LIBRO: Wolin, Sheldon. Política y perspectiva. Continuidad e innovación en el pensamiento político occidental / Sheldon S. Wolin; trad. de Leticia García Cortés y Nora A. de Allende. México: FCE, 2012.
Contenido XI. DEL PODER MODERNO AL POSMODERNO .... 1
Hace poco, las sociedades occidentales celebraron el comienzo de su tercer milenio no como un simple cambio en el calendario, sino
Las celebraciones del tercer milenio tuvieron un carácter ambiguo y quizá estuvieron más cercanas en espíritu a las expectativas escatológicas de los primeros cristianos. Los medios, dueños de la verdad, vaticinaron una
como el paso hacia una "nu eva era” que prometía
división ruptura. El pasado había “terminado”, se
superar los logros del pasado. En las "sociedades
había completado y nos habíamos deshecho de él, no es que hubiera sido olvidado por obsoleto. obsoleto. Quizás algunas sociedades se habían "dejado atrás”, mien tras que entre las occidentales más favorecidas (quedaba implícito) entre las de los grupos o clases que se habían adaptado el futuro del presente prometía ser superior al futuro concebido por el pasado La única promesa era un presente en el que el futuro continuamente se estaría concibiendo.
avanzadas” occidentales la ocasión fue una
La celebración de la muerte del pasado ......... 1
oportunidad para establecer cierta identidad colectiva para decir quiénes somos y declarar
La visión baconiana del poder ........................ 3
quiénes estamos incluidos en ese “nosotros".
El cultivo de la mente y el cuerpo................... 3
La identidad colectiva no se construye sólo con afirmaciones afirmaciones positivas, sino que es posible gracias a una pérdida selectiva de memoria, a un reacomodo de los recuerdos y al olvido que da forma a la memoria colectiva. Para que se establezca una nueva identidad, el conocimiento tiene que ser reprimido, redefinido y superado. Una sociedad puede desear olvidar cierta parte de su pasado por sus asociaciones dolorosas: dolorosas: una derrota militar, un acto brutal de represión, una política vergonzosa de explotación. O, por el contrario, puede desear recordar ciertas acciones
La realización del poder moderno .................. 5 El poder moderno y los elementos que lo conforman ...................................................... 6 La contención del poder ................................. 8
XI.
DEL
PODER
MODERNO
AL
POSMODERNO
nobles: una “revolución gloriosa", un sacrificio
El pasado no tiene voz; existe como costumbres, instituciones, artefactos y textos. Para que cualquiera de los anteriores funcione, necesita un intérprete actual. Si ese intérprete niega el hecho de que tiene voz ignorando sus intereses cognoscitivos y de otra índole, propios de su lugar y su época, y haciendo creer que su construcción del
heroico por el bien común, una victoria decisiva. Los recuerdos no siempre están asociados con la celebración. Pueden hacer surgir emociones contradictorias, como el caso de Martin Luther King: su aportación a los derechos humanos y a la conciencia política afroamericana afroamericana son motivos de celebración, pero es causa de vergüenza su asesinato y el hecho de que todavía haya racismo.
pasado constituye su realidad “objetiva", entierra este
pasado en la tumba del tiempo y corta cualquier conexión real que pudiera tener con el presente vivo.
Richard Waswo
La muerte del pasado quizá también sea un desatinado juego de palabras. La nueva era debería estar ansiosa de dejar atrás los acontecimientos de un siglo tan sangriento (dos guerras mundiales, un holocausto, Hiroshima, una abundancia de dictaduras crueles sedientas de tortura y encarcelamientos masivos y los genocidios de Asia del sureste y el África poscolonial). Quizá nunca se llegue a llorar la pérdida de millones de vidas humanas lo suficiente, pero sí se puede reflexionar sobre las formas de poder que permitieron la destrucción masiva y la deformación de los valores que acompañaron acompañaron los genocidios del siglo xx. O, para decirlo de otra manera, es un lugar común entre muchos de los que han escrito acerca del Holocausto que la mente se siente incapaz de 1
encontrar términos para comprender y explicar los horrores del pasado reciente. No obstan te, a la mente aparentemente no le resultó muy difícil encontrar los términos para construir los poderes que lograron producir el Holocausto e Hiroshima. Una sociedad cuya cultura orientada hacia la tecnología enseña la importancia de acoger lo nuevo y "dejar pasar” la pérdida debe cultivar el
arte del olvido. Entonces, ¿qué es el ars oblivium ?, ¿la metodología moderna de olvidar y entonces plantear la posibilidad de una sociedad de un después perpetuo? Aquí, como en tantas otras lecciones acerca del poder, Hobbes es un instructor de la modernidad. La historia, dice Hobbes, es sólo un "registro del hecho", que sirve para tomar decisiones prudentes, pero que está demasiado ceñido a un contexto específico para resultar de utilidad en la búsqueda de "verdades generales, eternas e inmortales”. Junto con la virtud política de la
prudencia, el pasado está subordinado a las necesidades de la teorización abstracta. Al teorizar sobre aspectos abstractos del mundo humano, se aniquila cierta parte y se pierde la inocencia de las matemáticas. Entonces, la pérdida deja de plantear la posibilidad de un vacío de poder, como cuando se elimina a aristócratas, kulaks e infieles. Un vacío selectivo se convierte en una de las condiciones del poder. Por el contrario, para los tiempos anteriores a Hobbes, la ontología del poder se formulaba como un contraste entre la realidad y la
apariencia, entre lo que perdura y lo que pasa, entre el poder permanente y el efímero. Se creía que el poder era un atributo crucial de la realidad, de aquella que protege o garantiza la seguridad de la estructura de las cosas; lo fundamental que controla a la no permanencia asegurando la perpetuidad. El hombre anterior a la era de Hobbes conseguía el poder buscando la mejor manera de que los transeúntes tuvieran una comunicación cercana con lo perdurable. "No escuchándome a mí -decía Heráclito-, sino al Logos, es sabio aceptar que todas las cosas son una sola.” De aquí la importancia de las
ceremonias y los ritos de poder. Los súbditos suplican a los reyes; los reyes se confiesan con los sacerdotes y éstos ruegan a los dioses. Los primeros filósofos hicieron de las preguntas un ritual y se colocaron en el lugar de los sacerdotes y del logos de la razón para los dioses. El objetivo de comunicarse con la realidad es volverse receptivo a su poder sin menguarlo. Sin embargo, para los teóricos de la era posmoderna, ya no se sostiene el contraste entre la apariencia y la realidad. Lo único que hay es la apariencia (y puede parecer que esto vaticina la muerte de la realidad). En las postrimerías de la modernidad, la soberanía de la apariencia depende de los cambios incesantes e insistentes que minan la confianza en la existencia de un principio de realidad. En los rituales del poder posmoderno, el verdadero soberano es la desaparición. Ha asumido el papel de la realidad, de ese poder que
acepta y preside (des)apariciones.
el
mundo
de
las
¿Cuál es la naturaleza de ese poder que obra las desapariciones? Una clave fue cierta nota disonante que amenazaba con arruinar el ambiente de celebración del nuevo milenio. Su llegada fue precedida por ardientes intentos de evitar que problemas técnicos (debidos a los cambios de calendario al 2000) estropearan las complicadas redes electrónicas de las que dependen las empresas, mercados financieros, sistemas de transportación, dependencias gubernamentales y, especialmente, las fuerzas militares. La computadora (emblema del logro posmoderno de la comunicación internacional instantánea; el comunicador del nuevo logos que había representado a la realidad como regularidad, como "leyes de la naturaleza”) ahora
amenazaba con deshacer un mundo cada vez más dependiente de ella, en ocasiones totalmente dependiente. ¿Cuál es el significado de esa amenaza peculiarmente contemporánea a la estructura del poder de la nu eva era? ¿Cuáles son los fundamentos de que después, tan sólo dos años más tarde, ¿el Nuevo Mundo del nuevo milenio y su representante más importante, la superpotencia americana, sufrieran de manera intempestiva una aguda vulnerabilidad a pesar de que ningún país ni remotamente podía competir con su poder?
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Sí, borraré de las tabletas de mi memoria todo recuerdo trivial. Shakespeare, Hamlet, 1.5.100 Y así esos dos objetos gemelos: el conocimiento huma no y el poder humano, realmente se vuelven uno solo Francis Bacon
En épocas anteriores, la práctica de poner nombre y proclamar cierta identidad para el presente y su pasado desempeñaba un papel primordial, cuando no desinteresado, para filósofos y teóricos políticos. Durante siglos, los teóricos se han hecho promoción reafirmando la superioridad general de su época sobre las anteriores, dejando así implícitos sus logros por encima de los pensadores pasados. A pesar de que Aristóteles fue de los primeros filósofos en establecer una genealogía de quienes lo antecedieron y, de paso, señaló cómo los había superado, también reconoció logros pasados admitiendo así tanto innovaciones como continuidades. Tampoco supone que sus logros signifiquen que su época en términos generales haya sido superior a las que lo precedieron. Sin embargo, los escritores del siglo XVI usaban el género de una manera más indiscriminada y despreciativa. En el proceso de investir el presente con la identidad de un “renacimiento",
también crearon un pasado específico, el “oscurantismo". Comparaban el carácter creativo
y extenso de la literatura, las artes y la filosofía de su época, así como la celebración de la individualidad, con lo que consideraban formas
repetitivas y dominadas por la autoridad de los estudiosos medievales, cuyo limitado ideal consistía en apilar comentarios sobre comentarios. No obstante, mientras que los escritores renacentistas definieron un pasado en términos negativos, no estaban lo suficientemente seguros de lo que vendría después de su cristianismo para aventurarse en el futuro sin garantizar su apuesta en la inspiración de un pasado. En consecuencia, constituyeron ese pasado y apelaron a él haciendo un culto de la antigüedad clásica: "San Sócrates -decía Erasmo-, ruega por nosotros".
ningún resultado práctico. En la nueva era, "la verdadera y legítima meta de las ciencias no es otra que ésta: que se otorguen a la vida humana nuevos descubrimientos y facultades".
Francis Bacon fue un ejecutante sin par del arte de promoverse a sí mismo y un diestro estratega del uso de las herramientas intelectuales para promover una nueva identidad colectiva y justificar la discontinuidad entre una era y la siguiente. Todo por la causa de una nueva visión del poder, menospreció la conveniencia de conservar una parte útil del pasado bajo el argumento de que el rechazo de los filósofos y métodos científicos del pasado era una condición
divinamente santificada. El gobierno imperial, la fuerza militar y la guerra eran sus expresiones supremas; la organización y el liderazgo sus medios. La visión de Bacon era aún más simplista: sostenía que el poder podía inventarse y generarse prácticamente a voluntad, prometiendo así el fin del poder, especialmente en sus usos mundanos. Su principal preocupación no era expandir directamente el poder político del Estado, sino reforzar su papel directivo en la promoción sistemática de una fuente de poder más fundamental: la mente humana.
necesaria para disponer de "fundamentos”
totalmente nuevos de la sociedad. Mientras que Aristóteles había tratado a sus antecesores como pioneros y los había juzgado por su aportación al conocimiento puro, Bacon introdujo un parámetro diferente para condenar a la filosofía antigua en general, y a Aristóteles en particular, no sólo como erróneos, sino como impotentes. Para Bacon, los filósofos antiguos habían producido formulaciones incapaces de rendir
Esta declaración implicó un cambio radical en el concepto occidental de poder y sus fuentes. En los siglos anteriores, el poder común era un bien escaso limitado a los objetos mundanos (alimentación, habitación, construcciones, armas) producidos principalmente mediante trabajo físico. Por el contrario, el poder político estaba representado como algo trascendente, “todopoderoso" u "horrible”; su autoridad estaba
El ingenio es una cosa y el (arte del) método es otra Thomas Hobbes
Dar una nueva forma a la mente para volverla cómplice de la búsqueda del poder implicó un 3
cambio tan radical como el que representaría cualquier experiencia de conversión religiosa. No sólo se tenía que instruir a la mente en el estudio de la nueva "filosofía natural”, sino, antes que nada, tenía que vaciarse de todo. "Después de que yo [Bacon] purgué, limpié y nivelé el suelo de
cuyos dominios se suponía que los mortales no intentaban desafiar, en poco tiempo se convirtió en la “Diosa Naturaleza”. En l ugar de abordar a la naturaleza como un campo de observación o motivo para sentirse humildes, la nueva política la veía como una combinación de laboratorio
la mente”, tuve que disciplinarla mediante la
experimental y objeto de ataque erótico: “La
"dura y estricta búsqueda de la verdad".
naturaleza no sólo libre y sin sujeción, (cuando se la deja que siga su curso y haga su trabajo a su manera) [...], sino una parte mucho mayor de la naturaleza bajo presiones y ataques; esto es, cuando se la fuerza, a través del arte y la mano del hombre, a salir de su estado natural, y se la exprime y moldea” 1.
Bacon aprovechó en gran medida el marco de Maquiavelo para formular las condiciones del poder, identificar sus fuentes y diseñar una estrategia de gobierno dirigida a la explotación y al control. Esta vez, los objetos no eran príncipes ni repúblicas, sino la naturaleza; los modos no eran acciones aisladas, sino organización; los medios no eran armas, sino un método de cuestionamiento. El proyecto no sólo exigía una concepción diferente de los métodos científicos de investigación, sino la creación de un nuevo objeto de estudio, una teoría política de la ciencia. Bacon extrajo a la ciencia del ambiente
Al apegarse al método correcto, el hombre descubriría las “leyes" de la naturaleza; esto es, los “poderes" que gobiernan un “orden"
del poder y la "política” nacionales.
expresado como regularidades. A nivel conceptual, la naturaleza se transformó de un ordo (Agustín, Aquino, Calvino) teológico-político en un orden político-científico. La ciencia entonces pudo usar ese conocimiento para producir poder humano en forma de inventos. Éstos, a su vez, pudieron dirigirse hacia las mejoras materiales de la propia condición humana (“el alivio del estado del hombre").
Lógicamente surgía otro gobernante y otro
Bacon declaró: “Sobre un cuerpo determinado,
sistema de poder. El “Dios de la Naturaleza”,
para que éste genere e induzca una nueva
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elaborada [...] La experimentación activa debe forzar a los hechos aparentes de la naturaleza a convertirse en formas distintas de aquéllas en las que por lo general se presentan; por lo tanto, hacerlas decir la verdad sobre ellas m ismas, de la misma manera en que la tortura puede obligar a un testigo a re velar contra su voluntad
de los diletantes aristócratas con sus "gabinetes”
de peculiaridades y de los artesanos ingeniosos que no lograban ofrecer una explicación clara de sus inventos, para colocarla dentro del contexto
"The Great Instauration", en Works, 4: 29. Compárese con Dewey:
“Ahora sólo hay un camino hacia el descubrimiento, hacer que la
investigación penetre en los secretos de la naturaleza. Los principios y las leyes científicas [...] están escondidos y deben ser arrancados de la naturaleza mediante una técnica de investigación activa y
naturaleza de naturalezas nuevas, se encuentra el trabajo y la meta del Poder humano". Mediante esta formulación, con la máxima de que “el conocimiento es poder”, se puede decir que
Bacon esbozó la idea del poder moderno y estableció las bases de la s ociedad moderna en la organización del conocimiento y su conversión en inventos prácticos para extraer al poder del mundo material y por encima de él. Su visión comprendía no sólo la búsqueda sistemática del conocimiento teórico y sus aplicaciones prácticas bajo los auspicios del Estado, sino la reforma de las actitudes sociales para proveer un ethos o cultura de apoyo adecuados para una concepción del poder con un alcance y beneficios ilimitados. Sin embargo, la cultura no es solamente un asunto de prácticas, sino que implica también creencias. A menudo se dice que el poder se “basa" o se “apoya” en creencias. Una metáfora
igualmente pertinente sería que el poder es un parásito de las creencias. Con frecuencia las creencias parecen oponerse a los valores realmente practicados o representados por los poderes. Los conceptos medievales del poder, ya fuera papal o real, se alimentaban de creencias idealistas sobre lo sagrado. Los conceptos más modernos, que típicamente se inclinaban al gobierno de las élites, se sostenían con la idea del
lo que ha estado ocultando”. Reconstruction in Philosophy [La
reconstrucción de la filosofía], Mentor Book, Nueva York, 1950, p. 48.
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“pueblo soberano". Con el paso del tiempo, los poderes parasitarios acabaron con su “huésped"
y buscaron una fuente fresca que explotar. Pero, ¿qué decir de la mente teórica que cada vez tiende más hacia una visión del poder no sólo como elemento constitutivo de un mundo nuevo, sino como, al mismo tiempo, destructor de una parte de las cosas, seres y relaciones de un mundo al que se le está dando una forma nueva?; ¿qué asigna a la realidad la condición efímera de la apariencia, mientras que reviste a la (desaparición con la condición de realidad). De nuevo Hobbes es nuestro guía y por partida doble. Su teoría del poder orientada hacia la ciencia complementa una teoría política que concibe a una sociedad en la que el poder político absoluto “el mayor de los poderes humanos", fue
generado por el principio contrario del libre acuerdo, “se integra con los poderes de varios
hombres unidos". En un revelador pasaje dedicado al “poder cognoscitivo", Hobbes extiende la concepción baconiana de una mente que se prepara para investigar el poder: Para entender a qué me refiero con el poder cognoscitivo, debemos recordar y reconocer que en nuestra mente siempre están ciertas imágenes o concepciones de las cosas sin nosotros, en la medida en que si un hombre se pudiese mantener vivo cuando el resto del mundo hubiese sido aniquilado, no obstante conservaría la imagen correspondiente [...] Todos y cada uno de los hombres, por su experiencia propia, saben que la ausencia de la destrucción o de la destrucción de las cosas que pudiesen haber imaginado no
ocasiona la ausencia de la destrucción de la propia imaginación.
El poder cognoscitivo y la aniquilación del mundo, la yuxtaposición de estas dos imágenes del poder, revela una combinación de necesidades primitivas y su forma de sublimación moderna. En esa combinación, elementos del pasado y del futuro se prueban entre ellos mientras buscan la mezcla catalítica adecuada. A este discurso se le llama "ensueño", cuyos antiguos significados han ido desapareciendo de las posteriores asociaciones que se hacen de esta p alabra con un estado semejante al sueño. En el siglo xiv, un
real de las guerras civiles hacia un orden construido por reflexiones abstractas. Hobbes primero haría desaparecer el mundo temporalmente y dejaría sólo a un hombre: “Después de la destrucción de todas las cosas, supongo a hombres que permanecen". Pero lo que Hobbes imaginó como algo que se mantenía, no es el hombre como tal, sino su esencia destilada, la mente cuya esencia es el poder, el “poder
cognoscitivo",
el
poder
capaz
de
conservar al mundo como idea, pensamiento; de hecho el mundo puede haber sido destruido.
ensueño era “un placer salvaje, una acción
violenta o desordenada". Para el siglo xvii, el de los “maestros constructores” de la ciencia y las
matemáticas modernas de Locke, el ensueño eran "reflexiones abstractas". Un siglo después, Hume señaló: "No es ilógico preferir la destrucción del mundo entero a rascarme el dedo". Las acciones violentas que la aniquilación del mundo implicaría serían posibles mediante reflexiones abstractas (E = mc 2) que se transforman en poder, borrando ciudades mientras que el pensamiento permanece intacto y conserva su cualidad de inocencia, el pensamiento puro, las matemáticas, justo como el infantil Einstein. En el capítulo VIII señalé el papel de su formulación sobre suponer "que el mundo fuese aniquilado” como un acto imaginario y un primer paso metodológico del desorden revolucionario
Francis Bacon [...] es el gran pionero del espíritu de la vida moderna. John Dewey
La visión de Bacon se cumplió en los espectaculares avances que se dieron gracias al desarrollo del conocimiento y las innovaciones tecnológicas. A partir del siglo XVII, las sociedades occidentales fueron transformando constantemente las condiciones materiales de la existencia humana, elevando a niveles nunca antes vistos los bienes económicos de su gente y mejorando la cultura, la educación y la esperanza de vida; y, mientras que se inventaba el concepto de sociedad "premoderna”, se negaba su
existencia real mediante cadenas de montaje y producción masiva. La grandeza, a la manera en la que se la representa en los títulos de Hobbes, Leviatán y Behemoth, ya anunciaba el orgullo del poder moderno por lo enorme y masivo. En su 5
pesadez, inmovilidad y ubicación fija, las fábricas de las economías industrializadas reflejaban una economía cuyo ideal de poder era una obra grande y tangible: una fábrica gigante productora de hierro y acero. En el proceso, las sociedades industrializadas establecieron su poder insuperable como marca característica de la modernidad. Para finales del segundo milenio, la humanidad había ya emprendido la exploración de mundos más allá del suyo; los científicos habían comenzado a producir vida y a prometer una era en la que por norma sería posible “adaptar al gusto del cliente”
los rasgos específicos de verduras y bebés. Se puede decir que la teoría y la práctica del poder moderno alcanzaron su momento climático en Hiroshima cuando, por decirlo de una manera, un Hume prefirió la destrucción del mundo a rascarse el dedo donde tenía comezón, y un Hobbes vio a un mundo aniquilado con una mente triunfante. Hiroshima confirmó sin duda alguna que los logros del poder moderno exigían la destrucción de las prácticas, instituciones, formas de vida y valores establecidos. Más de dos siglos antes de Hiroshima, los escritores habían comenzado a catalogar los costos sociales y humanos resultantes de la aplicación sistemática de la ciencia y la tecnología a la producción de las necesidades y deseos de la vida. Se habían desplazado poblaciones enteras, destruido comunidades y poblados, menguado culturas locales con el fin de preparar las
condiciones idóneas para la industria moderna. El desarraigo no sólo significó un cambio geográfico, sino una desculturación. No era lo que Schumpeter llamaba una “destrucción
creativa", sino una creación destructiva.
[Después de la Revolución, Jefferson advirtió que el pueblo] será olvidado [...] sus deseos ignorados. Se olvidarán de sí mismos, sólo les importará hacer dinero y nunca se les ocurrirá unirse para hacer valer correctamente sus derechos
Los movimientos sociales que transformaron el carácter político de la sociedad fueron una condición del poder moderno y de la modernidad misma. En ocasiones adoptaron formas constitucionales, instituciones representativas, gobernantes responsables ante un electorado democrático y garantías de libertades individuales. En otras trajeron consigo dictaduras, supresión de libertades políticas, fanatismo ideológico y religioso, la persecución activa de algunos elementos de la sociedad y, en el mejor de los casos, sólo una modesta mejoría de las condiciones económicas de los estratos más bajos de la población. Los impulsos democráticos del poder político no fueron más que una de las revoluciones que contribuyeron al fenómeno del poder moderno. Las otras son la revolución científica, que data del siglo XVII, y la industrial, que comenzó en el XVIII.
A diferencia de las revoluciones políticas, que incrementaron el número de participantes, éstas generaron culturas, ideologías y formas de discurso y de acción de élite que demostraron ser excluyentes del demos o lo relegaron a posiciones de poca remuneración y de una condición baja. El nuevo terreno de la economía teorizado por Adam Smith y los economistas clásicos y neoclásicos reconoció que las relaciones de poder florecieron en la economía, esto es, entre propietarios y trabajadores, aunque surgieron como un terreno que, a diferencia de la religión durante la Reforma o de la política durante los siglos XVII y XVIII, nunca estuvo expuesto seriamente a la democratización. No hubo un equivalente económico a la guía sacerdotal de Lutero al frente de todos los creyentes, a la voluntad general de Rousseau, a la soberanía popular de Paine, a pesar del hecho de que muchos profesionales de la ciencia de la economía reconocieron que el trabajo era la principal fuente de valor económico y llegaron a hablar de un "poder del trabajo". Cualquier forma de s0iidaridad colectiva a la que “el pueblo soberano” pudiera aspirar era destrozada, quizá
de manera irremediable, por la división del trabajo. La economía política del poder moderno enseñó a los trabajadores a ser sujetos del poder más que ciudadanos. Los primeros teóricos de la revolución científica, como Bacon y Hobbes, dejaron claro que el conocimiento científico estaba más allá de las capacidades del "vulgo". A pesar de la 6
convocatoria a una "ciencia democrática" hecha durante la Revolución francesa y del principio de que "el conocimiento nuevo debía ser conservado como un bien común, al igual que el resto de los bienes del Estado", la respuesta fue una teoría de una educación pública selectiva. El plan de Condorcet fue un buen ejemplo. Propuso sistemas de selección que clasificarían a los candidatos de acuerdo con la capacidad intelectual que mostraban. Luego entonces, se podría crear una jerarquía del intelecto e institucionalizar una nueva versión de la aristocracia. El plan de Condorcet despertó la oposición de los grupos de artesanos y, aunque no fue aprobado en su forma original, fue una advertencia de cómo el pueblo podía ser despolitizado aún más, esta vez mediante un sistema meritocrático de educación que sacaba a sus líderes potenciales y los preparaba para ser funcionarios útiles. Las revoluciones científica, económica y política aportaron elementos diferentes y fundamentales para la estructura del poder moderno. Con el paso del tiempo, se volvieron cómplices de él. El proceso mediante el cual se integraron estas revoluciones no se podría haber dado sin la guía y coordinación proporcionadas por la burocracia administrativa. Estas ayudaron a d efinir y validar 2
The Federalist [El federalista], núm. 4, p. 20 (Jay); núm. 62, p . 422 (Madison), en The Federalist, edición de Jacob E. Cooke, Wesleyan University Press, Middletown, Conn., 1961. Es importante citar la exposición de Jay: "un Gobierno [a diferencia de los 13 gobiernos coloniales por separado] puede armonizar, asimilar y proteger a las
el alcance de la modernidad. Alexis de Tocqueville estableció claramente la importancia teórica de la burocracia en The Old Regime and the French Revolution [El antiguo régimen y la Revolución francesa] (1856). Según la tesis de Tocqueville, la “revolución política" de 1789
había sido antecedida por una revolución administrativa auspiciada por una monarquía ignorante de que estaba minando sus propios fundamentos. La innovación radical en la forma de gobierno consistente en el establecimiento de la burocracia como una forma de ejercer su autoridad "ya había ocasionado uno de los más importantes levantamientos que se han dado en la historia de la gran nación” y había tenido "una influencia
desmedida”
sobre
la
revolución
política de 1789, lo que hizo que asumiera una forma sin precedentes. Primero, la revolución patrocinada por el Estado destruyó la antigua infraestructura de las autoridades locales y la sustituyó por un sistema permanente de control centralizado. En efecto fue un primer intento de modernización política que, al pretender introducirla ciencia de la política racional, destruyó a las instituciones participantes de la vida municipal y de las provincias. La centralización, lejos de haber sido des mantelada por los revolucionarios de la década de 1790, se incorporó; y aunque las revoluciones posteriores diferentes partes e integrantes y extender los beneficios de su previsión y advertencias a cada uno de ellos. En la formación de tratados, tomará en cuenta los intereses del todo, así como los particulares de las partes con relación con los del todo. Puede aplicar los recursos y el poder del todo para la defensa de cualquier
quizá "decapitaron" a la administración, "el cuerpo" sobrevivió intacto y activo. El surgimiento de la burocracia tuvo un enorme impacto sobre la política de las sociedades políticas modernas y los prospectos de democratización. Introdujo estructuras de poder permanentes, prácticamente perdurables, diseñadas para ser independientes de los regímenes y partidos políticos y para ser la representación de la pericia especializada “fuera"
de la política. Como sitio de la "política" y su formulación y puesta en práctica, la administración fue uno más de los acontecimientos importantes que formaron parte de la separación de la ciudadanía y el poder. Este acontecimiento se registró en el surgimiento de un nuevo vocabulario político que resultó impactante al comparársele con los usos del lenguaje utilizado para hablar de la acción popular. Cuando se describía al pueblo como “turbulento” y "tumultuoso”, como irregular, los
promotores del gobierno moderno hablaban de éste como "regular", "eficiente" y “ordenado". En
ese sentido, The Federalist [El Federalista] prometía que el nuevo gobierno central se "movería sobre principios uniformes de política" y buscaría un "sistema estable de política nacional"2. parte específica y de manera más fácil y expedita de la que los gobiernos estatales o las confederaciones independientes pueden hacerlo debido a un deseo de concertación y unidad de sistema. Puede asignar a la milicia un plan de disciplina y así ubicar a sus oficiales en una línea adecuada de subordinación a la voluntad del
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Quizá parezca forzado hablar de estos acontecimientos diferentes (científicos, tecnológicos, políticos, burocráticos y económicos) como revoluciones. Sin embargo, todos muestran efectos comparables que se asocian con las revoluciones políticas. Las otras formas pueden no parecer a primera vista violentas; no obstante, a su manera, acaban con hábitos, relaciones y convicciones anteriores y, lo más importante, trastocan formas de vida establecidas. Al igual que las revoluciones políticas, marcan un alejamiento del pasado. El poder relativo ¿e estas diversas revoluciones puede medirse por una particularidad de las revoluciones políticas. A diferencia de otras formas que pueden parecer haber encontrado el secreto para ser perdurables, las revoluciones políticas modernas, ya sean democráticas o comunistas, parecen perder su dinamismo una vez que han tenido éxito.
¿Qué es el poder, si no la capacidad o facultad de hacer algo? ¿Y qué es la capacidad de hacer a lgo si no el poder de emplear los medios para su ejecución? Alexander Hamilton
En su fórmula más simple, el poder es la capacidad para llevar a cabo un propósito, llegar a un fin. Las complicaciones llegan cuando
preguntamos sobre la naturaleza y el autor (o los autores) de esos fines, los medios y recursos que se utilizarán para lograrlos, la enumeración de otros poderes y las probables consecuencias, especialmente las p érdidas. Cuanto mayor sea la unidad entre los poderes, mayor será la tentación de ponerlos en funcionamiento para propósitos más grandiosos; cuanto más copiosos sean los recursos necesarios para lograrlo, los medios de organización serán más elaborados, las condiciones más exigentes y las consecuencias más complejas, lo mismo que las pérdidas. Algunas preguntas políticas obvias son: ¿cómo se logra la unidad o alianza entre poderes y cómo se deciden los usos del poder? ¿Quién los decide y para qué propósitos? Cui bono, es decir, ¿quién se beneficia? ¿Quién pierde? Los intentos de controlar las concentraciones de los grandes poderes son tan antiguos como la historia occidental. El Antiguo Testamento ofrece uno de los primeros ejemplos con el rey Salomón y su ambiciosa tarea de construir un templo dedicado a Yahvé, el Dios todopoderoso de Israel. Este proyecto puede ser considerado un intento de "albergar" el poder, de contenerlo dentro de una estructura y, por lo tanto, de solidificar la identificación de Yahvé, el poder más grande del mundo, con Israel y su rey. Esto parece ser lo que Salomón tenía en mente: “Ciertamente te he
edificado una casa sublime, una morada donde
habites para siempre” (I Reyes, 8:13). Pero
aparentemente Salomón renuncia a esta ambición sugiriendo que la omnipotencia no podía ser contenida: “Pero ¿es verdad que Dios
ha de habitar sobre la tierra? He aquí que los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener. ¡Cuánto menos este templo que he edificado!” (I Reyes, 8: 27).
Como forma arquitectónica, un templo es un lugar que encierra, tiene una forma específica y una estructura que sacraliza lo que ocurre dentro de él. Dentro del templo, la oración y el ritual son los medios acostumbrados de estar en comunión o alianza con el poder que ahí se adora, más que contenerlo. El n0. der de Yahvé era demasiado grande para estar dentro de una estructura humana, pero eso no implica el carácter político del templo como un sitio de rituales de poder mediante el cual una comunidad se coloca hacia el universo del poder (en el caso de Israel, el poder de su rey y el poder principal de su dios). La historia del templo de Salomón concuerda con gran parte del pensamiento y la práctica políticos occidentales. La contención del poder ha sido un tema continuo situado justo al pie de la "cortina de hierro" y de la "política de contención" de los poderes occidentales orientados a evitar la expansión del comunismo soviético después de la segunda Guerra Mundial.
magistrado superior [por ejemplo, el presidente], lo que los consolidaría en un solo cuerpo y, por lo tanto, los haría más eficiente”. Núm. 4, pp. 20 y 21
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En la historia del Occidente posterior a la Biblia, la formulación de una solución al problema de la contención del poder consistió en el establecimiento de un “marco” constitucional. El
teórico más famoso e importante de las constituciones fue, sin duda alguna, Aristóteles. Desde la perspectiva aristotélica, una Constitución designaba al individuo o al grupo que ejercía la autoridad suprema sobre una sociedad política; identificaba la localización del poder, el poder que las leyes de la Constitución autorizaban al gobernante, gobernantes o a varias entidades (por ejemplo, a las cortes). Pero, ¿cuál era la fuente del poder autorizada por la Constitución? Aristóteles insistía en que para que la regla constitucional fuese estable y efectiva, el poder constitucional tenía que adaptarse y elegir a partir de la distribución del poder en la sociedad fuera de la Constitución, lo que implicaba que algunos se verían favorecidos, mientras que otros resultarían excluidos. Por lo tanto, una Constitución aristocrática reconocería la condición dominante de la aristocracia (es decir, una riqueza importante, una cuna noble y destreza militar); una Constitución de clase media, como "estructura política”, significaría la
presencia de una clase grande de propietarios de bienes de tamaño mediano, mientras que una Constitución demócrata reconocía el poder de la igualdad o de los individuos. La mayoría de las revoluciones se atribuyeron a una discrepancia entre la autoridad constitucional y el poder s ocial real. Un grupo excluido que tuviera el control de
una parte importante del poder se agitará para que se le reconozca su tipo de poder social en la Constitución; en caso de no lograrlo, buscará derrocar a la Constitución y crear una forma adecuada para consolidar su mando. La teoría constitucional aristotélica puede definirse como el intento de fomentar la estabilidad y moderación políticas sin negar a la clase gobernante, sino mejorando y limitando el poder de clase mediante el mando de la ley y "mezclando" los elementos básicos de manera que se promueva la inclusión, se disminuyan los resentimientos y s e modere el ejercicio del poder. En términos generales, el pensamiento constitucional medieval siguió la misma línea. A menudo reflejaba la práctica común de representar a las clases o estados (la nobleza, el clero y los "comunes", es decir, los miembros de la clase media de un nivel un poco más alto) y subrayaba el papel de los estatutos y costumbres, así como los privilegios, en la limitación del poder. El "constitucionalismo" es una creación moderna. Tiene deudas teóricas con Harrington, los "niveladores ingleses”, Locke, Montesquieu y El
Federalista estadunidense. Sus deudas prácticas son con la revolución de la década de 1640 y la rebelión de 1688 en Inglaterra, así como con la revolución estadunidense de 1776 y el contramovimiento federalista de 1787. El intento del constitucionalismo moderno de domesticar al poder puede resumirse en tres "erres”: restricciones al poder, reconocimiento o
autorización del poder suficiente para gobernar de manera efectiva y regularización o no arbitrariedad en el ejercicio real del poder. El primer punto se observa claramente en las disposiciones constitucionales (o, en el caso de la Gran Bretaña, en convenciones basadas en privilegios) que limitan los fines para los cuales puede utilizarse el poder y especifican ciertas áreas en las que se restringe el poder (esto es, una declaración constitucional de derechos) o se ejerce bajo limitaciones más estrictas. El segundo identifica ciertos poderes específicos que las personas o entidades están autorizados legalmente a ejercer (es decir, la autoridad del jefe para proponer alguna legislación o para vetar leyes autorizadas por la legislatura). El tercero, la regularización, indica las formas específicas que se deberán observar si se pretende traducir al poder en leyes, decisiones o acciones obligatorias (esto es, los procesos legislativos; los procesos correspondientes a las leyes en los procedimientos criminales, civiles o administrativos). Las tres “erres" pued en extenderse a una cuarta: los rituales que convierten al poder en autoridad, tales como las elecciones o las coronaciones. La mayoría de las constituciones modernas, especialmente las posteriores a la segunda Guerra Mundial, se caracterizaron por evitar una referencia explícita al poder social o de clase. En lugar de ello, se jactan de ser inclusivas de prácticamente todos los elementos de la sociedad y de negar todo tipo de prerrogativas 9
especiales a la riqueza o a la condición. Sin embargo, al mismo tiempo el constitucionalismo moderno es heredero de una quinta "erre": la regulación que ejerce la autoridad y que las monarquías de los siglos XVI y XVII practicaron para controlar el comercio, la manufactura, la agricultura, la moneda y los inventos. La autoridad reguladora adopta la forma de “estructura política" y pone en práctica normas
emitidas por los burócratas. Al mismo tiempo fue un primer reconocimiento de la “economía”
como elemento crucial del poder nacional (mercantilismo) y la identificación de ésta con la producción de bienes para satisfacer las necesidades y estimular los deseos de la población al mismo tiempo que ofrecía los medios para una “defensa común".
Mientras que las teorías políticas de principios de la modernidad exploraban los derechos y obligaciones de la ciudadanía, surgía un discurso complementario, pero diferente, cuyo punto
servir a la felicidad pública, uno debería obligar a los ciudadanos a adquirir las habilidades y conocimientos necesarios para los empleos a los que puedan estar destinados y a mantener entre ellos el orden y la disciplina que tienden a ser buenos para la sociedad.3
Entre tanto, se creó la economía política del poder moderno y ésta se volvió objeto de políticas públicas cuyo propósito era promover el crecimiento económico, establecer un marco legal para promover lo previsible (por ejemplo, cumplir los contratos), frenar excesos, educar a la población en las habilidades necesarias y, esporádicamente, ocuparse de las emergencias. Para el último cuarto del siglo XX, ya era evidente que el sistema del poder representado en la economía política no sólo se había vuelto esencial para el funcionamiento del constitucionalismo, sino su rival y, si bien no su amo, por lo menos sí su consejero principal.
central era la "población” general y s potencial de
poder. Un escritor de mediados del siglo XVIII formuló este nuevo núcleo y señaló cómo el poder moderno cambiaría al pueblo para que se adecuara a la economía, más que a la ciudadanía: Otra cosa que contribuye a los poderes de un Estado es la industria y las habilidades de los miembros que la componen. De ahí se desprende que para mantener aumentar y 3
Johann Gottlob von Justi, Die Grundfeste zu der Machí und Glückseligkeit der Staaten [Fundamentos para el poder y la felicidad de los Estados] (1760-1761).
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