El juicio final José Chalco Salgado
Fue así como un gran día. El esperado momento. El tiempo al que algunos se preparan y otros, con soberbia, lo enfrentan. El día del juicio final llegó. El juicio político le llegó al exsuperintendente de Información y Comunicación. Tal cual. El proceso duró siete horas y tuvo la conocida petulancia de quienes se aferran al poder luego de haberse burlado y ninguneado a todo aquel que disiente y ejerce su libertad de expresión y opinión. Su libertad de pensar. El estilo fue el mismo. El procesado criticó, arremetió, respondió y reclamó contra todo criterio opuesto; y con acostumbrado aire de grandeza, mencionó que sus funciones terminan “con la frente en amplio, amplia, en alto, mirándoles a la cara” y preguntando a los juzgadores –asambleístas“si pueden hacer lo mismo”. Ah, y por cierto, dijo también ser un periodista sencillo. La sesión de juicio, que al fin llegó, fue larga. En el Pleno, quedó claro que el censurado abusó de una Ley mordaza y que a discrecionalidad abusiva coartó los espacios de libertad. La arbitrariedad funcionó en el último tiempo. Se realizaron sancionatorias causas sin miramiento a un debido proceso y dignidad humana. Se violaron derechos humanos y se inadmitió cualquier opinión distinta. El ahora procesado, campante como se hizo conocer, señaló que tan sólo cumplía una Ley de Comunicación que fue aprobada por el propio Legislativo; haciendo gala de su desconocimiento que todo servidor público está obligado, imperativamente, por mandato constitucional, a aplicar de forma directa e inmediata la Constitución y que ninguna Ley inferior puede vulnerar derechos fundamentales y principios como el de la dignidad humana y supremacía constitucional. Es decir, ni la excusa le fue solvente. Al final fue censurado. 119 votos sirvieron para ello. Aunque ya el Consejo de Participación Ciudadana Transitorio lo destituyó, el Legislativo, tarde, hizo lo propio. Al fin fiscalizó. El debate también dejó buenas nuevas, se discutió sobre lo de fondo. La necesidad de libertades y el respeto del Estado a la población. Pero hay algo más. Este juicio final es un homenaje a los medios de comunicación, comunicadores y pensadores que durante el tiempo de opresión no claudicaron, que jamás se rindieron ante la amarga persecución, y que como hoy, continúan altivos por la libertad.
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