documentales 141 A partir de finales del siglo XVTII, esta literatura técnica va a ser completada por las revistas técnicas. Convenía, en efecto, que el público pudiera hacerse una idea bastante exacta de los progresos técnicos sin tener que recurrir continuamente a los tratados. Además, estas revistas son interesantes por cuanto nos revelan cierto número de hechos y datos de importancia: puestas a punto definitivas, adaptaciones a diferentes recursos naturales, etc. En Francia algunas de estas revistas, al menos en sus comienzos, fueron publicadas por el gobierno; en cambio, en otras partes, como por ejemplo en Inglaterra, fueron todas puramente privadas. En 1783, en Londres, salieron por primera vez a la luz las Transacuons of the Society for Encouragements of Arts. Francia empezó a publicar en 1794 el Journal después llamado Annales des Mines, y en 1795 el Journal des Ar~ et Manufactures. La publicación, a partir de 1801, del Bulletin de la 80cíété d'encouragement pour l'industrte nationale señaló el comienzo de las «sociedades industriales», que tanto se multiplicarían después. El estudio sistemático de estas revistas publicadas a lo largo de todo el siglo XIX aportaría sin duda a la historia de las técnicas un gran acervo de elementos valiosísimos. Notemos además que la mayoría de ellas no limitan su curiosidad a las técnicas entendidas en un sentido muy estricto; con frecuencia se abordan también en sus páginas los problemas económicos que planteaba el progreso técnico. A propósito de toda literatura técnica habría que hacer un gran esfuerzo, ante todo, por inventariarla debidamente, esto es, con un enfoque crítico tanto de la presentación como
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del contenido de sus libros y revistas. Los intentos realizados al respecto en las obras sobre la construcción naval, sobre la siderurgia y sobre la serraduría son buena prueba del mucho partido que podría sacarse de este trabajo. Paralelamente debería hacerse un esfuerzo de edición o de reedición. Ya se han empezado a hacer ediciones de algunos antiguos tratados manuscritos. Además de los cuadernos de apuntes de Leonardo da Vinci, han sido publicados estos últimos años los tratados de Francesco di Giorgio, de Kyeser y de Taccola. La reedición de obras antiguas, a menudo difíciles de encontrar, se muestra igualmente útil: a finales del siglo XIX se habían reeditado algunas de ellas. Aún sigue haciéndose, pero a un ritmo lento y restringido: los italianos han reproducido así la obra de Branca. Más interesantes son las reediciones críticas, es decir, las que añaden a la obra original todas las notas que requieren unos textos con frecuencia difíciles de interpretar y de comprender. En Estados Unidos se habían iniciado trabajos importantes en este campo. Entre las dos guerras mundiales, el presidente Hoover había publicado una traducción inglesa del De re metallica de Agrícola. Más recientemente se han emprendido algunos trabajos más sistemáticos. Citemos, en el ámbito de la metalurgia, las publicaciones hechas, por una parte, por C. S. Smith en Estados Unidos (de Biringuccio a Réaumur, con el patrocinio del American Institute of Mines) y, por otra parte, añadiendo las técnicas mineras, por la Academia de Freiberg. Se han publicado también algunos de los tratados técnicos de los griegos, a menudo en el texto original, a veces con las traducciones que se imponen. Pero gran cantidad de ellos siguen aún por editar. Los manuscritos medie-
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vales y los del primer Renacimiento van siendo ya mejor conocidos.
Las fuentes directas
Las fuentes directamente utilizables son, en general, recientes: no datan a lo sumo más que del momento en que se organizaron los archivos administrativos. Estas fuentes son de dos tipos: los archivos propiamente administrativos públicos y los archivos de las empresas industriales. A partir del momento en que se instauran en firme las grandes administraciones estatales, aparece un cierto tipo de documentación. Y desde aquella época, finales del siglo XVII, esta documentación va siendo cada vez tanto más abundante cuanto que, por el vigente mercantilismo, la técnica ocupaba un lugar muy destacado entre las preocupaciones gubernamentales. Documentación en muchos casos importante, variada otras veces y de desigual valor, pero despreciable nunca. Dimanaba de tres principales funciones del estado: información, dirección, protección de los derechos individuales. La información y la dirección están íntimamente ligadas. Desde finales del siglo xvn el estado se ha preocupado, un poco por doquier, de conocer el estado de las técnicas en su propio territorio y también en el extranjero, donde tal vez eran diferentes o podían estar más perfeccionadas. y procedía así el estado en pro del mejor funcionamiento de sus propios servicios y para favorecer y fomentar el desarrollo eco-
144 Introducción a la historia de las técnicas nómico del país. Es, pues, toda una documentación técnica la que se ha ido constituyendo de tal modo a nivel estatal. En Francia, por limitamos a este ejemplo, la corriente documentaria ha seguido varias direcciones. En el interior del país, los controles de calidad y la observancia de una reglamentación muy extensa han provocado encuestas que han versado ampliamente sobre los problemas técnicos. Al extranjero se han enviado expediciones, concretamente a Inglaterra, pero también a Alemania, para constatar perfeccionamientos y novedades sobre todo respecto a las técnicas mineras y metalúrgicas. Los archivos de los ministerios económicos, de Agricultura, Industria y Obras Públicas, que a comienzos del siglo XIX sustituyeron al antiguo Control General, están llenos de legajos de sumo interés para nuestra temática. Y lo mismo digamos de los ministerios que forzosamente habían de utilizar las técnicas: me refiero al de la Guerra y al de la Marina, también con muy ricos archivos. El estado se valió igualmente de instituciones oficiales a las que encargaba velar por los conocimientos técnicos y difundirlos. Las Academias de Ciencias que se crearon a finales del siglo xvn y en el XVIII, debían tener tanto de científicas como de técnicas según las concebían sus fundadores. Y esto mismo podría decirse de las sociedades agrícolas, creadas en Francia a partir del año 1758 para la promoción de reformas y adelantos técnicos en la agricultura. La patente, para llamarla por su nombre moderno, tenía un doble fin. Por una parte, era necesaria: parecía indispensable proteger los intereses del inventor, aunque no fuese más que para estimular el espíritu inventivo; por otra parte, había
Las fuentes documentales 145 que evitar que la invención se convirtiese en un secreto fabril, como dijeron los economistas de comienzos del siglo XIX, ante todo porque el monopolio de una fabricación es siempre algo peligroso, pero además -yen esto concuerdan naturalmente las dos actitudes- porque la difusión de los inventos resulta beneficiosa para una economía. Se han dedicado trabajos interesantes a la historia de la patente, que adoptó formas distintas según los países y según las épocas. La patente hace su aparición en la época del mercantilismo: por entonces parece menos un acto de protección individual que un instrumento de política económica general. Durante mucho tiempo, la patente protegió, por lo demás, no tanto unos inventos propiamente dichos cuanto la importación de técnicas extranjeras. Favorecía menos el progreso técnico que la puesta en marcha de industrias nuevas en un país utilizando técnicas ya empleadas en otros países. Citemos un texto, el más antiguo quizás y que prueba, por la ocasión misma en que fue redactado, lo muy viejo que es el espíritu mercantilista, al menos en materia de técnica: en 1236, el rey de Inglaterra concede por quince años a un habitante de Burdeos el derecho en exclusiva de fabricar paños a la manera flamenca, francesa o inglesa. Desde aquella época están ya bien establecidas algunas características de la patente: monopolio limitado, garantía del poder público. La institución parece hallarse sistematizada en Venecia desde finales del siglo xv. Está ya perfectamente formada en la ordenanza inglesa de 1623. La forma y el contenido jurídico de la patente siguieron, a buen seguro, evolucionando. Si en el siglo XVII los derechos de patente inglés y holandés son muy parecidos
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al moderno, en cambio el privilége francés se diferencia bastante de éste. A menudo es una concesión limitada en cuanto al tiempo y el espacio, como ocurrió con Colbert. Casi en ninguna parte se exige la. condición de la anterioridad, tan requerida hoy por las patentes. Francia, con el control de su Academia de Ciencias, inaugura una noción nueva, que no se ha conservado: la de la utilidad que han de tener el procedimiento o la máquina nuevos. En los estatutos de la Academia de 1699, se insiste en la exigencia de tal requisito. En el siglo XIX, la institución de la patente se precisa, se perfecciona. Consitúyense casi por doquier organismos de patentes oficiales. Encargados éstos de proteger los derechos del inventor, tienen también por cometido procurar la difusión de los conocimientos técnicos. No tardan en hacerse con regularidad publicaciones de patentes: en Francia en ]811, reclamadas desde 1791; en Inglaterra en 1853, reclamadas desde 1671. Estas publicaciones constituyen, como es obvio, una fuente importante; una reciente exposición en París ha hecho ver su gran interés. En Holanda una publicación ha reproducido las patentes que fueron expedidas en aquel país del siglo XVI al XVIII. Sería útil realizar un trabajo semejante en otros países. Poco a poco esta documentación va abundando menos, excepto por lo que toca a las funciones industriales de los estados. Y es que ahora los conocimientos técnicos pueden adquirirse ya de otras maneras que leyendo informes sobre patentes, pueden adquirirse gracias a la prensa especializada en cuestiones técnicas. Aquellas publicaciones y las misiones o agregaciones científicas son ya, por lo tanto, menos útiles,
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aunque aún se haya visto, después de la segunda guerra mundial, a numerosas misiones enviadas a Estados Unidos a buscar allí todo el progreso técnico que la guerra había provocado. Ahora ya también las empresas, de mayores dimensiones, se crean ellas mismas su propia documentación. A partir de una cierta época, los archivos de las empresas constituyen, pues, una fuente indispensable para la historia de las técnicas. Sería muy de desear que esta documentación no desapareciese so pretexto de haber ya caducado por obsoleta, pues su interés histórico es enorme, por concernir a la vez a la invención, a la innovación y a todo su contexto. Como antes al tratar de la literatura técnica, debemos terminar este apartado expresando de nuevo un deseo: en algunos países se han compuesto guías para diferentes dominios de la investigación histórica. Yo creo que sería útil, e incluso en ciertos sectores urgente, dedicar algunas de estas guías a la historia de las técnicas. En lo que atañe a estas fuentes directas, la tarea no es imposible, ni mucho menos, de realizar. Me parece que hasta sería bastante fácil conseguir un acuerdo y una colaboración sobre dicha tarea a nivel internacional.
Las fuentes indirectas
Es difícil presentar con lógica las fuentes indirectas, pues son muy variadas y diferentes unas de otras. Sin embargo, para los períodos antiguos, son ellas todo cuanto puede que-
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darnos para reconstruir las técnicas de esas épocas con sus imágenes y objetos. Los relatos históricos y, a veces, la literatura corriente pueden ser unas fuentes útiles, aunque a menudo de delicada interpretación. ¿Ha de recordarse que la actividad técnica de Arquímedes sólo nos es conocida a través de Plutarco? El primer ejemplo de sierra movida por fuerza hidráulica se nos da en el poema Mosella [«Mosela», el río de la Galia], de Ausonio. Podrían multiplicarse las citas. El mayor obstáculo en una investigación de este género es lo muy amplio y diverso de los materiales por examinar. Los relatos históricos pueden también proporcionarnos ciertos elementos. Con ocasión de hechos excepcionales, de aventuras maravillosas, de acontecimientos asombrosos, cronistas e historiadores ofrecen a nuestra curiosidad descripciones o explicaciones de las que el historiador de las técnicas puede sacar provecho. Un dominio en el que esta literatura histórica tiene un valor excepcional es el del arte militar; pero también aquí la utilización de este material documental exige una atenta prudencia. Los documentos medievales constituyen una fuente importante de la que no contamos con equivalentes para la Antigüedad. Aquí también habría que intentar una clasificación que podría ser útil aun cuando simplificara demasiado la problemática. Las actas de donación, por lo general a instituciones monásticas, eso que algunos llaman con un término algo vago las «cartas», representan hasta cierta época una documentación casi única. A menudo son poco precisas., es verdad, pero en bastantes casos se pueden deducir de ellas datos importantes,
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en particular sobre la aparición y la difusión de algunos instrumentos. Gracias a ellas se ha podido estudiar la difusión y la diversificación de la energía hidráulica con anterioridad al siglo XIII. La publicación de los cartularios o incluso de una simple bibliografía de los mismos constituye un nivel básico de la investigación. Sería conveniente que las publicaciones de tales documentos llevaran índices de materias y de otros datos que facilitarían mucho su estudio: algunos que ya están en circulación patentizan lo muy provechosos que son estos complementos. Sería interesante que se .publicaran repertorios de estos documentos referentes a una industria, a una fábrica, a un tipo de instrumento, reuniendo así y poniendo a disposición de los estudiosos toda la documentación correspondiente a un sector determinado. Se han hecho ensayos de esta clase a propósito de los molinos de batán en Inglaterra. En Francia se ha empezado a hacer un repertorio relativo a la siderurgia. Todos estos documentos así reunidos aportan elementos muy diversos, parciales ciertamente, pero cuya acumulación suele facilitar la construcción de hipótesis que ningún otro documento permite establecer. Las fuentes que son los reglamentos cabe considerarlas, a decir verdad, como fuentes directas. Incompletas, como prescripciones que son en ciertos casos y prohibiciones en otros, sólo pueden proporcionar una visión también incompleta de las técnicas utilizadas. Los reglamentos de corporaciones son, con mucho, los más conocidos. En algunas ciudades fueron reunidos y codificados: véase el libro, citado con frecuencia, de Étienne Boileau
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sobre los oficios de París. Acerca de algunas fabricaciones en regiones bastante determinadas se han hecho repertorios que ofrecen datos inapreciables para la historia de las técnicas. Citernos, por ejemplo, los repertorios sobre la pañería en el norte de Francia y en Bélgica. También en Italia han sido publicados numerosos repertorios, la mayoría de ellos en un orden topográfico. Basadas en estos textos se han escrito notables monografías de historia de las técnicas. En la mayoría de los casos, estos reglamentos son, en realidad, listas de prohibiciones y no de reglas o consejos positivos. Se echa de ver, además, que tales prohibiciones recaen sobre técnicas tenidas por inferiores. pero ya utilizadas antes. Así, de reglamento en reglamento, puede irse siguiendo la expansión del tomo de hilar y la de ciertos ingredientes de los tintes, o la de los procedimientos para aprestar o aderezar algunos tejidos. Lo mismo ocurre con los códigos mineros, el más antiguo representante de los cuales es, sin duda, la ley romana de las minas hispánicas, hace tiempo estudiada por Ardaillon. Al contrario que los reglamentos gremiales, estos códigos mineros son positivos, pues dictan reglas que se han de aplicar por diferentes razones: relaciones con los vecinos, seguridad de las explotaciones, etc. También se han empezado a publicar repertorios de estos documentos, algunos de los cuales han sido analizados muy detalladamente. Citemos, en especial, los estudios hechos sobre unos códigos por los que se regían las explotaciones mineras de la antigua Yugoslavia. Las sucesivas redacciones de estos reglamentos y códigos mineros reflejan con mucha nitidez la evolución de las técnicas. El que se junten ciertas prohibiciones, como la del tomo
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para hilar, la del cardado o la del empleo de determinadas materias para las tinturas, es sintomático de una evolución que muchos consideraban en la época como degradante de las técnicas y no como un progreso. Las actas notariales pueden, en fin, constituir una última fuente importante. Adviértase que, si el notariado apenas empieza a existir en la parte norte de Europa en el siglo xv, su existencia en el Mediodía se remonta en cambio hasta el siglo XII. No hay por qué describir aquí largamente los tipos de actas redactadas por los notarios y que pueden ser de interés al historiador de las técnicas: inventarios, presupuestos, contratos de construcción... El inventario puede proporcionarnos listas enteras de ciertos utensilios. Poseemos también contratos muy detallados para la construcción de navíos. Fuera de algunos casos espectaculares, esta fuente aún ha sido poco utilizada; claro que el aprovecharla bien es cosa que requiere mucho tiempo y dedicación. La interpretación de los textos no deja de tropezar con serias dificultades. Pasemos por alto la imprecisión de algunos de estos textos, sobre todo de los literarios, a veces también de los textos administrativos. Una de las dificultades más graves es la del idioma. Con escasas excepciones, el lenguaje técnico apenas ha sido estudiado, pese a que es precisamente en este campo donde los giros y matices idiomáticos serían sin duda de lo más reveladores. Un estudio sobre el código minero de la explotación italiana de Massa, y las investigaciones sobre los códigos mineros de la antigua Yugoslavia han puesto de manifiesto que la mayoría de los términos mineros usuales en Europa eran de origen alemán. En Inglaterra, casi
152 Introducción a la historia de las técnicas todas las palabras de la técnica siderúrgica son de origen francés. En Francia, muchos términos de marina son de origen flamenco. El nacimiento del vocabulario técnico plantea ya de entrada difíciles problemas: es natural que, en griego, se asocien «rueda» y «polea». Lo que sorprende es que, en griego también, muchas máquinas llevan nombres de animales; si esto parece bastante natural cuando se trata de máquinas de guerra, resulta en cambio un tanto asombroso tratándose de aparatos para levantar pesos o para la construcción, tales como «cabra», «ariete» [= camero], «grúa» [= grulla], «loba» [instrumento para levantar piedras], etc. Vienen a continuación dos problemas: el de los neologismos, a medida que las técnicas se van perfeccionando y aparecen nuevos útiles y nuevas máquinas, y el de las transferencias, por las que a un instrumento nuevo se le puede dar un nombre antiguo, o se toman de otro país el instrumento y su nombre, todas las situaciones son posibles. Volveremos a ocupamos de esta importante cuestión. Estos textos hay que examinarlos y valorarlos siguiendo los métodos de crítica histórica comunes a todos los textos: datación, procedencia, influencias, etc. El historiador de las técnicas deberá añadir a todo ello cuanto partido pueda sacar de su propia disciplina para completar los análisis y hacer parangones o cotejos con otros textos. Deberá decir si tal técnica le parece normal, si sus fechas concuerdan con lo que sabemos de la historia de las técnicas. En una palabra, deberá añadir a la crítica tradicional todo lo que una disciplina particular pueda dar de sí.
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Las fuentes iconográficas La imprecisión de ciertos textos y la falta de objetos antiguos hacen que sea de primordial importancia para la historia de las técnicas la imagen, de cualquier naturaleza que ésta fuere. Blümner para las técnicas de la Antigüedad clásica y Jal para los navíos habían demostrado la importancia de las fuentes iconográficas. Más recientemente, el comandante Lefebvre des Noéttes basó sustancialmente su estudio del atalaje sobre una documentación iconográfica. La problemática es aquí ingente y diversa. Presenta, según las épocas y según los sectores técnicos considerados, aspectos singularísimos. Convendrá, pues, que ordenemos un poco nuestros informes. Se ha de establecer una primera distinción. Existen, en efecto, «imágenes», en el sentido amplio de este término, en las que el historiador de las técnicas puede encontrar elementos interesantes, pero que no formaban parte del objetivo o de la intención básica del artista que las hizo. Por ejemplo, el carruaje y el bajel que figuran en el cuadro de Brueghel que representa la caída de Ícaro. Por otro lado, hay el diseño técnico propiamente dicho, que comienza a existir desde la aparición de los primeros tratados técnicos. Lo que podríamos llamar la iconografía general aparece como un mundo inmenso, de una variedad sin límites. Casi no hay técnicas que no hayan sido abordadas y de las formas más diversas por los artistas. Naturalmente esta documentación ha ido evolucionando a medida que el arte se transformaba. Para la Antigüedad clásica han sido ya muy utilizadas las
154 1ntroducción a la historia de las técnicas esculturas, las pinturas, los vasos, toda la decoración gráfica, tanto que las representaciones figuradas constituyen para aquella época una de las fuentes más abundantes y más extensas de la historia de las técnicas. El corpus de las vasijas griegas debería ser íntegramente recorrido en busca de datos técnicos. Los mosaicos de Ostia nos dan notabilísimas imágenes de naves romanas. La Edad Media ha conocido, excepto para las vasijas, las mismas formas de arte. Las pinturas van siendo cada vez más numerosas. Añádenseles las miniaturas de los manuscritos, los vitrales, los sellos y diplomas. Tenemos, pues, para historiar sobre aquella época, una documentación abundantísima, pero muy dispersa. Para los siglos siguientes, la documentación disminuye, sin duda, pero suele ganar en precisión. Consiste ya sobre todo en pinturas y grabados. Algunos de ellos, a pesar del desarrollo del diseño técnico, siguen siendo todavía muy útiles: así lo son las vistas de fábricas y talleres que, en Francia y en Alemania, sedujeron a algunos pintores realistas. Y se podrían multiplicar los ejemplos. Esta documentación iconográfica debe ser interpretada. Para ello hay que esforzarse en varias direcciones: reunir la documentación, criticar los documentos e interpretarlos y utilizarlos. En todos los casos, sobre todo en el primero, la investigación debería organizarse colectivamente y en el plano internacional. Sin duda, el trabajo de ir reuniendo las imágenes es el pri~ mordial, pero también el más largo. ¿Hay que actuar por sectores, hay que dedicarse a búsquedas generales pero geográ-
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ficamente limitadas? En un cuadro sistemático, el corpus de los vasos griegos nos proporciona ya, para un tipo de representaciones, un importante material documentario. Es el único repertorio general con que contamos para la Antigüedad. Para la Edad Media sobre todo, no tanto para la Antigüedad, son especialmente útiles algunos fondos fotográficos, como por ejemplo el de Marburgo y el de Princeton. En París, la Biblioteca Nacional tiene ya una importante colección fotográfica de miniaturas de manuscritos. No sería difícil hacer una lista de todos estos instrumentos de trabajo generales, y sería muy útil tanto para los centros de estudio ya existentes como para las investigaciones que están en curso y cuyos resultados no se podrán conocer, completamente al menos, sino transcurridos algunos años. Se sabe, por ejemplo, que Francia ha empezado también a elaborar el catálogo de sus vidrieras. Otro método, menos lógico éste puesto que se reduce a ir analizando sistemáticamente ciertos fondos en varias veces, se emplea para reunir todo lo que concierne a una técnica determinada. El trabajo lo facilita, en algunos dominios, la existencia de temas ya estudiados por otros especialistas con enfoques artísticos o religiosos, como por ejemplo el del lagar o molino místico, el del taller de san José para las herramientas de carpintero, etc. Ya hemos citado el trabajo del comandante Lefebvre des Noéttes sobre el problema del atalaje. Una investigación análoga ha sido hecha estos años últimos por Madame Van Tyghem sobre la construcción de edificios. Se han iniciado varias series de trabajos, muchos de ellos para el período medieval, sobre los molinos de viento, los aperos de labranza y la forja. Lo mismo se había hecho ya para los se-
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Has con representaciones de naves, una de nuestras principales fuentes para la Edad Media, de los que se ha reunido una importante colección en el Museo de Greenwich, cerca de Londres. La crítica de la documentación iconográfica es un quehacer muy penoso. Dataciones, localizaciones, influencias, todo contribuye a que sea dificil la utilización de este material. Parece que lo primero por hacer es una selección, porque hay algunas representaciones aberrantes, con las que es totalmente inútil perder el tiempo. Muchos autores contemporáneos han puesto en guardia a los historiadores y les han aconsejado la mayor prudencia en este quehacer. Las imágenes de arados que figuran en la Bible moralisée del siglo XIII, publicada antaño por Laborde, no pueden corresponder a ninguna realidad. Igualmente, un miniaturista del siglo XIV, cuyo manuscrito se conserva en la Bodleyana, ha puesto la reja por delante del armazón o carro del arado, y además a los bueyes no tirando de éste, sino empujándolo. Pasaremos rápidamente por el problema de la datación: los especialistas en historia del arte deben proporcionarnos a este respecto todos los elementos que podamos necesitar. Y lo mismo para los problemas de localización. Si en ciertos casos, como el de un fresco o un mosaico, la localización es fácil, en cambio tratándose de manuscritos el problema es más complicado. Al historiador de las técnicas le es útil saber que el Pentateuco llamado de Tours proviene probablemente del norte de África. Notemos de paso que, a veces, también el técnico puede ayudar en algunas cosas al historiador del arte. Frecuentemente la crítica interna debe quedarse en el do-
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minio de las hipótesis. Si el artista es conocido, acertadamente identificado, el problema se simplifica, aunque aún no está completamente resuelto, pues restan todavía, a propósito de la imagen misma, importantes cuestiones a las que a menudo es imposible dar definitiva respuesta. a) La primera de tales cuestiones es la de la fidelidad de
la imagen. En bastantes casos, ni los mismos artistas sabían qué era exactamente lo que querían representar. A veces la cosa era fácil, como la imagen de una hilandera trabajando con la rueca. Complícase en seguida en cuanto el instrumento técnico por representar se vuelve más complejo: casos del arado o de la nave. Sólo en épocas bastante tardías se preocuparon los artistas por conseguir una representación fiel de las cosas hasta en los menores detalles, capaz de maravillar al historiador de las técnicas. b) Los artistas solían viajar mucho. Puede suceder, pues, que un artista, oriundo de Italia pero trabajando en Flandes, en realidad no haya querido representar sino un objeto de su país natal. Es, por tanto, necesario establecer bien este punto. En algunos casos, el historiador de las técnicas puede descubrir mejor que el historiador del arte lo que se podría llamar una anomalía. c) Hay, en fin, el juego de las influencias, y se advierten perfectamente los préstamos de un manuscrito a otro, con todas las alteraciones y deformaciones que, en general, estos fenómenos comportan. En ciertos casos hasta se han podido establecer auténticas filiaciones.
158 Introducción a la historia de las técnicas La documentación iconográfica es, por tanto, una rica y preciosa fuente, ya que nos proporciona indicaciones que los textos dan raras veces; pero es siempre de difícil manejo por todas las razones que acabamos de apuntar. Próximo a ella está lo que puede llamarse el dibujo o diseño técnico. Sólo se han conservado dibujos técnicos de la Edad Media para acá. Los primeros ejemplos se nos dan en algunos manuscritos grecobizantinos del siglo x que contenían ciertos tratados de mecánicos de la escuela de Alejandría y compilaciones técnicas bizantinas. En la Europa occidental tenemos, el «cuaderno» de Villart de Honnecourt, arquitecto picardo de la segunda mitad del siglo XIII. Después, los tratados técnicos y los cuadernos de apuntes de los ingenieros se cubrieron de dibujos. Había nacido el diseño técnico, que no cesaría de desarrollarse hasta nuestros días. y es que pronto se hizo sentir la necesidad de rebasar de algún modo las explicaciones forzosamente verbales de un texto escrito y llegar a una representación gráfica que, a la primera ojeada, diese idea de lo que eran el utensilio o la máquina ya tangibles o aún por realizar. Para obtener un resultado eficaz, había que superar unas cuantas dificultades. La primera consistía en concebir un tipo de dibujo capaz de restituir el objeto y no sólo de convertirlo en un elemento decorativo, como solía hacerse en la iconografía general. Ahora bien, sabido es que un simple dibujo, al reflejar lo que se ve, es necesariamente incompleto, por lo menos en la mayoría de los casos: quedarán ocultas en él, por fuerza, algunas partes del objeto. La segunda dificultad es exactamente paralela a la primera: si no se tratase más que de notas rápidas, como las
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de los «cuadernos» de los ingenieros, podría bastar con un sencillo croquis; pero, puesto que de lo que se trataba era de permitirle a otra persona hacer realidad el objeto representado, hacía falta no sólo que en el diseño se pudiese ver ese objeto por todas sus caras, sino también la indicación de sus dimensiones y medidas. El diseño técnico ha evolucionado. A los comienzos y durante largo tiempo después, constó de un único dibujo, pero, para responder a las exigencias que hemos dicho, es preciso representar todas y cada una de las piezas de una máquina -por poner el ejemplo más complejo-e- y que se las represente tomándolas en los planos .y desde los puntos de vista que mejor dejen observar sus particularidades y su conjunto. Deberán, pues, poderse ver, como en el sello de Carrara -que, sin embargo, no es un diseño técnico propiamente dicho-Ias cuatro ruedas del carro, y todas ellas representadas por sendos círculos. De este modo se representan las máquinas de guerra en el tratado militar de Guy de Vigevano, que data de los comienzos del siglo XIV. Este método un poco primitivo se pudo corregir a no mucho tardar gracias a la perspectiva. Entonces la rueda se transforma en una elipse y lo único que hace falta es poner el objeto en una posición tal que el conjunto pueda ser reproducido por el dibujo. Es, de hecho, el método que se emplearía hasta finales del siglo XVIII. Pero no sin que pasara por varios perfeccionamientos. El más importante de éstos consistía en completar el dibujo del conjunto mediante otros dibujos de las diversas partes de la máquina -por poner el mismo ejemplo-, reuniendo el todo en una pequeña composición
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acompañada incluso, a veces, de una pequeña escena. Uno de los ejemplos más perfectos de este sistema de diseño nos lo da el De re metallica de Agrícola, a mediados del siglo XVI. Tanto la Descripuon des arts, de la Academia de Ciencias francesa, como la Encyclopédie a mediados del siglo XVIII, refinaron y completaron este procedimiento representativo: en aquellas páginas encontramos, para un oficio dado, la representación de la totalidad del instrumental que en él se empleaba, y, si se trata de una máquina, representaciones de los distintos planos de la misma, con cortes y perfiles y, como en Agrícola, los detalles de ciertas piezas. Ateniéndose a los datos de estos grabados técnicos del siglo XVIII, ha sido posible construir maquetas muy detalladas. En la misma época empezó a aparecer otra técnica de representación gráfica destinada a responder a la segunda de las exigencias de que hablábamos, la de las necesarias acotaciones. Ya a mediados del siglo xv hacía Ghiberti, para la fundición de campanas, unos diseños que venían a ser, de algún modo, equivalentes a unas tablas de medidas. Y el gran constructor naval inglés Matthew Baker hizo diseños del mismo tipo para calcular la curvatura de las cuadernas de los barcos. Desde entonces, en la medida en que se prestaba a ello, la técnica propia del dibujo gráfico se fue orientando cada vez más hacia el diseño acotado. A partir del siglo XVIII, e incluso en algunos casos desde finales del XVII, aparece el genuino diseño industrial. Los arquitectos ya habían llegado a él. Secciones, planos y perfiles eran a la sazón los medios de acotar y ajustar exactamente las piezas y, por ende, de reproducirlas materialmente.
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Los objetos De todos los testimonios de la evolución de las técnicas, estos deberían ser los más precisos y los más preciosos. Es lamentable constatar que sólo muy tardíamente se les ha prestado la atención y el cuidado debidos, por lo que hemos de deplorar irreparables pérdidas. Todavía son muchos los países en que-estos recuerdos de la civilización material apenas llaman la atención de nadie, y algunos pocos historiadores o conservadores son obligados, en ocasiones con impotente rabia por su parte, a renunciar al mantenimiento de unos restos a veces prestigiosos. En 1949, Francia no quiso aceptar que Inglaterra le devolviese uno de sus viejos navíos de guerra, construido en 1800 y capturado en Trafalgar. Hay que distinguir, desde luego, entre dos clases de objetos: por una parte, los utensilios o máquinas para la producción, y por otra parte, los productos fabricados. Durante mucho tiempo se ha intentado hacer la historia de las técnicas a partir de los instrumentos de producción. Desde hace algún tiempo las investigaciones versan más bien, al menos en ciertos sectores, sobre los productos fabricados, y se intenta determinar las técnicas empleadas. El estudio de estas fuentes materiales, los indispensables repertorios de las mismas y los análisis a que se las ha de someter no son, en verdad, todavía sino meros deseos en la mayoría de los casos. Con todo, se han hecho afortunadamente, y en los dominios más variados, ejemplares tentativas que prometen mucho para el futuro. Los productos fabricados son, indudablemente, los más
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numerosos. Están. por desgracia, muy dispersos y, en muchos casos, por su carácter artístico, son inaccesibles a ciertos análisis. O, mejor dicho, los conservadores de museos arqueológicos o de bellas artes no han entendido aún que ciertos análisis podrían llevarse a cabo sin ningún daño para los objetos y les proporcionarían a ellos mismos inestimables informaciones sobre las riquezas que están conservando. Pero antes de abordar ciertos sectores de esta investigación, siendo evidente a todas luces que no podemos pretender aquí agotar la materia, parece indispensable que examinemos algunas dificultades o cuestiones más notorias. Hay dos. sobre todo, cuyo examen no debe omitirse: la procedencia y la datación. Las dificultades aumentan aún por el hecho de que. aun tratándose de épocas relativamente cercanas, los objetos que poseemos son las más de las veces obras excepcionales, y por esta razón es precisamente por lo que se han conservado. Sin ir hasta el vaso de Vix. cuya procedencia origina aún hipótesis y conjeturas, el que en una tumba de la alta Edad Media se encuentren telas bizantinas o de tipo bizantino puede dar pie a dos suposiciones: esa tela fue pura y simplemente importada: o bien 10 que se importó e imitó fueron las técnicas bizantinas de tejer. Se ha discutido mucho sobre las influencias, a veces lejanas, en materia de arte; pero son pocos los historiadores que se hayan preocupado por las influencias técnicas que pudieran paralelamente producirse. Tomemos un ejemplo en un trabajo reciente: las grandes rejerías de coro que hay en tantas iglesias de las rutas de la peregrinación se parecen mucho unas a otras. Esto se ve. concretamente, en las rejerías del centro de Francia (Conques,
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Billom) y en las españolas (Iguácel, Pamplona, etc.). También aquí pueden hacerse varias hipótesis en cuanto a las técnicas del forjado y del ensamblaje: ¿viaje de las obras, viaje de los obreros, viaje de los técnicos? En algunos casos se pueden encontrar respuestas. Sería interesante, por ejemplo, estudiar las técnicas cistercienses en ciertos sectores y también saber dónde tuvieron su origen y cómo se difundieron técnicas muy elaboradas y bien puestas a punto. No son menos delicados los problemas de datación. Pero aquí nos encontramos con las preocupaciones de otras muchas disciplinas. Repitamos un ejemplo ya empleado: tal reja románica, simple de hechura, ¿fue labrada en tiempos más antiguos, o se trata de un arcaísmo, o la forjó un desmañado herrero de aldea? Sabido es que los historiadores siguen discutiendo aún sobre cuándo apareció la herradura. Pero es cosa demostrada que, en ciertos lugares, a lo largo de los siglos las piezas de hierro se fueron hundiendo en el suelo y, por consiguiente, en las excavaciones arqueológicas se las puede hallar a niveles que no corresponden en realidad a sus verdaderas épocas. A menudo es sólo mediante despieces y comparaciones con otros objetos o con otros textos o imágenes como se puede negar a una datación más o menos aproximativa según los casos. Lo cierto es que el par instrumento de producción-objeto fabricado es el más interesante. Por desgracia es muy raro. Tampoco deja de ser verdad que ciertos elementos pueden ser asociados. En recientes excavaciones, polacos y checos han encontrado vestigios de unos primitivos hornos de reducción. Comparando estos hornos, los minerales utilizados,
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las escorias, los restos de carbón vegetal, se han podido intentar reconstrucciones que han aportado un rico acervo de datos a la historia de las técnicas siderúrgicas. Si se comparan estos resultados con los de antiguos textos sobre explotaciones afines o con los reglamentos mineros de que hablábamos antes, puede sugerirse una explicación social de la producción. El objeto es, pues, una fuente sumamente importante para la historia de las técnicas. En este dominio, la investigación debe tomar dos aspectos: por una parte ha de ser el estudio de lo que se ha conservado, y por otra, debe tratar de descubrir nuevos testimonios de las técnicas desaparecidas. Los instrumentos de producción que se han conservado hasta nuestros días son de dos tipos: unos, casi siempre utensilios, son antiguos, provienen en general de excavaciones. Citemos el caso de todo el utillaje descubierto en Pompeya, o también las rejas de arado o las hachas de leñador que se ven en algunos de nuestros museos, o los útiles hallados en muchas galerías de antiguas minas, como las de Massa, en Italia, o las de Wieliska, en Polonia. Respecto a las máquinas, las más antiguas podemos darlas por desaparecidas para siempre. Los molinos de Pompeya son, probablemente, las máquinas de mayor antigüedad que se conocen. Citemos el molino a brazo de Valerio, en Sion, Suiza, que lleva fecha del siglo XIV, los tornos del siglo XVI conservados en la Casa de los Cerveceros de Amberes o en el museo de Munich. En el dominio de la industria textil, hemos conservado sin duda más instrumentos del siglo XVIII. Por lo demás, a partir de esta última fecha, las colecciones públicas están mucho más provistas: la impresio-
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nante serie de viejas máquinas de vapor del Museo de la Ciencia .de Lon~res puede testimoniarlo, lo mismo que la muy antigua lammadora que figura, en Lieja, en una colección privada. Algunos viejos edificios pueden darnos, a veces difícilmente, una idea de lo que era una antigua instalación industrial. Bástenos con citar ciertas construcciones cistercienses: la forja de Fontenay, la casa de los trabajos de Royaumont, en Francia. Probablemente no hace mucho todavía se habría podido salvar de la destrucción un material que se remontaba al siglo XIX y que también ha desaparecido ya casi por completo. Con todo, desde hace unos pocos años, se vienen haciendo esfuerzos en algunos países por conservar antiguos talleres y oficinas con todos los equipamientos de sus respectivas épocas. En Polonia, una antigua fábrica de clavos, con su muy interesante laminadora, ha sido convertida en museo. Asimismo, en Suecia, se ha conservado íntegramente un antiguo taller de laminación. Parece que en la actualidad esté, por fin, comenzando un movimiento pro salvaguarda de estos testimonios ya raros de unas técnicas que, sin embargo, no son muy antiguas. El otro aspecto es el de la permanencia, hasta nuestros días, de técnicas antiguas más o menos transformadas. Este material ha estado, sin duda, mejor conservado y ha sido más estudiado, a causa del desarrollo de las investigaciones etnográficas. Se ha logrado así reunir un utillaje al que se ha convenido en calificar de «tradicional» y hasta se han podido clasifi~ar como monumentos históricos algunos talleres de tipo antiguo. Pero, y sobre todo, se han hecho estudios precisos so-
166 Introducción a la historia de las técnicas bre algunos oficios: las investigaciones realizadas por el Museo francés de Artes y Tradiciones Populares, sobre los martinetes de hierro, sobre el trabajo del almadreñero o sobre el del fabricante de estufas de Villedieu-Ies-Poéles, en Normandía, son ejemplares a este respecto. Se ha hecho casi por doquier un trabajo de recogida de instrumentos, utensilios, herramientas y máquinas. A los historiadores de las técnicas les bastará con distinguir, entre todas estas importantes aportaciones, lo que corresponde a técnicas antiguas y lo que quizás haya sido fruto de perfeccionamientos técnicos relativamente recientes. Además del instrumento propiamente dicho, hay también el modelo reducido. Los arquitectos renacentistas practicaron ya el arte de la maquetación, haciendo modelos reducidos de los edificios que construían. Sería ideal hacer hoy igualmente copias reducidas, sobre todo de las máquinas, y montar con ellas exposiciones o reunirlas en colecciones con finalidad demostrativa y difusiva del progreso técnico. A Descartes ya se le ocurrió esta idea. Pero no fue hasta 1683 cuando tuvo lugar, en París, la primera exposición de modelos de máquinas, de la que se imprimió un catálogo que se ha conservado. La idea fue aprovechada por Christoffer Polhem, el gran ingeniero de minas sueco, quien hizo realizar un gran número de modelos de las máquinas que se utilizaban en la minería; esta colección existe aún. En la segunda mitad del siglo XVIII cundió mucho la afición a coleccionar modelos. Bajo la dirección de los hermanos Périer, a las órdenes de Madame de Genlis, el mecánico Calla hizo pequeños modelos, a partir de algunos grabados de la Encyclopédie, para el futuro Louis-Philippe.
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Aproximadamente por la misma época empezaba Vaucanson a hacer, en el hotel de Mortagne, una vasta colección de máquinas y de modelos que, adquirida por el rey en 1783, llegaría. ~ ser el principal atractivo del Conservatorio de Artes y OÍlCIOS. Hubo otras colecciones célebres; la del gran Duhamel du Monceau ha sido dispersada no hace mucho. El desarrollo de la prensa técnica y la práctica del diseño industrial fueron haciendo cada vez menos útiles los modelos como instrumento de enseñanza. Pero se conservaba todavía el gusto por ellos cuando la historia de las técnicas penetró en ciertos medios. En bastantes casos se unían modelos y patentes: así nacieron las colecciones de la Smithsonian lnstitution en Washington. En 1881,se instalaron en el Musco de la Ciencia de Londres las colecciones del servicio de patentes. Pero también hubo colecciones privadas: al mismo Museo de la Ciencia se le confiaron, en 1900, la colección Maudslay, comenzada por este gran mecánico inglés, y en 1903 la colección Bennet Woodcroft. La mayoría de los objetos son ciertamente objetos fabricados, desde los vestigios arquitectónicos, sobre los que no insistiremos, a los objetos propiamente dichos: unos conservados en su lugar de emplazamiento, otros reunidos en colecciones públicas o privadas. Aun a propósito de la arquitectura habría, sin duda, muchos puntos por dilucidar: aquí ha de prestarse atención, como lo ha hecho R. Martín, a las señales que quedaron marcadas en las piedras de ciertos templos griegos, que son pruebas de la utilización de palancas y otros instrumentos para levantar pesos; o nos las hemos de haber con todo el problema del equilibrio de las catedrales góticas
168 Introducción a la historia de las técnicas y de las técnicas que se emplearon para construirlas. En este dominio, la historia del arte ha hecho a veces olvidar la historia de las técnicas. En 10 que respecta a los objetos, aparte de los que provienen de excavaciones arqueológicas, los museos conservan sobre todo las piezas excepcionales, los objetos ricos o suntuosos y, por lo mismo, mejor identificados en el plano cronológico en cuanto a sus orígenes o localizaciones; son, pues, igualmente preciosos desde el punto de vista técnico. Las técnicas han estado durante mucho tiempo totalmente desatendidas por los arqueólogos. Parece ser que sólo 'después de la primera guerra mundial se han hecho excavaciones especialmente para sacar a la luz instrumentos de producción y objetos de uso ordinario. Los esfuerzos se han solido aplicar a dominios particulares. Las primeras investigaciones sobre los hornos de reducción se han realizado en Alemania. Después de la segunda guerra mundial se han ido sistematizando las excavaciones de este género en Alemania, Inglaterra, la antigua Checoslovaquia, Hungría, Polonia y la antigua URSS. Han aportado a nuestro conocimiento de las técnicas gran cantidad de datos de la mayor importancia. Las naves excavadas en tumbas vikingas han permitido reconstruir parcialmente una evolución que no podría haberse conocido de ningún otro modo. La nave hallada en Nydam, Dinamarca, verosímilmente del siglo lJl de nuestra era; la nave de Sutton Hoo, en Inglaterra, del siglo VII; las de Gokstad y Oseberg, en Noruega, del siglo IX o del X, jalonan perfectamente la historia de la construcción naval. Todos estos descubrimientos se hicieron entre los años 1863 y 1903. Des-
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de 1950 se han hecho otros descubrimientos importantes. Sabido es todo 10 que han aportado las investigaciones submarinas a nuestro conocimiento de las naves antiguas. Por todo el Mediterráneo se han hallado pecios de naves de carga, algunos de los cuales incluso han podido ser extraídos del mar. En Bremen un barco del siglo XlV ha sido arrancado del cieno del fondo en que estaba hundido. En Estocolmo se ha reflotado otra gran nave del siglo XVII. Se estará de acuerdo en la enorme importancia que tienen estos prestigiosos restos para historiar unas épocas de las que los demás tipos de documentación no nos proporcionan informes precisos. Si los hallazgos casuales hubiesen puesto a nuestra disposición todos los elementos de interés, no se habría emprendido nunca excavación alguna. Las que se han hecho en busca de antiguas ciudades desaparecidas han permitido, en Polonia y desde hace poco también en otros países, acumular un material documental de primer orden. En la antigua Checoslovaquia, excavaciones sistemáticas han sacado a la luz numerosas rejas de arado gracias a las cuales ha sido posible datar el paso del laboreo simétrico al laboreo asimétrico, el momento en que aparece el arado pesado. De esta manera se van ampliando nuestros conocimientos del mundo material y de las técnicas. Claro que todavía hemos de esforzarnos mucho, tanto para explotar lo mejor que se pueda el material existente y conservado como para buscar y recoger otros. Para esto debería instaurarse una colaboración internacional, pues las fronteras entre los países casi no tienen interés alguno para la historia de las técnicas. Desde luego que existen ya algunas vinculaciones y alianzas en el
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plano internacional: hay una asociación de los museos de agricultura, se han organizado coloquios sobre historia marítima que se celebran regularmente, se ha formado un grupo internacional para el estudio de las metalurgias antiguas, etc. Pero, en materia de objetos, aún debemos insistir en otros dos aspectos de la investigación: atañe el primero al estudio de los objetos fabricados, que frecuentemente están muy dispersos por distintas colecciones. Para cada tipo de objetos convendría establecer unas fichas de análisis lo más completas posible. Un modelo reciente nos lo propone el Centro de Estudio de los Textiles Antiguos, creado hace poco en Lyon. La ficha modelo contiene un gran número de preguntas, las respuestas a las cuales proporcionarían a la historia de las técnicas elementos de primera categoría. Los análisis de fuentes antiguas realizados gracias a la Sociedad General de Conducciones de Agua, en Lieja, han hecho comprender igualmente 10 mucho que interesa impulsar estas investigaciones. El segundo punto o aspecto no es menos importante. Sería, en efecto, de gran interés organizar unas encuestas en el plano internacional. Por ejemplo, la investigación efectuada hace poco sobre los martinetes de hierro debería proseguirse no sólo por toda Francia, sino también por todos los países que conservan aún ese tipo de instrumentos. Y los ejemplos podrían multiplicarse.
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aturalmente no podemos hacer aquí un inventario completo de los recursos disponibles, sean de la naturaleza que sean. Hemos de limitarnos a dar algunas indicaciones sobre los caminos seguidos y sobre los que convendrá seguir en el futuro.
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Los centros de investigación Por todas partes se han organizado centros de investigación que tienen por único o principal objeto estudiar las técnicas. A menudo haría falta conseguir una cierta armonización. Advirtamos también que las alianzas trabadas entre esos centros se sitúan todavía demasiado en el plano personal. Alemania: la Unión de los Ingenieros Alemanes, con sede en Dusseldorf ha creado un grupo de investigación sobre la historia de las técnicas.
Los recursos disponibles 173 172 Introducción a la historia de las técnicas Austria: el Instituto Austríaco de Investigaciones sobre la Historia de las Técnicas, creado en 1931, fue el primero de este género. TIene su sede en el Museo de Historia de las Técnicas, en Viena. Francia: existen varios centros, algunos de ellos muy especializados. Citemos el Instituto de Historia de las Técnicas, asociado a la Universidad de París, creado en 1932. El Centro de Investigaciones sobre Historia de las Ciencias y de las Técnicas, perteneciente a la Escuela Práctica de Altos Estudios (sección é."). El Conservatorio Nacional de Artes y Oficios cuenta con un centro de documentación sobre historia de las técnicas. El Centro de Historia de la Siderurgia, anejo al Museo del Hierro, en Jarville, cerca de Nancy. El Centro Internacional de Estudio de los Tejidos Antiguos, fundado en 1954, está asociado al Museo Histórico de las Telas, en Lyon. Gran Bretaña: la Newcomen Society for the Study of the History of Engineering está en actividad desde hace ya mucho tiempo y tiene a su cargo numerosas publicaciones. Italia: el Instituto Italiano de Historia de las Ciencias y de las Técnicas se fundó en 1961 y tiene su sede en Milán junto al Museo de Historia de las Ciencias y de las Técnicas. Países del este de Europa: en casi todos ellos hay Institutos de Historia de las Ciencias y de las Técnicas (citemos, por ejemplo, los de Polonia y los de la antigua URSS). También se han fundado allí centros de investigaciones sobre la cultura material. Ya hemos citado el Comité para el Estudio de la Siderurgia Antigua, emanado de la Unión Internacional de las Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas: su sede se encuentra en el
Instituto de Arqueología, en Praga. No podemos indicar aquí todos los centros de investigaciones etnográficas, de gran interés igualmente para los historiadores de las técnicas; hemos citado ya el laboratorio de etnografía francesa anejo al Museo de Artes y Tradiciones Populares. Dos conclusiones se pueden sacar de este breve asomo: en materia de historia de las técnicas sería lo más juicioso que los centros de investigación y los museos estuviesen asociados. Porque con frecuencia es indispensable que el investigador pueda tener al alcance de la mano el material en que se basa gran parte de su trabajo. La corta lista que acabamos de presentar evidencia también- que los centros han sido creados un poco al buen tuntún. Hay, en efecto, materias y sectores técnicos representados o estudiados en dos o en más, y en cambio otros sectores y materias no cuentan con ninguno, por ejemplo las técnicas agrícolas y las técnicas marítimas. Pienso que es imprescindible que unas técnicas tan importantes tengan su centro de investigación correspondiente. Aquí la cooperación internacional podría intervenir de lleno. Con ello se evitarían una lamentable dispersión de los esfuerzos y el inútil derroche de los medios de financiación.
Los museos Ya hemos dicho lo importantes que son el objeto y la imagen como fuentes de historia de las técnicas. Pues bien, objetos e imágenes se hallan reunidos, al menos en parte, en los museos y en las colecciones. El historiador de las técni-
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cas no debe, pues, descuidar este aspecto primordial de la documentación. Es difícil clasificar los museos según el interés que ofrecen para la historia de las técnicas. Digamos tan sólo que algunos de ellos pueden, accesoriamente, ser útiles para el cultivo de nuestra disciplina y otros tal vez le aporten cosas poco importantes, pero no así los dedicados exclusivamente a la historia de las técnicas en generala a la de una técnica en especial. De aquellos primeros no vamos a decir aquí gran cosa, pues no podemos entrar en demasiados detalles. Bastarán algunos ejemplos concretos para hacer unas cuantas indicaciones válidas en líneas generales. Los museos de arte suelen ser grandes conservatorios, por un lado, de imágenes y, por otro, de objetos. Los dibujos y las pinturas, desde los más antiguos hasta los realistas de los siglos XIX y Xx, constituyen con frecuencia una importante fuente. El libro del malogrado R. Évrard sobre Les Artistes et les usínes es un valioso testimonio del partido que se puede sacar de esta fuente de documentación. También en este campo convendría hacer recensiones y reunir reproducciones, como ya se ha hecho en algunos sectores técnicos. Lo mismo puede decirse a propósito de los museos arqueológicos, tanto en lo concerniente a sus recursos iconográficos como en lo que respecta a todos los objetos procedentes de las excavaciones, sean utensilios u objetos fabricados. Algunas secciones de estos museos constituyen verdaderas colecciones tecnológicas. Y también sus catálogos pueden servir como obras de referencia de primera categoría: baste con citar, por ejemplo, algunos de los catálogos del museo de Saint-
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Germain. A partir de ahora podrían irse haciendo unos repertorios de instrumental cuyo valor para los estudiosos sería indiscutible. Los museos locales pueden ser riquísimas fuentes para el conocimiento de las técnicas, ya se trate, como suele ocurrir en Francia, de museos que abarcan casi todos los aspectos de la vida local en materias de arte, de historia, de arqueología, o, de museos, como casi todos los de Alemania, más puramente históricos. Sus colecciones contienen también desde los objetos de las excavaciones arqueológicas hasta los más recientes, reunidos todos con miras a la etnografía local. Entre los museos especializados, conviene mencionar en primer lugar los de etnografía. Sabido es, en efecto, que las técnicas ocupan un puesto muy importante en la investigación etnográfica. G. H. Riviere, en un volumen de esta colección, ha definido perfectamente estos museos y el papel que pueden desempeñar en muchos dominios. Lo mismo sucede, claro está, con los museos de etnografía general, de los que el Museo del Hombre es, en París, uno de los más ilustres representantes. A veces, hasta colecciones un poco heteróclitas pueden aportar mucho: pensamos, concretamente, en el Museo de las Misiones, de San Juan de Letrán, en Roma, de excepcional riqueza. No podemos trazar aquí ni siquiera un esbozo de inventario de todos estos museos. Pero una guía de los mismos lo más completa posible sería muy útil para orientar unas investigaciones que, si no se han emprendido ya, se debe probablemente a la falta de un hilo conductor. Hemos de dirigir la atención hacia aquellos museos cuyo objeto principal son las
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técnicas. Nuestra lista no pretende ser exhaustiva. Citaremos los más importantes y daremos algún detalle de ellos que guíe a un eventual investigador. Por lo demás, los museos generales suelen tener catálogos bastante completos, pues ya han hecho sucesivas recensiones de sus fondos y las van repitiendo a medida que éstos aumentan. Hay museos dedicados al conjunto de las técnicas. Es frecuente que estén asociados a museos de historia de las ciencias. Sólo indicaremos aquí los más importantes de ellos:' Alemania: Deutsches Museum von Meisterwerken der Naturwissenschaft und der Technik. Está en Munich y fue fundado en 1903. Austria: Technisches Museum tür Industrie und Gewerbe. Creado en 1908 e instalado en Viena. Dinamarca: Tekniske Museum. Estados Unidos: Smithsonian Institution, en Washington. Francia: Musée du Conservatoire National des Arts et Métiers. Ya hemos dicho que su origen se remonta a la colección de modelos que perteneció a Vaucanson: los que fueron durante mucho tiempo instrumentos de documentación y demostración se convirtieron poco a poco en objetos de museo. Gran Bretaña: Science Museum, en Londres.
• De entre [os museos del estado español, dedicados a la ciencia y a la técnica, destacan el Muscu de la Ciencia i de la Técnica de Catalunya, en Terrassa; e[ Museu de la Ciencia, en Barcelona; la Casa de las Ciencias eDomus», en La Coruña, y el Museo Nacional de Ciencias Naturales, en Madrid. (N. del e.)
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Italia: Museo Nazionale della Scienza e della Tecnica, en Milán. Noruega: Museo técnico instalado en Oslo. Suecia: Tekniska Museet, en Estocolmo. Checoslovaquia: Museo Técnico, en Praga. Rusia: Museo de la Técnica, en Moscú. En la mayoría de los casos, estos museos han publicado sus catálogos. Las más de las veces, esos catálogos representan unas técnicas bien definidas. Los del Science Museum de Londres van inclusive más allá de la simple descripción de las colecciones, constituyendo en realidad breves historias de las técnicas consideradas. Además, fundado en 1857,el museo londinense es sin duda el que cuenta con una experiencia más larga. Muchos museos están dedicados a una sola técnica o a un conjunto técnico. Son sin duda los más ricos e interesantes. Porque, siendo su objeto más restringido, tratan de presentarlo de la manera más completa posible. Los grandes museos, por el contrario, contienen a menudo colecciones y objetos expuestos unos junto a otros, sin que se hayan cuidado las líneas generales de su presentación. A menudo también, en esos grandes museos, se ha procurado reunir las cosas más extraordinarias que podían encontrarse. Los museos especializados reportan otra ventaja: la de que, generalmente, en ellos las técnicas no se presentan aisladas, sino en su contexto histórico, social y económico. Nos limitaremos a citar algunos ejemplos de los museos mejor provistos, dando por supuesto que no vamos a recordar aquí las secciones especializadas de los museos generales.
178 Introducción a la historia de las técnicas Agricultura: aparte del Museo de Agricultura de Bud~ pest, no existe ningún otro gran museo de historia de la agncultura. Son muy de lamentar esta y otras faltas parecidas. Minas: hay un Museo de la Minería en Bochum, ,Alema~ nia, y un embrión de Museo de las Minas en Saint-Etien.ne, Francia. Algunas antiguas explotaciones mineras han sido transformadas en museos; así se ha hecho en Suecia, donde el más importante es el de Falun. Citemos también las bellas minas de sal de Wieliscka, en Polonia. Arte militar: museos del ejército o de la guerra los hay un poco por todas partes. Aunque centrados en la historia de ~os ejércitos y de las armas, conservan muchos de ellos ~n neo material militar, al menos a partir del siglo xv, matenal que ha permitido hacer numerosos estudios sobre este tipo de técnicas. Se conservan muchos menos materiales relativos al arte de la fortificación, mucho más difícil de presentar, pero en cambio existen aún muchas realizaciones del mismo en especímenes de arquitectura militar que podrían utilizarse para la historia de estas técnicas. Transportes: para el conjunto de ellos no existe nada parecido; hay, en cambio, sectores muy bien representados. En casi todos los países que han sentido vocaciones marítimas se han instalado museos de técnicas marineras, a veces varios en un mismo país. Aunque por lo general estos museos están dedicados a la marina militar, sin embargo suelen destinar también secciones a la mercante. Citemos el museo de Albenga, dedicado a los descubrimientos arqueológicos submarinos. Algunos de estos museos marítimos, especialmente el de París y en Inglaterra el de Greenwich. son muy ricos en ma-
Los recursos disponibles 179 quetas y en todo género de documentación. Los transportes terrestres están museísticamente mucho menos atendidos: existen ya algunos museos de los ferrocarriles, como el de Utrecht, en Holanda, o el de Storhamar, en Noruega, fundado este último en 1896, y hay otros en proyecto, como el de Mulhouse, en Francia. Del automóvil no hay ningún gran museo, pero sí muy ricas colecciones particulares, como las de Ford o de la Fiat, y gran número de pequeñas colecciones de cuya reunión podría seguramente formarse un museo grandioso y muy útil. Tampoco existe todavía un gran museo de la aviación, pero sería razonable que lo hubiese y ya va siendo hora de que lo haya. Las muy ricas colecciones parisienses están a la espera de poder presentar sus piezas conjuntamente en un edifico adecuado. Industrias agrícolas: existen museos particulares para ciertos sectores de la agricultura, desigualmente representados por lo demás. El más célebre es, sin duda, el del vino. Los museos del vino son, en efecto, muy numerosos y no es raro que haya bastantes en un mismo país. Los más conocidos son, en Francia, el de Beaune, en Alemania el de Espira y en Austria el de Krems. Los demás dominios de la agricultura están poco representados por museos especiales. Citemos, en Francia, el Museo del Tabaco en Bergerac, el Museo del Olivo en Cagnes-sur-Mer. Existe también, desde hace poco, un Museo del Queso en Auvernia. No hay nada o casi nada por el estilo para la pesca, la ganadería o los bosques. Industrias varias: están, quizás, algo más representadas, pero todavía muy parcialmente y, las que lo están, con representaciones muy 'incompletas.
180 Introducción a la historia de las técnicas Para la industria textil, citemos, en Lyon, el Museo del Tejido, uno de los más importantes de este sector; en Troyes, el Museo de la Sombrerería. En Dinamarca hay un museo del tejido de punto. La industria siderúrgica está representada por el Museo del Hierro, en Jarville, cerca de Nancy, donde se ha procurado exponer las técnicas en su contexto humano, histórico y económico. Señalemos los museos de la cuchillería, en Sollingen, Alemania, y en Langres. La relojería está bien expuesta en Besancon. Para la industria del vidrio, hay que citar el Museo del Cristal de Murano, en Italia, y la gran colección del Coming Glass Center, en el estado de Nueva York. La industria del calzado ha dado, en Francia, materia para algunas salas de exposición en Fougeres y en Romans. Para la fotografía, se cuenta con las importantes colecciones de la casa Eatsmann-Kodak, en Rochester, Estados Unidos, y, en Francia, con un museo todavía modesto situado en las afueras de París, así como el de Chalon-sur-Saóne. Lo que acabamos de ofrecer aquí no pasa de ser una sencilla muestra; la lista podría fácilmente completarse: pueden echarse de menos en ella muchas industrias, y de las más importantes. Aunque algunas, como la industria química, es difícil que proporcionen materia apta para ser expuesta museográficamente, otras sí que es de lamentar que no tengan ya sus museos. ¿Habrá que esperar mucho todavía para que los tengan?
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Bibliotecas y archivos Pueden decirse las mismas cosas y hacerse las mismas distinciones a propósito de las bibliotecas y de los archivos. Hay instituciones de orientación general, bibliotecas nacionales, archivos nacionales, que son naturalmente las primeras que deben ser consultadas. En cambio, sobre nuestra temática, son mucho menos numerosos los centros especializados. Entre las bibliotecas, señalemos ante todo las que han sido reunidas por los centros de investigación de que hemos hablado antes. Señalemos igualmente las que han podido formar los museos especializados, algunas de las cuales pueden ser riquísimas en contenido. Las especializadas en un tema o dominio particular son muy raras, pero hay una excepcionalmente valiosa por lo muy definido del objeto de su especialidad y por la amplísima documentación reunida en torno a él: es la Biblioteca del Hierro, de Schaffhouse, Suiza. Existen bibliotecas técnicas anexas generalmente a establecimientos de enseñanza técnica: como modelo de ellas podría considerarse la biblioteca del Conservatorio Nacional de Artes y Oficios, de París. Cuando estas bibliotecas son ya antiguas, los límites cronológicos de sus colecciones son naturalmente más amplios. Podrían citarse asimismo las bibliotecas de ciertas sociedades, asociaciones de ingenieros, de productores, etc. En Francia, señalemos la rica biblioteca de la Sociedad de Ingenieros Civiles. Y está también la de la Asociación Nacional para el Desarrollo de la Industria, biblioteca muy rica pero que sufre las consecuencias de un es-
182 Introducción a la historia de las técnicas candaloso abandono. No se debe consentir que los responsables de estas instituciones. so pretexto de deshacerse de antiguallas y estorbos, dejen que vaya desapareciendo una documentación a menudo irreemplazable. Idénticas constataciones pueden hacerse en lo que atañe a los archivos. Ante todo conviene distinguir entre archivos públicos y archivos privados. Los primeros interesan, naturalmente, en la medida en que las instituciones públicas se preocupan por las cuestiones técnicas, ya sea por que ellas mismas emplean esas técnicas, ya porque han de vigilar su desarrollo o porque tratan de fomentar su innovación para el mejor sostenimiento de la expansión económica. Los archivos militares, los de los ministerios de obras públicas, los de las facultades de ingeniería de caminos. canales y puertos, los de las instituciones encargadas del despacho de patentes, pueden citarse entre los del primer grupo. El segundo estaría representado por los archivos de los departamentos de minas, de industria y de agricultura. El tercero incluye poco más o menos a toda la Administración del estado. Aunque apenas haya que temer que no se conserven debidamente estos archivos., que por lo demás han proporcionado la mejor parte de la documentación a los historiadores de las técnicas, sí que habría que insistir sin embargo en que se mantenga al día su indización y en que, a poder ser, se publiquen en ellos catálogos y guías para uso de los investigadores de las técnicas como se ha hecho ya en otros dominios y con diversos fines. El problema de los archivos privados es más difícil de resolver y hasta, en ciertos casos, frisa en lo angustioso. Por archivos privados se suele entender, esencialmente, archivos de
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las empresas. En los archivos técnicos de las empresas puede haber muchos documentos que, a primera vista, no tienen aspecto técnico, como, por ejemplo, libros de contabilidad. Pero en ellos se encontrará todo lo relacionado con las aplicacio. nes, las adaptaciones y los perfeccionamientos de las técnicas utilizadas por la empresa. Muy importantes SOn asimismo, y también más recientes, los archivos de los servicios de investigación, que empezaron a tener su lugar en las industrias a finales del siglo XIX. Ahí encontramos a la técnica menos aislada que en otras partes, porque en tales archivos aparece rodeada de todo su entorno humano, de sus relaciones con los obreros y los patronos, del ambiente comercial, económico financrero, etc. Sena, pues, un grave error el querer reducir' la conservación a los archivos puramente técnicos; es todo el problema de los archivos de las empresas, en su conjunto, lo que hay que resolver. Desde la segunda guerra mundial se vienen haciendo, en varios países, notables esfuerzos en este sentido; convendría generalizarlos y sistematizarlos. Anotemos también, por último, los archivos de las asociaciones de productores, algunos de los cuales cuentan ya con bastante antigüedad. Los problemas técnicos ocupan en ellos., a veces, un lugar no despreciable.
'.
.--Bibliografía
Bibliografías generales Son muy útiles, sobre todo si son selectivas y van acompañadas de apreciaciones sobre las obras citadas. Su único inconveniente es que se vuelven anticuadas más o menos rápidamente. Ferguson, E. S., Bibliography of the Hístory of Technology, MIT, Cambridge, 1968. Se trata de la bibliografía de los últimos decenios. Russo, Fr., Éléments de bibliographie de l'histoíre des sciences et des techniques, París, 1969, 2.a ed. Las materias estan repartidas por épocas y por sectores. Sarton. 0., lruroducüon to the History of Science, Baltimore. 19271948, tres tomos en cinco volúmenes. Esta bibliografía monumental incluye también los autores técnicos. Va desde los orígenes hasta el siglo XIV. Naturalmente, deberán consultarse las actualizaciones bibliográficas de las grandes revistas de historia de las ciencias y de las técnicas, incluso las de las revistas de historia generales.
Bibliografía
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Las grandes revistas Aquí también conviene precisar. En efecto, existen diferentes aspectos en el problema de las revistas. Nacidas en el inicio del siglo XIX, las revistas propiamente técnicas se han convertido en una fuente importante de la historia de las técnicas. Sería interesante elaborar una buena lista crítica: ya lo hemos indicado anteriormente. Las revistas de historia general se interesan episódicamente por el problema de la historia de las técnicas. Ocurre lo mismo con otros dos grupos: por una parte las revistas de historia económica y por otra parte las revistas de historia de las ciencias. De estas últimas se encuentran recensiones en la bibliografía de Russo. Aquí sólo se encuentran recensiones de las revistas cuyo objeto propio es la historia de las técnicas. Alemania: Archiv für Geschichte der Naturwissenschaften und der Technik, Leípzig, 1908-1931. Esta revista ha vuelto a publicarse como Zeitschrift für Geschidue der Naturwissenschaften, Technik und Medizin, Lcipzíg, desde 1960. 8eitriige zur Geschichte der Technik und der Industrie, publicada en Berlín por Matschoss, de 1909 a 1928, publicada nuevamente por la revista siguiente. Austria: Bliitter für Technikgeschichte, Viena, desde 1932. Francia: Thales, desde 1934 órgano del Instituto de Historia de las Ciencias y las Técnicas de la Universidad de París. Technique et Civilisation, revista que ha sido publicada en SaintGermain-en-Laye entre 1950 y 1956.
186 Introducción a la historia de las técnicas Documents pour l'Histoire des Techniques, preparados por el Centro de Documentación de Historia de las Técnicas del Conservatorio Nacional de Artes y Oficios. Han aparecido dos fascículos: desde el n." 3, constituye uno de los números anuales de la Revue d'Hístoire des Sciences. Revue de I'Histoire de la Sidérurgie. Nancy, desde 1960 y convertida, el 1969, en Revue d'Histoire des Mines et de la Métallurgie.
Estados Unidos: Coniribuuons from the Museum of Hístory and Technology, Smunsonian /nstitution, Washington, desde 1945. De hecho, se trata de unas monografías sobre técnicas o invenciones, algunas de las cuales son de gran valor. Technulogy and Culture, aparece desde 1959, órgano de la Sociedad de Historia de la Tecnología.
Bibliografía
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Las grandes historias generales
Existe una cierta cantidad de obras que tratan de la evolución general de la'> técnicas desde nuestros orígenes hasta nuestros días. Limitaremos nuestra enumeración a las obras más válidas.
c.
E. J. Holmyard, A. R. Hall et al., A HisroryafTechnology, Singer, Oxford, 1954-1958,5 vols. Comprendida en grandes períodos cronológicos, cuya determinación se presta a alguna crítica, la materia se reparte por sectores técnicos. Las bibliografías están bastante desarrolladas. Este monumental trabajo ha dado materia para el resumen siguiente:
Gran Bretaña: Transactians af the Newcomen Society, Londres, desde 1922, es la publicación periódica más antigua especializada en historia de las técnicas. Se publican frecuentemente buenas bibliografías.
Derry, T. K., yT. l. Williams,A Short History ofTechnology from the earliest Times tu /900, Nueva York y Oxtord, 1961. Daumas, M., el al., Hístoíre génerale des techniques, París, 19621978, 3 vals. Sworykin, A. A., N. I. Osmowa, W. I. Tsehernyshew y J. W. Schuchardin, Geschichte der Technik, Leípzig, 1964. Traducción alemana de la obra publicada en ruso en 1962.
Hungría: Technikatortenet Szemle, publicada en Budapest desde 1963.
Ciertas obras son más breves, pero proporcionan ideas interesantes.
Italia: Le Macchine, Milán, desde 1968. Órgano del Museo Nacional de Historia de la Ciencia y de la Técnica.
Forbes, R. J., Man the Maker. A Hístory ofTechnology and Engineering, Nueva York, 1950. Klernm, F., Technik, cine Geschichte ihrer Probteme. Munich, 1954. - , Kurze Geschichte der Technik, Basilea, 1961. Se publicó una traducción francesa en París en 1966. Kranzberg, M., y C. W. Pursell, Technology in Weslern Civilisation: Oxford, 1967. El título muestra que el campo geográfico cubierto es limitado. Señalemos que esta obra se ocupa de los últimos siglos.
República Checa: Agricultura, publicación del museo de Nitra, desde 1962. Sbomik Narodniho Tecknikeho Museo, publicación del Museo de las Técnicas de Praga, desde 1955.
188 Introducción. a la historia de las técnicas Nef 1., The Conquest of the Material World, Chicago. 1964. De hecho se trata de una recopilación de estudios que se ocupan de algunos dominios técnicos desde la Edad Media hasta el final del siglo XVIII. Feldhaus, F. M., Die Technik der Vorzeit, Munich, 1965. Esta obra, que se presenta bajo la forma de un diccionario, cubre el período que va desde la Antigüedad clásica hasta 1800. Ucelli, A., Sioria della tecnica dal medioevo ai nostri giomi, Milán, 1943. Más raras son las obras que se han ceñido a la historia de las técnicas de un país dado. Entre las más interesantes citamos: Forti, U, Storia della tecnica italiana, Florencia, 1940, bastante sumaria. Needham, 1., et al., Scíence and Civilisation in China, Cambridge, 1954-1971,7 vols, Es una obra magistral que cubre numerosos aspectos de la civilización china y en la cual las técnicas ocupan un lugar destacado.
Obras especializadas en ciertas técnicas
Este debería ser un sector importante de la bibliografía general de las técnicas. La enumeración que sigue pone en evidencia que todavía hay mucho por hacer y que frecuentemente nos encontramos ante trabajos que no carecen de valor pero que en bastantes de sus desarrollos dejan que desear. Estamos bastante mejor provistos si las técnicas se toman en una época dada.
Bibliografía 1.
189
Explotación de los recursos naturales
Sólo disponemos de una obra para la historia de la agricultura cuya importancia material no debe hacernos ilusiones: queda por hacer una historia técnica de la agricultura. Savoy, E., et al., L'Agriculture 4 vals.
a travers
les áges, París, 1935-1952,
Existen obras cuyo objeto es más limitado pero que aportan elementos muy interesantes: Haudricourt, A. G., y M. Jean-Brunhes-Delamarre, L'Homme et la charrue, París, 1955, con una abundante y completa bibliografía. La historia de un producto puede dar materia a estudios muy ricos. Aquí sólo citaremos dos, uno agrícola y el otro mineral:
Líppmann, E.O. von, Geschichte des Zuckers, Berlín, 1929, a la cual se puede añadir una obra más limitada en el espacio: Díon, R., Histoire de la vtgne en Frunce, París, 1959. Girault, G., Htstoire des légurnes. París, 1912. Maurizio, A., Histoire de l'aiimerüation végétale, París, 1932, interesante para la historia de las formas culinarias y para el origen de las plantas cultivadas (buenas bibliografías). En otros campos: Schneider. E., Le Charbon, París, 1945. Thomazi, A., Htstoire de la péche, París, 1947.
190 Introducción a la historia de las técnicas 2. Industria pesada
Ouizas ha sido mejor tratada, al menos en algunos de sus aspectos. Oueda aún mucho por hacer. Citemos en primer lugar una obra general: Rickard, T., L'Homme et les métaux, París, 1941. Desgraciadamente la edición francesa no ha recogido la abundante bibliografía de la edición norteamericana. La industria siderúrgica ha estado, sin duda, más favorecida. Destacan tres estudios: el primero, antiguo, es siempre importante por la cantidad de sus informaciones, el tercero más reciente y también general y el segundo más técnico. Beck, L., Geschichte des Eisens, Braunschweig, 1891-1897, 3 vals. Johanssen, 0., Geschichte des Eisens, Dusseldorf, 1954, 3.A ed. Gtlle, B., «Levolution de la technique sidérurgique, esquisse d'un schéma», en Revue d'Hístoire des Mines et de la Métallurgie, 11 (1970), pp. 121-226. Debemos reconocer que las otras industrias no disponen más que de monografías a veces antiguas y siempre muy sumarias. Citemos entre otras: Blanchet, A., Essai sur l'histvire du popíer, París, 1900. Endrei, W., L'Evolution des techniques du filage el du tíssage du Moyen Áge a la Revoluuon industrielle, París, 1968. Esta obra aporta elementos muy importantes a la historia de las técnicas textiles. Forbes, R. 1., Short Hístory of the Art of Distillation, Leyden, 1948. Obra que parece casi definitiva.
Bibliografía
191
Page, C; La Coutelferie depuis l'origine jusqu'it nos jours, Chatellerault, 1896-1904, 6 vals.
3. Herramienta y maquinismo La historia de la herramienta, que seria tan importante, está por hacer. No obstante, algunos ensayos han mostrado todo el interés que podría tener. Señalemos: Frémont, C, monografías diversas sobre las herramientas y ciertos mecanismos, publicadas por la Soclété d'Encouragement. Forman una documentación extremadamente preciosa. Feller, P, y F. Tourret, L'Outil, Bruselas, 1970. Obra destinada al gran público: muy bien ilustrada, contiene ideas y notaciones interesantes. Childe, G., The Story ofTools, Londres, 1944. A veces, se han consagrado estudios a las herramientas de una técnica particular, aunque son poco frecuentes: Goodman, W. L., The Hístory of Wood-Working Tools, Londres, 1964. El maquinismo ha atraído más a los investigadores desde hace bastante tiempo. De esta manera, disponemos de obras que sin ser perfectas son muy útiles. Beck, T., Beitriige zur Geschichte des Maschinenbaues, Berlín, 1899, 2.a ed. Esta obra, verdadera pionera en su campo, esta consagrada sobre todo a los autores que han escrito sobre las máquinas, más que sobre los resultados obtenidos. a Usher,A. P., History ofMechanical Inventions, Harvard, 1954, 2. ed. Este libro ha tenido una gran resonancia. TIene sus fuentes tao-
192 Introducción a la historia de las técnicas to en los autores de manuales técnicos como en la realidad industrial. Sirve para justificar una tesis que quizás no es demasiado convincente, pero que plantea problemas esenciales. En un campo más particular: Rolt, L. T. 1965.
e,
A Short History of Machine Tooís. MIT, Cambridge,
Existe, en campos aún más particulares, un gran número obras que pueden ser útiles al historiador de las técnicas: naturalmente són más o menos válidas. Señalemos dos: Chapuís, A., Y E. Gelis, Le Monde des auto mates, París, 1928,2 vals. Esencial para la génesis de ciertos mecanismos. Cuss, T. P, The Story ofWatches, Londres, 1952. El lector comprenderá fácilmente que era imposible dar aquí una bibliografía exhaustiva: ocuparía bastantes volúmenes. Además, los centros de investigación y las bibliografías generales que hemos citado pueden suministrar indicaciones más completas. Sólo hemos querido proporcionar una orientación general. De la misma manera, hemos querido señalar la existencia, todavía, de importantes y grandes lagunas en el campo de la historia de las técnicas: insistimos en que sólo los esfuerzos colectivos e internacionales podrán aportar a nuestro conocimiento del progreso técnico unos elementos que le faltan todavía hoy.
Adiciones Como complemento y actualización de la bibliografía original citamos las siguientes obras:
Bibliografía
193
AA.VV., Historia de la ciencia y de la técnica, Akal, Madrid, 1991. Basalla, G., La evolución de la tecnología, Crítica, Barcelona, 1991. Cardwell, G. D., Historia de la tecnoíogta. Alianza Editorial, Madrid, 1996. Mokir, 1., La palanca de la riqueza, Alianza Editorial, Madrid, 1996. Williams, T. t., A History ofTechnology, vals. VII y VIII (The Twentieth Century c. ]900 to 1950, I Y Il partes), Oxford University Press, Oxford. Colecciones: Colección «Cultura, técnica y sociedad» (14 vols.), editada por l' Associació d'Enginyers Industrials de Catalunya. Colección «Tecnología y sociedad», editada por Gustavo Gili, S.A.
Índice alfabético
• Índice alfabético
Academia de Ciencias francesa, 139, 146;Description des arls, 160;Machines approuvées. 139 academias científicas, 91, 144 acciones, sistema de, 111 acero, como sustituto del hierro, 116, 119,127 Ackermann, Johan, 57 actas de donación, 148-149 actas notariales, 151 Agrícola, 138; De re maallica, 142, 160 agricultura, 113; asociación de museos de, 170; museos de, 178, 179: promoción de reformas y adelantos técnicos en, 144: tratados de, 137,138,140; véase también ccntros de investigación Afbenga. museo de descubrimientos arqueológicos submarinos de, 178 Alejandría, escuela de, mecánicos griegos de la, 32, 158 Alemania: centros de investigación en, 171; investigaciones sobre los
hornos de reducción en, 168; laboratorios industriales en, 11; museos de, 175, 176; pintores realistas en, 154; y las novedades técnicas en, 171 Alembert, Jean le Rond d': Encydopédie, 139, 160, J66; Prospectus, 139-140 alimentos, cantidad de, 64, 65, 66 almadreñero, investigaciones sobre el traha]o del. 166 alquimistas, 32 Atsthom. empresa, 98 altos hornos, 46, 49, 80, 85, 87 American Instituto of Mines, 142 análisis dinámico, 62, 73 análisis estático, 61-62 análisis teórico, 40 Annaíes, revista. R, 11, 27,33-34 Annaíes des Mines, revista técnica, 141 aperos de labranza, estudios sobre los, 155 arado pesado, aparición del, 169 aranceles, 71
archivos administrativos públicos,143, 144,182 archivos de asociaciones de productores, 183 archivos de las empresas industriales, 143, 147, 182-IX3 archivos de los servicios de investigación, 183 Ardaillon, 150 arqueología industrial, 13-14 arqueólogos, 168 Arquímedes,14H arquitectos renacentistas, 166 arquitectura, 167; tratados de, 138 arte militar: literatura histórica en el, 148; museos de, 178 artesanales, técnicas, 58 Asociación Nacional para el Desarrollo de la Industria, biblioteca de la, 181
atalaje, 153,155;Yel caballo de montar, 27, 33; Yla desaparición de la esclavitud,59 Ausonio. Décimo Magno: Mosella, 148 Austria, centros de investigación en, 172 automatismo, introducción del, 85
Baker, Matthew, diseños navales de, 160 balística, estudios de la, 138 bancos franceses, 111 Beaune, en Francia, musco del vino de, 179 Beck, L., 32 Beck, T., 32 Bcckmann: Beítrage zur Geschichte der Erfindungen, 29
195
Bélgica, repertorios sobre la pañería en, 150 beneficio, cálculo de los márgenes de,58 Bennet woodcrott, colección, 167 Berthelot, Pierre-Eugene-Marcellin, 32 Berthollet, Claude-Louis, 75 Besancon, museo de relojería en, 180 Bessemer, sir Henry, 71, 87, 88, 89, 90, 95; convertidor de, 98, 104 Bible moralisée; imágenes de arados en la, 156 Biblioteca del Hierro, de Schaffhouse, en Suiza, lRl bibliotecas, 181-183 Biringuccio, 138, 142 Black,profesor, 16 n. Bloch, Marc, 7,8, 12S; véase también Annales Blümner, diccionario de técnicas de la Antigüedad clásica, 33,153 Boileau, Étienne, 149-150 Boirel, René, 79, RO; Théorie générale de Tinveruion, 78 bomha de uranio, invención de la, 78 Boulton, industrial, 122, 124 Boussingault, Jean-Baptiste, 127 Branca, tratado de, 137, 142 Brcmen, barco arrancado del fondo del mar en, 169 Brie, kan de, tratado «de pastoral» de, 137 Brillouin, 128 Bruegel, Pieter: Catda de [caro, 153 Brustlein, 127 Bulletin de la Sociélé d'encouragement pour í'industrie nationole, 141 Buquet, M., 59
196 Introducción a la historia de las técnicas «Caisse du demi pour cent», 112 Calla, mecánico francés, 166 calor latente, fenómeno del, 75 calórica, fuente, 85 calzado, industria del, 180 campanas, fundición de, 160 capital: falta de, 107; rentabilidad del,
108
•
China, innovaciones en, 114 ciencia y técnica, nexo entre, 74, 76,
140 cilindro-pistón, estructura, 49, 85 cobre, refinado del, 87 códigos mineros, 150, 164; de la antigua Yugoslavia, 151; de la explotación italiana de Massa. 151 coeficientes técnicos, en las funciones de producción, 100 Colbcrt, 59, 112, 139, 146 colecciones, 173 colectivismo, 59 combustible, naturaleza del, 44, 85,
capitalismo: de estado, 59: liberal, 59; moderno, 58 carbón, energía del, 12, 69, 70, 72, 85; de leña, 87,106,164; mineral, 87, 106 cardado, prohibición del, 151 J06 Carnot, Nicolas-Léonard Sadi, 75 Comité para el Estudio de la SideCarrara, sello de, 159 rurgia Antigua, en Praga, ]72-173 «cartas», véase actas de donación Casa de los Cerveceros de Ambe- complejo técnico, 49, 53, 106, 13] comunicación, medios de, 125 res, 164 condensación, fenómeno de la, 75, catálogos de utensilios, 44-46 79,83 catedrales góticas, problema del equi«conjunto técnico», noción de, 46librio de las, 167-]68 47,49-50 Centro de Estudio de los Textiles Anconocimiento científico, 86, 126 tiguos, en Lyon, ] 70 Centro de Historia de la Siderurgia. Conservatorio Nacional de Artes y Oficios, de París, 167, 172, 181 en Francia, 172 Centro de Investigaciones sobre His- construcción naval, 142, 168; contratos para la, 151 toria de las Ciencias y de las Técsocial. 15 constructivismo nicas, en Francia, 172 contaminación, nivel de, 64, 65, 66 Centro Internacional de Estudio de los Tejidos Antiguos, en Francia, coque, carbón de, 69, 70, 72, 73, 79, 87,106,107 172 centros de investigación, 171-173;para Coming Glass Center, en el estado de Nueva York, colección del, técnicas agrícolas, 173; para técni180 cas marítimas, 173 corporaciones, reglamentos de las, Cézard, P., 136 149-150 Chalon-sur-Saóne, colección de focorpus de la" vasijas griegas, estudio tografía de, 180 del, 154, 155 Checoslovaquia, excavaciones en la costes, 62, 68-69. 89, 96; de la invesantigua, 168, 169
Índice alfabético tigación, 129, 130; incidencia de los,86 crecimiento económico: e innovación, 126; parón del, 117-118; problema del, 115, 117, 120, 121-122; Y progreso científico, 128, 129; Y progreso técnico, 125 Crescent, Pierre de, tratado de, 137 crisis de 1929,63 Crouzet, F., 118, 119 «cuadernos» de los ingenieros, 136, 158-159 cualidades y cantidades, 62; intcrferencías entre, 50 cuchillería, museos de, 180
Dablaing, hilandero de Douai, 98 Darby, 79, 87 datación, problema de la, 156, 162,
197
Deutsches Museum von Meisterwerken der Naturwissenschaft und der Technik, 176 dibujo técnico, véase diseño técnico diccionarios históricos de las técnícas,33 Dickinson, historia sobre la máquina de vapor de, 34 Diderot, Denís: Encyclopédie, 139, 160,166 Diesel, motor, 81 difusión, concepto de, 16 Dinamarca, museos en, 176, 180 diseño industrial, aparición del 160 167 ' , diseño técnico, desarrollo del, 153, 154,158-159 dispositivos (devices), 94 donación, véase actas de donación
163 Davis, S. e, 108 Delia Porta, Giacomo, tratado de,
137 De1phi, programa, 131 demanda, 62-63 demográfica: expansión, 62; recesión, 62-63 «desarrollo», concepto de, 85, 94-95 Descartes, Rcné, 166 «descripciones» del siglo XVIII, 138, 139,14{! descubrimientos científicos, 75, 93 Desormes, Clément, 122 determinismo, 83, 84, 91; «al revés», 86; científico, 89; cronológico, 76; económico, 89; flojo, 81, 8J;positivo, 86; social o político, 89-90; técnico, 8, 78, 89; tecnológico, 14, 15 Deutsches Museum de Munich, 32
Eastman-Kodak. colección de la casa, en Rochester, 180 economía política, 40, 56 economías y deseconomtas escalares, 116 economistas, 54, 56, 84, 96 Edad Media: corporaciones en la, 60: diseño técnico en la, 158; fuentes iconográficas en la, 154-156 electricidad, 12, 70 empresarios: individuales, 108; Y los nuevos sistemas técnicos, 99 empresas, concentración de, 120 energía. 51; fuente de, 81; hidráulica, 70,72,83, 149; nuclear, 70; transporte de la, 68, 121 enseñanza técnica, desarrollo de la, 112,125 cotécnica, fase, 53
198 Introducción a la historia de las técnicas Índice alfabético ersulz (sucedáneos), oleada de los, 73 esclavitud, desaparición de la, 27 escritura, conocimiento de la, 55 España, ferrocarriles en, 97 Espinas, A: Les Origines de la lechnoloKie, 32 Espira, en Alemania, museo del vino de, 179 Estados Unidos, reedición de tratados en, 142; véase también Smithsonían Institution Estocolmo, nave reflotada en, 169 estribo, llegada a Europa del, 7, 8 estructuras, 41-42, 51, 84; calor, 43; de montaje, 41, 43; elementales o de los útiles, 41, 44, 48; trabajo, 42-43 etnograña, museos de, 175 evolución técnica, 116; tases de, véase eotécnica: neotécmca; paleotécnica evolucionista, tesis, de la historia de las técnicas, 20 Évrard, R: Les Artisles el les usines, 174 excavaciones arqueológicas, 168-169, 174,175
ferrocarriles, 12, 59; españoles. 97: museos de, 179 feudalismo, aparición del, 7 Fíat, colección de automóviles de la, 179 fidelidad dc la imagen, en la documentación iconográfica, 157 Figuier, L.: Les Merveílies de l'índustrte, 30: Les Merveilles de la science, 30 «fila», noción de, véase línea técnica financiaciones, mecanismos de las, 110 financieros, en la empresa, 108, 109 física, 86; aplicaciones científicas en,
112 física nuclear, 128 fontenay, forja de, 165 Ford. colección de automóviles de la, 179 forja, estudios sobre la, \ 55, 165 fortificación, arte de la, 178 fotografía, colecciones de, 180 fotografía, descubrimiento de la, 77 Fougeres, en Francia, sala de exposición de calzados de, 180 Fourneyron, y la turbina hidráulica,
108 Falun, en Suecia, explotación minera de, 178 Favé, coronel, 31 Fayol, Henri, 127 Febvre, Lucien, 8, 18, 19, 27-28, 35, 78; véase también Annales Fel, André. 22 Feldhaus, diccionario para las técnicas de la Antigüedad, 33 Fermi, Ennco, descubrimientos de,
128
Francia, 112; centros de investigación en, 172; construcción de ferrocarriles en, 59; creación de empresas en, 111: crecimiento de! siglo XIX, 118: derecho de patentes en, 92; documentación técnica en, 144; industria textil en, 97: lenguaje técnico en, 152: máquina de vapor en, 71: muscos de, 175:pintores realistas como documentación, 154: privilege en, 146: publicaciones de patentes en, 146;
repertorios sobre la pañería en, ISO; revistas técnicas en, 141: sociedades agrícolas en, 144: zonas deprimidas en, 121 Franck, James, 128 Preiberg, Academia de, 142 Frémont, Charles, 44 Frontino, tratado sobre acueductos 136 ' fuentes documentales 133-170- directas, 143-147; icon¿gráficas, 153160; indirectas, 147-152; objetos como, 161-170 función matemática de producción de tipo general. 99-101,102,103_
104 fundición, fabricación de la 46 48 50 ' , ,
gas, fuente calórica, 85 Genl¡s, madame de, 166 Ghiberti, Lorenzo, 160 Gilchrist, 71,87,95 Giorgio, Francesco di, tratados de,
142 Gokstad, en Noruega, nave hallada en, 168 grabados, como documentación técnica, 154 Grammc. Zénobe-Théophile, inventor de la dínamo. 76 grano, conservación del, 67-68 Grecia antigua: innovaciones en la 114; literatura técnica de la, 135: 142: vocabulario técnico en la, 152 Greenwich, Museo de, 156, 178 Griolet, fabricante de hilaturas en París, 98 Hayek, Friedrich August von, 96
199
Heilbroner, Robert, 14 Hcisenberg, Werner Karl, 128 hemisferios de Magdeburgo, experimento de los, 75 Henley, Walter de, tratado de, 137 Herón de Alejandría, 32 herradura: aparición de la 163' introducción de la, 8 ' , Hertz, Gustav Ludvig, 128 hidráulica: energía, 70, 72, 83, 149; tratado de, 138; turbina, 108 hierro: fundido, producción de, 50, 61, 113, 119; primer refinado del 89; sustitución por el acero, 11~ 119 hipiatrfa. 137, 138 Holanda, derechos de patente en, 145,146 Holst doctor, creador de los laboratorios Philips, 128 Holtzer, empresa, 127 Hoover, Herbert Clark, presidente de Estados Unidos, 142 horizonte técnico, 100 hornos de reducción, investígacío, nes sobre los, 163-164,168 Hosmalin, G" 100, 110 Hughes. Thomas P., 14 Hungría, excavaciones arqueológicas en, 168
iconografía, como documentación técnica, 153-160 importación de técnicas nuevas, patente de, 92 "impulso económico», concepto de, 15 industrias agrícolas, 179 inflación, 62
200
Introducción a la historia de las técnicas
influencias.. juego de, entre manuscritos,157 Inglaterra: crecimiento de finales del siglo XVlll, 118; crecimientos del siglo XIX, 117,118, 119; declive de, 97; derecho de patente en, 92, 145; excavaciones arqueológicas en, 168; lenguaje técnico en, 151152; mano de obra barata en, 119; publicaciones de patentes en, 146;revistas técnicas en, 141; y las novedades técnicas, 144; zonas deprimidas en, 121 innovación, 16, 95-96, 98. 99,113, 121-122, 127-128; canales de la, 110; de grupo, 112; en un punto de convergencia, 113-114, 123;factores de, 105; obstacuíizaciones para la, 114; rentabilidad de una, 108; tipología de la, 108 Instituto Austríaco de Investigaciones sobre la Historia de las Técnicas,l72 Instituto de Arqueología, en Praga, 173 Instituto de ftistoria de las Técnicas, en París, 172 Instituto Italiano de Historia de las CIencias y de las Técnicas, 172 instrumentos de producción, 161,
164 invención, 16, 93-94, 96, 121-122,128131; desaparición de la, 127; subordinada a la innovación, 124 invención-innovación-crecimiento económico, secuencia, 16, 17, 122 inventores, 17, 20, 35, 76, 78, 80, 83, 84,88-89,90-91; véase también patentes inventos, historia de los, 29, 35, 76-
77. 85, 87-88, 89-93; definición de, 93-94; difusión de los, 145; y el desarrollo, 94-95 inversiones, 112; movilidad de las, 111; privadas, 125; públicas, 12-';; recomendación de, 108-109 investigación histórica, 40 investigación técnica, 126, 129 investigaciones etnográficas, 165 investigaciones submarinas, 169 Italia: centros de investigación en, 172; publicación de repertorios en, 150 Jacobo I1, rey de Inglaterra, 92 Jal, estudio sobre los navíos de, 153 James, w., 80 Jenny, máquina, 90 Joliot-Cur¡e, descubrimientos de,
1'"
lournal des Arls el Manufactures, revista técnica, 141 Jousse, Mathurin, 40
Kay, John, 85 Konig, tratado de, 138 Krems, en Austria, museo del vino de, 179 Kuhlmann,122 Kuznets, Simón, 94 Kyeser, tratado de, 137, 142
Índice alfabético Lee, aparato para tricotar medias de, 114 Lefebvre des Noettcs, comandante, 7,27,33,59,153,155 lenguaje técnico, 151 Lenoir, y el motor de explosión, 76,
79 Leonardo da Vinci, 76; cuadernos de notas de, 137, 142; tratado de hidráulica de, 138 Leroi-Gourhan,A., 41, 46 Leupold, tratado de, 138 Levy-Leboyer, M., 118 Lewis, A.: The Thevry of Economic Grvwlh,54 Limas of Growth, The, informe, 66,
69 «línea técnica», noción de, 47-48. 85, 86 literatura histórica, 148 literatura técnica, 134-143;en la Edad Media, 136 localización, en la documentación iconográfica, 156 locomotoras de vapor, construcción de, 10 locomotoras eléctricas y diéscl, 12 Loira, cuenca carbonífera del, 120 Louis-Philippe, rey de Francia, 166 ludismo,61
madera, fundición con, 107 malta, fabricación de la, 87 mano de obra instruida, 106 Mantoux, tesis sobre la Revolución
laboratorios industriales, 128, 130 Latñtte, banquero parisino, 111 Langres, museo de la cuchillería en,
maquetación, arte de la, 166, 178-
180 lanzadera volante, 85
máquinas de vapor: construcción de,
índustrtar.sa 179
201
10,16; historia de las,32, 34, 50, 58, 68,70,72,74,77,79,83 máquinas térmicas, 75 maquinismo en la industria francesa, introducción del, 33 Maquinista Terrestre y Marítima, La,lO Marburgo, fondo fotográfico de, 155 Marchal, A, 54, 55, 56 Martín, R., 167 Martín, T, H., 32, 87 martinetes de hierro, investigaciones sobre los, 166, 170 Marx, Karl, 31, 56 Massa, en Italia: explotación minera de, 151; útiles en las antiguas minas de, 164 matemáticas: aplicaciones cientfficas en, 112; desarrollo de las, 55 materia prima, producción de la, 48 materiales, problema de los, 86 Maudslay, colección, 167 Maunoury, J.-L., 42, 80, 81,82,84,92 medio ambiente, protección del, 13 mercado libre, 58 mercantilismo, 145 metalurgia, 105; tratado sobre, 138,
142 metodología de la historia de la técnica, 13-14 militares, técnicas, 90 Mili, John Stuart, 59 Mimerel, fabricante de hilaturas, g-¡, 98 minería: modelos de las máquinas de, 166; museos de, 178; tratados sobre, 138; véase también códigos mineros; Yugoslavia misiones científicas, 146-147 modelos, colecciones de, 166-167
202 Introducción a la historia de las técnicas modelos, como instrumento de enseñanza. J 67 Mokir.Joel,17 molino a brazo de Vajerio, en Síon,
164 molinos de batán, en Inglaterra, 149 molinos de viento, estudios sobre los, 155 Monceau, Duhamel du, 40, 167 monopolios: de una fabricación, 145; estatuto de los. 92 motor de explosión, 12, 79, 85 motor eléctrico, 81 motores térmicos, 42, 49. 81, 82 Mumford, Lewis: Técnica y civilización, 9, 53 Munich, museo de, 164 Musée du Conservatoire National des Arts et Métiers, 176 Museo de Agricultura de Budapest. 178 Museo dc Artes y Tradiciones Populares. en Francia, 47,166, 173 Museo de Historia de las Ciencias y de las Técnicas, en Italia, 172 Museo de Historia de las Técnicas, en Viena, 172 Museo de la Ciencia de Londres. 32, 165.167,176,177 Museo de la Minería, en Bochum, 17H Museo de la Sombrerería. en Troyes, 180 Museo de la Técnica. en Moscú, 177 Museo de las Minas en Saint-Étienne. 178 Museo de las Misiones de San Juan de Letrán. en Roma, 175 Museo del Cristal de Murano, en Italia, 180
Museo del Hierro, en Jarville, Francia, 172, 180 Museo del Olivo en Cagnes-sur-Mcr. 179 Museo del Queso, en Auvernía, 179 Museo del Tabaco, en Bergerac, 179 Museo del Tejido, en Lyon, 180 Museo Histórico de las Telas, en Lyon,l72 Museo Nazionale della Scienza e della Tecnica, en Milán, 176 Museo Técnico, en Oslo, 176 Museo Técnico, en Praga, 177 museos de historia de las técnicas, 32,34,172,173-180 museos marítimos, 178-179
Napoleón IJI, 31 NBER: índice «hombre-hora» del, 105; Y el ritmo del progreso técnico, 107 necesidades económicas, y progreso técnico, 96 Nef, 1: Progrés technique et guerre,
90 neologismos. en el vocabulario téc-
níco.Bz neo técnica. fase, 53 Newcomen. máquina de. 79 Newcomen Society for the Study of the History of Engineering, 172 Noruega, museos de. 176 notariado: actas de, 151; aparición del. 151 novedad técnica, véase transformación técnica nuclear: energía, 70; física, 128 Nydam, en Dinamarca. nave hallada en, 168
Índice alfabético
203
población mundial, 65, 66 podaderas, modelos de, 44, 45 Polhem, Christoffer, ingeniero de minas sueco, 166 Polonia: antigua fábrica de clavos en, 165; centros de investigación en, 172; excavaciones arqueológicas en, 168, 169 Pornpeya: molinos de, 164: utillaje descubierto en, 164 paleotécnica, fase, 53 Panckoucke: Encyclopédie méthodi- Poppc, 1 H. M., 30 positivismo decimonónico, 11 que, 140 precios, sistema de, 58.104, 107 Parent, lean, 22 París: Biblioteca Nacional en, 155; prensa técnica, 167 colección de fotografía en, 180; presión atmosférica, descubrimiento de la, 75, 79, 83 exposición de modelos de máquinas en, 166; Universidad de. 34, previsión tecnológica. 131 Princeton, fondo fotográfico de, 155 patente de importación de técnicas prívílége, en Francia, 146 procedencia de los objetos, estudio nuevas, 92, 145 de la, 162-163 patentes de inventos, 109. lID, 124, 144-145,167; historia de las, \45; producción: factores de, 107, 115\16; instrumentos de. 161. 164, legislación sobre, 91-92; organis168; organización de la, 58 mos de, 146; publicaciones de, 146 Payen: Machine a vapeur et capita- producción industrial, 64, 65, 66 productividad del trabajo, 104-105 Iisme, 58 Péchiney, empresario del aluminio, productividad global. definición de la, 115 99,108 productos fabricados, estudios soPeierls, sir Rudolf Ernst, 128 bre los, 161-162, 169-170 Percy: Manual de metalurgia, 30 progreso científico, 73-74, 90, 121Périer, hermanos. 166 122,126,127,129 Perroux, Pranccis, 56-57.96 perspectiva. en el diseño técnico, progreso económico, véase crecimiento económico 159-160 progreso técnico, 73-74. 80, 84, 86, petróleo, energía del. 70, 85 88,90,96,97,98.102. 103, 104, Philips..laboratorios, 128-129 105,120,121, 131,132; bloqueo al, pinturas. como documentación ico114; medida del, lIS; presiones al, nográfica. 154-155 125; y los tratados. 141; y progreplanificación, 131 so económico. 121 Plutarco. 148
objetos, como fuentes documentales, 161-170 obsolescencia, fenómeno de la, 78. % oficios, estudios sobre, 165-166 Oseberg. en Noruega, nave hallada en, 168 Ostia, mosaicos de, 154
m
204 Introducción a la historia de las técnicas proteccionismo aduanero, 97, 129; véase también aranceles «puesta a punto» del invento, fase de,95
Quemada, Bernard, 22 Quenedey, comandante, 34 química, industria, 46, 51, 86, 180; aplicaciones científicas en, 112
racionalidad, 84, 88, 91; científica, 86; técnica, H6 radar, invento del, 78 radio, invento de la, 78 raíles de hierro, reemplazo de los, 70-71 Rambourg. maestro herrero francés, 105, 106 Ramelli, tratado de, 137 Real Academia de Ciencias, 92 Réaumur, René Antaine Ferchault de, 142 recetarios, 136, 138 recursos disponibles, 171-183 recursos naturales, estado de Jos, 65, 66 reglamentos: como fuentes directas, 149; de corporaciones, 149-150 rejerías de coro, influencia en las, 162-163 relojería, musco de, en Besancon, 180 Renacimiento, literatura técnica en el, 136, 143 rentabilidad de un equipo técnico, véase obsolescencia revistas técnicas, 141 Revolución industrial, 12, 16 17, 33,113,117 ü,
revolución tecnocientífica, 13 Riviere, G. H., 175 romano, Imperio: ley de las minas hispánicas, 150; sobre materia de organización, 135-136; y la agricultura, 135; y la arquitectura, 135 Romans, en Francia, sala de exposición de calzados de, 180 Rosenberg. N., 16 Rostow, 111 Royaumont, en Francia, casa de los trabajos de, 165 Russo, Prancois, 22
Saint-Germain, catálogos del musco de, 174-175 Saint-Gobain, empresa, 122 salarios, mantenimiento de los, 119 Savery Thomas, máquina de, 79, 83 Schumpcter. Joseph Alois, 16; herencia schumpeteriana, 15-16 Science Muscum, véase Museo de la Ciencia de Londres serraduría, obras sobre la, 142 siderurgia, 32, 50, 69, 75, 120, 127, 142; en Francia, 149; museos de, 180 Siegfricd, 97 sierra, estudio sobre la, 44 silla de montar, introducción en Occidente de la. 8 sistema económico, 57, 58-59 sistema técnico, 10, 12, 14, 23, 30, 51, 52,54,57,58-59,99,120; bloqueo del, 70; límites del, 117-118; y sistema económico, 58-59, 113, 125; Y sistema social, 59-61, 113, 125 Smith, Adam, 56
Índice alfabético 205 Smith, C. S., 142 Smithsonian lnstirution, en Washington, colecciones de la, 167, 176 Snow, c..P., 19 Y n. sociedad anónima moderna, 111 Sociedad de Ingenieros Civiles, biblioteca de la, 181 Sociedad General de Conducciones de Agua, en Lieja, 170 sociedades agrícolas, 144 sociedades industriales, 141 Société cornrnanditaire de l'industrie, 111 Sollingen, en Alemania, musco de cuchillería en, 180 sombrerería, museo de, 180 Storhamar, en Noruega, museo de los ferrocarriles de, 179 Suecia: conservación de un taller de laminación en, 165; museos de,
177 Sutton Hao, en Inglaterra, nave de,
168 'Iaccola, tratado de, 142 «teatros de máquinas», 136, 137, 140 techne, en la Antigüedad, 11 'Iechnisches Museum für Industrie und Gewerhe, en Austria, 176 técnicas militares antiguas, historia de las, 31 tecnociencia, concepto de, 11 tejido de punto, museo del, en Dinamarca,l80 Tekniska Museet en Estocolmo, 177 Tekniske Museum, en Dinamarca, 176 teléfono, invento del, 78
Teófilo, monje, recetario de las técnicas artísticas de, 136 térmicas, máquinas, 84; véase tam~ bién motores térmicos textil, industria, 48, 51, 74; francesa, 97, 98; inglesa, 87, 89; instrumentos de la, 164; mecanización de la, 86; museos de, 180 textos, como fuentes documentales, 133-152 Thomas, 71,87,95 Thompson,Allan, 16 y n. Thurston, sobre la historia de la máquina de vapor, 32 tintes, ingredientes de los, 150; prohibición de determinados, 151 torno de hilar: expansión del, 150; prohibición del, 150-151 trabajo, división del, 56, 60 Transaetions of the Society for Encouragements ofArts, 141 transferencias, en el vocahulario técnico, 152 transformación técnica, 104 transistor, invención del, 78 transportes, 178-179; a vapor, 68; aéreo, 12; facilidades del, 121; por carretera, 12, 68 tratado técnico, 134; de agricultura, 137, 140; de arquitectura, 138; de autómatas, 135; de destilación, 138; de fortificación, 135; de hidráulica, 138; de hipiatrfa, 137; de tintorería, 138; sobre las máquinas de guerra, 135; sobre las máquinas de levantar peso, 135; sobre los mecanismos de aligerar cargas, 135; venatorios o de caza, 137 tumbas víkingas, naves excavadas en, 168
206
Introducción a la historia de las técnicas
tungsteno, investigaciones sobre las propiedades físicas del, 129 turbina hidráulica, puesta a punto de la. ros Turgot, Anne-Robert-Jacques, 112
Unión de los Ingenieros Alemanes, en Dusseldorf, 171 Unión Internacional de las Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas, 172 Unión Soviética: centros de investigación en la antigua. 172;excavaciones arqueológicas en la antigua, 168 United States Stee1, 108, 109 urbanismo, tratados de, 138 Usher. A. P.,sobre los inventos mecánicos, 33, 80 utensilios de excavaciones, 164 útiles, 41, 46, 4k, 120 utilidad de una máquina nueva, noción de, 146 Utrecht, en Holanda, museo de ferrocarriles de, 179
vacío, acciones del, k3 Van Tyghem, madame, sobre la construcción de edificios. 155 vapor, véase máquinas de vapor Vaucanson, colección de máquinas y de modelos de, 167, 176 Vayson, fabricante de tapices en Abbeville,98 vegecio, tratado sobre el arte militar,136
Venecia, privilegios a los inventores en, 91-92, 145 vidrieras, catálogo de, en Francia, 155 vidrio, industria del, 180 Viena, centro de investigación de, 34 vigevano, Guy de, tratado de, 136. 159 VilIart de Honnecourt, «cuaderno» de, ¡58 Villcdieu-les-Poéles, en Normandfa, 166 vino. museos del, 179 Viollct-le-Duc, Eugene Emmanuel. 31 Vix, vaso de, 162
wan, James, 16 n., 122, 124;máquina de,83 Wendel, Franrois de, 99 White, Lynn, 14; Tecnología medieval y cambio social, 7,8 Wie1iska,en Polonia, antiguas minas de, 164, 17k
Yankce City, fabricación de calzados a máquina en, 60 Yugoslavia, explotaciones mineras de la antigua, 150, 151
zonas deprimidas, 121 Zonca, tratado de, 137 zueco de madera, fabricación del. 47-48
• Índice
Prólogo, por
SANTIAGO RIERA 1 TuEBOLS
Introducción Conceptos y metodología Las fuentes documentales Los recursos disponibles Bibliografía Índice alfabético
7 27 39 133 171 184 194