DEFENSA Y MARTIRIO DE SANTA MARÍA DE LA CABEZA
EPISODIOS
PUBLICADOS:
Núm. 1.—Cómo fu i tomado el Alto del León. 2.—Los centauros de España en el Puerto del Pico. 9.—La conquista de Retamares por la columna de Castelón. 4 . - Asalto A salto y defensa heroica hero ica del del Cuartel de la Monta Montaña. ña. 6. - Cómo conquistó Sevilla el General Queipo de Llano, é.—Tortura y salvación de Málaga. 7.—Por qué fué rojo Madrid. 8.—]Guadala|ara, heroica y mártir! 9.—Martirio y reconquista de Vizcaya. 10.—Bilbao rojo y Bilbao nacional. 11.—Gloria y proeza de los de 6an Quintín.
EPISODIOS DE LA GUERRA CIVIL POR
LUIS
MONTAN
ILUSTRACIONES DE «ITO»
DEFENSA Y MARTIRIO DE SANTA MARIA DE LA CABEZA
EPISODIO NÚMERO 12
LIBRERÍA
S ANTARÉN
VALLADOLID
Episodios de la guerra civil, por Luis Montán ■
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Ilustrac ion es
de « I T O »
D E F E N S A V n U O T R I O D E S A B I A R lAl A R lQl Q D E L A C A B E Z I SITUACION DEL SANTUARIO A treinta treinta y cinco kilómetros kilómetros de An Andú dújar jar y en uno uno de los picos de Sierra Morena, se alzaba la ermita y hospedería de Nuestra Señora de la Cabeza. Cabez a. E l Santuario Santuar io tiene tiene una cota cota de ochoci ochocient entos os metros metros Lind Li ndaa coa las dehesas llamadas Encinarejo, propiedad de don Eduardo Dolkosky; de la Virgen V irgen,, de la la Marquesa del Cerro Ce rro,, y L ugar ug ar Nuevo, N uevo, díel Marqués de Cayo del Rey. Todas son magníficas posesiones con abundantísima caza. E l Santuario, desde desde el día n de Abril de 1930 193 0 estaba estaba cuidado cuidado por cinco padres Trinitarios y dos legos. Aparte de la Iglesia, y formando un mismo cueipo, había una pequeña hospedería; ante la Iglesia una pequeña plataforma, en la que había unos aljibes. Una pequeña fuente, en uno de los ángulos, aseguraba la provisión de agua.
LOS PADRES TRINITARIOS ASESINADOS Los padres Trinitarios socorrían a diario a centenares de pobres que acudían de aquellos alrededores en demanda de comida, creían los padres Trinitarios, como todo hombre de conciencia, que iban realizand» una gnm obra humanitaria, sembrando el consuelo entre los que pedían su protección, pero no fué así, desgraciadamente, porque algunos de los que recibieron aquella caridad, fueron después sus verdugos. Al estallar el movimiento, el Reverendo Reve rendo Padre Pa dre José Jo sé María de Jesú Je sús, s, Superior, y el Reverendo Padre Segundo de Santa Teresa, organista,
se trasladaron a Andújar, puesto que hasta allí llegó la triste nueva de la revolución, siendo inmediatamente detenidos, humillándolos hasta lo indecible, sirviendo de mofa a la gentuza amotinada que rodeaba la cárcel, pidiendo lo matasen. Se presentaron, después unos cuantos jóvenes armados en el Santuario para detener—como así lo hicieron—al Reverendo Padre Prudencio cio de la Cruz, Cruz, R . P. Ju an de la Santísima Trinidad, R. P. Fernando, recién llegado de América del Sur, y a fray Luciano de San Miguel, lego, trasladándolos a la cáiceJ de Andújar. Un día se «entretuvieron» los canallas marxistas, matando de los seis a cuatro dejando detenidos a los dos restantes que, según nuestras noticias, fueron trasladados a Jaén, ignorándose la suerte que hayan podido correr estos buenos paidres, que tanto bien hicieron por los campesinos de Andújar, y tan mal,pago mal, pago recibieron. recibieron.
COMO SE ORGANIZÓ LA RESISTENCIA De la Comandancia de la Guardia Civil de Jaén se pasaron a nuestro campo, por el lado de Granada, doscientos cincuenta guardias, pero sus familiares quedaron en Jaén, expuestos a represalias. Consiguió el Capitán que el Gobernador de aquella provincia roja permitiera la salida de las mujeres y los niños, familiares de los guardias pasados a nuestras filas, y se organizó un tren que con ellos llegó hasta Andújar. Con un pretexto, el susodicho capitán había concentrado en el Santuario doscientos guardias y pensó que podía defenderse durante algún tiempo, refugiando allí a las mujeres y a los niños.
Felizmente llegaron todos a la finca Lugar Nuevo y al Santuario el 17 de Agosto del pasado año. Seguidamente, fueron llegando grupos de Requetés, Falange y numerosas personas de ambos sexos de Córdoba, Andújar, Lugar Nuevo, Marmolejo, Villanueva de la Reina, Martos, Torredonjimeno, Arjona, Torre del Campo, Colomera, Jaén, Campillo de Arenas, Linares, Bailén, Higuera de Arjona, Peal del Becerro, Sabiote, Baños de la Encina y Madrid que sumaban más de 1.800 personas. Al comenzar la epopeya, aquel puñado de héroes ocuparon la llamada Casa del Coto y la del fondista Paco Torres. Esas casas se agrupaban como ove jas en su redil, en torno torno al SanSa ntuario. Los guardias civiles que el capitán, a que aludimos anteriormente, concentró en el Santuario, así como todos los varones en situación d? combatir quedaron mandados por ed capitán don Santiago Cortés González, que tenía a sus órdenes a lbs tenientes Rueda y Ruano, y teniente de Carabineros don Juan Porto Gallego y brigadas don Juan Maldo nado Rodríguez y don Juan Molina Gómez, también de Carabineros que buscaron refugio en el Santuario. El teniente Ruano, con un grupo de guardias, se hizo cargo de la defensa de Lugar Nuevo, y en el Santuario quedó el capitán Cortés, qiue tuvo coano segundo Jefe aJ teniente Rueda. Hasta el día 22 de Agosto no tuvimos conocimiento de la epopeya que se había comenzado a escribir en el Santuario de la Cabeza. Ya estaba con iiosolros el Capitán que había conseguido que los guardias se refugiaran en el Santuario, quien dió cuenta al Mando, no sólo de lo que con la Ermita se refería, sí que también datos del mayor interés.
Se hizo un vuelo de reconocimiento sobre el Santuario y Lugar Nuevo, que, como decimos, quedaron aprovisionados para un mes, y ya y a no se tuvieron más noticias hasta que dos guardias guard ias civiles y un fafa langista salieron del Santuario para informar de que la situación se iba haciendo grave. Los guardias perecieron en la empresa, pero el falangista pudo cumplir su cometido. Al día siguiente siguiente el formidable aviad av iador or H aya, ay a, tomaba a su cargo la empresa de normalizar los vuelos y prganizar debidamente el aprovisionamiento. Desde entonces hubo comunicación con los sitiados, a los que les fueron arrojadas, dentro cestos, con paracaídas, palomas mensajeras, contando con el ofrecimiento ¡hedió desde el primer matante por la Sociedad Colomibófila Cordobesa, una de lás más important tantes es y mejor mejor organizadas de E spasp aña. E l día d ía 25 2 5 dte Octubre llegó a Córdoba la. primera paloma soltada, portadora dte un parte escrito de puño y letra del capitán Cortés. Este procedimiento siguió empleándose casi a diario, debiendo advertirse que las palomas tardaban desde el Santulario, hasta su palomar df Córdoba, veinticinc veinticinco o minutos minutos,, y h quie más treinta. La ultima paloma llegad lle gadaa a Córd C órdob obaa ilo fuá d' día dí a jo de Abril, portadora del ultimo mensaje que también escribiera el capitán don Santiago Cortés González, en el que informaba al Mando de la crítica situación en que se encontraban, indicándole al mismo tiempo las veoes que el día anterior les boiríbardearon con Artillería y Aviación, resultando de aquel ataque numerosos heridos, entre ellos mu jeres y niños, niños, y el capitán Cortés que, no obstante obstante estar igualmen igualmente te herido, Ies animaba y hablaba dle España, aunque en su interior hubiese surgido ya el convencimiento de no poder resistir por más tiempo.
LAS FIGURAS DEL CAPITAN CORTES Y LOS TENIENTES RUANO Y RUEDA El capitán de la Guardia Civil don Santiago Cortés González, cuyo nombre pasará a la posterioridad, nació el año 1897, en Valdepeñas de Jaén. Ingresó en la Academia de Infantería, de donde salió el año 1920, pasando a Africa, donde prestó brillantísimos servicios. Casó en Fuensanta dle Martos con doña Dominga Camacho, distinguida dama, con la que tuvo cinco hijos, uno de ellos nacido a los tres meses de encontrarse el padre defendiendo el Santuario. La infortunada señora, presa en Jaén con sus hijos, dió a luz en la cárcel, y conocida la noticia .del alumbramiento, le fué comunicada al padre. Fué capitán en el batallón de Alba de Tormes, dte guarnición en Ronda, y el año 1927 ingresó en la Guardia Civil, encomendándosela el mando de una de las compañías de la Comandancia de Jaén. Al advenimiento advenimiento de la Repúblic Rep ública, a, en Jaén Ja én,, como como en toda Espa Es paña ña,, se desencadenaron las turbas, y las predicaciones se convirtieron en hechos subversivos. Frente a los desmanes socialistas de que Jaén fué teatro, mantuvo el capitán Cortés el principio de autoridad, y ello le valió una persecución enconada, siendo al fin destituido. Era por aquel entonces Director general de la Guardia Civil el malogrado General Sanjurjo, a cuyo despacho acudió en queja al capitán Cortés. Sanjurjo le escuchó atentamente, y, comprendiendo toda la razón que que le le asistía, d ijo ij o : «Yo.m «Y o.m e jugaría juga ría por usted usted la Dirección Dirección General do do la Guardia Guardi a C i v i l ; pero debo debo conservar el puesto, puesto, y no por egoísm egoísmo. o. Confío en que dentro de unas semanas todo estaré arreglado y España se salvaiá; entonces contaré con usted.» Esto ocurría días antes del 10 de Agosto. Al estallar el movimiento movimiento libertador de 18 de Juli Ju lio, o, Cortés, como como otro capitán que ha prestado grandes servicios a la causa nacional, eomprendió que en la hoguera roja que era Jaén nada podía hacer,
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sobre todo, teniendo superiores que estaban en cueqx» y alma con el Frente Popular. Con los guardias que le eran fieles—que constituían la mayoría—se refugió en el Santuario de la Cabeza, para defender, más que las vidas de sus hombres, a las infelices criaturas que se hallaban bajo su custodia, por el azar que ya hemos explicado anteriormente. Para dar una idea del temple de alma del capitán Cortés, baste decir que tenía prisioneros a un Comandante, un Capitán y un Teniente de la Guardia Civil, a las que suponía, por sus antecedentes, afectos al Frente Popular. Supo mantener el capitán Cortés la moral de sus hombres, sosteniéndoles en un grado tal de constante heroísmo que ante ellos palidecen los mitos y semidioses antiguos. El teniente don Manuel Rueda García, segundo jefe del Santuario y agrupaciones de casas de las la s hermandades, pertenecía pertenecía a la 32 promoción del Arma de Infantería, prestó servido en el Tercio; con él Se hallaba su esposa, llamada doña Encamación y un hijo pequeño del matrimonio. Era a mediados de Octubre. La aviación roja bombardeó en un día cuatro veces, y el ánimo de aquellos bravos españoles era cada vez más fuerte. Por encima de todo, España. Creían los miserables al servicio de Rusia que los bombardeos aéreos iban a desmoralizar a los refugiados, y no fué así, demostrándolo este hecho: El Gobernador de Jaén en aquella época, con unas secciones de guardias de Asalto y otras de milicianos, se aproximó hasta donde pudo, enviando unos emisarios a que parlamentaran con el teniente de Ja Guardia Civil señor Rueda García, a cuya madre que fué detenida en el puefblo de Arjonilla, anciana venerable <íe más de setenta años, la condujeron hasta un cerro próximo al Santuario, desde donde fácilmente el teniente Rueda García podía comprobar que aquella santa mujer era su propia madre, expuesta a ser víctima de los asesinos, si su hijo no se rendí ren día: a: «Si usted no se rinde presenciará presen ciará la muerte de su madre.» madre. » Y entonces entonces se produjo prod ujo el hecho de de abnegación patriótica y de heroísmo insuperable. La Historia pocas veces registrará un suceso igual. El teniente Rueda García—recuérdenlo bien todos los españoles— españoles—con conte testó stó sin sin vacila vac ilar: r: «Podéis «Podéis asesinar asesinar a mi mi madre, c a nallas, criminales, cobardes; pero yo no me entregaré ni entregaré a los
que conmigo conmigo están, mientras nos quede quede un átomo de de vida v ida.. ¡ V iva iv a España!» Aquellos dos miserables insistiero insistieron n en la amenaza, anunciándole anunciándole de nuevo que no vería más a la que le dió el ser. El teniente Rueda vol vió a mirar al sitio sitio donde donde su madre se hallaba, hallab a, enviándola un beso, beso, quizá el último. Los guardianes rojos cogieron de nuevo a aquella santa mujer, maltratándola de obra, llevándola al camión que aguardaba en la carretera, ignorándose cual sería su fin.
UN PERIODISTA ENTRE LOS HEROES No ha faltado entre los heróes heróes del del Santuar San tuario io un periodista bataba tallador e inteligente, como lo es el redactor del periódico ((La Mañana» de Jaén, señor Montiel, que desde hace mucho tiempo venía haciendo en las columnas del citado periódico una campaña valiente y enérgica contra la canalla marxista. Este periodista, pluma en ristre, iba desenmascarando personajes y personajillos de la provincia de Jaén e iba también advirtiendo el peligro de la política del fatídico Frente Popular, qtíe poco a poco se apoderaba, no sólo de los ¡resortes oficiales, si que también de la voluntad de los trabajadores, incluso de aquellos que no sentían simpatías por los ideales revolucionarios. Al estallar e stallar el movimiento, movimiento, el periodista Mon ontie tiell pudo escapar de Jaén Ja én , puesto que sus verdugos empezaron a vigilarlo de cerca para asesinarlo, pudiendo llegar a Andújar, desde donde más tarde consiguió trasladarse al Santuario, ignorándose si ha sido una de las víctimas de la metralla roja, o si la suerte le ha favorecido para salir antes de que se entregasen sus compañeros de penalidades
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SE INICIA LA RESISTENCIA Conocida de los rojos la finalidad de aquel puñado de héroes, los jefes maxxistas de Ja é n montaron montaron un servicio de vigilancia vigi lancia,, con diez diez guardias de Asalto, en los alrededores del cerro y palacio de Lugar Nuevo, cuya finalidad no era otra que evitar que los allí refugiados pudieran salir a la carretera o evadirse de aquellos lugares. Algunos de estos guardias parlamentaban, cuando la oportunidad se lo permitía, con los
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Un .miliciano que se düó cuenta del hecho, disparó matándolo instantáneamente de un balazo en la cabeza. Un cabo de Seguridad que se encontraba contra su voluntad al servicio de los marxistas, un día del mes de Enero no pudo soportar por más tiempo la infamia, y se pasó a nuestro lado al grito de ¡ Vi Viva va E s p a ñ a ! Lloró L loró abrazado al capitán Cortés, Cortés, y a partir de de aquel aquel momento no descansaba su fusil contra aquellos miserables que ocul-
taban su cobardía detrás de las peñas que rodeaban los cerros del Santuario. Las palomas mensajeras, arrojadas por nuestros aviones en cestas con paracaídas, mantuvieron en comunicación a los sitiados hasta que se ocupó Porcuna. Desde entonces la comunicación fué por heliógrafo, y los sitiados se sintieron más asistidos al ver nuestros destellos, a una distancia que la esperanza les hacía creer corta y franqueable. En el campamento del Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza, como denominaba Cortés a aquel conjunto de defensas agrupadas en tomo al Santuario, el ingenio se unió al soplo heroico. En piezas sueltas les fueron arrojados morteros, ametralladoras y fusiles; armas que necesitan expertos maestros para montarlas, comenzaron a funcionar allí prodigiosamente. Se adiestraron en el montaje y manejo de morteros y ametralladoras, e hicieron funcionar un motorcito de gasolina para producir corriente que alimentara la radio que recibía las charlas del General Queipo de Llano.
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¿Recordáis muchos de los «camelos» intercalados en las charlas? Pues algunos eran contraseñas y frases convenidas con los defensores del del Santuario, ¡ Y qué esfuerzo esfuerzo para conservar la radio! rad io! |Qué |Qué angustiosas demandas de gasolina para el motorcito! Aislados Aislad os del mundo en un pico de la Sierra, Sier ra, estrechados por el odio rojo, la voz amiga del General ante el micrófono, hace palabras de su corazón y de sus nervios y caza victorias él solo contra toda la propaganda roja. —«¡Atalaya, firme! |Atalaya, fiimel», dice Queipo de Llano en medio de su charla una noche. Los sitiados respiran. —«Es que han llegado las palomas mensajeras—explica Cortés— y mañana mañ ana tendremos tendremos el auxilio aux ilio de la aviación.» aviac ión.» Falta pan. Los niñós lloran hambrientos. Las madres son esqueletos. Han reservado el pan para sus hijitos. Ninguna prueba la ración que le cupo en el último y difícil aprovisionamiento, para alimentar a sus niños que perecen de hambre. El capitán Cortés demanda pan angustiosamente. Parte una paloma, que burla a los gavilanes gavilanes de la Sierra. Sierra. Allá va, ¡muy ¡m uy alta, muy m uy alt a !, punt puntit ito o blanblanco en el azul de un espléndido día de invierno, allá va la paloma mensajera de angustia, portadora de esperanza. Más alta que las águilas de de la Sierra Sierra va la paloma paloma.. ¡Dios ¡Dio s vaya va ya co con n ella! Por la noche el General Queipo de Llano contesta: — « ¡ E l pan nues nuestro tro de de cada día d ía !» « ¡ E l pan nuestr nuestro o de cada d ía !» —«Mañana tendremos pan—dice el capitán Cortés—, y esa frase repiten las madres a sus hijos. Al siguiente día el aviado avi adorr H aya ay a ejecuta la orden de aprovisio apro visio-namiento. Cortés había dicho en el mensaje:—«Solamente para aplacar d hambre atrasada y sostenemos necesitamos diariamente 750 kilos de pan, aparte 'las legumbres y demás elementos para condimentar, para el número de personas que tengo dicho, nos encontramos aquí.» ¿Comprenderéis lo que ha representado para la aviación el apro visionamiento de los sitiados en el Santuario? Santuar io? —«Con las heladas recientes las madroñeras que a veces nos alimentaban han perdido el fruto y ya ni con eso contamos»—decía un mensaje de Cortés.
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Había que proveer de todo a cerca de dos mil personas, cuyo diario sustento fué obra de nuestros aviadores. Córtes no fué sólo sólo el jefe milita m ilitarr que defiende una fortaleza y en asombroso heroísmo resiste nueve meses a fuerzas cien veces superiores en número y mil veces en elementos. Fué el padre de una gran población no combatiente, dolor de los débiles que atosigaba a los fuertes, miradas de madres que partían el corazón. Cortés no olvida que es padre. Recuerda su paternidad en unos emocionantes mensajes. Emocionan sus palabras por la serena fortaleza que reflejan: —«Tengo a mi mujer y a mis cinco hijos en la cárcel de Jaén. A los tres meses de estar yo aquí habr h abráá dado a luz mi esposa. ¡ Cerca de seis meses tendrá ya y a ese ese hijo al que no conozco conozco I»— , dice Cortés en otro mensaje. Y pregunta por la suerte que ha cabido a sus amigos y compañeros. compañeros. No olvida a ninguno. Cuando conoce la suerte de varios de ellos, comunica : — «He sabido s abido .la triste suerte de esos compañeros compañ eros y me consu consuela ela saber que han muerto por España. Hoy he dispuesto que se diga una misa por sus almas.» Santiago Cortés sigue atento y en tensión todas sus facultades de análisis, el curso de la guerra. Celebra la toma de Porcuna, Málaga, y Loper Lo pera. a. Sienten Sienten y a , como salve salv e de Resurrección, el estampido estampido de nuestros cañones: —«Las fuerzas que nos cercan están en mucho menor número, sin que dé señales de vida más que algún que otro «paco». Considero próxima la agonía del enemigo a pesar de los días de calma que han sucedido en el frente, a la gloriosa toma de Porcuna, que debe haber sido el golpe más duro de los sufridos por los rojos. Gracias a esto y al abundante envío de pan, el campamento ha sentido la alegría de ver sus necesidades cubiertas y buenas noticias de la campaña. Los Lo s rostros han recobrado su su viveza vivez a y expresión. «Quie «Quiera ra Dios que que no vuelvan los días tristes por que hemos pasado, hasta tanto llegue la hora de unimos a nuestros hermanos, para poder ayudarles en la fecunda obra que están realizando, dejando atrás esta pesadilla que va siendo superior a nuestras fuerzas.»
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El capitán Cortés nos deja en este mensaje su retrato moral. Un día de otoño, de cielo plomizo que ponía una nota triste en el horizonte y en las almas, los refugiados en el Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza sufrían el agobio de sus melancolías y de sus inquietudes. De pronto, se oyó el zumbido de un motor, y la silueta de un aeroplano se recortó en el papel de estaño que fingía el cielo. El avión dió vari va rias as vueltas, descendie descendiendo ndo hasta casi tocar la cima del monte, y arrojó un paquete alejándose de aquel lugar. Los heroicos defensores ded Santuario corrieron hacia donde ei bulto había caído, y con gran ansiedad deshicieron el envoltorio. Ante sus ojos apareció la bandera rojo y gualda; la enseña gloriosa de la Patria había caído «n su manos aquel día gris tan propicio a la desesperanza. Hombres, mujeres y niños elevaron un clamor unánime y el lienzo bicolor se cubrió de labios temblorosos que lo besaron. No mucho tiempo después de esto, el avión que había arrojado el paquete, paquete, volvió a extender sus sus alas sobre la cima. Y en ella ondeaba ondeaba la bandera que sacudía al viento el cascabeleo de muchos rosarios de besos. Durante los nueve meses de heroica resistencia de los defensores del Santuario de la Virgen de la Cabeza, se recibieron muchos mensajes aparte de los oficiales, que se enviaban desde el castillo de Porcuna, por medio del heliógrafo de 22 centímetros, del que se hallaba encargado el capitán de la Guardia Civil señor Carrasco. Monseñor Franceschi, prelado de Su Santidad en la Argentina, envío también, desde Porcuna, un saludo a aquellos bravos, que con tanto honor defendían el de España. Fué en aquellas breves palabras envuelto el sentimiento de admiración de Monseñor Franceschi hacia los defensores del Santuario. Llegó otro mensaje del ilustre García Sanchiz, en el que les animaba para que continuaran en aquella actitud heroica, asombro del mundo. El capitán Cortés, como siempre, contestaba que sufrirían hasta el iltimo momento para evitar toda humillación que pudiera representar ■na duda que se interpretara como cobardía ante los rojos. De todos los detalles que suponían la exaltación a la Patria, estaba
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pendiente Cortés, del que para expresar la magnitud de su serenidad y de su valor, valo r, se cuidaba de que en el Cementerio Cementerio del del Santuario Santuar io cada unos de los muertos hasta 38 que cayeron, tuviese su departamento coa la inscripción de su nombre. Al ser entenados, el capitán daba un viva a España, contestado por todos los asistentes, que se animaban mutuamente, y que expresaban sus deseos de morir defendiendo aquel santo ltogar. Un día pidió que se le enviasen unos rosales que dieran flores ro jas ja s y amarillas, amarillas , para pa ra plantarlos plantar los en el Cémenterio, Cémenterio, solicitando al mismo tiempo pinturas de ambos colores, para emplearles pintando con los colores nacionales las estaquillas de madera que servían para separar los distintos enterramientos. Las semillas les fueron echadas al capitán Cortés, y de seguro las sembraría en la tierra que cubría los cuerpos de aquellos héroes, aunque él no haya tenido la satisfacción de ver las rosas con los colores soñados. Por medio de altavoces conminaron infinidad de veces a la rendición, conminaciones que eran contestadas a tiro limpio, tanto desde el Santuario como desde Lugar Nuevo. Cuándo el asedio se con virtió en ataque a fondo, y la amenaza, amenaz a, tantas veces repetida, de en via v iarr carros de asalto y una Briga Br igada da Internacional fué una realidad, la situación de Lugar Nuevo se hizo desesperada. Su recia construcción, hecha para aguantar vendavales y tormentas de la Sierra, le permitó resistir durante mucho tiempo el asalto redoblado de los sitiadores ; a pesar de ser el el mejor caserío de Españ Esp aña, a, y como como conseconsecuencia del constante fuego artillería, el caserío se hallaba medio demolido. La espléndida finca machacada por las bombas de la aviación roja, taladrada por centenares de granadas rompedoras, no ofrecía ya el amparo que necesitaban sus defensores, que se encontraban entre bloques de piedras que amenazaban convertirse en su sepultura. Varia Va riass veces, como como consecuencia consecuencia de los repetidos repetidos ataques del eneenemigo, que iba mejorando sus posiciones, estuvieron cortadas las comunicaciones entre Lugar Nuevo y el Santuario. Los hombres del capitán Cortés hicieron heroicas salidas, convirtiéndose en ofensores. Merced a sus magníficas reacciones fueron reconquistados varios pues-
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tos perdidos, despejándose la situación hasta dejar las comunicaciones expeditas. Pero este esfuerzo no podía mantenerse, que las fuerzas humanas tienen un limite.
LA EPOPEYA DE LOS ASALTOS PRELIMINARES La triste gloria de haber vencido a aquel puñado de héroes, cocorresponde al alcalde de Andújar, el comunista Pablo Colomé, .que hizo cuestión de amor propio la rendición del Santuario, intrigando cerca de los jefes militares para que se hiciera un esfuerzo. Como el llamado gobierno de Valencia no prestaba gran atención a la empresa, el Pablo Colomé continuaba presionando al Mando rojo hasta que consiguió que la 16 Brigada Internacional, que manda el Nuestro Señora de la Virgen de la Cabeza. En los primeros días del mes de Abril iniciaron los rojos furiosos ataques que fueron diezmando las fuerzas del capitán Cortés; y como como era preciso, absolutamente necesario, necesario, conserv con servar ar las mayores mayo res energías para futuras y difíciles operaciones que se avecinaban, ordenó Cortés al teniente Ruano se replegase al Santuario, por otra parte, con ochenta muertos y un número igual de heridos—que eran curados por un estudiante de medicina que se encontraba entre los refugiados—sólo entre los combatientes, sin contar los enfermos, heridos y muertos que tenía entre mujeres y niños, el capitán Cortés comcomprendió que el fin de la resistencia opuesta durante nueve meses se acercaba. El teniente Ruano llevó a cabo la orden de evacuación de Lugar Nuevo llevándose consigo todo el material útil de que disponía, y puso a salvo, tanto como a los seres indefensos que custodiaba, las municiones y amianto. Para la evacuación se aprovecharon las horas de la noche, y filtrándose por los puestos rojos, qué ya tenían envuelto Lugar Nue vo, llegó el teniente teniente Ruan Ru ano o al Santuario Sant uario con su impedimenta impedimenta de dolor y
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heroísmo. La evacuación se hizo el día 10 de Abril, y el 12 ocuparo los rojos las ruinas de Lugar Nuevo al convencerse de que estaba abandonadas. El promedio promedio de bajas ba jas era e ra de unas una s veinti veinticin cinco co por día. Perdid Perdid Lugar Nuevo, aún era más grave la situación de los defensores di Santuario, no ya tanto por la proximidad del enemigo que concentraba sus refuerzos 9obre un solo punto, sino por la aglomeración de personas en en d grupo principal, princi pal, donde se hallaban hacinados en casas que, poco a poco, iban siendo desltruídas por la aviación y por la artillería roja. Pronto, únicamente en una parte de la iglesia, fuié po sihfe la vida, pues el resto dtíl edificio quedaba bajo el persistente efecto de hx metralla enemiga. No quedaron disponibles más que las lia madas »Habitaciones de la. Condesa» y un semisótano. En una comunicación decía el capitán Cortés: «En lo que queda al abrigo die los cañones enemigos, apenas si la gente refugiada puede agruparse en pie, que tan reducido resulta el espacio libre para contener a tar tas mujeres, niños, enfermos y heridos como tengo aquí.» El día 15 de Abril, 9egún comunicaba Cortés, rompieron el fu< go las baterías situadas en la carretera de Andújar, y se emplazara otras por la carretera de Puertollano. El día 16 fué de continua actividad para la artillería roja. Es día fué herido Cortés, v su comunicación expresaba clarisímament la gravedad de los momentos por que atravesaba. Casi todas la casas de de las Hermandades estaban estaban destruidas. '
ASOMBROSO HEROISMO Pedía el capitán Cortés la ayuda de nuestra aviación, que, como siempre, se portó heroicamente, bombardeando las baterías enemigas, cuya situación señalaba Cortés, y los atrincheramientos rojos, que iban acercando sus líneas al Santuario. £1 día 17 de Abril arreció la embestida enemiga. Ya se hallaba ante el Santuario la 16 Brigada Internacional mandada por el comandante Cárton. Fueron demolidos los parapetos donde los heroicos guardias civiles mantenían la resistencia, y hubo por parte de los rojos un verdadero derroche de municiones. Desde el día antes, según advertía Cortés, las concentraciones enemigas aumentaban, y en la carretera de Andújar se notaba mucho movimiento de camiones. Nuevamente ayudado por nuestra gloriosa aviación, que bombardeó los puestos donde se habían instalado los rojos, a pocos metros del Santuario, el capitán Cortés y sus hombres reaccionaban. El ataque más duro, aparte el del día primero de Mayo, que motivó la capitulación, fué el del día 18 de Abril. Comenzó con un furioso bombardeo de la aviación roja, y durante el día siguió el cañoneo de las baterías emplazadas en las carreteras de Andújar y Puertollano. Los morteros del enemigo se emplazaron en la casilla de peones camineros cercana al Santuario y los parapetos fueron batidos eficazmente con fuego indirecto. Cortés expuso la situación en el tono heroico que siempre empleó. Los tanques, que durante el día se mantuvieron a prudente distancia, por la noche se acercaron cuanto les fué posible. Hay que advertir que a los héroes del Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza les rodeaba una aureola sobrenatural. Entre los sitiadores circulaban fantásticas leyendas, y los rojos tenían un supersticioso temor a aquellos hombres. En la noche del día 18 ordenó Cárton un ataque a fondo, precedido de de una lluvia lluv ia de bombas de mano. «Anoche «Anoche llegaron hasta hasta m í ; oía
sus cánticos de fieras.»—decía Cortés al siguiente día.—«Pido otra ves la ayuda de nuestra aviación.» Acudieron nuestros nuestros aparato apar atoss al ser de día. Cortés pedía auxilio aux ilio angustio gustiosame samente. nte. Y nuestros nuestros aviadores, aviadore s, cuy c uyas as hazañas asombrosas asombrosas aún aún no pueden relatarse por razones que el lector se explicará, bombardearon con tanto acierto al enemigo, que ya se confundía con los sitiados ; fueron sus bombas arrojad arro jadas as con tanta tant a precisión, que el capica pitán Contés decía con el último soi de aquel di ade opopeya: — « ¡ Bien por nuestro nuestross aviadores ! de tal manra m anra han actuado que aunque ya dispongo de muy pocos hombres capaces de empuñar las armas, hay un compás de espera». Aún había de sostenerse sostenerse unos unos días más má s el capitán Cortés. Sus partes, en aquellas inolvidables horas, acaso para nosotros tan angustiosas como para él, en aquellos instantes en que yo vi sus palabras brillantes aún más que de sol de heliógrafo, de patriotismo indomable. Es asombroso el parte que comunica el capitán Cortés el día 20: — «Anoche «Anoche he sido atacado atacad o con 10 tanques, que llegaron hasta mis trincheras trincheras y parapetos, parapeto s, pero he conseguido conseguido detener detenerlos, los, así como como a la numerosa Infantería que secundó el ataque.» ¿Con qué medios sobrehumanos sobrehumanos resistió resistió Cortés ese ese ataque? ¿Có¿Có mo se valió de las bombas de mano, cómo funcionaron los morteros de que podía disponer y cómo dispararon sus ametralladoras y fusiles? E s realmente realmente incomprensible. incomprensible. Y añade el parte de de ese d ía: ía : «He detenido a los tanques, cuya presencia sólo ha servido para ele var va r la moral de mi tropa. ¡V iva iv a E s p a ñ a !» Expone serenamente la situación en que se halla, y de nuevo pide ia ayuda de la aviación, a la que señala qué cuadrículas ded plano tie-
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ne que bombardear, dónde se hallan ocultos los tanques después de la retirada, dónde están las baterías y dónde estáu los nuevos atrincheramientos de los rojos. Pide medicamentos, elementos para curas de urgencia, desinfectantes y provisiones de boca... No olvida nada; cree que aún puede resistir. Le anima la fe, tiene el impulso heroico de los iluminados. Nuestros aviones siembran de bombas los alrededores del Santuario que les señaló Cortés, y de momento se contiene a los rojos, pero empieza empi eza Ha serie seri e de ataques ata ques escalonados que motivaron la readición. EJ día 27 de Abril debieron re cibir tos tanques la orden terminante de pasar las trincheras del Santuario. Dos dias antes, el representante de Ja Cruz Roja Internacional doctor Marín, por medio de alta voces, pidió, sin sin conseguirlo, a los defensores dlel Santuario que se rindieran. Y no lo consiguió consiguió porque porque los rojos se negaron a que fuesen evacuados los niños y las mujeres, quedando allí solamente los hombres. ¡ Qué asesinos y qué mise m iserab rables les!! Cortés tiene ya que fiar muy poco en los hombres. A su lado, en el seguro sin luz, donde de pronto se hace irrespirable el puro aire de la Sierra, en la «Habitación de la Condesa», como espectros los enfermos, los heridos, angustia de moribundos, sudor y delirio de calentura ; lágrimas de niños, niños, congoja con goja de m ujer uj eres es;; hambre, harapos. Pero aún hay vida, y para defender ese hilo de vida que es el aliento heroico de de cada cad a uno de los sitiados, nada mejor que la resistencia. Y el capitán Cortés resiste aún y dice: —«La tarde del 28 fué algo que no puedo describir. Seguimos fir
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mes en nuestro puesto porque nuestra fe nos da fuerza para ello. ¡Viva España!» El combate no se interrumpe ya. Una tras otra, las oleadas rojas 9e estrellan contra las derruidas piedras del Santuario. Va creciendo la marea asaltante. Van cayendo los heroicos guardias civiles de Cortés. La nocjie del 28, el día 29, la noche del 30, son de incesante fuego. La Sierra, en la noche, se ilumina de fogonazos, y el día, de negro de humo. Amanece Mayo. Cortés coge un poco de sol del medio día, y a las doce horas veinte minutos, dice con secas pa labras: —«Imposible resistir • más». Este fué su último mensaje. A las tres de la tarde del sábado 1 de Mayo, escalaban los de la Bri g a d a Internacional la la llamada Sierra C h i c a donde emplazaron las máquinas que batían las ruinas del Santuario, y los tanques barrían a cañonazos los montones de escombros. ¡ Qué momento mom entos! s! E l capitán cap itán Cortés, Corté s, y a herido, habit abitab abaa de España y los los poquísimos hombres que quedaban quedaban contestaban contes taban:: « |AdeAd elante, adelante!», mientras que los cañones, ila aviación y los tanques vomitaban vomitab an fuego fuego contra las ruinas del Santuario. Agotados y a todos los recursos humanos, dominados todos los papa rapetos, había que rendirse. Se izó la bandera blanca, y los escasos supervivientes parlamentaron con el comandante Cárton, que tuvo el pobre honor de abatir aquel reducto. El momento llegó. Los rojos, como fieras, borrachos de furia y de indignación, subieron por el cerro, pasando a cuchillo a más de veinte refugiados. Los Lo s demás, en su mayorí ma yoría, a, se hallaban heridos. heridos. Nada respetaron, ni a los delegados de la Cruz Roja. Las mujeres, •asi todas enfermas, protegiendo a sus hijos, veintidós de ellos na
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nidos en aquel lugar, pedían caridad, en nombre de Dios, y su demanda no era atendida. Algunas, heridas, fueron tratadas con violencia, incluso golpeadas con las culatas de los fusiles para que saliesen pronto. Los gritos de horror que daban los heridos, las lágrimas de los niños, no representaban nada para aquellos canallas y asesinos, que llegaron en un caso a arrastrar del cabello a una pobre mujer, esquelética, porque ocultaba debajo de su pecho a un hijo de tres meses meses.. ¡Qué criminalesI criminalesI ¿ E s posible posible que todavía haya ha ya naciones naciones que que protejan estas villanías?
CUATRO HOMBRES LOGRAN EVADIRSE A las tres de la tarde del del día i . ° de Mayo May o fué la rendición rendición de los héroes del Santuario, que no podían luchar más contra aquellos miles de hombres y los elementos de guerra puestos en acción para combatir a unos cuarenta. La confusión fué tan grande y el cuadro de horror tan enorme, que no se podía apreciar entre los refugiados cuáles eran los muertos y cuáles los heridos. La sangre corría en regueros, ceno abajo, sobre los cuerpos de los mismos muertos. En ésta confusión, cuatro hombres—cuyos nombres no podemos citar hoy—tres paisanos y un cabo de Seguridad, pudieron salir sin ser vistos, para seguir su calvario por los montes de Sierra Morena, hasta llegar a punto seguro, con la ayuda de Dios. El día 2 consiguieron los evadidos andar como máximo un kilómetro entre las malezas, pues hay que tener en cuenta que el cabo de Seguridad llevaba una herida de metralla en la cadera derecha, taponada con unos trapos, que le impedía apenas caminar. Siguen los cuatro hombres su camino, hambrientos y casi desnudos ; día por día van cruzando la zona roja, la zona del dolor, y al séptimo se encuentran en unas avanzadas marxistas, desde donde son tiroteados. Vuelven pasos atrás buscando nueva orientación. La Pro videncia videnc ia les iba guiando la ruta a seguir, pero el valiente valien te cabo no podía continuar, teniendo necesidad por las noches de ir arrastrándose para ganar unos metros. La herida no le dejaba andar más de prisa.
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En un arroyo tuvo que lavársela con agua clara y desalojarse de ella anos gusanos que ya habían anidado en, aquel sitio. Los dolores eran más intensos, pero aún era más fuerte su deseo de venir a España y de poder decir lo que sus ojos vieron en aquel Santuario. Por fin, al noveno día de caminar llegaron a los olivares de Ada muz, desde donde las avanzadas rojas los tirotearon de nuevo con insistencia. Ellos contestaron, puesto que eran portadores de un rifle, un maúser, una pistola y algunas municiones. Dos días más de marcha, ya agotados, porque en realidad no eran hombres, sino esqueletos los que por fin llegaron a Montoro por el lado de la Sierra, a orillas del río Guadalquivir, que muchas noches les sirvió también de guía. — ¿Quiéne ¿Quiéness sois?— sois ?—pregu preguntaro ntaron n los soldado soldadoss españole españoless de las avan a van-zadas en aquel sector, al verlos como unas sombras que se aproximaban lentamente. — ¿Sois la muerte? muerte? Contestad Contestad pron pronto. to. —Somos España—contestaron con voz tenebrosa—. Traemos muerto el cuerpo, deshecho, pero el alma viva y entera para bendecir a Dios y a España. Venimos del Santuario de la Virgen de la Cabeza. — Bendito sea Dios— Dios—res respon pondier dieron on de nuevo los soldados soldados— — ¡V iva iv a Espa Es paña ña!! ¡Adelante, hermanos! Y abrazaron abrazaron a aquello aquelloss tre tress h hom ombr bres es con mucho cuidado, para que no cayesen a tierra desvanecidos por la emoción. Hemos dicho tres hombres. Los que salieron del Santuario eran cuatro. Uno de ellos se despistó en la noche, perdiéndose entre el monte cuando sólo le faltaban dos días para terminar la triste jomada. Seguidamente se les trasladó al pueblo de Montoro, donde las autoridades civiles y militares los acogieron con cariño inmenso, rodeándoles de toda clase de cuidados, procediendo a curar al cabo de Seguridad que no obstante lo sufrido, la herida presentaba buen aspecto, relativamente. En el acto se dió cuenta del hecho a las autoridades de la pro vincia. Al día siguiente siguiente fueron trasladados a Córdoba Córdo ba en automóvil los tres tres evadidos, acompañados por la Guardia Civil y seguidos de otros coches con distintas personas. Salieron a recibirles en la carretera las autorida-
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des. para tener la satisfacción de abrazar en primer lugar a aquellos bravos. ¡Qué impresión impresión de dolor! do lor! No lo olvidaré nunca. Aquellas caras tristes, sin vida ni expresión, en las que se reflejaba el sufrimiento de un continuado martirio de nueve meses de cautiverio. Aquellos cuerpos esqueléticos, que apenas podían moverse. Pensamos nosotros si por un milagro, los tres héroes hubiesen podido ser transportados al Parlamento inglés, donde tan de continuo se habla del humanitarismo de los rojos, para que hubiesen contado lo que nos relataron. El General Cascajo dispuso que se trasladaran al Hospital de la Cruz Ro ja, ja , co con n el ■fin de ir reponiendo reponiendo poco a poco poc o aquellos cuerpos doloridos. Huelga decir que lo mejor fué ofrecido a los héroes del Santuario de la Virgen de la Caheza. Un cordobés de reconocidos sentimientos humanitarios, don Manuel Rodríguez Manso, al tener conocimiento de la llegada se personó en él Hospital, indicando a la Superiora que sería para él un alto honor costear toda la ropa y demás efectos que necesitaran los tres evadidos; ofrecimiento que fué aceptado.
ALGUNOS EPISODIOS DURANTE EL ASEDIO El falangista camisa vieja, Juan Martín, natural y «tipleado en. Andújar And újar,, buscó refugio en el Santuario Santuar io aJ vencer el Frente Fren te Popular Pop ular en la provincia de Jaén. Como otros muchos a los que buscaban los comunistas, no tenía más recursos que la huida. Supo que se organizaba la resistencia en el Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza y allí consiguió consiguió llegar, siendo siendo destinado a cubrir el servicio de parapetos, combatiendo día y noche con los sitiadores. Cuando apretaba el hambre y la situación era más desesperada, sin eficaz emilace todavía, como conocedor del terreno decidió hacer una salida para reconocer los alrededores y ver la manera de enlazar con las fuerzas nacionales. Ju a n Martín Martín partió del Santuario Santuar io y se adentró en la S ien ie n a, pero pero
tuvo la desgracia de caer en un emboscada, nada menos que de milicianos de Andújar. Llevado al pueblo fué tratado bárbaramente por los elementos comunistas, y, finalmente, condenado a muerte. En unión de otros infelices fué llevado al campo una noche y fusilado en montón. Juan Martín herido por tres balazos, uno de ellos en la cabeza, cubierto de sangre el rostro informe, pasó la noche entre los cadáveres, alentando apenas. Pos dos veces revolvieroa los milicianos, a punta die fusil, aquel montón, de carne iota, de cabezas deshechas, de pechos taladra diados. Buscaban en las ropas algún (billete escondido, alguna alhaja. Pos dos veces, Juan Martín se siritió sacudido y registrado. Reprimió el dolor y el aliento. Grandes cuajarones de sangre sobre el rostro, repugnante y en la boca entreabiert treab ierta. a. No Oic contaría mucho ocultar el hilo de vida que aún conservaba. Al fin, se alejaron los milicianos. Cerca, las luces cíe Andújar, y entre las matas del monte, perros sin amos y con hambre, que aullaban lastimeramente. Ju a n Martín Martín estaba est aba sólidame sólidamente nte esposado. Ni siquiera podía valerse de sus manos para restañar la sangre que daban sus heridas. Como un espectro fué incorporándose entre los muertos. Los perros ladraban ahora furiosamente, asustados por aquella aparición. La hefl'ada de la noche fué cuajando la sangre ?n las bocas abiertas por las balas. E ra preciso preciso huir, huir, pero pero ¿a dónde? Otra Otra vez al Santuario. Y desde el lugar luga r dol fusilami fusilamiento ento,, esposado esposado,, mal herido, cubierto cubie rto de sangre y golpes, g olpes, descalzo por el el despojo despo jo que siguió al fusilamiento, el heroico falangista salvó en dos terribles días de hambre los cuarenta kilómetros que le separaban del Santuario, y
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su espectro sangriento, como aparición de pesadilla, se presentó en una noche de Noviembre a los guardias del capitán Cortés, orillas de Gándula, co con n un ¡ Arriba Arri ba E s p a ñ a ! en los labios sin vida. vida . El falangista camisa vieja fué recogido en el Santuario, donde curé y volvió vol vió a prestar servicio a las órdenes órdenes del del capitán Cortés
Como se les agotaran las existencias de víveres a los defensores del Santuario, Santuar io, y nuestros nuestros aviones no llegaran a tiempo por efecto efecto del del temporal, decidieron buscar unas hierbas, que uno de los refugiados decía conocer como alimenticias, cociéndola do las, s, i n gimiéndo gimiéndolas las um grupo grup o die die ello, p e ro con tan mada fortuna, que las referidas hierbas eran ve, oenosa oenosas, s, y produjeron la muerte a doce personas, entre ellas cuatro niños, dos da ellos hijos de un Guardia civil, que también murió. . Al día siguiente, unos pequeñuelos salieron al campo en busca de madroños, y un grupo de rojos que se hallaba en las avanzadas, lo6 tiroteó, matándolos. Uno de los niños tenía siete años y el otro nueve. • * *
í Todos los días, por la mañana, por la tarde y por la noche, los refugiados se arrodillaban ante la Virgen de la Cabeza, para suplicarle por la salvación de España, y por la de ellos. Una tarde oraban las mujeres ante la Madre de Dios y un proyectil vino a caer en el centro de la iglesia, causando encarnes daños e hiriendo a varias de aqué
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Has. Entonce Ent oncess se decidió guarda gu ardarr la Vi Virg rgen en., ., y aunque se continuó continuó rezando en la iglesia, la imagen ya no se encontraba en su camerino. Se ocultó, y aunque algunos saben el sitio, la mayoría lo ignoraban, por cuyo motivo la canalla no pudo encontrarla en su asalto al Santuario, porque sus propósitos según dijeron a grandes gritos, eran los de profanarla.
EPILOGO La Sierra ha enmudecido. En las lomas de Andújar no hay fragor de combate. Durante nueve meses ha tronado el cañón día y noche. Fueron cayendo los recios muros de piedra; el Santuario, plantado en mitad de Sierra Morena, se ha ido desgajando por el batir incesante de la artillería y la aviación roja. Allí la Guardia Gua rdia civil civ il española ha escrito escrito la página más emocionanemocionante de la historia humana. , Si fuera esta una guerra entre caballeros, los defensores del Santuario hubieran llegado a nuestras líneas con escolta de honor, conservando las armas que con tan ejemplar heroísmo mantuvieron durante nueve meses. Desde que el hombre comenzó a luchar con el hombre, nada igual se ha registrado.
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