El Fin del Trabajo, de Jeremy Rifkin Jeremy Rifkin es un economista reconocido en Estados Unidos. Algunas de sus obras han adquirido gran reercusi!n y en algunos casos han llegado a ser best sellers "El #orte desegar$ de nue%o& 'ensiones, 'ol(tica y 'oder en los a)os *+& Entro(a hacia el mundo in%ernadero-. Entre Rifkin y linton e/iste una una gran afinidad, hasta tal unto que se identifica identifica al economista, que re%ista en el cuero de asesores del residente, como el insirador de la configuraci!n de la ol(tica 0blica de la actual administraci!n dem!crata. 'recedido or esta trayectoria, su 0ltima obra obra El fin del trabajo es, sin duda, holgadamente la que mayor imacto ha ro%ocado en la oini!n 0blica norteamericana y mundial. 1assily 1assily 2eontief, remio #obel de Econom(a, nos dice que 3nos enfrenta de forma h$bil y astuta al mayor roblema de la sociedad contemor$nea, algo que la mayor(a de los economistas economistas ni siquiera se atre%en a anali4ar3. Rifkin lantea que estamos entrando en una nue%a fase de la historia humana, caracteri4ada or lo que 3ya arece una ermanente e ine%itable decadencia de lo que hasta ahora entend(amos or trabajo3. El unto de artida es la constataci!n del del ni%el alcan4ado or el desemleo, desemleo, a escala mundial, mundial, que es el mayor desde la gran deresi!n del 5+. 3El n0mero de ersonas infraemleadas o que carecen de trabajo est$ creciendo a un ritmo %ertiginoso... 6$s de *++ millones de seres humanos est$n en la actualidad desemleados o subemleados en el mundo3. 'ara el autor, dicho fen!meno ser(a una consecuencia de una nue%a 3re%oluci!n tecnol!gica3. 2os m$s sofisticados ordenadores, la rob!tica, las telecomunicaciones y otras formas de la alta tecnolog(a est$n sustituyendo r$idamente a los seres humanos en la mayor arte de los sectores econ!micos. 6archamos, seg0n sus alabras, a un 3mundo sin trabajo3. En el asado, en tanto las nue%as tecnolog(as sustitu(an a los trabajadores de un determinado sector econ!mico, siemre aarec(an nue%os sectores que ermit(an absorber a los trabajadores desedidos. 3En los inicios del resente siglo, el inciiente sector secundario era caa4 de absorber %arios de los millones de camesinos roietarios de granjas desla4adas or la r$ida mecani4aci!n de la agricultura. Entre mediados de la d7cada del 8+ y rinciios de los *+, el sector de ser%icios fue caa4 de %ol%er a emlear a muchos de los trabajadores de 9cuello a4ul: sustituidos or la automati4aci!n3. 2a eculiaridad de la nue%a 3re%oluci!n tecnol!gica3 consistir(a en que todos los sectores han han ca(do 3%(ctimas3 de la reestructuraci!n tecnol!gica y no ha irrumido ning0n sector 3significati%o3 habilitado ara canali4ar la mano de obra desla4ada. El 0nico sector e/ansi%o e/ansi%o que se %islumbra %islumbra es el del conocimiento, una elite de industrias cuyos rofesionales ;los llamados analistas simb!licos o trabajadores del conocimiento; continuar$n creciendo en n0mero 3ero seguir$n siendo ocos si los comaramos con el n0mero de trabajadores sustituidos or la nue%a generaci!n de 3m$quinas ensantes3. Un anorama sombr(o 2a consecuencia de dicho roceso, seg0n Rifkin, es un reciente e irre%ersible roceso de olari4aci!n. 3El mundo acabar$ olari4$ndose en dos tendencias otencialmente irreconciliables or una arte, una elite bien informada que controlar$ y gestionar$ la econom(a global global de alta tecnolog(a& y or otra, un creciente n0mero de trabajadores ermanentemente desla4ados, con ocas ersecti%as de futuro y a0n menos eseran4as de conseguir un trabajo acetable en un mundo cada %e4 m$s automati4ado3. 'artiendo de esta consideraci!n, Rifkin nos inta un cuadro absolutamente desolador, donde 3los ni%eles econ!micos de la mayor(a de los trabajadores contin0an su ermanente deterioro en medio del desconcierto roducido or la rique4a tecnol!gica3. A medida que la tercera re%oluci!n
industrial se abre aso en todos y cada uno de los sectores industriales, el mundo asa a estar 3releto de millones de alienados trabajadores que e/erimentan crecientes ni%eles de estr7s en el ambiente tecnol!gico y una creciente inseguridad laboral3. El constante y rogresi%o crecimiento del desido tiene como correlato crecientes ni%eles de deresi!n sicol!gica y de deterioro de la salud mental. 3A la muerte sicol!gica, a menudo, le sigue la muerte real, con la multilicaci!n del n0mero de suicidios. 2a muerte de la masa laboral es interiori4ada or millones de trabajadores que e/erimentan sus roias muertes indi%iduales...
+.+++ estudiantes lle%an, cada d(a, armas de fuego a las escuelas... 6$s de 5 millones de cr(menes se roducen cada a)o en las escuelas. En ?@@=, cerca de un mill!n de j!%enes fueron %iolados, robados o asaltados, a menudo or gente de su misma edad. omo destaca el autor, 3los ni%eles salariales reducidos, el creciente desemleo y la cada %e4 mayor olari4aci!n entre ricos y obres est$ con%irtiendo ciertas 4onas de los Estados Unidos en territorios sin ley3. Fetichismo tecnol!gico 2as denominadas 3re%oluciones tecnol!gicas3 han sido resentadas usualmente como alancas ara un crecimiento de la roducci!n y el emleo en forma ininterrumida. a, desde los albores mismos del caitalismo, con el ad%enimiento de la re%oluci!n industrial, se aliment! dicha ilusi!n. El ositi%ismo fue la e/resi!n, en el camo de las ideas, de este otimismo tecnol!gico. 2as re%isiones econ!micas tradicionales afirmaban que el aumento de la roducti%idad, como consecuencia de las nue%as tecnolog(as, la reducci!n de los costes de roducci!n y el incremento en la oferta de roductos baratos que estimulan el ni%el adquisiti%o, amliaban las dimensiones del mercado y generaban un mayor n0mero de uestos de trabajo. Bicha remisa ten(a su unto de arranque en la llamada 2ey de
milagrosos, or encima y con indeendencia del sistema social y las relaciones de roducci!n imerantes. Rifkin critica la imagen creada y recreada constantemente de un tecnoara(so, ero comarte el mismo unto de %ista metodol!gico. Dgual que los aologistas de dicha conceci!n, el autor atribuye, esta %e4, los 3males3 de la actual sociedad a las inno%aciones tecnol!gicas. El desemleo tiene un car$cter 3tecnol!gico3, es el resultado de la incororaci!n de las nue%as tecnolog(as a la acti%idad econ!mica. Es decir, Rifkin ractica un fetichismo ero al re%7s en lugar de ser el asaorte ara el ara(so, nos est$ conduciendo al infierno. El otimismo tecnol!gico ha cedido su lugar al esimismo del mismo car$cter, y Rifkin es un fiel e/onente de una corriente de ensadores que deben rendirse ante el esect$culo catastr!fico que se registra bajo el actual orden social caitalista. 'ero el roceso de roducci!n caitalista no es un simle roceso de trabajo, es decir, de creaci!n de objetos 0tiles. El roceso de roducci!n material act0a de soorte del roceso de %alori4aci!n. El desarrollo tecnol!gico no es un fin en s( mismo, sino que su inserci!n en la roducci!n est$ subordinado a la ley del beneficio. El mar/ismo tu%o el m7rito de e/licar el desemleo temorario y cr!nico a artir de las roias leyes de la acumulaci!n caitalista. 32as oscilaciones de la acumulaci!n de caital, aarecen a los economistas burgueses como oscilaciones del n0mero de asalariados que se ofrecen. +, la econom(a caitalista creci! a una tasa romedio del 8 anual& desde entonces, no logra suerar el =,8. En consecuencia, la tasa de desocuaci!n se ha dulicado y hasta trilicado en los a(ses desarrollados. El estancamiento econ!mico mundial, la tendencia a la sobreroducci!n y sobreacumulaci!n de
caitales "que no encuentran una colocaci!n redituable en la esfera roducti%a- tienden a colocar un freno a la inno%aci!n tecnol!gica y, or sobre todo, a su alicaci!n a la roducci!n. ontra lo que sostiene Rifkin, lo sorrendente no es el gran sino el escaso imacto de la re%oluci!n inform$tica y de las comunicaciones en los rocesos industriales y en el aumento de la roducti%idad en la f$brica moderna. 3
d7cada del >+. 32os beneficios emresariales, que hab(an alcan4ado alturas m$/imas, cayeron en forma imortante. 2as recesiones se hicieron m$s rofundas y m$s de%astadoras. 2as emresas se hallaban bajo una creciente resi!n ara recortar los costes y mejorar los m$rgenes de beneficios. 'robablemente, una gran roorci!n de la esada carga fue descargada sobre los emleados3 "-. omo se uede areciar, no hay que buscar el desemleo en una causa 3tecnol!gica3 sino en la irrefrenable ca(da de la tasa de ganancia. Be esta manera, los americanos 3trabajan m$s horas en la actualidad que hace cuarenta a)os, cuando se inici! la re%oluci!n tecnol!gicoinform$tica. A lo largo de las 0ltimas d7cadas, el tiemo de trabajo se ha incrementado en ?5 horas, o lo que es lo mismo, un mes al a)o3. 3El trabajador americano medio recibe, en la actualidad, tres %eces y medio menos %acaciones agas y d(as de baja laboral remunerada de lo que od(a recibir a rinciios de la d7cada de los a)os >+3 ">-. ontra lo que sostienen los ide!logos de la reducci!n de los costos laborales, la rebaja salarial fue uno de los rinciales motores del desemleo, al ro%ocar una inusual rolongaci!n de la jornada de trabajo. Una de las causas rinciales "del desemleo- 3ha sido una constante reducci!n en las tarifas salariales or horas. Esta erosi!n ha tenido un rofundo efecto sobre las horas& a fin de mantener su ni%el de %ida actual, estos emleados se %en obligados a trabajar largas jornadas3 "*-. 2a oosici!n emresaria se mantiene in%ariable hasta el resente. Rifkin no uede disimular su esadumbre, ues 3la mayor(a de los directi%os americanos dice sigue firmemente ouesta a la idea. Una encuesta reali4ada entre los 5++ l(deres emresariales, hace algunos a)os, en la que se les solicitaba su aoyo a una semana laboral m$s corta, no obtu%o ni una sola resuesta ositi%a3. En Francia, el rimer ministro socialista, Josin, recientemente hi4o de %ocero del emresariado franc7s, lanteando id7ntica ostura 3
a tra%7s de la b0squeda de m7todos sustituti%os. Be all(, la tentati%a de aumentar el gasto 0blico, la emisi!n del dinero y el endeudamiento del Estado, rocurando estimular artificialmente lo que el mercado "l7ase los caitalistas-, librado a sus roias fuer4as era incaa4 de obtener. 2a rolongada crisis econ!mica actual es una rueba irrefutable del fracaso y la in%iabilidad de esta salida. El lanteamiento de Rifkin, tambi7n de cu)o keynesiano, se coloca en la misma sinton(a, ues lantea que una jornada laboral menor combinada con el mantenimiento del salario ro%ocar(a un aumento ermanente de la demanda, que nos aro/imar(a al leno emleo o, al menos, a un recortamiento significati%o de la desocuaci!n. 2a retensi!n de Rifkin, al igual que muchos otros economistas, es solucionar la crisis a tra%7s de la redistribuci!n de los ingresos, sin alterar el r7gimen de e/lotaci!n. Esta es una uto(a equi%alente a la de querer resol%er la cuadratura del c(rculo, ues el sistema basado en la aroiaci!n de trabajo ajeno reroduce y refuer4a, a lo largo de su desarrollo, la e/istencia de dos olos, ahondando el abismo social y la brecha e/istente en el oder adquisiti%o entre e/lotadores y e/lotados. #i hablar de la anarqu(a caitalista, deri%ada de la roiedad ri%ada de los medios de roducci!n, que determina una asignaci!n ciega y ca!tica de los recursos y lle%a, or lo tanto, en sus entra)as, el germen de la sobreroducci!n "de mercanc(as y caitales-, la crisis y, como consecuencia ine%itable, el desemleo. 2as reformas redistributi%as troie4an in%ariablemente con un sistema de roducci!n que tiene al beneficio ri%ado como ley surema. 32a necesidad del caital de incrementar su tasa de beneficio lle%a, cuando se resenta una imosibilidad de alargar la jornada de trabajo o acentuar la fle/ibilidad laboral, al freno de la acumulaci!n de caital ara doblegar directamente la resistencia de los trabajadores o a un reemla4o m$s intenso de la fuer4a de trabajo or la maquinaria, lo que relantea el roblema de la desocuaci!n3 "?+-. El rearto de las horas de trabajo sin afectar el salario, es decir, la distribuci!n de las horas disonibles entre la totalidad de los trabajadores, s( constituye una salida a la desocuaci!n y una barrera al caital. El rearto de las horas de trabajo constituye un rinciio de ejecuci!n de econom(a ol(tica de la clase obrera, ues suone una lanificaci!n racional en el uso y distribuci!n de los recursos en funci!n de las necesidades sociales. Este rinciio entra en choque, ob%iamente, con la roiedad y el lucro ri%ado, y lantea su suresi!n. El tercer sector El declinante ael de los sectores 0blico y ri%ado en la creaci!n y continuidad del emleo, odr(a ser reemla4ado, seg0n el autor, or una tercera fuer4a. 3A esar de que en la era moderna se ha restado m$s atenci!n a los sectores 0blico y ri%ado, e/iste un tercer sector en la %ida americana que ha resultado de significati%a imortancia en la construcci!n de la naci!n y que ahora ofrece una osibilidad distinta ara reformar el contrato social en el siglo CCD3. Este tercer sector, conocido como sector de %oluntarios, hasta el momento fue 3colocado en las m$rgenes de la %ida 0blica, aartado or el creciente dominio del mercado y de las esferas de gobierno3, ero ahora, que las otras dos bases econ!micas dejan de tener tanta imortancia, al menos en cuanto al n0mero de horas que se les dedica, 3la osibilidad de resucitar y transformar el tercer sector y con%ertirlo en %eh(culo ara la creaci!n de una interesante era osmercado deber(a ser e/lorada3. 3El tercer sector ;destaca Rifkin; ya se ha abierto aso en la sociedad3. 2as acti%idades de la comunidad abarcan una amlia gama de los ser%icios sociales a la asistencia sanitaria, la educaci!n e in%estigaci!n, las artes, la religi!n y la abogac(a. 36ientras el sector emresarial reresenta hasta el *+ de la acti%idad econ!mica en los Estados Unidos y el sector 0blico contabili4a un ?G adicional del roducto interno bruto, el tercer sector contribuye, en la actualidad, con algo del de la econom(a y es resonsable del @ del emleo total nacional3. 2a amlitud del 3tercer sector3 uede medirse en la e/istencia de 3?,G mill!n de organi4aciones sin $nimo de lucro& organi4aciones cuyo objeti%o rioritario es dar ser%icio o defender una causa3. El crecimiento de dichas organi4aciones, en los 0ltimos =8 a)os, 3ha sido realmente e/traordinario3. Aunque el autor lo ob%ie, la e/tensi!n del tercer sector es una consecuencia directa de la
descomosici!n caitalista. El Estado rocura desembara4arse de los ser%icios y funciones sociales. 2a tendencia es a recortar los gastos en salud, educaci!n 0blica, seguridad social y al arado. Esto, que es bien conocido en nuestro a(s, es una tendencia de alcance mundial. 2a ol(tica de 9ajuste: aunta a descargar en las masas la bancarrota e hiotecamiento del Estado, ro%ocados or el masi%o aoyo y sal%ataje que se le ha otorgado a la clase caitalista, y ermitir, toda%(a en una escala mayor, que el resuuesto se concentre e/cluyentemente en dichas oeraciones. 'or otro lado, el reliegue del Estado ermite crear nue%as oortunidades ara la iniciati%a ri%ada, es decir, ara la incursi!n del caital en nue%as esferas y su transformaci!n en una acti%idad lucrati%a. Rifkin llama a institucionali4ar esta tendencia, al alentar que 3las organi4aciones comunitarias y las asociaciones sin $nimo de lucro3 asuman 3mayores resonsabilidades ara la atenci!n de las necesidades tradicionalmente atendidas or el gobierno3 y 3formar millones de ersonas que odr(an trabajar directamente en sus %ecindarios ara ayudar a los dem$s3. 3En rimer lugar ;se)ala Rifkin; deber$n establecerse las iniciati%as adecuadas ara animar a aquellos que disonen de trabajo en la econom(a de mercado, ero que trabajan un n0mero restringido de horas, ara dedicar una arte de su tiemo a acti%idades del tercer sector. En segundo lugar, deber$ ser romulgada la legislaci!n adecuada ara roorcionar a millones de americanos desemleados ermanentes un trabajo 0til en ser%icios comunitarios del tercer sector, con la finalidad de ayudar a la reconstrucci!n de sus roios %ecindarios e infraestructura locales3. 'ara el rimer tio de 3%oluntarios3, el autor roone lo que denomina una 3salario fantasma3, que consistir(a en establecer deducciones imositi%as a cambio de las 3horas donadas3. 'ara el segundo, a%an4ar en 3la osibilidad de establecer salarios sociales3. #o es e/agerado afirmar que estamos en resencia de una suerte de 9lanes Trabajar: que 6enem y Buhalde han uesto en r$ctica en nuestro a(s con sueldos de =++ esos, con contratos recarios sin cobertura m7dica, ni social, ni or accidentes de trabajo. 2os lanes del gobierno federal o de ciertos estados, anunciados o uestos en r$ctica en esa direcci!n desertaron, naturalmente, el recha4o de las organi4aciones sindicales de Estados Unidos, articularmente aquellas que nuclean a los emleados 0blicos. 2a AF<6E "American Federation of
El seguro al arado y el ago a cambio de una 3contrarestaci!n3 son dos t7rminos diametralmente antag!nicos. 6ientras que el rimero coloca un freno a la cometencia entre los obreros y a la dereciaci!n de los salarios, el segundo e/acerba dicha cometencia e imlica una rebaja salarial, al generali4ar la disonibilidad or arte de las atronales de mano obra barata y r$cticamente gratuita "si tenemos resente que el trabajador contratado asar(a a ser financiado or el Estado-. #i hablar de sus consecuencias en t7rminos de emleo, al romo%er la sustituci!n de mano de obra ocuada or trabajadores m$s baratos y recarios. KLu7 roone Rifkin ara financiar esta transici!n hacia el 9tercer sector:M 'or un lado, conseguir 3fondos adicionales recortando los innecesarios rogramas de defensa3. 'ero si no fuera or los gastos de defensa, la econom(a norteamericana no habr(a odido mantener su deseme)o, comrometiendo seriamente todos los (ndices de recueraci!n y naturalmente de emleo.