4|revista!| REPORTAJE
|Domingo, 21 de marzo de 2010
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una correspondencia de noticias curiosas Hace unos años el profesor Fermín Galindo publicó con Diario de Pontevedra el libro ‘Julio Camba, unha lección de xornalismo’, en el que relata que Camba acostumbraba enviar a
sus amigos, desde el extranjero, noticias como ésta: “Cierto viajero instalado en la butaca del avión y a quien se le había acercado, en pleno vuelo, la azafata, rogándole le mostrase su billete para hacer
cierta comprobación, y al ver el azoro y la violencia del pasajero al no encontrarlo, se excusó la azafata diciéndole que no se preocupase, que como su nombre estaba en la lista de a bordo, tenía
sin duda que haberlo adquirido, a lo que respondió el viajero, sin cesar de registrarse los bolsillos, que le interesaba a él más que a nadie encontrarlo para saber a dónde iba”.
<<< admirar uno de los paisajes más hermosos del mundo. Se lo digo a usted sin pizca de vanidad, ya que ni el paisaje es obra mía ni yo lo elegí siquiera como lugar de nacimiento”. Nunca le gustaron las multitudes ni las aglomeraciones, prefería la soledad o la buena compañía, y de ahí, y quizás del espíritu viajero que lo llevó por todo el mundo como un modo de mirarse a sí mismo y de mirar a España, viene tam bién cierta aversión al turismo: “Es mejor que no vengan los turistas a estropear la tranquilidad de estos parajes”, parajes”, escribió de Vilanova, quizás pensando también en las tardes de su mocedad echado desnudo al sol en la playa del Terrón.
es la revolución”, escribió el vilanovés el 19 de agosto de 1937. “La revolución es una juerga, una orgía, una bacanal que no tiene n ada que ver con la guerra. Se tiran tiros. Se comen jamones. Se matan curas. Se lidia al buen burgués en las plazas de toros o se le unce a las norias campesinas. Corre el vino que es un gusto, y más aún que el vino, emborracha la sangre. Cuanto ma yor es el recato de una mujer o la inocencia de una niña, con mayor fruición se las hace objeto de pú blico escarn io, y el pueblo obtiene, al fn, esa legítima expansión que
con tanto ahínco solicitaba para él mi siniestro paisano don Santiago Casares Quiroga; pero la guerra no es esto ni muchísimo menos. La guerra, por el contrario, es orden, método, disciplina, jerarquía, autoridad y responsabilidad”. responsabilidad”. La guerra también separó geográfcamente a los hermanos. Francisco la padeció en Madrid entre penurias y allí su hijo Miguel, médico, le acercaba comida al metro y a los pisos en los que se refugiaba. Julio le reprochó siempre a Francisco que se casase. En esa ciudad en la que Camba descansó su vida y su fama, muchos años atrás, a la vuelta de Buenos Aires, llegó a pasar ham bre y dormir en los bancos, según dijo a Faro de Vigo José Ángel Maquieira, un abogado pontevedrés
La Vilanova de fnales del XIX en
la que vino a nacer Camba era una villa de belleza salvaje, tumbada sobre el mar y de riqueza exótica, como esos pueblos pobres y desnudos que medraban en orden natural y sin concierto por la costa gallega. Había entonces tres núcleos marineros: Vilamaior, Vilamaior, Castro y O Cabo, hasta donde acostumbraba a pasear el periodista. “Los terranientes entonces”, cuenta Benito Leiro, “vivían principalmente en el entorno de la Praza de A Pastoriza y Priorato, donde se situaban las más importantes casas blasonadas, algunas adornadas con patín, y cu yos propietarios lo eran también de los mejores terrenos de labradío”. Camba no sufrió estrecheces y su padre no se dedicó al mar ni a la tierra: era practicante de medicina. Y con diez años él mismo se puso de mancebo. Sólo unos años más tarde, en su adolescencia anarquista de Buenos Aires, Camba publicó su única pieza en gallego en forma de un poema titulado Recordos: “¡Eu non sei como foi! Pero quero / mandarlle á terriña / -xa que dela me atopo alonxado / por mares inxentes- en voltos na brisa, / un salayo, unha bágoa, un queixume, / sinxelos interpres da mágoa bendita / que me embarga por vélos meus lares, / o ceo purísimo da amada Galicia / e aquel pobo formado de chouzas / alegres e brancas, das que unha... ¡é a miña!”. Ese poema fue recuperado por el Ayuntamiento vilanovés en su esquela, y el diario Abc, que fue en el que Camba acabó, como quien dice, sus días, lo publicó a modo de homenaje haciendo referencia a la “adorable lengua gallega”. Camba siempre desenfundó un humor mordaz en las cosas de las lenguas y el debate paralelo de las nacionalidades. Esos artículos su yos no pierden vigencia y siguen frescos como el primer día, sujetos al entusiasmo de los unos y el recelo de los otros. “Lo lógico para poner al día el idioma gallego sería ir poco a poco injertándole pala bras castellanas, pero esto que es
estudioso de la fgura del Camba
anarquista. En el franquismo tuvo a Pedro Sainz Rodríguez un amigo fel, y Julio Camba en
también un mecenas que le pagó a Camba Haciendo de República y La casa de Lúculo. Sainz Rodríguez Rodríg uez tu-
una de sus últimas imágenes.
precisamente lo que hace el pueblo, no lo pueden hacer los galleguistas, quienes pretenden presentarse en Madrid el día de mañana con un gallego hermético, esotérico y abstruso para utilizarlo como hecho diferencial y ver de conseguir un estatutillo. ¡Un gallego que parezca chino, ruso, árabe o guaraní, pero que no pueda, bajo ningún pretexto, asemejarse al castellano! Y como el gallego no puede parecer nunca guaraní porque en cuanto principiase a tener con el guaraní el más remoto parecido ya no parecería gallego, lo único que consiguen los galleguistas es que parezca algo así como una especie de esperanto hablado por portugueses”. Camba decía que “todo el mundo habla gallego en Galicia, y creo que, más que nadie, lo hablan aquellos que hablan castellano. El castellano, es, en efecto, la verdadera forma actual del gallego. Los labradores que se expresan en gallego no usan aquí un idioma distinto del de los industriales que se valen del castellano; usan el mismo idioma, pero con un léxico limitado y primitivo. En realidad no hablan gallego, sino que malhablan cas tellano. Y, de
formar una Liga para reconstituir el castellano en sus formas más remotas, yo no veo por qué esa Liga ha de formarse precisamente en Galicia. Lo mismo se podría formar en Valladolid”. “No creo que haya un idioma gallego distinto del castellano”, sigue el escritor en La rana viajera. “Lo que sí creo es que se podría inventar. Conozco lenguas medievales que se han fabricado en estos últimos treinta años de acuerdo con todos los adelantos
futura nacionalidad. Luego recojo los modismos locales y constituyo un idioma. Al cabo de unos cuantos años, yo habría terminado mi tarea y me habría ganado una fortuna. Y si alguien osaba decirme entonces que Getafe no era una nación, yo le preguntaría qué es lo que él entendía por tal y, como no podría defnirme el concepto de nación, le
habría reducido al silencio”. Al silencio se acabó yendo en cierta manera él. No fue tanto su beligeflológicos”. rancia con las causas nacionalistas “Una nación se hace lo mismo como su adhesión al franquismo en que cualquier otra cosa”, dice ya tiempos de guerra, con artículos en otro artículo. “Es cuestión de como el de La guerra y la revoluquince años y de un millón de pe- ción, lo que le condenó a él, precisetas. Con un millón de pesetas samente, al silencio de las galeras yo me comprometo a hacer rápi- de la historia de la literatura de las damente una nación en el mismo que ha comenzado a salir hace poGetafe, a dos pasos de Madrid. Me cos años quien tuvo la amistad y la voy allí y observo si hay más hom- admiración de todos los grandes de bres rubios que hombres morenos su época, entre los que se contaba o si hay más hombres morenos que Unamuno, Ortega y Gasset, Galdós, hombres rubios, y si en la mayoría, Baroja, Rubén Darío o Azorín. “Los rubia o morena, predominan los autores que ganaron la guerra per braquicéfalos sobre los dolicocé- dieron la historia de la literatura”, falos, o al contrario. Es indudable lamenta el escritor José Sánchez que algún tipo antropológico ten- Pedrosa en el documental sobre drá preponderancia en Getafe, y Camba de Federico de la Peña. “La este tipo sería el fundamento de la guerra es la guerra y la revolución
vo un recorrido largo y prolífco en la vida espa ñola. Fue escritor, fló-
logo, bibliógrafo, editor y consejero político de Juan de Borbón, además de uno de los principales artífces del nombramiento de Juan Carlos I
como sucesor de Franco. Se desencantó pronto del dictador y en 1941 fue cesado y se marchó a Estoril con Don Juan. No volvería hasta casi treinta años después para ocupar una cátedra en la Universidad de Comillas. También Camba pudo entonar el famoso “No era esto, no era esto” que Ortega pronunció tras ver el avance de la República, pero en sentido contrario. Cuando acaba la guerra tiene casi sesenta años, ha visto dos guerras mundiales y una guerra civil, y ha estado en los países involucrados en cada una de ellas sin ser, en modo alguno, un corresponsal de guerra. Más bien, de preguerra: en Roma, Berlín y Madrid fjó, como un meteorólogo, teorólogo, el clima de las pasiones que allí se envolvían. “Camba”, dice José Antonio Durán, “es un escéptico y un cínico, si se quiere. Porque él sabe lo que provoca el exceso de fe”. Tampoco se libró Dios: siempre estuvo más cerca del anticlericalismo que de la beatería.