Contexto político en Iberia y Al-Andalus a finales del siglo XV
En el siglo VII, en el reino visigodo ubicado en la península Ibérica hubo conflictos internos provocados por la subida forzada al trono por parte del Rey Don Rodrigo el cual fue apoyado por la mayor parte de la aristocracia, la cual era la que elegía mediante una asamblea al rey. De esta forma fue como Witiza el rey anterior fue derrocado y probablemente asesinado, lo que provocó que algunos no reconocieran como rey a Don Rodrigo si no a Agila II, el poco probable hijo de Witiza, originando así una división en el reino, la cual termino provocando pro vocando conflictos y guerras. Los pretendientes al trono de Witiza decidieron pedirle ayuda a las tropas musulmanas que se encontraban en el norte de África para vencer al Rey Rodrigo, a lo que Musa Ibn Nusayr del Califato Omeya, gobernador de África, mandó a Tarik Ibn Ziyad, general berebere, con un ejército de 7.000 hombres, hombr es, la mayoría bereberes, para que acudan en la ayuda, pero con el verdadero propósito propó sito de apoderarse de todos los territorios. Una vez que entraron por el estrecho de Gibraltar a la península, vencieron y posiblemente mataron al Rey Rodrigo fácilmente en la batalla de Guadalete en el año 711. Después del triunfo de los musulmanes ante el rey Rodrigo, estos llevaron a cabo la conquista de la península ibérica la cual se dio de una manera relativamente rápida, al mando de Tarik y Musa, en menos de 10 años aproximadamente, debido a que los visigodo además de tener unas estructuras sociales pobres, con un poder fragmentado, estaban sumidos en una crisis por los recientes conflictos internos. Esta conquista conqu ista se dio principalmente con el objetivo que tenían los musulmanes de propagar el islam por todo el mundo.
Lograron expandirse hasta el sur de Francia en donde los francos los detuvieron en la Batalla de Poitiers en el año 732, lo que inicio su retroceso. Los musulmanes ya con la conquista de la península, decidieron respetar a los nobles aliados de Witiza que conservaron sus posiciones y rangos, mientras que los nobles nob les cercanos a Don Rodrigo fueron fuer on desposeídos de todo y tuvieron que emigrar y refugiarse al norte de la península, en donde los musulmanes no estuvieron interesados en conquistar, en las montañas asturianas y cántabras. En estas montañas se creó un foco de resistencia que poco a poco fue creando pequeños reinos y se fue expandiendo ocupando una franja que, a fínales del siglo VIII, ya llegaba desde Galicia a los Pirineos. Muchos de los cristianos que se quedaron mantuvieron sus creencias bajo el poder político musulmán, fueron los mozárabes, aunque la mayoría de la población acabaría convirtiéndose a la nueva religión.
Los musulmanes, al territorio conquistado, lo bautizaron como Al-Andaluz. En el año 720 Agila II pacto con los musulmanes quedarse con algunas tierras a cambio de su abdicación. Una vez que termino la conquista de la península, se inició el emirato dependiente del Califato Omeya de Damasco que dura desde el año 711 hasta el 756, es decir, se convierte en una
provincia (emirato) más del islam, gobernada por un emir nombrado entre los árabes del norte de África por el califa (máxima autoridad en lo político y en lo religioso del islam) Omeya residente en Damasco. Esta fue asesinada en el año 750 en Damasco, lo que provocó un cambio de dinastía en el que los Omeya son sustituidos por los Abasíes. Los nuevos califas abasíes trasladaron la capital a Bagdad. Un príncipe Omeya superviviente – Abd-Ar-Rahman Abd-Ar-Rahman I, conocido como Abderramán- logra huir a la lejana Al Andalus y hacerse con el poder en el año 756. Se proclama emir independiente de Bagdad, aunque sigue reconociendo la autoridad religiosa del califa. Creo una administración centralizada en Córdoba. Tras su muerte, el emirato cordobés continuó teniendo serios problemas de estabilidad política interna, derivados de la diversidad étnica y religiosa de su población. En el año 912 hasta el 1031 se dio el Califato de Córdoba, con el nuevo emir Abd-al-Rahman III, el termina con las luchas internas y dirige expediciones contra los reinos cristianos formados en el norte los cuales ya eran el reino de León, Castilla, Aragón y Navarra. Este se autoproclama Califa o Jefe Jef e de los Creyentes (unificaba el poder político y religioso; en el mundo cristiano sería como un emperador y Papa juntos) y rompe la relacion de Al-Andalus con Bagdad. Durante el resto del siglo X, al-Ándalus se convirtió en un poderoso estado que controló el Mediterráneo occidental, el norte de África y dominó y cobró tributos (impuestos) a los pequeños reinos cristianos del norte. El esplendor del califato termino con la presencia del Almanzor en 1002, el último gran jefe militar, visir del Califa Hixam II, el cual tomo todo el poder político en sus manos, el califa solo figureaba, el que en verdad mandaba era el Almanzor. Este realizo varias expediciones, llamadas aceifas, contra los reinos cristianos del norte, las cuales demandaban más recursos por parte del ejército que los que obtenían por las expediciones, ex pediciones, lo que provoco crisis política, disturbios sociales, acabando así el califato en aproximadamente 30 años.
Después en la corte cordobesa hubo problemas los cuales los nobles musulmanes de las provincias aprovecharon para par a convertirlas en reinos independientes pequeños pequ eños llamados taifas en el año 1031. Los taifas más importantes fueron los reinos de Toledo, Badajoz, Sevilla, Valencia y Granada.
La falta de unión entre estos, además las luchas que existían entre si y la debilidad militar fue aprovechada por los reinos cristianos, los cuales querían reconquistar las tierras santas las cuales ellos creían que les pertenecían porque se consideraban herederos de los territorios de los reyes visigodos. De este modo los reinos cristianos pasaron de estar en la defensiva a la ofensiva. El hijo del Reino de León, Fernando I, logró conquistar la antigua capital visigoda, Toledo en 1085, lo que significó un gran avance para los reinos cristianos. Con la sucesiva toma de Toledo, se les obligó a los reyes musulmanes de los taifas a pagar tributos (impuestos llamados parias) a los reyes cristianos para que siguieran conservando su reino. Esto logro que la situación de dominio se invirtiera. Los reinos cristianos a pesar de cobrar impuestos a los reinos taifas no se contentaron con eso y siguieron avanzando hasta que fueron detenidos temporalmente por los
almorávides, un pueblo guerrero bereber de Marruecos, los cuales habían sido llamados por el rey musulmán de Sevilla al ver el peligro de la posible invasión. Los almorávides después de conseguir frenar a los reinos cristianos, unificaron AlÁndalus, pero la cohesión política duro poco a lo que aparecen nuevamente los reinos taifas, con los mismos problemas de antes. Más tarde, los almohades otro pueblo musulmán de extremismo islámico sustituye a los almorávides en el norte de África. Ya en 1140 invaden la península y reconstruyen la unidad de Al-Ándalus en 1170, y también lograron frenar la reconquista e incluso consiguieron una victoria frente al rey de Castilla en 1195.
Después de esto los reinos cristianos finalmente decidieron unir sus fuerzas para definitivamente reconquistar los territorios del sur peninsular. De esta forma los reinos de Aragón, Castilla y Navarra (León no participó) a principios del siglo XIII derrotaron a los almohades en la gran batalla de las Navas de Tolosa en 1212, lo que significó el avance de los
reinos cristianos por el sur, quedando solo en el año 1250 el reino de Granada en poder de los musulmanes. Los principales reinos cristianos: Castilla, Aragón, Portugal y Navarra para repartirse los territorios reconquistados anteriormente habían firmado un acuerdo. El rey de Castilla, Fernando III, reunificó definitivamente Castilla y León (1230) y conquistó Córdoba, Murcia, Jaén y Sevilla. Su hijo y sucesor, Alfonso X, conquistó Cádiz (1262) y dejó reducido Al-
Ándalus al reino nazarí de Granada, que sobrevivió hasta 1492 como reino vasallo de Castilla. El periodo que abarca desde principios del siglo XIV hasta finales del XV es una etapa contradictoria en muchos aspectos. Por un lado, es un tiempo de relativa paz. La reconquista prácticamente se ha completado y los reinos cristianos pueden centrarse en el desarrollo económico y cultural. La ausencia de guerras favoreció el nacimiento de la figura del noble dedicado a la cultura. Sin embargo, este periodo aparentemente favorable para el desarrollo fue un tiempo de crisis. Por dos razones fundamentales:
Las luchas por el poder, a veces hermanos que se disputaban la corona; o el monarca de un reino se enfrenta contra el vecino; a veces, los monarcas luchando contra la alta nobleza y las organizaciones militares que les disputaban el poder. La otra gran razón de la crisis fue la peste negra (especialmente grave en 1348) y sus consecuencias que provocaron una enorme crisis económica en toda Europa y también, claro, en los reinos peninsulares Entre el siglo XIV y el XV Castilla se consolidó como la primera potencia política, demográfica y económica de la Península, preparando el terreno al papel protagonista que desempeñó en la construcción del imperio hispánico durante el Renacimiento. Castilla tuvo que enfrentarse también a graves problemas internos y a la catástrofe de la peste. En el siglo XIV, la rivalidad entre dos hermanos por p or hacerse con el trono provocó una un a guerra civil que a la postre supuso una extensión en la Península de la Guerra de los Cien Años. El rey Pedro I el Cruel tuvo que enfrentarse a su hermanastro Enrique I (hijo bastardo de Alfonso XI), que compró el apoyo de una parte de la nobleza para disputar la corona a su hermano. Francia e Inglaterra que combatían en la famosa guerra de los Cien Años entraron en la disputa: Inglaterra del lado de Pedro y Francia del de Enrique. Al final venció Enrique I que, además, dice la leyenda, asesino a su hermano. Con él se inicia en Castilla el gobierno de una nueva dinastía, los Trastamara, que siempre tuvieron que gobernar condicionados por las deudas que habían contraído con la alta nobleza. Prácticamente durante los siglos XIV y XV el poder de los nobles fue mayor que el de los reyes hasta que en 1476 la reina Isabel logra imponer el poder de la monarquía. A finales del siglo XV, Castilla y Aragón se convirtieron en los reinos más importantes de la península ibérica, y con el matrimonio de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón en
1469 los dos reinos lograron consolidarse en la unidad. Esta alianza matrimonial se dio principalmente por causas políticas, ya que cada uno u no heredaba sólo él mando sobre su reino r eino propio, y al final del gobierno conjunto de los reyes re yes católicos, Castilla y Aragón seguirían independientes. Dentro de la alianza, aunque Aragón era más avanzado que Castilla, quedó sumido a los intereses de este último debido a su falta de poderío militar y demográfico. Con el crecimiento del poder, los reyes católicos decidieron poner fin a la Reconquista: en 1482 cayó Alhama, en 1487 fue Málaga y en 1492 derrotaron al último rey moro en Granada. La victoria fue sucedida por la expulsión de los judíos del territorio cristiano logrando así España la unidad religiosa. La balanza del poder interno español también sufrió cambios por parte de los reyes católicos. La corona de Castilla tomó una postura autoritaria al arrebatar privilegios de la nobleza y la burguesía aumentando los recursos políticos de la corona, mientras que Aragón decidió reafirmar los elementos contractuales de su constitución. En 1476 las Cortes de Madrigal crearon un cuerpo policial llamado la Santa Hermandad que logró pacificar el campo español, presa de bandidos y vagabundos. Además, se instauro ins tauro un consejo real, el consejo de Castilla, C astilla, que reemplazo a la nobleza en el ejercicio de las funciones políticas de la corte, y en 1480 las cortes de Toledo les brindaron un mayor poder, esencialmente para debilitar el poder político de la nobleza sin afectar sus intereses económicos y sociales. Los reyes querían esencialmente deshabilitar el poder político de la nobleza, pero no estaban interesados en sus poderes económicos y sociales Con respecto a la iglesia, la corona hizo lo posible para someter esta institución bajo sus intereses. A cambio de ayuda militar y política, la iglesia concedía permisos a la corona, eventualmente acabando por subordinarse políticamente a las órdenes de España. Es destacable
la incursión de políticas monopolistas dentro del tráfico de lana, al entregarse al Consulado de Burgos en 1494 para facilitar el cobro de tributos.
Conflictos y Alianzas en el siglo XV Batalla de Covadonga
En el año 711, en la Península Ibérica se había conformado desde hacía más de dos siglos un reino de la mano de los Visigodos. Estos habían tenido que luchar contra bizantinos en el Levante y suevos en el norte para poder conformar un verdadero reino. Uno de los problemas que va a arrastrar este reino, es que sus monarcas son elegidos de forma selectiva entre un conjunto de nobles. A veces el nuevo rey no tenía que ver nada con el anterior. El problema es que este sistema crea disputas y luchas internas que desestabilizan el reino. En el año 711, el Reino Visigodo se encontraba en una de estas luchas internas. La disputa se encontraba entre Don Rodrigo y Witiza. Tras una serie de idas y venidas en el poder, Don Rodrigo consigue ser coronado rey de los visigodos. A pesar de esto, los leales a Witiza siguieron luchando por conseguir el poder e incluso los hijos del difunto noble-rey Witiza pidieron ayuda a los
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musulmanes, que ya se encontraban en el norte de África, cerca del Estrecho de Gibraltar.
Las tropas musulmanas cruzan el estrecho. Mientras tanto el rey visigodo se encuentra luchando el norte de España contra los vascones, la noticia le llega tarde, pero es capaz de organizar un ejército de unos 14.000 hombres, muchos de ellos al mando de señores leales a Witiza. Las tropas musulmanas estaban comandadas por Tariq y contaba con unos 12.000 hombres. Ambos ejércitos se encontraron a las orillas del Río Guadalete. El enfrentamiento definitivo llegó el 22 de julio. Los visigodos esperaban la carga musulmana, pero antes de esto los flancos de Don Rodrigo se pasaron al enemigo. enemi go. La traición de los Witiza se había consumado. Después de este hecho, los musulmanes cargaron contra las tropas leales el rey, estas se enfrentaron en una cruenta batalla. Los visigodos leales fueron derrotados y Don Rodrigo desapareció, posiblemente muriera en la batalla. Batalla de Covadonga
En aquel tiempo, el control de la Península Ibérica, Hispania, pertenecía a los visigodos, un pueblo cristiano al mando del cual se encontraba el rey r ey Don Rodrigo. Este, Es te, se había hecho con el trono después de mantener una fuerte guerra civil con los partidarios del anterior y fallecido líder Witiza, la cual finalmente había vencido.
El sabor de la victoria no duraría demasiado a Don Rodrigo, como bien explica el periodista y profesor de bachillerato Domingo Domin go Domené Sánchez en su libro «Año 711, La invasión musulmana de Hispania». «En (…) el
año 710 posiblemente llegaron a Ceuta (territorio musulmán) la viuda e hijos de
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Witiza en busca de ayuda para recuperar el trono», determina el experto. Al parecer, los descendientes de Witiza, obsesionados como estaban por conseguir el trono de «Hispania» -el que consideraban suyo por derecho-, no tuvieron reparos en pedir ayuda a los musulmanes. «La llamada a fuerzas que podríamos llamar extranjeras para conseguir el poder o afianzarse en él no era nueva (…). En las ocasiones anteriores, en cambio, los extranjeros no habían aspirado a dominar toda Hispania, habían cobrado su ayuda en dinero (…) o en territorio (…) y
habían dejado las cosas como estaban», añade Domené. No sería este el caso de los musulmanes que, sabedores de la debilidad cristiana, vieron en esta lucha interna un momento perfecto para invadir la Península Ibérica. Así, Musa ben Nusayr gobernador musulmán de Ifriqiya (Túnez)-, (Túnez) -, decidió que era el momento de hacerse con las riquezas de Hispania, empresa que encargó a un ejército de 11.000 11.0 00 bereberes al mando de Tariq, uno de sus s us más reconocidos generales.
Para hacerles frente, el recién coronado Don Rodrigo partió a marchas forzadas hasta Cádiz, lugar en el que plantaría batalla junto al río Guadalete al mando de una inmensa hueste de soldados visigodos. «Don Rodrigo llegó a Córdoba y allí concentró su ejército para la expedición bélica. Se cree que qu e llevaba 40.000 hombres (…) y que tomó la vía romana Córdoba-Écija-Cádiz, mientras que Tariq
avanzaba por la de Algeciras-Sevilla (…). El 19 de Julio se encontraron cerca de las ruinas de la ciudad de Lacea, en el Wadi-Lakka musulmán que nosotros llamamos el río Guadalete», explica el experto en su texto. Sin embargo, y en contra de lo que pueda parecer a primera vista, el bando cristiano no contaba ni mucho menos con una ventaja abrumadora. «En cualquier actividad los profesionales tienen ventaja sobre los aficionados y el ejército musulmán estaba formado por soldados profesionales, mientras que el godo estaba constituido en gran parte por esclavos forzados a combatir. No había pues ventaja para ninguno de los dos do s bandos», añade Domené. A su vez, lo que finalmente decantó la balanza en la batalla fue la traición de los dos oficiales que manejaban los flancos del ejército de Don Rodrigo, algo que se explica en el libro «Colección de tradiciones: Crónica anónima del S.XI». «Encontráronse Rodrigo y Tariq (…) en un lugar
llamado el lago, y pelearon encarnizadamente; más las alas derechas e izquierdas, al mando de Sisberto y Obba, hijos de Gaitixa (Witiza), dieron a huir, y aunque el centro resistió algún tanto, al cabo Rodrigo fue también derrotado y los musulmanes hicieron una gran matanza». Tras la gran derrota, nunca se volvió a saber el paradero de Don Rodrigo. Muchos afirman que huyó para morir poco tiempo después de sus heridas, mientras que algunos historiadores musulmanes determinan que falleció en un combate singular contra Tariq, quien acabó con él de un lanzazo.
Independientemente del destino del rey, lo que es indiscutible es que, tras su derrota, no quedó nadie para hacer frente al ejército bereber. De esta forma, y en apenas 10 años, los musulmanes llevaron a cabo una rápida conquista de Hispania que relegó a los visigodos al norte. «Aunque cuando, tanto los romanos como los musulmanes conquistaron Hispania, (…) los historiadores se han preguntado (…) cómo el tiempo empleado en la conquista fue tan diferente
en los dos casos (200 años por parte de los romanos y 10 en el caso los musulmanes)», determina el experto. No obstante, para Domené las causas están claras: claras : «La Hispania prerromana prerroma na no era una unidad política (…) No había pues, una autoridad suprema para todo el país capaz de aglutinar la
resistencia o proponer la rendición frente al invasor, sino múltiples jefes supremos a los que era preciso ir sometiendo uno a uno. Por el contrario, la Hispania gobernada por los godos sí era una unidad política», afirma Domené. De esta forma, con la desaparición de Don Rodrigo, el territorio entero se vino debajo de un solo golpe. «En su invasión, los musulmanes encontraron un apoyo apo yo interior significativo»A su vez, el pueblo hispano no opuso demasiada resistencia a los musulmanes, pues en un principio entendían que su llegada les libraría del abuso de los nobles godos, quienes solían exigir grandes tributos a la población. De esta forma, los invasores supieron ganarse ganars e la confianza de la sociedad eliminando varios impuestos. Finalmente, una de las principales causas de la rápida conquista fue el sustento que los musulmanes tenían en la Península. «Los romanos no contaron con un apoyo apo yo interior significativo y los musulmanes sí. Además de los witizanos, los musulmanes contaron con el colaboracionismo de los judíos», añade Domené en su texto.
A pesar de la rápida conquista, los cristianos todavía guardaban una desagradable sorpresa a los musulmanes pues, en el norte, se empezó a gestar una resistencia en contra de la invasión. Concretamente, centenares de godos comenzaron a asentarse sobre las cordilleras cantábricas y pirenaicas. «Bajo el hecho geográfico de la división de la franja cantábrico- pirenaica pirenaica en cuatro zonas (…) podemos considerar que hubo cuatro núcleos de resistencia antimusulmana que, por po r simplificar, llamaremos el núcleo astur-cántabro y, en los Pirineos, el vasco-navarro, vasco-n avarro, el aragonés y el catalán», señala el experto en su libro. Aunque estos pequeños grupos de cristianos todavía no podían plantar cara a los invasores, se decidieron a defender a ultranza sus territorios, de manera que los musulmanes no tuvieron más remedio que abandonar la idea de conquistarles. En contra, se limitaron a exigirles duros impuestos y establecer fortificaciones cerca de ellos para controlar su expansión. Al fin, la primera resistencia se empezaba a gestar en todo el territorio montañoso, aunque sobre todo en el núcleo astur. De hecho, no pasó mucho tiempo hasta que este pequeño grupo del norte vio subir al poder a un líder que les llevaría a la victoria: Don Pelayo. Este supuesto noble tomó el poder a finales del año 718 cuando, cansado de los fuertes tributos a los musulmanes, convenció a sus compatriotas para dejar de pagar los impuestos. «Pelayo les debió animar a no pagar con un argumento tan simple y poderoso como el de que, si los musulmanes querían dinero, que fueran a buscarlo allí, a la montaña», determina Domené. No obstante, los musulmanes reaccionaron como cabía esperar: formaron un poderoso ejército y se dirigieron con decisión hasta el núcleo astur decididos a acabar de una vez con la rebelión. Por su parte, los cristianos, de manos de Don Pelayo, decidieron plantar cara al ejército musulmán. El
enclave para resistir los ejércitos arábigos fue Covadonga, un paraje situado cerca de Cangas de Onís (al este de Asturias). Concretamente, Don Pelayo protegió este territorio con los escasos soldados que pudo reunir. «Ante el acoso musulmán, Pelayo y sus hombres, unos 300, se refugiaron en Covadonga, una cueva del monte Auseba que está al fondo de un estrecho valle en los Picos de Europa», explica el experto. En este punto la historia se diluye y varía dependiendo de si el cronista es cristiano c ristiano o musulmán. Esto se debe a que los primeros trataron el suceso como una batalla de dimensiones épicas mientras que los segundos pasan por alto este suceso y lo consideran de escasa importancia. Según los cronistas cristianos, antes de la batalla un antiguo obispo visigodo llamado don Oppas -comprado por los musulmanes- trató de convencer a Don Pelayo de rendirse. Sin embargo, este se mantuvo firme hasta el final. «Pelayo estaba con sus compañeros en el monte Auseva y el ejército de Alqama llegó hasta él y alzó innumerables tiendas frente a la entrada de la cueva. El predicho obispo (el arzobispo don Oppas, hijo de Witiza) subió a un montículo situado ante a la cueva de la Señora y habló así a Pelayo: (…) “Juzgo, hermano e hijo, que no , que no se te oculta cómo hace poco se hallaba toda
España unida bajo el gobierno de los godos y brillaba más que los otros países por su doctrina y ciencia, y que, sin embargo, reunido todo el ejército de los godos, no pudo sostener el ímpetu de los ismaelitas. ¿Podrás tú defenderte en la cima de este monte? Me parece difícil. Escucha mi consejo: vuelve a tu acuerdo, gozarás de muchos bienes y disfrutarás de la amistad de los caldeos», explican las crónicas cristianas escritas en tiempo de Alfonso III. Pelayo respondió: «¿No leíste en las Sagradas Escrituras que la iglesia del Señor llegará a ser como el grano de la mostaza y de nuevo crecerá por la misericordia de Dios?». El obispo no pudo
más que contestar que así era. La decisión estaba tomada, don Oppas sabía que habría que combatir para expulsar a los astures y así se lo hizo saber a los invasores. El oficial musulmán ordenó entonces que sus soldados armaran las catapultas y acabaran con la débil defensa cristina. «Se prepararon las hondas, brillaron las espadas, se encresparon las lanzas e incesantemente se lanzaron saetas», narran los antiguos textos. Según cronistas cristianos de la época una fuerza divina se unió a Don PelayoSin embargo, y según los cronistas cristianos, en ese momento una fuerza divina se unió a Don Pelayo dándole la victoria frente a los 188.000 soldados del ejército musulmán. «Al punto se mostraron las magnificencias del Señor: las piedras que salían de los fundíbulos (catapultas) y llegaban a la casa de la Virgen Santa María, que estaba dentro de la cueva, se volvían contra los que las disparaban y mataban a los caldeos (musulmanes). (…) En el mismo lugar murieron 125.000 caldeos y los
63.000 restantes subieron a la cumbre del monte Auseba», determinan las escrituras Batalla de Poitiers
Según varios historiadores, lo que probablemente motivó a los musulmanes a cruzar los pirineos fueron las riquezas de la Abadía de San Martín en Tours, la más prestigiosa y sagrada de aquel tiempo en el oeste de Europa. Al enterarse de esta incursión, el Mayordomo de Palacio de Austrasia, Carlos Martel, reunió a su ejército, de unos 15.000 a 75.000 veteranos, y marchó hacia al sur. Los http://3.bp.blogspot.com/_8AciY1qPjvo/SWXOS1oMe
francos no tenían caballería, pero gozaban de la mejor infantería del continente, armados hasta
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los dientes. Para resistir las embestidas de la caballería musulmana, dicen que formaron en plan falange, algo parecido a un cuadrado, en el que todos los hombres son importantes, porque no se puede romper la unidad y además uno está es tá obligado a defender al otro.
Cerca de Tours y Poitiers, entre los rios Clain y Vienne, se encontraban los dos ejércitos en octubre del 732. Los muslmanes eran unos 60.000 hombres. Durante siete días no se vieron más que pequeñas escaramuzas, pero el frío, obligó a los musulmanes a atacar al séptimo día. Durante un día y medio la caballería musulmana intentó romper las filas de infantería franca, fr anca, sin éxito. La lucha fue a muerte durante este período de tiempo y sin pausa. Más de 24 horas de lanzas, flechas, machetes, cuchillos, espadas y coces, hasta que por el ejército de Abderramán (en español) esp añol) corrió el rumor de que la poca caballería franca que había se estaba dirigiendo por otro lado a su campamento, en busca del botín que habían robado de Burdeos. En ese mismo momento los musulmanes decidieron retroceder, fallo que les costó la vida del propio Abderramán, y miles de ellos huyeron tras saberlo. Los francos, al volver a reunirse y decidir atacar su campamento, se encontraron con que no sólo su líder había muerto, sino que qu e todo el ejército había huido. Batalla de Roncesvalles
El rey Carlomagno llevaba una temporada con sus intereses puestos pues tos en la Península Ibérica hasta el punto de apoyar la rebelión del gobernador de Barcelona, Sulaymán al-Arabi, contra el emir de Córdoba, Abderramán I. En el año 777, Sulaymán se había presentado en la corte de Carlomagno junto con los valíes gobernadores musulmanes- de Zaragoza, Gerona y Huesca para pedirle su ayuda.
Obviamente, el apoyo concedido por Carlomagno no era altruista sino que a cambio, había solicitado quedarse para sí con la ciudad de Zaragoza, llamada Saraqusta Saraqu sta bajo dominio musulmán. Es necesario explicar que Abderramán I, príncipe de la dinastía omeya, había llegado a la Península Ibérica tras atravesar el norte de África después de que su familia fuera masacrada en Palestina por los abásidas. Nada más pisar este territorio, se declaró emir independiente de Al-Andalus lo que no fue demasiado bien visto por los valíes de las regiones fronterizas. Los 32 años de reinado de Abderramán I fueron una constante lucha por mantenerse en el poder. Carlomagno y su ejército penetraron en la Península Ibérica y en su camino a Zaragoza, tomó la ciudad de Pamplona. El hecho de que el rey franco penetrara en Hispania al frente de un gran ejército por los Pirineos Occidentales mientras otra parte de sus tropas entraban por los Pirineos Orientales hace pensar qu e no iba a conformarse con la cesión de Zaragoza sino que seguramente sus planes iban más allá: hacerse con el emirato y anexionarlo al Reino Franco. Además, estaba convencido de que los sajones ya no resultarían un problema por lo que podía dedicarse a la Península Ibérica. Cuando al fin llegó a su destino, Husayn, el valí de Zaragoza, se negó a entregarle la ciudad, cambiando de bando en el último momento para decantarse por Abderramán I, el emir de Córdoba. Carlomagno inició un asedio que tuvo que ser levantado al enterarse los francos fr ancos de la sublevación del caudillo sajón Viduquindo en Renania, el eterno enemigo de Carlomagno C arlomagno y símbolo de la lucha de los sajones contra los francos que había aprovechado la ausencia del rey franco para continuar con su resistencia.
A pesar de todo, Carlomagno se llevó consigo como prisionero al propio Sulaymán pensando que lo había traicionado aunque en el camino de regreso hacia Francia y antes de llegar a Pamplona, los dos hijos de Sulaymán lograron rescatar a su padre tras un ataque.
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La reacción de Carlomagno fue arrasar Pamplona hasta los cimientos y después dejarla abandonada para asegurarse de que no habría más conflictos. Al pasar por la actual Valcarlos, la retaguardia del ejército franco comandada por Roldan, sobrino de Carlomagno, sufrió una rápida emboscada que diezmó a los 20.000 soldados. Los atacantes fueron seguramente vascones que además de acabar con la retaguardia franca, liberó a Sulaymán. Los primeros escritos que hablan acerca de esta batalla cuentan que los atacantes aprovecharon la estrechez del desfiladero y los frondosos bosques que lo rodeaban para lanzarse contra la retaguardia del ejército franco, el punto más débil. Al parecer, se lanzaron dardos y piedras y desde las laderas del desfiladero cayeron enormes rocas que cayeron sobre los soldados francos que no tuvieron otra opción que lanzarse barranco abajo ante la imposibilidad de huir. El propio Roldán moriría en este ataque aunque no se sabe cómo ni tampoco llegó a encontrarse jamás su cadáver.
Batalla de Orreaga
Las fuerzas francas comenzaron la expedición sin dificultad y con apenas resistencia. Entraron en Pamplona y ahorcaron a muchos habitantes como castigo y escarnio, también como aviso para prevenirse de ataques por la retaguardia, reta guardia, como ya le pasó a Roldán en la batalla del 778. Al dirigirse de vuelta al reino franco por el mismo camino que el ejército que años antes volvía de sitiar Zaragoza, fueron detenidos por un ejército vascón dirigido por Íñigo Ximenez el "Aritza" (en euskera "roble"), que había reunido vascones de todos los buruzagis, incluyendo el apoyo de tropas de los Banu Qasi de Tudela, que eran una famosa facción visigoda que se habían convertido al Islam en la generación anterior. La batalla se libró en los claros previos al puerto montañoso, donde las fuerzas vasconas sorprendieron a las francas formadas por guardias gascones, que sufrieron una derrota semejante a la recibida 50 años antes.
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Los generales francos, condes Eblo y Aznar, recibieron destinos muy distintos. Eblo, fue enviado a Córboba como trofeo y símbolo de la cooperación que los vascones buscaban con ellos. Sin embargo, Aznar fue devuelto a Gascuña debido a su condición de gascón, con los que los vascones consideraban que tenían consanguinidad, y por las buenas relaciones entre Gascuña y Vasconia.
Batalla de Simancas
El 1 de agosto del año 939, Ramiro II de León junto al reino de Pamplona y el condado de Castilla, vencía en la batalla de Simancas al califa cordobés Abd al-Rahman III, asentando así el dominio de los reinos cristianos sobre el área del Duero. Dos años antes de la famosa batalla, Ramiro II había actuado en favor del gobernador de Zaragoza, Abu Yahya, que estaba siendo atacado y repudiando por el califa, pues lo acusaba acusab a como responsable de la derrota sufrida en el 934 en Osma frente al reino leonés. Zaragoza y el resto de dominios de Abu Yahya quedaron sometidos a Ramiro II, a lo cual respondió el Abd al-Rahman III, tomando Calatayud y numerosas fortalezas, incluyendo también la capitulación de Zaragoza. Llegó incluso a obtener el vasallaje de la reina Toda de Pamplona. En este punto, el califa omeya decide elaborar un plan de enormes proporciones para acabar con el reino de León, al cual llamó Campaña del Supremo Poder, reuniendo un gigantesco ejército difícil de articular. Las fuentes arrojan que estaba compuesto por 100.000 hombres para esta particular yihad que partía desde Córdoba. Desde entonces se entonarían cantos en la mezquita mayor sobre el éxito próximo de la gran campaña que se iba a realizar (más vale ser precavido, y más en la guerra). Con ayuda del reincorporado Abu Yahya, Yah ya, reunió un ejército compuesto por una gran cantidad de soldados de diversas procedencias: mercenarios andalusíes, tribus bereberes, yunds (soldados de las provincias más militarizadas), tropas profesionales, voluntarios, una gran cantidad de eslavos…etc. Bien
equipada, la masa comenzó a marchar dejando atrás Toledo, cruzando por
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Guadarrama y llegando a la zona sur del Duero (“tierra de nadie”). A su paso saquearon y arrasaron
cuanto se interpuso, hasta que se asentaron en el Castillo de Portillo, pero su verdadero objetivo era la toma de Zamora que era el punto principal de la repoblación y reconquista cristiana. Ante este avance, Ramiro II no quedó impasible reuniendo a sus tropas y convocando a las de los condes castellanos, al reino de Pamplona y a gallegos y astures. El primer obstáculo que Abd al-Rahman tenía en su camino hacia Zamora era Simancas (a unos 90 kilómetros una de otra), ordenando que se tomara. Ramiro II consciente de la gravedad, reunió allí a todas sus tropas a las que acudieron también navarros y aragoneses. Sería el 19 de julio cuando ambos ejércitos tomaron contacto visual, dándose esa mañana el famoso eclipse de sol que unos interpretaron como un mal augurio y otros como bueno. Pasarían los días hasta que se dio el choque entre ambas fuerzas y el 1 de agosto se dio este, alargándose hasta 5 días de sangriento combate. La iniciativa fue tomada por el califa, lanzando un ataque masivo que hizo quebrar brevemente las filas cristianas que lograrían recomponerse, resistiendo así ante el envite de la caballería agarena. La imagen debía ser sobrecogedora. Sobre el desarrollo del resto de la batalla se tienen pocos datos, aunque se sabe que la coordinación entre los mandos musulmanes fue caótica ante la gran masa a dirigir y ante el recelo que estos tenían del eslavo que tenía el mando de las tropas de Abd al-Rahman. El 6 de agosto las fuerzas cristianas habían sufrido grandes pérdidas, pero la ciudad seguía estando intacta a pesar de los masivos ataques, desesperando esto a Abd al-Rahman frente a las murallas donde ya había sufrido demasiadas bajas. Ante la situación, el califa decidió retirarse a tiempo (a veces una retirada a tiempo puede ser una victoria, aunque en este caso no salió así) y volver a Córdoba presentando la campaña campañ a como una acción de castigo al orgullo cristiano y evitar
la destrucción total de su ejército. Ramiro II observó como el enorme ejército enemigo se retiraba y esto le animó a salir en su persecución. La persecución se prolongó durante varios días hasta que los cristianos emboscaron a las tropas del califa en los barrancos de Alhándega (quizás cerca de Atienza), llegando el propio Abd alRahman a verse amenazado por la muerte o a ser tomado preso. El 21 de agosto agos to del 939 las pérdidas musulmanas alcanzaban ya las 20.000 bajas, lo cual dejaba al Califato Omeya de Córdoba Có rdoba bastante tocado. Ramiro II obtenía así una gran victoria y un botín de grandes proporciones, llegando a apresar al gobernador de Zaragoza. Abd al-Rahman III regresaba lleno de ira y vergüenza a Córdoba, donde ordenó la ejecución pública de sus generales y oficiales que aún estuvieran vivos (unos 300), siendo acusados de traición y sin habilidad para el combate. El fracaso tuvo ecos lejanos, llegando la noticia a Roma, Aquisgrán o Bagdad. Tras la victoria cristiana, Ramiro II aseguró la frontera y fortalecía la repoblación en el río Tormes. A su vez animó a realizar diversas acciones al sur del Duero, comenzado así un periodo favorable para la Reconquista. R econquista. El califa c alifa no volvería a dirigir un ejército personalmente, pues la derrota fue demasiado estrepitosa tras grandes preparativos y augurios de una gran victoria. Batalla de Sagrajas
La situación de los árabes en territorio andalusí no era nada prometedora en 1085, pues el rey Alfonso VI de Castilla había tomado Toledo, lo que alarmó a los
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reyes de algunas taifas españolas, que solicitaron la ayuda militar de los almorávides, una secta de fundamentalistas islámicos que se expandieron desde la actual Mauritania a principios del siglo XI. Un poderoso ejército, al mando de Yusuf ibn Tasufin, fundador de Marrakech, desembarcó en Algeciras el 30 de julio de 1086. El monarca castellano-leonés salió a su encuentro, abandonado el asedio de Zaragoza. El árabe marchó con su ejército al mando de 7.000 hombres al norte de AlAndalus hasta llegar a Badajoz, camino de Toledo. Llegó a conformarse de 30.000 efectivos por el camino. La batalla tuvo lugar en Sagrajas, a unos ocho kilómetros al norte de Badajoz. El viernes 23 de octubre, la vanguardia castellana, a manos de Alvar Fáñez, atacó, sorprendiendo al enemigo. Parece que el objetivo inicial cristiano eran las tiendas donde se suponía que se encontraba el propio Yusuf. Pero el líder almorávide había cambiado su posición po sición durante la noche, salvando así su vida, y cambiando el curso de la batalla. Tal táctica resultó efectiva, pues los cristianos, haciendo retroceder a las tropas andalusíes, lograron penetrar en su campamento y comenzaron a capturar prisioneros y botín de todo tipo. Los musulmanes, a pesar del esfuerzo, fueron derrotados y muchos de ellos huyeron en dirección a Badajoz. Las fuerzas de Alvar Fáñez causaron entonces una enorme carnicería entre las tropas en desbandada. Pero habían roto su línea y se habían alejado demasiado de su base de partida. Era el momento que el líder almorávide estaba esperando. Ya al atardecer, Yusuf logró realizar una maniobra de flanqueo para rodear a las tropas de Alfonso VI, y atacar su campamento. A las tropas castellanas les entró el pánico, al sentirse cercadas, y aunque mantenían la iniciativa en la lucha cuerpo a cuerpo, comenzaron a perder
terreno. La tercera división, la infantería nubia, enrió en loza, atacando directamente al centro cristiano. Alfonso, ante el peligro de envolvimiento que aniquilase a su ejército, ordenó romper el contacto y comenzar una retirada escalonada. Muy pronto, dicha retirada se convirtió en una desbandada. El propio Alfonso, con una grave herida en una pierna, huyó con 300 caballeros a lo largo de 125 kilómetros durante el día siguiente, hasta refugiarse en Coria para, con posterioridad, dirigirse a Toledo. Las bajas de Alfonso fueron enormes (más de 59.500 muertos según las fuentes musulmanas) También hubo importantes bajas en el bando musulmán. Yusuf tuvo que volver prematuramente a África, debido a problemas internos, y no pudo explotar ex plotar su victoria, por lo que Castilla no perdió mucho territorio, a pesar de la destrucción de la mayor parte de su ejército. Batalla de Alarcos
La debilidad de los reinos de taifas y la presión de los ejércitos cristianos movieron a los andalusíes a llamar en su ayuda a la dinastía africana de los almorávides. Estos consiguen en el año 1086, en Sagrajas, frenar la expansión cristiana. Los almorávides controlarán al-Andalus durante cerca de 100 años, pero su poder acabará por
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debilitarse, lo que aprovechan los reinos cristianos para atacar. Los aragoneses ocupan el valle del Ebro. Castellanos y leoneses
toman la cuenca del Tajo, mientras que los portugueses ganan Lisboa. La presión de los cristianos motivará de nuevo la entrada de un pueblo musulmán africano, los almohades, que sustituirá en el gobierno de al-Andalus a los almorávides. El gran enfrentamiento entre cristianos y almohades se producirá en Alarcos. El rey castellano Alfonso VIII llegó a Alarcos y se situó en retaguardia junto a sus Caballeros, mientras que la vanguardia la ocupaba la Caballería pesada, dirigida por López de Haro. Enfrente, voluntarios y arqueros forman f orman el ataque almohade, con las tropas de Abu Yahya Yah ya detrás, tribus magrebíes y andaluces a ambos flancos y, en retaguardia, Al-Mansur y sus tropas. La caballería pesada cristiana comienza el ataque, que se produce en oleadas, aplastando a la vanguardia almohade y pereciendo el mismo Abu Yahya. En respuesta, la caballería almohade rodea a los cristianos por ambos lados, lados , mientras que sus arqueros lanzan una u na lluvia de flechas. Las bajas cristianas son numerosas. Derrotados, Alfonso VIII debe huir en dirección a Toledo, mientras que las mesnadas de López de Haro se refugian a duras penas tras los muros de Alarcos. Cercado, será liberado a cambio de algunos rehenes. Los cristianos han perdido la batalla. Como consecuencia de la derrota cristiana, las fronteras volvieron a las riberas del Tajo, oponiendo los musulmanes un frente homogéneo desde Portugal a Cataluña, a lo largo del Tajo, el Guadiana y el Ebro. La victoria almohade en Alarcos supuso un duro golpe para par a los reinos cristianos. La situación se agravó en 1211, cuando el castillo de Salvatierra, único baluarte cristiano al sur del Tajo, cae en manos musulmanas, amenazando Toledo. Ante la delicada situación, el rey castellano Alfonso VIII, solicita la ayuda del resto de reinos cristianos y del papa Inocencio III, que da a la lucha el carácter de cruzada. Respondiendo al llamamiento llegan a Toledo tropas de Aragón y numerosos cruzados de toda Europa. León y Navarra, por el contrario, rehúsan unirse a la partida. El 19 de junio de 1212 salieron de Toledo las huestes cristianas. En su camino tomaron las plazas musulmanes de Malagón, Calatrava, Alarcos y Caracuel. Aquí se les unió el ejército de Sancho de
Navarra, con sólo 200 caballeros. Tras una escaramuza en el Puerto del Muradal, el choque definitivo se producirá junto al lugar llamado Mesa del Rey. Será la batalla de las Navas de Tolosa. Batalla de Navas de Tolosa
Año 1212, en España, los reinos cristianos
luchan
contra
los
musulmanes del Al-Andalus, en la Reconquista. Ésta comenzó en 722 y aún duraría varios siglos más. En las
Navas
de
Tolosa
se
enfrentarían los reinos de Castilla, Navarra, Aragón y Portugal contra
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los almohades del norte de África. Después de la derrota cristiana en Alarcos en 1195, el reino de Castilla quedó debilitado y los almohades conquistaron importantes plazas en el sur de la península, se llegó a pensar que Toledo sería de nuevo conquistada. Esto no llegó a pasar, pues el líder de éstos últimos, Al-Mansur era un anciano y quería volver al norte de África. El sucesor de éste fue Muhammad An-Nasir, llevó un ejército a la península en 1211 para restablecer el control sobre el sector norte. Tras una serie de conquistas y victorias musulmanas, el futuro de los reinos cristianos era incierto. El Papa Inocencio III llamó a Europa a una cruzada, el ejército cristiano estaba dirigido por Alfonso VIII, al que se le unieron caballeros franceses. Con algunas deserciones en éste, en verano
de 1212, se acercaron al campamento de An-Nasir, que estaba situado en una llanura elevada detrás de un cañón y casi inexpugnable. Unos pastores de la zona enseñaron a los cristianos el único sendero posible para flanquear el cañón, por lo que atacaron por sorpresa al enemigo. Los musulmanes contaban con 125.000 soldados por 70.000 cristianos. Ambas tropas luchaban ferozmente, pero en el punto álgido de la batalla, Alfonso, Sancho VII (Navarra) y Pedro II (Aragón) mandaron cargar a sus caballeros lo que hizo que la balanza se inclinara hacia los cruzados. Esta carga salvó a las fuerzas cristianas de la derrota, pues parecía que las tropas almohades se estaban imponiendo. Las líneas musulmanas se rompieron definitivamente. Crónicas medievales relatan que, el rey Sancho, cargó con 200 caballeros contra el cuartel del califa, donde su escolta estaba encadenada para evitar que huyeran y lucharan hasta el final. Finalmente el jefe almohade logró huir. Después de la batalla, los reinos cristianos se hicieron con cruciales plazas fortificadas en el sur, como Córdoba y Sevilla. El Al-Andalus quedó muy debilitado y casi extinguido. Éste aguantara hasta el año 1492, cuando los reyes católicos conquisten el reino de Granada. Batalla de la Higuerela
En 1410 el rey castellano conquistó la ciudad de Antequera. Tan solo resta r esta conquistar el reino de Granada para completar la expulsión de los musulmanes de la península. Pero el rey Juan II, enfrascado en luchas civiles y dinásticas, no prosigue el impulso reconquistador. No obstante, en 1431 hubo un momento propicio para el ataque contra el reino nazarí. Juan II, que contaba con 25 años de edad, acababa de hacer las paces con los Infantes de Aragón y puso sus ojos en Granada.
El ejército castellano, al mando del rey Juan II, estaba compuesto compu esto por las tropas reales, mesnadas nobiliarias, las tropas de los caballeros de Santiago y 3.000 lanzas de Don Álvaro de Luna. Penetraron desde Córdoba y establecieron el campamento en las inmediaciones de Sierra Elvira, situada a unos 10 kilómetros de Granada. El rey re y dividió su ejército en tres columnas: una se internó en la Vega de Granada, otra se dirigió hacia la Serranía de Ronda y la tercera lo hizo hacia la zona de Montefrío. Ante el ejército castellano apostado en Sierra
Elvira
se
desplegaron
los
musulmanes. Su ejército estaba formado por los caballeros granadinos, adiestrados en justas y tácticas ecuestres, y tribus enteras desplegadas en guerrilla por el campo de batalla armadas con lanzas y flechas que habían acudido a la batalla
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desde las Alpujarras conducidos por sus alfaques. El 1 de julio se dio el sangriento encuentro. La batalla se conoce por el nombre de "La Higueruela" porque lo único que quedó vivo en el campo de batalla después del feroz combate fue una solitaria higuera. Desplegado el ejército castellano, Don Juan II montó a caballo a la puerta de su tienda, cabalgó con una gran comitiva de grandes y capitanes y dió al grueso del ejército la señal de ataque. Juan Álvarez Delgadillo desplegó la bandera de Castilla. La primera línea musulmana, formada por aquella muchedumbre de rostros denegridos, trajes humildes, armas groseras y modales de rústica fiereza fue arrollada en el primer empuje castellano. Chocaron por fin con los caballeros de
Granada y comenzó una fiera lucha cuerpo a cuerpo entre jinetes y caballos. Ninguno de ambos bandos cejaba en la pelea. En un momento dado el Condestable de Castilla enardeció a sus caballeros con voces de "¡Santiago! ¡Santiago!". Los granadinos comenzaron a flaquear y pretendieron replegarse en orden, pero no pudieron resistir el empuje de la caballería castellana cas tellana y huyeron a la desbandada. En la batalla pereció la flor y nata de la caballería y nobleza granadina. Según fuentes árabes "nunca el Reino de Granada padeció más notable pérdida que en esta batalla". Autores cristianos cifran en 30.000 los muertos granadinos, lo cual es sin duda una exageración pero que expresa muy bien la magnitud de la batalla y la gran mortandad ocasionada en el ejército musulmán. Guerra de la Sucesión Castellana
En 1469, Enrique IV es rey de Castilla. Según historiador John Lynch, Enrique “veía intrigas
aragonesas en cualquier rebelión de sus propios súbditos y favorecía una alianza con Portugal o Francia; también había que contar con los defensores de los derechos a la sucesión de la hija de Enrique IV, Juana, cuya legitimidad estaba en litigio, pero a quien el propio Enrique declaró su heredera” (7-8). Isabel y Fernando obtuvieron la legitimación del matrimonio, el trono de Castilla
a la muerte de Enrique IV el año 1474, y la unión de las coronas de Castilla y Aragón cuando Fernando sucedió a su padre en 1479. Sólo permanecían fuera de la unión Navarra y Granada – – la la primera como satélite de Francia; la segunda como reino moro independiente. Sin embargo, la cuestión de Portugal no había
sido
resuelto.
Portugal — — cuyo cuyo
monarca se había casado con Juana, defendía sus derechos y aspiraba incluso a
https://blogs.ua.es/monarquiahis https://blogs.ua.es/monarquiahispanicaportugal/f panicaportugal/files/2011/12/Isab iles/2011/12/Isab elandJuana.
apartar Castilla de los reinos levantinos de la Península, el resultado de lo cual fue la Guerra de Sucesión Castellana. La crisis producida por la muerte de Enrique IV de Castilla en 1474 alentó la formación de una coalición, cuyo líder fue Alfonso V de Portugal, y que con el apoyo de Luis XI de Francia, invadió Castilla desde Portugal. El resultado de la invasión fue un conflicto bélico de unos 5 años (14751479) durante los que los partidarios de Juana intentaron establecer establece r que era Juana, y no Isabel, que tenía derecho al trono de Castilla. La guerra tuvo un carácter internacional a causa de los matrimonios estratégicos entre Isabel y Fernando (heredero de la Corona de Aragón) y Juana y el rey Alfonso V de Portugal. La intervención de Francia también complicó la situación. A pesar de algunos éxitos iniciales para los partidarios de Juana, la escasa agresividad militar de Alfonso V y la derrota portuguesa en la batalla de Toro llevaron a la desintegración del bando juanista entre 1476 y 1477. Desde luego el conflicto consistió esencialmente en una guerra entre Castilla y Portugal, con un componente naval muy importante en el océano Atlántico, donde las flotas portuguesas prohibían acceso a los españoles a las riquezas de Guinea. Sin embargo, con la Batalla de Toro, todo cambió muy rápidamente. La batalla tuvo lugar en la zona alrededor de Zamora, España el 1 de marzo de 1476, entre las tropas de los Reyes Católicos por un lado y las de Alfonso V de Portugal por otro. La primera parte de la batalla terminó con victoria para Fernando; la segunda, con victoria del príncipe heredero Juan de Portugal, aunque esta victoria tuvo mayores consecuencias, y su padre Alfonso decidió retirarse, debido a una falta de apoyo. Sin fuerzas, Portugal decidió rendir y la guerra concluyó en 1479 con la firma del Tratado de Alcáçovas, que reconocía a Isabel y Fernando como reyes de Castilla y concedía a Portugal la hegemonía en el Atlántico, con la excepción de las islas Canarias. Juana J uana perdió su derecho al trono y tuvo que permanecer en Portugal hasta su muerte.
Alianzas a finales del siglo XV Alianza entre los visigodos con los musulmanes
A la muerte de Witiza, en el año 710, sus partidarios querían que el hijo de este sea coronado rey pero se impuso otro candidato, Rodrigo. En esta época, el poder de los musulmanes del norte de África estaba en plena expansión y asolaban Ceuta. Los partidarios del hijo de Witiza solicitaron ayuda a los musulmanes africanos para derrocar al rey Rodrigo. En el momento en que Rodrigo batallaba contra los vascones el ejército musulmán ingresó a la península con la ayuda de los partidarios de Witiza. Al enterarse, el rey acudió a enfrentarlos pero una fracción de su ejército estaba compuesta por partidarios de Witiza quienes se rebelaron contra Rodrigo y le dieron muerte. La fracción de los partidarios de Witiza mantuvieron la alianza con los musulmanes, incluso los hijos de Witiza fueron proclamados reyes bajo la dominación islámica. De esta manera, la monarquía toledana llegó a su fin con la derrota de Rodrigo en la batalla de Guadalete en el año 711. Alianza entre Navarra y Francia
Tras el reinado de Sancho III el Mayor, el reino de Navarra quedó marginado de la Reconquista y sometido a las presiones de Castilla, Aragón y Francia.
Teobaldo de Champaña (1234-1253), sobrino de Sancho VII el Fuerte (1154-1234), fue elegido por la nobleza navarra como su sucesor. Los reyes de su dinastía (1234- 1284) tuvieron que afrontar los ataques de Alfonso X de Castilla, por lo que el reino estableció una alianza con Felipe III de Francia.
Juana de Navarra (1273-1305) contrajo matrimonio en 1284 con Felipe IV el Hermoso, heredero de la Corona francesa, y desde entonces hasta 1328 Navarra permaneció
vinculada a Francia. Posteriormente, los navarros se vieron envueltos en luchas internas y también en la guerra de los Cien Años. Alianza entre Portugal y Francia
La alianza entre Portugal y Francia se da durante esta guerra civil. La guerra tuvo un marcado carácter internacional porque Isabel estaba casada con Fernando, heredero de la Corona de Aragón, mientras que Juana se había casado con el rey Alfonso V de Portugal. Francia también intervino, apoyando a Portugal para evitar que Aragón, su rival en Italia, se uniera a Castilla. A pesar de algunos éxitos iniciales para los partidarios de Juana, la escasa agresividad militar de Alfonso V y las consecuencias políticas de la batalla de Toro12 llevaron a la desintegración del bando juanista entre 1476 y 1477. El matrimonio de Isabel y Fernando fue reconocido en las cortes de Madrigal (abril-octubre de 1476) y su hija Isabel jurada heredera de la corona de Castilla.3 A partir de entonces el conflicto consistió esencialmente en una guerra entre Castilla y Portugal, cobrando gran importancia la guerra naval en el océano Atlántico. Las flotas portuguesas se impusieron a las castellanas en la lucha por el acceso a las riquezas de Guinea (oro y esclavos), 4 5donde se libró la decisiva batalla naval de Guinea. La guerra concluyó en 1479 con la firma del Tratado de Alcáçovas, que reconocía a Isabel y Fernando como reyes de Castilla y otorgaba a Portugal la hegemonía en el Atlántico, con la excepción de las islas Canarias. Juana perdió su derecho al trono y tuvo que permanecer en Portugal hasta su muerte. Alianza Castilla y Aragón
El 19 de octubre de 1469, los jóvenes herederos de Aragón y Castilla, Fernando II e Isabel I, se unieron en matrimonio en las bodas que tuvieron lugar en Valladolid. Un enlace que marcaría el
reinado de los dominios que con ellos constituyeron la monarquía española durante varios siglos formando una diarquía, el tópicamente llamado “reinado de los Reyes Católicos”.
Hija de Juan II de Castilla y de Isabel de Portugal, Isabel I llegó a la Corona de Castilla tras la guerra de sucesión castellana, ya que los derechos de Isabel fueron bélicamente disputados por su sobrina Juana “la Beltraneja”, quien contaba con el apoyo del rey de Portugal Alonso V, del
monarca francés Luis XI y de una parte de la nobleza castellana. Por su parte, Fernando II, hijo de Juan II de Aragón y Juana Enríquez, se proclamó Rey de la Corona de Aragón, V de la de Castilla, rey re y de Sicilia, Cerdeña y Nápoles y rey de Navarra Navar ra tras ser nombrado heredero de Aragón y su enlace con Isabel de Castilla. Revestido de plenos poderes reales por la llamada Concordia de Segovia, Fernando venció en la guerra ayudado por su padre y el pueblo castellano formando así el reinado de tan memorable recuerdo en la historia de España.
Expulsiones y Conversiones Forzadas: Marranos, Mudéjares.
En la plena Edad Media se trasladan a la España cristiana, desde la España musulmana, donde, en las épocas del islamismo que sobreviven so breviven bajo los almorávides y los almohades, empieza a haber intolerancia religiosa. En la España cristiana la prosperidad es creciente y hay tolerancia. Ni siquiera se les aplica la prohibición de prestar dinero a interés y algunos se dedican a las finanzas e incluso son protegidos por los reyes y por los nobles. España a la que llaman Sefarad, llega a ser su hogar preferido, porque además sufren las expulsiones de Inglaterra en 1290 y en Francia en 1306. Con la crisis de la Baja Edad Media también en diversos reinos de España empieza a haber explosiones de violencia por parte de las capas bajas de la población contra los judíos, 1328 en Estella, 1391 en Barcelona y en otros muchos lugares de España. La presión popular contra los judíos se intensifica a lo largo del siglo XV y se extiende a sectores superiores la mezcla de acusaciones de usura contra los falsos conversos convers os judaizantes. Esta presión al final ya no es tolerada por la Corona de Aragón y de Castilla, por lo que van a realizar un movimiento que va a marcar completamente a los judíos. En 1492, los Reyes Católicos decretaron conversión forzosa, en la cual los judíos se dividieron en dos clases: sefarditas y conversos. Los sefarditas eran aquellos que decidieron abandonar España por no convertirse al cristianismo y los conversos eran aquellos que optaron por la conversión al cristianismo pero eran investigados por po r la Santa Inquisición., a estos judeoconversos se les asigno varias denominaciones como cristianos nuevos y en la era de odio se utilizaban términos muy peyorativos y agraviantes tales como marranos o judaizantes y en las Islas Baleares eran conocidos como Chuetas. Al principio el término marrano se utilizaba para los procedentes del judaísmo como del Islam pero con el tiempo quedo para asignar a los judeoconversos únicamente.
El 2 de enero de 1492 los Reyes católicos entraban en Granada, poniendo fin así a la guerra que habían mantenido con el reino nazarí de Granada, ultimo estado islámico de la península Ibérica. A partir de aquella fecha todos los musulmanes peninsulares eran mudéjares, es decir estaban sometidos bajo un señor cristiano. A los mudéjares se les dejo escoger entre el exilio y la conversión al cristianismo, los que decía convertirse pasaban con la denominación de moriscos y los que no decidieron, emigraron. Por lo cual tenemos que el término marrano proviene de los judíos y el término mudéjar procede de los musulmanes. Los Reyes Católicos para mostrarse de esa manera, tuvieron que implementar desde el inicio de su trono, es decir que tan pronto como subieron al trono, siguiendo sus principios de gobierno decidieron aplicar las leyes discriminatorias a los judíos y mudéjares promulgadas en el Ordenamiento de Vallolid de 1412 y confirmadas en la Sentencia Arbitral de Medina del Campo de 1465, pero que no tenían efectos prácticos en la Corona de Catilla. Fue así como en las Cortes de Madrigal de 1476 y en las Cortes de Toledo de 1480 se aplicaron las leyes discriminatorias que establecían: El retiro de judíos y mudéjares en barrios apartados. Su concentración se hacía, de forma voluntaria en barrios determinados o en barrios que ellos mismos elegían, para así tener cerca las sinagogas, las carnicerías, las escuelas talmúdicas, etc. Así mismo se les prohibió ejercer ciertos oficios, como algunas profesiones, obligación de señales, es decir, tenían que llevar un signo en cada uno de sus trajes, también el uso de vestidos ricos, como la seda y comprar tierras a más de 30 000 maravedíes. Así, el 31 de mayo 1484, el papa Sixto IV, publicó la bula de Adperpetuam reí memoríam, en la que aceptaba tales leyes discriminatorias y declaraba nulo a cualquier privilegio que se opusiera a tales disposiciones.
Los Reyes Católicos tampoco fueron ajenos a un nuevo movimiento de exaltación religiosa que se vivía en Castilla y sobre todo en Andalucía, donde cristianos, musulmanes y judíos compartían todo un sistema de ideas mesiánicas porque las tres religiones creían en un Mesías o héroe, independientemente de que este haya llegado y apocalípticas debido a que las tres religiones creían en la vida, después de la muerte. Estas ideas cobraron realidad y se vieron plasmadas en hechos incontrovertibles como la desaparición de judíos y mudéjares de la Castilla de Isabel I, que alcanzaron su punto culminante en 1492, con la conquista del emirato nazarí de Granada y la expulsión de los judíos, teniendo como colofón al decreto de expulsión o conversión de los mudéjares en 1502. Causas de la expulsión
Existen múltiples causas de la expulsión de los judíos, según varios historiadores historiad ores y comienza con Tomás Torquemada. Es posible que Tomás de Torquemada haya inspirado a los reyes católicos con la idea de la expulsión de los judíos. Fue un ferviente enemigo de la presencia judía en la península. Propuso varias la la expulsión de los hebreos de España pero el rey Fernando II de Aragón se opuso a esa moción, puesto que, el tenia intereses y negocios con familias judías aragonesas y castellanas, como la familia Santángel y Cavallería, que parcialmente par cialmente financiaron la expedición de Cristóbal Colon hacia América. Una de las explicaciones de la expulsión, es el móvil económico: los Reyes querían expulsar a los judíos para quedarse con sus bienes. Sin embargo no hace falta hacer un análisis muy profundo para descubrir que esta teoría no se adecua a la realidad, incluso se conserva una carta enviado por el Rey Fernando al gobernador de Aragón en la que niega las acusaciones que le harían años después. “Tenemos admiración que penséis que queremos tomar para Nos los bienes de los judíos, porque
es cosa muy apartada de Nuestra voluntad (...). Bien queremos que nuestra corte cobre, como es
razón, todo lo que de justicia le perteneciere en los dichos bienes, así por las deudas que nos no s deben los judíos (...)”
Esto, nos muestra que las intenciones de los monarcas no eran estas, la encontramos en que ellos no se beneficiarían tanto de la operación, sino que fueron algunos particulares quienes se apropiaron de los bienes de los judíos a precios mínimos. Es más si hablamos de temas económicos a los Reyes Católicos les habría resultado más provechoso el haber mantenido a los judíos como contribuyentes, que el apropiarse de sus inmuebles. Con la interpretación más amplia de tipo materialista pasamos a otra hipótesis, la de los conflictos conf lictos entre privilegios y la burguesía incipiente. La expulsión habría sido dado inspirada por la nobleza feudal para que eliminen el sector de la clase media-los judíos. En conflicto estaban muchas cosas: cos as: interés concreto, desde luego, pero también la concepción de lo que debía ser el Estado Moderno. El motivo real, según Ladero Quesada y también Beinard, fue solucionar rápidamente el problema del criptojudaísmo (cristianos nuevos que seguían practicando su antigua fe, el judaísmo, pero en secreto). Los reyes creían que los judíos eran responsables de apostasía o criptojudaismo de algunos conversos por su presencia o vínculos familiares. El problema era que a los judíos no les afectaba la Inquisición porque no eran cristianos y para impedir que los conversos regresaran a su antigua fe, era separarlos de ellos. Joseph Pérez, esboza también la posibilidad por motivos únicamente religiosos. Fernando e Isabel eran católicos sinceros, es probable que Isabel lo fuera más que Fernando. Dentro del marco de los motivos religiosos, Pérez acuerda el esfuerzo de Torquemada, es decir lograr que los judíos se conviertan como objetivo final del cristianismo. La solución definitiva del problema de los conversos, daría como prohibición al judaísmo. El mismo historiador emite otra causa: la Presión de la Inquisición para que existiría una sola religión, la Católica. Se pretendía demostrar de una
forma razonada la superioridad de la religión católica sobre la judía, si triunfaba la opinión de los cristianos, los judíos estarían obligados a abrazar la nueva fe, si los judíos tenían la razón su fin seria la hoguera, la horca o la lapidación. Hay historiadores que se ocupan estudiando toda su vida sobre la expulsión de los judíos, lo cual es un tema amplio y difícil de descubrir. Es que la era de los Reyes Católicos y de su decisión radical y contestable es tan lejana, más de quinientos años, que hoy, es casi imposible decir los motivos reales. Lo que los Reyes habían tenido en mente, expulsando la mejor parte de la población, quedara en secreto s ecreto de toda la historia. histo ria. (La diáspora judía en España durante dur ante el reinado de los Reyes Católicos, 2007, p. 5) El Edicto de Granada fue un decreto editado en la Alhambra el 31 de marzo de 1492 por Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, en el que se expulsan todos los judíos de España y de todas sus colonias descendientes con fecha de término el 31 de julio de 1492. Después se extendió el plazo hasta el 2 de agosto de 1492 a las 12 de la noche, fecha que coincidió con la partida de Cristóbal Colon hacia un nueva ruta a las Indias, viaje que acabó con el descubrimiento de América. En 1496 se publicó también el Edicto de la expulsión de los judíos en Portugal, que fue confirmardo al siguiente año en octubre de 1497. En el año 1498 también se presentó la expulsión de los judíos en Navarra dado por Juan III de Albret, bajo presión de los reyes católicos. En las condiciones de la Expulsión se ordenó a los judíos salir de carácter definitivo y sin excepción alguna, no solo de los barrios peninsulares, sino también de los territorios que estaban bajo el poder de los Reyes Católicos. El plazo fue de 4 meses, a partir del Edicto, el 31 de julio no debía quedar ningún solo judío. La desobediencia del edicto supondría la condena de muerte y confiscación de sus bienes. Los reyes católicos ofrecieron su seguro real para que los judíos
negociaran su fortuna y se la llevaran, si era su deseo, en forma de letras de cambio, puesto que había una ley en la que prohibía que se llevasen oro, plata, moneda, armas y caballos del país. Consecuencias de la Expulsión
Tras el Decreto de la Expulsión de los judíos intervinieron numerosas consecuencias entre ellas tenemos: Demográficas, los estimados números de las personas que salieron de España son muy desiguales y abarcar entre 80.000 hasta 200.000 personas, en un promedio calculado de 100.000 personas. En Aragón Ara gón la población judía jud ía era poco abundante por lo que se estima que la perdida demográfica supuso 10.000 o 20.000 habitantes. Por el contrario Castilla, era muy numerosa y su perdida demográfica fue de 40.000 40 .000 habitantes. Otras Otr as consecuencias con secuencias fueron los lugares de d e exilio, los sefarditas tuvieron que emigrar a diferentes países, algo que quedó inconcluso al inicio fue a que lugares emigraron los sefarditas y algunos de ellos se establecieron por Suiza Su iza o Italia, en el sur de Franca, en las ciudades de Bayona y San Juan de Luz. Otros desterrados se fueron a Portugal o Naravarra, donde serían expulsados nuevamente en Portugal 1497 y en Navarra 1498. Otros se dirigieron al Imperio Otomano, donde el rey sultán Bayaceto II los recibe con la famosa frase “aquellos
que
los
mandan,
pierden,
yo
gano”
Así también la mayoría opto por irse a los países bajos y algunos que emigraron, decidieron regresar a España ya bautizados pero como dije, están en control de la Inquisición. También se dieron consecuencias económicas debido a que los judíos ocupaban cargos muy importantes en la artesanía y el comercio, y se tuvo que reemplazar de la noche a la mañana por otros. Otras de las consecuencias que se dio fueron las culturales, la aportación hispanojudía era de primera magnitud: sabios, médicos, astrólogos, gramáticos, poetas, lingüistas, traductores y filósofos que plasmaron en sus escritos el árabe, el hebreo, el hispanojudío y las lenguas locales, sobre todo el castellano. La expulsión causo que las sociedades castellanas y aragoneses perdieron a personajes tan ilustres
del mundo cultural y científico como Abraham Zacuto (astrónomo y cosmógrafo), el escritor Isaac Abravanel (hijo del consejero de los Reyes Católicos), Judá Abravanel que influyó en grandes escritores del Renacimiento como Castiglione, Bombo y sobre todo en Spinoza y Cervantes.
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