RESUMEN DE LA OBRA WARMA KUYAY
es el siguiente: Cuenta la historia de un niño mestizo llamado Ernesto sobrino de uno de los dueños de la hacienda Biseca; aquel niño vivía enamorado de una india llamada Justina, pero su amor de ella le pertenecía a un indio llamado Kutu, un indio con cara de sapo así lo llamaba Ernesto. Puesto que en su conquista el niño niño Ernesto expresa su amor profundo lo que siente, siente, y las cosas lindas que le dice ”¡Justina! ¡hay,Justinita! ¡Justinay,te pareces a las torcazas de sausiyock!”, ella lo ignora y no son de mucha importancia para Justina más que una broma de niños, por que siente que es un niño que no sabe nada de el amor. En la hacienda vivía Don Froylán un hombre a quien todos tenían miedo en la hacienda Viseca, era un patrón muy malo que de un un solo latigaso mandaba a dormir a toda su gente. gente. Cierto día kutu le conto al niño Ernesto, que su amo Don Froylán había abusado de su adorada Justina, y Kutu encontró una manera de vengarse contra su amo, y era golpeando ferozmente a los becerritos, cada noche eran latigazos a cuanto becerritos pudiese dar. Al inicio el niño Ernesto aceptaba esta locura de Kutu y disfrutaban de esta venganza; Pero luego pensó y dijo que no era necesario pegar a esos inocentes becerritos. Él niño Ernesto una noche acompañó a la paliza de esos inocentes becerritos becerritos le dijo kutu que matara a don Froylán por que era un hombre muy malo y no merecía vivir; pero Kutu se negó añadiendo que él era un “endio” y que no iba a poder contra su amo; pero le pedía a Ernesto que cuando creciera fuera “abugau” y destruyera al amo. Ernesto le increpó a Kutu de Cobarde por no aceptar la propuesta y salvaguardar el honor de su enamorada justina. Pero una vez el niño Ernesto arrepentido de tan cruel golpiza que había permitido por parte de kutu contra esos becerritos, corrió al corral y abrazando al que ese día había sufrido la paliza, le pidió perdón, mientras el becerrito lo miraba dulcemente y sin saber por qué había sufrido tan sangrienta golpiza. Luego le increpó a Kutu de cobarde y asesino de animales, mas kutu al no soportar tan humillante hecho, decidió marcharse de la hacienda por que no podía vivir siendo tildado de cobarde y no teniendo el valor para para afrontar a su amo y haber defraudado su amada india Justina. Ernesto se quedó junto a Justina, sabiendo que ella no podría amarlo por ser un niño. Al final Ernesto es llevado a otro lugar, donde recordaba ya de adulto y con mucha melancolía a su warma kuyay ”amor de niño”. Esto ha sido un breve resumen del cuento warma kuyay ( amor de niño)
“EL TORITO DE LA PIEL BRILLANTE”
Argumento de “El Torito De Piel Brillante”, libro de José María Arguedas.
El cuento del torito de la piel brillante es la historia de un torito que nació y creció en el hogar de una joven pareja, proveniente de una comunidad campesina, el torito tenía la costumbre de acompañar por Todas partes a su joven dueño. Hasta que un día el joven se puso a cortar leña a la orilla del lago mientras el torito comía totora y después de recogerla se fue, olvidándose de él. En ese instante salió un toro negro y grande del fondo del lago, quien retó a una pelea de muerte al torito diciéndole:" Si tú me vences te salvarás, si te venzo yo, te arrastraré al fondo del lago”. El torito respondió que le era imposible pelear por que no tenía el permiso de su dueño; d ueño; postergando el duelo hasta el amanecer. El toro negro aceptó la propuesta, no sin antes amenazarlo ante un posible arrepentimiento. El joven regreso de su hogar para buscar al torito y lo encontró en la montaña, allí escucho muy apenado todo la historia. Al amanecer, el torito se despidió de sus queridos amos aunque estos trataron de oponerse a su destino, el torito muy entristecido marchó a la cita diciéndole a su dueño:"subirás a la cumbre y des de allí me verás”. El hombre llegó a la cumbre de la montaña y desde allí pudo ver la ardua lucha entre los combatientes, que finalizó cuando el toro negro logró sumergir al torito, desapareciendo ambos animales en el agua. El dueño lloro y grito como nunca y a su regreso hizo lo mismo su mujer; y aunque ambos criaron con mucho cuidado a la vaca madre del torito, esta nunca pudo alumbrar otro becerrito.
LA AGONIA DE RASU ÑITI
Argumento del libro "La Agonia de Rasu Ñiti" de Jose Maria Arguedas. “La agonía de Rasu Ñiti “es una escena de ballet, con la danza del bailarín de la altura (Dansak: bailarín): “Rasu Ñiti, que aplasta la nieve), con el cuadro mágico de los concurrentes a este baile final, donde el oficiante, el d ansak “Rasu Ñiti”, esta envuelto en las ricas vestimentas que lo particularizan: el tapavala adornado con hilos de oro; la montera; sobre cuyas inmensas faldas, entre cintas labradas; brillan espejos en formas de estrellas; sombrero; del cual caía una rama de cintas de varios colores; pantalones de terciopelo y zapatillas. La música que acompaña al dansak “Rasu Ñiti” se siente en variadas tonalidades, y es interpretada por “Lurucha”, el arpista, y por don Pascual, el violinista. “Rasu Ñiti” estaba tendido en el suelo de su habitación, sobre una cama de pellejos. Por la única ventana, cerca del mojinete entraba la luz del sol que daba sobre un cuero de vaca que colgaba de unos de los maderos del techo y, la sombra producida, caía a un lado de la cama del bailarín.
A pesar del oscuro del ambiente, era posible distinguir las ollas, los sacos de papas, los copos de lana, y aun los cuyes cuando salían algo espantados de sus huecos u exploraban en el silencio. Cuando sintió que era ya el momento, se levanto y pudo llegar hasta la petaca de cuero e que guardaba su traje de dansak y sus tijeras de acero. Se puso el guante en la mano derecha y empezó a tocar las tijeras. La mujer del bailarín y sus dos hijas que desgranaban maíz en el corredor, corrieron a la puerta de la habitación cuando oyeran las tijeras que sonaban mas vivamente. Encontraron a “Rasu Ñiti” que se estaba poniendo la chaqueta ornada de espejos. El bailarín pidió a su mujer que llamaran al “larucha” y a don Pascual, porque ya el corazón le había avi sado que había llegado el momento en que el tenia que recibir al Wamani (Dios montaña que se presenta en figura de cóndor). “Rasu Ñiti” sentía que el Wamani le estaba hablando directamente al pecho; pero su mujer no podía oírlo. La mujer se inclino ante el dansak y le abrazo los pies. Estaba ya vestido con todas sus insignias, un pañuelo blanco le cubría parte de la frente.
La seda azul de su chaqueta, los espejos, la tela roja de los pantalones ardía bajo el angosto rayo del sol que fulguraba en la sombra del tugurio que era la casa del indio Huancayre, el gran dansak “Rasu Ñiti”, cuya presencia se esperaba, casi se temía y era luz de la fiestas de centenares de pueblos. Cuando el bailarín interrogo a su mujer sobre si veía al Wamani sobre su cabeza, esta le contesto que si, que era de color gris y que la mancha blanca de su espalda estaba ardiendo. El tumulto de la gente que venia a la casa del bailarín se oía ya muy cerca. Cuando las hijas del danzarín, que habían ido a llamar al “lurucha” y a don Pascual, regresaron, Pedro Huancayre el gran dansak “Rasu Ñiti” , ya tenia el pañuelo rojo en la mano izquierda. Su rostro enmarcado por el pañuelo blanco, casi salido del cuerpo, resaltaba por que todo el traje de color y luces y la gran montera lo rodeaban , se diluían para alumbrarlo,; su rostro cetrino cetr ino casi no tenia expresión. Solo sus ojos aparecían hundidos como en un mundo, entre los colores del traje y la rigidez de los músculos. “Rasu Ñiti” empezó a tocar las tijeras. Cuando llego Lurucha, el arpista del dansak, tocando, ya la fina luz del acero era profunda; le seguía don Pascual, el violinista. El Lurucha, que comandaba siempre el dúo, hacia estallar con su uña de acero las cuerdas de alambre y las de tripa. Tras de los músicos marchaba un joven: “Atok Sayku”, el discípulo de “Rasu Ñiti”. También se había vestido; pero no tocaba las tijeras. “Rasu Ñiti” vivía en un caserío no más de veinte familias. Los pueblos grandes estaban a pocas leguas. Tras de los músicos venia un pequeño grupo de gente. Cuando “Rasu Ñiti” sintió que ya el final se acercaba, pidió al arpista que tocara.