Pero no tan sólo la experiencia muestra la posible exactitud de nues tro aserto, al estudiar la estructura de las artes como haceres intelectivos y productivos de objetos extrínsecos al hombre que los produce, se esta blece con claridad que partiendo de las dos premisas de todo hacer arte, de que hablábamos en anterior capítulo, el fin-causal y la materia pri mera, en el supuesto de que sean las mismas para diversos restauradores, llegarán por diversos senderos personales a diversas formas restauradas, porque en el hacer arte-técnica los caminos sólo concurren en sus premi sas iniciales y divergen al buscar solución, tanto cuanto el genio del ar tista o del técnico lo exijan, alcanzando alguna que estará más o menos acorde con el fin-causa en la misma medida del talento, pero también del azar, como tan certeramente lo expresa Aristóteles al decir con Agatón: "El arte es amigo del azar y el azar lo es del arte". Pero hay algo más que hacer notar: cuando se opera con objetos que son ideales, como los entiende la ontología actual, por ejemplo con uno de los tres géneros que conoce nuestra cultura, los matemáticos, no existe frente a cada problema sino una solución y fuera de ella infinitas no-soluciones. Le vantar una perpendicular en el extremo de una recta, no tiene más que una solución; toda recta que pase por el extremo sin coincidir con la única perpendicular posible será oblicua y su número infinito. AI restaurar, nos encontramos no ante operaciones matemáticas, sino ante construcciones fácticas, a creaciones en el más laxo significado del término, que están, como se dice, muy distantes de toda exactitud demos trable y, por lo contrario, avocadas a la discusión y a la multiplicidad de aciertos, en medio de la diversidad de soluciones aportadas por diversos restauradores. Y una prueba de la subjetividad que el restaurar supone, basta cuando se comparan los dibujos de diversos arquitectos que proponen una restau ración lo más apegada a los datos de que se disponen. Mostraré un de talle de tres proyectos relativos a la catedral de Nidaros, que no dejan lugar a dudas respecto a lo imposible que resulta, como afirmó con razón Ruskin, que el alma del autor de la obra original reencarne en algún artífice actual y guíe su mano y, sobre todo, empalme con autenticidad su espíritu y sentido de forma. Mas, para muchos arquitectos que se han dedicado a la restauración, el intento de aducir razones en obsequio de nuestra afirmación de que, a la postre y aun con empeño arqueológico, toda restauración es en más o en menos una positiva creación, resulta si no vano cuando menos redun dante, pues para ellos que lo han vivido en carne propia, los datos y los
You're Reading a Preview Unlock full access with a free trial.
Download With Free Trial