El período Barroco
El Barroco fue un periodo de la historia en la cultura occidental que produjo obras en el campo de la literatura, la escultura, la pintura, la arquitectura, la danza y la música, y que abarca desde el año 1600 hasta el año 1750 aproximadamente. Se suele situar entre el Renacimiento y el Neoclásico, en una época en la cual la Iglesia católica europea tuvo que reaccionar contra muchos movimientos revolucionarios culturales que produjeron una nueva ciencia y una religión disidente dentro del propio catolicismo dominante: la Reforma Protestante. Como estilo artístico el barroco surgió a principios del siglo XVII y de Italia se irradió hacia la mayor parte de Europa. Durante mucho tiempo (siglos XVIII y XIX) el término barroco tuvo un sentido peyorativo, con el significado de recargado, desmesurado e irracional, hasta que posteriormente fue revalorizado a fines de siglo XIX. El arte barroco en sus más amplias manifestaciones artísticas es un fenómeno complejo de índole social, político y religioso. El barroco es la continuación al manierismo italiano que prevalece durante la primera mitad del siglo XVI. Si el manierismo comienza a usar los cánones clásicos con artificiosidad, el barroco que le sucede abandona la serenidad clásica para expresar un mundo en movimiento y agitación de los sentidos. Por tanto, la tendencia del barroco es a la exageración y la ostentación. Se suele decir que el Arte Barroco es el arte de la Contrarreforma. Para reaccionar contra la severidad e iconoclastia del Protestantismo, la Iglesia Católica alentó la edificación de templos con profusión de escultura. También dirigió a los artistas a alejarse de los temas paganos que tanta aceptación tuvieron durante el Renacimiento, así como evitar los desnudos y las escenas escandalosas. Tanto en las artes visuales como en la música, la influencia de la Iglesia sobre los artistas iba dirigida a emocionar y enardecer la devoción mediante estímulos psicológicos. Estas normas aparentemente conservadoras y austeras derivaron, sin embargo, en este arte suntuoso y recargado que llamamos Barroco. El siglo XVII fue una época de guerra y violencia como en pocas fases de la historia europea. La vida se veía frecuentemente atormentada en dolor y muerte. Por eso también era más necesaria que nunca la exaltación de la vida agitada e intensa para el hombre barroco.
En ese contexto, se experimentaba el empuje de amar las pasiones de la vida así como el movimiento y el color, como si de una magna representación teatral se tratase. De hecho, se ha indicado con acierto que en las artes plásticas, el barroco intenta reproducir la agitación y vistosidad de la representación teatral. Al igual que una representación dramática se apoya en un decorado vistoso y efímero, la arquitectura barroca se subordina a la decoración, que ha de ser espectacular. Otra de las características del barroco que se manifiesta en la arquitectura, escultura y la pintura es el juego de las sombras. En la estética del barroco, son muy importantes los contrastes claroscuristas violentos. Esto es apreciable fácilmente en la pintura (por ejemplo el tenebrismo) pero también en la arquitectura. Arquitectura barroca
Características de la arquitectura barroca El Barroco se inicia en Roma, alrededor de los Papas como grandes mecenas. La Arquitectura prevalece sobre cualquier otra manifestación artística, y escultura y pintura colaboran en el efecto plástico del conjunto. Frente a la belleza, armonía y equilibrio que se buscaba en el Renacimiento, en el siglo XVII quieren asombrar con la grandiosidad y el lujo, y expresar dinamismo y apasionamiento. Es una arquitectura llena de contrastes, ya sean cromáticos (se utilizan distintos materiales: ladrillo, piedra, mármol, bronce,...) o lumínicos (alternando zonas oscuras con otras fuertemente iluminadas). Pero sobre todo predomina el interés por el movimiento, en plantas, alzados, o en los propios elementos aislados (columnas, estípites, frontones, etc.). Las plantas típicas del Barroco pierden ahora sus formas tradicionales del Renacimiento (cuadradas y circulares) y se hacen más complejas. Aunque se imite el modelo jesuítico, aparecen plantas de muy diversas formas: ovales, elípticas, mixtilíneas, etc. Las formas abandonan las líneas rectas y superficies planas por las ondulantes. Los muros se quiebran y ondulan, se rompen frontones y entablamentos y se describen curvas, espirales, etc. Es el momento del apogeo de lo curvo, de los constantes entrantes y salientes en las fachadas. Incluso las columnas ondulan su fuste (columna salomónica). Las reglas que seguía la arquitectura en el Renacimiento, desaparecen. En la fachada se mantiene la división en plantas, pero la parte central se suele organizar verticalmente marcando el espacio central-vertical sobre el horizontal. Ese espacio, definido claramente a la vista, concentra la ornamentación principal del edificio. En las
fachadas, por el gusto por el movimiento, los muros dejan de ser rectilíneos y de cruzarse en ángulos rectos, se ondulan. Son fachadas donde se muestra el dinamismo, el movimiento, los contrastes lumínicos (entrantes y salientes) y cromáticos, etc. La luz es muy importante para el arquitecto barroco. Los materiales serán importantes para conseguir los efectos lumínicos apetecidos por el artista. La luz se concentrará en unas zonas, mientras otras se dejarán oscuras. La decoración jugará un papel destacadísimo en la nueva estética. Dentro de un proceso general de enriquecimiento decorativo y progresivo hasta llegar al recargamiento, conserva los temas vegetales corrientes del arte clásico-Renacimiento, advirtiéndose desde mediados del siglo XVII la tendencia a un tipo cada vez más naturalista. Así, la decoración ocupa todos los lugares, enmascara muros, etc. Los órdenes arquitectónicos se complican (de los órdenes clásicos, el más utilizado es el corintio -que tenía más motivos decorativos- y el orden compuesto romano). Los elementos decorativos ayudan a crear efectos ilusorios, teatrales, tan del gusto de la época. También, en los interiores de las iglesias existe una exuberante decoración: en la cubierta, por ejemplo, el artista barroco se esfuerza porque el cielo invada el interior del templo. Las bóvedas se cubren de pinturas que desarrollan escenas imaginarias, celestiales (celajes), etc. Las construcciones principales del Barroco serán las religiosas (templos, iglesias, etc.). También destacan los palacios y el urbanismo. En cuanto al templo, el Concilio de Trento impuso una nueva liturgia religiosa que concedía importancia al sermón y a la Eucaristía ante la multitud de fieles. Para ello se requiere, en el marco de estas grandes ceremonias, una buena acústica y visibilidad. De ahí el modelo de iglesia que impone la Compañía de Jesús en Roma a partir del templo de Il Gesú, que será copiado por toda la Cristiandad: cruz latina tradicional; espacio unitario con circulación independiente por capillas laterales; gran cúpula central en el crucero; etc. Aunque este es el modelo más destacado, se dan otros muchos. El palacio barroco: se rompe con el palacio-fortaleza renacentista y los edificios se abren por alguno de sus lados hacia patios, jardines, etc. Sus fachadas se hacen más dinámicas y sus salones principales resaltan por su abundante decoración. Es el edificio que manifiesta el poderío de la aristocracia ante el pueblo.
NEOCLASICISMO El término Neoclasicismo surgió en pleno siglo XIX para denominar de forma peyorativa al movimiento que, desde mediados del siglo XVIII, se venía produciendo en la filosofía y que consecuentemente se había transmitido a todos los ámbitos de la cultura. Responsable de este cambio es la Ilustración que, con
su deseo de racionalizar todos los aspectos de la vida y del saber humanos, sustituyó el papel de la religión como organizadora de la existencia del hombre por una moral laica que ordenará desde entonces las relaciones humanas y llevará a un concepto deísta de la naturaleza. Un ejemplo de este intento de sistematizar los conocimientos es la publicación de la Encyclopèdie de D'Alambert y Diderot (1751-1765), obra clave de este movimiento. Ilustración y Enciclopedismo convierten al hombre en el centro del universo, potenciando el progreso industrial y científico y todo aquello que pudiera contribuir a la mejora de sus condiciones de vida. En el campo de las artes la Ilustración lleva a un proceso de moralización, rechazando el Rococó como estilo frívolo y decadente. La aparición de una pujante clase burguesa, con unos ideales enfrentados a los de la aristocracia, principal consumidora del arte rococó, activa el proceso de regeneración de la sociedad a través de las artes. El Neoclasicismo no es un movimiento homogéneo; en él bullen muchas ideas diferentes y su expansión no coincide cronológicamente en los distintos países. Está perfectamente establecido a finales del siglo XVIII y decae durante el gobierno imperial de Napoleón, cuando ya las notas románticas son muy claras. Quizá por el origen galo del último barroco, en casi todos los países el neoclasicismo tiene un marcado carácter antifrancés, que se acentúa posteriormente con la ocupación de Europa por parte de Napoleón; este hecho despertará en todos los países un deseo de recobrar los respectivos estilos autóctonos. El rechazo del rococó propició el afán por restaurar el arte antiguo al que se suponía no contaminado por la degeneración del barroco y que por tanto podía ser un arquetipo de belleza. Este interés por recuparar la antigüedad fue el ideal común que hizo del Neoclasicismo un estilo internacional, que se extendería con rapidez gracias a la abundancia de textos críticos y teóricos. En todos los escritos de mediados del siglo XVIII aparece la necesidad de volver a la antigüedad clásica como modelo para los artistas porque en ella estaba el verdadero estilo, los orígenes, en resumen, la vuelta a la naturaleza. El descubrimiento y excavación de las ciudades de Pompeya y Herculano sepultadas por la erupción del Vesubio, en 1737 y 1748 respectivamente, permitió un conocimiento directo de las obras del arte antiguo, cuyo estilo y formas pasan con rapidez a todas las artes, dando lugar incluso a una moda arqueológica. Con el deseo de recuperar las huellas del pasado se pusieron en marcha expediciones para conocer las obras antiguas en sus lugares de origen. La que en 1749 emprendió desde Francia el Marqués de Marigny junto con el arquitecto Soufflot y el diseñador Cochin dio lugar a la publicación en 1754 de Observations
sur les antiquités de la ville d'Herculaneum, una referencia imprescindible para la formación de los artistas neoclásicos franceses. En Inglaterra la Society of Dilettanti subvencionó campañas arqueológicas para conocer las ruinas griegas y romanas; de estas expediciones nacieron libros como el de Stuart y Revett, Antiquities of Athens (1762). Estos textos junto a muchas otras obras, como las Antigüedades de Herculano (1757-1792), financiada por el Rey de Nápoles, luego Carlos III de España, sirvieron de fuente de inspiración para los artistas. También hay que valorar el papel que desempeñó Roma como lugar de cita para viajeros y artistas de toda Europa e incluso de América. En la ciudad se visitaban las ruinas, se intercambiaban ideas y cada uno iba adquiriendo un bagaje cultural que llevaría de vuelta a su tierra de origen. La villa romana del cardenal Albani se convirtió en un centro cultural donde se reunieron viajeros, críticos, artistas y eruditos con el deseo de recuperación del pasado. Entre ellos estaba el prusiano Joachim Winckelmann (1717-1768), un entusiasta admirador de la cultura griega y un detractor del rococó francés; su obra Historia del Arte en la Antigüedad (1764) es una sistematización de los conocimientos artísticos desde la antigüedad a los romanos. Para Winckelmann la obra de arte es producto de un determinado contexto histórico que debemos imitar. En su libro llama la atención sobre todo la idea de que las obras de arte son susceptibles de producir sentimientos en el espectador; a la vez que define un concepto racional y científico del ideal estético, introduce el sentimiento como motor para captar la belleza. Considera que el ideal de belleza es el arte griego por su noble sencillez y su contención en la forma de plasmar las pasiones humanas; este concepto tuvo una notable influencia en la manera de representar de los artistas neoclásicos, en la frialdad y cierta falta de expresividad de sus obras. En Roma también trabajaba Giambattista Piranesi (1720-1778); en sus grabados, como Antichita Romana (1756) o Las Cárceles Inventadas (1745, 1760), transmite una visión diferente de las ruinas con imágenes en las que las proporciones desusadas y los contrastes de luces y sombras buscan impresionar al espectador. Quizá el rasgo más característico de la influencia de la Ilustración en las artes, sea el deseo de que sirvan de instrumento educativo; ya no deben contribuir a exaltar el poder de la iglesia o de la monarquía, sino ser reflejo de las virtudes cívicas. El carácter moralizante adjudicado a las artes hizo que cambiara el papel del artista, que de artesano pasó a ser intérprete de los valores cívicos. Así, los talleres artesanales fueron sustituidos por las Academias que racionalizaron el aprendizaje del artista y difundieron el nuevo estilo. En la segunda mitad del siglo XVIII se establecieron Academias en toda Europa que daban una formación clásica a sus alumnos y les concedían becas para estudiar en Roma las ruinas del pasado. El sentido didascálico de las artes propició el nacimiento de exposiciones y
museos que mostraban al público en general, y no sólo a un grupo de eruditos, las diferentes etapas de la Historia del Arte. En París se abrieron en 1750 algunas salas del Palacio de Luxemburgo para que se pudieran admirar las pinturas, pero fue el British Museum de Londres (1753) el primer museo que se creó ex profeso para tal fin, dando paso a instituciones similares en toda Europa. Volver al inicio del índice de la Edad Moderna
Arquitectura
neoclásica
La arquitectura es la rama de las artes que antes se adaptó al nuevo ordenamiento social y moral. La Encyclopèdie le atribuyó la capacidad de influir en el pensamiento y en las costumbres de los hombres. Proliferan así las construcciones que pueden contribuir a mejorar la vida humana como hospitales, bibliotecas, museos, teatros, parques, etc., pensadas con carácter monumental. Esta nueva orientación hizo que se rechazara la última arquitectura barroca y se volvieran los ojos hacia el pasado a la búsqueda de un modelo arquitectónico de validez universal. Nacen movimientos de crítica que propugnan la necesidad de la funcionalidad y la supresión del ornato en los edificios. Francesco Milizia (1725-1798) en Principi di Architettura Civile (1781) extendió desde Italia las concepciones rigoristas a toda Europa. Mientras, en Francia, el abate Marc-Antoine Laugier (1713-1769) propugna en sus obras Essai sur l'Architecture (1753) y Observations sur l'Architecture (1765) la necesidad de crear un edificio ideal en el cual todas sus partes tuvieran una función esencial y práctica y en el que los órdenes arquitectónicos fueran elementos constructivos y no sólo decorativos, todo ello para hacer una arquitectura verdadera: la construida con lógica. Todos los arquitectos parten de unos supuestos comunes como son la racionalidad en las construcciones y la vuelta al pasado. Los modelos de los edificios de Grecia y Roma, e incluso de Egipto y Asia Menor, se convierten en referentes que todos emplean aunque desde puntos de vista distintos. Los modelos greco-romanos dieron lugar a una arquitectura monumental que reproduce frecuentemente el templo clásico para darle un nuevo sentido en la sociedad civil. El perfil de los Propileos de Atenas le sirvió al alemán K. G. Langhans (1732- 1808) para configurar su Puerta de Brandeburgo, en Berlín (1789- 93), un tipo muy repetido como atestigua la entrada al Downing College de Cambridge (1806) obra del inglés William Wilkins (1778-1839) o el más posterior Propyläeon de Leo von Klenze (1784-1864) en la Köningsplatz de Munich. También el inglés James Stuart (1713-1788), un arquitecto-arqueólogo al que se ha llamado el Ateniense, en su monumento a Lisícrates en el parque de Shugborough, en Staffordshire, reprodujo el monumento corágico a Lisícrates de
Atenas. Los hermanos Adam extendieron por toda Inglaterra el Adam Style, un modelo decorativo para interiores con temas sacados de la arqueología; una de sus obras más representativas es Osterley Park (Middlesex), con una notable estancia etrusca y un clásico hall de entrada (1775-79). Italia prefirió recrear sus modelos antiguos ya bien avanzado el siglo XVIII y en los comienzos del siglo XIX. El modelo del Panteón de Roma se repite en un gran número de templos, como el de la Gran Madre de Dio en Turín (1813-1831) de Ferdinando Bon Signore (1767-1843), la iglesia de Ghisalba (c. 1822) de Luigi Cagnola (1762-1833), o San Francesco di Paola en Nápoles de Antonio Simone y Pietro Bianchi que no se terminó hasta 1831; todos reproducen el pórtico octástilo y el volumen cilíndrico del Panteón romano. Otros arquitectos, los llamados utópicos, revolucionarios o visionarios, plantearon edificios basados en las formas geométricas. No despreciaron la herencia del pasado clásico y, aunque respetaron las normas de simetría y la monumentalidad, sus edificios son a veces el resultado de la combinación caprichosa de las formas geométricas. Étiènne Louis Boullée (1728-1799) y Claude- Nicolas Ledoux (1736-1806) encabezaron esta postura; entre la gran cantidad de proyectos no construidos, merece la pena mencionar el Cenotafio de Newton concebido por Boullée como una esfera, representación del modelo ideal, levantada sobre una base circular que había de cobijar el sarcófago del científico. Ledoux ha dejado edificios construidos, entre ellos una parte de la utópica ciudad industrial de las Salinas de Arc-et-Senans, de planta circular, junto al bosque de Chaux; o algunas de las barrières o fielatos para la ciudad de París de los que aún subsisten algunos (Villette, Trône etc.). Entre uno y otro grupo aparece una tercera categoría, la arquitectura pintoresca, a partir de la creación de jardines ingleses en el siglo XVIII, ordenados de forma natural lejos del geometrismo del jardín francés. En esta arquitectura se valora la combinación de la naturaleza con lo arquitectónico, la inclusión en el paisaje natural de edificios que remedan las construcciones chinas, indias o medievales. Este pintoresquismo con el juego de formas caprichosas y el aprovechamiento de la luz busca suscitar sensaciones en el espectador. Sir Horace Walpole (17171797) construyó en Twickenham (Inglaterra), Strawberry Hill (1753-1756), una fantasía gótica de la que su autor dijo que le había inspirado para escribir una novela gótica, una expresión del efecto inspirador de la arquitectura. También William Chambers (1723-1796) creó un conjunto pintoresco en los jardines de Kew (Londres) (1757-1763) con la inclusión de una pagoda china que reflejaba su conocimiento de las arquitecturas orientales.