Randall ColI i IlS
Cadenas de rituales de interacción •
ANTHROPOS
Cadenas de ritual" de illll.'r.lCCión I RandaU CoIllns ; proemio y traducción de Juan Manuellranw. - Rubf (Ban:c:lona) : AJ1\~ EdItorial; M&ico : Uni\'. AUlónoma MClropoli\anll.-.w.:apotzala); Méxko : Un;\'. Nacional Au\.Ónorna de México. Fsc. deCknclll5 Polftlca5y Soc:Wes: ~tá: Editorial
Uni\"e,,¡dad Nacional de Colombia, 2009 XVII p. 538 p .; 20an. (Amom>. T<'J(!os y Tema~
Ciencia~
Sociales: 64)
TIL orig. "lmmtctlon R.Iru.al Cl\:lIns". _ BlbUozr:>lb p. SOI·S21. Indico ISBN 978-M-7658-908-3 1. tnrWlCCIón socia! 2. l!moclono. AspccI ... oocloIó&Icoo: 1. lr.oRm. Juan Monud. "",,,",k> y rnod. U. Unj\,. Aulónoma Metropo!itana·Azcapotzalco (Mb;ico) IIL Fa<:. C1md... I'uIItic;>l y Soclales. uru\'. Nacional Autónoma (Máko) IV. EdllOrial Univenidad Nacional de Colombia tBo!OIii) V. TItulo VI. CoIccdón
Titulo origi nal: Imemctiml Rillfal Clrains Primer.! edición: 2009
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Princcton Uni\'. Prcss, 2005
O de la traducción: Juan Manuellmnzo, 2009
Anthropos Editorial. 2009 Edita: Anthmpos Editorial. Rubf (Barcelona) www.lUlthropos-edito rial.com En coedición con la Universidad Autónoffi¡) Metropolitana, Unidad Azcapot7.a1CO, Mé:Uco; con la Facultad de Ciencias PoJ[ticas y Sociala; de la UNAM, México; y con la Editorial Universidad Nacional de Colombia ISBN: 978-84-7658-908-3 Depósito legal: B. 10.190-2009 Disel\o, realización y coordinación: Anthropos Editorial (Nariño, S.L), Rubi. Tel.: 93 697 22 961 Frut: 93 587 26 61 Im¡>re!Sión: No\'agrUfik. Vi\'aldi, 5. Monteada i ReWlc Impreso en Espatia • Primed ill Spaill
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PREFACIO
Este libro ilumina laconlinuidad. desde la sociología clásica hasta hoy, de una vfa teórica primordiaL La sociologfa rayó por vez primera a gran altura teórica cuando Durkheim propuso s u explica-
ción de algunas de sus cuestiones centrales, como qué es lo que produce la memhresfa social. las creencias moraJes o las ideas con que la gente piensa y se comunica. La cla\'e es que las tres están ligadas al mismo mecanismo. Que las ideas sean s(mbolos de m embresfa grupal evidencia que son los patrones morales -es decir; emocionales- de la interacción social Jos que generan la cultura. El pensamiento de Durkheim suele ser interpretado, y criticado, como una teoría global de la integración moral de la sociedad in tOfO. pero yo lo interpreto a través de la mirada de Erving Goffman y el movimiento microsociol6gico, es decir, en el espiritu del interacciorus mo simbólico, la etnometodología, el constructivismo social y la sociologfa de las emociones; en el espíritu, que no en la letra, pues yo emplazo el mecanismo ritual en el centro mismo de la teoria para asl poder extraer la máxima capacidad explicativa de las intuiciones de las perspectivas m icrosociológicas. PartirdeJ mecanismo durkheimiano nos permite ver cómo las variaciones en la intensidad de los rituales conducen a variaciones en los patrones de me mbresía y en las ideas que los acampanan; y eso ocurre no en el nivel global de la 'sociedad' en sentido amplio, sino en el de membreslas que son locales. a veces efímeras, estratificadas y conflictivas. No sigo a Durkheim ni a Goffman textualmente. pero me sirvo de la fecundidad de sus ideas para teorizar un mundo social fluido y en continua variación. El capitulo I esboza la historia intelectual de la teona social del ritual. con mucho cuidado de librar lo esencial de la tradición dur-
kheimiana de interpretaciones que han medrado alrededor de ella como lianas parásitas sobre la piel de un longevo árbol selvático. Una vez desbrozada, la injelto con lo mejor de la microsociología radical. En esto fue Goffman el pionero, aunque también él requiere algo de poda para despejar de entre sus aportaciones las más útiles a este proyecto. El capítulo 2 presenta mi foJtl1Ulnción del modelo tcórico, que adopta el término de Goffman 'ritual de interacción' (en adelante, RI). Es fmprobo librarse de los sedimentos terminológicos, de manera que no es necesario que lo llamemos asf. De un modo más general podríamos lambién denominarlo 'mecanismo de foco compartido y consonancia emocional'. Este modelo de situaciones de interacción varia a lo largo de dos dimensiones: en qué medida brota un foco de atención común (mutual (ocus) y cuánta consonancia afectiva (emotiollal etltrainmelll) naceentre los participantes. Cuando el foco común y la consonancia se intensifican, emergen procesos de retroaJimemación positiva que gestan apasionantes experiencias emocionaJes que son, a su vez, momentos cargados de significación cultural e imanes motivacionales; estas experiencias crean, refuerzan o socavan una culturn. Para ilustrar este proceso de creación de símbolos analizaré vfdeo-grabaciones de primera mano de la creación de nuevos sfmbolos nacionales durante la catástrofe del 11 de septiembre de 200 l. Los RI crean símbolos en interacciones de primer orden, cara a cara, que son punto de arranque de series de circuitos u1teriores de segundo y lereer orden donde esos símbolos pueden ser recirculados: un sfmbolo imbuido de emoción sinmcional puede circular por las redes de conversación o ser interiorizado como pensamiento en Clrcuilos mentales individuales. En último término, la inlensidad del imeres humano por estos o aquellos símbolos -dd enlusiasmo o la obsesión al aburrimiento o la indiferencia- depende de la repetición periódica de RI, pues la significatividad de los sfmbolos deriva de la intensidad emocional que alcanzan los rituales de primer orden en que se los emplea. Pero a menudo encontramos sfmbolos fuera del contexto interaccional que determina cuán vivos están y por eso necesitamos reglas de interpretación que primero los retrotraen a la situación interaccional donde recibieron su presente significado emocional y luego, desde ésta, los sigucna lo largo de su d.iscwrirpor redes conversacionales y por la experiencia mental privada. Los capítulos siguientes analizan las implicaciones del mecanismo de los RI. El capítulo 3 presenta una teerla interaccional de las emociones que destaca las diferencias entre las emociones concre2
!aS que
usualmente se mencionan -ira, alegría, miedo- y la emoción social por anlonomasia que denomino energía emocional (EE). Durkheim advirtió que quien participa en un ritual social logrado se siente fuerte , confiado y pleno de resolución. Parte de la efer\'CScencia colectiva de una inleracción muy centrada y emocionalmente energizante pcrfunde a los individuos, que salen de la siluaci6n llevando en sus cuerpos, por un tiempo, esa emoción generada en grupo. A la inversa, un ritual social fallido zapa la confianza y la iniciativa -reduce la EE- de sus participantes, y tam bién la de quienes ocupan el lugar de paria (outsider) , vícti mas emocionalmeDIe maltratadas por quienes los excluyen de sus RI. Un RI es un transformador emocional que trasmuta emociones-ingredientes en emociones-resultados. Las emociones situacionales inmediatas, con su escondida resonancia de mcmbresfa grupal, perviven de una situación a otra en forma de EE y con el tiempo forjan cadenas de rituales de interacción (CRI). La rnembresía y sus límites, la solidaridad y la EE, alta o baja, son ru.-¡xx;tos que operan jUnios. Por eso la estratificación de la interacción -interactuar con gente más o menos poderosa o desde una posición de aceptació n o exclusión por motivos de eslatus- aumenta o disminuye el nivel de EE de los individuos. La estructura social - vista, en detaJle, como un tapiz de CRI- es un proceso constante de estratiñcación de individuos en términos de su EE. Poder y privilegio no son meros efcctos de la dl'Sigualdad de recursos materiales yculturnles. Lo que hace que ciertos individuos resulten más impresionantes, atractivos o dominantes es el flujo trans-situacional de EE; idénticos flujos situacionalcs ensombrecen a otros individuos y limitan su s fuentes de EE a la alternativa de participar como seguidores o ser relegados a una pasividad marginal. Los procesos emocionales que animan a unos individuos y simultáneamente desmoralizan a otros aconsejan a éstos que intcraculen sumisamente con aquéllos, asu miendo asf su primacfa socia1 -tome ésta la fom13 de liderazgo , popularidad, creatividad intelectual o agresividad ffsica. EJ capítul0 4 muestra cómo los RI producen la motivación persanal que fluye de una siruación a otra. Tomando prestados algunos conceptos de la teona de la elección rncional es posible desarrollar la Teoría de los Rituales de lmeracción (TRI) al punto de predecir qué ocunirá cuando los individuos pasen de una situación a atTa. A ciertos teóricos sociales esta mezcla puede resultarles desagradable y hasta herética, y no hay duda de que la imagen del individuo egoísta y calculador no parece encajar bien con la solidaridad moral de una 3
micro
gues competitivos en una bolsa de parejas potencialmente dispo· nibles para relaciones románticas y sexuales a cono pla7.o, subdi· vidido en mercados horno y heterosexuales, etc.) y a la idea de dinámica de mercado en la rormación de amistades. Esta formulación no pretende ofender la sensibilidad humanista: quienes buscan amigos personales o parejas románticas tienen a menudo un genuino compromiso con sus relaciones, se sienten a gusto en un mismo horizonte de experiencia cultural y companen sus emo.ciones positivas espontánea y desinteresadamente. Pero ése es el contenido microsocial de las interacciones; los aspectos de mercado aparecen en el nivel mesosocial , en el agregado de situaciones entre las que los individuos, implícita o explfcitamcnte, eligen. No todo el mundo puede establecer una relación amorosa o una amistad íntima con quien quiero y la nómina de quienes ya están comprometidos y de los que están disponibles tiene un efecto ineluctable incluso sobre el más romántico. Así pues, la totalidad de los RI puede concepirse como un mercado. LQ que llamo CRI es un modelo de motivación que tira de o impulsa a los iodividuos de una situación a Otrd , guiados por pautas análogas a las de un mercado, en función de las cuales el aceJVo de recursos sociaJes de cada panicipante en un encuentro -su EE y 4
sus slmbolos de membresla (o capital cultural ), acumulados en RI anteriores- se combina con el de los demás. El modo Y medida en que esos elementos encajen es la c1avc del tipo de RI que se produeirá cuando esas personas se aglutinen. El gr.¡do relatÍ\"U de intensidad emocional que alcanza cada R! se comparo impllcitamcnlc con el deOtros RI accesibles dentro del horizonle social del indivklllO. y eso le gula hacia situaciones en que se sicnle emocio nalmente mAs im"Olucrado y le aleja de las que carecen de magnetismo emoth"O y de las que le resultan afectivamente repulsivas. En conclusión, el mercado de en.ergla emocional obleniblc de los RI es el mecanismo centrnl que moti~lI a los individuos a 10 largo de su recorrido a t ...\'é$ de las cadenas de R! que constituyen sus vidas. He propuesto hasta aquf una [coña de la motivación indivldual basada en la posición que, en un momcntodado, seocupa en el conglomerndo de CRI que ronna un mercado de posibles rclacioncs 50ciall':5, ~ podemos in\'Crtirel cuadro y \'erlo desde otro ángulo. En lugar de enfocar al individuo podemos \"CI" la estructuración de una institución o una arena social en su conjunto como una urdimbn, de CR!. La institución que ahora tengo en mente es la t'COnornfa en el sentido \-ulgarciel tbmino: Jos m<.."rCados de trabajo, bierw:s e instrumentos financieros (Uamados también. 'mercados materiales). Según una conocida tc."Orta de la socio\ogla económica, los men::a.dos materialC$ están ÚlSitos en reJ.acioncs sociales de confianza y respeto a las reglas de juego implkitas --elaciones analizables como pautas sodalC$ que fluctúan con la situación. Pero lo que la sociolog1a económica designa bastante abstractamente como 'confianza' no C$ un elemento estático ni un simple albero sobre el que se extiende la arena de los juegos económicos y porencima del cual son las motivaciones económicas las que aportan la dinámka de la acción. La llamada 'incardinación social' es, de hecho, el centro mismo de la vidaec006mica. Todo RI erlCa1. croa solidaridad moral..-rn !
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por la obtención de EE. Por supuesto, participar en los mercados materiales a menudo suele tener más de rutinario y opresivo que de excitante, y consiste más en mantener las cosas en marcha que en perseguir experiencias emocionantes. Como dirlan los crasos realistas, la gente no trubaja para ejecutar rituales sino porque necesita bienes materiales para sobrevivir: Mi réplica es: la motivadón social determina incluso si la gente quiere sobrevivir Y, en condiciones más normales, también para qué quieran los bienes matcriaJes. La variación de la motivación social detennina la variación de la intensidad de la actividad económica. loque dinamiza los mercados materiales es la demanda de hienes materiales que, como tales recursos, son parte de los ingredientes imprescindibles para producir RI que proClU"Cl1 experiencias intensas. Hay bucles de retroalimentación entre la economía materia] y la economía de los rituaJes; ambas son insumo necesario de la otru. Max Weber postuló que la intensidad de la motivación para participar en una fonna concreta de experiencia religiosa impulsó la expansión del capitalismo moderno. En mi generalización de esa línea argumental, 10 que dicta la motivación para trabajar: producir, invertir y consumir en el mercado material es el mercado socio-interaccional de RI en su totalidad. Al nivel de la teotia general no se puede explicar la conducta humana en esferas de motivación separadas sin un denominador común a todas, o resultntia imposible elegir entre ellas en situaciones concretas. La solución teórica es concebir los mercados de RJ de alta intensidad y de bienes materiales como una unidad, un continuo flujo recfproco. No podemos derivar las motivaciones sociales de otras materiales, ni unificar los dos ámbitos desde la vertiente material, pero sf desde lo social. El capftulo 5 completa las aplicaciones del mecanismo de los RI con una teona del pensamiento cuyo núcleo es que los RJ cargan las ideas con grados diversos de significación de memhresfa al marcarlas con cantidades distintas de EE. En consecuencia, unas ideas son más fáciles de pensar que otras -para unos individuos concretos sitos en una cadena de situaciones concretas. Esas ideas acuden raudas a la mente o a la lengua; la interacción atrae menos a otras e incluso parece como si una barrera tácita excluyera de ella a algunas. El pensamiento es conversación interionzada -una idea teórica familiar desde Gcorge Herhert Mead- y por tanto podemos trazar los vínculos íntimos de las ideas desde las conversaciones externas a las interiores yviceversa. El pensamiento más fácil de retrazar empúicamente es el de los intelectuales, porque es de quien mejor conocemos sus redes sociales con otros intelectuales. as! como su pensamiento interior, exteriorizado en su obro. Desde ese punto de 6
partida me ocupo luego de formas de pensamiento que son sólo casi-oraJes, como los ensalmos verbales y los rituales internos que tan a menudo hacen a nuestro ser interior muy distinto del exterior. Mis ejemplos de análisis empírico de conversación inleriorizada se inspiran en el análisis conversacional Este capitulo se apoya considerablemente en la tmdición del intcraccionismo simbólico, desde los clásicos a los análisis contemporáneos de Jonathan Tumer, Norben W¡Jey, Thomus Scheff y Jack Katz, entre otros. Concluye. no obstante. que a la metáfora de Mead de las divisiones del sí mismo (seJn -Yo, Mi, Otro Generalizad~ puede preferirse un modelo centrado en la interiorización de la dinámica continua del foco de atención y el Dujo de energb de los RI. La segunda parte del libro apUca la leona general a áreas localizadas en momentos históricos concretos de la vida social. El capitulo 6 presenta una teoría de [a interacción sexual anali7.ada empíricamente a nivel micro; es decir. estudia Jo que la gente hace realmente en situaciones eróticas. Ante todo aclararé que no es una teoría de los significados que el sexo pueda tener en una cultura ni se reduce al nivel de los agregados estadísticos sobre qué actos sexuales realiza la gente y con qué frecuencia; es una teoría sobre el tipo de interacciones que suceden efectivamente cuando la gente tiene relaciones sexuales. A primera vista parece obvio, pero al examinarlo sociológicamente se abren muchas opciones de interpret..'lción. Qué hace realmente la gente y qué considera eróticamentc estimulante no puede explicarse por motivos individuales de búsqueda de placer porque las prácticas que se definen como sexurues y las ronas del cuerpo que se marcan corno objetivos eróticos varían histórica y situacionrumente. Son el foco y la intensidad de los RJ los que construyen eJ simbolismo erótico del cuerpo. La fonna elementru de la acción erótica --el coit~encaja como de molde en el modelo de RJ. No es extraño: la cópula es la culminación arqucúpica de un proceso de efervescencia colectiva e implicación mutua que crea la más primitiva fonna de solidaridad y las pautas morales más inmediatas; los sentimientos entremezclados de amor y posesión sexual son la expresión ritual más intensa de la pertenencia a un grupo cuyo cardinal es, habitualmente. de dos personas. A partir de este modelo básico puedo mostrar. por ejemplo, cómo la ubicación de objetos distintos de los genitales en el foco de alención de RJ eróticos construye su atractivo. Algunas formas de ritual sexual generan escasa solidaridad entre los participantes -sexo egoísta, bajo coacción o en general no orientado a la copanicipación con la pareja del momen t~ y su explicación social reside en 7
que su Coco de atención es más externo que local, más las arenas y escenarios de exhibición y negociación erótica a las que buscan penenecery donde desean prestigiarse que la relación personal entre los amantes. Los cambios históricos en los lugares de negociación y recreo sexual acaecidos en el siglo XX y en la variedad de prácticas que por ende han devenido eróticas ilustran que el nivel micro de la inlcmcción sexual está configurado por una arena mayor, una concatenación de CRI que lo engloba. Entre otras cosas. este hecho puede c.'l:plicar la expansión de Cormas específicamente modernas de homosexualidad. El capítulo 7 ofrece una visión microsociológica de la estratificación a fines del siglo xx y comienzos del XXI. Describo la estratificación desde abajo, desde el ángulo de las situaciones donde la desigualdad se produce efectivameme. En illtimo análisis, este cri· terio micro-empírico coincide con el esquema weberiano de clases económicas, grupos de estalus y poder polftico, salvo que en lugar de considerar estas macroestructuras como entidades sólo aprehcn· sibles en forma agregada. estadfslica. muestro cómo put:-den ser reconfiguradasen ténninosde las dinámicas inlCJ1lccionalcs de la vida cotidiana. En nuestros dras la experiencia social inmediata se ha desligado en gran medida de las identidades basadas en calegonas de macro-estratificación y concede más peso a las dinámicas de la estratificación situacional, Los cambios en la distribución de los recursos precisos para escenificar RJ y en las circunstancias que otrora compelían a la geRle a participar en rituales estratificados. y que hoy les permiten eludirlos. explica cómo ha ocurrido la notoria evaporación de los hoy anticuados rituales de deferencia, El capitulo 8 se ocupa de un conjunto de rituales menores que se celebran en privado en situaciones de ocio, al margen de los deberes de las ocasiones serias. Históricamente, esos rituales han sufrido auges y decadencias. lo que ofrece la oportunidad de estudiar la variaciÓn en los ingredientes sociales usados para construir esos pcquefios rituales de privacidad y sociabilidad. EIVing Goffman fue el primero que los investigó pero, demasiado preocupado por mostrar sus propiedades generales. prestó poca atención a su variación histórica. Irónicamente. su obra es coetánea de un cambio formidable en los rituales de la vida cotidiana: el desmoronamiento de Jos rituales de cortesfa formal claramente estratificados que demarca· ban los Ifmites entre las categonas sociales. En Jos años sesenta aJgunos observadores bautizaron ese proceso como 'el ascenso de la contracultura'; yo prefiero llamarlo 'revolución goffmaniana', Esa revolución, que propugna pautas de espontaneidad en vez de for-
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maHdad y la ocullaCión de signos palmarios de diferencia de clase y que juzga impertinentes las maneras formales. caracteriza aún la eslTlItificación situacionaJ en tomo al cambio de mi lenio. Éste es un ca50 mAs de cambio en los rituales prevalecientes en la ,ida cotidiana . uno entre tantos como han suced ido a lo largo de 10l:i siglOl:i. El capltuloS relata este cambio micro-estructural en los rituales de la interacción infOl'TTlal usando como elemento trazado.-Ios rituale$ centrados en el tabaco. La:s coooiciones que desde el siglo XVI dieron lugar a diversos tipos de rituales ligado!; al tabaco. y que allUll'Tltaron el confficto sobre la legitimidad de estos. arrojan luz sobre el ámbito llÚ.$ general de la ingestión de otro tipo de sustancias. PodrtamOl:i valemos del mismo tipo de análisis para escribir una historia social del alcoholo de otras drogas. No faltan estudios !iObf'e estas sustancias, pero realizados generalmente desde OU'as perspectivas teóricas; de ahl que el análisis de los rituales y contrarituales centrados en el tabaco pueda resultar lo bastante original como para contribuir a destacar con ma'jOf claridad aspectos analfprimordiales. La oportunidad de cambiar nuestra gestall pen:epti\'a. por lo menD!§ como $OclóIogos. es tc:xlavfa mayor por convivir cotidiana· mente con un fenómeno tan relevante como poco analizado: el tl(l· lO. tr.ls siglos de fracasos. del movimiento ami-tabaco. La tosca explicación ''\lIgar afirma que la evidencia médica actual JlI1leba el riesgo de1 tabaco y que el movimiento para restringirlo y prohibirlo ha venido de suyo, como una cuestión nomtal de polftica p(JbUca. Pero si eso fuera lodo eslarlamos anle una aberTación teórica. NuesIras teortas sobre los movimientos sociales, la poIfliea o los cambios en los estilos de \ida apenas si regislrnn casos de cambios que hayan slICedido simplemente porque los cientfficos hayan comunicado a la gente qué le convenía máli y ésta se haya OOI'1"egido en el acto. Pero, por lo general. el mundo académico no pone en lela deju icio esta burda explicación. y menos aún la KlCiologfa . quizá porque la mayoria de los sociólogos pertenecen al ¡ropo de "tatus más comprometido con el movimiento anti-taOOco: no vemos su triunfo como un fenómeno que ~icnl e:o:plicación porque lo contemplamos a tra\'és de las categorias propugnadas por el propio movimiento. Los participanlC$ Ideologiudos son malo!¡ analistas de su propia causa. Por lo mismo. no ~mos anali:zar bien a la diana dellTlO\imlento -los consumidores de tabaco, en todas sus variantes históricasmicntnlSlos veamos unicamente como aCQl!;tumbrn presentáneles, bajo las categoriasdeadictosode peleles de la publicidad. En cambio, tomando distancia y viendo el pmceso histórioo en su conjunto
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se !lOS abrirá la posibilidad de alcanzar una compRnsión sociológica, y no $610 médica, de las formas adictivas o penistenlememe compulsivas de ingenión de SUSlanCias en general.. Los riru.ales de ingestión corporal siem pre tie!len un aspeclO fisiológico, pero eso no jlUtifica ceder la precedencia teórica a cicnlÍflCOS no sociales cuando se trata de explicar una conducta .social. E.n tl/!nninos genernles, Jos RI !iO/l procesos que OC\.IJTen cuando los CU Crpo$ hllll\al"lOil se acercan lo bastante como para que sus sistemas nerviosos sincronicen reclprocamente sus ritmos y anticipa· ciones; la estimuladón del sustrato fisiológico que emcx:iona un cuellJO individual procede de su conexión con los ciclos de retroalimentación que recorren los cuerpos de oIroS participantes. En ex instante. cuando menos, es la inten\CCíón social la quede!ennina la fisioJ.ogfa. Y este es el fuodamento normal de la interacción humana, inl;luso sin ingestión alguna de alcohol. tabaco. drogas, cafeína o alimentos. Cuando a un RI se le af\ade la ingestión de alguna de esas sustancias. sus efectos fisiol6giurkheim y sus seguidores, en especial Marc:eI. Mauss. las estructuras sociales que se han sucedido a t ... vts de la historia humana han producido W1iI pluralidad de individualidades COI'n'lativa oon la de las estructuras socia10
les: a mayor varia:lad de s ituacio nes sociales, más singularidad de la e~periencia de cada indh'idoo y mayor multiplicidad de individualidades. Más aún, no es sólo que algunas formaciones hisl.6riC8li produzcan una variedad mayo r o menor de indÍ\~duaJjdades. sino --n nuestra, en especial- alumbran ideales o idcologfas indl\'Ídualistas. Las interacciones sociales producen y moralizan símbolos. Yallf donde han recedido las interacciones sociales rituales que f<':stejaban lo coIn::tiv{), en $U lugar han surgido rituak:s situocionaIes centrados en lo que Goffman identificó como 'cuilo al individuo', La individualidad adopta numerosas formas, muchas de las cuales 5011 exlJ'O\.'Crtidas; as! pue>, conviene mostrar cómo se crean socialmcnte las personalidades orientadas hacia la interioridad. He dibujado siete tipos de inlrO\'et'Sión, cada uno ligado a sus condiciollC.'I históricas originarias, Contm el prejuicio común de que el intJ'O\'enido es un tipo de pcn;onalidad moderno, algunas de sus ''
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AGRADECIMIENTOS
Agradezco cspedalmente a Michele Larnont sus consejos sobre la organización de mi argumentación. Por sus comentarios, criticas, discusiones e infonnaciones estoy en deuda con Edward O. Laumann, Ira Reiss, Arthur Stinchoombe. Me Hochschild, Bryan
Thmer, lonathan Thmer, Tom Scheff, Rebecca Li. Bob ticn, Yvcttc Samson, Stephan Fuchs. David Gibson, Albert Bergesen, Mustapha Emirbayer, Milch Dunier, Erika Surnmers-Effier, Regina Smardon, Delrdre Boden, Emanuel Schegloff. Paul Ekman. Theodore Kemper, Bany Bames, Norbert Wiley, Gary AJan Fine. Arthur Frank, HansJoas,James S. Coleman, Viviana Zelizer; E1ijah Anderson, Gcoff Ingham, James Jasper; PauJ DiMaggio. Dan Chnmbliss, Danin Weinbcrg, Susan Watkins e lrma Elo. Parte del capitulo 3 fue publicada en Thcodore D. Kemper (ed.) Researc/l Agendas in (he Sociology o[Emotiotls. A1bany, SUNY Press. 1990. Una versión del capitulo 4 apareció en Rntiollality Qtld Sociery 5 (1993). Una versión del capitulo 7 se public6en Sociological7ñeory
18 (2000). SUNY Press, University of Chicago Press y American Sociologica.l Association, re,¡pectivamentc, autorizan su reimpresión.
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CAPITuLO 1 LA TEOIÚA DE LOS RITUALES DE INTERACCIÓN, PROGRAMA
La teona de 10$ ri tuale5 de interacción (TRI) es la llave de la mlcrosociologfa y ~ta, a su vez,la llave de buena pane de lo que tiene may
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La situación y no el individuo como punto de partida La elección de su punto de partida analltico es para el te6riro una cuestión de decls.i6n e!ótrat~ca, pero noun mero e irrazonado €k guslibus non disputa,ulum es/. Lntentaré probar cuánto más pro. vo:d>oso Itsulta partir do: la situación y desanvllar d<:sdc <:Ila el individuo quo: a la in\'e~; desde luego, mucho mkI que la tan trillada \'fa que, como si dijtramos, brinca desde el individuo hasta la aeción o la cognición que palmariamcnto: le pcnenecen, soslayando por rompleto la situación. Una teoriade los rilualcsde interacción (RI ) y suscadenas(CRI) es ante todo una teor1a de las situaciones, de los encuenlrOS temporales e ntre cuerpos humanos cargados de emociones y conciencia por efeclO de la$ cadenas de encuentros vividas antenonnente. Al decir 'actor social' o 'individuo humano' ¡;ignific:o un flujo easi-duradero yeasi-U"aIl$itorio en el espacloycl tiempo. Por más magnIfica o heroica que la individualidad nos pare:r.ca, deberfamos admitir que esta perspectiva, de$de la que escrutamos el unlWI"$O y cuanto rontiene, nace de las tendencias religiosas. polit ieas y culturales espedficas de los últimos siglos. Es una ideología que defiende el modo de pensar acerca de 1\OISOtJ"O!¡ , y de los otros, que nos p¡ueee más digno; es pane del sentido común popular, pero de ningún modo el punto de partida analItico óptimo para la micl"osodología. No afirmo que el individuo no e:o:ista, sino que es algo más que un cuerpo, aunque ~te sea ingrediente esencial en su construcción. Mi estrategia analltica _y la dd fundadol"del análisis de los rituales de interacción , Ervi~ Goffman-- parte de la dinámica de las situaciones; de ellas puede derivarse casi cuanto queramos saber de los individuos, en tanto que precipitados que transitan a tra\·~ de las s ituaciones. Deto:ngámonos un instante aquf para escuchar una opinión 00lltraria. ¿No es evidente que los individuos son únicos precisamente porque podemos observar que siguen actuando ~n patrones familiares ydaramente reconocibles a tra\"6I de distintas situaciones y de cambios de circunstancias? Algo de verdad hay en este enundado erróneo: da poI" probada la hipótesis de que los individuos no cambian cuando cambian las si tuaciones: hasta qué punto es esto cieno debe d ilucidarse empúicamente. Nos inclinarnosa aceptarlo irreflexh'llmente como 'algo que sabe todo el mundo' porque nos 10 han remachado como un principio moral: todos somos únicos, 51: tú mismo. no cedas a la pre$ión del ml.,dio social, sé fiel a ti mismo - lemas pregonados en todos los discursos, desde los sermones de
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los predicadores a las campañas publicitarias, y cuyos ecos resuenan por doquier. desde la cultura de masas hasta los gastadores de las vanguardias mooemistas e hipenllodemistas del mundillo artístico e intelectual. No sería propio quc como sociólogos asumiéramos los prejuicios populares (aunque ése es exactamente el camino del éxito como autor); al contrario. debemos verlos en perspectiva sociológica e indagar qué circunslancias sociales instauraron la hegemonIa de esa creencia moral y esas categorías sociales en un momento histórico dado. El desafío. dicho en términos goffmanianos, consiste en descubrirlos origenes sociales del culto al individuo. Sentado esto, puedo convcnir en que, bajo las condiciones socirues contemporáneas. es muy probable que tooos los individuos sean únicos; pero no a causa de una esencia individual inmutable: para la TRI, los individuos son singulares en la misma medida en que su tránsito a través de cadenas de interacción, y de la sucesión de éstas a lo largo del tiempo. difieren de las de otros. Al reificar la individualidad advocamos una ideología -una versión secular de la doctrina cristiana del alma eterna-que renuncia a la posibilidad de explicar c6mo las sucesivas cadenas de encuentros modelan individualidades únicas. El individuo, dicho radicalmente, es una eRI. El actor individual es el precipitado de sus situaciones de interacción previas, al tiempo que un ingrediente de nuevas situaciones posteriores; un ingrediente, no un determinante, ya que toda situación es una propiedad emergente, no la mera consecuencia del individuo o individuos que panicipan en elJa (aunque también lo es, en pane). Las situaciones lienen sus propias leyes y procesos, que son el objeto de estudio de la TRI. Goffman sentenció: 'no los ho mbres y sus querencias, sino las querencias y sus hombres'. En un lenguaje neutro en cuanto al género: no los individuos y sus interacciones, sino las interacciones y sus individuos; no las personas y sus pasiones. si no las pasiones y sus personas. Antes que 'tooo Pepe tiene su momento de gloria' seria máscoITCCto 'cada momento de gloria tiene su Pepe'. Los incidentes, por fugaces que sean. conforman a quienes les ocurren; los encuentros hacen a quienes se encuentran. Los depones hacen a los grandes atletas y la polftica conviene a algunos políticos en Uderes carismáticos, aunque todo el peso de prácticas como la redacciÓn de noticias, la confección de anales. la concesi6n de galardones y la publicidad hiperbólica contribuyen a hacer ininteligible cómo ocurre asf. Ver las realidades de la vida ordinaria sociológicamente requiere un salto gesláltico. una inversión de perspectivas. 19
Noes fácil rompcroon marcos convcncionales tan hondamente arraigados; pero cuanto más rigurosamente pensemos todo a través de la sociologfa de la situación, más comprenderemos porqué nos comportamos como lo hacemos. Pasemos a una fuente de confusión más sutil. ¿Postulo la primacía de la estructura sobre la acción a nivel micro? ¿Es omnipotente la estructura de la interacción; anula la posibilidad dc una agencia activa? En absoluto. La retórica del dilema agencia-estructura es un cenagal conceptual donde se e nmar,man muchas distinciones y modalidades retóricas de distinta fuerza; para empezar. confunde la distinción micro-macro -que abarca el aquí-y-ahora local y las interconexiones entre las situaciones locales en un ámbito espaciotemporal rnayor- con la distinción entre lo activo y lo que no lo es, distinción ésta que nos lleva a inquirir sobre la energia y la acción, que son siempre procesos locales en que seres humanos reales hacen aJgo en una situación. Es cieno que una acción loca1 puede incidir en otra, que una situación puede influir sobre otras muy distantes. En qué medida se dé esa transmisión corresponde a lo que denomino macro-patrones. Referi~ coloquialmente a los actos de una masa de inversores como el origen de un pánico bursátil o al derrumbe del aparato logfstico de un ejército como desencadenante de una crisis revolucionaria es algo aceptable, pero bien entendido que es una formulación taquigráfica de las realidades observables (es decir; de lo que un sociólogo 'micro' obselVana in situ). Ese modo de hablar hace que, engañados por el tropo, nos parezca que existe agencia a nivel macro, lo que no es exacto: la agencia, caso de que usemos el término, es siempre micro; la estructura la concatena en macro. Los términos micro y agencia pueden situarse en el mismo polo, pero no son idénticos. Existe estnlctura a todos los niveles. Las microsituaciones son estructuras, o 10 que es igual, relaciones entre panes. En los encuentros locales -microsituaciones- hay siempre agencia y estructura. El error que debemos evitar es identificar la agencia con el individuo, incluso en el nivcl micro. Creo que adelantaremos mucho más si no reificamos al individuo, si lo vemos como un flujo temporal que las situaciones dinamizan. La agencia -que prefiero describir como la energfa que anima los cuerpos hwnanos y sus emociones y como la intensidad y el foco de la con· ciencia humana- brota de las interacciones, de situaciones locales y cara-a-cara, o precipita de cadenas de situaciones. Sí, a veces los individuos humanos también actúan estando solos, aunque por lo general eso ocurre porque sus mentes y sus cuerpos están cargados
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con los efectos de encuentros situados anteriores; sus acciones solitarillS son sociales en tanto en cuanto provienen de y se orientan a la comunicación con otras personas; lo que las sitúa es su ubicación en una CRI particular. Me gusta poco la tenninología de la agencia y la estructura. Para cartografiar el continuo situacio nal que va de lo local a lo ínter-local nos basta con lo micro y lo macro. Los aspectos energi7.antes y relacionales de la interacción están, con todo, estrechamente ligados. Quizá una buena fónnula pUL'tla scr ésta: la estructura loca! de interacción genera y conforma la eneryf.a de la situación. Esa energía puede dejar trazas que se transmiten a olras situaciones por medio de las resonancias emocionales de los cuerpos individuales, que se difuminan con el tiempo, pero que pueden durar lo bastante para cargar un encuentro ulterior; engendrando asf sucesivas cadenas de efectos. De~mos observar esta realidad desde otro ángulo. Dedicaré mi atención teórica no a la agencia. sino a las emociones y la energía emocional, cuya intensidad calienta o enfria la caldera de los Rl; no haré hincapié en la estructura -ni, por el contrario, la reduciré a mero telón de fondo de la agencia-, sino que m e concentraré en mostrar cómo funcionan los RI,
Tennino{og(as eu conflicto Mi segunda acJar.lción obcdl!(:e a que podlia parecer desmesurada la pretensión de basaren, y hacer girar sobre el ténnino 'ritual' toda una teolia general de 10 m icro-socinl, Algunos sociólogos. notoriamente ¡;:mile Durkheim y su seguidor más creativo en el área de la microsociologfa, Erving Goffman, usaron el ténnino fundamentalmente- en el mismo sentido que yo subrayo: un ritual es un mecanismo que enfoca una emociÓn y una atención conjuntas, generando una realidad temporalmente compartida. No obstante, no hesidodel tooo fiel a esta tradición teórica, pues, por ejemplo. Coliman escribió en otra era intelectual y sus alianzas teóricas fueron diferentes a las mfas; por ello habré de defender mi propia acepción y evidenciar su utilidad en el abordaje de nuestros problemas. Una dificultad mayor deriva de que 'ritual' sea una voz del lenguaje coloquiaJ, con un sentido mucho más restringido (sinónimo de fOlmalidad o ceremonia)l del que tiene en la familia de leorias 1, Ml\.s
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sociológicas neo-durkheimianas, La confusión aumenta porque existe todo un cuerpo de investigación anlropológica cuya especialidad es el ritual, y una subespeciaHdad de 'estudios rituales' dentro del campo del estudio de las religiones; y todos esos usos tienden a solaparse oscuramente. unas veces con la tradición durkheimiana y otras con el sentido limitado que tiene en el uso popular, Uno de mis prolegómenos debe tratar de aclarar esas imbricaciones y diferencias de connotación teórica, Para situamos, veamos la principaJ divergencia que existe entre las variantes antropológica y microsociológica, sin olvidar la heterogeneidad de ambas, los antropólogos tienden a vc:J'el ritual como parte de la estruCfUra de una sociedad. como el aparato fonnal que mantiene su orden o que expresa su cultura y sus valores. o sea, exactamente lo opuesto al enfoque microsociológico; en contraste con la fluidez de las eRI, conciben el ritual como puerta hacia algo más grande, superior y fundamentalmente estático, como mero reflejo de la macroestructura y no como fonna primordial de la acción microsituada. Un vetusto motivo antropológico suena asf: el ritual, que acontece en el tiempo, revela lo atemporal; lo local manifiesta la totalidad, A finales del siglo XX los diversos movimientos teóricos que segufan ese enfoque se denominaban esuuctura1ismo, antropologfa simbólica o semiótica y estudio de los códigos culturales, En general, los estudios sobre las religiones usan también el ténnino 'ritual' en un sentido más próximo al de 'puerta-hada-lotranscendental' de la anlropologfa cultural que al de 'manantial local de acción' de la microsociologfa. Para el enfoque microsociológico, la situación es el punto d e partida explicativo; el enfoque esUUcturalistalculturalista parte del extremo opuesto, de una macroestructura omniabarcante de normas y significados, La microsociología encara el reto de mostrar cómo su punto de partida puede explicar que lo que frecuentemente parece ser una cultura omnímoda e inmutable sea en realidad un flujo, situacionalmente generado, de nonnas y seDlidos imputados, ¡ 2, Existe CIfra acepció n, proo,'eJlIente del campo de la eto1.o¡fa animal, que: la psJco. logia del desarrollo infantil ha empleado .. '..:ces, Aqtú 'rifUall..z¡",;i6n· significa gestos comunicativos.Mcviados que opcnm corno '.,fIaks' para otro organismo en cl proceso usual de acción, • difc:J'l'nda de los 'símbolos', que son com'enc:iones que refieren. significados compartidos ("f", TomasclJo J 9'*. 87). En ese sentido, una 'ritualización' es só1.ouna abreviatllnl utili1ada en la coordinació n de la acción prOCtlca. noUna fuente de intersubjetividad simbólica, A pesar de qlH!n;\.a lenninología máso menos in\ief>. le el uso que tiene en la I""rfa sociológica de lo$ Rl, en el capltWo 2 \"ereIllO$ cómo lo$ tTabajosde TomuclJo y otros in\'dtig.tdorcs d e elite ámbito corroboran, de hecho, parles importante de la llU.
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Esto es alSQ más que un problema lemlinol6gico. Durkheim dotó a la sociología de una mecánica de la interac:dón situada que aún 00 ha sido supernda; el modelo que desalTOUÓ para el caso del ritual religioso es el que yo uso, pero de tal modo que nos permila apreciar qut ingredientes confluyC'n en una si tuación y haeC'n que el ritual tenga txilo o fracase. Goffman amplió 5U aplicabilidad al moslnlr que el ritual impregna, en mayor o menor m«Iida, toda nuestra vida cotidiana: tanto en el ámbito prorano como en el sacro, el ritual tiene un papel clave en la configur.ICión del carácter individual yde las lindes C'ntre los grupo$ estratificados. El modelo posee aplicaciones potenciaJ.es aún maym-es, pero topa con una dificultad: la historia intelectual del siglo xx atraviesa o rodea 1m temas durkheimiaoos, a menudo defonnándolos de tal modo que los desplaza a posiciones muy divC'~entes. Direrentes movimiC'ntos han instrumentado el estudio dd ritual al se"icio de una reconstrucción C'VOlucionista de la historia, de la funcionalidad de las instituciones sociales o de la preeminencia de la cultura, y ninguno ha fonnulado un mecanismo causal transparente que dilucide cómo prodUCC,'n los inuaJientes situacionales magni tudes divclUS de solidaridad, emoción y creencia. Comenzart. pues. por un repaso histórico de la teorización del ritual, atento a destacar la configuración micro-causal del moddo de Durkhcim: pondrt especial atención en su programa teórico y procu~ no confundirlo ron, sino di~1:inguirlo claramente de otras formuladones}' pn;.gramas bastante diferentes que, por desgracia. C'mplC'an la misma terminologla. Mi intC'llCiÓll no es meramente 'volver a DurXheim y Goffman'. quienes, romo toda otra figura intelectual del pasado. ,ivieron en complejos medios intelectual.., que ya no son los nuestros. Si podemos construir ,-entones di,'Cf3aS de sus pQStUfl\S es porque las Ul' dieron usando mucDos hilos que ya exisúan y porque después se recombinaron con los ITlO\imientos inteleduales de las siguienteS generaciones. Ésa es la natunUeza de la ,ida intelectual: erigir inteTpretaciones antag6nicas del pensamienlo de indilliduOiS canónicos que sean útües en postel""io!u maniobras inlelectuales. Su historia es ilustrati\'lI porque !"105 dice de dónde venimos y con qué i~ dienles inlelectuales trabajamOiS ~ un mapa del Mar de los Sargazas de las ideas que constituyen la escena inteleclual a principios del siglo XXI. Por supuesto, he C'laborado mi pnlpia consuuoci6n intelectual, a panir de Durlcheim y Goffman. con el fin de protno\'Cl" mi propio proyecto intck..:;tual. y sus alianzas intelectuales en un ternno más amplio. pero eso 00 significa que crea que hay un (¡ni23
ca modo objetivo de construir a Durkhcim y Goffman, como si la trudición IntelecluaJ recibida sólo fuese una nube de impurezas que tizna lo que una vez fuera una visión clara, pero sí propugno vehementemente que asumamos un criterio pragmático fuerte: mi modo de construir un modelo de causalidad situacional inspirndo en Durkheim y Goffman nos conducirá más lejos en nuestro afán por mostrar bajo qué condiciones ocurre una cosa y no otra en una situación, Las situaciones se repiten a menudo, también varfan y cambian, y la TRI mueslnl cómo y por qué. TradJciones de análisis del ritual No pretendo repasar la historia toda de la literatura sobre el tema del ritual -Sell (1992) hu escrito un compendio excelentesino que seleccionaré los punlos más útiles para situar nuestros problemas teóricos. Grosso modo. he reducido su leorla aJ ritualismo subcognitivo. el ritualismo funcionalista y el programa que busca códigos (y sus respectivos crlticos); los dos últimos suelen agruparse en lo que ambiguamente se de nomina 'giro culturo!'. De las postrimerlas del siglo XIX a las del xx esos programas se sucedieron en panc y en pane concumeron en distintos momentos, solapándose en ocasiones. Ritualismo su/x:og"itivo La idea del análisis del rituallJotaba en el aire a finales del siglo La antropologfa y la sociologfa, disciplinas nuevas que se segregaron de otras precedentes, se erigieron en gran medida en tomo a XIX.
la discusión de este tema. Historiadores como Numa Denis Fustel de Coulanges habían indagado las fuentes de la propiedad, la ley y la política de la Grecia y la Roma antiguas y las habían descubierto en un conjunto de cultos religiosos. participar en los cuales demarcaba las fronteras entre familias, danes y coaliciones polfticns. En la década de 1880, estudiosos de las religiones como William R~ bertson Smilh investigaron la religión semita antigua y descubrieron su continuidad con prácticas vjvas aún. como las comidas comunaJes y los sacrificios de las tribus beduinas. Desde la d&:ada de 1890, clasicistas como Fmzer intentaron dar sentido aJ enjambre de espfritus y dcidades menores que a barrotaban losarrabalcsdcl Olim· po --cuyos dioses la trndiciÓn literaria griega habfa encumbrndo-
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y hallaron su 5ignifiotdo en prácticas cotidianas efectuadas en los santuarios y si tios sagrados de la antigficdad. Niet'L'lChe había tra· bajado con t'l mismo matf'riaJ en una dirección convergente y a comienl,os de la clOCada de 1870 habla subrayado lu diferencias entre los cultos apolíneos, basados en estatuas de alabastro, y los obscenos cultos dionisiacos, y habla re\'Clado el nexo entre t':Sa$ dispare$ figuras ~ligiosa.s, un conflicto entre moralidades sociales di· ferentes. A principios del siglo xx, esas líneas de trabajo cristaliza· ron en la escuela de estudios clásicos de Cambridge, en tomo a Jane EIIen Hanisol!, F.M. Comford y Gilbert MllffiIy, que interpretaban programáticamente todo mito en ténninos de las pmcticas CÚltiCM de sus creyentes originales. Otro estudioso de esta oorriente, R.R. Manett (1914: 100) lo resumió lapidariamente: ~ la religión pri miti· \'a se pensaba menos que se dan:r.aba •. Comparndos oon sus sucesores. estos in\'estígadoresdel mundo c!;1sioo y de la antropologia histórica n.o cuhh-aron mucho la abstracciÓn. ni teorizaron sistemáticamente su programa de investiga· ción. Su idea directriz era traducir mitos concretos a conjeturolS sobt-e práctiCM cúlticas y correbdonar btas con restos an¡ueológi· cos procedentes de antiguos lugares de culto. Un movimiento intelectual popular -que perdura en nuestros dfas , revivido en cs¡x>cial por el ala popular del pensamiento feminista- intentaba tkx:umen· tal" el culto a la 'Diosa Madre', un rito de fertilidad consagrado a UM diosa. supuestamente anterior a las demás religiones, luego suc:cdi· lb por cultos androcéntricos, quizás a causa de migraciones de pueblos guerreros y conquistadores. Otra rama anatftica quiso formu· lar 100 principios de la 'mentalidad primitiva'), poner de ~Iic\~ sus d ifc:rcncias con el postf'riOl" pensamiento racional (un mO\imiento tajantemente repudiado en el periodo post.-colonial); obras empa· renl.ada$ con éstas \~eron las rafees de la filO5Ofla griega arcaica en el desanvllo de coru.:eptos religiosos y en la milOlogla. Todos estos enfoques usaron evidencia pruce
lectiva. Los antropólogos de campo, a menudo ..ficionados (misioneros, médicos, viajeros), se centraron en registrar prácticas rituales curiosas que pudieran luego ser interpretadas como \'e5tigios de un periodo remoto de la historia humana. Los movimientos intelectuales se despliegan generalmente como un largo frente de investig¡¡d(ll"e$ que iICOfTlete un nuevo cuerpo de materiales de estudio; las ideas oon que analizan SUli recién descubiertos datos, sus herramientas intelectuales se parecen mucho entre si porque se las formula reoombinando ideas de los antecesores. Como expuse en otro lugar (CoIUns 1998), cada generación de filósofos opera denu-ode las alineaciones de las facciones intelectuales existentes, loque limita los movimientos factibles para recombinar, negar o abstraer las ideas vigentes; es práctica propia del culto a los inteloctuall.':$, del que somos miembros practicantes, ele\"ar unos pocos nombres como autores canóniCOll y tratarlos como si hublemn sido los únicos descubridores -llRheim ( 19 12) fue la declaración general de principiOli de ese rnoovirrtiento y todavfa hoy es la fuente que mejor sintetiza los logros de aquellos in\"eStigadores. ¿ Por qu~ merece ese movimiento Uamarse ritualismo subrogniIÍ\U? La racionalidad - y más en general la creencia- es la superficie de la conciencia humana, su experiencia primaria -y nmmalmente de un modo tan idea1izado como los bellos milOS sobre los 26
dioses olímpicos o los sermones dominicales inspirados en el Viejo Testamento hebreo. Aquella generación evolucionista solía interpretar su programa y su método de análisis del rituaJ. con el que excavaba bajo esa superficie. como una manera. de desentrai'lar la racionalidad moderna y alcanzar sus fundamentos irracionales o sus rafees históricas -y si estos tropos recuerdan la descripción freudiana del ego emergiendo de las pasio nes del ello. no estará de más recordar que Freud pcneneda a la misma generación que Van Gennep y Durkheim y que companfan algunas de sus fuentes de materiales. J Aunque los programas de investigación posteriores arrumbaron el presupuesto evolucionista. a comienzos del siglo XXI aún es uno de los temas de critica favoritos de los intelectuales; por eso impona subrayar que la validez del programa que denomino rituaJismo subcognitivo no depende de la suene del evolucionismo social. Éste es el punto anaIftico: ideas ycrcencias -se las conciba como esencias platónica'! o como productos de mentes individuaJes- no se explican por si mismas; el programa subcognitivo inteRla entender cómo emergen a partir de las prácticas sociales. Durkheim 10 fonnuló con claridad en 1912. primero en un caso especial y luego con más gcnernlidad. El caso especial son las ideas religiosas; Durkheim postuló que se las podía anali7.3r siempre como emblemas de membresfa de un grupo congregado para celebrar rituales. El caso más general abarca todas las categorías básicas del entendimiento humano. los conceptos cosmológicos y las operaciones lógicas mediante lasque pensamos. Durkheim arguyó que también estossunen del ritualismo que sustenta la m embrcsí.'l grupal; su evidencia-marchamo de los procedimientos de su programa de investigación- procede de la comparación de patrones que muestran cómo varia la estructura de las ideas con la estructura de los grupos. Otro aspecto de la formulación de Durkhc.im amplfa y generaliza temas entrevistos por Fuste!. Nietzsche y otros pioneros: la interpretación subcogni tiva de los rituales -;S dans k$ sonilis Irz(irieu~ de U\'y·Bruht aparecieron en 1910; Lu (Orn=i ilimnr'aius tk la vil: nl/¡;U.<.K. de: nur.. khelm, en 1912, cl mlsmoallo que ~mis , de H:urison , From Rcligioo /O Philosoplry, de Cornford,)' Four Slagu afGrrtk ~1igio'" de- MUITaY. La con\rm"" íd.¡o músÍClI que Stra\ill'lkyescribi6 para un ballet inspirado en un rilO primiti\U-La co'lsagmci6rztk la pri"",,,,,,,, _ ,",,, estrenó.,n Parb en 1912 .
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afirma explkitamente que las pnkIicas rituales constituyen tambien las creencias morale». La lógica del argumento y el peso de la evidencia 50n tambib1 aquí comparatiV05: las moralidades varfan con aJ"TegIo a la orgarnzac)6n de los grupos; mudanzas en la estructura grupal traslOman su moral. Nietzsche expresó lo mismo, de manera tremendamente pol~m¡ca, al contrapone!" lo que Uamó 'momi de escla_ cristiana' con la moral heroiro-aristocrática de los griegos antiguos. Es un hecho que de Jos diferentes tipos de prácticas rituales documentados en grupos d~ yak> Iar¡o de ~pocas históricas distintas ha emergido un extenso pon.or.lma de lllOnlIidades diversas. Durkhcim aprendió de su maestro, FU$l~ , que la participación ritual demarca las lindes grupales y, por ende, 105 confiO("S de la obligación moral; Mauss, su disdpulo, mostró despu& que mediante rituales podfan desarrolIaru momenu'ine05 intercambios a través de esas rronteras (l~gr: , prácticas como el intercambio ceremonial de dones) y erigir asf estructuras mayores. Nada más propio que aplicar <"se ceremonial de intercambio de regalOli a la sociedad de la Grecia hommca. como luego se hizo (Finley 1917). Fustel y MaUS5 IllO$ttamn que la mecánica del ritual no es estática, sino dinámica, y tamb¡~n conflictiva : la admisión de nuevos pu1idpantes a una celebración ritual puede establecer nUC\-as conexiones sociales, y quienes son ritualmente excluidos de las estructuras &fU pales pueden también rebelarse y luchar hasta lograr ser adnútidos como miembros, como CJlpuso Fuste! en su bosquejo de la historia de la panicipación ritual en las coaliciones polfticas de las ciudades- Estado antiguas. lo ..senda! de todo esto es que el análisis de Durkheim ptopo!dona tanto una sociologfa del conocimiento como una socKlk>gía de la moral, y que b ta nos!kva a una sodologta de las emociotle$ capaz de explicar pasiones como la rectitud, la indignación moral y el ansia de justicia vindicativa; IlO5l1eva a una sociologia que comprender.!. tanto la ira como el amor. Muchos investigadores han continuado y ampliado la uadid ón durkheimiana hasta nucstros días: Uoyd Wamer (1959), Kai Emson (1966), Mary Douglas (t 966, 1973), Basü Bcmst¿,.. (1971-1975), Albert Berg...sen (1984, 1999), Thomas Scheff (1990), elC. Los principios afianzados por las generaciones pioneras de estudiosos de 105 rituales constituyen logros perdurablC$ de nuestro acen'O de oonocimiem.o sociol6gko, piedras sillares sobre las que su posteridad ha edificado teorias mh complejas.
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Ritualismo {imcWlfalista
A la generación de antropólogos y sociólogos que invesligó los rituales durante las décadas centrales del siglo XX se la puede llamar, globalmente, escuela del rituruismo funcionalista, paca indicar su divergencia respecLO de la durkheimiana. El modelo subcognitivo se subswnió en el programa funcionalista pero puede también disociarse de él. La meta del movimiento funcionalista era mostrar que todas las prácticas institucionaJes de una sociedad encajan entre sí y colaboran asostener sus estructuras como un todo. El enfoque cayó posteriormente en el descrédito a causa de su estatismo y, de hecho, la moda de denigrare1 funcionaJismo se hagenera1izado hasta ta1 punto que mere<:e la pena rt.'COnstruir los motivos intelectuales por los que su método de análisis suscitó tanto entusiasmo en su época (la mejor fuente es aquf Goody 1995). Los antropólogos aficionados y los estudiosos librescos del mundo clásico fueron dando paso a los investigadores de campo y, dentro de ese proceso, un grupo de seguidores de Malino",..sló comenzó a exhortar a que cada trabajodecampo estudiase una sola sociedad en su conjunto y anali7.asc todas!ous prácticas como instituciones operantes relacionadas entre si: en ese
cometido se distinguieron sobremanera Evans·Pritchard y Meyer Fortes, que analizaron una a una muchas tribus africanas, siempre a lenlos a apreciar cómo su economía, su estructura polftica, su sistema de parentesco, su religión y sus demás instituciones funcionaban lodas como partes de un sistema que se reforzaban mutuamente: ninguna institució n em inteligible por separado: todas estaban adaptadas unas a otras e incluso IL'Vcs cambios en curuquiera de sus componentes no podían dejar de desaj ustar cl conjunto o bien de poner en marcha movimientos compensatorios que de\'olvieran aJ sistema su equilibrio. El pl"Qgr..ama fundonalista aportó a los trabajadores de campo una prometedora gama de nuevos quehaceres. y que ofrecfa además un modo de mostrarse en polémico contraste con los métodos de la vieja generación de antropólogos aficionados o 'de sillón'. Los funcionaüstas repudiaron las interpretaciones historicistas que sacaban los objetos del contexto de su sociedad en que efectivamente funcionaban y los explicaban como 'vestigios', evidencia de un perlodo histórico anterior. Pero si dieron la espalda a la historia fue para superar las explicaciones históricas especulativas (ya que un ftem cultural aislado debe tener ruguna fundón propia en su contexto contemporáneo) y avam.ar hacia su objetivo de mostrar la estructura social en funcio namiento. Los funcionalis-
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emn conscientemente sistemáticos; su meta em una teona general del funcionamiento de las sociedades; su prioridad, tejer una teoría sistemática de la interconexión entre las estructuras, previa a una teoría del cambio estructural -dado que ésta sólo podría construirse cientfficamente sobre la base de aquélla .~ El programa rnndonalista era más fácil de aplicar en sociedades tribaJes aisladas y autocontenidas --o que, al menos, parecían serlo----; su imagen directriz era un conjunto de estructuras que operaban juntas como una unidad y por dio se diferenciaban de otros unidades operativas situadas más allá de sus confines. Críticos posteriores atacaron asimismo esta premisa argwnentando que los funcionalistas cstaban prendados en exceso de la metáfora de la sociedad como organismo autorreproducthu, o, segUn un alegato ruternativo, habrían modelado las sociedades tribales en consonancia con la ideología que considera a l estado-nación occidental como una identidad autosostcnida. (TIempo después se argüiría que también las tribus tienen historia, que cambian con el tiempo y que en gran medida las constituyen sus 'relaciones exteriores' comerciales y de prestigio cultural, su geopolftica militar y sus alianzas de parentesco; vid. Chase-Dunn y Hall 1997.) La aplicación geneml del programa funcionalista lo transformó en un programa que abarcaba toda ciencia sociológica y servfa también para estudiar sociedades modernas complejas -al cabo del tiempo, sería su misma prominencia lo que más propiciase q ue sus Insuficiencias se discutieran con tal amplitud. Asumieron entonces su liderazgo Talcott las
4. ló>$ cóticas que d moYimienlo fundunali~ta dirigió eontnl i\1ll pred-.ord Cluxptuaron ~ I>urtheim y su ~"SCUda porque ~5te ~ra un firme defell5O~ de la idea de un .. ciencia gcncmJ d~ la sociedad. Y aunque su intClá (evoluclonlsUo) por el cambio social era incomparable oon el del movimiento de loIl antropólogos funcionalilllaS, Dur!thcim y Mauss allanaron el camino para que el programa funcionalisUo abordase el estudio de ritoo> y ~ncias lI1.ás en su COntextO actual de acción social que C(lmo \~Stigi05 aislados de una ~poca histórica anferior. Fue por 5U ~pe<::tiYll evolucionista que Dwkhelm pudo Interpretar la aparente sl mpliddad de la sociedad abori¡en au~tral¡ana como una ·foona demental' que probarla ser d punto de panida C\'OIuti· \'O de sociedades más complejas y. adem.b, revelarla 101 procesos ;malftkamcnte ~ntrales de la solidaridad y el simbolismo social. Por eso, aunque el líder organizati ..... de la que Ile"ó a oonocene OOmo E..cuela Brittnica de AntropOlogía Social fue BronsiJaw Malinowski, ~UI miembr05 tendieron a adoptar formulaciones troricas durkheimianas. Asf fue claramente en d caso de Radcliffe·Brown, cuya carrera arad~mica se des;urolló en Sudáfrica y A\I5tno1ia, al maf5en det p1Jpo (E\'afl5oPtitchard, FOl'treI;, ete.) que prm-mia del seminario de Malfllo"... ki en la Londol1 School ur &0. rwmicr. RaddIffe-Brown mamuvo conl.aCtoeon la escuda de Durkheim. atllwb de Ma1.l5S, desde mediados de la dkada de 1920 Ydesarrolló expHcltamente su tcoó. de los riruaJes(Goody 1995).
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Parsons y Robert Merton. ~ La teorfa funcionalista se convirtió en una lista sistemática de funciones que mm sociedad deberfa satisfacer; un modelo del cambio social consistente en la diferenciación de estructuras especializadas en esas funciones y un análisis de las tensiones que brotan cuando las funciones no se cumplen correctamente y de las respuestas que el sistema activd para recobrar cl equilibrio. Parsons subrayó la idea de un sistema compartido de valores, propio de cada sistema social, que lo guiarla auxiliado por un bagaje de normas que suministrarían las din..><:trices para implementar esos valores en la conducta de los actores. En su versión 'Gran Teorfa', este programa se estancó en las controversias que, entre los afíos cuarenta y sesenta, debatieron qué es funcional o disfuncionaJ. qué determina cuál de entre varias altctnativas funcionales valederas acaba por implementarse, y si la óptica funcionaJista es conselvadora porque ofrece una imagen complaciente de la estratificación y la desigualdad e ignora los conflictos de intereses que transen toda sociedad. Lentamente, el programa fue perdiendo adeptos: unos lo repudiaron por su presunta parcialidad ideológica y otros porque no veían ninglln modo de avanzar hacia explicaciones empúicamente demostrables de1 tipo 'qué sucede efectivamente bajo tales o cuales condiciones'. El funcionalismo está hoy tan ampliamente desacreditado que es probable que toda leona en otro tiempo asociada a él sea directamente ignorada. A Durkheim se lo suele rechazar tachándolo de evolucionista conservador por ver en su concepto de conciencia colectiva una reificación similar a (de hecho, la fuente de) el offilÚmodo sistema de valores de Parsoos. Por mi parte, mantengo que el punto fuerte de la tradición durk.heimiana no son sus tcorias de la integración societal a nivel macro o de la evolución social, sino su aportación a la microsociologfa. Durkhcim -sobre todo en Las for~ mas elemelltales- brindó un modelo de cómo la interacción en grupos pequeños produce solidaridad y simbolismo compartidos, partiendo del cual es fácil llegar a asumir (aunque, desde luego, Durkheim no lo hizo y fácilmente podría haberse opuesto a ello) que esos grupos puedan scr locales, efímeros o antagónicos, más bien que panes integrantes de una sociedad mayor. La 'conciencia colectiva' mora en ámbitos escuetos; no es la inmensa bóveda de un cielo 5. Hubo ¡r;uumisión reticular dim:1a: Panons asistió al seminario de MalinO\<'Ski en la l.SE a principio!; de los llt\oS !reim.... ames de comenzar a trabajar en 5U ¡<'
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que cubre a todos los miembros de una sociedad -yen otro lugar (Collins 1975) he defendido que la mecánica durkheimiana proporciona, además, un elemento crucial para desarrollar una teoría del conflicto, algo que, en el nivel macro, es viItualmente lo opuesto al funcionalismo. Una critica que a menudo recibe el análisis del ritual es que generaliza demasiado: si los rituales son omnipresentes, si todo es ri· tual, ¿qué no lo es? En tal caso, el concepto noservirfa paro discriminar entre sucesos divcrros. La critica es más pertinente cuando se rcl1ere al ritual entendido como algo funcional paro el equilibrio social, algo que actúa como una válvula que evacua la presión de los antagonismos o que exalta los vaJores compartidos. operando en ambos casos en pro de la preservación o restauración del orden social: habrfa rituales siempre, lo mismo cuando todova bien que cuando todo va mal. El análisis del rirua\ parece ejemplificar. a nivel mi· ero. el sesgo conservador del funcionalismo: todo se interpreta como parte de una tendencia de la sociedad a producir automáticamente integración social. Pero aquí el problema es el funcionalismo. no el análisis dc:l ritual: saquemos los rituales del contexto funcionalista y seguiremos teniendo un claro modelo de los ingredientes que entran en la facturn de un ritual. de cuáles son sus consecuencias y de cómo la fuerza de esos ingredientes -que son variables- determina exactamente cuánta solidaridad se genera. Los rituales pueden fracasar. o tener éxito. con diversos niveles de intensidad, y se puede predecir y contrastar lo que resulte de esas condiciones variables. Este análisis del ritual no es tautológico. En cuanto a mi propia versión de la leorla del ritual. confieso ser uno de los peores pecadores: propongo que veamos rituales casi en todas partes. Con esto no queda todo reducido a una vaguedad que no explica nada interesante; al contrario. ofrece una teoría de vasta aplicación capaz de mostrar cuánta solidaridad y compromiso con sfmbolos compartidos. y otros aspectos de la acción humana, se producir.1n en una gran variedad de siluaciones, También se la podrla fonnular -si ello contribuyese a mitigar los prejuicios contrarios a la teolia del ritual- en ténninos (que más adelante explicaré) de las causas y consecuencias de las variaciones en el foco de alención común y la consonancia emocional, Afinnaré que esta teoría es de aplicación universal y que no por ello es más vacua que, por ejemplo, la Ley de Boyle, que relaciona volumen, temperatura y presión, y que se aplica de manera útil en una inmensa variedad de situaciones. 32
la aplicación de la teorfa fundonalista del ritualismo fue menor que la del programa funcionalista en general pero hizo mucha$ aportadones imponantcs al estudio de los mo:eanismos mediante los que operan los rituales. Raddiffe-Brown ( 1922) es el paradigma de los ritualista.s funcionalisla$: advirtió que un funeral opera como una manera de reintegrar un grupo que ha perdido a uno de sus miembros: mM alIé de 1115 apariencias ostensibles, el ritual se celebro para los vivos, no para los muertos, y <:uanto mayor sea d de$velo por que el rilO, para dar mejor descanso al alma, se cdebre escrupulosamente, mayor será la arnel1llUl que el grupo sienta y su necesidad de n:integnu~,· Ésta es b. interpn'tación subcognith'a, pero desam>llada en la dirección de un programa que: aspira a enlen.der la estJ\JCtura y la función de los grupos humanos. Radclilfe-Brown no deja po.- ello de ser un funcionaJista 'micro', pero 00$ proporciona materiales empúicos que trabajar; y que podemos reelaborar como ingredientes rituales que resultan en consecuencias \"Illiables.
I:lrebetno5; a Etving Goffman las aportaciones más relevantes del ritualismo funcicnalista: no se sentía int.en:sado por el tema de la integración ~"t.irucional de 1a!lOcicdad en su conjunto y se reservó el deroello de elegir un nivel de análisis propio )' específICO al que aplicar su funcionalismo: el nhoel de 106 requisitO$ funcionales de la situoción. Goffman escribe como funclonalista cuando describe el ritual como produclO de seguir ciertas nonnas de conducta que reafirman el orden moral de la sociedad,' pero mantiene consistentcmente su ~nfasis en el nivel micro de b. intemoción inmediata y b. 'sociedad' que se reafirma)' hace sentir sus exigcncias no es una entidad
'- tomIoiho Durkheim (J9 t ll J9ró!) lnati>l> rit.,. do PO'" el crupO, M~: YCuoom Wlactl>OCOM nepti.... m ulla ... un tipo do< rf~ .. ",*",om. d n>«ani>m<> _ Jec:t... la Intqrw:ión ~ do Raddlffe._ (l9Zll lo. <, c>>k<:tiva lnlclWo.)l<>f la """" '1"" rompanrn ... loo 1ndMd..... al lfUPO YlfttIOunt .... fucru.s. 7 . • Laa . . . do """"""'- _ unm. _ y ...,.., loo t..- oociab .. . Por 1aII.... las ocaslnnrs do ~ ad.poo del .,..o... monI Y ¡oued.a .... ,..,.... El ooquI donde la> rqW ~ olnn .... funcioo ooxIaL •. Un flujo conotanK do< aquieoDmcias.., dMmina por tnd.a lo. o<><.iedad )l<>f medio do aa. oboen.... • a.o....,u.daI pornblipcloneo Y elptoCIaom.~ Ioo~ ... ~ dooontinuot)aI individuo_debo """""'-dnc~,c <» onn, do hedo>. La. _ ... limas del mundn. (G
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misteriosa y remota, 5iJlQ que encama las demandas de sociabilidad del aqul-y-ahora. ' La propia situación tiene sus requisitos: no arranca si los actores no realizan oon propiedad el trabajo de actuana. Asl se defi ne la realidad soeial misma. Las instituciones 50ciales en que la gente cnoe participar, su ubicación en ellu, los pape. lf..'5 que se representan, ninguna de estas cosas existe en si misma; sólo al ser actuadas devienen reales. Goffman es un oonstructivista social -si bien piensa que los individuos tienen poco o ning6n margen de acción respecto a lo que conSlrnyen: la propia situación e:ka kabrúo querido decir.t ....... ndo. 1jII<'" hija .11... . enl .... en ooc:\odad • .....",,, .... .uJir dd dr=lo
a ....
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IraS argumentar que el rasgo dil.-tinti\'o de la rdigíón es la dhisión dd
mundo en dos ámbitos, el sagmdo Y el profano, afmna: ~[L}o$ ritos son las reglas de comportamiento que prescriben cómo deberla oon
que nos penniten estudiar no sólo qué rituaks han de producirse sino también en q~ condiciones acaecen y son efectivos y en cu:iles otras no suceden o fracasan. Las definiciones de Durkheim y Goffman suponen que los objetos sagrados están constituidos ante5 del ritual; a nn,-el empírico micro eso implicaquc ya $e habían cclebr.Jdo anteriormente otros rituaJes y que el caso presente replica otro ante. rior: no se trata de un ritual aislado sino de tma CRI. Al relacionar a DurXheim y Goffman nos percalafn05 de que los rituales no se limitan a mostnlr respeto por los objetos sacros sino que también !laC1'1Ilizan a !ruS objetos; y si el ritual no vueh-e a celcbraJ'$e al cabo de un tiempo, esa sacnUdad e:
lo que genera la concepción de lo bueno; cuantO se le opone es c:1 mal. Al transferirse a slmbolos y objctO!l sagrados. d concepto de bien moral se imbrica con las cree nci as sobre seres religiosos. o sus equivalentes steularcs: IN]u podernoo.
ne.:m- que WI objeto. Ka indhidual o c:okcti\'O. inopira re>peIO
cuandQ 5U ~prn;entadón mental nt1 dotada de t.a.l fuera que ¡w. tomálicamenre causa o Inhibe equis acciones al 1tIIUX"" de loda consi
mal"'" ..
fCOCe~. ocguÍInC18 SUS opiniones 00 porque la. ju~ AaDOf f<>nnam(>ll de, .,... prnon.a hooy i~nr" U/\H cicl1a lndolc de <:nergla ff:liao que a\"8$O.Üa n...,.;rra
¡,;... Yno ,-que en la I
mluntad y la ¡""lino. en la di.".:xiñn lndicoda. E1l"e!1peto e;O la ...",,"" clón que e:cperimcnlalTlOl cuando oentimos que lObo-e I>08Otros ac;. tu.a t$.II ~ interior y rot.a.lmcnte rspirirual ... la violencia misma con que la slXiona contra cuaIquin" intento de disidencia, con ti. baldón o con la. su¡nsi6n matnial, a}uda a rdi:n;u- SU iJn¡:Ietio mediante la manit1:stación en ele anUente arrebaro de SU
P:lra. Durkheim, que algo, aparte de su vnIor utililario, po!!ea valor inlrÍr\lieCO. es la piedra de toque de la moralidad, Yde lo sagrado. El respc:ro por los oojetol> sagrados, y por los sentlnUemos grupales que hay tras ellos, supnll en \-aIor a toda ~ menUlleme mundana e individual de sus'~ útiles o perniciosas'. Todo bien puramente mundan;:, se sacrillca a los sentimientos mcr.ues.. Durlcheim reelabora aquI su argumento sobre la solidaridad precontractual de La divisiOO socúU dd rraba;o: noes el propio interés Ioque mantiene unida a la sociedad.: más aún . sólo allf donde los inl=mbios utilitarios 15Un engastados en una monllml de solidaridad rirual puede ~ algún grado de coopemción duradera en asuntos prácticns.» 13. Quld ~"""
t. """" m:.tir""l"( ".unao maJi"'~ r pn;julcl
conin<:eaI1lI· .:Jor><. ""pooIa .. una , ....un'" "" la ·pOJco.ql. do: _ , ' do C xx. ouyo
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La relevancia de los rituales de interacción para la teoría
sociológica general E.l modelo de Durkheim aborda las cuestiones ccntra1es de la teoria social y sus implicaciones impregnan por completo la microsociologfa contemporánea. Planteada la cuestión básica '¿qué manó ...... De unida a la sociedad?' su respuesta es cJ mecanismo, dc intensidad variable, de Jos tituales sociales: la cohesión de una sociedad tiene el mismo calibre que Jo. efectividad con que se ejecutan sus EituaJes y subsiste cllapsode ticmpo que sus ef..."'Ctosestán frescos en las mentes de la gente y I"Cverberan en sus emociones. La cohesión de la sociedad varia de unos momentos a otros; pero la 'sociedad' que así se conse"'n unida no es una unidad abstracta de un sistema social sino justamente esos grupos de gente reunidos en lugares concretos que sienlcn solidaridad recíproca por efecto de su participación litual y afuma qu~ Ourkh.,olm se limila ,;olam~nle a repetir 10li a'l!umemOlttadidonales sobre los e(CCtOl5 homogrnál.adon:s y bestialiUlnles del uiunfo eJe la turba IoObre la superior racionalidad individual. Gr,tn parte de la moderna sociología del comJXN'Tami~nto 00. lectivo y de 1015 fOO\imientouociaka --
hay que haCl'f tres consider.w::i0fJe5: Primero. la aplicadón a las masas del moderno análi~is de redes no ~""" la sigul_ ficati>id!ld de las influcocw ¡rupaks sobre 105 indi\'Íd"",,; simplemen1e sustituye un modelo de cooducta grupal por otro. Una mejor interpretación de los datO!'> rezarfa lUÍ, los grupos prim"";Q§ que forman la multitud fa'-o= y a mplilk:ln los cfC(;IOI!I de tsw al enfocar IIObre ella su aten<:ls enmm en COII5OnaJIcia redproca yque ",,;ul como conforman el grupo mayor. Sc¡¡undo. Ourkhcim 00 taCha de anim:i1t:sca5 a [;u reuniones grupal"" ni considera que n.-bajen a los indhidU()5 a un ni,·ellnfnahumano. Al conlr1lrio, apunta que esa.'! <:oncurrer><:las..,n 1"" ~
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del mas alto Vlllor-monl. Tém:ro. la robinson.:lda de que el indi-.'iduo racional aiste anlC5 que la cxpcricllcia 50ciaI y que. por lo tanto. las masas ... tin formad.o.s .implemente por indhiduo.. cu)") nl,,,ln:uurul de"..,,;ona!idad podrla. O no, n:sultarmenguado oo c:s de rocibo. t>urthcim "" csI".".... por mostmr cómo b grupos forman y socializan a b Individuos y cómo cre;¡n y les inculcan l;os COfl«pc1ones que oonforman toU ooonali
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del simbolismo cargado cmotivamente en los rituales. Toda la población de Francia. los Estados Unidos o cualquier airo lugar que se considere consiste en vesículas de solidaridad con grados di\'ers05 de intensidad. Toda una población pucdeserarrastrada ocasionalmente por una ave nida de solidaridad nacional. pero se trata de un suceso bastante singular y de base ritual muy particular. El modelo de Durkheim es, por tanto, enternmentc compatible con el análisis de la estratificación y el conflicto grupal; de hecho. aporta mecanismos clave para explicar su funcionamiento. Reformulemos la pregunta asf: ¿qué mantiene unida a la sociedad como un patrón de grupos estratificados en conflicto? La respuesta sencilla es que los rituales sociales. cuya operación crea o renueva la solidaridad interna deesos grupos; en los siguientes capltulos elaboraré una versión más compleja de esta respuesta. Un factor de complejidad es que algunos grupos disp:men de más recursos para realizar rituales que otros: esos grupos privilegiados se hacen así con símbolos más impactantes. que infunden más energfa emocional a sus miembros. y poseen una mayor solidaridad interna de la que pueden servirse para tiranizar a los que tienen menos. H¡Jando fino en el análisis de los procesos de estratificación y escrutando el interior del propio grupo congregado en tomo a su participación ritual ohscrva· remosa individuos privik-giados respecto aotros por su mayorproxi· midad al centro del ritual. Para decirlo en f.MlC8S palabras. los ritua· les tienen un doble efectoestratificador. discriminan entre incluidos y excluidos de él y, dentro del ritual, enrre lideres y seguidores; deahI que sean los mecanismos cla\'e. y podrtamos decir que las armas decisivas, en los procesos de conflicto y dominación. Como bien arguyó Ourkheim, la dimensión utilitaria o económica de la vida social no es su fundamento , pues ésta precisa de la existencia previa de alguna solidaridad precontl11ctual; los rituales ponen las bases de una situación de confian7.a social y aportan los significados simbólicos compartidos imprescindibles para que pueda celebrarse el intercambio económico. Mi ~mento referido al conflicto social es análogo a éste: el conflicto no es la condición primordial de la vida social-la guerra hobbesiana de todos COnll11 todos-; analfticamente, deriva de la solidaridad social porque, realmente, no es posible que un conflicto se active sin el mecanismo del ritual social. que engendra las energfas y alianzas de los partidarios de uno u otro bando, asf como las annas más efectivas de dominación del otro. Esos patrones de rituales sociales confonnan también los objetivos dcl conflicto. aqueUo por que la gente pelea. El estallido de un conflicto, el incidente que desencadena la lucha abierta, 64
nace casi siempre de una cuestión de preeminencia entre ciertos sfmOOlos y los sentinili'ntos sociales que ..ncaman. Esto implica que la expÜcación del conflicto social---(jut muchos otros teóricos y yo mismo sostenemos es el principal pl"OCe$O estructwador de la vida social. sobre todo en el nivel macro de las grandes estructuras (ColHns 1975, Mann 1986-93)-. demanda una microsociologfa durkhcimiana de lo.¡ rituales de interacción. El mecanismo central de la TRI opera asl: las ocasiones que conjugan un alto grado de foco de at .. oc:Ión compartido (esto es, un nivel elevado de intersubjetividad) con un alto grado de: conSl)nanda emocional - mediante la sincronización corporal. fruto de la mutua estimulaciónlncltacl6n de: los sistemas nerviosos de 105 participantes- producen tanto sentimientos de membresla adheridos a sfmbolos cogni ti vos como enet"gfa emocional que los p."lnicipantes sienten y que les instila sentimientos de seguridad en 51 mismos. entusiasmo y deseo de q ue sus ac tos sigan la senda de lo que juzgan moralmente OOITCCIO. Esos instantes de altísima inten sklad ritual constituyen experiencias insuperables. ThlC$ momentos supremos de la vida oolectiva son los pasajes dal·e de la historia, aquellos en que aconlecen los sucesos significa tivos, tiempos que desgarran y trasponen viejas estructuras y configuran otras nuevas. Como senala Durkheim, son momentOS como la Revolución f"mcesa en el ve","o de 1789, momenlOS, podríamos anadir; como los sucesos dave del movimiento por los derechos civiles en los aflos $C$Cllta, el oolapsode los regímenes comunistas en 1989 y 1991, o, con un grado de significación que .:;610 el futuro aquila tará, la movilización nacional que los atentados del 11 de septiem~ de 2001 desencadenaron en los Estados Unidos. Todos los citados son ejemplos de movilizaciones rituales a gran escala, pero podemos igualmente seftalar casos a menor escala observando arenas de acción social más pequeflas. la TRI es una looMa de la dinámica social -no sólo de su estática. Muchos teóricos sociales suelen tildar al análisis ritual deconser....ador y acusarle de idolatrar las tradiciones legadas por el pasado y privilegiar y ser panc del mecanismo que reproduce una estructura social que se pre tende sempiterna. Es innegable que el análisis ritual ha servido a menudo a tales fines; y hasta toorlas oomo la de Bourdieu, que combina a Durkheim y Man¡, ven una imbricación del onlen simbólico O tultural y del orden del poder económico que los reforzarla mutuamente; para Bouf' dieu, el ritual reproduce la cult ura y, por ..nde, los campos ecollÓ-
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micos.l' Esta visión pasa por alto el poder Inmsformador de la nlO\iliudón ritual. La«pt'ricnda ritual intensa creaobjctossimbólicos nue\'t)5 y genera energías que impulsan los mayores cambios sociales. El RI es un meo:anismo de cambio; y en tanto haya ocasiones potenciales de movili:tación ritual podrán sobrevenir, de mane ... $úbita y dnl' ticil. periodos de tnmsfonnaclÓn . Hl ri_ tual puede ser repetith'O y. literalmente. con$oCr....ador pero también of"""" ocasiones para que el cambio $e abra camino. Aqufla TRI se sitúa en un tfrmino medio entre el posmodcmismo y teolias similares. que postulan que todo es flujo 5ituaclonal de signifICados e identidades. y las visiones cuhurali stas que creen en la existencia de unos guiones y repertorios fijos a los que repetidamente ~ recurre. Lamont (2000: 243-244. 271) ha expre$ado bien ese COntmst.e mediante la evidencia que ha reunido de que hay _condiciones culturales y estrncllrrales que inducen a los indhiduos a emplear mb bien unos criterios d e evaluación que otros.. El argumento es llfUlIogo al de la TRI. que lo anicula e impulsa en el ni"el microsltuadonal: las condiciones estructura!cs operativas constituyen ingredientes de los R1; los repenorioli C\JhunUes son creadones de tipos concretos de RI, como hily oU'OS que los nevan a desaparecer. Uno de los telT\al principales de este libro son las condiciones bajo las cuales el ritual opera en un sen tido u otro. Los momentos de interacción ritual intensa no son episodios señeros únicamente para los grupos. también para \as \idas indivi1.4. En ...., ..nUdo. Bourili< &:...nIicu ( 197V t971) ... -... ""I"'tad6n~ ~ 1aria el caplud Ilmb6tico ........ pIeo """pn:drQ ¡rlaitA. Boun!;... ...-tla d 'bminoQ . ~. ydio~ y~·. · prin
palJ\'oI> ..,.,.,,-01. En obnoo PlO'--" Bounlitu >dopoó _ ioo>co m"""",,,,1oIoIt:1cao \o,..... do ColIman y Ioo~, """"~ """ la \6cI<:ad< loo 'fri<' ic:o'y ""fÓ """ la""""",un.,-.....lACtO< _..- __ al marcm d< loo ........ ~ l'Ho loo oI'¡;.>du.oo IA""t..... U..<:Iuldo ........ deI ~i<.,,;J. Boo,nllcu l\I'9t) rq¡rodu. O .. '<:arI'4"'do: pOór>-; "" otra ~ ' ....... ir.ololsic:o u.. ..... al miomo bocho
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............ r.cntn:cam.-'.~qu< " " ' _ d ... ru<".r:tJi ....... lt.i~ del que ~. U .... 1IJ)IicAd6n .1pIoa d< Qa~"'" ar¡u""",'aliYoligun..n Bourdieu
(2001). d<>nde_ aA"""""" lA ~rntNOCión do: ~ ro Il<) ha •...-;.00 do", "",,,,,.1 _;,J.-.,-de Boun!it:u , Uic Wacquan, (1002) YAndoenon (2001). Du~i...- (1OO2 ) Y Newman (2OOJ~
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tabúes intelectuales. En cuanlo empresa intelectual. la TRI es una suma de representaciones simbólicas impulsada porsu propia onda de EE; otra ve~i6 n intelectu,..d de la misma efervescencia que imprimió su l lal! a Durkheim y su grupo de im'eStigadores. a Goffrnan y sus seguidores y. hoy, a los sociólogos contemporáneos de las emociones y de los procesos de la vida eotidiana. Mi intención con este libro es mostrar algunos de los horizontes que se nos abren cuando este movimiento intelectual pone proa al fut uro.
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CAPíTuLO 2
EL MODELO DE FOCO COMÚN y CONSONANCIA EMOCIONAL
El nucJ.:o de un ritual de inter.\CCiÓl\ es el proceso en que Jos participantes desam::>lJan un furo de at<.--nción comun y sus mícro-riunos ~ y emociones entrom en oonsonancia recíproca. Esle capfmlo describe minuciosamenteesc ~ sin:i6xlose de un modelo gráf>eode $U evolución en d tiempo: un sutill1ujode ~ gest.ildos en un instante y que se disipan en lapsas de minmos, horas odias. Lo$ ri tuales se oonstru)'ffi a partir de oombinaciones de ingredientes que aJcanzan variados grados de intensidad y resultan en distintos montos de ~ simbolisl"no y cnergCa emocional (EE) indi'1dual. El modelo llO6 permite e:
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tNGREDIEHTES DEL RITUAL
EfEClOS DEl RITUAL lOiduiobd grupil
EE indIYickIIl s/rntIoII» lit IÑÓO" ~W
FIGURA 2.1 . Ritual de interacción
Ingredientes, procesos y efectos del ritual L.. figuro 2. 1 presenta al ritual de interacción como un conjunlo de procesos unidos por conexiones causales y bucles de retroalimentación. Todos los componentes del modelo son variables. Un ritual de interacción (RI) tiene cualro íngrediemes o condiciones iniciales principales: L Dos o má.<; personas se encuentran físicamente en un mismo lugar. de modo que su presencia corporal. esté o no en el primer plano de su atención consciente. les afecta rcdprocamente. 2. Hay barreras excluyentes que transmiten a los panicipantes la distinción entre quiénes toman parte y quiénes no. 3. Los p....rtfcipcs enfocan su atención sobre un mismo objeto y al comunicárselo entre sí adquieren una conciencia conjunta de su foco común. 4. Companen un mismo estado anímico o viven la misma experiencia emocional.
Estos ingredientes se retroalirncntan lodos entre sí. Los mo1s imponantes son los dos últimos. el foco compaltido y la emoción común. que se refuerzan mutuamente. A medida que los panícipes se centran cada vez más en su actividad compartida y lOman conciencia de qué hacen y sienten unos y otros -y de esta misma percepción. común a todos-cxpcrimentan su emoción común con tal intensidad que domina su conciencia. A medida que el ritual proce72
de. c~ el entusiasmo de los componentes de un póblico que 1'10 cesa de aclamar. los panicipantes en un servicio religioso asumen una acti tud más respetuosa y solemrlC' y los asistentes a un fullenll sienten cómo su pena 5e agranda_ Otro tanto sucede a pequefta escala. en una conversación: a medtda que la imCTaCC'ÍÓn se vuel\'C más y más fascinante el ritmo y !!I tono I'mocional del diálogo atrapan a los interlocutores. (Más adelante e:q)(mdr~ la e\~dencia emp!rica 'micro' peninente.) El proceso cla\'C es el surgimiento de con50rulllcia mutua entn: la atención y la emoción de los panicipantes, que crea una experiencia emociooatlcogniti\'a companida. Esta producción microsituaciooal de momemos de intersubjetividad es lo que Dur\helm denominó conciencia oolccth-a. Los Rl tieitCn cuatro efectos principales. En la medida en que los ingredientes se combinen ron acierto y logren acumular CMdos ni\'l'1cs de ooincideocia en el foco de atención y la emoción compartKios, los panicipames experimentarán: 1. soI.idaridad grupal. scntimiemode mcmbresfa; 2. EE indivKlual: una sensación de confianza, comento. fuera, t.'TItusiasmo e iniciativa par,¡ la acción; 3. slmbolos que representan el grupo; emblemas u otrns repf"C.5C1Itaciones (iconos, palabras. gestos)que los miembros sienten asociados a $Í Il1i$mos romo coIect¡\idad --$On los 'objetos sagrados' de Durirla.' En los ~¡grnfe:s siguientes pre$Cntaré e'lideocia de cómo opera cada uno de clJ.os.
Ritualu formaks y rituales uawrn/es A primem vista se dirla que en la lista ante,;O/" faltan pn:cisa-
meme I'q\lello6 elcmcmos que oompuncn la definicióll habituill de
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'ritual', En el habla coloquial un ritual es una ceremonia fonnal que hilvana un., secuencia de acciones estereotipadas: recitar fónnulas verbales, cantar, hacer gestos tradicionales y vestir atuendos igualmente tradicionales, El análisis del ritual religioso de Durkheim mostró que el formalismo y la actividad estereotipada no son ingredientcs capitales, sino que subvienen al proceso central de la intersubjetividad y la emoción companida -o lo que es lo mismo, a la experiencia de la efcn'escencin y la conciencia colectivas-- en tanto en cuanto propician la convergencia en un foco de atención común, La figura 2.110 muestra a su izquierda, donde una flecha segmentada va de 'acción o suceso común (incluyendo formalidades estereotipadas)' a 'foco de atención coincidente'. Las fónnulas estereotipadas pueden generar rituales sociales eficaces, si consiguen que los panicipaDles experimenten, de hecho, una misma emoción, y rn.á!5 aún si, intensificando la conciencia mutua de su mutua conciencia, logran acrecer su sentimieDlo de participación conjunta. Cuando no lo consiguen, el ritual resulla puramente 'formar , una vacia repetición de simples fórmul as, incluso un ccremonialismo mueno. El foco de ntención coincidente es un ingrediente esencial pum que un ritual funcione, pero debe ocurrir espontáneamente, sin inquietud explícita alguna sobre si sucede o no. Los ejemplos de
pequenos rituales de sociabilidad cotidiana de Goffman suelen ser de este tipo. llamara cienas personas por su nombre de pila no es algo que suela ser objeto de atención consciente mas no por ello deja de ser un ritual a pequei\a escala; y, como \'eremos, la diferencia entre conversaciones de alta o baja solidaridad ocurre al nivel de unas carncleristicas ritmicas que no están sujetas a reglas formalmente reconocidas. Los ejemplos de Goffman son breves encuentros sociales a pequef\a escala; pero también a una escala mayor, de grupos públicos. se actúan rituales espontáneos, como ocurre con las situaciones polfticas y militares -análogas a rituales religiosos- que Durkhcim pone como ejemplo. Durante la revolución francesa, las masas congregadas improvisaban con frecuencia rituales nuevos que, pese a estar faltas, en un primer momento. de los recursos de las actividades normalizadas, llegaban a resultar muy eficaces porque alcanzaban niveles muy altos de foco comun y emoción compartida, Como Durkhcim gustaba de recalcar. es en situaciones como ésas donde se crean nuevos símbolos, Podemos denominar 'rituales naturales' a las interacciones que generan un foco de atención compartido y consonancia emocional sin m.'Ct.'Sidad de protocolos formalmente estereotipados y 'rituales formales' a los que se rigen por un aparato de procedimientos cere-
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moniales quc todos reconocen. En lo que respecta a qué hace que un RI funcione, los ingredientes. procesos y resultados básicos no dificren entre unos y otros; ambos pueden alcanzar gI""cldos ahos de intensidad y gcncror símbolos y sentimientos de membresfa . No obstante. al margen de esas coincidencias, Jos detalles de realización de un ritual--con todo lo diversos que pueden ser- incidirán en qué tipo de catcgorfa de mcmbrcsfa simbólica resulte. En lo que se refiere a afinnar y pregonar identificación con unos limites grupales rígidos, como veremos luego, los rituales que siguen protocolos fonnalcs son más eficaces que los que surgen espontáncamente, cuando el foco de atención y la emoción compartidos acaecen sin premeditación -infunden sentidos de membresfa más lábiles, c.l:ceplo si cristalizan y perduran en fonna de símbolos, en cuyo caso tenderán a incrementar la fonnalidad de los RI subsiguientcs, (Repasaremos la evidencia peninente a este patrón en el capitulo 7, 'Esuutificación situacional',)
Rilllales fallidos, ritllales vados, rimales fol7ftdos No todos los rituales tienen éxito. Algunos fracasan penosa. incluso dolorosamente; otros se desvanecen mansamente; y otros, formalidades vacías sufridas bajo coacción, incitan rebdioncs que, cuando triunfan. los abrogan con júbilo. Estas variaciones servirán p31U refinar nuestra teoría y dilucidar qué condiciones hacen que un ritual sea operativo. Los rituales fallidos son sustantivanlenlC imponantes también ¡x>rque, si medimos y ¡x'SUmos todos Jos encuentros de la vida diaria, dt.'Sde los más minúsculos hasta las manifestaciones públicas más masivas, de acuerdo con la magnitud de su intensidad ritual, obviamente no esperaremos que ésta sea siempre igual. Sostener que la vida se estructura en tomo a la diferencia entre las situaciones rituales exitosas, socialmcllIe electri:tantes, que generan emoción, motiwci6n y carga simbólica cuantiosas, y las situaciones de rituaJidad inferior. nos obliga a aguzar la \-isla para discernir qué diferencia a los rituales fuertes de los endebles. Los individuos se sienten au-afdos ¡x>r las cantidades máximas de intensidad ritual a su alcance, indiferentes hacia rituales menos prometedores y repelidos ¡x>r el resto; caplaremos mejor sus atractivos si nos fijamos en qué causa la indiferencia y la repulsión. El fiasco de un ritual es más patente en el caso de los rituales fonnales porque se anuncian púbJicamenle y todo el mundoenliende con qué fin se celebran. Después nos ocuparemos de rituales 75
naturales que fracasan: concentraciones poIlticas o de otros tipos que nocuajan, manif6taciones que no arrancan o p«JUdkls rituales goffmanianos de la vida diaria que no resultan. ¿Con ~ criterio fallan':11l(l$ que un ritual ha tenido &i1O o Eracasado? En el caso de Jos rituales fonnale$ tenemos Las ténninos que usan sus panicipantes: 'un ritual \"llCKI', ·1l1('~nte .;erelllDnial', 'un muermo'. El modelo de Rl (de aquf en adelante, el Modelo) de la figura 2. 1 pennite scntarun cliterio más geocml, \'álido Wlto para Jos rituales naturales como pam Jos formales: 10 más inmediato es el bajo ni\'el de efervescencia oolecti>'a, la ausencia del caracterlstico rumor de a nimación, la e5Ca5a o nula coTlllOflaocia compartida. El lado de los efcctos aporta otros signos de descalabro: poco o ningún sentimiento de solidaridad grupal, nula sensación de que la propia identidad ha}'acambiado ose ha}'a J'eiÚinnaoo, ausencia de respeto hacia Jos sfmbolos del grupo Yuna EE deprimida -un 00. caimiento que el ritual no ha disipado o, peor aun, un sentimiento de fastidio, de tedio y de constricción o inclUM de abatimiemo, de 'fatiga de intcracd6n' y ansia de huir. Estas expresiones fonnan un continuo ordenado de hasta qué punlo ha fracasado un ritual. desde el que frisa lo que se espem de él hasta el que inspira el más \"hemcnle aborRClmiemo. Estos estados intensamente negativos tienen tanta importancia como los positi\'os de similar intensidad: pil'nsese en hechos históricos --como la destrucción de irnligen.es religiO$aS dumnle la Refonna-o en momentos de la$ cadena,¡ personale!> de experiencia vital-la rebelión contr.l aquella formalidad a la que uno rehusó YOI\'er a someterse.' A este respectO. las caUSM del fracaso de un ritual natural son análogas a las que vacfan un ritual fonnal: la multitud de una conc=tmción poIitic.a que. dispena SU atención por rosas ajenas al orador o al sfmbolo enemigo al que deberían enfrentan;e, se agita si n orden ni concierto _ individUO'! y pequd\o$ 5Uhgn,po!I que se van desgajando hasta que se aduet\a de los que quedan una em<>ción depresh'a que les hace sentirse como rata,¡ que abandonan un barw que ~ hunde-; o la rlCSta que se empantana ~n peqU1'1\o:s reductos de con\'enaciones insustanciales y no genera efet>'ll.'SCCncia cokctiva alguna. En este caso. los ingredientes ausentes 50n tanto la falta de un foco de atención comun - las diadas quedan muy l . .........-.""""'Iun· ... 10 ~ do I\II!oO.., aonotleriJ>il por una mnda do t'd>clm YroIoal,... .",...,... k>o ri' uab ~. i ..d ..~ .... t ..""t ... loo ritwoJe,o ... - ..... ¡oIfrnanIanoo. En to.capI ...... ly 8 onabUl'l .... do<...,.ooI:n.t cambio ... .... iIo:.o do lo .,.....'l~ oiluoclo>nal. ~
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fragmentadas en relación con el conjunto del grupo-- como la ausencia de una emoción inicial compartida que pudiera ser intensifi· cada y transmutada en una sensación de participación colectiva. Lo.s conversaciones superficiales, mcilantes o de baja intensidad abundan, en obvio contraste con las intercsantL"S, Nuestro modo habitual de atribución causal nos hace tamal' a las conversaciones por indicadores de las personalidades con que tratamos, cuando son productos situacionales que, como veremos más adelante, se explican por el grado de acoplamiento que se da entre los acervos de símbolos significativos utili1.lldos en la plática y por el nivel de sinergia que las EE de los participantes alcanzan en la situación conversacional. Las divergencias entre distintas celebraciones de Nochevieja muestran nítidamente el contraste entre RI logrados y fallidos: unas alcanzan un momento cumbre de genuino entusiasmo al sonar la medianoche (en este aspecto, esas celebraciones combinan fonnas tradicionales e interacciones naturales espontáneas) mientras que airas se limitan a bias y convencionales felicitaciones por el nuevo afio. ¿Dónde radica la diferencia? Según mis observaciones, los festejos que funcionan son aquellos en que, una hora o dos antes de medianoche, la gente reunida se tmnsfonna en una masa ruidosa --<:00 los usuales silbatos, carracas y quizá también petardos-- que, sobre lodo, arma bulla en dirección a otros, apuntando a uno u otro, mejor en su misma cara. Así comienza la dh'crsión; la gente empie1.ll a trompetcarsc y a lanzarse serpentinas recfprocamente y a menudo traspasa las ballocras del conocimiento previo involucran· do a desconocidos en su interacción. Nótese que esta a1ga1..ara caJ"eee de todoconlenido cognitivo; se asemeja mucho al componamienlo de los ninos pequefios cuando correlean a su aire dirigiéndose ruidos unos a otros. En el conlexto de los ft!stejos de Año NUL'\'O no se juzga hostil o transgresor, sino signo amistoso, el inumpir estruendosarnente en el espacio personal de otro persona, Incluso corporalmente --------de manera moderada y lúdica, mediante el lanzamiento de serpentinas o confeti. Esta mutua consonancia en la producción del fragor alcan7.ll un crescelldo atronador cuando todo el mundo converge en la cuenta atrás de los últimos segundos antes de las 12. Alllegarsc al anticipado punto focal, se produce IIna explosión de gestos de solidaridad: la gente se besa y se abraza, inclu· so absolutos desconocidos. Compárese con la fk-sla m ás circunspecta: los invitados sostienen pláticas nonnales hechas de frases inteligibles, lo que los disgrega en esferas disjuntas de mentalidad semejante y les impide construir una inten.-ubjetividad más amplia
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que abarcase a todo el gruJX). Las interacciones no se reducen a un mlnimo denominador común, como es el caso de los lazos reciprocas coalcscidos mediante el ruido; la emoción compartida no deviene animación; el clfmax de las campanadas a medianoche recibeun insulso reconocimiento, inmediatamente después del cual los participantes se declaran cansados y deseosos de retirarse a sus casas. Los rituales consumados son aiTCbatadores; los rituales fallidos consumen nuestras energías. Hay Olro tipo de R1 a los que podemos denominar 'fOil:ldOS', en los que se obliga a los individuos a fingir una pankipación sincera y entusiasta. Estos rituales pan'Cen .. ser especialmente agotadores para quienes, movidos por voluntad propia TTI.ás que por alguna presión social externa, participan en ellos y asumen con afán la carga de hacer que funcionen; puede incluso que tengan éxito, en el sentido de que haya olTOs que sintonicen con su onda y que su participación exhiba un grado de animación mayor: Pero aún así no dejan de sentirlos forzados, pues la consonancia mutua contiene un elemento de intcncionalidud deliberada y consciente, no nuyc con Mtumlidad y el ni\'el de efer.'eSCCncia colectiva es superior a lo que seria normal habida cuenta de los ingredientes de atención compartida y estímulo emocional disponibles. Ser el cordial anfitrión. la encantadora anfitriona, el alma de la fiesta o el animador del mitin puede suponer un esfuerzo enorme. El agotamiento que provocan los rituales fOil:ldOS es bien conocido en el caso de los efectos de las entrevistas de tmbajo - yen especial los de la ronda de visitas ceremoniales que van aparejadas a las n~ociaciones dirigidas a obtener un empleo académico, efectos coloquialmente conocidos como 'fatiga de interacc.ión'. Cuando la posición social de un individuo le fueiLa a liderar un círculo de constante interacción cortés, los efectos acumulativos del drenaje de energía a que se somete pueden ser gravcs.l 3. En La d6;:ada de 1990, el rectorde una importan[~ unh-ersldad de Estados Uni· dos, dlebre por su m:mcra afable y extremadamente sociable de dar la bienvenida a. y de interactuar wteriOl1l1\.""1IIC con profe!lOres. I:Stooiantcs. ,'¡'¡I!an!eS. potenciales bcnefaclo" '" y. de hecho. cualquiera que pasase po~ allí, sufrió un a»aP5Q al cabo de J>OCOIi llI'Ios y hubode dimitir de Al J'lU""'tu. De nloo pude ob..e ...... r a mi mad..., -quien, COmo esposa del cónsul general de Estados Unidos en ¡oqueUa !egKión de ultramaT, enI la anfitriona princi pal del cuetTlO diplomático local- y ser ¡estilO de cónlO "" entregaba <:(In intensa ercn~ia emocional al ciclo c:!iperodode ritualcs de socIabilidad; pero liK' tr.ltaba dar:unente de UII:1 Clttenu:mIC puesta en C."5C1."fW. como lo del:UDOO su cambio de humor apena:¡ la J'lUMta se C'tl"r,Iba tras el llhimo invitado: y periódicamente se concedla un recew "j se marchaba a un hotel a la'r l1O\'Clas y a no ver a nadie dwante una ..,mana. Thmer(lOOl ) ~firma que los humal1OOlde~ndelTlO$ de un linaje de pr!. fII:lles basUlnle im0ci2~ y de ahí que en realidad no 5elII\loOS muy sociables por natu· raleut y que' nos cueste tanto esflll't":Zo lIO'
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Los rituales for/.ados no crean, sino que minan la EE, La experie ncia de atravesar muchos de ellos tiende a fraguar ind ividuos con aversión a L'SC tipo de situación ritual e incluso personalidadl'S anti-sociales en apariencia. Pero lo que distingue a los rilUales foro ...aJos de los bienlogrados es precisamente su fa lta de nmuralidad y el exceso de intencionalidad de su foco de a tención común y su consonancia emocional; de ah! que los participantes, en lugar de sentirse dinamizados por estos, hayan de apclI1ru· su propia energía par.! dar la impresión de sentirse galvani7..ados. Es de suponer que estos individuos que los rituales forLados apagan participarán también, por lo general, en otros tipos, más efectivos, de interacción ritual , y que será n L'S tos los que les procuren su EE positiva. Es esta d iferencia entre los rituales fOI7.ados (y otros tipos de rituales falli· dos) y los rituales bordados 10 que hace que las CRl se orienten hacia éstos y den la popa a aquéllos. ¿Es imprescindible la pn'seucia corporal?
El ritual es esencialmente un proceso corporal. Lo que inicia el proceso ritual es la convergencia de cuerpos humanos en un mismo
lugor. Hay un rumor, una agitación o como mfnimo una conciencia de la mutua proximidad de los cuerpos. Goffman (198 1: I03)señaJó que incluso «si no sucede nada digno de mención, las personas en propincuidad a otras pemlanecen no obstante ruerta unas a otras y actúan de tal modo que r"ciJiten su vigilancia a las demás,.. En términos de teona el,'olutiva, la el,'olución del animal humano le ha dotado de un sistema nervioso que di rige su atención hacia sus congéneres: siempre existe la posibilidad de que surja una pelea o una señal de aJanna o, dc1lado positivo, un contacto social oalgún gesto sociable más gcnérico. 4 En conjunto, este segundo tipo de orientación , evolucionada hacia las interacciones positivas, parece más imponante que la primem, no en V"dno conoibuyc a explicar por qué los cuerpos humanos son (an sensibles a su mutua cercanfa, así .....-kk""'la I"dall'-d a la Insodabilidooo., n".,.,lra hereocla blolóska; ademá~ , 5" Idea d.. que los humal\OS tencmos que trabaJardulOllT"lente pata !X>1JeT ..0 pi.. oue:s"..", rituales parece prowolr de la observación de rituales fonadOOl. -l. 8as:;indosc eo eo.idencia Pr-ocNente o., la paleootologi~. b dooístiea.la etolog1a de los pri mat.., JI la fisiologla del """"bro, 111"",,· (2001, caps. 3 )14) ofn."", una n;c:úII.$. nucdón plausible de nunlra trayecloria e\'Olulim en la que"""" hin<:al'lf en que b sillJlUlaridad hurnana se den,... del desarrollo de clabo.ddas cxl'reIOlones emocionale •. ~'Onec' adM con los centros oogni¡i\'05 del cerebro. q\k' nos aopacitan para una ooonli· nación !IOCial mllcho 1TIlI$ refinada qm.- la Úl'1 =10* 105 animales.
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como su propensión a implicarse en la atención compartida JI la consonancia emocional que los RJ generan. No obslante, te; imposible efecluar un Rl si n copresencia COI'pooU; no es posible generar un foco de atención conjunto JI conso-naneia emocional a tra\'é!¡ de los moderTlO5 medios de comunicación, como el teléfono,la televisión, el vfdeo-teléfono o Internet? En principio, ~ta es una euestión empfrica que puede investigarse ex· perimentalmente: podcmosrompamr la cantidad de atención JI em<:>ción compartida que generan esos diversos medios interaccionales JI SU$ efectos sobre el nivel de solidaridad, IQI< símbolos JI la EE indi o vidual. Fal tos aún de e,idencia sistemática. apuntart los siguiemes
""'~ En primer lugar, ¿pueden
celebrarse por teléfono rituales formales como una boda o un funeral ? La idea misma resulla indt>corosa JI parece improbable que se haya siquiera inte ntado. excepto en cireuru¡landru; excepcionales. ¿De qué adolecemn? De falta de retroalimentación. de no ver a los demás presentes JI que nos vieran, \o que seguramente mcnnaria la sensación de que se rindcnlas honras debidas. Sin presencia corporal no es fácil expresar que se participadel grupo Yreafinnar la propia identidad como miembro. Sobre todo. faltarian 105 micro-detallesexpcrieociales: el semido de un sepelio. por ejemplo, se desvir1úa ante la ausencia de signos vi· suales inmediatos de 00'05 partici pantes - la incomodidad de sus posturas corporales. SU$ rostros des.encajados JI todos esos contagiOSO$ comportamientos emocionales que nos arrru;tran a lo más hondo de la pena común y hacen q\le las lágrimas asomen a los o;os. En cienos tipos de ocasiones rituales --eo;pecialmcnte en las celebr.lciones conmemorati\lOls que festejan a un individuo- algu· nas personas pueden hacer llegar su felicitación por teléfono -y tsta. CQ{l los meilios ad~'Cuados, puede incluso 5eI" audible pal1l tOdos los reuni~ pero esle acto es un segmenlO relalivamente pequcilo de la interacción JI no puede esperal'5e que transmita sino una sensación de participación defecti\-a: parecerla muy impropio en el caso de una boda o un entierro, donde el papel del grupo es acompañar en. JI SCT testigo del aclO. o crear una respuesta colectiva a tI. A modo de experimento, se podria aparejar un ritual equivalen· te a un congreso profesional , pero en el que la comurúcaciÓn entre los participantes fuese exdusÍ\-amente telemática. Creo que ese ri· tual congresual resultaria insalisfactorio para lodos; el molivo, que los mensajes ,·"males deliberados son solamente una parte pequei\a de lo que origina sentimientos de panicipadÓn. 80
¿Fuociona mejor la vía audio,isual? La televisión emi te en oca· siones una boda o un sepelio, los de alguna odebridad, normalmente. Y, por e~mplo, en el 0(01\0 de 200 1 se retransmi tieron alguno!! oon~ ondos por las YÍctimas del 11-5. Tales rituale. a gran distanc:ia pueden inducir sensaciones companidas de emoción. 50lidaridady I\'Spt."to por los símbolos: ahora bien, analizándoloscon cuidado, ¿qué detalles obran esos resultad~? El erecto princi pal parett pI""O'o-enir de los planos en que la cámara enfoca el rostro de los asistentes, más que de los que captan las fonnalidades de la rek1nación misma. La televisión se aproltima asl a la retroalimentación somática allogrnr de hecho que los miembros de audiencias Il'mota!I ~ ,..,r allf a ()Irn$ persona$ que $OIl como clJos mismos _y en IllQIllenlOlS escogidos por expresar la máxima implicación en la ~monia 't la emoción más intensa. A la inversa. podemos suponer que cuando las cámaras enfoquen a miembros de la audiencia oon aspecto distante, abunido o ausente la audiencia mediática se sentirá igualmente distanciada y asistirá a una ceremon ia que resultará fallida. La tebisión combina imagen y sonido 't ambos elementos deben disocianie. Ellcclor puede fácilmente hacer este experimento: llpague el sonido mientras \'e un evento ritualista -una com~ti ción deponi\'3, por e~mplo- o, al revés, dc~ el sonido pero mire 11 otro lado. Está claro que cl sonido induce mM sensación de implicación y mayor deseo de participar. Un súbito clamor de la multitud o las voces que anticipan la inminente celebolción de un tanto ha· rán que el espectadordistnúdo \uet\'3 a mirar la pantalla. Compan.' ""la situación CQn la de \
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F!GlJfIA 2.2. Celebrando 111 W:IorIa ril8cl"lUlte pi! -.o contecto
cuando uno ha sido testigo de un encuentro deportivQ, unas elecciones políticas o alglin otro electrizante acontecimiento público querrá companir su agitación COn algu.ien; y si é:;ta cs lo bastante intensa no le bastan\ con u-;msrnitir la novedad (~;uia5 ,..-ces) COn las más , .... hementes palabras: en instantes culminantes de victoria, o de suspense seguido de un t
FIGURA 2. 3. Sellando ellinal de la Segunda Guerra Mundial (agosto de 1945). Cortesla de Philadelphia Newspapers loc.
en un e ncuentro decisi\"O o una final. En el momento cumbre, cuando estalla la emoció n acumulada e n proporción a la tensió n vivida a lo largo de toda la serie de encuentros previos, se produce un ritual informal e n que los jugadores se tocan reiteradamente mienu1lS re piten unas pocas y s imples palabl1lS o gritos de victOlia; cuanto más imporlante el lIi unfo y mayor el suspense de que haya venido precedido mayor será la magnitud y duración del contacto: la escala puede ir desde chocar las palmas de las manos o abrazarse con fuerza, hasta foonar una pila con sus cuerpos sobre la cancha .~ Es un ri tual estrati5. ElI~""no de 1"" celcbrnó",...". dq:>orti,":lS en E.!il~do!; Unidos ,"",ocb dif...........:ias histOricas. Antes de 1970 las cclcbr.tcioncS5olfan ser más sobrias: no iban más allá de :d¡¡Un apretÓn de manos. o dcestrcc ha,.."., los hombrosemre comp~neros de equipo
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f!cado: los af>c~, no conformes CQn panicipar 'l6Io yoealmeme, intentan ~ f1siearnem e cuanto pueden a Jos~, pretensión cuya ~ti'Sf-.K:ción generalmente se les impide: se preserva asl el contacto corporal más pródigo o;xno un IÍlual que queda reservado a la élile que ocupa el centro de la ceremonia; a los aficionados se le! permite únieamente mirar, partici JXll" con sus "'lCCII y trabar contaclO COI-pornI entre dios. Que la asistencia a acoruecimic.nlos depoCtivo de estar en las gradas radica precisamente e n C5O!l momentos en el t~urso ....ud<.o pOo" u,," c>¡>c>tiaI .....isI..t. b lo pn",..,. .... iu.d del .igIo xx IOn ritu..1Ilplro oonoIot....... -....delll>do;....,.>. _dtl..,.,i"" al .......-"al ~ hlro< -una
r"""", d. eOll'''''''' «>rporaIlimj,..oo y~'-'" un ~'"
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O4nlf.... hw. XX t,'ifrnIt t.:,'lo,nob.ecn ..... 100 Jtosador<'O .. ~oon pIonooon..."o...-.rportd y Í """,la _ ¡"",,- JlO.Uf> ""'ta"'< inÍlOl ...... _ib&oo a la fnflu1lisio <1< la.. ~_rud_p"""_d_do:u""'p;a1,,,rpnl
• "' ..... Todoo """" """ronco"",,," no obooan.c . ....riado..... <1< una ....1..... !»Ota bbi
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!loa pr<>pop<;oo "",k _."" ...... Iidad. b.-.w: en 'omo a un minulOd< .. I,ación má>.l_ """ cwt.n<\Q no n.v.. al our¡i ....... '" do ooIKlaridad ritu,I~ . UDOO 10 .... iN.LI(J> icIr¡>OnI~iócnapm""""",,,,u.oo; ,,,,tI ..... ndo, "' ,,"" ........ do: .bt-uoooon ... rorro""""..,. d. oquipO ycon at...,.... """" pnaL
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FIGURA 2.4. Amonlonamienlo ritual para celebrar la victoria: campeonato ele hockey, liga de centros de ensef\anza media (2002). Phi/ade/pIJla Inquirer, Peter Tobia
del j uego en los que la multitud colls uuye un sentimiento de anticipación de lo que va a s uet.'(]et· y un entusiasmo compartido. Las competicio nes depot1ivas son tituales ideados para pnxlucir situaciones de tensión dmmáticn y una victotia final : las reglas relativas a la consecución de tantos y a cómo sí y cómo no está permitido ganar posición de tiro, o impedir que el contmrio la alca nce, han sido elaboradas y reformadas dum nte décadas pam 'mejorar el juego' - par... gencrar momentos de emoción colecti va. Es consistente con esto que los emblemas deportivos se conviertan en objetos sagrados, venemdos y tratados con ¡-espeto. Los deportistas fam osos son objctos sacros, y lo son del mismo modo que cllfder polftico, elcvado a emblema de la multitud de la que era centro de atención, en la descripción de Durkhcim (l9 J 2/ 1965: 243-244) que cité en el capítulo anterior. la finalidad c.'Cpresa del juego --obtener el triunfo por medio del supctiOI" ejercicio dc habilidades atléticas, y ~petando las reglas de la compctici6n- es su contenido supctÍlcial. Lo que motiva a la gente a ir al estadio es, ptimordialmente, la e,'(periencia de asisti r a un Iitual de gran éxito, éxito que es conse-
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cuencia de haber sido disel\ado para que todos los ingredientes rituales estén pl'C$entes en alto grado y, en espec ial , para que se produtta una intensa emoción en u n recintOo do~ la interncción corpornl de una IDuhitud que sigue expectante el desarrollOo del juegOo puede amplificarla. De!¡de que a mediados del siglo XIX apareciese una masa entic;¡ suficientemente grande de espectadores, libres de las ataduras del trabajo yel hogar. el tiempo de ociOode las 1l00dedades modernas ha estado dominado por este tipo de rituales.inventados y Ji!ld\ados para suministrar a ese pUblico momentos de soli daridad ritual que anteriomlet1te habrfan pI"'OVistOo la religión, la gueITa 00 las ceremonia!¡ politicas. A los deportes no se les recon oce un estatus similar al de Ootros rituale$ fOonnales; se los suele considerar 0 ::1 010 actividades llidicas. la otra orilla de la ribera seria de la vida. Y, no ob$tante. son muy efOCli~'OS en lOo referente a ruililar a sus asistentes momentos exaltado.!;. de """"rienda ritual y muchas ~ los prefieren a k>:S ri tuales religiosos (comOo resulta evidente los domi ngos en que sus respoe'CtiVO!l honuic.>s coinciden ). Los en~nlrOS depOrtivQ!! S<;In rituales naturnJesen tantOoen cuanlOo recaban de manera 00 ¡mencionada 00 inconsó ente los ingredientes neees¡mo.¡ para el t xito del ritual ; y asimismo son rituales programados, predecibles e ingenia· doc<; (generadores, mediante tecllOlogias rituales, de lo que podrfa considerarse una experiencia ritual a rtificial ) ""paces de cOongrrgar un o::llectivo sinOotra fuente de coherencia ni más meta que el deseo de experimentar momentos de máxima emoción ritual. Este mrtanismo <>pela igualmente en el caso de Oo\n)S tipos de espectáculOo. Asistir a un concierto en poco aventaja a escuchar discos, en loque a cal idad muslcal se ",r>en>; generalmente. la del disco es mayor. Es la vi\'t'ocia de.'ler pane de una multitud focalizada lo que confiere SU atrncti\'O a un conjuntOo popular, y más aún si el grupo posee ya el estatus de objetOo sagrado --ew es k> que propot'Ciorla a su grey la c:special emoción que le embarga por C$tar cerca de SU$ componentes, aunque sea a decenas de metros en un macroconciertOo. La expetiencia central dt' un cQndeno pop es la del estado anlmiro de los demás asistentes; es un ejemplQ canónico de intensif1rnc ión CfTI()cion.aI por retroalimenUICÍÓIl corpor.1I en todas sus modalidades Puede decirse k> mi~mo de Io:s concÍ0ertQ5 de mUsita clásica, allJlQUl' su talante sea más sosegado, en armonla con su difen:nte atmósfera y ambicnte-de-cw.e.llunbién aquí es la experiencia de asistir a un acontecimientOo especial ~¡ sordo munnulJo de atención cuando la 0(. questa se dispone a comcn7.ar. las miradas de todos puestas en los intérlJretes-lo que hace de una noche en la 6pern (> la sala de O)JI-
so
ciertos una vivencia más significativa que la de escuchar la misma mUsica solo en casa. El objeto no es simplemente que otros nos vcan asistir a una celebmción de la alta cultura: en las circunstancias actuales se tmta nOlmalmellle de una multitud anónima. a diferencia de las comunidndcs de alto estatus de antaño. más cerrndas y cuyos miembros se reconocían mUlUamente entre la audiencia. Mis hipótesis a este respecto son: que los participantes se identificarán como personas adeptas a la alta cultura con mayol' o menor fuel'za según haya sido más o menos entusiasta la reacción del público a la ejecución musical y que el efecto de la intensidnd ritual excede al de ser reconocido por los demás. Los eft.'ctQS de los conciertos retransmitidos por radio O televisión son más débiles. De las concentmciom,"S políticas o religiosas puede d.;.'Cirse otro tanto, Es posible asistir a distancia a mítines electorales. congresos de partido y discursos oficiak'S importantes. por ejemplo. a tmvés de la televisión; pero los militantl$ acérrimos quieren estar físicamente presentes -lo que confilma la relación recíproca entre identidad y presencia física, Mi hipótesis es que asistir personalmente a actos políticos acendrn [a militanda, siempre que los discursos sean 'de los buenos' ~n otras palabras, siempre que aviven la interacción emre el orador y la multitud que, por su p.'me. acrecienta el entusiasmo compartido-: en ese caso, quienes ya se idemificaban con esa facción polItica o con su IIder verán reforzado su deseo de participación, La reiteración de estas relaciones repetitivas constituye una CRI autorrefono:ante, También las ceremonias religiosas pueden emitin;e por rndio y televisión y hay oficiantes (sobre todo en los &tados Unidos) que se han labrado una reputación como evolugelislus mediáticos (H:ldden y Swann 198 1), Pero la retrasmisión de selvicios religiosos no sólo no desplaza a la asistencia física sino que la aumenta y refuerza, Un teleevangelista de éxito no se limita a retransmitir su selmón o lo que ocurre en el altar; las cámaras se csfuc'-um para que oyentes y televidentes perciban la asistencia al scrviciode una nutridn congregación en la pueden proyectarse. Los tde-evangelistns son estrellas mcdiáticas, algo que JXllCncia su atracti\'O como objetos sagrados a los que sus audiencias quieren acercarse, De hecho, se dCS3ta una \'crdadcm fiebre por concurrir personalmente a la función precisamente cuando ésta va a ser retr..msmitkla, porque eso incrementa el aura de estar °en el centro de la acción' religiosa, El atmcti\'o del contacto personal próximo -tan próximo como sea posible en una multitud- funciona para las iglesias tr.ldicionales tan bien como pam las evangélicas: las giras papales atraen a multitudes ingentes, 87
FIGURA 2.5. El predicador como objeto sagrado: Billy Gmham con sus admiradores (1962). Cortesfa de Getty Imagas
Las cerem onias religiosas, como c ualquier otra experiencia ritual colectiva , varian en intensidad. Los medios de comu nicación audiovisual pueden proporcionar algo de esa sensación de atención y emoción comp..1.nidas que inspira sentimientos de atracción, membrcsía y respeto. pero los efectos más vividos son monopolio de las concentraciones (isicas. Las experiencias de conversión --convcrtirse en 'cris tiano re nacido' o compl"Ometcl"sc dc alguna otnl manera a llevar una vida religio5.1. devo ta- ocurren principalmente durante las grandes reuniones evangélicas (Johnson 197 1). La presencia personal e n la multitud, elevada colectivamente a una enardecida emoción companida. confiere el ímpetu pre:-iso para re:-onfigurar la propia identidad. La vertiente posterior de la conversión religiosa conllrnm tambié n la pauta: una fracción considerable de los 'cristianos renacidos' abandonan la panicipación religiosa al cabo de menos dc un afio; y son muchos los que han 'renacido' varias veces (Bromley 1988, Richaruson 1978). Las concentraciones religiosas grandes e intensas suscita n tales emociones y cambios en adscripciones y mcmb rcsfas: c uando sc re toma a una rutina dc scrvicios religiosos más reducidos y colectivamente menos emotivos, y uno 88
se desliza hacia una asistencia cada vez más infrecuente. la EE y la identificación también se d esvanecen. Mi conclusión es que los m('(lios de comunicación pueden proporcionar cierta seJlS3ción de particip::lóón ritual-----aunque a un nivel de inten<;idad menor- . sobre lodo mcdiame la transmisión de los sonidos y voces de la audiencia y de planos que enfocan a mie mbros de ésta semejantes a los telespectadores; JX'I'O lodCti los ejemplos citados se refieren a reuniones masivas. y a ("Ctl:!moruas fo tnlalcs en L'l mayotia de los casos. ¿Ocurre lo mismo en rituales nalurales a pequcna escala, como las reuniones 'sociales'? En plincipio, se podría ceJcbrnruna fiesta por teléfono. pero no sé de nadie que lo haya hecho nunca Ya dije que, como mucho, un invitado al que le resultase imposible asistir IX>drta llamar a b fiesta para hablar a los ffsicrunente presentes; pero eso ratifica la sensación de que se llama porqw no se está y. de hIXho. ese tipo de meJlS3jcs suelen menciona!" gcnernlmcnte cuán triste sustituto de la presencia física es el contacto telefó nico; lo mismo vale para una asistencia a distancia poI" medios visuales, como enviar un mensaje grabado en soporte de imagen. A medida que aume nte el acceso a vidcoconfercncias tendremos oponwtidad de constatarqué intensidades alcanzan los rin.talcs sociales ejecutados por medio de imágenes y semi· dos mediatos. Predigo que ni los eventos deIX)lÚVOS lti las visitas desaparecerán: por vívidas que resulten las retrans misiones slemprc se las considcrnr.i un pobre sucedáneo de la solidaridad que crcu la presencia corpornl - Tumer(ZOOZ) Ut.'g:)a conclusiones similares. La gente seguí. rá citándose para tomar una copa o Wl café cuando tengan algo importante que discutir o cuando quienlll establccel"o expresar- un lazo penoonal. Algo que distingue a la pn!SCocia corporal de la comwlicación a distancia es que ésta no !>"Ucle incluir cl consumo de colaciones, aunque nada impida que Jos comunic-..mtes se sin'Ufl algo, digan qué están bebiendo e iuduso brinden; pero el caso es que casi nunca se hace y que no beber juntos, chocando los vasos y llevándolos a los labios todos a un tiempo parece una ptufanación del espíritu del titual potatotio." La sustancia física ingcrida-alcohol, café, té, refrescos, la taJ1a de la fiesta, la cena comlxu"tida o, en algún caso. la fumada conjunta- posee. por SlIplle.10. cienos rasgos ol'ganolépricos intrínsecos, pero su apl"t.'CÍación no es un placer solitario. como 10 seria s i varias personas inlentasen celebrar una cena. por teléfono, t.-ada cual comiendo su propio plato mienU11s departen por la línC3. La ingestió n de comida y bebida es pane 6. En las ¡I'3dicione:s:wec:u de ~ida « remonia!' el brirnJis a la salud ~ un CUOl>cido a quien ~ r$tifT\3 ~ er..e lúa mirándnk dj~lament~ a lQ5 oj<:l$ a la ,.,,1. qu~ 11<' vacla el \0l'j0 d~ un trngo.
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de la copru1:icipación corporal: esas sustancias, cuando se consumen conjlmtmnente en la a tmósfera de una ocasió n de sociabilidad, devienen sustancias rituales.1 Puede admitirse que por teléfono y quizá mediante imágenes grabad1S en vídeo (aunque su efecto se vea dIsminuido por la ausencia de comunicación recíproca) se puede producir algún grado de intcrsubjelMdad y de humor compartido. pcroque palidece comparado con los em:uentros corpóreos, c.~fa-a-cara. En suma, la celebración de rituales relativamente fonnale.c; y a gran escala mediante instrumentos de telecomunicación resulta mejor. al parecer, que en el caso de los rituales naturales a pequefia escala. Supuestamente, eso se debería a que los rituales a gran escala operan con 5fmbolos estabk-cidos. cargados de tiempo a trás, en el decurso de la iternción previa de una CRl. Los rituales relativamente impersonales expresan la membresfa de grupos numerosos, sólo una porción de cuyos miembros puede congregarse al mis mo tiempo en un mismo lugar: de ahí que la comunicaciÓn a distancia inrunda la sensación de pertenecer a algo grande. aunque será efectiva únicame nte si hay como mínimo un contacto intermitente con otros mie mbros que \-enercn los mismos símbolos. Otra virtud de las emisiones audiovisuales es que transmiten la participación de la audiencia, no sólo la de sus lfdercs o la de los oficiantes. ¿Cómo valoro, entonces, medios de comunicación re<::ientes como el correo electrónico o Interne t? La mayorilt no puede SOSlCner un (lujo interaccional en tiempo real: aunque las comunicaciones electrónicas se sigan en cuestión de m in utos, ése noes el ritmo de la panicipación oral inmediata, que, como \'eremos. se sincroniza a la décima de segundo. Cuando se lee un correo electrónico pocoo nada se intensifica el foco de atención y blillan por su ausencia las señales paralingOísticas de fondo que indican una atención redprocamcnte cautiv:;¡da. La escritura puede inte ntarexprcsaruna emoción, o inducirla, pero es raro que el correo eleclrónico se use para este fin. Hi poléticamente, puede esperarse que cuaRlo más se aproxime la secue ncia de mensajes alllujo del intercambio conversacional más aumentará la posibilidad de que surja una sensación 7. El CIlnW;t<..... ritual ud hc<.:ho de beber junt"'" up!ka el lC'\t tabú ~ la scmación
ignominia $Oclal- '1"" estigma ti:ea al bebedor $(Ilitario. Esa desaprObación se raclonaliU! tomarwlo tal práctica como indicador de alcoholismo; no OOslame. tiene más scmido ime"""tarla CQffiO "",r.tTllOción de una .,,,,anda ritual. Puede muy bien ocurrir que se beba mis "" gNlX' que cuando oc: e.l1i $(110. pero. gencrairrlcnl e. beberl.'Il a.>mp'lI\la es algo QUe. a trn,'6¡ dcl ""Iode la solidaridad. multa bien \~Kl 0. M05~ en el capitulo 8 que un m..canlsmo simi13r h~ contribuido a deslegltimar d :ociO de fumar en la, postrimeriasde1 siglo XX. d~
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de consonancia CQlecti\'a ---si La velocidad de respuesta pasa de minu tos a ,¡egundos. por ejemplo: pero incluso en tal caso es dudoso que puedan acumularse sentimientos de solidaridad fuenes o que un sfmbolo pueda cargarse de sign ifieaeiÓn coI~ti,'a. Mi principal hipótesis apunta en sentido contrariQ: La tendencia a prcseindir de las fónnulas cerernQniaks en el correo dectrónico -los saludos. el d irigirse al destinatario po:r su IlOmbre.los votosde despedida- Im pliCo'"! una menor solidaridad. El COm:(> dect"'mico acaba u~ndose pano comunicaciones mera mente utilitarias y en relaciones de inlCnsidad inferior. precisamente porque arrumba los aspectos rituales. La J'e\Itllución eltttl'Ónica que a.rranc6 de la computerizaeiOn mash'a de los ai\os ochenta ido!a rá. sin duda. nüe\'(l$ medios de telecomunicación. A pesar de ello. la TRI mantiene la hipótesis de que la comunicación cara-a-cara no dC$apa~ en el futuro. ni la gente nnhelaro sustituir la presencia corporal por la CQmuniclCión elec_ trónica. La gente tvrlavía preferirá celebrur fiestas con sus amigos y pequeruu veladas con sus Int imos: k>I; espectáculos y los depones continuaron siendo más gmti (¡cantes en vivo : las concentraciones pollticru; S/.-guirán generando más en tusiasrnQ que su retran$m i~ión. Y eI 5CIltimiento de sacralidad SUp1"CrnQ con-espon-d.crá a aquellas ocasione" a las q u (' la gen t(' an~ je asistir en cuerpo y alma: a 1m; boxIas, los e ntien'OS y las más ahas expc:licncias rcligiOres y más variados combina elemenlQS del espectáculo. el museo y 8. No 0610 .......
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la experiencia de una acción de masas y es parte esencial del 'luminoso rutilar' y el 'frenes( de la vida urbana. Comprar algo puede interpretarse como el acto de pagar la entmda a esa experiencia, no menos que como pago por el valor utilitario del objeto adquirido. Paro algunas personas, en momentos concretos, ir de compras es meramente un acto utilitario, pero su componente de ritual social es una parte importante de su cautivador encanto. No digo que no vaya a producirse un enorme allmenlO de la utilización de medios de tek'Comunicación, ni que las crasas presiones de carácter económico y práctico no puedan desplazar grnndemente a los contactos cal'a-a-cam, que son inhcrentemente más arduos y costosos. 1..0 que la TRI predice en este caso es que cuantas más actividades sociales humanas se efectúen por medios telemáticos, a bajos niveles de intensidad ritual, menos solidaridad y menos respeto por los objetos simbólicos compartidos inducirán en la gente y menos entusiasta será su motivación personal. en forma de EE. Con una particular salvedad: quizá los futuros medios electrónicos se disci\cn precisamente par.! incidir sobre los aspt."CtOS de la Asialogia humana que hacen funcionar los rimaJes. Los RI generan altos niveles de atención focalizada y de consonancia emocional; es concebible que los futuros instrumentos de comunicación intenten tmnsmitir de un sistema nervioso a otro justamente las señales que más potencian nuestras experiencias compartidas. Esos chismes podrian ser peligrosos: si los RI de mayor intensidad son los insta ntes supremos de la vida humana, unos apamtos capaces de emitir tales señales ~'Ultarian tremendamente atrayentes. sobre todo si pudieran intensificaranificialmenteesas experiencias al máximo nivel y a voluntad. Un equipo capaz de pl~ ducir sublimes experiencias de RI bien podría crear una forma cxtrema de adicción. Imaginemos otra contingencia: si los aparalos no estuviesen bajo exclusivo control del receptor, si un agente c-'l:terno pudiem manipularlos, serian potentfsimos dispositivos de control social. En tanto que posibles implicaciones de una TRI más desarrollada, merece la pena pararse a pensar en estas posibilidades, acaso muy lejanas aún. Los avances de la microsociologfa vislumbran peligros futuros frent e a los cuales nut'Stra comprensión teórica es nut-stro mejor centinela. El fin principal de todas eslas comparaciones es moslrar el efeclo de la presencia corpoml en la intensidad de los RI. La presencia corpórea facilita que los humanos copresentes capten sus respectivas sei'iales y cxpresiones corpomles; que compartan igual ritmo y se abismen en movimientos y emociones recfprocos: que signifi.
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quen y CQnVhoren Su coincidente focu de at..,nción y, por tanto, la existencia de un estado de imCniubjetividad. La mutua sintonización de los sistemas nerviosos hu manos es la clave: la comparación con \ilirios meo::Iios de telecomunicación C\~dcncia la im~ancia de la modulación ,"QCal y muestra que la función pri ocipal de la focal ización \isual es seguir lo que hacen <:> e:<:perimentan <:>U"OS participantes de la audiencia . Si fuese po6ible t .. J.e..aex>plardirectamente sistemas nen~osos, el efecto sería el mismo que en situación de copreseocia corpórea.
Mlcro-procesos d e eouaouancla colectiva e u 101 rituales naturale. El Modelo no es!iÓlo lUla construcción teórica; es también una d.r:.cripctÓll, más o menos prtcisa. de sucesos que son obsen."bk:s en los encuentrof¡ sociales. E.$ cier10 que Durl;hcim no hiw más que bosquejar \os COl1(.-..,ptOli básioos y que c.;,rrman nllilCil CXpuSQ de forma sistemática cuáles fuesen exactameme los procesos de los RI rotidianos. ni menos atin examin61as causas y efectos de sus variacio· nes. Esto es lo que yo intento hacer. guiado en parte por la lógica impllcita en el a nálisis de Durkheim. pero afladiéndole refinamlenlOS dcm-ados de los logros de la imtsligadÓll micro-imeraccional posterior: Buena pane de la evidencia má.'i f<'<;Unda ha sido recopi lada por im-e>tigadorcs de lo micro-social : etnomeuxl61<:>gQS, sociolingüistas, antropó!.<>go$ del lenguaje O pSicólogos. Est" $ escuelas de Investigación tienen sus propias agendas teóricas por lo que, para ser\'ir a mis propios fines, he cxtr.údo sus hallazgosde su COf\te.>;!O lcóric:o natal y los he rein~ considerando cómo encajarian. oorregirian (o , acaso, refutruian) la TRI. En conjunto, d resultado ha sido alentador. Además. en la actualidad contamos con la investigación micro-soclológlca desarrollada por Thomas Scheff y litiS CQl¡,bora<;k-.. res y eon el enfoque microsituacional en la sociolog!a de las emocionc:s. Croo que mucha.~ de estas lineas de ínvestigación son oongroentes con un modelo refInadode foco oomÍln y C()I1SOnaneia emocional. Un buen ejemplo microsituaeional de acumulación progresiva de efervescendacolec1Í\"3en un ritual natural es la risa conjunta. El cuerpo produce ritm ícamente el sonido de l-l risa repi tiendo inspiraciones seguidas de cspirndones emreoonadas y fonada!;; en los arrebatos de hilarid:td, OCUrrr in\'ohmtariamcme. Casi toda la risa -$Obre 1000 la de mayor intensidad y más gratificantOo- se produce oolec1i,."mentc. Y una ''el que oomienr.a, se retroaJimenta. 93
He aqul un ejemplo en que una joven habla asu hermana de su elCperiencia de nadar dcsnuda (Jdfcr,.¡()O 1985): O¡;,ia: ___ ha)'
r ..
Los corchetes ( 1senala que ambas pen
.\1 i«: J ames: {Eh , : vamos a ver, \-amoos a
\"eI"
La cham .a de Mike 'iOh, si es papole!. coincide con el instante
en que: Carol pasa de la risi ta a la eal"Clljaday la hace ~ntuartoda via más su siguiente serie de lA JA JA , que 5C aquieta cuando James 9. """ .. pIb cien".
11"'''''''''
1 ( ~...,th.ol)' Moo. t970: r.o.int t992, 2(lOO: v...... y FI)'" t9l\6, Duoh " iÚ. t911'/),
"
interrumpe con un acto de habla diferente (sugiriendo qué deberlan hacer a continuación), en respuesta al cual Carol intemJmpe su risa tajantemente (signo de admiración). La risa ilumina el fac tor de consonancia. tanto rftmica como colectiva. del ritual micro-inleracciona l'o y. al tiempo, revela u n motivo ca pital de la alracción que la gente siente por los RI de elevada intensidad: quizá los mayores placeres humanos provengan de abismarse plena. corporalmente en in teracciones sociales muy sincronizadas (McClel1and 1985). Po r eso es tan placentero rcfn;e -de o tro modo. una mera disru pción incontrolable del ritmo respiratorio-- a la par. Esa risa ejemplifica el patron general de toda efervescencia colectiva y explica por qué las personas se sienten a lrafdas por los RI más inlensos y porqué éstos genera n sentimientos de sol ida ridad. Los símbolos que representan esas interacciones son reco rda torios de interacciones grupales que los miembros del grupo gustarlan de repelir en fu turos encuentros, yque , además, tienen para ellos hondas connotaciones de placer. lo que favorece que se los consagre como objetos venerados a cuya defensa se obligan . Los /limos conversacionales. medio de consonarlcia nlmica
La efervescencia colectiva de los rit uales naturales no se limita a esta llidos pasajeros como los de risa. Los métodos de a nálisis de Jos micro-detalles de la conversació n. en los que los etnometodólogos fueron pio neros, revelan el amplio proceso a través del cual se desarrolla y acumula progresivamente un estado de ánimo enardecido. Como veremos, la consonancia ocu rre especialmente cuando se da un mutuo acompasamiento en ri tmos annónicos -de hecho. ritmos compartidos a distintas frecuencias temporales que van desde los tumos de habla de una conversación hasta el nivel 10. Kan: ( 1999) ha tkmosll';ulo la imporlancia deo la p"r1kipa.cióro social y. aún mis. deol foro deo Mención rornÚll. parn que brote una m:a j ubilo:;a. Sin:iln,lo$eck flIlT\3ciones de visilanlo; de la caseta de 1oo;""fJO'ios defOflTlamo; de u n parque de " lr.oa:ioncs. Kal:" pone de manifleslo que los indi,'kh.K:I6 no se rn:n ~ulom:l1k~men(e anle sus irná,gencs diswnion:adas. Loque hacen o; llamar a otros mkmbroo ck s u grupo (nonnaIn..:me, .... famil;") parn que acudan}' ,..,an la imagen. na-; lo cual se animan mUluamenle . U!iillldo ...... m<1\'imlenl ,," rorpornlc:s )' SUS rilm,," ' 'OCales. a ~f~ jumos. La ¡eme que pasa a su lado -y que ,... l:I!i misma~ im:\gcno en loo. o!Sp<'jo>.- no se !>URJa a la risa deol gnlpa familiar. No di el t'6!1muJo cómko Jo que mu",,. a m:a: es la oonsonancia liOciaI. blOl!i ejemplos mucstnn con claridad meridiana las ~ de inclusión yexduslooque la ~ cokct¡\,,, de h.1 O.T risas ""'pn,sa )' re-cn:a.
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de las resonancias fnfimas del diapasón paralingtifstico de los tonos vocales. 1l La elnomctodologfa surgió como un programa tc6rico radicalmente micro-rcduccionista que subrayaba la producción local---cs decir; siluacional- de la sensación de que la estructura social es algo real. Alentó un ultra-micro-empirismo que dio lugar a investigaciones de la interacción social con un grado de detalle sin prece. dentes, en especial merced a la utilización de las nuevas grabadoras portátiles que aparecieron en los años sesenta y setenta. El norte teórico de estas im'cstigacioncs era la elucidación de elnométodos, esto es, de los proct..-dcres mcdianle los que los actores sostienen la sensación de realidad de la estructura social, los métodos tácitos del razonamiento de sentido comun. A la etnometodologfa le interesa la cognición y la estructura (pese a que, en cierto sentido, se la cree ilusoria, una mera creencia cok.-cliva); la TRI durkheimiana se centra en la emoción y la solidaridad; enfocan, pues, 10 microsocial desde ángulos distintos. ' ! No obstanle, es fácil probar que los descubrimientos más importantes de las investigaciones de inspiración etIlometodológica ponen de manifiesto los ml.'C3nismos centrales del modelo de consonancia rítmica. El tipo más frecuente de interacción cotidiana es la conversación corriente, esmdiada con gran precisión desde los ai'los setenta por medio del análisis de grabaciones. Las conversaciones exhiben un grado muy alto de coordinación social -----del orden de décimas de segundo, de hecho. Sacks, Schcgloff y Jeffcrson ( 1974) detallaron un conjunto de 'reglas' de sucesión de turnos de palabra que parecen regir las conven;aciones y que pueden reinlt.-rpretarse como un proceso durkhcimiano, loda vez que es patenle que las 'reglas' 11 . Tambi<'n aquí ~i m sienta p~nte al subrapr la importancia del ritmo compartido para lograr un estado de ~fer\""'"""n<;1a wle.;;lh,,: • Y ptH:S un ~I imicnto ooleclivo no J"II.II!<.le .. ~presane ~l mismo cokctr,-amcme e:.:cepto a condid6n de obser\"ar un cien o orden que permita una co-cper:w:i6n y unos mo-.~mienlos al unisono. e'/Q'I ~IOS y grilOS tiend<:-n ",lIura/mento! a dc:-....rur rltmlC;l"" de la anlropologla. rognlti\-::r, (D'Andrade 1995). En cambio, la Ir:adición de Jos estudios !oQb", R1 opt~ por p:u1ir de la Inlerncción fisiea entre ClJ<'r¡)O\I huma rlOS y dem'llJ" la cuhu,." del modoen que coon.linan su alenc:lón. POrelile motl\"O en alguna ocasión se motejó a Gnffman de 'etólogo dd animal humano'.
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no se s iguen sie mpre y que las interacciones se malognm de maneras muy concretas cuando se infringen unas paniculares pamas. l ) Las reglas esenciales del tumo de palabra son éstas: no se habla a la vez; cuando una pc~na concluye su tumo, habla alTa. Su rigor no se aprecia plenamente hasta que no se constata la precisa coord inación de tempos con q ue esto se ejecuta: en una conversación que discurre sin problemas el lapso que lranscurre entre el silencio de fin de tanda de una peP.iOna y la toma de palabra de la siguiente dura uOIma lmente menos de una décima de segundo; otro! JXlSibilidad es que se pnxfuzcan bn.!vísimos solapamientos de las tu mos (más o menos de una décima de segundo de duración también). Consideremos el siguiente ejemplo (tomado de Heritage 1984: 236): E: '" Oh, d~fo, qué almuerzo 11111 grato. Tenía que haber:te llamado lI:tIIl [tec::s pero me:] e:[encan:lÓ. Ha sido scncUJ.:uncnte Jc:Ii:cio{:so.l M: [( (f) ) O h::: ] [() [Burn:>]
Me
a1~{gró
que] (\init5a;)]
E: [y tUli a:}1II i g a s ] son tan encantado:ras _ M: .. Oh:::r:yalocre:o] E: [ y C5a PJa:t , ¿no es un bclle:[:zón?] M: [¿a qu)e es bonita? (.)
E: Oh: es una chica preciosa. _ M: .. sr, también )'o creo que's gua[pa. E: [peresa Reinum 'n::
(.l me dn MIE:DO._ Dos mujeres, que acaban de salir de un almuerzo festivo, charlan entusiáslicamente. Leer la trascri¡x:ión varias veces en \'O"l.alla ayuda a captar el ritmo. La cursiva (Oh, cariño, qué almuerl.O tal! grato. Tenfa que habc: rtc Uamado a:antcc:s) indiC3 énfasis; los dos puntos (:), que la sflaba se alarga; los paréntesis \'acfos () o que contienen un sonido ininteligi ble
,w.......,.
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EveJyn (E) marca un rilmo y Marge(M ) es comod contrapunto en un duelo. su acompañamiento. Sus fm5eS no dicen nada importante. pero transmiten un significado sociaJ rotundo mediante el cumplimiento casi impecable de las reglas de cambio de luma. El signo de iguaJdad (=) indica que una persona empieza a hablar no bien deja de hacerlo la otra. Prácticamente todas las réplicas entran a compás. El punto entre p.'l.réntcsis (.) marca lapsos de una décima de segundo o menos; son las únicas pausas en este diálogo y son tan pequeñas que. de hecho. son imperceptibles. En las convenciones del análisis conversacional. un nú mero entre paréntesis indica el tiempo de silencio entre frases. Por ejemplo, (1 ,O) es un intervalo de un segundo. Son fracciones de tiem po ínfimas, pero muy significativas socialmente. La percepción humana capta lo que sucede en fracciones tempornles de hasta dos décimas de segundo; pordeoojo de esa medida las señales se vuelven borrosas e inconscientes. Eso significa que una cesura de un segundo dura, en realidad. cinco pulsos de conciencia; pam-pam-pam-pam-pam. En una CQnveJ'S.'\ción. UII mutismo de un segundo retumba como un silencio ensordl-ccdor; incluso intervnlos menores pro\'QCan la sensación dI.' que la flui dez del tralo se ha rolO." He aq uí una manera más sociológica de enunciar las reglas de tumo: una conversación bien conseguida no contiene pausas ni solapamientos; no se producen embarazosas pau5.'\s en las que no se sabe qué añadir o qué replicar y el testigo del tumo se pasa con un grado minimo de indecisión o forcejeo. Y cua ndo hablo aquf de una conversación lograda me refiero a su éxito social. a que. como ritual cOllversacional . generesolida lidad entre quienes conversan. El ajuste de la sucesión de tumos conversacionales, [o mismo que el grado de solidaridad de los Rl en general. varia. Hay oom'ersaciones que resultan violentas y carcntes de solidalidad por estar llenas de cesuras, mientras que otras se cargan de irritación y host ilidad porque los participantes no dejan de interrumpirse y de quitarse la palabra de la boca unos a otros. La conclusión más sobresaliente de todo ello es que un rit ual com'ersacional cabal debe ser ritmico: un hablante empieza a hablar en tomo a mm décima de segundo después de que el 0 11'0 haya acabado. a compás, como si tuviese que continuar una melodía. t4 , En la com-.:n:ación amerlor nO existen pausas s..,dalmente I1.'OOnocibl",,: si hay una peque/\a cant idad d~ :ooIapamknt~ - iooicaoc.s p<>r los con:he!e5 [ 1cuando anlbos inlc:rloculores habla n a la "ez_ . pero nada f ........ de k> nonoal: (lCurr.,nju.tocuando JI'ln"Cl> que quioen habla esl:\ aalhando l u frn~; la Otro I"'rs<'lna empieza a hablar pan> evllar que haya un tiempo m~o. ~ en cua nto advi.,n e n el Mtlapamicnlo una de "Uas calla y croe la JI'lJal:>r.. ~ la 01 03.
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Podtmos caracterizar a las que siguen este patrón comoO')IIVet'S!Ialta solidaridad: las pláticas cordiales y las controversias enlre amigos, por ejemplo, Pero la solidaridad es una variable: no todas las conversacíol\eli son de ~ lipoyesjuslame nte su variabilidad Ioque, de hecho, quc,..,mosexplicar. Unas ime,1lCdones ~ne_ ran má!¡ solidarid:.d que otrn5 y e!¡Oocas}Qna diferencias en el campo de los C!lcuentros sociales que COIlsti tu'J'!'fl !a vida reaL t u 'reglas' de tumo de paJ:.bro. pueden infringirse de dos maneras: dos (o más) personas no abdican de su t umo y hablan a la vez, o bien la sucesión fal la porque al cesar una de hablar la otra no prosigue de inmediato. No es necesario que el silencio sea muy largo para que indique un menoscabo de la solidaridad: lo que coloquialmente se llama 'un silencio embara7A)SO' suele durar del orden de .segundo y medio. o menos. L'l p,,,ut,, básica de una con\"Crs.'lciÓll con un n¡vd de solidaridad nonn.'Il es que los turnos se sucedan COOI"dilladan1Cllte a tempos de dOCimas de S<.'glmdo: un silencio de medio segundo supone ya un relr.ISO de varios tie mpo::>!; y pausas más dilatadas se pemben ~ubjetivamente como inmensos "bismo:s. Como ejemplo de ese tipo de fracaso, e n lo que a te;...... soIidari· dad se. refiere , consideremos el siguiente ( Heritage 1984: 248): cío~ de
A: ~ E."b molesto pOr algo. O qu~'
( 1.0) A: ,SI o nu? (1 ,5)
A: {Eh? B: No.
Obviamente. la relación es tensa, A}' B podI1an ser ~ e hijo, en un mal momento. lo sorprl"ooentcen este ejemplo es que, después de t~, los intel"\'alos de silencíoen realidad no 50n muy largos, perocn ticmpocoII\'eBaCíonal un segundo y medio parece una eternidad. Los oon\'ersantes son capaces de percibir silencios aún menores, que \'Íven COlllO 'silencios bochornosos'. y, romo obsen'Ó Goffman (1967), el bochorno es sfmoma de que u na reladón social no funciona como uno esperaba. La solidaridad tambi"n puooe quedar ""rccnada si la regla 'sin pararse ni pisarse' seoonculca en sent ido rontrario: ése es e! patrón de I"s d isputas a¡¡ria~ en que los interlocu tores intentan hablar a la ve z y, tlpicamente, cada \= más alto y más deprisa oon objeto de apabuUar al otro. 'Tener la palabra' e$ el ....:sultado de un condeno Uid to sobrl" quf" n \"a a ser el centro de atención; una eOlwersación es un RI que, con am:glo a las 'regla,¡' eoncenadru;, tr.."bda el fOC(l o~cónyuges,
de un panicipanle a otro. La solidaridad ritual se rompe cuando nadie quiere hablar.....e foco de atención se evapora- o cuando los pankipantes quieren mantener un foco de atención cornun pero discrepan $Obre qu~ debe ocuparlo y, por ende. sobre q~ palabras (las de quién) se con\'Ct1iran en el objetQ simbólico al que se amoederán atención y aprobación rituales. " V6lse el siguiente ejemplo (Scilt.-gIoff 1992: 1335): . nos pT"e<:"'upa la in,e¡ndad lurilQriaJ d~ V1~lnam dd Sur y por e\IO·5 A: IN,,:: : B: I¿No 0"$1"""" allr ba.Jn la (la () , A: (¿Do d6náa pndido sacar una Idea úm I<:M1ta? H: ¿A qul-: se ,-q", 'r ? A: A la doctrina de la ONU. B: Esea"",," alU rn ~~I6n de la ONU. ¿no? A: ¿Es qu';rla . Mi",. \"a uOled y le p"'gunta a Lo. de la ONU y.., le ",ínin'n la cara. No ... B: Estamos all! en defensa - de nur$tros prQPi.os lnt~. A: ISI. R: I¿No ~ band
''''mos
~W .
((p;1usa))
A: (Yo B: (No. Creo (que cs::ta \oez) - creo q~ se
B: Creo que w.y - ah I( } (Me voy «M1t.,....,r para no dttirle a uSled usted no
A: t~....,
kIea de lo q't!Stl blan[do,
[Me [gustarla que usted --'_ [Sólo le sugiero que [hable , 00ffiprt>eM su~ dal()$. B: (Me gustana que: lo ¡,kifflt usted. B: Porqu·e$Q'. 1o que:"" kido en _ en \o¡ ptri6d~. B:
S IL! da,O$.
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A: {Perdone, pero lile tengo qu·ir. A: Mi,..,. '" ~ug\erQ que. si tal e,¡ el C"a.W cambie \L~iW de periódicos_ B: BlIfflO. c..mfl.)n poder llamark Otnl "'z y ~rle. A: M" u.t.aria que " sttd 1" oorn~ y'mor>CeS me Ilamasoe. B: Asi lo ( hArt!. A: r~De a<:uefd<>? B: ~ PQI" seguro",,, /o """_ A: Mm r>nChes_
t.-,,-..s
A med ida que la disputa se acaloro los interlocu to~ empiezan a inlem,¡mpirse y poco después los dos hablan a la vel du rante no poco t iempo. Incluso ClJanOCo al final intenum claU$urn r la discusión y regresar a una eones!a nonnal no pueden C\'Ílar nuevos rOl'cejeos y solap.lmiemos. El patrón de 105 énfasis muestra asim ismo, a lo largo de: todo el diálogo. un profuso rosario de pullas verbales. No pretendo que esto sea un tratado CQmpleto de sociolingt1fliti· ca, asl que pre¡cindiré de muchO(; detalles, p!:ro po
act_ ".. .". ,"'. "". . . .
16 El anát;s;,;~l-un"", do bo~i .......ipe\ oi&Nfkado..,..,,~,U31 do k>t - y lo 1<1 "" la c>IrUcaualonICIuJr_ ,i,ubeoo ""'" Jo «1< inkoio'oc (.ol lo> """"""" la apcricnda .... b;c.¡,.,,1 q... hoy""'"""' '', . ... """ u no duda tnln' _ _ ahftna,!va$ tuáI ......... ptWim:l pal>bn qu< prOmm
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1...1","""" .. " CS!il<> <1< pen",miorn'o
101
común, sea cual sea. Cuando se 108m. el resultado es solidaridad; cuando se {rustra, sea por hablar demasiado pronto o por hacerlo de fomm demasiado vacilante, el resultado se percibe como una intrusión agresiva o como expresión de desafección, rcspectivameme. ' • Una \"Cnlaja de trascender el marco de referencia que interpreta la acciÓn en ténnmos de seguimiento de regla.; es que pelmite apreciar que las COll\"Crsaciones han de construirse en el propio curso tempoml de la acción y cómo, en ese proceso. atraviesan m omentos cruciales en que el diálogo (y. por tanto, la relación social) puede mantenerse o hundirse. Muchas cOll\'ersaciones no logron levantar el vuelo; un pie inicial puede ser rehusado o no despenar una respuest..'! suficiente como para pl"Opiciar un aumento progresivo de la coordinación titmica. Una vez que una conversación despega, produce una inercia que la autosustenta; pero, como todos sabemos por experiencia, esa inercia varia inmensamente en función de qlÚénes sean los interlocutores. De hecho, estamos ante uno de los principales procedimientos por cuyo medio se actúan las Lindes de las division es .sociales; podria decirse --en una gruesa apmximadón - que son miembros del mismo grupo de estatus quienes plH..-den mantener entre si ri tuales conversacionales que inducen una elevada consonancia; los miembros de otros gmpos de cstatus no serán capaces de conseguirlo. Este factor es un ingrediente capital de la fortuna de un RI conversacional, au nque también hay casos en que, siendo los partici· pantes los mismos, el asunto tanto puede acabar bit."Jl como mal. mh reflex ivo, mcilarnn mA. que Olra ... E\enuldn (197 1·75) describe un (enómeno si· mila~que opone el 'codi¡;<"> dabo ... dn' de la el....., media ~I 'código limilUdo' del habla de la d~ ~n.: bla lIuye con más facilidíld porque consisle en grnn medida e n txpre. sionl'S fonnularias y clid>és. De la TRI .., desprende la hipólcsis de que este tipo de pausas dubitati\'a5 causan mayo<" datIo a la soI.idarid;¡d com~io-nal cuando OCUlTl"fl emre clases, n ~ir, cuando un¡¡ pal1e n tá habituada a u n ritmo h itado que la 01", pane no ""Iisr""",. En cambio, las(xmversacÍOf>e1i mire ""non"" dr clase media·alta ""OltIodan «m mÁS f ..dtidad """" paU:l/l.' de ¡ndcri:' En no poc:1S ocasiollQ ~ ha dQcrito '1'''' 1"-11 reuniones socialeo; ¡taHan"" oonsiSlen .... muhlpleo; animadas co,wenaciones de un "", I,..,mo al otro de la TIl<."Sa y donde t:' Es un ""... complejoqu .. aguanla al inlrlpidootudiO!iO que lo """""la a un anál isi~ a (ondo. N n ....~tá del todo claro, por ejcn,p1o, ~i e;o:isten simulul nealllcnlc v:uins drculo$ de c:ún. ""..ación dlstint"" en 10000cua1c:s \-..no. lndh·iduuscon.::ret<» intenlaóan panlcipar Il· muh4nearncnt~; .,.te hecho 1lO\-ul""raóa la regla que proxribe Io!i AOI ... pamicm.... "" lo q ue ata/\<: a cada una de Ja,¡ com "Cn3CÍ<:mes particulares. Por otra pane, podrla ,..,.. que am bos interloculOrn habla~n a la "el!, lo que denocarfa mita de al .. n.::lón a las pa1ab~ del otro ~ una a STO;"-. pugna por Ile...a r la voZ canlanlc (\"~ase la l"\;d~n<,;ia en Corsam ~ RJuo 1990). Hay que csludiarlocon precislón yen mlcro-delalk.
1""
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Un ejemplo muy aoccsible a la obserI.-oción ~ los ~miool; es la apertura ~I tumo de preguntas al fmal de una lección o una corúerencia. A mI':I1udo, $Obreo.ienc un Ias¡¡o ~ilencio; en ese momento, la ~ riencia subjetiva de los miembro!; de la audiencia "" QUI' no se les OC\>In: qué decir. No OOstlmte. una que a1gukn rompe d hieIo-n(lO> malmente la po'f$OIla de ma)'Ol" ($atUS entre los asistentes, al efectuar la primera interpelación-Ia síguK:n tc pn'gunta OC()tituIIlbrn IIcgarIrn$ una pausa mM bre.~ y sa:'i que decir'- sino de EE --de confianza para pensar y IlabIarde elJas-.; noesel cas() que no tenga nada que decirsino que no puede pensaren algo que isión de EE los m.-\s aptos para ello) d fOCQde atención se tr:msfOlTIla de flujo unidireQCional en intercambio bidireccional. el impclso motrU empieza a fluir en scntido in\"CnIO Y las preguntas se suceden mIllO atraídas por un inlán. La transferenc ia de 1."1 iniciativa de la conversación de un in tcrlocutor a otro es igualmente un proceso de a1temaocia de tumos. El modelo clásico de análisis cofwersacional de Har"l'ey Sacks y sus colaboradores 10 e;o;pooe de una forma simplificada: quien concluye frnse detennina quién hablará a continuación . bien cont inuando uno mismo. b ien dirigiéndose a ot ro para que sea 6;te quien prosi-
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111. Dudhdm ......... ~I ¡""'I.o "" ... modU.I. o-. que ... di"", • lo mulll· tud. <> p<.lII<'<
""" ,,,,,,diJocurn¡:¡,. «UI: ra.:u1uorIa IidScuIoo en clrcun .....-.:W _ l e o ; .... """'" .. rrrucoIran 1rnp<>nnao y f " , , _ co< ~ ...... tipo < I r . - - Eo pon¡u. In"""",, uno ... .-,U...,u "".t.ncko. Iuorza.,...1< ~ Ypugna prd< la que 6 .. <1 w.ic:o in",""""". Por ..... ....., ~ lo «UI: '" ha denominado .......OO';' lo ""- de lo ~ ""'. ""'" Ahon bien." oum">1<} ~_1 >Ir> muy rnL 1< Ilcp dcodt el pro>pIo ¡pupool Q<><" d~ 1.00 Kn'lmienoo&_ .... pOlobnoouocio.an ~ .... )'. ... <1 vado ... que ho):on sido ourntnUodooo y ampIlflao"•. ...,(...,.,."' ... .... ~ KnUmlm_ t-oo .. >o:oI
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ga. David Gibson (1999, 2001) apona un modelo más preciso basado en el análisis de numerosas secuencias de tumo de palabra en reunio nes de geslOres de grandes compañfas. Gibson descubrió que hay un reducido rcpcnorio canónico de modos de transferir el tur· no de intervención de una persona a otra y que otras secuencias posibles de cambio de luma son extremadamenle infrecuentes e incluso pueden desatar reacciones punitivas. En la secuencia más usual una persona habla y a ira responde (en la representación de Gibson, AB:BA, A habla a 8 y luego 8 habla a A). Si este modo se prolonga, deviene una suerte de ping-pong conversacional en el que dos personas monopolizan la conversación y reducen al resto a la condición de meros espectadores. La ini lación que a estos les pro.... oca su papcl --sin manera de meter baza una \'ez los otros dos se han enfrascado en su coloquio- pcnnite apreciar la fuer-m de la situación. Otra pauta tfpica consiste en que quien habla se dirija a todo el grupo (o deje caer en el aire una obsef\'3ció n). Gibson lo cifm asf: AO:XA, paro. indicar que nonnalmente el siguiente tumo lo asume a lguien perteneciente al grupo y que replica directamente a A. Incluso si se produce URa intemlpción (y en lugar de AB:BA ocurre AB:XA, siendo X alguien a quien ni B ni A se hablan dirigido), lo normal es que este entrometido se inmiscuya en la conversa·
ción en curso bien interpelando a quien acaba de hablar (AB:XA) o bien a quien lo habla sido p.ara que replicase (AB:XB) y no a una tercera persona totalmente al margen hasta el momento. Podria decirse que un grupo convers."lcional se parece al juego de pasar un balón en COITO, siendo dicho baló n, en este caso, el foco de atención. Este foco implica a los pn.--sentcs en el st."guimknto de sus evoluciones de uno a otro y cuando alguien, en un momento dado, se inco!1Xlra al grupo lo hace abordando a quien acaba de dejar de scr el centro de atención o a quien habfa sido señalado pnra ser el nuevo centro. La metáfora de la pclota no es del todo idónea; más bien seria como la imagen en UIUl pantalla de u n balón que al dt'Splazarsc dejase tras de si durante un cierto intervalo una eslCla visible de panfculas electrónicas a lo largo de su rcconido. De nuevo, el Rl conversacional aparece como un flujo de consonancia en torno a un foco de atención; y continúa siéndolo incluso cuando ese foco está en d isputa. Gibson (200 1) hace hincapié en que las constricciones cstructuraJes que respectan a quién ocupa el foco de a tención -quién se adueña temporalmente del espacio de atenció n escasoson uno de los detenninantes clave de cómo se actún la influencia social en las situaciones, no siendo las organi7.aciones fonnales ninguna excepción. 104
Un proceso semejante opera en las grandes concentracio nes públicas, como mflines o congresos polflicos. Salvas de aplausos interrumpen repetid.'\S vcres al fogoso orador polftico, pero adviértase que la audiencia comienza a construir su ovación segundos antes del golpe de efecto que el orador ha preparado. Al revisar la grabación parece como si fuese la multitud In que. lanzando un paroxfsl.ico clamor coordinado, hiciera decir al orador las palabras que ella va a ovacionar (Atkinson 1984, Clayman 1993). Examinando los microdetalles de la secuencia vemos a orador y audiencia acoplados en un mismo ritmo; los enunciados retóricos de aquél lienen un patrón de énfasis y pausas, de repeliciones y crescelldos, que es lo que da a las alocuciones públicas su inconfundible lona retórico y que alertan a la audiencia de que algo se avecina y del momento en que han de aunarse para lograr el máximo efecto. Lo mismo vale pam la audiencia: las grabaciones de aplausos o abucheos muestran que el sonido de ésla crece con un ritmo especffico: unas pocas voces o aplausos desatan una rápida acumulación de sonido a la que acaba por incorporarse lodo el público; por el contrario, una ovación faUida "e cómo esa "eJoz aceleración cesa en algún momento y ese refrenamiento scñala tácitamente a los que aún no se sumaron que si lo hacen, en lugar de adherii'SC triunfalmente a un foco de atención común quedanin en evidencia como una minoría aislad.,. Por motivos simüares, es más difícil rucanzaruna masa critica de pm1idpanles para abuchear que para aplaudir. La regla general en la micro-interacción es que los procesos de solidaridad son más hólcederos que los de conflicto. Como expondré en otro momento, esto comporta que sea m ucho m ás fácil oi'g3uizar un conflicto a d islólncia y contra un adversario óluscnle que en una situación inleracrional inmediata. En el siguiente ejemplo (tomado de Clayman 1993: 113), bbbbbbbb indica un abucheo sostenido, .u.uxx significa aplausos; z:z:z:zzz sci'lala que la audie ncia emite un munnullo de sonidos incongruentes. Las mayúsculas (XXXXX, BBBBSS) simboli7.an una ovación o abucheo fuertes: x-x-x-x-x-x y h-b-b-h-h-b consignan ruidos débiles, y x x x x, o bien b b b b, son aplausos o abucheos aislados. DO: ... y si las titul:adones ú::n icamc:nle (.).h ,"a" aSt".TeI r~ma de esta campatla. (1,0) (;eQrge 8,,~h "'....ne ncl$t(tw"" que Mich~eJ Dukalcis y Uo.,-d BCIl\5Cnju>Jtotl. (0 ,6) ~~~~oooo"""xxxxxxoooooooo""xx">.~~xxxx.
AUn : ¡lrlrlrb AUD:XXXXXXX¡X\....'(XXXXXXX>..'"'OOiXXXXXJ(J{~,~-~-->:hxhXllXll (8.s) AUD: [I::H ••••• WoRBBlJBHIlIlll8BIlBIl BBBBBBBBBBBBbblrb-b (2.9) MOD: Is.:M
lOS
Esta ovación, tras 1m comienzo ralo, cre'ce con fuerza y se manticue dunmte una unidad rítmica tfpiea en el caso de un aplauso, unos 8 segundos (ovaciones más entusiastas añadcn a la primera una o más unidades adicionaJes de 8 segundos), Hacia la mitad del segmento de aplauso hay un conato fallido de incitar un abucheo; un nuevo intento logra elevar un sonoro abucheo ya hacia el finaJ del intervalo de aplauso e incluso [o sobrepuja juslO en el instante e n quc el moderador intcnta dcvo[ver la palabra a los participantes en el debate, por cuyo ef'l.:cto, y pese a su éxito en ese momento, el abucheo decae rápidamente; el aplauso se apaga algo más despado, como muestran las cifros entre paréntesis: el abucheo dura 2,9 segundos, 8,5 segundos los aplausos, Los procesos de coordinación títmica son casi siempre inconscientes, El éxito o el fracaso de un ritual natural se siente más que se piensa, por lo mcnos inicialmente, sin perjuicio, por supuesto, de que las peniOnas reflexivas pueden hacerlo objeto de interpretación verbal comentándolo consigo mismas o con otras: el contcnido de estas cOll\'ersacioncs está constituido por un cielto rcpenorio de sfmoolos culturales -luego veremos de dónde proviene la signiAcadón de eslOs símoolos y cómo se propaga de una CRI a otra. La posesión de un patrimouio de sfmbolos compa.itidos es uno de los ingredientes indispensables para que un RJ logre consumar su acumulación de efervescencia colectiva (al igual quc su carcndaooadyu\'a a su fracaso), Lo que aquí examinamos, diseccionándolo analflicamente, es el micro-mecanismo quc engendro la solidaridad situadonal, es decir, lo que carga un repertorio de símbolos verbales con una significación social duradera o 10 disueh'e en la insignificancia, Evidcllcia experim clltal y micro-observacional dc la coordinación rftmico. y la CO'lsollancia cmociOllal
Hay otros aspectos de la interacción, además de la sucesión dc tandas dc imcrlocución, que también se coordinan ritmicamente, algunos de ellos en un gmdo finfsimo, Los vídl'OS de con\'crsaciones naturales muestran que tanlO quienes hablan como quienes escuchan tienden a sincronizar sus movimientos COrporall'S con el ritmo al que hablan (Condon y Ogston 1971; Kendon 1970, 1980; Capella 1981), Los movimientos corporales son rápidos y sutiles: cabeceos, parpadC()S, etc, A mcnudo son tan rápidos quc la visión nomla1 no los capt... y sólo resultan perccptibles usando el avance 'fotograma a fotogr.una' ( 1/24 de segundo), Bucna pune de estlllínea de investigación 106
soe centra en inter..occiollCli e ntn' m~.,,)' bebés. la situación de alta solidaridad pOr ~lencia. Los M Ona tQ(O de pOCaS sem.!l.nas o meses sillCronizan sus ,'(lCa.!iza,ciones )' !TJO\'imientQ(O ron M de los adultos mucho antes de aprender a hablar(Condon y Sandler 1974<1. 1974b; Contole y (hn 1981). lo que lIcv.o a pensar que la siocronizack'>n rítmica puede ser la base del habla - un desarrollo de Rl QUe 5I.ICCcIc naturalmente. En Iassalas<\JIla de los hospitales, los bebé$ seoonta· ¡mn a menudo de los nantas que escuchan e incluso ajustan sutOrIO al dc lasotrnS ''OreS (HmrlCld ~I al. 1994: 83). FJ anl1lisis de e""",falo. gramas re..,oeIa que esa sinerooización puede ocurrir tambibl entre las ondas ccrebr..Jes rítmicas de adullOS, o de nii\o!; y ~ultos. que charlnn (Condon y S:mdler 1974<:1, 1974b). Si esa sincronización no sucede. Jo más seguro es que existan rrooteras grupalei que la inhiben: es mcnQIS probable que surja en con~iones entre blancos y negros que entre per,;onas de la m i1lma Identidad <'tnica. Junto a los tiempoos de gestQ(O u ondas cerebrales los oon\'eI"$acionalista5 registran la sincroflfa d e otro5 valio!; rnsgos vocalt'S: el tono )' la amplitud del diapasón, el volumen . el tempo, el acento, la duración de las silabas -5OI1i.do:s. aeonados o arrastmdos- (GregOl)' 1983. Hatfield ~1 al. 1994: 28). Los hablantes tienden a adaptar sus patrones de habla rcdprocamente en el trnnscursode laoonvel' sacjón (Gregory 1983. Jaffe y Feldstein 1970, Wamer 1979, Wamer el al. 1983). Etickson y Schult7. (1'982: 72 ) lo resumen MI: _Habida cuenta de que ningún metrónomo marca el tiempo cuando la gente habla. ha de ser su misma habla la que actúa oomo m"trónomoo. Hay con\'en>aCiones en que la sineroni zaeión viene y "a. aumenta y dism inuyc Cfl distinlO5 momcntos: en cambio, las parejas que ent(tblan y sostienen largas ooll\~iones son notonas porque su slncn)Il(a es y se mantiene alta (CapeUa y Planalp 198 1: CapeUa 1981). Los psicólogos han hecho patente la '-'OITClación Cfltre sincronizaciÓn rítmica y solidaridad en numen:GlS clases de micro<:unducta. En la dimensión vocal, los interlocutores soe encuentron tanto más agrndabies mutuamente cuanto más estrechamen te se coonIina el ri tmo de su COfW(:f~ (Hatfiekl d al. 1994: 29. 41-44). E.~to "ale tambiffi para los movimientos oorpor-..Ies: de entre una muestra de parejas jó\Ule:S.1as que docta...ron $entir una mayor empatIa mutua Clan aque_ llas cu)'Qf> mCMmicntos, grnbadol!l <."11 vld..o, mor;truban.:l más alto ni\-eI de sincronJa y de mimetismo postura!. La sincronía más ostensible se observa entre pare;as que \il'Cll Jos priffil.'I'05 momentos del ooncjo: paulatinamcnle MI.'! ClICfJlOS se OIi!:man más y más uno hacia otro e inmenos en sus reciprocas miradas remedan mutuamente sus posturas y ademanes como si se hubieren vuelto espejos: la SirKTOllización,
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al comienzo incompleta e intennilenle, se acrecienta hasta aduei\arse por completo de sus cuerpos. Los en..unorados recientes pueden permanecer en ese estado de mutua absorción durante horas y más horas (Perper 1985: 77-79). La psicología experimental y una meticulosa observación direcla han t"C\.'elado lo frecuente que es entre los seres humanos que acontezcan sincronizaciones y mimetismos con un altísimo grado de sintonfa. Tristemente. gran parte de estos estudios tienen, por el momento. una limitación: sabemos que la sincronización y el con· tagio emocional abundan. pero apenas disponemos de evidencia sobre cuándo OCUITen en mayor grado, cuándo menos y cuándo nada en absoluto. Los psicólogos han tendido a abordar esta cuestión comparando individuos, tratando de identificar qué rasgos de carácter están más o menos correlacionados con la susceptibilidad al contagio emocional (Hatficldual. 1994): locua] nos deja ayunos de saber qué dinámicas logran que unas situaciones alcancen una aha sincroni7.ación y qué otras no. Su método experimental consiste principalmente en pedira los sujetos del experimento que describan en unos cuestionarios sus conductas y sentimientos habituales. una técnica que los arranca del Aujo situacional y los convierte en abstracciones y un enfoque que privilegia los rasgos individuales. La micro-sociologfa radica1, en cambio, se inclina a creer que, dado un proceso situacional --o una cadena de ellos-- suficientemente fuerte. no hay limite a la maleabilidad humana. En ténninos de la figura 2.1. tanto los experimentos psicológicos como los análisis mict"O-(lbscl"\'acionales han acumulado evidencia rele\'ante sobre estados anímicos compartidos, acciones conjuntas y, en alguna medida, también sobre consonancia titmica. Lo que en buena parte falta documentar es el foco de atención común y creo que es precisamente éste el que marca la diferencia entre las situaciones que alcan7.an elevadas cotas de contagio emocional, y de todos los demás aspectos de la consonancia titmica, y las que logran tan sólo un ni\'e1 bajo o fracasan del todo. Ésta es la virtud cardinal de los rituales: al constituir W1U congregación, demarcana del exterior. organi. 7.'lr el espacio fisico local. coreografiar las acciones y dirigir la aten· ción hacia las mismas cosas: el ritual foca1iza la atención de la concurrencia en pleno sobre un mismo objeto y simultáneamente la hace consciente de ello. Este mecanismo debe ser objeto de una investigación más amplia y minuciosa. El sociólogo Stnnford Grcgory ha propuesto un práctico instrumento para estimare! grado de solidaridad que ocurre en una interacción: un ap.'lrnto que anali7.'l registros sonoros de conversacio108
nes. Aplicándoles la ill$trunwll tación adecuada para Su análisis mediante la transformada rápida de Fourier (TRF), Gregal)' y sus colaborndon:s (1 993. 1994) han comprobado que cuanto lTI.á.$ ahsoriJ.eme 5C toma una conversadÓn m~ se sincronizan. progresivamente, las frecuencias \'OCalcs audibles. Esta sincronizaciÓn ntmica se produce en lapsos de tiempos menores que los segmentos de 0,2 segundos que duran los pulsos en que se subdivide la conciencia humana. En las corwersaciones de alta solidaridad las micro-frecuencias de los tonos vocales conver¡en alrededor de una frttuencia fundamental que ocupa una región del rango sonoro situada por debajo de aquella en que se emite la informaciÓn oogni1Ívamcnte significativa. Rllrando electroflicamen te las frecuencias mAs altas (las que transm iten el contenido de lo que se dioe).la grabación suena como un zumbido gral'e que es, casi litemlmente, 'eI munnuUo de la solidaridad'. bl" bien puede iIoCI" un medio 00 intrusi....., y no ,'Croal de i",'CStigar la solidaridad en distintas si tuaciones. La sincrunizaciÓn de 10$ movimientos COfl>Ornl.es es obsnvable en grandes grupos movilizados para una acción colectiva. Analizando un macro-ritual-..na mani festación política- Wohlstein y McPhaiI (1979) dC$CUbrinon que, mln" los manifestantes, la micro-coordinación de sus movimientos no sólo superaba la de un grupo cualquiera de trallSeÚntes sino también la de los miembros de una banda d" música MI un desfile. Esto sería loesperabk si, 05), ni siquiera pueden regiJtrMSC sin instrumentO$ espe.;fficamcnte disel\adi;>$ para dIo. Entooces. ¿cómo es qu" la gente ron sigue sincronizarse? Puede infe. rirxque, una \'Cz acoplados al mismo ritmo, son capaces de antid109
par cuándo sonará la próxima nota. Chapple (1981) lo denominó consonancia rltmica (rlJytllmic entraimnellt): los individuos que in· teractúan con soltura efectuan una serie de reaj ustes que hacen que sus ritmos converjan, de ah! que sepan 'seguir el compás' de cuanto hagan los otros, si bien más JXlr anticipación que por reacción. Es merced a la convergencia ritmica que la alternancia de turnos puede ajustarse con tanta pl-ecisión, hasta el punto de que en una CQm'ersación de alta solidaridad los intervalos entre interlocuciones duran menos de una décima de segundo, por debajo de lo que puede pcrcibirse sin medios técnicos: . Digo: 'Te llamaré más tarde' y en el mismo instante en que modulo la prosodia de 'tarde', acentuando con precisión su cntonación, tu adviel1es cxactamente la cadencia de mis movimientos y en la pausa inmediata pronuncias tu 'Adiós' pam finalizarla llamad:h (Sudnow 1979; 114). En su libro Talk's Body, el etnomctodólogo David Sudnow comparó la experiencia de aprender a tocar jal'.2 al piano con la de mecanografiar. Ambas, observó, son actividades corporales en las que se es competente cuando dejan de consistir en tra nscribir notas (musicales o \'erbales) y puede uno abandonarse al ri tmo e improvisar frases muo sicales o lingOlsticas. As! es como los adultos alientan a hablar a los niños pequeños: no explicándoles el sentido de las palabras. sino moldeando juntos ritmos orales, ritmoS que al principio consisten solamente en sonidos sin significado o en la repetición reiterativa y lúd ica de unas pocas palabras. El contagio emocional es un hecho socio-fisiológico. La sociofi · siologfa (Ban::has y Mendoza 1984) muestra cómo afecta la experiencia social reciente o en curso a la psicología individual. La inter· acción cara a cara no es algo que sucede meramente entre individuos entendidos como sistemas cognitivos o actores corpóreos: es también una interacción entre sistemas fisiológkos. Desde una óptica evolutiva no tiene nada de sorprendente que los seres huma· nos, como muchos otros animales, estén neurológicamente modelados para responder unos a otros, ni que hallen m uy gratificantes las situaciones sociales que motivan dichas respuestas. De entre todos los ri males inleraccionalcs, la conversación cortés - h.'\blar sin otra pretensión que mantener un contacto amistoso-- es el más básico: y la solidaridad que ese ritual construye e intcnsifica brota de su coordinación rltmica. Ahora bien, si su proceso fundllme ntal consiste en mantener una charla nuida, enlonces lo que se decidll decir responderá a la panicipación que de uno se espere --
versaci6n puooe resultar así doblemente ritualista: formalmente, en tanto sigue las pautas del Modelo; y, sustantivamente (esto es, en un sentido próximo a su uso común, pcyorati\'O). porque ejecuta la Uturgia por mor del acto en si y no tanto movido por su contenido aparente. El contenido de la conversación se escoge a tenor de los ritmos de interacción. En palabras del poeta William Buder Yeats. son éstas "canciones que se reescriben por amor a su mclodfa_.
lA ateución cotljwlta. clave del desarrollo de s(mbolos compartidos La coordinación rltmica y la consonancia emocional son componentes inexcusables de los RI. pero estos ingredientes precisan también, a su vez, de un foco de alención común. George Heroert Mead (1925, 1934) lo denominó 'adoptarel rol del otro' y lo consideraba la clave constitutiva de la conciencia humana. Un formidable volumen de investigaciones sobre desarrollo cognitivo pone de manifiesto la importancia del foco común: destaca aquf la evidencia reunida por Tomasdlo (1999), procedente de experimentos con, y observación de nii'los pequeños. chimpancés, otros primates yotros animales, asf como de estudios comparntivos con niños autistas. Al poco de nacer, los bebés humanos participan ya con sus cuidadores adultos en pseudtHfiáJogos con el mismo flujo ritmico de tumos alternos, delicadamente modulado, que posee una conversación deaha solidaridad. Los bebés se implican también en acciones de sintonía afectiva, y mirnetizan e intensifican emociones. En términos de la TRJ, aquí se encuenlnln y operan varios componentes del Modelo: t'L"Unión corporal. consonancia emocional ycfer\'escencia colectiva. Podemos inferir que también está presente un efe<:to importante: un vínculo de solidaridad, cuando menos en la forma de apego a un adulto en particular, padre. madre u otro, a cuyo cuidado esté. Parece, asimismo. que los bebés adquieren en estas interacciones un nivel de EE determinado; esto puede inferirse del caso negativo: los niños criados con poca interncción con sus cuidadores muestran acusados rasgos depresivos (véanse los estudios sobre huélfanos de la Segunda Guerra Mundial y sobre monos amamantados por simulacros mecánicos de sus madres en lugar de por hembras vivas: Bowlby 1965. Harlow y Mcars 1979). En témúnos del modelo del 'yo', el mi y el 'Otro Gcncmlizado' de MC
La acción dd bebé se orienta firmemente a la conSQOancia con la acción dd aduho y, por lo tanto, consiste mayormente en la EE propia del patrón de solidaridad !iOClal que ambos comparten. No existe un 'yo' oognitivamente independiente. Hacia los nut....lmoquc el :suyo. Estoes \o que la TRI denomina foco de atención mutuo. El acto de !le/\alar Y las ge>ticulaciooes hacia un objeto suelen ir acompal\3d.a1l de vocalizaciones --d acto de nombrar y referir al objeto-: cs el comienzo del lenguaje en tantoque empleode sfmbolos que ticotn un signifIcado compartido (Bruncr 1983). Estos gestos \-ocaks son aut!nticos símboJaoi, no 5610 ·signos'; encaman proocdimientos pnkticos, dirigido!! a la coosccución de resultados fácticos. que han de1.'ClÚdo habitua\e!¡ en la reiteración de la experieneia de pmcticarios con esa ()(ra pen;ona concreta: son rdercncias mentales. A panir de este momen10 los nii\os aprenden a hablar en la lengua oompartida por los adultos. Por el contrario, \os ni/\os autistas, que tienen problemas para aprender a hablar, tienen asimismo St....'CI""olS dificultades para coordinarsu atención y para jugarCOfl otn)S nil\os. En opinión de Toma.scllo, el pn:JC"e5() de atención conjunta eme .... ge una vez que el nit\() adscribe al otro un !iCntido intencional. un dc$eo que antl!Cede a la acción; el rtiilo no dispone de una noción de se conscientemente representada como dut'l\o de un si mismo intencional que pt"O)'eCta sobre el adulto -pues 00 existe aún el aparato simbólico en cuyos ténnil"lOS podrfa fonnular tal representación- sino que toma constancia de que el otro es ·como yo'. Con esto queda. completo por entero el Modelo: del lado de los ingredientes hay un foco de atención común que potencia Y!le une a la consonancia emocional preexistente; del lado de los efectos. oomien:r.an a crearse símbolos. En este punto se produceotmcamhin en la conducta del nil\O. A partirdel primer aho empieza a aparecer la timidez, así como la ooqueleria, en presencia de otros, o ante el espejo; el nilkl dcsam:>lla una autoimagen desde el punto de vista de los otros. En la terminologia de G.H. Mead. el sf mismo del ni!'lo dispone ahora de un 'mf, parejo a su capacidad de asumir el rol del otro. 11 2
U 'reYOluci6n de 10<'1 nlleVe n~', vCa atención conjunta, o foco romUn, es pal'1l el Modelo el punto de innexi6n crucial que arroja aJ nitIo al profuso mundo humano de Jos simbolos companidos. Sin embargo. las penon;u; pueden adoptar orientaciones muy di~ hacia los símbolos, por \o que. sil"\itndooos de la sfntesisde Tomasello, COfJ\
Éste cs también el momento en que el habla c.'l:terna empie7.a a interiorizarse: primero, los niños se hablan a sí mismos, o a imaginarios compañeros de juego, en voz alta; luego, paulatinamente, ese habla deviene conversación sub-oral, interior. Empie7.ll a emerger aquí el ulterior ni\'eI de reflexividad que, en la teona del sf mismo de Mead, es un 'yo' capaz ya de manipular intencionadamente representaciones simbólicas para, distanciándose del aquf-y-ahora y de las demandas sociales inmediatas, discwrir salidas altemati\'as a una situación. En este sentido, Mead concibe el 'yo' como un 'yo' aduho que sólo emerge como agente independiente en su pleno sentido reflexivo una vez que previamente el Otro generalizado ha cristalizado. Los sfmbolos. medio de pendstencla y almacenaje de la soUdarldad
Los nh'des dcvados de consonancia emocional-efcrvcsccncia co[ecliva- son efimeros. ¿Cuánto tiempo pueden perdurar la soli· daridad y el estado emocional generados en un RJ? Depende de la transformación de las emociones inmediatas en emociones duraderas, esto cs, de la medida en que queden almacenadas en sfmbolos aptos para re-evocarlas. Estos súnbolos, a su vez, difieren en cuanto a la solidaridad grupal que evocan y, parlo tanto, en lo concerniente a qué recuerdos o significados simbólico/emocionales sean susceptibles de afectar a las interacciones grupales, y a las idenlidades personales, en situaciones rUluras. Consideremos ahora un abanico de situaciones todas las cuales engendran emoción colt:cti\'u. En el nhd más bajo están las situaciones en que se congrega cieno numero de personas. pero con muy escasa convergencia de su foco de atención. Podrla ser la gente reunida en un lugar público de espera. como una sala de embarque de un aeropuerto, o que hace cola ante una taquilla de \'enta de entradas. Los estados de ánimo congenian poco aquf; posiblemente incluso se produzca impaciencia e irritación si los focos de atención de los individuos y sub-grupos enrran en conflicto. De estas situaciones nada persiste. excepto el ansia, transitoria, de aca bar con ellas y dejarlas alrás cuanto antes. En situaciones de intensidad algo mayor -como transitar por una ajetreada calle urbana o entrar en un restawunte o un barCOIlCllnidos- hay como un zumbido de animación. Es palpable la diferencia entre un estabk'Cimiento atestado y otro casi \'ado_ Un genlfo, 114
aun sin foco común, genera más interucción tácita que un grupo poco numeroso, y eso instila la sensación de sumergirse en una atmósfera de sociabilidad. No existen una interucción ni Wl foco de atención explfcitosen tales lugares y. sin embargo. JlOS(.'Cn ciena rorma de atnJ.cción social que invita a acudir. Formar parte de una muchedumbre proporciona de algún mooo la sensación de estar 'donde se CUt:cen las cosas', incluso aunque personalmente 0 0 se participe en acción concreta alguna; la seducción de 'las briUamcs luces de la ciudad' no reside tanto en la ilwninadón visible como en la excitación de fondo que suscita el zambullirse en una multitud de cuerpos humanos.!O Como observa Dmkheim. el primer paso conducente a la acumulación de 'electricidad' de la efervescencia colectiva es la densificación de una población de cuerpos disper.;.a. No obstante. la ausencia de sfmholos que pudieran identificar posterionnente a quien allí estuvo y que al "ocrlos en una nueva ocasión logrnran rc-suscitar aquel sentido de membresía, tiene por efecto que apenas pueda surgir de aquí algún sentido de solidaridad con un g¡'Upo identificable y nada que pueda hacer durar algún sentido de identificación. Las masas que actuando como audiencias adquieren un foco de atención común pueden alcanzar un nivel de intensidad algo mayor. En estos casos. el momentáneo sentimiento de solidaridad puede llegar a ser muy fuerte, siempre y cuando la multitud participe activamente en la acción colectiva -aplaudiendo, vitoreando. abucheando, etc. Como ya vimos. esos sucesos transitoriamente companidos implican una considerable coordinación micro-temp:nal, un requisito de la consonancia colectiva dueño de una tremenda potencia de demarcación que se hace intensamente tangible cuando los límites que marca son conculcados: piénsese en lo embarazoso que resulta aplaudir intempestivamente o arrancarse a abuchear cuando nadie más se suma. La sensación de identidad y solidaridad colectivas se refuel7.a en la medida en que la muchedumbre pasa de una obscn'ación pasiva a la participación activa. Esta experiencia no se reduce a responder a lo que hagan otros miembros de la multitud (y de quienes están sobre el escenario, el terreno de juego o el podio); también comporta. influir sobre los otros: cuanto más se 20. Esla oua comparación puede ayudar a &claror el ml!CaJ1i .......: una O\üa de cuerpos humanOli and.mdo por la calle es moderndamcme cxcitame, mieotras que: una multitud de aUlOmÓ'.i1es eOla autopista sólo es un embotellamiento de lráfu:o. Amboo """ caMI:!i de uta ..... no enfocada., pero la de los autolTlO\iUstas Can'C<' incluso de la tran.wcción mínima que Oc"",, ~'TIlre los cuerpos de 1"" ,·¡andantes. Katz (199'9) ha mosirado que los oonductOIYS se siemen JJ)l\s fms .... dos pn:cisamente en los momen· tos en que la auso::nda de reuualimentadÓll mutua se hace más palpllbk.
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abandona uno a la consonancia mutua más inlCnsamente se panicipa de ella_l'EI placer de una actuación se crea en gran medida en los momentos en que se tiene oportunidad de aplaudir; por eso una ovación no es una mera respuesta pasiva_ (Mirado desde el lado de la audiencia, el intérprete o el orador poUtico son instrumentos utilizados por el público para promO\'cr su propia sens.1.ción de acción colectiva.) Thles efectos quedan más que patentes en las experiencias colectivas en que una multitud se entrega a una actividad fre.. nética, y en especial a actos destructivos o violentos. De ahf que tomar parte en un disturbio étnico (Horowitz 2001) no sea sólo un modo de exteriori7.ar una identidad étnica preexistente, sino toda\'fa más un modo de reforLarla, de re-crearla o incluso de crearla. Cuanto mayor sea la consonancia emocional mayores serán sus efectos identitarios y solidarios; y la consonancia logro niveles de intensidad más allos mediante la actividad que medianle pasividad.11 Las masas foca1i:t...adas adquieren frecuentemente sfmbolos aptos pam prolongar la sensación nacida de la experiencia: habitualmente se adopta como tal lo que quiera que centrase conscientemente la atención de la audiencia. Paro los forofos deportivos es su equipo (encapsulado, u~'Ualmente, ~n emblemas sintéticos); para los adeptos del entretenimiento son sus intérpretcs-o quizá la mú!'.ica, obra, serie o pclfcula misma-Io que llega a consagrru-se como objeto sagrado durkhcimiano. No obstante, a largo plazo la solidaridad de las masas foca1i7.adas resuha bastante débil: sus símbolos, por más cargados que resulten en momentos de multitudinaria efervescencia cok-ctiva, no son capaces de conjurar de nuC\'O el mismo gentfo, que, en conjunto, no es, para la mayoria de sus participantes, sino una masa anónima.I J No hay modo de que los miembros de aquella muchedumbre se reconozcan o identifiquen entre sf, sal\fO por ¡ntcree-
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21. u.u.,......,ncía .... h.'1Ct:rla '"la me:dcana' a1n:dcdo.- .... Wlcstadio de mallí· fldloe$lulX'ndamenle Josdh'l'l"SOS oomponerlles: uno sienle primero cómo !le a<.rTCa la acción&;-: la multitud)' lu.cgo se siente impulsado a b'lllltanIC: 11 La \'""" que quieno:s están aliado, ju51Q en el momelllQ m qu~ le aJc::um. la ola . y en ese lru!tante le embGup la seruaci6n de que e. uno mismo quien compele a unine lO qulenn ~u1n mh allá de 6. 22. Enalgüt. ptlnloenlre la ,iolencla hnmidda de Jos dlsl urbio¡; ~lniCQS y lasada_ mociones y abucheos de Jos p(iblioos 0!en!!» llega a 5<'r el principal atr.lCli\'O de la OCIl5ioo, programado y ejeculado delibena· dameflle (Bufon! 1991). De httho, esas actividades se oon\'knrn en adiccíOl'l('S, 110 1a1l1 0 a la ,iolencía en si cuanlO lO la ucitadón y a la kkntidad coIe-cli,'lI que la ,,;olenda produc-e (Kíng 2(01).
23.
~ multiludr$ se compono:n
gencr-,¡lmen ledc pequet\os subgropos de wnlgosy
cunocidos. pero oto!! Mlb¡¡ruJlO'l !lOO anÓni fl1005 unos respeclO de otros.
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sión de aquello que aplauden. A quienes por azar se encuentran juntos en un estadio deponivo en un momento apoteósico, pasado el instante de delirio no les une un lazo muy fuene que digamos. Quizá compartan cien os símbolos colectivos -tal vez luzcan el mismo emblema-, pero su solidaridad es asaz cspt.'Cífica de esa sola situación y queda restringida a aquella" ocasiones en que vucken a participaren un C'o'cnto deponivo o un espacio de conversaciÓn que giren justamente en tomo a esos símbolos, Todos estos casos ejemplifican identidades colectivas secundarias, grupos cuyos miembros no se conocen personalmente entre sí. Bcnedict Andcrson ( 199 1) los bautizó con el célebre apelativo de 'comunidades imaginarias'. que no es del todo exacto: lo que imaginan -aquello de lo que disponen de una imagen-- es el símbolo que centra su atenciÓn; la 'comunidad' es una experiencia episódica y volátil que sale a la luz solamente en momentos de elevada intensidad ritual. Las muchedumbres focali7.adas desalTollan procesos de efervescencia colectiva en los lapsos en que son espe<:ladoras activas, más bien que en los que se conducen de manera rnerJ.rnenlc pasiva, pero como sus sentimientos de solidaridad perdurJ.n mediante símbolos que les vienen dados desde fuera no tienen muchas ocasiones de utilizarlos en sus propias vidas como ingredientes para construir RI igualmente apasionames; son símbolos recibidos de forma pasiva que deben esperar para su repostaje a la pr6.tima celebración de un conderto. un encuentro o un m itin -o, en el mejor de los casos, se los puede recircularen li tuales conversacionales (de segundo orden). un meta-ritual reflexivo que refiere a los rituales primarios. En contraste con las situaciones en que son masas anónimas quienes cargan de emoción los símbolos. existe n otras en que se les infunden una mcmbrcsía de grupo cspt.'CíFica. En cl ni"el de los encuentros individualizados, los RI que crean un nivel de intersubjetividad temporal tan atractivo que se desea repetirlos generan, y actúan, lazos personales. Ya señalé que el empleo vocativo del nombre de pila es un ritual que afirma cl carácter individual de la relación. Uamar a alguien por ese nombre en el transcurso de un encuentro es algo más que mostrar que uno lo sabe; habitualmente, esos rituales de apelación personal se repi ten en casi todos los encuentros sucesivos, y más de una \'cz en t..-se caso, pese a que a esas alturas es más que obvio que se 10 conoce. Lo que se comunica es que se piensa en esa persona como indhi duo ---con su biografía, su previa historia de relaciones, o sea, su CRI- y que como tal se le trata en la actual situación. El ri tual de apelación personal-al menos 11 7
en las ocasiones de sociabilidad- es un acto colectivo: inspira el sentimiento que intima a responder recíprocamente y a creer que, en este marco, todos deberian llamarse así unos a otros; es la puesta en obm. de un lazo persona], entre un individuo y otro individuo. Las sociedades tribales en las que los miembros de un mismo grupo de parentesco desconocen sus respectivos nombres propios ofrecen un iluminador contraste: se refieren a, y se dirigen unos a otros recurriendo a un titulo o un ténnino de relación: esposa, hermano de la hermana, segundo hijo, etc.N En las sociedades occidentales hay situaciones paralelas en que se llama a los individuos no porsus nombre sino por su tflulo o posición. En el continuo de relaciones estos encuentros se sitúan entre la reticulación, ritualmente seitalada, de las CRI individualizadas y la mera coparticipación situadonal anónima de los miembros de una multitud momentáneamente focali7.ada; son situaciones intennedias en las que se reconoce dónde encaja uno en el grupo, pero no qué le diSTingue dentro de él como individuo. Los rituales de uso vocati\!O del nombre personal son un caso de símbolos utilizados con objeto de que la membresía perdure de una situación a otra. Ilustra también que a mayor grado de memoria simbólica y de pervivcncia de la membrcsia le corresponderá
una mayor identificación personal con esos símbolos, Para un accidental moderno nada es más intensamente personal que su nomo bre propio. Sin embargo, como muestra la comparació n entre sociedades, no hay nada intrinseco o natural en el hecho de identificarse uno mismo como un individuo único, o en que asi 10 hagan otros. Lo que sa.<¡tiene esas identidades. tanto en lo que incumbe a nuestro sí mismo como al de los demás. es el constante flujo de rituales de apelación por el nombre propio. Los rituales conversacionales cotidianos que consisten en narra· tivas personaJes contribuyen en un grado similar a la perduración de las identidades de membresfa personales. Esas charlas suele \'Cr.iaJ" sobre qué le ha ocupado a uno en el dfa de hoyo hacer relación de pasadas experiencias. Gron parte del toma y daca de las relaciones amistosas descansa en la buena disposición recíproca para actuar como oyentes comprensh'OS de esos relatos, asi como paro, llegado el momento, saJira escena y ofrecer algunos sucedidos propios. POOrla· mos denominar a estas prácticas 'cin:ulación de capital cultural par24. Debo ~ta info rTl1llClón. rruto de obsen'OCloncs y entre\istas realizada. rn Toga y MaJ~v.i a finaks de Jos atlos nO\=ta. a Dana Redstone y Kirsten Smith. M~Wi$ (19381 1965) ofTttC' un gran muestr:uio de \"ll5taS eompan.clon o cnlrc numcro5a.'l MJCicdado.
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ticulruista', en contraposición al capital cuJtw-aJ generalizado, que conocen bien y al que tienen amplio acceso grupos sociales mayores cuyos miembros no tienen por qué conocerse necesariamente en términos de identidades personales. No cabe duda de que el contenido de esos relatos personales es en buena medida 'paja', cosas de las que se habla por hablary por matar el ruto que se pasajuntos. Esas historias no tienen porqué ser cicrt.as. lmpona mis que sean emocionantes: queengrande7..can los pequeños infortunios de la vida diaria)' los transfonnen en aventuras o humomdas y a las mínimas ad ....ersidades en manirios y escándalos locales, para que de ese mooo sírvan como apta materia prima para las representaciones dramáticas que, sobre la escena conversacional, colaboran a que una plática sea animada y absorbente. Cuanto Goffmao obsCl'Vó en relación con las actuaciones escenificadas en general conserva su validez aquí en lo que a] ritual con\'er.;.acional en particular concierne: la audiencia se sumerge en el espúitu de la representación -que se abstiene de cuestionar- y adopta el lona emocional de la situación -el que quiera que fa\'OI'\!zca más que crezca el nivel de la efen'CSCCllcia colectiva del momento. Las conver.;acioncs conseguidas de este tipo generan y cimientan lazos 50Ciales que, por la natwulcza particularista de sus contenidos, tejen relaciones sociales particuJares. La conversación de sociabilidad suele referirse a terceros, en especial a personas que los participantes conocen. Esos relatos atnplfan el material dramático de que se dispone para potenciare! éxito de un ritua] con\'~cional; y tienen un efecto añadido de gran importancia estructuraJ para la petVi"'encia de la mcmbresfa grupal: esas narraciones (o chismorreos) sobre terceros hacen circular las identidades de esos individuos por cl enu-amado social de los conVCTsanIes (Fuchs 1995). Los nombres individuales y los relatos sobre ellos son símbolos que la Qntidad de efervescencia momentánea de las convcrsaciones en que juegan algún papel carga de signl6cación. Asf pues, una persona puede con\"Crurse en símbolo tanto por observación directa -un polftico, un Irder religioso o una figura del deporte devienen asf emblemas para quienes los han vistoen el foco de atención de un ritual colectivo-- como indiT\.'Cta -vfa las historias y cualidades anexas a su nombre. en tanto en cuanto sean lema de animadas com"ersacioncs. Que en estos dramas conversacionales se hable bien o mal de ella importa menos que la intensidad con que se menciona su nombre. En los rituales conversacionales mejor conseguidos la exactitud de los relatos es una considemción menor; y cuanto más se alejan de su fucnte original más irrelevante se vuel\'e. 119
Este patrón no 5610 es ,'álido en el caso reputaciones muy difun· didas y famosas, bienCQllClCida!¡ entre penonas que son desconoci· das entre si. si no también P.ll11 el de pen<)na5 cuya reputaci6n es solamente local, circumaita a redCil concretas de pel'5Onas que tiencn vlncuJos pel"$Onalcs con aquella de quien cotillean. Aquf, la cir>culación de Q.a nepuuoción retroo.limenta los encuentros cam-a-eara: cuando se conoce a a1guinl de quien se han okio historias o descripcionc:s, o que ha oldo de UOO, el diálogo que se inicia posee un oori:wnte de profundidad suplementario; de qu~ se hable y qUl! tipo de relación 5C- actúe 00 vcndri dctt'flllinado únicamente por 105 repertoriO$ $imbólieos inmediatos de que dispongan para hablar ambos interlocu tores; el nimbo o halo reputacional con que cada uno fulgure en la mente del OU'O inddiri en los pasos oonv~rsacl() nales que den y en $U intetpn:taciÓll. Hasta aquf he ensayado este análisis en el caso de 1a.~ com-.:rsa· dones de sociabilidad, en un marco de relaciones amistosas e informales; pero idén ticas fQmlllll de creación y !iOStenimiento de memo bresías e idemidades nacen a partir de interacciones más serías, iocluyendo los encuentros utilitarios en el ámbito de los negocios y la "ida profesional. Tambi~n los encuentros del mundo laboral tienen estructura de RJ : cargan con significación de ~mbresfa eJ.e. Imntos cuhuraJe¡, como, por ejemplo, la comunicación que fonna pane del trabajo o las discusiones tr.ilSCtnicas 50bre ta.. tareas en las que se informa del curso de I.as cosas y se planifican los .uguientcs pasos y que se propagan " la oom"CJ$lCi6n cuasi·sociable cn el tajo. Entre 106 slmbolos culturales asl ungidos de significaci6n se indu· y~n tanto la información panicular sobre la que aC aCilSO tenga ma}'QT importancia que la otra, SQbre todo en el caso d e la vi ..a dinámica de situaciones m uy inestables, como las trall5llcciones mercantiles, donde elliem· po '" un factor crltico o, de fonna análoga, en d ClLSO de cientlflCOll
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o de otros intdectuales que pugnan por lograr una innovación en la vanguardia de su área antes de que 0 11'0 se les adelante. Igual que suct..dia antes, en el espacio de la sociabilidad personal, las redes con suficientes nexos sociales rcdundames como paro conseguir que sus símbolos circulen al menos por algunos circuitos cerrados rcfucr-...an, también aquí, la significación de esos símbolos -se oye habJardd tema JXIrdoquier y, probablemente, cada \"t!zquc alguien pasa d cuento 10 exagero un poco más-, amplificando asi las reputaciones simbólicas.1.5 Subrayemos que esas jergas especializadas son algo más que saber local, son sfmbolos de rnembresía cuya efL'C tiv¡dad es proporcional a la magnitud de su carga emotiva. La idea de 'comunicaciones instrumentales propias del puesto de trabajo' parl.-cc excluir quc éste pueda poseer alguna cualidad emocional. Craso error. Es justamente la emoción, la tensión, el entusiasmo especial inhercme a sus encuentros profesionales propios lo que transmuta esos fragmentos comunicativos en símbolos galvani7.3dos; devienen en 'rumores' en el sentido original, no peyorativo, del término: clementos de sentido a los que acompaña un n¡morco que los inviste de una significación capital. En suma, los símbolos pueden hacer que la mem bresía grupal circule y perdure más allá de situaciones de clt"Vada pero fugitiva intensidad emocional de vanos modos diferentes: como objetos situados en cl foco de atención de masas emocionalmente consonantes pero, en todo otro respecto, anónimas; o como símbolos fundamentados en identidades y narrativas personales extraídas de rituales convcrsacionales que definen el víncu lo entre los interlocutores y los objetos simbólicos de los que departen.lo Genera1mente, estos dos tipos de sfmbolos operan en dos circuitos de relaciones sociales bastante diferentes: los sfmbolos de públicos, admiradores, hinchas y seguidores circulan de una concentración de masas a otra y tienden a disiparse en el fnlerin; los símbolos de ide ntidades y repulaciones personales son la calderilla de las relaciones de sociabilidad (y también de las relaciones de negocios) y su intensidad momentá~t" -..pecto, 8urt (1992) exagcra ~u M(ad, sobre \QoI ]a~ que ti~nden por encima de Jos "anos de bs redes. La redu r.d,mci" es un cnmp]ememn
25. en pu~ntes
lmponante de los enlaces·pue nte porque ~fue"'.lI1a repuu><:i6 n, recurso <¡ti<' ~ !Ief" todada más imponante que ta ;n(orm3Ción ....casa cuando de lo que.., trolla es de forjaruna coalición. 26. Una ter<:na manera en que tos sIm bo!"" pueden hllc~quecin:ul e)' ~rdun: la !ioens.acIÓll de membresfa ¡nrpaJ r:s n:cin:ut¡mdo en com-cn.acione.. imeriores que oonronnan el pcrwunientode la mente indi,idual. Tale< ~lmbolos son deri,·ac~dc lo!¡ otros dos tipO$, de cuya interiorizaci6n ""cen."J ..1di:l.logo inlcrior puroen luego modificarlos "J dnarrollarlos. A~ las CQmplejidades de
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nea es nonnalmenlc menor que la de los símbolos de audiencias, pero la frecuencia de su uso, y en redes que se autorrefuer7.an, hace que acaben porpennearel sentido de realidad de los participnnle5. n Tanto los símbolos generalizados de los públicos masivos como los símbolos panicularizados de las redes personaJes hacen que la carga emocional de los RI perdure; pero exhiben patrones temporak'S diferentes y están sujetos a contingencias distintas. Los símbolos generalizados de los públicos masivos dependen de la congregación reiterada de grandes grupos cuyos miembros individuales apenas influyen sobre si una reunión se llega a verificar o no y con qué éxito; y, como las interacciones corrientes de la vida cotidiana no suelen procurarles medios para recargarse al mismo nivel, son proclives a una mayor volatilidad. Esto es caractenstico de los movimientos polfticos y religiosos: y por lo que respecID a símbolos económicos companidos de forma generalizada -los índices bursátiles; el prestigio de un producto en boga-, también están sujetos a oscilaciones turbulentas en su significación colectiva y, por ende, en su valor sodal y econÓmiCO. l l Los ljlmbolos particulari7.a.dos de identidades individuales y de membresías de redes cuyos participantes se conocen personalmente poseen mayor inercia. Eso nosignifica que sean algo fijo; las idenlidades y las reputaciones pueden cambiar, en especial cuando cambian los vínculos entre las personas concretas que constituyen la red, y todavfa más si sus fonnas vinculares C1,"Olucionan hacia una menor dispersión y una mayor redundancia. Estos cambios de membresfa y reputación son de vi27. Do:jo de lado aquf la ~tión de c6mocrtU.3Jl Jo. sfmbolos de un cin:uito a olro. Lo principal es que!(" slmboloe: que una audic-ncia compane pu~ Ulilit.arSe tambitn
'"" =les D()n,,,f33cionalC$ penonales, por más que , dclndo a ~u fácil disponibilidad. a porten escasa :l-ignificad6n a la rdadón perwnal )\ en colRC\leTICia. su interaunbiD en una CDfI'-enadón sociable no establ=a Ia:ws muy Citn:-chos; ,-ale decir que no gl'roern una fuene soIid:U"idad de membr-esta. Casi cualqulnd puede COrl'''O$IIrsobm los rqui_ p"" depol"tÍ\"OS Iocale.: esa ~úca nodi f""""'Í:I a 00. bu<:nos amigos de doscstrec/w¡o; colabonw.l!X"eS o de dos 5OCÍO!I ~ La diferenciación de vfnculos sociales puede p""'" nir, en ClUIlbi o. menos do:! (Cma que del tiempo que k>s COIl\"enames "" collC'ed,"" par;!. hablar-..obre ~. Singul;um,""Ie. ,""In: lo!! ¡m" nes (con ~ in"""tario de memm-e.Úl5 simbólicas. a ca..... de su ümitada experi~ncia laboral) la fu.,rza del \"ínculo de: una amiswl penonal se aprecia no tanto en la singularidad de fU CQDlenldocornQ '"" la mutua dlsposid6n a habbr sobre hé~ del mundo Ikl espectáculQ u mrnr; objetos .a¡p-ados Inlemunablemenle. Olro posible liadUC10 enu-r eslOS d rcuilOS se e ncuenlrn enln: los profeslonales ~ organi •.an aC\.DI poIf1icos o religiosol 1} especl-llocu.lo!!. Para ellos. IoIs/mbolr:. pílbliOOiO iIOn panicul.ariS\Il5. no gcn<:Tllliudos; fonnan pane de SUI ronvcnaciones u-asctnicns y sociables, pero nodcsde la 6ptica dcl pt'iblioo cnlUliast:l (o no). sino desde la d e quien co;ct personahn.,me familiarizado con 1... n:UT".. tlvas oolidilUlA.'l de 51l!ó protagoIlÍSlaS. 28. Des.a.rroll:m< este punto,"" el cr.pftulo 4.
122
tal importancia en el dominio de las relaciones profesionales y de negocios; de hecho, son esencialmente esos cambios los que constituyen una carrero. Creación de s(mbolos de solidaridad tras ell / -$
Un suceso singuJar nos pennite observar con nitidez el contraste entre lazos de memhl"esfa personales y sfmbolos impersonales de masas anónimas: la destrucción de las torres del World lrade Center en Jos atentados del 11 de septiembre de 2001. Este ejemplo re\fCla también la dinámica y la cualidad emergente de los símbolos, los subsecuentes estratos por los que se los puede circular y los usos a que pueden servir una vez creados. Mi análisis se basa en 9/ I J, un documental montado a partir de imágenes grabadas de los bomberos y de la gente que estaba en las calles próximas al World lrade Center en los momentos inmediatos al a tentado (Naudcl y Naudct 2002). Aplicando la TRI resulta evidente que fueron los bomberos, y no las torres mismas, quienes dc\'¡nieron símbolo de solidaridad grupal de las masas anónimas que estaban en los edificios y sus aledaños, mientms que para los bomberos fueron las tOITCS las que se con\lirtieron en sfmbolos. Veamos cómo ocuniÓ. El vfdeo muestra a los lfÍandantes en Jos momentos posteriores al choque del primer avión con las torres y durante el desplome de éstas. Una masa sin un foco de atención común muta en multitud focali7.ada. o en un conjunto de ellas; y no muy densas: los planos muestran a la gente arracimada en grupos de unas diez o veinte personas. El humo atrae su atención; todos miran en la misma dirección, profieren exclamaciones y se acercan más unos a otros. inicialmente, expresan estados de ánimo de asombro, sorpresa y una creciente sensación de conmoción. Dejando apane su foco de atención campan ido, los transeúntes apenas interactúan o conversan. De la ausencia de signos \'i.nculares goffmanianos se infiere que la multitud se compone de extraños, reunidos ú nicamente por el acontecimiento que companen. Al principio son espectadores pash'os; luego, cuando la primera torre cae y sus escombros vuelan por el aire, huyen; su acción dispersa todavfa más la masa y vemos por todas parles a personas corriendo cuunlO pueden. Muchos de los que estabun más cerca de las torres, o que acababan de salir de ellas, parecen anonadados. 123
FIGURA 2.6. Gente huyendo del área del WOtld Trade Cerner al desplomarse la primera lorre (11 de septiembre de 2001). APNrlOtId Wlde Photos, Paul Hawthome
En general, el vídeo no muestra fuertes e.'(presiones emocionales ni su transmisión social. Ni siquiera abundan las expresiones de miedo. Hay planos de empleados de la primera torre bajando las escaleras y atravesando el vestibulo superior en dirección a la salida. serenos y en orden; no ex:teriorizan ningún pánico. nose apelotonan ni se empujan. Parece que el orden mismo con que procede la evacuación induce el contagio emocional y contiene la vivencia del miedo esto sería consistente con la teoría de las emociones de William James: es la huida lo que infunde pavor; los componentes de una multitud que sale de estampida se sentirán por ello más asustados todavía. Sólo entre los transcuntes se advierten. ocasionalmente. e:
gún bombero con clara expresiÓn de miedo, pero tampoco de 'valor' -en tanto que emociÓn especial-; aquf no hay más que una interpretación de su conducta una vez transcurridos los hechos _ Los bomberos siguen el protocolo normal en su trabajo; y es gracias a eso que pennanecen impávidos, pues les facilita algo en que ocuparse -algo que no sea huir- y que ejecutan colectivamente_ Tampoco tienen la sensaciÓn que ocurra nada anormalmente peligroso, por lo menos al principio; entiéndase, que el incendio se localice en el septuagésimo piso de un edificio cuyos ascensores no funcionan supone una dificultad panicular; pues han de llegar hasta él subiendo por las escaleras, pero, por lo demás, se trata de su labor de cada dia: llegar hasta el fuego y apagarlo, En el puesto de mando (donde se encuentran la mayoría de los bomberos que aparecen en el vídeo) no hay el menor signo de que alguien crea que hay peligro de que el edificio se demlmbe, ya que el incendio afecta a plantas muy altas, Incluso cuando las luces se apagan, se cona la electricidad , empiezan a caer cascotes y los jefes ordenan a sus ho mbres que evacuen el edificio, siguen actuando con calma y localizan las salidas sin atropellarse y sin caer en el pánico, Podria uducirse que los bomberos están entrenados y son expertos en esa clase de tarea ---apagar incendios en rascacielos-; en algunos casos puede haber riesgo de que un inmueble colapse, pero ésa parece ser una contingencia remota que no merece mayor consideraciÓn, Es de suponer que pane de su preparación sm'C para prevenir que se quemen o se asfLxien. que es el peligro normal en su trabajo; pero, en sr mismo, el gran tamaño de los edificios del World 'frade Ccnter; no supone ninguna diferencia para su experiencia subjetiva. Hay que subrayar que el 'adiestramiento' por sí solo no garantiza que, en situaciones de alta presiÓn, se produzca la actuaciÓn esperada: existe una considerable evidencia de que la instrucciÓn militar y policia! no impide que un alto porcentaje de soldados se queden petrificados cuando estalla el combate o que los agentes de policía pierdan los nelVios y empiecen a disparar como locos y sin dar una (Kccgan 1977; Collins, en preparaciÓn). El 'entrenamiento' no f,.'S sólo cuestión de aprendi7.ajc; cs, sobre todo, el establecimiento de una identidad con un grupo que pone en práctica sus competencias colectivamente. Sostener una identidad colecti\'U es una actividad continua, una CRI; y eso es lo que \'Cmos en las imágenes de los bomberos en el vídco. El 'valor' que los profanos k'S atribuyen es una variante de la 'excelencia ordinaria' (mumlanity ofexcellence) de Chambliss (1989) - la sensaciÓn que los miembros de una ocupaciÓn de élite tienen de que, si sólo concentran con" 125
FIGURA 2.7. BombefO ele la dudad ele Nueva yon.: en proceso ele devenir sfmbolo de herolsmo (14 de septiembre ele 20(1 ). APmorld
Wide Photos. Doug Mitts cienzudarnente su atención en sus habilidades y no dejan que nada les distraiga, son capaces de realizar cosas que para eUos son pura rutina y para los demás imposibles impensables. En este caso, su preparación evita que el miedo les distraiga: su centro de atención colectivo y sus protocolos de procedimiento lo excluyen del centro de su experiencia. La TRI aporta aquí la idea de que la excelencia ordi· 126
naria se fundamenta en la participación grupal, en el hecho de tener un foco de atención y un estado emocional cok'Cti\'os y en tranquilizarse mutuamente, centrándose en sus tareas de rutina. El resultado es su capacidad para realizar su trabajo bajo presión, logro que re· troalimenta su identidad y su solidaridad grupal. En el vídeo vemos numerosas muestras de solidaridad entre los bomberos, tanto antes como después de los alentados. Los autores h.J.blan rodado pn.'Viarnente durante un mes la rutina cotidiana del grupo; hablan centrado su interés en la iniciación de un bombero en periodo de pmeba -que incluye superar algunos rilUaIcs un tanto humillantes, como tener que hacer el trabajo sucio del parque- y al que los bomberos veteranos dan ánimos mientras aguardan con im· paciencia su \"Crdadera iniciación, que será cuando participe en la extinción de su primer fuego. El video muestra también la solidaridad del grupo al final del dio., el regreso de los bomberos, sus abrazos y sus afectuosas felicitaciones mutuas por haber n.'grcsado con vida. En las imágenes subsiguientes se aprecia que los bomberos se comportan en el parque como si fuese su casa; es aquí donde prefieren reuni~ tras la catástrofe, antes que, individualmente, con sus familias. La comparación de los bomberos con el gentío de la calle muestra, de un lado, a un grupo muy focalizado y con alta solidaridad que obtiene su EE - no un entusiasmo febril; otra fonna, mús temo perada, de EE- del acto de afromar unido una tarea peliaguda y, de otro, una muchedumbre meno.s enfocada y con ~ solidaridad que expresa estupefacción y, en sus áreas menos densas, miedo. Lo que los bomberos poseen, y la masa no, es una solidaridad previa que aquéllos reciclan y aumentan a lra\'és de la experiencia de trabajar jumas en el desastre, mientras que éSla, sin identidad previa, cuenta solamente con un centro de atención transitorio: el edificio que "e arder y, luego, dcsmoronarse; carece de cualquier respaldo social fuerte y de toda tarea im'cstida de alguna significación colt!Ctiva duradera, Sin embargo, esa multitud cuenta con muchos de los ingredientes de un RI natural: agrupación corporal, un mismo foco de atención y un estado emociona) compartido, ¿Por qué los individuos que la integran no transmutan el pasmo y el temor generales en solidaridad? Los rituales son transformadores emocionalcs y pueden metamorfosear emociones negativas en positivas, El incendio y la caída de las torres son el centro de atención de cuantos camI»nen esa masa; ¿por qué no devienen las torres símbolo de membresIa? Las torres ciertamente representa n una experiencia muy negati va pero eso, en sí mismo, no obsta para llegar a ser un símbolo: el 127
emblema de la cris tiandad, la Cruz, simboli1.a un hecho negativo en extremo, una crucifL"(ión; pero es un sfmbolo que transforma el sufrimiento en una consagración ritual de la que se emerge fortalecido y triunfante. De hccho, algo así surgió también de la c."lamidad del 11-5, con el inmenso brote de solidaridad nacional que se extendió en los días y meses siguientes. La imagen de las torres ardiendo y dl.'Splomándose es un acontecimiento tempoml fugaz, pero fue grabado y reproducido una y otra vez por la prensa gráfica y la televisión en las horas y los días posteriores. La imagen estaba disponible para ser transfonnada en símbolo, pero no lo fue: por Jo menos, no para la multitud de quient.'S fueron testigos, desde la inmediatez o a u'a\'és de los medios audiovisuales, del drama. EstructlU"a1mente, las masas de las calles no tienen modo de volver a congregarse, de reconstituirse como grupo. No disponen de otra idemidad colectiva que la de testigos oculares de la tragedia, categoría de confines vagos que comprende a quienes estaban en las torres, a los viandantes en las inmediaciones -que experimentaron con grados de conciencia dh'Crsos lo que sucedfa- y, más difusamente, a quienes lo vieron u oyeron a través de Jos medios de comunicación e incluso, allf donde estos no llegan, a quienes sólo escucharon contar a otros lo ocunido. Este grupo nunca cristali?..6 una identidad. SI cristalizaron luego las identidades 'neoyorquino' ---cuya membresía abarcaba a todos los habitantes de la ciudad, a pesar de que la inmensa mayoria no se vio involucrada en el desastre con mayor proximidad que la gente de cualquier otro lugardcl mundo- y 'americano' ---como la entidad nacional objetivo del atemado. Lo evidencia que e n los días y scmanas siguientes la gente empc1.35C a lucir símbolos que combinaban ambas identidades: gonns o faldas con emblemas de Nueva York y la bandera de las barras y estrellas, Pero lo que sobre todo dio unidad a esos otros símbolos fue el símbolo principal que emergió del suceso: los bomberos, como emblemas de solidnridad y valentía_ Sin embargo, el vídeo pone de manifiesto que ellos se ven a si mismos bajo una luz muy diferente a la de las masas de cspt.."Ctadores, luego admiradores. Según su propia percepción, habían fracasado: no llegaron hasta el fuego, no apagaron el incendio y no saJvaron a nadie. RenuC\'aO su solidaridad felicitándose mutuamente al retomar a la base, pero no hay ningún sentimiento de munfo_ Las torres en ruinas son para ellos un poderoso foco de atención, un sfmbolo negath'o que los empuja a voker y se expresa en su ardiente deseo de regresar alll y empezar a desescombrar en busca de supervivientes -su nccesidad de sentir que han logrado algo. Asf 128
reafirman su identidad como 'el grupo que trabajó del principio al fin de la catástrofe', tomando posesión de ésta simbólicamente. La excavación de las ruinas es en gmn medida una acción ritualista. Dada la magnitud de los daños, es en extremo improbable que pueda rescatarse a alguien con vida; y así es. no hay supervivientes. Sin embargo, continuar allí se conviene en una obsesión y lo mismo eft-ctuar las opemciones peninenles. porque la acción, por sr misma, sostiene la esperanza. El vfdeo muestra su común centro de atención colectivo mientras cavan entre los cascotes. exacerbado cuando alguien grita '¡Silencio!' y se pasa la voz; es ostensible que el propósito de esa petición es poder escuchar a posibles víctimas vivas, pero tiene el efecto adicional de focalizar la atención del grupo y de proporcionarle más energfa colectiva. Al principio. aparecen en el video pasándose rápidamente recipientes colmados de escom· bros; en sccuencins posteriores se les ve trabajar más despacio. La emoción inicial se atempera poco a poco. V, no obstante, cuando siete semanas y media después (New York TImes, 3 de noviembre de 200 1) la alcaldfa de la ciudad. con una actitud más realista y práctica, ordena cerrar la 'Zona O' a toda uherior acción autónoma y discrecional por parte de los bomberos. con la finalidad de introducir maquinaria pesada pam despejar el área, estallan apasionadas peleas enlrC los bomberos y los agentes de policía que intentan hacer cumplir esa orden. Los bomberos secomponan con la Zona Ocomo si fuese un lugar sagrado de su propiedad y se sienten ultrajados cuando se les intenta expulsar de él. TI-as el II·S se desalTollan dos tipos de acciones ritualistas. uno de los cuales nutre y deviene símbolo material del otro: los bomberos, que previamente posefan una identidad grupal y soli· daridad ritual. sufrieron muchas bajas en sus filas y. qui:r.ás, un daño mayor todavía en su sentimiento de orgullo profesional; de ahr que se aferrasen a Jos edificios en ruinas por s u rndole de Jugar simbólico donde afirmar su panicipación colectiva. Su ritual con· sistía en regresar a la zona de demolición y tratar de locaJi1.ar cadáveres; dado que, implícitamente. el lugar les penenece -son los únicos que tienen autorización para e ntrar aUr- éste centr3 sus emociones y - puesto que son los únicos que están en el corazón mism o de la tragedia- reafinna poderosamente su identidad. La masa de testigos pasi\"OS, cercanos y lejanos. carece de una base claramente organiz.-.d.."\ pal".l fundar una identidad, pero pronto su atención se apana de su foco inicial, las torres, y se fija en los bomberos y en su actividad simbólica. En las primeras horas y en los días posteriOI\.--S al dcsmoronamienlo. cuando los bomberos regresan de sus la129
F _ 2.8. Ola 2 o;Ie noviembre o;Ie 2001. Bomberos o;Ie Nueva York !oleaje M con la poIiáa lIf1 .., intento o;Ie accede< al solar del WTC. la. bOlllt..... 06 'lisien IM1iIoome OXlilopleto buscando 00 ele:to sil imólíco --las labonIII de lIIIYamemo de d(as lIIlIeIionIs se hablan rea/Izado lIf1 traje de Iaena
y"'lonn8lid!tdes. Ridlartl Peny, Thtro New Ycri" JinM
hui es de búsqueda se erv;uenlnm con multitudes alineadas en las aceras que los vitorean agitando banderas nacionales. ~ $011 las imágenes a las que Jos medios de comunicación de masas otorgan máxima difusión, y que acabaron siendo adoptadas como s(mbokJ de alcance nacional . En el vfdoo. los bombelos dicen que no se sienten hll oes -pues ni hicieron. ni lograron nada; intentaron llevar a cabo $U trnbajo pero, de he..:ho, fracasan;m. Dentro, en su e.<:p::liencia su!>jetiva, eUos no son sus propios s(mbo!os; lo que s( perciben como un srmbolo es algo ttlerno a ellos, las tom::s denuidas." 29. [)"od< _ p un oImbolo. Pan loo ' det perfil urbant> do N ....... York l' ron.t I'en" ,w>o. simboll ,aban.t poderfi ....... ¡uo y mililarp-.bol do Eotadoo Unidoo -lo"",,) e.idt, .. 1oo que una ponp«k 1" u una drfI· nldón "'" ~Iano do loo de .. na idm,;dad pupaI que loo po miembro. de _ ..... po. u...n.1o .'....I6o'...nbih1 que: Ioon ron .... 0
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La experiencia de los esp«tadores se sitúa en un estrato dife~ntede
la ~alid;¡d social. Al transfonnar a los bombero:sen hél"lle$, la atención de la gente con\"ergt' sobre aquel gn.¡po de pe~ con mayor nivd de EE, confian7.a y sentido de propósitO; de d;e modo hacen de ellos em blemas de 5U propia solidaridad cok<:tiva frente al desastre: aclamarles es su mane ... de participar de la experiencia junto a ellos. Los espectadores combinan varios emblemas: la ensei\a nacional , los lomos de la ciudad de Nueva York'" y los bombe1""05. Durante las semanas y meses siguientes, esos slmbolos apa~ cen unidos ~petidameme en los rituales masivos que empier.an a oftciarse ---en encuentros deportivos. conciertos. o actos poIltkos. Al llegar a este punto, esos slmbolos cil"CUla n ya por una cadena de RI que "" autorrcfucrza: la presencia de los sfmbolos, frescos en la memoria y henchidos de emoción, motiva y facilita la creación de nuevas c:oncentrociones om':lTIOIliaIc$, y cuando el público que asiste a eUas concentra su atención sobre los símbolos los recarga con una emoción reno .....Ida, preparándolos asl para que puedan ser n'Utilizados en un nlli."\'O ciclo. Este vkt.oo dOCUl1X'11tal, junto con noticias emitidas con posterioridad, documenlan los suce:sívos ni\-'Cles de efectos, a corto y largo plazo. de los RI: pri~ está la experiencia bruta, que hemos podido ver desde dos ~-as, la de la multitud de los espectadores Y la de los bomberos lTlO\ilizados: a continuación ocurre la tnmsIormación de esas expericnci.as en sfmbolos -b!; diversos tipos de participantes escogieron aspectos diferentes de su experiencia a la llora de COfl\'rrtilb en emblemas de corunemoración emocional y solidaridad gn.¡pal. Lo primero es intl'l"$ubjetividad situacional, transitoria; lo segundo, la prolongación )' re-creaci6n de la experiencia a otro nh'el., como intersubjeli\idad cristalizada simbólicamente. Algo más distante, en el tiempo y en los tipos de redes sociales involucmdas, hay un segundo oNen de circuladÓll de estos símbolos recién creados entre ~n:lS nada próximas a las expcrio..'IlCia$ iniciales. Más adelante. a medid;¡ que los nUC\-'OlS símbolos se k"dimenlan ~ el horizonte de )os \iejos slmbolos que ya ernn pane de la rutina social normal, SU utili1.aci6n ref1e:dva deviene cada \~Z más artificiosa, más condicionada por las contingencias prácticas de la escenilkoci6n de JO. El ..... pcnonalizad6 <1< ""","....,. oimboloo Iuo d . bld. Giuli.lnl, En oo •• .,.,..... tranof".....,....,.. ... un IIJ ~ ~~ ... """"'~ "nlOO
<*10 d
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las ceremonias y más entn':\~ 00ll tácticas de autopmmoción personal)' de ventajismo faccioso. En este conttxtode uso más ampito, la intensidad tmoc:ional que en su frescura primera poseytran aquellos s(mbolo5 empieza a ajarse , pues, como les sucede a todos \os símbolos, su vida depende de la intensidad de las OOlK"entrocione:s en las que se les \'Ueka a invocar.
El mundo está lleno de símbolos. Unos nos son propios, aque-
llos que, en mayoro menor medida, nos resultan signiHcaliv05. OlroS nos son ajenos. demarcan otros grupos, en fonna claramente risible cuando remarcan su fron tera frenle a eXlraIIos de quienes desconffan o a enemigos. ocuando asenan la exclusiÓfl de 101> de arriba o los de abajo del mogo que se sic.nte como propio. Otros slmbolos se perciben sólo episódica y confusamente. Nos circunda un dilatado espectro de. slmbolos e identidades grupales, unos \'ivos, OU"OS agonir.antes. otros mucnos; y, entre los vivos, los hay cuyas signiflCiIcion.e.s son invisibles desde mrestras posicione!;, al no estar lo bastante próximos como para llegar a sentir toque transmi ll'n. Tomar literalmente un slmbolQ, como si su significado no fuese más allá dd que tirne para los participantes, seria enga1larse, algo tan ingenuo como el nitIo pequeoo qur cree que '¿Cómo estás! le invita a infonnar acerca de su salud o como el adolescentr lado qut inte'l""l'la un 'Y, dime, ¿cómo te van las cosas! como peticiÓfl de alguna re$pUClIta tran.quílizadora y no como pie para JHUPOncr un lema de COlwersoción. NoestanalTlO$ ("1l n~;or posición si tratásemos a los slmbolos religiosos como si fuesen una explicación autosuficicnte de las occiones de quienes los invocan. Las tribus del \-aJ.ledc Baliem, en las tierras altas de Nueva Guinea, dicen que no luchan de noche porque los esplritusde 105 mue!'tos saJen tras el ocaso y los vivos deben permanecer en sus caool'las (Gamer 1962), expl.icaciÓfl que resulta insatisfactoria en el marco de los usos normales de unas tribus que, enzarzadas en inacabables venganzas de &aJ\gr"C oon sus .'ccillO!l y en incursiones y batallas concenadas en sus fronteru. limitan 5U5 contiendas de muchas maneras: las suspenden cada ve~ que hay un mueno o un herido grave. eventualidad que conlleva ceJcbnrr tOda un rosario de cttemollÍa$ en las aldeas; acuerdan lambién, tácitamente, treguas de descanso a lo ~ de un dla de batalla, incluso cuando nadie ha resultado herido todavía; si llueve no !;e lucha, porque la lluvia 15132
tropearla sus pinturas de guerra: y no atacan mientras el enemigo
se encuentre celebrando una victoria o un 1Uner.l1. La mención de los espfritos de los muertos como explicación de porqué no pelean de noc¡'" perte",-"", a un I~pertorio más amplio de j1Jstíficaciones y ocuerdos nJtinizados que limita el grul'SO de sus c hoques a unos detenninados lugares y tiempos. Las reuniones de las tribus para hac~ la guerra son los rituales de membresfa más intensos e importantes para a;tos grupos. yes a partirdc. yen tomo a el1asque se forman y mamicnen otras representaciones simbólicas. Los presuntos espfri tus noctf\-agosjuegan en su universo simbólico un rol análogo al de! esplritu del g1.ICrrero más recientemente abatido poc el enemigo. cuyo desasosiego. según la cultura lribal. mUl"'-'C a sus conmililoocs a regresar al campo de batalla en busca de \'Cnganza. Dieho a las claras: sus combates se enrisU"an UIlO tras otro como una cadena de rituales que reafinnan la membresfa por medio del antagonismo: sus sím bolos religiosos son mementos de las emaciollC5 sentidas en las lides -y. especialmente. en los momentos culminantes en que alguien es herido de muerte- y que sirven para reimucar/oomucar el siguiente ri tual de la cadena. la evidencia conlcmpor:1nca confirma que las creencias rc!igi<:>sas depeOOl-n de la internttión social (Sta", y Bainbridge 1985). NOT' malmente, las personas que se unen a un culto religioso minoritario no sueLen estar muy famili.;niz.ac!a.s, ni comprometidas, con las creencias que bte pIl.'<.Iica y su atr.,cción poi" él nace de un oontaclo propiciado poi" amigos. parientes oronocidos: sus creencias se desarrollan al hiJo de su p;u1icipación en las acthidades cúlticas. Ocurre tamb~n en las dcnominaciQnC$ principales que Jo,¡ fdi~ más adeptos a sus doctrinas son aquellos ~ tienen más amigos que también son correligionarios: los 1II7.OiS sociales faVOl"l:ttn la participación ritual y ésta la creencia. Ouienes ~n de lazos personales en un culto o una iglrsia tienden a abandon.ma. tra.~ lo cual sus creencias van difu_ minándose hasta desap.veoer. El an:\.lisis del contc:ni
c.osa.r -
133
SUS juiciOS' (judgenU!lua¡ dopeS). Si con CSto $e quiere decir que los individu05 r>O l'3n de aquí para allá simplemente a impulsos de sus reg1as cultW'llles compartidas, nada hay que objetar; pero si se interpreta en el sentido de que las persooas son conscientes de las fuenteS de su conducta, y hasta de sus pensamienlOS y emociones, entonces caben pocas dw:l.u de que sea inoorrecto, En el COlidiano discurrir de nuestra lida fundamos nuestras actuaciones en la atraCción o repulsión emocional que nos hacen sentir cienos pensamientos y situaciones; rMa \'eZ reflexionamos sobre ello y, cuando lo hacemos, nuestras conc:lusiOl1C$ suden $er muy inexactas. La acción social tiene un inrnel1llO componente Inconsciente, que lo es, precisamente, porque al centrnr nuestra atención en un objeto de acción colecti\'a, o en los simbolosdem'Ud05 de ~l, eJ proceso social con el que, al obrar así. entnunos en consonancia queda fuera de nUdltTO campo de atención, Porde.soontado, hay ocasiones singulares en que podemos pasar al'nw,xIo observador' y hact-r obje· to de atención a la misma acción social en que antes estuvimos irreflexil'amente lncardinado$, pero eso nO<\ coloca en una situadón diferente--,la de un observador de-s.egundo-orden- en la que }'a r>O somos aaOI'C$,J\ la acción en $1 limita la reflexividad e induce a creer en los sfmbolos y los objetos simbólicamente enmarcados que, en ese instante, ocupan nuestra atención. Paru concluir, \'a/llO$ con algunas reglas para de:oenmarw\ar dmbolos, la inwsúgación sociológica OJX"ra mejor cundo puede partir de los Rl Y observar cómo la intensidad y el foco de la interacción engendr.m simbolos de Jos que se echará mano en int.ernCcÍOfles sucesil'l\S; pero en ocasiones confrontamos sfmbolos ya COlJSOÜdadoIi. ¿Cómo abon:lamots la intCfl1l'Clacl6n de su semido social? Para empezar. estimemos la intensidad simbólica del objeto, ¿Recibe un trato de respeto, como u n objeto sacro o un ámbito aparte de la "ida corriente? ¿Se k consagra una zona espacial separada. una ubicación ffsica panicular a la que hay que a proximarse siempre con miramiento? ¿Hay especificaciones especiales relativas a l l. Eol" .., y* no _1ICl,~.........,....., (lI)'a> pau .... do _ oodfII .... o..han cor.dentOOIO>< la. .... ""'" "'-, ...ando cor.denoe. mrnc.. A1mnm..lirmpo.y ... tant<>_OCIo~c,aeda moa IUrn.dooIfocodo .... or¡urdoftiwldo_ln~ I'odri>m<-.. claro, """""" 00'11 ~"'-":totionaI ). ~. una """"*'1:10 dooI pmoamócnlo. un~ do la lIoC.'Ihldood - . ¡ do WIO _ .", .. 'modo ... ~ 1n,.J.Ctuol', .... En lUIDO, ~n..p. _inodoctuol Y ~ ~ do cuaIqui«.,... _ un _ humano pu'" p<>domooo ... _ - l a _ y ... ~ _ _ oimuI"'-rnmte. can<>cioleo en Fuehr. ( 200 t ~
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quién puede acceder a.!1 y a quiéll se excluye? ¿Se 10 defiende 0011 fier.l vehemeocia y 0011 fe absoluta en la justkia de tal defensa? A la inversa, ¿atrae a crlticos furibundos que sienten igualmente justifi· cada.¡ ~u, diauibas? ¿Se lo considera algo cuyo valor t.-a$iende lo penonal, y que es, O deberla ser, ampliamente compartido? ¿Se lo cree inconmensw-able con los valores meramente utilitarios? La atribución de un \'alor trolSCendemal es propia tantode los sfmbolos positi~ como de los negatiw)$; la caTKR de aquellos súnbolos que son positi\'OS para unas personas y negatiws paTa 0U'a.!I es especialmente intensa. Nuestro análisi$ se siente atraldo por los símbolos más cargados en este respecto, pero debem05 atender tambi.!n a los que parecen slmbolos periclitados, santos lugares abandonados o \'I'$tigios de emblemas antaflo atrayentes y hoy en decadencia, como esos monumemos de los parques públicos, cubiertos de deyecciones de pa. loma o desfigurados por las pintadas -la superposición de un emblema sobre otro. El siguiente paso consiste I'n reconstruir lo I1lI'jor que Sl'a posible los RI que circulan a ese emblema. ¿A quiénes congregaba, en qut numero, con qut frecuencia y con qut progntma? ¿Out emociones se expresaban; qut actividades eran foco de atención; cuál era la intensidad de la efCIVeSCencia colecti\'iI genenoda? ¿En qut T1lI':dida 105 individuos participantes salían cargados de EE: qut al'don.esles lIlO\'Ía kta a emprender? ¿En qu.! consistlan las ~ras a la participación de ()(J'O$: quién quedaba ritualmente segregado de quién? ¿A quién situaba por er>Cima de quitn? Estas cuestiones SI' proponen compilar una historia de la parti_ cipación ritual en tomo a símbo105 que han iIObrevivido hasta hoy, pero tarnb~n de aquellos que, en olvidadas lontananzas por donde )'iI nadie 'liaja, asoman semiffitl'!Tados de las arenas de la interac· ción social , A \'eCes esa reconstrucción histórica no puede ser nada más que un ideal pero, cuando es inevitable, hay que proceder a una historia oonjetw-al. porque incluso un esquema hipotético de quién ofició quf acción ritual es mejor guía, a efectos de conceptuar el signiflCildo de los slmboloos, que ool\S~ emes aut05uficientes e independientes de los pnxesos sociales. Excepto para épocas hi~1.óricas remotas, l:u regla$ para de$enmaraJ'lar símbolos son, en gl'nenU, el camino real hada un mejor programa de investigación, Pero la tarea no acaba con la reconstrucción de aquello5 roomentOlli primordiales en que el ritual esplen.dla en toda su parnxtstica intensidad, Es lKCe$WÍo tmur también la circulación 5CC1.111daria de los slmbolos, ¿Quién usa esos emblemas - incluyendo sus IJ S
representaciones verbales y otros emblemas-de-emblemas- en otras situaciones imeraccionales, más allá de la propia concentración del grupo de pnrticipantes rituales? ¿En qué abanico de situaciones circulan estos símbolos? ¿S<: convierten en objeto de sucesivas conversaciones con conocidos, de integración por parte de otros ceremoniales públicos, de debate con antagonistas opuestos a esas prácticas rituales? En resumen, hay un primer dominio, propio de los ri tuales vivos y de Jos sfmbolos que cargan de significación, y un segundo dominio en el que esos símbolos se circulan en los Rl que componen las redes sociaJes circundantes, se los tmte como emblemas positivos o negativos, o, rcflexivaml.."Ille, como meras noticias, cotilleos o información rcputacio naJ. Así devienen representaciones de grupos localmente lejanos o ausentes. Porúhimo, los símbolos pueden también circular ulteriormente por un tercer orden: que es lo que hacen con ellos los individuos en sus soledades, cuando se ven libres de la presencia de Jos demás. ¿Llevan los símbolos consigo a lodas partes, física mcmc, o accedcn a ellos en solilario, como la persona religiosa que viste un emblema visible o visita un santuario? El nivel de circulación más íntimo está dentro de la mente individual, cn las conversaciones internas, fantasías que constituyen el pensamiento y el ser interior. El acceso a este tercer orden de circulación simbólico es aún más ímprobo que al segundo, pero, puesto que estoy delineando un programa máximo, un ideal al que deberla tender la sociología de los rituales y de la vida simbólica, no hay ningún mal en incorporarlo a la liSia, aunque sea casi enteramente inalcanzable en el estado actual de nues. tras investigaciones. Podría dl..'Cirsc que ésta es una sociologfa que sólo puede soñarse y; de hl..'Cho, comprende una sociología de los sueños, pues no en vano los sueños se componen de imágenes, interiorizadas o sinteti7.adas a partir de fragmentos Inleriorizados, extraídas de los símbolos que circulan en los Olros dos órdenes de interacción social y dcl pensamiento que acaece en la mente durante la vigilin. Llevemos nuestnl ambición hasta el final: una sociologfa plena de la circulación simbólica seria una sociologfa de las vidas imcriores de los seres humanos, no menos que de sus vidas externas. El plan de investigación debe partir de la evidencia disponible sobre sfmbolos públicos intensamente cargados y avanzar en la elaboración de hislOrias, cada vez más completas y numerosas, de su creación y circulación. Concluiré con un breve ejemplo. En las posuimerlas del siglo xx, cn los Estados Unidos de América, la cuestión de la posesión de armas por parte de ciudadanos civiles atrajo considerable atención 136
pública. Ambas partes del debate ~n a las rumas un respdo y un estatUS especial, Muchos partidarios de su tenencia se conducen oon ellas de un modo que, de acuerdo con los criterios antes expuestots, coincide exa.clalTlCnte C(I11 el que nos harla COIUiderarios objcto$ simbólica5 -:> Jo que es Jo mismo, como pane de un culto a las al"ma5-: po!" ejemplo, les asignan lugares destacados en sus hogares y \'ehlcuJos: colgadas en algUn lugar promin.enle de una pared, en ¡w. marios arrnen)$ 1) en panoplias. Sus oponentes las tratan igualmente como algo anonnal, pero I>egilti\'(), como emblemas del mal: no oh$. tante, MI mismo afán porguardarlas bajo llave, los gatillos amordazados y fuera del akance de Jos rrtenOf"eS, tien.e como ¿eocto recakar más aún su car.\ctcr especial y el es tatus distinti\'O dequi.enes pueden acceder a ellas. No hay duda de que todas esas restricciones y la clausura ffsica de \as armas, en tanto q ue prácticas de seguridad, suelen estar conscientemente moI.Í\'adas por (lI)/lSideraciones utililarias: pero a menudo las justificaciones utilitarias encubr= práctica$ simbólicas, a las que no debilitan sino refuerzan. Mocho se ha did}/) para justificar la lmoocia de annas y para criticar esas justificaciones: que es un derecho consagrado por la Constitu· cIón, que es parte de la herencia litK.'I"taria estao:Iourudeme y OOflMituye un baJuane frente a la creciente ingerencia dd Estado, que se emplean pam. el tiro deponh'O Y la can\, y que !iOlI medioosde defensa contra la delincuencia, un refucr;:o bienvenido !XX las fuerL.aS del bien que luchan contra \as bien armadas fuerzas del mal. La -'OCioIogIa del rirual 00 admite C!ilOS argumentos liternlmenlC. Apane la ino::msistcncia de los argumentos, y de las prácticas mismas," las razones que se ofrecen deunaoonducta o práctica \;gente, sobr!, todo en oasiones dedebate y justificación pública, 00 son explkadones ~ Má$ bien ~ riamos inquirir porqué cien:u pl'nl(lrul$lk.ogan a creen en e!;a$ razones o, más !»en, en ~ cira.mstancias apelan a ellas. ¿Es porque tales eran sus CI~ que rr:sohYn:>n que al fm debian ten<.... artnaS o las adqu>rieron primero--inducidos poramigos y oonocidos, que ya las poseían, si las prácticas re/.igiofias sin'Cll aquí de indkio- y se hicieron con sus juSliflCllciones >.oerbaIes mAs tarde? Debemos preguntar asim ismo: ¿qut hacen con ellas sus dueflOl5: es su acti\idad tan in tensamente ritual ista como parn califJCar\05 de miembros de un culto a las annas (o, de h«ho, de di\'enos eulll. Eo un h.d". qUe mucho .. Il......plc\o.ri<. do<.""'" la. cmpkan en "",¡vioJoo:\co. J><'" <&n>hitn.,... onuchao __ -'00 oIfIoo J la<
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tos a las armas)? ¿Son las armas el centro de alención de reuniones grupales que Ir.lllSpiran un estado animioo rompanido? Podemos in\"CStigar en este caso 105 rituales primarios que aoont~n en las ferias de armas, en las galerlas de liro Yen las armcrlas y analizar los aspectos rirualislaS de la caza paralelamente oon los protocolos y tradiciones peculiares de la acampada masculina. A medio camino en el continuo de la exclusividad y la idenli ficación se situarlan los parqu es temálicos dedicados a las armas o los ejercicios de fanwfa oon pseudo-annas (oomo 105 juegos de gtleml. con arm.as 1lt'Umálicas qllt' disparall pinlUra). El CullO más fávido a el de los grupos pa... militarC:S y sus maniobrns de gut'mI. Habremos de a ludiar también la circulación de segundo orden de símbolos de las armas. Al nivel más banal, ¿cuándo y oon qulbl habla la gente sobre armas?" La fonna de habla r sobre ellas de quienes lienen armas. es decir. d e quienes panidpan en liNaJes primarios enlomo a las annas, ¿t'!> muy distinta de la de quienes no las pClSt'Cn? En un círculo más externo aun de circulación simbólica se sitüan los modos y maneras romo los medios infonnati\"os, las alocuciones de los políticos y. por supuesto. kos medios de entretenimiento de masas, difunden I"C¡)fesentaciones emblemátk:as de las armas,Jo preconcebidas para recittular por los cin::uitos OOI1\"('rsa·
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cionaJes inmediatos de quienes las poseen, conformando o reforzando los ecos emocionales que sus almas dL'Spiertan en ellos. En general, es de esperar que la existencia de un discurso publico de carácterexahado --en la contro\'ersia política a favory en contra de las rumas- intensifique la división entre las facciones: la oposición externa fomentará un sentimiento de mcmbresía todavía más fuerte en el interior del culto a las armas, quizás conviniendo a algunos cazadores a la antigua en partidarios más intensamente ritualistas de las armas como emblemas simbólicos.J.5 Por Ultimo, hay un tercer nivel de circuJación de símbolos; el uso individual privado y solitario. Algo de esa circulación es observable en forma de acción ritualista, siempre que se trate de manipular un objeto físico: mucha gente dedica tiempo a empuñar sus armas, desmontarlas, limpiarlas y montarlas de nuevo, a mirarlas y admirarlas. Muchos de los individuos más intensamente aficionados a las armas dedican buena parte de sus ocios a rellenar munición; en las ferias de annas las herramientas y repuestos necesarios par.! recargar vainas vacfas con explosivo y bala ocupan una extensa superficie. Esta práctica no está desprovista de sentido utilitario, ya que recargar uno mismo los proyectiles es más barato que comprarlos nuC\'os, pero las muchas horas que los devotos de las armas dedican a recargar munición sugiere que se trala de una afilmación ritualista de su membresía -algo parecido a la oración privada que el miembro de un culto religioso pronuncia en contacto directo con alg(an objeto sagrndo, como las cuentas de un rosario, por ejemplo. En el nivel más íntimo de circulación simbólica intcntarfamos dL'SCUbrir quién piensa en armas y por medio de convcr.;aciones cotidian:urlcnte -al margen de las Ntinas del propio culto- contrn otros 5eres huma· nos: contra o por parte de criminales, contra fanú[iares o conocidos (wxidental o In· tencionadamerne). "ca,..... de una dJscu~1ón i,,,,:unda orlel agr;>'.. miemo de algiln otro conflicto. etc. No cabe duda de que estos usos de armas ·de·J;¡·\'ida·reat' son mucho más caóticos que los ordenados rituales del culto a la.. antllU. Podrla ocurrir que los diferentes wt..:lmbito. de USO tu,;cmn poco que . f f en!", ~f. 35. AsI fue como. en los EsI:lOOs Unidos de finalc:. del 5ig!o XIX Y comien ZOi del liigto xx. d movimiento por la temperancia (prohibición del alcohol) robu.tedó kas identidades wcialeli d e ambas partes y la frontera que las "'JXU'3ba. Según d análisis de Gusfidd (1%3). el movimiento pruhibicionista fue una o fensiva dirigidaconll'3 el bar como lugar de: reunión ritual de: los ''aro'''''' inmigrantes. en panicular por pane de bl:rnco5 proU::;\JUIteo> de origm anglos¡ljóo . o l>Of\"urop:G (lI'.4S P), Nr.Uc:s aUlóctonos y mujero de el""" alta y ~a . I..¡o imposición de la prohibición fomenló a'U ,""z un oontn""Kl'VinlicnIO aún mayor en el que I.rt!; {¡""I.... .,!mCM'" con,·iltieron en .,mblema de 1... pen¡onas deUbel'3d:ur",m., modernas. juvenil"" y Uberadas sexualmen le. En ..". sumen, Jo. man:ado",s ~imb61 icos atra';r:san un desarroUo hislórico que ~tlI COI'1fOl' mado tan to po~ SI.I.'j pankipanu:s como pOf' SUli wnfIk1OS.
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imenores o situaciones imaginarias de qué estofa. ¿En qué CRI se incardinan estas ocasiones
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CAPITULO 3
LA ENERCIA EMOCIONAL y LAS EMOCIONES TRANSITORIAS
i...al>~ son ingredientes y resultados ct.'IItralesde Ios RJ Y ha llegado el momentO de tló1Udiarlas en detalle, lo que oos aportani, "ntre otros beneficios, otorgar el relK:..-e que men:oe a la contribución de la socio\ogfa de las "mociones a la trona macro-sociológica. Sigujendo una via algo sinuosa, veTemos cómo una penpecth'a '"roociooaJista' de Ja JT1aCro-I:$tTUCI\lI'a y, poroonsiguiente, de la pookión de los indi ..klOOI' en ella, proporciona pistas que l'IOIl conducirán hasta una trona sociológica de las diferellCias de personalidad Las emociones ocupan, implícitamente, una posición Ct"'I,JoCial en la teoría sociológica &"neraI. Cuanto m:l.$ IlO!I e:sfort.arnO:S por que los conceptos sociológicos sean ernpfricos y prttisos, más ~teme resulla lo mucho que muchos,j" 10& más importantes hunden sus cimientos en procesos emociooalcs. Durkhcim planteó la cuestión IXntrnl de la socio\ogfa: ¿qu~ mamiene unida a una sociedad? Su respuesta son los mecanismotl que producen !iOIidaridad moral, que, como heargumentado antes, Johacen focaHzando, intensiftcando y transformando emociones. La sociología de Parsons --
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Cuando intentamos operacionalizar estos conceptos en télminos de variables observables resulta innegable que se trata de tipos concretos de emociones. Marx y EngcJs son qUi7.á quienes más alejados estuvieron de pretender teorizar procesos emocionales: cn su análisis todo es estructuraJ (incluso la alienación, que parn Marx es una relación ontológica., no psicológjca.); pero es evidente que en el análisis marxiano de la moviü7..¡¡ción y el conflicto de clases las emociones deben jugar algún papel -ya sea la desconfianza mUlua cntre clases fragmentadas que les impide moviliza.rse unidas, ya la solidaridad de las clases dominantes, que las clases oprimidas adquieren sólo en situaciones revolucionarias. En este aspecto, la teorla dd conflicto de Marx y Engcls se asemeja a lo que serla una versión dinámica de las tesis de Durkheim, Asf pues, la sociología de las emociones es reboante paro las cuestiones centrales de la sociología. Lo que cohcsiona a un., sociedad---el 'cemento' de la solidaridad- y lo que mue...e a conllicto-la energía de los grupos movilizados- son las emociones; y también la estrntificación se sustenta en ellas --en los sentimientos jerárquicos. sean de dominancia, servilismo, resentimiento, etc.- Si explicamos qué condiciones hacen que la gente sienta tales o cuaJes tipos de emociones habremos aportado WUl parte sustancial de una lcoria sociológica fundamental, Esa leona ha de contener. por descontado, una componente estructural y otra cognitiva, pero la dimensión emocional le añade algo esencial para WUl teoria realista, su dinámica.! Las teorías sociológicas clásicas tienen en cuenta implfcitamente las emociones, pero no sueJen referirse a éstas explfcitamente debido a la primada que en ellas tiene lo macro o, cuando menos, a su preferencia por tratar la "ida social a un considerable nivel de agregación y abstracción -hablan de entes llamados 1egitimidad' o '"al ores' que levitan en alguna parte de un cielo conceptual situado por encima de la gente real que vive situaciones corrienles. Pero si nos comprometemos con una traducción micro de la sociología - no una reducción a lo micro, sino una fundamentación de los conceplos macro en interacciones reales que transcurren en las macro-dimensiones del espacio y el tiempo-- no podemos obviar la importancia de los procesos emocionales, En otras p..,]abras, el rédito que la traducción micro de los conceplOS macro rinde es la emoción. l . Donde e$!e desarrollo ha sido rllob r:xp!k:j!O r:$ m lo.s esfuerzos de la IcQl'Ía Ik 10$ mo\'imienlos soclale!i por in<:OlJlOl'lll']"" emociol1C'5 a ~ explio;acionco (Jll5per t 997; Good....i n. JMpery PoIleta 200 t ).
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La mayor1a de las teorías micro no ha destacado este aspecto, por 10 general. Mead y el internccioni$mo simbólico subrayan lo procesual, lo emergente y la cognición; Schutz y La fenomcno1ogla deslaCallla rutina y la cognición: la teoría del inten:am!,;o acentúa su ~nf:lSis en las conductas y sus nendimientos; la teorla de los estado.. de expectativa iI\$iste tambitn en la cognición. Las emociones t'$Un presentes en todas estas teorías, sin duda, pero no iIOfI elemento central de ninguna !k ellas.' De atTo lado, e'!itá el flOlt<;iente campo de La socioIog:Ia de las emociones, considerado hasta fechas recientes como un enclave especi.alizado si n relación con las cuestiones básicas de la 5OCiologfa.' p~ no hay que su tilizar mucho a algunas de las sociologías micro más sobresalientt'$ para que COITObarcn que La micro-dinámica central !k las emociones es un proce$O social - y de tal naturakza que nos servirá para desentra1\:u-las cue:niones macr(l$(lCiológicas arriba mencionadas. Una de estas teorías es la etnometodología de Garflnkel. A primera vista, parece enfocada a otro n;"'t'I: su inte~ poi" la construcción de la ""a1idad ordinaria y su profusa utilización de abstnocciones fenomenológicas hacen que parezca una teoría esenciall1X'11te cogniti\"a. CiooouTel (197 J ) llegó incluso a denominar a SU \"tT.!ión particul3l" 'SocioIogCa Cognitiva'. f>esc, a todo, erro que la emoción está en el núcleo mismo de la ctnometodolog1a. La más importante aportación de Garfinkel fue Il1OI'itrar que los ~res humanos disponcrnos de capa· cidades cognitivas intrínsecamente limitadas y que conslrUimos el orden 50ciaI ordinario uSlUldo sistemáticamente prácticas que flO(5 l. Nn"'n' •. _t..a,,-\tT y Th)'e (1999). dondt. .. ~ un nv>dtIu qut I'C" m[.. ;"oqrv"'~ enla_d<[ i n""""mb;oraclonal . ~~otU . pan un lupr om,no] en 10 T _ d&lclmouna _ _ IoJ""""'d.Ia~delal ' _). V_1ambib> la nota 4. 3. Ea ... }11 " " . . MI. U. Im..,.'ipcIón do 1M anocioDco "" _ _.udo • abordar rd¡""" .. lo que nW .., ha ocupado d< \ao ~ 0l1J>'IU" un "f'OoIo¡pa. ,,",oobodec:. .., par!< • _ F...,d der+... d.* pub ....... --en el cap. !uIo 6 ~ ...... ..,..0I controrio. Jo hlpOttsb_a . 1n lo pum.. . .... ~ de m\'OSlipcl(.ln nW p¡.uoiblt. y ....... ".,.,..,.que"" mAs pm-a'M>de ~ 1o. ...... Mad EnWlIO _ _ ,,-..,considtTw.l'roudun~mkro,\o fuo <1< \ao oituac_ f.omU ...... id;, oduI .... . !raWo del oIl;
em
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pe!miten evitar reconocer cuán arbitrario es el orden sociaJ que cfecth'aJllente confeccionamos. Mantenemos nuestras convenciones no porque creamos en ellas. sino porque evitamos. aplicndamente. poncrlas en entredicho. Garfinkcllo demostró con sus experimentos de ruptura. en los que poma a personas en situaciones donde se \'efan obligados a rL'COnocer la indicialidad y la reOexividad de éstas (es decir, que estaban basadas en la asunción tácita del significado contextua! de las cosas; y que el intento dejustificar las propias interpretaciones conduce a una regresión infinita). Es interesante que las reacciones de sus sujetos experimentales fuesen siempre intensamente pasionales: los accesos emocionales fuenes de nerviosismo. inquietud. agitación. muestras de ansiedad y. a veces, conmoción eran freo cuentes (Garfinkel 1967: 44. 221-226). En ocasiones. al calar que se les había puesto en una situación en la que habían construido una realidad que luego habían descubierto que CTll ilusoria. respondían con tristeza, perplejidad o ira. En una palabra, cuando se ve obligada a reconocer que, tácitamente, construye sus mundos socia1es, y que no lo hace simplemente reaccionando a un mundo que está objetivamente ahI, sino de manera convencional y arbiu-aria, la gente expresa emociones intensamente negativas. Los experimentos de ruptura de Garfinkel r'e\'elan un mundo muy durkheimiano: el objeta sagrado es aquf la realidad social con· vencional; al profanarla. las experimentos provocan efcctos idénticos a los que tendrla la trasgresión de un tabú ritual en un tribeño, un sacrilegio contra la Biblia en un cristiana o una ofensa a la bandera en un patriota. Según la teoria de Durkheim. a los objetos sagrados los arropan sentimientos morrucs ycuando alguien los afrenta ese sentimiento posith'O de solidaridad moral se toma negativo. se transfolTlla enjusta ira dirigida contra el malhechor. Lo mismoocu· rre en los experimentos de Garfinkcl: quien transgrede las convenciones cognitivas cotidianas cscandaJiza. La estrategia de Garfinkcl es para1c1a a la de Durkheim: n.'velar las condiciones que sustentan un hecho social empleando como man:ador el rechaza que se desata cuando se las niega. Durkheim se ocupó del suicidio y el crimen como procedimiento para destaQr por contraste la solidaridad socia!, que es su opuesto; Garfinkel amplió ese método a la construc· ción de la realidad como un todo. No debe inducirnos a engano que la etnometodologfa no se ocupe explfcitamente de las emociones. La construcció n de realidad social en la vida diaria es un proceso emociona.! y cuando esa realidad se fructura las emociones que la sostienen se manifiestan con tremenda intensidad. GarfinkcJ probó, además. que las ¡¡mites de la cognición humana imposibilitan 144
que el orden social pueda funda mentarse en un acucrdo racional consciente. En el contexto de su critica al utilitarismo, Durkheim (l893fI964) sostu\'O lo mismo. Pero si lo que manliene unida una sociedad no es la cognición, ¿qué es? Garfinkel nunca deja el nivel de las prácticas cognitivas (que toma principalmente de Schutz), por más que se lrnte de una pecu. liar fonna de cognición: práeticas cognitivas para salir del paso sin demasiada cognición. La etnometodologfa parece insinuar la existencia, subyacente al orden social, de un misterioso factor X que la noción misma de indicialidad nos impedirla explorar. PCTO aceptemos gentilmente el reto: vayamos ~ allá del plano cognitivo y admitamos que el factor X es la emoción. La TRI nos facilita una imagen de la máxima resolución de cómo el proceso de interacción trnnsfonna las emociones: los RJ se inician a partir de ingredientes emocionales (emociones de toda laya) que intensifican mediante el enardecimiento colectivo que Durlrnd m denominó 'efervescencia colectiva' y resultan en otros tipos de emociones (principalmcnlc. solidaridad moral, pero también. t:n algunos casos, emociones agresivas como la im). Esto nos pennite dictaminar que el flujo de emociones que atra ...icsa las situaciones es factor
crucial de las concxlones micro-a·micro cuya concatenación resuha en la cooJcscenciade pautas macro. El más importante deesos patrones de CRJ es el que, desde una óptica macro, aparece como estratificación, El orden social se manufactum en el nh'el micro; o sea, por todas panes: en situaciones transitorias y grupos locuJes que pueden estar estratificados, o no, en ténninos de clase, etnia o género, o divididos cntre sí de algún otro modo -vesfculas de solidaridad moral que los RI producen de forma variable y discontinua a lo largo y ancho de un..1 población. Si ahora 5(,.'gllimos a los cuerpos humanos individuales que se dcspla7.an de un encuentro a otro, observaremos que la historia de sus encadenamientos -que los sociólogos denomi· nan, convcncionalmente, posiciones e.n la estructura social- cursa en fonna de emociones, y de cogniciones CI1fl;Udas emocionalmente, que serán los ingredientes del encuentro subsiguiente: y que la operación de los R1 intensifica, transforma o menoscaba esos ingredientes emocionales de tal modo y manera que los cuerpos humanos dejan atrás la situación repostados de unos efectos emocionales que, a su vez, predisponen qué haya de ocunircn sus próximas situaciones,· A .:l. En ""le punto la Tooria del CQntro] Afectivo l'f'Opue>tóI p:>r UciSc (1979, t987) y
Smith-l.o\i n (1990) 5" aline
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INDICE
PROI!MJO. Una sociología radical de las cadenas de rituales de intenloC:Ción, por hUln Manud Inmw..
Prefacio Agradecimientos ............................. ............................................ .
VII
"
PAII:TE I'lUMERA
MICROSOCIOLOOlA RADICAL
"11
de la teorfa de Jo.; interacción ..................... La me.-anc:1.a de ],os ritual"" de interacción p;ora la teoI1It MXI<»ógica general.. ...........................................
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1,1 .e'u, b ,""ra,ifica"i,;" ,,,,,ial l' fum"r ,,'" Lr,', fenómeno•• 00-i,les muy ,¡¡f<'rente,. res~ .1 lu ,'uJI d "..-i<,>I"I:' 1 It",d,1I C"lIim ,os[iene '1"" ,,<> "iltI ,·,L." sin" 1" m.WM'.\ de I,,~ .l\pCC"" de nue1M"> "iUd' '" "H'n,," i",)'u1.."¡,,, p"r unJ lucua c(lnni,,: 1,,, rifU.,1~5 de imeLle-á'''' C,dm,¡, de rJllt .. h'l d" "u,',-,."",,,, e, u,,,, ~r~n obra d" ",(i"lo~ic-" que ¡mt'm., c!e",rnoll"r un,\ ·mi"n",,,.inl,,~f,, r.,,[i, ,¡j'. ¡\ flrm" que !t" ri tu"lc, dic.,e,·'. ,,,1.-"';\,, d~ er,·OI· >;",1,,)1<), ,k 1',·n"""",,i., ~nl p.ll > ;" lunden ~"cr~j" "",,"c'i, ,,,al en 'u. part icip.ll L10S, mL"IU'·.1> r he",·f;,-;" """ >ei"n,,1. ,\.\01" nm"!n' ,-.'pi',11 ,i ,,,h,;1 I h,,~ el l'rop,,, l'cn'.lmie",,, s,' e"pli"" wrn<> i II"-r;\H"I,,,-i,-.., de convc""óolles hahid" en el cursod~ IJ, ,i{u"c;"n,,, \' d~ "h, 'lue el scr indi,·idu.lI [C',uh,> {oul,' eOn!i[luJn1l'nte C,,,,,{ru;d,, d~ l\lcr~ .,len",,_ 1,.1 pri",n.l p.n,' de C",I",,,,¡ á,· >' disien, d,- Durkh"im, \k~d, Gulfmdn,' en b ;"vc"i;;.,.:i"" mier",,,,:i,,I,;;;ie,' ,obre ,'on" .. ,,~e;on<·s. r;, ",os ,-mp"",I,> •. emociones ~' cre.lti, idad i m,·k'~,u,1. 1.., \c¡:ulld, p.ne di,,,,,,,' b.l",l 'lue pumo las c.,J~nJ> .tl· ruu.'Ic, dc i",~r.ccio" "",ti """"n .,([;viJ"k~ ~'''''{> d '""", IUmor ,> b t'''''~lific~ción 50C;.,1. 1',\1' e¡""'l'lú. J",crihe 1", ri, u.,le, de i ro{",."~ci,,n cro qu~ consiste cu.11'1,,;er ,iro de rdac;ún 'e~u.,I-dc-,J,· {""ur,,' <1" lo [11~nU p.'\5""d,, 1'<>,. la ",",,,,,.h,,(,;,,,, ¡,,\_"O l.l l11"O'U{UC"'" .11 ,iemp" que ohord.' ", II.lIIJr.,lcz:\ e"",ci()"ol \' ,i",h,;li~.1_ I',,,~ lih", "" ,ólo concem;r.¡ ~ I',i,-,;I"~,,,, ,,,,,i,ilo);<>$ y ~"""I'''h.~",. ,in" ,.1",hién ,,1m ;m,·res.1e1os ,'" c,""p'" t.ln d,,'erso, ~"n,,-' l., ,""",Ii.!.,,1 h",,,.\n.,.I,,, e",u'¡ios rdi¡;i"""" I.,tcori" de l., li{orJtur.,_
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K¡\r>.! /Al.i CULLl:-.lS e' p" >fe),.r .1" ~"" ",I,,~ia en l. U ni'-cr,id.,d ,k [\-""",1 "an;.,. b .Hllnr de ""ce lilir",> "mr,' 1,,, 'IOC d,'\,~~a .\'" ,,,I"g/:~ , en" leon.., gl<,I,.,1 del (,¡ml",. III¡"I", 1"''' (200;1.
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