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I N F AN C I A Revista dePsicoanálisis nálisiscon con NiñosNiños - Año 2003 Vol. 7
PATOLOGIAS GRAVES EN NIÑOS
Juan José Calzett a JorgeCantis Jo rgeCantis José Cernadas Mariana Cervell ini Gabriel Donzino Silvia Gomel Beatriz Janin Diego Moreira Silvi a Morici M aría R. Pousa Camba
Paraguay 1338, 6º Piso (C1057AAV) Ciudad Autónoma de Buenos Aires Tel.: (05411) 4815-3290 (líneas rotativas), Int. 364 y 366. E-Mail:
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“Cuestiones de Infancia” Revista de Psicoanálisis con Niños es una publicación de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños, Instituto de Altos Estudios en Psicología y Ciencias Sociales de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES), Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (APBA). Paraguay 1338, (C1057AAV) Buenos Aires, Argentina. Directora: Beatriz Janin Arte y diseño gráfico: Mc Tree S.R.L. Registro de la propiedad intelectual 1.425.121
Se terminó de imprimir en el mes de Abril de 2003 en Costasán S.R.L., Buenos Aires, Argentina. Suscripciones, pedidos, colaboraciones e información: UCES – Instituto de Altos Estudios en Psicología y Ciencias Sociales, Paraguay 1338, (C1057AAV) Buenos Aires, Argentina.
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Cuestiones de Infancia Revista de Psicoanálisis con Niños Publicación de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños, Instituto de Altos Estudios en Psicología y Ciencias Sociales de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales, Asociación de Psicólogos de Buenos Aires. Directora
Lic. Beatriz Janin Secretario de Redacción
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INDICE EDITORIAL
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BEATRIZ JANIN
EL PSICOANALISTA ANTE LAS PATOLOGIAS “GRAVES” EN NIÑOS: ENTRE LA URGENCIA Y LA CRONICIDAD
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BEATRIZ JANIN
DUELOS EN LA INFANCIA. CARACTERISTICAS, ESTRUCTURA Y CONDICIONES DEPOSIBILIDAD
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DETERMINACIONES ENDOGENAS Y EXOGENAS EN LAS PSICOSIS INFANTILES
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CONSIDERACIONES SOBRE EL AUTISMO
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QUE PUEDA ABRIR LA PUERTA PARA IR A JUGAR
82
COMENTARIOS ACERCA DE “QUE PUEDAABRIR LA PUERTA PARA IR A JUGAR”
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UN SUJETO EN SOLEDAD: PUNTUACIONES DE UN TEXTO CLINICO
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GABRIEL DONZINO
SILVIA GOMEL
JUAN JOSE CALZETTA
MARIANA CERVELLINI
SILVIA MORICI
DIEGO MOREIRA
EL ATAQUEDEPANICO. UN ESTUDIO PSICOANALITICO
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INHIBICION A LA IMPULSION EN EL MARCO DE LAS PATOLOGIAS DEL DESVALIMIENTO
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EXPRESIVIDAD Y SUEÑOS DE NIÑOSY ADOLESCENTES CON PATOLOGIAS GRAVES
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CARRERA DE ESPECIALIZACION EN PSICOANALISIS CON NIÑOS
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LIC. JOSE ANDRES CERNADAS
JORGE G. CANTIS
MARIA RITA POUSA CAMBA
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EDITORIAL Los niños con “patologías graves” nos plantean interrogantes y dificultades, lo que es un estímulo para la investigación permanente. Pensamos, desde la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños, que los psicoanalistas tenemos una deuda importante con todos aquellos niños a los que se suele declarar inválidos, decretar no-sujetos, expulsar de los tratamientos... Así, en este número de la revista “Cuestiones de Infancia” intentamos exponer algunas ideas sobre los niños autistas, deprimidos, con ataques de pánico, los niños que alucinan y deliran, los niños con somatizaciones múltiples, los niños adictos... Siguiendo la línea de las revistas anteriores, buscamos la articulación entre los desarrollos de la psicopatología infantil y los modos de abordaje psicoanalítico más adecuados en cada caso. El lector se encontrará con diferentes posiciones, con diversos enfoques... Un artículo en el que se desarrolla la incidencia de lo transgeneracional en las patologías severas, otro en el que se discuten las teorías sobre el autismo, un tercero que plantea la necesidad de pensar al niño más que al diagnóstico, un trabajo sobre la depresión infantil, otro sobre el ataque de pánico, uno sobre los sueños en púberes con patologías graves, otro sobre inhibiciones e impulsiones, así como un caso clínico comentado por dos psicoanalistas, hacen al contenido de este número. Seguramente, muchos interrogantes se van a ir planteando a lo largo de la lectura de la revista. Son todos temas abiertos, que implican muchas dudas, muchos cuestionamientos y la necesidad de contrastar permanentemente lo que vamos pensando con la clínica. Este es el primer número de la revista que tiene referato. La inserción en la comunidad universitaria y la intención permanente de mejorar la calidad de nuestra producción y nuestros aportes, nos llevó a esta decisión, que esperamos se refleje en sus páginas.
Lic. Beatriz Janin
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EL PSICOANALISTA ANTE LAS
PATOLOGIAS “GRAVES” EN NIÑOS: ENTRE LA URGENCIA Y LA CRONICIDAD Beatriz Janin• ste artículo•• trata sobre las características particulares que toma la demanda de “cura” en las patologías infantiles consideradas “graves”, desarrollando en el mismo algunas ideas acerca del análisis de las psicosis infantiles. Fundamentalmente, todo niño es un sujeto en devenir. Sin embargo, hay dos ideas que insisten cuando se consulta por un niño con dificultades severas: la exigencia de que se cure con urgencia y la fantasía de cronicidad. La urgencia aparece como la ausencia de un tiempo, de un futuro mediato posible, y la cronicidad, como la sanción permanente, como lo que insiste en todo rótulo, en la no-salida. Nos consultan... con pedidos de que resolvamos, ya, lo que los angustia. En una urgencia marcada muchas veces por los tiempos de la escuela, o de la mirada social... Y nos encontramos con una paradoja: es fundamental detectar patología psíquica tempranamente para poder trabajar en los primeros tiempos de la estructuración psíquica, antes de que la repetición se haya coagulado, pero a la vez, esto puede coagular el devenir. Es decir, detectar patología es diferente de colgar un cartel, de plantear un sello como marca de lo irreversibl e.
Las patologías “graves”: ¿Qué es lo “grave” en la consulta por el niño? ¿De qué “gravedad” se ha• Directora de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños de UCES (en convenio con APBA), Miembro titular de la Sociedad Psicoanalítica del Sur. •• Este artículo sigue la línea de los trabajos publicados por la autora en Cuestiones de Infancia Nº 3, “Patologías tempranas” y en Cuestiones de Infancia Nº 5, “¿Niños o síndromes?”.
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bla? Quizá de un malestar que se impone cuando algo no encaja en lo esperable, cuando un niño no responde a las expectativas, cuando un funcionamiento infantil nos perturba. Considero que en este momento hay un tipo específico de violencia en relación a los niños, motorizada desde lo social: la de los tratamientos en los que se medica para tapar trastornos, para no preguntarse acerca del funcionamiento de los adultos, cuando se supone que el modo de contención de un niño desbordado se puede dar a través de una pastilla. Movimientos de deshumanización, de descualificación, de no-recono-cimiento. Para desarmar esto, tenemos que afinar nuestros instrumentos y poder fundamentar nuestro abordaje. Tenemos que poder explicar que nosotros contamos con otras herramientas para el tratamiento de estos trastornos. Considero que tanto en el caso de los autismos como en todas las psicosis infantiles, así como en los casos en los que se diagnostica ADD o ADHD, o en los que presentan trastornos graves de aprendizaje, en los niños con somatizaciones múltiples, en los encopréticos y en todas las manifestaciones “severas”, son múltiples las posibilidades y que, para tratarlos, es básico pensar a qué determinaciones responden. Así, prefiero no hablar de autismo sino de autismos, ni de ADD sino de diferentes trastornos de la atención o de la motricidad, así como considerar que hay múltiples determinaciones en los diferentes trastornos. Frente a estas patologías, la sociedad tiende a rigidificar lugares, a impedir modificaciones, a coagular diferencias. Así, D. Winnicott afirma: “En mi opinión, no fue totalmente positivo el he cho de que Kanner haya denominado ‘autistas’ a tales casos, ya que esa eti queta daba a los pediatras, habituados como estaban a las entidades noso lógicas, una pista falsa que empezaron a seguir con demasiado gusto, lo que a mi parecer es una lástima. Ahora podían buscar casos de autismo y acomodarlos fácilmente en un grupo cuyas fronteras eran artificialmente claras” (Winnicott, D. W.; 1968: 100).
Si pensamos al niño como un ser sufriente, deseante, como un sujeto en de12
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venir, ¿por qué esta tendencia a ubicarlo como “desastre”, como eternizado en un funcionamiento patológico, o como un ser en el que los cambios deben ser automáticos? Pienso que la cuestión es trabajar en un sentido opuesto al que se da por inercia, socialmente. Es por esto que prefiero no diagnosticar a un niño (en el sentido de ponerle un sello) para que el diagnóstico no opere, en los otros y en mí misma, como una pared que impida conocer a ese niño. Y elijo poner en duda todo diagnóstico invalidante, suponiendo que todo niño tiene posibilidades impensadas. ¿Cuántas veces, un niño que ha sido rotulado como psicótico o débil mental, tiene una evolución excelente a partir del tratamiento psicoanalítico, cuando alguien acepta “hacerse cargo” y reubicar las dificultades, abriendo puntos suspensivos con relación al diagnóstico y al pronóstico? También es habitual que la gravedad de un trastorno se mida más por aquello que resulta insoportable a los adultos que por el sufrimiento del niño. Sujeto en estructuración, y por ende con múltiples posibilidades. Pero sujeto sujetado a avatares de los otros... A veces, más que un sujeto, un niño parece un robot, o un muñeco, o una planta... Y entonces, la primera tarea será humanizarlo... ¿Cómo? Invistiéndolo como otro humano... Tolerar idas y vueltas... sostener la conexión... posibilitarle a un niño regresiones y progresiones... es parte de la tarea analítica. Y es claro que es absolutamente diferente el recorrido que realiza un conductista (que suele “robotizarlo”)1 del que hace un psicoanalista. (La idea del robot, esa imagen a la que se apunta muchas veces en cierto tipo de tratamientos con niños graves, remite a la etimología de la palabra que 1 Podemos recordar aquí lo que plantea P. Aulagnier: “[...] la supuesta transformación defini tiva del cuerpo en una máquina programada por otro supondría que uno pudiera excluir a ese ‘delegado’ que el cuerpo envía a la psique, para que ésta, informada de sus necesidades, las transforme en una representación pulsional que metabolice la necesidad del cuerpo en necesi dad libidinal. La ausencia de ese delegado traería consigo la exclusión de toda representación del afecto, es decir de toda fantasmatización que tomara en préstamo sus materiales de la ima gen de cosa corporal. Ahora bien, a falta de esos materiales, simplemente no habría fantasma; sería entonces un funcionamiento mental en que sólo tendrían sitio construcciones ideicas cuya carga afectiva dependería exclusivamente del juicio que sobre ellas pronunciara el que las oye y a quien están dirigidas” (Aulagnier, P., 1984: 232).
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se relaciona con la servidumbre feudal, el trabajo servil de la gleba.) Niños, entonces, siervos de los mandatos de “salud” de una sociedad normotizante. Pienso que es insoslayable, en el caso de las patologías graves, el tema del entorno. Hay niños que están inmersos en un mundo en el que aquellos cuya investidura es imprescindible para ser, sostienen algo que implica, como dice M. Enriquez (Enriquez, M.; 1993), una negación de la verdad biológica de los vínculos de parentesco y de filiación (por ejemplo, cuando una madre dice, en relación al nacimiento de su hijo: “es un milagro de mi madre desde el cielo”). Tendría que destruir ese discurso como verdadero para poder pensarse a sí mismo en una sucesión generacional. Esto implica oponerse al pensamiento de alguien que es a la vez imprescindible para la vida. Es decir, para sostener un proyecto libidinal e identificatorio el niño deberá desconectar, desconfundir las ligazones causales aberrantes que le son presentadas. Del mismo modo, quedar sujeto a la arbitrariedad materna en las cuestiones que hacen a la supervivencia, cuando la madre se supone la única poseedora de una verdad con relación al cuerpo del niño ¿qué consecuencias puede tener en la estructuración del deseo? Es posible que allí donde se tendrían que haber inscripto las marcas del placer, hayan quedado agujeros. También en los casos en que un niño ha sufrido abandono, el quedar a merced de las propias sensaciones y exigencias internas lo puede llevar a construir un universo homogéneo, sin diferencias, en el que las urgencias pulsionales derivan en catástrofes anímicas. Así, las patologías graves nos proponen repensar el armado de ritmos, la articulación de las zonas erógenas, el registro del afecto, la constitución de una imagen unificada de sí, la diferenciación yo-no yo, la estructuración del yo de realidad definitivo y del superyó e ideal del yo en una historia vivencial. El psiquismo es siempre una estructura abierta (en el sentido que no es pensable en un sujeto sin contexto) y la realidad (en especial la realidad psíquica de los otros) es parte del aparato psíquico del niño. Entonces, un niño cuyo malestar nos convoca implica siempre a muchos otros. 14
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Si tomamos como ejemplo el funcionamiento de dos instituciones: El Pelouro, que es una escuela “en la diversidad”, en Galicia, y Bonneuil, la institución de M. Mannoni, en París, podemos aprender algunas cosas: ambas trabajan creativa y productivamente con niños con dificultades severas y ambas son instituciones “estalladas”, en crisis permanente. Están abiertas al mundo, opuestas al “loquero” que encierra y son lugares en los que los niños son protagonistas. Dice Maud Mannoni: “En el mundo rural de nuestros abuelos, la gente to davía se toma tiempo para vivir, para escuchar, para hablarse. Escuche có mo le habla ese niño al fuego, a las plantas, a los pájaros, cuánto tiene pa ra decir. La campesina maravillada ante ese niño escuchaba su lenguaje sin palabras y se comunicaba con un niño autista. Se tomaba tiempo para vi vir, y en esto formaba parte del mundo agrícola de antaño. La mutación tec nológica a la que Europa arrastra hoy al mundo va acompañada de un vuel co de mentalidades, diría, incluso, de un cambio de civilización. El que ahora se construye es un mundo esquizofrénico e inhumano, un mundo donde el valor mercantil, la productividad, se lleva, a su paso, el ser del hombre. En este universo de máquinas, de microcomputadoras, ya no hay lugar para lo imprevisto. Peor aún, lo imprevisto y la fantasía perturban ”
(Mannoni, M.; 1995: 23).
La directora del Pel ouro2, Teresa Ubeira Santoro, le decía a un niño autista: “H ay tanta persona ahí adentro... tanta que tiene miedo de salir ”. No es que sean esas las palabras necesarias... tampoco creo que existan “determinadas palabras”. Me parece más bien que el tema es que haya palabras, o gestos o acciones... que impliquen una ubicación del otro como humano. Que los padres incidan en el niño y que las vivencias ocupen un lugar fundamental, no implica pensar que es lo externo lo que determina el funcionamiento psíquico. En principio, es un interno-externo indiferenciado, pero en el que no podemos eludir el poder creativo de la psiqui s. El niño transforma lo percibido a partir de su propia posibilidad inscriptora
2 El Pelouro es un centro educativo de integración que funciona en Galicia, en el que conviven niños “normales” con niños que presentan dificultades muy diversas, como síndrome de Down, autismo, epilepsia, etc. (Véase Cuestiones de Infancia Nº 6 ). CUESTIONES DE INFANCIA
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y ligadora. ¿Qué escucha él de los padres, cómo los ve? ¿Qué es lo que él hace con esa realidad? Piera Aulagnier afirma: “N uestra teoría nos aporta una certidumbre so bre la relación existente entre la psique del infans y del niño y la psique parental, sobre la importancia que cobra para la del infans lo que él re presenta en la economía libidinal de la madre y del padre, pero no po demos pre-conocer qué forma de compromiso, de reorganización, de desorganización ha de resultar de ahí para cada uno de esos dos yo, que tienen la tarea de administrar su respectivo capital libidinal .” (Aulagnier, P.; 1984: 191).
Tomando esta idea, podemos plantear que trabajando sobre lo que el niño representa en la economía libidinal de la madre y el padre (que muchas veces sostienen representaciones diferentes) abrimos un camino transformador, pero que muchas veces no podemos prever los movimientos organizadores y reorganizadores en el niño mismo. Es frecuente también que los padres se pongan paranoides, que no se comprometan con el tratamiento o que mantengan certezas delirantes; que exi jan, critiquen y boicoteen simultáneamente y que supongan que enloquecen si el niño comienza a discriminarse. Y todo esto deberá ser tomado en cuenta para trabajar con ellos las angustias terroríficas que el vínculo con el analista del hijo desata en ellos. Angustias que serán en parte una repetición de lo vivenciado con el hijo. A la vez, el niño transforma lo percibido a partir de su propia posibilidad inscriptora y ligadora. Y es en el trabajo con el niño mismo, a partir de un vínculo que se da de un modo particularmente intenso en las patologías graves, que vamos escribiendo con él una historia, muchas veces allí donde no se había escrito ninguna. Lo que nos marca lo impredictible de la evolución de un niño y de cómo el tema parece ser, siempre, apostar a las posibilidades creativas. La sexualidad, como marca constitutiva de lo inconsciente, se despliega. Sexualidad que presupone inscripción y ligazón de lo que irrumpe desde el otro. Otro que es la propia pulsión, como urgencia interna-externa y el psiquismo materno-paterno, como lo insoslayable. Lo que me importa destacar es: 1) la singularidad de cada caso; 2) el que 16
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las psicosis infantiles son trastornos en la estructuración del psiquismo; 3) que las causas no son unívocas; 4) que los momentos tempranos de la estructuración psíquica van a estar en juego; 5) la defensa primaria y el no-registro del afecto como cuestiones claves; 6) que son tratables psicoanalíticamente y 7) que las intervenciones del analista, en estos casos, son estructurantes.
¿Autismo o autismos? Considero que las psicosis infantiles son trastornos severos en la estructuración de la subjetividad. Y que el autismo muestra uno de los modos más primarios de estos trastornos, que se refiere a fallas muy tempranas en la constitución psíquica. También pienso que más que autismo hay autismos, en tanto son muchas las diferencias que encontramos entre los niños autistas. Sin embargo, hay un elemento distintivo: la incapacidad para comprender el vínculo humano. Son niños que suelen tener buena relación con las máquinas, que pueden desarmar y armar aparatos, que generalmente no hablan o tienen un lenguaje ecolálico o utilizan estereotipadamente algunas palabras o frases, que necesitan que todo quede inmutable y que no se conectan con otros. La sintomatología es muy variable, tanto de acuerdo a las características singulares como a la evolución del tratamiento. Así, un niño puede pasar de la intolerancia al contacto con otro a la exigencia de contacto con partes del cuerpo del otro o a la insistencia en el pegoteo. También, de la supuesta autosuficiencia a ciertas manifestaciones de angustia (sobre todo, cuando se lo fuerza al contacto). Los rasgos del niño autista, según L. Kanner3, son: - Incapacidad para desarrollar relaciones interpersonales. - Problemas del lenguaje y de la comunicación: el lenguaje está ausente o no es más que una repetición ecolálica o una utilización estereotipa3 Según se describe en Houzel, Emmanuelli, Moggio, 2000: 76-81. CUESTIONES DE INFANCIA
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da de algunas palabras o frases. Necesidad de inmutabilidad. Buen rendimiento intelectual en algunas áreas. Alteración cualitativa de las interacciones sociales. Alteración cualitativa de la comunicación. Característica restrictiva, repetitiva y estereotipada de los comportamientos, intereses y actividades.
En el Tratado de Psiquiatría del niño y del adolescente (Lebovici, Diatkine, Soulé; 1988 Tomo III: 245-293) se afirma que, en sus múltiples formas, es la expresión manifiesta de un modo del funcionamiento mental. Las características son: la mirada vacía, la ausencia de mímica y gestos de llamada, la insensibilidad a las estimulaciones auditivas, las reacciones emocionales extrañas (ausencia de caprichos, de angustia de los ocho meses, etc.), los desbordes frente a una pequeña modificación en el ambiente, la no diferencia entre familiar y extraño, entre la presencia y la ausencia materna, entre lo animado y lo inanimado y, especialmente, entre lo vivo y lo inerte, movimientos estereotipados, utilización del cuerpo del otro como instrumento y movimientos de rotación, importancia del espacio (reconocimiento de formas geométricas y ansiedad catastrófica frente a modificaciones formales), ausencia de actividad autoerótica y resistencia al sufrimiento. Frances Tustin habla del terror a “desaparecer”, a caer sin fin en un “agujero negro” (Tustin, F.; 1981, 1987, 1990). El tocar tiene en estos niños una significación mágica. El tacto es el modo de aprehensión privilegiado. Hay sensaciones de torbellino (giran sobre sí mismos) y prevalecen los signos perceptivos. El niño se envuelve en sus propias sensaciones corporales como modo de protección (coraza protectora dura). No registra la dependencia. Denys Ribas (Ribas, D.; 1992) realiza algunas reflexiones acerca del autismo, planteando la relación entre el autismo y la pulsión de muerte, al hablar de la dificultad para representar el autismo. Describe el autismo como automutilación psíquica. El niño autista, dice Ribas, no come libidinalmente a su madre, sino que la corroe. Ella no encuentra en él el placer que se da en el vínculo con otro, sino que se enfrenta al funcionamiento de lo mortífero. Esto también se da en los tratamientos, en que el analista puede sentirse “corroído” por el niño. 18
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A partir de una lectura crítica de los desarrollos de W. Bion, F. Tustin, D. Winnicott y D. Meltzer, D. Ribas plantea que estaríamos más próximos a la clínica del autismo imaginando letras, palabras, desordenados, sin soporte de papel. Y habla de un trabajo de la pulsión de muerte al servicio de la negativización. El autismo es posiblemente la patología en la que se ve más claramente la obra de la pulsión de muerte, que corta, cliva, desinviste... produce la desintrincación pulsional y se expresa tanto en el sufrimiento del desgarramiento como en la anestesia autística, llevando al desmantelamiento total de las investiduras. Si bien todos estos autores definen características generales, me interesa señalar que nos encontramos habitualmente con un espectro muy amplio de niños a los que se define como autistas (comenzando por los “encapsulados” y “confusionales”, ya diferenciados por F. Tustin), con múltiples determinaciones. Esto no invalida el hecho de que pueda haber una facilitación orgánica en algunos casos de autismo e inclusive que haya casos de causa orgánica, pero me parece que poner el énfasis en esas determinaciones cierra el abordaje terapéutico.
Las psicosis infantiles Como aporte para pensar estas patologías, he podido observar en mi práctica clínica que, así como en algunos niños que se están estructurando de un modo “psicótico” nos encontramos con frecuencia con la “violencia de la interpretación” materna y el deseo de muerte con relación al niño (como otro), en los niños “autistas” parecería no haber habido interpretación alguna de sus expresiones, como si la dificultad estuviera en el ubicar al otro como humano, en otorgarle sentido humano a sus actos. Por el contrario, con los niños que tienen producciones bizarras, a los que F. Tustin llama psicosis pre-esquizofrénica, solemos encontrarnos con que los padres hacen “sobreinterpretaciones” o interpretaciones delirantes del accionar del infans. Así, una mamá entendía como “me quiere destruir” los berrinches de su hijo de tres años y otra decía que su hijo de cuatro años era “diabólico” porque tiraba al suelo todo lo que tenía a mano. Es frecuente también que los padres de estos niños relaten sensaciones de “extrañeza” frente al nacimiento, la idea de que es un monstruo, un demoCUESTIONES DE INFANCIA
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nio o un extraterrestre. Que como lactantes hayan sido ávidos y voraces y que, generalmente, no puedan separarse de la madre necesitando un contacto corporal con ella. Hay niños que pueden sentir que los objetos animados cobran vida y se convierten en terroríficos, niños en los que prevalecen las representaciones cosas y el lenguaje es confuso y bizarro. Predomina la desestimación, con agujeros representacionales, y los temores son a desintegrarse, a ser tragados, a caer, a explotar, etc. Los niños a los que se diagnostica como psicosis simbiótica se suponen existiendo en tanto fusionados con la madre y cuando ésta se va quedan paralizados, sin movimientos de búsqueda porque la separación del otro es vivida como desaparición (una nena de cinco años, al irse la madre a la sala de espera a hablar por teléfono, se quedó quieta, inmóvil, con expresión de terror, observando en silencio la puerta abierta, sin atinar a llamarla ni a correr hacia ella). Si tomamos a F. Tustin, (1981: 87-90) complementando sus desarrollos con los de otros autores, podemos diferenciar al autismo de otras psicosis infantiles del siguiente modo:
AUTISMO Desconexión. Equiparación con un animal o un objeto. Dificultades en la lactancia.
OTRAS PSICOSIS INFANTILES Sensación de “extrañeza”. Idea de monstruo o demonio o extraterrestre. Lactantes ávidos, voraces.
Terror: a “desaparecer” (agujero negro); a la caída sin fin; a la licuefacción; a explotar.
Los terrores son múltiples: a la desintegración, a ser tragado, a morirse, a caer en un abismo, a ser cortado en pedacitos, etc.
El tacto es el modo aprehensión privilegiado y tocar suele tener una significación mágica.
Hay identificación proyectiva con los otros. Les atribuyen a personas y a objetos funcionamientos propios.
Hay sensaciones de torbellino (giran sobre sí mismos). Prevalecen los signos perceptivos. Suelen tener buena motricidad fina. 20
Prevalecen las representaciones cosas y las palabras son tomadas como cosas.
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Suelen ser torpes en su desempeño motor. La ausencia no es simbolizada.
La ausencia no es simbolizada.
No pueden conectar las representaciones visuales con las auditivas, dificultándose entonces la constitución del lenguaje y coartándose a veces el desarrollo cognitivo.
Pueden tener o no dificultades en su desarroll desarrollo o cognitivo. Pueden Pueden interesarse mucho or ciertos temas. Pueden tener razonamientos brillantes en un momento.
Hay desinterés por el mundo. La tensión producida por la separación corporal no ha llevad llevado a la simbolización sino que ha sido vivida como un “ser arrojado” y ha quedado obtura obturad da. El niño se envu envuelve en sus propias sensaciones corporales como modo de protección (coraz (coraza protectora dura). No registra la dependencia.
Hay agujeros representacionales. El lenguaje es confuso y bizarro. Predomina la desestimación. El niño está confundido, mezclado, con la madre. El sentimiento de separación corporal está difuminado. El niño se envu envuelve ilusoriamente en el cuerpo materno como modo de protección. Dependencia absoluta.
Si el otro humano no intenta comprender el momento de desesperación el niño queda “arrojado” en un “no ser”.
Si el otro humano no intenta comprender el momento de desesperación el niño queda “arrojado” o puede suponerse omnipotentemente destructivo. destructivo.
No distinguen entre personas vivas vivas y objetos inanimados. Sensaciones de duro y blando.
Pueden diferenciar personas y objetos inanimados, pero un objeto inanimado (así como una persona) puede vol volverse verse terrorí terrorífic fico o y cobrar vida. Diversidad de sensaciones y perce rcepciones.
Pero, más allá de todas estas clasificaciones, con lo que nos encontramos CUESTIONES DE INFANCIA
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es con una gran variedad de presentaciones y con múltiples determinaciones. Así, un niño de siete años por el que se había consultado a pedido de la escuela debido a retracción, llanto inmotivado y ataques de ira, llega al consultorio y se queda parado en la puerta, paralizado, llorando. A pesar de los intentos del padre para que entre, no se mueve. Está rígido, ensimismado, mirando hacia el piso. Le comienzo a hablar en voz muy baja, le digo que puede quedarse ahí, que cuando él quiera va a entrar y que yo me voy a quedar ahí con él (estamos cada uno de un lado de la puerta). Al rato, acepta que el padre se retire y después, entra al consultorio. En ese momento, comienza a decir, en forma reiterada, mientras sigue llorando: “siempre es lo mismo, yo estoy tranquilo y ellos me molestan” ¿quiénes?, le pregunto. “Todos, yo no molesto a nadie, yo estoy tranquilo y ellos me molestan”. Se va aclarando que la tranquilidad a la que se refiere es un estado de retracción autista, retracción al vacío, a la nada, y que lo que le resulta intolerable es que lo saquen de ese estado, vivenciando esto como una irrupción agresiva, violenta.
La compleji complejidad en juego Hay niños que presentan una coexistencia de trastornos severos: somatizaciones múltiples, dificultades motrices, de pensamiento, etc. Podemos en estos casos suponer que, al carecer de un metabolizador externo, el niño se “atragantó” con sus propios afectos. Las pulsiones, en vez de ser buscadoras de objetos, quedan entrampadas, intoxicando al organismo. Frente a un context contexto o en el que fall falla a la acción acción específi específica ca el niño ni ño sigue tram tramitando itando la pulpul sión por la vía primera, es decir, la alteración interna. Piera Piera Aulag Aulagni nier er habla de un “trauma “traumatismo tismo del encuentro” en al algunas gunas mamadres. “Este recién nacido que se impone a su mirada se sitúa, muy a pesar de él, ‘fuera de la historia’ o fuera de su historia ”. A la También ién él ape l a vez, vez, “Tamb lará a los medios de su borde psíquico para superar las consecuencias de esta esta experiencia experiencia de desposes desposesión, de este este primer tiempo tiempo que lo colocó col ocó fue ra de la historia, y también él podrá lograr construirse una historia (la suya) aunque dejando en blanco un primer capítulo ”. (Aulagnier, P.; 1986: 165-
169). La autora plante plantea a que las respuest respuestas as que el el niño puede encontrar pue pue-den agruparse en:
a) La anticipación de la realidad: el niño se anticipe a comprender que hay una realidad y que intente facilitar la tarea del “decodificador” externo a 22
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través del hiperrealismo y la sobreadaptación. “La psique del infans logra anticipar su asunción de la separación, de la realidad, de un esbozo de comprensión del discurso materno. [...] Este ‘demasiado temprano’ de la pr prueba de de re realida lidad va va a cum cumplirs lirse a expensas de la autonom onomía ía psíqu íquica” biógrafo fo se trans transforma formará rá en en un copist copi sta, a, condenado a trans transcri cribi birr fiel fiel [...] “El biógra mente una historia que había sido escrita por otro de una vez para siempre”.
b) Predominio de la actividad autosensorial (como en los autistas): “[...] ese otro con el que la psique psique se encuen encuentra tra no podrá ser ser invest investido ido com como porta dor de un deseo de vida y como dispensador de placer. El efecto placer ya no tendrá por soporte represe representativo ntativo un fantasm fantasma de fusión, fusión, sino sino que acom pa pañará a una activ ctivid ida ad au autose osensoria oriall cuy cuya figu iguración ción ps psíqu íquica retoma oma por su cuenta el postulado de autoengendramiento”. c) Establecimiento de una diferencia tajante entre satisfacción de la necesiobjeto exte exterior rior recono recono dad y vivencia de placer (anorexia, adicciones). “El objeto cido como el único en satisfacer la necesidad, será desconectado de toda fuente erógena de una experiencia de placer, la cual se ha independizado de la experiencia y del tiempo de la satisfacción”.
André Green, a su vez, sitúa cuatro mecanismos de defensa contra la regresión fusional: “1. La exclusión somática. La defensa por la somatización se hace aquí en las antípodas de la convers conversió ión. n. La regresi resión disocia disocia el conflic confl ic to de la esfera psíquica, excluyéndolo al soma (y no al cuerpo libidinal) por medio de una desintrincación de la psique y del soma. Su resultado es una formación asimbólica por trasformación de la energía libidinal en energía neutralizada puramente somática (...) 2. La expulsión por el acto. El acting out es la contrapartida externa del acting in psicosomático. Tiene el mismo val valor de evacuación evacuación de la re reali alidad dad psíqui psíquica. ca. 3) La esci escisión sión (...) (...) 4) La desin desin vestidura. vestidura. Me M e refi refiero ero a una depres depresiión primaria, constituida constituida por una desi desin vestidura radical que procura alcanzar un estado de vacío, de aspiración al no ser y a la nada” (Green, 1972: 59-61).
Podemos ver ver en algunos niños niños una combinación combinaci ón de estas estas variantes. variantes. Hay H ay una desinvestidura radical y por momentos un intento fallido de restitución frente al vacío, a la nada; no se puede sostener la unificación cinética, no hay un “yo unificado” que permita moverse, la pulsión de dominio fracasa y no se domina la propia motricidad. Falla el intercambio con el resto del mundo. Son investidos privilegiadamente los órganos internos, las sensaciones cenestésicas, etc., en desmedro de la constitución de las zonas erógenas. Se invisten los intercambios intrac intracorporales. La erogeneidad es fundamentalCUESTIONES DE INFANCIA
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mente intrasomática. Predomina una modalidad de funcionamiento en circuito cerrado, con un bombardeo de cantidades pulsantes-excitantes que no puede tramitar ni cualificar. Es un funcionamiento por urgencias, con captación de frecuencias y ritmos, internos y externos, lo que los lleva a estar conectados con la respiración, los latidos cardíacos, los movimientos digestivos, de sí mismo y del otro. Son niños que fracasan en la decodificación de lo que los otros quieren. En cambio, ofrecen un cuerpo enfermo, fragmentado, a la mirada del otro, que sólo decodifica las señales de un cuerpo biológico. La relación con el otro queda sustituida por un cuerpo sufriente. Dice Joyce Mc. Dougall: “No reprimibles, los significantes infra-verbales que preceden a la adquisición de la palabra pueden siempre dar lugar a eclosiones psíquicas brutales con matices de pesadilla, e incluso a una ex periencia alucinatoria o a una explosión somática” (Mc. Dougall, J.; 1998:
209).
Son, entonces, diferentes determinaciones posibles las que entran en juego en un niño que no habla, no juega, se enferma o se mueve compulsivamente. Pero, siempre, tienen que ver con un vínculo con otros. Intentaré ilustrar algunas de estas cuestiones con una viñeta clínica de un niño que muestra la complejidad de las patologías graves: si los niños autistas son generalmente niños que no se enferman físicamente, y los niños que somatizan suelen ser sobreadaptados, hay niños que presentan estados autistas y hacen somatizaciones múltiples.
Ramiro y el perro4 Ramiro llega a la consulta cuando tiene cinco años, después de haber recorrido neurólogos y pediatras que le recomendaron tratamiento psicológico, en tanto no le encontraron causas orgánicas. Su caminar es desorganizado, se choca con los objetos. Cuando toma algo entre sus manos, se le cae con facilidad. Es torpe en sus movimientos. Casi no habla. En la primera entrevista, se sienta a upa de la madre mientras le toca el pelo enroscándoselo y se frota contra su cuerpo. Concurre al jardín de infantes, pero no se conecta con los demás chicos ni responde a las consignas. Los padres señalan: “No ha evolucionado en es4 Una primera versión de este caso fue publicado en Actualidad Psicológica Nº 257 . 24
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tos años de jardín. Ni respeta límites ni habla”. En la casa, se pasa horas frente al televisor, como hipnotizado. “Llora tipo bebé”. “Está siempre insatisfecho”. Los padres relatan que, cuando nació, “era muy feo, flaquito”. Afirmación que en personas dedicadas a la decoración y a las artes plásticas cobra el sentido de una sentencia de desinvestidura, de no-reconocimiento en el otro. No se podían acostumbrar a él. Estuvo tres días en incubadora debido a su bajo peso. El contacto en esos días fue mínimo porque la madre estaba deprimida. ¿Dificultad para simbolizar, para constituir presencia en la ausencia por parte de madre y padre? ¿Qué “fealdad” reencontraron en el niño? ¿Qué belleza no pudieron “agregar” al cuerpo de un recién nacido? ¿Hubo un “desencuentro” que lo situó “fuera de la historia”? Le costó prenderse al pecho, pero cuando lo hizo “no lo podía soltar”. La madre recuerda que se prendía con tanta fuerza que se le hicieron grietas. “Estaba todo el día prendido y cuando yo se lo quería sacar, apretaba con fuerza y me lastimaba”. A los cuatro meses, lo desteta bruscamente. Ramiro comienza con eczema en la piel. Cuando no ha diferenciado el pecho de él mismo, éste le es arrancado. Hay un pedazo de sí que queda fuera, sin que nadie pueda registrar el dolor. Ramiro queda a merced de sus propios deshechos pulsionales. Los labios no se besan a sí mismos, no se satisface autoeróticamente... Tampoco grita todo el día. Se produce un cortocircuito del afecto que no es sentido y las marcas en la piel delatan un estallido, un exceso no tramitado. Ramiro responde con su cuerpo a situaciones de separación de su madre. El no puede armar el juego del fort-da. Se supone siendo arrojado por otro. El es el carretel que la madre tira lejos, lo que lo deja inundado por una hostilidad imposible de tramitar. Con relación a la constitución del universo sensorial, de la diferenciación adentro-afuera, y de las zonas erógenas como articuladas entre sí, Ramiro ha erotizado su cuerpo pero de un modo indiscriminado, siendo todos los agujeros equivalentes. El mundo sensorial también funciona como confuso, indiferenciado del cuerpo materno, vivido en su literalidad. Este niño lleva el nombre de un tío paterno, menor que el padre, drogadicto, que murió en un accidente automovilístico a los veinte años. Se conjugan dos movimientos siderantes: un nombre que alude a un dolor CUESTIONES DE INFANCIA
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no procesado y una mirada que lo ubica como no satisfactorio. El padre tiene una clara preferencia por la hija mujer, a la que considera más rápida, inteligente y simpática que Ramiro. Los fines de semana, mientras él sale con la nena, el niño se queda con la madre, de la que no quiere separarse. A la vez, las propuestas del padre, como andar en bicicleta o a caballo, lo asustan. No puede identificarse con el desempeño motor del padre, vivido como terrible y todopoderoso. La actividad le está vedada... Un episodio que se produce durante el análisis de Ramiro pone sobre el tapete la relación padre-hijo: un perro al que el padre quiere mucho y al que ha adiestrado, ataca al niño. Es necesario que esta situación se reitere de jando cicatrices para que el perro sea sacado de la casa. El agujero representacional en el adulto (en cuanto a capacidad para tramitar afectos, para conectarse y decodificar las alteraciones internas del niño) se inscribe como blanco representacional en el niño. Y la representación afecto no tramitada queda entonces como marca del vacío en el niño. Vacío de ser y de sentir. La capacidad de un otro de metabolizar, procesar los estados del niño y de ubicarlo como un otro, humano, diferente, es la base sobre la que los estados afectivos pueden ir registrándose, tramitándose y desplegándose en sus infinitos matices. Y la construcción de la identidad, el tener un nombre, parece imprescindible para que el sentir pueda ser puesto en palabras. Ramiro carece de un nombre propio. Es un nombre prestado, que conlleva un duelo no elaborado por el padre. La muerte del tío retorna en Ramiro de este modo, como lo no-metabolizado por el padre, y él pasa a ser un “muerto-vivo”, con un cuerpo permanentemente enfermo. Cuerpo al que no puede dominar, del que no se puede apropiar y que lo deja signado en el lugar de la debilidad y la impotencia. ¿Se presentifica en él un duelo no realizado? ¿Es él el fantasma que retorna y cuya investidura del mundo es, por consiguiente, siempre lábil? La madre aparece como una sustancia gelatinosa, sin bordes. Suele tener estados de confusión y entra en episodios depresivos de autodenigración. A la vez, esta mamá que se queja de su soledad con relación a su marido (que tiene una vida muy activa) tiene en Ramiro una compañía permanente, incondicional. Los dos son lo mismo. 26
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El padre manifiesta: “Le digo veinte veces lo mismo y no lo hace. No tiene remedio. Le grito, me dan ganas de pegarle, de sacudirlo. Se hace el que no escucha. No piensa nada más que en él mismo. Si algo le gusta, come sin preocuparse si queda para los demás. La nena usa los cubiertos mejor que él”. Pegarle, sacudirlo, son intentos de despertarlo de la misma somnolencia que, en un circuito cerrado, promueve con esas descargas. Muerto de entrada, este niño queda signado por el padre en el lugar de la impotencia. El padre expulsa de sí sus fantasmas inundando a este niño con un dolor insoportable, dolor presentificado en el niño, que queda como el lugar donde se evacuan los deshechos paternos. Son padres a los que les resulta difícil la metabolización de los procesos del niño y en los que predomina la proyección masiva de los propios conflictos en el niño. De este modo, lo dejan a merced de un funcionamiento en el que predomina la desinvestidura, la desinscripción, la desligazón... es decir, se entrona la pulsión de muerte. Les cuesta pensar al otro como un semejante diferente. La madre no diferencia sus propias sensaciones de las del hijo y el padre rechaza la pasividad del niño, fijándolo a la misma. El no se reconoce en su hijo y proyecta sobre él su funcionamiento narcisista. Tanto en la imposibilidad de conectarse con los otros, en la apatía generalizada, en la excitación psico-motriz, así como en las dificultades para mentalizar, hay un trastorno en aquello que Freud plantea como “una de las más tempranas e importantes funciones del aparato anímico, la de ‘ligar’ las mo ciones pulsionales que le llegan, sustituir el proceso primario que gobierna en ellas por el proceso secundario, trasmudar su energía de investidura li bremente móvil en investidura predominantemente quiescente (tónica) ”
(Freud, 1920: 60).
Tomando la constitución del psiquismo, podríamos decir que: 1) Con relación a la constitución del universo sensorial, de la diferenciación adentro-afuera, y de las zonas erógenas como articuladas entre sí, Ramiro ha erotizado su cuerpo pero de un modo indiscriminado, siendo todos los agujeros equivalentes. (¿Confusión con el cuerpo materno?) El mundo sensorial también funciona como confuso, indiferenciado, lleno de luces y ruidos, lo que le provoca un estado de aturdimiento del que sale a través de la proyección. El mundo se torna entonces persecutorio. Se diferencia un objeto, un externo malo en contraposición con lo bueno indiferenciado. CUESTIONES DE INFANCIA
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2) El yo de este niño se ha constituido de manera precaria. El cuerpo despedazado acecha todo el tiempo. 3) El preconsciente de Ramiro funciona a predominio visual y cinético. Las palabras irrumpen de un modo fragmentario. No está estabilizada la divisoria intersistémica, y, cuando comienza a esbozar un juego, en el tratamiento, Ramiro tiene que aclarar: “¿es de jugando o de verdad?” 4) Como defensas utiliza la desmentida, la “excorporación” o expulsión, la proyección y la transformación en lo contrario, predominando la desestimación. Constituye una barrera rígida y omniabarcativa que lo defiende de cualquier sufrimiento (incluyendo esto tanto a los estímulos externos como a los provenientes del propio cuerpo y del propio psiquismo). Pensamientos y percepciones pueden ser expulsados de sí y retornar desde un afuera “otro” cual boomerangs que golpean desde lo desconocido. Cuando lo vivenciado se torna insoportable, el movimiento expulsor puede llevar a la “excorporación” de todo pensamiento que quede ligado a él, a arrojar de sí toda representación que duela. Lo que queda, entonces, es un vacío, la marca de la expulsión. Y un mundo que cobra características siniestras. El niño, frente a cualquier avance del medio que vive como hostil, lo que hace es empobrecerse, retrayéndose. Pero la retracción no es sólo del mundo. Es de desmantelamiento de los propios pensamientos, de las propias fantasías. Es el propio universo representacional lo que se descarta, quedando una repetición de secuencias idénticas. 5) El padre es vivenciado como un ser todopoderoso que puede matarlo, despedazarlo, devorarlo (como equivalente a la castración). 6) Ramiro funciona a predominio del yo-ideal, sin poder construir ideales, lo que implica ser todo versus poder ser aniquilado. 7) Podríamos decir que ha fallado la identificación constitutiva del yo (la identificación con la madre es como una fachada). Hay tres elementos que nos hacen pensar esto: 1) El no poder pensarse a sí mismo cambiando en el tiempo. (El padre tampoco lo piensa cambiando en el tiempo cuando plantea: “Es así y no va a cambiar nunca”.) 2) No puede estar solo. 3) No juega. La falla en la identificación se hace evidente en las nociones de tiempo y espacio. El tiempo no rige. Todo es un eterno presente. Como plantea P. Aulagnier, siguiendo Freud, la categoría de temporalidad se establece con el Yo (en Freud, el Yo de realidad definitivo) y, con ella, la posibilidad de reconocerse siendo el mismo a pesar de lasdiferencias que se dan con el paso del tiempo (Aulagnier, P.; 1984). 28
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Esto no se da en Ramiro: cada sesión supone que todo va a ser idéntico. Siempre supone que el tiempo no pasó. Y frente a los cambios se aterra: la diferencia lo enfrenta a la inexistencia. Las cosas no cambian, desaparecen. El espacio es un lugar donde irrumpir. Abre el cajón del escritorio como si fuera suyo. No pide, arrebata, arranca, lo que denota la no diferenciación de los cuerpos. No hay “mi cuerpo” y “tu cuerpo” sino un espacio confuso en el que tiene que sorpresivamente conquistar territorios. La castración es vivida como despedazamiento. Él es vulnerable y puede ser destrozado (por eso se asusta frente a la bicicleta y el caballo y se aterroriza frente a una lastimadura). Su cuerpo puede ser despedazado. Queda aterrorizado y paralizado. Resumiendo algunas de las intervenciones con este niño: - A través de fotos, fuimos armando su historia, trabajando diferencias bebé-nene. - A través de situaciones lúdicas y haciendo de espejo, fuimos diferenciando yo-no yo. - A través de palabras y gestos lo fui conteniendo. - Con palabras y juegos, se lo fue sosteniendo en su posibilidad de pensar y de sentir, ayudándolo a salir de la confusión, dejando espacio a pensamientos diferenciados, privilegiando su producción - Se fueron armando fantasías, a través de juegos. - Se fueron haciendo variaciones a partir de una secuencia reiterativa, para complejizar recorridos psíquicos. - Se fue diferenciando juego y realidad - Se introdujo la duda
El trabajo psicoanalítico Por último, pienso que el psicoanálisis es la herramienta adecuada para trabajar con niños con severas dificultades. CUESTIONES DE INFANCIA
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La función de representación sólo adviene en la intrincación pulsional y en una temporalidad. Y en el niño autista esto falla, por lo que no hay dónde inscribir, falta el soporte, aquél que puede representar el mundo. Esto no implica la imposibilidad de trabajo ni que no haya nadie allí. Por el contrario, marca la dirección del trabajo, que será un trabajo de construcción de ese soporte. Y esto nos lleva a pensar las características particulares que va tomando el trabajo con niños autistas. A la vez, es fundamental pensar que, así como dijimos que no hay un autismo sino autismos y así como hay niños neuróticos como funcionamientos autistas acotados, todo niño autista tiene algún momento en el que emerge otro tipo de investidura, de conexión con el otro. Es decir, después de un tiempo de tratamiento, hay momentos en que un niño que parecía no registrarnos, nos mira a los ojos, se dirige a nosotros con gestos, llora, dice algunas palabras... en un recorrido en el que se van construyendo redes representacionales. Con relación a los niños autistas, considero fundamental que el analista entre en contacto con los estados autistas (y los terrores que emergen) empáticamente (como afirma F. Tustin). A la vez, el niño debe encontrarse con un analista que quiera, efectivamente, que él exista como ser humano, vivo y que lo trate como tal. Es un lugar difícil, en el que hay que tolerar el borramiento del otro (que de ja la sensación de estar solo en la sesión) y por momentos la confusión absoluta (en que el cuerpo del analista se confunde con el del paciente), ayudándolo ya sea a conectarse como a separarse poco a poco, procurando tanto confrontación como apoyo. Si tomamos los desarrollos de Genévieve Haag (Haag, G., 2000: 75-86), que es una psicoanalista que hace aportes muy interesantes en este tema, podemos plantear que la estabilidad del encuadre, temporal y espacial, es fundamental. En la medida en que el niño autista siente toda modificación del consultorio, o del orden en que están ubicados los juguetes, como un terremoto que asuela su mundo, se deberá poner cuidado en esto. Ella sugiere agregar a los juguetes habituales objetos primitivos, del nivel de las primeras manipulaciones: juegos de encaje, aros, pelotas, es decir, aquellos elementos de construcción e intercambio de los primeros tiempos, tan importantes en lo que hace al descubrimiento de la conexión con el otro. Asimismo, esta autora plantea que con el niño autista estamos comprometidos con las zonas profundas de nuestro yo corporal y grupal, lo que lleva a te30
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ner que tomar en cuenta nuestra contratransferencia (y en ese sentido nuestras respuestas sensoriales, de tonicidad muscular, somáticas y sociales) para poder intervenir. En tanto no hay espacio proyectivo constituido como tal, lo que se pone en juego remite a la excorporación. Y el analista conectado empáticamente suele percibir en sí mismo aquello que en el niño no tiene representación clara. Esta vivencia permite una intervención del analista que considere el monto de sufrimiento del paciente. Es decir, la intervención tendrá entonces algo de lo que en los términos de W. R. Bion sería transformar los elementos beta en elementos alfa (trabajo que el analista deberá experimentar consigo mismo) (Bion, 1962). Con los niños pre-esquizofrénicos considero importante: - Que el analista no se asuste por las producciones alucinatorias, delirantes o bizarras del niño y que les dé un espacio. - Ayude a diferenciar fantasía y realidad, a partir de “meterse” en sus fantasías. - Que lo ayude a pasar de la descarga motriz al juego y a elaborar los terrores que lo invaden, acompañándolo en el proceso. - Que lo contenga. - Que vaya detectando los momentos de irrupción de la alucinación o el armado delirante, para remitirlo a ese “antes”, insoportable. En uno y otro caso, las intervenciones son estructurantes. Con los padres, se hace imprescindible traba jar, escuchando el sufrimiento que los desborda. Que puedan mediatizar sus pasiones, diferenciarse del niño y registrarlo como persona que siente, es la meta en el trabajo con ellos. Me parece que una de las cuestiones a tener en cuenta cuando se trabaja con niños con patologías graves es el tema de las vicisitudes del analista en este trabajo. Es frecuente que sea el analista el que quede ganado por el desánimo, por la sensación de que nada es posible y que él es inoperante, por la pérdida de sentido de su quehacer... La pulsión de vida, el deseo de curar, debe ser sostenida por un analista que se siente solo, desamparado, frente al abismo. CUESTIONES DE INFANCIA
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Hay veces que de lo que se trata no es del desciframiento, o por lo menos no con el niño mismo. En estos casos, no hay una historia a develar sino una a construir. (Es cierto que en todo análisis se construye una historia nueva, pero con los niños esto cobra una dimensión particular en tanto operamos sobre los primeros tiempos de esa historia.) Y es entonces cuando entiendo que hay intervenciones que son estructurantes, o mejor dicho, que motorizan la estructuración. Cada una de estas intervenciones puede darse con diferentes recursos. Así, la contención puede ser verbal pero también corporal y la verbalización de los afectos puede darse a través de una referencia directa o a través de hablar de un tercero (otro niño, un personaje, etc.). Un ejemplo: un nene de cinco años consulta en un hospital, después de haber sido rechazado en otros servicios. Una psicóloga del equipo decide atenderlo a razón de dos sesiones semanales. El niño no habla, no juega, apenas se conecta. Entran en el consultorio los dos padres con él, porque “no aguantan estar solos en la sala de espera”. Cada vez que el niño, confusamente, se dirige a la analista, los padres se sorprenden. Poco a poco, va habiendo algunos cambios: la sigue con la mirada, pasa la mano por la superficie del escritorio y luego hace que la analista pase la mano por su espalda; pone su dedo en la boca de la analista, y el de ella en la de él; mastica una galletita, la pone en su mano, se la da a la analista y la vuelve a tomar, para ponerla en la boca y tragarla. Intercambio libidinal, de construcción de zonas erógenas, que sólo puede ser pensado por un psicoanalista. Los agujeros, la piel, las superficies duras, el contacto,... es decir, se fue construyendo una imagen de sí en la que hay espacios diferenciados... 5
De diagnósticos y urgencias Es frecuente que frente a un niño con perturbaciones severas se plantee el tema en términos de desamor materno o, en otra línea, de falla paterna. Pienso que la cuestión no es tan simple. Se trata más bien de matices, de funcionamientos psíquicos, materno y paterno, que implican toda la complejidad y las contradicciones del psiquismo (entre otras, la ambivalencia). Son encuentros sutiles, imperceptibles a veces, en los que se conjugan ciertos funcionamientos psíquicos, maternos y/o paternos, con la capacidad 5 Le agradezco a la Lic. Gabriela Naya que me haya facilitado este material. 32
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inscriptora y metabolizadora de un niño, y esto en un tiempo y en un espacio, en un momento particular de una pareja y de una familia y en una historia colectiva. Es más, estamos en condiciones de investigar ya no sólo lo no-representado que retorna en el niño, sino los agujeros representacionales que se transmiten a través de las generaciones... aquello que lleva a pensar en términos de lo indecible, lo innombrable y lo impensable (en la tercera generación). Por último, quisiera aclarar que el psicoanálisis nos da herramientas para trabajar con niños con severas dificultades. Pienso que con estos niños las intervenciones del analista tienen un valor estructurante cuando el analista: 1) sostiene el vínculo a pesar de la desconexión del otro; 2) posibilita el registro de sus afectos a través de un funcionamiento empático; 3) va estableciendo diferencias yo-no yo; 4) abre un mundo fantasmático, armando un espacio lúdico en el que se puedan ir anudando metáforas; 5) no sólo construye una historia sino que funda un código compartido (a partir del descubrimiento de cuáles son los esbozos de código del paciente). Pero esto implica algunas cuestiones claves, sobre todo con relación a las intervenciones. No puede ser cualquier intervención la que se realice. No todo vale. Justamente porque uno está escribiendo o, a veces, como es el caso de los niños autistas (si tomamos la metáfora de D. Ribas), estamos armando el papel para que las letras desordenadas tengan asidero... Entonces cuando golpeo la mesa armando una secuencia rítmica con un niño que no habla, estoy haciendo una intervención psicoanalítica; cuando un niño está en estado de retracción al vacío y yo me acerco muy despacito y le hablo en tono monótono, y respeto a ultranza su silencio y le doy tiempo para que vaya desplegando lo que le pasa, estoy psicoanalizando a ese niño. Creamos preconciente como espacio de transformaciones, no como una capa defensiva, como un “como si” que arma un niño como si fuera un rompecabezas. Sostenemos y construimos narcisismo, le damos una mirada unificadora, le posibilitamos tolerar la ausencia, le devolvemos una imagen de sujeto a quien no se “arroja por la ventana”. Ese trabajo de humanización sólo es posible con una mirada psicoanalítica. André Green plantea que un principio esencial del psicoanálisis es el de la descondensación de las formaciones psíquicas (la asociación libre sirve paCUESTIONES DE INFANCIA
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ra ese fin) (Green, A.; 1984). Yo estoy convencida de que cuando utilizo un tono de voz particular y un ritmo... estoy posibilitando un armado y a la vez descondensando, desarmando otro tipo de funcionamiento. Porque si lo que predomina es la desestimación de todo contenido, y logro que no me expulse, que no expulse mis palabras, o la representación que construyó de mí, si puedo lograr que de una semana a otra me recuerde y sepa que yo lo recuerdo a él, algo se va armando en un vínculo (que no es un vínculo cualquiera) y esto implica desarmar un funcionamiento regido por la compulsión a la repetición. Hay una urgencia cuando trabajamos con niños, que es la urgencia de un niño en crecimiento que nos convoca y frente a esto el tiempo es fundamental. Hay una urgencia dada por el sufrimiento de un niño que nos impone trabajar del mejor modo para paliar ese dolor. Hay también una urgencia dada porque sabemos que trabajamos sobre una historia que se está escribiendo. Urgencias que tienen que ver con el niño mismo. Y que nos exigen afinar nuestras intervenciones, comprometernos con la cura y poner en juego nuestro deseo de curar. A la vez, la infancia es lo opuesto a la cronicidad... a menos que los adultos colguemos carteles, decretemos muertes cuando se trata de la vida, obturemos el devenir.
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Resumen La autora plantea el tema del abordaje psicoanalítico en las patologías graves en niños, sosteniendo la importancia de ir “más allá” del diagnóstico, pensando que el niño es, siempre, un psiquismo en estructuración. Se plantea el tema de la urgencia en la demanda y el de la cronicidad, como fantasma que se cierne sobre estos niños, así como la posición del analista en estos casos. Después de desarrollar el tema del autismo infantil, diferenciándolo de otras psicosis infantiles, la autora analiza un material clínico de un niño con dificultades severas en la estructuración psíquica, que no podría ser “clasificado” fácilmente en las categorías tradicionales. Por último, se refiere al trabajo psicoanalítico con niños que presentan patologías graves.
Palabras claves: psicopatología infantil; autismo; psicosis infantiles; pulsión de muerte; intervenciones estructurantes; afecto; transferencia; urgencia; cronicidad. Summary The subject of severe mental disase in childhood, of its diagnosis and how to approach it psychoanayitically are discussed within a theoretical framework in which every child is thought of as a psychical apparatus in the process of being structured. The problems of urgent demand and chronicity are considered, the latter being a ghost that haunts children so affected. The position of the psychoanalyst in such cases is also discussed. Autism in childhood is differentiated from other childhood psychosis and the case of a child displaying severe dificulties in psychycal structuration which cannot be easily made to fit in the traditional diagnostic categories is presented. Finally, the task of the psychoanalyst as regards children suffering from severe mental disease is adressed, while it is mantained that the psychoanalytical theory enables us to deal with these patients.
Key words: child’s psychopathology; autism; psychosis; death instinct; structuring interventions; affect; transference; urgent; chronicity. CUESTIONES DE INFANCIA
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Résumé Le thème est posé du diagnostic et de l’abord psychanalytique dans des pathologies graves chez des enfants, concevant tout enfant comme un psychisme en cours de structuration. On considère le thème de l´urgence dans la demande et celui de la chronicité, comme un fantasme qui plane sur ces enfants, ainsi que la position de l’analyste dans ces cas. Après avoir développé le thème de l’autisme des enfants, en le distinguant d’autres psychoses de l’enfance, l’auteur analyse le matériel clinique d’un jeune garçon ayant de sévères difficultés dans sa structuration psychique, qui ne pourrait pas être «classé» facilement dans les catégories traditionnelles. Finalement, l’auteur se réfère au travail du psychanalyste avec les enfants présentant des pathologies graves, et il considère que la théorie psychanalytique nous offre les éléments nécessaires pour aborder ces cas.
Mots clès: psychopatologie de l’enfant; affect; autisme; psychoses infantiles; pulsion de mort; intervention d’estructuration; transfert; urgence; chronicité. Primera versión: 15 de noviembre de 2002 Aprobado: 15 de enero de 2003
Beatriz Janin Av. Córdoba 3431, 10º “A” (1188) Ciudad de Buenos Aires Tel.: 4963-4729; 4963-2777.
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DUELOS EN LA INFANCIA. CARACTERISTICAS, ESTRUCTURA Y CONDICIONES DE POSIBILIDAD Gabriel Donzino•
l duelo es un tema que en la teoría psicoanalítica ha ocupado desde Freud en adelante un destacado lugar. Su importancia y desarrollo se justifica tanto por su imposición desde la clínica como por los aspectos teóricos que se entrelazan en él: objeto, yo, libido –yoica y objetal–, identificación, narcisismo, ambivalencia, culpa, recuerdo, fantasía, realidad psíquica y externa, autoconservación, pulsiones de vida, de muerte, castración... En esta oportunidad quisiera compartir con ustedes algunas hipótesis sobre las características y las condiciones de posibilidad de los duelos en la infancia, así como sus manifestaciones clínicas. Serán, más exactamente, interrogantes y algunas aproximaciones teóricas que surgieron de observaciones basadas en el análisis de niños y adolescentes que sufrieron la pérdida de uno de los progenitores en la primera infancia o en la adolescencia. Aunque el verdadero disparador de la investigación sobre este tema fueron los elementos descubiertos en el análisis de dos pacientes adultas cuyos padres habían fallecido asesinados cuando ellas tenían dos y cinco años de edad y de otra serie de pacientes cuyas madres sufrieron depresiones, con internaciones e intentos de suicidio de mayor o menor gravedad. Observando las manifestaciones de esas pérdidas y separaciones tempranas en su vida actual, me preguntaba entonces cómo habrían sido de niñas, qué quedó inscripto de eso y de qué modo. Me preguntaba también si la infancia misma es el tiempo lógico para un trabajo de elaboración de pérdidas semejantes y bajo qué condiciones. Obsérvese que anteriormente he escrito “pérdida” y “fallecimiento” y no
• Profesor de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños de UCES (en convenio con APBA).
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“duelo”, precisamente para introducir lo que quiero diferenciar en este trabajo. La consideración más frecuente es ligar el duelo con una pérdida. Y en sentido estricto, no hay duelo sin la pérdida de un objeto. Pero la inversa no es necesariamente así: no ante toda pérdida vamos a encontrarnos con un duelo. El duelo es un trabajo, un proceso simbólico, intrapsíquico, de lento y doloroso desprendimiento de un objeto catectizado, que supone un reordenamiento representacional. Es la elaboración psíquica sobre el estatuto de un objeto que ha devenido ausente. En este sentido es humanizante y enriquecedora de la vida anímica. Su contracara, la melancolía, o duelo patológico, en cambio, muestra justamente el fracaso de esta simbolización. Respecto de ello Melanie Klein escribe: “Así, mientras que el dolor se expe rimenta con toda intensidad y la desesperación alcanza su punto culminan te, surge el amor por el objeto, y el sujeto en duelo siente más poderosa mente que la vida interna y la externa seguirán existiendo, a pesar de todo, y que el objeto amado perdido puede ser conservado internamente. En es ta etapa del duelo el sufrimiento puede hacerse productivo. Sabemos que experiencias dolorosas de toda clase estimulan a veces las sublimaciones, o aún revelan nuevos dones en algunas personas, quienes entonces se de dican a la pintura, a escribir o a otras actividades creadoras bajo la tensión de frustraciones y pesares. Otras se vuelven más productivas en algún otro terreno –más capaces de apreciar a las personas y las cosas, más tolerantes en sus relaciones con los demás– se vuelven más sensatas. En mi opinión, este enriquecimiento se logra a través de procesos similares a aquellos pa sos que acabamos de investigar en el duelo. Es decir, cualquier dolor cau sado por experiencias dolorosas, cualquiera que sea su naturaleza, tiene al go de común con el duelo y reactiva la posición depresiva infantil. El en cuentro y la superación de la adversidad de cualquier especie ocasionan un trabajo mental similar al duelo.” 1 Freud, en Duelo y Melancolía se pregunta por qué este trabajo resulta tan doloroso. “Cada uno de los recuerdos y esperanzas –escribe Freud– que constituyen un punto de enlace de la libido con el objeto, es sucesivamen -
1 Klein, Melanie, (1940) “El duelo y su relación con los estados maníaco-depresivos”, en Contribu ciones al Psicoanálisis, O. C ., pág. 293, Paidós, Buenos Aires.
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te despertado y sobrecargado, realizándose en él la sustracción de la libido. No nos es fácil indicar en términos de la economía por qué la transacción que supone esta lenta y paulatina realización del mandato de la realidad ha de ser tan dolorosa. Tampoco deja de ser singular que el doloroso displacer que trae consigo, nos parezca natural y lógico [...] No nos es posible dar respuesta a esta objeción, que refleja nuestra impotencia para indicar por qué medios económicos lleva a cabo el duelo su labor. Quizá pueda auxi liarnos aquí una nueva sospecha. La realidad impone a cada uno de los re cuerdos y esperanzas que constituyen puntos de enlace de la libido con el objeto, su veredicto de que dicho objeto no existe ya, y el yo, situado ante al interrogación de si quiere compartir tal destino, se decide, bajo la in fluencia de las satisfacciones narcisistas de la vida, a cortar su ligamen con el objeto abolido. Podemos pues, suponer, que esta separación se realiza tan lenta y paulatinamente, que al llegar a término ha agotado el gasto de energía necesario para tal labor”. 2 Ahora bien, si tomamos en cuenta los tres aspectos que Freud considera en el párrafo citado (el examen de realidad, el lento proceso y la opción del yo), tanto la construcción de la realidad como la constitución del yo en su capacidad de seguir un mandato erótico son aspectos que en la infancia están en proceso de estructuración. ¿Está el niño en condiciones psíquicas de realizar ese examen de la realidad y promover que su yo decida por las satisfacciones narcisistas de la vida, cuando la percepción del tiempo, la relación con la realidad y la construcción de su narcisismo responden, como investigó Winnicott, a un proceso gradual que implica al tiempo, donde esos objetos externos son su apoyatura...? Ciertamente, Freud se está refiriendo a un trabajo sólo realizable con la condición precisa de que la categoría de objeto ausente se haya simbolizado.Una cita de Klein ilustra este problema: “Una de las diferencias entre la temprana posición depresiva y el duelo normal, es que cuando el niño pier de el pecho o el biberón que ha llegado a representar para él un objeto bue no, beneficioso y protector dentro de él y experimenta dolor, lo siente aun que su madre está junto a él. En el adulto, sobreviene el dolor con la pérdi da real de una persona real; sin embargo, lo que lo ayuda para vencer esta pérdida abrumadora es haber establecido en sus primeros años, una buena imago de la madre dentro de sí. El niño pequeño, sin embargo, está en la
2 Freud, Sigmund, (1915 [1917]) Duelo y Melancolía, Obras Completas, págs. 2092; 2098/9, Biblioteca Nueva, Madrid.
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cúspide de sus luchas contra el miedo a perderla, interna y externamente, porque no ha logrado establecerla dentro de sí de un modo seguro. En esta lucha, la relación del niño con su madre, su presencia real, es la más gran de ayuda”.3 Llegado este punto es necesario, entonces, establecer categorías diferenciales respecto del momento vital en que se haya producido una pérdida, o –como plantea Winnicott–, si “el amor por la representación interna de un objeto perdido, puede atemperar el odio del objeto amado introyectado que la pérdida entraña”.4 He reunido una serie de fragmentos clínicos que tal vez nos permitan extraer de ellos las características de los duelos en la infancia, sus diversas presentaciones, las consecuencias para cada momento de estructuración y sus períodos críticos. Milagros, de nueve años, es derivada por el colegio ya que presenta graves problemas en el aprendizaje. Una evaluación psicopedagógica previa indi ca que se “observan serios conflictos psicológicos”. Durante las primeras entrevistas el padre de Milagros se queja, en tono de evidente molestia, de que la niña todas las mañanas mientras él se está afeitando, le cuenta que soñó con su madre muerta. En este sueño se le aparece con un bebé en brazos, se le aproxima, le seca las lágrimas a Milagros y le dice: “no llores”. Otras veces el sueño es con la imagen de una Virgen, a quien –siempre con un niño en brazos– le brota una lágrima que cae por la mejilla. Ante estos relatos, el padre se irrita y se desespera. La interroga sobre las características de las imágenes y comprueba que es la descripción de la madre muerta. “¿Cómo puede soñar con la madre si no la conoció?”, se pregunta el padre una y otra vez. Este refiere el comienzo de los episodios a que su suegra le contó a la niña que su madre estaba muerta. La niña conocía este hecho ya que iban al cementerio a visitar a su mamá y a su hermanito muerto de bebé, quien yacía en la misma tumba de su madre. Se presenta a la siguiente entrevista Julia, la actual esposa del padre. Cuenta que la abuela materna de Milagros le mostraba fotos de la madre, recordándole que Julia no era su mamá sino su madrastra. La imagen que Mila-
3 Klein, Melanie: Ob. Cit., pág. 294/5. 4 Winnicott, Donald: “La posición depresiva en el desarrollo emocional normal” (1954-55), en Escri tos de pediatría y psicoanálisis , Laia, Barcelona, 1981.
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gros sueña es la que conoce a través de las fotos. Julia presencia los matutinos episodios en los que llorando, Milagros le cuenta al padre sus sueños. “La culpa es de la abuela por mostrarle esas fotos”, concluye Julia. Como un rompecabezas, en el transcurso de las siguientes entrevistas, se va aclarando la historia: la mamá de Milagros era una mujer de frágil salud. El primer hijo varón del matrimonio muere a los seis meses por meningitis. La depresión la inunda y a partir de esto se encomienda a la “Difunta Correa”, para que sus hijos nazcan y crezcan sanos. Nace Deolinda, la hermanita mayor de Milagros, y dos años más tarde otra Deolinda, Milagros Deolinda. Los nombres de esta niña responden: el primero a la Virgen de los Milagros, a quien la madre le pide que nazca un varón, y el segundo al de la Difunta Correa.5 Nace Milagros y la madre fallece pocos días después. El padre, también huérfano de madre cuando era pequeño, desesperado acude a Julia, novia en su adolescencia y le pide que se haga cargo de sus pequeñas hijas. Julia se decide al verla a Milagros flaca, sucia y escaldada, y se casa sólo para cuidar y alimentar a las niñas. Julia ya había criado a dos sobrinas que convivían entonces con ella. Interrogada respecto de si ella hubiera deseado tener hijos propios, rompe en llanto y cuenta que tuvo un hijo de soltera que estudiaba ingeniería en Tucumán y que “desapareció” en la lucha contra la subversión. “Supongo que está muerto –dice–, pero me dijeron que no hiciera nada porque podía desaparecer yo. Si supiera dónde están sus restos, para llevarle una flor. Ni siquiera en sueños puedo verlo”. Presuntamente las niñas no sabían de este hijo de Julia. Sólo su esposo y las sobrinas, cuando la veían llorar, entendían por qué lo hacía. Milagros, en cambio, preguntaba con insistencia por qué cada vez que iban al cementerio a visitar la tumba de su madre y hermanito, tenían que llevar una flor para el osario común... Milagros se presenta a la primera entrevista como una niña sumamente rara. Hace gestos con su cara y revolea sus ojos hasta el punto de dejarlos en
5 En el culto católico se recuerda a Deolinda Correa, “la Difunta”, como una mártir criolla, quien por escapar de un malón en e l norte argentino se pierde con su bebé en el desierto, encomienda la vida de su hijo a la Virgen, muere en el desierto y amamanta a su pequeño aún después de morir.
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blanco. Dibuja un arbolito con las raíces visibles y un puntito ennegrecido entre ellas. “Es un arbolito con raíces”. Sí, y veo que hay una cosita ahí... le respondo mientras le señalo las raíces. “Es un pajarito que se murió y lo enterraron ahí... vos sabés cómo queda... la tortuguita... cuando se muere... cómo quedan los huesitos... yo enterré un pajarito y quiero ver los huesitos, cómo quedan los huesitos”. Agrega otra forma circular imprecisa en el dibujo y me cuenta sobre una tortuguita que tuvo y empieza a lloriquear y hacer muecas con la cara. Consultan por Ariel, de recientes tres años de edad. Sus padres lo adoptan a los veintidós meses aproximadamente (calculados sobre la base de unos estudios que le realizan). Es llevado a un Juzgado por una señora que dice que lo dejaron a su cuidado y no lo vinieron a buscar más. Agrega que lo cuidaba el guardabarrera en la casilla del paso a nivel donde lo dejaron. Es registrado como NN. Los papás adoptivos lo retiran de un hogar de monjitas donde estaba alojado. Allí lo llamaban “Daniel”. No es posible determinar el tiempo transcurrido entre el guardabarrera y el Juzgado, pero los papás confirman que antes de llegar al hogar de las monjitas estuvo internado en un hospital por desnutrición. En el momento de la adopción su estado físico mostraba el pelito chamuscado, estaba escaldado y con excoriaciones múltiples en los genitales y la cola. Se observaba, además, una importante cicatriz de antigua quemadura en uno de los miembros. Los papás dudan en cambiarle nuevamente el nombre. Finalmente, se deciden por bautizarlo Ariel, “león de Dios”. En cuanto a su nivel de constitución psíquica y trastornos centrales, los papás refieren que Ariel no habla, pronuncia sólo palabras bisílabas que su madre traduce; padece de enuresis nocturna; usa chupete; deambula sin parar; abre cajones y puertas; se escapa de todos lugares; se desnuda y se sienta bajo la lluvia; imita el ruidito de animalitos varios bajo el festejo de sus padres; rechaza a su madre, la escupe y patea (no así al papá); no hay juego; parece no mirar ni escuchar ni responde al llamado; sus padres se quejan de su difícil crianza ya que no acepta normas. La primera vez que veo a Ariel, deambula sin parar por el consultorio mientras sus padres dialogan conmigo. Uno a uno, muerde y arranca la mina de todos los lápices. Amaso una bolita de plastilina delante de sus ojos y lue44
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go la achato entre mis dedos haciendo una tortita: es la primera vez que me mira a los ojos. Luego de varios meses de intenso trabajo con los padres, comienzo a traba jar con Ariel junto a su mamá. En una de las primeras sesiones la madre amasa un caracol grande con plastilina. Ariel le pide: “Be-bé, be-bé”. La madre lo amasa y Ariel hace que se besen. Luego aplasta al caracol grande contra el escritorio mientras grita: “¡mamá, mamá!” Seguidamente aplasta al caracolito bebé. Más adelante, en otra sesión (ya a solas con Ariel), saca de mi bolsillo las llaves, las sacude e imita el tañido de las campanas. ¿La campana del guardabarrera?... ¿Era un recuerdo, o lo construido durante el trabajo con los padres? No lo sé. Lo central era que el camino de la construcción posible de una historia estaba en marcha y si fueran una evocación o un constructo, bienvenidos eran. Durante incontables sesiones, más adelante, Ariel tirará objetos por la ventana, intentando en más de una oportunidad, arrojarse él mismo. Luego de casi tres años de tratamiento, Ariel me sorprende con el siguiente juego: yo soy un señor que va a la veterinaria a comprar un perrito. El es un cachorrito en una jaula que me pide, rascándome con las patitas, que lo elija a él. Este juego tiene muchas variantes: el dueño de la veterinaria me echa diciéndome que no hay más perritos, mientras el perrito se queda llorando y me dice que vuelva; me pide que lo lleve a él, pero que no puede irse por su mamá, ante lo cual debo llevarme a los dos; me pide que lo lleve, pero tiene bebés y debo llevar también a sus hijitos; me pide que lo lleve avisándome que tiene bebés en la panza. Lo llevo y sobre el diván nacen los cachorritos, a los que él cuida, como una madre celosa, gruñéndome para evitar que me acerque. Otras, Ariel es el cachorrito nacido y con los ojitos entrecerrados hociquea buscando la teta hasta prenderse del botón de mi camisa. El análisis de este caso, como el de otros niños adoptados, propone un tipo de clínica donde la construcción y las intervenciones estructurantes son nuestros aliados técnicos. Diego tiene quince años. Consulta luego de la muerte de su padre, ocurrida hace tres meses por una enfermedad incurable, deteriorante y progresiva del sistema nervioso. Su sintomatología es: mareos, miedos intensos (a fantasmas, ruidos, viento), angustia desbordante e insomnio. Su mayor CUESTIONES DE INFANCIA
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preocupación es el miedo angustioso y temores hipocondríacos. “Tengo miedo a descomponerme, a desmayarme y que me lleven en una ambulancia; que me hagan algo cuando yo esté inconsciente. Me empiezo a sentir mal o la idea de que me voy a descomponer hace que me empiece a marear, me corre un frío por el cuerpo, me voy poniendo blando de las piernas a los brazos y cuando me llega a la cabeza, me mareo y me desmayo”. Diego es fanático del fútbol, pero no puede jugar a la pelota o salir a la calle por temor a que “me descomponga”. La madre refiere que tiene un “parecido físico extraordinario” con el papá y que la enfermedad de éste fue producida por un “fuerte golpe en la cabeza”. Diego dice: “A los doce años íbamos caminando por la calle y yo me crucé delante de él. Se tropezó conmigo y lo hice caer. Cayó de frente en el piso... medio se desmayó... fue por mi culpa...” La mamá agrega que los últimos meses de la enfermedad de su marido fueron muy duros ya que su propio padre había sufrido un ataque cerebral. “Era Navidad, de un lado del arbolito estaba mi padre en su silla de ruedas y del otro mi marido, en otra. Los médicos me dijeron que moriría cuando la enfermedad llegue al cerebro, al centro de la respiración. Se iba a ahogar. El día que eso pasó, lo dejé solo; me encerré en la pieza y después de un rato, salí gritándole a Diego que fuera a buscar al médico, que su papá se había descompuesto. En realidad ya había fallecido”. Lentamente, Diego empieza a “salir”. Trae un sueño que califica de “un poco lindo, un poco feo”: “Mi primo (personaje familiar adorado por Diego, a quien el papá encomendó la crianza de su hijo) viene en un coche y toca la bocina. Me asomo y mi primo me dice: ‘mirá quien viene...’. Y es mi viejo que se asoma por el techo levantado del Citroën”. Se despierta angustiado. Lo lindo es que soñó con el padre. Lo feo, que cuando se despertó comprobó que no era posible. Puntualicemos: Pérdidas no metabolizadas a lo largo de varias generaciones. Familias hipotecadas por duelos imposibles, heridas que se abren a cada momento detrás de un esfuerzo tenaz por desmentir y silenciar. 46
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Múltiples pérdidas tempranas, traumas y abandonos en un momento de la vida donde lo que se afecta son los cimientos mismos del psiquismo. Miedo, culpa y síntomas por identificaciones que recuerdan rasgos dolientes del ser querido, anulan la distancia con el objeto perdido, pero, como contrapartida, llenan de terror. Quizá de los tres casos el más complejo sea el de Milagros. Un mito familiar arrasador la deja en un comprometido lugar: ella no es el varón pedido a la Virgen, pero su negación alude al lugar que le esperaba: reemplazar al pequeño fallecido; desde ese lugar mítico es a la vez la que sobrevive ali mentándose de la madre muerta y la difunta que revive a su hijo; es la virgen-madre que llora los hijos desaparecidos de otra madre. La falla de apropiación simbólica del objeto deja a Milagros confinada a la representación de la pérdida a través de lo real de la muerte: los huesitos, los restos materiales. El pequeño Ariel lucha por sobrevivir. Su psiquismo tiene muchas posibilidades aún de estructurarse gracias al apreciable apoyo de sus padres. Pero las marcas en su cuerpo están y es una larga historia para remontar. Diego también se encuentra con la muerte en un momento crítico de su desarrollo psicosexual, pero con recursos simbólicos que le permiten exponer un cuerpo como escenario de los significantes que marcan su ligazón al padre. Identificaciones a desandar. Su “extraordinario parecido físico”, podrá ser una salida o una tumba. La elección de estos casos para abrir nuestro tema es porque presentan de modo paradigmático casi todos los problemas del duelo en la infancia y la adolescencia. Para abordarlos, los separaré en problemas teóricos y clínicos. Diariamente, imperceptiblemente, los niños y los adultos nos enfrentamos a pérdidas a las que podemos resignarnos. No desestabilizan el narcisismo. Son separaciones que representan que sólo una parte se separa, se resigna, de un todo, pero ese todo sigue inalterable. El mantenimiento de ese “todo” remite a la economía narcisista de un sujeto. El duelo, ya lo dijimos, es básicamente un proceso de reinvestidura de algo que, paradójicamente, debe ser desinvestido. Trabajo que debe realizar el Yo del sujeto psíquico. CUESTIONESDE INFANCIA
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La primera premisa que nos imponen los casos, es que un niño en duelo está inmerso en un medio ambiente aquejado también por una pérdida. No es posible el duelo de un niño aislado, ni desligado de una historia. Ese medio ambiente es la familia, más específicamente los padres. Centraré entonces el análisis en dos cuestiones que participan de los duelos en la infancia: los padres y el niño. Puntualicemos primero, muy rápidamente, algunos de los varios aspectos de la teoría de las relaciones paterno-filiales: - Durante los primeros meses el medio, fundamentalmente la madre, funciona como barrera protectora antiestímulo. Adaptada a las necesidades de su bebé, la madre ofrece su cuerpo para que el niño la busque ante situaciones de tensión, abriéndose así los circuitos de la satisfacción pulsional y la erogeneidad. El padre, por su parte, protege esa díada y ambos cuidan al niño ante situaciones de peligro, permitiendo el equilibrio vital y la introyección de lo autoconservativo. - También se erigen ante el hijo como lugar simbólico supuesto de un saber. Desde allí, transmiten una historia, significados, normas, ideales y placeres. - Y son, por otra parte, los más valiosos soportes de identificaciones. Todos estos elementos (y tantos otros que no he mencionado), conforman hilos de lo fundamental: los padres sostienen funciones estructurantes. La palabra del adulto, del padre superviviente, la “versión” sobre qué es la muerte, la negación o el silencio, tienen durante la infancia consecuencias determinantes. ¿Cuáles son las condiciones que permiten que un duelo sea llevado adelante o no?... ¿En qué medida el duelo del niño queda imposibilitado, frenado o dificultado a partir de la mentira de los adultos, de su silencio?... Versiones tales como “está en el cielo”, “se quedó dormida”, “se transformó en un ángel”, etc., las vemos emerger en las más variadas formas sintomáticas y fobias. Las del silencio, en otra variedad de cuadros quizá más graves, psicosomá48
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ticas, adicciones, vacíos. ¿Pero qué decir ante aquello que Freud descubrió, que no hay representación?... Arminda Aberastury6, se pregunta en uno de sus escritos por qué los padres no pueden decir al niño lo que pasó, significar la muerte como tal. Considera que de esta manera los padres piensan que evitarían un sufrimiento al niño. En realidad, identificados proyectivamente con el hijo, son los propios aspectos infantiles de los padres que le hacen suponer que le están hablando a sí mismos desvalidos respecto de esa muerte. El silencio, las mentiras o las explicaciones falsas, exigen al niño realizar un doble trabajo. El niño “sabe” que algo ha pasado, no sabemos qué representación tiene de la muerte pero sí que tiene una inscripción de lo ocurrido, una percepción de que alguien no está. Esta percepción de lo ocurrido debe ser falseada en función de lo que le cuenten como ocurrido. El niño debe renegar una convicción en función de una palabra mentirosa. Esto supone la acción de un mecanismo renegatorio. Este fenómeno no sería en sí algo problemático ya que forma parte del primer movimiento normal en todo duelo: la renegación (verleugnung) de la pérdida. El riesgo estriba en una patologización de este mecanismo sostenido por la versión parental coincidente con la renegatoria del chico mismo. El segundo tiempo del duelo propiciado por la renegación “normal” previa, consiste en la producción de fantasías de reencuentro con el objeto perdido o de seguir sus pasos y morir con él, que supone ya una modificación del contenido renegado: se acepta la idea de su desaparición pero cabría un reencuentro en algún otro lugar. Fantasías que se toparán tarde o temprano con la prueba de la realidad, la opción entre la vida o la muerte con la consecuente posibilidad de una salida elaborativa. El caso de Milagros nos muestra otro aspecto del lugar parental en los duelos. El niño no puede preguntar, no puede recurrir a un adulto que le ayude a significar la situación de pérdida porque golpea en un punto de imposibilidad del padre superviviente. Es decir, en sus propios conflictos y due-
6 Aberastury, Arminda, (1973) La percepción de la muerte en los niños, Ediciones Kargieman, Buenos Aires, 1978.
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los pendientes. El niño lo intenta, pero pronto percibe que sus preguntas angustian al otro y opta por proteger al adulto de ese dolor. Esto tiene su contracara en la protectora actitud de los adultos que desean aliviarle al niño cualquier dolor y sufrimiento. Como señalaba Aberastury, creen que el recuerdo y la palabra sobre el dolor causa más dolor, desconociendo que la falta de palabra a un dolor es lo que más duele. El adulto superviviente teme hablar de la muerte o plantear la situación porque ese solo acto catectiza sus recuerdos dolorosos y de este modo los deseos de muerte se activan y su sola carga supone la anticipación de la muerte, su aceleración y presentificación. El niño, por su parte, “capta” que preguntar y querer saber hace sufrir al otro (y él no quiere que su único objeto se ponga mal) y, además, que el otro tampoco desea que él sufra por pensar en eso, por lo cual el niño debe callar. Algunos padres ven con alivio que el chico está muy bien, que no le afectó, que sigue igual que antes. Motivo por el cual es poco frecuente que recibamos consultas por que se suponga, o se tema, dolor en los niños que han perdido seres queridos. Los duelos en la infancia no se presentan como en el adulto. No es por lo general la tristeza ni el abatimiento moral lo que observamos clínicamente, sino lo que se ha denominado “equivalentes depresivos”. Ellos comprometen fundamentalmente al cuerpo del niño y se presentan, en correspondencia con lo temprano de la pérdida, bajo la forma de: a) Desaparición brusca de adquisiciones en su desarrollo intelectual, afectivo o motor. b) Retracción autoerótica: chupeteo, aislamiento, balanceo, apatía hacia el medio seguida de un período de llanto inconsolable. c) Trastornos del sueño y de la alimentación (pesadillas y anorexias tempranas). d) Distracción escolar; descenso del nivel escolar. e) Manifestaciones de ansiedad: - más o menos manifiestas: tics; rituales; fobias; miedos (a extraños, a la soledad, a la oscuridad); parloteo incesante; voracidad o agitación incontro50
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lable (por lo general detectables en la escuela) - o latentes: sobreadaptación, retraimiento silencioso (por lo general estas manifestaciones pasan inadvertidas por los maestros) f) Enfermedades recurrentes: otitis, anginas, trastornos gastrointestinales. g) Transformaciones de lo sufrido pasivamente a su forma activa: niños que se posicionan como perdedores crónicos, o se exponen a riesgos y accidentes. Hasta aquí he planteado algunas de las características que desde el medio familiar dificultarían el duelo en la infancia. Voy a describir ahora las condiciones de posibilidad de elaboración de duelos por parte de un niño según sea su nivel de constitución psíquica.Muchos autores han ubicado los requisitos para la elaboración de un duelo 7. Puntuaré sólo tres condiciones siguiendo para ello a una analista francesa 8: 1ª) La aceptación de la pérdida. Reconocimiento de que el objeto ha muerto y que ello es irreversible e irrecuperable. Ello supone, además, la aceptación de la propia muerte como un destino inevitable. 2ª) Que el sujeto no se identifique con la causa de la muerte del ser querido. 3ª) Que la muerte no reavive una pérdida anterior no metabolizada (condición esta última generalmente faltante en la mayoría de los casos que consultan). ¿Podrá un niño cumplir al menos con estas tres condiciones? Inicialmente
7 Casanova, E.; Merea, A.; Morici, S.; Pelento, M.; Popiloff, T.; Wainer, A., (1992) “Algunas consideraciones sobre los duelos en la infancia”, en Diarios Clínicos 6 –Duelo y Trauma –, Buenos Aires, Lugar Editorial, 1993. Freud, Anna, (1958-60) “Análisis de los trabajos de John Bolwby sobre separación, dolor y duelo”, en El psicoanálisis y la crianza del niño , Paidós, Barcelona, 1980. Hornstein, L.; Aulagnier, P. Et all., (1991) Cuerpo, historia, interpretación, Paidós, Buenos Aires. Scaluzub, Lidia, “El duelo y la niñez”, Psicoanálisis N° 2, Vol. XX –Abordajes en psicoanálisis de ni ños– , Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires, Buenos Aires, 1999. Winnicott, Donald, (1958) “Psicología de la separación”, en Deprivación y delincuencia, Paidós, Buenos Aires, 1991. 8 Guerin, Guite: “Estar en duelo”, en El niño y la muerte, Raimbault, Ginette, Buenos Aires, 1995.
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diremos que sí, pero sólo desde el momento en que el niño posea lengua je y simbolización del objeto como ausente, distinción entre lo animado e inanimado, pasado, presente y futuro y relaciones causa-efecto. A partir de allí podremos hablar, teóricamente, de duelo en sentido estricto. Previo a ello, la pérdida, será significada como abandono o inscripta como vacío. Para pensar el estatuto de las pérdidas en cada momento crítico del armado del psiquismo, precisemos los siguientes hitos en dicha estructuración: 1- La capacidad simbólica del niño que ha sufrido una separación (fundamentalmente de la madre) antes de los seis meses, no permite una representación psíquica que sitúe al objeto como externo a él. Dicha pérdida no es significable como tal, sino como una ausencia infinita o como un agujero en su cuerpo. Citemos aquí lo que Winnicott escribió respecto de la “depresión psicótica”: “Por ejemplo, la pérdida puede ser de ciertos aspectos de la boca que desaparecen desde el punto de vista infantil, junto con la madre y el pecho, cuando se produce una separación en una época anterior al mo mento en que el bebé ha llegado a una etapa de su desarrollo emocional que pueda equiparlo de manera adecuada para encarar esa pérdida. La mis ma pérdida de la madre pocos meses después entrañaría una simple pérdi da del objeto, sin ese elemento adicional de pérdida de parte del sujeto”. 9 La cantidad de tiempo que el niño puede tolerar respecto de una ausencia es, siguiendo a Winnicott, decisiva en esta fase. Es el período crítico donde se gestan y prenuncian muchos de los casos de psicosis infantil. También donde la solidaridad biológica hace que madres sustitutas suplan rápidamente la alimentación y fundamentalmente los cuidados del lactante. A veces con muy buenos resultados, donde observamos que la función se jerarquiza por sobre la pérdida del objeto. Sobre las marcas posibles de estas tempranas pérdidas, el discurso familiar será el que aporte luego los elementos para su posterior elaboración. 2- La capacidad simbólica del niño desde los seis meses hasta el año y medio, abre un panorama distinto. El niño empieza a diferenciar a la madre como un objeto externo e independiente de él. La posición depresiva infantil plasma en el psiquismo del niño la posibilidad de pérdida del objeto total amado, el Yo unificado del niño estará en condiciones de soportar el dolor por su odio hacia el objeto. Además, el surgimiento de la pulsión de do-
9 Winnicott, Donald: Ob. Cit.
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minio permite el ejercicio del juego del fort-da, hito central en la adquisición de la categoría simbólica de la ausencia. El tiempo y el espacio pasan a tener otra organización en la mente del infante (Sami Ali; 1976) y el proceso secundario comienza a estabilizarse junto al surgimiento de la palabra. Si todo sale bien, las consecuencias para el futuro psíquico del niño serán alentadoras. Las pérdidas reales en este período dejarán al niño no sólo sin el amor del objeto sino sin el soporte identificatorio que ese objeto era para él. Soporte identificatorio que lo sostiene en tanto ser. Las experiencias relatadas por Spitz sobre el marasmo infantil son el ejemplo elocuente de esto. 3- La adquisición del lenguaje, entre los dieciocho meses y los dos años, marca el período donde la palabra aporta el mayor poder de ligadura representacional. La capacidad de experimentar culpa y la fantasmatización de escenas –posibilitada por la existencia de símbolos e imagos– permitirá el despliegue lúdico y la interpretación de los hechos según los modelos pulsionales predominantes. 4- Sólo resta incorporar a partir de los tres años, el juicio de existencia y el examen de la realidad que le permitirá preguntarse ¿qué es lo que perdí?, ¿dónde está lo que perdí?, para estar en condiciones de elaborar un duelo. El juicio de existencia y el criterio de realidad están en este caso, en el niño, sostenidos por las palabras que otros dieron sobre esa pérdida. Desde ese texto el niño podrá dar rienda suelta a su curiosidad y necesidad de comprender. El dominio del lenguaje y la simbolización posibilitarían a través del juego, recrear, al modo de un compañero silencioso, la elaboración de la relación con el objeto perdido, de la misma manera que en las fantasías y en los recuerdos haría la elaboración del duelo un adulto. 5- La adolescencia en sí misma es otro paradigma de los duelos. Momento de resignificaciones y de crisis. Desde lo observado en la clínica, el recurso más frecuente del adolescente ante la pérdida de un ser querido se apoya en la identificación, más o menos masiva, o a rasgos característicos de ese objeto aún los de su enfermedad o muerte. En los casos más graves, la ingesta de drogas refuerza las fantasías de fusión con el objeto o también se dan rupturas psicóticas ante un esfuerzo de trabajo que suma al propio de esta fase, un quantum no metabolizable. Al comienzo de este relato dije que el análisis de pacientes adultos fueron CUESTIONESDE INFANCIA
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el disparador de interrogantes sobre el tema. En los casos de las dos mu jeres cuyos padres habían muerto por asesinato, ese duelo no había sido realizado en la infancia. Un manto de secreto cuidaba la “versión oficial”. Había como un hueco de datos y recuerdos; sabían del suceso, obviamente, pero no lo que habrían perdido con ello. El intento de armar algo fue promovido desde el análisis. U na buscando en los archivos periodísticos de la época, la otra interrogando a su madre hasta hacerle “confesar” otra historia oculta. Algo mostraba que había en sus psiquismos una cicatriz y que la simbolización se hacía alrededor de esa cicatriz. Pero la cicatriz estaba. Eran mujeres de una tenacidad admirable, pujantes y emprendedoras pero ninguno de sus logros evitaba un estado latente de tristeza, una sensación amenazante de que las cosas podían irse a pique en cualquier momento, un temor a la soledad y a que lo logrado se pierda; sumado esto a sucesivas historias de amores desencontrados. Las del segundo grupo (con madres depresivas), en cambio, se mostraban muy eficientes en su vida, buenas alumnas en la infancia, excelentes estudiantes, buenas madres y esposas. No era la soledad el trasfondo sino la vacuidad (“me siento una lata vacía –decía una paciente–, miro adentro de la lata y no hay nada, y mire que busco...”), sufrían de una falta de matiz afectivo que reflejaba exactamente lo descubierto por André Green 10 (1980) a propósito del “duelo blanco” y el “Complejo de la madre muerta”: una madre que está viva, pero muerta simbólicamente para el hijo; sumida ella en una depresión que deja a aquél sumergido en un duelo interminable, por un objeto que desconoce. Desde la teoría, las condiciones para la elaboración de un duelo son las enunciadas. Como toda generalización y abstracción son categorías en cierto modo puras. La clínica se nos presenta más compleja. En nuestra práctica, no analizamos sólo un duelo, sino a un sujeto, niño o adulto en su singularidad y en su raigambre histórica. El trabajo específico que realizamos con un niño es en pos de la liberación posible de lo que oprima y comprometa a su psiquismo. Los duelos son un doloroso pero liberador trabajo. ¿Se da en infancia la elaboración final del mismo o es sólo el primer tiempo de una moratoria a resignificar en dos tiempos más: la adolescencia y las crisis vitales de la adultez?...
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Bibliografía Aberastury, Arminda, (1973) La percepción de la muerte en los niños, Ediciones Kargieman, Buenos Aires, 1978. Casanova, E.; Merea, A.; Morici, S.; Pelento, M.; Popiloff, T.; Wainer, A., (1992) “Algunas consideraciones sobre los duelos en la infancia”, en Dia rios Clínicos 6 –Duelo y Trauma–, Buenos Aires, Lugar Editorial, 1993. Guerin, Guite, “Estar en duelo”, en El niño y la muerte, Raimbault, Ginette, Buenos Aires, 1995. Green, André, (1980) Narcisismo de vida, narcisismo de muerte, Cap. 6, “La madre muerta”, Amorrortu, Buenos Aires. Freud, Anna, (1958-60) “Análisis de los trabajos de John Bolwby sobre separación, dolor y duelo”, en El psicoanálisis y la crianza del niño , Paidós, Barcelona, 1980. Freud, Sigmund, (1915 [1917]) Duelo y Melancolía, Obras Completas, T. 2, Biblioteca Nueva, Madrid, 1973. Hornstein, L.; Aulagnier, P., Pelento, M.: (1991) Cuerpo, historia, interpreta ción, Paidós, Buenos Aires, 1991. Klein, Melanie: (1940) “El duelo y su relación con los estados maníaco-depresivos”, en Contribuciones al Psicoanálisis, O. C., Paidós, Buenos Aires, 1986. Sami, Ali: (1976) El espacio imaginario, Amorrortu, Buenos Aires. Scaluzub, Lidia: “El duelo y la niñez”, Psicoanálisis N° 2, Vol. XX –Aborda jes en psicoanálisis de niños–, Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires, Buenos Aires, 1999. Winnicott, Donald: (1954-55) “La posición depresiva en el desarrollo emocional normal”, en Escritos de pediatría y psicoanálisis, Laia, Barcelona, 1981. (1958) “Psicología de la separación” en Deprivación y delincuencia,Paidós, Buenos Aires, 1991. CUESTIONESDE INFANCIA
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Resumen En este artículo se plantean hipótesis sobre las características y las condiciones de posibilidad de los duelos en la infancia, así como sus manifestaciones clínicas. Se examinan las características y pasos del duelo tal como los describió Freud, considerando que éstos son un trabajo sólo realizable con la condición precisa de que la categoría de objeto ausente se haya simbolizado. Se establecen categorías diferenciales respecto del momento vital en que se haya producido una pérdida. Se presentan fragmentos clínicos para observar a partir de ellos las características de los duelos en la niñez y adolescencia, sus diversas presentaciones clínicas (equivalentes depresivos en la infancia), las consecuencias para cada momento de estructuración y sus períodos críticos. Se sostiene que un niño en duelo está inmerso en un medio ambiente aque jado también por una pérdida, lo que confiere a este trabajo psíquico un elemento adicional a tomar en cuenta en su abordaje terapéutico. Palabras claves: duelos en la infancia; pérdidas tempranas; simbolización de la ausencia. Summary This article puts forward hypothesis concerning the characteristics and conditions of mourning in childhood and in its clinic characteristics. The characteristics and the stages of mourning are examined just as they had been described by Freud, considering their process as possible one only under the precise condition that the object loss category had been already symbolized. This article sets different categories depending to understand through them the characteristics of mourning in childhood and adolescence; its various clinic characteristics (depresive equivalents in childhood), its consequences in each structuration stage and its critical periods. Besides this article states the idea that a child going through mourning is surrounded by an environment which is also affected by a loss. This statement gives this psychic pro56
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cess an extra element to be taken into account when dealing with its therapeutic approach. Key words: mournings in childhood; losses at an early age; object loss symbolizationue. Résumé Dans cet article on énonce des hypothèses à propos des caractéristiques et des conditions de posibilité des deuils dans l’enfance, ainsi que leurs manifestations cliniques. On examine les caractéristiques et les étapes du deuil telles qu’elles on été décrits par Freud, en considérant que c’est un travail qui ne peut être réalisé qu’avec la condition précise que la categorie de l’objet absent ait été symbolisée. On établit des fragments cliniques pour observer à partir d’eux les caractéristiques des deuils dans l’enfance et l’adolescence, leurs diverses présentations cliniques (équivalents dépressifs dans l’enfance), les conséquences pour chaque moment de structuration et leurs périodes critiques. On soutient qu’un enfant en deuil est immergé dans un entourage atteint aussi d’une perte, ce qui confère à ce travail psychique un élément additionnel à considérer lors de son envisagement thérapeutique. Mots clé: deuils dans l’enfance; pertes précoces; symbolisation de l’ábsence. Primera versión: 7 de noviembre de 2002 Aprobado : 15 de enero de 2003 Gabriel Donzino Sánchez de Bustamante 2010, 1° “C” (1425) BuenosAires Tel: 5787-8803
[email protected]
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DETERMINACIONES ENDOGENAS Y EXOGENAS EN LAS PSICOSIS INFANTILES Silvia Gomel•
Introducción En la actualidad existe un consenso difundido con relación a que la estructuración psíquica de un sujeto se va dando acompasadamente con su entorno vinculante. Las teorías psicoanalíticas sobre los procesos de construcción de subjetividad incluyen, de una u otra manera, esta dimensión instituyente que viene del Otro. Trataré de transmitirles, entonces, cuál es la especificidad que acerca de la implicancia del entorno familiar sobre el niño puede aportar el psicoanálisis de los vínculos. Para ello dividí este trabajo en tres partes. 1) Vínculos y complejidad; 2) Exigencias de trabajo vincular y 3) Familia y patologías graves. Vayamos a la primera. Vínculos y complejidad Pienso a la familia como un sistema complejo de interrelaciones, abierto en forma permanente a su entorno y básicamente alejado del estado de equilibrio. Detengámonos un minuto en esa definición. Complejo no es lo mismo que complicado o difícil: se denominan sistemas complejos a aquellos que exhiben como característica general una intrincada organización de sus componentes que abren a la posibilidad de súbitos saltos cualitativos en sus propiedades cuando crece el número de interconexiones. La complejidad es consecuencia de las situaciones distantes del equilibrio predominantes en la naturaleza, en las cuales la materia tiene la capacidad de reaccionar con grandes efectos a pequeñas fluctuaciones (Prigogine; 1998). La idea de una causa última y determinante ha ido perdiendo relevancia y en su lugar aparece la noción de “condiciones de posibilidad”, siempre múltiples, que van entretejiéndose en esa multiplicidad abriendo espacio a lo inesperado. Vemos así que en su camino, un sistema puede optar entre diversas alterna• Licenciada en Psicología y en Sociología. Miembro titular de AAPPG.
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tivas sin que podamos saber a priori cual elegirá, ya que depende tanto de las condiciones iniciales como de su historia y de las relaciones con su contexto específico. Pensando la relación vínculos familiares-sujeto, la mencionada idea de condiciones nos aleja de un fatalismo de lo inicial, pues justamente la imposibilidad de determinar exhaustivamente el conjunto de las variables que coexisten en simultaneidad impide predecir qué caminos tomará el devenir psíquico. Por tal razón, cuando sondeamos en el campo de lo complejo encontramos un mundo que se ordena a sí mismo de manera básicamente impredictible (Morin; 2000). Estas ideas suponen un margen de incertidumbre, aceptación de un no saber que no apunta a una teoría supuestamente deficitaria que pudiera en el futuro ajustar sus conceptos: incertidumbre y ambigüedad son ejes ineludibles del proceso de conocimiento y funcionan como verdadera declaración de principios. Las redes familiares conforman pues un conjunto heterogéneo e inestable donde circulan diferentes lógicas: la lógica de lo vincular, tanto familiar como transubjetiva, junto con las lógicas de cada uno de los sujetos, en continuo proceso de suplementación en simultaneidad. Digámoslo de otro modo: ni el sujeto se disuelve en la trama vincular ni la trama es inteligible a partir de la suma de los sujetos que la componen. Estamos ante una noción paradojal, si aceptamos como definición de parado ja la posibilidad de la existencia en simultaneidad de flujos diversos de características heterogéneas que hacen a la complejidad de un sistema. En los distintos momentos de la historia vincular, estas diferentes lógicas ocuparán lugares hegemónicos alternantes, que a veces oscurecen la existencia de la otra dimensión pero sin eliminarla. Pienso que una familia constituye un entramado complejo, pulsional, narcisista y simbolizante en el cual las subjetividades van deviniendo, tanto aquéllas en vías de constitución como las constituidas, pues cada uno de nosotros va siendo amasado por los sucesivos vínculos que establece a lo largo de toda la vida. Exigencias de trabajo vincular Toda familia necesita responder a la exigencia princeps de la cultura: el inCUESTIONES DE INFANCIA
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tercambio constitutivo. Las sociedades han sido edificadas, por lo menos hasta ahora, sobre los pilares del principio de intercambio y sus correlatos: prohibición del incesto y prescripción de la exogamia. Pilares que enfrentan a una exigencia de trabajo: algo debe hacerse frente a ellos. Se jugarán aquí diferentes posiciones según este mandato se reprima, se desmienta o se repudie. Se trata, en fin, de cómo se las va a arreglar la familia con las cuestiones de lo prohibido y lo imposible, con la tensión entre endogamia y exogamia, con la renuncia pulsional a la continuidad genealógica. Posicionamiento que reconoce a su vez la historia transgeneracional que antecede al núcleo actual de la familia. Entiendo lo transgeneracional como una de las condiciones iniciales del funcionamiento vincular y, por lo tanto, de la de cada uno de los sujetos enlazados en un vínculo. Dentro de este campo el trabajo clínico me fue enseñando a diferenciar entre una transmisión apoyada en el juego de representaciones y otra que circula por fuera del discurso verbal, en un acarreo traumático de lo no-representado (Gomel). Como dije al principio, no supongo el legado generacional como un destino, sino como uno de los co-condicionantes del armado de una historia vincular que se despliega en el aquí y ahora. Antes de la adquisición del lenguaje, el infans necesita ligar el fluir pulsional inscribiéndolo en su psiquismo. La apertura a los sistemas deseantes se apoya en los primeros tiempos de la vida en los vínculos primordiales, pero en verdad la psique requiere el sostén narcisista de un otro más allá de la etapa infans, tanto para poder ligar flujos avasallantes como para intentar dar cabida a lo nuevo. El trabajo de las reescrituras y transcripciones para la psique incipiente se encuentra articulado a un delicado equilibrio entre ligaduras y desligaduras en la trama vincular que lo antecede. Legendre afirma que: “Poner límites a la descarga pulsional es poner en escena jurídica el sistema de las prohibiciones”. Lograr el recorrido identificatorio tensado entre la alienación necesaria para la constitución subjetiva y la ulterior separación discriminante, requerirá de los padres dar por perdidos otros vínculos previos al advenimiento efectivo del niño. El campo vincular crea condiciones de emergencia o de sepultamiento a la 60
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posibilidad de retranscripción psíquica, y las modalidades familiares de renuncia pulsional al goce imposible del objeto endogámico enmarcan el itinerario de la pérdida necesaria para el armado del mundo representacional. Si sostenemos que representar implica dar un salto respecto a la cosa y exige una primera diferenciación –algo debe ser perdido de la cosa para poder representarla– de modo similar algo debe ser dado por perdido cuando se constituye una familia para poder cavar un espacio vacante donde la representación logre tener lugar en las generaciones venideras. Familia y patologías graves Cuando en una familia la tramitación de lo prohibido y de lo imposible no logra construir un dique al embate pulsional, una de sus consecuencias será que las lógicas defensivas en juego necesariamente deberán radicalizarse y, por tanto, circularán prevalentemente cuestiones ligadas a la desmentida y al rechazo con relación a la interdicción del objeto endogámico. No significa esto obligadamente la materialización efectiva del incesto liso y llano, sino una circulación por las nervaduras familiares de montos de excitación desligados que justamente no pueden acceder a un sentido y abren a un goce mortífero que pugna por la descarga. Si el objeto no está perdido porque la discontinuidad entre cuerpos y lugares se encuentra rechazada, no habrá tampoco instalación de la represión primaria o, si la hubiera, adolecerá probablemente de una fragilidad de base. En consecuencia, no se puede renunciar a un ideal de completud, de indiferenciación, donde la diversidad es vivida como amenaza siniestra frente a la cual serán necesarios mecanismos englobantes o rechazantes, que pese a su aparente oposición comparten entre sí el no reconocimiento del otro como sujeto diferente. El afuera exogámico se vivencia como siniestro y aterrador, posible fuente de derrumbes familiares. Así, la puerta de salida a un mundo con sentido se encuentra celosamente cerrada o, en el mejor de los escenarios, apenas entreabierta. C i rcula en este tipo de familias una noción de tiempo congelado, donde los lugares están ocupados “por orden de llegada” y en consecuencia cuando adviene un hijo, no hay espacio para él desde esta particular configuración pues el lugar “hijo” se encuentra ya ocupado por sus propios padres o por otro pariente. Camino conducente con frecuencia a que el niño subsista como un mero doble de algún otro personaje familiar actual o pretérito, o a intentar sobrevivir en las sombras de la exclusión. CUESTIONESDE INFANCIA
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Florecen las convicciones cuasi delirantes, el discurso monológico aniquilador del interlocutor, las paradojas patológicas tanto en el discurso como en las acciones, la falta de dique a la descarga pulsional automática. No se trata de una configuración al estilo víctima/victimario: son todos víctimas de la necesidad mortífera de arrasar con la discontinuidad sexual y generacional, en una desesperada búsqueda de rechazar laspérdidas. Cuestiones que, junto con lo norepresentado ancestral que en forma traumática va saltando de generación en generación a la búsqueda de una escena en la cual desplegarse, van armando la exterioridad vincular, donde lo no admitido en la trama interfantasmática pugna por su retorno por fuera de la escena bajo la forma de haceres inquietantes, legado abrumador desplegado en una tópica intersubjetiva. Aquello que no pudo ser significado a lo largo de las generaciones –muertes, migraciones, pérdidas de todo tipo, faltas de investimiento– y lo imposibilitado de procesarse como renuncia pulsional al momento del armado vincular, pueblan la mente de quienes pertenecen a ese vínculo y fragilizan la trama fantasmática, siempre pronta a sucumbir frente a estos embates. La conocida aseveración sobre la necesidad de tres generaciones para la producción de la psicosis tiene, a mi entender, en Abraham y Torok una inflexión interesante. Según estos autores, cuando un padre se ha visto llevado a la desmentida o al repudio de una experiencia fundamental de su vida, el hijo sufrirá una forclusión parcial en la medida en que un elemento esencial de su historia familiar no puede serle presentada a tiempo de un modo asimilable. El niño va a operar un trabajo psíquico para intentar comprender lo que le sucede. Lo indecible para el padre se transforma en in nombrable para el hijo, en el sentido de lo que no puede ser adecuadamente nombrado por ausencia del significante apropiado. Vacío de sentido transformado en enigma, suerte de cuerpo extraño que deambula por el psiquismo sin poder encontrar un espacio donde anclarse, como una situación traumática implantada a través del vínculo. Ahora bien, si esta situación se transporta sin cambios a una tercera generación, lo innombrable para el hijo/padre se transforma en impensable pa ra el nieto/hijo, y aquí sí podremos toparnos con angustias masivas o aparición de cuestiones bizarras. La eclosión de una psicosis infantil da a ver en una de sus múltiples facetas un modo de retorno en el aquí y ahora de lo que fuera repudiado por los propios padres y por los ancestros y resulta así “arrojado fuera” de la trama interfantasmática; he aquí una de las razones por la cual dicha eclosión di 62
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fícilmente pueda ser reconocida por la familia como relacionada con su propia modalidad vincular. Sin embargo, como dije antes, el repudio no se sostiene en soledad: la propuesta de suprimir la dimensión simbólica del intercambio como fundamento del edificio familiar y la aparición en su lugar de un orden endogámico, bloquean el proceso simbólico de acceso a un linaje. Asimismo, la compulsión repetitiva propia del acarreo de lo no-representado pretérito, traba la consolidación de la trama fantasmática, haciendo sucumbir el deseo y arrastrando con él a la subjetividad, o en el caso del infans, impidiendo su emergencia. Un momento propicio para la eclosión alucinatoria y la producción delirante es, sin dudas, el de salida a un nuevo contexto, por ejemplo escolar, momento en el cual se hace evidente la discordancia entre la red de sentidos familiar y las significaciones consensuadas por la cultura. Y en ese enclave, cuando el individuo se ve llamado a jugarse en un más allá de lo familiar, surgen con fuerza las fallas de su armado subjetivo. El psicoanálisis de los vínculos estará entonces dirigido a esa peculiar e inédita producción que se da en el entre de la red intersubjetiva, apuntando a un proceso de historización y otorgamiento de sentido a los blancos de una historia fragmentada por pérdidas no dueladas y situaciones traumáticas, y al mismo tiempo ayudando en la penosa tarea de aceptación de la discontinuidad genealógica y subjetiva. Bibliografía Abraham, N. y Torok, M., (1997) Del símbolo psicoanalítico en la neurosis, la cripta y el fantasma. El psiquismo ante la prueba de las generaciones , Amorrortu Editores, Bs. As.,1997. Gomel, S., (1997) Transmisión generacional, familia y subjetividad, Lugar Ed., Bs. As.,1997. Volviendo a pensar, II Congreso Argentino de Psicoanálisis de Familia y Pareja, Bs. As., 2001. Legendre, P., (1985) El inestimable objeto de la transmisión. Fayard, París, 1985 Morin, E., (2000) Introducción al pensamiento complejo, Gedisa Editorial, Barcelona, 2000. CUESTIONES DE INFANCIA
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Prigogine, I., (1998) El nacimiento del tiempo, Metatemas, Barcelona, 1998. Resumen Este trabajo intenta transmitir cuál es la especificidad que, acerca de la implicancia del entorno familiar sobre el niño, puede aportar el psicoanálisis de los vínculos. La familia constituye un entramado complejo, pulsional, narcisista y simbolizante en el cual las subjetividades van deviniendo, tanto aquéllas en vías de constitución, como las constituidas, pues cada uno de nosotros va siendo amasado por los sucesivos vínculos que establece a lo largo de la vida. El campo vincular crea condiciones de emergencia o de sepultamiento a la posibilidad de retranscripción psíquica, y las modalidades familiares de renuncia pulsional al goce imposible del objeto endogámico enmarcan el itinerario de la pérdida necesaria para el armado del mundo representacional. Cuando en una familia la tramitación de lo prohibido y de lo imposible no logra constituir un dique al embate pulsional, una de sus consecuencias será que las lógicas defensivas en juego necesariamente deberán radicalizarse y, por tanto, circularán prevalentemente cuestiones ligadas a la desmentida y al rechazo con relación a la interdicción del objeto endogámico. La eclosión de una psicosis infantil da a ver en una de sus múltiples facetas un modo de retorno en el aquí y ahora de lo que fuera repudiado por los propios padres y por los ancestros, y resulta así “arrojado fuera” de la trama interfantasmática. Palabras claves: complejidad; campo vincular; transgeneracional; trama interfantasmática; lo no-representado. Summary: This paper intends to transmit and point out the distinctive and specific qualities that a linking perspective in Psychoanalysis can bring concerning the implication of the family environment on the child. The family constitutes a complex, driving, narcissistic and symbolising framework from where sub jectivities derive, both those that are being worked on as well as those that have already been constitued, since each one of us is always been affected by successive bonds throughout our lifes. The linking field creates both the appearance and burial conditions that ena64
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ble the possibility of psychic retranscription, and the family ways of dealing with resignation to the impossible pleasure of the endogamic object that frame the itinerary for a necessary loss required in order to build the representational world. In a family, when the procedure of the forbidden and the impossible fails to succeed in the construction of a barrier to the driving dash, one of its consequences will be that the defensive logic at stake will necessarily become radical. Therefore, questions of denial and rejection related to the interdiction of the endogamic object shall prevail and continue circulating. The appearance of an infantile psychosis shows in one of its multiple facets, a way of returning to “the right here” and “right now” of what was once re jected by the parents and ancestors and is therefore “thrown out” of the interphantasmatic framework. Key words: complexity; linking field; transgenerational; interphantasmatic framework; the unrepresented. Résumé Le présent travail essaye de transmettre la spécificité que peut apporter la psychanalyse des liens, par rapport à l’influence de l’entourage familial sur l’enfant. La famille constitue un tissu complexe, pulsionnel, narcissique et symbolisant, où les subjectivités se transforment, aussi bien celles qui sont en voie de constitution que celles qui sont constituées, étant donné que chacun de nous est façonné par les liens successifs qu’il établit le long de la vie. Le domaine des liens crée des conditions d’émergence ou d’ensevelissement à la possibilité de retranscription psychique, et les modalités familiales de renoncement pulsionnel à la jouissance impossible de l’objet endogamique encadrent l’itinéraire de la perte nécessaire pour l’assemblage du monde représentationnel. Lorsque dans une famille, l’assimilation de l’interdit et de l’impossible ne réussit pas à construire un barrage à l’assaut pulsionnel, une des conséquences sera que les logiques défensives en jeu devront forcément se radicaliser et, par conséquent, il y aura une circulation prédominante des problèmes liés au démenti et au rejet par rapport à l’interdiction de l’objet endogamique. L’éclosion d’une psychose infantile met en évidence, dans l’une de ses multiples facettes, une sorte de retour ici et maintenant de ce qui avait été réCUESTIONESDE INFANCIA
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pudié par les parents eux-mêmes ainsi que par les ancêtres, et qui se trouvait « jeté au dehors » de la trame interfantasmatique. Mots clés: complexité; domaine des liens; intergénérationnel; trame interfantasmatique; le non représenté. Primera versión: 12 de noviembre de 2002 Aprobado: 20 de enero de 2003 Silvia Gomel Pico 1805 Ciudad de Buenos Aires Tel.: 11 4701-5328/ 11 4701-8728
[email protected]
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CONSIDERACIONES SOBRE EL AUTISMO Juan José Calzetta•
Introducción
l autismo sigue siendo un enigma. A pesar de los numerosos textos escritos sobre el tema en las últimas décadas y de la variedad de disciplinas que se ocupan de él, su naturaleza íntima es aún refractaria al conocimiento científico. Aún cuando en ocasiones se comprueba que ha sido develado algún aspecto importante, una observación más minuciosa muestra, invariablemente, que se mantienen inaccesibles cuestiones nodulares. Creo, a la luz de lo producido, que no puede abordarse la totalidad de los fenómenos estudiados desde una sola perspectiva teórica. Para obtener un mayor conocimiento sobre el tema –y, por lo tanto, para pretender mayor eficacia en nuestros métodos terapéuticos– se hace necesario trascender las fronteras conceptuales mediante la creación de puentes epistemológicos que permitan aprovechar los distintas territorios de investigación. Esto plantea dificultades teóricas de gran magnitud, pero no irresolubles. No se trata, por cierto, de exportar acríticamente conceptos de una disciplina a otra, sino, más bien, de una sistemática exploración de las líneas de borde que permita la articulación de conocimientos. No es la menor de las dificultades el que cada modalidad de investigación se apoye en un método propio. No tiene sentido pretender reducir toda instrumentalidad a un idealizado “método científico” universal: cada disciplina obtiene una porción del saber con sus propias herramientas. Pero se hace necesario trabajar la forma en que esos fragmentos puedan aportar a una visión superior de lo investigado. Este artículo contiene reflexiones que se alimentan de fuentes diferentes: el • Profesor titular de Psicología Evolutiva: Niñez, en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Profesor invitado en la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños de UCES.
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trabajo clínico psicoanalítico, el conocimiento cercano y prolongado de algunos niños autistas y sus familias y la tarea de investigación. Esta última, en particular, se refiere últimamente a la comunicación y la estructuración psíquica en niños y jóvenes que carecen de la posibilidad de utilizar lenguaje oral, escrito o por señas o poseen lenguaje oral limitado, ecolálico o bizarro y no se comunican a través de la escritura espontánea. Como es evidente, la mayoría de los niños que cumplen esas condiciones son autistas. Se instrumenta una técnica de comunicación a través de la escritura por medio de una computadora y con soporte físico y emocional a cargo de un auxiliar de la comunicación, denominada “Comunicación facilitada”. Esa técnica –que se originó en Australia a mediados de los años 70, en los 90 fue introducida en los Estados Unidos de Norteamérica y alcanzó luego difusión en Alemania e Italia– parece dar resultados favorables en una considerable proporción de estos casos que, a través de esa forma de escritura, logran un nivel de comunicación superior a lo que se suponía que eran sus posibilidades (ver, por ejemplo, Biklen, 1993 y Crossley, 1994. En el campo psicoanalítico se encuentran referencias a la cuestión en Mannoni, 1996). Propongo, por mi parte, que a partir de este peculiar proceso de aprendizaje pueden formularse hipótesis sobre la correspondiente estructuración del aparato psíquico en los casos en estudio. La técnica en sí misma ha generado polémicas, pero quien haya tenido la paciencia de trabajar muchos meses –a veces más de un año– con un niño autista carente por completo de lenguaje hasta que logre buscar y encontrar en el teclado una letra determinada, podrá comprobar, posteriormente, que en muchos casos esa nueva posibilidad expresiva facilita modificaciones apreciables en la comunicación y aún en el resto de la conducta. No es excepcional que cierta forma de lenguaje oral se habilite a posteriori, o que el niño encuentre modos de tramitación de sus impulsos más adaptados a la realidad. Pero no trataré, en esta oportunidad, de presentar resultados de ese trabajo: lo invoco, meramente, como fuente de experiencias que aportan al panorama conceptual que, a lo largo de los últimos años, voy construyendo sobre el tema. Los niños y sus familias
Pensar la problemática del autismo desde la perspectiva psicoanalítica obliga, en primera instancia, a despejar un malentendido fundamental presente en algunas de las concepciones tradicionales y que, a pesar de los cono68
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cimientos adquiridos en el último cuarto de siglo, sigue manifestándose en los trabajos de analistas que incursionan en el tema. Me refiero a la insistencia por encontrar siempre las causas primarias del mal en una perturbación o un defecto de los vínculos primarios. Es decir, el esfuerzo por simplificar que lleva a asignar a las perturbaciones más graves del desarrollo psicológico una etiología que las emparente con las neurosis y las alteraciones del carácter de estructura homóloga, lo cual llega en ocasiones a constituir una especie de “declaración de principios” opuesta a la evidencia clínica. Es cierto que, en su momento, no faltaron razones para tal presunción. Algunas semejanzas formales entre estas patologías y ciertas psicosis o neurosis graves, la ausencia de daños neurológicos evidentes o groseros, el entusiasmo por una teoría que abría un terreno nuevo y prometedor, la esperanza de encontrar una cura posible: si el daño estaba ocasionado por el vínculo, entonces podría repararse a través de un nuevo vínculo. El espíritu del tiempo invitaba a confundir esa expresión de deseos con la realidad El entusiasmo de los investigadores psicoanalíticos los llevó entonces a encontrar en las familias de los autistas una serie de rasgos comunes y supuestamente causantes de la enfermedad. Aún Winnicott (1966, 1967) incurrió en ese apresuramiento: en sus conferencias sobre el tema desarrolla hipótesis teóricas que reducen el autismo a una forma de esquizofrenia, y conducen de ésta a sus supuestas causas en las carencias del vínculo temprano. Pero lo cierto es que, según viene demostrando con insistencia la práctica clínica, esas mismas particularidades en las configuraciones familiares pueden hallarse con facilidad en las historias de casos que nada tienen que ver con el autismo. El de las patologías narcisistas en la niñez, por ejemplo, es todavía un territorio relativamente poco explorado, en el que abundan muchas de las formas de vínculo que se suelen ubicar como fundamento etiológico del autismo. Del mismo modo, en familias de niños autistas, en particular si tienen uno solo de sus miembros en esa condición, no resulta posible aislar de manera consistente un conjunto de rasgos o conductas específicas a las que atribuir la causa de esa patología Recientemente comenzó a prestarse atención a otro aspecto fundamental: el efecto que en el psiquismo de madres (y padres) produce tener un hijo autista, efecto que debe necesariamente incluir la forma en que la frustración parental subsecuente revierte sobre el estado autista del niño, pudiendo llegar a empeorar el cuadro. Tal como sugerí con anterioridad, “cierto reCUESTIONES DE INFANCIA
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duccionismo ingenuo insiste en considerar una sola dirección causal: de la acción de los padres al psiquismo del niño, y de allí a los graves trastornos del desarrollo” (Calzetta, 2000). Se trata éste de un tema escasamente abordado por los desarrollos psicoanalíticos: se hace aún necesario profundizar en la explicación metapsicológica de las relaciones mutuas, dinámicas y complejas en sus acciones y retroacciones, entre esos espacios psíquicos. Comenzando por la relación materno-filial, el hecho de que uno de esos aparatos sea apenas un esbozo de psiquismo, mientras que en el otro se presume un desarrollo completado, no puede ser invocado para desestimar el intento, dada la importancia que el hijo adquiere para la economía libidinal de la madre. Desde la perspectiva freudiana, por ejemplo, el niño asume un papel fundamental en la tramitación de la identidad sexual femenina. En la medida en que se constituye el deseo de un hijo, “siguiendo una antigua equivalencia simbólica el hijo aparece en el lugar del pene” (Freud, 1933), y repara la herida en el sentimiento de sí que había surgido en los años infantiles, como reacción específicamente femenina frente al enigma de la diferencia anatómica entre los sexos. La devoción de la madre hacia esa otra parte de sí que la mira desde fuera de ella y la completa es la contrapartida afectiva del sostén que, como bien lo indicó Winnicott (1980), funciona como agente necesario del desarrollo psicológico del niño. Pero ese amor, como todos, exige retribuciones. Si el pequeño es incapaz, por insuficiencia neurológica, de proporcionarlas, podrá producirse un efecto sobre la estructura psíquica materna que será directamente proporcional a la fragilidad de ésta. Esto, a su vez, ejercerá en la misma proporción un efecto retroactivo sobre la patología del niño en el sentido de su agravamiento. En este sentido es interesante la introducción del concepto de “niño insuficientemente bueno”, el que determina una ruptura en la transmisión psíquica del vínculo intergeneracional (Andre, 1985). Difícilmente podría no considerarse como una verdadera catástrofe psíquica el no sentirse amada ni reconocida por el propio hijo, ya que la frustración recae sobre expectativas libidinales básicas para la estructura. El hecho, referido habitualmente en la bibliografía, de la aparición del autismo alrededor de los dos años de edad o poco antes no resulta indiferente en lo que hace al sufrimiento parental. Pequeños signos laboriosamente desmentidos durante esos primeros 20 o 24 meses –un proceso de ocultamiento en el que a menudo colaboran, bienintencionados, los mismos pediatras–, retornan de manera súbita y siniestra bajo la forma de un extraño mal, que en nada parece afectar excepto en aquello que realmente importa para las relaciones entre las personas. No hace falta agregar que una intervención psi70
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cológica desafortunada puede tener la desastrosa consecuencia de culpabilizar a las madres, con lo que sólo se logra dañar los mecanismos de sostén que pudieron conservarse a pesar del intenso sufrimiento que produce en el grupo familiar la aparición de un niño con estas características y, por lo tanto, provocar un mayor aislamiento del niño. La cuestión del sentimiento de culpa puede evaluarse en toda su gravedad cuando se piensa que inevitablemente estos niños generan en sus padres afectos intensamente ambivalentes, y no es frecuente que pueda aceptarse y tolerarse el odio hacia la propia descendencia. En el discurso de los padres de niños autistas, la fantasía de muerte del hijo aparece siempre como un contenido sumamente doloroso, fuertemente negado la mayoría de las veces y de verbalización siempre difícil. En estas vicisitudes los padres aparecen tan afectados como las madres, aunque la dinámica de su padecimiento sea diversa. En particular, la frustración que recae sobre la relación con el hijo varón (recuérdese que esta enfermedad afecta a cuatro veces más varones que niñas) golpea al hombre en la zona siempre sensible de la identificación con su propio padre; por lo tanto también en el corazón de su identidad sexual. Ese hijo con el que nunca se podrá tener un diálogo “de hombre a hombre” –aunque siempre se sostendrá en secreto tal fantasía, porque nada en la apariencia del niño autoriza a perder las esperanzas–, simplemente porque jamás accederá a los códigos tácitos que regulan las relaciones entre las personas en la cultura1, será siempre una especie de muerto-vivo, que no brindará al padre la posibilidad de dar vida a una parte de sí, y, por lo tanto, que no le facilitará la elaboración de algunos de sus conflictos más profundos, en particular en lo relacionado con la ambivalencia con su propio padre. Y el hecho de tener otro hijo varón puede aliviar, pero seguramente no exculpa por completo. La cuestión del método
Mucho de lo que se ha investigado en los últimos años en el tema del autismo reconoce una inspiración predominantemente cognitivista. Resultan destacables, por ejemplo, los aportes de Frith(1989), quien, con aguda percepción, ha descrito y clasificado algunas de sus manifestaciones más ca1 Debe tomarse en consideración la enorme dificultad –si no imposibilidad completa– que representa, para estos niños, encontrar algún nivel de inscripción en una filiación simbólica, en el sentido del “contrato narcisista” que desarrolla Castoriadis Aulagnier, P. (1975). CUESTIONESDE INFANCIA
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racterísticas. Aún cuando la “teoría de la mente” que desarrolla exija una profunda discusión, es indudable su mérito al relevar las constancias cognitivas y conductuales que se reiteran en las innumerables formas que adquiere esta entidad de límites difusos que llamamos “autismo”. Me parece importante tomar en cuenta la recomendación de la autora citada, en el sentido de profundizar la investigación psicológica, entre otras razones porque es ése el único camino para orientar la indagación neurológica sobre los determinantes básicos de la condición autista. Obviamente, de acuerdo con su posición teórica, esa autora alude a investigaciones neuropsicológicas y cognitivas. Creo, por mi parte, que todo esfuerzo en tal sentido quedaría inevitablemente limitado si no se articula, además, la comprensión psicoanalítica del tema. Esta es la única forma de incluir la dimensión propiamente subjetiva de estos casos. La aproximación psicoanalítica debe comenzar, de acuerdo con lo apuntado más arriba, por desembarazarse de la rémora añeja que consiste en suponer que toda explicación deberá invocar desde el inicio una secuencia etiológica predominantemente vincular. Pero existe una dificultad de mayor envergadura: el método de investigación que se utilice no puede ser sino heterodoxo a los usos establecidos del Psicoanálisis, dado que, por definición, estos sujetos no podrían aceptar el pacto de la asociación libre dentro de un setting predeterminado, aún cuando, como ocurre en algunos pocos casos, dispongan de cierto nivel de lenguaje u otra forma de expresión simbólica apta para el intercambio comunicativo. ¿Cómo traba jar, entonces? Es cierto que los desarrollos más recientes en Psicoanálisis abrieron la puerta al abordaje de patologías cada vez más alejadas de la tradicional neurosis de transferencia; los aportes de Green (1990) o Castoriadis-Aulagnier (1975), por ejemplo, apuntan hacia la creación de formas técnicas específicas para el acceso a trastornos narcisistas o psicóticos. Pero el autismo es algo bien diferente. No es, por cierto, una forma infantil de esquizofrenia ni tiene con la psicosis, tal como se la considera desde el Psicoanálisis, más que algunas semejanzas formales. La elección misma del término autista es discutible, tanto en cuanto a los usos de tal denominación en la historia de la Psiquiatría como en lo relativo a su significado más habitual. Por otra parte, los investigadores que provienen de distintos ámbitos, dentro y fuera del Psicoanálisis, no terminan de ponerse de acuerdo en cuanto a los límites de la clase. Desde el primer inventario de rasgos que hiciera Kanner –por cierto, simplificado años después por el mismo autor, en lo que algunos consideran un empobrecimiento de las categorías diagnósticas– 72
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hasta las descripciones del DSM IV (American Psychiatric Associ ation,1994), se han sucedido numerosas opiniones, muchas de ellas aún vigentes, según las cuales se amplía o se disminuye la comprensión de esa categoría denominada “autismo”. El mérito del mencionado manual estadístico de la Asociación Psiquiátrica norteamericana es que lo incluye dentro de la categoría más abarcativa de “trastornos generalizados del desarrollo”, ubicándolo por tanto en la circunstancia que le es propia, sin que ello implique presunción etiológica alguna. Lo cierto es que lo que algunos autores consideran autismo, susceptible de ser tratado por cierto método terapéutico, para otros escapa por completo de la clasificación, aún sin incluir los trastornos emparentados, como el sindrome de Asperger, que se refiere a estructuras autísticas pero con buen desarrollo de lenguaje y elevado rendimiento intelectual. Pero si se toma en consideración sólo lo que la mayoría de los investigadores y clínicos estaría de acuerdo en denominar autismo, tampoco se llega por eso a una situación más clara o sencilla. Dentro de tal categoría, las diferencias entre casos pueden ser enormes, tanto en cuanto a sus manifestaciones como a su evolución. Unos carecen por completo de habla, mientras que otros parecen disponer de una cierta cantidad de palabras; de unos puede suponerse alguna comprensión del lenguaje, al tiempo que de otros nunca se sabe qué comprenden en realidad, o su comprensión parece fluctuar en gran medida de un momento a otro. Lo común a todos es, sí, una importante medida de trastorno del lenguaje. En cuanto a la motilidad, ciertos casos manifiestan una importante tendencia a la hiperactividad, mientras que otros prefieren permanecer en estado de quietud, o alternan entre uno y otro. Lo mismo podría decirse de la capacidad de fijar y sostener la atención o de organizar secuencias de respuesta relativamente complejas. A veces las praxias más simples son imposibles de realizar y otras veces logran rendimientos motores sorprendentes aunque puntuales. No me propongo inventariar aquí la colección completa de rasgos autistas; pueden consultarse para ello las completas descripciones que existen, como la ya citada del DSM IV u otras más minuciosas aún. Pero me parece importante insistir en la cuestión de la extrema variabilidad entre casos que comparten la categoría diagnóstica. Lo que, en todo caso, puede afirmarse de todos ellos es que sufren de una severa restricción en cuanto a la comunicación. Y también –tal vez su aspecto más impresionante– que su forma de aprehensión de la realidad parece determinada por una incapacidad básica para advertir el sentido social o interhumano de lo existente, en tanto campo determinado por la intersubjetividad. Esta característica, que guarda alguna relación con lo que ocurre, en el curso del desarrollo, en los niños más pequeños, estaría en la base de lo que se ha dado en llamar la “teoría de la mente”, es decir, la imposibiCUESTIONESDE INFANCIA
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lidad que se atribuye a estos sujetos de concebir al otro en términos de estados mentales diferentes de los propios. Pero ésta parece ser más bien, en mi opinión, efecto de una dificultad radical en llevar a cabo el proceso de diferenciación entre el Yo y el objeto, lo que conduce a que estos niños tiendan a utilizar el cuerpo del otro como una prolongación del propio. Es significativo, en este sentido, que sea habitual la aparición del cuadro alrededor del año y medio o los dos años de edad, una época de gran importancia para de la constitución subjetiva. Esto puede abordarse desde ángulos diversos. Según la metapsicología psicoanalítica, por ejemplo, es el tiempo de la constitución del psiquismo en que se logra un primer nivel en la organización del llamado Yo de Realidad definitivo, que ya no puede sostener ilusiones sobre la alteridad del objeto y que activa la angustia de pérdida como señal ante la temida situación de desvalimiento psíquico por abandono. Es, también desde este enfoque, la etapa del comienzo de la elaboración de situaciones potencialmente traumáticas por vía simbólica, de la cual el juego del carretel (Freud, 1920) es un ilustre ejemplo. Para la perspectiva epistemológica genética (Piaget, 1959), a su vez, corresponde al surgimiento de la función semiótica –cuyas manifestaciones iniciales son la imitación diferida, los juegos simbólicos y los primeros niveles del lenguaje–, lo que representa un enorme avance en la posibilidad de extender la propia acción en el mundo. Implica necesariamente el haber ya conquistado la permanencia de objeto y logrado organizar el espacio como un grupo objetivo de desplazamientos regidos por leyes precisas, es decir, un espacio homogéneo. Es en este punto donde comienza a producirse el más estruendoso fracaso adaptativo del niño autista. Surgen regresiones sorprendentes y hasta llegan a perderse algunas palabras adquiridas, que a menudo eran utilizadas con un sentido preciso. Pero, más aún, se observan anomalías en la construcción del espacio, así como habitualmente dificultad para las praxias complejas, aún cuando pueda alcanzarse, al mismo tiempo, un sentido de orientación espacial en ocasiones excepcional, con habilidad para calcular trayectorias y desplazamientos en forma rápida y con visión lateral. Con respecto a la pregunta planteada más arriba, acerca del método para la aproximación adecuada a estos casos, creo que vale adoptar, como punto de partida, una posición decidida en el sentido de la exploración de caminos posibles, más allá de todos los acartonamientos y las limitaciones que podría imponer la sumisión a las reglas técnicas tradicionales. Como se di jo, los métodos habituales del Psicoanálisis son inaplicables en estos casos. En una gran proporción de ellos el sujeto carece de lenguaje –la posibilidad de adquirirlo parece marcar una diferencia fundamental en cuanto a la evolución del tratamiento–, no se puede expresar por señas y ni siquiera mues74
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tra, por lo general, atisbos de juegos simbólicos. Difícilmente pueda establecerse con él un pacto mínimo acerca de la tarea a realizar y, a veces, el analista no puede asegurar siquiera que el niño asigne algún sentido a su presencia. Lo más parecido al jugar consiste, muchas veces, en la fascinación por algún objeto –sobre todo si produce movimientos giratorios– en cuya observación puede el niño abstraerse horas enteras. La sesión puede transcurrir entre la nada y la angustia de gritos y llantos aparentemente inmotivados, las carreras sin sentido entre una pared y la opuesta, la autoagresión o la destrucción de objetos, en ocasiones una larga serie de sucesivos llenados y vaciados de recipientes con agua o el retorcerse en posiciones extrañas, escondido debajo de la mesa. Las intervenciones del analista en estos casos proceden, por lo general, de un intento de comunicación empática con el niño, por el cual se procura asignar sentido a esas y otras manifestaciones semejantes. Ese sentido proviene de la búsqueda que el analista realiza en su propio interior, un suerte de identificación instrumental como vía para el encuentro de la palabra que designe el afecto y permita reconocer situaciones vitales (Cf., por ejemplo, Tustin, 1972). Quien haya intentado transitar este camino terapéutico sabrá que no suele ser posible mantener el estado de atención flotante en esas circunstancias –en que lo significante no sólo no es verbal sino que ni siquiera puede asegurarse su carácter claramente simbólico– y que lo que puede ser considerado como contratransferencia es apenas un conglomerado de estados afectivos casi indiferenciados, con predominio, a menudo, de angustia, desazón y aburrimiento; manifestaciones en el nivel del afecto de la tendencia a la desinvestidura a causa del “narcisismo de muerte” (Green, 1983), cuya fuerte presencia puede comprobarse en el psiquismo de estos niños. A partir de la necesidad que se impone de compartir el mundo de su paciente mediante esa forma de identificación instrumental mencionada más arriba, el analista queda capturado por una forma de funcionamiento, diría Green, “tantalizante” (Green, 1972, pág. 82), en la que el proceso psíquico es arrastrado hacia la nada.2 Por cierto, pueden producirse cambios favorables, pero no es sencillo de2 La referencia al mítico suplicio de Tántalo, que Green utiliza para ilustrar el funcionamiento psíquico en psicosis y estados fronterizos, resalta la tendencia al vacío, –“que arrastra al su jeto a un abismo sin fondo, hasta la alucinación negativa de él mismo”, agrega– que predomina en esos casos y remite al concepto de “narcisismo primario absoluto” como tendencia a llegar lo más cerca posible del grado cero de la excitación. Salvando las diferencias aludidas más arriba, el concepto parece también útil para aplicar a los casos a los que se refiere el presente artículo. CUESTIONESDE INFANCIA
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terminar si obedecen a la elaboración por vía de la palabra, propia del Psicoanálisis o, más bien, al efecto de un vínculo que, al no ser primario pero sí consistente, estable en el espacio y de persistencia en el tiempo con un ritmo propio, facilita un anclaje para la organización de sectores del Yo, que se apoyan en el nuevo auxiliar como en una prótesis. Una dirección posible
El trabajo con estos niños en diferentes ámbitos parece mostrar que no siempre es el ambiente de un consultorio analítico el más apto para el tratamiento. En oportunidades se comprueba que el ámbito más estimulante para la participación y el intercambio con el otro es el de una piscina, en la que los niños pueden realizar actividades que los llevan del reconocimiento del propio cuerpo al del espacio y, de allí, a la construcción de representaciones. Es también conocida la facilidad con que muchos de estos niños participan en actividades musicales. El encuentro con una computadora, como ya se mencionó más arriba, produce a veces efectos sorprendentes de motivación; en ocasiones –y esto es, en sí mismo, interesante dada la tendencia radical al aislamiento que se atribuye al autismo– con más intensidad si el sujeto percibe que hay otros niños con dificultades semejantes intentando la misma tarea. No podría sostener, en este momento, que sea invariablemente el conjunto de recursos técnicos que forman el bagaje habitual del psicoanalista el más adecuado para el abordaje de estos casos. Se me impone cada vez con mayor fuerza la convicción de que es necesaria una pluralidad de enfoques y metodologías, tanto para la investigación como para la aproximación terapéutica. Creo, en cambio, que el psicoanalista es quien posee, por su formación teórica y clínica, la posibilidad de funcionar como un verdadero “director de orquesta” del equipo que se integre para el abordaje de estos casos. Lo que está en juego, básicamente, es el proceso de constitución del aparato psíquico. El niño autista está atrapado en un momento crucial de su génesis, enfrentado con fuerzas que le exceden a causa de una serie de factores que comienzan con la insuficiencia de su dotación constitucional. El trabajo que con ellos se realice debería estar en relación con esa tarea primordial de construcción de estructura psíquica, un proceso cuya intimidad sólo es comprensible desde una perspectiva metapsicológica. El desarrollo minucioso de esta afirmación excedería largamente el propósito de este artículo. Sólo apuntaré, a modo de referencia muy general, unas pocas cuestiones que juzgo básicas. La clínica muestra –y en esto han coin76
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cidido casi todos quienes se ocuparon del tema– que existe un importante nivel de trastorno de lenguaje en todos los casos de autismo, aunque su grado puede variar en gran medida de uno a otro. Estas disfasias son mixtas –de expresión y de comprensión simultáneamente– aunque también es sumamente variable la proporción en que se encuentra cada una de ellas. Algunos autores (Citados por Ajuriaguerra, 1977)superponen el autismo con las afasias congénitas. En mi opinión debe considerarse que la dificultad abarca por completo a la función simbólica, desde sus niveles elementales, lo que afecta a la posibilidad de representación. Asimismo, un nivel también variable de praxias fallidas parece encontrarse con regularidad (ver, por ejemplo Bara, Bucciarelli.& Colle, 2001; Brighenti, Teatin & Malaffo, 2000). Esto se confirma, por ejemplo, a partir de la respuesta favorable al sostén del auxiliar en la ejecución de ciertas acciones complejas o muy específicas, aún cuando a veces logren realizar con notable habilidad otras acciones. Las dos cuestiones señaladas –que no son las únicas que pueden indicarse, pero que pueden servir como ilustración de mi punto de vista– son básicas para la construcción del sistema representacional, tal como este tópico está considerado por la metapsicología psicoanalítica. El tema de la acción –o, mejor dicho, la percepción de las acciones propias y de sus consecuencias– forma parte de la génesis de la representación ya desde las primeras teorizaciones freudianas (cf. Freud, 1950a (1895)). La cuestión de la acción propia es también destacada en trabajos posteriores, en particular en relación con el proceso de constitución del Yo (como, por ejemplo, Freud, 1915c). Esto implicaría ya al nivel primordial de representación, el de las “Representacionescosa” (Freud, 1915e). Resulta evidente, por su parte, la incidencia del trastorno de lenguaje en el funcionamiento del sistema preconsciente, construido básicamente a partir de “representaciones de palabra”. La representación debe ser considerada como parte de un proceso permanente de cualificación y un proceso en sí misma, o sea, como un modo de unión dinámica que comienza por vincular exigencias de trabajo de procedencia somática con restos perceptuales de experiencias varias, organizadas según el principio del placer-displacer. En nuestra especie constituye el mecanismo organizador básico de la experiencia, el sustrato de los sistemas de significación, el fundamento de todo otorgamiento de valor. Es lo que permite orientarse afectiva y, por lo tanto, también cognitivamente en el mundo, dado que éste no es sólo fuente de datos fríamente procesables, sino, básicamente, el lugar donde sufrir o gozar. En el mundo humano no es posible sobrevivir como máquinas desafectivizadas, como simples procesadores de información. La dimensión del deseo es inseparable de lo humano: si resulta frustra la CUESTIONESDE INFANCIA
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constitución del sistema desiderativo, las exigencias somáticas y los estímulos externos se confunden en una misma realidad traumática. Debe considerarse, entonces, que lo fundamental de estos casos es un defecto de alcance variable en el proceso representacional, que abarca en mayor o menor medida tanto el nivel de las representaciones de palabra como el de las representaciones-cosa. En ocasiones puede advertirse tal efecto ya en las primeras cualificaciones fallidas, pero siempre se lo observa en relación a la neorrealidad simbólica coextensa con la alteridad del otro humano, dado que no podría completarse la discriminación entre el Yo y el objeto de amor en ausencia de un sistema de símbolos adecuado. Puede concebirse, creo, como una falla que atraviesa longitudinalmente toda la secuencia de las instancias representacionales. La organización de la sexualidad es en estos casos siempre fallida; no sólo en el nivel obvio de la genitalidad, sino en todo el recorrido de la evolución psicosexual, donde, a lo sumo, aparece claramente constituido el nivel de la g ratificación oral, pero aún él marcado por perturbaciones (excesos o defectos) de variado calibre. Podría decirse, a modo de sucinta conclusión general, que la sexualidad fracasa en su función organizadora de la sub jetividad. Concluyo esta reflexión insistiendo en un interrogante: ¿Cuál es el aparato psíquico que se construye a partir de una dotación constitucional anómala como la que suponemos en estos casos? Creo que la investigación en este sentido es fundamental para aportar, también, en el sentido de la pregunta complementaria: ¿Qué peculiar estructuración neurológica soporta este aparato psíquico? Éste es un tema de fronteras en más de un sentido. Bibliografía
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El presente artículo sostiene la necesidad de una integración de perspectivas teóricas para llegar a un nivel superior de comprensión del tema en estudio. A partir del trabajo clínico y de investigación, el autor propone revisar la forma tradicional en que el Psicoanálisis suele considerar la etiología del autismo y el vínculo entre el niño autista y su familia. Con respecto a la metodología para el tratamiento y la investigación se señala también la necesidad de integrar distintos enfoques y recursos técnicos y se aporta a la discusión sobre el rol del psicoanalista en tales tareas. Se plantean, asimismo, algunas consecuencias metapsicológicas de disfunciones de aparición habitual en estos niños, en particular disfasias y dispraxias, que inciden en la formación de los sistemas representacionales y en la constitución del aparato psíquico. Palabras clave: autismo; comunicación; constitución del aparato psíquico;
vínculos familiares. Summary
This article outlines the need of an integrated theoretical view in order to in80
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crease the level of understanding on the subject. Out of research and clinical material, the author suggests a revision of Psychoanalysis traditional way of considering autism’s ethiology and bonds between the autistic child and his/her family. With regard to research and treatment methodology this paper also outlines the need of integrating different standpoints and technical resources and discusses the analyst’s role in such chores. It states in turn, some metapsychological consequences of these children’s usual dysfunctions (specially dysphasia and dyspraxia) that influence the construction of representational systems and the constitution of the psychic device. Key words: autism; communication; constitution of the psychic device; fa-
mily bonds.
Résumé
Le présent article insiste sur le besoin d’intégrer des perspectives théoriques pour arriver à un niveau supérieur de compréhension du thème en question. À partir du travail clinique et de recherche, l’auteur propose de passer en revue la manière traditionnelle dont la Psychanalyse considère souvent l’étiologie de l’autisme et le lien entre l’enfant autiste et sa famille. En ce qui concerne la méthodologie du traitement et de la recherche, il signale également le besoin d’intégrer différentes approches et ressources techniques, et fait des apports à la discussion sur le rôle du psychanalyste dans ces tâches. Sont également abordées quelques conséquences métapsychologiques de certains troubles fréquents chez ces enfants, notamment des dysphasies et des dyspraxies, qui ont de l’influence sur la formation des systèmes représentationnels et sur la constitution de l’appareil psychique. Mots clés : autisme; communication; constitution de l’appareil psychique;
liens familiaux.
Primera versión: 5 de diciembre de 2002 Aprobado: 18 de febrero de 2003 Juan José Calzetta Av. Santa Fe 5280, 3º “F” Ciudad de BuenosAires Tel.: 4774-7297; 4854-1612
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QUE PUEDA ABRIR LA PUERTA PARA IR A JUGAR Mariana Cervellini•
l trabajo clínico con niños nos lleva a pensar en los diferentes momentos de estructuración psíquica por los que atraviesan y por ende en las distintas intervenciones que como analistas, estamos convocados a dar en cada tiempo específico. Sabemos también que esa estructuración se da en una historia signada por otros, entonces, es necesaria la escucha de aquéllos que consultan por un niño: ¿De qué niño hablan? ¿Quién es el niño? ¿Cuantos niños aparecen, emergen del discurso parental? Soledad a los cuatro años llega a través de los dichos de su mamá, Marta, quien dice: “El problema de Soledad es que no habla bien, hay días que se le entiende algo, otros nada. También es un poco agresiva; como no le entienden lo que dice, pega. A veces la ‘fajo’ porque es caprichosa, no hace caso”. Mediante un confuso discurso materno, la historia de Soledad comienza a desplegarse ante mi escucha. Soledad es hija de Jorge, de cuarenta y cinco años, empleado en una casa velatoria, y de Marta, de treinta y cinco años, “dedicada exclusivamente a sus hijos”: Pablo, de diecisiete años (con problemas de aprendizaje), Laura, de nueve años (“la más viva”), Soledad y José, de un año. Marta queda embarazada a los diecisiete años; cuando se entera se pelea con Jorge porque pensaba que iba a tener problemas en su casa: “Mi papá nunca me quiso, me hizo la vida imposible hasta que murió”. Unos meses después de la pelea, se reconcilian y se van a vivir a la casa de la suegra de Marta. Marta –que estaba cursando tercer año del secundario– abandona porque
• Licenciada en Psicología. Alumna de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños de UCES.
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“perdió la memoria, tenía la mente en blanco”. Si la verdad material con la que se encuentra un niño es la verdad histórico vivencial de los otros, aquello que los otros le devuelven del mundo y de él mismo, ¿qué sucede cuando los acontecimientos histórico-familiares son barridos, no inscriptos en el psiquismo parental?; lo que se transmite a Soledad, ¿es la ausencia, un agu jero producto de aquel dolor imposible de ser ligado? Muchos momentos primigenios de la vida de Soledad parecen no haber sido registrados por su mamá. Insistentes: “todo normal”, “todo bien”, se presentifican como formas de sostener la desmentida. Nombra dos situaciones que recuerda de Soledad pero restándole importancia: falta de atención médica neonatológica y meses después la ausencia de la mirada dirigida a su mamá. Dice que su hija dormía mucho, no se movía como otros bebés. “En esa época, Soledad era bárbara... no me daba nada de trabajo, lloraba poco, casi ni se movía”. ¿Había contexto para quien los movimientos, el llanto de Soledad fueran importantes? Tal como lo demuestran los casos de “hospitalismo”, no alcanza con alimentar, bañar al bebé, tratar de que no enferme. Es necesario que otro pueda procesar, filtrar los desbordes intrasomáticos. Hubo una derivación hecha por la pediatra a Estimulación Temprana, donde Soledad concurre desde los 9 meses hasta los 3 años. Allí le piden la realización de una serie de estudios clínicos-diagnósticos que no terminan porque la mamá cree que: “Soledad no tiene nada orgánico, yo la conozco bien y sé que lo que tiene es un problema de maduración, Soledad es inmadura y punto”. El papá de Soledad no concurre a las distintas invitaciones hechas por mí; Marta lo justifica: “Mi marido trabaja todo el día, tiene problemas con los horarios; pero no importa, igual la que está todo el día con ella y la que más la conoce soy yo...”. Intervengo señalando lo difícil que le habrá resultado a ella criar a su hija en medio de tanta soledad. Marta puede así conectarse con su sufrimiento, con sus vivencias anteriores y actuales. Al igual que Soledad, que pega y es pegada, Marta carga una infancia llena de golpes; su papá (alcohólico) maltrataba a su señora y a sus hijos, la abuela materna también lo hacía, determinando que a golpes sus nietos “iban a entender”. Posteriormente recibe golpes de su marido y su suegra. Durante el embarazo de su último hijo permaneció 4 meses separada de Jorge. “No me separé porque me pegaba, lo hice porque me dijo delante de los chicos que era mala madre, y esa palabra... que empieza con p... puta, cualquier cosa menos eso: mala madre y puta, no”. CUESTIONESDE INFANCIA
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Del embarazo de Soledad no recuerda nada, del parto sólo que la atendió una partera porque los médicos estaban de paro. No hay recuerdos ligados al afecto, a la ternura; dice: “Estuve yo sola... los médicos ni me fueron a ver para saber cómo estaba”. Le pregunto por Soledad: “No me acuerdo, creo que pasaron como dos o tres horas hasta que un médico la vio”. Soledad encuentra en su nacimiento un desencuentro, desencuentro con una mamá que reclama lo que ella misma necesita: asistencia. Aparece en Marta una niña incapaz de ser sostén de su hija porque es ella quien necesita ser sostenida, acunada, hablada. Espacio terapéutico: ¿lugar de un “otro” despertar? Cuando conozco a Soledad me saluda efusivamente como a una persona muy conocida. ¿No hay discriminación entre familiar y extraño? Entra al consultorio como un torbellino imparable, arrasando con todo lo que encuentra en su camino: lápices, hojas, cuadernos. Un “no” reiterativo es lo primero que hace escuchar, pero es un “no” que no funciona como límite, como ordenador, por lo que tiene que repetirlo innumerables veces, se trata de un “no” en acto. No quiere que su mamá hable, tapa sus oídos con las manos o se retira a la sala de espera cuando lo hace. Marta sanciona: “lo hace para llamar la atención, son caprichos. Hay días que la encierro en el baño, a mí no me va a ganar. Es tan inquieta, no para un minuto. Yo no sé de dónde saca esa fuerza; me agota”. Me pregunto contra qué es la lucha. ¿Algo de lo propio y rechazado en la madre retorna en esta hija? Soledad, ¿intenta con el despliegue motor demostrar que está viva, con un papá en constante retirada, desbordado por el trabajo en la casa velatoria y una mamá que sanciona a otra hija como “la más viva”?; ¿cuánto de mortífero insiste en Soledad, quién se resiste por medio de su motricidad? Marta dice que Soledad en la casa no juega, por esa razón (y siguiendo la sugerencia de un otorrinolaringólogo que vio a Soledad en la época que asistía a Estimulación Temprana), la manda al jardín de infantes. “El médico me dijo que la mandara al jardín aunque no hiciera nada, estar con chi cos la despertaría”. ¿De qué despertar se trataba? ¿Despertar de afectos, de una subjetividad negada? 84
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Ante la escasa atención institucional posible de una vez por semana, ofrezco a Soledad una “muñeca-flor” para que la lleve a su casa. La mamá cree que es de gusto, ya que no juega con muñecas. Sostengo la necesidad de que probemos y señalo la importancia de que sea de uso exclusivo de la niña. Tiempo después, Marta sonriéndose dice que Soledad ensucia la muñeca, le pinta la cara. Le digo que parece que empezó a jugar; “lo hace porque imita a la hermana, que juega con sus muñecas”, responde la madre desestimando de este modo que Soledad tenga una iniciativa propia. El movimiento desenfrenado de Soledad en el consultorio comienza a acotarse al encontrarse con ciertos objetos que se recortan como privilegiados a lo largo del tratamiento, primero descubre la pelota, con un recorrido que va de la exigencia corporal hacia mí para que se la diera (me tomaba del brazo y me llevaba hacia donde permanecía guardada), hasta la demanda cuando pudo hacerla “¿onde está elota?”. Jugamos a patearla; en ciertas circunstancias grita goles que aún no hizo o no llegué a hacer. Luego encuentra la llave de luz, la que acciona varias veces en medio de otras secuencias de juego. Lo hace esperando mis exclamaciones de “ahí está la luz-ahora no está, se fue”; cuando mi respuesta se hace esperar, Soledad ordena: “che, che, che mirá”. Pero sin dudas es el espejo que hay en el consultori consultorio o el objeto objeto que va toma tomando ndo una relevancia cada vez mayor. mayor. SoSoledad se sienta delante, me indica que me siente a su lado y pregunta: ¿cómo se llama esto?, señalando las distintas partes del rostro y repitiendo mis respuestas luego. También frente al espejo canto distintas canciones, demuestra especial interés por “las manitos”, sonríe cada vez que la cantamos, mos, aplaude y volvem volvemos os a empezarla. empezarla. Juga J ugamos mos frente frente al al espejo espejo con la concondición de que la imagen mía quede reflejada en él; si quedo fuera Soledad se enoja, comienza a darme puñetazos y patadas, “¿por qué sos mala, Soledad?” se pregunta; le digo que Soledad no es mala, qué sólo está enojada pero que no puede hacerse mal o hacerme mal golpeándome. Me pregunto qué es lo que está en juego en el uso del espejo. La imagen de mi cuerpo, más aún, mi mirada en el espejo: ¿es garante de la existencia de su imagen?, ¿de su ser? Pienso que los trastornos que presenta Soledad indican fallas en la constitución de ligaduras que inhiban el desborde pulsional, la descarga masiva. Por eso mis intervenciones apuntan a nombrar afectos, a diferenciar su cuerpo del mío, delimitando espacios, conteniendo cuando estalla en llantos y pataleos, calmando. CUESTIONES TION ESDE INFANCIA IN FANCIA
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En una sesión, Soledad llora frente al espejo, se recuesta en el piso y señala su espalda, sin saber muy bien qué hacer comienzo a palmearla mientras tarareo una canción de arrorró. Poco a poco el llanto va cediendo. “¿Por qué? ¿Por qué?”, pregunta, luego deja de llorar y secándose las lágrimas por primera vez me nombra y me dice: “¿vamos a ‘jubar’, Marana?”. Se levanta y va a buscar la caja de juegos. Después de unos instantes de sorpresa, voy al al luga l ugarr que Soledad eli eligió gió para jugar. jugar. Vacía la la caj caja, coloca coloca uno a uno los juguetes dentro, numerándolos precariamente. Me pide que haga lo mismo. Encuentra un auto con un cordel atado, lo toma para arrojarlo le jos, jos, lue luego se detien iene en una muñeca a quién ién llam llama “mi be bebé”, int intenta desvestirla, me pide ayuda. A partir de aquí y ante momentos de mucho dolor, Soledad se recuesta en el piso, yo voy a su lado a palmear su espalda, cuando se calma entonces podemos “jubar”. Jugamos con la caja de juguetes, hace desaparecer mi rostro dentro de ella, luego con alegría lo descubre ¿intento de hacer activam acti vamente ente lo sufrido sufrido pasivam pasi vamente? ente?También También come comenz nzó óa jug jugar a que es un pe perro qu que me cor corre amenazan zante por el con consultor ltorio io o es es una mamá que cambia a su bebé y le da de comer: ¿esbozos de ocupar lugares identificatorios? En sesiones posteriores, Soledad comienza a mirar hacia un costado, tengo la sensación de que escucha voces. Le pregunto qué sucede, qué le pasa, no dice nada pero el juego se interrumpe. - ¿Qué escuchas? - “Dicen cosas feas” - ¿Cuáles? - “Tonta, mala, loco de la cabeza” (es lo que entiendo de lo que me dice). Miro yo también hacia el mismo costado, me dirijo a las voces diciéndoles que Sol Soleda edad d no es tonta, tonta, mala, ni loca de la cabe cabeza za y que la la dejen tranqui tranqui-la, que estamos jugando. Soledad sonríe, parece aliviada. En otros encuentros gira su cabeza y me avisa: “Marana, dicen cosas”, entonces intervengo y reanudamos el juego. En la actualidad no me avisa de las voces, pero aparecen frases como: “borracha, sos una borracha”, “me pegó en la cabeza, está loco el José”, “callate, vos no digas nada”, frases que intento trabajar. Este año, Soledad comenzó primer grado en una escuela común. Marta y Jor Jorge decidie cidierron enviar iarla a una escue cuela dife iferente que el re resto de de sus hijos, porque suponían que no se iba a poder adaptar allí, va a una escuela con menor matrícula y con un aprendizaje si se quiere más personalizado. Desde entonces llega a sesión, me pide hojas y encabeza sus dibujos escribiendo el día día y el mes. mes. Para Para hacerlo hacerlo me preg pregunta unta las letras letras asoci asociándolas ándolas con alal86
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go: ¿L de Laura?, ¿M de mamá? A veces no espera mi respuesta, pero invariablemente antes aparecieron las preguntas. Después dibuja de manera precaria globos, pelotas o nenas a las que llama “nena de Marana”, “nena de Soledad” y me pide que le haga un cuadradito en el que coloca la cantidad de dibujos que hizo. Cuando le aviso que nos volvemos a ver la próxima semana, que se terminó la sesión, Soledad se opone, dice que soy mala y que no se quiere ir, después me pide que me quede sentada hasta que llama a su mamá para mostrarle el dibujo, pero antes de que Marta pueda pasar cierra la puerta con el pasador, sonríe al escuchar que su mamá protesta y por lo general hace un bollo con el dibujo si la mamá lo halaga. El equipo de docentes que trabaja con Soledad está pensando en iniciar el próximo año la integración con la escuela especial. Soledad iría a la mañana a talleres allí y a la tarde continuaría en su escuela. Conclus Conclusiones finales finales, acerca de princi principios. pios. El trabajo con los papás de Soledad no es fácil, hay un papá con el que pude en tres años tener una sola entrevista y una mamá que a pedido de otras personas (pediatra, maestras) lleva a su hija a tratamiento y acude a las entrevistas por mí solicitadas, pero no sigue la sugerencia de tener su propio espacio espacio terapé terapéutico utico.. Beatriz Janin dice que: “con los padres se hace imprescindible ocupar el lugar de filtro, escuchando el sufrimiento que los desborda, hasta que el niño está en condiciones de construir sus propios filtros. Que puedan mediatizar sus pasiones, diferenciarse del niño y registrarlo como persona que siente, es la meta del trabajo con ellos”. Con Soledad muchos cambios se produjeron desde las primeras sesiones, por eso cada vez que escucho: “¿Vamos a ‘jubar’, Marana?”, siento que todavía quedan por hacer innumerables jugadas... Mariana Cervellini
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COMENTARIOSACERCA DE “QUE PUEDA ABRIR LA PUERTA PARA IR A JUGAR” Silvia Morici•
El título El juego y la posición del analista omenzaré mis comentarios del caso con una reflexión sobre el título elegido por la autora: “Que pueda abrir la puerta para ir a jugar ”, alusión al célebre juego infantil del “Arroz con leche”, que ineludiblemente metaforiza el mundo de lo infantil, el mundo de nuestra propia infancia y EL MUNDO DE LA INFANCIA, así con mayúsculas, con la fuerza que le otorga su carácter de concepto. Este mundo, a los adultos que supimos ser infantes, nos despierta específico de la infancia al que el juego le otorga su rasgo fundante, inevitablemente, añoranza y cálidos recuerdos; el jugar nos queda asociado a aquello que nos habilitó el encuentro con otros y a su vez mitigó soledades. Sin embargo, también nos desvela el secreto temor de no poder hallarla en nuestros hijos ni en las generaciones por venir. El “arroz con leche”, que para varias generaciones no necesita explicación alguna, para las nuevas representa a lo sumo parte de algún relato familiar, dando paso a los arrolladores y bélicos Mario Bros., Final Fantasy , o el Mortal Kombat , juegos cibernéticos con nombres que nos resultan tan extraños como importados de otras culturas y otras infancias. Por eso este material, con este nombre tan propio de lo infantil, me invitó a circular con comodidad en el descubrimiento de esta niña particular que consigue jugar, convirtiéndose simplemente y complejamente en eso: una niña. Porque un niño que juega, en el decir de Winnicott (Winnicott, D., 1979), es definitivamente eso, un niño. Abrir la puerta para ir a jugar, entonces, no sólo alude a la posición patog-
• Profesora de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños de UCES. M iembro titular de Referencia Buenos Aires.
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nomónica del juego en lo infantil, sino que metaforiza a su vez esa posición particular a la que debe acceder un analista de niños, cuya función podría resumirse en la habilidad de abrir el juego del análisis para posibilitar, en el caso de esta niña, por ejemplo, el lento armado de las categorías faltantes que intervienen en el entramado de un aparato psíquico. El título realza, entonces, tanto el lugar del juego en la construcción misma del espacio infantil, como la posición del analista de niños en tanto habilitadora de dicha construcción. Vemos en el transcurrir del relato de este análisis, a una analista abierta a soportar con esa cuota de perplejidad necesaria, el acontecer de esos misteriosos y complejos contenidos del inconsciente de su infantil paciente. Perplejidad, asombro, descubrimiento, admiración, vivencias que la analista logra que compartamos y vivamos con ella. Y creo que esta posición del analista, que se coloca en un lugar de genuina perplejidad, es lo que abre las puertas de acceso del inconsciente y en este caso del juego, que en algún punto funcionan en sinonimia.. La consulta parental Compartiré con ustedes algunas reflexiones acerca de la posición del analista de niños, específicamente en lo que concierne a la entrevista con los padres. La consulta parental como parte del proceso analítico de un paciente niño es un rasgo que caracteriza la práctica del análisis con niños. La consulta sobre quién podrá devenir un paciente de análisis, nos viene presentada por figuras parentales que a su vez detentan la función parental . En este caso en particular, la analista capta que debe descubrir al niño por quien le consultan, quien se halla sumergido en el discurso materno. Como ya sabemos, cuando los padres consultan por un niño hay dos niveles en esa demanda. Una consciente, manifiesta, y otra inconsciente, latente. La consciente aparece en el motivo de preocupación de los padres que los motiva a consultar. En general esta preocupación se ancla en los síntomas, que suelen tener un valor de molestia tanto para la homeostasis narcisística de alguno de los padres, como para el equilibrio de los vínculos intrafamiliares. CUESTIONES DE INFANCIA
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La demanda inconsciente es la que hace pregunta en el analista. Se refiere a la ubicación del niño en el narcisismo de los padres, en sus identificaciones, en su condicionamiento transgeneracional, y en la representación de hijo y deseo de hijo que estos porten. El analista de niños, entonces, se pregunta básicamente sobre el niño del narcisismo parental, sujeto a la posibilidad estructural que estos tengan de reconocerlo como un semejante –conocido y extraño– desconocido a la vez. Pero también pienso que hay un tercer nivel presente en la demanda de análisis por un niño, que está relacionado con el genuino sufrimiento que el ser padres conlleva. Sufrimiento que responde al sentimiento de enorme responsabilidad que portamos en tanto adultos, seres indispensables en el desarrollo vital y emocional de un hijo. Sentimiento que nos lleva a preguntarnos constantemente: ¿lo dañé?, ¿lo dañamos?, ¿en qué intervenimos para que algo haya o no sucedido de esta particular manera? Por supuesto que a su vez nos encontramos con distintos grados de negación en este punto. Desde la desmentida total sobre la responsabilidad que conlleva la posición de asimetría, hasta la negación extrema de la posibilidad de autonomía del niño, considerándolo un mero producto parental, una especie de pseudópodo narcisístico de las figuras paternas o maternas, etc., Pero cuando el grado de negación no obtura lo real de ser conscientes de nuestra condición parental, el sufrimiento es alto. Simplemente quiero recalcar que es tan importante hallar la significación inconsciente de ese niño para una madre y padre, como el de tener en cuenta esta demanda consciente de padres que si consultan es porque reconocen una ineficacia en su función y que también necesitan ser acompañados y escuchados en esto. La madre La mamá de Soledad nos ejemplifica algo de esto. En un discurso confuso y amnésico, sin precisiones del lugar tanto intrasubjetivo como intersubjetivo de esta niña, la mamá de Soledad nos transmite algo de este sufrimiento que conlleva el reconocimiento de la falla en la función. Marta fue pegada y pega. Recibe malos tratos de su marido también en la actualidad. Tiene y ha tenido fallas en su función de maternaje, de la misma manera que recibió fallas de parentalización. Sin embargo, se separa de 90
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su marido maltratador no porque le pegue sino porque le dice que es “mala madre”, poniendo en duda además su honorabilidad sexual. Mujer orgullosa y de inteligencia intuitiva, sabe reconocer en estas palabras mayor maltrato que el golpe mismo. El mala madre fue más doloroso que los golpes recibidos. A esto me refería sobre el dolor que implica el percibir la falla en la función que se porta. Y creo que tuvo razón en ofenderse, porque una cosa es portar fallas en la función (que de alguna manera representan límites en la propia estructura) y otra muy distinta es ser mala madre, que también las hay. Me refiero a aquella posible posición materna en donde prime el no deseo de hijo, o el deseo hostil, o el odio inconsciente hacia el hijo del que habla Winnicott (Winnicott, D., 1979). Marta corresponde al primer caso descripto, donde su historia identificatoria de imagos parentales está llena de agujeros en lo que a su propia capacidad de maternalización se refiere (agujeros representados por esas lagunas amnésicas de las que habla), pero como ella sostiene en su discurso, no son suficientes para convertirla en una mala madre. Y tanto no es “una mala madre”, que permite que otros, una analista, sí ejerzan su función y ayuden a su hija en donde ella no pudo (o no le permitió su estructura). Y no es una distinción menor de la que hablamos. Bleichmar (Bleichmar, S.,1984) habla mucho del paso dificultoso que significa para un padre-madre permitir que un hijo salga de la endogamia familiar hacia la exogamia del consultorio analítico, permitiendo que algo ocurra en la intimidad de ese hijo por fuera del marco parental. Y Marta le permite esto a Soledad, abriéndole la puerta para ir a jugar... con otro el partido que con ella era confuso y lleno de agujeros. Y de ahí en más se abre este otro espacio en donde asistimos emocionados y perplejos al devenir de un aparato psíquico que estaba detenido en algún tiempo mítico, en ese limbo del que nos habla Winnicott, lugar atemporal, a categorial. Y vemos emerger este psiquismo que impacta por lo confuso y desorganizado, a través de lo lúdico, medio de expresión princeps de lo infantil. La niña Algunas reflexiones suscitadas a partir del juego de Soledad, pero no “en soledad”. CUESTIONESDE INFANCIA
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Soledad es una niña que no juega. Padece de no jugar. ParaWinnicott (Winnicott, D.,1971), este era un síntoma grave en un niño, ya que un niño sin capacidad lúdica reflejaba la ausencia de un buen proceso madurativo, que en su teoría representaba lo peor que le podía pasar a un niño, es decir ser un no niño, no ser. Me rectifico, la ausencia de juego en él representa mucho más que un síntoma (que en realidad a veces puede ser la mejor transacción que un niño encuentra, siendo una forma válida de expresión de conflicto). Significa no ser un niño. Y así se presenta Soledad a la consulta, siendo no siendo. No cabe duda que porta una patología grave y primaria. Aquí es donde se le abre la segunda puerta, posibilitada por la posición de esta analista, que claramente desea que esta niña juegue (es decir que la quiere siendo), iniciando un proceso de creación, neoconstrucción como la llama S. Bleichmar (Bleichmar,S., 1999) de categorías intrasubjetivas y de juego intersubjetivo, por medio del cual esta niña se humaniza. Y va creando todos los momentos que podemos llamar evolutivos del juego. El Fort-da, juego de ausencia-presencia, juego inaugural de mecanismos princeps del armado del aparato, y así pasa por el descubrimiento del cuerpo como primer objeto lúdico, sin olvidar que lo que abrió esta cadena fue ese momento inaugural en que la analista-madre le ofrece ese primer objeto (niña-Flor). Primer objeto que rápidamente se transicionaliza (representa la ausencia y por ende presencia de la analista). Es interesante observar aquí, cómo la madre desestima permanentemente la capacidad lúdica de su hija, tanto como otras capacidades, como la de socialización, vincularidad, etc., interfiriendo así en su humanización. Pero la niña aprovecha esta segunda oportunidad que le ofrece el análisis. Le sigue a esta secuencia lúdica el juego del espejo, acompañado con sus fantasías de cuerpo despedazado. Y lentamente va dejando atrás ese bebé deprimido, que llora por todas sus deprivaciones tempranas ( pero recordándole a la analista que ese bebé está de alguna manera siempre presente) dando lugar a la aparición del juego simbólico del que se apropia una niña ya devenida sujeto: “Vamosa jugar, Mariana”. La analista asiste, con la perplejidad que despierta la aparición de la categoría de sujeto deseante en un niño. 92
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El juego Quisiera agregar alguna idea acerca de esta suerte de premisa que tenemos los analistas de niños acerca del juego, como la activación de lo vivido pasivamente. Simplemente quisiera acentuar el carácter activo del juego. Creo que puede no sólo estar representando la inversión de una experiencia vivencial pasiva, sino que aún si esta “experiencia pasiva” no existe, el juego es igualmente activo, es acto. S. Freud (Freud, S., 1920g), en su artículo donde desarrolla el juego del Fortda recalca lo activo del jugar en su función elaborativa, con el modelo de lo traumático. M. Klein (Klein, M., 1929), a su vez, resalta la idea del juego como la puesta en acto de una fantasía inconsciente, y paraWinnicott es la puesta en acto de un potencial creativo innato que el ser humano trae en su bagaje constitucional. Pero en todos los casos se trata de un activo, de un haber, de una capacidad con que el aparato cuenta para el desarrollo de su aparato psíquico. Por eso Winnicott diferencia entre “play” y “playing”. Ya que puede haber un juego estereotipado que sea un como si de juego, diferente del verdadero jugar que es siempre activo, creativo y elaborativo. Patología grave temprana. Autismo. Defensas autistas. Depresión del lactante Para terminar, agregaré algunas consideraciones sobre las patología graves y tempranas de la primera infancia, denominación que para algunos autores funciona como sinónimo: lo temprano es equivalente de gravedad . En esta niña, los síntomas relatados y constatados por la analista, como la dificultad en el lenguaje, la ausencia de juego, un diagnóstico presuntivo de inmadurez sugerido por el pediatra y sobre todo la descripción de un bebé patológico, confirman la impresión diagnóstica de estar ante una patología temprana y por ende grave. Me interesó en particular la rica y detallada descripción que obtenemos del bebé que fue Soledad. Allí se van dibujando lo que podríamos llamar priCUESTIONESDE INFANCIA
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meros indicadores de presencia de patología (por eso hablamos de patología grave temprana). Soledad fue un bebé netamente pasivo, dormía excesivamente, no lloraba, no se movía, parecía padecer cierta atonía. Había ausencia de mirada dirigida hacia su madre, lo que hace presuponer la ausencia de sonrisa social, que es el otro organizador netamente relacional. Probable ausencia de angustia del 8º mes, deducible de la ausencia de reacción ante lo desconocido que la analista destaca. Es decir, hubo ausencia de organizadores de construcción del aparato. Era un bebé-muerto. Me parece importante detenernos acá, ya que esta descripción de Soledad bebé arroja claros signos patológicos, y nos permite el ejercicio de reflexionar acerca de los cuadros en los que pensamos cuando nos cuentan estos antecedentes. Debemos distinguir entre autismo, defensas autistas, o depresión del lactante (dejo afuera explícitamente la depresión anaclítica que implica la pérdida de la figura real. Es el niño deprivado en forma real de su madre. Este no es el caso). En el autismonos encontraríamos con una descripción muy semejante a la de Soledad bebé, aunque probablemente con mayor retracción e indiferencia al medio. Pero el relato materno de un niño autista es muy diferente al del relato de la mamá de Soledad. En general, acudiendo a una nueva generalización explicativa, las madres de niños autistas relatan una sensación de extrañeza frente a un niño que perciben aislado y lejano a su contacto. Suelen tener una buena percepción de la ajenidad del hijo, y la desmentida suele provenir del medio (pediatras y otros que niegan lo que la madre percibe). Un bebé que elabora defensas autistas, como su nombre lo indica se está defendiendo de alguna intrusión vincular (intrusión en el sentido de violencia secundaria que también la ejerce una madre ausente o retraída para ese bebé). En este caso observamos una vincularidad fallida. Y en la depresión del lactante, nuevamente la descripción clínica es muy similar, pero éste reacciona a los movimientos de la madre. Si la 94
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madre es intrusiva, se retrae; si se ausenta, se vuelve expectante. En este caso la descripción de un bebé dormido-muerto me sugirió el artículo de A. Green sobre el Complejo de la madre muerta (Green, A., 1983) “Si bien él lo desarrolla más en relación a las vicisitudes del edipo en un niño que siente a su madre viva en lo real pero muerta en su disponibilidad libidinal, y a la que ineludiblemente imagina disponible para otro rival que no es él, podemos inferir lo que ocurre en un psiquismo temprano, ante esta misma falta de disponibilidad libidinal. Soledad-bebé, bebé-dormido-muerto, pareciera remedar esta muerte libidinal de su madre, es decir, su ausencia de disponibilidad de investimiento para con ella. Creo que de esto se trata en la estructura clínica de Soledad: una niña que perdió partes de su integración somato-psíquica en momentos incipientes de estructuración, cuando la diferenciación Yo, no-yo aún no ha acaecido (o está acaeciendo ) y por ende la distinción entre mundo interno y externo es endeble (recuerden las voces que esta niña parece escuchar) por fallas en la vincularidad temprana. Me inclino, entonces, hacia el diagnóstico de un déficit de estructuración por retracción secundaria al déficit de investimiento materno, más que por un cuadro de retracción autista. Me baso al decir esto en la buena disponibilidad vincular que Soledad logra con su analista .Este rasgo de conexión y de posibilidad de establecimiento de un vínculo con la analista representada por el juego del cordel, juego que metaforiza la capacidad vincular, así como el enriquecimiento de su capacidad lúdica durante el proceso analítico, es lo que me hacen pensar en una cuadro de retracción depresiva en la paciente, derivada de la retracción vincular materna. Bibliografía Bleichmar, Silvia, (1984) En los orígenes del sujeto psíquico. Buenos Aires. Amorrortu Editores, Bs. As.,1984. (1999) Clínica psicoanalítica y neogénesis, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1999. Freud, Sigmund, (1920g) “Más allá del principio del placer”, Obras Completas, Vol. XVIII, Bs. As., A. E. CUESTIONESDE INFANCIA
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Golse, Bernard, “La depresión del lactante”, Conferencia realizada en el Congreso Internacional de Psicopatología Infantil organizado por FLAPIA, en la ciudad de Montevideo, en octubre del 2001. Green, André, (1983) Narcisismo de vida, narcisismo de muerte, “La madre muerta”, Bs. As., Amorrortu Editores, (1990). Klein, Melanie, (1929) “La personificación en el juego de los niños”, Obras Completas, Tomo 2, Bs. As., Ed. Paidós,1978. Winnicott, Donald, (1971) Realidad y juego, Buenos Aires, Ed. Gedisa,1979. (1957-63) El proceso de maduración en el niño, Buenos Aires, Ed. Paidós (1999), Amorrortu Editores, Bs. As., 1976. Resumen El material clínico presentado alude al proceso de análisis de una niña pequeña con una perturbación vincular temprana que originó déficits en el armado de su aparato psíquico. La riqueza del material permitió evidenciar la relevancia que adquieren en el análisis infantil, tanto la posición del analista que con su escucha abier ta, deseante y atenta posibilita el despliegue de la fantasía infantil, como la posición del juego, en tanto actor privilegiado y activo del armado del aparato psíquico. Se puede observar cómo la auténtica perplejidad de la analista, quien está ubicada en una posición de genuino descubrimiento con su paciente, genera el holding necesario para que esta niña en su proceso analítico, realice una experiencia rectificadora de sus fallas vinculares tempranas. Este caso, a su vez, permite agudizar la observación diagnóstica en las patologías tempranas de la infancia, realizando una distinción entre el autismo primario, las defensas autistas en el bebé y la depresión primaria en el lactante. Palabras claves: posición del analista; juego; depresión del lactante; retracción autista. 96
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Summary The presented clinical material reports the analysis process of a little girl with an early bonding disturbance that generated a deficient assembling of her psychic device. The richness of the material from the infantile analysis shows the importance of both the analyst’s standpointthat enables the full display of the infantile fantasy through open, wishing and attentive listening, as well as the game position, as a privileged active player for the construction of the psychic device. It can be observed how the analyst’s authentic perplexity, who is in a position of genuine discovery with the patient, generates the necessary holding for this girl’s analysis process to carry out a rectifying experience for her early bonding failures. This case in turn allows a more accurate diagnostic observation in early infantile pathologies, distinguishing between primary autism, baby’s autistic defences, and the unweaned infant’s primary depression. Key words:analyst’s standpoint; game; unweaned infant’s depression; autistic retraction. Résumé: Le matériel clinique présenté fait allusion au processus d’analyse d’une petite fille avec une perturbation des liens précoce qui a été à l’origine de quelques déficits dans la structuration de son appareil psychique. La richesse du matériel a permis de mettre en évidence l’importance dans l’analyse enfantin de la position de l’analyste, qui rend possible –avec son écoute ouverte, désireuse et attentive– le déploiement de la fantaisie de l’enfant, aussi bien que la position du jeu, en tant qu’acteur privilégié et actif de la structuration de l’appareil psychique. On peut observer comment l’authentique perplexité de l’analyste, qui est située dans une position de vraie découverte envers sa patiente, provoque le holding nécessaire pour que cette fille réalise, lors de son processus analytique, une expérience rectificatrice de ses défauts des liens précoces. En même temps, ce cas permet d’approfondir l’observation diagnostique CUESTIONESDE INFANCIA
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dans les pathologies précoces de l’enfance, en faisant une distinction entre l’autisme primaire, les défenses autistes du bébé et la dépression primaire du nourrisson. Mots clés: position de l’analyste; jeu; dépression du nourrisson; rétraction autiste. Primera versión: 25 de noviembre de 2002 Aprobado: 10 de febrero de 2003 Silvia Morici Arenales 3504 10ª 47 (1425) Ciudad de Buenos Aires Tel.: 114825-2025
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UN SUJETO EN SOLEDAD: PUNTUACIONES DE UN TEXTO CLINICO Diego Moreira•
Presentación l relato clínico de Soledad es reducible al maltrato, un término tan antiguo como la violencia, pero tan elemental que fundamenta el relato mismo. Soledad, como sujeto, se despliega en el texto, y la analista lo pone en evidencia. Al respecto y con nuestra puntuación, procuramos un efecto supletorio de dicho relato que nos habilita para una serie de interrogantes. El texto de la niña: ¿A quién está dirigido? ¿Cuáles son los tiempos en la constitución de Soledad? ¿En qué transferencias se despliega? ¿En qué situación se encuentran sus protagonistas? ¿Sus producciones patológicas son una muestra de empobrecimiento libidinal? ¿O, por el contrario, en ellos se manifiesta una ética, una resistencia particular? Tiempos y escenarios En el relato clínico, es necesario discriminar un drama particular, de la narración que se hace de dicho drama, y de las condiciones en que se despliega esa narración. En principio se pueden diferenciar tres tiempos lógicos con sus correspondientes escenarios y sujetos: El tiempo y escenario de los abuelos. El tiempo y escenario de la pareja parental. El tiempo y escenario de Soledad, en el que se incluyen sus hermanos. Se trata de tres escenas, dos de las cuales son repetición de la primera. Pero que se actualizan por resignificación a partir de la última, es decir, la
• Profesor de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños de UCES (en convenio con APBA).
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escena de Soledad. Se trata de un linaje construido a posteriori, a partir del tiempo y escenario de la niña. Entonces nos encontramos con tres tiempos que son lógicos y corresponden a las diferentes generaciones que conforman la estructura familiar. ¿Qué es lo que esto implica? Entre otras cuestiones, tiempos diferentes de maltrato y de miradas ausentes, o no registradas como metas de la querencia (pulsión). 1 Y fundamentalmente tres sujetos encarnados por Soledad, la madre y el abuelo materno, entre otros. Pero si continuamos con el relato clínico nos encontramos con otro maltrato y con la ausencia de una mirada que excede el marc o de lo individual y de lo familiar. Me refiero a la carencia de asistencia y a la ausencia de la mirada de un médico durante el nacimiento de Soledad, que se enlaza a una perspectiva de escala mayor. Esta ultima ausencia inaugura un tiempo y un escenario diferente: el comunitario-social. Las similitudes de los primeros tres tiempos, y porque no del cuarto, no responden a un intento de encubrir las diferencias a partir del recorte de ciertos términos, sino que se sostienen en la promoción de una verdad cuya estructura es de ficción. Los tres primeros tiempos nos introducen en la serie de las tres generaciones que se necesitan para establecer una producción psicótica, al estilo de la alucinación acústica de Soledad. Mientras que el cuarto tiempo, el de la cultura y economía capitalista oficia de contexto. Al principio era el verbo Ahora bien, los cuatro tiempos, escenarios, y los diversos sujetos se organizan en función del verbo, que aparece como un hilo de Ariadna para el su jeto, que nos guía por los diferentes tiempos y laberintos de la estructura que se actualiza en Soledad. ¿Pero porque el verbo? Considero que el verbo moviliza al sujeto y en los diferentes tiempos circula entre unos y otros, como luego veremos en el relato (Freud, 1919e).
1 El nombre de J. L. Etcheverry está relacionado con la traducción del término alemán: trieb como pulsión al castellano. Sin embargo, en la traducción de las cartas a Fliess, prefiere para trieb el término “querencia”, que toma de “La Dorotea” de Lope de Vega, y corresponde al castellano antiguo y rural. Considera que Freud toma este término de la teoría del sistema de la eticidad de Fichte, discípulo de E. Kant. Es decir, que Etcheverry recupera el destino ético (quizás literario) del trieb freudiano y de sus textos, velado en las sucesivas traducciones por contextos biológicos y/o físicos.
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Los verbos que insisten en los cuatro tiempos del relato y que se despliegan acorde con la gramática de la querencia (pulsión), son: pegar, decir, mirar, y entender. Sin duda, esta insistencia deriva de la compulsión a la repetición e implica un goce particular. La misma repetición que Freud (1920g) introduce en el psicoanálisis para responder a ciertas paradojas que aparecen en la clínica, relacionadas con la reacción terapéutica negativa, el juego y los sueños de las neurosis traumáticas. Las diferentes frases de Soledad están compuestas por sustantivos, adjetivos, verbos, adverbios o sus funciones. Para Freud el verbo expresa la meta de la querencia (pulsión), y en función de él se organizan los elementos mencionados. Se despliegan en su pura forma, en su voz activa, reflexiva y pasiva, el contenido muchas veces se da a conocer y otras no (Freud, 1919e; Maldavsky, 1986, Moreira, 1995). En el Cuarto Evangelio de “Juan” se lee: “in principio erat verbum” traducido habitualmente como “en el principio era el verbo” y que Lacan al retomar el versículo de “Juan” en el Seminario II, afirma: “In principio erat ver bum” es indiscutiblemente el lenguaje no la palabra”. Y lenguaje aquí es entendido como una sucesión de ausencias y presencias. Tiempo y escenario de los padres ¿Cómo se constituye el discurso de la pareja parental? Aparece en primer termino en el relato de la analista y en la espacialidad del consultorio. Prácticamente es subrogado por el decir de la madre, que se esfuerza por fundamentar la ausencia del padre y evidenciar la insistencia de los golpes que recibe. Marta, en la adolescencia, se hace embarazar, pero cree que va a tener dificultades con su padre que la tiranizaba. Esta convicción la lleva a la separación de Jorge. “‘Mi papá nunca me quiso, me hizo la vida imposible has ta que murió’ Unos meses después se reconcilia con Jorge y van a vivir jun tos a la casa de su suegra”. En la obra de Freud una separación no se produce nunca al azar. Llamativamente el embarazo y el maltrato se encuentran vinculados con las separaciones en la vida de Marta. “Durante el embarazo de su último hijo (José) permaneció 4 meses separa da de Jorge ‘No me separé porque me pegaba, lo hice porque me dijo ade CUESTIONES DE INFANCIA
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lante de los chicos que era mala madre y esa palabra... que empieza con p... puta, cualquier cosa menos eso; mala madre y puta no’”. En el “ser mala y puta” la madre logra insertarse en la dialéctica que la constituye en sujeto y puede separarse del marido golpeador. La madre por momentos, ve la mirada y escucha el decir de Soledad, pero opera la desmentida y no cree, todo está bien. En otro momento, solo mira y oye a Soledad, es cuando pega. El padre que figura como ausente en el tratamiento, solo está presente en el cementerio. Tiempo y escenario de Soledad Marta, la madre, presenta a la niña: “El problema de Soledad es que no ha bla bien, hay días que se le entiende algo, otros nada. También es un poco agresiva; cómo no le entienden lo que dice, pega. A veces la ‘fajo ’ porque es caprichosa, no hace caso”. La frase condensa el decir de las tres generaciones. El no decir y el no entender remite a los golpes, en un afán por mantener algo que no es un secreto a develar sino una verdad a la cual se procura restituir. La madre recuerda dos situaciones, pero les quita importancia: “falta de atención médica neonatológica y meses después la ausencia de la mirada dirigida a su mamá”. En esa época, Soledad, sólo miraba pero no veía. La mirada suponía el ver de la madre. El ser pegada seria el primer tiempo en la constitución de Soledad como sujeto. “Hubo una derivación hecha por la pediatra a Estimulación Temprana, don de Soledad concurre desde los 9 meses hasta los 3 años. Allí le piden a Mar ta la realización de una serie de estudios clínicos diagnósticos que no ter minan porque la mamá cree que: ‘Soledad no tiene nada orgánico, yo la co nozco bien y sé que lo que tiene es un problema de maduración, Soledad es inmadura y punto’”. La madre se engaña creyendo que el problema es solo de la niña. De esta manera se revela una historia que es constituyente, para el sujeto. “Entra al consultorio cómo un torbellino imparable, arrasando con todo lo que encuentra en su camino: lápices, hojas, cuadernos (...).” 102
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“Marta dice que Soledad en la casa no juega , por esa razón y siguiendo la sugerencia de un otorrinolaringólogo que vio a Soledad en la época que asistía a Estimulación Temprana, la manda al jardín de infantes. ‘El médico me dijo que la mandara al jardín aunque no hiciera nada, estar con chicos la despertaría’.” Poco se escatima con relación a los procedimientos curativos, desde la estimulación temprana a los estudios clínicos inconclusos. Pero Soledad sólo entrega su secreto a quien sabe escucharla. La niña recurre a un espejo ubicado en el consultorio: “Soledad se sienta delante de él, me indica que me siente a su lado y pregunta ¿cómo se lla ma esto?, señalando las distintas partes del rostro y repitiendo mis respues tas luego. También frente al espejo canto distintas canciones, demuestra es pecial interés por ‘las manitos’, sonríe cada vez que la cantamos, aplaude y volvemos a empezarla”. Aquí la lengua cobra eficacia y es la que organiza la situación. “Jugamos frente al espejo con la condición de que la imagen mía quede re flejada en él, si quedo fuera, Soledad se enoja, comienza a darme puñeta zos y patadas ‘¿Por que sos mala, Soledad?’ se pregunta.” En el juego del espejo ve, pero cuando comienza a mirar, es decir, que de ja de ver, pega y oye voces. Tiempo y escenario de los abuelos Aparece en el relato, luego de la presentación de la escena de los padres y de Soledad. “Al igual que Soledad que pega y es pegada, Marta carga una infancia lle na de golpes, su papá (alcohólico) maltrataba a su señora y a sus hijas, la abuela materna también lo hacía determinando que a golpes sus nietas ‘iban a entender’” . También la abuela paterna golpea en ocasiones a Marta. El abuelo paterno obnubilado por el alcohol, y vía desestimación mira pero no ve, oye (en el pegar) pero no escucha. Soledad, voz y condensación de los tiempos El maltrato ha sido típico de todos los tiempos, desde de los abuelos y padres hasta el contexto social, pero esos tiempos, hasta ahora, se han abstenido de redactar un argumento alucinatorio. CUESTIONESDE INFANCIA
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Pero ¿Por qué la voz oída es un intento de curación? En cierta sesión, Soledad “comienza a mirar hacia un costado, tengo la sen sación de que escucha voces. Le pregunto qué sucede, qué le pasa, no di ce nada pero el juego se interrumpe”. ¿Qué podrá ser más convincente que interrumpir el juego y quedarse mirando hacia un costado? Lo es de tal forma que la analista pregunta: “¿qué escuchás? ‘Dicen cosas feas’. ¿Cuáles? ‘tonta, mala, loco de la cabeza’ es lo que entiendo de lo que me dice. Miro yo también hacia el mismo costado, me dirijo a las voces diciéndoles que Soledad no es tonta, mala ni loca de la cabeza y que la dejen tranquila, que estamos jugando. Soledad sonríe, parece aliviada”. Este momento nos permite pensar como el oír cobra privilegio. Las voces implican un intento restitutivo de curación, en el cual retorna el tiempo y escenario de los abuelos “sos borracha” y la palabra desestimada del padre: “sos mala”. La niña recibe esta acusación en clara alusión a la identificación con la madre. La restitución alucinatoria sigue la política del tero, grita en un lugar y pone los huevos en otro. Corresponde develar una historia inconsciente que el yo ignora pero de la cual da cuenta la lectura del superyó. En principio digamos que tiene que ver con la fundación de la subjetividad. “En la actualidad, Soledad no me avisa de las voces, pero aparecen frases como ‘borracha, sos una borracha’ o ‘Me pegó en la cabeza...está loco el José’; ‘cállate, vos no digas nada’.” Se trata de tres tiempos que organizan una voz que se repite, que sólo puede ser oída y no escuchada. En el trabajo clínico se requiere otorgarle un texto a la pura forma de los verbos, y ese es el trabajo de la construcción, no tanto la nuestra sino y fundamentalmente la construcción de la misma Soledad. Tiempo y escenario de la formación social y cultural Nos podríamos preguntar si la estrategia que analizamos en soledad y su estructura familiar, cultural y económica, es la adecuada; o si por el contrario 104
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pasan por otro lugar: por las indagaciones acerca de la ausencia de una madre suficientemente buena al estilo de Winnicott. Sin embargo, y llamativamente la ausencia de una mirada y el maltrato, insisten, pero esta vez no sólo de la familia, sino desde el contexto social, falta la mirada y asistencia del medico. Lo cual nos remite a un contexto de análisis de escala diferente a la familiar. Es necesario incluir necesariamente el contexto cultural y el económico. “Del embarazo de Soledad no recuerda nada, del parto sólo que la atendió una partera porque los médicos estaban de paro. No hay recuerdos ligados al afecto, a la ternura, dice: ‘estuve yo sóla... los médicos ni me fueron a ver para saber cómo estaba’. Le pregunto por Soledad. ‘No me acuerdo, creo que pasaron cómo 2 o 3 horas hasta que un médico la vio’.” Se trata de un conflicto laboral, que deriva en el llamado “abandono de persona”, un delito por omisión que involucra a la madre y a la hija. Pero esta afirmación parece demasiado simple, incluso demasiado evidente, para describir una situación en la que también se encuentran los profesionales“abandonados” por el estado. Consideremos entonces que tanto la niña como los profesionales se encuentran en situación de desamparo por parte de las instituciones. Aquí las vicisitudes libidinales no solo contextualizan la formación del sujeto en la historia familiar sino en una escala mayor como lo es la cultura, una cultura que privilegia el plus de goce en desmedro de los ideales es decir, de la ideología. A modo de conclusión Los senderos de los destinos familiares convergen en una voz que sólo puede ser oída. Y es precisamente esta voz la que sostiene la frase de la alucinación acústica donde ella encuentra su ser: “es mala”. Este “ser mala” no es otra cosa que un fragmento del juicio de atribución ligado a lo displacentero que retorna desde el superyó. Así la alucinación se despliega como una resistencia ante la presencia de una muerte por imposición ajena, resistencia que se renueva día a día, al estilo de los cuentos de Sherezada durante las mil y una noches. Resumen En el relato clínico de una niña se discriminan cuatro tiempos lógicos y sus correspondientes escenarios de maltrato y de miradas ausentes vinculados al circuito de la querencia. CUESTIONES DE INFANCIA
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Los tiempos abarcan un solo argumento con todas las permutaciones posibles y se organizan en función del verbo, que aparece como un hilo de Ariadna para el sujeto. Los tres primeros tiempos nos introducen en la serie de las tres generaciones que se necesitan para establecer una producción psicótica, al estilo de la alucinación acústica de la pequeña; mientras que el cuarto tiempo, el de la cultura y economía capitalista oficia de contexto. Ahora bien, esta producción no es tanto una muestra de empobrecimiento libidinal, como la expresión de una ética, de una resistencia particular a morir a la manera ajena que se renueva día a día, al estilo de los cuentos de Sherezada durante las mil y una noches. Palabras clave: maltrato; alucinación; verbos. Summary In this paper the author discerns four logical moments and their corresponding scenes of abuse and luck of looking linked to the circuit of drive. These moments include a sole argument with all its variations, which are organised by a verb that becomes like an Ariadna string. The three first moments introduce us into the three generation series required to establish a psychotic production alike the girl’s acoustic hallucination, while the fourth moment, that of culture and capitalist economy acts as context. This production is not a question of decreasing libido but an expression of ethics, a particular resistance to die according somebody else’s wish. Like in Sherezade’s tales this resistance renews day by day Key words: abuse; hallucination; verbs. Résumé Dans le présent rapport clinique d’une fillette, l’auteur distingue quatre temps logiques et leurs respectifs scénarios de maltraitance et de regards absents liés au circuit de la pulsion. Les temps comprennent un seul argument avec toutes les permutations possibles et s’organisent en fonction du verbe, qui apparaît comme un fil d’Ariane pour le sujet. Les trois premiers temps nous introduisent dans la série des trois générations nécessaires pour établir une production psychotique, à l’instar de l’hallucination acoustique de la fillette, alors que le quatrième temps, celui de la culture et de l’économie ca106
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pitaliste, sert de contexte. Or, cette production est moins un reflet d’appauvrissement libidinal que l’expression d’une éthique, d’une particulière résistance à mourir à la manière d’autrui, qui se renouvelle de jour en jour, suivant le style des contes de Schéhérazade pendant les mille et une nuits. Mots clé: abus; hallucination; verbe. Bibliografía Freud, Sigmund, (1919e) Pegan a un niño, Vol. 17, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1979. Freud, Sigmund, (1920g) Más allá del principio del placer , Vol. 18, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1979. Freud, Sigmund, (1994) Sigmund Freud, Cartas a Wilhelm Flies (18871904), Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1994. Lacan, Jaques, (1954/55) Seminario 2. El Yo en la teoría de Freud y en la téc nica psicoanalítica, Buenos Aires, Editorial Paidos, 1994. Lacan, Jaques, (1966) Escritos I y II, Buenos Aires, Editorial Siglo XXI, 1994. Maldavsky, David, (1986) Estructuras narcisistas, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1988. Moreira, Diego, (1995) Psicopatología y lenguaje en psicoanálisis, Rosario, Homo Sapiens, 1995. Primera versión: 30 de noviembre de 2002 Aprobado: 10 de febrero de 2003 Diego Moreira Acuña de Figueroa 710, 1º. 1, Ciudad de BuenosAires Tel.: 4865-5718
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EL ATAQUE DE PANICO. UN ESTUDIO PSICOANALITICO Lic. JoséAndrés Cernadas•
l ataque de pánico o crisis de angustia, según la clasificación del DSM-IV, ha tomado notoriedad en nuestro medio en la última década del siglo XX, y se constituye, de ese modo, como una patología de fin de siglo. Resulta altamente sugestivo descubrir, al poco andar, que Sigmund Freud realiza su descripción sintomatológica en 1894, es decir a fines del siglo XIX (Freud, S.; 1895b [1894]), bajo la denominación de “Ataque de angustia”. Por otra parte el tema ha despertado mi interés y mi sorpresa como psicoanalista al encontrarme, por un lado, con pacientes afectados por esta patología y por el otro con muy poca bibliografía desde el psicoanálisis. Sobre todo en comparación con otras teorías psicológicas, la bibliografía en psiquiatría y fundamentalmente en psicofarmacología. Creo encontrar una primera explicación en la cita del mismo Freud en su artículo de 1894: “...no proviene de una representación reprimida, si no que al análisis psicológico se revela no susceptible de ulterior reduc ción, así como no esatacable mediante psicoterapia”. (Freud, S.; 1895b [1894]: 97). De esta manera dejaba los casos de ataques de angustia fuera del universo del psicoanálisis. Esta sentencia freudiana sin embargo, es hoy susceptible de ser escuchada conforme a los ulteriores desarrollos del psicoanálisis y del propio Freud, me refiero en especial a sus trabajos sobre la angustia. Como está dicho más arriba, el encuentro con pacientes con crisis de angustia me despertó un gran interés como psicoanalista debido a las características de esta patología.
• Supervisor en la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños, de UCES. 108
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En principio llamó mi atención el intenso padecimiento psíquico que manifiesta el paciente cuando refiere el momento mismo de la crisis de angustia, lo cual hacen, en general, en forma vívida y abundando en detalles descriptivos del momento rememorado. En las primeras sesiones este relato se impone, prácticamente no se puede hacer referencia a otras cuestiones de la historia del sujeto. Ese momento es referido entonces como: “pura angustia y desesperación”…,“no se lo deseo a nadie”…, “es aterrador, me vino de golpe”, se remarca la imposibilidad de hacer algo para controlar la situación y el reinado de la imposición sintomática. No aparece en estas primeras sesiones la historia de un sujeto, un padecer que se interroga, no se trata de un “no sé lo que me pasa”. Aquí el paciente dice: “¡mire lo que me pasa!” y luego instala la urgencia de un pedido de cura rápida. Por este motivo y por que sus manifestaciones son, en su gran mayoría, síntomas corporales, estos pacientes van a consultar al médico, por lo general clínico o cardiólogo, y desde allí son derivados a tratamiento psicológico. Este es el primer gran escollo para el abordaje psicoanalítico, no hay despliegue simbólico, la “realidad” del síntoma lo dice todo. Se instala, desde la angustia, la necesidad de un “hacer algo” que urge, pero que en lo manifiesto es un no poder hacer nada, que no da lugar al sujeto que habla y se interroga a través de la palabra dadora de sentido. El marco teórico En el DSM-IV se establecen los siguientes síntomas para el diagnóstico de la crisis de angustia o ataque de pánico: “ Aparición temporal y ais lada de miedo o malestar intensos, acompañada de cuatro (o más) de los siguientes síntomas, que se inician bruscamente y alcanzan su máxima expresión en los primeros 10 minutos. (1) palpitaciones, sacudidas del corazón o elevación de la frecuencia car díaca; (2) sudoración; (3) temblores o sacudidas; (4) sensación de ahogo o falta de aliento; CUESTIONES DE INFANCIA
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(5) sensación de atragantarse; (6) opresión o malestar torácico; (7) náuseas o molestias abdominales; (8) inestabilidad, mareo o desmayo; (9) desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (estar se parado de uno mismo); (10) miedo a perder el control o volverse loco; (11) miedo a morir; (12) parestesias (sensación de entumecimiento u hormigueo); (13) escalofríos o sofocaciones” (DSM IV; 1995:403). Freud, en su trabajo “Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de neurosis de angustia”(1894), describe las siguientes manifestaciones clínicas: 1) perturbaciones cardíacas, palpitaciones, arritmia breve, taquicardia persistente. 2) perturbaciones respiratorias: disnea. 3) oleadas de sudor. 4) temblores y estremecimientos. 5) hambre insaciable, vómitos, náuseas. 6) diarreas. 7) vértigo locomotor. 8) parestesias. 9) urgencia de orinar. 110
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10) insomnio. Propongo situarme en estos momentos de la teoría freudiana para partir desde allí y avanzar hacia el fecundo campo de sus teorías sobre la angustia y los aportes posteriores de autores que se han ocupado del tema. Punto de partida (1894):
NEUROSIS ACTUALES
NEURASTENIA
N. DE ANGUSTIA
HIPOCONDRIA (INCLUIDA MAS TARDE)
PSICONEUROSIS
DE TRANSFERENCIA
HISTERIA DE CONVERSION
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HISTERIA DE ANGUSTIA (FOBIA)
NARCISISTAS
N. OBSESIVA
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Lo que me interesa destacar aquí es que esta división entre neurosis actuales y psiconeurosis está atravesada por la primera teoría de la angustia. Recordamos entonces que en el caso de las neurosis de angustia, Freud sostiene que la causa de su producción se atribuye a la dificultad para la descarga de la tensión sexual acumulada y que ésta, al no disponer de una vía de salida se transforma en angustia. El punto de vista económico esta sustentando la teoría en los inicios. “¿Cómo se va a metabolizar ese quantum de energía libre que, como pura excitación, deviene angustia traumática, es decir intramitable? Si consideramos las distintas etiologías veremos que el criterio para la div isión establecida, y que ilustra el esquema expuesto, fue que: “en las neurosis ac tuales una disfunción somática de la sexualidad; en las psiconeurosis, un con flicto psíquico. El origen de las neurosis actualesno debe buscarse en los con flictos infantiles, sino en el presente” (Moizeszowicz M.; 1997:21). Es el cuerpo el que se encuentra en mayor grado comprometido. Son las funciones corporales relacionadas con los estados de alarma, dependientes en su gran mayoría del sistema nervioso autónomo, las implicadas. En las psiconeurosis, la diferencia es que el conflicto es psíquico, el síntoma se constituye como una expresión simbólica y sobredeterminado por las vivencias o hechos del pasado. En las neurosis de angustia los síntomas son expresión de la falta o inadecuación de la satisfacción sexual. Cito a Freud: “Si la reacción específica no puede producirse, crece desmedidamente la tensión psicofísica (el afecto sexual) se vuelve perturbadora, pero no hay todavía fundamento alguno pa ra su mudanza... En la neurosis de angustia esa mudanza sobreviene;... la tensión física crece, alcanza su valor de umbral con el que puede despertar afecto psíquico, pero por razones cualesquiera, el anudamiento psíquico que se le ofrece permanece insuficiente; es imposible llegar a la formación de un afecto sexual porque faltan... las condiciones psíquicas: así la tensión física no ligada psíquicamente se muda en... angustia”. (Freud, S.; 189299:232). Freud relaciona tan profusa cantidad de síntomas somáticos con el coito: “También en el coito normal la excitación se gasta, colateralmente como agitación respiratoria, palpitaciones del corazón, oleadas de sudor. Y en el correspondiente ataque de angustia, tenemos la disnea, las palpitaciones, aislados del coito y acrecentados” .(Freud, S.; 1895b [1894]:110). Esta relación se verá cuestionada y modificada. En la Interpretación de los sueños 112
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(1900), Freud relaciona el “acto de nacimiento” con los sueños de angustia y en Inhibición síntoma y angustia propone el nacimiento como modelo arquetípico de toda angustia, y “ por eso nos inclinamos a ver en el estado de angustia una reproducción del trauma del nacimiento” (Freud, S.; 1923:126). Esta relación es fundamental para avanzar en nuestros propósitos. El nacimiento entonces no puede no ser angustioso, la angustia le es inherente, y en ese sentido es un ataque de angustia, una neurosis de angustia aguda. Un ejemplo claro de angustia automática. Pero aquí necesitamos remitirnos al mismo Yo incipiente, el llamado Yo real inicial que no cuenta, de ningún modo, con la posibilidad de tramitación de semejante monto de angustia, su funcionamiento es símil “arco reflejo”, y necesitará de la función auxiliar y estructurante de su madre (adulto significativo). En esta situación el desamparo inicial y la prematuración dan un claro sentido a la necesidad de cuidado y de humanización del cachorro humano. Las posibilidades de tramitación, en los inicios, que permitan pensar en la posibilidad de prepararse o anticipar el peligro mediante una “angustia señal” es impensable. Al respecto cito a Juan José Calzetta: “... sólo es conce bible a partir del momento... que comienza su funcionamiento precons ciente según el Principio de Realidad” (Calzetta J. J.; 1997:7). En ese momento el Yo puede ser advertido del peligro y poner en marcha la señal displacentera de la angustia para evitar que el Ello avance hacia la identidad de percepción o hacia la descarga cuando éstas se realizan ante una situación externa inadecuada o peligrosa, como lo señala Freud en Inhibición, síntoma y angustia (1923). Esta capacidad anticipatoria del Yo estará posibilitada en su funcionamiento pleno a partir de la vigencia del proceso secundario. Las representaciones palabra, propias del pensamiento preconsciente, ligarán aún lo displacentero y podrán anticipar los peligros que amenazan al Yo. El Ello, guiado por el principio de placer, no podrá realizar ningún trabajo de anticipación. De este modo antes de la instalación del Yo de realidad definitivo, la CUESTIONESDE INFANCIA
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irrupción de la angustia no podrá estar ligada a la capacidad anticipatoria. Por lo tanto, si pensamos el ataque de pánico en esta línea, constatamos el efectivo desmantelamiento del aparato psíquico, la regresión a momentos previos a la división intersistémica y la repetición de una situación económica semejante a la del nacimiento. Otros autorespsicoanalíticos En el ataque de pánico, la sintomatología, en un primer momento, puede jaquear la posibilidad de que se produzca un encuentro terapéutico, es decir se genere una neurosis de transferencia, el lugar de cultivo del trabajo analítico. Sin embargo, podría decirse que el desafío es sostener el espacio analítico pese al pánico del paciente y, sobre todo en los inicios, no soslayar el del terapeuta. Si se superan los “fantasmas” del primer acercamiento se habrá dado a mi entender un gran paso y se pondrán las bases de la relación analítica. A pesar de éstas y seguramente otras dificultades, muchos autores desde el psicoanálisis se han interesado en teorizar acerca de esta patología. Entre ellos Clelia Manfredi y Leonardo Linetzky proponen “ profundizar la investigación sobre tempranas experiencias infantiles de muerte de fi guras psicológicamente significativas. Pensamos que es posible que estos pacientes hayan sufrido un fracaso en la posibilidad de negar, simbolizar o contener en la vida mental la temática de la propia muerte” (Manfredi C.; Linetzky L.; 1996:90). Por otra parte, consideramos los aportes de Maran H. De Marcano, quien en su artículo nos recuerda una ci ta de Françoise Doltó (1984) teniendo en cuenta que el tratamiento psicoanalítico consiste en aportar las diferentes castraciones: “ la no castraci ón umbilical refiere a que el niño está en un estado fusional con el otro ” (De Marcano H.; 1999:56). Y en sus Reflexiones finales agrega: “¿no habría que reconsiderar algunas de las ideas propuestas por Freud, como por ejemplo, el hecho de que dicha afección tenga su origen en la sexuali dad mal canalizada, y que su causa sea actual? Es pertinente subrayar el valor de la agresión reprimida como una de las causas de este desborda miento de angustia, reconfirmar la idea freudiana de que, a diferencia de las fobias y la histeria, en esta afección, al igual que en las neurosis de angustia, la misma es el síntoma principal y la crisis representa su des carga directa” (De Marcano H.; 1999:57). Otros autores han elaborado sus teorías en este sentido, Austin Silver (1989), Antonino Ferro (1996), etc.; sin embargo, me ha resultado más cercana la hipótesis de Barbara 114
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Milrod (1995), quien plantea que cuando Freud “adopta su segunda teo ría de la angustia, él describe dos tipos de angustia. La más temprana for ma es la angustia traumática, que ocurre cuando el aparato psíquico in maduro es sobrepasado por los estímulos, la barrera de protección an tiestímulo aún no está formada y la función materna de protección falla ( Freud 1926). Con la maduración y el desarrollo, el yo y sus funciones se vuelven más estructurados. La comprensión de la realidad por el niño, un bagaje de memorias y la función de anticipación del yo, se desarrollan y el niño puede anticipar peligros. En este punto del desarrollo el niño ad quiere la habilidad de dar una señal de angustia” (Milrod, B.; 1995:161). En el ataque de angustia (P.A.) la angustia que emerge es la angustia tra umática sin el “apronte angustioso”; es decir, sin angustia señal hacia las operaciones defensivas del yo, que apuntan a la superación y prevenci ón de la angustia traumática. En este línea de pensamiento se inscriben los aportes de Mirta Moizeszowicz, Isabel Lucioni y Juan José Calzetta (Actualidad Psicológica, Diciembre 1977). Amalia Baumgart (2001), quién elaboro su tesis doctoral sobre el tema que nos ocupa, destaca la importancia del conflicto identificatorio y el Ideal, siguiendo a Piera Aulagnier. Por otra parte, Hugo Bleichmar, luego de un análisis pormenorizado de los distintos factores que confluyen para que se genere un A.P., concluye que “ sólo un modelo que contemple la complejidad de factores en juego, nos permitirá no sólo aclarar en cada caso cuáles son las dimensiones relevan tes sino establecer principios técnicos del tratamiento, momentos del mis mo, y la conveniencia o no de combinar formas de intervención” (Bleichmar H.; 1999:14). Quedan planteadas de este modo dos cuestiones que son ejes del tema y que se destacan como lugares privilegiados a develar: el eje teórico con la problemática de la angustia como telón de fondo y el eje técnico que hace “estallar” el modelo clásico de encuadre en psicoanálisis. Paula: 12 años1 Paula está en 7° grado. Su padre Sergio tiene 37 años, es matricero. Su ma-
1 El presente caso fue trabajado en Supervisión con la Lic. Irma Borisonik, a quien agradezco haberme autorizado su publicación.
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dre Laura, de 33 años, es profesora. Tiene 2 hermanas: Melisa de 8 años y Candela de 6 años. Viene a consulta la mamá sola y dice de Paula: “Ella se desarrolló a los 10 años y 8 meses, durante las vacaciones de invierno tuvo transpiración, palpitaciones y miedo a morirse. Ahora hace dos noches que no duerme, siente que está viviendo ‘algo que ya vivió’, pregunta si es real. Habitualmente es mandona, enseñó a sus hermanas a leer y a escribir, lleva la batuta, no deja dormir a las hermanas porque se siente mal, tiene 8,5 de presión, casi no come y no quería venir a consulta”. ”Pregunta si lo que ella ve está pasando, siente que era antes otra persona y ahora no lo es. Vio una película que se llama “La aritmética del Diablo”, trata sobre los nazis, de una chica judía actual que se transporta hasta la Alemania nazi y después vuelve a la vida de hoy. Hace dos años que falleció la bisabuela y cuando se siente mal piensa cosas malas.” La mamá de Paula es hija de padres separados desde los 2 años de ella. Al padre nunca más lo vio. La madre se volvió a casar y tuvo dos hijos. El papá tiene 4 hermanos, él es el mayor. Dos de los hermanos son oligofrénicos y otro con retraso madurativo, por eso antes de tener un bebé ellos hacen estudios genéticos. “Después de 3 años de casados nace Paula, tomó pecho hasta los 11 meses, fue muy despierta, habló y caminó rápido, de carácter fuerte, a los 3 años quiso ir al jardín y después no quiso ir más, mordía. ”Demuestra ser muy madura, hace mandados, prepara la leche, cuida a sus hermanas, es celosa, es responsable, U só chupete hasta los 1 1/2 años, pañales hasta los 2 años; tuvo infecciones urinarias. ”Hacia el año y medio tuvo miedo a los paraguas o si se envolvía la cabeza con una toalla. Duerme en su cama arriba, siempre sigue con sus ideas. Se cambia y elige su ropa. Va y vuelve enojada a la escuela. ”Jugaba mucho sola, a la maestra, con la computadora, en la pileta. Estos días no tiene iniciativa. Dice que la tratan mal sus compañeros porque ella los trata mal. No sabe trabajar en grupo, siempre quiere tener razón. Extrañamos los amigos de la otra escuela. No es de tener muchos amigos, somos muy cerrados como familia. El nombre Paula se lo pusimos por la bruja de una serie de televisión. 116
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”Estamos por mudarnos, fuimos Testigos de Jehová, ahora no lo somos y los chicos no pueden comentar nada en casa de los abuelos (abuelos maternos y paternos).” Entrevista con Paula ula Parece grande para su edad, dice: “Tengo miedo de morirme”. Se pone a armar un rompecabezas, dice que le gustan mucho. No habla luego. Algu Algunasreflexiones reflexiones A los efectos de este escrito no he tomado otros datos de Paula, el que de este modo queda circunscripto a las primeras entrevistas. La referencia a la película “La aritmética del Diablo”, título que por sí mismo es más que sugestivo, me pareció importante, dado que actúa como desencadenante del cuadro según la hipótesis materna. En dicha película la protagonista, una adolescente judía en conflicto con sus orígenes, reniega de serlo. En estado de ensoñación revive los acontecimientos por los que atravesó su abuela durante el régimen nazi en un campo de concentración. La abuela, enferma y por lo tanto en peligro de ser eliminada, tose en momentos en que pasaba la guardia de inspección, alertado el oficial ofici al la la seña señala la diciendo: diciendo: “¡traigan “¡traigan a la del del pañuelo pañuelo blanco!” blanco!” (lo (lo tenía tenía sobre su cabeza). Mientras el soldado camina hacia su cucheta, una amiga de la abuela toma el pañuelo y se lo pone sobre la propia cabeza, el soldado se lleva a esta amiga. Esta escena cambia la actitud de la protagonista, quien se muestra entonces orgullosa de su herencia y reconciliada con sus orígenes. Paula es una púber en plena metamorfosis, en este sentido la madre refiere de su hija, al inicio de la entrevista, como un primer dato que “se desarrolló a los 10 años y 8 meses, y podemos situar aquí un cambio asimilable a un “nacimiento”, frente al cual los interrogantes que abrimos plantean por ejempl ejemplo: o: ¿con qué posibili posibilidade dades s y/o recursos cuenta Paula Paula para met metaboli abolizar zar estos estos acontecimientos?, acontecimientos?, ¿Qui ¿Quién én le le respond responde e a su su pregunta ¿qué ¿qué es ser ser mu jer jer?, ¿por qué tien iene mied iedo de morir orirs se? En el Yo y el Ello Ello (1923), Freud habla de dos posibles alternativas ante las cuales el Yo puede dejarse morir, cuando se siente no amado por el Super Yo, y la otra cuando no se siente amado por la realidad, y en este sentido estaría fijada al trauma de la abuela. Dicho trauma plantea un cuerpo amenazado de muerte, y esa amenaza es CUESTIONES TION ESDE INFANCIA INFANCI A
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“real”. A ello podemos agregar el deseo de una madre a que muera su hijo enfermo (ver argumento de la película y la compleja situación en torno a la herencia de la familia del padre). La figura de los abuelos es decisiva en el padecer de Paula, lo transgeneracional, como herencia “ruleta”, juega para ser justificado desde una religiosidad dogmática. Dogma que a modo de delirio compartido en la familia amenaza tanto en la separación, en la diferencia, como en el crecimiento, en el nacer. Salir del modelo “nazi” no es fácil, si alguien está fuera de sus leyes puede morir. Salir es ser objeto de la forclusión de los abuelos. El rol de la madre en el vínculo ha tendido a certificar si su hija es idónea e inteligente inteli gente,, ideal al que Paula ha tratado tratado de responder. En este este senti sentido do la la madre queda en el lugar de la “guardia de inspección” de la película y no de la amiga que está dispuesta a tomar su pañuelo. El padre no es “hablado” desde esta madre, sólo lo refiere como portador de una herencia ominosa. Los hombres por lo tanto o se van, como el padre de su madre, o amenazan la la descendencia. descendencia. La emergencia de la pubertad, la menarca y el cambio de niña a púber corre el riesgo de vivirse como enfermedad y no como crecimiento. Cómo decirle a estos abuelos que la familia quiere salir, salir del encierro, tener amigos, crecer con otros, salir del encierro del dogma. Se trata de una crisis vital, donde la complejización creciente se ve amenazada por las fallas en las inscripciones tempranas, de resignificaciónes edípicas que dan cuenta de una sexualidad sancionada, un cuerpo que, siendo erógeno, está llamado a ser sacrificado. Sexualidad a su vez atravesada por las vicisitudes de su propia “metamorfosis” y que expresa claramente la siguiente cita de David Maldavsky: “ En este este seg segundo undo tiempo, el esta estado do tóxico tóxico inic i niciial de carácter carácter universal universal de la la se se xu xualida lidad, tiem iempo que media entre la tensión que orig origin ina a y la posib osibilid ilida ad de descarga, se sobreagrega, su tramitación por lo tanto se vuelve traumática, opera como un exceso en el Psiquismo y deviene angustia automática” (Maldavsky, D.; 1999:230). Hacia el final de la entrevista se propone un giro que abre perspectivas en el caso y es cuando la madre refiere que quieren mudarse y han abandonado la religión de los abuelos; esto todavía no puede hablarse y por lo tanto 118 118
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tampoco concretarse. Este estado de cosas es el que trae Paula en la primera entrevista, sumamente angustiada sólo puede hablar de su miedo a morir, pero luego, nuevamente aparecen las posibilidades para trabajar analíticamente simbolizadas en el rompecabezas, que además “le gusta mucho”. Conclusiones La irrupción del A.P. da cuenta de una situación vital más que de un hecho puntual, es todo el proyecto de vida el que está amenazado, se forma como un embudo que hace resistencia a la subjetividad. Es la caída de las pseudoadaptaciones con las que el sujeto intentó sostenerse en su existencia, y señala sus dependencias y la la falta falta de autonomía. En este sentido los núcleos fusionales no han sido resueltos y el sujeto vuelve a ser un cuerpo desmembrado, “rotos los lazos recíprocos”, a quien la madre sostenía con su mirada en una unidad yoica endeble. Salir de esa “mirada”, proponerse como sujeto autónomo, implica sostener su propia vida pulsional. Por lo tanto si hay fallas, la tramitación psíquica se ve amenazada y sólo resta la descarga en un cuerpo a modo de pararrayos pulsional. Freud, en “Psicología de las masas” propone que el origen de la angustia neurótica se encuentra en la “magnitud del peligro” y/o “la ruptura de lazos afectivos”, haciendo extensivos estos conceptos a la angustia colectiva, que de este modo “presenta múltiples analogías con la angustia neurótica”. Los efectos de este este “mi “miedo colecti col ectivo”, vo”, descriptos descriptos más más adelante, se caracterizan caracteriz an porque: “… ya ya no se presta oídos oídos a ord orden algu lguna del jefe jefe,, y cad cada uno cuid cuida a por por sí sin sin mira iramien iento por los otr otros. os. Los Los lazo lazos s recípr cíprocos ocos han ces cesado, y se li bera una angustia enorme, sin sentido ”. (Freud, S.; 1921:91) Es decir el pánico. Q uiero desta destacar car además la import importancia ancia de considerar considerar la singul singularidad aridad de cada caso, la necesidad de sostener una actitud terapéutica comprometida con estos pacientes, que, cuando el caso lo amerite, permita considerar el abordaje interdisciplinario. En los inicios, como lo vimos en el caso Paula, se trata generalmente, de un trabajo cuidadoso de “construcción” de “pedazos de historia” donde muchas veces se esconden acontecimientos traumáticos. Es aconsejable plantear objetivos a mediano y largo plazo dentro de una estrategia de tratamiento abierta al paciente, es decir explicada y trabajada con con él señal señalando las las etapas etapas y las metas metas a al alcanzar canzar.. Y fundamental fundamental mente, paciente y terapeuta trabajar para superar el “pánico al pánico”, muchas veces veces puest puesto o al servici servicio o de la l a pulsión pulsión de muerte muerte,, sobre todo todo cuando es vivenciado como un certero ataque al tratamiento analítico mismo. CUESTIONES TION ESDE INFANCIA INFANCI A
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Lucioni, Isabel, “Angustia, miedo, ataque de pánico”, en Actualidad Psico lógica, Año XXII N° 249, Buenos Aires, 1997. Maldavsky, David, Lenguajes del erotismo. Investigaciones teórico-clínicas en neurosis y psicosis, Buenos Aires, NuevaVisión, 1999. Manfredi, Clelia; Lintzky Leonardo, “Trastorno por pánico. Una aproximación psicoanalítica”, en Vertex. Revista Argentina de Psiquiatría, Vol. VII., P. 90-94, Buenos Aires, 1996. Milrod, Barbara: “The Continued Usefulness of Psychoanalysis in the treatment Armamentariuym for Panic Disorder”, en Journal of the American Psy choanalytic Association, Edit. Madison, International Universities Press, 1995, v. 43, n.1: p. 151-162, Rb. Moizeszowicz, Mirta, (1997) “Crisis de pánico y ataque de angustia”, en Actualidad Psicológica, Año XXII, N° 249, Diciembre 1997. Silver, Austin, (1989) “Panic Attacks facilitating recall and mastery implications for psychoanalytic technique”, en Journal of the American Psychoa nalytic Association, Editorial Madison, International Universities Press, 1989. Resumen El autor a partir de su experiencia con pacientes panicosos, recorre la obra freudiana y los escritos de autores psicoanalíticos con el objeto de plantear la pertinencia del psicoanálisis en el abordaje y tratamiento de esta patología. Considera que a partir de las teorizaciones freudianas sobre la angustia se abre un campo fértil para la comprensión de los ataques de angustia, como los denominara Freud en 1894, hoy denominados ataque de pánico o crisis de angustia, según el DSM-IV. El caso presentado, Paula, una púber, a modo de ejemplo, permite aportar desde la clínica a las hipótesis tentativas de las Conclusiones. En las mismas el autor sostiene que: “el A. de P. da cuenta de una situación vital más que de un hecho puntual, es todo el proyecto de vida que está amenazado (...) Es la caída de las pseudoadaptaciones con las que el sujeto intentó sostenerse en su existencia y señala sus dependencias y la falta de autonomía”. CUESTIONES DE INFANCIA
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Palabras clave: pacientes panicosos; ataque de pánico; angustia. Summary From his experience with panicky patients, the author surveys the Freudian work and other psychoanalytic authors’ writings in order to establish the relevance of Psychoanalysis for the approach and treatment of this pathology. He considers that Freudian reflections on anguish open up a whole field for the understanding of Anguish Attacks, as Freud called them in 1894. At present, these attacks are called Panic Attacks or Anguish Crisis, according to the DSM IV. The case introduced, which involves Paula, a pubescent girl, allows clinical practice to contribute to the tentative hypotheses of the conclusions. The author holds that the Panic Attack reveals a broad process rather than a fact in particular. It is the person’s whole life that is threatened. (...) The pseudo adaptations, by which the subject has tried to support himself/herself in his/her existence, collapse, and this marks the subject’s dependence and lack of autonomy. Key words: panicky patients; panic attacks; anguish Résumé L’auteur, à partir de son expérience avec des patients paniqués, examine l’œuvre freudienne et les écrits des auteurs psychanalytiques dans le but de poser la pertinence de la Psychanalyse pour l’abord et le traitement de cette pathologie. Il estime que, à partir des théorisations freudiennes sur l’angoisse, s’ouvre un champ fertile à la compréhension de ce qu’en 1894 Freud avait nommé Attaque d’Angoisse, et que l’on appelle aujourd’hui Attaque de Panique ou Crise d’Angoisse, selon le DSM IV. Le cas présenté ici à mode d’exemple, Paula, une jeune fille pubère, permet de faire des apports, depuis la clinique, aux hypothèses provisoires des Conclusions. Dans celles-ci, l’auteur soutient que “l’Attaque de Panique rend compte d’une situation vitale, plutôt que d’un fait ponctuel; c’est tout le projet de vie 122
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qui se trouve menacé (...) C’est la chute des pseudo-adaptations par lesquelles le sujet avait tenté de se soutenir dans son existence, et elle marque ses dépendances et son manque d’autonomie”. Mots clés: patients paniqués; attaque de panique; angoisse. Primera versión: 20 de noviembre de 2002 Aprobado: 15 de febrero de 2003 Lic. José Andrés Cernadas Gascón 526 6° C Ciudad de Bs. As. TE. 4865-9623.
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INHIBICION A LA IMPULSION EN EL MARCO DE LAS PATOLOGIAS DEL DESVALIMIENTO Jorge G. Cantis•
Introducción l objetivo de esta presentación es reflexionar acerca de la problemática de la inhibición y de la impulsión en los niños. Por tal motivo conceptualizaré esta problemática en el marco de las patologías graves y crónicas en la infancia. Desarrollo conceptual La inhibición puede ser inhibición del desarrollo o inhibición del yo. Inhibición del desarrollo “Si el trauma reviste cierta intensidad, será mayor la cantidad de libido retenida en la acción defensiva y ello traerá como consecuencia una inhibición del desarrollo de algunas de las áreas de incorporación de aprendiza jes correspondientes a ese momento evolutivo. Inhibición en este contexto, significa menor posibilidad de desarrollo o sea, una adquisición parcial de esos aprendizajes” (Soifer, R. 1983). Por ejemplo: la enuresis expresa una inhibición parcial del aprendizaje del control esfinteriano, ya que éste durante el día es exitoso y por la noche no. Inhibición del yo Freud (1926) se refiere a la inhibición como una forma de resolver el con-
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flicto; la inhibición viene a sustituir un síntoma donde el niño que se inhibe evita así un conflicto y un síntoma. La inhibición es inhibición de una función. La teoría de la inhibición va acompañada de la teoría de la función. En Freud, la teoría de la función es básica en la consideración de qué es un yo. Freud define los yo a partir de cuatro teorías: la teoría de las representaciones, la de las identificaciones, la de los afectos y la de las funciones. Pero cuando Freud distingue entre los yo, el yo primitivo, el yo placer purificado, los distingue básicamente por la función. De las cuatro teorías, Freud jerarquiza la de las funciones y la inhibición es inhibición de una función. Respecto de los afectos, Freud (1920) destaca la angustia automática frente a un estímulo hostil a partir de la cual aparece una angustia posterior, llamada angustia señal. Ella se manifiesta como aviso y hace de memoria, de evocación. En las patologías del desvalimiento observamos una falta de angustia en cuyo lugar aparece el afecto descualificado: el afecto se vuelve tóxico y con una notable dificultad para ligarlo a una palabra o a una representación, manifestándose a través de expresiones somáticas y de discursos sobreadaptados. Impulsión La impulsión implica la no organización de una función yoica, es en esencia la no organización de un proceso cognitivo y de una función mental e implica una zona de desorganización del yo, ya que al no producirse la organización, persiste la desorganización (Klein M. 1932). “La vivencia correspondiente a las zonas de desorganización es la confusión y la manera de experimentarla es mediante las ansiedades confusionales, que son una mezcla de ansiedad de pérdida con ansiedad paranoide. ”Las ansiedades confusionales ponen en peligro la cohesión del yo y la debilitan consecuentemente.” (Soifer, R., 1983) Si las zonas no organizadas son muy amplias, las ansiedades confusionales pueden invadir al yo y desorganizarlo, llevándolo eventualmente a la escisión (Rosenfeld, Herbert 1965). CUESTIONESDE INFANCIA
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Cuando las zonas de no organización, verbigracia de detención en el desarrollo, son muy amplias, la vivencia de impotencia reactiva como defensa a la omnipotencia y a los mecanismos esquizoides. David Liberman (1970) destaca que en la categoría de actuación se pueden diferenciar estructuras puramente impulsivas o perversas. En los neuróticos impulsivos, el impulso aparece descargado en forma directa e inmediata, con precario control de la motilidad. En la impulsión psicopática, hay una organización de una serie de praxis, que permite la postergación de la descarga a los fines de una satisfacción del impulso destructivo. Como ejemplo, pensemos en un niño impulsivo que entra golpeando a la sesión mientras que un actuador puede llegar pulcro a la misma, no revelando que trae un arma escondida entre sus ropas. Definimos la actuación, como un tipo de conducta en que el lenguaje de acción se organiza con una finalidad destructiva. La actuación destructiva está planificada y organizada, lo cual supone la postergación de la descarga y esto marca una esencial diferencia con la acción meramente impulsiva. En síntesis, el niño con impulsiones es aquel que no se puede gobernar a sí mismo y entonces se desborda en un acto hostil, destructivo y exhibe como característica principal la imposibilidad de frenarse. La impulsión se caracteriza por un componente de impaciencia la cual se transforma en desempeño motriz o síntoma corporal o un estado interno de desolación. O sea que la impaciencia termina apoderándose de la motricidad aloplástica, manifestándose como choques violentos socialmente hablando, muy característicos del niño impulsivo. De la inhibición a la impulsión vinculada con las patologías del desvalimiento Podemos englobar la inhibición y la impulsión como “patologías del desvalimiento”, que tienen en común el hecho de que el sujeto en constitución carece de un universo simbólico y de representación eficaz. 126
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Son niños en los que el problema central se libra en el terreno de la conciencia. Esta o no se constituye o pierde su función central que configura la cualificación, en razón de lo cual se ven perjudicados el mundo sensorial y afectivo del niño (Maldavsky, D., 1994). Encontramos perturbación del yo real primitivo, con fallas en la barrera de protección antiestímulo. Entonces, la inhibición desde este marco teórico se expresa a través de estados de apatía, abulia, adormecimiento, encapsulamiento y desinterés. Por su parte la impulsión se expresa a través de estallidos de furia y de conductas agresivas, estados de violencia sin conciencia, con falta de freno. Tanto la inhibición como la impulsión son manifestaciones que responden a distintas causas y van a depender de los factores eficaces. No aluden a estructuras sino a fenómenos y podemos encontrar múltiples combinaciones de ellas. Factores eficaces en la inhibición y la impulsión 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9.
Cuestiones neurológicas Maltrato familiar Traumas familiares Situaciones familiares actuales Reactivos al ambiente familiar Estructurales del niño Proceso neurótico Proceso psicótico Enfermedades orgánicas crónicas
1. Cuestiones neurológicas. Las dificultades en la inhibición e impulsión del niño no dependen de la desinvestidura familiar sino que varían desde la debilidad hasta una irritabilidad neuronal. La serie impulsiva tiene un terreno neurológico particular. Pichón Rivière, E. (1970) explica que la situación patorrítmica se expresa en términos de velocidades o ritmos que constituyen momentos de estructuración patológica, que van de la inhibición y lentificación de los procesos mentales al polo explosivo donde todo sucede con las características de las crisis coléricas infantiles. La constitución patorrítmica se caracteriza neurológicamente por la existencia de un bajo umbral sensitivo y por una rápida capacidad de reacción que puede llegar a la explosión. 2. Maltrato familiar. La inhibición y la impulsión en el marco del maltrato CUESTIONESDE INFANCIA
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familiar se expresa a través de sus dos manifestaciones nucleares: La desinvestidura o abandono del niño expresada como violencia pasiva. La intrusión del niño expresada como violencia activa. La violencia pasiva es una violencia sin desempeño motriz, en la que no hay ni gritos ni golpes. Observamos por un lado, un notable abandono físico y/o emocional. Y por otro lado, aparece un tipo de violencia caracterizada precisamente por una adhesividad esclavizante entre madre e hijo. En este tipo de violencia, la madre o los padres hacen por el niño sin enseñarle; lo que está obturado no es el aprendizaje sino el conocimiento y la autonomía. En esta situación, vemos como la familia va arrasando progresivamente la subjetividad del niño, lo va desubjetivando y dejándolo con una notable desvitalización anímica, que se manifiesta a través de una fuerte inhibición. Esta inhibición produce en las sesiones estados de somnolencia en el terapeuta. La madre que desinviste, genera en el niño un estado de inhibición por somnolencia, del cual pasa rápidamente a ataques de violencia expresados a través de impulsiones. La violencia activa es una violencia caracterizada por la demanda excesiva de cuidados físicos, de excesos en la estimulación, que terminan en una hiper-estimulación, equivalente a un bombardeo sensorial. También encontramos intrusiones de estudios cruentos, molestos y a veces innecesarios, en que los padres necesitan re-confirmar el diagnóstico de su hijo. 3. Traumas familiares. Me refiero aquí a aquellos grupos familiares en los que el niño con inhibición o impulsión tiene un hermano discapacitado. Se produce una perturbación en la economía pulsional familiar y el déficit del hermano se transforma en fuente estimulante intrusiva. Aparecen fracasos identificatorios con su hermano discapacitado. La función del hermano, radica en ser un verdadero decodificador, descifrador de su hermano con déficit (Cantis, J. 1994). Por momentos, son verdaderos traductores de sus hermanos y funcionan como metabolizadores simbólicos 128
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entre el mundo exterior y el hermano con discapacidad. Muchas veces, estos hermanos se sienten ganados por su hermano discapacitado, por una pasividad niveladora, dirigida hacia abajo y aparecen fuertes rasgos de inhibición en el contexto social de los mismos (escuela, grupo de pares). Otro trauma familiar a tener en cuenta, se produce cuando en una familia se instala la discapacidad en uno de los progenitores en forma abrupta e inesperada, a consecuencia de un accidente cerebrovascular o accidente de tránsito (Cantis, J. 2001). El progenitor desvalido con secuelas significativas en el lenguaje, la motricidad, la cognición y con alteraciones emocionales, genera en el grupo una redistribución de los roles y funciones. En los hijos se observa la inversión de la función y la capacidad de revière en su relación con el desempeño motriz, a través de la sobrecompensación y sobreadaptación. Esto genera una fuerte ambivalencia entre amor y ternura, combinados con un fuerte rechazo y compasión. 4. Situaciones familiares actuales. Dichas situaciones no son históricas y se inauguran en una etapa determinada de la evolución del niño, siendo ejemplo de ellas los problemas económicos y financieros de los padres o las enfermedades de los progenitores. 5. Reactivos al ambiente familiar. Me refiero con esto a niños cuya impulsión se evidencia en conductas tiránicas, desafiantes, transgresoras y falta de límites. Muchas veces, estas conductas evidencian un desorden familiar y no estructural del niño, y son reactivas al ambiente, como una forma de defensa. El paciente escenifica, por ejemplo en la escuela, situaciones familiares sin límites y confusas. Como ejemplo puedo citar el caso clínico de un niño de 8 años, que llega a la consulta derivado por insistencia del gabinete escolar. El motivo de consulta era su conducta de falta de límites, estados de inquietud y ansiedad, tendencia a la indiferenciación (niño/adulto) y tiranía, que le ocasionaban trastornos de aprendizaje, en especial, el no terminar de copiar la tarea en clase y una desatención permanente. Su grupo familiar consistía de CUESTIONES DE INFANCIA
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una hermana de once años, con retraso madurativo y epilepsia y un hermano menor de cuatro años. Los padres se habían separado hacía tres años. El paciente manifestaba su preocupación por las caídas de su hermana y temor por su muerte. Si bien era una situación traumática a elabora r, ya que el niño se colocaba en un lugar de sobreadaptación, al indagar sobre la modalidad familiar, informó que la madre había formado nueva pareja y convivían en el hogar desde hacía dos años y que, a su vez, el padre biológico todas las noches se bañaba y comía con sus hijos y luego se retiraba de la casa. El paciente a menudo preguntaba por qué su padre no se quedaba a dormir, recibiendo de éste como respuesta que no lo hacía porque estaba presente “el novio” de la madre. Cabe agregar que el padre padecía desde hacía diez años una importante enfermedad psiquiátrica y que en el momento de la consulta psicoanalítica del niño se encontraba compensado y controlado. Como consecuencia, el niño dramatizaba en la escuela estados de confusión e indiferenciación de las funciones y roles familiares. 6. Estructurales del niño. No son actuales y derivan de la estructura del niño. Debemos tener en cuenta las fijaciones pulsionales y las defensas. En las fijaciones tenemos que estar atentos a la situación traumática en la que el yo está afectado. La situación traumática para el niño puede aparecer como una manifestación orgánica, una manifestación interna o una manifestación externa. En las defensas debemos estar atentos a cómo el niño las utiliza. Si la intensidad de las defensas es muy fuerte encontramos que la cantidad de libido involucrada resulta mayor, produciéndose una detención del desarrollo. Debemos vincular tanto las fijaciones pulsionales como las defensas con las patologías del desvalimiento. 7. Proceso neurótico. En el mismo encontramos niños que han desarrollado un duelo (nacimiento del hermano/separación de los padres) como proceso neurótico y se refugian en la fantasía, lejos de la realidad. 8. Proceso psicótico. Aquí encontramos niños en repliegue narcisístico sin restitución y que por lo tanto, aparecen inhibidos. También niños con núcleos autísticos enmascarados cuya evidencia se advierte a medida que van evolucionando. 9. Enfermedades orgánicas crónicas. Me refiero a aquellos procesos de en130
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fermedad física en los que los niños se encuentran o se han encontrado, en situaciones de marcada pasividad, postración y tutelaje médico. Todo esto genera un importante repliegue narcisístico que produce en el niño un significativo esfuerzo para vincularse, promoviendo conductas de sobreadaptación que terminan en una impulsión. Estrategia de intervención Tanto la inhibición como la impulsión abren un abanico de alternativas y frente a ellas es necesario tomar en cuenta varias variables y no hacer un enfoque reduccionista. En función de lo expuesto, es preciso que la intervención psicoterapéutica se realice desde las díadas –vínculo madre-hijo, padre-hijo–, ya que las familias, muchas veces, arrasan la constitución subjetiva del niño, lo dejan con mayor fragilidad psíquica y lo van desubjetivando. En síntesis, podemos englobar a la inhibición y a la impulsión en la patología del desvalimiento, como estructurales en el niño, como disposición reactiva al ambiente familiar. Se trata de niños inhibidos y/o impulsivos identificados con el desvalimiento de los padres, o de padres identificados con el desvalimiento del hijo o situaciones mixtas en que el desvalimiento es padecido entre todos. Bibliografía Cantis, Jorge, (1994) “Tener un hermano discapacitado: consideraciones teórico-clínicas”, Buenos Aires, “Actualidad Psicológica” Nº 211, 1994. Cantis, Jorge, (2001) “Discapacidad: subjetividad, vitalidad interior y familia”, en Trabajo Psicoanalítico con Niños, Asappia, Buenos Aires, Ricardo Vergara Editores, 2001. Freud, S., (1920) “Más allá del principio del placer”, Volumen XVIII, Buenos Aires, Amorrortu Editores. Freud, S., (1926) “Inhibición, síntoma y angustia”, Volumen XX, Buenos Aires, Amorrortu Editores. Klein, Melanie, (1932) “El psicoanálisis de niños”, Buenos Aires, Ed. A.P.A., 1948. CUESTIONESDE INFANCIA
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Liberman, David (1970), “Lingüística, interacción comunicativa y proceso psicoanalítico”, Buenos Aires, Galerna-NuevaVisión Editores, 1971-1972. Maldavsky, David, (1986) “Estructuras Narcisistas”, Buenos Aires, Amorrortu Editores. Maldavsky, David, (1994) “Pesadillas en vigilia”, Buenos Aires, Amorrortu Editores. Pichón Rivière, Enrique, (1971) “Del psicoanálisis a la psicología social”, Buenos Aires, Galerna Editores, 1971. Rosenfeld, Herbert, (1965) “Psychotic states. A psycho-analytical approach”, The Hogarth Press, Londres, 1965. Soifer, Raquel, (1983) “Psiquiatría Infantil Operativa”, Tomo II, Buenos Aires, Kargieman Editores, 1983. Resumen El presente trabajo reflexiona acerca de la problemática de la inhibición y la impulsión en niños en el marco de las patologías del desvalimiento. Se destacan los conceptos de inhibición del desarrollo e inhibición del yo. Respecto del concepto de impulsión se diferencia la categoría de actuación de las estructuras puramente impulsivas o perversas. Tanto las inhibiciones como las impulsiones son manifestaciones que responden a distintas causas y van a depender de los factores eficaces. Ellos son: cuestiones neurológicas, maltrato familiar, traumas familiares, situaciones familiares actuales, reactivos al ambiente familiar, estructurales del niño, proceso neurótico, proceso psicótico y enfermedades orgánicas crónicas. Se definen las estrategias adecuadas de intervención psicoterapéutica. Palabras clave: inhibición; impulsión; inhibición del desarrollo; inhibición del yo; actuación; maltratos familiares; situaciones familiares actuales; reactivos al ambiente familiar. Summary The present work reflects on the problems of inhibition and of impulsion in children within the framework of defenselessness pathologies. 132
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Stress is laid on the notions of inhibition of development and inhibition of the self. In respect of the notion a difference is made between the category of behavioral action and structures that are purely impulsive or perverse. Both inhibitions and impulsions are expressions that result from different causes and depend on significant factors. Those factors are: neurological matters; family maltreatment; family traumas, present family conditions, reactions to the familial environment, the structural personality of the child, neurotic processes, psychotic processes and chronic organic diseases. The work also defines adequate strategies for psychotherapeutic treatment. Key words: inhibition; impulsion; inhibition of development; inhibition of self; behavioral action; family maltreatment; present family conditions; reactions to familial environment. Résumé Le présent travail réfléchit sur la problématique de l’inhibition et de l’impulsion chez des enfants, dans le cadre des pathologies de l’indéfension. L’accent est mis sur les concepts d’inhibition du développement et d’inhibition du moi. En ce qui concerne le concept d’impulsion, la distinction est faite entre la catégorie de acting-out et les structures purement impulsives ou perverses. Les inhibitions aussi bien que les impulsions sont des manifestations qui obéissent à des causes différentes et qui vont dépendre des facteurs efficaces, tels que : problèmes neurologiques, maltraitance familiale, traumas familiaux, situations familiales actuelles, réactions à l’atmosphère familiale, structures de l’enfant, processus névrotique, processus psychotique et maladies organiques chroniques. Sont également définies les stratégies adéquates d’intervention psychothérapeutique. Mots Clés: inhibition; impulsion; inhibition du développement; inhibition du moi; acting-out; maltraitance familiale; situations familiales actuelles; réactions à l’atmosphère familiale. Primera versión: 30 de noviembre de 2002 Aprobado: 15 de febrero de 2003 Jorge G. Cantis Avda. Gaona 2055, P. B. “A” 1416, Ciudad de Buenos Aires Tel.: 4582-1149
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EXPRESIVIDAD Y SUEÑOS DE NIÑOS Y
ADOLESCENTES CON PATOLOGIAS GRAVES María Rita Pousa Camba•
Introducción partir de la observación de dibujos realizados por niños y adolescentes adictos o con afecciones orgánicas, surgen distintos interrogantes. El primero se relaciona con una reflexión acerca de la frase, presentada por Doltó (1984), sobre dibujo infantil: “No dibuja, se dibuja”. La partícula “se” efectúa un movimiento reflexivo sobre el sujeto. La lectura del analista bascula, desde la producción al sujeto y al contrario. Y quizá se pregunta: ¿quién es éste que dibuja? O bien: ¿quién es éste?, ¿qué dibuja? La cuestión del “quién es” ilumina la subjetividad, convocando a liberar un sentido, como procede “per vía de levare” el método psicoanalítico. Se procura allí al sujeto del inconsciente, y no la objetivación de la ciencia tradicional. Otro es el problema del “qué es esto”, planteado a la mirada perpleja del analista desde una obra de la cuál poco puede decir el autor que ha plasmado un objeto que no logra ubicarse en la serie. El texto de los sueños y de las pesadillas, parece constituir un correlato discursivo de los dibujos en los cuales el deseo se realiza, así como de aquellos en los que el goce se impone.
Pintar y soñar, o las maneras de hacer historia Freud (1900a), considera los sueños como similares a la pintura y luego agrega que el acto de pintar es un sustituto de un momento lógicamente previo, donde cobra relevancia el tocarse como actividad masturbatoria. La
* Profesora asociada “Psicología de la Adolescencia”, UCES. Supervisora de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños de UCES (en convenio con APBA).
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pintura releva el autoerotismo configurando a veces una formación de compromiso entre un deseo y una prohibición. La estimulación sensorial interior “subjetiva”, una de las fuentes de imágenes oníricas, se constituye como “imagen representación”, cuya representatividad se refiere al deseo inconsciente presente en el contenido latente o “pensamientos del sueño”, verdaderas frases subyacentes que podemos conjeturar por medio de diversos recursos: a. Las asociaciones del sujeto. b. Un leguaje simbólico de carácter universal. c. Las fantasías primordiales que estructuran toda la producción onírica –también gráfica– (Moreira, 1997). Dichas frases y las plasmaciones gráficas implican los enlaces entre las exigencias de los distintos erotismos y diferentes tiempos de organización del yo. Es decir que los sueños y los grafismos requieren de una posibilidad anímica que permita la captación diferencial cualitativa. En ellos, así como en los dibujos, pueden apreciarse la riqueza de los matices afectivos, el empleo del color, los materiales utilizados en su producción, la fuerza de las líneas, el uso del espacio de la hoja, el orden y la relación entre los elementos que se presentan. Pueden ser ubicados en un contexto y conformar verdaderas escenas, que expresan tanto la tensión vital como la repetición para elaborar otras escenas al servicio de la pulsión. De modo tal que el sueño y toda clase de formaciones del inconsciente logran encubrimientos eficaces de la vida pulsional y sus vicisitudes, mostrando sujetos deseantes, inmersos en una historia, que desgrana en las asociaciones. Una niña de 12 años se hallaba en la difícil encrucijada de la pubertad. El drama edípico y el sostenimiento del goce fálico se evidencian en un relato que acompaña su dibujo de la figura humana: Dibujo 1, relato: “Había una vez una chica llamada Sabrina, todos los días iba al bosque con
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su padre a buscar leña. Un día caminaba bajo los pinos y escuchando a los pájaros cantar, descubrió... Una cosa peluda y muy suave detrás de un pi no, se acercó y vio que era una dulce y linda ardillita que con sus ojos co lor negro la mira, y la observó detenidamente; ella la agarró, la acarició y la llevó a su casa y se quedó como la mascota más amigable.” Para cuando hizo este dibujo y la historia, padecía de una fobia a escuchar las tormentas, que le llevaba a penetrar en la habitación de sus padres, y permanecer allí hasta que la vencía el sueño. Acerca de las tormentas brindó una serie asociativa como sigue: miedo al ruido de las tormentas, a los truenos, a morir ahogada, a que se inunde su casa. Pronto llegó a relacionar la cuestión del ruido, al “espiar con las orejas” en la habitación de los padres, más adelante continuó hablando de asuntos tales como su temor a que los padres se separaran y quedó en evidencia el modo en que procuraba conocer y controlar todos los movimientos de su padre. Otras veces era presa de la angustia por temor de que él sufriera un accidente en el coche. Tanto en la historia como en el dibujo distinguimos la posibilidad de trasmudación de las incitaciones pulsionales o exógenas en cualidad, en conciencia como matiz afectivo que aparece expresado en recursos retóricos y plásticos. La viñeta tiene la finalidad de permitir al lector comparar esta presentación con la de pacientes que no encuentran un límite a goces indecibles, de manera que se puedan dimensionar las diferencias entre las constelaciones anímicas y las lógicas que conforman su concepción estética. Se hace necesario, no solo considerar el contenido onírico o de las plasmaciones gráficas sino cuál es la función anímica que desempeñan ambas formaciones en general y en especial, en los padecimientos con un fundamento de estasis libidinal.
El carácter paradójico del dormir Ya hemos considerado las posibilidades de hacer historia y plasmarla en las neurosis de transferencia. Analizaremos ahora la función del dormir y los encubrimientos de los sueños. Para dar curso al estado de dormir se desinviste todo el “territorio del Yo”.
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“Las investiduras así retiradas recaen sobre el yo, y quizás en especial sobre el cuerpo”, si alguna moción pulsional intenta perturbar el retiro de las investiduras, la defensa actúa produciendo el sueño, que tiende por vía alucinatoria a satisfacer la “pulsión de dormir” (Freud 1940, Maldavsky 1994). De modo que la acción específica es la lógica por la cual se resuelve la tensión vital, mientras que el sueño opera como guardián del dormir. La pulsión de dormir es considerada por Freud como una tendencia a recuperar un estado previo resignado por lo vivo ante el influjo de las fuerzas externas (característica general de las pulsiones) (Freud,1920), al estar imbricada con las pulsiones de autoconservación, sobre las que se apoya Eros se llega a una paradoja: las tendencias conservadoras intentan postergar el morir dando rodeos, pero al mismo tiempo se aseguran el final. Por lo tanto, es un intento desintoxicante y por el otro tiende a abolir la tensión vital (Maldavsky, 1996). Podemos describir dos modos de dormir, uno tendiente a la inercia, letárgico, y otro al descanso reparador, a veces alternado con sueños, como en el caso del “Sueño de la Niñera”, relatado en La interpretación de los sueños, que logra postergar temporalmente el estímulo, lo transforma en imagen onírica para enmascarar las tendencias intolerables a la consciencia y dar cumplimiento a la necesidad de dormir, aunque esto signifique algún estorbo, porque hay conciencia onírica pero no percepción sensorial. Las dos formas de dormir corresponderían a dos modos de dibujar, uno orientado hacia la inercia, a la pura descarga, despojado de significatividad y vitalidad, podría denominarse catártico, y otro que se despliega como un lenguaje, supone un interlocutor empático, es como los sueños velo de deseos al servicio de la cualificación. Además sería importante tener en cuenta las maneras del despertar. El dormir como dejarse morir puede ser sucedido por un estado de somnolencia sin diferenciación clara entre la vigilia y éste, del cual algunos pacientes suelen salir con una pesadilla que se constituiría como “guardiana del despertar” y como intentos de ligar un trauma, que en el caso de ser transmitido transgeneracionalmente anudaría contenidos de “historias insoportables e indecibles” (Maldavsky, 1996). Conducirían a la perpetuación del trauma pero también habilitarían una lucha más eficaz contra las tendencias a la inercia. Al contrario del despertar a medias o por medio de bruscas pesadillas, el CUESTIONES DE INFANCIA
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despertar pleno inviste libidinalmente la sensorialidad, y luego dirige esta investidura hacia el mundo externo, lo cual requiere un contexto en el cual los vínculos tiernos y la estimulación permitan el pleno despliegue de una atención psíquica, en general quizás este sea el despertar después de un descanso placentero y vitalizador.
La plasmación estética del mundo Niños y adolescentes con padecimientos orgánicos, toxicomanías y situaciones traumáticas de cualquier índole suelen percibir y plasmar el mundo de acuerdo a lógicas en las que cobra eficacia la “alteración interior”, en lugar de realizar acciones específicas que tienden a aliviar la tensión (Freud, 1895). Esta particular modalidad va a ser uno de los fundamentos de la dificultad para el establecimiento de la dimensión imaginaria y simbólica. Algunas citas de historiales, dibujos y tatuajes plantean estas cuestiones: Una paciente, Victoria consultó porque se sentía muy deprimida. Ella atribuía su depresión a la jubilación que acababa de producirse. A poco de comenzar su tratamiento dijo un día: “Yo soy la mujer de las cicatrices”, en esta presentación aludía a las múltiples marcas de operaciones que le habían practicado a lo largo de su vida. La primera fue a raíz de un absceso pulmonar, cuando solo tenía dos años de edad. Sufría enfermedades respiratorias a repetición durante la infancia a pesar de ser cuidada con esmero por sus padres, según decía. A los cuarenta y dos fue operada de diversos tumores, tuvo un sinnúmero de caídas y hepatitis. Su cuerpo se había constituido en testimonio de un dolor arrasador, y al mismo tiempo una expresión de su esfuerzo por sanar. Al principio pasaba del insomnio a un estado letárgico. Pronto comenzó a trabajar nuevamente, pero lo hacía de forma acelerada y agotadora. Conforme fue avanzando en el tratamiento, pudo hablar del vínculo con su abuelo paterno italiano y recuperar los momentos que le enseñaba la lengua originaria, recordó la suavidad y el calor de un tapado de lana que él le regaló. Pudo construir el clima afectivo que debió rodear al abuelo en el momento de dejar su patria junto al padre de la paciente. También los sentimientos de tristeza que la invadieron cuando este hombre regresó a Italia, en donde encontró el hogar familiar destruido por la guerra. Esta historia, con los afectos que la acompañaron había sido desestimada por la paciente, pero retornó con eficacia en las cicatrices que sucedieron a las catástrofes orgánicas que repetían los traumatismos propios y transgeneracionales. 138
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A medida que construía estas historias, el insomnio fue cediendo y comenzaron a aparecer pesadillas en las cuales una lápida oprimía su pecho y no le dejaba respirar. Ella las llamó, “la sensación de lápida” la describió acompañada por un frío que le llegaba hasta los huesos. Pensó que probablemente esa había sido la sensación que tuvo al ir al quirófano de pequeña, su mamá no pudo acompañarla y ella se sintió sola y helada. Luego soñó con un bebé recién nacido muy blanco sobre una mesa de metal, un rayo de sol comenzaba a calentarlo y su color se tornaba rosado y vital. Más adelante deseó visitar Italia. Cuando viajó encontró a sus primos, que la recibieron cariñosamente, le comentaron historias familiares y la llevaron al pueblo del abuelo. Describió Roma como “algo maravilloso; el sol del amanecer la hacía aparecer como de oro”. Para entonces comenzó a decir que a ella le gustaba dibujar, pero que le costaba mucho manejar los colores. “Dibujo bien las formas, pero cuando tengo que poner los colores se me mezclan y hago un enchastre...”, comentó en una oportunidad. En este material uno escucha el pasaje desde una intensa desvitalización, un apego a la pura necesidad corporal acompañado por una presentación hiperrealista y una vorágine que no la habilita a percibir los matices afectivos, hacia la emergencia del deseo en fantasías y significantes que acotan el goce. La aparición del color y sobre todo de la gama de los colores cálidos en la organización del mundo sensible, implica, quizás, una mayor investidura de sus sentimientos y el predominio de estados de vigilia plena en los que es posible la captación de la diversidad que se condensa en la luz blanca. Pero el atenerse a las formas revela la confusión que le produce la diferencia del color. Aún, le es difícil trasmudar las puras frecuencias de la luz en matiz. Las “sensaciones de lápida” con parálisis del frío se parecían mucho en sus efectos corporales a los estados de hibernación, eran acompañados por alteraciones de la respiración y ahogos. Probablemente resultaban de la tramitación pulsional por medio de una alteración interna. Las construcciones permitieron tejer una red de significantes, en la cual cobró eficacia la función paterna tanto como los nombres del padre. Apareció la añoranza por CUESTIONES DE INFANCIA
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el país de sus mayores, que culminó en el viaje y un relato en el que comenzó a utilizar el recurso de una comparación, el amanecer de Roma bañada por el sol, bajo el cual poco a poco la ciudad iba despertando y cobrando valor. Quizás esto indique los esfuerzos por ubicarse en la serie de sus antepasados estableciendo una dimensión imaginaria y la recuperación de la subjetividad. El insomnio y las pesadillas fueron relevados por el dormir reparador y por los sueños. El dibujo del interior de la casa de Marta, de 14 años, y su historia difieren rotundamente del de la púber de 12 años pero guarda similitudes con los avatares de Victoria. (Dibujo 2) Marta es alta y corpulenta, se maquilla con colores fuertes y se viste en la gama del rojo. Los primeros tiempos del tratamiento oscilaron entre un llanto no creíble y un discurso catártico. La madre se introducía de golpe en el consultorio con alguna excusa. Tenía dificultades para hacerse amigas en el colegio, era la mejor alumna y se destacaba en matemática. Pensaba que no la querían y que siempre cometían injusticias con ella los profesores y compañeros. El padre de la paciente había muerto hacía dos años de leucemia. A los tres tuvo meningitis, a los diez fue operada de apéndice y en ese momento sufrió una serie de convulsiones de índole poco clara. Actualmente padece hemorroides sangrantes. Es nieta de sobrevivientes del holocausto armenio. Un día pinta, en el medio de la hoja, su casa con marcador rojo para explicar donde está su habitación, en otras palabras, cuál es su lugar. Es un plano en sentido vertical, intenta aclarar dónde duerme cada uno de los integrantes de la familia. En las salidas que están en la parte inferior colocó unas cuñas cerrándolas. Las aberturas dan al interior de la vivienda. La habitación de Marta, en primer lugar, es contigua a la del matrimonio, también señalada como “Mat.”, que no se lee claramente. Nótese el remarcado en la pared que limita con el cuarto de la madre y la puerta asegurada. Resaltan algunas iniciales y un solo tono, el rojo que se repite en el maquillaje estridente es también el rojo en la sangre de la cual ella habla sin decir; con sus hemorragias, en la sangre alterada del padre, pocas veces ligada a los relatos familiares acerca de cómo el abuelo se salvó de caer en manos de los turcos. 140
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El esquema parece operar como algo que se da a ver, ¿Podemos pensarlo como una suerte de holofrase que muestra sus padecimientos corporales? Por lo menos no es una cicatriz y hace surgir en el que mira una vinculación imaginaria con la interioridad corporal de Marta. Un cuerpo cerrado que no admite que entre o salga nada, y que cuando algo se pierde es vivido como una ruptura catastrófica, tal como describe la paciente sus sangrados y dolores. Al igual que Victoria ante el déficit imaginario y simbólico recurre a la lógica de la alteración corporal conducente a desenlaces orgánicos que se constituyen como inscripciones directas en el cuerpo o pueden darse a ver en dibujos no significantes. Los tatuajes tendrían estas mismas características. Elena, de 14 años, consultó junto a su madre porque se había tatuado, con un cortador de papel, en el vientre, la inicial E espejada con otra E del nombre del cantante de rap Eminem (en inglés significa eme en eme). Anteriormente se había practicado cortes en las muñecas. La piel en este caso es utilizada para escribir holofrases. El término holofrase es tomado por Lacan de la lingüística como una frase que se puede condensar en una sola palabra, no se refiere al tipo de condensación de los sueños, sino a una suerte de soldadura que ocurre en la primera pareja de significantes, S1, S2, por la cual las palabras adquieren un sentido unívoco, a pesar de lo cual, como parece que estas inscripciones “conservan una dimensión imaginaria en su forma o su proceder que autoriza a veces una tentativa de deciframiento (del modo que una letra sacada del texto vuelve a encontrar su forma) (Roudinesco, 1993). Para concluir diré que estos gráficos y relatos, así como las pesadillas fijan de alguna manera momentos traumáticos propios y ajenos signados por la repetición y el retorno de lo forcluido. La cura en los casos presentados sobre todo en los primeros tiempos estuvo dirigida a promover la función interrogativa perdida, cuestionando certezas al mismo tiempo que se trabajaba en la recuperación de la investidura de la sensorialidad, construyendo fragmentos de historias en las que el sujeto pudiera admitir sus pérdidas y reconocerse en ellas como sujeto.
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Dibujo 2
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Resumen En el presente trabajo se considera la función del dormir, los sueños, las pesadillas los modos del despertar, la plasmación estética del mundo así como también la posibilidad de historizar. Se destaca el valor clínico de las producciones gráficas y oníricas en las neurosis para establecer diferencias con aquellas de niños y adolescentes con padecimientos graves. Por último, los sucesos traumáticos y lo forcluido presentesen las holofrases invitan a la reflexión acerca de la dirección de la cura .
Palabras clave: descanso reparador; sueño; letargo; alteración interior; dibujo no significativo; pesadilla; plasmación estética; matiz afectivo; holofrase; función interrogativa; construcciones; dimensión imaginaria; dimensión simbólica. CUESTIONES DE INFANCIA
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Summary In this work, sleep, dreams, nightmares, different ways of awakening, the aesthetic shaping of the world, as well asthe possibility to assemble a story, areconsidered. The clinical value of graphics and dreams to establish differences between those belonging to neurotics and those to children and adolescents seriously ill, is also stressed. Finally traumatic events, foreclosure present in holophrases invite us to think about the ways of treatment.
Key words: repairing rest-sleep; dreams; letargy; internal alteration; non significative drawing; nightmares; aesthetic shaping; afective variations; holophrase; interrogative function; construcctions; imaginary dimension; symbolic dimension.
Résumé Dans le présent travail sont considérés la fonction de dormir, les rêves, les cauchemars, les manières de se réveiller, la forme esthétique du monde, aussi bien que la possibilité de créer une histoire. L’accent est mis sur la valeur clinique des productions graphiques et oniriques dans les névroses afin d’établir des différences avec celles des enfants et adolescents avec des souffrances graves. Enfin, les événements traumatiques et la forclusion présents dans les holophrases invitent à réfléchir sur la direction de la cure.
Mots clés: repos réparateur; sommeil; léthargie; altération intérieure; dessin non significatif – cauchemar – forme esthétique; nuance affective; holophrase; fonction interrogative; constructions; dimension imaginaire; dimension symbolique. Primera versión: 15 de noviembre de 2002 Aprobado: 5 de febrero de 2003
María Rita Pousa Camba Acuña de Figueroa 710, 1° “1” (1175) Ciudad de BuenosAires Tel.: 4865-5718
[email protected]
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UCES(Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales) APBA (Asociación de Psicólogosde BuenosAires) CARRERA DE ESPECIALIZACION EN PSICOANALISIS CON NIÑOS Aprobado por el Ministerio de Educación. Resol. 684/99 Acreditada por Resolución 341/00 de la Comisión Nacional de Evaluación yAcreditación Universitaria – Título de validez nacional. Directora: Beatriz Janin Comité académico: Dra. Silvia Bleichmar, Dra. Emilse Dio Bleichmar, Lic. Beatriz Janin, Dr. David Maldavsky, Lic. Nilda Neves, Dra. Marilú Pelento, Lic. Mario Waserman.
Docentes: José Cernadas, Rubén Dimarco, Gabriel Donzino, Aurora Favre, Osvaldo Frizzera, Alicia Gamondi, Alicia Hasson, Gabriela Iglesias, Beatriz Janin, Elsa Kahansky, Ruth Kazez, Mabel Maffezzoli, Diego Moreira, Silvia Morici, Nilda Neves, Rita Pousa, María Cristina Rojas, Ana Lía Ruiz, Mario Waseman, Beatriz Zambianchi.
Docentes invitados: Juan José Calzetta, Irene Miravent, Aída Saks. Fundamentos de la especialización: El gran requerimiento de atención psicológica para niños, así como la importancia de este campo de trabajo, hacen imprescindible formar especialistas que puedan dar una respuesta idónea a esta demanda. La formación específica que los psicólogos y médicos deben tener para trabajar con niños, emerge de la especificidad de los problemas y de las técnicas necesarias para escucharlos y para incluir en el tratamiento a los que los rodean. Los ejes de la especialización comprenden la articulación teoría/clínica y la psicopatología infantil desarrolladas a partir de los conceptos centrales del psicoanálisis freudiano. CUESTIONES DE INFANCIA
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