Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado
Una de las expresiones más incomprensibles de Jesús, fue la que dijo antes de morir en la cruz. Luego de varias horas de sufrimiento y acercándose el momento final, exclamó con todas sus fuerzas: “Elí, Elí, Lama, Saftani” un término arameo,
que era la lengua de Jesús y traduce: ¿Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado? Aquellas palabras que cada año resuenan en semana santa en los templos, extraídas de Mateo o de Marcos (Mt 27,46; Mc 15,34). Podríamos preguntarnos ¿Sintió acaso, Jesús que su misión había fracasado? ¿Pensó que moría como un hijo abandonado por su Padre? Si se toma al pie de la letra estas palabras, parecería que Jesús murió en la desesperación y desilusión. Pero no es así, la realidad es otra, muy distinta. Jesús al pronunciar estas palabras, estaba orando, en sus labios había un rezo el salmo 22 que al inicio dice así: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? Estas lejos de mi queja, de mis gritos y gemidos.” Y continúa el
salmo. “Clamo de día, Dios mío y no respondes, también de noche, y no haces caso”
Jesús en la cruz, en medio del padecimiento, padecimiento, no estaba desesperado, por el contrario estaba orando a su Padre, en medio de la aflicción propia del dolor físico, estaba sintiéndose cerca, protegido por su Abba. El salmo 22 no es margo ni desalentador, por el contrario, es de confianza plena en Dios, se ha titulado “oración de un justo que sufre” y es una de las oraciones más
esperanzadoras esperanzadoras en la sagrada Escritura. La primera parte describe los sufrimientos
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por los que atraviesa un hombre inocente, pero la segunda es un magnífico acto de confianza: Fieles del Señor, alabadlo...;
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porque no ha sentido desprecio ni repugnancia hacia el pobre desgraciado; no le ha escondido su rostro; cuando pidió auxilio lo escuchó..." Los desvalidos comerán hasta saciarse y alabarán al Señor los que lo buscan: ¡no perdáis nunca el ánimo! ” Entonces por qué los evangelistas ponen en boca de Jesús tan sólo las primeras palabras y no las últimas que son las de esperanza? La razón es que en la mentalidad judía, citar el comienzo de un salmo, equivale a citar el salmo entero. Cuando Jesús recita las primeras palabras en realidad está orando todo el salmo. Ese repetido “Dios mío, Dios mío” expresa la fe, un fuerte vínculo con aquel que a
pesar de todo, escucha su grito y vendrá en su ayuda. Con estas palabras Cristo se solidariza con todos los abandonados de este mundo, con aquellos que viven en la lejanía de Dios, con los enfermos que no entienden su sufrimiento, con los que viven en tribulación o sin sentido en sus vidas, con los que
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son víctimas de las guerras, de los accidentes, de la droga, del terrorismo, de la violencia en todas sus formas. A pesar de todas las calamidades y oscuridades que ensombrecen nuestra vida, Dios siempre está a nuestro lado si tenemos confianza y si nos dejamos encontrar por Él. En ocasiones no podemos comprender con claridad las acciones de Dios, porque la lógica de Dios, no es la lógica del hombre, por eso dice la Escritura: “M is caminos no son vuestros caminos., ni mis planes vuestros planes”.
Normalmente no percibimos los planes de Dios hasta que pasa un tiempo en nuestras vidas. Los sufrimientos nos curten, las decepciones nos hacen fuertes, las crisis nos ayudan; pero en el momento de la tormenta lo único vemos es que la barca de nuestra vida se hunde, no hace falta esa visión profunda, para darnos cuenta de que Dios está atento a nuestras necesidades y viene a socorrernos cuando ya no podemos más. Hoy son muchos los que se sienten abandonados por Dios. Los que ya no creen en él. Los que se ríen de él. Los que piensan que es mejor vivir del disfrute temporal ajenos a Dios. Ojalá nosotros no caigamos en esta tentación y esclavitud y por el contrario al ejemplo de Cristo forjemos un estrecho vínculo de cercanía con el Padre, para ser libres espiritualmente de toda atadura y angustia.
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