LA GLOBALIZACION EN MÉXICO La globalización es un hecho y un proceso. Es un hecho que los habitantes y naciones del mundo son más interdependientes entre sí que antes y lo van a ser cada vez más. “
Las mediciones de la interdependencia son flujos globales del comercio, la inversión y el capital, así como la degradación inherente del ecosistema del que depende la vida, que es un constante recuerdo de que todos somos pasajeros en una nave espacial o, de manera más ominosa, de un bote salvavidas. El proceso de globalización es tecnológico y humano. Desde el punto de vista tecnológico, los nuevos sistemas de información y comunicación global alimentan y enlazan a los agentes de la globalización: corporaciones multinacionales, a veces con los gobiernos como socios. Por el lado humano, la globalización es impulsada por la explotación de los deseos de los consumidores, en especial en los países asiáticos de rápido crecimiento; y por talentosos ejecutivos e jecutivos corporativos, cor porativos, que qu e a su vez lo están por una variedad de imperativos: servir a sus comunidades o accionistas, ganar riqueza y poder, o bien ejercer sus habilidades y talentos” George C. Lodge 1
El carácter mundial de las relaciones sociales y productivas se comenzó a gestar, por lo menos, hace unos 500 años cuando los nacientes estados-naciones de Europa Occidental estuvieron en condiciones de imponer su presencia a lo largo y ancho del orbe. Los descubrimientos geográficos, sumados al desarrollo del capitalismo, al fuerte impulso científico y tecnológico y a la capacidad militar, permitieron que ciertos países de Europa ( primero Portugal y España, luego Holanda, Francia e Inglaterra) impusieran, por vez primera en la historia de la humanidad, varios elementos coercitivos de modo tal que, en la medida de sus cada vez más amplias posibilidades, el mundo adquiriese un aspecto sistemático en el que estas naciones habrían de desempeñar un papel hegemónico. El surgimiento de nuevos Estados independientes y poderosos (Alemania y Estados Unidos) o el fortalecimiento y expansión de otros (el imperio ruso y, luego la Unión Soviética), no hicieron sino reafirmar la imagen global que se había comenzado a tener desde el siglo XVI. Indudablemente, la profundización del proceso globalizador es un fenómeno reciente, pues adquiere una gran importancia en las dos
últimas décadas del siglo XIX y se agudiza una vez concluida la Segunda Guerra Mundial. De 1945 a nuestros días, la globalización está marcada por dos grandes fenómenos: el primero de ellos corresponde a la conceptualización e instrumentación de la Guerra Fría, protagonizada por los dos grandes vencedores de la Segunda Guerra Mundial: Estados Unidos y la Unión Soviética; el segundo, en el que actualmente estamos inmersos, es la Posguerra Fría y, con ésta, la instauración de un orden unipolar liderado por el gran vencedor de la Guerra Fría: Estados Unidos. Durante la primera etapa de la reciente globalización ( 1947-1989), soviéticos y estadounidenses lucharon por la supremacía mundial. Sin embargo, siempre se trató de una lucha desigual, pues para nadie es un secreto que mientras la Unión Soviética había sido devastada entre 1941 y 1945 ( lo que entre otras cosas significó que perdiese alrededor de 20 millones de vidas humanas que deben sumarse a las cuantiosas pérdidas materiales), Estados Unidos generaba 50% del producto mundial bruto. Este país no había sufrido mella alguna en su territorio, salvo el fugaz bombardeo japonés a Pearl harbor en diciembre de 1941, y como consecuencia directa de la guerra, su poderosa economía, que se había visto seriamente afectada por la Gran Depresión ( 1929-1949), se encontraba funcionando a plenitud. La competencia se limitó a un rubro: el militar. Pero en ese renglón los estadounidenses también llevaban considerable ventaja, pues aunque los soviéticos habían sido capaces de movilizar a un ejército de más de dos millones de efectivos, y este solo hecho era visto como una amenaza para la seguridad de los países europeos que no estaban bajo la égida del comunismo, se trataba de tropas mal pertrechadas y hambrientas. Por su parte, Estados Unidos había desmovilizado un número importante de combatientes, y en este sentido se encontraba en desventaja frente a su nuevo rival, pero hasta 1949 se constituyó n el único país con bomba atómica, poseedor, además de una gran capacidad de movilización mediante el uso de su imponente flota y su fuerza aérea. Con el paso de los años, la organización de la producción soviética se
asemejaba, salvo en el aspecto militar, a la de una nación en vías de desarrollo, ya que llegó en sus últimos años a depender, como Saudí Arabia, México y Venezuela, de la extracción y venta de recursos naturales no renovables, como el petróleo. Estados Unidos en cambio, pudo afrontar los desafíos del mundo contemporáneo haciendo cuantiosas inversiones en los campos científico y tecnológico, asumiendo los retos que en este terreno les presentaba una Europa Occidental recuperada, con Alemania a la cabeza, y Japón. El resultado de esta confrontación se dice fácil: en 1992 desaparece la Unión Soviética y, en ésta década de los noventa, Estados Unidos se consolida como la potencia líder en la conquista del ciberespacio y se sitúa al frente del proceso de globalización en esta segunda etapa. En el caso de México, la apertura económica fue iniciada unilateralmente ante la necesidad de que la trayectoria de la economía nacional fuera congruente con las tendencias internacionales. Así, el retraso de la decisión de que México ingresara al GATT al inicio de los ochentas, constituyó una medida incorrecta que determinó un costo importante para el cambio estructural del país; no obstante, el proceso posterior de apertura, en el período previo a la firma del Acuerdo del Tratado de Libre Comercio y con la vigencia de éste, fue demasiado extenso, poco selectivo y muy rápido para una economía altamente ineficiente, que no ha podido resistir los embates de la competencia externa. México busca culminar su proceso de inserción a la economía global y a la vez tener un impulso definitivo para el avance de su economía en el largo plazo vía un tratado de Libre Comercio con Estados Unidos (TLC). La administración mexicana reconoce la necesidad de aprovechar los beneficios potenciales derivados de las oportunidades que se gestan en los cambios que experimenta la economía mundial. Desde la perspectiva de México, los principales objetivos en un acuerdo potencial de libre comercio se referirían a tener relaciones más abiertas (con menos barreras) predecibles, estables y seguras. Un acuerdo comercial de este tipo establecería un marco estable para los tomadores de decisiones en el sector privado, formalizaría su acceso al mercado de EU asegurando un tratamiento preferencial para sus bienes y servicios y obtendrían la exención de futuras barreras comerciales, como aconteció con Canadá.
El tratado atraería la atención de empresas de Estados Unidos, grandes y pequeñas, hacia los recursos mezclados que tiene ventajas comparativas. Simultáneamente la certeza del acceso al mercado estadounidense estimularía también a la inversión extranjera en México resulta evidente que habría un aumento en el comercio generado por la reducción de las barreras en corto plazo; empero, en el largo plazo, el impacto sería muy probablemente, más profundo y duradero, porque múltiples compañías Norte americanas tomarían ventaja del libre acceso al mercado mexicano mediante la re consolidación de sus operaciones en los EUA; este desplazamiento inverso es más probable en industrias en donde existe capacidad superavitaria en Estados Unidos que compensaría las ventajas en el costo de la mano de obra. Paralelamente la re-consolidación se vería equilibrada por otras compañías manufactureras que harían exactamente lo opuesto. El programa de estabilización económica y de crecimiento sostenido, que se ha llevo a cabo en México en esa década, desde la crisis de la deuda externa en 1982, cuando México se declaró en la imposibilidad de pagar, ha permitido reducir considerablemente los graves desequilibrios de la economía mexicana, pero provocó el estancamiento de la producción en la década de los 80, el deterioro del mercado y la disminución del ingreso por habitante. En México, un gran número de personas se encuentra por debajo del nivel de pobreza, sus ingresos son menores a dos salarios mínimos. En 1989, el 28% de los hogares estaba en esa situación. Es decir, el salario mínimo está muy por abajo del nivel de pobreza. Los principales desequilibrios macroeconómicos acumulados durante los doce años de Luis Echeverría y de José López Portillo, representaron un proceso doloroso de eliminación, los gobiernos posteriores a ellos abandonaron progresivamente la estrategia del desarrollo dirigido, sustituyeron importaciones por productos nacionales y llevaron a cabo amplias reformas microeconómicas para dar una importancia mayor a los mecanismos del mercado y racionalizar las estructuras de incitación económica. La necesidad de estabilizar la economía, la moneda y el servicio de la deuda exterior implicó el estancamiento de la producción y la caída
tanto de los salarios reales como del ingreso por habitante durante el sexenio de Miguel de la Madrid. Se volvió a la austeridad presupuestaria y se renegoció la deuda exterior. La economía empezó a moverse en 1989. Bajó la inflación de más de 160% en 1987, a 20%, al mismo tiempo que se iba quitando progresivamente el control de precios. Las importaciones no petroleras han aumentado y pueden ser estimuladas aún por el Acuerdo de Libre Intercambio Norteamericano (ALENA, por sus siglas europeas). Nosotros le llamamos TLC, Tratado de Libre Comercio. A pesar de sus logros indiscutibles, la economía mexicana se enfrenta todavía a problemas económicos graves. A pesar de estar a la baja, la inflación todavía es superior a la que tienen sus principales socios comerciales y amenaza de nulificar la competitividad internacional de México. La reaparición de un importante déficit en la balanza corriente conduce a pensar que el ahorro interno es todavía insuficiente, a pesar del fuerte aumento del ahorro público, para financiar una expansión sostenida de la inversión interior. Además, son preocupantes la pobreza rural, la desigualdad de los ingresos, la injusta distribución de la riqueza y la precariedad del empleo de una proporción importante de la población económicamente activa, imputable también a un bajo nivel medio de instrucción y de formación. El medio ambiente, que no ha sido protegido hasta el presente, ha llegado a una situación crítica en muchos centros urbanos e industriales y en sus alrededores. El neoliberalismo y la apertura económica cuyo objetivo es integrar, a nivel mundial, la economía en general de los diferentes países, perdiendo así relevancia las fronteras nacionales para los mercados financieros da como resultado la adopción de dicho sistema en nuestro país desde hace varios años, siguiendo la estela del giro que dio el mundo a la derecha, este modelo neoliberal tuvo en Ronald Reagan a su principal animador, en la señora Margaret Thatcher , “La Dama de hierro” y en México con Carlos Salinas de Gortari; pese a que se ha presentado como milagrosa panacea, no ha inducido felicidad alguna entre los mexicanos y sí una y mil calamidades. En pocos años, el neoliberalismo hizo crecer a niveles exorbitantes la concentración de la riqueza, el desempleo, la falta de ocupación y la pobreza, que se extiende ya a más de 60 millones de mexicanos. Congruente con su premisa de otorgar primacía a la empresa particular, rompió el
equilibrio finamente enhebrado por la Constitución, que hacía descansar el desarrollo nacional en el avance simultáneo y la cooperación fructífera de tres áreas de propiedad: la propiedad nacional de áreas estratégicas, administradas por un Estado rector de los procesos económicos y facultado, por tanto, para distribuir con equidad la riqueza y el ingreso; la propiedad privada sujeta a función social y con un amplio campo para su desenvolvimiento; y la propiedad social de las clases trabajadoras (ejidos, empresas sindicales, cooperativas), instalada en la estructura como una potente fuerza productiva y como fiel de la balanza que impide el que ésta se incline decisivamente hacia alguna de las otras formas de propiedad, nacional o privada. El último y quizá el más grave de los efectos derivados de la aplicación de este modelo es el que se refiere a la desincorporación en masa de empresas públicas – como elegantemente llaman sus promotores al desmantelamiento del patrimonio nacional -.El Estado Mexicano es hoy, como resultado de la desaparición de la empresa nacional, un Estado sin poder económico, es decir, sin fuerza suficiente para imponer las soluciones que convienen a los intereses del país. Se ha convertido en un juguete de los círculos empresariales ubicados en la cúspide de la estructura. Todos aquellos que desde distintas posiciones ideológicas confrontaron las políticas gubernamentales de los últimos años y acusaron a sus ejecutores de carecer de planes y proyectos, o de actuar impelidos por un simple pragmatismo, se percatan ahora de que estaban rotundamente equivocados. Por otra parte no podemos omitir el rescate de (FOBAPROA) Fondo Bancario de Protección al Ahorro, en el gobierno de Ernesto Zedillo, provocando un mayor endeudamiento del país y una mayor dependencia y subordinación del gobierno mexicano al vecino del norte, con un enorme costo social pero dando continuidad al modelo económico iniciado en 1985, basado en la globalización y privatización, dando paso al gobierno llamado de transición y proselitista de Vicente Fox, gobierno que sólo sirvió para dar apertura total a los mercados extranjeros y al modelo neoliberal y por último el sexenio de Felipe Calderón, que entre otros muchos factores enfrentó la crisis económica producida por una severa recesión económica internacional que llevo a nuestro país a las tasas más bajas de crecimiento económico y desempleo, traduciéndose en una profunda
crisis y aumento de la pobreza, aunado a la crisis alimentaria mundial. La pobreza es un dato de nuestra realidad. Cerca de la mitad de nuestra población vive en condición de pobreza, definida como la imposibilidad de satisfacer las necesidades básicas. De ellos, la mitad resiente la pobreza extrema, la que se traduce en una alimentación insuficiente. Más de la mitad de los pobres vive en el campo, donde prevalecen. La mayoría de los indígenas de nuestro país está en esa porción de la pobreza rural. A ellos se suman los campesinos de las zonas áridas y de otras áreas poco favorecidas. En las ciudades la pobreza afecta con más dureza a los inmigrantes recientes. Los jóvenes la resienten con mayor severidad e impaciencia. Pese a su concentración en zonas y grupos vulnerables la pobreza es ubicua y constituye parte de nuestra experiencia cotidiana. Las estimaciones estadísticas ilustran la magnitud de la pobreza pero poco nos dicen sobre su naturaleza. Nuestra pobreza no es un fenómeno residual que afecta a grupos improductivos y atrasados. Todo lo contrario, nuestra pobreza es productiva. La producción y el trabajo de los pobres es un componente central del producto nacional, lo mismo en las actividades formales que en las alternativas. La pobreza mexicana no grava a la sociedad como un costo. Los pobres sobreviven por su cuenta y aportan recursos, trabajo y productos a los que han escapado de la pobreza o viven en la opulencia. Nuestra pobreza no sólo es productiva, también es creativa e inventiva. De ella surgen productos nuevos que aprovechan recursos y conocimientos insospechados. Los mercados populares son un testimonio de esa innovación constante. Pero la inventiva y creatividad de la pobreza se manifiestan más clara y vigorosamente en el establecimiento de relaciones sociales que permiten la sobrevivencia que la estadística hace parecer imposible. El fortalecimiento de la familia como la unidad que combina con máxima eficacia y sin desperdicio los recursos y las necesidades; las redes humanas que suplen los servicios que la sociedad no puede entregar, desde el cuidado de los niños y los enfermos hasta las complejas cadenas que permiten la movilización de millones de trabajadores dentro y fuera del país; los pueblos y los barrios donde se intercambian sin lucro los recursos colectivos y donde se generan las fidelidades que otorgan identidad, seguridad y pertenencia; las viejas y nuevas organizaciones
sociales que defienden los espacios ganados y demandan y gestionan las nuevas iniciativas, entre otros muchos, ilustran la creatividad de los pobres para crear relaciones humanas con un signo claro: el de la colaboración, la solidaridad en su sentido más profundo. Dentro de las muchas repercusiones de la globalización, ésta, puede verse desde dos perspectivas diferentes. La primera "parte de la idea de Estados soberanos que actúan en forma privilegiada desde el campo político y militar, y están en creciente interdependencia y coordinación internacional entre ellos". La segunda propone como característica principal una fuerza económica −que "no se identifica con las divisiones territoriales de los Estados"− que rige los procesos globalizadores. La globalización expresa una tendencia convergente en lo político, lo económico y lo cultural, así como la intensificación y alargamiento de las relaciones sociales. La mundialización de México ha desarrollado la concentración de la producción, el intercambio comercial, las decisiones, el progreso tecnológico y la riqueza en unos cuantos países y en pocos cientos de empresas. Esto trae repercusiones negativas que van desde la creación de "nuevos pobres" y la migración masiva de gente de países en desarrollo. Además la marginalización de los países y regiones pobres se acentúa debido a la disminución notoria de la inversión extranjera y la transferencia de tecnología. La globalización en México también ha traído consecuencias en lo económico, lo político, en lo social y en lo cultural. En lo económico, por ejemplo: debido a que ante las nuevas reglas de competencia las empresas se ven llamadas a "buscar formas para aumentar sus ventajas comparativas", las primeras líneas de acción que se han tomado han sido la reducción de los niveles salariales, la modificación de las reglas del mercado laboral, la reducción de las cargas fiscales para los inversionistas y productores, y su aumento para los consumidores. La Reforma al Impuesto sobre la Renta de la administración de Salinas de Gortari iba también encaminada a "reducir en forma sustancial las tasas impositivas a las empresas y a las personas físicas", y para lograr la meta sin perder recursos fue necesario ampliar la base impositiva. "Para ello se introdujeron varios cambios en las formas de registrar y auditar a los contribuyentes, como la modernización y la actualización de las bases de datos; el
establecimiento de auditorias a una proporción importante de los contribuyentes (10%), por medio de muestreos aleatorios; la obligación de emitir recibos foliados... además de promoverse la penalización de delitos fiscales, que hasta entonces era prácticamente inexistente.". También obligó la Reforma a las empresas a pagar el 2% del valor de sus activos, medida que perjudicó bastante a la pequeña empresa y generó mucha inconformidad. Pero ha sido la globalización financiera, un fenómeno reciente de la globalización, la que peor ha golpeado a la economía mexicana, debido a que aquella provoca la ampliación de la vulnerabilidad de los países pobres y endeudados "al depender cada vez más de capitales extranjeros volátiles con los que es muy difícil renegociar deudas, en razón de su alto grado de dispersión y fragmentación". La crisis mexicana de 1994 y la introducción del narcotráfico en el sistema financiero para adquirir acciones y así lavar dinero, son dos ejemplos de vulnerabilidad introducida por la globalización financiera. En cuanto a las consecuencias sociales que en México la globalización provoca podemos enumerar en primer lugar el aumento en la migración de la gente de campo que no encuentra oportunidades de trabajo y empleo en sus regiones, así como el incremento de la competencia al interior de la Nación entre regiones rivales y el consecuente debilitamiento de los lazos de solidaridad hacia los espacios del territorio nacional que estén en desventaja. Esto, a su vez, provoca presiones para que el Estado intervenga con "políticas públicas que sean capaces de contrarrestar la expansión de la desigualdad regional, económica y social". La expansión del sector informal, la proliferación de los micro establecimientos industriales, comerciales y de servicios, y la caída de la industria manufacturera frente a los servicios, son otras tres consecuencias notorias que la mundialización provoca en el México social. Culturalmente, la globalización podría "pasar de lado por el México multicultural, sin modificar su actual estado de marginación económica y social" (primera hipótesis), o repercutir en las comunidades étnicas de dos maneras opuestas (segunda hipótesis). La primera prevé la desintegración y/o disolución de las diferentes culturas, ya sea mediante el despojo de sus territorios o por la creciente migración urbana. La segunda pronostica la reintegración al proceso de modernización "a partir de la incorporación creativa de la innovación y
de un cambio selectivo, económico y cultural, desde la lógica de su propia identidad". En lo político la globalización repercute principalmente provocando nuevos cuestionamientos al concepto de soberanía y nuevas y mayores presiones exteriores que modifican radicalmente a los Estados−Nación. Lo primero que salta a la vista es la cantidad de abusos que el proceso de globalización causa y el inmenso porcentaje de población humana que se está viendo afectada. Más allá de esto, sorprende la absoluta amoralidad que dicho proceso supone y la exquisita lógica natural que fundamenta su existencia. No hay razón para pensar que la polarización que se provoca entre ricos y pobres no pueda ser mucho mayor. El llamado proceso de "desconexión" es inevitable para muchos países y regiones. Es impensable que todos puedan entrar al paraíso capitalista... Pero lo fundamental a considerar es esa característica amoral que tienen los resultados de liberar las economías. A pesar de la crisis de 1994, por el tamaño y nivel de desarrollo de sus mercados nacionales de capital y dinero, por la amplia disponibilidad de instrumentos de inversión y financiamiento ligados a México en los mercados internacionales, y por la penetración de instituciones financieras extranjeras en su sistema financiero, México se puede considerar como uno de los mercados sobresalientes más "globalizados". El proceso de globalización se acelera. Las economías de los "mercados sobresalientes" han crecido más que las de los países desarrollados, con consecuencias positivas para el desarrollo de sus mercados de capital, y la inversión. México es uno de los mercados sobresalientes más globalizados, por su tamaño, por la sofisticación de sus mercados financieros (tanto dentro como fuera del país) y por la participación extranjera en su sistema financiero. No es difícil pronosticar que: −Los mercados emergentes van a cobrar una importancia cada vez mayor en el universo de opciones de inversión. En su conjunto, ofrecerán un mayor rendimiento, aunque con mayor riesgo. −México seguirá colocándose entre los mercados emergentes más importantes por su tamaño, sofisticación e internacionalización financiera. −El sistema financiero mexicano y sus instrumentos de inversión, por
su nivel de internacionalización actual y previsible, se van a parecer cada vez más a los sistemas financieros desarrollados. − Por su característica de mercado emergente, así como por el desarrollo de su sistema financiero, México ofrecerá cada vez mayores y mejores oportunidades al inversionista tanto nacional como global, conforme a lo que ha declarado Enrique peña Nieto, recientemente en su visita al continente asiático, “México les ofrece las puertas abiertas a los inversionistas otorgándoles la debida seguridad y facilidad para que se concreten sus proyectos de inversión”. Frente a la globalización de las inversiones mexicanas, el inversionista en México también se tendrá que globalizar. En mi opinión, lo primero que salta a la vista al estar analizando este trabajo; es la cantidad de abusos que el proceso de globalización causa y el inmenso porcentaje de población humana que se está viendo afectada. Más allá de esto, sorprende la absoluta amoralidad que dicho proceso supone y la exquisita lógica natural que fundamenta su existencia. Pareciera como si hubiéramos vuelto a la selva y la razón hubiera quedado en el último de los planos a considerar. "¡La ley del más fuerte!", eso y casi nada más grita el descarnado capitalismo, que a diestra y siniestra liquida a quienes no se adapten, a quienes no tengan cabida dentro de los fuertes, a quienes no tengan posibilidad de competir, que mejor pensado aún diría que presenta un símil con la “Ley de Herodes”….., No hay razón para pensar que la polarización que provoque entre ricos y pobres no pueda ser tremendísima; mucha literatura de ciencia-ficción así lo predice, e imagina incluso una gran subcultura marginada, brutalizada, que vive miserias y abusos, por debajo de un mundo increíblemente próspero, moderno y civilizado. El llamado proceso de "desconexión" es inevitable para muchos países y regiones. Es impensable que todos puedan entrar al paraíso capitalista... Pero lo fundamental a considerar es esa característica amoral que tienen los resultados de liberar las economías. ¿Tienen justificación? ¿Qué valor e importancia tienen ahora los lazos de solidaridad entre las partes de un conjunto bastante heterogéneo? ¿Qué influencia pudieran tener las enseñanzas que se desprenden del juego brutal en la esfera inmediata de nuestras relaciones personales? Vaya que la moraleja más obvia es cruel, es egoísta y es indiferente como la naturaleza misma, y vaya que ésta y sus leyes se imponen hasta en los libros de economía y en las políticas más razonadas de los Estados.
Y la verdad es que ya no son nuestros Estados tan simples como para poder resolver con la razón intervencionista del gobierno una situación tan compleja como la actual. ¿Pudimos haber dejado cerradas las puertas? “ M i l i t ia e s t v i t a h o m i n i s s u p e r t e r r am ” 1:7, Job; vulgata.
Citas y bibliografía 1. Lodge C., George Administrando la Globalización en la Era de la Interdependencia, Warren Bennis-Panorama, México, 1996.
2 Chomsky, Noahm; Dieterich, Heinz; “La Aldea Global”; Ed. Txalaparta, Madrid; 1997.