EL HÉROE TRÁGICO EN EDI PO REY DE DE SÓFOCLES Trabajo preparado por la prof. María Gabriela Palazzo para los alumnos de “Introducción a la Literatura” e “ Introducción a los Estudios Literarios”
1. Introducción La tragedia, como género literario, y por lo tanto arte, es la imitación (mímesis), la copia verosímil del hombre; aquí reside el antropocentrismo helénico. La tragedia griega toma como referencia al hombre normal, e imita a los mejores; en relación con la categoría del Ser, se orienta al Deber ser. No estaba movida por una tendencia educadora de base pero tenía el efecto educador. En el caso particular de Sófocles, éste presenta a los hombres cuales debían ser. El destino humano, según lo plantea Lesky ( 1986), es el núcleo vital de la tragedia. De este modo, se configura el héroe trágico enfrentado a un destino que es irreversible. Si partimos de la definición de tragedia que nos proporciona Aristóteles, donde ésta es “imitación de una
acción noble, realizada por medio de personajes que actúan [...] y que por medio del terror y la compasión produce la curación de [las] pasiones”, podemos decir que el héroe trágico es un ser noble, pertenece a un
linaje que en su historia tiene una mancha, una culpa, y a causa de esa culpa, pasa de un estado dichoso a la desgracia. Este acto, la hamartía de la que hablaremos posteriormente, no es responsabilidad del héroe; el héroe de la tragedia griega es inocente, el mal que lo abruma es inmerecido. El dolor trágico es irracional. Los dioses, seres situados más allá del bien y del mal, no proporcionan ayuda y consuelo al hombre. En la tragedia, el personaje (héroe) recibe la caracterización emocional más viva y notoria, que consiste en el terror y la piedad gracias a los cuales nos identificamos mejor con el personaje.
2. El héroe en Sófocles En Sófocles hay una humanización del héroe trágico; Edipo Rey es la tragedia del hombre como criatura social. No son los hechos en sí los que se juzgan; es la relación entre sus actos - prohibidos por la sociedadlo que dicta la terrible sanción que destruye a Edipo. La historia trágica imita acciones humanas en torno al sufrimiento de los personajes y a la piedad, hasta el momento del reconocimiento de los personajes entre sí o de la toma de conciencia del origen del mal. La mejor peripecia trágica, entonces, es la que lleva al héroe de la prosperidad a la desgracia por un pecado de ignorancia y luego involuntario, compatible con un carácter noble, que permite la compasión del espectador. El ejemplo que satisface estos requisitos es justamente Edipo. En EdipoRey Sófocles ha configurado a su personaje en la acción y los padecimientos marcados ya en la historia del héroe mítico, desde donde él é l seleccionará los elementos necesarios para construir al héroe de esta tragedia. De este modo nos expone su concepto sobre la condición humana: plano divino y humano, limitación y libertad del hombre, su necesidad de de autoconocimiento, autoconocimiento, que son problemas problemas que debate en el marco de una intriga netamente trágica. Los estudiosos consideran que los aspectos que introdujo como elementos nuevos en el mito fueron: -elige el punto culminante de este mito, cuando Edipo, ya siendo rey de Tebas, está a punto de descubrir todo su triste pasado: el parricidio y el matrimonio con su madre. -hace que Edipo se castigue a sí mismo, y que Yocasta se suicide al descubrir el incesto. -como luego veremos, cuenta la historia como una investigación personal del personaje sobre su pasado. Desde el momento en que se conoce la causa del flagelo de Tebas (el asesinato del rey Layo), se inicia la lucha de Edipo por descubrir a los asesinos y el poeta lo lleva paso a paso hasta enfrentarlo con su origen y su desdicha fatal, en una trama donde abundan los contrastes y las ironías; el protagonista se debate entre la ignorancia y el conocimiento, la realidad y la ilusión, la grandeza y la miseria. Lesky ( op.cit.) notó que la verdadera tragedia se origina de la tensión entre los inescrutables poderes a los que el hombre está librado y la voluntad de éste para oponerse a ellos. Esta lucha conduce generalmente al
héroe a su mayor sufrimiento o a la muerte. Edipo, en su búsqueda de la verdad para salvar a su pueblo cuya felicidad constituye su máxima preocupación, está dispuesto a aceptar toda clase de sufrimientos hasta llegar al autosacrificio. Esto lo llevará a la destrucción de sí mismo, a la de Yocasta, y a provocar la infelicidad de sus hijos.
3. Elementos de la tragedia griega en la constitución del héroe en E dipo Rey Vamos a partir de la base que Edipo, el personaje central, es un héroe hombre, de allí que la tragedia que lo tiene como protagonista sea universal. Como héroe trágico, se enfrenta a un destino ineluctable. Aún cuando por casualidad, o por privilegio, el hombre pueda rasgar el velo del futuro y conocer los secretos del Hado, esto no le permitirá impedir que se cumpla; en todo caso, hará del héroe su colaborador. En el texto, Layo y Yocasta sabían, gracias al oráculo, que el hijo de ambos sería parricida e incestuoso, y con la ilusión de conjurar esos acontecimientos lo habían mandado matar; pero mediante ese mismo acto, habían hecho posible que, sobreviviente e ignorante de sus orígenes, matase sin saberlo a su padre y se desposase con su madre. Esto nos lleva a concluir que conocer el futuro no significa evitarlo. Si Edipo es grande, lo es como héroe típico de una humanidad condenada a precipitase, por la feroz adversidad del Destino, desde las alturas de la fortuna a los abismos de la más negra desventura. Edipo es el hombre, juguete de los dioses, los que no sólo lo convierten en miserable, sino que, sin que él lo sepa, lo declaran culpable. Teniendo en cuenta esto podemos especificar en Edipo cuatro elementos que Aristóteles, en su Poética, caracteriza como propios de la tragedia:
Hamartía: Culpa voluntaria o involuntaria. Es la situación por la cual un ser noble pasa de un estado dichoso a la desgracia. Para comprender la “culpa” de Edipo es necesario aceptar la idea, común en Gr ecia en esa época, de que se
podía caer en pecado o culpa sin saberlo; que un hombre puede, ignorándolo, cometer el mal, contraerlo involuntariamente como se contrae una enfermedad. De este modo se explica la situación en la que se encuentra Edipo: ha matado a su padre y ha cometido incesto con su madre sin saberlo. El mal que lo abruma es inmerecido. Pablo Cavallero ( 1984) afirma que el error cometido por Edipo reside en no tener lucidez para hallar por si mismo la verdad. Su falla sería intelectual: ignora quiénes son los que lo rodean y que es él la mancha de la ciudad, y no advierte la verdad en el vaticinio de Tiresias (“ digo que el asesino que buscas, el del rey, eres tú/pues digo que sin tú saberlo, vives en vergonzoso trato con los que más amas/ y que no te das cuenta del grado de miseria al que has llegado” )ni en el desliz del ebrio indiscreto (“en un banquete, un hombre que había bebido demasiado, bajo los efectos del vino, me llamó hijo supuesto de mi padre” ). Hay en Edipo una
falta de lucidez que burla su consciente y su capacidad de hallar por sí mismo la verdad cuyo conocimiento lo apasiona. No son el crimen y el incesto los que constituyen la caída del personaje (según lo señala D.W.Lucas en su edición de la Poética de Aristóteles) y por ello mismo la “inocencia” del rey es irrelevante en su desgracia. El crimen de Edipo es moralmente poco delictuoso, pero socialmente imperdonable. En esto radica el realismo de Sófocles, en presentar la máxima culpa social de Edipo, y no como resultado de las maldiciones que pesan sobre su estirpe, sino ante todo como resultado de las acciones que ha cometido a ciegas. El cambio de fortuna no es consecuencia de una deficiencia moral. La caída trágica no exige la perfección moral ni la imperfección moral, sino un grado superior de grandeza, un carácter medio entre lo humano y lo divino. Lo que mueve nuestra compasión no es la culpa moral y su expiación sino una desgracia inmerecida y soportada dignamente, como ocurre con el personaje de Edipo. Tal es la culpa trágica, que constituye una afrenta a los dioses y mancha a toda la comunidad humana (el ejemplo es la peste que azota a Tebas).
b. Hybris. Desmesura, desbocamiento. Es el orgullo y obstinación del héroe que persevera a pesar de las advertencias y que se niega a claudicar. La hamartía implica una hybris. El pecado de Edipo es el de la desmesura; mata a su padre por desmesura y tiene relaciones con su madre. Pero además podemos hablar de la desmesura en su carácter, reflejada en sus parlamentos durante el diálogo trágico con Creonte y con Tiresias. Desde este punto de vista, podemos relacionar la hybris con la “cólera” en Edipo: al comienzo de la obra se admira su “noble serenidad”; respondiendo al deseo de sus súbditos, el rey decide consagrase al
misterio que los abruma. Pero el menor fracaso, la menor demora, la menor provocación hacen perder al monarca su sangre fría. Cabe, pues, hablar de una “propensión a la cólera”: el propio Edipo no deja de
reprochársela, según parece, como aquella debilidad única pero fatídica sin la cual no existe un héroe realmente trágico. Podemos también relacionar la hybris con un sentimiento de superioridad que ensoberbece al hombre, como ocurre en el caso de Edipo: su orgullo lo lleva a sospechar y a acusar violentamente a Creonte y a Tiresias a ser tanto asesino como conspirador, y esta desmesura le trae trágicas consecuencias.
c. Anagnórisis. Supone el reconocimiento de la culpa, la revelación de la cruel verdad, luego de seguir una pesquisa de tipo detectivesco. En Edipo Rey el héroe ahonda hasta lo más profundo para llegar a descubrir la verdad. Los vaticinios se han cumplido, la hamartía aparece con toda su tragicidad. El detective se vuelve criminal, se reconoce criminal, culpable. Lo más trágico está en que el detective febrilmente interesado en desenmascarar al villano es el propio villano. El reconocimiento de él mismo se desarrolla por grados precisamente por los caminos que Edipo elige para alejarse de sus temores. Internándose más allá hasta convencerse de su estado. Es el hombre que se cree “uno” y descubre que es “otro”. Vence dor de la Esfinge, libertador de Tebas, sabio y rey, Edipo cree ser grande, prudente, predilecto de los dioses, justo hasta constituirse en árbitro de justicia sobre los otros hombres; y basta en cambio que le muestren el “espejo” que le dice “esto eres tú” para que se descubra más
inmundo que cualquier otro mortal. Es la revelación más atroz, la desilusión suprema, porque no depende de los otros sino de él mismo. Edipo, hasta el último momento, está moralmente “cegado” por la irritada divinidad; sus indagaciones, a
medida que van desarrollándose, parecen tener, más bien que el propósito de descubrir una verdad cada vez más temida, el vano fin de “librarse del temor”, de mantenerse dentro de la ilusión.
Al reconocerse, tiene que condenar toda su vida (el exilio) y aún reconocer la razón de Creonte y de Tiresias.
d. Pathos. Consiste en el sufrimiento del héroe que la tragedia comunica al público. El sentido del dolor es el eterno problema de la limitación humana. El hombre, incapaz por su limitación de descifrar el enigma de la existencia, está condenado a una fatal caída en el pecado en todo acto que realiza. La psique humana no comprende las leyes que gobiernan al mundo y al hombre. Por otra parte, los dioses no están personalmente interesados en el hombre. Él hombre está irremisiblemente solo. El dolor, el hombre doliente, es el centro de la tragedia sofóclea. La figura del héroe en Edipo rey produce una mezcla de piedad y terror por el delito que ha cometido – delito que resulta monstruoso en su proyección social-, pero nos conmueve más la horrible inseguridad de su destino, el haber debido soportar la ignorancia de su propio ser que Sófocles simboliza magistralmente en su vista y su ceguera. Sin embargo, a pesar de la miseria que alberga su alma, la figura del héroe está llena de dignidad por el accionar y la entereza con que afronta su destino. Aquí vemos que el dolor tiene una doble faceta o, si se quiere, una doble función: por una parte, el dolor físico (arrancarse los ojos), lo que infunde horror y piedad, significa una catarsis, una purga de las pasiones para volverlas disposiciones virtuosas. Esta catarsis tiene su efecto en el público, y he allí la esencia de la tragedia. Por otra parte, el dolor hace heroico al hombre, quien se autocastiga por el bien de su pueblo (el destierro), y acepta su cruel destino: “Echadme lejos, lo más lejos que podáis, echad a esta ruina, amigos, a este hombre tan maldecido, al od iado por los dioses”
4. ¿Cuál es la situación trágica de Edipo? Su sentido de responsabilidad como rey y protector de la ciudad y los servicios que ya prestó a Tebas lo hacen sentirse obligado a clarificar a cualquier costo la pista del oráculo, y públicamente y con ironía trágica sostiene que sería un criminal si no obedeciera al dios consultado; así se compromete a resolver el asunto. La situación comienza a resultarle trágica cuando sospecha que quizás el mató a Layo, sin imaginar aún todo el resto de la verdad, y sin embargo a pesar del riesgo, siente que debe averiguar; es un precipitarse al destino que lo aguarda. Ante la necesidad de salvar a Tebas y sabiendo que eso puede implicar su ruina, Edipo, como rey, tiene la libertad de elegir la continuación o la suspensión de las investigaciones
5. Conclusión La terrible experiencia que obtenemos luego de aprehender la obra es que todo hombre, por más alto y sabio que sea, puede descubrir que ha cometido los dos crímenes más horribles, y que puede ser conducido por ello a la desesperación. Se genera en el lector una sensación de inseguridad frente al destino, y la impresión de que el hombre se encuentra irremediablemente solo y abocado a la desesperación. Por otra parte, Edipo Rey es una lección de prudencia y una demostración de que entre el hombre y la divinidad hay un abismo infranqueable; los oráculos se cumplen indefectiblemente y la inteligencia humana nada puede contra ellos.
BIBLIOGRAFÍA Alsina, José: Tragedia, religión y mito entre los griegos . Ed. Labor. Barcelona, 1971. Cavallero, Pablo A.:“La hamartía en el teatro de Sófocles”. Revista Argos nº 8, pp.5-31, Estudios Clásicos.Bs.As., 1984. D’Amico, Silvio: Historia del Teatro Universal , Tomo I. Girard, René: La violencia y lo sagrado. Editorial Anagrama. Barcelona, 1983. Lesky, Albin: La tragedia griega. Editorial Labor. Barcelona, 1986. Lida, María Rosa: Introducción al teatro de Sófocles . Editorial Paidós. Buenos Aires, 1971. Pavis, Patrice: Diccionario del teatro . Paidós, Barcelona.
Asoc.Arg.de
Scaramella, Dora G.: “Mensaje y proyección de Edipo Rey de Sófocles”. Rev. de Estudios Clásicos nº 24,
pp. 223-238.Fac.Filosofía y Letras. U.N.de Cuyo, Mendoza,1995.