“El debate”
El Debate
¿Una transición urbana o rural? ¿Causas endógenas o exógenas que explican la transición?
El Debate
¿Una transición urbana o rural? ¿Causas endógenas o exógenas que explican la transición?
El Debate Los debates Dobb-Sweezy y Brenner sobre la transición del feudalismo al capitalismo realizados realizados entre los años 1950-1980 —centrados más en la Europa occidental que en la oriental— y los estudios empíricos hechos por historiadores sobre sobre el feudalismo y los procesos revolucionarios liberales —en el caso francés ya desde el primer tercio tercio del XX— desmontaron la la visión teórica urbana de la transición del feudalismo al capitalismo —es decir, decir, la suposición de que la transición se habría debido a la expansión del comercio y la industria, sectores sectores ajenos al entramado señorial feudal—, feudal—, visión heredada de Adam Smith y Marx. Las investigaciones in vestigaciones fueron reflejando que, bajo el marco jurídico-político-social feudal, se dio en algunas zonas de Europa Eu ropa un crecimiento crecimie nto económico agrario que conllevó el desarrollo progresivo de una agricultura comercializada, lo que generó la formación de clases sociales diferenciadas dentro del sector denominado campesino. El lento y largo proceso habría comenzado ya en el inicio ini cio de la edad media feudal —aunque con intervalos intervalos de largas décadas de retroceso— retroceso— y culminó en el XVIII, XVIII, el siglo fundamental en la transición del feudalismo al capitalismo de la Europa continental y, especialmente, especialmente, occidental.
La Transición en A. Smith “Lo que la violencia de las instituciones feudales jamás habría podido lograr lo consiguió gradualmente la acción silenciosa e imperceptible del comercio exterior y las manufacturas. Ellos proveyeron paulatinamente a los grandes propietarios con algo por lo que podían intercambiar todo el producto excedente de sus tierras, y que podían consumir ellos mismos sin compartirlo con arrendatarios ni sirvientes. La máxima vil de los poderosos parece haber sido siempre: todo para nosotros, nada para los demás. Así, tan pronto como descubrieron un método para consumir el valor total de sus rentas ellos mismos, no se mostraron dispuestos a compartirlo con otras personas. Por un par de hebillas de diamantes, o por otra cosa tan frívola e inútil, eran capaces de intercambiar la manutención, o lo que es lo mismo: el precio de la manutención de mil hombres durante un año, y con ello todo el poder y autoridad que así podrían haber conseguido (…). Al incrementarse paulatinamente de esta ma nera los gastos personales de los grandes propietarios, era inevitable que el número de sus sirvientes disminuyera hasta que finalmente desaparecieron por completo”.
A. Smith, La riqueza de las naciones, Alianza Editorial, Madrid, 20 03 (1ª 1776), pp. 488-489 y 525-527.
La Transición en A. Smith Por tanto, la visión de Smith del paso del feudalismo al capitalismo no sólo era economicista —la nobleza habría renunciado alegremente a todo su poder señorial feudal por satisfacer sus deseos consumistas—, sino que presuponía el estancamiento de desarrollo económico agrario frente al avance más rápido en la economía urbana, que es la que impulsó mecánicamente el cambio. La historiografía liberal revolucionaria francesa fue consciente desde luego de que a la nobleza hubo que atizarle para que renunciara al feudalismo y, por ello, introdujo el concepto de lucha de clases a la hora de explicar el paso del feudalismo al capitalismo corrigiendo la visión economicista de Smith, pero mantuvo en general la visión urbana del cambio.
La Transición en K. Marx Por lo que respecta a Marx —formalmente, Marx y Engels —, en La ideología alemana —escrita en 1845-1846, aunque publicada en 1932—, no sólo mantenía idénticas las cuatro etapas de Smith —sin quitar la prehistoria y añadir la socialista, a diferencia del Manifiesto Comunista—, sino que también centraba la transición del feudalismo al capitalismo en el mundo urbano, analizando el cambio social y económico que supuso el paso del sistema gremial al industrial. C. Marx y F. Engels, La ideología alemana. Crítica de la novísima filosofía alemana en las personas de sus representantes Feuerbach, B. Bauer y Stirner y del socialismo alemán en las de sus diferentes profetas, Grijalbo, Barcelona, 1972 (1ª 1932).
Su aportación más notable en relación a la transición está sin duda en el Manifiesto Comunista, al desarrollar ampliamente en cuatro pasos el concepto de lucha de clases heredado de la historiografía liberal revolucionaria: desarrollo de las fuerzas productivas —crecimiento del comercio y las manufacturas y enriquecimiento de la burguesía urbana—, contradicción entre ese desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción feudales, lucha de clases y revolución. Con todo,en el tema que nos ocupa Marx tenía de nuevo una visión urbana de la transición: señalaba que el modo de producción feudal imposibilitaba un desarrollo económico agrario importante, consideraba este sistema casi inmutable —lo denominaba indistintamente feudal o de la servidumbre— y hablaba de un colectivo nebuloso de campesinos, sin diferenciar clases sociales dentro de ellos y sin atribuirles ninguna actividad revolucionaria, ya que la conciencia de clase sólo la tendrían cuando se convirtieran en proletarios industriales al marchar a la ciudad.
La Transición en K. Marx “El régimen feudal o gremial de producción que seguía imperando no bastaba ya para cubrir las necesidades que abrían los nuevos mercados. Vino a ocupar su puesto la manufactura. Los maestros de los gremios viéronse desplazados por la clase media industrial, y la división del trabajo entre las diversas corporaciones fue suplantada por la división del trabajo dentro de cada taller. Pero los mercados seguían dilatándose, las necesidades seguían creciendo. Ya no bastaba tampoco la manufactura. El invento del vapor y la maquinaria vinieron a revolucionar el régimen industrial de producción (…). La burguesía ha desempeñado, en el transcurso de la historia, un papel verdaderamente revolucionario. Dondequiera que se instauró echó por tierra todas las instituciones feudales, patriarcales e idílicas. Desgarró implacablemente los abigarrados lazos feudales q ue unían al hombre con sus superiores naturales y no dejó en pié más vínculo que el del interés escueto, el del dinero contante y sonante, que no tiene entrañas (…). La burguesía, al explotar el mercado mundial, da a la producción y al consumo de todos los países un sello cosmopolita (...) [y] lleva la civilización hasta a las naciones más salvajes (...). La burguesía somete el campo al imperio de la ciudad. Crea ciudades enormes, intensifica la población urbana en una fuerte proporción respecto a la campesina y arra nca a un a parte conside rable de la ge nte (…) de la vida rural. Y del mismo modo que somete el campo a la ciudad, somete los pueblos bárbaros y semibárbaros a las naciones civilizadas, los pueblos campesinos a los pueblos burgueses, el Oriente al Occidente”. K. Marx y F. Engels, El Manifiesto Comunista, Ayuso, Madrid, 1975 (1ª 1848), pp. 73-77.
La renovación del siglo XX y los debates de la segunda mitad. Con el siglo XX llegó al análisis económico-social y jurídico del feudalismo de la Edad Media de la mano de los historiadores liberales Pirenne y Bloch. Ver por ejemplo H. Pirenne, Historia económica y social de la edad media, Fondo de Cultura Económica,Madrid, 1975 (1ª 1933); M. Bloch, La historia rural francesa:caracteres originales, Crítica, Barcelona, 1978 (1ª 1931; ampliada 1952); e Id., La sociedad feudal. La formación de los vínculos de dependencia, Unión Tipográfica Editorial Hispano-Americana, México, 1979 (1ª 1939-1940). Bloch señaló —como recordaría en 1973 el historiador medievalista británico Rodney Hilton — que «los levantamientos campesinos fueron (…) tan “connaturales al
régimen señorial como las huelgas lo son al capitalismo en gran escala”. La observación de Bloch se encuentra al final de un párrafo en que se subraya la “larga y trágica cadena” de levantamientos campesinos que va desde el siglo IX al verano de 1789». R. Hilton, Siervos liberados. Los movimientos campesinos medievales y el levantamiento inglés de 1381, Siglo XXI, Madrid, 1978 (1ª 1973), pp. 10-11.
De los marxistas franceses a los marxistas ingleses - debate Dobb-Swezzy (1950-1956).
Pero el análisis más específico de la transición lo hicieron los historiadores marxistas franceses , especialistas en la revolución francesa, Ernest Labrousse y Georges Lefebvre . Sin embargo, a pesar de la indudable renovación que significaban estos estudios empíricos en relación a la visión urbana de la transición heredada de Smith y Marx, el rechazo teórico de esta visión urbana no se dio hasta el debate Dobb-Swezzy de la primera mitad de la década de 1950, debate cuyos artículos serían editados en forma de libro posteriormente. P. Sweezy y otros, La transición del feudalismo al capitalismo, Prisma-Ayuso, México, 1980 (1ª 1967); y R. Hilton (ed.), La transición del feudalismo al capitalismo, Crítica, Barcelona,1980 (1ª1976).
Dobb Todo empezó cuando el marxista británico Maurice Dobb, profesor de economía de Cambrigde y estudioso del siglo XX, publicó en 1946 Estudios sobre el desarrollo del capitalismo. Partiendo de las primeras investigaciones de Hilton , Dobb señalaba que en la edad media feudal
británica se había producido el desarrollo de una agricultura destinada al mercado que estimuló la diferenciación social entre campesinos ricos y pobres, y que los ricos habían encabezado las revueltas contra los señores, revueltas que culminarían con la abolición de la servidumbre. Es el primero en internacionalizar el debate de los historiadores marxistas británicos.
Dobb “Esta mejora en la situación de los productores y la ampliación de la producción simple de mercancías [es] lo que iba a aceler ar, en estos siglos, ese proceso de diferenciación social dentro del modo de producción a base de pequeñas explotaciones, que iba a preparar el terreno del cual habían de surgir más tarde las relaciones de producción burguesas (…). Fueron precisamente estos campesinos fuertes (que serían probablemente productores de mercancías para el mercado y tendrían ambiciones de expansión) los que dirigieron las revueltas contra la opresión feudal (...). En la medida en la cual la desintegración del antiguo orden continuó, y el modo de producción en pequeña escala se vio libre de las servidumbres feudales, (…) el proceso de diferenciación dentro de dicho modo de producción se aceleró; y fue (…) este proceso de diferenciación social (con su doble tendencia a formar una clase kulak de campesinos ricos por un lado, y una clase de “braceros” pobres o sin tierra por otra) el que dio lugar al na cimiento de las relaciones burguesas de producción. Pero tanto el proceso de desintegración como el de d iferenciación necesitaron tiempo: y por esta razón el nuevo modo de producción no nació totalmente desarrollado del anterior, sino que sólo pudo desarrollarse cuando la decadencia del antiguo había alcanzado una etapa bastante Avanzada”. M. Dobb, Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, Siglo XXI, Madrid, 1976 (1ª 1946), pp. 473-475.
Dobb Dobb, no estaba acostumbrado a moverse en las complejas
realidades políticas, económicas, sociales y jurídicas del pasado feudal, lo que se reflejaba en algunas imprecisiones e incluso contradicciones al trasladar a su obra la lectura del historiador medievalista Hilton. Con todo, una cosa quedaba clara: Dobb mantenía el esbozo de Marx, sólo que ubicándolo en el mundo rural: desarrollo de las fuerzas productivas y enriquecimiento burgués pero en el mundo rural —desarrollo de una agricultura comercializada y enriquecimiento de un sector de los campesinos—, contradicción entre ese desarrollo de las fuerzas productivas en el mundo rural y las relaciones sociales feudales y lucha de clases entre campesinos ricos y sus señores . (X) Interpreta el desarrollo y la crisis del sistema feudal como una consecuencia de la dinámica interna y las contradicciones d e sus relaciones sociales y productiva. El capitalismo nace como un proceso genuino de desarrollo protocapitalista, en el que sus rasgos esenciales se ven en la acumulación de capital dentro del pequeños modo de producción mismo y de ahí el arranque de un proceso de diferenciación de clases dentro de esa economía de pequeños pro ductores. (X) Es algo sorprendente que, en sus por otra parte brillantes y meticulosos estudios sobre tendencias historiográficas, J. Fontana suponga sin embargo que Dobb se limitaba a dar más peso a la lucha de clases, que es lo que en realidad diría años más tarde Brenner: «Se pasaba, así, de una concepción fundada en el crecimiento de las fuerzas productivas a otra que ponía el acento en la lucha de clases y consideraba que el motor fundamental había sido la pugna de los campesinos contra la explotación feudal, que había acabado haciendo inviable el sistema»: Historia, p.239; e Id., La història dels homes, Crítica, Barcelona, 2000, pp. 238-239.
Sweezy La respuesta en línea urbana, la dio en un artículo de 1950 el marxista Paul Sweezy, doctor en economía por Harvard: “La guerra feudal agita, empobrece y agota a la sociedad, pero no muestra tendencia alguna a transformarla. El crecimiento demográfico constituye un segundo elemento inestabilizador. La estructura del feudo es tal que impone límites al número de productores que puede emplear y al número de consumidores que puede mantener, mientras que el conservadurismo inherente al sistema refrena toda expansión global. Desde luego esto no significa que sea imposible el crecimiento, sino que éste tiende a situarse por debajo del crecimiento demográfico (...). Así pues, podemos concluir que, pese a su inestabilidad e inseguridad crónicas, el feudalismo europeo occidental era un sistema con una orientación muy marcada en favor del mantenimiento de determinados métodos y relaciones de producción (...). El comercio a larga distancia pudo actuar a modo de fuerza engendradora de un sistema de producción para el intercambio al lado del viejo sistema feudal de producción para el uso. Una vez yuxtapuestos, estos dos sistemas comenzaron a influirse uno a otro de forma natural (...). Al verse contrastada con un sistema de especialización y división del trabajo más racional, se ponía d e manifiesto con toda claridad la ineficacia de la organización feudal de la producción (...). Comprar bienes manufacturados podía resultar mucho más barato que hacérselos uno mismo»”. P. Sweezy, «Crítica» (1950), en R. Hilton (ed.), La transición, pp. 44-77, citas de pp. 47-48 y 57-58.
Sweezy Opinó, a diferencia de Dobb, que el feudalismo no llevaba dentro de sí las semillas de su disolución. Hicieron falta elementos externos para que evolucionase, localizando este potencial creativo no en las relaciones de producción y explotación directa, sino en la esfera de la circulación de mercancías. Las fuerzas creadoras del mercado del capital mercantil y comercial fueron, a su juicio, la causa decisiva que condujo a la disolución del feudalismo y a la transición al capitalismo.
Polémica Dobb-Sweezy Desde la perspectiva de esta polémica, este proceso de de desarrollo protocapitalista a través de la industrialización rural bien puede decirse que pertenece a la segunda fase de la disolución del feudalismo y probablemente fue su primer motor. Mientras que la primera fase de dicha disolución comenzó en la alta Edad Media al originarse una división social del trabajo entre la ciudad y el campo y generarse capital mercantil a través de una forma de colonialismo urbano, la segunda fase sae caracteriza por la inversión de la citada división y el creciente recurso del capital mercantil a organizar industrias rurales en el campo sobre una } base regional.
Legado del Debate Dobb-Sweezy
La relación y las interacciones entre las esferas exterior e interior, esto es la dinámica de las relaciones de intercambio, y la transformación de modos y relaciones de producción en la ciudad y el campo el legado esencial del debate.
K.Takahashi Teniendo en cuenta no sólo que ni Dobb ni Sweezy eran historiadores y menos especialistas en feudalismo, en el concurso participó Kohachiro Takahashi , que sí era historiador del feudalismo, aunque del japonés. Takahashi avisaba acertadamente que el debate se estaba centrando sólo en países donde la transición se dio por vía revolucionaria —Europa occidental—, olvidando aquellos otros, como Prusia o Japón, en los que habría faltado el cuarto paso señalado por Marx —la revolución política—, de forma que la transición se hizo desde arriba.
K.Takahashi Daba una visión pintoresca de la revolución francesa:, en la que hacía desaparecer la principal lucha entre burguesía y nobleza feudal, metía en el mismo saco a monárquicos ilustrados, liberales moderados fayettistas y liberales radicales girondinos y, lo mejor, suponía que la lucha la ganaron los jacobinos de la Montaña. O sea, que las campanas que había oído Takahashi de la revolución francesa no cubrían Termidor. H. K. Takahashi, «Contribución al debate» (1952), en R. Hilton (ed.), La transición, pp. 93-136, cita de p. 133. Es comprensible la brusquedad con que el especialista en la transición francesa Lefebvre
intervino en 1956, acabando de hecho con el debate. El historiador francés señalaba que era lícito que sociólogos y economistas teorizaran sin documentación histórica sobre la transición, pero sólo para hacer hipótesis —no tesis—, por lo que le parecía «fútil, e incluso peligroso, continuar el debate sobre términos abstractos (...). El historiador deberá formular un plan de investigación y formular un cuestionario que indique en qué fuentes debe iniciarse la primera fase de la búsqueda. Dobb y Sweezy nos han prestado el servicio de formular los problemas. ¡Ahora corresponde a los historiadores resolverlos!» G. Lefebvre, «Algunas consideraciones» (1956), en R. Hilton (ed.), La transición, pp. 172-179, cita de pp. 178-179.
R. Hilton Ahora bien, el debate dio también la posibilidad a Hilton de dar a conocer sus primeras investigaciones: en la Baja Edad media de Inglaterra se produjo el desarrollo de una agricultura comercializada —antes incluso del auge del comercio de sedas y especias—, que enriqueció a un sector de los campesinos. Estos campesinos ricos comenzaron a comprar las tierras de los campesinos empobrecidos —que se convirtieron en jornaleros—, produciendo una fuerte erosión del viejo sistema feudal —en origen todos los campesinos siervos disponían de una parcela y trabajaban gratis las tierras del señor—, e impulsaron una lucha de clases contra los señores, lucha que culminaría con el fin de la servidumbre. Y el desarrollo económico agrario, la diferenciación social entre campesinos y la lucha de clases se incrementarían en la Edad moderna. R. Hilton, «Comentario» (1953), en Id. (ed.), La transición, pp. 153-165.
R. Hilton Por tanto, en primer lugar, Hilton partía del esbozo de Marx, sólo que ubicándolo en el mundo rural: desarrollo de las fuerzas productivas y enriquecimiento burgués pero en el mundo rural —desarrollo de una agricultura comercializada y enriquecimiento de
un sector de los campesinos—, contradicción entre ese desarrollo de las fuerzas productivas en el mundo rural y las relaciones sociales feudales y lucha de clases entre campesinos ricos —un clase social con conciencia de clase— y sus señores. Y, en
segundo lugar, la investigación le hacía rechazar parte de los supuestos presentes en la reflexión de Marx sobre el feudalismo de mediados del XIX, que gran parte de los
marxistas —lo hemos visto en Sweezy — seguía repitiendo. Así , Hilton defendía la posibilidad de desarrollo agrario bajo el modo de producción feudal, consideraba que el sistema feudal no era inmutable sino que se fue modificando y sostenía que ese desarrollo económico generó la diferenciación de clases sociales dentro de los campesinos y la lucha de clases de los campesinos ricos contra los señores, proceso que acabaría en la revolución liberal, como ya habían investigado Labrousse o Lefebvre para la revolución francesa.
C. Hill Hilton no estuvo solo del todo, porque en su participación en el
debate el historiador marxista británico de la revolución inglesa Christopher Hill hizo hincapié justamente en el hecho de la abolición de la servidumbre , «si el feudalismo queda abolido junto a la servidumbre [y ahora sabemos que la servidumbre se abolió a finales de la Edad Media en la Europa occidental], entonces Francia no era un estado feudal en 1788 ni nunca se ha producido una revolución burguesa en el sentido de revolución que derrocase el estado feudal»—, mientras que en sus estudios de los años 60 señalaría la participación «de los labradores acomodados» en la revolución inglesa. C. Hill, «Comentario» (1953), en R. Hilton (ed.), La transición, pp. 166-171, cita de p. 171; e Id., La revolución inglesa 1640, Anagrama, Barcelona, 1977 (1ª1968), p. 11.
E. Hobsbawm
Eric Hobsbawm estudió la crisis del siglo XVII, la última fase de la transición general del modo de producción feudal al capitalista. Describió las distintas manifestaciones de la crisis en la Europa mediterránea, en la del noroeste, en las colonias españolas en América o en la Europa del este, lo que le permitió demostrar la importancia de las relaciones sociales en los modos de producción. Justificó dicha influencia en que el hecho de que las citadas relaciones sociales pusieron las bases de la revolución industrial en Inglaterra y la Europa noroccidental y, en cambio, retrasaron su progreso en la Europa oriental o, incluso, en Italia, donde, pese a que la industria había adquirido cierto desarrollo y a que existía una clase de comerciantes, la estructura social feudal inhibió o prohibió la apertura al capitalismo.
P. Anderson
Influido por el marxismo estructuralista de Althuser y las ideas de Max Weber, Perry Anderson estudió el desarrollo de los estados absolutistas de la última fase de la época feudal, en relación con el nacimiento del modo de producción capitalista, comparando los estados de la Europa del este y los del oeste. Reivindicó la importancia de los aspectos políticos e ideológicos, junto a los económicos, en la evolución histórica. Se cent ró especialmente en el estudio de los factores políticos porque pensaba que las luchas de clases se resolvían a nivel político en la sociedad. Por ello, llegó a afirmar que “la historia desde arriba” (de los Estados) era tan importante como “la historia desde abajo” (de las clases desfavorecidas). Y, en consecuencia, se dedicó al estudio del Estado, especialmente, el absolutista moderno. En relación con el debate de la transición del modo de producción feudal al capitalista, Anderson señaló que la lucha de clases en el feudalismo llevó a un proceso de reivindicación de la tierra y este al crecimiento económico. Añadió que este modelo de expansión estuvo vigente entre los siglos XI y XIII, y que entró en crisis en el XIV. Y que el nacimiento del estado absolutista entre el XV y el XVI fue un intento de las clases privilegiadas de reforzar su posición dominante sobre las masas campesinas; el nuevo Estado moderno fue “la nueva coraza política de una nobleza amenazada” más que un arma de la naciente clase capitalista en contra de la vieja clase feudal dirigente. Anderson defendió que el feudalismo, por sí mismo, no dio origen al capitalismo, sino que este fue posible gracias a la concatenación de antigüedad y feudalismo que se produjo durante el Renacimiento. En esta época se d ieron tres circunstancias que llevaron al origen del capitalismo: El redescubrimiento del mundo antiguo propició el renacer de la civilización urbana y la recuperación del Derecho romano, que permitió conocer la ley de la propiedad. El descubrimiento del Nuevo Mundo facilitó la acumulación de capital en Europa. El nacimiento del sistema estatal europeo, bajo la forma del absolutismo, permitió la expansión del capitalismo mercantil y manufacturero.
I.Wallerstein Influido por Sweezy, Immanuel Wallerstein trató de explicar el origen del capitalismo desarrollando un modelo teórico diferente del que utilizaban los marxistas (que era el modo de producción) para la comprensión de la historia: el sistema económico capitalista mundial. Para Wallerstein igual que para Brenner el punto de partida lo constituye el desarrollo desigual de las sociedades de los principios de la Europa moderna. Revela la génesis del capitalismo como proceso, que no puede explicarse de modo suficiente en términos de factores inmanentes o endógenos. La dinámica de este desarrollo puede dispararla la crisis del feudalismo y representa un prerequisito clave para una solución de la crisis del feudalismo. Wallerstein defendía que este sistema surgió en el siglo XVI y que ponía en relación distintas áreas del mundo: Áreas centrales: la Europa del noroeste, que se apropiaba de los excedentes de producción de las demás áreas, buscaba la producción para la venta en el mercado con el objetivo de conseguir beneficios y tenía un régimen de división del trabajo basado en el arrendamiento y el trabajo asalariado. Áreas semiperiféricas: la Europa mediterránea, en la que el régimen de división del trabajo era la aparcería. Áreas periféricas: la Europa oriental y el Nuevo Mundo, en las que el régimen de división del trabajo se basaba en la esclavitud y el trabajo del campo a cambio del pago de rentas obligatorias. El carácter capitalista del sistema unía a todas las áreas, independientemente de su desarrollo, de las características más o menos originales de su cultura, de la función que cumplían en él, o de las relaciones sociales de producción que se daban en ellas (aunque fuesen típicas de otros modos de producción). El planteamiento de Wallerstein se caracterizaba por el determinismo económico. En su opinión, la economía influía en la estructura de clases, las relaciones sociales, las decisiones políticas e, incluso, en el desarrollo de la cultura y de las ideologías en las distintas áreas del sistema.
El debate Brenner (1974-1985) muestra bien a las claras que es partidario de Dobb y contrario a Sweezy, aunque va más allá que el primero. Toma el caso inglés como ejemplo de la transición afortunada al capitalismo, afirmando que el crecimiento del capitalismo requirió la expropiación de los pequeños productores agrarios y su reducción a la condición de asalariados. Sobre estos cimientos el antagonismo entre agricultores y asalariados podría hacer lugar para la cooperación entre agricultor y aristócrata (por medio de mejoras, inversión e innovaciones agrícolas) y a partir del siglo XVI, para la introducción de un desarrollo agrario-capitalista basado en la inversión de capital y el incremento de la productividad. Esta, n os dice el autor, fue la clave del singular éxito que tuvo el desarrollo económico general de Inglaterra. Brenner
El debate Brenner Tres características
del debate Brenner distintas al Dobb-Sweezy:
1ª. Algunos historiadores no participaban de hecho en el debate teórico, sino que se limitaban a aprovecharlo, caso del checo Klíma, para dar a conocer sus investigaciones sobre el feudalismo. A. Klíma, «Estructura de clases agraria y desarrollo económico en la Bohemia preindustrial», en T. H. Aston y C. H. E. Philpin (eds.), El debate Brenner. Estructura de clases agraria y desarrollo económico en la Europa preindustrial, Crítica, Barcelona, 1988 (1ª 1985), pp. 230-253. También R. Hilton lo subraya: «Introducción», en Ibid., pp. 9-19, especialmente pp. 10-11.
2ª. Gran parte de los participantes asumía sin problemas la posibilidad de desarrollo agrario dentro del feudalismo y la existencia de clases campesinas ricas, caso del propio Brenner —«Las raíces agrarias del capitalismo europeo»— o Klíma — «Estructura de clases agraria y desarrollo económico en la Bohemia preindustrial». R. Brenner, «Las raíces agrarias del capitalismo europeo»; Id., «Estructura de clases agrarias y desarrollo económico en la Europa preindustrial»; P. Croot y D. Parker, «Estructura de clases agraria y el desarrollo del capitalismo: comparación de Francia e Inglaterra»; o J. P. Cooper, «En busca del capitalismo agrario»: Ver todos ellos en T. H. Aston y C. H. E. Philpin (eds.), El debate Brenner.
3ª. En lugar de un debate (Dobb-Sweezy) exclusivamente entre marxistas, había más variedad ideológica y de visiones de la historia, hasta el punto que participaba Le Roy Ladurie. E. Le Roy Ladurie, «Una réplica al profesor Brenner», en T. H. Aston y C. H. E. Philpin (eds.), El debate Brenner, pp. 12 5-130.
El debate Brenner El debate Brenner es la compilación del famoso debate homónimo sobre los
que se produjeron en Europa en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna, que tuvo lugar entre Robert Brenner y otros destacados historiadores de diversos lugares y tendencias a través de las páginas de la revista británica Past and Present entre 1976 (publicación del primer artículo de Brenner, proveniente de una comunicación presentada en un seminario en Princeton en 1974 y 1982 (respuesta conjunta y sistematizada del propio Brenner a las contribuciones aparecidas en la revista durante ese período). Consta de un “Prefacio” de los editores (T. H. Aston y C. H. E. Philpin ) que da cuenta del carácter compilatorio de la obra, una “Introducción” de Rodney Hilton que sitúa el debate en su contexto historiográfico, la reproducción de los diez artículos constitutivos del debate por su orden cronológico de publicación (Robert Brenner, Michael cambios económicos
Postan y John Hatcher, Patricia Croot y David Parker, Heide Wunder, Emmanuel Le Roy Ladurie, Guy Bois, Rodney Hilton, John Cooper, Arnošt Klíma y de nuevo Robert Brenner ) y
por último un exhaustivo “Índice alfabético” que recoge tanto términos y expresiones históricos como nombres de autores, publicaciones y lugares.
El debate Brenner Ahora bien, igual que en el debate Dobb-Sweezy la aportación teórica más renovadora correspondió a Hilton: advertía de lo poco que había escrito Marx sobre la superestructura —criticando las elucubraciones de filósofos estructuralistas auto-proclamados marxistas—, recordaba que el modo de producción feudal «se inicia» con «la relación entre campesinos y señores», pero que después «el proceso histórico genera otras clases y otras relaciones», y criticaba la tesis —en realidad, hipótesis— del norteamericano —historiador económico del comercio del XVII— Robert Brenner, que daba preponderancia a la simple lucha de clases en el desarrollo histórico, frente a la visión de Marx que iniciaba ese proceso con el desarrollo de las fuerzas productivas: “Brenner se inclina claramente por la primacía de la lucha de clases. Pero quienes le critican desde una óptica marxista creen que el mismo Marx, igual que buena parte de sus seguidores, considera más adecuado dar primacía al conflicto que se plantea entre el desarrollo de las fuerzas productivas —nuevas tecno logías, nuevas formas de organización laboral, consolidación ec onómica de nuevos grupos sociales— y las relaciones de producción existentes, así como con la superestructura legal, política e ideológica. Frente a esta doble interpretación, ¿qué partido hay que tomar?, ¿a cuál de los elementos que constituyen el modo de producción hay que darle primacía como causa del cambio de una formación social a otra? Acentuar el des arrollo de la técnica tal vez sería lo más adecuado (...) “
El debate Brenner “ Brenner (...) considera que la lucha de clases, en mayor medida que la evolución de las fuerzas productivas, es la causa determinante de los cambios en las diferentes formas de desarrollo histórico que se dieron en varios países europeos durante la Baja Edad Media y la Edad Moderna. Lo que genera, entre otras cosas, la conclusión de que un éxito en la lucha de los campesinos para proteger la integridad de la posesión de sus tenencias produjera una cierta regresión histórica, ya que una producción a pequeña escala, por su propia naturaleza, es incapaz de cualquier tipo de innovación en la técnica; la innovación únicamente se podrá llevar a cabo por parte de pequeños propietarios acomodados (yeomen) o de propietarios protocapitalistas, quienes sentarán las bases de una auténtica agricultura capitalista”. R. Hilton, «Introducción», citas de pp. 1517.
El debate Brenner - Resumen En resumen, El debate Brenner es fundamentalmente un debate sobre teoría de la Historia que confronta distintos modelos explicativos de los cambios económicos producidos en Europa en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna. El modelo neomalthusiano (1), ortodoxia académica en el momento en que se suscita el debate y defendido aquí por Postan/Hatcher y Le Roy Ladurie, plantea que son determinadas fuerzas económicas objetivas (especialmente, la demografía) las q ue determinan en última instancia el desarrollo histórico-económico. Brenner somete dicho modelo a una crítica comparativa, demostrando que
en condiciones “objetivas” equivalentes pueden darse resultados muy distintos, y defiende hasta el final que es el desarrollo relativamente autónomo de la estructura de clases lo que provoca los distintos resultados, debido a la distinta evolución previa de la estructura de clases en cada lugar. De los otros puntos de vista expuestos, el más consistente es el de Bois, quien comparte la crítica de Brenner al modelo neomalthusiano pero plantea que existe una tendencia descendente de la tasa de extracción de la renta señorial y que los distintos resultados son consecuencia de las variaciones en el tiempo y nivel de desarrollo del sistema feudal. Quedaría suficientemente demostrada la debilidad de las explicaciones neomalthusianas, que ofrecen un modelo perfectamente válido para comprender la dinámica económica feudal pero insuficiente para comprender aquellos momentos en que se rompe esa dinámica, esto es, el cambio histórico. Y en este punto es precisamente donde entran en pugna los dos modelos alternativos planteados en el debate (el de Brenner y el de Bois), ambos desde una concepción marxista de la Historia pero con importantes discrepancias que dan lugar a explicaciones de los hechos y generalizaciones teóricas muy distintas.
El debate Brenner - Resumen El marco teórico de Brenner responde a un marxismo que, según Hilton, podría tildarse de “politicista”, en contraste con el marxismo “economicista” presente en otros historiadores (entre ellos, el principal oponente marxista de Brenner en este debate: Guy Bois). En su explicación acerca del cambio histórico, Brenner daría primacía a la lucha de clases, mientras que Bois se centraría en el conflicto entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción Existentes. En realidad, el modelo propuesto por Brenner para explicar los cambios económicos producidos en Europa en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna se basa explícitamente en las relaciones de clase, concepto marxista de alcance generalmente más amplio que el de relaciones de producción y que depende a su vez del concepto de clase social que se maneje. Brenner parte de un concepto económico de clase social, basado en el excedente y la propiedad: las clases fundamentales de un sistema social surgen como consecuencia de la “relación de extracción de excedente” (explotación), la cual es a su vez consecuencia de la “relación de propiedad” (ambas incluidas en el concepto de relaciones de producción). Pero lo económico y lo político están íntimamente unidos en toda sociedad clasista, dado que
las relaciones de propiedad y de extracción de excedente se garantizan, entre otros, por medio de mecanismos políticos. Y esta vinculación entre lo político y lo económico es aún más fuerte en el sistema feudal, donde la extracción de excedente se lleva a cabo precisamente por medio de una coerción extraeconómica ( política). De este modo, las relaciones de clase se presentan, incluso en el terreno económico, trascendiendo el ámbito estrictamente económico de las relaciones de producción y conectando con la política. Finalmente, si entendemos la política en sentido amplio como el campo de las relaciones de poder, no cuesta entender las relaciones de clase como relaciones esencialmente de poder de clase. Para Brenner, la “estructura de las relaciones de clase” (o simplemente “estructura de clases”) es la “estructura del poder de clase”.
El debate Brenner - Resumen Sobre el neomalthusianismo El debate Brenner tiene como eje la afirmación por este historiador de la insuficiencia de la «ortodoxia demográfica» para explicar la aparición (o no aparición) de una economía capitalista en los distintos países de la Europa feudal. Y si la tesis de Sweezy se conoce a menudo como «circulacionismo» o «mercantilismo», Brenner define como «neomalthusianismo» las teorías que critica. Este neomalthusianismo tendría su expresión en obras como las de Postan o Le Roy Ladurie. Los ciclos de expansión demográfica conllevarían ampliación de las tierras cultivadas y mayor presión feudal sobre el campesinado servil (posibilitada por el exceso relativo de mano de obra), lo que a su vez provocaría rendimientos decrecientes de la agricultura, disminución del nivel de vida de los campesinos y, en consecuencia, hambrunas y muertes que abrirían un ciclo de contracción demográfica. Y en éste la escasez de mano de obra llevaría a una disminución de la presión feudal que podría ser la explicación de la transformación del campesinado servil en campesinado libre en la Europa occidental del siglo XV. Brenner sostiene, por el contrario, que tendencias demográficas análogas tuvieron resultados muy distintos según la realidad social sobre la que incidieron, señalando, por ejemplo, que la misma caída demográfica que habría dado la libertad al campesinado de Europa occidental, según los neomalthusianos, provoca en el Este, por el contrario, la aparición de la llamada segunda servidumbre. Para Brenner la variable independiente es la fuerza del campesinado como clase, su autoorganización para resistir la opresión feudal y los intentos de incrementarla, capacidad que a su vez remite a tradiciones de vida comunal, solidaridad y autogobierno.
El debate Brenner - Resumen La novedad del planteamiento de Brenner no radica en haber sustituido unos determinantes económicos por otros políticos, sino en haber otorgado una autonomía relativa a las relaciones sociales y con ello a la acción política entendida en un sentido amplio. Esto le ha llevado a superar cierto marxismo determinista que conduce a una visión unilineal de la Historia (compartida por autores no marxistas como Le Roy Ladurie ), según la cual todas las
sociedades evolucionan en la misma dirección y la diferencia entre unas y otras está únicamente en la rapidez o el atraso de dicha evolución. Por lo demás, tanto Brenner como Bois coinciden en centrar su atención en las estructuras y sobre todo en los estados de transición entre unas estructuras y otras, aunque lo hagan desde planteamientos muy distintos.
El debate Brenner - Resumen Al margen de todo lo anterior, lo que parece más destacable del planteamiento de Brenner en este debate puede resumirse en cuatro puntos: (1) el empeño por estudiar no solo el funcionamiento de las estructuras, sino también el paso de unas estructuras a otras (cambio histórico); (2) el empeño por estudiar los procesos en su globalidad, en lugar de refugiarse en estudios super concretos que nada explican sobre cómo funcionan y cómo cambian las sociedades ; (3) la superación de cierto marxismo determinista y de su visión histórica unilineal, junto con la recuperación del papel de la lucha de clases como motor de la Historia (lo que no significa necesariamente que tengan que darse revueltas ni revoluciones, sino simplemente que el diferente equilibrio de fuerzas de clase puede provocar resultados distintos en condiciones “objetivas” equivalentes); y (4) la utilización de un concepto marxista de clase social centrado en la explotación (relación de extracción de excedente), que puede ayudar a comprender algunas relaciones capitalistas complejas, aunque en el caso de Brenner, todavía la relación de extracción de excedente se haga derivar de la relación de propiedad.
El debate Brenner - Resumen
Es posible concluir que El debate Brenner trasciende el período de cuyo estudio se ocupa, pues trata en el fondo de la identificación de la “causa de la evolución histórica” y tiene “repercusiones políticas y sociales en los debates actuales sobre las estrategias para el desarrollo”. Se ha dicho que el modelo neomalthusiano, aunque válido para comprender la dinámica del sistema feudal, resulta insuficiente para comprender aquellos momentos en que se rompe esa dinámica.