M O D O F A C IL PARA ASISTIR
Á LA S A N T A MISA CON PRO VECHO Y E D IF IC A C IO N .
Añidcse una breve exposición moral .de la oracion del.Padre nuestro.
DISPUESTO
POR DON FRANCISCO D S A R R I A Z A
x sue&&visi~a.
MADRID EN LA IM PRENTA REAL AÑO DE 1 7 9 8 . W R D . PEDRO PZJLEVBA, tMWLESOR S E CÍM AH A
Holacautemata pro f u c a t o , m n tibí f i a -: ■cturunt. Tune dixi : tere vento. • Holocaustos por el pecado no te agradaron. Entonces dise: Heme aquí que vengo. S. Pablo ¿ los Hebreos cap. i o. v. 6 ./■
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D E D IC A T O R IA A
JE S U C H R IS T O
N U ESTRO A D O R A B L E R E D E N T O R .
SEÑ O R. ‘
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quién otro que á Vos^ que sois el manantial in~ agotable dé todas las lu ces y conocimientos de los hombres, pudiera dedicar'Se un escrito que trata del sacrificio santo que ofre*
cisteis á vuestro Padre celestial en el calvario por la redención de todo el gé~ ñero humano, y que conti nuáis ahora en el mundo diariamente sobre nues tros altares ? Sacrificio adorable en que nos dais, Señor, quanto teneisy po déis darnos, en la inesti mable prenda de vuestro purísimoy divinísimo cuerr po, y de vuestra precios sima sangre, y de donde manan como de una perenr nal fuente toda la santi*
dad y justicia de los jus tos , y las gracias que continuamente comunicáis aun á los mismos pecadores, que movidos de vuestro divino auxilio, de que por sí mismos no eran dignosy se llegan á Vos con viví simos. deseos de sanar de sus espirituales dolencias ± Sin embargo, ó Jesús santísimo, el mundo, lo que parece increíble , no lo agradece $y vuestro tre mendo sacrificio es el ob jeto de la burla deJos im
píos , y de las irreveren cias de los christianos, mu chos de los quales, aunque quizá asisten diariamente á la santa M isa, lo execu tan por solo una mera cos tumbre, y sin sentimiento alguno de devocion^yquando los celestiales espíritus que rodean vuestros alta res en que os ofreceis por nuestra salud y remedio, se cubren el rostro con sus alas llenos del temor y asombro que les infunde vuestra divina presencia^
se empeña el miserable hombre en repetir los ul trajes que padecisteis en el monte santo en que se obró el gran misterio de nuestra redención: ¿pero quál otra, Señor, puede ser la causa de tantos ma les de que se originan to das .nuestras desgracias, que la viciosa ignorancia en que vive una gran par te del pueblo christiano, que, ocupándose incesante mente en el estudio de las ciencias humanas, apenas
hace aprecio del santo y ameno estudio de la Reli gión divina que profesa, que debiera llevarnos la, principal atención % Feliz yo una y mil ve ces si con este pequeño escrito contribuyo de al gún modo á la reforma de. tan grandes abusos >infun-, diendo con vuestro pode-, roso auxilio algunos sen-, timientos de piedad en los, corazones de los fieles. que, componen vuestra Iglesia, santa.
PRÓLOGO.
J, odo chfistiano católico es parte del cuerpo mís tico de la Iglesia, y co mo tal debe unirse con ella en sus públicas ora ciones : la santa Misa es una de las principales : el mejor modo de oírla con siste en conformar nues tras intenciones con las del Ministro público, que en su nombre y el de to dos los asistentes ofrece á Dios el mismo sacrificio
que su Hijo Jesuchristo ofreció en el calvario por la redención del género humano ; pero mal po drá esto verificarse , si los que presencian tan tre mendos misterios, y de ben unirse con el Sacer dote , ño están instruidos en lo que este pide por: ellos, y en las intencio nes con que celebra : por lo mismo, para desterrar una tan perniciosa igno rancia , y que todos pue dan ; sacar de tan augus^
tas y adorables ceremo nias el fruto que la Igle sia se promete , se han dispuesto estas reflexiones breves sobre cada una de las oraciones conteni das en el santo sacrifi cio. Quiera Dios bende cirlas desde la sublime al teza de su gloria , para que contribuyan al aprovecha miento de todos los fie les.
DISCURSO PRELIMINAR.
Sobre el modo con que deben prepararse los fieles para ofrecer el santo sacrificio. L o s libros santos nos en cargan que nos preparemos para orar j y si entre todas las oraciones es la Misa la mas excelente, porque eri ella se obra la maravillosa mudanza del pan y vino en eí adorable cuerpo y sangre de Jesuchristo, se infiere des de luego la gran disposición con que deberán asistir á ella los fieles.
La primera que se re quiere es la buena vida que deben llevar, como corres ponde á la profesión que hi cieron en el santo bautismo. V iv id , nos dicen los Padres de la Iglesia, de tal manera que diariamente podáis ser admitidos á la santa mesa *. La segunda disposición ha de ser uñ.grande deseo de concurrir al santo tem plo para.-hallar al pie del al tar el consuelo de nuestras aflicciones. Este pensamien to llenaba . de regocijo • al - i A in br. lib. 5'. dc: Sacrim i'c; 4.ü\ugii$t, sen n . 28. de V e r b ..D u m . hom , 4. -
santo Rey David quando mas afligido estaba con la persecución y los trabajos que esta le ocasionaba; y la Iglesia nos trae á la memo ria sus sentimientos, ponien do en boca de sus Ministros sus mismas palabras en el Introito de la Misa x. Así se consolaban los verdaderos israelitas, llenándose de go zo al considerar la: dicha que lograban con entrar en el santo templo, cuyo altar mi raban con el mayor respeto, aunque solo era :uha figura i . Et. tntroibo a<3 altare De¡, ad Deurn quil®ti£cat juventutem meami SaJni.4 1 . v.4 .
de- los nuestros ; y si esto hacían ellos, ¿qué no debe rán hacer los christianos al pisar los umbrales de las Iglesias en que reside su Dios y Redentor? Lá tercera disposición ha de ser un total desprendi miento de los bienes terrer nos, y un grande anhelo por los eternos,- que como supre mo Pontífice: de ellos, nosad* quirió JesuchristO , según la expresión de San Pablo % considerando al. mismo tien** po nuestros grandes pecardos , y renovando en nuesx
S.
Pab. Heb< cip. 9 . v. 1 1 .
vnt tro corazon los afectos dél Publicano, que quando ora ba en el templo no se atrer vía siquiera á levantar.. los ojos del suelo. Y á la ver dad , si Dios dixo en la an tigua le y , hablando (id ta bernáculo : Temblad al en trar, en mi santuario 1j:¿con qué respeto debiéramos es tar/en nuestros templos, -eá que se ofrece; un sacrificio que une el cielo con la tier ra >*:, y ■en que-presentadlos al Excelso;laísarigre de:todo un Dios hombre ? v - <- ; . ; oh'-FV'" : y . ■ r
Lev. 25. i-
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S. G r e g .D i a L l . 4 . c. 58 .
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Un Diácono-pronuncia ba antiguamente: en voz al ta , al concluirse la: primera parte de la Misa ^aquellas palabras de San Juan: Fuera los perros1, y los hechiceros, y los' lascivos, y los homici* das, y los que sirven á los ídolos, y todo el que ama , y hace mentira á cuya ter rible voz salían los catecú menos y penitentes, quedan do solo: los fieles. Si ahora no se sigue esta costumbre, 1 Quiere decir, los. perseguidores de fe Iglesia, los falsos apóstoles , los hereges, y los demás:enemigos de la Iglesia que per severan ea su mal estado. 2
I- ApOC. 3 2 . * 5,
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■JT no por eso debe déxar cada fiel de decírselas á sí mismo en particular, al entrar en el santo templo, para recoger de ésta manera su espírir t u , y confundirse al consi-r derar que está delante del Dios de la santidad , te miendo ser reconvenido con aquellas palabras que se dixéron al que entró en el convite sin la vestidura cor respondiente : Amigo mió, le dixo el. R ey, ¿como has entrado aquí sin tener la ves tidura nupcial *? es decir, sin respeto, sin un vivo deseo i
MattL 22 . i i .
d e 'Conseguir el perdón de tus culpas, sin modestia * y sin la ;pureza de alma que correspóndé á un litigar tan s a n t o o n que. -se: ;tribucaa continuas adoradiones a l Cor dero inmaculados * ■:> Estas; son las disposición nes que debemos, ¿traér. :>pai ra ofrecernos á .Dios con la Iglesia
que así se ofrece por noso tros , lleguémonos á él con unos corazones limpios , y purificados de la levadura de la culpa, con grande fe en los divinos misterios que celebramos, con una conciencia tranquila, y libre •deítodo remordimiento, lle nos de caridad y de senti mientos-de religión, reno vando eri nuestras almas, cuanto • nos fuere posible, la: gran:«pureza que adqui rimos én el santo bautismo. Pero , mo obstante j si ca reciésemos de tan santas dis posiciones , que deben ser el
objeto de los continuos de seos de los christianos, no por. eso desmayemos, ni per damos la esperanza ; antes bien recurramos con gran confianza al altar santo, que es el manantial de todas las gracias, grabando profun damente en nuestros cora zones aquellas divinas pala bras del Apóstol: E l Pon tífice que nosotros tenemos, nos dice este Santo, no es de tal naturaleza que no pue da compadecerse de nuestras miserias : él experimentó co mo nosotros todo género de tentaciones , fuera del peca
do: vamos, pues, con con fianza á presentarnos al tro? no de la gracia para con? seguir su misericordia, y las auxilios de ella que. necesita* mos para remedio de núes* tras necesidades \ jl
S. Pab. Heb. 4 . 1 5 .
DE LA MISA,
L a Misa es lá oblacion y sacrificio que la Iglesia hace á Dios de Jesüchristo, que reside real y verdaderamen te sobré nuestros altares, el qual sé'ofrece en cohmemoraciorí y continuación del sa crificio dé la cruz. Débense distinguir en ella tres par tes principales: la primera desde él principio hasta él Ofertorio, que es lo que pro piamente se llamaba Misa a
(2 ) de los .catecúmenos 1, por que a estos y á los peniten tes se les permitía asistir á esta parte, que solo contie ne oraciones preparatorias al sacrificio. . La segunda es desde el Ofertorio hasta concluido el Pater noster^ destinada par ticularmente al sacrificio ; y la tercera , desde.,el Libe ra nos quaesumus Hasta con cluir la M isa, que contie ne la preparación para la coraunion del cuerpo de Jesuchristo, la misma ccimui Llamábanse así los que se disponían para el bautismo. ;
(í ) nion, y algunas oraciones para despues de ella. En la primera parte de^ben los fieles seguir las ora ciones de lar Iglesia, procu rando excitar en su cora-* zon los pensamientos y afec tos que expresan las que el Sacerdote dice en el altar, ó canta el coro. Conformeá esto: LQuando el Celebrante está al pie de él: debemos confesar lá pro funda miseria y corrupción á que nos reduxo el pecado. II. Quando reza el salmo Judica me: debemos re conocer que solo la gracia a2
de Jesuchristo es capaz de separarnos del mundo cor rompido y anatematizado por é l ; y que sola esta nos puede infundir confianza pa ra acercarnos á Dios, y ha cernos participantes de su gloria. III. Quando el Sacerdote dice el Confíteor: debemos confesar con él nuestros pe cados con una sincera con trición ; y tanto mas nos pesará de haberlos cometi do, quanto mas presentes los tengamos y mas procure mos conformar nuestras dis posiciones con los afectos
(s) que expresa David, quando dice: M i pecado está siem pre á mi vista. IV. Despues del Confí teor, quando el Ministro su be al altar : debemos alen tar nuestra confianza de que Dios recibirá benignamente nuestras súplicas , no por nuestros méritos , sino por los de Jesuchristo y de sus Santos, cuya memoria cele bra la Iglesia. V. En el Introito: ex citémonos á alabar á Dios, y preparémonos para ofrecer el sacrificio por medio de algún pensamiento deduci
do de la festividad que ce lebramos, ó con las palabras mismas que la Iglesia pone en boca del Sacerdote, VI. En el Kirie eleison: recurramos á la misericor dia de Jesuchristo para el remedio de las necesidades que nos afligen mas parti cularmente. VII. A l Gloria in excelsis: adoremos á Dios con la Iglesia por medio de los pensamientos y afectos que contiene esta oracion, unién donos con los Angeles que profirieron las primeras pa-_ labras de este cántico.
vín.
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A l Dominus vobiscum: desearemos que Dios nos haga partícipes de las gracias y bendiciones que comunica por medio de los Pastores á las almas bien dispuestas. A l Oremiis: sigamos al Sa cerdote. en las oraciones que dice, si las sabemos; y si las ignoramos, encomendémo nos á los Santos cuya me moria celebra la Iglesia, ó á los que tengamos mayor devocion* IX. En la Epístola: de? s'eemos servir á Dios con mayor fidelidad que los ju-
m ;
dios que .despreciaron su pa labra, y procuremos edifi carnos con algún versículo deducido de la Epístola que lee el Sacerdote. Seria muy de desear que cada fiel de los que asisten á la Misa, hu biese leido la Epístola y el Evangelio antes dé ir a oir ía ; porque los Sacerdotes la leen para que el pueblo la atienda , y por lo regular sucede que los asistentes no entienden ni una sola pa labra. X. A l Gradual: diga mos con el Sacerdote esta oracion sí la sabemos; y si
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no, fomentemos nuestra de voción con algún pensa miento piadoso, y que ten ga relación con la festivi dad que se celebra. Xl. u4l Evangelio : de bemos desear que Dios gra be en lo mas íntimo de nues tro corazon las palabras de tan santo libro , para que produzcan en nosotros el, efecto de la nueva ley : por que si solo las retenemos ea> la memoria sin trasladarlas al corazon , no producirán otro que el que la antigua ley en los judíos; procure mos nutrir al mismo tiem
po nuestro espíritu con al gunas palabras del Evange lio que lee el Sacerdote. XÍI. A l decir el Credo: demos gracias á Dios por él beneficio que nos ha hecho llamándonos á su Iglesia, re novando nuestra sumisión á todas las verdades que la fe nos enseña, y aquella nos propone. En la segunda parte 'de la Misa, sigamos igualmen-. te el espíritu de la Iglesia,' y acompañemos sus oracio nes , á menos que Dios rió fixe nuestra atención éií Uri objeto particular.
( 11) I. A l Ofertorio de la hostia y del cáliz : ofrezca mos ambas cosas á Dios con la Iglesia, como materia de su sacrificio , y pidámosle que nos purifique y dispon ga para ser ofrecidos á Dios con Jesuchristo. II. D eus, qui humante substantive: admiremos aquí la bondad inmensa de Dios en querer, que su Hijo se hiciese hombre para repa rar la ofensa que le hizo el pecado, uniendo maravillo samente su divina naturale za á la humana, que tan cor rompida quedó por la cul-
(12) p a; y pidámosle no nos pri ve de los efectos de esta unión , ni de la que todos debemos tener recíproca m ente, como miembros del cuerpo místico de Jesuchristo, que es la Iglesia. Ilf. A l Lavatorio : roguémosle que nos preserve de los pecados m o r t a l e s y purifique de los que come temos continuamente por efecto de nuestra fragilidad, reconociendo la gran puré-; za que deben tener los que asisten á este sacrificio, y , suplicando á Dios que nos la conceda.
( '3 ) IV. A l Orate fratres: pidamos á Dios se dígne conceder al Sacerdote y á los asistentes las gracias y disposiciones necesarias pa ra ofrecerle un sacrificio tan santo. V. A l Prefacio : supli quemos á Dios que aparte de nuestra memoria todos los pensamientos terrenos, para que, unidos con los es píritus celestiales, podamos adorarle por Jesuchristo en el misterio que la Iglesia celebra, confesando con el mas profundo abatimiento de nuestro corazon y enten-
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dimiento, quan indignos somos de esta unión. VI. A l principiar el Cd~ non: es muy conveniente ex presar con nuestras oracio nes las interiores disposicio nes con que debimos haber venido á oir la M isa, exci tándonos á adorar á Dios^ y ofreciendo á gloria suya el sacrificio del cuerpo de su H ijo , haciéndole presente con mucha particularidad las necesidades de la Iglesia, las de sus miembros principa les, las de aquellos con quie nes ha querido Dios tenga mos alguna conexion ó pa-;
( *5 ) .rentesco , y todas nues tras necesidades particularres y protestándole, que co mo, no merecemos conse guir cosa alguna por noso tros mismos, fundamos to da nuestra esperanza en el sacrificio de la cruz, cuya memoria renovamos en la tie rra , ofreciendo el cuerpo de Jesuchristo sacrificado. • VIL Communicantes: re conozcamos aquí quan .im^ perfecta es nuestra disposi ción para poder participar del santo sacrificio, y roguemos á Dios que supla lo que nos falta, no atendien-
(*<>) do á lo que nosotros mere cemos , sino á que estamos incorporados en su Iglesia, y asociados á sus principa les miembros, que son la Virgen Santísima, los Após toles y los Mártires. VID. Hatic igitur oblationem: ofrezcamos á Dios el sacrificio que el Sacerdo te va á consumar por la con sagración, como un obsequio supremo, debido á su sobe rana Magestad, y pidámos le en general quanto nece sitamos para esta y la otra vida. IX. Quam oblationem:
aquí debemos unirnos con la iglesia, que pide á Dios se digne continuar la maravi lla incomprehensible de la transubstancmcion del pan y vino en el adorable cuerpo y sangre de Jesuchristo, pudiendo en cierto modo de cirse, que este prodigio se otorga á sus ruegos, que de-1 ben acompañar todos los fféles V ........ - ’i C on un j ia t exprtsa la Hscrílura 'Iá creación . del .universo •• con otro la encar nación dél V erb o etí el seno de la Santísima V irgen ; y con igual expresión y sencillez pide & D ios la Iglesia la maravillosa tranjubstitnciacion del;pan y .vino en él .ádóra-. ble cuerpo y sangre de Jesuchristo. ¡ O estu pendo prodigio, que haces de nuestros tem plos oíros tantos .cidtis-! (V é a se esta ¿ra ción en el Más; Etón¿> '
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(,8) X. -A l pronunciar el S a cerdote las . palabras, de lá consagración; veneremos: con profundo , y respetuoso si lencio lo que se executa so-? bre el altar 5 y terminada la GQUsagracion, adoremos- ájesuchristo que está ya allí pre*. s.ente., ;ofreciéndole á Dios* qüal si le viéramos sacrificado. por hósbtros en e l cal-: vario; uniéndonos á las.éan* tas intenciones con que él se ofreció en,toncas, y su-; pilcándole se digne grabar las en nuestro corazon V . i, , Com o Jtssuchristp: querva instituir este adorable Sácraménto jpara alírpentir espirU
{•< > ) XI. Unde et memores: como el sacrificio que Jesuchristo ofreció sobre la cruz, no se completó enteramen te hasta despues de su re-1* surrección y ascensión á los cielos, adonde entró, co-* . mo dice el Apóstol,, llevan-^ do consigo su víctima, que es su mismo cuerpo, para ofrecerle eternamente á sif tualmentc las almas de los fieles, leuméndolos éntre isí y cbn .EÍios'.su. Padre, se sirvió del pan y del vino para figurar esta ínti ma unión . porque el patV $e hace de m u chos [ granos :de trigo', y el vino de mo'-. clios granos 'He uva i resultando , sin emg.0 , !de Ja •recíproca upian de unos .y otros: un solo pan y un solo licor s tan estrecha' es la i unión' con qiie .dcben vivir los 'fie-, les para ofrecor fruto éste santo sa crificio. "V . : '
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Padre celestial , ! debemos unir la conmemoracíon de la pasión de Jesuchristo con la de su resurrección y as censión : y como Dios, que siempre recibe favorable* mente esta: víctima por ser Jesuchristo quien se la ofre ce , no por eso dexa de des echar los sacrificios de los impíos, que se.atreven á ha cerle igual oferta,sin ánimo de abandonar la impiedad; es necesario que le pidamos disimule nuestra indignidad por su infinita misericordia, perdonándonos nuestros pecádos, y que nos reciba, es-
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te sacrificio al modo que re cibió los de Abel, Abraham y Melchisedech. XII. Supplices le roga mus: Jesuchristo que se ofre ce en la tierra , lo executa igualmente en el cielo, en donde él mismo es el altar de su sacrificio; y no solo se ofrece allí él mismo , si no que igualmente ofrece consigo toda su Iglesia , y todas las buenas obras de los fieles,y por consiguiente nosotros debemos desear que la ofrenda que hacemos del sacrificio, que es la acción -mas excelente de la religión,
( *1) quede igualmente comprehendida en el que Jesuchris to ofrece en el cielo. Dios no puede mirar con agrado el sacrificio que nosotros le ofrecemos, si su espíritu no le acompaña. Jesuchris to , que es el Angel del gran consejo, y los santos Ange les , solo pueden ofrecer á Dios las oraciones y obras santas, y únicamente lo son las que proceden del Es píritu Santo. XIII. A l segundo me mento : roguemos á Dios por aquel número de fieles, que habiendo muerto en carir
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( *4 ) do al mismo tiempo, que no fundamos nuestra esperan za en nosotros mismos , si no solo en su misericordia, de la que esperamos alcan zar el perdón de nuestros pecados por los méritos de Jesuchristo. XV. Per quem heec omni a: persuadámonos prime ro , que solo Jesuchristo, en calidad de mediador, es ap to para glorificar á Dios, porque nada de lo que los hombres pueden ofrecerle por sí solos es capaz de agradarle: segundo, que Je suchristo es glorificado con
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é l, pues que glorificando á su Padre en quánto hombre, y siendo igual á él en quanto Dios , ambos son glorifi cados recíprocamente: terce to y último, que Dios solo es glorificado en Jesuchristo, es decir, en la unión del cuer po de Jesuchristo, no pudiendo glorificar á Dios nin guno de los que están sepa rados de esta unidad. XVI. Pater nosteri despues de haber fundado de este modo toda nuestra es peranza en Jesuchristo, de bemos servirnos humilde mente con la Iglesia de las
palaj?r:as que contiene la ora-: cion que él mismo nos en señó 1, rezándola con los fi nes, que Dios se sirva infunr dir en nuestro corazon; por que ¡como esta oracion comprehende todo lo que po demos pedir á D ios, pue de diversificarse de infinitos modos, aplicándola en par• i Ésta oracion , que aprendimos de tan celestial Maestro , e s . el .compendio de to* do el Evangelio , y comp'rehende quafito pueden pedir los christianos. ¡Q u é confianza no debe infundirnos una lección tan di vin a, en que se nos i manifiesta qué debe mos pedir , y cómo Jo debemos p ed ir! Un R e y que dicta por sí mismo á sus vasa llos el memorial que le han de presentar, no puede dexar de tener grandísimos de seos de concederles su petición. (V é a se la exposición moral de las siete peticiones que contiena esta oracion al fin del tratado.)
( 27 ) ticular á ciertas y determi nadas cosas, que en ella se nos significan, en general. En la tercera parte de la Misa debemos pensar pri mero en la gracia inefa ble que Dios nos hace, dánr donos el cuerpo y sangre de su Hijo encubierto bar xo los velos sacramentales: y como este cuerpo debe ser para nosotros un manan tial de bendiciones y de vir da, y nuestro único reme dio de los males pasados* presentes y futuros debei Se entiende los pecados cometidos, los que diariamente cometemos por m i« -txii fragilidad, y los que píodem'ós cometer.1
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remos, para disponernos me jor á la comu nion espiritual ó sacramental que hemos de practicar, pedir á Dios nos libre de todos aquellos m ales, aplicando esta idea general que la Iglesia nos propone á las urgencias par ticulares , y tentaciones que mas nos afligen. II. Como la paz e un medio esencialísimo pa ra unirnos con Dios, la Igle sia se la pide expresamente en esta parte de la M isa, y nosotros debemos pedírsela igualmente con ella; pero no solamente entiende la
( *9 ) Iglesia por paz la tran quilidad exterior, sino mas bien la paz del alma, que resulta del perdón de los pe cados, que nos hacen estar separados y enemistados con Dios. III. A la fracción de la hostia: la fracción de la hos tia en tres partes significa, que las. tres que componen la Iglesia; á saber, la triun fante , militante y pacien te , deben su santidad á los méritos de Jesuchristo , y á la unión que tienen con su. cuerpo : justo es, pues , per dir á Dios no nos sepáre de
«ste cuerpo, que es la Ig le sia , considerando este bene ficio como el origen y prin cipio de todos los deinas. Deseemos, pues, sumergir* .nos -algún dia en Jesuchris to del mismo modo que se sumerge en su adorable san gre, que contiene el cáliz, la partícula que dentro de él ¿echa el Sacerdote \ i • L a resurrección gloriosa de Jesuchris to
IV. Agnus D e i : todo el tiempo que resta desde esta or ación hasta la comu¿ ñion del Celebrante ^ debe mos empléarle en preparar nos para comulgar espiri tual ó sacramentalmente lubm a adorable sangre que contiene .el ¿$í~ liz , nos representó muy al vivo' la r e s u íreccion de Jesuchristo. Adorem os ‘ lambas misterios con eí mas profundo respeto , y procuremos destruir en nosotros Jas'-cóstumbres del viejo A d á n , para que viviendo con la vidá del nuevo, que es Jesuchristo,’ podamos decir cpn.S. Pablo : Vivofgo , ja m .m tt ego, Tivit vero in Úe CAViAüí í V iv o ' yo', ya no ;y o , Jesuchristo ej quien vive én^iní., i £ 1 santo Concilio de í rento* dice, -qúc deseará que" >fodo3 los: fieles que ’asis,ten á la sant^ Misa «nnulgasen _en ella; •pero - ya qué 'la «láxaeioh de los’ tiempos no, lp permite ;, cxcjt$mionos á .I p t menof í comulgar espfríh’iálnYe'iite, derés>r;üi
( 3 *') y esta misma preparación, se puede decir, que es una .comunion espiritual : para esto bastará que considere mos qué somos nosotros res pecto de Jesuchristo, qué es Jesuchristo comparado con nosotros, y qué efectos pro duce por la comunion de su cuerpo en las almas bien dispuestas. Nosotros por nosotros mismos estamos llenos de iniquidades: somos indignos de comunicar con Jesuchris to ; pero es tal la bondad con que nos ha mirado, que baxó del cielo para desear-
( 3 3 ) garnos de ellas / tomándolas sobre sí, y clavándolas con sigo en la cruz; y así, lo que nos infunde aliento pa ra acercarnos á é l, y unir nos con su cuerpo, es la paz que vino á traer á los hom bres , reconciliándolos con Dios. Esta es la que debe mos pedir á Jesuchristo que está presente sobre el altar, como medio y preparación necesaria para recibirle: paz que no da el mundo , sino D ios, y que consiste en la remisión del pecado , en él restablecimiento del rey no de Dios en nuestras almas, c
( 34) y en nuestra conformidad con todas sus divinas dispo siciones. Esta paz es el fun damento de aquella comu nicación y unión inefable que quiere contraer Jesu christo con nosotros por me dio de la Eucaristía, que ex cede de tal modo el mérito de la criatura, que solo le queda el recurso de confe sar su indignidad, admirar la bondad del Salvador, y conformarse con sus desig nios recibiéndole en su cuer po y en su corazon. En quanto al modo con que hemos de recibirle quan-
( 35 ) do comulgamos sacramen-r talmente ., es difícil prescri bir qué hayamos de decir le en el acto de la comu nion; y el mejor modo de recibirle es contentarse el alma con admirar profunda mente tan singular benefi cio, adorando al mismo tiem po los méritos de Jesuchris t o , y proponiendo general mente entregarse en un to do á su voluntad-, para, que disponga de ella á su arbi trio, reyne en ella, y la pur rifique dé todo lo que lé pareciese indigno de su agra do , dirigiéndola y : gober* c2
( z6 ) nándola en todo ; y para que disipe sus tinieblas, lle nándola de zelo por su glo ria , de agradecimiento á su misericordia, y desprendién dola principalmente de to das las cosas terrenas , para que no tenga otro gusto ni afecto mas que el de agra darle y servirle. En lo que resta de la M i sa : I. A l mudar el misal: pi damos á Dios infunda el co nocimiento de su verdad ¿ los que viven aun en tinie blas, y nos comunique aque lla caridad desinteresada que hace nos regocijemos igual-
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mente de los favores que Dios comunica á los demás* como de los que nosotros re cibimos.: II. A l bendecir el Sa cerdote al pueblo : suplique mos á Dios que aquella ben dición nos- disponga para rgr cibir la otra sobremanera excelente, que dará Jesu christo á todos sus escogidos el dia d el juicio. - III. A l Evangelio últi mo : pensemos que .el fin de nuestra existencia , .y nues tra línica felicidad. consiste en Unirnos en la gloria con la Beatísima Trinidad, cuyo
( 3 8 ) adorable miste*io debe ser en esta vida el solo objeto de nuestra adoracion y de nuestro amor, y el único fin de todas nuestras obras. • - Despues de la .Misa : con cluido el sacrificio deben los fieles meditar el resto del dia en lo interior de su corazon lo que han presen ciado en la santa M isa, ra tificando á Dios el sacrifi cio que deben haberle he cho en ella por medio de su Hijo Jesuchristo^ de; su vi d a , y de quanto han recibi do de Sii bondad, para que disponga de todo conformé
( 39 ) á su soberana y adorable vo luntad j en reconocimiento del beneficio inestimable que les ha hecho , permitiéndo les asistir á la celebración de tan santos misterios, de la que ciertamente me redan ser excluidos por1sus peca dos % suplicándole se digne continuarles las gracias que les ha comunicado por los méritos dé su adorable H i jo Jesuchristo. i Según la antigua disciplina de la Igle sia se excluía á los penitentes de la cele bración (Je los santos misterios, en parte, ó en el todo , según el gfado de penitencia tn que se hallaban.
BREVE EXPOSICION
DEL PADRE NUESTRO.
T o d o s los fieles dicen es ta oracion , pero no todos comprehenden la excelen cia de tan divina fórmula de orar, el respeto y aten-r cion con que se ha de de cir ,- la preferencia que se la debe dar á todas las de más , la alteza de los con ceptos que contiene , su ad mirable perfección, el uso que de ella debemos hacer, y el espíritu con que la he-
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mos de proferir. E l orden de sus peticiones nos mani fiesta el que deben tener nuestros deseos, y mutuos deberes, y los afectos con que hemos de acompañarlas se contienen en la siguiente exposición. Padre nuestro que estás en los cielos : esta oracion se debe decir con el afecto pro pio de unos hijos del Padre celestial, que por el nuevo na cimiento que adquirimos en e l santo bautismo, debemos estar desprendidos del mun do , inflamados del, espíri tu de adopcion divina, y po-
seidos de un vivo deseó de reunimos con nuestro Pa dre , y primer principio. E l que tiene para con Dios afec tos de hijo, los tiene de her mano respecto de los demas christianos. Todo lo pide unido é incorporado en es píritu de caridad con los de mas fieles, deseando á sus hermanos lo que para sí de sea. Adoremos á Dios en la unidad y simplicidad de su esencia , en la trinidad y unión de sus -Personas, co mo Padre de los christianos, modelo de toda paternidad en el. cielo y én la tierra,
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(4 3 y autor de todos los bienes criados. Santificado sea tu nom bre : como todos los c f istiánosn soh tttt ’ sacerdocio Real según la expresión del Após tol S. Pedro debemos de cir esta oracion con e l afec to propio de unos Sacerdo tes devorados de zelo por- la gloria de Dios , deseosos de que las ‘almas de todos los hoíñbreá y y el restó de las criaturas de este univer so santifiquen su santo nom b re , y dé santificarnos no sotros mas y¡ más cada dia ;
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S. Pedr. E p ú h ‘i . £. 2. v.
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(4 4 ) para asemejarnos en quanto nos fuere posible á D io s, á quien llamamos nuestro P a dre, y que quiere ser glori ficado en la santificación de sus escogidos , y de toda la Iglesia; por consiguiente de bemos desear y pedir con preferencia á todo lo demas, que sea santificado y glori ficado de esta manera. Ado remos la santidad de Dios: deseemos que su santo nom bre sea conocido y reve renciado por todo el mun do : contribuyamos á esto por nuestra parte quanto podamos según el estado en
(45 ) que nos hallemos, y á que nos haya llamado, y comen cemos á santificarle noso tros mismos con las buenas obras. Venga á nos tu reyno: de bemos decirla con el afec to de vasallos fieles y zelosos del engrandecimiento de nuestro Rey. ¿Quándo llegará, Dios mió, el dia en que dexen de reynar en la tierra la muerte, el pecado, el demonio y sus satélites, el mundo y los escándalos que se ven en él, y en que juzgados ya los vivos y los muertos, separados vuestros
escogidos de los reprobos, destruidas todas las potesta des de la tierra y del infier no , reyneis Vos solo en to das partes, en todos y para siempre , y vuestros Santos con Vos y con vuestro Hijo? para poder desear la venida de este reyno, es necesario que estemos dispuestos á es perarle con confianza. Adoremos, pues, la soberanía de D io s, y procuremos hacer quanto esté de nuestra par te para establecer el reyno de su gracia en nuestras almas. Hágase tu voluntad así
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en la tierra como en el cie lo : la debemos decir con el afecto de una esposa fiel que se desvela por saber los deseos é inclinaciones de su esposo , pensando solo en agradarle. Dios hace en to do su voluntad,aun en aque llos que mas se oponen á e lla ; pero solo los Santos del cielo y de la tierra la cumplen con amor y por amor. Quando pedimos que se haga su voluntad en no sotros como se hace en el cie lo , confesamos la necesi dad que tenemos de cierta gracia , que infundiéndonos
un amor á Dios libre y su perior á todo lo criado, su jeta nuestra voluntad á la su y a : de este modo reyna en nosotros, y es santifica do su nombre. Adoremos su querer omnipotente, y pi dámosle que con él nos ha ga amar y practicar lo que exige de nosotros , y que tan soberano querer pro duzca en nuestras almas su efecto, para que nos resig nemos á quanto se digne disponer de nosotros. E l pan nuestro de cada dia dánosle hoy : debemos decirla con las disposiciones
de una oveja que corre *,en pos de su pastor á que la dé el alimento que necesi ta , y con los afectos de unos verdaderos pobres que pi den el pan de que carecen al manantial de toda rique za. M uy justo es que pi damos á Dios el sustento necesario para nuestro cuer po; pero aun mas particu lar y principalmente debe mos pedirle el pan de nues tras almas, que es su gracia, su palabra, la divina Eu caristía , el amor de su ley* y^ el cumplimiento de su voluntad. Dios quiere , que d-
( 5° ) dependamos de él en todos los dias, y en todos los mo mentos, y así no nos da de una vez todo quanto nece sitamos para sustentar nues tros cuerpos , ni todas las gracias necesarias para el ali mento espiritual de nuestras almas, para precisarnos de este modo á pedirle conti nuamente uno y otro \ de que se infiere que así como la oracion es una prueba de la necesidad que tenemos de uno y otro sustento , lo es también de que siempre nos hacen falta. ¿Adoramos la providencia de Dios, ?
i 5 0 •pues deseemos depender de ella : conozcamos quan ne cesaria nos es su divina gra cia , y pidámosela incesan temente. Perdónanos nuestras deu das, así como nosotros perdo namos á nuestros deudores: debemos decirla con los afec tos de un penitente que pi de á Dios misericordia, te niéndola de su próximo de todos modos: el qué pide tsto, abrigando en su cora2c>n el odio y deseo de ven ganza, fulmina c^níra sí mistrio la sentencia de su eter na condenación. Poco Cono-
(s*) ' ce las deudas que ha conr traído con Dios el que no observa la condicion que le prescribe una transacción tan ventajosa ; y si estando poseído de un odio impla cable contra su hermano, pi de á Dios que le trate del mismo modo, puede decirse con verdad que es un insen sato , que se empeña en con denarse , y que no comprehende lo que es ser abor recido de Dios. Adorémos su caridad y . misericordia infinita , y pidámosle nos conceda un corazon indulr gente, c a r i t a t i v o y siem-
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(53 pre pronto á perdonar. T no nos dexes caer en ' Ja tentación : debemos de cirla con el mismo espíritu que lo haria un enfermo que pide y espera el remedio de su médico, aunque se re conoce digno de que Dios le abandone. E l camino del cielo es un camino dé hu mildad , y la gracia christiana.no. se. da para el ocio, sino para el combate. No hay cosa que mas humille al hombre , ni que le haga ve ja r mas , .y acudir con ma y o r freqüencia á las armas de. la fe y de la oraciou, que
( S4 ) el estar íntimamente persua dido de que no puede atri buirse bien alguno, que es capaz de quantas maldades son imaginables , que tie ne que luchar continuamen te con un enemigo domés tico, que no le dexa un mo*mento de sosiego ni de se guridad , y que para todo esto necesita una' gracia á que no tiene derecho, y de que es indigno. Adoremos el arte de que se vale la sa biduría de Dios para obrar nuestra salvación, y arrojé monos en su seno paternal, esperando firmemente que
(Sí) no nos adandonará á nues tro propio consejo. Mas líbranos de mal. A m en : debemos por último decir esta oracion con el anhelo propio de unos des terrados y afligidos que re curren á su libertador. ¡Quán* tos lazos, quántos obstácu los para obrar bien, quántas ocasiones de pecar , quántos enemigos de nuestra salva ción ( entre los quales son los mas perniciosos los fal sos amigos), nos rodean por todas partes ! Solo de Vos, Dios mío, esperamos vernos libres de tantos riesgos
( 56 ) N o nos dilatéis vuestro au xilio : haced, Señor, que los continuos combates con que nos aflige el demonio, ar ranquen incesantes gemidos de nuestro corazon, y nos hagan suspirar por el dia de nuestra perfecta libertad en que precipitareis para siem pre en el abismo al tenta dor y á la tentación, y con ellos toda mala voluntad, toda concupiscencia , todo mal -9 y toda malignidad. Adoremos profundamente el poder y la justicia del su premo Juez: esperemos nues tra libertad, y el-fin de núes?
( 57) tro destierro como cautivos y desterrados, é imploremos su auxilio en los males que nos ocasiona nuestro destier ro y servidumbre, y la con« tínua lucha en que estamos con los enemigos de nuestra salvación. Así sea.