EL TRES LETRAS historia y contexto del movimiento de izquierda revolucionaria
sergio salinas
El tres letras
RIL editores bibliodiversidad
Sergio Salinas Cañas
El tres letras Historia y contexto del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)
324.20983 S
Salinas Cañas, Sergio El tres letras. Historia y contexto del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) / Sergio Salinas Cañas. -- Santiago : RIL editores, 2013. 364 p. ; 23 cm. ISBN: 978-956-01-0040-5
1 Movimiento de Izquierda Revolucionaria (Chile).
El tres letras. Historia y contexto del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) Primera edición: noviembre de 2013 © Sergio Salinas Cañas, 2013 Registro de Propiedad Intelectual Nº 230.013 © RIL® editores, 2013 Av. Los Leones 2258 cp 7511055 Providencia Santiago de Chile Tel. (56-2) 22238100 SJM!SJMFEJUPSFTDPNrXXXSJMFEJUPSFTDPN Composición, diseño de portada e impresión: RIL® editores
*NQSFTPFO$IJMFrPrinted in Chile ISBN 978-956-01-0040-5 Derechos reservados.
Índice
Introducción .......................................................................13 Capítulo 1 Los hitos históricos: los hechos portadores de futuro ..........35 1.1 Estados Unidos en la Guerra Fría: entre la Alianza y la seguridad nacional ............................................36 1.2 Fin del estalinismo ..................................................44 1.3 El tercermundismo...................................................46 1.4 Nace una teoría económica para la Nueva Izquierda Revolucionaria..............................50 1.5 Las revueltas estudiantiles: de París, Praga a Tlatelolco .............................................................56 1.6 La generación beat: la alucinación al poder .............64 1.7 The New Left en Gran Bretaña................................71 1.8 Los cambios en la Iglesia y el nacimiento de la teología de la liberación .......................................75 Capítulo 2 El contexto regional: la revolución llega a Latinoamérica....81 2.1 La Revolución Cubana ............................................81 2.2 El foquismo como praxis para alcanzar la revolución............................................................86 2.3 Diferencia del foquismo con la insurrección leninista ...................................................................94 2.4 La nueva izquierda revolucionaria y su expansión en América Latina....................................................99 2.4.1 La olvidada guerrilla venezolana...................100 2.4.2 Las primeras guerrillas en el Perú..................102 2.4.3 El Che Guevara en Bolivia ............................107 2.4.4 Los guerrilleros urbanos en Brasil ................110
2.4.5 Los tupamaros en Uruguay ...........................113 2.4.6 La guerrilla peronista y trotskista en Argentina..................................................116 2.5 Diferencia del foquismo con la guerra popular maoísta.....................................................122 2.6 El ejemplo de un cristiano en la guerrilla ..............125 2.7 El mesianismo en el imaginario en las oleadas guerrilleras.............................................................128 Capítulo 3 El contexto chileno ...........................................................137 3.1 Chile: entre la polarización y los cambios ..............137 3.2 Coyuntura económica y cambios socioculturales ...140 3.3 El gobierno de Eduardo Frei y «la revolución en libertad» ....................................147 3.4 La vía chilena al socialismo y el triunfo de Salvador Allende....................................................153 3.5 Contexto general en las ciencias sociales................159 3.6 Movilización estudiantil: quiebres políticos y reforma universitaria ..........................................167 3.7 Iglesia, cristianos de base y revolución en Chile .....183 3.8 Ámbito cultural: la Nueva Canción chilena ...........197 3.9 Ámbito cultural: el Nuevo Cine chileno .................208 Capítulo 4 Subjetividades y contextos. La formación del imaginario político en el MIR ..............................................................215 4.1 Nacimiento y primeros pasos del MIR ....................215 4.1.1 El MIR y sus primeras reflexiones políticas ....232 4.1.2 El MIR y la Unidad Popular ...........................238 4.1.3 El golpe militar y el inicio de la resistencia ...262 Capítulo 5 Subjetividades: de la radicalización ideológica a la radicalización política en los militantes del MIR ..........279 5.1 La radicalización ideológica...................................282
5.2 La radicalización política.......................................304 5.2.1 El inicio de la militancia................................307 5.2.2 Radicalidad política en el MIR: sentimientos, sacrificios y abandonos .................................332 Conclusiones .....................................................................341 Referencias........................................................................347
Este libro está dedicado a mi familia. Gracias por al apoyo y paciencia que me han entregado estos últimos años. En especial, a mi padre por sus consejos y ayuda, y a Félix, quien sigue presente en nuestros recuerdos. La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado. Pero no es quizás menos vano el hecho de preocuparse en comprender el pasado si no se sabe nada del presente. Marc Bloch1 La historia no va donde uno quiere, pero lo que uno quiere puede influir sobre el curso histórico, máxime cuando ese uno es el pueblo organizado... Ignacio Ellacuría2 El Bío-Bío ocultaba sus voces en su mar de sangre hacia el mar, las novias marineras bailaban cueca de lilas para distraer al enemigo, lanzaban las gaviotas cautivas de su seno a la cielumbre... Julio Huasi
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Marc Bloch, Apología de la historia, Barcelona, Editorial Empúries, 1984. 37 p. Jesuita y rector de la Universidad Centroamericana, José Simeón Cañas, asesinado junto a otros cinco religiosos y dos mujeres en 1989. Ferrán Cabrero, El camino de las armas: visiones de la lucha guerrillera y civil en América Latina, Donostia, Gakoa Liburuak, 1998, p. 15.
Introducción
A los violentos enfrentamientos que se registraron el 2011 en Europa, África y Asia, y que recibieron nombres tan diversos como «la primavera árabe», «revolución democrática árabe» o «el movimiento de los indignados», se les han sumado nuevas y más violentas protestas este año en Grecia y España. Estas últimas movilizaciones han dejado al descubierto las dificultades que enfrenta la Unión Europea para salir de la recesión que vive y una crisis política variable en intensidad y magnitud según el país que se trate. En algunas de estas movilizaciones se han presentado una serie de características comunes, la capacidad de autoconvocatoria vía redes sociales, la participación de jóvenes, cesantes, de fuerzas sindicales y de inmigrantes. Junto con aquellas, se presenta asimismo un sentimiento en contra de la representación partidista tradicional y su modo de hacer política. No obstante, la que se comparte en todas ellas es el uso de la violencia política, como instrumento para la satisfacción de demandas políticoeconómicas o, incluso, para alcanzar el poder político. La violencia política constituye un concepto límite en la modernidad occidental que ha sido poco estudiado, quizá debido al peso fundamental que tiene el Estado-nación en el pensamiento político. En la construcción del Estado-nación la articulación con la violencia fue fundamental. Max Weber, en su obra Economía y Sociedad1, concebía el Estado como aquel ente que se 1
Véase Max Weber, Economía y sociedad, México, Fondo de Cultura Económica, 1969. 13
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otorgaba a sí mismo «el monopolio de la violencia legítima». La racionalidad política moderna ha negado la violencia política, expulsándola fuera de su universo simbólico, en tanto que su aceptación implicaría una disolución del ente soberano. Solo aquellos autores que han mantenido una posición crítica con el proyecto moderno (Sorel, Lenin, Benjamin, entre otros) han desarrollado una reflexión sustantiva acerca de la misma. El fenómeno de la violencia política emerge tras cada uno de los conceptos fundamentales que forman la arquitectura conceptual del imaginario político moderno. La génesis del Estado-nación, la separación de poderes, el reconocimiento de los derechos fundamentales, los derechos sociales y el derecho de autodeterminación de los pueblos serían impensables sin la guerra de treinta años, la Revolución Inglesa, la Revolución Francesa, las convulsiones sociales del siglo XIX, las dos guerras mundiales y las luchas por la descolonización constituyen su ambiente habilitador. La violencia podemos verla también en los mecanismos represivos de la autoridad como forma de control social. Asimismo, durante toda la historia política de América Latina, la violencia ha estado presente. Sin embargo, solo en la década del sesenta se apoderó del imaginario de miles de personas, la creencia en que la vía armada era el único camino para alcanzar el poder y realizar las grandes transformaciones estructurales de la sociedad. No cabe duda de que la Revolución Cubana fue un factor desencadenante, pero no el único. Cuba había demostrado que para realizar las grandes transformaciones sociales y políticas que se requerían, la revolución era legítima y posible. Esta praxis política, si bien presenta diferencias contextuales y por cierto de magnitud, afectó la gobernabilidad y estabilidad de democracias que eran frágiles2, con un modelo económico en 2
«La estabilidad del sistema, a diferencia de la gobernabilidad, dice relación con la vigencia de la institucionalidad democrática. La estabilidad apunta a la permanencia y proyección del sistema democrático por sobre los cambios de gobierno a que dé lugar la alternancia en el poder, demostrando la capacidad de absorber, canalizar y resolver por medio de los mecanismos institucionales los diversos conflictos societales que se dan en su interior. Siendo distintos los conceptos de gobernabilidad y estabilidad, entre ellos 14
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crisis y que se veían desbordadas por las demandas de cambio político y social. Los discursos rupturistas provenían de un lado y otro del espectro político, del lado revolucionario y del lado contrarrevolucionario. Finalmente, fue este último el que se impuso, con dictaduras militares que se instalaron en media docena de países, con los resultados por todos conocidos. A escala internacional, la Guerra Fría es un componente esencial de este cuadro. América Latina no escapó, y no podía escapar, al enfrentamiento planetario entre los dos proyectos geopolíticos entonces dominantes. La llegada del autoritarismo y las dictaduras militares a un número importante de países de América Latina y la consecuente represión contra el «enemigo interno», provocó –además de las derrotas parciales de los primeros grupos partidarios de la vía armada– el inicio de la crisis de esta opción de cambio, la que se alargaría y se ahondaría en los procesos de transición a la democracia. En ese momento, el balance de la lucha –puesta en marcha en medio del fervor revolucionario– era dramático para sus participantes. Miles de muertos, desaparecidos, exiliados y un imaginario político hecho trizas. No se puede hablar de la historia de América Latina en los últimos 75 años3 sin analizar esta experiencia. En el caso chileno, el golpe de Estado de 1973 igual rompió dramáticamente algunos de los mitos4 de su historia política: la tradición democrática del sistema político y las fuerzas armadas respetuosas del orden constitucional y sin injerencia en la
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hay una estrecha relación en cuanto a que el primero se cimentará en el segundo». Sergio Salinas, «Consolidación democrática, gobernabilidad y violencia política en América Latina», Centro de Estudios Miguel Enríquez, IUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN"NFSJDB@MBUJOBBM@WHBNFSJDB@MBUJOB@EH@QEG DPOTVMUBEPFMEFPDUVCSFEF Algunos autores como Habermas denominan a este período como «un breve siglo XX». Ver Jürgen Habermas, «Nuestro breve siglo», Revista Nexos, n° 248, agosto 1998, México DF, p. 41. Véase con respecto a los mitos y la política, Gilberto Aranda y Sergio Salinas, «Cronotopos y parusía: las identidades míticas como proyecto político», Revista Polis, n° 27, vol. 9, Santiago, Universidad Bolivariana, 2010. 15
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política contingente. «Desde ese mismo día 11, con el simbólico bombardeo de la casa de los Presidentes de Chile, las fuerzas armadas dejaron en claro que Chile no había escapado de la oleada autoritaria que azotaba a América Latina, y que se instauraba una dictadura militar al igual como había pasado antes en Brasil, Argentina, Uruguay y Bolivia»5. Por otra parte, la mayoría de los grupos pertenecientes a la nueva izquierda revolucionaria (NIR) consideraban inevitable el enfrentamiento armado, sobre todo en Latinoamérica, donde los golpes de Estado eran la respuesta más habitual a la cuestión de la lucha por el poder. Régis Debray calificó a los «golpes» como «un rito esencialmente latinoamericano que se había enraizado en la historia desde las luchas por la independencia»6. El tres letras, como casi en silencio, apenas susurros, se denominaba al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)7 durante la época de la dictadura militar, había vivido desde su concepción y etapa embrionaria un profundo debate en torno a la recepción y la apropiación del contexto intelectual y político de la época. Luego vivió un nuevo debate, esta vez en torno a su propio camino para establecer una justificación de la violencia política. Porque, incluso si el zeitgeist8 era propicio, la lucha armada era una opción y no una necesidad histórica. A través de un fuerte debate interno, desde su fundación el 15 de agosto de 1965, hasta mediados de 1969, se da una primera etapa: «Justificación interna de la violencia armada». Posteriormente, viene una segunda etapa: «Paso a la acción», que se representa con la irrupción en la escena política pública del MIR con los asaltos a bancos. En otras palabras, el paso de
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Rolando Álvarez, Desde las sombras. Una historia de la clandestinidad comunista (1973-1980), Santiago, Lom Ediciones, Santiago, 2003, p. 9. Véase Régis Debray, «El castrismo», Cuadernos de Ruedo Ibérico. Suplemento 1967,.BESJEIUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN*EFBT@"VUPSFTEFCSBZ EFCSBZQEG DPOTVMUBEPFMEFTFQUJFNCSFEF De aquí en adelante se utilizará solo la sigla MIR. Término alemán que literalmente significa «espíritu de la época». Alude a la atmósfera intelectual y cultural de un período histórico. 16
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la radicalización ideológica a la radicalización política, es decir, vivir la revolucionariedad en el día a día. Este «paso a la acción» escapa del debate interno y se agrega al debate más general que se desarrollaba en el seno de la izquierda. «El MIR debió también enfrentar las dificultades materiales y los límites culturales, que se hacía necesario desde ya tomar en cuenta. En el plano interno, por otra parte, las dificultades suscitadas por el paso a la acción no fueron menores. Lo político y lo militar que la dirección mirista se obstinaba en hacer coexistir en cada militante, devinieron fuente de incesantes debates internos, de oposiciones y de divisiones»9. Pese a que no se reconocía abiertamente, esta generación de militancia en la nueva izquierda revolucionaria latinoamericana, reflejada en la figura del Che, enfatizaba el «voluntarismo»10, entendido como la capacidad de los seres humanos de «construir» su propia historia y no esperar el cumplimiento de leyes objetivas del desarrollo de la naturaleza y de la sociedad tal como lo afirmaba el materialismo histórico. Citando a uno de los poetas favoritos de Ernesto Guevara, León Felipe: «en la aventura de parirse a sí mismo»11. Esta decisión trágicamente los colocaba en un camino sin vuelta atrás que, por una parte, les permitía anticipar –a partir de sus análisis– la inevitabilidad del enfrentamiento armado, probablemente a través de los golpes de Estado y, por otra, tener la conciencia de que no estaban en condiciones político-militares para enfrentarlo. De cierta manera, no podían escapar de la 9
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Eugenia Palieraki, «La opción por las armas. Nueva izquierda revolucionaria y violencia política en Chile (1965-1970)», Revista Polis, n° 19, 4BOUJBHP 6OJWFSTJEBE#PMJWBSJBOB IUUQXXXSFWJTUBQPMJTDM QBMJIUN DPOTVMUBEPFMEFTFQUJFNCSFEF «Al rechazar el voluntarismo, el marxismo-leninismo señala el carácter relativo del libre albedrío, examina la voluntad de las personas como derivada de las leyes objetivas del desarrollo de la naturaleza y de la sociedad (Factores objetivos y subjetivos de la historia)». Definición de «voluntarismo» en Diccionario Rosenthal-Yudin (XXII Congreso PCUS IUUQEJBNBUFT (consultado el 21 de septiembre de 2012). Véase Sergio Ramírez, «Consecuencia revolucionaria: Desmitificar al Che QBSBRVFTJHBDPNCBUJFOEPvIUUQXXXMBGPHBUBPSHDIFOVFWPTDIF@ IUN DPOTVMUBEPFMEFTFQUJFNCSFEF 17
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predestinación de su destino, no en el sentido religioso, sino que por su propia elección racional. Y políticamente, no les quedaba más que confirmar en el discurso y la acción el camino escogido. Además, estaba presente la necesidad de reclutar militantes y convertirlos en cuadros político-militares casi en una carrera contra el tiempo. A lo que se suma –como afirma Jame Petras– el problema de la intervención política y la educación «para crear al sujeto revolucionario, condición básica para una revolución social»12. Este dilema fue muy bien expresado por el escritor argentino Abelardo Castillo, en la editorial «Matar la muerte» de la revista El Escarabajo de Oro, de noviembre de 1967, dedicada a Ernesto Guevara: Ustedes no han matado a nadie: han resucitado a un hombre. Y a algo más. Hasta el 8 de octubre se podía dudar [de] que haya seres capaces de pelear por los otros, hacer una revolución, alcanzar el poder, abandonarlo todo y comenzar de nuevo: renunciar a lo temporal, que es lo mismo que negar el tiempo. Elegir y acatar un destino13.
Es por las razones anteriormente expuestas, que en este libro nos centraremos, utilizando la metodología que han seguido otras investigaciones similares realizadas principalmente en Europa, en el período fundacional, de consolidación y de inicio de la lucha armada. Esta etapa, el salto del discurso a la acción, del MIR, porque es en ese momento cuando se establecen los rasgos fundamentales de toda organización política. Estos primeros pasos en el camino de la lucha armada marcaron a este partido tal como los primeros años determinan el carácter y personalidad de un niño. Este es el objetivo de este libro14. 12
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James Petras, «Latinoamérica: 30 años después del Che Guevara», América Libre O #VFOPT"JSFT IUUQXXXOPEPPSHBNFSJDBMJCSF BOUFSJPSFTJOEFYIUN DPOTVMUBEPFMEFTFQUJFNCSFEF Citado en Hugo Biagini, La contracultura juvenil. De la emancipación a los indignados, Buenos Aires, Capital Intelectual, 2012, 252 p. Véase en el caso argentino a María Matilde Ollier. La autora, para mostrar las fuentes del aprendizaje radical de los sobrevivientes, analizó la forma18
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Este período va entre 1965 y 1973 (nacimiento y período de afianzamiento como partido revolucionario en construcción) y entre 1973 y 1975 (contrarrevolución, lucha por la sobrevida, muerte de Miguel Enríquez y resistencia popular). No obstante, no enfrentaremos de forma rígida y esquemática estos lapsos, ya que ciertos hechos pueden tener nacimiento fuera de las fechas establecidas. Así este libro presenta como propuesta teórica una historia social comprensiva que incluye el estudio de lo «subjetivo» de la acción social. Interesa, por una parte, saber cómo se forjó el sentido subjetivo que guió la acción de los militantes del MIR y, por otra, conocer las causas «estructurales»15 de la violencia
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ción de la identidad temprana a partir de presentar: 1) las imágenes que internalizaron las experiencias ocurridas en ámbitos privados, públicos y políticos sobre la política argentina como antinomia irresoluble, peronismo/antiperonismo y 2) la estructura afectiva-valorativa cuyos ejes eran libertad, justicia y verdad, que aprendieron en lo privado y en lo público. Ambas volvieron creíble el discurso revolucionario. En algunos casos, los protagonistas también aprendieron el discurso revolucionario en las esferas privadas y públicas durante la niñez y adolescencia. Cualquiera haya sido el caso, todos ellos sufrieron un proceso de radicalización ideológica previo ingreso a la Izquierda Revolucionaria (IR). «En este capítulo trato de señalar el proceso y las esferas donde la radicalización ideológica se produjo. Con ese ecléctico mundo de ideas revolucionarias y movidos por su vocación de intervención en el espacio público, decidieron entrar en la IR, es decir, comenzaron su radicalización política. En este libro, planteo que el pase de su radicalización ideológica a su radicalización política fue producido por su vocación de intervención en el espacio público. Finalmente, describo el universo político de la IR para ver cómo su discurso político temprano es resignificado desde el paradigma de la IR». María Matilde Ollier, «El BQSFOEJ[BKFSBEJDBMMPQÙCMJDP QSJWBEPZMPQPMÎUJDPvXXXDIPMPOBVUBT FEVQF DPOTVMUBEPFMEFNBZPEF También se puede utilizar como sinónimo los conceptos de violencia estructural y cultural, tal como lo han definido algunos autores, como mis profesores en la Escola de Cultura de Pau de la Universitat Autònoma de Barcelona, Vicenç Fisas y Johan Galtung: violencia estructural como la violencia indirecta originada por la injusticia y la desigualdad como consecuencia de la propia estructura social, ya sea dentro de la propia sociedad o entre el conjunto de las sociedades (alianzas, relaciones entre Estados, etcétera) y violencia cultural: aspectos de la cultura, materializados por medio de la religión y la ideología, el lenguaje y el arte, y las ciencias en sus diferentes manifestaciones, que justifican o legitiman la violencia directa o la estructural. Este tipo de cultura hace que los otros dos tipos de violencia parezcan correctos o al menos no equivocados. 19
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política armada en Chile. La intención es establecer una relación entre el conocimiento histórico-social objetivo y el análisis de los mecanismos de formación, distribución y consumo de sentidos socialmente construidos que realizan los actores en su vida cotidiana. Con ello se pretende demostrar «la existencia de una realidad histórica, tanto socio-real como socio-simbólica imprescindible para interpretar y analizar la violencia política armada»16. Como sostiene Roberto Sancho17, entender las racionalidades de los actores individuales, colectivos y del propio conflicto, supone superar las perspectivas maniqueas, de los buenos y los malos, y pensar integralmente los problemas de la sociedad y relacionarlos con el conflicto. Cabe recordar que en América Latina los estudios sobre la violencia18 política en las décadas de 1960 y 1970 se ajustan principalmente a dos perspectivas: aquellos que examinan la izquierda revolucionaria y los que abordan el tema de la «memoria», centrados en las víctimas del terrorismo de Estado. Hay que aclarar que usaremos como categorías centrales de este libro los conceptos de «violencia política» o «violencia política armada». Por violencia política19 entenderemos, tal como lo entiende Julio Aróstegui, «toda acción no prevista en reglas, realizada por cualquier actor individual o colectivo, dirigida a controlar el funcionamiento del sistema político de
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María Matilde Ollier, «El aprendizaje radical...». Op. cit. Roberto Sancho Larrañaga, La Encrucijada de la violencia política armada en la segunda mitad del siglo XX en Colombia y España: ELN y ETA. Zaragoza, Tesis Doctoral, Zaragoza, Departamento de Historia Moderna y Contemporánea, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Zaragoza, 2008, p. 22. La violencia contiene y responde a factores etológicos (biológicos), psicológicos (mentales), psicosociales, simbólico-culturales, políticos, éticos e históricos, cuando menos. De ahí que muchas disciplinas tengan algo o mucho que decir sobre ella. Véase Julián Aróstegui, «Violencia, sociedad y política: la definición de la violencia», Revista Ayer, n° 13, Madrid, Asociación de Historia ConUFNQPSÃOFB IUUQXXXBIJTUDPOPSHEPDTBZFSBZFS@QEG (consultado el 3 de junio de 2011). 20
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una sociedad o a precipitar decisiones dentro de ese sistema»20. Por su parte, «violencia política armada» ha sido utilizado en diversas investigaciones, en variadas disciplinas, principalmente en Europa. Es abarcador, ya que permite no solo la comprensión de una organización, sino que además la comparación con otros grupos, de modo que es posible el entendimiento del fenómeno político-social de donde estas derivan. «De la misma manera, permite interpretar que toda política tiene una dosis de violencia, llegando en algunos casos a la vía armada»21. Entendemos por «violencia política armada» la acción de imponer la voluntad política propia a otro, por medio del uso sistemático de la fuerza armada para producir un orden social y político determinado. «Este concepto pretende retomar los postulados clásicos de Weber frente al poder, así como la perspectiva foucaultiana de que el poder sólo existe en el acto, y éste es ante todo una relación de fuerza entre las partes en conflicto»22. Ambos conceptos tienen un carácter de «medio alcance» y la función es caracterizar la naturaleza del MIR. En relación a las dos perspectivas principales de los estudios sobre la violencia política en América Latina (aquellos que examinan la Izquierda Revolucionaria y los que abordan el tema de la «memoria»), es necesario señalar algunas precisiones23. Como dice María Matilde Ollier en referencia al caso argentino, la reflexión en torno a los dos enfoques mencionados, suma una larga lista de textos académicos, periodísticos, de tes20 21 22 23
Eugenia Palieraki, op. cit. Roberto Sancho Larrañaga, op. cit. Ibid., p. 14. Diversas recientes tesis en Europa y Latinoamérica utilizan alguna de estas dos categorías. Entre ellas, destacan la de Eugenia Palieraki (La opción por las armas. nueva izquierda y violencia política en Chile 1965-1970), de la Universidad de París I; la de Roberto Sancho Larrañaga (La encrucijada de la violencia política armada en la segunda mitad del siglo XX en Colombia y España: ELN y ETA), de la Universidad de Zaragoza; la de Miren Alcedo (Militar en ETA: historias de vida y de muerte), Universidad del País Vasco; y la de Javier Cervantes Mejía (Raíces, aparición e impacto del levantamiento armado del EZLN, una aproximación a la historia de la guerrilla en México, 1960-1994), que si bien es tesis de licenciatura, trabaja en profundidad esta temática, Universidad Autónoma del Estado de México. 21
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tigos materiales, de protagonistas, etcétera. Aunque se trate de conjuntos bibliográficos diferentes, ambas perspectivas enfrentan a muchos investigadores con un problema ético-político: los integrantes de la Izquierda Revolucionaria fueron las víctimas centrales del terrorismo de Estado. Lo que por sí solo dificulta la indagación del pasado reciente, ya que «extraer conclusiones negativas sobre la izquierda revolucionaria significa promover posiciones favorables al terrorismo de Estado»24. En el caso chileno, los trabajos vinculados a la memoria, principalmente los realizados por organizaciones que participaron en el apoyo a los familiares de víctimas a los derechos humanos han tenido un mayor desarrollo. Una interrogación nodal ha sido: ¿de qué forma debe tratar una sociedad el tema de la memoria y el olvido de los traumas sociopolíticos?, grave dilema que se plantea a los individuos y a la sociedad. Para comprender este complejo proceso, hay que tomar en cuenta las dimensiones sociales, políticas, culturales y de significado que lo conforman. Algunos de estos artículos afirman que se han realizado diversas propuestas para enfrentar el tema de la memoria y el olvido de las violaciones de derechos humanos. En términos sociales, la propuesta de «olvidar» ha estado sustentada en la ilusión de que de este modo se facilitaría la paz y la armonía de las relaciones sociales. «El olvido ha sido planteado por algunos sectores sociales como una condición para lograr consensos y así exorcizar el temor generalizado de nuevas confrontaciones. Estos mismos sectores son los que han intentado la instalación de una ‘memoria oficial’, término que usamos parafraseando el concepto de ‘historia oficial’ planteado por Martín-Baró. Una ‘memoria oficial’ ha pretendido 24
María Matilde Ollier, «Partidos en armas: Las tensiones entre la lógica contestataria y la obediencia debida», San Martín, Escuela de Política y (PCJFSOP 6OJWFSTJEBEEF4BO.BSUÎOIUUQXXXVOTBNFEVBSFTDVFMBT QPMJUJDBDFOUSP@IJTUPSJB@QPMJUJDB0MMJFSQEG DPOTVMUBEPFMEFBHPTUPEF 2010). 22
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silenciar, ocultar, olvidar y manipular acontecimientos, promoviendo de esta forma un particular contexto político-social, que escamotea la violencia vivida. Terminada la dictadura en Chile fueron necesarios catorce años para levantar el silencio forzado sobre esta forma de represión política, la tortura, que estaba pendiente. Se ha dicho que ésta es una tarea que enfrentan todas las democracias en transición, dado que las dictaduras mantienen a sus pueblos en una realidad disociada, en que la experiencia social queda fragmentada»25.
Por otra parte, Chile ha construido un imaginario nacional que sigue vigente hasta hoy, pero que cada vez es más cuestionado. Como señala Eugenia Palieraki, no es la oportunidad para analizar si esto corresponde a una verdad histórica o a una construcción, fundada tanto a partir de los trabajos de politólogos extranjeros como de los mitos de la historiografía nacional: Chile es «un país de orden y con una larga tradición democrática y republicana; un país donde la búsqueda de consensos ha sido por largo tiempo –y sigue aún considerándose– como la fuerza motriz de su historia»26. Eugenia Palieraki, doctora en ciencia política griega afirma que pese a que en los últimos años la historiografía chilena muestra un claro interés por sujetos complejos y polémicos (Unidad Popular y en menor medida los años sesenta), esto no ha significado la emergencia de un verdadero debate y las lecturas que se realizan están –muchas veces– sometidas a consideraciones ideológicas o políticas. En cambio en Europa no que existen estas consideraciones en los trabajos sistemáticos de estudio y de conceptualización de la violencia política. Pese a que existen pocas obras sobre estudios acerca de la violencia política en Chile, normalmente vinculadas a una posición política, cuatro principales interpretaciones se destacan: 25
Cristián Barría, Elena Gómez e Isabel Piper, «La construcción de la memoria del trauma sociopolítico en el espacio intersubjetivo»: XXJMBTDMBSUJDVMPT JMBT@BSU@DOC (consultado el 20 de marzo de 2010). 26 &VHFOJB1BMJFSBLJ PQDJUWFSUBNCJÊOFOIUUQXXXDFEFNBPSHVQMPBET 1BMJFSBLJEPD DPOTVMUBEPFMEFNBZPEF 23
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La primera consiste en negar prácticamente la existencia de la violencia política: los «extremistas» (de izquierda, siempre) serían asimilados a los criminales, a los delincuentes comunes. Esta interpretación, defendida en el terreno de las ciencias políticas y de la sociología por Talcott Parsons, ha hecho su aparición en Chile sobre todo a través de los medios de comunicación de centro y de derecha, y ello a partir de finales de los años sesenta27. La segunda interpretación ve en la utilización de la violencia política en Chile una imitación de modelos extranjeros: la Revolución Cubana y la guerrilla guevarista. Curiosamente, ella fue concebida y defendida con fervor por los intelectuales del Partido Comunista, en las décadas de 1960 y 1970, y retomada por los intelectuales ligados a la dictadura de Pinochet. «Para los defensores de esta teoría, la violencia política era extranjera a las costumbres nacionales y su adopción no podía ser sino una influencia maléfica de otros países, deseosos de entrometerse en los asuntos nacionales»28. La tercera interpretación, a menudo vinculada a la anterior, atribuye la violencia política a los extremos: a la aparición simultánea en los dos extremos y que se retro-alimenta, o bien como la violencia de la extrema derecha en tanto respuesta a la violencia de extrema izquierda (la encontramos en los escritos y la prensa del Partido Comunista y de la Democracia Cristiana). Se trata de una versión chilena de la «teoría de los dos demonios». En el caso argentino, ella ha sido formulada y defendida por el presidente de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), Ernesto Sábato, en el Informe Final, también llamado Nunca Más. Esta es la más difícil de tratar, puesto que es la más repetida y la que se ajusta mejor a la versión nacional de una «historia de consenso». En una interpretación donde los dos extremos se juntan, esta ultraizquierda extremista –que por su radicalismo es vista como alejada de la historia y el temperamento chileno– es presentada a la vez como colaboradora de la extrema derecha, el movimiento menos significativo de la 27 28
Ibid. Ibid. 24
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izquierda chilena, y al mismo tiempo principal responsable de la crisis de 1970-1973 y de la caída de Allende29. En un registro completamente diferente, la cuarta interpretación encarna la violencia política a través de dos actores que se oponen sin tregua desde el alba de los tiempos: el Estado, por una parte, y por otra los dominados; la violencia de las clases dominantes contra la del bajo pueblo. Esta interpretación concibe la violencia como una constante de la historia chilena, ocultando toda dimensión temporal. En este marco interpretativo, la violencia del MIR llega a ser la traducción de la violencia popular; y la represión después del golpe de Estado, «la repetición del ciclo violencia popular-violencia del Estado. Teniendo el mérito de integrar al actor-Estado en el debate sobre la violencia, esta interpretación es a pesar de todo algo esquemática»30. Eugenia Palieraki concluye que en las interpretaciones de la violencia política de los años sesenta, la izquierda revolucionaria es a menudo considerada como actor principal de la violencia política. En segundo lugar, las otras corrientes políticas son raras veces tomadas en cuenta y el Estado menos aún. En tercer lugar, las conclusiones son más dictadas por los fines ideológicos que por un estudio histórico basado en las fuentes. Por último, la violencia política es imaginada como una táctica propia de ciertos movimientos o partidos políticos, una práctica innata, sin que las razones que hayan conducido a su adopción y el rol específico que cumple sean examinados. Por estas razones –siguiendo a Roberto Sancho–, este libro se posiciona frente a la disciplina histórica desde la constatación del carácter eminentemente político, discursivo y comunicativo de la historia y de las formas de comunicar el pasado, ya que la experiencia histórica no es traducción directa y objetiva de una realidad externa a las subjetividades de los individuos, así como a las relaciones de poder que se establecen en una sociedad. «Con ello la historia, para nosotros debe recurrir también a métodos
29 30
Ibid. Ibid. 25
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interpretativos y comprensivos que se acerquen no solamente a las condiciones materiales que constituyen las sociedades»31. Como afirma Miguel Ángel Cabrera, «se hace imprescindible reconstruir las creencias, las intenciones y el universo mental de los sujetos, única manera de calibrar los efectos de la mediación simbólica sobre su práctica porque el ser social es el ser percibido, pues es en éste, y no en el primero, donde están inmediatamente enraizadas la identidad y las acciones de los individuos»32. De la misma forma, siguiendo a la historiadora Cristina Moyano, podemos afirmar que la historia política está de vuelta. «Detrás de la afirmación taxativa hay también una tesis clave: la historia política ha comenzado a recuperar un sitial clave en la producción historiográfica, no sólo nacional sino que también en otros espacios latinoamericanos y anglosajones, así como en la tradición de la escuela francesa de los annales»33. En cuanto al marco metodológico, este libro se enmarca dentro del campo de los estudios sobre memoria social, área que se ha enriquecido en los últimos años en América Latina a partir de los estudios sobre el pasado reciente, la violencia política y la experiencia dictatorial principalmente. La memoria social es una perspectiva multidisciplinaria que aporta una visión analítica –entre otros temas– para interpretar las luchas y conflictos entre las diferentes versiones del pasado y entre las múltiples relaciones tejidas entre pasado, presente y futuro; las distintas maneras de conmemorar y rememorar; las diversas relaciones que se establecen entre memoria e identidad; los múltiples lenguajes y narrativas con las que el pasado reciente se relata; los diversos actores e instituciones que se encargan de la gestión de esas memorias; los lugares físicos y simbólicos en
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Roberto Sancho, op. cit., p. 23. Miguel Ángel Cabrera, Historia, lenguaje y teoría de la sociedad, Madrid, Editorial Cátedra, 2001, p. 31. Cristina Moyano Barahona, «La historia política en el Bicentenario: entre la historia del presente y la historia conceptual. Reflexiones sobre la nueva historia política», Revista de Historia Social y de las Mentalidades, vol. 15, nº 1, Santiago, Departamento de Historia, Universidad de Santiago, 228 p. 26
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los que esas referencias al pasado se instalan en la ciudad y en la sociedad; entre otras muchas temáticas. La memoria social34 se presenta, en este sentido, como marco de interpretación, como proceso social a ser estudiado, o como fuente de herramientas metodológicas para abordar otros objetos y procesos. Sin embargo, no es esta la única temática que los estudios sobre memoria abordan actualmente. En los últimos años, este campo se ha enriquecido con aportes de investigaciones que trabajan sobre problemáticas diversas vinculadas con la identidad y el recuerdo de la militancia política en distintos momentos de la historia35. Además, en este libro pretendemos redimensionar la importancia que tuvieron factores como el papel del «contagio» ideológico y de las formas de lucha que se dio en muchos países y en cientos de ciudadanos en un período relativamente corto. Paradojalmente mientras que en la historiografía sobre el tema de la violencia prima lo nacional, en la decisión de iniciar el camino de las armas primó el ambiente revolucionario internacional. Respecto de las fuentes hay que señalar que en este texto se utilizaron fundamentalmente fuentes escritas, una exhaustiva revisión de libros, documentos y tesis, algunas de las cuales contienen entrevistas a militantes. Algunas de estas fuentes escritas usadas son muy poco conocidas y pocas veces citadas. Dentro de las fuentes se emplearon documentos del MIR; su órgano de difusión El Rebelde (MIR); el archivo 1965-1973 de revista Punto Final (MIR); el boletín informativo de la Agencia Informativa de la Resistencia (AIR) y comunicados oficiales del período. Cabe señalar que hay que leer a los autores citados pensando en el 34
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Véase J. Fentress y C. Wickham, Memoria social, Madrid, Editorial Cátedra, 2003. En América Latina se han desarrollado varias jornadas internacionales de estudio sobre militantismo, como la desarrollada en Santiago el 5, 6 y 7 de julio de 2007, organizada por el Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Chile, IDEA-USACH, Arcis, ICAL, llamada «De las movilizaciones obreras al termundialismo. Europa y América Latina, siglos XX y XXI». 27
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año en que escribieron, ya que muchos de ellos han cambiado sus reflexiones, discursos y posiciones políticas. Además, se utilizaron fuentes audiovisuales, como entrevistas a Miguel Enríquez, películas nacionales y extranjeras que mostraban el espíritu de la época y transmisiones radiales, como las clandestinas realizadas por Radio Liberación a principios de la década de los ochenta, que espero sea tema de un próximo trabajo. Y por último, se recurrió a fuentes orales36, en el entendido de que en los últimos años la historia oral se ha convertido en una herramienta al servicio de la comunidad científica, con una metodología susceptible de ampliar la base de estudio de la historia social. Cabe recordar que la historia oral es una técnica de investigación histórica de carácter cualitativo y basada en la memoria. Es necesario explicar que solo algunas de las entrevistas realizadas se citaron en este libro, ya que correspondían al rango etario de los fundadores y primeros militantes, dejando de lado otras que fueron realizadas a personas que iniciaron su militancia luego del golpe de Estado, a pesar de que sus aportes enriquecieron este trabajo. Es importante afirmar que el uso de testimonios de vida como instrumento de análisis social introdujo elementos nuevos que reordenaron el discurso político jerarquizando a los protagonistas y desalojando de su lugar preferente a las élites de poder. «Asimismo la primacía del estudio cuantitativo, series de precios, salarios, conflictos..., fue cediendo terreno en favor del estudio 36
El interés de usar estas fuentes recae en la resignificación y en la legitimación de voces, en un período donde estas no podían dejar otro tipo de registro, por su carácter de enemigo interno y clandestino, y que en la memoria oficial están cargadas de satanización y estigmas impuestos por quienes detentaban el poder de la época. José Palma Ramos, Violencia política, estrategia político-militar y fragmentación partidaria en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en Chile. 1982-1988. La guerra popular de la vanguardia del pueblo, Memoria para optar al título de profesor de historia, geografía y educación cívica, Santiago, Departamento de Historia y Geografía, Facultad de Historia Geografía y Letras, Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, 2009, p. 13. 28
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más cualitativo de biografías anónimas en donde aparecían temas nuevos como la emoción, utilizada como una categoría nueva de reflexión y toma de conciencia. Los/las historiadores/as orales fueron los primeros en prestar una atención académica seria a la significación de las motivaciones emocionales, en la formación de imágenes del pasado»37. Sin embargo, pese al «efecto democratizador y socializador de este método, enfatizando su capacidad de rescatar el mundo de las experiencias y de las estructuras de sentimientos»38, hay que tomar ciertas precauciones en su aplicación. La historia oral trae aparejado algunos problemas, «lo que vuelve a las razones del escepticismo de muchos historiadores hacia el método»39. Ronald Greele habla en este sentido de la polarización entre un populismo entusiasta, en el que el historiador/a desaparece para dar la voz al pueblo y una concepción tradicional de historiografía objetiva en la que el historiador-a/autor-a asume una posición privilegiada como intérprete de los testimonios de sus entrevistados40.
Otro peligro que puede afectar a este tipo de estudios es el NFNPSJBMJTNP EFàOJEPQPS%PSB4DIXBS[TUFJO41 como la mera recolección anecdótica y contraproducente para lograr una voz polifónica para la disciplina. «Es decir, no se trata sólo de recopilar, sino también de interpretar, para no caer en el culto 37
Pilar Díaz Sánchez y José María Gago González, «La construcción y utilización de las fuentes orales para el estudio de la represión franquista»: IUUQIJTQBOJBOPWBSFEJSJTFTEPTTJFSEQEG DPOTVMUBEPFMEF marzo de 2010). 38 "OESFBT %PFTXJKL j"MHVOBT SFáFYJPOFT TPCSF MB DPOTUSVDDJÓO Z FM VTP EF GVFOUFT PSBMFT FO IJTUPSJBv IUUQXXXEIJVFNCSQVCMJDBDPFTEIJ EJBMPHPTWPMVNFWPM@BUHIUNM DPOTVMUBEPFMNBS[PEF 39 Al respecto véase Paul Thomson, «La historia oral y el historiador», History Today, nº 7, vol. 33, traducción de Tomás Austin 1990. Junio de 1983: IUUQXXXMBQBHJOBEFMQSPGFDM0SBM)JTUPSZIJTUPSJBPSBMIUN DPOTVMtado el 13 de marzo de 2010). 40 Pilar Díaz Sánchez, op. cit. 41 Citado en Federico López, «Informe sobre la X Conferencia de Historia Oral», Revista Voces Recobradas, n° 2, Buenos Aires, Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, agosto de 1998. 29
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a la anécdota pintoresca, en la memoria por la memoria y sin perspectivas generalizadoras»42. En relación a las fuentes orales, el método a seguir fue el de entrevistas estructuradas, con preguntas preparadas y basadas en conocimiento previo. Las preguntas estuvieron dirigidas, fundamentalmente, a captar información sobre las motivaciones personales que tuvieron los entrevistados para optar por la vía armada y ver qué elementos del contexto mundial y nacional impulsaron esta decisión, ejes fundamentales de este libro. Además, cabe señalar que en los últimos años se han realizado variadas tesis académicas, reflexiones de exmilitantes o cercanos, y compilaciones sobre discursos de sus dirigentes o sus documentos oficiales referidas al MIR. Por otro lado, existen libros e investigaciones sobre el MIR y la violencia política en Chile, llenas de estigmas y satanización derivadas de diferencias políticas y, por otra parte, cubiertas de una visión heroica, cuasi mítica de la historia del MIR –debido a que fueron realizadas por exmilitantes– que cuentan con una carga política emocional muy fuerte. «Lo que complejiza aún más este panorama, es que además de vivir el crepúsculo revolucionario, estos historiadores y exmilitantes, terminaron muchos de ellos en sendas distintas, producto de la división y atomización del partido»43. Como señala el profesor Mario Garcés, «sin querer desmerecer esos intentos, la mayor parte sólo se quedan en especificidades y recalcando lo bueno, sin un balance autocrítico de la primavera –los 60 y la UP– y el otoño de la izquierda revolucionaria, la dictadura y los gobiernos concertacionistas»44. En torno a la bibliografía del MIR, esta no es muy amplia si la comparamos con la de otros partidos de izquierda de Chile, como el Comunista y Socialista. Sin embargo, se puede mencionar algunos interesantes textos como Carlos Sandoval: MIR una historia (tres capítulos); Julio Pinto (editor): Su Revolución 42
"OESFBT%PFTXJKL op. cit. José Palma Ramos, op. cit., p. 8. 44 Mario Garcés, Seminario: «El MIR en la historiografía», Museo Benjamín Vicuña Mackenna, realizado el 9 de septiembre del 2008. 43
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contra nuestra Revolución; Luis Vitale: Contribución a la historia del MIR; Pedro Naranjo y Mario Garcés: Miguel Enríquez y el Proyecto Revolucionario; y Mario Amorós: La memoria rebelde: testimonios sobre el exterminio del MIR de Pisagua a Malloco (1973-1975). Otros son el artículo de Cristián Pérez: Si quieren guerra, guerra tendrán, e Igor Goicovic, con el libro Movimiento de Izquierda Revolucionaria (Colección América, Editorial Escaparate, 2012) y los artículos: Teoría de la violencia y estrategia de poder en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, 19671986 y El contexto en que surge el MIR. Con respecto a tesis de investigación, resaltan las tesis de Sebastián Leiva, tanto en su trabajo de pregrado, llamado La política del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) durante la Unidad Popular y su influencia sobre los obreros y pobladores de Santiago; y en la de magíster, Teoría y práctica del poder popular: los casos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR, Chile, 1970-1973) y el Partido Revolucionario de los Trabajadores - Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP, Argentina, 1973-1976); Marlene Martínez, con La experiencia política de los militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR): motivaciones, práctica partidaria y división de la militancia. Chile (1973-1988). Otra centrada en la memoria y los testimonios de Tamara Vidaurrázaga con Mujeres en rojo y negro. Reconstrucción de memoria de tres mujeres miristas (1971-1990); Pedro Valdés Navarro, con Elementos teóricos en la formación y desarrollo del MIR, 1965 y 1970, y José Palma Ramos, con Violencia política, estrategia político-militar y fragmentación partidaria en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en Chile. 1982-1988. En el plano internacional, destacan los dos avances de la tesis doctoral de Eugenia Palieraki, con La opción por las armas. Nueva izquierda y violencia política en Chile 1965-1970, primera y segunda parte. Este libro se estructuró de la siguiente manera: la Introducción, donde se presenta el problema de investigación; el Capítulo 1: Los hitos históricos: los hechos portadores de futuro, donde se 31
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analiza los más importantes acaecidos en el marco de la Guerra Fría y los debates y cambios que comienzan a darse en la izquierda tradicional; el Capítulo 2: El contexto regional: la revolución llega a Latinoamérica, en el cual se analiza el debate ideológico, estratégico y táctico que se comienza a dar en la Nueva Izquierda Revolucionaria; el Capítulo 3: El contexto nacional, donde se analiza la situación política nacional y los cambios producidos en las décadas de 1960 y 1970, como también el ámbito cultural que se vivía en esa época; el Capítulo 4: Subjetividades y contextos. La formación del imaginario político en el MIR, en el cual se describe el nacimiento y primeros pasos del MIR; sus primeras reflexiones políticas; el MIR y la Unidad Popular y el golpe de Estado y el inicio de la resistencia armada; el Capítulo 5: Subjetividades: de la radicalización ideológica a la radicalización política en el MIR, donde se analizan los sentimientos, sacrificios y abandonos que tuvieron que realizar los militantes de un partido revolucionario, los cuadros político-militares de tiempo completo, y finalmente un apartado con las conclusiones finales. Finalmente, quiero agradecer al doctor Igor Goicovic, por su guía, su aporte intelectual y los consejos que me ayudaron a culminar con éxito mi tesis doctoral en estudios latinoamericanos, base fundamental de este libro. A mis profesores del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile. A mis amigos-académicos, en especial a Gilberto Aranda del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile por impulsarme a escribir y a mi compañero de la Universidad Autónoma de Barcelona, Ferrán Cabrero, un intelectual viajero por el mundo. Y por último, a mis profesores en el diplomado de cultura de paz Cátedra UNESCO de la Universitat Autònoma de Barcelona, quienes aportaron a mi conocimiento, un mundo nuevo: Vicenç Fisas, Johan Galtung y John Paul Lederach, entre otros.
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Declaración de principios del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), Santiago, septiembre de 1965. 33
Miguel Enríquez y Marcello Ferrada-Noli (1967). 34
Capítulo 1
Los hitos históricos: los hechos portadores de futuro
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There’s a battle outside And it is ragin’ It’ll soon shake your windows. And rattle your walls For the times they are a-changin’. Bob Dylan
Por los hitos históricos se entenderá aquellos sucesos a nivel internacional que se convirtieron en hechos portadores de futuro, es decir, tuvieron implicancia directa –tiempo después– en el desarrollo y consolidación de la Nueva Izquierda Revolucionaria (NIR) en América Latina. Esta selección de sucesos se desprende de los documentos y comunicados del MIR y del testimonio de los propios militantes.
45
Se incluye este concepto por ser útil para explicar de mejor forma los hitos históricos según la teoría de conflictos. En términos precisos el concepto de hechos portadores de futuro fue creado por Pierre Massé y recibió importantes aportes de otros autores como Gaston Berger, Beltrand Jouvenel, Maurice Blondel y Decouflé. Pierre Massé sostiene que los hechos portadores de futuro están formados en su mayoría por factores de cambio, políticos, económicos, tecnológicos o culturales, apenas perceptibles hoy, pero que pueden constituir las tendencias importantes del mañana. Véase Pierre Massé, Le plan ou l’anti-hasard, Gallimard, NRF, colección Idées, 1965. 35
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1.1 Estados Unidos en la Guerra Fría: entre la Alianza y la seguridad nacional La estrategia de Estados Unidos para enfrentar el período generado después de la Segunda Guerra Mundial, llamado la Guerra Fría46, tuvo dos proyectos claramente visibles en Latinoamérica: en lo económico, la Alianza para el Progreso y una nueva estrategia militar: la doctrina de la seguridad nacional (DSN). «Pero si por una parte la Revolución Cubana fue responsable de la internacionalización de la movilización en el continente en cuanto favoreció el desarrollo de la izquierda revolucionaria latinoamericana; por otra, lo fue en parte también su contraparte, las que en las actuales teorías de los movimientos sociales se denomina una internacionalización de la represión»47. La doctrina de seguridad nacional «como ideología, reconoció sus orígenes en una visión bipolar del mundo desde la que, supuestamente, Occidente, liderado por los Estados Unidos, representaba el bien, la civilización, la democracia y el progreso; 46
47
El origen del término «Guerra Fría» surgió tras la Segunda Guerra Mundial. Si bien fue un invento periodístico que popularizó Walter Lippman mediante una serie de artículos aparecidos en The New York Herald Tribune, su contenido lo enunciaron los autores que formularon la Doctrina Truman en 1947, especialmente George Kennan, Hans Morgenthau y Strausz-Hupé. La invención del vocablo se atribuyó a Richard Baruch, pero en realidad MP BDVÒÓ FM QFSJPEJTUB )FSCFSU #BZBSE 4XPQF BVUPS EF VOB JOUFSFTBOUF serie de reportajes sobre la Gran Guerra, que en 1946 era colaborador del gobierno de Estados Unidos en la ONU. Pedro Rivas Nieto y Pablo Rey García, «Bipolaridad y Guerra Fría en Iberoamérica. La Doctrina de Seguridad Nacional en el mundo de bloques», Revista Espacios Públicos, n° 24, vol. 12, Toluca, Universidad Autónoma del Estado de México, 2009: IUUQSFEBMZDVBFNFYNYTSDJOJDJP"SU1EG3FEKTQ J$WF (consultado el 19 de noviembre de 2010). Eduardo Rey Tristán, «La izquierda revolucionaria uruguaya 1955-1973», Sevilla, Serie Historia y Geografía n° 96. Diputación de Sevilla, Serie Nuestra América n° 17, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Hispano-Americanos n° 435, Universidad de Sevilla, 2003, 49 p.:
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mientras que la entonces Unión Soviética estaba al frente del mal, el atraso y la dictadura»48. De cierta manera, la doctrina de seguridad nacional es la adaptación de una base filosófica moral y de mitos políticos convertidos en herramienta para «los nuevos tiempos». La historia norteamericana desde la misma independencia nos muestra muchos de estos mitos fundadores, como el de la Divina Providencia presente en su «Destino manifiesto». Otro mito se relaciona con la idea particular de Estados Unidos, influida por la ética protestante y la idea calvinista de la purificación en el trabajo: La «Gran República» y su necesaria exportación hacia otros pueblos, «para que encuentren el camino». Esta idea de los llamados padres fundadores estará presente en la Convención de Filadelfia en 1787. El imperativo básico es el de un Ejecutivo fuerte y la ampliación de las relaciones comerciales. Sin embargo, será en 1818 cuando se reafirme el supuesto del liderazgo histórico de la «Gran Nación Norteamericana», sobre la base de dos principios: «la exportación del modelo y la exclusividad de acción en el continente»49. Posteriormente, en 1823, el presidente de EE.UU., James Monroe, planteó como respuesta a la amenaza que suponía la restauración monárquica en Europa y la Santa Alianza, lo que se conocería como la Doctrina Monroe: «América para los americanos». Como afirma Cristián Fuentevilla «aquí se expresan por primera vez unidos los conceptos de interés nacional y de área de influencia en Latinoamérica. Su expresión concreta no es el rechazo a la negociación, pero se expresa también en la justificación del recurso de la fuerza para la ‘satisfacción del interés y 48
49
Édgar Velásquez Rivera, «Historia de la Doctrina de la Seguridad Nacional», Revista Convergencia, n° 27, enero-abril, vol. 9, Toluca, Universidad Autónoma del Estado México, Facultad de Ciencias Políticas y Administración Pública, 2002:
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el crecimiento nacional’. Y será un corolario de intervenciones en Panamá, Nicaragua, Haití y Honduras que resumen el interés económico presente en estos países»50. La primera convocatoria de la materialización de los intereses hemisféricos en el marco de la doctrina de seguridad nacional en construcción, fue la reunión del 2 de septiembre de 1947 en Río de Janeiro, que constituyó el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), también llamado Tratado de Río. Según el artículo 3.1 de este tratado: «en caso de (...) un ataque armado por cualquier Estado contra un Estado Americano, será considerado como un ataque contra todos los Estados Americanos, y en consecuencia, cada una de las partes contratantes se compromete a ayudar a hacer frente al ataque en ejercicio del derecho inminente de legítima defensa individual o colectiva que reconoce el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas»51. En la década de 1950 a 1960, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca estuvo asistido y convocado a lo menos 20 veces, principalmente a partir del bloqueo a Cuba y del conflicto entre Honduras y Guatemala. Este tratado además implica el desarme de las FF.AA. de Costa Rica, ya que se consideraba que el TIAR en su planteamiento cooperativo las hacía innecesarias. Como sostiene Cristián Fuentevilla «los primeros presupuestos teóricos en función del carácter de la DSN, están sujetos a las experiencias de las guerras de Liberación Nacional, en función de crear una relación con las características contrainsurgentes de estos conflictos y las materias que definirán el tipo de enemigo que se configura en el marco de la DSN. Lo cierto y lo que se evidencia hasta aquí, es que bajo los propósitos científicos de un conflicto de contención la concepción del enemigo interno jugará un rol gravitante, bajo el manejo cognitivo de las dinámicas de resistencias a las políticas colonialistas europeas y la de EE.UU.»52. En 1946, se crea la Escuela de las Américas, que funcionará en Panamá hasta su traslado a Georgia (1984). Uno de los obje50 51 52
Ibid. Ibid. Ibid. 38
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tivos de esta escuela era la de proveer de un instrumental teórico en guerra psicológica y de manejo de información en el marco de las detenciones y los posteriores interrogatorios. Fuentevilla sostiene que «en este contexto permite además socializar las experiencias de los golpes de Estado (del francés coup d’État), en países que prematuramente estuvieron sujetos a la represión, aniquilamiento y neutralización de las diferentes expresiones de disidencia política. Por lo tanto, también sujetos a sus experiencias en estos campos de acción. Probablemente, Brasil sea el más emblemático en patentar una serie de ejercicios de torturas como el pau-de-arara y otros, pero que se comienzan a diferenciar en 1964, de otros golpes militares previos en Latinoamérica, como el de Uruguay en 1954 o el de Ecuador en 1963, Argentina en 1962 y Perú el mismo año, etc.»53. Esta Escuela dictó cursos en español y portugués destinados a «brindar» a los militares latinoamericanos una formación que les permitiera contribuir a la seguridad de sus respectivos países. Para Édgar Velásquez «en tales escuelas los cursos inculcaron una ideología anticomunista y una filosofía contrarrevolucionaria. Estas concepciones del Pentágono dedicaron un tiempo desmesurado al anticomunismo y al adoctrinamiento pronorteamericano»54. En septiembre de 1975 se habían graduado 33 mil 147 alumnos en la Escuela de las Américas, y muchos de ellos ocuparon altos cargos en sus gobiernos. En octubre de 1973, más de 170 graduados eran jefes de gobierno, ministros, comandantes, generales o directores de los departamentos de inteligencia de sus respectivos países. Los golpes de Estado en Perú, Bolivia, Panamá y Chile fueron llevados a cabo por los más aplicados oficiales que habían asistido a cursos en la Escuela. Velásquez Rivera sostiene que «en los pocos países de la región donde no hubo golpes de Estado, altos oficiales también egresados de la USARSA, se vieron comprometidos con la violación sistemática de derechos humanos, lo cual indujo a Organizaciones No Gu53 54
Ibid. Édgar Velásquez Rivera, op. cit. 39
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bernamentales de Estados Unidos a presionar a su gobierno para que se desmontaran estos centros»55. Por otra parte, la religión tampoco fue excluida por la doctrina de seguridad nacional: esta se presentó como defensora de la civilización cristiana contra el comunismo y el ateísmo. Ofreció a instituciones eclesiásticas favores y privilegios, prestigio y apoyo. Édgar Velásquez sostiene que «el cristianismo que la DSN promovió fue uno centrado en los mitos, ritos, costumbres y gestos de la ortodoxia judeocristiana. Un cristianismo sin compromiso popular. La DSN no concibió una Iglesia comprometida con los grandes problemas estructurales y coyunturales del pueblo latinoamericano, sino con los principios tutelares del orden, la autoridad, la defensa de la propiedad privada y, en general, con los postulados del conservadurismo. La DSN promovió la llegada de otras confesiones religiosas a América Latina desde los años 60, las cuales se convirtieron a la postre en importante base social de la derecha, con el propósito exclusivo de penetrar en aquellos sectores sociales más vulnerables económicamente y políticamente maleables y reventarles su capacidad de lucha y organización por unas mejores condiciones de vida. La DSN conspiró contra el clero comprometido social, política y evangélicamente con el pueblo56». Un buen ejemplo del punto anterior se da en noviembre de 1976, cuando un oficial encargado del servicio de comunicaciones sociales del Gobierno chileno envió una circular a todas las instituciones nacionales para recordar a la nación que –como sostiene Rivas Nieto- «el mundo actual está en guerra. El imperialismo soviético extiende cada vez más su dominación mediante una guerra de conquista que usa todas las formas conocidas de agresión moral, espiritual y física. Y era tan peligroso porque su Dios –la dialéctica histórica– era santificado e identificado con los fines últimos de la vida. Era un enemigo con el que por vez primera en la historia no había nada en común»57. 55 56 57
Ibid. Ibid. Pedro Rivas Nieto, op. cit. 40
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La definición más comúnmente aceptada del concepto de seguridad nacional, especialmente por el «alcance político estratégico» de la misma, es la propuesta por la Escuela Superior de Guerra de Brasil y que señala lo siguiente según Andrés Nina: «Seguridad Nacional es el grado relativo de garantía que, a través de acciones políticas, económicas, psico-sociales y militares, un Estado puede proporcionar, en una determinada época, a la Nación que jurisdicciona, para la consecución y salvaguardia de los objetivos nacionales, a pesar de los antagonismos internos o externos existentes o previsibles»58. En el caso chileno, la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos (Anepe) definió, en 1982, a la seguridad nacional como «una necesidad vital del Estado-nación, cuya satisfacción la obtiene alcanzando el conjunto de condiciones que garanticen a la comunidad el logro de sus legítimas aspiraciones e intereses permanentes, de acuerdo con las exigencias del bien común, empleando para esta finalidad el potencial nacional»59. Y en relación a la doctrina de seguridad nacional estadounidense, el Ejército chileno señaló: «Tiene como finalidad básica la de crear las condiciones favorables para evitar, y si ello no es posible, enfrentar, un futuro conflicto internacional cuyos efectos devastadores sin duda afectarán al territorio y la población de ese país, aun en el supuesto caso de que no se utilicen armas nucleares»60. La doctrina de seguridad nacional en el marco de la Guerra Fría aporta a lo menos dos momentos que constituyen una primera aproximación a un silogismo: el primero se da en la década de 1950 en el contexto de la contención y el segundo se produce en la década de 1960 bajo los impulsos de la contrainsurgencia.
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Andrés Nina, «La Doctrina de Seguridad Nacional y la integración en América Latina», Revista Nueva Sociedad, n° 27, noviembre-diciembre, IUUQXXXOVTPPSHVQMPBEBSUJDVMPT@QEG DPOTVMUBEP FM 22 de noviembre de 2010). Ejército de Chile, La Seguridad Nacional, Santiago, Comando de Institutos Militares, Academia de Guerra, 1984, p. 13. Ibid, p. 4. 41
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Por contrainsurgencia entenderemos una característica de las políticas represivas estatales, que utilizando diversas medidas legales e ilegales, tiene como objetivo detectar y destruir a los miembros y bases de apoyo de los eventuales grupos insurgentes. Esta medidas pueden ir desde las tácticas militares (las que incluirán la tortura como método de obtención de información) hasta la labor social del ejército (cortes de cabello, arreglar aparatos electrodomésticos, regalar despensas y dulces a los niños). Todas estas acciones realizadas con el objetivo de obtener información de qué fuerzas y quiénes son probables simpatizantes de las guerrillas. La contrainsurgencia pasó a ser parte inseparable de los objetivos de la política de seguridad externa estadounidense, con la aprobación de la Ley de Ayuda Exterior en 1961 por el presidente John F. Kennedy. En este marco, Estados Unidos buscó además la cualificación de la fuerza militar especializada para este tipo de conflictos, para lo cual la Fuerza de Tarea del Comando Sur siguió bajo el patrimonio de la Escuela de las Américas. De esta manera, el mandatario pretendía frenar cualquier posibilidad de expansión de la Revolución Cubana, mientras se mantuviera en combate en Vietnam. Recordemos que Estados Unidos justificó la guerra en Vietnam por la famosa «teoría del dominó». Se jugaba en ella el crédito del país, porque –como sostiene Pedro Rivas Nieto– «si se cedía en el Vietnam nadie creería en su determinación de defender a sus aliados contra el comunismo. Los Estados Unidos, que tras la Segunda Guerra Mundial habían ayudado a construir un nuevo orden internacional, ayudado a rehabilitar Europa y Japón, frenado la expansión soviética en Grecia, Turquía, Berlín y Corea, y firmado sus primeras alianzas permanentes en tiempos de paz, se embarcaron en una complicada aventura en Indochina. Los Estados Unidos entraron en esa guerra porque, según sus cálculos, Vietnam del Norte, controlado por China y ésta a su vez por el Kremlin, atacaba el equilibrio internacional. Indochina era además la piedra angular de la seguridad estadounidense en el Pacífico»61. 61
Pedro Rivas Nieto, op. cit. 42
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El otro proyecto estratégico norteamericano para enfrentar la Guerra Fría en América Latina, y que era la otra cara de la moneda de la doctrina de seguridad nacional, fue lo que el presidente John F. Kennedy denominó la Alianza para el Progreso (1961 y 1969). «Lo que en definitiva se traducía en la reedición de las políticas desarrollistas en materia económica en Latinoamérica»62. Como señaló el embajador estadounidense en Chile, Charles Cole, en el aniversario de la independencia de su país: «Y si tenemos buen éxito, si nuestro esfuerzo es suficientemente audaz y decidido, el fin de la década marcará el comienzo de una nueva era en la experiencia americana. Subirá el nivel de vida de toda familia de América; todos tendrán acceso a una educación básica; del hambre no quedará recuerdo; la necesidad de ayuda exterior considerable habrá desaparecido; la mayoría de las naciones habrán entrado en un periodo en el que podrán crecer con sus propios recursos, y aunque todavía quedará mucho por hacer, cada república americana será dueña de su propia revolución de esperanza y progreso»63. Para el presidente Kennedy algunos de los puntos iniciales principales de la Alianza para el Progreso eran los siguiente: una década de esfuerzo máximo; una reunión del Consejo Económico Social Interamericano para iniciar una planificación de la Alianza; apoyo para la integración económica latinoamericana mediante un área de libre comercio y de mercado común centroamericano; y una renovación del compromiso de Estados Unidos de defender a todas las naciones del continente. Un año después de establecida la estructura básica de la Alianza, el presidente Kennedy afirmó: «Estas reformas sociales constituyen el corazón de la Alianza para el Progreso. Constituyen la condición previa de la modernización económica mediante el cual aseguramos al pobre y al hambriento, al obrero y al campesino su plena participación en los beneficios de nuestro 62 63
Cristián Fuentevilla, op. cit. Alianza para el Progreso, «Documentos básicos», declaración de Charles $PMF EFKVMJPEFIUUQXXXNFNPSJBDIJMFOBDMBSDIJWPTQEGT NDQEG DPOTVMUBEPFMEFOPWJFNCSFEF 43
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desarrollo y en la dignidad humana, que es el propósito de las sociedades libres. Al mismo tiempo, comprendemos las dificultades de rehacer estructuras sociales tradicionales profundamente arraigadas. Pedimos que un progreso substancial y firme hacia la reforma acompañe el esfuerzo para el desarrollo de las naciones americanas»64. El asesinato del presidente Kennedy (1963) y el paulatino abandono de este proyecto, en muchos casos por los golpes de Estado contra los presidentes partidarios de la iniciativa, hicieron que a fines de los sesenta esta alianza estuviera agonizando. Las críticas no obstante, principalmente desde la izquierda latinoamericana, habían comenzado años antes. «La Alianza para el Progreso, como lo anticiparon los espíritus lúcidos de América Latina, nació muerta. Sólo vivió en las esperanzas de nuestros pueblos que, engañados, creyeron que ella les garantizaría ocupación, alimento, techo y salud, seguridad social, educación, cultura y esparcimiento. Hace seis años, en 1961, en este mismo lugar de Punta del Este, los encargados de los diversos gobiernos del continente practicaron un descarnado recuento de la miseria de América Latina, para extender la mano en pos de la propina»65.
1.2 Fin del estalinismo El proceso de desestalinización y el cambio de línea política que ocurrió en la Unión Soviética luego de la muerte de Stalin y lo ocurrido en el XX Congreso del Partido Comunista, en 1956, provocaron cambios importantes en el movimiento comunista internacional. Eduardo Rey Tristán afirma que «en muchos partidos comunistas viejos dirigentes de la línea estalinista fueron sustituidos por otros más acordes con las nuevas directrices soviéticas. Por otra, la nueva política que Kruschev inauguró 64 65
Ibid. Salvador Allende, «Crítica para la Alianza para el Progreso», discurso en MB 6OJWFSTJEBE EF .POUFWJEFP FO IUUQXXXTBMWBEPSBMMFOEF cl/Documentos/1950-69/Critica%20a%20la%20Alianza%20para%20 FM1SPHSFTPQEG DPOTVMUBEPFMEFOPWJFNCSFEF 44
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en 1956 provocó una importante polémica con el Partido Comunista Chino (PCCh) de profundas repercusiones en el campo socialista»66. Pero este proceso arrancó con gran dificultad y lentamente. La nueva dirección del PCUS, encabezada por Nikita Jruschov, debió superar la resistencia de por lo menos tres círculos de «estalinistas» a ultranza. El interno representado por los dirigentes Beria, Malenkov, Mólotov y Kaganóvich. El segundo está en los países de la esfera de influencia soviética: Hungría (Matias Rakosi), Rumania (Jorge Georgiu Dej), Checoslovaquia (Antonin Novotny), Polonia (Boleslav Bjerut), Bulgaria (Valko Chervénkov), entre otros. Como afirma Dragomir Draganov «el tercero está en el movimiento comunista de Europa Occidental. Precisamente por ello, el XX Congreso del PCUS, que da la señal oficial de arranque de la ‘desestalinización’, se celebra apenas en febrero de 1956, es decir, casi tres años después de la muerte de Stalin»67. Luego de 1956 en los países de la esfera de influencia soviética comienzan procesos de cambios cualitativos en su sistema político. Dragomir Draganov señala que «si se me permite recurrir de nuevo a la terminología politológica, empieza una transición lenta y paulatina del totalitarismo ‘mal desarrollado’ a regímenes personales típicos del autoritarismo»68. Desde Moscú se impulsó la defensa de la coexistencia pacífica entre las dos visiones de mundo hegemónicas en el marco de lo que se denominó «Guerra Fría», buscando la lucha ideológica en el campo económico: demostrar la superioridad del socialismo sobre el capitalismo. A este respecto, Eduardo Rey Tristán afirma que «defendía además la participación política de los comunistas en aquellos países con democracias parlamentarias, para de ese modo intentar acceder al poder y lograr una transformación 66 67
68
Eduardo Rey Tristán, op. cit., p. 52. Dragomir Draganov, «1956 y los países del bloque del este sin desestalinización», Revista Historia Actual Online, n° 10, primavera, Cádiz, Área de Historia Contemporánea. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Cádiz, 2006, p. 127. Ibid. 45
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pacífica al socialismo, así como también el apoyo a las fuerzas progresistas del Tercer Mundo para que hiciesen avanzar sus países en sentido socialista»69. Si bien la pugna entre los partidos comunistas soviético y chino solo se hizo pública a inicios de los años sesenta, su punto de partida estaba también en el famoso XX Congreso de 1956. Los chinos se opusieron al Informe Secreto de Jruschov en que se condenaban al estalinismo y reafirmaron que la contradicción principal de la época era entre el movimiento de liberación nacional y el imperialismo, y no entre capitalismo y socialismo. En este sentido, reafirmaban que el triunfo frente al imperialismo podía ocurrir únicamente a través de las luchas revolucionarias en el Tercer Mundo. En América Latina, la línea predominante siguió siendo la soviética, eso sí con la caída de algunos viejos dirigentes producto del proceso de fin de la desestalinización. Esta postura prosoviética de los partidos comunistas del continente se reflejó en la pugna con la naciente nueva izquierda revolucionaria o en la postura sumida respecto a algunas conferencias internacionales de la época como veremos más adelante. En relación a los grupos prochinos en el continente latinoamericano, se puede señalar que fueron grupos marginales con escasa gravitación en el escenario político de la época, salvo algunas excepciones.
1.3 El tercermundismo El proceso de descolonización iniciado a fines de la década de los cuarenta había dado lugar al nacimiento de nuevos países en los continentes africano y asiático. Estos nuevos Estados, influidos por el contexto internacional de bipolaridad y Guerra Fría, desarrollaron una política internacional independiente que no los implicara en el conflicto de bloques. Como sostiene Eduardo Rey Tristán «poco a poco fueron pasando de una neutralidad pasiva a una no alineación activa y conformando una sólida fuerza in69
Eduardo Rey Tristán, op. cit., p. 49. 46
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ternacional. Su conjunción como tal se produjo en la Conferencia de Bandung en 1955, que en los siguientes años daría lugar al Movimiento de Países No Alineados, definitiva consolidación del lugar del Tercer Mundo en el sistema internacional»70. En Bandung se celebró entre el 18 y 24 de abril de 1955, la primera conferencia en que participaban países del Tercer Mundo. «Los antecedentes de la Conferencia de Bandung podemos encontrarlos en el llamado Pansha Shila, los cinco principios de la coexistencia pacífica que habían sido proclamados por Chu En Lai y J. Nehru el 28 de junio de 1954. Dichos principios son: 1. Respeto mutuo a la integridad territorial y a la soberanía. 2. No agresión. 3. No intervención en los asuntos internos de otros Estados. 4. Igualdad y ventajas mutuas. 5. Coexistencia pacífica»71. En una de las conclusiones de esta conferencia se condenó como una violación de los derechos humanos mantener a los pueblos bajo el dogal del yugo colonial y expresó su compromiso a apoyar la lucha de los pueblos colonizados por su independencia. Además, la declaración adhirió a la paz y a la colaboración entre los países, reclamando solucionar los conflictos internacionales por medios pacíficos; el respeto del derecho de cada nación a la defensa individual; el respeto de la justicia y de las obligaciones internacionales, y el reconocimiento de la igualdad entre todas las razas y naciones, grandes y pequeñas. Como afirma el diario cubano Granma: «en Bandung se vinculó la paz a que los pueblos gozaran de libertad, independencia y soberanía. Allí no se tomó partido a favor del socialismo o del capitalismo, intuyendo que el principio de autodeterminación de los pueblos incluía el derecho de cada nación a definir libremente su sistema político y social, aspecto este que fuera nítidamente expresado en 1961 por los Países No Alineados»72. Estas premisas provocaron, a su vez, la creación de postulados teóricos nacionalistas y socialistas (fuera de la órbita so70 71
72
Ibid, p. 50. Pedro Azze Besil, «A 50 años de la Primera Conferencia de Bandung», Granma -B)BCBOB EFBCSJM IUUQXXXHSBONBDVFTQBOPM BCSJMNJFSCBOEVOHIUNM DPOTVMUBEPFMEFKVOJPEF Ibid. 47
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viética), que reivindicaban la independencia frente a las grandes potencias y la construcción de un socialismo nacional acorde con las circunstancias particulares. Como afirma Eduardo Rey Tristán «tal fue el caso de Argelia o de la República Árabe Unida. En este marco hay que situar también las nuevas propuestas revolucionarias y el uso de la violencia, de gran influencia en la izquierda revolucionaria latinoamericana, surgida en muchos casos de las propias luchas de liberación. Su máximo exponente fue Franz Fanon y su obra Los condenados de la tierra, de gran difusión en el continente»73. Los condenados de la tierra, mBàSNB&SJD)PCTCBXNm «escrito por un psicólogo caribeño que participó en la guerra de liberación argelina, se convirtió en un texto de enorme influencia entre los intelectuales activistas a quienes estremecía su apología de la violencia como una forma de liberación espiritual para los oprimidos»74. El tercermundismo, «la creencia de que el mundo podía emanciparse por medio de la liberación de su ‘periferia’ empobrecida y agraria, explotada y abocada a la ‘dependencia’ de los países centrales de lo que una creciente literatura llamaba ‘el sistema mundial’, atrajo a muchos de los teóricos de la izquierda del primer mundo»75. En América Latina el movimiento tercermundista se consolidó con la Conferencia Tricontinental, realizada en La Habana, en enero de 1966. Esta reunión tenía como objetivo incorporar a nuestro continente en la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África y Asia (OSPPA), heredera de las conferencias de Bandung (1955) y El Cairo (1958). En dicha oportunidad, Ernesto Guevara señaló: «América, continente olvidado por las últimas luchas políticas de liberación, que empieza a hacerse sentir a través de la Tricontinental en la voz de la vanguardia de sus pueblos, que es la Revolución Cubana, tendrá una tarea 73
Eduardo Rey Tristán, op. cit., pp. 50-51. &SJD )PCTCBXN Historia del siglo XX, Buenos Aires, Editorial Crítica, 1998, 442 p. 75 Ibid. 74
48
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de mucho mayor relieve: la de la creación del segundo o tercer Vietnam o del segundo y tercer Vietnam del mundo»76. Tanto en la creación de la Tricontinental como en la constitución de un Secretariado Permanente en La Habana, Cuba comenzó a tener un rol relevante entre los países del Tercer Mundo. Como afirma Marta Harnecker «fruto de la Tricontinental se creó la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina (OSPAAAL), con organizaciones revolucionarias de ochenta y dos países y el objetivo de unificar y promover los movimientos de liberación en esos países»77. La creación de la Tricontinental tuvo repercusiones importantes en la izquierda latinoamericana. Su celebración permitió estructurar una red continental de delegaciones o comités nacionales de cara a la participación en la conferencia. Como afirma Eduardo Rey Tristán «esa red, controlada básicamente por La Habana, contribuyó un año más tarde a la celebración de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), que pretendió ser una especie de internacional revolucionaria latinoamericana dirigida por Cuba»78. El tercermundismo significó en lo ideológico para la nueva izquierda revolucionaria en América Latina la posibilidad de equiparar las luchas propias con las de los movimientos de liberación de los países coloniales. Eduardo Rey Tristán afirma que «en el discurso de la izquierda revolucionaria se entendían todas ellas como las diversas partes de un proceso global de liberación, comienzo de una nueva era. Las luchas en Latinoamérica eran 76
77
78
Ernesto Guevara, Escritos y discursos, tomo IX, La Habana, Editorial de $JFODJBT 4PDJBMFT IUUQXXXQBUSJBHSBOEFOFUDVCBFSOFTUPDIF HVFWBSBFOTBZPTUSJDPOUJOFOUBMIUN DPOTVMUBEPFMEFPDUVCSFEF Marta Harnecker, La izquierda en el umbral del siglo XXI: haciendo posible lo imposible, La Habana, Siglo Veintiuno de España Editores, tercera FEJDJÓO QIUUQCPPLTHPPHMFDMCPPLT JEX#[QR90.$ &pg=PA21&lpg=PA21&dq=OSPAAAL+marta+harnecker&source=bl&o ts=TgDeXqNqD9&sig=N2SnE1djPD2jb6cX26ohsBWQuRk&hl=es&ei= 6@50)Z0D)"C-(#HTB9PJCPPL@SFTVMUDUSFTVMUSFTO VNWFE$#H2"&X"2WPOFQBHFRGGBMTF DPOTVMUBEPFM de octubre de 2010). Eduardo Rey Tristán, op. cit., p. 51. 49
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también de liberación, por cuanto buscarían la consecución de la segunda independencia, la real, frustrada en su día por las oligarquías nacionales y las potencias extranjeras»79. El último intento del tercermundismo por hacerse presente en el escenario internacional lo constituyó la Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos, realizada durante una reunión de las Naciones Unidas en Argel (4 de julio de 1976).
1.4 Nace una teoría económica para la Nueva Izquierda Revolucionaria Os amores na mente, As flores no chão. A certeza na frente, A história na mão. Caminhando e cantando E seguindo a canção. Aprendendo e ensinando Uma nova lição...80 Geraldo Vandré
Después de la Segunda Guerra Mundial, el campo económico en América Latina estuvo centrado en teorías del desarrollo; la primera de ellas fue conocida como «de la modernización». Existen algunos factores explicativos de esta situación: Estados Unidos fortalecido como potencia mundial frente a una debilitada Gran Bretaña, Francia y Alemania; posición de líder mundial con la implementación del Plan Marshall para reconstruir a la devastada Europa Occidental. «Además del apoyo político y financiero dentro de la perspectiva de ‘contención y prioridades’ diseñada por George Kennan. Esta estrategia benefició economías
79 80
Ibid, pp. 50-51. Extracto de la canción Pra não dizer que não falei das flores conocida también como Caminhando. 50
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FNFSHFOUFTDPNP5BJXÃO $PSFBEFM4VSZ+BQÓO QPSTPCSFMBT prioridades de apoyo a la integración en Latinoamérica»81. Un segundo factor es el efecto que provoca la expansión del comunismo (Europa Oriental) y lo fortalecida que resulta la Unión Soviética y su defensa heroica frente al nazismo. A lo que se suma China y Corea. El último factor que explica el desarrollo de esta teoría está relacionado con la desintegración de los imperios coloniales europeos en Asia, África y América Latina, dando lugar a nuevas naciones-estados en el Tercer Mundo. Estas recién conformadas naciones buscaban un modelo de desarrollo para promover sus economías y aumentar su independencia política. La respuesta podía estar en la teoría de la modernización que establecía que «las sociedades modernas son más productivas, los niños están mejor educados, y los necesitados reciben más beneficios»82. El proceso de desarrollo es el proceso histórico social mismo, «puesto que se encamina hacia el desarrollo económico, social, cultural y político de determinada comunidad. Es el proceso histórico-social de una comunidad porque, realmente, se orienta hacia su creciente racionalización»83. Además, estas sociedades, en el sentido político, presentan tres aspectos fundamentales: diferenciación de la estructura política, secularización de la cultura política (con la ética de la igualdad) y una mayor capacidad de maniobra del sistema político en estas sociedades. Los principales supuestos de la teoría de la modernización se basan fundamentalmente en concebir a la modernización como un proceso que se realiza a través de fases. Giovanni Reyes sostiene que «de conformidad con la teoría del desarrollo FDPOÓNJDPEF3PTUPX QBSBVOBTPDJFEBEFOQBSUJDVMBSFYJTUFO 81
82 83
Giovanni Reyes, «Principales teorías sobre el desarrollo económico y social», Nómadas, Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas, Madrid, 6OJWFSTJEBE$PNQMVUFOTFIUUQXXXVDNFTJOGPOPNBEBTHFSFZFT IUN DPOTVMUBEPFMEFOPWJFNCSFEF Ibid. Helio Jaguaribe, Desarrollo económico y desarrollo político, Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1968, p. 15. 51
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cinco etapas. Resumiendo, estas cinco etapas son: 1-) la sociedad tradicional; 2-) precondición para el despegue; 3-) el proceso de despegue; 4-) el camino hacia la madurez; y 5-) una sociedad de alto consumo masivo»84. 1BSB3PTUPX MBTPMVDJÓOQBSBQSPNPWFSMBNPEFSOJ[BDJÓOFO los países del Tercer Mundo es generar inversiones productivas, entonces la manera de ayudarlos a esta solución es proveerles ayuda en forma de capital, tecnología y experiencia. Giovanni 3FZFTEJDFRVFjMBTJOáVFODJBTEF3PTUPX FOFTQFDJBMFOMBEÊcada de los sesenta, ilustran una de las aplicaciones que desde un inicio tuvo la teoría de la modernización en el área de la formulación e implementación de políticas económicas y públicas en general. El Plan Marshall y la Alianza para el Progreso en Latinoamérica son ejemplos de programas influenciados por las UFPSÎBTQPMÎUJDBTEF3PTUPXv85. Por otra parte, la teoría de la dependencia nace directamente relacionada con la crisis del modelo desarrollista de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) impulsado en la década anterior. Eduardo Rey Tristán señala que «a través del concepto de dependencia se quería explicar por qué no se había logrado el desarrollo con aquel modelo –de industrialización por sustitución de importaciones– cuando las condiciones económicas previas habían apuntado a su viabilidad»86. Cabe recordar que la CEPAL, fundamentalmente producto de las investigaciones de Raúl Prebisch, afirmaba que para crear condiciones de desarrollo dentro de un país era necesario, entre otros tópicos: controlar la tasa de cambio monetario, poniendo mayor énfasis en las políticas fiscales que en las políticas monetarias; promover un papel gubernamental más eficiente en términos de desarrollo nacional; generar una mayor demanda interna, incrementando los sueldos y salarios de los trabajadores; desarrollar un sistema seguro social más eficiente por parte del gobierno, especialmente para los sectores pobres, a fin de 84 85 86
Giovanni Reyes, op. cit. Ibid. Eduardo Rey Tristán, op. cit., p. 52. 52
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generar condiciones para que estos sectores puedan llegar a ser más competitivos; e implementar estrategias nacionales que sean coherentes con el modelo de sustitución de importaciones, protegiendo la producción nacional al imponer cuotas y tarifas a los mercados externos. Para algunos autores la propuesta de Prebisch y de la CEPAL fue la base de la teoría de la dependencia a principios de los años cincuenta. Sin embargo, para otros autores como Faletto y Dos Santos, luego del fracaso de las propuestas de desarrollo de la CEPAL, surge propiamente la teoría de la dependencia. A mediados de la década de los sesenta se publicó este modelo teórico más elaborado. Entre sus principales autores de la teoría de la dependencia, estaban André Gunder Frank, Raúl Prebisch, Theotonio Dos Santos, Enrique Cardoso, Edelberto Torres-Rivas y Samir Amin. Para muchos autores es el neomarxismo y no el marxismo ortodoxo clásico el que provee una base para la teoría de la dependencia. Por ejemplo, el enfoque clásico se centra en el análisis del papel de los monopolios extendidos a escala mundial, mientras que el centro del neomarxismo es proveer una visión desde las condiciones periféricas. Además, el marxismo clásico previó la necesidad de una revolución burguesa en la introducción de procesos de transformación; desde la perspectiva neomarxista y basándose en las condiciones actuales de los países del Tercer Mundo, es imperativo saltar hacia una revolución social, principalmente porque se percibe que la burguesía nacional se identifica fuertemente con posiciones de élite y de la metrópoli más que con posiciones nacionalistas. Por último, «el enfoque marxista clásico consideraba que el proletariado industrial tenía la fuerza y estaba llamado a ser la vanguardia para la revolución social; el enfoque neomarxista insistió en que la clase revolucionaria debía de estar conformada por los campesinos para poder llevar a cabo un conflicto revolucionario»87. Por lo anterior, la teoría de la dependencia se convirtió en un «apoyo científico al antiimperialismo militante, que reforza87
Giovanni Reyes, op. cit. 53
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ba la orientación latinoamericanista al considerar la situación del continente como un todo (si bien con sus peculiaridades), y que se oponía al postulado comunista respecto a la necesidad de una etapa democrático-burguesa anterior a la revolución socialista»88. De acuerdo con la escuela de la dependencia tres son las hipótesis principales relacionadas al desarrollo en los países del Tercer Mundo: Primero, el desarrollo de los países del Tercer Mundo necesita tener un grado de subordinación al centro en contraste con el desarrollo de las naciones centrales cuyo desarrollo fue históricamente y es hoy independiente. Segundo, los partidarios de esta teoría consideran que las naciones periféricas experimentan su mayor desarrollo económico cuando sus enlaces con el centro están más débiles. «Un ejemplo de esto es el proceso de industrialización que se desarrolló en Latinoamérica durante los años 30 y 40 cuando las naciones del centro estaban concentradas en resolver los problemas de la Gran Depresión y las potencias occidentales estaban involucradas en la Segunda Guerra Mundial»89. Una tercera hipótesis indica que cuando los países del centro se recuperan de su crisis y restablecen sus vínculos comerciales y financieros, incorporan de nuevo al sistema a los países periféricos, y el crecimiento y la industrialización de estos países se tiende a ver subordinada. André Gunder Frank90 señala: «Cuando los países del centro se recuperan de la guerra u otras crisis que han desviado de su atención de la periferia, la balanza de pagos, inflación y estabilidad política de los países del Tercer Mundo se han visto afectadas negativamente. Por último, el cuarto aspecto se refiere al hecho de que las naciones más subdesarrolladas que
88 89 90
Eduardo Rey Tristán, op. cit., p. 52. Ibid. Véase texto homenaje: Theotonio Dos Santos, «André Gunder Frank», Revista Contribuciones a la Economía, BCSJMEFIUUQXXXFVNFE OFUDF DPOTVMUBEPFMEFOPWJFNCSFEF 54
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todavía operan con sistemas tradicionales feudales son las que tuvieron relaciones más cercanas con el centro»91. Para Theotonio Dos Santos el paso teórico más importante que ocurrió en las ciencias sociales latinoamericanas fue mostrar que la dependencia no era un fenómeno externo que se podía cortar a través del desarrollo económico y de una actitud política más independiente. «Lo que se explicitó teóricamente fue, sobre todo, el hecho de que la situación de dependencia en que vivimos dentro del sistema capitalista mundial condiciona las estructuras internas de nuestros países, haciéndolos dependientes en su propia constitución»92. Pero Theotonio Dos Santos avanza más allá de lo económico, tocando tópicos políticos, especialmente en sus escritos realizados durante su estadía en Chile. Para el economista brasileño en el marco de la Guerra Fría se crean las condiciones para el surgimiento de guerras locales que pueden organizar paulatinamente una insurrección popular. En esas condiciones, las organizaciones políticas de vanguardia no pueden seguir viviendo en las expectativas de una situación insurreccional; pero pueden transformarse en una organización político-militar permanente que organice, a largo plazo, un movimiento insurreccional. El conjunto de esas acciones armadas (que asumen, de acuerdo a características regionales, las más diversas formas) se convierte en lo que se viene llamando la ‘guerra popular’. El concepto de guerra popular elimina la tesis del ‘foco’, elimina la contradicción foco-partido, la contradicción campo-ciudad, todas ellas alternativas artificiales creadas por la apreciación unilateral de la experiencia de la Revolución Cubana93.
91 92
93
Ibid. Theotonio Dos Santos, Dependencia y cambio social, Cuadernos de Estudios Socioeconómicos n° 11, Santiago, Centro de Estudios Socioeconómicos (CESO), Universidad de Chile, 1970, p. 7. Ibid, p. 93. 55
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1.5 Las revueltas estudiantiles: de París, Praga a Tlatelolco En mayo del 68 nos tomamos la palabra, así como en 1789 nos tomamos la Bastilla. Michel de Certeau94
Para muchos cientistas sociales, 1968 marca una fecha clave y simbólica en la historia de la segunda mitad del siglo XX, ya que en dicha fecha se produjeron simultánea e inesperadamente una serie de movimientos estudiantiles unidos por intereses y demandas similares. En París, Praga, Berlín, Santiago, México, Berkeley, Madrid95, pese a sus características distintivas y propias, el movimiento estudiantil compartió el anhelo de libertad frente a sociedades autoritarias, el cuestionamiento de las anquilosadas estructuras de poder, la crítica a democracias que demostraban sus debilidades y la valoración de la responsabilidad solidaria frente al individualismo y la competencia. «Convertidos en sujetos activos de la historia, los jóvenes en todo el mundo convirtieron a la calle y los adoquines en un símbolo; con un discurso fresco e imaginativo, propugnaron por una revolución sin armas que transformase a la sociedad y a los sistemas educativos. Los jóvenes del 68 rechazaron el orden establecido de un presente 94
95
Se vivió en la época una verdadera «embriaguez de la palabra», que dejó traslucir muchas expresiones de cultura y comunicación, y que fue el momento cuando más hablaron los muros y paredes que permitieron aflorar sentimientos reprimidos. Luis Ignacio Sierra Gutiérrez, «El poder de la palabra: o la ‘mirada inversa’ de Michel de Certeau sobre el mayo francés», Revista Signo y Pensamiento XXVII, julio-diciembre de 2008:
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para ellos inaceptable, e hicieron cobrar vida al futuro para crear la posibilidad de un mundo venidero distinto y mejor»96. Como afirmó uno de los dirigentes de la protesta estudiantil en Francia, Daniel Cohn-Bendit, conocido como Dany el Rojo: 1968 fue una revuelta planetaria. «No se puede reflexionar sobre el significado de esta revuelta reduciéndola a un solo país, aunque sí fue en Francia en donde la revuelta fue más intensa, ya que, contrario a lo que pasó en los otros países, desembocó en una huelga general. En ese sentido, existe entonces una especificidad francesa del 68, pero ésta se inserta en el marco de un movimiento más general»97. &MIJTUPSJBEPS&SJD)PCTCBXNDBSBDUFSJ[ÓBMNPWJNJFOUP estudiantil del 68 como la gran revolución cultural del siglo XX que dirigió sus críticas contra un mundo donde continentes enteros vivían en la miseria física y moral, contra gobiernos que ejercían el poder justificándose ante la amenaza de un «enemigo externo» y contra modelos políticos de eterna permanencia en el poder. «En 1968-1969 una ola de rebelión sacudió los tres mundos, o grandes partes de ellos, encabezada esencialmente por la nueva fuerza social de los estudiantes»98. &SJD)PCTCBXNJODMVTPBàSNBRVFjMBSFWVFMUBEFNBZP fue, tal vez, la máxima expresión –y la última– de politización de la voluntad de ruptura con la cual todavía podemos identificarnos, aunque sólo sea parcialmente y como reflejo de lo irrecuperable»99. En los países socialistas, las críticas fundamentales se dirigieron al orden comunista impuesto por el Kremlin y a la corrupción 96
97
98 99
Gilda Waldman, «Los movimientos estudiantiles de 1968 y 1999: contextos históricos y reflexiones críticas», Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, XLIV, septiembre-abril de 2000, 279 p.:
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de la idea de libertad en el socialismo «realmente existente». Por ejemplo, en Checoslovaquia desde mediados de los años sesenta, algunos miembros del Partido Comunista plantearon la necesidad de generar reformas a favor de los derechos civiles y la libertad de expresión, pero los sectores más conservadores se opusieron. Como resultado, el líder del movimiento, Alexander Dubþek, consiguió la dirección del Partido Comunista de ese país. Dubþek promovió reformas como la liberación de presos políticos, la libertad de culto y el derecho de huelga, entre otras. La Unión Soviética no estaba de acuerdo con el cambio, así que desde el Kremlin fue presionado. La edificación del socialismo en su aspecto inalterablemente estalinista comienza a jadear ya a comienzos de los años 60. La nueva Constitución liquida, prácticamente, el carácter federal del Estado y une en el agarre de la planificación central a la Chequia industrial y a la Eslovaquia agraria. En 1963, la dirección del Partido Comunista Checoslovaco rechaza las ideas de Ota Šik de introducir elementos de la economía de mercado y continúa la línea de industrialización total en la industria y la agricultura. El descontento de la población se torna cada vez más evidente, y en Eslovaquia crecen los ánimos contra ‘el diktat de Praga’. Sumados, todos esos factores conducen a ‘la Primavera de Praga’ de 1968100.
En agosto de 1968, el líder publicó los nuevos estatutos del partido y escribió sobre los valores democráticos. Esto enfureció a los soviéticos, quienes invadieron el país el 20 de agosto. Las consecuencias: las reformas fueron nulificadas y la ocupación duró hasta 1990. La Primavera de Praga inspiró otros movimientos que se dieron en todo el mundo, incluso provocó los primeros enfrentamientos discursivos entre la nueva izquierda revolucionaria y la izquierda comunista tradicional. «Tampoco queríamos un movimiento revolucionario dominado por el estalinismo ni un Estado socialista policíaco. Luchábamos por un ‘socialismo con rostro humano’, como decía el eslogan de la 100
Dragomir Draganov, op. cit., p. 129. 58
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Primavera de Praga. Simplemente, ellos comprendieron antes que nosotros esa realidad de opresión que conllevaría la derrota estratégica del socialismo real en 1989. En pocas palabras, la tentación totalitarista también existía en la izquierda y debía de ser combatida, realidad que desgraciadamente no resultó ser tan fácil de erradicar y de la cual tenemos que asumir las secuelas»101. Por otra parte, en los países occidentales industrializados, el movimiento estudiantil enfocó su crítica en «la racionalidad instrumental del capitalismo, el orden sofocante de una moral puritana, en las limitaciones de la función redistribuidora e igualadora del Estado, en la saturación de riquezas del mundo industrial a costa de países subdesarrollados que carecían de lo elemental, en la separación tajante entre lo histórico y lo cotidiano, y la inexistencia de un contrato social más acorde con los deseos y necesidades de los jóvenes»102. Como señala la socióloga chilena Gilda Waldman, en Francia, el movimiento estudiantil, profundamente crítico de un mundo social conservador que alentaba el aburrimiento como destino colectivo y de un orden cultural que había olvidado las promesas humanistas de Sartre o Camus, rebasó a los partidos de izquierda y a las organizaciones políticas tradicionales. «En Alemania, el movimiento estudiantil luchaba por crear instituciones políticas más democráticas e incidir sobre la enseñanza universitaria para ir más allá de la educación especializada o tecnocrática. En Estados Unidos, el movimiento estudiantil se dirigió en contra de la guerra de Vietnam, la discriminación racial y la falta de consolidación de los derechos civiles. En este país, la rebeldía del movimiento estudiantil confluyó con la de otros movimientos sociales, en una atmósfera de violencia política que coincidió con la crisis en el imaginario social de uno de los
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Arturo Taracena Arriola, «Las lecciones del 68», Revista Bajo el Volcán, n° 7, Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2008:
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principios fundamentales de la sociedad norteamericana: la de vivir en democracia»103. Diversos cientistas sociales coinciden en que distintos factores desencadenaron esta revuelta estudiantil «de escala planetaria»: primero, el gran crecimiento de la economía en la década de los sesenta, unido con el impulso a la educación generadas por el Estado de Bienestar que expandieron de manera notable el sistema universitario; ello se tradujo en inconformidades estudiantiles en contra de las autoridades académicas, que se hicieron luego extensivas a toda forma de autoridad. Un segundo factor dice relación con la brecha generacional entre los estudiantes –hijos de la posguerra– y sus padres –testigos, actores y víctimas de la Segunda Guerra Mundial. De cierto modo, implicó un tomar examen por parte de los jóvenes de lo que aparecía a sus ojos como una deslegitimada generación anterior: le reconocían a sus padres que pasaron riesgos y que pudieron morir, pero también los interrogaron sobre su culpa histórica: el nazismo en Alemania, el colaboracionismo en Francia o el franquismo en España. Un tercer factor lo da el contexto, es decir, el clima intelectual y político en que se desarrolla la revuelta estudiantil: la guerra de Vietnam y la participación de Estados Unidos; el asesinato de Martin Luther King y el accionar de los Panteras Negras y el Weather Underground; la Revolución Cubana; la Tricontinental y su apoyo a los movimientos armados del Tercer Mundo; las revoluciones anticolonialistas y su influencia en otros grupos guerrilleros; la muerte de Camilo Torres y el Che, símbolos del guerrillero que lucha por crear un «hombre nuevo»; la música de Los Beatles que expresaba lo que los jóvenes sentían y deseaban poner en práctica; los artistas y su compromiso social; los aportes teóricos de Marcuse y la Escuela de Frankfurt; el movimiento hippie y su camino de paz y libertad sexual. La revolución cultural promovida por los jóvenes tuvo tres características esenciales: «En primer término, la juventud dejó de concebirse como una fase preparatoria de la vida adulta y se 103
Ibid, p. 280. 60
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interpretó a sí misma como etapa final del desarrollo humano. (‘No confíes en alguien de más de treinta’). En segundo lugar, los valores juveniles se volvieron los valores dominantes en la sociedad; y, finalmente, la cultura juvenil se internacionalizó no sólo gracias a la moda y los medios de comunicación, sino también porque expresaba sensibilidades y estilos de vida comunes»104. $PNP TFÒBMB )PCTCBXN jMB SFCFMJÓO EF MPT FTUVEJBOUFT occidentales fue más una revolución cultural, un rechazo de todo aquello que en la sociedad representaban los valores de la ‘clase media’ de sus padres»105. En el caso francés, el mayo del 68 encuentra a este país regido por el gobierno del general Charles de Gaulle, héroe de la Segunda Guerra Mundial, reflejo de una Francia «fuerte» y «tradicional». De hecho, su mandato inspira referencias a una «monarquía republicana» dentro de un «sistema francés de autoridad». No obstante, la Francia de la época está marcada por los efectos de la descolonización; sobre todo, el caso de Argelia, que ganó su independencia en 1962 al cabo de una larga y sangrienta guerra. Frente a De Gaulle, el Partido Comunista Francés constituye la principal fuerza de oposición, en un trasfondo de polarización de la Guerra Fría y de las experiencias recientes de la Cuba de Fidel Castro y de la Revolución Cultural en China. En el nivel interno, Francia atraviesa un período de fuerte transformación. Es la hora de los procesos de urbanización masiva, de la mecanización de las explotaciones agrícolas, del auge de la educación. En especial, la educación superior experimenta un crecimiento impresionante del número de estudiantes: de 150.000 en 1958, a 500.000 en 1968. «A partir de dicho crecimiento se hace perceptible la inadaptación de las estructuras universitarias frente a la llegada masiva de estudiantes, en cuanto a problemas de infraestructura, y también en cuanto a métodos de enseñanza, obligando a formatos de clases magistrales en auditorios superpoblados»106. 104 105 106
Ibid, p. 279. &SJD)PCTCBXN op. cit., p. 443. Virginie Laurent, op. cit., p. 31. 61
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Por su parte, el sector obrero enfrenta igualmente una serie de cambios: mientras se difunde la creencia en el progreso, se impone el modelo de la sociedad de consumo y se generaliza el acceso a los electrodomésticos, incluso entre las capas más populares de la población; por otro lado, crecen las necesidades del sector empresarial de un personal cada vez más calificado y técnico. «Paralelamente, empiezan a hacerse visibles, en las grandes urbanizaciones, signos relevadores de chocantes desigualdades sociales: aparición y expansión de barrios de invasión, construcciones masivas de viviendas subsidiadas, Habitations à Loyer Modéré (HLM)»107. Si bien el proceso de transfiguración de la sociedad francesa es instigado en parte desde el Estado, por el gobierno De Gaulle, se afirma un llamativo contraste entre la modernización económica que implica y el conservatismo extremo que se mantiene en el campo de las relaciones sociales. Estas últimas, caracterizadas por ser extremadamente cerradas y verticales, enmarcadas por una serie de instituciones: Estado, empresa, sindicato, Iglesia y escuela. El abismo francés entre modernización económica y rigidez de los vínculos de convivencia contribuye al desencadenamiento sorpresivo de Mayo del 68. Por otra parte, en México, el movimiento estudiantil también estaba inserto en el clima cultural de la década de los sesenta: «el rock constituía ya parte de la ‘contracultura’ como expresión de una actitud rebelde, los valores del movimiento hippie habían impregnado las actitudes de los jóvenes mexicanos y un nuevo lenguaje descarnado asumía una dimensión subversiva»108. Sin embargo, el movimiento en México tuvo un carácter eminentemente político, convirtiéndose en el protagonista de la protesta antiautoritaria contra el control vertical de la sociedad, el autoritarismo político, el presidencialismo, la supresión de la disidencia y la preeminencia absoluta del Partido Revolucionario Institucional.
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Ibid, p. 31. Peter Waldman, op. cit., p. 282. 62
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El movimiento estudiantil no cuestionó los logros económicos que se vivían en el México de los sesenta (6% de crecimiento anual), sino que lo hizo en relación al cumplimiento de los derechos civiles: cumplimiento de la Constitución, democracia, apertura política, etcétera. En medio del clima intelectual de una universidad en la que se habían refugiado intelectuales y dirigentes de izquierda, sus exigencias no se refirieron estrictamente a demandas educativas, sino que rebasaron cualquier particularismo, y se dirigieron al ‘pueblo’ en general. Sin presentar un programa político propio, el movimiento estudiantil denunciaba la falta de democracia en el país, que no ofrecía cauces de participación social ni posibilidad de disentir ni ejercer derechos ciudadanos109.
Las protestas del movimiento estudiantil mexicano culminaron dramáticamente el 2 de octubre de 1968 en lo que se denominó la «masacre de Tlatelolco». «De acuerdo con documentos desclasificados por Washington y entregados a la Organización de Archivos (NSA, por sus siglas en inglés). No se puede establecer un número de muertos para el 2 de octubre. Se han recibido reportes que señalan hasta 350 muertos. El estimado de la Embajada de Estados Unidos en México cifró entre 150 y 200 las personas que perecieron en la matanza del 2 de octubre de 1968»110. Otros autores hablan de otras cifras, lo oficial no se conoce hasta hoy. «Los choques con la fuerza pública culminan con la matanza registrada en la plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, donde son asesinadas más de 500 personas»111. Después de las revueltas estudiantiles del 68, ser joven, fuera europeo, norteamericano, africano o latinoamericano, implica109 110
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Ibid, p. 283. Ignacio Carrillo Prieto, «Documento de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP)», Documento desclasificado NSA, Capítulo III&MNPWJNJFOUPFTUVEJBOUJMEFIUUQXXXHXV FEV_OTBSDIJW/4"#/4"#@.PWJNJFOUPEF QEG DPOTVMUBEPFMEFOPWJFNCSFEF Daniel Avendaño y Mauricio Palma, El rebelde de la burguesía. La historia de Miguel Enríquez, Santiago, Ediciones Cesoc, 2002, p. 90. 63
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ba casi una obligación de compartir un ideal revolucionario. «Enfrentarse a un futuro en el que, casi de inmediato, todo era posible. El horizonte era la utopía que da lugar a la aparición de grandes luchas simbólicas»112.
1.6 La generación BEAT: la alucinación al poder He visto a los mejores de mi generación destruidos por la locura, muertos de hambre, histéricos, desnudos, caminando por los barrios negros buscando la ansiada dosis. Allen Ginsberg
El 15 de septiembre de 1970 se emite el cuarto comunicado113 del grupo de Nueva Izquierda Revolucionaria norteamericana, Weatherman Underground, en que se adjudican la liberación de Timothy Leary. «Con una cuota pagada por The Brotherhood of Eternal Love (La Hermandad del Amor Eterno), sacaron a Leary 112
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Norma Fóscolo, «Mayo 1968: acontecimiento y huella en la obra de JeanFrançois Lyotard y Michel Foucault», La Lámpara de Diógenes, n° 16-17, vol. 9, enero-diciembre de 2008, p. 100:
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y a su esposa, Rosemary Woodruff Leary, de Estados Unidos y los dejaron en Argelia. Su plan era refugiarse con el grupo de Black Panther Party, pero el plan falló cuando, después de estar con ellos por un corto tiempo, trataron de secuestrarlo»114. Timothy Leary fue el más apolítico de los referentes de la contracultura que marcharon contra la guerra de Vietnam. «Expulsado de Harvard en 1963 por sus investigaciones con ácido lisérgico y otras drogas, fundó la Liga por el Descubrimiento Espiritual (LSD, por sus siglas en inglés), organizó un centro de rescate para adictos en Nueva York y ayudó a coordinar un love-in en San Francisco en el 67 con más de treinta mil personas. Junto a los activistas Jerry Rubin y Abbie Hoffman preparó el Festival de la Vida de Chicago del 68, pero nunca llegó a participar en las manifestaciones, en desacuerdo con la posibilidad de invitar a la violencia»115. Por otra parte, el grupo los Weatherman o The Weather Underground fue una organización de izquierda radical de Estados Unidos que actuó principalmente colocando explosivos, desde 1969 hasta la mitad de los años setenta. Se crearon luego del quiebre que hace la facción más radical de los Students for a Democratic Society (SDS), organización nacional de estudiantes de izquierda alineada con los movimientos de derechos civiles y de los movimientos contra la guerra de Vietnam. Su nombre fue tomado de la canción «Subterranean Homesick Blues», de Bob Dylan. Para el Ejército de Estados Unidos, la mayoría de los miembros de The Weather Underground116 habían sido entrenados en Cuba por las Brigadas Venceremos, en campamentos de la OLP en el Medio Oriente y algunos en la Unión Soviética. «Los planificadores terroristas y los estrategas también han sido entrenados 114
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Página/12, «Timothy Leary: la alucinación al poder», Buenos Aires, IUUQXXXQBHJOBDPNBSEJBSJPTVQMFNFOUPTSBEBSTVCOPUBTIUNM DPOTVMUBEPFMEFOPWJFNCSFEF Ibid. En mayo de 1972, The Weather Underground lanzó una de sus más grandes ofensivas, atacando con explosivos el Pentágono (19.05), oficinas de los gobiernos de Nueva York, Chicago y Los Ángeles. 65
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en Vietnam y en Corea del Norte. Mar Ruad, otro líder en la ESD-Weathermen, recibió su entrenamiento de planificación y estrategia en Cuba y Hanói»117. Es el propio comunicado de los Weather Underground118 el que vincula al mundo de la contracultura y el de la revolución, dos mundos que a simple vista pudieran parecer tan distantes. Timothy Leary es el representante de la contracultura norteamericana, que había nacido años antes impulsada por la llamada generación beat. Para este grupo de la nueva izquierda revolucionaria119 norteamericana, la contracultura también expresaba un rechazo al sistema y una opción válida más. En los años cincuenta, Jack Kerouac, Allen Ginsberg, Neal Cassady y William Burroughs se habían convertido en los fundadores de la llamada cultura beat, movimiento literario contracultural, que abogaba por el desarrollo espiritual del individuo por encima de sus necesidades (y deseos) materiales, basando tales inquietudes metafísicas en cierta forma de identificación con los principios del budismo. Su adicional apología de las drogas y la libertad sexual los envolvió en controversia e ineludiblemente
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Ejército de Estados Unidos, «Escuela de las Américas. Manual de guerrilla y terrorismo», Centro de Estudios Miguel Enríquez, pp. 21-22:
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en la crítica de los sectores más conservadores e integristas de la sociedad norteamericana. Los célebres beat: Jack Kerouac, Allen Ginsberg, Gregory $PSTP -BXSFODF'FSMJOHIFUUJP.JDIBFM.D$MVSF jBMNBSHFOEF sus escándalos, las drogas y sus fachas desaliñadas, con sus furibundos gritos nos recordaron brutalmente que la poesía no era únicamente fría y cuidada técnica de composición de palabras; sino, por sobre todas las cosas, inspiración y plegaria y diatriba, que denuncia con ferocidad la podredumbre que envuelve a la Humanidad»120. En los sesenta el ser considerado beat se convirtió en estar a la moda, por lo que los artículos de vestir, libros y accesorios, destinados a la marcación de la identidad, se vendieron por montones, «y los que comenzaron siendo simples espectadores no tardaron en convertirse en reconocibles personajes entre las calles. ¿Consecuencia? Poco tiempo después, el periodista Herb Caen les asignó el término beatnik, pero ya no para referirse al movimiento literario (léase: conjunto de ideas plasmadas en pequeños objetos llenos de hojas sujetados por un lateral, producto de largos períodos de reflexión y depuración), sino a una especie de «sociedad» que vivía ya bastante más lejos de sus iniciadores. En pocas palabras: «Beat era un modo de ser, dijo el profeta (Ginsberg); Beatnik era ropa de moda. Beat era identidad; beatnik era imagen» (The Beat Museum)»121. La cultura beat junto con la hipster logró relacionarse fuertemente con las formas culturales de la comunidad negra de Estados Unidos. Además, la cultura beat traspasa el océano y llega a Inglaterra a mediados de 1950. «Y es que, tras la Segunda Guerra Mundial, una generación se descubre en un mundo signado por el miedo, el vacío y una ausencia notable 120
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Edmundo de la Sota Díaz, Una retórica de la antítesis: en los extramuros del mundo de Enrique Versátegui, Tesis para obtener título de Licenciado en Literatura, Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, FaculUBEEF-FUSBTZ$JFODJBT)VNBOBT &"1-JUFSBUVSB IUUQXXX DZCFSUFTJTFEVQFTJTCJCEFMBTPUB@EFQEGEFMBTPUB@EFQEG DPOTVMUBEP el 26 de noviembre de 2010). Ibid. 67
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de seguridad ontológica, toda una experiencia vital que dará forma a un sentimiento de desafiliación hacia aquella sociedad dirigida por una clase política ante la cual crece la desconfianza y la incredulidad»122. Para Mario Maffi, este clima llevará a los jóvenes a cuestionar un orden social caracterizado por las tensiones sociales, raciales y generacionales, lo que traerá consigo la gestación de una «nueva sensibilidad» que adoptará la forma de una «cultura alternativa» y, posteriormente, para los protagonistas de los años sesenta, de una «contracultura». «Lo que Maffi ha denominado ‘cultura underground’ es, ante todo, un producto histórico, síntesis de una serie de condiciones sociales, políticas y culturales específicas, que, además, en sus orígenes, tendrá un determinante generacional muy marcado: la generación beat, misma que tiene, aparentemente, una particular conexión con los negros y lo que ellos, se supone, representan. El beat vivía una relación imaginaria con el negro-como-buen-salvaje, con ese negro heroico situado, según la mitología, entre una ‘vida de perenne humildad’ y un ‘peligro siempre amenazante’, entre la servidumbre y la libertad’. Esta visión romántica ya denota un cierto matiz cristiano en la medida en que la pobreza se presenta como la oportunidad para conquistar el mundo de lo espiritual y la pureza»123. Posteriormente, otro movimiento convergió con los partidarios de la cultura beat. En 1964, los jóvenes universitarios en Berkeley iniciaron el Free Speech Movement que rápidamente se expandió a otras universidades. «Se trataba de una típica protesta estudiantil que se convirtió en un movimiento para los derechos civiles de largo alcance»124. De esta forma, una nueva 122
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David García, «El lugar de la autenticidad y de lo underground en el rock», Revista Nómadas, n° 29, Bogotá, Universidad Central, 2008:
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subcultura aparecía en Estados Unidos a mediados de los sesenta: el hippismo. El movimiento hippie trataba de demostrar que «la lucha por el consumismo había agotado el deseo. Marcuse, el ideólogo del Eros, pensaba que éste era el momento en que la civilización occidental –máquina de guerra y de consumo– debía convertirse en una sociedad pacífica y de amor»125. Para varios autores, uno de los mejores ensayos sobre el movimiento hippie fue el de Stuart Hall llamado Los Hippies: una contracultura (1977). Para Hall, el crecimiento del underground generacional ocurrió entre dos polos: el expresivo y el activista. Por ejemplo, la consigna del Mayo del 68, «la imaginación al poder», capta estos dos polos contradictorios. El polo expresivo acentúa lo personal, psíquico, subjetivo, cultural, privado, estético o bohemio –elementos del espectro de las emociones y actitudes políticas. «El polo activista, en cambio, acentúa lo político, social, colectivo, el comprometerse en la organización –la finalidad pública del espectro. El momento expresivo de énfasis a un estilo revolucionario, el momento activista al desarrollo de una estrategia revolucionaria. El expresivo facilita a menudo el lenguaje a través del que se extrae el combustible subterráneo, anárquico, psíquico de la rebelión –las fuerzas del Ello. El activista facilita la energía social, modeladora, organizadora, conductora»126. Por último, es necesario señalar que muchas de las expresiones juveniles de esta generación tuvieron su reflejo en una serie de interpretaciones teóricas que aplaudieron el surgimiento de la juventud como una «nueva clase» portadora de la misión emancipadora que había dejado de representar el proletariado. Los teóricos más radicales «utilizaron planteamientos filomarxistas para analizar en términos de clase las relaciones de producción (materiales y sobre todo intelectuales) que los jóve125 126
Norma Fóscolo, op. cit., p. 100. Carles Feixa, «De las bandas a las culturas juveniles», Revista Estudios sobre las Culturas Juveniles, vol. 15, n° 15, Colima, Universidad de Colima, 2004, QIUUQSFEBMZDVBFNFYNYQEGQEG DPOTVMUBEPFM 9 de diciembre de 2010). 69
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nes mantenían con los adultos»127. Por ejemplo, se volvió a leer autores como Wilhelm Reich y aparecieron otros como Herbert Marcuse128 y Theodore Roszak, quien en su libro The making of a counterculture (1970), «bautizó a la oposición juvenil como un intento coherente de alternativa cultural global a la sociedad industrial, como una verdadera contra-cultura»129. En un congreso internacional en torno al tema «Dialéctica de la liberación», organizado por el Instituto de Estudios Fenomenológicos130, participaron entre otros Herbert Marcuse, Paul Goodman y Allen Ginsberg. En dicho encuentro, Marcuse señaló respecto al movimiento hippie: «Me parece un fenómeno serio. Si estamos hablando de la aparición de una reacción instintiva contra los valores de la sociedad opulenta, pienso que aquí está el sitio donde deberíamos buscarlo»131. Al referirse a la polémica de los dos caminos de la izquierda, Marcuse, quien había sido denominado por el The New York Time como el líder ideológico de la nueva izquierda132, afirmó: «Lenin se arrojó contra los radicales que enfrentaban un partido de fuertes masas revolucionarias. Semejante partido masivo revolucionario hoy no existe aquí. El Partido Comunista se ha vuelto y se vuelve un partido del orden, como así se define a sí mismo. En otras palabras, el zapato está hoy en el otro pie. Ante la ausencia de un partido revolucionario, estos supuestos
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Ibid. Filósofo y sociólogo alemán, representante de la Escuela de Frankfurt, cuyos libros Eros y civilización (1955) y El hombre unidimensional (1964) tuvieron, en el marco de las protestas estudiantiles a fines de los sesenta, una extraordinaria difusión en todo el mundo. Carles Feixa, op. cit., p. 161. Se realizó en Londres entre el 15 y el 30 de julio de 1967. Herbert Marcuse, La sociedad carnívora, conferencia «Liberándose de la sociedad opulenta», Buenos Aires, Editorial Galerna, 1969, p. 57. La masiva venta de libros y su participación en conferencias en todo el mundo pueden haber motivado el calificativo de líder de la nueva izquierda, término que le molestaba mucho. «Nunca pretendí ser líder ideológico de la izquierda y no creo que la izquierda necesite un líder ideológico. Hay algo que la izquierda no precisa, y ello es otra imagen paterna, otro papito. Y ciertamente yo no quiero ser uno». Ibid, pp. 83-84. 70
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radicales infantiles son, así lo creo, débiles y confundidos, pero verdaderos herederos históricos de la gran tradición socialista»133.
1.7 THE NEW LEFT en Gran Bretaña En medio de los intensos debates que tuvieron lugar en el seno de la izquierda en los años sesenta y setenta, surgió la MMBNBEB jOVFWB J[RVJFSEBv /FX -FGU mZB SFTFÒBEB FO PUSBT partes de este libro–, con gran presencia en Europa y Estados Unidos. Es en Gran Bretaña donde la nueva izquierda134 tiene uno de los más grandes desarrollos, con la característica de ser un agrupamiento de excomunistas, socialistas académicos y activistas, contrarios tanto al autoritarismo soviético como a la cautela de los partidos socialdemócratas. La recepción de Althusser y Poulantzas en Gran Bretaña viene de la mano de los editores de la New Left Review (NLR), dirigida por Perry Anderson, y puede ser vista, en cierto sentido, como forma de saldar cuentas entre las distintas corrientes que encarnaban trayectorias y perspectivas diversas dentro de ese amplio conglomerado de izquierda135.
La New Left Review se fundó en 1960 tras la fusión de los consejos editoriales de la Universities and Left Review y The New Reasoner, revistas que habían surgido de las repercusiones políticas de las crisis de Suez y Hungría, en 1956, y que se distin133
Ibid. Conferencia «perspectivas de la nueva izquierda radical», pp. 97-98. Sobre los primeros años de la nueva izquierda británica, véase Out of Apathy, editado por el Oxford University Socialist Discussion Grou, Londres, Editorial Verso, 1989. 135 .BCFM5IXBJUFT3FZ Estado y marxismo: un siglo y medio de debates, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2007, p. 219:
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guían por su rechazo de la ortodoxia «revisionista» dominante en el Partido Laborista británico, y el legado del estalinismo en el Partido Comunista de Gran Bretaña, respectivamente. «La Campaña para el Desarme Nuclear (Campaign for Nuclear Disarmament, CND), el primer movimiento pacifista antinuclear, dio a estas dos corrientes una perspectiva política común. En las páginas de estos boletines, E. P. Thompson, Charles Taylor y Alasdair MacIntyre debatieron el ‘humanismo marxista’, la ética y la comunidad; Raphael Samuel indagó ‘la ausencia de conciencia de clase’; e Isaac Deutscher analizó el comunismo durante la distensión bajo Kruschev»136. En el momento de mayor auge, 1960-1961, la Campaña para el Desarme Nuclear logró influir circunstancialmente en el programa laborista, que optó por las tesis unilateralistas en la Conferencia de Scarborough, de octubre de 1960, venciendo las resistencias de las Trade Unions. La conferencia de Blackpool, de 1961, rechazó definitivamente las tesis unilateralistas; las razones de este abandono se encontraban en el carácter de partido de gobierno del laborismo. La conquista de una mayoría social resultaba incompatible con una política exterior al margen de las decisiones de la OTAN, en un contexto internacional marcado por la guerra fría. Dentro de la nueva izquierda británica también se producían incomprensiones respecto del significado y alcance de la CND, sobre todo entre los marxistas británicos más apegados a la tradición como el historiador Perry Anderson, que consideraban a la CND incapaz de hacer frente a los desafíos de transformación de la sociedad británica, al centrarse sólo en el tema de la paz y el unilateralismo, atrapados en los análisis estructuralistas que ponían el acento en el conflicto de clases137.
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New Left Review j-B IJTUPSJBv IUUQXXXOFXMFGUSFWJFX FT QBHFIJTUPSZ DPOTVMUBEPFMEFNBZPEF Luis Otero Carvajal, «Verdes y alternativos», Revista Cuadernos del Mundo Actual. Historia 16, nº 75, .BESJE IUUQXXXVDNFTJOGP IDPOUFNQMFPDWFSEFTIUN DPOTVMUBEPFMEFNBZPEF 72
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En relación a la New Left Review, esta siempre se concibió como el órgano de la nueva izquierda. Tenía un enfoque popular e intervencionista, y trataba los asuntos más urgentes de la política contemporánea. Sin embargo, el ocaso de la Campaña para el Desarme Nuclear a finales de 1961 privó a la nueva izquierda de buena parte de su impulso como movimiento, y debido a las incertidumbres y escisiones dentro del consejo editorial del boletín, en 1962 un grupo más joven y menos experimentado llegó a encargarse de la revista. «De este modo, los dos primeros años de la NLR (Nos 1-12) constituyen un período distintivo y autónomo, caracterizado por un acercamiento novedoso a la comprensión de la cultura popular y propuestas innovadoras para la democratización de la industria moderna de comunicaciones»138. Más adelante estos dos temas serían investigados por Stuart Hall y Raymond Williams en una serie de trabajos sumamente influyentes. «Se reimprimiría repetidas veces un profético artículo de C. Wright Mills, Letter to the New Left (‘Carta a la nueva izquierda’), publicado en NLR 5, el cual puso en duda la ‘metafísica del trabajo’ y ayudó a definir los intereses de una emergente nueva izquierda norteamericana»139. Entre 1962 y 1963 se dio un período vacilante, de transición, en el que se redujo el ámbito de la revista. Al desintegrarse el movimiento de la nueva izquierda propiamente dicho, la New Left Review se convirtió en una publicación teórica cuyo perfil intelectual se orientaba más hacia las nacientes preocupaciones con la teoría de la Europa continental. En 1967, se publicó por primera vez en la New Left Review un trabajo de Nicos Poulantzas, un joven filósofo griego residente en París. «Los editores incluyen una nota introductoria en la que se refieren a la necesidad de superar el ‘provincianismo’ en el que consideraban que había caído el debate marxista desde los años 20»140.
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New Left Review, op. cit. New Left Review, op. cit. .BCFM5IXBJUFT3FZ op. cit., p. 219. 73
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Estos nuevos intereses se reflejaron en artículos escritos por Claude Lévi-Strauss, R. D. Laing y Ernest Mandel. Durante esta época (Nos 15-22), la revista se concentró en el Tercer Mundo más que el ámbito nacional, y se caracterizó por una serie de artículos sobre Cuba, Argelia, Irán y las colonias portuguesas que recurrieron a la sociología comparativa y el análisis de clase. No se prestó casi atención a la política británica durante los últimos años del régimen conservador contemporáneo, aunque sí se publicó un excelente ensayo sobre el filósofo Oakeshott141.
A principios de 1964, la New Left Review adoptó un nuevo formato que duró, con algunos cambios, hasta finales de 1999. Al mismo tiempo se desarrolló una orientación editorial más amplia y ambiciosa. «Entre 1964 y 1966 (Nos 23-35) se creó un ‘modelo’ básico para la revista que le dio una identidad nueva y particular. En cuanto a sus intereses temáticos, su enfoque sobre el Tercer Mundo cedió ante el interés sobre todo por el Reino Unido, aunque el énfasis analítico no había cambiado del todo»142. Entre 1971 y 1975, la New Left Review desarrolló su propio programa teórico mediante estudios críticos sobre, o entrevistas con, destacados teóricos de la tradición marxista occidental: Lukács, Althusser, la Escuela de Frankfurt, Sartre y Colletti (que más adelante serían recopilados en una antología de New Left Review). «Lo atractivo del marxismo occidental consistía en su aceptación de las influencias vanguardistas no marxistas y sus posibilidades para fundamentar una crítica de la sociedad burguesa y del desgobierno burocrático en el Oriente. Según fue desenvolviéndose, esta preocupación se expandió para abarcar el análisis social e histórico tanto a nivel cognitivo como sustancial»143. Se hizo otra importante contribución política en esta sexta fase (nº 68-90) a través de unos artículos que criticaron la política exterior china y analizaron los procesos que se daban en la URSS y en Europa occidental –sobre todo la aparición de los 141 142 143
Ibid. New Left Review, op. cit. Ibid. 74
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disidentes rusos, la situación de Checoslovaquia y las rebeliones obreras en Polonia. Este fue el primer período en el que la New Left Review trató el ‘segundo mundo’ en profundidad; su mayor interés era la necesidad de ajustar cuentas con los regímenes burocráticos de dichos países. «Además, se reanudó la publicación en gran cantidad de artículos sobre el Tercer Mundo: no sólo estudios sobre ciertos países, sino también debates más generales sobre las características del estado poscolonial, así como la controvertida afirmación de Bill Warren de que el capitalismo iba ganando fuerza incluso en muchas regiones anteriormente subdesarrolladas. Un debate sobre el trabajo doméstico procuró vincular propuestas socialistas con enfoques feministas, mientras que Enzensberger escribió artículos seminales sobre la ecología y los medios de comunicación»144. -B/FX-FGUFO(SBO#SFUBÒB OBDJEBMVFHPEFMPTTVDFTPT de 1956 (invasión soviética a Hungría y la ocupación del Canal de Suez por las tropas británicas y francesas) y fortalecida luego de los sucesos del mayo francés de 1968, comienza a fines de los setenta un período de agonía que se extenderá hasta otra fecha importante: 1989, la caída del muro de Berlín y el colapso del comunismo.
1.8 Los cambios en la Iglesia y el nacimiento de la teología de la liberación Creo en la nobleza del hombre, de Dios su imagen. Y en la voluntad de los hombres que se levanten. ¡No me robarán la esperanza!145 Esteban Gumucio, SS.CC.
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Ibid. De la Cantata de los Derechos Humanos Caín y Abel, la Canción de la esperanza. La música la compuso el conjunto musical Ortiga. Se presentó en la Catedral Metropolitana el 25 de noviembre de 1978. 75
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Como señaló el teólogo Pablo Richard, la última etapa de la crisis económica, política e ideológica que vivían varios países de Latinoamérica la constituyó el fracaso de los modelos desarrollistas expresados en la Alianza para el Progreso (1961-1969), en los proyectos de la CEPAL o en los gobiernos como los de Juscelino Kubitschek (1956-1961) o Joâo Goulart (1961-1964) en Brasil, o en Chile con la Democracia Cristiana de Eduardo Frei (1964-1970). «Esta etapa implicó el hundimiento del proyecto de la Nueva Cristianidad ligado a esos modelos. Se vive el fracaso de las obras sociales de la Iglesia, de los movimientos y partidos confesionales cristianos, de su sistema educativo, de las Universidades Católicas, de la Doctrina Social de la Iglesia, y de un determinado modelo de Pastoral»146. Es en este contexto que el papa Juan XXIII proclamó en el Concilio Vaticano II (1962) que la Iglesia había perdido contacto con el mundo afuera de sus propias puertas y que tenía que reexaminar su misión para no perder también su relevancia. El concepto de una «Iglesia de los pobres» –esgrimido por el Papa– abrió un debate eclesial que fue ampliado durante la Conferencia Episcopal de los Obispos Latinoamericanos realizada en Medellín (1968), enfocado esta vez en la situación latinoamericana. «El lenguaje ambiguo del Vaticano II tomó un tono más fuerte y directo en Medellín, en cuanto a la necesidad de que la Iglesia mostrara una solidaridad con los despojados de los países latinoamericanos. Durante esa época de intenso debate teológico, el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez publicó Teología de la liberación-Perspectivas (1971)»147. El Concilio Vaticano II se inauguró el 11 de octubre de 1962 y se clausuró el 8 de diciembre de 1965. Contó con la presencia de 2.500 «padres conciliares», «siendo hasta ahora el más universal en la historia de la Iglesia. En la asamblea se reunieron obispos
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Ferrán Cabrero, op. cit., p. 96. Steven Casadont, «Dos caminos ante la pobreza: Los padres Gabriel y Néstor en la novela NicodemusIUUQXXXFOTBZJTUBTPSHDSJUJDBMJCFSBDJPO DBTBEPOUHVUJFSSF[IUN DPOTVMUBEPFMEFOPWJFNCSFEF 76
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de los cinco continentes con un peso importante y desconocido hasta entonces de las iglesias jóvenes»148. Una de las respuestas más inmediatas y visibles a lo sostenido en estos encuentros fueron las Comunidades Eclesiales de Base (CEB)149, que se masifican en toda Latinoamérica, transformando de manera radical el papel de la Iglesia en varios países. El Concilio incorporó a la reflexión eclesial, desde una perspectiva más inductiva, los temas relacionados con la secularización y la pobreza. La Iglesia tomó conciencia de ser un grupo más dentro de la sociedad, aceptando a esta como una realidad secular y pluralista. «Los cristianos deben transformar el orden económico, social y político para que la justicia llegue a todos. Eso supone comprometerse con los oprimidos, respetando las particularidades de cada cultura y grupo. Esta inquietud es compartida con los hermanos separados o los hombres sedientos de paz»150. Los conceptos claves que son debatidos por los teólogos de la época, y que constituirían también la base de la futura teología de la liberación, fueron: r Una interpretación de la fe cristiana a través del sufrimiento, la lucha y la esperanza de los pobres. r Una crítica de la sociedad y de las ideologías que la sustentan. r Una crítica de la actividad de la Iglesia y de los cristianos desde el punto de vista de los pobres. 148
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150
Gustavo Morello, «El Concilio Vaticano II y su impacto en América Latina: a 40 años de un cambio en los paradigmas en el catolicismo», Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, XLIX, enero-abril de 2007:
Sergio Salinas Cañas
La religión, en este caso, ya no es el ‘opio del pueblo’, la superestructura y la herramienta para la dominación de una clase, sino una fuerza de oposición con un potencial para la movilización popular y, en algunos casos, para el cambio social radical, revolucionario151.
La controversia provocada por la aparición de la teología de la liberación se explicó por la radicalidad de su opción en favor del cambio social. El radicalismo de la opción fue considerado por sus enemigos como una «desviación ideológica» de la doctrina social católica. «Si bien no perdió la originalidad de su punto de vista teológico y religioso, tal opción no se puede explicar fuera del contexto latinoamericano de los años sesenta del siglo pasado. Este último estuvo marcado por la Revolución Cubana y la efervescencia regional de movimientos revolucionarios y marxistas. En ese contexto, la teología de la liberación identificó la lucha contra la pobreza y el subdesarrollo con la lucha antiimperialista y anticapitalista»152. Para Ignacio Ellacuría, la teología de la liberación es la continuación de los trabajos de Jesús. «La Teología de la Liberación se entiende a sí misma como reflexión desde la fe sobre la realidad y la acción histórica del pueblo de Dios, que sigue la obra de Jesús en el anuncio y en la realización del reino. Se entiende a sí misma como una acción del pueblo de Dios en este seguimiento de la obra de Jesús y, como sucedió con Jesús, trata de poner en conexión vivida el mundo de Dios con el mundo de los hombres»153. Ellacuría opina que «la opción preferencial por los pobres es una de las notas de la verdadera Iglesia (…). Una Iglesia que en su teoría o en su práctica mantuviera que dicha opción no es una parte constitutiva de su misión (…) sería herética, porque 151
152
153
Ferrán Cabrero, La revolución pactada, Barcelona, Flor del Viento Ediciones, 2002, p. 94. Malik Tahar Chaouch, «La teología de la liberación en América Latina: una relectura sociológica», Revista Mexicana de Sociología, n° 69, julioseptiembre de 2007:
El tres letras
está falseando uno de los datos intrínsecos de su propia esencia (…), parece ser condición ineludible para que la teología sea verdaderamente cristiana»154. Para Gustavo Gutiérrez, la lucha por la justicia supone, ante todo, una liberación socioeconómica y política, orientada a la transformación de las estructuras sociales. «Pero ese cambio de las condiciones, para ser eficaz, tiene que estar acompañado por la transformación de las personas, por la conformación del ‘hombre nuevo’ con otros valores y actitudes»155. Gutiérrez afirma también que la teología de la liberación es una teología de la salvación en las condiciones concretas, históricas y políticas. «Pero el mismo autor escribe (en La fuerza histórica de los pobres, p. 109) que esa teología ‘es una reflexión a partir de la praxis del hombre’. Busca pensar la fe desde esa praxis histórica y a partir de cómo es vivida la fe en el compromiso liberador. Entonces la teología viene después del compromiso, derivando la teología en un acto secundario. En realidad esta segunda orientación es más profunda y más central. Se trata de una relectura del evangelio desde la solidaridad con el pobre y con los oprimidos»156.
154 155
156
Ibid. Alfonso Ibáñez, «Gustavo Gutiérrez: el Dios de la vida y la liberación humana», Revista Espiral, IX, enero-abril de 2003, Guadalajara, Universidad de Guadalajara:
Asentamiento Arnoldo Ríos, del Movimiento de Campesinos Revolucionarios (MCR). Fotografía de Raymond Depardon, Cautín, 1971.
Capítulo 2
El contexto regional: la revolución llega a Latinoamérica
Por toda América soplan vientos que no han de parar. Hasta que entierren las sombras no hay orden de descansar. Los Olimareños
Por contexto regional, entenderemos aquellos hechos y discursos políticos que tienen una incidencia fundamental en la emergencia de grupos de la nueva izquierda revolucionaria en América Latina.
2.1 La Revolución Cubana Uno de los ejes articuladores fundamentales para explicar más de 50 años de la historia política de América Latina lo constituyó el concepto de «revolución». Es que este concepto –sobre todo luego del triunfo de la Revolución Cubana y su posterior inclinación al modelo socialista– conllevó enormes implicancias para vastos sectores de la izquierda política latinoamericana. En primer lugar, en el imaginario de este sector político se instauró la idea de que «la revolución era posible en América Latina». Atrás quedaba el referente situado a miles de kilómetros 81
Sergio Salinas Cañas
de distancia, la Unión Soviética, y a pocos kilómetros de la costa de Estados Unidos surgía uno nuevo: Cuba. Según el profesor Julio Pinto, luego de conocerse la entrada de los «barbados» a La Habana, el 1 de enero de 1959, un efecto alucinógeno se apoderó de cientos de jóvenes que veían como sus referentes no amenazaban el orden y el modelo imperante. Este efecto era estimulador y provocaba el deseo de imitar lo sucedido en la isla caribeña. Los partidos comunistas y socialistas, que desde principios del siglo XX habían conducido las banderas del cambio social, comenzaron a ser fuertemente cuestionados desde su interior por los sectores juveniles. Nuevos referentes marcaron los primeros fraccionamientos que se dieron en estos partidos en casi todos los países de América Latina157. Como señala Marta Harnecker, «la victoria guerrillera en la isla caribeña despierta la simpatía de la mayor parte de la izquierda occidental, era la luz que asomaba en el oscuro horizonte conservador que entonces se vivía»158. Tenía todas las cualidades para ser atractiva, especialmente para los jóvenes: «espíritu romántico, heroísmo en las montañas, antiguos líderes estudiantiles con la desinteresada generosidad de la juventud –el más viejo apenas pasaba los 30 años–, un pueblo jubiloso en un paraíso tropical que latía al ritmo de la rumba»159. En estos años, un viraje se produce en el debate sobre el uso de la violencia política. Primero, este último es mucho más generalizado y no se limita a algunas fracciones marginales y minoritarias de la izquierda. «Una franja importante de la izquierda se desplaza lento pero seguro hacia el culto a la lucha armada. Los debates se centran sobre la táctica y la estrategia, y sólo se espera la insurrección de las masas o bien la aparición de 157
Doctorado en Estudios Latinoamericanos. Seminario «Problemas fundamentales de la Cultura de América Latina II. La Era Republicana», clase del profesor Julio Pinto, 22 de junio de 2006. 158 Marta Harnecker, «Los hitos que marcan a la izquierda latinoamericana desde la Revolución Cubana hasta hoy», textos preliminares del libro La izquierda en el umbral del siglo XXI QSJNFSBQBSUFIUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN*EFBT@"VUPSFTIBSOFDLFSNUFYUUFPQPMIBSOFQPMJUFPQEG (consultado el 18 de marzo de 2011). 159 &SJD)PCTCBXN Historia del siglo XX, op. cit., p. 439. 82
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un núcleo de elegidos que cumplirá con la misión. Este cambio tiene relación con el período muy particular que fueron los años 1960. El contexto intelectual se presta. Y los ejemplos concretos abundan: Cuba ante todo, pero también toda América Latina, Argelia, Vietnam...»160. El rol que juega la Revolución Cubana en este viraje del debate fue central. Ella constituyó entonces, una referencia ineludible para el conjunto de la izquierda latinoamericana –y no solamente para aquella que le fue cercana. Mientras que la Revolución Cubana confirmaba en los hechos que en América Latina se podía llegar al poder por la vía de las armas, el ejemplo del Che Guevara y sus escritos contribuían a la formación de un discurso, de un imaginario, de una estética y de una nueva moral revolucionaria propia de los años sesenta. «La violencia reaparecía como inherente a lo político. No obstante, el impacto de la Revolución Cubana no puede explicar todo. Evocar la ‘influencia extranjera’, creer en una imitación ciega de los modelos venidos del exterior, para explicar el nacimiento y el recorrido de la nueva izquierda revolucionaria en Chile, y en general en América Latina, sigue siendo un enfoque insatisfactorio»161. En síntesis, el principal impacto de la Revolución Cubana se produjo en el plano político y, a través de él, en el plano cultural. «Efectivamente, el modelo cubano contribuyó de manera importante a definir las características centrales del programa revolucionario de la llamada ‘Nueva Izquierda’. Entre los aspectos fundamentales del mismo destacaba: r Fija con exactitud a los enemigos de los sectores populares: la oligarquía criolla y el Imperialismo norteamericano. r Sugiere una estrategia política de conquista del poder: la lucha armada guerrillera.
160 161
Eugenia Palieraki, op cit. Ibid. 83
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r Plantea la construcción de la vanguardia popular, el eje conductor del movimiento revolucionario, en el ejército rebelde. En él se prueban y se legitiman los revolucionarios. r Establece que en el contexto latinoamericano el conductor de dichos procesos es el proletariado, pero que al campesinado le cabe una importancia significativa en el proceso de constitución y desarrollo del ejército rebelde. r Enfatiza, a partir del modelo guerrillero, una nueva categoría ético social: el hombre nuevo. Eje proyectual del guevarismo. r Reivindica el internacionalismo proletario, entendido como la participación activa de los combatientes revolucionarios en cualquier frente de batalla antiimperialista y antioligárquico162. Desde la posición contraria, Hanna Arendt sostuvo que en el curso de los sesenta, como lo refrenda el cuadro latinoamericano, la nueva izquierda venía glorificando la violencia apoyándose en autores como Fanon, Sartre y Mao, y aun en el viejo Sorel, distanciándose de las tradiciones políticas de sus antecesores y opositores marxistas, reformistas o pacifistas. La cultura política de los guerrilleros y revolucionarios de todo el mundo quedó así marcada por este acontecimiento ideológico, que operó como un parteaguas en la historia de la izquierda mundial. «El elogio de la violencia, como remedio frente al reformismo obrerista de la vieja izquierda proclamado por Daniel Cohn-Bendit, atenuó los efectos del estigma leninista sobre El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo, aunque no siempre, si rememoramos el
162
Igor Goicovic, «El internacionalismo proletario en el Cono Sur. La Junta Coordinadora Revolucionaria, un proyecto inconcluso», Centro de Estudios Miguel Enríquez, ponencia a las II Jornadas de Historia Política de Chile, Santiago, Departamento de Historia, Universidad de Santiago de Chile, 10 ZEFOPWJFNCSFEFIUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN*EFBT@"VUPSFT HPJDPJHPJDPQEG DPOTVMUBEPFMEFPDUVCSFEF 84
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caso de los ‘enfermos’, la controvertida guerrilla mexicana de Sinaloa a inicios de los setenta»163. Mucho debate se ha dado a nivel de cientistas sociales con respecto a las variables explicativas del triunfo de la Revolución Cubana; sin embargo, por el objetivo de este libro, solo se mencionarán algunos puntos específicos. Es importante destacar el carácter mismo de esta revolución que al principio no se planteó como marxista, pero que el contexto la fue empujando a tomar esta decisión. En un primer momento era una revolución democratizadora, antidictatorial, antiimperialista, nacionalista y con una profunda dimensión ética (sacar a Cuba de la corrupción y la inmoralidad). En segundo lugar, tenía un carácter multiclasista. El Movimiento 26 de Julio fue el catalizador simbólico de un movimiento social mucho más amplio, en el que participan sindicatos, estudiantes, entre otros actores, marcado por el antibatistismo. En tercer lugar, es una victoria social más que estrictamente militar. Lo que decide el resultado de la revolución no es el choque de los guerrilleros que desembarcaron del Granma con el Ejército, sino el desmoronamiento interno de la institucionalidad de Fulgencio Batista. No obstante, por sobre las condiciones objetivas analizadas someramente en los párrafos precedentes, es el aspecto subjetivo el que se impone en los sectores revolucionarios de América Latina: un puñado de hombres –no muy bien armados ni capacitados– son capaces de hacer la revolución. El predominio del aspecto subjetivo del triunfo guerrillero en la Revolución Cubana hace que se convierta en un modelo viable, para ser imitado en vastos sectores deseosos de cambios en nuestros países latinoamericanos. Una nueva ortodoxia surge para la izquierda latinoamericana: la «teoría del foco guerrillero».
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Ricardo Melgar, «Sacralización de la violencia en las guerrillas latinoamericanas», Revista La Memoria Sumergida, n° 164, México DF, 2002, también FOIUUQXXXDFEFNBPSHVQMPBET-BNFNPSJBTVNFSHJEBQEG (consultado el 4 de julio de 2011). 85
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En síntesis, se canonizan los aspectos subjetivos del triunfo de la Revolución Cubana en muchos jóvenes y revolucionarios, por el ejemplo, valentía y decisión de los «barbados cubanos». Pero se olvidan aspectos fundamentales para no solo obtener el poder con una revolución, sino que para mantenerlo, lo que Lenin llamó a principios del siglo XX las «condiciones objetivas». Y entre este aspecto subjetivo, también surge otro concepto importante en el imaginario simbólico de esta izquierda revolucionaria: la muerte. Algunos autores –que fueron parte de este proceso– al hablar de este concepto lo asocian al «mesianismo» o el «martirologio guerrillero». Como señaló Raúl Sendic, líder del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros del Uruguay, «cayeron muchos, cayó el mismo Che Guevara en las selvas de Bolivia, pero no decayó el impulso revolucionario. Fueron años bravos, vividos intensamente. Y aquel que un día dijo: ‘es la hora de los hornos y no se verá más la luz’, lanzó su propia vida a la hoguera, para atizarla»164.
2.2 El foquismo como praxis para alcanzar la revolución El antropólogo brasileño Darcy Ribeiro señaló que la izquierda insurreccional de la primera oleada guerrillera «estaba integrada principalmente por jóvenes que ven en la experiencia cubana su paradigma de revolución social y además encuentran en aquella experiencia una forma concreta de iniciar movimientos revolucionarios, aparentemente capaces de difundirse como insurrecciones generalizadas en la medida en que activen las tensiones estructurales características del subdesarrollo»165. De la misma manera, el exrevolucionario Daniel Pereyra se refiere al surgimiento de las guerrillas en el continente, al señalar 164
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Raúl Sendic, «Discurso del MLN Tupamaros en el homenaje al Che Guevara organizado por la Liga Comunista Francesa», París, 21 de octubre de 1987, reproducción del original. Andrés Benavente y Jorge Jaraquemada, Movimientos insurreccionales en Latinoamérica, Buenos Aires, Universidad de Belgrano, 1986, p. 12. 86
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que la Revolución Cubana, victoriosa por medio de las armas, la entrega de la tierra a los campesinos y la nacionalización de las empresas extranjeras, sacudió profundamente a las masas en toda América Latina. Este hecho provocó un cambio profundo en muchos luchadores sociales, antiimperialistas y sindicalistas. Por primera vez les hizo ver la posibilidad de derrotar a las oligarquías nacionales y sus modelos de desarrollo excluyentes por medio de la lucha armada. Cuestionó a su vez la acción de la mayoría de las organizaciones populares existentes en el continente. Y planteó la posibilidad de luchar en forma efectiva por una sociedad nueva, una sociedad socialista. «Estas convicciones ni eran unánimes ni similares en cada organización y cada país. Por el contrario, la diversidad fue muy grande. Tuvo que ver con las tradiciones y experiencias, con la ideología y la línea política, con la implantación social de cada organización. Y todo se reflejó en la variedad de criterios políticos-militares de los grupos armados, en su evolución y destino ulterior»166. Ya en 1963, el Che Guevara escribió un documento llamado Guerra de guerrillas, un método en el que intentaba generalizar las lecciones que había entregado la experiencia cubana a los revolucionarios del continente: r Las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra el ejército. r No siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución; el foco insurreccional puede crearlas. r En la América subdesarrollada, el terreno de la lucha armada debe ser fundamentalmente el campo. Esta respuesta implica un cambio radical de terreno «en todas las acepciones del término»: no solo geográfico (el campo),
166
Daniel Pereyra, Del Moncada a Chiapas: historia de la lucha armada en América Latina, 3ª ed., Madrid, Los Libros de la Catarata, 1997, p. 21. 87
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sino también sociológico (los campesinos). Salvo para Mariátegui, el campesino nunca fue considerado sujeto activo. Una de las razones por las cuales la izquierda tradicional no supo «ver» al campesino revolucionario es la de que se planteaba un «problema» en la que este no tenía lugar: el problema del frente con la burguesía progresista para la revolución (pacífica) nacional-democrática167. La tesis central del texto se refiere al carácter socialista de la revolución latinoamericana, estrechamente ligada al análisis del papel de las burguesías nacionales, en la cual la guerrilla rural es la forma fundamental de lucha dentro del carácter estratégico de guerra prolongada. Con lo cual Guevara apunta a un camino distinto a la insurrección clásica de las ciudades leninista y al de la guerra prolongada clásica de tres etapas de Mao Zedong. Para Guevara, la burguesía nacional en América Latina era un aliado del imperialismo y del latifundio contra la revolución popular. En las actuales condiciones históricas de América Latina, la burguesía nacional no puede encabezar la lucha antifeudal y antiimperialista. La experiencia demuestra que en nuestras naciones esa clase, aun cuando sus intereses son contradictorios con los del imperialismo yanqui, ha sido incapaz de enfrentarse a este, paralizada por el miedo a la revolución social y asustada por el clamor de las masas explotadas. Esto es lo que dice la Segunda Declaración de La Habana y es una especie de dictado de lo que ha de ser la revolución en América168. El castrismo-guevarismo, que con el paso de los años solo quedaría con el apellido de este último, supone una ruptura radical con el «campo ideológico» de la izquierda latinoamericana tradicional, ruptura que se produce tanto en el nivel de la teoría como de la práctica política y cuyo principio motor hay que buscarlo en la historia de América Latina.
167 168
Ibid, p. 303. Ernesto Guevara, «Táctica y estrategia de la revolución latinoamericana», Revista Verde Olivo, La Habana, 6 de octubre de 1968:
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Responde antiguas preguntas de la izquierda, pero con fórmulas nuevas: ¿cómo romper el aparato militar del Estado existente? Pregunta realizada por Marx y Lenin a la luz de la experiencia histórica de la Comuna de París y de la Revolución Rusa. Renovada y adaptada a las condiciones específicas de América Latina (su experiencia propia en Guatemala, en 1954, y Cuba). Para Guevara, la insurrección debía llevarse a cabo mediante la guerra de guerrillas, que es «la vanguardia combativa del pueblo situada en un lugar determinado de algún territorio dado, armada, dispuesta a desarrollar una serie de acciones bélicas que la conducirían a su fin estratégico: la toma del poder. Está apoyada por las masas campesinas y obreras de la zona y de todo el territorio de que se trate. Sin esas premisas no se puede admitir la guerra de guerrillas»169. Para Guevara, «un movimiento popular auténtico, aun sí conquista el poder mediante un proceso electoral –posibilidad dudosa dice por lo arreglado de estos procesos– será derrocado muy rápidamente por un golpe de Estado, más o menos sangriento, puesto que el ejército siempre ha sido un instrumento de la oligarquía dominante»170. Luego de analizar el papel político social del ejército en la historia del continente –a través de los golpes– concluye la revolución de los trabajadores no puede realizarse sin la destrucción del aparato militar-policíaco-burocrático del Estado burgués, sin la ruptura sistemática y total de las estructuras del ejército profesional del antiguo régimen. De ahí la tesis «que constituye la fuente de la adhesión rigurosa, obstinada e intransigente de Guevara a una estrategia de lucha armada»171. Este problema, «cómo eliminar la máquina de represión estatal», rige y gobierna las respuestas: el fundamento constitutivo 169
&SOFTUP(VFWBSB j(VFSSBEFHVFSSJMMBT VONÊUPEPv FO.JDIBFM-ÕXZ El marxismo en América Latina, México DF, Ediciones Era, 1982, p. 263. 170 .JDIBFM-ÕXZ La teoría de la revolución en el joven Marx, México DF, Siglo XXI Editores, 1972, p. 301. 171 Ibid, p. 302. 89
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de toda la teoría revolucionaria del Che, de toda su teoría de la guerra de guerrillas. Es decir, para Guevara «no hay más cambios que hacer: o revolución socialista o caricatura de revolución»172, con lo que rompe lapidariamente con una tradición de más de treinta años de la mayoría de la izquierda latinoamericana (revolución por etapas). Cabe señalar que Guevara en sus escritos señala expresamente que el triunfo de la guerra de guerrillas no se realizará sino a través de su «unión con la clase obrera», que enriquece y desarrolla ideológicamente el movimiento revolucionario y le permite alcanzar su última y suprema etapa: la huelga general proletaria. «El error más grave será considerar al ‘foco’ como el resurgimiento de cierto blanquismo. Aunque se trate, en un comienzo de un grupo ínfimo –de 10 a 30 revolucionarios profesionales enteramente consagrados a la causa y con miras a la toma del poder–, el foco no tiende de manera alguna a conquistar el poder por sí solo, mediante un golpe de audacia. No intenta tampoco conquistarlo mediante la guerra, o por una derrota militar del enemigo; cuenta sólo con poner a las masas en condiciones de subvertir por sí mismas el poder establecido»173. En esos años, Régis Debray sostiene que el rótulo de castrismo-guevarismo debería desaparecer, ya que es el leninismo recuperado y adaptado a las condiciones históricas de un continente que Lenin desconocía. «Si bien su aspecto puede cambiar en cada país sudamericano, no está menos irreversiblemente establecida una cierta relación orgánica de la lucha armada y de la lucha de masas, bajo ciertas condiciones cuyo ‘centro activo’ es una forma superior»174. Entonces, según Guevara, la guerra de guerrillas era la vía correcta para alcanzar el poder en las condiciones de esos años en América Latina por los siguientes argumentos: 172
173 174
Ernesto Guevara, «Mensaje a la Tricontinental», La Habana, abril de 1967: IUUQXXXàMPTPàBPSHIFNEFQDSJSJIUN DPOTVMUBEP FM EF mayo de 2008). Régis Debray, «El castrismo», op. cit. Ibid. 90
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r El enemigo luchará por mantenerse en el poder, por lo que hay que destruir su ejército. En la lucha dura y larga, en que el enemigo tiene fuerzas y medios superiores solo el núcleo guerrillero rural, asentado en terrenos favorables a la lucha, garantiza la seguridad y permanencia del mando revolucionario. Lo que irá acompañado de acciones desarrolladas por las fuerzas urbanas según las órdenes del mando central. r La destrucción de estos grupos, foco rural o urbano, no hará morir el alma de la revolución que, desde la fortaleza rural, seguirá impulsando el espíritu revolucionario y organizando nuevas fuerzas para otras batallas. r La situación general del campesinado latinoamericano y el carácter cada vez más explosivo de su lucha contra las estructuras feudales, en el marco de una situación social de alianza entre explotadores locales extranjeros. r El carácter continental de la lucha. «La cordillera de los Andes está llamada a ser la Sierra Maestra de América, como dijo Fidel, y todos los inmensos territorios que abarca este continente están llamados a ser escenarios de la lucha a muerte contra el poder imperialista»175. Según Guevara, las fases de la guerrilla son tres, todas bajos las premisas de movilidad, vigilancia y desconfianza constante para su supervivencia: r La fase foquista (en defensa estratégica), que consiste en que un pequeño grupo establece una unidad de acción en un territorio determinado; no está escondida para hacer una defensa pasiva, sino que su defensa consiste en los ataques limitados que puede realizar. r La fase de guerra de guerrillas (en equilibrio estratégico), que supone la proliferación prodigiosa del foco original, lo que incluye desde la existencia de un común denominador ideológico hasta la necesidad de establecer una 175
Ibid, p. 267. 91
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dirección única. Empieza a introducirse el concepto de la maniobra; columnas grandes que atacan puntos fuertes; guerra de movimientos con traslación de fuerzas y medios de ataque de relativa potencia. r La fase de guerra revolucionaria, que no es sino el enfrentamiento con el aparato institucional en condiciones de derrotarlo con un ejército popular. «Aún en este instante, marchando delante de las acciones de las fuerzas principales, irán las guerrillas en su estado de pureza, liquidando comunicaciones, saboteando todo el aparato defensivo del enemigo»176. Para la instalación del foco se buscaron zonas serranas y selváticas poco pobladas que permitieran al núcleo pasar inadvertido hasta el momento de comenzar a operar. El contacto con la población era considerado más como un riesgo que como una ventaja por razones de seguridad. «En general, estos grupos carecían de relaciones en la zona elegida, no lograban incorporar campesinos a sus filas ni tenían fuertes apoyos en las ciudades, todo lo contrario de la experiencia cubana»177. Debemos recordar que en este paradigma el actor clave estaba constituido por un grupo de individuos conscientes, activos, organizados en un foco. «Como este poseía la verdad, podía reemplazar al partido proletario como vanguardia de la revolución»178. El supuesto básico de la vía armada para alcanzar el poder se centra en la ilegitimidad y los abusos cometidos por un Estado, expresados en políticas de exclusión. Estas afectarían a la mayoría de la población y no favorecerían al pueblo. En el ámbito internacional favorecerían «lo extranjero», al imperialismo; al poder dominante, o a un número reducido de personas dentro de una sociedad de clases. La guerrilla entonces se ubica fuera 176 177 178
Ibid, p. 270. Daniel Pereyra, op. cit., p. 25. Francisco Rojas, «La vía armada en América Latina: reseña de la falta de integración y mesianismo», versión preliminar, Santiago, Centro de Estudios del Desarrollo, sin año, p. 8. 92
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de las normas del sistema, y por medio de la violencia busca romper con el control social. A este respecto cabe recordar los escritos de Alain Touraine, cuando sostiene que en América Latina existen tres tipos de conflictos, tres dimensiones en torno a la que se expresan la construcción nacional y la integración social: a) los conflictos vinculados a la integración nacional, en torno a los que se expresa el reformismo y el populismo revolucionario; b) los conflictos de clases que dan cuenta de la revolución social; c) las acciones antiimperialistas, que recogen las luchas por la liberación nacional. Cada movimiento social puede tener un eje, la primacía en uno de estos conflictos, pero su racionalidad y coherencia se fundamentará en un universo discursivo y cultural que abarcará de manera compleja las tres dimensiones. En situaciones de no integración o de integración nacional precaria el reconocimiento de la legitimidad es débil. Más aún cuando no existen mecanismos para efectivizar la participación en el sistema político e institucional. En regímenes patrimoniales o autoritarios la respuesta a la falta de integración es un mayor grado de exclusión. Las respuestas que surgen al ser reprimidas y excluidas perciben en el camino de la contra violencia una opción única. La cultura de la exclusión hace enfatizar las opciones de la insubordinación179.
Touraine afirma que la legitimidad de la autoridad y su capacidad de ser obedecida y la constitución del monopolio del uso de la violencia legítima solo serán posible si esta legitimidad se construye y se sustenta en la legalidad, la autoridad y la legitimidad del sistema político. «Si no existe ese reconocimiento cundirá el disenso y se romperá el control social, es decir, la estructura de normas y controles que circunscriben las relaciones sociales y las organizan. En síntesis, la ilegitimidad en que se desenvuelve la mayoría de los Estados en América Latina es la justificación para rebelarse contra él y sus instituciones, a través de la creación de 179
Ibid, p. 8. 93
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guerrillas en todo el continente»180. Lo aseverado en esos años por el sociólogo francés puede ser confrontado con el escenario político actual de América Latina, lo cual genera muchas dudas con respecto al futuro en muchos de nuestros países, sobre todo con el retorno a una vieja modalidad actualizada para estos tiempos: el populismo181.
2.3 Diferencia del foquismo con la insurrección leninista Vladimir Ilich Ulianov, conocido mundialmente como Nicolás Lenin, desarrolló una metodología insurreccional basada en la experiencia rusa. Afirmó que en la historia de las sociedades se debe distinguir entre períodos de desarrollo pacífico y períodos revolucionarios. En los cuales la vanguardia revolucionaria se prepara y analiza las condiciones objetivas y subjetivas que la realidad muestra, para actuar en los momentos justos conduciendo a toda la masa hacia la toma del poder. Para Lenin, la insurrección es un arte, como la guerra, y como en otros géneros de arte, está subordinada a reglas cuyo olvido lleva a la ruina al partido que resulta culpable de no haberlas observado. Nunca la masa debe lanzarse a ciegas –recomienda Lenin– a la insurrección, sino que previamente debe llevar a cabo una movilización social de carácter general, lo que le permitirá estudiar el terreno de lucha, así como medir la eficiencia de su estructura. 180 181
Ibidem. En teoría de conflictos se habla de conflicto incipiente (diferencias entre las partes, sin que halla reconocimiento del conflicto); conflicto latente (hay reconocimiento del conflicto, pero no comportamientos conflictivos) y conflicto manifiesto (expresiones de los conflictos en enfrentamientos de las partes). En nuestro continente actualmente existen estos tres tipos de conflictividad, en algunos casos unos más problemáticos que otros como el manifiesto conflicto profundamente arraigado: étnico. Véase Sergio Salinas, «Construcción identitaria en el conflicto mapuche: ¿reencuentro con FMNJUPEFMXFJDIBGF v FO(JMCFSUP"SBOEBZ4FSHJP4BMJOBT Conflictos de identidades y política internacional, Santiago, RIL Editores, 2005. 94
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Es importante comprender –afirma el dirigente bolchevique– que tanto en los períodos prerrevolucionarios como revolucionarios el movimiento de masas se da por oleadas, pues no tienen un ascenso constante, permanente. Después de intensos combates económicos y políticos las masas se agotan; necesitan tomar un respiro para recuperar fuerzas y continuar en la lucha. En los períodos pacíficos, o de preparación, no existe una acción política abierta de masas, no hay cambios sustanciales en el régimen político, se avanza a pasos de tortuga y las condiciones económicas no provocan profundas crisis ni engendran potentes movimientos de masas. En estos períodos pacíficos, de estancamiento las clases explotadas arrastran en silencio su carga o se restringen a formas de lucha aceptable para las clases explotadoras como huelgas limitadas a reivindicaciones económicas, lucha parlamentaria, etc.182.
El paso de una época de desarrollo pacífico a un período histórico revolucionario no se da, sin embargo, de golpe, sino a través de un ascenso gradual de la efervescencia política y social. Las revoluciones nunca nacen hechas, ni estallan de pronto –dice Lenin–, constantemente son precedidas de un proceso de efervescencia, crisis, movimientos, revueltas, que no siempre se desarrollan hasta el fin; por ejemplo, si la clase revolucionaria es débil. Este período prerrevolucionario, que para Lenin se dio en Rusia entre 1901 y 1905, es el que precede al parto revolucionario propiamente tal. En él se encuentran muchos de los elementos que, en un grado más intenso, estarán presentes cuando estalle la revolución. Pero también existen diferencias cualitativas entre ambos: en el período revolucionario la lucha de masas, que empieza a constituir en el período prerrevolucionario una amenaza para la reproducción del régimen, pasa a adoptar formas 182
Marta Harnecker, La revolución social: Lenin y América Latina, Buenos Aires, Editorial Contrapunto, 1986, p. 29. 95
Sergio Salinas Cañas
organizativas que se oponen de hecho al poder vigente sin que este tenga ya fuerzas para arrasar con ellas. Se produce un salto cualitativo tanto en el número de personas, hasta entonces inactivas, que ahora se integran a la lucha, como en el tipo de acciones que realizan. Los sectores avanzados del movimiento revolucionario pasan a realizar acciones de tipo insurreccional y arrastran tras de sí a crecientes sectores del pueblo. Paralelamente al resquebrajamiento de la superestructura, las masas populares comienzan a crear una nueva, es decir, crean sus propios órganos revolucionarios de poder: soviets, comités de fábricas, comités campesinos, comités de defensa, milicias populares, su propia prensa, etcétera. Es importante saber diferenciar estos períodos de calma, que preceden a nuevas tempestades, de los períodos de estancamiento donde las condiciones objetivas para un nuevo ascenso revolucionario ya han desaparecido, puesto que la táctica de una vanguardia revolucionaria debe variar radicalmente de una situación a otra. «Los períodos revolucionarios son lapsos relativamente cortos en los que surgen a la luz las contradicciones que han madurado a lo largo de décadas y se manifiestan en agudas crisis económicas y políticas, y donde la lucha de clases madura hasta llegar a la guerra civil abierta, es decir, a la lucha armada entre dos partes del pueblo»183. Son períodos tempestuosos, de conmociones políticas en que la situación objetiva cambia con brusquedad y rapidez, en que la humanidad abandona el paso de carreta propio de los tiempos pacíficos para avanzar con la velocidad de una locomotora. Nuevos torrentes de movimientos sociales se incorporan a la lucha y su número crece sin cesar. Lo que caracteriza a toda revolución es la multiplicación del número de hombres capaces de librar una lucha política, pertenecientes a la clase trabajadora y oprimida, antes apáticas. El último período que menciona Lenin es el contrarrevolucionario, que se da cuando fracasa la revolución, y el régimen sobreviviente a la insurrección impone nuevamente sus reglas en 183
Ibid, p. 27. 96
El tres letras
un país que no ha resuelto ninguna de sus contradicciones más profundas. Tienen características parecidas a los períodos pacíficos previos a las rupturas revolucionarias, pero en los períodos contrarrevolucionarios las causas que estuvieron en la base del estallido anterior se mantienen. Lenin define a la revolución como una ruptura violenta de la superestructura política anticuada, cuyo antagonismo con las nuevas relaciones de producción provoca en un determinado momento su hundimiento, el «hundimiento que será tanto más fuerte cuanto más tiempo se mantenga artificiosamente este antagonismo»184. La diferencia de los planteamientos de Lenin con los del Che Guevara apunta a que el Ejército Rebelde cubano creía, según su experiencia, que las condiciones revolucionarias había que crearlas, y crearlas luchando con la guerrilla. Como señala Fidel Castro, «un fósforo en un pajar: ese fue el movimiento guerrillero, dadas las condiciones que existían en nuestro país. Poco a poco la lucha se fue convirtiendo en la lucha de todo el pueblo. Fue el pueblo, sólo el pueblo, el único actor en esa lucha, fueron las masas las que decidieron esa contienda»185. En abril de 1961, el Che Guevara señalaba: «Las condiciones objetivas para la lucha están dadas por el hambre del pueblo, la reacción frente a ese hambre, el temor desatado para aplazar la reacción popular y la ola de odio que la represión crea. Faltaron en América las condiciones subjetivas de las cuales la más importante es la conciencia de la posibilidad de la victoria por la vía violenta frente a los poderes imperiales y sus aliados internos»186. Sin embargo, desde el triunfo de la Revolución Cubana la influencia de las tesis guevaristas y sobre todo su ejemplo, influenció en mayor o menor grado a todos los grupos de izquierdas en América Latina. Solo después del fracaso de este modelo surgie-
184 185 186
Ibid, p. 10. Ibid, p. 100. Francisco Rojas, op. cit., p. 8. 97
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ron voces que llamaron a volver a los paradigmas leninistas, pero siempre entremezclándolos con elementos de la teoría del foco. Como señala la exdiputada salvadoreña por el Farabundo Martí para la Liberación Nacional y actual vicepresidenta de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe (COPPPAL), Marta Valladares, más conocida como Nidia Díaz: «Todos éramos marxistas-leninistas desde la perspectiva del método de análisis dialéctico de la realidad, si bien había más influencia para estudiar a Mao Tse Tung. Yo en particular tenía grandes influencias de los revolucionarios de América Latina, como Camilo Torres y el Che Guevara. Más que de la revolución rusa de octubre, el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC) fue muy influenciado de una forma creativa por el marxismo vietnamita. Nuestros textos de estudio eran Tron Chin, Ho Chi Minh y el general Giap»187. En pleno auge de la primera oleada guerrillera en América Latina, el Che Guevara encontró la muerte el 8 de octubre de 1967, en medio del más completo fracaso práctico de su teoría en Ñancahuazú. Sin recibir el apoyo del campesinado, ni de los partidos políticos de izquierda bolivianos, a excepción del Partido Obrero Revolucionario (POR), de tendencia trotskista. De otro lado, en su caso y en el de las demás experiencias similares, no se pasó de la fase foquista, careciendo de cualquier efecto multiplicador. «Analizando retrospectivamente el fenómeno, se puede decir que las guerrillas del 60 nunca llegaron a poner en peligro la estabilidad de los Estados en que se dieron. Su efecto principal fue provocar una crisis en las izquierdas latinoamericanas y un abundante debate político-ideológico en el mismo sector que termina por trascender a la sociedad entera»188.
187 188
Ferrán Cabrero, El camino de las armas, op. cit., p. 18. Andrés Benavente y Jorge Jaraquemada,«Movimientos insurreccionales», op. cit., p. 13. 98
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2.4 La nueva izquierda revolucionaria y su expansión en América Latina Ernesto Guevara me supo enseñar Cuál es el camino que debo tomar Hacer en América muchos Vietnam189. Dean Reed
El triunfo de la Revolución Cubana impulsó, entonces, la polarización que comenzó a darse desde principios de los sesenta entre la nueva izquierda pro-castrista-guevarista, que con variaciones, optó por una acción revolucionaria más o menos inmediata y que seguía –también con sus particularidades a veces– los modelos revolucionarios difundidos por los cubanos. «Y otra izquierda que, representada por los partidos comunistas, aunque con excepciones, por supuesto, era reacia al apoyo a la acción directa de tipo castrista y apostaba por una actitud moderada, relacionada con la estrategia internacional y línea política marcada por la Unión Soviética. La primera fue conocida en su momento como izquierda revolucionaria o castrista y la segunda como izquierda reformista»190. Esta primera oleada de movimientos revolucionarios surgidos bajo el influjo de la gesta cubana se extiende aproximadamente desde 1959 hasta 1968 aproximadamente. Las principales organizaciones que se internaron en el monte con la esperanza de concitar apoyo popular y construir un ejército rebelde son el MIR (Américo Marín) y las FALN (Douglas Bravo) en Venezuela; el trotskista MR-13 (Yon Sosa) y las FAR (Turcio Lima) en Guatemala; MIR (Luis de la Puente) y el ELN (Héctor Béjar) en Perú; 189 190
Canción «Hemos dicho basta». Eduardo Rey Tristán, «La organización latinoamericana de solidaridad (OLAS) y la polémica sobre las formas de la revolución latinoamericana. El caso uruguayo», en Antonio Gutiérrez Escudero y María Laviana Cuetos, Estudios sobre América: siglo XVI-XX, Sevilla, AEA IUUQXXX BNFSJDBOJTUBTFTCJCMPUFYUPTQEG DPOTVMUBEPFMEFPDUVCSFEF 2010). Véase también las definiciones de nueva izquierda e izquierda reformista en Richard Rorty, Forjar nuestro país. El pensamiento de izquierdas en los Estados Unidos del siglo XX, Barcelona, Editorial Paidós, 1999, p. 49. 99
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el ELN (Fabio Vásquez) en Colombia; el FSLN (Carlos Fonseca) en Nicaragua y, por último, el ELN del Che Guevara en Bolivia. Posteriormente, tras las derrotas militares y políticas, muchas de estas guerrillas desaparecieron. En algunos casos, fue posible encontrar a líderes de tales movimientos en la cotidianidad del ejercicio político. Otros, en cambio, murieron combatiendo por aquello que estimaban era su objetivo principal. Teodoro Petkof, ministro de Estado en el segundo Gobierno del Presidente Caldera; Hugo Blanco fue representante en el Congreso Constituyente peruano de 1978; y Ernesto Che Guevara, muerto en la selva boliviana y Camilo Torres, muerto en Colombia, son buenos exponentes de estas dos categorías. A estas guerrillas se les llamó «Las guerrillas precursoras y olvidadas». El momento culminante de este proceso fue la realización de la 1ª Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad en La Habana, el 31 de julio de 1967, cuya declaración final define como rasgos fundamentales del movimiento revolucionario latinoamericano: su inspiración continental, la perspectiva socialista y el carácter inevitable de la lucha armada191.
Estas guerrillas formaron parte de la primera oleada insurreccional de América Latina, aquella que más directamente se inspiró en la Revolución Cubana y en las tesis foquistas del Che Guevara.
2.4.1 La olvidada guerrilla venezolana Una de las guerrillas más próximas en el tiempo a la Revolución Cubana fue la venezolana. Sus primeros orígenes se encuentran en los afanes de derrocar al general Marcos Pérez Jiménez de la Presidencia de la República en la segunda mitad de la década del cincuenta. El Partido Comunista concretamente había creado 191
Julio Santucho, Los últimos guevaristas, Buenos Aires, Editorial Punto Sur, 1988, pp. 105-106. 100
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un aparato militar dirigido por Douglas Bravo, Teodoro Petkoff y Eloy Ramírez. Sectores de Acción Democrática también veían con simpatías la posibilidad insurreccional contra la dictadura. Pérez Jiménez es derrocado, en definitiva, no por la guerrilla, sino por una sublevación militar, tras lo cual se establece una Junta de Gobierno que convoca a elecciones presidenciales. El proceso transicional que se abre es claramente democrático, donde las principales fuerzas políticas del país –Acción Democrática, COPEI y Unión Republicana Democrática– convienen, en el llamado Pacto de Punto Fijo, en que cualquiera que fuese el vencedor electoral incluiría en el gobierno a los otros dos partidos, en una suerte de asociatividad funcional a la consolidación democrática. El Partido Comunista, pese a apoyar al candidato de la Unión Republicana Democrática, almirante Wolfgang Larrázabal, exmiembro de la Junta de Gobierno, quedó excluido del Pacto, lo que debilitó su adhesión al sistema, pese a haber logrado un senador y seis diputados en las elecciones legislativas. Tal oposición se fue radicalizando hasta que en 1961 derechamente se llamaba a la insurrección nacional. La radicalización del Partido Comunista fue coincidente con la división del partido gobernante Acción Democrática, donde surgió un grupo juvenil y radical que adoptó el nombre de Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Eran jóvenes que habían articulado la resistencia en contra del general Pérez Jiménez y que no se avenían con la dirigencia tradicional de Acción Democrática. Los «jóvenes disidentes se proclamaban marxistasleninistas. Consideraban que los líderes del período anterior carecían de un método consecuente de analizar los problemas sociales, económicos y aun políticos, tal como el provisto, a su parecer, por el marxismo»192. En mayo de 1962, el gobierno proscribe al Partido Comunista y al MIR, los que conformaron una alianza denominada Frente de Liberación Nacional, cuyo objetivo era ser la expresión 192
Robert Alexander, El Partido Comunista de Venezuela, México DF, Editorial Diana, 1971, p. 86. 101
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política de la insurrección, en tanto que la expresión militar de la misma serían las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional. A este polo se sumaría un grupo disidente de la Unión Republicana Democrática, cuyo líder era el diputado Fabricio Ojeda, exmiembro de la Junta de Gobierno. Cuando el parlamentario opta por la vía armada, declara: «Todos habríamos preferido que la suerte de Venezuela se decidiera por la vía pacífica, por medios no militares, porque esa solución habría evitado la pérdida de vidas valiosas y la destrucción de herramientas y recursos que podrían utilizarse para el progreso y el desarrollo. Pero desgraciadamente las clases dirigentes han impedido esto por todos los medios a su alcance. A nuestro pueblo no le queda otro camino que la violencia»193. Luego de algunos años de enfrentamientos y numerosos fracasos, poco a poco los guerrilleros de los diferentes grupos dejan la opción armada a mediados de la década del sesenta. Se trata de un final que llevará a Régis Debray a comentar: «Expulsada de la sociedad venezolana como fenómeno político, y de las montañas de Yaracuy y de las calles de Caracas como fenómeno militar, la guerrilla –o las siglas que la resumen– instala sus penates en la orilla izquierda del Sena, donde prospera a título póstumo como fenómeno ideológico y literario»194.
2.4.2 Las primeras guerrillas en el Perú En el caso de Perú, entre 1958 y 1964, cientos de campesinos y trabajadores agrícolas, al grito de «tierra o muerte», se organizaron y movilizaron, rescatando cientos de miles de hectáreas en manos de latifundistas y dando un fuerte golpe a lo que se conoció como gamonalismo. En el prólogo al libro Tempestad en los Andes, de Luis E. Valcárcel, José Carlos Mariátegui señala: «La miseria moral y material de la raza indígena aparece demasiado 193
194
Manuel Cabieses, Venezuela Okey, Santiago, Editorial del Litoral, 1963, p. 229. Régis Debray, La crítica de las armas, tomo II, México DF, Siglo XXI Editores, 1975, p. 107. 102
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netamente como una simple consecuencia del régimen económico y social que sobre ella pesa desde hace siglos. Ese régimen sucesor de la feudalidad colonial, es el gamonalismo. Bajo su imperio, no se puede hablar seriamente de redención del indio»195. Es en este contexto de fulgor recuperativo de tierras por parte del campesino que se da la primera experiencia guerrilla peruana. Estos grupos revolucionarios siguen principalmente la metodología foquista guevarista, pero sus raíces son anteriores, tal como sucedería 15 años después. Sus vertientes son de tres tipos, fundamentalmente. Uno es el sector desgajado del APRA; otro proveniente de las filas del trotskismo y un tercero derivará de un sector juvenil del Partido Comunista, que como en el resto de América Latina, por esa fecha rechazaba la vía insurreccional. Son grupos ideológicamente marcados directamente por el marxismo leninismo clásico196.
El primer sector provenía de las filas del APRA que en 1948 intentó provocar una insurrección para evitar el golpe militar del general Odría, luego de que había vuelto a la legalidad bajo el gobierno de Bustamante y Rivera. Este intento insurreccional fue el más completo fracaso y la orden de Haya de la Torre de detenerlo llegó cuando la marina ya se había sublevado en Callao. La persecución que inició el nuevo gobierno contra el APRA culminó en el cambio en los planteamientos de Haya de la Torre, quien participó en los gobiernos de Odría y luego de Prado. Un sector radical al interior de este partido se mostró tremendamente crítico frente a la convivencia que se sostenía con el presidente Prado. El 12 de octubre de 1959, en medio de un Congreso Nacional del APRA, el grupo fue expulsado y forma tienda aparte. Nace el APRA Rebelde, liderada por el abogado Luis de la Puente. 195
196
José Carlos Mariátegui, Prólogo a Tempestad en los Andes:
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Rápidamente el APRA Rebelde rompe completamente con su partido madre, incorporando a sus filas a elementos marxistas. El partido tomará esa definición paulatinamente y al decir de Luis Mercier, «así se mantuvo hasta que el desarrollo de la Revolución Cubana generalizó una tendencia política castrista y legitimó, en cierta forma a lo largo de su primera etapa, el pragmatismo revolucionario que eludió la adhesión a una ideología plenamente sistematizada»197. El APRA Rebelde, luego de diversas discusiones políticas, decide marginarse del sistema democrático, cambiando su nombre por el de Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), proclamándose marxista leninista. El MIR desarrolla cinco frentes de combate dentro de la tesis foquista: Túpac Amaru, Atahualpa, César Vallejo, Manco Inca, Pachacutec. El primer foco comenzó sus acciones en la zona de Mesa Pelada, y establece un segundo frente, el Túpac Amaru, en Púcuta, bajo el mando de Guillermo Lobatón. Cuando el presidente Fernando Belaúnde recurre a las Fuerzas Armadas, capacitadas para la lucha contrainsurgente, para enfrentar a la guerrilla, el destino del MIR estaba señalado. Los seis meses de enfrentamientos, en que se movilizaron 5.000 hombres del Ejército, Marina, Aviación y Fuerzas Policiales dejaron 38 bajas de su parte, 65 menos que las causadas por el Ejército ecuatoriano en 1941. «Por parte de los guerrilleros del MIR la derrota es total, sus dirigentes muertos y los focos desarticulados. En 1966 se reunirá su comité central arribando a dos conclusiones: afirman que la actividad revolucionaria no alcanzó los niveles político militares requeridos para la lucha armada, y además, que los guerrilleros no conocieron en profundidad la sicología del campesinado, por lo cual éste terminó prestándoles nulo apoyo»198. Como destaca Alberto Flores Galindo, no habían podido confundirse con la población serrana, lo que requería una labor paciente para obtener confianza de los campesinos, sumado a que las armas 197 198
Luis Mercier, op. cit., p. 148. Gilberto Aranda, Sergio Salinas y Miguel A. López, op. cit., p. 127. 104
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llegaron tarde. «Ese fue el balance que muchos hicieron de aquel desencuentro entre organizaciones políticas y el movimiento campesino. Pese a ello el MIR desbrozó el camino por el que, desde 1980, comenzaron a transitar importantes sectores de la izquierda peruana»199. Una segunda vertiente guerrillera proviene del trotskismo, concretamente del Partido Obrero Revolucionario (POR). Destaca allí Hugo Blanco, aunque también Ismael Frías (columnista de Revista Equis). Blanco durante su estada en Argentina perteneció al grupo Palabra Obrera, dirigido por el profesor de la Universidad de La Plata Hugo Bressano, conocido mundialmente como Nahuel Moreno, uno de los jefes de la IV Internacional. Blanco, secretario general de la Federación Provincial de Campesinos de La Convención y Lares, participa primeramente en agitaciones campesinas, que luego se transformaron en huelgas campesinas de carácter revolucionario. Blanco forma el Frente de Izquierda Revolucionaria (FIR), integrado por el Partido Obrero Revolucionario, por el Partido Comunista leninista (Luis Zapata Bordero, que luego dará origen a Vanguardia Revolucionaria) y sectores independientes. Su acción se desarrolla principalmente en el Cuzco, y concretamente en los valles de La Convención y Lares, en el sur del Perú. En 1962, después del golpe de Estado que derroca al presidente Prado, los militares –que ocupan por un año el poder– detienen a la guerrilla, que apenas se había insinuado, procediendo a derrotarla en sus núcleos originarios. Hugo Blanco fue detenido y condenado a 20 años de cárcel. Fue amnistiado por el gobierno del general Velasco Alvarado en 1970 y al año siguiente deportado a México. Es muy posible que la guerrilla rural sea una de las formas que va a tomar la lucha armada en el Perú; pero no podemos afirmar que sea la principal. Nos parece que cuanto más extenso y uniforme sea el movimiento, cuanto menos espontáneo sea, mayor importancia tendrán 199
Yehude Simon, Estado y guerrillas en el Perú de los 80, Lima, Instituto de Estudios Estratégicos y Sociales, 1988, p. 78. 105
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las milicias, relativamente estables, tanto urbanas como rurales. A nosotros, fue precisamente el aislamiento el que nos obligó a convertirnos de milicia en guerrilla200.
El tercer grupo insurreccional que se convirtió en foco guerrillero fue el salido del Partido Comunista, dirigido en un principio por Javier Heraud, quien muere en un enfrentamiento en la localidad de Puerto Maldonado, en mayo de 1963, cuando se dirigía con otros guerrilleros a apoyar los levantamientos de Hugo Blanco, y posteriormente por Héctor Béjar Rivera. Este grupo junto con trotskistas disidentes y militantes de diversos pequeños grupos, forman el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Sobre sus inicios Béjar dirá que el ELN no quiso constituir un partido –y con ello no quiso ser vanguardia organizada–, por cuanto pensaban que el partido de la revolución surgiría de la lucha misma. Se consideraban una «asociación libre de revolucionarios» y un equipo militar disciplinado. En cuanto al nombre representaba más que una realidad presente, un objetivo futuro de la tarea iniciada: la conformación del ejército revolucionario por todo el pueblo, toda la masa sin partido. Béjar posteriormente se incorpora a la vida política sistémica a requerimientos del general Velasco Alvarado. Situación similar sucedió con Hugo Blanco, quien incluso se presentó a las elecciones presidenciales de 1980. La principal crítica a las guerrillas del 65 provino de los propios involucrados, por ejemplo Héctor Béjar, ex-comandante del ELN, al analizarlas retrospectivamente afirma que «fueron grupos surgidos de la pequeña burguesía, desencantada por el no cumplimiento de las promesas del gobierno de Belaúnde, e influenciados por la mística y por la ideología de la Revolución Cubana, que a través de la insurrección pretendieron romper el statu quo de la legalidad burguesa»201. 200
Hugo Blanco, Tierra o muerte: las luchas campesinas en el Perú, Lima, Siglo 1972. Gilberto Aranda, Sergio Salinas y Miguel A. López, op. cit., p. 129.
XXI, 201
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Muchos militantes de los grupos guerrilleros del 65 se incorporaron a la vida política democrática, otros crearon facciones que se mantuvieron latentes esperando un nuevo brote guerrillero, como ocurrió con el MIR Revolucionario, que participó en la fundación del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Pero no fue sólo el análisis de los errores cometidos el que los llevó a variar sus lineamientos estratégico-tácticos, sino que la experiencia de los grupos guerrilleros urbanos de los 70, el aporte de la triunfante Revolución Sandinista y la relectura de Mariátegui se convirtieron en la luz que iluminó su accionar202. Por otro lado, el fracaso de la teoría del foco y de las guerrillas urbanas en todos los países en que se implementó fortaleció las posiciones de los maoístas miembros del PCP-Sendero Luminoso, que luego de más de 10 años de paciente espera iniciaron a comienzos de la década de los 80’ su ‘larga marcha’203.
2.4.3 El Che Guevara en Bolivia Asimismo, la guerrilla boliviana de los años sesenta está estrechamente asociada al Che Guevara. Para el argentino la insurrección, en último término debía ser latinoamericana y una vez comenzada la lucha guerrillera en un punto de Sudamérica, todo el continente terminaría viéndose involucrado. Después de un sonado fracaso en África, donde estérilmente Guevara pretendió introducir la vía insurreccional en el Congo, se instaló en Bolivia, país que en los proyectos iniciales fue desechado como motor de la lucha armada por carecer de condiciones. Así, «la falta de cuadros locales dispuestos a organizar una guerra de guerrilla» daban a Bolivia un lugar de segundo orden en el esquema. Aun cuando «se les dijo a los comunistas bolivianos que debían comenzar a considerar la forma de promover en el hecho la Revolución Boliviana»204. 202 203 204
Ibid, p, 130. Gilberto Aranda, Sergio Salinas y Miguel A. López, op. cit. Richard Gott, Las guerrillas en América Latina, Santiago, Editorial Universitaria, 1971, p. 399. 107
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En un inicio, el Partido Comunista de Bolivia participó en los preparativos de la guerrilla. Sus principales dirigentes alcanzaron a recibir entrenamiento. Luego, la dirigencia del partido entabla conversaciones directas con el Ejército de Liberación Nacional –nombre del grupo guerrillero– para convenir la plataforma programática y política que seguiría el movimiento armado, y posteriormente Mario Monje sube a Ñancahuazú con un grupo de militantes apertrechados y bien entrenados que darían la participación orgánica y física del Partido Comunista Boliviano en la guerrilla. Sin embargo, toda esta disposición de colaboración se entrabaría por un problema de poder, exigiendo Monje la dirección política y militar de la guerrilla para él, previa renuncia a la Secretaría del Partido Comunista Boliviano. El Che Guevara y el comisario político de la guerrilla, Inti Peredo, no aceptaron tales condiciones, siendo acogidas en cambio otras proposiciones de los comunistas, como la de buscar apoyo político de otros partidos, pero no fue posible aceptar a Monje como comandante de la guerrilla. Con la salida de Monje de Ñancahuazú, se produjo un rompimiento serio entre la guerrilla y el Partido Comunista Boliviano. De tal manera que el Che tuvo que entrar en acción prematuramente con las fuerzas militares, lo cual fue un golpe duro para el proceso. Además, hay que agregar que su insurrección no contó con el apoyo que se esperaba dentro del campesinado boliviano. Al aislamiento político producido por el quiebre de Guevara con el Partido Comunista Boliviano, a la poca incorporación campesina a la guerrilla, hay que agregar el rápido movimiento de las tropas bolivianas Rangers, entrenadas muy bien por asesores estadounidenses. Tampoco debe olvidarse el importante factor que fue la deserción de ciertos hombres de la guerrilla, quienes capturados por las tropas del ejército, informan de los movimientos del Che y los lugares exactos de los campamentos del mismo. Todo lo anterior hace que Guevara se encuentre con 17 guerrilleros rodeado en la Quebrada del Yuro, donde el líder guerrillero es capturado y asesinado el 8 de octubre de 1967. De 108
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este ataque solo logran escapar cuatro hombres: entre ellos, Inti Peredo tendrá una importancia vital en el desarrollo de la guerrilla posterior en Bolivia. La experiencia guerrillera de Guevara en Bolivia es un desastre no solo desde el punto de vista militar, sino también en el plano político-insurreccional. No solo es derrotado su destacamento armado, sino que su concepción foquista del desencadenamiento de la subversión. La vanguardia era muy reducida y sus acciones no despertaron ningún tipo de movilización social o política. Pero pese a la doble derrota –militar y política– de la guerrilla boliviana, la imagen del Che Guevara se transformó en un mito universal. Jorge Castañeda aporta sobre la materia una visión singular: el Ejército boliviano contribuyó decisivamente a la construcción de la mitología. Tenía interés en mostrar al mundo la imagen de un Guevara vencido y muerto: simbolizaba el triunfo de las fuerzas regulares por sobre los insurrectos. A tal efecto, limpiaron el cadáver, para hacerlo claramente reconocible y lo expusieron a la prensa nacional e internacional. Ahí, precisa con ironía Castañeda: «El Ejército boliviano cometió su único error de campaña una vez consumada la captura de su máximo trofeo de guerra. Transformó al revolucionario resignado y acorralado, al indigente de la Quebrada del Yuro, vencido con todas las de la ley, envuelto en harapos y con la cara ensombrecida por la furia y la derrota, en la imagen crística de la vida que sigue a la muerte. Sus verdugos le dieron rostro, cuerpo y alma al mito que recorrería el mundo»205. La disociación entre el mito y el proceso insurreccional de aquellos años es claro: la figura del Che Guevara se proyecta en la historia y en cambio, el planteamiento foquista que por ese entonces caracterizaba al castrismo en América Latina decae irremediablemente. O como escribía Jean Lartéguy, en años próximos a la muerte del Che: «Hoy queda hecha la prueba de que jamás volverá a haber otra Sierra Maestra, de que la Revolución Cubana fue un fenómeno excepcional que ya no volverá 205
Jorge Castañeda, La vida en rojo. Una biografía del Che Guevara, Buenos Aires, Editora Espasa Calpe, 1997, p. 17. 109
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a producirse en la misma forma y de que la revolución ya no se conforma con el romanticismo y la improvisación, sin más»206.
2.4.4 Los guerrilleros urbanos en Brasil En Brasil, en abril de 1964, es depuesto por un golpe militar el presidente Joâo Goulart, culminando de esta manera un proceso de reformas sociales y políticas. Diversos grupos habían presionado al saliente presidente por mayores y más profundas reformas. Los principales grupos fueron el Partido Comunista (prosoviético); el Partido Comunista del Brasil (prochino); el Movimiento Revolucionario Tiradentes, primera expresión de una izquierda revolucionaria, pero que no alcanzaba a traducir en hechos sus proposiciones; la Acción Popular, que agrupaba a sectores de cristianos de izquierda, y, por último, la corriente nacionalista-populista de izquierda del Partido Trabalhista, que acaudillaba Lionel Brizola, exgobernador de Río Grande do Sul. Derrocado Goulart, se instala un régimen militar dirigido por las Fuerzas Armadas, cuyo primer presidente será el mariscal Humberto Castello Branco. El primer movimiento insurreccional emerge de la corriente de Brizola. En efecto, en 1966 nace el Movimiento Nacional Revolucionario, constituido esencialmente por militares llamados a retiro después de la intervención militar, que además contaban con apoyo de profesionales y estudiantes. Su plataforma consistía en la instalación de un foco guerrillero, destinado a iniciar la lucha contra el régimen militar. Este foco debería actuar en el corazón de la economía brasileña, es decir, tenía el carácter de urbano-industrial. El foco se ubicó cerca de la Sierra de Caparao, en el límite entre los estados de Río de Janeiro y de Espíritu Santo. Sus acciones se llevan a cabo en 1967, pero no pasan de ser preliminares, ya que fueron desmanteladas por el gobierno las instalaciones guerrilleras casi antes de operar. El movimiento se diluye rápidamente. Con los 206
Jean Lartéguy, Los guerrilleros, México DF, Ediciones Diana, 1969, p. 343. 110
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restos de este grupo se formó más tarde la Vanguardia Popular Revolucionaria. En 1969, emergerá un nuevo grupo formado por militares marginados de las Fuerzas Armadas. Se trata del Movimiento de Acción Revolucionaria, dirigido por los marineros Antonio Duarte Dos Santos y Marco Antonio da Silva. Ellos protagonizan actos de sabotaje en Río de Janeiro y tienen su centro de operaciones en Angra dos Reis. Su presencia fue efímera, pues por sus «reducias dimensoes, acabavam debaixo do primeiro golpe inimigo»207. Dentro del Partido Comunista los grupos más radicalizados se marginaron para estructurar diferentes movimientos: el Movimiento Revolucionario 8 de Octubre, también formado en 1966, al cual terminaría por plegarse Carlos Lamarca, líder guerrillero que tenía como antecedente el haber pertenecido al Ejército. Por aquel tiempo renuncia al Partido Comunista el dirigente Carlos Marighella, quien funda la Alianza de Liberación Nacional, que asume un perfil insurreccional, en tanto que del Partido Comunista prochino salió el Partido Revolucionario de los Trabajadores, con idéntico propósito. En suma, se expresan una variedad de agrupaciones insurreccionales, lo que llevará a Ruy Mauro a señalar que el rasgo más dominante de la izquierda revolucionaria en Brasil «es la multiplicidad de organizaciones y el trasvasamiento constante de cuadros, sin que la variedad ideológica presentase la misma riqueza. Las diferencias entre los distintos grupos eran más bien de matices, y sólo se acusaban claramente cuando se referían a problemas de operaciones y organizativos»208. De todos esos grupos, el que encabeza Marighella va a ser el más destacado, tanto en el plano de la guerrilla misma como en el plano intelectual. Tuvo la particularidad de introducir a los estudiantes en la cuestión insurreccional, como ya lo había hecho Fidel Castro en la etapa final de la Revolución Cubana, 207
208
Jacob Gorender, Combate nastrevas. A Esquerda brasileira: das ilusoes perdidas á luta armada, Sao Paulo, Editorial Ática, 1987, p. 126. Mauro Marini Ruy y Vania Bambirra, «La lucha armada y lucha de clases en Brasil», en Vania Bambirra et al., Diez años de insurrección en América Latina, tomo II, Santiago, Ediciones PLA, 1972, p. 129. 111
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aun cuando las viejas premisas doctrinarias del marxismo y del leninismo salieran algo resentidas con esa herejía. Carlos Marighella había sido militante del Partido Comunista y diputado entre 1945 y 1952. Sus divergencias con su partido comienzan en 1962 cuando en la Conferencia partidaria expresa fuertes críticas al comportamiento comunista frente a la renuncia de Janio Quadros a la Presidencia de Brasil, hecho ocurrido en 1960. En 1966 se margina del Comité Central del Partido, siendo expulsado en 1967 cuando asiste, sin autorización, al Congreso de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) en La Habana. De regreso a Brasil funda la Alianza de Liberación Nacional y entra a participar de la guerrilla. Fallece en 1969 en un enfrentamiento con fuerzas de la policía. En 1966, siendo todavía militante del Partido Comunista, decía en un escrito: «La principal forma de lucha en el período actual es la lucha de resistencia de masas con sus mil particularidades. El partido debe ser el jefe de la oposición popular, para no quedarse a remolque de la oposición burguesa que, como todo lo indica procurará ir adelante, tratando de arrastrarnos a su retaguardia». Lo anterior estaba estrechamente unido a la adopción de la perspectiva insurreccional, cosa que el Partido Comunista no aceptaba. Señaló: «Los hechos indican que el proletariado frente al impacto del golpe de abril no tiene otro recurso sino adoptar una estrategia revolucionaria que lleve a destruir la dictadura. Se trata del camino no pacífico, sino violento, hasta la misma guerra civil. Sin el recurso de la violencia, por parte de las masas, la dictadura será institucionalizada, por un período de mayor o menor duración»209. Los comunistas eran partidarios de hacer una activa oposición política sin llegar a las armas. Tenían la experiencia de 1935, y veían con más posibilidades de triunfo, lograr imponer sus criterios a través de un relevo político del gobierno militar. De allí que privilegiara la tesis del Frente Unido, donde tenía cabida el resto de la oposición política. El modelo chileno de la 209
Carlos Marighella, La guerrilla en Brasil, Santiago, Ediciones p. 102. 112
PLA,
1971,
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Unidad Popular, por ese entonces vigente, le era más funcional que el esquema guevarista del foco guerrillero. La concepción de guerrilla de Marighella es coincidente con la de Guevara en muchos y principales aspectos. La insurrección en Brasil, en ese orden, se inserta en una acción que compromete a toda América Latina. «El triunfo de la guerrilla se dará a partir de la creación del ejército revolucionario capaz de aniquilar las fuerzas armadas convencionales y de conducir a las masas a la toma del poder, destruyendo el aparato burocrático militar del actual Estado brasileño, sustituyéndolo por el pueblo armado»210.
2.4.5 Los tupamaros en Uruguay Las primeras noticias que se tienen del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros es que se inicia como brazo armado del Partido Socialista del Uruguay. La fecha inicial de sus acciones es el 31 de julio de 1963 cuando un grupo de sus miembros sustrae del Club de Tiro Suizo de Colonia algunas armas de fuego. El líder del sector socialista revolucionario era el entonces estudiante de derecho Raúl Sendic. En agosto de 1965, los tupamaros aparecían actuando como organización autónoma. El nombre de Tupamaros proviene de Túpac Amaru, jefe inca que a fines del siglo XVIII dirigió una rebelión contra los españoles en Perú. En Uruguay, varios años después de la derrota militar de José Artigas, líder de la independencia nacional, la prensa de la época daba cuenta de la presencia en el medio rural de bandas de asaltantes tupamaros que atacaban las grandes haciendas. Un autor simpatizante del movimiento dirá que «se trataba de los últimos síntomas de resistencia del diezmado ejército de gauchos de Artigas que procuraban la recuperación del proceso revolucionario derrotado por el acuerdo militar entre Portugal y Argentina»211. 210 211
Ibid. Antonio Mercader y Jorge de Vera, Los tupamaros. Estrategias y acción, Barcelona, Editorial Anagrama, 1970, p. 30. 113
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La elección de la denominación tiene entonces un claro significado simbólico por ambos lados, con lo cual se repite una característica generalizada sobre los grupos insurreccionales latinoamericanos: su invocación a la historia, al pasado, para buscar legitimidad en la población. Hasta 1968, los Tupamaros tienen encuentros esporádicos con la policía y su acción es más bien latente. Su preocupación central por esa fase será organizarse y armarse. En 1968, en Uruguay se da una coyuntura crítica en materia económica, lo cual posibilita la emergencia de un descontento social, lo que aprovecharán los guerrilleros para iniciar su lucha urbana. Luis Costa dirá al respecto: «Los años 1968 y 1969 fueron la etapa Robin Hood de los Tupamaros. Sus principales acciones se orientaron a la autopropaganda a través de las denuncias de corrupción política, de la sustracción de grandes cantidades de alimentos para repartir entre las poblaciones marginales»212. Esto cambiará en julio de 1970 cuando secuestra a funcionarios extranjeros para canjearlos por guerrilleros detenidos. En esas acciones morirá el secuestrado Dan Mitrione, ciudadano estadounidense, acusado de ser agente de la CIA213. Sus relaciones con la izquierda tradicional, aquella que después constituirá el Frente Amplio, son buenas, aun cuando la consideraban una izquierda retórica que no comprendía el papel de las fuerzas revolucionarias. A juicio de los Tupamaros 212
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Luis Costa, Crisis de los partidos tradicionales y el movimiento revolucionario en el Uruguay, Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1985, p. 54. «Entre mediados de 1970 y principios de 1971, los Tupamaros secuestraron a Dan Mitrione, un agrónomo norteamericano, a un diplomático brasileño y uno británico, pidiendo a cambio la liberación de 150 Tupamaros detenidos por la policía. Luego de negociaciones bilaterales con familiares y gobiernos extranjeros, la mayoría de las víctimas fueron liberadas a salvo. Ante la política de no transigir con los secuestradores de parte de los gobiernos uruguayo y de EE.UU., los Tupamaros mataron a Mitrione y su cuerpo sin vida fue encontrado a principios de agosto de 1970. La violencia entre la policía apoyada por los EE.UU. y los Tupamaros creció en una espiral». National Security Archive, Nixon: Brasil ayudó a manipular MBTFMFDDJPOFTVSVHVBZBT IUUQXXXHXVFEV_OTBSDIJWOTBFCC OTBFCCJOEFYFTQIUNM 114
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no era necesario la preexistencia de un partido o movimiento de masas respecto de la lucha armada, pues hay que reconocer que la lucha armada apresura y precipita el movimiento de masas, siendo en esto tributarios claros de la teoría foquista de Guevara: «A esta altura de la historia ya nadie puede discutir que un grupo armado, por pequeño que sea, tiene mayores posibilidades de éxito para convertirse en un gran ejército popular, que un grupo que se limite a emitir posiciones revolucionarias»214. La guerrilla tupamara fue una de las que más bregó por «socializar el nacionalismo y nacionalizar el socialismo, intentando romper el cortocircuito operado entre ambos polos de la contradicción»215. Otro rasgo ideológico del movimiento era su aceptación de las posiciones cristianas. Ello se explica por dos razones: una es el seguimiento de la tendencia revolucionaria que caracterizaba al propio Guevara con su convocatoria a los cristianos a participar de los procesos revolucionarios. La otra es que en Uruguay, desde los tiempos de Batlle, el Estado y la clase política liberal eran fuertemente anticlericales, por lo cual bien podía usarse un argumento social cristiano radicalizado en contra de aquella estructura institucional. En un documento tupamaro se puede leer: «El camino que seguimos nos ha sido revelado por cristianos y no cristianos. Otros lo siguen con nosotros. Es un camino cargado de dolor, pero nos ha hecho descubrir y profundizar la vida cristiana. Él nos transforma, Él nos hace conocer mejor el Evangelio»216. En las Actas tupamaras afirmaron: «Primero fue la acción, la práctica y luego fue la teoría. Desde ese momento decidimos que la sobriedad debía pautear nuestra conducta política como reacción contra el verbalismo, pero también como forma de interpretar y expresar el sentir de nuestro pueblo, ya cansado de promesas, enunciados y propósitos que nunca se cumplieron En 214
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Alain Labrousse, Los tupamaros, guerrilla urbana en el Uruguay, Montevideo, Ediciones Tiempo Contemporáneo, 1971, p. 51. Federico Fasano, Después de la derrota. Un eslabón débil llamado Uruguay, México DF, Editorial Nueva Imagen, 1980, p. 183. Luis Costa, op. cit., p. 65. 115
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lugar de palabras revolucionarias, nosotros proponemos hechos revolucionarios»217. En 1971, la acción tupamara era de tal envergadura que el gobierno de Bordaberry vivió una clara crisis de gobernabilidad, en tanto que la guerrilla urbana generaba temor y sensación de desprotección en la población. En septiembre de ese año, el gobierno, con apoyo parlamentario, dispuso que las Fuerzas Armadas asumieran las tareas del combate a la guerrilla. Este hecho es el antecedente directo del autogolpe de 1973218.
2.4.6 La guerrilla peronista y trotskista en Argentina En el caso argentino, los procesos insurreccionales se dan, fundamentalmente, entre 1970 y 1976, es decir, los últimos años del gobierno militar y los gobiernos peronistas de la década del setenta. Los principales actores de la guerrilla argentina son dos grandes grupos claramente diferenciados. De un lado, el peronismo revolucionario, expresado en los Montoneros y otras formaciones de menor relieve, y la guerrilla socialista trotskista, de inspiración guevarista, materializada en el Ejército Revolucionario del Pueblo. La insurrección peronista estuvo conformada por varios grupos, algunos de figuración efímera y otros cuya trayectoria cubre todo el período: las Fuerzas Armadas de Liberación nacieron al finalizar la década de 1960, como desprendimiento de sectores marxistas tradicionales que actuaban en política, reflejándose en este proceso de radicalización la influencia de la Revolución Cubana. Su base de reclutamiento son los cuadros sindicales, dado que el sindicalismo en Argentina ha sido un actor social
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Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros, Actas tupamaras, Buenos Aires, Editorial Schapire, 1971, p. 255. Con respecto al futuro político que siguieron los tupamaros, hoy gobierno, en comparación con el MIR, diezmado, véase Osvaldo Torres, Democracia y lucha armada: MIR y MLN-Tupamaros, Santiago, Pehuén Editores, 2012. 116
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con enorme gravitación en el campo político, particularmente después del paso del peronismo por el poder (1945-1955). Sus orígenes están en la Resistencia Peronista que comenzó en 1955 y en cuyo desarrollo tuvo una gran influencia el exdiputado John William Cooke. A lo largo de esa década y hasta el día de su muerte, Cooke encarnó en cada detalle lo que podría denominarse «peronismo combativo» o «peronismo revolucionario». La asociación entre mito, partido y jefe revolucionario forma parte del pensamiento de Cooke, como lo explicita en la carta dirigida a Perón, el 14 de noviembre de 1957: «Una revolución requiere partido revolucionario, jefes revolucionarios y mito revolucionario, por un lado y la ocasión, por el otro (...). Nosotros tenemos el Jefe revolucionario y el mito revolucionario: Perón. A través de la unificación y la labor organizativa estamos creando la fuerza revolucionaria. Después aprovecharemos la ocasión»219. En lo militar, las Fuerzas Armadas de Liberación tienen como tarea construir un ejército popular, de modo que ellas se perciben como transitorias «como un afluente de lo que será la vanguardia». Su forma de lucha es predominantemente la urbana, por las condiciones físicas del país, aun cuando abren posibilidades de una guerrilla rural. Perciben el triunfo de la guerrilla no como un hecho aislado, circunscrito al campo nacional, sino como un fenómeno continental, tal como lo había teorizado Ernesto Che Guevara, formando parte de la lucha revolucionaria mundial. No tendrán mayor figuración después de 1970. Por otra parte, los Montoneros se dan a conocer en mayo de 1970 con el secuestro del expresidente Pedro Eugenio Aramburu. Al secuestrado se le somete a un «juicio popular», acusado de ordenar el asesinato de dirigentes peronistas a fines de los años cincuenta, siendo condenado a muerte. Los Montoneros son el fruto de una larga proscripción del peronismo luego de su caída en 1955, donde el sector más radi219
Guadalupe Rojo, La Resistencia Peronista, Buenos Aires, Cuadernos de la .FNPSJB &M0SUJCBIUUQXXXFMPSUJCBPSHQEG(VBEBMVQF@3PKP@3FTJTUFODJB@QFSPOJTUBQEG DPOTVMUBEPFMEFKVOJPEF 117
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calizado cree que la alternativa que le queda, en vez de presionar al sistema para su reinserción, es la de colocarse fuera de él y desbordarlo con el uso de la fuerza. Se definen claramente como peronistas. Un dirigente suyo dirá en 1970: «Somos peronistas, aunque provengamos de distintos orígenes y formaciones. La doctrina fue definida por el general Perón como profundamente nacional, humanista y cristiana, respetuosa de la persona humana sobre todas las cosas»220. Se debe tener en cuenta que los militantes Montoneros provienen de diversas vertientes, incluso del catolicismo integrista (grupo Tacuara). Llegan al peronismo, en cuanto este interpretaba sus aspiraciones nacionalistas y antiliberales. Ya en el peronismo irán derivando hacia el marxismo, en una trayectoria política que no deja de ser singular. Sobre la trayectoria montonera, Pablo Giussani dirá: «A los Montoneros les tocó vivir una realmente dramática contradicción entre la mayor oportunidad jamás concedida a un grupo de izquierda en la Argentina para la construcción de un gran movimiento político y la cotidiana urgencia infantil por inmolar esa posibilidad al deleite de ofrecer un testimonio tremebundo de sí mismos»221. Su estrategia guerrillera fue la de la guerra popular, la que debía ser total, nacional y prolongada. «Total porque supone la destrucción del Estado capitalista y de su Ejército como previos a la toma del poder por el pueblo. Nacional porque su sentido es el de la emancipación del dominio extranjero a la par que la reivindicación del pueblo argentino, y prolongada porque hay que formar el Ejército Popular, lo que implica tiempo para desarrollarlo». Los Montoneros conforman una expresión guerrillera urbana sui generis. No buscan el poder directamente –al menos en los primeros años–, sino que son el brazo armado del peronismo, de un peronismo concebido por ellos como portador de un 220 221
Andrés Benavente y Jorge Jaraquemada, op. cit., p. 92. Pablo Giussani, Montoneros: la soberbia armada, Buenos Aires, Editorial Sudamericana-Planeta, 1986, p. 40. 118
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programa revolucionario. Lo hacen con Perón como líder hasta 1973, y como rescatadores del peronismo aun en contra del propio general luego del viraje político de este cuando vuelve al gobierno. Un autor dirá que como grupo guerrillero relegan «su papel de vanguardia político-militar, ubicándose como formación especial, como brazo armado de una táctica y una estrategia no propia»222. Para ellos, la «contradicción política principal del país estaba dada por la antinomia peronismo-antiperonismo, donde el peronismo existía como polo supuestamente revolucionario»223. Otro grupo es el Frente Revolucionario Peronista, que emerge en el norte del país, como expresión de guerrilla rural. Su primera meta primera era el retorno de Perón al poder, pero concebido en términos rupturistas: «El retorno del líder de la envergadura del general Perón, jamás puede estar supeditado a los juegos y manejos de la Dictadura o de la burguesía, ya que su pensamiento y definiciones populares y antiimperialistas, condensadas en las consignas de justicia social, independencia económica y soberanía política son una realidad en contra de los intereses antinacionales y antipopulares que representan el régimen militar y la burguesía»224. Es un grupo que no tendrá mayor gravitación en los años setenta. El último grupo de este tipo, son las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), que fueron los que más enfatizaron la confrontación ideológica con el comunismo argentino. No olvidaban que el comunismo estuvo contra Perón en 1945, en su primera elección presidencial, así como en su reelección en 1951 y festejó su caída en 1955. Recordaban: «En 1955 fue la intelectualidad revolucionaria la que salió a las calles alborozada a festejar la caída de Perón, mientras que la clase obrera se quedaba con los puños cerrados y eso el pueblo no lo olvida»225.
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Norberto Ceresole, Nación y revolución. Argentina: los años setenta, Buenos Aires, Editorial Puntosur, 1988, p. 148. Ibid. Entrevista a dirigente del Frente Revolucionario Peronista. Punto Final, Santiago, septiembre de 1971. Andrés Benavente y Jorge Jaraquemada, op. cit., p. 94. 119
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A juicio de las Fuerzas Armadas Peronistas, no era la hora de jugarse por una confrontación abierta en la sociedad toda, sino que, previamente, producir el enfrentamiento al interior del movimiento peronista, para colocarlo al servicio de lo que ellos llamaban el «ideal de la patria socialista», que sucederá a la «patria peronista». Este grupo terminará fusionándose con los Montoneros. Lo distintivo de la experiencia guerrillera argentina es sin duda la presencia de grupos peronistas en ella. No son fruto de una influencia inmediata de la Revolución Cubana. Sin embargo, terminan convergiendo con la posición marxista clásica y reconociendo en Cuba un paradigma de insurrección triunfante. Lo central en la guerrilla peronista es la proscripción que afecta al movimiento y a su líder por más de una década y la condición de que pese a ello, el peronismo fue siempre una fuerza política gravitante en Argentina. Al margen del peronismo, estaba el Ejército Revolucionario del Pueblo, cuyo dirigente máximo es Mario Santucho Juárez. Hace su aparición en julio de 1970, creado por el Partido Revolucionario de los Trabajadores, pasando a ser la organización armada que combina sus actividades con las del partido que la creó. La idea central a partir de la cual desarrolla su estrategia es la de la guerra popular prolongada, donde no tiene cabida el foquismo militarista, sino por el contrario, basa su acción en la asunción por parte de las masas del concepto de enfrentamiento armado con el enemigo que es la burguesía. A su turno, el Partido Revolucionario de los Trabajadores había sido creado en 1964 y se había dedicado a una lucha ideológica dentro de la izquierda argentina. Está aliado a la IV Internacional, es decir, al trotskismo. Con todo, su relación con el trotskismo es muy flexible. El congreso partidario de 1970, en el que se crea el Ejército Revolucionario del Pueblo se ratifica la adhesión a la mencionada Internacional, pero ello no debe obstruir, sino por el contrario, facilitar una estrecha relación con las corrientes revolucionarias no trotskistas de todo el mundo, «especialmente con las organizaciones combatientes de América 120
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Latina, a cuyo lado, y sobre la base de un importante desarrollo de nuestra guerra, podremos lograr ser escuchados por los partidos comunistas de los estados obreros revolucionarios». En lo ideológico, Santucho define así al Ejército Revolucionario del Pueblo: es una organización armada, creada y dirigida por el Partido Revolucionario de los Trabajadores, un partido obrero, de ideología marxista-leninista. Su programa es un programa amplio, cuyos puntos centrales son la independencia nacional frente a la dominación del imperialismo yanqui y otra serie de reivindicaciones de carácter democrático, como ser las libertades y al mismo tiempo reivindicaciones más profundas que apuntan a la transformación económica y social de la sociedad y a la eliminación del capitalismo como sistema injusto. La relación entre lo militar y lo ideológico es compleja, pero que en última instancia se dirime en favor de lo ideológico. En efecto, al Ejército Revolucionario del Pueblo pueden ingresar todos los que estén dispuestos a tomar las armas, en base a un programa amplio, y cuyo objetivo central es terminar con la dictadura militar, comprendiendo que el camino para lograrlo es la lucha armada, con el término de dictadura militar se refieren a los gobiernos de los generales Levingston y Lanusse. Pero estos combatientes precisan de una dirección política, «la que es entregada a un partido marxista-leninista que utilizando la ciencia revolucionaria del proletariado, pueda resolver todos los difíciles problemas que se plantean en el curso de una guerra revolucionaria. Es decir, en la conducción del proceso insurreccional ya no hay tal amplitud programática, sino que una directriz ideológica muy definida, la que por cierto no se agota con el fin de los gobiernos militares»226. En cuanto a la implementación de la insurrección, ellos postulan una guerrilla urbana, dentro de la cual realizan asaltos a bancos y hostigamiento a fuerzas policiales y militares, para después incorporar a las fuerzas que puedan reclutar en el campo. Están conscientes de la existencia de otras organizaciones guerrilleras, por lo que plantean a mediano plazo la formación de una vanguardia única, que encabece el ejército revolucionario. 226
Andrés Benavente y Jorge Jaraquemada, op. cit., p. 91. 121
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El rasgo distintivo que tiene Argentina en comparación con la mayoría de los países de América Latina es la base obrera que tiene la militancia revolucionaria y los diversos grupos guerrilleros.
2.5 Diferencia del foquismo con la guerra popular maoísta La influencia guevarista en estos años no encontró un fuerte rival en las posturas maoístas que sostenían algunos grupos antisistémicos en América Latina. Entre estos últimos solo destacan el Partido Comunista de Brasil y el Partido Comunista de Colombia-Ejército Popular de Liberación. En Perú surgía, al mismo tiempo, una facción del Partido Comunista Peruano maoísta, encabezada por Saturnino Paredes y Abimael Guzmán. El PC de Brasil entre 1968 y 1971 se negó a comprometer en la lucha armada desencadenada por las organizaciones castristas, a las que acusó de aventurerismo. Levantó su propia experiencia guerrillera en la Amazonia, la cual fue diezmada por el Ejército brasileño. Por su parte, el PC-EPL de Colombia surgió de una escisión del partido prosoviético en 1963, recibiendo considerable influencia del guevarismo. Es también uno de los pocos grupos maoístas que emprendieron desde los años sesenta la lucha armada mediante la creación de un núcleo guerrillero que un primer momento fue muy importante. Aún es necesario señalar que las fracciones o grupos pro-chinos no toman partido por los focos guerrilleros allí donde surgieren. Por ejemplo, en el Perú, en el momento en que Luis de la Puente y Guillermo Lobatón lanzaron el llamado al combate, y se abrieron ‘frentes’ en varios lugares del país, Bandera Roja, el órgano del PC peruano pro-chino, no dijo palabra sobre esta iniciativa227.
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Luis Mercier, Las guerrillas en América Latina, Buenos Aires, Ediciones Paidós, 1969, p. 71. 122
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A diferencia de la insurrección clásica bolchevique que en dos años logró ampliar una exitosa insurrección urbana hacia el campo, los comunistas chinos se vieron forzados a comenzar de nuevo en las remotas provincias rurales del noreste, y a iniciar una guerra popular prolongada contra fuerzas superiores. Tal como señala el investigador de Sendero Luminoso, Simón Strong, el maoísmo comprendió esencialmente un desarrollo del pensamiento comunista y su aplicación a las realidades de China tal como Mao las veía, incorporando a Sun Tzú, sabio chino del siglo V A.C., cuyos ensayos sobre el arte de la guerra son considerados como los mejores jamás escritos. Mao Zedong era muy consciente de sus diferencias con el leninismo, y en la atrasada China escribió: «La tarea fundamental del Partido Comunista no es dedicar un largo período a la lucha legal antes de desencadenar una insurrección o una guerra civil. Su tarea no es ocupar primero las grandes ciudades y en seguida el campo, sino tomar el camino opuesto»228. Sin embargo, esta estrategia de cercamiento partía de un supuesto leninista esencial: las masas (en particular los campesinos tácticamente móviles) ya estaban despiertos. En muchas partes del país –decía Mao– ya estaban organizados, pero incluso las que no lo estaban, podían incorporarse rápidamente a la causa revolucionaria en el curso de la guerra civil. En su ensayo titulado Del conflicto prolongado, Mao Zedong dividió la guerra revolucionaria en tres fases. La primera implica la ofensiva estratégica de las fuerzas en el poder y la defensiva estratégica de los insurgentes y en ella ocupa un segundo lugar la táctica de guerra de guerrillas, después de la guerra móvil convencional. La segunda fase cubrirá el período de la consolidación estratégica del enemigo y la preparación para la contraofensiva. «Es la más larga de todas y aquella durante la cual se eleva a una posición predominante la guerra de guerrillas. Después de este período de equilibrio, empieza la tercera fase, en la que los insurgentes montan una contraofensiva y obligan al enemigo a 228
Richard Rubinstein, Los alquimistas de la revolución, Barcelona, Editorial Granica, 1988, p. 257. 123
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hacer una retirada estratégica. La guerra de guerrillas asume otra vez un papel secundario y adquiere importancia la de métodos convencionales»229. El Ejército de Liberación Popular chino no fue nunca una banda de guerrilleros aventureros, sino una fuerza disciplinada integrada tanto por unidades regulares como por guerrilleros que actuaban bajo el control civil. Su tarea consistía en defender los territorios liberados, hostigar a un enemigo momentáneamente superior y por último, derrotar a ese enemigo en una guerra convencional. El pensamiento maoísta tuvo un fuerte dominio sobre algunos intelectuales revolucionarios latinoamericanos, principalmente peruanos, luego de la victoria tras 22 años de guerra sobre el gobierno del Kuomitang en 1949. Pero incluso algunos jóvenes que luego serían destacados dirigentes revolucionarios, como Miguel Enríquez, también visitaron China para aprender de esa experiencia. Muchos autores señalan que Perú fue quizá el lugar más influenciado por este pensamiento, además de Mozambique, Angola y Nepal. Esta influencia en el caso peruano se vio reflejada al desarrollarse entre los partidos comunistas las mismas tensiones que se vivían entre la Unión Soviética y China, «cuyas relaciones fueron tirantes desde el inicio, por el énfasis que colocaba Mao en la base campesina de la revolución y el modelo económico rural, lo cual para los estalinistas soviéticos era una desviación ’populista’ pequeño burguesa»230. Pero la influencia de Mao y Guevara es tan grande en el Perú que solo se puede comparar con la ejercida por el fundador del Partido Comunista Peruano, José Carlos Mariátegui, quien es reinterpretado y tomado como guía por la mayoría de los grupos de izquierda peruanos, insurreccionales o participantes del juego democrático.
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(SBOU8BSEMBX Terrorismo político, Madrid, Colección Ediciones Ejército, 1986, p. 101. 230 Simón Strong, Sendero Luminoso, Lima, Perú Reporting, 1992, p. 87. 124
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Y en este cúmulo de influencias por las que atravesaron los grupos de la primera oleada guerrillera es necesario apuntar a la ejercida por sectores cristianos, que motivados por el triunfo de la Revolución Cubana, también se involucran directamente con las tesis guevaristas. Y cuyo simbolismo marcará por muchos años la política en América Latina.
2.6 El ejemplo de un cristiano en la guerrilla Donde cayó Camilo nació una cruz pero no de madera sino de luz...231 Daniel Viglietti
Camilo Torres Restrepo es el precursor de lo que posteriormente se conocería como el movimiento de cristianos por el socialismo o la Teología de la Liberación, que tuvo años después su punto máximo con la designación de dos sacerdotes en los ministerios de Cultura y Educación luego del triunfo sandinista en Nicaragua, en 1979. Camilo Torres representa la convergencia de los sectores religiosos radicalizados y la lucha guerrillera. El sacerdote no fue un político ortodoxo, ni un líder de masas; solo un sociólogo y sacerdote rebelde que a través de su heroica muerte, el 15 de febrero de 1966, pasaría a preceder al Che Guevara en el martirologio de los revolucionarios latinoamericanos, en momentos en que la izquierda insurreccional no necesitaba mártires sino combatientes. Como señalamos anteriormente, la polarización y la fiebre ideológica que cruzaba a todo el sistema político latinoamericano no fue ajeno a la Iglesia, que comenzó a tomar posturas en esta contienda. En este marco, más la influencia de la Revolución Cubana en los grupos insurreccionales, los sacerdotes dejaron de 231
Canción «Cruz de luz». 125
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interesarse únicamente por el hombre individual y empezaron a pensar en la transformación de las estructuras societales. Algunos de estos sacerdotes asumieron las premisas del marxismo y roles radicales. La revolución para ellos es lo más fundamental de su fe, evangelizar es concientizar a los pobres para derribar las estructuras que los oprimen, hacer el reino de Dios en la tierra. Solo siguiendo sus premisas se es buen cristiano, oponiéndose únicamente se actúa al servicio de los intereses de las clases altas, no siguiendo de este modo las enseñanzas de Cristo. Como afirma Camilo Torres, «debemos quitarle el poder a las minorías privilegiadas para entregárselo a la mayoría pobre. Esto es revolución si se hace como debe. La revolución puede ser pacífica si las minorías no ofrecen una resistencia violenta. La revolución es la vía para obtener que un gobierno entregue alimento al hambriento, ropa al desnudo, educación al ignorante, que realiza obras de caridad, que ama a su prójimo, no sólo por casualidad y al azar, en beneficio de unos pocos, sino en beneficio de la mayoría de nuestros semejantes. Es por esto que la revolución no sólo les está permitido a los cristianos, sino que es obligatoria para aquellos que ven en ella el único camino eficaz y de gran envergadura de realizar obras de caridad para todos»232. Camilo Torres pertenece a este clero. Su oposición al pacto conasociativo que firman liberales y conservadores, lo lleva a participar en la fundación del Frente Unido, cuyo análisis de la realidad colombiana apunta a la existencia de una minoría económica que realiza las grandes decisiones políticas, no existiendo una fuerza social capaz de oponérsele, por lo cual es necesario crearla. Durante 1965, el Frente Unido se extiende por Colombia, publicando un periódico y participando en numerosas asambleas. Además, toma contacto en ese período con Fabio Vásquez y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), con la idea de constituir la organización urbana, ya que luego de seis meses de acciones guerrilleras no provocaban ningún impacto en las ciudades. Decide ingresar a la guerrilla, incorporándose al ELN. 232
Richard Gott, op. cit., p. 277. 126
El tres letras
Como señala Richard Gott, en su libro Las guerrillas en América Latina, el Ejército de Liberación Nacional era el único movimiento guerrillero castrista en América Latina que consideraba seriamente la necesidad de formar un movimiento urbano de masas que reuniría a varios sectores políticos diferentes, como lo había hecho el Movimiento 26 de Julio en Cuba. La presencia de Camilo Torres en la guerrilla colombiana no fue un aporte militar, sino un aporte simbólico: la incorporación de un cura en la guerrilla, que dejaba de lado la Biblia y tomaba el fusil, dejando la sotana por el traje verde oliva. También en la Iglesia Católica repercutieron las luchas de este período, y fueron numerosos los sacerdotes que se implicaron directamente. «Esto se reflejó en la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano, celebrado en Medellín en 1968, en que una de sus resoluciones decía: ‘La mayoría de los líderes católicos se inclinan cada vez más a considerar la función básica de la Iglesia en el sentido de tener que orientar los valores de la nueva sociedad, o mejor, de liderar el proceso de cambio social y político’. El movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo surgido en Argentina en los años 60 y la Acción Sindical de inspiración cristiana en Uruguay, de igual época, los curas obreros, las comunidades cristianas de base, son ejemplos de implicación en los movimientos sociales»233. Algunos de los sacerdotes más destacados que se incorporaron a los grupos insurreccionales fueron el sacerdote español Manuel Pérez, jefe por muchos años del Ejército de Liberación Nacional en Colombia, y el vocero público del MIR chileno en los momentos más duro de la represión en Chile, el excapellán del Palacio de la Moneda Rafael Maroto. En una charla, el 6 de junio de 1984, en la Universidad Técnica Federico Santa María en Valparaíso, el cura Maroto afirmó: «No podemos señalar la violencia como un mal para defendernos contra la fuerza de la violencia que se está ejerciendo contra el pueblo. Deseamos, sí, que no sea necesario recurrir a esa acción extrema, si usted quiere. No rendimos culto a la 233
Daniel Pereyra, op. cit., p. 22. 127
Sergio Salinas Cañas
violencia. Queremos ir por los caminos de la paz, queremos los caminos más auténticamente democráticos, queremos por la gran acumulación de fuerzas alcanzar eso. Pero si se cierran todas las puertas, si no hay otra posibilidad, si no se ejerce más que una violencia titánica contra el pueblo, compañero, el mismo pueblo será el que tendrá que decidir, pero no podemos en forma total y absoluta rechazar la posibilidad del camino de la violencia»234.
2.7 El mesianismo en el imaginario en las oleadas guerrilleras En el fondo somos gente muy conservadora: hablamos de la revolución y nos enorgullece de inmediato considerar que moriremos con toda seguridad235. Roque Dalton
El aspecto subjetivo del triunfo de la Revolución Cubana, principalmente del guevarismo presente en ella, no solo influenció con su metodología: el foco guerrillero, sino que principalmente por su efecto alucinógeno en el imaginario de la izquierda revolucionaria latinoamericana. Pese al sacrificio –la mayoría de los guerrilleros muertos luego del desembarco del Granma–, los sobrevivientes podían hacer la revolución. Si bien, el «hombre nuevo» de cierta manera asemeja a los primeros santos cristianos, buscando evangelizar y redimir a los pobres de sus dolores, conllevaba esta acción: el sacrificio y la propia muerte. En la hora de su muerte (Che Guevara) nos dio un ejemplo a los que ya habíamos iniciado la lucha, incentivó a los que todavía no se habían decidido. Aún sirve hoy de ejemplo y estímulo a jóvenes que ni siquiera habían nacido cuando el Che Guevara fue asesinado... Y de pronto, desde los más postergados de Latinoamérica, un grupo 234
235
Jorge Narváez, Maroto: testimonio de un cura revolucionario, Santiago, Terranova Editores, 1986, p. 2106 (parte en la página 1973). Poema titulado «Taberna». 128
El tres letras
de hombres de la más disímil extracción nos decía que la Revolución era algo que teníamos que hacer nosotros mismos. De repente la tercera persona en que habíamos hablado siempre de estas cosas se transformaba en primera. Y quedamos ahí, anonadados ante una responsabilidad histórica que nos abrumaba236.
Como señala el antropólogo e historiador peruano Ricardo Melgar: «La violencia política en su desarrollo, y aquí mirada desde el ámbito guerrillero, despliega su propia simbólica dentro de sus procesos rituales (iniciación, combate, muerte) y, a veces, ésta los trasciende. La construcción cultural de las virtudes violentistas en las guerrillas latinoamericanas, exaltan un patrón de simbolización fuertemente masculinizado, que juega con la equivalencia entre lo viril y lo heroico, combatir como ofrendar o perder la vida es cosa de machos, independientemente de que hayan o no guerrilleras ejemplares o heroicas»237. Para Melgar, experto en estudios de movimientos sociales, en las guerrillas guevaristas los referentes femeninos tienen que ver con el reposo del guerrero, la muerte incluida. Una conocida canción nos recuerda dos de sus sentidos fuertes con aquello de «a parir madres latinas, a parir más guerrilleros». Si bien, en el imaginario guerrillero, la muerte heroica entendida como objeto de deseo, parece tener una olvidada y densa carga simbólica, no hay que olvidar que la simbolización y ceremonia de la muerte estaba ya presente desde hace muchos años en las acciones de las oligarquías nacionales de cada país y en sus modelos excluyentes de desarrollo. De esta forma, la muerte del mítico guerrillero Ernesto Guevara, impulsor de la teoría del foco guerrillero, produce esta imbricación de estos dos ámbitos simbólicos: violencia y sacrificio. A este respecto, Elena Águila, en un trabajo sobre «la muerte en el imaginario de la izquierda latinoamericana», interpreta a Omar Cabezas, comandante del Frente Sandinista para la Liberación Nacional y autor de La montaña es algo más que 236 237
Raúl Sendic, op. cit. Ricardo Melgar, op. cit. 129
Sergio Salinas Cañas
una inmensa estepa verde (1982). Para Águila, Cabezas muy claramente muestra al Che como su modelo ético: Omar Cabezas dice: hay que ser como el Che. ¿Qué significa ser como el Che? A estas alturas resulta más que evidente, a mi juicio, que la figura (mítica) que está detrás de la elaboración del mito del Che es la de Cristo. En estas primeras páginas del testimonio de Omar Cabezas la ecuación queda establecida: ser hombre (‘nuevo’, podríamos agregar) = darlo todo por los demás (Cristo) = ser como el Che. Cabezas la completará agregando que ‘en Nicaragua para ser como el Che hay que ser sandinista’. En el centro del ideario sandinista estará entonces el valor del auto-sacrificio (darlo todo por la felicidad de los demás, la vida incluida)238.
Según Elena Águila, Omar Cabezas en otras partes de su testimonio vuelve sobre esta idea, insistiendo en la raíz cristiana de su perspectiva. Al describir el proceso de transformación que experimentan los guerrilleros en la mítica «montaña», señala: «Porque nosotros, como dicen los cristianos, nos negamos a nosotros mismos ahí». Esta «negación de sí» será una de las condiciones necesarias para alcanzar el ideal ético, esto es, transformarse en «hombres nuevos». Y este «hombre nuevo», insistirá Cabezas, es aquel que «se sacrifica por los demás, un hombre que da todo por los demás, un hombre que sufre cuando sufren los demás»239. En este sentido es posible entender las declaraciones del guerrillero campesino peruano Hugo Blanco, quien –bajo la posibilidad que se le aplicara la pena de muerte– escribió: Ser revolucionario es amar al mundo, amar la vida, ser feliz, por eso no huye de la vida, sabe que es su obligación vivir para luchar y le gusta vivir. ¡Pero tampoco huye de MB NVFSUF 1PSRVF UBNCJÊO NVSJFOEP TF DPNCBUF QPS238
239
Elena Águila, «La muerte en el imaginario simbólico de la izquierda latinoaNFSJDBOBv IUUQXXXDIJMFIPZEFPQJOJPO@FOTBZP@MBNVFSUF IUN DPOTVMUBEPFMEFEJDJFNCSFEF Ibid. 130
El tres letras
que también muriendo se transforma al mundo. ¡Porque UBNCJÊONVSJFOEPTFBNBMBWJEB1PSRVFUBNCJÊONVriendo se vive. Por eso también le gusta morir. Y para el revolucionario peruano no es desgracia morir. No puede ser desgracia que mi sangre vaya a ese río combatiente y rojo por donde está corriendo y luchando la sangre de Lucho Zapata, de La Puente, de Lobatón, de Heraud, de Vallejo, de Velando. No es desgracia dar un abrazo, ¡Tierra P.VFSUFB3FNJHJP)VBNÃOFOMBTBOHSF1BESF MBEF Túpac Amaru el eterno240.
Como señala Ricardo Melgar, esta representación simbólica de la muerte que ofrece Hugo Blanco no se agota en la retórica de separar el martirologio guerrillero más allá de sus filiaciones orgánicas o espontáneas, del más amplio inserto en la cultura política de la izquierda peruana o latinoamericana. «La visión de Blanco revela también una clave etnocultural alusiva a Túpac Amaru, ese personaje que años más tarde daría nombre a la más famosa guerrilla urbana de América Latina en la lejana Montevideo de los años setenta, así como a la última guerrilla peruana de los ochenta»241. Coincidente con estos puntos, Elena Águila afirma en su artículo que la negación de sí, el autosacrificio, preparan el terreno para la aceptación o incluso el deseo de la propia muerte, como expresión de máxima entrega: Enfrentado a la muerte del que fuera su mentor en la montaña, Tello, Omar Cabezas afirma: ‘amanecí (...) con ganas de combatir, con ganas de probarme yo mismo contra el enemigo y probarnos todos y con ganas de morirnos y que sirviera nuestra muerte de afrenta al enemigo. Es decir, amanecí con ganas de vivir para morirme y con ganas de morir para vivir’. Según esta ideología de la muerte, entonces, el sentido de la vida, y la vida misma, está en la muerte (no puedo dejar de ver resonancias cristianas en esto de ‘morir para vivir’)242. 240 241 242
Ricardo Melgar, op. cit. Ibid. Elena Águila, op. cit. 131
Sergio Salinas Cañas
Citando a Sergio Ramírez, novelista y vicepresidente de Nicaragua en 1984, Elena Águila afirma finalmente que la «ética del auto-sacrificio» postula un ideal de vida que es en realidad un «ideal de muerte, si se me permite la expresión. ‘Ser como el Che’ significa, en última (o, más bien, en primera) instancia, ‘morir como el Che’. La propuesta de ‘vivir como los santos’ es un llamado a ‘morir como los santos’. El ‘nuevo santoral’, explica Ramírez, está encabezado por Sandino y el Che. Imitar sus vidas implica imitar sus muertes»243. Un texto de un guerrillero colombiano refleja este casi culto a la muerte que se vivió en las guerrillas latinoamericanas: «Reíamos, bailábamos, soñábamos y nos acostábamos con ella. Cada día, cada minuto y cada segundo que vivíamos intensamente era un instante que le hurtábamos a la muerte. No hacíamos juramentos de amor, no prometíamos estrellas azules, pero estábamos dispuestos a darlo todo, porque la vida no nos pertenecía y en cualquier momento llegaría la bala asesina. Empezamos entonces a rendirle un culto religioso a Thanatos. Nuestros sueños, nuestras palabras, nuestros silencios, nuestros versos y hasta nuestras consignas estaban impregnadas de un hálito de muerte: los muertos no se lloran, solíamos gritar en las marchas, se levantan sus banderas y la lucha continúa... Sin embargo, en secreto llorábamos sus ausencias y lamentábamos la oscura desgracia de estar sin ellos»244. Finalmente, cabe señalar que pese a que el foco guerrillero como metodología fracasó objetivamente con la muerte de su promotor más heroico, el aspecto subjetivo de su ejemplo quedó por muchos años más presente en el imaginario de la izquierda latinoamericana.
243
244
Sergio Ramírez, Adiós muchachos: una memoria de la revolución sandinista, Madrid, Editorial Aguilar, 1999. Miguel Ángel Beltrán, «Carta a mis padres», Cárcel Nacional Modelo, 1BCFMMÓOEF"MUB4FHVSJEBE OPWJFNCSFEFIUUQXXXOPEPPSH QMBUBGPSNBCPMJWBSJBOB0QJOJPODBSUBBNJTQBESFTIUN DPOTVMUBEP FM 10 de junio de 2011). 132
El tres letras
Como señala José Saramago: «Algunos dirían que la vida cambió, que Che Guevara, al perder su guerra, nos hizo perder la nuestra, y por tanto era inútil echarse a llorar, como un niño a quien se le ha derramado la leche. Otros confesarían que se dejaron envolver por una moda del tiempo, la misma que hizo crecer barbas y alargar las melenas, como si la revolución fuera una cuestión de peluqueros. Los más honestos reconocerían que el corazón les duele, que sienten en el movimiento perpetuo de un remordimiento, como si su verdadera vida hubiese suspendido el curso y ahora les preguntase, obsesivamente, adónde piensan ir sin ideales ni esperanza, sin una idea de futuro que dé algún sentido al presente. Che Guevara, si tal se puede decir, ya existía antes de haber nacido, Che Guevara, si tal se puede afirmar, continúa existiendo después de haber muerto. Porque Che Guevara es sólo el otro nombre de lo que hay de más justo y digno en el espíritu humano. Lo que tantas veces vive adormecido dentro de nosotros. Lo que debemos despertar para conocer y conocemos, para agregar el paso humilde de cada uno al camino de todos»245. En medio de la efervescencia post Revolución Cubana, el crear «un, dos, mil Vietnam en América Latina» indujo a numerosos grupos juveniles y también a viejos militantes de la izquierda reformista a caer en la tentación de repetir mecánicamente las formas de desarrollo de la Revolución Cubana, sin tomar en cuenta el contexto histórico-político de la Cuba batistiana, lo que condujo inevitablemente al fracaso más rotundo. Este fracaso dio lugar al desarrollo de una línea de elaboración en los grupos insurreccionales que apuntaba a completar la estrategia de lucha armada con el trabajo político en el seno de las masas, en el que la influencia de la experiencia de Vietnam fue fundamental. Los golpes sufridos por los partidarios del foco fueron fuertes, sobre todo la muerte del Che Guevara en Bolivia en 1967, pero la opción de la vía armada era la única que existía para los llamados revolucionarios, constituyendo 245
José Saramago, «Breve meditación sobre un retrato del Che GuevaSBv EF PDUVCSF EF IUUQXXXSFCFMJPOPSHIFNFSPUFDB PQJOJPOTBSBNBHPIUN DPOTVMUBEPFMEFTFQUJFNCSFEF 133
un verdadero dogma, ya que la vía pacífica era asumida como de los «reformistas» en medio de este clima de fiebre ideológica y polarización que se vivía. Poco a poco, sin embargo, las simplificaciones iniciales fueron siendo superadas y se pudo asistir a la evolución de algunas organizaciones y al surgimiento de otras nuevas que realizaron interesantes experiencias y lograron alcanzar diversos grados de madurez e inserción política. La historia del Frente Sandinista de Liberación Nacional, y en general de la guerrilla centroamericana es ilustrativo a este respecto246.
A partir de 1968, al mismo tiempo que el Frente Sandinista de Liberación Nacional trasladaba el eje de su actividad a las ciudades, son los movimientos de guerrilla urbana del Cono Sur los que pasaban al primer plano de la atención política continental. En esta segunda generación de organizaciones sobresalen el PRTERP (Roberto Santucho) en Argentina; el MLN-Tupamaros (Raúl Sendic) en Uruguay; y el MIR (Miguel Enríquez) en Chile. El debate que se vivió al interior de estos nuevos grupos insurreccionales estuvo dado por dos estrategias distintas para lograr la revolución y el cambio político en América Latina: el foco y el pueblo en armas. Los énfasis puestos en una u otra estrategia variaron de acuerdo a las condiciones de cada país, siendo el conjunto de estas experiencias denominadas las guerrillas urbanas247.
246 247
Julio Santucho, op. cit., p. 107. «Muchos militantes de los grupos guerrilleros del 65 se incorporaron a la vida política democrática, otros crearon facciones que se mantuvieron latentes esperando un nuevo brote guerrillero, como ocurrió con el MIR Revolucionario, que participó en la fundación del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Pero no fue sólo el análisis de los errores cometidos el que los llevó a variar sus lineamientos estratégico-tácticos, sino que la experiencia de los grupos guerrilleros urbanos de los 70 y el aporte de la triunfante Revolución Sandinista se convirtieron en la luz que iluminó su accionar». Sergio Salinas, «Las guerrillas en el Perú 1965-1980», Buenos Aires, Colectivo de Cultura 1PQVMBS&M0SUJCB IUUQXXXFMPSUJCBPSHHVFQFIUNM-BT@HVFSSJMMBT@FO@FM@1FS$#"@@EPT@FYQFSJFODJBT@EJTUJOUBT@EB@ 1BSUF@ DPOTVMUBEPFMEFPDUVCSFEF
Dos aspectos del Frente de Trabajadores Revolucionarios (FTR). 135
Arriba: Marcha de los Consejos Comunales de Trabajadores en Santiago. Abajo: La recepción de El Rebelde entre el campesinado (Fotografía de Raymond Depardon).
136
Capítulo 3
El contexto chileno
Herminda de la Victoria nació en el medio del barro creció como mariposa en un terreno tomado248. Víctor Jara
Por contextos nacionales se entenderá aquellos hitos históricos, sucesos y discursos políticos, además de fenómenos culturales, que se vivían en Chile y que se constituyeron en otra importante fuente inspiradora para el nacimiento del MIR. Reiteradamente estos hechos y este ambiente político-cultural se repiten en los discursos y proclamas del MIR, así como en los testimonios de los militantes, por su incidencia en su radicalización ideológica-política.
3.1 Chile: entre la polarización y los cambios Al analizar la historia política de nuestro país de los últimos 50 años destaca el período que va entre 1964 y 1973, producto 248
Del disco de 1972, La población, la canción «Herminda de la Victoria». 137
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de que es el momento en que se producen cruciales definiciones y tensiones políticas que dejaron marcas imborrables en nuestra historia. En este lapso hay tres hechos políticos que destacan sobre los otros: la elección de Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende Gossens como presidentes de la República (septiembre de 1964 y septiembre de 1970) y el Golpe Militar del 11 de septiembre de 1973. Un análisis más acabado nos permite afirmar que en este período se produjo «una maduración y aceleración de diversos procesos cuyas raíces se extienden en el tiempo hasta alcanzar las postrimerías de la década del 40, y que serían susceptibles de remontarse todavía un par de décadas más atrás»249. Como vimos en el capítulo anterior, en el período de postguerra se produjo un fuerte proceso de modernización que pese a que enfrentó resistencias y no tuvo una magnitud uniforme, se expandió en todas las regiones del mundo. Como señaló Eric )PCTCBXOj&TUBTEJGFSFODJBTOPOPTTPSQSFOEFO-PRVFFSBZ sigue siendo mucho más interesante es que, grandes o pequeñas, las mismas transformaciones pueden detectarse por todo el mundo ‘en vías de modernización’. Algo que resulta evidente, sobre todo, en el campo de la cultura popular o, más concretamente, de la cultura juvenil»250. Este proceso alteró la vida cotidiana, la familia y el hogar; las relaciones entre las generaciones y entre los sexos. «Una transformación cultural que se había ido gestando casi imperceptiblemente y que, de pronto, se hace visible por todos los frentes a través de una serie desordenada y conflictiva de procesos globales y sectoriales, cuyas evidencias se van multiplicando y creciendo geométricamente tanto en su magnitud como en su intensidad durante los rebeldes y esperanzados años sesenta»251. 249
Ximena Goecke Saavedra, Juventud y política revolucionaria en Chile en los sesenta, Tesis Instituto de Historia de la Facultad de Historia, Geografía y Ciencia Política, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1997, $FOUSP EF &TUVEJPT .JHVFM &OSÎRVF[ IUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN UFTJT@UQUQQEG DPOTVMUBEPFMEFEJDJFNCSFEF 250 &SJD)PCTCBXN Historia del siglo XX, p. 325. 251 Ximena Goecke Saavedra, op. cit. 138
El tres letras
En el caso de Chile, a fines de la década de 1940 se produce un proceso de migración campo-ciudad, lo que cambia radicalmente las bases sobre las que se asienta la estructura nacional. Este proceso permite una alta concentración de sectores populares en los llamados cordones periféricos de las grandes ciudades, en las callampas, llamadas en otros países villas miseria (Argentina), cantegriles (Uruguay) y favelas (Brasil). «Chile hasta ese momento había sido una sociedad eminentemente rural, pero se transforma en una sociedad eminentemente urbana ahora con bolsones de pobreza. Entra un nuevo componente social: los pobladores»252. Otro hecho importante de esta década es la existencia de un numeroso y politizado movimiento obrero, producido por un amplio y sostenido desarrollo del proceso de industrialización. Este movimiento se localiza en torno a los centros económicos de las grandes ciudades. «En Chile, se produce –entonces– por el proceso migratorio una ampliación del proletariado, entendido como sector social protagónico de los procesos sociales»253. Por otra parte en política, desde fines de los años cuarenta y en la los cincuenta en el interior de la izquierda tradicional comienza un fuerte debate en torno a ser una efectiva alternativa para acceder al poder. En el caso de Chile, esto se da principalmente en el Partido Comunista (PC) y en el Partido Socialista (PS). Tres hechos contribuyen a la situación descrita: el fin de la estrategia de los Frentes Populares, producto de la persecución que inicia contra sus exsocios en el gobierno (PC) González Videla; la constitución en 1953 de la CUT (Clotario Blest) y la creación del Frente Unitario de Acción Popular (FRAP), en 1956. «La CUT plantea desde una perspectiva clasista independiente la conquista del poder por parte de las clases populares»254.
252
253 254
Igor Goicovic, «El contexto en que surge el MIR», trabajo publicado originalmente en la revista CEME, n° 6, 2000, Centro de Estudios Miguel Enríquez, QQIUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN DPOTVMUBEPFMEFEJDJFNCSFEF 2010). Ibid, p. 5. Ibid. 139
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Para la nueva izquierda revolucionaria, los grupos tradicionales no realizaron una readecuación de los lineamientos tácticos, por lo que el escenario político electoral sigue siendo el escenario priorizado por la izquierda tradicional. «Pero ya estas discusiones que se han comenzado a provocar al interior de las filas de la izquierda están generando y provocando la escisión de aquellos sectores política e intelectualmente más avanzados dentro del PS y dentro del PC255». En 1964, se produce la derrota electoral del FRAP a manos de Eduardo Frei Montalva, lo que provoca o detona la agudización de las contradicciones entre la izquierda tradicional y la nueva izquierda revolucionaria. Un nuevo conglomerado se organiza casi desde el mismo momento de la derrota y esta vez alcanzaría el triunfo electoral: la Unidad Popular.
3.2 Coyuntura económica y cambios socioculturales El inicio de la Primera Guerra Mundial coincide con los cambios en la estructura social y económica chilena que se proyectarían hasta finales del siglo XX. La guerra ejerce una poderosa influencia en el desarrollo de las actividades industriales internas, que deben sustituir forzadamente muchas importaciones que el país no podía obtener en el exterior. «La industria nacional venía emergiendo lentamente en las décadas anteriores, sin por ello desvirtuar el carácter de economía exportadora que predominaba en el país. Con el estímulo de la sustitución de importaciones forzada por la guerra se da un paso importante hacia una industrialización que después de la crisis del 30 había de convertirse en el eje central del proceso de desarrollo económico»256. La industrialización sustitutiva (IS), al igual que otras formas de industrialización, no consiste solo en un cambio de técnicas 255 256
Ibid. Óscar Muñoz (editor), «Perspectivas históricas de la economía chilena: del siglo XIX a la crisis del 30», Estudios Cieplan, n° 12, marzo, 1984, p. 7. 140
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de producción y en una mayor diversificación de productos, sino también en una profunda alteración de la división social del trabajo, de las estructuras y relaciones de clases y del orden político. Desde el punto de vista espacial, los efectos se dejan sentir en una profundización de la división del trabajo entre campo y ciudad, en la acentuación de las tendencias a la concentración urbana y en una creciente especialización regional del sistema nacional de ciudades en torno de un polo central de estructura diversificada. El efecto de la industrialización sustitutiva en la concentración urbana tiene aspectos cuantitativos y cualitativos que destacar. En el aspecto cuantitativo, acentúa las tendencias de concentración urbana producidas en el auge primario-exportador. Las políticas de promoción industrial estimulan la transferencia de capitales desde los sectores primarios a la industria, es decir, desde las regiones hacia las ciudades principales. «Como generalmente la industrialización sustitutiva tiene un efecto negativo sobre el sector agrícola, la emigración desde el campo hacia las ciudades industriales se acelera, ya sea por la atracción de las nuevas oportunidades abiertas en la ciudad industrial como por el estancamiento del campo»257. A lo que se sumó la migración de los obreros mineros del norte, «afectados por la crisis de los años 20-30»258. La literatura, en especial la llamada generación neocriollista de 1940 (Nicomedes Guzmán, Alberto Romero, Gonzalo Drago, Andrés Sabella y Volodia Teitelboim), es la que mejor retrata las consecuencias cualitativas de la industrialización sustitutiva; entre ellas, la injusticia social, la explotación, la vida miserable de los suburbios, la degradación moral en la pobreza y la corrupción en el poder.
257
258
Guillermo Geisse, Economía y política de la concentración urbana en Chile, El Colegio de México Pispal, México DF, 1983, p. 115. Guillermo Geisse y M. Valdivia, «Urbanización e industrialización en Chile», Revista EURE, vol. 5, n° 15, julio de 1978, Instituto de Estudios Urbanos Z5FSSJUPSJBMFT6OJWFSTJEBE$BUÓMJDBEF$IJMF QIUUQXXXFVSFDM OVNFSPVSCBOJ[BDJPOFJOEVTUSJBMJ[BDJPOFODIJMF EFTFQUJFNCSFEF 2012). 141
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La población fue instalándose en la periferia de la ciudad, en poblaciones que aparecían de un día para otro, y en conventillos que fomentaban las enfermedades y el mal vivir, lo que entre otros factores explica por qué Santiago presentaba los índices de mortalidad infantil más altos de América Latina. «Tancredo Pinochet Le Brun, en un estudio elaborado en 1917 después de recorrer diferentes lugares del país, afirmó que ‘todo Chile es un matadero infantil’, concluyendo que las deplorables condiciones de vida e higiene, el alcoholismo, la violencia y la precariedad de las habitaciones, eran responsables de las muertes de los niños»259. Como afirma el historiador Mario Garcés, el conventillo se convirtió en ese momento «en el último bastión para albergar a las clases populares con sus ingresos deprimidos, cuando los tenía, y su salud quebrantada por las epidemias, el juego, el alcoholismo y el hacinamiento. En este contexto era muy difícil hablar de futuro»260. Entre los libros destacados de esta literatura social, cabe mencionar a La sangre y la esperanza (1943), de Nicomedes Guzmán; a La viuda del conventillo (1930), de Alberto Romero; Cabo de Hornos (1941), de Francisco Coloane, entre otros261..
259
260
261
Sin autor, «Ser pobre en Chile de comienzos del siglo XX», Narrando Historias, Revista de Literatura e Historia Social, 20 de mayo de 2010: IUUQXXXOBSSBOEPIJTUPSJBCMPHTQPUDPNTFSQPCSFFODIJMF EFDPNJFO[PTEFMIUNM DPOTVMUBEPFMEFPDUVCSFEF Mario Garcés, Crisis social y motines populares en el 1900, Santiago, Lom Ediciones, 2003, p. 90. En La sangre y la esperanza el contexto de tal historia, en el cual se inserta la vida del protagonista, Enrique Quilodrán, es quizá lo más importante de la novela: la clase del proletariado en aquella época, la huelga de los ferroviarios de 1934 en el marco del gobierno de Arturo Alessandri Palma Z NÃTQBSUJDVMBSNFOUF MBWJEBFOMPTDPOWFOUJMMPTDBQJUBMJOPTIUUQXXX NFNPSJBDIJMFOBDMBSDIJWPTQEGT.$QEG DPOTVMUBEPFMEF abril de 2012). El comienzo de La viuda del conventillo refleja a cabalidad el resto del libro: «Pintor, albañil, gañán al día. Hizo de todo, y cuando el maletín de las profesiones se quedó vacío, el pobre hombre se arrimó al conventillo, despacito, y fumando, fumando, pensó una porción de cosas, la vista perEJEB FO FM DJFMP BMUP Z B[VMv IUUQXXXNFNPSJBDIJMFOBDMBSDIJWPT QEGT.$QEG DPOTVMUBEPFMEFBCSJMEF 142
El tres letras
Respecto a este último punto, el historiador Gabriel Salazar afirma que hacia 1930 los cesantes del salitre que habían sido albergados en Santiago tuvieron que salir escapando de sus albergues (se habían reventado las alcantarillas) «y se tomaron los primeros sitios eriazos que encontraron, tuvieron que levantar a pulso en ellos, acaso sin saber lo que hacían, los nuevos rancheríos del siglo XX: las ubicuas poblaciones callampas»262. De esta manera, las «poblaciones callampas» se suman a los «conventillos». Una de las razones principales del estancamiento del campo entre 1930 y 1960 fue la persistencia de relaciones de producción atrasadas. Lo que se manifestaba principalmente en la estructura monopólica de la propiedad de la tierra y, cuestión complementaria, en la supervivencia de la pequeña propiedad de subsistencia o de producción simple de mercancías. Los datos mostraban que 85% de las explotaciones agrícolas tenían superficies inferiores a las 50 hectáreas. Salvo casos excepcionales, la gran mayoría corresponde a pequeños productores que no ocupaban fuerza de trabajo asalariado y, probablemente, en gran parte correspondían a producción de subsistencia. En cambio entre 1930 y 1960, el latifundio (de 201 a más de 5.000 ha) correspondía a menos de 6% de los productores y controlaba 87% de la superficie agrícola de Chile. «El monopolio de la propiedad agraria provoca, como se sabe, un derroche de recursos productivos y se constituye en un freno para la acumulación de capital en la medida en que no obliga a utilizar a fondo la tierra y a capitalizar al máximo el excedente, toda vez que el latifundio no se encuentra sujeto a la competencia»263. Dentro de los aspectos cualitativos, el historiador Igor Goicovic afirma que el proceso de migración campo-ciudad permitió desde los años cuarenta una alta concentración de sectores populares en lo que van a ser denominados posteriormente los cordones periféricos de las grandes ciudades, lo que en el len262
263
Gabriel Salazar, Movimientos sociales en Chile. Trayectoria histórica y proyección política, Santiago, Uqbar Editores, septiembre de 2012, p. 175. Ibid, p. 166. 143
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guaje de la época se denominó las poblaciones callampas. «Chile hasta ese momento había sido una sociedad eminentemente rural, pero desde la época del cuarenta en adelante comienza a transformarse rápidamente en una sociedad eminentemente urbana, en la cual los bolsones de pobreza que se comienzan a construir en los intersticios de las grandes ciudades, particularmente Valparaíso-Viña del Mar, Concepción-Talcahuano y todo lo que es la zona sur de Santiago, va a hacer irrumpir en el escenario urbano un nuevo componente social, un nuevo actor social, los pobladores»264. Por otro lado, vamos a estar en presencia durante este mismo período de un amplio y sostenido desarrollo del proceso de industrialización que permite que se articule en torno a los centros económicos de estas grandes ciudades un más numeroso y cada vez más politizado movimiento obrero. «El proceso migratorio va a producir la ampliación en ese sentido del proletariado como sector social protagónico al interior de los procesos sociales en Chile»265. Para Gabriel Salazar, la «toma», que implicaba una violencia ejercida por los llamados «callamperos», consistía en legalizar, a la larga, dos objetivos estratégicos del ser marginal de ese período: a) la toma ilegal de un sitio urbano, y b) la integración a la sociedad urbana mediante una transgresión autointegradora promovida por los marginales266. Por otra parte, el Estado que emerge al iniciarse la década de 1930 tiene nuevos rasgos democráticos y nacionales. Entre los primeros, conforma un nuevo ordenamiento institucional basado en la Constitución promulgada en 1925, que rompe con el parlamentarismo como núcleo de expresión oligárquica. Promueve una amplia legislación laboral y sindical, la ampliación del derecho al sufragio, la racionalización social del sistema educacional, previsional y de salud. Al mismo tiempo, instaura
264 265 266
Igor Goicovic, «El contexto en que surge», op. cit., pp. 4-5. Ibid. Gabriel Salazar, Movimientos sociales, op. cit., p. 177. 144
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el impuesto a la renta y, finalmente, sanciona la separación entre la Iglesia y el Estado. En suma, la crisis y el fin del ordenamiento comercial exportador provocó un cambio político y social sustantivo. Se desarrolló una nueva hegemonía política que se expresó en la construcción de un Estado y un orden económico de marcados rasgos democráticos y nacionales. A partir de 1940, el Estado desarrolló una activa política de inversión directa en industrias básicas nacionales: siderurgia, petróleo, energía eléctrica, fundición y refinación de cobre de la pequeña y mediana minería, materias primas agropecuarias básicas, etcétera. A esto es necesario agregar la inversión pública indirecta, es decir, los créditos de largo plazo del Estado para el desarrollo de proyectos industriales. «La Corporación de Fomento de la Producción (Corfo), fundada durante el gobierno del Frente Popular de 1938, tuvo un rol destacado como banco de fomento industrial. Todo ello se manifestó en que, en 1959, el sector energía e industria recibió el 44% de la inversión pública total. Entre 1960 y 1970, el sector donde la inversión pública creció más rápidamente fue precisamente el sector industrial. Todo ello se dio en un marco en que la inversión pública total fue desplazando a la inversión privada. En efecto, a fines de la década de 1960, aquella llegó a ser más del doble de ésta»267. Para otros autores, como Fernando Henrique Cardoso268, el proceso de industrialización y sustitución de importaciones que aconteció entre las décadas de 1950 y 1960 en Latinoamérica, tuvo como rasgo distintivo la presentación y participación de las clases medias urbanas y de la burguesía industrial y comercial en el sistema de dominación.
267 268
Guillermo Geisse, op. cit., p. 131. Fernando Cardoso y Enzo Faletto, Dependencia y desarrollo en América Latina, 23a ed., México, 1988, en Fahra Neghme y Sebastián Leiva, La política del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) durante la Unidad Popular y su influencia sobre los obreros y pobladores de Santiago, Tesis para obtener el grado de Licenciado en Educación en Historia y Geografía, USACH, Santiago, 2000, p. 29. 145
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Este proceso de industrialización respondió, de alguna manera, a una política de acuerdos entre sectores agroexportadores y financieros como sectores medios e industriales urbanos. También, en algunos casos, formaron parte los sectores populares integrados por sus tres componentes típicos: la masa obrera, la masa popular urbana y la masa agraria. En esta propuesta populista, formada por intereses contradictorios, se buscó generar un consenso para legitimar el sistema que se presentó al país como un programa de industrialización pluriclasista que ofrecía beneficio a todos269.
Al igual que el movimiento obrero, el movimiento de pobladores –como sostiene Mario Garcés– comenzaba ya en estos años a convertirse en uno de los dos grandes protagonistas colectivos del siglo XX. Cabe recordar que un alto grupo de hombres y mujeres del pueblo nunca alcanzaron la condición obrera, debiendo permanecer en la categoría de «subproletariado». «Miles de mujeres de pueblo permanecieron durante gran parte del siglo como lavanderas de ropa ajena y del planchado, o como sirvientas domésticas, y nunca alcanzaron la condición obrera en sentido estricto; sin embargo, estas mismas mujeres fueron protagonistas fundamentales del movimiento de pobladores, en los años sesenta. Algo parecido ocurrió con esa gran diversidad de ‘trabajadores de cuenta propia’, maestros de diversos oficios o trabajadores temporales en tareas de sobrevivencia legales e ilegales, que difícilmente se pueden asimilar a la noción de ‘ejército industrial de reserva’; sin embargo, muchos de ellos se hicieron dirigentes del movimiento de pobladores en los años sesenta y setenta»270. El 30 de octubre de 1957 se realizó el primer modelo reconocido de una «toma planificada»: la población La Victoria. Los protagonistas de esta toma no levantaron una «callampa», sino una «población», «razón por la cual ya no fueron llamado
269 270
Ibid, p. 30. Mario Garcés, Tomando su sitio. El movimiento de pobladores de Santiago, 1957-1970, Santiago, Lom Ediciones, 2002, p. 5. 146
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‘callamperos’, sino, técnicamente, ‘pobladores’. Allí nació, pues, formalmente, para la historia, el movimiento de pobladores»271. Así, en su lucha por obtener «un sitio en la ciudad», los pobladores y sus organizaciones maduraron discursos y plataformas sectoriales, desarrollaron un «repertorio» de movilizaciones que abarcó desde la toma misma de un terreno hasta la ocupación de instituciones y oficinas estatales, aprendieron a relacionarse (negociando y/o confrontándose) con los partidos políticos y el aparato estatal, y «finalmente terminaron, ante la masividad de las ocupaciones, modificando el espacio urbano»272.
3.3 El gobierno de Eduardo Frei y «la revolución en libertad» A los importantes cambios que se producían en casi todos los ámbitos en la sociedad chilena, se le suma en 1964 uno gravitante y que tendría consecuencias en el campo político: el triunfo de la Democracia Cristiana en las elecciones presidenciales. Para muchos cientistas sociales, en esta confrontación electoral se modificó uno de los pilares de la estabilidad del sistema de partidos políticos chilenos273: el papel que tradicionalmente cumplía el centro político. 271 272
273
Gabriel Salazar, Movimientos sociales en Chile…, op. cit., p. 179. Sebastián Leiva Flores, Teoría y práctica del poder popular: los casos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR, Chile, 1970-1973) y el Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP, Argentina, 1973-1976), Tesis para optar al grado de Magíster en Historia, mención Historia de América, Santiago, Departamento de Historia, Facultad de Humanidades, Universidad de Santiago, 2007, p. 126. «Los estudiosos de la política latinoamericana suelen comentar que el sistema político de Chile se distinguió en forma significativa del resto de los sistemas del continente. Federico Gil, en su libro clásico sobre la política chilena, señala que esta diferencia se debió en gran medida al sistema chileno de partidos, en el cual, al igual que en varios países europeos, las fuerzas políticas estaban claras y nítidamente alineadas». Arturo Valenzuela, El quiebre de la democracia en Chile, Flacso, Santiago, 1978, p. 35:
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Desde el punto de vista de las fuerzas políticas, la estabilidad del sistema se basaba, entonces, en una gran medida, en el rol pendular jugado por el centro político hasta 1964, en el que el Partido Radical es desplazado por un nuevo centro, la Democracia Cristiana. Ese papel pendular permitió la estabilidad, aun cuando la izquierda, que era una fuerza ideológicamente anti-sistema, fuera consolidando su importancia política y constituyera la unidad entre socialistas y comunistas274.
La Democracia Cristiana tenía sus orígenes en grupos católicos juveniles que a fines de los años treinta se separaron de la influencia del Partido Conservador. Muchos de estos jóvenes criticaban que ese partido no se adaptara a los nuevos tiempos; por ejemplo, no incorporando a su doctrina temas como los contenidos de la encíclica Rerum novarum. «Desde 1930, la Universidad Católica y la Asociación Nacional de Estudiantes Católicos (ANEC) fueron los lugares donde se incubó la renovación, que combinó el mensaje integrista de Pío XI con los acentos social cristianos provenientes del catolicismo belga. Es posible que estos matices no se percibieran en un medio tan tradicional, donde hasta la encíclica Quadragesimo anno, y su propuesta corporativa, fue recibida con reticencias»275. Estos jóvenes católicos universitarios se sentían más representados con las posturas e ideas que se debatían en Lovaina, Bélgica, que las sostenidas por los papas en Roma. Sus lecturas JODMVÎBO B +BDRVFT .BSJUBJO 0TXBME 4QFOHMFS +PTÊ 0SUFHB Z Gasset y José Enrique Rodó. En 1938, constituyeron formalmente la Falange Nacional, primer núcleo político específicamente católico. «El nombre es engañoso: no los seducía Franco, ni siquiera Primo de Rivera. A la hora de las definiciones, la crítica 274
275
Manuel Garretón y Tomás Moulian, La Unidad Popular y el conflicto político en Chile, 2ª ed., Santiago, Cesoc y Lom Ediciones, 1993, p. 30. Luis Alberto Romero, «Reseña de Eduardo Frei Montalva y su época, de Cristián Gazmuri», Revista Historia, nº 36, Santiago, Pontificia UniversiEBE $BUÓMJDB Q IUUQXXXTDJFMPDMTDJFMPQIQ TDSJQUTDJ@ BSUUFYUQJE4MOHFTOSNJTPUMOHFT (consultado el 29 de enero de 2011). 148
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al liberalismo no los llevó a admirar los regímenes de Portugal, Austria o España, favoritos del papado. Más democráticos que corporativistas, querían ubicarse más allá de las derechas y las izquierdas. Durante la II Guerra Mundial, la Falange supo colaborar con el gobierno de centro izquierda heredero del Frente Popular, y en ese campo buscaron preferentemente sus alianzas políticas»276. Tras el término de la Segunda Guerra Mundial y el comienzo de la Guerra Fría, la Falange continuó buscando ganarse un lugar en el centro de la política, pese a la polarización que vivían las otras opciones. En 1946, paralelamente a la persecución política que empiezan a vivir los partidos Comunista y Socialista, la Falange delinea su «tercera posición»: «se opuso al anticomunismo cerril en nombre de la libertad, pero procuró diferenciarse claramente del marxismo, con una propuesta que no era ni capitalista ni comunista. Se afirmó como partido católico pero no clerical, democrático, estatista y comunitarista, de acuerdo con las influencias, no del todo procesadas, de Maritain, Don Sturzo y Teilhard de Chardin»277. El 28 de julio de 1957, sin todavía tener definido su perfil programático, la Falange, más el Partido Conservador Social Cristiano, se transformaron en el Partido Demócrata Cristiano (PDC). Posteriormente se sumaron grupos menores como el Partido Nacional Cristiano y los llamados agrario-laboristas. En las elecciones del 4 de septiembre de 1958, el PDC alcanzó el tercer lugar tras la izquierda representada por Salvador Allende, y la derecha, que consagró presidente a Jorge Alessandri. Desde 1958, Eduardo Frei Montalva toma la conducción de este partido, logrando un crecimiento sostenido tanto en la militancia como en la adhesión ciudadana. «Simultáneamente, hizo una fuerte oposición al gobierno derechista de Alessandri, sabiendo que vencer a Allende implicaría captar una buena parte de los votantes de derecha. Tarea difícil, y más porque la Demo276 277
Ibid. Ibid, p. 441. 149
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cracia Cristiana, un partido multiforme, contenía tendencias que abogaban tanto por una alianza con la izquierda cuanto, más discretamente, por un acercamiento a la derecha. Ubicado en el centro de su partido, más por conciliador que por principista, Frei resultó respaldado por la serie de éxitos electorales de la Democracia Cristiana, tanto en los comicios parlamentarios cuanto en los estudiantiles y hasta sindicales, tradicionales baluartes de la izquierda»278. Frei logró consolidar en el PDC una mística ganadora, que aglutinó a los militantes católicos y permitió definir un programa. «En él se integraba la tradición estatista de las décadas del cuarenta y cincuenta con la reivindicación de justicia social propia del pensamiento católico y las propuestas reformistas de la Alianza para el Progreso. ‘Chilenización’ del cobre, reforma agraria, promoción de la educación y la salud eran los puntos salientes de un programa que se ajustaba a las propuestas ampliamente difundidas por la CEPAL»279. Uno de los conceptos novedosos, proveniente de su raíz social cristiana, que el PDC introdujo en el debate político, fue el de «comunitarismo». «Como señala con precisión Gazmuri, tenía el mérito inmediato de sonar atractivo, y el inconveniente de largo plazo de ser algo indefinido y difícil de traducir en prácticas e instituciones operantes»280. Frei Montalva logró en los siguientes seis años convertir a este nuevo partido político en una alternativa válida para enfrentar al candidato de la izquierda, Salvador Allende. Uno de los puntos claves que permitió el triunfo en las elecciones presidenciales de 1964281 fue que Frei Montalva, antimarxista declarado a diferencia de otros dirigentes, logró posicionar 278 279 280 281
Ibid. Ibid. Ibid, pp. 441-442. El diario El Mercurio informó en primera página: «Don Eduardo Frei Montalva fue elegido Presidente de la República por mayoría absoluta de votos, en una elección que se caracterizó por la limpieza del proceso democrático, el orden, la tranquilidad y el sentido de responsabilidad cívica de la ciudadanía». El Mercurio, «El país eligió Presidente a Frei con mayoría BCTPMVUBv 4BOUJBHP EFTFQUJFNCSFEFIUUQXXXNVTFPEFQSFOTB 150
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en el imaginario político que la Democracia Cristiana haría su «revolución en libertad», lejos de la «dictadura marxista». «Mientras el programa atrajo a los jóvenes revolucionarios y cristianos, ese antimarxismo convirtió a la Democracia Cristiana en la menos mala de las alternativas para el tercio de votantes de la derecha»282. Para el historiador Cristián Gazmuri, la «revolución en libertad» fue una fase del proceso de modernización de la sociedad y la economía chilenas, y las políticas de Frei pueden ser vistas, en el largo plazo, como parte de una intervención estatal, en la dirección de la economía y la promoción de la equidad social, que arranca en los años cuarenta y se proyecta al período de Allende. «Los grandes programas de reformas de la presidencia de Frei –la ‘chilenización’ de la industria del cobre, la reforma agraria, la promoción social y la extensión de la educación–, fueron en lo sustantivo continuada por Allende»283. Durante el mandato de Frei Montalva el país continuó viviendo una alta conflictividad social y una fuerte polarización política. Por una parte, las derechas se unificaron y se fortalecieron en el Partido Nacional284 y, por otro lado, las izquierdas aprovecharon la movilización social generada por la propia política reformista del gobierno democratacristiano. La paradoja que enfrentó el gobierno de Frei Montalva fue que la modernización capitalista que favoreció, desencadenó su propia decadencia. Por un lado, los movimientos de modernización del sector industrial, que implicaron una favorable evolución tecnológica, monopolización e internalización de la economía, provocaron pese a ello un distanciamiento entre la DC y los sectores de la burguesía industrial. «Por otro lado, ese mismo
282 283 284
DMFEVBSEPGSFJNPOUBMWBQSFTJEFOUF DPOTVMUBEP FM EF GFCSFSP de 2011). Luis Alberto Romero, op. cit., p. 442. Ibid. La derecha estaba representada por el Partido Nacional, formado en 1966 mediante la fusión del Partido Conservador y el Partido Liberal, en un esfuerzo por superar la continua erosión de su apoyo electoral. Arturo Valenzuela, op. cit., p. 37. 151
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distanciamiento se produce respecto a los sectores latifundistas debido a la reforma agraria del período. Ambos sectores entonces, se reagruparon políticamente en la derecha, la que buscará un camino propio a partir de una crítica radical al sistema político que es visto como un obstáculo al desarrollo capitalista»285. En la segunda mitad de los sesenta, la utopía revolucionaria potenció la ilusión que la propia Democracia Cristiana había generado; «en ese contexto, cualquier reforma debía resultar lenta e insuficiente. La resistencia de las izquierdas fue mayor debido a la incursión de los democristianos en terrenos que juzgaban propios, cuando avanzaron en la promoción social o la sindicalización campesina»286. En este escenario, la Democracia Cristiana empezó a padecer conflictos internos, lógica consecuencia de un crecimiento previo muy rápido, de la falta de coherencia organizacional y de la indisciplina de sus militantes. Las mayores presiones provinieron de los grupos que deseaban acercarse a las izquierdas, que terminarían constituyendo el MAPU, y más tarde la Izquierda Cristiana. «La Democracia Cristiana perdió así muchos militantes, sobre todo juveniles, y con ellos se fueron muchos compañeros de la primera hora de Frei, cada vez más solo, y más asociado con el ala derecha de su partido»287. En las elecciones presidenciales del 4 de septiembre de 1970, el PDC obtuvo, con su candidato Radomiro Tomic, el tercer lugar detrás de Jorge Alessandri y del triunfador representante de la Unidad Popular, Salvador Allende. Debido a que ningún candidato obtuvo la mayoría absoluta, el Congreso Pleno debió decidir entre las dos primeras mayorías relativas. De esta forma, el 24 de octubre de 1970, se ratificó la victoria de Salvador Allende, con 153 votos a favor, contra 35 de Alessandri y 7 en blanco. El 4 de noviembre del mismo año, Salvador Allende asume la presidencia, siendo el primer presidente socialista de Chile.
285 286 287
Manuel Garretón y Tomás Moulian, La Unidad Popular…, op. cit., p. 27. Luis Alberto Romero, op. cit., p. 442. Ibid. 152
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Frei Montalva, desde el ala derecha de su partido, asumió con intransigencia su rol opositor. Criticó fuertemente al gobierno de Allende y se sumó, sin demasiados matices, a las voces de la derecha. Al tiempo, sostenía renovados combates con sus compañeros de partido, que querían mantener abierto el diálogo con la izquierda, una tarea difícil dada la radical politización. «La Democracia Cristiana siguió desangrándose, y Frei no cesó de alejarse de sus viejos amigos, incluso de los dos que, desde la década de 1930, lo acompañaron en ese emprendimiento: Radomiro Tomic y Bernardo Leighton. Con los votos de la derecha, Frei fue electo senador y luego presidente del Senado. Pudo haberse convertido en la clave de una alianza política que derrotara a la Unidad Popular, pero el Golpe Militar cerró esta posibilidad»288.
3.4 La vía chilena al socialismo y el triunfo de Salvador Allende La «vía chilena al socialismo» fue concebida por Salvador Allende durante la década de 1960 como un proceso revolucionario que sería desencadenado mediante su elección como Presidente de la República por la ciudadanía y que estaría dirigido por un gobierno popular, sustentado en una amplia alianza de partidos de izquierda e izquierdizados articulada en torno a comunistas, radicales y socialistas, así como en el respaldo de las organizaciones sociales de obreros, campesinos, pobladores, intelectuales, jóvenes y mujeres. Ese proceso de transición del capitalismo dependiente al socialismo, que implicaba nada menos que el relevo en el poder de la oligarquía por el pueblo, el desplazamiento de la hegemonía de la burguesía por la de la clase trabajadora y la construcción de una nueva economía predominantemente socializada y planificada, se haría en Chile de modo pacífico y en el marco del Estado de Derecho que garantizaría el respeto a las prácticas democráticas, el pluralismo político y las libertades ciudadanas. 288
Ibid, p. 443. 153
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Era esa voluntad de hacer la revolución, en el sentido de llevar a cabo un cambio radical del orden económico y social existente, y a la vez respetar y hacer respetar la institucionalidad jurídico-política vigente, lo que hizo de la vía chilena de Allende –tras su triunfo electoral y su ratificación como Presidente Electo por el Parlamento en 1970– una experiencia inédita en la sucesión de revoluciones socialistas u orientadas al socialismo que jalonaron la historia mundial del siglo XX. La referencia y la comparación con esas revoluciones son históricamente pertinentes porque compartía con ellas su radicalidad en las metas de superar el capitalismo y crear una sociedad nueva e incluso un hombre nuevo. Ello era también lo que distanciaba al proyecto de Allende de la concepción de reformas más o menos profundas en el capitalismo que predominaba en los partidos afiliados a la Internacional Socialista. La primera mayoría relativa obtenida por el candidato de la izquierda, el socialista Salvador Allende, le abrió el camino hacia la Presidencia tras lograr el respaldo de la Democracia Cristiana (DC) en el Congreso Nacional, llamado a definir entre las dos primeras mayorías, al no haber alcanzado ningún candidato superar el 50% en la votación popular. Para lograr ese respaldo de la DC, Allende y su coalición –la Unidad Popular (UP)– debieron plasmar en una reforma constitucional el compromiso de realizar su programa de gobierno con estricto respeto a las prácticas democráticas, el pluralismo político y los derechos y libertades ciudadanas. Esa reforma constitucional convirtió a la institucionalidad jurídico-política chilena en una de las más avanzadas del mundo desde el punto de vista democrático, a la vez que reforzó todavía más el aparentemente paradójico vínculo entre revolución y legalidad. De la lectura de la izquierda tradicional, el triunfo de la Unidad Popular constituye la comprobación de lo efectivo de su estrategia para alcanzar el poder, lo que queda claramente establecido en las palabras del presidente Salvador Allende, el 21 de mayo de 1971: «Chile es hoy la primera nación de la tierra llamada a conformar el segundo modelo de transición a la 154
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sociedad socialista (…). No existen experiencias anteriores que podamos usar como modelo; tenemos que desarrollar la teoría y la práctica de nuevas formas de organización social, política y económica, tanto para la ruptura con el subdesarrollo como para la creación socialista»289. Como señala Alfredo Riquelme Segovia290, los integrantes de la izquierda chilena coincidían –con algunos matices– en la necesidad y la inminencia de una revolución socialista u orientada al socialismo. Pero esos matices se tradujeron en cientos de artículos periodísticos, académicos y políticos en la década de 1960, el llamado debate acerca del «carácter de la revolución chilena». Hacia 1970 se había alcanzado una aproximación –que se plasmaría en el Programa de la Unidad Popular– entre el Partido Socialista, que la consideraba ya una revolución socialista, y el PC, que la entendía como una revolución que llegaría a ser socialista en un futuro más o menos próximo. En su Congreso de 1967, así lo afirmaba el Partido Socialista: «Como organización marxista-leninista, plantea la toma del poder como objetivo estratégico a cumplir por esta generación, para instaurar un Estado Revolucionario que libere a Chile de la dependencia y del retraso económico y cultural e inicie la construcción del socialismo»291. Por su parte, el Partido Comunista, en su Programa de 1969, así lo expresaba: «En Chile está planteada la necesidad de la revolución. País capitalista, dependiente del imperialismo norteamericano, ha desembocado en una situación insostenible para la gran mayoría. La imposibilidad de solucionar los problemas del pueblo y de la nación dentro del actual sistema impone 289
290
291
Salvador Allende,Obras escogidas (1970-1973), primer mensaje presidencial al Congreso Pleno, 21 de mayo de 1971, Barcelona, Editorial Crítica, 1989. pp. 79-82. Alfredo Riquelme Segovia, «Los modelos revolucionarios y el naufragio de la vía chilena al socialismo», revista electrónica Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Coloquios, École des Hautes Études en Sciences Sociales, París, IUUQOVFWPNVOEPSFWVFTPSHJOEFYIUNM DPOTVMUBEPFM de diciembre de 2010). Julio César Jobet, El Partido Socialista de Chile, 2ª ed., Santiago, Editorial PLA, 1971, tomo II, p. 130. 155
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la obligación de terminar con el dominio del imperialismo y de los monopolios, eliminar el latifundio y abrir paso hacia el socialismo»292. En el Programa Básico de Gobierno de la Unidad Popular se señalaba: «La única alternativa verdaderamente popular y, por lo tanto, la tarea fundamental que el Gobierno del Pueblo tiene ante sí es terminar con el dominio de los imperialistas, de los monopolios, de la oligarquía terrateniente e iniciar la construcción del socialismo en Chile. Las transformaciones revolucionarias que el país necesita sólo podrán realizarse si el pueblo chileno toma en sus manos el poder y lo ejerce real y efectivamente»293. Es en este escenario discursivo en que se da el debate sobre «la posibilidad o imposibilidad de hacer compatible la transición al socialismo con la institucionalidad jurídico-política burguesa, y el proceso revolucionario con una vía pacífica, lo que cada vez se transformaría en el principal contencioso estratégico-ideológico al interior de la izquierda histórica y de la nueva izquierda»294. Para Riquelme, «con la denominación izquierda histórica, nos referimos principalmente a los partidos Comunista (fundado en 1912 como Partido Obrero Socialista y que cambiaría su nombre al afiliarse en 1922 a la Komintern) y Socialista (creado en 1933). Denominamos nueva izquierda, a las organizaciones políticas surgidas durante los gobiernos de Frei Montalva (19641970) y Allende (1970-1973), como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), fundado en 1965; el Movimiento de Acción Popular Unitario (MAPU), creado en 1969 como una escisión de la Democracia Cristiana; la Izquierda Cristiana (IC), nacida de otra escisión de la DC; y el MAPU Obrero Campesino (MOC), surgido de la división del MAPU en 1973. Al Partido Radical (PR) lo calificamos como un partido histórico nuevamente izquierdizado hacia 1970, pues si bien era un partido cuya fundación se remontaba a mediados del siglo XIX, su posicionamiento en 292
293
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Programa del Partido Comunista de Chile (Folleto), Santiago, 1969, en Alfredo Riquelme Segovia, op. cit. Programa Básico de Gobierno de la Unidad Popular (Folleto), Santiago, 1970, en Alfredo Riquelme Segovia, op. cit. Ibid. 156
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el centro político y su oscilación entre la izquierda y la derecha entre las décadas de 1940 y 1960 impiden situarlo en la izquierda histórica»295. En este marco de debate estratégico-ideológico sobre las vías para alcanzar la revolución socialista en Chile que dividió fuertemente a la izquierda chilena entre 1970 y 1973, se haría permanente referencia a diferentes experiencias revolucionarias en el mundo contemporáneo. A estos casos, las distintas posiciones les atribuían un carácter de modelo «o se convertían en parábolas en las mentes de los dirigentes y seguidores de la revolución chilena. Las principales referencias serían a la Revolución Rusa de 1917 (la revolución triunfante), a la Guerra Civil Española de 1936-1939 (la revolución aplastada), e incluso a la Revolución Francesa de 1789-1793 y a la Revolución Mexicana de 1910-1917 (las revoluciones limitadas)»296. Por otra parte, para el presidente Allende la vía chilena al socialismo constituía una experiencia inédita en la historia mundial, consideraba que ninguna de las revoluciones socialistas u orientadas al socialismo que la habían precedido a lo largo del siglo en varios continentes –como la rusa, la china, la yugoslava o la cubana– y que habían adoptado diversas formas de dictadura revolucionaria, podía servirle como guía. Sin embargo, para los partidos de la izquierda chilena, sus dirigentes e intelectuales, esas experiencias sí revestían ese carácter modélico o parabólico que Allende les negaba. Las versiones predominantes de la ciencia de la revolución que se confrontaban en la izquierda chilena de la época tenían en común sus fundamentos en la mutación leninista del socialismo que se difundiera por el mundo a partir de la toma del poder de los bolcheviques en Rusia (1917) y de la organización de la Internacional Comunista o Komintern. «Esta se caracterizaba precisamente por su rechazo a la posibilidad de que las clases trabajadoras accedieran al poder mediante la democratización de los sistemas políticos liberales; y por su afirmación, en cambio, de 295 296
Ibid. Ibid. 157
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que el único camino hacia el poder popular y hacia la hegemonía de la clase trabajadora era la ruptura revolucionaria con la institucionalidad jurídico-política existente y la implantación de una dictadura en la que los verdaderos revolucionarios tuvieren la hegemonía»297. Sobre esa base, la cuestión de las vías y de los medios necesarios para acceder al socialismo, había dejado de ser un tema puramente estratégico en la izquierda mundial tras la Revolución Rusa. «La adhesión a la violencia y a la dictadura revolucionarias y la organización de una vanguardia jerarquizada y disciplinada capaz de ejercerlas sería el sello de la mutación leninista y de sus sucesivas variantes –como el estalinismo, el trotskismo, el post estalinismo, el maoísmo y el castrismo– que se disputarían el título de comunistas y/o marxista-leninistas en el mundo durante el siglo XX»298. En ese sentido, aunque las diferencias entre las distintas tendencias de la izquierda se centraban en la concepción del camino hacia el socialismo y en los medios a utilizar para acceder a esa meta, se trataba de un debate en que lo estratégico se teñía fuertemente de ideología, expresándose como un debate entre narraciones alternativas acerca del camino correcto y de los medios necesarios para transitar hacia esa nueva formación económica y social. En todos los casos, se trataba de visiones fuertemente estructuradas y que conformaban la identidad, pensamiento y actitudes de los afiliados a cada organización revolucionaria en una narración ideológica nacional, regional y global que se asumía como el único relato correcto –e incluso científico– de la historia en marcha. A la izquierda de la Unidad Popular, el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) proclamaba la inevitabilidad de una resolución violenta del problema del poder, en el marco de una lectura más radical de la realidad chilena que combinaba la continua influencia del modelo cubano con una creciente afir297 298
Ibid. Ibid. 158
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mación del leninismo del cual los comunistas se habrían apartado y que el movimiento de la nueva izquierda revolucionaria reivindicaba para sí, junto a una valoración de la experiencia revolucionaria rusa de 1917 y de los períodos más intensamente confrontacionales de la historia del Komintern299. Por su lado, el Partido Comunista viviría una permanente tensión durante los tres años de gobierno, entre –por una parte– su protagonismo en la experiencia de transitar del capitalismo al socialismo en un marco pacífico, democrático, pluralista y de respeto a la legalidad, de la cual ese partido había sido el principal impulsor en la izquierda chilena; y –por otra parte– lo que el comunismo soviético, a cuya visión del mundo también adhería, denominaba leyes generales de la transición del capitalismo al socialismo y que no eran sino la proyección al mundo con un carácter modélico de los elementos esenciales de su propia experiencia de dictadura revolucionaria. La adhesión a esas leyes pretendía salvaguardar lo que el comunismo soviético consideraba lo esencial de la mutación leninista en su adaptación a las nuevas realidades de la historia mundial que, sobre la base del fortalecimiento y extensión del sistema mundial del socialismo, la consecución de la liberación nacional de los países dependientes y la consolidación de grandes partidos comunistas en algunas potencias occidentales y en países como Chile, hacía posible formular la posibilidad de transitar en esos lugares hacia el socialismo de modo pacífico y a través de las instituciones sobre la base de la mayoría electoral de una alianza de izquierda y la hegemonía de los comunistas en su conducción.
3.5 Contexto general en las ciencias sociales Entre 1967 y 1973, las ciencias sociales experimentaron en Chile un triple fenómeno: de expansión de sus posiciones 299
Poco antes del Golpe de 1973, el MIR publicó el libro La insurrección armada, editado originalmente en 1928 por la Komintern (bajo el seudónimo de A. Neuberg). 159
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académicas, de transformación de su estructura conceptual y de cambio de su función en el campo intelectual. Las oportunidades y condiciones que crea en 1967 el proceso de reforma universitaria modifican el proceso de institucionalización de las ciencias sociales (UC Santiago y UC Valparaíso). Junto con aumentar el número de matriculados en ciencias sociales, se experimenta un proceso ampliado de institucionalización: se crean nuevas unidades académicas, institutos de investigación y carreras profesionales. La sociología experimenta un rápido crecimiento de su base institucional estableciéndose nuevas escuelas o institutos. Se forman asimismo centros interdisciplinarios de ciencias sociales, especialmente en las universidades de Chile y Católica de Chile. «Todo lo cual significa que el mercado de posiciones académicas en este sub-campo disciplinario aumenta explosivamente, multiplicándose los puestos de investigadores, docentes y administradores superiores en el caso de la sociología y especialidades conexas»300. En la Universidad Católica de Chile los dos principales centros, el Centro de Estudios de la Realidad Nacional (CEREN) y el Centro de Estudios de la Planificación (CEPLAN), representaban, respectivamente, las dos iniciativas más importantes de la reforma en el campo de las ciencias sociales, uno con foco en la sociología y el otro con foco en la economía. En la Universidad de Chile, se observó un fenómeno similar, aunque menos pronunciado. Se creó el Centro de Estudios Socioeconómicos (CESO), mientras se multiplicaron los programas de economía y ciencias sociales en diversas facultades. La expansión institucional impulsada por la reforma universitaria significó en el campo de las ciencias sociales vinculadas a la sociología: el establecimiento de mercado de posiciones académicas más amplio y complejo; el surgimiento de una incipiente jerarquía institucional en el campo de las ciencias sociales, 300
José Joaquín Brunner, «Las ciencias sociales en Chile: institucionalización, política y mercado en el caso de la sociología», Documento de Trabajo n° 32, Santiago, Flacso, diciembre de 1986, p. 15. 160
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ocupando las posiciones preeminentes los centros de investigación CEREN y CESO; la aparición de una naciente estructura de comunicación académica en el subcampo, en particular mediante la publicación de revistas especializadas como los Cuadernos de la Realidad Nacional, del CEREN; Sociedad y Desarrollo, del CESO; y Eure, revista del Centro Interdisciplinario de Desarrollo Urbano (CIDU). Las ciencias sociales cambian en Chile de orientación a partir de 1967, pero sobre todo después de 1970, año del triunfo de la Unidad Popular y de la formación del gobierno de la coalición de izquierda. «En parte, este fenómeno representa el efecto de una segunda recepción en la sociología chilena, esta vez bajo el impacto de la crítica a la teoría empírica de las ciencias sociales en el contexto de un ascenso de las ideologías de izquierda»301. En esta situación, se difunde en Chile el modelo del marxismo-ciencia que impulsará, en el campo de las ciencias sociales universitarias, una rápida sustitución del programa de investigación articulado en torno a la teoría de la modernización por el programa de investigación articulado en torno a la teoría de la dependencia302. El modelo de marxismo científico proporciona 301 302
Ibid. Por otra parte, hacia 1967 comienza una marcada radicalización política en el país que se traduce luego en polarización desde 1970. Tales fenómenos penetraron también en las universidades. Por un lado, a nivel institucional, se transformaron sus estructuras de gobierno en un campo de lucha por el poder, lo que en algunos casos se resolvió por la vía de crear instituciones paralelas, especialmente en el ámbito de las ciencias sociales (Garretón, 1982). Por otro, hubo una ideologización temática y de los contenidos de las ciencias sociales, con énfasis apologético o denunciativo de la realidad; sumado a una combinación del uso del marxismo estructuralista althuseriano o poulantziano en el plano teórico, con el leninismo en el plano político, que criticaban la visión estructural funcionalista predominante hasta entonces, por considerarlas vinculadas a las visiones norteamericanas de la guerra fría. En tercer lugar, el movimiento estudiantil y los alumnos de ciencias sociales –mayoritariamente de izquierdas– tendieron a abandonar la universidad y las disciplinas para involucrarse en los procesos de lucha social y estrategias políticas que se jugaban más allá de las aulas. En el horizonte, estaban presentes las elecciones presidenciales de 1970, donde por primera vez la izquierda planteó un proyecto y un programa de socialismo: conformar un área de propiedad social expropiando las empresas monopólicas para ir abriendo paso al socialismo en el marco del régimen 161
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precisamente el paradigma sustitutivo y legitima este cambio de orientación en las ciencias sociales, tornándose dominante dentro del subcampo. Pero este cambio de un programa de investigación a otro, con la llegada del marxismo científico, implicó también una redefinición completa de la propia disciplina. No solo cambió su modelo conceptual predominante, sino que cambiaron además los ideales explicativos de la ciencia y la identidad profesional del científico social. Así, la idea de la neutralidad valorativa de la ciencia que había presidido la profesionalización de la disciplina es ahora abandonada, siendo reemplazada por la noción del compromiso valorativo, que opone ciencia académica (o burguesa) a ciencia comprometida o militante. «La vocación del científico y del político tienden a fundirse en la imagen del sociólogo como crítico de la realidad, como intelectual revolucionario o como transformador de la sociedad»303. En síntesis, a partir de 1970 el sociólogo se vuelve ideólogo; en el campo académico mediante el recurso a un nuevo paradigma de cientificidad (el marxismo) que le permite romper con la sociología «académica» sin abandonar la pretensión de verdad, y en el campo político-social donde se presenta ahora como un organizador de discursos, con efectos directos en la política y como un portador de proyectos de cambio de la sociedad304. Otro tema importante en el contexto que presentan las ciencias sociales, lo constituye la venida a Chile de importantes
303 304
democrático. Manuel Antonio Garretón, «Las ciencias sociales en Chile. *OTUJUVDJPOBMJ[BDJÓO SVQUVSBZSFOBDJNJFOUPvIUUQXXXJOTVNJTPTDPN MFDUVSBTJOTVNJTBT$JFODJBTTPDJBMFTFO$IJMFQEG DPOTVMUBEP el 18 de noviembre de 2010). Ibid. Se trata, así, de una profundización, radicalización y crisis interna del modelo fundacional, en que las ciencias sociales, especialmente la sociología, se transforman en una expresión –en el campo académico e intelectual– de los procesos y luchas políticas del instante. No es que no hubiera influencia y luchas ideológicas en el momento de fundación e institucionalización de las ciencias sociales; de hecho, las visiones marxistas aparecen como respuesta a ellas, sino que ahora ellas se entrelazan más directamente con los procesos políticos concretos. Ibid. 162
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intelectuales europeos y brasileños de izquierda. Entre ellos, destacaron los brasileños Theotonio Dos Santos, Ruy Mauro Marini y Vania Bambirra, los que se vincularían al naciente Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). De la misma manera, esta situación se repetiría con uno de los más importantes autores de la teoría de la dependencia, André Gunder Frank. A repressão na Universidade de São Paulo, no início de 1969, provoca uma onda de exílio em direção do Chile. A experiência socialista da Unidade Popular atraí, particularmente, os intelectuais brasileiros ávidos de liberdade e de cultura. Além do interesse pela política, o Chile propicia, a esses professores, condições de emprego em suas instituições de pesquisa e em universidades. A Universidade Católica do Chile, por exemplo, vai abrigar alguns profissionais brasileiros, vítimas da repressão. Durante os três anos de governo de Allende, esse país transforma-se em uma espécie de melting pot onde se misturam intelectuais latino-americanos, intelligentsia francesa, como também militantes de esquerda de diferentes partes do mundo305.
Dos Santos y Mauro Marini entre 1960 y 1964 estudiaron sistemáticamente el marxismo como culminación de sus estudios filosóficos. En estos años en Brasilia, realizaron un seminario de lectura de El capital junto con Luis Fernando Víctor, Teodoro Lamounier, Albertino Rodríguez y Perseu Abramo. Este mismo seminario se reorganizó luego del exilio de estos intelectuales en Chile. El movimiento de lectura de El capital se transformó en una fiebre mundial. En Sao Paulo, el seminario sobre El capital reunió por varios años lo mejor de las ciencias sociales y la filosofía de la USP. En Brasilia formamos un grupo que reunía lo mejor del país en torno a este 305
Helenice Rodrigues da Silva, «Os exílios dos intelectuais brasileiros e chilenos, na França, durante as ditaduras militares: uma história cruzada», revista electrónica Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Coloquios, École des Hautes Études en Sciences Sociales, París, 2007:
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seminario. En Chile organizamos con Fernando Henrique Cardoso, Francisco Weffort, Aníbal Quijano, Pedro Paz y muchos más, un excelente seminario que luego se extendió a otros temas306.
De la misma forma, se realizaron otros seminarios de lectura de El capital en Cuba (organizado por Ernesto Che Guevara) y en Francia, impulsado por Louis Althusser (resultó el libro Leer El capital). A finales de la década de los sesenta se produjo el regreso a América Latina de representantes de todas estas experiencias. Entre ellos, volvieron a Chile, Marta Harnecker, discípula de Althusser, y Ruy Mauro Marini, quien regresó desde México, donde desarrolló su propio grupo de lectura. Como señaló el propio Theotonio Dos Santos, «todas estas experiencias paralelas confluían en un gran movimiento de lectura y discusión del pensamiento marxista como nunca había ocurrido en ninguna otra parte del mundo y llegaba a la vida universitaria de manera insólita. Hasta en las escuelas de psicología y en la de ciencias exactas se formaban grupos de lectura de El capital y de autores marxistas clásicos y contemporáneos»307. Cabe recordar que Theotonio Dos Santos tuvo una activa militancia política y participación en movimientos sociales, que se extiende a la clandestinidad después del golpe en Brasil de 1964, hasta 1966, cuando se exilia en Chile. «El eje de su militancia política era su participación en la POLOP de la que fue fundador en 1961 y cuya dirección nacional asume en 1964. La POLOP promovió una dura crítica a los partidos comunistas y al estalinismo y convocaba a una unión de la izquierda revolucionaria contra la política de frente único con la burguesía, propuesta por el PCB, que enmarcaba el movimiento de masas dentro del nacionalismo burgués»308.
306
$BSMPT .BSUJOT j%FM JOJDJP QSFDP[ BM FYJMJPv IUUQXXXFVNFEOFU DVSTFDPOFDPOPNJTUBTNBSUJOTUIFPUPOJPIUN DPOTVMUBEP FM NBS[P de 2010). 307 Ibid. 308 Ibid. 164
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El trabajo de investigación desarrollado por Theotonio Dos Santos lo convirtió en uno de los más importantes teóricos de la dependencia. «Uno de los autores que más ayudaron a definir, en el plano teórico y metodológico, el nuevo objeto de estudio, fue el sociólogo brasileño Theotonio Dos Santos. Sus críticas a la teoría del desarrollo y sus formulaciones sobre las diversas ‘formas de dependencia’, permitieron mostrar que el estudio de esa problemática era un camino indispensable de análisis. Su libro Imperialismo y dependencia, editado muy posteriormente, recoge buena parte de los mejores trabajos desarrollados en esta época, junto a estudios más recientes sobre el imperialismo y la crisis mundial capitalista, temas hacia los que desplazó su atención»309. Por su parte, Vania Bambirra también se integró al Centro de Estudios Socioeconómicos (CESO), de la Universidad de Chile, como integrante del equipo de investigación sobre las relaciones de dependencia de América Latina. Este equipo se había constituido en 1968 bajo la dirección de Theotonio Dos Santos. Vania Bambirra también se convirtió en una de las precursoras de la teoría marxista de la dependencia. «Al criticar la tipología propuesta por Cardoso y Faletto entre economías de enclave y economías con control nacional del proceso productivo, desde aspectos metodológicos hasta aspectos de contenido, en su libro El capitalismo dependiente latinoamericano»310. Para Bambirra, claramente el objetivo que tenía el CESO y sus estudios eran avanzar en superar el pensamiento desarrollista, emprendiendo la tarea de sentar las bases para el desarrollo de la teoría marxista de la dependencia. «El trabajo que intentábamos llevar a cabo en el CESO fue gratamente interrumpido por la victoria de la Unidad Popular que necesitó la colaboración
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Jaime Osorio, Crítica de la economía vulgar Reproducción del capital y dependencia, Colección América Latina y el Nuevo Orden Mundial, México DF, Miguel Ángel Porrua UAZ, 2004, p. 136:
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de parte de los miembros del equipo de estudios sobre la dependencia para enfrentar prácticamente las tareas de su ruptura»311. Otro intelectual brasileño que dejó huella no solo en Chile, sino también en México fue Ruy Mauro Marini, quien es considerado por muchos cientistas sociales uno de los más brillantes intelectuales militantes de América Latina. «Se destacó por su importante obra que subvirtió el pensamiento colonizado dominante y por su militancia coherente»312. De cierta manera, la vida de Marini, rodeada de exilios recurrentes, es el vivo resumen de uno de los períodos más intensos de la historia política latinoamericana. Estuvo exiliado en México, en 1965; en Chile, en 1969; y nuevamente en México, en 1974. Su regreso definitivo a Brasil se había producido recién en 1996. «Asimismo sintetiza al maestro y al intelectual riguroso, integrado a las tareas políticas en la época de transformación revolucionaria y de contrarrevolución que le correspondió vivir»313. Según el propio Marini, su venida a Chile se gestó por la presión ejercida por sus amigos Theotonio Dos Santos y Vania Bambirra; más la intervención de un político, el entonces senador Salvador Allende y de la Universidad de Concepción y de su Federación de Estudiantes. «Efectivamente, aún en México, yo había sido contactado por su presidente, Nelson Gutiérrez, quien me conocía por mis trabajos y por las informaciones de amigos brasileños, entre los cuales Evelyn Singer, profesora en dicha universidad y que había militado conmigo en Brasil. Gutiérrez me había comunicado sobre la existencia de una vacante de profesor titular en el Instituto Central de Sociología y me había consultado sobre mi interés en ocuparla»314. 311
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313 314
Vania Bambirra, El capitalismo dependiente latinoamericano, 15a edición, México, Siglo Veintiuno Editores, 1999, p. 6. Ruy Mauro Marini, «Escritos», página de presentación, México DF, UniWFSTJEBE"VUÓOPNBEF.ÊYJDPIUUQXXXNBSJOJFTDSJUPTVOBNNY (consultado el 7 de diciembre de 2010). Ibid. Ruy Mauro Marini, «Memoria de Ruy Mauro Marino Castellano», Centro EF&TUVEJPT.JHVFM&OSÎRVF[IUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN*EFBT@"VUPSFT NBVSJOJSNTPCSFNBSJOJ@TPCSFQEG DPOTVMUBEPFMEFEJDJFNCSF de 2010). 166
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Al igual que sus colegas Do Santos y Bambirra, Marini desarrolla sus estudios en torno a las características del capitalismo dependiente, buscando generar la base para la comprensión no solo de nuestro continente, «sino también de las diversas formas de la superexplotación de la fuerza de trabajo y del subimperialismo»315. Para muchos autores, con el libro de Marini, Dialéctica de la dependencia, «el marxismo latinoamericano alcanza su punto más alto en tanto formulación de las leyes y tendencias que engendran y mueven al capitalismo sui generis llamado dependiente. Esto se alcanzaba luego de una década de arduos estudios y discusiones sobre el tema»316. Marini también fue un activo militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), realizando numerosos escritos políticos, algunos de los cuales serán analizados en capítulos siguientes.
3.6 Movilización estudiantil: quiebres políticos y reforma universitaria En la década de 1960, tal como aconteció en el contexto internacional, en Chile los aires de cambio igual dominaron la escena política. Los jóvenes irrumpieron como un relevante actor social, crítico al orden vigente. La protesta social se radicalizó, acompañada por la rebeldía generacional. Es en esta década, con algunas diferencias de años, que las ocho universidades que componían el sistema de educación superior chileno experimentaron un profundo cambio, conocido como la «reforma universitaria». «Ella modificó de manera sustancial el contenido y las orientaciones de las funciones universitarias estableciendo una nueva estructura de autoridad y poder que permitió la participación de la comunidad universitaria en el gobierno de las universidades y se esforzó por buscar una
315 316
Jaime Osorio, op. cit., p. 138. Ibid. 167
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mejor inserción de estas en los esfuerzos por lograr el desarrollo y la modernización del país»317. Las movilizaciones masivas de los estudiantes de educación superior comenzaron en 1967, casi un año antes del –ya analizado– Mayo francés, con las tomas de las universidades Católicas de Valparaíso y de Santiago. «Fue esta última la que tuvo una carga simbólica mayor. El plantel tradicionalmente visto como la cuna de los sectores privilegiados de la clase alta católica, pasó a ser la punta de lanza de un proceso nacional de reforma, marcado por los afanes de modernizar y democratizar la educación superior»318. En un discurso del vicerrector de la Universidad de Concepción Galo Gómez Oyarzún319, afirmó que «comprometer a las universidades con los cambios sociales fue una de las más claras expresiones del proceso de Reforma Universitaria del año 1968 en nuestro país. Frente a la Universidad enajenada y desvinculada de la problemática social, este movimiento surgió, fundamentalmente, entre los estudiantes, como una exigencia por redefinir el papel que la Universidad debía jugar en el país y porque sus estructuras fueran adecuadas a sus nuevos objetivos. Se planteó entonces que la Universidad debía marchar al unísono con la transformación de la sociedad chilena a través de los hombres que forma, profesionales y académicos, quienes debían alcanzar en ella conciencia de la responsabilidad histórica que les corresponde en un país subdesarrollado y dependiente como los nuestros de América Latina, para convertirse, en sus respectivos campos de acción, en hombres capaces de incorporarse activamente a las fuerzas sociales que propician los cambios. De este 317
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Carlos Huneeus, La reforma universitaria 20 años después, Santiago, Corporación de Promoción Universitaria, 1988, p. 9. La Segunda, «Reforma universitaria: irrumpe una generación que marcará a Chile», Suplemento Testigos de la Historia, 11 de noviembre de 2010. Acto de despedida que por término de su mandato le ofreció la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción, el 20 de diciembre de 1972. Consejo de Difusión Universidad de Concepción, «Homenaje de la Universidad de Concepción al rector Edgardo Enríquez y al exvicerrector Galo Gómez, forjadores de la reforma universitaria», Concepción, Cuadernos de Difusión, Serie Documentos Universitarios n° 6, 1972, p. 15. 168
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modo la Universidad se orienta en función de la sociedad en que vive y asume una función consecuente»320. Por otra parte, en la Universidad de Chile los primeros planteamientos reformistas se dan en el marco de un proceso general de reformas en el país, impulsadas por el gobierno democratacristiano desde 1964. «Sostenemos que estos planteamientos son la expresión a nivel universitario del proceso de reforma que enfrentaba la sociedad chilena, en el sentido de adecuar la universidad a las exigencias que provenían de una sociedad en proceso de cambio. Los planteamientos reformistas se orientan a posibilitar la coincidencia entre las demandas societales renovadas y el producto universitario; y a transformar, por tanto, a la universidad en un instrumento del proyecto reformista societal»321. En una publicación aparecida en El Mercurio (20 de junio de 1968), el rector de la Universidad de Chile, Eugenio González señaló: «El problema universitario es un problema político. Lo hemos dicho en varias oportunidades: la democratización de la universidad sólo será posible en forma cabal, cuando se democratice la educación nacional en su conjunto, lo que supone a la vez cambios auténticamente revolucionarios en las estructuras básicas –económicas, sociales y políticas. Mientras tanto, únicamente es dable hacer limitadas reformas en la estructura y funcionamiento de nuestros servicios docentes, científicos y culturales, modernizar planes y programas y métodos de enseñanza, establecer sobre fundamentos más amplios las jerarquías académicas del saber y las jerarquías de gobierno y administración, preparar, en fin, a la universidad para que pueda cumplir plenamente sus funciones cuando las fuerzas progresistas de Chile configuren un nuevo Estado al servicio de una nueva sociedad»322. Estos objetivos generales de la reforma se tradujeron en múltiples aspectos de la actividad universitaria. En primer lugar, 320 321
322
Ibid. Manuel Antonio Garretón y Javier Martínez, La reforma en la Universidad de Chile, Santiago, Biblioteca del Movimiento Estudiantil, Ediciones Sur. Investigación realizada por Felipe Agüero, 1985, tomo III, p. 16. Ibid, p. 14. 169
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la docencia fue organizada con contenidos y métodos que, más allá del mero adiestramiento profesional buscado hasta entonces, procurara una formación más amplia, humanista y participativa. «Sin descuidar el estudio de las técnicas y conocimientos propios de cada profesión, se pretendía que el estudiante participara en la organización del currículo, al dársele la posibilidad de elegir entre diferentes alternativas curriculares en los planes de estudios»323. En segundo lugar, se hizo un esfuerzo por promover la investigación científica y tecnológica, que la universidad tradicional no apoyaba adecuadamente, lo cual se tradujo en la destinación de una gran cantidad de recursos para el aumento de las cátedras de jornada completa o de dedicación exclusiva y para establecer infraestructuras que permitieran el trabajo eficaz y creador de la comunidad académica. «Un sólido desarrollo de la investigación científica enriquecería la docencia, pues esta última se nutre de los contenidos que le entrega aquélla»324. En tercer lugar, se buscó promover el desarrollo y el intercambio cultural con la sociedad, a fin de que la universidad se le aproximara más tanto para entregar su propio aporte como para conocer a través de ella las necesidades y esperanzas que pudieran ayudar a enriquecer las proposiciones de prioridades en la política universitaria. En cuarto lugar, la reforma implicó una importante reorganización administrativa, pues la universidad en vez de centrarse en las carreras (lo cual había convertido a las escuelas en el eje central de la universidad), se organizó en torno a áreas del conocimiento, lo cual colocó a los departamentos como la base fundamental. Este último cambio significó no solo un considerable esfuerzo de racionalización administrativa, sino que permitió mejorar las relaciones de trabajo entre los miembros de la comunidad universitaria. Por último, la reforma significó una amplia democratización del gobierno universitario, expresada mediante 323 324
Carlos Huneeus, op. cit., p. 9. Ibid. 170
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la participación de la comunidad académica, –los profesores de los diferentes niveles, los estudiantes y también los administrativos–, en las decisiones de los órganos de poder, compartiendo la responsabilidad en ellas325.
Pese a que, como hemos visto, en la mayoría de las universidades existía un consenso con respecto a los objetivos de la reforma universitaria, su implementación fue lo que generó los problemas principales. Por ejemplo, en lo referido a la participación de los estudiantes. En el caso de la Universidad de Chile, fue precisamente el tema del cogobierno el que causó conflictos al interior de la universidad y de la propia FECH, ya que las profundas diferencias entre la DC y la izquierda generaron agudas disputas por cuotas de poder. «De tal manera, y más allá de una eventual rigidez por parte de la autoridad en negarse a entregar poder, la gravitación de los partidos devino, en corto plazo, en la politización del movimiento impulsor de la reforma. Así, el lema ‘Universidad para todos’ fue relegado a un segundo plano, frente a la lucha netamente política, derivada de la rápida aceptación de las demandas por el cogobierno»326. En un intento por descomprimir el conflicto, el rector González aceptó la existencia de cuerpos colegiados, con lo que tácitamente estaba aceptando la idea del cogobierno, aunque los estudiantes solo tendrían derecho a voz. Esta solución 325
La literatura sobre la reforma no es abundante. Las más estudiadas son las organizaciones de la Universidad de Chile y la Universidad Católica de Chile: Carlos Huneeus, La reforma en la Universidad de Chile, Santiago, Ediciones CPU, 1975; Manuel Antonio Garretón, «Universidad y política en los procesos de transformación y reservación en Chile, 1967-1977», Estudios Sociales, n° 26, 1980, pp. 83-110; José Joaquín Brunner, «La Universidad Católica de Chile y la cultura nacional en los años 60. El tradicionalismo católico y el movimiento estudiantil», en: J. J. Brunner y S. Catalán, Cinco estudios sobre la cultura y la sociedad, Santiago, Flacso, 1985; José Navarría, «¿En crisis el sistema universitario chileno en 1967? ¿Por qué?», en Estudios y Política, Santiago, CPU, 1970. Huneeus, op. cit., p. 9. 326 +BJNF3PTFOCMJUU j-BSFGPSNBVOJWFSTJUBSJBv IUUQXXXVOtechoparamipais.org/chile/cis/images/stories/CATEDRA2010/SESION5/3. QEG DPOTVMUBEPFMEFFOFSPEF 171
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fue aceptada por la dirigencia de la FECH, lo que provocó un profundo quiebre entre los estudiantes, ya que la izquierda y algunos demócrata-cristianos seguían anhelando el cogobierno en su versión prístina y original, es decir, con participación del alumnado en la elección de las autoridades. La tesis del cogobierno fue sustentada con mayor énfasis por la Facultad de Filosofía y Educación, donde una comisión paritaria, compuesta por siete académicos y siete estudiantes, elaboró un estatuto para la facultad que admitía la participación de los alumnos en la designación de las autoridades. Así, se eligió como nuevo decano al comunista Hernán Ramírez Necochea. El 22 de mayo de 1968, y a instancias del decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Eugenio Velasco, el Consejo Universitario decidió intervenir la Facultad de Filosofía y Educación para reorganizarla, lo que precipitó los acontecimientos. «Esa misma tarde renunció el rector González y el Centro de Alumnos del Instituto Pedagógico se tomó la Casa Central, recibiendo luego el apoyo de la FECH. El conflicto persistió durante un año, lapso durante el cual se confeccionó un nuevo estatuto que conciliaba las distintas posturas. El nuevo rector electo fue Edgardo Boeninger»327. Sin embargo, fue en la Universidad Católica de Santiago donde la reforma universitaria tuvo una mayor carga simbólica, ya que para muchos esta universidad era el más claro exponente de las ideas reaccionarias en el país. Lo sucedido en esta universidad estuvo influenciado directamente por los profundos cambios que experimentó la Iglesia católica a partir del Concilio Vaticano II y por sus repercusiones en la Iglesia latinoamericana, «que en los escritos de Medellín y Buga propugnaba un compromiso de la educación superior y la cultura con los necesarios cambios sociales»328. Hasta antes del proceso de reforma, la Universidad Católica, dirigida por monseñor Silva Santiago, permanecía impermeable ante los nuevos vientos de cambio que soplaban en el ambiente. 327 328
Ibid. Ibid. 172
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Esta universidad conservaba el carácter elitista que la distinguía, completamente ajena de su entorno social. Por eso los estudiantes afirmaban: «Denunciamos la falta de vibración con los problemas del pueblo que se experimenta en el interior de las aulas de nuestra universidad»329. Es importante señalar que en la Universidad Católica, la Democracia Cristiana tenía una hegemonía sobre la masa estudiantil, por lo que el candidato elegido en la asamblea estudiantil DC era casi seguro el próximo presidente de la FEUC. Sin embargo, al interior de los democratacristianos existían tres sensibilidades distintas: a) El grupo encabezado por Miguel Ángel Solar, cuya dirigencia pertenecía en su mayoría a la Acción Católica Universitaria (AUC). Es el grupo de la Parroquia Universitaria. El menos político en sus planteamientos, se orienta principalmente hacia la universidad. Al «deber ser» de esta lo define en términos de «responsabilidad», «autenticidad», «compromiso», «comunitarismo», etcétera. Claramente mayoritario entre los estudiantes y no vinculado orgánicamente al Partido Demócrata Cristiano. b) El grupo encabezado por José Joaquín Brunner ligado al Instituto de Humanismo Cristiano, órgano de reflexión y difusión sociopolítica de los jesuitas. Más teñido por la perspectiva social; el «fuera» de la universidad, la marginalidad y su superación, etcétera. Con menos fuerza que el grupo Acción Católica Universitaria, al igual que este, tampoco milita en el PDC. c) El grupo encabezado por José Fluxá: miembros casi todos sus componentes del Instituto de Estudios Políticos de la DC (IDEP). Grupo definidamente político en su proyecto, se orienta completamente hacia la problemática nacional. Vinculado orgánicamente al PDC, e insinuándose crítico a la gestión freísta. Claramente minoritario. Los tres grupos se consideraban DC, pese a pertenecer a ella sólo el grupo IDEP. Este alega la condición de militante como requisito para postular a la Federación, con 329
Ibid. 173
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lo que descalificaba a sus dos contendores. El conflicto llega a la presidencia del PDC1BUSJDJP"ZMXJO BMBTB[ÓO Presidente, se decide por la tesis del ‘criterio amplio de militancia’ y Miguel Ángel Solar, cabeza de la fracción más poderosa, sin ser demócrata cristiano de partido, va a la FEUC como abanderado de la DCU330.
El 6 de junio de 1967, Miguel Ángel Solar plantea ante el Consejo Superior de la Universidad las posiciones del movimiento estudiantil, tras 22 meses de tramitación de un nuevo Reglamento de la Universidad por parte del mismo Consejo. Los planteamientos se sintetizan en la consigna de «Nuevos hombres para la nueva universidad». En su exposición, el líder estudiantil señala las etapas recorridas por el movimiento. En su etapa de crítica éste señaló que la UC era: clasista, sin comunicación con el medio social, sectaria y monárquica en su estructura de poder, colegial en su espíritu, desordenada331.
La FEUC, por un lado, y la Rectoría y el Consejo Superior por el otro, continuaron en los meses siguientes enfrascados en una profunda polémica ideológica que se hizo cada vez más profunda, hasta derivar el 11 de agosto de 1967 en la famosa toma de la Casa Central, donde se desplegó el célebre cartel que afirmaba: «El Mercurio miente». Este hecho marcó tal vez el momento más emblemático de la reforma, en que el conflicto llegó a su punto máximo de confrontación; con el fracaso del diálogo entre las partes, la condenación de los amotinados por parte del Consejo Superior y las unidades académicas más conservadoras (Ingeniería, Derecho, Agronomía y Economía), y el fallido intento de los estudiantes gremialistas por reconquistar violentamente los locales ocupados.
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Manuel Antonio Garretón y Javier Martínez, La reforma en la Universidad Católica de Chile, Santiago, Biblioteca del Movimiento Estudiantil, Ediciones Sur. Investigación realizada por Cristián Cox, 1985, tomo II, p. 22. Ibid, p. 25. 174
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La propia Santa Sede tomó cartas en el asunto y designó al Cardenal Raúl Silva Henríquez con plenos poderes para poner término a la crisis; previamente, el Presidente Frei y la FEUC le habían solicitado intervenir como mediador. El 21 de agosto, Silva Henríquez ordena el reinicio de las clases y pone fin a la toma, acepta las reformas propuestas y nombra prorrector al arquitecto Fernando Castillo Velasco, quien poco tiempo después es elegido rector (el primer laico en ocupar dicho cargo) en un claustro electoral que estaba compuesto en un 25% por estudiantes332.
Castillo Velasco asume las demandas por los cambios y se pone al frente del proceso de reformas, cuyo objetivo definió en el siguiente trozo extraído del Plan de Desarrollo de la Universidad para el período 1968-1970: «Se acentuará la importancia de la ciencia, la democratización en el mando y el acceso a las aulas; especial realce se concede a la función crítica frente a las alienaciones que asaltan al hombre y a los grupos sociales, y mayor acento se dispensa al papel de inserción de la Universidad en los procesos que suceden en su exterior»333. A diferencia de lo sucedido en otras universidades, en la Universidad Católica también se avanzó en lo referido al postulado de «Universidad abierta y para todos». Para el acercamiento de la universidad al pueblo, la UC recurrió al instrumento de la «extensión» y se reflejó claramente en la creación del Departamento Universitario Obrero Campesino (DUOC). Otra singularidad de la reforma en esta universidad es que a partir de 1968, el proceso quedó circunscrito al ámbito de los académicos; puesto que ese año la Federación de Estudiantes pasó a manos de los gremialistas –contrarios a los cambios– y, especialmente, a la participación del estudiantado en la elección de las autoridades. El gremialismo le restó impulso a las transformaciones y se opuso tenazmente a la labor de Castillo Velasco,
332 333
Jaime Rosenblitt, op. cit. Ibid. 175
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denunciándolo por discriminación política y manejo irregular de fondos334.
No obstante las serias dificultades que debió enfrentar, el rectorado de Fernando Castillo obtuvo una serie de logros en el camino de las reformas, los que consiguieron dejar atrás la imagen de encapsulamiento que ostentaba la Universidad Católica. Entre estos, se cuentan los acuerdos con universidades y agencias internacionales para el desarrollo de las distintas unidades académicas, de los que destaca –aunque a la larga quedará claro que en un sentido opuesto al espíritu reformista– el convenio entre la Escuela de Economía y Administración y la Universidad de Chicago; la reorganización del Campus San Joaquín según el modelo estadounidense de educación superior; captación de recursos provenientes de organismos financieros internacionales, como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo; planes de perfeccionamiento para docentes mediante becas y patrocinios; creación de 14 institutos en diversas unidades académicas; plan de departamentalización de las mismas para mejorar su administración; creación de centros de estudio interdisciplinarios dedicados a temas de interés social y nacional, como el Centro de Estudios de la Realidad Nacional (CEREN), el Centro de Estudios de Planificación Nacional (CEPLAN) y el Centro de Investigaciones de Desarrollo Urbano (CIDU); realización del primer Claustro Pleno en mayo de 1971, para poner en práctica la democratización del gobierno universitario; aumento de la planta de docentes (1.753; casi todos con jornada completa); e inserción en el mundo popular a través del Departamento Universitario Obrero Campesino (DUOC) y el Programa de Estudios y Capacitación Laboral (PRESCLA). En el caso de la Universidad Técnica del Estado (UTE), la reforma universitaria había comenzado algunos años antes, más exactamente en mayo de 1961. En esa fecha se produjo la elección del director de la Escuela de Minas de Copiapó por 334
Ibid. 176
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parte de la dirección de la UTE. Los estudiantes de ese establecimiento repudiaron el método con que fue elegido. El exacadémico y expresidente de la FEUT Alejandro Yáñez Betancourt señaló que en ese momento se dieron cuenta de que ese método estaba establecido en la Ley Orgánica de la universidad. «De allí cuestionar toda la institucionalidad universitaria fue cosa de días. La huelga iniciada en Copiapó se extendió por todas las escuelas de la UTE que terminaron tomadas en poder de los estudiantes»335. El movimiento de mayo de 1961 logró resolver el problema del nuevo director de Copiapó, pero no tuvo fuerza suficiente ni tampoco estaba aún maduro para hacer una reforma universitaria integral. «Pero fue el inicio de todo lo que ocurrió después. Dejó la tarea planteada y creó los actores que, más tarde, la haríamos realidad»336. De las movilizaciones realizadas en mayo de 1961 quedó una declaración, llamada «25 de mayo», que resume las ideas que ya circulaban en el ambiente universitario: «Los estudiantes de la Universidad Técnica del Estado mantuvimos un movimiento huelguístico, el que culminó con la toma de seis escuelas por nuestra parte. En la historia de las luchas estudiantiles del país, por problemas estrictamente legales, ha sido ésta la mayor batalla. El hecho que motivara el conflicto es sólo un apéndice de los problemas estructurales de la universidad. La hora llegó de cortar la raíz misma de esos defectos. Los estudiantes pensamos que ha llegado el momento de realizar una profunda reforma universitaria»337. En la Universidad Técnica del Estado, la lucha por la reforma universitaria recibió un nuevo impulso en 1966 con el gran movimiento huelguístico que levantó la exigencia de un mejor presupuesto para la universidad. 335
Alejandro Yáñez Betancourt, «La lucha por la reforma universitaria en la UTE (Universidad Técnica del Estado)», Centro de Estudios Miguel Enríquez:
336 337
IUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN&YQFSJFODJBTFYQ@QPQV&91QPQVMBSFT QEG DPOTVMUBEPFMEFGFCSFSPEF Ibid. Ibid. 177
Sergio Salinas Cañas
Obtener un mayor presupuesto para la universidad no era algo que interesara sólo a los estudiantes. También era aspiración del profesorado y de los funcionarios de la UTE de todo nivel, así como de las propias autoridades, desde el rector Horacio Aravena para abajo. La lucha por mayor presupuesto para la UTE, que debía ser otorgado por el Gobierno, unió a toda la Universidad y convirtió a la FEUT en el organismo que representaba los intereses de fondo de la comunidad universitaria»338.
El gobierno de Frei Montalva no aceptó elevar el presupuesto más allá de lo que tenía previsto el Ministerio de Hacienda. Esto llevó a la FEUT a decretar un paro nacional a fines de septiembre de 1966 y convocar a su estudiantado a una marcha hacia Santiago desde Antofagasta y Valdivia. «En cada ciudad de provincias donde llegaban los estudiantes de la UTE, se paralizaba la población, se reunían en su Plaza de Armas a dar apoyo a nuestra lucha los sindicatos, los estudiantes, los pobladores y las autoridades municipales, incluso parlamentarios, acompañando luego hasta la salida de esa ciudad a nuestros estudiantes, que seguían, en camiones, micros, en autos, a dedo, su camino hacia Santiago»339. Luego de una semana de movilizaciones, la marcha llegó a Santiago, alojándose cerca de tres mil estudiantes de provincias en la Escuela de Artes y Oficios. El gobierno de Frei Montalva finalmente cedió a las demandas y la UTE logró un mayor presupuesto. «En las elecciones de la FEUT, de noviembre de 1966, fuimos reelegidos, por abrumadora mayoría, el suscrito como presidente; Danilo Aravena, JS, como vicepresidente; Luis Cerda, JJ.CC., como secretario general. Ya estábamos confirmados como lo que efectivamente éramos: dirigentes reales y también formales de la Federación de Estudiantes de la UTE»340. 338
339 340
Alejandro Yáñez Betancourt, «Allende y la reforma universitaria en la UTE»: IUUQXXXHFOFSBDJPODMEPDVNFOUPTEPDT"MMFOEF@3FGPSNB@6@FO@ MB@65&QEG DPOTVMUBEPFMEFGFCSFSPEF Ibid. Ibid. 178
El tres letras
El año 1967 fue clave para hacer realidad la reforma universitaria en la UTE. Ese año, en septiembre, debía elegirse rector conforme al Estatuto Orgánico vigente desde 1952. El rector en ejercicio, Horacio Aravena, terminaba su segundo período de cuatro años en el cargo. Sin cumplir con los compromisos asumidos con la FEUT por él y el Consejo Universitario, se llamó a una sesión especial del Consejo Universitario, para el viernes 15 de septiembre, a las siete de la tarde, con el fin de designar una terna que luego sería enviada al Presidente de la República para que de ella, este nominara al nuevo rector por cuatro años más. La noche anterior, la del jueves 14 de septiembre, la FEUT se tomó la Casa Central de la UTE, impidiendo de esta manera la sesión del Consejo Universitario, que por ley, no podía para ese objeto trasladarse a otra parte distinta de donde había sido citado «y, además, sorprendiendo a todos, la FEUT no llamó a los estudiantes a paro nacional para el regreso de vacaciones, sino a asistir a clases, como forma de lucha, y a entregar, curso por curso, una Carta Abierta de la FEUT al profesor universitario, llamándolos a incorporarse en la lucha por la reforma universitaria para cambiar el Estatuto Orgánico de la Universidad»341. Durante toda la semana de Fiestas Patrias, y por cierto, el lunes 25 de septiembre de 1967 en que se reiniciaban las clases, la Casa Central se mantuvo en poder de los estudiantes. En dicha oportunidad se entregó a los presidentes de curso, en Santiago y en provincias, una Carta Abierta dirigida a los profesores, en que se señalaba: Profesores universitarios: a los estudiantes nos quedan pocos en quién creer, los hechos nos han golpeado en nuestros ideales, ya no tenemos fe en las promesas y compromisos de las altas jerarquías. Por eso en estos instantes críticos hemos recurrido al último bastión moral que existe, hemos recurrido a la Universidad. Queremos que sea la Universidad la que hoy tome la palabra; queremos que sea ella quien resuelva la situación planteada.
341
Ibid. 179
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Queremos que se eleve la voz de los docentes junto a la nuestra, indicando el futuro derrotero342.
A la semana siguiente, la FEUT, con el respaldo del profesorado, llamó a paro nacional que se mantuvo hasta octubre de ese año. Se nombró un rector interino y, en agosto de 1968, se convocó a un claustro pleno constituido en 65% de profesores, 25% de estudiantes y 10% de funcionarios administrativos, que en elección directa, donde participó toda la universidad, eligió como rector a Enrique Kirberg Baltianski. El caso de la Universidad de Concepción es distinto al vivido en otras universidades, ya que esta era una institución vanguardista y tenía ya un importante trecho recorrido en el camino de las reformas, como una importante labor de extensión y estatutos que contemplaban, desde 1928, la elección del rector en un claustro pleno con participación estudiantil. Además, había una presencia hegemónica de la masonería en el cuerpo docente y en los directivos, lo que daba al claustro pleno un carácter aclamatorio, ya que en la práctica era la Gran Logia la que designaba al rector. «Por otra parte, el movimiento estudiantil estaba dominado por el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), por lo que su acción fue siempre confrontacional y violenta; de hecho, se rechazaba la reforma en los términos en que estaba planteada»343. En este escenario, la reforma en la Universidad de Concepción puede sintetizarse como una confrontación abierta entre la masonería y el MIR. El proceso de reformas en la Universidad de Concepción nació tempranamente, siendo el primero en Chile. Se remonta a la década de 1950, a partir del rectorado de David Stitchkin (1956-1962), que le dio a su administración un carácter marcadamente político. En 1957, Stitchkin introdujo una profunda reorganización de la estructura académica sobre la siguiente: «Establecer los Institutos como ejes de la estructura académica, con el fin de reemplazar a las Facultades. Con el propósito de 342 343
Ibid. Jaime Rosenblitt, op. cit. 180
El tres letras
institucionalizar la investigación científica y desarrollar una labor de extensión cultural». Dichos propósitos permitieron que la labor de la universidad fuese accesible a un mayor número de personas y también que surgieran los institutos de Física, Química, Biología y Matemáticas. «Sin embargo, la labor de Stitchkin quedó trunca en 1962, al negarse a postular a la reelección por un nuevo período. Su sucesor, el doctor Ignacio González Ginouves, propuesto por la masonería, intentó desmantelar sus realizaciones, propiciando una explosiva reacción del estudiantado, aún dominado por los partidos Comunista y Socialista, del que se escindirá el MIR»344. En poco tiempo, los líderes más carismáticos del MIR, los FTUVEJBOUFTEFNFEJDJOB.JHVFM&OSÎRVF[ #BVUJTUBWBO4DIPVXFO y Luciano Cruz, lograron desplazar a los demás partidos de izquierda del control de la Federación de Estudiantes (FEC), «por lo que la confrontación con las autoridades escapó de los marcos de la reforma, ya que veían a la universidad como una plataforma de lucha revolucionaria que debía traspasarse al resto de la sociedad»345. Esta posición fue expresada por Miguel Enríquez en la revista Punto Final: «La revolución universitaria, entendida como la mera transformación que saque esa superestructura del servicio a la sociedad de explotación y oprobio y la coloque al servicio de obreros y campesinos, pasa por la lucha de las reivindicaciones fundamentales de los estudiantes contenidas en la Reforma Universitaria, enfatizando sí el cuestionamiento del poder universitario, esto es, el cogobierno estudiantil, como elemento indispensable para luchar en este período por la democratización de la Universidad, la defensa de la autonomía y el acceso a ella de obreros y campesinos, y la lucha contra la penetración norteamericana»346. El 17 de noviembre de 1967, Luciano Cruz fue elegido presidente de la FEC, desplazando a la JDC, que se debatía en pugnas 344 345 346
Ibid. Ibid. Ibid. 181
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internas por el cuestionamiento de algunos sectores de su partido al gobierno de Frei. Con el temor de que la FEC se transformara en la punta de lanza para las acciones del MIR, la masonería decidió confiar el manejo de la difícil situación a David Stitchkin para que asumiera la rectoría por un nuevo período (1968-1972), ya que además de su capacidad, se sabía que contaba con la simpatía del presidente Frei y su partido. Stitchkin fue elegido rector a fines de febrero de 1968 por una amplia mayoría, muy lejos de su único oponente, el profesor de ciencias políticas de la Universidad de Chile, Carlos Altamirano. En seguida se abocó a recomponer el proceso de reformas interrumpidas por González Ginouves, y a someter la agitación estudiantil. Como el MIR se enfrentaría con las autoridades por cuestión de principios, la táctica del rector consistió en cooptar a los alumnos menos politizados, aumentando la representación del estudiantado a 40% en el claustro pleno y a 25% en el Consejo Superior. Una vez controlados los focos de conflicto más apremiantes, Stitchkin, a mediados de diciembre de 1968, renunció al cargo e hizo elegir como nuevo rector a Edgardo Enríquez Frödden, presidente del Partido Radical y padre del líder del MIR. Edgardo Enríquez, unos años después, recordaría ese momento: «Ser rector de una universidad hoy día es algo sumamente serio. Lo sabía cuando el 3 de enero de 1969 recibí el mando de manos de mi distinguido amigo Dn. David Stitchkin Branover. Ahora, que estoy a punto de entregarlo, puedo declarar que, si bien he tenido mis apremios, mis penas, dolores y alegrías, he contado siempre con la cooperación de Uds., mis queridos amigos, del Consejo Superior, de los alumnos, de la inmensa mayoría de los docentes y no docentes, de la opinión pública sana y no apasionada, de los padres y apoderados que han comprendido nuestros esfuerzos y propósitos»347. 347
Discurso pronunciado por el rector de la Universidad de Concepción, doctor Edgardo Enríquez Frödden, el 26 de diciembre de 1972, en el hotel El Araucano, con motivo de la manifestación en su honor y del vicerrector, profesor Galo Gómez Oyarzún, ofrecida por personal docente y no docente 182
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3.7 Iglesia, cristianos de base y revolución en Chile Si es necesario, es posible. Clotario Blest
La Iglesia chilena no estuvo ajena a los cambios que se producían a nivel latinoamericano y mundial. Es así como además de las encíclicas papales, las orientaciones provenientes de los encuentros del episcopado latinoamericano tuvieron también profundas consecuencias en la tarea pastoral en el país. De la misma forma, la jerarquía eclesial no estaba ajena a la polarización ideológica que se vivía en el país. Luego de la muerte del cardenal José María Caro, en diciembre de 1958, el Arzobispado de Santiago estuvo tres años con «sede vacante». La Santa Sede no se decidía por ninguno de los candidatos, por considerar que estaban demasiado identificados con posturas políticas: monseñor Manuel Larraín (sectores progresistas apoyado por el Partido Demócrata Cristiano), monseñor Silva Santiago (sectores conservadores) y monseñor Emilio Tagle. Esta «politización» de la elección al final convenció al Vaticano de designar, en marzo de 1961, a alguien neutral, recayendo la designación en el obispo de Valparaíso, monseñor Raúl Silva Henríquez. Silva Henríquez había tenido un destacado rol en la Dirección de Caritas Internacional, en donde destacaba por sus dones personales de liderazgo y carisma. Entre 1962 y 1965, Silva Henríquez participó en el Concilio Ecuménico Vaticano II. Al igual que en otros países, en Chile también se dio una masificación de las comunidades cristianas de base. A lo que se sumó la conformación de agrupaciones cristianas, formadas por sacerdotes, pastores, religiosos y laicos, vinculadas a lo que posteriormente se conocería como teología de la liberación. Entre ellas destacaron la Iglesia Joven y el movimiento Cristianos por el Socialismo. de la Universidad de Concepción. Consejo de Difusión Universidad de Concepción. Op. cit., p. 46. 183
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Anteriormente, un primer intento teórico de conciliar cristianismo y marxismo lo habían impulsado en 1965 dos destacados militantes democratacristianos, Jacques Chonchol y Julio Silva Solar, quienes publicaron un ensayo donde perfilaron los fundamentos de la llamada «vía no capitalista de desarrollo», que contribuyó a forjar un polo crítico al interior del Partido Demócrata Cristiano. El domingo 11 de agosto de 1968, un grupo de doscientos laicos, siete sacerdotes y tres religiosas que trabajaban en las poblaciones de Santiago, llamados movimiento Iglesia Joven, ocuparon la catedral y colocaron en su frontis una pancarta que rezaba: «Por una Iglesia junto al pueblo y su lucha». En su manifiesto expresaron que deseaban volver a ser una Iglesia del pueblo, «como en el Evangelio», viviendo y compartiendo no solo su pobreza, sino también sus luchas; por tanto, rechazaban el tradicional vínculo eclesial con la burguesía e incluso la conciliación social. Más aún, se atrevieron a denunciar la «violencia» que provocaban «los ricos y los poderosos», la explotación e incluso «el engaño de una falsa democracia manejada por unos pocos», «la sumisión de las conciencias a través de los monopolios, propietarios de los medios de información», «la segregación racial, cultural y económica», «la instrumentalización de la educación en favor de las clases dirigentes», «la división del pueblo para consagrar su dominación». En definitiva, la Iglesia Joven quería trabajar «por una nueva sociedad que dignifique a la persona humana y donde sea posible el amor». «Aunque no empleaba las categorías de análisis marxistas, ni planteaba el socialismo como meta, este movimiento impulsó el debate sobre una profunda renovación de la Iglesia y planteó una crítica virulenta de la sociedad capitalista»348. La toma de la catedral finalizó a las seis de la tarde, hora límite que Frei concedió antes de ordenar su desalojo violento, y «a partir de entonces la derecha y sus medios de comunicación ya 348
Mario Amorós, «La Iglesia que nace del pueblo. Relevancia histórica del NPWJNJFOUP $SJTUJBOPT QPS FM 4PDJBMJTNPv IUUQXXXSFCFMJPOPSH EPDTQEG DPOTVMUBEPFMEFGFCSFSPEF 184
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no cesaron de denunciar la ‘infiltración comunista’ en la Iglesia. Por otra parte, la reacción del cardenal Raúl Silva Henríquez, quien suspendió a divinis a los siete sacerdotes que participaron en tal acción, aunque después revocó la sanción, anticipó la querella que entre 1971 y 1973 enfrentó a Cristianos por el Socialismo y el Episcopado»349. Solo 13 días después de la toma de la catedral de Santiago, empezó en Medellín la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, cuyo objetivo era la adaptación de los acuerdos conciliares a la realidad de la iglesia continental y que contó con la presencia por primera vez en suelo americano del obispo de Roma, el papa Pablo VI. En el encuentro de Medellín, pese a que se condenó tanto el «capitalismo liberal» y el «sistema marxista», se fortaleció la opción prioritaria por los pobres, favoreciendo en algo a los partidarios de la teología de la liberación y a los cristianos que anhelaban transformar la Iglesia y el mundo. «Las conclusiones de aquel cónclave también proclamaron que las comunidades cristianas de base eran «el primero y fundamental núcleo eclesial». Estas comunidades fueron impulsadas en Santiago de Chile desde comienzos de los años 60 por la jerarquía ante la escasez endémica de sacerdotes y la necesidad de abarcar todo el territorio de una ciudad que crecía de manera acelerada, de ahí el papel que otorgó a los laicos como vínculos eclesiales con la comunidad»350. La toma de la catedral fue un fenómeno paradigmático dentro de la etapa histórica que vivía el país y de la propia organización. Esta acción preanunciaba fenómenos religiosos similares que sucederían posteriormente en las décadas de 1970 y 1980 en la Iglesia chilena. La Iglesia Joven había nacido en barrios populares de Santiago, principalmente en las poblaciones João Goulart, Malaquías Concha y las Barrancas. Sus miembros confluían tanto geográficamente como ideológicamente, con una lectura política similar 349 350
Ibid. Ibid. 185
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sobre la realidad nacional, de una fuerte impronta marcada por la teoría de la dependencia. Las primeras manifestaciones de la agrupación son anteriores a la toma de la catedral y se remontan a junio de 1968, a propósito del viaje del papa Paulo VI a América Latina. Un grupo de católicos, entre ellos algunos sacerdotes, nucleados en torno a la parroquia San Luis de Beltrán, de la población Las Barrancas, envía al pontífice una misiva, que en lo esencial señala: Sabemos que en Latinoamérica impera el sistema capitalista, con la explotación del hombre y de todos sus valores. Sabemos que hay una minoría que, a expensas del pueblo, se afirma cada vez más (…). ¿Y a qué viene el Papa (a Colombia)?, ¿a bendecir la miseria?, ¿a predicar la paciencia en la injusticia?, ¿o viene como otro Cristo, a denunciar la injusticia bajo todas sus formas, a comprometerse con los pobres que sufren, a gritarles a los ricos la verdad del Evangelio?351.
En julio de 1968, una cincuentena de fieles solicitó la paralización de los trabajos en el Templo Votivo de Maipú. Entre los firmantes, están los sacerdotes Carlos Langue, Francisco Guzmán, Fernando Ugarte y Paulino García, futuros líderes de Iglesia Joven y participantes de la toma de la catedral. Entre los participantes de la toma destacaron asimismo, Clotario Blest, expresidente de la CUT; Miguel Ángel Solar, expresidente de la FEUC; Hugo Cancino, profesor de historia medieval y miembro de la organización Camilo Torres; Diego Palma, capellán de la Asociación Universitaria Católica; sor Clara Larmignac, parroquia San Pedro y San Pablo de la población Malaquías Concha; Patricio Hevia, médico; y Pedro Donoso, presidente de la Juventud de Obreros Católicos. La Iglesia Joven desde un comienzo se vio tensionada por el conflicto entre quienes buscaban mantenerse fieles a la idea 351
Héctor Concha Oviedo, «La Iglesia Joven y la toma de la Catedral de Santiago: 11 de agosto de 1968», Centro de Estudios Miguel Enríquez:
El tres letras
prístina, es decir, esencialmente de denuncia y aquellos que aspiraban a transformarla en un movimiento político-partidista, instrumentalización siempre resistida por la mayoría de sus integrantes. «Dicha tensión tendrá como corolario el fin de la Iglesia Joven hacia mediados de 1971, ya instalada en el poder la administración de Salvador Allende Gossens»352. El fin de la agrupación se debió, entre otros motivos, a: el inicio del gobierno de la Unidad Popular, con el cual se identifican algunos miembros y que les lleva a integrarse en partidos de la coalición; la persistente oposición de la jerarquía eclesiástica católica; y los planteamientos de la Iglesia Joven son parcialmente recogidos por Cristianos por el Socialismo (1971). Si la Iglesia Joven estuvo formada por sacerdotes, religiosos y laicos insertos en el medio popular y Medellín simbolizó la influencia de las posiciones liberadoras incluso entre los prelados, la primera expresión de cariz político de todo este proceso fue la fundación del Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU), propiciada por la crisis del Partido Demócrata Cristiano (PDC) y el fracaso de su proyecto reformista. Tras su acusado descenso en las elecciones parlamentarias de marzo de 1969 y el asesinato de ocho pobladores en la Pampa Irigoin por el Grupo Móvil, las disputas ideológicas en el PDC se agudizaron hasta la ruptura en mayo, cuando la Junta Nacional rechazó la alianza con la izquierda (‘el camino de la Unidad Popular’ preconizado por un documento presentado por los diputados Julio Silva Solar y Alberto Jerez). Entonces, el senador Rafael Agustín Gumucio, uno de los fundadores de la Falange Nacional en 1937, y Silva Solar, Jerez, Jacques Chonchol y Vicente Sotta renunciaron a su militancia353.
352 353
Ibid. Mario Amorós, «La Iglesia que nace del pueblo: relevancia histórica del movimiento Cristianos por el Socialismo», en Julio Pinto (coordinadoreditor) y otros, Cuando hicimos historia: la experiencia de la Unidad Popular, Santiago, Lom Ediciones, 2005, p. 107. 187
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En la carta que estos cuatro últimos dirigieron a Jaime Castillo, presidente del partido, expresaron su desazón por el balance de los cinco años de gobierno, que habían consolidado el sistema capitalista en Chile, y le comunicaron que abandonaban el PDC para trabajar por la Unidad Popular, para «unirnos a la lucha del pueblo por la justicia, por la democracia, por la revolución, por la nueva sociedad comunitaria y socialista». Un buen número de militantes y dirigentes, significativo en el caso de una JDC liderada por Rodrigo Ambrosio, intelectuales y profesores universitarios les acompañaron, y días después en el teatro del sindicato de la Empresa de Transportes Colectivos del Estado nació el MAPU, que eligió como secretario general a Jacques Chonchol y el 9 de octubre participó en la fundación de la Unidad Popular. «El MAPU reforzó el pluralismo de la nueva coalición de la izquierda chilena, puesto que, por primera vez, junto a marxistas, radicales, socialdemócratas e independientes, participaba una fuerza de matriz cristiana»354. Por tanto, en las elecciones presidenciales de 1970 Salvador Allende obtuvo el apoyo (imprescindible, dada su apretada victoria) de numerosos sacerdotes, religiosos y laicos que en 1964 confiaron en la «Revolución en Libertad». «La vieja condena eclesial del marxismo se desmoronó en una parte de la base social para alumbrar un diálogo muy fértil. Algunos sacerdotes incluso participaron activamente en la campaña de la Unidad Popular con la intención de neutralizar la recurrente propaganda que, por ejemplo, suplicaba a la Virgen del Carmen que librara a Chile del ‘comunismo ateo’, encarnado por cuarta vez en la candidatura de un doctor marxista y masón»355. Así, el sacerdote valenciano Antonio Llidó destinado en Quillota, quien luego sería militante del MIR, escribió con ironía a su familia el 17 de septiembre de 1970: «Andábamos convenciendo a las viejas beatas para que votaran por Allende, pues de lo contrario se iban a condenar sin remedio»356. 354 355 356
Ibid. Ibid. Ibid. 188
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Después de las elecciones presidenciales los sacerdotes que trabajaban en los sectores populares intensificaron sus encuentros para compartir experiencias, con el objetivo de profundizar su compromiso social y discernir cómo apoyaban a un gobierno que se proponía impulsar profundas transformaciones estructurales para construir junto a las grandes mayorías un país más justo. Muchos cristianos que habían respaldado al candidato democratacristiano también decidieron apoyar a la Unidad Popular, como explicó el sacerdote jesuita José Aldunate: «Yo había votado por Tomic y el día que triunfó Allende fui a la Alameda y vi llegar grandes olas sucesivas de la gente más pobre de Santiago: venían contentos, bailando y cantando, porque por primera vez en su historia tenían un Presidente que iba a responder a sus anhelos y derechos. Ahí vi yo la esperanza de ese pueblo y tomé la resolución de trabajar para que no se viera frustrada»357. El propio Aldunate menciona en sus memorias que «en octubre de 1970, en un encuentro de más de doscientos religiosos, pesaba tanto la inquietud por la inminente llegada de la UP al gobierno que el cardenal Raúl Silva les llamó a estar dispuestos incluso al martirio. Ni siquiera el Te Deum ecuménico al que Salvador Allende asistió el mismo día de su investidura presidencial, el 3 de noviembre, conjuró aquellos temores de la jerarquía»358. Posteriormente al triunfo de la Unidad Popular en las elecciones municipales, entre el 14 y el 16 de abril de 1971, 80 sacerdotes se reunieron en una casa de la zona sur de Santiago para debatir sobre la participación de los cristianos en la construcción del socialismo. El trabajo empezó con el análisis político sobre la evolución del movimiento obrero chileno y el programa de la Unidad Popular, después debatieron sobre la participación de los cristianos en el proceso revolucionario y finalmente abordaron los problemas prácticos que ello origi357 358
Ibid. Ibid. 189
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naba en su trabajo pastoral y la conveniencia de articular un grupo organizado. El comunicado final de aquellas jornadas, difundido el 16 de abril, conocido como la Declaración de los Ochenta, aseguró que el capitalismo era la causa esencial de la injusticia social que sufría el pueblo y destacó las esperanzas de que el gobierno presidido por Salvador Allende había despertado en las clases populares con su firme propósito de iniciar la construcción del socialismo. «Nos sentimos comprometidos con este proceso en marcha y queremos contribuir a su éxito. La razón profunda de este compromiso es nuestra fe en Jesucristo, que se ahonda, renueva y toma cuerpo según las circunstancias históricas. Ser cristiano es ser solidario. Ser solidario en este momento en Chile es participar en el proyecto histórico que su pueblo se ha trazado»359. El movimiento Cristianos por el Socialismo constituye la expresión más acabada del compromiso con los cambios revolucionarios, a la vez que con su inserción en el mundo popular, con su testimonio de vida y de lucha, sus militantes derrumbaron los dogmas que históricamente habían enfrentado a marxistas y cristianos. Chile sufre dolores de parto. Si no nace una patria nueva, el pueblo no podrá ser feliz. Los cristianos tratamos de seguir los pasos del Señor Jesús. Él vivió y murió por la libertad del pueblo. Como sacerdotes, pastores, religiosas y laicos, creemos que Dios quiere la justicia y la igualdad. Nos llamamos Cristianos por el Socialismo. Esto no es un partido político. Somos cristianos que tratamos de compartir el sufrimiento y la lucha de los pobres. Sabemos que el futuro de Chile está en manos de los trabajadores. Nuestra fe cristiana se fortalece en las luchas y esperanzas de la clase trabajadora360.
359 360
Ibid. Cristianos por el Socialismo, Declaración del secretario nacional, 20 de octubre de 1972, Revista Pastoral Popular, nº 132, noviembre-diciembre de 1972, p. 60, en Mario Amorós, op. cit. 190
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La reunión de Los Ochenta coincidió con la Asamblea Plenaria Anual de la Conferencia Episcopal y, en una apresurada respuesta, los obispos aseguraron que los sacerdotes podían tener una preferencia política, pero no adoptar públicamente posiciones partidistas. «La opción política del sacerdote, si se presenta, como en este caso, a modo de lógica e ineludible consecuencia de su fe cristiana, condena implícitamente cualquier otra opción y atenta contra la libertad de los otros cristianos», aseguraron los prelados361. El 27 de mayo, el episcopado entregó su documento de trabajo «Evangelio, política y socialismo», el más importante de los que se aprobó durante el gobierno de la Unidad Popular. «Preocupados ante las resoluciones de Los Ochenta, los obispos elaboraron un denso texto con un marcado tono admonitorio sobre los riesgos de colaborar con las fuerzas socialistas, cuya afirmación esencial volvió a ser la imposibilidad para cualquier representante oficial de la Iglesia católica de optar abiertamente por un partido o grupo político determinado»362. En julio, el comité coordinador de Los Ochenta expuso sus reflexiones sobre el documento episcopal y, además de reafirmarse en su compromiso con la construcción del socialismo, aseguró: «Al propugnar la humanización del sistema capitalista y condenar el marxismo, los obispos apostaban de manera implícita por una opción política concreta, la democratacristiana, a pesar de su propia insistencia en el apartidismo»363. En aquel invierno de 1971 también se produjeron otros dos hechos relevantes. Por una parte, en julio, 200 sacerdotes se reunieron en Santiago para debatir sobre su apoyo al proceso de transformación social y la necesidad de renovar las estructuras de la Iglesia, sin expresar un respaldo abierto al gobierno ni asumir el marxismo como después lo hizo el movimiento Cristianos por el Socialismo.
361 362 363
Mario Amorós, op. cit. Ibid. Ibid. 191
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Por otra parte, la unidad del PDC volvió a desgarrarse tras su alianza con el Partido Nacional en las elecciones complementarias de Valparaíso, ya que, cuando a finales de julio, su dirección rechazó la propuesta de Bosco Parra de prohibir cualquier pacto con la derecha, este renunció a su militancia y a principios de agosto se consumó una nueva escisión, puesto que le acompañaron ocho diputados, algunos dirigentes y un sector de la JDC para formar la Izquierda Cristiana (IC). Sus fundadores criticaron la contradicción entre el discurso progresista del PDC y su reciente alianza con la derecha. En su reunión del 3 de agosto decidieron participar en el proceso de construcción del socialismo y tres días después anunciaron su adhesión al programa de la Unidad Popular. A la IC llegaron también los tres parlamentarios del MAPU (Rafael Agustín Gumucio, Alberto Jerez y Julio Silva Solar) y el ministro de Agricultura, Jacques Chonchol, disconformes con la asunción por este partido de los postulados marxistas-leninistas y convencidos de la necesidad de ofrecer un cauce político propio a los sectores cristianos que apoyaban o podían apoyar al Gobierno364.
En sus jornadas de abril, con la intención de evitar el paralelismo político y eclesial, Los Ochenta rehusaron fundar un movimiento como los existentes en Argentina (Sacerdotes del Tercer Mundo) o Colombia (Golconda) y solo eligieron un comité coordinador compuesto por delegados de las diferentes zonas de Santiago y algunas provincias. Sin embargo, ante el peligro de ser un movimiento ambiguo, sin definiciones ni representantes, en su reunión del 1 de septiembre de 1971, el comité coordinador decidió crear un comité ejecutivo, la figura del secretario general (el elegido fue el jesuita Gonzalo Arroyo, profesor de la Universidad Católica) y un secretariado, financiado por los grupos de base y que contó con un secretario ejecutivo y una secretaria dedicados a tiempo completo a este trabajo. «En aquella reunión se dio al secretariado la denominación de Secretariado Sacerdotal de Cristianos 364
Ibid. 192
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por el Socialismo, aunque en la jornada nacional de diciembre suprimieron el adjetivo ‘sacerdotal’ y más adelante hablaron tan sólo de movimiento Cristianos por el Socialismo»365. Aquel año se cerró con el histórico encuentro de casi un centenar de sacerdotes de Cristianos por el Socialismo con Fidel Castro, el 29 de noviembre, en los jardines de la Embajada de Cuba. «Durante casi dos horas y en un clima de camaradería, el comandante cubano expresó su sorpresa ante la fortaleza del apoyo cristiano al proceso revolucionario y aseguró que la alianza entre marxistas y cristianos era ‘estratégica’ y no ‘táctica’»366. En el acto de despedida que le brindó el pueblo chileno en el Estadio Nacional, el 2 de diciembre, Fidel Castro mencionó en su discurso la indignación que su entrevista con el cardenal Silva Henríquez y su encuentro con Cristianos por el Socialismo habían suscitado en la derecha. Respecto a su reunión con estos, aseguró: «Teníamos muchas cosas que conversar con la izquierda cristiana y con los sacerdotes chilenos, amplias cosas, fundadas no en oportunismos sino en principios; (...) en la convicción de la conveniencia, de la posibilidad y de la necesidad de unir en el ámbito de esta comunidad latinoamericana a los revolucionarios marxistas y a los revolucionarios cristianos. (...) Porque muchos han querido tomar la religión para defender, ¿qué? La explotación, la miseria, el privilegio. Para convertir la vida del pueblo en este mundo en un infierno, olvidándose de que el cristianismo fue la religión de los humildes»367. Fidel Castro invitó a una delegación de Cristianos por el Socialismo a visitar Cuba, viaje que realizaron 12 sacerdotes en marzo de 1972; entre ellos, el catalán Ignasi Pujades, miembro de su secretariado. En su parroquia de Forestal Alto (Viña del Mar), Pujades impulsó en octubre de 1971 la creación de la Comunidad de Cristianos Revolucionarios Néstor Paz, en homenaje al guerrillero boliviano muerto un año antes, con el propósito de vivir la fe cristiana desde el seno de la revolución chilena. 365 366 367
Ibid. Ibid. Ibid. 193
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Desde Barcelona, Pujades recuerda su participación en este movimiento: «Todos estos sacerdotes teníamos esta semilla dentro e hicimos primero un proceso personal, determinado por la experiencia vital, cotidiana, y descubrimos que los comunistas no se comían a los niños, sino que eran gente normal, con una gran inquietud social y propuestas avanzadas. Después fuimos elaborando un cuerpo de pensamiento que se concretó en la creación de Cristianos por el Socialismo. Conseguimos que la Iglesia ya no estuviera encuadrada en la derecha y el PDC, organizamos un movimiento liberador y necesario»368. La polémica entre el Episcopado y Cristianos por el Socialismo se agudizó durante los primeros meses de 1972, a raíz de la preparación de un encuentro latinoamericano de este movimiento en Santiago, discusión inaugurada el 12 de enero con una misiva de monseñor Carlos Oviedo a las conferencias episcopales de América Latina, en la que advertía que desaprobaban ese cónclave. Algunas semanas después el cardenal comunicó a Gonzalo Arroyo que rehusaba patrocinarlo porque, después de leer el documento de trabajo, consideraba que sería una reunión política con el objetivo de implicar a los cristianos y la Iglesia en la lucha por «la revolución marxista». Arroyo le respondió con otra misiva, donde aclaró que, si un amplio grupo de cristianos (católicos, protestantes, sacerdotes, religiosas y laicos) se reunía para reflexionar sobre la injusta situación de América Latina, la liberación de los oprimidos, el comportamiento de los creyentes en la lucha política y la incidencia de la fe en este proceso, tal encuentro tendría una inevitable repercusión política, como, por otra parte, la tuvo Medellín. También le explicó que el fin del encuentro no era la propagación de la ideología marxista, ni reforzar a los partidos de esta tendencia, sino reflexionar acerca de la liberación del pueblo como una exigencia de la fe. De esta manera, entre el 23 y el 30 de abril de 1972, pocos días después de la celebración de la III Conferencia de la Unctad en el Edificio Gabriela Mistral (construido por los trabajadores 368
Ibid. 194
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chilenos en un tiempo récord), el sindicato obrero de la industria textil Hirmas acogió el Primer Encuentro Latinoamericano de Cristianos por el Socialismo, con la participación de 400 delegados de todos los países americanos e invitados europeos, y bajo la presidencia del único obispo que asistió, Sergio Méndez Arceo, titular de la diócesis mexicana de Cuernavaca369. El documento final del Primer Encuentro Latinoamericano de Cristianos por el Socialismo proclamó que se identificaban como cristianos que pensaban su fe a la luz del proceso de liberación de los pueblos y de su compromiso con la construcción de una sociedad socialista, única forma de enfrentarse al imperialismo y romper la dependencia económica. Y constató que aumentaba la conciencia de la necesidad de una alianza estratégica de los cristianos revolucionarios con los marxistas, lo que significaba ‘caminar juntos en una acción política común hacia un proyecto histórico de liberación’370.
En su parte final, reprodujeron las conocidas palabras de Ernesto Che Guevara que anhelaban convertir en proféticas: «Cuando los cristianos se atrevan a dar un testimonio revolucionario integral, la revolución latinoamericana será invencible, ya que hasta ahora los cristianos han permitido que su doctrina sea instrumentalizada por los reaccionarios»371. Las últimas jornadas anuales de Cristianos por el Socialismo, celebradas entre el 24 y el 26 de noviembre de 1972 en la comuna de Padre Hurtado, demostraron 369
370 371
Giulio Girardi, teólogo italiano que había participado en el encuentro, en un intento de destacar la importancia que tuvo, hacía un paralelismo entre Medellín y Santiago: «Medellín es una expresión de la colegialidad episcopal a escala continental. Santiago es a esta misma escala continental, una expresión de renovación de la conciencia cristiana. Renovación que es, por cierto, de la comunidad cristiana de base». David Fernández Fernández, «Cristianos por el Socialismo en Chile (1971-1973). Aproximación histórica a través del testimonio oral», Studia Zamorensia, nº 4, 1997:
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el vigor que en tan poco tiempo había logrado este movimiento y de nuevo alcanzaron resonancia nacional, en aquella ocasión por la ácida discusión entre la dirigente comunista Mireya Baltra y Miguel Enríquez en el foro político en el que además intervinieron Hernán del Canto (ministro secretario general de Gobierno y dirigente socialista), José Antonio Viera-Gallo (subsecretario de Justicia y dirigente del MAPU) y Bosco Parra (secretario general de la Izquierda Cristiana) y en el que Radomiro Tomic declinó participar372.
En diversas partes del país, se comenzaron a crear colectivos de Cristianos por el Socialismo. Por ejemplo, en Quillota a lo largo de 1972 se creó la Comunidad Quillotana de Cristianos por el Socialismo, liderada por Antonio Llidó, «quien en mayo había sido suspendido de sus funciones sacerdotales por Emilio Tagle y quien en diciembre de aquel año asumió la jefatura política del Comité Local Interior del MIR en la provincia de Valparaíso»373. En el invierno de 1973, los Cristianos por el Socialismo, como parte que eran del movimiento popular, se movilizaron en defensa del gobierno contra la desestabilización política, económica y social promovida por la oposición. El domingo 9 de septiembre de 1973, tuvo lugar la última acción pública de este movimiento, cuando su secretario general se dirigió a todo el país por Televisión Nacional para responder a Raúl Hasbún, quien desde su tribuna diaria en el Canal 13 había exigido la renuncia del presidente Allende. El 13 de septiembre de 1973, el comité permanente del Episcopado también aprobó el documento «Fe cristiana y actuación política», una condena inquisitorial en toda regla de Cristianos por el Socialismo: «Por lo tanto, y en vista de los antecedentes que hemos señalado, prohibimos a sacerdotes y religiosos (as) que formen parte de esa organización...»374. Sin embargo, Cristianos por el Socialismo decidió a lo largo de varias reuniones clandestinas celebradas después del golpe de 372 373 374
Ibid. Ibid. Ibid. 196
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Estado desaparecer como movimiento para facilitar la integración de sus miembros en las organizaciones eclesiales de base y desde allí denunciar la represión y realizar un trabajo solidario con los perseguidos, así como intentar avivar la esperanza y alentar la resistencia a la dictadura entre las clases populares. Según Pablo Richard, al menos 120 sacerdotes católicos, 30 pastores protestantes, 35 religiosos y 200 laicos que pertenecían a Cristianos por el Socialismo fueron expulsados de Chile, buena parte de ellos después de ser detenidos y torturados, mientras que al menos 32 fueron asesinados; entre ellos, Joan Alsina, Miguel 8PPEXBSE &UJFOOF1FTMF (FSBSEP1PCMFUF 0NBS7FOUVSFMMJP Antonio Llidó, el único de ellos que forma parte de la relación de detenidos desaparecidos.
3.8 Ámbito cultural: la Nueva Canción chilena Yo no canto por cantar, ni por tener buena voz, canto porque la guitarra tiene sentido y razón375. Víctor Jara
En la década de los años sesenta, al igual que lo sucedido en la historia política de nuestro país, surgieron movimientos culturales que marcaron y dejaron recuerdos imborrables en nuestra historia cultural. Entre ellos, destacaron la Nueva Canción y el Nuevo Cine chileno. Ambos hechos no se entienden si no se toma en cuenta el fenómeno capital de la década en el continente: la Revolución Cubana. Como señalamos en capítulos anteriores, la Revolución Cubana remeció hasta sus cimientos la conciencia latinoamericana. Nadie pudo sustraerse a sus efectos, unos adhiriendo los impulsos revolucionarios y otros rechazándolos. «Más todavía, el
375
Canción llamada «Manifiesto». 197
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sentimiento asume un carácter pasional, exacerbado: se aplaude la revolución con delirio o se la ataca hasta el paroxismo»376. El campo cultural también es bañado por esta ola, los intelectuales y artistas se radicalizan, principalmente en las áreas de creación con una historia más joven, como es el caso del cine o la música. En cambio, la literatura era más antigua como actividad creadora y más consolidada, por lo que los escritores ya habían incursionado en la temática social desde fines de los años treinta en América Latina (Pablo Neruda, César Vallejo, Rómulo Gallegos, Miguel Ángel Asturias). En el cine y la música «lo que aparece como tendencia dominante es la búsqueda de una síntesis entre la temática de la obra, el lenguaje en que ésta se expresa, y lo que el artista considera su deber político y social. Nacen así poderosos movimientos de renovación donde lo nuevo, por si hubiera alguna duda, empieza por anunciarse en el nombre que consciente o inconscientemente eligen: se habla de la Nueva Canción Latinoamericana, y del Nuevo Cine Latinoamericano»377. Paralelamente a la Nueva Trova cubana (Silvio Rodríguez, Pablo Milanés); al discurso de la Tropicalia brasileña (Caetano Veloso, Gilberto Gil), y al Nuevo Cancionero argentino (Mercedes Sosa, Tito Francia), en Estados Unidos –Bob Dylan, Joan Baez y Pete Seeger– introducían una poética de conciencia hasta entonces inédita en el canto popular estadounidense. De la misma manera, en Europa, la Nova Cançó catalana, con Joan Manuel Serrat, Maria del Mar Bonet, Raimon y Lluis Llach, también introducía temática reflexivas similares378. 376
377 378
Jacqueline Mouesca, Plano secuencia de la memoria de Chile. Veinticinco años de cine chileno (1960-1985), Madrid-Santiago, Ediciones del Litoral, QIUUQXXXNFNPSJBDIJMFOBDMBSDIJWPTQEGT.$ QEG DPOTVMUBEPFMEFNBS[PEF Ibid. Sería en el Encuentro de la Canción Protesta que tuvo lugar en La Habana, entre el 29 de julio y el 10 de agosto de 1967, el primero de una serie de encuentros, donde se sentarían las bases, se perfilarían las ideas y se aunarían las voluntades con importantes aportes por parte de sus participantes. Las declaraciones allí vertidas nos pueden dar una idea de cuál era entonces la estética y ética del canto. Juan Blanco, de Cuba, dijo: «Nosotros creemos 198
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Como señalaba Bob Dylan: «Los tiempos están cambiando». «Y era inevitable que ese remezón cultural terminara por filtrarse tarde o temprano en la canción popular chilena. Eran los meses de la reforma universitaria, de las reacciones ante el Concilio y de la incipiente liberación sexual; una época donde los paradigmas sociales se verían cuestionados hasta modificarse de modo definitivo»379. En el caso de Chile, igual se sienten nuevos aires culturales que entran en pugna con las tendencias prevalecientes. En el caso de la música, alrededor de 1967 comienza a gestarse un nuevo modo de composición e interpretación popular que un par de años más tarde el disc jockey y comunicador Ricardo García bautizara como Nueva Canción Chilena380. Esta se caracteriza-
que la canción protesta puede ser eficaz y de alta calidad trabajándose sobre los esquemas de la tradición, pero creemos también que sobre formas libres, igualmente puede hacerse un buen trabajo, un trabajo eficaz. Lograr la mayor eficacia artística y política es quizá lo que debe pretender la canción protesta». Ángel Parra, de Chile, definía la canción protesta o de contenido social como: «Cualquier manifestación musical que se revela de los cánones arcaicos, en lo instrumental, armónico y literario». El español Raimon daba en la diana al comentar: «Yo estoy absolutamente en contra de la denominación canción protesta; me parece muy estrecha y limitada para una actividad que estamos realizando en distintas partes del mundo». En Italia y Cataluña se llama también Nueva Canción. La Nueva Canción supone la aparición de un fenómeno sociológico en todo el mundo. Tal definición abarca muchísimo. José Manuel García, «La Nueva Canción $IJMFOBvIUUQXXXDBODJPOFSPTDPNMWMBOVFWBDBODJPODIJMFOB EFKPTFNBOVFMHBSDJBDBQJUVMPMBOVFWBDBODJPO DPOTVMUBEPFMEF marzo de 2011). 379 .BSJTPM(BSDÎB j-B/VFWB$BODJÓOVOGSVUPEFTVÊQPDBvIUUQXXX OVFTUSPDMCJCMJPUFDBUFYUPTOVFWB@DBODJPOIUN DPOTVMUBEP FM EF marzo de 2011). 380 «En 1969 acuñamos el término de ‘Nueva Canción Chilena’ cuando organizamos el Primer Festival. De entonces hasta hoy ha habido una abundante producción que ha alcanzado sus puntos más importantes en obras de gran envergadura como la Cantata a La Fragua». Ricardo García, «La Nueva Canción chilena da la vuelta al mundo». Revista Ramona, vol. 2, n° 97, 4 de septiembre de 1973, Santiago, Sociedad Impresora Horizonte&EJUPSJBM2VJNBOUÙ QIUUQXXXNFNPSJBDIJMFOBDMBSDIJWPTQEGT .$QEG DPOTVMUBEPFMEFFOFSP 199
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ba por recoger esa mezcla de fervor ideológico, raíz folclórica y reacción ante el imperialismo cultural381. Su intrínseco desprejuicio para fusionar ritmos y estilos, su apertura a toda colaboración y el marcado carácter reflexivo de sus textos; unen a sus principales exponentes con el espíritu crítico e inquieto que animaría luego a toda fuerza musical disidente, marcando posteriormente a una serie de protagonistas del llamado Canto Nuevo y a no pocos integrantes de la generación rockera de los 80 y 90. Hasta hoy se le considera uno de los movimientos artísticos más significativos surgidos nunca en Chile382.
La más grande compositora de la historia musical chilena, Violeta Parra (1917-1967) fue considerada como la «madre» de la Nueva Canción chilena. Cabe recordar que sus hijos, Ángel e Isabel, fueron dos de los principales representantes de este movimiento. «Pero también resultan señeros el desprejuicio estilístico de su labor artística y cómo integró el tema social a la canción popular local. Composiciones suyas como ¿Por qué los pobres no tienen?, ¿Qué dirá el Santo Padre? o La carta; son muestras contundentes de cómo con guitarra y voz pueden llegar a construirse verdaderos manifiestos subversivos»383. Violeta Parra afirmó: «La obligación de cada artista es la de poner su poder creador al servicio de los hombres. Ya está añejo el cantar a los arroyitos y a las florcitas. Hoy la vida es más dura y el sufrimiento del pueblo no puede quedar desatendido por el artista»384. En sus Décimas autobiográficas ratifica estos conceptos: Yo no protesto por mí porque soy muy poca cosa, reclamo porque a la fosa van las penas del mendigo. 381
382 383 384
Véase Marisol García, Canción valiente. 1960-1989. Tres décadas de canto social y político en Chile, Santiago, Ediciones B, 2013. Ibid. Ibid. José Manuel García, op. cit. 200
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A Dios pongo por testigo que no me deje mentir, no me hace falta salir un metro fuera ‘e la casa pa’ ver lo que aquí nos pasa y el dolor que es el vivir385.
Las canciones de Violeta Parra fueron cantadas por casi todos los miembros de este movimiento y su influencia es innegable. Víctor Jara definió así este aspecto: «la presencia de Viola Parra es como una estrella que jamás se apagará. Violeta, que desgraciadamente no vive para ver este fruto de su trabajo, nos marcó el camino; nosotros no hacemos más que continuarlo y darle, claro, la vivencia del proceso actual»386. Una de las temáticas más importantes para la Nueva Canción chilena es la problemática social, lo que se puede apreciar en las composiciones de la mayoría de los cantantes y grupos. De la recopilación del folclore se pasaba entonces a la creación de letras en que se reflejaba la realidad y el sufrimiento vivido por obreros, campesinos y pobladores. Algunas de las composiciones más destacadas en este ámbito son el disco La población, de Víctor Jara, el que contiene canciones como «Herminda de la Victoria» y «El hombre es un creador», y el LP El alma de mi pueblo, de Rolando Alarcón, entre muchos otros. Alarcón señaló al respecto que no solo se quedó en el disco, «sino que salí a cantar por los lugares donde realmente estaba ‘esa alma’: las empresas del área social, las poblaciones, los sindicatos, escuelas, que es donde el artista encuentra su real creatividad y la esencia del saber popular, corriendo paralelamente a la simpleza de la vida, de la esperanza, de un mañana feliz»387. Al igual que en el discurso de la izquierda revolucionaria latinoamericana, otro de los temas recurrentes en la Nueva 385 386 387
Ibid. Ibid. Revista Onda, «Adiós Rolando: el silencio de una guitarra», Revista Onda, Santiago, vol. 3, n° 38, 16 de febrero de 1973. Empresa Editora /BDJPOBM2VJNBOUÙ QIUUQXXXNFNPSJBDIJMFOBDMBSDIJWPTQEGT .$QEG DPOTVMUBEPFMEFNBS[PEF 201
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Canción chilena, tanto en sus creaciones originales como en el repertorio incorporado de otros países del continente, fue el discurso antiimperialista y más específicamente antiestadounidense. Así se comprueba por la importancia que se otorga a la guerra en Vietnam, lo que queda plasmado en discos como Por Vietnam, de Quilapayún, en el que igual se incluyen temas de la tradición de la canción revolucionaria mundial. Asimismo, Víctor Jara y Rolando Alarcón editan discos dedicados al pueblo vietnamita: El derecho de vivir en paz y Por Cuba y Vietnam. La incorporación de temas de autores uruguayos como Rubén Lenna y Daniel Viglietti al repertorio de los artistas de la Nueva Canción Chilena es importante como expresión de esta misma tendencia y resulta especialmente significativa la composición de Lenna titulada ‘La segunda independencia’, en la que se formula una invitación a unirse contra la presencia norteamericana y hacer de América un continente feliz. De manera paralela se levanta una nueva lectura de parte de la historia de América y particularmente de los procesos de independencia, que es reinterpretada a través de canciones que exaltan a los libertadores y su legado como sucede con el tema de Lenna ‘Simón Bolívar’, pero al que se pueden agregar varios ejemplos chilenos, destacando las producciones de Patricio Manns y Rolando Alarcón388.
El discurso antiimperialista presente en la Nueva Canción chilena se fortalece aún más en la segunda mitad de los sesenta cuando aumentan las críticas a la guerra de Vietnam y especialmente con la muerte del Che Guevara en Bolivia. Al Che se le dedican una notable cantidad de canciones, poemas y otras formas de homenaje. «En estos momentos la opción revolucionaria armada parece ser la alternativa más atractiva para amplios
388
Claudio Rolle, «La nueva canción chilena, el proyecto cultural popular, la campaña presidencial y el gobierno de Salvador Allende», Pensamiento Crítico O 3FWJTUBEF)JTUPSJB 4BOUJBHP QIUUQXXXVDDM IJTUPSJBJBTQNQEG3PMMFQEG DPOTVMUBEPFMEFNBS[PEF 202
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sectores de las izquierdas del continente y Chile no resulta una excepción»389. Así como sucedió con el Che Guevara, Cuba y su revolución también fue el motivo de numerosas canciones, a los que se suma como tópicos la lucha guerrillera. Por ejemplo, Víctor Jara comienza a cantar «A desalambrar»; «Cruz de luz», dedicada al cura guerrillero Camilo Torres; invita a irse a la guerrilla en «A Cochabamba me voy»; canta «El Aparecido» y luego la «Zamba del Che», homenajeando a Guevara. Sin embargo, al acercarse las elecciones de 1970, Víctor Jara tomó su guitarra para participar en el proceso electoral aceptando las condiciones que el juego democrático planteaba. En la canción «A Cuba», afirma «nuestra sierra es la elección», es decir, da cuenta de que el camino de la revolución chilena pasa por las urnas en septiembre de 1970. Víctor Jara participará en el esfuerzo por llevar la imagen y el mensaje de Allende por todos los rincones de Chile y se integrará al grupo de sostenedores del candidato de la Unidad Popular que proclamaron que no hay revolución sin canciones. En esta fase su trabajo es más bien indirecto, pues como director artístico de Quilapayún o integrando elencos de campaña contribuye a la lucha electoral. Quizá si su canción dedicada a la Brigada Ramona Parra sea uno de los más explícitos legados de este periodo390.
Una interesante definición de la Nueva Canción chilena la entregó Víctor Jara en 1966, en la presentación del primer disco del grupo Quilapayún: «El canto es esencialmente humano, brota de la naturaleza compleja del hombre y cae en los demás como la luz del sol o la lluvia, como un grito a su conciencia. Cada canción es un ciclo que posee su propia atmósfera y sentido y nosotros, en cada caso, hemos querido respetarlos. Frente a lo autóctono, buscamos recrear la belleza y la fuerza vernacular y frente a nuestras composiciones, nos sentimos libres en la forma musical y el contenido: por supuesto, sin transgredir las normas 389 390
Ibid. Ibid. 203
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rítmicas y musicales del canto popular. Nuestro repertorio va más allá de las fronteras de nuestro país, las fronteras de la música que consideramos nuestra son otras»391. Un momento importante en el desarrollo de la Nueva Canción chilena ocurre en 1968, cuando Quilapayún decide grabar canciones con un tono político más alto que las grabadas hasta la fecha. Ellos ya habían grabado dos discos EMI-Odeón, pero dudaban de que su nuevo repertorio fuera aceptado por esta discográfica. Las Juventudes Comunistas deciden editarlo, naciendo así la Discoteca del Cantar Popular (DICAP)392. En DICAP grabó casi toda la Nueva Canción Chilena y otros intérpretes folklóricos o foráneos de paso por Chile. El sello de La Peña de los Parra se anexionó a DICAP, así en una sola casa discográfica quedaron englobados estos grupos o solistas que en cierta forma tenían relegada su difusión pública y pudieron llegar a todo el país, más allá de las peñas, por medio de grandes tiradas de sus discos y por los programas radiales o conciertos que paralelamente organizaba DICAP; pues anteriormente aunque era habitual escucharlos en las emisoras de radio, solo se emitían las canciones de contenido más tradicional ignorando las más comprometidas, hasta incluso las tradicionales con textos críticos o picarescos, como fue el caso de la canción cantada por Víctor Jara ‘La beata’ que fue retirada de todas las emisoras y posteriormente, por presiones de la Iglesia, destruido el master393.
En sus cinco años de existencia en Chile, DICAP publicó alrededor de sesenta discos. «Hoy las matrices están perdidas, 391 392
393
José Manuel García, op. cit. «La etiqueta surgió en 1968 –originalmente bajo el nombre Jota Jota– como el cauce alternativo por el cual distintos intérpretes pudiesen canalizar aquellas composiciones que sus propios sellos consideraban excesivamente ideologizadas, y terminó convirtiéndose en un privilegiado catálogo del espíritu creativo de la época. Su primera publicación fue Por Vietnam (1968), de Quilapayún, saludo al Noveno Festival Mundial de las Juventudes Democráticas en Bulgaria». Marisol García, op. cit. Así partía la estrofa inicial: Estaba la beata un día enferma del mal de amor, el que tenía la culpa, era el fraile confesor… Ibid. 204
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pero sellos como Alerce, Liberación o Warner están rescatando este material poco a poco y volviéndolo a editar»394. Otro de los grandes aciertos de la Nueva Canción chilena lo entrega el grupo Quilapayún, al plantearse un trabajo musical que rompiera cánones dentro de la canción popular y creara un nuevo género musical: la cantata. Si bien «existían referencias a las cantatas populares, principalmente dentro de la música argentina (iniciadas por la Misa criolla, del argentino Ariel Ramírez; Las coplas del payador perseguido, de Atahualpa Yupanqui, o Mujeres argentinas, de Félix Luna y Ariel Ramírez) y de la música chilena (Oratorio para el pueblo, de Ángel Parra; El sueño americano, de Patricio Manns, o Adiós al Séptimo de Línea, de Jorge Inostroza y Willy Bascuñán), se debe considerar a la Cantata de Santa María de Iquique como la obra cumbre de este género, llegando a convertirse en el referente para un sinfín de cantatas posteriores, incluso de artistas no chilenos»395. La Cantata de Santa María de Iquique fue compuesta por Luis Advis396 a fines de 1969 y estrenada y grabada por Quilapayún en agosto de 1970. La obra se estructura como una cantata barroca, con ciertas alteraciones. Así lo define el propio Advis en la presentación del disco: «Esta obra, dedicada al conjunto Quilapayún, fue escrita siguiendo las líneas de una cantata clásica. Hay, sin embargo, variantes que se refieren a: Aspectos temático-literarios: el motivo religioso tradicional ha sido reemplazado por otro de orden social y realista. Aspectos estilístico-musicales: sin dejar de lado la tradición europea, se han 394 395 396
Ibid. Ibid. Luis Advis, compositor y profesor universitario, fue discípulo de Gustavo Becerra. De formación clásica, empieza a interesarse por la música popular al escuchar a Violeta Parra. Al igual que su colega Sergio Ortega, Advis aporta con sus composiciones y arreglos a la Nueva Canción chilena un sonido más complejo y completo, con la inclusión de polifonías o disonancias más propias de la «música docta» que de la popular. Creador de una vasta obra, tanto clásica como popular, Luis Advis es uno de los músicos más interesantes de América Latina. Ibid. 205
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añadido a ella diversos giros melódicos, modulaciones armónicas y núcleos rítmicos de raíz americana o hispanoamericana. Aspectos instrumentales: de la orquesta usual sólo se ha conservado el bajo (violoncelo y contrabajo) a modo de apoyo, agregándose a él dos guitarras, dos quenas, un charango y un bombo. Aspectos narrativos: el recitativo clásico cantado ha sido sustituido por un relato hablado, el que, sin embargo, contiene elementos rítmicos y métricos, con el objeto de no romper completamente el movimiento»397. Si bien el texto de la cantata hace referencia a la masacre de obreros cometida en la Escuela Santa María de Iquique en 1907, casi a la par de ser entrenada se convirtió en un emblema social de los años setenta. Como señalaba la «Canción final», refiriéndose al futuro: «estar alerta, Chile es un país tan largo, mil cosas pueden pasar si es que no nos preparamos resueltos para luchar». Al acercarse las elecciones de 1970, la mayoría de los grupos musicales de la Nueva Canción chilena adhieren a la candidatura de la Unidad Popular, pero otros cantantes, como Patricio Manns, comienzan también a relacionarse con el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). En esa época, Quilapayún grabó los dos más importantes himnos de la Unidad Popular: Venceremos y El pueblo unido, de Sergio Ortega. «Otra buena muestra del compromiso político es Canto al programa (1970), la cantata de Luis Advis y Sergio Ortega registrada por Inti Illimani en apoyo al plan de gobierno de Salvador Allende»398. Es importante señalar que la Nueva Canción chilena no tuvo un gran éxito en ventas, por lo que sus cultores debieron buscar sus propios canales de financiamiento y difusión. «Quizás el papel más importante lo jugaron las llamadas peñas, locales nocturnos a los que se iba a escuchar música en vivo de modo relajado, disfrutando de empanadas y vino tinto, y sin exigencias por contar con la sofisticación de una sala de conciertos.
397 398
Ibid. Marisol García, op. cit. 206
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De entre todas ellas, sin duda que la Peña de los Parra399 fue el centro neurálgico de la actividad en vivo de la época: no hubo nombre de la Nueva Canción que no se presentara en la mítica casona de Carmen 340, que además albergaba talleres de pintura y artesanía, llegó a tener su propio sello grabador homónimo y se mantiene hasta hoy como centro cultural»400. La Peña de los Parra fue inaugurada en 1965 por Ángel e Isabel tratando de repetir una creativa bohemia como la que habían conocido junto a su madre en Francia. «Nombres familiares del lugar eran Patricio Manns, Rolando Alarcón y Víctor Jara. Luego llegarían Payo Grondona, Tito Fernández, Osvaldo Gitano Rodríguez, Homero Caro y Quilapayún»401. El triunfo de la Unidad Popular entregó un nuevo impulso a la Nueva Canción chilena, aunque algunas críticas emergieron en su propio entorno. El comunicador Ricardo García decía en 1971: «Debe existir una severa autocrítica. Reconocer que no todo lo que se hace es de calidad. Que no todo debe ser aplaudido y elogiado por el solo hecho de ser comprometido con el proceso de cambios»402. En otras palabras, la Nueva Canción comenzó a ser vista como la expresión instrumentalizada del mensaje oficialista, sumado a que el movimiento –sus discos, sus giras y festivales– se encontraba en gran parte subvencionado por el propio gobierno. Este debate se mantuvo hasta que el golpe militar del 11 de septiembre de 1973 interrumpió violentamente no solo el desarrollo de la Nueva Canción, sino que de toda tendencia artística desarrollada entonces en Chile. «Las consecuencias de ese quiebre tardaron décadas en evaluarse a cabalidad y acaso aún no puedan comprenderse del todo. Las pérdidas más incomprensibles fueron, por cierto, las humanas. Cinco días después del asalto a La Moneda, el cuerpo sin vida de Víctor Jara fue reconocido por su viuda en una morgue de Santiago. El cantautor había sido de399 400 401 402
Otra peña famosa fue: Chile Ríe y Canta, de René Largo Farías. Ibid. Ibid. Ibid. 207
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tenido en la Universidad Técnica del Estado, su lugar de trabajo, y trasladado junto a otros miles de prisioneros al Estadio Chile, donde fue asesinado sin que hasta ahora se hayan identificado testigos ni culpables del crimen»403. Posterior al golpe militar, numerosos músicos y grupos partieron al exilio. Otros como Patricio Manns, luego de vivir en Cuba y Francia, se vincularon directamente al MIR, tanto a través de su participación en el grupo musical Karaxú como siendo vocero de la «resistencia chilena» que este grupo sostenía: Al paso de Luciano hay pueblo innumerable Y una mujer desgarra su nombre desde lo alto. La oscura ceremonia de la muerte le lleva Como sombra en la sombra del rito funerario, El rito que le alumbra, Que el pueblo ató a su mano, Para que floreciera La lucha de Luciano404.
3.9 Ámbito cultural: el Nuevo Cine chileno Hermana política. Madura, consecuente. Tu amor a la vida y al hombre te llevan a luchar por la justicia al lado de tu pueblo405. María Olimpo Bueno 403
404
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Ibid. No obstante esta afirmación de la época, ahora se sabe quiénes fueron sus asesinos: «El ministro en visita de la Corte de Apelaciones de Santiago Miguel Vázquez Plaza dictó este viernes procesamiento en la investigación por el homicidio del cantautor Víctor Jara Martínez, ejecutado el 16 de septiembre de 1973, en el Estadio Chile. El magistrado encausó como autor de homicidio calificado a Pedro Barrientos Núñez y Hugo Sánchez Marmonti; como cómplice de homicidio calificado a Roberto Souper Onfray, 3BÙM+PGSÊ(PO[ÃMF[ &EXJO%JNUFS#JBODIJ /FMTPO)BTTF.B[[FJZ-VJT Bethke Wulf». El Mostrador, 28 de diciembre de 2012. Patricio Manns, «La canción de Luciano», dedicada a Luciano Cruz Aguayo, líder del MIR, muerto el 14 de agosto de 1971:
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En el cine latinoamericano se manifiesta un fenómeno parecido al ocurrido con la Nueva Canción, presentando también símiles en otras latitudes como el Cinema Novo brasileño o al nuevo cine argentino y cubano. En el caso de Chile, el movimiento de cineastas de izquierda se entiende y encuentra sus pilares en la bullente realidad política y social de continente latinoamericano en la década de los años sesenta. Según numerosos autores su acta de nacimiento se encuentra en el Festival de Cine de 1967 en Viña del Mar, porque antes de ese momento los cineastas no habían articulado seriamente entre sí sus trabajos artísticos. Este festival no solo agrupó a los cineastas chilenos, sino que a gran parte de los latinoamericanos. En el caso de Chile, el género que muestra un mayor auge es el documental. Lo que queda ejemplificado en los mediometrajes de Sergio Bravo: La marcha del carbón (1963) y Banderas del pueblo (1964); Por la tierra ajena, de Miguel Littin (1964); Yo tenía un camarada (1964), El analfabeto (1965) y Érase un niño, un guerrillero y un caballo (1967), de Helvio Soto; Solo, de Aldo Francia (1967); Andacollo, de Jorge di Lauro (1967); Testimonio, de Pedro Chasquel (1967), Reportaje a Lota, de José Román y Diego Bonacina; Desnutrición infantil, de Álvaro Ramírez(1969), y Electroshow, de Patricio Guzmán (1965). Este último cineasta «terminaría por convertirse en el documentalista chileno más importante»406. Los «libros más preclaros de la historia del cine coinciden en colocar el año 1967 como el año crucial en la historia del séptimo arte nacional, como es el caso de Les cinemas de l’Amerique Latine, de Guy Hennebelle y Alfonso Gumucio-Dagros»407. Uno de los eventos más importantes que contribuye al despegue de este movimiento lo constituye el Primer Festival de 406
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Jacqueline Mouesca, Plano secuencia de la memoria de Chile, Veinticinco años de cine chileno (1960-1985), Madrid-Santiago, Ediciones del Litoral, op. cit., p. 30. Aldo Francia, Nuevo cine latinoamericano en Viña del Mar, Santiago, CeTPD&EJDJPOFT$IJMF"NÊSJDB QIUUQXXXNFNPSJBDIJMFOB DMBSDIJWPTQEGT.$QEG DPOTVMUBEPFMEFNBS[PEF 209
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Cine Latinoamericano. Esta jornada fue convocada por el CineClub de Viña del Mar, «una institución modesta dirigida por el médico Aldo Francia»408. El Festival de Cine de Viña del Mar de 1967, dedicado al corto y al mediometraje, fue seguido por otro similar en 1969, pero ampliado ahora al largometraje. «Para los nuevos realizadores latinoamericanos, ambos festivales equivalen a Medellín y Puebla de los cristianos, vale decir, constituyen los puntos de referencia para una nueva forma de enfocar el cine»409. Las conclusiones del Festival de Cine de Viña del Mar de 1967 se pueden resumir en tres puntos fundamentales que confirman la premisa del arte puesto a disposición de la lucha política: r Desarrollar una cultura nacional anticolonial. r Abordar los conflictos sociales para concientizar las masas. r Actuar con una perspectiva continental. Es interesante destacar además que los representantes brasileños en este festival no se presentaron solo como cineastas, sino como teóricos del movimiento al realizar una revisión crítica del cine de Brasil sustentado en un análisis denominado «estética del hambre y de la violencia». «El boliviano Jorge Sanjinés, junto con el grupo Ukamau, expone los principios del denominado ‘cine combatiente’. Fernando Birri sostiene que la misión del cineasta y en particular del realizador documental es ‘documentar el subdesarrollo’ apresando críticamente su realidad»410. La «politización» del arte cinematográfico se hace más y más patente conforme pasa la década de los años sesenta. En 1969, Douglas Hübner presentó Herminda de La Victoria, película que mostraba las luchas y enfrentamientos con la policía de pobladores que se habían «tomado» terrenos411. 408 409 410 411
Ibid. Aldo Francia, op. cit., p. 17. Jacqueline Mouesca, op. cit., p. 32. Según el historiador Mario Garcés, el movimiento de pobladores se consolida con la primera toma de terrenos que se llevó a cabo en 1950. 210
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El de 1970, al igual que en la música, constituye uno de los momentos más intensos en cuanto a la politización del movimiento del Nuevo Cine chileno. Ese año «fue como se sabe el año en que, convocado el país a elecciones presidenciales, una mayoría popular se volcaría a favor de Salvador Allende como presidente de la República»412. En 1970, se entrenan una serie de documentales en los que el discurso político es explícito: Casa o mierda, de Carlos Flores y Guillermo Cahn; Venceremos, de Pedro Chasquel y Héctor Ríos; Brigada Ramona Parra, de Álvaro Ramírez, Samuel Carvajal y Leonardo Céspedes; Miguel Ángel Aguilera, de Álvaro Ramírez; y Mijita, de Sergio y Patricio Castilla. La creciente politización en el Nuevo Cine alcanza su punto cúlmine con el Manifiesto de los Cineastas de la Unidad Popular, documento político-cultural elaborado durante la campaña presidencial de 1970 y dado a la publicidad a fines de ese mismo año. «En este escrito, de evidente compromiso con nuestra realidad, se estima que el cine es fundamentalmente un arte y se propugna una cinematografía de ruptura de los esquemas tradicionales, para la construcción del socialismo en Chile»413. En el manifiesto, que firmaron como «cineastas chilenos venceremos», señalaron que era el momento de emprender juntos con el pueblo, la gran tarea de la liberación nacional y de la construcción del socialismo. Era el momento de rescatar sus propios valores como identidad cultural y política. «Basta ya
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Aunque la primera toma de terreno se remonta a 1947, la que dio origen a la población La Legua Nueva. Pero esta toma sería aislada debido a un decreto de ley, para que posteriormente en 1957 este movimiento tomara más fuerza y diera origen a la toma de La Victoria, la que posteriormente se convertiría en población. Félix Fuentes, Reconstruyendo la historia de Nueva Habana: Una mirada de pobladora, Memoria para optar al grado de Licenciado en Historia, Santiago, Departamento de Artes y Humanidades, Facultad de Humanidades y Educación, Universidad Andrés Bello, marzo, 2007, p. 25. Jacqueline Mouesca, Plano secuencia..., op. cit., p. 31. Mariano Silva, «Una crítica mirada hacia el proceso que ha llevado a la conformación del nuevo cine chileno en los años 60 y su evolución hasta 1971», Revista Mensaje, nº 208, NBS[PEFIUUQXXXDJOFDIJMF DMBSDIJWPQIQ BSDIJWPJE DPOTVMUBEPFMEFNBS[PEF 211
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de dejarnos arrebatar por las clases dominantes, los símbolos que ha generado el pueblo en su larga lucha por la liberación. Basta ya de permitir la utilización de los valores nacionales como elemento de sustentación del régimen capitalista. Partamos del instinto de clase del pueblo y contribuyamos a que se convierta en sentido de clase. No a superar las contradicciones, sino a desarrollarlas para encontrar el camino de la construcción de una cultura lúcida y liberadora»414. Pero las discrepancias que se vivían en la izquierda chilena entre los partidarios de la llamada vía pacífica, es decir, la posibilidad de construir una sociedad revolucionaria, socialista, recurriendo al cauce tradicional de las elecciones, y los partidarios de la vía insurreccional también se perciben en el Nuevo Cine. La película de Helvio Soto, Voto más fusil, muestra claramente este diferendo ideológico. El filme fue hecho en el momento mismo en que en el país empezaban a producirse cambios políticos profundos. Más exactamente, según testimonio del realizador, cuando fue anunciado el triunfo electoral de Allende ya estaba preparada la mitad de la filmación, de modo que la otra mitad quedaba abierta a los acontecimientos. Desde este punto de vista, siempre según la opinión de Soto, la cinta debe ser juzgada ante todo como un documento. Voto más fusil415 aborda, en suma, el problema de las distintas posturas de la izquierda chilena, cuestión que el autor volverá a recoger en películas posteriores. «El protagonista de la historia es un militante del MIR, con el cual –declara– se siente hasta cierto punto identificado. ‘Se parece a mí’, dice, en 414 415
Jacqueline Mouesca, op. cit., p. 32. Junto con el desarrollo del cine en esta época se desarrolla el periodismo cinematográfico con destacadas revistas y críticos. Muchos de ellos con gran imparcialidad política y agudeza técnica. Por ejemplo, el número 1 de la revista Primer Plano (Universidad Católica de Valparaíso) contiene una crítica de la película Voto más fusil, escrito por Sergio Salinas Roco, en que señala: no obstante la seriedad del acucioso trabajo artesanal de Soto, este no logra ir más allá de una simple «novela política», a lo Costa-Gravas, concepción fílmica, a juicio del crítico, «absolutamente errónea y falsa». Jacqueline Mouesca, El cine en Chile: crónica en tres tiempos, Santiago, Planeta-Universidad Andrés Bello, 1997, p. 181. 212
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aquello de enfrentar la revolución con algo más que ‘un carnet de pertenencia a un partido’, porque comprende la exigencia de una ‘actitud moral’, ‘una participación total, aun a riesgo de la propia vida’»416. Su admiración por el mirista se expresa sobre todo, afirmó Soto, a nivel existencial. La clave de estas explicaciones hay que hallarla en el marco de referencia elegido por el cineasta y que se sitúa de modo expreso «en el marxismo de Sartre». Teniendo en cuenta, concluye, la índole sartreana de la película, esta «puede ser considerada de acuerdo con una clave de lectura muy concreta»417. Muchas de las películas filmadas durante el gobierno de la Unidad Popular, a raíz del golpe militar de 1973418 no serán terminadas en Chile, sino en el extranjero como La tierra prometida, de Miguel Littin, o La batalla de Chile, de Patricio Guzmán. «Con el exilio masivo de cineastas no murieron las premisas originales del Nuevo Cine; sin embargo, estas serían reinterpretadas en el cine en el exilio, ya en formato de denuncia, apuntando directamente a la represión del régimen militar, o bajo el sentimiento de nostalgia por la revolución truncada»419.
416 417 418
419
Ibid, p. 44. Ibid. Tras el golpe, los estudios de Chile Films son allanados por la fuerza militar, y miles de metros de películas consideradas subversivas son entregadas a las llamas. Jacqueline Mouesca y Carlos Orellana, Cine y memoria del siglo XX, Santiago, Lom Ediciones, Colección sin Norte, 1998. Memoria Chilena, «El cine chileno (1950-2006): el nuevo cine chileno», IUUQXXXNFNPSJBDIJMFOBDMUFNBTEFTUBTQ JEDJOFDIOVFWP (consultado el 24 de marzo de 2011). 213
Unión Campesina Revolucionaria. (Fotografía de Raymond Depardon).
Capítulo 4
Subjetividades y contextos. La formación del imaginario político en el MIR
En la lucha contamos las horas, a los ricos les llega su fin, ¡porque estamos seguros de triunfar con el pueblo, conciencia y fusil!420. Nelson Villagra
4.1 Nacimiento y primeros pasos del MIR «Nuestro partido surge en una época de crisis progresiva del viejo patrón de acumulación y la democracia burguesa que había surgido en la década de 1930, cuyos primeros signos ya se manifestaban desde 1955 en adelante»421. Este diagnóstico comienza a ser compartido a principios de los sesenta por diversas vertientes revolucionarias: viejos militantes del trotskismo chileno, pequeños grupos autónomos, destacados dirigentes sindicales de tradición anarquista y militantes desprendidos de 420
Himno del MIR llamado «Trabajadores al poder».
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MIR (con la cobertura de «Varios autores»), Inmigración europea en el siglo XIX (Nombre verdadero: Balance de la historia del MIR chileno. Documento base para el IV Congreso. Documento de la minoría), Santiago, Editorial Implesa, 1986, p. 6.
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las juventudes del Partido Socialista y Partido Comunista. Todos estos grupos confluyen en el origen del MIR. Uno de estos grupos autónomos es el M3N422 que en su declaración de principios planteaba: «La coyuntura de la lucha de clases chilena, en brazos del ascenso popular, hizo surgir organizaciones y tendencias revolucionarias fuera y dentro de los partidos de la izquierda tradicional... (El M3N) Rechaza toda teoría de colaboración de clases que a través de la vía pacífica se pueda derrocar la burguesía...423». Esta organización contaba entre sus militantes a destacados dirigentes de las más diversas gamas de la izquierda; entre los que destacaban, Julio Benítez (PS); el anarco sindicalista Ernesto Miranda; militantes trotskistas del Partido Obrero Revolucionario (POR), como Humberto Valenzuela y Luis Vitale. Posteriormente, este grupo amplía su esfera de influencia: el 22 de octubre de 1961 nace el Movimiento de Fuerzas Revolucionarias (MFR) en el cual confluyeron el grupo anarquista Libertario 7 de julio, el Partido Obrero Revolucionario, el Movimiento Social Progresista (escindido del Partido Radical), liderado por Julio Estuardo, y sectores del Movimiento de Resistencia Antiimperialista «que orientaba Luis Reinoso». En 1962, se fundó la Vanguardia Revolucionaria Marxista (VRM), formado por grupos escindidos del PC, el grupo MRA424 y Vanguardia Nacional Marxista (VNM), escindidos del PC (Trotskistas) conducido por Jorge Cereceda. En 1963, la Federación Juvenil Socialista de Concepción y Santiago establece relaciones con este grupo. «Entre los que se encuentran Miguel, Edgardo 422
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El primer paso hacia la unidad de las fuerzas revolucionarias lo dio el presidente de la CUT, Clotario Blest, al formar el M3N –sigla surgida a raíz del gran paro general y la concentración del 3 de noviembre de 1960 de cerca de 50.000 personas en Plaza Artesanos. Luis Vitale, «Contribución a la historia del MIR (1965-1970)», Centro de Estudios Miguel Enríquez:
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Z.BSDP"OUPOJP&OSÎRVF[Z#BVUJTUBWBO4DIPVXFO-VFHPTF sumaría Luciano Cruz, Sergio Zorrilla, el trotsko Fuentes y Grez, que rompía con las Juventudes Comunistas (JJ.CC.); y finalmente en 1964, se une el Movimiento Revolucionario Comunista (MRC), de tendencia maoísta, escindido de la JJ.CC., orientado QPS(BCSJFM4NJSOPX425. En 1962, habían viajado a Cuba los militantes de la VanHVBSEJB/BDJPOBM.BSYJTUB+PSÎO1JMPXTLZZ&SOFTUP#FOBEP a conocer la nueva experiencia revolucionaria. «Este evento y la suma de la difusión de lo que pasaba en la isla, modificó la intención revolucionaria que hasta ese momento existía en la vanguardia. La VNM se transformaría en la Vanguardia Revolucionaria Marxista en 1963»426. También en 1963 se había creado el Partido Socialista Popular (PSP) luego de que convergen el Partido Obrero Revolucionario; un sector del Movimiento de Izquierda Independiente (MIDI), encabezado por Enrique Reyes; la revista Polémica, dirigida por Tito Stefoni; la mayoría del comité regional de Coquimbo del PS, con su secretario regional, Mario Lobos; gran parte del comité regional de Talca y núcleos socialistas del sur del país; la Oposición Socialista de Izquierda (OSI), conducida por Gonzalo Villalón; exdirigentes PS, Óscar Waiss, Dantón Chelén y los dirigentes poblacionales Víctor Toro y Herminia Concha. De este modo, Miguel, el Bauchi y Luciano se integraron al proceso de unidad revolucionaria que se estaba dando entre VRM y el PSP desde 1964, proceso que condujo al Congreso de Fundación del MIR el 15 de agosto de 1965427.
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427
Ibid, p. 55. Pedro Valdés Navarro, Elementos teóricos en la formación y desarrollo del MIR durante el periodo 1965-1970, Tesis académica para optar a los grados académicos de Licenciado en Historia y Licenciatura en Educación y al Título Profesional de Historia y Ciencias Sociales, Valparaíso, Instituto de Historia y Ciencias Sociales, Facultad de Humanidades, Universidad de Valparaíso, 2006, p. 89. Luis Vitale, op. cit., p. 6. 217
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El 14 y 15 de agosto de 1965 en un local de la Federación de Cuero y Calzado, en calle San Francisco en el centro de Santiago, sede a su vez del grupo anarquista Movimiento Libertario 7 de julio, se realizó el congreso constituyente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Andrés Pascal Allende, al recordar esos días, afirmó: «No creo que alcanzáramos a reunir medio millar de militantes. Pero la importancia de la fundación del MIR no estuvo en el número, sino en el hecho de que logró dar respuesta a la necesidad histórica de una propuesta revolucionaria coherente y fue el primer paso de una dinámica de confluencia política que perduró y se extendió»428. Por su parte, el dirigente sindical Clotario Blest rememoró aquel momento de esta forma: «Aquí estamos todos los que nos hemos cabreado con la obligación de cada seis años entregar nuestro voto para terminar frustrados… debemos entender los que somos la izquierda revolucionaria, marxistas, anarquistas y cristianos que solo la transformación de las estructuras sociales y políticas, a base de la acción directa, permita libertad y la desaparición de la explotación económica, que divide la sociedad entre ricos y pobres»429. Juan Saavedra, conocido como Patula, recordó aquel viaje de Concepción a Santiago de los jóvenes disidentes del PS y PC. «En el recorrido, efectuado en microbús, no faltó una botella de aguardiente y rápidamente tuvieron que escapar de la estación de Chillán, donde se quebró un lavatorio en el baño. El viaje prosiguió lentamente y llegaron a la capital más tarde de lo
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Andrés Pascal Allende, «MIR, 35 años». Corresponde a cinco capítulos aparecidos en la revista Punto Final entre agosto y noviembre del 2000, $FOUSPEF&TUVEJPT.JHVFM&OSÎRVF[ QIUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN FOUSBEBIUNM DPOTVMUBEPFMEFNBS[PEF Mónica Echeverría, Antihistoria de un luchador: Clotario Blest, 1823-1990, Santiago, Lom Ediciones, 1993, citado en Fahra Neghme y Sebastián Leiva, La política del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) durante la Unidad Popular y su influencia sobre los obreros y pobladores de Santiago, Tesis para obtener el grado de Licenciado en Educación en Historia y Geografía, Santiago, USACH, 2000, p. 261. 218
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previsto, por lo que la inauguración del mencionado Congreso debió retrasarse por algunas horas»430. Según Luis Vitale, los 70 delegados que participaron en el Congreso eligieron como Secretario General al doctor trotskista Enrique Sepúlveda, ocupando el resto del Secretariado General (BCSJFM 4NJSOPX %BOUÓO $IFMÊO 0TDBS 8BJTT Z )VNCFSUP Valenzuela. Por su parte, el Comité Central quedó compuesto, además de los ya señalados, por Clotario Blest, Luis Vitale, MiHVFM&OSÎRVF[ #BVUJTUBWBO4DIPVXFO &EHBSEP$POEF[B +PSHF Cereceda, Martín Salas, Pelao Zapata, Luciano Cruz, Mario Lobos y Mandiola431. Cuando fundamos el MIR en 1965, como se recordará a partir de diversas vertientes ideológicas alternativas a la izquierda tradicional, los de la corriente de pensamiento con la cual yo personalmente me identificaba, no tuvimos grandes problemas en que, en acuerdo con la ideología anarquista, se escribiera en el primer párrafo de la Declaración de Principios de 1965 que nuestro objetivo político supraúltimo es la disolución del Estado y la instauración de una noble y decente democracia directa (construir el socialismo y extinguir gradualmente el Estado hasta llegar a la sociedad sin clases)432.
La Declaración de Principios433 en su punto primero señala que el MIR «se organiza para ser la vanguardia marxista-leninista de la clase obrera y capas oprimidas de Chile que buscan la eman430 431 432
433
Daniel Avendaño, op. cit., p. 59. Luis Vitale, op. cit., p. 11. Marcello Ferrada-Noli, Nelson Gutiérrez. In memoriam, Estocolmo, 12 de PDUVCSFEFIUUQXXXNFNPSJBOEPDPNOPUJDJBT IUNM DPOTVMUBEPFMEFBCSJMEF «Una de las primeras tareas que se dio la organización, fue la redacción de su declaración de principios. En ella quedarían plasmados los propósitos y la naturaleza de la nueva organización. Las definiciones políticas de las pequeñas agrupaciones que antecedieron al MIR, ayudarán a conformar un cuerpo homogéneo a nivel del marco teórico general. La diversidad estaba en las diferentes estrategias que la organización debía implementar, en la composición del partido y en la importancia de los distintos frentes. Esto no se resolverá en el 1er congreso, pero sí distanciará más adelante a los miristas». Pedro Valdés Navarro, op. cit., p. 110. 219
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cipación nacional y social. El MIR se considera el auténtico heredero de las tradiciones revolucionarias chilenas y el continuador de la trayectoria socialista de Luis Emilio Recabarren, el líder del proletariado chileno. La finalidad del MIR es el derrocamiento del sistema capitalista y su reemplazo por un gobierno de obreros y campesinos, dirigido por los órganos del poder proletario, cuya tarea será construir el socialismo y extinguir gradualmente el Estado hasta llegar a la sociedad sin clases. La destrucción del capitalismo implica un enfrentamiento revolucionario de las clases antagónicas»434. En el punto dos, junto con fundamentar su acción revolucionaria en el hecho histórico de la lucha de clases, el MIR reconoce al proletariado como la clase de vanguardia-revolucionaria que deberá ganar para su causa a los campesinos, intelectuales, técnicos y clase media empobrecida. «El MIR combate intransigentemente a los explotadores, orientado en los principios de la lucha de clase contra clase y rechaza categóricamente toda estrategia tendiente a amortiguar esta lucha»435. En el punto cinco, la declaración señala que las condiciones objetivas están más que maduras para el derrocamiento del sistema capitalista. El proceso revolucionario de las últimas décadas ha producido una crisis en los partidos políticos tradicionales de izquierda y han comenzado a surgir movimientos revolucionarios nuevos que abren la perspectiva histórica para la superación de la crisis de dirección del proletariado. En el punto seis, la declaración rechaza la «teoría de las etapas» que establece equivocadamente que primero hay que esperar una etapa democrático-burguesa, dirigida por la burguesía industrial, antes de que el proletariado tome el poder. «Combatiremos toda concepción que aliente ilusiones en la burguesía progresista y practique la colaboración de clases. Sostenemos enfáticamente que la única clase capaz de realizar las tareas democráticas com434
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MIR, Declaración de Principios. Centro de Documentación de los Movimientos Armados (Cedema), importante papel tuvo en su redacción Luis 7JUBMF IUUQXXXDFEFNBPSHWFSQIQ JE DPOTVMUBEPFM de abril de 2011). Ibid.
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binadas con las socialistas, es el proletariado a la cabeza de los campesinos y de la clase media empobrecida»436. El punto siete, que es uno de los más importantes, afirma que el MIR rechaza la teoría de la «vía pacífica» porque desarma políticamente al proletariado y por resultar inaplicable, ya que la propia burguesía es la que resistirá, incluso con la dictadura totalitaria y la guerra civil, antes de entregar pacíficamente el poder. «Reafirmamos el principio marxista-leninista de que el único camino para derrocar el régimen capitalista es la insurrección popular armada»437. En el programa, que si bien salió en septiembre de 1965 se le da también fecha 15 de agosto, se señala que solo podrá ser realizado mediante la liquidación del aparato estatal represivo burgués y su reemplazo por la democracia directa proletaria y las milicias armadas de obreros y campesinos. El MIR sostiene que el programa planteado sólo podrá realizarse derrocando a la burguesía e instaurando un gobierno revolucionario dirigido por los órganos de poder de obreros y campesinos438.
En relación a los países socialistas, el programa439 del MIR se pronuncia por su defensa en caso de agresión. «En los países socialistas controlados por el reformismo o el revisionismo, apoyamos al pueblo revolucionario y no a sus direcciones burocráticas que han deformado el proceso de construcción del socialismo y han renegado del marxismo revolucionario»440.
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Ibid. Ibid. Mauricio Ahumada, Mario Garcés, Pedro Naranjo y Julio Pinto, Miguel Enríquez y el proyecto revolucionario en Chile. Discursos y documentos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, Santiago, Lom EdicionesCentro de Estudios Miguel Enríquez (CEME), 2004, p. 105. El Programa en la acepción del MIR es el planteamiento general de lo que pretende que el proletariado en el poder lleve a cabo en los diversos ámbitos de la vida nacional, los objetivos finales de la lucha revolucionaria. Ibid, p. 44. Ibid, p. 103. 221
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En relación a Cuba, el MIR proclama su apoyo a la revolución por entender que sus métodos de lucha insurreccional, liquidación de la oligarquía y burguesías nacionales, actitud antiimperialista y formas de construcción del socialismo, incluyendo sus propósitos de no permitir el sectarismo ni el burocratismo, constituyen un ejemplo para la conducta de los revolucionarios del continente. El MIR, basado en los principios del internacionalismo proletario, mantendrá sin ningún sectarismo relaciones fraternales con los partidos revolucionarios de todo el mundo, conservando la independencia para resolver su propia política nacional. En nuestro continente, el MIR tenderá a formar un movimiento unificado de los grupos y partidos revolucionarios de América Latina, con el fin de coordinar y acelerar el proceso revolucionario441.
En el mismo Congreso Fundacional también se aprobó una Tesis Político-Militar: «La conquista del poder por la vía insurreccional», redactada por Miguel Enríquez con el apoyo de Bautista WBO4DIPVXFO .BSDFMP'FSSBEBZTVTIFSNBOPT.BSDP"OUPOJP y Edgardo. «Este documento fue un paso nuevo y significativo en las definiciones teóricas de entonces, al precisar dentro de una unidad el problema de la lucha armada en relación al partido revolucionario proletario y la lucha de masas, distanciándose de las posiciones foquistas que cuestionaban el rol de partido y predominaban en grupos revolucionarios latinoamericanos de entonces»442. Entre 1965 y 1967, el MIR vive un período de estructuración orgánica, homogeneización política y de crecimiento en sectores populares, tres tareas que no estuvieron libres de problemas, y en algunos casos no dejaban satisfechos a sectores internos, como aquel donde se encontraba el futuro Secretario General, Miguel Enríquez.
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Ibid, p. 104. Mauricio Ahumada y otros, op. cit., p. 44. 222
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Para el director del Centro de Estudios Miguel Enríquez, Pedro Naranjo, en estos dos años el desarrollo del MIR tuvo dificultades por limitaciones en su cohesión ideológica, poca claridad en el plano de la estrategia y la táctica, insuficientes definiciones sobre carácter del partido y acentuación de rasgos propagandísticos que no le vinculaban más estrechamente con las masas. «Factores que impedían transformarlo en alternativa revolucionaria real al reformismo y centrismo en el movimiento popular»443. Dos años después, el mismo Miguel Enríquez se refiere despectivamente a este período como «la bolsa de gatos», en el cual el MIR era una confusión de facciones, disputas, personalismos, etcétera. «No había niveles orgánicos mínimos. Predominaba el puro ideologismo. No había estrategia y menos aún táctica, mostrándose aislado de las masas. No se intentaron seriamente realizar acciones armadas si bien se hablaba de ellas y el movimiento se definía por la lucha armada»444. Sin embargo, existen esfuerzos y avances puntuales que el MIR logra en estos primeros pasos de existencia en algunos frentes específicos: obreros municipales, proletariado industrial, minero, pobladores, campesinos, empleados públicos y en sectores estudiantiles de Concepción y Santiago. Luis Vitale plantea como ejemplos del crecimiento del MIR, la elección de militantes miristas en la Federación de Estucadores, en la Confederación Nacional de Trabajadores de la Salud, en la Federación del Cuero y Calzado, en la Federación de Obreros de la Construcción y en la Junta Nacional de los Obreros Municipales. A su vez, en el ámbito estudiantil se producen avances en la FECH de Santiago, al obtener primeras mayorías en Sociología, Psicología y Medicina, y el triunfo, en octubre de 1967, de Luciano Cruz en la Federación de 443 444
Fahra Neghme, op. cit., p. 14. José Palma Ramos, op. cit., p. 60. Lo relatado se explicita en el documento interno de marzo de 1971: Algunos antecedentes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria. 223
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Estudiantes de Concepción. En otros ámbitos, se reclutan los primeros mineros del carbón, se inician lentamente los reclutamientos en los sectores industriales, y se empieza a sembrar un trabajo poblacional a partir de Víctor Toro y Herminia Concha, que posteriormente daría importantes resultados445.
A mediados de 1966, se realiza el II Congreso del MIR en un galpón en la comuna de Conchalí. En esta instancia se aprobaron documentos sobre la coyuntura chilena, el programa y táctica a seguir, y se procedió a elegir a la nueva dirección nacional que quedó conformada casi por los mismos integrantes del año anterior: Secretario General el doctor Enrique Sepúlveda, y el resto del Secretariado General es conformado por Humberto 7BMFO[VFMB (BCSJFM4NJSOPX FMtrosko Fuentes y Luis Vitale. De acuerdo a lo planteado por Pedro Naranjo, «los principales avances de este segundo congreso, respecto del primero, son la incorporación de análisis y políticas más concretas para algunos frentes de masas, teniendo en cuenta que la gran debilidad de la organización era la inserción social. En este período la principal influencia social del MIR se dio especialmente en el frente estudiantil. Este trabajo fue sin duda uno de los elementos forjadores de la identidad mirista y pilar fundamental en su desarrollo como partido con influencia en el movimiento de masas»446. Andrés Pascal Allende afirmó –con respecto a estos primeros pasos del MIR– que la generación que asumió inicialmente la conducción del MIR cumplió con mantener la memoria de las experiencias y concepciones revolucionarias acumuladas por el movimiento popular chileno, y traspasarlas a la nueva generación, pero también fue una generación que, salvo algunas excepciones, no logró superar los estilos de una militancia extremadamente ideologizada y sectaria. «En teoría reconocían 445 446
Ibid. José Leonel Calderón López. La política del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) durante los dos primeros años de la dictadura militar (1973-1975). Entre la lucha por convertirse en actor político y la lucha por sobrevivir. Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia, Santiago, Departamento de Historia, Facultad de Humanidades, USACH, 2009, p. 18. 224
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la necesidad de lucha insurreccional, pero en la práctica no empujaban el desarrollo de las tareas insurgentes justificándose en que había que esperar a que las masas se levantaran, pues de lo contrario caeríamos en una desviación, ¿foquista? Tampoco impulsaban el accionar directo de masas. Criticaban el institucionalismo reformista, pero terminaban subordinándose a sus campañas electorales»447. Luis Vitale agrega que después de este congreso, el secretariado tomó como tarea reforzar o iniciar contactos con movimientos revolucionarios latinoamericanos, especialmente el MIR de Perú, Bolivia y Venezuela; el grupo trotskista peruano dirigido por Hugo Blanco, líder de los campesinos del valle de La Convención; con la URJE, del Ecuador; el PRT-ERP de Argentina; los tupamaros de Raúl Sendic en Uruguay; con Política Operaria de Brasil. Estos contactos posteriormente permitieron la creación de la Junta de Coordinación Revolucionaria del Cono Sur (JCR) en 1973. En 1967, Miguel Enríquez viaja también a Cuba, donde recibe instrucción militar en Punto Cero, situado a 30 kilómetros al este de La Habana. «Además, toma los primeros contactos con las autoridades revolucionarias de la isla, en especial con Manuel Barbarroja Piñeiro»448. El 7 y 8 de diciembre de 1967 se realizó el III Congreso del MIR en la llamada Casa Chile, sede del Partido Socialista en la comuna de San Miguel. En este congreso se produce el cambio generacional, y político, de la dirección del MIR. «Lo más importante a destacar de este congreso fue el hecho de que (…) los ‘no tradicionales’ de Concepción y Santiago, asumen la mayoría del Comité Central (10 de 15 miembros), la totalidad del Secretariado Nacional (5 miembros) y la Secretaría General. A raíz de ello se marginaron voluntariamente algunos ‘tradicionales’ y el resto de esta facción se organizó como ‘oposición’ a la nueva dirección»449.
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Andrés Pascal Allende, op. cit. Daniel Avendaño, op. cit., p. 65. José Calderón López, op. cit., p. 21. 225
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El III Congreso del partido es considerado como uno de los hitos en la historia del MIR debido a que se considera como ‘un antes y un después,’ ya que se comenzó a superar el problema de la cohesión ideológica450.
A partir de este encuentro, el nuevo secretariado nacional451 desarrolla concepciones estratégicas y tácticas, formación de cuadros, trabajo de inserción de masas y empieza a plantear la discusión para iniciar las «acciones directas de masas» y acciones armadas. El nuevo secretariado planteó una intensa discusión interna relativa a la política partidaria y tomó algunas medidas: nuevas exigencias de ingreso y militancia, reestructuración de los sectores políticos y especialmente de la organización, profesionalización de una parte de la dirección nacional y algunos cuadros medios, traslado de cuadros para multiplicar el trabajo del partido en lugares y frentes prioritarios. Se dio inicio a las ‘acciones directas’ y a la autodefensa de masas para aumentar la penetración del MIR en los frentes452.
Sin embargo, la polémica sobre las acciones directas de masas, así como las acciones armadas, tensionará la discusión dentro del Comité Central y el MIR en general, lo que se acentuará aún más a la hora de tomar posiciones respecto de las elecciones parlamentarias y presidenciales a realizarse en 1969 y 1970, respectivamente. Este era el escenario interno cuando comenzó la preparación del IV Congreso, instancia que se entendió como una clara oportunidad de resolver estas disputas. La dirección del MIR inició la 450 451
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José Palma Ramos, op. cit., p. 60. La dirección quedó en manos de la llamada «nueva generación». Es elegido como secretario general Miguel Enríquez. En el Secretariado Nacional son FMFHJEPT-VDJBOP$SV[ #BVUJTUBWBO4DIPVXFO 4FSHJP;PSSJMMBZ4FSHJP Pérez. Por su parte, en el Comité Central, además de los ya nombrados, quedan Luis Vitale, Edgardo Enríquez, Grez, Patricio Figueroa, Winston Alarcón, Nahuel Figueroa, Norman Gamboa, Genaro, Carlos Jara y Washington Figueroa. José Calderón López, op. cit., p. 22. 226
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discusión a nivel de base con el documento titulado: «Sólo una revolución entre nosotros puede llevarnos a una revolución en Chile». En este escrito, «que a grandes rasgos redefinió la línea política militar de la organización dejando atrás las tesis insurreccionalistas de los primeros años y dando paso a la nueva estrategia de ‘guerra revolucionaria prolongada e irregular’, esta decisión estratégica fue tomada a nivel de dirección y agudizó aún más las polémicas internas»453. A lo que se sumó la polémica en torno a la posición del MIR frente a las elecciones que aumentó la temperatura aún más. En vista de la situación, el secretariado general del MIR decide a comienzos de 1969 adelantar el IV Congreso para agosto. «En el intertanto se producen dos hechos que alimentarán la discusión y las tensiones. Primero, la aparición en la revista Punto Final de un documento de Miguel Enríquez, donde a grandes rasgos se plantea el no desarrollar actividad electoral de ningún tipo, y al contrario, cuestionar la vía electoral como camino. Lo anterior, según Vitale, acentuará el descontento que ya existía en algunos regionales y bases, las que sin embargo esperarían la realización del congreso para discutir sus posiciones»454. El otro hecho importante es el llamado «caso Osses», en el cual un comando mirista secuestra al periodista demócrata cristiano Hernán Osses, en Concepción, el 6 de junio de 1969. Este suceso provocó la persecución del gobierno y la clandestinización del MIR, dificultando el desarrollo del congreso. Ante esto, la minoría interna acusó al secretariado y a Miguel Enríquez de promover esta acción para impedir la realización del IV Congreso. El sector trotskista reaccionó realizando un congreso fraccional, lo que produjo que la mayoría del Comité Central (10 personas) decide, el 25 de julio de 1969, marginar del MIR a la minoría (5 personas), retirándose posteriormente entre 20% y 30% de la militancia, parte de los cuales se agrupan en el Movimiento Revolucionario Manuel Rodríguez (MR-2) y el MIR-
453 454
Ibid, p. 23. Fahra Neghme, op. cit., p. 16. 227
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Fuerzas Revolucionarias (MIR-FR), que apoyarían a Salvador Allende en las elecciones. Según Luis Vitale, restándole dramatismo a lo sucedido, señaló que Miguel Enríquez le dijo: «Nosotros no los echamos, nos separamos como amigos pero queremos que tú, Lucho, te quedes con nosotros»455. En el documento llamado «Sin lastre avanzaremos más rápido», Miguel Enríquez plantea el tipo de militantes que se necesita para el nuevo período: «Los militantes deben aceptar las reglas de una rigurosa clandestinidad. El tipo de militante que ingresará al MIR debe ser distinto al de antes. Los aficionados deberán abandonar la organización (…). La entrega de sí mismo deberá ser total. La organización decidirá si un militante debe o no trabajar o estudiar, o donde habitar, etc.»456. Recordando esos momentos, Aníbal457, militante del MIR, afirmó que el partido constituía en esta etapa de su vida su segunda familia, y quizá la única; era su espacio de socialización, en él maduraban sus proyectos personales y colectivos; ahí se encontraban sus amigos, sus compañeros, sus hermanos, sus parejas... su vida. «El MIR era el partido de los hombres puros, era lo mejor que podía existir, creo que era mirista de la uña de los pies al último cabello de mi cabeza, o sea, era el MIR y no había otra cosa... creía que el MIR era la única organización que tenía la verdad absoluta... eso me marcó mucho»458. Una vez madurado estos acontecimientos, el MIR se propuso reestructurar el partido enfocado al nuevo contexto que se avecinaba: las elecciones y la posterior ascensión al gobierno
455 456 457
458
José Palma Ramos, op. cit., p. 62. Daniel Avendaño, op. cit., p. 101. «Hemos optado por mantener el nombre de Aníbal en reserva, debido a la complejidad de parte de la información ventilada en el testimonio». Igor Goicovic, «De la dura infancia, de la ardiente vida, de la esperanza... un testimonio popular para la reconstrucción de nuestra historia reciente», Última Década, Viña del Mar, CIDPA, nº 6, enero de 1997, pp. 71-72:
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de la Unidad Popular, además de establecer los lineamientos estratégicos-tácticos a desarrollar. El secretariado general se abocó a la tarea de reestructuración del partido, conformándose los grupos político-militares (GPM), estructuras orgánicas asentadas en un espacio territorial con niveles de bases políticas, operativas, técnicas e infraestructura, con las que se buscaba el desarrollo integral del partido y el vínculo efectivo con el movimiento de masas. A la vez, a partir de septiembre de 1969 se iniciaban las acciones armadas y se intensificaban las acciones directas en los frentes de masas –tomas de terreno, ocupaciones de fábricas. «Entre las primeras, que darían pie para que se comenzara a construir la imagen del MIR como una organización centrada en el tema militar, destacaron algunos asaltos a bancos donde participaron directamente miembros de la dirección, mientras que entre las segundas cobraron particular notoriedad y masividad las tomas de terrenos desarrolladas por los pobladores y campesinos que se identificaban con la organización»459. El 20 de agosto de 1969 se realiza la primera acción de envergadura, la «expropiación» –en terminología mirista– de la sucursal Santa Elena del Banco Londres con un botín de 92.317 escudos «y a raíz de la notoriedad de las acciones, el grupo comienza a tomar ribetes de carácter nacional»460. Los asaltos a bancos no eran delitos muy repetidos en Chile debido a sus fuertes condenas. «El primero se produjo el 26 de septiembre de 1961 cuando cuatro individuos armados lograron un botín de 4.590 escudos desde la sucursal Las Condes del Banco del Estado. Este asalto estuvo dirigido por José Roberto Rubio, alias El Loco Pepe, quien fue condenado a 89 años de 459
460
Sebastián Leiva Flores, Teoría y práctica del poder popular: los casos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR, Chile, 1970-1973) y el Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP, Argentina, 1973-1976), Tesis para optar al grado de Magíster en Historia, mención Historia de América, Santiago, Departamento de Historia, Facultad de Humanidades, USACH QIUUQXXX TBMWBEPSBMMFOEFDMUFTJT5FTJTVQEG DPOTVMUBEPFMEFFOFSP Daniel Palma Ramos, op. cit., 63p. 229
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reclusión en la Penitenciaría de Santiago. Con los años, la práctica fue dominada por bandas de delincuentes provenientes de Argentina»461. El 23 de febrero de 1970, a raíz de otra «expropiación» al Banco del Trabajo realizada por la célula Rigoberto Zamora462, el Secretariado del MIR señaló que esta acción se realizó porque esta entidad pertenece al clan económico Hirmas, Cattan y Said. «Este clan controla o influye, entre otras, en las siguientes empresas: Ladeco, Textil Hirmas, Algodones Hirmas, CAP, Licores Mitjans, Vestex, Manufacturas Royle, Compañía Carbonífera Colico Sur, Compac, Cobre Cerrillos, Compañía Industrial de Construcciones, etc., y muchas más»463. Añadían que «el MIR devolverá a todos los obreros y campesinos del país esos dineros, invirtiéndolos en armar y organizar los aparatos armados necesarios para devolver a todos los trabajadores lo que se han robado todos los patrones de Chile, o sea, para hacer un gobierno obrero y campesino que construya el socialismo en Chile (…). Esta es una prueba más de que el MIR nada tiene que ver con la delincuencia común»464. El gobierno de Eduardo Frei reaccionó ante esta cadena de asaltos bancarios, no todos cometidos por el MIR, solicitando un ministro en visita para investigarlos. La responsabilidad recayó en el recién llegado ministro a la Corte de Apelaciones de Santiago, José Cánovas Robles465. 461 462
463 464 465
Daniel Avendaño, op. cit., p. 102. El MIR dedica esta acción a la memoria de Rigoberto Zamora, militante del MIR que murió combatiendo por la liberación boliviana a través del Frente de Liberación Nacional, en 1969, en Bolivia. MIR, Expropiación al Banco del Trabajo, México DF, Centro de Estudios de los Movimientos Armados, EFGFCSFSPEFIUUQXXXDFEFNBPSHWFSQIQ JE DPOsultado el 11 de abril de 2011). Ibid. Ibid. Al mismo juez le había tocado nombrar, como presidente de la Corte de Apelaciones de Concepción, a Héctor Rocangliolo Duque como ministro en visita para investigar el secuestro del periodista Hernán Osses. «Éste ordenó el allanamiento del local de la Federación de Estudiantes de Concepción (FEC) y el Hogar Central, residencia de jóvenes pensionados, ambos ubicados en el barrio universitario». Cristián Pérez, «Años de disparo y tortura (1973-1975). Los últimos días de Miguel Enríquez», Centro de 230
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La revista Ercilla publicó, a mediados de abril, un artículo titulado «Se encarga» con los nombres y fotos de los principales dirigentes miristas, junto a la siguiente información: «Se encarga la detención de las siguientes personas por estar implicadas en MPTEFMJUPTEFBTBMUPTZSPCPTCBODBSJPT#BVUJTUBWBO4DIPVXFO Vasey, Luis Mario, Luciano Cruz Aguayo, Miguel Humberto Enríquez Espinosa, Edgardo Enríquez Espinosa, Rafael Hernán Ruiz Moscatelli, Víctor Hugo Toro Ramírez, Víctor Paul Romeo, Luis Alberto Barraza, Alejandro de la Barra Villarroel, Luis Guillermo Herrera Muñoz, Humberto Eduardo Sotomayor, Luis Alberto Maureira Sandoval, Andrés Eduardo Pascal Allende y Max Joel Marambio»466. En esta misma fecha, el MIR comienza las tomas de terrenos urbanos en Santiago, las que dan origen a siete campamentos entre enero y julio de 1970: 26 de enero, La Unión, 26 de Julio, Rigoberto Zamora, Magaly Honorato, Ranquil y Elmo Catalán, conformando estos tres últimos, hacia noviembre de aquel año, la población Nueva Habana, el referente poblacional más importante orientado por el MIR. Por su parte, a nivel campesino, específicamente mapuche, entre mayo y septiembre de 1970 se llevaron a cabo aproximadamente 15 ‘corridas de cerco’; entre ellas, las desarrolladas por la comunidad Quinchavil (comuna de Carahue) y Catrileo (comuna de Lautaro), continuando y masificándose aquellas tomas de terreno durante todo el período de la UP467.
El 25 de octubre es asesinado por comandos de ultraderecha el comandante en Jefe del Ejército, René Schneider. A raíz de este asesinato se produce también un acercamiento de tipo político-militar entre la UP y el MIR, lo que se concretiza con la entrada de cuadros miristas con preparación militar en Cuba al dispositivo de seguridad presidencial, Grupo de Amigos Perso-
466 467
&TUVEJPT .JHVFM &OSÎRVF[ IUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN"
[email protected] .JS@MJCSPT@TPCSFNJSMJCSPTQEG DPOTVMUBEPFMEFBCSJMEF Daniel Avendaño, op. cit., p. 111. Ibid. 231
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nales (GAP), constituido asimismo por militantes del PS. «Esto, si bien no tenía relación con la conformación de un grupo como Ejército revolucionario, sí refleja un acercamiento entre el MIR y la UP. Ello se verá ratificado con el indulto otorgado por Allende a la Dirección Nacional del MIR y algunos de sus militantes, que permanecían en la clandestinidad o en la cárcel desde el período de Frei Montalva. Actitud que tenía como objetivo integrar a la vida política a quienes tomaban las armas, para fortalecer la vía institucional-democrática»468. Para la conformación del GAP, el Partido Socialista pone cinco de sus militantes y el MIR colabora con la otra mitad, «quienes bajo las órdenes de Ariel Fontana, nombre político de Max Marambio, serían los responsables de proteger al futuro presidente ‘hasta la muerte’»469.
4.1.1 El MIR y sus primeras reflexiones políticas A partir de 1965, el MIR comienza a editar el periódico El Rebelde470 y la revista teórica Estrategia, que en su primer número de noviembre de 1965, incluye un artículo sobre «La etapa actual de la revolución latinoamericana», de Luis Vitale, y el artículo llamado «Metamorfosis», de Óscar Waiss, en donde analiza la evolución de la izquierda chilena. También se incluye un documento del MIR peruano sobre la muerte de Luis de la Puente, titulado «El guerrillero». En 1968, asume la dirección del periódico Bautista van 4DIPVXFO471. «Sin embargo, la mayoría de los editoriales fueron 468 469 470
471
Daniel Palma Ramos, op. cit., p. 66. Daniel Avendaño, op. cit., p. 127. Se publicó un periódico que llegó a ser mensual, y de 5.000 ejemplares (El Rebelde). Se emitieron 4 o 5 ejemplares, desde fines de 1968 a principios de 1969. Miguel Enríquez, Algunos antecedentes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria 1965-1971, Santiago, Centro de Estudios Miguel Enríquez, QIUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPNFOUSBEBIUNM DPOTVMUBEPFM de marzo de 2011). El nombre se tomó del diario que editaba la VRM desde el 25 de febrero de 1962. No es fácil encontrar los textos del mirismo histórico y se carece de una investigación primaria que los rescate y establezca con cierta certeza su PSJHFO&TUPFTQBSUJDVMBSNFOUFEJGÎDJMFOFMDBTPEF7BO4DIPVXFO BVORVF 232
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escritos como producto de una discusión colectiva y algunos fueron claramente escritos por otros miembros de la Comisión Política y del Comité Central del MIR»472. En la editorial de septiembre de 1968 se afirma que El Rebelde no es un periódico imparcial, ya que se ubica decididamente en la trinchera de los obreros y los campesinos revolucionarios, de los pobres del campo y la ciudad473. «Llamamos a la unidad revolucionaria a todos aquellos que estén dispuestos a poner su cuota de sacrificio para el inicio de esta larga y sacrificada guerra social que conduce al socialismo por el camino por el cual el Che derramó su sangre en las montañas de Bolivia. ¡Por la razón y MBGVFS[B MPTUSBCBKBEPSFTBMQPEFSv474. El contenido de esta editorial es necesario ubicarlo en el contexto latinoamericano: importantes experiencias guerrilleras en varios países latinoamericanos, contagiadas por el triunfo del Movimiento 26 de julio en Cuba. «Perú (en donde estuvo Miguel Enríquez entrevistando al comandante guerrillero Luis de la Puente), Bolivia (de donde se tenían difusas noticias del Ejército de Liberación Nacional) y Uruguay (con la guerrilla urbana de los Tupamaros) eran escenarios de la lucha armada, en contra de los gobiernos burgueses»475. Otros grupos guerrilleros eran el ELN y las FARC en Colombia; el MIR en Venezuela y el Ejército de Liberación Nacional (Carlos Marighella), el VAR Palmares y el MR8 en Brasil.
472 473
474 475
gran parte de lo que escribió entre 1968 y 1973 fue publicado en el periódico del MIR, El Rebelde, que él dirigía. Martín Hernández, El pensamiento QPMÎUJDPEF#BVUJTUBWBO4DIPVXFO $FOUSPEF&TUVEJPT.JHVFM&OSÎRVF[ QIUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN)PNFOBKFTCBVDIJTPCSFCBVDIJTPCSFQEG DPOTVMUBEPFMEFBCSJMEF Ibid, p. 86. Al parecer este es el primer documento del MIR en el que aparece la expresión pobres del campo y la ciudad, que luego será usada consistentemente para caracterizar el núcleo clasista de la fuerza social revolucionaria. Ibid, p. 57. Ibid, p. 87. Carlos Sandoval, «La estrategia mirista de 1967: la vía armada», Centro EF&TUVEJPT.JHVFM&OSÎRVF[ QIUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN *EFBT@"VUPSFTTBOEPWBMBDTBOEPWBMBDQEG DPOTVMUBEP FM EF marzo de 2011). 233
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En la editorial del mes siguiente (octubre), llamada «Nuestra estrategia: las elecciones de 1969 y 1970», se afirma que «el MIR se propone no llevar candidatos ni apoyar a ninguno en las elecciones que se avecinan (…), sumirnos en las elecciones es afirmar y ratificar en los hechos un orden y una legalidad que rechazamos (…), participar en las elecciones es mezclarse y confundirse con todo lo gastado y desprestigiado del juego político tradicional que por años a la espalda de la masa viene realizándose, sin ellas obtener nada (…) nuestra política categórica, la de no participar en las elecciones, no realizar actividad electoral alguna, rechazar de plano la vía electoral, es la que nos permite hoy como nunca levantar el único camino: la lucha armada»476. Un mes antes, el MIR había emitido una importante declaración pública en la que nuevamente se diferenciaba del Partido Comunista, esta vez al manifestar su postura con respecto a los sucesos de Checoslovaquia. En el documento llamado «El MIR y los sucesos de Checoslovaquia», se afirma que el socialismo checo se logró solo por la presencia del Ejército soviético, sin que la población alcanzara conciencia y una moral socialista ni que participara en una movilización de masas. «Nació en pleno período estalinista, cuando las libertades se hacían aparecer como antagónicas con el socialismo, cuando se reducía el socialismo a la planificación de la economía y al aumento de la producción en toneladas de acero, cuando ejercía el poder una capa de funcionarios y militares, la burocracia, y no la clase obrera y el campesinado»477. El MIR, con esta declaración, repudiaba enérgicamente la intervención militar en Checoslovaquia. «Esta intervención no fue en defensa del socialismo, que habría estado bien salvaguardado por obreros y campesinos checos, sino en defensa de los intereses
476 477
Mauricio Ahumada, op. cit., p. 56. «El MIR y los sucesos de Checoslovaquia», Centro de Estudios MiHVFM &OSÎRVF[ Q IUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN"
[email protected] %PD@@B@@TFQU@NJSBQEG DPOTVMUBEP FM EF BCSJM EF 2011).
MIR,
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de la burocracia de la URSS, y con claro contenido contrario a los procesos de democratización socialista»478. Por último, la declaración afirmaba que estaban conscientes de que esta declaración podría ser utilizada por sus enemigos, pero también estaban conscientes de que la izquierda revolucionaria del mundo tiene la tarea de demostrar «que ese no es el socialismo por el cual combatimos, sino que es una desfiguración heredada de los periodos más negros de las primeras repúblicas socialistas del mundo»479. Por otra parte, el nº 3 de la revista Estrategia (abril de 1966) estuvo dedicado a la «revolución peruana», con un largo ensayo escrito por el sociólogo peruano Aníbal Quijano, que lo suscribió con el seudónimo de Silvestre Condoruna. El nº 4 (junio de 1966) tuvo un tema central: Cuba, la Tricontinental y la Revolución Latinoamericana. «Además de reiterar el apoyo a Cuba, anteriormente publicado en el nº 4 de Estrategia, el MIR hizo un saludo a la Tricontinental, pero objetó fraternalmente las injustas críticas a la lucha armada de Yon Sosa en Guatemala y a la construcción del socialismo en China»480. En el nº 6 de esta revista (septiembre de 1966), Humberto Valenzuela escribió un interesante artículo sobre «La comuna obrera y las juntas de vecinos», y la primera edición chilena del ensayo del Che Guevara sobre «El socialismo y el hombre». El nº 9 de Estrategia (junio de 1967) publicó una de las últimas cartas del Che y una resolución del movimiento revolucionario brasileño Política Operaria. Como se puede apreciar con claridad en los artículos reseñados anteriormente, pese a la crítica que el MIR realizaba a las tesis foquistas, la mayor cantidad de pensamientos y reflexiones estaban directamente relacionados con las experiencias guerrilleras latinoamericanas de este tipo y la Revolución Cubana. &O FM TFHVOEP TFNFTUSF EF #BVUJTUB WBO 4DIPVXFO presenta un resumen didáctico de los elementos planteados en 478 479 480
Daniel Avendaño, op. cit., p. 89. Ibid, p. 3. Luis Vitale, op. cit., pp. 12-13. 235
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las Tesis político-militares aprobadas en los Congresos de 1965 y 1967, llamado Estrategia Insurreccional. El dirigente mirista no se limitó solo a hacer un resumen, «sino que le dio su propio orden conceptual y teórico, incluyendo desarrollos conceptuales (como lo que denomina ‘mediatizaciones’) que no figuraban en los textos oficiales»481. #BVUJTUBWBO4DIPVXFODPNJFO[BBDMBSBOEPFOFMEPDVNFOUP que esta estrategia insurreccional no corresponde exactamente al período que vive el MIR, sino que es, más bien, una vía, un camino fundamental de toma del poder político. El documento se divide en tres partes principales: r Necesidad de la violencia y necesidad apremiante de la lucha armada como objetivo predominante del actual período. r Posibilidad de la lucha armada en Chile. r Carácter de la lucha armada en Chile: lucha de masas o insurrección corta o guerra revolucionaria prolongada e irregular. En el primer acápite, señala que los revolucionarios, como militantes de un partido que es vanguardia de los oprimidos y que se plantea como objetivo único y principal la toma del poder político, establecen que la única manera de tomar el poder es la destrucción de aquel brazo armado: ejército, policía. «Es decir, mediante el ejercicio de la fuerza, de la violencia revolucionaria, tomaremos el poder, construiremos una nueva sociedad. Las clases opresoras, magníficamente bien resguardadas por sus organismos represivos, no nos imponen la violencia como una de las salidas, como una posibilidad entre varias, sino como la única salida y posibilidad. Lo demás sería engañarnos a nosotros y engañar al proletariado, haciéndole esperar una posibilidad que nunca ha existido, ni existirá»482.
481 482
Martín Hernández, op. cit., p. 59. Ibid, pp. 61-62. 236
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En el punto dos, llamado «Posibilidad de la lucha armada en Chile», el dirigente mirista afirma que el papel de las vanguardias no es de esperar a que se den las condiciones de la lucha, sino ser un elemento dinamizador, especialmente en la primera etapa del proceso revolucionario o etapa de inicio de la insurrección483. Posteriormente discute una a una las «excepcionalidades», argumentos dados por la izquierda tradicional para explicar por qué en Chile no se podía desarrollar una lucha armada: el tipo de democracia chilena, el peso de las clases medias, el predominio de la población urbana y el peso de los partidos de la izquierda tradicional. En el acápite tres, titulado «Carácter de la lucha armada en Chile», el dirigente rojo y negro analiza la experiencia y las distintas visiones –principalmente Lenin y Trotsky– que existieron en Rusia, antes de la revolución, sobre la lucha de masas o la insurrección corta, concluyendo que en Chile y América Latina no existe un tan alto grado de combatividad suficiente y uniforme. «Creemos que el contexto sobre el cual se dio la Revolución rusa ya no es posible repetirlo acá; si bien es cierto en las sociedades latinoamericanas hay posibilidades de que lleguen a existir crisis económicas y sociales, eso no implica la debilidad de las clases dominantes ni una agonía del sistema»484. 1PTUFSJPSNFOUF 7BO4DIPVXFOTFSFàFSFBMBHVFSSBSFWPlucionaria prolongada e irregular, partiendo del criterio que no porque una insurrección como levantamiento de masas no sea posible, están cerradas las puertas para la lucha armada en Chile. 483
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Una particularidad de la concepción estratégica del MIR en sus primeros años es que utiliza el concepto de «insurrección» en un sentido amplio, incluyendo en él no solo lo que denomina la «etapa de asalto y destrucción del poder burgués», sino también la primera etapa «del inicio de la insurrección», etapa que no es otra cosa que la guerra prolongada. La tesis político-militar aprobada en el Congreso de Fundación llevaba precisamente como título «La conquista del poder por la vía insurreccional», aunque preconizaba una lucha de carácter prolongado. En esto hay una influencia de las concepciones de Mao Zedong, quien conduce una guerra prolongada precisamente a raíz del fracaso de las insurrecciones de los años veinte, pero que para no abrir innecesariamente una discusión con Moscú, sigue denominando insurrección a la guerra revolucionaria. Ibid, p. 68. Ibid, p. 72. 237
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«De lo que se trata es de organizar un partido revolucionario en las difíciles contingencias que se presentan. Es por ello que al definir el carácter que tomará nuestra guerra es una forma práctica de realizarla, adaptándola a las nuevas circunstancias»485. La guerra en Chile, para el dirigente mirista, será eminentemente política, definiéndose por sus objetivos políticos primordialmente, atrás los acontecimientos militares. Las acciones tendrán fines políticos sin una clara distinción entre lo político y lo militar. Se levantarán planteamientos revolucionarios y la lucha armada como única alternativa ante las masas populares. El revolucionario armado no es un militar revolucionario sino un político, el representante de una nación oprimida por la cual está luchando. Su tarea principal es hacer propaganda, agitación, diseminar las ideas revolucionarias, y su elemento de agitación más importante es la lucha armada en sí486.
4.1.2 El MIR y la Unidad Popular Luego del triunfo de la Unidad Popular el MIR emite el documento llamado El MIR y el resultado electoral, en el que analiza el escenario político que se abría con el triunfo de Salvador Allende, deduciendo lo que sería la actitud de los enemigos internos y externos del futuro gobierno. En el documento queda en clara evidencia la influencia de la teoría de la dependencia, cuando afirma que no podía esperarse que sectores importantes de la burguesía se aliaran con la UP para llevar a cabo una política antiimperialista (una de las premisas con las cuales contaba el futuro gobierno). También planteaba que Estados Unidos, a corto o mediano plazo, desarrollaría una política de intervención. Así, señalaba: «Al parecer la estrategia predominante de la burguesía y el imperialismo consiste en permitir que Allende 485 486
Ibid, p. 74. Ibid, p. 75. 238
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asuma, tratar de darle sólo unos meses de gobierno, ‘amarrarlo’ en la maraña de legalismo vigente, vigilar el cumplimiento de esos ‘amarres’ por las Fuerzas Armadas, y así tener a la UP bajo la amenaza permanente de un golpe militar reaccionario, buscando así impedirle llevar a cabo sus planes fundamentales y resolver los problemas de las aspiraciones de las masas. Desencadenar al mismo tiempo la baja en la producción industrial, negarle la renegociación de la deuda externa, disminuir la siembra en los campos y de esta manera aumentar la inflación y la cesantía: se intenta desprestigiar así un gobierno UP y entonces en base a los grupos de derecha creados en el intertanto, arrastrar a las Fuerzas Armadas a ‘salvar la patria’, e impedir ‘el desorden y el caos’; sólo entonces derribar a Allende en circunstancias más favorables para ella»487. Agregaba el MIR, que las medidas que el programa de la UP se proponía no eran absorbibles pasivamente por el sistema capitalista chileno, lo que provocaría resistencias en los sectores ligados al campo, la industria, la banca y el capital extranjero, es decir, una «una contraofensiva imperialista y burguesa». Las proyecciones anteriores constituirían la base sobre la cual el MIR formularía sus primeros lineamientos políticos para el período. En primer lugar, el MIR reafirmaba su línea estratégica, señalando la vigencia de la lucha armada: «el enfrentamiento sólo ha sido postergado, y cuando se lleve a cabo, será más legítimo y tomará un carácter masivo, lo que hace hoy más vigente que nunca la estrategia de lucha armada. A su vez, mientras la correlación mundial de fuerzas no varíe fundamentalmente, la lucha definitiva por el poder habrá de tomar un carácter irregular y prolongado»488. En segundo lugar, planteaba que las tácticas de lucha se mantendrían (acción directa, movilización de masas por métodos revolucionarios y lucha callejera), haciendo las adecuaciones pertinentes de acuerdo al momento político que atravesara el país. En tercer lugar, planteaba para la coyuntura: la defensa 487 488
Sebastián Leiva Flores, op. cit., p. 32. Ibid, p. 33. 239
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del triunfo frente a las acciones que realizaría la burguesía y el imperialismo. El MIR continuó –a través de sus frentes sociales– impulsando la toma de terrenos rurales y urbanos, destacando particularmente las «corridas de cerco» implementadas por el Movimiento de Campesinos Revolucionarios (MCR) en la zona de Cautín y las ocupaciones realizadas por el Movimiento de Pobladores Revolucionarios (MPR) en Concepción y sus alrededores. El MIR de esta manera busca incrementar la agitación que el movimiento de masas desarrollaba y fortalecer los embrionarios lazos que existían con él. Se llegó a estudiar por frente de masa y por ciudad, las calles y los lugares de trabajo en que esto se haría, coordinando con la izquierda revolucionaria y con el PS e incluso habiendo ensayado para los desórdenes callejeros del 8 de julio. Contemplaba también la fabricación de artefactos caseros. Por último envolvía también la instrucción AGP (agitativa), que involucraba lucha callejera, ocupación de fundos, de fábricas, etc. Se hicieron manuales para todo ello y se dio instrucción a todas las unidades políticas y en gran medida a las milicias489.
Por otra parte, la pugna con el Partido Comunista alcanzó un punto cúlmine el 2 de diciembre de 1970, cuando en pleno Barrio Universitario de la Universidad de Concepción, miembros de la Brigada Ramona Parra del Partido Comunista asesinan a tiros al estudiante mirista de periodismo, Arnoldo Ríos Maldonado490. «El sangriento episodio obligó al mismo presidente Allende a tomar cartas en el asunto y a través de su hija Tati, llamó a los 489 490
Miguel Enríquez, op. cit., p. 7. La declaración pública del FER, a raíz del asesinato, señaló: «Llamamos a todos los militantes de la izquierda revolucionaria, a los compañeros socialistas, mapucistas e incluso a los sectores comunistas que estén en contra del sectarismo y el estabilismo, a cerrar filas contra el nuevo fascismo de izquierda personalizado en la Brigada Ramona Parra, responsables del asesinato, negándoles, desde ya, el amparo que estos homicidas pretenderán encontrar en la Unidad Popular». FER, «Declaración pública por la muerte EF"SOPMEP3ÎPTv EFEJDJFNCSFEFIUUQXXXTBMWBEPSBMMFOEF DM.*3'&3EJDJFNCSFQEG DPOTVMUBEPFMEFBCSJMEF 240
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más altos dirigentes de ambos partidos para que buscaran una salida urgente, quienes se reunieron en una casa de seguridad en Santiago, intercambiando fuertes palabras de recriminación entre ellos»491. En las elecciones del 5 de abril de 1971, la Unidad Popular obtenía 49,23 por ciento de la votación. Todo parecía andar bien en los primeros meses bajo el mandato de Salvador Allende. Sin embargo, casi dos meses después, el 8 de junio, minutos antes de las once de la mañana, un comando armado de la Vanguardia Organizada del Pueblo (VOP)492, mataba al exvicepresidente de la República, el demócrata cristiano Edmundo Pérez Zujovic, luego de interceptar el automóvil en que viajaba desde su hogar en Las Condes, hacia el centro de Santiago, acompañado de su hija María Angélica. Según el MIR, el asesinato de Pérez Zujovic provocaba un cambio en el escenario político, una de cuyas consecuencias implicaba el volcamiento definitivo a la derecha de la Democracia Cristiana. Pese a que el MIR critica abiertamente493 el asesinato del exministro, Edmundo Pérez Zujovic, las diferencias con la UP se acrecientan aún más a raíz de este hecho. El ataque terrorista provocó el quiebre de las conversaciones entre el MIR y el PC. Este último exigía que el movimiento liderado por Enríquez entregara a Ronald Calderón y que además, participara en la represión contra la VOP, hecho rechazado tajantemente por los miristas. El 491 492
493
Daniel Avendaño, op. cit., p. 131. Véase Jorge Andrés Pomar Rodríguez, «La Vanguardia Organizada del Pueblo (VOP): origen, subversión y aniquilamiento. ¡El pan que con sangre GVFRVJUBEP DPOTBOHSFTFSÃSFDVQFSBEPv 4BMBNBODB &TQBÒB 6OJWFSTJEBE de Salamanca, 2010:
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consideró que esa actitud no le ofrecía garantías, por lo que rompió el diálogo iniciado en diciembre494.
PC
El 13 de junio, en una acción conjunta de militares y policías, fueron localizados en el barrio Vivaceta dos de los autores del crimen: Ronald Calderón, quien fue abatido a tiros por la policía, y su hermano Arturo, uno de los indultados en enero por el presidente Allende, quien decide suicidarse495. El día 16, el tercer miembro del comando496 que asesinó al vicepresidente de Frei Montalva lanzaba un ataque suicida contra el cuartel central de Investigaciones, matando a dos detectives e hiriendo a un tercero, para enseguida destrozarse al activar varios cartuchos de dinamita que llevaba entre sus ropas497.
Si bien este atentado no tiene una relación directa, igual provoca una decisión definitiva por parte del Partido Socialista: pedir al presidente Allende retomar la conducción del GAP, lo que implicaba la salida del MIR. Diversas situaciones anteriores se acumularon para que se produjera esta decisión. Entre ellas, las críticas a la conducción de Ariel Fontana (Max Marambio), «con la intención de superar con rapidez estas dificultades, el MIR envió a Tonio (Humberto Sotomayor), miembro de la Comisión Política, para que asumiera la dirección en reemplazo de Ariel Fontana»498.
494 495
496
497 498
Daniel Avendaño, op. cit., p. 138. Véase Diario ABC. «La policía y el ejército desarticulan la Vanguardia Organizada por el Pueblo», Madrid, n° 20.351, 15 de junio de 1971, p. 1:
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También se sumó el uso de algunas instalaciones de la Presidencia para el entrenamiento militar de militantes del MIR, tal como lo confirmó el mismo Andrés Pascal Allende. «La institucionalización de la guardia armada civil del Presidente Allende en la vida nacional le fue posibilitando al MIR la ejecución de una serie de actividades encubiertas, bajo la apariencia de prestar protección al Primer Mandatario y sus residencias. La organización implementó verdaderos cursos de formación paramilitar. Las clases eran impartidas con la ‘ayuda de oficiales cubanos’. Efectivamente, la dirección del GAP usaba las instalaciones construidas en El Cañaveral, donde tenía una pequeña cancha de entrenamientos, y los polígonos de tiro del Cuerpo de Carabineros en La Reina para impartir conocimientos guerrilleros, que incluían prácticas de tiro»499. A lo que se sumó, como señala Isidro García, exmiembro del GAP, que «algunos miembros del grupo empezaron a realizar acciones de ‘financiamiento privado’. Estas acciones eran asaltos cuyo dinero no ingresaba a los movimientos o partidos de izquierda, sino a los bolsillos de quienes las ejecutaban. Miembros del GAP que después se fueron de la organización sin entregar las credenciales, efectuaron esas operaciones y cuando los pillaban aparecían como gente del GAP»500. Cabe recordar otro suceso anterior, ocurrido el Viernes Santo (31 de marzo), que había gatillado la evaluación de la presencia del MIR en el dispositivo presidencial por parte del mismo Salvador Allende. En el pueblo de Curimón, departamento de San Felipe, provincia de Aconcagua, una camioneta Chevrolet se estrelló contra un poste de alumbrado público. El vehículo era conducido en estado de ebriedad por Hugo Fernando Amaya Sepúlveda501, GAP, exparacaidista del Ejército, quien portaba una credencial de la Presidencia de la República. Amaya iba acom-
499 500 501
Ibid, p. 53. Ibid, pp. 53-54. Desapareció en julio de 1976 luego de avisar a su familia que era seguido por los servicios de inteligencia. 243
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pañado por Guillermo Pardo Tobar502, excomando del Ejército de Chile, Mario Delgado y Óscar Jesús Delgado Marín503 (negro Puga), también excomando y paracaidista. «Luego del accidente los dos primeros fueron detenidos y en su poder se encontraron planos de instalaciones militares, una granada de ejército (española), dos cargadores para fusil Garand con 15 proyectiles cada uno, dos cargadores para pistolas con ocho balas cada uno, 18 vainillas calibre 45 y 14 calibre 32. Mario Pérez y Óscar Delgado lograron escapar»504. Este choque provocó que se alertara la inteligencia del Ejército sobre actividades en este mismo ámbito que realizaba el MIR505, al parecer buscaban a Arturo Marshall, exboina negra del Ejército, instructor del Frente Nacionalista Patria y Libertad. Además, dejó en muy mal pie al GAP, comprometiendo de esta manera al presidente Allende. La revista Qué Pasa tituló la noticia como «Curimón, paracaídas se enredó en el poste»506. Enérico García Concha, GAP y militante del MIR, en un reciente libro, afirma además que este grupo llevaba dentro de la camioneta las cuentas de agua y luz de todas las casas de seguridad de un grupo especial conformado por los miristas que se habían retirado del GAP, llamado La Tropa. Luego de los sucesos de Curimón, la Comisión Política del MIR le habría entregado a Enérico García la tarea de interve502
503
504 505
506
Fue ejecutado el 10 de octubre de 1973 luego de estar detenido en el Estadio Nacional. Fue ejecutado el 5 de octubre de 1973 luego de estar detenido en el Estadio Nacional. Ibid, p. 54. En un informe sobre las conversaciones MIR-UP se señaló que a partir del incidente de Curimón se intentó por «parte de la clase dominante» buscar un período de represión contra el MIR, lo que se sumó a las marchas y otros golpes efectistas que se estaban propinando al gobierno, «como la denuncia alrededor de los autos de la Presidencia, del contrabando del avión cubano, etc.». MIR, «Informe al Comité Central sobre las conversaciones del MIR-UP», 2 de mayo de 1972, p. 157, en MIR, Con todas las fuerzas de la historia. Documentos del MIR: 1968-1970, Ediciones Segunda *OEFQFOEFODJB 4FSJF&YQFSJFODJBTIUUQXXXTFHVOEBJOEFQFOEFODJBDM XQDPOUFOUVQMPBET.*3@EPDVNFOUPTQEG DPOTVMUBEPFMEF abril de 2011). Revista Qué Pasa, n° 52, 13 de abril de 1972, p. 46. 244
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nir las unidades operativas de Santiago. La primera misión es revisar las casas de seguridad que habían sido abandonadas rápidamente por los militantes. «En una casa había más de una tonelada de dinamita exudada... por lo tanto absolutamente inestable como explosivo, con la posibilidad de que cualquier movimiento extraño, cualquier chispa, cualquier elemento que lograra activarla, pudiera hacer explotar los mil kilos que tenían guardados en esa casa (…); se tomó la decisión de ir a botar toda esa dinamita a un lugar en donde realmente la dinamita quedara inhabilitada como explosivo. No es posible movilizar demasiada gente. Entonces, nos dividimos en dos grupos de tres personas y fuimos trasladando la dinamita a distintos puntos, por el Canal San Carlos»507. «La desaparición de La Tropa en tanto estamento orgánico partidario provoca un vacío en el partido, en los planes de desarrollo de un embrionario ejército revolucionario. Por lo tanto se decide la creación, a fines de 1971, de una estructura distinta, con cuadros distintos y con un desarrollo político superior»508. Este grupo sería conocido posteriormente como la Fuerza Central. Para otros autores, como Fahra Neghme, Sebastián Leiva, José Palma Ramos, el grupo se llamaba La Tropillita y se habría formado con el armamento que logran sacar al retirarse del GAP. «No sin antes llevarse parte del arsenal, los que darían forma a un grupo que se conocería como La Tropillita, estructura dependiente de la Fuerza Central (FC)»509. Según Andrés Pascal Allende, el movimiento se llevó la mitad del arsenal de la organización: «Entre las especies sustraídas había dos cañones sin retroceso, algunas ametralladoras de calibre punto 30, punto 50, fusiles AK-47 y rifles del campo capitalista, FAL»510. La Fuerza Central tenía como responsable por parte de la Comisión Política a Arturo Villabela Araujo. Teniendo de jefe 507
508 509 510
Enérico García Concha, Todos los días de la vida. Recuerdos de un militante del MIR chileno, Santiago, Editorial Cuarto Propio, 2010, p. 72. Ibid. Daniel Palma Ramos, op. cit., pp. 67-68. Cristián Pérez, op. cit., p. 55. 245
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directo de la fuerza a Mario Espinoza Méndez. La Fuerza Central se estructuró en un secretariado político que estaba compuesto por Juancho como jefe, el Quila (Julio Carrasco) y Sergio Santos, más cuatro escuadras de combatientes que estaban divididos en dos subescuadras. «En ese momento la jefatura está compuesta por el compañero Andrés, Patricio Urbina, el compañero Tino, el Negro Felipe como jefe de la escuadra tres y el jefe de la escuadra cuatro que era yo»511. A principios de agosto de 1971 se produce el primer envío de un contingente grande de militantes del MIR a la escuela internacionalista de Punto Cero. La instrucción no iba a durar más de 15 días y era una instrucción básica de tiro y de algunas técnicas de lucha urbana. «El responsable global del grupo (éramos unos 45, 50 personas) es Sergio Pérez Molina512. Pero su tarea, en definitiva, es quedarse como representante del partido en Cuba, por un período indeterminado»513. El 14 de octubre de 1971, el MIR sufrió un duro golpe, al ser encontrado el cuerpo sin vida producto de un accidente de su dirigente, Luciano Cruz Aguayo, 27 años. Como señaló el actor y dramaturgo Nelson Villagra (Chacal de Nahueltoro): «Luciano 511 512
513
Enérico García Concha, op. cit., p. 73. «El 22 de septiembre de 1974 en su domicilio ubicado en calle Tocornal, del sector sur de Santiago, Sergio Pérez Molina, cónyuge de Lumi Videla Moya, estudiante de pedagogía y dirigente del MIR, fue detenido por agentes de la DINA y trasladado hasta el centro de detención de José Domingo Cañas; y, según testigos, respecto de quien los agentes de la DINA se ensañaron en la aplicación de torturas, con electricidad y hasta el paso de una camioneta por sobre su cuerpo; sus testículos fueron triturados; el 26 o 27 de septiembre atendido el estado agónico en que se encontraba, fue sacado desde ese recinto, desapareciendo, sin que a la fecha se haya vuelto a tener noticia alguna de su paradero, sin registrar entradas o salidas del país, sin que conste tampoco su defunción. Enmarcándose este hecho dentro de un patrón similar a los ocurridos durante aquella época que se iniciaba mediante seguimiento y vigilancia de la víctima hasta terminar en un secuestro violento». Codepu, «Acusación formulada por el Ministro de la Iltma. Corte de Apelaciones de Santiago, Alejandro Solís, en el marco de la investigación criminal por el homicidio de Lumi Videla Moya y el secuestro de Sergio Pérez Molina», IUUQXXXDPEFQVDMJOEFYQIQ PQUJPODPN@DPOUFOUWJFXBSUJ cle&id=736:condenados-los-asesinos-de-lumi-videla-y-sergio-perez&catid QSPDFTPT*UFNJE DPOTVMUBEPFMEFNBZPEF Enérico García Concha, op. cit., p. 77. 246
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fue sin duda, el dirigente más carismático que tuvo el MIR de Chile a partir de 1969. Quienes alcanzamos a compartir con él, lo sentimos siempre como un camarada amigo: acogedor, cálido, valiente, sin perder nunca su buen humor, y su tranquilidad casi despreocupada. Con Luciano inicié yo mis primeros pasos en el MIR, cuando aún este Movimiento estaba en la clandestinidad, bajo el gobierno de Frei Montalva. Una clandestinidad, podríamos decir ‘blanda’, si la comparamos con los duros días de la resistencia mirista en contra de la dictadura de Pinochet»514. Para el periodista José Carrasco Tapia515, Luciano Cruz «era un combatiente revolucionario que se inscribe en toda la tradición que abrió la Revolución Cubana, que selló el Che con su entrega ejemplar a la causa del proletariado; como revolucionario pleno no era sólo el agitador o el hombre entregado por completo a las tareas orgánicas del partido, sino que en el curso mismo de sus tareas era un hombre profundamente humano, preocupado de sus compañeros»516. El funeral de Luciano Cruz constituyó la mayor demostración de fuerza del MIR, al acompañar el cortejo más de 30.000 personas al coro de «Luciano, Guevara... el MIR se prepara». En la oportunidad, Miguel Enríquez afirmó que «asaltamos innumerables bancos en aquel tiempo, expropiamos el dinero a quienes lo habían robado a los trabajadores para ponerlo al 514
/FMTPO 7JMMBHSB -VDJBOP $SV[ "HVBZP IUUQXXXTBMWBEPSBMMFOEF FMIPNCSFDMXFCJOEFYQIQ PQUJPODPN@DPOUFOUWJFXBSUJDMFJEM VDJBOPDSV[BHVBZPDBUJEQPSUBEBDFOUSBM*UFNJE DPOTVMUBEP el 19 de abril de 2011). 515 José Carrasco Tapia, periodista, trabajaba en esos años para Punto Final y era miembro del aparato de comunicaciones del MIR. Fue asesinado por un grupo de hombres uniformados con tenidas verde oscuro que se hacían llamar Comando 11 de Septiembre, en la madrugada del 8 de septiembre de 1986, en venganza por el ataque perpetrado horas antes al general Augusto Pinochet en el Melocotón, realizado por miembros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez en la denominada Operación Siglo XX. Carrasco Tapia fue encontrado con 13 balas en la cabeza, junto a un muro, en las cercanías del cementerio Parque del Recuerdo. Daniel Avendaño, op. cit., p. 88. 516 José Carrasco Tapia, «Luciano Cruz: su vida y su ejemplo», Punto Final, n° 138, Suplemento Especial, Santiago, Centro de Estudios Miguel Enríquez, EF BHPTUP EF Q IUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN)PNFOBKFT MVDJBOPMVDJBOPQEG DPOTVMUBEPFMEFBCSJMEF 247
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servicio de la defensa de los intereses de los obreros y campesinos; allí siempre estaba Luciano, disfrazado de bombero, de capitán de Ejército, de cargador de la Vega o de lo que fuera; decenas de veces arriesgó su vida (…). La muerte de Luciano Cruz es un duro golpe para nosotros. Los trabajadores han perdido un líder, los revolucionarios han perdido un compañero y nosotros un militante, amigo y hermano de lucha. Juremos frente a nuestro compañero de lucha combatir implacablemente a los enemigos del pueblo, luchar por conquistar el poder de los trabajadores, por instaurar un gobierno revolucionario de obreros y campesinos y por construir el socialismo en Chile. Luciano: ¡Hasta la WJDUPSJBTJFNQSFv517. El 1 de noviembre de 1971, Miguel Enríquez, en el discurso en homenaje a Moisés Huentelaf518, realizó un análisis de la política seguida por la Unidad Popular en los últimos meses de ese año, delineando los primeros pasos de una política alternativa a la alianza de gobierno. Según Enríquez, si bien algunas de las medidas económicas tomadas por la UP habían herido los intereses de las clases dominantes, el no incorporar efectivamente en este proceso a las masas había impedido acumular el poder suficiente para golpear a aquellos espacios del aparato estatal donde esas mismas clases frenaban el avance del proceso –el Parlamento, los tribunales, la Contraloría–, con lo cual éstas mantenían su capacidad de limitar el accionar de la UP y del movimiento popular»519.
En lo referido al sector agrario, el secretario general del MIR afirmó que el resultado de una política débil y el hecho de que el gobierno no haya asumido el liderazgo del movimiento cam517
.JHVFM&OSÎRVF[ j-VDJBOP$SV[ `IBTUBMBWJDUPSJBTJFNQSFv EJTDVSTPFO los funerales, reproducido en revista Punto Final, n° 138, Centro de Estudios .JHVFM&OSÎRVF[ EFBHPTUPEF QIUUQXXXBSDIJWPDIJMF DPN)PNFOBKFTMVDJBOPMVDJBOPQEG DPOTVMUBEPFMEFTFQUJFNCSF de 2012). 518 Mapuche y militante del MCR muerto en la ocupación del fundo Chesque, el 22 de octubre de 1970. 519 Sebastián Leiva Flores, op. cit., p. 36. 248
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pesino, «obligó al movimiento campesino, al serle negados los instrumentos legales por medio de los cuales encauzar su lucha, a acudir a formas ilegales de movilización, entre las que están las tomas de fundos, que hemos encabezado. El MIR no inventó la lucha de clases en el campo, sólo hemos organizado y liderado las únicas formas posibles de movilización campesina dadas las condiciones impuestas por la política agraria del gobierno»520. Miguel Enríquez afirmó que ante esta realidad no les queda a los trabajadores otro camino que recobrar una cuota de la confianza entregada, y apoyando las medidas positivas de este gobierno, combatiendo sus concesiones, pasar a definir «un camino propio». El ‘camino propio’ señalado es ya un esbozo de programa alternativo, planteándose medidas que no sólo golpeaban al conjunto de las clases dominantes, sino que además definían las bases de lo que en 1972 se convertiría, ya como un todo estructurado, en la política de ‘poder popular’ de la organización521.
Estas políticas, que ya estaban siendo agitadas en los frentes de masas (FER522, MCR, FTR) por el MIR, llamaban a la expropiación sin indemnización de toda la inversión norteamericana en Chile; el paso al Estado de todas las grandes fábricas; el control obrero en la pequeña y mediana industria; la expropiación de las grandes empresas de la construcción y la creación de la Empresa Nacional de la Construcción; la estatización de la enseñanza; 520
521 522
Miguel Enríquez, «A conquistar el poder revolucionario de obreros y campesinos. Discurso en homenaje a Moisés Huentelaf», México DF, Centro de Estudios de los Movimientos Armados (Cedema), 1 de noviembre de 1971, QIUUQXXXDFEFNBPSHVQMPBET.*3QEG DPOTVMUBEPFM 4 de abril de 2011). Sebastián Leiva Flores, op. cit., p. 37. El Frente Estudiantil Revolucionario, uno de los primeros frentes de masas que surgió a partir del MIR, nace en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, en Santiago. Uno de sus primeros líderes fue el estudiante de historia Raúl Sohr. Véase Punto Final, n° 12, en Daniel Avendaño, op. cit., p. 117. Véase la entrevista completa a Raúl Sohr en la revista Punto Final: IUUQXXXQGNFNPSJBIJTUPSJDBPSH1%'T1'@QEG DPOTVMUBEP el 14 de abril de 2011). 249
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la democratización de las fuerzas armadas y la expropiación de toda la gran propiedad agraria, sin indemnización. El 10 de noviembre de 1971 aterrizó en Chile el dirigente cubano Fidel Castro, siendo recibido por el presidente Salvador Allende. En un principio su visita solo sería de 10 días, pero esta se extendió durante aproximadamente un mes, tiempo que dedicó a recorrer gran parte del país. Salvador Allende señaló, durante la entrevista realizada por el periodista Augusto Olivares a ambos dirigentes: «Lo hemos dicho muchas veces: los que han caído en Vietnam y caen en Vietnam no sólo lo hacen por su patria, lo hacen también por los insurrectos y los explotados del mundo. Los que cayeron en Cuba señalaron un camino de esfuerzo y sacrificio para hacer posible la Cuba de hoy, Primer Territorio Libre de América Latina. Los que cayeron hace años en Chile hoy constituyen la simiente de este proceso revolucionario. Los pueblos explotados del mundo tienen conciencia de su derecho a la vida y por eso el enfrentamiento está más allá de nuestra frontera y se hará en sentido universal. Pero América Latina tendrá algún día la voz que le corresponde a un pueblo hasta hoy día sometido para que sea mañana la voz de un continente libre»523. Durante su visita a Concepción, Fidel Castro recibió una bienvenida de los estudiantes, y el discurso lo realizó el dirigente universitario mirista Nelson Gutiérrez524: «Este es un país en guerra. Un país partido por una guerra de clases, encubierto a veces, abierto otras, que no podrá terminar sino con la victoria o la derrota de uno de los dos grandes campos en pugna. El de los trabajadores de la ciudad y el campo y el de las clases poseedoras nacionales y extranjeras».
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Salvador Allende y Fidel Castro, «El diálogo de América», Santiago, CenUSPEF&TUVEJPT.JHVFM&OSÎRVF[ OPWJFNCSFEF QIUUQXXX BSDIJWPDIJMFDPN"NFSJDB@MBUJOBàEFMDMàEFMDMQEG DPOTVMUBEPFM de abril de 2011). 18 de noviembre de 1971. Véase INEDH (Instituto de Estudios Estratégicos para el Desarrollo Humano), El joven Nelson: discursos, Concepción, INEDH Ediciones y Al Aire Libro Ediciones, 2009, p. 39. 250
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El dirigente resaltó la importancia de la Revolución Cubana para el MIR: «porque Cuba expresa su decisión de lucha sin cuartel a los explotadores en su internacionalismo proletario, en el Che, que en su entrega y en su ejemplo, mostró el carácter continental de la lucha que Cuba abrió con el proceso armado, que habrá de llevar a todos los pueblos al triunfo definitivo de nuestra segunda independencia»525. A mediados de 1972, la relación de confianza entre el MIR, la Unidad Popular y el presidente Allende se había trizado. La que continúa resquebrajándose a raíz del enfrentamiento entre policías y pobladores en Lo Hermida526, el 5 de agosto de 1972. La directiva del MIR527 denuncia la tortura de pobladores por parte de la Policía de Investigaciones, en especial por la responsabilidad política de Eduardo Coco Paredes, director (PS) y Carlos Toro, subdirector (PC), lo que «causó malestar en la coalición gobernante y en el presidente Allende»528. Algunos días después del enfrentamiento y de las acusaciones, el presidente Salvador Allende visitó la población Lo Hermida, pero algunos integrantes del MIR y de otros grupos como la Usopo, dirigidos por el comandante Raúl (conocido posteriormente como el agente de la DINA, Osvaldo Guatón Romo), trataron de impedir que ingresara. Según el GAP Enrique Ramos, un grupo del dispositivo presidencial logró penetrar «a la fuerza en la sede social y abrieron la puerta para que Allende 525 526
527
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Ibid, p. 32. Es posible observar la participación del MIR en la población Lo Hermida, donde se congregaban 2 mil 500 familias agrupadas a su vez en cinco campamentos –Trabajadores al Poder, René Schneider, Vietnam Heroico, Lulo Pinochet y Asalto al Cuartel Moncada–, lugar donde el MIR compartía la dirección con socialistas de izquierda y otros grupos de izquierda no parlamentaria. Fahra Neghme, op. cit., p. 112. «El gobierno debe aclarar su responsabilidad: o denuncia y castiga ejemplarmente a los funcionarios civiles o uniformados responsables, sean de la jerarquía que sean, o se compromete históricamente con el derramamiento de sangre del pueblo». MIR, «Declaración del Secretariado Nacional del MIR frente a la masacre de Lo Hermida», 5 de agosto de 1972, en MIR, Con todas las fuerzas de la historia..., op. cit., p. 172. Cristián Pérez, «Salvador Allende, apuntes sobre su dispositivo de seguridad», op. cit., p. 55. 251
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entrara y hablara con los pobladores, a fin de conocer la versión que ellos tenían del suceso»529. Otro hecho importante del período, se produce dos meses después, con el llamado «Paro de octubre», convocado por las organizaciones de comerciantes (Cámara Central de Comercio), de transportistas, de empresarios agrícolas (Sociedad Nacional de Agricultura, Confederación de Empleados Agrícolas), de industriales (Sociedad de Fomento Fabril), de los constructores (Cámara Chilena de la Construcción) y de los Colegios Profesionales. Esta movilización, que se inicia con demandas reivindicativas correspondientes a cada gremio en particular, se va extendiendo en el mismo proceso de negociación y movilizaciones hasta que culmina con una plataforma de lucha conocida como el «Pliego de Chile», que se presenta al gobierno como condición básica para cualquier acuerdo. Esta movilización se transforma en la mayor expresión de la fuerza política y de movilización de los sectores sociales que no compartían las políticas de la UP. «Estos sectores políticos logran, a través de la movilización social, un importante grado de unidad, aun cuando se disputan la dirección de la burguesía, en el enfrentamiento político con la Unidad Popular. Además, buscan lograr la conducción sobre la clase media y pequeña burguesía»530. Para Miguel Enríquez, el «paro de octubre» significó un gigantesco paso adelante por parte de la clase obrera y el pueblo. «En la crisis de octubre tomaron en sus manos el aparato productivo casi en su totalidad, demostraron que los patrones estaban de más, como formulaban nuestras consignas; establecieron control obrero sobre una enorme parte del aparato productivo y distributivo, rompieron la polaridad gobierno-oposición y lograron establecer una polaridad de clases... Habiendo germinado en órganos, germinalmente de poder local en un ascenso que era característico del período, pero que acá tomaba connotaciones importantes, habiéndose generado más de medio centenar de 529 530
Ibid, p. 56. Fahra Neghme, op. cit., p. 67. 252
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Comandos Comunales que abrían embrionariamente la generación de poder popular...»531. Asimismo, el MIR asumió como suyo el llamado Pliego del Pueblo que se había levantado por diversas organizaciones revolucionarias como respuesta al Pliego de Chile. Este documento «tenía 14 reivindicaciones gruesas, cada una de ellas especificada en proposiciones concretas, que incluían no sólo reivindicaciones económicas y sociales, sino también reivindicaciones de poder como ‘el derecho del pueblo a la contraofensiva política’»532. La forma que los distintos sectores políticos y sociales enfrentaron esta profunda crisis, y las consecuencias que de ellas se derivan, marcan definitivamente el inicio de una nueva situación en el país, caracterizada por el cambio en la correlación de las fuerzas políticas. Para resolver esta crisis, la Unidad Popular decidió constituir un gabinete cívico-militar, integrando a algunos generales de las Fuerzas Armadas al gobierno, acción que buscó dar muestras de confianza a la oposición y evitar que se agudizara la polarización de la sociedad. «Según Pedro Naranjo, el MIR rechazó esta alternativa porque significó aceptar las imposiciones de las clases dominantes, que buscaron reforzar al interior del gobierno un componente básico del Estado burgués (las FF.AA.)»533. La incorporación de los militares al gobierno de la UP en medio de los enfrentamientos iniciados en octubre de 1972, por exigencia de la DC produjo un importante cambio en el carácter del gobierno, al punto que a poco andar el MIR ya no hablaba de ‘gabinete UP-generales’, sino ‘gobierno UP-generales’ y levantaba la consigna de lucha por ‘un verdadero gobierno de trabajadores’. Este cambio en el carácter de gobierno se expresó claramente en la represión, devoluciones de industrias, etc. Los ministros militares impuestos por la DC que juraron el 2 de noviembre fueron Carlos Prats (Interior), Ismael Huerta (Obras Públicas) y Claudio Sepúlveda (Minería). Inmedia531 532 533
Ibid, p. 68. Martín Hernández, op. cit., p. 128. José Calderón López, op. cit., p. 59. 253
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tamente el ministro Prats da las garantías solicitadas por la derecha y el paro patronal termina el 5 de noviembre»534.
La coyuntura electoral de marzo de 1973 presenta, luego de muchos debates internos, una adecuación de la política del MIR. Se decide participar en la contienda, pese a que siempre había considerado las elecciones como un «mecanismo de consolidación de la burguesía». «Como podemos apreciar el MIR le otorgó bastante importancia a dicha coyuntura, y si bien no presentó candidatos propios, decidió entonces apoyar a los candidatos del PS y la IC que eran más afines a sus políticas»535. Los resultados de las elecciones de marzo no fueron los esperados por ninguno de los dos bloques: ni la oposición ni la Unidad Popular consiguieron el resultado esperado. La UP en medio de condiciones adversas mostró una gran fortaleza social y «electoral», llegando a un 44% de las preferencias. Por su parte, la oposición estuvo muy por debajo de sus aspiraciones de controlar todo el Parlamento, lo que fue asumido como un fracaso. En mayo de 1973, el MIR prepara un nuevo contingente para ir a Cuba, producto que ya se veía claramente que la situación política desembocaba en un enfrentamiento de carácter militar. «El motivo era para recibir instrucción especial que se llamó ‘el caza tanques’ y que abordaba los elementos de la lucha en localidades, la lucha contra los tanques, el uso de armamento ya más pesado que un fusil, algunos morteros de bajo calibre. Preparamos todas las cosas. Se viajaba un día D, a las seis de la mañana. Me pasaban a buscar tres horas antes de la hora fijada para el vuelo. Y cuando llegan los compañeros a buscarme, me dicen que tome todas mis cosas pero que, antes la Comisión Política del MIR quiere conversar conmigo»536. El 29 de junio, una columna de tanques irrumpió en el centro de Santiago, apostándose frente a La Moneda con un claro propósito sedicioso. «Este ‘ensayo de golpe militar’ demostró 534 535 536
Martín Hernández, op. cit., p. 128. José Calderón López, op. cit., pp. 59-64. Enérico García Concha, op. cit., p. 97. 254
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que la oposición no vaciló en utilizar todos los medios posibles contra el gobierno de Allende. En esta acción participaron altos oficiales, civiles, dirigentes de los partidos de derecha e integrantes de Patria y Libertad. Este acto sedicioso fue contenido por los militares leales al gobierno, encabezados por Carlos Prats, y si bien los golpistas no lograron el objetivo inmediato, es decir, el levantamiento de otras unidades militares contra el gobierno; las consecuencias de este hecho repercutieron profundamente sobre el movimiento de masas»537. Para el MIR, el «tanquetazo» dejó dos consecuencias evidentes: «En primer lugar, quedó manifestada la poca capacidad de respuesta militar que se tuvo como organización, y en segundo lugar, las vacilaciones del gobierno permitieron que la oposición siguiera ajustando sus planes golpistas con el fin de aplastar el proceso revolucionario del pueblo chileno»538. Andrés Pascal Allende confirma la primera consecuencia, al narrar que el MIR intentó orientar una unidad de combate con el objetivo de detener un tanque que había huido desde el centro hacia la periferia de Santiago fracasando en el intento. «Miguel orientó a una unidad de la fuerza central del MIR salir a enfrentar el tanque, lo cual no se logró por lo lento que era poner en pie de combate a unidades compartimentadas, con deficientes medios de comunicación, cuyos miembros vivían y trabajaban en distintos lugares, y cuyas armas debía recibirlas de una unidad de logística que estaba a cargo de un depósito secreto. Igualmente lento fue poner en funcionamiento la red clandestina que coordinaba a los miembros de las FF.AA., los cuales habían sido acuartelados en sus respectivas unidades militares, lo que dificultaba el contacto. Se evidenciaron así las limitaciones tácticas que tenía nuestra estrategia híbrida de construcción de fuerza»539. Pascal Allende agregó que al día siguiente del «tanquetazo», se reunieron los miembros de la dirección del MIR para analizar si tomaban en sus manos la iniciativa política. Es decir, con la 537 538 539
Ibid, p. 67. Ibid, p. 68. Andrés Pascal Allende, op. cit. 255
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participación de grupos de uniformados organizados, entregar armas a las organizaciones milicianas, ocupar las unidades militares que fuera posible, y proceder a detener a los oficiales golpistas. Para que resultara había que actuar de inmediato, esa misma noche, aprovechando el desconcierto golpista. La preocupación de Miguel era que, si dábamos ese paso, había un grave riesgo de que el gobierno y el alto mando nos reprimiera, la izquierda de la UP no nos apoyara, y quedáramos políticamente aislados. No teníamos tiempo para consultar a los sectores más afines de la izquierda. Nunca el movimiento de masas había alcanzado tan alto nivel de combatividad, estábamos seguros de que la respuesta de los sectores populares más radicalizados sería entusiasta. Pero tampoco podíamos cerrar los ojos al hecho de que Allende y los sectores reformistas mantenían un fuerte liderazgo sobre el movimiento de masas y podían neutralizar, o incluso poner en contra nuestra, a los sectores menos radicalizados. Si teníamos éxito, lograríamos un atajo que aceleraría la acumulación de fuerza y generaría una situación revolucionaria, pero si nos equivocábamos, el retroceso sería enorme. En la duda, preferimos esperar. A veces pienso que hicimos bien, otras me parece que por esa decisión perdimos la iniciativa estratégica revolucionaria540.
Por lo descrito, días después, el MIR intensificó el llamado a toda la izquierda y al movimiento de masas, para enfrentar la «ofensiva reaccionaria», desatando una «contraofensiva revolucionaria». A juicio del partido, la oposición daba por cerrada su estrategia electoral para derrocar el gobierno de Allende, comenzando la etapa de las conspiraciones para que la opción golpista ganara cada vez más adeptos. Para Pedro Naranjo, la prioridad de esta táctica fue el desarrollar, organizar y defender las expresiones de poder popular, además de impulsar una política para ganar a los sectores democráticos de las FF.AA. En este período se intensificaron las alianzas entre el MIR y los sectores de 540
Ibid. 256
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‘izquierda’ al interior de la UP, en especial a nivel local y en los frentes de masas, con el claro objetivo de disputar el control del gobierno a los sectores más vacilantes y reformistas541.
Esta disputa en la conducción revolucionaria se reflejó en los profundos debates que surgieron entre los representantes del gobierno que se encontraban a la cabeza de sindicatos, fabricas, centros de estudiantes y militantes de otras organizaciones de izquierda, que llamaron a tomar el control de las fábricas, intensificar las tomas de terrenos, expropiar los campos sin indemnización, movilizar a las universidades y liceos en pos de los trabajadores y fomentar los vínculos entre las diversas organizaciones sociales a través de los comandos comunales. La decidida defensa de la política de «poder popular», impulsada en este contexto de agudización en la movilización de las masas, significó el alejamiento definitivo del MIR con el gobierno, sobre todo luego del llamado que hizo Allende de establecer un diálogo con la Democracia Cristiana. La gran confianza que el MIR tuvo en el movimiento de masas y los altos niveles de movilización alcanzados en el último período, permitieron al Movimiento realizar lecturas optimistas sobre la correlación de fuerzas que tendría la izquierda frente a un posible golpe542.
Para el MIR, los meses siguientes solo confirman que la institucionalidad chilena estaba en una crisis profunda que ya no podía contener por más tiempo la lucha que pugnaba por romper las añejas estructuras y por resolver la creación de una estructura nueva, de una estructura institucional revolucionaria. Como TPTUJFOF#BVUJTUBWBO4DIPVXFO jFMOJWFMEFMBMVDIBEFDMBTFT en Chile es de tal magnitud, ha llegado a tales límites, que se ha polarizado y agudizado en tal forma, que amenaza con romper
541 542
José Calderón López, op. cit., p. 66. Ibid, p. 67. 257
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y resquebrajar toda la estructura centenaria, institucional y de dominación patronal en Chile»543. Es por este escenario político que Miguel Enríquez, secretario general del MIR, vuelve a reiterar la necesidad de establecer la alianza obrero-campesina-pobres de la ciudad dentro de los Comandos Comunales. «A partir de esto, entendíamos que se podían plantear las tareas del control del aparato burocrático del Estado, en las cuales se reconociera la contradicción que había y que hay entre el movimiento de masas y el aparato burocrático del Estado. En estos comandos se encontraría la fuerza para ir enfrentando a la burguesía, por un lado, y para ir generando los órganos de poder, por el otro»544. Andrés Pascal Allende agrega que a partir de julio, en una nueva carrera contra el tiempo, procuraron intensificar la preparación de condiciones para un repliegue de las direcciones del MIR y de su limitada fuerza militar hacia zonas rurales. El dirigente afirma que ya no habían condiciones para una contraofensiva revolucionaria, solo la idea de acompañar a los sectores de masas más radicalizados en una resistencia urbana inicial para luego replegarse con mayor fuerza y legitimidad. El problema fue que en agosto nos dimos cuenta de que la desmoralización y persecución de los oficiales y suboficiales antigolpistas al interior de las FF.AA. era tanta, que no podríamos contar con ellos para obtener armas. Nosotros no alcanzábamos a reunir más de doscientas armas de guerra, por lo que dependíamos de lo que pudiéramos obtener de las FF.AA. y los grupos de seguridad del gobierno545.
El 7 de agosto, la Armada de Chile declaró públicamente haber detectado movimientos subversivos entre sus filas. «Entre 543
#BVUJTUBWBO4DIPVXFO j3FOEJNPTIPNFOBKFBVOBSFWPMVDJÓOQBSBIBDFS la revolución. Discurso en el acto de homenaje a la Revolución Cubana realizado en Santiago el 26 de julio de 1973», Centro de Estudios Miguel Enríquez, citado en Martín Hernández, op. cit., p. 139. 544 Fahra Neghme, op. cit., pp. 143-144. 545 Andrés Pascal Allende, op. cit. 258
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los instigadores de la sedición naval se aludía claramente a los caudillos de la izquierda revolucionaria chilena: Óscar Guillermo Garretón Purcell, diputado del MAPU; Carlos Altamirano Orrego, senador y secretario general del PS, y Miguel Enríquez Espinosa, jefe máximo del MIR»546. &M EF BHPTUP EF #BVUJTUB WBO 4DIPVXFO FO MB editorial de El Rebelde, afirmó –con el título «El gobierno ha capitulado. Las masas sólo podrán confiar en sus propias fuerzas»– que se desmoronaban las esperanzas que un día los desposeídos pusieron en la Unidad Popular». «Señor Allende, señores reformistas: no ha sido el MIR el que se ha dado la mano con la ultraderecha y el fascismo; no han sido los marineros antigolpistas lo que han hecho ‘subversión’ en la Armada para combatir legítimamente a los oficiales golpistas que han proliferado y que se mantienen impunes por la debilidad del gobierno. Más bien hay que decir que son los reformistas los que se han dado la mano con el Estado burgués y las exigencias patronales contra el pueblo»547. Para el dirigente mirista Andrés Pascal Allende, a mediados de agosto los altos mandos golpistas de la Marina y de la Aviación eran mayoría, aunque en el Ejército todavía eran minoritarios. La mayoría de los generales del Ejército se inclinaba todavía por obligar a Allende a ceder el poder a las FF.AA., mediante un gabinete solo militar, o su dimisión. Esta forma de «golpe blando» la DC lo alentaba en la expectativa de que Eduardo Frei, como presidente del Senado, recibiría el poder. Los partidarios de un «golpe duro» eran todavía minoría. Pero ambos bandos se unieron para desbancar a los generales constitucionalistas liderados por Prats que exigían respeto a la institucionalidad y el acatamiento de la autoridad presidencial. El instrumento fue una provocación de esposas de oficiales que fueron a la casa del comandante en jefe a exigir su renuncia. 546
Daniel Avendaño, op. cit., p. 170. #BVUJTUBWBO4DIPVXFO j&MHPCJFSOPIBDBQJUVMBEP-BTNBTBTTÓMPQPESÃO confiar en sus propias fuerzas», El Rebelde, n° 95, 14 de agosto de 1973, en Martín Hernández, op. cit., p. 152.
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«Cuando Prats pidió al cuerpo de generales que firmara un documento de desagravio, más de la mitad se negó. Esto lo llevó a presentar su renuncia indeclinable para mantener la unidad corporativa, siendo reemplazado por Augusto Pinochet. Ese mismo día 22 de agosto, la DC y la derecha aprueban una resolución de la Cámara de Diputados declarando «ilegal» al gobierno. La suerte del gobierno estaba echada»548. Del 1 al 11 de septiembre fue un estado permanente de movilización. «Varios de esos días, la Comisión Política tuvo que acuartelarse en alguna industria de la zona sur, esperando que el golpe se produjera en cualquier momento. Vivimos en alerta superior durante casi todo el final del mes de agosto y principios de septiembre. Se implementaron distintos tipos de alarma en las semanas previas al golpe»549. Para el MIR, estratégicamente el golpe era inminente; sin embargo, también se vio afectado por la sorpresa táctica de este. La Comisión Política del MIR había recibido la noche anterior al «11» información sobre el movimiento de tropas, y a la mañana siguiente se reunió en una casa de seguridad en la comuna de San Miguel, donde se decretó una alerta máxima para todo el partido. La idea era advertir a todos los militantes de la situación adversa que se estaba gestando para que ocuparan rápidamente los puestos de combate, había que constituir direcciones y fuerzas, desarrollar el plan militar definido, abrir los depósitos y distribuir las armas disponibles; había que desarrollar una ofensiva general concentrando los focos de resistencia en los cordones industriales y en las poblaciones. Para Pedro Naranjo, «así debió ser», pero en realidad poco se logró, «la sorpresa táctica del enemigo había sorprendido; había muchos militantes dispuestos a empuñar las amas, pero estas no llegan, además de medios de combate escasos, se evidenciaba la falta de experiencia combativa»550.
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Andrés Pascal Allende, op. cit. Enérico García Concha, op. cit., pp. 103-104. José Calderón López, op. cit., p. 77. 260
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Para Soledad Aránguiz, militante secundaria en momentos del Golpe, dentro del partido se manejaba de los análisis políticos y de la información de inteligencia que se estaba gestando un golpe militar. «Sin embargo, la preparación que se logró armar, como algo más organizado, era principalmente en el plano político: cómo crear las mejores políticas para enfrentar un posible golpe de Estado, pero lejos de que esa preparación tuviera que ver –por lo menos a nivel de trabajo de masas que hacíamos– con algo más específico, en el plano de la resistencia específica, una resistencia más miliciana, militar o lo que fuera... a diferencia de todo lo que se ha orquestado, que teníamos planes y todo eso. Nosotros, claro, teníamos un pequeño plan, que por ejemplo como estudiantes era irnos al liceo Amunátegui. Ahí teníamos el lugar de supuesto acuartelamiento»551. Arinda Ojeda y Cristina Chacaltana recuerdan que a pesar de las instrucciones pseudomilitares que supuestamente recibían los miristas, la preparación armada de esta orgánica estaba lejos de tener una magnitud que permitiera una respuesta ante las Fuerzas Armadas golpistas. «Era como que se venía el lobo, se venía, pero nunca vino. Pero en el fondo no lo creíamos, por lo menos yo nunca me lo creí a fondo. De hecho si nosotros hacíamos depósitos552 era por algo. Pero también teníamos pistolitas cuando los otros tenían medias armas»553.
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Tamara Vidaurrázaga Aránguiz, Mujeres en rojo y negro. Reconstrucción de memoria de tres mujeres miristas 1971-1990, Tesis para obtener el grado de magíster en Género y Cultura con mención en Humanidades, Santiago, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile, 2005, p. 33: IUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPNFOUSBEBIUNM DPOTVMUBEPFMEFBCSJMEF 2011). Escondrijos donde se depositaban armas y otros materiales clandestinos. Ibid. 261
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4.1.3 El golpe militar y el inicio de la resistencia Compañeros: el pueblo debe prepararse para resistir, debe prepararse para luchar, debe prepararse para vencer Trabajadores de Chile: ¡Adelante con todas las fuerzas! ¡Adelante con todas las fuerzas de la historia!554 Miguel Enríquez
El golpe militar del 11 de septiembre no solo sorprendió al MIR, sino que al conjunto de la izquierda. La dirección del MIR, luego del bombardeo a las radios leales al gobierno, tenía la información de que el presidente Allende no iba a renunciar a su cargo y su posición era permanecer en La Moneda. A mediodía miembros de la dirección se reunieron en una fábrica de la comuna de San Joaquín, perteneciente al centro metalúrgico Indumet, con algunos dirigentes del PS y el PC. Participaron en dicho encuentro los dirigentes del MIR Miguel Enríquez, Humberto Sotomayor y los socialistas Ariel Ulloa, Rolando Calderón y Arnoldo Camus. El PC fue representado por José Oyarce, cuyo partido tenía la convicción de que los militares golpistas no cerrarían el Congreso, por lo que era necesario esperar para entrar en combate. En la reunión se acuerda juntar a todas las fuerzas de la izquierda, aunque a esas alturas la conclusión era lapidaria: ya era muy tarde para presentar batalla. Miguel Enríquez decide volver más tarde para encontrarse con Carlos Altamirano555.
Andrés Pascal Allende recuerda que «esa mañana, Miguel, con intención de coordinar la resistencia, se había encontrado temprano con dirigentes socialistas y un dirigente del Partido Comunista, que manifestó que su partido estaba esperando a
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Discurso del 17 de julio de 1973. Daniel Avendaño, op. cit., p. 186. 262
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ver si los militares cerraban o no el Parlamento para decidir qué curso de acción seguir»556. A su regreso, Miguel Enríquez, acompañado de Humberto Sotomayor, Andrés Pascal y Arturo Villabela, es informado de que Carlos Altamirano no había llegado. «Antes de que los dirigentes abandonaran la fábrica, esta comenzó a ser rodeados por un nutrido contingente de efectivos de la policía uniformada, desatándose un feroz combate»557. Para Enérico García durante años se había pensado en la posibilidad de un enfrentamiento a balazos, pero siempre era hipotético. «Y de repente fue ‘ahora’. El enfrentamiento con el enemigo empezaba en el minuto siguiente. Recuerdo haberme acostado contra la pared y haber pensado ‘bueno, ya estamos, quizás para esto nos preparábamos y aquí es donde tenemos que demostrar que somos capaces de ganar’. El gran dolor de ese momento fue la posibilidad de morir y, con eso, dejar de ver cómo crecía mi hija»558. Una vez roto el cerco impuesto por los uniformados, los miristas se dirigieron a una casa de seguridad ubicada en el sector sur de Santiago, donde empezaron a recibir las primeras informaciones claras sobre la situación nacional: La Moneda había sido bombardeada y el presidente Allende había muerto, cumpliendo su palabra de no rendirse frente a los golpistas. Las noticias recibidas evidenciaban que los focos de resistencia eran muy dispersos y fragmentados, aislados en algunas industrias, algunos francotiradores en el centro, en algunas universidades y poblaciones, todos los esfuerzos fueron incapaces de detener el golpe sangriento y la represión masiva que comenzaba a desencadenarse sobre el movimiento popular559.
Algunos meses después, Miguel Enríquez afirmaría que las condiciones objetivas ante la contraofensiva reaccionaria solo im556 557 558 559
José Calderón López, op. cit., p. 77. Daniel Avendaño, op. cit., p. 186. Enérico García Concha, op. cit., p. 112. José Calderón López, op. cit., p. 77. 263
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ponían el repliegue. «Fue el momento de evaluar las condiciones en las que se encontraba el movimiento popular y el partido, con tal de definir pronto una táctica adecuada para el período»560. En una entrevista dada en la clandestinidad561, el 8 de octubre de 1973, Miguel Enríquez afirmó que en Chile no había fracasado la izquierda, ni el socialismo, ni la revolución, ni lo trabajadores. «En Chile, ha finalizado trágicamente una ilusión reformista de modificar estructuras socioeconómicas y hacer revoluciones con la pasividad y el consentimiento de los afectados: las clases dominantes562». Recién en diciembre de 1973, luego de semanas de reuniones, discusiones, intercambio de opiniones y discrepancias, la Dirección del MIR emitió el documento llamado «La táctica del MIR en el actual período». En el informe se realizó un balance sobre el accionar del MIR durante el gobierno de la Unidad Popular, afirmando que el período «prerrevolucionario» había culminado con una ofensiva reaccionaria que la clase dominante venía gestando, «cristalizando así una victoria para la clase dominante y una derrota para la clase obrera y el pueblo, abriendo un período de contrarrevolución»563. Para el MIR, el objetivo estratégico se mantenía: «constituir la fuerza social que pueda iniciar una guerra revolucionaria y, a partir de ella, construir el ejército revolucionario del pueblo, capaz de derrocar a la dictadura militar, conquistar el poder para los trabajadores e instaurar un gobierno revolucionario de obreros y campesinos que complete las tareas de la revolución proletaria»564.
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Ibid, p. 78. La entrevista habría sido realizada por la periodista María Leone, corresponsal de la revista francesa Liberation, dirigida por Jean-Paul Sartre. Se difundió por todos los países europeos provocando la ira de los servicios de inteligencia chilenos. Miguel Enríquez, «Entrevista de prensa», Santiago, Centro de Estudios .JHVFM&OSÎRVF[ EFPDUVCSFEF QIUUQXXXBSDIJWPDIJMF DPNFOUSBEBIUNM DPOTVMUBEPFMEFBCSJMEF José Calderón López, op. cit., p. 86. Cristián Pérez, «Años de disparo y tortura», op. cit., p. 360. 264
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Y para el período 1973-1974, la meta táctica era « fortalecer y acerar (…) el partido, constituir la fuerza social revolucionaria y dar origen al ejército revolucionario del pueblo. A partir de ello derrocar a la dictadura y conquistar el poder». Como vemos, el MIR mantenía las metas con las que había nacido; parecía no entender que la situación política había sufrido un brusco cambio, que en la nueva etapa la organización debía desarrollar sus actividades bajo un régimen dictatorial que controla y persigue todo asomo de disidencia, y que oponérsele podía significar tortura y muerte565.
Para Lautaro Videla566, dirigente del MIR al momento del Golpe, «teníamos una capacidad organizativa que había que recomponer, porque al MIR lo golpearon muy poco en los primeros días, estábamos medio desordenados pero ubicándonos en las calles, teníamos una capacidad de reacción rápida y nuestra gente mayoritariamente en su totalidad no se asiló y se reconectó la gran mayoría»567. Opinión diferente tiene Raimundo Elgueta: «El MIR en Santiago había pasado bastante bien esos dos meses, porque en realidad había tenido como 50 muertos. El drama fue en provincias, entre el 11 de septiembre del 1973 y el 31 de octubre de ese mismo año, hay como unos 150 muertos y de ellos como 100 son de provincias, principalmente de las provincias del sur... y de ahí el MIR es expulsado de las provincias en esos meses y es cuando se empieza a producir la reagrupación de las colonias en Santiago»568. 565 566
567 568
Ibid. Lautaro Videla, dirigente histórico del MIR, al momento del Golpe era el subjefe de la Estructura de Agitación y Propaganda del MIR que estaba a DBSHPEF#BVUJTUBWBO4DIPVXFO'VFVOJNQPSUBOUFEJSJHFOUFTFDVOEBSJP estuvo en la estructura de comunicaciones ya mencionada, posteriormente fue enviado al regional de Valparaíso y luego fue encargado del regional Santiago hasta que se produjo su detención en enero de 1975. José Calderón López, op. cit., p. 87. Ibid, p. 87. Ibid, pp. 87-88. 265
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Esta equivocación en la evaluación de los golpes recibidos «se debe posiblemente a las precarias redes de comunicaciones con las que contaba el partido después del Golpe, lo que distorsionó la lectura que el MIR hizo en los primeros meses sobre el carácter de la represión, algo que tendría directas consecuencias en la posterior toma de decisiones»569. Como señala Andrés Pascal Allende, fue este conjunto de factores y apreciaciones los que llevaron a la dirección a levantar la consigna «el MIR no se asila» y a proponer mantener a todos los dirigentes y los militantes en la clandestinidad. «Muchas veces me han preguntado si acaso fue una locura, una política errada. Es evidente que esa política fue motivada en parte por una apreciación incorrecta sobre la profundidad de la derrota, así como una subvaloración de la fortaleza política del gobierno dictatorial y su capacidad represiva»570. El dirigente rojo y negro agrega, en esta verdadera evaluación de lo sucedido, que el MIR también se equivocó al creer que se podría reconstruir en poco tiempo luego del golpe una clandestinidad capaz de proteger al conjunto del partido e impulsar con rapidez un vasto bloque antidictatorial. Pero al mismo tiempo, nuestra opción tuvo una dimensión ética y política correcta. En las semanas siguientes al golpe, la mayoría de los dirigentes de los partidos de la izquierda tradicional se asilaron por iniciativa propia u orientación de sus partidos. Aunque fuera comprensible que lo hicieran porque no tenían otra forma de evitar la prisión, o incluso la muerte, esto provocó una imagen de desbande y desmoralización en las bases del movimiento popular que no tenía las mismas posibilidades de exiliarse y que se sintieron abandonadas. Ante esa situación pensamos que era fundamental rescatar el ejemplo moral del presidente Allende, que resistió a los golpistas con un arma en las manos, sin abandonar la responsabilidad que le había dado su pueblo571. 569 570 571
Ibid, p. 88. Andrés Pascal Allende, op. cit. Andrés Pascal Allende, op. cit. 266
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Con respecto a la consigna «el MIR no se asila», Edgardo Enríquez572 señaló: «Nadie se puede restar a la lucha. Por eso, y no para sacar mezquinas ventajas partidarias frente a otros, el MIR ha sido y es contrario al asilo y o al exilio de sus dirigentes y militantes. Mi partido ha enviado al exterior el número estrictamente necesario de cuadros para el trabajo en ese frente, y bajo la condición de regreso al país una vez cumplida su misión. Por ello los poquísimos militantes del MIR que salieron al exterior por su propia decisión sólo podrán recuperar su condición de militantes a su regreso a Chile»573. Durante los últimos meses de 1973, el MIR logra contactarse a regiones y la Dirección comienza a producir documentos con la táctica para el período como el ya aludido. De la misma manera, recibe dinero proveniente del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) argentino, más el apoyo de la Junta Coordinadora Revolucionaria (JCR)574 y como señala Roberto Moreno, «recupera parte del armamento que los cubanos habían 572
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Edgardo Enríquez, Simón, era hermano de Miguel Enríquez. Fue enviado por este al exterior para encabezar el apoyo al MIR. En 1975 fue detenido en Argentina por agentes secretos de ese país. Como parte de la Operación Cóndor, habría sido enviado a Chile y entregado a la DINA. Permanece detenido y desaparecido. Cristián Pérez, «Años de disparo y tortura», op. cit., p. 362. Edgardo Enríquez, «Conferencia de prensa en La Habana», 26 de junio de 1974, en Cristián Pérez, «Años de disparo y tortura», op. cit., p. 362. Si bien los contactos eran anteriores, la reunión que marca el hito fundacional de la Junta Coordinadora Revolucionaria se realizó en noviembre de 1972 en Santiago. En la oportunidad se reunieron ocho miembros de la Comisión Política del MIR, los dirigentes históricos del PRT (Santucho, Menna y Gorriarán), más tres dirigentes del MLN Tupamaros del Uruguay. «En esa oportunidad Miguel Enríquez formalizó la propuesta política del MIR en cuanto a constituir la JCR. De acuerdo con la definición de la JCR recogida por Gorriarán, de labios de Miguel Enríquez, esta debía convertirse en un ‘(…) instrumento de coordinación revolucionaria que implicara tanto el intercambio de experiencias políticas como el intento de fijar posturas comunes ante acontecimientos regionales y mundiales. Y el apoyo mutuo para solucionar la situación de compañeros perseguidos, los problemas financieros, de documentación, armamento». Igor Goicovic, «El internacionalismo proletario en el Cono Sur», op. cit QQIUUQXXX BSDIJWPDIJMFDPN*EFBT@"VUPSFTHPJDPJHPJDPQEG DPOTVMUBEPFM de abril de 2011). 267
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guardado en una embajada de un país europeo. Habían planeado el recambio de dirigentes regionales ‘quemados’»575. Este levemente optimista escenario cambia dramáticamente el 13 de diciembre de 1973 cuando es detenido Bautista WBO4DIPVXFO NJFNCSPEFMB$PNJTJÓO1PMÎUJDBZVOPEFMPT dirigentes históricos del partido, junto con Patricio Munita576, su ayudante, y el sacerdote Enrique White577. Si bien, muchos dirigentes habían sido detenidos o asesinados, como Florencio Fuentealba Aguayo (hermanastro de Luciano Cruz), Mario Melo Pradenas, Fernando Krauss Iturra y José Gregorio Liendo (Comandante Pepe)578, esta era la primera caída de importancia por su valor simbólico. 575
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Cristián Pérez, Historia del MIR: «Si quieren guerra, guerra tendrán...» (La frase es de Miguel Enríquez, en respuesta a la propuesta de rendición que les hiciera el coronel Edgar Cevallos, del Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea de Chile. El documento fue dado a la publicidad el 10 de septiembre de 1974, Revista de Estudios Públicos, n° 91, Santiago, Centro de Estudios 1ÙCMJDPT QIUUQXXXDFQDIJMFDMENTMBOH@EPD@IUNM (consultado el 20 de abril de 2011). Patricio Munita Castillo tenía en esa fecha 23 años y estudiaba derecho en la Universidad de Chile. Era conocido como James por su parecido al actor norteamericano James Dean. Había llegado al MIR a través de Andrés Pascal Allende, a quien conocía desde el colegio y por la vinculación de ambos en comunidades de la Iglesia Católica. Daniel Avendaño, op. cit., pp. 195-196. Durante toda la sesión de tortura hasta las muertes de Bauchi y James, el sacerdote Enrique White fue testigo, a modo de escarmiento por haber ocultado a personas por las que se ofrecía dinero por su cabeza. Luego, y durante unos días, él también fue víctima de la tortura por parte de sus captores que buscaban desesperadamente saber quién lo había contactado DPO7BO4DIPVXFOZBTÎQPEFSMMFHBSBMPTBMUPTEJSJHFOUFTEFMMIR. Nancy Guzmán, Un grito desde el silencio: Detención, asesinato y desaparición de Bautista van Schouwen y Patricio Munita, Santiago, Lom Ediciones, Colección Nuevo Periodismo, 1998, p. 61. Entre el 3 y 4 de octubre de 1973 fueron fusilados, por una sentencia del Consejo de Guerra de Valdivia, las siguientes personas, en su mayoría militantes del MIR-MCR (Movimiento Campesino Revolucionario), todos acusados de asaltar el Retén de Carabineros de Neltume el 12 de septiembre de 1973: Pedro Purísimo Barría Ordoñez, 22 años, estudiante; José René Barrientos Warner, 29 años, estudiante de filosofía, músico de la Orquesta de Cámara de la Universidad Austral; Sergio Jaime Bravo Aguilera, 21 años, obrero maderero; Santiago Segundo García Morales, 26 años, obrero maderero; Luis Enrique del Carmen Guzmán Soto, 21 años, obrero maderero; Fernando Krauss Iturra, 24 años, estudiante universitario, Secretario Regional del Mo268
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A partir de 1974, el Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea de Chile (SIFA) y la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) intensifican la persecución al MIR, dándole demoledores golpes en todos los niveles de la estructura. En efecto, el SIFA logró capturar a Coño Aguilar (Arturo Villabela), quien cayó el 29 de marzo en la comuna de La Reina cuando se dirigía a hacer un contacto; en el enfrentamiento resultó herido con siete impactos de bala. Permaneció algunos días en el Hospital Militar y luego fue trasladado hasta las dependencias de la Academia de Guerra Aérea (AGA)579.
Arturo Villabela580 en ese instante era miembro del Comité Central, de la Comisión Política y máximo responsable militar del MIR. También el SIFA detuvo a Víctor Toro, alias Melinka, miembro del Comité Central, responsable de los pobladores; a Roberto Moreno El Pelado, miembro del Comité Central y la Comisión Política, y a Luis Retamar, dirigente del Regional Santiago.
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vimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR); José Gregorio Liendo Vera, 28 años, ex-estudiante de agronomía, militante del MIR y líder del Movimiento Campesino Revolucionario (MCR) del Complejo Maderero y Forestal Panguipulli, también conocido como Comandante Pepe; Luis Hernán Pezo Jara, 29 años, obrero maderero, Víctor Eugenio Rudolf Reyes, 32 años, obrero maderero; Rudemir Saavedra Bahamondes, obrero maderero; Víctor Segundo Saavedra Muñoz, 19 años, obrero maderero; y Luis Mario Valenzuela Ferrada, 20 años, obrero maderero. El Informe Rettig señaló que «se aplicó a los reos un procedimiento y una penalidad de tiempo de guerra, que a la época del ataque del que se les acusó, el 12 de septiembre de 1973, no se encontraba decretado en el país, que lo fue por el DL Nº 5, publicado el EFFTFNFTIUUQXXXNFNPSJBWJWBDPNFKFDVUBEPT&KFDVUBEPT- KPTF@HSFHPSJP@MJFOEP@WFSBIUN DPOTVMUBEPFMEFBCSJMEF Cristián Pérez, Historia del MIR..., op. cit., p. 20. Arturo Villabela Araujo y los militantes Lucía Vergara Valenzuela y Sergio Peña Díaz fueron acribillados el 7 de septiembre de 1983 en la calle Fuenteovejuna 1330, de Las Condes. Los tres habían regresado clandestinos al país. Horas después, el mismo contingente dio muerte en la calle Janequeo 5707, de Quinta Normal, a Hugo Ratier Noguera y a Alejandro Salgado Troquián en represalia por el atentado al intendente de Santiago Carol Urzúa. 269
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Durante la detención de estos dirigentes se produjo un extraño ofrecimiento de negociación, por parte del Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea a la dirección del MIR. Posteriormente se produjeron algunas conversaciones en las que participaron el coronel Edgar Ceballos, Inspector Cabezas, segundo al mando de la inteligencia de la FACH; el obispo de Linares, Carlos Camus; Laura Allende, hermana del expresidente Salvador Allende, y Miguel Enríquez. Al parecer, el coronel Ceballos, por medio de intermediarios, le propuso a Miguel Enríquez liberar a los prisioneros del MIR a cambio de que ellos cesaran toda resistencia armada y reconocieran su derrota política; en otras palabras, que el MIR capitulara; a cambio los miristas serían indultados y podrían salir del país; la garantía era el propio Ceballos. Para éste la negociación era una estrategia que posibilitaba que el SIFA ganara la ‘guerra interna’ que mantenía con la DINA. Si la propuesta era aceptada por la dirección del MIR, el Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea (SIFA) conseguía su mayor éxito581.
El MIR contestó finalmente al ofrecimiento del Servicio de Inteligencia de la FACH con la declaración pública, «Respuesta del MIR a los gorilas, fechada el 10 de septiembre de 1974 y aparecida en el Correo de la Resistencia 3-4. El documento comenzaba señalando: «El miércoles 3 de julio de este año, el Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea (SIFA) hizo llegar a la dirección del MIR una carta de los compañeros de nuestra Comisión Política detenidos por el SIFA en marzo, Arturo Villabela y Roberto Moreno, en la que el SIFA por intermedio de ellos, nos proponía lo siguiente: que se realizara una conversación entre los jefes del SIFA y el Secretario General del MIR, en la que el SIFA haría una proposición para llegar a un ‘acuerdo’, que esta proposición en principio tenía carácter extraoficial y que solo si surgía ‘una base de acuerdo’ sería ‘puesto en conocimiento’ y sometido a la
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Cristián Pérez, Historia del MIR…, op. cit., p. 20. 270
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consideración del general Leigh y, por su intermedio, al resto de la Junta Militar»582. Luego el documento señalaba: «Exigían la absoluta reserva de todo esto y precisaban que entretanto su persecución y ‘ataques’ al MIR no cesarían y menos aún del resto de los aparatos represores, ofrecían ‘garantías’ para la realización de la conversación y abrieron la posibilidad de que nosotros enviáramos emisarios a confirmar la veracidad de lo propuesto. Sugirieron dos embajadores o personeros de la Iglesia a los que se les presentaría el asunto como ‘gestión’ de paz»583. A continuación señalaban que «nuestros compañeros detenidos hace ya varios meses, a pesar de haber sido torturados salvajemente por el SIFA y de su situación concreta, en la misma carta nos dijeron: ‘adelantamos nuestra opinión categóricamente contraria a la aceptación de tal proposición’»584. En el punto cinco del documento, el MIR manifestó su rechazo a la propuesta: «Hemos escogido el aniversario sangriento de un año de dictadura gorila, para hacer público nuestro categórico rechazo a semejante proposición. El MIR está en pleno funcionamiento y crecimiento, se multiplican los Comités de Resistencia del Movimiento de Resistencia Popular (MRP), en las fábricas, fundos, poblaciones, oficinas, liceos, universidades. La sola intención y el carácter de la negociación desenmascaran la debilidad esencial de la Junta y la pésima calidad de sus servicios de inteligencia. Sabemos que los gorilas intentarán de desmentir su intento de negociación, fracasada ésta, solo los ha desenmascarado»585. El 16 de junio de 1974, la Comisión Política del MIR emitió el documento «A fortalecer nuestro partido». Los golpes recientes, algunas lecciones y la organización de las direcciones586 en el que 582 583 584 585 586
Mauricio Ahumada, op. cit., p. 337. Ibid. Ibid. Ibid, p. 338. En el mismo documento, la Comisión Política se refiere a lo sucedido con #BVUJTUBWBO4DIPVXFOj/VFTUSPDPNQBÒFSP#BVUJTUBWBO4DIPVXFORVF fuera torturado sanguinariamente durante semanas y meses sin hablar nada, 271
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se afirmaba que los militantes podían resistir la tortura, por eso daba instrucciones precisas de que «si un militante era flagelado y entregaba información que permitiera la captura de otros miembros de la organización, o se convertía en una colaborador, (…) su nombre [sería] entregado a todos los militantes, al resto de la izquierda y a movimientos revolucionarios del mundo. (Y advertían que) se reservarán el derecho de aplicarle las más duras sanciones y medidas, cuyo tenor será acorde con el grado de desarrollo de la lucha»587. Sin embargo, al contrario de lo que sostenía la Dirección del MIR muchos militantes se «quebraron» y «hablaron» producto de las sesiones de tortura, lo que sin duda puede ser entendido como algo lógico, ya que como señala la abogada Magdalena Garcés, que mantiene varios casos de miristas detenidos desaparecidos: «Por definición (la tortura) busca quebrarte y causarte suficiente dolor para que llegue un minuto donde te sacan información (…); pretender que la gente resiste la tortura hasta el final y sólo te arrancaron tres suspiros, es mentira, no es real, la tortura lo que busca es provocarte el suficiente dolor hasta que te quiebra (…) también es cierto que hay gente que la tocaron un poquito menos y habló más, hay gente que aguantó muchísimo, pero en definitiva la gente intentaba en el fondo cuidar la mayor información posible y buscar las estrategias de sobrevivencia que tenían que ver con entregar lo mínimo’»588. Este dramático escenario provocó un profundo dilema para la militancia mirista: por una parte, la organización acusaba de «traidores» a quienes hablaban, pero por otro lado, la tortura era imposible de resistir. «Tampoco existen antecedentes de que la dirección se haya hecho cargo de las víctimas de estos apremios. Lentamente se fue creando entre la militancia una situación muy
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respondiendo a las torturas, como atestiguan compañeros que estaban siendo torturados en salas contiguas, con insulto a los torturadores y con gritos de certeza en la victoria de la revolución obrera y campesina, y aún no sabemos con seguridad si está vivo o está muerto». Martín Hernández, op. cit., p. 3. Cristián Pérez. «Años de disparo y tortura», op. cit., p. 368. José Calderón López, op. cit., p. 121. 272
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conflictiva y tensa que provocó la pérdida de las confianzas y la estigmatización de muchos militantes que supuestamente no se habían comportado de acuerdo a las exigencias del partido»589. En agosto de 1974, luego de haber resistido dos grandes ofensivas represivas, el secretario general del MIR, Miguel Enríquez, en el comunicado público «A convertir el odio e indignación en organización de la resistencia» (El Rebelde, n° 99, agosto de 1974), estimaba que el partido había logrado adoptar las medidas necesarias para resistir y evitar los golpes represivos. «La resistencia –agregaba– ha ido tomando cada vez más fuerza, uniendo desde abajo a la clase obrera, al pueblo y a la izquierda, y creando miles de Comités de Resistencia. En este proceso, el MIR se ha fortalecido y ha multiplicado su influencia en el seno de la clase obrera, incorporando a sus filas a un crecido número de la vanguardia proletaria»590. En una transmisión clandestina de Radio Liberación, un miembro de la resistencia popular afirmó: «¿qué por qué luchamos? Nosotros somos patriotas, somos patriotas revolucionarios. Somos patriotas en la Resistencia Popular. Y estamos en esta posición desde que el 11 de septiembre los antipatriotas y reaccionarios, junto con asesinar al presidente Allende comenzaron la guerra contra nuestra patria, o sea, contra nosotros, contra el pueblo»591. El 21 de septiembre de 1974, la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) detiene a Lumi Videla592 (la Negra, Luisa) y a Sergio Pérez (Chico), su compañero, así como a algunos enlaces, logrando algunos antecedentes sobre el paradero de Miguel En589 590
591 592
Ibid. Rolando Álvarez, Julio Pinto y Verónica Valdivia, Su revolución contra nuestra revolución. Izquierdas y derechas en el Chile de Pinochet (19731981), vol. 1, Santiago, Lom Ediciones, 2006, p. 173. Transmisión clandestina original en casete. El 4 de noviembre de 1974 se encontró el cadáver de Lumi Videla en el lado interior de una pared del jardín de la Embajada de Italia, en la comuna de Providencia. La prensa de la época informó que habría sido víctima de los asilados que se encontraban en la embajada, en el marco de una orgía. La embajada, por su parte, desmintió que Lumi Videla se hubiera encontrado BTJMBEBFOFMSFDJOUP.FNPSJB7JWB j-VNJ7JEFMB.PZBvIUUQXXX NFNPSJBWJWBDPNFKFDVUBEPT&KFDVUBEPT7WJEFMB@NPZB@MVNJIUN (consultado el 20 de abril de 2011). 273
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ríquez. En la operación participan Osvaldo Guatón Romo, la Flaca Alejandra (Alejandra Merino, importante exmilitante del MIR) y Basclay Humberto Zapata Reyes el Troglo. En la tarde del sábado 5 de octubre, un numeroso grupo de agentes de los grupos Halcón 1 y Halcón 2 de la agrupación Caupolicán de la DINA, al mando de Miguel Krassnoff Martchenko llegó hasta una casa azul ubicada en la calle Santa Fe, comuna de San Miguel. Diversos autores afirman que se había llegado a esa dirección interpretando numerosos fragmentos de informaciones dispersas y no producto de delación debido a torturas. En aquella casa vivían clandestinos Miguel Enríquez, José Bordaz (Coño Molina), jefe de la Fuerza Central; Tito Sotomayor (Tonio), miembro de la Comisión Política, segundo en la estructura de mando, y Carmen Castillo Echeverría (Catita, Ximena), compañera de Miguel. Se produjo un fuerte enfrentamiento en el que resultó muerto Miguel y herida de gravedad Carmen Castillo. Los otros militantes pudieron romper el cerco militar y escapar del lugar bajo un intenso tiroteo. «Al otro día Tonio y su mujer, María Luz García (Marisa), lograron llegar a la Embajada de Italia y pidieron asilo. Asilarse en una embajada sin autorización contravenía la política de la organización. Posteriormente el MIR obligó a Tonio a viajar hasta Cuba para dar explicaciones por su comportamiento. En La Habana algunos miembros del partido no le hicieron la vida agradable, pues lo culpaban de abandonar a Miguel Enríquez en pleno combate593. Al morir, Miguel Enríquez, el cargo de secretario general fue asumido por Andrés Pascal Allende. «De ese modo, la organización continuaba su lucha; sobrevivía a la caída del líder y de parte importante de la Comisión Política y del Comité Central, pero las pérdidas difícilmente podrían recuperarse»594. En los días posteriores cayeron detenidos otros cuadros emblemáticos como el jefe del aparato militar, José Bordaz595 (el 593 594 595
Cristián Pérez, Historia del MIR..., op. cit., p. 20. Ibid. El 5 de diciembre de 1975 murió José Francisco Bordas Paz, ingeniero civil, dirigente del MIR, quien luego de haber salvado con vida del operativo que terminó en la muerte de Miguel Enríquez, falleció en un enfrentamiento 274
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Coño Molina), Alejandro de la Barra, miembro del Comité Central, y Ana María Puga, su esposa y militante. Ellos se sumaban a otros importantes militantes caídos anteriormente: Bárbara Uribe596Z&EXJOWBO:VSJDL TVFTQPTPFMQFSJPEJTUB.ÃYJNP Gedda597, Martín Elgueta, Alfonso Chanfreau, María Angélica Andreoli, Muriel Dockendorff598, entre otros. En esta operación participó como delator el exmirista Leonardo Barba Schneider. «Poco después comparecían ante las cámaras de televisión, en lo que el partido calificó como un montaje propagandístico del régimen, cuatro militantes detenidos599 por los aparatos de
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con agentes del SIFA en el sector alto de Santiago tras una larga persecución en automóvil. Centro de Estudios Miguel Enríquez, «Bordas Paz, +PTÊ 'SBODJTDPv IUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN.FNPSJBMDBJEPT@NJS# CPSEBT@QB[@KPTFQEG DPOTVMUBEPFMEFBCSJMEF Bárbara Uribe Tamblay, «en el verano del 71 se incorporó a los trabajos voluntarios junto al movimiento campesino y al sector de obreros de Talca. Su cambio fue radical. Salió de nuestra casa una lola de Providencia y regresó una joven madura, de vestimentas más sencillas, con una mirada que ofrecía nuevos horizontes: los sueños la envolvieron, la esperanza de alcanzar el cielo, de tomar las estrellas, la hizo vibrar, crecer y entregarse. Por eso se incorporó al trabajo poblacional mi hermana, en La Bandera y en Nuevo Amanecer. Por eso entró al MIR y fue una activa militante, aunque secretamente confesaba que le aburría la formación teórica de izquierda, estaba convencida de que la injusticia no era una cuestión de libros, sino que una acción permanente, un acto de servicio, un acto de amor». Viviana 6SJCF5BNCMBZ j#ÃSCBSB6SJCF5BNCMBZvIUUQXXXMBTIJTUPSJBTRVFQPEFNPTDPOUBSDMCBSCBSBIUN DPOTVMUBEPFMEFBCSJMEF Máximo Gedda, militante del MIR, periodista de revista Punto Final, cineasta y director de televisión en TVN, capturado por la DINA en julio de 1974. Asesinado probablemente en septiembre de 1974. En 1975, en julio, aparecen las fatídicas listas de los 119 chilenos que habrían muerto en enfrentamientos en Argentina y Brasil. Estas listas fueron publicadas en los diarios Lea y O’Dia. Muriel aparece en una de FTUBTMJTUBT.FNPSJB7JWB j.VSJFM%PDLFOEPSGG/BWBSSFUFvIUUQXXX NFNPSJBWJWBDPNEFTBQBSFDJEPTEEHIUNM DPOTVMUBEPFMEFBCSJM de 2011). Los miristas que participaron en la conferencia de prensa fueron: Cristián Mallol Comandari, Héctor Hernán González Osorio, Humberto Menanteaux Aceituno y José Hernán Carrasco Vásquez. «Menanteaux y Carrasco salieron en libertad en septiembre de 1975, para volver a ser detenidos por los agentes de la DINA en noviembre de ese mismo año. Sus cuerpos fueron casualmente encontrados, semienterrados, en las cercanías de Buin, en diciembre de 1975. Ambos tenían claros signos de haber sido torturados antes de dárseles NVFSUFv.FNPSJB7JWB j"OTFMNP0TWBMEP3BESJHÃO1MB[BvIUUQXXX 275
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seguridad llamando al MIR a reconocer la derrota y a deponer una resistencia que juzgaban inútil»600. A comienzos de 1975, Andrés Pascal Allende realizó una evaluación general del desempeño táctico del MIR en los 18 meses transcurridos desde el golpe de Estado. En ella reconocía que la «larga y salvaje ofensiva represiva» que tenía como blanco principal al MIR había significado costos inmensos «incluyendo la muerte y encarcelamiento de decenas de compañeros, la desarticulación de estructuras y tareas, las desconexiones internas, el repliegue, los efectos desmoralizadores de las campañas propagandísticas de la dictadura en las masas, y aun, en una evidente alusión al llamado televisivo a deponer las armas, el surgimiento de actitudes derrotistas y deserción de algunos cuadros»601. Dramáticamente terminaba así el inicio del camino de las armas para el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, aunque el grito de «pueblo, conciencia, fusil, MIR, MIR» aún resonaba en algunos lugares de Chile.
600 601
NFNPSJBWJWBDPNEFTBQBSFDJEPTESBOTFMNP@PTWBMEP@SBESJHBO@QMB[BIUN (consultado el 20 de abril de 2011). Rolando Álvarez, op. cit., p. 174. Ibid. 276
Afiche realizado por la resistencia en el exilio. 277
Volante de la Resistencia al interior de Chile. 278
Capítulo 5
Subjetividades: de la radicalización ideológica a la radicalización política en los militantes del MIR
El guerrillero, como elemento consciente de la vanguardia debe tener una conducta moral que lo acredite como verdadero sacerdote de la reforma que pretende... El soldado guerrillero debe ser un asceta. Ernesto Che Guevara
Uno de los aspectos hasta ahora muy poco explorados de los grupos de la nueva izquierda revolucionaria (NIR), pese al creciente interés en las ciencias sociales y la historia por los años sesenta y setenta, es el fenómeno de la radicalización política. Es decir, reconstruir el proceso de aprendizaje ideológico-político que dio lugar a la identidad política revolucionaria602 es aún un campo de estudio nuevo en nuestro continente, pese a los diversos 602
Por identidad política revolucionaria entenderemos el universo ideológico de los valores, los sentimientos y los modos de entender y hacer política de los militantes del MIR en Chile. «Creyendo que la violencia –en cualquiera de sus variantes– era la forma de lograr un cambio radical, esos jóvenes erigieron al proletariado, o al pueblo, en agente clave de esa transformación». María Matilde Ollier, De la revolución a la democracia. Cambios privados, públicos y políticos de la izquierda argentina, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2009, p. 11. 279
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trabajos que existen al respecto, principalmente en Argentina y Colombia603. Para algunos autores, como María Matilde Ollier, el ingreso de los jóvenes al campo revolucionario estuvo fundado en una fuerte convicción de intervenir en el espacio público; sin embargo, el pasaje de la radicalización ideológica (ser revolucionario en el mundo de las ideas) a la política (ejercer esa «revolucionariedad»)604 fue vivido de manera conflictiva por muchos de quienes llevaron adelante ese tránsito. Recordemos que la militancia política representa uno de los grados más altos de compromiso cívico, pues corresponde a la participación voluntaria en una organización cuya principal preocupación son los asuntos de interés público. Pese a su relevancia cívica, los militantes políticos constituyen una minoría dentro de la población y los jóvenes militantes políticos revolucionarios «constituyen más la excepción que la regla»605. Los problemas del tránsito de la radicalización ideológica a la política se vincularon a dos disyuntivas básicas. Primero, armonizar lo privado y lo político en la militancia revolucionaria y, por otra parte, a las dificultades para equilibrar lo político y lo militar. «Este segundo conflicto, al desbalancearse en favor del último dio lugar a la militarización de la política. Entonces, una doble subordinación de lo privado a lo político y de éste a lo militar, acabó colocando en el centro del activismo una 603
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María Cristina Tortti, «Reseña La creencia y la pasión. Privado, público y político en la izquierda revolucionaria. María Matilde Ollier», La Plata, Cuadernos del CISH 6OJWFSTJEBEEF-B1MBUB QIUUQXXX GVFOUFTNFNPSJBGBIDFVOMQFEVBSBSU@SFWJTUBTQSQSQEG DPOsultado el 5 de mayo de 2011). Véase en mayor profundidad este tema en María Matilde Ollier María, «Partidos armados: La lógica oficial y las voces disidentes (Argentina 19761977)», Revista Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Debates, París, 2008, p. IUUQOVFWPNVOEPSFWVFTPSHJOEFYIUNM DPOTVMUBEPFMEF mayo de 2011). Vicente Espinoza y Sebastián Madrid, «Trayectoria y eficacia política de los militantes en juventudes políticas. Estudio de la élite política emergente», KVOJP EF Q IUUQXXXHPCFSOBCJMJEBEEFNPDSBUJDBQOVEPSH archivos/1282250365Libro%20Trayectoria%20y%20eficacia%20politica%20de%20los%20militantes%20%20en%20juventudes%20politicas. QEG DPOTVMUBEPFMEFNBZPEF 280
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concepción militar de la política y en consecuencia, al ejercicio personal de la violencia»606. El discurso oficial de las organizaciones confrontaba estas divergencias con una serie de argumentos y prácticas que giraban en torno a la noción de compromiso, entendido como la adhesión indiscutida a las órdenes impartidas; en una frase: a mayor obediencia, mayor compromiso. «La culminación de la entrega supeditaba lo personal/privado a lo colectivo/político, entrenaba para la lucha militar y se disponía al ejercicio o al padecimiento de la violencia, transformándose, cada militante, en un eslabón más de la cadena de mando y obediencia que estructuraba la organización»607. María Matilde Ollier, al tratar el origen y desarrollo de la «identidad revolucionaria», utiliza un esquema interpretativo que combina los condicionantes más generales (el proceso de socialización) con el elemento más singular y aleatorio, sintetizado en la noción de vocación de intervención en la esfera pública. Esta vocación se constituye así en el rasgo diferencial que explica el pasaje de la radicalización ideológica a la radicalización política, es decir, a la decisión de ingresar a una organización de la nueva izquierda revolucionaria. «Así, a la manera de una verdadera ‘carrera’, la radicalización atravesaría ‘ámbitos’ (privado, público y político) y ‘etapas’ (temprana y revolucionaria), y reconocería tanto ‘continuidades’ como ‘rupturas’»608 con la tradición política del país analizado. De esta forma, la nueva izquierda revolucionaria les va a ofrecer un paradigma desde el cual resignificarán sus valores e ideas políticas tempranas, prerrevolucionarias. Los itinerarios de aprendizajes, experiencias y valores sobre cuyas huellas construyeron aquella identidad colectiva aún son materia de debate en el ámbito de las ciencias sociales e historia.
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María Matilde Ollier, «Partidos armados...», op. cit., p. 5. Ibid. María Cristina Tortti, op. cit., p. 300. 281
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5.1 La radicalización ideológica en el MIR Cuando el hombre llegó a la luna era de noche. Ese 20 de julio de 1969, íbamos con Miguel en el peor auto operativo del partido. Miguel se reía mucho al pensar que nosotros estábamos tratando de hacer la revolución, tratando de canjear el estado de cosas en el mundo, mientras que una nave espacial norteamericana se posaba en la superficie de la luna y decía Miguel: ‘con qué enemigo nos estamos metiendo… ¿eh?609.
En la formación ideológica de los militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria convergieron diversas corrientes teóricas y políticas, al igual que ciertos hechos sucedidos en el campo internacional, que constituyen el sustento ideológico de esta organización política, muchas de las cuales ya han sido señaladas en capítulos anteriores. Pese a ello, destacaremos algunas que el propio MIR dio más preponderancia; entre ellas, el marxismo-leninismo, la Revolución Cubana, la teoría de la dependencia. En su declaración de principios, el MIR señaló que parte de su matriz teórica surge a partir del marxismo-leninismo, y así lo reflejó, en diversos documentos internos donde, en el análisis de la realidad chilena, se intentó utilizar el método dialéctico, asumiendo de hecho el materialismo histórico. Desde esta perspectiva, hay algunos textos clásicos del marxismo que marcan ideológicamente a toda una generación, y en particular al MIR. En estos escritos están bosquejados los fundamentos del marxismo, sobre los cuales en la época no había mayor discusión, sino que se compartían dichos planteamientos como parte de la realidad de la época. Fundamentos como la lucha de clases, la inminencia de la revolución proletaria como determinación histórica, la concepción del Estado, y el rol de la clase obrera y la vanguardia, son fundamentos del marxismo leninismo que, afirmados en la experiencia 609
Enérico García Concha, op. cit., p. 17. 282
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revolucionaria que se había acumulado en el mundo, nadie se proponía discutir610.
Andrés Pascal Allende611 afirmó que el marxismo los influyó grandemente en la formación del MIR, particularmente la influencia de la Revolución bolchevique y de Lenin. «Nosotros leíamos y estudiamos mucho esta revolución en sus primeras etapas, así como también a través del trotskismo una visión crítica acerca del socialismo de Estado y del estalinismo. Y a partir de ahí leímos mucho sobre la Revolución China, hay que acordarse de que existía una contradicción entre estos dos países, la Revolución Vietnamita, en especial los textos de Ho Chi Minh, Von Nguyen Giap, Le Duan»612. Bajo este influjo, el MIR desarrolla su propia «teoría del poder» compuesta de tres elementos centrales: Estado burgués, órganos de poder del pueblo y partido revolucionario. «La ‘teoría del poder’ previamente referida se constituyó en el principal marco de referencia del MIR a la hora de diseñar sus lineamientos políticos, entre ellos los que se plasmarían en sus propuestas de ‘poder popular’»613. Esta herencia leninista en la concepción de partido, que les exigía ir profesionalizándose como militantes revolucionarios, es algo que la mayoría de los entrevistados, en diversas tesis, recuerdan como pilar de la militancia. Como recuerda Pamela, el MIR era «una organización marxista-leninista; con un férrea concepción leninista de organización (...), Y por otro lado, eh, se planteaba el tema de la formación de cuadros, es decir, la formación de sus militantes, y por lo tanto, con una fuerte formación política e ideológica»614. 610 611 612 613 614
Fahra Neghme, op. cit., p. 21. Entrevista realizada a Andrés Pascal Allende, el 19 de julio de 2011. Ibid. Sebastián Leiva Flores, op. cit., p. 25. Alondra Peirano, Un cambio profundo en la relación de los exmiristas con la realidad: de la militancia revolucionaria al compromiso social despolitizado en el Chile neoliberal, Seminario de Grado para optar a la Licenciatura en Historia, Santiago, Departamento de Ciencias Históricas, Facultad de FiloTPGÎBZ)VNBOJEBEFT 6OJWFSTJEBEEF$IJMF IUUQXXXDZCFSUFTJT 283
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Rebeca afirma que «en el tiempo de militancia yo sentía tal mi nivel de ignorancia que hice un esfuerzo enorme por estudiar marxismo y cualquier manual; y mi lectura fue por ese lado, porque había una articulación teórica, una cantidad de conceptos tan distinta a la que uno había escuchado en el colegio, en la familia, que uno tenía que hacer un esfuerzo por entenderla»615. Por otra parte, Pedro señala: «Me fui compenetrando de lo que fue la línea del partido, que era bastante complicada, porque había muchas cosas que aprenderse, porque era una institución grande el MIR, no era un partido chico; entonces eso demandaba harto tiempo, harto tiempo al estudio, al estudio de los textos del partido, cosas orgánicas, había también estudio de la literatura marxista propiamente tal»616. Juan Patula Saavedra recuerda que las lecturas de estudio incluso venían de los tiempos en que militaban en los grupos previos a la fundación del MIR, como Vanguardia Revolucionaria Marxista. «Nuestras lecturas eran variadas dentro de un mismo marco, el marxismo clásico: Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Rosa de Luxemburgo y otros autores relacionados; historia de las revoluciones, como la rusa (con Los 10 días que conmovieron al mundo, de John Reed), la Mexicana, la Guerra Civil Española o la Larga Marcha de Mao Tse Tung»617. Asimismo, Gregory Randall, nacido en Estados Unidos, relata que creció en el seno de una familia de izquierda. Primero en México, donde los eventos de 1968 (la matanza de Tlatelolco ya reseñada anteriormente) marcaron a su familia y los impulsa-
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DMUFTJTVDIJMFQFJSBOP@BIUNMJOEFYIUNM DPOTVMUBEPFMEFNBZP de 2011). Marlene Martínez Ángel, La experiencia política de los militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR): motivaciones, práctica partidaria y división de la militancia. Chile (1973-1988), Informe Final de Seminario de Grado para optar al Grado de Licenciatura en Historia, Santiago, Departamento de Historia, Facultad de Filosofía y Humanidades. 6OJWFSTJEBE EF $IJMF IUUQXXXDZCFSUFTJTDMUFTJTVDIJMF NBSUJOF[@NIUNMJOEFYGSBNFTIUNM DPOTVMUBEPFMEFNBZPEF Ibid. Juan Saavedra Gorriateguy, Te cuento otra vez esa historia tan bonita, Santiago, Editorial Forja, 2010, p. 38. 284
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ron al exilio en Cuba. «Luego en Cuba, desde los 8 años, crecí como un hijo de la Revolución Cubana y como tal las luchas revolucionarias que se desarrollaban en el continente eran parte de nuestra vida cotidiana. Creo haber hablado de esto bastante en mi libro»618. Ocho años antes, en 1960, Gregory había nacido producto de la decisión de su madre por tener un hijo; el elegido como procreador fue Joel Oppenheimer, un poeta más reconocido. La madre de Gregory trabajaba en los más diversos oficios buscando convertirse en una poeta. «Mi madre era entonces una joven poeta que buscaba su camino. Trabajaba en Spanish Refugee Aid, una organización que colectaba y enviaba fondos para los republicanos españoles, refugiados luego de la guerra civil en Francia y África del norte. Joel ya era un poeta reconocido y pasaba buena parte de su tiempo en la taberna The Lions Head, en el Village. Mi madre desde el principio decidió tener un hijo sin padre, de modo que ya desde entonces ella y yo estuvimos unidos por lazos muy especiales. Los lazos que se forman por estar solos en el mundo a pesar de los muchos amigos que siempre nos rodearon»619. De la misma manera, la Revolución Cubana no solo impulsó insurrecciones y movimientos guerrilleros en el continente. También generó a su alrededor, producciones ideológicas relacionadas con el mismo fenómeno, algunos de los cuales eran verdaderos tratados revolucionarios, los que fueron leídos por miles de seguidores. Entre los últimos, está la Segunda Declaración de La Habana, que constituirá uno de los documentos más importantes para los jóvenes revolucionarios del continente. «Este discurso de Fidel Castro pronunciado en febrero de 1962, es una verdadera reconstrucción histórica de la explotación e injusticias de la humanidad. Similar a la reconstrucción que elaborara Marx y Engel en el Manifiesto Comunista, pero sin el ingrediente socialista, la 618
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Entrevista con Gregory Randall, recibida sus respuestas el 12 de septiembre de 2012. El cuestionario está referido, a diferencia de las otras entrevistas, principalmente a su experiencia de vida en radio Liberación. Gregory Randall, Estar allí entonces. Recuerdos de Cuba 1969-1983, Montevideo, Editorial Trilce, 2010, p. 15. 285
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Declaración de La Habana servirá de fuente forjadora para los miristas, en sus lecturas formativas»620. La Segunda Declaración de La Habana les entregará a los miristas razones para la emancipación, liberación y revolución en el continente; las injusticias sociales, la intervención extranjera y la explotación que durante décadas han sufrido los indígenas, campesinos, obreros, el pueblo latinoamericano. Como sostiene Cristián Pérez, «bajo el influjo de la Revolución Cubana se fueron convenciendo de que la única opción para hacer las transformaciones que Chile requería era la lucha armada»621. Tanto en los libros como en las entrevistas622 aparecidas en diversas tesis, se muestra que la Revolución Cubana fue el ejemplo real que mostraba que la lucha armada era viable, y por ende se transformó en un incentivo muy fuerte tanto en la génesis del MIR como en el ingreso de los futuros militantes. Desde el punto de vista de Felipe, «representaba el momento político, en el año 64-65, que se da el MIR como fenómeno político, ya teníamos la Revolución Cubana, con toda la imagen que ella nos daba, ya se habían creado una serie de movimientos en el resto de América Latina, tratando de transformar la sociedad y de hacerla una sociedad más justa»623. Para Eduardo Carrasco, líder del grupo musical Quilapayún y a fines de los sesenta estudiante de filosofía en el Pedagógico de la Universidad de Chile, se vivían intensamente todas las inquietudes políticas, fundamentalmente las provocadas por la Revolución Cubana. Por esto «fuimos rápidamente conquista620 621 622
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Pedro Valdés Navarro, op. cit., p. 154. Cristián Pérez, Historia del MIR..., op. cit. Véase esta afirmación en las siguientes tesis: Alondra Peirano, Un cambio profundo en la relación de los exmiristas con la realidad: de la militancia revolucionaria al compromiso social despolitizado en el Chile neoliberal; Marlene Martínez Ángel, La experiencia política de los militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR): motivaciones, práctica partidaria y división de la militancia. Chile (1973-1988); Pedro Valdés Navarro, Elementos teóricos en la formación y desarrollo del MIR durante el período 1965-1970. Alondra Peirano, Un cambio profundo, op. cit. 286
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dos por el MIR, que por aquella época nada tenía que ver con lo que fue después o es ahora. Entonces se trataba principalmente de jóvenes muy idealistas y muy románticos, pero sin ninguna organización seria»624. Para el dirigente y fundador Andrés Pascal Allende625, la Revolución Cubana y otros movimientos guerrilleros similares tuvieron una influencia capital en la formación del MIR, como el MIR de Venezuela y Perú, los grupos guerrilleros en Brasil, «por las lecturas que hacíamos, la información que llegaba y porque en los sesenta había un mayor tránsito por Chile de personas de otros países. Pero nosotros hicimos una lectura en Chile totalmente distinta a la de la Revolución Cubana. O sea, no teníamos para nada una idea foquista. Nuestra lectura sobre la Revolución Cubana era más bien de una lucha de carácter nacional inicialmente. Siempre tuvimos claro que no podíamos repetir en Chile lo que se había hecho en Cuba. Si bien, fuimos partidarios de hacer ‘un, dos, mil Vietnam en América Latina’ no coincidíamos tampoco con la experiencia del Che en Bolivia. Pese a aquello apoyamos al ELN en ese país»626. Por ejemplo, Gregory Randall señala que además del ejemplo de Che en Bolivia, había otras personas que marcaban un camino; entre ellos, menciona a Turcio Lima y Yon Sosa en Guatemala; Carlos Fonseca en Nicaragua; Hugo Blanco en Perú; Douglas Bravo en Venezuela; los hermanos Peredo en Bolivia; Raúl Sendic en Uruguay; Miguel Enríquez en Chile; Roberto Santucho en Argentina y Carlos Marighela en Brasil. «Hasta en el mismo corazón de los Estados Unidos actuaban los Panteras Negras, los Weatherman, los independentistas puertorriqueños. Nos parecía que la ola imparable de la Revolución avanzaba con fuerza y nosotros éramos parte de aquello. Las derrotas, aunque numerosas, parecían puntuales y momentáneas. Yo ya
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Ximena Goecke Saavedra, op. cit., p. 22. Entrevista realizada a Andrés Pascal Allende, op. cit. Ibid. 287
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estaba sumergido en ese mundo y vivía lo cotidiano como parte de ese ambiente general»627. 1PSPUSBQBSUF QBSB#BVUJTUBWBO4DIPVXFO MB3FWPMVDJÓO Cubana impactó poderosamente en el espíritu de los revolucionarios. «¿Y qué enseñaba la Revolución Cubana? Como Fidel ya lo expresara en la Segunda Declaración de La Habana, la Revolución Cubana enseña que la revolución es posible, que los pueblos pueden hacerla y que en el mundo contemporáneo no hay fuerza capaz de impedirla»628. Para el dirigente, la Revolución Cubana enseñaba acerca de la cuestión fundamental de toda revolución: el problema del poder. Enseñaba también acerca de la innovación para crear y recrear nuevos métodos de lucha, la lucha armada, apoyándose en vastos movimientos de obreros y campesinos. Enseñaba, además, la necesidad histórica, inevitable, cada vez más imprescindible, de construir efectivamente un partido de vanguardia, un partido revolucionario. «Se podría hablar mucho más de lo que enseñaba y de lo que sigue enseñando la Revolución Cubana. Pero es evidente que ella introdujo al ambiente político e ideológico en América Latina un carácter cualitativamente distinto. Es este ambiente el que remece a los espíritus despiertos y a los espíritus asequibles a los sufrimientos centenarios de las masas, en donde Luciano Cruz empieza a operar, empieza a descubrir las nuevas variantes, los nuevos elementos de las circunstancias políticas»629. Reafirmando la idea anterior, Juan Patula Saavedra sostiene que en la juventud había penetrado con fuerza el triunfo de la Revolución Cubana, «la imagen de Fidel y el mensaje contenido en la Segunda Declaración de La Habana, de la que repetíamos de memoria párrafos enteros»630. Por otra parte, si bien el foquismo, como teoría y los escritos de Régis Debray no tuvieron gran influencia en los jóvenes 627
Gregory Randall, Estar allí entonces…, op. cit., p. 27. #BVUJTUBWBO4DIPVXFO %JTDVSTPFOFMQSJNFSBOJWFSTBSJPEFMBNVFSUFEF Luciano Cruz, 14 de agosto de 1972, Centro de Estudios Miguel Enríquez, en Martín Hernández, op. cit., p. 107. 629 Ibid. 630 Juan Saavedra Gorriateguy, op. cit., p. 36. 628
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miristas sí sucede con la figura de Ernesto Che Guevara. «Tanto en lo teórico como en lo valórico, la figura del Che será una constante en el ejemplo revolucionario. Desde las concepciones del hombre nuevo, hasta la participación en las tareas fabriles cotidianas con los obreros cubanos, llegaría como parte de un síntoma del cambio posible. Cambio no sólo fomentado desde las esferas del poder revolucionario, y dirigente, que a veces se transformaba en burocracias, sino desde lo más basal y simple en el trato humano diferente. Cierto o no, el Che plasmaba la figura de un hombre íntegro y dedicado a la causa. Elementos suficientes para impulsar la militancia mirista hasta límites no recomendables para una organización revolucionaria, que quiera además guardar y controlar ciertas medidas de seguridad»631. La influencia de la Revolución Cubana sobre el MIR sería años después reafirmada por Edgardo Enríquez, miembro de la comisión política de ese partido, en el acto de homenaje a Miguel Enríquez organizado por el Partido Comunista de Cuba el 21 de octubre de 1974 en La Habana: «Fue el triunfo de la Revolución Cubana, 1959, el que provocó un remezón en la conciencia de los pueblos y de los militantes de la izquierda de América Latina, en una época en que el dominio del imperialismo yanqui y de las burguesías nacionales del continente parecía todopoderoso. Fue el ejemplo de esta revolución, fue el ejemplo de Fidel y del Che, los que despertaron a la vida política y encendieron el optimismo revolucionario a toda una generación de revolucionarios latinoamericanos, entre los cuales se encontraban Miguel y sus compañeros. Fue el ejemplo de esta revolución, que rompió con todos los escepticismos y esquematismos que se arrastraban desde décadas anteriores, el que influyó poderosamente en Miguel Enríquez y sus compañeros, y el que en 1965 condujo a la formación del MIR. Posteriormente, fue el ejemplo revolucionario e internacionalista del Che, la vida, la obra y la muerte de Ernesto Guevara, los que marcaron a fuego a toda una generación de
631
Pedro Valdés Navarro, op. cit., p. 158. 289
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revolucionarios latinoamericanos, entre los cuales estaba Miguel Enríquez»632. Como reafirma Juan Patula Saavedra, era «el Che Guevara quien más los inspiraba, con sus obras El socialismo y el hombre; su Carta a Fidel de despedida, para iniciar su lucha liberadora en otras partes del mundo; su Mensaje a la Tricontinental, que reunió en La Habana a representantes de movimientos de liberación de África, Asia y América; y, finalmente, su Diario (del Che en Bolivia), en que relataba día a día su experiencia de guerrillero en Bolivia»633. Pero estos textos no solo fortalecían el pensamiento ideológico mirista, sino también tenían un uso práctico concreto. Como afirma César, en el MIR «discutíamos de todo (...) desde el hombre nuevo, de cómo tenía que ser el hombre nuevo hasta cómo tenía que ser el arte revolucionario, cómo teníamos que hacer el trabajo de reclutamiento y formación de cuadros, cómo teníamos que construir fuerzas, cómo debíamos actuar en los diferentes frentes que teníamos... eran discusiones bastantes enriquecedoras»634. Andrés Pascal Allende sostiene que entre los grupos guerrilleros latinoamericanos de mediados de la década de 1960 el que más los impactó fue el del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros. «Nos era muy atractivo por el carácter urbano, pero tampoco pretendimos copiarlos»635. Gregory Randall afirma que, al igual que lo hacía la mayoría de las personas que lo rodeaban, también le nació el sentimiento por participar en la revolución continental. «Dentro de lo que veía, la izquierda revolucionaria me parecía la más clara, consecuente y verdaderamente revolucionaria»636. Para Randall, «en esa isla empecé el cuarto grado de la escuela primaria y antes de irme terminé los estudios de ingeniería. Allí fui testigo y partícipe de una de las experiencias más 632 633 634 635 636
Fahra Neghme, op. cit., p. 34. Juan Saavedra Gorriateguy, op. cit., p. 36. Marlene Martínez Ángel, op. cit. Entrevista realizada a Andrés Pascal Allende, op. cit. Entrevista a Gregory Randall, op. cit. 290
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interesantes del siglo XX y quizás de la historia de la humanidad. No es común que una sociedad intente realmente construir un mundo mejor, pensado en función de los intereses de las mayorías. Y más raro aún que esa experiencia dure tantos años. Con el paso del tiempo he aprendido a valorar lo excepcional de ese proceso. Cuba me marcó profundamente. Estoy orgulloso de ser un hijo de la Revolución Cubana»637. Además agrega que «la teoría política no me fue ajena, estudié tanto a nivel formal como por mi cuenta y los trabajos que producía en ese entonces la izquierda revolucionaria (como el MIR chileno), me parecían una buena síntesis entre los clásicos marxistas, los aportes más actuales (teoría de la dependencia, mayo del 68, feminismo naciente, etcétera) y la coherencia de vida»638. Otra de las vertientes que ayudó a conformar el ideario mirista, fue la teoría de la dependencia. El MIR estuvo profundamente ligado a este pensamiento. Importante es señalar que Luis Vitale fue uno de los fundadores de este partido, y que Ruy Mauro Marini y Tomás Vasconi fueron, por lo menos hasta 1973, militantes activos de este. La dirigencia del MIR, en particular Miguel Enríquez, mantuvo una permanente comunicación con ellos. Martín Hernández, dirigente del MIR, plantea: ‘Con la mayor parte de los teóricos marxistas de la dependencia, incluso con aquellos que son militantes de la Unidad Popular como Theotonio Dos Santos y Vania Bambirra, Enríquez tiene un constante intercambio intelectual. La base de la convergencia intelectual entre Enríquez, formado en la tradición trotskista, y los teóricos marxistas de la dependencia radica en la ratificación que hace la teoría de la dependencia de la idea central de un programa de transición; a saber, la fusión de las tareas de liberación nacional y socialistas’639.
637 638 639
Gregory Randall, Estar allí entonces, op. cit., p. 7. Entrevista a Gregory Randall, op. cit. Fahra Neghme, op. cit., p. 32. 291
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Andrés Pascal Allende sostuvo que junto con valorizar la existencia de lo que se denominó Tercer Mundo, un mundo de abajo, también se definió a estos países como dependientes del capitalismo central. Y eso los llevó a una lectura desde la propia realidad de América Latina y, en especial, de Chile640. Los teóricos de la dependencia que más influyeron en el MIR –de acuerdo a Andrés Pascal Allende– fueron André Gunder Frank, muy cercano a ellos; Ruy Mauro Marini, que llega en el gobierno de la Unidad Popular y que llega a ser parte del Comité Central del MIR; Aníbal Quijano, que vivió a fines de los sesenta en Chile. «En fin, esa intelectualidad que empieza a alejarse de esa mirada tan eurocéntrica y comienza a mirar nuestras realidades a partir de lo sucedido aquí, una mirada al período de la Colonia, al desarrollo del capitalismo en Latinoamérica que es distinto al mismo desarrollo en Europa»641. Por otra parte, en la Declaración de Principios del MIR se puede ver ya esta convergencia entre el pensamiento mirista y la teoría de la dependencia. En el punto IV de esta se afirma que las lucha por la liberación nacional y la reforma agraria se ha transformado, a través de un proceso de revolución permanente e ininterrumpida, en revoluciones sociales, demostrándose así que sin el derrocamiento de la burguesía no hay posibilidades efectivas de liberación nacional y reforma agraria integral, tareas democráticas que se combinan con medidas socialistas. «Lo anterior muestra como el carácter de la burguesía, en contradicción con los intereses de la liberación nacional, reflejó uno de los puntos fundamentales en que convergió el pensamiento mirista con los nuevos pensadores»642. Otro suceso que tiene influencia directa en el MIR fueron las movilizaciones de estudiantes que se daban a escala planetaria, cuyo «mayo francés» se convirtió en el símbolo de estas movilizaciones a fines de los sesenta. Si bien, influenció en forma directa, Andrés Pascal Allende agrega que el MIR participaba, en 640 641 642
Entrevista realizada a Andrés Pascal Allende, op. cit. Ibid. Fahra Neghme, op. cit., p. 32. 292
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el caso de las movilizaciones por la Reforma Universitaria en Chile, incluso antes de que se registraran sus símiles en Europa y en otros países latinoamericanos643. Además, influenció directamente al MIR el surgimiento de teóricos de reconocido prestigio como Herbert Marcuse. Las ideas esgrimidas tanto al calor de las movilizaciones como en las páginas de los miembros de la Escuela de Frankfurt darían nuevos relieves a la imagen que se estaba forjando: la del joven revolucionario como contrapartida al inmovilismo en el que había caído el proletariado industrial. Andrés Pascal Allende agrega también como un impacto cultural importante en la formación del MIR, además de las movilizaciones estudiantiles, del mayo francés, al movimiento contracultural que nació con los hippies en Estados Unidos. Este movimiento «tiene un impacto en las relaciones sociales, en las relaciones de pareja, en la crítica a la visión consumista que tenía el capitalismo industrializado en ese momento. Pero esto tiene una repercusión política, comienzas a ver la política desde lo alternativo. Empezamos a imaginarnos la política no como parte del sistema, sino en contradicción, en confrontación con él»644. En una entrevista, Manuel Cabieses pregunta a Miguel Enríquez sobre la crítica que hace al MIR de estar formado solo por jóvenes y pequeño burgueses. El dirigente mirista responde que «no aceptamos que sólo la clase obrera tenga un lugar en el combate social. En caso alguno. En un plano teórico, por así decir, muy pocos marxistas deterministas siguen defendiendo la clase social a partir del lugar que el individuo ocupa en la producción»645. Luego, Enríquez afirma, apoyándose en Marx, que la condición social dentro de la escala productiva no es esencial para definir el lugar revolucionario, sino más bien lo importante es su actuar, su papel en la lucha social, esto lo determina su práctica revolucionaria. Esto está probado históricamente, señala 643 644 645
Entrevista realizada a Andrés Pascal Allende, op. cit. Ibid. Pedro Valdés Navarro, op. cit., p. 174. 293
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Enríquez, ya que a lo largo de las distintas luchas libradas por el proletariado y el campesinado, diversos líderes han pertenecido a grupos sociales ajenos al del obrero y campesino, clases sociales motrices de la revolución, este es el caso de la Revolución Rusa con Lenin y Trotsky, la revolución China con Mao y por último, la Revolución Cubana con Fidel y el Che. «El papel combatiente de los estudiantes de América Latina, incluyendo Chile, nadie puede desconocerlo. La izquierda tradicional sólo puede echar en cara al MIR la juventud de sus dirigentes. Porque la mayoría de la dirección de esos partidos es también pequeño burguesa, aunque más vieja que la nuestra»646. Para Miguel Enríquez, «actualmente no existe proceso revolucionario en el que los estudiantes no desempeñen destacada labor, es más, en muchos de ellos constituyen los estudiantes la chispa, y a veces hasta son mayoría en la composición de las fuerzas que se han lanzado a la insurrección. Si se quiere en forma prematura, los estudiantes de izquierda que se dirigen al medio social que los rodea, no van, como a principios de siglo, a apoyar a los obreros en sus luchas reivindicativas o a convertirse en simples cooperadores al desarrollo comunitario, sino que, ya sea por métodos reformistas o revolucionarios, se proponen a corto o largo plazo, la conquista del poder y la transformación radical del país»647. Otro de los sustentos ideológicos importantes del MIR proviene de las ideas emitidas por la llamada Iglesia Popular o de base, que posteriormente se conocerían como teología de la liberación. Pese a que el MIR siempre se definió como marxistaleninista, a través de la radicalización de sus ideas religiosas cientos de cristianos militantes de base, sacerdotes y religiosas, fueron acercándose lentamente hasta militar en este partido. Dos de los casos más emblemáticos los constituyeron los sacerdotes Rafael Maroto Pérez y Antonio Llidó Mengual, entre muchos otros.
646 647
Ibid, p. 175. Ibid, pp. 163-164. 294
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Rafael Maroto como joven sacerdote tuvo por delante una segura carrera eclesiástica. Brillante predicador y guía espiritual, llegó a ocupar el cargo de vicario episcopal y capellán del palacio La Moneda desde 1964 hasta septiembre de 1973. Eran los años en que en toda América Latina y en la Iglesia Católica a nivel universal, muchas cosas comenzaron a cambiar o, por lo menos, a cuestionarse. «Rafael Maroto tenía una gracia muy excepcional: la capacidad de bajar en los escalones institucionales y sociales, para subir en calidad de militante y revolucionario»648. Rafael Maroto, cura obrero, si bien fue párroco en la población La Legua, siempre trató de ser un poblador más. «En el período en La Legua, creo que es uno de los períodos más importantes de mi vida. Yo recibí en La Legua mucho. Mucho más de lo que puede significar dar; siempre en las relaciones humanas hay un dar y un recibir. Yo no digo que ni diera algo; indudablemente, di, pero mucho más recibí que di»649. Para el padre Maroto es difícil describir cómo se fue produciendo la evolución desde su compromiso social al político. Afirma que su vivencia en la población La Legua, donde algunas personas lo llamaban el padre Callampa, lo marcó profundamente y lo hizo sentirse un hombre del pueblo pese a su origen social alto. «Y se fue continuando en el tiempo, se fue haciendo cada vez más fuerte, siendo que tuve otros cargos que no tenían nada que ver con esa situación. Yo fui Vicario, por diez años fui Vicario del Cardenal. Eso me separó un poco de ‘la papa’, donde se está dando la lucha, pero la inquietud seguía muy fuerte»650. El padre Maroto siempre buscó, como cura obrero, el ideal de proletarización, es decir, trabajar como un obrero más. Este tema ya lo había hablado con amigos sacerdotes en los años cuarenta, a los que respetaba mucho como monseñor Francisco Vives o el padre Alberto Hurtado. En esa oportunidad solicitó 648
649 650
Leo Wetli, «Rafael Maroto Pérez: Sacerdote, profeta y revolucionario», $FOUSPEF&TUVEJPT.JHVFM&OSÎRVF[ QIUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN .FNPSJBMDBJEPT@NJS.NBSPUP@QFSF[@SBGBFMQEG DPOTVMUBEP FM EF mayo de 2011). Jorge Narváez, op. cit., p. 2054. Ibid, p. 2065. 295
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trabajar como obrero en la población La Legua, petición que no fue aceptada. En 1974, logró trabajar como obrero por dos años, primero ayudando a un fontanero y posteriormente en la construcción del Metro de Santiago. «Entonces yo estuve ahí trabajando metido en una gran empresa, en la cual había esa convivencia y esa participación total dentro de la clase, lo cual a mí me significó mucho»651. Pero este compromiso social que el padre Maroto mostraba ese año ya estaba acompañado de un compromiso político que se había iniciado desde el mismo momento del golpe militar: su militancia en el MIR. «Creo que en realidad me incorporé a la Resistencia desde el primer momento. Mi intervención respondió a una postura que entonces se vio como la única posible. El ejercicio de esa resistencia se realizó a través de las organizaciones que el pueblo se fue dando, tratando de participar realmente en ellas, de ir clarificando pensamiento dentro del mismo pueblo, animando, comprometiéndose con la realidad, e impulsando de alguna manera la movilización»652. En lo político cumplió con su papel de militante del MIR. Más tarde, como miembro del Comité Central del partido, Rafael logró sintetizar el pensamiento de obrero, luchador social y militante con el de pastor, teólogo y sacerdote. Se llegó de esa manera a configurar una cierta anticipación de lo que más tarde sería la Teología de la Liberación653.
Cabe recordar que junto con su militancia política, Rafael Maroto fue uno de los primeros promotores de esta nueva teología654. De hecho, antes del golpe militar, en Calama, se habían realizado reuniones de los partidarios de la teología de la liberación, posteriormente muchos de los iniciadores tuvieron que salir de Chile. «Otra parte constituida por chilenos continuamos 651 652 653 654
Ibid, p. 2066. Ibid, p. 2095. Leo Wetli, op. cit. Véase a este respecto, Guy Boulanger, Theologie practique de Libération au Chili de Salvador Allende. 296
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el movimiento en Chile, bajo la sigla de EMO (Equipo Misión Obrera). Así pudimos añadir a la historia fundacional la praxis efectiva del movimiento bajo la dictadura militar»655. Uno de los iniciadores de este grupo y que tuvo que salir de Chile después del Golpe fue Juan Caminada, teólogo misionero con experiencia en Indonesia. «Este se proponía responder a la pregunta ¿cómo puede la Iglesia saldar la distancia que la separa del mundo obrero? Ella había ensayado muchas iniciativas para este efecto, pero todas habían fracasado. El obrero ‘no se hallaba’ dentro de los moldes de la Iglesia. Había, pues, que salir de estos moldes y concebir otros, partiendo esta vez del mundo obrero»656. Entre los chilenos partidarios de la naciente teología de la liberación, estuvieron: Rafael Maroto, Mariano Puga, José Correa, Santiago Fuster y José Aldunate. «Optamos por continuar. El Golpe nos dispersó, estuvimos algunos trabajando y en 1975 nos reunimos todos en Santiago. En Santiago, pues, nos organizamos para rehacer el Movimiento Calama que debía de ser semiclandestino, bajo el epígrafe de EMO (Equipo Misión Obrera). La ausencia forzada de Juan Caminada nos favoreció en cierta manera para adaptar su proyecto a las realidades de un país y una Iglesia bajo una dictadura militar»657. Lo primero que hicieron los sacerdotes participantes fue rehacer el equipo, para lo que se organizó jornadas de coadaptación, admitiendo en el grupo a religiosas y a laicos. «Se incorporaron sacerdotes, como Roberto Bolton, Sergio Naser, y religiosas, DPNP/BEJMF0EJMFZ.BSHBSFU8FTUXPPE NBUSJNPOJPT DPNP el de Rolando Rodríguez y Katy Gallardo, agentes pastorales, como Ana María Berten y Juanita Ramírez, y otros muchos. Varios han hecho historia. Recordemos entre los muertos a la pareja sacrificada con toda la familia Gallardo por la DINA, cuyos cuerpos me tocó reconocer en la morgue. Katy tenía quemadas las dos órbitas oculares. También murió Odile, condecorada 655
656 657
José Aldunate, «El movimiento Calama. Una experiencia que hizo historia FO$IJMFvIUUQXXXDSPOJDBEJHJUBMDMOFXTDPMVNOJTUBTBMEVOBUF IUNM DPOTVMUBEPFMEFNBZPEF Ibid. Ibid. 297
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por su valor en rescatar vivos y muertos, algunos de ellos de las aguas del Mapocho»658. Como una forma de seguir la senda que les había marcado Juan Caminada, se vincularon al trabajo: Rafael Maroto en el Metro; Mariano Puga en un equipo que pintaba edificios; Roberto Bolton en un consultorio; Sergio Naser en la rehabilitación de alcohólicos, «Fuster en labores agrícolas, mujeres en la calle Meiggs y en Mackay, etcétera. Yo estuve en la construcción, en el PEM y otros trabajos. Vivimos todos el ‘éxodo’ y la ‘inserción’, viviendo en barrios populares»659. Si bien algunos de los participantes del EMO sólo desarrollaron labor pastoral, otros se involucraron en política: ya sea en la «denuncia» de violaciones a los derechos humanos como los participantes del Movimiento Sebastián Acevedo o en política contingente, como Rafael Maroto, que llegó a ser vocero del MIR. Por otra parte, el sacerdote valenciano Antonio Llidó llegó como misionero a Chile en 1969. La situación política que se vivía en el país y el debate que ocurría en la Iglesia, hicieron que rápidamente su compromiso social con los pobres creciera. De esta forma, mantuvo una relación muy cercana con sus feligreses en la ciudad de Quillota, ciudad en la que logró mantenerse dictando clases de francés y castellano en varias escuelas de la ciudad. Su trabajo lo realizó en las capillas de Nuestra Señora de los Desamparados y de la Medalla Milagrosa. En los períodos previos al golpe de Estado, su compromiso social va dando pasos hacia un compromiso político, primero uniéndose a los Cristianos por el Socialismo y posteriormente, como cuenta en las cartas a su familia, producto de su escepticismo respecto de la Vía Chilena al Socialismo y su creencia en un enfrentamiento armado, vinculándose definitivamente al MIR a mediados de 1971. En 1971, Antonio Llidó participó junto a varios profesores y alumnos del instituto local en un taller de Estudio 658 659
Ibid. Ibid. 298
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de la Realidad Nacional que le permitió profundizar en las raíces de la injusticia social y las desigualdades que veía a diario en las poblaciones donde ejercía su trabajo pastoral y social. Aquellas jornadas de estudio y reflexión compartidas, con los clásicos del pensamiento marxista como principales referencias, pusieron de manifiesto también las dificultades que entrañaba la Vía Chilena al Socialismo y le persuadieron que, más tarde o más temprano, estallaría un enfrentamiento armado entre la burguesía y la clase obrera660.
En aquellos días escribió a su familia: «Entiendo cada vez más mi religión y mi sacerdocio como un compromiso con la sociedad en la que vivo, un compromiso con aquellos hombres y mujeres que luchan por la instauración de un orden social que impida la esclavitud, que capacite al hombre para acercarse cada vez más a su plenitud, que haga la injusticia y la explotación cada vez más difíciles y no el pan nuestro de cada día»661. El padre Antonio Llidó, como dirigente del comité local interior del MIR, impulsó la lucha por un socialismo democrático y profundamente revolucionario a partir de una amplia participación y concienciación de los obreros y los campesinos. «Este fuerte compromiso le enemistó con su vicario y su obispo, Emilio Tagle, conocido por su conservadurismo, del que haría gala en septiembre de 1973 para apoyar con entusiasmo el golpe de Estado militar y en los años siguientes con su apoyo a la dictadura»662. El obispo Tagle, en abril de 1972, le suspendió de sus funciones sacerdotales y le pidió que regresara a España, pero Antonio Llidó decidió permanecer en Chile, ya que consideraba que sus vínculos con el pueblo que luchaba por hacer realidad el reino de Dios en la tierra eran más importantes que los que le unían a 660
661 662
Mario Amorós: «Este dirigente del MIR y de Cristianos por el Socialismo desapareció hace 31 años a manos de la DINA. 35 años sin Toño», revista Rebelión Digital IUUQXXXSFCFMJPOPSHOPUJDJBQIQ JE (consultado el 16 de mayo de 2011). Ibid. Ibid. 299
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un obispo comprometido con los sectores más reaccionarios. «En mayo de aquel año, una manifestación de centenares de personas en su apoyo en Quillota, que culminó con la toma y violento desalojo de la principal parroquia de la ciudad, ocupó un amplio espacio en la prensa regional y nacional, ya que mostraba como la creciente lucha de clases que enfrentaba a la izquierda contra la alianza de la derecha y la DC penetraba ya en la Iglesia»663. El golpe militar del 11 de septiembre de 1973 hizo realidad los augurios pesimistas que el padre Llidó había escrito a un amigo en febrero de 1972: «Nunca en la Historia los poderosos se dejaron arrebatar pacíficamente sus privilegios. Chile no va a ser la excepción»664. Aquella mañana Antonio Llidó se dirigió junto con sus compañeros a la fábrica textil Rayón Said, ocupada por sus obreros en febrero de 1971 y nacionalizada por el gobierno de Allende. Después de conocer el bombardeo de La Moneda y ante la imposibilidad de oponer resistencia a los militares que ya cercaban la entrada principal, decidieron que sus dirigentes marcharan para sumergirse en la clandestinidad. Durante un mes se escondió junto con un compañero, Jorge Donoso, en casas muy humildes del cerro Mayaca, Valparaíso y Viña del Mar. En su penúltima carta, el 24 de agosto de 1974, Antonio Llidó le escribe a Fusteret, un amigo de Benitatxell en Alicante, señalándole: «Te escribo a la luz de una vela, en algún lugar de Chile y en las condiciones en que puedes imaginar, ya que estoy considerado un peligro para la seguridad nacional»665. A mediados de octubre ya se encontraba en Santiago y como dirigente del MIR se abocó a trabajar en la construcción de la Resistencia Popular. «Pero 1974 fue el año de la gran razzia de 663 664 665
Ibid. Ibid. Mario Amorós, «Antonio Llidó, un cura revolucionario», en Pilar García Jordan (y otros coordinadores), Estrategias de poder en América Latina, Universitat de Barcelona, 2000, p. 308:
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la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) contra el MIR y en septiembre, en la última carta a su familia, escribió, intuyendo ya un posible trágico final: ‘Siguen cayendo compañeros todos los días, pero hasta ahora yo me he podido librar. Ojalá la suerte me siga acompañando (...). No quiero ponerme dramático, pero alguna vez hay que decirlo. Si algo malo me ocurriera, quiero que tengan claro que mi compromiso con esto que hago ha sido libremente contraído, con la alegría de saber que esto es exactamente lo que me corresponde hacer en este momento’»666. El 1 de octubre de 1974 fue detenido por la DINA en el centro de Santiago y conducido a uno de sus centros clandestinos de detención y tortura, situado en la calle José Domingo Cañas 1367. «De su estancia allí y posteriormente en el centro de Cuatro Álamos existen numerosos testimonios que revelan que no delató ante sus torturadores ni a la familia que le acogió en la clandestinidad, ni a ninguno de sus compañeros, testimonios que nos hablan de su humanidad y de su trato afectuoso hacia sus compañeros de martirio. Hacia el 25 de octubre de 1974, cuando tenía 38 años, fue llamado junto a otros detenidos de Cuatro Álamos y desapareció para siempre»667. El preso político Edmundo Lebrecht recuerda «haber oído a los torturadores exasperados torturándole y preguntándole: ‘¿Y por qué no hablái, cura maricón?’. Él gritaba a esos tipos: ‘Por mis principios, por mis principios’»668. Para Andrés Pascal Allende, todas estas influencias recién reseñadas que recibe el MIR en el período de formación, tienen una importancia capital cuando estos jóvenes revolucionarios se van acercando a la práctica política.
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Mario Amorós, «Este dirigente…», op. cit. Hasta hoy todas las gestiones de sus familiares y sus compañeros por conocer su trágico final han sido infructuosas, pero al menos su tenaz lucha por la justicia y la memoria ha permitido que en septiembre de 2008 la justicia chilena condenara a una parte de la cúpula de la DINA por su desaparición. Ibid. Testimonio filmado por Andreu Zurriaga (sobrino de Antonio Llidó) en septiembre de 1998, en Mario Amorós, «Antonio Llidó...», op. cit., p. 308. 301
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Para el fundador del MIR, todos estos aportes contribuyen en la formación de una visión crítica, en las que también entra una reinterpretación de la historia de Chile669, de lo que se caracterizaba como la aristocracia obrera, sindicalismo oficial dentro del sistema, y una valorización mayor de los pobres del campo y la ciudad, como afirmaba Miguel Enríquez. «Es donde estaba esa clase obrera más inestable, que era hija de una migración del campo a la ciudad. De ahí, los movimientos de allegados, las ocupaciones de tierras, los que después se expresa más adelante en campamentos, en donde lo comunitario tiene una fuerza muy grande. No porque venga de la teoría revolucionaria, sino porque eran campesinos que venían de las haciendas que tenían una vida comunitaria bajo el papel paternal del patrón, del rey»670. Andrés Pascal Allende afirmó que la realidad descrita, pese a que no ha hecho un trabajo sistemático, a veces no quedó reflejada en los textos escritos miristas. «Siento a veces que hay, no una cierta discordancia, sino falta de imbricación entre el lenguaje, de los textos sobre todo escritos, todavía se habla de la clase obrera y los pobres del campo y la ciudad, y la realidad»671. El dirigente sostuvo que pese a que eran tributarios de la idea que debería existir una intelectualidad, una vanguardia que se funde con el movimiento social para fundar el partido para la lucha revolucionaria, «la verdad es que, lo asumiéramos o no, la realidad social y sus permanencias históricas, subalternas, desde abajo, influían sobre el MIR»672. Y tal es así, sostiene Andrés Pascal Allende, que cuando el MIR es fundado existe en una concepción de conquista del poder y ya para 1969 o 1970, existe otra concepción que es de 669
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Andrés Pascal Allende contó que en una oportunidad estuvo presente en una discusión, en la que participaban los hermanos Enríquez y Bautista WBO4DIPVXFO TPCSFTFSQBSUJEBSJPEF+PTÊ.JHVFM$BSSFSBPEF#FSOBSdo O’Higgins. El MIR optó por ser carrerista. Además, se leyó mucho a Francisco Bilbao, Santiago Arcos, los sucesos de Ranquil, la matanza de Santa María con una óptica distinta a la de la historiografía tradicional de izquierda. Entrevista realizada a Andrés Pascal Allende, op. cit. Ibid. Ibid. Ibid. 302
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construcción del poder popular, desde lo alternativo, desde fuera del sistema, desde lo comunitario. «Esto comienza a filtrarse en nuestra literatura, en nuestra propaganda, en nuestro discurso. Cosa que no fue nunca teorizada, porque la realidad no daba para eso, porque era tanta la exigencia de la lucha cotidiana, de la actividad, de la organización que no nos daba ni tiempo para sentarnos a reflexionar y teorizar»673. En ese sentido, Andrés Pascal señaló que siempre ha pensado en escribir sobre la relación entre teoría y práctica en política revolucionaria en lo cual el MIR es un adecuado ejemplo. «Como la práctica, que viene de la historia, incluso de la conservadora que viene del campo, la no progresista, la que opta por la conservación de sus formas comunitarias, o forma de relación y de trueque, de esa vida local tradicional de relación, en un país en que el 50% de la población todavía vive en el campo, se expresa posteriormente revolucionariamente chocando con la forma en que se había expresado históricamente el capitalismo en el país»674. Para el fundador del MIR, estas nuevas formas de acción política que comienzan a desarrollar los pobres del campo y la ciudad, sumado a sus formas tradicionales de relación social, se enfrentan al pacto histórico político-social que el Estado llevaba adelante, irrumpiendo con fuerza en el escenario político y en la sociedad chilena. Y el MIR es la expresión política de esa irrupción «que se da sobre todo desde 1967 en adelante al abrir las compuertas del imaginario popular, el gobierno de Frei. No la izquierda. Es el gobierno DC, con sus reformas, el que le está diciendo a ese campesino, a ese poblador pobre, tú también puedes acceder a la tierra, tú puedes acceder a una casa. Y la movilización popular no se produce ni por la teoría ni por la conciencia revolucionaria, sino que por el deseo de acceder al cumplimiento de sus demandas: acceso a la tierra, a la comida, a la vivienda, a una buena educación y no elitista, etcétera»675. 673 674 675
Ibid. Ibid. Ibid. 303
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5.2 La radicalización política El 19 de septiembre, como siempre, se hacía la parada militar... Cuando los milicos empiezan a desfilar, el ‘Chico’ Zorrilla corre y salta a los brazos de Luciano, quien lo toma, mientras Zorrilla le grita: ¡Huevón maricón! No me habiai dicho que eran tantos...676.
Como vimos anteriormente, la radicalización ideológica, es decir, de ser revolucionario en el mundo de las ideas, implica un proceso radical y polarizado que llevan a cabo los individuos antes de formar parte de un actor colectivo revolucionario. Estas imágenes de la política –y las vivencias que ellas implican–, generadas en la etapa de la radicalización ideológica, son las que impulsan a transitar hacia la radicalización política, el vivir esa «revolucionariedad». El ingreso al MIR, es decir, al campo revolucionario, en parte fue posible, dados su background valorativo y las imágenes que tienen de la política. «Estos son fácilmente resignificados por el discurso revolucionario, para dar lugar a uno nuevo. El discurso de la IR fue verosímil a causa del background ideológico que ellos traen. Lo que sí aparece como novedad es la idea de armarse como un ejército paralelo a las FF.AA. para conseguir los cambios que la sociedad reclama. Si bien no todos los grupos de la IR acuerdan con esto, sí lo hacen sus núcleos más numerosos»677. Como un fin meramente ordenador, hemos situado en el ingreso, posterior a la decisión, a un grupo revolucionario, en este caso el MIR, como el paso que marca la entrada en la radicalización política, es decir, la puesta en práctica de ese universo ideológico-político. Los nuevos militantes miristas muestran, al igual que sucedía en otros países de América Latina, una clara vocación de inter-
676 677
Enérico García Concha, op. cit., pp. 17-18. María Matilde Ollier, «El aprendizaje radical…», op. cit., p. 66. 304
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vención en política, la que es encauzada por el MIR en medio de una sociedad cada vez más polarizada. En Chile, tal como sucede en el caso argentino, «ese pasaje tiene elementos de continuidad y elementos de ruptura. Ambos se combinan. La continuidad se ve en 1) las imágenes políticas que reciben, 2) en la estructura afectiva-valorativa que constituye la base de su mundo valorativo temprano, y 3) en el proceso de gestación de la alternativa revolucionaria. Puede decirse que los dos primeros llevan al tercero. La ruptura la constituye el hecho de resignificar estos elementos de 1 y 2 en 3 con la decisión de llevarlo a la práctica formando un ejército paralelo en el cual se incorporaría el pueblo»678. Además, la radicalización ideológica trae aparejado un modelo de sociedad –en lo privado– muy diferente del tradicional, pero que es compartido por muchos chilenos. Entonces el ingreso al MIR, es decir, la radicalización política, marca ya una distancia con la radicalización ideológica de otros sectores de la sociedad chilena. «En todo caso, fueron coherentes con su mundo ideológico y queda por cuenta del lector elogiar o estigmatizar esa coherencia»679. Para Andrés Pascal Allende, el aspecto militar constituye una influencia de primera importancia en el MIR, marcando, de esta manera también, la radicalización política de sus militantes. Para el dirigente, las lecturas y estudios de la Revolución bolchevique, en su primera etapa, y el resto de las revoluciones, incluyendo la cubana, hizo que incorporaran desde la hora temprana en sus axiomas políticos el aspecto político-militar de esta organización revolucionaria. «Considerábamos que las Fuerzas Armadas (FF.AA.) eran un brazo de la dominación del Estado y que sin resolver ese problema era muy difícil llevar a cabo una revolución profunda y socialista en la sociedad. Pero no vimos a las FF.AA. como un enemigo completo. Por la influencia de nuestras propias lecturas entendíamos que las FF.AA. tenían también una composición de clases y que había que levantar una política de 678 679
Ibid. Ibid. 305
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clase hacia las FF.AA. Y de ahí la política del MIR, que marca una diferencia con el resto de la izquierda, de trabajar con los oficiales, con las clases, soldados y marineros. En este sentido, levantamos consignas como la de una sola carrera funcionaria, sin divisiones entre oficiales y soldados, por ejemplo»680. El fundador del MIR afirmó que este trabajo comenzó, en un primer momento, por sus propios vínculos familiares y no por una conspiración. En el aspecto militar, Andrés Pascal Allende afirma que estudiaron lecturas de las revoluciones triunfantes; del Movimiento de Liberación de Argelia, en especial Los condenados de la tierra, de Franz Fanon; además, textos de la experiencia en Tierra Santa, en especial el libro de Menajem Beguin, La rebelión en Tierra Santa: Memorias personales del Comandante en Jefe del Irgún Tsevaí Leumí en Eretz Israel; más libros sobre la experiencia antifascista en Europa y la Guerra Civil española. «Todo estos estudios fueron teniendo importancia en la configuración de nuestra política militar, en que no solo se viera como una acción guerrillera, sino en la cual se combinara trabajo miliciano, trabajo con las FF.AA., para llegar finalmente a la conformación de grupos con capacidad de acción»681. Para el fundador del MIR, paralelamente a que se configurara su política militar, iniciaron un trabajo de exploración en diversos territorios de Chile, como Nahuelbuta, Neltume, etcétera. Lo que se trataba era imaginar cómo se articularía la política con lo militar, transitando desde la visión por etapas y mecánica a una acumulación estratégica de fuerza social y política revolucionaria. Es decir, lo militar supeditado a lo político. «Esto estuvo marcado a partir de 1967, a pesar de que comenzamos a realizar ciertas acciones el año 69 como propaganda armada y asaltos a bancos. Diría que solo un 10% de todas las actividades que desarrollaba el MIR en esos años estaba dedicada a lo militar. El grueso estaba dedicado a lo político-social»682.
680 681 682
Entrevista realizada a Andrés Pascal Allende, op. cit. Ibid. Ibid. 306
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Para Andrés Pascal Allende, enfrentar el tema político militar los hizo volver a enfrentarse a su raíz cristiana, explícita o no explícitamente, en cuanto a un sentido ético de la política. «Asalta bancos ya, pero el primero que va a asaltar un banco es Miguel (Enríquez) porque o si no nadie te creía. Y eso te da una fuerza de comunidad, de identidad, te da la fuerza como para arriesgarte a morir por la lucha, porque estás seguro de que tus compañeros van a seguir adelante»683.
5.2.1 El inicio de la militancia Para la mayoría de los militantes del MIR un hito fundamental en sus vidas lo constituyó el momento cuando toman la decisión de comenzar a militar en el grupo revolucionario. Por lo que se puede sostener que las motivaciones para militar en el MIR no corresponden a una decisión fortuita, tal como relatan otras experiencias personales en otros grupos revolucionarios del continente. Andrés Pascal Allende684 sostuvo que diversas razones fueron las que pavimentaron el camino seguido hasta ingresar a la nueva izquierda revolucionaria. En primer lugar, la socialización proveniente de su núcleo familiar materno, ya que su padre era empresario. Desde temprana edad, tuvo acceso a personas del mundo de la política que visitaban a su familia en las casas que tenían en Algarrobo y muchas veces acompañó a su madre a visitar a su tío al Congreso Nacional. «Yo era muy, entre los primos digamos, muy cercano con las hijas de (Salvador) Allende y particularmente con la Tati (Beatriz). Entonces me tocó desde chico conocer a Neruda, a Eduardo Frei Montalva, a una serie de personajes que pasaban por Algarrobo e iban a la casa del Chicho (Salvador Allende) y se ponían a conversar unas tertulias y uno en una esquina escuchaba las cosas que hablaban»685. 683 684 685
Ibid. Ibid. Ibid. 307
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Sin embargo, Andrés Pascal señaló que su familia nunca lo incitó a participar en política contingente, sino que su preocupación primaria fue «social», fundamentalmente nacida de la enseñanza recibida en el ámbito escolar en el Colegio San George hasta donde había llegado luego de ser expulsado de The Grange School. «Fue un momento que me encantó porque los curas que estaban ahí eran norteamericanos, en su mayor parte de la Congregación Notre Dame, y estaban en un proceso de radicalización, compromiso con la realidad social chilena, y a mí me tocó acompañar esos primeros años. Estuve a cargo de las misiones, entonces íbamos a las poblaciones, al campo, a los sindicatos, por ahí comenzó mi preocupación»686. El dirigente y fundador del MIR afirmó que si bien nunca fue creyente, participó en la Juventud de Estudiantes Católicos (JEC) y en algún momento de su vida pensó en ser cura, fundamentalmente porque desde esa posición podía realizar una mejor labor social. «Te pagaban, tenías casa, tenías comida, tenías todo resuelto y tenías una legitimidad para meterte en el mundo social muy grande. Tuve que sopesar eso con que los curas no se podían casar y cuando salí del colegio tuve mi primera polola, así que dije este negocio no es para mí»687. En la misma época, Andrés Pascal afirmó que se consolidó el tema de la lectura de textos marxistas, que se había iniciado en los talleres de literatura y filosofía en los últimos años escolares. Sin embargo, la decisión de mayor trascendencia en este camino de radicalización ideológica fue la de viajar a Cuba, dos años después del triunfo de la revolución, en 1961, por considerarlo un proceso muy atractivo y romántico. En esta opción influyeron sus vínculos familiares, en especial los de Salvador Allende con los hermanos Castro. «Decidí no estudiar en la universidad, para espanto familiar, y se me abrió esta posibilidad de ir a Cuba... mi papá tenía también una empresa de negocios
686 687
Ibid. Ibid. 308
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que exportaba a Cuba, cebollas y otros productos. Y por tanto habían viajes en barco entre Chile y Cuba»688. Andrés Pascal afirmó que pasó un año en Cuba, luego de escoger desempeñarse en la agricultura cerca de Guantánamo, porque algo había escuchado sobre la base norteamericana in situ y pensó que sería un lugar conflictivo. El dirigente mirista señaló que la decisión fue un error garrafal, ya que es el lugar más caluroso de Cuba, pero que le había servido mucho. Se desempeñó como campesino (cabe recordar que era el inicio de la revolución y había un desorden completo), terminando como administrador de una granja ya que era uno de los pocos que sabía leer y escribir, más sumar y restar. Esta labor le permitió acercarse a un director de la granja, militante comunista, con quien leía y discutía de marxismo todas las tardes. Al año de estadía, Andrés Pascal decidió regresar a Chile producto de que tenía la idea que «¿cómo yo estaba disfrutando una revolución que no había hecho? y que había que venir hacer la revolución. Llegué acá y ahí me vinculé, a través de la Tati, mi prima, con el Partido Socialista. Entré a las Juventudes Socialistas, en las Brigadas Universitarias y a estudiar sociología en la Universidad Católica, posteriormente en la Universidad de Chile. Y ahí conocí a Edgardo Enríquez y a un grupo de jóvenes socialistas en Santiago, que junto a otro grupo de socialistas de Concepción, en los que hacía cabeza Miguel y el Bauchi, comenzamos a hacer una fracción»689. A fines de 1963, y principios de 1964, tomaron la decisión de retirarse finalmente del Partido Socialista y a través de la gestión del Sergio Chepo Sepúlveda, socialista trotskista, se incorporaron a la Vanguardia Revolucionaria Marxista (VRM). «Y ahí confluimos varios grupos que posteriormente se reunirían con otros grupos dando origen al MIR»690. En el caso de Félix, la universidad y la pareja constituyen las instancias de socialización que fomentaron su proceso de 688 689 690
Ibid. Ibid. Ibid. 309
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radicalización ideológica y política, hasta llegar a concretar su militancia en el MIR. En 1968 ingresé a estudiar al Pedagógico, luego de venir de nada en el ámbito político. Mi familia era indiferente a esta instancia y solo en 1964, mi padre nos solicitó por un tema de conveniencia participar en la Marcha de la Patria Joven, para quedar bien él en el Ministerio de Relaciones Exteriores donde trabajaba. No por convicción de él ni nuestra691.
Félix afirmó que antes de la universidad, participaba más del mundo espiritual, el camino de los hindúes, estudiando yoga y estudiando música, quizá producto de sus muchos viajes por el mundo. «Entré a la universidad y eso era un motín permanente. Al principio molesto, luego asambleas, luego amistades. Además, mi pareja, la madre de dos de mis hijos, también se le produjo algo similar. Ella era hija de milico, de general de Ejército. Y comenzó a producirse una convergencia entre sus búsquedas y las que yo estaba observando en la universidad»692. Ese tiempo de radicalización ideológica de Félix tiene una breve pausa, cuando decide ir un par de años a Londres. Si bien no tiene relación con la izquierda revolucionaria, sino con la tradicional, Félix afirma que en dicho lugar recibió la influencia de un chileno, Claudio Jimeno693, quien posteriormente el 11 de septiembre de 1973 fue detenido en el Palacio de La Moneda y engrosó la lista de detenidos desaparecidos. «Nos hicimos amigos en un restaurante en Londres porque hablábamos ‘chileno’. Era un tipo extraordinario que me consolidó en una postura de izquierda, él era socialista, la que aún no estaba del todo definida»694. Félix afirmó que había decidido estudiar en Londres, Behavioural Science, carrera que duraba cuatro años, pero en no691 692 693
694
Entrevista con Félix, nombre político, realizada el 29 de julio de 2011. Ibid. Claudio Jimeno Grendi, 33 años, sociólogo, dirigente del Partido Socialista, asesor del presidente Allende. Entrevista con Félix, op. cit. 310
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viembre de 1970, volvió a vivir el proceso de la Unidad Popular desde una postura de izquierda aún no muy definida. Dos hechos internacionales habían marcado fuertemente a Félix en este proceso de radicalización vivido cerca de sus 20 años, el hippismo y la revolución de mayo del 68. «El hippismo, aun cuando era mal visto por la izquierda, era una revolución que sin duda hablaba de cambios radicales a la manera de ver y mirar el mundo que me pareció absolutamente atractiva. Nada de prejuicio en torno a eso, quizás de algunas prácticas o de algunas versiones chilenas que eran muy burguesas y superficiales. Pero el hippismo como fenómeno me parecía tan importante como lo fue la revolución política»695. Félix sostuvo que dentro de las izquierdas se produjo un rechazo a la práctica hippista por el consumo de drogas, por una cuestión más bien de relajamiento y de contemplación más que de acción. «Pero visto a la luz del tiempo, yo diría que fueron dos fenómenos paralelos que se dieron en el mundo: la caída de las utopías que hace surgir el hippismo y también la izquierda que se radicaliza y se difunde por el mundo como una forma colectiva de avanzar en materia política. La Revolución Cubana, lo sucedido en Laos, Camboya, Vietnam, la misma Unidad Popular, generó un escenario de agitación que promueve e invitaba, a mí me invitó al menos, a deliberar en torno a esa ecuación que se tejía en esos minutos que era la izquierda al poder. No la izquierda como una teoría que había que rumiar, sino una izquierda a la acción»696. Por otro lado, para Félix los sucesos del mayo francés, que le tocaron vivirlos en Europa, demostraron que era absolutamente posible atacar al sistema a través de la movilización social. «El mayo francés demostró que se podía de una manera disruptiva atacar al sistema y tener eco. Se demostró de una manera contundente que la movilización social era capaz de hacer cosas que no eran plausibles en ese momento o no se habían concretado, eran cuestiones muy esporádicas que ocurrían en hitos históricos. Eso le da una especie de accesibilidad, de una manifestación colectiva 695 696
Ibid. Ibid. 311
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mucho más accesible. No es el asalto al cuartel Moncada o la toma de la Bastilla, cosas muy grandes. Esta era una cosa que todos podíamos hacer»697. Por otro lado, Félix sostuvo que en 1968 sucede otro hecho importante en su radicalización ideológica, la muerte del Che Guevara. En un principio, la figura en vida del Che era la de un símbolo completamente inalcanzable, una figura histórica. «No era lo que después se convirtió. Al revés, murió y se fue transformando en una opción real, en un ejemplo. El Che fue el máximo ejemplo de valentía, consecuencia, lucidez; además, de representar el internacionalismo revolucionario. Lo sucedido selló la imagen del Che Guevara como el máximo ejemplo a seguir»698. Félix afirmó que se abstenía de decir que sería como el Che, que continuaría la guerra revolucionaria e internacional, sino, más bien, el ejemplo a seguir de consecuencia, de valentía y una moral. Félix afirmó que su decisión de ingresar al MIR, radicalización política, se debe fundamentalmente al ejemplo de todos sus líderes, Miguel Enríquez en especial, compromiso y riesgo; por sus postulados de no al aparatismo y sí al sustento social que iban teniendo progresivamente; había otros de la época que eran foquistas. «No había movimiento revolucionario si no había sustento social que lo respaldara. Eso era algo original que lo supe yo en ese momento y que era algo original en los movimientos revolucionarios de la época. Y era en mi movimiento una exigencia, no que es mejor... y quizás nos da... no. Era una exigencia»699. Además, para Félix influyó en su decisión de ingresar al MIR, el perfil político del mirista. Era prístino y novedoso en el mapa chileno. «Me impresionó, además del perfil físico, el bigotito y toda esa cosa, que la gente que me ayudó a entrar eran personas muy sencillas, muy suaves, de muy buena actitud, muy solidarias, muy sobrias y trabajadoras. Pero lo que más me impresionaba es 697 698 699
Ibid. Ibid. Ibid. 312
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que siendo un movimiento revolucionario, era gente de una paz, de un comportamiento pacífico. De una manera de relacionarse con la gente de su propio partido y con los otros absolutamente amigable, amistosa. Otra cosa eran sus postulados y el combate que había que hacer en contra de sus enemigos»700. La imagen que tenía Félix del perfil de un revolucionario era de un tipo grave, más bien violento, de pocas palabras rimbombantes, que no sabe de dónde la sacó, pero que en el MIR se encontró con todo lo contrario. «Encontré gente muy arrojada, muy humilde de manera de ser, valiente, consecuente donde una de las consignas que más me marcó fue: ‘Decir y hacer en concordancia’. La teoría y la praxis revolucionaria en una sola trenza»701. De modo similar, para Gregory Randall igual influye el conocimiento de personas y la socialización con ellas en su radicalización política. «Recuerdo a los compañeros que empezaban a llegar del Brasil. Gabeira era un miembro del grupo guerrillero Movimiento Revolucionario 8 de Octubre (MR8), que había participado en el secuestro del embajador norteamericano en Brasil. Con esa acción habían logrado la liberación de un numeroso grupo de presos políticos que llegaron a Cuba junto al comando. Varios de ellos se hicieron buenos amigos de mis padres y compartíamos algunas veladas. Con ellos fui a aprender el tiro al blanco un par de veces. Entre los visitantes asiduos de casa recuerdo también a Ceferino y un amplio grupo de mexicanos que eran los restos de las guerrillas que lideraron Genaro Vázquez y Lucio Cabañas en el estado de Guerrero. Alguna vez nos invitaron a comer sopa de caracoles, una rareza. Eran campesinos de rasgos recios que cargaban sus recuerdos y parecían estar allí definitivamente, sin grandes posibilidades de volver a México»702. Además, Gregory Randall, pese a su corta edad, afirma haber estado muy influenciado por la Guerra de Vietnam. De hecho, 700 701 702
Ibid. Ibid. Gregory Randall, Estar allí entonces…, op. cit., p. 40. 313
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visitaba la embajada del país asiático en Cuba. «Nos daban clases de vietnamita. Con orgullo contaba hasta 10 en ese idioma. Me sabía de memoria los nombres de las batallas y de los héroes vietnamitas como el general Giap. Iba llevando en la cabeza el avance de las hostilidades. Yo era un niño, pero esa guerra me marcó como a la generación de mis padres»703. Otro hecho que marca claramente a Gregory Randall, sucedió a fines de 1974, cuando supo del enfrentamiento en calle Santa Fe, Santiago de Chile, donde había muerto Miguel Enríquez. «Su figura de líder de la resistencia chilena contra Pinochet nos conquistó a todos. Recorté una foto suya en el diario y convencí a Manuel de que hiciera un óleo a partir de ella. Durante varios días, quizás semanas, se esmeró haciendo la obra. Pasamos mucho tiempo en el taller de pintura. Al final terminó un cuadro que me parecía muy bien logrado y que regalamos a los compañeros del MIR chileno con toda la pompa de que fuimos capaces»704. La llegada de exiliados chilenos a Cuba provocó que Gregory Randall conociera más de cerca lo sucedido en Chile y que recibiera educación política de algunos miembros del MIR. Posteriormente ingresa al Comité Cubano de Solidaridad con Chile, junto con una docena de muchachos de diversos países de América Latina. «El MIR de Chile nos proponía organizarnos y trabajar en la solidaridad con su lucha. Para mí esas palabras eran un canto dulce que esperaba hacía tiempo. Durante años había visto pasar a los compañeros. Casi todos venían cargados de historias heroicas. Algunos partían de nuevo, sigilosos, para reincorporarse a la lucha, como Roque Dalton que había sido asesinado en El Salvador pocos meses antes de esa reunión que yo tanto había esperado»705. Randall relata que dirigían este comité otros jóvenes como él, quizá dos años más grandes. «Eran jóvenes, pero me parecieron sabios a pesar de que seguramente ellos habían empezado su propio camino en ese mundo poco tiempo antes. La primera tarea 703 704 705
Ibid, p. 43. Ibid, p. 64. Ibid, p. 109. 314
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que tuve fue recopilar información sobre Manuel Cabieses, el dirigente del MIR y director de la revista Punto Final, que estaba preso en Chile y por cuya libertad se organizaba una campaña internacional. Trabajé en ello con toda la seriedad de que fui capaz y con el corazón henchido de orgullo»706. Randall relata que en 1977, junto con un grupo de jóvenes chilenos y latinoamericanos, habían comenzado a militar en la juventud del MIR. «La gesta chilena nos había marcado a todos. La actitud heroica de Miguel y de sus compañeros nos parecía un ejemplo de coherencia revolucionaria»707. Eran los tiempos del «Plan 78», pero esto es parte de otra historia y de otro libro. Randall afirma, por último, que «los cubanos ofrecieron su más absoluto apoyo. Cientos de compañeros llegaban a Cuba desde sus países de exilio legal. Se entrenaban por meses y partían por sinuosos caminos hacia su puesto en Chile. Se montó una estructura discreta que recibía a la gente, la seleccionaba, la formaba y se encargaba luego de encaminarla al frente. Algún día se deberá escribir la historia de ese aspecto de la resistencia chilena, con sus errores y sus aciertos. Espero que los que lo hagan logren transmitir la energía y la belleza de esa entrega generosa»708. Gregory Randall, siendo ya militante de la juventud del MIR y estudiante de ingeniería en telecomunicaciones, fue contactado por un compañero del MIR, quien le propuso trabajar en un proyecto especial: radio Liberación. «La radio tenía la misión de romper el cerco informativo y poder hacer escuchar la voz de la resistencia. También era una herramienta de propaganda y de combate a la dictadura, pues el solo lograr una transmisión significaba en sí misma una acción victoriosa: algo que el régimen no controlaba»709. Por otro lado, Enérico García Concha cuenta que su militancia en el MIR comenzó en 1968. «Los caminos que llevan a 706 707 708 709
Ibid, pp. 109-110. Ibid, p. 165. Ibid, pp. 165-166. Entrevista con Gregory Randall, op. cit. 315
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esa militancia tienen que ver con una serie de circunstancias, o suertes, según se mire. Algunas relacionadas con el entorno familiar, abierto al mundo, sin duda alguna y sin que sea necesario ahondar en este aspecto. Otras relacionadas con hechos mínimos, accidentes o coincidencias. Como lo fue enfermarse de influenza en 1961 y tener una radio. Del 15 al 20 de abril me tocó vivir acostado en una cama con la radio prendida. Ocurre que esa radio relataba minuto a minuto todos los acontecimientos que estaban sucediendo en torno a la invasión de Bahía Cochinos. Si la pregunta es por tanto: ¿cómo uno llega a la militancia revolucionaria?, una respuesta posible es ‘enfermándose de influenza’; otra respuesta es ‘estando atento a una serie de hechos que ocurrían en el mundo’ como la decisión norteamericana de invadir Vietnam»710. Enérico García también relata que el componente de «suerte» provino de contar con unos especiales amigos del barrio. «Nosotros, a los 14 años, discutíamos y hablábamos sobre las contradicciones chino-soviéticas, sobre la necesidad de reconstruir un mundo diferente, porque el que había ya en esa época, no nos gustaba»711. En una oportunidad relata –García Concha– el grupo de amigos, entre los que estaban Carlos Ominami y Mario Superby, roba unos duraznos al almacenero de calle Fleming, en La Condes. Este los sorprende y les dice que si algunos de ellos se comen 12 duraznos seguidos, lo pueden seguir haciendo. «El que le puso más empeño fue Carlos Ominami. Llegó hasta once duraznos y medio. Después vomitó. De cualquier manera, mis anotaciones son al margen. No hay ninguna ley que impida robar duraznos y discutir las contradicciones chino-soviéticas a los 14 años»712. En el caso de Juan Patula Saavedra, fundador del MIR, desde que se marginó del Partido Radical, producto de su radicalización ideológica provocada por la Revolución Cubana y la imagen de Fidel Castro y el Che, de la heroica lucha del pueblo vietnamita, 710 711 712
Enérico García Concha, op. cit., p. 19. Ibid. Ibid. 316
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a la disputa chino-soviética, las luchas de liberación nacional, mantuvo un trabajo político independiente. Un pequeño grupo de personas nos habíamos nucleado en el Grupo Lautaro y, finalmente, nos sumaríamos BM HSVQP EF .JHVFM &OSÎRVF[ #BVUJTUB WBO 4DIPVXFO Jorge Gutiérrez, Marcelo Ferrada y otros, que se habían separado de la Juventud Socialista a comienzos de 1963, por mantener ideas más avanzadas y radicales que las del partido oficial713.
Juan Saavedra siguió trabajando codo a codo con los herNBOPT&OSÎRVF[ DPO#BVUJTUBWBO4DIPVXFOZMPTPUSPTKÓWFOFT universitarios hasta confluir con las otras organizaciones revolucionarias, integradas por sindicalistas, obreros, pobladores, etcétera, que darían origen al MIR. «Llegué a la adolescencia remecido por un terremoto e impactado por la Revolución Cubana que me interpretaba; transcurrí mi vida de estudiante preparando la revolución socialista continental a la que nos llamaba el Che Guevara, y con ello participé en la fundación del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR»714. He visto varias monografías sobre la historia del muchas de las cuales establecen que fue fundado por estudiantes de la Universidad de Concepción. Creo que se equivocan. A la constitución del MIR concurrieron muchos que no tenían este común denominador; incluso la delegación de Concepción estaba integrada no solo por estudiantes, sino que también por miembros de grupos trotskistas715. MIR,
Juan Patula Saavedra sostiene que sabían que las diversas interpretaciones del marxismo, representadas por los partidos tradicionales, no daban respuesta a sus inquietudes, ni posibilitaban la revolución que anhelaban para Chile. Afirma, además, que la propuesta del Che Guevara era interesante, pero su teoría 713 714 715
Juan Saavedra Gorriateguy, op. cit., p. 36. Ibid, p. 14. Ibid, p. 46. 317
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del foco guerrillero y que una vanguardia decidida era capaz de desencadenar un proceso revolucionario, no parecía aplicable en Chile, por su caracterización cultural, económica, geográfica, demográfica y social. «Debíamos buscar algo nuevo, y esa era la obsesión de Miguel, que plasmó en sus tesis revolucionarias, donde la viga maestra era ‘Las condiciones básicas para el inicio de la insurrección’»716. Por otro lado, Arinda Ojeda, Cristina Chacaltana y Soledad Aránguiz ingresaron al MIR durante la Unidad Popular, período en que –a pesar de haber una mayor apertura política– el trabajo en esta orgánica ya era clandestino. «Por ser un partido de cuadros, donde cada integrante debía aspirar a su militancia para ser aceptado, la forma masiva de ingresar era a través de los frentes de masas, ya sea de trabajadores (Frente de Trabajadores Revolucionarios, FTR) o estudiantes (Frente de Estudiantes Revolucionarios, FER)»717. Estas tres mujeres se integraron al MIR a través de estos frentes, convirtiéndose luego en militantes. En los casos de Cristina Chacaltana y Arinda Ojeda –quienes trabajaban para el Estado–, su filiación política se mantuvo clandestina, a diferencia de Soledad Aránguiz que aún cursaba la secundaria. «Mantener la militancia en reserva tenía relación con lo radical que el MIR era observado aún durante estos años de mayor libertad, tanto por la preparación militar por la que este partido abogaba, así como los asaltos bancarios que realizó anteriormente a modo de ‘recuperaciones de capital’. Exponer abiertamente la pertenencia a esta organización implicaba posibles represalias al momento de acciones no autorizadas o problemas de confianza, como en el caso de Arinda Ojeda quien trabajaba para la marina»718. En los testimonios de estas tres mujeres, dos argumentos prevalecen respecto de la opción por ingresar al MIR: lo revolucionario del cambio propuesto por esta orgánica, rasgo que la diferenciaba del resto de partidos pertenecientes a la izquierda 716 717 718
Ibid. Tamara Vidaurrázaga Aránguiz, op. cit. Ibid. 318
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tradicional; y las características personales de los y las miristas, quienes las atrajeron por su consecuencia, integralidad y convicción, según las palabras de estas militantes. Arinda Ojeda señaló que entró al MIR en los años setenta. «Provenía de una experiencia de comunidades de base, en esa época yo era cristiana (...) llegué a Concepción a trabajar a los 21 años. Antes vivía en Temuco, estudiaba química en la Universidad de Chile en Temuco. Yo soy química analista. Estudié en la Chile de Temuco y me vine a Concepción en el año 67 a trabajar a Asmar, en los astilleros de la Armada, en Talcahuano (...). En realidad primero fui FTR porque yo era trabajadora en esa época, y fui FTR. Alcancé a estar en el FTR como un mes y me plantearon que entrara al partido a militar. O sea, me salté las otras instancias, y fue bien simpática la experiencia, porque yo tenía mi bebé recién nacido, y como yo trabajaba en Asmar, era militancia clandestina porque era dentro de las Fuerzas Armadas, entonces me plantearon que renunciara públicamente en una asamblea del FTR, que dijera que me iba. Fue simpático porque el comentario de la gente fue, ‘claro, así son las mujeres, se fue para su casa’. Entonces ya no fui más al FTR»719. La radicalidad de la propuesta mirista fue crucial para Arinda al momento de decidirse por esta orgánica izquierdista. «Con la situación que se vivía en esa época, me di cuenta de que eran puros parches y que en realidad en Chile lo que se necesitaban eran cambios profundos, y eso llevaba a optar por una definición política, y dentro del espectro político, a mí lo que me convenció fue el MIR. No porque conociera programas y proyectos, sino que porque no me convencían los partidos tradicionales, entonces pensé en la izquierda revolucionaria»720. Para Soledad Aránguiz, la gran diferencia del MIR respecto de los otros partidos de la época eran las cualidades de sus militantes, a los que aún considera como los y las mejores. «La gente del MIR tenía siempre los mejores argumentos, eran los más informados, los que discutían mejor. Todavía hoy creo que 719 720
Ibid. Ibid. 319
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los más coherentes, los más arriesgados, los más valientes, los más argumentativos, estuvieron en el MIR. Muchas veces vi en los miristas este grado de involucramiento. Los militantes se destacaban porque eran integrales, muy buenos (...). Los miristas tenía el poder de los argumentos, los otros tenían consignas, pero no convencían. Y yo todavía creo que en toda la historia de Chile, y hasta ahora, no ha habido mejor proyecto que lo que quería hacer el MIR. Hubo una cultura mirista que todavía creo es lo mejor que ha habido. Eran muy consecuentes e integrales en muchos planos de la vida, no solo en lo político»721. Para Soledad Aránguiz, también las amistades constituyeron un faro a seguir. En este caso ella tiene una compañera de liceo que constituía un referente: María Isabel Joui, tanto en el plano ético e intelectual como en el estético, aspectos en los que era imitada por Soledad Aránguiz y sus amigas del Frente de Estudiantes Revolucionario (FER). María Isabel Joui722 representaba para sus compañeras un ícono de la contracultura, vistiéndose al contrario de los dictámenes de la moda, y resaltando por ello entre las demás. «Al imitarla, Soledad y sus amigas optaban por desechar lo superfluo y el arquetipo femenino cuyo objetivo es agraciarse ante los ojos masculinos. Los jeans y bototos marcaban una nueva moda entre ellas, una estética ‘revolucionaria’ más acorde a sus ideales y que todas seguían religiosamente»723. Según cuenta Soledad Aránguiz, María Isabel Joui era respetada por todos los del liceo, incluso los profesores, porque tenía las mejores notas, y sabía discutir respetuosamente. «Hacía una lectura de lo que decía el Che, y nos decía que teníamos que ser las 721 722
723
Ibid. María Isabel Joui Petersen, 19 años de edad, estudiante de economía de la Universidad de Chile, fue detenida el 20 de diciembre de 1974, por agentes de la DINA, en calle Compañía 1741, departamento 4, de Santiago. Hasta la fecha, María Isabel Joui Petersen y su esposo, «Renato Sepúlveda Guajardo siguen en la calidad de detenidos y desaparecidos, sin que alguna autoridad IBZBJOGPSNBEPTPCSFTVEFUFODJÓOZEFTUJOPvIUUQXXXNFNPSJBWJWB DPNEFTBQBSFDJEPT%+NBSJB@JTBCFM@KPVJ@QFUFSTFOIUN DPOTVMUBEP FM de mayo de 2011). Ibid. 320
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mejores de las mejores en todo, tener buenas notas, informarse, para que no tuvieran razones para echarnos aunque fuéramos del FER. A ella, a pesar de que sabían que era del FER nunca la echaron, nunca una profesora votó en el Consejo de Profesores porque la echaran, ya que era la mejor, de cuarto medio salió con promedio siete, o sea, que además era súper inteligente. Ella tenía un carisma muy fuerte, muy seductor. Tenía un compañero que se llamaba Renato. Él estudiaba medicina, pero recién en primer año, y yo lo veía como un hombre grande. Ahora me da risa pensar lo maduros que los veía, aunque en realidad eran bien chicos de edad»724. En el caso de Cristina Chacaltana, ella decidió entrar al MIR tras observar lo que sucedía en otros partidos, especialmente la Juventud Radical, en la que participó y con la que no se sintió conforme. «Yo había escuchado del MIR, pero sin todavía estar involucrada. Recuerdo que un día me invitaron a participar en el trabajo voluntario y la tarea era limpiar un basural en la comuna de Renca y había que transformarlo en una plaza. Allí me encontré con distintos compañeros de las Juventudes Comunistas, Socialistas y Radical Revolucionaria. Esto me sirvió para percatarme de cómo se trabajaba. Entonces me di cuenta de la cosa de clase. Fui descartando a los socialistas porque encontraba que no me representaban. Después vi a los comunistas y tampoco, cuando trabajé con la Juventud Radical Revolucionarias tampoco, porque nos tocó trabajar también ahí en Renca, en unas casas que había en una toma, y me doy cuenta de que los militantes, que eran militantes de años, eran súper clasistas»725. Para Cristina Chacaltana los métodos radicales y los cambios profundos que en política proponía el MIR terminaron por convencerla para militar en la organización. «Siempre escuché que eran los más rebeldes y en ese momento querían hacer todos los cambios. En mi familia siempre escuché a mi papá que fue radical, decir que a través de los votos logras un tipo de democracia donde no están exentas las divisiones, y que esto era algo normal 724 725
Ibid. Ibid. 321
Sergio Salinas Cañas
que sucediera. Además, veía que el MIR estaba proponiendo algo que no estaba probado, era diferente. Entonces decía: ‘Bueno, a través de las armas a lo mejor las cosas son distintas’. Y eran distintas de cómo llegar al poder y además nunca se había visto un proceso así. Yo decía que a través de los votos son puras discusiones, y como siempre escuché a mi papá que decía que siempre en la política hay distintas opiniones pero se llega a lo mismo, entonces yo decía que allí sería distinto»726. Para Cristina Chacaltana, la entrega de los y las militantes del MIR a la causa política constituía uno de los ejes del lirismo, tal como había acontecido con el ejemplo de Ernesto Che Guevara. «Veía en los compañeros del MIR gente sacrificada, no vi las diferencias en el trabajo cotidiano que vi en otros lados. Veía que ellos tenían otra actitud y no ponían condiciones para hacer sus cosas: Iban a las poblaciones, eran entregados, hacían toda esta parte de la organización de los campamentos, iban allá, conversaban con la gente. Veía que se movían, que eran organizados, y no les ponían obstáculos a esas personas. Entonces era distinto a lo que había visto, que por ejemplo en la juventud socialista era más marcado, distinto»727. Otro tema que resultó fundamental, para la decisión de militar en la agrupación fue tanto para Cristina Chacaltana como para Soledad Aránguiz el tipo de dirigentes que tenía el MIR. Ellas recuerdan con especial admiración a Miguel Enríquez y Bautista WBO4DIPVXFORVFmBTVKVJDJPmSFQSFTFOUBCBOMPTNFKPSFTSBTHPT de los y las miristas. Estos líderes fueron para Soledad Aránguiz leyendas vivas a las que tuvo acceso: jóvenes idealistas que se decidieron por el camino revolucionario a pesar de no necesitarlo. «Cuando yo veía a dirigentes como el Miguel Enríquez o el Baucha, que mucha gente criticaba porque era burgueses, yo pensaba al revés, que si ellos están aquí –en el MIR– sin tener necesidad, era porque lo que queríamos realmente era lo correcto, y por eso podían arriesgar hasta su vida. La gente criticaba al MIR diciendo que lo habían fundado unos estudiantes, gente 726 727
Ibid. Ibid. 322
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burguesa que de aburridos inventaron el MIR, porque eran unos rebeldes sin causa y estaban en contra de todo, nada les gustaba. Pero yo lo tomaba de otra manera, porque precisamente porque ellos no tenían necesidad de estar allí, e igual estaban, es que yo también tenía que estar en el MIR. Había una consistencia, un razonamiento que no se podía negar»728. Soledad Aránguiz cuenta que cuando tenía como 16 años locuteaba un programa en la Radio Nacional, que había sido comprada por el MIR. En una «el Baucha pasó por ahí un día y nos dio unos consejos de oratoria. Para mí era como ver un artista, como para pedirle un autógrafo. Tuve para estar contando una semana que el Baucha había pasado por la radio y nos había estado conversando. Ellos eran como héroes para mí, pero héroes en vida. En el gobierno anterior habían estado clandestinos y habían hecho hasta asaltos a bancos, o sea, que lo que hablaban no era pura teoría, ellos se habían arriesgado, y eso también le daba más sentido a nuestro proyecto. El MIR tenía una mística que ni el PC ni el PS tenían ya; quizás el PC la tuvo antes con los mineros o los obreros, pero ya no lo tenía. Estos dirigentes eran seres vivientes, no eran historia sino presente»729. Para Cristina Chacaltana, Miguel Enríquez y Bautista van 4DIPVXFOUBNCJÊOTFHSBCBSPOFOMPTSFDVFSEPTEFTVTQSJNFros años de militancia. «Los miraba con mucha admiración. Eran personas que en ese tiempo para mí eran claras. Primero que nada veía a personas jóvenes, profesionales, pero que eran líderes, que hablaban bastante claro y, eran coherentes, uno les entendía, eran sencillos»730. Soledad Aránguiz comenzó su militancia oficial en el verano de 1973, durante los trabajos voluntarios del FER, donde participaba como liceana. Por otra parte, Cristina Chacaltana lo hizo durante su encarcelamiento en Villa Grimaldi, si bien ella siempre se sintió parte del partido, dado el trabajo que realizaba desde la Unidad Popular en el FTR. Al ser detenida el año 1975, Cristina 728 729 730
Ibid. Ibid. Ibid. 323
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Chacaltana trabajaba en la resistencia. «Hacíamos el trabajo de agitación y propaganda en el centro de Santiago. Estando en el campo de Tres Álamos una compañera me dijo que yo pertenecía al MIR y de simpatizante pasaba a ser militante después de haber pasado por la tortura y por mi comportamiento en la Villa Grimaldi731». En el caso de Arinda Ojeda, ella se incorporó a militar a través de un excompañero de universidad y no por su esposo, a pesar de que él ya era un dirigente público del FTR. Incluso ella se dedicaba a tareas clandestinas sobre las que su marido no tenía manejo ni información alguna. «El que me empezó a hablar primero fue un amigo con el que habíamos sido compañeros en la universidad. Él en esa época era democratacristiano, de la época de la marcha de la Patria Joven, toda esa parte. A mí me toca la universidad en los años en que sale Frei. Él era DC y después me lo encuentro en el MIR (...). Con él empiezan las primeras conversaciones»732. Arinda Ojeda provenía de una experiencia de comunidades de base cristianas, en la que participó junto a quien después se convirtió en su marido. Si bien el cambio de las comunidades cristianas al MIR no significó una crisis de fe, sí implicó decidirse por los cambios enérgicos que proponía esta organización revolucionaria. «Yo estuve dentro de la Iglesia en ese momento relacionada con los cursillistas, con el movimiento de Cristianos por el Socialismo, con toda esa cosa. Pero me di cuenta de que en realidad los cambios que se necesitaban en este país no era para que los hiciera un movimiento cristiano, tenía que haber una organización política, un partido. Y por supuesto cuando entré al MIR no pensé lo que eso significaba de ahí en adelante para mi vida. Yo no hice una opción así: ‘Yo, por la revolución’, el resto se fue dando. Uno empieza a militar. Eran los terribles años de la Unidad Popular, para nosotros, porque no se dormía,
731 732
Ibid. Ibid. 324
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sobre todo para los que eran trabajadores en esa época. Y sobre todo trabajadores con militancia clandestina»733. En el caso de Sandra, la explicación de su ingreso al MIR se encuentra en la enseñanza política que recibió en su núcleo familiar, especialmente a través de su padre. «Y nosotros desde muy chicos empezamos a escuchar en la casa de Allende, del sindicato, porque mi papi era dirigente en su sindicato, entonces el día domingo cuando estaba todo el mundo sentado a la mesa para comer, mi papá nos contaba cómo le había ido en la última reunión del sindicato, cuántos puntos había ganado en el pliego de peticiones, fuimos como muy politizados desde muy chicos, crecimos en un ambiente así»734. En el caso de Rebeca, son sus hermanos mayores los que fueron entregándole ideas más progresistas, más laicas, más de justicia social y «eso cristalizó que para las elecciones de la Unidad Popular ya habían dos, una hermana y un hermano, que eran partidarios de los cambios profundos»735. Posteriormente, su hermana mayor «conoció en tiempo de la Unidad Popular a un dirigente sandinista (...) y se involucró con toda la lucha del Frente y se fue estando Allende en el poder; se fue a Cuba, en realidad, para que allá se entrenara (...); con mi otra hermana pasó lo mismo; pero ella se fue después del Golpe, se fueron y las dos se hicieron sandinistas»736. Rebeca también menciona a su madre como un impulso en su opción revolucionaria. «Mi mamá era antinorteamericana, no le gustaba las cosas como los valores de la sociedad dominante, hipócrita, entonces ella de alguna manera transmitió una cosa muy auténtica como persona y yo creo que ahí está la base de por qué, en esta familia, la mayoría optó por este camino»737. En el caso de Andrea, se vuelve a repetir la idea de la enseñanza valórica como sustento explicativo de la opción por la militancia revolucionaria: «Tenía un tío que era comunista y una 733 734 735 736 737
Ibid. Marlene Martínez Ángel, op. cit. Ibid. Ibid. Ibid. 325
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tía que era mirista (...) como que mi tío que era comunista era más cobardón. Y mi tía que era mirista, era más osada, más comprometida y todo, y los dos más o menos de la misma edad»738. Lucía argumenta su militancia revolucionaria como una opción consecuente con su formación cristiano-valórica: «Tuve una formación bajo la iglesia católica (…) y era militante católica en ese tiempo, se podría decir, porque estuve en la JEC, en la Juventud de Estudiantes Católicos... o sea, yo tuve una formación bien profunda en ese ámbito; soy de los sectores que llegaron desde una opción católica, moral, ética, al mirismo»739. De forma similar opina Julián Bastías Rebolledo, quien señala que fue una decisión muy difícil optar por ingresar al MIR, fundamentalmente porque la utilización de la violencia iba en contra de sus principios cristianos. «Yo veía que mis compañeros de la Parroquia Universitaria que se acercaban al MIR o a posiciones de ruptura con el régimen dominante, se daban el tiempo de descubrir a los autores marxistas, las estrategias o tácticas militares. Con mucho dolor trataban de entender, como yo, la necesidad de la violencia revolucionaria»740. Julián Bastías afirma que su «mundo cristiano» igual se preparaba para una probable aguda lucha de clases, «se decía que si el pueblo iba, nosotros íbamos. Había que radicalizarse con nuestro pueblo. Él era ‘el único Señor de la historia’, como diría Germán Cortés, sacerdote asesinado durante la dictadura»741. Julián Bastías narra que eran pequeños embriones de cristianos partidarios de la opción por los pobres que constituyeron posteriormente lo que se conoció como Cristianos por el Socialismo, influenciados por Paulo Freire y una reflexión y práctica pastoral referenciada años después como teología de la liberación. En 1966, Julián Bastías funda en la Universidad de Concepción la primera asociación pro-indigenista, el grupo Ayllu, 738 739 740
741
Ibid. Ibid. Julián Bastías Rebolledo, Memorias de la lucha campesina, Santiago, Lom Ediciones, 2009, p. 13. Ibid. 326
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ya militaba en el MIR desde el año anterior. Entre 1966 y 1968 asume como encargado campesino del Comité Regional de MIR. En nuestras salidas con algunos miristas e ‘indigenistas’ se producía una convivencia que nos permitía a todos aprender de los mapuches durante nuestra estadía en las reducciones. Los lazos de fraternidad que cultivábamos parecía que nos protegían de una realidad desconocida, y más llevaderas nuestras críticas y autocríticas742.
Julián Bastías debatió con su amigo Darváez la idea de ir a las reducciones mapuches más combativas, «con la frase favorita de Luciano Cruz citando a Dantón: ‘Para hacer una revolución se necesitan tres cosas: audacia, audacia, audacia’»743. La idea era entregarle el apoyo solidario de parte de los universitarios, del MIR, la Federación de Estudiantes de Concepción (FEC) y del grupo Ayllu. «Lo que nos interesaba era que los mapuches más combativos no se aislaran, que se sintieran apoyados y, por otro lado, que los universitarios descubrieran la forma en que vivían nuestros aborígenes»744. Julián Bastías señala que el trabajo desplegado en la zona conflictiva le permitió ganar la confianza de Miguel Enríquez, -VDJBOP$SV[ #BVUJTUBWBO4DIPVXFO +PSHF'VFOUFTZPUSPT «Buscaba asiduamente el reconocimiento de mis camaradas, sin dejar de lado mi real compromiso con mi pueblo aborigen»745. Sin embargo, en 1967 la discusión al interior del MIR –como afirma Julián Bastías– sobre el trabajo con campesinos e indígenas era intensa. «Los ideólogos, sociólogos y consejeros políticos del MIR se apresuraron a volver a citar a Lenin, en donde criticaba la conciencia política de campesinos y pueblos aborígenes»746. Julián Bastías afirma que para seguir en el MIR le fue necesario comprobar que los obreros eran permeables a los planteamientos miristas y que los dirigentes supieran llegar a ellos. 742 743 744 745 746
Ibid, p. 12. Ibid, p. 22. Ibid. Ibid, p. 23. Ibid, p. 31. 327
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«En caso contrario, volvería al Partido Comunista, el partido de la clase obrera chilena, en donde yo había militado desde los 15 años»747. Lo que a juicio de Bastías finalmente ocurrió, motivándolo para convertirse en un revolucionario profesional y un activista campesino. Para Julián Bastías el triunfo electoral de Salvador Allende no cambiaba nada. El MIR había aprendido que la propaganda teórica era insuficiente y que solo una participación en una lucha real «podía hacer de un grupo social específico, que nos interesara para nuestra estrategia, un grupo de apoyo para la guerrilla»748. Desde la misma opción cristiana proviene Kiko, para quien ciertos personajes y sucesos lo marcaron mucho en su radicalización ideológica: el Che Guevara y Camilo Torres. «Entonces me cuestioné seriamente los esquemas, esos que me habían enseñado en el colegio... me di cuenta de que había una situación de subdesarrollo económico-social aquí, y que la misión de la universidad y la misión de una persona era contribuir a que cambiaran esas cosas, y que la manera de hacerlo era a través de un cambio de estructuras sociales, políticas y económicas... a esas conclusiones llegué el año 1967»749. Posteriormente, Kiko le solicita a los líderes de grupos políticos que había en ese momento en la Universidad de Concepción que le presentaran y mostraran el programa que tenía cada uno de sus partidos (Democracia Cristiana, el Partido Radical, el Partido Comunista, el Partido Socialista). «Y fui y conversé y estudié con ellos. Entonces, ellos se extrañaban porque yo aparecía como representante de la Democracia Cristiana, en una de las funciones más importantes a nivel de la Federación de Estudiantes, donde empezamos a hacer la reforma de la universidad750». También me fui a conversar con algunas personas cristianas que vivían en Arauco, y que habían hecho un proyecto a mediados de los años sesenta. Vinieron de 747 748 749 750
Ibid, p. 37. Ibid, p. 87. Ximena Goecke Saavedra, op. cit., p. 47. Ibid, p. 47. 328
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la Universidad Católica de Santiago como un grupo de profesionales recién egresados a trabajar a Arauco, porque era la provincia de Chile más pobre en ese momento... un sociólogo, un economista, un profesor, enfermeras, matronas, y unos médicos estaban en Curanilahue. Entonces, había toda una dinámica de refundar una iglesia más pobre y más auténtica, en lo cual yo estaba profundamente metido y profundamente imbuido, y de buscar realmente qué es lo que era ese hombre nuevo acerca del cual también el Che Guevara hablaba y Camilo Torres751.
Kiko afirma que comenzó a leer toda la literatura que estaba a su alcance: Maritain, Pierre Teilhard de Chardin; las encíclicas: Rerum novarum, Quadragesimo anno; la historia de los países de América Latina, no como se la habían enseñado en los libros de Francisco Frías Valenzuela... «de manera cronológica, estudiando la fecha en que había ocurrido tal o cual evento, sin enseñar el contenido. La significancia de ellos me sorprende que hasta el día de hoy se siga empleando en la educación»752. Posteriormente, conoció a Aníbal Quijano, a Clotario Blest, a Luis Vitale, «que era otro de los fundadores del MIR, que era trosko, que también estaba escribiendo una historia de Chile, y me hablaba de ella, conocí a brasileños y argentinos que habían venido a Chile y daban vueltas por Concepción; leí a los economistas latinoamericanos de la época, empezando por los del Banco Interamericano de Desarrollo»753. Según Kiko se le llenó de ideas su cabeza hasta que se dio cuenta de que lo mejor para llevarlas a cabo era esta gente joven, que eran del Movimiento de Izquierda Revolucionaria y que además tampoco coincidían con los comunistas y los socialistas. «Ahora bien, el año ‘67, yo hice mi ingreso personal al MIR: un día fui a donde uno de mis amigos con el cual trabajaba en la Reforma Universitaria, que era un médico que había sido presidente de la escuela [del Centro de Alumnos] y se llamaba Bautista WBO4DIPVXFO ZMFEJKFA0ZF NJSBWFOHPBIBCMBSDPOUJHPB 751 752 753
Ibid. Ibid, p. 48. Ibid. 329
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propósito del programa del MIR...’ así como había hablado con los otros (y que a todo esto son gente importante en la política chilena o algunos están desaparecidos). Y él lo encontraba inaudito, porque habíamos estado (bastante tiempo) peleando ahí, en la universidad, pero bien cordialmente»754. Kiko cuenta que estuvo conversando con el dirigente mirista tres a cuatro días. «Él me pasó los planteamientos y los principios del MIR, y después me dijo inmediatamente... ‘Mírame, dijo, si quieres trabajar con nosotros, tú puedes ingresar al MIR’. La verdad de las cosas que yo creo que después de haber hecho la recorrida de todos las demás, al último fui donde el MIR porque ya había, prácticamente, hecho mi opción... Entonces, una de las cosas que me pidió Bauchi fue que, por la estructura político-militar del MIR que pretendía darse, que mantuviera mi anonimato como militante y que realizara tareas que no fueran públicas»755. Por su parte, Pamela señala que entró al MIR a los 18 años en 1968: «Y entré por un proceso de concientización colectiva en el fondo. Yo era parte de un grupo de gente entre las que había amigos, familiares, mi hermana, referentes familiares mayores que yo. Eh, y que en definitiva habían ido paulatinamente vinculándose a los hechos que estaban pasando en ese momento en Chile. Te estoy hablando del gobierno de la DC, con Eduardo Frei, digamos, con la ‘Revolución en Libertad’ (…). Entonces, en mi familia empezó a haber todo un proceso inmediato de politización, de politización de discusiones en la mesa, y de empezar a vincularse a lo que estaba pasando. Y en ese sentido fuimos todos como de a poco haciendo ese proceso. (…) Porque uno era parte de una marea que iba, que iba»756. En el caso de Joaquín, este cuenta: «Entré al MIR el año 70 (en séptimo básico), (…) estaba en un colegio donde llegaron estudiantes de la Universidad de Chile y de un liceo que estaba en la misma comuna de La Reina, y nos convencieron de que en 754 755 756
Ibid. Ibid. Alondra Peirano. Un cambio profundo..., op. cit. 330
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realidad teníamos que trabajar con gente de unos campamentos que estaban donde estaba mi colegio, que después yo supe que eran tomas de terreno757». En estos campamentos donde el MIR tenía presencia, Joaquín conoce la pobreza dura, vive su radicalización política y toma la decisión de ingresar a corta edad al MIR. Carlos Sandoval, recordando una instrucción militar, señalará: «Eso duró unos días (los ejercicios físicos) y todo el tiempo restante, deben haber sido unos diez o doce días, leer los documentos del MIR y prácticamente memorizarlos, repetirlos, y estaba el documento dos A, tres A, uno C, unas huevás gruesas y horrorosas, los escribían el ‘Pelao’ Moreno, el Fernando Krauss, escribía el Nelson, pero para arriba nada, eso de que de repente yo me fuera a hacer un análisis de la situación, que yo la tirara encima de la mesa para que en el ‘GP’ lo discutiéramos para después sacar una posición común y tirarlo para arriba, no, señor, no, no. Si para eso estaba la editorial de El Rebelde, si estaba ahí la verdad para qué vas a estar ‘hueveando’, por favor; además, era pérdida de tiempo, si ya la verdad estaba hecha, por eso te digo que hubo mucho de evangelismo, de dogma, una cuestión religiosa, y religiosa en extremo...»758. En el caso de Dagoberto Cortés, su infancia la vive en la pampa nortina, en un pueblo de pescadores y mineros donde conoció la pobreza e injusticia. Su madre se refería al lugar donde nació Dagoberto, Salitrera Alemania, ex-Catalina, como «la tierra de nunca más». A temprana edad se incorpora a las movilizaciones de estudiantes y a las huelgas generales de los obreros. En 1968, con mucho esfuerzo empieza a estudiar ingeniería en minas en la Universidad del Norte en Copiapó. En dicha casa de estudios conoce a algunos miristas, incorporándose inmediatamente al grupo, «convirtiéndose en uno de los primeros integrantes del Regional del Norte Chico»759.
757 758 759
Ibid. Sebastián Leiva Flores, op. cit., p. 61. MIR, «Dagoberto Cortés», Revista El Combatiente, n° 14, abril-mayo de 1990, p. 18. 331
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Charles Ramírez comienza su radicalización ideológica mientras era un ferviente cristiano consecuente con la opción por los pobres. «Su paso por las comunidades cristianas de la zona norte de Santiago es recordada con cariño por quienes conocieron su risa inocente, su mensaje claro y esa fuerza interior que reflejaba su amor por la vida y la entrega apasionada por los pobres y desposeídos de nuestra patria»760. Este exestudiante de antropología, soltero, siempre recordaba y hablaba de su formación cristiana y como precisamente ella lo llevó a asumir cada vez mayores compromisos políticos hasta llegar en su proceso de radicalización política a optar por convertirse en militante en el MIR.
5.2.2 Radicalidad política en el MIR: sentimientos, sacrificios y abandonos La idea del cuadro revolucionario profesionalizado en las tareas de la revolución, muchas veces, en la vida cotidiana de los militantes, significó grandes sacrificios a nivel personal. Y en el caso de las mujeres, dichos sacrificios fueron mayores, por cuanto decidirse por el camino revolucionario implicaba abandonar familias, hijos, amigos, en pos de los sueños anhelados a nivel social. Para Andrés Pascal Allende, el tema de cómo combatir la incertidumbre fue uno de los problemas principales con los cuales tiene que lidiar una organización revolucionaria. «Porque en definitiva ningún plan estratégico se realiza, ninguna estrategia es real, es más bien un norte o camino que te pones, una historia que cuentas para adelante que le dé certidumbre a la incertidumbre. Porque la práctica política es incertidumbre, no sabes lo que va a pasar. Las correlaciones de fuerzas cambian de etapa revolucionaria a etapa revolucionaria, aparecen conflictos, coyunturas que no imaginabas para nada»761. 760
761
MIR,
«Charles Ramírez», Revista El Combatiente, n° 15, junio-julio de 1990, p. 14. Entrevista realizada a Andrés Pascal Allende, op. cit. 332
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Como lo afirma Rebeca, en estos sacrificios descansaba la demostración de la entrega del militante hacia la revolución. No realizarlos implicaba no estar capacitada para asumir las exigencias de la lucha revolucionaria. «Cuando yo quería tener una guagua, un compañero me dijo ‘¡pero si tú tienes que ser un DVBESP /PSNBMNFOUFZPTFOUÎBVOBTPCSFFYJHFODJB VOB culpa muy grande, porque el deber ser era de hombre militante: racional, rápido para tomar decisiones; y uno tenía toda una manera de ser y vivir que eran de mujer, de mujer militante (...). Entonces yo me decía ‘me tengo que superar, tengo que ser más firme’. O sea, la disyuntiva era grande, porque tenías que ser militante, pero asimilándote a un rol masculino, privándote de tu derecho a ser mujer, o eras mujer de verdad y tomabas tareas de ayuda, de retaguardia»762. Como lo señalaban las «Notas sobre la formación de los cuadros»763 del MIR: «El militante del Partido Revolucionario del Proletariado es un proletario de vanguardia, esto es, debe ser capaz de cumplir a escala, todas las tareas del Partido Revolucionario, debe reunir el dominio de la teoría con la práctica, la actividad intelectual con la actividad práctica revolucionaria, y la lucha cotidiana por la transformación de la sociedad de clases por la gestación y prefiguración de un nuevo tipo de hombre, con la formación del revolucionario concreto como cuadro integral y combatiente, eslabón en el camino hacia el hombre total del socialismo»764. En este mismo sentido, otro tema recurrente en los relatos de miristas fue el referido al trabajo clandestino que tuvieron que desarrollar como militantes. Por ejemplo, a Arinda Ojeda en plena Unidad Popular, el MIR la separó de las manifestaciones públicas que el partido realizaba, aunque en algunas oportunidades transgredió las normas de clandestinidad que en aquella 762 763
764
Marlene Martínez Ángel, op. cit. Véase texto completo en MIR, «Notas para la formación de cuadros», CenUSPEF&TUVEJPT.JHVFM&OSÎRVF[ EFKVOJPEF QIUUQXXX cedema.org/uploads/NOTAS%20SOBRE%20LA%20FORMACION%20 %&-04$6"%304QEG DPOTVMUBEPFMEFNBZPEF Marlene Martínez Ángel, op. cit. 333
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época no parecían tan urgentes, puesto que en general durante la UP las represiones a los miristas cesaron. «Por las tareas en que yo estaba nosotros no podíamos participar en tareas públicas, en los actos ni en nada. Yo alguna vez me camuflé y como tenía el pelo largo me echaba todo el pelo en la cara y partía camuflada. (...) Me acuerdo de que una vez en Coronel me camuflé en una marcha y apareció un compadre, el rata chico y me abraza por atrás y dice ‘si ya vi que eras tú’. Y yo escondida. Ridícula total. Era muy loco»765. Sandra, al recordar el período de clandestinidad, señala: «Si yo tuviera que definirlo, yo creo que más que el hecho de que a veces pasíh hambre, te caguíh de frío... ¡es esa soledad a la que UFDPOEFOÃJv766. Sandra agrega: «A veces sentí que, en realidad, no soy tan grande; que en realidad teníh que estar en tu casa, calentita ahí con tu papi o con tu mami y que estái metida como en algo que es pa’ gente más grande»767. De similar manera opina César: «Fue un período con mucho miedo, o sea, el miedo siempre estuvo presente, pero no salía en las conversaciones (...), ese miedo salía en pesadillas en la noche, todas las noches tenía pesadillas recurrentes, que me perseguían y no podía arrancar, o soñaba con maremotos que me alcanzaban y me cubrían por completo (...). Fue un período de mucha soledad, no tiene nada de romántico»768. Para Ernesto: «Desde que uno entra al Partido es peligroso, (…) uno sabe que tiene que dejar a los hijos, tiene que dejar a su mujer, porque sí. Es que uno tiene que estar dispuesto a eso, (...) entonces uno, uno tiene que tener clarito dónde está, el Partido no es… el Partido era algo muy serio, demasiado serio»769. Álvaro, por su parte afirma: «Militar en el MIR era mucho más difícil que militar en el PS o en el PC, era una militancia de cuadros muy jodida, exigía mucho tiempo (...). Normalmente 765 766 767 768 769
Ibid. Ibid. Ibid. Ibid. Alondra Peirano, Un cambio profundo..., op. cit. 334
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tendían a (...) ir profesionalizando los cuadros, lo que llamábamos profesional nosotros, que fuera un trabajo de dedicación exclusiva»770. Para Félix, su participación política comenzó en el Frente de Estudiantes Revolucionarios (FER), en 1971: desde ser candidato a vocal hasta en enfrentamientos con estudiantes opositores, comunistas, demócrata cristianos, incluso de la extrema izquierda que existía en el Pedagógico, como algunos militantes de la Vanguardia Organizada del Pueblo (VOP). Después, a mediados de 1972, Félix ingresó al Frente de Trabajadores Revolucionarios (FTR) ayudado por un militante, Máximo Gedda771. «Trabajaba políticamente yo, en la zona de calle Diez de Julio, en Santiago Centro, con la gente de las fábricas cercanas. Y naturalmente, el trabajo militar era aparte y se basaba en aprender técnicas y tácticas no de guerra de guerrillas, sino instrucción básica de saber cargar y limpiar un arma, de seguridad e inteligencia. Yo te diría que en el FTR, el trabajo implicaba muchos más compromisos que en el FER, en horarios hasta altas horas de la noche y todo el día completo por meses y meses772». Félix señala que lo que más le costó en esta etapa de su militancia revolucionaria fue la vida familiar cada vez menos frecuente, por los horarios extendidos. Además, luego del golpe militar, «la inseguridad personal y el miedo. Pero jamás se me pasó por la mente retirarme, pese a que tenía hijos recién nacidos. Pero lo que más dolor me provocó fue la falta de seguridad, no la inseguridad porque ya la dictadura estaba plantada, sino la seguridad que no fue provista por el partido. En este escenario 770 771
772
Ibid. Máximo Antonio Gedda Ortiz, periodista, militante del MIR, dirigió los programas Una vez un hombre y Aquí, la CUT, en Televisión Nacional. Colaborador en Punto Final, poeta y compositor, ganó un festival de la canción de Corfo. Fue dirigente sindical en TVN y candidato a la CUT regional. Fue detenido por la DINA, el 16 de julio de 1974, engrosando la lista de detenidos desaparecidos. Más antecedentes en Centro de Estudios .JHVFM&OSÎRVF[IUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN.FNPSJBMDBJEPT@NJS( HFEEB@PSUJ[@NBYJNPQEG DPOTVMUBEPFMEFBHPTUPEF Entrevista con Félix, op. cit. 335
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aparece un miedo prolongado, un estado permanente de miedo que duele, directamente duele»773. Para Félix lo que le entregaba fuerza a sus convicciones, en este dramático escenario, era la amistad, una estrecha amistad con personas «como dije, desprovistas de arrogancia, de prepotencia, no había esta autoridad que manda, sino todo lo contrario. Y en especial digo, Máximo Gedda, el Augusto Pelao Carmona774, que luego lo mataron en una calle por la espalda y era el marido de Lucía Sepúlveda. Ellos eran tipos de una suavidad, de una candidez casi como para no creer que pertenecían a este grupo. Y eran tipo que andaban armados y que tenían mucho arrojo y capacidad combativa enorme. La amistad total. Un motivo de adhesión y de adherencia a los mismos postulados. A pesar de que después del Golpe se manifiesta, como es obvio, el abandono»775. Pese a esta situación, Félix sigue desarrollando mucho trabajo político durante 1974 y 1975, y por no ser completamente clandestino, con enormes riesgos de seguridad. Además, realizaba cobertura para dirigentes del Comité Central, entre otros para Juan Carlos Perelman y Gladys Díaz. «Ellos eran ídolos para mí y a pesar de esta precariedad total, a mí me impresionó esa precariedad que partió el mismo 11 de septiembre y que fue dispersión y no diáspora, porque nos mantuvimos con mística»776. Félix cuenta que siguió hasta enero o febrero de 1975 realizando las mismas labores para el partido. En ese momento, la DINA visitó su casa, «fueron a mi casa a buscarme a mí y a mi mujer, siendo nuestros hijos chiquitos. Y gracias a que yo ofrecí colaboración nos dieron una semana de plazo, para juntar antecedentes y teléfonos. El abandono, te digo, era casi total, al punto de que en la segunda visita de la DINA a mi casa que fue 773 774
775 776
Ibid. Augusto Carmona fue jefe de prensa de la emisora del MIR, Radio Nacional, y miembro del Consejo de Redacción de Punto Final. En 1973, se desempeñó como jefe de prensa de Canal 9 de Televisión de la Universidad de Chile y fue líder de la toma de la estación. Fue asesinado el 7 de diciembre de 1977, tenía 38 años, dos hijas de 3 y 12 años. Entrevista con Félix, op. cit. Ibid. 336
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antes del cumplimiento del plazo de una semana, una vez comunicada a nuestros enlaces la decisión fue asílense, métanse a una embajada, pese a que la consigna era no hacerlo. El abandono, la dispersión y la desprotección de todos, porque no era yo, sino que todos andábamos perdidos, habían matado a Miguel, más ese miedo prolongado que era de todos los días. Entonces pese a la prohibición nos dijeron váyanse, asílense. Esto lo digo a propósito de la mística, la amistad es el elemento central que aglutina, que amalgama mi persistencia en pertenecer, trabajar y hacer cosas por el MIR. Las que continué desarrollando en el exilio»777. En el caso de Dagoberto Cortés778, es luego del golpe militar, siendo miembro del Comité Central, que opta por la dura decisión de pasar a la clandestinidad, para recomponer el partido en Santiago. El 5 de febrero de 1975 es detenido cuando camina por el paradero 12 de Gran Avenida por hombres que se movilizan en seis vehículos. Según algunos relatos, fue salvajemente torturado en Villa Grimaldi, incluso le quiebran las piernas pasándole una camioneta sobre ellas sin sacarle palabras. «Enyesado y con muletas llega a Tres Álamos, donde sus compañeros lo apodan el ‘cojo maldito’ por sus constantes tallas. Luego es enviado a Puchuncaví, donde es uno de los impulsores de la primera huelga de hambre por los detenidos desaparecidos»779. Charles Ramírez, luego de ser detenido y torturado y para seguir militando, se ve obligado a dejar a su familia y pasar a la clandestinidad. «En la estructura miliciana fue querido y respetado por sus compañeros, tanto como conductor político como jefe militar, destacando por su trabajo, tesón, estilo y personalidad muy propios»780.
777 778
779 780
Ibid. El 28 de noviembre de 1982, Dagoberto Cortés Guajardo,Yamil, 33 años, dirigente del MIR, resultó muerto luego de producirse un enfrentamiento con efectivos de Carabineros que intentaron detenerlo en calle Aldunate, altura 5009, de Santiago. MIR, «Dagoberto Cortés», op. cit., p. 18. Ibid. 337
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Charles Ramírez781 participa en la construcción de las Milicias de Resistencia Popular y en la primera operación miliciana de relevancia y repercusión internacional, como fue el robo de la bandera chilena sobre la que se juró la Independencia. De las milicias, pasa a formar parte de la estructura de la Fuerza Central de Santiago, llegando a ser jefe de un grupo de combate. Participó en las más importantes acciones armadas de esos años: el asalto al supermercado AGAS, los dos triples asaltos a los bancos de la calle Santa Elena, el triple asalto a los bancos de Macul con Irarrázaval y acciones antirrepresivas contra la CNI, Carabineros e Investigaciones; entre ellas, el ataque al cuartel de la CNI de calle José Domingo Cañas782.
Las historias anteriores, solo algunas entre muchas, pretendieron mostrar la radicalización política a la que se vieron sometidos los cuadros revolucionarios del MIR y los sacrificios a nivel personal que tuvieron que realizar en el cumplimiento de sus ideales. Un extracto de un poema, llamado «¿Quién va conmigo?», de Nelson Villagra, escrito en 1974, refleja lo señalado anteriormente: Permiso, pues, ya me despido. No tengo dirección que darte. Si deseas escribirme recibiré tus cartas a través de las luchas de tus oprimidos. De todas formas mi casa será un fusil, un panfleto clandestino o lo que ordene el partido.
781
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El 22 de junio de 1981 durante el asalto a la sucursal del Banco de Chile en el Faro de Apoquindo, Charles Ramírez ordena al resto de los participantes escapar del lugar, mientras él se queda dándoles cobertura, muriendo en la acción. MIR, «Charles Ramírez», op. cit., p. 14. 338
Fotografía de propaganda de Radio Liberación del MIR.
El dirigente sindical Clotario Blest y el sacerdote Rafael Maroto. 339
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Conclusiones
Papá, cuéntame otra vez ese cuento tan bonito de gendarmes y fascistas, y estudiantes con flequillo, y dulce guerrilla urbana en pantalones de campana, y canciones de los Rolling, y niñas en minifalda. Ismael Serrano
Este libro pretendió investigar las causas históricas o raíces del fenómeno de la violencia política, a partir del estudio de los primeros pasos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria chileno. Se decidió esta perspectiva, ya que permite superar la visión hegemónica de los estudios del fenómeno de la violencia política, centrada principalmente en la historiografía nacional, es decir, en las singularidades o idiosincrasias de los países y que considera que los actores armados nacen como reflejo de esas condiciones objetivas. Estudiar y escribir sobre procesos de violencia política en este libro fue un desafío que valió la pena, pese a que, como señalan muchos autores de diversas disciplinas, todo intento de reconstruir el pasado supone un ejercicio de simplificación de la realidad histórica. Como afirman Nordstrom y Robben783, 783
Véase Carolyn Nordstrom y Antonius Robben, Fieldwork under FIRE: contemporary Studies of violence and culture, Berkeley, University of California press, 1996. 341
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cualquier esfuerzo por imponer orden sobre el desorden de un conflicto armado a través de relaciones narrativas está condenado a producir un relato incompleto de la realidad. Sin embargo, a pesar de este presupuesto, como investigadores sociales, tal como sostiene Roberto Sancho Larrañaga784, debemos transmitir la complejidad de los fenómenos estudiados, buscando sistematizar el conocimiento sobre las formas de la violencia, sus causas y sus efectos. Es por estas razones que este texto profundizó en diversos ámbitos del fenómeno, como los hitos históricos internacionales, los contextos sociopolíticos regionales y nacionales, las representaciones e imaginarios de los militantes de estas organizaciones armadas, el contexto cultural y de socialización, entre otros. A través de las páginas precedentes hemos reconstruido el proceso de aprendizaje ideológico-político, es decir, de radicalización, que dio lugar a la identidad política revolucionaria de los militantes del MIR en Chile. El ingreso de hombres y mujeres al campo revolucionario estuvo fundado en una fuerte convicción de intervenir en el espacio público, pero el pasaje de la radicalización ideológica (ser revolucionario en el mundo de las ideas) a la política (ejercer esa «revolucionariedad») fue vivido de manera muy diversa y en muchos casos de forma conflictiva por algunos de quienes llevaron adelante ese tránsito. En este proceso de radicalización, el MIR ofreció y entregó a estos futuros militantes un paradigma (conformado por una ideología, un discurso común, apropiaciones similares de los hitos históricos, de los contextos regionales y nacionales, similares creencias y una moral revolucionaria) desde el cual resignificaron sus valores e ideas políticas tempranas, prerrevolucionarias. La situación internacional ocurrida en la segunda mitad del siglo XX explica en gran medida, aunque no es el único factor como se establece en este trabajo, la emergencia de «focos re-
784
Véase la tesis, muy citada en este libro, de Roberto Sancho Larrañaga, op. cit., p. 498. 342
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volucionarios» en diversas partes del mundo y una numerosa simpatía hacia estos procesos. Por ejemplo, las consecuencias de la Guerra Fría tuvieron implicancias directas en América Latina. Por una parte, la respuesta contrarrevolucionaria, fomentada por Estados Unidos, se hizo visible a través de la doctrina de seguridad nacional, sumado a estrategias políticas y económicas como la de contrainsurgencia y la Alianza para el Progreso; por otra, los procesos vividos en, la parte revolucionaria, la Unión Soviética también tuvieron repercusiones en el surgimiento de una nueva izquierda revolucionaria (NIR), como el de desestalinización y la pugna chino-soviética. Además, se sumaron otros hechos como las luchas de los movimientos de liberación nacional en África y Asia, incluyendo ignotos lugares como Cabo Verde y Timor; el movimiento tercermundista; los cambios en la anquilosada Iglesia católica; el nacimiento de una contracultura y la emergencia de un nuevo actor político: los estudiantes. Estos hitos internacionales, se sumaron al contexto que se vivía en nuestro continente, activando el imaginario político de cientos de personas, con una creencia poderosa: la revolución era posible y estaba al alcance de la mano. Entre estos hitos del contexto regional, se destacaron la Revolución Cubana y el foco guerrillero, la teoría que permitiría la toma del poder; la pérdida de influencia de la Unión Soviética; el nacimiento de vertientes cristiano-revolucionaria; la crítica, sobre todo, de sector juveniles, a los partidos comunistas tradicionales; los golpes de Estado y la pérdida de creencia en la vía electoral, entre otros. Rápidamente, en importantes sectores de la izquierda, no en la mayoría, se pasó de una simpatía hacia otras experiencias revolucionarias armadas a un proceso de identificación con el mismo. Lo que se tradujo en la necesidad de recurrir a similares métodos de lucha, que habían demostrado ser exitosos. El discurso ideológico de los grupos de la nueva izquierda revolucionaria fue el encargado de adecuar estas «realidades externas» a los «intereses internos», legitimando el uso de la violencia política. 343
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En el caso del MIR, estas otras experiencias revolucionarias se convirtieron en una importante fuente impulsora tanto de su nacimiento como de ayuda en sus primeros pasos. Cada experiencia revolucionaria exitosa se convirtió en un ejemplo, no discutible, de cómo hacer otra revolución; cada éxito táctico de un grupo armado en alguna parte del mundo, fue exportado y se intentó replicar adaptándolo a los contextos propios. Sin lugar a dudas, tal como se establece en este libro, el mayor impacto en el MIR lo constituyó la experiencia revolucionaria cubana, así como su influencia en la construcción de un imaginario revolucionario cuyo referente simbólico fue la figura del Che Guevara. El «hombre nuevo», mezcla de voluntarismo personal y compromiso social, impactó en estos jóvenes revolucionarios e inspiró el «cuerpo moral-doctrinal» que orientó la lucha revolucionaria del MIR. Pero además de los hitos históricos y del contexto regional, es necesario destacar que la propia historia y el contexto socialpolítico-económico que se vivía en los sesenta en Chile fueron una fuente inspiradora en el nacimiento y los primeros pasos del MIR. En el caso de Chile, un proceso de polarización política y de demanda urgente de cambios sociales compartidos por un amplio sector de la sociedad, cuyas expresiones más visibles fueron un gobierno demócrata cristiano, con su programa de «revolución en libertad», y el gobierno de la Unidad Popular, con su «vía chilena al socialismo», primera experiencia socialista a través de la vía electoral a escala mundial. Este es el ambiente, internacional y nacional, de agitación revolucionaria que vivieron, sintieron y creyeron muchos militantes de partidos de izquierda, lo que impulsó la fundación del MIR en Chile. Asimismo, como se señaló durante esta investigación, esta realidad histórico-política concreta se fundió con una dimensión subjetiva y discursivo-simbólica que legitimó el uso de la violencia política, otorgando, de este modo, sentido a la cosmovisión del MIR y permitiéndole utilizarla como un llamado efectivo a la acción. 344
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Este universo mental orientó al MIR creando pertenencia, una lógica de lucha común coherente para los militantes, fortaleciendo además, una de las características más importantes de los grupos de la nueva izquierda revolucionaria, su «visión mesiánica»: redimir (al individuo y a los pobres) o morir (sacrificio heroico por la causa). La lucha revolucionaria se asimiló a una promesa de redención social, a una cuasi guerra santa. La capacidad de sacrificio de los revolucionarios, su abnegación, la renuncia a una calidad de vida por un mundo de privaciones, el martirio por la causa y la posterior elevación al panteón de los «santos» revolucionarios, constituyeron el camino a seguir para muchos hombres y mujeres en América Latina en general y en Chile, en particular. Por ende, el paso desde la radicalización ideológica a la política no fue fácil. Era una decisión difícil para un pre-militante revolucionario ingresar a una colectividad como el MIR. Era el final del proceso, la culminación de su entrega a la organización, ya que no solo implicaba supeditar lo personal/privado a lo colectivo/político, sino que hacer real su aceptación racional del ejercicio o padecimiento de la violencia política, transformándose, cada militante, en un eslabón más de la cadena de mando y obediencia que estructuraba la organización. Una vez dentro de la organización es probable, como sostienen algunas teorías que tratan de explicar el fenómeno de la radicalización política, que los militantes comenzaran a tomar decisiones arriesgadas porque el riesgo se percibía como compartido y, por tanto, menos amenazador. Pero esto es materia de otro libro. En síntesis, la existencia de subjetividades, valores y categorías discursivo-simbólicas similares, reforzadas por la existencia de contextos nacionales e internacionales específicos y una historia de lucha social, hicieron posible que personas pertenecientes a un grupo político determinado en Chile (MIR) optaran en el último tercio del siglo XX por la aceptación de la vía armada como una opción válida para la consecución de sus fines políticos. 345
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Esperamos que este libro permita, en el caso chileno, continuar profundizando en el conocimiento sobre el uso de la violencia política en nuestra historia cercana, siguiendo el camino de otras investigaciones y libros realizados en el último tiempo. Los itinerarios de aprendizajes, experiencias y valores sobre cuyas huellas construyeron aquella identidad colectiva revolucionaria, que se entregan en este texto, probablemente seguirán siendo parte del debate en el ámbito de las ciencias sociales y la historia. Pero solo de esta forma, realizando estudios en esta temática, avanzaremos para entender el contexto en que se inicia el camino de las armas, en este caso en el tres letras, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).
346
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[email protected] Santiago de Chile, noviembre de 2013 Se utilizó tecnología de última generación que reduce el impacto medioambiental, pues ocupa estrictamente el papel necesario para su producción, y se aplicaron altos estándares para la gestión y reciclaje de desechos en toda la cadena de producción.
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a violencia política ha sido una realidad en la historia contemporánea de Chile y de América Latina. Sin embargo, ello no siempre estuvo acompañado de una investigación rigurosa al respecto: este libro constituye un notable aporte en dicho sentido. El autor se centra en el período fundacional, de consolidación y de inicio de la lucha armada desarrollada por el MIR. Se trata de la etapa en la que se pasa del discurso a la acción, porque es allí cuando se establecen los rasgos fundamentales de toda organización política. «El tres letras» era el nombre silencioso, apenas susurrado, con el que se denominaba al Movimiento de Izquierda Revolucionaria durante la época de la dictadura militar. Había vivido desde su concepción y etapa embrionaria un profundo debate en torno a la recepción y apropiación del contexto intelectual y político de la época, y luego continuó con una nueva discusión: la de su propio camino para establecer una justificación para la lucha armada.
ISBN 978-956-01-0040-5