Un acercamiento acercamiento a los capitales Por Abraham Villa Villavicencio vicencio
Editora
Rocío Alvarado Aznar
Editorial:
..
Victiis principalibus pág. 03
1. La idea cristiana..
pág. 06 Tipos de pecados: los pecados capitales Pecados, muerte y vida eterna
Ana Samantha Alvarez Sainz
Nancy A. Camacho Mina
2. Soberbia..
pág. 25 Una coronación especial Construcción de gran esplendor La caída del rey de Babilonia La caída del rey de Tiro
3. Gula..
pág. 32 En la literatura No comer, comer, la otra cara c ara del mismo pecado
4. Avaricia ..
pág. 39
Marcos Lazcano V. Ricardo García Ch. Ricardo Miranda Martín Andrés Bagnarelli
En la pintura En la literatura
5. Ira..
pág. 46 Las furias de la ciudad de Dite Un atributo de Dios Arranques de ira En la literatura
6. Lujuria .. 7. Pereza ..
pág. 53
En la literatura
pág. 63 Sansón y Dalila El cuarto círculo del purgatorio: los perezosos
8. Envidia..
pág. 69 El segundo círculo del purgatorio: los envidiosos ¿Virtud? Caín y Abel Historia de José por IBDO Hernández Marrón y Cia., S. C. Contadores Públicos y Consultores.
Diseño de portada:
Ana Samantha Alvarez Sainz
Un acercamiento acercamiento a los capitales Por Abraham Villa Villavicencio vicencio
Editora
Rocío Alvarado Aznar
Editorial:
..
Victiis principalibus pág. 03
1. La idea cristiana..
pág. 06 Tipos de pecados: los pecados capitales Pecados, muerte y vida eterna
Ana Samantha Alvarez Sainz
Nancy A. Camacho Mina
2. Soberbia..
pág. 25 Una coronación especial Construcción de gran esplendor La caída del rey de Babilonia La caída del rey de Tiro
3. Gula..
pág. 32 En la literatura No comer, comer, la otra cara c ara del mismo pecado
4. Avaricia ..
pág. 39
Marcos Lazcano V. Ricardo García Ch. Ricardo Miranda Martín Andrés Bagnarelli
En la pintura En la literatura
5. Ira..
pág. 46 Las furias de la ciudad de Dite Un atributo de Dios Arranques de ira En la literatura
6. Lujuria .. 7. Pereza ..
pág. 53
En la literatura
pág. 63 Sansón y Dalila El cuarto círculo del purgatorio: los perezosos
8. Envidia..
pág. 69 El segundo círculo del purgatorio: los envidiosos ¿Virtud? Caín y Abel Historia de José por IBDO Hernández Marrón y Cia., S. C. Contadores Públicos y Consultores.
Diseño de portada:
Ana Samantha Alvarez Sainz
Carta editorial
Casi todas las religiones, conocedoras de las debilidades humanas (necesidades, instintos y excesos), hábilmente han condenado ciertos rasgos de nuestra personalidad que requieren control, por convertirse en problemas psicológicos o de ética. Aunque sus efectos efec tos sociales negativos pertenecen mas bien a un marco jurídico o social debido a que pueden afectar a la comunidad. La iglesia católica, en un principio, señaló ocho vicios principales (octo ( octo vitiis principalibus) principalibus) Más tarde, Santo Tomás Tomás las nombra pecados capitales, por ser y dar origen a otros más; los clasifica como transgresiones a los mandamientos de la fe cristiana, contrarios a las virtudes: actitudes que buscan parecerse a Dios. (¿Envidia? ¿Soberbia?) San Gregorio el Grande les da el número siete que mantienen desde San Buenaventura casi todos los teólogos de la Edad Media. Debido a la necesidad de promoción de sus doctrinas, la función didáctica mas que evidente utilizada por la iglesia para inculcar los preceptos cristianos acerca de los pecados se dio en todos los países y se valió exitosamente de las las artes para tal fin. La literatura inglesa no es la excepción. De la Britania medieval se han rescatado por ejemplo, unas curiosidades muy conocidas y en boga durante esa época. Son una serie de relatos creación del poeta William Langland (1330-1400) contados por un personaje fantasioso llamado Piers Plowman. En estas narraciones, los pecados capitales y las virtudes son personajes arquetipo (de la raíz arqueo, antiguo) porque serán reconocidos siempre no importando el tiempo y el contexto, ya que cada uno se expone con sus correspondientes rasgos de carácter, bien específicos según lo que representan. Evidentemente como una fábula, cada una trae consigo la consabida moraleja, referente a evitar la caída en tal o cual exceso. Veamos a “Gula” por ejemplo:
Carta editorial “Gula había engullido más de un galón de cerveza, y las tripas le empezaban a retumbar como un par de cerdas glotonas. Después vienen algunas descripciones escatológicas bastante gráficas, recurso muy utilizado en aquel entonces, (también visto en los Cuentos de Canterbury ). ). Luego, en menos que se dice un padrenuestro, había meado como medio galón, y había hecho sonar de tal modo la redonda trompa del trasero que todos los que la oyeron tuvieron que taparse la nariz, y desearon que Dios se lo taponara con un ramo de aulaga(planta espinosa). No podía andar ni tenerse en pie sin el bastón. Cuando por fin se puso en marcha, se movía como la perra de un juglar ciego, o como un pajarero al tender las cuerdas, a veces de lado, a veces hacia atrás. Al acercarse a la puerta, se le vidriaron los ojos, y tropezó en el umbral y cayó de bruces al suelo. Entonces Clement el zapatero lo cogió por la cintura para levantarlo y lo puso de rodillas. Pero Gula era un tipo grande, y costaba levantarlo; y, por si fuera poco, se le vomitó encima a Clement, y el vómito apestaba tanto que ni el perro más hambriento de Hertfordshire se habría acercado a lamerlo. Por fin, con mucho trabajo, la mujer y la hija se las arreglaron para llevarlo a casa y meterlo en la cama. Y después de toda esta disipación, entró en un gran sopor y se pasó durmiendo el sábado y el domingo. Al anochecer del domingo se despertó, y mientras se frotaba los ojos legañosos, lo primero que dijo fue: –¿Quién se ha llevado la jarra? Entonces la mujer lo regañó por la mala vida que llevaba, y Arrepentimiento se le unió diciendo: –Sabes que has pecado de palabra y obra, así que confiésate, y muestra algo de pesar, y haz un acto de contrición. --Yo, Gula, confieso que soy culpable –dijo el hombre–. He pecado de palabra tantas veces que ni las recuerdo todas: he jurado por el “alma de Dios” y he dicho “Dios y todos los santos me asistan” cientos de veces sin necesidad. Y me he dejado llevar en la cena, y a veces también en el almuerzo, tanto que lo he devuelto todo antes de haber caminado una milla, y he desperdiciado comida que se podría haber guardado para el hambriento. En los días de ayuno he comido los platos más sabrosos que encontraba, y he bebido los mejores vinos, y a veces he prolongado tanto las comidas que he dormido y comido al mismo tiempo. Y para beber más y oír algunos chismes, he comido en la taberna también en días de ayuno, y he sal salido ido co corri rrien endo do a come comerr ante antess del del me medio diodía día.. –Dios te premiará por esta buena confesión –dijo Arrepentimiento. Entonces Gula rompió a llorar y a lamentarse de la vida viciosa que había llevado, e hizo voto de ayuno, diciendo: –De ahora en adelante los viernes no le daré a la barriga ni un bocado de nada, ni siquiera pescado, por muy hambriento o sediento que esté, no hasta que mi tía Abstinencia me dé permiso, aunque hasta ahora siempre la haya detestado”. Esta reliquia medieval ilustra muy clara y toscamente el pecado y sus consecuencias, y desliza con mucha sutileza la propuesta o recomendación que la iglesia aconseja para su expiación. Pax sit semper vobiscum et cum spiritu tuo (La paz esté siempre con ustedes y con vuestro espíritu)
Rocio Alvarado Aznar Editora
La idea
cristiana
De acuerdo con los preceptos éticos de la cultura occidental, los pecados son las pasiones humanas llevadas más allá de los cercos de la prudencia y de la imprudencia, a lo monstruoso.
Un acercamiento a los capitales
E
a n a i t s i r c a e d i a L
n primera instancia son vicios, es decir actos que satisfacen los deseos y que transgreden los límites y el orden establecido por la sociedad. La noción de pecado, tal cual se concibe en el mundo occidentalizado, surgió de la concepción griega de vicio, la cual fue adoptada y transformada por los valores morales cristianos: apareció como una advertencia que pretendía administrar la propia conducta, controlar las pulsiones y buscar una armonía en los actos y el comportamiento de los individuos. Durante los siglos originarios del cristianismo prevalecían doctrinas provenientes de las escuelas de pensamiento helenísticas: escépticos, epicúreos, pero neoplatónicos y estoicos fueron los más destacados interlocutores de los primeros teólogos y filósofos cristianos. Por lo mismo, estos últimos fueron marcados por una fuerte impronta de la filosofía pagana, sobre todo del neoplatonismo y del estoicismo. Por ejemplo, la concepción del hombre dotado con alma inmortal es de ascendencia neoplatónica, mientras que la idea de una providencia cuyos designios azotan el devenir humano, fue de origen estoico. Entre los siglos V y IV a.C. vivió Platón, uno de los más importantes filósofos griegos. Él sentó las bases de la futura concepción del pecado, ya que consideraba que el hombre estaba conformado por dos entidades: el cuerpo y el alma. De acuerdo con sus teorías, el alma era la parte divina, eterna y metafísica del hombre, gracias a ella él podía razonar, conocer y alcanzar la libertad. Caso contrario, la naturaleza del cuerpo era física, ya que estaba constituido por materia, y efímera, dado que podía morir. De este modo, el cuerpo se constituía como la cárcel del alma. Muchos de los preceptos platónicos dejaban ver un fuerte ascetismo, ya que si el hombre quería trascender, debía negar su parte corporal y preocuparse por desarrollar la intelectual, sólo así se liberaría. Aristóteles fue discípulo de Platón y, al igual que éste, vivió en el siglo IV a.C. Como su maestro, desarrolló una teoría acerca de los vicios, pero él no responsabilizaba al cuerpo, sino a los actos del hombre. Para este filósofo, en el fondo, los vicios eran debilidades que arrebataban al hombre a los excesos, cuyas figuras antagónicas eran las virtudes. Estas últimas eran un punto ideal que se hallaba justo en el medio del carácter humano. Dice, por ejemplo, que entre un hombre temerario y uno cobarde, se halla el que sabe cómo defenderse: mientras los dos extremos rayarían en el exceso y en el defecto, el punto equidistante entre ambos sería ejemplar. Para ilustrar esto, el filósofo español Fernando Savater señala que en una batalla, “es tan inútil el soldado que en la trinchera está tirado en el suelo con la cabeza tapada, sin hacer nada contra el enemigo, como aquél que salta afuera y sale abriéndose la camisa para que le peguen un bayonetazo. Es operativo y virtuoso en la ocasión aquel que se asoma con su fusil y defiende la trinchera discre-
tamente cuidando su vida”. Según Aristóteles, las virtudes no existían en abstracto, eran acciones ejecutadas por personas concretas, a quienes habría que imitar. Tanto los vicios como las virtudes fueron plasmados de forma simbólica en el arte plástico y literario. En Grecia y Roma existían dioses que las representaban y personificaban. Un claro ejemplo es la dicotomía entre los númenes griegos Apolo y Dionisos, ya que mientras el primero era la razón y el entendimiento, el segundo constituía el desenfreno y la entrega pasional. Un mismo dios podía incluso englobar tanto la parte mesurada como la excesiva de los actos. De este modo, el ya citado Dionisos así como era dios de la alegría, por estar
El pecado , por Franz von Stuck. Para los teólogos, la carne, junto con el demonio y el mundo son las tres amenazas que acechan el alma humana y que actúan mediante la tentación.
La idea
cristiana
asociado a las fiestas y al vino, también lo era de la embriaguez. Ares personificaba tanto la estrategia militar elocuente y racional, como la ira belicosa. Por su parte, según el mito de nacimiento al que se atendiese, Venus podía encarnar el amor espiritual y divino como el mundano y lascivo. Las escuelas helenísticas fueron el vehículo que permitió al cristianismo heredar y asimilar numerosos elementos del pensamiento griego, como los preceptos aquí expuestos. Sin embargo, también es cierto que la religión cristiana retomó elementos de otras tradiciones religiosas; por ejemplo del zoroastrismo mantuvo la creencia en una lucha entre el bien y el mal, mientras del maniqueísmo conservó la idea del cuerpo como prisión y corruptor del alma. De este modo se perfiló la sentencia contra el cuerpo como responsable de las pasiones carnales del hombre y culpable de la concupiscencia, por consecuencia del vicio. Numerosos elementos del pensamiento antiguo fueron reinterpretados y resignificados: vicios y virtudes adoptaron efigies iconográficas paganas. Así fue como las imágenes de la diosa Niké, la victoria, y los amorcillos, seres mitológicos que integraban el cortejo de Venus y que se creían como niños alados, se convirtieron en ángeles. Por su parte, figuras híbridas como las del dios Pan y los faunos, que se imaginaban como seres de torso humano y masculino pero con patas de macho cabrío, se RM /P8
convirtieron en figuras demoniacas. Los ángeles se creyeron seres celestiales, vinculados con Dios y representantes de virtudes, mientras los diablos se pensaron bestias y agentes del mal asociados al infierno y personificaciones de los excesos del cuerpo y sus sentidos, es decir los pecados. En un marco plenamente neoplatónico, el cristianismo de los primeros siglos formuló que para su salvación el hombre enfrentaría como contrincante al pecado, transgresión voluntaria y consciente de las normas de comportamiento ético-religioso. Éste se creía posible ya que los teólogos afirmaban que el alma tenía tres amenazas: el demonio, el mundo y la carne, quienes lo acechaban de forma constante a lo largo de su vida, mediante la tentación. El Demonio [escrito con mayúscula] era la personificación por excelencia del mal, ya que se trataba de Lucifer, un serafín rebelde que se había pronunciado contra la voluntad divina y había logrado ganar para su causa la tercera parte de los ángeles del cielo. Expulsado de las alturas, fue lanzado junto con sus seguidores al infierno, que se creía estaba en el centro de la Tierra. Los ángeles sublevados se desfiguraron durante su caída y se convirtieron en un ejército de diablos, también llamados demonios [con minúscula]. Las huestes del mal en todo momento acecharían a los hombres para que cometiesen “desviaciones” del camino de salvación y, tras el momento
La primera falta humana contra la voluntad divina fue el pecado original, causa de la caída de Adán y Eva de la gracia de Dios. Adán y Eva , por S. Valadon.
La idea
cristiana
de la muerte, arrebatar esas almas para su causa. De hecho, la primera falta humana contra la voluntad divina, conocida bajo el título de “pecado original” y que registra la historia bíblica, es la caída de Adán y Eva ante la instigación que hizo el Demonio para que comieran del árbol de la ciencia. El mundo era considerado enemigo del alma en tanto que los hombres lo convertirían en un espacio de goce sensorial, lleno de placeres y vanidades, opuesto al modelo de vida que promovía el cristianismo. Por último, la carne era vista como el mayor peligro del alma, dado que conformaba parte del ser humano y sería imposible alejarse de ella. Se creía que ins-
Estas tres serían la fuente de donde emanarían los demás pecados de la vida humana. Entregarse a ellas significaría romper el orden social, por lo cual, para restringirlas se habían formulado hábitos que regulasen las relaciones entre los individuos. De este modo, entregarse a la concupiscencia significaba no sólo atentar contra el alma personal, sino contra el bienestar social. Al pecado correspondía entonces una condición colectiva: el pecado sólo existe en virtud de que el hombre convive con otros iguales a él. Si estuviese aislado, se quedarían en simples imprudencias. Cabría agregar que de manera distinta al pensamiento aristotélico, el cristianismo sí consideró positivo
Platón sentó las bases de la futura concepción del pecado, ya que consideraba que el hombre estaba conformado por dos entidades: cuerpo y alma tintivamente la carne buscaba el deleite a toda costa, sin considerar aspectos morales. Este deseo por el goce fue llamado concupiscencia, una característica atribuida sólo a los humanos, ya que mientras los animales logran satisfacer sus apetitos, el hombre puede vivir en continuo e ilimitado afán de placer. De acuerdo con San Pablo, el hombre debería resistir tres variantes de la concupiscencia: la libido sentiendi , la libido cognoscienti y la libido dominante. La primera era la concupiscencia de los sentidos, por ejemplo comer, escuchar música, fornicar; la del conocimiento: querer saber más, la curiosidad, inventar cosas, y el deseo de poder: querer mandar, dominar e imponer la voluntad propia a los demás. RM /P10
un modo de exceso: aquel que negara y reprimiera la parte corporal y pasional del hombre, ya que de este modo se pretendía tener un mayor acercamiento con Dios. Contrario al ejemplo de los soldados en batalla que ofrece Savater, el cristianismo aplaudió y coronó con laureles la entrega arrebatada de los mártires a la muerte. De igual manera conmemoró y estimó ejemplares los ayunos excesivos de los eremitas o el abandono de todo bien material por parte de los mendicantes, ya que eran prácticas que “engrandecerían el alma”.
Tipos de pecados: los capitales El cristianismo consideró que los pecados no sólo eran agravios
La idea
cristiana
El mundo es considerado enemigo del alma porque a los ojos humanos es un espacio de goce sensorial, lleno de placeres y vanidades, opuesto al modelo de vida ideal del cristianismo. La tentación de san Anto- nio , por Dalí, 1926.
contra los congéneres, sino que atentaban contra la entelequia divina. Según su naturaleza, los teólogos medievales dividieron los pecados en dos grupos. El primero se denominó mortal y estaba constituido por todas las faltas que atentaban contra la ley que, según la tradición bíblica, Dios había entregado a los hombres y que se resumía en los diez mandamientos. Se les llamaba así porque consistían en transgresiones conscientes a estas normas y su consecuencia era la condenación eterna. El segundo grupo era el de los veniales, fallas leves al orden eclesiástico que si bien eran considerados atentados contra los mandamientos, no constituían por sí mismos un distanciamiento drástico ni una enemistad con Dios. No fue sino hasta la Baja Edad Media, en Europa, cuando apareció en la doctrina un listado concreto de siete pecados capitales, llamados así porque se consideraban “cabeza” (en latín, capita) u origen de muchos otros vicios. Santo Tomás de Aquino, teólogo dominico que vivió en el siglo XIII y considerado “quinto doctor de la Iglesia”, decía que “un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable, de manera tal que en su deseo un hombre comete muchos pecados, todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal.” Los primeros son comportamientos naturales que, por exceso, dejan de ser operativos. Es necesario que el hombre se alimente; sin embargo, el deseo por comer cantidades excesivas deja de ser operativo, ya que atenta contra el orden natural y el orden moral: así como fisiológicamente el cuerpo se vería dañado por el consumo innecesario de nutrientes, tampoco sería ético despojar al semejante de su comida por el simple placer de seguirlo haciendo. El sistema de este tipo de faltas aún respondía a la idea del pecado como daño al bien colectivo, su objetivo era RM /P12
mostrar los peligros higiénicos que podrían asechar a las almas, era un listado de advertencias sobre los riesgos que podría acarrear la desmesura. Éstos se definieron en un momento histórico caracterizado por una sociedad castrense que de forma constante se enfrentaba en luchas armadas. Desde el siglo XIII hasta el XVI se utilizaron para sancionar los comportamientos sociales agresivos. El historiador John Bossy apunta que “los siete pecados capitales son la expresión de la ética social y comunitaria con la cual el cristianismo trató de contener la violencia y sanar la conflictiva sociedad medieval.” La religiosidad bajomedieval se distinguió por el sentido colectivo de sus ritos, los cuales involucraban a los distintos estratos de la población. Las procesiones, los carnavales, la liturgia, incluso la construcción de las catedrales góticas representaban el orden
Un acercamiento a los capitales
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social e implicaban la participación de todos los individuos que convivían en las ciudades. En este contexto se entiende que la doctrina de estos pecados durante mucho tiempo haya sido el principal esquema de penitencia colectiva y que contribuyera, en cierto modo, a la pacificación de la sociedad de aquel entonces. Los siete pecados capitales son: la soberbia, la gula, la avaricia, la ira, la lujuria, la pereza y la envidia. Aunque éstos no eran en sí mismos de grado mortal, sí podían ser causa de uno. Por ejemplo, mientras la ira era un pecado capital, el asesinato por despecho sí constituía un pecado mortal: el primero era causa del segundo. Por esta misma razón, el poeta florentino Dante Alighieri, que vivió entre 1265 y 1321, en su obra Divinacomedia, dedicó cada uno de los siete niveles en que imaginó el purgatorio al mismo número de pecados. La eficacia discursiva y moralizante de éstos tuvo su momento de auge en los últimos dos siglos de la Edad Media, ya que con el paso del tiempo hacia la Moderna la idea de la religiosidad, el bien y la penitencia colectivos dio paso a la individualización e interiorización del fenómeno religioso. A partir del siglo XV y XVI la penitencia abandonó su forma de resolución de conflictos sociales para transformarse en una acción psicológica e intimista de la conciencia de cada individuo. Es decir, no obstante la noción de siete pecados capitales trascendió al paso del tiempo y ha llegado a nuestros días, el discurso moral eclesiástico cambió y optó por la doctrina de reglas de comportamiento individuales, en lugar de dicho sistema
de amenazas contra el alma y el orden social. En su libro Iconología, Cesare Ripa, escritor italiano célebre por ésta obra publicada por primera vez en 1593, un repertorio alfabético de personificaciones de conceptos como las virtudes, los vicios, los sentimientos, las pasiones humanas, las estaciones del año o regiones geográficas. Para ejecutarla, se valió de símbolos provenientes de las culturas griega, romana y medieval, principalmente. Éste es una de las más importantes fuentes de la tradición emblemática y fue utilizada por numerosos poetas, pintores y escultores, desde el siglo XVI hasta el XIX. Representó simbólicamente el pecado mediante la figura de un joven ciego, desnudo y cuya piel luce oscurecida. El autor escribió que este personaje deberá ir caminando por
Los pueblos paganos se regodearon en la concupiscencia (la búsqueda del deleite y el goce a toda costa), por ello son reprobables desde la perspectiva del cristianismo. Una bacanal , por Nicolas Poussin, c. 1630.
La idea
cristiana
El poeta orentino Dante Alighieri en su obra Divina comedia , dedicó cada uno de los siete niveles en que imaginó el purgatorio al mismo número de pecados capitales.
unas sendas peligrosas y torcidas, irá ceñido por una serpiente y en su costado izquierdo debe lucir la figura de un gusano que, penetrándole la piel, le debe roer el corazón. El significado de esta imagen es el siguiente: el pecado se representa joven y ciego por la imprudencia y ceguera de quienes lo cometen, ya que según Ripa se trata de una transgresión de las leyes y mandamientos que desvía del bien y la razón: “Es pecado un error, que el querer quiere/ y la razón no regula ni reprime,/ sino que consiente con sentido y uso en el acto”. Su piel oscura responde a un antiguo valor neoplatónico, donde la penumbra simboliza la ausencia de Dios, quien es la luz del mundo. La intención de que vaya desnudo recuerda que el pecado despoja al hombre de la gracia, lo priva por completo del candor de la virtud, y lo expone al peligro del infierno en el incierto instante de la muerte, ya que si no realizó penitencia, será castigado eternamente. Va ceñido por una sierpe ya que el pecado corresponde al señorío del Diablo, a quien Ripa considera el mayor enemigo del hombre. Bajo la apariencia de alcanzar algún bien, el Demonio trata de engañar al género humano, en espera de tener éxito y la victoria como consiguió con los primeros padres (Adán y Eva). El gusano que le carcome el corazón simboliza el gusano de la conciencia, pues los teólogos dicen que los remordimientos estimularán y afligirán el alma de los pecadores. Ripa dice que este sufrimiento por la conciencia se mantendrá activo y vigilante porque absorberá los pulsos y sangre del peRM /P16
cado, del que se nutre, toma su vigor y entereza.
Pecados, muerte y vida eterna Así como en la vida social, las autoridades civiles se encargaban de sancionar a todos aquellos que transgredían los patrones de convivencia, se creyó que Dios, en el plano espiritual, ejercería como supremo juez y castigaría a todos aquéllos que no hubiesen mantenido el equilibrio moral. Por lo cual, la doctrina de los pecados capitales estuvo vinculada al pensamiento escatológico medieval. En la actualidad se conocen como destinos escatológicos un conjunto de cuatro instancias que según los preceptos cristianos eran las realidades que aguardaban a los hombres tras su vida
La idea
cristiana
terrestre. Éstos eran muerte, juicio, gloria e infierno, y durante la Baja Edad Media fueron llamados novísimos o postrimerías. La muerte fue considerada la proporción con base en la cual se medirían los actos humanos en vida, dado que por su carácter inminente al devenir humano era vista como el acceso a la eternidad. Según la religiosidad medieval, se creía que la trascendencia humana estaba en la vida ulterior, pero dependía de la terrena: ésta determinaría si el hombre sería premiado o castigado para siempre; según se hubiera comportado en la Tierra, sería su destino eterno. Se decía que al momento del óbito, las almas de quienes hubiesen muerto en pecado serían arrojadas al infierno; allí los diablos les proferirían sufrimientos que no tendrían fin. Caso contrario, las almas de quienes hubiesen llevado una vida de acuerdo con los ideales morales, ganarían el cielo. Sin embargo, esta sentencia sería ratificada en el juicio final, un episodio descrito en el libro bíblico del Apocalipsis. San Juan evangelis- rece que un crimen pasional ta, a quien se atribuye dicho texto, narra que tras la destrucción está por cometerse, además del mundo los muertos serían llamados a la vida, las almas se abundan los instrumentos reuniría con los cuerpos por segunda ocasión y de este modo musicales y objetos que evola humanidad enfrentaría el juicio de Cristo. El veredicto final can a deleite sensorial; la pesólo ratificaría la primera sentencia, la diferencia es que para reza queda entendida cuando ese entonces, reintegrados, los cuerpos también participarían se aprecia la efigie de un hombre sentado en un sillón y dede la felicidad o del sufrimiento. Existen algunos ejemplos pictóricos del siglo XV que contex- lante de una chimenea; un tualizaron las representaciones de los pecados capitales en el hombre obeso roe los huesos marco de la escatología. Un ejemplo de este tipo de obras es la de varios animales que se ha conocida como La mesa de los pecados capitales, ejecutada por comido mientras otro sujeto el pintor flamenco Hieronymus Bosch (activo en el siglo XV) y bebe sin contención de una que se conserva en el Museo del Prado de Madrid. Parece que jarra, ambos expresan el pecaeste óleo fue realizado con fines reflexivos, ya que sus cartelas do de gula; la avaricia quedó recuerdan que Dios continuamente estaría atento a las acciones manifiesta con varios grupos humanas y remiten a la cita bíblica "En todas tus acciones ten de hombres que se disputan la posesión de bienes matepresente tu fin y jamás cometerás pecado" (Eclesiástico, 7, 36). La mesa de los pecados capitales fue realizada sobre un sopor- riales, mientras en el recuadro te de madera con forma rectangular. En el medio de la superficie dedicado a la envidia, tanto los fueron dispuestos tres círculos concéntricos: en el exterior apa- hombres como los animales recen imágenes ilustrativas de los siete pecados capitales, el me- demuestran inconformidad dio es un resplandor que proviene del central, donde aparece la con sus bienes y desean los imagen de un Cristo resucitado que contempla las siete escenas. ajenos. Este ciclo representa La figura cristológica hace las veces del ojo omnipresente y om- las siete posibilidades que nisapiente de Dios. Una filacteria rodea esta imagen donde se conducen a perder la gracia lee Cave, cave, Dominus videt , “Cuidado, cuidado, Dios te ve”. Por y la salvación. Dos cartelas su parte, las escenas fueron ejecutadas con base en pasajes y contienen textos del Deuteroproverbios de la vida cotidiana: la ira fue representada mediante nomio. En la parte superior se la lucha de tres hombres; la soberbia, como una mujer que se lee: Gens absque consilio est, et adereza con telas y joyas, mientras un demonio le detiene un sine prudentia, “Porque es genespejo para que se admire; la lujuria describe un pasaje bucólico te sin discernimiento y no hay donde se ven algunas parejas bajo el techo de una tienda, pa- en ellos prudencia”, mientras RM /P18
En su Iconología, Cesare Ripa representó simbólicamente el pecado mediante la figura de un joven ciego y desnudo, caminando por sendas torcidas y ceñido por una serpiente y un gusano que le horada un costado.
Un acercamiento a los capitales
en la inferior: Utinam saperent, et intelligerent, ac novissima que cometieron en vida; ley providerent , “Si fueran sabios, podrían entenderlo, sabrían vislum- del talión. Bosch quedó insbrar su suerte última”. crito en esta misma tradición Además, en las cuatro esquinas de la tabla fue dispuesto un y construyó un infierno donmedallón que representa cada uno de los destinos escatológi- de las penas que se imparten cos. En el extremo superior izquierdo aparece el medallón de la guardan estrecha relación con muerte, simbolizada mediante la imagen de un memento mori, las faltas capitales. Recostados escena descriptiva de la agonía de un sujeto recostado en su le- en un lecho, los lujuriosos socho, mientras un sacerdote le aplica la extremaunción y un fraile, portan el ataque de un reptil de rodillas, le muestra un crucifijo. Tres personajes son clave: la y un demonio; el glotón tiene muerte que asecha detrás de la cama, un demonio que espe- por banquete un sapo y otras ra ganar el alma del moribundo para los infiernos, y un ángel alimañas, en tanto los envidioque abogará por ella y así llevarla a la gloria. Estas imágenes eran sos son mordidos por perros, comunes en la Baja Edad Media, ya que ilustraban los libros de animales emblemáticos de Ars moriendi , textos reflexivos y moralizantes sobre las instancias este pecado. El perezoso está de la muerte y la salvación. En el extremo opuesto, aparece el reclinado sobre un yunque y juicio final presidido por la figura de Cristo como juez apocalíp- mientras un demonio lo sutico, rodeado por dos grupos de bienaventurados, mientras los jeta, otro, vestido como una ángeles suenan las trompetas que llaman a los muertos a la vida mujer, lo azota con un mazo y a enfrentar la sentencia. en los glúteos. Los avariciosos Según los teólogos, en el infierno los condenados sufrirían hierven en un caldero lleno de dos tipos de castigos: la pena de daño, causada por el hecho de metal fundido, en el que un dar la espalda a Dios y que consistía en el dolor moral por la au- demonio vomita monedas. a sencia de Dios y la “pena de sentido”, nombre genérico con que El iracundo es rasgado por la n se denominaba el conjunto de sufrimientos corporales, causa- espada de un diablo y los so a dos por las llamas y los tormentos infringidos por los demonios. berbios se ven acosados por i t Durante mucho tiempo prevaleció la creencia que los condena- un sapo y un ser fantástico, a s i dos padecerían castigos físicos correspondientes a los pecados la vez que un demonio les r c a e d i a L
Tabla de los siete pecados capitales , por El Bosco, siglo XV. En el círculo central se describen cada uno de los pecados y en las esquinas los destinos escatológicos: muerte, purgatorio, infierno y cielo.
RM /P20
La idea
Pallas expul- sando a los vicios del Jardin de la Vir- tud , por Andrea Mantegna, 1499. La Psyco- maquia es una epopeya cuya temática gira en torno al enfrentamiento entre las personificaciones de los vicios y las virtudes.
cristiana
lleva de nuevo un espejo para que contemplen su aspecto. El último medallón corresponde a la gloria, el cual quedó plasmado mediante una construcción palaciega que evoca a la Jerusalén celestial, el último de los símbolos que san Juan describe en el Apocalipsis y que, según la Biblia, es la ciudad del cielo, donde los bienaventurados habrían de vivir eternamente en compañía de Dios. Para expresar este contenido, el pintor dispuso un trono donde asienta la imagen de Cristo y a donde llegan los miembros de la corte celestial. La psicomaquia fue otra manera de representar de forma simbólica a los pecados capitales en un contexto escatológico. Etimológicamente, dicha palabra significa “batalla del alma”, razón por la cual Aurelio Prudencio, poeta neoplatónico y cristiano que vivió entre los siglos IV y V, la utilizó para intitular una obra suya donde alegoriza, a través de un enfrentamiento de fuerzas abstractas, el combate moral del alma. La Psycomaquia es una epopeya cuyos
protagonistas son los vicios y las virtudes. La guerra comienza con el triunfo de la fides (fe) sobre el paganismo ( veterum cultura deorum: idolatría, herejía): la primera aplasta al segundo de manera brutal, y cuando éste agoniza, aquélla le arranca los ojos y los pisotea. La siguiente lucha es entre la pudicitia y la libido, en la cual vence el pudor cuando vierte azufre hirviendo sobre la cara a la lujuria. La patientia logra que la ira se suicide, luego luchan la superbia y humilis (humildad). Luxuruia (entendida como gula y vida deleitosa: Vitiae cui causa voluptas) pierde ante sobrietas porque en lugar de armas arrojaba flores. El clímax del poema se halla cuando chocan la avaritia y la operatio (la beneficencia), ya que anteceden la batalla final entre concordia y discordia. Como era de esperarse, ganan las fuerzas del bien, quienes agradecen a Cristo su victoria. Por último concluye el mismo Prudencio: “Tú quisiste que aprendiéramos los peligros que el cuerpo encierra en sus rincones y los avatares que libra en su alma”.
“La soberbia no es grandeza sino hinchazón y lo que está hinchado parece grande, pero no está sano”: San Agustín
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e acuerdo con los preceptos bíblicos, este pecado no sólo constituye el mayor, sino él mismo es el origen, dado que es la debilidad más grande. Es el orgullo intransigente que llevado al extremo no permite reconocer a los semejantes, ni virtudes ajenas: es el menosprecio del otro. Impide la armonía y la convivencia dentro de los ideales sociales, ya que niega la humanidad de los otros. Los soberbios se sienten al margen del género humano, incluso por encima de él. Como pecado capital que se considera, es fuente de otros vicios: ésta combinada con la ignorancia, puede concluir en ira; arrastra a la pedantería si se desprecia a los individuos sin siquiera conocerlos, incluso es el principio de la discriminación racial, ya que han existido diversos pueblos, a lo largo de la historia, que miran con desdén a otras sociedades. Además se relaciona con la vanidad, sin embargo no son lo mismo. Fernando Savater dice que la vanidad es el pecado de los demás, ya que mientras un soberbio u orgulloso no depende del reconocimiento ajeno, dado que se cree mejor, un vanidoso necesita de los hombres que lo rodean para sentirse superior; es sociable, orgulloso y esquivo. Este pecado también se podría manifestar como falsa humildad, porque quien dice que nada es ni nada merece, igualmente se comporta con soberbi a.
Un acercamiento a los capitales
Es antidemocrática porque un hombre que se siente por encima del resto, creyéndose con la autoridad suficiente para imponer su voluntad, sintiéndose su dueño. Se podría decir que todos los monarcas que se consideraban “elegidos por Dios”, los déspotas, los tiranos y los dictadores han sido soberbios. Según la religión cristiana, la soberbia y la vanidad fueron los vicios que condenaron a Lucifer, “el más perfecto de los serafines”. De acuerdo con la tradición cristiana, antes de la creación del mundo hubo un tiempo indefinido en donde sólo habitaban Dios y sus coros angélicos, quienes lo alababan. Lucifer era uno de esos ángeles, el primero y el más hermoso, el favorito. Sucedió que un día Lucifer, orgulloso de su figura y poder, quiso subir un peldaño más y colocarse en el trono de Dios, razón por la cual fue expulsado para siempre de la corte celestial y, juntos con la tercera parte de los ángeles que lo siguieron, fue arrojado al abismo. Aunque esta historia no aparece en la Biblia, el cristianismo adecuó la lectura de los libros de Isaías y Ezequiel para interpretar las críticas a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y de Ittobal II, rey de Tiro, como la caída del serafín. Éste, desde entonces, quedó convertido en “príncipe de la oscuridad”, su morada sería el infierno y el resto de ángeles caídos engendraron la estirpe demoniaca. Por consiguiente, la soberbia fue el primer pecado cometido en el tiempo sagrado. Cesare Ripa personificó a la soberbia como una mujer bella y altiva que va vestida de rojo, con gran nobleza. Indica que lleva sobre su cabeza una corona con oro reca-
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mada de pedrerías, mientras sostiene un pavo con la mano derecha y con la izquierda, un espejo, en el cual se mira. El que se pinte bella, orgullosa y ricamente vestida responde a que San Bernardo decía que la soberbia “consiste en cierto apetito desordenado de la propia excelencia, soliendo darse más comúnmente en los ánimos altivos y de genio inestable y desigual”. El acto de mirarse en el espejo simboliza que el soberbio se considera bueno y bello y se corteja a sí mismo, así como a los bienes que en sí advierte. Él fomenta su orgullo y osadía sin volver nunca los ojos hacia las imperfecciones que posee y cuya contemplación le podría molestar. También por ello se acompaña de un pavo, que este animal,
Para Fernando Savater, Napoleón Bonaparte es el ejemplo histórico de la soberbia cuando el mismo tomó la corona y se invistió a sí mismo con los símbolos imperiales.
Soberbia diante ornamentos con que cubren sus cuerpos. l
Una coronacion especial “Un ejemplo histórico de soberbia y poder lo dio Napoleón Bonaparte cuando logró que el propio papa Pío VII se trasladara a París para coronarlo en la catedral de Notre-Dame. Durante la ceremonia, Napoleón tomó la corona y se invistió a sí mismo con los símbolos imperiales, con lo cual se mostró por encima de todos los presentes, incluso el representante pontificio”: Fernando Savater l
Construccion de gran esplendor
complacido con la admiración de su plumaje, nunca quiere aceptar la compañía de las aves restantes. La corona indica que el soberbio está siempre deseoso de reinar y de dominar, pues su vicio es la reina, o la raíz, como dice Salomón, de los pecados que se adquieren entre coronas y grandezas. Manifiesto ejemplo es Lucifer, quien hallábase en el colmo de la felicidad, mas vino a caer en la mayor de las miserias a causa de su soberbia. En el canto XXIX del Paraíso, Dante declama: “Principio del caer fue el maldito/ ensoberbecerse de aquel al que tú viste/ oprimido por todo el peso del mundo”. Las vestiduras rojas simbolizan que la soberbia se encuentra sobre todo en los hombres sanguinarios y coléricos, los cuales siempre se muestran muy altivos y orgullosos, esforzándose por mantener digna opinión de sí mismos meRM /P28
Un importante monumento arquitectónico que motivó la soberbia del rey francés Luis XIV fue el palacio de Versalles. Este monarca que se llamaba a sí mismo “el Rey Sol” mandó levantar un conjunto palatino alrededor de una antigua estancia de cacería, edificada por su antecesor Luis XIII. Inspirado en el palacio de Vauxle-Vicomte, el de Versalles se construyó bajo ideales de magnificencia y grandeza, acordes “a la naturaleza regia”. El programa iconográfico que priva en las estancias como en los jardines, hace una apología del dios Apolo, numen griego con quien se comparaba el monarca. El palacio de Versalles fue tomado como paradigma en Europa de muchas otras
Apoteosis de Luis XIV , por Charles Le Brun. Este monarca francés se llamaba a sí mismo “el Rey Sol” y en su mansión ordenó hacer una apología del dios Apolo, con quien se comparaba.
Soberbia residencias nobles, desde el siglo XVII hasta el XIX. l
La caida del rey de Babilonia “Ha sido precipitada al seol tu arrogancia al son de tus cítaras. Tienes bajo ti una cama de gusanos tus mantas son gusaneras. ¡Cómo has caído de los cielos, Lucero, hijo de la Aurora! ¡Has sido abatido a tierra dominador de naciones! Tú que
y pinjantes que llevabas, aderezados desde el día de tu creación. Querubín protector de alas desplegadas te había hecho yo, estabas en el monte santo de Dios, caminabas entre piedras de fuego. Fuiste perfecto en su conducta desde el día de tu creación, hasta el día en que se halló en ti iniquidad. Por la amplitud de tu comercio se ha llenado tu interior de violencia, y has
Como pecado capital que se considera, la soberbia es fuente de otros vicios: ésta combinada con la ignorancia, puede concluir en ira habías dicho en tu corazón: ‘Al cielo voy a subir, por encima de las estrellas de Dios alzaré mi trono, y me sentaré en el Monte de la Reunión, en el extremo norte. Subiré a las alturas del nublado, me asemejaré al Altísimo.’ ¡Ya! Al seol has ido precipitado, a lo más hondo del pozo”. Isaías, 14, 11-15. l
La caida del rey de Tiro “Eras el sello de una obra maestra, lleno de sabiduría, acabado en belleza. En Edén estabas, en el jardín de Dios. Toda suerte de piedras preciosas formaban tu manto: rubí, topacio, diamante, crisólito, piedra de ónice, jaspe, zafiro, malaquita, esmeralda; en oro estaban labrados los aretes
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pecado. Y yo te he degradado del monte de Dios, y te he eliminado, querubín protector, de en medio de las piedras de fuego. Tu corazón se ha pagado de tu belleza, has corrompido tu sabiduría por causa de tu esplendor. Yo te he precipitado en tierra, te he expuesto como espectáculo a los reyes. Por la multitud de tus culpas por la inmoralidad de tu comercio, has profanado tus santuarios. Y yo he sacado de ti mismo el fuego que te ha devorado; te he reducido a ceniza sobre la tierra, a los ojos de todos los que te miraban. Todos los pueblos que te conocían están pasmados por ti. Eres un objeto de espanto, y has desaparecido para siempre”: Ezequiel, 28, 12-19.
“La abundancia de alimentos entorpece la inteligencia”: Séneca
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a gula podría entenderse como el ansia inmoderada de comer y beber; el aán de asimilar todo cuanto sea posible por la vía digestiva. Sin embargo, ésta es ante todo el pecado que se finca en que el placer que los alimentos producen. Por consiguiente la sentencia contra este vicio es un juicio moral contra el disrute de la comida, ya que mediante éste se genera el desequilibrado deseo de ingesta. Como antes se ha dicho, en un principio el cristianismo se ormuló como una vía de salvación ascética, que implicaba la renuncia a los bienes y sobre todo a los placeres terrenales. Durante los primeros siglos, cuando los cristianos propusieron muchas ideas acerca de los castigos al cuerpo, los padres de la Iglesia decían que comer era introducir pedazos de cuerpos muertos y porquerías de diverso orden en el organismo. Ante tales descripciones incluso hubo sectas gnósticas que optaban por el vegetarianismo. Clara es la renuncia a cualquier tipo de placer por el sentido del gusto que se predicaba. Más tarde, otros teólogos reivindicaron la delicia del comer, cuando afirmaron que el placer hallado por el hombre en los alimentos no tenía maldad, dado que era el medio cómo los individuos podían conservarse. El pecado de gula se matizó y delimitó en el acto de comer y beber con el único fin del placer. Ya entrada la Edad Media se acordó que la gula podía maniestarse de otros modos. El primero era provocarse el vómito para seguir comiendo, una práctica recuente en los banquetes de patricios romanos, durante los cuales, a lado de cada triclinio, se colocaba un depósito para el vómito del comensal, quien interrumpía la digestión con tal de seguir comiendo. La segunda manera era no respetar los días de ayuno, patrón de comportamiento que en el siglo XVII, por
Un acercamiento a los capitales
ejemplo, desató la polémica sobre si el chocolate rompía o no el ayuno de las monjas, ya que para algunos era considerado un alimento, mientras que para otros, simple agua aromatizada. El tercero, consistía en comer para generar algún daño en la salud propia o de otros. Por último, la comida se volvía pecaminosa cuando la acción se transormaba en el único objetivo de la vida o era la vía que condujese a otros vicios, tales como la lujuria o la blasemia. Una idea que también se dijo al respecto de la gula, es que podía considerarse pecaminoso comer de manera sofisticada, tanto por tratarse de alimentos delicados y costosos, como por preerir platos de elaborada preparación. Esta idea sirvió para que Karen Dinesen, bajo el pseudónimo de Isak Dinesen, retratara los problemas morales que una astuosa cena representaba para una radical secta luterana, en el cuento El festín de Babette, cuyo argumento ue llevado al cine en una película homónima dirigida por Gabriel Axel. Esta historia se ambienta en el diminuto pueblo noruego de Berlevaag, durante la segunda mitad del siglo XIX, y describe cómo la monótona vida de dos mujeres piadosas, hijas de un pastor luterano que había undado su propia secta religiosa, se ve sorprendida con la llegada de Babette, una mujer rancesa que huye tras el asalto a la Comuna de París. Quince años transcurren, Babette se ocupa de las aenas domésticas y de preparar los alimentos destinados a las obras caritativas de las dos hermanas. Dos eventos coinciden: se acerca el centenario del nacimiento del allecido pastor y Babette recibe la noticia de que ha ganado, en Francia, la lotería. Ella cobra el premio y como agradecimiento a sus beneactoras, solicita permiso para preparar una cena en homenaje a su diunto y admirado padre. Sin embargo, las hermanas quedan estupeactas cuando miran los productos que Babette ha comprado: tortuga, codornices, quesos, rutas, vinos, loza y cristalería, ingredientes y elementos que sin duda anuncian que se trata de una fiesta para el sentido gutural. Consternadas, las dos hermanas reúnen a los miembros de su congregación, todos vecinos del pueblo unidos sólo por su credo ya que la edad y la cotidiana convivencia han desgastado sus lazos aectivos. Todos ellos juran anular cualquier expresión de gusto y negar cualquier vestigio de placer que pueda ir en detrimento de su e al momento de asistir
al banquete “demoniaco”. Sorpresivamente un capitán del ejército, sobrino de una mujer anciana que ha sido convocada a la cena, asiste a la velada. Conocedor de los más exquisitos deleites culinarios, él rompe la silente atmósera cuando prueba uno a uno los platos que Babette ha preparado. Sin poder mantener la reticencia, el resto de los comensales se entregan a la experiencia que orece cada uno de los manjares servidos y, como si se tratase de un milagro, la delicia del estín despierta en ellos la remembranza de los tiempos pasados, ortalece nuevamente los vínculos derruidos y entran en un estado muy cercano al éxtasis devocional, aunque haya sido mediante el disrute sensorial de los alimentos.
Mujer comien- do ostras , por James Ensor. Los primeros cristianos decían que comer era introducir pedazos de cuerpos muertos y porquerías de diverso orden en el organismo.
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Gula
Por su parte, Cesare Ripa orece una representación simbólica de la gula mediante la figura de una mujer de largo cuello, como si uera de grulla, con el vientre muy grande y vestida del color de la herrumbre. Esta personificación la sustenta en la explicación de Santo Tomás de Aquino, para quien la gula consiste en un apetito desordenado de las cosas que pertenecen al gusto, como en la tradición clásica. Dice que tan largo cuello ha de pintarse en memoria de Filóstenes Ericinio, quien había sido tan guloso que maniestaba el deseo de tener un cuello semejante al de las grullas, para gozar más largamente del alimento mientras descendía hasta su estómago. El tamaño y grosor que su vientre representa la búsqueda de placer propio, “pues se llama guloso a aquél que pone en los placeres del vientre el mayor de los bienes, vaciándolo para llenarlo y llenándolo para vaciarlo de nuevo; pues no persigue otro fin que el placer de comer y devorar y la propia glotonería”. El vestido que lleva debe ser del color antes dicho para que represente lo indigno e innoble de un ánimo vencido y subyugado por este “asqueroso vicio”. Según Ripa el glotón pierde toda virtud, pues así como el moho devora el hierro de donde nace, así también el guloso devora sus propiedades y riquezas, gracias a las cuales se nutre y alimenta. Según el mismo autor existe otra manera de personificar la gula, a través de una mujer sentada sobre un cerdo, ya que este animal es infinitamente guloso, de acuerdo con el libro IX de los Jeroglíficos de Pietro Valeriano. La personificación ha de sostener con la mano izquierda una ólica, ave que se distingue por su glotonería, mientras que con la derecha se apoya sobre un avestruz, animal sobre el que Alciato escri-
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bió: “Se asemeja al avestruz al que nunca se calla/ ni nunca logra apaciguar su gula”.
En la literatura “Una tarde de viernes santo, después de estejar el entierro de Cristo: ‘Sor María de la Trinidad consideró que para calmar el dolor que Sor Antonia tenía por haber sepultado a su amor y para hacerla sobrellevar el luto, era necesario prepararle una suculenta comida de abstinencia: quelites con acosiles, pescado rito, sopa de queso, empanadas de huitlacoche, camotes con miel y pastelillos de almendra. Las labores culinarias ocuparon a las habitantes de la celda toda la mañana y a la hora de la comida, cuando sus ávidas manos y bocas se disponían a consumir y consumar el estín, se oyó un toquido a la puerta. Sor Antonia de Santa Clara, que venía a dar un recado a Sor María, enmudeció
En 1485, el Bosco imaginó la gula como un hombre obeso que roe los huesos de varios animales que se ha comido mientras otro sujeto bebe sin contención de una jarra.
Gula ante tal despliegue de exquisiteces culinarias. Cuando recuperó el habla soltó una uerte reprimenda, como correspondía a su papel de tornera mayor. —La Iglesia, dijo, instituyó el largo ayuno de la Cuaresma por varias causas: la primera, para rerenar la concupiscencia de la carne, pues al principio de la primavera es cuando suele crecer y hervir más la sangre. La segunda es para disponernos a la oración y conocimiento de las cosas divinas, porque descargando y aliviando el cuerpo queda el espíritu más hábil para volar al cielo. La tercera es para que demos satisacción por nuestros pe-
cuando queremos las comidas guisadas con demasiado estudio; la cuarta, excediendo la cantidad y medida en cuanto a lo necesario; la quinta, comer y beber con demasiado arrebatamiento y deseo...’ Ese día todas tuvieron que apretarse el cíngulo y guardar un rígido ayuno”. Antonio Rubial, Los libros del deseo.
La otra cara del mismo pecado “La gula se ha transormado en un pecado estético y dietético. Hay una conspiración global contra este pecado, nunca se es lo suficientemente rico ni se está lo sufi-
Para Santo Tomás de Aquino la gula consiste en un apetito desordenado de las cosas que pertenecen al gusto cados, alcanzando perdón por la pena que por ellos merecemos, para lo cual sirve la aficción de la carne. En estas echas debemos comer manjares pocos apetitosos, mantener el orden en las comidas, sin comer entre ellas y meditar sobre la vida de Cristo y de los santos mientras comemos. Lo que ahora hacéis está definido por los santos padres como un apetito desordenado de comer y beber que se llama gula. Cinco maneras hay de gula según santo Tomás: la primera es comiendo antes de tiempo, la segunda, buscando manjares muy preciosos y costosos; la tercera,
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cientemente delgado. La gente no ve la gula como algo concupiscente. A los gordos se les condena por la estética y no por la ética. Una de las consecuencias dramáticas es la pérdida del deseo de comer. La anorexia es convertir el miedo a engordar en algo excesivo. La persona que la padece, por delgada que esté y por más que la gente a su alrededor se lo diga, siempre se ve gorda. El bulímico, por su parte, produce desarreglos al ingerir comida, con momentos de compulsión para hacerlo y otros de dietas exageradas, relacionadas con vómitos y toma desordenada de laxantes y diuréticos”. Fernando Savater, Los siete pecados capitales.
Madre, yo al oro me humillo él es mi amante y mi amado, pues de puro enamorado de continuo anda amarillo. Que pues doblón o sencillo hace todo cuanto quiero… pues que da y quita el decoro y quebranta cualquier fuero. Y pues es quien hace iguales, al duque y al ganadero, poderoso caballero es don Dinero. Francisco de Quevedo
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a avaricia es vivir para acumular bienes y propiedades a cualquier costo, el deseo obsesivo de poseer por poseer. Avaro es quien lleva al límite de lo monstruoso el hábito de ahorrar, sin atender a las demás personas ni a sí mismo, sólo le interesa acumular capital aun si no lo utiliza en nada, al grado mismo de esterilizar el dinero. Este pecado capital provoca que el dinero retenido e improductivo perjudique a terceros, ya que los sume en la miseria, dado que la fuerza del dinero se halla en la necesidad de intercambio, misma que se ve estancada con semejante vicio. De acuerdo con la obra de San Agustín De libero arbitrio, la avaricia consiste en un desenfrenado apetito por poseer, que nunca cesa de cubrir con un espeso velo la mirada de la razón y rompe con inusitado poder el freno de la templanza; sin mostrar consideración con virtud alguna, transforma en crueles los más piadosos corazones, por lo que se considera debeladora universal de la virtud. Ripa la personificaba como una mujer pálida y fea, de negros cabellos y tez macilenta. Sobre su frente llevaba inscrito el nombre de Pluto, dios griego de las riquezas. Debería vestir como si estuviera esclavizada, sucia y ceñida por una larga cadena de oro que arrastra por tierra, tras ella. El autor indica en su libro que habría de mostrar los pechos desnudos y llenos de leche, mientras un niño pequeño, enjuto, andrajoso y semidesnudo, la sigue. Con la mano diestra ella lo apartará para no darle la leche de sus pechos, mientras los oculta con la mano izquierda.
Un acercamiento a los capitales
Luciría la piel pálida porque se demacra a causa de su continua preocupación por acumular tesoros. Su insaciable apetito lo lleva a convertir en suyo incluso lo que a otros pertenece, no tiene miramiento alguno respecto a las disposiciones de las leyes o la conveniencia de las cosas. La personificación es pálida por el temor que siempre embarga a los avaros: no confían en nadie, ni siquiera en sí mismos, a causa del miedo a perder una mínima parte de cuanto han hecho suyo. La ropa, servil e indecorosa, y la cadena de oro simbolizan la indigna servidumbre en que viven tales pecadores. De acuerdo con los textos bíblicos, San Pablo señala que la avaricia no es sólo esclava de sus bienes, sino también de los demonios; en su Carta a los Colosenses dice: “La avaricia es servidumbre a los ídolos”. Por lo cual es propio representarla encadenada, o bien, retenida por un hierro que se halle fijo a su pierna. La inscripción de su frente significa que al hombre poseído por la avaricia, en todo cuanto hace, se le descubre sin que ocultarlo pueda. Además, así como se acostumbrara marcar a los esclavos, dicha inscripción muestra cómo el ansia de poseer tesoros y las excesivas preocupaciones son un fatigosísimo peso y una insoportable carga. Por su parte, el niño al que aparta representa cómo al mismo tiempo, todo avaro es cruel en grado sumo, ya que prefiere echar a perder con torpes designios cuanto tiene, que utilizarlo en obras que beneficien a los que más lo necesitan. Otra manera de representar la avaricia es mediante la figura de una mujer mal vestida, despeinada y descalza, que lleva un sapo en la mano derecha, mientras sujeta, con la izquierda, una bolsa cerrada. Esta personificación se finca en las tres
principales acciones y actitudes en que la avaricia consiste: la primera es el deseo por los bienes ajenos con el único objetivo de aumentar los propios. Este concepto queda plasmado en el sapo que porta con la diestra, pues dicho animal, por más cantidad que halle de alimento esparcido por la tierra, se muestra temeroso a quedar desprovisto, de modo que nunca cesa de acaparar y siempre quiere poseer más, sin límite alguno. La segunda acción que distingue a los avaros es adquirir bienes a toda costa, aun si fuese mediante “caminos torcidos”; no se detienen pese a los impedimentos e incomodidades por muy grandes que sean, incluso se olvidan de su propia vida. Por esto se representa mal vestida, despeinada y descalza. Su ropa, rota y en jirones, muestra que este vicio actúa En 1514 el pintor flamenco Quentin Massys pintó, a modo de crítica social, la obra El pres- tamista y su esposa , pues en su tiempo la usura era la forma más despreciable de la avaricia.
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Avaricia
como una “peste diabólica” en el ánimo, que todo aquello que el avaro roba de los demás se lo niega también a sí mismo, ya que pudiendo vivir en la abundancia, queda más pobre que cualquier mendigo. Por esto dice Horacio, en el primer libro de sus Epístolas: “Siempre el avaro es pobre”, a lo que añade Séneca: “Carece el avaro tanto de lo que tiene como de lo que no tiene”. Ripa recoge un soneto de Petrarca donde dice: “Como el avaro, por buscar tesoros/ con deleite soporta los afanes,/ quiere poseer más, sin límite alguno”. Por último, este vicio también consiste en retener de manera obsesiva sus propiedades, razón por la que se representa con una bolsa cerrada. También simboliza el placer que el avaro halla cuando guarda su dinero, como fin que satisface su deleite, en lugar de emplearlo como medio útil para subvenir a las necesidades cotidianas. Por ello se decía que la avaricia genera crueldad, engaño, discordia, ingratitud y traición; aparta al avaro de la justicia, la caridad, la piedad, incluso la fe y demás virtudes morales. Otra manera como se recomendaba pintar a la avaricia era bajo la efigie de una mujer vieja, pálida y delgada, cuyo rostro diera señal de afán y melancolía. Tiene un cuerpo demasiado grande, como los hidrópicos. Lleva una mano sobre si, en signo de dolor y mientras sostiene, con la otra, una bolsa atada y cerrada, como la antes descrita, a la cual mira fijamente con la mayor de las atenciones. RM /P42
Así como quien padece hidropesía nunca sacia su sed por más que beba, sino que al contrario más le crece, el aspecto insaciable con que fue caracterizada la avaricia simboliza que ésta más aumenta en el hombre cuanto más incrementa su tesoro. En sus Morales, capítulo XIV, san Gregorio dice: “Todo avaro multiplica su sed con la bebida, en cual, cuando ha conseguido lo que apetece, desea conseguir otras cosas en mayor cantidad”. Por su parte, en la segunda poesía del libro II de sus Odas, dice Horacio: “El siniestro hidrópico crece siendo complaciente consigo/ y no elimina la sed a no ser que la causa de la enfermedad/ huya de sus venas y su languidez acuosa/ huya de su cuerpo blanquecino”.
La avaricia también se representa como una mujer vieja y demacrada, como en la parte inferior de este cuadro titulado Cristo castiga a la lujuria, la avaricia y la soberbia , óleo de Scarsellino, siglo XVI.
Avaricia
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Se pinta vieja porque se En la pintura creía tiranizaba en mayor La usura fue la cara de la medida a los ancianos, y avaricia más condenada porque se le llamaba “madre desde el Medievo hasta el de todos los crímenes”. Su siglo XVIII. Ésta consistía aspecto demacrado y mar- en la utilización del dinero chito demuestra su hambre para obtener más dinero. continua e insaciable, por la Aquí quedaban insertos que los avaros se ven siem- prestamistas y banqueros. pre atormentados. Por ejemplo, el flamenco Tres símbolos vinculados Quentin Massys pintó, a con la avaricia fueron la tena- modo de crítica social, la za, el lobo y la arpía. La primera obra El prestamista y su esindica que este vicio aprieta y posa . En este óleo aparece tira siempre para sí, dado que un hombre que se da a la el impío avaro nunca deja pa- tarea de pesar, con una sar una ocasión sin hacer lo balanza, las monedas y mismo, al igual que el citado metales propias de los neinstrumento, sin respetar el gocios, mientras su esposa, estado o la condición de la de manera hipócrita, hojea persona de que se trate. Por un libro de oraciones, no su parte, el lobo, según los obstante su mirada centratextos de Cristófano Landino, da en los menesteres finanse considera un animal ávido cieros de su cónyuge. y voraz que no sólo consigue presas de forma abierta, sino En la literatura también con furtivas insidias “¡Ay pero qué agarrado era y asechanzas, de modo que si aquel Scrooge! ¡Viejo pecador no lo descubren los pastores o avariento que extorsionalos perros, no cesa nunca en ba, tergiversaba, usurpaba, su empeño hasta dar muerte rebañaba, apresaba! Duro a una grey entera: teme no ha- y agudo como un pedernal ber logrado presas suficientes. al que ningún eslabón logró Así el avaro, ya con fraude y jamás sacar una chispa de engaño, ya con rapiña descu- generosidad; era secreto, bierta, arrebata todo cuanto reprimido y solitario como puede, sin lograr acumular una ostra. La frialdad que tanto que sacie su deseo. tenía dentro había congeAdemás, este lobo simbólico lado sus viejas facciones y debe aparecer en estado de afilaba su nariz puntiaguextrema delgadez, para que da, acartonaba sus mejillas, indique el insaciable apetito daba rigidez a su porte del avaro y la inconveniente había enrojecido sus ojos, tenacidad del deseo que lo azulado sus finos labios; posee. Finalmente, la avaricia esa frialdad se percibía se vincula con las arpías por- claramente en su voz rasque arpía en griego quiere pante”. Charles Dickens, Cuento de navidad . decir rapiña.
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Es una pasión arrebatadora, una furia que puede incluso convertir al hombre en una fiera, ya que le nubla la razón, lo ciega, lo estupidiza y lo convierte en una bestia obcecada.
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n el cristianismo, para que la furia se convierta en pecado es necesaria una pulsión irracional: es un ímpetu desordenado del corazón, un apetito alterado de venganza, por lo que no sucede contra nuestra voluntad. En este torrente irracional tienen origen el odio y la venganza. Sin embargo, según los teólogos, no toda ira se creía mala ni toda paciencia buena. Consideraban que existe un tipo de ira santa, inspirada por el horror al pecado y el deseo justo de castigar a los malos. Santo Tomás de Aquino pensaba que ésta no era pecado: “si busca venganza conforme al dictamen de la recta razón es virtud laudable y se llama ira por celo”. Por su parte, San Juan Crisóstomo afirmaba que “es una gran impiedad no preocuparse por las injurias hechas a Dios”. De este modo, si se luchaba por una causa justa la ira no sería pecado, sino virtud. Esta serie de interpretaciones que alaban la ira defensora de la voluntad divina ha sido causa de numerosos conflictos bélicos a lo largo de la historia, en los cuales al menos uno de los bandos contrincantes ha dicho ser elegido y miembro de los ejércitos de Dios. Contraparte, en este proceso de justificación, el enemigo se ha visto como imagen del mal y del demonio, y la lucha, por lo tanto, se ha convertido en una especie de “guerra santa”.
Un acercamiento a los capitales
Con estos ideales como estandarte se libraron batallas como, por ejemplo, las Cruzadas, la conquista de América o la reciente guerra de Estados Unidos contra Irak. En estos casos, los agresores han enarbolado una bandera mesiánica: los cristianos medievales se inmolaron en el rescate de los Santos Lugares de manos “infieles”, los conquistadores ibéricos veían en las divinidades precolombinas rostros del mal que debían ser destruidos y, tanto George Bush como Osama bin Laden convocaron a sus huestes en nombre de su respectivo numen para combatir al adversario. De acuerdo con Savater, “vivimos ante el peligro de señores que aseguran que han identificado al mal en todos aquellos que les llevan la contraria. Es una situación preocupante incluso desde el punto de vista cínico. Estamos en presencia de la frase-lema de la época de las Cruzadas: ‘Dios lo quiere’”. En su Iconología, Ripa identifica a la ira con una mujer joven, ya que los jóvenes, según razonaba Aristóteles en su Retórica, suelen irritarse con facilidad y se dejan arrastrar y vencer por el ímpetu de la ira. El mismo filósofo dice que esto sucede porque son ambiciosos y no soportan verse despreciados, además se hunden en un amargo dolor cuando creen haber sido injuriados y ofendidos.
La tez de la ira debe pintarse roja y oscura, ya que así se manifiesta en el cuerpo de los iracundos. Con base en las ideas aristotélicas, pero ahora según el sexto y noveno capítulos de su Fisonomía, esta personificación también debe poseer un rostro hinchado, ojos bermejos, frente abombada, nariz afilada y con los hoyuelos muy abiertos. La hinchazón se debe a que la ira cambia y transforma el cuerpo del que la sufre con el bullir de la sangre, causa misma de la inflamación de los ojos. Esta mujer se representa con grandes espaldas y armada. Lleva por tocado una cabeza de oso, de donde
¿Cristo pecó de ira cuando expulsó a los mercaderes del templo? Según los teólogos, tal acto fue expresión de ‘ira santa’, una virtud divina que lleva a reaccionar violentamente ante el pecado y la herejía.
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Ira saldrá humo y grandes llamaradas. Según la tradición medieval de los bestiarios, el oso es un animal que tiende a la ira, de ahí el proverbio “No toques la nariz que echa humo de un hombre”. Ésta es la razón del humo y del fuego que se añaden a esta figura, ya que simbolizan la conmoción del ánimo. Como atributos, la personificación estará vestida de rojo, evocación a la sangre; sostendrá con la diestra una espada desenvainada y, con la siniestra, una antorcha encendida. La espada significa que la ira recurre con velocidad a la violencia y a las armas en busca de la venganza, mientras que la tea simboliza el corazón del hombre enfurecido, que arde y se consume. Otra manera de representar este vicio es mediante la figura de una mujer ciega y que arroja espuma por la boca, imagen que quiere dar a entender cómo el ser humano, cuando se reconoce vencido por la ira, pierde la luz de la razón y busca ofender con hechos y palabras: “Cruel y violenta pasión la de la ira,/ que con su oscura nube el triste ánimo vela/ circundando el corazón con su ardor amargo/ y cubriendo los labios de rabiosa espuma./ Enciende en el pecho un fogoso deseo/ de dañosa ruina y de venganza,/ que incita al hombre a un furor impío y súbito,/ cegando el intelecto y haciéndolo arder en la locura./ Toda divina inspiración expulsa/ del alma vil, conduciéndola a la muerte,/ privada de la gracia y la salvación eterna”. Aparecerá cubierta con un atuendo rojo bordado con negro, a fin de señalar que la ira siempre busca la venganza, aun si causara daño y muerte. Llevará sobre su cabeza un tocado de rinoceronte para recordar que este animal difícilmente se enfada, sin embargo cuando se irrita es muy feroz. Así lo concebía el poeta Marcial, en el libro I de su Epigramas: “Provocan al rinoceronte los temerosos bestiarios/ y largo tiempo se contiene la gran ira de la fiera”. Por último, puede acompañarla un cinocéfalo, nombre con que se conoce genéricamente a una familia de simios africanos cuya cabeza es parecida a la de un perro. Este animal fue tenido en la tradición egipcia como símbolo de la ira por manifestar un carácter colérico.
Las furias de la ciudad de Dite “… me hallaba absorto, mirando la alta torre de ardiente cúspide, donde vi de improviso aparecer rápidamente tres furias infernales, tintas en sangre, las cuales tenían movimientos y miembros femeniles. Estaban ceñidas de hidras verdosas, y tenían por cabellos pequeñas serpientes y cerastas, que ce ñían sus horribles sienes. Y aquél que conocía muy bien a las siervas de la Reina del dolor eterno: —Mira—me dijo—, las feroces Erinnias. La de la izquierda es Megera; la que llora a la RM /P48
derecha es Alecton, y la del centro es Tisifona. Después calló. Las furias se desgarraban el pecho con sus uñas; se golpeaban con las manos, y daban tan fuertes gritos, que por temor me acerqué más al poeta. ‘Venga Medusa, y le convertiremos en piedra, decían todas mirando hacia abajo: mal hemos vengado la entrada del audaz Teseo.’ —Vuélvete y cúbrete los ojos con las manos, porque si apareciese la Gorgona, y la vieses, no podrías jamás volver arriba”. Dante Alighieri,
Una manera de representar la ira es mediante la figura de una mujer joven y ciega que arroja espuma por la boca y se desgarra las vestiduras.
Ira Divina comedia , Infierno,
canto IX.
Un atributo de Dios Curioso caso respecto al resto de los pecados capitales; no obstante, la ira sea uno de ellos, en la literatura bíblica y teológica es también un atributo de Dios. Según Paolo Segneri, un jesuita italiano que vivió durante el siglo XVII y a quien la Iglesia llama “venerable”, el infierno fue una construcción hecha por la ira, la venganza y el furor de Dios.
Arranques de ira Según las leyendas medievales, el santo franciscano Antonio fundó en Padua un convento de su orden. Sucedió que en dicha ciudad, un joven llamado Leonardo, en un arranque de ira, pateó a su propia madre. Arrepentido, le confesó su falta a San Antonio quien le respondió: "El pie del que patea a su propia madre, merece ser cortado”. Leonardo corrió a casa y se cortó el pie. Cuando el
En su Iconología , Ripa identifica a este pecado con una mujer joven, ya que éstos, según razonaba Aristóteles en su Retórica , suelen irritarse fácilmente y se dejan arrastrar y vencer por el ímpetu de la ira En su libro El infierno abierto al cristiano dice acerca del fuego infernal: “mira que el soplo de la ira de Dios va aumentando los ardores de él para ti, al paso que vas añadiendo más y más pecados contra su divina majestad.” Asimismo, declama: “Ésta es la voraz hoguera/ que con las culpas se atiza,/ su fuego no hace ceniza,/ siempre el mismo persevera.// Su bochorno reverbera,/ con que el pecador se abruma,/ y hediondo vapor perfume;/ la ira de Dios lo refina,/ y así quema, y no ilumina,/ abrasa, mas no consume”.
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santo se enteró de este suceso, tomó la extremidad amputada y lo reunió al cuerpo del joven. Esta historia pasó a la hagiografía del San Antonio como el milagro del pie amputado.
En la literatura “Canta, oh musa, la cólera del pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves —se cumplía la voluntad de Zeus—desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquiles”. Homero, La Ilíada, canto I.
Los teólogos la entendieron como un ardiente, desenfrenado y concupiscente apetito carnal. Ellos pensaban que se trataba de comportamientos eróticos transgresores de las “leyes morales y naturales”, los cuales no mostraban respeto alguno por el sexo ni por los órdenes o estados.
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esde sus inicios, la tradición cristiana mantuvo un ideal de vida que negara los placeres corporales, de los cuales, el más peligroso ue el sexual. Mientras San Agustín, durante el siglo V, proclamaba la renuncia absoluta a las pulsiones de la carne, en el siglo XIV, santo Tomás de Aquino se dio a la tarea de asentar la clasificación de los pecados nacidos de la lujuria: ornicación, estupro, rapto, incesto, sacrilegio, adulterio, polución voluntaria, sodomía y bestialismo. Así como los primeros cristianos medievales negaron los deleites por alimento y reducían el acto de comer a una simple necesidad de sobrevivencia, sujetaron el acto sexual a su estricta importancia reproductiva y condenaron los placeres “lujuriosos”, ya que se trataba de “acciones vacías que distanciaban a las personas de Dios”. Hubo posturas muy radicales que sugerían renunciar a todo encuentro sexual, incluso a los consortes. Fray Alonso de la Veracruz, la figura más importante de la filosoía y teología en Nueva España durante el siglo XVI, pronunciaba lo siguiente: “El matrimonio sin coito es más santo que el matrimonio con cópula carnal… Aunque el débito conyugal es una obligación entre los esposos, si es exigido por una de las partes con recuencia inmoderada es válido, e incluso virtuoso, negarse a él.”
Un acercamiento a los capitales
Desde la Edad Media se gestó una nutrida iconograía que heredó y reinterpretó, desde su perspectiva moral, el amplio panorama de símbolos eróticos provenientes de la antigüedad griega y romana. Las sirenas ueron los seres mitológicos preeridos para representar este concepto, ya que según cuenta la tradición homérica, estas bestias, con cuerpo de ave y torso emenino, cantaban desde las rocas para hipnotizar y atraer a los marinos con sus melodiosas voces; no obstante, una vez que los barcos arribaban a sus dominios, se veían azotados por las inclemencias geográficas y de este modo, las sirenas mataban y devoraban a sus presas. Con esta iconograía, las sirenas como símbolo de la lujuria aparecen en capiteles de monasterios románicos o en las arquivoltas de algunas catedrales góticas. Durante el Renacimiento la figura de Venus ue continuamente utilizada en alegorías morales que reprobaban el amor proano, incitador de los deseos carnales, y exaltaban el amor divino, asociado a la contemplación y la castidad. Tal es el caso de la alegoría Venus, Cupido y el Tiempo , de Agnolo Bronzino, pintor forentino activo durante el siglo XVI. En esta pintura la diosa del amor y la belleza se une con su hijo en un beso, mientras el placer aparece con un puñado de fores, de manera que la obra lleva como trasondo refexivo la lujuria. Cesare Ripa dio a este vicio el aspecto de una joven de cabellos rizados y artificiosamente ondulados. Indicó que habría de ir semidesnuda, sólo un paño de diversos colores cubriría parte de su cuerpo. Ésta sería hermosa a la vista, tomaría asiento sobre un cocodrilo y sujetaría entre sus manos una perdiz, a la que acariciaría.
Los rizos y el paño que de orma parcial la cubren simbolizan la tentación poderosa de este pecado. La lujuria se creía una abominación incitadora del hombre a numerosas altas, incluso la llamaban “escuela de crímenes” y “vía hacia el infierno”. Se representa semidesnuda porque según los códigos morales la lujuria disipa y destruye tanto los bienes del ánimo, que son la virtud, la buena ama, la libertad y la alegría, como las gracias del cuerpo, belleza, ortaleza, agilidad y salud. Asimismo, acaba con los bienes de la ortuna, que son dinero, joyas, rentas y posesiones. Ella aparece sobre un cocodrilo porque entre los egipcios dicho animal era símbolo de lujuria, en atención a su carácter ecundísimo, ya que engendra muchos hijos. De acuerdo con Piero Valeriano, este lagarto se creía de tan Las sirenas fueron los seres mitológicos preferidos para representar la lujuria. Con sus cuerpos bestializados cantaban desde las rocas para hipnotizar y atraer a la perdición con sus melodiosas voces.
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Lujuria
contagiosa libidinosidad que su dentadura era un amuleto arodisíaco: según se decía, un hombre que se atara al brazo derecho los dientes de la mandíbula superior de un cocodrilo, podría excitarse y despertar en sí apetitos lascivos. Algunos escritos antiguos de magia, así como las historias naturales de Dioscórides y Plinio, indican que si se ponía en vino blanco las auces y pezuñas de un cocodrilo terrestre, se obtendría un licor que encendiese la concupiscencia carnal. La perdiz que sostiene y acaricia entre sus manos simboliza la libidinosidad y desenrenada lujuria, ya que según los bestiarios esta ave era a menudo víctima de pulsiones sexuales, al grado tal que los machos, agitados por la rabia y el deseo del coito, destrozaban los huevos que incubaban las hembras, dado que cuando éstas empollaban, aquéllos se veían impedidos para unirse a su pareja. Sin embargo, hubo también expresiones filosóficas, poéticas y plásticas que lejos de cualquier censura gustaron por abordar el erotismo, el goce y la lujuria como temas centrales. Las pinturas eróticas romanas descubiertas en algunos muros de Pompeya, los escritos del marqués de Sade o la pintura galante rancesa ueron algunas de estas maniestaciones. El simbolismo ue una corriente estética que surgió en la segunda mitad del siglo XIX y que destacó por el papel RM /P56
protagónico que dio a la lu juria en los terrenos del arte. Infuidos por el pensamiento de Arthur Schopenhauer, los poetas simbolistas gustaban por enaltecer las pulsiones sexuales, cantaron al amor concupiscente, a los excesos carnales, a las prostitutas, incluso a la sífilis y a la muerte. Numerosos rostros adquirió la mujer para representar los libidinosos apetitos: vampiresas, esfinges, arácnidas o serpientes ueron algunas de sus principales caracterizaciones. Durante los años en que se mantuvo vigente el simbolismo, la mitología ue reinterpretada; las sirenas se popularizaron como híbridos marinos, abandonaron sus cuerpos de aves y adoptaron colas de pescado y, distintas a las griegas, no sólo se nutrían de los cadáveres de sus víctimas, también disrutaban de un placer sádico al ver dominados a los hombres ante los engañosos encantos que les orecían mediante sus voces. Es decir, de bestiales amenazas a la vida, las sirenas se convirtieron en unestas y crueles tentaciones sexuales. La acuarela Pornokrates, del pintor belga Félicien Rops, ue una obra que buscaba, así como los 120 días en Sodoma de Sade, criticar los estándares morales, desmitificar los tabúes y hacer de lo “indecente” e“indecible” el tema de su composición. Los valores estéticos a los que evocó el pintor giraban
La figura de Venus ha sido utilizada en incontables alegorías morales que reprueban el amor profano. En el cuadro Venus, Cupido y el Tiempo , de Agnolo Bronzino, el niño con un puñado de flores se toma como una referencia a la lujuria.
Lujuria Los simbolistas revivieron el mito de Lilit en la iconograía y lo dotaron de una carga erótica, convirtiéndose en el prototipo de mujer atal, ya que por su lujuria embauca a los hombres con una seductora apariencia, pese a su naturaleza terrorífica. Los poetas consagraron algunos versos a las mujeres diabólicas, “hijas de Lilit”, en tanto que los pintores la plasmaron como una bella émina que convive con demonios y serpientes.
En la literatura
en torno a lo obsceno, ya que los protagonistas de la escena son una mujer semidesnuda con los ojos vendados, apenas ataviada con zapatos, medias, guantes y sombrero, y un cerdo al que ella sujeta mediante un lazo. Algunos intérpretes afirman que este cerdo es un símbolo de la lujuria y del lucro masculino que controla a la mujer, pero también se ha dicho que la pintura representa al hombre conducido por la ella, bestial e idiotizado. La idea del Diablo siempre ha estado relacionada de orma directa con la lujuria. Es así que una de las soluciones tradicionales para representar al rey de los infiernos consta de torso masculino y patas de macho cabrío, ya que este animal se asociaba con los deseos carnales. De acuerdo con tradiciones hebraicas de raigambre mesopotámico, y continuadas por algunos cabalísticos medievales, la diablesa Lilit era quien personificaba la lujuria. Ella había sido la primera esposa de Adán, creada igual que éste de barro y animada gracias al soplo divino, por lo que se asumió con las mismas capacidades. Resulta que cuando Adán quiso cohabitar con ella, Lilit se negó a permanecer recostada, bajo el cuerpo de su esposo, tal como éste le ordenaba; enurecida, esta mujer huyó del Edén y llegó hasta el Mar Rojo, donde se unió con los demonios que se decía allí habitaban y procreó una estirpe del mal. Condenada ella y su descendencia por Yahvé, Lilit vagaba por el mundo en busca de semen para engendrar nuevos diablos.
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Existen dos poemas de Charles Baudelaire que pertenecen a su libro Las flores del mal , a través de los cuales se muestra la lujuria: Mujeres condenadas Como un rebaño pensativo/ sobre la arena acostadas,/ entornan los ojos hacia el horizonte marino,/ y sus pies que se buscan y sus manos enlazadas/ tienen dulces languideces, amargos escalofríos.
Unas, corazones que aman las largas confidencias,/ en el corazón de los bosques y junto a los arroyos,/ deletrean el amor de las tímidas infancias/ y marcan en el tronco los jóvenes arbolillos;/ otras, como hermanas, andan lentas, graves,/ a través de las rocas llenas de apariciones,/ donde san Antonio vio surgir como lavas,/ desnudo el seno, a sus purpúreas tentaciones.
Cesare Ripa imaginó a la lujuria como una joven hermosa sentada sobre un cocodrilo (símbolo de la lascivia) y llevando en las manos una perdiz (alegoría de la líbido desenfrenada).
Un acercamiento a los capitales
Las hay que a la lumbre de resinas goteantes,/ en el hueco mudo de los viejos antros paganos,/ te llaman en socorro de sus fiebres aullantes,/ ¡oh Baco, adormecedor de viejos remordimientos! Y otras, cuya garganta gusta de escapularios,/ que, ocultando un látigo bajo sus largos vestidos,/ mezclan en la noche oscura y los bosques solitarios/ espuma del placer y lágrimas de la tortura. ¡Oh vírgenes, oh demonios, oh monstruos, oh mártires!,/ grandes espíritus negadores de la realidad,/ buscadores de lo infinito, devotos y sátiros,/ ora llenos de furor, ora llenos de llanto, vosotras, a las que en vuestro infierno mi alma os ha seguido,/ pobres hermanas, os amo tanto como os compadezco/ por vuestras dolorosas tristezas, vuestra sed no saciada,/ y las urnas de amor que llenan vuestro corazón.
Alegoría Es hermosa mujer, de buena figura,/ que arrastra en el vino su cabellera./ Las garras del amor, los venenos del garito,/ todo resbala y se embota en su piel de granito./ Se ríe de la Muerte y desprecia la Lujuria,/ y ambas, que todo inmolan a su ferocidad,/ han respetado siempre en su juego salvaje,/ de ese cuerpo firme y derecho la ruda majestad.
Anda como una diosa y reposa como una sultana;/ tiene por el placer una fe mahometana,/ y en sus brazos abiertos que llenan sus senos/ atrae con la mirada a toda la raza humana./ Ella cree, ella sabe, ¡doncella infecunda!,/ necesaria no obstante a la marcha del mundo,/ que la belleza del cuerpo es sublime don,/ que de toda infamia asegura el perdón. Ignora el infierno igual que el purgatorio,/ y cuando llegue la hora de entrar en la noche negra,/ mirará de la Muerte el rostro,/ como un recién nacido, sin odio ni remordimiento.
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Sobre la acuarela Pornokra- tes , del belga Félicien Rops, los críticos dan las más diversas interpretaciones sobre lo que simbolizan la mujer y el cerdo, aunque todos concuerdan en que juntos aluden a la lujuria.
“La pereza no es más que el hábito de descansar antes de estar cansado”: Jules Renard
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sta es alta de vivacidad, de estímulo y de voluntad. Hoy día se considera que una persona perezosa es aquella que no trabaja, que no genera una ganancia, sin embargo, en la más apegada definición conorme a su origen, la pereza es la renuncia a la capacidad activa e industriosa del ser humano. Es la apatía absoluta, una desmotivación y aburrimiento por la vida y las responsabilidades sociales. Es común que la pereza se conunda con ocio, empero éste sí implica una voluntad, ya que todo aquello que se hace por placer y es ajeno al negocio (el no-ocio), es asimismo una actividad no obstante encaminada a la satisacción y engrandecimiento personal. El ocio genera cultura, es la piedra angular sobre la que se erigen la observación y el conocimiento, las artes y los deportes, caso contrario, la pereza no es propositiva ni destructiva. Por tales características, la naturaleza de este vicio ue considerada metaísica, dado que hablar de ella es discutir la inercia, el no-acto. Simbólicamente, la pereza cobró el aspecto de una mujer de rostro grande y rente despejada, nariz gruesa y piernas muy delgadas. Ella estaría sentada en tierra, según la poesía moral de Ludovico Ariosto: “Al otro lado la pereza en tierra se sienta,/ que no puede andar, y mal se tiene en pie”. Sus vestimentas deberían ser pobres, si acaso un traje roto e indigno, llevaría la cabeza baja y con cabellos despeinados. Tendría las manos ocultas en el seno y un pie sobre el otro, por último, a su lado y sobre el suelo se posaría un asno o una tortuga.
Un acercamiento a los capitales
Ripa sugirió que la palabra invierno sería epíteto y sinónimo de perezoso, además indicó que la figura de la pereza debería ser pintada como hija de dicha estación a raíz de la íntima relación que ambos conceptos guardaban según sus postulados. Él creía que así como el calor activa el movimiento de los cuerpos humanos y motiva la prontitud de sus acciones, los meses de río producirían inmovilidad, estupidez, aletargamiento y lentitud, entre otros eectos semejantes. La personificación aparece en actitud sedenta, con la cabeza inclinada y con los pies y las manos resguardados de la manera como se enunció, porque los egipcios, según refiere Piero Valeriano en su libro Jeroglíficos, solían representarla de esta orma y con ello simbolizaban que el perezoso se mantendría inmóvil y privado de toda suerte de acciones y actividades provechosas. En la Iconología se dice que cuando los artesanos de Egipto pintaban una mano abierta y extendida querían dar a entender acciones, poder y autoridad. Por el contrario, si querían representar a una persona que uese de muy poca o de nula importancia, dominada por la desocupación y la pereza, la representaban con las manos juntas y puestas en el seno, amén de plasmarla en actitud pasiva, como si estuviera descansando. Todos estos gestos y actitudes revelaban la condición de los hombres apo-
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cados. El mismo sentido tenía el antiguo adagio “Tener la mano bajo el manto”, el cual se reería a personas rías y gente perezosa que se marchitaba en el ocio. Tanto la cabeza despeinada y desprovista de cualquier ornato, como la túnica pobre y desvencijada mostrarían la condición de la pereza, por cuya causa el holgazán suele ser pobre por sí mismo y se halla sumido en la vileza; se decía que carecía de calor corporal, incluso de ánimo, pues no lograría adquirir ni acumular virtudes, honores ni riquezas. Así lo sentenciaba el abulista griego Esopo: “Pues el hombre perezoso no llena su casa/ ni acrecienta, en verdad, su riqueza aplazando su aán;/ siempre aplazándolo el hombre lucha con las pérdidas”. Por otro lado, el asno y la tortuga que Ripa sugiere pintar a los lados de la desidia, tumbados sobre el suelo, halla su explicación en la razón de que ambos, según se decía, eran extremadamente fojos; así lo reería el ya citado Piero Valeriano. Algunos pasajes de la Biblia ueron considerados por varios teólogos y pintores como advertencias sobre los inconvenientes que traían consigo los pecados. Así ue como la historia del romance entre Sansón y Dalila se consideró una alegoría de la pereza, ya que mientras el héroe bíblico dormía, ella aprovechó para cortarle el cabello y, más tarde, vencerlo.
En la Biblia , el relato de Sansón y Dalila se consideró una alegoría de las consecuencias de la pereza, pues fue el momento que ella aprovechó para debilitarlo y vencerlo.
Pereza
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Sanson y Dalila “Dalila le dijo: ‘¿Cómo puedes decir: “Te amo”, si tu corazón no está conmigo? Tres veces te has reído ya de mí y no me has dicho en qué consiste esa uerza tan grande.’ Como todos los días le asediaba con sus palabras y le importunaba, aburrido de la vida, Sansón le abrió todo su corazón y le dijo: ‘La navaja no ha pasado jamás por mi cabeza, porque soy nazir de Dios desde el vientre de mi madre. Si me rasuraran, mi uerza se retiraría de mí, me debilitaría y sería como un hombre cualquiera.’ Dalila comprendió entonces que le había abierto todo su corazón, mandó llamar a los tiranos de los filisteos y les dijo: ‘Venid esta vez, pues me ha abierto todo su corazón.’ Y los tiranos de los filisteos vinieron donde ella con el dinero en la mano. Ella hizo dormir a Sansón sobre sus rodillas y llamó a un hombre que le cortó las siete trenzas de su cabeza. Entonces ella comenzó a humillarlo, y se retiró de él su vigor. Ella gritó: ‘Los filisteos contra ti, Sansón.’El se despertó de su sueño y se dijo: «Saldré como las otras veces y me desembarazaré.» No sabía que Yahvé se había apartado de él”. Jueces 16, 15-20. l
El cuarto circulo del purgatorio: los perezosos “… estaba como el hombre que sorprendido por el sueño no piensa en nada. Pero esta somnolencia me ue desvanecida de improviso por mucha gente que avanzaba ya detrás de nosotros; y así como en otro tiempo el Ismeno y el Asopo vieron correr de noche por sus orillas una muchedumbre uriosa de tebanos para tener propicio a Baca, así avanzaban por aquel RM /P67
círculo, según pude ver, los que eran estimulados por una buena voluntad y un justo amor. En breve llegaron hasta nosotros; porque toda aquella gran turba venía corriendo… — ¡Oh almas, en quienes un ervor ardiente compensa ahora quizá la negligencia y la tardanza, que por tibieza empleasteis para el bien! Este, que vive aún (y no os engaño), quiere ir allá arriba en cuanto el Sol brille de nuevo: decidnos, pues, dónde está la subida. Tales ueron las palabras de mi Guía; y uno de aquellos espíritus dijo: — Ven tras de nosotros, y la encontrarás. Estamos tan deseosos de avanzar, que no podemos detenernos… No sé si dijo más, o si se calló; tan lejos se encontraba ya de nosotros…” Dante Alighieri, Divina comedia, Purgatorio, canto XVIII.
Para Cesare Ripa, el invierno es la estación de la pereza, pues el frío produce inmovilidad y aletargamiento. Sin embargo, en este cuadro de Brueghel, Cazadores en la nieve ,
sucede todo lo contrario.
“La mejor venganza contra nuestros enemigos es ser felices”: Voltaire.
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ste pecado es dual, ya que por un lado consiste en la alegría que causan los males ajenos y, por otro, en la tristeza que resulta a causa de las cosas avorables y benéficas que a los demás suceden, es desear que los otros no disruten lo que tienen. Encuentra su raíz en el anhelo por arrebatar al otro sus propiedades, quizá no para poseerlas, simplemente para que él no las tenga. Por lo mismo, este vicio es un tormento que destruye en vida y devora las entrañas del envidioso: él siempre será ineliz. Además la envidia es un vicio que sólo se puede dar en un seno social, ya que el envidiado y el envidioso necesitan de su contraparte para poder existir. De ella “nacen” otras altas como la traición, la calumnia, la conabulación y el oportunismo. Según Ripa una mujer delgada, vieja, ea y de lívido color simbolizaba a la envidia. Ella tendría el pecho izquierdo desnudo y ceñido por una sierpe, ésta apretaría dicho seno y lo mordería. Al costado de la personificación se colocaría una hidra, bestia mitológica griega que consistía en un monstruo de numerosas cabezas, sobre la cual apoyaría la mano. La complexión magra y el color marchito indican que la envidia es ría, ya que así como fisiológicamente la palidez corporal suele producirse a causa del río, así también este pecado apaga en el hombre todo vestigio de caridad, uego y ardor que lo alienta. La serpiente que le muerde el pecho izquierdo simboliza los rencores que desgarran el corazón del envidioso de orma permanente, tal como dice Horacio en sus Epístolas: “El envidioso se consume con la opulencia del otro”. De acuerdo con la mitología, la hidra tenía un aliento tan pestíero y un veneno tan nocivo que causaba más muertes que cualquier otro animal ponzoñoso. Semejante bestia acompaña a la envidia, porque ésta no persigue otra meta sino la ruina de los bienes ajenos, tanto espirituales como corporales. Y así como los poetas aseguraban que si se cortaba una cabeza de la hidra, renacerían dos, así también la envidia cuanto más se crece y se enrenta con su enemiga la virtud caritativa, más se esorzaba el hombre por extinguirla y apagarla. Por ello
Un acercamiento a los capitales
escribió Petrarca en uno de sus sonetos: “Oh envidia, enemiga de la virtud/ que gustosa te opones a todo lo bueno”. Por su parte, Ovidio comentó, en el libro II de sus Metamorfosis: “Todo es amarga hiel en su corazón y su pecho,/ estando su lengua llena de un veneno que mata;/ cuando de la boca le sale viene sucio,/ pues su aliento envenena, y nunca ríe/ sino cuando encuentra su deleite/ en el enorme dolor que atenaza y aqueja algún otro./ Nunca duerme su ojo, y siempre gime/ por lo mucho que le afige y apena la elicidad ajena./ Pronto se duele, se consume y pena/ viendo eliz a aquel que vivir sabe. Este es su suplicio y su castigo,/ pues, si no daña a otro, a sí misma se daña./ Siempre busca la maldad, siempre envenena/ a aquél con quien compite, hasta hacerlo ineliz./ Para no verla, lleva la rente baja/ Minerva, y luego, cansada, así la increpa”. Un claro ejemplo de envidia histórica es la Cuarta Cruzada, librada en 1204 y convocada por los venecianos con la supuesta idea de “liberar” Tierra Santa de manos islámicas. Sin embargo, esta batalla culminó en un saqueo perpetrado contra Constantinopla, capital del Imperio Bizantino y máximo rival comercial marítimo de la República de Venecia. De este modo, aprovecharon una “causa justa” para eliminar por envidia a su mayor competencia económica en la cuenca del Mediterráneo. l
El segundo circulo del purgatorio: los envidiosos “Entonces abrí los ojos más que antes; miré hacia delante, y vi sombras con mantos, cuyo color no era dierente del de la pie-
dra… cuando llegué junto a las almas y pude observar sus actos claramente, brotó de mis ojos un gran dolor. Me parecían cubiertas de vil cilicio; cada cual sostenía a otra con la espalda, y todas lo estaban a su vez por la roca, como los ciegos, a quienes alta la subsistencia, se colocan en los perdones, y solicitan el socorro de sus necesidades, apoyando cada uno su cabeza sobre la del otro, para excitar más pronto la compasión, no por medio de sus palabras, sino con su aspecto que no contrasta menos. Y del mismo modo que el sol no llega hasta los ciegos, así también la luz del cielo no quiere mostrarse a las sombras de que hablo, pues todas tienen sus párpados atravesados y cosidos por un alambre como se hace con los gavilanes salva jes para domesticarlos”. Dante Alighieri, Divina comedia, Purgatorio, canto XIII
Virtud?
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“La envidia es muy curiosa porque tiene una larga y virtuosa tradición, lo que parecería contradictorio con su calificación de pecado. Es la virtud democrática por excelencia. Por ella, la gente tiende a mantener la igualdad. Produce situaciones para evitar que uno tenga más derechos que otro. Al ver un señor que ha nacido para mandar, dices: “¿Por qué estás tú allí y no yo? ¿Qué tienes que yo no tenga?” Entonces la envidia es, en cierta medida, origen de la propia democracia, y sirve
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La envidia arranca plumas de las alas de la fama , óleo
de FrançoiseGuillaume Ménageot.