El Universo de Starcraft-Brecha amplia

EL UNIVERSO DE STARCRAFT BRECHA AMPLIA UNA HISTORIA CORTA POR CAMERON DAYTON

Datos Tácticos: L45.967.22 Remanente de los archivos de audio dañados que fueron extraídos de los restos del crucero de batalla Furia del Emperador (fue imposible recuperar los archivos holográficos). Sujeto: Soldado Maren Ayers, Médico, Pelotón 128 “Bufones de Hierro”. Recibe: Capitán Serl Gentry, Doctor, Operaciones Especiales de Investigación.

Capitán Gentry: Tome asiento, soldado. Imagino que se encuentra alterada después de lo ocurrido. Soldado Ayers: ¿Alterada? No sea tonto, capitán. Esto no fue por completo una sorpresa. La naturaleza no sólo se adapta, sino que hace trampa, cambia las reglas y se larga por la puerta trasera con tu cartera mientras intentas comprender qué fue lo que pasó. Capitán Gentry: Creo que no entiendo. Soldado Ayers:

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Lo siento, no son mis palabras. Son de mi padre, el venerable Dr. Talen Ayers. Es su sazón de perspicacia muy particular: una cucharada de renombrado investigador de genética y dos cucharadas de palurdo del campo. Siempre me avergonzó en gran medida. Cuando me quejaba de que mis investigaciones producían resultados inesperados, él me aventaba ese proverbio en la cara. La fuerza de la costumbre, supongo. Capitán Gentry: Soldado, si pudiéramos empezar desde el principio… Soldado Ayers: Fue como aquella vez que un grupo de control entero de mis moscas de la fruta decidió reproducirse lo suficientemente pequeño como para escapar de su contenedor y extenderse a los demás hábitats. Deliberadamente arruinaron tres meses de esculpido de extensas cadenas proteínicas. A mi parecer, al menos, fue adrede. En ese entonces tenía doce años y trabajaba en mi propia mutación de Drosófila Melanogaster para un proyecto escolar. Mi papá se rio y me dijo que usara frascos de mermelada la próxima vez; viejo bastardo. Pero claro, no tenía ninguna máxima ingeniosa cuando dejé la maestría para unirme a los marines. Capitán Gentry: Soldado Ayers, ¿podemos sólo concentrarnos en el asunto en cuestión? Soldado Ayers: Lo siento, ¿demasiado personal? Dijo empezar desde el principio, pero creo que no le interesan mis problemas papi-hijita. Es sólo… Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que hablé con alguien que cuenta con educación superior a la del campo de entrenamiento y el vuelo de regreso a la civilización es largo.











Soldado Ayers: OK, iré al grano. Capitán Gentry: Por favor. Soldado Ayers: Hace seis meses, nuestro pelotón se dirigía hacia un remoto puesto de avanzada en el gélido costado de Anselm. Relevaríamos a los pobres diablos que fueron asignados a ese mundo helado el año anterior. Acabábamos de efectuar la transposición al sistema —y comenzaban los cálculos para realizar el salto final— cuando recibimos una transmisión prioritaria de Korhal IV: era un llamado llamad o a todos los cruceros de batalla clase minotauro; reacondicionamiento para combate interatmosférico. Las instrucciones dictaban que era necesario interrumpir cualquier misión que no fuese crítica, dejar a los pasajeros y la carga en el punto habitable más cercano y efectuar la transposición hacia el centro de mando ma ndo lo más rápido posible. La recolección correría a cargo de naves militares secundarias según el alto mando considerase apropiado. La situación nos preocupó bastante. Usted sabe tan bien como yo que el Dominio utiliza el término “habitable” muy a la ligera. Capitán Gentry: Las transferencias inesperadas son parte de la vida en el ejército, soldado. Soldado Ayers: Sí, bueno, creo que a nadie le agradó el prospecto de quedar marginado indefinidamente a causa de una mejora vehicular. Nuestra computadora de navegación calculó que la roca más cercana con tales











Capitán Gentry: (Ríe y recobra la compostura.) Sí, he visto Sorona. Soldado Ayers: Bien, para ese entonces llevaba dos años como médico del pelotón 128. Nos hacíamos llamar los Bufones de Hierro, comandados por el teniente Travis Orran. Sólo unos cuantos del grupo tenían experiencia de combate previa, limitada — principalmente— a situaciones de preservación del orden público. Sí, de ningún modo éramos los Demonios Celestiales, lo tengo presente. No envían héroes de guerra a vigilar Anselm. Sin embargo, considero que ninguno de nosotros imaginó que nuestro contratiempo no sería algo tan temporal. Eso fue hace seis meses. Seis meses, Doc. Capitán Gentry: Capitán… Soldado Ayers: De cualquier modo, no había comité de bienvenida en la pista. Capitán Gentry: Eso no es de extrañar, soldado. Algunas de las colonias más pequeñas no pueden mantener personal de planta en sus puertos estelares. Soldado Ayers: No fue como si hubiéramos llegado durante la hora del almuerzo, Doc. El lugar estaba desierto, llevaba largo tiempo así.











intentaríamos hallar un cómodo sitio para acampar durante nuestra estancia. El teniente Orran dijo que, al menos, podríamos obtener un bronceado antes de salir para Anselm. Algunos rieron. Creo que todos buscábamos verle el lado positivo a la situación. Los zerg truncaron eso. (A esto sigue una larga pausa y el sonido de Gentry cambiando de posición en su asiento.) Capitán Gentry: Por favor, soldado. Soldado Ayers: Nos encontrábamos a unos ocho kilómetros de la colonia cuando el suelo… el suelo estalló a nuestro alrededor. Todo lo que recuerdo es un ruidoso mar de garras, el crujir de dientes y sangre; mucha sangre. Los zerg nadaron a través de nuestro pelotón cual peces en un oceáno rojo. El soldado Braden estaba frente a mí y fui testigo de como su brazo fue arrancado limpiamente —armadura, hueso, todo— y se desplomó con dos de las la s bestias encima. Tanto tú como yo sabemos que no ha habido actividad zerg en el espacio terran por años. He oído hablar de ellos, he visto los videos de entrenamiento, pero nada te prepara para el absoluto terror animal que provoca un ataque de estos monstruos. Su velocidad; su salvajismo. He visto cientos de zerg desde entonces, pero ese primer ataque aún me atormenta. Siempre lo hará. (Otra larga pausa.) Capitán Gentry: ¿Cómo sobrevivió a la emboscada, soldado?











Pues, fue el teniente quien mantuvo la cabeza fría y nos sacó finalmente del pánico ciego en el que estábamos. Ordenó a los Bufones que soltaran sus petacas, que asumieran una formación circular y que abrieran fuego. Puedo recordar su voz, firme aún entre el caos. Es un buen líder, un buen hombre. Antes de que disparáramos el primer tiro, cinco marines eran ya pilas húmedas en la arena. Enfundé por instinto mi A-13 y me encaminé hacia Braden, pero la soldado Delme me agarró y gritó g ritó que conservara mis fuerzas. Tenía razón. Mis nanobots no pueden hacer mucho si a un marine le arrancan las vísceras por la región abdominal de su armadura CMC. No habían pasado ni dos minutos antes de que el teniente Orran gritara “alto”. El humo se disipó y nos quedamos ahí a hí parados; aturdidos.

Capitán Gentry: ¿Aturdidos? Vamos, soldado, todos los marines del Dominio están entrenados para lidiar con un eventual ataque zerg. Soldado Ayers: ¿Nunca ha luchado contra los zerg, verdad Doc? Nuestro pelotón de sesenta marines acababa de perder a doce de sus miembros y tres más expirarían en breve. Los zerg nos agarraron con los pantalones abajo y todo el entrenamiento del mundo sirvió para dos cosas. ¿La peor parte? Después de d e revisar una y otra vez, sólo recuperamos diez cadáveres alienígenas, diezxenos. Un puñado de zergueznos acabó con un cuarto de nuestro pelotón en cuestión de minutos. No habríamos visto el siguiente amanecer si los l os colonos no hubieran escuchado













un pesado motor terran. Se aproximaba un vehículo minero —al parecer un enorme transporte metalífero— y empezamos a vitorear. Esto, claro, cesó cuando vimos el vehículo. Capitán Gentry: ¿No era lo que esperaba? Soldado Ayers: Digamos que el transporte había visto mejores días. Varios Va rios cortes profundos marcaban la carrocería en diversas secciones y parecía que algo había masticado un costado de las orugas. En la parte frontal del transporte se apreciaban dos cráneos de hidralisco y los faros brillaban con denuedo a través de sus cuencas vacías. No era la carroza de bienvenida que esperábamos, pero al menos había espacio de sobra para el pelotón en el traqueteado tráiler. Nos subimos e intentamos ignorar la patente desesperanza en los rostros de los civiles que tripulaban la máquina. Era obvio que esperaban algo mejor que nuestro pelotón asustado. Nos contaron la historia durante el trayecto. Los zerg atacaron primero los asentamientos en la periferia —aproximadamente hace ocho meses— y luego se abrieron paso a través de los poblados terran restantes. Sí, así es; ocho meses. Desde entonces, los colonos enviaban diariamente mensajes de emergencia al Dominio y a los puertos cercanos. Nunca recibieron respuesta, así que asumieron que su











¿De casualidad le echaste ojo a los videos de reconocimiento cuando finalmente decidiste hacer acto de presencia? Si aún no lo has hecho, pídeles a tus muchachos de tecnología que te pasen los planos de Tonel. La colonia tiene un nombre apto. Está situada en una de las fortalezas naturales más perfectas que uno podría imaginar; el sueño hecho realidad de cualquier arquitecto militar. Tonel se encuentra enclavada en los pliegues de un cañón elevado que termina bajo un masivo arco de roca. Además de proporcionar sombra de los soles gemelos del planeta, éste también protege a la colonia de cualquier cosa salvo ataques aéreos a gran escala. Todo asalto terrestre se vería forzado a pasar a través de un estrecho cuello de botella que los mineros llaman cariñosamente la Cuña. Nuestro transporte arañaba las paredes mientras los mineros abrían las golpeadas puertas para permitirnos el paso a través de la barricada improvisada. Doc, los zerg han estado atacando diariamente la Cuña durante ocho meses y han sido rechazados por civiles armados con escopetas y lásers de d e minería. Era la primera vez que escuchaba que civiles rechazaban un asalto zerg y creo que nos atrevimos a pensar que una estrategia de desgaste podría resultar. Los zerg no podían mantener por siempre ese ritmo en un mundo casi sin vida, ¿verdad? Capitán Gentry: No puedo proporcionarle más información científica de la que ha sido autorizada para ver en sus videos de entrenamiento, soldado. Por favor prosiga con su reporte.











La desnutrición llegó para quedarse una vez que se agotaron los suministros. Los civiles aprovechaban lo que podían de los jardines hidropónicos que operaban más allá de su capacidad y también consumían un moho nativo que crecía a la sombra, en los bordes del cañón. La cosa esa era ácida, sabía a paté y tenía un extraño aroma a pimienta. Sin embargo, contaba con suficientes proteínas y compuestos carboxílicos como para impedir que la gente g ente muriera de inanición. El ácido había acabado con casi todo el esmalte de sus dientes, así que pasé bastante tiempo realizando extracciones dentales. No es lo que esperarías luego de un ataque zerg, lo sé. La primera oleada de zerg atacó justo una hora después de nuestra llegada. Descargábamos el equipo que logramos traer con nosotros cuando sonó la alarma. Entre el escándalo percibí un crescendo susurrante mientras las paredes del cañón parecían temblar. El teniente ordenó que dejáramos todo y que nos apostáramos en las murallas improvisadas erigidas por los civiles. Ser emboscado por los zerg es una cosa. Estar listos para enfrentarlos es una experiencia muy distinta. Los primeros zergueznos doblaron la esquina para ser recibidos por el brutal fuego cruzado de tres docenas de rifles C-14 y ocho lásers de minería. Una lluvia de icor pintó las paredes del cañón y la siguiente oleada de criaturas —bañadas en la sangre de sus congéneres— se abrió paso. Fueron abatidos con la misma rapidez. Los siguientes veinte minutos transcurrieron entre descargas regulares de armas de fuego, enfatizadas por los siseos de los zerg que morían. Una vez que fue obvio que











Soldado Ayers: Sí, se sintió muy bien. Perforar a esos malditos demonios después de que asesinaron a tantos de nosotros… sólo poder matar, matar y matar y… (Sonidos de alguien que llora con suavidad.) Capitán Gentry: (Hacia su solapa.) Aquí Gentry, no creo poder obtener más información. Traigan medicamentos y una camilla para… Soldado Ayers: ¡No! No, estaré bien. Sólo necesito… Sólo necesito un minuto. Capitán Gentry: (Aún hacia su solapa.) Aplacen eso. Soldado Ayers: (Solloza y aspira profundo.) Disculpe, capitán. Por un momento me encontraba de vuelta v uelta ahí y… Capitán Gentry: Manténgase firme, soldado. El Dominio necesita esta información para salvar vidas,











Aprendimos a conservar munición y a valernos de los l os lásers de minería que los civiles adaptaron a las plataformas de las murallas para controlar a los xenos. La Cuña realmente parecía nulificar la ofensiva zerg. No importaba cuantas garras caminaran por ese cañón, sólo podían acercarse lo suficiente su ficiente como para arañar las barricadas antes de ser eliminados. Hasta era más trabajo quemar los cadáveres con los lásers una vez concluido el ataque. Adoptamos una rutina. Los ataques ocurrían en momentos indeterminados durante el día, pero sólo una vez cada periodo de 24 horas. Empezaba con unos cuantos zergueznos y luego se convertía en una marea: cientos de criaturas arrastrándose unas sobre otras. Eran tantas que cualquier disparo perforaba dos o tres cuerpos a la vez. Capitán Gentry: Bien, soldado. Ahora llegamos a la información importante. ¿Cómo fueron los ataques? ¿Sólo perpetrados por zergueznos, la variante zerg más pequeña? Soldado Ayers: Sí. Pregunté sobre los otros tipos de zerg que conocía —hidraliscos, ultraliscos, devoradores— tú sabes, toda la gama de horrores. Al parecer hicieron acto de presencia en los asaltos iniciales, pero sus números disminuyeron con el prolongad o asedio.













¿Aún cree que eso era lo que sucedía? Soldado Ayers: No, desearía haberme dado cuenta de lo que ocurría en realidad. Capitán Gentry: ¿Puede elaborar? Soldado Ayers: Eventualmente, pero necesitas escuchar el resto para comprender. Los civiles estaban agradecidos de que estuviéramos ahí y se aseguraron de que tuviéramos agua del pozo y municiones recién salidas de la fábrica de herramientas modificada de la colonia. La comida y provisiones que llevábamos sirvieron de algo y nuestro técnologicamente dotado soldado Hughes revisó el equipo de comunicaciones. Todo en orden hasta donde podía ver. Los mensajes salían, pero nadie contestaba.











Esto me recordó un argumento que tuve con mi padre después de una de sus clases. Nos concentrábamos en la teoría de la evolución y cometí el error de quejarme de uno de sus preceptos, algo sobre mutaciones que ocurren con mayor frecuencia en poblaciones que han sufrido pérdidas significativas. Creí que era ridículo considerar una población de organismos como un inconsciente colectivo, capaz de reaccionar ante amenazas con un razonamiento gestáltico separado del todo. Capitán Gentry: ¿Razonamiento gestáltico? Soldado, le doy puntos por vocabulario, pero sólo utilizó muchas palabras complejas para describir el concepto ampliamente aceptado de los cerebrados. No es nada innovador. Soldado Ayers: Perdón, Doc, pero no creo que comprendas, esa no era la propuesta de mi padre. pa dre. Él establecía que una población aislada de individuos dentro de una especie podría presentar un incremento grupal en la frecuencia de las mutaciones en sus vástagos a











papi, quiero decir. Disparar armas, cerrar los agujeros que provocan y ga nar la batalla. Simple, limpio y fácil. Mi padre odiaba mis deseos de tal simpleza. Un universo poco realista en blanco y negro que él denominaba: “Una tonta fantasía binaria”. Maren, me decía. En ocasiones A más B no equivale a C. Hay veces que equivale a M, en otros casos equivale a 42 y de cuando en cuando te responde con un ensayo. Tienes que aceptar el hecho de que las preguntas más importantes tienen demasiadas facetas que no puedes contar. Es necesario que des un paso hacia atrás y te contentes con el borroso panorama general. Me reprobó ese semestre pese a que mis calificaciones eran perfectas, dijo que no había entendido la parte más importante. Capitán Gentry: ¿Entonces Tonel la llevó a reconsiderar las teorías de su padre?











genética. Esto hacía que mi esculpido de genes con moscas de la fruta pareciera juego de niños. ¿Qué tal si cualquiera que fuera la consciencia que controlaba esta población reconoció un dilema único en este atrincheramiento terran en Sorona? ¿Qué tal si la teoría de mi padre era cierta? ¿Qué tal si la relación inversa entre la tasa de sobrevivencia de una población y las mutaciones aleatorias no sólo era un concepto que dicha consciencia entendía, sino que también empleaba para superar obstáculos cuando las demás tácticas resultaban inútiles? ¿Acaso nuestra resistencia desesperada hacía las veces de un maldito campo de pruebas para el enemigo? Capitán Gentry: Estoy impresionado, soldado. No puedo entrar en detalles, pero su análisis de campo coincide con buena parte de la información que nuestro equipo táctico ha estado revisando. ¿Cuál fue su conclusión? Soldado Ayers:











Capitán Gentry: ¿Qué hizo entonces? Soldado Ayers: Lo que pude. Aguardé a que terminara el siguiente ataque y dejé la barricada. Capitán Gentry: ¿Algo de investigación de campo? Soldado Ayers: Exacto. Los otros marines empezaron a gritar y escuché a la soldado Delme hablando con el teniente. Dijo algo así como “perder a otro matasanos por suicidio” y no pude evitar sonreír ante su gentil inquietud. Vaya, si el patrón era cierto, el siguiente ataque no ocurriría sino hasta la mañana siguiente.













Capitán Gentry: ¿Usó su armadura para construir un laboratorio? l aboratorio? Una vez más, estoy impresionado, soldado. Soldado Ayers: Ustedes los de arriba creen que nosotros, las tropas, somos una bola de simios descerebrados, ¿no? ¿Realmente esperaban que no nos diéramos cuenta de lo que ocurría?











El mismo aroma del… Soldado Ayers: No comprendía la razón por la cual los zerg querrían agregar un moho local a su popurrí de características genéticas. Quizá no fue adrede. ¿Una infección alienígena provocada por un alga insidiosa? Ja. Dudaba que algo pudiera penetrar las defensas biológicas de esos monstruos, pero existía la posibilidad. Decidí diseccionar una de las pústulas más pequeñas, un especímen agreste de color verde del tamaño de la punta de mi dedo. Activé el











componentes de mi traje, pues hallaron pedazos de mi laboratorio improvisado entre los escombros. No podía culparle, ¿sabes? Quién habría creído mi historia acerca de pústulas alienígenas hostiles. Finalmente, fui confinada a otra habitación con la soldado Delme de guardia. Mi piel se ampolló, se agrietó y comenzó a descarapelarse; aún quedan marcas en mi mano. Le comenté mis inquietudes a la soldado, así como la necesidad de d e comunicar lo que ocurría. Le dije que quizá noticias de una nueva mutación zerg harían que alguien al guien nos escuchara. Ella se limitó a asentir, sonreír y concentrarse en la limpieza de su arma de cargo.











exploración. Escogió a tres marines de entre una multitud de manos levantadas. Todos sentíamos claustrofobia después de pasar tanto tiempo en esa maldita Cuña. Encontré unas cuantas herramientas y me puse a trabajar en mi pobre traje derretido. Logré destrabar las articulaciones de las la s piernas para poder usarlo. Zerg o no, se sentía mejor caminar dentro de mi CMC modificado una vez más. Ya no era la loca aspirante a científica. Era una médico del Dominio, carajo. La perspectiva de mi padre —ésa que afirmaba que la naturaleza era una astuta carterista— fue hecha añicos de manera gloriosa por un moho infeccioso. Capitán Gentry:











Pregunté si realmente vaciaron todos sus cargadores, así como cuántos zergueznos enfermos habían visto. Evans hizo una mueca y se encogió de hombros. Dijo que no estaba seguro, pero que el valle estaba repleto. Sentí frío en las tripas. Esto estaba mal, muy mal. Una enfermedad infecciosa en una población resultaría en la producción de menos vástagos, no más. Los zerg no estaban muriendo, habían hallado su mutación. Una nueva variante gestaba y la Cuña se encontraba a punto de volverse una brecha amplia. Di media vuelta y corrí. El teniente Orran gritó mi nombre, confundido por mi reacción. Tenía que llegar a la estación de comunicaciones para intentar enviar un













¿El resto de mi reporte? ¿Quieres que te cuente lo que pasó en esos cuatro días? Bueno, tuve el privilegio de ver una muralla —la cual defendimos durante seis meses— disolverse bajo una lenta ola de ácido. Fui testigo del sacrificio de un











Sí, traje una muestra para tu laboratorio, Doc. Es mucho más grande que la punta de mi dedo, ¿verdad? Siéntate. Siéntate… señor. Volaré esta habitación a través del maldito casco si te











¿Creíste que experimentabas con ellos? Estaban experimentando consigo mismos. Así crecen y se vuelven más fuertes. Asimismo, durante las veinticuatro horas previas a la llegada de tu flota,

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