Los crímenes
que estremecieron a Chile Las Memorias de La Nación para no olvidar
Jorge Escalante Nancy Guzmán Javier Rebolledo Pedro Vega
Los crímenes que estremecieron a Chile © Jorge
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Gloria Barros Olave Juan Álvarez de Araya Alfonso Gálvez Caroca 978-956-9071-43-0
Impreso por Productora Gráfica Andros Santiago de Chile, septiembre de 2013
General Prats: La Primera Bomba de la DINA
La familia Prats- Cuthbert veranea en la costa central a comienzos de los años 50. El Mayor de Ejército Carlos Prats, junto a su esposa Sofía Cuthbert y sus hijas mayores Sofía y Angélica, cuando aún no nacía Cecilia, la menor. En esa época ya había cumplido el curso regular de oficiales para el Estado Mayor en la Academia de Guerra, Guerra, ocupando el primer lugar de su promoción. En tanto, en 1954 realiza el Curso de Estado Mayor en el Ejército de los Estados Unidos.
Eran cerca cerca de las diez de la mañana del domingo domingo 29 de septiembre de 1974 en Buenos Aires, cuando el ex cónsul de Chile en esa capital, Eduardo Ormeño, llegó en su auto Fiat 124 a buscar al general Carlos Prats y su esposa Sofía Sofía Cuthbert. Con el general como su copiloto y su esposa en el asiento posterior, el diplomático condujo a la casaquinta del matemático Andrés Stevenin en las afueras de la ciudad, donde estaban invitados a un asado campestre. Como hacía varias semanas no lo estaba, el ex comandante en jefe del Ejército chileno, esa mañana lucía de buen ánimo y varias veces sonrió durante el viaje, incluso conversó animadamente, dejando de lado el momento duro de exilio que vivía junto a su esposa y que le atormentaba el alma. Dos días antes del festivo paseo, había llegado sigilosamente hasta su departamento en el tercer piso de calle Malabia 3359, en el barrio Palermo, el agente de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINA), Michael Townley. Ese viernes el enviado de la policía secreta chilena, de naciona181
lidad norteamericana, logró entrar al garaje del edificio, aprovechando un descuido de los residentes encontró la puerta puerta abierta y se escabullo. escabullo. La noche comenzaba a caer y en la calle lo esperaba su mujer mujer,, Mariana Callejas en un auto Renault. Townley se dirigió hasta el fondo del garaje y se cercioró que no había nadie. Cuando se aprestaba a ejecutar su misión, sintió ruidos y se ocultó. El portero del edificio entró, dio un par de miradas y al no encontrar nada raro cerró la puerta. Entonces el gringo se acostó en el suelo, dejó a un lado su pistola y se aprestó a colocar los explosivos que llevaba consigo en el auto del general Prats. Fijó la bomba con dos cartuchos de C4 y tres detonadores bajo el Fiat 125. Una vez concluida la primera parte de su tarea, tuvo la suerte de que unas personas salían salí an del edificio para buscar sus autos y logró salir sin llamar la atención. La oportunidad tan buscada había llegado después de varios intentos fracasados. Días antes Townley tuvo casualmente al general casi al frente suyo en un parque, pudo haber sido el momento para sacar su pistola y balearlo prácticamente a quemarropa, pero en segundos decidió no dispararle porque había luz de día y circulaban personas por aquel lugar. Yaa de visita en la casaquinta de los Stevenin-M Y Stevenin-Murator uratorio, io, mientras avanzaba el medio día y el perfume de las carnes dorándose afilaba el paladar alentado por buenos mostos y tentenpies, tentenpies , el ánimo del general Prats parecía vencer la tristeza de sus días y distendidamente entregaba al ameno grupo sus opiniones sobre la naturaleza, la pintura y otros temas que bien dominaba como soldado culto. Tanto era así que el ex cónsul Ormeño estaba verdaderamente sorprendido de que la sonrisa reapareciera en los labios del desencantado militar milita r. Bien sabía él acerca de la herida que lo castigaba desde el 11 de septiembre de 1973, más ahora lejos de su patria. Otro amigo, que sabía muy bien por lo que estaba pasando el ex comandante en jefe del Ejército y su esposa Sofía Cuthbert, era el ex emba jador del Presidente Salvador Salvador allende en Buenos Aires, Ramón Huidobro, Huidobro, con quien el general mantenía una estrecha amistad y, y, sobre todo, era leal compañía indispensable en los momentos que vivían. vi vían. Exactamente un año después del golpe militar del general Augusto Pinochet, el 11 de septiembre de 1974, Huidobro y su esposa visitaron en su departamento bonaerense a los Prats-Cuthbert para acompañarlos en 182
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ese día, donde el dolor se s e volvía más lacerante y el futuro les angustiaba, el general, que no acostumbraba a ventilar su pena, lo dijo todo en una breve pero estremecedora dedicatoria: “A “A mi noble amigo Ramón Huidobro, reconocido de su valioso apoyo moral en un año de desolación. Buenos Aires, 11 de septiembre de 1974”. Así le dedicó ese día, como un regalo, su libro “Benjamín Vicuña Mackenna y las Glorias de Chile”. Con él y bajo el seudónimo de Aristarco, Prats había obtenido en 1957 el Premio de Honor en el concurso “Memorial “Memorial del Ejército de Chile”. Nueve días antes, cerca de las cuatro de la madrugada sonó el teléfono en su departamento. Al levantar el auricular una voz de hombre le dijo: “Si antes de salir a Brasil usted no hace una declaración pública diciendo que en Buenos Aires no está realizando actividades en contra del gobierno militar de Chile, usted va a morir”. Muyy temprano ese lunes 2 de septiembre el general Prats llamó a HuiMu dobro para contarle de la amenaza, la que identificó claramente como la voz de un chileno con una pésima imitación de acento argentino. Todo resultaba coherente, los seguimientos, los falsos agentes de seguridad argentinos que preguntaban por sus movimientos en el edificio y en su oficina de la empresa Fate, donde ejercía una gerencia, y la anterior llamada que había recibido alertándolo de que un comando croata se preparaba para asesinarlo. Esta vez había llamado directamente un chileno anónimo que le dio el trato de “mi general”. -Anda por favor, favor, Ramón, de inmediato a hablar con el embajador, y dile que me han amenazado de muerte y que llevo meses tratando de que me den los pasaportes para poder salir de aquí con mi esposa. Dile por favor que le informe de todo a Pinochet-, le pidió Prats al teléfono. Huidobro habló con el embajador René Rojas Galdámez y éste informó por telex al canciller, el vicealmirante Patricio Carvajal. Pero Pero no hubo reacción. A partir de las amenazas, la interminable espera para obtener los pasaportes y el imperturbable silencio si lencio de Santiago, hizo entrar al general y su esposa en una suerte de carrera desesperada por lograr los documentos para salir de Buenos Aires. Aunque en la solicitud solicitud dijeron que viajarían a Brasil, no era ese el destino. El matrimonio lo informó así en el consulado consulado para mantener la reserva de que se irían i rían a España –lo que luego si mencionaron– donde Prats tenía 183
una invitación por un año para dictar unos cursos en e n la Universidad Complutense de Madrid. Allí –pensaban–, estarían más seguros. Por esos días, estando el general Prats almorzando con Ormeño, en un restaurant, levantó la vista, guardó silencio, y le dijo: “ese que acaba de entrar es un agente chileno...”. El 12 de agosto de 1974 el cónsul general de Chile en Buenos Aires, Alvaro Droguett, escribió al subsecretario subsecretario de Relaciones Exteriores, capitán de navío Claudio Collados, pidiendo la autorización para entregar los pasaportes al matrimonio, pero la cancillería continúo muda. En los últimos días de septiembre el cónsul adjunto Eugenio Mujica, Mujica, viajó a Santiago para conocer las razones del silencio del régimen militar. Obtuvo sólo insinuaciones negativas no oficiales. El lunes 30 de septiembre llegó finalmente la respuesta oficial del capitán Collados: “Inconveniente otorgar pasaportes a personas indicadas”. Esa misma madrugada el general Carlos Prats y su esposa Sofía Cuthbert fueron brutalmente asesinados. “Así, se vigilaron sus movimientos, fueron amenazados de muerte y, por último se retardo la entrega de los pasaportes que hubieran permitido al matrimonio abandonar el país, salvando sus vidas”, redactó redactó la jueza argentina, María Servini de Cubría, en el A fines de noviembre de 1972 el Presidente Salvador Allende realiza proceso que se le siguió al ex agente y enuna gira al exterior, dejando en el cargo lace de la DINA en Buenos Aires, Enrique de Vicepresidente Vicepresidente del país al General Carlos Prats. Como máxima autoridad Arancibia Clavel, condenado a reclusión de la República le tocó recibir al poeta perpetua por el doble crimen. Pablo Neruda como Premio Nobel de Literatura, a quien felicita durante la Literatura, ceremonia en su homenaje en el Estadio Nacional.
Advertencia Adver tencia al General General
En junio de 1974 el atentado al ex comandante en jefe del Ejército y su señora comenzaba a tomar forma. La operación criminal llegó por esos días a oídos del ex secretario general del partido Socialista, Carlos Altamirano, quien vivía su exilio en la ciudad de Berlín del Este, donde el servicio ser vicio de inteligencia de la República Democrática Alemana se encargó de informarle. 184
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Altamirano llamó rápidamente a Buenos Aires al abogado chileno Manuel Valenzuela y le dijo que debía avisar de inmediato a Prats. El dirigente socialista había recibido la misma información por los servicios de inteligencia francés. Valenzuela no demoró en informar a Prats los reveladores antecedentes que le habían sido comunicados desde Europa. La información no sorprendió al general. Agradeció la advertencia a Valenzuela y le dijo que tenía los mismos antecedentes, que sabía que el atentado se planificaba en Santiago. En ese escenario, el Ejército argentino le había hab ía ofrecido al general Prats pasaportes de ese país para él y su señora, pero Prats había rechazado la oferta: “un general chileno no puede viajar con pasaporte de otro o tro país”, les dijo a Valenzuela Valenzuela y Huidobro, en un almuerzo en el departamento de este último, a fines de agosto. Incluso Prats contaba con pasaporte diplomático pero no estaba dispuesto a usarlo. Los servicios de inteligencia le insistieron a Altamirano respecto de la información. Esta vez el dirigente socialista habló con el abogado Waldo W aldo Fortín y le pidió que viajara desde Europa urgente a Buenos Aires para convencer al general Prats de que saliera de Argentina luego y como fuera. El abogado Fortín se embarcó hacía Buenos Aires con la misión encomendada por AlLuego de realizar una brillante carrera militar, en 1970, el general tamirano, pero llegó tarde. Coincidentemente Carlos Prats González, es nombrado arribó el mismo día del crimen perpetrado por comandante en Jefe del Ejército por el Presidente Presidente Eduardo Frei Frei agentes de la DINA. Montalva, meses antes de concluir concluir su Meses después, el propio Carlos Altamirano mandato. Tras Tras asumir el gobierno, el se salvaría de morir asesinado en Madrid por Presidente Salvador Allende lo ratifica en su cargo. Como férreo militar la misma mano dirigida por el departamento Constitucionalista repudió el golpe militar de 1973. exterior de la DINA. Un Soldado Constitucionalista
Cuatro días después del golpe militar del 11 de septiembre de 1973, el ex comandante en jefe del Ejército, general Carlos Prats González salía 185
abruptamente del país hacía argentina. Algunos días después lo siguió su esposa Sofía Cuthbert, quien no dudo en irse con él. “Porque si algo le pasa, prefiero que nos suceda a los dos”, había manifestado. Se conocieron con Sofía Cuthbert en Iquique cuando el joven teniente participaba en ejercicios militares. Cuando el debió partir hacia el sur la porfía de ambos pudo más, y mantuvieron un noviazgo a la distancia. En 1944 se casaron en la ciudad donde se habían conocido, Su perseverancia, inteligencia y sobresalientes habilidades humanas, lo hicieron avanzar rápidamente hacia una ejemplar carrera militar militar.. La filosofía, la literatura y las matemáticas fueron materias que cultivó con agrado y disciplina. Asimismo, destacó en lo humanístico y lo científico. Sus escritos se hicieron conocidos en las revistas internas. A todo ello se unió la afabilidad y rectitud de un soldado s oldado que daba confianza y seguridad, tanto en sus superiores como en sus subalternos. Fue el portavoz que dio a conocer la reorganización del ejército a mediados de los 40 y recorrió todas las unidades del país, delineando una institución profesional en defensa de la paz. En 1970, meses antes de concluir su mandato, el Presidente Eduardo Frei Montalva lo nombró comandante en jefe del Ejército. Tras asumir el gobierno de la Unidad Popular, el Presidente socialista Salvador Allende, lo ratificó en su cargo. Pidió entonces respetar la posición apolítica de las Fuerzas Armadas, con el fin de preservar el profesionalismo militar. Su llegada al máximo cargo del ejército había sido acompañado de un gran dolor. Su amigo de toda la vida y antecesor en el cargo de comandante en Jefe del Ejército, el general Rene Schneider, Schneider, había sido asesinado en octubre de 1970, tras sufrir un certero atentado de manos de un grupo ultraderechista. La posición de respeto irrestricto irrestricto a la profesión militar militar y a la Constitución Política de Chile, expuesta por el general Prats, era una piedra en el zapato para todos aquellos que pedían un pronunciamiento de las Fuerzas Armadas y la intervención militar, en el convulsionado clima político y la presión de la derecha para que el gobierno socialista dimitiera. En medio de ello Prats no se amilanó e impulsó la reforma que modificó el artículo 22 de la Constitución vigente en ese momento, estableciéndose que las Fuerzas Armadas son “profesionales, disciplinadas, jerarquizadas, 186
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obedientes y no deliberantes”, por medio de la Ley N 17.398 del 9 de enero de 1971. En octubre de 1972 se produjo un paro general de camioneros con el propósito de boicotear y desestabilizar desestabil izar al gobierno. Allende llamó a las Fuerzas Armadas a integrar i ntegrar un gabinete de “paz social”. El 2 de noviembre, Prats como comandante en jefe del Ejército fue nombrado ministro del Interior. Durante una gira que emprendió el Presidente Allende al exterior, el general Prats asumió como vicepresidente del país el 29 de noviembre. En su calidad de máxima autoridad de la República de Chile, organiza y encabeza una celebración al poeta Pablo Neruda por su obtención del Premio Nobel de Literatura. Carlos Prats y los ministros militares permanecieron en el gabinete hasta marzo de 1973. Se acercaban las elecciones parlamentarias y los militares constitucionalistas regresaro regresaron n a sus funciones profesionales. profesionales. El 27 de junio de 1973, aproximadamente a las 3 de la tarde, el general Prats era conducido por su chofer a su oficina. La hostilidad y politización del país en bandos encontrados era tal, que al ser reconocido, es insultado por automovilistas que circulaban junto a su vehículo. Al detenerse en una intersección de Las Condes, un auto Renault rojo se colocó al lado del general y dentro de éste dos personas comenzaron a insultarlo y burlarse de él, haciendo gestos obscenos. Prats abrió su ventanilla lateral, y apuntando el revolver al automóvil rojo, ordenó al conductor se detuviera, pero éste no obedeció. Prats disparó a su guardabarros delantero izquierdo. Ambos vehículos se detuvieron de inmediato y los conductores se bajaron. Prats se percató que el Renault era manejado por una mujer de pelo corto. El general pidió disculpas ante la muchedumbre que se juntó y comenzó a insultarlo nuevamente. Su vehículo fue bloqueado y sus neumáticos desinflados. Prats debió salir del lugar raudo en un taxi. Durante la tarde, Carlos Prats llegó hasta La Moneda y presentó su renuncia al Presidente, pero Allende se la rechazó y logró convencerlo que se quedara en su cargo. El 29 de junio de 1973, 1 973, el Regimiento Blindado n°2 de Santiago, a cargo del teniente coronel Roberto Souper, Souper, produjo una intentona golpista, conocida como el tanquetazo. La sublevación fue sofocada con éxito por militares leales al gobierno y constitucionalistas al mando del general Carlos Prats. 187
El 9 de agosto Allende llama nuevamente a las Fuerzas Armadas a formar parte del gobierno. En su calidad de comandante en jefe del Ejército, Prats asume el ministerio de Defensa. 12 días después se produce un nuevo incidente que a diferencia del anterior apena al general Prats, ya que venía indirectamente de sus propias filas. Un grupo de esposas de oficiales protestaron frente a la casa del general por su participación en el gobierno. También llegan oficiales de civil. Su segundo al mando, el general Augusto Pinochet, entrega su apoyo a su Comandante en jefe y al Presidente Allende. El 23 de agosto de 1973 el general Carlos Prats González presenta su renuncia indeclinable a la comandancia en jefe del ejército y a su cargo de Ministro de Defensa. El general Prats confía en el profesionalismo y respeto a la Constitución de su subalterno Augusto Pinochet, y lo recomienda ante el Presidente Salvador Allende para asumir como comandante en jefe del Ejército chileno. El 11 de septiembre de 1973, las Fuerzas Armadas se sublevaron en un golpe militar que tuvo como principal general al mando a Augusto Pinochet. Con el bombardeo al Palacio de La Moneda y la muerte del Presidente Salvador Allende en su interior, interior, comienza una sangrienta persecución en contra de todo aquel que no acepte la ruptura de la democracia y rechace a los militares golpistas. Antes de un año, Aug Augusto usto Pinoc Pinochet het Ugart Ugarte, e, comandan comandante te en jefe del Ejército y presidente de facto de la Junta Militar de gobierno, ordenaría a uno de su más fieles militares encargado de la represión militar, el coronel Manuel Contreras Sepúlveda, director de la DINA, solucionar el problema llamado general Carlos Prats, quien vivía su exilio exi lio en Buenos Aires, Argentina. Pinochet da Orden a Contreras
El coronel Pedro Ewing no pudo pasar por alto el enterarse que Pinochet había manifestado que el general Carlos Prats era “peligroso”. Si bien era el secretario del gobierno militar, militar, apreciaba a su ex comandante en jefe. Entró muy agitado a la oficina del asesor de prensa Federico Federico Whilloghby, Whilloghby, en el edificio Diego Portales, desde donde la Junta Militar tenía su cuartel central y gobernaba al país, tras haber sido bombardeado el palacio La Moneda. Ewing le dijo a Whilloghby que se acababa de enterar de que el general 188
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Carlos Prats corría peligro, porque lo vigilaban y se había creado un ambiente muy peligroso para él. Que Pinochet estaba furioso por sus buenas relaciones con el Ejército argentino y que éste opinaba que eso era un peligro porque el ex comandante en jefe del Ejército tenía una gran influencia en la oficialidad chilena. –Hay que ver la forma de avisarle– le dijo el coronel al asesor de prensa de la Junta Militar. Militar. De alguna manera había trascendido de las herméticas y vigiladas paredes del Diego Portales la intención de la conversación sostenida con anterioridad entre el general Augusto Pinochet, que encabezaba la Junta Militar golpista, y el director de la Dina, Manuel Contreras Sepúlveda. Una mañana de junio de 1974 Pinochet llamó al jefe de la DINA, coronel Manuel Contreras y su segundo hombre, el mayor Pedro Pedro Espinoza. Les manifestó que Prats se convertía en un hombre peligroso. Su temor era que, de alguna manera, comenzara a minar desde Buenos Aires el apoyo al régimen militar. Eran los mismos temores que meses después tendría Pinochet respecto del ex canciller Orlando Letelier, que vivía su exilio en Washington y del ex vicepresidente de la República, Bernardo Bernardo Leighton, quien se encontraba en Roma. Pinochet ordenó a Contreras resolver la situación que le preocupaba en relación al ex comandante en Jefe del Ejército, de quien había sido su compañero de armas y subalterno. s ubalterno. El coronel Contreras encargó la misión a su segundo hombre en la DINA, Pedro Pedro Espinoza, y le entregó 20 mil dólares. Inicialmente la misión ideada por la DINA para eliminar al general general Carlos Prats, iba a ser encargada a un comando argentino a cargo del ultraderechista Martin Ciga Correa, de los servicios de inteligencia del Estado Argentino, SIDE. Pero los argentinos no fueron capaces de armar la operación, y Contreras ordenó a Espinoza que se la l a encargara a los propios agentes del departamento Exterior de la DINA. El subdirector de la DINA tenía plena confianza en Townley. El gringo era fiel y admiraba a Pinochet, al coronel Contreras y a Espinoza. Los jefes de la DINA le l e habían prometido otorgarle el grado de capitán de Ejército. Por esos días la agente de la DINA, Ingrid Olderock, también había obtenido la misma información: al general Carlos Prats lo iban a matar. Se lo había contado la agente femenina Ana María Rubio de la Cruz, que 189
actuaba con el nombre falso de “Carmen Gutiérrez”. También se lo había confirmado la secretaria de Contreras, Nélida Gutiérrez, Gutiérrez, quien por la relación afectiva que sostenía con el jefe de la DINA, era una de las personas de mayor cercanía y confianza del coronel. En mayo de 1996, en una entrevista concedida al diario “La Nación”, en su casa de Nuñoa, la mayor de Carabineros Olderock, Olderock, confirmó lo que había revelado varios años antes en sus declaraciones al ministro del caso Letelier, Adolfo Bañados: el mayor Eduardo Iturriaga Neumann, jefe del Departamento Exterior de la DINA, “fue felicitado” por los agentes que trabajaban en el cuartel central de la DINA, “por haber cumplido con el objetivo de eliminar al general Prats”. Prats”. Olderock, que en 1981 había sufrido un atentado que casi le cuesta la vida, pero que le significó vivir con una bala alojada en la cabeza, a sus 53 años se encontraba sola, abandonada, al igual que la casa donde habitaba, la que había heredado de sus padres. Vivía en medio de más de una docena de perros y gatos, con la incertidumbre de que la fueran a matar por haber “hablado más de la cuenta cuenta”” ante el ministro Adolfo Bañados, según dijo al periodista de “La Nación”. La entrevista duró más de dos horas y se hizo bajo tensión. Luego de ser recibidos, la mayor cerró la reja con llave, mostró un arma que tenía escondida en el horno de la cocina y puso otra sobre la mesa del comedor. comedor. Una pistola que manipuló, antes de comenzar la conversación. Se negó por un buen rato a hablar de lo que sabía del asesinato al general Prats y le había confesado al ministro Bañados. Tras mostrar orgullosa– por estas ironías de la vida – una foto en la cual cual el general Prats Prats la está felicitando, felicitando, contó su vida en la DINA y lo mucho que admiraba a Contreras, a quien visitó varias veces en Punta Peuco Peuco e incluso tocó el acordeón para él un año nuevo. Finalmente la ex agente DINA, señaló: “Aunque me maten, lo único que sí le puedo decir es que lo que dije al ministro Bañados es la verdad”. Townley Asume La Misión
Luego de que la DINA definiera la forma de atentado en contra del general Carlos Prats, la misión fue ordenada al agente norteamericano Michael Townley, según las propias instrucciones de Contreras. El Mayor Pedro Espinoza le entregó a Townley un tipo de explosivo 190
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determinado para llevar a cabo la operación, pero luego de probarlo al gringo no le gustó y pidió que se lo cambiaran. También También le fue entregado tres pares de transmisores portátiles y detonadores. El 10 de septiembre Townley viajó a Buenos Aires con su esposa, Mariana Callejas. Salió desde el aeropuerto de Pudahuel con un pasaporte estadounidense a nombre de Kenneth Enyart. Allá lo esperaba el jefe del Departamento Exterior de la l a DINA, Eduardo Iturriaga Neumann. Luego de instalarse en el hotel Victory junto a su esposa, Iturriaga (quien se encontraba en Buenos Aires), le mostró a Townley el edificio donde vivía el general Prats y su esposa. Una vez constatada en terreno dicha información, el “tio Kenny”, como a veces le llamaban los hijos de Callejas a Townley, se instaló en el hotel a armar la bomba. Utilizó dos cartuchos C 4 y los tres detonadores. El día 29 de septiembre, Townley y Callejas llegaron temprano hasta el edificio del matrimonio Prats-Cuthbert Prats-Cuthbert y se percataron de que iban saliendo. Los Prats-Cuhtbert Prats-Cuhtbert llegaron de invitados al asado a las afueras de Buenos Aires. Aire s. En la casaq casaquinta uinta,, incr increíblem eíblemente ente el gener general al se puso a jugar bridg bridge, e, otra muestra de lo contento que lo había puesto la distendida convivencia ese día. Junto Ju nto a Orme Ormeño ño hacía hacían n plane planess para form formar ar un grupo que todo todoss los miér miércoles coles se juntara a jugar. Acordaron que comenzarían el miércoles próximo. Cerca de las 16 horas, el matrimonio le pidió a Ormeño que los llevara de vuelta a su departamento. Habían convenido ir al cine con Huidobr Huidobroo y su esposa Panchita. Cuando llegaron al edificio se despidieron en la puerta de Ormeño, no sin antes recordarse mutuamente lo del próximo miércoles para jugar bridge. El general Prats y Sofía Cuthbert subieron al departamento, se cambiaron de ropa, por otra más formal para el cine, y bajaron para sacar el auto. Se fueron en el automóvil, que ya tenía la bomba adherida, a buscar a los Huidobr Huidobro. o. Townley Townley y Callejas, que estaban en vigilia, los siguieron a distancia prudente. Una vez con los Huidobro, vieron la película “Pan y Chocolate”. Finalizada la función, ya de noche, se fueron al departamento del ex embajador chileno a comer. Prats volvió a entristecerse y sobre todo a inquietarse. –Cómo irá a ser esto es to Ramón, por dónde vendrá. Pero Pero yo ando armado, así es que no les será tan fácil–, comentó en la sobremesa el general. 191
No había sido solo un encuentro social con los amigos, los Huidobro habían tratado en la velada de convencer a los Prats que abandonaran BueBuenos Aires, con pasaporte argentino, ante la amenaza cierta que se cernía sobre sus vidas. A esas alturas Ramón Huidobro había agotado todo trámite para lograr que la embajada chilena entregara al matrimonio Prats los documentos necesarios para el viaje del exilio. exili o. Eran pasadas las doce de la noche cuando los Prats-Cuthbert se despidieron de los Huidobro y se subieron al auto en la avenida Figueroa Figueroa Alcorta para dirigirse hacia hacia su departamento en el barrio barrio Palermo. Palermo. Faltaban 20 minutos para la una, el general Prats disminuyó la velocidad y enfiló lentamente hacia la puerta del garaje. Descendió para abrirla y regresó al auto. Las luces de la calle estaban coincidentemente apagadas. A menos de cien metros se encontraban encontraban al interior de un Renault vigilantes,, Mariana Callejas lantes Calle jas y Michael Townley ownley.. La esposa del ex agente norteamericano de la DINA tenía entre sus piernas el detonador de la bomba que había permanecido durante todo el día bajo el auto. ¡Ahora!-, le dijo Townley a Callejas, pero el sistema no funcionó. El gringo nervioso, le quitó rápidamente el detonador y lo activó manualmente. La potente explosión remeció todo el sector, producto de la fuerza expansiva, y destrozó el auto, causando la muerte inmediata de Sofía Sofía Cuthbert, en tanto que el general Carlos Prats murió minutos después, víctima de las heridas sufridas. La primera misión de la DINA para asesinar en el exterior había sido llevada a cabo con éxito. El “peligroso” general Carlos Prats González estaba extinguido. La noticia corrió por Buenos Aires y ya en la madrugada, quienes debían saberlo, estaban todos notificados. El ministro consejero de la emba jada de Chile, Guillermo Guillermo Osorio, llamó esa misma madrugada a Santiago al Subsecretario de Relaciones Exteriores subrogante, general Enrique ValValdés Puga, para pedir un avión de la Fuerza Aérea chilena que repatriará los restos del general Prats y su esposa. – Déjelo ahí no más, ¡que se pudra en Buenos Aires! Fue la respuesta de Valdés Valdés desde Santiago. A las 14 horas del 30 septiembre septiembre aterrizaron en el aeropuerto Ezeiza en Buenos Aires, Sofía, Angélica y Cecilia Prats Cuthbert. Las hijas del general llegaron acompañadas de Isidoro Cuadrado (esposo de Sofía); Víctor 192
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Castro (esposo de Angélica), Pedro Nolasco Prats y Harold Martin Cuthbert (hermanos de los esposos Prats-Cuthbert). En el cuartel central de la policía Federal reconocieron reconocieron los restos de sus padres y debieron arrendar una casa para velarlos. Al otro día, en medio del dolor y del sufrimiento, las hijas del general se dirigieron al departamento donde vivían sus padres, en la calle Malabia en el barrio Palermo, con una misión precisa: recuperar las memorias del general Prats. El ex comandante en jefe del Ejército había terminado de escribirlas hacía tan solo 10 días dí as (20 septiembre 1974). En el departamento descerrajaron una caja de fondos, fondos, se hicieron de ellas y el 2 de octubre Isidoro Cuadrado y Cecilia Prats fotocopiaron los originales y los guardaron en una bóveda de un banco en Buenos Aires. El jueves 3 de octubre las hijas del general Prats, junto a sus acompañantes, abordaron un avión Lan de regreso a Santiago, con los restos fúnebres de sus padres. Bajo el horror que vivían y la tensión que había generado la noticia en Santiago, a las 19 1 9 horas aterrizaron en el aeropuerto de Pudahuel con los féretros. Se dirigieron a una Iglesia en Las Condes, donde se realizó una misa y el viernes 4 de octubre fueron sepultados los restos del ex comandante en jefe del Ejército, General Carlos Prats y su esposa Sofía Cuthbert en el Cementerio General. El mismo lunes 30 de septiembre, cuando las hijas del general Prat Pratss llegaban a la capital argentina en busca de los restos de sus padres asesinados por la DINA, los agentes autores del crimen, Michael Townley y Mariana Callejas salían de Buenos Buenos Aires, tomando rutas diferentes. diferentes. Con el nombre en el pasaporte de “Ana Pizarro Avilés”, ella abordó un avión directo a Santiago. Mientras que él, con el nombre nombre en el pasaporte de “Kenneth Enyart”, viajó con destino a Montevideo Montevideo.. Desde la capital uruguaya, Townley se comunicó con sus jefes en la DINA, Pedro Espinoza y Eduardo Iturriaga. “La misión está cumplida”, les informó. Justicia Argentina antes que la Chilena
El lunes 22 de enero de 1996, temprano por la mañana, una noticia procedente desde el otro lado de la Cordillera, recorrió los telex de las salas de prensa en Santiago. Al ritmo del sonido de la máquina de teletipo que 193
arrojaba el cable sorprendió a los medios chilenos. “Urgente. “Urgente. El presunto asesino del general chileno chile no Carlos Prats fue detenido el pasado viernes y está consignado en la sede central de la Policía Federal argentina, anunció este lunes el Presidente Carlos Menen”, informó Agence France Presse (AFP). Renglón seguido el cable señalaba: “es un ciudadano chileno identificado como Enrique Lautaro Arancibia Clavel, y se lo considera autor del atentado contra el general y su esposa, ocurrido en 1974 en Buenos Aires, añadieron los voceros voceros”. ”. El silencio y la censura informativa de tantos años bajo la mano del régimen militar daban cuenta de una noticia que tenía imprecisiones sobre el rol del chileno en el atentado, sin embargo el personaje del cual se daba cuenta su captura alteró rápidamente la rutina de los departamentos de prensa. Sin perder tiempo, el diario La La Nación Nación ordenó de inmediato el envío de un periodista a Buenos Aires. La noticia había causado impacto en el mundo político chileno. Pasado el mediodía los periodistas de tribunales de los principales medios chilenos ya se encontraban apostados en el palacio de los tribunales Bonaerenses. El caso Prats no solo se reactivaba en Argentina, sino también se abría una puerta sin retorno para lo que sería en el futuro el caso judicial en Chile. Quienes también dejaron de inmediato sus rutinas en Santiago y viajaron de forma rauda hasta Buenos Aires, fueron las hermanas Sofía y Angélica Angéli ca Prats Cuthbert, junto a la abogada Pamela Pereira. Se hospedaron en el hotel Colón, en pleno centro Bonaerense, a pocos cuadras del palacio de los tribunales. trib unales. Desde ahí colaborarían, solicitarían y alentarían con todo lo que estuviese en sus manos para que la justicia argentina lograra lo que aún estaba vedado en Chile: esclarecer los hechos, encontrar a los asesinos y hacer justicia. La abogada Pamela Pereira Pereira y el abogado Hernán Quezada, incansables defensores de los derechos humanos de muchos chilenos, al igual que un puñado de abogados de la Vicaría de la Solidaridad, habían comenzado a fines de los años 80 a acompañar acompañar a las hermanas Prats Cuthbert en la peligrosa y difícil tarea de buscar antecedentes y allanar el camino para que algún día la justicia chilena investigara el asesinato del ex comandante en jefe del Ejército y condenara a los culpables. Pereira y Quezada habían realizado en varias ocasiones diversas diligencias ante la justicia y la policía argentina con el fin de que se pudiera dar 194
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con el paradero del agente DINA, Enrique Arancibia Clavel. Todo hacía indicar que el agente chileno aún vivía en Buenos Aires, por lo que podía resultar ser el único que podría ser alcanzado por la justicia argentina, y que permitiera llevar adelante un juicio en contra de los responsables del doble crimen perpetrado en territorio argentino. Enrique Arancibia Clavel, integraba el departamento exterior de la DINA. El agente de la policía secreta chilena había vivido entre 1971 y 1973 en Buenos Aires, luego de que tuviera que huir de Chile por razones políticas y judiciales. En ese tiempo había cultivado numerosos contactos con los servicios de inteligencia y de la Policía Federal en Buenos Aires; y grupos nacionalistas de extrema derecha. Tras el golpe militar de 1973 Arancibia retornó a Chile. Y en marzo o abril de 1974 regresó nuevamente a Buenos Aires, pero esta vez, como agente del Banco del Estado de Chile, Chil e, en calidad de miembro en cubierto de la DINA. Si bien la investigación judicial se había iniciado el mismo día del atentado con el acta suscrita por el jefe de la comisaria 23 de la Policía Federal, comisario Andrés Brizio, durante muchos años el caso no tuvo mayor avance, e incluso debió ser cerrado en más de una ocasión debido a la falta de información y antecedentes. Ahora, después de más de dos décadas, la justicia argentina tenía preso a uno de los agentes de la DINA, que permitiría a la jueza María Servini de Cubría investigar hasta concluir quienes fueron los asesinos del general Carlos Prats y su esposa Sofía Cuthbert. El 27 de noviembre de 2000, después de 26 años de perpetrado el doble crimen, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N 6 de Buenos Aires dictó sentencia condenatoria por el asesinato del general Carlos Prats y su esposa Sofía Cuthbert. Enrique Lautaro Arancibia Clavel fue condenado a reclusión perpetua, por los delitos de homicidio agravado y asociación ilícita agravada, por el Tribunal Oral en Lo Criminal N° 6, con el voto de los jueces argentinos María del Carmen Roqueta y José Valentín Martínez En un fallo dividido de 173 páginas, los jueces dieron cuenta detallada de una asociación ilícita para cometer crímenes, conformada por militares chilenos pertenecientes a la DINA, y con con un departamento exterior, exterior, cuyos 195
tentáculos alcanzaron hasta Argentina, entre otros países como inclusive Estados Unidos e Italia. Se estableció que el responsable de la Dirección Operativa del Departamento Exterior de la DINA fue hasta 1978 el mayor Raúl Eduardo ItuIturriaga Neumann, secundado por el Mayor Pedro Espinoza. Entre el grupo de selectas personas que reclutaron, entre militares y civiles, para perseguir de forma secreta a opositores a Pinochet en el exterior, se constató que contaron entre fines de 1973 y mediados de 1976, con Armando Fernández Larios, Michael Townley Vernon, Enrique Lautaro Arancibía Clavel, Jorge Iturriaga Neumann, Víctor Hugo Barría Barría, Cristoph Georg Paul Willike, Mariana Callejas, Call ejas, Ana Rubio y Eugenio Berrios Sagredo. Respecto de Enrique Arancibia Clavel, el tribunal sostuvo que tomó parte desde el mes de marzo de 1974 de una asociación ilícita de más de tres personas, integrada al menos por Manuel Contreras, Raúl Iturriaga Neumann, Pedro Espinoza , todos de la plana mayor de la DINA y por Michael Townley, el ex agente norteamericano. Se logró establecer la responsabilidad de mando de cada uno de ellos en el atentado explosivo. No obstante lo anterior, solo se pudo condenar al agente Arancibia Clavel, ya que los militares chilenos pertenecientes a la plana mayor de la DINA se encontraban en territorio chileno, algunos de ellos, Contreras y Espinoza, cumpliendo condena por el asesinato del ex canciller Orlando Letelier y su asistente Ronni Moffit, muertos bajo el mismo modus operandi, de una bomba puesta en el auto de Letelier el 21 de septiembre de 1976. En tanto, Townley Townley y Fernández Larios vivían en los Estados Unidos, donde habían cumplido condena por los mismos delitos. Según consta en el fallo, Arancibia Clavel desarrolló “… las tareas logísticas y necesarias para el estudio de las costumbres y los horarios de las víctimas, facilitando además la labor operativa de Michael Townley, a través de sus contactos en este país, todo lo cual lo convierte en un partícipe necesario en el doble homicidio calificado que se investiga en estas actuaciones”. actuaciones”. Los representantes en el juicio de las hijas del matrimonio Prats-Cuthbert fueron aún más precisos respecto de la participación del agente de la DINA en el crimen perpetrado. Los abogados Guillermo Jorge y Luis Moreno Ocampo, lograron acreditar que Arancibia Clavel “se encontraba en la ciudad de Buenos Aires al momento de cometerse el crimen del 196
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general Prats y su esposa Sofía Cuthbert; que el nombrado pertenecía a la DINA que fue la asociación ilícita que, según s egún sostienen, ordenó y planificó el atentado y que aquél, como jefe de información clandestina de dicha organización, proporcionó el domicilio el domicilio de las víctimas a los autores, y con los contactos necesarios que a la fecha tenía, hizo cortar el teléfono de Ramón Huidobro (amigo del general Prats), y consiguió que dejara de funcionar el alumbrado público en la calle Malabia, entre Seguí y Libertador la noche del atentado; además eliminó la custodia que tenía el general Prats, gracias a sus contactos con el comisario Gattei encargado de la seguridad de la víctima”, víctima”, según consta en la parte resolutiva del fallo de la justicia argentina, que logró después de dos décadas determinar judicialmente quienes fueron los responsables del asesinato del ex comandante en Jefe del ejército chileno y su esposa Sofía Cuthbert, situación que aún resultaba esquiva en Chile. Tendría que pasar una década más para que la justicia chilena, finalmente realizara un acucioso proceso judicial y condenara a los militares de la DINA responsables de la muerte del matrimonio Prats-Cuthbert. Prats-Cuthbert. Enrique Arancibía Clavel no alcanzó a estar más de 12 años en una cárcel argentina. Una controvertida ley, aplicada por el juez trasandino Axel López, López, le otorgó la libertad condicional en julio de 2007. Se le aplicó, erróneamente según la familia del general Prats, la ley denominada 2 por 1, la cual establece que el condenado condenado debe haber cumplido cumplido al menos 20 años para solicitar se revise su situación de reclusión. En ese marco la condena a la pena única era del 10 de noviembre noviembre del 2006. La ley del 2 por 1 decía que la prisión preventiva razonable no podía exceder de más de dos años. Si la persona está detenida sin sentencia a firme más de dos años, todo el tiempo restante se computa a doble. Y el mismo tribunal que lo condenó realizó el computo en marzo del 2007, fecha a la cual arrojó que tenía cumplidos 19 años y 8 meses. El 15 de julio cumplió los 20 años que marcaba la ley. Tal como cuando fue encontrado y arrestado por la policía en 1996, una información periodística proveniente desde Buenos Aires el 28 de abril de 2011 informó que “el ex agente secreto de la DINA, Enrique Arancibia Clavel, quien fue condenado por el asesinato del general Carlos Prats y su esposa Sofía Cuthbert en Buenos Aires, falleció este jueves, a 197
los 66 años en la capital trasandina trasandina”. ”. Su cuerpo fue encontrado en el intei nterior de su departamento en el 1400 de calle Lavalle, por personal de la 3 Comisaría de la Policía Federal. Presentaba Presentaba entre 15 a 20 puñaladas en su cuerpo. La puerta de su domicilio no estaba forzada. La Esquiva Justicia Chilena
El retorno a la democracia el año 90 no fue suficiente s uficiente para que la justicia chilena abriera una investigación judicial por el doble crimen perpetrado en Buenos Aires. Los abogados Pereira y Quezada, en representación de las hermanas Prats-Cuthbert Prats-C uthbert iniciaron las gestiones ante el recién instalado Congreso en busca de iniciar un proceso en Chile. Como resultado de ello la Cámara de Diputados solicitó en 1993 al Poder Judicial iniciar la tan esperada investigación judicial. Sin embargo, la Corte Suprema Suprema rechazó dicha dicha petición. Con la denegación de justicia de parte del Poder Judicial, Judicial, los abogados chilenos se concentraron en obtener justicia ante los tribunales argentinos. Casi 10 años después y con una sentencia condenatoria dictada en Argentina, Pereira y Quezada volvieron a la carga, pero esta vez desde el otro lado de la Cordillera. La jueza argentina María Servini de Cubría solicitó el 2002 la extradición del general August Augustoo Pinochet y la plana mayor de la DINA. En primera instancia el Ministro de la Corte Suprema, Jorge Rodríguez rechazó las extradiciones, resolución que fue apelada por los abogados de la familia Prats-Cuhtbert. Luego de conocer de la apelación interpuesta, la Sala Penal Penal del máximo tribunal del país revocó la sentencia anterior y dictó una peculiar resolución que permitió – al fin – abrir en chile el proceso judicial, esperado por décadas. La Segunda Sala Penal de la Corte Suprema ordenó así el 2 de diciembre de 2002 abrir un proceso en nuestro país por los delitos de asociación ilícita y homicidios calificados del general Carlos Prats y su señora Sofía Cuthbert, en contra de Juan Manuel Contreras Sepúlveda, Pedro Espinoza Bravo, Raúl Eduardo Iturriaga Neumann, José Zara Holger y Jorge Iturriaga Neumann. Si bien los magistrados estimaron que se cumplían los requisitos para la extradición de estos cinco requeridos por la justicia argentina, decidió hacer uso de una facultad conferida a los Estados Partes por el Tratado de Montevideo sobre extradición, de no entregar a sus 198
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nacionales al país requirente, pero quedando obligados a juzgarlos por sus propios tribunales. Dicha resolución no incluyó a Augusto Pinochet, ya que la solicitud de desafuero solicitada con anterioridad, había sido rechazada debido a que este imputado se encontraba sobreseído definitivamente por “una supuesta”” demencia incurable en el caso “Caravana de la Muerte”. ta Muerte”. En enero de 2003, el ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago Alejandro Solís, fue nombrado por sus pares como como ministro de fuero para investigar judicialmente, luego de que la Corte Suprema ordenara a esa instancia nombrar un juez especial para ello. Todo lo investigado por la justicia argentina fue crucial para el ministro Solís en los comienzos de su acuciosa y detallada investigación judicial. Así lo confirmaría él mismo al diario “La Nación”, Nación”, antes de culminar su investigación. A medid medidaa que el juez Solís se iba adentra adentrando ndo en la invest investigación igación no solo encontraría complicaciones para para avanzar, avanzar, sino también advertiría lo “bastante forzado” que le resultaba trabajar en el caso, “dado que hay gente de muy alto nivel jerárquico militar implicado en esto”, como reconocería al diario “La Nación”. Luego de 6 años de arduo trabajo, por primera vez un juez chileno lograba establecer la calidad de asociación ilícita de la DINA y bajo esta convicción determinar que dicho grupo de militares se habían confabulado para cometer el doble homicidio en Buenos Aires. A esas alturas del trabajo realizado por el ministro Solís, la formalización de la acusación no solo alcanzaba a los cinco requeridos en un comienzo de la investigación, sino que se había extendido a otros 4 agentes más de la DINA. El 30 de junio de 2008, el ministro de fuero Alejandro Solís dictó sentencias condenatorias en contra de ocho militares y civiles por los delitos de asociación ilícita y doble homicidio del ex comandante en jefe del Ejército, general Carlos Prats y su esposa Sofía Cuthbert. Cada uno recibió dos condenas del mismo tenor. tenor. Manuel Contreras, Director de la DINA, fue condenado a dos cadenas perpetuas por los homicidios calificados y a 20 años como jefe de Asociación Asociac ión ilícita. il ícita. 199
Pedro Espinoza, subdirector de la DINA, condenado a dos penas de 20 años de presidio por los homicidios y 20 años por asociación ilícita; Eduardo Iturriaga Neumann Neumann a dos penas de 15 años de presidio por homicidios y 541 días por asociación ilícita; José Zara, Cristoph Georg Paul Paul Willeke y Juan Morales Morales Salgado a dos penas de 10 años de presidio y un día por el doble homicidio y 541 días por asociación ilícita; Mariana Callejas a dos penas de 10 años de presidio por el doble homicidio calificado; Jorg Jorgee Iturriaga Neumann Neumann a dos penas de 5 años de presidio y un día como cómplice de homicidio calificado y Reginaldo de la l a Cruz Valdés Valdés Alarcón a dos penas de 541 días como cómplice de homicidio calificado. El 29 de enero de 2009 la Novena Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago confirmó las altas condenas dictadas por el ministro de fuero Ale jandro Solís Solís y fue aún más allá, calificando a la DINA de “organización “organización de carácter terrorista”. Si bien las hermanas Prats-Cuthbert se emocionaron con la resolución dictada en forma unánime por los ministros minis tros Jorge Jorge Dahm y Mario Rojas y la ministra Dobra Lusic, sabían que aún faltaba una etapa resolutiva. No dejaba de preocuparles como actuaría la Segunda Sala Penal de la Corte Supremaa ante las contundentes y duras Suprem duras sentencias dictadas por el juez Ale jandro Solís y confirmada confirmada por los otros otros tres tres magistrados. magistrados. Junto a sus abogados Pamela Pereira Pereira y Hernán Quezada esperaron con cierta preocupación la última etapa del proceso judicial. La preocupación de las hijas del general Prats Prats y sus abogados tenía algo de premonitorio. El 8 de junio de 2010, la Corte Suprema dictó la sentencia de término, rebajando significativamente las penas de los principales jefes de la DINA. En fallo dividido, los ministros de la Segunda Sala del máximo tribunal del país, Rubén Ballesteros, Hugo Dolmestch, Carlos Künsemüller, Haroldo Brito y Guillermo Silva, anularon la cadena perpetua dictada en contra del director de la DINA, Manuel Contreras Sepúlveda y en cambio lo condenaron a 17 años sin beneficios por su responsabilidad como autor de los homicidios calificados, más 3 años y un día de presidio por su responsabilidad como jefe en el delito de asociación ilícita en concurso real con el doble delito de homicidio calificado. Al subdirector de la DINA, Pedro Espinoza, también se le rebajó 200
significativamente la pena. Fue condenado a 17 años de presidio por los homicidios de Carlos Prats González y su esposa Sofía Cuthbert, y 3 años y un día de presidio como jefe en el delito de asociación ilícita. A Eduardo Iturriaga Neumann, Neumann, José Zara Holger, Holger, Cristph Georg Paul Willeke Floel y Juan Hernán Morales Salgado, se les condenó a 15 años y un día de presidio por el doble homicidio y 100 días como miembro de asociación ilícita en concurso real con el doble delito de homicidio calificado. En estos caso, a los tres últimos, la Corte Suprema les aumentó la pena en 5 años por el doble homicidio. Mariana Callejas Cal lejas Honores, Honores , esposa de Michael Townley Townley,, y Jorge Iturriaga Neumann fueron fueron condenados a 5 años de presidio por su responsabilidad como cómplices de homicidio calificado. Se les concedió el beneficio de la libertad vigilada. Por último, Reginaldo de la Cruz Valdés Alarcón fue condenado a dos penas de 541 días de presidio como cómplice del homicidio calificado. Se le concedió la remisión condicional de las penas (cumplir en libertad las condenas impuestas). i mpuestas). 36 años después del atentado con una bomba perpetrado en Buenos Aires un 30 de septiembre de 1974, a manos de la DINA, la justicia chilena condenó a los criminales que dieron muerte al ex comandante en jefe del Ejército, general Carlos Prats Prats y su esposa Sofía Cuthbert. 36 años años después el Ejército de Chile daba a conocer públicamente su posición y repudiaba a los militares que habían participado en el “c “cobarde obarde asesinato”. 36 años después las hijas del general Prats lograban que el Ejército como institución solidarizara con ellas y expresara su pesar por su ex comandante en jefe del Ejército chileno. El ex agente de la Dina en Buenos Aires, Enrique Arancibia Clavel fue el único detenido y condenado a reclusión perpetua por la justicia Argentina, por los homicidios del ex comandante en Jefe del Ejército, general Carlos Prats y su esposa Sofía Cuthbert.
El ex agente norteamericano de la DINA, Michael Townley y su esposa Mariana Callejas. Ambos autores materiales del asesinato del general Carlos Prats y su esposa Sofía Cuthbert 201