Vergüenza y responsabilidad 1 Por Jorge Jinkis En las últimas Pascuas, un desgarro del tiempo descorrió los tenues velos de una memoria de realidad temblorosa que, para los argentinos, no tien tiene e cont contor orno nos s den denid idos os!! Por all" all" se coló coló,, sopl soplan ando do en toda todas s dir direcci eccion ones es,, el alie alient nto o p#ni p#nico co,, cali calien ente te y a la vez vez gast gastad ado, o, de una una vergüenza que nos envuelve a todos! Entre el momento anterior y el instante siguiente,$entre la ley conocida como %del punto nal% y la llamada ley de %obediencia debida% o de %e&culpación%, se consuma la p'rdida de una dignidad que pudo (aber sido! )n proyecto de destrucción económica económica del pa"s se acompa*ó de secues+ tros, torturas y la muerte de miles de personas! #s tarde, luego de una derrota b'lica que permitió el establecimiento de una base e&tran-era en las alvinas, los militares argentinos escamotearon la delimitación de respo respons nsabi abilid lidad ades, es, .altan .altando do as", as", no ya a las las leyes leyes de la nació nación, n, sino sino tambi'n al código de -usticia militar, y especialmente a su propio propio código de (onor! Pero Pero a(ora se suma, y a mi -uicio no es menos grave /pues la conducta vergonzante no equivale a armar que+no se (a obrado mal, a veces es incl inclus uso o lo cont contra rari rio/ o/,, a(or a(ora a se suma suma,, digo digo,, que que el concon-un unto to de la sociedad civil, a trav's de sus+ representantes representantes electos, declara de (ec(o y por omisión, no sin apelar a toda clase de eu.emismos, que algunos %delitos atroces y aberrantes%, la tortura entre otros, no son tales, o que las personas que los cometieron no son punibles por (aber actuado %!!!en estado de coerción ba-o subordinación a la autoridad superior!!!%! 0o es este lugar para analizar las circunstancias pol"ticas que condu-eron a esto estos s resul esulta tado dos, s, ni par para disc discut utir ir las las razon azones es -ur" -ur"di dica cas s que se presentaron para (acerlos viables! Pero es el lugar para levantar un reparo que es anterior! 0uestra ob-eción es 'tica! Por supuesto que podemos argumentar, pero lo (aremos de una manera que pueda interesar a los psicoanalistas que ya est#n interesados en ello! (ora nos parece oportuno quitar el plural de .orma /aunque s' que son son muc( muc(os os los los que que est# est#n n solo solos s en esta esta ob-e ob-eci ción ón/, /, y deci decirr que que lo ocurrido es algo que se puede no aceptar! s" lo (ago! 2 lguna vez Jacques 3acan pudo escribir4 %5ue renuncie quien no pueda inclui incluirr en su (oriz (orizon onte te la sub-et sub-etivi ivida dad d de su 'poca 'poca%6i %6i7! 7! 8 aunq aunque ue se dirig" dirig"a a a los los psicoa psicoana nalis listas tas,, cualq cualquie uierr lector lector de sus Escri Escritos tos est# est# en cond condic icio ione nes s de adve advert rtir ir que que as" as" e&clu" clu"a a cual cualqu quie ierr comp compli lici cida dad d complaciente con la sub-etividad de su 'poca! 1 Publicado en 9on-etural :evista de Psicoan#lisis 0o! 1; <1=>?@ 1
Aay momentos en que uno se ve inclinado a creer que el desconocimiento reaccionario o la admiración declamada que suelen provocar los modelos distintos con que, tanto Breud como 3acan, (an sabido ocuparse de los acontecimientos que incluyeron a sus 'pocas en la (istoria, marcando as" m#s la (istoria que a sus 'pocas, se desdice en la .alta de consecuencias que (an tenido sobre nosotros! Pero no indico el lado .allido de una ense*anza4 si esas obras .undan un discurso que llamamos psicoanal"tico, en el que armamos estar incluidos, no se trata de medir la obediencia que debernos a nuestros maestros, como de situar me-or el alcance de una pr#ctica a la que /por una vez es cierto/ nada nos obliga! Pero entonces, y si es as", Cpor qu' (abr"a de intimidarnos aquella voz apostro.a cuando podemos ser interpelados por ella y escuc(arla a(ora en su manera e&(ortativaD 5ue renuncie quien no pueda incluir en su (orizonte la sub-etividad de su 'poca! 9ada uno sabe que (ay cosas que dan a la vida de cada uno su medida! El psicoanalista, $que tal vez ya no puede estremecerse ante la reducción del (ombre a la parado-a de aquel .amoso y a la vez indi.erenciado -unco, debe sin embargo admitir que aquel -unco .r#gil, aquella peque*"sima nada, .ue reconocida en su m#s dura dignidad cuando se descubrió su condición esencial en el deseo! Por all" ronda su medida y esa quiso ser la apuesta del te&to que inauguraba el primer número de esta revista al ocuparse, precisamente, de la obediencia! El deseo no es para el psicoanalista una categor"a, sino la consecuencia estricta a la que lo e&pone el e-ercicio de su pr#ctica! Fi el (ombre dividido por el lengua-e (abla sin saber lo que dice, aquel deseo lo vuelve responsable de lo que dice, mientras las .ormas de traicionarlo, que parecen converger en ese no saber, envuelven al su-etó en las brumas Gotantes de una culpabilidad morosa! :esponsable aquel de quien es esperable una respuesta! 0o digo %conciente de lo que (ace% ni %que se (ace cargo de lo que dice%, sino culpable de lo que (ace y dice! En el cliva-e entre culpa y responsabilidad se anida la .uente de un malestar ante el cual loso."as pol"ticas y -ur"dicas dispares (an optado por recurrir electivamente a la psicolog"a! CPor qu'D CPor qu' la psicolog"a cumple la .unción que la modernidad llama ideolog"aD 3a ley de obediencia debida, en su art"culo primero, apenas alude a un %estado de coerción%, pero lo (ace como si se tratara de subsumir una situación particular ba-o un concepto consagrado e indiscutible! Es cierto que esa alusión le alcanza, pues cuenta con el antecedente del dictamen producido por la Procuración Heneral de la 0ación que, si bien se centra en el an#lisis del art"culo I1 del código de -usticia militar, no se priva de abundar en caracterizaciones psicológicas4 que %quienes e-ecutaron la acción no estuvieron en condiciones de conocer y valorar plenamente 6lo que (ac"an7%+, que estaban %inmersos en una din#mica que resultaba de (ec(o insusceptible de evaluación% que %el entrenamiento destinado K
a incorporar el (#bito del cumplimiento ine&orable de las órdenes, y el condicionamiento psicológico!!!% que %la resistencia a la orden (ubiese supuesto!!! la asunción de un riesgo en medida no e&igible! Esto supone la convergencia, en tales (ipótesis, de otra causal independiente de e&culpación, cual es la coacción!!!% que %automatizados en el r'gimen de obediencia irrestricta ten"an el deber legal de cumplirlos!!!%6ii7! Le-emos para otro lugar el an#lisis de este te&to, cuya cr"tica, por otra parte, no es obvia! qu", las citas apenas quieren ilustrar este recurso insistente a la psicolog"a para volver a reiterar4 Cpor qu'D 8 estamos interesados en recordar una respuesta de 3acan que nos permitir# armar que no de-a de (aber una relación entre el valor que adquiere la psicolog"a en el discurso pol"tico y el rec(azo a la psicologización del psicoan#lisis! ntes de enunciarla, nos parece oportuno mencionar un breve momento de la loso."a aunque, en un punto, pareciera desdecir esa respuesta que a(ora retardamos! Para ! L! Aume6iii7, la psicolog"a es psicolog"a de la naturaleza (umana de all" se deriva casi autom#ticarnente la -erarqu"a principal que le concede en el edicio de las ciencias! 0os importa destacar cómo la introduce para asentar las bases de un discurso de loso."a pol"tica4 esto se (ace precisamente en el momento en que se de-a de lado la discusión cl#sica sobre el origen de la autoridad
sumisión! Pero de este modo, es .#cil advertirlo, tanto el ob-etivo logrado como el medio de alcanzarlo, destruyen la ilusión de autonom"a del su-eto psicológico! C0o es esto un contrasentido para la .unción pol"tica de la psicolog"aD Justamente, nos interesa indicar que la psicolog"a siempre (a Gotado en ese contrasentido, sosteniendo la autonom"a del su-eto y despo-#ndolo de la lógica de su acción6v7! Le cualquier .orma, quien suponga que el r'gimen mon#rquico necesitaba de la obediencia ciega tanto como el sistema capitalista de la autonom"a, descuida que esta autonom"a es el .etic(e erigido como (omena-e irónico a una obediencia que ya no es ciega, palabra que sólo signicar"a %bien visible%, y que e&cluida a(ora de lo visible, queda entramada en los "ndicesN de un malestar abrasivo! Aemos querido indicar que la tarea de la psicolog"a no se agota en el es+ .uerzo por enderezar la espalda servil y agac(ada del yo, ni en pasar el trapo por la supercie espe-eante de la realidad en la que puede apreciar su gura! %Ooda la psicolog"a moderna est# (ec(a para e&plicar cómo un ser (umano puede conducirse en la estructura capitalista%6vi7! rmación que puede alcanzar tantas signicaciones como asentimientos puede despertar! C5u' vale entonces para 3acan, al menos, según uno de sus lectoresD Ligamos para empezar que ese mismo lector no de-ó de sentir un ligero alivio cuando encontró que dic(a .rase .ue enunciada tres a*os antes de 1=>! Q0o era pues un e.ecto mayoR Oampoco es una .rase! El rec(azo de 3acan a toda psicolog"a y muy especialmente a cualquier psicologización del psicoan#lisis, est# .undado en una cuidadosa y sistem#tica cr"tica que terminó por desbaratar la noción de una identidad yoica .undada en la trama de .alsas creencias! Fin embargo, cuando se cita esta cr"tica no siempre se advierte que la misma no tiene consecuencias desarticulada de la armación que comentamos! Fon varios los seminarios de 3acan que se sostienen y (asta se organizan alrededor de sucesivas lecturas y comentarios del cogito cartesiano! 0o es el momento de su an#lisis, pero recordemos sumariamente /no queremos distraernos/ lo que (oy nos parece pertinente4 si la marc(a de Lescartes no est# animada por la búsqueda de la verdad, sino por alcanzar una certeza, a partir de Lescartes, quien se desembaraza de la verdad transri'ndosela a Lios, es decir, -usto cuando se de-a de buscar la verdad se vuelve posible saber! eso 3acan lo llama ciencia! El estilo de este saber de la ciencia /que est# marcado por establecerse en un campo a-eno a la dial'ctica de las relaciones del su-eto y el saber /, es el de ser acumulativo! Pero esta acumulación del saber se posibilita precisamente en el olvido de aquella e&pulsión de la verdad que anida en su .undamento! Ooda la psicolog"a moderna, dice 3acan, %trata de construir las condi+ ciones que (agan posible el su-eto que corresponde a una sociedad dominada por la acumulación del capital%! Esta empresa, siempre según
3acan
todo lo que estorbase el a.#n de ampliar el campo de investigación y vericación de los entonces recientes descubrimientos! El estilo intrusivo de ese movimiento no de-ó de contribuir a las resistencias generadas, pero a pesar de la audacia ampulosa de algunos pasos en .also, se obtuvieron ense*anzas y (asta resultados nunca desmentidos! Fomos deudores de aquellas imprudencias, pero el actual reconocimiento social del psicoan#lisis (a invertido la desmesurada o.erta de aquellos tiempos en una demanda cuya magnitud sólo es comparable al desconocimiento que implica adecuarse a ella! CLebemos entonces ser m#s prudentesD presur'monos a negarlo4 si la temperancia .ue una virtud entre los antiguos, a(ora podr"a verse reducida a la .orma circunspecta con que la miseria e&(ibe su cara de mediocridad! unque los traba-os pioneros no desec(aron la ocasión de someter al criminal al di#logo anal"tico, el psicoanalista de (oy no puede desconocer que los m'ritos de su intervención, en muc(os casos indiscutibles, quedan anulados por la calicación que se reserva a su lugar! Especialista o e&perto, la autoridad que se le concede es la misma que restringe el alcance de su discurso! C9ómo entonces y en razón de qu', aqu'l cuya .unción primera es no con.undir al su-eto de la enunciación con sus enunciados, admitir"a parlotear ba-o esa marca que lo desdiceD 5uisi'ramos creer que no lo (ace en nombre de algún (umanitarismo4 en la medida en que el psicoan#lisis logra que un su-eto diga lo que ignora que sabe, est# claro que el psicoan#lisis no tiene los l"mites de la tortura! 0o obstante, si bien es cierto que ba-o aquel t"tulo su intervención en !un proceso -udicial di."cilmente lo sustraiga de la .unción misticante y (omeost#tica que la psicotecnocracia cumple en la babel de nuestras re.erencias simbólicas, una vez retirado el analista de ese compromiso, nada le impedir"a alentar el estudio de las particularidades en los casos ya -uzgados4 el benecio ser# para el psicoan#lisis! qu" se vuelve posible un primer paso, al que podemos darle una .ormulación negativa4 abstenerse de contribuir al manipuleo psicológico que, si desde siempre .ue uno de los instrumentos del discurso pol"tico, nunca como a(ora contó con un mercado que o.reciera entre sus mercanc"as m#s devaluadas la responsabilidad de cada uno6viii7! Este primer paso lo ser"a de una v"a que, para los psicoanalistas, 3acan llamó Spol"tica de lo imposible%, denominación que tiene la virtud de recordar otros engendros psicoanal"ticos que se presentaron ba-o la apariencia de la antinomia! Fi lo imposible y la pol"tica se (an mostrado reticentes a entablar relaciones, comenzar por la parado-a es por supuesto saber que estamos sólo en el comienzo, pero tambi'n es saber que es el comienzo de lo que (asta a(ora no (a tenido lugar! l segundo paso en esta v"a llam'moslo, provisoriamente, incomodar! Fi .uera ob-etivo o intención, se lo podr"a tildar de provocativo! claremos entonces que es el nombre anticipado del e.ecto que se obtendr"a por
entrometernos con la letra de las leyes! Mmpertinencia a la que nos autoriza el (ec(o de que sean las mismas leyes las que se ocupen de nuestros asuntos y se presenten como un saber sobre esos asuntos4 los .undamentos ps"quicos que pueden limitar la responsabilidad de una conducta, la premeditación y las intenciones, la -erarqu"a de las relaciones entre las personas y la legitimidad o ilegitimidad del amor entre ellas!!! etc'tera! En un art"culo /en cuya lectura podr"a autorizarse lo que aqu" enuncia+ mos/, Breud nos sorprende con la conclusión de que SEl m'dico de-ar# para el -urista la tarea de establecer para los nes sociales una responsabilidad arbitrariamente restringida al yo metapsicológico$$6i&7! Entendemos que no se quiera usurpar las .unciones sociales del -urista pero no entendemos por qu' (abr"a que de-arlo tranquilo cuando el mismo Breud no lo (ace4 al descubrir que-a intencionalidad no puede restringirse a las .ronteras del yo, e&tiende el campo de la responsabilidad muc(o m#s admitir la psicolog"a del -urista! 9uando se encuentra que el culpable de un delito es un demente, o que en su momento, por embriaguez o algún otro .actor que se -uzgue determinante de la obnubilación de la conciencia del su-eto, el mismo no se (alla en posesión de su razón, las leyes considerar#n a estas circunstancias como atenuantes decisivos para decidir la imputabilidad o no del actor del (ec(o! 0o nos interesa discutirlo, sino indicar que (ay muc(a psicolog"a en los .undamentos de este proceder! 3as leyes permiten que los -ueces puedan creer que en las citadas circunstancias el (ombre no es responsable de s" mismo, y que el raciocinio del que se muestra capaz en esos estados no es suciente para considerar que 'l lo gobierna! Le esto se suele concluir, según un estilo que lleva todas las marcas de una creencia
Este número de la revista incluye una primera traducción al espa*ol de un traba-o de Aans Telsen sobre la %Psicolog"a de las masas y an#lisis del yo%, que Breud recogiera en Mmago, en 1=KK! 3o (acemos para atenuar las .ronteras universitarias que se interponen entre la interpretación psicoanal"tica y los saberes %positivos%, para proteger no se sabe a cu#l de ellos la llamada %neutralidad% no puede con.undirse con la ocasión, (ec(a+sistema, de desentenderse de ellos! Pero tambi'n lo publicamos porque, a pesar de las reservas que podr"amos levantar contra el conceptualismo del autor, apreciamos que (aya recurrido precisamente al psicoan#lisis para e&cluir a la psicolog"a como .undamento de una teor"a del derec(o! 3o que no obliga a compartir sus resultados! El lector (abr# m#s que advertido las reiteradas veces en que interrumpimos un desarrollo (asta (acerlo lindar con la .orma apenas esbozada de una indicación! 0o sólo se debe a que la invitación insinuante de un traba-o posible sea el rasgo que (emos reservado para estas editoriales tambi'n callamos! 9allamos lo que (abr"a de ser el tercero de los pasos en la v"a que proponemos4 enunciar lo que apenas son nuestras sospec(as, sólo servir"a aqu" para disimular lo que ignoramos! Oambi'n es cierto que callamos algunas cosas que no de-amos de saber, sólo que /lo di-imos al comienzo/ (emos elegido otro sitio para decirlas! Binalmente quisi'ramos, en un punto al menos, reducir al m"nimo la posibilidad del equ"voco! Fi los analistas (emos aprendido que los escritos llamados %sociales% de Breud no son intrusiones en campos que le ser"an a-enos y que, al contrario, pertenecen al núcleo propiamente teórico del psicoan#lisis, esto tambi'n (a de valer para nosotros sin necesidad de colaborar en la inGación de esa realidad comercial que todav"a se sigue llamando 9ultura! Fi ocuparse de la venganza, la traición, la apuesta, la indi.erencia, el derec(o, testimonia que el psicoanalista no est# e&ilado de los asuntos de la polis, esto no signica que puede desprenderse de sus vestiduras pro.esionales y perderse en la calle entre la gente signica que esos asuntos son los suyos porque 'l, el psicoanalista, est# tomado por ellos en su pr#ctica! %Le nuestra posición de su-eto somos siempre responsables, dice 3acan, y agrega4 llamen a eso terrorismo donde quieran%! C9ómo queremos llamarloD Fi le quit#ramos la nota e&asperada que sin duda responde a la calidad de sus interlocutores no elegidos, Cno podr"a resonar all", esta vez para nosotros, el soll Mc( Uerden .reudianoD Notas
6i7 3acan, J!4 Ecrits, Par"s, Feuil, 1=, p! ;K1! 6ii7 Oodos los p#rra.os citados corresponden al punto VMM
Procurador Heneral de la 0ación, Juan Wctavio Hauna, dirigido a la Fuprema 9orte de Justicia, con .ec(a de mayo de 1=>?! 6iii7 9.r! O(e Pbilosop(ical Xorks o. Lavid Aume, ed! Hreen y Hrosse, 3ondres, 1=;! En lo que concierne a Aume, nuestro te&to no (ace muc(o m#s que para.rasear la interesante presentación que(ace Yernard Pautrat en 9a(iers pour M$analyse ! 6iv7 Mncluso un teórico del deber de sumisión tan e&tremo como Aume, se ve necesitado de aclarar4 %Es necesario siempre, en los casos e&traordinarios en los que la obediencia entra*ar"a con toda evidencia la ruina pública, de-arse ir a la obligación primitiva y originaria4 Falus populi suprema le&!!! Fiendo entonces la resistencia admitida en las circunstancias e&traordinarias, la única cuestión que se plantea a los buenos esp"ritus concierne al grado de necesidad que pueda -usticar la resistencia, y volverla leg"tima o loable%! =I! 6&7 SPara (acernos comprender (asta el n /insiste 3acan/, opongamos un (ec(o que, por ser constante en los .astos de los e-'rcitos, toma su alcance del modo amplio y a la vez seleccionado ba-o el cual se opera, desde (ace un siglo, en nuestras poblaciones el reclutamiento entre los elementos asoc"ales de los de.ensores de la patria, del orden social, a saber, el gusto que se maniesta en la colectividad as" .ormada, en el d"a de gloria que la pone en contacto con sus adversarios civiles, por la situación que consiste en violar una o varias mu-eres en presencia de un mac(o de pre.erencia adulto y previamente reducido a la impotencia, sin que nada (aga presumir que los individuos que la realizan se distingan antes o despu's, como (i-os o como esposos, como padres o ciudadanos, de la moralidad normal! Fimple (ec(o que se puede calicar de diverso por la diversidad de la creencia que se le acuerda según su .uente, e incluso de divertido por la materia que esta diversidad o.rece a las propagandas! 0osotros decimos que este es un crimen real, aunque sea realizado precisamente en una .orma ed"pica, y el autor ser"a -ustamente =
castigado si las condiciones (eroicas en las que se lo tiene por cumplido, no (icieran con la mayor .recuencia asumir la responsabilidad al grupo que cubre al individuo%, <3acan4 Ecrits, p! ;1NK@!
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