Eje de la Literatura
2° Año
Página 1
Eje de la Literatura
Con este gráfico podemos visualizar el lugar donde podemos ubicar a la literatura, tema que nos ocupará esta unidad. El diccionario de la RAE nos da dos acepciones de cultura: “Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.”. Y la otra: otra: “Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico”. Al hablar de “grado de desarrollo” y de “juicio crítico”, la definición nos permite señalar el fin que debe tener la cultura: hacernos crecer como personas. Dicho con palabras de Juan Pablo II: Una cultura que no transmite valores universales no es verdadera cultura”. “
Por otro lado, la definición de arte es esta: “Manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.” Y de las bellas artes una de las que tienen t ienen por objeto expresar la la belleza.” belleza .” el diccionario dice: “Cada una Por último, la definición de literatura: “ Arte Arte que emplea como medio de expresión una lengua.” lengua.” Entonces, cuando hablamos de Literatura , hablamos de arte, es decir, de un fenómeno estético, de una manera de mostrar la belleza. Cada actividad artística (como la pintura, la escultura, la música…) posee un medio expresivo que le es propio (la pintura, las líneas y colores; la escultura, las formas y los volúmenes; la música, los sonidos). El medio expresivo de la literatura es el lenguaje, es decir, es el arte que aspira a lograr la belleza a través de la palabra; entonces podemos decir que el lenguaje literario es un lenguaje creador que apela a las palabras para crear esa realidad aparente que es la ficción estética. Y como el lector, por obra de la imaginación, recompone esa realidad cuando lee la obra, decimos que se convierte en co-creador. ¿Por qué? Porque cada uno “crea” en su imaginación ese “mundo de papel” que leyó. Y es 2° Año
Página 2
Eje de la Literatura una creación individual, de cada lector. Si leemos un cuento en grupo y le preguntamos a cada uno cómo se imagina al protagonista, aun si fue descripto en detalle, cada uno lo imaginará a su manera, aunque sea en los pequeños detalles. Los géneros g éneros literarios clásicos. clásicos.
A los textos literarios se los divide tradicionalmente según una antigua clasificación de Aristóteles en tres grupos, que reciben el nombre de géneros literarios, que son: narrativo, lírico y dramático. Aunque los tres se pueden escribir en prosa y en verso, lo más común es que la lírica se escriba en verso, y la narrativa y la dramática, en prosa.
En el género narrativo se cuentan hechos de una historia real o inventada que le ocurren a alguien. Las formas narrativas más frecuentes son el cuento cuento y la l a novela. novela. Las obras del género dramático son las obras de teatro: diálogos o conversaciones entre varios personajes. Se escriben para ser represe repr esentadas ntadas ante el públ púb l ico en el el escenari escenarioo de un teatro. Las obras del género lírico, normalmente escritas en verso, expresan los sentimientos más íntimos del autor, y se proponen provocar que el lector también mire sus propios sentimientos. Es la forma más profunda que el hombre tiene para expresarse.
Para pensar: “...les quiero pedir a los chicos y a los jóvenes, con la autoridad que me dan los años, que que lean. le an. Yo también también he le ído de chico, y fueron los libros quienes me ayudaron a comprender y a querer la grandeza de la vida. Quienes sembraron en mi alma lo que luego los años pudieron pudieron expandir. expandir. (...)
Leer les agrandar agrandará, á, chicos, el e l deseo, y el horizonte horizonte de la vida. Leer les dará una mirada más abierta sobre los hombres y sobre el mundo, y los ayudará a rechazar la realidad como un hecho irrevocable. Esa negación, esa sagrada rebeldía, es la grieta que abrimos sobre la opacidad del mundo. A través de ella puede filtrarse una novedad que aliente nuestro compromiso. ” Ernesto Sábato
2° Año
Página 3
Eje de la Literatura
Para entrar en tema: Graci as a ello Gracias ellos s y, sin duda, duda, también, a mi terquedad terquedad y algo de suerte, suerte, he podido podido dedicar dedic ar buena parte par te de mi tiempo a esta esta pasión, vic icio io y marav maravililla la que es escr escribi ibir, r, crear cr ear una vida vida paralela par alela donde refugiarnos ref ugiarnos contra la adv adversi ersidad, dad, que vuelve natural lo ex extraordi traordinar nario io y ex extraordi traordinari nari o lo natu natural, ral, di disipa sipa el caos, embellece embellece lo feo, eterni eterniza za el instante y torna la muerte muerte un espectáculo pasaje pasajero. ro.
Mario Vargas llosa llosa Dicen que que la po esía es es un un t rabajo estéril estéril y no sirve sirve para nada. nada. Es una pérdida pérdida de tiempo en es te m un do globalizado y am orf o, un desperdicio del intelecto una invención espiritual espiritual mal retr ibuida. ibuida. La po esía se emplea para aplacar las tormentas tormentas del alma redimir a una una mujer o un ho mbre mbre o llen ar el corazón de ese sentimient o llamado “am or”. P uede, uede, en dosis bien bien servidas, servidas, alimentar el espíritu, asustar una soledad y alejar una tr isteza. Sirve Sirve también para reflexionar reflexionar acerca de de si las piedras hab l a n o si la luna es medicina par a el mal de de amores. Por medio de la poesía podemos podemos hacer hablar a las flores y vo ltear ltear el cielo de cabeza, cabeza, ca m bi ar la ta rde de de lugar. lugar. (...) En fin, la poesía es útil de de muchas muchas maneras, maneras, pero pero sobre sobre todo es es instrume instrumento nto pa ra o bse r va rn os a nosot ros mismos. mismos. Porqu Porquee cuando cuando se concentra concentra la atención atención intensam intensamente, ente, surge surge la la p o es ía y em p iez a la aven t ura emocional emocional de de la palabra. Herná ndez Oropeza: “Para qué sirve sirve la p oesía”.
1. Según Hernández Oropeza, la poesía sirve para muchas cosas. Explicá con tus palabras los siguient sig uientes es enunciados: “Aplaca las tormen tormentas tas del alma”. al ma”. “Asusta una s oledad y aleja al eja una tristeza”. tristeza”. “La luna es medicina para el mal de amores”. amores”.
2. Completá con otras expresiones como las anteriores para qué más puede servir la poesía. 3. Investigá un poco poco y escribí la poesía o la canción que que más te guste.
Caligrama, ¿qué es?
El caligrama es un poema, frase o palabra en la cual la tipografía, caligrafía o el texto manuscrito se arregla o configura de tal manera que crea una especie de imagen visual (poesía visual). visual ). La imagen creada por las palabras expresa visualmente lo que la palabra o palabras dicen. En un poema, este manifiesta el tema presentado por el texto del poema.
2° Año
Página 4
Eje de la Literatura
Amo el silencio humilde de esta calle ennoblecida de árboles serenos por donde nunca pasó otra alma que no sea la del viento... las nubes se detienen a mirarla con sus ojos etéreos, y saben, por la ausencia de las hojas, si está en ella el otoño o el invierno. Amo el silencio humilde de esta calle ennoblecida de árboles serenos por donde caminé tantos domingos con mi pequeño huerto de recuerdos... Cuando yo muera, amigo, habrá quedado en esta calle lo mejor que tengo: el rosal escondido de mis penas y la música vaga de mis sueños... Francisco López Merino
Una muchacha envuelta en un abrigo. Ignoro a quién despide, pero la amo. No es a mí a quien dice adiós Con su mano enguantada, pero la amo. Nunca sabré su nombre, pero la amo. Sólo la veré esta vez en toda mi vida, A través de un cristal empañado, en un tren que parte, pero la amo. en un tren que parte, pero la a en un tren que parte pero l en un tren que parte, en un tren que pa en un tren qu en un tren en un t en un en Luis Rogelio Nogueras
2° Año
Página 5
Eje de la Literatura
Para interpretar 1. Observá la disposición visual de “Lejos, en el andén”. ¿Qué situación recrea? 2. Describí la personalidad del yo poético de “Calle s olitaria” a partir de la representación que hace de la calle. 3. Elegí cuál te parece el tema de “Arte poética III” y luego explicá el título del texto: El amor no correspondido La soledad del poeta La escritura misma del poema 4. En “Arte poética III” ¿Qué representa el espacio en blanco en el costado izquierdo del poema?
2° Año
Página 6
Eje de la Literatura ¿Qué verso se refiere directamente a ese espacio? ¿Por qué en el verso final se dice que esa blancura es fatal? 5. ¿Qué relación hay entre los espacios en blanco y el significado de las palabras en los versos
uno y tres de “Hojas”? 6. Explicá La significación visual de los siguientes versos de “Hojas”:
d e
s o r de n a d as
[oculto]
Sor presivo
7. Encontrá y transcribí una metáfora del poema “Hojas”. Explicá si es pura o impura. ¿Cuál es el elemento real? 8. ¿Pensás que el poema “Hojas” es ideal para leerlo personalmente o para escucharlo? ¿Por qué? 9. Explicá con tus palabras por qué estos poemas son caligramas.
Para oír con los ojos
1. Reemplazá con los dibujos correspondientes las palabras del caligrama “Paisaje”. 2. Inventá todas las respuestas que se te ocurran para las siguientes preguntas:
2° Año
Si la luna del calig rama es “la luna donde te miras”, ¿qué otra cosa es la luna, además
de luna? ¿Por qué el árbol es más alto que la montaña y la montaña más ancha que la tierra? ¿Qué lleva el río cuando no lleva peces? ¿Qué pasaría con el pasto sino lo pintaran todos los años? Si el paisaje se pudiera leer de derecha a izquierda, ¿adónde conducirían las ovejas a la canción?
Página 7
Eje de la Literatura 3. Agregale un verso a este caligrama. Ubicalo dentro del paisaje donde te parezca conveniente. 4. Ahora producí tu propio caligrama. 5. Muchas palabras se pueden formar a partir de luna, con solo cambiar las consonantes: cuba, cuna, dura, duna, etc. Con las nuevas palabras se podría decir: Cruza la luna por una ruta de piedra dura, de punta en blanco, nunca tan pura. Ahora reemplazá las vocales de la palabra “peces”. Podés usar S o Z en lugar de C. ¿Cuántas palabras podés formar? Armá una historia breve con esas palabras, como se hizo con luna, en dos versos.
Características de la poesía Como ya dijimos, tradicionalmente, la poesía se distingue de los otros géneros literarios por el modo de distribuir el texto sobre la página. La poesía está formada por versos. Cada línea de una poesía es un verso. Cuando los versos están agrupados forman una estrofa. Una estrofa puede estar formada por distinto número de versos. Una poesía puede estar formada por una o varias estrofas. El ritmo o musicalidad de la poesía se logra por medio de la rima y de la métrica. La rima
Es la coincidencia de sonidos entre versos a partir de la última vocal acentuada de cada uno. Cuando coinciden todos los sonidos (tanto los vocálicos como los consonánticos) la rima es consonante. Ejemplo: ala – Guatemala/ flor – amor. Cuando sólo coinciden los sonidos vocálicos, la rima es asonante. Ejemplo: estrella – mesa. Algunas consideraciones : Cuando nos encontramos con un verso que no rima con ninguno, se llama verso blanco o libre. La rima es una cuestión auditiva. Por eso, para considerar que dos versos riman entre sí no pueden estar separados por más de dos versos, ya que de lo contrario la coincidencia de sonidos no es registrada por el oído. La rima se marca con las letras del abecedario en forma ordenada: los versos que riman entre sí se marcan con la misma letra, comenzando con la A.
2° Año
Página 8
Eje de la Literatura
Los versos libres se señalan con la letra X. Si los versos tienen hasta 8 sílabas, se llaman versos de arte menor, y la rima se señalará con letras minúsculas. Si los versos tienen 9 sílabas o más, se llaman versos de arte mayor, y la rima se señalará con letras mayúsculas.
La métrica
Llamamos métrica a la cantidad de sílabas que posee un verso. Para contar las sílabas de un verso, hay que tener en cuenta algunos aspectos, por ejemplo: Si un verso termina con palabra grave, el número de sílabas no se modifica. Si un verso termina con palabra aguda o monosílabo, se suma una sílaba. Si un verso termina con palabra esdrújula, se resta una sílaba.
Licencias poéticas: Sinalefa: Enlace de vocales situadas una al final de la palabra y otra al comienzo de la siguiente. Ejemplo: suspiros se escapan (6)
͝
Hiato: separación de las vocales de palabras continuas. Ejemplo: el que / a mí cantaba la Misa cada día. (14) Sinéresis: contracción de dos vocales que no forman diptongo en una misma sílaba. Ejemplo: una almohadilla de olor. (7+1=8) ͝
Diéresis: separación de dos vocales que forman diptongo. Se indican así ¨ Ejemplo: en un azul de arcaïcas mayúsculas. (12)
Según el número de sílabas
2° Año
En la métrica española existen cuatro tipos principales de versos: los de arte menor, los de arte mayor, los compuestos de arte mayor y el versículo. El arte menor está formado por los versos que tienen hasta ocho sílabas; el arte mayor, por el contrario, está formado por los versos que tienen nueve o más sílabas. Independientemente de estas dos clasificaciones, está el llamado versículo, que es un verso irregular sin número fijo de sílabas y por lo general tan largo que desborda el arte mayor.
Página 9
Eje de la Literatura
En el arte menor los versos de dos sílabas se denominan bisílabos; de tres, trisílabos; de cuatro, tetrasílabos; de cinco, pentasílabos; de seis, hexasílabos ; de siete, heptasílabos; y de ocho, octosílabos . Los versos más usados del arte menor en castellano son, por este orden, el octosílabo (el verso más fácil y natural del castellano, ya que coincide con el grupo fónico menor del idioma, por lo cual ha sido usado durante toda la historia de la literatura en lengua castellana, en el Romancero, en nuestro teatro clásico y en gran número de estrofas), el heptasílabo, el hexasílabo y el pentasílabo. En el arte mayor, los versos de nueve sílabas se denominan eneasílabos ; los de diez, decasílabos ; los de once, endecasílabos ; los de doce, dodecasílabos; los de trece, tridecasílabos ; los de catorce, alejandrinos o tetradecasílabos.
Comprender e interpretar
A veces me siento como un águila en el aire. (Pablo Milanés) Unas veces me siento como pobre colina y otras como montaña de cumbres repetidas. Unas veces me siento como un acantilado y en otras como un cielo azul pero lejano. A veces uno es manantial entre rocas y otras veces un árbol con las últimas hojas. Pero hoy me siento apenas como laguna insomne con un embarcadero ya sin embarcaciones una laguna verde inmóvil y paciente conforme con sus algas sus musgos y sus peces, sereno en mi confianza confiando en que una tarde te acerques y te mires,
2° Año
Página 10
Eje de la Literatura te mires al mirarte. Mario Benedetti
1. Marcá métrica y rima. 2. ¿Por qué pensás que el amor no correspondido, los sentimientos de incomprensión, dolor y soledad, o el deseo de inmortalidad son temas reiterados en la poesía? 3. Pensá en elementos que representen poéticamente estados de ánimo. Por ejemplo, el mar, cuando está agitado, puede representar un corazón que también está agitado, inquieto, sin paz. Lluvia: Árbol sin hojas: Día nublado: Agua transparente: Sol brillante: Fuego: Trueno: Piedras: Granizo:
El lenguaje poético En los textos donde predomina la función poética del lenguaje, la intención del emisor es provocar una experiencia estética en su receptor. Para eso, recurre a un lenguaje más elaborado que el habitual, sugerente y rico en asociaciones provocativas. Esta calidad artística de la expresión se logra por medio de los recursos literarios, los sonoros y los gráficos. Recursos literarios: figuras del discurso
El lenguaje poético se caracteriza por ser figurado, es decir, por poseer significaciones sugeridas e indirectas y porque sus expresiones no deben ser tomadas literalmente. Las figuras del lenguaje, también llamadas recursos literarios, permiten que el mensaje adquiera rasgos estéticos. Entre las más comunes podemos mencionar:
que nos permiten construir Imágenes sensoriales: Expresiones representaciones mentales, establecidas a partir de lo percibido por los distintos sentidos. De allí proviene su clasificación: o o
2° Año
Imagen visual estática: Estaba la mar en calma / la luna estaba crecida Imagen visual de movimiento: el jinete se acercaba / tocando el tambor del llano... Página 11
Eje de la Literatura o
o o
o o o
2° Año
Imagen visual cromática: el papagayo verde y amarillo / el papagayo verde y azafrán... Imagen visual acromática: Brilla una estrellita en la noche del espacio. Imagen olfativa: Me gustan las fogatas; me gusta su fragancia / que en otoño llenaba los parques de mi infancia: Imagen auditiva: Dentro de la fragua lloran, /dando gritos, los gitanos. Imagen táctil: Hincan sus uñas sin filo / en los bordados asientos... Imagen gustativa: Cáscaras de avellana, con una dulce semilla...
Sinestesia: Aplicación de una sensación propia de un sentido a otro (Me dirigió una mirada sonora y agria...) Personificación: Consiste en atribuirle cualidades o acciones humanas a un elemento que no lo es, mediante la adjetivación (El viento melancólico golpeaba los cristales), o través de los verbos (El viento susurraba historias de amor) La comparación: Consiste en relacionar dos elementos, uno real y uno evocado, a partir de alguna cualidad o elemento en común, como la forma, el color, el tamaño, etc. Esta relación se establece a través de un nexo comparativo (Sus ojos oscuros cual dos escarabajos de cristal negro). La metáfora: Equivale a definir una cosa, evocando a otra, con la que tiene alguna relación de similitud. La metáfora se diferencia de la comparación en que el elemento real y el elemento evocado se dan por equivalentes, por lo que no se usa nexo comparativo. Es metáfora impura cuando están presentes los dos elementos (Tus ojos son dos luceros). Es metáfora pura cuando aparece sólo el elemento evocado. (Los luceros de tu rostro me enamoran.) La antítesis: Presupone una contraposición de palabras o expresiones de significado opuesto. (Prefiero tu dulce compañía antes que mi amarga soledad). La enumeración: Sucesión de elementos que pertenecen, generalmente, a la misma clase gramatical, y que cumplen la misma función sintáctica (Lo definió sincero, noble, altivo...) Hipérbaton: Alteración del orden normal de la frase. ( De la ausencia teñiste tus poemas) Aliteración: Repetición de uno o varios sonidos similares en el mismo verso o estrofa: (En el silencio sólo se escuchaba / el susurro de las abejas que sonaban) Página 12
Eje de la Literatura Actividades de análisis literario
Mi unicornio azul ayer se me perdió pastando lo dejé y desapareció cualquier información bien lo voy a pagar las flores que dejó, no me han querido hablar. Mi unicornio azul ayer se me perdió no sé si se me fue, no sé si se extravió y yo no tengo más que un unicornio azul si alguien sabe de él, le ruego información cien mil o un millón yo pagaré mi unicornio azul se me ha perdido ayer se fue... mi unicornio y yo hicimos amistad un poco con amor, un poco con verdad con su cuerno de añil pescaba una canción saberla compartir era su vocación. Mi unicornio azul ayer se me perdió y puede parecer acaso una obsesión pero no tengo más que un unicornio azul y aunque tuviera dos yo sólo quiero aquel cualquier información la pagaré mi unicornio azul se me ha perdido ayer se fue... Silvio Rodríguez (canción) Añil: pasta de color azul oscuro que se obtiene del arbusto llamado añil.
1. Claramente la pérdida del unicornio en esta canción de Silvio Rodríguez es un elemento metafórico. ¿Qué pensás que puede significar? 2. Transcribí las palabras que, en esta poesía, forman la cadena léxica de: a. Amistad b. Pérdida c. Creación poética 3. ¿Qué recursos reconocés? Marcalos y clasificalos.
El yo lírico En las canciones y en los poemas se manifiesta el sentir de un yo lírico a través de un lenguaje que prioriza el mensaje en sí (cómo se dice) antes que la vida íntima del autor, aunque él tome referencias, temas, situaciones de ella, para hacer la poesía o la canción. 2° Año
Página 13
Eje de la Literatura Esto sucede porque la voz que se expresa en el poema es la de un ser creado por el autor, que también podría ser la voz de cualquier lector que se sienta identificado con algo de lo expresado en el poema.
Quiero, a la sombra de un ala, contar este cuento en flor: la niña de Guatemala, la que se murió de amor. Eran de lirios los ramos, y las orlas de reseda y de jazmín: la enterramos en una caja de seda. ...Ella dio al desmemoriado una almohadilla de olor: él volvió, volvió casado: ella se murió de amor. Iban cargándola en andas obispos y embajadores: detrás iba el pueblo en tandas, todo cargado de flores. ...Ella, por volverlo a ver, salió a verlo al mirador: él volvió con su mujer: ella se murió de amor. Como de bronce candente al beso de despedida era su frente, ¡la frente que más he amado en mi vida! ...Se entró de tarde en el río, la sacó muerta el doctor: dicen que murió de f río: yo sé que murió de amor. Allí, en la bóveda helada, la pusieron en dos bancos: besé su mano afilada, besé sus zapatos blancos. Callado, al oscurecer, me llamó el enterrador: ¡nunca más he vuelto a ver a la que murió de amor!
2° Año
Página 14
Eje de la Literatura José Martí
1. Marcá la métrica. 2. Marcá la rima. 3. Transcribí los versos que manifiestan la presencia del yo poético. ¿Qué sentimientos manifiesta ese yo lírico? 4. ¿Cuál es la causa de la muerte de la niña? 5. ¿Qué diferencias hay entre las estrofas que se inician con puntos suspensivos y las que no comienza así? ¿Qué se cuenta en unas y qué en otras? 6. Caracterizá a la niña. Justificá con citas textuales. 7. Marcá todos los recursos poéticos. 8. Este poema nos cuenta una historia de amor. Reescribilo como si fuera un cuento. Agregá todo lo que consideres necesario.
Un sueño soñaba anoche, soñito del alma mía, soñaba con mis amores, que en mis brazos los tenía. Vi entrar señora tan blanca, muy más que nieve fría. -¿Por dónde has entrado, amor? ¿Cómo has entrado, mi vida? Las puertas están cerradas, ventanas y celosías. -No soy el Amor, amante: la Muerte que Dios te envía. -¡Ay, Muerte tan rigurosa, déjame vivir un día! -Un día no puede ser, una hora tienes de vida. Muy deprisa se calzaba, más deprisa se vestía; ya se va para la calle, en donde su amor vivía. -¡Ábreme la puerta blanca, ábreme la puerta niña!. -¿Cómo te podré yo abrir si la ocasión no es debida? Mi padre no fue al palacio, mi madre no está dormida. -Si no me abres esta noche, ya no me abrirás, querida; la Muerte me está buscando, junto a ti vida sería. -Vete bajo la ventana donde labraba y cosía, te echaré cordón de seda
2° Año
Página 15
Eje de la Literatura para que subas arriba, y si el cordón no alcanzara, mis trenzas añadiría. La fina seda se rompe; la Muerte que allí venía: -Vamos, el enamorado, que la hora ya está cumplida.
1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.
Contá con tus palabras la historia que se narra en este poema. ¿Qué sentimientos se expresan? Justificá tu respuesta. ¿Es feliz o trágico el final? ¿Por qué? ¿Quiénes son los personajes principales de este romance? ¿Cómo son? ¿Cuál podría ser la enseñanza que surge a partir de esta historia? ¿Cómo sintetizarías, en una sola oración el tema de este poema? Determiná métrica y rima.
El romance El romance es una clase de composición que surge, aproximadamente, en el siglo XV, hacia el año 1400. Tiene una gran variedad temática, según el gusto popular del momento y de cada lugar. Esos temas abarcan desde guerras entre valientes caballeros hasta apasionantes historias de amor. Tampoco dejan de desfilar impensadas traiciones, injusticias y crueles asesinatos. Asimismo, otros se destacan, no por la historia que narran, sino por su gran lirismo y por lo refinado de los sentimientos que expresan. En cuanto a su aspecto formal, el romance es una serie indefinida de versos, normalmente sin división estrófica, de versos octosílabos con rima asonante en los versos pares.
Para escribir: 1.
2° Año
En este romance faltan algunos versos. Completalos, siguiendo el hilo de la historia, y recordá que todos los romances tienen versos de ocho sílabas, y la rima es asonante entre los versos pares.
Página 16
Eje de la Literatura
A las puertas del palacio de una señora de bien, llega un lindo caballero corriendo a todo correr. Como el oro es su cabello, ______________________; sus ojos, como dos soles ______________________. - Que Dios os guarde, señora. - Caballero, a vos también. - Ofrecedme un vaso de agua, _______________________. - Tan fresca como la nieve, caballero, os la daré. que la juntaron mis hijas ______________________. - ¿Son hermosas vuestras hijas? - Como un sol de Dios las tres. - Decidme, ¿cómo se llaman?, si en ello gusto tenéis. - La mayor se llama Elena, y la segunda Isabel, y la más pequeña de ellas Rosalinda la nombré. - Decid a todas que salgan, que las quiero conocer. - La mayor y la mediana al punto aquí las tendréis. Rosalinda, caballero, ______________________; por vergüenza y cobardía no quiere dejarse ver. - Lindas son las dos que veo, ______________________, pero más linda será la que no se deja ver. A las puertas del palacio de la señora de bien, llegan siete caballeros, siete semanas después. - Preguntadme, caballeros, _______________________. - Tres hijas como tres rosas nos han dicho que tenéis, la más pequeña de todas _______________________, que en los palacios reales _______________________.
2° Año
Página 17
Eje de la Literatura
Llamamos narración al relato e uno o varios hechos que ocurren en un tiempo y en un lugar determinados, y que le suceden a uno o más personajes. El personaje que realiza las acciones más importantes de la historia se llama protagonista; al que se opone sistemáticamente al protagonista se llama antagonista, y al que lo ayuda sistemáticamente se llama deuteragonista. Además, hay personajes secundarios, que intervienen en las acciones y personajes evocados, que son aquellos que se nombran, pero no intervienen directamente. La secuencia narrativa
Todas las narraciones tienen una estructura básica que comprende tres grandes partes: una situación inicial, una complicación y una resolución. En la situación inicial se presenta el marco de las acciones, a través de tres elementos: personajes, espacio y tiempo. En la complicación se presenta un cambio respecto de la situación inicial, que dificulta que el protagonista pueda lograr sus propósitos. El conflicto se resuelve en el desenlace, a favor o en contra del protagonista. Algunas narraciones tienen final abierto. Las acciones de los personajes aparecen unidas por relaciones de tiempo: una acción sucede antes, al mismo tiempo o después de otra. Decimos que esta es una sucesión cronológica de los hechos. Las palabras que se usan para expresar las relaciones de tiempo se llaman conectores temporales y pueden ser de tres tipos: De anterioridad: antes que, al principio, primero... De simultaneidad: mientras tanto, al mismo tiempo... De posterioridad: después que, posteriormente, más tarde...
Por otro lado, las acciones también guardan entre ellas una relación de causa y efecto: una acción se origina en una causa y determina una consecuencia. Decimos que esta es una sucesión lógica de los hechos.
2° Año
Para expresar estas relaciones se usan conectores: De causa: porque, como, ya que... De consecuencia: por lo tanto, entonces, por eso...
Página 18
Eje de la Literatura Narrador:
Para que una historia sea contada, es necesario que exista alguien que la narre. A esa voz de ficción, que no existe fuera de la historia, y que es creada por el autor, es decir, por el escritor, se la llama narrador. El narrador se manifiesta de distintas formas, por ejemplo, con comentarios que hace sobre los personajes y su manera de actuar, y sobre opiniones que va dando acerca de los sucesos narrados. Veamos cómo puede clasificarse el narrador de una historia: Según la persona gramatical: En primera persona: “Yo lo había conocido cuando apenas teníamos tres años...” En tercera persona: “Ulises apuraba a sus amigos para que embarcaran...”
Según su grado de conocimiento acerca de los hechos narrados: Primera persona
Tercera persona
Protagonista: El narrador es también el personaje protagonista de la historia. “Durante dos años que residí en aquel país mantuve largas conversaciones con mi amo. Aprendí muchas cosas de estos bondadosos seres.” (Los viajes de Gulliver, Jonathan Swift)
Testigo: El narrador cuenta hechos de los que no participó, pero parece haber presenciado u oído. Puede contar lo que se ve o se escucha. Sabe menos que los personajes. Don Pablo extiende el periódico sobre la mesa y lee los titulares. Por encima de su hombro, Pepe procura enterarse. La señorita Elvira hace una seña al chico. (La colmena, Camilo José Cela) Omnisciente: El narrador no participa de la acción ni la presencia, pero sabe más que los personajes: conoce lo que dicen, lo que piensan, lo que sienten, sus motivaciones. También lo que ocurrió en el pasado o lo que les sucederá en el futuro a los personajes. Ana ya estaba enferma cuando la sobrecogió la catástrofe. Su enfermedad era melancólica: sentía tristezas que no se explicaba. La pérdida de su padre la asustó más que la afligió al principio. No lloraba; pasaba el día temblando de frío en una somnolencia poblada de pensamientos disparatados”. (La Regenta, Leopoldo Alas Clarín)
Testigo: El narrador participa de los hechos narrados, pero no es el personaje principal de la historia. La rápida ojeada de Sherlock Holmes captó mi curiosidad y, al observar mis inquisitivas miradas, mi amigo meneó la cabeza con una sonrisa. (La liga de los pelirrojos, Arthur Connan Doyle)
2° Año
Página 19
Eje de la Literatura
Edgar Allan Poe
El castillo en el cual mi criado penetró a la fuerza para no permitirme pasar la noche al aire libre estando yo gravemente herido, era uno de esos, mezcla de grandeza y de melancolía que durante tanto tiempo levantaron sus soberbios muros en medio de los Apeninos, tanto en la realidad como en la imaginación de la señora Radcliffe. Según toda apariencia, el castillo había sido recientemente abandonad o, aunque temporariamente. Nos instalamos en una de las habitaciones más pequeñas y menos suntuosamente amuebladas. Estaba situada en una torre aislada del resto del edificio. Su decorado era ri co , pero antiguo y sumamente deteriorado. Los muros estaban cubiertos de tapicerías y adornados con numerosos trofeos heráldicos de toda clase. También había un número verdaderamente prodigioso de pinturas modernas, ricas de estilo, colocadas en marcos dorados, de gusto arabesco. Me produjeron profundo interés, quizá debido a mi incipiente delirio, aquellos cuadros colgados no solamente en las paredes principales, sino también en muchos rincones que la arquitectura caprichosa del castillo hacía inevitables. Le pedí a Pedro que cerrara los pesados postigos del salón, pues ya era de noche, que encendiera un gran candelabro de muchos brazos colocado al lado de mi cabecera, y que abriera completamente las cortinas de negro terciopelo, guarnecidas de festones, que rodeaban el lecho. De se aba que se hiciese esto para poder entregarme si no al sueño por lo menos alternativamente a la contemplació n de estas pinturas y la lectura de un pequeño volumen, que había encontrado sobre la almohada, y que contenía la crítica y la descripción de ellas. Leí largo tiempo y contemplé las pinturas religiosas devotamente. Las horas huyeron, rápidas y silenciosas, y llegó la medianoche. La posición del candelabro me molestaba, por eso e x te ndí la ma no con dificultad, para no turbar el sueño de mi criado, y lo coloqué de modo que arrojase la luz d e lleno so bre el libro. Pero este movimiento produjo un efecto completamente inesperado. La luz de sus numerosas ve las dio de pleno en un nicho del salón que una de las columnas del lecho había cubierto hasta entonces con una sombra profunda. Vi, envuelto en viva luz, un cuadro que no había visto antes. Era el retrato de una joven y a próxima a ser mujer. Lo contemplé rápidamente y cerré los ojos. ¿Por qué hice esto? No me lo pude explicar al principio. Pero, mientras que mis ojos permanecieron cerrados, analicé rápidamente el motivo que me los hacía cerrar. Era un movimiento involuntario para ganar tiempo y recapacitar, para asegurarme de que mi vista no me había engañado, para calmar y preparar mi espíritu a una contemplación más fría y más se re na. Al cabo de algunos momentos, volví a contemplar fijamente el cuadro. No era posible dudar, aun cuando lo hubiese querido, porque el primer rayo de luz sobre el li enz o, había desvanecido el estupor delirante que había poseído mis sentidos, y me había regresado repentinamente a la realidad de la vida. El cuadro representaba, como ya he dicho, a una joven. Se trataba sencillamente de un retrato de medio cuerpo, y estaba hecho en lo que se llama, técnicamente, estilo viñeta. Había en él mucho de la manera de pintar de Sully en sus cabezas favoritas. Los brazos, el seno y las puntas de sus radiantes cabellos, se fundían en una sombra vaga, pero profunda, que servía de fondo a la imagen. El marco era oval, magníficamente dorado, y de un bello estilo morisco. Tal vez no fuese ni la ejecución de la obra, ni la inmortal belleza de su fisonomía lo que me impresionó tan repentina y profundamente. No podía cre er qu e mi imaginación, al salir de su delirio, hubiese tomado la cabeza por la de una persona viva. Pero los det al l es del dibujo, el estilo de viñeta y el aspecto del marco, no me permitieron dudar ni un solo instante. Abismado en estas reflexiones, permanecí una hora entera con los ojos fijos en el retrato. Aquella inexplicable expresión de realidad y vida que al principio me hiciera estremecer, acabó por subyugarme. Lleno de terror y respeto, volví a colocar el candelabro a su primera posición . Habiendo así apartado de mi vista la causa de mi
2° Año
Página 20
Eje de la Literatura profunda agitación, me apoderé ansiosamente del libro que contenía la historia y descripción de los cuadros. Busqué inmediatamente el número correspondiente al que marcaba el retrato oval, y leí la extraña y singular historia siguiente: "Era una joven de extraordinaria belleza, tan amable como llena de alegría. Pero maldita fue l a ho ra en que vio, amó y se casó con el pintor. Él tenía un carácter apasionado, era estudioso y austero, y ya se había casado con su arte; ella, joven, de rarísima belleza, toda luz y sonrisas, con la alegría de un cerv atil lo, todo lo amaba, nada odiaba salvo el arte, que era su rival. No temía más que a la paleta, los pinceles y demás instrumentos inoportunos que le arrebataban el amor de su adorado. Fue, pues algo terrible para esta dama oír al pintor expresar su deseo de retratarla. Pero ella era humilde y obediente, y se sentó paci e nt emente, durante largas semanas, en la sombría y alta habitación de la torre, donde la luz se filtraba sobre el pálido lienzo solamente por el cielo raso. El artista ponía su gloria en su obra, que avanzaba de hora en hora, de día en día. Y era un hombre vehemente, extraño, pensativo y que se perdía en mil ensueños; tanto que quiso ver que la luz que penetraba tan lúgubremente en esta torre aislada secaba la salud y los encantos de su mu j er, que se consumía para todos excepto para él. Ella, no obstante, sonreía más y más, porque veía que el pintor, que tenía gran fama, experimentaba un vivo y ardiente placer en su tarea, y trabajaba noche y día para trasladar al lienzo la imagen de la mujer que tanto amaba, la cual cada día se volvía más débil y desanimada. Y, en verdad, los que contemplaban el retrato, comentaban en voz baja su semejanza maravillosa, prueba palpable de la habilidad del pintor, y del profundo amor que su modelo le inspiraba. Pero, al fin, cuando el trabajo tocaba a su término, no se permitió a nadie entrar en la torre, porque el pintor había llegado a enloquecer por el ardor con que tomaba su trabajo, y rara vez levantaba los ojos del lienzo , ni aun para mirar el rostro de su esposa. Y no quiso ver que los colores que esparcía sobre el lienzo se borraban de las mejillas de la que tenía sentada frente a él. Y cuando muchas semanas hubieron transcurrido, y muy poco quedaba por hacer sólo una pincelada sobre los labios y algún retoque en los ojos, el alma de la dama tembló aún, como la l lam a de una lámpara que está a punto de extinguirse. Y entonces el pintor dio la última pincelada. Durante un instante quedó en éxtasis ante el trabajo que había realizado. Pero un minuto después, mientras aún contemplaba su cuadro, se estremeció, se puso pálido de terror y gritó horrorizado: -¡En verdad, esta es la vida misma! Se volvió bruscamente para mirar a su amada: ¡Estaba muerta!". Radcliff: Ann Radcl iff (176 – 18 23), novelista inglesa. Sus relatos, antecedentes de la novela gótica, s e caracterizan por sus argumentos misterioso s y
sus atmósferas de terror. Heráldico: relacionado con los escudos de nobleza, sobre todo los d e origen familiar. Arabesco: di bujos de adorno, c ompuestos por figuras geométricas, follajes y cintas. Viñeta: dibujo o estampita que se pone de adorno en el principio o el fin d e los libros o ca pítulos. Sully: Thomas Sully (1783 – 1872), retratista inglés. Retrató a algunos de los presidentes estadounidenses de su época. Morisco: relativo a l os moros, habitantes de África, que invadieron España. Vehemente: lleno de pasión, ardiente.
Actividades de comprensión y análisis 1. Tachá lo que no corresponda: En el cuento se narra una historia / se narran dos historias. El hombre entró al castillo porque estaba herido / cansado. Una vez adentro decidió alojarse en el salón principal del edificio / en una torre apartada. Las paredes del castillo tenían cuadros y escudos / velas. Sobre la cama / una mesa encontró un libro / un pergamino que contenía la historia / el nombre de los cuadros.
2° Año
Página 21
Eje de la Literatura 2. Hacé dos listas de palabras del cuento: las que se relacionan por su significado con la luz y las que se relacionan con la oscuridad. (Campo semántico de luz y de oscuridad). 3. Reescribí estas frases, con palabras que utilices habitualmente: “ Las horas huyeron, rápidas y silenciosas...” “...la arquitectura caprichosa del castillo...” “Abismado en estas reflexiones...” “...la luz se filtraba sobre el pálido lienzo”
4. Resaltá en el texto las palabras y expresiones que se refieren al castillo y su decoración. 5. Escribí siete adjetivos que te parecen adecuados para caracterizar al castillo. 6. Subrayá con dos colores distintos las palabras de los últimos párrafos del cuento que se relacionen, por su significado, con la muerte y la vida. Lleno de alegría – sombría – pálido lienzo – lúgubremente – luz – secaba la salud – se consumía – vivo y ardiente placer – noche – día – débil – desanimada – el alma vaciló – extinguirse – última pincelada – éxtasis – se puso pálido 7. Subrayá con tres colores diferentes los conectores de causa, consecuencia y temporales: Por eso – primero – entonces – al mismo tiempo – porque – después – en ese momento – más tarde – así que – pues – por lo que – antes – ya que – como – mientras – tiempo atrás – entretanto – por lo cual
8. Completá con las acciones del cuento que funcionan como causas o consecuencias:
El hombre no se podía dormir, así que___________________________________________ __________________________________________________________________________ La luz de las velas iluminó inesperadamente un rincón de la sala, por eso _______________ __________________________________________________________________________ Al hombre le llamó la atención el cuadro porque __________________________________ __________________________________________________________________________ La joven odiaba la pintura ya que_______________________________________________ __________________________________________________________________________
9. Subrayá con rojo las causas y con azul las consecuencias de las siguientes oraciones: “La posición del candelabro me molestaba, por eso extendí la mano con dificultad, para no turbar el sueño de mi criado...” “Le pedí a Pedro que cerrara los pesados postigos del salón, pues ya era de noche.” “... no se permitió a nadie entrar en la torre, porque el pintor había llegado a enloquecer por el ardor con que tomaba su trabajo...”
10. Si cambio el conector de causa por uno de consecuencia se altera el orden de la oración. Mirá el ejemplo. En cada oración subrayá con rojo la causa y con azul la consecuencia. Ella sonreía más y más, porque veía que el pintor experimentaba un vivo placer en su tarea. conector de causa
Veía que el pintor experimentaba un vivo placer en su tarea por lo tanto ella sonreía más y más. conector de co nsecuencia
11. Reescribí las oraciones del punto 9 cambiando los conectores de causa por los de consecuencia y viceversa. Hacé los cambios necesarios en las oraciones.
2° Año
Página 22
Eje de la Literatura 12. ¿Qué tipo de narrador tiene la historia del hombre herido? ¿Y en la del pintor y la joven? Justificá transcribiendo citas textuales. 13. Completá el siguiente cuadro con la información del cuento.
Marco
Tipo de narrador
Conflicto
Historia del hombre herido
Historia del pintor y la joven
14. Identificá en el cuento fragmentos en los que el narrador: a. Menciona las características de un ambiento u objeto. b. Caracteriza a un personaje. c. Narra acciones. d. Realiza un comentario. 15. Reescribí el siguiente fragmento en tercera persona. Realizá todos los cambios necesarios. Aquella inexplicable expresión de realidad y vida que al principio me hiciera estremecer, acabó por subyugarme. Lleno de terror y respeto, volví a colocar el candelabro a su primera posición. Habiendo así apartado de mi vista la causa de mi profunda agitación, me apoderé ansiosamente del libro que c onte nía la historia y descripción de los cuadros. Busqué inmediatamente el número correspondiente al que ma rc aba el retrato oval, y leí la extraña y singular historia...
León Tolstoi
En una choza, Juana, la mujer del pescador, se halla sentada junto a la ventana, remendando una vela vieja. Afuera aúlla el viento y las olas rugen, rompiéndose en la costa... La noche es fría y oscura, y el mar está tempestuoso; pero en la choza de los pescadores el ambiente es templado y acogedor. El su el o de tierra apisonada está cuidadosamente barrido; la estufa sigue encendida todavía; y l os cacharros relucen, e n el estante. En la cama, tras de una cortina blanca, duermen cinco niños, arrullados por el bramido del mar agitado. El marido de Juana ha salido por la mañana, en su barca; y no ha vuelto todavía. La mujer oye el rugido de las olas y e l aullar del viento, y tiene miedo. Con un ronco sonido, el viejo reloj de madera ha dado las diez, las once... Juana se sume en reflexiones. Su marido no se preocupa de sí mismo, sale a pescar con frío y tempestad. Ella trabaja desd e la mañana a la noche. ¿Y cuál es el resultado? Apenas les llega para comer... Los niños no tienen q ué po ne rs e en los pies: tanto en invierno como en verano, corren descalzos; no les alcanza para comer pan de trigo; y aún tienen que dar gracias a Dios de que no les falte el de centeno. La base de su alimentación es el pescado. "Gracias a Dios, los niños están sanos. No puedo quejarme", piensa Juana, y vuelve a prestar atención a la tempestad. "¿Dónde estará ahora? ¡Dios mío! Protégelo y ten piedad de él", dice, persignándose.
2° Año
Página 23
Eje de la Literatura Aún es temprano para acostarse. Juana se pone en pie; se echa un grueso pañuelo por la cabeza, enciende una linterna y sale. Quiere ver si ha amainado el mar, si se despeja el cielo, si hay luz en el faro y si aparece la barca de su marido. Pero no se ve nada. El viento le arranca el pañuelo y lanza un objeto contra la puerta de la choza de al lado; Juana recuerda que la víspera había querido visitar a la vecina enferma. "No tiene quien la cuide", piensa, mientras llama a la puerta. Escucha... Nadie contesta. "A lo mejor le ha pasado algo", piensa Juana; y empuja la puerta, que se abre de par e n par. Juana entra. En la choza reinan el frío y la humedad. Juana alza la linterna para ver dónde está la enferma. Lo primero que aparece ante su vista es la cama, que está frente a la puerta. La vecina yace boca arriba , co n l a inmovilidad de los muertos. Juana acerca la linterna. Sí, es ella. Tiene la cabeza echada hacia atrás; su ro st ro lívido muestra la inmovilidad de la muerte. Su pálida mano, sin vida, como si la hubiese extendido para buscar algo, se ha resbalado del colchón de paja, y cuelga en el vacío. Un poco más lejos, al lado de la difunta, dos niños, de caritas regordetas y rubios cabellos rizados, duermen en una camita acurrucados y cubiertos con un vestido viejo. Se ve que la madre, al morir, les ha envuelto las piernecitas en su mantón y les ha echado por encima su vestido. La respiración de los niños es tranquila, uniforme; duermen con un sueño dulce y profundo. Juana toma la cuna con los niños; y, cubriéndolos con su mantón, se los lleva a su casa. El corazó n le late con violencia; ni ella misma sabe por qué hace esto; lo único que le consta es que no puede proceder de otra manera. Una vez en su choza, instala a los niños dormidos en la cama, junto a los suyos; y e cha la cortina. Está pálida e inquieta. Es como si le remordiera la conciencia. "¿Qué me dirá? Como si le dieran po co s de sv elos nuestros cinco niños... ¿Es él? No, no... ¿Para qué los habré traído? Se enojará... Ahí viene... ¡No! Menos mal..." La puerta chirría, como si alguien entrase. Juana se estremece y se pone en pie. “No. No es nadie. ¡Señor! ¿Por qué habré hecho eso? ¿Cómo lo voy a mirar a la cara ahora?" Y Juana
permanece largo rato sentada junto a la cama, sumida en reflexiones. La lluvia ha cesado; el cielo se ha despejado; pero el viento sigue azotando y el mar ru ge , l o mi sm o que antes. De pronto, la puerta se abre de par en par. Irrumpe en la choza una ráfaga de frío aire marino; y un hombre, alto y moreno, entra, arrastrando tras de sí unas redes rotas, empapadas de agua. -¡Ya estoy aquí, Juana! -exclama. -¡Ah! ¿Eres tú? -replica la mujer; y se interrumpe, sin atreverse a levantar la vista. -¡Vaya nochecita! -Es verdad. ¡Qué tiempo tan espantoso! ¿Qué tal se te ha dado la pesca?
2° Año
Página 24
Eje de la Literatura -Es horrible, no he pescado nada. Lo único que he sacado en limpio ha sido destrozar las redes. Esto es horrible, horrible... No puedes imaginarte el tiempo que ha hecho. No recuerdo una noche igual en toda mi vida. No hablemos de pescar; doy gracias a Dios por haber podido volve r a casa. Y tú, ¿qué has hecho sin mí? Después de decir esto, el pescador arrastra las redes tras de sí por la habitación; y se sienta junto a la estufa. -¿Yo? -exclama Juana, palideciendo-. Pues nada de particular. Ha hecho un viento tan fuerte que me daba miedo. Estaba preocupada por ti. -Sí, sí -masculla el hombre-. Hace un tiempo de mil demonios, pero... ¿qué podemos hacer? Ambos guardan silencio. -¿Sabes que nuestra vecina Simona ha muerto? -¿Qué me dices? -No sé cuándo; me fi guro que ayer. Su muerte ha debido ser triste. Seguramente se le desgarraba el corazón al ver a sus hijos. Tiene dos niños muy pequeños... Uno ni siquiera sabe hablar y el otro empieza a andar a gatas... Juana calla. El pescador frunce el ceño; su rostro adquiere una expresión seria y preocupada. -¡Vaya situación! -exclama, rascándose la nuca-. Pero, ¡qué le hemos de hacer! No tenemos más remedio que traerlos aquí. Porque si no, ¿qué van a hacer solos con la difunta? Ya saldremos ade lante como sea. Anda, corre a traerlos. Juana no se mueve. -¿Qué te pasa? ¿No quieres? ¿Qué te pasa, Juana? -Están aquí ya -replica la mujer descorriendo la cortina. Acogedor: agradable cómodo. Bramido: grito furioso del hombre cuando está furioso. También es l a voz de a lgunos animales salvajes. Amainado: aplacado sin fuerza. Víspera: día que antecede a otro esperado. Azotando: golpeando. Mascullar: hablar entre dientes.
Actividades de comprensión y análisis 1. Completá los espacios en blanco con la información del cuento: Juana, la mujer del ______________, vivía en una ________________ cerca del _____________. Ella tenía ___________ hijos. Su marido había salido ____________________. Era una noche de _____________ y no se podía dormir, por eso decidió _________________. Cuando entró a la casa encontró _______________ y a sus ________________ cubiertos con una _________________. La mujer decidió que _____________________ pero temía que su marido se enojara porque ______________________.
2° Año
Página 25
Eje de la Literatura 2. Busquen en el cuento expresiones referidas a actitudes de seres inanimados que el narrador emplea para caracterizar el lugar de la tormenta. Por ejemplo, aúlla el viento y las olas rugen. 3. Reescribí esas frases con otras palabras. Por ejemplo, El viento soplaba muy fuerte.
4. Ubicá la palabra lívido en el texto. Buscá y copiá el significado que corresponde al texto. Buscá en el texto un sinónimo de esa palabra.
Los cuentos realistas y fantásticos
Todos los cuentos son creaciones imaginarias, o lo que también llamamos ficción literaria. Sin embargo, algunos se clasifican como realistas, porque la forma en que están narrados los hechos crea en el lector la “ilusión” de que todo lo que está leyendo podría formar parte de la realidad, aunque sea en otro lugar, o en otro tiempo. Por otro lado, los cuentos fantásticos presentan hechos sobrenaturales que irrumpen en un mundo aparentemente normal y crean la incertidumbre en el lector, hacen que el lector se pregunte si es realmente posible que “eso” que se narra, y que escapa a lo que es “natural”, o “normal”, pueda llegar a ocurrir, lo cual significaría que las cosas no son exactamente como las conocemos...
Para pensar: 1. 2. 3. 4.
¿Por qué Juana está preocupada por su marido? ¿En qué condiciones debe trabajar el pescador? Marcá en el cuento “Pobres gentes” el conflicto central y la resolución. Volvé al cuento “El retrato oval”. ¿Cuál de estas opciones te parece más adecuada para explicar lo
que ocurre?
La joven murió de una enfermedad porque el pintor no la atendió a tiempo. La joven se murió de tristeza provocada por la indiferencia de su marido.
El retrato absorbió el alma de la jove n y, por eso, el cuadro tie ne tanta “vida”.
El cuento permite todas las interpretaciones anteriores porque intenta generar la duda en el lector.
5. ¿Por qué el cuento se titula “Pobres gentes”? ¿Y por qué pensás que la palabra gente se usa en plural? 6. Marcá las opciones correctas. Justificalas con fragmentos tomados del cuento. ...no consultó con él su decisión. ...sabe que les será difícil mantener tantos niños. ...su esposo llegará cansado y malhumorado. ...esos hijos nos son suyos, y no debe rían compartir el mismo techo.
2° Año
Página 26
Eje de la Literatura El punto de vista del narrador El narrador cuenta la historia desde el punto de vista de un personaje, como si mirara a través de sus ojos o sintiera lo mismo que él. Ocurre tanto con el narrador en primera como en tercera persona. Si el punto de vista es desde el mismo personaje a lo largo de toda la historia, se dice que es fijo. A veces puede cambiar, y se llama variable. 1. Marcá en el texto los fragmentos en los que el narrador cuenta lo que piensa Juana. 2. Buscá y copiá los diminutivos que emplea el narrador de este cuento. 3. ¿Por qué pensás que usa diminutivos?
Para indicar su tamaño pequeño. Porque le dan al narrador un tono afectuoso. Para darle ternura a la escena. Porque lo acercan al punto de vista de Juana.
El argumento
El argumento de una narración o película es el resumen de esa narración. Resumir es transformar un texto para producir otro, más breve, que concentra la información más importante del primero. Cuando se realiza un resumen, es necesario tener en cuenta la organización del texto que se va a resumir, es decir, observar si es predominante narrativo, descriptivo o de opinión.
Esta es una historia de tiempos y de reinos pretéritos. El escultor paseaba con el tirano por los jardines del palacio. Más allá del laberinto para los extranjeros ilustres, en el extremo de la al am eda d e los filósofos decapitados, el escultor presentó su última obra: una náyade que era una fuente. Mientras abundaba en explicaciones técnicas y disfrutaba de la embriaguez del triunfo, el artista advirtió en el hermoso rostro de su protector una sombra amenazadora. Comprendió la causa. "¿Cómo un ser tan ínfi mo " -sin duda estaba pensando el tirano- "es capaz de lo que yo, pastor de pueblos, soy incapaz ?" En to nces un pájaro, que bebía en la fuente, huyó alborozado por el aire y el escultor discurrió la idea que lo salvaría. "P or humildes que sean" -dijo indicando al pájaro- "hay que reconocer que vuelan mejor que nosotros". Adolfo Bioy Casares Náyade: cualquiera de las ninfas que, según la mitología clásica, residían en los ríos y en las fuentes.
1. Generalmente, el título expresa el contenido global de un texto, lo que ayuda a de terminar cuál es la información principal que no deberá faltar en el resumen argumental. Explicá el sig nificado del título de este cuento. 2. ¿A qué información hacen referencia las partes subrayadas del texto? ¿Es información principal o secundaria?
2° Año
Página 27
Eje de la Literatura 3. ¿Las partes no subrayadas qué información brindan? ¿Son descripciones, comentarios del narrad or, palabras de los personajes, etc.?
Pasos para realizar el resumen de un texto narrativo:
Leé el texto completo más de una vez. Prestá atención al título, ya que suele expresar el sentido global del texto. Subrayá las acciones principales. Encerrá entre paréntesis la información accesoria (por ejemplo, descripciones), y los diálogos o palabras textuales de los personajes. Redactá un borrador a partir de lo subrayado. Uní las oraciones empleando conectores temporales y lógicos. Revisá la sintaxis, la puntuación y la ortografía y escribí la versión final.
1. Completá los e spacios en blanco para producir el argumento de “Pobres gentes” Juana, la mujer del pescador; ______________________________________________________. En la cama, duermen _______________________; su marido _____________________________. Ellos son ______________________ y a pesar de que ___________________________________, apenas ________________________________. Mientras espera la llegada de su esposo, ______________________________________________. Al entrar a la habitación ___________________________________________________________ __________________________________. Entonces, Juana ________________________________ _______________________________________________. Pero presiente que _______________ _____________________________________ porque __________________________________. Al rato, el hombre _______________________________________________________________ _________________________________________.
2. Realizá el resumen del cuento “La salvación”. 3. Con tu compañero de banco, escribí el argumento de “El retrato oval”.
Inició el ascenso, la mirada clavada en la cima. Había estudiado las rutas posibles: la normal, qu e no ofrecía nuevos desafíos; y la que por fin tomó – la lateral -, debido a que su ladera de hierros y maderas cruzadas era la más exigente. Poco a poco, las cumbres cercanas se empequeñecían, empujadas por él haci a abajo. El panorama se desplegó: un amanecer en abanico. Desde allí controlaba todo lo que su vista podía abarcar. En ese instante dejó de ser niño, dejó de ser hombre: contemplaba la libertad desde sus ojos. Estaba en la cima, había encontrado el lugar elegido. Se preguntó – y supo que la incógnita se repetiría muchas veces en su historia - : “¿Siempre e s mejor estar más arriba?” Y llegó el momento del descenso, de volver al plano acostumbrado, a los pasos seguros, al paisaje conocid o. Sólo debía decidir cómo provocar a la ladera en el declive final. Optó por acostarse y sentir al ras esa brisa constante en la cara. Y su inspiración perduró hasta que aterrizó de panza en el arenero. Se levantó, se sacudió. Como un exitoso escalador se despidió de esa montaña. No veía en ella hierros y madera. Sí rocas, sí nieve, el vértigo de las alturas.
2° Año
Página 28
Eje de la Literatura Mientras se alejaba, sonreía con orgullo. Invitaba al resto de los juegos a que lo reverenciaran como a qui en era: el Rey de la Cumbre de la Plaza. Fabián Zaionz
1. Escribí el resumen de “El rey de la cumbre”.
La noche de difuntos me despertó a no sé qué hora el doble de las campanas; su tañido monótono y ete rn o me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria. Intenté dormir de nuevo; ¡imposible! Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desbo ca y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato me decidí a escribirla, como en efecto lo hice. Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire frío de la noche. Sea de ello lo que quiera, ahí va, como el caballo de copas. I -Atad los perros; haced la señal con las trompas para que se reúnan los cazadores, y demos la vuelta a la ciudad. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en el Monte de las Ánimas. -¡Tan pronto! -A ser otro día, no dejara yo de concluir con ese rebaño de lobos que las nie ves del Moncayo han arrojado de sus madrigueras; pero hoy es imposible. Dentro de poco sonará la or ación en los Templarios, y las ánimas de los difuntos comenzarán a tañer su campana en la capilla del monte. -¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme? -No, hermosa prima; tú ignoras cuanto sucede en este país, porque aún no hace un año que has ve nido a él desde muy lejos. Refrena tu yegua, yo también pondré la mía al paso, y mientras dure el camino te co nt aré esa historia. Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos; los condes de Borges y de Alcudiel mo nt aron en su s magníficos caballos, y todos juntos siguieron a sus hijos Beatriz y Alonso, que precedían la comitiva a bastante distancia. Mientras duraba el camino, Alonso narró en estos términos la prometida historia: -Ese monte que hoy llaman de las Ánimas, pertenecía a los Templarios, cuyo convento ves allí, a la ma rg en del río. Los Templarios eran guerreros y religiosos a la vez. Conquistada Soria a los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras para defender la ciudad por la parte del puente, haciendo en ello notab le a grav io a sus nobles de Castilla; que así hubieran solos sabido defenderla como solos la conquistaron. Entre los caballeros de la nueva y poderosa Orden y los hidalgos de la ciudad fermentó por alg un os añ os , y estalló al fin, un odio profundo. Los primeros tenían acotado ese monte, donde reservaban caza abundante para satisfacer sus necesidades y contribuir a sus placeres; los segundos
2° Año
Página 29
Eje de la Literatura determinaron organizar una gran batida en el coto, a pe sar de las severas prohibiciones de lo s clérigos con espuelas, como llamaban a sus enemigos. Cundió la voz del reto, y nada fue parte a detener a los unos en su manía de cazar y a los otros en su empeño de estorbarlo. La proyectada expedición se llevó a cabo. No se acordaron de ella las fieras; antes la te nd ría n presente tantas madres como arrastraron sendos lutos por sus hijos. Aquello no fue una cacería, fue una batalla espantosa: el monte quedó sembrado de cadáveres, los lobos a quienes se quiso exterminar tuvieron un sangriento festín. Por último, intervino la autoridad del rey: el monte, maldita ocasión de tantas desgracias, se declaró abandonado, y la capilla de los religiosos, situada en el mismo monte y en cu yo atri o se enterraron juntos amigos y enemigos, comenzó a arruinarse. Desde entonces dicen que cuando llega la noche de difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fan tást ica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos, y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de l os esqueletos. Por eso en Soria le llamamos el Monte de las Ánimas, y por eso he querido salir de él an te s qu e cierre la noche. La relación de Alonso concluyó justamente cuando los dos jóvenes llegaban al extremo de l pu ente qu e da paso a la ciudad por aquel lado. Allí esperaron al resto de la comitiva, la cual, después de incorporárseles los dos jinetes, se perdió por entre las estrechas y oscuras calles de Soria. II Los servidores acababan de levantar los manteles; la alta chimenea gótica del palacio de los condes de Alcudiel despedía un vivo resplandor iluminando algunos grupos de damas y caballeros que alrededo r de l a lumbre conversaban familiarmente, y el viento azotaba los emplomados vidrios de las ojivas del salón. Solas dos personas parecían ajenas a la conversación general: Beatriz y Alonso: Beatriz seguía con los ojos, absorta en un vago pensamiento, los caprichos de la llama. Alonso miraba el reflejo de la hoguera ch isp ear en las azules pupilas de Beatriz. Ambos guardaban hacía rato un profundo sile ncio. Las dueñas referían, a propósito de la noche de difuntos, cuentos tenebrosos en que los espectros y los aparecidos representaban el principal papel; y las campanas de las iglesias de Soria doblaban a l o lejos co n un tañido monótono y triste. -Hermosa prima -exclamó al fin Alonso rompiendo el largo silencio en que se encontraban-; pronto va mo s a separarnos tal vez para siempre; las áridas llanuras de Castilla, sus costumbres toscas y guerreras, sus hábitos sencillos y patriarcales sé que no te gustan; te he oído suspi rar varias veces, acaso por algún galán de tu lejano señorío. Beatriz hizo un gesto de fría indiferencia; todo un carácter de mujer se reveló en aquella desdeñosa contracción de sus delgados labios. -Tal vez por la pompa de la corte francesa; donde hasta aquí has vivido -se apresuró a añadir el joven-. De un modo o de otro, presiento que no tardaré en perderte... Al separarnos, quisiera que llevases un a me mo ria mía... ¿Te acuerdas cuando fuimos al templo a dar gracias a Dios por haberte devuelto la salud que vinis te a buscar a esta tierra? El joyel que sujetaba la pluma de mi gorra cautivó tu atención. ¡Qué hermoso estaría
2° Año
Página 30
Eje de la Literatura sujetando un velo sobre tu oscura cabellera! Ya ha prendido el de una desposada; mi padre se lo reg al ó a la que me dio el ser, y ella lo llevó al altar... ¿Lo quieres? -No sé en el tuyo -contestó la hermosa-, pero en mi país una prenda recibida compromete una voluntad. Sólo en un día de ceremonia debe aceptarse un presente de manos de un deudo... que aún puede ir a Ro ma sin volver con las manos vacías. El acento helado con que Beatriz pronunció estas palabras turbó un momento al joven, que después de serenarse dijo con tristeza: -Lo sé prima; pero hoy se celebran Todos los Santos, y el tuyo ante todos; hoy es día de ceremonias y presentes. ¿Quieres aceptar el mío? Beatriz se mordió ligeramente los labios y extendió la mano para tomar la joya, sin añadir una palabra. Los dos jóvenes volvieron a quedarse en silencio, y se volvió a oír la cascada voz de las viejas q ue ha bl ab an de brujas y de trasgos y el zumbido del aire que hacía crujir los vidrios de las ojivas, y el triste monótono doblar de las campanas. Al cabo de algunos minutos, el interrumpido diálogo tornó a anudarse de este modo: -Y antes de que concluya el día de Todos los Santos, en que, así como el tuyo se celebra el mío, y puedes, s in atar tu voluntad, dejarme un recuerdo, ¿no lo harás? -dijo él clavando una mirada en la de su prima, que brilló como un relámpago, iluminada por un pensamiento diabólico. -¿Por qué no? -exclamó ésta llevándose la mano al hombro derecho como para buscar alguna cosa entre l os pliegues de su ancha manga de terciopelo bordado de oro... Después, con una infantil expresión de sentimiento, añadió: -¿Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy a la cacería, y que por no sé qué emblema de su color me dijiste que era la divisa de tu alma? -Sí. -Pues... ¡se ha perdido! Se ha perdido, y pensaba dejártela como un recuerdo. -¡Se ha perdido!, ¿y dónde? -preguntó Alonso incorporándose de su asiento y con una indescriptible expresión de temor y esperanza. -No sé.... en el monte acaso. -¡En el Monte de las Ánimas -murmuró palideciendo y dej ándose caer sobre el sitial-; en el Monte de las Ánimas! Luego prosiguió con voz entrecortada y sorda: -Tú lo sabes, porque lo habrás oído mil veces; en la ciudad, en toda Castilla, me llaman el rey de los cazadores. No habiendo aún podido probar mis fuerzas en los combates, como mis ascendentes, he l levado a esta diversión, imagen de la guerra, todos los bríos de mi juventud, todo el ardor, hereditario en mi raza. La alfombra que pisan tus pies son despojos de fieras que he muerto por mi mano. Yo conozco s us gu ari da s y
2° Año
Página 31
Eje de la Literatura sus costumbres; y he combatido con ellas de día y de noche, a pie y a caballo, solo y en batida, y na di e di rá que me ha visto huir del peligro en ninguna ocasión. Otra noche volaría por esa banda, y volaría gozoso como a una fiesta; y, sin embargo, esta noche... esta noche. ¿A qué ocultártelo?, tengo miedo. ¿Oyes? Las campanas doblan, la oración ha sonado en San Juan del Duero, las ánimas del monte comenzarán ahora a levantar sus amarillentos cráneos de entre las malezas que cubren sus fosas... ¡las ánimas!, cu ya so la vi st a puede helar de horror la sangre del más valiente, tornar sus cabellos blancos o arrebatarle en el to rb elli no de su fantástica carrera como una hoja que arrastra el viento sin que se sepa adónde. Mientras el joven hablaba, una sonrisa imperceptible se dibujó en los labios de Beatriz, que cuando hubo concluido exclamó con un tono indiferente y mientras atizaba el fuego del hogar, donde saltaba y crujía la leña, arrojando chispas de mil colores: -¡Oh! Eso de ningún modo. ¡Qué l ocura! ¡Ir ahora al monte por semejante friolera! ¡Una noche tan oscura, noche de difuntos, y cuajado el camino de l obos! Al decir esta última frase, la recargó de un modo tan especial, que Alonso no pudo menos de comprender toda su amarga ironía, movido como por un resorte se puso de pie, se pasó la mano por la frente, como para arrancarse el miedo que estaba en su cabeza y no en su corazón, y con voz firme exclamó, dirigiéndos e a l a hermosa, que estaba aún inclinada sobre el hogar entreteniéndose en revo lver el fuego: -Adiós Beatriz, adiós... Hasta pronto. -¡Alonso! ¡Alonso! -dijo ésta, volviéndose con rapidez; pero cuando quiso o aparentó quere r de te ne rle, el joven había desaparecido. A los pocos minutos se oyó el rumor de un caballo que se alejaba al galope. La hermosa, con una radiante expresión de orgullo satisfecho que coloreó sus mejillas, prestó atento oído a aquel rumor que se debilitaba, que se perdía, que se desvaneció, por último. Las viejas, en tanto, continuaban en sus cuentos de ánimas aparecidas; el aire zumbaba en los vidrios del balcón y las campanas de la ciudad doblaban a lo lejos. III Había pasado una hora, dos, tres; la media noche estaba a punto de sonar, y Beatriz se retiró a su oratorio. Alonso no volvía, no volvía, cuando en menos de una hora pudiera haberlo hecho. - ¡Habrá tenido miedo! -exclamó la joven cerrando su libro de oraciones y encaminándose a su lecho, después de haber intentado inútilmente murmurar algunos de los rezos que la iglesia consagra en el día de difuntos a los que ya no existen. Después de haber apagado la lámpara y cruzado las dobles cortinas de seda, se durmió; se durmió con un sueño inquieto, ligero, nervioso. Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz oyó entre sueños las vibraciones de la campan a, lentas, sordas, tristísimas, y entreabrió los ojos. Creía haber oído a par de ellas pronunciar su nombre; pero lejos, muy lejos, y por una voz ahogada y doliente. El viento gemía en los vidrios de la ventana. -Será el viento -dijo; y poniéndose la mano sobre el corazón, procuró tranquilizarse. Pero su corazón latía cada vez con más violencia. Las puertas de alerce del oratorio habían crujido sobre sus goznes, con un
2° Año
Página 32
Eje de la Literatura chirrido agudo prolongado y estridente. Primero unas y luego las otras más cercanas, todas las puertas que daban paso a su habitación iban sonando por su orden, éstas con un ruido sordo y grave, aquéllas con un lamento largo y crispador. Después silen ci o, un silencio lleno de rumores extraños, el silencio de la media noche, con un murmullo mo n ót on o de ag ua distante; lejanos ladridos de perros, voces confusas, palabras ininteligibles; ecos de pasos que van y vi enen, crujir de ropas que se arrastran, suspiros que se ahogan, respiraciones fatigosas que casi se sienten, estremecimientos involuntarios que anuncian la presencia de algo que no se ve y cuya aproximación se no ta no obstante en la oscuridad. Beatriz, inmóvil, temblorosa, adelantó la cabeza fuera de las cortinillas y escuchó un momento. Oía mil ruidos diversos; se pasaba la mano por la frente, tornaba a escuchar: nada, silencio. Veía, con esa fosforescencia de la pupila en las crisis nerviosas, como bultos que se movían en todas direcciones; y cuando dilatándolas las fijaba en un punto, nada, oscuridad, l as sombras impenetrables. -¡Bah! -exclamó, volviendo a recostar su hermosa cabeza sobre la almohada de raso azul del lecho-; ¿ so y yo tan miedosa como esas pobres gentes, cuyo corazón palpita de terror bajo una armadura, al oír una conseja de aparecidos? Y cerrando los ojos intentó dormir...; pero en vano había hecho un esfuerzo sobre sí misma. Pronto vol vi ó a incorporarse más pálida, más inquieta, más aterrada. Ya no era una ilusión: las colgaduras de broca do de l a puerta habían rozado al separarse, y unas pisadas lentas sonaban sobre la alfombra; el rumor de aquellas pisadas era sordo, casi imperceptible, pero continuado, y a su compás se oía crujir una cosa como made ra o hueso. Y se acercaban, se acercaban, y se movió el reclinatorio que estaba a la orilla de su lecho. Beatriz lanzó un grito agudo, y arrebujándose en la ropa que la cubría, escondió la cabeza y contuvo el aliento. El aire azotaba los vidrios del balcón; el agua de la fuente lejana caía y caía con un rumor eterno y monótono; los ladridos de los perros se dilataban en las ráfagas del aire, y las campanas de la ciudad de Soria, unas cerca, otras distantes, doblan tristemente por las ánimas de los difuntos. Así pasó una hora, dos, la noche, un siglo, porque la noche aquella pareció eterna a Beatriz. Al fin d esp un tó la aurora: vuelta de su temor, entreabrió los ojos a los primeros rayos de la luz. Después de una noche de insomnio y de terrores, ¡es tan hermosa la luz clara y blanca del día! Separó las cortinas de seda del l e cho, y ya se disponía a reírse de sus temores pasados, cuando de repente un sudor frío cubrió su cuerpo , su s oj os se desencajaron y una palidez mortal descoloró sus mejillas: sobre el reclinatorio había visto sangrienta y desgarrada la banda azul que perdiera en el monte, la banda azul que fue a buscar Alonso. Cuando sus servidores llegaron despavoridos a noticiarle la muerte del primogénito de Alcudiel, que a la mañana había aparecido devorado por los lobos entre las malezas del Monte de las Ánimas, la enco nt raro n inmóvil, crispada, asida con ambas manos a una de las columnas de ébano del lecho, desencajados los oj os , entreabierta la boca; blancos los labios, rígidos los miembros, muerta; ¡muerta de horror! IV Dicen que después de acaecido este suceso, un cazador extraviado que pasó la noche de difuntos sin po de r salir del Monte de las Ánimas, y que, al otro día, antes de morir, pudo contar lo que viera, refirió cosas horribles. Entre otras, asegura que vio a los esqueletos de los antiguos templarios y de lo s no bl es de So ri a enterrados en el atrio de la capilla levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible, y, caba ll ero s sobre osamentas de corceles, perseguir como a una fiera a una mujer hermosa, pálida y desmele nada, qu e
2° Año
Página 33
Eje de la Literatura con los pies desnudos y sangrientos, y arrojando gritos de horror, daba vueltas alrededor de la tumba de Alonso. Gustavo Adolfo Bécquer
1. 2. 3. 4.
5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13.
14. 15.
Averiguá la biografía del autor. El texto está organizado en cinco partes. Sintetizá brevemente lo que ocurre en cada una de ellas. ¿Por qué conoce el narrador la historia? ¿Quién se la ha contado? Alonso le explica a Beatriz una historia ambientada en la Edad Media. Esa historia trata sobre una antigua batalla entre templarios y nobles de Soria ¿Qué desencadenó la enemistad entre ambos y la batalla que después tendría lugar? ¿A quién pertenecía el monte de las ánimas? Desde ese antiguo confli cto, ¿qué pasa cada noche de difuntos? Describí las personalidades de Alonso y Beatriz con tres adjetivos, como mínimo para cada uno. Justificá tu elección con citas textuales o hechos tomados de la historia. Explicá las reacciones de Beatriz en la parte II. ¿A qué creés que se deben? La noche de Difuntos está prohibido entrar en el monte de las ánimas ¿Por qué Alonso no respeta esa prohibición? ¿Cómo aparece la banda azul en la habitación de Beatriz? Aunque Bécquer inventa muchas de sus Leyendas, siempre las quiere hacer pasar por autóctonas d e determinados lugares: Sevilla, Toledo, Soria, Castilla, etc ¿Por qué pensás que lo hace? Marcá y clasificá algunos recursos literarios que reconozcas, como metáforas, personificaciones, imágenes sensoriales. Ahora que ya conocés el desenlace de la historia, interpretá y explicá el sentido de los ruidos que escuchó Beatriz durante la noche de difuntos. Los difuntos convertidos en fantasmas forman parte de las tradiciones de muchas culturas. Buscá información al respecto; sobre todo, obras literarias, cuadros y películas en los que los fantasmas tengan una presencia relevante. Redactá un breve texto acerca de lo que averiguaste, como un informe. ¿Qué sabes de los Templarios? Buscá información sobre ellos para exponerla en clase. ¿A qué crees que se debe el que todavía hoy susciten el interés popular y se siga escribiendo acerca de ellos? En la leyenda hay una frase descriptiva que, convertida en leitmotiv, o motivo recurre nt e, ap arece hasta cinco veces. Identificala y juzgá cuál puede ser su función en la leyenda.
Actividades para la expresión escrita. 1. ¿Creés en los fantasmas? Escribí un texto que tenga entre 80 y 100 palabras, explicando tus motivos para creer, o no creer. 2. Narrá, en 3ª persona, la aventura trágica de Alonso en El Monte de las Ánimas cuando va a buscar el pañuelo de su enamorada.
Descubrió Ellos llegaron Dio un salto al vacío Se enamoró Murió Eran honrados Se pusieron alegres Reconocieron su culpa Se casaron
2° Año
Página 34
Eje de la Literatura
Pidieron ayuda
La mujer apareció de golpe sobre la ruta y le hizo señas para que se detuviera. El hombre frenó en la banquina unos metros más adelante. Ella se acercó y asomándose hacia adentro por la ventanilla, le dijo: -¿Puede ayudarme? Mi auto se desbarrancó. El hombre miró y descubrió un cartel arrancado y la huella profunda de unas ruedas que terminaban en el vacío. - Suba – le ofreció. Pero ella dijo que iría a pie para mostrarle el camino. El hombre la siguió hasta la curva. La vio parada en el borde del barranco, con el brazo extendido, inmóvil por unos segundos. Luego la perdió en la neblina. Bajó de la camioneta y cerró con llave. En el fondo del monte divisó un automóvil rojo atorado en la malez a. Era un atardecer nublado y el verde de las plantas resplandecía. - Señora - llamó. Comenzó a descender lentamente porque la barranca era casi vertical. Resbaló dos veces antes de llegar y se rompió el pantalón. Pensó en la mujer. Se preguntó cómo se las había arreglado en una pared tan escarpada. - Señora – llamó otra vez. Escuchó un llanto de niño que provenía desde el interior del auto. Se aproximó y a través de los vidrios astillados distinguió en el asiento de atrás un bebé de meses. En el sitio del conductor había un cuerpo doblado sobre el volante. El hombre tanteó las puertas pero estaban trabadas. Con cuidado, terminó de romper el parabrisas. Se retorció hacia adentro, llegó hasta el niño y lo sacó. Lo apoyó en el pasto, envuelt o en su campera. Luego volvió por el conductor. Era la mujer que lo había detenido en la ruta. Empujó su cuerpo suaveme nt e hacia el respaldo. En el peso comprendió que estaba muerta. Una muerta serena, sin muecas de dolor ni de miedo. Sólo en los suaves labios morados se alargaba un suspiro de cansancio, porque su instinto de hembra la había forzado a trabajar más allá de las jornadas humanas. Jorge Accame
1. ¿Cómo clasificarías este cuento? Justificá tu respuesta. 2. Hacé una secuencia con los núcleos narrativos. Recordá enunciar cada uno comenzando con un sustantivo abstracto. 3. ¿Cuál es el hecho extraordinario de esta historia? 4. ¿Qué explicación racional podrías encontrar para este hecho? ¿Y qué explicación sobrenatural darías? ¿Cuál de las dos explicaciones elegirías para este cuento?
2° Año
Página 35
Eje de la Literatura
Montones de veces —y a mi pedido— mi inolvidable tío Tomás me contó esta historia "de miedo" cuando yo era chica y lo acompañaba a pescar ciertas noches de verano. Me aseguraba que había sucedido en un pueblo de la provincia de Buenos Aires. En Pergamino o Junín o Santa Lucía... No recuerdo con exactitud este dato ni la fecha cuando ocurrió tal acontecimiento y — lamentablemente— hace años que él ya no está para aclararme las dudas. Lo que sí recuerdo es que —de entre todos los que el tío solía narrarme mientras sostenía la caña sobre el río y yo me echaba a su lado, cara a las estrellas — este relato era uno de mis preferidos. — ¡Te pone los pelos de punta y — sin embargo— encantada de escucharlo! ¿Quién entiende a esta sobri na? — me decía el tío —. Ah, pero después no quiero quejas de tu mamá, ¿eh? Te lo cuento otra vez a camb i o de
tu promesa... Y entonces yo volvía a prometerle que guardaría el secreto, que mi madre no iba a enterarse de que él habí a vuelto a narrármelo, que iba a aguantarme sin llamarla si no podía dormir más tarde cuando —de regreso a casa— me fuera a la cama y a la soledad de mi cuarto. Siempre cumplí con mis promesas. Por eso, esta historia de manos —como tantas otras que sosp echo eran inventadas por el tío o recordadas desde su propia infancia — me fue contada una y otra vez. Y una y otra vez la conté yo misma —años después — a mis propios "sobrinhijos" así como —ahora— me dispongo a contártela: como si —también— fueras mi sobrina o mi sobrino, mi hija o mi hijo y me pidieras: — ¡Dale, tía; dale, mami, un cuento "de miedo"!
Y bien. Aquí va: Martina, Camila y Oriana eran amigas amiguísimas. No sólo concurrían a la misma escuela, sino que —también— se encontraban fuera de los horarios de las clases. Unas veces, para preparar tareas escolares y otras, simplemente para estar juntas. De otoño a primavera, las tres solían pasar algunos fines de semana en la casa de campo que la familia de Martina tenía en las afueras de la ciudad. ¡Cómo se divertían entonces! Tantos juegos al aire libre, paseos en bicicleta, cabalgatas, fogones al anochecer... Aquel sábado de pleno invierno —por ejemplo—lo habían disfrutado por completo, y la al egría de las tre s nenas se prolongaba —aún— durante la cena en el comedor de la casa de campo porque la abuela Odilia les reservaba una sorpresa: antes de ir a dormir les iba a enseñar unos pasos de zapateo americano, al co mp ás de viejos discos que había traído especialmente para esa ocasión. Adorable la abuela de Martina. No aparentaba la edad que tenía. Siempre dinámica, coqueta, de buen humor, conversadora. Había sido una excelente bailarina de "tap". Las chicas lo sabían y por eso le habían insistido para que bailara con ellas.
2° Año
Página 36
Eje de la Literatura — ¿Por qué no lo dejan para mañana a la tardecita, ¿eh? Ya es hora de ir a descansar. Además, la ab ue la no
paró un minuto en todo el día. Debe de estar agotada. La mamá de Martina trató —en vano— de convencerlas para que se fueran a dormir a las cuatro y no só l o a las niñas, porque la abuela tampoco estaba dispuesta a concluir aquella jornada sin la anunciada se si ón de baile. Así fue como —al rato y mientras los padres, los perros y la gata se ubicaban en la sala de estar a manera de público — la abuela y las tres nenas se preparaban para la función casera de zapateo americano. Afuera, el viento parecía querer sumarse con su propia melodía: silbaba con intensidad entre los árboles. Arriba —bien arriba— el cielo, con las estrellas escondidas tras espesos nubarrones. La improvisada clase de baile se prolongó cerca de una hora. El tiempo suficiente como para que Martina, Camila y Oriana aprendieran —entre risas — algunos pasos de "tap" y la abuela se quedara ex haus ta y mu y acalorada. Pronto, todos se retiraron a sus cuartos. Alrededor de la casa, la noche, tan negra como el sombrero de copa que habían usado para la función. Las tres nenas ya se habían acostado. Ocupaban el cuarto de huéspedes, como en cada oportunidad que pasaban en esa casa. Era un dormitorio amplio, ubicado en el primer piso. Ten ía ventanas que se abrían sobre el parque trasero del edificio y a través de las cuales solía filtrarse el resplandor de la luna (aunque no en noches como aquella, claro, en la que la oscuridad era un enorme poncho cubriéndolo todo). En el cuarto había tres camas de una plaza, colocadas en forma paralela, en hilera y separadas por sólidas mesas de luz. En la cama de la izquierda, Martina, porque prefería el lugar junto a la puerta. En la cama de la derecha, Camila, porque le gustaba el sitio al lado de la ventana. En la cama del medio, Oriana, porque era miedosa y decía que así se sentía protegida por sus amigas. Las chicas acababan de dormirse cuando las despertó —de repente — la voz del padre. Terminaba de vestirse — nuevamente y de prisa — a la par que les decía: — La abuela se descompuso. Nada grave — creemos — , pero vamos a llevarla hasta el hospital del pueblo
para que la revisen, así nos quedamos tranquilos. Enseguida volvemos. Ah, dice mamá que no vayan a levantarse, que traten de dormir hasta que regresemos. Hasta luego. ¿Dormir? ¿Quién podía dormir después de esa mala noticia? Las chicas no, al menos, preocupadas co mo se quedaban por la salud de la querida abuela. Y menos pudieron dormir minutos después de que oyeron el ruido del auto del padre, saliendo de la casa, ya que a la angustia de la espera se agregó el miedo por los tremendos ruidos de la tormenta que —finalmente— había decidido desmelenarse sobre la noche. Truenos y rayos que conmovían el corazón. Relámpagos, como gigantescas y electrizadas luciérnagas. El viento, volcándose como pocas veces antes.
2° Año
Página 37
Eje de la Literatura — ¡Tengo miedo! ¡Tengo miedo! — gritó Oriana, de repente.
Las otras dos también lo tenían, pero permanecían calladas, tragándose la inquietud. Martina trató de calmar a su amiguita (y de calmarse, por qué negarlo) encendiendo su velador. Camila hizo lo mismo. La cama de Oriana fue —entonces — la más iluminada de las tres ya que —al estar en el medio de las otras — recibía la luz directa de dos veladores. — No pasa nada. La tormenta empeora la situación, eso es todo —decía Martina, dándose ánimo ella también con sus propios argumentos. — Enseguida van a volver con la abuela. Seguro — opinaba Camila.
Y así —entre las lamentaciones de Oriana y las palabras de consuelo de las amigas más corajudas — transcurrió alrededor de un cuarto de hora en todos los relojes. Cuando el de la sala —grande y de péndulo — marcó las doce con sus ahuecados talanes, las jovencitas ya habían logrado tranquilizarse bastante, a pesar de que la tormenta amenazaba con torna rse inacabable. Las luces se apagaron de golpe. — ¡No me hagan bromas pesadas! —chilló Oriana— ¡Enciendan los veladores otra vez, malditas! — y
asustada, ella misma tanteó sobre las mesitas para encontrar las perillas. Sólo encontró las manos de sus amigas, haciendo lo propio. — ¡Yo no apagué nada, boba! —protestó Camila. — ¡Se habrá cortado la luz! — supuso Martina.
Y así era nomás. Demasiada electricidad haciendo travesuras en el cielo y nada allí —en la casa— donde tanto se la necesitaba en esos momentos... Oriana se echó a llorar, desconsolada. — ¡Tengo miedo! ¡Hay que ir a buscar las velas a la cocina! ¡Hay que bajar a buscar fósforos y velas! ¡O una
linterna! — "¡Hay que!" "¡Hay que!" ¡Qué viva la señorita! ¿Y quién baja, ¿eh? ¿ Quién? — se enojó Camila— . Yo, ¡ni
loca! — ¡Yo tampoco! —agregó Martina—. Esta Oriana se cree que soy la Superniña, pero no. Yo también tengo
miedo, ¡qué tanto! Además, mi mamá nos recomendó que no nos levantáramos, ¿recuerdan? Oriana lloraba con la cabeza oculta debajo de la almohada. — Buaaaah... ¿Qué hacemos entonces? ¡Me muero de miedo! Por favor, bajen a buscar velas... Sean
buenitas... Buaaah...
2° Año
Página 38
Eje de la Literatura Martina sintió pena por su amiga. Si bien eran de la misma edad, Oriana parecía más chiquita y se comportaba como tal. Se compadeció y actuó —entonces— cual si fuera una hermana mayor. — Bueno, bueno; no llores más, Ori. Tranquila... Se me ocurrió una idea. Vamos a hacer una cosa para no
tener más miedo, ¿sí? — ¿Q--ué..? — balbuceó Oriana. — ¿Qué cosa? — Camila también se mostró interesada, lógico (aunque seguía sin quejarse, el temor la ha cía
temblar). Martina continuó con su explicación: — Nos tapamos bien — cada una en su cama— y estiramos los brazos, bien estirados hacia afuera, hasta
darnos las manos. Enseguida, lo hicieron. Obviamente, Oriana fue la que se sintió más amparada: al estar en el medio de sus dos amigas y abrir los brazos en cruz, pudo sentir un apretoncito en ambas manos. — ¡Qué suertuda Ori!, ¿eh? — bromeó Camila. — Desde tu cama se recibe compañía de los dos lados... — En cambio, nosotras... — completó Martina— sólo con una mano... Y así —de manos fuertemente entrelazadas — las tres niñas lograron vencer buena parte de sus miedos.
Al rato, todas dormían. Afuera, la tormenta empezaba a despedirse. Gracias a Dios, la abuela ya se siente bien —les contó la madre al amanecer del día siguiente, en cuanto retornaron a la casa con su marido y su suegra y dispararon al primer piso para ver cómo estaban las chicas—. Fue sólo un susto. Como —a su regreso — las niñas dormían plácidamente, la abuela mi sm a ha bía sido la encargada de despertarlas para avisarles que todo estaba en orden. ¡Qué alegría! — Así me gusta. ¡Son muy valientes! Las felicito —y la abuela las besó y les prometió servirles el desayuno en
la cama, para mimarlas un poco, después de la noche de nervios que habían pasado. — No tan valientes, señora... Al menos, yo no... — susurró Oriana, algo avergonzada por su comportamient o de la víspera —. Fue su nieta la que consiguió que nos calmáramos...
Tras esta confesión de la nena, padres y abuela quisieron saber qué habían hecho para no asustarse demasiado. Entonces, las tres amiguitas les contaron: — Nos tapamos bien, cada una en su cama como ahora... — Estirarnos los brazos así, como ahora... — Nos dimos las manos con fuerza, así, como ahora...
2° Año
Página 39
Eje de la Literatura ¡Qué impresión les causó lo que comprobaron en ese instante, María Santísima! Y de la misma no se libraron ni los padres ni la abuela. Resulta que por más que se esforzaron —estirando los brazos a más no poder — sus manos infantiles no llegaban a rozarse siquiera. ¡Y había que correr las camas laterales unos diez centímetros hacia la del medio para que las chicas pudieran tocarse —apenas— las puntas de los dedos! Sin embargo, las tres habían —realmente— sentido que sus manos les eran estrechadas por ot ras, no bi en llevaron a la acción la propuesta de Martina. — ¿Las manos de quién??? — exclamaron entonces, mientras los adultos trataban de disimular su s pr op ios
sentimientos de horror. — ¿¿¿De quiénes??? —corrigió Oriana, con una mueca de espanto. ¡Ella había sido tomada de ambas manos!
Manos. Cuatro manos más aparte de las seis de las niñas, moviéndose en la oscuridad de aquella noche al encuentro de otras, en busca de aferrarse entre sí. Manos humanas. Manos espectrales. (Acaso —a veces, de tanto en tanto— los fantasmas también tengan miedo... y nos necesiten...) Elsa Bornemann
1. Algunos cuentos fantásticos comienzan con una introducción en la que el narrador afirma que los hechos que va a contar –sucesos extraordinarios o sobrenaturales- ocurrieron realmente. Este recurso refuerza la supuesta veracidad de la historia que va a narrar. Transcribí una cita que muestre esta situación. 2. Para producir una atmósfera de suspenso –en una historia que al comienzo parece realista- se emplean palabras que contribuyen a crear ese clima y a provocar un efecto de incertidumbre en el lector. En “Manos”, esto se logra , por ejemplo, mediante el empleo de l a palabra miedo , y de sus sinónimos. Subrayá los sinónimos que encuentres, y las palabras que formen el campo semántico de miedo . 3. El uso de los antónimos (palabras de significado contrario), también contribuye a crear el clima de lo fantástico. ¿Cuáles encontramos en este cuento? 4. Identificá pares de palabras que tengan significado opuesto: Insólito habitual tranquilidad notorio indiferencia calmo irracional agitación asombro excitado
lógico inadvertido
5. ¿Qué hecho extraordinario se produce en el cuento “Manos”?
2° Año
Página 40
Eje de la Literatura 6. Con tu compañero de banco, escriban un marco adecuado para una historia fantástica de miedo y caractericen a los personajes. Incluyan palabras de significados opuestos a los de las qu e ap arece n abajo. Pueden realizar los cambios que necesiten. Valiente sonriente habitada cuerdo luminoso acompañado día soleado susurrar felicidad común blanco Historias y narradores 1. En “Manos” se relata una historia –la de Martina y sus amigas- enmarcada dentro de otra historia –la del tío Tomás y su sobrina-. Señalá con una X quién cuenta los hechos narrados.
En la historia –marco: ___ el tío Tomás ___ la sobrina ___ alguien que no es un personaje En la historia enmarcada: ___ las amigas ___ la abuela ___ los padres ___ alguien que no es un personaje 2. Decidí para cada afirmación: historia-marco o historia-enmarcada: o Participa de los hechos que narra o No participa de los hechos que narra o Emplea la primera persona gramatical o Emplea la tercera persona gramatical o Sabe todo lo que piensan, sienten, dicen y hacen los personajes. o Conoce únicamente lo que a él le sucede y los hechos en los que interviene. 3. Subrayá con distintos colores la voz del narrador y la de los personajes. ¿Cómo diferenciás ambas voces?
-¡Se habrá cortado la luz! – supuso Martina. Las chicas acababan de dormirse cuando las despertó — de repente— la voz del padre. Terminaba de vestirs e — nuevamente y de prisa— a la par que les decía: — La abuela se descompuso.
4. Continuá la lista con otros verbos que también suelen emplearse para introducir las voces de l os personajes: Responder, pregun tar, exclamar...
5. Imaginá otro relato-marco que permita introducir la historia de Martina y sus amigas. Man te né el mismo tipo de narrador. Incluí las voces de los personajes empleando algunos de los ve rb os de la actividad anterior.
2° Año
Página 41
Eje de la Literatura
Naomi Watanabe y Toshiro Ueda creían que el mundo era nuevo. Como todos los chicos. Porque ellos eran nuevos en el mundo. También, como todos los chicos. Pero el mundo era ya muy viejo ent on ce s, en el año 1945, y otra vez estaba en guerra. Naomi y Toshiro no entendían muy bien qué e ra lo que estaba pasando. Desde que ambos recordaban, sus pequeñas vidas en la ciudad japonesa de Hiroshima se habían desarrollado del mismo modo: en un clima de sobresaltos, entre adultos callados y tristes, compartiendo con ellos los escasos granos de arroz que flotaban en la sopa diaria y el miedo que apretaba las reuniones familiares de cada anochecer en torno a las noticias de la radio, que hablaban de luchas y muerte po r to da s partes. Sin embargo, creían que el mundo era nuevo y esperaban ansiosos cada día para descubrirlo. ¡Ah... y también se estaban descubriendo uno al otro! Se contemplaban de reojo durante la camin at a ha ci a la escuela, cuando suponían que sus miradas levantaban murallas y nadie más que ellos podían transitar ese imaginario senderito de ojos a ojos. Apenas si habían intercambiado algunas frases. El afecto de los dos no buscaba las palabras. Estaba n tan acostumbrados al silencio... Pero Naomi sabía que quería a ese muchachito delgado, que más de una vez se quedaba sin almorzar por darle a ella la ración de batatas que había traído de su casa. –No tengo hambre –le mentía Toshiro, cuando veía que la niña apenas si tenía dos o tres galletitas para pasar el mediodía –. Te dejo mi vianda –y se iba a corretear con sus compañeros hasta la hora de regreso a las aulas, para que Naomi no tuviera vergüenza de devorar la ración. Naomi... Poblaba e l co razó n de Toshiro. Se le anudaba en los sueños con sus largas trenzas negras. Le hacía tener ganas de crecer de golpe para poder casarse con ella. Pero ese futuro quedaba tan lejos aún... El futuro inmediato de aquella primavera de 1945 fue el verano, que llegó puntualmente el 21 de junio y anunció las vacaciones escolares. Y con la misma intensidad con que otras veces habían esperado sus soleadas mañanas, ese año los ensombreció a los dos: ni Naomi ni Toshiro deseaban que empezara. Su comienzo significaba que te nd ría n que dejar de verse durante un mes y medio inacabable. A pesar de que sus casas no quedaban demasiado lejos una de la otra, sus familias no se conocían. Ni siquiera tenían entonces la posibilidad de encontrarse en alguna visita. Había que esperar pacientemente la reanudación de las clases. Acabó junio, y Toshiro arrancó contento la hoja del almanaque... Se fue julio, y Naomi arrancó contenta la hoja del almanaque... Y aunque no lo supieran: “¡Por fin ll egó agosto!”, pensaron los dos al mismo tiempo.
Fue justamente el primero de ese mes cuando Toshiro viajó, junto a sus padres, hacia la aldea de Miyashima. Iban a pasar una semana. Allí vivían los abuelos, dos ceramistas que veían apilarse vasijas en todos los rincones de su local. Ya no vendían nada. No obstante, sus manos viejas seguían modelando la arcilla con la misma dedicación de otras épocas. –Para cuando termine la guerra... –decía el abuelo. –Todo acaba algún día... – comentaba la abuela por lo bajo. Y Toshiro sentía que la paz debía de ser algo muy hermoso, porque los ojo s de su madre parecían aclararse fugazmente cada vez que se referían al fin de la guerra, tal como a él se le aclaraban los suyos cuando recordaba a Naomi. ¿Y Naomi? El primero de agosto se despertó inquieta; acababa de soñar que caminaba sobre la nieve. Sola. Descalza. Ni casas ni árboles a su alrededor. Un desierto helado y ella atravesándolo. Abandonó el tatami, se deslizó de puntillas entre sus dormidos hermanos y abrió la ventana de la habitación. ¡Qué alivio! Una cálida madrugada le rozó las mejillas. Ella le devolvió un suspiro. El dos y el tres de agosto escribió, trabajosamente, sus primeros haikus:
2° Año
Página 42
Eje de la Literatura Lento se apaga el verano. Enciendo lámpara y sonrisas. Pronto florecerán los crisantemos. Espera, corazón.
Después, achicó en rollitos ambos papeles y los guardó dentro de una cajita de laca en la que escondía sus pequeños tesoros de la curiosidad de sus hermanos. El cuatro y el cinco de agosto se lo pasó ayudando a su madre y a las tías ¡Era tanta la ropa para remendar! Sin embargo, esa tarea no le disgustaba. Naomi siempre sabía hallar el modo de convertir en un juego entretenido lo que acaso resultaba aburridísimo para otras chicas. Cuando cosía, por ejemplo, imaginaba que cada doscientas veintidós puntadas podía sujetar un deseo para que se cumpli ese. La aguja iba y venía, laboriosa. Así, quedó en el pantalón de su hermano menor el ruego de que finalizara enseguida esa espantosa guerra, y en los puños de la camisa de su papá, el pedido de que To sh iro no la olvidara nunca... Y los dos deseos se cumplieron. Pero el mundo tenía sus propios planes... *** Ocho de la mañana del seis de agosto en el ciel o de Hiroshima. Naomi se ajusta el obi de su kimono y recuerda a su amigo: “¿Qué estará haciendo ahora?”. “Ahora”, Toshiro Pesca en la isla mientras se pregunta: “¿Qué estará haciendo Naomi?”.
En el mismo momento, un avión enemigo sobrevuela el cielo de Hiroshima. En el avión, hombres blancos que pulsan botones y la bomba atómica surca por primera vez un cie lo. El cielo de Hiroshima. Un repentino resplandor ilumina extrañamente la ciudad. En ella, una mamá amamanta a su hijo por última vez. Dos viejos trenzan bambúes por última vez. Una docena de chicos canturrea: “Donguri -Koro Koro- Donguri Ko...” por úl tima vez. Cientos de mujeres repiten sus gestos habituales por última vez. Miles de hombres piensan en mañana por última vez. Naomi sale para hacer unos mandados. Silenciosa explota la bomba. Hierven, de repente, las aguas del río. Y medio millón de japoneses, medio millón de seres humanos, se desintegran esa mañana. Y con ellos desaparecen edificios, árboles, calles, animales, puentes y el pasado de Hiroshima. Ya ninguno de los sobrevivientes podrá volver a reflejarse en el mismo espejo, ni abrir nue vam ente la puerta de su casa, ni retomar ningún camino querido. Nadie será ya quien era. Hiroshima arrasada por un hongo atómico. Hiroshima es el sol, ese seis de agosto de 1945. Un sol estallando. *** Recién en diciembre logró Toshiro averiguar dónde estaba Naomi. ¡Y que aún estaba viva, Dios! Ella y su familia, internados en el hospital ubicado en una localidad próxima a Hiroshima, como tantos otros cientos de miles que también habían sobrevivido al horror, aunque el horror estuviera ahora instalado dentro de ell os, en su misma sangre. Y hacia ese hospital marchó Toshiro una mañana. El invierno se insinuaba ya en el aire y el muchacho no sabía si era frío exterior o su pensami ent o l o que le hacía tiritar.
2° Año
Página 43
Eje de la Literatura Naomi se hallaba en una cama situada junto a la ventana. De cara al techo. Ya no tenía sus trenzas. Apenas una tenue pe lusita oscura. Sobre su mesa de luz, unas cuantas grullas de papel desparramadas. –Voy a morirme, Toshiro... –susurró, no bien su amigo se paró, en silencio, al lado de su cama –. Nunca llegaré a plegar las mil grullas que me hacen falta... Mil grullas... o “Semba -Tsuru”, como se dice en japonés. Con el corazón encogido, Toshiro contó las que se hallaban dispersas sobre la mesita. Sólo veinte. Después, las juntó cuidadosamente antes de guardarlas en un bolsillo de su chaqueta. –Te vas a curar, Naomi –le dijo entonces, pero su amiga no lo oía ya: se había quedado dormida. El muchachito salió del hospital, bebiéndose las lágrimas. *** Ni la madre, ni el padre, ni los tíos de Toshiro (en cuya casa se encontraban temporariamente alojados) entendieron aquella noche el porqué de la misteriosa desaparición de casi todos los pape les qu e, hasta ese día, había habido allí. Hojas de diario, pedazos de papel para envolver, viejos cuadernos y hasta algunos libros parecían haberse esfumado mágicamente. Pero ya era tarde para preguntar. Todos los mayores se durmieron, sorprendidos. En la habitación que compartía con sus primos, Toshiro velaba entre las sombras. Esperó ha st a que tuvo la certeza de que nadie más que él continuaba despierto. Entonces, se incorporó con sigilo y abrió el armario donde se solían acomodar las mantas. Mordiéndose la punta de la lengua, extrajo la pila de papeles que había recolectado en secreto y volvi ó a su lecho. La tijera, la llevaba oculta entre sus ropas. Y así, en el silencio y la oscuridad de aquellas horas, Toshiro recortó primero novecientos ochenta cuadraditos y luego los plegó, uno por uno hasta completar las mil grullas que ansiaba Naomi, tras sumarles las que ella misma había hecho. Ya amanecía, el muchacho se encontraba pasando hilos a través de las siluetas de papel. Separó en grupos de diez las frágiles grullas del milagro y las aprestó para que imi taran el vuelo, suspendidas como estaban de un leve hil o de coser, una encima de la otra. Con los dedos paspados y el corazón temblando, Toshiro colocó las cien tiras dentro de su furoshiki y partió rumbo al hospital antes de que su familia se despertara. Por esa única vez, tomó sin pedir perm iso la bicicleta de sus primos. No había tiempo que perder. Imposible recorrer a pie, como el día anterior, los kilómetros que lo separaban del hospital. La vida de Naomi dependía de esas grullas. *** –Prohibidas las visitas a esta hora –le dijo una enfermera, impidiéndole el acceso a la enorme sala en uno de cuyos extremos estaba la cama de su querida amiga. Toshiro insistió: –Sólo quiero colgar estas grullas sobre su lecho, por favor... Ningún gesto denunció la emoción de la enfermera cuando el chico le mostró las avecitas de pa pe l. Con la misma aparentemente impasibilidad con que momentos antes le había cerrado el paso, se hi zo a un lado y le permitió que entrara: –Pero cinco minutos, ¿eh? Naomi dormía. Tratando de no hacer el mínimo ruidito, Toshiro puso una silla sobre la mesa de luz y luego se subió. Tuvo que estirarse a más no poder para alcanzar el cielorraso. Pero lo alcanzó. Y en un rato est ab an las mil grullas pendiendo del techo; los cien hilos entrelazados, f irmemente sujetos con alfileres. Fue al bajarse de su improvisada escalera cuando advirtió que Naomi lo estaba observando. Tenía la cabecita echada hacia un lado y una sonrisa en los ojos. –Son hermosas, Tosí-can... Gracias... –Hay un millar. Son tuyas, Naomi. Tuyas –y el muchacho abandonó la sala sin darse vuelta. En la luminosidad del mediodía que ahora ocupaba todo el recinto, mil grullas empezaron a balancearse impulsadas por el viento que la enfermera también dejó colar, al entreabrir por unos in st an te s la ventana.
2° Año
Página 44
Eje de la Literatura Los ojos de Naomi seguían sonriendo. *** La niña murió al día sigui ente. Un ángel a la intemperie frente a la impiedad de los adultos. ¿Cómo podían mil frágiles avecitas de papel vencer el horror instalado en su sangre? *** Febrero de 1976. Toshiro Ueda cumplió cuarenta y dos años y vive en Inglaterra. Se casó, tiene tres hijos y es ge re nt e de sucursal de un banco establecido en Londres. Serio y poco comunicativo como es, ninguno de sus empleados se atreve a preguntarle por qué, entre el aluvión de papeles con importantes informes y mensajes telegráficos que habitualmente se jun tan sobre su escritorio, siempre se encuentran algunas grullas de origami dispersas al azar. Grullas seguramente he chas por él, pero en algún momento en que nadie consigue sorprenderlo. Grullas desplegando alas en las que se descubren las cifras de las máquinas de calcular. Grullas surgidas de servilletas con impresos de los más sofisticados restaurantes... Grullas y más grullas. Y los empleados comentan, divertidos, que el gerente debe de creer en aquella superstición japonesa. –Algún día completará las mil... –cuchicheaban entre risas –. ¿Se animará entonces a colgarlas s ob re su escritorio? Ninguno sospechaba, siquiera, la entrañable relación que esas grullas tienen con la perdida Hiroshima de su niñez. Con su perdido amor primero. Elsa Bornemann
Miyashima: pequeña isla situada en las proximidades de la
ciudad de Hiroshima Tatami: estera que se coloca sobre el piso, en las casas japonesas tradicionales. Haiku: breve poema de diecisiete sílabas, típico de la poesía japonesa. Obi: faja que acompaña al kimono. Kimono: vestimenta tradicional japonesa, de amplias manga s, largas hasta los pies y que se cruza por delante, sujetándose con una especie de faja llamada obi. Donguri-Koro Koro: Verso de una popular canción infantil japonesa.
“El día de los dos soles”
Hiros hima, 6 de agosto de 1945. El día en que explotó la bomba atómica. Los s obrevivientes lo recuerdan como el día en que hubo dos sol es. La guerra mundial había terminado en Europa. Sin embargo, el mando estadounidense decidió descargar la bomba a tómica par a acelerar la rendici ón de Japón. La primera bomba atómica util izada en un conflicto béli co contra una población ci vil. “La bomba” detonó a 500 metros de altura.
Una nube roja se tragó a Hiroshima, la bomba se transformó en una bola de fuego, mientras se formó un gigantesco hongo que tomó al tura.
1. ¿Cuál es la situación inicial y el marco de este cuento? ¿Quiénes son los protagonistas? ¿Qué relación los une? ¿Dónde viven? ¿En qué época ocurren los hechos? 2. En el primer párrafo dice que “...el mundo era ya muy viejo”. ¿Por qué, entonces, Nao mi y To sh i ro “...creían que el mundo era nuevo”?
3. ¿En qué se oponen, además, el mundo y los dos chicos enamorados? 4. El cuento no está constituido por un solo episodio sino por varios. El comienzo del prime r epi sod io está marcado por la separación de los chicos enamorados. ¿Por qué se produce?
2° Año
Página 45