"Carta sobre el comercio de libros (*)" por Denis Diderot.
Escritor y filósofo francés En el otoño de 1763, Denis Diderot redacta una larga carta dirigida a un funcionario de Francia, Antonio Gabriel de Sartine, por entonces a cargo de la Dirección de Librera (1) en !ars" Este docu#ento del siglo $%&&& cobra especial significación en la Argentina del siglo $$& donde el Estado descuida a editores, autores, bibliotecas p'blicas, es decir, a su patri#onio cultural" Presentado por Diderot como una memoria histórica y política destinada a examinar los reglamentos que organizan el comercio del libro, el resultado fue mucho ms que un pronunciamiento corporati!o y coyuntural para transformarse en una l"cida crítica contra la censura del #stado y un alegato a fa!or de la propiedad intelectual$ intelectual$ %omo tal, puede puede leerse hoy$ #l texto completo fue publicado recientemente por Fondo de Cultura
Económica (FCE). En este suplemento ofrecemos extractos de dicho libro.
Usted desea, señor, conocer mis ideas acerca de un tema que considera importante y que en verdad lo es. Me siento muy honrado por su confianza; merece que le responda con la rapidez que me exige y la imparcialidad que tiene derecho a reclamar en un hombre de mi carácter. e lo que aqu! se trata es de examinar, seg"n el estado en que se encuentran las cosas e incluso a la luz de las suposiciones, cuáles serán las consecuencias de los daños existentes y que podr!an infligirse a nuestra #ibrer!a; si ella debe seguir soportando por mucho tiempo más los negocios que los extran$eros hacen con su comercio; cuál es la relaci%n entre ese comercio y la literatura; si es posible que empeore uno sin menoscabo del otro o que un librero se empobrezca sin arruinar al autor; cuáles son los privilegios de los libros; si esos privilegios deben comprenderse ba$o la denominaci%n general y odiosa de &otras exclusividades&; si existe alg"n fundamento legitimo para limitar su duraci%n y negar su renovaci%n; cuál es la naturaleza de los fondos editoriales de una librer!a; cuáles son los t!tulos que avalan la posesi%n de una obra al librero cuando la adquiere por cesi%n de un literato; si tales t!tulos son momentáneos o perpetuos. 'l examen de estos diferentes puntos me conducirá al esclarecimiento de otros que usted me consulta. (ero ante todo, señor, piense que, resulta más eno$oso caer en la
pobreza que nacer en la miseria; que la condici%n de un pueblo embrutecido es peor que la de un pueblo bruto; que una rama de comercio extraviada es una rama de comercio perdida y que en diez años se causan más males de los que se pueden reparar en un siglo. #os primeros impresores que se establecieron en )rancia traba$aron sin competidores y no tardaron en acumular una fortuna honesta. *in embargo, no fue con +oracio, ni con irgilio, ni con otros autores de seme$ante vuelo que la naciente imprenta ensay% sus primeros pasos. 'n el comienzo se trat% de obras de poco valor, de poca extensi%n y que respond!an al gusto de un siglo bárbaro. 's de presumir que quienes se acercaron a nuestros antiguos tip%grafos, celosos por consagrar las premisas del arte a la ciencia que profesaban y que consideraban como la "nica esencial, e$ercieron alguna influencia sobre sus elecciones. -o considerar!a obvio que un capuchino aconse$ara a utenberg comenzar por la /egla de *an )rancisco. (ero más allá de la naturaleza y el m0rito real de una obra, fue la novedad de la invenci%n, la belleza de la e$ecuci%n, la diferencia de precio entre un libro impreso y uno manuscrito lo que favoreci% la rápida difusi%n del primero. 'n aquel entonces eran pocas las personas que le!an; un comerciante no sent!a el furor de poseer una biblioteca ni de arrebatar a precio de oro y plata a un pobre literato un libro que a 0l le fuera de utilidad. 12u0 hizo el impresor3 'nriquecido por sus primeras tentativas y alentado por algunos hombres l"cidos, aplic% su traba$o a obras preciadas pero de uso menos extendido. 4lgunas gustaron y se agotaron con una rapidez proporcional a una infinidad de circunstancias diversas; otras fueron negligentes y hubo algunas que no reportaron ning"n beneficio al impresor. *in embargo, la p0rdida que aquellas obras ocasionaron se vio equilibrada por la ganancia de las que acertaron, as! como tambi0n por la venta corriente de libros necesarios y diarios que compensaron su parte con rentas continuas; 0sta fue la fuente de ingresos que inspir% la idea de constituir un fondo editorial de librer!a.
El fondo editorial Un fondo de librer!a consiste en un n"mero más o menos considerable de libros apropiados para los diferentes estamentos de la sociedad, y surtido de tal manera que la venta más lenta de unos se compense con la venta rápida de otros, favoreciendo el incremento de la primera posesi%n. 5uando no se ciñe a estas condiciones, un fondo resulta ruinoso. 4penas se comprendi% su necesidad, los negocios se multiplicaron al infinito y enseguida las ciencias, que han sido pobres en todos los tiempos, pudieron conseguirse por un precio m%dico, sobre todo las obras principales de cada g0nero. 4ntes de nuestro tiempo, que se interesa por lo banal a costa de lo "til, la mayor parte de los libros pertenec!a a este "ltimo caso; las rentas continuas que generaban las obras comunes y cotidianas, a las que se
sumaba la venta de un reducido n"mero de e$emplares de algunos autores destinados a ciertos estamentos, manten!an el celo de nuestros comerciantes. *upongamos, señor, que las cosas estuvieran ahora como estaban entonces; supongamos que esa especie de armon!a subsistiera entre los productos dif!ciles y los de rendimiento corriente. 'ntonces se podr!a quemar el c%digo de la #ibrer!a6 resulta in"til. *in embargo, sucede que la industria de un particular abre un camino nuevo y son muchos los que se precipitan a seguirlo. 'nseguida los impresores se multiplicaron y sus libros de primera necesidad y de utilidad general 7aquellos traba$os cuya venta e ingresos constantes fomentaron la emulaci%n del librero7 se volvieron comunes y de un rendimiento tan pobre que se necesit% más tiempo para agotar una pequeña tirada que para consumar la edici%n entera de otra obra. #a ganancia de los bienes corrientes resultaba casi nula y el comerciante no recuperaba mediante los traba$os seguros aquello que perd!a con los otros, ya que ninguna circunstancia pod!a cambiar su naturaleza e incrementar su difusi%n. 'l azar de las empresas particulares ya no se equilibraba con la certeza de las empresas comunes y, de este modo, una ruina casi evidente conduc!a al librero a la pusilanimidad y al entorpecimiento. (ero he aqu! que aparecieron algunos de esos hombres raros que han quedado para siempre en la historia de la imprenta y de las letras; hombres que, animados por la pasi%n del arte y convencidos de la noble y temeraria confianza que les inspiraban sus talentos superiores, impresores de profesi%n que además conoc!an profundamente la literatura y eran capaces de afrontar todas las dificultades, concibieron los proyectos más atrevidos. -o le pido, señor, que si usted conoce a alg"n literato de cierta edad, le pregunte sinceramente cuántas veces ha renovado su biblioteca y por qu0 raz%n. 'n un primer momento, es com"n ceder a la curiosidad y a la indigencia, pero finalmente el buen gusto predomina y acaba desplazando una mala edici%n para hacer lugar a una buena. 'n cualquier caso, todos estos c0lebres impresores cuyas ediciones son buscadas en el presente, cuyos traba$os nos asombran y guardamos con afecto en la memoria, han muerto pobres; todos estuvieron a punto de abandonar sus caracteres y sus prensas cuando la $usticia del magistrado y la liberalidad del soberano llegaron en su socorro. 5on un pie en el gusto que ellos sent!an por la ciencia y el arte, y otro en el temor de verse arruinados por sus ávidos competidores, 1qu0 hicieron estos calificados e infortunados impresores3 'ntre los manuscritos que les quedaban eligieron los que ten!an menos posibilidades de ser rechazados; luego prepararon la edici%n en silencio, la e$ecutaron y, para prevenirse de la amenaza de las imitaciones que hab!a comenzado a traerles la ruina y que acabar!a consumándola, a pesar de que la publicaci%n estuviera a punto, solicitaron y obtuvieron del monarca un privilegio exclusivo para sus emprendimientos. 's esta, señor, la primera l!nea del c%digo de la #ibrer!a y su primera reglamentaci%n.
cuerdo entre librero y autor 'l acuerdo entre el librero y el autor se hac!a en aquel entonces igual que ahora. 'l autor recurr!a al librero y le propon!a su obra6 conven!an el precio, el formato y otras condiciones. 'sas condiciones y el precio quedaban estipulados en un acta privada por la cual el autor ced!a a perpetuidad y sin devoluci%n su obra al librero y a sus derechohabientes. (ero como era importante para la religi%n, para las costumbres y para el gobierno que no se publicara nada que pudiera herir esos valores respetables, el manuscrito era presentado al canciller o a su sustituto, los cuales nombraban un censor para la obra y, seg"n su testificaci%n, permit!an o rehusaban la impresi%n. *in duda usted imaginará que este censor deb!a ser alg"n persona$e grave, sabio, experimentado, un hombre cuya sagacidad y luces estuvieran acordes con la importancia de su funci%n. 'n cualquier caso, si la impresi%n del manuscrito se permit!a, se conced!a al librero un t!tulo que respond!a siempre al nombre de &privilegio&, el cual lo autorizaba a publicar la obra que hab!a adquirido y a contar con la garant!a, ba$o penas espec!ficas para quien la contraviniera, de disfrutar tranquilo de un bien que, por un acta privada firmada por el autor y por 0l mismo, le transmit!a la posesi%n perpetua. 5on la edici%n publicada, el librero quedaba obligado a presentar nuevamente el manuscrito como "nica prueba ante la cual se pod!a constatar la conformidad exacta entre la reproducci%n y el original; en consecuencia, el librero resultaba acusado o excusado por el censor. 'l plazo del privilegio era limitado, ya que con las obras ocurre lo mismo que con las leyes6 no existe ninguna doctrina, ning"n principio, ninguna máxima, cuya publicaci%n convenga ser autorizada de igual manera en todos los tiempos. *i al expirar el primer plazo del privilegio el comerciante solicitaba su renovaci%n, 0sta le era concedida sin dificultad 1(or qu0 le hubiera sido rechazada3 14caso una obra no pertenece a su autor tanto como su casa o su campo3 14caso 0ste no puede alienar $amás su propiedad3 1's que hubiera estado permitido, ba$o cualquier causa o pretexto, despo$ar a la persona que el autor eligi% libremente para sustituirle en su derecho3 1's que ese sustituto no merece recibir toda la protecci%n que el gobierno concede a cualquier propietario contra toda clase de usurpadores3 *i un particular imprudente o desdichado adquiere, asumiendo riesgos propios e invirtiendo su fortuna, un terreno con pestes o que se arruina, sin dudas la prohibici%n de habitarlo entra en el orden l%gico. (ero sea sano o con pestes, la propiedad le sigue perteneciendo y seria un acto de tiran!a e in$usticia, que desestabilizar!a todas las convenciones de los ciudadanos, el hecho de que se transfiriera el uso y la propiedad a otros.
'l pre$uicio surge al confundirse la profesi%n del librero, la comunidad de libreros, la corporaci%n con el privilegio; y el privilegio con el t!tulo de posesi%n, cosas que no tienen nada en com"n. 8ada, señor. (ues entonces, que se destruyan todas las comunidades, que se devuelva a todos los ciudadanos la libertad de aplicar sus facultades seg"n sus gustos e intereses, que se den por abolidos todos los privilegios, incluso los de librer!a6 consiento en ello, todo estará bien siempre y cuando subsistan las leyes sobre los contratos de venta y adquisici%n.
cerca de la propiedad intelectual 'n 9nglaterra existen comerciantes de libros, pero no comunidad de libreros; hay libros impresos pero no se expiden privilegios. *in embargo, quien hace una imitaci%n es considerado un ladr%n; el ladr%n es llevado ante los tribunales y castigado seg"n las leyes. #os libros impresos en 9nglaterra son pirateados en 'scocia y en 9rlanda. (ero es inusual que los libros impresos en #ondres se pirateen en :xford o en 5ambridge. *ucede que all! no se conoce la diferencia entre la compra de un campo o de una casa y la adquisici%n de un manuscrito; no existe tal diferencia o quizá s%lo existe a favor del comprador de un original. 'n efecto, 1qu0 bien podr!a pertenecer a un hombre si la obra de su esp!ritu, fruto "nico de su educaci%n, de sus estudios, de sus vigilias, de sus tiempos, de sus b"squedas, de sus observaciones; si las horas más bellas, los momentos más hermosos de su vida; si sus pensamientos !ntimos, los sentimientos de su coraz%n, la parte más preciosa de s! mismo, esa que no perece y que lo inmortaliza, no le pertenece3 12ui0n está en más derecho que el autor para disponer de su obra, ya sea para cederla o para venderla3 4hora bien, el derecho del propietario es la verdadera medida del derecho del comprador. *i yo legara a mis hi$os el privilegio de mis obras, 1qui0n osar!a expoliarlos3 *i yo, forzado por sus necesidades o por las m!as, alienara ese privilegio transfiri0ndolo a otro propietario, 1qui0n podr!a, sin quebrantar todos los principios de la $usticia, discutir esa nueva propiedad3 *i no fuese as!, 1no ser!a vil y miserable la condici%n de un literato3 *iempre ba$o tutela, seria tratado como un niño mentalmente limitado cuya minoridad no cesar!a $amás. *abemos muy bien que la abe$a no fabrica la miel para ella; pero, 1el hombre tiene derecho a servirse del hombre de la misma manera que usa al insecto que produce la miel3 -o lo repito6 el autor es dueño de su obra, o no hay persona en la sociedad que sea dueña de sus bienes. 'l librero entra en posesi%n de la obra del mismo modo que 0sta fue pose!da por el autor y se encuentra en el derecho incontestable de obtener el partido que me$or le convenga para sus sucesivas ediciones. *er!a absurdo imped!rselo, pues ser!a como condenar a un agricultor a de$ar yermas sus tierras, o al propietario de una casa a de$ar vac!as sus estancias. (ero insisto una vez mas, señor, no se trata de eso. *e trata de un
manuscrito, de un bien leg!timamente cedido y leg!timamente adquirido, de una obra privilegiada que pertenece a un solo comprador, que no puede, sin violencia, transferirse en su totalidad o en parte a otro; se trata de un bien cuya propiedad individual no impide en absoluto componer y publicar e$emplares de manera indefinida. 'ntre las diferentes causas que han concurrido a librarnos de la barbarie, no se puede olvidar la invenci%n del arte tipográfico. esanimar, abatir, envilecer este arte es actuar a favor de la regresi%n, es hacer alianza con una multitud de enemigos del conocimiento humano. #a propagaci%n y los progresos de las luces tambi0n deben mucho a la constante protecci%n de los soberanos que puede manifiestarse de cien maneras diversas, entre las cuales me parece que no pueden olvidarse, sin demostrar pre$uicio o ingratitud, los prudentes reglamentos que se instituyeron para el comercio de libros a medida que las circunstancias odiosas que imped!an su funcionamiento los fueron exigiendo. 8o hace falta una mirada demasiado aguda, penetrante o atenta, para discernir entre estos reglamentos que conciernen a los privilegios de librer!a, aquellos que han venido progresivamente a ser la salvaguardia legal del leg!timo propietario y que lo han amparado contra la avidez de los usurpadores, siempre dispuestos a arrancarle el valor de su adquisici%n, el fruto de su industria, la recompensa de su cora$e, de su inteligencia y de su traba$o. Un hombre no reconoce su genio hasta que lo ensaya6 el aguilucho tiembla como la $oven paloma la primera vez que despliega sus alas y se conf!a a volar. Un autor termina su primera obra sin conocer, al igual que el librero, su valor. *i el librero nos paga como 0l cree, entonces nosotros le vendemos lo que nos place. 's el 0xito el que instruye al comerciante y al literato. : el autor se asocia con el comerciante, y en ese caso resulta un mal negocio ya que presupone demasiada confianza de uno y demasiada probidad del otro; o bien el literato cede definitivamente la propiedad de su traba$o a un precio no demasiado alto, dado que dicho precio se fi$a y debe fi$arse sobre la base de la incertidumbre del resultado. 8o obstante, hay que ponerse, como yo lo he estado, en su lugar; en el lugar de un hombre $oven que recibe por primera vez un m%dico tributo por algunas $ornadas de meditaci%n. #a alegr!a y el beneplácito que el hecho le produce son imposibles de comprender. *i vienen a añadirse algunos aplausos del p"blico, si algunos d!as despu0s de su debut encuentra que su librero lo trata de manera cort0s, honesta, afable, afectuosa, con la mirada serena, cuán satisfecho se encontrará. esde ese momento su talento cambia de precio y, no sabr!a disimularlo, el valor comercial de su segunda producci%n aumenta sin estar en relaci%n directa con la disminuci%n de los riesgos. 4l parecer, el librero, deseoso de conservar al autor, pasa a calcular con otros elementos. ras el tercer 0xito, todo termina. 'n la actualidad, las producciones del esp!ritu dan tan magros rendimientos que si rindieran a"n menos, 1qui0n desear!a pensar3 *%lo
aquellos a los que la naturaleza conden% por un instinto irreductible a luchar contra la miseria. (ero, 1ha crecido ese n"mero de entusiastas dichosos de tener durante el d!a pan y agua y por la noche una llama que los alumbre3 14caso el Ministerio debe reducirlos a esa suerte3 - si esa fuera su resoluci%n, 1habr!a pensadores3 - si no hubiese pensadores, 1qu0 diferencia habr!a entre el Ministerio y un pastor que pasea sus bestias3
!a censura 4qu! no es cuesti%n, señor, de qu0 ser!a lo me$or; no es cuesti%n de lo que nosotros deseamos, sino de lo que usted puede y de lo que ambos decimos desde lo más profundo de nuestras almas6 &(erezcan, perezcan para siempre las obras que tienden a embrutecer al hombre, a enfurecerlo, a pervertirlo, a corromperlo a hacerlo malvado&. (ero, 1puede usted impedir que se escriban3 8o. (ues bien, entonces no podrá impedir que un escrito se imprima y que al poco tiempo se vuelva com"n, codiciado, vendido y le!do como si se hubiera permitido de manera tácita. 4unque se rodearan, señor, todas nuestras fronteras de soldados, armándolos con bayonetas para rechazar todos los libros peligrosos que se presentaran, esos libros, perd%neme la expresi%n, pasar!an entre sus piernas y saltar!an por encima de sus cabezas y llegar!an a nosotros. (or favor, c!teme una de esas obras peligrosas, proscriptas, impresas clandestinamente en el extran$ero o en el reino, que en menos de cuatro meses no se haya vuelto tan com"n como un libro privilegiado. 12u0 libro más contrario a las buenas costumbres, a la religi%n, a las ideas recibidas de la filosof!a y la administraci%n, en una palabra, a todos los pre$uicios vulgares y, en consecuencia, más peligroso, que las 5artas persas3 () 14caso hay algo peor3 - sin embargo, existen cien ediciones de las 5artas persas, y no hay un escolar que no encuentre un e$emplar por <= soles en la ribera del *ena. 12ui0n no tiene su >uvenal o su (etronio traducido3 #as reimpresiones del ecamer%n de ?occacio o de los 5uentos de #a )ontaine no podr!an contarse. 14caso nuestros tip%grafos franceses no pueden imprimir al pie de la primera página &(or Mer@us, en 4msterdam& del mismo modo que los operarios holandeses3 'l 5ontrato social impreso y reimpreso se distribuye a valor de un escudo deba$o del vest!bulo del palacio del soberano. 12u0 significa esto3 (ues que nosotros no hemos de$ado de conseguir estas obras; que hemos pagado al extran$ero el precio de una mano de obra que un magistrado indulgente y con me$or pol!tica hubiera podido ahorrarnos y que de esta manera nos ha abandonado a los buhoneros que, aprovechándose de una doble curiosidad, triple por la prohibici%n,
nos han vendido bien caro el peligro real o imaginario al que ellos se expon!an para satisfacerla. 4 pesar de lo que usted haga, $amás podrá impedir que se establezca un nivel entre la necesidad que tenemos de obras peligrosas o inofensivas; tampoco podrá determinar el n"mero de e$emplares que esa necesidad exige. icho nivel s%lo se establecerá un poco más rápido si usted fi$a un dique. #a "nica cosa que conviene tener en claro, el resto no significa nada por más que se presente ba$o aspectos alarmantes, es si usted desea preservar su dinero o de$arlo partir. 9nsisto una vez más, c!teme un libro peligroso que no se pueda conseguir. 2ue un libro prohibido se encuentre en el almac0n del comerciante, que 0ste lo venda sin comprometerse, pero que no cometa la impudicia de exponerlo en el mostrador de su tienda sin arriesgarse a ser sancionado. *i la obra prohibida, cuya impresi%n se solicit% en nuestro pa!s, ha sido publicada en el extran$ero, me parece que entra en la ciase de bienes del derecho com"n y por lo tanto se puede usar tal como el reglamento o el uso disponen en materia de los libros antiguos6 la copia no le ha costado nada al librero, quien no tiene el t!tulo de propiedad. 2ue se act"e como me$or parezca6 que se otorgue el ob$eto como favor, como recompensa de un librero o de un hombre de letras, como honorarios de un censor, o que quede como propiedad del primer ocupante; pero, lo repito una vez más, que no se produzcan mutilaciones.
#$%& ' enis iderot fue uno de los intelectuales más brillantes de su 0poca. 'studi% filosof!a, matemática, astronom!a. *us tesis filos%ficas se orientaron a un materialismo determinista y ateo. *u primera obra (ensamientos filos%ficos A
(*) I5arta hist%rica y pol!tica dirigida a un magistrado sobre la #ibrer!a, su estado antiguo y actual, sus reglamentos, sus privilegios, los permisos tácitos, los censores, los vendedores ambulantes, el cruce de puentes y otros asuntos relativos al control literarioJ, primer t!tulo dado por iderot a su texto. A
"nestiaciones filosóficas sobre el orien y naturale+a de lo bello" por Denis Diderot.
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#%,$D-CC# 4ntes de penetrar en la dif!cil investigaci%n sobre el origen de lo bello, resaltar0 en primer lugar, como todos los demás autores que han escrito al respecto, que, por una especie de fatalidad, aquellas cosas de las que hablan más los hombres son, por lo general, las que menos conocen y que tal es el caso, entre otros muchos, de la naturaleza de lo bello. odo el mundo razona en torno a lo bello6 se admira en las obras de la naturaleza, se exige en las producciones art!sticas y, en todo momento, se acepta o se rechaza una de sus cualidades. *in embargo, si se pregunta a los hombres de gusto más firme y refinado cuál es su origen, su naturaleza, su noci%n precisa, su verdadera idea, su exacta definici%n; si se trata de algo absoluto o relativo; si hay un bello esencial, eterno, inmutable, regla y modelo de lo bello subalterno, o si la existencia de la belleza es como la de las modas, vemos enseguida los ánimos divididos6 unos confiesan su ignorancia, y otros caen en el escepticismo. 15%mo es posible que casi todos los hombres est0n de acuerdo en que existe lo bello, que haya tantos entre ellos que sientan vivamente d%nde pueda estar y que sepan tan poco acerca de qu0 es3 'n el intento de solucionar, si es posible, estas dificultades, comenzaremos por exponer las diferentes opiniones de aquellos autores que me$or escribieron sobre lo bello, a continuaci%n expondremos nuestras ideas al respecto y acabaremos este art!culo con observaciones generales sobre el entendimiento humano y sus operaciones relativas al tema que aqu! se trata. (lat%n (/) escribi% dos diálogos en torno a lo bello, el Fedro y el (ipias #a)or ; en 0ste enseña más lo que no es lo bello que lo que pueda ser, y en aquel otro habla menos de lo bello que del amor natural que se tiene por 0l. ambi0n es verdad que, en el (ipias #a)or , s%lo se trataba de confundir la vanidad de un sofista, y en el Fedro , pasar unos momentos agradables con un amigo en un lugar delicioso. *an 4gust!n () compuso un tratado sobre lo bello, pero esta obra se ha perdido y no nos queda de *an 4gust!n, en relaci%n con este importante tema, sino algunas ideas dispersas en sus escritos, a trav0s de las cuales vemos que aquella relaci%n, que constituye en Uno las partes de
un todo entre s!, era, seg"n 0l, el carácter distintivo de la belleza. *i pregunto a un arquitecto, dice aquel ilustre var%n, por qu0, habiendo erigido una arcada en una de las alas del edificio, hace lo mismo en la otra, indudablemente me responderá que es a fin de que las partes de su construcci%n tengan simetr!a en su con$unto. (ero 1por qu0 os parece necesaria esa simetr!a3 (or la raz%n de que agrada. Mas 1qui0n sois para erigiros en árbitro de lo que debe agradar o no a los hombres y c%mo sab0is que la simetr!a nos place3 'stoy convencido de ello porque las cosas, realizadas de este modo, tienen decencia, $usticia, gracia; en una palabra, porque es algo bello. e acuerdo; pero decidme 1es bello porque gusta o gusta porque es bello3 *in duda gusta porque es bello. -o opino lo mismo; pero aun me gustar!a preguntaros 1por qu0 es bello3, y si mi pregunta os confunde, puesto que los maestros en vuestro arte apenas llegan hasta aqu!, estar0is fácilmente de acuerdo conmigo al menos en que la similitud, la igualdad, la conveniencia de las partes de vuestra construcci%n, reduce todo a una especie de unidad que satisface a la raz%n. 'sto era lo que os quer!a decir. *!; pero tened cuidado6 no existe una verdadera unidad en los cuerpos, ya que están compuestos de un innumerable n"mero de partes, cada una de las cuales está además compuesta a su vez por una infinidad de otras. 1%nde situáis, por consiguiente, esa unidad que os dirige en la elaboraci%n de vuestro dibu$o, esa unidad que contempláis en vuestro arte como una ley inviolable, esa unidad que vuestro edificio debe imitar para ser bello, pero que nada en la tierra consigue imitar perfectamente, porque nada en la tierra puede ser perfectamente Uno3 4hora bien6 1qu0 se deduce de esto3 18o hay que reconocer, acaso, que existe, por encima de nuestros esp!ritus, una cierta unidad original, soberana, eterna, perfecta, que es la regla esencial de lo bello y que es lo que buscáis en la práctica de vuestro arte3 e lo que *an 4gust!n concluye en otra obra, que es la unidad lo que constituye, por as! decirlo, la forma y la esencia de lo bello de toda !ndole. :mnis porro pulchritudinis forma, unitasest. Kolff (0) afirma, en su !sicologa , que existen cosas que nos gustan y otras que nos disgustan, y que es esta diferencia la que constituye lo bello y lo feo; que lo que nos gusta se llama bello, mientras que lo que nos disgusta es feo. 4ñade que la belleza consiste en la perfecci%n, de manera que, gracias al poder de esta perfecci%n, aquello que aparece revestido de ella es susceptible de producirnos placer. 4 continuaci%n distingue dos clases de bellezas, la verdadera y la aparente6 la verdadera es aquella que surge de una perfecci%n real y la aparente de una perfecci%n aparente. 's evidente que *an 4gustin fue mucho más le$os que el fil%sofo leibniziano en la investigaci%n de lo bello6 0ste parece pretender primero que una cosa es bella porque nos place, en lugar de que nos place porque es bella, tal y como (lat%n y *an 4gust!n lo subrayaron claramente. ambi0n es cierto que inmediatamente introduce la perfecci%n en la idea de la belleza, pero 1qu0 es la perfecci%n3 #o perfecto, 1es más claro e inteligible que lo bello3 odos aquellos que, preciándose de no hablar simplemente por hablar e
irreflexivamente, dice 5rousaz (1), quieran concentrarse en s! mismos y prestar atenci%n a lo que ocurre en su intimidad, de q u0 manera piensan y qu0 sienten cuando exclaman eso es bello, observarán que por aquel t0rmino expresan una cierta relaci%n de un ob$eto con sentimientos agradables o con ideas de aprobaci%n, y caerán en la cuenta que afirmar eso es bello es lo mismo que decir percibo algo que apruebo o que me agrada. )ácilmente se puede comprender que esta definici%n de 5rousaz no está formulada en funci%n de la naturaleza de lo bello, sino "nicamente desde el efecto que se experimenta ante su presencia, por lo que adolece del mismo defecto que la de Kolff. 'sto es lo que 5rousaz ha comprendido adecuadamente. 4 continuaci%n se dedica a determinar los caracteres de lo bello y llega a contar hasta cinco6 la variedad, la unidad, la regularidad, el orden y la proporci%n. e lo cual se concluye que o la definici%n de *an 4gust!n es incompleta o la de 5rousaz redundante. *i la idea de unidad no encierra las de variedad, regularidad, orden y proporci%n, y si estas cualidades son esenciales a lo bello, *an 4gust!n no debi% omitirlas, y si la idea de unidad las comprende, no debi% entonces 5rousaz añadirlas. 5rousaz no ha definido lo que entiende por variedad; por unidad parece querer indicar la relaci%n de todas las partes con un mismo fin; hace consistir la regularidad en la similar posici%n de las partes entre s!; designa por orden una cierta $erarqu!a de partes que queda resaltada en el paso de unas a otras y define la proporci%n de cada parte como la unidad sazonada de variedad, regularidad y orden. 8o criticar0 esta definici%n de lo bello por las vaguedades que contiene; me limitar0 solamente a hacer notar aqu! su parcialidad, c%mo es "nicamente aplicable a la arquitectura o, en el me$or de los casos, a los grandes con$untos de los demás g0neros, a una pieza de oratoria, a un drama, etc., pero no a una palabra, a un pensamiento o a un fragmento. +utcheson (2), c0lebre profesor de filosof!a moral en la Universidad de lasgoL, se ha construido un sistema peculiar6 se limita a pensar que ya no es necesario preguntarse más 1qu0 es lo bello3, sino 1qu0 es lo visible3 *e conoce por visible lo que puede ser percibido por los o$os; y +utcheson entiende por bello lo que está realizado para ser aprehendido por el sentido interno de lo bello. *u sentido interno de lo bello es una facultad mediante la cual distinguimos las cosas bellas, como el sentido de la vista es una facultad por la cual captamos la noci%n de colores y de figuras. 'ste autor y sus seguidores se afanan por demostrar la realidad y la necesidad de este sexto sentido. y he aqu! c%mo lo conciben6 <. 8uestra alma, nos dicen, está pasiva en el placer y en el desagrado. #os ob$etos no nos afectan precisamente en el sentido que desear!amos6 unos producen en nuestra alma una impresi%n necesaria de placer, otros nos desagradan necesariamente. odo el poder de nuestra voluntad se limita a la b"squeda del primer tipo de ob$etos y a la huida del otro. #a propia constituci%n de nuestra naturaleza, a veces individual, es la que nos hace unos agradables y otros desagradables. =. 2uizá no haya ning"n ob$eto que pueda afectar nuestra alma sin ser,
más o menos, respecto a ella, una ocasi%n necesaria de placer o desagrado. Una figura, una obra de arquitectura o de pintura, un carácter, una expresi%n, un discurso, todas estas cosas nos agradan o desagradan de alguna manera. *entimos que el placer o el desagrado se provocan necesariamente por la contemplaci%n de la idea que se presenta entonces a nuestro esp!ritu con todas sus circunstancias. 'sta impresi%n se constituye, aunque no haya nada en alguna de estas ideas, ni tampoco nada en las que proceden de los sentidos, de eso que generalmente se llama percepciones sensibles y del placer o desagrado que las suelen acompañar, surge del orden o del desorden, del logro o falta de simetr!a, de la imitaci%n o extravagancia que se destaca en los ob$etos, y no de las ideas simples del color, del sonido y de la extensi%n, consideradas aisladamente. . Una vez dichas estas cosas, llamo 7dice +utcheson7 con el nombre de sentidos internos a aquellas tendencias del alma a sentir agrado o desagrado ante ciertas formas o ciertas ideas, cuando son consideradas por ella; y con el ob$eto de distinguir los sentidos internos de las facultades corporales conocidas con igual nombre, llamo sentido interno de lo bello a la facultad que distingue lo bello en la regularidad, el orden y la armon!a, y sentido interno de lo bueno aquella otra que aprueba los afectos, las acciones y los caracteres de los elementos razonables y virtuosos. C. 5omo las inclinaciones del alma a sentir agrado o desagrado ante determinadas formas o ideas, cuando son consideradas por ella, se pueden observar en todos los hombres, a menos que no sean est"pidos, sin buscar a"n qu0 pueda ser lo bello, es evidente que hay en todos los hombres un sentido natural y propio con este ob$eto, que están tan generalmente de acuerdo en localizar la belleza en las figuras, como en experimentar dolor al aproximarse en demas!a a un gran fuego o placer al comer cuando están acosados por el apetito, por mucho que la diversidad de gusto sea infinita entre ellos. G. an pronto como nacemos, nuestros sentidos externos comienzan a funcionar y a transmitirnos las percepciones de los ob$etos sensibles y es esto indudablemente lo que nos inclina a pensar que son naturales. (ero los ob$etos de lo que llamo los sentidos internos, o sentidos de lo bello y de lo bueno, no se nos presentan en tan temprana edad a nuestro esp!ritu. iene que pasar alg"n tiempo antes que los niños reflexionen, o al menos que den indicios de reflexi%n, en torno a las proporciones, seme$anzas y simetr!as, en tomo a los efectos y los caracteres. *%lo llegan a conocer un poco más tarde las cosas que provocan el gusto o la repugnancia interna. - por ello hay que suponer que aquellas facultades que llamo los sentidos internos de lo bello y de lo bueno, proceden "nicamente de la instrucci%n y de la educaci%n. (ero sea cual sea la noci%n que se tenga de la virtud o de la belleza, un ob$eto virtuoso o bueno es una ocasi%n de aprobaci%n y de placer de igual modo que los man$ares son ob$eto de nuestro apetito. - 1qu0 importancia tiene que los primeros ob$etos se manifiesten más tarde o más temprano3 *i los sentidos "nicamente se desarrollasen en nosotros de manera paulatina y unos despu0s que otros, 1de$ar!an por ello de ser
menos sentidos y facultades3 1- podr!amos acaso concluir que no hay verdaderamente en los ob$etos visibles ni color, ni forma, dado que nos fue necesario tiempo y enseñanza para poder apreciarlos y dado que no haya entre nosotros ni siquiera dos personas que los aprecien de igual modo3 D. *e llama sensaciones a las percepciones que se producen e n nuestra alma ante la presencia de ob$etos exteriores y por la impresi%n que 0stos mismos de$an en nuestros %rganos. - cuando dos percepciones difieren completamente una de otra y s%lo tienen de com"n el nombre gen0rico de sensaci%n, las facultades por las que recibimos esas percepciones diferentes se llaman sentidos diferentes. #a vista y el oido, por e$emplo, designan facultades diferentes, una de las cuales nos proporciona las ideas de color, la otra las ideas de sonido; pero, a pesar de la diferencia que haya en los sonidos y los colores entre si, se relaciona en un mismo sentido todos los colores y en otro todos los sonidos; por lo demás, parece evidente que nuestros sentidos tienen cada uno un %rgano especifico. 4hora bien, si aplicáis la observaci%n precedente a lo bueno y a lo bello, podr0is comprobar que se encuentran exactamente en este mismo caso. B. #os partidarios del sentido interno entienden por bello la idea que ciertos ob$etos provocan en nuestra alma, y por sentido interno de lo bello, la facultad que poseemos para captar esta idea. :bservan que los animales tienen facultades parecidas a nuestros sentidos externos y que, incluso a veces, las poseen en un grado superior al nuestro, pero que no hay ninguno entre ellos que d0 el minimo indicio de lo que se entiende aqui por sentido interno. Un ser, contin"an diciendo, puede, por consiguiente, tener completamente la misma sensaci%n externa que nosotros experimentamos, sin apreciar, sin embargo, entre los ob$etos las seme$anzas y las relaciones. (uede incluso discernir esas seme$anzas y relaciones sin obtener de ello mucho placer; además, las solas ideas de figura, formas, etc., son, en cierto modo, diferentes del placer. 'l placer puede encontrarse donde las proporciones no son consideradas, ni conocidas, puede incluso faltar a pesar de que se ponga toda la atenci%n en el orden y en las proporciones. 15%mo podr!amos entonces denominar a esta facultad que act"a en nosotros sin que sepamos bien por qu03 *entido interno. N. 'sta denominaci%n está basada en la relaci%n de la facultad por ella designada con las demás facultades. 'sta relaci%n consiste principalmente en aquello por lo que el placer, que experimentamos gracias al sentido interno, es diferente del conocimiento de los principios. 'l conocimiento de los principios puede acrecentarlo o disminuirlo, pero no puede confundirse con 0l ni es su causa. 'ste sentido tiene placeres necesarios, porque la belleza y la fealdad de un ob$eto es siempre la misma para nosotros, sea cual sea la idea que nos podamos formar, al $uzgarlo de manera diversa. Un ob$eto desagradable, por el hecho de ser "til, no nos parece por eso más bello, y un ob$eto bello, por ser nocivo, no nos parece más feo. :frecednos el mundo entero como recompensa para obligarnos a encontrar bella la fealdad y fea la belleza y añadid a este precio las más terribles
amenazas6 no obtendr0is ning"n cambio en nuestras percepciones y en el $uicio del sentido interno; nuestra boca adulará o impretará como gust0is, pero el sentido interno permanecerá incorruptible. F. (arece, por consiguiente, contin"an diciendo los mismos ex0getas, que ciertos ob$etos son inmediatamente, y por s! mismos, las ocasiones del placer que proporciona la belleza; que poseemos un sentido apropiado para gozarlos; que este placer es individual y que no tiene nada en com"n con el inter0s. 18o ocurre, en efecto, que en numerosas ocasiones se abandona lo "til por lo bello3 'sta generosa preferencia 1no se produce algunas veces en las condiciones más adversas3 Un artesano honesto se abandonará a la satisfacci%n de realizar una obra maestra que le arruina mucho antes que hacer otra deficiente que le enriquezca.
percibimos en las obras de la naturaleza, en ciertas formas artificiales y en las figuras, los s%lidos y las superficies; y entienden por bello relativo aquel que se aprecia en los ob$etos considerados com"nmente como imitaciones e imágenes de otros. 4s! el fundamento de su divisi%n radica más en las diferentes fuentes de placer que lo bello nos produce, que en los ob$etos, porque siempre lo bello absoluto tiene, por as! decirlo, un bello relativo, y lo bello relativo, un bello absoluto.
#otas A
pensamiento de iderot.