Seminario Nacional Nuestra Señora de los Ángeles Teología Pastoral Prof. Pbro. Víctor Manuel Salas Seminarista: Andrés Alonso Valenciano González II de Teología Dimensiones para una acción pastoral integral Jueves 28 de junio de 2012
DIMENSIONES INTEGRAL
PARA
UNA
ACCIÓN
PASTORAL
Como católicos de este siglo que nos ha tocado vivir, no debemos pensar que la tarea pastoral de la Iglesia se limita a solamente los sacramentos, o sólo a la evangelización expresa, o sólo a formar comunidad como una socialización. El reto que los cristianos católicos enfrentamos en esta época es cómo integrar cada uno de estos aspectos en una pastoral de conjunto. Para responder a esta inquietud, hay que estar atentos a las necesidades de nuestros pueblos, para que en verdad, las intenciones y los objetivos del Concilio Vaticano II se hagan de verdad concreciones reales y experimentadas. El cristianismo debe encontrar la manera de hacerse cultura1 para no quedarse simplemente en una vivencia superficial, tradicional si se quiere, pero que no logra transformar en verdad las estructuras2 para una vivencia de la anhelada civilización del amor. Como Iglesia y como agentes de cambio, que estamos llamados a ser en nuestra sociedad, tenemos que atender a las dimensiones de una pastoral de conjunto, las dimensiones de una pastoral integral, que fomente itinerarios de vida para cada uno de los fieles y en los que se involucre realmente a todos y cada uno de los bautizados. Casiano Floristán, nos ofrece una perspectiva muy interesante acerca de estas dimensiones de las que hablamos y el mismo documento conclusivo de la V Conferencia del Episcopado latinoamericano y del Caribe (Aparecida) nos ofrece una mirada en perspectiva general en torno a estas dimensiones que deben estar presentes en cualquier acción pastoral. En este autor y en este documento vamos a descubrir o redescubrir el valor de estas dimensiones: Misión (Kerigma), Catequesis (Didaskalia), Liturgia (Leitourgía), Comunidad (Koinonía) y Servicio (Diakonía).
Misión Ya nos decía el papa Benedicto XVI en el discurso inaugural de Aparecida que el encuentro con Cristo en la Eucaristía suscita el compromiso de la evangelización y el impulso a la solidaridad; despierta en el cristiano el fuerte deseo de anunciar el Evangelio y testimoniarlo en la sociedad para que sea más justa y humana3. Y en el n 13 del documento de Aparecida encontramos que se requiere, desde nuestra identidad católica, una evangelización mucho más misionera, en diálogo con todos los cristianos y al servicio de todo s los hombres. De lo contrario, “el rico tesoro del Continente Americano… su
1
Cf. Apuntes de clase del Curso Acción Eclesial Cf. Apuntes de clase del Curso Acción Eclesial 3 DA Discurso inaugural 2
patrimonio más valioso: la fe en Dios amor…” corre el riesgo de seguir erosionándose y
diluyéndose de manera creciente en diversos sectores de la población 4. Para Casiano Floristán la evangelización constituye hoy la tarea central y más urgente de la acción pastoral 5. Es decir, que sin evangelización ni siquiera se tendrían las otras dimensiones de la pastoral. Es precisamente esto lo que nos dice el Apóstol san Pablo en su carta a los romanos: “Pero ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Cómo creerán en aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les predique? Y ¿cómo predicarán si no son enviados? Como dice la Escritura: ¡Cuán hermosos los pies de los que anuncian el bien!”(Rm 10,14-15). Y es que además el discípulo, a medida que conoce y ama a su Señor, experimenta la necesidad de compartir con otros su alegría de ser enviado, de ir al mundo a anunciar a Jesucristo, muerto y resucitado, a hacer realidad el amor y el servicio en la persona de los más necesitados, en una palabra, a construir el Reino de Dios. La misión es inseparable del discipulado, por lo cual no debe entenderse como una etapa posterior a la formación, aunque se la realice de diversas maneras de acuerdo a la propia vocación y al momento de la maduración humana y cristiana en que se encuentre la persona6 . Finalmente, recalcan nuestros Obispos: sin el kerygma, los demás aspectos de este proceso están condenados a la esterilidad, sin corazones verdaderamente convertidos al Señor. Sólo desde el kerygma se da la posibilidad de una iniciación cristiana verdadera. Por eso, la Iglesia ha de tenerlo presente en todas sus acciones7 .
Catequesis
Encontramos en el documento de Aparecida que la vocación y el compromiso de ser hoy discípulos y misioneros de Jesucristo en América Latina y El Caribe, requieren una clara y decidida opción por la formación de los miembros de nuestras comunidades, en bien de todos los bautizados, cualqui era sea la f unción qu e desarr oll en en l a I glesia . 8 Miramos a Jesús, el Maestro que formó personalmente a sus apóstoles y discípulos . Se trata, como vemos, de una clara conciencia de la necesidad de la formación permanente y Aparecida enfatiza que esto es sin importar la función que se desarrolle, es decir, que todos los agentes de pastoral, todos y cada uno de los bautizados, estamos llamados a estar constantemente en formación y no debemos aducir que somos “expertos en cristiandad”.
4
DA n 13 Floristán, C. Teología práctica, p. 361 6 DA n 278 7 DA n 278 8 DA n 276 5
Para Floristán, la catequesis está en estrecho contacto con la evangelización, el segundo ministerio profético o de la palabra es la catequesis (cf. SC 9), «tarea absolutamente primordial» (CT 15) de la Iglesia porque concierne a la educación de la fe y a la formación de creyentes; en su ejercicio se reflejan los planteamientos bíblicos, teológicos, morales y políticos; su desarrollo exige una correlación entre experiencia humana y experiencia cristiana; es vital en la iniciación cristiana y, finalmente, es el ministerio más participado por muchos creyentes. Se puede afirmar que la renovación de la catequesis es renovación de la Iglesia y al revés 9. No se debe dejar de lado que esta formación, esta catequesis debe contemplar las siguientes dimensiones10:
Humana-comunitaria: para asumir la propia historia y sanarla. Espiritual: para ser conducidos por el Espíritu a través de los senderos de una maduración profunda. Intelectual: para potenciar el dinamismo de la razón que busca el significado de la realidad y se abre al Misterio. Pastoral y misionera: que mueva al creyente a anunciar a Cristo de manera constante en su vida y en su ambiente.
No consiste entonces en un proceso de formación sencillamente egoísta que procura la mera satisfacción de los deseos por aprender o incluso saber más que los otros.
Liturgia
A la par de estos dos componentes que ya hemos visto, como lo son la misión y la
catequesis, se debe ir experimentando ese “lugar” donde entramos en contacto con el
Misterio, con las verdades de fe que nos han llamado a ser cristianos y que ya hemos ido profundizando por medio de la catequesis. Es aquí donde encontramos el aspecto litúrgico. Para el Documento de Aparecida, encontramos a Jesucristo, de modo admirable, en la Sagrada Liturgia. Al vivirla, celebrando el misterio pascual, los discípulos de Cristo penetran más en los misterios del Reino y expresan de modo sacramental su vocación de discípulos y misioneros11. Es una tarea abierta, es una dimensión que se proyecta, no es simplemente la expresión de mi relación individual con “mi Dios” sino que además de que la liturgia debe estar orquestada con las otras dimensiones, procura concientizarnos acerca de nuestra responsabilidad para con nuestra vocación.
9
Floristán, C. Teología práctica, p. 423 Cf. DA n 280 11 DA n 250 10
Floristán destaca que la liturgia es celebración de la asamblea cristiana, ella es sujeto integral de la acción litúrgica a la que la Palabra de Dios da su espíritu12. Sobre este último punto, Aparecida destaca el papel de la Escritura también como lugar, ya que encontramos a Jesús en la Sagrada Escritura, leída en la Iglesia. La Sagrada Escritura, “Palabra de Dios escrita por inspiración del Espíritu Santo”, es, con la Tradición, fuente de vida para la Iglesia y alma de su acción evangelizadora. Desconocer la Escritura es desconocer a Jesucristo y renunciar a anunciarlo13.
Comunidad
Es muy esclarecedor lo que Casiano Floristán nos dice acerca de la comunión: El desarrollo posconciliar de las comunidades eclesiales y el movimiento ecuménico de la unidad de las Iglesias, dentro de una sociedad cuyos miembros exigen cada vez más participación y mayor solidaridad, han puesto de manifiesto la importancia de la comunión eclesial. Sin comunión, no sólo es imposible celebrar adecuadamente la eucaristía, sino que a duras penas se hace presente la Iglesia. Por otro lado, todos experimentamos las dificultades de la comunión eclesial, dadas las múltiples instancias que concurren en la misma y que la hacen particularmente gravosa: directrices papales, magisterio de las conferencias episcopales, opciones de movimientos y grupos plurales, tendencias teológicas variadas, experiencias personales irrepetibles, etc. No es fácil vivir hoy la comunión eclesial, al menos del mismo modo que ayer. Con todo, la comunión es quehacer imprescindible de creyentes14. Aparecida, por su parte, le da un lugar muy importante a esta dimensión: Los discípulos de Jesús están llamados a vivir en comunión con el Padre (1 Jn 1, 3) y con su Hijo muerto y resucitado, en “la comunión en el Espíritu Santo” (2 Co 13, 13). El misterio de la Trinidad es la fuente, el modelo y la meta del misterio de la Iglesia: “Un pueblo reunido por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, llamada en Cristo “como
un sacramento, o signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el 15 género humano” . La iluminación va en el sentido de que sólo así podemos “contagiar”, así como Cristo atrae hacia sí. Sólo de este modo nos reconocerán en el mundo: si nos amamos unos a otros. Y es que la Iglesia peregrina vive anticipadamente la belleza del amor, que se realizará al final de los tiempos en la perfecta comunión con Dios y los hombres16 . Dinámica en la cual hay que atender a todos y cada uno de los carismas presentes en la comunidad eclesial. De nuevo, esta dimensión del amor, está ligada a las demás y tanto enriquece, expresa y manifiesta a las otras como también debe proyectarse hacia las 12
Cf. Floristán, C. Teología práctica, pp. 481-482. DA n 247 14 Floristán, C. Teología práctica, p. 566 15 DA n 155 16 DA n 160 13
mismas. Una verdadera comunidad ha sido evangelizada, está en constante formación, celebra lo que vive y se preocupa por servir como expresión de su misión. Es de rescatar el rol preponderante que las comunidades eclesiales de base juegan en esta dinámica, ya que en el seguimiento misionero de Jesús, tienen la Palabra de Dios como fuente de su espiritualidad y la orientación de sus Pastores como guía que asegura la comunión eclesial. Despliegan su compromiso evangelizador y misionero entre los más sencillos y alejados, y son expresión visible de la opción preferencial por los pobres. Son fuente y semilla de variados servicios y ministerios a favor de la vida en la sociedad y en la Iglesia17 . Además se circunscriben, no como islas, en la conformación de la parroquia, entendida como comunidad de comunidades, y que a su vez está inserta en la diócesis: lugar privilegiado de la comunión.
Servicio
Según Casiano Floristán, la dimensión del servicio es la expresión de la Iglesia como cuerpo místico de Cristo, porque así ella manifiesta al mundo que Dios es Amor. Para él, una de las cumbres de la revelación es la confirmación de que Dios es amor y que la vida de los hombres entre sí y con Dios debe estar presidida por la caridad. Precisamente el cristianismo ha sido más genuino cuando le ha caracterizado la caridad. El Vaticano II, en diálogo y comunión con «los gozos y las esperanza, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo» (OS 1), se propuso como objetivo principal, entre otros, el de ofrecer «al género humano la sincera colaboración de la Iglesia para lograr la fraternidad universal» (OS 3). Por eso, después de analizar la situación del hombre en el mundo de hoy (OS 4-10), el Concilio afirma que existen tantas dificultades como posibilidades en orden a los factores humanos que inciden en la vida religiosa, y, por consiguiente, en la edificación de un verdadero sentido cristiano caritativo y fraterno. Sólo de este modo la Iglesia seguirá a Cristo, «quien vino al mundo -nos recuerda el Concilio- para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido» (OS 3)18. En este sentido, de servir y no ser servidos, los obispos deben ser conscientes de ser servidores del Evangelio, de ser llamados a vivir el amor a Jesucristo y a la Iglesia en la intimidad de la oración, y de la donación de ellos mismos a los hermanos y hermanas, a quienes presiden en la caridad19. De igual manera, en pos del servicio, los presbíteros están llamados a atender su relación con la identidad teológica del ministerio presbiteral, a insertarse en la cultura actual, y a los aspectos vitales y afectivos, el celibato y una vida intensa fundada en la caridad pastoral, que se nutre en la experiencia personal con Dios y en la comunión con los hermanos. Ante todo, está llamado a ser hombre de la misericordia y la compasión, cercano a su pueblo y servidor de todos, particularmente de los que sufren 17
DA n 179 Floristán, C. Teología práctica, p. 653 19 Cf. DA 186 18
grandes necesidades. La caridad pastoral, fuente de la espiritualidad sacerdotal, anima y unifica su vida y ministerio. Consciente de sus limitaciones, valora la pastoral orgánica y se inserta con gusto en su presbiterio20. Los diáconos deben ser conscientes de que son ordenados para el servicio de la Palabra, de la caridad y de la liturgia, especialmente para los sacramentos del Bautismo y del Matrimonio. En cuanto a la vida consagrada, ella es un camino de especial seguimiento de Cristo, para dedicarse a Él con un corazón indiviso, y ponerse, como Él, al servicio de Dios y de la humanidad, asumiendo la forma de vida que Cristo escogió para venir a este mundo: una vida virginal, pobre y obediente21. Finalmente, el documento de Aparecida destaca cuatro ejes22 que se han de reforzar en lo que respecta a una adecuada dimensión de servicio: -
La experiencia religiosa como encuentro personal con Jesucristo. La vivencia comunitaria, donde se acoge fraternalmente, se valore y se incluya de verdad de los fieles. - La formación bíblica-doctrinal, no como un conocimiento teórico y frío sino como una herramienta fundamental y necesaria en el crecimiento espiritual, personal y comunitario. - El compromiso misionero de toda la comunidad, que salga al encuentro de los alejados, que haga interesarse por su situación, a fin de re-encantar con la Iglesia e invitarlos a volver a ella. En síntesis, se trata de romper con aquella dinámica de entretenerse entreteniéndose a quienes nos entretienen. Tenemos que ser una Iglesia servidora y no que busque ser servida.
20
Cf. DA nn 193-198 DA n 216 22 Cf. DA n 226 21
BIBLIOGRAFÍA 1. CELAM, Documento Conclusivo de la V Conferencia general del Episcopado latinoamericano y del Caribe, en Aparecida. Bogotá 2007. 2. Floristán, Casiano. Teología práctica, teoría y praxis de la acción pastoral. Salamanca 1998.