José Luis Huiza Espinoza Doctor e n historia por la Universidad de Miarni y Licenciado en sociología por la Universidad Nacional Mayor de San M.a rcos. Coautor de los libros Lima años 30: Salarios y costo de vida y Sociedad y cambio en Occidente. Raúl Palacios Rodríguez Docto r en historia por la Pontificia Universidad Católica del Perú , con estudios de especialización en la Florida Srate University (Tallahassee). Entre sus publicaciones más recienres se cuentan Redes de poder en el Perú y América Latina (1890-1930) y La Sociedad Geográfica de Lima: Fundación y aiios iniciales. José Valdizán Ayala Magíster en Administración de la Educación por la Universidad de Lima e historiador por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado Introducción a la paleografía y Biografía dejosé Balta.
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Colección Textos Universitarios Primera edición 2004 Primera reimpresión 2004 Segunda reimpresión 2005 Tercera reimpresión 2006 Cuarta reimpresión 2007 ©
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9972-45-169-0
Hecho el depósito legal
2007-00596
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Índice PRESENTACIÓN
EL PERú: 1821-1879 1JOSÉ VAWIZÁN AYAIA
Población, comunicaciones y territorio del Perú en el siglo XIX l. Población 2. Las comunicaciones 3. Territorio y fronteras II. La determinación de la nacionalidad 1821-1845 l. El caudillismo militar 2. El estancamiento económico: 1821-1845 3. El tránsito social del Virreinato a la República III. Apogeo y crisis del Perú en el siglo XIX l. El espejismo de la bonanza económica: 1845-1879 1 2. Las transformaciones sociales en el siglo XIX 3. Entre los caudillos de la prosperidad y la crisis del Partido Civil (1845-1879) IV. Educación y cultura en el siglo XIX l. Educación 2. Literatura 3. El periodismo 4. El teatro 1 5. La música 6. Artes plásticas Bibliografía
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13 13 13 17 17 31 31 41 49 57 57 77 87 97 97 101 103 104 105 106 115
RECONSTRUCCIÓN NACIONAL Y REPÚBUCA ARISTOCRÁTICA,
1884-1919 1JOSÉ LUIS HUIZA
Introducción El desarrollo económico 1884-1919. La economía de exportación l. El Contrato Grace 2. La estabilidad económica 3. La economía de exportación 4. Piérola: las bases de la estabilidad económica 5. Consolidación de la economía agroindustrial y minera de exportación
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121 124 126 126 127 130 132
8 6. La agricultura de exportación 7. La industrialización incipiente 8. Los efectos de la Primera Guerra Mundial en el Perú: Crecimiento de las exportaciones y estancamiento de la industria JI. El desarrollo social l. El crecimiento demográfico del Perú 2. El c'recimiento demográfico de Lima 3. De una ciudad tradicional a una ciudad ele masas: Los cambios en la composición racial 4. La expansión urbana de Lima: La ruptura de la contigüidad 5. La situación social en el proceso de la reconstrucción: 1884-1900 6. Los sectores sociales durante la República Aristocrática lll. Aspectos políticos l. El segundo militarismo 2. La revolución ele 1895: El fin del segundo militarismo 3. La República Aristocrática (1895-1919): El poder político en manos de la oligarquía 4. Primera crisis ele la República Aristocrática: El gobierno de Guillermo Billinghurst (1912-1914) 5. El segundo gobierno de ]osé Pardo (1915-1919): Crisis económica, luchas populares y el fin de la República Aristocrática Bibliografía
132 134
137 139 139 140
147 154 157 176 176 179 181 193
195 199
DE LEGUÍA A F UJlMORI: LA TRAYECTORIA DEL PODER POÚTICO EN EL P ERú,
1919-2000 /
RAúL PALACIOS R ODRÍGUEZ
Introducción l. El oncenio de Leguía 0919-1930) 2. La incertidumbre nacional 0930-1933) 3. Las democracias endebles 0933-1948) 4. El ochenio ele Odría (1948-1956) 5. El reformismo civil moderado 0956-1968) 6. El reformismo radica l 0968-1980) 7. La de mocracia frustrada (1980-2000) Epílogo Bibliografía
205 207 208 216 227 235 240 258 293 350 354
Presentación
Los vertiginosos cambios en el mundo de hoy, como resultado de l complejo proceso de internacionalización e interdependencia de las múltiples manifestaciones de los pueblos, está ocasionando que las nuevas generaciones de estudiantes pierdan la perspectiva de la impo rtancia del pasado. En la actua lidad se intenta -en forma errónea- explicar el presente basándose sólo en los hechos recientes, olvidándose de que esta realidad es el resu ltado de un secular proceso ele continuidad histórica, cuyas raíces se hallan profundamente sembradas e n un pasado milenario. Con el propósito ele rescatar y revalorar la historia de l Perú desde una nueva dimensión, basada en métodos ele investigación· con mayo r rigor científico y con el apoyo ele diversas disciplinas, como la economía, la sociología, la demografía y la estadística , la presente obra intenta, precisamente, una visión ele conjunto de nuestra experiencia histórica, desde inicios de la República hasta culminar el siglo XX. Este enfoque integrador, inmerso en un período de larga duración, conlleva inevitableme nte cie rtas limitaciones en el tratamiento de los temas, pues son abordados de manera panorámica, destacá ndose sus rasgos más significativos. El primer trabajo, "El Perú: 1821-1879", de José Valdizán Ayala, examina el devenir histórico desde la Independencia hasta la gue rra con Chile. Dividido en cuatro partes, e n la primera presenta el lento crecimiento poblacional y los esfuerzos del Estado por la integración del territorio a través de las vías de comunicación, principalmente de los ferrocarriles. Se estud ia, además, e l afian7.amiento nacional fre nte a las interferencias extranjeras a inicios de la República, el roma nticismo internacional que marchó junto con la
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10 prosperidad material y la política de alianzas inte rnacionales que condujo al conflicto de 1879. En la segunda parte analiza el período llamado "la determinación de la nacionalidad" (1821-1845), que destaca las luchas ideológicas en la fundación de la República y el predominio del caudillismo militar dentro de un escenario de gue rras internas y exteriores que afianzaron su poder político. Al lado de la anarquía ocasionada por el cambio del régimen se presenta el correlato del estancamiento en el agro y la mine ría, y la paralización de las actividades económicas en los obrajes y gremios como resultado del desorden gubername ntal y el enfrentamiento entre las posiciones proteccionistas y liberales. Concluye este período con un panorama de la lenta y casi imperceptible transición ele la sociedad colonial a la sociedad republicana. En la tercera sección se estudia el período ele la prosperidad como resultado del auge de la explotación del guano y del salitre a mediados del siglo XIX, y el advenimiento de la plutocracia costeña y su alianza con los rezagos de la aristocracia colonial; la frágil autonomía económica de las clases medias urbanas y su nexo con el aparato estatal, y la situación de los indios, negros y chinos, discriminados por sus características raciales, pero convertidos e n el eje principal del aparato productivo nacional. Mención apa rte merece la llegada de los inmigrantes al país. Se concluye esta parte con la crisis y la bancarrota fiscal, financiera y económica que se sucedieron a partir de 1870. En lo político, se a nalizan las nuevas p ropuestas ideológicas y las luchas doctrinarias entre liberales y conservadores, y la fundación del Partido Civil. Finalmente, en la cuarta parte, se hace un balance de la educación, la literatura, el periodismo, el teatro, la música y las artes plásticas hasta principios del siglo XX. El segundo trabajo, "Reconstrucción nacional y República Aristocrática: 1884-1919", ele ] osé Luis Huiza, busca mostrar una visión del proceso histórico que sigue a la derrota con Chile (1884) y que culmina con el establecimiento del denominado oncenio de Leguía en 1919. Desde una perspectiva estructural, se destacan los d iferentes aspectos ele la evolución de la sociedad peruana: políticos, económicos, demográficos y sociales. En la primera parte se aborda la situación económica del período, comenzando por la etapa ele la Reconstrucción, donde se resalta la eliminación de la deuda externa con los ingleses a través del Contrato Grace como uno de los elementos importantes para lograr la recomposición y desarrollo económico basado en el modelo primario exportador de materias primas, destacándose el gobierno de Nicolás de Piérola (1895-1899) como el momento en que se sientan no sólo las bases ele la 'recuperación económica clefiniti-
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11 va, sino también los cimientos de la modernidad del Estado. A partir de entonces la oligarquía fue capaz de construir su propio espacio político mediante la llamada República Aristocrática, que entraría en crisis hacia finales de la Primera Guerra Mundial. En la segunda parte se examinan los aspectos sociales. Partiendo ele la evolución demográfica del país, el trabajo se centra principalmente en la ciudad ele Lima, la capital de la República y la primera ciudad del Perú, delineando el escenario físico donde se mueven los actores sociales. A continuación se estudia la crisis de la sociedad como resultado de la derrota en la Guerra del Pacífico, y al tratar el período de la República Aristocrática se desarrolla la situación de los difere ntes sectores. De esta manera se concluye que la ciudad de Lima experimentó singulares cambios demográficos y un crecimiento físico considerable, pero, sobre todo, una irreversible transformación social: de ser una ciudad aristocrática y blanca, poco a poco se convirtió en una de masas y cada vez más mestiza. La tercera parte presenta un panorama de la realidad política del país después de la guerra con Chile. En ésta se destaca el llamado "segundo militarismo", que, luego de casi diez años de gobiernos militares, llegaría a su fin con la revolución ele 1895, liderada por Piérola. A partir de entonces se consolida el predominio político de la oligarquía costeña, expresada e n el neocivilismo. La parte final de este capítulo aborda las diferentes crisis políticas ele la República Aristocrática hasta 1919, en que se produce el advenimiento del régimen de Leguía. "De Leguía a Fujimori: La trayectoria del poder político en e l Perú, 1919-2000", ele Raúl Palacios Rodríguez es el tercer y último trabajo de este volumen. En él se intenta una aproximación histórica sobre el devenir político nacional en las últimas ocho décadas del siglo XX, incluyendo los tiempos recientes. Raúl Palacios investiga una "historia cercana" releyendo los hechos políticos que muc has veces vivió ele cerca, con la perspectiva propia e irreemplazable de quien ha sido testigo directo e inmediato ele los acontecimientos. De este modo, la escena política es observada en toda su amplitud y crudeza. Con la finalidad de alcanzar este objetivo, y desde una óptica estrictamente metodológica, divide esta etapa en los siguientes períodos: 1919- 1930 El oncenio de Leguía: La incertidumbre nacional: 1930 - 1933 Las democracias endebles: 1933 - 1948 El ochenio de Odría: 1948- 1956 El reformismo civil moderado: 1956 - 1968 El reformismo militar radical: 1968 - 1980 La democracia frustrada: 1980 - 2000
12 Cada una ele estas fases es examinada a la luz de sus propias peculiaridades, grandezas y miserias, y con un doble propósito: por un lado, determinar el grado ele participación real del p ueblo e n el acontecer político y, por el otro, identificar las principales variables que hicieron que el péndulo político, a lo largo de dicho siglo, se desplazara frecuentemente en direcciones contrarias al sentir ele esa colectividad. El principio de la democracia plena, la normatividacl del equilibrio ele los poderes, el desempeño responsable ele los partidos políticos, la noción del Estado de derecho como base ele la juridicidad nacional, el respeto a las decisiones ele las grandes mayorías y la limpieza ele los procesos electorales, constituyen asuntos indispensables en el contexto de ambas preocupaciones. Asi mismo, el inadecuado control político, el derrumbe ele opciones políticas e ideológicas aparentemente sólidas, la fragilidad del sistema político nacional y, sobre todo, la alterna ncia en e l poder ele regímenes militares y civiles (ele carácter estatista, dictatorial, populista o liberal) representan aspectos que no se pueden soslayar e n un análisis histórico del proceso político del Pe rú en la centuria que acaba ele finalizar. Por último, juzgamos pertinente puntualizar que la presente edición recoge una rica e inédita información, que la convierte, conceptual y cronológicamente, en una publicación diferente.
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1.
POBLACIÓN, COMUNICACIONES Y IERRITORIO DEL PERÚ EN EL SIGLO XIX
Población
Al fundarse la República el Perú heredó del antiguo virreinato un territorio de 1 millón 700 mil kilómetros cuadrados, dividido en siete departamentos: Arequipa, Ayacucho, Cusco, Junín, La Libertad, Lima y Puno, que reemplazaron a las antiguas intendencias, creadas en la segunda mitad del siglo XVIII, como parte de las reformas borbónicas. A lo largo del siglo XIX algunas provincias de estas nuevas jurisdicciones se desmembraron por intereses políticos locales para crear nuevos departamentos que fragmentaron aún más la división interna del país. De esta manera, surgieron los nuevos departamentos: 1835 1839 1839 1839 1861 1862 1868 1869 1873 1874
Ancash, con tres provincias de Junín y una de Lima Amazonas, con tres provincias de La Libertad Huancavelica, con tres de Ayacucho Tacna, con tres de Arequipa: Moquegua, Arica y Tacna Piura, desmembrado de La Libertad Cajamarca Loreto Huánuco Apurímac Lambayeque
La población de estas nuevas demarcaciones fue desconocida durante gran parte del siglo XIX debido a la ausencia de censos. La información más cercana es la recopilada durante el gobierno del virrey Gil de Taboada, entre 1783 y 1797. Los estimados iniciales por parroquia arrojaron un total de
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16 1.076.997 habitantes, de los cuales se contaban alrededor de 609 mil indios, 244 mil mestizos, 136 mil blancos, 44 mil pardos y 40 mil esclavos negros. Hacia 1797 se llegó a la cifra de 1.239.179 peruanos distribuidos como sigue (Gootenberg, 1995: 7): Arequipa Aya cucho Cusca Junín La Libertad Lima Puno
136.812 159.608 216.382 200.389 230.970 149.112 156.000
10,94% 11,16% 17,3 1% 16,03% 18,48% 11 ,93% 12,48%
La densidad ele la población fue muy baja (1,3 habitantes por kilómetro cuadrado) y más del 50% estuvo distribuida casi proporcionalmente en los departamentos de Cusca, junín y La Libertad; pero, a pesar ele dicha concentración, ésta se mantuvo desarticulada debido a la ausencia ele medios ele comunicación ocasionada por el abandono de los caminos y la fragmentación geográfica del territorio, que fueron obstáculos insalvables para la integración de los blancos criollos, indios, negros, mestizos y demás grupos sociales en cuyo nombre fue fundada la Repú blica. El siguiente "censo" tuvo lugar en 1836. Según este registro la población alcanzó la cifra de 1.373,736 ha bitantes, que significaba un crecimiento ele sólo 10,9% en 45 años. Sin embargo, se puede afirmar que este "censo" adoleció de una serie ele deficiencias e inexactitudes, por lo que no merece ría llamarse propiamente como tal (Gootenberg, 1995: 12). El censo mejor documentado fue el de 1850, que arrojó una población de 2.001.123 habitantes y significó el crecimiento de aproximadamente e l 60% con respecto al censo de la época del virrey Gil de Taboada, e n 1797 . Al cabo de cerca de cinco décadas de fundada la República, la población se duplicó. Según el censo de 1862 ésta alcanzó la cifra global de 2.487.106 habitantes, que se incrementó luego a 2.699.106, según el empadronamiento más importante y completo del siglo XJX, dispuesto durante el gobierno de Manuel Pardo, en 1876. Según este último censo la población rural, que vivía mayormente en condiciones de servidumbre en los grandes latifundios, constituyó casi el 85% del total, con excepción de la región serrana, donde e l campesinado llegó a ser superior al 90%. En contraste con la distribución de la población a inicios de la República, la población aumentó en las regiones del norte y centro del país y disminuyó en el sur (Gootenberg, 1995: 128-132). Mientras que la población de Lima ascendió a 100.156 habitantes, de los cuales casi el 15% fueron extranjeros que llegaron a la capi-
17 tal atraídos por la bonanza económica, convirtiéndola en una ciudad cosmopolita.
2.
Las comunicaciones
Durante la primera mitad del siglo XIX continuaron utilizándose los antiguos caminos de las épocas prehispánica y virreina!, los cuales se tornaron intransitables por el bandolerismo, las constantes guerras internas, los levantamientos militares y las sublevaciones que asolaron durante la época. Algunas rutas comerciales fueron abandonadas ante la decadencia de los asientos mineros que habían sido los centros desde los cuales se articularon los sistemas de arriería que los abastecían de mercaderías provenientes de la ciudad y el campo. El advenimiento del progreso de las comunicaciones se produjo recién a partir de mediados del siglo, con la construcción de los ferrocarriles. Contagiados por la euforia ferrocarrilera de Europa y Estados Unidos, se inició en 1851 la construcción del ferrocarril de Lima al Callao; tres años después, en 1854, el ferrocarril Tacna-Arica; y, en 1858, el de Lima a Chorrillos. A fines de la década de 1860 e inicios de la de 1870, ]osé Balta y Manuel Pardo, convencidos de que sólo con las vías de comunicación se podría explotar mejor la riqueza del país, sobre todo la ubicada en las regiones del interior, dirigieron su política a sembrar líneas férreas en el territorio peruano; pero que, por sus condiciones geográficas, resultaron sumamente costosas. Ramón Castilla, consciente de la situación estratégica del Perú en el Pacífico, hizo grandes adquisiciones navales para la defensa de nuestra soberanía marítima. Esta política fue continuada por ]osé Rufino Echenique y Juan Antonio Pezet. La instalación de las líneas telegráficas entre Lima-Callao y Lúna-Cerro de Paseo y la creación de la Compañía Nacional Telegráfica (1875), administrada por la West Coast of America, cuyas líneas se conectaron al cable submarino con estaciones en Chile, Argentina, Uruguay y Brasil, significaron un acercamiento del Perú a los acontecimientos mundiales. A partir de 1882 las comunicaciones se extendieron por el norte hasta Panamá, con la fundación de la Compañía Telegráfica del Centro y Sudamérica, lo que amplió el panorama informativo internacional.
3.
Territorio y fronteras
El Perú, de acuerdo con el principio de derecho internacional público del uti possidetis, estableció su soberanía territorial sobre el espacio geográfico que ocupó el antiguo virreinato que comprendía las audiencias de Lima y
18 del Cusco. Según dicho princ1p10, los territorios de las nuevas repúblicas deberían ser los mismos que habían poseído los virreinatos y capitanías .generales hasta 1810 y, por tal razón, al Perú le correspondió la región de Maynas que había dependido del Virreinato de Nueva Granada, pero que fue incorporada por la Real Cédula de 1802; asimismo lo fue la intendencia de Puno, reintegrada a la Audiencia del Cusco entre 1787 y 1796; y la provincia de Tumbes, que perteneció al partido de Piura e intendencia de Trujillo. La "libre determinación de los pueblos" fue el otro principio jurídico invocado para la delimitación territorial; mediante éste, los habitantes de la provincia de Jaén optaron libremente por incorporarse al Perú en junio de 1821, au n cuando pertenecían jurídicamente al Virreinato de Nueva Granada. El desentendimiento de los títulos coloniales por parte de algunos gobiernos de los países vecinos y la libre voluntad de los pueblos de pertenecer a uno u otro país, junto a lo dilatado de sus fronteras sin delimitar, condujo al Perú a tener ante sí hasta siete zonas críticas que fueron las causas de múltiples conflictos; cuatro en el norte: Guayaquil, Tumbes, Jaén y Maynas; tres en el sur: el Alto Perú, Tacna-Arica-Tarapacá y Arequipa-PunoCusco; y una zona totalmente inexplorada y desconocida: la región amazónica del Oriente. 3.1
Las fronteras críticas (1821-1845)
3 .1.1 Guayaquil La independencia alcanzada por la Gran Colombia, mucho antes que la
del Perú, le permitió iniciar una hábil política internacional para el reconocimiento de sus territorios y proyectar sus aspiraciones sobre Guayaquil, Tumbes, Jaén y Maynas. De esta manera, entre 1821 y 1826, existió la posibilidad de que el Perú, por influencia de Bolívar, se convirtiera en un Estado satélite de la Gran Colombia o en una provincia de una vasta República bolivariana, que se extendería desde el Orinoco (Venezuela) hasta Potosí (Bolivia). Sólo así se entiende que apenas lograda la victoria de Carabobo, el 24 de junio de 1821, Bolívar decidiera enviar a Joaquín Mosquera como emisario al Perú, Chile y Buenos Aires con la misión de reconocer a Guayaquil como integrante de la Gran Colombia, a pesar de la posición peruana que propuso que los guayaquileños decidieran libremente su destino (Guayaquil había formado parte del Virreinato de Nueva Granada, pero por Real Cédula de 1803 se reintegró al Virreinato del Perú para pasar nuevamente a depender de la Audiencia de Quito en 1819).
19 En julio de 1822, San Martín viajó de Lima a Guayaquil con el objeto de lograr la ayuda de Bolívar para concluir la guerra independentista del Perú e inclinar a su favor la decisión del pueblo de Guayaquil. Pero en la entrevista sólo logró el ofrecimiento de Bolívar de enviar algunos batallones de su Ejército y, a pesar de la simpatía de los habitantes de Guayaquil por la anexión al Perú, este puerto quedó bajo el conrrol de la Gran Colombia. El primer tratado, suscrito en Lima enrre Monteagudo por el Perú y Mosquera por la Gran Colombia (1822), postergó la demarcación de los límites entre ambos países hasta que el Congreso Constituyente peruano facultara al Poder Ejecutivo para arreglar este punto. Con esta medida, el Perú confió en la determinación del pueblo guayaquileño a favor de su integración al territorio nacional. En el mismo sentido, un año después, a través del tratado suscrito en Lima entre Galdeano y Mosquera, se reconocieron los límites existentes en 1809 entre los ex virreinatos del Perú y Nueva Granada; es decir, tácitamente se reconocía a Guayaquil como parte del territorio peruano, de acuerdo con la Real Cédula de 1803.
3 .1.2 Tumbes, jaén y Maynas y la guerra con la Gran Colombia En 1828, el presidente José de La Mar debió responder a la declaratoria de guerra hecha por la Gran Colombia, en un ambiente en el que estaba en juego el equilibrio geográfico y político en América del Sur. Bolívar reclamó la devolución de Jaén y Maynas, exigió explicaciones por la expulsión del Perú del ministro colombiano Cristóbal Armero y la intervención militar de Agustín Gamarra en Bolivia y demandó el pago de la deuda por la participación de la Gran Colombia en la guerra de la Independencia. El conflicto armado se detuvo después de una sorpresiva derrota ante las fuerzas de Antonio José de Sucre, en Portete de Tarqui, el 27 de febrero de 1829 y la firma del Convenio de Girón (28 de febrero de 1829), mediante el cual el Perú se comprometió a retirar sus fuerzas militares de Loja y devolver Guayaquil. En el convenio no fueron mencionadas Jaén ni Maynas, hecho que reconoció que no eran territorios de la Gran Colombia, y que sólo fue una excusa para la declaratoria de guerra. La guerra concluyó, finalmente, con el Tratado Larrea-Gual o Tratado de Guayaquil (1829). Éste fue un tratado de paz y amistad mediante el cual la Gran Colombia renunció a los reemplazos de sus soldados caídos en la guerra de la Independencia, negoció el pago de la deuda peruana y reconoció los confines de los antiguos virreinatos del Perú y Nueva Granada como punto de partida para una negociación que incluiría las variaciones de la línea de frontera que acordasen a futuro ambas partes. Sin' embargo, al año
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20 siguiente, se produjo la disolución de la Gran Colombia y la fundación de las nuevas repúblicas de Ecuador, Colombia y Venezuela, que contribuyeron al reconocimiento de sus propios límites fronterizos.
3 .1.3 Las tensas relaciones con el Ecuador El declive del poder de Bolívar y las aspiraciones separatistas de Caracas, Quito y Santa Fé de Bogotá, produjeron la desmembración política de la Gran Colombia y la fundación de las nuevas repúblicas de Venezuela (1829), Ecuador (1830) y Nueva Granada (Colombia) en 1832. El primer tratado celebrado entre Perú y Ecuador fue firmado el 12 de julio de 1832, entre José María Pando y Diego Novoa, en el que se estableció el reconocimiento y respeto de los límites vigentes en ese año: Ecuador estuvo integrado ·por las provincias de Quito, Azuay y Guayaquil; y Perú con todas sus provincias, representadas en el Congreso de 1832, incluyendo Tumbes, Jaén y Maynas. En el tratado de 1832 no se mencionó en absoluto la existencia del seudoprotocolo Pedemonte-Mosquera por el que el Perú, supuestamente, reconocía el derecho de la Gran Colombia a todo el territorio de la ribera izquierda de los ríos Marañón y Amazonas, y se reservaba sólo la ribera derecha. Sin embargo, en 1841, Ecuador inició sus reclamos de soberanía sobre los territorios de Jaén y Maynas, desconociendo los principios del uti possidetis iure y autodeterminación que sirvieron para la delimitación de los territorios de las nuevas repúblicas. Desde entonces, las relaciones diplomáticas entre ambos países fueron débiles y lejanas. En 1857 Ecuador entregó en concesión a sus acreedores ingleses las márgenes de los ríos Bobonaza y Pastaza, que pertenecían al Perú. Ante el rechazo de los reclamos hechos a través del plenipotenciario Juan Celestino Cavero, el Congreso autorizó la guerra contra el Ecuador. La intervención de la escuadra peruana, que bloqueó la costa ecuatoriana y permitió el desembarco de las tropas de Castilla en Guayaquil, el 7 de enero de 1860, produjo una profunda crisis y una completa anarquía en el Ecuador, en donde se constituyeron hasta tres gobiernos con sedes en Guayaquil, Quito y Loja. Como consecuencia de esta victoria se firmó el Tratado de Mapasingue, el 25 de enero de 1860, por el cual el Ecuador anuló la adjudicación de los territorios cedidos a sus acreedores y aceptó por límites los que emanaban del uti possidetis, es decir, los que tenían los antiguos virreinatos del Perú y Nueva Gran:=tda, conforme a la Real Cédula de 1802. El tratado estableció, además, un plazo de dos años para su ratificación por ambos países. Sin embargo, el tratado fue declarado nulo por Ecuador en 1861 y por el Perú en 1863.
21 Quedando aún pendiente el arreglo definitivo, el Perú adoptó una previsora po lítica de población en _la región nororiental con la creación del departamento de Loreto, con su capital !quitos sobre la margen izquierda del río Amazonas, el 11 de setiembre de 1868, que se complementó militarmente con la construcción del apostadero naval de !quitos y la adquisición de los barcos de río "Morona", "Pastaza", "Putumayo" y "Napo".
3 .l.4 El Alto Perú y Bolivia Cuando se proclamó la independencia, quedó incierto el futuro político de la Audiencia de Charcas, que había dependido del Virreinato del Río de la Plata, pero que el virrey Abascal reincorporó al Perú durante la última década de la dominación española. En esa región, conocida como el Alto Perú, fue latente la posibilidad de que la población decidiera optar por continuar anexado al Perú como lo estuvo hasta 1776. La situación del Alto Perú recién se definió en 1825, cuando el Congreso de Chuquisaca decidió, bajo la influencia de Bolívar y Sucre, la creación de la República de Bolivia, igno rando las profundas similitudes étnicas, geográficas, económicas, sociales y culturales existentes entre ambas regiones. De haber prosperado la unión entre el Perú y el Alto Perú, hubiera formado un poderoso Estado en América del Sur, con un dominio casi absoluto en el Pacífico, un control de los principales recursos de las hoyas del Amazonas y del Titicaca, y una población indígena, criolla y mestiza muy superior al resto de los países sudamericanos. Bajo la concepción de Bolívar, la federación del Perú y Bolivia partió de la base de la existencia de dos repúblicas y no de la existencia de sólo una. Los primeros intentos por restablecer esta unidad bolivariana se manifestaron a través de la misión de Ortiz de Cevallos, que concluyeron en dos tratados suscritos en Piquiza (1826) durante el corto gobierno vitalicio de Bolívar. Por el primero, ambos países debían unirse para formar la Federación Boliviana; mientras que, por el segundo, el Perú cedía todo el litoral al sur del valle de Sama, a cambio de la provincia de Apolobamba y el pueblo de Copacabana, pertenecientes a Bolivia. El Congreso peruano, sin embargo, desaprobó ambos tratados y dispuso la expulsión de Bolívar por considerar que su actitud atentaba contra el interés nacional. Con la finalidad de liquidar la hegemonía de Bolívar y expulsar al Ejército auxiliar colombiano que Sucre mante nía en Bolivia, las tropas peruanas al mando de Gamarra incursionaron en dicho país y, junto con los conspiradores bolivianos, obligaron a la re nuncia de Sucre y a ·¡a firma del Tratado de Piquiza (1828), que dispuso la conformación de un gobierno nacional. El
22 triunfo otorgó prestigio y reconocimiento popular a dos nuevos caudillos, quienes, años después, aspiraron a unir ambos países: desde el Perú, el general Agustín Gamarra pensaba en la anexión de Bolivia; y, desde Bolivia, el general Andrés de Santa Cruz proyectaba la segregación del sur del Perú.
3 .1.5 La Confederación Perú-Boliviana La Confederación Perú-Boliviana fue un ambicioso proyecto para restaurar bajo un solo gobierno los antiguos territorios del incario y del virreinato peruano, surgiendo corrientes de opinión en Bolivia y en la zona sur del país (Puno, Cusco y Arequipa) a favor de la implantación del federalismo. Tres factores principales coadyuvaron a dar cierto vigor a tales planteamientos: • La necesidad de cierta autonomía administrativa y comercial que eliminase las dificultades provenientes de las distancias y las malas comunicaciones entre Lima y las provincias. • La influencia regional de Agustín Gamarra mientras desempeñó la prefectura del Cusco. • Los trabajos tenazmente efectuados por los agentes de Santa Cruz, presidente de Bolivia, para incorporar los tres departamentos del sur peruano o para unir el Alto y el Bajo Perú. Visto desde el lado peruano, el federalismo significó la reincorporación de Bolivia; pero, desde el lado boliviano, se aspiró a imponer su expansión hacia los departamentos de Cusco, Puno y Arequipa. En consecuencia, la acción de los federalistas se orientó a ser el resultado de una invasión santacrucina en la política peruana, o la amenaza del peruanismo de Gamarra sobre Bolivia. Y las posiciones se agudizaban, en cuanto se trataba de dirimir a qué caudillo correspondería encabezar la ejecución de los planes trazados (Basadre, 1994: 35). La ocasión se presentó cuando Luis ]osé de Orbegoso, instado a someter a Felipe Santiago Salaverry levantado en armas en Lima y, ante las escasas fuerzas militares disponibles que su propio gobierno había propiciado por el peligro que representaban para la estabilidad de su régimen, firmó el Tratado de Auxilios (15 de junio de 1835) con Andrés de Santa Cruz quien invadió el Perú con tres mil bolivianos. La estrategia de Santa Cruz se desenvolvió en dos escenarios: el militar y el político. Primero derrotó a Gamarra en Yanacocha en 1835 y a Salaverry en Socabaya en 1836; después, convocó a tres congresos regionales. El primero en Sicuani, con la participación de los representantes de los departamentos de Ayacucho, Arequipa, Cusco, Puno y Tacna, acordándose formar el
23 Estado Sur Peruano el 22 de marzo de 1836. El segundo se realizó en Tapacari (Bolivia), que acordó integrar la Confederación el 18 de junio de 1836. Y el tercero en Huaura, con los representantes de Huaylas, Junín, La Libertad, Lima y Maynas, que constituyeron el Estado Nor Peruano el 11 de agosto de 1836. Santa Cruz entró triunfalmente a Lima el 15 de agosto de 1836. La Confederación Perú-Boliviana, establecida por decreto expedido por Santa Cruz el 28 de octubre de 1836, fue confirmada por el Congreso de Tacna e l 10 de marzo de 1837, que lo designó como protector de la Confederación por 10 años y figura central del gobierno con atribuciones militares, diplomáticas, económicas, administrativas y políticas. Santa Cruz dispuso la existencia de un Congreso con dos cámaras, una de senadores, vitalicia, a razón de cinco representantes por Estado nombrados por él; y otra de diputados, integrada por siete miembros por Estado con un mandato de seis años. Cada Estado tuvo su propio gobierno, pero sus presidentes fueron nombrados por Santa Cruz. También estableció el funcionamiento de cortes supremas en cada uno de los tres estados. La Confederación Perú-Boliviana se frustró por las cautelosas previsiones de los nacionalistas peruanos, que vieron en ella una tardía y empequeñecida adaptación de los planes de Bolívar, temiendo que repercutiese en una división del territorio en dos estados. Más aún, para un sector de los peruanos, la Confederación pareció destinada a imponer la supremacía boliviana o, quizás, la incorporación del Estado Sur Peruano a Bolivia. Contribuyó también a su fracaso la rectificación de los liberales que habían gestionado la intervención de Santa Cruz para contrarrestar la insurgencia de Salaverry. Por otro lado, en Bolivia ciertos sectores rechazaron el autoritarismo de Santa Cruz sufrido desde 1829, otros lo acusaron de peruanista y muchos mostraron su disconformidad por la composición del Congreso, en la que participaban con sólo un tercio del total. Finalmente, Chile y Argentina demostraron abiertamente su temor y desconfianza por la hegemonía de la Confederación en el concierto sudamericano. Ambos países le declararon la guerra, Chile el 26 de diciembre de 1836 y Argentina el19 de mayo de 1837.
24 Recuadro 1 Carta de Diego Portales a Blanco Encalada·
Santiago, 1O de setiembre de 1836
Señor don Manuel Blanco Encalada Apreciado amigo: La posición de Chile frente a la Confederación Perú-Boliviana es insostenible. No puede ser tolerada ni por el pueblo ni por el Gobierno, porque ello equivaldría a su suicidio. No podemos mirar sin inquietud y la mayor alarma la existencia de dos pueblos confederados, y que, a la larga, por la comunidad de origen, lengua, hábitos, religión, ideas, costumbres formarán como es natural, un solo núcleo. Unidos estos dos Estados, aún cuando no más sea momentáneamente, serán siempre más que Chile en todo orden de cuestiones y circunstancias. En el supuesto que prevaleciera la Confederación a su actual organizador, y ella fuera dirigida por un hombre menos capaz que Santa Cruz, la existencia de Chile se vería comprometida. Si por acaso a la falta, de una autoridad fuerte en la Confederación, se siguiera en ella un periodo de guerras, intestinas que fuese obra del caudillaje y no tuviese por fin la disolución de la Confederación, todavía está en plena anarquía, sería más poderosa que la República, Santa Cruz está persuadido de esta verdad conoce perfectamente que por ahora, cuando no ha cimentado su poder, ofrece flancos sumamente débiles y esos flancos son los puntos de Chile y el Ecuador. Ve otro punto, pero otro punto más lejano e inaccesible que lo amenaza y es la Confederación de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Por las regiones que fueron el Alto Perú es difícil amagar a Lima y a la capital boliviana en su sentido militar, pero el cierre de las fronteras platenses no dejará de dañarle por una parte, y no le permitirá concentrar su ejército en un punto, sino repartirlo en dos a tres frentes : en el que prepare Chile, en el que oponga al Ecuador o en el que le presente Rosas.
Fragmento de la carta escrita de puño y letra por Diego Portales en Epistolario 1834-1837. Recopilación y notas de Ernesto de la Cruz. Prólogo y nuevas cartas recopiladas y anotadas por Guillermo Feliú Cruz.
25 La Confederación debe desaparecer para siempre jamás del escenario de América. Por su extensión geográfica; por su mayor población blanca por las riquezas conjuntas del Perú y Bolivia, apenas explotadas ahora; por el dominio que la nueva organización trataría de ejercer en el Pacífico, arrebatándonoslo; por el mayor número también de gente ilustrada de la raza blanca , muy vinculadas a las familias de influjo de España que se encuentran en Lima; por la mayor inteligencia de sus hombres políticos, si bien de menos carácter que los chilenos por todas estas razones, la Confederación ahogaría a Chile antes de muy poco. Cree el Gobierno, y éste es un juicio también personal mío, que Chile sería o una dependencia de la Confederación como lo es hoy el Perú, o bien la repulsa a la obra ideada con tanta inteligencia por Santa Cruz, debe ser absoluta. La conquista de Chile por Santa Cruz no se hará por las armas en caso de ser Chile vencido en la campaña que usted mandara. Todavía le conservará su independencia política . Pero intrigará en los partidos , avivando los odios de los parciales de los O'Higgins y Freire, echándolos unos contra otros indisponiéndonos a nosotros con nuestro partido, haciéndonos de miles de odiosas intrigas. Cuando la descomposición social haya llegado a su grado más culminante, Santa Cruz se hará sentir. Seremos entonces suyos. Las fuerzas navales deben operar antes que las militares, dando golpes decisivos. Debemos dominar para siempre en el Pacífico: ésta debe ser su máxima ahora, y ojalá fuera la de Chile par.a siempre. Las fuerzas militares chilenas vencerán por su espíritu nacional, y si no vencen contribuirán a formar la impresión que es difícil dominar a los pueblos de carácter.
La suma de estos factores adversos a la Confederación condujeron al surgimiento de una fuerza restauradora en Chile estimulada por los peruanos enemigos de Santa Cruz, asilados en dicho país. Los emigrados peruanos se hallaban divididos en dos grupos: a) el partido de Agustín Gamarra-Gutiérrez de la Fuente-Ramón Castilla; y, b) el grupo de Manuel Vivanco-Felipe Pardo y Aliaga. Sin embargo, el enemigo más decidido fue el ministro chileno Diego Portales, quien afirmó que la Confederación ponía en peligro la existencia de Chile como nación independiente. El pensamie nto de Portales guió, desde entonces, la política chilena: mantener la hegemonía comercial y naval en el Pacífico. Para intervenir contra la Confederación se organizaron dos exp ediciones restauradoras: la primera dirigida por el almirante chileno Manuel Blanco Encalada, con el acompañamiento de Gutiérrez de la Fuente al mando de los militares exiliados, que fracasó; y, la segunda, al mando del chileno Manuel
26 Bulnes y el peruano Agustín Gamarra, que venció finalmente a las fuerzas confederadas en la batalla de Yungay el 20 de enero de 1839, y puso fin al proyecto de la Confederación. En 1839, Gamarra fue elegido como presidente y con el pretexto de conspiraciones organizadas por Santa Cruz en dicho país, cruzó la frontera para respaldar al gobierno del general ]osé Ballivián. Vino una nueva guerra, Gamarra invadió La Paz (octubre de 1841), pero se vio obligado a desocuparla por la hostilidad de su población. Acampado en Ingavi, Gamarra murió el 18 de noviembre de 1841, en circunstancias no esclarecidas. Los bolivianos, divididos hasta entonces, se unieron e invadieron nuevamente el sur peruano (Puno, Tacna, Arica, Tarapacá y Moquegua) hasta la firma de un tratado en Puno el 7 de junio de 1842, por el que se restableció la paz e ntre ambos países, sin ningún tipo de cesión territorial.
3 .l.6 La zona amazónica. Brasil Una tercera zona conflictiva fue la Amazonía, donde el Perú heredó los territorios demarcados por el Tratado de San Ildefonso suscrito por España y Portugal en 1777. En esa región, la aplicación de los principios de la validez de los títulos coloniales y la autodeterminación de los pueblos nunca estuvieron claramente establecidos. Primero, porque luego de la guerra entre España y Portugal, a principios del siglo XIX, no quedó definida la línea fronteriza entre los dominios de ambos países en tierras americanas; y, segundo, porque la selva, región inexplorada, estuvo habitada por grupos aborígenes que no conocieron de fronteras o de estados y, por lo tanto, fue imposible aplicar el principio de la voluntad popular. La política portuguesa y luego brasileña fue la penetración pacífica, cultural y de dominio efectivo del territorio sin interesarse por delimitar sus fronteras, ya que controlando la desembocadura de los principales ríos en el Amazonas, era sencillo propiciar la colonización y, luego, sustentar la tesis de la posesión efectiva o uti possidetis factum. Por esta razón fracasaron los intentos de la misión de ]osé Cáceres en 1827, en Río de Janeiro, y el Tratado de Paz, Amistad, Navegación y Comercio suscrito en Lima en 1841, e ntre Manuel Ferreyros y Duarte da Ponte Ribeyro, que significó un triunfo para Brasil, pues se continuó aplicando el principio del uti possidetis como criterio para los arreglos fronterizos y permitió reconocer su soberanía en territorios que excedían los establecidos en el tratado de 1777. Este último tratado no fue ratificado, debido a la postergación por parte del Brasil de un acuerdo de libre navegación por el Amazonas.
27 Dentro de la política americanista de mediados del siglo XIX, en 1851 el gobierno de Rufino Echenique impulsó la suscripción de una convención sobre comercio y navegación fluvial en el Amazonas. En dicha convención, suscrita por Bartolomé Herrera y Duarte da Ponte Ribeyro, se trató del libre tráfico de productos y de naves por los ríos y fronteras respectivas y el apoyo a las empresas de ambos países. La cuestión limítrofe quedó postergada, salvo acuerdos imprecisos acerca de líneas e hitos siguiendo la confluencia de algunos ríos afluentes del Amazonas. En defensa de la convención se argumentaron las ventajas económicas que se abrían para el Perú con la salida al Atlántico, la creación de la primera compañía nacional de navegación del Amazonas, la reglamentación de la ley sobre tierras de montaña, la reorientación de la inmigración hacia esa región y la creación del gobierno de Loreto, que fortaleció la presencia del Estado en una región donde existían intereses del Ecuador y Brasil. La Iglesia cumplió, también, un importante papel a través de sus misiones en la selva. Franciscanos, agustinos, dominicos y mercedarios, que habían asumido los puestos dejados por los jesuitas en el siglo XVIII, trabajaron en el levantamiento de mapas y estudios científicos y en la construcción de caminos, y su presencia en los límites fronterizos constituyó mejor probanza de la soberanía del Perú sobre dichos territorios. También hubo intentos de abrir caminos hacia el oriente peruano para establecer colonias y estudiar la geografía y los recursos naturales de esa zona. Las primeras noticias acerca de la región datan de 1830, con la fundación del pueblo de Nauta en la margen izquierda del río Marañón y de Tingo María. Por esos años también incursionaron expedicionarios ingleses, suizos, alemanes y peruanos por los ríos Ucayali, Pachitea, Marañón y Amazonas. Pero, la falta de caminos, la carencia de tierras hábiles y la ausencia de protección estatal, hicieron fracasar los intentos de colonización. Hacia 1870 sólo se habían establecido 100 alemanes y 202 tiroleses en el Pozuzo y Oxapampa. 3.2
El romanticismo internacional (1845-1866)
Durante el período de la prosperidad económica, el Perú, que ostentaba por entonces un gran prestigio y una poderosa fuerza militar en Sudamérica, inició una acertada proyección internacional que le permitió obtener el reconocimiento de los países americanos. En busca de la integración americana, se convocaron en Lima dos importantes congresos, el primero en 1847-1848 con representantes de Bolivia, Chile, Ecuador y Colombia, y el segundo en 1864. La activa política internacional se expresó también en el Tratado Continental de 1856 suscrito por el
28 Perú, Chile y Ecuador, que planteó la ayuda mutua entre los países americanos contra toda intervención extranjera, así como la ciudadanía común, la uniformidad de los cambios monetarios y el mejoramiento de los procedimientos aduaneros. Sin embargo, dicho tratado no fue ratificado. Durante sus diferentes gobiernos, Castilla tuvo una actitud firme contra las tendencias neocolonialistas de la época. En 1846 concretó acciones diplomáticas contra las pretensiones del general ecuatoriano Juan José Flores, quien pretendió establecer regímenes monárquicos con príncipes españoles en Ecuador y Bolivia. Consciente del deber del Estado de proteger a sus ciudadanos, envió a California el bergantín "Gamarra" para respaldar a los peruanos que eran objeto de abusos en ese territorio durante la fiebre del oro. En 1856 ayudó económica y diplomáticamente a Nicaragua contra las pretensiones de conquista del filibustero norteamericano William Walker. En 1859 impidió los propósitos del gobernante ecuatoriano Gabriel García Moreno de fundar un reino bajo la protección de Napoleón III, de Francia, en Perú y Ecuador. En 1860 estuvo contra la intervención francesa en México, que creó el fugaz imperio de Maximiliano de Habsburgo; apoyó al gobierno legítimo de Benito Juárez y en 1861 protestó contra la invasión española a Santo Domingo. Un año después, en 1862, la reina Isabel II de España, siguiendo la costumbre de la época, en la cual las grandes potencias marítimas y coloniales enviaban expediciones científicas por el mundo para realizar estudios de ciencia natural e historia, envió al océano Pacífico una expedición científica con el aparente objeto de realizar investigaciones en las costas occidentales del continente americano. En 1863, cuando la flota española había partido ya del Callao rumbo a México, un incidente en la hacienda Talambo (Lambayeque) en el cual murió un español y resultaron otros heridos, fue utilizado como pretexto por la escuadra española al mando del almirante Luis Hernández Pinzón para ocupar las islas guaneras de Chincha, e l 14 de abril de 1864. El Perú reclamó tímidamente la violación de la soberanía territorial y se sucedieron diversos intentos de negociación para resolver el conflicto. El 27 de enero de 1865 se firmó el Tratado de Paz y Amistad Vivanco-Pareja, que fue rechazado públicamente por ser considerado lesivo a la dignidad nacional. Entonces, la guarnición militar de Arequipa, al mando del coronel Mariano Ignacio Prado, se sublevó contra el gobierno de Pezet, proclamó la nulidad del tratado y declaró la guerra a España el 15 de enero de 1866. A la actitud peruana se sumaron más tarde Chile, Bolivia y Ecuador. El 2 de mayo de 1866, en el Callao, se puso término a las pretensiones colonialistas de España en América y se expulsó a la escuadra española de las costas del Pacífico Sur.
29 3.3
La política de alianzas y antecedentes de la guerra con Chile
(1873-1879)
A partir de la década de 1870, en Bolivia y en el Pe rú hubo una explicable alarma ante el expansionismo del capital chileno, interesado en la explotación de las riquezas salitreras en los desiertos de Atacama (Bolivia) y Tarapacá (Perú). Esta inquietud tenía antiguos antecedentes. Desde 1840 había surgido una enojosa polémica entre los gobiernos de Chile y Bolivia por fijar las fronteras de sus respectivos países, entre los paralelos 23° y 25° latitud sur. Chile sostenía que su soberanía en la zona norte era a partir del paralelo 23°, ubicado en Mejillones, mientras que su vecino la impugnaba, atribuyéndose pretensiones jurisdiccionales hasta el paralelo 25° por su frontera sur. Después de 20 años de litigios, el 10 de agosto de 1866, el preside nte boliviano Mariano Melgarejo firmó un tratado con Chile por el cual reconoció como frontera el paralelo 24° de latitud sur, y aceptó la coparticipación o condominio de las riquezas guaneras y minerales ubicadas entre los paralelos 23° y 25° que se exportasen por el puerto de Antofagasta, ubicado en territorio boliviano. A la caída de Melgarejo, los acuerdos y concesiones otorgados a Chile fueron anulados por el nuevo gobierno, mediante ley del 14 de agosto de 1871. Sin embargo, esta política nácionalista no se mantuvo firme, permitiendo la continuación de las concesiones salitreras a las empresas extranjeras, organizadas bajo la Compañía de Salitres y Ferrocarriles de Antofagasta, de propiedad de capitalistas chilenos ligados a los altos círculos políticos de ese país. A partir de entonces empezaron las conversaciones entre las diplomacias boliviana y peruana para atender el conflicto de la soberanía boliviana. Por iniciativa del preside nte boliviano Agustín Morales y, más concretamente, de su canciller Casimiro Corral y del embajador Juan de la Cruz Benavente, el 6 de febrero de 1873, ]osé de la Riva Agüero firmó en secreto, después de no pocas vacilaciones de parte de nuestra cancillería, el Tratado de Alianza Defensiva Peruano-Boliviano, con el fin de apoyarse mutuamente contra la agresión extranjera y de utilizar el arbitraje en caso de que ésta ocurriese. A pesar del tratado firmado con el Perú, Bolivia celebró un nuevo tratado con Chile el 6 de agosto de 1874 ratificando, en parte, el suscrito por Melgarejo en el año 1866 y estableciendo, además, la obligación de Bolivia de no imponer nuevos impuestos a las empresas chilenas radicadas en el desierto de Atacama por un lapso de 25 años. Chile consiguió, de esta manera, una garantía extraordinaria para la industria que explotaba en el litoral boliviano. El 14 de febre ro de 1878, el general boliviano Hilarión Daza, ante una profunda crisis económica ocasionada, entre otros factores, por una prolon-
30 gada sequía, gravó con un impuesto de diez centavos cada quintal de salitre exportado por el puerto de Antofagasta. La oposición de la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta fue férrea y se negó a pagar los impuestos que ascendieron a 90 mil pesos a fines de dicho año. Daza ordenó la nacionalización de la empresa el 1 de febrero de 1879 y el remate de sus bienes el 14 del mismo mes. Chile, sin previa declaratoria de guerra, envió al puerto de Antofagasta una fuerza militar de 500 hombres y anunció que reivindicaba como suyo todos los territorios al sur del paralelo 23°. De esta manera, el propósito de conquistar militarmente la riqueza salitrera de Atacama y, posteriormente, de Tarapacá y establecer su hegemonía en el Pacífico Sur, para el cual había estado preparándose, desde inicios de la década de 1870, se puso al descubierto. Para el Perú, entrar en la aventura de las alianzas más o menos dudosas con Bolivia, frente a un país expansionista como Chile, atraído por riquezas enormes y cercanas, implicaba la necesidad de fortalecer el Ejército y la Marina. Pero, precisamente en esa época fue notable el debilitamiento de nuestras · Fuerzas Armadas. Hubo reducciones notables de gastos militares, no sólo por la crisis imperante, sino por recelos políticos por parte del Partido Civil. Otras debilidades fueron la ausencia de planos y mapas de los territorios de Antofagasta, Tarapacá, Tacna y Arica, y la carencia de medios de transporte ferroviario entre Tacna y Bolivia. Este país no contaba siquiera con una fuerza naval, ni siquiera un servicio telegráfico que la conectara con el mundo. Infructuosos fueron los esfuerzos del presidente Mariano Ignacio Prado y de la misión mediadora de ]osé Antonio Lavalle en Chile para evitar la guerra. La revelación de la existencia del tratado secreto y el rechazo de la intervención del Perú, concluyeron con la declaratoria de guerra de Chile a Bolivia y el Perú el 5 de abril de 1879.
31 JI.
LA DETERMINACIÓN DE LA NACIONALIDAD 1821-1845
1.
El caudillismo militar
1 .1. La fundación de la República, las luchas ideológicas y las constituciones
Al comenzar la vida independiente del Perú en 1821, su clase dirigente, que había optado por la separación de España, tuvo ante sí dos sistemas políticos por seguir: por un lado, la monarquía constitucional, que se había abierto camino en Inglaterra; y, por otro, el liberalismo de la Revolución Francesa y la independencia de los Estados Unidos. Los dos modelos políticos contaron con partidarios que, agrupados en bandos opuestos irreconciliables, dividieron a la sociedad que se había mantenido unida en su lucha contra España. La defensa de los argumentos monarquistas se apoyó en diversas razones. Por un lado, la extensión territorial que, según dicha posición, demandaba fundar un sistema de gobierno que concentrara y no dispersara el poder, para evitar el riesgo de la anarquía. Por otro, la heterogeneidad de la población conformada por diversas castas y con muy variados hábitos y costumbres, exigía mantenerla articulada a un régimen socialmente paternal. Y, finalmente, el grado de incultura e ignorancia de la población no dejaba otro camino que la instauración de un gobierno de hombres ilustrados. De esta manera, San Martín y parte de la nobleza criolla intentaron crear una monarquía constitucional entre 1821 y 1822, respetando los títulos nobiliarios de la época virreina! a los que cambiaron de nombre por títulos del Perú: se creó la Orden del Sol, se fundó la Sociedad Patriótica de Lima para difundir las ideas monárquicas y se instituyó un Consejo de Estado en el cual había tres condes criollos y un marqués inca. Estas consideraciones sociológicas de los ideólogos monarquistas, como Manuel Lorenzo Vidaurre, quien escribió Plan del Perú; Hipólito Unanue y Bernardo de Monteagudo, secretario de Estado de San Martín, fracasaron por la férrea oposición de los radicales defensores del modelo liberal (Aljovín de Losada, 2000: 96-99). El clima revolucionario de la época impuso el modelo republicano inspirado en las ideas de la defensa de la libertad e igualdad humanas, en el derecho del pueblo a gobernarse a través del sufragio personal y en la realización de las transformaciones revolucionarias de las costumbres y hábitos a través de la difusión de las ideas de la Ilustración. Se fundó un Estado unitario, soberano y representativo de la nación constituida en su origen por todos los peruanos, pero representada políticamente por una elite que, privilegiada por su solvencia económica y grado de cultura, obtuvo el derecho a la ciudadanía, es decir a elegir y ser elegida. Sin embargo, aun dentro de este mismo
32 bando surgieron, casi de inmediato, dos posiciones antagónicas: la de los conservadores y la de los liberales. Los conservadores procuraron implantar el orden y la unidad nacionales mediante el fortalecimiento del principio de autoridad y la obediencia civil a un Estado centralista y de inspiración divina, mostrándose, en general, propicios al caudillaje y al militarismo. Propugnaron el resguardo de la vida y la propiedad, la protección á! comercio y la industria, y la defensa de la Iglesia y de la religión católica en todos los órdenes. Acusaron a los liberales de propender a la exaltación, la ligereza, la improvisación, la avidez de prebendas y al lujo. Por su parte, los liberales plantearon la restricción del poder presidencial, unido a un período corto de gobierno y la no reelección. En una actitud contraria al caudillismo, defendieron la subord inación del Ejército al poder político representado por el Parlamento, la vigilancia sobre los ascensos y el reclutamiento militar. Además de la implantación del principio democrático, demandaron acabar con el centralismo administrativo limeño y el fortalecimiento de los gobiernos locales. Propugnaban la generalización del derecho de ciudadanía y el sufragio universal, la eliminación de los fueros privativos, y la supresión de los diezmos, capellanías y primicias. Acusaron a la Iglesia de tener exagerada intervención política por la participación de numerosos clérigos en el Parlamento, aun cuando éstos no lo hicieron en representación de la jerarquía, sino a título personal, como fue también el caso de los militares. De esta manera, la naciente República, creada bajo la advocación de la razón y de los ideales de justicia e igualdad sociales, se debatió durante los primeros veinte años de su existencia en un afán por organizarse dentro de pautas constitucionales de acuerdo con estas ideas. Cinco constituciones, varios estatutos provisorios y un buen número de planes de cartas políticas frustradas, constituyen un bagaje considerable de esta lucha entre liberales y conservadores por tener el control y el predominio absoluto a través del Parlamento o el Ejecutivo. Los debates doctrinarios durante los primeros congresos constituyentes giraron, entre 1823 y 1839, alrededor de la descentralización, el federalismo y el nacionalismo que expresaron el afán protagónico de las provincias frente a Lima y el afianzamiento de la soberanía territorial con respecto a nuestros vecinos. También fue apasionada la lucha por tratar de convertir el Parlamento o el Ejecutivo en primer poder del Estado y el afán de sujetar el poder militar al Congreso. Destacaron como ideólogos del liberalismo, Francisco Javier Lu na Pizarra, José Faustino Sánchez Carrión y Francisco Javier Mariátegui, quienes se enfrentaron a José María de Pando, ilustre representante del pensamiento conservador.
33 Dependiendo del resultado de los movimientos caudillescos, revoluciones y guerras, se promulgaron cinco constituciones: tres liberales (1823, 1828 y 1834) y dos conservadoras (1826 y 1839) y un estatuto (1837), que demuestran el grado de inestabilidad y desinstitucionalización del país. De estas cinco constituciones rigieron sólo tres: dos liberales (la de 1828, durante seis años y la de 1834, durante tres años) y la de 1839, durante 15 años. La primera Constitución liberal de 1823 fue declarada en suspenso por el propio Congreso Constituyente que invistió de amplios poderes a Bolívar para que concluyese la gesta libertaria. La Constitución de 1826, de tendencia vitalicia, debido a que dispuso la elección de un presidente y un senado de por vida, nunca llegó a ponerse en práctica. Y el estatuto de la Confederación PerúBoliviana de 1837, de corte autoritario, sólo estuvo vigente hasta 1839. 1.2
La organización del Estado
Durante los primeros años de la República, la organización del Estado, bajo el ejercicio de constituciones precarias y con bases doctrinarias tan opuestas, fue cambiante, y el funcionamiento de los principales poderes, nacional y regionales, inestable. Se crearon y suprimieron en diversas oportunidades la figura de los vicepresidentes; en lugar del Senado se instituyó el Consejo de Estado para que ejerciera las funciones de control sobre el presidente de la República (1828), figura que fue reemplazada por el Consejo de Ministros en 1856. Para atender las exigencias de la nueva República, el Congreso creó solo tres ministerios cuyos titulares estuvieron sometidos al Parlamento: los de Gobierno y Relaciones Exteriores, el de Hacienda y el de Guerra, que funcionaron con un escaso personal y un presupuesto estrecho, a excepción del Ministerio de Guerra. Las autoridades políticas locales estuvieron conformadas por el prefecto en los departamentos, los subprefectos en las provincias y los gobernadores en los distritos, todos sometidos al Poder Ejecutivo que los nombraba. Dicha responsabilidad recayó, por lo general, en personalidades con gran poder económico e implicó alianzas políticas entre el poder central, en Lima, y los círculos locales de poder que, además, se expresaron políticamente en la elección de sus representantes para el Congreso. La República quiso terminar con el centralismo del poder y las primeras constituciones liberales establecieron las juntas departamentales como una fórmula para propiciar la participación política de los pueblos y regiones en su propio desarrollo. Los miembros de las juntas debían ser elegidos y .su consejo presidido por el prefecto. De esta manera, se pretendió que la ciudadanía local, a través de sus representantes, tuviera intervención en la marcha
34 de las municipalidades, en las actividades productivas, en la instrucción y la beneficencia. Asimismo, que participara en la preparación de las listas de electores, que controlara la recaudación y distribución de las contribuciones y que efectuara las levas para el Ejército y la Marina, vigilando las actividades de los jefes de milicias. Sin embargo, por la amplitud de sus funciones ejecutivas y de gobierno, las juntas se enfrentaron en muchas ocasiones con el Poder Ejecutivo, que interfirió políticamente y las asfixió con una corta dotación de recursos, que hizo que su funcionamiento fuera irregular y poco efectivo. Los municipios fueron los órganos realmente encargados de la conducción de la instrucción primaria y de las labores de beneficencia, salubridad, seguridad, ornato, recreo y orden público en los departamentos y las provincias, a pesar de que dependieron de las juntas departamentales. Muchas veces tuvieron que enfrentar a los regímenes fuertes que los eliminó o redujo sus atribuciones. Así, la Carta Magna de 1823, que establecía que sus miembros debían ser elegidos por los colegios electorales de cada parroquia y que la mitad de ellos debían ser renovados anualmente, fue modificada en 1839 por el gobierno de Gamarra, que reemplazó los municipios por las juntas municipales, pero sin elección de los vecinos. Por otro lado, la autonomía del Poder Judicial fue bastante débil debido al sist~ma de nombramiento de vocales supremos, que dependió de la presentación de una terna por parte del Congreso y la posterior elección por parte del Ejecutivo, restándole de esta manera completa independencia en la administración de justicia. La clase política, en su mayoría eclesiásticos, abogados y antiguos aristócratas, divididos en posiciones irreconciliables, sin expe riencia directa en el gobierno de un país y preocupados por conservar sus propios privilegios, fue incapaz de conducir el Estado y realizar los profundos cambios en las estructuras sociales y económicas que el Perú demandaba. 1.3
Militarismo y caudillismo
Las luchas doctrinarias entre liberales y conservadores, que se manifestaron políticamente entre 1821 y 1845, contribuyeron a la inestabilidad de las instituciones tutelares de la República y a la desorganización del aparato estatal. El enfrentamiento fue constante entre los caudillos civiles desde el Parlamento y los militares desde el Palacio de Gobierno, que se disputaron el derecho de conducir los destinos de un país que tenía dos cuestiones urgentes que atender: la organización interna de la República ante el eventual peligro de una separación o desmembración territorial, propiciada por los intere-
35 ses regionales, y consolidar la soberanía en las fronteras ante las exigencias y pretensiones de los estados vecinos. Fue evidente, entonces, que ante un Congreso e nvuelto en sus propias contradicciones doctrinarias, la única fuerza organizada con la capacidad de atender estas u rgencias fuera la institución militar. Sin embargo, e l nuevo Ejército republicano careció del respaldo de una tradición de carrera propiamente dicha, debido a su heterogénea composición: aristócratas, criollos, mestizos, desertores de las fuerzas realistas y esclavos que advirtieron que la actividad militar era un vehículo para el reconocimiento social, al mismo tiempo que se defendía la patria. Éste fue el terre no propicio para el surgimiento de los caudillos que consiguieron sus ascensos militares gracias a los méritos, actos he roicos y apoyo político que habían brindado a la nación entre 1810 y 1824. Las constituciones liberales pretendieron controlar el p oder de las armas, sin conseguirlo. Fueron superfluas las funciones impuestas al Ejército, como "sostener la ejecución de las leyes" (Constitución de 1828), "000 esencialmente obediente, no puede deliberar" (Constitución de 1834) y "OO. la obed iencia militar será subordinada a la Constitución y a las leyes" (Constitución de 1856), que muy pocas veces se cumplieron. Los caudillos se impusieron a ellas a través de las reformas constitucionales y propiciaron, luego de cada revolución, la purga de los principales jefes rivales y admitieron como aliados a los que se adherían al nuevo régimen, fueran militares o civiles, representantes al fin del conservadurismo y defensores del orde n y la disciplina (Aljovín de Losada, 2000: 261). El caudillo fue definido por Basadre como "guía y conductor" (Basadre, 1994) y Guerra complementa este perfil con los siguientes elementos caracte rísticos: "000 prestigio personal, ambición de poder, ascendencia popular, personalismo, ausencia de ideario político p ropio, imitación del modelo napoleónico, sentido carismático, mesianismo y nacionalismo" (Guerra, 1979). Unos 40 caudillos ejercieron esporádica y sucesivamente el poder entre 1821 y 1845, con gobiernos cuya duración fue en promedio de seis meses, y por ello fue imposible que el Estado impulsara la integración nacional del país (Bonilla, 1990). 1.3.1 Los caudillos de la Independencia (1821-1826)
Los primeros caudillos fueron San Martín (1821-1822), de la Riva Agüero (1823) y Bolívar (1824-1826), que intentaron establecer sistemas de gobierno contrarios a los ideales del liberalismo, sin conseguirlo.
36 San Martín logró la jura de la independencia con el apoyo de diversos sectores sociales que se unieron a él por el ideal de la separación de España, pero fracasó en su afán de constituir un sistema monárquico constitucional por el férreo rechazo de los liberales que se inclinaron por la República. Se autoproclamó protector de la Independencia del Perú y contó con un Consejo de Estado. Durante su corto gobierno, de más de un año, aprobó una serie de medidas de corte social, como la libertad a los hijos de las esclavas negras nacidos a partir del 28 de julio de 1821, la supresión del tributo indígena y de la condición de servidumbre. Sin embargo, respetó los títulos nobiliarios otorgados durante el Virreinato y envió una misión a Europa para conseguir a un príncipe para concretar su proyecto de una monarquía constitucional. Aprobó un estatuto provisorio y otorgó la nacionalidad a todos los hombres libres, a excepción de los esclavos, y a los españoles peninsulares que reconocieran el nuevo gobierno. Dio un nuevo reglamento de comercio que abrió el mercado nacional al intercambio mundial. Fracasada su entrevista con Bolívar en Guayaquil, adonde viajó con el propósito de conseguir ayuda militar para concluir la guerra de la Independencia, convocó a un Congreso Constituyente y renunció ante él a su cargo de protector, marchándose del país en setiembre de 1822. El primer Congreso Constituyente que reunió hombres de distinto pensamiento político: nobles conservadores, liberales radicales, monarquistas, republicanos recalcitrantes, y donde estuvieron representados diversos sectores sociales y económicos: clérigos, abogados, hacendados, médicos, militares y comerciantes extranjeros, se enfrascó en un apasionado debate acerca del sistema de gobierno por adoptar para el Perú, pero fue incapaz de poner fin al dominio colonial. José de la Riva Agüero (1823), sin ser militar de carrera sino coronel de milicias, y con el apoyo de un sector del Ejército, se amotinó en Balconcillo y logró a través de este golpe de Estado que el Congreso lo nombrara primer presidente del Perú. Su corto gobierno fue vacilante y contradictorio. Fracasó en su misión de proteger Lima a través de las expediciones de intermedios, cuya estrategia era desembarcar las tropas, compuestas por argentinos, chilenos ,y peruanos, en puertos intermedios entre el Callao y Arica para atacar a las fuerzas realistas concentradas en la sierra. Enfrentado con el Parlamento por los plenos poderes que éste le otorgó a Bolívar, decretó su disolución y formó un gobierno paralelo en Trujillo. Negoció, sin éxito, una tregua con el virrey La Serna a fin de oponerse al Congreso reinstalado en Lima y reinstaurar una monarquía española. Finalmente, se enfrentó a Bolívar y Sucre siendo apresado por su propia oficialidad y enviado a destierro.
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37 En un momento de peligro para la naciente República, ante la reacción realista acantonada en la sierra central que amenazaba invadir Lima, el Congreso Constituyente llamó a Bolívar para que concluyera el proceso de la independencia y lo invistió no solamente de amplios poderes, sino que ordenó su propio receso y decretó la suspensión de la flamante Constitución de 1823. No obstante, Lima y el Callao fueron tomadas por las fuerzas realistas en febrero de 1824. Desde Pativilca, Bolívar gobernó dictatorialme~te. Basándose en el Ejército colombiano organizó en pocos meses una fuerza militar de más o menos 10 mil hombres, muchos de ellos conscriptos en las regiones norteñas recién liberadas y otros reclutados mediante levas. Se sirvió para ello de cuanto medio estuvo disponible: cupos, requisas, contribuciones, secuestros y otros recursos, y se preparó para la batalla definitiva que se escenificó en Ayacucho, en diciembre de 1824. Concluida la gesta independentista, Bolívar pretendió perennizarse en el poder con la instauración de una Constitución autoritaria (1826), que le otorgaba poderes vitalicios dentro de una República federativa conformada por la Gran Colombia, Perú y Bolivia. El rechazo de los liberales al proyecto de un gobierno dictatorial fue rotundo, y el libertador debió abandonar el país ese mismo año, llevando consigo una profunda animadversión contra el Perú. 1.3.2 Los caudillos de la determinación de la nacionalidad (1827-1841) Dentro de un nuevo escenario político en el que los grandes personajes de la gesta independentista estaban en el ocaso, los caudillos nacionales tomaron conciencia de su papel protagónico convencidos de que su rol no se reducía sólo a la culminación de la guerra de la independencia, sino a gobernar el país y, en lo posible, a recuperar sus antiguos dominios o extender la soberanía a territorios de los países vecinos (Basadre, 1994: 29-48). Así, buscaron por todos los medios (elecciones, pronunciamientos o golpes de Estado) la consecución de su principal objetivo: el poder político. Para conseguirlo, el nacionalismo fue el argumento alegado para obtener la aceptación popular, principalmente en un escenario donde los límites de las fronteras de la nueva República no estaban definidos y la soberanía nacional corría el peligro, no sólo de la usurpación o anexión territorial por parte de países vecinos recientemente independizados, sino también por las aspiraciones separatistas de algunos departamentos del sur del país (Cusca, Arequipa y Puno) (Aljovín de Losada, 2000: 40). De esta manera, los caudillos militares, como ]osé de La Mar, Agustín Gamarra, Gutiérrez de la Fuente, Andrés de Santa Cruz y Felipe Santiago Salaverry, estuvieron casi siempre
38 relacionados con los problemas fronterizos propios de la época. El resultado de las guerras y las campañas militares sirvieron para consolidar o arruinar las intenciones de estos militares aspirantes a caudillos. El Congreso, ante el peligro que representaban las aspiraciones caudillistas, eligió como presidente de la República a José de La Mar en 1827, quien por su actitud liberal gozó del apoyo del presidente del Parlamento, Francisco de Luna Pizarro. Durante su corto mandato afrontó tres conspiraciones, una campaña militar en Bolivia y una guerra contra la Gran Colombia.
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Agustín Gamarra y la intervención militar en Bolivia (1828)
Los prospectos a caudillos, en su afán de desaparecer del escenario a Bolívar, su principal adversario político, no vacilaron en concretar alianzas como la realizada por Agustín Gamarra, Antonio Gutiérrez de la Fuente y Andrés de Santa Cruz, para expulsar las tropas auxiliares colombianas que Sucre mantenía en Bolivia y, así, liquidar definitivamente la hegemonía de Bolívar en Sudamérica. Como resultado del triunfo militar de esta alianza consolidaron sus aspiraciones dos caudillos: Gamarra fue proclamado gran mariscal en el Perú y Santa Cruz fue elegido presidente de Bolivia. Inmediatamente después, una nueva ocasión para el ascenso político de Gamarra fueron las operaciones de guerra iniciadas por el presidente La Mar contra las fuerzas de Bolívar en la Gran Colombia. •
La guerra contra la Gran Colombia y el fin de ]osé de La Mar
(1828-1829) Luego del fracaso de la Federación de los Andes, integrada por la Gran Colombia, Perú y Bolivia, y el rechazo de la Constitución vitalicia aprobada por Bo lívar en 1826, se generó en el Perú un sentimiento nacionalista contrario al Libertador, lo que desencadenó la expulsión del ministro colombiano Cristóbal Armero, la intervención de Gamarra en Bolivia que obligó la salida de Sucre y la exigencia del Congreso para que retornen los soldados peruanos enviados por Bolívar a la Gran Colombia en reemplazo de los colombianos caídos en el país durante las guerras de la independencia. Finalmente estalló la guerra en 1828, que fue inicialmente favorable para el Perú con la ocupación de Loja y Guayaquil, pero terminó con una derrota ante las fuerzas de Antonio José de Sucre, en Portete de Tarqui, el 27 de febrero de 1829, motivada por la excesiva confianza de los jefes peruanos y por el afán protagónico y la discordia entre ellos. La victoria, más que militar, fue estratégica y produjo la división interna en el Ejército, entre el presidente La Mar y Ga-
39 marra y la firma del Convenio de Girón (28 de febrero de 1829), mediante el cual el Perú se comprometió a retirar sus fuerzas militares de los territorios ocupados. El desprestigio de La Mar por la derrota fue aprovechado por la antigua alianza de los generales Agustín Gamarra y Antonio Gutiérrez de la Fuente. En Lima se proclamó el gobierno de Gutiérrez de la Fuente (6 de j~nio) y Gamarra depuso a La Mar en Piura (7 de junio) desterrándolo a Costa Rica, donde falleció.
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El autoritarismo de Gamarra
Después de la guerra contra la Gran Colombia, el Congreso convocó a elecciones en las que triunfó Agustín Gamarra a pesar de la adversidad del propio Congreso presidido por Francisco Javier Luna Pizarra, uno de los políticos liberales más hábiles de esa época, y del rechazo de un sector del Ejército que lo acusó de haber propiciado la derrota en Portete de Tarqui, por su dudosa conducta de inacción al frente del Ejército peruano. Ungido como nuevo caudillo, Gamarra enfrentó 14 movimientos entre conspiraciones y rebeliones contra su gobierno de corte autoritario. Contó con el respaldo de una elite militar constituida por hombres de su completa lealtad y un sector del conservadurismo encabezado por José María de Panda y conformado, entre otros, por Felipe Pardo y Aliaga y Manuel Ignacio de Vivanco, quienes representaron la corriente del pensamiento europeizante e ilustrado. Enfrentado permanentemente con la prensa y el Congreso, al final de su régimen afrontó la acusación constitucional para declarar la vacancia de la Presidencia por violación de la Constitución, hecho que agravó el enfrentamiento entre ambos poderes y que concluyó años después en una guerra civil.
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Orbegoso, Santa Cruz y Gamarra. La Confederación Perú-Boliviana (1835-1839)
En 1833, cuando finalizaba el gobierno de Gamarra, Luna Pizarra y su círculo representante del espíritu civil contrarios al militarismo, se atrincheraron e n la Convención Nacional y eligieron como presidente a Luis ]osé de Orbegoso, quien representó al gobernante legal y mode rado que surgió como la promesa de un régimen diferente por su oposición a Gamarra. Las clases altas lo consideraron uno de los suyos por su origen aristocrático y su riqueza y las clases populares lo respaldaron por su atractivo personal. Pero su gobierno careció del apoyo del Ejército controlado por Gamarra, Ante la noticia de las negociaciones de representantes de Orbegoso con Santa Cruz, presidente de Bolivia, el 3 de enero de 1834 estalló en Lima un
40 golpe de Estado propiciado por Gamarra a favor del general Pedro Bermúdez, ex candidato de Gamarra en las últimas elecciones, que fracasó por el rechazo popular y obligó a las tropas sublevadas a abandonar Lima. Se inició así una breve guerra civil que concluyó con el abrazo de Maquinhuayo, entre las fuerzas de Bermúdez y las del gobierno. Con el propósito de evitar nuevos disturbios, el presidente Orbegoso decre tó la reducción del Ejército y de los pagos extras a jefes y oficiales, organizó la Guardia Nacional y creó las juntas de purificación para determinar la responsabilidad de militares y empleados que permanecieron en lugares ocupados por los sediciosos. Sin embargo, su gobierno tuvo que enfrentar simultáneamente dos nuevas situaciones: por un lado, los ánimos federalistas de los departamentos del sur que lo condujeron a Arequipa p ara tratar de desalentados; y, por otro, la revolución del general Felipe Santiago Salaverry, quien se adueñó de los castillos del Callao el 22 de febrero de 1835. Ante el caos y la inseguridad social, la crisis fiscal y la corrupción reinante en Lima desde la asunción de Orbegoso al poder, Salaverry, en su corto gobierno de casi un año, enfrentó el bandolerismo con la reposición del Tribunal de la Acordada, encargado de juicios sumarios a los responsables de actos criminales, recurrió a cupos y contribuciones en especies para el sostenimiento del Ejército y decretó la pena de muerte para los malos funcionarios. Instado a someter al jefe rebelde y debido a las escasas fuerzas militares disponibles, Orbegoso firmó el Tratado de Auxilios con Andrés de Santa Cruz, el 15 de junio de 1835, según el cual amparó el ingreso del Ejército boliviano al Perú, con lo cual dio inicio a la Confederación que fracasó al cabo de cuatro años, debido a la férrea oposición de un frente nacionalista cívico-militar encabezado por Gamarra y al apoyo de Chile, que triunfó finalmente en 1839, en la batalla de Yungay, en Ancash. Inmediatamente después, Gamarra decretó la convocatoria a un Congreso Constituyente que se reunió en Huancayo el 28 de julio de 1839 y sepultó el pe nsamie nto liberal vigente en las constituciones de 1828 y 1834, denunciadas como las principales causantes de promover la desmembración del país. La Constitución aprobada respondió a las exigencias del orden y tuvo una inspiración nacionalista, centralista, autoritaria y presidencialista. El título de "restauración" elegido para identificar el nuevo régimen significó devolver a Lima la hegemonía comercial basada en los intereses económicos del sector agrario norteño y de la sierra central. Se inició una hostilidad hacia lo extranjero y al comercio e industria foráneos que apoyaron a Santa Cruz y a Orbegoso durante la Confederación (Gootenberg, 1995: 137-138). Gamarra fue elegido por el Congreso Constituyente de Huancayo como presidente constitucional y resurgió el proyecto de incorporar Bolivia al Perú.
41 Con el pretexto de conspiraciones organizadas por Santa Cruz en dicho país, cruzó la frontera y ocupó La Paz en octubre de 1841. Los bolivianos, a pesar de estar divididos en facciones internas, se unieron alrededor del general Ballivián y lo enfrentaron. Gamarra murió el 18 de noviembre de 1841, en los campos de Ingavi, en circunstancias no esclarecidas. 1.3.3 Los caudillos de la anarquía (1841-1845)
Después de la desaparición de Gamarra, un nuevo grupo de caudillos militares irrumpió en el escenario político desacatando el mandato de Manuel Menéndez, presidente del Consejo de Estado y encargado de la presidencia. Desde entonces se desató una completa anarquía nacional, en la que las conspiraciones y las sublevaciones se manifestaron en diversas regiones: Gutiérrez de la Fuente en la sierra sur, Vivanco en Arequipa, Echenique en Lima, Torrico en el norte, y Nieto, Vida! y Castilla en Tacna. De este escenario caótico surgieron dos nuevas figuras cuyas actuaciones cerraron este período y abrieron uno nuevo: Vivanco y Castilla. En esta carrera hacia el poder, Vivanco, con el apoyo de Echenique, instauró en Lima el gobierno del Directorio (1843-1844), que evocó el despotismo ilustrado y proclamó la doctrina de la soberanía de la inteligencia, persiguiendo con ensañamiento a sus opositores civiles y militares. En respuesta a este régimen discriminatorio, en junio de 1844, Domingo Elías, prefecto de Lima y líder civil, en una demostración del espíritu liberal limeño que fue llamada la "semana magna" , se manifestó contrario al gobierno del general Vivanco, apoyando a Castilla y a Nieto, quienes luchaban por el sostenimiento del orden constitucional y la reposición de don Manuel Menéndez, legítimo preside nte interino del Perú, y que concluyó con la victoria de Castilla sobre Vivanco en Arequipa, el 22 de julio de 1844. El desgobierno del país durante este período se reflejó en los 29 gobernantes, cinco constituciones, dos guerras internacionales y múltiples levantamientos militares, que se sucedieron en algo más de dos décadas de vida independiente. 2.
El estancamiento económico: 1821-1845
Los 15 años de guerra casi ininterrumpida, dentro y fuera del Virreinato peruano, dejaron como herencia a la naciente República una economía totalme nte arruinada. La minería, la agricultura, el comercio y el sistema fiscal, que constituyeron la base del sistema económico colonial, colapsaron debido no solamente a las guerras independentistas que ocasionaron en gran medida
42 su destrucción, sino también por el nuevo modelo económico que se instauró a partir de 1821.
2.1
Minería, agricultura, ganadería y manufactura
De esta manera, la minería, que había logrado hasta 1812 recuperarse basándose en la producción de plata de Cerro de Paseo, se empobreció a causa de diversos factores: la carencia de mano de obra indígena que fue reclutada para engrosar las fuerzas militares de patriotas y realistas, la discontinuidad en el abastecimiento de mercurio que provenía de las minas de Huancavelica, la inseguridad de los caminos para el transporte del mineral y la destrucción y los continuos aniegos de los asientos mineros producidos por los ejércitos en conflicto. A partir de 1827 se aprecia un aumento en el volumen de la producción de plata, que se mantuvo estable en los años siguientes a pesar de las guerras con la Gran Colombia y durante la Confederación Perú-Boliviana (Deustua, 1986: 105). Los centros mineros cuya producción fue significativa en plata y oro estuvieron ubicados en Huarochirí, Hualgayoc, Huamachuco, Pataz, Lircay, Tinyahuarco, Yauricocha y Cailloma. Pero Cerro de Paseo fue el eje central en torno al cual se constituyó un nuevo espacio regional que se extendió, por el norte, hasta el valle del Mantaro; por el sur, hasta las provincias de Lima; y, por el este, hasta Huánuco (Manrique, 1995: 106). · El trabajo minero se efectuó bajo las modalidades de contrato y de mano de obra. En las minas opulentas el trabajador recibía la mitad del metal precioso neto extraído, descontados todos los gastos realizados que, a la postre, vendía al propio minero o a un comerciante en condiciones desventajosas; y, en las minas "pobres", el trabajador aceptaba un jornal diario de cuatro a seis reales y una ración de coca y velas para alumbrarse en el socavón. La pequeña minería (con menos de 30 trabajadores) fue la más extendida, con el 63% del total de propiedades, en tanto que la gran propiedad con más de 60 operarios sólo alcanzó el 21,7%. Las condiciones de trabajo fueron penosas debido a la inseguridad de los socavones, los continuos aniegos y los riesgos de su hundimiento, aunque el mayor peligro fue el transporte por caminos donde los mineros fueron víctimas d e bandoleros o de contribuciones forzosas impuestas por los bandos militares levantados en armas. Fue notoria la ausencia de una política de promoción a la minería, cuya explotación estuvo en manos del sector privado: la falta de bancos de rescate que adquirieran la plata en mejores condiciones para los mineros, la ubicación de las dos casas de moneda que se encontraban alejadas de los centros mineros y el exceso de derechos de exportación ocasionaron el tráfico clandestino de metales y propiciaron su contrabando.
43 Por otro lado, las haciendas soportaron una serie de cargas que afectaron la producción, el comercio y la propiedad. En la costa, los campos se despoblaron de negros esclavos que fugaron para enrolarse en el Ejército patriota bajo la promesa de su libertad, en tanto que en la sierra el reclutamiento forzoso de los indígenas e n alguno de los bandos en conflicto, produjo igual efecto (Aguirre, 1993: 48-49). La imposición de cupos en dinero, en víveres y en forrajes, exigidos para el sostenimiento de las continuas guerras que asolaron la época, ocasionó la descapitalización de la tierra y redujo considerablemente el abastecimiento y el comercio de productos agrícolas para el consumo local y regional. Finalmente, la tierra continuó afectada por las obligaciones de los censos y capellanías, que agravaron la crítica situación de la propiedad rural que, en algunos casos, fue abandonada por sus antiguos dueños ante el impedimento de su venta. Esta renuncia a la propiedad fue motivada por las vinculaciones instituidas por sus primeros propietarios desde la conquista española que impidieron la transferencia y la administración de estos bienes a nuevos dueños, hasta que fueron suprimidas por las primeras leyes republicanas que liberalizaron el acceso a la propiedad de la tierra. Muchas haciendas abandonadas revirtieron al Estado, que se encargó de administrarlas mientras conseguía nuevos propietarios. Otros bienes pertenecientes a los realistas fueron secuestrados. Algunas de estas tierras fueron entregadas después como recompensa a los militares victoriosos, principalmente a los de junín y Ayacucho; y, en otros casos, sirvieron como pago de sueldos o de deudas con particulares. El liberalismo económico aplicado por el Estado intentó democratizar la propiedad y estimular, así, la producción agraria y ganadera otorgando al indio el derecho a la propiedad privada mediante la parcelación de sus tierras comunales que afectó, sin embargo, la vida colectivista y produjo, en algunos casos, la disolución de comunidades (1824-1825). Se abolieron también las vinculaciones y los mayorazgos que habían perpetuado la propiedad de la tierra en manos de la nobleza (1829), modificando de esta manera el régimen de propiedad de la tierra y propiciando la consolidación de latifundios. Sin embargo, la producción no mejoró debido principalmente a la falta de capitales. Para una economía agraria, basada en una mano de obra esclava en las haciendas costeñas y yanacona o mitaya en las de la sierra, resultó absurdo una nueva política económica liberal que significaba contratar trabajadores libres y asalariados. Una de las voces opuestas a estas ideas liberales fue la de José María Panda, quien en su Exposición sobre los vulnerados derechos de los hacendados (1833) defendió la esclavitud para no agravar la situación de la agricultura, principalmente de la costeña, productora de azúcar y vid. Por esta razón, Salaverry (1835) y Castilla (1845) autorizaron la introducción de
44 esclavos, a pesar de su abolición decretada por San Martín en 1821. Este proteccionismo económico fue un rezago de la mentalidad corporativa colonial promovido por los sectores de las altas clases sociales, el consulado de Lima, los navieros, los hacendados azucareros, los molineros, los comerciantes, los obrajeros de provincias, así como oficiales, diplomáticos y políticos nacionalistas (Gootenberg, 1998: 44). En la sierra, los indios continuaron laborando bajo condiciones serviles y trabajo gratuito en las grandes haciendas, mientras que los indios de las comunidades siguieron sujetos al pago de las contribuciones personales. La producción de lanas y su comercialización en el sur peruano fue un caso singular por su tendencia al liberalismo económico y su oposición a los intereses comerciales chilenos. Esta economía giró en torno a la explotación de las lanas de alpaca, oveja, vicuña y llama en Puno y Cusco, y su comercialización internacional por las compañías inglesas que controlaron financiera y comercialmente este tráfico desde Arequipa. Sólo a través de este circuito comercial, el Perú pudo mantener su débil vinculación con el mercado internacional (Bonilla, 1980). Fue también el control de este capital mercantil sustentado además en la comercialización de algunos excedentes agrarios, lo que otorgó a la elite arequipeña una excepcional capacidad económica y política en la región (Flores Galindo, 1982). Sin embargo la exportación de lanas de mejor calidad, motivada por los mejores precios que pagaban las industrias inglesas y la competencia de la manufactura extranjera, perjudicó la producción textil artesanal y afectó a miles de familias que producían tocuyos, bayetas de tierra, bayetones y otras telas ordinarias de gran consumo en la región sur andina. La falta de una mano de obra calificada y de maquinaria moderna capaces de aumentar la producción y mejorar su calidad ocasionaron, de esta manera, la ruina de los obrajes que fueron incapaces de competir con la producción textil extranjera. Múltiples actividades artesanales desaparecieron ante el avance incontenible de la técnica moderna. Existieron alrededor de 65 ramos de artesanos de diferente importancia económica y social, como albañiles, carpinteros, colchoneros, curtidores, chicheros, herreros, hojalateros, impresores, lecheros, mantequeros, panaderos, plateros, sastres, zapateros, etc., que cubrían las necesidades de construcción de viviendas; fabricación de muebles; producción de alimentos; y confección de ropa, sombreros, calzado y otros artículos de cuero.
45 2.2
El comercio
Ante la crisis de las actividades productivas (minería, agricultura y manufactura artesanal), el país fue un mercado controlado básicamente por comerciantes extranjeros que, beneficiados por las facilidades otorgadas por los nuevos estados a las naves de comercio neutrales, incursionaron en el Pacífico, a pesar del peligro de las guerras y los bloqueos de puertos (18201826). Existieron diferentes tipos de comercio, según la forma de transacción empleada. En el interior del país predominaron los intercambios sin circulación monetaria, como el trueque y el empleo de fichas a manera de monedas en las haciendas. En la costa circuló la moneda española resellada que estuvo vigente por muchos años, hasta que fue reemplazada por la moneda republicana. Las necesidades de la población en el interior del país fueron satisfechas con productos nacionales como importados, cuya comercialización fue también disputada por los extranjeros, a pesar de las disposiciones de comercio (1826 y 1830) que restringían la intervención de foráneos en este tipo de actividad, tanto en el interior de la República como en el comercio portuario de cabotaje entre los puertos menores y caletas. El comercio internacional tuvo continuas fluctuaciones causadas por las perturbaciones políticas, las diversas medidas aduaneras y el desbalance entre las importaciones y las exportaciones. Las débiles exportaciones iniciales se circunscribieron a algunos metales preciosos, corteza de quinina, materias colorantes, cueros, pieles y lanas, que fueron vendidas en Francia e Inglaterra. En el caso de los metales, se exportó el circulante monetario de manera masiva para pagar las importaciones inglesas. En 1825 las remesas de moneda representaron aproximadamente el 90% del total de las exportaciones. Durante la primera mitad del siglo XIX, el Perú mantuvo un importante intercambio comercial con Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia; sin embargo, el predominio inglés fue notable, en 1824 existían 20 casas comerciales en Lima y 16 en Arequipa. La revolución industrial inglesa se expresó e n la expansión de la producción de telas. Entre 1820 y 1830 cerca del 95% de las importaciones fueron textiles, que .colmaron Jos puertos y mercados favorecidos por su mejor calidad y más bajos precios, desplazando rápidamente a los tejidos nacionales. Pronto la industria textil artesanal se paralizó, con el consiguiente perjuicio para la población rural dedicada a esta actividad, que se vio obligada a ingresar a las haciendas de la sierra como colonos y siervos para poder sobrevivir. Las políticas comerciales liberales o proteccionistas fueron utilizadas por los caudillos para movilizar la opinión pública a su favor. Por un lado, las
46 posiciones liberales encarnaron las aspiraciones regionalistas y, por otro las posiciones proteccionistas aspiraron a consolidar un Estado nacional. Las estrategias de movilización ideológica, social y financiera que antecedían a los pronunciamientos, sublevaciones y guerras civiles indicaban claramente las posturas que se irían a adoptar con respecto a la política comercial una vez que la revolución triunfase (Gootenberg, 1997: 136). Los debates sobre la política comercial condujeron a que entre 1821 y 1836 se promulgaran seis reglamentos de comercio. En ellos se pueden distinguir tres períodos: • 1821-1826 • 1826-1833 • 1833-1839 El primer período tuvo un carácter meramente fiscal, pues las normas ap robadas por San Martín tuvieron por finalidad obtener rápidamente ingresos para el Estado mediante la supresión de las aduanas interiores y el libre tránsito terrestre. Los comerciantes extranjeros estuvieron dispuestos a aliviar la penuria financiera del fisco a condición de que éste introdujera modificaciones en las diferentes legislaciones aduaneras que favorecieran sus intereses. De esta manera, en 1823, el gobierno, a cambio de un préstamo de 200 mil pesos, se comprometió a devolver 300 mil pesos y entregó la administración de las aduanas a los comerciantes para efectuar la recaudación correspondiente. Los comerciantes fueron integrándose a la sociedad y asumieron progresivamente un papel directivo en la economía nacional, a la que contribuyeron no solo con capitales sino también con ideas y hábitos mercantiles modernos que influyeron en el pensamiento liberal de los legisladores. En el segundo período fue evidente la voluntad proteccionista del Estado, que asumió el papel interventor y proteccionista desempeñado por la Corona española frente a la economía. Para frenar la invasión de productos extranjeros, se aprobó en 1826 la ley de "prohibiciones", que limitó la introducción de mercaderías que competían con las nacionales, restricción que, sin embargo, disminuía de acuerdo con la demanda insatisfecha por la industria nacional. La inafectabilidad se reservó para los artículos no producidos en el país y que fueran indispensables para el desarrollo de la industria, la agricultura y la minería. Esta medida propició el contrabando y privó al Estado de más del 40o/o de los ingresos provenientes de! pago de los derechos aduaneros, pues éstos llegaron a subir hasta el 80o/o sobre mercaderías extranjeras similares a las peruanas. Esta política proteccionista contó con un amplio apoyo regional y local (Gootenberg, 1997: 253). En el tercer período resurgió el liberalismo como respuesta a la situación de pobreza del comercio limeño generada por el surgimiento de los
47 nuevos circuitos comerciales que giraban alrededor de Río de Janeiro, Montevideo, Buenos Aires y Guayaquil. El manejo de la p olítica aduanera se orientó al restablecimiento del libre cambio y el "internacionalismo", que se inició con la promulgación del Reglamento de 1833 y se consolidó con el de 1836 y el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre Gran Bretaña y el Perú firmado por Santa Cruz, quien, con el propósito de atraer el comercio exterior hacia el Perú, estableció los puertos de Cobija, Arica, Callao y Paita como puertos libres y de depósito, ofreciendo, además, primas para las naves que prefirieran puertos nacionales. Chile y Argentina se opusieron a esta política comercial y ello explica, en gran parte, su oposición a la Confederación Perú-Boliviana. Después del fracaso de la Confederación, Agustín Gamarra anuló los aranceles liberales aprobados por Santa Cruz, que favorecían a Bolivia, el código comercial y los tratados de comercio con Estados Unidos y Gran Bretaña. Decretó la clausura de establecimientos ilegales de propiedad de extranjeros que se dedicaban a la venta de mercaderías al por menor, los puertos regionales fueron clausurados y promovió el comercio de azúcar del agro norteño y del trigo chileno. Se estancó la sal, e l estaño, el tabaco y la nieve. Se fundó la compañía asiática con el propósito de monopolizar el comercio con los países orientales bajo control de los peruanos . Una agresiva ola nacionalista se manifestó en los diarios con titulares como "Mue rte a los extranjeros" (Gootenberg, 1997: 138-139). 2.3
Elfisco
La desarticulación económica, el deficiente sistema de recaudación de contribuciones e impuestos encargado a los prefectos, y el desorden e n la política fiscal determinaron un exiguo ingreso a las arcas del Estado. A pesar de la crítica situación fiscal, se concedieron múltiples exoneraciones a los contribuyentes; algunos impuestos como la contribución personal y el de industrias se modificaron y otros resultaron abolidos (a la p roducción minera, las aduanas interiores, el tabaco, gremios, mayorazgo, títulos nobiliarios). Lo más grave fue que estas exoneraciones, modificaciones y aboliciones no fueron sustituidas por nuevas obligaciones, a pesar de que los gastos del Estado, por las permanentes sublevaciones, motines y guerras, tanto nacionales como internacionales, crecían incesante mente. Ante la falta de recursos para el financiamiento del gasto público, el tributo de los indios fue uno de los medios utilizados para satisfacer esta urgencia. El vínculo de vasallaje disuelto el 27 de agosto de 1821 por San Martín, fue restablecido por Bolívar el 11 de agosto de 1826. El viejo tributo colonial
48 volvió a aparecer con el nombre de "contribución indíge na", convirtiéndose en uno de los principales soportes del gasto estatal. La recaudación de la "contribución" se efectuó a través de la clasificación de la población indígena en tres categorías fiscales, para que esta obligación fuera individual y no un impuesto colectivo: • Indios originarios • Indios foraste ros • Indios sin tierra Los prime ros, que tenían derecho a la tierra, pagaban entre 5 y 9 pesos al año, mientras que los dos últimos pagaron una tasa entre 2,5 y 5 pesos. A esta contribución se agregó la de castas, o sea la que pagaban los otros estamentos no indios, cuyo monto ascendió a 5 pesos y al 4% del producto neto de sus propiedades. El monto total por este rubro ascendió en 1830 a 1.471.119 pesos (Bonilla, 1980). Junto con los ingresos provenientes de la contribución indígena, otra veta fiscal fueron los derechos de aduana, pero para ello el Estado debió conciliar múltiples intereses. Por un lado, la exigencia del comerciante extranjero que demandó el establecimiento del libre mercado; por otro, la solicitud de los productores nacionales pidiendo una politica proteccionista para impedir la competencia extranjera y, por último, las necesidades financieras del propio Estado. Se puede afirmar que aproximadamente un milló n 300 mil pesos anuales, que representaron el 16% del total de los ingresos del Estado durante esta época, provinieron de esta última fuente. 2.4
Deuda pública
Un ú ltimo recurso que tuvo el Estado para financiar los gastos que demandaban la atención de las guerras independentistas y la organización de la burocracia fue el endeudamiento externo e interno. El primer préstamo fue decidido por San Martín en 1822. Sus enviados especiales, Juan García del Río y el general Diego de Paroissien, obtuvieron de la casa Tomas Kinder un préstamo por 1.200.000 libras esterlinas, que fue utilizado para pagar los gastos militares de la Indepe ndencia. El segundo empréstito - autorizado por Bolívar- fue por un monto de 616.515 libras esterlinas, que apenas se pudo concretar en 200.385 libras. En 1826, la de uda externa sumaba 1.816.000 libras esterlinas y e l pago de los intereses alcanzaba a 50 mil libras por semestre. Debido a las urgencias económicas del Estado, ese pasivo dejó de pagarse durante 20 años. A ello se agregaron las deudas contraídas durante las guerras independentistas con Chile por 500 mil pesos, con la Gran Colombia por 2.860,000 pesos, con Venezuela por 885 mil pesos, y a Estados Uni-
49 dos se le admitió en 1849 una deuda de 300 mil pesos, por la afectación de los bienes de ciudadanos norteamericanos ocasionada por los bandos levantados en armas. En tanto, la deuda interna originada por los suministros y contribuciones dadas por particulares al Ejército patriota, la falta de pago a los servidores públicos, los reconocimientos de pensiones y los empréstitos voluntarios y forzosos a favor del Estado ascendieron a 6.846.344 pesos, en 1845. Con la finalidad de atender las urgentes exigencias de amortización por parte de los acreedores nacionales, el Estado aceptó los títulos o papeles de la deuda interna que circularon como papel moneda y sirvieron como medio de pago por derecho de aduana y otros impuestos por parte de sus poseedores.
3.
El tránsito social del Virreinato a la República
A pesar del ideario de la igualdad de las clases sociales que inspiró a los ideólogos que fundaron la República, el Perú independiente heredó de la Colonia, y mantuvo durante la primera mitad del siglo XIX, una sociedad con profundas diferencias sociales, en la que los grupos se distinguieron no solamente por el poder económico de sus miembros, sino por el prestigio de antiguas familias con apellidos ilustres, y principalmente por los rasgos raciales y étnicos (idioma y cultura) que identificaban a sus integrantes.
3.1
La antigua nobleza criolla
El terror revolucionario de la Independencia, impuesto primero por Bernardo Monteagudo, ministro de gobierno de San Martín, a través de ejecuciones sumarias y destierros vergonzosos a los miembros de la alta clase social peninsular, y luego por Bolívar mediante la requisa y confiscaciones de sus bienes, hizo que este sector social descendiera dramáticamente durante los primeros años de la vida independiente. El grupo más ilustrado emigró del país, llevando consigo sus riquezas. Quienes se quedaron debieron soportar con resignación la pérdida de sus antiguos privilegios, provenientes de su linaje y posesión de antiguos títulos y blasones, que los habían distinguido durante el Virreinato. Alejados los peninsulares del poder político, económico y social, los criollos fueron virtualmente los que tomaron el control de los altos cargos de la burocracia civil, militar y eclesiástica. Esta elite blanca, que representaba cerca del lOo/o de la población, se concentró principalmente en las ciudades. La nobleza criolla se constituyó a través de la descendencia familiar de los conquistadores y encomenderos, de los miembros de la aristocracia
50 peninsular que llegaron como integrantes de la alta burocracia virreina! y se afincaron en el Perú, y de los enriquecidos por el gran comercio y la minería. Estos grupos, a pesar de su empobrecimiento debido a las contribuciones y cupos a que fueron sometidos durante la guerra de la Independencia, mantuvieron durante un corto tiempo sus antiguos títulos y blasones gracias a la supervivencia de las llamadas "vinculaciones" y los mayorazgos. Se conoció con el nombre de vinculaciones a la condición jurídica de origen colonial que sujetaba los bienes al perpetuo dominio de una sola familia, con prohibición de enajenarlos, es decir, de traspasar a otro el dominio de éstos. De esta manera se generó la concentración de propiedades y riquezas en pocas familias, cuyos miembros perpetuaron su poder económico y elevada posición social. Por ser contrarias a la condición de igualdad civil entre las personas establecida por la República, las vinculaciones fueron prohibidas por la Constitución de 1828. A través del mayorazgo se mantuvo la antigua costumbre de que un miembro de la familia, generalmente el hijo mayor, heredara y usufructuara los bienes familiares pero con prohibición de enajenarlos. De esta forma se había preservado, de generación en generación, el nombre y los bienes de las viejas familias coloniales, pero resulaba irreconciliable con el régimen republicano. Por eso, en 1829 se dispuso que los poseedores de los mayorazgos p udieran disponer sólo de la mitad de sus bienes y dejar la otra mitad para el inmediato sucesor. Recién durante el primer gobierno de Castilla (1849) los mayorazgos fueron totalmente abolidos. Con la desaparición de ambas instituciones, a mediados del siglo XIX, las propiedades y bienes quedaron en libertad de ser enajenados a través de la sucesión hereditaria o venta lo que permitió el ascenso social de los nuevos ricos, que gracias a su poder económico los fueron adquiriendo de la antigua nobleza.
3.2
Los artesanos
Los artesanos fueron un sector que, por la naturaleza de sus actividades económicas desarrolladas por lo general de forma independiente, sin sujeción a ningún patrón, pudo haber formado parte de una clase media baja; sin embargo, por estar conformado numéricamente por gente de color (indios, negros y mestizos) se le identificó con las clases populares. Hacia 1829 los artesanos estaban agrupados entre 700 y 900 modestos talleres que representaron la cuarta parte de los establecimientos de Lima, y empleaban entre tres mil y cinco mil aprenclices, jornaleros y esclavos negros organizados en unos 40 gremios. Éstos se especializaban en la producción de
51 una diversidad de bienes elaborados: muebles, joyas, vestidos, monturas, botones, carruajes, relojes, herrería y hasta en preparación de alimentos. Todos estos productores se entretejieron con una red de pequeños comerciantes, pulperos y ambulantes que recorrían las calles de Lima (Gootenberg, 1998: 57). La presión permanente que ejercieron contra las importaciones, principalmente en Lima, se tradujo hasta 1849 en una política comercial marcadamente proteccionista del Estado. Para los gremios, los grandes comerciantes y los productos manufacturados extranjeros eran innecesarios, ruinosos, injustos y antipatriotas, llegándose a enfrentar también con los artesanos franceses, italianos e ingleses, que administraban cerca de la quinta parte de los talleres más prósperos de la capital. Para los sectores de tendencia liberal, los artesanos eran rezagos coloniales y obstáculos a la libertad económica por el control que ejercían sobre la producción y comercialización de determinados productos, que impedían una abierta competencia y desmotivaban el desarrollo industrial. La última batalla de los gremios de artesanos limeños exigiendo al Congreso la aprobación de la ley del artesano se inició en 1849, con una ola de reclamos y protestas contra la importación de manufacturas que les quitaba el trabajo y los condenaba al hambre. En tanto la oposición los describía como ociosos, insolentes, triviales y sin talento (Gootenberg, 1998: 195-197). Fue una lucha inútil del taller preindustrial contra las fábricas nacidas durante la revolución industrial: en nombre de la "libertad de trabajo", los gremios fueron abolidos por la Constitución de 1860. Las agrupaciones de artesanos para enfrentar el desempleo, la pobreza y la enfermedad organizaron las primeras sociedades de socorros mutuos. Posteriormente, el Estado creó la Escuela de Artes y Oficios de Lima (1864), con el propósito no sólo de controlar la preparación de la mano de obra artesanal, sino también de desaparecer definitivamente a los gremios que aún se resistían a extinguirse. 3.3
Las clases populares
Las llamadas clases populares estuvieron constituidas inicialmente por dos grupos socialmente marginados: los indios y los negros. Este desprecio de la alta sociedad hacia los rasgos cobrizo y negro de las personas fue resultado de la influencia de las doctrinas deterministas de Darwin, que proclamaron la superioridad de la raza blanca sobre cualquier otra. De esta forma se mantuvo la costumbre de jactarse de la ascendencia europea, legal o ilícita, pero nadie aludía en cambio a la ascendencia indígena, aunque ella hubiese sido legítima y del más alto linaje.
52 El mestizaje no impidió que los preJUICIOS raciales continuaran identificando el color blanco de la piel con la cultura, el poder y la riqueza. Por esta razón el indio fue sinónimo de clase baja y el negro identificado como un personaje primitivo y bandolero.
3.3 .1 Los indios La población indígena, distribuida e n los Andes durante el incanato, fue concentrada en reducciones en el siglo XVI por el virrey Toledo, para proveer de mano de obra gratuita -a través de la mita- a los asientos mineros y, al mismo tiempo, hacer más eficiente el cobro del tributo. Para garantizar la residencia de los indios en las reducciones, Toledo tuvo especial cuidado en asegurar que las familias indígenas tuviesen el control de sus tierras comunales, mediante la protección de la Corona, frente a cualquier intento de usurpación. Así, la imposición del tributo y la mita minera estuvieron ligadas históricamente al derecho de los indios a la propiedad colectiva de sus tierras, y se entendía como obligaciones ante el rey por el amparo que éste le otorgaba. La mita minera fue abolida por la Corte de Cádiz en 1812, y el tributo fue suprimido por San Martín el 27 de agosto de 1821. Sin embargo, el tributo fue restablecido por Bolívar el 11 de agosto de 1826, bajo el nombre de "contribución indígena", lo que obligó a los aborígenes a vincularse nuevamente al mercado para vender su producción e incluso para negociar su contratación temporal como mano de obra en los asientos mineros, con el fin de obtener el metálico indispensable para cumplir con el pago de esta obligación. Las nuevas formas de cobro del tributo a cargo ahora de autoridades nombradas por el Estado, desconociendo la intervención de los curacas indígenas que sirvieron como mediadores en la época colonial, promovieron, en ocasiones, sublevaciones campesinas contra el régimen republicano como la rebelión de los iquichanos, al norte de Ayacucho . Según Gootenberg, los indios, que constituían hacia 1795 cerca del 57% de la población colonial, pasaron a ser el 59% en el período comprendido entre 1826 y 1854, hecho que explica en parte el aumento de la presencia y participación de estas poblaciones en el espacio andino. En Puno, los campesinos lograron controlar la mayor parte de los pastizales y ganados hacia 1850; en Arequipa se dedicaron ~ la venta directa con los comerciantes de la lana de alpaca; en Ayacucho produjeron coca, y en Espinar (Cusco) los indios reconquistaron las punas explotando los mercados de lanas (Gootenberg, 1995: 45-46). En la sierra central, donde la actividad minera renació durante los primeros años de la Re pública, los indígenas usaron las ganancias no sólo para el pago de la contribución personal, sino también para fortale-
53 cer sus redes de intercambio y sistemas de fiestas patronales alrededor de Huancayo, que desplazó al decadente pueblo hispano de Jauja. Con el propósito de crear una clase de pequeños propietarios indígenas capaces de prosperar merced a su trabajo personal, Bolívar decretó, el 8 de abril de 1824, la parcelación de las tierras comunales y la propiedad individual de los indios sobre sus tierras. Muy pronto se vieron los engaños y estafas a la población indígena que enfrentó la amenaza del despojo de sus propiedades a través de exigencias por la abolición de esta medida. La población indígena, además de concentrarse en las comunidades, estuvo distribuida en las grandes haciendas donde trabajó en condición de yanacona. Bajo este sistema, el indio -a cambio de una parcela de tierra que le servía para subsistir- estuvo obligado a trabajar e n las tierras del hacendado sin recibir pago alguno. A tenor de las constituciones del siglo XIX, los indígenas, al no cumplir con los requisitos de saber leer y escribir, y ser casados o emancipados, no pudieron obtener la condición jurídica de ciudadanos. Las leyes y las disposiciones atentatorias contra los derechos del indio y el régimen de las comunidades indígenas tuvieron su máxima expresión en el Código Civil, que por primera vez se dictó e n 1852, negando toda personería jurídica a las comunidades, con el pretexto de que atentaban contra la libertad y la propiedad individual. A mediados del siglo XIX el problema indígena fue visto simplemente como un asunto fiscal y no como una cuestión social y económica. Los liberales denunciaron que el tributo o la contribución personal era injusta y causa del envilecimiento de la raza aborigen, se suponía -ingenuamente- que con su supresión el indio elevaría automáticamente su nivel de vida. Por ello, durante la revolución liberal contra Echenique consiguieron q ue el 5 de agosto de 1854, Castilla aprobase en Ayacucho un decreto preparado por Pedro Gálvez, que abolió la contribución indígena. La supresión simbolizó un acto de justicia para el indio en el otorgamiento de beneficios por parte del Estado, como se había hecho con el pago de la deuda, tanto externa como interna, a los acreedores extranjeros y a "los hijos del país". La abolición del tributo tuvo múltiples efectos económicos y sociales. El indio, sin el apremio de obtener el dinero para cumplir con las obligaciones fiscales, volvió a las formas de vida de autoabastecimiento y se desvinculó del Estado y la sociedad en su conjunto. Al mismo tiempo produjo una contracción de la producción para el mercado, con la consiguiente subida de los precios, que afectó de manera más aguda a las clases populares urbanas y generó en Lima, hacia 1859, el incremento de la criminalidad y una ola de movilizaciones de protesta (Bonilla, 1986: 46).
54 Por otro lado, la carencia ele mano ele obra indígena en el mercado laboral andino obligó a los mineros y latifundistas a recurrir a los contratos ele enganche, que constituyó un sistema de reclutamiento de mano de obra a través de pagos o regalos adelantados por los enganchadores a los indios, principalmente en vísperas de alguna celebración social o festividad religiosa, con la obligación de pagarlos o retribuidos con su trabajo en los centros mineros o latifundios. Pero una vez cancelada la deuda los indios eran retenidos compulsivamente por diversos medios. Los conflictos en el campo fueron de diverso origen: la explotación por los grandes latifundistas, los enfrentamientos entre las comunidades y los terratenientes por la invasión y apropiación de tierras comunales, y los pleitos e ntre las propias comunidades por la posesión de tierras, fueron permanentes. Fue contradictorio que luego de la supresión del tributo indígena promovida por el sector liberal fueran miembros de este sector los que acometieran contra las comunidades con el fin de obtener acceso a sus recursos naturales (Manrique, 1995: 90). En ocasiones, la opresión y el abuso de las autoridades políticas en el cobro de la contribución personal, y la exigencia de trabajar sin remuneración, condujo a violentas sublevaciones como la de Huancané en 1866 encabezada por Juan Bustamante, quien denunció ante el Congreso la condición de servidumbre, explotación e incultura del indio en la sierra sur. Su valiente denuncia, que abrió una etapa de luchas reivindicativas en el campo, obtuvo el respaldo de diarios como El Comercio, El Nacional, El Penl Católico y El Liberal, que difundieron los ideales de regeneración y mejoramiento de la condición de la raza indígena, y que se concretó con la fundación de la Sociedad Amiga de los Indios. Sin embargo, se mantuvo el prejuicio acerca del indio, que fue visto por las clases altas como indolente, ignorante y ocioso, "que no sale sino para hacer aquello muy absolutamente indispensable, a llenar sus necesidades, que están reducidas a la animalidad y no más" (Aguirre, 1995a: 358). Las motivaciones de la rebelión fueron distorsionadas y las autoridades y terratenientes acusaron a Bustamante de ser el cabecilla e instigador de una guerra de castas contra los blancos, por lo que fue asesinado e n 1868.
3.3.2 Los negros Durante la gesta de la independencia los negros esclavos, que poblaron e n su mayor parte las haciendas costeñas y la ciudad de Lima, fueron convocados por San Martín para enrolarse en el ejército patriota con la promesa de obtener su libertad. Para cumplir con su promesa, San Martín decretó la "li-
55 bertad de vientres", y declaró libres a los hijos de las esclavas nacidos desde el 28 de julio 1821 y a los mayores que decidieron enrolarse en el ejército. Las consecuencias fueron devastadoras, los campos se quedaron sin peones, las casonas limeñas sin servidumbre y las actividades agrícolas y ganaderas paralizadas. La reacción de la clase propietaria, dentro de la que se encontraban simpatizantes de la revolución, fue oponerse a la liberación y exigir con urgencia algunas enmiendas. El 24 de noviembre San Martín cedió a las presiones y otorgó a los propietarios el derecho de tutela sobre los hijos de sus esclavos hasta que alcanzaran los 24 años de edad. Este derecho fue, en la práctica, una esclavitud enmascarada. Con la Hegada de Bolívar la población esclava fue nuevamente el centro del debate público. Con el fin de evitar los maltratos de los que era objeto, el Libertador otorgó el derecho al esclavo a cambiar de amo si probaba que éste actuaba con crueldad. La respuesta a esta decisión apareció publicada en el folleto de José María de Pando: En defensa de los vulnerados derechos de los hacendados, donde denunció cómo los negros trabajaban cuando querían, la insolencia que demostraban con sus amos y la continua permuta de dueños, aprovechando la alta demanda de esclavos ante la escasez de mano de obra. De esta manera, el cimarronaje se incrementó notablemente y el bandolerismo se convirtió en una constante amenaza para la población. Para los amos la arrogancia y la desobediencia de los esclavos resultaron intolerables, e hicieron continuos llamados al gobierno para poner freno a los desmanes (Aguirre, 1995a: 345). La aspiración a la libertad se mantuvo constante en la voluntad del esclavo. Para ese fin sirvieron las cofradías o hermandades, conformadas tanto por esclavos como por negros libertos, que ayudaron con préstamos a aquellos que hubieran decidido comprar su libertad a pesar de un largo endeudamiento. Otro mecanismo utilizado por el esclavo fue trabajar para terceros con autorización de su amo y, con el jornal, negociar su libertad. La situación del negro, a diferencia de la del indio, fue un permanente tema de debate público entre liberales y conservadores. Las constituciones liberales de 1823 y 1828 prohibieron la importación de esclavos, mientras que la Constitución autoritaria de 1839 omitió dicha prohibición, y Gamarra extendió el derecho de tutela hasta la edad de los 50 años (Aguirre, 1995b: 70). Durante quince años, entre 1839 y 1854, el Estado tuvo una posición de tolerancia frente a la sumisión del negro. Castilla, durante su primer gobierno, permitió el ingreso de esclavos al país y el Código Civil, elaborado bajo su mandato, expresamente reconoció la existencia de la esclavitud en el país. Fue por razones políticas, similares a las que determinaron la abolición del
56 tributo, las que determinaron que Castilla y su ministro Toribio Ureta dispusieran la abolición de la esclavitud, el 3 de diciembre de 1854, durante la revolución contra el gobierno del general Echenique. Como consecuencia de este proceso de manumisión voluntario iniciado en la época colonial, la población esclava se había reducido del 3,7% sobre la población total en 1792 a casi el 1,3% en 1854, concentrándose la mayor cantidad en Lima y sus alrededores (Hünefeldt, 1992: 44). El número de esclavos manumisos llegó a 25.505 en 1860, cifra excesiva si se considera que desde la Independencia el ingreso de esclavos fue muy reducido y que muchos habían comprado su libertad. Debe presumirse que los dueños incluyeron como esclavos a los negros libertos nacidos a partir de julio de 1821. El Estado pagó a los propietarios por la libertad de cada uno de ellos la cantidad de 300 pesos. La manumisión produjo efectos contradictorios: la miseria de algunas familias propietarias limeñas, que perdieron parte del jornal de sus esclavos que le era entregado a cambio de trabajar y vivir sin ningún tipo de sujeción, el desamparo de los esclavos viejos, la capitalización de los hacendados y el aumento del costo de vida por el encarecimiento de la mano de obra en el campo. Desde su liberación, los negros corrieron una suerte diversa, pero siempre dentro de su misma condición social, ligados a los oficios reservados a la gente de color, en el campo como peones o jornaleros de sus antiguos amos, y en las ciudades como matarifes, aguadores, mercachifles, etc. (Aguirre, 1995b: 58). Fue, además, una población flotante que participó activamente durante las sublevaciones políticas, pero también integrarorf bandas de asaltantes, ya fuese en los caminos de alrededores de Lima o cerca de las haciendas o chacras vecinas.
57 JI/.
1.
APOGEO Y CRISIS DEL PERÚ EN EL SIGLO XIX
El espejismo de la bonanza económica: 1845-1879
Desde una perspectiva histórica, la Revolución Industrial constituyó, a no dudarlo, una de las más extraordinarias transformaciones de la capacidad de producción y de acumulación de riqueza nunca alcanzada por la humanidad hasta el siglo XIX. Los formidables avances en la industria textil, en la mecánica, en la metalurgia y en los transportes, favorecieron la aceleración de los cambios en la estructura ru ral de Europa y provocó una rápida migración de la población campesina a la ciudad, lo que implicó, a su vez, un aumento general de la población. El crecimiento demográfico en los países que caminaban rumbo a la industrialización produjo un brusco incremento de la demanda de cultivos de panllevar, y los campos debieron proporcionar no sólo el 98o/o de alimentación a una p oblación dos veces mayor que la de mediados del siglo XVIII, sino que al mismo tiempo tuvieron que producir forrajes y p~$tos para el mantenimiento de un ganado lanar indispensable para la industria textil. Así, el contexto de una agricultura y una ganadería en proceso de expansión, pero en tierras totalmente desgastadas tanto en Inglaterra como en toda Europa,pe rmitió que un fertilizante natural proveniente del Perú encontrara las condiciones propicias para alcanzar un extraordinario valor económico. A comienzos de 1840, después de cerca de 200 años desde la era de la plata del siglo XVI y XVII, al país se le abrieron nuevamente las puertas del mercado mundial gracias a la explotación del guano, que inició un período de prosperidad y bonanza económica, p ero q ue resu ltó, sin embargo, engañoso y artificial.
1.1
La explotación del guano y los sistemas de comercialización
Los primeros estudios sobre la propiedad fertilizante del guano de las islas fueron realizados por tres científicos extranjeros, un alemán, Alexander von Humboldt; un francés, Alejandro Cochet; y Tomas Way, británico consultor de la Real Sociedad de Agricultura de Londres, cuyas conclusiones publicadas en Europa entre 1820 y 1840 coincidieron acerca del alto valor productivo del abono. En el Perú, aislado del mercado mundial y envuelto desde 1835 en un proyecto confederativo con Bolivia, que había arruinado la economía, se desconoció la noticia. El primer contrato de comercialización de guano se hizo en 1840 bajo la modalidad de venta libre entre el Estado, propietario del fertilizante, y Francisco de Quiroz, comerciante limeño, asociado con ]oseph William Myers
58 Company, de Liverpool, que consistió en el arrendamiento de las islas de Chincha por seis años, a cambio de 60 mil pesos, pagables en varias entregas, tanto en efectivo como en títulos de la deuda pública. Las primeras ventas que- se efectuaron en Gran Bretaña, Alemania, Francia y Bélgica resultaron exitosas y con utilidades tan desproporcionadas con relación al pago efectuado al Estado, que el contrato fue rescindido en 1841. · Los altos precios alcanzados por Quiroz hicieron confiar al Estado sobre la concurrencia de muchos comerciantes en pos de nuevos contratos; sin embargo, dicha expectativa no se concretó y éste debió celebrar un acuerdo de comercialización con el mismo Quiroz, a fines de 1841, asociado esta vez con la casa inglesa Myers-Bland Company y Aquiles Allier, pero bajo la modalidad de las consignaciones, una forma de comercialización por la cual los comerciantes actuaban por cuenta del Estado que conservaba la propiedad del abono. En esta condición, los consignatarios recibían el guano de las islas, se encargaban de ·s u transporte y venta, corriendo con los gastos que demandaba dicha comercialización. Concluida la venta, el contratista recuperaba el dinero invertido en los costos de operación y cobraba una comisión sobre las ventas brutas. Una costumbre que se inició conjuntamente con las consignaciones fueron los adelantos proporcionados por los contratistas al fisco, iniciando con esta funesta práctica un continuo endeudamiento del Estado con los comerciantes, principalmente extranjeros. En ocasiones, las principales casas comerciales: Gibbs y Crawley de Inglaterra, y Puymerol, Poumaroux y Montané de Francia, condicionaron estos adelantos a la suscripción de contratos con volúmenes de exportación cada vez más elevados y superiores a las 50 mil toneladas, con una duración aproximada de cinco años, y la entrega del producto de la venta del guano al Estado mitad en efectivo y la otra mitad en títulos de la deuda externa e interna, comprados por los comerciantes a precios muy por debajo de su valor nominal. Entre 1840 y 1847 se exportaron aproximadamente 295 mil toneladas de guano. Se calcula que la participación del Estado le generó un ingreso de 5.500.000 pesos, de los cuales cerca de 3 millones estuvieron representados por vales de cancelación de sus deudas (Bonilla, 1994: 146). Hacia 1849, las exigencias de los acreedores ingleses para el pago de la deuda externa contraída por el Estado en la década de 1820, permitió que la casa Gibbs obtuviera la consignación del guano para todos los mercados e uropeos, con excepción de Francia, por un período de un año. En este mismo contrato se estableció que el consignatario debía destinar la mitad del producto de las ventas de guano en Inglaterra al servicio de la deuda externa. El contrato, que debía terminar en 1850, fue renovado continuamente hasta 1861, por los sucesivos préstamos contraídos por el Estado con la garantía del
59 guano. En total, la casa Gibbs exportó cerca de 2.100.000 toneladas de guano cuya venta le produjo un beneficio declarado de 763.190 libras esterlinas, aproximadamente 38 millones de pesos. Los préstamos de la década de 1850 sirvieron para iniciar un proceso de modernización del país a través de grandes obras públicas, la renovación del Ejército y la Marina y el crecimiento burocrático del Estado, pero ocultaron al mismo tiempo las graves anomalías e irregularidades cometidas por los consignatarios. A fines de la década se hicieron serias denunci~s contra las casas comerciales que fueron acusadas de llevar una doble contabilidad, de sobrevalorar los gastos de comercialización en que supuestamente incurrían y que el fisco pagaba, de las supuestas bajas en la cotización del guano declarada por los comerciantes y, finalmente, del incumplimiento de compromisos y obligaciones en perjuicio del Estado. Las más cuestionadas fueron la casa Gibbs en Inglaterra y la casa Montané en Francia, aunque al final de las investigaciones ambas fueron absueltas. Por otro lado, merced a la consolidación o pago de la deuda interna a los acreedores nacionales·, iniciada por Castilla a fines de 1840 y que concluyó a toda prisa (muchas veces fraguando vales), se constituyó en Lima un grupo capitalista de peruanos llamados "los hijos del país", que incursionó en la comercialización del guano en los mercados de Norteamérica, Las Antillas, Brasil y Asia, y que poco a poco, conforme fueron expirando los antiguos contratos de consignación con las casas extranjeras, se apropió de los nuevos. A partir de 1862 se inició el apogeo de estos capitalistas agrupados en la Compañía Nacional de Consignaciones de Guano, destacando Felipe Gordillo , ]osé Canevaro, Manuel Pardo, Felipe Barreda, Carlos Delgado Moreno y Manuel Amunátegui (propietario de El Comercio), entre otros. Al asumir el control de las consignaciones del guano, este grupo de comerciantes dispuso del instrumento más eficaz para incrementar sus riquezas, no sólo a través de los privilegios en los contratos de comercialización y las altas comisiones por la venta del guano, sino también por los préstamos hechos al Estado (un millón en 1864 y tres millones en 1868) con intereses usureros y cláusulas leoninas (Bonilla, 1994: 52-53). A fines de 1868, el Estado les adeudaba 15.648.000 soles, mientras que los ingresos del guano para el presupuesto de 1869 alcanzaban la suma de 16 millones, de los cuales 7.861.000 (49,13%) estaban ya afectos al servicio de la deuda interna y externa. Las denuncias públicas por los abusos en la administración del guano cometidos por los consignatarios y las críticas por el despilfarro gubernamental no tardaron en aparecer y crearon, a fines de la década de 1860, las condiciones para la cancelación definitiva del sistema de las consignaciones. El mayor
60 golpe lo clio Guillermo Bogardus, en 1866, al denunciar por manejos ilícitos a la Compañía Nacional Consignataria del Guano en Inglaterra, involucrando a su director Manuel Pardo. El Congreso nombró una comisión investigadora cuyos informes condujeron a poner fin al sistema, aunque por la situación de endeudamiento con los contratistas, el Estado estuvo obligado a sanear primero los contratos vigentes, antes de entrar al sistema del monopolio. En 1868, la decisión del gobierno de José Balta y de su ministro Nicolás de Piérola de suprimir el sistema de las consignaciones y adoptar el sistema del monopolio y la entrega de su control al comerciante Augusto Dreyfus, produjo la inmediata reacción de los "hijos del país" agrupados en la Casa Consignataria del Guano. Fue la lucha entre e l poder político y el pode r económico. El enfrentamiento se produjo en diversas instancias. Las opiniones se dividieron. La Corte Suprema estuvo a favor de los comerciantes nacionales, aceptando un antiguo fallo judicial que reconocía y mandaba al gobierno a dar preferencia a los peruanos en la explotación del abono. El Parlamento y la prensa se inclinaron a favor del sistema monopólico. En esta confrontación Dreyfus jugó un papel decisivo, para lo cual movilizó grandes capitales europeos, como los de la Societé Generale y la firma Prense! et Cie, de Francia, que se constituyeron en el cimiento financiero de su proyecto. También buscó la alianza con los descontentos o marginados del comercio del guano, cuyos capitales fueron en realidad insignificantes pero que le permitió salvar el dispositivo legal que obligaba dar preferencia a los "hijos del país". Finalmente, en agosto de 1869, se firmó el contrato por el cual Dreyfus compró al Estado dos millones de toneladas de guano para venderlas en exclusividad e n todos los mercados, excepto en Estados Unidos, e iría sustituyendo a los consignatarios nacionales y extranjeros, cont:orme fueran expirando sus respectivos contratos. A cuenta del guano a explotar, Dreyfus adelantó al gobierno dos mensualidades de un millón de soles cada una, después de las cuales se obligó a proporcionar 700 mil soles mensuales hasta la conclusión del contrato que se estimaba al cabo de seis años. Del mismo modo, la casa monopolizadora se comprometió, durante el tiempo que durase el contrato, a tomar a su cargo el servicio de la deuda externa, calculada en cerca de 5 millones de soles por año, y a amortizar la deuda contraída por el Estado con los consignatarios én aproximadamente 16 millones de soles. El precio de compra pactado fue de 36,50 soles por tonelada y el precio de venta fijado de común acuerdo fue de 80 soles. La diferencia entre los dos precios significó un beneficio neto para Dreyfus de casi 5.500.000 libras esterlinas por la venta de los dos millones de toneladas de guano (Bonilla, 1994: 117).
61 En principio, esta medida permitió que el Estado tuviera la posibilidad de presupuestar ordenadamente sus ingresos mensuales por concep to de la venta del guano y evitar las suspensiones de las remesas a las que estaban habituadas las casas consignatarias; sin embargo, el monopolio no produjo el resultado que se esperaba, pues Dreyfus no sólo estuvo encargado de la venta del guano, sino que fue también el principal agente financiero del Estado en la suscripción de los empréstitos que se efectuaron entre 1870 y 1872, los más grandes del siglo XIX y que condujeron indefectiblemente al Perú a la crisis y la bancarrota. Al suscribirse el empréstito de 1870, Dreyfus redujo las remesas mensuales de 700 mil a 400 mil soles mensuales a fin de destinar el saldo al servicio de ese empréstito. Al levantarse el empréstito de 1872, este remanente también fue dedicado a su servicio y el Estado perdió así todas las ventajas económicas por las que supuestamente el contrato se había suscrito, (Bonilla, 1986: 169). Recuadro 2 El período del guano y el salitre*
El guano y el salitre, ante todo, cumplieron la función de crear un activo tráfico con el mundo occidental en un periodo en que el Perú, mal situado geográficamente , no disponía de grandes medios de atraer a su suelo las corrientes colonizadoras y civilizadoras que fecundaban ya a otros países de la América indoíbera. Este tráfico colocó nuestra economía bajo el control del capital británico al cual, a consecuencia de las deudas contraídas con la garantía de ambos productos, debíamos entregar más tarde la administración de los ferrocarri les, esto es, de los resortes mismos de la explotación de nuestros recursos. Las utilidades del guano y del salitre crearon en el Perú, donde la propiedad había conservado hasta entonces un carácter aristocrático y feudal , los primeros elementos sólidos del capital comercial y bancario . Los profiteurs directos e indirectos de las riquezas del litoral empezaron a construir una clase capitalista. Se formó en el Perú una burguesía, confundida y enlazada en su origen y en su estructura con la aristocracia, formada especialmente por los sucesores de los enco-
Mariátegui, José Carlos. 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. 62a. edición. Lima: Biblioteca Amauta, 1995, pp. 19-20.
62 menderos y terratenientes de la colonia, pero obligada por su función a adoptar los principios fundamentales de la economía y la política liberales. Con este fenómeno -al cual me refiero en varios pasajes de los estudios que componen este libro-, se relacionan las siguientes constataciones: "En los primeros tiempos de la Independencia, la lucha de facciones y jefes militares aparece como una consecuencia de la falta de una burguesía orgánica. En el Perú, la revolución hallaba menos definidos, más retrasados que en otros pueblos hispanoamericanos, los elementos de un orden liberal burgués. Para que este orden funcionase más o menos embrionariamente tenía que constituirse una clase capitalista vigorosa. Mientras esta clase se organizaba, el poder estaba a merced de los caudillo:; militares. El gobierno de Castilla marcó la etapa de solidificación de una clase capitalista. Las concesiones del Estado y los beneficios del guano y del salitre crearon un capitalismo y una burguesía. Y esta clase, que se organizó luego en el "civilismo", se movió muy pronto a la conquista total del poder. Este capítulo del guano y del salitre no se deja, por consiguiente, aislar del desenvolvimiento posterior de nuestra economía. Están ahí las raíces y los factores del capítulo que ha seguido. La guerra del Pacífico, consecuencia del guano y del salitre, no canceló las otras consecuencias del descubrimiento y la explotación de estos recursos, cuya pérdida nos reveló trágicamente el peligro de una prosperidad económica apoyada o cimentada casi exclusivamente sobre la posesión de una riqueza natural, expuesta a la codicia y al asalto de un imperialismo extranjero o a la decadencia de sus aplicaciones por efecto de las continuas mutaciones producidas en el campo industrial por los inventos de la ciencia. Caillaux nos habla con evidente actualidad capitalista, de la inestabilidad económica e industrial que engendra el progreso científico. El periodo dominado y caracterizado por el comercio del guano y del salitre, el proceso de transformación de nuestra economía, de feudal en burguesa, recibió su primera enérgica propulsión. Es, a mi juicio, indiscutible que, si en vez de una mediocre metamorfosis de la antigua clase dominante, se hubiese operado el advenimiento de una clase de savia y élan nuevos, ese proceso habría avanzado más orgánica y seguramente. La historia de nuestra post-guerra lo demuestra. La derrota -que causó, con la pérdida de los territorios del salitre, un largo colapso de las fuerzas productoras- no trajo como una compensación, siquiera en este orden de cosas, una liquidación del pasado.
63 1.2
La plutocracia nacional
1.2.1 Los consolidados de la deuda interna Gracias a la riqueza proveniente de la explotación del guano, Ramón Castilla promulgó la Ley de Consolidación de 1850, reconociendo las deudas por daños, exacciones, provisión de bienes y cupos contraídas por el Estado con los particulares de. nacionalidad peruana desde la Independencia. La consolidación de la deuda interna tuvo la finalidad de rescatar de la pobreza a una multitud de familias caídas en desgracia por causas políticas o económicas. De esta manera, se pensaba crear capitales y capitalistas nacionales que fomentasen la ·industria, la agricultura y el comercio, permitiendo que la riqueza, que había favorecido hasta entonces a los extranjeros, ayudara también a los peruanos. En suma, se trató de disminuir la diferencia que existía entre un Estado rico y un país pobre. Al concluir el gobierno de Castilla en 1851, éste había reconocido, por concepto de la consolidación de la deuda interna, 4.320.000 pesos, y aseguró que su monto podría llegar a 6 o 7 millones de pesos. Sin embargo, por ley del 29 de diciembre de 1851, dada por el régimen de Echenique, se aceleraron los pagos de las deudas y hasta el 28 de julio de 1853 se reconocieron pbligaciones del Estado por un valor de 23.211.400 pesos, es decir, aproximadamente 16.211.400 pesos más de lo previsto. Los bonos reconocidos por el Estado, pese al interés nominal que ganaban (6%), se cotizaban a precios por debajo de su valor debido a que su amortización debía esperar algunos años para ser redimidos. Sus precios oscilaron entre 25% y 30% de su valor real, de manera que los 23 millones de pesos reconocidos representaron solamente 7.300.000 pesos efectivos. Fue una excelente oportunidad que aprovecharon las casas Urribaren de Inglaterra y Montané de Francia para comprar los devaluados bonos de la deuda interna y canjearlos, reconociéndoseles su valor nominal real, por títulos de la deuda externa. El escándalo y el repudio público por la corrupción gubernamental dio origen a la sublevación triunfante de Ramón Castilla.
1.2.2 Los bancos Estos extraordinarios ingresos de que dispusieron antiguas familias y muchas muy nuevas enriquecidas con insólita prontitud, llamadas despectivamente como "consolidadas" por su enriquecimiento ilícito, estimularon la aparición de las primeras instituciones bancarias, cuyas principales operaciones fueron la emisión de billetes, depósitos y descuentos. Así, entre 1862 y 1869 se crearon los bancos La Providencia (1862); Crédito Hipotecario (1866), que se
64 dedicó a la emisión de créditos hipotecarios y a efectuar créditos a largo plazo sobre bienes rústicos y urbanos; Lima (1869) y Nacional del Perú (1871). Además, funcionaron el Banco de Londres, México y Sudamérica (1863), sucursal del London, Mexico and South American Bank Limited, con sede en Londres, y la Caja de Ahorros de Lima (1868). El Banco del Perú, inaugurado en 1863 con un capital de un millón de pesos, fue la institución financiera más representativa del capitalismo nacional por su vinculación con la Compañía Consignataria del Guano, ya que seis miembros principales de su directorio integraron también el de la Compañía (Clemente Ortiz de Villate, Felipe S. Gordillo, José Canevaro, Manuel Pardo, Carlos Delgado Moreno y Felipe Barreda). Los empréstitos levantados por el gobierno de Balta para la construcción de los ferrocarriles, así como el desarrollo de la agricultura de exportación, propiciaron también la creación de estas instituciones en el interior del país; surgieron así el Banco Agrícola (lea, 1870), el Banco de Trujillo (1871), el Banco de Tacna (1872), el Banco de Arequipa (1872), el Banco de Piura (1872) y el Banco de Emisión de Cerro de Paseo (1872). Tres sectores fueron los favorecidos por los préstamos bancarios: los agricultores, los industriales y el Estado. La creación de los bancos supuso contar con los adecuados instrumen-• tos de crédito y financiamiento necesarios para el progreso del país. Pero el desarrollo no tuvo lugar ya que los bancos carecieron de una política de inversión productiva de sus capitales y prefirieron constituirse en casas prestamistas del Estado con quien el negocio fue menos riesgoso y las utilidades extraordinarias. 1.2.3 La agricultura de exportación
El capital financiero proveniente de los consignatarios nacionales y de los "consolidados", se incrementó a partir de ·1855 con la nueva riqueza de los hacendados, obtenida gracias al pago efectuado por el Estado por la manumisión de sus esclavos. De esta manera, se estructuró un circuito económico conformado por el Estado, los bancos, los consignatarios y; finalmente, los hacendados que e~pandieron sus tierras con cultivos de azúcar y algodón, aprovechando la crisis de la industria azucarera cubana y la guerra de secesión norteamericana. Muy pronto los propietarios de los campos azucareros del norte, gracias al financiamiento bancario y a la importación de casi 90 mil chinos, convirtieron sus haciendas en grandes ingenios para atender los requerimientos de una explotación industrial a gran escala y altamente productiva. Surgieron, así, los latifundios como Casagrande, Cayaltí, Tumán y otros que iniciaron rápidamente la importación de maquinaria para la instalación de sus fábricas.
65 Poco a poco las plantaciones azucareras y los algodonales reemplazaron los cultivos de consumo popular. En 1877, Trujillo y Chiclayo producían cerca del 58% de las exportaciones de azúcar, mientras que en el caso del algodón el 14% de las exportaciones eran embarcadas desde Piura, el 38% desde Lima y el 42% desde Pisco e lea. Pero el desarrollo de la agricultura de exportación costeña fue muy precario, pues no sólo dependía de las fluctuaciones de la demanda internacional, sino también del financiamiento bancario. En la década de 1870, los dos bancos más ligados al sector agrario fueron el Banco de Crédito Hipotecario y el Banco de Crédito Territorial, que asignaron préstamos a un total de 172 fundos, de los cuales 11 plantaciones azucareras recibieron el 52,8% del total de los préstamos (Hunefeldt, 1986: 42). En 1875, las deudas de las haciendas azucareras ascendían a 30 millones de soles, de los cuales 17.500.000 correspondían a los bancos. Esta clase plutocrática conformada por banqueros, hacendados y comerciantes de guano, y en cuyas manos el Estado había puesto la tarea de crear empresas que condujeran la modernización e industrialización del país, fue incapaz de arriesgar su capital en fábricas y prefirieron la compra de bonos de la deuda pública que le asegurara una alta rentabilidad y la confianza, por entonces, de su amortización. Ésta se dedicó fundamentalmente al comercio especulativo, y cuando colocaron parte de sus capitales en la agricultura de exportación, devino en una clase rentista que vivió de los beneficios generados por una mano de obra china que trabajó en condiciones de servidumbre (Bonilla, 1994: 53-54). 1.3
El incipiente industrialismo
Lima, convertida en el gran centro comercial y financiero del país, dispuso de la mayor parte del excedente económico y rápidamente los grupos privilegiados residentes en ella comenzaron a demandar bienes y productos, siguiendo la moda y costumbre de Europa. Con la finalidad de promover la industria en la capital y atender esta creciente demanda de los sectores urbanos, en 1845 el Congreso preparó un proyecto de ley que incluyó generosos premios para los más destacados empresarios, técnicos y trabajadores que se dedicaran a las actividades fabriles. En 1841, Jorge Moretto ya había establecido su fábrica de cristalería y utensilios y el propio gobierno creó la fundición naval de Bellavista en 1846, para preparar mecánicos y fabricar y reparar maquinarias. Los primeros ensayos manufactureros que procuraron acogerse a los privilegios y al respaldo gubernamental fueron la fábrica de papel de Amunátegui y Villota, comerciantes propietarios del diario El Comercio; la fábrica de velas de Lariosa y ·
66 Torcello; y la fábrica de tejidos de seda de Serratea y Navarrete. Un proyecto frustrado fue la compañía formada por la viuda de Santiago e hijos, Cagigao y Casanova, quienes fundaron una fábrica de hilados y tejidos de algodón en Lima, para lo cual importaron el primer telar a vapor que se instaló en la antigua casa-molino de la Perricholi, y funcionó por pocos años con la fuerza motriz de las acequias aledañas y empleó mano de obra femenina. La razón de los primeros fracasos industriales se debió al giro de la política comercial de tendencia liberal que se aplicó a partir de 1851. La uniformidad de los aranceles a la producción nacional y extranjera y la supresión de los estímulos y privilegios terminó por ahogar el potencial industrial (Gootenberg, 1998: 86). A partir de 1860 surgió una incipiente industria de consumo promovida y controlada por extranjeros y con capitales provenientes de ahorros y préstamos. Se fundaron la fábrica de galletas de Arturo Field, la de chocolates de Vignolo y la de manteca de Aparicio y hermanos. En Chincha se estableció la fábrica de cueros de Labrousse; en 1870 se inauguró la fábrica de mosaicos de Pedro Roselló , y un año después se reabrió la fábrica textil algodonera de Vitarte, utilizando la vieja maquinaria de la frustrada compañía de Santiago e hijos, Cagigao y Casanova y que inició la época de la historia de la industria textil republicana. La industria de la cerveza se inició alrededor de 1845, con el alemán Baertel, pero es a partir de 1860 cuando se advierte el incremento del gusto por esta bebida con la aparición en el Callao de las cervecerías Alemana, la Internacional y la Nacional. En Lima, la de mayor aceptación fue la cervecería de Harster en Piedra Liza, que más tarde fue adquirida por Backus y johnston (1879). En torno al periodismo se deja sentir el avance de la imprenta con la fundación de El Heraldo (1852), El Mercurio (1860) y, años después, de las imprentas Huerta y Compañía y la Imprenta Liberal. Otros intentos industriales fueron la producción de tintes en base a la cochinilla, la introducción de una máquina de vapor para romper metales, los aserraderos de madera de Ginoccio y de Ciurlizza y Maurer, y la fábrica de fierro, bronce e insumos de construcción de del Águila. Fue notoria la presencia de los inmigrantes europeos en la fundación de las primeras fábricas en Lima que, junto con los artesanos más acomodados, conformaron una minúscula clase media industrial. La capital llegó a tener, a finales de la década de 1860, alrededor de 5 mil trabajadores en diversos tipos de talleres, tanto industriales como de carácter artesanal. Sin embargo el impacto de la nueva dinámica económica sobre el productor urbano artesanal agrupado en gremios fue demoledor, pues debió
67 enfrentar un doble peligro que amenazó su sobrevivencia, por un lado la producción manufacturera extranjera y, por otro, la nacional. Ello motivó que las calles de Lima fueran escenario de violentas movilizaciones gremiales, como la protesta de los artesanos ocurrida en 1858 rechazando el advenimiento de la técnica y el progreso. l. 4
La economía regional
En la sierra se produjeron dos ensayos industriales con relativa importancia. El primero fue el establecimiento, en 1859, de la fábrica de tejidos e hilados de lana "Lucre", en la provincia de Quispicanchis, cuyo funcionamiento fue decayendo progresivamente por la competencia de productos extranjeros, pero que se detuvo con el bloqueo chileno de los puertos del sur, durante la guerra del Pacífico, y permitió su recuperación con el abastecimiento de tejidos al mercado del sur andino. Entre 1871 y 1872, la familia Terry intentó una aventura industrial similar en la hacienda Urcón, en Ancash. El reemplazo de los cultivos de panllevar por azúcar y algodón en la agricultura costeña, unido al aumento de la población y la mayor circulación del dinero en las familias limeñas, generaron una incesante carestía de los productos de primera necesidad y una vertiginosa alza del costo de vida. Entonces, el latifundio serrano, principalmente de la región central, orientó su actividad a la producción de víveres para la satisfacción de esta creciente demanda urbana. No obstante, la producción de alimentos fue insuficiente para el consumo local y se necesitó importar arroz, papas, frijoles, arvejas, etc. Por otro lado, la constitución de un mercado regional y de circuitos mercantiles que articularon Paseo, Tarma, La Oroya, Jauja, Concepción y Huancayo, el surgimiento de un sector minero-comercial y la presencia de campesinos integrados al mercado dieron origen a una economía muy d inámica en esta zona (Manrique, 1995: 89-90). En la región sur andina la economía rural se basó sustancialmente en la ganadería. Una notable excepción fue Arequipa, donde la producción fue desde vinos, aguardiente, azúcar, arroz, café, maíz, trigo, papas y forraje, hasta la ganadería lanar, que fue la actividad económica más importante. Aquí la distribución de la propiedad rural en chacras y fundos, entre los diferentes sectores sociales, consolidó un mercado interno regional muy vinculado, además, al mercado externo, con la producción y exportación de la lana de vicuña, que reemplazó a la de oveja, que había predominado en las primeras décadas de la República, y cuya comercialización se amplió con la construcción del ferrocarril hacia Juliaca y Puno en 1874. En tanto, la economía cusqueña languideció ante la decadencia de las antiguas haciendas coloniales debido a la desaparición de los centros mine-
68 ros, el abandono de los caminos y la invasión de tierras por los pueblos selváticos. Su principal cultivo fue la coca, pero al igual que Arequipa y Puno, la ganadería lanar fue la de mayor actividad. En Puno, las zonas especialmente ganaderas fueron Huancané, Chucuito, Azángaro y Carabaya, y la construcción del ferrocarril hacia Arequipa y Mollendo le permitió articularse de manera más intensa al circuito comercial internacional, pero sobre la base de una estructura productiva constituida por relaciones serviles de trabajo. También durante la década de los sesenta se inició la explotación cauchera de la selva, pero de manera incipiente. Otros de los productos tradicionales de exportación fueron el tabaco y la vid, aunque sin llegar a las proporciones de la producción durante la Colonia. Las zonas más importantes de tabaco fueron Lambayeque, Jaén y Bagua, mientras que la vid se cultivó en Ica y Moquegua.
1.5
El gasto público
No obstante el desarrollo de las actividades económicas propiciadas por el capital privado en los sectores de la agricultura de exportación, el salitre, la industria, el comercio internacional y el sistema bancario, el Estado fue el más importante agente económico y promotor del progreso material del país. A partir de 1850, el Estado, en manos aún de los regímenes militares, fue influido por algunos representantes ideológicos liberales vinculados a la fracción más moderna y progresista de la emergente elite plutocrática para iniciar las grandes transformaciones que el país requería. En los siguientes años el presupuesto se multiplicó cinco veces y el Estado controló cerca del 60% de las ventas del guano, para aplicarlo en el desarrollo de la economía peruana. A fines de 1870, los resultados de la distribución y empleo de cerca de 80 millones de libras esterlinas fueron los siguientes:
•
Burocracia y obras públicas
Entre la burocracia y las grandes obras públicas el Estado gastó casi el 54% de los ingresos. Los gobiernos de Castilla y Echenique justificaron estos cuantiosos gastos bajo el argumento de que eran indispensables para mantener "el orden y la estabilidad política". La prosperidad fiscal favoreció la empleomanía, ya que abundaron los puestos públicos en el servicio civil y militar. Sólo en Lima, a mediados de la década de 1860, existieron alrededor de 5 mil empleados públicos que representaron aproximadamente el 12,5% de la población económicamente activa
69 en todo el país. No obstante, la administración pública siguió lenta, desganada y enredada. El cesante y el aspirante a burócrata fueron tipos populares, corrientes y numerosos. El sostenimiento de los servidores públicos demandaba aproximadamente el 20o/o del presupuesto en 1879. Por otro lado, Ramón Castilla, luego de la experiencia de la Confederación Perú-Boliviana cuyo fracaso se debió a nuestra debilidad naval frente a las fuerzas restauradoras provenientes de Chile, hizo importantes adquisiciones navales, entre las cuales destacó la adquisición del barco a vapor "Rímac". Asimismo, José Rufino Echenique mandó adquirir importantes unidades navales, como los barcos "Apurímac", "Loa", "Tumbes" y el vapor "Ucayali". La Amazonía no estuvo olvidada: se construyó el apostadero naval de !quitos y se adquirieron los barcos de río "Morona", "Pastaza", "Putumayo" y "Napo". Ante la proximidad del conflicto con España, Juan Antonio Pezet ordenó adquirir el monitor "Huáscar", las fragatas "América" y "Apurímac" y la corbeta "Unión". En 1866 la fuerza naval del Perú era la más poderosa de Sudamérica. Se creó la Escuela Central de Marina y se edificó la Factoría Naval de Bellavista y el Apostadero de Paita. Se reorganizó el Ejército, se estableció el Colegio Militar y se aprobaron las leyes sobre licencia y montepío militar. Dentro de este rubro podemos considerar también los aspectos referentes a las obras públicas de Lima y provincias, entre las que destacan la instalación de las cañerías de hierro y el agua en el Callao, Arica e Islay, la implantación del telégrafo, el alumbrado a gas y el agua potable e n Lima. Se inició la expansión urbana de la capital con la construcción del camino carretero al Callao, el muelle dársena del mismo puerto y el puente Balta sobre el río Rímac, además del Palacio de la Exposición y el hospital Dos de Mayo. En el aspecto educativo, se restablecieron y reorganizaron los colegios nacionales, entre ellos el colegio Guadalupe para que sirviera de modelo a los demás establecimientos de enseñanza media; se crearon los colegios de artes y oficios en todas las capitales de los departamentos con la finalidad de estimular la formación técnica, aunque éstos comenzaron a funcionar tardíamente. Entraron en actividad la Escuela de Ingenieros, la de Minas y la de Agricultura, además de la Escuela Normal de Mujeres (San Pedro) y la de Bellas Artes. Se reorganizó también la Universidad Mayor de San Marcos. En el aspecto administrativo, se creó el Consejo Central de Estadística y la Dirección de Obras Públicas. Además se reorganizó el correo y el sistema de franqueo de la correspondencia, se elaboró el censo de 1876 y se publicó la Carta Geográfica del Perú. El país se modernizó, pero a un altísimo costo económico.
70 •
Ferrocarriles
Contagiados por la euforia ferrocarrile ra de Europa y Estados Unidos, en 1851 el Perú inició la construcción del ferrocarril de Lima al Callao con un costo de 600 mil pesos; tres años después, en 1854, el fe rrocarril Tacna-Arica costó 2 millones de pesos, y en 1858 e l de Lima a Chorrillos, 600 mil p esos. Las dos primeras líneas fueron necesarias por la sustancial mejora en la seguridad y e l transporte de personas, bienes y productos que impulsó el comercio; sin embargo, el tercer ferrocarril fue construido para satisfacer las exigencias de la nueva clase burguesa limeña que convirtió Chorrillos en su balneario preferido. En la década de 1870, José Balta y Manuel Pardo continuaron la política de construir líneas férreas en la costa y la sie rra, que por sus condiciones geográficas resultaron sumamente onerosas. José Balta llegó a construir, total o parcialme nte, los ferrocarriles de Lima a Chancay (1870), de Moliendo a Arequipa (1871), de Lima a La Oroya (1871), de Pisco a lea (1871), y de Ilo a Moquegua (1871), e inició la construcción de los ferrocarriles de Arequipa a Puno en 1870 y de Salaverry a Trujillo y Chicama, de Chiclayo a Pátapo y de !quique a La Noria. El gran constructor fue el ingeniero norteamericano Henry Meiggs, quien tuvo el doble mérito de construir las vías férreas más altas y más caras del mundo. En conjunto, las deudas contraídas por el Estado sobrepasaron la cifra de 140 millones de soles que sirvieron para tender, aproximadamente, 1.500 kilómetros de líneas férreas que no llegaron a concretar el esperado desarrollo del país. Muchas líneas fueron planificadas obedeciendo sólo a intereses particulares vinculados, por lo general, al mercado extranjero, y no sirvieron para articular la producción y comercio internos, sino que más bien sirvieron de vehículos para la desintegración de la economía campesina (Bonilla, 1994: 69).
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Endeudamiento público
La explotación del guano transformó el Estado de pobre a rico, con la capacidad no solamente de honrar la deuda pública, interna y externa, sino también de adquirir nuevas obligaciones con la garantía del fertilizante, pero que a la postre fueron nefastas por e l encadenamiento financiero que se produjo con los acreedores. La bonanza ocultó e l derroche fiscal. En 1851, la deuda interna reconocida por el Estado que ascendía a 4.320.000 pesos, se incrementó en 1853 a 23.211.400 pesos, es decir, aproximadamente 16.211.400 pesos. Una mayoría significativa de estas obligaciones y deudas fueron producto de vales y cédulas falsificados que el Estado reconoció como auténticas y legítimas.
71 En otras oportunidades, la prosperidad derivada de la explotación del guano fue entendida como una fuente inagotable capaz de cubrir los sucesivos y más grandes empréstitos imaginables. Estos créditos fueron de dos tipos: los llamados adelantos o anticipos de dinero entregados por los consignatarios al Estado, que eran amortizados con el producto de la venta del guano; los del segundo tipo fueron producto de una política de endeudamiento externo puesta en práctica entre 1849 y 1872. A inicios del período de la prosperidad económica, el Perú tuvo la llamada deuda inglesa o angloperuana, que provenía de los empréstitos de 1822 y 1825 por un monto total de 1.816.000 libras esterlinas, pero que dejada de pagar por 20 años alcanzó, en 1848, la cantidad de 3. 736.000 libras esterlinas. Cuando los ingresos del guano se convirtieron en el principal recurso fiscal, la exigencia de los tenedores de los bonos ingleses obligó al gobierno a llegar a un acuerdo con ellos en 1849. Se aprobó la emisión de bonos por 3.736.000 libras esterlinas, de las cuales 1.816.000 sirvieron para amortizar el monto de la deuda nominal y 1.920.000 para cancelar los correspondientes a los intereses devengados. Las operaciones comenzaron en 1850 a través del consignatario Anthony Gibbs, representante de los acreedores, quien se encargó de descontar el 50% de los ingresos provenientes de la venta del guano en Europa que correspondiera al Estado para amortizar la deuda. El restablecimiento de la credibilidad financiera del Estado significó el inicio de una nefasta política de empréstitos. A partir de la década de 1850, se suscribieron diversos créditos con casas londinenses que se destinaron a efectuar indefinidamente conversiones de préstamos cada vez de mayor cuantía: el préstamo de 1859 (2.600.000 libras esterlinas) sirvió para pagar el de 1849; el de 1862 (5.500.000) para retirar los bonos del préstamo de 1859 y el de 1865 (lO millones) convirtió la deuda de 1859. Este endeudamiento en espiral permitió también el pago de la deuda contraída con Chile (50 mil libras esterlinas), de las deudas pendientes con Venezuela (177 mil libras esterlinas) y Colombia (536 mil libras) por los auxilios y gastos de la guerra de la independencia. La necesidad de organizar la defensa peruana en la guerra con España motivó un nuevo empréstito por 10 millones de dólares, solicitado conjuntamente por Perú y Chile en 1866. Este crédito sirvió para cancelar diversos préstamos hechos por los consignatarios nacionales, para la compra de armamento en Europa, que sería utilizado para la defensa del Callao y la adquisición de los buques de guerra "Huáscar" e "Independencia", que no llegaron a emplearse sino en la guerra con Chile.
72 Los empréstitos más importantes se levantaron en la década de 1870. El gobierno de ] osé Balta, el 19 de mayo de 1870, contrató en París con la Casa Dreyfus Hnos. y Cía. un exitoso préstamo por 11.920.000 libras esterlinas (59.600.000 soles) destinado a la construcción de los ferrocarriles. La confianza de los acreedores se basó en la garantía ofrecida por la casa Dreyfus en su doble condición de único contratista encargado de la comercialización de dos millones de toneladas de guano y, al mismo tiempo, responsable del pago de la deuda externa. El éxito de este empréstito alentó al gobierno de Balta a solicitar nuevamente otro para proseguir el programa de las obras ferrocarrileras y de irrigación que se había propuesto realizar. En 1871, el Congreso autorizó un nuevo préstamo por 15 millones de libras esterlinas que fue elevado, cinco meses más tarde, a 36.800.000 libras esterlinas. La diferencia de 21.800.000 estaría destinada a la conversión de los empréstitos de 1865, 1866 y 1870. Este endeudamiento también fue pactado con la Casa Dreyfus en 1872, pero fue suspendido por el propio Balta frente a las duras críticas acerca de la legitimidad de la operación. Manuel Pardo, ya en el poder, en 1873 autorizó la emisió n integral de 36.800.000 de libras esterlinas para continuar la política ferrocarrilera, pero sus resultados no pudieron ser más negativos. Del monto solicitado fueron colocadas sólo 22.129.920. El saldo, 14.170.080 fue depositado en el Banco de Londres, para amortizar los bonos del empréstito de 1870. De los bonos colocados, sólo 230 mil fueron vendidos a sus precios de emisión de 75%. La desconfianza del mercado financiero internacional por el rápido y creciente endeudamiento del Estado y la lepta pero sostenida caída de los precios del guano explican, en parte, el fracaso de este empréstito . •
Reivindicaciones populares
En pleno auge del liberalismo político y económico, se aprobaron dos medidas de honda reivindicación social, pero de perjudicial impacto económico: la supresión del tributo indígena y la abolición de la esclavitud. La supresión del tributo indígena en 1854 por Castilla, no sólo significó la desaparición de una renta de 1.400.000 pesos que el Estado percibía anualmente, sino tambié n la restricción del mercado inte rno al propiciar el alejamiento de la población indígena del circuito comercial, puesto que ya no tuvo la necesidad de comerciar sus productos en los mercados locales a fin de obtener el dinero para tributar, ocasionando indirectamente e l aumento de los precios de los productos provenientes del campo. La inflación recayó, entonces, sobre los sectores urbanos populares, y las tesorerías provinciales,
73 que mantenían muchos de sus gastos con el producto del tributo indígena, pasaron a depender directamente del gobierno central. En 1866, el gobierno de Mariano Ignacio Prado implantó la contribución del jornal, por la que cada peruano varón, sin distingo de raza, entre los 21 y los 60 años de edad, debía de contribuir al Estado con 12 días de jornal al año, según el nivel de jornal predominante en la región. A Lima y Callao le correspondió el pago más alto, con 80 centavos de jornal, en tanto las provincias más pobres pagaron entre 20 y 30 centavos. Esta contribución fue suprimida un año después como consecuencia de la revolución encabezada por Balta. Por otro lado, cuando Castilla decretó la manumisión definitiva de los esclavos en 1854, se estimaba que el número de esclavos nacidos antes del 28 de julio de 1821 no debían ser más de 16 mil. Sin embargo, los propietarios consiguieron que el Estado les pagara 300 pesos por un total de 24.505 negros. El costo total de la manumisión de esclavos fue de 7.651.500 pesos. 1.6
La bancarrota nacional (1872-1879)
En 1872, Manuel Pardo al asumir el mando del Estado se encontró con una crítica situación económica, financiera y fiscal heredada del gobierno de ]osé Balta. En su mensaje al Congreso, el 24 de setiembre de 1872, señaló que de los egresos de 1871 que ascendieron a 112.514.952 soles, cerca del 85%, habían servido para el pago de la deuda externa (Bonilla, 1986: 170) y que las rentas del guano para los años siguientes eran inexistentes porque estaban afectas al pago del servicio de la deuda externa y al reembolso de los adelantos hechos por Dreyfus durante el régimen anterior. A pesar de la austeridad y reducción del gasto público que impuso durante su gobierno, el déficit no cesó de aumentar: pasó de 21.112.322 soles en el bienio 1873-1874 a 24.638.027 al bienio siguiente (Bonilla, 1986: 172). El delirio por la prosperidad que nació del contrato Dreyfus en 1869 y los fabulosos empréstitos de inicios de la década de 1870, se esfumó al cabo de tres años, luego de una estrepitosa caída de la demanda y del precio del abono en el mercado internacional, originados por una serie de diversos factores de muy distinta naturaleza. Por un lado, la saturación de los mercados ocasionada por la excesiva oferta hecha por los ex consignatarios y por el propio Dreyfus; por otro, la competencia del abono artificial y el salitre, cuya producción mundial aumentó ante el peligro de que el control monopólico del fertilizante natural por parte de Dreyfus lo condujese a efectuar operaciones especulativas y, finalmente, la pésima calidad del guano peruano extraído en los últimos años, que dieron origen a una profunda crisis económica que hizo recordar a los primeros años de la República.
74 Se entablaron enojosas negociaciones entre Dreyfus y el gobierno de Pardo acerca del cumplimiento del contrato guanero firmado en 1869. El comerciante alegó que los adelantos en dinero hechos al Estado habían excedido los ingresos que le correspondían al Perú por la venta de los 2 millones de toneladas pactadas; que sólo pagaría el servicio de la deuda externa proveniente de los empréstitos de 1870, y que aún faltaba extraer más de la mitad del volumen acordado, por lo cual solicitó la ampliación de los plazos de explotación. Las conversaciones fracasaron y el contrato concluyó a fines de 1875 con efectos catastróficos para el presupuesto nacional, cuya financiación estaba sustentada casi exclusivamente en los ingresos del abono. El Perú, después de 30 años de bonanza económica, se declaró en bancarrota ante la imposibilidad de honrar sus deudas con los acreedores extranjeros, que ascendían a 35 millones de libras esterlinas, cuya sola amortización demandaba cerca de 2.500.000 libras esterlinas, una suma equivalente a la totalidad del presupuesto. El gobierno de Pardo buscó nuevas casas comerciales en Europa, volviendo al régimen de las consignaciones en 1876. Se creó así la Peruvian Guano, empresa que contó con la participación de contratistas peruanos, y suscribió contratos con Enrique Meiggs y bancos asociados de Lima para provéer de abono a Estados Unidos, China, Mauricio y las colonias francesas. De acuerdo con estos contratos, el producto de la venta debía pagarse directa'mente al gobierno peruano, contraviniendo los acuerdos que respaldaron los préstamos de 1870 y 1872, que obligaban a utilizar parte de este producto para pago de la deuda externa. De esta forma, las obligaciones correspondientes a estas deudas quedaron impagas desde e nero de 1876. Mientras la calidad, el precio y el volumen del guano exportado decaían vertiginosamente, en pleno desierto de Tarapacá, en la región sur del país, el precio del salitre, que gozaba del beneficio de la exoneración de derechos de exportación, iba en aumento, favorecido por una escalada bélica en Europa y por su creciente uso como fertilizante. l. 7
La expropiación del salitre
Los primeros embarques de salitre en el desierto de Tarapacá empezaron en la década de 1820, pero su explotación se dinamizó a partir de 1850 con la inversión de capitales extranjeros, sobre todo ingleses y chilenos, que renovaron no sólo la técnica para mejorar su producción, sino que mediante el empleo de nuevos procedimientos en la extracción y purificación, lograron obtener otros productos como el yodo y el bórax. Hacia 1855, Tarapacá tenía ya una población de 18 mil habitantes, de los cuales casi la tercera parte
75 dependía directamente de las casi 100 oficinas establecidas en el desierto con trabajadores indios y mestizos, con salarios muy bajos, procedentes del Perú y de Chile. Se abrió así en la región un nuevo circuito comercial de carbón de piedra, cebada, víveres, ropa y maquinaria procedentes de Chile, Argentina y Bolivia. En 1860 el auge salitrero estimuló la inversión y consolidación de capitales chilenos en Tarapacá, a través del préstamo de un millón de pesos proveniente del Banco Edwards. La Compañía Chilena de Consignaciones; la Compañía de Salitre de Tarapacá, de propiedad de Guillermo Gibbs y Melbourne Clark, con capitales ingleses; la Sociéte Nitriere de Tarapacá y las empresas de Juan Gildemeister, que iniciaron la explotación con maquinarias a vapor, desplazaron o absorbieron las pequeñas y medianas propiedades nacionales. Recién hacia 1872 se fundó el Banco Nacional del Perú, con un capital de 12 millones de soles para habilitar a los salitreros nacionales. Con la finalidad de aprovechar la situación favorable del precio del salitre en el mercado internacional y minimizar su competencia con el guano, el gobierno de Manuel Pardo creó en 1873 el Estanco del Salitre. Apoyado en la banca, en su mayoría limeña, se fundó una compañía para su comercialización y el Estado fijó el precio para su compra en 2,40 soles el quintal y, con la finalidad de controlar dicho precio en el mercado, la producción anual fue fijada en 4.500.000 quintales. Dicha medida fue recibida con aplausos por los pequeños y medianos productores, a diferencia de los grandes intereses salitreros que prefirieron acogerse a la excepción dada por el mismo gobierno para que pudieran comercializar directamente con el extranjero, pagando al fisco la diferencia entre el precio de compra de 2,40 soles y e l precio de venta por quintal embarcado. Esta excepción fue funesta pues permitió una abierta competencia con los inte reses del Estado que causó al final el fracaso del estanco. Al fracaso del Estanco del Salitre se sumó ese mismo año la caída de las finanzas públicas, que tuvo un impacto demoledor en la economía. Al declinar la actividad comercial en el país, que dependía de los giros de dinero entregados por Dreyfus y los contratistas, sobre los productos de la venta de guano en el mercado exterior, se produjo una grave escasez de los documentos de crédito que eran utilizados como medio de pago. Por efecto de la crisis, la moneda metálica en oro y plata fue objeto de una grave especulación, que ocasionó su desaparición del mercado y su reemplazo por billetes que remediaron, por un breve tiempo, las transacciones comerciales. La emisión de estos billetes estuvo bajo el control de los bancos y, a pesar de que su impresión sin garantía repercutía en el costo de vida, el gobierno de Pardo mantuvo una firme política liberal de no interferencia. Pero ante la creciente
76 desconfianza respecto del sistema financiero, el 19 de diciembre de 1873 el Tesoro Público emitió billetes fiscales ofreciendo, además, su convertibilidad en moneda metálica. La medida fracasó a los dos años; en 1875 el gobierno declaró la inconvertibilidad del billete bancario y, al suspenderse los pagos en metálico, se aceleró la depreciación del papel moneda, tanto con respecto al sol de plata como a la moneda extranjera. El incremento vertiginoso de nuevas emisiones para satisfacer las necesidades de un fisco en perspectiva de bancarrota y la imposibilidad del gobierno de cumplir sus obligaciones bancarias, determinaron que el sistema de los billetes de banco fuese reemplazado por papel moneda, bajo responsabilidad del gobierno. El impacto de estas medidas fue catastrófico. Los principales bancos quebraron y con ellos millares de familias de todos los grupos sociales quedaron en la miseria. Ante las graves dificultades presentadas en la comercialización del salitre por la competencia entre el Estado y los salitreros y la crisis bancaria, el gobierno de Pardo decretó la expropiación de los yacimientos en marzo de 1875. Prohibió la adjudicación de nuevos terrenos salitreros, autorizó la adquisición de las tierras y establecimientos de Tarapacá e indemnizó a sus propietarios a través de un préstamo bancario obtenido con la garantía 'de los títulos de propiedad de las salitreras en manos del propio Estado. La administración del nitrato pasó a cargo de los bancos Nacional, del Perú, de Lima, y de La Providencia que lograron asegurar el cobro del préstamo por 18 millones de soles otorgado al gobierno. Para tal fin se constituyó la Compañía Salitrera del Perú y sus principales directivos fueron Francisco García Calderón, Carlos M. Elías y Luis B. Cisneros. Los salitreros extranjeros pronto transfirieron sus operaciones a Chile generando un clima adverso al país. Para julio de 1878, el gobierno ya había expropiado 161 oficinas de las 174, pero no pudo impedir el colapso del Banco Nacional del Perú y el consecuente pánico financiero entre los ahorristas que re tiraron cerca de 30 millones de soles del sistema bancario. Se subrogó a la banca comercial de la consignación del salitre y se aceptó la propuesta del Banco de La Providencia, que se encargó de la consignación y venta del salitre explotado por el gobierno y de la emisión y servicio de un nuevo empréstito con garantía del salitre. La casa Gibbs denunció en 1877 que la expropiación del salitre, después de deducidos los costos de producción, de transporte y de las comisiones, había producido para el Estado sólo 4 peniques por tonelada sobre un precio de venta de 14 libras esterlinas y 6 chelines por el mismo volumen (Bonilla, 1986: 179). La expropiación del salitre había sido un completo fracaso. El 17 de agosto de 1877, el presidente Mariano Ignacio Prado decretó la conversión de los billetes bancarios en billetes fiscales. Dos años después, el
77 Perú tenía 16.829.333 de soles en billetes fiscales en circulación, pero, por su rápida depreciación, valía menos de la sexta parte de su valor efectivo. Una de las consecuencias inmediatas de la crisis fue el empeoramiento del costo de vida. La carestía se agudizó por la creciente dependencia de la importación de alimentos surgida a raíz de la incorporación de tierras dedicadas al cultivo de productos de panllevar para destinarlos a la producción más rentable de azúcar y algodón. Hunefeldt afirma que entre 1855 y 1869 los precios de los alimentos aumentaron aproximadamente e n 25% (1986: 46), no solamente como consecuencia de la falta de tierras, sino también por el elevado precio de la mano de obra en el campo. En tanto, en la capital el salario real del trabajador cayó en una cuarta parte y en 1876 se estimaba en 23,4% el número de desempleados de una fuerza laboral activa de 34 mil personas, que representó un tercio de la p oblación limeña. A la crisis bancaria, que había ocasionado la pobreza de muchas familias, se sumó la suspensión del pago de sueldos a la burocracia civil y militar, el licenciamiento de los militares y la paralización de las obras -públicas y de la construcción de los ferrocarriles, que arrojaron a las calles a miles de trabajadores de las clases populares, quienes se dedicaron a la vagancia y el alcoholismo. En 1879, cuando el gobierno de Mariano Ignacio Prado negociaba con los tenedores de bonos de la deuda externa, con el fin de obtener nuevos préstamos con la garantía del salitre y salvar la crítica situación económica en que se encontraba el Perú, estalló la guerra con Chile. La Guerra del Pacífico fue el corolario de una época signada por el espejismo del progreso y la modernidad construido sobre la precariedad de la explotación de recursos naturales agotables y la imprevisión de una clase de gobernantes militares y civiles preocupados en sus propios intereses y sin visión de país.
2.
Las transformaciones sociales en el siglo XIX
2.1
La burguesía
A partir de 1850, la alta clase social, conformada hasta entonces por las familias sobrevivientes de la nobleza criolla, se fue transformando a medida que el capital y el dinero cobraban mayor importancia en la vida nacional, y dieron origen a una incipiente burguesía, en cuya conformación intervinieron muy diversos y heterogéneos grupos sociales. Muchos de sus integrantes provinieron de familias de antiguos comerciantes, que por tradición se mantuvieron desde la época colonial; otros fueron consignatarios del guano, que directamente o como representantes de los comerciantes extranjeros ad-
78 quirieron cuantiosa fortuna y se convirtieron en negociantes de prestigio. Pertenecieron también a este nuevo sector social los llamados "consolidados", o beneficiarios del pago de la deuda interna, convertidos en prósperos latifundistas dedicados a la industria azucarera o al cultivo del algodón, o en acreedores del Estado a través de los bancos que ellos mismos fundaron; y, finalmente, los propietarios urbanos y prósperos abogados, que destacaron por sus riquezas y prestigio. Este grupo de nuevos ricos se vinculó con la antigua y empobrecida aristocracia criolla a través de un proceso social que tuvo dos fases claramente diferenciadas. La primera fue cuando esta burguesía, cuya riqueza era cuestionada por la forma como había sido adquirida, tuvo el rechazo total de la aristocracia, que presenció inerme y aturdida el advenimiento del nuevo sector. El segundo momento se produjo cuando parte del grupo plutocrático, carente de alcurnia y apellidos ilustres pero con alto poder económico, conquistó a la alta clase tradicional, fusionándose así la sangre y la riqueza. Los miembros de esta nueva clase social se distinguieron por la holgura económica y la aparente ausencia del afán de lucro que se interpretó como generosidad (Oliart, 1995: 265). Sin embargo, muchos viajeros extranjeros tuvieron expresiones críticas acerca del estilo de vida de los limeños, sindicados como flojos e irresponsables, preocupados por las modas europeas pero ignorantes de asuntos políticos. Tschudi llegó incluso a afirmar que los hombres limeños se mostraban afeminados y adversos a cualquier clase de actividad que les demandase ejercicio (Tschudi, 1966: 65). A estos grupos se añadieron los representantes del alto comercio extranjero cuyas actividades, según la mentalidad colonial aún vigente, eran incompatibles con la calidad de "gente decente". Pero fue más apariencia que realidad, ya que muchos extranjeros contrajeron matrimonio con damas de la alta sociedad limeña. Más aún, la presencia de extranjeros blancos, fuertes y de trabajo fue promovida por estos sectores plutocráticos para que realizaran lo que supuestamente los peruanos no pudieron hacer por ellos mismos: "mejorar la raza", modernizar el país y desarrollar la sociedad (Oliart, 1995: 270). El foráneo fue el introductor de la moda del Viejo Mundo. En la mujer, la saya y el manto fueron reemplazados por el miriñaque, vestido con armadura de alambre para ahuecar las faldas, según la tendencia del vestido de la monarquía inglesa. El hombre fue perdiendo muchos formalismos y tendió a simplificar la vida, antes demasiado solemne y pegada a las etiquetas sociales. Lima adoptó nuevas costumbres y aparecieron los clubes sociales o juegos de salón: el Club Nacional, con carácter de exclusividad, sólo para varones en 1855, el Club de la Unión en 1868 y el Club de Regatas Lima en 1875, entre otros.
79 Después de 20 años, esta renovada alta clase social estuvo ple namente constituida y aspiró a asumir directamente las fu nciones políticas y de gobierno detentadas hasta e ntonces por los caudillos militares. El año 1872 sería el más representativo de esta nueva situación, pues por primera vez la crema y nata de la sociedad aparecieron a la cabeza del Partido Civil, que vino a ser la concreción política de la p lutocracia. Recuadro 3 El baile de la victoria*
¡No! No se ha dado en Lima, desde que la fundara don Francisco Pizarro, en 1535, baile superior en magnificencia al que, en la noche del sábado 15 de octubre de 1853, ofreciera al Congreso y al vecindario culto el presidente de la República, general Echenique. Las hojas sueltas o periodiquillos eventuales de oposición al Gobierno estimaban en sesenta mil pesos (de a cuarenta peniques, cambio corriente en ese año) lo invertido en reparaciones del edificio, alfombras de Flandes, aparatos de iluminación, mobiliario y demás gastos. Y tal y tanta fue la resonancia de ese baile en todo el Perú, que como consecuencia de él se envolvió el país en desastrosa guerra civil, iniciada poquísimos meses más tarde por unas cartas políticas que dio a luz don Domingo Elías a propósito del derroche financiero que permitió a descamisados de la víspera ostentar en el baile un lujo deslumbrador e ir1sultante. Según una relación que apareció por entonces en periodiquito adverso, fueron doscientas treinta y nueve las señoras y señoritas, excediendo de mil los caballeros concurrentes. En ese baile no hubo planchadora alguna, sea dicho en alusión a los saraos recientes. En cuanto a la abundancia de flores ornamentando puertas, pilastras , paredes y corredores, diríase que se agotaron las de todos los jardines de la ciudad. En los costados del patio, y a dos pies de altura, se habían construido galerías de madera bastante espaciosas y bien adornadas, con balaustrada que servía 'de antepecho . Allí se congregaron senadores provectos, ex ministros y diplomáticos en disponibilidad, vocales de las cortes de justicia y otras personalidades de campanillas, que a la vez que cómodamente gozaban del baile, discurrían largo y menudo
Palma, Ricardo. Tradiciones peruanas. Tomo VI. Madrid: Espasa-Calpe S.A., 1961, pp. 60-68.
80 sobre la manera de hacer la felicidad de esta patria, a la que acaso todos ellos habían contribuido a desbarrancar. (...) Tengo para mí la convicción, inspirada por palabritas sueltas que al vuelo alcancé a oír de boca de algunos personajes, de que ahí mismo se conspiraba ya. "Están jugando con fuego y pronto se quemarán" fue frase que muy sotto voce oí a un general que conversaba con dos altos magistrados. En otro grupo de menos fuste se ponía de ladrones y de pícaros a los ministros que no había por dónde cogerlos, lo que a mí me escandalizó mucho porque todavía ignoraba que los hombres públicos se parecen a los urinarios públicos en lo de estar a la disposición de todo el que pasa. Algo muy culminante fue la exhibición de alhajas. Las antiguas aristócratas, las godas, como las llamaba el pueblo, no dejaron piedra preciosa en el cofre de fam ilia; pero la nueva aristocracia del dinero, las parvenues, o improvisadas por la Consolidación, las eclipsaron por el lujo de los vestidos y por la preciosidad de sus alhajas modernas engarzadas sobre oro. Dios sacó al hombre de la nada; pero el presidente Echenique, con su consolidación , lo superó, sacando a muchos hombres, a muchísimos de la nada, esto es, de la pobreza humilde a la opulencia soberbia. Oímos decir en un grupo de la galería a don Bernardo el alhajero que el collar de perlas y prendas accesorias, también de perlas, que ostentaba la señora de un general llamaría la atención en la más fastuosa de las cortes europeas. Otra señora, no menos gallarda, casada con un coronel (que a poco ascendió a general), lucía un traje adornado con profusión de brillantes y rubíes, a la vez que alhajas muy valiosas. Era un sol deslumbrador. Don Bernardo, tal vez sin darse cuenta de que echaba combustible en la hoguera de las pasiones políticas, decía a todo el que le preguntaba que si las alhajas de las aristócratas representaban más de un millón, las mazorqueras, mucho menores en número, las superaron en mérito artístico y en buen gusto. El partido que explotó al país con la Consolidación había sido bautizado por los oposicionistas con el nombre de mazorca. Así se explica el que, estallada la revolución, la aristocracia femenina simpatizara con ella y conspira de lo fino, o por los menos contribuyera con sus oraciones para con Dios, dispensador de todo triunfo.
81 2.2
Las clases medias
Las clases medias se caracterizaron, durante toda la República, por la fragilidad de su independencia económica y su vinculación con el aparato del Estado. La tragedia de un importante sector de este estrato social durante el siglo XIX fue su esfuerzo por alcanzar el nivel de vida de los sectores aristocráticos y burgueses, y diferenciarse, de esta manera, de las clases populares pero sin conseguirlo plenamente. En este deseo de ascenso social, además de la imitación superficial del estilo de vida de los sectores privilegiados, para los grupos medios fue preciso tener el respaldo de un apellido ilustre, el prestigio personal que derivase del ejercicio independiente de una exitosa profesión liberal, el desempeño de un importante cargo público o detentar un próspero negocio. El camino más expeditivo para la promoción social fue la burocracia estatal, que creció despropocionadamente gracias a la solvencia económica del país. El inicio en la carrera pública fue a través de la figura del "meritorio", que era aquel joven u hombre maduro que deambulaba por las oficinas ayudando en forma gratuita en diversas labores, con la esperanza de conseguir algún "padrino" o algún "tarjetazo" para incorporarse en la nómina de empleado estatal. Fue muy común que el apoyo a los movimientos políticos se recompensara con cargos públicos. Dentro de este sector estuvieron los profesionales liberales, cuyas actividades les permitió tener una solvencia asegurada y una reconocida reputación social. Las profesiones descollantes fueron la medicina y la abogacía. Los médicos formaron un grupo respetado, de sólida influencia y muy activo en la actividad política y científica, y los abogados ocuparon puestos privilegiados en la vida política. Algunos lograron grandes fortunas en el ejercicio profesional o un vasto prestigio por su elocuencia en el Parlamento y su habilidad forense. Los médicos y los abogados provinieron de reconocidas familias limeñas, cuyos miembros se distinguieron por el tradicional ejercicio de la misma profesión; en provincias muchos de éstos fueron hijos de terratenientes y de pequeños propietarios. A este sector pertenecieron también los pequeños propietarios de bienes raíces en Lima, los que residían en provincias y carecían de vínculos poderosos en la capital, los aristócratas empobrecidos que vivían de pequeñas !"entas o pensiones, y los empresarios industriales y de comercio desprovistos de poder social debido a sus limitaciones económicas.
82 El sosiego era habitual en la vida de esta clase social. El día no comenzaba antes de las siete y media de la mañana. Los criados despertaban una hora antes, y eran por lo general cholos o zambos, con excepción del cocinero, que frecuentemente era chino y excepcionalmente francés. Las señoras y señoritas acudían a misa todos los días y los hombres a sus centros de trabajo, de donde regresaban para el almuerzo, generalmente entre diez y media y once y media de la mañana. Luego se hacía la siesta y a las tres se reiniciaban las actividades en escuelas, oficinas y negocios. A las cinco de la tarde cerraban las oficinas públicas y a las seis las privadas. Entre las seis y media y las siete y media de la noche solía realizarse la comida. Terminada ésta la familia se dividía. Las mujeres se reunían en la sala para recibir a sus amistades, mientras los varones iban al club o a realizar visitas. Casi nadie se acostaba antes de medianoche (Middendorf, 1973). Dada la diversidad de las profesiones y ocupaciones con intereses y fines disímiles, la clase media no logró tener una presencia política sino hasta comienzos del siglo XX. Contribuyó a esta situación la fragilidad de su estabilidad económica, que fue grande y solvente durante el período de la prosperidad, pero prácticamente desapareció después de la crisis de 1872 y de la guerra con Chile.
2.3
Los inmigrantes
Las teorías sobre la existencia de razas superiores e inferiores, con preeminencia de la raza blanca, difundidas por Margan y Darwin, llegaron al Perú a partir de la segunda mitad del siglo XIX, y sirvieron para que algunos intelectuales, como Juan de Arona, llegaran a afirmar que sólo una formidable población europea permitiría evitar la degeneración de la sociedad peruana, condenada a la disolución y la muerte si no se le renovaba con elementos nuevos y enérgicos (Paz Soldán y Unanue, 1891: 131). Para eludir este funesto pronóstico, el Estado propició, mediante contratos con empresas privadas, la inmigración de familias europeas para que se dedicaran a trabajar con intereses propios y sin presentar el triste espectáculo del esclavo (Bellone, 1984: 107). A pesar del ofrecimiento de transporte gratuito, el otorgamiento de terrenos de propiedad fiscal y la. liberación de impuestos, la inmigración no prosperó. Contribuyó a este desinterés la lejanía del Perú respecto de Europa, la inestabilidad política, la falta de caminos de penetración hacia el interior y la situación miserable de los inmigrantes asiáticos. No obstante estas dificultades, llegaron algunas familias europeas: 257 hogares alemanes se instalaron en Pozuzo en 1857, 100 familias vinieron de
83 Irlanda y 58 familias de vascos (300 colonos) se instalaron en la hacienda Talambo, en Lambayeque, alrededor de 1860. A partir del año siguiente vinieron familias polinesias, pero también fueron víctimas de vejaciones y maltratos. El esfuerzo más serio para permitir la inmigración, principalmente europea de "buena calidad y bien organizada", fue hecho durante el gobierno de Manuel Pardo con la creación de la Sociedad de Inmigración Europea (1873), que promovió la llegada de inmigrantes de Gran Bretaña, Irlanda, Francia, Bélgica, Suiza, Alemania, Austria, Holanda, Suecia, Noruega, Dinamarca, Italia, España y Portugal con destino a Tumbes, Chiclayo, Trujillo, Santa, Moquegua, Camaná, !quique y Tarma. La Sociedad llegó a introducir en dos años a cerca de 2.500 europeos, entre los cuales se contaron 1.900 italianos. En 1876 los extranjeros eran por lo menos 5 mil y constituyeron el 2,7% del total de la población de Lima. Durante todo ese período, los italianos fueron el grupo inmigrante europeo más numeroso (Bonfiglio, 1995: 44). Junto con ellos llegaron también algunas ideas socialistas, que se difundieron durante sus reclamaciones en Lima y el Callao y dieron origen, años después, a los movimientos anarcosindicalistas. La presencia del inmigrante blanco fue vista como una garantía de que las instituciones y las obras bajo su administración cumplirían su cometido. Por esta razón la concesión de obras públicas fue otorgada a los extranjeros, que en varios casos se convirtieron en funcionarios del Estado. Pero fue también cierto que más de la mitad de los 264 comerciantes de Lima fueron europeos, de los que Manuel Atanasia Fuentes se lamentaba por su actitud de "despotismo sultánico" al no sentir ninguna obligación social con el Perú, salvo por sus propios intereses (Fuentes, 1925: 159). Bajo su influencia se iniciaron nuevos entretenimientos. Los ingleses establecieron el gusto por las carreras de caballos, por lo que construyeron un hipódromo a mitad de camino entre Lima y el Callao (1876), y crearon los primeros clubes sociales. Se introdujo, asimismo, la ópera de procedencia italiana y los dramas y zarzuelas de origen español. La tolerancia de cultos fue más amplia ante la llegada de protestantes, budistas, entre otros credos religiosos, y el Estado no planteó mayores objeciones para su práctica, con la única limitación de que no causaran escándalos. Fueron varios los grupos protestantes de procedencia anglosajona (Inglaterra y Estados Unidos) que trataron de introducirse en el siglo X!X. Entre los primeros miembros de estas confesiones religiosas que llegaron al Perú estuvo el escocés Diego Thompson, vinculado a los bautistas, quien actuó en represe ntación de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, y la Sociedad de Instrucción Británica y Extranjera. Luego vinieron la Iglesia metodista (1895) y los adventistas, que se hicieron presentes a finales de ese siglo.
84 Su actuación se realizó a través de la venta de biblias, la prédica y el establecimiento de escuelas, que fue el método más efectivo, pues ofreció, además, una excelente preparación en el idioma inglés.
2.4
Los chinos
A mediados del siglo XIX, la proclamación de la "libertad de vientres", el .derecho de los esclavos a cambiar de amo, las controversias respecto del derecho de tutela de los amos sobre los hijos de sus esclavos y las continuas fugas de las haciendas, originaron una seria carencia de mano de obra en las plantaciones costeñas, que fue solucionada con la llegada de inmigrantes chinos, organizada por los agricultores y comerciantes peruanos en combinación con los negociantes portugueses e ingleses. El primer contrato fue suscrito en 1849 entre el gobierno y Domingo Elías, hacendado de Chincha, para introducir mano de obra china en los departamentos de Lima y La Libertad por un plazo de cuatro años. La inmigración aumentó considerablemente a partir de 1855 al decretarse la manumisión de los esclavos negros y el pago efectuado por el Estado a favor de los hacendados, que se interesaron inmediatamente por la contratación de esta nueva fuerza laboral. La inmigración tuvo, sin embargo, continuas interferencias motivadas primero por las denuncias del gobierno de Hong Kong sobre los maltratos de que eran objeto los culis en el Perú (1854), y luego por la prohibición dispuesta por Castilla para favorecer la contratación de la mano de obra negra recién liberada, pero que fue suspendida en 1859 y anulada definitivamente en 1861. A partir de entonces la afluencia de los trabajadores asiáticos alcanzó mayores proporciones. Entre 1849 y 1873, alrededor de 90 mil culis llegaron desde Macao, colonia portuguesa que sirvió como centro de provisión. La navegación, efectuada generalmente en buques que llevaban bandera peruana, se realizó bajo condiciones deplorables, ocasionando que aproximadamente 12 mil chinos perecieran ·en el trayecto. Entre los contratistas para el tráfico de culis figuraron importantes personalidades de la alta sociedad limeña. Al llegar los cargamentos humanos se realizaba una inspección oficial en la que debía participar el cónsul portugués. Cada chino fue objeto de un contrato de trabajo transferible con vigencia de ocho años, pudiendo servir en múltiples oficios y ocupaciones: agricultor, pastor, criado o trabajador en general. Su retribución, de acuerdo con los contratos que firmaba para venir al Perú, consistió en el pago de un peso semanal, una libra y media de arroz y .una cantidad de carne o pescado diariamente, y al año una frazada y dos
85 vestimentas. De acuerdo con sus contratos, los culis fueron destinados a las haciendas costeñas, las islas guaneras y, años después, a la construcción de ferrocarriles. Los contratistas ganaban aproximadamente 400 pesos por cada transacción. El mayor porcentaje de la mano de obra china fue dedicado al cultivo de algodón y de caña de azúcar en las haciendas costeñas, donde los continuos maltratos y abusos de que fueron víctimas motivaron el estallido de revueltas en Pativilca (1870), Huacho (1875) y Trujillo (1876). Las fugas de chinos de las hacienclíls se convirtieron en práctica regular y durante los levantamientos algunos hacendados fueron asesinados (Rodríguez Pastor, 1989). Aunque la mayor parte de los culis tuvo contrato que les garantizaban el pasaje de regreso, muy pocos volvieron. Un cónsul inglés en Lima informaba, en 1873, que no halló testimonio alguno de que se hubiera realizado siquiera un solo embarque de regreso a China. Algunos testigos describieron con dramatismo la desgraciada suerte de los trabajadores en las islas guaneras, que llegaron incluso al suicidio. Sólo en Chincha se contaron 60 suicidios entre 1849 y 1854. Ante su hermetismo y espíritu de trabajo los otros estratos, principalmente los negros, adoptaron una actitud de desconfianza por la posibilidad del rapto de sus mujeres y el peligro de ser desplazados de sus labores en el campo. Esto llevó a constantes enfrentamientos, que terminaron por generarles en la opinión pública una fama de díscolos y violentos. Otra acusación fue la de introducir el consumo de opio, los juegos de azar e incluso prácticas homosexuales. El tráfico de culis concluyó con el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre Perú y China suscrito en Tientsin el 26 de junio de 1874. Por su disciplina y espíritu de ahorro algunos chinos se dedicaron a ciertas actividades urbanas. Los más afortunados radicaron en Lima y su número ascendió a 5.624 individuos, según el censo de 1876. Se dedicaron al pequeño comercio, y en pocos años llegaron a afianzar su posición económica. Los matrimonios de chinos con nacionales fueron raros hasta iniciado el siglo XX. En la capital mantuvieron sus costumbres y religión, organizaron su teatro, sus diversiones, sus comidas y desarrollaron una activa sociedad paralela a la limeña.
2.5
Las condiciones sociales en Lima
En Lima blancos, mestizos, negros y chinos convivieron dentro de casas coloniales, callejones y solares. De haber sido habitada por indios hubiera sido la capital representativa del país. En ella la alta clase social, que presumía de su afán de consumo superfluo y superficial, e imitaba el modo de vida europeo que las clases medias trataron de emular, crearon un espejismo
86 de bonanza que terminó por descubrirse hacia 1870. La capital albergó a cientos de abogados, profesores, literatos, médicos, clérigos, funcionarios públicos, artistas y una serie de otras profesiones. En 1858 Lima empleaba 744 profesores en los colegios públicos, gozaba de los espectáculos de 419 artistas y tenía alrededor de 21 mil extranjeros, que conformaron casi el 20% del total de su población. La vivienda popular constituyó un serio problema social a partir de la segunda mitad del siglo XIX debido al aumento de la población. La escasez de viviendas, que eran en realidad tugurios, el alto costo del arrendamiento y la carencia de las mínimas condiciones de salubridad en los llamados callejones, fueron sus características más saltantes. Dentro de ellas, las enfermedades se propagaban rápidamente y la tuberculosis, las afecciones respiratorias, la disentería y la tifoidea fueron las causas principales de la alta mortalidad infantil. Las epidemias, cuya propagación fue favorecida por las 169 acequias que rodeaban las calles de Lima, no discriminaron a sus habitantes por su condición económica, social o su color de piel. De las dos epidemias de fiebre amarilla que asolaron la capital en 1853 y 1868, la última fue la más grave, pues causó la muerte de 6 mil personas de todas las clases sociales. Para atender a los enfermos, en Lima funcionaron cuatro hospitales a cargo de la Beneficencia: San Andrés, que atendía a los varones; Santa Ana, a las mujeres; Refugio, destinado para enfermedades incurables, como la viruela y la lepra, y Dos de Mayo, que funcionó a partir de 1875. La Beneficencia también administró el Colegio de Obstetricia, la Casa de Maternidad y un hospital para enfermos mentales. Sus servicios se extendieron a hospicios para viudas pobres, mujeres indigentes, ancianos y colegios para niños huérfanos y expósitos. Algunas de las particularidades de la idiosincrasia limeña que se manifestaron sin ningún distingo social fueron el ocio, el juego, la molicie y la aparie ncia. El juego fue uno de los vicios dominantes que ejerció sus perniciosos efectos en casi todas las clases sociales con igual ímpetu (Fuentes, 1858). Al lado del juego estuvo el ocio, que hizo del limeño una persona incapaz de un esfuerzo prolongado en el trabajo físico como en el espiritual, y fue la razón por la cual en el Perú tan raras veces se hizo algo de manera sistemática, ya sea en asuntos de la vida privada o pública (Middendorf, 1973: tomo 1). La sociedad limeña se acostumbró a vivir por encima de sus posibilidades, valorando más las apariencias que a las personas, aun a costa de endeudarse, y menospreciando el trabajo manual considerado impropio en la gente "decente". Los hombres vivieron de la política, convencidos de que los cargos y las carreras públicas daban más provecho y ventajas que cualquier otra ocupación. Sobrevivieron algunas tradiciones populares como el paseo a Amancaes, que se realizaba el 24 de junio de cada año, día de San Juan, donde se
87 mezclaba gente de toda condición social y se pasaba alegremente un día campestre al son de guitarras, hervor de cocinas, bailes insinuadores y aguardiente e mbriagador. Otra festividad destacada fueron los carnavales, que se celebraban en febrero, antes de la Cuaresma, y duraban tres días, en los que muchos preferían pasar en forzado encierro antes de convertirse en víctimas de una catarata de agua lanzada desde los balcones, de un jeringazo o de un cascarón de huevo lleno de agua de o lor o harina. Mantuvieron también su importancia la corrida de toros en la plaza de Acho, las peleas de gallos y las procesiones religiosas, en las cuales participaban el clero, hermandades, cofradías y público en general. 3.
Entre los caudillos de la prosperidad y la crisis del Partido Civil (1845-1879)
Pasada la época de las luchas independentistas y la determinación de las nacionalidades en el continente, y con la desaparición de antiguos caudillos como La Mar, Salaverry, Gamarra y Nieto, y la pérdida de vigencia política de Santa Cruz en Bolivia y de Gutiérrez de la Fuente, Vida! y Orbegoso en el Perú, el panorama político fue mucho más transparente. A ello contribuyó la bonanza económica que dio cierta estabilidad política al país. No obstante, los hombres de uniforme continuaron rigiendo la vida política de manera preponderante, destacando la figura de Ramón Castilla y, junto con él, Echenique y San Román, quienes llegaron al poder apoyados por éste. Mención aparte merece la figura del general Manuel Vivanco, firme y constante rival de Castilla. Hubo mucho de encono personal y algo de filosofía entre Castilla, el mestizo tarapaqueño, feo, rudo, realista y sarcástico hombre de cuartel y Vivanco, el blanco y aristocrático limeño, el arrogante, pulido y caballeroso hombre de la academia y el salón (Basadre: 1994). Vivanco fue el obstinado revolucionario que enfrentó a Castilla hasta en tres oportunidades y jamás logró la victoria. La primera fue entre fines de 1840 y principios de 1841, cuando se sublevó contra e l segundo gobierno de Gamarra en Cusca, Puno y Arequipa y que fracasó por la intervención de Castilla; la segunda, entre 1843 y 1844, durante el gobierno del Directorio presidido por el propio Vivanco, siendo derrotado en Carmen Alto, y la tercera, entre 1856 y 1858, cuando encabezó el rechazo a la Constitución liberal de 1856, en Arequipa, que terminó con el asalto sangriento a la Ciudad Blanca, después de ocho meses de sitio. Castilla gobernó el Perú durante dos períodos constitucionales (18451851 y 1858-1862), y como presidente provisorio entre 1854 y 1857. Gracias a la bonanza, esbozó una coherente política internacional sobre la base de un
88 poderío naval y la vinculación diplomática con las demás repúblicas americanas y con Europa. Bajo la influencia de la ideología liberal, abolió el tributo indígena y proclamó la libertad de los esclavos. A él se vincula~ también el primer presupuesto bienal de la República, los dos primeros reglamentos de educación pública, la .reorganización de la Universidad de San Marcos y la promulgación de la Constitución de 1860, la de más larga data en el Perú. Aprobó leyes como la de organización de pensiones, la de cesantía, jubilación y montepío, y la del registro de propiedad. Presenció la construcción del primer ferrocarril Lima-Callao, de la primera línea telegráfica, del muelle y dique dársena del Callao, y del alumbrado a gas. Fue también quien inició el pago de la deuda externa a los ingleses y la consolidación de la deuda interna, que significó un esfuerzo por crear una clase burguesa próspera y moderna; asimismo, promulgó la primera ley de inmigración asiática para promover la agricultura costeña. Trajo orden y tranquilidad al Perú. Castilla fue también el militar que durante más tiempo gobernó el país: en total 13 años. Entre 1845 y 1868, el Perú tuvo cinco gobernantes incluido Castilla; los otros fueron Echenique (1851-1854, tres años); San Román (18621863, menos de un año); Pezet (1864-1865, dos años) y Prado (1866-1868, dos años). En total, los cuatro juntos gobernaron solamente ocho años, es decir, cinco años menos que Castilla. A pesar de la disminución del c:aos y la anarquía, durante este período los movimientos políticos de contenido popular no estuvieron ausentes de la política y, así, tres de ellos terminaron en cruentas guerras civiles (Castilla contra Echenique, Vivanco contra Castilla y Balta contra Prado), otro en una guerra externa (Prado contra Pezet que terminó enfrentando al Perú contra España), además de una guerra con Ecuador, que dejaron graves secuelas de desgobierno.
3.1
Castilla contra Echenique. El escándalo de la consolidación de la deuda interna en 1854
El primer movimiento político se inició durante el gobierno de ] osé Rufino Echenique (1851-1854) a causa de la ley del 29 de diciembre de 1851 denominada de "consolidación de la deuda interna", que aceleró y reconoció los pagos de la deuda contraída por el Estado. Por la amplitud de los términos del reconocimiento de la deuda pública interna ésta resultó enorme, ya que se hizo extensiva a todas las cantidades tomadas por cualquier autoridad de la República en dinero o en especie, por empréstitos, suministros, depósitos, embargos y secuestros.
89 Así, pues, al amparo de leyes pródigas y de su cumplimiento poco estricto por la corrupción burocrática, fue aprobada una cantidad de demandas indebidas y exageradas en las que a veces intervinieron hombres públicos cercanos al régimen de Echenique. Cerca de 120 personas, entre comerciantes, hacendados, rentistas y funcionarios públicos, acumularon alrededor de los dos tercios del valor de la deuda consolidada. La mayor parte de los beneficiados radicaron en la costa, lo que condujo a algunas protestas en la sierra entre 1854 y 1857 (Hunefeldt, 1986: 41). Los liberales y la prensa denunciaron actos de corrupción, tiranía, nepotismo y malgasto del dinero del Estado, lo que devino en un escándalo público. Ante tal situación, en enero de 1854 la ciudad de Arequipa se sublevó, reconoció a Castilla como jefe del movimiento y, luego, como presidente provisional. En alianza con los políticos liberales, CastiUa decretó la abolición del tributo indígena y la libertad de los esclavos, ganando el apoyo de indios y negros. Avanzó sobre Lima y derrotó a Echenique en la batalla de La Palma el 5 de enero de 1855. La campaña, que duró casi un año, cobró 5 mil vidas e implicó un desembolso de 13 millones de pesos (Bonilla, 1974: 61).
3.2
Vivanco contra Castilla. El rechazo a la Constitución liberal de 1856
Con el advenimiento de los nuevos vientos de corte liberal p rocedentes de Europa, se reabrió a partir de 1850 un nuevo ciclo doctrinario donde la polémica fue esta vez sobre la soberanía popular. El pensamiento conservador, representado por Bartolomé Herrera y Manuel Ignacio de Vivanco, sostuvo la tesis providencialista, afirmando que cada época y cada personaje tenía un destino fijado por la Providencia y que el derecho a dictar las leyes "naturales" producto de la razón, era un don divino que correspo ndía a los más inteligentes y que, por consiguiente, la soberanía no procedía del pueblo, sino de una elite ilustrada. Contrarios a estas ideas fueron ]osé Gálvez, Toribio Ureta y Francisco de Paula González Vigil, quienes defendie ron el principio de la soberanía popular por encima de cualquier otro, exigiendo el sufragio de los indios y el derecho del Estado frente al papado. Enfrentados a la autoridad universal del Papa, propiciaron la existencia de iglesias nacionales subordinadas a la autoridad civil. Fruto de este debate fueron las constituciones de 1856, 1860 y 1867, las conquistas sociales de la manumisión de los esclavos y la supresión del tributo indígena. Después de la caída del régimen de Echenique, en un ambiente donde predominaron las ideas libe rales que inspiraron la lucha contra la corrupción gubernamental, se convocó a elecciones generales para instalar la Conven-
90 ción Nacional que rectificaría la Constitución de Huancayo, de tendencia autoritaria, aprobada por Gamarra en 1839. La asamblea que se instaló el 14 de julio aprobó una Constitución radicalmente liberal el 8 de octubre de 1856; pero, excediéndose en los plazos y sobrepasando sus atribuciones, convocó a elecciones recién para 1857, ocasionando un serio enfrentamiento con el gobierno provisional de Castilla. La lucha entre los poderes del Estado volvió a presentarse en el escenario político. La crisis fue aprovechada por Vivanco, quien se sublevó en Arequipa, rechazando la nueva Constitución y resistiendo el asedio del gobierno hasta el 18 de marzo de 1858, e n que cayó por asalto en uno de los episodios más sangrientos y de mayor coraje de las guerras caudilllstas en el siglo XIX. Vencido Vivanco, Castilla centralizó el poder y su Consejo de Ministros se encargó de la convocatoria a un nuevo Congreso extraordinario y a elecciones presidenciales que se realizaron bajo acusaciones de graves irregularidades. Castilla asumió por tercera vez la presidencia entre 1858 y 1862. Distanciado de los liberales, aprobó la Constitución moderada de 1860, que rigió hasta 1920. Esta Carta Magna suprimió el sufragio universal, prohibió la reelección presidencial, redujo la mayoría de edad a 21 años y a 25 años la edad mínima para ser diputado. Fue una Constitución basada en la soberanía de la inteligencia, la autoridad del Ejecutivo y la limitación de las libertades públicas, ideas que fueron defendidas por Bartolomé Herrera. A pesar de estas luchas ideológicas, tanto los doctrinarios liberales como los autoritarios fracasaron en su intento de orientar al país hacia la institucionalidad del Estado. Los liberales no lograron refrenar el caudillismo con el gobierno de civiles capaces, ni los conservadores permitieron el libre juego de las instituciones democráticas. El fin del gobierno de Castilla en 1862 significó la conclusión del período de los hombres de uniforme, que nacidos en el siglo XVIII, en las postrimerías del régimen virreina!, lucharon por la independencia y, concluida esta gesta, se embarcaron en interminables enfrentamientos por el poder. Entonces, el turno fue de los que, habiendo nacido en el siglo XIX, se habían forjado a la sombra de los antiguos caudillos en extinción, pero que no lograron el rol protagónico de sus antecesores.
3.3
Mariano Ignacio Prado contrajuan Antonio Pezet y la guerra con España: 1862-1866
Miguel de San Román (1802-1863), ex ministro de Guerra y hombre de confianza de Castilla, fue elegido presidente en 1862. Ejerció sus funciones muy brevemente, pues murió al año siguiente. El 5 de julio de 1863, el
91 mismo día que asumía el mando el primer vicepresidente, el general Juan Antonio Pezet (1809-1879), se produjo un incidente en la hacienda Talambo (Lambayeque), que ocasionó la muerte de un colono español y varios heridos, lo que fue utilizado como pretexto por la escuadra española para ocupar las islas guaneras de Chincha. El gobierno de Pezet optó por la negociación para resolver el conflicto y prefirió la firma del Tratado de Paz y Amistad suscrito por Manuel Ignacio de Vivanco y ] osé Manuel Pareja, el 27 de enero de 1865, aceptó recibir a un comisario especial de España y reconoció el pago de 3 millones de pesos y la cancelación de todos los secuestros, confiscaciones y préstamos hechos durante la guerra de la Independencia a favor de los súbditos españoles. El ambiente revolucionario nacionalista estalló en el Callao, seguido por el levantamiento de la guarnición militar de Arequipa, al mando del coronel Mariano Ignacio Prado (1826-1901), quien adoptó el título de jefe supremo provisorio y proclamó la nulidad del tratado. El movimiento avanzó hacia Lima, obligando a Pezet a exiliarse el 6 de noviembre de 1865. Accediendo "a los votos del Ejército y del pueblo", Prado asumió el poder el 28 de noviembre, optando por la guerra contra España, el 15 de enero de 1866. Constituyó la cuádrup le alianza con Chile, Ecuador y Bolivia, y doblegó la hostil actitud de la escuadra española frente al puerto del Callao el 2 de mayo de ese año.
3.4
]osé Balta y Diez Canseco contra Prado: 1867-1868
El triunfo contra España, en 1866, encumbró a Prado, quien junto con un gabinete conformado por un grupo de hombres excepcionales presidido por el liberal José Gálvez, buscó la moralización del Estado, la reorganización administrativa y el arreglo del sistema de hacie nda, amenazado por la bancarrota. Se enfrentó a muchos intereses creados que defendieron fieramente supuestos derechos adquiridos. Para suspender el ejercicio de la dictadura que él mismo detentaba desde 1865, convocó a un Congreso Constituyente que se reunió en febrero de 1867. Este Congreso fue otro intento del liberalismo por transformar la sociedad a través de la aprobación de la Constitución de 1867, siguiendo la tendencia radical de la de 1856. Esta nueva Carta redujo las edades para ser elegido diputado y presidente, suprimió a los vicepresidentes y reiteró la fuerza del voto de censura a los ministros para inhabilitados. Adoptó el sufragio directo y aprobó la reforma constitucional mediante tres legislaturas. Se reprodujo nuevamente el conflicto entre los poderes del Estado, esta vez entre el Parlamento y Prado, elegido ese mismo año como presidente constitucional. El enfrentamiento se manifestó a través de interpelaciones y
92 censuras a ministros, agravado por la reacción conservadora y de los sectores católicos contrarios a la iniciativa planteada en el Congreso acerca de la separación de las cuestiones concernientes al Estado o al ciudadano de los asuntos propios de la religión. La oposición fue enfrentada con medidas represivas que incluyeron deportaciones, prisiones y censura de la prensa que, lejos de apaciguar al país, produjeron sublevaciones populares en Arequipa, Trujillo y Chiclayo, y motines en Lima, patrocinados por Pedro Diez Canseco (1815-1893) en el sur y por José Balta (1814-1872) en Chiclayo. La conjunción de estas dos rebeliones, apoyadas por el calor popular, obligaron a Prado a renunciar. Triunfante el movimiento subversivo conservador contra el régimen de 1867, el general Pedro Diez Canseco se hizo cargo del poder en enero de 1868 y anuló los actos administrativos del régimen de Prado, borrando así la obra de la dictadura y la del Congreso Constituyente. La Constitución de 1860 entró nuevamente en vigencia y se convocó a elecciones para presidente y vicepresidente, y para la totalidad del Congreso. ]osé Balta, el "héroe de Chiclayo", triunfó con el apoyo oficial. Balta representó la idea del progreso material, del fortalecimiento del Estado y de la integración del país a través de la comunicación por medio de los ferrocarriles. Después de seis años de gobiernos interrumpidos por la guerra contra España y las guerras civiles, Balta retomó el camino del progreso iniciado por Castilla en la década de 1850, con la adopción de tres importantes medidas: la extinción del sistema de las consignaciones, enfrentándose a la burguesía nacional constituida por banqueros, hacendados y consignatarios; la suscripción del contrato del monopolio del guano con la casa Dreyfus y el levantamiento de los dos más grandes empréstitos del siglo XIX realizados con la misma casa Dreyfus para el desarrollo de la política vial y obras públicas. El régimen de Balta no llegó a formar un sólido bloque ideológico social o político y nunca formó un partido que defendiera sus reformas o evitara que los antiguos consignatarios pudiesen volver a controlar el comercio del guano. Y cuando desde la oposición surgió y creció la demanda para que el destino del Perú no siguiese sustentándose en el gobierno de los militares, que había sido ejercido de manera ininterrumpida desde 1821, y que fuesen los civiles los que asumieran la jefatura del Estado, Balta no intentó una movilización para evitar el enfrentamiento entre hombres con uniforme o sin él.
3.5
El Partido Civil
Gran parte de las ideas reformistas de un grupo de capitalistas nacionales llamados los "hijos del país", para diferenciarlos de los comerciantes
93 extranjeros que controlaban el negocio del guano, empezaron a ser publicadas a partir de 1859 en La Revista de Lima por Manuel Pardo, uno de sus principales redactores. Pardo fue discípulo de Bartolomé Herrera y descendiente de una familia de estirpe colonial, enriquecida por el régimen de las consignaciones, comerciante, intelectual y líder político. Representó a una nueva figura en la política, al estadista, al ideólogo práctico y al hombre con proyecto (Portocarrero Maisch, 1987: 97). Pardo afirmó que el guano era un recurso agotable y susceptible de sufrir los efectos perjudiciales de la competencia de otros abonos, entre ellos el salitre, y que era indispensable detener la utilización improductiva de los ingresos producto de su venta por parte del Estado y el despilfarro de las rentas generadas por este fertilizante. El mejoramiento de la producción nacional constituyó el objetivo final de Pardo y su sueño fue sembrar ferrocarriles por todo el país e inaugurar el progreso material de las provincias del interior que conduciría a la superación moral y espiritual del pueblo peruano. Su oposición a la política económica dirigida por gobiernos militares se radicalizó a partir de 1869, al producirse la sustitución del sistema de las consignaciones, que se encontraban en manos de la clase burguesa limeña, por el del monopolio realizado por Balta con el apoyo del Ejército y que favoreció al capital extranjero representado por Augusto Dreyfus. De esta manera, al iniciarse el proceso electoral para elegir al sucesor de )osé Balta, en abril de 1871 se realizó en el Club de la Independencia Electoral una asamblea de "la flor y nata de la aristocracia de la sangre, del dinero y del talei?-to", que proclamó la candidatura de Manuel Pardo a la presidencia de la República. El club no vaciló en salir a las calles y plazas en busca del apoyo popular, que no tardó en encontrar. El 6 de agosto de 1871, Lima fue el teatro de la más grande movilización de masas vista hasta entonces. Ese día la burguesía y el pueblo, a través de sus gremios de artesanos, marcharon juntos y del brazo a la plaza de Acho: se había creado el Partido Civil como el primer movimiento cívico nacional. Desde 1844 no se había visto jamás una comunión entre el pueblo de Lima y un líder civil, más aún si se tiene en cuenta que gran parte de la población ·limeña estaba excluida del proceso electoral debido a los requisitos para votar: ser mayor de 21 años, contribuyente y alfabeto. La doctrina de Pardo en la campaña electoral se dirigió a afirmar la necesidad de la formación de partidos políticos para el libre juego de las instituciones democráticas, la organización de las fuerzas sociales para la defensa de sus derechos ciudadanos y el rechazo al militarismo como el enemigo más pernicioso del verdadero Ejército. Con su mensaje directo y renovado y con un organizado cuadro de simpatizantes, el civilismo no tardó en controlar la maquinaria del Estado: los consejos departamentales, los consejos pro-
94 vinciales, las cortes superiores de justicia, las universidades, los ministerios, los colegios electorales y el Parlamento. En 1872, el Partido Civil con un caudillo excepcional, un programa basado en la República práctica y antimilitarista y una actitud combativa dentro de un complejo proceso electoral, tomó gran impulso y Manuel Pardo, quien había hecho una gran labor como director de la Beneficencia y como alcalde de Lima, se impuso fácilmente a los otros candidatos: Antonio Arenas y Manuel Toribio Ureta. Lo que no habían logrado los ideólogos liberales entre 1860 y 1867 para que los civiles gobernaran el país, lo lograron los ricos en 1872. El primer gobierno civil electo de la historia republicana se erigió sobre el último y más violento movimiento militar que intentó oponerse a la asunción de Pardo al poder. Para lograrlo, Tomás Guciérrez, ministro de Guerra, junto con sus hermanos Silvestre, Marcelino y Marceliano apresaron al presidente Balta, acusándolo de debilidad ante los desórdenes callejeros motivados por el proceso electoral y rechazaron la elección de Pardo, a quien calificaron de criminal por el juicio que le seguía el Estado por una supuesta defraudación ocurrida cuando se desempeñó como director de la compañía consignataria de guano. El apresamiento de Balta y su posterior asesinato por parte de las fuerzas golpistas desató la excitación colectiva. Diversos sectores de la opinión pública que en algún momento simpatizaron con la posibilidad de una alianza de Balta y los hermanos Gutiérrez contra Pardo, condenaron el crimen. Un grupo muy activo de los clubes electorales civilistas hizo uso de la agitación callejera, de la propaganda, del dinero y del alcohol, para suscitar sangrientas luchas en los cuarteles y una parte de la población flotante desocupada por la crisis económica, azuzada por sucesivas escenas sangrientas, acabó por desbordarse y, con una ferocidad jamás conocida, se hizo dueña de la capital entre los días 22 y 27 de julio de 1872, y castigó por mano propia a los Gutiérrez. Los cadáveres de dos de ellos fueron colgados de las torres de la Catedral y después quemados en la Plaza de Armas de Lima. Concluyó así, dramáticamente, el ciclo de la primera generación de los caudillos militares surgidos en la época de la Independencia.
3. 6
El fracaso del Partido Civil y la crisis política
El gobierno de Manuel Pardo tuvo un cierto afán revanchista contra el régimen de ]osé Balta, que con el apoyo del Parlamento acusó criminalmente a 16 ex ministros. Su política intransigente con la oposición produjo gradualmente una generalizada animadversión de sus adversarios y tuvo que enfren-
95 tar alrededor de 40 conatos de conspiraciones, revueltas, motines, montoneras e intentos de asesinato originados por sus muy diversos enemigos. La oposición más recia, aunque fragmentada, estuvo constituida por Nicolás de Piérola y Augusto Dreyfus, personajes muy vinculados a Balta, quienes habían sido los autores del desplazamiento de los consignatarios nacionales del negocio del guano. También lo fueron un sector de católicos opuesto al liberalismo de Pardo, agrupado alrededor del diario La Sociedad; numerosos militares, que fueron pasados a retiro, así como los opositores a las medidas económicas intervencionistas del gobierno en el negocio salitrero. Pardo diseñó un plan político y económico cuyos principales objetivos fueron: la reforma tributaria, la descentralización administrativa, la modernización de los colegios y universidades, la inmigración y la colonización, la conclusión de los ferrocarriles, la atracción de capitales extranjeros, la vinculación de la economía nacional con el mercado internacional y, principalmente, la mejor administración de los recursos guaneros y salitreros. Para llevar a cabo este plan era necesario erradicar las bases coloniales de la economía y emancipar a los indígenas de la servidumbre y el yanaconaje para transformarlos en hombres libres. También demandaba romper el poder político de los grupos señoriales tradicionales y articular un mercado interno dinámico. Pero Pardo no logró asumir este programa que implicaba enfrentarse a la clase costeña y a sus aliados del interior, por el peligro de destruir, de esta manera, las bases en las que se sustentaba su propio poder económico y social. Con el propósito de restar fuerzas al Ejército, ante el temor de un nuevo golpe de Estado, Pardo dio amplias atribuciones a la Guardia Nacional, constituida originariamente por hombres voluntarios sin uniforme y con funciones muy modestas, para convertirla en una fuerza encargada de la protección de la soberanía nacional, la integridad del territorio, la defensa de la Constitución, las leyes y el orden público, y la hizo depender directamente de la pre~idencia. En este clima de conflictos y de desconfianza, las montoneras cobraron nuevamente importancia en la lucha política y marcaron la participación de caudillos civiles al frente de ellas, destacando la figura de Nicolás de Piérola. Pese a los esfuerzos por enrumbar el país, la situación política y económica continuó deteriorándose y sus adversarios afirmaron que nunca el Perú había estado tan pobre y tan desacreditado como entonces. Pardo fue un personaje impotente entrampado en dos procesos opuestos pero convergentes: la más aguda crisis del capitalismo internacional y la debacle de la clase plutocrática que eligió el camino de la especulación financiera favorecida por las necesidades del Estado (Bonilla, 1974: 70-72).
96 Al término de la experiencia civilista, en 1876, con el desgaste propio del ejercicio del poder, el Partido Civil, carente de un candidato intachable y con arrastre popular, se propuso ofrecer un discreto apoyo a la candidatura de Mariano Ignacio Prado, el héroe de la guerra con España, quien enarboló la bandera del acomodo con todos los partidos políticos, a pesar de que su candidatura fue proclamada por algunos sectores de la oposición. De esta forma, Prado y Pardo estrecharon su amistad a través de una transmisión pacífica del mando presidencial que Lima no había espectado desde el año 1862, cuando culminó el último mandato de Castilla. No obstante la actitud conciliadora de Mariano Ignacio Prado , su gobierno fue atacado por dos frentes. Desde el Parlamento, por el Partido Civil, que continuó siendo muy firme, y por una implacable oposición que se prese ntó con características muy heterogéneas en diferentes escenarios: en el Congreso, en la prensa, y en el interior de la República, donde .se produjeron graves y sucesivas sublevaciones promovidas por Nicolás de Piérola, que terminaron por convulsionar políticamente el país. Las constantes censuras ministeriales por parte del Congreso tuvieron como justificación diferentes y diversas causas: la actitud displicente del gobierno por evitar y reprimir los desórdenes callejeros, la falta de pago de sueldos y pensiones a los funcionarios del Estado, el decreto declarando fuera de la ley a Piérola y a los sublevados en el Huáscar, el ofrecimiento de una recompensa a los que capturaran al monitor y la injerencia de naves inglesas en el intento de someter a los revolucionarios. Estos sucesos fueron socavando inexorablemente la estabilidad del régimen. Para enfrentar al Partido Civil, que seguía manteniendo una intransigente mayoría y controlaba las decisiones en el Congreso, en agosto de 1878 emergió un movimiento cívico con el apoyo del Partido Nacional, dispuesto a eliminar ambas cámaras, mediante la suscripción de actas que solicitaban un plebiscito. El intento fracasó ante la férrea oposición de los civilistas que resultaron los vencedores absolutos en las elecciones parlamentarias de 1878. Manuel Pardo ocupó, entonces, la presidencia del Senado y aprobó una drástica ley contra quienes pretendieron atentar contra el Parlamento. Dentro de un clima de profundos odios políticos, ese mismo año se produjo el asesinato de Manuel Pardo a manos de un pequeño grupo de sargentos y soldados que intentaron, de esa manera, impedir la aprobación de una ley sobre ascensos militares. La muerte de Pardo no fue sino el resultado de la prédica de los representantes del Partido Nacional (pierolistas), uno de los más recalcitrantes enemigos del civilismo, y pareció anunciar las sombras de la más grave y dolorosa experiencia de la historia política republicana: la guerra con Chile, que estalló al año siguiente, en abril de 1879.
97 IV. l.
EDUCACIÓN Y CULTURA EN EL SIGLO XIX Educación
La preocupación por la educación y la cultura de parte de los legisladores y gobernantes del siglo XIX fue constante y se expresó en un conjunto de leyes y reglamentos que intentó, vanamente, organizar un sistema educativo moderno, pero que quedó finalmente como una insignificante declaración de principios. Fueron inaplicables los ideales proclamados de la instrucción popular, la gratuidad de la instrucción primaria, la enseñanza de ciencias y la educación en artes y oficios para preparar a los jóvenes para el trabajo. El Estado intentó atender esta preocupación con la creación y puesta en funcionamiento de oficinas y direcciones dentro de ministerios, pero que no tuvieron el nivel administrativo, la organización, el personal ni el presupuesto apropiados para llevar adelante un programa educativo. En algunas ocasiones la escasez de presupuesto, en otras la carencia de maestros calificados, y muchas veces la inestabilidad política, obligaron al cierre de los pocos establecimientos educativos. El primer reglamento de instrucción pública fue dado por Castilla recién en 1850, en un escenario de profundos cambios sociales y económicos. Este reglamento instauró los tipos de establecimientos que podrían funcionar, particulares y estatales, y los grados educativos comunes en las escuelas de primaria, de media y en la universidad. Se prohibió la educación mixta, bajo sanción de cierre del local. Durante su segundo gobierno (1856), y ante la demanda del progreso material del país, que exigía nuevas profesiones y oficios, que eran cubiertos por inmigrantes profesionales venidos de Europa, Castilla creó la Dirección General de Estudios y las comisiones de instrucción pública provinciales y departamentales con el propósito de descentralizar la educación. En ese período también se establecieron las instituciones de educación especial: militar, ingenieros, náutica, pintura y dibujo, minería y agricultura. Manuel Pardo fue el segundo presidente que afrontó el reto de promover la educación, a pesar de enfrentar un período de crisis económica. Dio un decreto contra la ociosidad y la vagancia, que obligaba a niños y jóvenes a seguir estudios en las escuelas de grumetes, cabos o de agricultura (1873). En 1876 aprobó un nuevo reglamento de instrucción primaria, en concordancia con la administración municipal, y estableció el Consejo Superior de Instrucción Pública y los consejos departamentales, provinciales y distritales. La instrucción primaria fue obligatoria y gratuita desde el primer al tercer grado, y se editó el periódico El Educador Popular, de distribución gratuita para los profesores. El nivel medio fue de paga y no obligatorio. La mujer sólo tuvo acceso hasta el tercer grado de primaria.
98 A pesar de los esfuerzos normativos del Estado, fue notorio el descuido y la falta de organicidad de los planes de estudio: cada colegio siguió un plan distinto y utilizó materiales educativos diferentes. De acuerdo con los reglamentos, los diversos niveles educativos debían de tener características propias: la instrucción popular debía ser general y sencilla; la media, extensa, y la especial, profunda y particular a un ramo del saber. Sin embargo, colegios como Guadalupe y San Carlos, habilitados originariamente como establecimientos de instrucción media, terminaron brindando estudios universitarios. Los principales colegios de Lima fueron San Carlos, fundado en la segunda mitad del siglo XVIII; Nuestra Señora de Guadalupe, que comenzó a funcionar en 1840 y alcanzó brillo con la dirección del pedagogo liberal español Sebastián Lorente a partir de 1844, y el colegio de medicina San Fer/ nando, que bajo el rectorado de Cayetano Heredia logró modernizarse con el cambio de currículo y la adquisición de un moderno instrumental para sus laboratorios. Otros establecimientos educativos fueron el colegio de jesuitas San Pedro y el Instituto de Lima, creado por un grupo de particulares que adoptó el modelo gymnasium alemán. Durante el primer gobierno de Castilla (1849) se quiso promover, además, la educación laboral, y se ordenó establecer escuelas de artes y oficios en todas las capitales departamentales, sin ningún resultado, salvo el que funcionó en el Colegio Real, a partir de 1864. La educación en provincias adoleció de los males derivados de la falta de rentas de las municipalidades, encargadas de la instrucción pública durante los primeros años de la República. Con distinta fortuna funcionaron en Arequipa el Colegio Nacional de la Independencia Americana y el Colegio de San Francisco; en el Cusco, el Colegio de Ciencias y Artes, establecido en 1825, que enseñó cursos de media y también de nivel universitario, y el Seminario de San Antonio de Abad; en Cajamarca se creó el Colegio Central de Artes y Ciencias; en Ancash el Colegio de La Libertad, y en lea el Colegio San Luis Gonzaga. La instrucción femenina no estuvo ausente en la política educativa republicana; se crearon colegios de mujeres de nivel primario en Lima, Cusco y Arequipa, pero no se autorizó el ingreso de la mujer a colegios mayores y universidades. Estos establecimientos se extendieron posteriormente a toda la República a través de congregaciones religiosas que vinieron con la misión específica de ocuparse de la educación femenina, como las madres de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, que fundaron la escuela de niñas de Belén, la de mayor prestigio en su género en el siglo XIX. Otra congregación fue la del Sagrado Corazón, de origen francés, qq.e tomó la conducción de la Escuela de Niñas de San Pedro y cuyo profesorado estuvo constituido por religiosas norteamericanas, irlandesas, belgas, italianas y algunas peruanas.
99 También funcionó el Colegio del Buen Pastor, de las hermanas de la congregación Eudista, fundada por Juan Eudes. La educación de la mujer tuvo, pues, una profunda influencia religiosa católica contando con el apoyo del Estado. Con la finalidad de superar la escasa idoneidad y mala preparación de los profesores, San Martín, Bolívar y Santa Cruz hicieron esfuerzos para la creación de escuelas normales al estilo lancasteriano inglés, sin lograr ningún resultado positivo. Los casos más notorios fueron el fracaso de la misión de Diego Thompson, pedagogo protestante inglés que llegó al país contratado por el Estado, y la corta existencia de la Escuela Normal Femenina, instalada por Santa Cruz, que sólo funcionó du rante la Confederación (1835-1839). Recién en 1859 se inauguró la Escuela Normal en un local inapropiado que había sido de la aduana. El sistema lancasteriano como método de enseñanza estuvo vigente hasta la primera mitad del siglo XIX, cuando fue desplazado por el sistema de vincular la enseñanza con elementos prácticos de la vida cotidiana y la experimentación permanente utilizados por los profesores extranjeros altamente especializados de nacionalidad alemana y polaca. Esta modalidad enfrentó serios obstáculos, como la ausencia de laboratorios y equipos, la falta de textos especializados y la escasez de profesores calificados. Deplorable también fue el estado de muchos de los establecimientos escolares en Lima y provincias: se creía que una casa espaciosa bastaba para las necesidades de un colegio, sin reparar en las condiciones básicas para su funcionamiento. A mediados del siglo XIX la bonanza económica, la relativa estabilidad política, el mejoramiento de las clases sociales y un ambiente cultural propicio, permitieron que los centros de estudios superiores, como Guadalupe y San Carlos en Lima y algunos de provincias, se desarrollaran con la llegada de profesores europeos, algunos inmigrantes y otros contratados como pedagogos. Correspondió a los colegios, incluido el San Fernando, formar a los profesionales, y a la Universidad de San Marcos el reconocimiento de dichos estudios y el otorgamiento de los grados. La Universidad de San Marcos, cuya creación se remonta al siglo XVI, tuvo en el siglo XIX seis facultades: Teología, Medicina (que incluía farmacia, cirugía, odontología y obstetricia), Jurisprudencia, Filosofía y Letras, Matemáticas y Ciencias Naturales, y Ciencias Económicas. La duración de los estudios varió según la facultad: la Facultad de Filosofía y Letras abarcó cuatro años; la de Teología, cuyos estudios se realizaban en el Seminario de Santo Toribio, duraba seis años, y Medicina que llegaba a los siete años. Poseía autonomía académica y manejaba sus propias rentas. Sin embargo, a partir de 1855, por
100 _________________________________________ el Reglamento de Instrucción y otras disposiciones gubernamentales, los colegios de San Fernando y de San Carlos, que funcionaban autónomamente, fueron incorporados a las facu ltades de Medicina y de Letras y Filosofía de la Universidad de San Marcos, al mismo tiempo que se les sujetó al sistema educativo nacional bajo la jurisdicción de la Dirección General de Instrucción. La Universidad se negó a admitir dicha jurisdicción y apeló, sin éxito, al Ejecutivo y al Congreso, en defensa de su autonomía y en rechazo a igualarse con las universidades menores o colegios. En 1862 el Ejecutivo nombró rector a ]osé Gregario Paz Soldán, quien dio por cancelada la disputa y aseguró la libertad de cátedra y de estudios dentro de los lineamientos de la educación pública. La nueva organización y funcionamiento de la Universidad de San Marcos recién logró consolidarse en 1866. La Iglesia tuvo una notable influencia en la Universidad de San Agustín de Arequipa, establecida en 1827, en la que sus profesores, para ejercer la docencia universitaria, debieron hacer profesión de fe católica, aceptar todos los dogmas de la Iglesia y asumir su defensa. En tanto, en el Cusco funcionó la Universidad de San Antonio Abad hasta finales del Virreinato, y a pesar de los esfuerzos de Bolívar, Santa Cruz y Castilla por reabrirla, debido a la falta de fondos sólo se limitó a dar títulos, reconociendo los estudios que se hacían en el Seminario de San Antonio de Abad y en el Colegio de Ciencias. En La Libertad fue creada la Universidad de Trujillo por Bolívar y Sánchez Carrión, en 1824, pero funcionó recién en 1831 y, al igual que las demás, sólo sancionó los estudios del Seminario de San Carlos y San Marcelo y del Colegio de San Juan, con el otorgamiento de los títulos hasta 1869, año a partir del cual se hicieron los estudios en la propia universidad. Otros centros educativos fueron el Seminario de San Jerónimo, de Arequipa, que preparaba profesionales liberales y sacerdotes, y el Seminario de Santo Toribio, en Lima, que funcionó en el convento de San Francisco, donde también se dio preferencia a la formación de sacerdotes, cuyo número descendió conforme avanzaba el siglo XIX. Las profesiones prácticas fueron estimuladas con la creación del Instituto de Agricultura, la Escuela de Ingenieros y el Jardín Botánico, que constituyeron establecimientos encargados de la formación de nuevos profesionales pero cuyas instalaciones fueron saqueadas durante la ocupación chilena. Concluido el conflicto con Chile, el sistema educativo intentó retomar su curso normal, pero fue agobiado por la crisfs económica en la que quedó el país. Ni el Reglamento de Instrucción expedido por Iglesias (1884) ni los aprobados por Cáceres (1886 y 1888) aportaron mejoría a la situación caótica de la educación nacional.
101 2.
Literatura
2.1
Costumbrismo
En un período convulsiqnado por las transformaciones políticas impulsadas por el sector liberal, el pensamiento conservador tuvo en la literatura un espacio para la expresión nostálgica del pasado y la manifestación del anhelo del restablecimiento de gobiernos fuertes y autoritarios. Los principales representantes del costumbrismo, que provinieron no sólo de la alta clase social sino también de diversos sectores, emplearon la sátira para censurar los ideales liberales y criticar las promesas republicanas y el engaño de las supuestas igualdades sociales, usando la burla para ridiculizar a las clases medias. Los representantes más notables de esta corriente fueron Felipe Pardo y Aliaga (El espejo de mi tierra, La guardia nacional); Manuel Ascencio Segura (La saya y el manto, El cacharpari, Nadie me lapaga), Ramón Rojas y Cañas (Museo de limeñadas) y Narciso Aréstegui (El padre Horán o escenas de la vida del Cusco). Dentro de esta tendencia también puede inscribirse a Manuel Atanasia Fuentes, identificado con el seudónimo de "El Murciélago", quien se interesó por impulsar el progreso material pero con orden y bajo el imperio de la autoridad. Sus principales obras fueron: Guía de Lima o Lima, apuntes históricos descriptivos y estadísticos de costumbres y Estadística de Lima.
2.2
El romanticismo
A mediados del siglo XIX llegó, muy tardíamente, la tendencia del movimiento romántico. Se caracterizó por su entrega a la imaginación y la subjetividad, la defensa de la libertad de pensamiento y expresión, y la idealización de la naturaleza. El romanticismo no fue solamente una tendencia literaria, sino también un estilo de vida cuyos rasgos más característicos se expresaron en el Perú a través de la imaginación y la sensibilidad frente a la razón y la intelectualidad, en José Arnaldo Márquez (La humanidad, Mi poesía); de la ferviente ansia de libertad contra todas las formas de subordinación que coartasen en el individuo la esencia de sí mismo, en Manuel Nicolás Corpancho; de la defensa del instinto y la pasión que conducen al ser humano a un entusiasmo exagerado, en Luis Benjamín Cisneros (Aurora amor, De libres alas), o de la expresión del profundo pesimismo en Carlos Augusto Salaverry (Cartas a un ángel, Misterios de la tumba) y en Pedro Paz Soldán Unanue (Ruinas y chispazos, Recuerdos). De difícil ubicación dentro de las corrientes costumbrista y romántica fue Ricardo Palma. Sus Tradiciones peruanas y artículos periodísticos lo ins-
102 ----------------------------------------criben en la primera, mientras que su poesía lo es en la segunda. Los románticos peruanos se singularizaron por su inspiración en los movimientos caudillescos y populistas de la época, a los que apoyaron a través de su pluma.
2.3
El realismo
El romanticismo, como la expresión libre de la fantasía, la subjetividad y los sentimientos más íntimos del hombre fue sustituido, desde la segunda mitad del siglo XIX, por el realismo y el naturalismo, que aparecieron como consecuencia de las circunstancias sociales de la época: la consolidación de la burguesía como clase dominante, la industrialización, el crecimiento urbano y la aparición del proletariado. Los representantes más destacados de esta nueva corriente literaria fueron tres provincianos: Mercedes Cabello de Carbonera, Clorinda Matto de Turner y Abelardo Gamarra. Mercedes Cabello de Carbonera (Moquegua) revaloró el papel de la mujer e inició un cierto movimiento feminista con sus trabajos acerca de la inteligencia y la belleza de la mujer y la importancia de la educación en su revaloración social. Entre sus novelas se cuentan Eleodora, Los amores de Hortensia y Blanca Sol. Clorinda Matto de Turner (Cusca), con una voz más fuerte, denunció la situación social del indio en Aves sin nido, desveló la debilidad de los curas en Índole, y su entusiasmo la llevó a organizar en su casa veladas literarias destinadas a difundir la cultura y donde proclamó el positivismo como camino al progreso en el Perú. Finalmente, Abelardo Gamarra (Huamachuco), conocido con el seudónimo de El Tunante, cultivó el nuevo estilo costumbrista, teniendo como tema central el nacionalismo popular caracterizado por sus personajes: el maestro del poblado y el cholo. Fue el primero en describir la vida del migrante provinciano en Lima. Al cierre del siglo XIX apareció la figura iconoclasta de Manuel González Prada, quien desnudó la realidad de la sociedad peruana, y en particular de los vicios y defectos de la clase política limeña, que fueron los temas fundamentales de su literatura. Fue el introductor de las ideas anarquistas en el Perú y defendió el derecho al uso de la violencia por las clases desposeídas como método para la transformación de la sociedad. Sus obras más representativas son: Pájinas libres, Horas de lucha y Figuras y figurones. Su discurso más notable fue sin duda el que pronunció en el Politeama el 29 de agosto de 1888, donde hizo una crítica demoledora contra los militares, los civilistas y los pierolistas, a los que acusó de ser los reales responsables de..Ia catástrofe de 1879.
103 3.
El periodismo
En una sociedad con escasos lectores, por el nivel de analfabetismo de la población, el periodismo estuvo dirigido fundamentalmente a satisfacer las necesidades de un sector minoritario de la sociedad, cuyo interés fue económico, doctrinario o de simple curiosidad. La circulación de noticias e informaciones a través de publicaciones periódicas durante los 20 primeros años de la República giró en torno a tres rubros: el comercio en general (movimientos portuarios, mercaderías, publicidad); las actividades gubernamentales (resoluciones y decretos) y las proclamas y manifiestos políticos. Los periódicos sirvieron también como espacios para ventilar públicamente, con calificativos a menudo ofensivos, asuntos que atañían a la vida íntima de las personas y familias mediante el envío de desenfadadas cartas a las direcciones de los periódicos, firmadas con seudónimos y publicadas en la columna de "remitidos". La libertad de imprenta, sancionada en las constituciones liberales, amparó exageradamente muchos excesos, principalmente contra gobiernos autoritarios. Abundó la prensa panfletaria y de sátira política, como El hijo de su madre, Los coscorrones de la pluma, La cotorra con cartas de otro mundo, El coco de Santa Cruz, que fue muchas veces una prensa vil, del insulto, del escándalo y la bajeza. Por esta razón la represión y la censura contra los medios de prensa fueron constantes. Agustín Gamarra ordenó cerrar El Telégrafo de Lima por atacar a su esposa, doña Francisca de Zubiaga, La Mariscala, y más tarde Santa Cruz estableció una Junta Censora de Imprenta con la finalidad de frenar los insultos y las denuncias infundadas. Los gobiernos de Castilla, así como el de José Balta, fueron blancos de ataques periodísticos mediante sátiras, caricaturas y artículos que condujeron al cierre de periódicos y encarcelación de periodistas, incluso del director de El Comercio, Manuel Amunátegui. El Reglamento de moralidad pública y policía correccional, aprobado en 1877, dispuso la necesidad de una licencia para abrir oficinas de imprenta y la aplicación de multas e incautación de publicaciones prohibidas. El temor no detuvo las denuncias y críticas a los gobiernos de turno, que fueron acalladas con el cierre, como el ocurrido con El Comercio en 1879, ante el golpe de estado propiciado por Nicolás de Piérola. Los periódicos no funcionaron durante la ocupación chilena, salvo La Actualidad y La Situación, impresos por el invasor. Terminada ésta, la censura a la prensa continuó durante Jos gobiernos de Miguel Iglesias (1883-1885) y Remigio Morales Bermúdez (1890-1894). Los diarios más representativos, por su continuidad y periodicidad, fueron El Comercio, fundado en 1839 por Manuel Amunátegui (chileno) y Ale-
104 _________________________________________
jandro Villota (argentino), que se caracterizó al inicio por su imparcialidad política, tendencia liberal y escepticismo religioso. A partir de 1870 simpatizó con las ideas del civilismo de Manuel Pardo, luego con las del constitucionalismo de Cáceres (1886) y más tarde con la coalición de los civilistas y demócratas (1895). Los otros periódicos de larga trayectoria fueron: El Nacional (1865-1903), vocero del Partido Civil, y La Sociedad, diario de pensamiento católico, ortodoxo y conservador. En las últimas décadas del siglo XIX surgieron diversos tipos de publicaciones que denunciaron la realidad de la clase trabajadora y tuvieron un hondo contenido social: El Artesano; El Obrero, publicación de la Sociedad de Artesanos; Artesano, auspiciado por la Confederación Unión Universal de Artesanos; El Tipógrafo; La Luz Eléctrica, de influencia anarquista, y Germinal.
4.
El teatro
Lima tuvo el teatro más antiguo de América del Sur y fue la principal plaza para las compañías que llegaron a esta región, sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX, motivando la apertura del Teatro de Variedades y el Politeama, cuyo funcionamiento estuvo reglamentado por el Estado y vigilado por una junta de censura. Durante las primeras décadas de la República, la afición por el teatro no amenguó, a pesar de las guerras, los levantamientos militares y las crisis económicas que agobiaron al país. El teatro representó comedias, tragedias y óperas que tuvieron una clara tendencia conservadora. Las escenas dramáticas concluían, por lo general, con un fin de bailes y danzas españolas que disminuían las situaciones infaustas y dolorosas representadas en las tablas. Junto con la corriente literaria , el teatro nacional tuvo, aproximadamente entre 1821 y 1850, dos vertientes: la costumbrista y la romántica. El costumbrista Felipe Pardo y Aliaga fue el más genuino representante del conservadurismo español, sus obras más exitosas fueron: Frutos de la educación, Don Leocadio y El aniversario de Ayacucho. Manuel Ascencio Segura, con un tono menos ácido, se distinguió por ser el autor más creativo entre 1840 y 1860. Sus obras más divulgadas fueron : El sargento Canuto, Ña Gatita, La espía, El resignado, El santo de Panchita y El Cacharpari. Posteriormente, el teatro romántico escenificó obras de contenido muy variado, unas fueron patrióticas, otras de fantasías y extravagancias, y no estuvieron ausentes algunas con pretensiones de denuncia de las desigualdades sociales. Carlos Augusto Salaverry tuvo el repertorio más amplio y mejor considerado por el público de la época y fue autor de El amor y el oro, El
105 pueblo y el tirano, Los ladrones de alto rango, El hombre del siglo XX, entre las más destacadas. La bonanza económica y el sosiego político estimularon la llegada de compañías teatrales, principalmente europeas, que renovaron el cartel con nuevos espectáculos, como el ballet romántico introducido por la compañía del español Francisco Ravel, con la puesta en escena de Gisel/e y Las sílfides, que fueron objeto de agrias críticas de los sectores conservadores por el insinuante vestuario de los actores. El gusto por la ópera italiana de parte de los limeños se acentuó por la prefe rencia de las obras de Donizetti (Fausto); Bellini (Romeo y julieta, La sonámbula); Rossini (El barbero de Sevilla, Semíramis); Paccini (Los á rabes) y Verdi (Hernani, La Traviata, Rigoletto y El Trovador), que fueron escenificadas por las compañías de Clotilde Barili, Elisa Biscaccianti y otras, que compitieron con la compañía dramática española de Mateo O'Loghlin. No estuvo ausente la afición por la ópera cómica francesa, que llegó hacia 1870 con la compañía de bufos parisinos. Fue el género de la declamación y el canto, la zarzuela, el que conquistó al público limeño con múltiples representaciones de compañías españolas . 5.
La música
El deleite por la melodía y la armonía de la voz o los instrumentos fue poco cultivado e n Lima, excepto en el caso de espectáculos musicales. Se desconoce la realización de conciertos, sea de solistas o de música orquestada, así como del funcionamie nto de una sociedad filarmónica o de la creación de una escuela de música durante las tres p rimeras décadas de la República. Los primeros concertistas que llegaron a Lima alrededor de 1850 fueron e l violinista italiano Camilo Sivori; los pianistas alemanes Enrique Herz y Rodolfo Sipp; los holandeses Franz Coenen, violinista, y Ernest Lubeck, pianista; el violinista húngaro Miska Hauser y el pianista franco-holandés Ricardo Mudler. También hubo compositores suecos, franceses e italianos que desarrollaron su obra musical en el Perú. Los compositores nacionales surgieron en la Iglesia y el Ejército como maestros de capilla y directores de bandas militares. Entre los primeros podemos mencionar a fray Cipriano Aguilar y Manuel Olmedo Bañón en el convento de San Agustín, los hermanos ]osé María y Bartolomé Filomena en la capilla de la Catedral, y Pedro Jiménez de Abril Tirado, conocido como Pedro Tirado, en la catedral de Sucre (Bolivia), calificado como el mejor talento musical del Pe rú y autor de música culta. ]osé Bernardo Alcedo fue el representante genuino ele la canción patriótica, con la composición del Himno Nacional. Fue autor del primer tratado de
106 ______________________________________ teoría e historia de la música peruana, titulado Filosofía elemental de la música. Mención aparte merecen las actividades de difusión de la cultura musical de los hermanos Rebagliatti: Hércules, Reynaldo y Claudia. Este último destacó como compositor, organizador de conciertos y activo participante de la Sociedad Filarmónica. Introdujo la música de cámara y el arreglo instrumental, y fue autor de Rapsodia peruana (1868), donde hizo un resumen de las principales composiciones nacionales del siglo XIX, desde el Himno Nacional hasta pregones populares.
6.
Artes plásticas
El culto por las artes plásticas llegó al Perú procedente de los talleres de escultura, pintura y arquitectura europeos, que influyeron en la preferencia del gusto por lo extranjero. En la actividad escultórica se abandonó la imaginería religiosa virreina!, reemplazándola por las manifestaciones funerarias, cuyos principales testimonios quedaron registrados en los mausoleos de las personalidades del siglo XIX, en el cementerio general Presbítero Matías Maestro, así como en las figuras patrióticas ubicadas en las plazas públicas, avenidas, paseos y alamedas. El inicio de la pintura republicana tuvo sus más importantes representantes en dos artistas mulatos autodidactas: José Gil de Castro, quíen representó el tránsito del Virreinato a la República y destacó como retratista de personalidades de la sociedad y la política limeña, y Francisco "Pancho" Fierro, quien registró las costumbres y los contrastes de la ciudad, entre la elegancia y la huachafería, lo grave y lo grotesco, sin ocultar los deslices o los velados vicios de los limeños y limeñas. La pintura académica fue ejercitada inicialmente por provincianos, y apoyada por el Estado a través de becas en los principales talleres de Europa, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, que impregnaron en ellos no sólo la técnica sino también el deleite por lo extranjero, principalmente francés. El iniciador de la pintura romántica fue el piurano Ignacio Merino, quien estudió en Francia e Italia, dirigió la Academia Nacional de Pintura y fue profesor de dibujo en los colegios Guadalupe y San Carlos. Entre sus obras destacan Santa Rosa de Lima, La jarana, Entrada de Orbegoso a Lima. El tacneño Francisco Laso introdujo por primera vez el tema del indigenismo en la pintura, con El alfarero, La paseana, El haravicu y Campamento de indios, participó activamente en la vida cultural y política, y llegó a ser diputado del Congreso Constituyente de 1867. Finalmente, el también piurano Luis Montero destacó con su principal y monumental obra Los funerales de Atahualpa.
107 Una segunda generación de pintores, nacidos en la época de la bonanza económica, cuya actuación se extendió hasta el siglo XX, fueron: Daniel Hernández, quien gozó de extraordinario éxito en Europa a finales del siglo XIX por los temas de sus cuadros de mujeres sensuales y elegantes; Teófilo Castillo, por su arte impresionista en temas históricos coloniales y republicanos, como El entierro de Santa Rosa, Procesiones de Semana Santa, El pleito de las calesas, El patio del palacio de Torre Tagle; y Carlos Baca Flor, quien destacó por sus retratos y pintura pequeña al óleo de personalidades y escenas parisinas. El rostro arquitectónico de Lima se modificó con el advenimiento del progreso material, que condujo a la edificación de nuevos establecimientos públicos y privados para atender las necesidades de una ciudad moderna, pero no modificó sustancialmente la estructura urbanística virreina! de sus casas solariegas con balcones de la clase aristocrática, y callejones y solares para la vivienda popular. La modernización de la capital mediante obras urbanísticas, que echaron por tierra las antiguas murallas de Lima con el fin de ampliar los límites de la ciudad, se inició con la construcción del Parque de la Exposición (1870-1872), que estuvo a cargo del arquitecto Antonio Leonardi, con la colaboración del ingeniero Luis Sadá y Manuel Atanasia Fuentes. Este palacio constituyó un mestizaje arquitectónico al combinar lo tradicional con lo moderno, con fachadas de influencia renacentista y jardines con lagos, fuentes, rincones y pequeños edificios de tendencia clásica. Se construyó también el puente de fierro o puente Balta, que permitió la comunicación entre la Lima antigua y el Rímac. De acuerdo con modelos europeos y norteamericanos, con la contratación de arquitectos extranjeros se construyeron el Mercado Central de Lima (1852); el portal de San Agustín, cercano al teatro Principal (1847-1849); el hospicio Manrique, construido en la plaza de la Recoleta (1866); la Penitenciaría de Lima (1856-1860); el hospital Dos de Mayo; el hospicio de Santa Sofía (hoy politécnico José Pardo); la Escuela Militar de Chorrillos y la Iglesia Matriz del Callao. Una edificación netamente republicana fue el rancho, finca intermedia entre la casa de ciudad y la casa hacienda. En Magdalena, Chorrillos, Barranco, Miraflores y Ancón se construyeron numerosos ranchos como lugares de descanso. Con la construcción del ferrocarril de Lima a Chorrillos, en 1858, este lugar se convirtió en un balneario exclusivo que propició al mismo tiempo el desarrollo de Barranco y Miraflores. La reconstrucción urbanística de Lima después de la guerra con Chile se realizó con un sentido mucho más funcional, al estilo del bulevar parisiense, con plazas circulares, grandes avenidas y amplias veredas centrales adornadas con jardines y esculturas. De esa época data la edificación de la Facultad de Medicina de San Fernando, la Cripta de los Héroes, el Teatro Municipal y la Estación de Desamparados.
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111 Recuadro 4 Explicación del Cuadro del Mapa General del Perú por Mariano Paz-Soldán*
Nos ha parecido útil y aun necesario hacer una ligera descripción del cuadro que va al derredor del mapa general, puesto que de otro modo sería casi imposible conocer á primera vista la representación de cada uno de los dibujos, ó viñetas que hay en él. En el medio y en la parte superior del cuadro, están figuradas las armas de la república, á la derecha, Lima, representada por una mujer, en cuya mano tiene una fruta del mismo nombre (lima); y á la izquierda, Arequipa, cuyo símbolo es una mujer que tiene en una mano un pan y en la otra una lampa, á causa de que la agricultura es muy desarrollada y de la abundante producción de trigo en este lugar. Las figuras de que nos hemos valido para representar Lima, Arequipa y demás que luego darémos razon , son las mismas adoptadas por los Españoles, para representar las siete intendencias en que estaba dividido el Perú. Siguiendo de Lima hácia la derecha, está la vista del pueblo de Santa-Rosa, situado en la unión del río Tambo con el río Urubamba que dan origen al río Ucayali; dicha vista es tomada de la estimable obra Vues et Scl'mes de M. De Castelnau. La viñeta de la esquina es la vista general de Lima tomada del cerro San-Cristóval: en la parte superior están, el Tucán ó Dios-te-de (Ramphastus) llamado también Predicador, segun Don Antonio Ulloa, porque avisa el peligro á sus compañeros cuando están dormidos, en el caso de ser atacados: y la Vizcacha (Lagidium peruvianum). A la derecha de la vista general de Lima, se ve la trepadora Vainilla (Vainilla aromatica). Siguiendo una marcha descendente, se nos presenta el rey de las aves de la América meriodinal, el majestuoso Cóndor (Sarcoramphus gryphus) que se eleva ordinariamente á 4,000 y á veces hasta 7,000 metros sobre el nivel del mar, se precipita sobre la terrible Serpiente de Cascabel (Crotalus horridus) la que está enroscada en un elegante Palmero (Cocos butyracea): en la viñeta que está junto se ven, la Chinchilla (Eriomys Chinchilla) cuyas pieles forman un renglon de nuestro comercio y la Nasua (Nasua Montana), así llamada á causa de su larga nariz, está sacada de la Fauna Peruana del sabio Tshudi, en el fondo hay unas antigüedades que se encuentran cerca del lago Titicaca (en Tiahuanaco); á la derecha vemos el Maíz (lea Ma'is).
La presente es una transcripción literal que respeta, en todos sus términos, la versión original publicada en Peñaherrera del Águila, Carlos (dir.-ed.). Atlas del Perú. Lima: Ministerio de Defensa / Instituto Geográfico Nacional/ Proyecto especial Atlas del Perú, 1989. Las partes incompletas del mapa se deben al deterioro del original.
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112 _________________________________________ En la viñeta inmediata están los frutos principales del Perú, tales como: el Plátano, Chirimoya (Annona Cherimifolia) , la Papa (Solanum tuberosum); y en el fondo unas antigüedades que existe en el pueblo de Carumba á 7 leguas de Andahuaylas, cuya vista la da M. de Castelnau en su obra citada. Siguiendo siempre en el mismo sentido, se nos presenta Huancavelica representada por una mujer que lleva un saco de azogue, que es la principal riqueza del departamento, en el saco hay el número 76, precio del quintal de azogue. A la derecha está el Cardo Santo (Argemone Mexicana) que puede caracterizar la flora de la costa peruana; y á la izquierda el Gigantón (Cactus peruvianus) cuya patria puede decirse que es la Cordillera, porque empieza á aparecer desde 4,000 piés sobre el nivel del mar, así es que puede caracterizar la flora de la region fria. Debajo aparece el Puma 6 Leon de los Peruanos 6 Couguar (Felis Puma) é inferior á este el Café (Coffea arabica) proyectándose en el fondo la vista de unas antigüedades. La Penitenciaria de Lima viene despues, como uno de los monumentos del Perú. La figura de abajo representa la Vicuña (Camelus Vicuna). La viñeta inferior es la representación del Cuzco, cuyo símbolo es un Inca, como la capital y cuna del antiguo imperio peruano, á la derecha está el Strichnos brachiata de nuestras montañas el que sirve como ingrediente para fabricar el veneno Ticuna , llamado así por hacerlo los indios Ticunas del Amazónas. A la izquierda del Cuzco hemos puesto la Cascarilla (Chinchona riveroana) tomada de la magnífica obra que sobre el particular publicó el sabio viajero Weddell. En la parte inferior y esquina del gran cuadro, se ven los huaqueros, quipos y otras curiosidades dignas de estudiarse. Detras del Inca, se ha dibujado la célebre fortaleza de Ollantaitambo, tomada de las Antigüedades Peruanas del Señor Rivero. Tomando ahora la banda inferior, á la izquierda de los huaqtferos se presenta la vista del Cuzco, segun está en la citada obra de M. de Castelnau. En la parte superior y esquina, se ha puesto el delicioso fruto de la Piña (Bromelia Ananas); y á la izquierda el útil Gallinazo (Cathartes urubu). A la izquierda de la vista del Cuzco está la Llama (Camelus Lama), representante de los Rumiantes en el Nuevo-Continente ; pero con la diferencia que éste último solo vive en los abrazadores desiertos del Africa, miéntras que la naturaleza ha formado á la llama para nuestras frígidas cordilleras á una altura de 3 y 4,000 metros sobre el nivel del mar. El dibujo que está al lado nos presenta la vista de Nauta, pueblo situado en la confluencia del Ucayali con el Marañón· que forman el verdadero Amazónas: en medio del río descansa la mas hermosa planta la Victoria regia, originaria de esas
113 regiones y cuyas proporciones son gigantescas, llegando á tener hasta algunos metros de circunferencia. En el medio de la parte ó zona inferior del cuadro se distingue la antigua intendencia de Trujillo, representada por un Español, á causa de ser una de las primeras ciudades fundadas por Pizarra, que la llamó así en recuerdo de su patria. El mamífero representado en la parte inferior es el Tapir, 6 Gran Bestia 6 Vaca de Anta (Tapirus ~me ricanus); junto á este tenemos la Alpaca, cuya apetecida lana, es uno de nuestros principales productos de exportacion. La gran viñeta de la esquina, es la vista del Cerro de Paseo, el mas rico asiento mineral del Perú: dicha vista está conforme á la que se halla en las Memorias científicas de Rivera y en la obra de los Norte americanos Herndon y Gibbon. En la parte superior está el Pájaro Niño (Spheniscus Humboldtii) principal productor de nuestra riqueza nacional el Huano. Siguiendo por ahora una marcha ascendente, se nos presenta encima de los huaqueros que están en el extremo, la antigua intendencia de Junín, simbolizada por una mujer que lleva una barra de plata, por ser la industria minera la que constituye la principal riqueza del departamento: en la barra se leen los números 11.22 ley de la plata que producen sus minas. A la izquierda se dibuja la elegante pero peli~rosa Habilla 6 Ajuapar (Ura Crepitans); y á la derecha la célebre planta de la Coca (Erythroxylon Coca) saca9a del grabado que se halla en la obra del acreditado botánico español Cavanílles: sobre las importantes propiedades de este arbusto ya hemos dado razon en la Geografía del Perú (paj. 28). En el ángulo se nota el agradable Coco. El cuadro superior á Junín nos muestra la Sariga 6 Muca (Didelphis Sariga) representante de los Marsupiales en el nuevo mundo; el dibujo del fondo es una antigüedad que existe en Chupan á orillas del Marañen, desde donde hacían precipitar á los criminales. El monumento superior, son las ruinas de Huánuco viejo, tan importantes para un arqueólogo porque segun toda probabilidad son anteriores á los Incas. Rodean á la Sariga, por la izquierda el narcótico Chamico (Datura Stramonium) y por la derecha las hojas del Caucho (Siphonia elastica). Sobre la vista de las ruinas de Huánuco viejo, se ha colocado el Cacao (Theobroma Cacao) una de las utilísimas producciones de América, proporcionando un alimento tan sano y agradable que por tal motivo le dió Lineo su nombre botánico, que en griego significa alimento de los dioses. Los importantes mamíferos, tales como: el Ocelot y el Jaguar (Felis Uncia) no podían dejar de tener un lugar, por ser originarios de Sud-América.
114---------------------------------------La representación de la intendencia de Huamanga, es un Indio que tiene en la mano una moneda, así como otras piezas del mismo género que le cuelgan, todo él está vestido de modo que indica país fria. Le adornan, por la derecha la Tuna (Opuntia Tuna) fruto tan abundante en dicho lugar, que nada cuesta el tomarla, sobre ella crece la cochinilla que es una de las producciones del departamento; y por la izquierda los instrumentos de guerra que usan los salvajes de nuestras montañas. Sobre las figuras antedichas hay algunos frutos importantes, como la Papaya (Carica Papaja), el Ají (Capsicum annum), un poco mas arriba se ve el Hormiguero (Myrmecophaga Tamandua); los animales del dibujo superior son el Perezozo ó Perico lijero (Bradypus trivittata), la Chuva (Ateles marginatus), la Marimunda (Ateles Ater), el enorme Boa (Boa Constrictor) llamado por los Indios Yacumama; y el elegante Gallo de Roca (Rupicola peruviana) que es una de las aves que engalanan nuestra montaña por su color y hermosa cresta. Los cuadros anteriores están cerrados por uno de los más lindos árboles el Plátano (Musa paradisiaca) de tan hermoso follaje que le valió el nombre dado por Lineo (Diosa del paraíso). Nos encontramos por fin en la parte superior del cuadro, en donde descuella la hermosa vista de Arequipa, segun una fotografía de M. Garreaud , hácia la izquierda cuelga la trepadora Granadilla (Passiflora ligularis) cuyo fruto forma una de las deliciosas producciones de nuestro suelo: encima se notan una Ardilla (Sciurus), una especie de Lechuza y varias mariposas tales como la Ascalephas Hyalinus, Phalorena gonoptera, etc., etc., tomados de la parte zoológica del viaje del baron de Humboldt á las regiones equinoxiales, para acabar por fin con la vista del rio Javarí nuestra límite oriental con el Brasil. Antes de terminar pedimos un poco de indulgencia si acaso hemos sido fatigosos con esta larga explicación, por exigirlo así la importancia del asunto; y al mismo tiempo permítase tributar un elogio al artista M. Ferat, quien ha logrado sobreponerse á las mil dificultades para la ejecución de este cuadro.
Texto tomado del "ATLAS GEOGRAFICO DEL PERU" Publicado a expensas del Gobierno Peruano siendo PRESIDENTE EL LIBERTADOR GRAN MARISCAL RAMON CASTILLA. Por: MARIANO FELIPE PAZ SOLDAN 1865 París Imprenta e Ad . LAYNE y J. ALVARO
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Reconstrucción nacional y República Aristocrática, 1884-1919
INIRODUCCIÓN
El fina l de la guerra con Chile dejó un país en bancarrota económica, un grupo militar desprestigiado y una población pe ruana sumida en la más profunda miseria e incertidumbre. La nación peruana parecía casi al borde de la desintegración: una economía prácticamente en ruinas, paralizada por la falta de capitales y la destrucción sistemática por parte del enemigo, de las principales fue ntes de recursos económicos del país y, con la pérdida de las riquezas salitreras y e l crecimiento de su deuda externa, sin posibilidades inmediatas de recuperación. Una sociedad terriblemente afectada por el trauma que significó la guerra: familias ente ras destruidas, viudas y hué rfanos desamparados, grupos armados sin control y un aume nto sustantivo ele la criminalidad. Así, al trauma moral de la derrota y a la pobreza de la población se unían los p roblemas sociales. En té rminos políticos el panorama tampoco e ra alentador: sin mayor figuración ele los políticos civiles, el control del país había caído e n manos de los militares, y en momentos en que el e nemigo chileno se aprestaba a dejar el país, contento con habe r arrancado un tratado de paz totalmente favorable a sus inte reses, la ciudadanía tuvo que soportar la guerra civil e ntre las tropas peruanas de Cáceres e Iglesias. En estas circunstancias, el panorama del país e ra sumamente sombrío y su futuro muy incierto . Según Jorge Basadre, la postración del país de rrotado alcanzaba todos los aspectos de la realidad humana, convirtiéndose así e n una especie de trauma nacional que nos afectaba profundamente y ponía de manifiesto nuestras debilidades: "Había algo todavía peor que la desolación inmediata, la angustia económica privada y pública, la debilidad, la soledad y las acechanzas de los países vecinos: era el complejo de inferioridad, el empequeñecimiento espiritual. Perdurable jugo vene noso destilado por la guerra" (Palacios, 1985: 194).
[121]
122----------------------------------------Pero había que sacar adelante al país, aunar esfuerzos y renacer prácticamente de los escombros. A partir de 1884 empezaría el proceso de la reconstrucción nacional. Las condiciones de las cuales se partió no fueron nada adecuadas, por el contrario, hicieron que en los primeros años los esfuerzos fueran casi infr uctuosos. Esta ardua tarea fue iniciada por los gobiernos militares que siguieron a la derrota con Chile. Así, nuevamente el caudillismo militar se hacía cargo del país e n el denominado segundo militarismo . Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, la ansiada reconstrucción no pudo lograrse en la primera década que siguió a la guerra. Finalmente, el desprestigio de los militares después de la derrota y su fracaso en la política de reconstrucción acabaría, nuevamente, e n otra guerra civil que enfrentó a civiles y militares, en la llamada Revolución de 1895. El triunfo político de los civiles significaría la caída del segundo período de Andrés A. Cáceres (18941895) y también del segundo militarismo. De esta forma, los civiles recuperan el poder cuando asume el gobierno Nicolás de Piérola (1895-1899). Con éste se inicia, ahora sí de una manera sostenida, una recuperación económica a la cual le sigue una estabilidad política en el país. Con el gobierno de Piérola se abre, también, un nuevo capítulo dentro de la historia del Perú, que los estudiosos han denominado la República Aristocrática (1895-1919). En efecto, a partir del régimen de Piérola un grupo de políticos civiles, gracias a un rápido proceso de recuperación económica iniciado en la última década del siglo XIX, así como a la imposición de un sistema político basado en las alianzas partidistas, el clientelismo y la exclusión de la mayoría del país logró imponer un período de gobiernos estables. De esta manera el crecimiento económico y la estabilidad política obrarían en favor de su legitimación como grupo dominante. Uniendo poder económico con poder po lítico y usando relaciones personales y ele parentesco, coparon los puestos decisivos del Ejecutivo y del Congreso, utilizándolos en su provecho. Es bajo estas condiciones que se desarrolló el régimen económico, político y social conocido como la República Aristocrática. En el período 1895-1919 el país fue gobernado por una elite perteneciente a las familias más adineradas ele la zona costeña del país, cuya influencia en todas las esferas ele la vida nacional era total. Nunca antes poder económico y poder político habían estado tan unidos. Así, pues, la República Aristocrática constituye el período de oro de la clase dominante peruana (Yepes, s/ f.: 138). Sin embargo, la oligarquía peruana no se hallaba formando una unidad cohesionada e indivisible, sino que en su interior se producían disputas por la hegemonía en el control del Estado, situaciones que se convertían en verdaderas crisis, sobre todo en los momentos de las sucesiones presidenciales. Los estudiosos de este período concue rdan en señalar que la
123 República Aristocrática atravesó por dos momentos de profunda crisis política. El primero ele ellos se produjo entre 1912 y 1914, durante el gobierno de Guillermo Billinghurst. La segunda y definitiva ruptura se produjo en 1919 con el ascenso al poder ele Augusto B. Leguía. Con Billinghurst sufrieron la pérdida momentánea de su liderazgo político; con Leguía (1919-1930) la oligarquía peruana quedaría marginada del control del Estado. Pero, si bien es cierto que las sucesiones presidenciales generaban crisis e ntre la oligarquía, también la presencia ele los sectores populares, con sus reclamos por mejoras laborales o contra el alto precio de las subsistencias, va generando en estos momentos la emergencia del llamado "problema social". Desde finales del siglo pasado, y sobre todo en las primeras décadas del presente, trabajadores urbanos y campesinos, los marginados del poder, hacían notar su presencia mediante la movilización de sus fuerzas. Aunque en el inicio lo hacían aisladamente y sin mayor capacidad de organización, sin embargo la experiencia de la lucha política por mejorar sus condiciones de vida posibilitó también que su nivel de organización se desarrollara a lo largo del período. Lo más importante de estas acciones, a despecho de los triunfos o de las derrotas, era que ponían sobre el tapete la existencia del problema social: largas jornadas laborales, el sistema de e nganche, aba ndono del indio, pésimas condiciones de trabajo, bajos salarios, el alza en el precio de los productos de subsistencia, la precariedad ele la vivienda popular, etc. Todo esto evidenciaba que el desarrollo del sistema capitalista hacía surgir contradicciones e ntre los sectores dominantes y los sectores populares. Esta pugna se va a dejar sentir con mayor fuerza precisamente durante el período bajo estudio. Por otro lado, las protestas populares mostraban la incapacidad de la oligarquía para solucionar el problema social, lo cual hacía que su rol como sector dominante fuera puesto en tela de juicio. Tenemos, entonces, que en este período se van a producir modificaciones en la llamada República Aristocrática, ya sea como consecuencia de la lucha por el poder entre los grupos dominantes como también por su actuación frente a las presiones que, de una u otra manera, se dejaban sentir desde la base de la sociedad. Así, tanto por la presencia combativa de las masas como por los problemas internos de la oligarquía, se produce la crisis final de la República Aristocrática, la cual recibiría su golpe de gracia cuando en 1919 uno de sus antiguos líderes, Augusto B. Leguía, termina con su hegemonía política estableciendo un gobierno personalista llamado el Oncenio (1919-1930). De esta manera culmina la República Aristocrática y se abre un nuevo período en la historia nacional. El presente trabajo prete nde mostrar una visión del proceso histórico que sigue a la derrota con Chile (1884) y que culmina con el establecimiento
..
124 ----------------~----------------------del oncenio de Leguía en 1919. Dentro de una perspectiva estructural, se destacan los diferentes aspectos de evolución de la sociedad peruana: los asp ectos políticos, económicos, sociales y culturales. De esta forma se intenta obtener una visión integrada del desarrollo social peruano entre 1884 y 1919. J.
EL DESARROLLO ECONÓMICO 1884-1919. LA ECONOMÍA DE EXPORTACIÓN
Después de la derrota ante las fuerzas chilenas, el Perú se encontraba en una disyuntiva para iniciar el proceso de reconstrucción. En primer lugar, había que escoger el tipo de economía que debía reemplazar el sistema de la exportación del guano ya en decadencia. En otras palabras, ¿se modificaría la naturaleza de la economía peruana o no? En segundo lugar, ¿cuál sería el grupo social y económico que podría diseñar, financiar y controlar el nuevo orden, y en particular, cuál sería el rol del capital externo y sus relaciones con los capitalistas nativos y con el aparato del Estado? (Thorp y Bertram, 1978). En los primeros años del proceso -finales del siglo XIX- mientras se consolidaba el poder de los sectores dominantes, el Estado, aunque intentó jugar un papel determinante, no pudo darle un impulso eficaz al desarrollo, pues aún se mantenía en la perspectiva atrasada de la época del guano. Este momento va a corresponder a los gobiernos de los generales Iglesias, Cáceres y Morales Bermúdez (entre 1883 y 1893). La crisis económica iniciada hacia 1875 y que se había agudizado con la guerra de 1879-1884, persistiría en los primeros años de la reconstrucción casi con los mismos componentes: moneda devaluada, deuda externa creciente sin posibilidades de ser pagada y una economía paralizada por la falta de capitales. Otra vez, como en el pasado reciente, la crisis golpeaba fuertemente la economía nacional. De acuerdo con Thorp y Bertram, al iniciarse el período de la reconstrucción no había los elementos necesarios para comenzar un desarrollo económico autónomo. Los sectores dominantes del país opinaban que, como antes había sucedido con e l guano, las posibilidades de desarrollo descansaban en la explotación de los recursos naturales, para lo cual se necesitaba una mayor inversión extranjera, y por ello, "durante la década posterior a 1884 todas las medidas de política económica se orientaron a este fin" (Thorp y Bertram, 1978: 29). Es por esta razón que, para poner la economía en recuperación las medidas más importantes fueron, en primer lugar, el mejoramiento de la situación monetaria mediante el retiro de la circulación del papel moneda depreciado. En segundo lugar, el esfuerzo por mejorar la
125 confianza del capital extranjero con el fin de atraer inversiones, mediante la negociación de la deuda externa con los tenedores de bonos ingleses. Ambas medidas se llevaron a cabo durante el gobierno de Andrés A. Cáceres (18861890). Así, el retiro de circulante depreciado se hizo entre 1887-1888, mientras que la segunda medida se inició en 1886 y culminó en 1889, con la firma del denominado Contrato Grace (Thorp y Bertram, 1978: 30). Las transacciones comerciales eran obstaculizadas por la existencia del papel moneda depreciado y la reducción del sistema bancario: de 20 bancos existentes en 1877 sólo dos funcionaban en 1885. Además, la inflación había alcanzado un 800o/o (Klaren, 2000: 193). Durante la guerra se había creado un nuevo billete, el inca, que junto con los billetes fiscales también sufrió una fuerte devaluación, hasta que finalmente no eran aceptados por el público y tampoco por el Estado. De esta forma la reactivación del comercio se hacía casi imposible. Los comerciantes renunciaron a aceptar los billetes, de tal suerte que el gobierno se vio en la necesidad de estabilizar el valor de la moneda, sacando de la circulación los billetes y cambiándolos por una nueva moneda más estable. Según Peter Klaren, cuando la población limeña se enteró de este cambio era muy común ver en las calles de la ciudad fogatas hechas con pilas de papel moneda depreciado (Klaren, 2000: 196). Otra de las medidas tomadas por el gobierno de Cáceres fue la reimplantación del tributo indígena o contribución personal, que había sido suspendido durante la guerra. Mediante una ley de descentralización se crearon juntas departamentales, las que se e ncargaron de obtener las contribuciones y usarlas e n obras dentro de sus localidades. La reimplantación de la contribución personal de los indios, sin embargo, se convirtió e n una fuente más de conflictos locales. Los grupos dominantes de las provincias pugnaron por el control de los fondos, generándose violentos enfrentamientos. Por otro lado, agudizó el empobrecimiento de la población rural, empujándola al bandolerismo y a la protesta violenta, ya que esta contribución les recordaba el tributo colonial injusto y abusivo, resultando así un fuerte obstáculo para la pacificación del país durante el gobierno de Cáceres (Klaren, 2000: 196). Sin embargo, el problema más grande que afrontaba la economía peruana era la deuda externa, que se había dejado de pagar, unilateralmente, desde 1876, y que para 1885 ascendía a entre 40 a 50 millones de libras esterlinas. Por esta razón, e n 1886 el gobierno de Cáceres entró en conversaciones con los tenedores ingleses de los bonos de la deuda peruana, quienes nombraron como su representante a Michael A. Grace. Finalmente, en octubre de 1889, después de tres años de intensas negociaciones, se firmó el acuerdo entre los acreedores ingleses y el gobierno peruano.
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l.
El Contrato Grace
El acuerdo entre los tenedores de la deuda y el gobierno peruano llevó el nombre de Contrato Grace y sus principales puntos fueron los siguientes: • El gobierno peruano. quedaba relevado de toda responsabilidad de pago de la deuda externa. . • El gobierno cede a los tenedores de bonos de la deuda todos los ferrocarriles del Estado por un lapso de 66 años•. • Además, se compromete a ceder tres millones de toneladas de guano y a pagar 38 anualidades de 80 mil libras esterlinas cada una. • También se comprometía a ceder dos millones de hectáreas de tierra en la zona ele la selva central. Después de la ratificación de este acuerdo, se fundó en Londres la Peruvian Corporation, compañía creada para implementar los puntos del Contrato Grace. Dicho contrato fue recibido con mucho descontento por la población en general, lo que obligó a Cáceres a tomar acciones muy fuertes para que el contrato fuera finalmente ratificado. De acuerdo con algunos autores, sin embargo, a pesar de que se pudo obtener mejores acuerdos, dadas las circunstancias y la situación del país este contrato terminó, a la larga, siendo favorable al país (Palacios, 1990: 215-216). Fue a través del Contrato Grace que el Pe rú saldó su deuda y se convirtió en sujeto de crédito internacional. Además, se mejoró el sistema ferroviario en la sierra del país, lo que permitió la recuperación de la minería, especialmente de la plata, en la zona de Cerro de Paseo, que obtuvo un valor total de 33 millones de libras esterlinas entre 1886 y 1895 (Klare n, 2000: 197). 2.
La estabilidad económica
Superado el problema de la deuda externa, el Perú se ponía en condiciones de llevar adelante la tan ansiada recuperación económica. Pero, ¿cómo se llevará a cabo ésta? De acuerdo con Thorp y Bertram, los empresarios peruanos coincidían en que el desarrollo económico del país depe ndía de la explotación de sus recursos naturales, y que una condición necesaria para esto era la inversión ele capitales extranjeros (Thorp y Bertram, 1985: 29). La disyuntiva estaba entre iniciar un proceso ele recuperación económica autónoma, es decir, basada en capitales e inversionistas peruanos, o depender del capital externo. De otro lado, también se trataba de definir cuál sería la facción de la clase dominante que lleve a cabo dicho proceso de recupe ración. La decisión adoptada fue la siguiente: se seguirían usando las exportaciones de materias primas para aprovechar las ventajas comparativas de ciertos productos (algodón, caña de azúcar y minerales). El grupo que
127 debía dirigir el proceso saldría de la pugna entre los diversos sectores que conformaban la clase dominante por la hegemonía. Finalmente, en esta pugna se impusieron el grupo ligado a la producción para e l mercado externo y los sectores vinculados al c.o mercio exterior y a las finanzas, relegando al grupo de terratenientes y comerciantes del interior y a l ejército. Posteriormente, a este grupo hegemónicó se le unirían los empresarios ligados a la naciente industria. La estabilidad económica de la República Aristocrática se comienza a forjar hacia 1895, gracias al proceso económico de crecimiento sustentado. En un primer momento se intentó utilizar el capital extranjero, especialmente británico. Es decir, la economía pe ruana, lejos de ser autónoma, estaría bajo control de capitales extranjeros. La caída internacional del precio de la plata en los mercados internacionales hizo que se retirara el capital británico, ya que el Perú en estas circunstancias, al tener una moneda bajo el patrón plata, no tenía estabilidad monetaria. Por esta razón, desde 1892 hasta los primeros años del siglo XX el desarrollo económico se financió y controló mediante capitales nacionales (Thorp y Bertram, 1985: 30-31). Se tiene, entonces, que usando capitales nacionales -que e n la primera primera etapa son mayoritarios- y a veces capital foráneo, bajo la dirección de empresarios nacionales y extranjeros, se va a producir un notable crecimiento en la economía de exportación y en otras ramas de la actividad económica. De esta manera, el país se adhirió al sistema capitalista mundial con más fuerza, a la vez que mante nía su carácter ele país exportador ele materias primas. Así, la agricultura costeña y la minería serrana fueron muy importantes en el desarrollo del auge económico, dejando de lado la explotación del guano.~escle finales del siglo XIX, y durante las primeras décadas del siglo XX, se producen nuevas inversiones en la agricultura de la costa, en la minería de la sierra, y un cierto impulso en la industrial, el comercio y las finanzas, principalmente en Lima:eEn la selva, el boom del caucho favoreció también el crecimie nto ele la economía. Al mejorar las exportaciones mejoraron también otros rubros?la actividad financiera, ligada al proceso de exportación, por ejemplo, se modernizó a través ele la creación de bancos, la apertura de filiales ele casas come rciales, compañías de seguros, así como la adopción de letras de cambio y un desarrollo del crédito. De esta forma, también, se va delineando un proceso mercantil de nuevo signo, donde las relaciones económicas van adquiriendo cada vez más un corte capitalista.
3.
La economía de exportación
Un rasgo del crecimiento de la economía que caracteriza la naturaleza exportadora ele ésta es que entre 1895 y 1914 se produce un alto índice de
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expans1on de las exportaciones, que se hace sostenido durante décadas, y que se manifiesta en la estabilidad de sus tasas de crecimiento. Thorp y Bertram e ncuentran que durante 1890-1920 la tasa de crecimiento del monto de las exportaciones alcanzó un promedio anual del 7% (Thorp y Bertram, 1978: 4). Una vez más la economía de exportación, como antes había sucedido con el guano y el salitre, se convertía e n la piedra angular de la economía nacional, con lo que la naturaleza de ésta no se modificó. Siguiendo a Thorp y Bertram podemos afirmar, de manera general, que las características de la economía de exportación peruana que sustentó el crecimiento económico durante la República Aristocrática, fueron las siguientes: • Su desarrollo se hizo en dos momentos claramente definidos: el primero entre 1890 y 1920, caracterizado por el predominio de los productos agroind ustriales (algodón, azúcar y caucho); el segundo, a partir de 1920 en adelante, caracterizado por el predominio de los productos mineros (cobre y petróleo, principalmente). • Se utilizaron tanto capitales nacionales, como extranjeros. El primer momento contó con capitales nacionales, mientras que por las características de la explotación minera, en un segundo momento se utilizó el capital extranjero, que desplaza al capital nacional y lo convierte en un aliado secundario. • Bajo el crecimiento de la economía de exportación, paralelamente se fue incrementando un d esarrollo de carácter regional. Así, las exportaciones salieron de la costa (azúcar y algodón); de la sierra (plata, cobre y lana), mientras que el caucho, y en menor medida el café, afectaron a la zona de la selva. • Al ser una economía cuyos precios se fijaban e n el exterior, es decir, no eran controlados por los productores nacionales, se generaba una inestabilidad relativa que a veces se podían convertir en crisis de un determinado sector de la producción de exportación, cuando sus precios internacionales disminuían. Ésta podría ser tomada como la principal debilidad del proceso. • Se trató, sin embargo, de una economía de exportación diversificada, e n donde varios productos participaban del proceso. Ésta fue una ventaja relativa para el país, puesto que no permitía una radical influencia de la variación de los precios internacionales de los productos en la economía de exportación. Así, la declinación del precio de un producto podía ser contrarrestada, en términos generales, por el aumento en el precio de otro.
129 Entonces, pasada la guerra se inició el proceso de reconstrucción económica. Los gremios de la producción reiniciaron sus actividades. Así, por ejemplo, a finales de la década de 1880 el gobierno decidió establecer una entidad única e ncargada de velar por el desarrollo de las principales actividades económicas predominantes en el país, y cuyo principal objetivo era asumir la defensa de los derechos de los agricultores y los mineros y fomentar el desarrollo de dichos rubros. Dicha entidad se denominó Sociedad ele Agricultura y Minería. Dentro de ésta se e ncontraba la Sociedad ele Industriales, la que sirvió de base para la o rganización posterior de la actividad industrial en el país. De esta manera, si bien es cierto que se fomentaba la exportación ele materias primas no se dejó de lado la actividad industrial. Sin embargo, a pesar de haber crecido ésta hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX, no continuó un proceso ele desarrollo tan importante como la agricultura ele exportación, como se observará más adelante. Tenemos, entonces, que se intentará un desarro llo econó mico e n el cual van a intervenir capitales nacionales y algunos capitales extranjeros. Lo más importante del proceso es que se intentó, con muy buenos resultados, la participación del Estado. El papel de éste consistiría en hacer más flexibles los requerimientos de la actividad empresarial, especialmente en todo aquello que significaba créditos, impuestos y leyes ele fomento a la actividad económica. De esta manera, para el grupo de empresarios con ideas más modernas se hacía imperioso lograr la hegemonía política plena, que le permitiera una captura casi total del Estado para ponerlo a un mayor servicio ele sus intereses. Se volvió indispensable tomar el gobierno y con ello asegurarse el control estatal. En términos políticos, entonces, cierta fracción de la clase dominante peruana, el grupo más moderno nacido casualme nte de la misma expansión capitalista, tratará de imponerse sobre el grupo más tradicional, conservador y mercantilista de la época del guano. Junto a una estabilidad económica nos acercamos e ntonces al momento de lograr una estabilidad política. El modelo económico impuesto encontraría, de esta manera, un sistema político que respalde su desarrollo. La ocasión será propicia con el ascenso de Nicolás de Piérola al poder (1895-1899). Surgido de una revolución apoyada por la Coalición Nacional formada por las fuerzas opositoras al gobierno de Cáceres y con amplio apoyo popular, el triunfo político de Piérola sobre los militares significó e l inicio de u n nuevo período en el proceso de posgue rra. La reconstrucción nacional adquirió un mayor impulso. Con el gobierno de Pférola, caudillo del Partido Demócrata, empieza también el período denominado República Aristocrática.
130--------------------------------------4.
Piérola: las bases de la estabilidad económica
Durante el gobierno de Piérola (1895-1899) se perfilan los patrones de desarrollo y se da un importante impulso a la estabilidad económica. Además, se intentó una ampliación y modernización de las funciones del Estado para ponerlo más a tono con el impulso económico que se deseaba alcanzar. Los gobiernos que vendrían después seguirían ese mismo patrón basado en la exportación de materias primas. Algunos intentarían una que otra reforma, pero manteniendo, en lo esencial, el tipo de desarrollo económico propuesto en este período. Según el historiador Emilio Romero, ya desde 1892 la actividad económica era tan notoria y pujante que se dio un decreto para llevar a cabo un congreso de productores agrícolas, mineros y fabriles. En él se debía estudiar, discutir y proponer al gobierno iniciativas para ayudar al desarrollo de la actividad económica: un plan de vías de comunicación y un plan de irrigación, la creación de bancos de fomento, escuelas técnicas y otras iniciativas. Pero este congreso no se llevó a cabo, pues las desavenencias políticas en la capital obstaculizaron su realización (Romero, 1949: 430). Durante la última década del siglo XIX fueron implementadas una serie de medidas legales para impulsar la agricultura de exportación. En 1890 se da la primera Ley de Riegos, con el fin de ganar nuevas tierras para la agricultura de la costa y promover la inversión en esta actividad. En 1893 se propuso la creación del Banco Agrícola y del Instituto Técnico de Estudios Agrícolas, para impulsar la tecnificación agraria. La actividad económica básica seguía siendo la exportación de materias primas, pero ahora se buscaba hacer de ella una actividad más moderna, más tecnificada. Por eso se crearían institutos técnicos como la Escuela Nacional de Ingenieros Civiles y de Minas de Lima, que llevó a la creación del Cuerpo de Ingenieros de Minas y de Aguas e n 1900. Se creó también la Escuela de Agricultura de Lima. La inversión de capitales en las actividades mineras y agrícolas se hizo con menos riesgo, al contar con estudios técnicos previos, lo que permitió atraer capitales nacionales y extranjeros para la economía de exportación. Una de las principales medidas de Piérola fue adecuar la economía al cambiante mundo del capitalismo mediante la adopción del patrón de oro, dejando de lado el patrón de plata, ahora devaluado en casi un 60% de su precio. La reconstrucción comenzaría por el saneamiento de la moneda nacional. Sin embargo, la implantación de dicho patrón de oro se produciría gradualmente, por etapas, en un período que va de 1897 a 1901. Recién en este año se desmonetariza la plata, legalizándose el sistema de oro. La demora en implementar el nuevo sistema refleja la existencia de fuerzas con-
131 servadoras que se resistían al cambio. Se trataba, sobre todo, de aquellos empresarios que vendían al exterior -y que ganaban en monedas ele oro- pero que pagaban insumas nacionales y bajos salarios, en mo nedas ele plata elepreciada. Recié n en 1903 los bancos e n el Perú decidieron cambiar su contabilidad en libras peruanas. Finalmente, la reorganización ele Piérola dio resultado, y saneada la moneda el Pe rú e ntraría e n una época ele prosperidad. Esto estimularía fuertemente las inversiones de capital foráneo en el país (Garland, 1906: 47). Al cambio monetario siguió el intento por lograr el equilibrio presupuesta!. Para ello se redujo el número de tributaciones, a cambio de una mejor administración y una recaudación ele impuestos más oportuna. Esto fue posible gracias a la creación de la Compañía Recaudadora de Impuestos, creada e n 1895 con capitales públicos y privados. De esta forma, el Estado comenzó a tener los medios necesarios para hacer frente a sus gastos. Pero el tener que recurrir a empresas particulares demuestra la falta de desarrollo de la burocracia y las instituciones estatales. Finalmente, para dar impulso a la economía se creó el Ministerio de Fomento como secretaría de Estado, que incluía los ramos de obras públicas, agricultura, minería, ganade ría, y el ramo de fomento a la economía e n general. El Estado, para estar más a tono con los tiempos, iba modernizando sus funciones e incrementando su presencia, aunque ésta a escala nacional seguía siendo muy débil. Con el gobierno de Piérola se sentaron las bases para la estabilidad económica del país, condición muy importante para lograr una estabilidad política, ambas ca"racterísticas de la República Aristocrática. El impulso ele la economía por parte del Estado, como lo asevera n las reformas pierolistas, vino bajo la forma del cambio monetario, el equilibrio presupuesta! vía las recaudaciones y el fome nto ele la economía. Pero consideramos que el cambio más importante con respecto al período histórico anterior radicó en lo siguiente: hasta la segunda mitad del siglo XIX la economía peruana había estado basada en el guano, producción sobre la cual no se tenía control por ser un producto natural, con el gobierno de Piérola se pasó a una economía basada en la agricu ltura de exportación y en la minería, cuya producción dependía del esfuerzo económico de los empresarios y del apoyo estatal. junto con la reorganización de la economía, un eleme nto importante que merece destacarse es la reforma introducida por Piérola para profesionalizar el ejército, modernizando su estructura organizativa y técnica. Para ello se contrató una misión francesa. Esta reorganización fue una medida técnica, pero sobre todo una medida política muy eficaz, pues de e:sta forma se ponía de manifiesto la subordinación ele los militares al gobierno civil. Por otro la-
132-------------------------------------do, se mejoraba la defensa nacional, medida muy importante en momentos en que los problemas limítrofes con casi todos nuestros vecinos eran muy frecuentes.
5.
Consolidación de la economía agroindustrial y minera de exportación
Los gobiernos posteriores al de Piérola no fueron sino seguidores más o menos aplicados de este programa. Buscaron más la continuidad que la renovación, no se aventuraron en la búsqueda de un nuevo rumbo para la economía y el desarrollo nacional. Así, al comenzar el siglo XX los gobiernos de la República Aristocrática siguieron el ritmo de la reconstrucción marcado por Piérola, ya sea perfeccionando el sistema de recaudaciones u organizando compañías para fomentar el desarrollo de la agricultura y la minería. De este modo el proceso económico durante los primeros años del siglo XX se caracterizó por un desarrollo casi normal, sin alteraciones bruscas con respecto al proceso iniciado hacia finales del siglo XIX. Bajo el dinamismo de la agricultura de exportación y la minería se dio un impulso a las comunicaciones con la construcción de ferrocarriles y se produjo un cierto dinamismo de la actividad industrial. En estos primeros años del siglo XX el fisco, según Margarita Guerra, refleja una cierta confianza a pesar de las difíciles relaciones internacionales con nuestros vecinos, sobre todo por los problemas limítrofes q ue fuerzan a una mayor preocupación por la defensa nacional (Guerra, 1984: 197). Para este fin los recursos vendrían de fuentes externas, bajo la forma de empréstitos. En las primeras décadas del siglo XX continuó el crecimiento del comercio exterior, dentro del cual las exportaciones de materias primas eran las dominantes. Si durante el gobierno de Piérola el comercio exterior había crecido a un ritmo de 190Al anual, en general también entre 1900-1914 el valor de las exportaciones peruanas fue favorable al país. Hasta 1915, siguió mostrando una tendencia creciente. Este desarrollo de las exportaciones estuvo íntimamente ligado a la política de fomento a la agroindustria.
6.
La agricultura de exportación
El auge de la agricultura costeña, iniciado a finales del siglo XIX, se mantuvo durante las primeras décadas del siglo XX. Las leyes vigentes promovían el desarrollo de la agricultura autorizando al gobierno a emitir concesiones de aguas y de tierras en condiciones muy ventajosas y "liberales" (Ministerio de Fo mento, 1902: 4). La concesión de tierras estaba ligada a la promoción de la inmigración extranjera, sobre todo europea. Subyacía en
133 esta política la idea de que en el Perú existían inmensas porciones de tierras potencialmente cultivables, pero que la población peruana no era capaz de semejante labor. Se atribuía esta situación a la igno rancia y ociosidad del indio, la mayoría ele la fuerza ele trabajo agrícola del país. Por eso se pensaba repoblar el país con migrantes europeos, para "mejorar" la raza. Para impulsar la agricultura de exportación y facilita r su tecnificación se exoneró de impuestos la importación de maquinarias y herramientas. Por otro lado, los derechos de exportación para los productos agrícolas eran casi nulos, y los impuestos eran mínimos. Los grandes terratenientes se beneficiaban al abaratarse sus costos de producción, y podían tecnificar más su sector. De este modo la producción de caña de azúcar y algodón se elevó y se convirtió en el pilar fundamental del desarrollo agrícola- que sustentaba las exportaciones. Este sector productivo también se volvería importante en la captación ele mano de obra -a la cual se le pagaba bajos salarios o se le sometía a condiciones de "enganche"- mediante la creación de un amplio mercado laboral. Por ejemplo, en 1901 la industria del azúcar tenía alrededor de 25 mil trabajadores, más de 50 mil hectáreas bajo cultivo y usaba un capital de más de 50 millones de soles (Ministerio de Fomento, 1902: 6). Por todas partes aparecían ingenios azucareros, incrementándose así la base económica de los terratenie ntes costeños. Cabe destacar que el auge de la agricultura se dio principalmente en la costa. En cambio la agricultura de la sierra no tenía el mismo impulso: empleaba baja tecnología y su producción era básicamente para el mercado interno. De suerte que, en el modelo de desarrollo propuesto por la oligarquía se ahondaban las diferencias entre la costa y la sierra. El sector dominante de la economía era la exportación de materias p rimas. La oligarquía, aunque producía dentro del país, realizaba su proceso de acumulación mediante las ventas al exterior, por tanto su relación y su interés en el sector agrícola de producción interna era casi nula. Estaba fuera de sus postulados económicos de desarrollo. La modernización de la agricultura de exportación servía para tener mayor competitividad en el mercado externo. Es decir, respondía a un objetivo específico que beneficiaba a la oligarquía. En cambio, lograr una modernización de la agricultura para el mercado interno hubiera tenido que pasar necesariamente por una modernización de las estructuras económicas y sociales propias del sector agrícola nacional. Y para ello se necesitaba algo más que capitales. Se hubiera tenido que demoler todo el andamiaje de las relaciones precapitalistas y feudales de las haciendas serranas. Y por tanto se habría destruido el poder de los gamonales del interior que formaban la base política de apoyo de la República Aristocrática. Así, el dominio de la oligarquía costeña sobre el interior del país se hubiera debilitado.
134--------------------------------------\r En el caso de la selva es necesario destacar que en las dos últimas décadas del siglo XIX y comienzos del XX se va a producir el llamado boom del caucho. La participación de este p roducto dentro del total de las exportaciones peruanas crece de una manera sostenida entre 1882 y 1912, año en el cual se logró la p roducción máxima. Sin e mbargo, e ntraría en profunda decadencia, hasta casi desaparecer, e n 1914. Este producto se va a convertir en un enclave del capital británico en la zona de !quitos.~ La extracción del caucho en la selva así como el auge de la producción de lana en la sierra sur le otorgan otra característica al proceso de la economía de exportación: permitió un cierto desarrollo regional mediante la especialización de determinadas áreas en la exportación de ciertos productos. Pero de esta manera se fueron generando disparidades -o en todo caso ahondando las ya existentes- e n el interior del país. Así, aquellas áreas que participaban de la economía de exportación entrarán en un proceso de modernización, al menos económica, en tanto que el resto del territorio nacional que no participa del proceso seguirá tan pobre y subdesarrollado como antes. Finalmente, como se me ncionó anteriormente, si bien es cierto que la República Aristocrática logró una estabilidad económica, ésta era relativa, ya que al constituir las exportaciones el sector más importante de la economía el avance de ésta y su estabilidad dependían de factores externos, del mercado mund ial, q ue no era controlado por los productores nacionales. Por esta razón las variaciones de los precios internacionales de las exportaciones generaban una estabilidad relativa, la que podía sufrir alteraciones. Así, por ejemplo, un incremento de la demanda internacional beneficiaba la economía exportadora nacional, e n tanto que un decrecimie nto de la demanda provocaba una baja del precio de las exportaciones y, por consiguiente, un deterioro en el valor de éstas. Sin embargo esta situación podía verse atenuada por la d iversidad mostrada por la economía nacional. Según Thorp y Bertram 0985), la economía peruana de exportación no se basaba en un solo producto. La diversidad de productos de exportación (azúcar y algodón entre los agroindustriales, por ejemplo, y cobre, plomo o petróleo, entre los mine rales) permitía una cierta ventaja con respecto a las fluctuaciones del mercado internacional, donde se fijaban los precios de los productos. Así, las pé rd idas generadas por la caída del precio de un producto podía ser absorbida por el aumento del p recio de otros. De esta forma los índices de las exportacio nes, e n gene ral, mostraban un crecimie nto constante. 7.
La industrialización incipiente
A finales de la década de 1890, si bien es cierto que la economía había adoptado el modelo primario exportador, por otro lado, también se va a pro-
135 ducir un proceso de industrialización incipiente. En 1893 el mm1stro de Hacienda y Comercio, Eugenio Marquezaclo, opinaba que "... la industria fabril tiene en expectativa días provechosos, toda vez que el Perú posee las más variadas y valiosas materias p rimas para dar lugar a todas las aplicaciones del trabajo y el acomodo del capital bien retribuidos" (Marquezaclo, 1893: XXIV). Pero, sin embargo, a pesar ele tan optimistas vaticinios no se evidenció ninguna acción decidida a favor ele la industrialización. Además, todo intento de fomento industrial debía darse dentro del marco de una estabilidad política. Esta situación sólo se haría realidad a partir de 1895 con el gobierno de Nicolás ele Piérola, quien asume el poder decidido a reformar profundamente la vida económica del país. Al mejorar la situación política el capital nacional se volcó a formar numerosas sociedades anónimas. Ap arecieron instituciones financieras y de seguros (tal como había s ucedido h acia 1872 durante e l apogeo del guano) como e l Banco del Perú y Londres; el Banco Internacional, el Banco Popular y las compañías ele seguros Rímac, Italia, Internacional y La Acumulativa. La aparición ele estas instituciones creó un clima propicio para la industrialización. Además se produjo una expansión de los servicios públicos e n Lima: Compañía ele Ferrocarril Urbano de Lima, Sociedad ele Alumbrado Eléctrico y Fuerza Motriz de Piedra Liza; irrigación y agua potable para Miraflores; Empresa Transmisora ele Fuerza Eléctrica (Rey, 1898). Con tales factores favorables se va a producir un crecimiento de la industria. Si bien es cierto que e l mayor impulso vino de los capitales particulares, se intentó la participació n del Estado p ara hacer más flexibles los requerimientos de la actividad empresarial, sobre todo en lo que respecta a cré ditos, impuestos y leyes de fo mento de la actividad económica. Ya en diciembre de 1892, durante la presidencia de Remigio Morales Bermúclez, se había promulgado la Ley de Marcas de Fábrica, que significaba la garantía y regulación de la propiedad de las marcas de productos industriales nacionales e importados, comercializados en el país. Dicha ley buscaba crear una ga rantía para ejercer la propiedad de un producto en el país. Su promulgación favoreció a las industrias instaladas en e l Perú al amp ararla y protegerla contra la falsificació n. Práctica extendida en la capital. El otro instrumento legal implementado por el Estado va a ser la creación del Ministerio de Fomento en 1896, e n pleno gobierno de Piérola. En éste se establecieron dos direcciones generales: la Dirección de Fomento, formada por las secciones ele Minas, Industria y Beneficiencia e Higie ne, y la Dirección de Obras Públicas e Irrigación. Este Ministerio de Fomento alentó la agremiación de productores. Así, e n mayo de 1896 aparece la Sociedad ele Industriales. Ese mismo mes, como reflejo del apoyo a la actividad industrial por parte del gobierno, se creó e l Instituto Técnico Industrial del Perú. Finalmente, en junio de 1896 se
136 ------------------------------------fundó la Sociedad Nacional de Industrias. Suscribieron el acta de fundación numerosos empresarios industriales de diversas actividades: molineros , dueños de imprenta, fabricantes de cigarrillos, e incluso algunos comerciantes de este tipo de productos. Una situación digna de destacar es la relación entre capital y poder político como elemento importante para el desarrollo de la actividad. Así, algunos de los fundadores desempeñaban funciones dentro del Estado, como es el caso del propio presidente de la Sociedad Nacional de Industrias, Juan Revoreclo, quien había sido senador por Lima entre 1890-1894 y alcalde ele la capital, y además Consejero de la Cámara de Comercio ele Lima. Lo mismo se puede decir ele Federico Bresani, ministro de Hacienda e n 1895 y activo miembro de la Sociedad de Beneficencia ele Lima. Foción Mariátegui, otro fundador, estaba ligado a la actividad financiera como inspector del Banco Organizador y propietario del Banco ele Lima, mientras que Arturo Field, empresario industrial distinguido, era miembro importante dentro de la Junta ele Notables del Concejo Provincial de Lima. Así, pues, las finanzas y el poder político se volverían en componentes importantes dentro ele la naciente Sociedad Nacional ele Industrias, marcándose así una característica del desarrollo industrial en el Perú: necesitaba el apoyo del gobierno. Entonces, ele la buena relación política entre el gremio empresarial con el gobierno ele turno dependería mucho el fomento y desarrollo de dicha actividad. Constituido el gremio de industriales se observó una actividad muy dinámica, que se expresa en la formación de algunas fábricas textiles como Santa Catalina (1888), San Jacinto (1897), Marangani (1897), ubicada en la provincia ele Canchis, en el departamento ele Cusca, El Progreso (1900), La Victoria (1898), El Inca (1905), La Unión (1914), El Pacífico (1915), que pasó a la elaboración ele rayón (seda artificial). Las otras fábricas empleaban como materia prima el algodón y la lana. La existencia de abu ndante materia prima y ele buena calidad, como el algodón Tangüis, probablemente contribuyó al desarrollo de este sector al permitir el abaratamiento ele los costos de producción. Otras compañías importantes fueron la fábrica de alimentos P. y A. D'Onofrio, fundada en 1897, y la fábrica de fideos Nicolini Hnos., fundada en 1900. Al igual que en la etapa inicial ele la década de 1870 el rubro de alimentos fue importante en este segundo momento de industrialización. A pesar de los buenos augurios para el sector, sin embargo, no se produjo un proceso de industrialización acentuado. Probablemente porque éste hubiera necesitado de un mayor mercado interno, es decir una mejor demanda. O quizás porque los empresarios peruanos preferían la actividad financiera o el comercio de exportación, mucho más rentables en el momento. Nuestra burguesía era más exportadora que industrial. Lo cierto es que si
137 bien las actividades industriales crecieron en el período, lo que se demuestra en el descenso del consumo industrial importado, que de constituir el 58% en 1891 pasó al 39% en 1907 (Thorp y Bertram, 1978). Finalme nte, hacia finales del período y a pesar de que se dieron condiciones favorables, como consecuencia de la Primera Guerra Mundial, la actividad caería en un estancamiento. Sólo se recupera ría hacia mediados del siglo XX. En resumen, se puede afirmar que la estabilidad económica basada en el auge de la economía de exportación fue una característica del período. Los empresarios peruanos invirtieron sus capitales en este sector, y a pesar de ciertas condiciones favorables al desarrollo industrial, éste sólo alcanzó a dar pasos iniciales, generándose una industrialización incipiente. Sobre esa base se asentó la República Aristocrática. Pero al estar demasiado ligada al sector exportador, como se ha indicado, la economía peruana dependió mucho de las coyunturas externas. Así, hasta 1918 el auge de las exportaciones benefició el crecimiento económico del país. La última coyuntura favorable será la Primera Guerra Mundial.
8.
Los efectos de la Primera Guerra Mundial en el Perú: Crecimiento de las exportaciones y estancamiento de la industria
La Primera Guerra Mundial constituyó un hecho de efectos favorables para varios sectores de la economía peruana. A pesar de que se produce una fuerte caída de precios de los productos ele exportación al iniciarse el conflicto, entre 1914-1915, éstos se recuperarán luego, llegando a niveles antes insospechados, beneficiando así a la economía nacional.~e esta manera productos como el algodón y el azúcar, por citar sólo dos ejemplos, aumentaron su participación en la composición del valor total de las exportaciones. Entre 1915 y 1920 el azúcar aumentó su participación del 26 al 42o/J,' mientras que el algodón logró un incremento del 11 al 300/o del total de las exportaciones. También las tierras de cultivo dedicadas a tales productos se incrementaron: en el caso del algodón se duplicó la extensión cultivada de 55 mil hectáreas en 1915 a 104 mil en 1920. Para el ministro ele Fomento, Belisario Sosa, la situación del comercio de exportación para 1917 se resumía de la siguiente manera:
... debido a la guerra europea, generadora de crisis comercial y carestía de subsistencias, la agricultura peruana alcanza día a día mayor prosperidad. El gobierno ha tenido que dictar medidas prohibitivas de exportación para que no haya aumento de la carestía de productos (Sosa, 1917: xcv).
El incremento de las exportaciones de los productos agroindustriales como efecto de la guerra, ayudó a centralizar el crecimiento del país en la
138---------------------------------------costa, en donde se cultivaban dichos productos, en desmedro de las otras regiones del país, que no se modernizaron. El crecimiento de la costa, por otro lado, va a servir para un aumento de la demanda al confluir factores como el aumento de los ingresos debido al auge de las exportaciones, el ingreso de capital extranjero vía las inversiones y el aumento del gasto público. De esta manera, ante tal estímulo se dio un aumento del empleo total. Aunque los salarios se habían estancado en promedio, sin embargo, la situación generada por la Guerra, que si había obrado a favor ele las exportaciones no lo hizo en el caso del desarrollo de la industria. Durante las dos primeras décadas del siglo XX se registra un estancamiento de la industrialización, comparado con el crecimiento observado hacia la década de 1890. La leve disminución en la oferta de bienes de capital y de consumo importado - producto de la guerray el poco atractivo que las actividades industriales tenían para las elites -más dispuestas a invertir en exportaciones primarias- junto a una fuerte disminución del nivel de protección tarifaría (entre 1911 y 1918) estarían explicando el escaso desarrollo de la industria nacional, en términos generales. Tenemos, entonces, que a pesar de que la coyuntura de la guerra había creado condiciones favorables para promover la industrialización, esto no se produjo con el impulso necesario. De tal suerte que sólo algunos industriales decidieron invertir en industria: en 1918 se crean Manufactura de Tejidos de La na del Pacífico, la fábrica de tejidos La Bellota y la Sociedad Químico Industrial de Lima. Esta situación sería abordada por el propio presidente ]osé Pardo, quien en su mensaje al Congreso en 1918 manifestaba que aunque se habían instalado algunas nuevas fábricas y se habían ensanchado otras "... este movimiento ele industrialización no llega a tener la intensidad que sería de desear" (Pardo, 1918: 40). En términos generales, no se produjo la industrialización deseada por el gobierno pero sí hubo un crecimiento por sectores de la industria. Así, las principales áreas de expansión industrial fueron textiles -que ya se habían incrementado al inicio del período, como se observó anteriormente- curtiembres, producción de calzado y bebidas. Un estancamiento de la actividad industrial se muestra también en la falta de actividad de la Sociedad de Industrias. Pasados los exitosos y dinámicos años iniciales a finales del siglo XIX, las sesiones de su directorio se hicieron cada vez más esporádicas en las primeras décadas del siglo XX, llegándose incluso al hecho de que entre 1912 y 1913 no se reunió el directorio una sola vez. Lamentablemente, al acercarse el fin de la guerra la situació n favorable para la economía peruana cambió en forma total. El profundo deterioro económico de los países europeos beligerantes incidió negativamente en el
139 volumen de las exportaciones que se redujeron de manera notable hacia finales de 1917. En esta situación se produce también una reorientación del comercio exterior peruano, hasta e ntonces concentrado e n el inte rcambio con Gran Bretaña. Así, mientras que e n 1913 Gran Bretaña concentraba el 32,84% del tota l ele nuestras exportaciones, para 1917 éstas apenas llegaban al 17,81%. Lo contrario sucedía con nuestro comercio con Estados Unidos, que comenzó a crecer. Así, e n 1913 el porcentaje de exportaciones peruanas a ese país e ra de 31,45%; mientras que para 1917 alcanzaba la cifra de 61,38%. De esta mane ra, pues, mientras la economía peruana de exportación, e n términos gene rales, entraba en crisis como efecto del fin de la guerra, el destino de nuestras exportaciones - y con ello nuestra economía- se reorientaba, cambiando el centro dominante de Gran Bretaña hacia Estados Unidos. Tenemos, entonces, que la economía peruana de exportación e ntró e n crisis, y al hacerlo arrastraría consigo el modelo político de la República Aristocrática. Para el capital imperialista norteamericano la existencia de poder económico, conjugado con el poder político propio de la República Aristocrática, comienza a constituir un obstáculo para el desarrollo capitalista en el Pe rú. Por eso buscará un gobierno que rompie ndo el poder político de la oligarquía favoreciera la penetración del capital imperialista norteamericano. Este gobierno será el de Augusto B. Leguía, que se inicia e n 1919. 11.
EL DESARROLLO SOCIAL
1.
El crecimiento demográfico del Perú
Uno de los principales problemas para observar el movtmtento de la población peruana durante el período de estudio, es la falta de censos nacionales. Justamente antes de la guerra se llevó a cabo el último censo nacional del siglo XIX, el de 1876, dirigido por Manuel Atanasia Fuentes. De ahí en adelante no se realizó ningún censo hasta 1940. En el caso de la ciudad de Lima se tienen los censos ele 1876, 1908, 1920 y 1931. Con esta información limitada observemos cuál fue el movimiento poblacional. Desde la segunda mitad del siglo XIX se observaba un increme nto de la población del país. Este crecimie nto se va a acelerar durante los primeros años del siglo XX. La población peruana crecía acele radame nte: ele 2,7 millones de personas en 1876 aumentó a 3,5 millones e n 1908 (Klaren, 1986: 613614). Se observaba un crecimiento promedio anual de cerca del 1%, un nivel considerado relativamente alto para la época. De acuerdo con Palacios, algunos cálculos realizados por el diario El Comercio estimaban que para 1888 la población del país llegaba a los 3 millo nes de habita ntes. Según el mismo
140 _________________________________________ autor, en 1896 otro censo de la Sociedad Geográfica de Lima había estimado una población de 4.609.999 habitantes (Palacios, 1990: 464-465). Donde se sentía con mayor intensidad este crecimiento nacional era en la ciudad de Lima. De un estimado de 100.156 personas e n 1876, Lima había aumentado a 115.912 habitantes en 1890 (Ministerio de Fomento, 1915: 218). Crecimiento un tanto lento pero que se aceleraría después, e n los primeros años del siglo XX. En 1908 la población limeña llegaba a las 140.884 personas. Para 1920 ya alcanzaba más de 200 mil habitantes, y en 1931 ya se había triplicado respecto de 1876, llegando a los 330 mil habitantes (Derpich, Israel y Huiza, 1985). Lima era, de lejos, la primera ciudad del Perú, con un crecimiento poblacional que la ponía por encima del resto de ciudades: Arequipa, Cusco y Trujillo tenían, e n 1908, apenas 35 mil, 18.500 y 10 mil habitantes, respectivamente. La ciudad capital te nía una población que era tres veces la población de la segunda ciudad más grande del país (Burga y Flores Galindo, 1984: 13).
2.
El crecimiento demográfico de Lima
Durante el período bajo estudio se produce un crecimiento de la població n limeña, el mismo que supone un reto a la capacidad de previsión y ordenamiento ele la ciudad por parte ele los sectores dominantes, y que acentuaría tambié n las diferencias sociales en la capital. El cuadro N° 1 muestra las tasas de crecimiento intercensal, es decir, el crecimiento promedio anual entre los diferentes censos de población realizados en Lima. Según el cuadro, en el período comprendido entre 1909 y 1920 se produce un crecimiento acelerado ele la población limeña, el que alcanza una tasa de 1,73o/o. Ésta representa el doble de la tasa de crecimie nto intercensal del período anterior (1876-1908). Muestra la tendencia hacia el crecimiento demográfico acelerado. Dicha tendencia se mostraría con mayor claridad entre 1920-1931, en donde la tasa alcanza más del 4o/o anual.
141 Cuadro N° 1 Lima (1876-1920): tasas de crecimiento intercensal Censos
Población
1876 1908 1920 Fuente:
100.156 140.884 170.274
Crecimiento
0,97 (1876-1908) 1,73 (1909-1920)
Cálculos del autor en base al Censo de la provincia de Lima, 1908 y Censo de la provincia de Lima, 1920.
En el crecimiento poblacional de Lima se destaca que dicho fenómeno se debió a que se produce un cambio en los patrones de los componentes del crecimiento: la mortalidad y la natalidad. La población limeña crece porque hay una tendencia al decrecimiento de la tasa de mortalidad, e n tanto que la tasa de natalidad, de por sí alta para la época, se mantiene. Sobre la base de los boletines municipales de la alcaldía limeña, y la información de los censos de población de la provincia de Lima, se ha podido calcular tasas anuales de natalidad y mortalidad.
Cuadro N° 2 Lima 1900-1930: tasa bruta de natalidad (tasas quinquenales por mil)
Fuente:
Años
TBN
1900-1904 1905-1909 1910-1914 1915-1919
33,7 31 ,6 28,1 36,1
Cálculos de la natalidad en base a los boletines municipales 19001920. Datos de población calculados por el autor en base a los censos de la provincia de Lima, 1908-1920. Ministerio de Fomento.
El cuadro N° 2 muestra la informació n sobre las tasas de natalidad. Ésta presenta tasas moderadas si se las compara con las tasas más actuales, como la de 1940, que era 45 por mil, o la de 1971 que era de 42 por mil. Sin
142----------------------------------~~--e mba rgo, a pesar de te ner una natalidad moderada, la población crecía. Probablemente las tasas e ran más altas ele lo que muestran las cifras. Sólo así pudieron hacer que la población prácticamente se triplique entre 1908 y 1931. Es posible que el registro ele los nacimie ntos estuviera muy por debajo de las cifras reales. Ya sea por la deficiencia de los registros o por la omisión de los padres en la inscripción de naci mie ntos, las can tidades se subvaluaban. Sin embargo, podemos afirmar que a lo largo de 1900 a 1919 las rasas, que son de por sí moderadas, se hacen más elevadas. Esto coincide con el crecimiento poblacional ele la ciudad.
Cuadro N° 3 Lima 1900-1930: tasa bruta de mortalidad (tasas quinquenales, por mil)
Fuente:
Años
TBM
1900-1904 1905-1909 1910-1914 1915-1919
33, 5 32,3 31 ,7 31 ,9
Tasas de mortalidad elaboradas en base a los boletines municipales 1900-1930. Los datos de población son proyecciones realizadas por el autor.
El cuadro N° 3 muestra las tasas de mortalidad, es decir, el número de muertes ocurridas e n un año divididas entre el total de la población para dicho año. La mortalidad en este período es elevada, la mayoría de los informes de la época también me ncionan esta situación, atribuyéndolo a las influencias negativas de los factores ambientales, como las pésimas condiciones sanitarias y habitacionales e n que vivía la población limeña. Éstas constituían las mayores causas de la mortalidad elevada. En este caso no es aventurado pensar que quienes estaban más expuestos a estos factores negativos eran aquéllos que habitaban las zonas menos favorecidas por el adelanto urbano. Sin embargo, la mortalidad vista por las rasas brutas de mortalidad (el número de muertes en un período, sobre el total ele la población del mismo período) aunque nos indica la tendencia y el nivel de la mortalidad, no nos dice mucho sobre ésta . Para 1908 la esperanza de vida al nacer, es decir, el promedio de años que una persona puede alcanzar a vivir, era de 27 años.
143 Promedio muy bajo que ratifica la alta mortalidad existente en esos años. (En 1940-1950 esta esperanza de vida, a escala nacional, era de 34 años; en 19501960 de 47 años, cifras propias de países subdesarrollados). En el cuadro anterior también se observa que las tasas de mortalidad descienden hacia finales del período. Pero, aun así, eran muy altas si las comparamos con la tasa nacional que era: de 13,3 por mil, entre 1930 y 1934; de 15 por mil entre 1935 y 1939 y para 1945-1949, de 12,5 por mil. El índice de mortalidad según causas de la muerte es un dato más específico para observar la mortalidad diferencial por sectores sociales. Los informes de los inspectores de la Sección Higiene de la Municipalidad de Lima señalan que la mortalidad iba aparejada con las pésimas condiciones ambientales y de habitabilidad: hacinamiento, promiscuidad e insalubridad de las habitaciones (deficiencias en el aprovisionamiento de agua y desagüe). Así, Rómulo Eyzaguirre, médico de la Dirección de Salubridad, en su trabajo sobre la influencia de las condiciones de la vivienda en la mortalidad de la población lime ña , nos dice que una causa de las muertes eran las epidemias. Entre 1904 y 1931 la ciudad se vio afectada por siete epidemias de viruela, seis de gripe, tres de sarampión, tres de tos convulsiva y una de peste bubónica (Municipalidad de Lima, 1901-1932). El problema de los sectores económicos altos con respecto a las casas de los sectores económicos era que éstas se convertían en una seria amenaza para la salud de la ciudad. El punto crítico de este problema se produjo con las epidemias de peste bubónica. Ésta aparece por primera vez en el Perú en 1903 y se repitió en 1904, 1905 y 1906. La propagación de dicha enfermedad - producida por el contagio con pulgas de roedores- según las áreas de la ciudad, muestra claramente que las zonas más afectadas fue ron aquellas ubicadas en la zona del Cercado, a pocos metros de la Plaza de Armas, y las zonas cercanas al río Rímac. Se trataba de las zonas populares de Barrios Altos y el Rímac, de acuerdo con el mapa que aparece en el Boletín Municipal de 1906. El hacinamiento de las viviendas de vecindad provocaba un alto grado de exposición al contagio. Las condiciones sanitarias precarias, y a veces inexistentes, ayudarían a que tales epidemias se propagaran rápidamente, causando estragos mayores que en otras condiciones se hubieran podido evitar. La descripción del Callejón del Pescante, vivienda colectiva cercana a la Plaza ele Armas, hecha por un inspector en 1901, es muy elocuente al respecto: Allí falta en absoluto el agua, el desagüe, aseo y luz. Familias enteras viven e n viviendas donde no entra jamás, que digo el Sol, sino ni siquiera la luz necesaria para reconocer objetos. Hay en la misma casa un botadero de basuras, y un solo y pequeño caño de agua surte a la población que no bajará de 300 personas (Municipalidad de Lima, 1901: 28).
144----------------------------------~--Evidentemente, las viviendas populares constituían focos de enfermedades infecciosas y por ello eran un peligro para la ciudad. Es probable que la disminución de la mortalidad hacia finales del período, que se observa e n el cuadro N° 3 tenga que ver con el éxito de las campañas de prevención del Municipio ele Lima. La desinfección de las casas y locales públicos y el uso de nuevos insecticidas fueron medidas acertadas. Sin embargo no constituyó una solución que erradicara el problema de raíz. Las casas siguieron insalubres y antihigiénicas. Su construcción ele adobe y quincha, con pisos de tierra, el tipo de tabicado interior y la suciedad favorecían la proliferación de roedores. Una disposición que no se llevó a cabo, como la construcción de viviendas salubres para los sectores más necesitados, hubiera incidido seguramente en la disminución ele la mortalidad. El dinero del Estado se dedicaba a obras suntuarias.
Cuadro N° 4 Lima 1900-1917: muertes por tuberculosis (porcentajes del total de muertes)
Fuente:
Años
Porcentajes
1903 1915 1916 1917
27.2 23.0 23.0 23.5
Municipalidad de Lima, boletines municipales 1900.
La mortalidad adquiere otra dimensión cuando se observan las causas ele las defunciones. Por ejemplo, el cuadro N° 4 muestra la incidencia de la tuberculosis como causa de muerte. Durante todo este período siempre los fallecimientos por este mal fueron elevados y constantes. La tuberculosis es una enfermedad evitable y también es una "enfermedad social", es decir, es diferencial según los sectores sociales. El hacinamiento y la promiscuidad de las casas de vecindad, los bajos recursos para curar a los enfermos, la pésima alimentación, la ineficiencia ele los servicios médicos públicos, jornadas laborales muy largas y en condiciones deplorables, pueden ser considerados factores del incremento ele esta enfermedad. El crecimiento poblacional seguramente agravó la situación al incrementar la demanda por los servicios
145 públicos de salud, que se volvían insuficientes para atender todos los casos de tuberculosis que se presentaban. Otro factor importante para entender la alta mortalidad es el índice de mortalidad infantil. En 1907, el 24% del total de mue rtes en Lima correspondía a menores de cinco años. En 1915 e ra el 39,6%, y en 1917 llegaba al 36%. Cifras altas, sobre todo en un momento, finales del período, e n que la mortalidad general estaba disminuyendo. Una alta mortalidad, que va d isminuyendo a fines del período, pero que sin embargo es relativamente elevada y ataca sobre todo a los sectores más pobres, es una característica de la demografía de la ciudad, entre 1908 y 1919.
3.
De una ciudad tradicional a una ciudad de masas: Los cambios en la composición racial
El crecimiento urbano transformó la antigua ciudad. Pero así como cambiaba la urbe, también lo hacían sus habitantes. A los antiguos vecinos, los limeños de "pura cepa", se les iban agregando nuevos vecinos de los sectores populares. Y éstos, por muchas razones, eran diferentes. El cambio cualitativo más significativo en la población durante este período se dio e n la composición racial. De ser predominantemente blanca la población limeña pasó a ser p redominantemente mestiza. El cuadro N° 5 muestra los cambios:
Cuadro N° 5 Lima 1876-1920: porcentajes de cada raza con respecto a la población total de la provincia según los censos Razas
blanca india negra amarilla mestiza Fuente:
1876
Censos 1908
1920
Incremento 1908-1920
37,6 21 ,8 9,3 9,9 21 ,3
38,6 19,0 5,4 4,4 32,3
38,0 14,1 4,3 3,4 39,9
-0,6 -34,7 -25,6 -29,4 +19,5
Elaborado en base a: Censo de la provincia de Lima 1908 y Censo de las provincias de Lima y Callao, 1920.
146 --------------------------------~----Tomando en cuenta las variaciones porcentuales que se presentan en el cuadro, tenemos que: la población blanca, prácticamente, no experimentó variaciones notables en número. Pero, de ser la raza predominante fue desplazada por la mestiza. Esta última muestra un crecimiento sostenido a lo largo del período, llegando a convertirse al final de éste en la raza predominante dentro de la población de la ciudad. El resto de las razas tuvo una disminución considerable en el total de la población, sobre todo en las razas amarilla e indígena. La presencia de la raza amarilla en el país despertó una fuerte oposición, tanto de los sectores dominantes como ele la población en general, que obligó al gobierno a limitar las autorizaciones para el ingreso de asiáticos al Perú. También se puede asociar a que las inmigraciones asiáticas, principalmente la china, estaban conformadas únicamente por varones por razones laborales. Lo cierto es que existía, a comienzos de siglo, una fuerte oposición a la llegada de chinos. Y ésta tenía dos vertientes: para los sectores dominantes la raza asiática constituía una raza inferior. A los sectores cultos ele la elite, según los informes de la época, les molestaba la proliferación de chinos que vivían en callejones insalubres, desaseados y promiscuos. Además porque soliviantaban la moral de la ciudad, pues se dedicaban a regentar lugares de juego, fumaderos de opio y prostíbulos. En el Censo de la Provincia de Lima de 1908, el director de éste afirmaba de los chinos que eran: "... la hez ele la población, sucios, viciosos, ignorantes; se alojan de un modo detestable y se e nvene nan crónicamente. Como consecuencia natural de esto, el chino es por lo general, vicioso" (Ministerio ele Fomento, 1915: 289-290). Pero también era cierto que algunos chinos habían progresado y tenían posiciones económicas estables. Mas éstos constituían los menos y no eran tomados en cuenta al evaluar su situación en la sociedad limeña. Algunos personajes de las clases dominantes se lamentaban de que en lugar de los chinos no hubieran llegado los europeos, para, de acuerdo con sus ideales, mejorar la raza, y también para completar la cuota de "brazos sanos, robustos y adelantados" que pedía el presidente Leguía en sus discursos. Así, la política ele inmigración extranjera ele la República Aristocrática aparentemente se orientaba al intento de una renovación ele la fuerza laboral. Pero había también la intención de mejorar la raza. El trabajador pe ruano, el indígena, era "robusto y paciente, frugal y moderado en sus goces". Es decir, tenía buenas cualidades, sobre todo porque "era paciente". Pero había que re novarlo por otro grupo más fuerte, ya que la población indígena e ra víctima fácil de las enfermedades que la diezmaban, según el presidente Leguía (Leguía, 1925: 3). Los brazos sanos, robustos y adelantados que se necesitaban debían venir de Europa. Pero, lamentablemente para la elite, sólo venían chinos.
147 Para los sectores laborales la animadversión hacia los asiáticos, que se dio desde el primer momento, se debía a que éstos les disputaban los puestos de trabajo. Eran mano de obra barata, incidían en el mantenimiento de salarios bajos. A los chinos se les acusaba de todo lo malo que sucedía, aun cuando no participaran e n ningún evento, o permanecieran al margen de todo conflicto, siempre se les involucraba, se les acusaba y se les agredía. Parece ser que los sectores laborales buscaban hallar culpables de su situación difícil. Por eso, en sus manifestaciones callejeras se atacaba siempre la política de inmigración del gobierno, después de las cuales a veces se dedicaban a perseguir y a asaltar a los chinos ele la ciudad. La disminución ele la población de raza indígena parecía estar asociada a la alta mortalidad que la afectaba. La tuberculosis, según el Censo de 1908, causaba estragos en este grupo racial. Las condiciones climáticas de Lima no favorecían a los pobladores de las serranías residentes en Lima, los q ue se enfermaban continuamente. Además, si no morían iniciaban el retorno a sus lugares de origen, por lo que su número disminuía constantemente.
4.
La expansión urbana de Lima: La ruptura de la contigüidad
El crecimiento de Lima refleja su predominancia como el centro administrativo, comercial y financiero del sistema ele exportación impe rante en la economía peruana desde 1895. Pero refleja también el desarrollo urbano que la clase dominante asentada e n la capital impulsa con el afán de mostrar sus progresos económicos. En Lima se asentaban las antiguas familias de la elite peruana y concentraba así el poder político. Como había sucedido a partir ele la implantación del centralismo colonial, y a través de la República, la actividad política del país se desarrollaba casi enteramente en la capital. En ella se definía el destino de todo el Perú. Durante la República Aristocrática esta situación no se modificó, por el contrario, el crecimiento urbano en este período consolidaría el predominio limeño y ahondaría la diferencia de Lima con respecto a otras ciudades. A comienzos de siglo la ciudad era el escenario principal donde se desarrollaba la vida nacional. Campañas electorales, elecciones sangrientas, conspiraciones y golpes de Estado la convertían en el corazón político del país. · En la ciudad capital residía el gobierno central y todas las instituciones públicas, comerciales, industriales y financieras; las corporaciones y partidos políticos, las asociaciones mutualistas y los gremios ele trabajadores, las instituciones de beneficencia, hospitales, autoridades eclesiásticas, iglesias, conventos y también la universidad y los mejores colegios. Aquí se concentraban también los organismos centrales de las fuerzas armadas, las fuerzas policiales y el sistema judicial. En Lima residía, pues, el poder.
148------------------------------------~ Bajo el impulso de la economía del guano, la ciudad de Lima había iniciado un proceso ele crecimiento hacia la segunda mitad del siglo XIX. El crecimiento ele las actividades comerciales, financieras y, en menor medida, industriales, había generado un desarrollo ele la actividad de la construcción. La ciudad entró en un proceso de crecimiento, pero éste se vería truncado por la guerra con Chile. Luego ele la guerra, la ciudad no sólo detuvo su desarrollo, sino que sufrió un retroceso. Las batallas finales se habían librado en plena ciudad y, finalmente, las fuerzas invasoras trataron de destruirla mediante incendios y saqueos. Luego ele la salida del ejército chileno y junto con la reconstrucción ele la economía, la capital del país .iniciaría un nuevo proceso de crecimiento a finales del siglo XIX. Junto con la consolidación ele la economía ele exportación y de la República Aristocrática Lima mostraría un progreso extraordinario en el siglo XX. La República Aristocrática logró, como se ha señalado, un crecimiento económico considerable. El desarrollo de la agricultura de exportación y de la minería impulsarían un nuevo circuito bancario y de compañías ele seguros. Se facilita la entrada de capitales financieros en una actividad que no estaba totalmente. regulada. Así, según el economista Manuel S. Rodríguez, el encaje metálico había crecido entre 1894 y 1909 en más del 282% (Basaclre , 1970: tomo XI, 232). El incremento del capital financiero evidenciaba el considerable crecimiento económico que se estaba logrando. La importancia de la banca se hacía sentir sobre todo cuando se convertía en garante del Estado en los empréstitos externos o cuando se trataba de conseguir crédito internacional. Así, el Banco ele Perú y Londres había intervenido como garante en la compra de material bélico durante el gobierno ele López ele Romaña. Destacamos el desarrollo ele la actividad financiera de la banca comercial, pues significó un afianzamiento ele las actividades económicas en las que se involucra la elite, junto con el incremento de la producción para la exportación y el relativo desarrollo de la industria. En el proceso de crecimiento económico del período bajo estudio los capitales bancarios de las elites encontraron buenas posibilidades de inversión, acrecentando su proceso ele acumulación. Al ser ele carácter urbano las actividades financiera, comercial e industrial, su desarrollo impulsó también el progreso de las ciudades, p rincipalmente de las ubicadas e n la costa, y sobre todo de Lima, la capital, que será utilizada para mostrar los adelantos de la República Aristocrática. Junto con el avance económico, d urante este período también se producirá el desarrollo urbano, con todas las implicancias sociales que tal proceso trae consigo. Desde la fundación de la ciudad en 1535, los habitantes de Lima, a elespecho de sus condiciones sociales, se habían encontrado vivie ndo en una relación de contigüidad, compartiendo los mismos barrios. En los primeros
149 años del siglo XX, en cambio, comienza a notarse una ciudad un tanto segregada, los diferentes sectores sociales empiezan a ubicarse en zonas de residencia relativamente limitadas. El proceso ele crecimiento urbano que se desarrolla en este período tiende a consolidar tal situación. A comienzos del siglo XX aún existía ese sentido ele contigüidad: al lado ele una gran mansión se podían encontrar callejones ele pobres. Éstos, en realidad, se hallaban por toda la ciudad, en diferentes barrios, como lo ha señalado Margarita Giesecke: "En general la distribución habitacional en la ciudad no respondió a patrones rígidos ocupacionales. Al lado ele una gran casa se hallaba un taller o callejón" (Giesecke, 1978: 77). Es por ello que la visión ele la Lima de antaño, que prevaleció en los sectores altos, es la ele una Lima ele paseos y alamedas, donde se daba una contigüidad sin peligros. En un mismo barrio todos se conocían. En éstos vivían, en aparente armonía, los grandes señores con los artesanos, con el emergente grupo de obreros, con los pequeños comerciantes, incluso con guitarristas y cantores de las jaranas ele callejón, y au n con los maleantes del barrio. Esta visión, que se podía encontrar todavía a comienzos del siglo pasado, luego irá cambiando. La expansión urbana había comenzado a mediados del siglo XIX, pero fue interrumpido por la guerra con Chile, que no sólo paralizó el proceso sino que provocó un retroceso debido a los destrozos causados por las tropas chilenas. Con el gobierno ele Piérola se reanudó el desarrollo urbano, a través ele obras como la construcción ele la avenida Brasil, para unir el pueblo de Magdalena, y se proyectó la avenida La Colmena. Piérola influyó también en delinear el patrón de desarrollo urbano al fijar dicho patrón, que se basaba más que en una planificación urbana en el crecimiento del ornato público. Nuevas alamedas, graneles edificios públicos, nuevas plazuelas y monumentos, suntuosas casas de los más pudientes, pistas asfaltadas, etc. Lo cierto es que después ele Piérola el proceso no se detuvo. Al mismo tiempo que. la economía nacional se expandía, los sectores adinerados, viejos y nuevos, se instalaron en la ciudad, crearon sus propios balnearios y urbanizaciones y se convirtieron así en las palancas del desarrollo urbano, configurando una ciudad más acorde con sus gu~tos. En la visión de la elite, el progreso de la República Aristocrática debía plasmarse en la modernización de la ciudad capital. Igualar ésta a Madrid, Buenos Aires o Washington, y por qué no, a París, era, pues, el sueño. Por eso el desarrollo se focaliza en el ornato público. Así, aparecen nuevas edificaciones. La actividad de la construcción recibió un fuerte impulso y aparecieron casas que parecían sacadas de las revistas europeas y que no guardaban ninguna relación con la geografía ele la ciudad: palacetes con chimeneas y pararrayos, techos a dos aguas, en una ciudad donde ni llueve ni hay tormentas. De este
150---------------------------------------modo nuevos barrios comienzan a configurarse cerca de la plaza central de Lima. Poco a poco los sectores más pudientes se van alejando del centro de la ciudad, que de esta forma deja de ser el principal núcleo habitacional de este secto r social, para convertirse en una zona que alberga los servicios públicos y las casas de :vecindad de los pobres. Durante los primeros años del siglo XX los ricos se mudan hacia la avenida La Colmena o la calle Amargura, o, un poco más allá, hacia el Paseo Colón, y dejan sus antiguas viviendas del centro. Éstas, al ser subdivididas servirán para albergar a los sectores populares, la masa de trabajadores que poco a poco se va incrementando. Se iniciaba así también un proceso de tugurización. A los callejones, quintas, solares y conventillos, las casas de vecindad típicas, se sumaron las viviendas dejadas por los ricos, las que fueron convertidas en precarias viviendas de pobres. Del mismo modo, subdividir una casona antigua y hace r de ella una vivienda popular de alquiler se convirtió también en una forma de renta para los sectores dominantes. Algunas familias aristocráticas venidas a menos habitaban la parte central de la gran casona (con vista a la calle) conocida como "el principal". Detrás de éste se construía un callejón, al cual se llegaba a través de un pasaje o puerta secundaria. Así se hacían de inquilinos y fomentaban la "vivienda popular". También, "tener su callejoncito" se convertía en símbolo de status, pues convertía al dueño en rentista. Construir viviendas para pobres no costaba mucho: apenas tener un poco de espacio, un poco de materiales de construcción de muy baja calidad y precio, y listo. Sobre el espacio de media cuadra o una de largo se trazaba una calle muy angosta e n el centro, a derecha e izquierda de esa calle se levantaban cuartuchos muy pequeños, "coloquemos uri corralito en comunicación con el cuartito ... coloquemos un fogoncito e n el extremo y un batán [moledero de piedra] en el otro, pintemos de blanco corral y cuarto y tendremos así 15, 20, 30 o 40 cuartos en nuestro callejón" (Gamarra, 1907: 21). Así se hacía la vivienda popular. El desarrollo de la ciudad se debió también a la actividad del municipio de Lima . Con la voluntad de crear una nueva ciudad y existiendo los recursos necesarios, Lima necesitaba un gran alcalde. Éste va a ser Federico Elguera. Al frente de una Liga Municipal Electoral Independiente - formada en su mayoría por civilistas- Elguera vence a Nicolás de Piérola en 1901, y se mantendría en su puesto mediante la reelección hasta 1909. Uno de los alcaldes de mayor duración en la historia de la ciudad. La misión de Elguera, según sus propias palabras, era transformar Lima de una ciudad del siglo XVI en una del siglo XX. Así lo manifestó al tomar el cargo (Municipalidad de Lima, 1901: X). Con Elguera como alcalde Lima logra un gran impulso. De una ciudad cuya configuración era la de un núcleo central con muchas áreas pobladas
151 aledañas, constituidas por otros distritos como satélites, alejados relativamente del centro, el crecimiento de la ciudad, al acercar los barrios aledaños a Lima configuraría una ciudad más compacta. Aún existía en esta época un predominio del área rural, pero poco a poco el cemento y las construcciones se van imponiendo. Ayudaba a esto que la actividad de la construcción no estaba reglamentada. El primer reglamento aparece recién en 1924. La falta de reglamento y control de la actividad de la construcción permitía una expansión desordenada del área urbana, para beneficio del capital inmobiliario, que se va convirtiendo luego en un campo de inversión para la elite. Para 1908 se decía que Lima había crecido como no lo había hecho desde la colonia (censo de 1908). Y no sólo habían crecido los barrios modernos para personas adineradas, desde 1904 se hablaba de un barrio que iba e n expansión, La Victoria, ubicada en las afueras de la ciudad, más allá de la avenida Grau y en donde el ojo avizor de un empresario pensaba crear viviendas para personas de medianos recursos. La ciudad y su población crecían, por eso en 1906, junto con la inauguración del monumento a Bolognesi se hace lo propio con el Mercado Central: plaza abierta con sentido cívico y no religioso, y un mercado ele abastecimientos más grande, respectivamente. Se elaboran los proyectos para construir el monumento a San Martín, el Teatro Nacional, el Palacio de Gobierno y el Callejón ele Petateros. Este último estaba ubicado frente al Palacio ele Gobierno y al costado del Municipio de Lima y ele la Catedral. En 1907 Abelardo Gamarra, El Tunante, lo describía como: "... pasadizo lleno de fonclines de chinos, de tiendecitas y panaderías, desaseado, ruinoso, adefesio acumula-· do" (Gamarra, 1907: 35). Una prueba más de la contigüidad mencionada: se ubicaba justamente en pleno centro de la ciudad, el área propia ele los sectores dominantes limeños. Para todos ellos la desaparición ele semejante antro de vicio y prostitución (que se atribuía como el negocio principal ele los chinos dueños ele fondines y hoteluchos) era un clamor, casi una súplica. El alcalde Elguera terminaría con tal callejón (hoy conocido como Pasaje Olaya) haciendo uso de la ley, promulgada en 1900, que trataba sobre la expropiación de inmuebles para fines de utilidad pública. Esta ley permitía la expropiación forzosa cuando se deseaba construir monumentos, plazas, edificios públicos, etc. En 1903 se da una ley de expropiación de tercenas para la apertura de calles y avenidas con el fin de favorecer el crecimiento urbano. Los terrenos expropiados correspondían a las huertas de las casas antiguas -donde se producían artículos de panllevar-, y sobre todo a aquellas viviendas que se consideraban enemigas del ornato público: callejones, conventillos, quintas de vecindad, precisamente las viviendas en donde se ubicaban los pobres de la ciudad. La política de apertura de calles a costa ele la vivien-
152------------------------------------~-da popular sería el punto central de los gobiernos municipales, como es el caso del alcalde Guillermo Billinghurst en 1909. ¿Cómo percibían ese crecimiento de la ciudad los p ropios miembros de la República Aristocrática? Al parecer el desarrollo no era uniforme en toda la ciu dad. Segú n las opiniones de dos connotados miembros de las elites limeñas, por un lado Pedro Dávalos y Lisson, quien presenta una visión optimista del proceso, y por otro la de Abelardo Gamarra, con una visión más popular y de crítica social, más pesimista. Dávalos y Lisson había regresado a Lima en 1907, luego de una larga estadía en Europa. En una serie de artículos publicados en El Comercio, bajo el título de "Lo que fue ayer Lima, lo que es hoy y lo que será mañana", presenta su visión de la ciudad y su progreso. Estos artículos fueron recopilados y publicados en 1908, en un libro cuyo prólogo fue escrito por el alcalde Elguera. Confesaba el autor que a su regreso de su viaje a Europa, aunque el puerto del Callao seguía siendo el mismo, la ciudad de Lima se había transformado. De ser una ciudad que parecía bombardeada, había embellecido notablemente. Su recuento de la avenida de La Colmena es muy halagador. Sumamente impresionado por la modernidad de sus construcciones y lo monumental de su diseño, dice Dávalos y Lisson, pasear por ella era parecido a estar en "alas de la imaginación" (Dávalos y Lisson, 1908: 2-3). Encontraba genial la idea de cortar la ciudad en su parte central, pues ésta era una visión clara de futura grandeza urbana. Celebraba, asimismo, el asfaltado de las calles (de ciertas calles). Se refiere también al crecimiento de Lima, en comparación con ciudades de Europa que él había visitado. El desarrollo urbano de Lima lo había impresionado favorablemente. En el otro extremo de la visión de Dávalos y Lisson se halla la de Abelardo Gamarra, escritor costumbrista, también perteneciente a los sectores dominantes y conocido como El Tunante, seudónimo con el que firmaba sus escritos, quien se centra más en resaltar el desarrollo urbano dife rencial que se estaba produciendo. Lima crecía y también lo hacían sus barrios, pero el desarrollo era más dinámico en aquellos que cobijaban a la gente "decente". El resto seguía igual o peor. Es cierto que surgía La Colme na, barrio de ricos, pero también lo hacía La Victoria, esta última para sectores menos pudientes. En el resto de la ciudad, en los barrios más populares, como e n el Rímac, por ejemplo, simplemente no pasaba nada. Y esto es lo que destacaba el trabajo de Gamarra. Para El Tunante la gente "decente" habitaba la zona central, cuyo radio era pequeño y en donde habitaba el "público que se quiere extranjerizar... , el público de los autos particulares, son los parroquianos de Bates Stock, de Madama La Raché, Pigmalión, Broggi, Klein, etc." (Gamarra, 1908: 4). En el centro
153 vivían, pues, los limeños de "pura cepa", saliendo de esta zona se encontraba otro público. A pocas cuadras del centro los edificios cambiaban, e ran más antiguos, no había almacenes sino pequeñas tiendas de comercio al menudeo. Por ejemplo, Gamarra describe el barrio de Malambo, en la zona de Bajo el Puente, es decir, el distrito del Rímac. El barrio tenía una calle amplia y de buen trazo en la cual se podía pasear como en un malecón; pero debido a la falta de cuidado municipal, era una calle abandonada, a la cual sólo se iría "por necesidad". Se ha convertido, dice, en un gran basural y además pestilente por las acequias que se usan para el riego de los árboles, y de las que pasan por entre casas, callejones y huertas (Gamarra, 1908: 20). Malambo era un barrio de callejones, es decir, de ambiente popular. Lo mismo sucedía con el Rimac en general. Éste era también un barrio popular, de tiendecitas, fondines, chinganas y callejones. Para El Tunante éste era el barrio más abandonado por las autoridades. A pesar de que formaba parte de la Lima vieja había sido "arrojado de un puntapié por las autoridades, y arrumado, dejado como un trasto sobre hacinamiento de basura" (Gamarra, 1908: 32). Así, pues, Lima crecía, pero el desarrollo se daba de manera diferencial en la ciudad, y sólo contemplaba aspectos estéticos y cosméticos. Por ejemplo, mientras se construían modernos edificios y avenidas, recién en 1908 el sistema de alcantarillado, que databa de la época del virreinato, empieza a ser modificado parcialmente. La mayoría de los desagües estaba al descubierto y consistía en acequias abiertas que corrían por el centro de las calles (como en Malambo, según la descripción anterior). A pesar de que en algunas zonas se había cambiado este sistema por el de canales subterráneos, la mayoría de las acequias no fueron destruidas sino solamente cubiertas con tierra. Por esta razón los focos de infección, que eran las acequias, quedaron prácticamente a pocos centímetros de la superficie. Eso sucedió en los barrios modernos. En los demás las acequias continuaron descubiertas. Los pobres debían padecer esta situación, que no podía ser modificada, pues los trabajos de mejoramiento debían ser realizados por los propietarios de las viviendas. Los habitantes de los callejones eran los perjudicados, pues los dueños no estaban dispuestos a invertir en éstos. Entonces, en Lima la higiene y la salubridad pública no eran precisamente de las mejores. Las malas condiciones higiénicas hacía que proliferaran enfermedades contagiosas. Éstas se presentaban, generalmente, en las zonas pobres, pero se expandían a las zonas desarrolladas. De esta manera, los callejones se convirtieron en focos infecciosos que ponían en peligro a toda la ciudad. Por eso había que erradicarlos o simplemente mudarse a otros lugares. La contigüidad se rompe cuando los sectores acomodados de Lima, aparentemente huyendo de esta situación, se mudan a otros lugares.
154 ---------------------------------------Así se desarro llaba Lima a comienzos de siglo XX. El centro de la ciudad se modernizaba e n algunas zonas, como en el Jiró n de la Unión, y otras áreas e n donde aparecían ed ificios públicos modernos y elegantes. La arquitectura de las construcciones se hacía más afrancesada. El local preferido por todos los limeños pudientes y que se constituyó, junto con La Colmena y el Paseo Coló n, en un símbolo de la modernidad, fue la confitería denominada Palais Concert. Funcionaba en un edificio muy mode rno, totalme nte de ceme nto y se convirtió en el punto ele re unió n obligado ele las clases altas, muy "frecue ntado para una de las principales d istracciones limeñas: el chisme. Más adelante, hacia los años veinte, otro ed ificio se convertiría tambié n en el símbolo del progreso de la elite limeña, e l Country Club ele San Isidro. Con el correr ele los años el centro ele la ciudad irá perd iendo su alcurnia, pues las casas que dejaban las familias adineradas se convertían en lugares en donde se asentaba la creciente masa de trabajadores y sus familias. La gente pudiente, entonces, construye nuevos barrios, más hacia el sur, porque la ciudad prácticamente se ve "invadida" por lo po pular. El proceso de desarrollo urbano no alcanzó a los secto res po pulares, que cada día aume ntaban y se hacían más notorios. La gente adinerada encontró lugares más confortables y saludables en donde instalaron vivie ndas adecuadas a sus gustos, alejándose cada vez más del centro ele la ciudad . En el otro extremo las condiciones de vida de los sectores populares se agravaron. El crecimiento significó el aumento ele la población mayoritaria, lo que trajo como consecue ncia el incremento del número de personas por vivienda. La alta de nsidad ele las casas de vecindad agudiza las condicio nes de salub ridad de la población popular limeña. Las pésimas condiciones de habitabilidad se hacen alarmantes e n esta época.
5.
La situación social en el proceso de la reconstrucción: 1884-1900
El final ele la gue rra con Chile había dejado al país casi al borde ele la desintegración y a la población sumida e n la desesperanza y el dolor. Una canción de la época, recopilada por Raúl Palacios, nos muestra el sentir de ese mome nto: "Y una pena muy ho nda, muy amarga sentimos al ver al país postrado sufrie ndo por la derrota.
155 Ya no somos los de antes, el espíritu está abatido todos lloran la amargura de sentirnos los vencidos. Niños, jóvenes y adultos, Blancos, negros y mulatos Todos sufren los rigores De la desgraciada debacle ... " Según Peter F. Klaren, como consecuencias de la guerra el número de millonarios había descendido de 18 a O; los ricos de 11.500 a 1.725; la clase media había descendido de 22.148 a 2.000, y el núme ro de vagabundos e n todo el país e ra de aproximadamente medio milló n de personas (Klaren, 2000: 192). De esta manera, a las condiciones preexistentes de la sociedad peruana se sumaba ahora la pobreza que exacerbaba el conflicto social. La sociedad pe ruana de ninguna mane ra era institucionalmente articulada ni mucho menos. El sistema de autoridad y el predominio de las instituciones de control social eran en realidad muy frágiles antes de la guerra. La población del país e ra racialmente heterogénea, con intereses de grupo muy diversos y casi siempre contrarios. No constituía, pues, una nación cohesionada. Si esta situación era notoria en tiempos de paz, durante y después de la guerra las condiciones sociales se volve rían mucho más te nsas. Así, las respuestas ante la guerra fueron muy diferentes, según el grupo social afectado. Para los chinos, por ejemplo, el enemigo chile no apareció como un "libertador" de la precaria situación a la que eran sometidos por sus patrones peruanos. Por eso durante la guerra se habían acercado al enemigo y algunos hasta habían peleado a su lado e n contra de los peruanos, saqueando haciendas. Las consecuencias de estos actos serían la reacción de los peruanos que buscaron a los chinos para castigarlos, llegando a matar miles de ellos de una manera violenta. De acuerdo con los relatos sobre la guerra con Chile, , cuando los chilenos e ntraron a Lima la población limeña se había dedicado a asaltar los negocios de los chinos. Y lo mismo había sucedido e n otras partes de la costa peruana. De esta manera la población china sufrió las consecuencias de la frustración y desesperación de la población invadida. Por otro lado, la movilización de la población rural india en defensa del país, por el afán de Cáceres de mantener la resistencia contra el enemigo, significó también una fuente de conflicto interétnico. Así, los indios movilizados se dedicaron a atacar las haciendas de aquellos terratenientes blancos tildados de colaboracionistas, aun cuando no se tuviera la certeza de ello. Captura de tie-
156-------------------------------------rras, saqueos de las casas y la retención del ganado de los hacendados por parte de los grupos indígenas movilizados por Cáceres fueron una situación común. De modo que, dentro de la sociedad peruana, los conflictos raciales fueron exacerbados por la guerra. Además, después de la guerra esos grupos movilizados en armas y golpeados por la pobreza caerían en el bandolerismo, atacando poblaciones del interior, incrementando así el nivel de la criminalidad. La miseria económica, como consecuencia de la guerra, afectaría a todos los sectores, pero ele una manera especialmente terrible a los sectores populares. La mayoría de la población peruana derrotada había perdido sus trabajos en una economía paralizada por la ocupación y, por lo mismo, su capacidad de consumo se había reducido al mínimo. La información anteriormente expuesta daba cuenta del crecimiento ele la miseria, ya que, por ejemplo, el número ele vagabundos se había incrementado. En el momento de la reconstrucción los sectores populares golpeados por la miseria debieron generar mecanismos de solidaridad como medios de protegerse ele la crisis. En ese sentido, los sectores laborales, por ejemplo, adoptarían como estrategia la formación de nuevas organizaciones de auxilios mutuos, que se sumarían a las ya existentes en el período de preguerra. Un ejemplo de lo manifestado es la fundación, en 1883, de la Sociedad Internacional de Socorros Mutuos 16 Amigos; luego, en el año de 1885 se formaría la Sociedad Unión y Lealtad, mientras que en 1886 aparecería la importante agremiación Confederación de Artesanos Unión Universal. Así, los trabajadores trataban de protegerse ele la mala situación económica del país. Teniendo como base estas entidades, se llevaría a cabo después la formación del movimiento obrero. De acuerdo con el artículo ele Raúl Palacios, "La reconstrucción nacional: 1884-1900" (separata, 1992), para el caso de la capital, el incremento de la criminalidad después de la guerra, y que estuvo probablemente asociada a la pobreza ele la población, se podría medir mediante la información acerca de la delincuencia y la prostitución. El incremento de esta última la convertiría en tema social de importancia, y también motivo de denuncia y de estudio por parte de las autoridades. Así, el incremento de la prostitución se volvería un problema por resolver y no sólo por razones de índole moral, sino sobre todo por la proliferación de las enfermedades venéreas, principal problema de orden sanitario contra el cual debían luchar, con sus escasos recursos, las autoridades respectivas. Una prueba de la importancia que adoptaba el tema es que en 1909 Pedro Dávalos y Lisson publicaría su estudio "La prostitución en la ciudad de Lima" (Palacios, 1992: 57). Basado en entrevistas con mujeres que ejercían la prostitución, el estudio llegaba a la conclusión de que la actividad se había incrementado debido a la falencia económica y el abandono de las mujeres por parte de sus cónyuges. La sepa-
157 ración familiar y la destrucción de las familias peruanas como consecuencia ele la guerra estaría también en el fondo del problema. Del mismo modo, merece resaltarse que entre los problemas sociales que dejó la guerra figuran también el aumento del alcoholismo y la locura. El aumento del alcoholismo preocupó a las autoridades, específicamente porque va a constituir la tercera causa de muerte, sólo superado por la tuberculosis y la neumonía. Según Palacios, el viajero Midclendorf había anotado que después de la guerra el a umento del alcoholismo se debía a la aflicción, el desempleo y el ocio forzado. Dicho viajero notaba, además, que los negocios más prósperos en esta época e ran los bares (Palacios, 1992: 61). Una medida fiscal vendría a agudizar el problema. Así, en 1887 se había creado un impuesto a las bebidas alcohólicas, elevando su precio; por esta razón la población pobre -especialmente los indígenas, mulatos y mestizos- optó por consumir bebidas adulteradas y ele menor costo, pero por ello también más nocivas para la salud. Así, con respecto a la locura, Palacios 0992: 61) cita el estudio de ]osé Casimiro Ulloa, jefe del Hospital ele Insanos de Lima, quien manifestaba que las causas de la locura en Lima eran, para los mulatos, mestizos e indios, la ingestión ele bebidas adulteradas, mientras que para los chinos, el consumo de opio. Dicho estudio señala también que después de la guerra el aumento de la demencia estuvo en relación directa con el impacto y los efectos ele ésta. Entonces, a juzgar por la información, se tiene que los problemas sociales se habían incrementado como consecuencia de la guerra, especialmente para los sectores populares. Así, pues, dentro ele este panorama sombrío el proceso ele la reconstrucción se haría necesario, pero a la vez más difícil. La situación económica del país se modificaría en los años siguientes, cuando por fin logra superar el problema de la deuda externa, permitiendo salir así del entrampamie nto económico, para finalmente alcanzar la estabilidad de la economía, teniendo como base las exportaciones. De esta manera se configuró la llamada República Aristocrática, cuando la economía del país obtiene resultados macroeconómicos favorables. Pero ¿qué sucedió en ese período con los diversos sectores sociales?
6.
Los sectores sociales durante la República Aristocrática
6.1
La oligarquía
En 1913, durante el gobierno ele Guillermo Billinghurst, un connotado miembro de los sectores dominantes peruanos, conocido abogado y ex parlamentario por el Partido Civil, Germán Arenas, manifestaba su fastidio por lo
158---------------------------------------que había observado a su regreso a Lima, luego de un viaje. Sorprendido declaraba que había encontrado un ambiente de agitación general, en donde las masas populares manifestaban su hostilidad no sólo contra los adversarios del gobierno, sino también contra las personas llamadas decentes y tenidas por acaudaladas (Arenas, s/ f: 84). Así, decía que el gobierno alentaba a las clases populares a la agresión contra las "clases superiores". En su visión de la sociedad limeña ésta se dividía e n "masas populares" y la "gente decente" o "clases superiores". En el decir de la época se acostumbraba llamar a la clase dominante con la denominación de gente decente, para diferenciarla de la mayoría formada por los trabajadores y sus familias, el resto de la escala social. La gente decente e ra una minoría que se reconocía por su linaje, por la pertenencia a una determinada familia, más que por la posesión de bienes materiales. La sola posesión ele bienes no necesariamente decidía la pertenencia a esta elite. Se necesitaba también una red ele relaciones sociales y, sobre todo, mantener un cierto estilo de vida (Burga y Flores Galinclo, 1984: 84). La llamada gente decente formaba la oligarquía peruana, el sector dominante dentro ele la República Aristocrática. En este grupo muy exclusivo los vínculos de parentesco eran muy importantes. Todos estaban ligados ele una u otra manera por este tipo ele relaciones; en su mayoría eran parientes. La pertenencia a una familia jugaba un papel central en el destino de los componentes ele la oligarquía, sobre todo por el ejercicio de profesiones que aseguraban la continuidad de los privilegios. Las profesiones elegidas - abogados, médicos, sacerdotes, profesores universitarios, etc.- constituían un rasgo típico ele la clase alta, y prácticamente se heredaban de padres a hijos. Los sectores dominantes peruanos formaban un pequeño grupo dentro ele la población del país, y copaban los puestos altos del gobierno, las magistraturas judiciales, las cátedras y los estudios universitarios. Además, estaban fuertemente ligados por la adscripción a un mismo partido o la concurrencia a una misma asociación, como el Club Nacional, por ejemplo. Allí todos se conocían, casi todos eran parientes. Su estilo de vida consideraba también los estudios e n Europa y los viajes continuos a ese continente, el conocimiento de otros idiomas, elegancia en el vestir, sofisticación por la etiqueta y los buenos modales, y, asimismo, la práctica religiosa, matrimonios endogámicos y la caridad para con los pobres. Todo esto formaba parte de su particular visión de la vida. Sus partidos políticos parecían más bien clubes sociales o reuniones del directorio ele alguna empresa. Los partidos de la oligarquía no eran organizaciones ele masas. Según el abogado peruano Pareja Paz Soldán, "todos sus miembros cabían en un tranvía" (Pareja Paz Soldán, 1963: 3).
159 La oligarquía peruana se había formado hacia mediados del siglo XIX, desde antes de la Gue rra del Pacífico, gracias al impulso de la economía de l guano. Consolidaría su poder político y económico durante el proceso de reconstrucción que siguió a la de rrota ante Chile. La riqueza acumulada d urante la época del guano les había permitido invertir e n la producció n ele bie nes ele exportación. Sus intereses e inversiones que constituían su base económica e ran diversos. Controlaban impe rios económicos que implicaba la propiedad de las más grandes haciendas del país, la banca y los seguros, los circuitos come rciales ele la distribución interna, el comercio ele expo rtación e importación, la actividad inmobiliaria y las industrias, aunque éstas no eran muy graneles. Al d iversificar sus actividades económicas, pe ro sobre tocio por su control ele la producción y come rcialización para el me rcado exterior, había entrado e n relació n con el capital externo y la clase capitalista extranje ra, de la cual depe ndía. Esto les permitía te ne r un acceso más directo a los capitales foráneos. Gozaban ele crédito para atraer capitales para sus negocios e inversio nes, lo que les pe rmitió instaurar una estabiliclacl económica e n el país, que ele alguna mane ra legitimó su dominio económico y político.
6.2
Las clases medias
No existen estudios precisos acerca ele la situación de las clases medias después ele la guerra, y por eso hay una notable carencia ele información cuantitativa acerca ele este grupo social. Se sabía que estaba compuesta por los tres grupos importantes: los profesionales liberales, los miembros ele la burocracia y los artesanos. Del mismo modo, e ntre sus características más saltantes se mencionaba su deseo ele ascenso social y la fragilidad ele su independencia económica, así como su falta de conciencia de clase. Se sabía también que su número se había incre me ntado como consecuencia del crecimie nto del Estado durante la época ele la prosperidad del guano. Dentro de la escueta información numérica que se tiene, se da cuenta ele que el número de los sectores medios se había reducido como consecuencia ele la guerra: así, ele 72.148 personas había descendido a apenas 2 mil (Klaren, 2000: 192). Evidentemente, pues, había sido afectada de una manera dramática por la guerra. Sin embargo, a partir del período de la reconstrucción y del desarrollo de la economía de exportació n durante la República Aristocrática, se habrían generado las cond icio nes para su crecimie nto. Y éste habría sido no sólo numérico sino ta mbié n cualitativo. Así, en el estud io de David Parker "WhiteCollar Lima, 1919-1929: Comercial Employees and the Rise of the Peruvian Middle Class" se da cue nta de la eme rgencia ele la clase media limeña dentro
160 ------------------------------------de la política peruana, sobre todo durante la segunda década del siglo XX. La participación política de los sectores medios - lo que estaría ind icando también su crecimiento numérico- se produce a finales del segundo gobierno de ] osé Pardo 0915-1919) y ocurre exactamente dentro del clima político de agitación laboral que se realiza hacia finales de la República Aristocrática y que está asociado a la lucha por la jornada de las ocho horas por parte de los trabajadores peruanos. Es e n esta lucha donde emerge la presencia de las clases medias . Siguiendo a Parker, se puede obtener un panorama acerca de los sectores medios en Lima. Éstos se habían incrementado como consecuencia del crecimiento de las exportaciones y las finanzas durante la República Aristocrática. Así, a la burocracia y a los profesionales liberales antes mencionados se había sumado un buen contingente de empleados de las firmas comerciales de la exportación-importación, los bancos y almacenes de Lima y Callao. Según Parker, el comercio de exportación era la actividad principal de la capital: empleaba alrededor del 15% de la población adulta de la ciudad, en tanto que las fábricas sólo ocupaban a la mitad de esa cifra (Parker, 1992: 49). Las personas que trabajaban en dicha actividad comercial e ran conocidas con el nombre de e mpleados, y era un contingente compuesto por varios grupos, entre los que destacaban -por ser los mejor remunerados- los contadores y ejecutivos de bancos y de las casas comerciales, muchos de ellos extranjeros. Los empleados más pobres eran los trabajadores de los almacenes, los cuales trabajaban durante siete días a la semana, entre 15 y 18 horas diarias por un bajo salario. Entre las características generales de los empleados, siempre siguiendo a Parker, tenemos: la dificultad para obtener el empleo, ya q ue se reque ría habilidad en la escritura y las matemáticas, conocer algunos elementos de contabilidad y haber finalizado la educación secundaria. Pero lo más importante, y sobre todo determinante, para conseguir un empleo de esta naturaleza eran las recomendaciones personales. El temor a los robos y a las pérdidas provocadas por empleados inescrupulosos obligaba a los dueños de los almacenes a tomar e n cuenta - para emplear a trabajadores de la clase mediasituaciones como lazos familiares, contactos comerciales, origen escolar, lugar de nacimiento o nacionalidad. Era más fácil contratar a alguien que p roceda del mismo colegio o que había nacido en la misma provincia o país del dueño del negocio. Una vez dentro del sector, la persona podía lograr avanzar en las categorías laborales que caracterizaban este tipo de actividad y que nos dan una idea de la situación de estos trabajadores. Así, aun cuando la persona fuera
·-
161 bien recomendada, muchas veces debía empezar a trabajar como meritorio o aspirante a empleado, por un período probatorio ele tres meses, durante los cuales sólo recibía una propina o, simplemente, no recibía pago alguno (Parker, 1992: 50). Una vez que se pasaba satisfactoriamente la etapa probatoria se obtenía el puesto, pero los empleados trabajaban sin contratos formales, por tanto sin especificación de sus labores o de su salario. De tal suerte que se debían limitar a obedecer cualquier orden impartida por el patrón, llegando a trabajar horas extras sin recibir pago alguno. Sin embargo, a pesar de las condiciones desventajosas no se esperaba reacción alguna del trabajador, éste no debía quejarse de su situación, pues se esperaba absoluta fidelidad de su parte. Parker señala q ue la situación del empleado estaba teñida de los aspectos fundamentales que caracterizaban las relaciones desiguales entre las clases sociales del país. Por ejemplo, el pate rnalismo, ya que el empleado era también conocido como "dependiente" o "servidor", cuya actividad le permitía obtener un "tie mpo de servicios". Mientras, al empleador se le llamaba también "principal". En esta situación se esperaba que la relación entre el dependie nte y su principal fuera estable y duradera, sin implicar ningún tipo de demandas laborales por parte del primero. Romper esta regla significaba ser inmediatamente despedido del trabajo. En otro trabajo del mismo autor, titulado "Los pobres de la clase media: estilo de vida, consumo e identidad en una ciudad tradicional" 0995), Parker menciona las características propias de dicho grupo laboral, destacando su deseo de ascenso social e identificación con las clases altas. La débil situación laboral de las clases medias, entonces, las llevarían a participar junto con los sectores populares que demandaban una mejora de su situación. En un comienzo, las clases medias participarían también e n la lucha por sus reivindicaciones laborales. Luego, lo harían como movimiento laboral más autónomo. Así, en setiembre de 1919 las clases med ias inauguran su participación autónoma en la arena política del país, a través de una manifestación de alrededor de 1.500 empleados. Eran los inicios del régimen ele Augusto B. Leguía (19 19-1930) y va a ser durante este gobierno que, ahora sí, las clases medias va n a participar activamente. Durante el oncenio leguiísta las clases medias crecerían al ampliarse la ejecución, por parte del Estado, de numerosas obras públicas. Así, el Estado prácticame nte triplicaría su burocracia, que de un número de 5 mil trabajadores aumentaría a cerca de 15 mil. De esta forma también crecería la importancia numérica y política de las clases medias, ya que van a ser tomadas por el gobierno de Leguía como una de sus bases sociales de apoyo.
162 ________________________________________
6.3
Los sectores populares. La actividad económica: Profesiones y oficios
En la ciudad vivía la clase dominante y también sus dominados: blancos, indios, negros y mestizos, la representación de todo el país ("todas las sangres") se apretujaba en sus calles. Así, junto a las elites que le habían dado a la ciudad su ambiente aristocrático de reminiscencias coloniales, la ciudad albergaba a los sectores populares. Eran la mayoría y en su composición había personajes de todo tipo y de todas las actividades: artesanos, obreros, pequeños comerciantes, vendedores callejeros, albañiles, sastres, costureras, ladrones, vagos y prostitutas. Lima era también su ciudad y en ella, ele una u otra manera, participaban en la política. La presencia ele estos sectores populares en la escena nacional adquiere una relevancia insospechada, precisamente en este período. En términos políticos, dentro ele la visión tradicional, a las masas populares lime ñas se les reconocía su lealtad para con el caudillo de su preferencia, la que parecía no tener límites, llegando incluso al sacrificio humano. La masa popular limeña asistía curiosa a las d isputas por el poder, ya sea observando las batallas campales en la disputa ele las mesas electorales, o tomando parte e n ellas como fuerza ele choque del grupo que les proporcionara d inero, trago y comida. Pero esta masa también se agrupaba en asociaciones artesanales u obreras para protestar por el alza del precio ele los alimentos, la importación ele trabajadores chinos o la jornada laboral ele las ocho horas. De esta manera su presencia se dejaba sentir en el juego político nacional. Así también, al compás ele la lucha por el trabajo y las subsistencias sus organizaciones fueron madurando. Entonces, las masas, antes aletargadas, comenzaron a despertar y echaron a andar en busca del camino hacia una vida decorosa. Quizás donde mejor se observa el proceso de transformación social ele las clases populares es en los cambios del mercado laboral. Se conoce mucho sobre la actividad política de los artesanos y obreros ele la época, sin embargo ningún trabajo sobre ellos muestra elatos sobre su composición. Las cifras estadísticas son muy escasas. En esta parte, usando los censos de Lima, intentaremos reconstruir las cifras ele la actividad económica. El cuadro N2 6 pone ele manifiesto que, en general, las actividades económicas aumentaron durante este período . La fu erza laboral creció co nsiderablemente. Esto coincide con el crecimiento ele la ciudad, donde los trabajadores constituyen la mayoría ele la población.
163 Cuadro N° 6 Lima: Población clasificada por grandes grupos de actividad económica, según diversos censos (en totales y porcentajes)* Censos
1876
Sectores
Total
Agríe. 1 ganad
1908
%
Total
1920
%
Total
%
629
1,7
2.242
2,7
9.359
7,7
lnd. y art. manual
9.562
25,2
24.100
24,4
44.327
36,6
Comercio
6.293
16,2
13.409
16,4
12.393
10,2
Transporte Personal servicio
762
2,0
1.424
1,8
2.369
1,9
9.252
24,4
14.522
17,7
10.785
8,9
Prop. mueble e inm. Empl. gob. y adm. Militares y culto Prof. sanitarias
728
0,9
769
0,6
5.948
15,7
8.890
10,9
5.174
4,3
287
0,8
517
0,6
1.040
0,8
778
2,0
1.503
1,8
2.444
2,0
Prof. liberales
2.966
7,8
4.955
5,5
10.325
8,5
lnstruc. y educac.
1.439
3,8
10.099
12,3
21.967
18,2
36.245
30,0
100,0 120.952
100,0
Desconocida 37.916
Total
100,0
81.889
•Población de 14 anos y más Fuente:
Elaboración propia en base a los censos de la provincia de Lima 1908-1920.
En cuanto a los sectores de la producción, se observan variaciones importantes, sobre todo e n el rubro de industrias y artes manuales, sector que crece sostenidamente e n todo el período. Esta situación coincide con la información sobre el número de fábricas: mientras que en 1890 había sólo 69 fábricas en Lima, para 1920 éstas habían crecido hasta alcanzar la cifra de 244 locales fabriles en [Oda la provincia (Blanchard, 1981: 8). Así, pues, este sector crece, y las industrias y las artes manuales concentran la mayor cantidad de trabajadores limeños. Aparentemente la mayoría de la población limeña se ubicaba e n la industria, haciendo aparecer que la economía era casi totalmente de carácter industrial. Por eso es necesario hacer la siguiente aclaración: a pesar de que, según las cifras censales, el llamado sector industria concentra
164 ______________________________________ la mayor cantidad de trabajadores la actividad que desempe ñaba la mayoría ele éstos no era exactamente industrial. De haber sido así Lima hubiera sido un caso anormal dentro de un país subdesarrollado y preindustrial como el Perú de esta é poca. La industria, en realidad, te nía dos características: en prime r lugar era una industria liviana, básicamente de bebidas, alimentos, velas, fósforos, para mencio nar los más conocidos . No concentraba gran cantidad de trabajadores ni usaba un nivel alto de tecnología. Claro q ue existían las fábricas textiles, éstas sí muy modernas y que concentraban alta tecnología y trabajadores especializados, pero el porcentaje ele personas dedicadas a esta actividad moderna era muy reducido. Por otro lado, las cifras del sector industrial parecen infladas por la presencia de trabajadores e n actividades no necesariame nte industriales. En este sector se incluyen las artes manuales. Es decir, artesanos y otros productores independientes como carpinteros, zapateros, y sobre todo a quie nes representaban la mayor proporción de trabajadores "industriales", las costureras y los sastres. La industria del vestido, sección que se incluye e n las industrias y a la que pertenecen estos sastres y costureras, es el sector con mayor cantidad de trabajadores de toda la economía. Por eso podemos decir, que más que economía de industria la economía limeña era básicamente de carácter artesanal. Un mejor acercamiento a los sectores laborales se presenta en el cuadro N° 7, sobre las ocupaciones de los sectores bajos en Lima. Ahí se observa que el crecimiento más explosivo se da en los textiles, sector cuya cantidad de trabajadores casi se triplica en 1920. Históricamente, la clase trabajadora de la ciudad, preferentemente artesanal, se había ubicado dentro de la ciudad y en el puerto del Callao. Sin embargo, hacia finales del siglo XIX el crecimiento de la manufactura había desarrollado el sector industrial. Éste se concentraba principalmente e n el rubro de procesamiento de alimentos y en la producción textil. La textilería constituía la industria más moderna, acumulaba capitales y tambié n una fuerza laboral muy especializada. Los trabajadores textiles habían aumentado en número. Así, entre 1908 y 1920 había aumentado en un 340o/o. Pero formaban casi una "aristocracia obrera". Eran apenas 1.500 trabajadores en una población de cerca de 170 mil, y recibían los mejores salarios del medio. A pesar de que no era un número muy grande de ntro de la población laboral, sin embargo, por ser un sector obrero organizado, se convertía en la avanzada del proletariado . Aunque numé ricamente bajo, tenía niveles de organización y combatividad muy importantes para liderar las luchas populares, por eso las principales huelgas de comienzos del siglo XX tuvieron en los textiles a sus principales protagonistas. Junto con los trabajadores de la industria del azúcar, los cañeros del valle de Chicama constituían los grupos laborales de avanzada del proletariado peruano que se hacía notar.
165 Cuadro N° 7 Crecimiento de ocupaciones de los sectores bajos. Lima: 1908-1920 (en porcentajes) Actividades
1876
1908
1920
albañiles mecánicos choferes vend. comida mercado vend. callejeros vend. lotería trabaj. domést. jornaleros peque. comerc. panaderos carpinteros sastres 1 costur. trab. textiles
20,08 7,09
32,91 19,73 7,1 5 3,59 1,85 0,73 59,20 17,78 3,80 8,92 29,01 112,46 19,59
58,22 178,28
Fuente:
3,16 5,52 1,10 39,35 16,13 6,44 25,20 84,10 5,75
13,61 -66,49 -33,64 10,23 10,23 38,51 33,72 33,72 340,70
Steve Stein. Populism in Peru. Michigan: University of Wisconsin Press, 1980, table 3. 1, p. 71.
Las fábricas textiles se concentraban, con excepción del Rímac y La Victoria, en el pueblo de Vitarte, a 15 kilómetros de Lima. La mayoría de ellas concentraba una población de entre 300 a 1.500 trabajadores. En 1918 la fábrica El Inca llegó a tener 3.835 operarios (Klaren, 1986: 615). A pesar de la lejanía de Vitarte, el nivel de organización de los textiles hacía movilizar a los otros sectores populares, por esta razón, junto a los artesanos los textiles se convirtieron en la avanzada laboral de las demandas populares. Durante este período las actividades en donde se concentraban los sectores populares crecieron, lo que indica la importancia que éstos van adquiriendo en la sociedad limeña. junto con el crecimiento poblacional y los cambios en la composición racial, el incremento de la población trabajadora constituye una prueba de la masificación de la ciudad. Poco a poco Lima adquiere sabor popular. Debemos mencionar, entonces, que al incremento demográfico de los sectores populares correspondió un incremento de su participación política. Entre 1908-1919 se produce un desarrollo en la organización de los sectores populares. Así, por ejemplo, se va a producir el auge del movimiento anarquista, que superando al mutualismo artesanal va a lide-
166 _______________________________________ rar el desarrollo de las acciones políticas obreras en la lucha por mejorar su situación. Al pasar los trabajadores a la acción directa, se intensifican en esta etapa las huelgas y protestas. La intervención de los gremios obreros durante los primeros años se intensificó de manera significativa. Así lo demuestran, por ejemplo, la participación de los trabajadores en la elección ele Guillermo Billinghurst en 1912 (la gran marcha del "Pan Grande", la huelga para impedir las elecciones), y también las huelgas ele 1913, ya con Billinghurst en el gobierno, para lograr la jornada ele ocho horas para los trabajadores del puerto. Finalmente, la lucha por la jornada de las ocho horas de 1919 y las luchas por el abaratamiento ele las subsistencias, constituyen los momentos más importantes de su participación. Durante las primeras clécacl~s del sigl-o XX, e ntonces, había comenzado a expresarse lo popular en la ciudad, y lo hacía en todo sentido.
6.4
Las condiciones materiales de existencia de los sectores populares: La vivienda popular y el costo de vida
Pero si se había logrado un crecimiento económico y la República Aristocrática se desarrollaba auspiciosamente, ¿qué sucedía con el resto del país? El progreso de la República Aristocrática, sin embargo, no se expandió por el resto de la sociedad. Las condiciones ele vida ele la mayoría del país, lejos ele elevarse, se deterioraron. De este modo, para ellos el crecimiento económico no necesariamente implicaba progreso. Por el contrario, éste traía más problemas. Por ejemplo, al desarrollarse la actividad financiera hacia 1905, el ingreso ele metálico para el encaje bancario y las operaciones financieras provocó un gran proceso inflacionario, con el consecuente incremento del costo ele vida que afectó a los sectores populares (Basadre, 1970: tomo XI, 231). No todos se beneficiaron con el progreso de la República Aristocrática, por lo que los olvidados iniciaron las protestas contra el alza del costo de vida. La República Aristocrática logró la estabilidad económica y política del país. En eso residía su éxito. Se esperaba, por lo tanto, que por acción natural el progreso alcanzara a todos los sectores. Sin embargo, los pobres de la ciudad seguían padeciendo los mismos problemas, entre ellos las condiciones de habitabilidad en Lima.
6. 4.1 La vivienda popular: El callejón Mientras la ciudad crecía se incre mentaba el número ele casas para los sectores acomodados. Éstas prosperaban en número y calidad, lo que no sucedía con las ele las clases populares. Al incrementarse el número de habi-
167 tantes de la ciudad no se produjo paralelamente un desarrollo de la vivienda popular, lo que causó un alza de los alq uileres y un alto nivel de hacinamiento, generando la crisis de la habitación popular. La lógica del crecimiento de la ciudad, dictada prácticamente por el capital inmobiliario y aceptada y difundida por los sectores dominantes en el poder, generó una desigual distribución del espacio y los servicios, dando lugar a que la población se fuera separando más y más. Mientras que la elite se mudaba hacia el sur, los sectores populares se fueron concentrando en las áreas centrales de El Cercado y Barrios Altos, o formando bolsones en los distritos aledaños, que adquieren más carácter popular, como el Rímac y La Victoria. Las expresiones más claras de este proceso son la proliferación de tugurios en las zonas centrales, así como el aumento de corralones - nuevas formas de los antiguos callejones coloniales- que fueron acompañando el crecimiento urbano. En general, las familias de los sectores populares habitaban viviendas insalubres con habitaciones estrechas y hacinadas. El espacio habitacional restringido definía el desarrollo de las familias de los estratos más bajos. Las incomodidades de la vivienda de callejón o casas de vecindad marcaba la vida de los limeños pobres. La vivienda popular por excelencia era el callejón, el cual existía desde la época de la Colonia y su función fue siempre cobijar a personas de los sectores bajos. En promedio, más de 50 familias y entre 150 y 300 personas habitaban e n un callejón. Éste contaba con servicios básicos muy p recarios: un solo caño de agua y un botadero debajo de éste. De este único servicio se abastecían todos. Los callejones con varios patios tenían un caño por patio, pero siempre resultaban insuficientes para una población tan numerosa. El caño o fuente de agua y su botadero se encontraba al final del pasadizo central, que configuraba el callejón. La razón de su ubicación obedecía a que por ahí discurría una acequia, parte importante del sis tema de agua y desagüe de la ciudad. El caño podía estar también en la entrada del callejón, cerca de la calle. Éste era el caso de aquellos callejones que se e ncontraban en lugares donde había red pública. Poner un caño en la entrada ahorraba el gasto de tuberías para la conexión. El espacio era estrecho y los servicios precarios. El hacinamiento hacía que éstos se saturaran, lo que provocaba una serie de conflictos entre los vecinos. Peleas y discusiones se armaban al disputarse el uso del caño, del botadero o del espacio en el patio para tender ropa o para el desarrollo de alguna actividad económica. Las desavenencias por estos motivos estaban siempre a la orden del día. El callejón no sólo era vivienda, sino también lugar de trabajo. En ellos existían pequeños talleres y pulperías. No faltaban inquilinos que se de-
168---------------------------------------dicaban a la venta de alimentos en la puerta del callejón. La mayoría de las vecinas tenía como trabajo principal el lavado de ropa. A pesar de las estrecheces, los miembros del callejón se identificaban con éste. Cada callejón tenía su santo patrón cuya imagen se exhibía a la entrada o al fondo del pasadizo. Las fiestas patronales servían para que los habitantes del callejón encontraran esparcimiento para su vida llena de zozobras. Las fiestas del santo patrón implicaban una serie de festejos en los que los vecinos, unidos, sufragaban los gastos. El momento más importante era la fiesta de celebración, la jarana; en ella todos cantaban, bailaban y tomaban casi sin control. Algunas de estas reuniones duraban varios días. Constituían, tal vez, la única forma de diversión que tenían los sectores populares. Las jaranas de callejón llegaron a ser muy populares y se convirtieron en una manifestación de la "lime ñidad" y del criollismo. Los callejones se encontraban desperdigados por toda la ciudad. En los primeros años del siglo XX, como habíamos observado antes, el afán de obtener rentas había impulsado a los dueños de graneles casas a subdividirlas y convertirlas en casas ele vecindad. Además, la mayoría ele los callejones pertenecían a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos o a la Beneficencia Pública. En 1857, según el censo de Manuel Atanasia Fuentes, de 13.093 puertas existentes en Lima, 466 correspondían a callejones, 167 a corralones, 324 a altillos y 96 a solares. En 1906, el informe del doctor Santiago Basurco y del ingeniero Leonidas Avendaño acerca ele las casas ele inquilinato en Lima, muestra que los corralones existían en la mayoría de los distritos de la ciudad. Debemos anotar, sin embargo, que la ubicación de los callejones en la ciudad no determinaba el estado de éstos; lo mismo daba si estaba en una zona de desarrollo urbano q ue en un barrio popular. Los cuartos de callejón eran de una sola pieza y se hallaban sobrepoblados. En ellos Habitaban no sólo la famila nuclear sino también la familia extendida: abuelos, tíos, sobrinos, etc. Por eso estaban hacinados, a pesar de tener su corralito y su batán en el pequeño espacio que servía de cocina. Algu nos dueños, para duplicar el precio de alquiler, realizaban construcciones precarias en los cuartos y obtenían una segunda pieza, un pequeño cuartito colocado dentro de la misma habitación. De esta manera, con unos cuantos palos y tablas se armaba un "altillo" al cual se llegaba por una pequeña escalera. Un cuarto con altillo casi duplicaba su precio. En general, en el mercado ele la vivienda el precio ele los cuartos en callejón eran muy bajos. Pero para los sectores populares el valor del alquiler constituía un gran peso económico. Quienes no podían pagar el alquiler de este tipo de vivienda buscaban lugares más baratos, pero por lo mismo con
169 condiciones de habitabilidad infrahumanas. A pesar de ex1St1r una buena oferta por estas viviendas, hacia 1920 se produce la llamada "crisis de la habitación". El gobierno nombró comisiones a las cuales se les encargó examinar el problema. Se decía que existía carencia de vivie ndas para la creciente población. Entre 1900 y 1914 la población había crecido en un 31%, en tanto el área construida sólo en un 18% (Tizón y Bueno, 1916: 34). Otros estudios de la época, como el de Alberto Alexander sobre las causas de la crisis de la habitación e n Lima en 1920, demuestran que existía una oferta considerable de viviendas de alquiler que se expresaba en un buen porcentaje de vivie ndas desocupadas (Alexande r, 1922). Lo que sucedía e n realidad e ra que la población necesitada no podía acceder a esa oferta por su baja capacidad económica. Por ello tenía que vivir en lugares insalubres cuyos arrendamientos eran baratos. La crisis de la vivienda no era un problema de oferta sino de capacidad económica de los más pobres. Sin embargo, durante todo este período, con excepción de Guillermo Billinghurst y su plan de casas para obreros -que finalmente no resultó- nada se hizo en materia ele la vivie nda popular. A pesar de que en los prime ros años las luchas populares habían crecido y ya se habían obtenido leyes favorables, como la ley de accidentes de trabajo ele 1911, o la del trabajo de mujeres y niños, y pese a que los sectores populares vivían en condiciones infrahumanas, sin embargo, dentro de sus demandas no se reivindicaba la vivienda como parte del reclamo. Probablemente estaban más preocupados por las cuestiones laborales o quizás en esos momentos la lucha contra el encarecimiento de los alimentos se convertía en prioritaria. Lo cierto es que las condiciones de vida ele la población se hacían más duras conforme la ciudad crecía. El trabajo escaseaba, el salario no alcanzaba, la vivienda e ra precaria, la salud muy inestable y el alime nto escaso y caro. La situación crítica de los sectores populares era evidente y no escapaba a la observación de la clase dominante. Era un problema emergente a pesar de que, por parte ele algún sector ele la elite de la República Aristocrática, en la que se encontraba el presidente y algu nos de sus técnicos, se intentó si no remediar al menos mejorar su situación, pero los esfuerzos fueron estériles. En la idea de progreso de la clase dominante se pensaba que éste llegaría por acción natural y que, tarde o temprano, alcanzaría a todos; pero esto no sucedía así. Las difíciles condiciones de vida de los sectores populares no era un problema de mayor o menor higiene, o mayor o menor desinfecciones para mejorar la salubridad. Su problema era mucho más profundo. Tenía que ver con las relaciones económicas y sociales en las que se les tenía atados.
170 ----------------------------------------6 .4.2 El alza del costo de vída
Éste era un problema que aquejaba sobre todo a los sectores populares. Desde finales del siglo XIX ya se había notado un deterioro en su capacidad adquisitiva como consecuencia del incremento del precio de los productos de primera necesidad. Desde esos momentos se hablaba de que el crecimiento de los cultivos de exportación se había hecho a expensas de las tierras de cultivo de panllevar. En 1890 se creó una comisión dentro del gobierno para estudiar dicho problema. Así, se marcaba la importancia que el gobierno daba al asunto, pero se marcaba también el camino que correría la búsqueda de su solución: la creación de comisiones. A lo largo de los primeros años del siglo XX se crearían varias comisiones para estudiar el alza de los precios. Pe ro las soluciones, aunque se expresaban, no se tomaban en cuenta o simplemente no aliviaban el problema. A comienzos del siglo XX el desarrollo de las finanzas debido a la creación de bancos, y sobre todo el hecho de que la compañía norteamericana Cerro de Paseo Corporation trajera al país sus capitales 09 millones de soles), cantidad exorbitante para la época, introdujo en la ciudad una gran masa monetaria, lo que se tradujo en una fuerte inflación (Basadre, 1970: 231). Por otro lado, el crecimiento de la ciudad había incrementado el precio de los terrenos urbanos y rústicos, lo que elevó el precio de las hipotecas. De este modo hubo un alza en los precios de los productos importados y de primera necesidad. Éstos crecían, ya sea por la especulación de los comerciantes, o por el incremento de los impuestos; en estas condiciones el alza de los precios era casi inevitable y la vida de los sectores populares se hacía más difícil. La primera comisión para estudiar el problema del costo de vida, durante el siglo XX, se creó en 1904. Como el problema persistía se creó otra en 19o6. En su informe ésta manifestaba que el elevado precio de las subsistencias provenía de la baja producción de éstas. Así, mientras la población crecía la cantidad de víveres no lo había hecho; por ejemplo, la producción de carne había disminuido. Se mencionaba como una causa el ?escenso en la producción ganadera, al dedicarse los pastizales al cultivo ele productos agrícolas para la exportación. Se hablaba también del incremento ele la capacidad adquisitiva de la moneda peruana, por ser la moneda más fuerte los precios se habían incrementado. El problema es que no todos tenían en sus manos esas monedas. Las presiones de los representantes obreros en el Congreso habían generado la preocupación en el gobierno por los problemas del precio de los alimentos, por lo que junto con nombrar comisiones se intentó abaratar algunos productos, incentivando su producción o liberando de derechos de aduana los productos de primera necesidad importados. Pero la medida no surtió
171 efecto. La especulación de los comerciantes, que escondían los productos, agravaba la situación. En 1909, el alcalde Billinghurst intentó abaratar el precio de la carne, presentando al gobierno un extenso informe sobre la importación de carne congelada de Argentina. Sin embargo, las costumbres alimenticias de la población llevaron a que esta salida fracasara. Además, el gobierno prestó muy poca atención al caso. No sólo la carne era cara, también lo eran el trigo, el arroz, el azúcar. Debido a la importación del trigo, el precio del pan se incrementó notablemente. Así, la libra que costaba entre 7 o 9 centavos en 1904, había subido escandalosamente a 18 centavos en 1906. El quintal de azúcar que valía 5 soles a comienzos ele 1904, subió a finales del mismo año a 7 soles 20 centavos. Para 1905 ya estaba en 12 soles el quintal. El alza de los precios encarecía la vida de los sectores menos pudientes. Para hacerle frente se compraba al menudeo, pero al final siempre resultaba caro, pues por unidad los precios se incrementaban. Una comparación ele los precios ele los productos, e n continua alza, con los jornales ele los trabajadores bajos y que no mejoraban, muestra el impacto de la subida de precios en la economía popular. Al depender fuertemente de la demanda, los salarios eran muy variables. Los vendedores callejeros podían ganar entre 1,50 y 9 soles al día; un carpintero entre 1,80 y 5 soles; un albañil entre 1,40 y 4 soles. Con la información sobre salarios por diferentes profesiones se puede encontrar que, en promedio, la población trabajadora ganaba entre 36 y 45 soles mensuales, pudiendo llegar en el mejor ele los casos a 60 soles. El p recio de las habitaciones fluctuaba entre 24 y 32 soles mensuales, y si a esto agregamos los gastos ele alimentación, tendremos un panorama bastante sombrío. Por eso, porque los sueldos no alcanzaban los niños tenían que dejar la escuela para entrar como aprendices y ganar algo. Y los padres tenían que buscar trabajos secundarios, los "cachuelos", conseguir dinero empeñando sus pertenencias o acudiendo a usureros prestamistas. Cuadro N° 8 Lima: incidencia de los gastos en el costo de vida Categoría de gasto alimentación habitación indumentaria Fuente:
% en el costo de vida
55 18 12
Basado en: Martínez de la Torre, Ricardo Apuntes para una interpretación marxista de la historia social del Perú. Tomo l. Lima: Editora Peruana S. A., 1947, p.16.
172---------------------------------------El cuadro N° 8 muestra la incidencia de los gastos e n el costo de la vida, o sea una canasta familiar dividida por el porcentaje de gastos. Se observa que se destinaba más del 50% del ingreso a la alimentació n. En estas condiciones los habitantes de los barrios populares tenían que recurrir al ingenio para sobrevivir. Algunos alquilaban habitaciones a bajo precio, dando un pequeño adelanto, y prometiendo pagar después. Así vivían varias semanas o meses sin pagar y cuando el dueño, cansado de cobrar decidía arrojarlos, se mudaban a otra vivienda y repetían el argumento. Otra forma de obtener efectivo era recurrir a las casas de empeño. Esto se hacía en casos urgentes, por ejemplo, en caso de enfermedad grave o muerte de algún familiar. Según la información de los boletines municipales, en los cuales se llevaba un recuento de los montos pignorados (empeñados), las casas de empeño eran numerosas. La persona necesitada acudía a una casa de empeño y dejaba una joya, una guitarra, a veces su máquina de coser o una prenda de vestir (un saco de hombre o un vestido de muje r), recibía un préstamo por ella y al cabo de un plazo determinado debía regresar a devolver el préstamo pagando un interés. Si no cumplía con devolver el d inero en el plazo establecido, perdía la prenda y ésta era rematada. El número de prendas entregadas y la diferencia con el número de prendas recuperadas nos dan una idea de las necesidades de dinero por parte de la población limeña. Muchos no obtenían el dinero para recuperar la prenda. En promedio, se empeñaban alrededor de 54 a 60 mil lotes mensuales, de los cuales se recuperaban apenas 6 mil u 8 mil. A las pésimas condiciones de habitabilidad de las viviendas, las enfermedades, la alta mortalidad y las malas condiciones de trabajo, había que agregar el alza del costo de vida. La existencia de los sectores populares estaba signada por la zozobra diaria. Ante esto hacía n sentir sus protestas. Su actividad para organizarse y mejorar su situación se fue incrementando conforme pasaba el tiempo y las condiciones se hacían más duras. A diferencia del siglo XIX, en que las huelgas intentaban llamar la atención de la opinión pública acerca de la necesidad de los trabajadores por conservar sus trabajos, en las primeras décadas del siglo XX, en cambio, las luchas reivindicativas se van volviendo una lucha por la subsistencia. A las manifestaciones de los gremios -cosa común en el siglo XIX- se sumaban ahora los demás pobres de la ciudad . En la lucha por la subsistencia participan todos los sectores populares: obreros, artesanos, peones, trabajadores independientes, jornaleros, etc. Por eso estos movimientos se van haciendo más masivos y se puede explicar una manifestación de más de 20 mil personas, apoyando la candidatura de Guillermo Billinghurst, portando un pan grande como estandarte en mayo de 1912. Por eso, también, se pueden explicar los logros del movimiento obrero, como la lucha por la jornada de las ocho horas de trabajo y la huelga por el abaratamiento de las subsistencias de 1919.
173 En un primer momento de su lucha los sectores populares se apoyan en la clase dirigente; al no existir instituciones estatales que observaran el problema laboral .:..no había Ministerio de Trabajo, por ejemplo- tratarán de buscar respaldo en los presidentes. Por eso se explica su apoyo a Pardo al intenta r éste que el Congreso apruebe sus proyectos de leyes laborales en 1905. Por eso, probablemente, su apoyo a Billinghurst. Y por eso, quizás, su apoyo a la candidatura de Augusto B. Leguía e n 1919. Pero, poco a poco su experiencia de lucha les irá demostrando que podían organizarse y buscar el camino de la vida decorosa por sus propios medios. Ante la situación desventajosa de los sectores populares, algunos intelectuales de los sectores dominantes intentarán responder al problema social dentro de los cauces de la legalidad, y desde una perspectiva que privilegiaba una solución técnica a dichos problemas sociales. Por eso, buscaban solucionarlos creando leyes laborales que protegieran a los trabajadores. Probablemente pensaban que de esa manera se evitaría la confrontación directa con los sectores populares que empezaban a mostrar un mayor nivel de organización. A partir de 1904, formando parte del entorno presidencial de ]osé Pardo ya sea como consejeros o como técnicos, algunos personajes "ilustrados" de los sectores dominantes elaboraron estudios sobre legislación laboral, crearon proyectos y leyes, y pugnaron porque éstos fue ran aprobados por el Congreso. Sin embargo, estos intentos fueron rechazados o no tomados en cuenta por el Parlamento, donde primaban intereses particulares y en el que el grupo más tradicional de los sectores dominantes se oponía a todo tipo de cambio. De esta forma, en la elite de la República Aristocrática se van d iferenciando los grupos, entre una avanzada "progresista" con ]osé Pardo, ]osé Matías Manzanilla y Luis Miró Quesada a la cabeza, y las fuerzas conservadoras opuestas al cambio. Un claro ejemplo de esta situación lo constituye el camino que siguió la Ley de Accidentes de Trabajo. Elaborada en 1904, por ]osé Matías Manzanilla, fue e ntregada al Congreso e n 1905, luego de devolverla y después ele muchos contratiempos, sin razones justificadas, fue aprobada recién en 1911 . Sin embargo, no se cumpliría sino a partir de 1913, cuando se aprueba su reglame nto. A pesar de la emergencia del problema laboral, algunos hacían oídos sordos a los intentos de reforma que salían del propio gobie rno. De esta forma , la República Aristocrática, a comienzos del siglo XX, se vio ante dos conflictos que se desataban en su interior y que la debilitaban. Uno relacionado con las presiones de los trabajadores, y el otro provenie nte de la pugna por el control del poder e ntre sus propios miembros. Por eso, decíamos, había que resaltar que la República Aristocrática no constituyó un monolito político. En su interior se desataron contradicciones insalvables, y si
174---------------------------------------bien es cierto que en la República Aristocrática primaba una política de partidos, de donde resultaban una serie de alianzas que atenuaban los problemas que podrían plantear intereses particulares divergentes, sin embargo, poco a poco los partidos políticos fueron perdiendo fuerza. El sistema, entonces, se va modificando hasta convertirse en un juego de personalidades, de inte reses particulares más que partidistas. Esta tendencia de la política peruana de comienzos de siglo se refleja en la pugna que se producirá entre los partidos políticos que controlaban o tenían su principal fuerza en el Congreso, y la figura presidencial. En esta pugna van ganando posiciones los presidentes, los cuales, paulatinamente, comienzan a desplazar a los partidos. Se evidenciaba, de esta manera, el carácter del caudillismo propio de la política peruana. Debemos mencionar, también, que, en realidad, la pugna en los grupos dominantes no era, únicame nte, entre líderes o caudillos. Más que nada los antagonismos políticos expresaban la existencia de diferentes visiones con respecto al desarrollo nacional. En efecto, el desarrollo del capitalismo en el Perú durante esta etapa fue creando dentro de los sectores dominantes, a un grupo de personajes de carácter burgués -ligados a la industria naciente y a los sectores más modernos de la economía- que buscaban la modernización de la economía peruana, haciéndola más capitalista, para de esa manera lograr una acumulación más rápida. Sin embargo, sus afanes modernizantes chocaban con la oposición de los estratos más conservadores de los sectores dominantes -de carácter señorial o fe udal- que se oponían al cambio. El p rime r grupo intentaba independizarse políticamente de los estratos señoriales, en tanto que éstos se oponen a todo intento modernizante. Se entabla entre ellos, entonces, una disputa por la hegemonía del Estado, en un momento en que debió haber primado la cohesión política. En esta pugna, entonces, se enfrentaban dos formas de ver el país y su desarrollo. El grupo conservador estaba formado por los líderes históricos de los partidos tradicionales, la vieja guardia de la República Aristocrática, estrechamente ligados a la propiedad de la tierra y también al sistema de exportación. Este grupo dominaba en el Congreso. En el lado opuesto, un grupo de jóvenes políticos y empresarios capitalistas cuyo fin último era lograr una mayor inserción ele la economía peruana dentro del sistema capitalista mundial; aun a costa de hacer concesiones a los trabajadores, modernizando las leyes o cediendo espacio político a nuevos grupos emergentes. Este segundo grupo domina en el Poder Ejecutivo. Sus figuras más destacadas van a ser los presidentes José Pardo y Augusto B. Leguía, personajes muy importantes en la vida política del país en los prime ros años del siglo XX. Entre ambos se dividieron el poder por alrededor de 23 años. De esta forma, durante las primeras décadas de esta centuria se produce una lucha generacional entre am-
175 bas tendencias junto con el paso de un sistema político ele alianzas partidarias hacia un presidencialismo. La pugna política y generacional dentro del Partido Civil se inicia en 1904, con el triunfo del ala joven liderada por ]osé Pardo, quien desplaza a Isaac Alzamora y al ala tradicional de esta organización política. Continúa en la sucesión presidencial de 1908 cuando Pardo, en contra de los deseos de su partido, favorece el ascenso a la presidencia ele Augusto B. Leguía, cuyo gobierno comienza a tomar distancia de su propio partido. La pugna entre Leguía y el civilismo adquiere matices dramáticos, que desembocarían en el intento de golpe de Estado de mayo de 1909, en el cual un grupo de demócratas intenta lograr la renuncia del presidente después de tomarlo cautivo por varias horas. Finalmente, la pugna alcanzará su definición en 1919-1931, cuando se establece un gobierno de tipo personalista, en el llamado "oncenio" de Leguía. Entre 1915 y 1919, durante el segundo gobierno de ]osé Pardo, las contradicciones generadas dentro de la República Aristocrática, entre la elite y los sectores populares se vieron exacerbados como consecuencia de la crisis económica. Después de una coyuntura económica favorable, en que las exportaciones crecen debido a los inicios de la Primera Guerra Mundial, éstas decaen hacia 1918. Resquebrajada la estabilidad económica de la República Aristocrática, ésta entrará en crisis. Pero ahora sí las fuerzas contrarias eran más variadas. A los trabajadores, que mostraban un mayor nivel de organización y se mostraban mejor preparados para hacer valer sus derechos, se juntaba la naciente clase media y el capital imperialista. Para estos últimos el dominio oligárquico comenzó a significar un obstáculo para el desarrollo del capitalismo. La población popular urbana, que había visto descender su nivel de vida y se hallaba prácticamente en la miseria, respondería violentamente. La huelga por la jornada de ocho horas y el abaratamiento de las subsistencias sería la respuesta al fracaso del modelo oligárquico. Y no sólo protestarían los pobres de la ciudad, también lo hicieron los cañeros del valle de Chicama o los campesinos de Puno. Así, el gobierno de Pardo entraría en crisis debido a la presión que se sentía, sobre todo desde abajo. En esta situación, y al no vislumbrarse un líder nacido de los propios sectores populares, la población volvería sus ojos hacia Augusto B. Leguía. En 1919, capitalizando todo el descontento social, no sólo contra Pardo sino contra la oligarquía en general, Leguía ganaría las elecciones para la presidencia. Sin embargo, éste -como antes lo habían hecho los civilistas para derrocar a Billinghurst- acude al ejército para asegurar su elección. En julio de 1919 se produce un golpe de Estado y con él terminaría la República Aristocrática. Al final de once años de gobierno personalista, Leguía había acabado con todos los partidos tradicio-
176-------------------------------------nales. Utilizando la represión y la corrupción, logró destruir la institucionalidad de la o ligarquía. !JI.
ASPECTOS POll11COS
En agosto de 1884 las victoriosas tropas chilenas se retiraban definitivamente del territorio peruano. Dejaban atrás un país desgastado por la guerra con el enemigo externo, pero también sumido en una profunda crisis interna. Así, la partida del enemigo no significó la solución de nuestros problemas. Por el contrario, al desaparecer el enemigo común a todas las fuerzas sociales peruanas, la división entre ellas se hizo más profunda, de tal suerte que se agudizaron los problemas que ya se habían notado durante la guerra y que había sido uno de nuestros principales obstáculos para ofrecer una defensa más férrea y efectiva al enemigo: la desunión de las principales fuerzas políticas del país. En efecto, las fuerzas sociales más importantes estaban divididas: por un lado estaban los civiles que habían quedado prácticamente en la ruina económica, y que además se quedaron tambié n sin mayor figuración política; por el otro, los militares a quienes las circunstancias de la guerra habían puesto como principales figuras del escenario histórico, y que terminada ésta se convertirían en la principal fuerza política del país. Sin embargo, dentro de este grupo se venían dando una serie de diverge ncias, especialmente entre quienes se negaban a aceptar la derrota y persistían en su lucha contra el invasor y en el otro lado aquéllos que, atend iendo principalmente a sus intereses personales o de grupo, pactaban con el enemigo una paz a todas luces indecorosa. El resultado sería el enconado enfrentamie nto entre el héroe de la guerra, don Andrés Avelino Cáceres y sus partidarios, y el entonces presidente Miguel Iglesias, a quien los primeros acusaban de haber firmado una vergonzosa y desfavorable paz con el enemigo. De este modo, a pesar de que los militares asumieron el control total de la política peruana, la pugna e ntre ambos bandos, caceristas e iglesistas marcaría el desenvolvimiento de la política de los primeros años de la posguerra. Así se fue configurando un primer aspecto característico del período, el llamado segundo militarismo.
l.
El segundo militarismo
Jorge Basadre afirma que una de las principales consecuencias de la guerra con Chile fue el surgimiento de un segundo militarismo (Basadre, 1970: 1983). Éste, al igual que el primer militarismo, surgió también de la debilidad de la clase dirigente civil. En efecto, la guerra había empobrecido a los civiles, y nuevamente, como había sucedido después de la Independencia, se había
177 creado un vacío de poder que sería aprovechado por los hombres de uniforme, los caudillos militares. Pero con una diferencia fundamental: el primer militarismo había surgido tras la victoria de la Independencia, este segundo militarismo, en cambio, nacía de la derrota. Además, si el primer militarismo pudo usufructuar la bonanza económica del período del apogeo guanero, el segundo militarismo heredaba un país sumido en la bancarrota casi total. De los resultados inmediatos del proceso de recuperación, entonces, dependería la consolidación política de este movimiento. Su fracaso, en cambio, significaría, como que así sucedió, prácticamente su liquidación. El segundo militarismo (1883-1895) se expresó e n el desarrollo ele los siguientes gobiernos militares: • Gobierno de Miguel Iglesias (1883-1885); • Primer gobierno de Andrés A. Cáceres (1886-1890); • Gobierno de Remigio Morales Bermúclez (1890-1894) y, finalmente, • El segundo gobierno de Andrés A. Cáceres (1894-1895). Según Basadre (2000) este segundo militarismo se podría dividir en dos momentos: el primero, 1883-1885, que corresponde al predominio de los militares "azules" liderados por Miguel Iglesias y que llevarían a cabo la firma de la paz con Chile; luego seguiría el segundo momento, 1886-1895, que correspondería al predominio de los soldados de "kepí rojo", liderados por Andrés A. Cáceres y que resistieron hasta el final al enemigo. Una vez establecido, entonces, el segundo militarismo, trataría de enrumbar al país dentro de un proceso de reconstrucción. Sin ~mbargo, las pugnas internas entre los militares Iglesias y Cáceres creó una situación de inestabilidad política, la que encontró su expresión máxima en la guerra civil e ntre ambos. La pugna entre Iglesias y Cáceres se había iniciado en plena guerra, y nace principalmente de la profunda diferencia entre ambos respecto del carácter que debería tener la resistencia peruana frente al enemigo chileno. Para Cáceres era importante llevar a cabo una guerra de guerrillas para desgastar al enemigo y tratar de lograr un cese de la guerra sin pérdidas fundamentales para el país; para Iglesias lo más urgente era terminar una guerra que ya estaba definida y lograr la paz con el enemigo, a cualquier costo. Así, en 1882, mientras Cáceres, un excelente militar, veterano de guerra y de gran ascendencia popular, ganaba su reputación como héroe de la guerra a través de su valerosa resistencia en la llamada Campaña de la Breña en las serranías del país, Iglesias, hacendado cajamarquino, clamaba en cambio por una paz negociada con los chilenos, convirtiéndose así, en la visión de sus enemigos, en un "colaboracionista" del ejército enemigo. La pugna fratricida favorecería
178---------------------------------------la posición del enemigo, el que optó por apoyar a Iglesias, a quien reconocieron como presidente. De esta forma las tropas chilenas y las de Iglesias logran derrotar a Cáceres en la batalla de Huamachuco el 18 de octubre de 1883, ahondándose la pugna entre los dos militares peruanos. Dos días después, el 20 de octubre, Iglesias y el invasor chileno firmaron el Tratado de Ancón, con el cual finalizó la guerra, sellándose así la derrota peruana. A pesar de ser sumamente desfavorable para el Perú, sobre todo porque significaba la pérdida definitiva de Tarapacá y el cautiverio de Tacna y Arica en manos chilenas, dicho tratado fue ratificado el 10 de marzo de 1884, por una Asamblea Constituyente forzada por Iglesias. De este modo, la fama de Cáceres como héroe de la resistencia crecería al mismo tiempo que la actitud colaboracionista de Iglesias le fue restando popularidad dentro del país. Necesitado de apoyo social en un primer momento, dadas las exigencias de la guerra con las tropas chilenas que se libraba en las serranías, Cáceres había optado por movilizar a los campesinos, quienes no sólo lucharon en contra del enemigo externo, sino también que se movilizaron en contra de los hacendados colaboracionistas, asaltando haciendas y tomando su ganado como botín de guerra. Pero una vez que el enemigo se hubo retirado, sus ambiciones políticas y su deseo de derrotar a Iglesias le harían buscar el apoyo de los terratenientes. Aliado con éstos en contra de Iglesias, Cáceres desmovilizó a los campesinos y recuperó las haciendas y el ganado de los hacendados, pero sobre todo hizo que recuperen su poder de control sobre los campesinos (Klaren, 2000: 193). Contando con sus aliados terratenientes Cáceres se enfrentó al gobierno de Iglesias, que se hallaba debilitado por el retiro de las tropas chilenas que antes le apoyaron. Finalmente, la pugna entre ambos caudillos terminó en diciembre de 1885, cuando las montoneras caceristas toman las calles de Lima y fuerzan a Iglesias a dejar la presidencia y partir hacia el exilio. Andrés A. Cáceres se convierte así en presidente provisorio. Luego, apoyado por el Partido Civil y con la abstención de los otros grupos políticos, gana las elecciones presidenciales. De esta forma el héroe de la Breña llega al poder, iniciando así su primer gobierno, entre 1886 y 1890, convirtiéndose también en la figura dominante de este período. Los principales problemas que tuvo que hacer frente el gobierno de Cáceres fueron: la carencia de recursos fiscales, debido a la falta de capitales y la desvalorización del papel moneda (una moneda ele plata llegó a equivaler a 20 billetes). Pero, además, debió enfrentar la movilización campesina, iniciada por él mismo durante la guerra, y que ahora con el enemigo fuera del territorio se volvería en contra de la política fiscal, generando violentas revueltas en las zonas rurales del país. En efecto, dicho movimiento antifiscal alcanzó su mayor
179 expres10n con el llamado levantamiento de Atusparia, en Ancash, en 1885. Dicho movimiento se originó por el descontento indígena ante la imposición del tributo personal, creando una crisis política dentro del gobierno. Tal situación, y el descontento social, llevarían a un desgaste político del régimen, que se acentuaría cuando bajo presión del Ejecutivo, el Congreso tuvo que aceptar la flrma del Contrato Grace concertado con los tenedores ingleses de los bonos de la deuda externa peruana, y que significaría poner los ferrocarriles peruanos bajo la administración británica a cambio de ésta. Así, en medio de las críticas de intelectuales y políticos que trataban de encontrar las causas de la terrible derrota ante Chile y las salidas más apropiadas para la reconstrucción del país, el gobierno de Cáceres entró en su etapa final. Impedido ele llevar a cabo la reelección, Cáceres optaría por delegar el gobierno a su amigo, e l coronel Remigio Morales Bermúclez, quien asume la presidencia ele Perú , entre 1890 y 1894. Este gobierno estuvo marcado por una fuerte oposición. En agosto de 1894 muere Morales Bermúdez sin completar su mandato, quedando la presidencia en manos del coronel Justiniano Borgoña. Cáceres, entonces, prepararía el camino para su retorno al poder. En efecto, logra que el Congreso lo declare presidente, y en agosto de 1894 comienza su segundo gobierno (1894-1895). Ante el descontento popular por esta nominación, motivada por el afán reeleccionista del héroe de la Breña, lo que le hizo perder popularidad entre la población peruana, las antagónicas fu erzas políticas del Partido Civil y el Partido Demócrata dejaron de lado sus rivalidades para salirle al frente, formándose una Coalición Nacional. Ésta buscó, entonces, el regreso del caudillo civil Nicolás de Piérola, a la sazón e n Chile, para que encabezara el movimiento civil en contra del militarismo cacerista. De esta mane ra, nuevamente la guerra civil reaparecería en el horizonte nacional. El movimiento civil en contra del segundo gobierno de Cáceres, que logró derrocar al segundo militarismo, es conocido como la revolución de 1895. 2.
La revolución de 1895: El fin del segundo militarismo
Apoyado por los políticos civiles y con gran respaldo popular, este movimiento antimilitarista tuvo como conductor a Nicolás de Piérola. Como ministro de economía du rante el gobierno de ] osé Balta, en 1869, Piéróla había sido el encargado de llevar adelante la firma del Contrato Dreyfus, el que daría lugar a la fase monopólica en la comercialización del guano y que al ·estar en contra de los intereses de los consignatarios peruanos le había granjeado el odio de la naciente oligarquía. También había dirigido la guerra contra Chile al producirse el viaje de Prado en 1879 y sobre sus hombros lle-
180 ---------------------------------------varía también la responsabilidad por la derrota. Ahora, con e l apoyo de sus antiguos enemigos del Partido Civil y del amplio apoyo del pueblo peruano que no dudó e n formar parte ele sus mo ntoneras, lideraría el movimiento contra las fue rzas militares ele Cáceres. La Revolución de 1895 movilizaría a la mayoría de la población perua na e n casi todo el país e n contra de los hombres de uniforme. Sin embargo, la batalla final se libraría en Lima en marzo de 1895. En efecto, después de dos días de inte nso combate e ntre las montoneras pierolistas y el ejército de Cáceres, que dejó alrededo r de 2.500 mue rtos, y gracias a los buenos oficios ele la Iglesia, que oficiaría como eleme nto med iado r entre los combatie ntes, éstos acordaron finalizar la gue rra civil. Cáceres aceptaría dejar el poder y la formación de un gobierno provisional. Finalme nte, tras vencer e n las elecciones presidenciales, Nicolás de Piéro la asumió el gobierno entre 1895 y 1899, terminó con el segundo militarismo, recuperó el pode r para los civiles e inició la llamada República Aristocrática . Se debe destacar también que una característica del llamado segundo militarismo había sido la formación de diversos partidos po líticos. Así, al ya establecido Partido Civil, fundado por Manuel Pardo en 1871, se sumarían el Partido Demócrata, fundado por Piérola e n 1884, y el Partido Constitucional, fundado por Andrés A. Cáceres en el mismo año. Más adelante, ya e n ple na República Aristocrática, se formaría el Partido Radical, de Manuel González Prada e n 1898, y en 1901 el Partido Libe ral, del líder provinciano Augusto Durand . Ju nto con el Partido Civil, estos nuevos partidos, de nominados también "tradicionales" o partidos de la oligarquía, siendo expresión política de la o ligarq uía, coparon el período de posgue rra, y, sobre todo, sirvie ron para consolidar el sistema político de la República Aristocrática, como se verá a continuación. En términos políticos, e ntonces, cie rta fracción de la clase dominante peruana, el grupo más moderno nacido casualmente de la misma expansión capitalista, tratará de imponerse sobre el grupo más tradicional, conservador y mercantilista, para dejar atrás la época del guano. De esta manera, junto a una estabilidad económica lograda por la burguesía incipie nte peruana, nos acercamos al momento de alcanzar una estabilidad política. El modelo económico impuesto e ncontró un sistema político para respaldar su desarrollo. La ocasió n será propicia con el ascenso de Nico lás de Piérola (1895-1899) al poder. Su triunfo político sobre los militares significó el inicio de un nuevo período en el p roceso de posguerra. La reconstrucción nacional adquirió así un mayor impulso. Entonces, como se había anotado anteriormente, con el gobie rno de Nicolás de Piérola -caudillo del Partido Demócrata- empieza la República Aristocrática.
181 3.
La República Aristocrática (1895-1919): El poder político en manos de la oligarquía
El régimen económico, político y social que establece la oligarquía entre 1895 y 1919 merecía el nombre de República Aristocrática "porque en ella la función del gobierno, tanto al nivel del Poder Ejecutivo como del Legislativo y Judicial, :;e limita a los círculos dirigentes" (Chirinos Soto, 1985: 449). Aunque existían intereses regionales y locales, representados por los gamonales o jefes regionales de la sierra, éstos se limitaban a controlar su:; regiones bajo la supervisión de la clase dominante afincada en la capital. Por tanto no representaban un peligro para la hegemonía de la oligarquía, que utilizaba estos poderes regionales o locales para mantener inmovilizada a la población del interior. Tampoco los militares eran un peligro. Desprestigiados por la derrota en la guerra con Chile, habían sido sometidos al poder civil y, finalmente, se les había asignado la tarea de defensores de los intereses oligárquicos. El gobierno, dentro ele la República Aristocrática, se caracterizaba por su centralización, unifo rmidad y legalismo; se desarrollaba así un "Estado de derecho" (Chirinos Soto, 1985: 449). La clase dominante era respetuosa del derecho y la Constitución y había amoldado su conducta a los principios que inspiraba ésta, "viviéndose en un ambiente de libertad circunspecta con una oposición mesurada y elevada" (Pareja Paz Soldán, 1963: 3). La estabilidad política del país en este período se reflejó en la sucesión de "gobiernos conservadores, moderados, respetuosos de la ley y las libertades públicas, que gravitaron hacia la constitucionalidad y la legalidad" (Chirinos Soto, 1985: 449). 3 .1
El régimen político de la República Aristocrática: El Estado oligárquico
Durante este período la estabilidad política se expresaría en la sucesión presidencial casi ininterrumpida, como se verá más adelante. Se suceden los siguientes gobiernos, q ue pertenecen a los partidos que se indican: • Gobierno de Nicolás ele Piérola 0895-1899), Partido Demócrata • Gobierno de Eduardo López de Romaña 0899-1903), independiente • Gobierno de Manuel Candamo 0904), Partido Civil • Primer gobierno de ]osé Pardo 0904-1908), Partido Civil • Primer gobierno ele Augusto B. Leguía 0908-1912), Partido Civil • Gobierno de Guillermo Billinghurst 0912-1914), independie nte; derrocado por un golpe de estado cívico-militar • Gobierno Provisional de Osear R. Benavides 0914-1915), militar • Segundo gobierno de ]osé Pardo (1915-1919), Partido Civil
182----------------------------------------Se puede observar que salvo el golpe militar de Benavides (febrero de 1914) no hubo mayor injerencia de los militares en la política nacional. Se observa, además, que el partido con más tiempo en el gobierno fue el Partido Civil, y que dos de sus principales personajes: José Pardo -hijo de Manuel Pardo, fundador del partido- junto a Augusto B. Leguía, quien luego se convertiría en presidente independiente entre 1919-1930, son las figuras más importantes del período. Es cierto que esta época puede describirse como etapa del derecho. Al menos se trató del más prolongado esfuerzo por vivir respetando la ley, con libertades públicas, que sólo fueron interrumpidas por el ejército en una oportunidad (el golpe de Estado contra Billinghurst en 1914). Pero fue una etapa en donde el uso del derecho puso todo bajo el dominio de la oligarqu ía y sirvió para mantener inalterable el statu quo. Todo intento ele reforma era sofocado o al menos postergado; claro que usando cualquier argucia legal o algún desliz de la Constitución a la que tanta pleitesía se le rendía. Los sectores dominantes conocían muy bien la ley y sabían también cómo utilizarla en su provecho. A pesar de la estabilidad económica y el auge de las exportaciones, que dieron buenos resultados a la elite peruana, ésta prestó poca atención a las reivindicaciones sociales de los trabajadores, tampoco intentó dar solución al problema indígena. Así, el Estado y el pueblo, el gobierno y la nación marcharían por caminos diversos, dándose una ruptura entre los anhelos profundos de las masas y la marcha del Estado: una ruptura entre lo que se denomina el país legal y el país real. La estabilidad política se traducía en la sucesión presidencial cada cuatro años. La democracia peruana se expresaba exactamente en esta sucesión presidencial, que se convertía así en su rasgo fundamental. La estabilidad política, entonces, sirvió para afianzar a los sectores dominantes que lideraban el proceso de desarrollo económico. De este modo, también, un desarrollo económico estable le otorgó legitimidad al proceso político oligárquico y la sucesión presidencial pudo ser ejercitada regularmente. Así, al ser capaz de mantener la estabilidad económica acompañada de una estabilidad política, la clase dominante, con el civilismo a la cabeza, terminó por entronarse en el poder. Con la economía asegurada, el ejercicio del poder político se dirigió hacia la captura del Estado. Éste, al ser copado por la clase dominante y responder a sus intereses, se volvió un Estado oligárquico. Este Estado excluyó ele la vida política a la mayoría de la población y fue controlado por un grupo social muy reducido. Era, pues, un Estado exclusivo y excluyente. Éstas serían las características centrales de dicho Estado. La otra característica sería su reducida presencia en el ámbito nacional, lo que facilitaba el dominio de los grupos terratenientes del interior, los gamonales.
183 El poder de la oligarquía recibía un doble sustento: externamente, al controlar la economía de exportación, se basaba en el respaldo que podía recibir del imperialismo, del cual era aliado económico secundario. Internamente se apoyó en la violencia impuesta en el interior del país por los poderes políticos ele carácter local o regional, representados por los terratenientes serranos o gamonales. Dentro de los límites ele las haciendas el poder de los gamonales era despótico, manteniendo a sus indios bajo condiciones de servidumbre. La debilidad institucional del Estado, que se traducía en una ausencia casi total de su autoridad en el interior del país, contribuía a una casi total autonomía de acción para los grupos de poder locales. De esta manera se pudo mantener a la mayoría del país inmovilizada, sumida en una profunda dependencia. En cambio en las ciudades la violencia sobre los grupos mayoritarios, los trabajadores urbanos, era ejercida directamente por el Estado mediante sus fuerzas represivas. Aunque en este período aún no se habían desarrollado mayormente los aparatos represivos, el gobierno controlaba directamente "la paz y la tranquilidad públicas", mediante el uso de la gendarmería. Mantenía también un control ele las asociaciones de trabajadores y la oposición política mediante una especie de policía secreta denominada "los soplones". Finalmente, cuando la gendarmería, por su número reducido, no era capaz de mantener el orden, la represión era una tarea enteramente del ejército. Pero al apoyarse en esta doble alianza -con el capital externo y con los gamonales- la oligarquía peruana perdió trascendencia nacional. Era socia me nor del capital internacional, tenía una posición dependiente. Por otro lado, por su dependencia externa se desligaba casi completamente de los otros sectores nacionales, y no podía aglutinarlos dentro de su proyecto de desarrollo. Por esto, y porque además no tenía ninguna relación cultural común con los sectores populares, la elite dominante no se constituye en una clase dirigente. Por otro lado, el dejar el dominio interno a los gamonales hizo que persistiera la tradicional desarticulación política y económica del país. Los poderes regionales se impusieron a una débil presencia del Estado oligárquico. Por esta razón, también, el Estado oligárquico sólo en apariencia tuvo carácter nacional. Según Burga y Flores Galindo, al carecer la oligarquía de una ideología, el funcionamiento del Estado oligárquico se apoyó más en la violencia que en el consenso (Burga y Flores Galindo, 1984: 83). Éste era el sistema político de la República Aristocrática. En dicho sistema jugarían un papel importante los instrumentos políticos de la oligarquía: los partidos políticos tradicionales.
184---------------------------------------3.2
Los partidos políticos de la oligarquía
Los sectores dominantes se hallaban organizados en agrupaciones políticas. Los partidos de la oligarquía no lo fueron e n el sentido moderno de la palabra. Lo reducido de sus adherentes y las relaciones existentes e ntre ellos -provenían ele las mismas familias, ele los mismos grupos económicos, etc.más bien los hacían aparecer como círculos ele amigos o como parte del Club Nacional, del cual seguramente todos eran socios exclusivos. Históricamente, los partidos políticos en el Pe rú "devienen de los grupos de notables que habían decidido intervenir en política" (Rojas Samanez, 1991: 45). Dichos partidos se creaban casi únicamente con fines electorales. Las razones oportunistas y temporales ele su creación provocaba que estas agrupaciones languidecieran cuando no había elecciones. Fuera de los comicios la vida partidaria e ra casi nula. Casi ninguno de ellos poseía una ideología definida ni un ideario o programa político específico. Aparte de los planteamientos doctrinarios del Partido Demócrata - e laborados y publicados por Piérola en 1898- poco se sabía de las posiciones doctrinarias de los partidos. Sin embargo, manifestaban sus ideas sobre hechos específicos, las que se publicaban en la prensa bajo la forma de comunicados a la opinión pública. Por eso, fuera de saber a qué candidato apoyaban, los miembros de los partidos no conocían nada más ele su organización. No existían declaraciones ele principios, ni debates e n asambleas, ni mucho menos congresos doctrinarios. Aparentemente, su dominio era tal que ta mpoco los necesitaban. El general Andrés A. Cáceres, líder del Partido Constitucional, por ejemplo, decía que no necesitaba programa pues su gobierno sería sólo de "hechos y no palabras" . Carecían ele organización, militancia y compromiso partidario. Seguían fielmente los mandatos de su líder o caudillo, quien prácticamente era el "dueño" del partido. Así, las dirigencias paniclarias salían del entorno del líder y se elegían sin mayor preámbulo, sin necesidad de debates y muchas veces sin votaciones. Las nominaciones eran hechas por el líder y se acataban sin discusión. No tenían, pues, una mayor estructuración política . No eran partidos de masas, aun cuando e n algú n caso particular -el del Panido Demócrata- tuviera arraigo popular. Pero en este caso, el arraigo popular de los demócratas, más que al partido se debía a la aureola y al carisma del caud illo Piérola. Por lo demás, el férreo control del sistema político por parte de la oligarquía hizo que realmente no necesitaran a las masas como base ele apoyo. La política era un asunto ele los secto res dominantes, ele la elite y no de las masas. Por ello los panidos de la oligarquía e ran muy reducidos. Recordemos lo que decía Paz Soldán: sus miembros podían caber en un vagón de tranvía.
185 El primer partido político de Perú -como se ha visto en el capítulo anterior- fue el Partido Civil, fundado en 1872 por Manuel Pardo. La influencia de su fundador era tan pronunciada que se le conocía como el "Partido Pardo". La formación d e dicha agrupación política se confunde casi con la conformación de la oligarquía peruana. Salidos de la economía del guano habían invertido en la agricultura de exportación, la banca y las finanzas. La emergencia de este pequeño círcu lo de acaudalados comerciantes, financistas y terratenientes se manifestó rápidamente con la formación del Partido Civil (Bonilla, 1986: vol. III, 560). El civilismo llegó al poder en 1872, con su fundador Manuel Pardo. En esa época el partido gozaba de respaldo popular. Pero las pésimas condiciones económicas del país, al entrar en decadencia la economía del guano, impidieron que su gobierno llevara a cabo sus planteamientos, a pesar de que intentó obtener ingresos fiscales por la explotación del salitre. Éste fue el fracaso económico de su gestión. Además, la adhesión de Pardo a la candidatura del militar Mariano Ignacio Prado en 1876 significó un duro golpe a sus planteamientos antimilitaristas y un verdadero fracaso político cuando Prado se apartó totalmente de los civilistas. En 1878 Pardo murió asesinado y así, sin su líder máximo, el partido entró en una etapa de estancamiento político. El partido no volvería a tomar el gobierno hasta 1904, con el triunfo de Manuel Candamo. La elección de Manuel Candamo es políticamente significativa, pues desde la presidencia de Manuel Pardo (1872-1876), e l Partido Civil no había tenido un presidente1 . Con Candamo, prominente líder del Partido Civil y personaje representativo de la República Aristocrática, el civilismo se encumbra en el poder, haciéndose más estrechas las relaciones entre el poder económico y el poder político.
Para ellos, la tarea del Estado era " proteger y reforzar los privilegios económicos existentes" (Stein, 1980: 25). Manuel Candamo era la más acabada representación de los sectores dominantes de la República Aristocrática. Habla sido presidente del Banco Anglo-Peruano (una entidad muy importante para el crédito agrlcola) y miembro del directorio de numerosas empresas financieras. En 18%, cuando presidia la Cámara de Comercio, fue elegido presidente del Partido Civil. Candamo no tenia problemas en declarar su convicción de que los objetivos del Estado se confundlan con los objetivos particulares de la elite. Asl, en su concepto, si el comercio era vital en el desarrollo del pals, "protegerlo era una de las más imperativas obligaciones del gobierno" (Stein, 1980: 26). Por eso, uno de los principales puntos de su programa de gobierno, como antes lo habla sido en el de Piérola, rue la adopción de un sistema aduanero eficiente. Pensaba, además, expandir las vlas de comunicación, la Irrigación de los terrenos de la costa, la inmigración extranjera y la educación industrial (Basadre, 1970 : tomo XI, 138).
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De ahí en adelante el partido colocó en la presidencia a José Pardo, el hijo del fundado r, entre 1904-1908; y seguidamente a Augusto B. Leguía en 1908-1912. A la salida ele Leguía en 1912, y a pesar de su gran poder político, la candidatura del presidente del partido, Ántero Aspíllaga, sufrió una humillante derrota ante Guillermo Billinghurst, ex miembro del Partido De mócrata, quien asumió el gobierno entre 1912 y 1914, provocando la primera crisis dentro ele la República Aristocrática.
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Los principales partidos de la oligarquía durante la República Aristocrática: Civilistas y demócratas
Los miembros del Partido Civil eran personas selectas, la crema ele los sectores dominantes. Destacados profesionales, médicos, abogados, profesores universitarios, junto con empresarios, banqueros, terratenientes, los "barones" del azúcar y del algodón, señoritos ilustrados, y algunos industriales. Los más ricos y los considerados como los más inteligentes; en suma, la mayor parte de la gente a la que le había ido bien en la vida (Basadre, 1970: 127). · Describir el Partido Civil era como describir a la oligarquía. La pertenencia a este partido no estaba reservado a cualquier miembro de la oligarquía, sólo a los más connotados. Pertenecer al partido, además, otorgaba prestigio y ventajas prácticas en el ejercicio del poder. Por ejemplo, un abogado miembro del Partido Civil tenía más influencia en el sistema judicial, dominado por sus correligionarios, que aquél no pertenecía al partido. Sus miembros entendían la política con fines prácticos e inmediatos. Si se era parte de la oligarquía se tenía una posición social expectante, pero si además se era del Partido Civil se obtenían mayores ventajas. Con respecto a la ideología del partido los historiadores Burga y Flores Galindo manifiestan que la oligarquía en general - y los civilistas formaban parte de ella- no tenían ideología, sino más bien "un estilo de vida" . Sin embargo, tanto Heraclio Bonilla como Julio Cotler afirman que el Partido Civil sí tenía una ideología. Para Cotler, la ideología del civilismo se expresaba en los planteamientos elitistas de Francisco García Calderón sobre la existencia de un grupo selecto ele personas inteligentes y capaces con derecho a gobernar el país, el que se identificaba con la oligarquía. Para Bonilla la ideología civilista se expresaba básicamente en dos puntos: en primer lugar, eran antimilitaristas (de ahí su denominación); en segundo lugar, planteaba que el Estado debía asumir una orientación económica diferente a la que se había planteado en la época del guano. Es decir, que el Estado debía modernizarse dejando atrás la época del guano, por ser éste un recurso agotable (Cotler, 1978: 119; Bonilla, 1986: 560). Pardo pensaba que se debían utilizar los pocos
187 recursos del Estado en la construcción de ferrocarriles. De esta forma se lograría impulsar la producción interna para ligar más eficientemente la economía peruana con el mercado mundial. Ésta era su tesis principal. No se refería a impulsar el mercado interno sino únicamente ligar más la producción de exportación con los puertos de embarque. Así, entonces, su tesis no pedía una modificación de la naturaleza exportadora de la economía, sino una modernización del transporte. Las ideas económicas de Pardo se mantendrían durante toda la República Aristocrática. El civilismo como partido líder debió haber aglutinado al conjunto de la clase dominante peruana y al resto del país para poder llevar a cabo su proyecto político. Sin embargo, enfrascado en las luchas internas y en el mantenimiento de su poder hegemónico, no lo hizo. Así, en el siglo XX los herederos de Manuel Pardo, como antes había sucedido con el fundador, avanzaban hacia el fracaso político, y con ellos el resto de la clase dominante. Durante las primeras décadas del siglo XX el civilismo tuvo que afrontar una división, la que iniciaría su proceso ele descomposición. Ésta se produce en dos etapas: e n la primera, en la cual se sentarán las bases de la división final, se produce una pugna entre los jóvenes del partido, liderados por José Pardo, y los fundadores, los líderes históricos, encabezados por Isaac Alzamora. Esta situación se origina durante la elección del sucesor de Manuel Candamo en 1904. A pesar ele que la candidatura a la presidencia vacante debió haber recaído en la figura de Isaac Alzamora, quien ocupaba el cargo de presidente del partido, ésta fúe entregada a José Pardo, el joven hijo del fundador. Pardo logró la presidencia pero a costa ele la división ele su partido. El grupo ele Isaac Alzamora se sintió despojado. Durante el gobierno ele Pardo (1904-1908) la pugna entre ambos bandos se hizo más profunda. Se ahondó aun más cuando, d esoyendo los reclamos ele los miembros más conspicuos del partido, Pardo llamó a un personaje nuevo en el civilismo, casi un desconocido y sin experiencia política, para ocupar la cartera ele Hacienda: Augusto B. Leguía. De este modo, los jóvenes, el ala más progresista del partido, desplazó al grupo más tradicional. Los primeros se atrincheraron en el Ejecutivo, los segundos en el Congreso. La segunda etapa de esta ruptura profundiza la división interna y acrecienta la debilidad del partido. Se produce cuando nuevamente Leguía, una persona combatida dentro del partido y considerado como advenedizo, es nominado por Pardo como su sucesor e n la presidencia. Así, durante el primer gobierno de Leguía (1908-1912), la disputa e ntre el presidente y los miembros ele su propio partido, atrincherados en el Congreso, se haría mucho más abierta. La lucha se manifestaba en que cada ley presentada por el Ejecutivo era observada y no e ra aprobada por la mayoría civilista. Cualquier
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acto de fuerza por parte del presidente era respondido con una censura a su gabinete. Al no poder atacar directamente al presidente se atacaba a su gabinete. La muestra más clara de la división del partido durante el gobierno de Leguía se da en la formació n, primero, del llamado "El bloque" (parlamentarios civilistas contrarios al presidente en el Congreso) y finalmente, con la formación del Partido Civil Independiente, en 1912. Éste estaba formado por civilistas contrarios a la candidatura de Ántero Aspíllaga, nominado candidato por Leguía. Este grupo, incluso, apoyaría, en las e lecciones de 1912, a Guillermo Billinghurst, candidato independiente, oponiéndose a Ántero Aspíllaga, candidato del Partido Civil. Lo que sucedía en el fondo ele esta situación era que, aunque la división en los grupos dominantes asumía características ele luchas personales y se planteaban alrededor de las elecciones presidenciales y parlamentarias, ésta implicaba problemas profundos. Ponían de manifiesto la existencia de dos corrientes dentro del partido: un grupo renovador, de reformistas sociales -el presidente y sus técnicos "ilustrados"- que buscaban un cambio "desde arriba", para hacer frente a las demandas sociales. En el otro lado, se encontraba la línea conservadora y señorial, que no estaba de acuerdo con los cambios y que obstaculizaba las reformas desde el Congreso. Se trata, entonces, ele una ruptura generacional por un lado, pero también, hasta cierto punto, de una d ivisión "ideológica". En esta pugna poco a poco se van imponiendo los presidentes, es decir el ala joven del partido. Pero al hacerlo el sistema se inclinaba peligrosamente hacia el presidencialismo, dejándose de lado la política ele partidos que lo había caracterizado. El resultado final ele esta confrontación fue el fin de la República Aristocrática, que se produce, como ya se ha mencionado, durante el segundo gobierno ele Leguía (19191930), quien se encargará de eliminar a los partidos de la oligarquía. El predominio político del Partido Civil se vería confrontado, en los primeros años del siglo XX, por el Partido Demócrata, la otra agrupación política más importante de la oligarquía. El Partido Demócrata fue fundado en julio de 1884 por Nicolás de Piérola. La conformación de este partido era variopinta. En él había connotados miembros de la oligarquía, ex miembros ele otras agrupaciones políticas. Según Miró Quesada Laos, había miembros del gobierno de Echenique, del régimen de Balta, así como aquéllos que habían servido a las dictaduras de Prado e Iglesias (Miró Quesada Laos, 1959: 162). Sin embargo, aunque no pertenecían al partido, artesanos y otros miembros de los sectores populares urbanos apoyaban a Piérola. Durante su gobierno, el único en la historia del partido, Piérola había gozado ele apoyo popular -recuérdese que había surgido de la revolución ele 1895-. El proceso de reconstrucción exitoso, así como la apertura política para los sectores
189 populares organizados, que con su apoyo lograron ubicar a sus representantes en el Congreso, y en general, por su cordial relación con los gremios ele artesanos, lo volverían muy popular y aceptado por las masas. Popularidad que duraría mucho tiempo. Era un partido considerado clerical y conservador. A diferencia de los otros partidos, el Demócrata había publicado su Doctrina elaborada por Piérola y publicada en 1899, casi antes de su salida del gobierno. Los principales planteamientos de la doctrina demócrata son los siguientes: • Los partidos políticos deben perseguir como fin último y único el interés y el bienestar del Estado. Sólo deberían existir partidos con doctrinas bien definidas y publicadas (como el suyo, casualmente). • Que la lucha política debería ser despersonalizada y concentrarse en la lucha ideológica. Este planteamiento fue hecho sabiendo que el resto de los partidos no tenían una doctrina conocida. Además, plantear la lucha ideológica con otros movimientos con los cuales en el fondo no tenía mayores discrepancias, era más una cuestión de forma que de fondo. Se destaca claramente la preocupación pierolista por separar las disputas familiares de las disputas políticas, cosa muy difícil de hacer en un grupo muy reducido de políticos, que se hallaban ligados por lazos de parentesco. Ambos partidos eran la expresión más elocuente de esto: los Pardo eran todos civilistas; los Piérola, demócratas. Este planteamiento más bien debe entenderse por un deseo de Piérola de acabar con las rencillas familiares. A los Piérola se les acusaba de haber instigado el asesinato de Manuel Pardo, y por eso la animadversión de los civilistas hacia ellos. • Con respecto a la democracia plantea que ésta no es la igualdad ni la nivelación absoluta de todos. Si bien es cierto que las personas son iguales ante la ley y que el manejo ele los asuntos públicos no es un privilegio ele un grupo particular, las leyes y las instituciones deberían dirigirse preferentemente a los más necesitados, a las clases más numerosas y desvalidas. Pero considera que es necesaria la existencia ele una clase superior, la clase dirigente, a la cual debería de acceder cualquier persona en razón de su esfuerzo y no a apellidos o fortuna. • El Partido Demócrata es también antimilitarista. Se opone al caudillismo militar. Pero reconoce al ejército como una institución útil e indispensable. Se opone a su desaparición por ser un elemento de seguridad y orden dentro del país y de defensa con el exterior. • Planteaba también el desarrollo físico y moral del hombre a través de la educación, por eso pide el impulso de la educación popular.
190-------------------------------------No escapa a este planteamiento la mentalidad positivista propia de la República Aristocrática, que veía en la educación la llave para el progreso. El Partido Demócrata llegó al gobierno una sola vez, durante 1895-1899, y tuvo la oportunidad de llevar a cabo sus planteamientos. Su doctrina parece, entonces, surgida de su experiencia de gobierno. Su relación paternalista con los trabajadores despertaría simpatías dentro de estos sectores. El pueblo se mantenía fiel al Califa, sobrenombre con el que se conocía también a Piérola. Sin embargo, a pesar de su popularidad, Piérola jamás pudo regresar a la presidencia. A partir de 1901 su aureola heroica iría perdiendo peso político. Ese año, como candidato a la alcaldía de Lima, Piérola fue derrotado por Federico Elguera al frente de una junta independiente de vecinos. El gran preside nte reconstructor del país no pudo ocupar la alcaldía de Lima. De ahí en adelante Piérola -y con él su partido- entraron en un proceso de deterioro político, a la vez que el civilismo se encumbraba en el poder. Durante los primeros años del siglo XX hasta la muerte ele su líder, lo más notorio del Partido Demócrata sería su férrea oposición al civilismo en el poder. Piérola murió en 1912 y con su muerte se hizo definitiva la decadencia de su organización política. 3.4
Los partidos menores de la República Aristocrática: Constitucionalistas, liberales y radicales.
La escena política no sólo comprendía a civilistas y demócratas. Se completaba con otros partidos, entre ellos: el Constitucional, ele Andrés A. Cáceres, que fue fundado en 1884. Este partido reunía a connotados militares retirados y a algunos civiles de los sectores dominantes. Su doctrina se fundamentaba en una defensa ele la Constitución de 1860, para asegurar el orden y el progreso (Miró Quesada Laos, 1961: 173). Casi inmediatamente después de su fundación los constitucionalistas se unieron al Partido Civil para apoyar la candidatura ele Cáceres. Desde ese momento se marcaría la característica de su participación e n la política peruana: tratar siempre de ser el aliado de turno. Por eso, siempre siguió una política de alianzas con el partido que estuviera en el poder. Otra ele las organizaciones políticas de la República Aristocrática fue el Partido Liberal, fundado en 1901. Tenía entre sus filas a políticos que habían dejado otros partidos. Su líder máximo y presidente era Augusto Durand, político del interior (nacido en Huánuco) que había sido lugarteniente ele Piérola. Durand era muy conocido por sus aventuras y conspiraciones políticas, por ser un radical enemigo de todos los partidos y avezado jefe de montone-
191 ras. Abogado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, se había graduado presentando la tesis "El derecho a la rebelión". El jefe máximo del Partido Liberal llevaba una vida casi novelesca, entre conspiraciones, disfraces y fugas, revoluciones o intentos revolucionarios abortados. El Partido Liberal predicaba el federalismo -no hay que olvidar el origen provinciano de Durand- al igual que mucho antes lo hiciera Piérola. Es decir, en este aspecto no era innovador. Asimismo, denunciaba el centralismo estatal y atacaba la política de inmigración extranjera como un medio para aumentar la población. Para Durand, la población crecería si se reducía la mortalidad, lo que implicaba mejorar la calidad de vida de ésta. Planteaba también el desarrollo de la educación, y en especial la de los indígenas. Asumía que sólo las revoluciones populares podrían mejorar la situación del país y acusaba a la clase dirigente de todos los males que aquejaban a éste. Fundado en el espíritu ardorosamente revolucionario de su líder, el Partido Liberal fue conocido como un partido de izquierda. Tenía un órgano difusor: El Liberal (1906-1908). Después del cierre de este periódico su medio fue el diario La Prensa de Alberto Ulloa. Candidato eterno de su partido a la presidencia de la República, Augusto Durand fue siempre un rival de temer. A pesar de su participación constante en lo más intenso de la política, nunca llegó a ocupar un cargo público destacado. Fue, finalmente, un aliado de los demócratas, probablemente por su relación con Piérola . El Partido Radical, de Manuel González Prada, fue otra de las agrupaciones políticas menores de entonces. Fundado en 1898, puede ser considerado un partido de avanzada en la política nacional, debido a la diferencia de sus planteamientos respecto de los otros partidos tradicionales. De corte anticlerical y de fuerte inspiración anarquista, fue el primero en evidenciar la lucha de clases en el Perú. González Prada sostenía que el gobierno era una farsa y no debía llamarse República democrática a un Estado en el que "dos o tres millones de individuos viven fuera de la ley ... donde las haciendas de la costa suman cuatro o cinco mil fanegadas, donde las estancias de la sierra miden treinta y hasta cincuenta leguas, [y donde] la nación tiene que dividirse en señores y siervos" (Cotler, 1978: 123). Por esta razón, los radicales planteaban la necesidad de transformar totalmente la sociedad y la política hacia la democratización. Atacaba directamente a los sectores dominantes por el fracaso de la guerra con Chile, acusándolos de haber colocado sus intereses por encima de los de la nación. Pedía el sufragio directo, el gobierno federal, la reforma del sistema tributario favoreciendo los impuestos directos, la devolución de las tierras usurpadas a las comunidades indígenas, y el mejoramiento de la situación de los obreros.
192---------------------------------------El trabajo político de González Prada y su partido fue denunciar los vicios de la sociedad peruana. Su prédica era radical, pedía la transformación total de la sociedad. Su programa político más que un programa parecía una protesta. González Prada provenía ele los sectores dominantes, así que conocía muy bien sus defectos. El Partido Radical no logró calar en los sectores populares. El porqué de esta situación aún se desconoce. A pesar ele plantear la modificación total de la situación ele las clases empobrecidas y en momentos en que emergen los problemas sociales que las oprimían, sin embargo la prédica radical no obtuvo eco. No obstante, el ideario político de González Prada, y su propaganda transformadora, perduraron por mucho tiempo, y tendría mucha influencia en la formación de los partidos políticos de masas: el Apra, de Víctor Raúl Haya de La Torre, y el Partido Socialista, de José Carlos Mariátegui, que aparecen posteriormente. González Prada y su partido fueron los enemigos más acérrimos del civilismo, al cual consideraban la mayor fuerza política. Decía González Prada del civilismo: "No se puede gobernar con ellos porque transmiten el virus; no se puede gobernar sin ellos porque se imponen con el oro y la astucia" (Miró Quesada Laos, 1959: 202). Y tanta ·sería la fuerza del oro o de la astucia, que el mismo González Prada cayó presa del éxtasis del poder que inspiraba el civilismo. Así, durante el primer gobierno de Leguía (1908-1912) se convirtió en funcionario del gobierno ocupando la dirección de la Biblioteca Nacional, cargo que abandonaría en 1915, por su desacue rdo con el gobierno militar de Be navides.
3.5
La lucha partidaria en la República Aristocrática
En el sistema de partidos de la República Aristocrática sobresalían como las principales fuerzas, al menos hasta comienzos de siglo XX, el Partido Civil y el Partido Demócrata . Pero luego el Partido Civil establecería una hegemonía respecto de los demás. La decadencia del Partido Demócrata, que se inicia a comienzos de dicha centuria, acentuó e l predominio civilista. Era este partido el que dictaba las reglas del juego político. Los demás se peleaban por ser sus aliados, para de esa mane ra tener una participación en el poder. Generalmente, los candidatos rivales más importantes e n las elecciones presidenciales eran de los partidos Civil y Demócrata. El resto, aunque nombraba también a sus candidatos, esperaba para saber cómo se desarrollaba la correlación de fuerzas entre ambos. Si se observaba un favoritismo por uno de los dos grupos, inmediatamente el resto ele los partidos tomaba posición ele acercamiento con el que tenía las mayores posibilidades de triunfo. Las
193 alianzas partidarias, entonces, se hacían más frecuentes y las fórmulas presidenciales se modificaban de acuerdo con la oportunidad, y podían adoptar fórmulas insospechadas: constitucionalistas (militaristas) y civilistas juntos; liberales y demócratas; demócratas junto a constitucionalista.s y civilistas, etc. Se producían, pues, las alianzas más inimaginables. Según el historiador Steve Stein, el hecho de que los partidos no tuvie ran un programa de gobierno definido ni un ideario político o una doctrina por seguir, facilitaba esta falta de coherencia (Stein, 1980: 18-48). Al no poder llegar a la presidencia copada por el civilismo, los miembros de los otros partidos tradicionales tenían como objetivo último llegar al Congreso. Otra característica general de los partidos de la República Aristocrática era su gran apego a la Constitución. Esto en realidad escondía la falta de un programa de gobierno, la incapacidad de sus líderes para pensar en los problemas del país, y su falta de imaginación para tratar ele resolverlos. Preguntado por su programa de gobierno, el presidente Morales Bermúclez (18901893) había respondido que su programa ya estaba escrito en la Constitución (Miró Quesada Laos, 1959: 194). La Constitución a la que tanta pleitesía se le rendía era la de 1860, la misma que duraría hasta 1920. En este panorama político de la República Aristocrática, los sectores populares iban de un lado a otro. La mayoría, aunque no votaba, apoyaba a Piérola. Pero también las masas podían apoyar a cualquier otro que los subyugara con sus palabras y promesas. Así, pues, al no existir partidos de masas, éstas intervenían siguiendo a los sectores dominantes. No participaban en las elecciones como electores, ése era un privilegio para unos cuantos, pero sí lo hacían formando parte de las manifestaciones de apoyo a un candidato ele los partidos tradicionales. Dicha participación obedecía a que se les pagaba, o porque en ellos se repartía comida y bebida gratis. Asistían también como simples espectadores en las llamadas "tomas de las mesas" del siglo XIX; o siguiendo el acto electoral en las elecciones públicas del siglo XX, más que por interés, por curiosidad o por aburrimiento. Aquéllos que sí participaban activamente tenían roles muy secundarios dentro ele los partidos. Por eso probablemente la participación institucional de los trabajadores se resumía e n su adhesión a las asociaciones de artesanos o a uno que otro sindicato en formación. Al no existir un partido de masas, no había en éstas un sentido de militancia política. 4.
Primera crisis de la República Aristocrática: El gobierno de Guillermo Billinghurst (1912-1914)
Las elecciones de 1912 para reemplazar al primer gobierno del entonces civilista Augusto B. Leguía estaban programadas para el 24-25 de mayo de
194 --------------------------------------1912. El candidato nominado por el preside nte, y que contaba con todo el apoyo del Partido Civil y toda la maquinaria electoral dominada por sus partidarios, era don Ántero Aspíllaga. En las circunstancias del momento, su elección estaba prácticamente asegurada. Además, no había un candidato opositor con fuerza suficiente para enfrentarlo. Sin embargo, apenas dos semanas antes de las eleccio nes aparecería la candidatura independiente de Guillermo Billinghurst. Nacido en Tarapacá, Billinghurst había sido vicepresidente durante el gobierno de Piérola y, por desavenencias con éste, se había retirado de la política y del Partido Demócrata. Había sido alcalde de Lima entre 1909-1910, pero luego se había alejado del país y estaba totalme nte dedicado a sus negocios particulares. La candidatura de Billinghurst adquirió fuerza inmediatamente en los sectores populares. En todo el país los trabajadores, con mucho entusiasmo, se organizan en clubes políticos para apoyar su candidatura . Contando con amplio respaldo popular, e incluso con el de los partidos tradicionales, el 19 de mayo de 1912 la candidatura de Billinghurst convocó cerca de 20 mil pe rsonas, e n la mayor manifestación política de comienzos de siglo. En esta manifestación un grupo de partidarios mostraba un pan pequeño con una inscripción que decía: "Esto costará 20 centavos si sube Aspíllaga". Al costado mostraban un pan grande, con la inscripción: "Esto costará 5 centavos si sube Billinghurst". Por esta razón se recuerda esta manifestación como la manifestación del "Pan Grande", sobrenombre con el cual se conocería a Guillermo Billinghurst. A pesar de la gran manifestación ele apoyo político que pedía el aplazamiento de las elecciones, el gobierno de Leguía, para favorecer el triunfo de Aspíllaga, insistió en llevar a cabo las elecciones en la fecha indicada. Ante esta situación los trabajadores urbanos de Lima y de otras partes del país declaran una huelga gene ral para los mismos días de las elecciones. Así, cuando se realizan los comicios los sectores populares salen a las calles y toman las mesas de sufragio, destrozan las ánforas y ahuyentan a los encargados del sufragio. De esta forma, logran frustrar las elecciones. Al anularse éstas, e l Parlamento se verá forzado a decidir quié n debía tomar la presidencia. Los sectores popu lares, mediante movilizaciones y medidas de fuerza que llegaban hasta el ataque personal a los legisladores, prácticamente obligan al Congreso a nominar como presidente de Pe rú a Guillermo Billinghurst, e n setiembre de 1912. Con este gobierno se produciría la primera gran fisura de la República Aristocrática. El gobierno de Billinghurst (1912-1914) significó una alianza del presidente con los trabajadores, q ue pasaron a constituir su base de apoyo. Inmediatamente después del ascenso de Billinghurst, los trabajadores se movilizan reclamando mejoras laborales. Los manifestantes se paseaban por los barrios residenciales del centro de Lima y mostraban gran hostilidad frente a las clases altas. Ante el
195 peligro de la insurgencia popular, la oligarquía, con el civilismo a la cabeza, tuvo que recurrir a sus antiguos enemigos, los militares, para poder restablecer su dominio. Así, en febrero de 1914, mediante un golpe de Estado liderado por el coronel Osear R. Benavides, cae el gobierno de Billinghurst. Los militares retienen el poder por poco tiempo y se lo entregan al civilismo. Después, recurriendo a la argucia legal mediante una Convención de Partidos, y no por elecciones generales, en 1915 José Pardo asume nuevamente la presidencia, por segunda vez (1915-1919). Su gobierno se convertiría luego en la última etapa del civilismo en el poder.
5.
El segundo gobierno dejosé Pardo (1915-1919): Crisis económica, luchas populares y el fin de la República Aristocrática
El segundo gobierno de José Pardo se vio favorecido, en un primer momento, por una coyuntura externa favorable. El estallido de la Primera Guerra Mundial significaría el crecimiento de las exportaciones peruanas y obraría en favor del gobierno. Pero hacia 1918, casi a finales de la conflagración, las exportaciones peruanas comenzaron a disminuir y la economía entró en un proceso de crisis. Resquebrajada la estabilidad económica de la República Aristocrática las contradicciones generadas entre la elite dominante y los sectores populares se vieron exacerbadas. Así, la crisis económica arrastraría consigo una crisis social. De esta manera, también, el civilismo parecerá agotarse como opción política y la estrella brillante del más importante partido de la oligarquía comenzará a apagarse. La crisis económica y la crisis social la harán palidecer, al ritmo que van marcando la irrupción de las fuerzas contrarias. Éstas, ahora, incluían no sólo a los obreros, sino a los estudiantes universitarios, a la creciente clase media y al capital extranjero. Para este último el dominio oligárquico, expresado en la conjunción de poder económico y poder político del Partido Civil, comenzó a significar un obstáculo para el desarrollo del capitalismo. Había llegado, entonces, el momento de realizar algunos cambios. Los sectores populares, los más desfavorecidos del proceso, entrarán en escena entonces, para mostrar su descontento con la República Aristocrática. Habían visto descender su nivel de vida a la par que subía el costo de las subsistencias. Se hallaban prácticame nte en la miseria y su respuesta ahora sería muy violenta. Las huelgas y protestas no se harían esperar. No sólo se protestaba en las ciudades. También lo hacían los trabajadores del campo. En los años 1911 y 1913 se habían producido combativas protestas en los valles de Chicama y Santa Catalina, en el departamento de La Libertad. Los trabajadores cañeros de las importantes haciendas azucareras de Casagran-
196---------------------------------------de, Roma, Cartavio y Laredo, ahora mejor organizados y sobre todo más unidos, habían llevado a cabo huelgas protestando contra el abusivo y explotador sistema del enganche, así como por las terribles condiciones laborales y la precariedad de sus condiciones de vida. Reclamaban también por el establecimiento de la jornada laboral de ocho horas, el reglamento del trabajo de niños, el cumplimiento de la ley de accidentes de trabajo, el descanso dominical y otras demandas. Las huelgas fueron duramente combatidas por el Estado. Del mismo modo, entre 1915 y 1916 se había producido una rebelión ele indígenas en las provincias ele Huancané y Azángaro, en Puno. Esta rebelión, en contra de la explotación ele la que eran objeto los campesinos y pequeños productores de lana por parte de los gamonales y autoridades locales, fue dirigida por e l suboficial del ejército Teodomiro Gutiérrez Cueva, conocido con el apelativo ele Rumí Maqui (Mano ele Piedra), quien en 1913 había sido enviado a la zona por el gobierno de Billinghurst para investigar sobre las quejas de los indios del lugar. La rebelión fue muy violenta. Se inició en Azángaro con la toma de haciendas, y entre las demandas de los indígenas se planteaba la lucha contra el poder gamonal, que quería monopolizar la producción y comercialización de la lana, además por la autonomía de las comunidades indígenas, para fortalecerlas contra el abuso de los hacendados. La represión violenta del movimiento no se hizo esperar. Debelada la rebelión, Rumi Maqui fue capturado y enjuiciado en 1916, acusado de traición a la patria. Estos movimientos ponían e n evidencia el hondo malestar de los trabajadores hacia la República Aristocrática. Pero sobre todo demostraban que los trabajadores mostraban un mejor nivel de o rganización y q ue estaban mejor preparados para hacer valer sus derechos. Ahora habían decidido pasar a la acción directa para conseguir sus demandas. Además, e n las ciudades contaban con el apoyo de los estudiantes universitarios y algunos intelectuales de la clase media. El establecimiento de la jornada laboral de ocho horas se convirtió así en su principal demanda. Alrededor de ésta se agruparían todas las organizaciones laborales.
5.1
La conquista de la jornada laboral de ocho horas y la lucha por el abaratamiento de las subsistencias
Ya en 1913, luego de una jornada de huelgas y protestas, el presidente Billinghurst había concedido la jornada de ocho horas a los trabajadores del muelle del Callao; desde ese momento ésta se había convertido en una demanda general de todos los gremios. Cuando la crisis económica debilitaba la estabilidad de la República Aristocrática, la presión desde la base de la sacie-
197 dad se dejó sentir con más fuerza. Así, a finales de diciembre de 1918, el movimiento obrero -liderado por los trabajadores textiles ele las fábricas de tejidos de Lima y Vitarte- inició la batalla final por sus reivindicaciones laborales: jornada de ocho horas y mejoramiento de las condiciones de trabajo. A inicios ele 1919 el movimiento ganaba más fuerza. El 4 de enero la Federación de Panaderos de Lima inicia las acciones reivindicativas mediante una declaración de huelga. La lucha gremial se extendió rápidamente d urante los días siguientes, paralizando una serie ele establecimientos laborales no sólo en Lima sino también en el Callao y Huacho. La represión no se hizo esperar y las manifestaciones obreras fueron disueltas de manera sangrienta. Lejos de amilanarse los obreros declararon la huelga general indefinida el 13 de enero. La Federación de Estudiantes de Perú, liderada por el joven Víctor Raúl Haya de la Torre, se plegó al paro, nombrando delegados ante el Comité de Huelga. Obreros y estudiantes realizan manifestaciones relámpago, difunden volantes, llaman a la paralización de actividades. Los obreros pasan a la acción directa, ganando decididamente las calles. La presión laboral sobre el gobierno de Pardo es muy fue rte. Finalmente el gobierno cede y el 15 de enero de 1919 decreta la implantación de la jornada laboral de ocho horas en todos los talleres o establecimientos del Estado o en cualquier trabajo público; y en los establecimientos particulares la jornada de trabajo se fijará ele mutuo acuerdo entre operarios y patrones, y a falta de acuerdo, regiría la jornada ele ocho horas. El éxito había coronado el esfuerzo de los trabajadores y el poder casi monolítico ele la República Aristocrática se tambaleaba. Pero si bien se había ganado una batalla, la crisis aún se sentía y golpeaba los hogares pobres. El alza del costo de vida agobiaba a los sectores populares y el civilismo en el poder parecía no tomar en cuenta esto. La lucha, entonces, debía continuar. Así, el 19 de mayo de 1919 se convocó a un paro general organizado por el Comité Pro Abaratamiento de las Subsistencias. Un excelente recuento y análisis ele esta huelga puede verse en el trabajo de Ricardo Martínez de la Torre: Apuntes para una interpretación marxista de Historia Social del Perú. Tomo 1, capítulo l. Según este autor, la huelga y las acciones de los obreros fueron violentas, produciéndose incendios y saqueos. De igual manera, violenta fue también la represión del ejército, con muertos, heridos y huelguistas detenidos. El gobierno declaró el estado de sitio y dicta la ley marcial. Finalmente, el 31 de mayo el comité levanta la huelga y el Estado suspende la ley marcial. Sobre la base del Comité de Huelga se fundó, el 8 de julio, la Federación Obrera Regional Peruana. Ahora había ganado el gobierno, pero la situación de crisis del civilismo no se había desvanecido.
198 -------------------------------------En medio del descontento popular ] osé Pardo convoca a elecciones presidenciales. En la contienda electoral se enfrentarán las candidaturas de Ántero Aspíllaga -eterno candidato, siempre derrotado- por el Partido Civil, y Augusto B. Leguía, ex presidente, ahora ex civilista, apoyado por los sectores populares, las clases medias y el Partido Constitucio nal de Cáceres. Al no encontrar un líder nacido de los sectores populares, la población volcó su decidido apoyo a la candidatura de Leguía. Así, aquel presidente que había generado tanta oposición de parte de todos los sectores sociales en su primer gobierno de 1908-1912, y que tanta antipatía y repudio había cosechado, regresaría triunfal del exilio convertido en la esperanza del país, en el salvador de Perú en crisis. De esta forma, capitalizando el descontento social no sólo contra Pardo sino contra la oligarquía y la República Aristocrática, Leguía resultó triunfador en las ele.c ciones de 1919. Sin embargo, y probablemente porque conocía muy bien a la oligarquía y sabía que era capaz de todo po r mantener el poder, Leguía, como antes lo habían hecho los civilistas para derrocar a Billinghurst, acude al ejército y mediante un golpe de estado el 4 de julio de 1919 asume la presidencia del país en un segundo mandato. Una vez en el poder Augusto B. Leguía, quien había pertenecido al Partido Civil, lo marginó - y también a la oligarquía- del poder político, estableciendo un gobierno de corte personalista, que provocaría el fin de los partidos de la oligarquía. Así, un miembro del propio civilismo - lo q ue indica el grado de descomposición política de éste- le daría el golpe de gracia a la República Aristocrática. Leguía inauguró una nueva etapa en la historia de Perú, conocida como "El Oncenio", y que duró entre 1919 y 1930.
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IN1RODUCCIÓN
Con toda legitimidad, hoy el historiador puede abordar la "historia inmediata" (llamada también "historia reciente" o "historia del presente") y analizar con adecuada certidumbre los acontecimientos que han ocurrido en ella. Su perspectiva histórica, que mira al lejano pasado, pero que vislumbra también el futuro en base al presente que examina, le concede la enorme ventaja de articular los tres tiempos históricos a través de una secuencia lineal, dinámica y humana, ventaja que lo d istingue de los otros analistas de la sociedad. Esta visión científica, en la actualidad, se aleja definitivamente de aquella concepción chata y recortada que, hasta mediados del siglo XX, predominaba en el campo historiográfico, y que sólo le concedía al historiador el privilegio de examinar los "huesos calcinados y los amarillentos documentos" que habían resistido la acción demoledora e implacable del tiempo. Era obvio que una historia así, que desatendía la riqueza del presente y que le restringía al historiador la posibilidad de analizar los hechos con cara al mañana, no cumplía con su integral propósito. No obstante, también somos conscientes del riesgo que se asume al abordar una historia que involucre los "hechos cercanos"; pero consideramos fundamental e inevitable que nuestros estudiantes (para quienes está dirigido el presente texto introductorio), examinen no sólo la historia de sus antepasados, sino también la historia de la cual ellos mismos han sido protagonistas. En este sentido, el diálogo en el aula, sin lugar a dudas, se presentará fructuoso y enriquecedor. Para decirlo en pocas palabras, nuestro interés se focaliza en registrar los detalles de lo cotidiano, de lo menudo, de la historia de los hombres sin rostro y su inserción en el contexto formal y amplio de la vida política nacional con la
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208----------------------------------------cabeza visible de sus protagonistas principales. Al fin y al cabo - bien lo sabemos- la historia también se hace "desde abajo", sin dejar de lado el rol decisivo de sus actores centrales. Y esto es, precisameme, lo que nos proponemos hacer en las páginas siguientes. Por último, cabe advertir que el presente ensayo (por razones obvias de espacio y de concepción) necesariame nte constituye una visión resumida de los asuntos más relevantes de nuestro período. Las ausencias u omisiones responden, por lo tamo, de manera primordial, a esta inevitable limitación. En este sentido, analizar los hechos tal como ocurrieron en su momento, ha sido la preocupación constante del autor. l.
EL ONCENIO DE LEGUÍA (1919-1930)
En los dos últimos años de su gestión presidencial, ]osé Pardo y Barreda (1915-1919) estuvo sometido a una diversidad de acciones desestabilizadoras que, lentamente, fueron socavando la solidez inicial de su régimen y poniendo en peligro incluso su propia vida. En ellas el Partido Constitucional, fundado y dirigido por el general Cáceres, alejado definitivamente de Pardo, tuvo una participación abierta y decisiva. El recimo universitario de San Marcos, que cobijaba entonces el espíritu de la reforma universitaria, también se agitó en contra de la camarilla civilista de Palacio, lo mismo que los sectores proletarios de la capital. De igual modo, la depresión económica y su secuela, el malestar social, incidió directamente en la agitación reinante. Sin embargo, al lado de estas situaciones cabe mencionar una quinta que jugó un papel fundamental: el cansancio o hastío que la población sentía por los sucesivos gobiernos vinculados al civilismo y que, en la práctica, habían monopolizado el poder. Era la vilipendiada "argolla" civilista a la que el pueblo identificaba con el "civilismo oligárquico e impopular" de viejo cuño 1. ¿Y cuál fue la respuesta gubernamental frente a esta agitación social? Lo que suelen hacer los regímenes en todas partes: suspender las garantías constitucionales por un tiempo más o menos prolongado. Éste fue el contexto que enmarcó las elecciones de 1919 y que Pardo sabía que no era el más adecuado; a pesar de ello, el proceso electoral se puso
Al respecto, en un Manifiesto publicado el 11 de julio de 1924, el prominente jurista y antiguo dvilista Manuel Vicente Viilarán escribió: " El Partido Civil se ha gastado en el uso prolongado del poder. Su programa no ha sido suHdentemente renovado para ponerse a tono con el progreso nadonal, ha perdido hombres y no ha tenido la virtud de reemplazarlos. No ha absorbido con vigor la savia del suelo".
209 en marcha. El Partido Civil (partido gobernante) lanzó como candidato a su jefe Ántero Aspíllaga. Lo cierto es que este lanzamiento, proveniente del civilismo palaciego y oficialista, fue tan débil, apático e insincero que el propio Aspíllaga no creyó en el triunfo que el destino le tenía vedado (antes, en 1912, había sido también candidato presidencial). Él sabía que el civilismo auténtico no era aspillaguista, aunque oficialmente lo fuera. En efecto, el civilismo independiente al final apoyó a Leguía, candidato opositor2 . Con el respaldo de este importante sector, del Partido Constitucional y de la juventud sanmarquina, rápidamente Leguía se encumbró como el candidato de mayor fuerza3. Sin tener la fascinación electrizante de Piérola, el magnetismo heroico de Cáceres, el populismo de Billinghurst o el arrojo temerario del piurano Sánchez Cerro -nos dice Manuel Capuñay, su mejor biógrafo (Capuñay, 1951)- Leguía centralizó las inquietudes de grupos numerosos, sobre todo de la clase media. Esta ola democrática y popular fue el resorte principal ele su capacidad arrolladora de aquel año 4. De acuerdo con lo establecido, las elecciones se efectuaron durante dos días: el domingo 20 y el lunes 21 de mayo ele 1919. Ni el paro obrero decretado para esos días, que provocó enfrentamie ntos violentos con la policía, ni la virulencia de la campaña electoral de uno y otro bando, impidieron la realización ele los comicios. Ésta sería la última campaña electoral en la que participaría el Partido Civil , fundado 48 años atrás (1871) por Manuel Pardo y Lavalle. El triunfo en la capital y en el Callao correspondió a Leguía. El resultado en provincias se convirtió en una incógnita. Ante este hecho, el leguiísmo acusó abiertamente al régimen de voluntad de fraude, por cuanto que el Congreso, en poder de los civilistas, sería el que, en última instancia, definiría la elección. El propio Leguía habló de la "subordinación imperdonable del Parlamento a la farsa electoral". Los sucesos desembocaron, lame ntablemente, en un hecho ya para nadie secreto: la revolución.
2
A juicio de Legufa, A spillaga no era un rival de cuidado. A sf lo manifestó en alguna oportunidad a un reportero de la prensa nacional: "José Pardo me hizo presidente las dos veces (en 1908 y en 19 19); la primera, po r su voluntad; la segunda, contra su voluntad al ponerme como contrincante a un hombre sin m ayores recursos polfticos y slmpatfa popular".
3
Recordemos que por esos d fas, la Universidad de San Marcos lo proclamó (en un arranque polftico inusual) como "Maestro de la Juventud". Sin tradición universitaria ni titulo académico alguno, Leguía se erguía como el portaestandarte de los vehementes anhelos juveniles de
4
renovación y cambio. A no dudarlo, este respaldo a Legufa era el comienzo de un cambio político sustentado en dos de los sectores más influyentes del quehacer nacional de entonces: la clase m edia y el movimiento universitario; éste, más combativo que aquél.
210 _________________________________________
En efecto, en la madrugada del 4 ele julio de aquel año, casi seis semanas después de haberse cumplido e l acto electoral, las fuerzas de Leguía irrumpieron en forma violenta en la Casa de Gobierno. Pardo y sus ministros fueron hechos prisio neros, lo mismo que los principales dirigentes del civilismo oficialista. La acusación pública ele Leguía había conseguido su objetivo: la caída del gobernante. No obstante, en los planes de los subversivos el paso siguiente era muchísimo más imperioso: la clausura del Congreso que, en perspectiva, se sabía no les iba a ser cortesano y dócil. A partir de ese instante, el civilismo no sólo dejaba de tener el control de los dos más importantes poderes del Estado (Ejecutivo y Legislativo), sino que su muerte había sido decretada por uno ele los miembros más conspicuos de la nueva hornada: Augusto B. Leguía. El mismo día, los periódicos limeños publicaro n la siguiente escueta declaración de Leguía dirigida a sus conciudadanos: "La consideración de que es un deber ineludible impedir que no se frustre el voto popular obtenido, me obliga a asumir la jefatura suprema de la República como Presidente Provisorio" (citado por Miró Quesada Laos, 1961). El triunfo de la revolución era irreversible, y gracias a ella Leguía emprendía su segunda administración, aureolada ahora por el sugestivo e impactante lema de "Patria Nueva", que equivalía a decir "presencia de nuevos hombres, nuevos métodos y nuevas metas". Todo ello en aras de un rejuvenecimiento del Estado y del Gobierno 5. Al poco tiempo, a través de un plebiscito manipulado desde Palacio, el nuevo régimen logró q ue se prolongara el período presidencial a cinco años y se innovara totalmente el Poder Legislativo, abandonando así la renovación parlamentaria por tercios, que permitía la continuidad del dominio civilista. En adelante, las cámaras tubulares, como se dio en llamarlas, apoyarían de manera incondicional la política del Ejecutivo. El plebiscito aprobó también la elección del gobierno por medio del voto d irecto, amplió el número exiguo de electores y estableció tres legislaturas regionales (Chang-Rodríguez, 1985). Esta reforma constitucional fue el preludio de la convocatoria a una Asamblea Nacional. En efecto, poco después, el 24 de setiembre de 1919, se inauguró, con gran profusión del periodismo palaciego, la Asamblea Constituyente. Su presidente fue el jurista Mariano H. Cornejo . El primer acuerdo de la Asamblea fue reconocer a Leguía como Presidente Constitucio nal de la República, legitimando así e l cuartelazo del 4 de julio. Más tarde, el 18 de enero de 1920, promulgó la Constitución que, en definitiva, vino a reemplazar a aquella que
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Hoy se sabe que el verdadero Ideólogo de esa aspiradón politlca fue el renombrado sociólogo y jurisconsulto Mariano H. Cornejo, natural de Arequipa.
211 se dio en 1860, durante el gobierno de Ramón Castilla, y cuya vigencia había sido de 60 años. La novedad de la flamante Carta, peligroso anticipo de las intenciones políticas del presidente Leguía, era la supresión de las vicepresidencias de la República. El camino estaba siendo señalado con una definida y peligrosa dirección6. El mismo año de 1920 la _vida de los partidos políticos empezó a tener un signo trágico. Fue nombrado como ministro de Gobierno Germán Leguía y Martínez, parie nte cercano del gobernante y político implacable con e l adversario. Por sus excesos dictatoriales, e l pueblo lo bautizó con el nombre de El Tigre, con e l cual se sentía orgulloso y satisfecho7. Fue Leguía y Martínez el que inició, en contubernio con el propio presidente, el exterminio de toda expresión partidaria, e n especial del civilismo. Los dirigentes políticos fueron perseguidos y deportados, mientras que los militares fueron encarcelados8 . El allanamiento de los domicilios y locales partidarios fue cosa común y corriente. Los diarios opositores fueron clausurados y, en algunos casos, atacados con violencia. Los dogmas tradicionales de la constitucionalidad (libertad de imprenta, libertad de tribuna, garantías ciudadanas, etc.) más o menos válidos e ntre 1895 y 1919, fue ron rebalsados decididamente en nombre de la defensa del orde n público (Basadre, 1980). El deseo era gobernar sin ningún tipo de oposición. Desde esta perspectiva, podemos señalar que hacia mediados de la década de los veinte el deceso de los partidos políticos e ra un hecho consumado. La denominada República Aristocrática, de igual manera, se hallaba liquidada y era cosa del pasado. A estas alturas, e l presidente Leguía también mostraba evidentes signos de perpetuarse e n e l poder. Libre de todo peligro, y con el apoyo logístico de Palacio, el éxito no e ra difícil de alca nzar. En la primera semana de julio de 1924 Leguía fue reelecto para gobernar por cinco años más. Evide ntemente, e l tema de la reelección se presentaba como un asunto grave e inverosímil.
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En rigor, la Constitución de 1920 ya no puede ser considerada dentro de las categorias del siglo anterior (conservadora o liberal, un debate superado), sino en las de tendencia socializadora, que Incorporó por primera vez extensas garantias sociales Inspiradas en la célebre Constitución alemana de Weimar y en la de la revolución mexicana de Querétaro de 1917. De este modo, con la Carta del veinte comenzó, en gran medida, la transformación social del Perú moderno.
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En Francia, el famoso politico republicano anticlerical Georges Clemenceau era más conocido
8
extrema con sus contrincantes. Manuel Vicente Vlllarán escribió, en el citado Manifiesto ( 1924): "El nuevo régimen al hallar semideslertas las tiendas enemigas, cayó en los excesos del gobierno sin control, de los
(mucho antes que nuestro compatriota) con el apodo de El Tigre por su habilidad y dureza
gobiernos a quienes no retiene ni canaliza la resistencia de los partidos adversarios" .
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Era la primera vez en la historia republicana que un mandatario se sucedía a sí mismo. Nadie lo había intentado antes. Ni Castilla con su arraigo en el ejército, ni Piérola con su popularidad incontrastable, ni Cáceres con su halo de guerrero indomable (Chirinos Soto, 1986). El divorcio definitivo entre Leguía y la Universidad ele San Marcos se produjo en este segundo mandato. En mayo de 1928 se dio un estatuto que violaba la autonomía y el carácter institucional de la vieja entidad académica; para el reelegido mandatario, el control de San Marcos era vital para aniquilar, en definitiva, el último bastión de los focos civilistas que aún quedaban en ubicaciones expectantes (Bourricaud, 1989). Las nuevas autoridades fueron nombradas según el capricho del gobierno, lo que provocó la renuncia de autoridades y maestros. El rector, el eminente precursor de la legislación social en el Perú, ]osé Matías Manzanilla, al abandonar el claustro y pasar por la galería de rectores, manifestó: "Todos estos ilustres antecesores míos fueron nombrados por el claustro; no seré yo quien rompa la tradición" (citado por Miró Quesada, 1961). Noble gesto en medio de la vorágine de pasiones y de rencores ominosos. De igual manera, en este período (1924-1929), Leguía instauró en Palacio una camarilla que alimentó su egocentrismo y que le hizo ver la realidad con lentes de otro color. Ella, en gran medida, fue la culpable de la delirante inclinación del otrora civilista al cesarismo y al culto de su persona. Alguna vez dijo: "Bolívar y yo", haciéndose ceñir las sienes con una corona de laureles de· oro como en los tiempos ele los emperadores romanos o de los reyes de Oriente. El cesarismo palaciego iba acompañado ele la omnipotencia política.__El tono sumiso y rendido ante Leguía era habitual en esta época. Más de uno lo llamó "Augusto el Peruano", y en coro su camarilla pudo cantarle, como a Bolívar a comienzos del siglo XIX: "De ti viene todo/ lo bueno, Señor:/ nos diste a Leguía/ gloria a ti, gran Dios" (citado por Basaclre, 1968). De esta manera revivió -dice Basadre- la tradición lime ña de carácter áulico y cortesano, exhibida e n la pleitesía ante los virreyes, que superó el coro de lisonjas que se había prodigado a los libertadores, restauradores, protectores y regeneradores de la República. Se volvió un espectáculo constante el peregrinaje a Palacio con álbumes, tarjetas, medallas de oro, bastones de mando, bandas presidenciales y otros obsequios. El Parlamento le otorgó (ley del 9 de noviembre de 1928) el título de "Prócer de la República". El Gabinete le regaló un cuadro al óleo. Al exhibirlo, el ministro Pedro ]osé Rada y Gamio dijo: "No hemos encontrado nada más digno que ofreceros: sólo vuestra propia efigie" (citado por Capuñay, 1951). Se le hizo mie mbro de la Real Academia de la Lengua y doctor honoris causa de la Facultad de Ciencias Económicas ele la Universidad Nacional Mayor ele San Marcos.
-----------------------------------213 El coro de los ditirambos no sólo tuvo voceros nacionales (políticos, periodistas, intelectuales, hombres de negocios, sacerdotes, funcionarios), sino también a prominentes extranjeros. En un banquete ofrecido el 17 de junio de 1929 por el embajador norteamericano Alexander Moore, éste le dijo a Leguía: Que Dios os conceda muchos años de vida. Por la grandeza del Perú desearía que vivierais para siempre. Os pido, amigos míos, que bebamos a la salud de uno de los hombres más grandes que el mundo haya engendrado, el gigante del Pacífico, Augusto B. Legu ía (citado por Capuñay, 1951).
Si a tal desborde oratorio se entregaba un diplomático norteame ricano, la retórica criolla no tuvo límites. Sin rubor se habló del "Siglo de Leguía", del "Júpiter Presidente", del "Nuevo Mesías", de "Viracocha", de "Pachacútec", y se le comparó con Bolívar, César, Alejandro, Napoleón, Washington, Lincoln y muchos otros personajes de renombre. Bajo este culto al "César-Presidente" se realizó la segunda reelección de Leguía en la primera semana de agosto de 1929; esta vez mucho más fácil que la de 1924. Sin embargo, este tercer período del oncenio (que empezó el 12 de octubre de 1929) llevaba ya incubado un malestar que afloraría apenas diez meses después: la hipertrofia del poder presidencial, malestar que al influjo de situaciones coyunturales externas estaría acompañado de la terrible crisis financiera de Wall Street. Los escrutinios en esta oportunidad sólo sirvieron para demostrar que los sufragios volvían a ser "unánimes". Los partidos políticos no tuvieron oportunidad alguna de luchar. Sólo el partido de Palacio (el Democrático Reformista) tenía tan aborrecible exclusividad . Con la te rca ilusión de gobernar por cinco años más, Leguía nombró un Gabinete que apenas tuvo tiempo para ser testigo del derrumbe de todo el armazón político que sustentaba al maduro mandatario nacido en 1863. Ahora bien, ¿cuál es el balance que podemos hacer en torno al quehacer político durante el oncenio? Con el riesgo de caer en una síntesis demasiado esquemática, una mirada retrospectiva nos señala las siguientes características: • La liquidación total y definitiva de los partidos políticos (Civil, Demócrata, Constitucional, Liberal, etc.) merced, fundamentalmente, a la despiadada represión oficial.- Al desaparecer los núcleos y las cúpulas directrices, la discrepancia quedó eliminada y el país empezó a vivir no sólo una espantosa orfandad partidaria, sino también una pasmosa desorientación política. Durante 11 años -observa Carlos Miró Quesada (1961)- Leguía acusó a los partidos políticos de haber estado constituidos sólo por pillos, rufianes, traidores y negociantes.
214----------------------------------------Los dardos principales de su demagógica oratoria estuvieron dirigidos al Partido Civil, que fue el suyo, y al que defendió con ardor en su famosa circular de 1908, poco antes de asumir su primer gobierno (1908-1912)9. • La persecución implacable a los opositores políticos.- Fue casi una norma durante el oncenio perseguir a los dirigentes universitarios, sindicales, sociales y políticos de uno u otro matiz. En este sentido, el destierro, la cárcel o el confinamiento fueron los caminos seguros de esta política represiva. Por ejemplo, la isla de San Lorenzo fue el presidio de incontables militantes, muchos de los cuales sólo fueron liberados al triunfar la revolución de Sánchez Cerro en agosto de 1930. La tristemente famosa isla de Taquile, en el lago Titicaca, fue también otro centro de reclusión masiva. • El desplazamiento del centro de gravedad del quehacer político.- La vieja y vilipendiada oligarquía dirigente fue reemplazada por una clase media pujante y adinerada, deseosa de enquistarse en el mando. No obstante este logro, hay que señalar que si Leguía fue un gobierno de la clase media, no fue para la clase media. • El establecimiento de un régimen personalista, fuerte y tiránico.- La consecuencia natural de esta actitud fue el deseo inocultable de Leguía de perpetuarse en el poder, cometiendo así el gravísimo error de durar demasiado tiempo en el gobierno, yerro que, a la larga, lo llevaría a su estrepitosa caída. • La destrucción total del Estado de derecho amparado en la defensa del orden público.- Esta nefasta política se tradujo, sobre todo, en deportaciones, prisiones y allanamientos. El hábeas corpus entró en receso y las garantías ciudadanas conocieron un eclipse definitivo. La mordaza a la prensa libre fue absoluta y se cerraron los periódicos de la oposición; libraron enérgica y valiente campaña Luis Fernán Cisneros desde La Prensa y Víctor Andrés Belaunde desde las aulas sanmarquinas. • El sometimiento y la mediatización de diversas instituciones a los caprichos del Ejecutivo.- El Congreso, por ejemplo, fue una ficción parlamentaria, con designación de las curules hechas desde el salón presidencial, con mayorías incondicionales y sin oposición: un "con-
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En 1930, a la calda del oncenio, se habla creado un ambiente de encono a los partidos polltlcos y de animadversión muy marcada contra el clvilísmo. En ese ano, ser anticivilista fue una moda.
215 greso unánime, verdaderamente prodigio ele una inverosímil burocracia", como diría Manuel Vicente Villarán, en el Manifiesto de 1924. El Poder Judicial, las municipalidades, la universidad y hasta el propio arzobispado, cayeron bajo la órbita de Leguía. En este sentido, el desacato y la violación de la Constitución de 1920 (que el mismo régimen había dado) fue permanente. • La corrupción administrativa.- Ésta conllevó múltiples peculados y favoritismos entre los allegados al gobierno (incluyendo algunos familiares cercanos). Aparecieron los nuevos ricos, veloces en hacer fortuna y despilfarradores, como todos aquellos que se enriquecen de prisa 10. Algunos de ellos prosperaron al amparo del alegre juego de los beneficios rápidos y de las comisiones suculentas, como en los providenciales días del guano, con la diferencia de que ahora "había crecido el aparato estatal y que había más tentaciones para obtener mayores comodidades materiales". Leguía no ignoraba que entre sus colaboradores habían pícaros. Se cuenta que una vez el mandatario pasó en automóvil por la avenida que conduce a Miraflores y que por esos días llevaba su nombre (hoy avenida Arequipa); en una esquina se acababa de levantar una suntuosa y regia mansión que causó asombro en Lima. Leguía preguntó a su edecán de quién era esa tan valiosa propiedad, y éste le dio el nombre, que correspondía a un alto funcionario de la administración pública. Leguía comentó: "Sabía que robaba, pero no creí que tanto y tan rápido". Ciertamente, no todo fue negativo durante el oncenio; a favor de él se pueden señalar las siguientes notas: • El ímpetu de crecimiento material que obedecía a la intuición moderna y futurista del mandatario norteño.- Esta política, que rendundó en el progreso físico del país y de la capital en particular, fue la base para la formulación ele una visión de desarrollo físico y de vastos planes de progreso, como no había ocurrido nunca en la etapa ele empobrecimiento que siguió a la infausta guerra exterior de 1879. Fue un nuevo sentido de gobierno que no era ya de patriciado señorial, sino de moderno capitalismo financiero (impulsado por el capital norteamericano e n especial).
1O Por algún tiempo, los enemigos de Leguia no repararon en aflrmar que durante su largo mandato él habla amasado una considerable fortuna. Los hechos, sin embargo, han demostrado que eso no fue verdad; al fallecer, por ejemplo, se debatia en la más cruel indigencia.
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Ciertos atisbos de legislación social en amparo, principalmente, del indio.- Tormentas benéficas y de actitudes proclives a la defensa del indígena recorrieron el territorio; la hora parecía habe r llegado para el campesinado andino. En la Constitución de 1920 se reconoció la personería jurídica y legal de las comunidades, se iniciaron masivos trámites de reconocimientos, se levantaron catastros y aun se pretendió revisar las titulaciones de los grandes hacendados serranos (Burga y Flores Galindo, 1991). La tendencia a la delimitación de las fronteras.- Si en su enunciado podía herir el patriotismo, como tendencia revel~ba la visión saludable de delimitar al fin claramente la heredad nacional.
Finalmente, cabe agregar Jo siguiente: En el entorno cronológico del o ncenio aparecieron dos luminarias del pensamiento político e ideológico nacional: ]osé Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre; ambos, desde su particular perspectiva, marcaron el derrotero de las dos fuerzas políticas de mayor actuación e influencia durante el siglo XX. Ninguno ele los dos, no obstante, llegó a ser parlamentario ni presidente de la República. Haya, en 1979, a la longeva edad de 84 años, ocupó la Presidencia de la Asamblea Constituyente que, en definitiva, fue su última gran actuación política. 2.
LA INCERTIDUMBRE NACIONAL (1930-1933)
En su libro Historia contemporánea de América Latina, ele gran valor para conocer el desarrollo histórico de la región, el historiador argentino Tulio Halperin (1990) dice: "Mil novecientos treinta se llevó consigo, como el viento se lleva castillos de arena, a más de una de las situaciones políticas latinoamericanas". En efecto, desde un ángulo estrictamente político (que es el interés de l presente escrito) el año de 1930 significó para muchos países de ésta y otras órbitas, un cambio coyuntural de imprevisibles alcances. La feroz crisis económica mundial, originada con el colapso de la Bolsa de Valores de Nueva York, en octubre de 1929, arrasó sin piedad muchos edificios gubernamentales de América del Sur. Por ejemplo, e n Bolivia, en junio de 1930 una Junta Militar presidida por el general Blanco Galindo asumió el mando, destituyendo a Hernando Siles; tres meses después en Chile estalló una violenta revuelta contra el presidente Carlos Ibáñez, qu ien renunció el año siguiente; en octubre se inició una intensa guerra civil en Brasil, desembocando en la revolució n que llevó a Getulio Vargas a gobernar por más de 15 años consecutivos. En ese año también una revolución encabezada por el general ]osé Uriburu derrocó al presidente Hipólito Yrigoyen, jefe y fundador de la Unión
----------------------------- --- 217 Cívica Radical, en Argentina. En medio de esta marejada, el Perú, ciertamente, no fue una excepción. En efecto, el clarín revolucionario provino del sur, como e n muchas ocasiones anteriores y posteriores, concretamente de Arequipa, la "ciudad-caudillo". En la mañana del 22 de agosto de 1930, la guarnición militar acantonada ahí se sublevó a órdenes del comandante Luis M. Sánchez Cerro, conocido en los medios castrenses por su "coraje, probidad y por su vitalicia afición revolucionaria" (citado por Ugarteche, 1969). Según refiere Jorge Basadre, basado en una confidencia de José Luis Bustamante y Rivera, la idea implícita en el movimiento subversivo era la de establecer un gobierno provisorio que eliminase al leguiísmo entronizado durante 11 años y preparase el retorno al sistema democrático11 . De acuerdo también con esa misma versión, en aquellos días sigilosos e inciertos, nunca se descubrió en el audaz comandante el deseo de obtener ventaja personal después del gran cambio esperado po r todos los que intervenían en los preparativos ele la rebelión. Cualesquiera que fueran sus defectos - agrega Basadre-, el indiscutible caudillo de 1930-1933 se reveló entonces como hombre cuerdo, apto para discurrir con lucidez, lle no de un intenso amor por el Pe rú y de un sincerísimo deseo de rehabilitado; si bien a veces pudo exhibir vulgaridad en su lenguaje y una propensión a encolerizarse. ¿El acontecimiento de Arequipa fue un hecho aislado? Hoy se sabe que si éste no se hubiera producido o hubiese sido ahogado, quedaban otras conspiraciones en marcha en diversas partes del país. En Lima se estaba preparando una para el mes de setiembre; asimismo, se anunciaba una expedición armada de un grupo de desterrados. Todo ello lleva a afirmar que el régimen de Leguía no hubiera sobrevivido al emblemático año de 1930. ¿Y cómo reaccionó Leguía? Según afirmación de Pedro Ugarteche (diplomático y secretario de Sánchez Cerro), el anciano mandatario intentó en vano un arreglo con el caudillo piurano. El rechazo fue enérgico e inmediato. La caída, sin derramamiento de sangre, a d iferencia de lo que sucedió en otros países, era inminente. Al verse perdido y tal vez aconsejado por uno de sus allegados, el otrora poderoso gobernante entregó el mando a la Junta Militar presidida por el general Manuel María Ponce, jefe del Estado Mayor12.
11 Desde aquella ciudad, Sánchez Cerro lanzó un Manifiesto anunciando y justificando su levantamiento. Este bello y llrlco documento, que causó grata impresión en todo el pais, fue redactado -según algunos- por el entonces profesor universitario, arequipei'lo de nacimiento, José Luis Bustamante y Rlvero; otros aseveran que el autor fue el comandante Alejandro Barco, amigo y compai'lero de armas de Sánchez Cerro. 12 Como dato curioso hay que sei'lalar que el derrocamiento de Legula le costó al pals la suma de 170 m il soles de aquella época.
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La adhesión entera del país avaló el levantamiento de Arequipa. Sánchez Cerro llegó a Lima en olor a gloria, donde fue recibido apoteósicamente. Era, a no dudarlo, el legítimo dueño de la situación. Por su parte, el destronado presidente fue confinado en la isla San Lorenzo; más tarde se le trasladó a la Penitenciaría Central de Lima (Panóptico) y falleció en el Hospital Naval de Bellavista el 6 de febrero de 1932, a la edad de 69 años13. Así, este hombre que había recibido más homenajes que San Martín y Bolívar juntos, que había mandado en el Perú durante un tiempo más largo que ningún otro presidente y que había vivido momentos espléndidos, murió en las circunstancias más lastimosas, sin haber recuperado su libertad. No hubo entre nuestros gobernantes otro caso tan patético como el suyo: sólo Leguía falleció encarcelado. El país debió tener, a pesar de todo, misericordia; lo había dejado gobernar durante 15 años (de 1908 a 1912 y de 1919 a 1930). Si había culpa en ello, ¿de quién era sobre todo? Muchos peruanos habían hecho de él un conspicuo exponente de sus propios errores. Él no era peor que muchos, sólo que había estado en el lugar más expuesto y más visible, nos dice Jorge Basadre. Con el derrumbe de Leguía y el advenimiento de Sánchez Cerro surgió sobre el horizonte político peruano lo que la historiografía contemporánea ha denominado, con propiedad, "el tercer militarismo". Éste surgió en 1930 bajo la advocación de la defensa social y se extendió hasta 1939; fue resucitado en 1948 y se prolongó hasta 1956; reapareció en 1962 para culminar, después de un corto período, en 1963 y, con otras características, renació en 1968, ampliándose hasta 1980. El tercer momento del militarismo, cuyos atisbos ya aparecieron en 1914 con el entonces coronel Osear R. Benavides, surgió del vacío político ante la impotencia de las agrupaciones partidarias tradicionales y frente a los peligros que - según se alegó- acechaban al Estado y a la nación. Las clases socialmente dominantes, lejos de enfrentarse a él como lo hicieron en la época agónica del primer militarismo (1872), y en las postrimerías del segundo (1894-1895), lo auspiciaron y lo cobijaron bajo su paraguas político. Pero había una diferencia. Con la aparición del caudillismo militar de 1930 no sólo se cobraron venganzas y odios políticos acumulados durante 11 años de arbitrariedades, sino que, curiosamente, surgieron nuevas fuerzas y tendencias radicales (Palacios, 1993)14 .
13 Se ha dicho que dio a su confesor el encargo de expresar que no guardaba rencor a nadie, q ue perdonaba a quienes procuraron hacerle mal, que deseaba la felicidad y la p rosperidad del Perú al que había amado mucho y que su último pensamiento era para sus hijas e hijos. 14 Según narra en sus Memorias el general Pedro Pablo Martinez (vinculado al régimen de Leguía). a partir de setiembre de 1930 se inició una "permanente e insultante persecución a los ex colaboradores del oncenio".
219 Evidentemente, en el triunfo de la revolución de Arequipa jugaron factores de diversa índole, siendo el factor político el que revistió mayor relieve e impacto en ese instante. La fervorosa adhesión del pueblo al objetivo de Sánchez Cerro era una clara muestra del descontento que venía operándose contra Leguía, quien un año antes -como ya se dijo- había cometido el gravísimo error de hacerse elegir por tercera vez consecutiva. El país estaba fatigado y hastiado de Leguía. El encanto inicial se había transformado en desencanto y éste, finalmente, en rechazo y furia. Bajo esta coyuntura el triunfo de Sánchez Cerro se vio facilitado. Desde otra perspectiva, la irrupción del milita r piurano tuvo el enorme mérito ele movilizar a sectores populares, principalmente, de Lima y Arequipa. A d iferencia ele anteriores movilizaciones masivas (1917 y 1919) la de 1930 no sólo logró significativas repercusiones en la política nacional, sino que alcanzó un nivel organizativo como no se había dado hasta entonces. El despertar de las clases populares y el crecimiento de las clases medias fue evidente. Incluso se llegaron a elaborar lineamientos políticos (el aprismo y el comunismo) que trataron de ganar esas masas y movilizarlas por objetivos nacionales (Burga y Flores Galinclo, 1991). Desorientación política, efervescencia social y crisis económica fueron las notas dominantes en los agitados días que siguieron a la caída de Leguía. El fantasma de la anarquía se asomó más de una vez. En este contexto, el 2 de setiembre de 1930 la j unta de Gobierno presidida por Sánchez Cerro, a través de su estatuto, asumió las atribuciones constitucionales de los poderes Ejecutivo y Legislativo, otorgando a su jefe la categoría de presidente de la República y presidente del Consejo de Ministros. De esta manera, y a su modo, la junta adquiría un carácter formal, razón por la cual no hubo problemas para su reconocimiento diplomático. Además, la acogida y el beneplácito del pueblo le concedían un rango especial. Sin embargo, bien pronto las aguas empezaron a agitarse, convirtiendo el primer semestre (agosto 1930-febrero 1931) en un "período de completa desorientación e incertidumbre sociopolítica"15. Una de las primeras medidas de la j unta presidida por Sánchez Cerro fue la convocatoria a una Asamblea Constituyente, con la doble finalidad de elegir a un presidente provisorio y dictar la nueva Constitución que reemplace a la de 1920. El número inicial de las curules departamentales en la asamblea era de 120; más tarde se elevó a 130. Esto último estuvo vinculado al deseo del jefe de la junta de ser, simultáneamente, candidato presidencial y miembro de tal organismo. Esta actitud, a todas luces contraproducente e incorrecta, contradecía el
15 En vista de este malestar, q ue empezó a ser gestado por comunistas y apristas en el sector obrero-estudiantil, Sánchez Cerro modificó su gabinete.
220 _________________________________________ espíritu del Manifiesto de Arequipa. Las cosas empezaban a tomar un rumbo distinto. Las ambiciones empezaban a aflorar. La resistencia a esta especie de autoelección del caudillo militar provino de varios sectores, tanto civiles como castrenses. ¿Cuál fue la respuesta gubernamental? Un decreto-ley especial declaró en estado de sitio la provincia constitucional del Callao y la provincia de Lima; los cabecillas fueron tomados prisioneros y recluidos en la isla San Lorenzo. La agitación, no obstante, se acrecentó en todo el país. Esta situación y el deseo de "establecer un clima de concordia nacional" llevó al mandatario a dejar sin efecto el discutido estatuto eleccionario y a convocar de inmediato a la Asamblea Constituyente, con el fin de dictar la nueva Carta Fundamental del Estado. Además, se fijó la fecha de convocatoria para las elecciones de presidente. Pero lo más saludable fue, sin duda alguna, la renuncia pública de Sánchez Cerro al alto cargo de presidente de la República. En efecto, en una reunión presidida por el monseñor Mariano Holguín (que congregó a casi media centena de representantes de los distintos sectores de la vida pública de la capital), el mandatario renunció al mando, presel}tó la dimisión de su gabinete y se retiró 16. Las cosas se vieron facilitadas para los asistentes, que de inmediato acordaron conformar un gobierno provisorio encabezado por el doctor Ricardo Leoncio Elías, presidente de la Corte Suprema. De esta manera, en un solo día, el mando pasaba por tres manos: Sánchez Cerro (renunciante), monseñor Holguín (que al actuar de puente gobernó por unas horas) y Elías (que iniciaba, igualmente, su efímero e incierto mandato). El primer obstáculo (y el más grande también) con el que se enfrentó el presidente Elías fue la existencia de la Junta de Arequipa presidida por David Samanez Ocampo, antiguo pierolista y montonero, que se resistía a reconocer su autoridad. En vista de ello convocó a una reunión en Palacio en la noche del 4 de marzo de 1931, con el fin de encontrar una solución a la continuidad del ejercicio gubernamental. El acuerdo mayoritario fue "entregar el poder sin condiciones" a Samanez Ocampo, lo que significaba que Elías debía renunciar de inmediato a la presidencia de la República. El temor al estallido de una guerra civil fue el resorte de esta nueva conducta; además, hay que agregar que Elías era un ferviente partidario del retorno definitivo a la constitucionalidad. Mientras éste era el ánimo en la Casa de Gobierno, aparecía en el escenario político el comandante del ejército Gustavo Jiménez. Este astuto oficial, empujado por varios políticos de profesión y apoyado por la guarnición militar de
16 De las agrupaciones políticas, sólo estuvo ausente el Partido Comunista, adrede no Invitado a participar.
-------------------------------------221 Lima, se posesionó de Palacio y desalojó por la fuerza al legítimo representante. Elías -dice El Comercio- accedió y se retiró a su domicilio inmediatamente en un automóvil de alquiler. Él, al igual que muchos otros en el siglo XIX, resultaba siendo la víctima de la prepotencia militar. Así surgía una nueva Junta de Gobierno Transitoria presidida por el mencionado Jiménez. He aquí una de las etapas más lle nas de incertidumbre y de inestabilidad en la historia del Perú en el siglo XX. Desde el 22 de agosto de 1930, en que ocurrió el levantamiento de Arequipa contra Leguía, hasta el abrupto e inexplicable ingreso de J imé nez a Palacio el 5 de marzo de 1931, hubo e n la capital, en menos de siete meses, seis movimientos militares de carácter político y la insignia del poder presidencial cambió cinco veces de poseedor (Leguía, Ponce, Sánchez Cerro, Elías y jiménez) sin contar las ho ras en que estuvo encargada a monseñor Holguín. En el lapso de un mes, y durante varios días, funcionó un gobie rno en Lima y otro en el sur; este último, dividido en una Junta castrense y una junta civil. La amenaza de un desquiciamiento nacional era inmine nte. ¡Y habíamos cumplido 110 años de vida independiente! En medio de todo, Gustavo Jimé nez fue fiel a su palabra. Su primera acción fue entrar en contacto con el jefe de la junta civil del sur, David Samanez Ocampo. Ambos convinieron en la formación de una Junta Nacional de Gobierno en cuya composición, de acuerdo con el objetivo trazado, estarían representadas las cuatro grandes regiones del territorio patrio: norte, sur, centro y oriente. El 11 de marzo de 1931, la junta presidida por Samanez Ocampo inició sus labores; ese mismo día expidió su estatuto 17 . El objetivo de la flamante Junta era la convocatoria a elecciones democráticas para presidente de la República. Pero, colateralmente, asumió otro de semejante trascendencia: la instalación de la Asamblea Constituyente. Ambos o bjetivos fu eron cumplidos de modo cabal durante el breve período de nueve meses que tuvo de vigencia. Con el propósito de canalizar el indicado proceso electoral y revestirlo de la más auténtica garantía, la Junta nombró una comisión ad hoc responsable de elaborar un anteproyecto de estatuto electoral; la integraron, de preferencia, jóvenes intelectuales vinculados al quehacer académico; varios de ellos eran apristas. El trabajo fue arduo; se realizó dividido e n comités, insumiendo un total ele dos meses y medio ele tiempo. El anteproyecto,
17 La ceremonia de juramentadón, a cargo del comandante jiménez, careció de la fastuosidad de las ocasiones anteriores, lo que iba con el temperamento del mandatario. Samanez Ocampo juró "cumplir y hacer cumplir las leyes". Ni en esa ocasión ni en oportunidades posteriores d urante su administración, el gobernante usó la banda presidencial. A q uienes le p reguntaban el porqué de su conducta, respondía: "La banda la lleva el presidente constitucional de la República, no el p residente de una )unta".
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con ligeras modificaciones, fue oficializado por la Junta como Estatuto Electoral el 26 de mayo de 1931. Por su extraordinaria concepción y acertada precisión conceptual, el estatuto adoptado se constituyó, sin lugar a dudas, en lo más avanzado que había tenido nuestro país a lo largo de su historia 18. Con un documento de esta naturaleza (aceptado por las diversas tiendas políticas), la Junta procedió a convocar a comicios para elegir al presidente de la República y al Congreso Constituyente (para este último, el número de representantes quedó fijado en 145). La organización y conducción de los sufragios corrió a cargo del Jurado Nacional de Elecciones, presidido por el fiscal más antiguo de la Corte Suprema. El Registro Electoral se organizó en forma técnica por primera vez en el Perú , labor que correspondió al abogado y parlamentario ayacuchano Alberto Arca Parró, jefe de la sección electoral respectiva. La fecha señalada por la Junta para la elección simultánea fue el 11 de octubre de 1931. En cuanto a la elección presidencial, la lucha iba a ser muy intensa, aunque no violenta, entre los dos candidatos de mayor fuerza: Luis M. Sánchez Cerro (candidato de la Unión Revolucionaria) y Víctor Raúl Haya de la Torre (candidato del Apra). Las otras dos candidaturas estuvieron encabezadas por el periodista ] osé María de la Jara y Ureta (Acción Republicana) y por el abogado cajamarquino Arturo Osares. El Partido Comunista, perseguido y declarado ilegal, se vio impedido de presentar candidatura. ¿Cuál era la estructura organizativa e ideológica de las dos principales fuerzas políticas? El Apra (Alianza Popular Revolucionaria Americana) había sido fundada en México en 1924 por el propio Haya ele la Torre; el PAP (Partido Aprista Peruano) lo había sido en setiembre de 1930, al mes siguiente de la caída de Leguía, por un grupo de amigos y paisanos del jerarca aprista que se encontraba expatriado. Al cumplirse un año de fundado el partido, tuvo lugar el Primer Congreso Nacional Aprista en Lima, en agosto de 1931; de esta reunión, eminentemente técnica, en la cual Haya no participó pues estaba e n gira por el interior, salió el famoso "programa mínimo", que se convirtió en el primer programa de gobierno moderno de la historia del Perú. La gran virtud del documento, entre otras de índole programático, fue la de haber recogido los puntos de vista y ponencias de los apristas de casi todas las provincias del interior. Su vigencia fue de aproximadamente tres décadas (Rojas, 1983). De esta forma, el Apra hacía su debut en las elecciones del mes de octubre con un programa coherente en todo el país.
18 Entre otras cosas se estableció: el voto secreto y obligatorio para todos los varones mayores de 21 ai'los capaces de leer y escribir; la autonomia de los jurados, anulando la antigua injerencia nociva del Ejecutivo; y la elección por listas incompletas (representación de las mi norias).
----------------------------------- 223 La campaña electoral del candidato aprista, que descansó en gran medida en los comités provinciales y en el Comité Ejecutivo Nacional, fue agotadora e intensa. Desde su arribo a Talara desde el exterior, el 12 de julio de 1931, donde fue recibido de manera apoteósica por los obreros petroleros, Haya emprendió una gira proselitista por diversas ciudades de la República. Estuvo en Tumbes, Sullana, Paita, Piura, Chiclayo y Trujillo, su tierra natal; en esta última ciudad pronunció un vibrante y enérgico discurso el 26 de dicho mes en el estadio ele Mansiche, completamente copado por sus partidarios. Recorrió Cajamarca y Ancash, y llegó a Lima por tierra el 15 de agosto de 1931. La recepción fue imponente. Ocho días después, ante una multitud de curiosos, apristas y simpatizantes, reunida en la plaza ele toros de Acho, pronunció un discurso de gran contenido sociopolítico, probablemente uno de los más importantes de su larga trayectoria política. Antes, en la plaza San Martín, había dicho en tono sentido y comprometedor: "En el ejército civil que es el aprismo, vengo como soldado dispuesto a marchar al frente y llegar al sacrificio que se me pida ... ". La expresión "ejército civil" debió enardecer a muchos y alarmar a más de uno. Por su parte, la Unión Revolucionaria se organizó en pocos meses (en el mismo año de 1931). Poseía un jefe, estado mayor y masas. Su fundamentación principista se encaminó a la defensa del país frente a las ideologías foráneas. De ahí su lema: "El Perú ante todo". Su cúpula directriz estaba conformada por una mezcla de antiguos políticos y jóvenes profesionales. Evidentemente, Sánchez Cerro más que un programa plasmó un sentimiento, removió las fibras de un pueblo que, por naturaleza e historia, es románticamente nacionalista. En ese sentido; la Unión Revolucionaria significó en aquel instante un gigantesco partido de masas, las más grandes que se recuerdan en el Perú, superiores en número a las ele Manuel Pardo, Andrés A. Cáceres y Nicolás de Piérola en el siglo XIX, y a las de Guillermo E. Billinghurst y Augusto B. Leguía en las primeras décadas del siglo XX. Sánchez Cerro, que al igual que su contendor recién había regresado al país después de su mencionada dimisión y de sortear las múltiples dificultades de la Junta de Samanez Ocampo para evitar su retorno, contó con el apoyo decidido de los siguientes departamentos: Arequipa, Cusca, Puno, Piura (su tierra natal), Junín, Tumbes, San Martín, Moquegua, Ayacucho e lea. Lima se mostró dividida: el Cercado fue aprista; los distritos rurales de Sánchez Cerro 19. ¿Y la prensa? El diario El Comercio apoyó resueltamente la candidatura del piurano, mientras que La
19 La Libertad, Cajamarca (donde los escrutinios fueron invalidados), Lambayeque, Ancash, Huánuco y Tacna fueron departamentos apristas.
224 ________________________________________ Tribuna (fundada en mayo de 1931 por un grupo de apristas) respaldaba a su líder. La fiebre política conmovió y entusiasmó a todo el país como acaso nunca ocurriera antes. El mencionado Jurado Nacional de Elecciones no sólo creó garantías máximas para el sufragio, sino que también estimuló la campaña electoral. Fue -apunta El Comercio- un bello espectáculo que duró hasta el d ía mismo de las elecciones, realizadas con asombroso o rden. Aquella tarde, obedie ntes al mandato legal, después de sufragar, p rohibidos los mítines, la gente recorría las calles de las ciudades exhibiendo una aparente madurez cívica. El indicado diario comentó lo sucedido e n los siguientes términos: Las elecciones se llevaron a cabo con gran sentido de ecuanimidad. Ellas se caracterizaron por el respeto de unos ciudadanos con otros ciudadanos. Enormes masas de gente fueron a depositar su sufragio y esperaron el turno correspondiente sin agresiones de ninguna clase. No hubo hechos de sangre ni abusos el día en que fue ejercido ejemplarmente el acto cívico ... (El Comercio, 12 de octubre de 1931).
De acue rdo con la información oficial, votó el 800AJ de los inscritos en el Registro Electoral. De ese to tal, los votos se distribuyeron de la siguiente manera: Luis M. Sánchez Cerro Víctor R. Haya de la Torre José M. De la Jara y Ureta Arturo Osores
152.000 106.000 21 .921 19.653
Lo que significa que Sánchez Cerro obtuvo más votos que Haya de la To-
rre, De la Jara y Osares juntos. En consecuencia, el triunfo correspondió largamente al primero. El carismático candidato del Apra había sido derrotado por la marejada patriótica que acom pañó a su contrincante. Una emoción fue, en este caso, más poderosa que una organización. El candidato de Acción Republicana (De la Jara y Ureta) reconoció en forma hidalga el triunfo de Sánchez Cerro; el candidato independiente (Osares) no formuló objeción alguna. Sólo el Apra, que se creía vencedor absoluto, enfrentó desafiante los escrutinios del Jurado Nacional de Elecciones (Miró Quesada Laos, 1961). Los apristas llegaron a decir que Haya de la Torre era "el presidente moral del Perú". En su libro: ¿A dónde va Indoamérica?, publicado después, Haya manifestaría: "Nuestros cálculos más minuciosos nos permiten afirmar que cincuenta mil votos de nuestros afiliados fueron declarados arbitrariamente nulos". ¿Hubo fraude inducido u ordenado por la Junta Nacional de Gobierno de Samanez Ocampo? Enrique Chirinos Soto (1986), vinculado al Apra, d ice:
- -- ----------------------------- 225 La Junta Nacional de Gobierno, en la práctica, estaba dominada por e l comandante Gustavo Jiménez, e nemigo de Sánchez Cerro. No es sensato, por consiguiente, suponer en Jiménez maniobras fraudulentas para favorecer a Sánchez Cerro. No lo es tampoco suponerla en la figura patricia de don David Samanez Ocampo ni en la de José Gálvez, ministro de esa misma Junta, y posteriormente aliado y amigo leal y fervoroso del Apra.
En todo eso, es útil recordar lo que nos dice Jo rge Basadre 0968) en su Historia de la República del Perú: La junta Nacional de Gobierno, nacida para presidir las elecciones, no presentó candidato y acaso era demasiado débil para tenerlo y los
miembros de ella pasaron bien pronto a formar parte de las filas de los perjudicados con los resultados de los comicios o a caer en la oscuridad del anonimato del que debe salvarlos la historia justiciera.
De ambos testimonios (y de muchos otros) se desprende, pues, que la Junta presidida por el probo Samanez Ocampo no interfirió para conseguir que el Jurado Nacional de Elecciones alterase las cifras en favor de Sánchez Cerro. El día martes 8 de diciembre de 1931 se instaló solemnemente la Asamblea Constituyente; ese mismo día asumió la Presidencia de la República el comandante Luis M. Sánchez Cerro, elegido al igual que los parlamentarios, en comicios libres y ejemplares, marcando así -en expresión justa de Basadre- un hecho sin precedentes en la semioscura práctica electoral peruana de todos los tiempos. Ese mismo día, igualmente, Haya pronunció en su ciudad natal uno de los más hermosos discursos de su longeva vida política; en él profetizó la persecución a la que iban a ser sometidos sus partidarios. Llegó a decir: "Hoy no es un día de tristeza para nosotros, es el primer día de un período de pruebas para el partido. Por la fuerza no se nos reducirá". El martirologio aprista recién se iniciaba en una larga ruta que correría paralela al siglo XX. A partir de la asunción del mando por Sánchez Cerro en esa fecha, el escenario político previo a las elecciones de octubre cambió, de modo radical, de fisonomía. Por un lado, los resquemores e invectivas de los apristas por sentirse burlados (puestos de manifiesto a través de actitudes violentas) y la respuesta firme y enérgica del gobierno por hacer respetar el veredicto electoral, por el otro, hicieron que la atmósfera fuera llenándose de miasmas precursoras de algo terrible: la guerra civil. La Asamblea Constituyente, que tuvo más de veinte representantes apristas, inició sus debates en medio de gritos, improperios y amenazas por ambos lados. Empezaron poco a poco las persecuciones, las conspiraciones y hasta los intentos de asesinato. Ante esta situación, el régimen, previa aprobación de la mencionada Asamblea, con el
226 _________________________________________ voto en contra de apristas y socialistas, promulgó la Ley de Emergencia destinada a restablecer, manu militari, el orden interno y controlar los desmanes que - a su juicio- el Apra promovía tanto en el Parlamento como en las calles. Muchos apristas fueron apresados y deportados, entre ellos el jefe máximo. El Apra fue declarado fuera de la ley; se clausuraron los locales apristas y su órgano periodístico La Tribuna. Un numeroso grupo de parlamentarios apristas fue desaforado el 18 de febrero de 1932 y desterrado dos días después (Murillo, 1976). La violencia generó más violencia en una espiral cruenta e interminable. Desde el 8 de d iciembre de 1931, en que Sánchez Cerro asumió el mando, hasta el 30 de abril de 1933 en que fue asesinado (16 meses de gobierno), el enfrentamiento entre el régimen y el Apra adquirió visos de barbarie y de "primitivismo cavernícola" (Thorndike, 1969). Este antagonismo irreconciliable entre el ejército (personificado e ntonces por Sánchez Cerro) y el Apra, perviviría por varias décadas con dolorosas y nefastas consecuencias para el país. Ataque y contraataque llevaron inevitablemente a la guerra fratricida. Signos de ella fueron los siguientes hechos sangrientos: la sublevación de la marinería e n el Callao (mayo de 1932), con el saldo de ocho marineros fusilados; la revolución de Trujillo (julio del mismo año), con la masacre de varios oficiales del Ejército y de cientos de militantes apristas; la rebelión de Huaraz (marzo de 1933), con un número no determinado de víctimas. La dirigencia aprista fue acusada de participar directamente en todos estos trágicos acontecimie ntos (Villanueva, 1973). El derramamiento de sangre de uno y otro lado concluyó al mediodía del 30 de abril de 1933, cuando el presidente Sánchez Cerro, que acababa ele presenciar un desfile ele treinta mil movilizables, cayó asesinado a la salida del hipódromo de Santa Beatriz, en pleno conflicto con Colombia. ¿El verdugo? Un joven llamado Abelarclo Mencloza Leyva, oriundo ele Cerro de Paseo e inscrito e n el partido aprista desde el año 1931. Una versión temeraria ele la época acusó como autores intelectuales del crimen a Víctor Raúl Haya de la Torre (preso en la Penitenciaría) y al general Osear R. Benavides, entonces inspector de Defensa Nacional (el cargo castrense más importante). Otra versión achacó el crimen al leguiísmo. En todo caso, la situación en aquellos d ías en el Perú, y más concretamente en Lima, era demasiado tensa y virulenta. Los disparos asesinos, por lo tanto, podían haber provenido ele diversos fre ntes. Sin embargo, que hubo sectores profundamente complacidos con el crimen de Santa Beatriz está comprobado por muchos testimonios de aquella aciaga época, preñada de pequeñeces y mezquindades.
---------------------------------227 3.
LAS DEMOCRACIAS ENDEBLES (1933-1948)
Ciertamente, la muerte de Sánchez Cerro causó estupor y desconcierto en el ánimo ele la población no aprista. El Perú -refiere El Comercio en su sentida semblanza sobre este mandatario- tuvo entonces no sólo la sensación ele la inminencia de la anarquía en perjuicio ele la unidad nacional, sino que se veía ingresar en un inmenso y oscuro túnel sin salida. En medio de este casi vacío del poder político, el Consejo ele Ministros, presidido por el jurista ]osé Matías Manzanilla, asumió el ejercicio del Poder Ejecutivo, declaró en estado ele sitio todo el territorio nacional y suspendió las garantías constitucionales el mismo fatídico 30 de abril. Acto segu ido, se dirigió a la Asamblea Constituyente con el fin de elegir al nuevo presidente ele la República. Este organismo, reunido apresuradamente y a escasas horas del horrendo crimen, designó como presidente constitucional para completar el período del difunto gobernante al general Osear R. Benavicles 20 . Sufragaron 88 representantes, ele los cuales 81 votos recibió el indicado jefe del ejército. La designación ele Benavicles, empero, fue cuestionada y rechazada por el sector socialista, uno ele cuyos representantes, Alberto Arca Parró, fustigó con dureza tal decisión por considerarla una "flagrante violación de la Carta Magna". Amparado en la primera parte del artículo 137 ele la flamante Constitución de 1933, que decía: ".. . Son inelegibles Presidente y Vicepresidentes ele la República, los Ministros de Estado y los miembros de la Fuerza Armada que se hallen en servicio si no han dejado el cargo seis meses antes de la elección", el mencionado representante negó validez jurídica al acto. Benavides - recordemos- era el jefe máximo del Ejército, promovido a esa alta investidura a raíz del conflicto con Colombia. A la larga, sin embargo, prevalecieron las condiciones del Estado sobre el orden estrictamente legal. En circunstancias tan graves para el país, asesinado Sánchez Cerro, dividido el frente interno por la lucha sin cuartel entre el Apra y la Unión Revolucionaria, amenazada nuestra frontera nororiental, lo más sensato resultaba elegir a Benavides. Al ser investido con la insignia del mando supremo, Benavides agradeció con breves palabras su elección, haciendo notar que él no la había inspirado, que no pertenecía a partido político alguno y que llegaba a la jefatura del Estado sin odios, anheloso sólo de la "armonía de toda la familia peruana que realmente tenga sentimientos patrióticos".
20 De acuerdo con el mandato constit ucional, Sánchez Cerro había sido elegido para gobernar hasta 1936; por tanto, su régimen se vio interrumpido cuando aún faltaban más de tres anos de gestión presidencial.
228 ----------------------------------------Bajo este saludable convencimiento y apoyado por la gran fuerza moral que la decisión de la asamblea le confería, el nuevo mandatario inició su gestión enarbolando un lema por demás sugestivo y aparente para el momento: "Orden, progreso y trabajo". Con él buscó establecer un período de "paz y concordia" entre sus connacionales con el fin de robustecer el sentimiento patrio ante el conflicto externo declarado. Consecuente con ello, de inmediato el gobierno procedió a amnistiar a muchos presos políticos (incluyendo a Víctor Raúl Haya de la Torre) y permitió cierto grado de libertad en el ejercicio del derecho político. El diario La Tribuna, vocero aprista, empezó nuevamente a editarse y a circular; el Apra organizó sus filas, emitió folletos, envió dirigentes a recorrer el país, operó restaurantes populares, reforzó la capacitación política e ideológica entre los sindicatos, promovió debates doctrinarios en las universidades, e tc. (Murillo, 1976). Lamentablemente, la apertura a la legalidad aprista fue muy breve y episódica, ya que solucionado el frente externo las cosas volvieron a ponerse en contra del partido, agravándose cuando el director de El Comercio y su esposa fueron abatidos por los proyectiles que -según se dij
229 "provenir de un partido proscrito". De inmediato suspendió los escrutinios y remitió el asunto en consulta a la Asamblea Constituyente. Presidido por el representante arequipeño Clemente J. Revilla (de la Unión Revolucionaria), el máximo organismo legislativo, tras varias sesiones en las que participó el propio Eguiguren para defender su triunfo electoral, dictó las siguientes medidas: a) anular las elecciones, b) recesar la Asamblea y e) prorrogar el mandato de Benavides por tres años más "con amplia facultad para legislar". La orden, sin duda, había provenido de Palacio. De acuerdo con testimonios de la época, el cazurro político arequipeño dio por aprobada la prórroga sin que existiera mayoría absoluta en la Asamblea. Además, en el seno de ella faltaban los representantes apristas, así como ]osé Matías Manzanilla y Víctor Andrés Belaunde, que habían aceptado cargos diplomáticos (Chirinos Soto, 1986). Sin partidos en la oposición, pero también sin apoyo de las fuerzas civiles organizadas, Benavides emprendió su segunda y más dura fase como gobernante 0936-1939). Sus dos grandes pilares fueron el ejército y la oligarquía financiera, a través de la mencionada familia Prado. Lo primero que hizo fue deportar a su tenaz opositor Luis A. Flores y a otros prominentes líderes de la Unión Revolucionaria. Los apristas y los comunistas fueron, igualmente, hostilizados. El máximo dirigente del Apra, por ejemplo, permaneció oculto por mucho tiempo en algún lugar de Lima. Desde Bogotá, en señal de protesta, el poeta y escritor ]osé Gálvez (allegado al partido aprista) renunció de manera irrevocable al cargo de ministro plenipotenciario. Es verdad, también, que durante gran parte de esta segunda fase de su régimen, Benavides se vio acompañado de aquel anhelo general de paz y de tranquilidad que respiró el país y del horror de la anarquía que la población supo impregnar a cada una de sus actitudes. Sin embargo, poco a poco, las tensiones internas fueron rompiéndose en clara muestra de rebeldía; civiles y militares complotaron para poner fin a lo q ue llamaban "dictadura del dinero" y exigir la inmediata convocatoria a elecciones. Bajo el signo, pues, de esta oposición en ascenso y de una inocultable descomposición en el seno de la propia Fuerza Armada, Benavides optó por convocar a nuevos comicios para el segundo semestre de 193921 . Las elecciones de aquel año eran para presidente y vicepresidentes de la República, así como para elegir a los 48 senadores por los departamentos y 140 diputados por las provincias. Respecto a lo primero, se enfrentaron Manuel Prado y Ugarteche y ]osé Quesada Larrea, apoyado este último por la
Z l Para normar su desarrollo se expidió un nuevo Estatuto Electoral que, en lo sustantivo, mantuvo muchas de las normas del Estatuto dado por la junta de Samanez Ocampo.
230------------------------------------- Unión Revolucionaria y por varios grupos minúsculos ele la oposlclon. En cambio, Prado contó no sólo con el apoyo clecicliclo de Palacio de Gobierno, sino también ele la cúpula del Partido Comunista que lo consideraba como el candidato que "enarbolaba la bandera de la democracia, ele la concordia ciudadana y de la fraternidad entre todos los peruanos"22 . Pero, sin duda alguna, el apoyo mayor provino de la banca y ele los círculos financieros del país, a los que él y su familia pertenecían. En cuanto al Apra, que continuaba en la clandestinidad, no tomó partido ni por uno ni por otro candidato; sus d irigentes se hallaban deportados, ocultos o presos. Realizados los escrutinios, el triunfador resultó siendo el candidato oficialista Manuel Prado y Ugarteche. Hubo una versión muy difundida que sostenía que e n muchos casos, personas inescrupulosas abrieron las ánforas que debían ser remitidas a los jurados departamentales y sustituyeron el voto de la ciudadanía por cédulas que favorecían a candidatos oficiales. Hubo protestas ele todo calibre por la elección ele Prado. Instalado en Palacio ele Gobierno y alejado un tanto ele su patrocinador (Benavicles), muy pronto Prado dio muestras de un extraordinario dominio ele la situación, revelándose como un político realista y conocedor de la psicología social ele sus compatriotas. Rápidamente consiguió el respaldo del Parlamento y de los militares, así como la aquiescencia de importantes sectores políticos y ele la ciudadanía deseosa de la "paz pública". Hasta llegó a contar con una fu e rza propia en el Congreso. La clirigencia comunista que lo había apoyado durante la campaña electoral (en una extraña mixtura de intereses), se hizo presente en los principales cargos públicos. Por otro lado, aunque su gobierno no fue tan duro como el de sus antecesores contra el Apra, Prado mantuvo su proscripció n. Los presos apristas fueron desterrados y prohibida la circulación ele La Tribuna, que venía editándose en forma clandestina. Haya de la Torre continuó por mucho tiempo oculto. De la otra vereda, siempre aconsejado por sus inmediatos colaboradores, los comunistas, Prado no sólo reconoció la situación legal de cerca de 120 sindicatos y manejó los litigios sindicales a favor de los comunistas, sino que permitió el establecimiento de la radical Confederación General ele Trabajadores del Perú bajo la batuta de su cercano consejero Juan P. Luna. La idea, de acuerdo con lo convenido, era contrabalancear a la clientela aprista e n el marco del movimiento obrero nacional (Sulmont, 1985).
22 A juzgar por los hechos posteriores, este apoyo no fue compartido ni por las bases ni por algunos connotados lideres, originando la expulsión de Eudocio Ravines y otros dirigentes, acusados de "seguir una política antiobrera".
231 Sin la presencia gravitante del Apra ni el escollo de la Unión Revolucionaria en el terreno político, puede decirse que nada excepcional sucedió durante esta primera administración de Manuel Prado y Ugarteche (1939-1945). Tal vez lo más significativo (con miras a las próximas elecciones) fue la ocurrencia de cuatro hechos en nada fortuitos: a) la formación del Frente Democrático Arequipeño (por iniciativa del ilustre parlamentario Javier de Belauncle y Ruiz de Somocurcio)23; b) el e ntendimiento entre el ex presidente Osear R. Benavides (implacable perseguidor del Apra) y Víctor Raúl Haya de la Torre, jefe y fundador de dicha agrupación; e) la desesperada búsqueda de un candidato de consenso (que más tarde sería Bustamante y Rivero); y el) la decisión del gobierno ele Prado de permitirle al Apra (con el nombre ele Partido del Pueblo) que postule candidatos al Congreso, quedando al margen de esta apertura la candidatura presidencial. El gesto incluía también la libertad absoluta ele Haya de la Torre24. Así se llegó a 1945, año de las elecciones. Investido como candidato de consenso, Bustamante y Rivero arribó a Lima el 8 de abril procedente de Bolivia. Como candidato opositor surgió la figura del prestigioso general Eloy G. Ureta, héroe ele la campaña militar ele 1941 contra el Ecuador y personaje cercano a los designios ele Palacio de Gobierno. Este candidato, que además contó con el apoyo ele la Unión Revolucionaria de Luis A. Flores y del diario El Comercio, tuvo un equipo asesor integrado por distinguidos intelectuales que conformaron un verdadero trust (al estilo ele Franklin D. Roosevelt en su campaña ele 1933). De acuerdo con lo que aparece en el libro del propio general Ureta, Trayectoria de una vida 0973), antes y después del proceso electoral, el re nombrado militar recibió varias sugerencias para que fuese a un golpe ele Estado, haciendo uso de su influencia sobre el Ejército, después del triunfo en el conflicto mencionado. Se negó a ello sistemáticamente. Según cuenta, hubo una noche en que llegaron hasta su domicilio dos intelectuales del trust junto con un oficial, con la finalidad de que ayudara al estallido inmediato, esa misma madrugada, de la sublevación, bajo el pretexto de unas maniobras militares. Concluida la e ntrevista infructuosa, el general tomó las disposiciones necesarias para evitar cualquier desorden.
23 Esta agrupación se convírtíó más tarde en el Frente Democrático Nacional, que aglutinó a díversas fuerzas políticas (comunistas, apristas, descentralístas e independientes) y que lanzó la candidatura de José Luís Bustamante y Rívero. 24 Para celebrar este suceso, una incalculable multitud de aprístas se reunió en la plaza San Martín (20 de mayo de 1945) para escuchar la voz de su jefe y caudillo, quien reaparecía en público después de casi 102 meses de clandestinidad. Era el día del famoso y ansiado "reencuentro".
232 --------------------------------------Las elecciones se efectuaron el 10 de junio de 1945, bajo la misma sospechosa ley con la cual se realizaron las de 1939. Bustamante y Rivera alcanzó una votación que prácticamente duplicó la de su único oponente. En el Parlamento, el resultado fue semejante, predominando las bancadas correspondientes a los apristas. Según su propio testimonio, lo curioso es que el flamante mandatario se mostró reacio a constituir una mayoría parlamentaria propia, por respeto -según dijo- a la independencia de los poderes. Aquí su alegato: Yo no estuve dispuesto en ningún momento a mirar a los legisladores con visión de rebaño o de comparsa de fantoches: ya era tiempo de desterrar de la política parlamentaria la vigilancia del pastor o la injerencia del titiritero. Harto desprestigiada estaba la investidura de los representantes por el constante manoseo de las interferencias presidenciales ( ...). Yo había prometido acabar con esa vergüenza y procurar que fuese el nuestro un Parlamento de verdad; q uiere decir un Parlamento capaz de asumir por sí sus decisiones y arrostrar sus propias responsabilidades (Bustamante y Rivera, 1949).
Por todo lo que vino después, hoy se juzga que dicho comportamiento fue equivocado o, cuando menos, demasiado débil, condescendiente e ingenuo. En efecto, bien pronto la luna de miel entre el p residente y los apristas, que le habían brindado su apoyo y sus votos, terminó en un frontal e irreversible enfrentamiento que culminó con la declaratoria del partido aprista fuera de la ley con sus inevitables consecuencias: la clausura de los locales, la prisión y el destierro de los desapacibles dirigentes. En realidad, entre Bustamante y Haya no hubo desde el primer momento lo que hoy se llama, en un sentido amplio, comunicación o empatía. Quizás fue el choque. entre un introvertido novicio en la política (el primero) y un extrovertido veterano en ella (el segundo). Acaso intervinieron otros factores. Una anécdota refiere que, después de la apoteósica manifestación del Día del Reencuentro en la Plaza San Martín, a la que hemos aludido, llegó Haya de la Torre jubiloso y vibrante hasta el departamento del candidato (Bustamante) en el suntuoso hotel Bolívar y éste, en vez de recibirlo con histéricas frases de adulación, le dijo poniéndole una mano e n la espalda: "¡Qué cansado debe estar usted Víctor Raúl!" (citado por Miró Quesada, 1961). Si es cierto el hecho, revelaría ternura, delicadeza, afán de comprensión humana y no desdén y astucia política. Haya, lejos de interpretarlo de esta manera, sintió verdadero furor. La situación, cuyo deterioro inicial se incubó en el Parlamento, empezó a tomar rasgos verdaderamente dramáticos y compulsivos en casi todos los niveles. El primero y más visible fue la pugna entre el Ejecutivo, q ue se resis-
--------------------------------233 tió a ser copado por la mayoría parlamentaria aprista, y el Legislativo, con pretensiones de constituirse en el primer poder del Estado. La frase dicha por Manuel "Cachorro" Seoane, brillante y conspicuo dirigente aprista, expresa mejor que otra esta disyuntiva: "Nosotros creíamos haber elegido al capitán del equipo; pero Bustamante creyó que habíamos elegido al árbitro del juego". Muestras de esta prepotencia parlamentaria son reseñadas en el libro de Bustamante Tres años de lucha por la democracia en el Perú, editado en 1949; ahí se leen, entre otras, las siguientes: la hostilidad regimentada de las barras apristas al nuevo presidente en la sesión del Congreso efectuada el 28 de julio de 1945, durante la cual recibió la insignia del mando; las referencias continuas de los apristas al "presidente moral del Perú" (en alusión a Haya); la aprobación el mismo 28 de una amplia ley de amnistía que Bustamante no conoció, en un insólito gesto consumado antes de que él llegase al Congreso; la formación de las belicosas células parlamentarias apristas; las interpelaciones sucesivas, injustas y de contenido nimio a los ministros de Agricultura y de Hacienda al poco tiempo de su juramentación, etc. Conforme avanzaba el tiempo, la confrontación se hizo más aguda e insoportable, desembocando e n una violencia desenfrenada que muchas veces llegó al crimen y a la inquina aberrante. La administración del iluso mandatario empezó, entonces, a ser víctima de sucesivas crisis ministeriales. "Los ministros de Bustamante -se lee en una publicación de la época- eran permanentemente recriminados y censurados, como suele hacerse con los alumnos menos aplicados de las escuelas fiscales" (El Mercurio Peruano, diciembre de 1946). La respuesta de Bustamante, al comienzo tibia, comenzó a endurecerse. Un hecho vino a agravar la situación: el asesinato del director del d iario La Prensa, Francisco Graña Garland, ocurrido el 7 de enero de 1947. Todas las evide ncias señalaban a los apristas como autores del crimen. El catarro político no sólo se alborotó, sino que el presidente Bustamante, presionado por diversos sectores, cambió radicalmente de actitud: empezó a descansar más y más en el poder de la Fuerza Armada. Efectivamente, a partir de entonces la presencia de los militares en los gabinetes fue cada vez más significativa, llegando incluso a convertirse exclusivamente en castrense (febrero de 1948). A estas alturas, la animadversión entre el gobierno y el Apra era ya un hecho consumado e irreversible. El 29 de dicho mes, a raíz de la toma de juramento del equipo ministerial conformado íntegramente por militares al mando del marino Roque A. Saldías, el presidente denunció y condenó en público "las actividades subversivas y los métodos antidemocráticos de la agrupación dirigida por Haya de la Torre", acusándola de "prete nder instituir una dictadura de partido único" . De inmediato, las juntas municipales transitorias (casi bajo el control de los apristas) fueron suprimidas y sustituidas por
234---------------------------------------las Juntas de Administración designadas por el Ejecutivo. Las garantías constitucionales fueron suspendidas en varias ocasiones, decretándose el estado de sitio. Diversas manifestaciones obrero-estudiantiles fueron reprimidas con energía. El claustro sanmarquino (reducto aprista) fue visitado varias veces por los tanques. Los primeros meses de 1948 transcurrieron bajo el signo de esta confrontación. En junio, el mencionado gabinete, que había tomado demasiado vuelo, planteó al afligido mandatario una situación en extremo grave: colocar ele inmediato al Apra fuera ele la ley. El portavoz fue el ministro de Gobierno, el general Manuel A. Oclría. Bustamante, no obstante la intransigencia de sus opositores políticos y en un gesto que lo enaltece, no sólo rechazó el pedido, sino que aceptó la renuncia en pleno del gabinete íntegramente militar. Esta vez la crisis, a la larga, significaría el derrumbe del régimen. El nuevo equipo, que en absoluto remed ió la crítica situación, estuvo también presidido por un militar. De esta manera, el presidente Bustamante se encontró en el centro de dos frentes irreconciliables: el de los apristas, a través del Parlamento y las acciones callejeras violentas, y el de los radicales sectores castrenses antiapristas, que habían colaborado con él y cuyo resorte principal era la extrema derecha económica. Frente a este difícil y comprometedor panorama, el mandatario arequ ipeño constituyó un partido que, orientado desde Palacio ele Gobierno, respaldara su quehacer gubernamental. Esta nueva agrupación, que se denominó Movimiento Popular Democrático, se presentó como partido de centro, debiendo ser una "gran fuerza de contención y de equilibrio que modere las extralimitaciones y los egoísmos de los partidos extremistas, así de la derecha como de la izquierda" (Bustamante y Rivera, 1949)2 5. La iniciativa -según la expresión de su mentor- fue recibida con gran entusiasmo por los sectores juveniles e intelectuales del país. No obstante este entusiasmo, en realidad el presidente se hallaba en el aire. Pronto, el fuego cruzado ele los dos frentes arriba mencionados agravaría la situación. El régimen empezó a tambalearse (Chirinos Soto, 1986). El primer disparo provino ele juliaca: en julio de 1948, el comandante Alfonso Llosa encabezó una sublevación antiaprista, que sofocada por el gobierno. Tres meses más tarde (3 ele octubre), el proyectil vino del Callao: esta vez del ala izquierda del Apra. Una revuelta en dicho puerto provocó violentos incidentes entre tropas leales y fuerzas rebeldes (marine¡Ja), que habían
25 De la declaración de principios de la flamante agrupación salieron a luz muchos términos más tarde en boga: "socialcristianos". "cristianismo social" y "Estado de derecho". Las conocidas ideas católicas de Bustamante estaban, Igualmente. plasmadas en aquel programa.
--------------------------------- 235 capturado varias naves de guerra . De esta situación e l Apra obtuvo una nueva declaratoria de "ilegalidad" y la acusación presidencial de haber instigado la sublevación que también comprometió a la Armada nacional (Rojas, 1983). A los dos días el movimie nto quedó d ebelaclo. La represalia se ahondó; periódicos y locales apristas fueron clausurados. Perseguidos, los líderes se asila ron o se ocultaron: "parecía un desbande hacia el despeñadero", comentó con sarcasmo Alfonso Telado, hábil e incisivo periodista de la época (La Prensa, 3 de noviembre de 1948). En apariencia, el presidente Bustamante había ganado la partida. ¿La había ganado realmente? 4.
,t. EL OCHENIO DE ODRÍA (1948-195 6)
El 27 de octubre ele 1948, cuando aún no se habían cumplido las cuatro semanas del aplastamiento ele la rebe lión ele la marinería en el Callao, un nuevo fantasma vino a perturbar e l orden constitucional de nuestra ya castigada vida política. Como en el año 1930 (en el derrocamiento de Leguía), la clarinada militar provino de la "ciudad caudillo" ele Arequipa. Esta vez, la guarnición del sur encabezada por el ge ne ral Manue l A. Odría, ex ministro de Gobierno, se levantó en armas desconociendo la autoridad del presidente Bustamante y Rivera. Las restantes guarniciones de la República, incluyendo la de Lima, se sumaron al pronunciamiento revolucionario26. El atribu lado mandatario, que se había negado a firmar su renuncia, fue embarcado en un avión con rumbo al exilio: Buenos Aires. Con su caída te rminaba e l interludio democrático. El Perú , como en sus años oscuros, regresaba a la dictadura. El diario El Deber, de Arequipa, haciéndose eco sin eluda del sentir de gran parte de la ciudada nía, escribió en su editorial del 3 de noviembre de 1948: El hombre Bustamante y Rivero se halla hoy apartado de la política. El concepto Bustamante y Rivera vivirá en e lla permanentemente. Sus ideales reclaman traducción positiva; tal vez lejana, pero segura e incontenible. El régimen de juridicidad por él preconizado, es decir, el régimen con firme sustentación ética, cuyo distintivo lo constituyen e l respeto a la ley, la coexistencia de ideologías encontradas y la comunión de todos, de amigos y adversarios en e l mismo ideal de to lerancia y de patriotismo, recibirá algún día sólida y defin itiva expresión.
¿Fue Bustamante y Rivera cómplice, sin quererlo, de su infortunado destino? Muchos lo han censurado por su singular desempeño como jefe de Estado;
26 Al d ecir de Vfctor Villanueva, la Marina y la Aviación permanecieron prudentemente al marg en de la sublevación.
236-------------------------------------alguien incluso ha hablado de la "debilidad gubernamental" para referirse al período 1945-1948, lo cual, desde una perspectiva psicológica no es exacto. El ilustre arequipeño, como muy pocos gobernantes del siglo XX, mostró una personalidad condescendie nte y tolerante con lo que él de nominaba "el juego democrático", sin caer en el sometimiento vergonzoso ni en la debilidad despreciable que injustamente se le achaca. Fue enérgico e implacable cuando las circunstancias lo exigían y afable y tolerante cuando "los supremos valores de la democracia" se hallaban en peligro. Su vigorosa personalidad le permitió rechazar, desde un inicio, ser un instrumento del Apra, que con tanto impulso resucitaba después de una larga permanencia en las catacumbas. Tampoco quiso caer bajo el dominio de los políticos profesionales ni de los hombres (oligarquía), que eran guiados por sus intereses privados antes que por consideraciones de carácter nacional. De igual modo, rechazó con energía cuando la camarilla militar desde el gabinete intentó conducirlo por caminos alejados de la constitucionalidad. Quizá su error, si puede conside rarse como tal la actitud de quien hace de su vida un ejemplo de fuerza moral, fue la care ncia de astucia que, a veces, es el ingrediente indispensable para poder subsistir en el poder. Él no concibió así la política ni mucho menos el ejercicio gubernamental. Era otra su dimensión y su talla de hombría. El éxito del llamado "Movimiento Restaurador de Arequipa" ¿se debió exclusivamente a la acción personal del general Odría? Todas las evidencias nos llevan a descubrir la existencia de un pode r que, oculta y astutame nte, maniobró en esa dirección bajo la aparente bandera del "antiaprismo". Aunque se manifestó ese día 27, su acción erosiva había empezado tiempo atrás. Este poder estuvo encarnado por los más poderosos sectores económicos que la extrema derecha aglutinaba en beneficio de sus propios e inmed iatos mezquinos intereses. Su representante más conspicuo era Pedro Beltrán, barón del algodón, director de La Prensa (el segundo diario más importante en ese entonces) y jefe de la Alianza Nacional; la secundaron los demás barones del agro (los Gildemeister, los Aspíllaga, los Pardo, etc.) y los señores de las altas fmanzas como los Pe ña y los Prado (Gilbert, 1982). Esos grupos agroexportadores tenían con Bustamente y Rivera el grave e imperdonable resentimiento de que no les hubiese entregado la totalidad de las divisas de sus exportaciones y de que se esforzara por mantener un tipo de cambio adecuado para las importaciones esenciales. Les disgustaba, también, la severa austeridad del hombre impermeable a los halagos con que habitualme nte ellos rodeaban a los gobernantes. Entonces prefirieron financiar el golpe militar encabezado por Odría e n Arequip~De este modo, la alianza o ligarca-militar de antaño se hacía más fuerte, invertidos los términos de la dependencia. No eran ya los aristócratas del 900 quienes gobernaban con el apoyo militar, ahora (1948) eran los militares que, estando en el
--------------------------------- 237 poder, firmaban los decretos que les alcanzaba la clase dominante (Villanueva, 1973; Basadre, 1975). El ingreso de Odría a Lima se produjo días después del golpe de Estado. A partir de ese instante (1 de noviembre) quedó establecida la Junta de Gobierno presidida por el sublevado militar. Instado por un periodista del diario La Prensa (5 de noviembre) para que definiera la ideología de su gobierno, el jefe de la Junta respondió que su gobierno "... no sería de izquierda ni derecha, sería emine ntemente nacionalista; su finalidad se o rie ntará a mejorar la situación de las clases laborales, para lo cual :;e trazará un plan de efectiva y real justicia social". Tiempo después, consolidado el régimen y como devolviendo el favor al grupo que lo encumbró, designó al mencionado Pedro Beltrán presidente del Banco Central de Reserva y d ispuso que se eligiera como presidente del Senado a Julio de la Piedra (rico hacendado norteño) y como preside nte ele la Cámara de Diputados a Juan Manuel Peña Prado (vinculado al círculo de los banqueros). Así, la oligarqu ía del dinero no sólo retomaba el control econó mico, sino, básicamente, el control político, con los grandes dividendos que ello conllevaba. Desde el inicio de la Junta Militar, el quehacer político se redujo prácticamente a cero, violándose en forma constante y sistemática las garantías individuales. La violación de domicilios, la detención y la expulsión de dirigentes políticos (apristas y comunistas sobre todo) fueron las notas características de los primeros tiempos de la Junta. Haya de la Torre, tras un período de ocultamiento, se asiló e n la embajada de Colombia e n Lima. Su asilo político duró 63 largos meses, desde el 3 de enero de 1949 hasta el 5 de abril de 1954. Recordemos que este caso llegó hasta el seno de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, en vista de que la Junta se negaba a reconocerle el derecho de asilo d iplomático y a otorgarle el respectivo salvoconducto. Sólo cuando la opinión continental, tanto conservadora como liberal, y la Conferencia Internacional reunida e n Caracas iba a pronunciarse en favor del político peruano, Odría al fin accedió a deportado, despojándolo de la ciudadanía peruana 27 . El nivel de represión llegó a su punto máximo cuando a mediados de julio de 1949 apareció el decreto ley denominado "Seguridad Inte rior de la República" que, en el fondo, equivalía a hacer permane nte y consagrar el estado de suspensión de garantías contra quienes combatieran al gobierno. Establecía la pena de destierro, cárcel y aun la de muerte por delitos calificados
27 Sobre este singular caso en América Latina, se han escrito numerosos libros, ensayos, artículos periodísticos y varias tesis doctorales (Chang-Rodr1guez, 1985).
238-------------------------------------de "te rroristas"; y para ser definidos como tales, bastaba poseer "armas de fuego, cortantes o punzantes". Concedía a las autoridades políticas facultades de juez, se recortaba el derecho ele defensa, se proscribía la libertad condicional y, como síntesis de tanta transgresión jurídica, se desconocía el derecho de hábeas corpus. Por último, el t-1inisterio de Gobierns quedaba facultado para adoptar las "disposiciones que crea necesario para garantizar la tranquilidad política y social, no pudie ndo interve nir la autoridad jud icial sino cuando los delincuentes hayan sido puestos a su disposición". La policía estaba por encima de los jueces y el ministro de Gobierno convertido en la máxima autoridad de la nació n. Era el perfecto "estado gendarme". Este dispositivo, convertido en ley en el Congreso que se instaló en 1950, modificado e n 1955 y derogado en julio del año siguiente es, - a juicio de los constitucionalistasuna de las mayores aberraciones jurídicas que se ha producido en la zigzagueante vida política de nuestro país 28. La primera etapa del régimen odriísta (a través de la Junta Militar) duró dos años. En ese lapso se gobernó sin Parlamento, asumie ndo la Junta la facultad de legislar mediante decretos leyes. En 1950 se llamó a elecciones generales con el claro designio de legitimar el mandato de Odría, quie n renunció a la conducción de la Junta para postular su candidatura a la presidencia de la República, desde el llano. En consecue ncia , el general Zenón Noriega, ministro de Guerra y hombre de confianza de Odría, asumió el mando de la Junta Militar. Las elecciones se efectuaron sin garantía de ninguna clase y con una sola candidatu ra, pues el general Montagne, a quien apoyaba el Apra, e n un vano intento de oponer la candidatura de otro militar para derrotar al dictador, fue tomado preso y deportado. De esta manera, el gene ral Odría fue elegido presidente de la República. Conforme avanzó el tie mpo, la unidad del gobierno dictatorial fue resquebrajándose. Quizás el hecho más significativo de este malestar -en expresión de Fran~ois Bourricaud (1989)- fue ron las querellas cada vez más agrias y violentas entre el gobernante tarmeño y la oligarquía, sobre todo, con aquellos que no sólo lo habían ayudado, sino empujado a tomar el poder. Uno de ellos era nada menos q ue el avispado Pedro Beltrán. Sin el apoyo ele este poderoso sector económico, las cosas fueron corriendo en sentido contrario a la dirección impuesta por el dictador. Pronto, la vida política del país asumiría otro compás que, a la larga, cambiaría el rostro del país con las con-
28 En un estudio comparativo que efectuó la Conferencia Latinoamericana por las Libertades en 1955, en Santiago de Chile, no se encontró otra ley parecida en toda la legislación represiva del continente, Incluyendo la de Venezuela de Pérez Jiménez (Viilanueva, 1973).
--------------------------------- 239 secuencias que luego describiremos. En efecto, durame esta segunda fase del régimen odriísta (al me nos hasta 1954) cominuó con gran imensiclad la mordaza política y el sile ncio casi absoluto de la oposición. Sin embargo, e n el l.9ienio 1955-1956, el quehacer político peruano - repetimos- cambió radicalmente de fisonomía y de rumbo: frente a la férrea dictadura del gobierno apareció un conjumo ele agrupaciones políticas con nuevos y distintos e nfoques de la realidad. Fenómeno que, como conjunto, nunca ames ni nunca después se ha repetido. Así, por ejemplo, apareció la Coalición Nacional organizada por Pedro Roselló, conectado a la industria de la construcción, que tuvo su jornada más vibrante en Arequipa en diciembre ele 1955, exigiendo y obteniendo la destitución del rudo e implacable ministro ele Gobierno Alejandro Esparza Zañartu. Tuvo fuerza popular circunstancial. Hizo suyo el eslogan: "El hombre común y corriente". Otra agrupación que se gestó en estos años estuvo vinculada al pensamiento demócrata-cristiano. Su formación data de inicios de 1955, cuando un grupo de jóvenes arequipeños encabezados por el fogoso abogado Héctor Cornejo Chávez y salidos e n su mayoría de las aulas universitarias, promovió la gestación de una entidad destinada a "servir de base a la organización de un partido político de inspiración y contenido demócrata-cristiano". Esta imención se cristalizó cuando, en e nero de 1956, se creó oficialmente el Partido Demócrata Cristiano del Perú ,l como un 1partido descentralista cuestionador de la coyuntura sociopolítica imperante en el país. Propugnó, invocando las enseñanzas de las encíclicas papales, un cambio en el sistema económico de entonces. En la\prime ra etapa ele su quehacer político esta agrupación participó decididamente en las movilizaciones y luchas efectuadas sobre todo en Arequip~ contra la política imerior del mencionado ministro de Gobierno. Ya constituida en partido, tuvo singular y combativa presencia en el enjuiciamiento de la gestión gubernamental del mandatario. En las elecciones ele 1956 apoyó la candidatura del entonces decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Ingeniería, Fernando Belaunde Terry (Rojas, 1983). Una tercera agrupación, cuyo origen era unive rsitario, fue el Frente Nacional de Juventudes Democráticas,' creado en 1955 por iniciativa del abogado tajamarquino Javier Alva Orlandini. Su objetivo e ra "postular a un hombre joven, desvinculado por completo de los grupos tradicionales del poder político, y que enarbolara las banderas de la re novación". El llamado de Alva fue acogido por numerosos jóvenes universitarios, intelectuales y profesionales recién egresados. A los pocos meses de su creación, el nuevo partido exigió la derogatoria de la ley de expresión, la amnistía po lítica y la modificación de la ley electoral que "garantizara limpios comicios en 1956". Presidente del Frente fue designado Alva Orlandini, quien más tarde dirigiría la campaña
240 ________________________________________ electoral de 1956. Este partido, que lanzó con éxito la candidatura de Fernando Belaunde Terry, fue el germen de Acción Popular. También e n esta época se formó, bajo la iniciativa de Manuel Cisneros Sánchez y de Javier Ortiz de Zevallos, el Movimiento Democrático PradiStaJ e n abierto apoyo a las pretensiones electorales del ex mandatario Manuel Prado y Ugarteche. Este partido, que llegó a aglutinar a un considerable número de adherentes, tuvo como inspiración el anhelo de Q ealizar una obra de unificación y paz nacionales". 'En setiembre de 1955, en la ciudad de Chiclayo, a raíz de la proclamación de la candidatura presidencial de Prado, llevó a cabo un acto cívico masivo que fue el primero que presenció el país en los ocho años del régimen odriísta. Un año después se transformó e n el Movimiento Democrático Peruano. Por estos años apareció también como alternativa política una agrupación conformada por brillantes intelectuales y profesionales, ungidos de ideas avanzadas y espíritu combativo. Este grupo fue el Movimiento Social Progresiste,! que surgió en 1956. Su marco ideológico estuvo representado por "la valoración de la persona humana" y su estrategia por "la transformación de las estructuras socioeconómicas imperantes". Propugnó la anulación de la deuda externa, "signo maligno de la existencia de nuestro pueblo". En las elecciones de aquel año apoyó a Belaunde Terry, pero condicionándolo a ciertas exige ncias de interés nacional: nacionalización del petróleo, reforma agraria, planificación de la economía e industrialización dinámica. De una u otra manera, el surgimiento de estas agrupaciones políticas enriqueció la marcha democrática ulterior de la nación. Al lado de ellas, factores coyunturales de esos años (inicios de la crisis económica, alza de los precios de los artículos de primera necesidad, acentuación de la dictadura, etc.) condujeron el anhelo ciudadano a una renovación, por el camino democrático, de la vieja estructura del país. Y ese camino exigía, como paso p revio, la convocatoria a elecciones. 5.
EL REFORMISMO CIVIL MODERADO (1956-1968)
En medio del anhelo antes enunciado y del fervoroso deseo ciudadano por la realización de un proceso electoral inmediato, en más de una ocasión Odría fue acusado de pretender prolongar su mandato a través de una reelección anticonstitucional. ¿Los planes atribuidos al general de mantenerse en el poder responden a la verdad histórica? El mayor del Ejército Víctor Villanueva, que ha juzgado en sus libros con severa acritud los distintos aspectos del ochenio, responde a la interrogante del siguie nte modo:
-------------------------------------241 En nuestra opinión, el dictador no deseaba permanecer en el poder por razones de orden político, menos aún porque juzgara que era útil a su país, tampoco por el poder mismo, porque carecía de la sensualidad del poder. Odría no era un Prado. La gloria, aunque la hubiera considerado alcanzable, lo dejaba igualmente indiferente; Odría carecía de orgullo y aun de vanidad. No tenía ambiciones; llegó a la Presidencia porque lo empujaron; no era siquiera codicioso, lo que significa cierta jerarquía moral, sólo avaro y venal. Su afición material al dinero tampoco puede considerarse como un incentivo para querer continuar en el poder y aumentar su fortuna, pues ya se había enriquecido en tal medida que al final de su administración el dictador prefería la seguridad a mayor cantidad de moneda que jamás sabría cómo gastar, tal su modestia espiritual.
Desechada la presunta reelección, quedaba en pie la desesperada búsqueda a que se abocó el dictador de un reemplazo que garantizara, fuera de todo riesgo, su futuro inmediato. La persona más indicada parecía ser su fiel ministro de Guerra, el general Zenón Noriega. Sin embargo, razones de diversa índole empujaron a éste a optar por la vía más rápida: la revuelta. Pero, "la hizo con tanto apresuramiento, con tanta infantilidad, que fracasó antes de comenzar la sublevación". Así -concluye Villanueva- Manuel Prado y Haya de la Torre suplieron a Noriega en esta misión, dando a Odría la garantía necesaria para su retiro. A cambio de su seguridad, el dictador apoyaría la fórmula Apra-MDP (Movimiento Democrático Peruano). Este contubernio fue sellado a través del tristemente célebre "Pacto de Monterrico" (residencia de Odría). ¡Una vez más los intereses personales y partidarios se juntaban en una extraña mezcla en la que sus protagonistas eran antiguos e irreconciliables adversarios! La historia, al fin y al cabo, se hace también con oscuras y contradictorias motivaciones; como fue el caso que estamos tratando. Los comicios electorales fueron fijados en un inicio para el domingo 3 de junio, pero después se postergaron para el domingo 17; tres fueron los candidatos que desde un comienzo se perfilaron con mayor fuerza y opción: Manuel Prado y Ugarteche, con el respaldo del Apra y de Palacio de Gobierno; Hernando de Lavalle, apoyado por la burguesía terrateniente, y Fernando Belaunde Terry, lanzado por el Frente Nacional de Juventudes Democráticas; los dos últimos aparecían como figuras nuevas en el firmamento político. La campaña electoral fue intensa, pero limpia en sus diversas etapas. A lo largo de ella ocurrió un hecho que, al margen de lo anecdótico, concedió al joven arquitecto Belaunde una dimensión política nacional; este hecho, conocido como el famoso "manguerazo", ocurrió el jueves 8 de junio de 1956. Su desarrollo, en resumen, fue así: el Jurado Nacional de Elecciones, amparado en la Ley Electoral que establecía que los candidatos a la Presidencia de la Repúbli-
242 _________________________________________ ca debían avalar su inscripción con un mínimo de 25 mil firmas, se resistió a inscribir al candidato del mencionado Frente que - a su juicio- no llegaba a cumplir con ese requisito. Ante esta actitud un tanto sospechosa e injusta, y como el plazo legal de la inscripció n expiraba el 9 de junio, dicha agrupación decidió realizar una manifestación en la Plaza San Martín el mismo vie rnes 8, con el fin de solicitar públicamente su inscripción. En su recorrido, a través del céntrico Jiró n de la Unión, rumbo a Palacio de Gobie rno, los manifestantes fue ron interceptados por la policía que trató de impedir su avance. En estas circunstancias, el joven cand idato, que portaba una bandera nacional, recibió su "bautizo político con un potente y agudo chorro de agua fría en pleno invie rno" (Caretas, 1956). Con esta actitu d firme y decidida d el carismático maestro universitario, que captó simpatías y ad hesiones ciudadanas por tal hecho, el Jurado Nacional ele Elecciones accedió a su inscripción. Había nacido -dice Bourricaud (1989)- el belaundismo, bajo el sonido de un clarín juvenil y heroico. Ciertamente, la agrupación encabezada por Belaunde se p resentaba, en comparación con las viejas tiendas políticas, como un elenco joven e innovador "sin ataduras ni compromisos con nadie". Así lo insinuó el propio arquitecto e n su discurso del 15 de junio, que precedió las elecciones, cuando refiriéndose a su postulación y autotitulándose el "arquitecto del nuevo Perú", señaló: No salgo de las catacu mbas a recibir el premio por un martirologio que no he sufrido. Salgo de las aulas universitarias a poner en práctica las lecciones que he dictado. Muchos hombres me aventajan en títulos, capacidad o experiencia, pero pocos han gozado tan copiosamente de la confianza pública. Es e lla, y sólo ella, la que me eleva a la altura que, transitoriamente, ocupa un demócrata cuando es requerido por e l pueblo. Por eso aquí, en pleno centro de la capital, mis compañeros de trabajo han levantado esta tribuna, a manera de andamio, único pedestal que puedo ocupar sin rubor, insinuando simbólicamente con ello que nos preparamos a construir un nuevo Perú. Si he aceptado a postular es a sabie ndas de que no tengo otro mérito que el de haber soñado despierto con la grandeza futu ra del Perú (Belaunde, 1960).
Las otras dos cand idaturas (Lavalle y Prado) siguieron caminos diferentes. La de Lavalle fue imp ulsada por un minúsculo e improvisado grupo que se autode nominó "Unificación". En cambio, la de Manuel Prado fue lanzada por su propia agrupación, el Movimiento Democrático Peruano, ele mayor cobertura partidaria. Además, recibió el respaldo tácito del Apra29. Como era de
29 Este apoyo -
243 preverse , con los votos de los apristas, más los de su propia cosecha, Prado ganó ampliamente las elecciones. Según el cómputo oficial, los resultados fueron los siguientes: Manuel Prado Fernando Belaunde Hernando de Lavalle
580.057 votos 485.248 votos 224.618 votos
Lo que significa que para las elecciones de junio de 1956, el número de votantes sobrepasó largamente el millón . Verdadero récord para ese entonces. En esta jornada electoral, por primera vez sufragaron las mujeres (más de medio milló n), en virtud de la ley del 7 de setiembre del año anterior3°. El flamante presidente asumió el mando el 28 de julio de 1956, fecha coincide nte con el establecimiento residencial del expresidente Odría en Washington. A lo largo de su gestión (1956-1962), el régimen pradista fue políticamente permeable al activismo partidario. Tanto el Apra, su aliado, como el Partido Comunista, volvieron a la legalidad; este último empezó a incursionar activa y exitosamente en los estratos estudiantiles, obreros y campesinos. Las otras agrupaciones políticas desarrollaron proficua labor en sus respectivos sectores de influencia. En este contexto, ocurrió la disensión aprista, cuyo origen estuvo en la fase preelectoral, y que provocó que muchos dirigentes permanecieran, en señal de rechazo, en el exilio o abando naran sus filas para siempre. ¿Cómo sucedió la ruptura? En la IV Convención Nacional del Partido Aprista, celebrada en Lima en la segunda semana de octubre de 1959, una veintena de disconformes y jóvenes dirigentes nacionales presentaron un extenso documento ( 20 páginas) criticando severamente a la cúpula aprista, a la cual acusaban de "haberse aliado con la oligarq uía" (convivencia Apra-MDP), Señalaban que dicha alianza era "una traición flagrante a los postulados del Apra" . La moción, que generó ásperos debates y una discusión de un día entero, no prosperó31 . La mayoría de los firmantes del histórico documento procedían del norte del país y desempeñaban importantes cargos en los niveles estudiantiles, juveniles y profesionales del aprismo. Lo que aparentemente
30 La victoria de Prado fue cuestionada por su vibrante contendor Fernando Belaunde, quien manifestó públicamente: "Se nos reconocen unos 485 mil votos que no alcanzan a damos el triunfo, aunque quedarán para siempre en el misterio las dfras de los que nos han arrebatado". Por su parte, Lavalie aceptó la derrota. 3 1 El documento fue elaborado por Luis Olivera y Ezequiel Ramlrez Novoa, entre otros. Entre los firmantes figuraban: Gonzalo Fernández Gaseo, Manuel Pita Dlaz, Alberto Ruiz Febres, Walter Palados Vinces y otros, adhiriéndose después Carlos Malpica, diputado por Cajamarca.
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constituía una ligera disidencia dentro del Apra, al final tomó d imensiones espectaculares y, por supuesto, nefastas para su posterior accionar. La posición del "grupo de los 23" determinó, inicialmente, la formación de un "comité de defensa de los principios de la democracia interna del partido", que después se llamaría Comité Aprista Rebelde, luego Apra Rebelde y, finalmente, en 1962, Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), varios de cuyos principales líderes, influidos por la Cuba revolucionaria, llevarían a cabo las guerrillas en el Perú (Rojas, 1983). Frente a la conducta equivocada y entreguista -observa Eugenio ChangRodríguez (1985)- la explicación oficial de la d irigencia aprista tendía a justificar la convivencia con argumentación sofisticada para las masas, tratando de hacer entender que se trataba de una táctica, semejante a la desarrollada años atrás, que garantizaría el triunfo del Apra en las venideras elecciones de 1962. Sin duda alguna, el mensaje se mostraba como portavoz de sólo unos cuantos apristas. Así lo entendieron miles de frustrados militantes, tanto de la vieja como de la nueva hornada. ¿Justificaba el acomodo palaciego las vanas ilu- · ·siones de la voluminosa masa aprista? ¿Era p referible el arribismo a la frustración histórica? ¿Valía el apoyo para aquel hombre que no sólo encarnaba a la más rancia oligarquía, sino que les había negado en su primer gobierno las más caras libertades constitucionales? Aparentemente, nada disculpaba tan indigno comportamiento. El propio Haya de la Torre, en el apacible crepúsculo de su vida, evocaría esta larga serie de transacciones del Apra del siguiente modo: Nosotros llevamos a las elecciones a Eguiguren ex sanchezcerrista , hombre del partido adversario quien, sin embargo, a la hora en que la Fuerza Armada entró a extrae r de Palacio del Congreso a los re presentantes apristas tuvo la gallardía cívica de protestar y alejarse del país ( ...) . Nosotros elegimos al doctor Bustamante con quien no teníamos relación alguna de tipo político, simplemente porque cuando fue llamado por otros sectores para ofrecerle la Presidencia de la República, respondió que él no aceptaría si el e lector aprista no tenía libertad. Nosotros hemos votado en 1956 por Manuel Prado nuestro adversario y nuestro perseguidor en su prime r período presidencial, nosotros nos llegamos a reconciliar también con el mariscal Benavides (citado por Bourricaud, 1989).
Mientras el Apra se desangraba, el Frente Nacional de Juventudes Democráticas iba cuajando un diseño político de gran formato. Esta nueva agrupación, surgida a su sombra y bajo el lema de "Adelante", se denominó Acción Popular. Fundada el 7 de junio de 1956, es decir, después de las elecciones, su línea de comportamiento ideopolítico se sustentaría en tres expresio-
- -- -- - - - - - - - - - - - - - - -- - - -- - 20 nes de gran arraigo peruanista: "El Perú como doctrina", "La conquista del Perú por los peruanos" y "El trabajo solidario como expresión suprema del antiguo paradigma de la cooperación popular". Bajo este examen ele la realidad peruana a la luz ele la historia, el jefe de la flamante agrupación elaboró una filosofía de hondo contenido telúrico recogido -como é l lo señaló- de las entrañas mismas de la patria: "He cruzado diez veces la cordillera, no en pos ele homenajes, sino en busca de inspiración e ideas" (Belaunde Terry, 1960). En su recorrido incesante a partir ele 1956, "villorrio por villorrio" y por las regiones más apartadas de la República, el arquitecto descubre la razón de ser y la nomenclatura ele su partido. Aquí su poético testimonio: Cada vez que observo, desde alguna llanura, un villorrio peruano, hago la misma pregunta y obtengo la misma enaltecedora respuesta. Al mirar la humilde aldea, con su pintoresco campanario, interrogo a mi guía: "¿Quién hizo la iglesia?", y el guía me dice: "El pueblo lo hizo". Requiriéndole otra vez: "¿Quién edificó la escuela?", y de nuevo contesta: "El pueblo lo hizo". Y al seguir la ruta serpenteante por los cerros, interrogo una vez más: "¿Quién abrió el camino?", y nuevamente resonando ya en mis oídos, como la estrofa de una marcha triunfal, oigo en esta frase expresiva y elocuente toda la historia del Perú de ayer y de hoy, y la profecía del mañana: "El pueblo lo hizo" ... En otro paraje ele su infatigable peregrinación elijo: Hemos llegado desde Huánuco hasta Ancash por el camino del Inca, y en el frío de la altura me he puesto de nuevo, orgulloso mi poncho huaracino, con la misma unción con que un sacerdote se colocaría los ornamentos sagrados para rezar una oración por el pasado, el presente y el futuro del Perú. Finalmente, apuntó: Voy en busca de los pueblos a escuchar su reclamo y recoger su esperanza. No aguardo en la quietud de mi casa que ellos toquen mi puerta. Soy yo quien los visita en la costa, en las punas y en las selvas. Durante el tiempo q ue duró e l gobierno ele Prado, Acción Popular se constituyó en un grupo político contestatario y opuesto a la vapuleada y prolongada "convivencia". Sin embargo, a su lado coexistió una oposición furibunda y lapidaria ele otros grupos más radicales, cuyos medios periodísticos (sobre todo al final del régimen) e ndilgó adjetivos como "frívolo", "cínico", "putrefacto", "corrupto" y "nefasto" para caracterizar e l régimen pradista. Surgiero n los ataques de periódicos como Libertad (órgano del Movimiento Social Progresista) que en su ejemplar correspondie nte al 10 de mayo ele 1961 escribió: "Prado, pobre diablo; una política sin pies ni cabeza". La revista Ca-
246 _____________________________________ retas, con su fina ironía, también fustigó, sarcásticamente, al frívolo presidente en una de sus ediciones, presentándolo como un fantoche (el título de la portada decía: "¡Llegó el circo!", y aparece el mandatario con su clásico sombrero de tarro y su chaqueta repleta de medallas y condecoraciones). Así se llegó al ansiado año 1962, año de elecciones. Los partidos contrincantes eran la Alianza Democrática, conformada por la convivencia ApraMDP, que postulaba a Víctor Raúl Haya de la Torre; Acción Popular a Fernando Belaunde Terry; la Democracia Cristiana a Héctor Cornejo Chávez; el Movimiento Social Progresista a Alberto Ruiz Eldredge; el Frente de Liberación Nacional a César Panda Egúsquiza; el Partido Socialista a Luciano Castillo; y la Unión Nacional Odriísta al ex mandatario del ochenio. De los siete candidatos tres eran abogados, dos eran generales retirados, uno arquitecto y el otro era político de carrera. La mayoría había nacido en provincias. De todos, los que más opción política tenían eran: Haya, Belaunde y Odría, en ese orden. Las otras eran candidaturas surgidas al calor de la efervescencia partidaria o, como las definió un agudo observador de la época, "candidaturas de relleno". Producidas las elecciones sin incidente alguno, los resultados mostraron el siguiente cuadro: Haya (Apra-MDP) Belaunde (AP) Odria (UNO)
557.047 votos 554.180 votos 480.798 votos
El resto de candidatos, individualmente, obtuvieron cifras inferiores a 50 mil votos. Lo que significa que los electores optaron por el "voto útil". A vista de las cifras oficiales, Haya (con el 32,4% de los sufragios) se mostraba como el candidato que había obtenido más votos (con una diferencia de cerca de tres mil votos respecto de su más cercano contrincante). No obstante -de acuerdo con lo postulado por la Constitución- no alcanzaba la mayoría legal equivalente al tercio de los sufragios (33%) . En consecuencia -conforme siempre al mandato constitucional- la elección del presidente de la República correspondía al Congreso. Entonces, el candidato aprista intentó negociar directamente con los otros dos candidatos en forma conjunta o por separado. El ritmo de las negociaciones llegó a tener, en un determinado momento, tres vías de solución: Odría-Belaunde; Belaunde-Haya; y Odría-Haya, siendo las dos primeras las más factibles de concretarse. Más tarde surgió una cuarta: antes de la decisión del Congreso, los tres candidatos se pondrían de acuerdo para que el presidente de la República fuera elegido por unanimidad bajo una sola terna. Infortunadamente, las cuatro alternativas fracasaron como se verá después.
---------------------------------247 ¿Qué comentarios merecen las cifras antes consignadas? En primer lugar, es interesante observar la significativa votación obtenida por el general Manuel A. Odría, otrora dictador del ochenio. Presumiblemente, este considerable caudal de votos se debió a su febril política de obras públicas de carácter monumental, que ejecutó durante su mandato con notable éxito en diferentes departamentos y provincias (edificios escolares, viviendas multifamiliares, campos deportivos, hospitales, carreteras, reservorios e irrigaciones). Su agrupación política, la Unión Nacional Odriísta (UNO), fundada para efectos de los comicios de ese año 1962, tuvo precisamente como lema: "Hechos y no palabras", en clara alusión a las realizaciones materiales del período 19481956. Desde esta perspectiva, las ciudades que aportaron más votos al candidato de la UNO fueron: Tacna, Piura, Junín, Lima y el Callao, es decir, las ciudades más favorecidas con su política de "bienestar y progreso material". Pronto la UNO se vio copada por una masa de gente de origen muy humilde: hombres y mujeres de las barriadas que, seducidos por los ofrecimientos del ex mandatario, veían "aproximarse tiempos mejores". Odría supo aprovechar hábilmente esta coyuntura psicosocial. En sus discursos hizo reiteradas remembranzas de aquel "pasado mejor" que durante su régimen se vivió. Aludió a que en su época había trabajo para todos (lo cual en cierto modo era verdad por las gigantescas construcciones públicas), y que los precios de los artículos alimenticios habían estado al alcance de las grandes mayorías (igualmente era cierto, pues entre 1956 y 1961 los precios al menudeo habían aumentado en Lima a un ritmo bastante acelerado). En base a ello, el general lanzó su fórmula lapidaria: "la democracia no se come". De manera simultánea, sus ataques se dirigieron a desacreditar a la funesta convivencia Apra-MDP, que - a su juicio- no era más que un régimen de abogados y charlatanes "que dejan a los pobres pudrirse en las barriadas en medio de negociados oscuros y vergonzosas componendas". Bajo este trasfondo de un pragmatismo exorbitante, el odriísmo tuvo a lo largo de su campaña electoral el impulso de tres fuerzas: • El apoyo de un grupo de hombres ricos y poderosos decididos a financiar generosamente su campaña con expectativas de lograr enormes réditos más tarde. • El apoyo compacto y decisivo de algunas provincias beneficiadas con las grandes obras públicas de su administración anterior. • El apoyo de una vasta fracción del voto de las barriadas, constituidas por población migrante en su mayoría. El éxito de dicha campaña, sin duda alguna, reposó en gran medida en el encanto doméstico y maternal de doña María Delgado de Odría, esposa del candidato y mujer "de origen modesto en la que el pueblo reconocía las vir-
248----------------------------------------tudes de la madre de familia, acostumbrada a hacer hervir la olla de sopa con recursos exiguos y muchas veces escasos" . No olvidemos que en las elecciones de 1962, el odriísmo logró adjudicarse una porción muy amplia, entre el 40% y el 50% del voto precisamente de las barriadas (Collier, 1978; Bourricaud , 1989). En cuanto al partido de las "mayorías nacionales", el Apra, durante la campaña electoral fue zaherido con du reza y escarnio. La derecha antiaprista lo de nominó la "secta", la "horda", mientras que la izquierda, con el mismo matiz, lo acusó de "totalitarismo", "fascismo" y "aliado vergonzoso del imperialismo yanqui". A su jefe y fundador, más de una vez se le recordó la proscripción que de él hizo Odría al declararlo "indigno de la nacionalidad". Entre estos dos flancos y muchos otros obstáculos, el aprismo avanzó hacia su meta: el triunfo electoral. Contaba para ello con una maciza maquinaria, una base regional (el "sólido norte") fiel y leal, el "voto de conciencia" del antiguo y sufrido militante y las "expectativas de los indecisos del minuto final". Alma y motor de la campaña fue su secretario general, Ramiro Prialé, el "eterno conciliador" del partido; el diario La Tribuna (aprista) jugó tamb ién un papel de p rimer orde n. Ahora b ien, casi a un mes de realizadas las elecciones, el arquitecto Belaunde d io un ultimátum al Jurado Nacional ele Elecciones para que procediese a aceptar el recurso de nulidad que habían presentado sus partidarios sobre los resultados de la cuestionada elección. Aprovechó la ocasión para atacar al Jurado y oponerlo a la Fuerza Armada. Cumplido su obje tivo se marchó a Arequipa, donde sus correligionarios levantaron barricadas, para apoyar el ultimátum. Mientras el candidato populista pe rmanecía en la "ciudad-caud illo", e n Lima las cosas empezaron a tomar otro rumbo. A mediodía del d ía 16 ele julio circuló una noticia que parecía poner punto final a la e ncrucijada política: el gene ral Odría y Haya de la Torre se hab ían puesto de acue rdo para presentar una sola candidatura. El p retendie nte aprista renunciaba a postular, comprometiéndose los apristas a votar en el Congreso por el general; a su vez, el ex presidente se comprometía a "gobernar para todos" sin distinción partidaria. Según la publicación aprista Presente, cierto número de dirigentes, entre ellos el tenaz y batallador Manuel "Cachorro" Seoane, se resistieron al pacto. Al parecer, Haya jugó también con la espe ranza de que podía presentarse ante el Parlamento sin haberse atado las manos con el general. No obstante, después se resignó a anunciar públicamente su retiro y se comprometió a respaldar la cand idatura del ex dictador, quien constituiría, ele acuerdo con lo pactado, un gobierno de "unión nacional" con los apristas. Haya diría en esa ocasió n: "Para las ofensas despiadadas y tremendas no tengo memoria" . De este modo, la convivencia se convertía en una "supe r-
249 convivencia". El jefe aprista hacía una alianza con el dictador militar que lo había deste rrado en 1948, antes -como ya se dijo- de mantenerlo cautivo seis años en la e mbajada de Colombia en Lima. Cierto es que los recié n casados (Odría y Haya) se habían visto empujados sin remedio el uno en brazos del otro. Pero este matrimonio forzado , afortunadamente, no se concretaría de inmediato (Bourricaud, 1989). En estas circunstancias se hallaba el Perú cuando un pronunciamiento institucional de la Fuerza Armada depuso al presidente Manuel Prado, anuló el proceso electoral y convocó a elecciones para el año siguie nte. ¿El autor del nuevo golpe? El general Ricardo Pérez Godoy, entonces presidente del Comando Conjunto de la Fuerza Armada. ¿La fecha? El 18 de julio de 1962. ¿La excusa? El fraude cometido a favor del candidato aprista. "El fraude -ha escrito Bourricaud- es el tema recurrente por excelencia en la tradición electoral peruana"32 . ¿Tuvo el golpe de Estado un matiz especial? A juzgar por su natu raleza (se autodenominó Junta Militar) y por su conducta posterior, puede afirmarse que sí. En efecto, a difere ncia de los alzamie ntos de épocas anteriores, el golpe e ncabezado por Pérez Godoy tuvo un carácter institucional, liquidando así el mito del "caudillo suelto". La Fuerza Armada, corporativamente, se responsabilizó ele su actuación . Así lo hizo sabe r e n la proclama ele ese día, firmada por los comandantes generales de las tres armas. Hablando en nombre ele sus compañeros de la Junta, Pé rez Godoy explicó ese mismo día (a través de una emisora local) el sentido de la insurgencia. Se refirió a tres temas. El prime ro: el fraude. Manifestó: "Hemos asistido a unas elecciones fraudulentas en las que no se ha respetado ninguno de los derechos más simples y más elementales de los ciudadanos ... ". Segundo: el compromiso ele la Junta. Dijo: "La Junta que presido se compromete solemnemente a realizar en el plazo más breve las elecciones puras, limpias y leales que todo el país desea ... ". Y el tercero: el rol de la Fue rza Armada. Señaló: "La Fuerza Armada es el pueblo, existe para el pueblo y su única preocupación patriótica consiste en servir a los inte reses del pueblo que son los intereses inalienables de la nación". Con esta triple explicación (dicha a modo de justificación), la Fuerza Armada se constitu ía, una vez más, en "guardián" de la Constitución y, por ende, de la nación.
32 Realmente, el tema del fraude en las elecciones de 1962 fue voceado y denunciado desde semanas atrás por la prensa opositora. El dedo acusador se dirigió a sei'\alar las irregularidades q ue "enturbian los preparativos de la elección". En este sentido, El Comercio encabezó la p rotesta con sus reiteradas denuncias en las correspondientes secciones politicas; el Jurado Nacional de Elecciones fue emplazado a desmentir el fraude en marcha.
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250 --------------------------------------Otro dato interesante del alzamie nto del 18 de julio, que el mencionado Bourricaud y otros autores contemporáneos también lo señalan, es la actitud de la Junta Militar respecto al trajinar político del momento. El ambiente de opresión y escarnio que seguía antaño al clásico cuartelazo, ahora no se hizo presente. La operación -en frase de un periodista de la época- se cumplió "con sutileza de cirujano y con manos de doncella". No se detuvo a ninguno de los jefes políticos de la aberrante "superconvivencia". Haya de la Torre se ocultó por algunos días, pero nadie parecía buscarlo. Los periódicos continuaron circulando de forma normal, salvo La Tribuna aprista que fue clausurada el mismo día 18, pero que reapareció 48 horas después. "El orden interno -informó el ministro del Interior- está asegurado e inalterable". Sólo una huelga general decretada por la Confederación de Trabajadores del Perú (central sindical bajo el control del Apra) en la misma fecha, intentó amenazar dicho orden; la huelga, que fracasó rotundamente en Lima, apenas cuajó e n los ingenios azucareros del norte del país (bastión aprista). Como hecho simbólico debe mencionarse la manifestación de duelo de las damas apristas que culminó en la Plaza San Martín, donde rindieron homenaje al Libertador con una ofrenda floral, orlada por un crespón negro. En resumen, la Junta Militar de 1962 dejó no sólo al partido aprista en libertad de fulminar, condenar y vociferar, sino también a las otras agrupaciones políticas en libertad de movilizarse libremente. ¿Fue el golpe de Estado del 18 de julio una sorpresa? La verdad es que no. Los diarios y los partidos de oposición, desde hacía más de un año, habían estado anunciando la inminencia de la ruptura constitucional. Muchos de ellos incluso lo deseaban fervientemente. El desprecio a la "superconvivencia" y el temor a un triunfo aprista los llevaba a actuar así. Producido el alzamiento, muchos fueron los que se regocijaron de su éxito; aparecieron entonces (como antes y después) muchos corifeos de una y otra vertiente política. Hasta los minúsculos grupos comunistas, comunizantes o filocastristas se alinearon, con cierta cautela, en esta adhesión colectiva. En su número del 26 de. julio de dicho año, el periódico Unidad (órgano comunista) comentó en estos términos la intervención militar. La junta Militar ha frustrado la imposición imperialista que pretendía encaramar en el poder primero a Haya de la Torre y luego a Odría, contra la voluntad del pueblo, anulando las elecciones fraudulentas. Hasta la fecha, respeta las libertades sindicales, de prensa y las reuniones...
Respecto a las anunciadas elecciones que la Junta Militar asumía como compromiso, fue el Apra el que mostró más rápido entusiasmo e interés. En un manifiesto publicado el 28 de julio de ese año condenando el golpe,
----------------------------------- 251 anunció la decisión del partido de participar en la futura campaña electoral a través de un Centro Cívico Nacional. Cinco días después, en el editorial de su periódico apareció lo siguiente: El partido está seguro de la legitimidad de la victoria que había obtenido el 10 de junio pasado y, ante las acusaciones interesadas que pretenden despojarlo, disminuirlo o arrinconarlo, anuncia al país que acepta el reto que significa para él las nuevas elecciones del 9 de junio de 1963, y espera que éstas se realicen ese día con toda honradez, sin veto de ninguna especie y con resultados indiscutibles, y en ellas participarán los parlamentarios apristas que fueron elegidos este año en los departamentos donde triunfaron nuestras listas. La primera piedra estaba lanzada. ¿Seguirían las otras seis agrupaciones políticas? Ciertamente que sí. A fines de agosto -de acuerdo con lo informado por El Comercio- la Junta Militar se hallaba afianzada. No obstante ello, la palabra de los militares continuaba empeñada en no permanecer en el poder más allá de un año. En este sentido, las elecciones de junio de 1963 tenían que realizarse obligatoriamente y bajo las condiciones más limpias e imparciales. Sin embargo, frente a esta conducta intachable demostrada desde un inicio por la Junta, en algún momento flotó e n el ambiente la siguiente inquietud: ¿Demostró Pérez Godoy debilidad y tentación por favorecer a un determinado candidato? Todo parece indicar que sí. En todo caso, lo cierto es que el domingo 3 de marzo de aquel año (casi tres meses antes de verificarse los comicios), el presidente de la Junta Militar fue depuesto por sus tres compañeros y reemplazado por el general Nicolás Lindley, ministro de Guerra. La acusación se fundamentaba en que Pérez Godoy "había dado un giro excesivamente personalista al gobierno". ¿Ambiciones personales? ¿Influencias externas de Palacio? Alguien allegado a la Junta manifestó la simpatía que Pérez Godoy había mostrado "abierta e inconsultamente" por la candidatura del general Odría. El compromiso contraído por la Junta con el país era demasiado serio y sagrado como para "permitir desviaciones o componendas", decía el comunicado del 3 de marzo, explicando la destitución del fugaz gobernante33. Superado el "percance institucional", la Junta continuó con el firme propósito de convocar a elecciones. En este marco, sin duda alguna, de los tres candidatos, el arquitecto Fernando Belaunde se encontraba en una situación
33 Como hecho singular, debe senalarse que Lindley no ocupó el Palado de Gobierno, continuó despachando los asuntos presldendales desde el seno de su Ministerio; al entregar el mando al trlnunfador de las elecdones de 1963, llevó en la mano la banda presldendal, por no haberla usado.
252 ---------------------------------------electoral más favorable que los demás. Los comicios próximos así lo confirmarían. Por lo pronto, había logrado concertar con la Democracia Cristiana de Héctor Cornejo Chávez (la alianza que no había podido conseguir en 1962); asimismo, había logrado la adhesión o simpatía de algunos sectores de la minúscula izquierda (ya atomizada). En cuanto al candidato aprista "muy poca gente parecía haber deseado o considerado probable su triunfo" (Bourricaud, 1989). Y respecto al general Odría, las expectativas hacia él habían disminuido en forma considerable, por la voceada y tu rbia maniobra ele Pérez Godoy. Con la presencia de los tres candidatos antes mencionados y con la abstención de los socialprogresistas, socialistas y comunistas llegaron las elecciones del 9 de junio de 1963. Los comicios estuvieron normados por un nuevo Estatuto Electoral elaborado durante la administración ele la Junta Militar; su innovación más importante era la "cifra repartidora", que pe rmitía la presencia tanto ele la mayoría como ele la minoría parlamentaria, proporcionalmente. Como era ele preverse, el cómputo oficial favoreció de manera amplia al candidato acciopopulista, aunque en el Congreso no consiguiese la mayoría de bancadas. Los resultados fueron los siguientes: Belaunde (AP) Haya (Apra) Odría (UNO)
708.931 votos (39%) 623.532 votos (34%) 463.325 votos (27%)
De esta manera, el arquitecto Fernando Belauncle se constituía en el presidente constitucional del Perú, sin la objeción ele ninguno ele los otros candidatos y más bien con el beneplácito de la Fuerza Armada y ele la Iglesia. Estaba por cumplir los 51 años ele edad. Su proclamación o"currió el 28 ele julio de dicho año en medio no sólo ele la "expectativa popular, sino de una total y completa legitimidad", como lo anunció el decano ele la prensa nacional en la edición de ese día. Pero ¿estaba el arquitecto en condiciones ele llevar a cabo la gran política de renovación que venía pregonando constantemente desde su primera intentona presidencial en 1956? No hay que olvidarse que el arquitecto asumió el mando flanqueado, por un lado, del recelo ele numerosos conservadores, inquietados por las iniciativas renovadoras de la campaña, y, por el otro, ele las esperanzas reformistas ele sus miles de partidarios. En esos días el espíritu palaciego e ra acometer profundas reformas, pero sin afectar los fundamentos del orden tradicional. Sobre esta actitud inicial ele Belaunde, en un reportaje que le hiciera en 1985 el periodista Manuel Tarazona al general en retiro Jorge Fernánclez Maldonado, éste le manifestó:
253 En 1963 un grupo de coroneles paramos un golpe (yo era director de Inteligencia del Ejército) contra Fernando Belaunde, a quien ciertos sectores del Ejército veían como un progresista extremo. Y nos equivocamos. Porque é l hablaba de reforma agraria, planificación, etc. El único que no se equivocó fue el general Bossio Collao, que nos dijo: 'Belau nde es un conservador'. Y así es. El golpe iba a ser institucional. Pe ro en este caso para impedir la realización del programa revolucionario del presidente Belauncle. La derecha se había movido, pero los coroneles paramos el golpe que venía desde arriba, desde el comando, desde el propio presidente de la Junta que era el general Lindley. Los coro neles éramos conscientes de la necesidad del cambio. Festejamos e l triunfo de Acción Popular como nuestro. Significaba la posibilidad de que un gobierno civil hiciera las transformaciones que exigía el Perú. Desgraciadamente la realidad fue otra (Tarazana, 1985)34 .
En su discurso inaugural del 28 de julio ante el Congreso, el nuevo mandatario anunció tres medidas que provocaron enorme expectativa: • La nacionalización de la Caja de Depósitos y Consignaciones (encargada de la percepción de impuestos) que se hallaba en realidad administrada por representantes de la banca privada. • La solución del candente asunto de los yacimientos petrolíferos de La Brea y Pariñas, explotados por la empresa norteamericana lnternatio nal Petroleum Company, filial de la Standard Oil. • La e laboración de un proyecto de reforma agraria que, en su esencia , transluciese honda emoción social. De las tres medidas, evidentemente las dos últimas revestían suma importancia y requerían de una pronta y urgente definición. No olvidemos que el tema del petróleo, como situación problemática, te nía varias décadas de antigüedad. En torno a él se gestaron muchas posiciones o bande ras que, a su modo, trataron de darle una solución e n beneficio del país y en contra de la hegemonía de la compañía "imperialista". Incluso se creó el Frente de Defensa del Petróleo bajo la batuta del general César Panda Egúsquiza. En esta línea , el diario El Comercio, impulsado por un nacionalismo indeclinable y como ningún otro medio de comunicación masiva, se convirtió en el abanderado de la "legítima recuperación de nuestras riquezas naturales". En cuanto a la reforma agraria, recordemos también que mucha actividad se había desplegado por su realizació n inmediata, sobre todo e n los valles serranos del Cusca, con violentos~ y sangrientos enfrentamientos. La intervención de la izquierda radical fue decisiva en la búsqueda de este objetivo,
34 El testimonio de quien luego fuera miembro del régimen velasquista nunca fue d esmentido.
254---------------------------------------irrumpiendo con el vibrante e impetuoso grito de: "¡tierra o muerte!". La organización de los sindicatos campesinos y la formación de guerrillas al amparo de una ideología activista y beligerante sustentaron, en gran medida, la agitación agraria que entre 1955 y 1965 se dio en "varias zonas del Perú profundo y divorciado de la capital", en frase del entonces ex estudiante de medicina Hugo Blanco Galdós, más tarde representante ante la Asamblea Constituyente y ante el Congreso de la República. Desde la perspectiva acciopopulista, una primera aproximación nos permite decir que frente a los candentes temas del petróleo y de la reforma agraria, principalmente, se diseñaron (con peligrosa incidencia en la suerte posterior del partido) dos alas definidas: la "izquierdizante", que pretendió llevar adelante las reformas propugnadas; y la "indefinida", que propugnó solapar la renovación propugnada por Acción Popular desde su fundación. A la primera, por la virulencia de su planteamientó, se le identificó como "termocéfala", o sea de las cabezas calientes; y a la segunda, por su pasividad e indolencia, se la tildó de "carlista", es decir, de tendencia palaciega. La pugna entre ambas posiciones llevó al cisma de Acción Popular que, en definitiva, melló su unidad partidaria. Como queda dicho, Fernando Belaunde empezó a gobernar con un Congreso opositor cuya mayoría correspondía a la sorprendente coalición Apra-UNO que, a la larga, entorpeció y bloqueó muchas y relevantes iniciativas del Ejecutivo. Su reiterado y altanero reclamo de "primer poder del Estado" fue el grito que acuñó para restar importancia al régimen belaundista. Recordemos que el Apra había conseguido 15 bancas en senadores y 57 en diputados, más tres senadurías independientes elegidas con su apoyo, lo que significaba que el bloque pai-lamentario aprista se componía desde un inicio de 75 curules. Este bloque se vio fortalecido y ampliado con el caudal odriísta, merced a la alianza, denominada por los opositores, de la "superconvivencia". Sobre este controvertido pacto, la revista Caretas en su número 431 de marzo de 1971 publicó la siguiente declaración de Haya de la Torre: Nunca ha habido pacto con Odría, sino con los representantes del odriísmo en las cámaras. Propusimos un pliego de condiciones por el que los odriístas se comprometían a aprobar las sigu.ientes leyes: elecciones municipales y la cuestión de La Brea y Pariñas. Como ellos asintieron no hubo problemas. De manera que eso fue un pacto parlamentario.
Cronológicamente -dice Eugenio Chang-Rodríguez- Acción Popular es el cuarto gran movimiento político contemporáneo del Perú después del aprismo (1924), del socialismo (1928) y del comunismo (1930); no obstante haber sido fundado después de aquéllos, fue el primero de los cuatro en lle-
---------------------------------255 gar al poder y gobernar el país hasta en dos oportunidades (1963-1968 y 1980-1985), en la segunda de las cuales -como bien sabemos- lo hizo con absoluto dominio de los poderes del gobierno. A lo largo del primer período ocurrieron diversos hechos, que en el escenario político peruano representan hitos significativos. A continuación reseñamos algunos de ellos con sus notas más características. Para las elecciones de 1963, el Movimiento Social Progresista, integrado por una pléyade de brillantes profesionales intelectuales de la izquierda moderada, no presentó candidatos: la escasa votación obtenida en los comicios del año anterior le había enseñado una amarga lección. Además, Libertad, su órgano de difusión, dejó de publicarse desde 1%2, sobre todo por razones económicas. Como fuerza orgánica y sustantiva, el MSP desapareció tras la victoria electoral de Acción Popular en 1963. La mayoría de sus miembros, vueltos al quehacer profesional o intelectual, obtuvieron espacio político significativo recién durante la primera fase del régimen militar instaurado por el general Juan Velasco Alvarado en 1968, donde no sólo asumieron labores concretas de gobierno, sino que influyeron poderosamente para definir algunas de las llamadas "bases ideológicas de la Revolución Peruana" (Rojas, 1983). Retrospectivamente, el MSP se constituyó en uno de los factores clave en la reorientación de la política peruana a partir del año de su fundación, en 1955. Otro suceso se dio a principios de 1964, cuando tuvo lugar la IV Convención del Partido Comunista, en la que se radicalizó la pugna iniciada en 1959, entre los grupos que sustentaban la tesis de la lucha violenta y los que asumían la línea oficial del Comité Central del Partido. Este enfrentamiento terminó con la escisión definitiva e irreversible del longevo Partido Comunista Peruano (PCP): un bloque se alineó en la columna del Partido Comunista de la Unión Soviética, con Jorge del Prado a la cabeza, mientras que el otro se adhirió con la posición del Partido Comunista chino. En consecuencia, la dicotomía partidaria de PC Unidad y el PC Bandera Roja iniciarían históricamente la impresionante atomización del comunismo en el país; más grave y visible aún, en los grupos pro chinos. El tercer suceso está referido a la división a la que se vio expuesto el partido dirigido por Cornejo Chávez, la Democracia Cristiana (DC). El lunes 19 de diciembre de 1966 varios prominentes miembros fundadores de la DC decidieron apartarse de esa organización para constituir una nueva y remozada agrupación política. ¿El motivo? El personalismo y el autoritarismo de su jefe y fundador, que llevó "al enfrentamiento abierto de quienes su sublevaban a sus designios". Los dirigentes que públicamente renunciaron a seguir formando parte de la DC y que conformaron el Partido Popular Cristiano
256 --------------------------------------(PPC) fueron: Mario Polar, Ernesto Alayza, Luis Bedoya, Julio Portugal, Roberto Ramírez, Luis Giusti, Jaime Rey de Castro, Antonino Espinosa Laña, María Rosario Araoz, Emilio Castañón, Augusto Dammert, Carlos Zuzunaga, Jorge Mercado y Andrés Carbone (Rojas, 1983). El cuarto y último acontecimiento está ligado al cisma de Acción Popular que, en definitiva, coadyuvó a la caída de su jefe y fundador el 3 de octubre de 1968. Su entorno histórico-político se presentó del siguiente modo. Hacia 1966 los signos de insatisfacción popular, impulsados por la crisis económica en ascenso, empezaron a mostrarse públicamente contra el régimen, a la par que el cuestionamiento partidario interno a cargo del grupo "termocéfalo", insatisfecho por el incumplimiento de la cúpula gobernante con respecto a las reformas prometidas. Bajo este doble fuego, la administración belaundista fue perdiendo consistencia y confiabilidad en los años siguientes. La devaluación de la moneda en el último trimestre de 1967 y la corrupción administrativa intolerable, agudizaron la situación a límites preocupantes. Sin duela, el detonante mayor fue accionado por el secretario general del partido, Edgardo Seoane Corrales, cuando "demandó públicamente a su fundador, el presidente Belaunde, la total rectificación de la línea política que venía siguiendo el gobierno, exigiéndole su desvinculación con el grupo que ellos consideraban culpables ele la crisis moral y económica del país". La respuesta ele Belauncle fue decretar la reorganización del partido. Sin embargo, el descontento de Seoane lo llevó a publicar un manifiesto a la nación en el que, entre otros puntos, demandaba "la renuncia en pleno del gabinete de Oswalclo Hercelles", considerado responsable directo y solidario del contrato (Acta ele Talara) con la IPC (International Petroleum Company) y ele todos los demás acuerdos compensatorios celebrados por el gobierno con esa empresa norteamericana (Rojas, 1983). Recordemos que Oswalclo Hercelles García, médico independiente, mantenía estrechos lazos de amistad con connotados parlamentarios apristas, lo cual le permitió, mientras estuvo en el gabinete, disfrutar de facultades extraordinarias. En base a ellas dictó una serie de medidas económico-administrativas que -a juicio ele los descontentos- sólo agravaban la situación del país. En ejercicio ele las atribuciones que le fueron concedidas (caso ele colaboración sin precedentes de la oposición con el gobierno), el ministro de Hacienda, Manuel Ulloa, expidió en agosto de 1968 el decreto supremo 287, que reordenó ·las finanzas y fue respetado más tarde por la dictadura de Velasco. Dicho dispositivo contiene normas para modernizar y hacer efectivo el impuesto a la renta; introduce el impuesto al patrimonio accionario y al valor ele la propiedad predial; elimina el anonimato en las sociedades por acciones y reorganiza y actualiza nuestra confusa legislación tributaria (Chirinos Soto, 1986).
-----------------------------------257 El hecho más censurado por esos días fue la firma del Acta de Talara (12 y 13 de agosto) e ntre el gobierno y la International Petrole um Company (IPC), por la cual reve rtía al Estado la superficie ele los yacimientos ele La Brea y Pariñas, a cambio ele esta devolución, la IPC se veía favorecida con la condonación de sus impuestos no pagados y por el valor del petróleo sustraído indebidamente. La deuda en esos momentos era aproximadamente de 900 millones de dólares. Dicho documento fue firmado en Talara en presencia de Belauncle y de los presidentes ele las cámaras: Andrés Townsend Ezcurra (por diputados) y Carlos Manuel Cox (por senadores). Ambos prominentes líderes del Apra. Ciertamente, la suscripción del acta que hería la dignidad nacional vino a colmar los ánimos ele la defraudada ciudadanía y a terminar de desprestigiar la endeble administración belaundista. Uno de los primeros organismos en censurar el documento fue el Colegio de Abogados de Lima, que lo declaró ilegal: "el gobierno no tiene facultad para condonar deudas al Estado". El rechazo fue haciéndose casi unánime en toda la República. Sólo el Apra -dice Víctor Villanueva- que respaldó el acto de entrega, por intermedio de su secretario general y presidente de la Cámara de Diputados declaró que: "el contrato es irreversible y quienes pretenden la abolición de ese acto están cometiendo una traición y son vende patrias". Ramiro Prialé fue más rotundo cuando dijo: "El problema de La Brea y Pariñas está terminado. Punto". Pero nadie se dio por intimidado. En efecto, pronto las consideraciones del arreglo con la IPC y el publicitado escándalo sobre la "página 11" del contrato que fijaba las condiciones de compraventa del crudo entre la empresa americana y el gobierno, suscitaron la indignación de la población y la aparición ele fuerzas ocultas deseosas de llegar a Palacio. La denuncia de la pérdida de la "página 11" fue hecha en público por el ingeniero Carlos Loret de Mola, presidente la Empresa Petrolera Fiscal. En medio de nubarrones anunciadores ele una gran tempestad, el 2 de octubre de 1968 el presidente Belaunde, en lo que vendría a ser su último acto público, juramentó el gabinete presidido por Manuel Mujica Gallo. Al día siguiente, el general ele división Juan Velasco Alvarado, a la sazón comandante general del Ejército y presidente del Comando Conjunto ele la Fuerza Armada, irrumpió en el escenario político y destituyó al presidente constitucional de la República, Fernando Belaunde Terry. Faltaban 9 meses y 25 días para que terminara su pe ríodo presidencial. Con ocasión de celebrarse el decimoctavo aniversario de dicho golpe militar, el 3 de octubre de 1986, el ex mandatario al ser entrevistado en un programa televisivo dirigido por el periodista Alfonso Baella Tuesta, manifestó que, e n el fondo, el levantamiento de Velasco no fue contra su régime n (que pronto iba a culminar) sino contra el Apra, que se vislumbraba como posible triunfador en los comicios de 1969. ¿Fue realmente así?
258--------------------------------------6.
EL REFORMISMO RADICAL (1968-1980)
Contra Belaunde o contra Haya, lo cierto es que hacia mediados de 1%8 el golpe de Estado se veía venir a una velocidad supersónica; incluso, como en épocas pasadas, más de un peruano deseó su realización dada la escandalosa e incierta situación en que se hallaba el país. Quien escribe estas líneas recuerda que, siendo estudiante universitario, escuchó a menudo en las calles, en las reuniones particulares o en los círculos académicos, la avidez de muchos connacionales para que las puertas de los cuarteles se abrieran y permitieran la salida de los tanques hacia Palacio de Gobierno. Es que toda la coyuntura hacía presagiar la salida brusca del agobiado gobernante acciopopulista, desenlace cruento que, por otra parte, no merecía en justicia histórica, por sus cualidades personales, por su firme convicción democrática y po r su entrega franca y abierta al Perú. El precio del infortunio, en este caso, fue demasiado alto. En esas circunstancias de incertidumbre política, social, económica y moral en que se debatía el país, se produjo el golpe de Estado encabezado por el mencionado general Juan Velasco Alvarado el 3 de octubre de 1%835.
6. 1
Primera jase 0968-1975)
Mucho se ha escrito y se ha d iscutido sobre la génesis, el carácter doctrinario e ideológico, los protagonistas y la trascendencia de aquel levantamiento que, por enésima vez, venía a sacudir el endeble edificio de la institucionalidad democrática nacional. ¿Fue realmente una revolución como se autotituló?, ¿de qué paradigma político e ideológico estuvo signado?, ¿su principal líder, Velasco, y sus cercanos colaboradores estaban sesgados por el pensamiento marxista como se ha afirmado reiteradamente?, ¿cuál fue el impacto inmediato de la revolución a nivel externo e interno?, ¿qué logros se alcanzaron?, ¿qué sectores fueron los más favorecidos y cuáles los más perjudicados con las reformas radicales?, ¿mereció Velasco un final tan aciago como el que lo llevó a la tumba?, a la fecha, ha transcurrido ya el tiempo suficiente desde aquella madrugada del jueves 3 de octubre en que se inició el régimen militar, como para poder dar respuesta a esas interrogantes y para tener una percepción histórica bastante clara acerca de lo que entonces empezó a vivir nuestra nación. En efecto , hoy nadie discute sobre el carácter sui generis del régimen velasquista. Fue, en visión retrospectiva, un acontecimiento inédito que cam-
35 Un comando militar, bajo las órdenes del entonces coronel Gonzalo Brlceno, sacó por la fuerza al presidente Belaunde, que se reslstla a abando nar la resldenda gubernamental.
- - - - - - -- - - - - - - - - - 2 59 bió no sólo el rostro del país, sino también su destino en muchos aspectos; a partir de entonces, nunca más el Perú fue igual a aquella realidad anterior al 3 de octubre de 196836. ¿Y qué Jo diferenciaba de los golpes de Estado de épocas anteriores aquí e incluso en Latinoamérica? Diversos rasgos que, de modo esquemático, pueden sintetizarse en los siguientes enunciados: • El régimen militar de 1968 de ninguna manera fue (como antaño) un simple levantamiento de tinte caudillista o una insurrección aislada salida de los cuarteles. Su dimensión e ra institucional, antes que personal; es decir, involucró en su conjunto a la Fuerza Armada como ente corporativo. El propio régimen se definió en 1968 como "gobierno institucional de la Fuerza Armada". Con el correr del tiempo, infortunadamente, el liderazgo (con evidentes signos de personalismo) fue asumido por Velasco, muchas veces con prescindencia de sus colegas de la Junta de Gobierno. • Llegó al poder, por un lado, con una clara visión de la realidad nacional y, por el otro, con una firme decisión de transformarla en su totalidad. Política, social, económica e internacionalme nte, inauguró una etapa de radical transformación que - repetimos- removió las viejas y caducas estructuras del pasado. Esa era su meta, a fin de cuentas. En este sentido, 1968 se constituye en un punto de inflexión (algo así como una línea de separación entre un antes y un después en la historia del Perú de la segunda mitad del siglo XX). • Desde un principio y hasta casi el final ele la denominada "primera fase" (1968-1975), emprendió (como no lo hizo ningún gobierno militar o civil antes o después ele aquella fecha) reformas realmente drásticas y veloces en casi todos los ámbitos del que~acer nacional: político, económico, social, educacional, internacional e ideológico. Hasta al deporte llegó el ímpetu ele transformación total, preconizado por su indiscutible líder Velasco37. • Políticamente, no fue llevado a cabo para aplastar una sedición en particular o para poner té rmino a un gobierno ele corte populista (como el golpe de Estado de Benavides a Billinghurst e n febrero de 1914), sino que más bien fue en contra de un régimen reformista-
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Como veremos después, a partir del golpe militar de aquel afio, se establecieron reformas radicales que modificaron sustantivamente la estructura productiva y social d el pais (Ortiz de Zevallos, 1994).
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Hay que recordar que en más de una oportunidad, Haya de la Torre reconoció que en muchos aspectos las reformas velasquistas coincid!an con la ldeologia aprlsta, pero reclamó siempre democracia pol!tica.
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moderado que - a su juicio- no había cumplido con sus promesas de reformas estructurales, progresistas y antioligárquicas. En su concepción e intención, no se presentó como una solución pasajera a una crisis coyuntural; todo lo contrario, su primer propósito (anunciado así desde el comienzo) era permanecer en el poder todo el tiempo necesario para originar los cambios urgentes en las viejas estructuras políticas, económicas y sociales del país. En otras palabras, buscaba solucionar los problemas estructurales que los gobiernos anteriores no habían afrontado con éxito por desidia, mala voluntad o, sencillamente, por la presión de los sectores afectados (Parodi, 2001). Discutible por cierto en muchas de sus realizaciones e intenciones, cambió incuestionablemente la faz del Perú oligárquico. En este sentido, Velasco, el hombre que representó toda la lucha antioligárquica del Perú del siglo XX, eliminó con coraje y decisión a dicho sector que, desde antiguo, se hallaba incrustado en el centro del poder político y económico de la nación. Finalmente, el régimen militar de 1%8 orientó su quehacer, en gran medida, en función del denominado "Estatuto Revolucionario" (documento primigenio que, junto con las "Bases. Ideológicas", constituyó de algún modo el referente ideopolítico del régimen). En esto, el gobierno de Velasco, desde un comienzo, se diferenció de .manera sustancial de los añosos caudillos militares que -como bien sabemos- se caracterizaban por su exagerado pragmatismo. Carentes de un programa o de un ideario de gran formato, aquéllos gobernaban a partir de la realidad que encontraban al momento de dar el golpe de Estado. Apenas una década atrás, uno de ellos (Odría) había acuñado una frase que sintetizaba esa actitud pragmática: "Hechos y no palabras". El gobierno de Velasco, en cambio, estuvo amparado por un sólido ropaje doctrinario e ideológico que sustentaba su cotidiano accionar.
Adicionalmente a estas consideraciones de carácter general que -subrayamos- singularizaron el golpe de Estado del 3 de octubre, podemos mencionar otras de naturaleza más específica: • Los miembros del régimen no pertenecían (como sí en algunos casos en el pasado) a la aristocracia, sino a la clase media y a la pequeña burguesía38 ; no existían -dice Parodi- vínculos entre ellos y
38 lnduso el propio Velasco, adalid de la revoludón, procedia de un sector sodoeconómlco muy humilde en su origen.
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las grandes empresas (nacionales o extranjeras) ni tampoco con los terratenientes. Tal vez por esta consideración, el régimen (principalmente su jefe) mostró un alto grado de sensibilidad social, llegando a calar en el sentir de las grandes mayorías como muy pocas veces ha sucedido en la zigzagueante historia nacional. El mensaje, el contenido de la revolución (como así gustaban expresarse sus ideólogos) llegó a los sectores populares con mediana claridad y, sobre todo, con aceptación. En este actuar, el Sistema Nacional de Apoyo a la Movilización Social (Sinamos) jugó un papel decisivo. Inicialmente, el régimen gobernó (durante la "primera fase") sólo con elementos castrenses en el gabinete; esto permitió, a la larga, consolidar eJ mandato hasta casi los momentos cruciales cuando Velasco cayó gravemente enfermo. El golpe de Estado del 3 de octubre de 1968 fue el último del Perú del siglo XX; con él se cerró un capítulo venturoso para algunos o tenebroso para otros (de acuerdo con el prisma con que se le mire). A partir de entonces, el poder militar quedó supeditado al poder polític;o, aunque en algunos momentos, sólo formal y aparentemente.
Ahora bien, ¿en qué circunstancias se d io el golpe de Estado? Algo hemos dicho ya al empezar este epígrafe. Hacia 1968, definitivamente, en el escenario nacional se podían observar algunos hechos que mortificaban o preocupaban al peruano común y corriente: el desprestigio de la clase política a la que hemos aludido en páginas anteriores, la corrupción casi generalizada del Estado con escandalosas manifestaciones (por ejemplo la pérdida de la página 11 del contrato petrolero con la IPC), la pauperización cada vez más pronunciada de los estamentos bajos y medios que clamaban por medidas prontas y efectivas, la indolencia de los grupos de poder económico con sus exorbitantes utilidades (muchas veces remitidas al exterior) y, sobre todo, la frustración ciudadana ante la evidencia de que el presidente Belaunde no había cumplido con sus promesas reformistas, largamente anheladas. Este panorama, sin duda alguna, indujo a la Fuerza Armada a asumir el rol de "salvador" de la situación, en tanto que - a su juicio- era la única entidad capaz de revertir el caos; es decir, estabilizar el país y guiarlo hacia un desarrollo eficiente y equitativo (Bourricaud, 1989). Algunos analistas, sin embargo, afirman que el detonante principal del golpe militar fue el anuncio público (hecho por el ingeniero Carlos Loret de Mola, p residente de la Empresa Petrolera
262----------------------------------------Fiscal) de la pérdida de la mencionada y famosa página n39. Juzgamos que esta versión no es del todo exacta ni puede ser tomada como la causa determinante de la insurrección castrense de 1968. En la actualidad, efectivamente, todo apunta a señalar que el golpe militar fue gestado (o deseado) muchísimo antes de la desaparición de dicha página y -como lo recuerda un acreditado periodista peruano- un año atrás ya se comentaba en los corrillos periodísticos la existencia de un grupo de coroneles "nasseristas" que reclamaban y apostaban por un cambio revolucionario en el país, con la intervención de la Fuerza Armada (Tamariz, 1995)40 . Sólo les faltaba el líder que, finalmente, encontraron en el general Juan Velasco Alvarado, un militar de 58 años que no disimulaba sus simpatías por la Revolución Cubana y por el propio Nasser. Se afirma que meses antes del golpe, el grupo ya se reunía en una casa de Miraflores para planear la revolución. Cierto o falso el dato, el hecho verídico es que un golpe de Estado (aquí y en cualquier parte del mundo) no se prepara de la noche a la mañana. Y a todo esto ¿quién era ese general que a juicio de los coroneles conspiradores era la persona idónea para liderar la ansiada insurrección? Aquí una breve semblanza del tan discutido personaje que, a la postre, simultáneamente engendró encendidas adhesiones, como también terribles aversiones en el ánimo de sus compatriotas. Ni siquiera después de su muerte (ocurrida en diciembre de 1977), las pasiones de uno y otro sector se han calmado del todo. Juan Velasco Alvarado nació en el distrito de Castilla, provincia de Piura, en 1910. Era parte de una familia numerosa y humilde. Cursó estudios de educación primaria en el Centro Escolar de Varones N11 21 (estatal) entre 1918 y 1922, y los de educación secundaria en el prestigioso y centenario Colegio Nacional San Miguel de Piura entre 1923 y 1927. Deci.d ido a seguir la
39 Casi en las postrlmertas de su mandato (agosto de 1968), Belaunde suscribió el Acta de Talara con la lnternatlonal Petroleum Company (empresa norteamericana), por la cual revertla al Estado la superflde de los yadmlentos de La Brea y Parinas; a cambio de esta devoludón, la transnadonal del petróleo se vela favoredda con la condonadón de sus adeudos por Impuestos no pagados y por el valor del petróleo sustraldo indebidamente. La deuda calculada en esos momentos era de, aproximadamente, 900 millones de dólares. La "página 11" era parte del contrato q ue fi jaba las condiciones de compraventa d el crudo entre la Emp resa Petrolera Fiscal y la companla estadounidense. 40 Gamal Abdel Nasser ( 19 18-1 970) fue un olldal eglpdo progresista, que lideró la revoludón que derrocó al rey Farel X en 1952. Llevó a cabo profundas reformas administrativas y económicas (por ejemplo, la nadonallzadón del canal de Suez). lntemadonalmente, asumió el liderazgo del mundo árabe. Los coroneles peruanos protagonistas del golpe lo tomaron como un arquetipo, de ah! el sobrenombre de "nasserlstas".
263 carrera militar, hubo de preparar su traslado a Lima, pero se demoró un año en su ciudad natal, en vista de que sus padres no disponían de los recursos que le eran indispensables para tal fin. Demostrando la firmeza de su vocación y su coraje, se embarcó de polizón (o de "pavo") en el vapor Imperio, que se hallaba acoderado en el puerto de Paita (1929). Llegó a la capital tras cinco días de navegación, cuando ya se había efectuado el concurso. de admisión a la Escuela Militar de Chorrillos; en tales circunstancias, sentó plaza como soldado raso en la Escuela de Clases. Posteriormente ingresó a la Escuela de Oficiales41 . Egresó en 1934 con el primer Jugar de su arma (infantería), pero no obtuvo la espada de honor. Como oficial y como jefe recorrió casi todo el país. Fue director de la Escuela Militar de Chorrillos, donde introdujo importantes reformas académicas. Fue, también, agregado militar en la embajada del Perú en Francia. En 1959 fue ascendido a general de brigada y seis años después a la alta clase de general de división. En esta última condición fue nombrado inspector general del Ejército. Después pasó a Washington como delegado del Ejército ante la Junta Interamericana de Defensa. De vuelta al país ocupó, sucesivamente, la jefatura del Estado Mayor del Ejército, de la Comandancia General y del Comando Conjunto de la Fuerza Armada42 . Los hechos posteriores de su vida están vinculados al ejercicio intenso de la presidencia en la denominada "primera fase" del Gobierno Revolucionario, a su ulterior y pacífica destitución por el general Francisco Morales Bermúdez y a su prolongada enfermedad, que lo llevaría finalmente a la tumba en diciembre de 1977. ¿Cómo ocurrió el golpe militar del 3 de octubre? Es otra de las interrogantes que merece una respuesta aunque sea breve. Para empezar, debe decirse que en su calidad de jefe del Comando Conjunto, Velasco organizó un miniequipo conformado por cuatro generales y cuatro coroneles (de su entera confianza) con un triple objetivo: a) realizar un diagnóstico de la situación del país, b) elaborar un plan alternativo e inmediato de solución a los problemas reinantes y e) diseñar los mecanismos conducentes a la destitución del presidente Belaunde. Por supuesto que todo ello se hizo con la mayor reserva del caso. Al vaivén de estas acciones se fue preparando sigilosa y cuidadosamente el golpe43. Como lo señalan diferentes fuentes, la toma de Palacio,
41 Su examen escrito versó sobre la historia de su viaje de Piura a Lima. 42 El ejercicio de las dos últimas funciones Impidió que el presidente Belaunde lo nombrara ministro de Guerra en el gabinete que juró en mayo de 1968. 43 Existe la versión contraria que sostiene que el gobierno belaundlsta sabia que Velasco venia complotando con un grupo de sus allegados: de ser cierta esta versión, estarfa revelando la debilidad del mandatario acciopopullsta en frenar a tiempo el golpe.
264 ------------------------------~--------el arresto de Belaunde y su extradición inmediata a la Argentina, se lograron con sorprendente celeridad y sin ningún contratiempo; todo ello, literalmente, se hizo sin disparar un solo proyectil. Según una conocida publicación, el coronel Rafael Hoyos Rubio, jefe de las fuerzas especiales, había ordenado a los rangers encargados de la misión "que no utilizaran munición viva, sino sólo de fogueo para evitar accidentes" (Caretas, 1968). Sin embargo, la misma revista en su edición siguiente publicó diversas fotografías que muestran el ingreso violento de tanques y soldados (en acción simultánea) en la sede presidencial. Esa misma madrugada los revolucionarios clausuraron el edificio del Congreso de la República, se posesionaron del local del Apra en la avenida Alfonso Ugarte y detuvieron a ciertos dirigentes44 . ¿Hubo alguna reacción popular y masiva contra el golpe y sus autores? Ninguna, pero tampoco la hubo en defensa del defenestrado presidente45. Sólo en los días siguientes se produjeron en Lima aisladas protestas callejeras promovidas principalmente por los estudiantes de la Universidad Nacional Federico Villarreal (bajo el control aprista) y esporádicos disturbios en Arequipa y Cusco. Pero las quejas no encontraron apoyo en el pueblo (Tamariz, 1995)46. Sin embargo, es interesante reseñar la reacción de los partidos políticos por sus diferentes matices y evolución47. Veamos los casos más ilustrativos. Por ejemplo, la primera reacción del Apra ante la toma del poder por la Fuerza Armada fue frontalmente de repudio y condena. En un vibrante documento calificó el hecho como un "brutal atropello a la Constitución del Estado y a las más elementales normas de la convivencia civilizada"; exigió el inmediato restablecimiento del imperio de la ley y de las instituciones republicanas, así
44 Los flamantes ministros de Belaunde (que hablan juramentado horas antes) se reunieron en las primeras horas de la mañana en Torre Tagle y fueron sacados sólo después de un d ramático cambio de golpes. 45 El d ía 8, la Federación Nacional de Colegios de Abogados a través de un comunicado público condenó el golpe. 46 Posteriormente, al emprender reformas trascendentales de tinte radical, el gobierno de Velasco dividió y atemorizó al país, pues Importantes sectores de la población se mantuvieron a la expectativa o en caUada oposición, mientras otros apoyaban el p roceso de reformas, y grupos de civiles colaboraron con el régimen militar abiertamente. La expropiación de la IPC, la ley de Reforma Agraria, la comunidad Industrial, la reforma educativa, el acercamiento a la URSS y otras acciones de la revolución militar concitaron, en esa coyuntura, el elogio de muchos, pero, también, la condena de no pocos. Algunos acusaron al gobierno de comunista; sin embargo, era una etiqueta que no concordaba estrictamente con la realidad (famayo, 1995; Tamariz, 1995). 47 En este punto seguimos de cerca las Ideas expuestas en el libro Partidos polfticos en el Perú Manual y registro, de Alvaro Rojas Samanez ( 1983).
--------------------------- 2~ como la pronta convocatoria a elecciones. El documento fue firmado por Armando Villanueva del Campo y publicado en el diario aprista La TribunrflB. Posteriormente, la actitud del partido aprista fue más mesurada, manteniéndose en la oposición del proceso militar, reiterando periódicamente el pedido de elecciones libres y haciendo constantes llamados al restablecimiento de los derechos democráticos. Más tarde, la actitud del partido de Haya de la Torre se orientó al reclamo sistemático de la paternidad de muchas de las medidas del Gobierno Revolucionario. La actitud del Partido Comunista Peruano (de tendencia moscovita o prosoviética) fue similar a la del Apra. A través de su dirigencia emitió un comunicado en el cual señalaba "el carácter reaccionario y proimperialista y antioligárquico". Sin embargo, la posterior anulación del Acta de Talara, la recuperación del petróleo, la nacionalización y ocupación militar de la refinería de Talara, hicieron que el IV Congreso Nacional del PCP rectificase su posición inicial frente al movimiento militar del general Velasco. El Congreso reconoció una "orientación nueva y distinta" al régimen velasquista y expresó su "total apoyo a la digna y enérgica conducta gubernamental frente a la amenaza yanqui y a las diversas medidas tomadas en favor del pueblo". Esta posición, asumida en marzo de 1969, fue ratificada en el VI Congreso Nacional en noviembre de 1973. Una de las resoluciones de este Congreso señalaba: "En el Perú se ha iniciado y está en marcha un proceso revolucionario. Los cambios operados no son simples reformas coyunturales, más o menos progresistas y desarrollistas, sino modificaciones en la estructura económica y social y e n la superestructura política del país ... ". Más tarde, en mayo de 1975, otro pronunciamiento expresó su total identificación con el Gobierno Revolucionario. Dice: "El gobierno ha emprendido resueltamente la lucha contra el imperialismo y la oligarquía, enemigos troncales de todos los que combaten por un Perú sin explotadores, por un Perú nuevo dentro de un mundo nuevo ... "49. Cronológicamente, la Democracia Cristiana (DC) fue el segundo de los dos partidos políticos peruanos que expresaron su apoyo al gobierno militar iniciado por Velasco (el primero -como acaba de verse- fue el Partido Comunista Peruano). La dirigencia, desde un principio, no sólo señaló su "coinciden-
48 Sim ultáneamente, en la misma madrugada del 3 de octubre, el mismo Vlllanueva llamó a la Insurgencia civil por las ondas de Radio Continente. 49 En el campo laboral, esta adhesión del PCP al régimen castrense se expresó a través del apoyo de la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP), Influyente central gremlallsta.
266 _____________________________________ cia ideológica" con el régimen, sino que permanentemente le reiteró su colaboración y asistencia. A cambio de ello, líderes y dirigentes de la DC fueron llamados a ocupar importantes cargos dentro de la administración pública, así como a asesorar en la redacción de dispositivos legales medulares. Fue notoria su participación en hechos tales como la elaboración del Estatuto de Libertad de Prensa, del Consejo Nacional de justicia, del proyecto de socialización de los diarios de circulación nacional, etc. Precisamente, su fundador y jefe, Héctor Cornejo Chávez, y varios líde res del partido fueron designados por el gobierno (1974) para dirigir el diario El Comercio, expropiado e n julio de ese año5°. Una ele las primeras agrupaciones políticas en pronunciarse en contra del golpe militar ele Velasco fue el Partido Popular Cristiano (PPC), liderado por Luis Bedoya Reyes. Al día siguiente de la toma de Palacio, los diarios lime ños publicaron un extenso comunicado en el cual los pe pecistas señalaban que la "Constitución ha sido violada por la Fuerza Armada al deponer al gobierno legítimamente elegido". "Ningún p retexto - advertían- tiene validez ante la magnitud del delito cometido". Por lo tanto, "el pueblo es el único que tiene derecho a sustituir a sus autoridades mediante el libre ejercicio del sufragio". En tono desafiante decían: "El Partido Popular Cristiano, fiel a sus principios, condena enérgicamente la actitud adoptada por quienes tienen la obligación legal y moral de respetar la autoridad y preservar el orden público y no de subvertido". Este pronunciamiento, sin duda alguna, marcó el tono que adoptó el PPC durante todo el régimen militar: respeto a la Constitución y a la expresión ciudadana. La condena al golpe de Estado del 3 de octubre también provino del Movimiento Democrático Peruano (MDP). En efecto, al día siguiente de producido el levantamiento, en un comunicado público, el MDP protestó e nérgicamente por la "agresión realizada en agravio del orden constitucional de la República" y exigió "el pronto retorno a la normalidad , sobre la base del gobierno representativo de limpio y libre origen popular" (Correo, 4 de octubre de 1968). Sin embargo, pocos días después, al producirse el ingreso de las tropas peruanas en la zona petrolera de Talara, el MDP emitió un comunicado calificando la expropiación y toma de posesión de La Brea y Pariñas, de la refinería de Talara y del Complejo Petrolero "de hechos de gran trascendencia para la Re pública". En estas circunstancias - señaló tajantemente- "no caben reservas ni regateos; respaldamos la posición del gobierno del Perú, como debe respaldarla toda la nación".
50 Cornejo Chávez renunció en agosto de 1975, Inmediatamente después del relevo del general Velasco de la presldenda de la República.
------------------------------267 Producido el golpe de mando encabezado por Velasco, la Unión Nacional Odriísta (UNO) emitió un comunicado e n el cual lamentaba la "frustra-. ción del sistema constitucional de la República, determinada por los graves errores del régimen belaundista carente de emoción social, autoridad moral y sentido nacionalista". Asimismo, formulaba votos para que "se restablezcan las instituciones democráticas del país sobre la base de las elecciones generales". Dos días después de emitido el comunicado, el general Odría (fundador de la UNO) concurrió a Palacio de Gobierno para felicitar al régimen por la toma del poder. Tres días más tarde (el 9 de octubre), la UNO aplaudió la expropiación de La Brea y Pariñas; según se sabe hoy, el me ncionado general fue invitado a la Casa de Pizarra (con otros dirigentes políticos) para ser informado sobre la situación del conflicto con la Jpc5 1 . Finalmente, cabe preguntarse, ¿cuál fue la actitud de Acción Popular frente al golpe que destituyó a su jefe y fundador? Objetivamente hablando, puede decirse que ella, por mucho tiempo, fue casi nula . En efecto, producido el levantamiento, depuesto y expatriado el presidente Belaunde a Buenos Aires, el partido Acción Popular ingresó en un largo período de receso, interrumpido por dete rminadas actitudes de protesta (a través de comunicados, principalmente) sobre determinados actos gubernamentales. En el pe ríodo comprendido entre 1968 y 1974, Acción Popular no efectuó movilizaciones significativas, ya que prácticame nte "permaneció en la congeladora" al decir de Manuel D'Ornellas, prestigioso analista político5 2. A partir de agosto de 1975, el partido fundado por Fernando Belaunde Terry empezó a tener, tardíamente, una presencia cada vez más saltante en el escenario político nacional. Su actitud fue condenatoria y crítica frente a todos los actos del gobierno militar. Ésta fue, e n síntesis, la conducta de los principales partidos políticos a partir del momento en que se produjo el golpe de Estado del 3 de octubre de 1968: de rechazo y condena, en unos casos; de apoyo y participación, en otros y de ambigüedad e indeterminación, en unos pocos53.
51 A estas reuniones -5egún la cronologta polltlca preparada por Henry Pease y editada por Desccr asistieron algunos d irigentes de la DC, del MDP y de AP (seoanlstas). 52 Cuando todo estaba listo para realizarse el VIII Congreso Nacional de Acción Popular (el 31 de mayo de 1974) la policia Intervino el local partidario y apresó a Javier Alva Orlandlni y a casi todos los d irigentes que se hallaban listos para el evento. A pesar de su resistencia, Alva fue finalmente deportado a Bolivia y se frustró el Congreso. 53 Hay que recordar que, desde la perspectiva social, a partir sobre todo de 1973 en que Velasce cay ó gravemente enfermo, no faltaron las huelgas y los paros que, en algunos casos, dejaron un deplorable saldo de muertos y heridos. Para contrarrestar esa situación, el gobierno creó la Central de Trabajadores de la Revolución Peruana (CTRP) y , asimismo, una central de docentes. No obstante, su fracaso, por diversas causales, fue ev idente (Tamariz, 1995).
268 _______________________________________ Además de Velasco, ¿quiénes fueron las cabezas visibles del golpe tanto en su concepción como en su ejecución? Como se ha manifestado, Jo fue un círculo bastante reducido de oficiales reformistas, todos del Ejército, hermanados por un solo objetivo: el cambio radical e inmediato de la sociedad peruana. Ellos fueron, principalmente, los coroneles Jorge Fernández Maldonado, Leonidas Rodríguez Figueroa, Enrique Gallegos Venero, José Graham Hurtado y Rafael Hoyos Rubio. Más tarde, todos desempeñarían cargos claves e importantes en el seno del frondoso aparato gubernativo. Rodríguez Figueroa, uno de los más radicales de esa coyuntura, ocupó por ejemplo la jefatura del Sinamos, que de hecho se convirtió en el brazo político de la revolución velasquista54; Graham Hurtado, hombre poderoso del régimen, fue el jefe del Comité de Asesoramiento de la Presidencia de la República (COAP), organismo que permanentemente actuó como guardián de la revolución55; Fernández Maldonado, cerebro principal del golpe, según algunos, llegó a ser comandante general del Ejército y ministro de Estado en dos oportunidades; en una de ellas, como ministro de Energía y Minas, indujo la expropiación de la poderosa empresa norteamericana Cerro de Paseo Mining Company. Gallegos Venero (uno de los que condujo la toma de Palacio) tuvo a su cargo el Ministerio de Agricultura; y Hoyos Rubio (de conducta intachable) el Ministerio de Alimentación. Todos posteriormente llegaro n a ostentar el alto grado de general. Si los cinco coroneles mencionados fueron los principales promotores del golpe de Estado, ¿cuáles fueron las bases doctrinarias e ideológicas de la revolución conducida por Velasco Alvarado? A pesar del tiempo transcurrido, esta interrogante aún no ha sido total y satisfactoriamente absuelta. Sin embargo, nos permitimos hacer unos breves comentarios a la luz de la documentación e información publicadas en los últimos años56. • Desde la década de 1950 en el Centro de Altos Estudios Militares (CAEM, ahora Centro de Altos Estudios Nacionales, CAEN) y en la Escuela Superior de Guerra Militar (ESGM), se venía impulsando el estudio de la realidad nacional en correspondencia con la flamante 54 El gobierno tenia como meta la participación de las organizaciones populares en la transferencia del poder económico, social y poiltlco a las mayorfas nacionales. 55 El COAP estaba conformado por ofklales de alto rango (y de suma confianza, elegidos por el propio Velasco). Su función era asesorarlo directamente y elaborar las principales leyes del proceso revolucionario. Muchos de sus miembros pasaban luego a ser ministros de Estado. 56 Resulta útil la consulta de Pásara (1981), Me Ciintock y Lowenthal ( 1984), Tamariz (1995) y Parodl (200 1). De estos autores, hemos aprovechado algunas Ideas para el desarrollo del p resente acáplte.
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doctrina de la "seguridad integral". ¿Qué significaba ello? Que la contribución de la Fuerza Armada a la sociedad debía ir mucho más allá de su tradicional rol de mantener la seguridad externa y el orden interno cuando fuera necesario. Este mensaje halló eco en la alta oficialidad, sobre todo del Ejército. La nueva doctrina sostenía que la defensa de la nación dependía de la fortaleza económica y del bienestar de sus habitantes. Sólo si se desarrollaba el potencial nacional (lo que se lograría elevando el bienestar) se podía ser poderoso; a su vez, si el desarrollo de ese potencial beneficiaba a las grandes mayorías, los individuos tendrían interés en defender al país de conflictos externos e internos que alteraran el orden establecido. De esta manera -dice Parodi- en el pensamiento militar se fue plasmando la idea de que su papel también tenía que ver con tasas de desarrollo económico y bienestar social. Se produjo así una evolución del antiguo profesionalismo militar (caracterizado por ser apolítico), a un nuevo profesionalismo que conectaba el concepto de seguridad con el de desarrollo. La nueva doctrina, además, criticaba la falta de resultados sociales de aquellas estrategias económicas seguidas en el pasado en el país. Por lo tanto, proponía un modelo contrario sustentado en las ideas primordiales de la Comisión Económica para América Latina (Cepa!): crecimiento hacia adentro, industrialización por sustitución de importaciones y mayor presencia del Estado en la economía. Sin duda, un modelo económico que no se oponía al modelo liberal primario exportador de épocas pasadas (Me Clintock y Lowenthal, 1985). De este modo, las ideas de la Cepal se convirtieron en el soporte teórico del gobierno militar de 196857. Finalmente, la nueva doctrina impulsó el culto al nacionalismo. Con ello se buscaba reducir la dependencia externa y defender los recursos nacionales de la explotación del capital extranjero. La conducta posterior del Gobierno Revolucionario con la lnternational Petroleum Company,·la Cerro de Paseo Mining Company, la Marconi Mining Company, entre otras, explicaría esta influencia.
No debe olvidarse, por otro lado, que los militares peruanos -como obseiVa Tamayo- estaban convencidos de la incapacidad de los civiles para realizar con rapidez y decisión las refonnas lmpostergables que demandaba la socledad. Ello habla quedado demostrado con el fracaso de la convivencia Apra-MDP, con la superconvivenda Apra-UNO y con la reciente alianza AP-DC.
270--------------------------------------Ésta fue, en síntesis, la doctrina de la que se nutrió el Gobie rno Revolucionario de la Fuerza Armada iniciado el 3 de octubre de 1968. Por lo tanto, es pertinente preguntarse: ¿Qué cambió en el esquema ideológico de la Fuerza Armada e ntre 1956, año e n que te rminó el gobierno de Odría, y 1968, año del golpe de Velasco?, ¿cuáles fueron los nuevos canales ideológicos por los que discurrió el flamante régimen velasquista?, ¿fue un gobierno comunista, totalitario o fascista, como se le ha calificado de manera indistinta? Definitivamente, el equipo castrense de 1968 enarboló una clara posición antioligárquica, humanista, nacionalista y revolucionaria, aunque e n algunos momentos después se cayera e n un extremismo de tinte d ictatorial o en un personalismo desmesurado e impulsivo de su conductor. En cambio, jamás proclamó con claridad y firmeza su verdadera filiación ideológica. ¿El motivo? Hasta ahora no existe una respuesta satisfactoria y categórica que ilustre tan imbricado dilema. Sin embargo, veamos algunas notas de su peculiar pensamie nto. Una de las definiciones conceptuales más firmes del gobierno militar fue su carácter y orientación "no capitalista y no comunista". Esta especie de lema aparece de forma recurrente en muchos de los d iscursos del prop io Velasco, lo que -en observación de Thorp y Bertram- parece un eco lejano de los principios ideopolíticos de Haya de la Torre y el partido aprista de la década de 1930. En su primer pronunciamiento, el Gobie rno Revolucionario estableció que pondría en marcha "un estilo de desarrollo ni capitalista ni comunista", a través de un conjunto de profundas reformas estructurales destinadas a alte rar el patrón de desarrollo prevalecie nte. No podía ser capitalista porque - según los ideólogos de la revolución- era el modelo de sociedad q ue había llevado al país al subdesarrollo; tampoco podía ser comunista porque este sistema creaba una sociedad totalitaria incapaz de generar el desarrollo libre del ind ividuo en todas sus dime nsiones (Parodi, 2001). Frente a estas dos d isyuntivas (opuestas y excluyentes), el régimen velasquista optó por una tercera vía: transformar rad icalmente la socied ad a través de un nuevo y vigoroso Estado; guiado - repetimos-- por una actitud nacionalista, antioligárquica, humanista y revolucionaria58 . En una palabra, e n la esencia del pensamiento del presidente Velasco estaba implícito el deseo de eliminar tanto la dependencia exte rna como la dominación interna, ejercida esta última por una pequeña elite llamada oligarquía que -a su juicio- impedía que
58 Héctor Cornejo Chávez en su libro Social Cristianismo y Revoludón Peruana ( 1975) senala que entre los planteam ientos Ideológicos de la Democrada Cristiana (su partido) y la Revoludón Peruana, el humanismo es un punto relevante y colnddente. Dice: "El humanismo cristiano, propugnamos siempre nosotros; el humanismo revoludonarlo, puntualizan las Bases Ideológicas".
271 se extendieran los beneficios del crectmte nto económico. Según el militar piurano, esos dos factores resumían las causas del subdesarrollo y de la pobreza en el país. En efecto, desde el comienzo hasta el final del septenato (1968-1975), los discursos y mensajes de Velasco revelan un marcado acento revolucionario que nadie puede negar. Habla de "transformar las estructuras del Estado" para hacerlo más dinámico y eficiente; de mejorar los niveles de vida de los sectores menos favorecidos; de mo ralizar el país en sus más diversos campos; finalmente, de proteger los recursos nacionales en manos de las voraces empresa~ capitalistas extranjeras. En las Bases ideológicas de la revolución peruana, e ntre otras cosas, se afirma: La Revolución Peruana es un proceso autónomo que se desarrolla para transformar el sistema político, económico y social del país y cancelar nuestra condición de sociedad subdesarrollada, capitalista ·y oligarca y sometida a los intereses del imperialismo, a fin de construir una democracia social en que todos los pe ruanos puedan realizarse a través de la plena participación en el ejercicio del poder social dentro de una comunidad nacional verdaderamente soberana.
En este contexto, la clave del éxito en el interior del país radicaba e n destruir el poder de la oligarquía que -como ya se d ijo- constituía la fuente de dominación interna, sinónimo de subdesarrollo y pobreza. ¿Y cuál fue el camino e legido para su destrucción? La conformación de una alianza integrada por las clases medias, la recie nte burguesía industrial y los trabajadores y campesinos del sector moderno. En principio, aquellos fueron los mismos grupos sociales que, supuestamente, debieron haber sido be neficiados por el gobierno de Belaunde. No obstante, en esta oportunidad se trataba de reformas radicales en oposición a las reformas moderadas del gobernante aedopopulista (Cotler, 1994). ¿Fue e l gobierno de Velasco Alvarado un régime n marxista-le ninista? Más de un autor, peruano o extranjero, se ha formulado esta pregunta. El mismo Velasco se en·cargó de explicitarla en su me nsaje a la nación del 3 de octubre de 1973, con motivo del V aniversario de la revolución. Dijo: Reconocer nuestra pertenencia ideológica a una tradición revolucionaria de la que forma parte la corriente socialista, ¿hace de nuestra Revolución una revolución marxista? De ninguna manera. Para nosotros las contribuciones teóricas no constituyen ni dogmas ni anatemas. Las ponderamos con madurez, con independencia, sin prejuicios, y a partir de su análisis fijamos frente a ellas nuestra posición con absoluta autonomía. Por eso, refiriéndome a nuestra Revolución en julio de 1%9 declaré en un centro universitario que quienes gobernamos el Perú no somos marxistas, pero estamos haciendo una Revolución. Y esto es lo que importa ...
272----------------------------------------En resumen, ¿cómo se podría situar ideológicamente al régimen de Velasco? Por esos días -dice Tamariz- uno de los más talentosos colaboradores del régimen militar respondía a esa inquietud de la siguiente manera: El régimen, según parece, evita darse un apellido doctrinario e ideológico; pero al autoubicarse en una posición distinta y contrapuesta al capitalismo y al comunismo y empeñarse por encontrar un modelo propio, se aproxima a los puntos de vista que yo denominaría 'social cristiano' ... " (Cornejo Chávez, 1970).
Desde nuestra particular perspectiva, juzgamos que la revolución de 1968 estuvo siempre guiada por un pensamiento caracterizado por tres rasgos: humanista, socialista y libertario. Una última interrogante podría formularse así: ¿Contó el régimen militar con una base política propia? La respuesta definitiva es no. En efecto, durante todo el tiempo que duró la "primera fase" existieron enormes dificultades y numerosos fracasos que impidieron articular una base política propia, como el justicialismo de Perón, por ejemplo. Ello fue notorio desde los primeros años del gobierno. ¿El motivo? Veamos escuetamente algunas evidencias que iluminan la respuesta. El Gobierno Revolucionario nació con el apoyo de la Fuerza Armada como conjunto, es por eso que en 1968 se definió como "gobierno institucional de la Fuerza Armada". No negó, sin embargo, la necesidad del apoyo civil y del sustento popular: más aún, lo buscó. No obstante, para importantes sectores del gobierno, lo civil sólo podía darse subordinado e individualizado (desarticulado); en caso contrario, atentaba contra la unidad institucional. A su vez, para buena parte del régimen, lo popular era sinónimo de comunismo o de desorden; visto a veces despectivamente y a veces con temor. Estos rasgos, a la larga, limitaron la capacidad de maniobra del gobierno para movilizar al pueblo o para ampliar su base política de sustento, a pesar de las reformas radicales emprendidas casi de inmediato. Si ello era difícil entre 1968 y 1973, cuando el pueblo vivía una situación económica más o menos estable, mucho más difícil lo sería cuando en el bienio 1974-1975 la crisis económica deterioró fuertemente la economía básica de los asalariados (Pease, 1977, t. IV). Para concluir con el análisis histórico de la "primera fase" del Gobierno Revolucionario presidido por el general Juan Velasco Alvarado, corresponde ahora examinar esquemáticamente las principales reformas y cambios que entonces se llevaron a cabo con el regocijo de muchos y con el disgusto de no pocos59. Como cuestión previa interesante, es oportuno puntualizar algu-
59 Indudablemente, las reformas radicales e innovadoras de la "primera fase" , llevan el signo audaz del general Velasco.
---------------------------------2 B nos hechos específicos alrededor del tema. En primer lugar, las medidas radicales no sólo alcanzaron el ámbito exclusivamente político (materia del presente ensayo), sino también los distintos aspectos de la vida nacional: económico, social, educativo, cultural, laboral, periodístico e internacional. Es decir, todo. Esto, sin duda alguna, le concedió al régimen velasquista un sesgo revolucionario que, de lejos, lo hizo distinto de los anteriores y caudillescos regímenes militares. En segundo término, las mencionadas reformas estaban dirigidas, explícitamente, a lograr una "transformación estructural" de la economía y la sociedad peruana, al colocar al país en una posición más independiente y nacionalista en los asuntos internacionales y al reducir la dependencia. Lo más notorio de estas reformas y lo que más rápidamente atrajo la atención de toda América Latina - señalan los citados Thorp y Bertram- no fue precisamente el contenido de la legislación revolucionaria, sino el hecho de que el gobierno militar aplicase las nuevas medidas con una determinación inusitada en el Perú. Desde esta perspectiva, por último, puede decirse que a mediados de la década de los setenta, el Estado desempeñó el papel que mantenía anteriormente el capital extranjero en la minería, el petróleo, la electricidad y los ferrocarriles; además, tomó a su cargo la mayor parte del sistema bancario, casi toda la comercialización de las exportaciones y el sector pesquero e n su totalidad, y realizó una serie de reformas destinadas a beneficiar a los empleados en las empresas del sector moderno de la economía nacional. El resultado -concluyen ambos autores- fue la gran transformación de la estructura de la propiedad, como nunca antes ni nunca después ha ocurrido en el país. La participación del capital extranjero en la economía, por ejemplo, quedó reducida al 400Al del nivel que alcanzó en la época anterior a las reformas velasquistas. A continuación ofrecemos un esquema referencial de aquellas medidas más significativas puestas en marcha durante el septenato. • La nacionalización del petróleo.- Sin duda alguna, el primer acto revolucionario del régimen militar fue no sólo declarar nulo el contrato con la International Petroleum Company (firmado por el derrocado gobierno de Belaunde), sino también tomar posesión de los yacimientos de La Brea y Pariñas, así como de todas las instalaciones y la propia refinería. En efecto, a sólo seis días de la toma del poder, el 9 de octubre, las tropas de la Primera Región Militar de Piura ocuparon el complejo petrolero de Talara en una operación relámpago que diversos sectores del país saludaron con patriótico entusiasmo. En esa ocasión, el presidente Velasco dirigió al país un mensaje cuyo párrafo principal decía: "La soberanía del Estado pe ruano no es desde este momento un mero e nunciado teórico,
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sino una auténtica realidad". Por su parte, la revista Oiga escribió en su edición semanal de ese día: "Con la reivindicación plena de La Brea y Pariñas y con la auténtica recuperación del petróleo, queda justificado el derrocamiento y se inicia una nueva etapa en la historia del país .. :·6°. Inmediatamente después de la expropiación de la empresa petrolera norteamericana, se procedió a la reorganización de la antigua empresa petrolera fiscal, que dio lugar a la creación de la gigantesca empresa nacional Petroperú61. La reforma agraria.- Para muchos, ésta fue la medida más radical e importante en su momento. ¿En qué consistió? A los ocho meses de la toma de Talara y con motivo del Día del Indio (como tradicionalmente se le denominaba), el 24 de junio de 1969 el gobierno militar decretó la Ley de Reforma Agraria y la inmediata ocupación de las grandes haciendas azucareras de la costa norté2 . Ese mismo día, Velasco dirigió a la nación un mensaje que decía: De hoy en adelante el campesino del Perú no será más el paria ni el desheredado que vivió en la pobreza de la cuna a la tumba, y que miró impotente un porvenir igualmente sombrío para sus hijos. A partir de este venturoso 24 de junio, el campesino del Perú será en verdad un ciudadano libre a quien la patria, al fin, le reconoce el derecho a los frutos de la tierra que trabaja y un lugar de justicia dentro de una sociedad de la cual ya nunca más será, como hasta hoy, ciudadano disminuido, hombre para ser explotado por otro hombre (Velasco, 1972).
Los campesinos recibieron las tierras, aunque sin tomar la administración, que quedaba a cargo de los tecnócratas y de algunos militares activos o retirados. Más tarde, se impusieron sistemas colectivos de tenencia como las Sociedades Agrícolas de Interés Social (SAIS) y
60 Posteriores nacionalizaciones redujeron considerablemente (si es que no eliminaron) la credibilidad de los Inversionistas potenciales. Probablemente, esa haya sido -observa Parodl- una de las razones que llevaron a que la Inversión pública tuviera que sustituir a la Inversión privada durante el septenato. Por otro lado, la ambiciosa envergadura de las reformas de diversa lndole, a la larga, dio lugar a un entrampamlento económico por su excesivo costo. 61 La expropiación sin compensación de los activos de la IPC fue nominal, pues técnicamente el gobierno depositó la compensación en una cuenta bloqueada, con la promesa de que ésta seria liberada cuando la iPC pagara al Perú una suma mucho mayor por las excesivas utilidades obtenidas en el pasado. Finalmente, a principios de 1974, se pagó una compensación de 22 millones de dólares. 62 La ley afectó, expropió y adjudicó más de 7 millones de hectáreas y terminó con los sistemas tradicionales de la tenencia o posesión de la tierra (Tamayo, 1995).
-----------------------------20 las Cooperativas Agrarias de Producción Social (CAPS). Esta medida constituyó un ataque directo al grupo de interés agrario más poderoso del país, que anteriormente había logrado salvaguardar sus propiedades e n el contexto de las propuestas y legislaciones reformistas de los regímenes precedentes. A partir de esto, la reforma se extendió rápidamente a dive rsas zonas del país, y e n 1975, en la práctica, todos los graneles fundos particulares habían sido afectados. Circuló entonces un eslogan impactante: "Campesino, el patrón ya no comerá más de tu pobreza" (atribuido a Túpac Amaru). Ya no cabía duda: se estaba frente a un gobierno decidido a acabar con las viejas e injustas estructuras de nuestra sociedad. Cabe mencionar que, e n su conjunto, tanto la expropiación de la IPC (1968) como la Ley de Reforma Agraria (1969) provocaron la protesta del gobierno norteamericano, que, destempladamente, cortó los créditos y amenazó al país con la aplicación de la Enmienda Hickenlooper y, también, con paralizar todo tipo de inve rsión. Y en su intransigente postura, suspendió la venta de armas al Perú, lo que llevó al régimen militar a entablar relaciones diplomáticas con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y, poco después, a recibir ele esa potencia tanques, misiles y aviones. En el aspecto militar se comenzó, entonces, a depender tecnológicamente ele la URSS. Fue tan grande la ayuda, que el Perú se convirtió en una ele las naciones militarmente mejor equipadas de la subregión (Tamariz, 1995). • La Ley General de Industrias.- Casi al año siguiente de decretarse la reforma agraria, el 28 de julio de 1970, el propio Velasco e n un me nsaje a raíz del aniversario patrio, anunció la promulgación de una nueva Ley de Industrias. Con esta ley se decla ró de prefere nte inte rés nacional el desarrollo industrial permanente y autosostenido, considerado primordial para la transformación socioeconómica y esencial para garantizar la efectiva independencia económica del país. Las actividades de la industria fueron clasificadas en cuatro categorías: de prime ra prioridad, de segunda prioridad, de tercera prioridad y las no prioritarias. Además, quedó establecida la creació n de las "comunidades industriales" (empresas manufactureras del sector moderno), que representarían a los trabajadores y que contemplaba n una participación cada vez mayor de éstos e n la propiedad, gestión y utilidades de la empresa. La ley también estipulaba que e l capital extranjero en las industrias manufacture ras debía reducirse progresivamente hasta un nivel de propiedad minoritario y anunciaba el establecimiento de un nuevo tipo de empresa mixta
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entre el gobierno y las cooperativas de trabajadores, que sería conocido como de "Propiedad Social"63_ La Ley General de Pesquería. - El 26 de marzo de 1971 se promulgó esta ley por la cual se fijaban las condiciones generales de la actividad pesquera en el país, señalándose "que son de dominio del Estado las especies hidrobiológicas contenidas e n el mar territorial". Igualmente, se definió la actividad pesquera "como un proceso que comprende las fases de investigación, extracción, transformación y comercialización". Por último, se estableció como objetivos fundamentales de dicha actividad "el óptimo aprovechamiento de los recursos hidrobiológicos, la alta productividad, la elevación del índice nutricional de la población y la justa distribución de los beneficios económicos". En una palabra, la Ley de Pesque ría estableció el control estatal sobre la comercialización de las exportaciones pesqueras, dispuso la eliminación p rogresiva del capital extranjero del sector y sentó las bases para la participación de los trabajadores. Posteriormente, luego del colapso de la producción de harina de pescado, el sector entero pasó a manos del Estado en 1973. La peruanización de su industria se hizo realidad. La Ley General de Educación.- Desde finales de 1971, el gobierno anunció jubilosamente la próxima promulgación de la Ley de Reforma Educativa. En efecto, el 24 de marzo del año siguiente apareció la Ley General de Educación con una triple finalidad: a) extender las oportunidades educacionales a todos los peruanos; b) propender a la creación del "hombre nuevo" (crítico, participativo y solidario); y e) establecer un nuevo sistema educativo: educación inicial, educación básica y educación superior. Además, la ley estableció varias modalidades educativas: la educación básica laboral, la calificación profesional extraordinaria (capacitación permanente de los trabajadores), la educación especial (para educandos excepcionales y deficientes) y la extensión educativa (dirigida a toda la población y de manera permanente). En su redacción participó un equipo amplio y polivalente de académicos e intelectuales, muchos de ellos de pensamiento izquierdista o de avanzada. Entre sus múltiples novedades, cabe mencionar el establecimiento del primer ciclo de educación superior, que buscaba emparentar la educación con el mundo laboral; ese segmento se
63 Legislaciones posteriores extendieron el concepto de " comunidades laborales" a los sectores pesquero y minero (Thorp y Bertram , 1985).
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impartiría en las famosas Escuelas Superiores de Educación Profesional (ESEP). Sin Jugar a duelas, esta ley fue uno ele los asuntos más polémicos y controvertidos de esa impetuosa etapa ele cambios; sin embargo, la prensa diaria (El Comercio, La Prensa y Expreso) y las publicaciones de periodicidad no diaria (Caretas y Oiga, entre otras) se refirieron a ella en términos elogiosos. La Unesco la calificó como un modelo de reforma educativa para el mundo. La nacionalización de la minería.- Las compañías mineras extranjeras, norteamericanas sobre todo, que nuevamente y tras prolongadas negociaciones se habían negado a realizar de inmediato la explotación de las nuevas minas de cobre en gran escala, se vieron privadas de sus concesiones no explotadas a finales de 1970. La nueva empresa estatal Minero Perú recibió el monopolio de la comercialización del mineral de exportación, el control de los proyectos futuros de refinería ele metales y la tarea de la explotación ele los yacimientos minerales recuperados del control foráneo (Thorp y Bertram, 1985). La Ley General de Telecomunicaciones.- En octubre ele 1973 -recuerda Tamariz- la Junta Militar soltó otra ele sus bombas: la Ley de Telecomunicaciones. A partir ele entonces, el Estado pasó a controlar Jos canales de televisión y parte de las radioemisoras del país, adquirió el 51% de las acciones de los medios de comunicación y creó Telecentro, un organismo que vendría a frenar, infortunadamente, el desarrollo ele la televisión. Pero la ley, por otra parte, tenía algunos aspectos positivos: obligaba a que toda la producción publicitaria fuese elaborada en el Pe rú e, igualmente, que el 60% ele los programas fuesen producidos aquí, generando de esta manera más trabajo para los productores, artistas, modelos, publicistas y dibujantes nacionales. Asimismo, restringía la propaganda, en muchos casos atosigante. La Ley de Empresas de Propiedad Social.- Fue promulgada el 30 de abril de 1974. De acuerdo con ella: a) los principios fundamentales sobre los que se asentaba la estructura de las empresas y del sector eran: participación plena, solidariclacl, propiedad social de la empresa, acumulación social y exportación permanente; b) las empresas pertenecían al conjunto de trabajadores que integraban el sector de propiedad social, sin que les correspondiesen derechos de propiedad individual o de grupo; y e) la gestión de las empresas correspondía al conjunto de trabajadores, constituidos en asamblea general. La ley autorizó la creación de varios organismos reguladores: la Comisión Nacional de Propiedad Social, el Fondo Nacional de Propiedad Nacional (Fonaps) y el Consejo Nacional de Propiedad Social (dependiente de
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la Preside ncia ele la República). La ley, inspirada en el modelo autogestionario ele Yugoslavia, provocó en Velasco una enorme expectativa que, lamentablemente, no pudo ver materializada de manera exitosa, debido a su e nfermedad y a su posterior relevo. La confiscación de los diarios.- En el mmbo ele cambios y transformaciones inéditas, en la madrugada del 27 de julio de 1974 (casi un año antes de ser depuesto), Velasco confiscó, sorpresivamente, las empresas periodísticas64 . Los principales diarios ele comunicación masiva pasaron a ser, en el papel, voceros de los sectores populares organizados. Entre los directores nombrados figuraban: Héctor Cornejo Chávez encargado de la dirección de El Comercio (asignado a las organizacio nes campesinas); Walter Peñaloza en La Prensa (el d iario de las comunidades laborales); Guillermo Thorndike en La Crónica (destinada al Gobierno); Alberto Ruiz Elclredge en Expreso (destinado a las organizaciones educativas); Ismael Frías en Ultima Hora (asignada a las organizaciones de servicios); Hugo Neira en Correo (diario de los sectores profesionales); y César Augusto Rázuri en Ojo (destinado a las organizaciones culturales)65. Sin embargo -como recuerda Tamariz- la incautación de los diarios trajo consecue ncias, como era de esperarse. Al día siguiente se produjeron las primeras protestas callejeras en el parque del distrito de Miratlores; los manifestantes, en su mayoría jóvenes de la clase media, lanzando mueras al gobierno y vivas a la libertad ele prensa, fueron dispersados violentamente. Al día siguiente se produjo una protesta mayor. El gentío, al grito de "¡Perú, libertad!", causó grandes destrozos. Varios de los manifestantes fueron apresados. La noche siguiente, no obstante, se repetiría la m isma escena. Miles protestaron, cientos fueron arrestados, e ntre ellos algunos dirigentes de Acción Popular que se habían plegado a la protesta. Los daños ascendieron a diez millones de soles que, al cambio ele la época, bordeaban los 250 mil dólares66.
64 Cuatro días antes (el 23 de julio) se habla promulgado el Estatuto de Prensa. En sus considerandos se afirma que la prensa habla estado al servicio de las mi norias y que era imprescindible que los diarios constituyeran órganos o voceros mediante los cuales los sectores significativos de la población organizada expresaran sus distintos enfoques ideológicos, encuadrados dentro de los "parámetros de la Revolución Peruana··. 65 De este modo , el Estado asumió el control de toda la prensa escrita, a la que se calificó de "parametrada", en el sentido de que el Estado autorizaba qué se publicaba y qué no se publicaba. 66 La reforma d e la prensa escrita produjo diversas reacciones de otros órganos de prensa del país y , principalmente, del extranjero.
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La apertura diplomática internacional.- El gobierno ele Velasco -dice Tamayo- definitivamente reorientó la política internacional del Estado peruano hacia metas nuevas y diferentes. Bajo este flamante paraguas, el quehacer diplomático se encarriló hacia el tercermundismo, el no alineamiento y la independencia relativa frente a Estados Unidos, así como también inició relaciones y estrechos vínculos con países de la órbita comunista. Por ejemplo, al promediar el año 1972 estableció relaciones diplomáticas con Cuba, el país que por entonces era algo así como un "leproso" para la mayoría de las naciones latinoamericanas, y también estableció relaciones con la República Popular China; dos acciones que dejaron perplejos a propios y extraños. Las relaciones con la URSS (militares, comerciales y diplomáticas) se afianzaron con peligrosa incidencia. Desde otra perspectiva, inició el experimento del Pacto Andino, comenzando la integración económica y geopolítica con los países de la cuenca del Pacífico Sur, para lo cual s uscribió el Acuerdo de Cartagena; no obstante, las relaciones bilaterales con las naciones vecinas fueron descuidadas. En una palabra, por primera vez el Perú tuvo una política exterior relativamente independiente ele los centros de poder mundiaJ67.
Ahora bien, a primera vista, ésta era una lista impresionante y ciertamente suficiente para garantizar el carácter radical, revolucionario y nacionalista del gobierno velasquista ante los ojos ele la mayoría ele observadores internos y externos. La impresió n creció aún más con una serie de expropiaciones ele grandes compañías foráneas que, de antiguo, tenían una gran actividad en la economía nacional: la ITT en 1969; el Chase Manhattan Bank en 1970; la Peruvian Corporation y la Refinería Petrolera ele Conchán en 1972; la Cerro ele Paseo Corporation en 1974, y la Marcona Mining Company en 1975. Al mismo tiempo -como acaba de verse- el gobierno ele Velasco desempeñaba un papel ele primer orden e n la formulación ele las políticas del Grupo Andino para presentar un frente fuerte y unido ante el cap ital extranjero (la celebrada "Decisión 24"). En el caso de la industria au tomotriz, las nuevas y duras disposicio-
67 El último acto público de carácter internacional realizado por Velasco en su condición de presidente, fue la inauguración en Lima de la V Conferencia de los Cancilleres de los Paises No Alineados. En su discurso hizo un análisis g lobal de los problemas de la humanidad. Planteó la urgencia de desarrollar políticas comunes; la necesidad de que los paises no alineados realicen las transformaciones económicas y sociales con el fin de redefinir su realidad y garantizar su efectiva liberación y, entre otros puntos, la exigencia de emplear racionalmente las materias primas, pues en ella se basa la fuerza de los países no alineados (Me Clintock y Lowenthal, 1984).
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280 _________________________________________ nes, junto con la licitación y subasta de las concesiones, trajeron como resultado una dramática reducción del número de empresas automotrices que operaban en el Perú (por ejemplo, la Ford y la Chrysler abandonaron el país), y dieron al gobierno una gran seguridad para el planeamiento del futuro desarrollo de la indicada industria (Thorp y Bertram, 1985). En el marco de este impresionante e impactante discurrir, el año 1975 se convirtió en una fecha particularmente significativa para el país: circunstancias de d iversa índole configuraron una coyuntura singular que trastrocó el orden establecido. Examinemos brevemente sus principales características. En el terreno político, fue un año tenso y contradictorio que reveló el punto máximo de la pugna política dentro del gobierno instaurado en 1968. En sus hechos se expresó con nitidez la crisis del proyecto político iniciado por la Fuerza Armada como institución, a la vez que todas las opciones alternativas se mostraron sin capacidad de reemplazarla (Pease, 1977, t. IV). Para muchos incluso el 5 de febrero de 1975, en que tuvo lugar una huelga de los miembros de la Policía, resultó siendo el símbolo de esa crisis y el anuncio del derrumbe del régimen político establecido el 3 de octubre de aquel año . Desde esta perspectiva, la destitución ele Velasco por Morales Bermúdez representó, por un lado, la profundidad y el epílogo ele la mencionada crisis y, por otro, cambios importantes en la filosofía e inte ncionaliclad del flamante régimen. Obviamente, no fue sólo un cambio ele personas (asesores civiles y colaboradores militares), sino también de estilo e n la conducción del gobierno a partir de agosto ele 1975, como veremos más adelante. En el ámbito social y laboral, todo el año 1975 estuvo atravesado por conflictos sindicales con mucha más intensidad que en los años anteriores. En la lucha sindical - anota Pease- se reflejó la crisis económica: los trabajadores reclamaron aumentos que compensaran el alza del costo ele vida, cada vez más agudo y persistente. Según cifras oficiales, el salario mínimo nominal era de 3.000 soles mensuales al empezar 1975 y el salario medio nominal era de 5.670 soles en la misma fecha. Ambos subieron a 3.540 y 6.910, respectivamente, hacia enero de 1976. Sin embargo, el alza del costo ele vida fue mucho mayor, lo que en términos reales significaba que la mayoría de la población vio disminuir su salario significativamente en 1975 . En términos comparativos con la canasta básica de bienes y tomando como base 100, puede decirse que el salario mínimo subió a 118 soles mientras que la canasta a 154 para el período enero 1975-febrero 1976. De esta manera, el trabajador peruano luchó en 1975 contra la acentuación de su pobreza. ¿Y la respuesta oficial? Es claro que en 1975 los empresarios y el gobierno reemplazante (Morales Bermúdez) tomaron la iniciativa del enfrentamiento con la clase trabajadora. Pero también resulta claro que el gobierno no se mostró neutral y que en este caso, por lo menos
281 en lo que competía al campo de la política laboral, optó por defender los intereses de las empresas (Pease, 1977, t. IV). En el plano internacional, el año 1975 también marcó una ruptura. A partir de e ntonces, puede observarse al Perú cada vez más solitario y aislado en el consenso sudamericano. De aquella coyuntura de auge regional de los años 1970, casi no quedaba sombra. En Bolivia, en vez de Juan José Torres estaba Hugo Banzer; en Chile, en vez de Salvador Allende estaba Augusto Pinochet. Argentina, por su lado, no pudo culminar la era de Domingo Perón; muerto el caudillo ele los "descamisados", el gobierno ele Isabel Martínez se encaminó hacia el fascismo. Brasil, Uruguay y Ecuador continuaban cori regímenes militares de derecha, cerrando un círculo de autoritarismo reaccionario que cubrió la región. Colombia y Venezuela resultaban ahora una gran excepción: sus gobiernos (liberal uno y populista moderado el otro) terminaron siendo los más cercanos parie ntes del proyecto peruano. Como o bserva Pease, esta coyuntura internacional fue aprovechada por el imperialismo y sus intermediarios. Por ejemplo, continuó y se afianzó el ataque periodístico orquestado por la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que acusó al Perú ele ser "cabeza de playa" ele la Unión Soviética. Por otro lado, bajo este mismo designio imperialista, se orquestó el problema de Chile y la mediterraneidad ele Bolivia, que puso en entredicho a los gobiernos chileno y peruano; la especulació n sobre la inminencia de un conflicto entre ambas naciones, incentivó la carrera armamentista, apareciendo el Perú, como cien años atrás, como el país agresor y prepotente. Por último, en el nivel ele las decisiones gubernamentales, el año 1975 marcó igualmente un hito. El gobierno de Velasco expiró en agosto de ese año; sin embargo, antes de caer realizó dos actos que dibujaron lo que había sido su gobierno en siete años: a) la mencionada nacionalización de la empresa norteamericana Marcona Mining Company, y b) la implantación del quechua como lengua oficial junto con el español. Con el primer acto, no obstante el mal momento que vivía, Velasco reafirmó la voluntad política ele ser un Estado soberano frente a una dominación imperialista, que no sólo era política sino también económica. Con el segundo acto, Velasco expresó la voluntad política ele integrar la nacionalidad, de superar las fo rmas semicoloniales de dominación interna y de erradicar, definitivamente, el vasallaje oligárquico. Hasta aquí, pues, lo concerniente a los principales sucesos ocurridos en la "primera fase" del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada presidido por el general Juan Velasco Alvarado. Pero ¿cuál es el balance que podemos hacer acerca de tan discutido y discutible período? Con el riesgo de caer en un exagerado simplismo, consideramos oportuno hacer la siguie nte síntesis en base a la opinión de distintos autores:
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En el terreno de las intenciones, el régimen de Velasco, quiérase o no, estuvo empeñado en cambiar las estructu ras de una sociedad desigual y subdesarrollada, y lo consiguió en parte. Cometió e rrores, muchos y graves; sin embargo, no se le puede retacear sus sueños y ansias de construir una patria más digna y más justa. El precio de esa causa (truncada o, si se quiere, atolondradamente concebida) fue bastante grande. Aun así, mal que bie n, el país comenzó a ser otro (Tamariz, 1995). Políticamente, el gobierno militar había logrado hacer desaparecer el Congreso de la República y dejar a los partidos políticos en un impotente desorden. Dejando ele lado la Constitución de 1933, se rigió por el Estatuto Revolucionario que concentraba Jos poderes Ejecutivo y Legislativo en: a) el Gobierno Revolucionario, b) en el Comité de Asesoramiento Presidencial (COAP) y e) e n el gabinete exclusivamente militar (Tamayo, 1995). Socialmente, el régimen velasquista rompió para siempre el espinazo del poder de la elite peruana representada por la omnipotente y soberbia oligarquía, reduciéndola cons ide rablemente: muchos de sus miembros emigraron a establecerse en otros confines. Los poderosos "barones" del azúcar y del algodón nunca más regresarían a sus antiguos predios (Thorp y Bertram, 1985). En el campo económico, el gobierno de Velasco logró que la participación del Estado alca nzase niveles nunca antes vistos: en 1968, por ejemplo, el Estado sólo controlaba el 16% de las empresas existentes (el resto estaba en manos privadas), mientras que e n 1975 controlaba casi el doble (31%). Además, en 1975 contro laba el 75% de las exportaciones, el 50% de las importaciones, el 66% del crédito bancario, el 50% ele la inversión fija y el 33% del e!Tipleo en el sector empresarial (Parocli, 2001). En el plano sociocultural, Velasco le dio a grandes sectores populares una "conciencia de sí" q ue no es cuantificable, pero que es indiscutible. El discurso velasq uista llevó a que muchos peruanos dejaran de sentirse inferiores y acomplejados por hablar con "acento serrano", o por ser indios, negros o cholos (Arias, 1998). A pesar ele esto último, no todo fue color de rosa ni éxito total. Tal vez la lección más importante aprendida del experimento peruano velasquista es que no es suficiente que un gobierno tenga buenas intenciones (si es que ésta puede ser una característica del régimen de Velasco con respecto al desarrollo autónomo). Los años comp rendidos entre 1968 y 1975 fue uno de aque llos momentos e n que
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6.2
la economía no pudo librarse de las presiones del sistema; pero no puede decirse que las innovaciones políticas de esos años fueron suficientes como para crear un proceso autosostenido de desarrollo. Quizás transcurra bastante tiempo antes de que vuelva a repetirse esta oportunidad (Fitzgerald, 1981). Finalmente, el gobierno velasquista , en términos rigurosos, constituye el cambio más importante en la historia de la economía peruana desele 1890. Pero ¿por qué produjo resultados tan insatisfactorios? A juicio de Thorp y Bertram (1985), podrían sugerirse dos explicaciones: a) la insuficiencia conceptual, doctrinaria e ideológica del programa político del régimen militar y b) la difícil situación del Perú en el marco del sistema internacional a partir del 3 de octubre de 1968.
Segunda fase (1975-1980)68
A partir de 1974, el ímpetu reformista iniciado en 1968 empezó a d isminuir ele modo sensible. ¿Las razones? Presumiblemente dos: a) los deseos manifiestos de ciertos sectores de la propia Fuerza Armada y de la civilidad allegados a Morales Bermúdez ele revertir o frenar las reformas emprendidas y b) la grave enfermedad sufrida por el presidente Velasco en febrero del año anterior (un aneurisma de la aorta abdominal) que, sin duda alguna, debilitó y mediatizó su capacidad de liderazgo. Sobre esto último, cabe mencionar que dicha enfermedad planteó ya en 1973 el problema de la sucesión presidencial. Ello se agudizó en 1975 no sólo por un nuevo avance del mal, sino por el aislamiento progresivo que se produjo a partir de su enfermedad. Encerrado en Palacio o recluido en Chaclacayo, con horas de trabajo y desplazamiento limitados, fue rodeado, al parecer, por algunos personajes palaciegos que, poco a poco, lo aislaron del contacto con el pueblo, de la Fuerza Armada e incluso del equipo gobernante. El aislamiento de Velasco - afirma Peaseresume y representa un apartamiento todavía mayor: es el gobierno el que se va aislando principalmente de la política iniciada en 1968 y continuada hasta 1973. Al vaivén, pues, ele ambas situaciones, puede decirse que los dos últimos años del régimen velasquista fueron particularmente tensos, azarosos y llenos de rumores69.
68 Si sumamos estos cinco ai'los a los siete de la primera fase, d escubrimos que d urante doce ai'\os nos gobernó la dictadura más larga de nuestra historia republicana. 69 Según se sabe, la enfermedad afectó terriblem ente a Velasco tanto ftsica como an!mlcamente. Un colaborador suyo refiere que a pesar de su Innata chispa y de sus movimientos enérgicos y vivaces, a m enudo m ás aparentes que reales, Velasco ya no era el mism o después de su
284 _________________________________________ En efecto, e n el horizonte peruano empezaron a presentarse algunos hechos que, de modo aparente, no tenían vinculación entre sí. ¿O la tenían realmente? En el ámbito económico, por ejemplo, el alza del costo de vida, la devaluación de la moneda, el déficit en la balanza de pagos y el aumento de la deuda externa, entre otros, empujaron en una sola dirección: originar aquella crisis económica que se prolongó incluso años después de la muerte de Velasco. En el terreno político, las tensiones fueron aún mucho más evidentes; de aquel sosiego de los años iniciales, se pasó bruscamente a la efervescencia partidaria, callejera y tumultuosa. La respuesta del gobierno militar no se hizo esperar y empleó la violencia: docenas de políticos y líderes sindicales de diversas tiendas fueron deportados y varias publicaciones clausuradas (Caretas, Marka, etc.). En el campo social, infinidad de huelgas, paros y mítines, locales, regionales y nacionales, trastocaron la coyuntura, protestando por el incremento del costo de vida o reclamando mejoras salariales7°. Exigiendo esto último, en los primeros días del mes de febrero de 1975, el personal subalterno de la Guardia Civil, como se llamaba en ese entonces, llevó a cabo una huelga de varios días que no sólo dejó indefensa a la gran Lima, expuesta a saqueos, incendios y destrozos que aún recordamos, sino que también provocó una violenta e inusitada reacción del gobierno. Hasta hoy no se sabe con exactitud el número de policías fallecidos en el desalojo violento de que fueron víctimas en un cuartel del distrito populoso de La Victoria71 . A principios de agosto de aquel año, la intranquilidad política y social e ra aguda e incontrolable. El Perú se hallaba movido en todos sus confines. En este contexto es que ocurrió la destitución del "radical" presidente Velasco. En su condición de ministro de Guerra, el "cauteloso" general Fran-
operación. Volvió a Palacio en silla de ruedas: habla perdido la pierna derecha y lucia profundamente demacrado. Su carácter, fuerte y dominante, fue entonces más irascible que nunca. Debla demostrar, superando sus dolores y sus sentimientos, que seguia siendo el "hombre de la Revolución". 70 Como ya se dijo, desde su reconocimiento oflcial en 1971, la Confederación General de Trabajadores del Perú (la principal o rganización sindical bajo control del Partido Comunista), gravitó poderosamente en la relación del Partido con el gobierno militar de Velasco. En los primeros siete ai'los ( 1968-1 975), la CGTP estabilizó el panorama sindical, p rocurando crear condiciones aparentes para la aplicación de las reformas estructurales d ispuestas por dicho régimen. A partir de agosto de 1975, a la calda de Velasco, y sobre todo, por la agudización de la crisis económica del pais, la CGTP encabezó y canalizó protestas masivas y paralizaciones a nivel nacional (Rojas Samanez, 1983). 7 1 El gobierno no consideró este hecho como una huelga, sino como un motin, por lo que determinó que la solución tenia q ue ser militar. En la actualidad, algunos observadores aflrman que la huelga de la pollcia marcó el principio del fln para el gobierno de Velasco.
--------- -- -------------- -----285 cisco Morales Bermúdez viajó a Tacna para presidir la tradicional fiesta por el aniversario de la reincorporación de dicha ciudad al seno de la patria. El 29 de agosto, sin que nadie lo imaginara, Morales Bermúdez se pronunció contra Velasco. Hasta los colaboradores más cercanos e íntimos del líder de la revolución del 3 de octubre respaldaron el golpe, como si se tratara de una "normal" sucesión presidencial72 . Y es que para todos (incluso para los militares más radicales), enfermo Velasco, el jefe del Ejército en esa coyuntura e ra el hombre que podía profundizar la revolución73. Como anota Domingo Tamariz, el golpe no se había preparado de la noche a la mañana. Se había hilvanado pacientemente; quién sabe si desde antes de la indicada huelga de la policía. En la conspiración estaban involucrados varios generales, entre ellos algunos jefes de las distintas regiones militares. Todos ellos - repetimosconsideraban unánimemente que Morales Bermúdez era el relevo natural del Chino Velasco74 . ¿Y cuál fue la reacción de Velasco? En un comienzo dudó de la veracidad de la noticia del golpe. Pensó, entonces, que dándole de baja al general Morales Bermúdez se solucionaba el problema. Sin embargo, ya todo era irreversible. En la tarde del mismo día, al infortunado militar, limitado físicamente y acaso abatido, no le quedó más remedio que aceptar los hechos consumados. En lo que vendría a ser su último mensaje a la nación dijo: Al alejarme de la conducción del Proceso Revolucionario, responsabilidad que asumí e l 3 de octubre de 1968, lo hago con la íntima satisfacción de haber cumplido y haber sentado las bases para un nuevo Perú. Como gestor y conductor de la Revolución Peruana, agradezco al pueblo de mi patria, a la Fuerza Armada y a las Fuerzas Policiales el apoyo brindado en esta difícil tarea de transformar nuestra sociedad, y pido a todos los hombres y mujeres de l Perú , con uniforme o sin él, mantenerse unidos y dar todo el apoyo que requiere la continuidad de l Proceso Revolucionario (Pease, 1977, t. V).
72 Esto tal vez ex plique que el relevo no provocó violencia ni derramamiento de sangre en ningún lugar de nuestro vasto territorio. 73 En la coyuntura del golpe del 29 de agosto estuvieron presentes hombres "de Velasco", como los generales Rodrfguez flgueroa, Graham Hurtado, Femández Maldonado y Gallegos Venero. El golpe los ubicó nuevamente en primera fila. Sin embargo, sólo dos meses después, pasaron al retiro los dos primeros; luego le tocó el tumo al resto en 1976. Aunque se anunciaron "razones castrenses", en el fondo estos fueron hechos pollticos que -como veremos luego- tuvieron que ver con el nuevo espacio polltlco abierto a partir del 29 de agosto. 74 Según se dijo, Velasco tenia el plan de nombrar como su sucesor al propio Morales Bermúdez. Verdad o mentira, lo cierto es que la percepción ciudadana (después de la enfermedad del mandatario plurano) apuntataba a ver en Morales Bermúdez al sucesor nato de aquél.
286 _________________________________________ ¿Y qué de la actitud del pueblo?, ¿de los sectores organizados que él tanto se afanó en constituir?, ¿ele sus más cercanos colaboradores y p artidarios? Todos, sin excepción alguna, mostraron la misma conducta: nadie levantó un dedo para defenderlo, sino que aceptaron pasivamente e l golpe75. El militar poderoso, e l "macho" de la revolución, se había quedado solo. ¡Qué amargura y qué desilusión debió haber sentido entonces! Apartado ele la actividad pública, Velasco se recluyó en el ambiente familiar. El 24 ele dicie mbre de 1977, a la edad de 67 años, murió en Lima, víctima del mal que lo aquejaba desde 1973. El hombre que condujo el país durante siete años y sacudió a todo un pueblo con cambios y transformaciones audaces , dejó de exisür sumido en el olvido y sin haber disfrutado de riqueza alguna a su paso por el gobierno. ¿Cuál fue la justificación para destituir a Velasco? En el Manifiesto ele Tacna firmado por Morales Bermúdez, entre otros puntos, se lee: "Nos pronunciamos revolucionariamente para eliminar los personalismos y desviaciones que nuestro proceso viene sufriendo por quienes se equivocaron y no valoraron el exacto sentir revolucionario de todos los peruanos" (citado por Tamariz, 1995). En declaraciones posteriores de l mismo personaje y de otros allegados a su gobierno, se repite el argumento con idéntica intención. En uno u otro caso, el mensaje podría aclararse a través de una triple lectura: a) la idea primigenia ele un gobierno producto ele un consenso institucional (la Fuerza Armada) se había trastrocado por el excesivo p ersonalismo de Velasco; b) que a lo largo del septenato, los fines e ideales de la revolución habían cambiado de dirección, desembocando en un extremismo no deseado ni conveniente para el país; y e) que e l proceso era manejado por perso nas ajenas al verdadero espíritu revolucionario con el que se gestó en el seno de la Fuerza Armada. Bajo esta convicción, e l general Morales Bermúdez inició lo que se dio en llamar la "segunda fase" del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada. A partir ele esa intencionalidad, era muy fácil predecir lo que vendría des-
75 El Apra y el Partido Comunista (moscovita) dividieron su opinión. En setiembre de t 975, producido el relevo de Velasco, la dirigencia aprlsta publicó una declaración política ofreciendo "un apoyo responsable" al proceso revolucionarlo de Morales Bermúdez. Días después, en declaraclones a la revista Oiga, Víctor Raúl Haya de la Torre reiteró el apoyo al proceso, si bien aclarando su discrepancia con algunas medidas (como la propiedad social); asimismo. reiteró el pedido de elecciones libres "como medio eficaz de participación real y efectiva de la ciudadanía" . Por su parte, el Partido Comunista condenó el golpe en reiterados pronunciamientos públicos. En uno de ellos dijo: "El proceso de transformaciones ha experimentado un serio deterioro, advirtiéndose modificaciones agresivas en algunas conquistas fundamentales".
287 pués. En primer lugar, progresivamente se produciría el desmantelamiento de la mayoría de las reformas emprendidas por Velasco, en un intento tardío de recuperar el apoyo político y económico del secto r privado76. El Plan Inca, asimismo, fue reemplazado por el Plan Túpac Amaru, más moderado que aquél 77 . Los viejos eslóganes y lemas como "Ni capitalista ni comunista", "Revolución socialista, libertaria y humanista", "¡Causachum Revolución!", "Campesino, el patrón ya no comerá más de tu pobreza", "Democracia social de participación plena", "Reforma agraria a fondo" y "Hacia la creación del hombre nuevo", entre otros, quedaron sepultados en el olvido (Tamariz, 1995). En segundo término -como lo señala Tamayo- se rompió el monopolio del ejercicio del poder en manos de oficiales generales de la Fuerza Armada, dando paso así a gabinetes integrados por algunos elementos civiles; de igual manera, los militares radicales que rodearon al general Velasco en la preparación del golpe de 1968 o en sus primeros momentos fueron separados, y algu no más tarde deportado, y los asesores civiles izquierdistas reemplazados por tecnócratas independ ientes, algunos traídos del extranjero donde se hallaban laborando en organismos mu ndiales78. Por último, el quehacer político en su conjunto fue reorientado con el fin de hallar una salida democrática; para lograr esto, se diseñó el mencionado Plan Túpac Amaru que proponía, básicamente, tres cosas: la convocatoria a una Asamblea Constituyente que se encargue de elaborar una nueva Constitución, la rectificación de las reformas de la etapa anterior y el planeamiento de la nueva estructura económica del país. En una palabra, la "segunda fase" representó no sólo la e liminación de personas e instituciones vinculadas a la "primera fase" , sino también la ampliación del espacio político y su eficaz aprovechamiento por las fuerzas políticas tradicionales para arrinconar al régimen nacido e l 29 de agosto. Asimismo, la "segunda fase" representó la opción más clara para una política económica tradicional como respuesta a la crisis. En este sentido, no sólo hubo un cambio ele hombres, sino también de tesis e ideas. Por ejemplo, la identificación socialista del gobie rno, sostenida
76
A pesar de las declaraciones oficiales que sei'lalaban q ue la "segunda fase" era la continuación d e la revolución , en la práctica -repetimos-los aspectos fundamentales de la "era" de Velasce fueron m odificados o abandonados.
77 A mediados de 1974 , ya enfermo, el presidente Velasco hizo público e l Plan Inca que -según aseguró- habla sido escrito con anterioridad al golpe d e 1968. 78 Casi al poco tiempo de iniciarse la administración de Morales Bermúdez, prácticamente desaparecieron del escenario castrense los antig uos coroneles llamados "nasserlstas". El único que prosiguió en la carrera militar fue el general Rafael Hoyos Rubio.
288 ---------------------------------------hasta la caída de Velasco, ahora con Morales Bermúdez se consideraba inadecuada; la hegemonía de la propiedad social en el proyecto final ya no se menciona y el armazón ideológico elaborado por el régimen "primerofásico" comenzó a ser incómodo en la "segunda fase" para los objetivos que la política económica se proponía alcanzar (Cotler, 1994). A pesar de todo ello, el período agosto 1975-julio 1980, en el que gobernó Morales Bermúdez, no se caracterizó precisamente por un transcurrir orillado por la paz interna, el bienestar social o el desarrollo económico de la nación. Todo lo contrario: fueron años de gran tensión política y social. Como lo recuerda Fitzgerald (1981), la dictadura militar continuó, ahora agravada y afectada por la crisis económica galopante. La moneda se devaluó nuevamente y el alza del costo de vida se disparó. La inflación llegó al 40% anual. Como consecuencia de ese malestar, el 19 de julio de 1977 la CGTP · organizó una huelga general que fue, a no dudarlo, la más vibrante de aquellos últimos 50 años (fue acatada unánimemente). Hubo choques con la Policía y la represión fue sangrienta, a tal punto que se suspendieron las garantías. En palabras de dicho autor, el gobierno sintió el impacto de la protesta y, quizás consciente del repudio del pueblo, empezó a ver las cosas con otra perspectiva. En efecto, el malestar económico, los toques de queda (entre 11 de la noche y 5 de la madrugada), las deportaciones y, finalmente, las huelgas, lo hicieron cambiar de rumbo. Y en ese compás, a los nueve días de la espectacular huelga de la CGTP, el 28 de julio, el presidente Morales Bermúdez en su discurso por el aniversario patrio anunció que el año siguiente se convocaría a elecciones para instaurar una Asamblea Constituyente encargada de elaborar una Carta Política en reemplazo de la vieja Constitución de 1933. En este sentido, se trazó un cronograma que tenía como meta la entrega del poder a la civilidad en 1980. Históricamente, conviene dividir el proceso de retorno a la democracia en dos etapas: a) el tránsito previo para conformar la mencionada Asamblea y su intenso quehacer para elaborar la flamante Constitución, y b) el desarrollo electoral en sí de 1980, que llevó al triunfo presidencial de_Fernando Belaunde Terry. Veamos, de modo sucinto, cada una de ellas. A partir del anuncio gubernamental expresado en julio de 1977 sobre la inminencia de un proceso de transferencia del poder a la civilidad, de inmediato empezó a aplicarse el cronograma conducente al logro de ese fin. Cuatro meses después se convocó a elecciones para la conformación de la Asamblea Constituyente. Este hecho, por cierto, marcó la reapertura formal y auspiciosa de las actividades políticas en el país. Para entonces, no se pensó en elecciones provinciales ni departamentales, sino sólo en nacionales. La gran novedad de los comicios fue - a juicio de los especialistas- la instauración del
--------------------------------- 289 voto prefere ncial mediante el cual el ciudadano podía optar por el candidato de sus simpatías para un Congreso que tendría cien representantes. Además, la nueva legislación electoral establecía e l voto para los jóvenes de 18 años79_ Lo curioso es que, anunciada la convocatoria, el partido Acción Popular fue el p rimero en inscribirse ante el Jurado Nacio nal de Elecciones, con un total de aproximadamente 250 mil firmas. Sin embargo, señalado e l plazo de inscripción para presentar las candidaturas a la Asamblea no juzgó convenie nte postu lar lista alguna. ¿El motivo? El propio Belaunde (que había retornado al país) se encargó ele explicarlo: la falta de garantías y, sobre todo, la existencia de parámetros establecidos por el gob ierno militar al proyectado Congreso Constituyente. Señaló, ade más, que la Constituyente por sí sola no iba a resolver los graves problemas del país y que lo que se necesitaba era "la inmediata transfere ncia del poder a la civilidad, a través de elecciones generales tanto para presidente ele la República como para los integrantes del Pode r Legislativo e l 28 de julio de 1978 (Rojas, 1983). En las elecciones, salvo la expresada ausencia, participaron la mayoría de los partidos políticos trad icionales, que necesariamente tuvieron que recomponer sus fu erzas, así como algunos movimientos relativamente nuevos, pero con gran ra igambre popular, como el Frente Campesino Estudiantil y Popular (Focep). La jo rnada electoral, después de un lapso de 15 años ele la última elección, se realizó el 18 de junio de 1978, tras una acalorada e intensa campaña, en la que por prime ra vez se hizo un uso equitativo de la te levisión , la radio y los periódicos como medios de prop aganda80 . Durante y después de los comicios fueron deportados algunos conocidos ciudadanos: Leonielas Rodríguez Figueroa, Hugo Blanco Galdós, Ge naro Ledesma Izquieta, Javier Diez Canseco Cisneros, Ricardo Letts Colme nares, Alfonso Baella Tuesta, entre otros. Fue, sin lugar a dudas, un abuso incalificable. ¿Cuáles fueron los resultados de los comicios? Concluidos los recuentos departame ntales y luego del cómputo general, el Jurado Nacional de Elecciones d io a conocer los resultados oficiales, tanto por listas como por votos preferenciales. En total, se contabilizaron 3.511.895 sufragios válidos81 . Des-
79 Com o se sabe, anteriormente ten!an el derecho de sufragar sólo los ciudad anos mayores de 21 ai'\os y, a inicios del perfodo republicano, a partir de los 25. 80 Precisamente, haciendo uso de la televisión , el l!der de la Democracia Cristiana, Héctor Cornejo Chávez, en una polémica exposición de cam pai'\a calificó a la "primera fase" (Veiasco) de "siete ai'\os de revolució n sin crisis" , oponléndoia a la "seg unda fase" (Morales Bermúdez) a la q ue denominó de "crisis sin revolución" . 81 Los votos nulos sumaron 527.814 y los blancos 133.832 (juntos representaron el 15,8% del total de votos).
290---------------------------------------pués de aplicar el sistema ele la cifra repartidora, que fue ele 33.411, el Jurado anunció que el número ele representantes se d istribuía así: Partido Aprista Peruano Partido Popular Cristiano Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular Partido Socialista Revolucionario Partido Comunista Peruano Unidad Democrática Popular Frente Nacional de Trabajadores y Campesinos Partido Demócrata Cristiano Partido Unión Nacional Movimiento Democrático Peruano Total
37 25 12 6 6 4 4 2 2 2 100
Entre los cien constituyentes figuraban dos mujeres: Gabriela Porto de Power (PPC) y Magda Benavicles Morales (Focep). Las tres agru paciones políticas con mayor número de votos fueron: Apra PPC Focep
1.241.174 votos 835.294 votos 433.413 votos
Los tres candidatos más votados fueron : Víctor Raúl Haya de la Torre (Apra) Luis Bedoya Reyes (PPC) Hugo Blanco Galdós (FOCEP)
1.038.516 votos 644.361 votos 286.285 votos
Las izquierdas (Focep, UDP, PCP y PSR) alcanzaron un caudal de votos nada despreciable: 24%. De esas agrupaciones, el Focep fue el más votado: tuvo 12 representantes82 . La Asamblea se instaló el 28 de julio de 1978. En función del volumen de votos obtenidos, Haya ele la Torre fue elegido presidente; tenía e ntonces poco más de 83 años ele edad. Así - dice un analista contemporáneo- en su largo peregrinar en el campo de la política (donde conoció todos los sinsabores, desde la prisión hasta el veto militar y la privación ele la nacionalidad), por fin el viejo líder aprista accedía, con toda justicia, a un cargo oficial prominente. Y lo hacía
82 Para algunos partidos politicos, estas elecciones. por los magros resultados alcanzados, constituyeron su partida de defunción (Movimiento Democrático Peruano y Unión Nacional Odri!sta, entre otros).
-----------------------------------291 en una etapa histórica en la que había de superar con éxito el trance que mediaba hacia el retorno de la democracia, lo que requería de una buena dosis de habilidad y "muñeca" política . Evidentemente, en esas circunstancias, no era fácil dirigir una Asamblea Constituyente teniendo al frente un gobierno de facto. Sin embargo, con su reconocido talento, desempeñó de forma impecable su función . Hizo respetar el fuero parlamentario y concilió con gran clase los antagonismos que a menudo se pusieron de manifiesto en los, a veces, largos y candentes debates (Tamariz, 1995). Como ya se dijo, el encargo exclusivo de los constituyentes era elaborar la Carta Magna. Su redacción, que demoró ca·si un año, estuvo a cargo de la Comisión Principal del Congreso presidida por el también veterano dirigente aprista Luis A. Sánchez. El trabajo se hizo sin mayores contrariedades, aunque . sin el beneplácito del gobierno militar que pugnaba por introducir algunas leyes que le interesaban. La Constitución fue aprobada el 12 de julio ele 1979, y hasta el lecho ele moribundo de Haya de la Torre se le llevó para la autógrafa de ley, que suscribió en medio de un consternado silencio (Rojas, 1983). La Carta, si bien no es perfecta, es una ele las más avanzadas en materia de legislación del continente. ¿Cuáles son sus principales novedades? Entre otras, las siguientes: a) la abolición de la pena de muerte, salvo en caso de traición a la patria; b) la estabilidad laboral extendida; e) la creación del Tribunal ele Garantías Constitucionales; el) la extensión del voto para los analfabetos, medida que aumentó el número de votantes en aproximadamente dos millones; y e) la fijación de la mitad de los votos válidos (50%) para que un candidato pudiese ser cleclaraclo presidente electo (con esto se rompió todo precedente ya que antes sólo se exigía el 33% ele los votos válidos); en caso ele no lograr la mayoría absoluta, se convocaría a una segunda vuelta electoral83. Esta norma -según lo explicado- no sería válida para las elecciones inmediatas ele 1980, sino para las siguientes (Parocli, 2001). Cumplido con el objetivo ele elaborar la Carta Magna, el paso siguiente del cronograma político del gobierno militar para devolver el p oder a la civilidad, era convocar a elecciones para elegir presidente y Parlamento. En efecto, la fecha señalada por el Ju rado Nacional ele Elecciones fue el domingo 18 ele mayo de 1980. A estas alturas -como lo observa César Arias (1998)-, ciertamente la nueva política era muy distinta ele aquella e n que se realizó la últi-
83 El sistema de dos v ueltas o segunda vuelta fue planteado en la Asamblea Constituyente por el Partido Popular Cristiano, con el argumento de que con su instauració n el pals tendría siempre un presidente elegido por mayoría, y de esta forma se fortalecerían las instituciones y la democracia. La p ropuesta tuvo m uchos oponentes, pero el Apra y el PPC se unieron para sacarla adelante (Tamariz, 1995).
292---------------------------------------ma elección (1969); no en vano habían transcurrido 17 la rgos años. Pero ¿qué hacía diferente a la elección de 1980 de la anterior? En primer término, lo que quedaba de la derecha tradicional prácticamente había desaparecido como parte ele la violenta transformación sociopolítica de los años setenta84 . En segundo lugar, la izquierda, como un disímil conjunto de fuerzas con diferencias ideológicas, estratégicas y tácticas, aparecía como la novedad más importante ele la vida político-partidaria ele e ntonces8 5. En tercer término, el número desmesurado ele candidaturas (15 en total) que no sólo perturbaba el catarro político, sino que dispersaba el voto; esta proliferación ele candidatos marcaría la tónica ele los sucesivos procesos electorales. En cuarto lugar, contrariamente a lo que ocurriría después, ninguno de los candidatos era independiente; todos pertenecían o representaban a un partido político. Por último, un altísimo porcentaje de los electores (63%) concurría a las urnas por primera vez (población electoralmente joven); por lo tanto , no había vivido los problemas del primer gobierno ele Acción Popular ni mucho menos los avatares del régimen militar en sus dos fases. ¿Cuáles eran las candidaturas con mayor opción al triunfo? Prácticamente sólo dos del total de las quince: la ele Acción Popular, que llevaba como candidato a Fernando Belaunde Terry, el ex presidente desalojado abruptamente de Palacio el año 1968, y la del Apra, que logró consolidar la candidatura de Armando Villanueva del Campo, tras la enconada oposición de un sector que apoyaba a Andrés Townsencl Ezcurra. Los resultados oficiales confirmaron los vaticinios ele las encuestadoras: Fernando Belaunde Terry (AP) Armando Villanueva del Campo (Apra)
1.870.864 votos 1.129.991 votos
Como se observa, Belauncle obtuvo un triunfo bastante holgado: alcanzó el 45,4% del total de los votos válidos, e n tanto que Villanueva sumó el 27,4%. Fue la última elección en la que se podía acceder a la presidencia de la República con el 33% ele los votos; limitación que por cie rto no afectó al candidato triunfante. De esta manera, Fernando Belaunde Terry llegaba al gobierno por segunda vez a la avanzada edad ele 68 años.
84 No debe olvidarse que el gobierno militar de Velasco cambió las cosas al izquierdizar el eje de la política nacional. 85 En la izquierda existían dos grandes tendencias: un sector m inoritario que podía ser calificado de "moderado", formado por quienes, de una u otra manera, hablan estado cerca del velasquismo). y el otro sector denom inado los "ultras", compuesto por aquellos grupos marxistasleninistas en su organización e ideología que se hablan opuesto a Velasco.
--------------------------------- 293 7.
LA DEMOCRACIA FRUSTRADA (1980-2000)
Históricamente, con este período de 20 años (1980-2000) se cerró un largo ciclo del proceso político peruano caracterizado por ciertos cambios que, solapada o visiblemente, fueron moldeando opciones políticas disímiles y en función de los desafíos de un nuevo orden de cosas. A partir de los años setenta, sobre todo, puede decirse que el rumbo político nacional viró de manera sustancial respecto del pasado inmediato; emergieron vigorosas e inéditas fuerzas sociales, no necesariamente "politizadas", en búsqueda de un horizonte político con el cual identificarse. Se ha hablado, incluso, de una "revolución silenciosa" para subrayar este comportamiento colectivo "desde abajo", frecuentemente escindido de la llamada "sociedad fom1al". Frente a este singular panorama, la pregunta clave es ¿cuál fue la respuesta de los partidos políticos? Es evidente que muchas veces ellos no respondieron plenamente a las expectativas de las mayorías nacionales en tomo a la apertura política (democratización) ni a sus legítimas aspiraciones para integrarse al "corpus político" del país. Las dos décadas comprendidas de 1980 al 2000, representan, precisamente, un momento de debilitamiento partidario en perjuicio de dichos sectores. La reacción natural de éstos fue la frustración, el desencanto y, en determinados instantes, el rechazo violento. El advenimiento del siglo XXI, infortunadamente, nos encontró sumidos en esta experiencia histórica. Entre 1980 y el 2000, tres gobernantes dirigieron los destinos de la nación; los dos primeros (Fernando Belaunde y Alan García) lo hicieron bajo los términos del mandato constitucional (cinco años cada uno). El tercero (Alberto Fujimori) lo hizo en función de una elección (primer gobierno) y de una reelección (segundo gobierno), y de un intento de tercer gobierno vía una segunda reelección. El común denominador es que, en ese lapso, los tres culminaron su mandato presidencial sin interrupción militar alguna, pero con la percepción ciudadana de una democracia frustrada (incluyendo partidos, gobernantes e instituciones públicas jerarquizadas). A continuación, bosquejamos una síntesis del quehacer de dichos gobernantes pu ntualizando sus principales rasgos. 7.1
Gobierno de Fernando Belaunde Terry (1980-1985)
La asunción al poder del flamante mandatario de las filas de Acción Popular se realizó el domingo 28 de julio del mencionado 198086. Correspon-
86 Con este acto el general Francisco Morales Bermúdez. honró .su palabra de restaurar un régl-. men civil elegido por el pueblo.
294 ---------------------------------------dió al doctor Osear Trelles, presidente del Senado, ceñir la banda presidencial a Be launde . Entre los invitados extranjeros destacó la p resencia de Rosalynn Carter (esposa del presidente norteamericano Jimmy Carter) y entre los nacionales la del ex presidente José Luis Bustamante y Rivera (senador vitalicio de acuerdo con la nueva Constitución). Ese mismo día, memorable por muchos motivos, Belaunde promulgó la Constitución de 1979, declaró la amnistía política general y dispuso la devolución de los diarios incautados a sus legítimos propietarios; dio así punto final al experimento velasquista de la reforma de la prensa. En pocas palabras, a partir de entonces y hasta la culminación del régimen, las libertades democráticas se restablecieron p lenamente (Tamayo, 1995; Tamariz, 1995). ¿Cuáles fueron los principales sucesos que ocurrieron durante estos cinco años de primavera democrática? Con el riesgo de simplificar demasiado nuestro análisis, consideramos como puntos relevantes los siguiente acontecimientos:
7.1.1 El cisma interno en Acción Popular y en el Apra Sobre lo primero, sin duda alguna Acción Popular copó completamente la escena política en 1980 con su esperado y abrumador triunfo; sin embargo, al interior de sus filas pronto se agudizó una sorda pugna entre dos corrientes: el "alvismo", liderado por el cajamarquino Javier Alva Orlandini, hábil parlamentario y hombre sumamente realista que manejaba el aparato partidario. Alva objetó los excesos de liberalismo económico porque se interesaba en reforzar una base de apoyo social en el clásico estilo populista. La segunda facción era la de los "tecnócratas", liderados por el limeño Manuel Ulloa Elías, primer ministro y titular del Ministerio de Economía y Finanzas; éstos conformaban un equipo de personas de elevado y sofisticado nivel profesional, ligados a las transnacionales o a los organismos financieros multilaterales: ellos aplicaron el modelo económico de estos años y su óptica estaba mucho más allá de las rencillas intrapartidarias (Arias, 1998). Bajo una interpretación de conjunto, juzgamos que la escisión de Acción Popular se trató de un desencuentro en la manera de concebir la conducción económica, antes que de una ruptura ideológica propiamente dicha8 7.
87 Recordemos que durante el primer g obierno de Belaunde ( 1963- 1968) también se produjo un cisma en las filas de Acción Popular: el prestigioso y conocido lider Edgardo Seoane Corrales (cabeza de los llamados "t errnocéfalos" por sus posiciones radicales), se enfrentó a los denominados "carlistas" liderados por el propio Belaunde. Al final, al interior del partido apareció la rama seoanista de corta existencia.
-----------------------------------295 En cuanto al Apra -como ya se dijo- a la muerte de su fundador, en agosto de 1979, afloró rápidamente una pugna, esta sí de carácter doctrinario e ideológico, que terminaría en una inevitable ruptura histórica. ¿Los rivales? Armando Villanueva del Campo y Andrés Townsend Ezcurra. Para los partidarios del primero, entre los que se hallaba AJan García, electo diputado, había que impedir a todo trance que el partido cayese en la derecha; en cambio para los seguidores del segundo, el Apra no debía convertirse en una caja de resonancia de la izquierda. El asunto, ciertamente, llegó a su punto crítico al producirse la derrota electoral de Villanueva en mayo de 1980. De inmediato, el liderazgo del vencido fue cuestionado por Townsend quien, acompañado por líderes históricos como Ramiro Prialé y Luis Alberto Sánchez, no sólo reprochó la línea política asumida, sino también la conducción misma del partido. A las pocas semanas, Prialé y Sánchez, se dice que a instancias de AJan García, retornaron al redil partidario y el "andresismo" se convirtió en una organización paralela y rupturista denominada Movimiento de Bases Hayistas en 1981. La nueva dirección del Apra quedó en manos del veterano líder iqueño Fernando León de Vivero, que pudo contar con el apoyo y la lealtad de la gran mayoría de las bases apristas en el nivel nacional. Por su edad (75 años), León de Vivero sabía que era un "líder de transición"; en esas circunstancias, el Apra urgía de un liderazgo proveniente de las generaciones jóvenes. En octubre de 1982 se efectuó el XIV Congreso Nacional Aprista que, históricamente, sería recordado por haber sido el evento partidario en el cual un joven de apenas 33 años, Alan García Pérez, ocupó la Secretaría General del Apra por votación mayoritaria de los delegados asistentes88 . Joven, carismático, buen orador, cercano a Haya, telegénico y con innata capacidad para llegar (y convencer) a grandes multitudes, García -anota el mencionado Arias- apareció ante muchos dirigentes del Apra casi como un obsequio de la Providencia. Su elección como secretario nacional ciertamente revitalizó al Apra, que le dio el indiscutible liderazgo al frente de la oposición. Aparte de ello, García buscó el apoyo de técnicos independientes para que dieran sustento a un futuro y eventual gobierno aprista; de este modo, en la Comisión Nacional del Plan de Gobierno (Conaplán) se convocó a técnicos e intelectuales de diversas orientaciones para que dieran sus aportes y contribuyeran a la gestación de una alternativa al liberalismo. De esta manera, a fines de 1984, cuando la situación económica se deterioraba y los signos de desgobierno de Belaunde eran más claros, el Apra se había fortalecido internamente. A partir de allí, sin embargo, tenía que superar
88 Garda Pérez derrotó a su único contender, el senador ayacuchano Carlos Enrique Melgar.
296-------------------------------------un desafío: la existencia de una corriente antiaprista que tradicionalmente rechazaba al Apra como secuela de los sangrientos y lejanos incidentes de la década de 1930. El desafío era difícil, sin duda alguna. No obstante, Alan García logró superar aquella barrera de rechazo y oposición masiva; lo consiguió mediante una estupenda campaña sicosocial en la que dejó de lado varios de los símbolos apristas (antipáticos para muchos peruanos) para presentarse ante el país con un lenguaje y una simbología accesibles al grueso de la ciudadanía y, sobre todo, con un mensaje de apertura y confrate rnidad. Estos fue ron algunos de los factores que permitieron al partido aprista, liderado por García, lograr el apoyo de sectores independientes que anteriormente lo habían rechazado (Arias, 1998).
7.1.2 La aparición del movimiento fundamenta/isla Sendero Luminoso Gestado y formado durante el interregno militar (1968-1980), este grupo armado llamado Partido Comunista del Perú "Sendero Luminoso", tuvo su primera irrupción violenta un día antes de las elecciones del 18 de mayo de 1980: incendió el local municipal, las ánforas y las cédulas electorales e n el desconocido poblado de Chuschi, situado en el hasta entonces apacible departamento de Ayacucho. Esta primera arremetida decididamente influyó para que el 15o/o de los votos fueran en blanco y el ausentismo se hiciera notorio en aquel alejado poblado, que de la noche a la mañana saltó a las páginas de los principales diarios capitalinos. El gobierno de Belaunde, inicialmente incrédulo, reaccionó no con la energía deseada ni con la prontitud que la gravedad del caso exigía. El entonces ministro del Interior, José María de la Jara y Ureta, calificó el hecho de "un terrorismo incipiente y circunscrito a actos de sabotaje" (El Comercio, 20 de mayo de 1980). Nadie imaginaba, entonces, que era el comienzo de una pesadilla que se prolongaría por casi década y media. ¿Cuál fue el accionar de Sendero Luminoso? Su obtuso sectarismo, su incapacidad para e ntender los modernos matices ideopolíticos, su maniqueísmo brutal lo llevaron a plantear una opción muy simple al resto de la izquierda: o asu mían todas las tesis senderistas y se plegaban a su movimiento o serían e nemigos de la causa. De este modo -observa Carlos Tapia, reconocido senderólogo-, aquellos que ingenuamente hablaban de "compañeros equivocados" fueron comprendiendo que podían ser víctimas del senderismo. No pasó mucho tiempo antes de que los subversivos asesinaran a dirigentes populares de tendencia izquierdista. ¿Y cuál fue su radio de acción? De una presencia inicial e n sectores rurales del indicado departamento de Ayacucho, pronto la virulencia senderista se extendió a casi todo el país; pero, sin duda, el salto espectacular fue su aparición en la propia capital limeña, donde man-
297 tuvo en jaque a gobernantes y gobernados. En este sentido, su crecimiento y expansión fueron monstruosos y compulsivos. Por muchos años, largos y tenebrosos, la horda dirigida por el funesto Abimael Guzmán se convertió en el más grande y terrible flagelo de la nación. ¿Sus métodos? Como todo movimiento fundamentalista y mesiánico recurrió a lo más cruel e inmisericorde; su insania lo llevó permanentemente a ejecutar apagones, atentados y críme" nes a la sombra de la noche o a la luz del pleno día. ¿El costo de su demencia? Un saldo espeluznante de más de 69 mil víctimas inocentes y de cerca de 25 mil millones de dólares en destrucción material. El 12 de noviembre de 1992, tras varios años de persecución policial, el "Presidente Gonzalo", como llamaban sus huestes a Abimael Guzmán, fue capturado pacíficamente en una residencia de Lima y condenado luego a cadena perpetua.
7.1.3 La convocatoria a elecciones municipales Respetuoso de la Constitución y de la ley, como pocos presidentes en la historia del Perú del siglo XX, Fernando Belaunde al iniciar su mandato dispuso inmediatamente la convocatoria a elecciones municipales, que dura_nte 12 años habían permanecido -de acuerdo con la frase de Tamariz- en el "congelador" del régimen militar. Con este acto, el arquitecto demócrata devolvía a los vecinos el irrenunciable derecho de elegir a sus autoridades comunales. En efecto, los comicios se efectuaron en el mes de noviembre del mismo año de 1980. Eduardo Orrego Villacorta, uno de los más lúcidos y carismáticos dirigentes de Acción Popular, renunció al Ministerio de Vivienda y Construcción para presentarse como candidato a la alcaldía de Lima, alzándose con el triunfo y dejando rezagados a Alfonso Barrantes (IU), Ricardo Amiel (PPC) y Justo Debarbieri (Apra). El segundo proceso electoral de índole municipal (siempre bajo el gobierno de Belaunde) tuvo lugar tres años después, es decir, en noviembre de 1983. A estas alturas, Lima presentaba no sólo un rostro humano diferente sino también un perfil urbano totalmente distinto al de décadas anteriores. Su población se aproximaba a los seis millones de habitantes, hallándose distribuida del siguiente modo: 80% en los asentamientos populares urbano-marginales (barriadas, urbanizaciones populares, tugurios, callejones, etc.), concentrando a los sectores económicamente deprimidos; y 20% en los barrios residenciales, correspondientes a los sectores medios y opulentos. El número de barriadas pasaba del medio millar, albergando al 36,4% de la población total del país. Por último, casi el 40% de los pobladores en general eran migrantes y un 54% provenía de la sierra (Anchash, Ayacucho, Junín). El comercio ambulatorio era un hecho real e incontenible y la falta de empleo lanzó a la
298 ---------------------------------------calle a miles de sus pobladores (especialmente de procedencia andina). Geográficamente, la expansión de Lima Metropolitana fue monstruosa, en perjuicio evidente de las cada vez más escasas tierras de cultivo. Las esteras y el asfalto desplazaron, definitivamente, a los rústicos sembríos de panllevar de los alrededores de la antigua ciudad. En ese contexto de casi "desborde popular", en frase de José Matos Mar, tuvo lugar la indicada elección municipal de noviembre de 1983. El triunfo esta vez correspondió al abogado cajamarquino Alfonso Barrantes Lingán, quien en representación de Izquierda Unida (IU) alcanzó el 36o/o de los votos. En segundo lugar quedó el candidato aprista, en tercero el de PPC, y en "la cola" el candidato de Acción Popular (Tamariz, 1995). ¿Qué había pasado? El desencanto de esa masa popular desempleada, la frustración de la clase media por sus sueldos deprimidos y la angustia de los sectores poderosos por diferentes medidas económicas obviamente se juntaron para producir e l "terremoto electoral", frase que corresponde a José Tamayo (1995). En todo caso, la realidad era muy clara: por primera vez en la historia de Lima asumió la alcaldía un hombre salido de las canteras del marxismo. 7.1. 4 La agudización de la crisis económica
Indiscutiblemente, cuando Manuel Ulloa Elías asumió la jefatura del Gabinete y la difícil cartera de Economía en julio de 1980, el Perú era un país . distinto que había cambiado de manera sustancial con las reformas emprendidas por el gobierno militar de Velasco Alvarado. Para bien o para mal, el país era otro. No existían latifundios, se había peruanizado parte de la banca y producido importantes reformas en los sectores minero y pesquero, la International Petroleum Company (IPC) había sido expulsada del país y hasta el ejército dependía ahora tecnológicamente de la Unión Soviética89. Frente a este panorama, el mencionado ministro, con un prestigioso equipo de tecnócratas diseñó un ambicioso programa de acción destinado a reactivar la economía y enmendar rumbos. ¿Cuáles fueron sus principales puntos? Entre otros: controlar la inflación, reducir el ritmo de las minidevaluaciones, disminuir el déficit fiscal, racionalizar el calendario de pagos de la deuda externa, fijar precios reales para la producción local (el famoso "desembalse"), mermar sustancialmente la protección arancelaria a la industria nacional y dina-
89 En el terreno espedfico de la economia, el segundo gobierno del presidente Belaunde se Inició con una herencia muy pesada: una Inflación anual que no bajaba del 60"h, un voluminoso aparato estatal q ue constituia una cuantiosa carga para la economia y un servicio de la deuda externa que alcanzaba al 30% de nuestras exportaciones.
--------------------------------- 299 mizar el aparato productivo (Ponce, 1998a). ¿Los resultados? Inicialmente (los 30 primeros meses) fueron exitosos. Las exportaciones, si bien decrecieron ligeramente, se mantuvieron por encima de los 4 mil millones de dólares. El ahorro nacional casi se triplicó con relación a 1979. La inversión llegó a niveles récord en dicha centuria: 4.404 millones de dólares e n 1981 y 4.590 en 1982, lo que representó el 21,9% y el 20,5% del Producto Bruto Interno (PBI), respectivamente. En resumen - según dicho autor- la política económica logró controlar la inflación y elevar el PBI a 20.370 millones de dólares en 1982; el nivel más alto alcanzado por nuestro país hasta ese momento. Sin embargo, al llegar 1982 las cosas comenzaron a complicarse para el gobierno. Pronto todas las limitaciones del modelo liberal-conservador saltaron a la vista sin la conmiseración del Fondo Monetario Internacional (FMI). Los sectores más afectados fueron los industriales, los trabajadores y los consumidores. Las exportaciones continuaron descendiendo; el déficit fiscal alcanzó su máximo nivel e n 1983, con el 13,4% del PBI; el ahorro se redujo drásticamente en 1985; la deuda externa llegó a 13.753 millones de dólares ese mismo año, es decir, un incremento del 43,8% con respecto a 1980; la inflación alcanzó los niveles hasta entonces más elevados del siglo (escaló del 70% al 125% anual); los índices de devaluación monetaria evolucionaron en linea ascendente, se produjo una incesante depreciación del sol. En pocas palabras, hacia 1985 el PBI cayó en un dramático 28,8% con relación a 1982, mientras que el PBI per cápita lo hizo en 13% (Vásquez, 2000). Los desastres naturales de 1983 -como veremos de inmediato- se sumaron a los desequilibrios acumulados para generar una inflación anual de tres dígitos. Colateralmente, aumentó también el desempleo, la recesión y el desaliento económico. Al final, la crisis social se sumó a todo ese malestar y generó un clima de total zozobra e incertidumbre (huelgas, paros, protestas, alzamientos, etc.). El desgobierno se hizo ento nces evidente. Así, por enésima vez, el Perú veía frustrado (y comprometido) su futuro político y económico (Ortiz de Zevallos, 1994).
7.1.5 La ocurrencia de/fenómeno oceánico-atmosférico de El Niño en 1983 En medio de la crisis económica descrita, a fines de 1982 y en el primer semestre de 1983, tuvo lugar el fenómeno recurrente de El Niño, pero esta vez con características tan graves que muchos expertos lo calificaron entonces como El Niño del siglo :xx9°. Su ocurrencia provocó descomunales inun-
90 El Niño es un patrón o fenómeno oceánico y climático que ocurre casi peri6dic.amente (en ciclos de dos a ocho años) en zonas tropicales del Padfico, y que afecta seriamente a pafses de América, A ustralia, Asia y África. Su presencia cambia incluso el clima mundial. En Sudamé-
300-------------------------------------daciones en el norte del país y, contrariamente, una severa sequía en el sur9 1 . Los daños materiales fueron cuantiosos. Según el Banco Central de Reserva, éstos superaron los mil millones de dólares, lo cual representó alrededor del 7% del Producto Bruto Interno. Esto, por cierto, mermó severamente el crecimiento económico y afectó las industrias textil, pesquera y agraria. Los precios de los principales productos aumentaron en 99%, con las consecuencias del caso. De acuerdo con el INEI, el PBI cayó en 12,6%92. Las viviendas, los edificios públicos (hospitales, colegios, municipios e iglesias), los cementerios, los campos de cultivo (algodón, arroz y azúcar), las obras de irrigación, las líneas telegráficas, la infraestructura portuaria y vial (carreteras, caminos y puentes) prácticamente colapsaron. ¿Cuál fue el sector más afectado? Se calcula que el 77% de las pérdidas totales se registraron en el sector agrícola, las zonas más afectadas fu eron los departamentos de Piura, Tumbes, Lambayeque y La Libertad. La producción agrícola cayó en 38%, principalmente por los destrozos ocasionados en su infraestructura. En tal sentido, casi el 100% de este sector sufrió pérdidas calculadas en 750 millones de dólares, incluyendo los daños en infraestructura de irrigación. El 51% de las pérdidas en la agricultura se debió a malas cosechas y el 49% por la desaparición de la superficie de tierras cultivables (se perdieron 192.825 hectáreas y 442 .623 quedaron afectadas); esto, por cierto, redujo el empleo eventual. Finalmente, en ese año (1983) las exportaciones de productos agrícolas bajaron alrededor de 10%. El cuadro siguiente refleja, parcialmente, el panorama descrito:
rica, el agua caliente (a manera de una gigantesca piscina) se intensifica frente a las costas de Perú y Ecuador en Navidad. por eso se le llama El Nii'lo, nombre que se emplea para llamar a jesús recién nacido. 91 Sobre las lluvias, el Ministerio de Agricultura Informó que en Tumbes las precipitaciones pluviales fueron 20 veces mayores que lo normal. E.n Talara, Piura y Chlclayo fueron 41 , 33 y 7 veces más, respectivamente. Sólo en Piura, los aguaceros (en pleno verano de 1983) superaron los 2.500 milimetros por metro cuadrado. lloviendo todos los dfas de 5 de la tarde a 6 de la mai'lana. 92 E.n el nivel mundial, E.l Nii'lo de 1983 produjo sequías y tormentas que causaron alrededor de 1.500 muertes y pérdidas por 8 mil millones de dólares en Asia, América, Africa y Australia. Por ello, el ai'lo siguiente, el presidente de la Academia de Ciencias de los E.stados Unidos, Frank Press, presentó una iniciativa ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para crear el Día Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales. E.l acuerdo fue tomado entre 1987 y 1989. La década de 1990 a 2000 fue designada como el " Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales".
---------------------------------301 Pérdidas por El Niño de 1983 (US$ millones) Zonas afectadas
Norte Andes centrales Sur Todo el Perú
Cultivos
267,33 154,14 212,46 633,93
Ganado
Sistemas de irrigación
Total
No hay datos No hay datos 63,47 63,47
46,79 5,59 No hay datos No hay datos
314,12 159,73 275,93 749,88
Fuente: Ministerio de Agricultura, 1983.
En el aspecto vital, miles fueron los damnificados por el desastre natural (tanto en el norte como en el sur). El número de fallecidos se aproximó al millar (sólo en Piura hubo 512 muertos y 214 desaparecidos) y el número de e nfermos sobrepasó el millar (víctimas de epidemias). Sobre todo fue considerable la mortalidad infantil. El número aproximado de damnificados fue de 8.500. A esto debe agregarse el hambre por la escasez de alimentos y el aislamiento en que quedaron muchas localidades. El vandalismo de inescrupulosos (saqueos) y el aprovechamiento de desvergonzados comerciantes (que lucraban con los precios) fueron también, info rtunadamente, parte del drama colectivo que entonces se vivía. Otra desgracia se vivió también en el medio marino: las aguas calientes obligaron a emigrar a la anchoveta; su ausencia produjo la muerte de miles de aves guaneras. Éstos fueron, pues, los principales acontecimientos que se registraron durante el segundo (y último) mandato del arquitecto Fernando Belaunde Terry, fallecido en junio de 2002, próximo a cumplir los 90 años de edad. Adicionalmente, es pertinente mencionar algunos otros sucesos que se dieron en aquel quinquenio y que, de una u otra forma, marcaron el ritmo del quehacer nacional. En el te rreno político, no puede negarse que los partidos, sin excepción alguna, incluyendo a la izquierda radical e intransigente, se desenvolvieron sin mayores problemas ni cortapisas; lo mismo puede decirse de los medios de información (algunos de ellos llegaron a veces irresponsablemente al libertinaje). ¿Le faltó la energía suficiente a Belaunde para encarar estas intemperancias? En el sector económico, al final del p eríodo, la crisis se tornó generalizada e insoportable; fue una etapa en la cual -como señalan diversos analis-
302 ______________________________________ tas- no se optó ni por una política orientada por la planificación ni por un liberalismo a ultranza que implicara, por ejemplo, privatizaciones masivas93. En el campo social, el deterioro de la sociedad caminó de la mano con la crisis económica, se mostraron severos cuadros de miseria, desocupación, hambre y elevados índices de mortalidad infantil. La calidad de vida disminuyó ostensiblemente. En el ámbito laboral y sindical, se produjo un fortalecimiento de los trabajadores en sus reiteradas exigencias salariales y reivindicaciones laborales; el mecanismo de la huelga fue el recurso más empleado. En este sentido, la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) marcó la pauta del movimiento. Huérfano de apoyo gremial, el partido gobernante no pudo capear el vendaval. En el frente interno, e l flagelo de la demencial o la terrorista, que parecía nunca acabar, creó una verdadera psicosis masiva que modificó, incluso, nuestro modo de ser como colectividad. En el terreno internacional, el conflicto fronterizo con nuestro vecino del norte (enero de 1981) distrajo cuantiosos recursos económicos, esfuerzos y energías y, sobre todo, provocó innecesarias muertes de jóvenes y valiosas vidas. Finalmente, en el aspecto geográfico, el megafenómeno marino de El Niño, con su altísimo grado de destrucción material, significó un innegable retroceso para nuestro castigado país. De este modo, el desdichado mandatario, no obstante sus grandes dotes de estadista, su entrañable amor al Perú y su incomparable signo de demócrata a carta cabal, como ya se dijo, se vio acorralado simultánea e inevitablemente por varios frentes. De todo ello se aprovecharon los partidos políticos, especialmente el Apra, para crearle dificultades al gobierno con el fin de desprestigiarlo y abrir nuevas expectativas ciudadanas de cara a las próximas elecciones presidenciales. Alan García, desde el Parlamento (convertido en uno de sus más fogosos líderes), y la prensa opositora fustigaban a diario al alicaído régimen que, apenas cinco años atrás, había sido de lejos la primera fuerza política nacional. De esta manera, cuando el país se aproximaba a las elecciones de 1985 , el Apra estaba renovado con un liderazgo carismático y con la ausencia de algunos antiguos dirigentes; a partir de esta realidad el Apra se convertía en la más seria opción electoral. Por otro lado, la nueva fuerza política, Izquier-
93 Como observa César Arias ( 1998), el problema para no tomar esta dedsión no fue económico ni técnico, sino politice: no existfa aún el consenso liberal que comenzó a prindpios de los noventa.
--------------------------------- 303 da Unida (IU), tenía el liderazgo moderado de Alfonso Barrantes (eficaz alcalde de Lima en ese momento), que avanzaba para conve rtirse en la segunda fuerza política y en una futura alternativa electoral (Arias, 1998). Las elecciones se efectuaron el 14 de abril de aquel año. La campaña fue intensa, pero a diferencia de otras se desarrolló civilizadamente, no hubo mayores incidentes y los candidatos grandes y chicos - apunta Tamariz- se movilizaron libremente por todo lo largo y ancho del territorio94. La confrontación electoral reunió a nueve candidatos presidenciales. Pero tres - según los sondeos- eran los aspirantes con mayores posibilidades de triunfo: Alan García Pérez (Apra), Alfo nso Barrantes Lingán (IU) y Luis Bedoya Reyes (Convergencia Democrática, conformada por el PPC y las Bases Hayistas de Andrés Townsend Ezcurra). Otros candidatos eran Javier Alva Orlandini (AP) y el ex presidente Francisco Morales Bermúdez Cerrutti (Frente Democrático de Unidad Nacional). En las encuestas, el Apra figuraba primero. AJan García -recuerda Tamariz- se mostraba tan seguro de su triunfo que, días antes de las elecciones, declaró: "Si llegara segundo el 14 de abril, no participaré en la segunda vuelta, para dar así una lección de moral política tan necesaria en estos días" (citado por Tamariz, 1995). Estaba convencido de llegar primero, pero también de pasar a la segunda vuelta. Las cifras oficiales no sorprendieron a nadie. Eran, como nunca, previsibles. Según el j urado Nacional de Elecciones, los tres más votados fueron: Alan García Pérez (Apra) Alfonso Barrantes Lingán (IU) Luis Bedoya Reyes (CODE)
3.457.030 votos 1.606.914 votos 773.705 votos
El triunfo del candidato aprista fue rotundo e inobjetable. Obtuvo más del doble de votos que Barrantes, su más cercano contendor. García se convirtió así en el primer aprista que llegó al poder y, de paso, el mandatario electo más joven del mundo. Acababa de cumplir 36 años, la edad que tenía Haya de la Torre cuando compitió con Sánchez Cerro en 1931. Ante su resonante triunfo , Barrantes acudió a felicitarlo la misma noche y, poco después, en un arranque que los franceses llamarían beau geste, anunció que no participaría en la segunda vuelta, para ahorrar al país muchos gastos y trajines
94 Al culminar enero se abrió un paréntesis en la campana electoral: visitó Perú el papa Juan Pablo 11. Su presenda en Lima y en el Interior del pafs (lnduyendo Ayacucho), en horas tan difl:dles por el terrorismo, fortaledó espiritualmente a millones de peruanos. Por primera vez en la historia un Papa visitaba el pals.
304 ------------------------------------(Tamariz, 1995; Arias, 1998)95. ¿A qué se debió el triunfo de Alan García? Básicamente a los tres siguientes hechos: a) el desencanto de la población por la política económica y antisubversiva del régimen belaundista; b) la estrategia del Apra de amoldar su mensaje a las nuevas circunstancias; y e) la imagen de García, cuya juventud y energía contrastaba con el estilo parsimonioso y paternalista de su predecesor. Desde una visión macro, puede afirmarse que los resultados de las elecciones de 1985 marcaron un cambio en la correlación de fuerzas políticas: el Apra dejó su tradicional tercio para superar el 40o/o; la Izquierda Unida pasó a convertirse en la segunda fuerza electoral. Los partidos de centro-derecha y derecha se redujeron a poco menos del 20o/o del electorado. Parecía ser que las grandes mayorías habían depositado su confianza en fuerzas izquierdistas o centro-izquierdistas. Con la autoridad moral socavada por su mala actuación económica y su fracaso en solucionar con éxito el desafío terrorista, el partido de Belaunde sufrió una derrota humillante: su candidato, Alva Orlandini, obtuvo un escuálido 7,35% de los sufragios96. Sin embargo, el dilema central era saber si los sectores "victoriosos" serían capaces de iniciar un proceso de crecimiento económico, alentar las exportaciones, reactivar la agricultura, mejorar la distribución de la riqueza y, como preludio indispensable, empezar el complicado proceso de derrotar la subversión (Crabtree y Thomas, 1999).
7.2
Gobierno de Alan García Pérez (1985-1990)
A mediados de 1985 el Perú no sólo tenía uno de los índices más altos de pobreza en América Latina (exacerbado por la inflación acumulada), sino que enfrentaba infructuosamente los desafíos de la implacable organización terrorista de Se ndero Luminoso y del crue nto Movimiento Revolucionario Túpac Arnaru (MRTA). Además, la izquierda marxista se ufanaba de atraer el apoyo de más de un cuarto del electorado, especialmente entre los sectores indigentes. Pero cuando hablamos de crisis, obviamente no sólo nos referimos a los indicadores económicos. La alimentació n, nutrición, salud y, en ge ne ral, la calidad de vida del poblador p eruano había caído a niveles dramáticos. Por ejemplo, aquel año el peruano promedio consumía 1.781
95 Hablan transcurrido apenas 1O dias de las elecciones, cuando un grupo del Movimiento Rev olucionario Túpac Amaru (MRTA) atentó cobarde y brutalmente contra la vida del doctor Domingo Garcia Rada, presidente del Jurado Nacional de Elecciones. 96 Si comparamos con el porcentaje que tuvo Fernando Belaunde en las elecciones de 1980 (45,4%} descendió casi 40 puntos.
--------------------------------- 305 calorías per cápita, es decir, sólo el 77% del mínimo requerido por la Organización Mundial de la Salud. Casi la mitad de los niños morían antes de cumplir un año. En materia educativa, en p leno quinquenio de la educación, como le gustaba designar a su gobierno el arquitecto Belaunde, el Trapecio Andino concentraba el 38% de los analfabetos (Ponce, 1998a). En ese contexto, el electo presidente aprista asumió el mando supremo el 28 de julio de 1985. Como lo recuerda Domingo Tamariz (1995), después de casi 70 años de su impetuosa aparición en el escenario político nacional, en que sus líderes y militantes sufrieron persecución, cárcel, exilio y tantas veces la proscripción de su partido, el Apra cristalizaba en esa fecha su triunfo electoral en la figura de Alan García Pérez, un joven de 1,94 metros de estatura, hijo de apristas, abogado y sociólogo, que luego de desterrar viejos sectarismos accedió a la primera magistratura ofreciendo un gobierno "para todos los peruanos". Según el mismo autor, la transmisión del mando en el Congreso fue una verdadera fiesta aprista. En el hemiciclo, m~s del 60% de los legisladores eran del Apra, y en las galerías predominaban sus militantes. Acallados los aplausos, García empezó a leer su mensaje al país; con su voz de barítono, esgrimiendo una y otra vez el puño, impactó a la audiencia con una prédica que sorprendió hasta a "sus propios compañeros". Luego de hablar del pernicioso centralismo limeño, de la corrupción, de la empleocracia asfixiante, del desmesurado gasto militar, del desbarajuste policial y de "nuestra pobreza", inducida por los gobiernos anteriores, dijo, levantando la voz, que a todo ello se sumaban la explotación de las grandes potencias, la banca internacional, el Fondo Monetario Internacional, los "traficantes de la muerte". Parecía increíble lo que en esos momentos se escuchaba en el severo recinto del Congreso: temas que habían sido hasta entonces tabúes en los labios de un presidente constitucional97. Y en pie de guerra, al pasar de la retórica a la acción, el flamante mandatario anunció seis proyectos y varias iniciativas: • Durante un año el Perú no dedicaría más del 10% de sus exportaciones a amortizar la deuda externa, que en esa coyuntura bordeaba la elefantiásica suma de 14 mil millones de dólares. • Reduciría la compra de una escuadrilla de Mirages 2000 de 26 a 14 (una merma de casi el 50%). • Duplicaría las sanciones para los empleados públicos que delinquieran. 97 Según el comentario polftlco de Careti!S de esos dlas, a raíz de este v irulento mensaje muchos peruanos no sólo perdbleron lo que le esperaba al Perú en los próximos dnco años, sino que también definieron tempranamente su actitud hada Garda (de recham' o aceptadón).
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Reduciría el sueldo del presidente de la República, con la espe ranza de que los parlamentarios hicieran lo mismo. Reorganizaría y reduciría las fuerzas policiales en un plazo de 60 días98.
Finalmente, el joven gobernante recurrió a un giro efectista que tenía mucho de poético y subliminal, y se despidió del Congreso con las siguientes palabras: "Yo anuncio desde aquí y ahora que el.futuro será nuestro. Ese es mi compromiso y aquí está el testimonio de mi vida y mi persona ante la muerte" (citado por Tamariz, 1995). ¿Frases sinceras de un joven dispuesto a ofrendar su vida en bien del país? ¿Discurso demagógico dirigido a las eufóricas galerías? ¿Remedo de la plática ele Víctor Raúl Haya de la Torre p ronunciada en 1931 en la Plaza de Armas de Trujillo, en plena campaña electoral? De todo un poco99. Sin duda alguna, desde un comienzo del régimen aprista e n el campo económico, bastante agobiante, se concentraron las mayores expectativas ele la ciudadanía. ¿Un joven político perte neciente al más viejo partido del Perú podría revertir la situación?, era la pregunta que todos se hacían. El juicio histórico señala que en el primer año y medio de gestión, el nuevo gobierno democrático se dedicó a enfrentar radicalmente la crisis socioeconómica 100. La política de corto plazo implementada era, simultáneamente, antirrecesiva, antii nflacionaria y heterodoxa: se limitó e l pago d e la deuda externa de manera formal, y se continuó con la política que, en silencio, había iniciado su predecesor Belaunde; se aumentaron los salarios reales en un promedio del 18% y se redujeron las tasas de interés bancario de 280 a 110%, también se gravaron impositivamente a los bancos. El sol fue devaluado en 12% y el cambio fiscal se fijó en 13.908 soles la compra, pero se estableció a la vez un mercado paralelo y libre, que rápidamente llegó a cotizar el dólar en 20 mil soles. Los certificados de divisas quedaron congelados por 90 días, pero se
98 Pero no todo lo que pretendía hacer lo habla anunciado el joven presidente en su m ensaje Inaugural. Una de las medidas que tenia cautelosamente reservada, y que por esos días corrió como un rumor en algunos sectores, era la congelación de las cuentas bancarias en dólares; medida que no anunció por falta de tiempo, pues para hacer efectiva una resolución de esa naturaleza era necesario antes declarar un feriado bancario (Sheahan, 2001 ). Sin embargo, m ás tarde la harta efectiva, pe~udicando a miles de pequeños ahorrlstas (de la dase media sobre todo) que hablan juntado las reservas de toda su vida. 99 Obv iamente --como lo o bservan Crabtree y Thomas- Alan Garda estaba fuertemente inAuenciado por las experiencias del régimen de Velasco y del legado de Haya de la Torre. I OORecordemos una vez más que cuando el Apra empezó a gobernar las diferentes actividades económicas estaban en depresión aguda, en especial la manufacturera.
---------------------------------307 seguirían cotizando en moneda extranjera. La tarifa telefónica subió en 20o/o, lo mismo que el fluido eléctrico. De otro lado, el gobierno central, sin preocuparse mucho del déficit fiscal, inició un programa de empleo masivo y de apoyo crediticio a la agricultura. ¿Los resultados? Al final de dicho lapso las medidas implantadas dieron sus mejores frutos. Al crecer el salario real, el consumo creció y, como consecuencia, la producción se elevó, y lógicamente la capacidad instalada ociosa se redujo. De este modo, crecieron el consumo y el empleo. En 1986, la producción física nacional había crecido en 17o/o, la del sector fabril en 29,7%, mientras que la inflación se había reducido sustancialmente (57,3o/o acumulado, 4,57% promedio mensual). En pocas palabras, a mediados de ese año la economía pasó del estancamiento a un crecimiento que superó el 8o/o (Arias, 1998; Ponce, 1998a)101. Sin duda, este fue el momento de máximo éxito de la política de corto plazo y ello se vio reflejado en las encuestas; a finales de 1986 la popularidad de Alan García continuaba siendo asombrosamente alta: el 76o/o de la población aprobaba su gestión presidencial. Pero ¿hasta cuándo se podía seguir indefinidamente por la vía económica del corto plazo? En opinión de los expertos el programa ya no daba para más; las opciones de éxito eran muy escasas. En efecto, al poco tiempo todo empezó como por arte de magia negra a complicarse, desmoronarse y descomponerse. Lo que Alan García había hecho exitosamente con la mano derecha durante los primeros dieciocho meses lo estropeó toscamente con la izquierda en los años sucesivos. La crisis económica, el terrorismo, la corrupción y el populismo desbocado del obstinado gobernante sellaron la suerte de su partido y, de paso, la del Perú entero. Una nueva y gigantesca frustración colectiva apareció entonces en el horizonte nacional inmerso en un proceso sin solución de continuidad. ¿El Perú se merecía un fmal así?, ¿el propio partido aprista que aspiró a goberna~ por muchos años ininterrumpidos como el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en México o el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en España lo merecía?, ¿el mismo Alan García que despertó al comienzo infinitas devociones e ilusiones lo merecía también?
101 Es Interesante senalar que el presidente Garda empezó a gobernar con las estructuras partidarias totalmente de lado. Por lo menos en el manejo de la economla, tanto el jefe del Estado como el titular del Ministerio de E.conomla y Finanzas y presidente del Consejo de Ministros. Luis Alva Castro, se rodearon de técnicos del más variopinto origen Ideológico y que, en su mayor1a, no eran aprlstas. Esto, a la larga, originó una natural frustradón de la masa aprlsta.
308 ______________________________________ Antes de proseguir con nuestro análisis, juzgamos oportuno examinar brevemente los principales sucesos que ocurrieron durante el quinquenio del régimen aprista.
7.2.1 El descalabro económico Como se dijo, al finalizar el segundo año de gobierno, podían advertirse algunos signos de preocupación en el ámbito económico. Por ejemplo, del pico alcanzado en marzo de 1986 (2.457 millones de dólares), las reservas internacionales brutas del Banco Central de Reserva habían descendido continuamente hasta llegar a 2.065 millones de dólares en setiembre del mismo año: una caída del 16o/o en apenas siete meses. La expresada política cortoplacista estaba agotada y se evidenció la falta de un plan de mediano y largo plazos. A partir de ese momento el manejo económico cayó en un laberinto de controles y deterioros progresivos de los ingresos fiscales, lo que originó un déficit fiscal mayor al 5o/o del Producto Bruto Interno (PBI) a finales del gobierno. El PBI real cayó 8,9o/o entre diciembre de 1985 y diciembre de 1990, y el PBI per cápita disminuyó en 17,9% durante el mismo período. El inti desapareció luego de una ineficaz existencia. De 13.3 intis por dólar en julio de 1985, el tipo de cambio se disparó a 185 mil en julio de 1990; se hizo necesario su reemplazo por el nuevo sol, con una equivalencia de uno a un millón. En general -observa Luis Ponce 0998a}-, se produjo una agudización de los problemas sociales y económicos del país.
7.2.2 La inflación desbocada Hacia fines de 1985 (al término del gobierno de Belaunde), la inflación anualizada había alcanzado niveles cercanos al 200o/o y las remuneraciones habían sufrido caídas del 50% con respecto a 1980. La devaluación y la inflación habían llevado al sol peruano a su nivel más bajo, se hizo necesario el cambio de moneda por el inti, que entró en circulación en 1985 con una equivalencia de un inti por mil soles antiguos. En 1980 un dólar costaba 288,25 soles; para julio de 1985 el dólar estaba en 11.903,96 soles. Es decir, una caída de 3.021 o/o. El crédito se había reducido y la economía se había dolarizado, relegando al signo monetario nacional (Vásquez, 2000) 102.
102 En 1980, cuando el gobierno militar de Morales Bermúdez dejó el mando, la espiral de predos y salarlos llegó al 80% anual; los peruanos pensaban que vMan una locura. Durante el gobierno de Belaunde (1980-1 985), cuando la inHadón anual alcanzó los tres dfgitos se pensó que era un catadismo; pero cuando Garda terminó su mandato en 1990 y la inHadón alcanzó el 7.469,6% todos pensaron que era el Hn del mundo.
309 En este sentido, el peso de la inflación fue cada vez más agobiante y evolucionó al ritmo de los llamados "paquetazos". En efecto, en febrero de 1986 se decretó un nuevo paquete de medidas económicas que García calificó como "un salto adelante para la reactivación económica" 103. Dos años después (en marzo) se produjo un nuevo ajuste económico. Esta vez -dice Tamariz- era para no creerlo: el ajuste alcanzaba el 50%. Se llegó entonces, prácticamente, a una economía de guerra. En mayo, García Pérez descendía a su nivel más bajo de popularidad: 8,2%. Al promediar el año, un cargamontón de quejas acosó al gobierno. Maestros, empleados públicos y diversos gremios protestaron por el creciente desabastecimiento de los alimentos104. Y lo que fue más grave, las fábricas, languidecientes desde la época de Belaunde, empezaron a cerrar por falta de insumos. El 6 de setiembre de 1988, el ministro de Economía y Finanzas, Abe! Salinas, se presentó en la televisión y, durante 45 escalofriantes minutos, nos sacó "la muela de un solo tirón", al decir del prestigioso analista político Manuel D'Ornellas. Anunció un paquetazo que hizo palidecer al Perú entero. Fueron tan fuertes las medidas económicas, que la noche anterior el presidente García había planteado su propia renuncia. Pero no sólo por temor, diría después al confirmar ese hecho, sino porque tenía conciencia de que "la derecha quería su cabeza". Esa vez, como nunca, la gente quedó desconcertada: se pasaba del desabastecimiento al encarecimiento más .brutal. Las marchas de protesta convocadas por la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) y otros gremios fueron ruidosas. "Si esto tiene éxito, habría que darles el Premio Nobel a los del equipo económico", diría en esa coyuntura, irónicamente, el economista limeño jürgen Schuldt (citado por Tamariz, 1995). En ese "setiembre negro" la inflación rebasó el 140%. A principios de enero de 1989, el inti se cambiaba a 700 por dólar. Y en esa coyuntura, como un regalo de los Reyes Magos, se decretó un nuevo paquetazo económico. En tanto, las devaluaciones ya eran semanales, y posteriormente diarias. Con el propósito de aliviar en algo las penurias de sus trabajadores, muchas empresas optaron por pagar sueldos quincenalmente y algunas hasta semanalmente. El dinero no alcanzaba para cubrir ni siquiera las necesidades básicas. En febrero, el dólar se cotizó en 1.450 intis. No obs-
103 Paralelamente se instauró el toque de queda en la capital por el asedio del terrorismo. 104 Se recuerda que para conseguir un tarro d e leche evaporada, un kllo de azúcar, arroz o fideos era menester no sólo madrugar, sino también hacer interminables colas en las cercanlas de los mercados. Aquel que disponla de recursos, podla acudir al "mercado negro" y conseguir dichos p roductos en grandes cantidades, aunque a precios exorbitantes. E.l acaparamiento, sin duda, enriqueció a más de uno (y a muchos vinculados con el régimen).
310 ______________________________________ tante, en su mensaje del 28 de julio, el presidente García se mostró optimista, pero ya nadie le creía, pues los índices inflacionarios se agudizaron y las medidas gubernamentales fracasaron al no encontrar la luz al final del túnel. En vísperas de la transmisión del mando el dólar pasó de 80 a 185 mil intis. En apenas cinco años, la moneda nacional se devaluó en 10.000%. Mientras tanto, la hiperinflación proseguía su desbocada carrera alcista, en julio de 1990 registró el 42,6%. El balance señala que durante el quinquenio aprista los precios subieron en 17.930%. El Perú se convirtió en el prototipo de país no imitable con la mayor experiencia internacional de hiperinflación. Lejanos antecedentes eran los de Alemania, Austria y Hungría de 1920, con la salvedad de que se trataba, en esos casos, de una economía de guerra. 7.2.3 El proyecto de reducir la amortización de la deuda externa Históricamente, la deuda externa nacional se fue acumulando durante el régimen militar de Velasco y, en la segunda fase, con Morales Bermúdez, hubo que renegociarla y aceptar las severas condiciones del Fondo Monetario Internacional105. El gobierno constitucional del presidente Belaunde, que le sucedió, mantuvo las negociaciones con el FMI y los acreedores internacionales. En el papel, el Perú era pues un "buen pagador"; por tanto, tenía ante los ojos externos toda la intención de cumplir con sus obligaciones. Pero -observa César Arias- la realidad fue más poderosa que la voluntad de nuestros gobernantes. En 1984 el Perú comenzó a incumplir sus obligaciones, aunque se tomó esta decisión en silencio, proclamando siempre nuestra intención de "buenos pagadores". Por ello, la relación con los acreedores y los organismos multilaterales no se deterioró en forma extrema. Por otro lado, al empezar el gobierno de Alan García, en 1985, las reservas internacionales habían mermado considerablemente; en consecuencia, había que racionalizar su uso en la adquisición de alimentos, insumas y bienes de capital importados. Con tal fin, en su mensaje inaugural del 28 de julio, el flamante mandatario anunció que el Perú, a partir de esa fecha, sólo destinaría al servicio de su deuda externa el equivalente al 10% del valor de
1OS Durante el septenato velasquista, se consiguió una economla estable pero a costa del credmiento de la deuda externa, debido en parte a la compra del armamento soviético que convirtió al PerO -como ya se dijo- en una potenda militar. Sin embargo, no debe olvidarse que en la región nuestro pals no fue una excepdón. La m ayorla de paises latinoamericanos, a partir de la década de los setenta, engrosó espectacularmente su deuda externa a través de cuantiosos (y muchas veces escandalosos) préstamos.
------------------------------------311 sus exportaciones 106. Con esta medida -según se explicó más tarde- se buscaba reconstruir, precisamente, las reservas internacionales. Dos meses después (setiembre), García viajó a Estados Unidos para presentarse en la asamblea de la Organización de las Naciones Unidas, do nde pronunció un discurso memorable. Ahí, en el foro internacional más grande del planeta, reafirmó su decisión de pagar sólo el lOo/o de nuestras exportaciones como amortización de la deuda externa. Y, por si fuese poco, insinuó la posibilidad de retirarse si el sistema internacional no era reformado y si dicho organismo continuaba sirviendo a un solo país (Estados Unidos, obviamente). Ese discurso -recuerda Tamariz- le valió, al día siguiente, un titular de cinco columnas en el New York Times. ¿Estaba el presidente peruano en la vía correcta? Ciertamente, la posición de Alan García, que difería de la de Fidel Castro, que simplemente rechazaba la deuda, era realista. Y es que es muy difícil para un país tercermundista salir del subdesarrollo con las reglas de juego impuestas por el FMI. Poco después, su gobierno, o más propiamente el país, pagaría las consecuencias de esa política tan atolondradamente planteada. Al poco tiempo, el Perú fue marginado del mundo financiero internacional al declarársele "país inelegible e insolvente".
7.2.4 La intensificación de la subversión Desde su inicio hasta su culminación, la gestión gubernamental de Alan García estuvo acompañada por el fenómeno subversivo en su doble expresión: Sendero Luminoso y el MRTA. Pero, a diferencia del gobierno precedente, puede decirse que entonces la insania terrorista se extendió e intensificó casi a nivel nacional. Un resumen nos muestra el siguiente panorama. Hacia mediados de 1989 (un año antes de culminar el mandato aprista), los atentados terroristas se habían multiplicado a lo largo y ancho del territorio y - según el propio gobierno- habían causado 18 mil muertes. Regiones enteras como la del Huallaga, en la selva, y casi todas las alturas de los Andes centrales, estaban prácticamente controladas por las hordas subversivas. ¿Las víctimas? Gente humilde, "esos seres del montón que en todas partes son las víctimas privilegiadas del terrorismo" (Vargas Llosa, 1993). Según fuentes confiables, del total de 20 mil muertes causadas por la subversión hasta ese momento, el 90% eran campesinos, los más pobres entre los pobres del Pe rú. El te rror campeaba en los Andes y en enormes sectores de
106 Como veremos luego, la decisión de redudr los pagos de la deuda externa al 10% de los Ingresos del pals le significó al Perú, entre otras cosas, la pérdida del apoyo lntemadonal.
312 ---------------------------------------la Amazonía. En esas circunstancias, viajar a dichos parajes era difícil y peligroso. Como bien se recuerda, los escasos caminos iban desapareciendo por falta de mantenimiento, producto de la crisis económica; en muchos lugares Sendero Luminoso había dinamitado los puentes y obstruido las trochas. A muchas provincias de la sierra central era imposible ir por tierra; después de Ayacucho, la capital de la subversión senderista (donde la vida humana valía · menos que en cualquier otro lugar del país), junín se había convertido en el departamento con más atentados. Pero, evidentemente, los estragos no qu!=!daron ahí ni se limitaron a esas alejadas regiones. El terrorismo también había destruido plantas experimentales de agricultura y ganadería; destrozado las instalaciones y exterminado a centenares de vicuñas de la reserva de Pampa Galeras; saqueado las cooperativas agrícolas del valle del Mantaro (las más dinámicas y prósperas de toda la sierra); asesinado a promotores agrarios del Ministerio de Agricultura y a técnicos extranjeros venidos al Perú en programas de cooperación; ahuyentado o asesinado a pequeños agricultores y pequeños mineros; volado maquinaria, plantas eléctricas e hidroeléctricas; y liquidado en muchos lugares el ganado y a cooperativistas y comuneros que pretendían op onerse a su política de "barbarie y destrucción". ¿El objetivo? Aislar y asfixiar a las ciudades, sobre todo a Lima, para dejarlas sin alimentos. Mario Vargas Llosa, que por entonces recorría el territorio en su condición de candidato presidencial, nos dejó el siguiente testimonio: Viendo esas aldeas andinas pintarrajeadas con la hoz y el martillo y las consignas de Sendero Luminoso (aldeas de las que las fam ilias huían, abandonándolo todo, para ir a engrosar los ejércitos de desocupados de las urbes) constatábamos estupefactos que quienes se quedaban ahí parecían los sobrevivientes de un castigo divino o de una catástrofe bíblica ...
A estas alturas, la audacia del maoísmo fundamentalista de Sendero Luminoso lo había llevado a enseñorearse de la propia capital limeña "símbolo antiguo del poder po lítico formal". Su presencia se había esparcido en fábricas, sindicatos, colegios, universidades, cárceles y pueblos jóvenes, donde sus centros de adoctrinamiento funcionaban a la vista de todo el mundo. Sus atentados nocturnos, precedidos por la voladura de torres de electricidad:_..de alta tensión, eran diarios, así como sus asesinatos selectivos. Como lo recuerda el candidato-escritor, la cara siniestra de la campaña electoral de 1990 fue la violencia desatada por los terroristas de Sendero Luminoso (liderados por Abimael Guzmán, el padre espiritual del movimiento extremista más sanguinario de toda nuestra historia) y del MRTA (encabezado por
------------------------------- - 313 el inefable Víctor Polay Campos). En ese contexto de violencia imparable, a comienzos de enero de 1990, el ex ministro de Defensa, general Enrique López Albújar, fue asesinado en una de las céntricas calles de la capital por un comando terrorista. Aquel asesinato fue el punto de partida de una escalada interminable de crímenes políticos, con los que ambas sectas terroristas intentaban frustrar el proceso electoral. Entre enero y febrero de ese año, más de 600 personas murieron por la violencia demencial y se registraron unos 300 atentados. Parecía que Sendero Luminoso estaba ganando la batalla para convertir al Perú en la Camboya de los khemer rojos o el MRTA en una segunda Cuba. ¿Y qué de la reacción gubernamental frente al flagelo terrorista? Recordemos que pocas veces en nuestra zigzagueante historia del siglo XX se dio una coyuntura tan singular como la que aquí estamos describiendo. El Perú se hallaba sumergido en un torbellino de violencias. De violencias en plural. En primer té1;mino la del terror político (con las incontables víctimas y la destrucción material incalculable), en segundo lugar la del narcotráfico (con sus perniciosas e inconmensurables conexiones), en tercer orden la de la delincuencia común (con sus tácticas y sus métodos cada vez más sofisticados), y en cuarto lugar la llamada violencia estructural (con sus múltiples manifestaciones de índole social). Frente a este maremágnun de cosas, la respuesta del Estado fue débil y equívoca. Para situarnos sólo en el plano de la subversión (violencia política) definitivamente lo que caracterizó a las fuerzas del orden fue la inoperancia en su intento de frenar el terror. Pero ella -a juicio de los expertos- se debía a distintos factores y el principal era la estrategia o metodología empleada. En efecto, los métodos utilizados en la lucha antisubversiva por unas instituciones a las que no se les había preparado para este género de guerra, tan diferente de la convencional y ceñida muchas veces a la táctica de mostrar a la población que podían ser tan crueles como los propios terroristas. Como resultado, en muchos lugares las fuerzas del orden inspiraban a los campesinos tanto temor como las bandas sanguinarias de Sendero Luminoso o del MRTA.
7.2.5 El intento de estatización de la banca privada Se dice que aconsejado por personas de pensamiento radical, en su mensaje del 28 de julio de 1987 Alan García reveló públicamente la estatización del sistema financiero. Su sólo enunciado enmudeció al país. La oposición -dice el citado Tamariz- despertó de su prolongado letargo. El Partido Popular Cristiano salió a las calles, y en su protesta lo acompañó una muchedumbre impresionante. Mario Vargas Llosa, el laureado novelista que tres
314------------------------------------años atrás había rechazado el premierato que Belaunde le ofreció en bandeja, tomó las banderas de la oposición contra aquella decisión que, prácticamente, dividió a la nación. Ante una enardecida multitud que rebasó la Plaza San Martín, el escritor pronunció un discurso muy emotivo mientras la masa gritaba: "¡Libertad! ¡Libertad!". Nacía un nuevo líder y un nuevo movimiento. Por su parte, el sorprendido mandatario empezó a realizar giras al interior del país con el fin de reclamar apoyo para su proyecto. En tanto, en las cámaras se debatía, en prolongadas y acaloradas sesiones, la tempestuosa ley. Al final - para regocijo de García- fue sancionada. El gobierno rauda y violentamente tomó las instalaciones del Banco de Crédito y del Banco Wiese (14 de octubre de 1987). Según la ley, esos bancos una vez expropiados pasaban a manos de sus trabajadores; pero en la práctica nunca se llegó a concretar esa disposición. A los dos años sus antiguos propietarios retornaron a sus bancos. A partir de ese episodio, la popularidad del presidente aprista se vio seriamente afectada (Tamariz, 1995; Arias, 1998). ¿La decisión de Alan García fue un salto al vacío? Juzgamos que sí. Con ella, no sólo cometió el gravísimo error de subestimar a sus adversarios sino también de agravar los problemas económicos del país. Su enfrentamiento con los sectores empresarial y financiero le abrió un nuevo frente de combate interno. Así, el Ministerio de Economía y Finanzas quedó semiparalizado porque todas sus energías se orientaron a la desigual lucha contra el mayor poder económico del país. ¿Cuál fue el argumento que se esgrimió para estatizar la banca empresarial? Según fuentes oficiales, los grupos económicos favorecidos por la reactivación "heterodoxa" de los dos primeros años, no sólo no invirtieron sus ganancias internamente, sino que sacaron sus capitales al exterior. Ello -como dice Arias- es muy posible que fuera verdad, pero la mejor manera de enfrentarlo era con la política concertadora planteada por el premier Guillermo Larca Cox. En este caso más pudo la intemperancia del joven mandatario que la prudencia de su cercano colaborador. 7.2.6 El descarrío gubernamental Al finalizar su mandato, diversas fueron las acusaciones sobre Alan García en torno a actos de corrupción perpetrados durante el lapso 1985-1990. Uno de los más mentados fue el del tren eléctrico, que en el proyecto buscaba unir los populosos conos norte y sur de la capital. A cargo de una empresa italiana, la obra inexplicablemente quedó inconclusa como símbolo tangible de la improvisación y de la cuestionada conducta del gobernante aprista. Hasta ahora, en varios puntos de la ciudad se pueden observar robustas columnas sosteniendo la plataforma de concreto por donde, supuestamente,
--------------------------------- 315 iba a recorrer el veloz vehículo de transporte masivo. Otro asunto que enfadó a la opinión pública fue el mal uso del controvertido dólar MUC (Mercado Unico de Cambios), que permitió hacer fortuna a más de uno de los cercanos colaboradores del presidente. El epílogo de esto fue que por primera vez en la historia de la República, un ex presidente era sometido a una investigación parlamentaria, acusado de enriquecimiento personal ilícito durante su gestión. Ante ese encadenamiento de acusaciones en el Parlamento el Apra cerró filas, aunque algunos representantes apristas se mostraron renuentes a participar en su defensa, entre ellos Javier Valle Riestra y José Barba Caballero, quienes posteriormente se alejarían des~ partido (Tamariz, 1995). Estos fueron, pues, los seis principales acontecimientos que a nuestro juicio caracterizaron el gobierno de Alan García Pérez, considerado por algunos analistas políticos como la "última boqueada" del populismo tradicional latinoamericano. Para concluir, damos sucinta respuesta a las siguientes interrogantes: ¿De qué manera el impetuoso gobernante se constituyó en la encarnación del populismo de viejo cuño?, ¿qué llevó al fracaso económico del régimen inicialmente exitoso?, ¿cuál fue la realidad que heredó el Perú después de aquel infausto quinquenio? Sobre lo primero, de muchas maneras el gobierno de García reafirmó los postulados de la caduca tradición populista. Por ejemplo, levantó el estandarte del nacionalismo económico y reafirmó las virtudes de la intervención estatal en la economía del libre mercado, argumentó que el mercado agudizaba las tensiones en lugar de eliminar las desigualdades internas y las divisiones sociales. Desde esta perspectiva, el joven mandatario trató de hacer a un lado a los partidos políticos - incluyendo el suyo- para sustituirlos por una fuerte dosis de liderazgo personalista y autoritario, colocarse, como antes Haya de la Torre, por encima de todos y desarrollar una relación directa con el "pueblo". Si usamos la frase de Guillermo A. O'Donnell, quería ser el "alfa y omega" de la política nacional. A sus críticos les gustó retratar a García como un megalómano obsesionado con las encuestas de opinión y entusiasmado con el boato del poder (Crabtree y Thomas, 1999). En el terre no económico los juicios son unánimes: Alan García exacerbó los problemas estructurales de la economía peruana y generó una crisis institucional y una hiperinflación -como acaba de verse- sin parangón en el mundo. Al mismo tiempo, la emisión inorgánica de dinero para pagar la obra pública (rasgo del viejo populismo) acentuó la crisis ya generalizada. Como lo observan los citados Crabtree y Thomas, su gobierno acabó creando peores proble mas que los que trató de remediar. A finales de los ochenta, el país se encontró en la crisis más profunda desde finales de los veinte, una crisis que - al me nos para unos analistas- amenazaba con destruir la propia existen-
3 16 _____________________________________ cia del Estado peruano. ¿Por qué fracasó? Una de las causas del fracaso económico del gobierno aprista fue la actitud de Alan García y sus asesores económicos, la mayor parte de los cuales -como se anotó- no eran apristas: una percepción muy crítica del liberalismo y la ortodoxia, inspirado en las tradicionales concepciones antiimperialistas de la década de los sesenta. Esta visión era distinta a la de Haya de la Torre. Por ello, paradójicamente, el gobierno de Alan García perjudicó al Apra, en términos obje tivos, más que todos los dictadores antiap ristas de décadas pasadas: las persecuciones, represiones y atropellos de entonces generaron martirologio y fortalecieron la mística aprista; el estilo alanista de gobierno, en cambio, no sólo generó u n choque con sectores muy poderosos, sino que provocó conflictos internos, desorientación y confusión. He aquí un vivo retrato de la demagogia política que practicó de manera deliberada Alan García durante su desastroso gobierno: al inicio, el pueblo lo aclamó sin imaginar siquiera que estaba siendo manipulado, hasta quedar en una espantosa ruina económica, social y moral (Arias, 1998; Ponce, 1998a). Con estos antecedentes, la popularidad de Alan García se desplomó estrepitosamente en las víspe ras de las elecciones para elegir a su sucesor. A esas alturas 0990) el país mostraba desde sus diversas vertientes una fisonomía singular que, a la larga, haría modificar el mapa electoral y romper viejos esquemas sobre las preferencias ciudadanas. En efecto, el crecimiento de la inflación, el deterioro económico marcado por la baja de los salarios reales, el aumento del desempleo, la escasez de productos y la inseguridad generada por las acciones subversivas diseñaron un clímax sui generis en el país. Esta situación -como lo señala Arias- tenía que generar efectos políticos singulares. El p rimero de ellos se manifestó en el sonado triunfo del candidato independiente a la alcaldía de Lima Ricardo Belmont. Su victoria 0990) resultó un signo o m inoso tanto para el Apra como para la izquierda y el Frente Democrático (Fredemo) liderado por Mario Vargas Llosa. Es que - hay que decirlo con claridad- los partidos atravesaban por una conyuntura complicada e incierta: el Apra cargaba no sólo con los problemas del pésimo manejo gubernamental, sino también con el conflicto interno entre los sectores "alanista" y "alvista". En la atomizada izquierda, las cosas estaban aún peor: la Izquierda Unida (IU) se quebró. Barrantes y el sector "moderado" no quiso saber nada con aquellas agrupaciones de raíz leninista. Eran los coletazos del fin de la Guerra Fría y del "socialismo real". En la derecha, sin brújula por mucho tiempo, la reacción antigarcía fue canalizada principalmente por una nueva agrupación, el Movimiento Libertad, que en el sentir de muchos de sus simpatizantes era preferible verlo correr solo y no aliado con dos partidos "tradicionales": Acción Popular y Partido Popular Cristiano (Arias, 1998).
--------------------------------- 317 Pero, por cierto, la crisis no sólo abarcaba lo puramente económico y político, sino también, y quizás con mayor gravedad e intensidad, lo social. Algunas cifras corroboran esta apreciación. En el período 1960-1990 el Perú tuvo las mayores tasas de expansión demográfica de su historia, pasando de 9.931 mil a 21.550 mil habitantes, incremento extraordinario de casi doce millones en el corto espacio de 30 años 107 . Esto, en términos porcentuales, significa que de 1960 a 1990 la población nacional se incrementó en un 2,6o/o anual (2,5)0/o en la década de los setenta), tasas superiores al elevado promedio latinoamericano de esos tres decenios. Como podemos imaginar, un crecimiento tan acentuado supone un valioso potencial humano, pero al mismo tiempo plantea demandas urgentes de educación, salud y vivienda, que si no son satisfechas menoscaban la calidad de vida (Wicht, 1994). Por otro lado -según el mismo autor- en 1940 sólo 1.820 mil personas (menos del 29o/o) residían en la costa; al finalizar 1993 ese número se elevó a 11.790 mil, es decir, se multiplicó casi por seis veces y representó el 52% de la población nacional. Al mismo tiempo, la proporción que vivía en la sierra bajó de 65% a sólo 36%. Las aldeas y caseríos, sobre todo de los valles andinos, apenas crecieron. En contraste, la población urbana aumentó espectacularmente por las fuertes migraciones internas. El Perú rural, atrasado y pobre de la primera mitad del siglo XX, se convirtió en un país urbano en la segunda mitad. Lima, evidentemente, sufrió semejante cambio: en 1940 tenía 618 mil habitantes, en 1993 poseía 6.650 mil. En medio de este cambio del factor humano, dos fenómenos fueron visibles por estos años: la extrema pobreza y el agudo desempleo 108. Obviamente, ambos fenómenos no se gestaron durante la administración aprista, pero sí se agudizaron. El primero atentó contra la calidad de vida, como ya se dijo; el segundo provocó la extensión descomunal de la actividad informal (principalmente en las ciudades). Con el agro deprimido y la industria semiparalizada, ambos fenómenos impactaron negativamente en la dinámica laboral y, por ende, en el mapa social. Así llegamos a las elecciones de 1990. La campaña fue larga y llena de sorpresas (para unos frustrante y para otros gozosa). La inició el Fredemo a los pocos meses de la protesta contra la estatización de la banca por AJan
107 Como dato comparativo, cabe Ind icar que en los cuatro siglos anteriores, entre 1560 y 1960, la pobladón del pa!s sólo habla aumentado en ocho millones. 108 En su acepción más amplia y real, pobreza significa desnutridón, alta mortalidad, analfabetismo o escasa educadón, vivienda Insalubre, no acceso directo a los servidos de salud y de planlñcadón familiar.
318 -------------------------------------García, en julio de 1987109. Mario Vargas Llosa y los dirigentes del Frente, en especial los noveles políticos que formaban parte del Movimiento Libertad, difundieron por todo el país las ideas centrales del neoliberalismo. ¿Cuáles? La inflación, el peor de los males, es causada por un estado gigante y centrolista que subsidia e impone parámetros110. Frente a esta anomalía -decíanera necesario reducir las funciones controlistas del Estado, achicar la burocracia y privatizar las empresas públicas. Por este camino se reduciría drásticamente el gasto estatal y el déficit fiscal, causa primera de la inflación, los precios dejarían de subir y un Estado reducido y eficiente generaría confianza, la cual motivaría a los empresarios privados (nacionales y foráneos) para que invirtieran. A menos Estado y menos controles más confianza e inversión. Estas ideas repetidas por el escritor-candidato, los líderes de Libertad y buena parte de los medios de comunicación masiva, ganados de manera acrítica por la ideología de moda, fueron calando en amplísimos sectores del país que deseaban un cambio que terminara con la incertidumbre, la inflación, el desempleo y la pobreza (Arias, 1998; Parodi, 2001). Sin e mbargo, el Apra aprovechó la coyuntura para no sólo satanizar el programa del candidato fredemista, sino para prevenir en forma tremendista a los electores de lo que les esperaría en caso de salir elegido Vargas Llosa: un shock terrorífico 111 . Hacia la p rimera quincena de marzo de 1990, las encuestas le concedían 43,3o/o a Vargas Llosa, 19o/o a Alva Castro (Apra), 12,7o/o a Barrantes (Izquierda Socialista, IS) y 4,5o/o a los otros candidatos (entre los que se hallaba Fujimori). A estas alturas, ya nadie dudaba de la segunda vuelta. A fines del mismo mes se produjo un temor en todos los candidatos: el asombroso e inusitado repunte de Alberto Fujimori112. Se había producido el famoso "tsunami" (inge nioso símil que algunos analistas políticos acuñaron para referirse al arrollador ascenso del candidato nisei). De manera silenciosa, el sentido
109 El Frente Dem ocrático (Fredem o) reunfa a los partidos Acdón Popular y Popular Cristiano y al Movimient o Libertad en t omo a la candidatura d e Mario Vargas Llosa. 110 Uno de los caballitos de batalla del Fredemo era, precisamente , redud r la inftadón al 10% anual. 1 11 Como lo sef'lalan varios analistas polfticos, Vargas Llosa, al ind uir en su programa el ajustón, tuvo la honestidad y la valentfa de dedrlo sin subterfugios, pero sufrió las consecuendas. Esa conducta, que para algunos polfticos t enia una ingenuidad tan inmensa com o la catedral era, sin embargo. un ejemplo de limpieza y responsabilidad en un pals donde desafortunadamente (salvo honrosas excepdones) la demagogia y el enjuage polftico predominaron siempre en la lucha electoral (Tamariz, 1995) . 112 Poco antes Fujimo ri no apareció ni remotamente en las encuestas; más bien su candidatura era objeto de burta o desdén en m uchos sectores.
---------------------------------319 común de amplios sectores sociales comenzó a cambiar. Este cambio tenía una base estructural: la gran mayoría de los sectores populares urbanos del Perú no estaba compuesta por trabajadores formales con aspiraciones en torno al sindicato, la estabilidad laboral o el salario; ese pueblo era mayoritariamente informal, es decir, microempresarios proclives, como lo anunció Hernando de Soto en su libro El otro Sendero, a valores como "propiedad privada", "mercado libre" y "reducida intervención del Estado" (Arias, 1998). A dos semanas de las elecciones, el panorama parecía muy claro: Vargas Llosa ganaría las elecciones, pero no alcanzaría el 50% de los votos requeridos (arañaba el 32%). Producido el acto electoral, los resultados oficiales fueron: Mario Vargas Llosa (Fredemo) Alberto Fujimori Fujimori (Cambio 90) Luis Alva Castro (Apra) Henry Pease García-Yrigoyen (IU) Alfonso Barrantes Lingán (IS) Otros
2.142.537 votos 1.906.904 votos 438.920 votos 315.191 votos 169.576 votos 563.463 votos
Como afirma Domingo Tamariz, ni el propio Fujimori soñó con esos resultados 11 3. Aunque desde un principio había declarado, descaradamente, estar seguro de pasar a la segunda vuelta. Se dice que uno de sus más íntimos colaboradores (a pocos días de las elecciones), tal vez sorprendido por el repunte de las encuestas, le dijo: "Y si ganamos ¿qué hacemos?". A lo que el ingeniero-candidato sin titubear le respondió: "Gobernar, pues". Pero lo que en el fondo perseguía Fujirnori, eso sí desde el principio, era llegar al Senado. Hoy está claro que Fujirnori no estaba preparado para ejercer la más alta investidura, pues no tenía ni siquiera el borrador de un plan de gobierno. Es sólo después del 8 de abril (día de las elecciones) que se vio precisado a elaborarlo. Su expectante sitial en las elecciones de la primera \f\lelta, como era de esperarse, atrajo hacia sí un calificado grupo de técnicos que en una carrera contra el tiempo elaboró el programa de gobierno, que en esos días, en contraposición al de Vargas Llosa, tenía un matiz más bien cauteloso. Poco antes de la segunda vuelta, la tendencia electoral favorecía a Fujimori con un promedio de 5% arriba de Vargas Llosa. Sobre todo en los pue-
113 La decadenda del Fredemo, sin duda alguna, dejó a los electores sin alternativas: Alva Castro significaba contlnuismo, Pease Garda-Yrtgoyen apareda ligado a una Izquierda radical que Inspiraba temor, y Barrantes UngAn se habla retraldo al bajar el rttrno de su campatla cuando, después de reunirse con técnicos extranjeros y peruanos, entendió la dureza del ajuste que debla efectuar para frenar la hlpertnfladón. Este vado favoredó a Fujlmort (Alias, 1998).
320 ______________________________________ blos jóvenes donde su candidatura encontraba mayores adhesiones. En tanto, Fredemo se enredaba y ~ntraba en conflictos internos, a tal punto que su candidato planteó la idea de renunciar114. Es en esos días que Vargas Llosa recibe la visita nada formal del arzobispo de Lima, monseñor Augusto Vargas Alzamora, quien llega a su residencia de Barranco para inducirlo - según se dijo- a que continúe con su camp aña. El arzobispo, que no sentía ninguna simpatía por la candidatura de Fujimori, llegó al extremo de convocar al pueblo (en su mayoría católico) para que acompañe a la procesión del Señor de los Milagros sorprendentemente en mayo (Tamariz, 1995) 11 5. Como lo recuerda dicho autor, en el debate televisado, realizado una semana antes de la segunda vuelta, todo el mundo pensaba que Vargas Llosa iba a hacer leña a su opositor, pero no fue así11 6. ¿Cansancio?, ¿estrategia?, ¿subestima? Fujimori esgrimió sus argumentos con habilidad, utilizando un lenguaje sencillo y directo. Si bien Vargas Llosa expresó con solidez sus planteamientos y con el realismo que empleó en toda la campaña, no tuvo la soltura ni la chispa necesarias para pulverizar a su opositor, quien, como un boxeador carente de recursos, evitó en todo instante una confrontación directa. El escritor ganó por puntos, pero no fue capaz de dar el Knock out. Por fin llegó el domingo 10 de julio de 1990, fecha señalada por el jurado Nacional de Elecciones para el acto electoral de la segunda vuelta. ¿Los resultados?: Alberto Fujimori Fujimori (Cambio 90) Mario Vargas Llosa (Fredemo)
4.522.563 votos 2.713.422 votos
De esta manera, se repetía el "tsunami" de la primera vuelta, aunque esta vez superó las previsiones de todas las encuestas. Los votos izquierdistas y apristas fueron, en última instancia, decisivos para que Fujimori derrotase a Vargas Llosa. Fue una especie de blitzkrieg en la que acaso el más sorprendido fue el propio autor de La guerra del fin del mundo. En los anales históricos del
114 Sobre las vergonzosas apetencias y desavenencias de muchos dé los que Integraban Fredemo, en su sabroso libro El pez en el agua, el laureado escritor deja constancia de aquellos cr1ticos e indertos m omentos; Igualmente, sobre otros asuntos de aquella época. 115 De acuerdo con la tradición, la procesión del Senor de los Milagros sale en octubre. Aquella vez por orden del arzobispado lo hadan en mayo. Nunca antes la Iglesia habfa intervenido tan desembozadamente en una elección polftlca. ¿Esa fue la razón por la cual Fujlmori , durante sus dos periodos gubernamentales, mostró una conducta desdenosa y punzante hada el mencionado prelado? 116 Recuérdese que la amenaza senderista restringió el tradicional peregrinaje de los candidatos por las plazas públicas y las provincias, por lo que se otorgó mayor peso a la televisión.
321 siglo XX jamás un resultado electoral desconcertó en forma tan aplastante a un considerable sector de la ciudadanía. Esa tarde, cuando la televisión daba La proyección total de los votos, mucha gente se encontraba en las puertas de La sede del movimiento Libertad, aguardando esperanzada celebrar la victoria de su candidato. Damas elegantes y alguno que otro 'señorón' prorrumpieron entonces en gritos histéricos pidiendo un golpe de Estado. "¡Queremos golpe!". En el fondo, aquellas personas no concebían que el Perú fuese gobernado por un ciudadano nisei. En realidad, en mucha gente afloró descarnadamente un racismo latente. Pero el triunfo de Fujirnori fue tan rotundo que nadie se atrevió a cuestionarlo. Ante los hechos irreversibles Vargas Llosa tuvo la hidalguía de saludarlo (Vargas Llosa, 1993; Tamariz, 1995; Arias, 1998). ¿Qué circunstancias impulsaron en definitiva el triunfo del desconocido candidato descubierto por el "radar" de las encuestadoras políticas apenas tres semanas antes de la primera vuelta de las elecciones? Consideramos, básicamente, tres hechos entrelazados entre sí. El primero: el uso exagerado de la propaganda de los candidatos de Fredemo. En efecto, desde mucho antes de la primera vuelta se pudo advertir un grosero despilfarro de dinero en propaganda en un país que se hallaba al borde de la agonía económica. Aquí el testimonio del propio escritor en su citado libro: La propaganda de los candidatos del Frente fue copando los medios audiovisuales hasta dar, en febrero y comienzos de marzo, la impresión de que sólo ellos existían. Las de las listas opositoras casi habían desaparecido o hacían tan sólo esporádicas apariciones que parecían pigmeos combatiendo con gigantes. O, más propiamente, muertos de hambre enfrentados a millonarios.
La atosigante publicidad en los medios televisivos a la larga fue negativa
y contraproducente para la candidatura de Vargas Llosa. El segundo hecho: el temido shock antiinflacionario que el Apra divulgó exitosamente entre la población. Los apriscas, duchos en estos menesteres, consiguieron que el miedo colectivo se apoderase de los peruanos frente al hipotético triunfo de la candidatura fredemista que propiciaba abiertamente esa medida. A la larga, esta diabólica y demoledora propaganda, calificada por muchos como sucia e infame, también atentó contra la victoria del novelista. El tercer hecho: el perfil bajo del candidato nisei y, sobre todo, su atractivo lema de campaña: "Honradez, tecnología y trabajo". Lejos de las pantallas de la televisión y de las planas periodísticas, Fujimori silenciosamente se empeñaba en ganar adherentes. Manejando un pequeño tractor y sin perder la sonrisa (por más que no fuese nadie a recibirlo) llegaba a algunas provincias y pueblos jóvenes de la capital y portaba como todo bagaje político un mensaje sencillo e
322-------------------------------------intrascendente117. Con un lenguaje elemental, monocorde y populachero fue captando la voluntad de los votantes de los sectores urbano-populares marginales118. Desde esta triple perspectiva y a los ojos del ciudadano común y corriente, Fujimori era identificado con el pueblo (era la plancha del "chinito" y de los "cholitos"), mientras que Vargas Llosa y el Fredemo aparecían como una agrupación cercana a los "blancos", "ricos" y a la "gente bien hablada". En suma, pues, la victoria de Fujimori aquel 10 de julio se debió primordialmente a las circunstancias del momento y a una situación desesperada donde las otras alternativas -como lo señalan Crabtree y Thomas- parecían mucho menos atractivas o confiables para el común de los votantes. 73
f
Primer gobierno de Alberto Fujimori Fujimori (1990-1995)
En medio de una expectativa general, la transmisión del mando se realizó el 28 de julio de 1990. Todo el país estaba pendiente del mensaje del presidente electo. Como lo señala Tamariz, después de varias décadas accedía a la Presidencia de la República un hombre sin pasado político, y en circunstancias en que la nación padecía una de sus peores crisis del siglo XX, para algunos la peor. En el fondo, su discurso, calificado por el parlamentario izquierdista Javier Diez Canseco como "pendular" y por el politólogo Pedro Planas como "antisistema", fue una mezcla de advertencia y condena. Dadas las circunstancias, pensamos que pudo haber sido más consistente y trascendente. Sin embargo, en algo fue rotundo y enérgico: su ataque a las instituciones de la democracia, en especial los poderes Legislativo y Judicial. En este sentido, las promesas de concertación esgrimidas durante la campaña quedaron olvidadas y reemplazadas por un estilo agresivo y altisonante. Recordemos -como observa César Arias 0998}- que este discurso fue pronunciado ante un país en el cual buena parte de su opinión pública reclamaba una salida política al estilo Pinochet (Chile), o un enfrentamiento a la subversión con los métodos de
117 En realidad, Fujlmort no se presentó a la campaña como un populista, de hecho prometió poco al electorado en una campaña llena de matices y amblgOedades para luego, una vez en la presidenda, volverse atrás. Una de las ventajas de Fujimort fue que no era un polltico profesional con un plan de gobierno bien trazado. Tampoco contaba con una gran arca para comprar votos, por lo tanto, no necesitaba pagar deudas polltlcas a intereses creados (Crabtree y Thomas, 1999). 118 En su estrategia de captadón, Fujlmort utilizó estupendamente la organlzadón del grupo religioso de los evangélicos para una lnldal campaña de casa por casa y presenda en los mercados para pasar de alll a las p lazas. Con este estilo original, "heterodoxo" pero aplicado a la mentalidad popular, el ingeniero Fujimorl comenzó a generar una credente adhesión popular (Arias, 1998).
323 Videla (Argentina). En cuanto a un programa de privatización, el discurso no fue nada concreto; lo mismo respecto de la reinserción internacional o de la urgente oferta laboral y asistencia social por parte del Estado119. Como veremos luego, la tónica del discurso inaugural, así como la de los discursos posteriores, fue logrando que buena parte del pueblo peruano terminara de cuestionar unas instituciones democráticas que nunca fueron bien comprendidas, y, un Estado de derecho que era visto con desprecio por la cotidiana realidad de los jueces, fiscales, congresistas, policías y funcionarios de todo nivel. Lo grave para el futuro de la democracia era, precisamente, que el propio presidente decidiera acelerar esa descomposición para reemplazarla por un poder personal y omnímodo. Como que así ocurrió para desgracia del país. En términos coyunturales, desde el inicio el gobierno de Fujimori debió encarar tres problemas que constituían en sí una emergencia nacional: la hiperinflación, la subversión y el derrumbe del aparato estatal. En retrospectiva, su origen se explica del siguiente modo. El exceso de controlismo, la carencia de recursos financieros y sobre todo la falta de coraje para liderar el ajuste durante el decenio de 1980, llamada la "década perdida", habían dado lugar a una creciente ingobernabilidad que condujo inevitablemente al incremento del sector informal, la corrupción, el contrabando, la violencia terrorista y el tráfico de drogas. Según Richard Webb (1999), la falta de visión y energía de nuestros gobernantes durante el mencionado decenio incrementaron el costo final del ajuste y causaron un grado de destrucción y sufrimiento sólo experimentado durante una guerra. En síntesis, la intrascendencia del régimen belaundista (1980-1985) y el fracaso del quinquenio aprista (1985-1990) condujeron por un lado al chasco de la década en su conjunto, y por el otro a la prolongación de una crisis que venía arrastrándose desde la segunda fase del gobierno militar (1975-1980). Todo ello, indudablemente, generó el sentimiento "antipartido" de la ciudadanía, manipulado de modo estupendo por Fujimori, y que era muy sencillo de transformar en un sentir antidemocrático. En esto radicó a nuestro juicio el punto de inflexión. Las elecciones de 1990 y la victoria inesperada de Fujimori representaron la línea divisoria entre el caos y los desastres del gobierno de García y una "nueva era" de estabilidad y recuperación a los ojos de millones de esperanzados ciudadanos . No obstante, está claro que ambos mandatarios tienen algunas características en
119 Es probable que Fujimori haya comenzado a valorar y tomar conciencia de la responsabilidad que asumía sólo a partir de su resonante triunfo en las ánforas. Sin ninguna experiencia poiltica, sin un programa de gobierno consistente y realista, sin mayor1a parlament aria ni partido organizado, es decir, prácticamente solo, Fujimori debe haberse sentido abrumado y empequeñecido ante el gigantesco y difícil reto que debía afrontar (Tamariz, 1995).
324 ______________________________________ común. Los dos gobiernos, por ejemplo, estuvieron presididos por líderes de cierta inclinación autoritaria dispuestos a cambiar las reglas de juego en forma drástica cuando les convenía. Ambos evitaron compartir el poder, ignoraron instituciones e intermediarios y prefirieron legitimarse por medio de una invocación directa al "pueblo". Por último, ambos fueron propensos al personalismo, preocupados enormemente por su popularidad y desdeñosos por los sistemas formales de fiscalización (accountability), como lo remarcan con precisión los especialistas ingleses John Crabtree y Jim Thomas (1999). ¿Cuáles fueron los principales hechos ocurridos durante el primer mandato presidencial de Fujimori? Entre otros, los que a continuación se consignan:
7.3.1 El shock económico Instaurado el gobierno, el presidente Fujimori nombró un eficiente gabinete ministerial para contener el desastre económico reinante en todo el país: una monstruosa inflación, la vertiginosa devaluación monetaria, atrasos en el · pago de la deuda externa que originó que el Perú -como ya se dijo- fuera declarado por el Fondo Monetario Internacional no elegible en la bancª-internacional, una corrupción generalizada en todos los organismos del Estado, aparte de un creciente terrorismo devastador que desesperaba dramáticamente a la población. El descenso de los salarios reales era aún más impresionante: representaban tan sólo el 45% del nivel obtenido e n julio de 1988. Por su parte, las reservas internacionales netas mostraban un nivel negativo de menos 105 millones de dólares. El Producto Bruto Interno descendió en 81,9%. Pero lo curioso y sorprendente es que nombró como jefe de su equipo ministerial y responsable de la cartera de Economía y Finanzas nada menos, a un connotado militante de Acción Popular: Juan Carlos Hurtado Mille r. Su designación no fue mal vista por la opinión pública, deseosa en ese momento de un cambio de rumbo y de un pronto remedio a la situación descrita. Diez días después de asumir el mando, el ministro Hurtado se presentó en la televisión (en una transmisión en cadena) para anunciar, ante el asombro de millones de peruanos, un paquete económico que superaba todas las previsiones y cálculos posibles. Era un shock que, por su magnitud, ni el propio Vargas Llosa habría aplicado 120 . Fujimori, que e n su campaña había ofrecido el "no shocli', soltaba ahora a través de su ministro de Economía una
t 20 En su conjunto, el programa económico tenia tres componentes : a) un programa de estabi-
lización para eliminar el proceso lnHaclonario; b) un programa de reintegración a la comunidad financiera internacional; y e) reformas estructurales del mercado.
-------------------------------- 325 medida que dejaba consternado al país entero 121 . A pesar de la ecuanimidad de las palabras y de la invocación final al Todopoderoso ("¡Qué Dios nos ayude!" fue la expresión empleada por el ministro), el mensaje provocó desgarradoras escenas en los hogares peruanos. "Cada anuncio de los artículos de primera necesidad con sus respectivas alzas astrónomicas constituía un punzante golpe en el estómago y en el cerebro de los aterrados pobladores", escribió un conocido periodista de la é poca 122. Como recuerda Tamariz, desde los tiempos de Manuel Prado con su ministro Pedro Beltrán, ningún gobierno se había atrevido a desarrollar una economía de mercado a ese extremo. Y a eso en esencia apuntaba el programa anunciado por Hurtado Miller: eliminar los varios tipos de cambio, desaparecer los subsidios, bajar los aranceles y cerrar el déficit fiscal eran parte no sólo de un ajuste inmediato, sino -como veremos luego- de un programa liberal de reestructuración de la economía. Al revelarse el paquete (como era de esperarse) se produjeron algunas protestas y hasta un paro general decretado por la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) y de la Coordinadora Intersectorial de los Trabajadores del Estado (CITE), que fracasó. El pueblo no avaló esa medida de fuerza y de violencia. Pero lo más preocupante del mensaje (que duró 35 minutos) fue la ausencia de un simultáneo programa de ayuda social por parte del gobie rno, pese a tener el respaldo externo. Ese apoyo, obviamente, pudo haber servido de paliativo a la dureza del ajuste y favorecido la pacificación del país. Cuando más tarde la Iglesia católica reclamó ese programa en nombre de los pobres, el jefe del Estado los tildó de "medievales" por oponerse a la planificación familiar, que súbitamente se convirtió en prioridad para el Ejecutivo. ¿El shock era la única alternativa en ese momento? A pesar de la promesa del candidato Fujimori (incentivada por algunos economistas heterodoxos) de una lucha pausada y gradual contra la inflación, al final se optó por todo lo contrario. ¿El motivo? Según se dice, Hernando de Soto y el ex ministro belaundista Carlos Rodríguez-Pastor, convencieron al presidente electo de que era necesario dialogar con los acreedores para reinsertar al Pe rú. Los organismos internacionales multilaterales no deseaban nada de gradualismo ni heterodo-
121
E.s interesante subrayar que Fujimori utilizó un doble lenguaje: antes de la campaña habló de concertadón (en polltlca) y de "no shock" (en economla); después del triunfo propugnó el hostigamiento y el cuestionamiento de las institudones democráticas (en polltica) y de medidas duras (en economla).
122 Para tener una idea de la rudeza tlel shock, menclonaremos que la gasolina subió en 3.039%. E.l lndice de predos al consumido r fue de 397% (el pico más alto de inHadón mensual) y el dólar superó los 300 soles.
126 ________________________________________ xias, querían un shock y muy drástico (Sheahan, 2001). Según este autor y otros (Ponce, 1998; Crabtree y Thomas, 1999), el ajuste era la única posibilidad de política económica real (aunque cruel) capaz de provocar el desembalse abrupto de los precios y las tarifas. En caso contrario, el hu ndimiento sería muchísimo más grave y fatal. ¿Cuáles fueron los resultados? Luego de una inflación de 397o/o e n agosto, en cliciembre alcanzó el 15o/o. Con ello se logró controlar la hiperinflación123. Se procedió asimismo al ajuste del déficit fiscal, se cortó los subsidios y se aume ntó la tributación. En 1991 la recaudación fiscal aumentó a 8,5o/o del PBI, con un déficit de sólo 1,6o/o. Para 1992 esta tendencia continuó con una recaudación de 9,2o/o y déficit de lo/o del PBI 124. En pocas palabras, la estabilización del tipo de cambio, la estabilidad financiera, el control de la inflación, la sostenibilidad económica, la intensa privatización para redimensionar el Estado y la reinserción financiera internacional fueron los resultados más visibles del ajuste del 8 de agosto de 1990. Pero - hay que subrayarlo también- el ajuste drástico generó un incremento de desempleo y subempleo; la miseria creció hasta niveles dramáticos (Cotler y Grompone, 2000).
7.3.2 La reinserción al mundo financiero internacional Como lo señala Luis Po nce 0 998b), el gobierno de Fujimori debió e ncarar inicialmente los problemas económicos sin el apoyo de los organismos mundiales de carácte r multilateral, pues éstos -recordemos- habían cerrado toda posibilidad de nuevos créditos luego de que Alan García declarara la moratoria en 1985. En vista de ello, el flamante mandatario reinició las negociaciones tendientes al pago de la deuda externa del sector público con dichos organismos (Fondo Monetario Internacional, Banco Mund ial y Banco Interame ricano de Desarrollo). ¿El objetivo final?: reintegrar nuestra economía al sistema financiero internacional. El arreglo, por cierto, no fue fácil ni inmed iato. Se inició en setiembre de 1990 cuando Sahid Hussein, alto funcionario del Banco Mundial, arribó a Lima para sostener conversaciones relativas al mencionado proceso con el presidente y altas autoridades. Producto de esas conversaciones, al poco tiempo el gobierno tomó la decisión unilateral de cancelar la deuda externa. En diciembre de 1990, el ministro Hurtado Miller viajó a Estados Unidos para iniciar el retorno oficial del Perú al sistema finan-
123 Técnicamente, la hiperinHadón peruana se Inició en setiembre de 1988, ubicándose en el noveno lugar de A m érica Latina ese allo. 124 Según el censo general de 1993, ese al\o la Población Económicamente Activa (PEA) en Perú alcanzaba la cifra de 7. 109.527 habitantes.
------------------------------- - 327 ciero mundial. Después de casi dos años y medio de prolongadas, agotadoras y complicadas gestiones, el país finalizó a inicios de 1993 el arreglo para cancelar sus compromisos125. De esta manera, después de casi diez años el Perú volvía a recuperar su categoría de nación elegible (ingreso de recursos frescos) por el Fondo Monetario Internacional. Simultáneamente, su renegociación de la deuda con el exigente Club de París (en condiciones ventajosas) con la banca internacional privada y con los proveedores internacionales le abrió nuevas opciones de crédito. Estos hechos -comentan los analistas económicos- constituyeron un fuerte espaldarazo para la política económica internacional del gobierno peruano. Para terminar este acápite, veamos brevemente la evolución histórica de la deuda externa peruana que, al fin y al cabo, estuvo vinculada al problema de la reinserció n. Como es sabido, esta deuda comenzó a crecer en el decenio de los setenta, cuando los países petroleros, merced a sus incalculables ganancias por el cotizado hidrocarburo, depositaron sus excedentes de dólares ("petrodólares") en bancos de distintas nacionalidades. La sobreabundancia de dinero llevó a su vez a las entidades financieras a iniciar una agresiva e irresponsable carrera (como en la década de los veinte) para conceder préstamos. La deuda del Tercer Mundo creció, y con ella la de Perú. Estrictamente, la deuda comenzó a ser un problema en la segunda fase del gobierno militar (a partir de 1975 con Morales Bermúdez). El país no tenía capacidad de pago, por ello el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial empezaron a exigir los famosos ajustes, es decir, la generación de una recesión para reducir el consumo, generar excedentes y, de este modo, pagar la deuda. Morales Bermúdez le dejó este irresuelto asunto a la democracia que retornaba con Belaunde (Arias, 1998; Parodi, 2001). Durante la década de los ochenta, la situación se agravó a tal punto que le fue imposible al país seguir pagando. El presidente Belaunde -como ya se manifestó- consideraba que el Perú debía "honrar su palabra", ser "socio" y, de esta manera, ser sujeto de crédito e n el futuro. Pero la cruda realidad pudo más que la voluntad del iluso mandatario y del ortodoxo ministro de Economía, Carlos Rodríguez-Pastor. Alan García, a diferencia de su antecesor, no sólo limitó el pago (lO% de las exportaciones), sino que trató de convertir el tema (como en los viejos tiempos, con el petróleo, por ejemplo) en bandera política: la deuda era
125 Cabe apuntar que, a partir de entonces, las Instituciones multilaterales jugaron un papel clave en las estrategias adoptadas para estabilizar y liberalizar la economfa (Crabtree y Thomas, 1999).
328 ______________________________________ impagable. Con esto, el bisoño gobernante desafiaba a los grandes y poderosos organismos multilaterales. Ningún país de la región siguió su ejemplo; nos convertimos en la oveja negra de América Latina. A partir de julio de 1990, el aún sorprendido presidente Fujimori p roclamó ante el Congreso y el país: "Soy fondomonetarista", ello para indicar la intención del Perú de reinsertarse al mundo financiero. Como en efecto ocurrió. ¿Desapareció con la reinserción el problema de la deuda externa? Evidentemente no. Los datos siguientes muestran su comportamie nto en la última década del siglo XX. En el 2000, al término del segundo mandato de Fujimori, el to tal de la deuda externa. (27.225 millones de dólares) equivalía al 50,5o/o del PBI estimado para ese año en 53.902 millones de dólares 126. Sin embargo, diez años atrás superaba las tres cuartas partes de este mismo indicador. Durante la década de los noventa, el 75o/o de la deuda externa correspondió al sector público. En el 2000, catorce países del mencionado Club de París (Alemania, Austria, Bélgica, Canadá, España, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Italia, Japón, Noruega, Países Bajos, Reino Unido y Suecia) se disputaron el 43o/o de la deuda exterior contraída por el Estad o peruano 127. El siguiente cuadro, muestra el comportamiento de la deuda externa nacional en el indicado decenio: Años
Cantidad (en miles de millones de dólares)
1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999
22.856 25.444 26.612 27.447 30.191 33.378 33 805 28.642 29.477 27.966
126 La pacificación del clima social , las v entas del patrimonio público y el aumento de las exportaciones permitieron paliar ligeramente su agobiante peso. 127 Según los registros del Banco Mundial, Perú figuraba entre las 46 naciones del globo con mayor deuda externa, en companfa de paises latinoam ericanos com o Argentina, Bolivia, Brasil, Cuba y Nicaragua.
--------------------------------- 329 7.3 .3 Reestructuración económica general Conforme lo señalan Crabtree y Thomas (1999), una de las características del ajuste estructural en el Perú después de 1990 fue su naturaleza radical, especialmente si se compara con otros países de América Latina. En efecto, en julio de ese año la gravedad de la situación condujo al gobierno a descartar una terapia parcial y gradual para hacer frente a la crisis heredada. Así, se puso en marcha un programa de estabilización que permitió reducir la inflación por debajo del 2% mensual. Se inició, igualmente, un conjunto de reformas orientadas a la desregulación y privatización de la actividad p-roductiva. El clima de confianza mejoró, a su vez, como consecuencia de la captura sucesiva de los principales líderes terroristas (como veremos luego). Ello permitió que en 1993 el aparato productivo volviera a crecer a buen ritmo. El comercio externo se liberalizó y la competencia se estimuló (Ortiz de Zevallos, 1994). Igualmente, por ley del 31 de diciembre de 1990, se estableció el nuevo sol como flamante signo monetario nacional; su equivalencia fue fijada en un millón de intis. Sin embargo, el uso obligatorio de la flamante moneda, como unidad de cuenta, sólo rigió a partir del 1 de julio del año siguiente. Sin duda, el asunto más complicado de todo este afán estabilizador, y probablemente el más exitoso, fue el concerniente a la derrota de la inflación. Incluso el estruendoso hecho de afrontar el país una de las hiperinflaciones de mayor duración en el mundo, atrajo la atención de académicos de fama internacional como Rudiger Dornbusch (del reputado Massachusetts lnstitute of Techno logy, MIT) y ]effrey Sachs (de la igualmente prestigiosa Universidad de Harvard); este último, célebre por su participación en la derrota de la hiperinflación boliviana. Ambos estrechamente vinculados por diferentes medios al Banco Mundial (Ponce, 1998b) 128. De acuerdo con este autor, la inflación pudo haber sido contenida entre agosto y diciembre de 1990. En esos meses la inflación mensual promedio descendió a 13,2%. En el primer semestre de 1991 descendió ligeramente y alcanzó un nivel promedio de 11,6%. Entre junio de 1991 y marzo de 1992, en cambio, se produjo una notable disminución; la inflación se redujo a la mitad (alcanzó el 5,9%). Entre marzo y diciembre de 1992, finalmente, la hiperinflación ya estaba controlada. En esos meses la inflación mensual promedio había descendido a 3,7%. Para 1995 y 1996, la inflación se había estabilizado e n un nivel cercano al lO% (10,2% en 1995 y 11,8% en 1996). Niveles muy aceptables en comparación con el pasado cercano; no muy buenos en relación con el 0,1% de
128 Según la deflnldón dáslca de hlperinfladón, ésta se presenta cuando la tasa de lnfladón mensual es de 50% o más.
330------------------------------------Argentina, el 6,6% de Chile , el 8o/o de Bolivia o el 3o/o de Estados Unidos. No debe perderse de vista, sin embargo, el elevado costo que tuvo que pagar la población peruana, en especial la urbana, para lograr abatir la indicada hiperinflación (Ponce, 1998b). Ciertamente, el ministro Hurtado Miller afrontó y condujo los momentos iniciales de la reestructuración económica del país. No obstante, sería su sucesor, Carlos Boloña Behr, quien radicalizó el programa a niveles casi "fundamentalistas" (expresión que corresponde a los citados Crabtree yThomas)129. El 15 de febrero de 1991 Boloña asumió el cargo de ministro de Economía y Finanzas. Un mes después, las líneas maestras de su programa económico, lOOo/o liberal y de mediano y largo plazo, fueron expuestas en su mensaje a la nación 13°. De los tres objetivos que él consideraba prioritarios, dos estaban en marcha: el programa de estabilización y el proceso de reinserción internacional. Para continuar con ellos, el nuevo ministro se comprometió a implementar una severa disciplina fiscal y monetaria: el Banco Central de Reserva no financiaría el gasto público. El te rcer objetivo estaba referido a las reformas de mercado, en especial con relación a la inversión extranjera y al sector financiero y laboral (Ponce, 1998a). A partir de entonces, el país entró e n un proceso de desregulación y retiro del Estado e n todos los niveles. Con esta tónica, se levantaron las protecciones al mercado interno colocadas por el Apra, se pasó a un sistema de importaciones libres con tres escalafones arancelarios: 25o/o para los productos de consumo final, 15o/o para los p roductos intermedios e insumos, y 5o/o para algunos insumos industriales básicos. También se liberalizó el mercado de capitales y se permitió la salida o el ingreso de éstos sin restricciones para favorecer la tan necesitada inversión extranje ra. Con esta misma óptica, se emprendió un ambicioso programa de privatizaciones de las inertes empresas del Estado (la de te léfonos a cargo de la empresa española Telefónica fue la más publicitada). Se eliminaron las exoneraciones a zonas de selva y frontera, y cualquier otro trato "discriminatorio". Como complemento, Boloña planteó "flexibilizar" la mano de obra con la eliminación no sólo de la estabilidad laboral, sino incluso del salario mínimo (Sheahan, 2001) 13 1 . Como lo recuerda César Arias, las reformas de Boloña
129 La rapidez y el radicalismo de los cambios institudonales tomaron por sorpresa induso a las propias instit udones multilaterales. 130 Una de las caracter1sticas fundamentales de la polltica g ubernamental fue el liberalismo
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económico, se sig uió un poco tardfamente la ola liberal de los años ochenta en los paises desarrollados. Como se sabe, el programa económico de Bolol'ia se Impuso y fue el q ue fundonó hasta el final, no obstante su alejamiento del gobierno.
--------------------------------331 lo llevaron a chocar no sólo con el Parlamento, sino también con el Poder Judicial y el entonces Tribunal de Garantías. Para te rminar, es interesante consignar un hecho que ocurrió por esos días y que estuvo vinculado con lo que aquí estamos examinando. En agosto de 1991 Mario Vargas Llosa retornó a Lima para asistir a un congreso del movimiento Libertad. Su evaluación sobre e l gobierno -apunta Tamariz- fue más bien ponderado y razonable; se mostró mucho más condescendiente de lo que sus partidarios esperaban. Deslizó algunas críticas al manejo económico, pero también reconoció algunos aciertos "que tenemos el deber moral de aplaudir y apoyar", como el plan de estabilización para bajar la inflación, sin lo cual -decía- "no hay posibilidad de desarrollar la economía y la reinserción". En algún momento expresó: "Se dice que aunque perdimos e n las elecciones de 1990, ganamos, porque son nuestras ideas las que gobiernan".
7.3.4 El autogolpe de/5 de abril A pesar de todas las dificultades, en el terreno económico el régimen fujimorista obtuvo algunos logros casi de inmediato. Sin embargo, desde el punto de vista político, adolecía del grave inconveniente de no contar con una mayoría parlamentaria que avalara o facilitara sus propuestas; aún más -de acuerdo con lo manifestado reiteradamente por el propio mandatario-, el Congreso se constituía en una barrera a sus iniciativasl32 . Esto, a los ojos del Ejecutivo, tornaba difícil su gestión, pues no le permitía obtener respuestas con la fluidez necesaria. Sin embargo, es a finales de 1991 y principios de 1992, cuando el Parlamento empezó a mostrar cierta resistencia a los deseos del gobierno de conceder poderes de mayor alcance al Ejército, aparentemente para ayudar en la lucha contra la insurgencia terrorista. En consecuencia, el choque e ntre los dos poderes (Ejecutivo y Legislativo) tenía que producirse tarde o temprano 133. ¿Le asistía la razón a Fujimori? O, contrariamente, ¿el Parlamento actuaba de manera correcta? Las líneas siguientes tratan de hallar una respuesta. A finales de la década de los ochenta, era claro que no sólo los partidos políticos en el país se hallaban desacreditados (después de los dos sucesivos
132 No obstante, como se verá luego, la agrupadón derechista Fredemo (el grupo más numeroso en el Congreso) apoyó la mayor parte de las políticas económicas de Fujlmorl, las cuales en general eran consistentes con su propia perspectiva. 133 E.sta pugna se hizo visible desde casi los comienzos del régimen de Fujlmori, se agudizó conforme pasó el tiempo, hadéndose Insoportable a prindpios de 1992.
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fracasos de los gobiernos que entonces se sucedieron), sino también extremadamente debilitados. Ello a juicio de la ciudadanía se r fJ~jaba en su incapacidad para estabilizar la economía. De este modo, cuanc..o en el segundo semestre de 1990 Fujimori inició su gobierno, la oposición política partidaria era mínima o venida a menos. El autogolpe de abril de 1992 representó -en expresión de Crabtree y Thomas- el último golpe de gracia para los partidos políticos, los cuales en muchos aspectos habían demostrado plegarse en el Congreso a los deseos del Ejecutivo en materia económica134 . ¿Fue un autogolpe premeditado? Las evidencias cada vez llevan a una respuesta afirmativa. De hecho, la medida radical fue concebida con mucha anticipación y con mucho misterio también, tal como era el estilo de Fujimori, con el propósito de cimentar la popularidad del régimen a costa de los partidos políticos y de sus líderes más visibles. ¿El pretexto? De acuerdo con el mandatario, lograr los objetivos económicos y acabar con el terrorismo, asuntos vitales que el Congreso no alcanzaba a entender en toda su magnitud. Esta aseveración, sin imputarle validez, no era del todo exacta ni dependía exclusivamente del Parlamento. Que existía obstruccionismo era indudable, pero que de ahí se llegara a un cierrapuertas total e irresponsable distaba mucho de la verdad. Lo que está claro hoy es que la sostenibilidad en el gobierno fue definitivamente el resorte principal que llevó al autogolpe, el cual a su vez consolidó la relación entre las Fuerzas Armadas (el Ejército sobre todo) y el Ejecutivo. ¿De qué manera fue anunciado el autogolpe y cuáles fueron sus efectos? El domingo 5 de abril de 1992, a las 10.30 de la noche, en una presentación grabada, el presidente Fujimori anunció por la televisión que el gobierno había decidido disolver "el Congreso e intervenir el Poder Judicial, el Ministerio Público, la Contraloría, el Tribunal de Garantías Constitucionales y los gobiernos regionales", sorprendiendo a miles de televidentes y, lo que fue el colmo, hasta a su primer ministro, Alfonso de los Heros, quien dos horas antes se había presentado en un programa político un tanto conciliador, aunque también criticando el obstruccionismo del Parlamento135. A partir de entonces, se inició una nueva etapa en el gobierno central al asumir el atrevido presidente prácticamente la totalidad del poder. ¿Cuál fue la reacción ciudadana? Según encuestas realizadas con una extraordinaria celeridad, la gran mayoría de la población respaldó el "auto-
134 Esto desdice el argumento de Fujimorl sobre un supuesto boicot del Parlamento a sus medidas económicas. 135 Es bueno recordar que el rumor de dausurar el Congreso d rculó meses atrás, y a menudo era el tema de la conversadón cotidiana. lnduso en paises vednos se redamaba una acción semejante en razón de sus ineptos parlamentos.
------------------------------333 golpe", lo cual le quitó legitimidad social a la protesta de la desplazada clase política (Tamariz, 1995; Arias, 1998)136. El obstáculo mayor, sin embargo, vino del exterior. La Organización de los Estados Americanos (OEA) en una reunión de cancilleres, en la que el Perú justificó su medida, aprobó una resolución exigiendo al gobierno peruano dialogar con la oposición democrática y encontrar un camino para retornar de inmediato a la democracia; en caso contrario, en la siguiente "reunión de consulta" se adoptarían sanciones. Así nació, presionado por el máximo organismo regional, el Congreso Constituyente Democrático (CCD), elegido en noviembre. Pero -como observa César Arias- el gobierno astutamente complicó de tal forma el diálogo con los partidos que logró su objetivo de dividirlos: unos aceptaron ir al CCD y otros rechazaron esta alternativa y quedaron fuera del escenario político por dos años. Además, los votos en blanco y viciados ayudaron a que la alianza oficialista (Cambio 90/ Nueva Mayoría) obtuviera una amplia representación. El nuevo Congreso unicameral mostró (como era de esperar) poca disposición para cuestionar las propuestas legislativas r' 1 Ejecutivo, y en varias ocasiones votó para impedir gestiones que se consideraban problemáticas o embarazosas para el gobierno. Un ejemplo clásico fue la respuesta del régimen a los asesinatos de La Cantuta de julio de 1992. Las incómodas acusaciones políticas sobre el papel que jugó la jefatura militar en el caso, por ejemplo, del crimen de Barrios Altos fueron ignoradas por el Congreso y la Corte Suprema. Desde esta perspectiva, el CCD generó incertidumbre sobre el futuro de las instituciones democráticas del país. En 1993 fue promulgada la nueva Carta Magna; pero, tiempo después, un referéndum manipulado desde Palacio la modificó para que Fujimori accediera a la reelección presidencial en 1995. Así, la mayoría gobiernista, sometida groseramente al Ejecutivo, violó la Carta Política que ellos mismos habían aprobado y jurado respetar y hacer respetar. La flamante Constitución reforzó la preponderancia del Ejecutivo sobre los poderes Legislativo y Judicial. Asimismo, además de permitir la mencionada reelección presidencial inmediata, redujo los poderes del Congreso para cuestionar la responsabilidad de los altos mandos militares, y aumentó la injerencia de la Policía y el Ejército en los procesos judiciales (Crabtree y Thomas, 1999) 137 . En pocas palabras, la cuestionada Constitución jamás constituyó en el decenio fujimorista una
136 Sutilmente, Fujimorl supo utilizar el descontento arraigado en la población respecto de dichas instituciones por la corrupción y la politiquerfa con que se les asociaba. 137 Como lo sef'\alan estos auto res, la mayorfa de las constituciones latinoamericanas prohiben la reelección Inmediata y en algunos casos, por ejemplo en México, Imponen una prohibición vitalicia para Impedir que los presidentes se presenten a la elección nuevamente.
,r-
334 -----------------------------------garantía suficiente para que el país contara con la primera condición que identificó Adam Smith (el padre de la ciencia económica) para acelerar la generación de riqueza e n una nación: un esquema jurídico que promueva la justicia y la seguridad para todos (mencionado por Ortiz de Zevallos, 1994). 7.3.5 La captura de los principales cabecillas terroristas
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Como algunos analistas señalan, si bien el éxito de la reinserción a la comunidad financiera internacional era una noticia gratísima, el terrorismo, en cambio, se alzaba como una tranca endemoniada y perversa en el camino de la recuperación total del país. El Perú continuaba siendo catalogado como el país más riesgoso del planeta. Un estudio de la Business Risk International (citado por Tamariz) sostenía que en el Perú se habían producido más de 500 atentados y que éstos representaban el 20% del total ocurrido e n el mundo. Y además señalaba que los blancos de los terroristas eran "negocios con rótulos ingleses, como Kentucky Fried Chicken o Pizza Hut", pero cualquiera -a su juicio- "podía convertirse en un objetivo, inclusive inocentes turistas". Junto con el Perú, en esa suerte de ránking sombrío, figuraban El Salvador, India, ·Turquía, Filipinas, Sri Lanka, etc. Es en el campo de la contrainsurgencia donde los éxitos del régimen fujimorista de 1990-1995 fueron indiscutibles. Se reorganizó la Dirección Nacional contra el Terrorismo (Dincote) y las populares rondas campesinas; se dictaron decretos leyes estableciendo juicios en tribunales militares y cadena perpetua para los cabecillas subversivos, se establecieron tribunales sin rostro y se dictó la famosa Ley d el Arrepentimiento. Es decir, para esos momentos álgidos, una estructura legal coherente, con defectos por supuesto, como la falta de precisión en algunos delitos y no escalamiento de la penalidad, pero que supuso acabar con los cabecillas terroristas, que comparecieron ya no ante jueces aterrados o amenazados no sólo por los acusados sino también por los denominados abogados "democráticos". La captura de Abimael Guzmán el 12 de setiembre de 1992, luego de una feroz arremetida terrorista con coches bomba en la capital, fue la batalla decisiva que cambió el curso de la guerra subversiva. A partir de ahí fueron capturados la mayor parte de los cabecillas y desarticulada buena parte de la organización senderista (Arias, 1998). De igual manera, el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) comenzó a desaparecer desde fines de 1994. ¿El balance final del terrorismo despiadado? Según datos proporcionados por el informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (agosto del 2003), presidida por el prestigioso filósofo y docente universitario, Salomón Lerner Febres, el número de víctimas fue de 69 mil en todo el Perú. Las pérdidas materiales se aproximaron a 25 mil millones de dólares.
(
-------------------------------- 335 7.3.6 La excesiva concentración del poder Desde una cárcel italiana, en la que se hallaba recluido por orden de Mussolini, el filósofo comunista Antonio Gramsci escribió una breve carta titulada La indiferencia (cartas desde la cárcel, 1926), en la que dice: La indiferencia es en realidad el más poderoso resorte de la historia. Pero al revés. Lo que sucede, el mal que se abate sobre todos, el posible bien que un acto de valor general puede engendrar no se debe enteramente a la iniciativa de los pocos que actúan y los pocos que dirigen, sino también a la indiferencia, al absentismo de muchos. Lo que ocurre no ocurre tanto porque algunos quieren que se produzca, cuanto p orque la masa de los ciudadanos abdica de su voluntad y deja hacer, deja que se agrupen los nudos que luego solamente la espada podrá cortar; deja que lleguen al poder unos hombres que luego un levantamiento podrá derribar. Hay hechos que maduran en la sombra porque unas manos no vigiladas por ningún control tejen la tela de la vida colectiva y la masa permanece en la ignorancia. Los destinos de una época son manipulados según visiones limitadas y según los fines mezquinos e inmediatos de pequeños grupos activos y la masa de los ciudadanos lo ignora ... (citado por Spinella, 1974).
Larga ha resultado la cita del controvertido pensador italiano, pero sumamente útil e ilustrativa para el caso que aquí venimos examinando. Fujimori, sin duda alguna, concentró en demasía y malévolamente el poder alrededor de su persona y de su "camarilla" palaciega; pero en gran medida ello lo consiguió merced a la apatía e inacción, precisamente, de una porción considerable de nuestra sociedad que, ensimismada, siguió de manera pasiva el ritmo impuesto desde Palacio. Por mucho tiempo, casi hasta el final de su segundo mandato, al igual que en la época de Leguía y de Odría después, el pueblo acató en silencio y con cierta dosis de conformismo, las múltiples y nocivas manifestaciones de esa aparente y vigorosa concentración de poder. Pero, como dicha concentración se prolongó y desembocó en una corrupción espantosa, como suele ocurrir aquí y en otras latitudes, el final inevitable del círculo palaciego no fue otro que su destitución por la presión popular. Esto fue lo que le ocurrió a Fujimori y - repetimos- a su inefable camarilla. A continuación una breve reseña del episodio que cerró el siglo XX peruano. Desde comienzos de su gestión Fujimori logró reforzar su poder en el seno del Ejecutivo, pero tenía escasa influencia en los otros poderes que - como sabemos- venían del régimen anterior y el nuevo mandatario no buscó ningún tipo de acercamiento; por el contrario, los atacó verbalmente en cuanta ocasión pudo. En el Parlamento no tenía mayoría, pero sí involuntarios aliados. La mayoría de los integrantes del Fredemo simpatizaban con la
336-----------------------------------ortodoxia económica puesta en marcha; el sector no alanista del Apra buscaba te ner una relació n, cuando me nos, no rmal. Por su lado, p arte de la izquierda apoyaba porque había ministros de esa tendencia e n el seno del poder. Incluso el Legislativo le concedió facultades para legislar, nombrando preside ntes de las dos cámaras a líde res de Cambio-90 (Arias, 1998). Rápidamente, el sorprendente mandatario logró teje r una sólida y vasta red de pode r. El Ministerio Público cayó totalme nte a sus pies; el Poder Judicial influenciado e normemente; los mandos militares y policiales dep endientes del presidente o su entorno; y el Tribunal de Garantías, que no existió hasta 1995, supo también después de este sometimiento. Lo mismo puede decirse de un amplio sector de los medios de comunicación masiva que en el segundo período cayeron en la más abyecta y despreciable subordinación, sobre todo la llamada prensa amarilla o prensa "chicha". En pocas palabras, las redes de poder se exte ndieron por doquier. Pero, ¿cuáles fueron los mecanismos e mpleados para conseguir este asombroso (y vergonzoso) sojuzgamiento? Según algunos estud iosos de la realidad política (Arias, 1998; Crabtree y Thomas, 1999; Cotler y Grompone, 2000), una de las características más originales del estilo de gobierno del presidente Fujimori fue la creación del denominado "poder informal"; es decir, la creación de un equipo que, si bien disponía de un poder muy grande, éste era fáctico, porque oficialmente se trataba de asesores cuya función era aconsejar. Pero en el estilo p articular del régime n, los asesores disfrutaban de más poder que algunos ministros. Dentro de este poder informal y oculto, al me nos inicialmente, se establecieron dos principales ramas. La prime ra y quizás la más importante se ocupaba de todo lo concernie nte a la defensa, seguridad y orde n interno; el principal personaje de este grupo era el siniestro Vladimiro Montesinos, oficial expulsado del Ejército, abogado y hombre ligado a las tareas de inteligencia l38_ El otro sector del "poder invisible" lo dirigía el hermano del presidente: Santiago Fujimori. Este grupo se ocupaba del control de las empresas ligadas al Estado, del proceso de privatización, de la política exterior y de la cooperación técnica internacional. Su labor fue discreta, aunque no exenta de irregula ridad es. Al final, fu e avasallado por Montesinos. Lo interesante -observa Arias- es que muchas de las decisiones que formalme nte correspondían a ciertos funcionarios o ministros, en verdad eran asumidas por
138 Montesinos conoció a Fujlmorl durante la campal\a de la seg unda vuelt a. cuando lo libró sagazment e de unas acusadones judldales que habfa o rganizado gente ligada a Fredemo. Convertido en hombre d e confianza, el ex cap itán armó un equipo en el Servido de lnteligenda Nadonal (SIN) destinado a la contrasubversl6n y los operativos pslcosoclales. Pero allf no terminó su lnfiuend a; M ontesinos era generadonalmente contempor.S.neo d e quienes
-------------------------------- 337 equipos ligados muy estrechamente al presidente, que desde los primeros meses posteriores a julio de 1990 crearon un "superpresidencialismo" no previsto por la Constitución del Estado139. El autoritarismo poco a poco se fue afianzando a medida que se asentaba el régimen. En ese sentido, es importante señalar que el modelo político que se configuró luego del autogolpe del 5 de abril, se caracterizó por tener formas aparentemente democráticas, pero con un contenido de esencia autoritaria aceptada por el común de la ciudadanía. La división de poderes, esencia de toda democracia, mostró su inexistencia desde entonces. Como ya se elijo, el Poder Judicial, después de su intervención, jamás desafió al Ejecutivo; todo lo contrario. El Ministerio Público mostró un absoluto sometimiento. El Legislativo llegó a violar impunemente la Constitución en varias oportunidades. Las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional estuvieron sometidos (como antaño) al poder político; la legislación militar fue modificada y en la designación de los ascensos, el Ejecutivo tuvo un peso mucho mayor que los propios institutos castrenses140. El Cuerpo Diplomático igualmente fue avasallado; en diciembre de 1992, una purga realizada sin justificación alguna separó del servicio a muchos de los más connotados y correctos diplomáticos de nuestro país 141 . Los sindicatos fueron debilitados, al igual que los partidos políticos; el mandatario arremetió contra la Iglesia católica y utilizó como pretexto la planificación familiar. Ni siquiera el deporte se escapó de esta vorágine expansiva del poder: el Instituto Peruano del Deporte (IPD) también fue copado. En pocas palabras, el poder presidencial creció a la sombra de la debilidad y el sometimiento de las instituciones. Su acoso no tuvo límites ni escrúpulos.
estaban en los más altos rangos del Ejército y se convirtió en un hombre muy poderoso en la determinación de los cargos, retiros y ascensos. Y también en el manejo de los hilos de la corrupción, el contrabando y el narcotráfico. En toda la historia de Perú, sin duda, el hombre más nefasto, abominable y repudiable, desde el ángulo en que se le mire. 139 La subo rdinación de los ministros y la Imposición de las decisiones mencionadas llevaron a la prensa independiente a hablar de los "ministros secretarios" o " ministros tramitadores" del régimen. 140 Las normas y tradiciones fueron Ignoradas o modificadas y. en no pocos casos, oficiales g enerales de brillante trayectoria fueron pasados al retiro por no ser lo suficientemente "leales" al proyecto politico gubernamental. Ello, por cierto, desnaturalizó el sentido mismo de la labor de los institutos militares. 14 1 Como lo recuerda César Arias, la inexplicable purga no sólo privó a To rre Tag le de decenas de d ip lomáticos capaces, sino que creó también un clima d e temor y desaliento que aún no habla d esaparecido en 1995, afio en el q ue se nombró com o canciller, dentro de la lógica del neoliberallsmo, a un empresario.
338 ------------------------------------Bajo este designio, que tuvo como elemento central la reelección presidencial, llegamos a las elecciones de abril de 1995. El quehacer político no sólo se hallaba disminuido sino que los grupos opositores se debatían en una espantosa fragmentación. Al decir de Cotler y Grompone (2000), parecía que ninguno se interesaba seriamente en derrotar al presidente-candidato142 . Por cierto, este divisionismo dio una imagen de caos y de "retorno al pasado" que enervaba a diversos sectores ele la población. En cambio, Fujimori en todo momento se mostró victorioso; lo favorecía no sólo el recuerdo de sus exitosas luchas antisubversivas, sino también el fin de la elevada inflación, así como el inmenso apoyo de la mayoría de los medios de comunicación masiva, merced a la manipulación y las prebendas desde el SIN 14 3. Hábilmente, el oficialismo satanizó cualquier cuestionamiento al neoliberalismo económico, calificándolo de "populismo" o -según palabras del propio Fujimori en CADE 95- de "neoalanismo" (citado por Arias, 1998)144. A todo ello hay que agregar que el presidente-candidato, sin ningún control y sin descaro alguno, utilizó el presupuesto para ejecutar e inaugurar él mismo obras de mediana importancia, pero de efectos sociales inmediatos: colegios, postas médicas, cabinas telefónicas, agua , desagüe, lozas deportivas, etc. Al final, apocadamente, un sector de la oposición se nucleó en torno a la figura señera del embajador Javier Pérez de Cuéllar, prestigioso y brillante diplomático e internacionalista, orgullo del Perú. Llegado al país, fundó el frente político Unión por el Perú para lanzar su candidatura a la presidencia. ¿Cuál fue el discurso político de ambos candidatos? Fujimori se centró en la eficiencia de las "soluciones técnicas" , contrastándolas con el peligro de un retorno al caos si no era reelecto. El discurso de su rival fue mucho más doctrinario y trascendente (aunque poco efectista); llegó a afirmar: "represento gobernabilidad en democracia". En la práctica, el discurso del primero caló más en la ciudadanía, probablemente porque en esos días, cercanos a las terribles acciones terroristas, amplios sectores de la población dudaban de que la democracia garantizara la gobernabilidad. En este sentido -observan algunos analistas políticos (Arias, 1998; Crabtree y Thomas, 1999)- en las mentes de millones de peruanos, sobre todo entre los más pobres, la "cierno-
142 Pareda más bien que muchos sólo aspiraban a conseguir o retener curules sin lnteresarles la acdón partidaria de conjunto. 143 No debe o lvid arse que por esos dlas la gran fundón del Servido de lntelig enda Nadonal , com o después en la segunda reelecdón, era apoyar precisamente la campal'la reeiecdonista a com o diera lugar. 144 Probablemente, esto hizo que la mayorfa de los opositores adoptara una linea m uy conceslva, temerosa de ser acusada d e "populista" o "neoalanista" trasnochada.
--------------------------------339 cracia tradicional" estaba ligada al desorden, al desgobierno o -para decirlo de modo sofisticado- a la "falta de gobernabilidad". Y, peor aún, no sólo Fujimori era el símbolo de la expresada gobernabilidad, sino que Javier Pérez de Cuéllar aparecía como la típica encarnación de aquella "democracia tradicional" cuyo primer pecado era coexistir con el caos. Casi al inicio de la campaña sucedió un hecho internacional que, a la postre, favoreció a Fujimori en sus afanes reeleccionistas, no obstante las críticas de la oposición. César Arias lo describe del siguiente modo. En enero de 1995, ocurrió un serio incidente en la frontera nororiental con el Ecuador: el malhadado conflicto del Cenepa. La sorpresiva irrupción del conflicto, que movilizó a decenas de jóvenes soldados, prácticamente semiparalizó la campaña: los candidatos respaldaron al gobierno y a las Fuerzas Armadas, y los medios de comunicación observaron un tono similar. Sólo algunos columnistas, considerados de recalcitrante oposición, criticaron la forma en que el régimen conducía el conflicto y, con más dureza, la dirección de la Cancillería. Las cosas cambiaron cuando el candidato de Unión por el Perú se presentó en la televisión para leer un texto muy crítico y cuestionador del acuerdo alcanzado en Brasilia ("Declaración de Paz"). A partir de ese momento, voceros de las más diversas tiendas políticas, opositoras por supuesto, se lanzaron a criticar la conducción del conflicto y los alcances del mencionado compromiso. De este modo, quizá por primera vez, un asunto de política exterior fue punto importante en una campaña electoral. Sin embargo -como dice el citado autor-, el problema fronterizo no le restó votos al presidente-candidato debido a que la gran mayoría de la población, luego de la dura experiencia de la orgía de violencia, deseaba ardientemente la paz y quería creer en el optimismo oficialista más que en aquellos críticos que parecían querer complicar y ampliar el enfrentamiento fronterizo. Puede decirse, en este sentido, que la campaña psicosocial lanzada desde el SIN alcanzó resultados positivos para la "camarilla" palaciega. Realizadas las elecciones, Fujimori logró sobrepasar fácilmente el 50% exigido y, de esta manera, triunfó en la primera vuelta y obtuvo una sólida mayoría e n el nuevo Congreso. ¿Y el principal rival? Apenas alcanzó el 20% de la votación 14 5. Para muchos analistas, el Perú había retornado a plenitud al Estado de derecho; sin embargo, la realidad mostró un matiz mucho más complejo y aciago como veremos de inmediato 146. 145 Recordemos que en las dos elecciones (1990 y 1995) Fujlmorl logró derrotar a dos connotados peruanos: el laureado escritor Mario Vargas Llosa y el prestigioso embajador Javier Pérez de Cuéllar. 146 Adidonalmente hay que anadir que, con su v ictoria, Fujimorl eliminó a todos los partidos tradidonales, al no alcanzar éstos el mfnimo porcentaje que establece la ley electoral.
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Segundo gobierno de Alberto Fujimori Fujimori (1995-2000)
Amparado por ese considerable apoyo popular, desde un inicio el estilo autoritario y el manejo fáctico del poder, expresado en la frase presidencial "actuar primero y hablar después", marcaron el estilo político en el país a partir de julio de 1995. El enorme y malévolo poder del SIN, la capacidad y la voluntad de efectuar periódicos "operativos psicosociales", las p resiones sobre los medios de comunicación, televisivos sobre todo, la asquienta e innoble labor de la prensa "chicha" y el afán de avasallar cualquier poder independiente se convirtieron en los elementos sustanciales de eso que se llamó "fujimorismo" (Arias, 1998; Cotler y Grompone, 2000). Durante esta segunda etapa iniciada con la reelección, el esquema político "superpresidencialista" se afianzó; como también el sistema económico neoliberal. En este sentido, la presión y el acoso a los partidos políticos se agravó, alcanzando niveles muy peligrosos. En el terreno económico, se continuó con la baja inflación, el crecimiento económico y la profundización de los desniveles sociales. En todo este contexto las Fuerzas Armadas jugaron un rol fundamental, principalmente en el primer rubro. Pero es oportuno advertir que dicho papel distó mucho de concretarse en la figura de un "gobierno militar"; más bien puede hablarse de una cúpula de civiles y militares, con Montesinos a la cabeza, encargada de manipular las jerarquías castre nses con el propósito de que los institutos armados se constituyeran en los pilares del gobierno civil. Esta es la explicación del deseo (casi enfermizo) de la cúpula "cívico-militar" para la reelección permanente (Arias, 1998; Sheahan, 2001). Efectivamente, con vista a una posible reelección (la segunda), a partir de 1996 todas las decisiones gubernamentales tuvieron como objetivo la continuidad en el poder. Para ello -como veremos luego-, se desestabilizó a los órganos constitucionales autónomos, se controló el Poder Judicial, se amedrentó al Poder Legislativo (desde antes mediatizado), se hostigó a los medios de comunicación opositores y se ensanchó la base de la repugnante prensa "chicha" . La recuperación de los rehenes en la residencia del embajador del Japón produjo un pasajero fervor pro gubernamental. Pero a esas alturas ya se había instalado una grave recesión en el Perú; los niveles de pobreza habían aumentado, así como la desocupación. A pesar de esto, la oposición, desprestigiada por los medios sometidos al poder, no conseguía llegar a los sectores populares. ¿Cuáles fueron los principales sucesos durante este segundo gobierno fujimorista? Consideramos, entre otros, los siguientes:
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7. 4.1 La toma de la residencia del embajador japonés por el MRTA
Cuando la ciudadanía pensaba que el flagelo del terrorismo era cosa del pasado, el 17 de diciembre de 1996 un audaz (y suicida) comando del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, encabezado por Ernesto Cerpa Cartorini e integrado por 14 jóvenes subversivos, tomó por sorpresa la sede de la residencia del embajador del Japón en Lima. De pronto, cerca de un millar de invitados que asistieron a la recepción en honor del onomástico del emperador Akihito fueron presa de la peor experiencia de sus vidas: convertirse en rehenes de la insania terrorista. La noticia, que estremeció al país, rápidamente dio la vuelta al mundo; la televisión nacional mostró esa misma noche escenas desgarradoras que no parecían tomadas de la vida real, sino de escenarios altamente conflictivos captados por la magia de la televisión. La pesadilla duró alrededor de cuatro largos e interminables meses. En el trayecto, los terroristas fueron liberando a sus rehenes hasta quedar 72 personajes de los ámbitos oficial, diplomático, empresarial y académico. De hecho, Cerpa dio un increíble golpe de audacia, pero no tenía proyectado qué salida podía dar a su temeraria maniobra. Esto se advirtió desde el comienzo. ¿Cuál era el plan terrorista? Exigir la liberación de sus dirigentes encarcelados (entre ellos su máximo líder, Víctor Polay Campos). La respuesta del gobierno fue rotunda y permane nte: denegar esta exigencia. Por lo tanto, el comando emerretista, en vez de asesinar rehenes, decidió prolongar la toma de la residencia, pensando quizá que eso podría desestabilizar al gobierno (Caretas, abril de 1997). Las autoridades gubernamentales, al parecer presionados por el gobierno japonés, iniciaron un proceso de negociación, pero simultáneamente prepararon, con mucho cuidado y reserva, una opción militar. Como lo recue rda César Arias, muchos sectores políticos y comunicadores sociales estuvieron convencidos, quizá como el propio Cerpa, de que el Ejército peruano no era capaz de efectuar un operativo relativamente limpio y exitoso. En América Latina jamás había ocurrido algo así, y los ejemplos de éxito se debían a Israel, Gran Bretaña y Alemania 147. Con razones para ser escépticos, se fue creando una corriente en favor de una salida negociada. El mandatario avaló las negociaciones, pero fue claro al señalar los límites de lo negociable: no se liberaría a los cabecillas terroristas. Las negociaciones se empantanaron en buena medida por la actitud intransigente de los subversivos; en ese contexto, por sorpresa también, los comandos militares atacaron la sede diplomáti147 En algún momento se propaló la notida de que esos paises estaban asesorando al gobierno peruano en el disel'lo de una estrategia para liberar a los rehenes. El p resid ente Fujimori se encargó de desm entir esos rumo res.
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ca. El violento operativo, conocido más tarde como "Chavín de Huántar", sólo duró 28 minutos. Era el 22 de abril de 1997. El hecho de que en la acción de rescate sólo muriera un rehén (los 14 emerretistas fallecieron) fue considerado por la inmensa mayoría de la población como una victoria. Desde el primer día, el jefe de Estado capitalizó este triunfo y buscó u tilizarlo para reforzar su poder y preparar su futura reelección. En efecto, la televisión mostró al presidente en el estribo del bus en el que viajaban los rehenes liberados, cosechando aplausos espontáneos. Con la mano en alto y con su inconfundible sonrisa de vencedor se mostraba ante el mundo entero como el hombre del momento.
7.4.2 El avasallamiento de los órganos constitucionales autónomos
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Ciertamente, el final de la crisis de la embajada nipona fortaleció el régimen de Fujimori interna y externamente, pero también templó aún más los hilos del poder absoluto e ilimitado en detrimento del ejercicio libre de las instituciones tutelares. En efecto, sometidos y controlados los poderes Legislativo y Judicial, el paso siguiente era avasallar, valiéndose de mil artimañas (desde la simple presión política hasta la vil corrupción), los órganos constitucionales autónomos: el Tribunal Constitucional, la Defensoría del Pueblo, el Ministerio Público (Fiscalía de la Nación), el Consejo Nacional de la Magistratura, la Contraloría General de la República y el sistema electoral (Jurado Nacional de Elecciones, Oficina Nacional de Procesos Electorales y Registro Nacional de Identificación y Estado Civil). Uno a uno, salvo la Defensoría del Pueblo que resistió los embates del binomio Fujimori-Montesinos, fueron cayendo en las garras de la nefasta autocracia, que parecía ya superada en nuestro medio. Pero, sin duda, el caso más grave y escandaloso que trascendió incluso nuestras fronteras fue la acusación contra cuatro magistrados del Tribunal Constitucional que, en definitiva, puso punto final al equilibrio de poderes en el Perú. ¿Qué sucedió? Tres magistrados de dicho mecanismo de control constitucional (Delia Revoredo, Manuel Aguirre Roca y Guillermo Rey Terry) votaron por la inaplicabilidad de una ley aprobada por el Congreso que le permitía candidatear por tercera vez al presidente Fujimori en las elecciones del 2000. La mayoría parlamentaria los sometió a proceso, con el pretexto de que había una denuncia contra la doctora Revoredo en torno a la sustracción de una documentación. La cuestión denunciada no se resolvió y la comisión del Congreso los acusó por su fallo; luego de que comisiones y subcomisiones (dominadas por el oficialismo) prosiguieran con las acusaciones, el pleno resolvió destituir a los tres magistrados. Este hecho no sólo revirtió todo el apoyo que el mandatario había recibido luego de la liberación de los rehe-
------------------------------ 3~ nes, sino que el rechazo a su gestión superó cualquier récord anterior (Arias, 1998). A los pocos días, estudiantes universitarios salieron a las calles para expresar públicamente su repudio a dicha defenestración. Sin embargo, la carencia de un liderazgo opositor impidió entonces que esas movilizaciones juveniles cristalizaran un anhelo que más tarde sería colectivo e incontenible. Fue el primer gran remezón político del régimen.
7. 4.3 El festín de la prensa "chicha" Desde los inicios de su larga permanencia en el poder (por pocos meses no batió el récord de Leguía), Fujimori siempre tuvo una obsesión: .capturar los medios de comunicación masiva para supeditarlos a sus pérfidos intereses. Esto lo consiguió, en parte, cuando logró el total dominio de algunos de ellos (televisivos sobre todo) y la aquiescencia de ciertos periodistas de escasa reputación. Pero lo repugnante sucedió cuando, con el apoyo y la acción directa del siniestro Montesinos, fomentó e impulsó un periodismo vil a través de la llamada prensa "chicha"148. ¿El objetivo? Publicar malévolos y difamatorios titulares, informaciones, notas y campañas periodísticas que aseguraran la reelección de Fujimori. El apoyo al presidente-candidato era tan escandaloso que titulares como "Fujimori está en el corazón del populórum" se repetían obstinadamente en varios de estos medios. ¿Las víctimas? Destacadas figuras políticas que podían hacer sombra al autócrata gobernante (Mario Vargas Llosa, Javier Pérez de Cuéllar, Luis Castañeda Lossio, Alberto Andrade Carmona, Alejandro Toledo Manrique) o destacados periodistas opuestos al régimen (Gustavo Mohme Llana, Fernando Rospigliosi, César Hildebrant, Gustavo Gorriti, ] osé Arrieta). En uno u otro caso, las víctimas eran calumniadas en grandes y coloridas primeras planas. ¿Los recursos? Los fondos públicos administrados por la red de corrupción montada por el ex asesor. Hoy se sabe que por cada portada el siniestro personaje pagaba a los directores de dichos tabloides sumas que fluctuaban entre 500 y 6 mil dólares. Además, el gobierno retribuía estos titulares con el pago de enormes cantidades de avisaje publicitario. Según el boletín Datos Electorales (2002) de Transparencia, por este rubro sólo en 1999 el gobierno destinó 420.601 dólares a El Chino. ¿El coordinador de la prensa chicha? El inescrupuloso periodista hípico, Augusto Alfredo Bresani León, quien llegó a montar una verdadera red de periódicos a sueldo del SIN que incluía: El 1ío, Repudio, El Chino, La Chuchi, El Mañanero, Onda, Referéndum, El Chato, La
148 Si bien la prensa "chicha" nadó en los inicios de la administración fujimorista. fue a fines de 1997 que el trabajo sucio de algunos de ellos comenzó a ser v isible de manera pertinaz.
344 _____________________________________ Repúdica (que parodió grotescamente a La República de Mohme), La Yuca, entre los que -según fuentes judiciales- distribuía aproximadame nte 180 mil dólares semanales (El Comercio, 5 de julio del 2002). 7.4.4 El fenómeno oceánico-atmosférico de El Niño en 1998
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En su edición del viernes 28 de noviembre de 1997, El Comercio, a través de un ilustrativo infograma, señalaba los primeros pasos destructivos de El Niño a escala mundial. Daba cuenta de la secuela trágica: 170 muertos y más de 25 mil damnificados. Decía: "Lluvias, inundaciones, sequías e incendios forestales se multiplican ante la mirada asombrada de los científicos, que pronostican daños mayores a medida que se acerca el verano al hemisferio sur" (p. 9)149. En esa misma edición, el decano de la prensa nacional daba cuenta también de que sólo en el departamento de Piura el gobierno había invertido 58 millones de soles en obras de prevención; cifra que, no obstante, ni siquiera representaba el 100/o del monto total asignado. Según el Ministerio de Economía, el gobierno invirtió en este rubro 732 millones de soles entre junio de 1997 y marzo de 1998, lo que equivalía a 273.4 millones de dólares15°. Conforme a los pronósticos científicos, el verano de 1998 fue testigo de este terrible fenómeno marino que causó enormes estragos en casi todo el país, lo que atentó definitivamente contra su crecimiento económico. Veamos algunos datos acerca de su evolución e intensidad. Senamhi informó que el promedio de temperatura mensual más alto se registró en Piura en el mes de marzo. Aquí la comparación: Ciudades
Tumbes Piura Chiclayo Trujillo Chimbote Callao
Máximo
oc
32,7 33,4 32,5 29,5 30,7 31 ,0
Normal
oc
31,2 34,5 30,1 25,5 27,5 26,0
Variación
oc
1,5 -1 ,1 2,4 4,0 3,2 5,0
149 En un Informe cientifko de comienzos de setiembre d e 1997, la NASA advertfa que El Niño próximo podrfa ser el peor en 150 años; asimismo señaló que el satélite habla detectado frente a Sudamérlca una gigantesca masa de agua cálida de casi dos veces el tamaño de Estados Unidos. 150 Según la m ism a fuente, por concepto de reconstrucción hasta flnes de marzo de 1998 los gastos ascendian a 1.690 millo nes de soles, lo que equtvalla a 603.6 millones de dólares.
--------------------------------- 345 En cuanto a las lluvias señaló que el promedio mensual de las precipitaciones en las ciudades de Tumbes, Piura y Chiclayo superó en cientos de veces las cifras habituales para la época: Ciudades
Tumbes (en febrero) Piura (en enero) Chiclayo
Nivel alcanzado (mili metros)
Nivel normal (milimetros)
701.4 623 ,9 202,2
34,3 5.4 2.4
Sobre el caudal de los ríos, informó que las inundaciones más fuertes se vivieron en Tumbes, Piura e lea, donde causaron incalculables daños a la infraestructura: Ríos
Tumbes Piura lea
Aforo (m3 por seg.)
2.700 4.424 640
Fecha
7 de febrero
12 de marzo 30 de enero
¿Y el número de víctimas y damnificados? El Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) registró 171 muertos, 108 heridos, 114 desaparecidos y 463.499 afectados con diversas enfermedades; a esta última cifra debe agregarse 24.690 casos de conjuntivitis reportados sólo en Tumbes, Piura, Lambayeque, La Libertad, Ancash, lea y Lima (norte y este del país). En cuanto a los damnificados, el INEI calculó que sólo en las zonas más afectadas por el devastador fenómeno (Tumbes, Piura, lea, Lambayeque y La Libertad) el número llegaba a 529 mil (396 mil en el área urbana y 133 mil en el área rural). La cifra de viviendas afectadas ascendía a 103.366 (75% en el área urbana y 25% en el área rural) 151. En lo referido a la infraestructura del Estado, desde colegios y centros de salud hasta fuentes y líneas de transmisión eléctrica, se localizaron y cuantificaron 3.084 daños. ¿Los sectores más perjudicados? El agro (se perdieron 42.783 hectáreas de sembríos y se afectaron 75.539); la pesca (los desembar-
151
E.l mayor número de hogares afectados estuvo en Ptura (28.560). Las pérdidas en Infraestructura básica en la Región Grau (Piura y Tumbes) ascendieron a 701.956.293 soles. De este monto, 614.893.186 soles (86%) correspondieron a Piura y los 87.063 107 soles restantes a Tumbes.
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ques pesqueros se redujeron significativamente: el pescado fresco disminuyó en -31,6% y la anchoveta en -99% respecto de enero-marzo del año 1997); las carreteras (884 kilómetros destruidos y 6.393 afectados); los puentes (60 destruidos y 28 afectados); las centrales hidroeléctricas ( 4 colapsaron; la central de Machu Picchu quedó bajo 70 metros de lodo y piedras, con pérdidas que superaron los 100 millones de dólares); los centros escolares (327 quedaron destruidos y 901 por rehabilitar); los centros de salud (167 entre destruidos y afectados). En su conjunto, el fe nómeno produjo daños totales que bordearon 1.500 millones de dólares. Con el propósito de centralizar los esfuerzos del caso, se constituyó un organismo multisectorial y de alto nivel dependiente directamente del gobierno central: el Comité Ejecutivo de Reconstrucción de El Niño (Ceren) encabezado por el ingeniero Alberto Pandolfi, rep resentante directo del presidente Fujimori. Para concluir, consideramos oportuno consignar algunos datos inéditos e interesantes que revelan los distintos niveles de destrucción del fenómeno. Por ejemplo, la apicultura fue severamente afectada: murieron alrededor de 750 millones de -abejas en la costa norte; ello, en términos monetarios, significó la pérdida de un millón de dólares. En los años siguientes, esta pequeña industria se debatió entre la vida y la muerte por el impacto de dicha crisis. El segundo caso patético fue el de la Caja de Beneficios Sociales del Pescador que, debido a los me nores ingresos que causó El Niño en la producción pesquera, se vio obligada a reducir los haberes a 260 profesionales de la salud y a 240 empleados administrativos dependientes de su planilla. El tercer caso tuvo que ver con nuestro pasado histórico: las fuertes lluvias e inundaciones destruyeron muchos monumentos arqueológicos. Por ejemplo, Lambayeque perdió la huaca El Loro, e n tanto que algunas líneas de las Pampas de Nasca fueron afectadas. Las lluvias dañaron también la huaca Las Ventanas y el complejo arqueológico Batán Grande en Lambayeque. A esta lista se suman la huaca La Palma (Tumbes), el centro arqueológico de Sillustani (Puno), la Huaca del Sol (La Libertad), el complejo arqueológico de Mocollape (La Libertad) y la huaca Narihualá (Piura). También resultaron afectadas en Piura las iglesias San Martín de Sechura, del Carmen, de San Francisco, La Merced en Paita y la iglesia Sagrado Corazón de jesús, del distrito de Pueblo Nuevo, en Colán. Finalmente, es digna de resaltar la reacción solidaria de los peruanos con los afectados de El Niño; ello se tradujo en una campaña organizada por Cáritas del Perú que, hasta el 8 de abril de 1998, registró la e ntrega de 407,53 toneladas entre alimentos, medicinas, ropa, agua, carpas, etc.
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- - - -- - - - - ------------ -- - - - - - 347 7. 4.5 El acuerdo de paz con el Ecuador Tal como ya se mencionó, en enero de 1995 Ecuador y Perú sostuvieron una disputa fronteriza de seis semanas, un enfrentamiento más en la historia común de ambos países. El Alto Cenepa fue el escenario de los combates que, al concluir, dejaron serias dudas sobre si algún día sería posible alcanzar un acuerdo bilateral. Sin embargo, la paz llegó tres años después, el 26 de octubre de 1998, en Brasilia, abriéndose una serie de posibilidades para el futuro común. ¿Cómo se logró tan caro anhelo? ¿Cuáles fueron sus principales hitos? ¿Qué se pactó? Aquí un resumen del histórico acuerdo de paz tal como lo describió el suplemento El Dominical del diario El Comercio, en su balance de fin de 1998. En realidad, todo se inició el 26 de noviembre de 1997, cuando Ecuador y Perú firmaron el Acuerdo de Brasilia, en el que se comprometieron a estudiar un tr~tado de comercio y navegación, integración fronteriza, fijación de la frontera terrestre común, y el establecimiento de una comisión binacional para que se trabajara sobre medidas de confianza mutua y seguridad. Pero fue en 1998 cuando dichas conversaciones tomaron el impulso necesario que las llevaría al acuerdo de paz, con el que se cerró la frontera binacional y, sobre todo, se puso punto final a un capítulo conflictivo en las relaciones entre ambos países. Como si anduvieran en un terreno minado, ambos países se mostraron recelosos y, en principio, tenían razón. Tres años antes habían sostenido un duro enfrentamiento en las selvas de la Cordillera del Cóndor, y en algún momento se habían encontrado al borde de la guerra total. Curar esas heridas, que por otro lado se originaron muchos años atrás, aplacar odios, atemperar el pensamiento patriótico en ambos pueblos, exigía mucho tiempo. Pero precisamente era tiempo lo que se había perdido, pues fue más o menos un siglo atrás, casi desde el nacimiento de ambas naciones, cuando se formaron las diferencias territoriales que desembocaron en los sangrientos acontecimientos de enero de 1995. Así, luego de superar estos traumas históricos, el 19 de enero de 1998, ambos países acordaron, en la ciudad de Río de Janeiro, un calendario de negociaciones para solucionar definitivamente la demarcación territorial. El plazo inicial se cumplia el 30 de mayo, pero no se pudo alcanzar acuerdo alguno en esa fecha. Junio fue el mes en que las posibilidades de paz se presentaron con mayor fuerza, al retomar las conversaciones un ritmo más activo a partir de una reunión en Washington. Sin embargo, una nueva incursión de tropas ecuatorianas al territorio peruano, el 10 de julio, paralizó las conversaciones y puso otra vez el dedo sobre el gatillo.
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La rápida y decidida actuación de los países garantes favoreció la mutua distensión. Tres días después, ambos presidentes, Alberto Fujimori, de Perú, y Jamil Mahuad, de Ecuador, se reunieron en Asunción (Paraguay), a solicitud de los garantes, para volver a reconstruir el camino hacia la paz. A fines de julio la separación de tropas en la frontera era Ufl hecho. Eso favoreció el aumento de contactos en el más alto nivel, y la superación de etapas en la carrera hacia la obtención de un acuerdo fronterizo definitivo. Sin embargo, la renuncia intempestiva del canciller peruano Eduardo Perrero Costa, por discrepancias en el proceso de conversaciones con el Ecuador, dio motivo a una serie de conjeturas en torno al contenido de los acuerdos fronterizos. Días después, para cubrir una ausencia que podría ser contraproducente en las negociaciones, se designó como reemplazante de Perrero a Fernando de Trazegnies. Paralelamente se produjo un debate al conocerse que los países garantes tenían una propuesta terminante hacia el acuerdo de paz, que debería ser aceptada o rechazada en su totalidad por ambos países. A pesar de la opinión adversa de algunos sectores en ambas naciones, el 18 de octubre de 1998 ambos jefes de Estado entregaron las autorizaciones de sus respectivos Congresos para que sean los países garantes quienes decidan la demarcación fronteriza. Con el visto bueno de ambos países, los embajadores de Brasil en Lima y en Quito entregaron a los respectivos mandatarios de Ecuador y Perú, el 23 de octubre, la propuesta de los países garantes del Protocolo de Río de Janeiro. La entrega de un territorio denominado Tiwinza, el derecho a la libre navegación en el Amazonas por parte del Ecuador y el cierre definitivo de la frontera, generaron en nuestro país una serie de declaraciones y manifestaciones encontradas. Sin embargo, ya no quedaba tiempo ni espacio para un retroceso. Así, el lunes 26 de octubre, en el Salón Brasilia del Palacio de Itamaraty, los gobernantes de Perú y Ecuador suscribieron el histórico acuerdo global y definitivo de paz, que puso fin a antiguas diferencias demarcatorias, cerró la frontera y abrió un abanico de posibilidades de integración de cara al siguiente milenio.
7.4.6 La "danza de los millones" y la corrupción desbocada
Infortunadamente, la experiencia histórica señala que a lo largo de los siglos XIX y XX, hubo momentos en el acontecer nacional en los cuales la corrupción, los malos manejos de los fondos públicos y los despilfarros, han sido las notas más sobresalientes de su evolución. En la época del boom guanero, cuando el fertilizante marino se convirtió en la "piñata" de nuestros gobernantes, muchos se enriquecieron con prebendas o acciones ilícitas alrededor de su explotación. Durante el oncenio de Leguía, cuando la vorágine de
--------------------------------- 349 préstamos norteamericanos invadió nuestra economía con el pretexto de favorecer el desarrollo material del país, muchos allegados al régimen hicieron fortuna a expensas del Estado (contratos, licitaciones, subvaluaciones, etc.). Posteriormente, en la época de Odría, cuando nuestras materias primas lograron excelentes cotizaciones en los mercados internacionales y se lograron enormes divisas, muchos se enriquecieron de mala manera con el negociado de las faraónicas obras públicas en el nivel nacional. Más tarde, con el régimen aprista 0985-1990) ya se mencionó el grado de corrupción a que se llegó con diferentes actos. Sin embargo, será durante la década del gobierno de Fujimori, sobre todo a partir de 1995, cuando la corrupción no sólo adquirió la dimensión de una verdadera red, encabezada y manipulada por el abominable Vladimiro Montesinos, sino que se incrustó en lo más alto del aparato estatal con alcances verdaderamente asombrosos e insospechados. En este sentido, pocas instituciones representativas se escaparon de la red corruptora fujimontesinista. La majestad de los poderes Legislativo y Judicial, salvo honrosas y dignas excepciones, fue vulnerada por el vil metal. Las Fuerzas Armadas, a través de algunos de sus comandantes generales, también se doblegaron al imperio del dinero; lo mismo que algunos sectores de la Policía Nacional. Los órganos constitucionales autónomos (salvo la Defensoría del Pueblo) igualmente fueron incorporados a la red de corrupción. El llamado sistema electoral en su conjunto (Jurado Nacional de Elecciones, Oficina Nacional de Procesos Electorales y el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil) tampoco se escapó de la nefasta injerencia de la red. La prensa nacional (con excepción de aquellos medios independientes que resistieron dignamente a la opresión oficialista) también sucumbió; ni qué decir de la nauseabunda prensa "chicha" a la que ya hemos aludido. En pocas palabras, cientos de funcionarios, magistrados, parlamentarios, periodistas, oficiales generales, diplomáticos, empresarios, banqueros, comunicadores sociales, propietarios de televisaras, diarios y emisoras, deportistas, políticos, artistas, animadores de televisión, comentaristas políticos y, hasta ex reinas de belleza fueron víctimas de la malévola e insana telaraña de corrupción: la más grande y nefasta en toda la historia del Perú. Pero, evidencias judiciales señalan que la malla corruptora no sólo se circunscribió a doblegar voluntades merced a prebendas o dinero como las descritas, sino que también estuvo vinculada a actos de denigrante conducta moral, propia de mentes perversas e infames: tráfico ilícito de armas, fraude en la adquisición de armamento de escasa calidad o en malas condiciones (helicópteros) en perjuicio del Estado, espionaje telefónico, enriquecimiento ilícito, relación con el narcotráfico, lavado de dinero, violación de los derechos humanos, chantajes y asesinatos selectivos. ¿Puede un país soportar
350 ------------------------------------tanta vileza? ¿Puede una camarilla palaciega gobernar impune e indefinidamente? ¿Puede la moral de un pueblo resquebrajarse al vaivén de tanto oprobio? En el futuro, cuando se reúna la documentación pertinente y se analice a fondo la historia del Perú en el tránsito del siglo XX al XXI, seguramente nuestros historiadores se mostrarán horrorizados frente a los terribles hechos que aquí sucintamente anunciamos. Entonces, sus páginas mostrarán con mayor amplitud y visión de conjunto lo que aquí apenas esbozamos, sin prescindir por supuesto del severo juicio que reclama la historia. EPÍLOGO
A la luz de una interpretación global, ciertamente compleja, turbulenta y, en determinados momentos, incierta, se muestra la vida política del Perú en los años que han servido de límites al presente análisis. Sobre su desarrollo podríamos enunciar muchísimas conclusiones; sin embargo, un intento de síntesis nos llevaría a decir lo siguiente: • En términos políticos, aquella sucesión ordenada de regímenes que caracterizó los primeros lustros del siglo XX se rompió bruscamente en la madrugada del 4 de julio de 1919, cuando el triunfante candidato, Augusto B. Leguía, decidió dar un golpe de Estado e interrumpir el mandato constitucional de su ex correligionario ]osé Pardo y Barreda. De este modo, se iniciaba el gobierno más largo en la historia republicana de nuestra nación: once años durante los cuales, de manera ininterrumpida, a través de una elección y dos reelecciones, un solo personaje dirigió los destinos del país. • El Perú de 1919 al 2000, contrariamente a lo ocurrido en el período anterior de la República Aristocrática, fue testigo nuevamente del surgimiento de la alternancia en el poder de civiles y militares, que provocó en algunos momentos el retorno a la dolorosa experiencia histórica de la inestabilidad política de la centuria decimonónica. • En escasas oportunidades, el levantamiento militar fue sinónimo de voluntad corporativa e institucional, predominando las apetencias personales o caudillescas. De igual modo, algunos regímenes civiles se convirtieron en simples portaestandartes de poderosos intereses económicos internos o foráneos, con el consabido perjuicio de nuestra vida económica. • Históricamente, la participación e injerencia de los partidos políticos se presentó tardía e insuficiente; o, en todo caso, pocos fueron los mandatarios que llegaron a Palacio con el apoyo exclusivo de su propio partido. Por otro lado, la formación de líderes fue escasa,
351 como débil la estructura partidaria de las nuevas organizaciones políticas. • En términos generales, la politización de la clase media, de los sectores populares y del campesinado, incluso con reiterados signos de abierta rebeldía, se acentuó a partir del derrumbe del oncenio, y coincidió con la pérdida hegemónica de los antiguos grupos oligárquicos de poder, castrados políticamente por Leguía. • A lo largo de estos casi ochenta años, el Perú fue testigo de alianzas, convivencias o contubernios extremos y contradictorios que, en muchos casos, no sólo provocaron rupturas internas sino tambié n el colapso de cúpulas y dirigentes en detrimento de su propia organización partidaria. En todos los casos, siempre provocó el repudio y el rechazo de las grandes mayorías. • Durante ese tiempo, el control sindical estuvo alternadamente en manos de la Confederación General de Trabajadores del Perú, de raigambre comunista, y de la Confederación de Trabajadores del Perú, de filiación aprista, con claro predominio de la primera. • La década de 1950 (aquí como en otras regiones de América Latina) fue decisiva en todo orden de cosas y originó una ruptura generacional. En el frente externo, la culminación de la Segunda Guerra Mundial, el estallido de la revolución cubana y el afianzamiento de la democracia como sistema, se constituyeron en los resortes principales de una nueva apertura política en el país. En el frente interno, el surgimiento de una mentalidad militar acorde con los nuevos tiempos, la renovación del pensamiento de la Iglesia católica con un "rostro social y humano" más visible y comprometido, el deterioro interno del Apra (con su respectivo cisma posterior), el robustecimiento tanto de la clase media como de los sectores populares y, sobre todo, la irrupción en el escenario político de nuevas y vigorosas opciones ideológicas, provocaron, igualmente, un remozamiento en el ejercicio partidario nacional. • A partir del gobierno revolucionario del general Velasco Alvarado la elite dominante se modificó, los herederos del "patriciado civilista" (aquel grupo al que el aprista Manuel Seoane llamó "los barones del azúcar" o la "oligarquía fifí del Club Nacional" perdieron influencia, para ser reemplazados por hijos o nietos de inmigrantes con una mentalidad totalmente burguesa, sin restos aristocratizantes: Romero, Brescia, Bentín, Gerbolini, Raffo, Piaggio, Wiese, a los cuales hay que añadir apellidos árabes, judíos, chinos y japoneses. Pese a su autoritarismo, incoherencias y errores económicos, el velasquismo
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hizo que la sociedad peruana -como dice César Arias~ fuera más democrática y, por ende, más moderna. Desde 1976 hasta 1990, el proceso económico nacional presenta básicamente dos características: a) el Perú no sólo extravió el camino para desandar integralmente el rumbo errado, sino que el manejo incoherente y populista que se aplicó a las finanzas públicas desde 1985 generó una de las hiperinflaciones más largas y dañinas en la historia económica mundial del siglo XX; y b) la creciente concentración geográfica de la economía en la capital. Lima, con el tercio de la población nacional, centraliza más de la mitad del Producto Bruto Interno y alrededor del 60% de la p roducción manufacturera. Ello ha estado acompañado, además, de una distribució n regional marcadamente desigual del bienestar. Como lo señala Felipe Ortiz de Zevallos el "Lima centrismo" continuó con mayor fuerza e ímpetu en desmedro del resto del país. A partir de 1990 hasta el final del siglo XX se evidenció una profunda crisis de los partidos políticos que, si bien se originó años atrás, alcanzó su ápice con la agudización de la crisis económica, el impacto del terrorismo y la crisis general de las instituciones. Emergieron, entonces, discursos y acciones políticas que preconizaban la necesidad de sepultar a los partidos tradicionales y crear nuevas formas de participación y liderazgo. Desde esta perspectiva, la aparición de Fujimori y su entorno sirvió para consolidar el alejamiento de la ciudadanía de los llamados "partidos políticos tradicionales". Al final, la destrucción del sistema partidario favoreció la concentración del poder y creó las condiciones para la aparición de otros mecanismos políticos al margen de la ley. Finalmente, los dos últimos decenios del siglo XX, por las motivaciones e impulsos descritos en las páginas precedentes, condujeron al desencanto, a la frustración y a la incredulidad de la población respecto de sus gobernantes e instituciones representativas. En este sentido, aquella ilusión colectiva con la que soñó Basadre alrededor de un Perú limpio en su horizonte político, vigoroso en su vida económica y social, y libre de tensiones externas e internas, en los albores del siglo XXI continúa siendo, lamentablemente, un sueño hermoso, pero trunco todavía en muchos de sus aspectos. ¿Hasta cuándo? Hasta que ésta y las siguientes generaciones de peruanos decidamos revertir dicho panorama y transformar las actuales estructuras de nuestra sociedad. Los historiadores del mañana, entonces, sabrán dar cuenta del cumplimiento de esta ineludible responsabilidad.
--------------------------------353 Cuadro resumen
El oncenio de Leguía: 1919-1930 Augusto B. Leguia Augusto B. Leguía Augusto B. Leguia
Destituye al presidente Pardo en julio de 1919 Reelegido por primera vez en 1924 Reelegido por segunda vez en 1929
La incertidumbre nacional: 1930-1933 Derrocado en agosto de 1930 Augusto B. Leguía Cabeza del golpe de Estado de 1930 en AreLu is M. Sánchez Cerro quipa Manuel M. Ponce Presidente de la Junta Militar Monsei'lor Mariano Holguín Presidente de la Asamblea Popular Ricardo L. Ellas Presidente del Gobierno Provisorio Comandante Gustavo Jiménez Jefe de la Junta de Gobierno Transitoria David Samanez Ocampo Presidente de la Junta Nacional de Gobierno Las democracias endebles: 1933-1948 Luis M. Sánchez Cerro Asesinado en abril de 1933 Investido como Presidente por el Congreso óscar R. Benavides Manuel Prado Primer Gobierno José L. Bustamante y Rivero Derrocado en octubre de 1948 El ochenio de Odría : 1948-1956 Manuel A. Odria
Cabeza del golpe de Estado de 1948
El reformismo moderado: 1956-1968 Manuel Prado Ricardo Pérez Godoy Nicolás Lindley Fernando Belaunde
Derrocado en julio de 1962 Cabeza del golpe de Estado de 1962 Sustituto de Pérez Godoy Derrocado en octubre de 1968
El reformismo radical: 1968-1980 Juan Velasco Alvarado Francisco Morales Bermúdez
Cabeza del golpe de Estado de 1968 Sustituto de Velasco
La democracia frustrada: 1980-2000 Fernando Belaunde Terry Alan García Pérez: Alberto Fujimori Fujimori Alberto Fujimori Fujimori Alberto Fujimori Fujimori
Elegido en mayo de 1980 Elegido en abril de 1985 Elegido en julio de 1990 Reelegido por primera vez en 1995 Reelegido por segunda vez en el 2000
Nota:
En 81 ai'los se produj eron: Siete golpes de Estado Cinco gobiernos provisorios Nueve elecciones Cuatro reelecciones sucesivas
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( . .\UNIVERSIDAD PERUANA
\J/1 DE CIENCIAS APLICADAS
1111 039864
El Perú republicano. De San Martín a Fujimori reúne tres ensayos elaborados por profesores de la Universidad de Lima, con el propósito de brindar una visión integral y crítica de la República del Perú, desde sus inicios hasta culminar el siglo XX. El lector encontrará en este volumen trabajos que van desde la independencia, en 1821, hasta los últimos días de Fujimori, a fines del 2000. En el intermedio se analizan los acontecimientos que se suceden entre 1884, luego de la derrota con Chile y el denominado Oncenio de Leguía, en 1919. El extenso período que abarca la obra conlleva inevitablemente ciertas limitaciones en el tratamiento de los temas; sin embargo, la historia del Perú se rescata y revalora desde una nueva dimensión, basada en rigurosos métodos de investigación y con el respaldo de disciplinas como la economía, la sociología, la demografía y la estadística. Esta obra es un instrumento útil y asequible para comprender los problemas del país sobre la, base de la continuidad histórica.
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Otras publicaciones Universidad de Lima Sociedad y cambio en Occidente. Siglos XI-XX Gladys Calderón, Jorge Dajes, Eduardo Dargent, Hilda Elías, Cristina Flórez, José Luis Huiza, Susana Llontop, Fernando Rosas (compilador), Lizardo Seiner, Gloria Winfel 2004, 4.á edición, 342 pp. Ojos bien abiertos. El lenguaje de las imágenes en,¡novimiento Ricardo Bedoya, Isaac León 2003, 271 pp. Semiótica de/texto filmico Desiderio Blanco 2003, 334 pp. Géneros informativos en televisión Mario Gutiérrez 2003, 270 pp. El hombre, el mundo, el destino Introducción no convencional a la filosofía Frar.cisco Miró Quesada Camuarias 2003, 242 pp. Manual de cine y vídeo digital Rafael Pastor 2003, 124 pp. Manual de creación sonora Uso y aplicación del sonido en los medios audiovisuales Pedro Reátegui 2003, 97 pp. Manual de realización multimedia Rafael Zalvidea 2003, 144 pp.
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