P “Año del Buen Servicio al Ciudadano”
ESCUELA ACADÉMICA PROFESIONAL PSICOLOGÍA HUMANA TEMA FILOSOFIA DE HITLER CÁTEDRA
: FILOSOFÍA
CATEDRÁTICO : LIC. JOSE AGUSTIN SIERRA MATOS PRESENTADO POR : NUÑEZ MARTINEZ, EDSON VILCHEZ DE LA CRUZ DIEGO CURASMA CCENTE, JHOBER HUALLPA EIZAGUIRRE, JORDAN
CICLO
: III HUANCAVELICA – PERÚ 2017
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A nuestros docentes por otorgarnos lo mejor de su tiempo y sus conocimientos para poder forjar nuestra meta profesional 2
ÍNDICE
CARÁTULA ...................................................................................................... 1 DEDICATORIA ................................................................................................. 2 ÍNDICE ............................................................................................................. 3 INTRODUCCIÓN ............................................................................................. 4 CAPÍTULO I ADOLF HITLER 1.1
GENERALIDADES ................................................................................ 5
1.2
BIOGRAFÍA ........................................................................................... 5
1.3
HITLER HACIA 1933 ............................................................................. 6
1.4
EL TERCER REICH............................................................................... 7
1.5
MUSSOLINI Y HITLER (MÚNICH, 1940) .............................................. 8
1.6
LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL ...................................................... 8 CAPÍTULO II FILOSOFÍA HITLERIANA
2.1
NIETZSCHE Y EL III REICH .................................................................. 10
2.2
NAZISMO .............................................................................................. 13
2.3
LA FILOSOFÍA EN BRAZOS DEL NAZISMO ........................................ 14
2.4
LA FILOSOFÍA DEL HITLERISMO ........................................................ 16
2.5
LA FILOSOFÍA DE HITLER ................................................................... 18
2.6
INVENTAR LA RAZA ............................................................................. 19
2.7
RAZA Y FUERZA .................................................................................. 19
2.8
EXPANSIÓN Y GUERRA ...................................................................... 20
2.9
CONTRA LA HUMANIDAD.................................................................... 21
CONCLUSIONES............................................................................................. 22 RECOMENDACIONES .................................................................................... 23 BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................ 24 ANEXOS .......................................................................................................... 25
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INTRODUCCIÓN
Hitler, Hijo de un aduanero austríaco, se quedó huérfano cuando todavía era muy joven. Se trasladó a Viena en 1905, para hacer estudios artísticos; el tiempo que estuvo en esta ciudad, en la que los dirigentes municipales mandaban con ideas racistas en contra de los judíos, fue muy importante en su vida. En 1912 se fue a vivir a Munich. En 1914 se alistó en el ejército bávaro, en el que fue cabo; en la I Guerra Mundial lo hirieron, y sufrió daños en los ojos provocados por los gases que fueron novedad en esta guerra. Por estos daños, se le condecoró con la cruz de hierro. En 1919 se convirtió en oficial de propaganda de la nueva Reichswehr, y era encargado de luchar contra el bolchevismo y de extender las ideas nacionalistas. Uno de sus jefes, Gottfried Feder, lo puso en contacto en julio de 1919 con un partido político de extrema derecha, dirigido por Drexler. En poco tiempo, ya era miembro del comité de directores, y redactor del semanario del partido. En 1921 eliminó a Drexler y le puso el nombre al partido de "Partido nacionalsocialista alemán del trabajo", y fue su presidente. Comenzó unas buenas relaciones con la Reichswher y con los sindicatos. Gracias a la importancia de su organización paramilitar, las S.A., fue director del Kampfbund (Liga de asociaciones de combate), que se formó en septiembre de 1923. Hitler intentó imitar el golpe de estado de Mussolini el ocho de noviembre de 1923, pero no le salió bien, y al día siguiente el gobierno bávaro mandó disparar sobre Hitler, Ludendorff, y sus hombres. Hitler fue herido y también condenado a pasar cinco años en prisión en 1924. Aprovechó el tiempo en la cárcel para hacer un libro en el que plasmaba todas sus ideas: Mein Kampf (Mi lucha). Para hacer realidad sus ideales, lanzó ideas simples sobre la superioridad de la raza alemana y decía que el destino lo había llamado para hacer que los alemanes dominara sobre el mundo. Cuando llegó al poder, organizó una policía estatal, la Gestapo, y persiguió a los comunistas, a los socialdemócratas, a las organizaciones obreras, a los antinazis, a los judíos (a los que quería exterminar), e incluso a las Iglesias, contra las que chocó porque él quería controlar a la juventud.
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CAPÍTULO I ADOLF HITLER
1.1
GENERALIDADES La doctrina del «espacio vital» y el ideal pangermánico de unir los pueblos de lengua alemana lo llevarían a un agresivo expansionismo; en apoyo de su política beligerante, Hitler rearmó Alemania y reorganizó y modernizó su ejército hasta convertirlo en una maquinaria temible. Francia y Gran Bretaña consintieron la anexión de Austria y la ocupación de Checoslovaquia, pero la invasión alemana de Polonia desencadenó finalmente la Segunda Guerra Mundial (1939-45), cuya primera fase dio a Hitler el control de toda Europa, excepto Gran Bretaña. La fallida invasión de Rusia y la intervención de Estados Unidos invirtió el curso de la contienda; pese a la inevitable derrota, Hitler rechazó toda negociación, arrastró a Alemania a una desesperada resistencia y se suicidó en su búnker pocos días antes de la caída de Berlín.
1.2
BIOGRAFÍA Hijo de un aduanero austriaco, su infancia transcurrió en Linz y su juventud en Viena. La formación de Adolf Hitler fue escasa y autodidacta, pues apenas recibió educación. En Viena (1907-13) fracasó en su vocación de pintor, malvivió como vagabundo y vio crecer sus prejuicios racistas ante el espectáculo de una ciudad cosmopolita, cuya vitalidad intelectual y 5
multicultural le era por completo incomprensible. De esa época data su conversión al nacionalismo germánico y al antisemitismo. En 1913 Adolf Hitler huyó del Imperio Austro-Húngaro para no prestar servicio militar; se refugió en Múnich y se enroló en el ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial (1914-18). La derrota le hizo pasar a la política, enarbolando un ideario de reacción nacionalista, marcado por el rechazo al nuevo régimen democrático de la República de Weimar, a cuyos políticos acusaba de haber traicionado a Alemania aceptando las humillantes condiciones de paz del Tratado de Versalles (1919). De vuelta a Múnich, Hitler ingresó en un pequeño partido ultraderechista, del que pronto se convertiría en dirigente principal, rebautizándolo como Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes (NSDAP). Dicho partido se declaraba nacionalista, antisemita, anticomunista, antiliberal, antidemócrata, antipacifista y anticapitalista, aunque este último componente revolucionario de carácter social quedaría pronto
en
el
olvido;
tal
abigarrado
conglomerado
ideológico,
fundamentalmente negativo, se alimentaba de los temores de las clases medias alemanas ante las incertidumbres del mundo moderno. Influido por el fascismo de Mussolini, este movimiento, adverso tanto a lo existente como a toda tendencia de progreso, representaba la respuesta reaccionaria a la crisis del Estado liberal que la guerra había acelerado.
1.3
HITLER HACIA 1933 Sin embargo, Hitler tardaría en hacer oír su propaganda. En 1923 fracasó en un primer intento de tomar el poder desde Múnich, apoyándose en las milicias armadas de Ludendorff («Putsch de la Cervecería»). Fue detenido, juzgado y encarcelado, aunque tan sólo pasó en la cárcel nueve meses, tiempo que aprovechó para plasmar sus ideas políticas extremistas en un libro que tituló Mi lucha y que diseñaba las grandes líneas de su actuación posterior. A partir de 1925, ya puesto en libertad, Hitler reconstituyó el Partido Nacionalsocialista expulsando a los posibles rivales y se rodeó de un grupo de colaboradores fieles como Goering, Himmler y Goebbels. La profunda crisis económica desatada desde 1929 y las dificultades políticas de la 6
República de Weimar le proporcionaron una audiencia creciente entre las legiones de parados y descontentos dispuestos a escuchar su propaganda demagógica, envuelta en una parafernalia de desfiles, banderas, himnos y uniformes.
1.4
EL TERCER REICH Combinando hábilmente la lucha política legal con el uso ilegítimo de la violencia en las calles, los nacionalsocialistas o nazis fueron ganando peso electoral hasta que Hitler (que nunca había obtenido mayoría) fue nombrado jefe del gobierno por el presidente Hindenburg en 1933. Desde la Cancillería, Hitler destruyó el régimen constitucional y lo sustituyó por una dictadura de partido único basada en su poder personal. Se iniciaba así el llamado Tercer Reich (el Tercer Imperio alemán, tras el Sacro Imperio del medievo y el Imperio de 1871, desaparecido con la Primer Guerra Mundial), que no fue sino un régimen totalitario basado en un nacionalismo exacerbado y en la exaltación de una superioridad racial sin fundamento científico alguno (basado en estereotipos que contrastaban con la ridícula figura del propio Hitler). Tras la muerte de Hindenburg, Hitler se proclamó Führer o «caudillo» de Alemania y sometió al ejército a un juramento de fidelidad. La sangrienta represión contra los disidentes culminó en la purga de las propias filas nazis durante la «Noche de los Cuchillos Largos» (1934) y la instauración de un control policial total de la sociedad, mientras que la persecución contra los judíos, iniciada con las racistas Leyes de Núremberg (1935) y con el pogromo conocido como la «Noche de los Cristales Rotos» (1938), conduciría al exterminio sistemático de los judíos europeos a partir de 1939 (la «Solución Final»). La política internacional de Hitler fue la clave de su prometida reconstitución de Alemania, basada en desviar la atención de los conflictos internos hacia una acción exterior agresiva. Se alineó con la dictadura fascista italiana, con la que intervino en auxilio de Franco en la Guerra Civil española (1936-39), ensayo general para la posterior contienda mundial; y completó sus alianzas con la incorporación del Japón en una alianza
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antisoviética (Pacto Antikomintern, 1936) hasta formar el Eje Berlín-RomaTokyo (1937). Militarista convencido, Hitler empezó por rearmar al país para hacer respetar sus demandas por la fuerza (restauración del servicio militar obligatorio en 1935, remilitarización de Renania en 1936); con ello reactivó la industria alemana, redujo el paro y prácticamente superó la depresión económica que le había llevado al poder.
1.5
MUSSOLINI Y HITLER (MÚNICH, 1940) Luego, apoyándose en el ideal pangermanista, reclamó la unión de todos los territorios de habla alemana: primero se retiró de la Sociedad de Naciones, rechazando sus métodos de arbitraje pacífico (1933); luego forzó el asesinato del presidente austriaco Dollfuss (1934) y el Anschluss o anexión de Austria (1938); a continuación reivindicó la región checa de los Sudetes y, tras engañar a la diplomacia occidental prometiendo no tener más ambiciones
(Conferencia
de
Múnich,
1938),
ocupó
el
resto
de
Checoslovaquia, la dividió en dos y la sometió a un protectorado; aún se permitió arrebatar a Lituania el territorio de Memel (1939).
1.6
LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL Cuando el conflicto en torno a la ciudad libre de Danzig le llevó a invadir Polonia, Francia y Gran Bretaña reaccionaron y estalló la Segunda Guerra Mundial (1939-45). Adolf Hitler había preparado sus fuerzas para esta gran confrontación, que según él habría de permitir la expansión de Alemania hasta lograr la hegemonía mundial (Protocolo Hossbach, 1937); en previsión del estallido bélico había reforzado su alianza con Italia (Pacto de Acero, 1939) y, sobre todo, había concluido un Pacto de no agresión con la Unión Soviética (1939), acordando con Stalin el reparto de Polonia. El moderno ejército que había preparado obtuvo brillantes victorias en todos los frentes durante los dos primeros años de la guerra, haciendo a Hitler dueño de casi toda Europa mediante una «guerra relámpago»: ocupó Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Francia, Yugoslavia y Grecia (mientras que Italia, España, Hungría, Rumania, Bulgaria y Finlandia
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eran sus aliadas, y países como Suecia y Suiza declaraban una neutralidad benévola). Sólo la Gran Bretaña de Churchill resistió el intento de invasión (batalla aérea de Inglaterra, 1940); pero la suerte de Hitler empezó a cambiar cuando lanzó la invasión de Rusia (1941), respondiendo tanto al ideal anticomunista básico del nazismo como al proyecto de arrebatar a la «inferior» raza eslava del este el «espacio vital» que soñaba para engrandecer a Alemania. A partir de la batalla de Stalingrado (1943), el curso de la guerra se invirtió, y las fuerzas soviéticas comenzaron una contraofensiva que no se detendría hasta tomar Berlín en 1945; simultáneamente, se reabrió el frente occidental con el aporte masivo en hombres y armas procedente de Estados Unidos (involucrados en la guerra desde 1941), que permitió el desembarco de Normandía (1944). Derrotado y fracasados todos sus proyectos, Hitler vio cómo empezaban a abandonarle sus colaboradores mientras la propia Alemania era acosada por los ejércitos aliados; en su limitada visión del mundo no había sitio para el compromiso o la rendición, de manera que arrastró a su país hasta la catástrofe. Después de haber sacudido al mundo con su sueño de hegemonía mundial de la «raza» alemana, provocando una guerra total a escala planetaria y un genocidio sin precedentes en los campos de concentración, Hitler se suicidó en el búnker de la Cancillería donde se había refugiado, pocos días después de la entrada de los rusos en Berlín.
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CAPÍTULO II FILOSOFÍA HITLERIANA
2.1
NIETZSCHE Y EL III REICH La polémica con respecto a los vínculos entre Nietzsche y Adolf Hitler, el líder del nacismo, subsiste en la sociedad actual. La estrecha relación de la hermana de Nietzsche, Elisabeth Förster Nietzsche, con Bernard Förster, un antisemita radical ha dejado, cuando menos, dudas respecto a la absolución de Friederich Nietzsche como base ideológica del fascismo. Los racistas, clasistas, dictadores y toda suerte de imposición irracional sobre el pueblo emanan de la misma fuente egoísta que promulgó el filósofo germano aunque esta empatía sólo sea la apología de una “ley de la selva” donde los más fuertes se imponen por naturaleza. Por esta línea, el desempeño del futuro “superhombre” nietzscheano se distingue como un tétrico camino de víctimas por donde pasa el instintivo arrebato del depredador. Otra vez volvemos a ver los argumentos de Nietzsche como un cuerpo de ideas muy acorde con cualquier forma de poder que sobrepase los derechos del individuo. Sus conceptos filosóficos eje predican nociones tales como “la voluntad de poder”, el advenimiento del “superhombre” y su célebre frase: “Dios ha muerto” prepara un terreno ideal para la eclosión de “hombres fuertes y crueles”, capitanes de una depuración de la raza, una selección de 10
las especies más narcisista aún porque no tiene en cuenta a los demás sino a ese individuo que escala sobre la debilidad de los demás hasta la cúspide más alta No importa si Nietzsche mantenía una relación amistosa con Hitler como lo hacía su hermana Elisabeth, sino hasta qué punto, su “alcance e interpretación de las cosas” son válidos y no deformantes. Principalmente el desprecio por los débiles y la necesidad de superar la compasión por ellos como elemento crucial para la superación de la raza. Recordemos que la visión nihilista y exaltadamente vitalista que manifiesta la idea nietzscheana comprende la libertad del hombre como una independencia de sus propias trabas morales, de sus contenciones religiosas, de la “obligación” de socorrer a los caídos. Por otra parte tenemos las propias afiliaciones de los fascistas al pensamiento de Nietzsche. Mussolini admitía su veneración por las ideas del “irónico” filósofo que “mató” a Dios. Sin embargo, se vislumbran algunas diferencias entre la política del “Duce” y su nacionalismo italiano exacerbado y lo que reza la idea del autor alemán. La idea de “superhombre” apunta a la individualidad exclusiva, a un hombre entre muchos, un egocentrismo intenso que lo convierte en poderoso y cuya voluntad de poder es el genuino espíritu de su fortaleza. Benito Mussolini quería ver a todos los italianos convertidos en eso, “superhombres” de ese terruño reunido en Nación a costa de tantos sufrimientos. El nacionalismo alemán también creía reunir, en la Nación, una raza especial: “la raza aria” que llevaría a buen término los destinos del mundo a cualquier coste subyugando y dominando, suprimiendo y exterminando a la oposición. Pero la violencia abusiva de la legiones de Hitler no sólo alcanzó a sus adversarios políticos, se ensañó también con las almas que Nietzsche describió como de la peor calaña: los débiles, los mediocres y los que compadecidos se hacían débiles como ellos y los amparaban. El Partido Nacionalsocialista monopolizó la política alemana y llevó, la promesa de “Así habló Zaratustra”, al extremo del “irracionalismo” que lo caracteriza teniendo como consecuencia la Segunda Guerra Mundial y una sensación de deuda en el hombre para consigo mismo. No se pone en duda de que, bajo estandartes como el que flamea en “Más allá del bien y del mal”, puedan 11
nacer grandes obras, no sólo fecunda el genocidio y la deshumanización. Del ámbito nietzscheano podrían salir también seres virtuosos y esplendorosas épocas, pero el ímpetu de la “fuerza de voluntad”, no lleva un camino necesariamente racional, escapa al intelecto y a la mensura tomando sendas netamente independientes, descontroladas, por lo que el riesgo es enorme. Pese a la brillantez del pensador, su sarcasmo y “teatralizada” inclemencia exilian, según parece, al pensador del clima netamente filosófico o metafísico, su pensamiento “suena” a estar “contaminado” por ciertos resentimientos personales hacia la sociedad en la que está inserto, sociedad a la que parece odiar por su hipocresía, debilidad e inoperancia. De ahí a que gran parte de su “filosofía” no sea otra cosa, a mi entender, que una justificación de ese odio al hacer cotidiano, a la masificación de los “pareceres” al cristianismo con su “perdonad todo” y a la mirada vacuna de los inocentes o mártires de la época. Se adivina cierta patología en el ensañamiento innecesario con que Nietzsche se dedica a socavar el espíritu excesivamente religioso de la época, como si quisiera evadir las presiones de una moral interna que sentía impuesta, una moral que no le pertenecía y que simplemente le quitaba libertad al genio que llevaba dentro. El espíritu libre que proclama tiene entonces mucho que ver con liberarse de los prejuicios religiosos preparando el advenimiento del “superhombre”. En el orden maquiavélico, que no importan los medios que tengan que usarse para obtener un fin, la voluntad de poder se vuelve peligrosa y fraudulenta, se ensucia en el ardid, en la trampa innecesaria que al final captura al propio cazador. Así fue como luego de un atentado de falsa bandera, es decir un “autoatentado”, Hitler suspendió los derechos constitucionales de los alemanes proclamando, en el año 1933, un estado de emergencia que daba poder a decretos oficiales sin consulta a los alemanes: Ya era una dictadura. Puede decirse que tal vez no sea justo responsabilizar a Nietzsche de ningún abuso de poder cometido lesa humanidad. Por el contrario, su exposición es una expresión digna de estudiarse y, mediante la lógica del análisis, nos corresponde a nosotros (Los que auxiliamos a la opinión 12
publica) denudar sus absurdos. Esta sería una buena forma de desactivar la práctica del irracionalismo y hacer colapsar, sobre su propia inconsistencia, el nihilismo catastrófico que al fin, hace uso y abuso de la razón, para luego “intentar” arremeter contra ella.
2.2
NAZISMO Nazismo es la contracción de la voz alemana Nationalsozialismus, que significa nacionalsocialismo, y hace referencia a todo lo relacionado con la ideología y el régimen que gobernó Alemania de 1933 a 1945 con la llegada al poder del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán de Adolf Hitler (NSDAP), el autoproclamado Tercer Reich y Austria a partir de la Anschluss, así como los demás territorios que lo conformaron —Sudetes, Memel, Danzig y otras tierras en Polonia, Francia, Checoslovaquia, Hungría, Países Bajos, Dinamarca y Noruega—. La Alemania de este período se conoce como la Alemania nazi. Es una ideología alemana gestada en la década de los años 1920, pero que no alcanzará importancia hasta los años 30, momento en que las duras condiciones de paz impuestas en el Tratado de Versalles (1919) se juntan con la grave crisis mundial del Jueves Negro en 1929 (véase Gran Depresión). En Alemania la situación es más acuciante aún, ya que a los devastadores efectos económicos se sumaba la obligación de pagar el tributo de la derrota en la Primera Guerra Mundial, y el descontento popular ante la injusta situación que hacía que las calles se llenaran de manifestaciones extremistas de toda índole, tanto de izquierda como de derecha. Esta situación culmina con el fuerte descrédito de las democracias liberales, dado que las dictaduras que surgieron demostraron ser capaces de controlar y resolver las crisis más efectivamente que las democracias.nota 1 Tanto la Italia de Benito Mussolini —quien fue elogiado por «hacer que los trenes llegaran a tiempo», es decir, por poner fin a las huelgas y caos económico que había dominado a ese país— como el Imperio del Japón, países en los que se impusieron «gobiernos fuertes», no solo resolvieron la crisis a mediados de los 30 sino que fueron percibidas como restaurando el orden social aun con anterioridad a esa solución a problemas económicos. 13
A esa crisis político económica hay que agregar una crisis ideológica aún anterior que se ha sugerido se extiende desde 1890 a 1930 y que ha sido caracterizado como una «revolución contra el positivismo». Tanto los valores como las aproximaciones a la sociedad y la política que formaban la base de la civilización occidental fueron percibidas como superadas reliquias del racionalismo proveniente de la Ilustración. Específicamente, tanto el fascismo como los desarrollos intelectuales que lo antecedieron buscaron transcender lo que se percibía como la decadencia del Occidente3 (véase, por ejemplo, La decadencia de Occidente). Consecuentemente, el Zeitgeist de esa época puede ser descrito como una amalgama o mezcla de ideas caracterizado por un rechazo al racionalismo, proceso que es generalmente percibido como iniciándose con Friedrich Nietzsche, junto a tentativas de incorporar «explicaciones científicas» a preconcepciones o incluso prejuicios explicativos del mundo, por ejemplo, un racismo latente, que dieron origen a propuestas tales como las de la eugenesia, etc., y en lo político, bajo la influencia de pensadores tales
como
Georges
Sorel,
Vilfredo
Pareto,
Martin
Heidegger
(supuestamente), Gaetano Mosca, y, especialmente, Robert Michels; a percepciones político elitistas basadas en un culto del héroe y la fuerza que culminan en una versión del darwinismo social. Percepciones que adquieren connotaciones más extremas en su divulgación y vulgarización.
2.3
LA FILOSOFÍA EN BRAZOS DEL NAZISMO El título de este libro —Hitler’s Philosophers—puede prestarse a confusión, puesto que Walter Benjamin, Hannah Arendt, Theodor W. Adorno o el resistente Kurt Huber, filósofos a los que Sherratt dedica páginas brillantes, no fueron “filósofos de Hitler”; al contrario, hay que contarlos entre las víctimas del dictador; además, constituyeron el blanco de la malevolencia de otros filósofos, los de Hitlerde verdad. Alfred Rosenberg, su tocayo Bäumler y Ernst Krieck destacan entre los más fanáticos; también Martin Heidegger estuvo entre los que apuntalaron la nueva ideología desde la cátedra, pero no sólo los mencionados, sino un enjambre de profesores de filosofía alemanes, secuaces de Hitler a su modo. Yvonne Sherratt, docente en Oxford en la actualidad, repasa en la primera parte del volumen las 14
biografías de los “intelectuales” de Hitler, todos del gremio filosófico a excepción del zorruno Carl Schmitt, el famoso jurista que supo otorgar carta de ley a las locuras de Hitler contra los judíos. Constata así que profesar la filosofía ni garantiza ser buena persona ni predispone a la defensa de lo mejor; los filósofos alemanes, salvo honrosas excepciones, aclamaron a Hitler, expulsaron a los judíos de las universidades y las transformaron en escuelas paramilitares. Sherratt revela cómo el propio Hitler se creyó a sí mismo un “líder filósofo” —y cómo nadie se lo discutió—. Reitera el tópico de la gran influencia que Kant, Schopenhauer y Nietzsche ejercieron en su formación ideológica, aunque también explica que el dictador era un “genial coctelero” que dejaba los libros a medias, cogía ideas de acá y de allá y las agitaba para que sirviesen a sus ominosos intereses. ¿Hitler, “filósofo”? ¿Capaz de desentrañar la gnoseología de Kant y Schopenhauer? Da risa. Quienes de verdad le influyeron fueron los antisemitas Chamberlain y Gobineau, paladines del racismo y el darwinismo social. El autócrata se nutrió de sus ideas pseudocientíficas para su Mein Kampf; este libro y el infumable El mito del siglo XX, de Rosenberg —un delirio pseudofilosófico—, cimentaron los pilares teóricos del nazismo. Hitler no se ocupó de la filosofía, la dejó en manos de los profesores Rosenberg, Krieck y Bäumler, a quienes Sherratt pinta ávidos de poder y sedientos de notoriedad. Éstos implantaron el nazismo en la enseñanza y hasta ningunearon a Heidegger, nazi medular que aspiró a ser “el superhombre de Hitler” (Sherratt). La segunda parte del libro trata de los “oponentes a Hitler”. Y aquí el lector se reconcilia con la filosofía, porque las biografías de Arendt, Benjamin y Adorno ilustran cuánto sufrieron los filósofos judíos. Arendt abandonó Alemania aterrorizada al ver cómo “la patria de los pensadores y poetas” se arrojaba entusiasmada en brazos de los nazis; Benjamin, un filósofo ecléctico, se suicidó en Portbou camino de un exilio imposible; Adorno fue un intelectual vivaracho que, tras regresar del exilio, terminó sus días en Fráncfort rodeado de antiguos profesores nazis rehabilitados. Pero no sólo sufrieron los filósofos judíos; Sherratt recuerda también al profesor Huber, experto en Leibniz, muniqués y “ario”, crítico de Hitler e inspirador de los 15
jóvenes antinazis de La Rosa Blanca; su arriesgado amor a la libertad le costó la cabeza en 1943. Lo estremecedor de este libro no es sólo la visión que aporta de la filosofía alemana en tiempos de Hitler, sino también de la posguerra. Muchos de los filósofos nazis recuperaron sus cátedras o vivieron sin rendir cuentas; los aliados ahorcaron a Rosenberg, pero Schmitt y Heidegger llegaron a ser respetados y famosos; en cambio, a otros que se mantuvieron fieles a Sócrates y Erasmo apenas se les reconoció su valía o se los condenó al silencio.
2.4
LA FILOSOFÍA DEL HITLERISMO En 1934, poco tiempo después de que Hitler ascendió al poder en Alemania, un filósofo de 29 años de edad y de origen judío-lituano publicó en la revista Esprit que fundó en París Emmanuel Mounier, un texto tan iluminador como sorprendente. La familia del autor había emigrado forzadamente a Rusia en 1915. pero el antisemitismo que se desató a partir de la revolución de octubre de 1917 la obligó a regresar a su natal Kovno, Lituania, de donde el hijo viajó hacia Estrasburgo, Francia. Allí comenzó en 1923 sus estudios de filosofía. Se llamaba Emmanuel Levinas. En 1928, el joven estudiante se dirigió al Friburgo de Brisgovia, Alemania, y se convirtió en discípulo de Edmund Husserl quien por aquellos días era el promotor y sumo sacerdote de la fenomenología. Esta fue un esfuerzo racional por liberar a la filosofía de juicios previos y presuposiciones. Sus propósitos eran dar al pensamiento un ancía en las cosas mismas y en los datos concretos de la experiencia, fundamentar así las ciencias y establecer un método para filosofar. El seguidor más brillante de Husserl fue Martin Heidegger, independientemente de los desvarios políticos en que incurrió bajo el régimen de Hitler. Levinas recibió también las enseñanzas directas de Heidegger,
a
quien
reconoció
siempre
su
magisterio
racional
y
fenomenológico raíz de los existencialismos ulteriores, a la vez que lo criticó duramente por sus complicidades con el nacional-socialismo. Levinas antes y más lejos que Daladier, NevilleChamberlain y Molotov. Su penetrante mirada de filósofo descubrió en las ideas 16
subyacentes del hitlerismo la dinámica que impulsaría al canciller y caudillo de los alemanes a traicionar los tratos, a violar los pactos, a desprenderse implacable y criminalmente de los aliados tácticos: lo que avanza como concepto universal que convence genera ¡guales, genera hombres libres; lo que crece a partir del concepto de raza produce esclavos o muertos; la lógica política etnicista es la de la expansión física; la del universalismo es la de la libertad. El racismo es una especie criminal del ecologismo aplicada a la humanidad: así como para los “verdes” hay aguas limpias y aguas contaminadas, para aquél hay sangres y razas puras e impuras. El campo de concentración no es más que el aislante y procesador de lo que es tóxico: el judío, el cristiano, el homosexual, el gitano. El fuego del horno crematorio es llama de purificación. Etnica, pero purificación. En especial, más allá de mitos culpabilizantes y falacias ideológicas, muy tarde comprendieron los cimientos del sistema nazi los millones de luteranos que, organizados desde 1933 en el Movimiento de los Cristianos Alemanes, bajo el programa intitulado “Nación, Raza, Führer”, le consiguieron a Hitler el 75% de los sufragios de los protestantes de Alemania. Luego vendría la rectificación, encabezada por el talentoso teólogo Karl Barth y su secuela de persecución y muerte. La filosofía de Hitler es primaria. Sin embargo, las potencias primitivas que en ella se coagulan hacen resplandecer su fraseología miserable gracias al impulso de una fuerza elemental. Despiertan la nostalgia secreta del alma alemana. Más que un contagio o una locura, el hitlerismo es un despertar de sentimientos elementales. A partir de aquí, si bien terroríficamente peligrosa, se vuelve filosóficamente interesante porque los sentimientos elementales encubren una filosofía; expresan la actitud primera de un alma ante el conjunto de lo real y de su propio destino; predeterminan o prefiguran el sentido de la aventura que el alma correrá en el mundo. La filosofía del hitlerismo desborda por tanto la filosofía de los hitlerianos y pone en tela de juicio los principios mismos de una civilización. El conflicto no se juega solamente entre el liberalismo y el hitlerismo. Incluso el cristianismo se ve amenazado por éste, a pesar de las deferencias o de
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los concordatos de que se beneficiaron las iglesias cristianas al inicio de ese régimen. Pero no es suficiente distinguir como lo hacen ciertos periodistas el universalismo cristiano del particularismo racista: una contradicción lógica no basta para juzgar un acontecimiento concreto. El significado de una contradicción lógica que opone dos corrientes de ideas no se manifiesta plenamente más que si se remonta a su fuente, esto es a la intuición, a la decisión original que las hace posibles. En tal espíritu expondremos estas pocas reflexiones.
2.5
LA FILOSOFÍA DE HITLER Lo que hizo Hitler fue desformar la filosofía del Superhombre de Nietzsche. Nietzsche fue un filósofo alemán, poeta y filólogo que vivió en 1844 y murió en 1900. De acuerdo con Nietzsche, las masas se adaptan a la tradición, mientras su superhombre utópico es seguro, independiente y muy individualista. El superhombre siente con intensidad, pero sus pasiones están frenadas y reprimidas por la razón. Centrándose en el mundo real, más que en las recompensas del mundo futuro prometidas por las religiones en general, el superhombre afirma la vida, incluso el sufrimiento y el dolor que conlleva la existencia humana. Su superhombre es un creador de valores, un ejemplo activo de "eticidad maestra" que refleja la fuerza y libertad de alguien que está libre de los enlaces de lo humano "humillar" por la bondad cristiana, menos por aquellas que él juzga gravemente. Nietzsche sostenía que todo acto o proyecto humano está motivado por la "voluntad de poder". La voluntad de poder no es sólo el poder sobre otros, sino el poder sobre uno mismo, algo que es necesario para la imaginación. Esa capacidad se manifiesta en la autonomía del superhombre, en su creatividad y coraje. Al concepto de superhombre se le criticó a menudo ser el fruto de un culto que se extiende en una sociedad de amos y esclavos y ha sido identificado con las filosofías autoritarias. Muchos sabios niegan esta lectura ideológica y lo atribuyen a una mala interpretación de la obra de Nietzsche.
18
2.6
INVENTAR LA RAZA A partir de aquí, toda estructura social que anuncie una liberación respecto del cuerpo y que no lo incluya se volverá sospechosa como una renegación, como una traición. Las formas de la sociedad moderna fundada sobre el acuerdo de las voluntades libres no sólo aparecerán como frágiles e inconsistentes, sino como falsas y mentirosas. La asimilación de los espíritus a los cuerpos perderá la grandeza del triunfo del espíritu sobre el cuerpo.
Tal
grandeza
devendrá
obra
de
falsificadores.
De
esta
concretización del espíritu se seguirá inmediatamente una sociedad con base consanguínea. Entonces, si la raza no existe, ¡hay que inventarla! Este ideal del hombre y de la sociedad viene acompañado de un nuevo ideal de pensamiento y de verdad. Como lo hemos subrayado, lo que caracteriza a la estructura del pensamiento y de la verdad en el mundo occidental es la distancia que separa inicialmente al hombre y al mundo de las ideas donde éste escogerá su verdad. Es libre y está solo ante ese mundo. Es libre hasta el punto que puede no franquear tal distancia, puede no efectuar la opción. El escepticismo es una posibilidad fundamental del espíritu occidental. Sin embargo, una vez dado el paso y aprehendida la verdad, el hombre no queda menos libre. El hombre puede volver sobre sus pasos. En toda afirmación habita una negación futura. Esta libertad constituye toda la dignidad del pensamiento, pero en ella se esconde un peligro: el de que en el intervalo que separa al hombre de la idea se cuele la mentira. Cuando tal cosa sucede, el pensamiento se vuelve juego. El hombre se complace en su libertad y no se compromete definitivamente con verdad alguna. Transforma su poder de dudar en falta de convicción. No vincularse con una verdad se vuelve para él un no comprometer su persona en la creación de valores espirituales. La sinceridad, vuelta imposible, pone fin a todo heroísmo. La civilización se ve invadida por todo lo que no es auténtico, por los sucedáneos puestos al servicio de los intereses y de la moda.
2.7
RAZA Y FUERZA Es a una sociedad que pierde el contacto viviente con su verdadero ideal de libertad, para aceptar las formas degeneradas de ésta, y que no 19
viendo lo que ese ideal exige de esfuerzo se goza sobre todo en lo que le aporta de comodidad; es a una sociedad en tal estado, a la que el ideal germánico de hombre le aparece como una promesa de sinceridad y autenticidad. El hombre ya no se encuentra ante un mundo de ideas donde puede escoger por decisión soberana de su razón libre la que será su verdad; él se encuentra ya ligado por nacimiento con todos los que son de su sangre. El ya no puede jugar con la idea porque, salida de su ser concreto, anclada en su carne y en su sangre, conserva lo serio de aquél. Encadenado a su cuerpo, el hombre se ve privado del poder de escapar de sí mismo. La verdad ya no es para él la contemplación de un espectáculo extranjero, sino que consiste en un drama del cual el hombre mismo es el actor. Es bajo el peso de toda su existencia que incluye datos sobre los cuales no hay que volver que el hombre dirá su sí o su no. Pero ¿a qué obliga tal sinceridad? Para un pensamiento como el descrito, toda asimilación racional o comunión mística entre espíritus que no se apoye en una comunidad de sangre es sospechosa. Pero, aún así, el nuevo tipo de verdad no podría renunciar a la naturaleza formal de la verdad y dejar de ser universal. Bien puede la verdad ser mi verdad en el sentido más fuerte de este posesivo: ella tiene que tender a la creación de un mundo nuevo. Zaratustra no se contenta con su propia transfiguración: desciende de la montaña y trae un evangelio. ¿Cómo es compatible la universalidad con el racismo? Habrá que ejecutar -y está en la lógica de la primera inspiración del racismo- una modificación fundamental de la idea misma de universalidad. La idea de universalidad debe ceder su lugar a la idea de expansión: la expansión de una fuerza, que tiene una estructura totalmente distinta de la de la propagación de una idea.
2.8
EXPANSIÓN Y GUERRA La idea que se propaga se desprende esencialmente de su punto de partida. Se vuelve, a pesar del acento único que le comunica su creador, patrimonio común. Es radicalmente anónima. Quien la acepta se vuelve su amo como lo es quien la propone. La propagación de una idea crea de este modo una comunidad de “amos”, es un proceso de igualación. Convertir o
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persuadir es crearse pares. La universalidad de un orden en la sociedad occidental refleja siempre esta universalidad de la verdad. Pero la fuerza se caracteriza por otro tipo de propagación. El que la ejerce no se aleja de ella. La fuerza no se pierde entre quienes la padecen. Está vinculada a la personalidad o a la sociedad que la ejerce y la amplía subordinándole todo lo demás. Aquí el orden universal no se establece como corolario de la expansión ideológica: es esa misma expansión la que constituye la unidad de un mundo de amos y de esclavos. La voluntad de poder de Nietzsche que la Alemania moderna reencuentra y glorifica no es sólo un nuevo ideal; es un ideal que aporta al mismo tiempo su forma propia de universalización: la guerra, la conquista.
2.9
CONTRA LA HUMANIDAD Pero aquí volvemos a verdades bien sabidas. Hemos tratado de vincularlas a un principio fundamental. Tal vez hemos logrado mostrar que el racismo no se opone solamente a tal o cual punto de la cultura cristiana y liberal; que no pone en tela de juicio tal o cual dogma de la democracia, del parlamentarismo, del régimen dictatorial o de la política religiosa, sino a la humanidad misma del hombre.
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CONCLUSIONES
Los nazis instauran también el control reproductivo de la sociedad alemana. Es imperiosa la necesidad de crear nuevos arios y de sacar de la circulación aquellos que presenten defectos en nombre de la higiene racial, promoviendo la eugenesia y recurriendo a la eutanasia si hacía falta. Así mismo, se buscó la fecundación de todas las alemanas de buena sangre por parte de la élite aria para que poco a poco la raza perdida recupere su esplendor. El resultado de esto fue el establecimiento de los campos Lebensborn en los cuales mujeres de origen ario eran inseminadas con padres seleccionados para la creación de niños racialmente puros.
Para Hitler, los comunistas eran enemigos de la nación alemana. Pero había un enemigo mayor aún que se fusionaba con ese y con los otros posibles: los judíos. Partiendo de una concepción racista, desde principios de los años veinte Hitler fue reconstruyendo un estereotipo racial del judío, a partir de las teorías de Walter Darré, Alfred Rosenberg, Spengler (Siglo XX), Houston Stewart Chamberlain y el conde de Gobineau (Siglo XIX).
Los judíos encarnaban, para Hitler, todos los males que aquejaban a la nación alemana (no judía): eran los proletariados agitadores, los financistas avaros y los grandes industriales que exprimían al pueblo alemán; eran la prensa que difamaba a la nación, y también los débiles y corruptos parlamentarios cómplices de los humillantes tratados de paz y de la debilidad de la nación. Eran, en síntesis, el enemigo racial, que desde el interior corrompía y contaminaba a la nación, debilitándola.
El objetivo final de la política exterior nazi era la conquista del Lebensraum o espacio vital alemán. Su imperialismo era a la vez económico y racial. Hitler sostenía que el pueblo elegido (la raza superior) debía disponer de suficiente espacio, definido como una relación entre los recursos (tierras, alimentos) y la población. Su objetivo inmediato eran las tierras de Europa Oriental, pobladas por razas consideradas inferiores.
El nazismo se concreta como una ideología totalitario de índole fascista en la medida en que se caracteriza por dar una importancia central y absoluta al Estado.
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RECOMENDACIONES
Se ha sugerido que Adolf Hitler "es uno de esos pocos individuos de los cuales se puede decir con absoluta certeza que: sin él, el curso de la historia habría sido diferente", o, que sin él, las cosas habrían sido muy diferentes.
No vemos la acción de un genio político, sino el resultado de, por un lado, el de la ilusión de personajes tales como Eckart y, por el otro, de la propuesta de sectores conservadores y nacionalista -tales como la de Forsthoff - que fueron utilizadas para producir una situación tal que le permiten proclamar: "Yo soy el partido".
La teoría nazi sostenía que entre el Führer y su pueblo existía una armonía mística, una absoluta comunión -en la medida que el Führer encarna y dirige todas las aspiraciones y voluntad del pueblo- Pero en la realidad, ese pueblo -como individuos- puede fallar en entender esa “voluntad general”.
El mundo está conmovido por una espiral de numerosos episodios de grave violencia practicados por los fanáticos grupos neonazis.
Es cierto que la realidad actual no se compara a la que tuvo el mundo en los años 30 y 40 del siglo pasado, pero en América existen antisociales que impulsan y organizan una violencia sanguinaria.
Ahora no existe la crisis económica y política que precedió al gran desastre de la Segunda Guerra Mundial, pero también hay quienes aprovechan la crisis social y la carencia de planes de desarrollo democrático y solidario, para fomentar la violencia del racismo, odio al extranjero, al judío o a cualquiera cuya identidad cultural no sea compatible con el objeto de su odio.
Hoy no se siente un real peligro neofascista y menos una república neonazi, pero los hechos demuestran a un grupo de antisociales ambicionando poder.
Tengamos presente la existencia en América Latina de una juventud minoritaria que carece de modelos de identidad solidaria y democrática, entregándose fanáticamente, en el caso del Perú, al violento liderazgo de los nazis Víctor Baca Minetti y Ricardo de Spirito Balbuena, a la tenebrosa simbología, analgesia moral, conmoción social en determinados sectores e incluso la pasividad cómplice ante situaciones de flagrante injusticia como ha sucedido en algunas recientes agresiones y asesinatos. 23
BIBLIOGRAFÍA
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ROBERTS, Andrew: Hitler y Churchill: Los secretos del liderazgo, Ed. Taurus Ediciones, Madrid, 2003.
SOLAR, David (2004). El último día de Adolf Hitler. Madrid: La Esfera de los Libros.
STEINERT, Marlis: Hitler y el universo hitleriano, Ed. Ediciones B, Barcelona, 2004.
STEINERT, Marlis: Hitler, Ed. Javier Vergara, Editor, Buenos Aires, 1996.
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ANEXOS
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