El Imperio Ryszard Kapuscinski Ryszard Kapuscinski Óptica: Andrés Alvarez
Los buenos tienen tienen miedo, están están metidos en sus casas
¡Cuantas víctimas, cuánta sangre y cuánto dolor ha causado la cuestión de las fronteras! No tienen fin los cementerios donde yacen aquellos que murieron en el mundo defendiéndolas. Igual de infinito son los cementerios de los osados que intentaron ampliar las suyas. Podríamos dar por sentado que la mitad de los que pasaron por nuestro planeta y murieron en el campo del honor exhalaron el último suspiro en batallas por una frontera.
En una palabra, lo más deseado, esperado y anhelado por todo el mundo no es sino esa incondicional, total y absoluta infinitud.
¡Da gracias por el día que acaba de pasar, pues ninguno de los venideros será tan bueno!
En las culturas en las que la gente vive con el miedo a la muerte, los enlutados se visten de negro para ahuyentarla y aislarla, para circunscribirla al difunto.
Hay que vivir de un modo especial, hay que caminar por las ciudades, por las calles, por los pasillos de los vagones, de tal manera que se evite la desgr desgracia. acia.
Las flores nunca huelen para ellas mismas, sino siempre para alguien.
Los pueblos deben compensar el instinto de la amplitud con el sentido de la profundidad, es decir, que para demostrar su fuerza y su importancia deben sumergirse en el fondo de su historia. Ésta es la situación en que se han encontrado todos los pueblos pequeños que aman la paz.
Es curioso, que el mismo hombre, cuya naturaleza, en esencia, es tan parecida e invariable, en diferentes latitudes geográficas establezca costumbres tan opuestas: en unas civilizaciones el hombre aspira a mostrar el rostro de su mujer lo más posible, mientras que en otras, su aspiración consiste en taparlo.
Hacemos un brindis por todas las lenguas del mundo.
Dichoso aquel que renunció al mundo antes de que el mundo renunciase a él “
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¿En qué otra parte del mundo la personalidad del soberano, los rasgos de su carácter, sus manías y fobias imprimen una huella tan profunda en el curso de la historia del país en sus momentos de esplendor y decadencia?
Todos los dictadores, independientemente de la época y del país, tienen un rasgo común: lo saben todo y son expertos en todo.
Los mercados aparecen rebosantes de gente, las calzadas están repletas de coches que circulan como quieren; rige aquí una sola regla: es responsible el que ha chocado. Y la cacofonía de las bocinas: todo el mundo toca el claxon como si constantemente quisiera confirmar que allí va. Aquí y allá se abren nuevos bares, nuevos merenderos de pinchos, pequeños restaurantes. Griterío, clamor, clamor, riñas, regat regateos, eos, gesticulaciones. Un desbarajuste.
Modelo de desarrollo típico para el tercer mundo, que consiste en una rápida y desmesurada expansión de la capital a expensas de la provincia, la cual, abandonada a su suerte, se depaupera y deteriora. En todos los aspectos se produce una desproporción monstruosa entre la capital y el resto del país.
En resumen: el sit in, consiste en permanecer sentado exhibiendo públicamente las reinvindicaciones de uno. Y punto. Y nada más. Es una forma de actuar de lo más suave y tranquila.
La pobreza de esta gente es tan sobrecogedora, causa tanta tristeza que cuando uno de ellos, al ver que tengo fiebre, saca de su cesto una botella de limonada y me la ofrece, me invade una fuerte emoción y siento como que se me hace un nudo en la garganta.
Me gusta esta ciudad, está construída para la gente y no contra ella.
Sin embargo, no cundió el pánico. Aquí la gente percibe las desgracias, incluso las causadas por la estupidez y la indiferencia de los gobernantes, como excesos de la omnipotente y caprichosa naturaleza, tales como inundaciones, terremotos o inviernos especialmente duros. La irreflexión y la brutalidad del poder son, simplemente, un cataclismo más que no les ahorra la naturaleza, hay que comprenderlo, hay que resignarse.
Gracias por su atención