JUAN FIDANZA - SAN BUENAVENTURA
Juan Fidanza, llamado Buenaventura en la orden franciscana, nació en Bagnoregio (Viterbo – Italia) en 1221, sus padres fueron Juan Fidanza y María Ritella. Ingresó siendo muy joven a la orden de los franciscanos, de la cual es el máximo representante como filósofo y teólogo . Aceptó gran parte de la filosofía científica de Aristóteles, pero rechazó cuanto conocía de su metafísica por insuficiente, ya que, según Buenaventura, al filósofo no le guiaba la luz de la fe cristiana. Es considerado como una de las figuras más importantes de la alta escolástica. Estudió filosofía y teología en la Universidad de París, bajo las enseñanzas de Alejandro de Hales, y habiendo obtenido el grado de maestro, enseñó con gran provecho estas mismas asignaturas a sus compañeros de la orden franciscana a la que ingresó en el año de 1243. Representa a la escuela franciscana que inspirándose en San Agustín se opone al aristotelismo de los Dominicos, y sostiene que la filosofía y la razón no se encuentran en la base de la teología ni en la culminación del conocimiento de la divinidad, pero sí en el camino que conduce el alma hacia Dios. Erudito y hombre de gran espiritualidad. En 1257, fue elegido superior general de los Frailes Menores. Cargo que ejerció con prudencia y sabiduría. Conocido como el "Doctor Seráfico" por sus escritos encendidos de fe y amor a Jesucristo. No había cumplido aún los treinta y seis años y la orden estaba desgarrada por la división entre los que predicaban una severidad inflexible y los que pedían que se mitigase la regla original. Naturalmente, entre esos dos extremos, se situaban todas las otras interpretaciones. Los más rigoristas, a los que se conocía con el nombre de «los espirituales», habían caído en el error y en la desobediencia, con lo cual habían dado armas a los enemigos de la orden en la Universidad de París. El joven superior general escribió una carta a todos los provinciales para exigirles la perfecta observancia de la regla y la reforma de los relajados, pero sin caer en los excesos de los espirituales. La manera en que llevó a cabo esa tarea, demuestra que estaba empapado de las virtudes del santo sobre el cual escribía. Santo Tomás de Aquino, que fue a visitar un día a Buenaventura cuando éste se ocupaba de escribir la biografía del "Pobrecillo de Asís," le encontró en su celda sumido en la contemplación. En vez de interrumpirle, Santo Tomás se retiró, diciendo: "Dejemos a un santo trabajar por otro santo". Gobernó la orden de San Francisco durante diecisiete años y se le llama, con razón, el segundo fundador, pues el ritmo y estilo que imprimió en ella son los que la caracterizan fundamentalmente hasta hoy. En 1265 el Papa Clemente IV trató de nombrarlo arzobispo de York, pero el santo consiguió disuadirle de ello. Sin embargo, al año siguiente,
Gregorio X le nombró cardenal obispo de Albano, ordenándole aceptar el cargo por obediencia y le llamó inmediatamente a Roma. En 1274 fue nombrado legado pontificio al concilio de Lyon. Fue un participante activo en los concilios de la época y se destacó en los ataques a las herejías y en las críticas a los cismáticos. Gregorio X encomendó a San Buenaventura la preparación de los temas que se iban a tratar en el Concilio ecuménico de Lyon, acerca de la unión con los griegos ortodoxos, pues el emperador Miguel Paleólogo había propuesto la unión a Clemente IV. Los más distinguidos teólogos de la Iglesia asistieron a dicho Concilio. Llegó a Lyon con el Papa, varios meses antes de la apertura del Concilio. Entre la segunda y la tercera sesión reunió al capítulo general de su orden y renunció al cargo de superior general. Cuando llegaron los delegados griegos, el santo inició las conversaciones con ellos y la unión con Roma se llevó a cabo. El Doctor Seráfico murió el 15 de julio de 1274 en Lyon. Ello le ahorró la pena de ver a Constantinopla rechazar la unión por la que tanto había trabajado. Extraordinariamente rico en cualidades de naturaleza y gracia, Buenaventura es un tipo de hombre integral: bondad, simpatía, sentido de la amistad, equilibrio; intensa vida contemplativa conjugada con la máxima capacidad y actividad diplomática, apostólica, literaria. En él se armonizan inteligencia, contemplación, acción, sentido práctico de la vida y conocimiento de los hombres, todo ello asumido en una vivencia plena del ideal franciscano, que lo lleva a una santidad de vida reconocida hasta por sus adversarios y por la que la Iglesia le canonizó en 1482 (Sixto IV). En 1588 Sixto V lo proclamó Doctor, y la validez perenne de su magisterio ha sido continuamente reconocida por los Romanos Pontífices.
Pensamiento:
Los elementos filosóficos de que se sirve para integrar su síntesis proceden de Aristóteles (estudiado en la Facultad de Artes), corregido con elementos neoplatónicos (Avicena y Avicebrón) y agustinianos. Da a todo ello matiz especial el espíritu franciscano, que penetra e informa todo el pensamiento de Buenaventura. Así mismo, el pensamiento de Buenaventura se caracterizó por el desarrollo de un tema que le es peculiar. Se trata del amor a Dios alcanzado por el camino de la teología con la ayuda de la filosofía. No es otra cosa que el itinerario de la mente hacia Dios. Por tanto, reduce la filosofía a presentar el universo en el que cada realidad habla a su manera de Dios. La fe, entonces, con la ayuda de la razón nos conduce a encontrar a Dios en el mundo objetivo. En su pensamiento es acusadamente conservador y tradicional. Se declara adherido a las sentencias y opiniones de los maestros, entre ellos Alejandro de Hales, y se propone no emprender nuevos caminos y opiniones sino utilizar las comunes y probadas. De esta manera se constituye en el representante clásico de la tradición agustiniana. Su estilo es elegante, pese al frecuente abuso de la división artificiosa del periodo, lleno de unción y fruto conjunto de un entendimiento poderoso y del don de sabiduría; es admirable su moderación en las opiniones, su afán conciliador, su vivo sentimiento de la tradición y de la piedad, su fidelidad a la Biblia, su desapego hacia las discusiones inútiles. Todo su pensamiento tiene las características de afectividad, interioridad, misticismo, que lo sitúan junto con el aristotelismo tomista, como una de las síntesis más poderosas del escolasticismo e interpretación culmen del saber cristiano. Buenaventura se propone estructurar una sabiduría cristiana integral, es decir, un saber acerca de todo el universo, principalmente del hombre, ordenado a conseguir la unión amorosa con Dios en la contemplación. Contempla el mundo y el hombre en su dimensión histórica, en cuanto creados por Dios Trino, deturpados por la culpa, rescatados por Cristo y ordenados al fin último que es la posesión de Dios en la vida eterna. La razón (ciencias y filosofía), la fe (apoyada en la escritura) y los dones del Espíritu Santo, ordenan gradualmente al alma a esta unión que se anticipa en la contemplación mística. Reconociendo al saber filosófico su validez cuando se atiene a sus propios métodos y objeto, lo niega como suficiente para dar una explicación plena de la realidad y lo estima sujeto irremediablemente a error cuando especula acerca de Dios y del último fin del hombre y del mundo, que sólo son conocibles por Revelación. Distingue perfectamente la Filosofía de la Teología, siendo el primero en definir ésta como elaboración racional del dato revelado y aceptado por la fe.